Resumen El objetivo fundamental de este artículo consiste en presen- tar índices de bautismos de España y de todas las regiones de nuestro país para el siglo XVIII y la primera mitad del XIX. El índice nacional se ha construido a partir de una muestra de algo más de 1.050 parroquias. Las principales conclusiones que se infieren del análisis de las cifras más agregadas son las siguientes: 1) el crecimiento de los bautismos se concentró bastante en fases relativamente cortas; 2) el diferencial de cre- cimiento demográfico entre la España mediterránea y el resto del país fue bastante más amplio en el siglo XVIII que en la primera mitad del XIX; y 3) las series nacional y regionales apuntan a un significativo descenso de la tasa de natalidad en las décadas de 1830 y 1840. Palabras clave Población, bautismos, siglos XVIII y XIX, España, regiones. SPANISH’S POPULATION GROWTH, 1900-1849: NATIONAL AND REGIONAL BAPTISMS INDEXES Abstract The aim of this paper is to present national and regional bap- tism indexes of Spain in the 18th and the first half of the 19th centuries. The national index has been constructed from a sample of more than 1,050 parishes. The main results derived from the most aggregate figures are the following: 1) baptism growth was quite concentrated in relatively short periods; 2) the demographic-growth gap between the Mediterranean Spain and the rest of the country was substantially wider in the 18th century in comparison to the first half of the 19th one; and 3) both national and regional series suggest a signi- ficant decrease in birth rates during the 1830s and 1840s. Key Words Population, baptisms, Eighteneenth and Nineteenth centu- ries, Spain, regions. El crecimiento de la población española, 1700-1849: índices regionales y nacional de bautismos Enrique Llopis Agelán Universidad Complutense de Madrid 9 AREAS Revista Internacional de Ciencias Sociales Nº 24 / 2004 Las series vitales en la demografía histórica (pp.9 - 24) Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 9 I. Introducción Hace ya mucho tiempo que en nuestro país los registros bautismales de los siglos XVI, XVII y XVIII vienen sien- do utilizados como indicador de la trayectoria de la pobla- ción2. En los años setenta y en los primeros ochenta del pasado siglo se publicaron bastantes trabajos que emplea- ban dicha fuente, si bien casi todos ellos de carácter local o comarcal3. Hasta 1984 no apareció ninguna monografía en la que se planteara reconstruir los movimientos regionales de efectivos humanos a partir de muestras parroquiales de bautismos. En dicho año, Jordi Nadal, en su edición revi- sada de La población española (siglos XVI a XX), publicó índices de bautismos de ocho regiones, cuatro del interior y cuatro de la periferia, para el período 1580-17894. Algunas de las muestras empleadas en ese trabajo tenían un tamaño demasiado pequeño y su representatividad era cuestionable5, pero el ensayo de Jordi Nadal suponía un paso importante en la explotación de los registros bautis- males y, sobre todo, marcaba una de las vías más sugeren- tes y productivas de la investigación en el ámbito de la demografía histórica: reunir una base documental más amplia y extender la cobertura territorial y el arco tempo- ral con la finalidad de construir índices de bautismos sóli- dos para todas las regiones y un índice nacional que prin- cipiaran en el siglo XVI y concluyeran bien avanzado el XIX6. Después se publicaron varios trabajos de naturaleza regional o provincial7, pero sólo disponemos de un índice nacional, elaborado por Vicente Pérez Moreda, que cubre el Seiscientos y el Setecientos y que se basa en una muestra de casi doscientas series de bautismos de localidades rura- les procedentes de todas las regiones peninsulares8. Esta comunicación pretende que avancemos un peldaño más en esa escalera por la que hemos de transitar para lograr elaborar unos robustos índices pluriseculares de bautismos de ámbito regional y nacional. Entre las distintas alternativas que tenía para intentar dar un impulso a esta línea de investi- gación, he optado por limitar el arco temporal al siglo XVIII y a la primera mitad del XIX en aras a poder construir índi- ces de todas las regiones y a conseguir que estos últimos se basasen en muestras con un mínimo grado de representativi- dad. Es decir, la solidez en el avance ha de constituir, a mi jui- cio, la principal prioridad. Aún así, algunas de las muestras provinciales o regionales de registros bautismales empleadas en este trabajo tienen, como enseguida se explicitará, impor- tantes defectos, al menos en parte del arco temporal de la presente investigación. Por otro lado, el hecho de que los índices abarquen la primera mitad del siglo XIX tiene la vir- tualidad de arrojar nueva luz sobre uno de los periodos de la España moderna y contemporánea peor conocidos tanto desde el punto de vista económico9, como demográfico10. Diversas investigaciones han puesto de manifiesto la influencia de algunas variables económicas sobre el movimien- El crecimiento de la población española, 1700-1849: índices regionales y nacional de bautismos1 Enrique Llopis Agelán Universidad Complutense de Madrid 10 AREAS 24 6 Los registros bautismales anteriores a 1560 ó 1580 son relativamente escasos y, además, en muchos casos están bastante incompletos. De ahí que en pocas provin- cias puedan formarse muestras locales suficientemente representativas para las décadas que precedieron a dichas fechas. 7 Por ejemplo, Vidal y Gomila (1985); Segura y Suau (1986); Pérez García y Ardit (1988); Barreiro (1990); Llopis, Melón, Rodríguez Cancho, Rodríguez Grajera y Zarandieta (1990); Ardit (1991); Lanza (1991); Piquero (1991); Reher (1991); Muñoz Pradas (1997); Gurría (2001). 8 Pérez Moreda (1998: 144-145). 9 Ringrose, con razón, calificó hace no muchos años al período 1814-1840 como “las décadas olvidadas” [Ringrose (1996: 96)]. 10 La afirmación de que “el periodo que va desde el Censo de Floridablanca hasta la aparición de los primeros censos modernos” es poco conocido desde la óptica demográfica, efectuada hace ya más de quince años, sigue teniendo validez [Pérez Moreda y Reher (1988: 20)], pese a que en la última década del siglo XX y en los primeros años del XXI se han publicado algunos trabajos de demografía histórica de gran interés que cubren dicho intervalo. 1 Este trabajo se ha financiado con el Proyecto de Investigación BEC20002-00979. Una primera versión se presentó en el VII Congreso de la ADEH, Sesión B17, Series históricas de hechos vitales, Granada, 1-3 de abril. 2 En realidad, I. de Asso, A. J. Cavanilles y J. Vargas Ponce, ya en los siglos XVIII y XIX, realizaron estudios de historia local o provincial de la población basados en registros parroquiales [Pérez Moreda y Reher (1988: 14)]. Aparte de estas pioneras investigaciones, a partir de finales de los años cincuenta del pasado siglo comenza- ron a publicarse algunos trabajos que reconstruyan series de bautismos para deter- minar la trayectoria demográfica. Entre otros, pueden citarse el de Nadal (1956- 1959) sobre Palamós y el de Herrero (1961) sobre la ciudad de Palencia. 3 El de García Sanz (1977), en el que se estudia la provincia de Segovia, constituyó una de las contadas excepciones. 4 Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, León, Extremadura, País Vasco y Navarra, Galicia, Andalucía y Cataluña [Nadal (1984: 78-81)]. 5 La muestra de Castilla la Nueva estaba integrada por 28 parroquias, la de Castilla la Vieja por 16, la de León por 13, la de Extremadura por 8, la del País Vasco y Navarra por 12, la de Galicia por 24, la de Andalucía por 15 y la de Cataluña por 11. En total, 127. Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 10 to de los bautismos. Por tanto, la trayectoria del número de nacidos, además de constituir un buen proxy de la de efectivos humanos, también puede aportarnos pistas útiles acerca de las variaciones en los niveles de actividad económica y proporcio- narnos una información necesaria para proseguir indagando acerca de la naturaleza e intensidad de las relaciones en el corto plazo entre producción, precios y bautismos11. Aunque aquí se hará un uso muy somero de los registros bautismales como indicadores de las alteraciones en la coyuntura económica, espero que los índices de los distintos territorios den pistas a quienes están interesados en desvelar los cambios en los nive- les de actividad económica a escala regional. II. Fuentes y métodos Los libros de bautismos constituyen la fuente fundamental empleada en esta investigación. Las virtudes y los problemas de aquéllos ya han sido pormenorizados en numerosos tra- bajos12; de modo que sólo considero necesario recordar que las partidas de bautismos registran casi todos los nacimien- tos, pero no todos13. La conveniencia de que Madrid, Cantabria y La Rioja tuvieran un tratamiento específico fuera de las regiones his- tóricas a las que pertenecieron, me ha inducido a optar por formar las unidades territoriales de acuerdo a la actual confi- guración de las Comunidades Autónomas. Por tanto, en este trabajo se presentan 17 índices regionales de bautismos14. El índice de bautismos de Galicia se basa en una muestra de 63 parroquias15, el de Asturias en una de 4316, el de Cantabria en una de 5017, el del País Vasco en una de 15118, el de Navarra en una de 3519, el de La Rioja en una de 39 localidades20, el de Aragón en una de 34 parroquias21, el de Castilla y León en una de 21422, el de Madrid en una de 3923, el de Castilla-La Mancha en una de 3724, el de Extremadura en una de 3725, el de Andalucía occidental en una de 2226, el de Cataluña en una de 65 localidades27, el de Valencia en una de 182 parroquias28, el de Murcia en una de 2029, el de Baleares en una de 6 municipios mallorquines y de 13 parro- quias menorquinas30 y el de Canarias en una de 62 parro- quias31. El índice nacional de bautismos se basa, pues, en una muestra de algo más de 1.050 parroquias32. Algunas provincias no están representadas en los índices: Valladolid, Soria y Zamora en el de Castilla y León33 y Albacete en el de Castilla-La Mancha; ahora bien, Andalucía oriental constituye la principal laguna. Por tanto, ocho de las cincuenta provincias de nuestro país se hallan excluidas del índice nacional. La representatividad de las muestras regio- nales de registros parroquiales es aceptable, bastante buena o muy buena, salvo la de Andalucía occidental. Por otro lado, en algunas regiones extensas el desequilibrio en el tamaño de las muestras provinciales alcanza notables proporciones. En dos regiones no he logrado completar el índice para todo el arco temporal de esta investigación: faltan las cifras 11 20 Gurría (2004). 21 Antonio Peiró, Vicente Pérez Moreda, Guillermo Pérez Sarrión y José Antonio Salas han tenido la amabilidad de suministrarme las series de bautismos de Aragón. 22 De las que 68 pertenecen a León [Pérez García (1999: 200)], 28 a Ávila [Llopis y Cuervo (2004)], 11 a Segovia [Llopis y Pérez Moreda (2003: 129)], 19 a Burgos [Cibeira (2003)], 20 a Palencia [Hernández García (2004)] y 68 a Salamanca. Ángel García Sanz me facilitó los datos de varias parroquias segovianas y Joaquín Maldonado los de todas las salmantinas. 23 Veintiséis de la ciudad de Madrid (algunas creadas en el transcurso del siglo XVIII o de la primera mitad del XIX) [Carbajo (1987: 268-281)] y trece de núcleos rurales de la provincia [Llopis y Pérez Moreda (2003: 129)]. 24 Once de Guadalajara, once de Cuenca, once de Toledo [(Llopis y Pérez Moreda (2003: 129)] y cuatro de Ciudad Real. Las series de Guadalajara han sido elaboradas por Noemí Cuervo, Manuel González Mariscal, Enrique Llopis y Vicente Pérez Moreda; la de Almadén me la proporcionó Rafael Dobado; y el origen de las restantes se especifica en Reher (1991). 25 Diecinueve de Cáceres y dieciocho de Badajoz [Llopis, Melón, Rodríguez Cancho, Rodríguez Grajera y Zarandieta (1990: 461-464)]; los datos de década 1840-1849 pro- ceden de Blanco Carrasco (1999: 520). 26 Ponsot (1986); Sánchez Lora (1987); Soria (1976); García Jiménez (1987); Ballesteros y Camacho (1980). Los registros bautismales de tres parroquias de Carmona, Pruna, Puerto de Santa María y Bélmez los recopiló Gonzalo Anes. 27 He podido disponer de los registros bautismales catalanes gracias a la gentileza de Francisco Muñoz. 28 Bernat (2004). Ardit (1991: 34-35) había publicado los registros bautismales de una muestra de 108 parroquias. 29 Los datos de Murcia del siglo XVIII me los proporcionó Guy Lemeunier (los regis- tros de Cehegín, Moratalla y Caravaca proceden de Francisco Chacón y José Luis González, los de Bullas y Mulas de Juan González Castaño, los de Molina de Segura de López García (1981), los de Alcantarilla de María del Carmen Cremades y los de La Ñora de Sánchez Baeza (1983: 28-32). Las series del siglo XIX tienen el siguiente origen: las de la ciudad de Murcia de un trabajo inédito Rodríguez Llopis y Martínez Carrión (sa) y las de diversos núcleos rurales de las bases de datos de Francisco Chacón y de José Miguel Martínez Carrión. 30 Segura y Suau (1986: 62 y 77); Vidal y Gomila (1985: 14). 31 La excelente serie de Canarias, que está basada en una muestra que hacia 1787 con- centraba el 78,4 por 100 de la población de dicho archipiélago, me la ha proporciona- do Antonio Macías. 32 Algunas de las localidades o municipios reseñados contaban con más de una parro- quia. 33 De Soria disponía de varias series, pero la muestra no tenía un suficiente grado de representatividad. De ahí que decidiera no incluir a dicha provincia. 11 Entre los trabajos más destacados de carácter analítico que fueron pioneros en el examen de las conexiones entre las variables económicas y la demográfica, pueden citarse los siguientes: Lee (1981); Galloway (1985, 1986 y 1988); Richards (1983); Weir (1984); Fridlizius y Ohlsson (1984). Con relación al caso de España, véanse Pérez Moreda (1988); Reher (1988); Muñoz Pradas (1997). 12 Berry y Schofield (1971); Razzel (1972); Pérez Moreda (1980: 26-29); Piquero (1991: 51-57). 13 El problema radica en que el promedio de días que transcurría entre el nacimiento y el bautismo variaba en el espacio y, a veces, también en el tiempo. Por consiguiente, el subregistro no alcanza exactamente la misma magnitud en los distintos territorios y en diferentes fechas. En cualquier caso, el número de bautizados constituye un exce- lente proxy del de nacidos. 14 Caso de que se desee obtener el índice de la región histórica castellano-leonesa, basta con integrar los datos de Cantabria y de La Rioja en los de Castilla y León. 15 Las series gallegas han sido recopiladas por J. Carmona y J. García Lombardero y han sido parcialmente publicadas en Carmona (1990: 33). 16 De las cuales, cinco pertenecen a valles centrales prelitorales, nueve a valles mine- ros prelitorales, dos a valles occidentales prelitorales, siete a valles costeros centrales, siete a valles costeros occidentales, tres a valles costeros orientales y diez a zonas de montaña (Barreiro (1990: 74). 17 Las dos primeras décadas del índice se basan en una muestra de sólo 42 parroquias [Lanza (1991: 89-93)]. 18 De las que 23 pertenecen a Álava, 7 a Vizcaya y 81 a Guipúzcoa. Los datos de las dos primeras provincias tuvieron la gentileza de proporcionármelos Luis María Bilbao y Santiago Piquero, en tanto que los de Guipúzcoa proceden de Vargas Ponce (1984). 19 Arizkun (2004). Los datos de la última década del índice se han elaborado a partir de 63 series de registros bautismales: las del Valle del Baztán proceden de Arizkun (1987: 1101-1103); las de La Barranca de García-Sanz Marcotegui (1985: 189); las de la Merindad de Estella de Floristán (1982: 71); y las restantes me las facilitaron Gonzalo Anes, Alejandro Arizkun y Ángel García-Sanz Marcotegui. Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 11 de Asturias del periodo 1820-1849 y las del País Vasco de toda la primera mitad del siglo XIX. Por otra parte, en algu- nas provincias y regiones el tamaño de la muestra de regis- tros es algo o sensiblemente menor en las últimas décadas del periodo objeto de análisis en este trabajo34. En los casos de País Vasco, Castilla y León y Castilla-La Mancha, los índices regionales se han obtenido a partir de los provinciales que han sido ponderados de acuerdo al corres- pondiente peso demográfico relativo de cada unidad territo- rial (inferido de las cifras del Censo de Floridablanca de 178735). Este procedimiento lo hemos empleado para evitar los sesgos derivados de muestras provinciales de una misma región con tamaños relativos demasiado desiguales. En el futuro, si se logra ampliar las muestras locales de registros bautismales, sería conveniente que todos los índices regiona- les se construyesen a partir de los provinciales. El índice nacional se ha calculado ponderando los índices regionales por el porcentaje de la población española que concentraba cada una de las regiones en 1787. Es cierto que se incurre en ciertas inexactitudes al emplear las mismas pon- deraciones para todo el periodo objeto de estudio, ya que el peso demográfico relativo de los distintos territorios se modificó en el transcurso del siglo XVIII y de la primera mitad del XIX. Las ponderaciones utilizadas para las regio- nes que registraron un crecimiento de la población más veloz, las mediterráneas, son demasiado altas para las prime- ras décadas del arco temporal de esta investigación y dema- siado bajas para las últimas. Lo contrario cabe afirmar para los territorios de menor dinamismo demográfico. Por consi- guiente, el índice nacional de bautismos es probable que ses- gue ligeramente al alza la expansión de las primeras décadas y, en cambio, infravalore un poquito el crecimiento de las últimas36. No es imposible introducir diferentes ponderaciones regionales para las distintas fases que abarca el arco tempo- ral de esta investigación, pero la tarea no va a resultar senci- lla habida cuenta de que el Censo de Floridablanca constitu- ye el único recuento de población del siglo XVIII y de la primera mitad del XIX que, merced a su grado de fiabilidad y a conservarse la documentación primaria local, permite aproximarse con cierto rigor al peso demográfico relativo que tenían los territorios de las actuales provincias de nues- tro país. En 1787, la población urbana no llegaba representar el 15 por 100 del total de efectivos humanos residentes en España37. Aunque el predominio del mundo rural era aplas- tante, hubiera sido deseable que en las muestras regionales de bautismos los núcleos urbanos hubieran tenido una repre- sentación un poco mayor. No obstante, algunas de ellas inte- gran los registros bautismales de varias o de la totalidad de parroquias de una ciudad o de unas pocas ciudades. Cuando tal inclusión otorgaba un peso desmedido a los núcleos urba- nos en las muestras provinciales o regionales, he procedido del siguiente modo: primero he construido un índice rural y otro urbano y luego he obtenido el provincial o el regional ponderando los dos anteriores de acuerdo a la distribución de efectivos humanos en núcleos rurales y en ciudades. Este método ha sido empleado en los casos de Madrid, Ávila y Murcia38. He tratado de utilizar exclusivamente series de bautismos sin lagunas o con un número muy reducido de registros no observados. No obstante, en algunos casos ha sido preciso estimar los valores ausentes. Las lagunas de más de ocho años consecutivos, que han sido pocas, se han rellenado general- mente a través de la especificación de modelos mutivarian- tes39, la estimación de los parámetros de los mismos40 y la interpolación de los valores no observados con el criterio de maximizar su verosimilitud considerando toda información de varias series de la misma provincia41. Cuando se trataba de lagunas de un número muy reducido de años, en algunos casos se ha utilizado ese mismo procedimiento y en otros se ha recurrido a métodos tradicionales para efectuar las corres- pondientes interpolaciones. Ahora bien, lo importante estri- ba en que el número de registros anuales no observados supone un porcentaje muy pequeño del total; probablemen- te, inferior al 1 por 100. Hubiera deseado ofrecer índices anuales de bautismos, lo que permitiría realizar estudios de las fluctuaciones de dicha variable en el corto plazo. Sin embargo, para algunas regiones (Baleares y Asturias) la información disponible se circunscribe a medias decenales de bautismos. En aras a que la cobertura territorial del índice nacional fuese completa, al menos a escala regional, he sacrificado, por el momento, el objetivo de presentar series anuales. En consecuencia, aquí únicamente se ofrecerán índices de las medias anuales de bautismos por décadas, opción que obliga a utilizar las 12AREAS 24 37 En ese año sólo el 14,2 por 100 de la población española vivía en núcleos de más de 10.000 habitantes [Pérez Moreda y Reher (1997: 130)]. Caso de no considerar urbanos a los núcleos en los que la población activa agraria representase más del 50-60 por 100 del total de población activa, dicho porcentaje aún sería más reduci- do [Llopis (2004)]. 38 Con respecto a Madrid y Ávila, véanse Llopis y Pérez Moreda (2003: 116-117), y Llopis y Cuervo (2004). 39 Para cada provincia, a partir de los modelos univariantes de las distintas series especificados según las técnicas desarrolladas por Jenkins y Alavi (1981), se han construido modelos VARMA para vectores de seis series. 40 Los modelos especificados se han estimado para las muestras comarcales o pro- vinciales utilizando las técnicas de máxima verosimilitud para muestras con valo- res ausentes descritas en Terceiro (1990). 41Se ha usado el método de interpolación propuesto por Casals, Jerez y Sotoca (2000). Deseo agradecer a Miguel Jerez su valiosa ayuda en el tratamiento de los valores ausentes de las series. 34 En trabajos que cubren todo el Antiguo Régimen o la fase final del mismo, es frecuen- te que las series de bautismos y/o de difuntos concluyan en 1800 ó 1820. A escala regio- nal, Murcia es el territorio en el que existe mayor desproporción entre el tamaño de la muestra de registros bautismales del siglo XVIII y la de la primera mitad del XIX. 35 Cuando en una región no se han podido formar muestras de bautismos en todas sus provincias, el peso demográfico relativo se ha calculado con respecto al total de habitantes de las unidades territoriales en las que sí se han elaborado los correspon- dientes índices. 36 El diferencial de crecimiento demográfico entre la España mediterránea y el resto del territorio de nuestro país fue bastante más acusado en el siglo XVIII que en la primera mitad del XIX. Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 12 cifras de los cuadros y gráficos exclusivamente para exami- nar los movimientos de la población en el medio y largo plazo. III. Los índices: algunos comentarios e hipótesis En los Cuadros 1, 2 y 3 y en los Gráficos 1 y 2 he reflejado los índices de bautismos y sus variaciones decenales. Aparte de los regionales y del nacional, también he elaborado índi- ces para cuatro grandes áreas o macroregiones: la España septentrional (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y Navarra), la España mediterránea (Cataluña, Valencia y Murcia), la España insular (Baleares y Canarias) y la España interior y Andalucía occidental (La Rioja, Aragón, Castilla y León, Madrid, Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía occidental)42. 13 Décadas Galicia Asturias Cantabria País Vasco Navarra La Rioja Aragón Castilla y León Madrid 1700-1709 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 1710-1719 96,4 98,4 94,2 95,5 100,3 90,7 103,0 100,2 95,3 1720-1729 104,0 102,9 103,9 102,9 102,0 101,4 116,2 115,0 109,1 1730-1739 104,6 108,3 101,1 109,9 104,6 98,4 115,9 111,9 105,9 1740-1749 104,7 112,7 97,9 114,0 107,7 99,1 122,6 118,0 112,5 1750-1759 113,6 125,9 108,9 116,3 106,8 105,1 133,9 129,5 122,2 1760-1769 118,6 135,8 115,4 119,0 112,2 105,0 157,6 133,2 124,0 1770-1779 116,7 141,1 110,0 122,1 120,7 101,0 152,9 129,3 117,8 1780-1789 127,1 146,6 118,5 124,3 123,8 106,5 148,6 136,8 120,1 1790-1799 131,3 148,1 123,6 129,0 130,7 115,0 170,9 147,0 137,5 1800-1809 131,7 144,1 118,8 - 136,2 111,4 165,1 132,1 124,0 1810-1819 144,1 136,2 123,3 - 134,7 120,0 157,0 146,2 120,3 1820-1829 172,1 - 153,4 - 152,1 139,1 194,3 177,0 152,9 1830-1839 162,8 - 143,0 - 137,6 121,9 184,0 155,6 142,5 1840-1849 156,1 - 145,1 - 134,1 133,3 199,7 182,0 - Décadas Castilla-La Mancha Extremadura Andalucía occidental Cataluña País Valenciano Murcia Baleares Canarias España 1700-1709 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 1710-1719 97,1 97,9 94,1 103,1 102,9 113,3 106,8 106,6 99,3 1720-1729 113,0 112,9 104,4 119,5 133,8 127,5 96,5 108,2 112,4 1730-1739 106,9 108,9 101,7 131,8 153,8 139,4 104,3 121,3 114,8 1740-1749 108,3 117,3 99,4 132,3 158,2 144,7 110,7 119,2 117,6 1750-1759 118,3 128,1 110,5 150,0 188,2 157,0 106,5 124,6 129,6 1760-1769 127,8 128,8 113,9 162,0 213,8 171,5 117,6 131,1 138,5 1770-1779 128,4 134,1 105,0 174,3 225,8 167,3 119,1 136,9 139,0 1780-1789 131,3 139,6 105,3 183,5 225,3 177,0 114,9 139,9 143,6 1790-1799 145,1 148,9 125,1 208,4 251,5 177,7 116,5 148,5 156,9 1800-1809 123,1 145,2 112,7 204,4 255,7 170,8 122,5 165,2 150,9 1810-1819 130,4 152,4 109,7 215,7 266,8 170,2 121,0 173,2 157,1 1820-1829 154,8 198,0 135,4 238,3 307,0 183,0 113,2 198,1 186,4 1830-1839 138,3 171,2 123,0 217,8 316,9 186,1 122,4 198,8 174,4 1840-1849 139,5 169,1 136,8 226,8 327,1 213,7 137,2 193,2 184,8 Fuentes: Véanse las notas 15-31; INE (1987-1991); y elaboración propia. Cuadro 1. Índices regionales y nacional de bautismos, 1700-1849 (base 100= 1700-1709) 42 Los índices de estas grandes áreas se han calculado a partir de los regionales y se ha utilizado el sistema de ponderación ya descrito (peso relativo demográfico de cada unidad territorial en el conjunto de la correspondiente macroregión en 1787). Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 13 14AREAS 24 Décadas España septentrional Territorios insulares España mediterránea España interior y Andalucía occidental España 1700-1709 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 1710-1719 96,8 106,7 104,3 98,0 99,3 1720-1729 103,5 102,2 126,5 111,7 112,4 1730-1739 105,6 112,6 142,0 108,5 114,8 1740-1749 106,9 114,8 144,7 112,1 117,6 1750-1759 114,8 115,3 166,8 122,9 129,6 1760-1769 120,4 124,2 184,8 129,8 138,5 1770-1779 120,9 127,8 194,8 126,3 139,0 1780-1789 128,8 127,0 200,0 129,4 143,6 1790-1799 132,9 132,0 222,2 144,1 156,9 1800-1809 133,3 143,3 221,3 130,8 150,9 1810-1819 140,3 146,4 230,9 135,6 157,1 1820-1829 167,9 154,5 259,5 166,0 186,4 1830-1839 157,8 159,5 254,8 149,1 174,4 1840-1849 152,3 164,4 266,7 163,7 184,8 Fuentes: Las mismas del Cuadro 1; INE (1987-1991); y elaboración propia. 0,0 50,0 100,0 150,0 200,0 250,0 300,0 1700-1709 1710-1719 1720-1729 1730-1739 1740-1749 1750-1759 1760-1769 1770-1779 1780-1789 1790-1799 1800-1809 1810-1819 1820-1829 1830-1839 1840-1849 España norte Islas España mediterránea España interior y Andalucía España Cuadro 2. Índices de bautismos de grandes áreas, 1700-1849 (base 100= 1700-1709) Gráfico 1. Índices de bautismos de grandes áreas, 1700-1849 (Base 100= 1700-1709) Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 14 15 -10,0 -5,0 0,0 5,0 10,0 15,0 20,0 17 00 /0 9- 17 10 /1 9 17 10 /1 9- 17 20 /2 9 17 20 /2 9- 17 30 /3 9 17 30 /3 9- 17 40 /4 9 17 40 /4 9- 17 50 /5 9 17 50 /5 9- 17 60 /6 9 17 60 /6 9- 17 70 /7 9 17 70 /7 9- 17 80 /8 9 17 80 /8 9- 17 90 /9 9 17 90 /9 9- 18 00 /0 9 18 00 /0 9- 18 10 /1 9 18 10 /1 9- 18 20 /2 9 18 20 /2 9- 18 30 /3 9 18 30 /3 9- 18 40 /4 9 España España septentrional Territorios insulares España mediterránea España interior y Andalucía occidental 1700/09-1710/19 -0,7 -3,2 6,7 4,3 -2,0 1710/19-1720/29 13,1 6,9 -4,2 21,2 14,0 1720/29-1730/39 2,1 2,0 10,2 12,2 -2,9 1730/39-1740/49 2,5 1,2 2,0 1,9 3,4 1740/49-1750/59 10,2 7,4 0,4 15,3 9,6 1750/59-1760/69 6,9 4,8 7,7 10,8 5,6 1760/69-1770/79 0,4 0,4 2,9 5,4 -2,7 1770/79-1780/89 3,3 6,5 -0,6 2,7 2,5 1780/89-1790/99 9,2 3,2 3,9 11,1 11,3 1790/99-1800/09 -3,8 0,3 8,5 -0,4 -9,2 1800/09-1810/19 4,1 5,2 2,2 4,4 3,6 1810/19-1820/29 18,6 19,7 5,5 12,4 22,5 1820/29-1830/39 -6,5 -6,0 3,3 -1,8 -10,2 1830/39-1840/49 6,0 -3,5 3,1 4,7 9,8 Fuentes: Las mismas del Cuadro 2; y elaboración propia. Cuadro 3. Crecimiento de los bautismos por décadas (en %) Gráfico 2. Crecimiento por décadas de los bautismos en España, 1700-1849 (en %) Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 15 Quisiera efectuar dos puntualizaciones antes de referirme a las cifras de los cuadros y gráficos: por un lado, las tenden- cias de la población en el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, tanto a escala nacional como regional, son bien conoci- das; de modo que los índices sólo pueden aportarnos nove- dades sobre los movimientos decenales de los bautizados; por otro lado, el balance demográfico del periodo 1700-1849 sólo puede valorarse adecuadamente teniendo presente el punto de partida y la trayectoria precedente; así, por ejem- plo, el crecimiento de los bautismos entre 1700-1709 y 1840- 1849 fue bastante similar en la España septentrional y en la España interior y Andalucía occidental, pero el balance demográfico del conjunto del Antiguo Régimen fue mucho más favorable para la primera macroregión que para la segunda. Varias cuestiones quisiera comentar con respecto al índi- ce de España: a) El crecimiento de los bautismos se concentró funda- mentalmente en cinco décadas: 1720-1729, 1750-1759, 1760-1769, 1790-1799 y 1820-1829 (véase el Gráfico 2). Aquéllos también aumentaron, aunque poco o muy poco, en 1730-1739, 1740-1749, 1770-1779, 1780-1789, 1810-1819 y 1840-49. Por el contrario, el número de nacidos disminuyó ligeramente en 1710- 1719 y de forma más acusada en 1800-1809 y, sobre todo, en 1830-1839. Da la impresión, pues, de que el crecimiento es fruto, al menos en lo fundamental, de determinados impulsos cuya duración en ningún caso sobrepasó las dos décadas. Aunque el movimiento de los bautismos estaba condicionado por diversas varia- bles demográficas y económicas, el ritmo de amplia- ción del área de superficie cultivada constituía, proba- blemente, el principal factor determinante de las con- cepciones y, por ende, del número de nacidos. Si ello fuese así, la evolución de las roturaciones en el siglo XVIII y la primera mitad del XIX parece marcada por cortas e intensas oleadas43. b) En el siglo XVIII, las dos décadas centrales fueron el periodo más prolongado de crecimiento relativamente rápido de los nacimientos. La expansión de los cin- cuenta, al menos en parte, fue consecuencia del boom demográfico que había tenido lugar en los años veinte. c) En el Setecientos, sólo hubo dos decenios en los que los bautismos aumentaron más que en los años noven- ta: 1720-1729 y 1750-1759. Es cierto que parte del alza del número de nacidos en la última década del siglo XVIII parece ser consecuencia de la propia dinámica demográfica: concretamente, de la expansión de los bautismos en los años sesenta. Ahora bien, el creci- miento de los nacimientos fue mayor en la postrera década del Setecientos que en los años sesenta de esa misma centuria; además, y esto es, a mi juicio, más importante, resulta muy poco verosímil que los bau- tismos crecieran algo más de un 9 por 100, sin que se hubiera producido un movimiento recesivo de los mismos en las dos décadas precedentes, en una coyun- tura económica depresiva. De modo que el índice nacional de bautismos cuestiona, al menos en parte, la tradicional visión pesimista de los años noventa carac- terizada por las malas cosechas44, la crisis del comercio colonial45 y el fuerte incremento del desequilibrio financiero del Estado46. Es indudable que la postrera década del siglo XVIII fue un período de inestabili- dad, de dificultades económicas, de graves perturba- ciones en los tráficos con el exterior y de notable incremento de la Deuda47, pero no de depresión eco- nómica; es más, el producto cerealista, pese a los años estériles, aumentó de manera importante en no pocos territorios48 y la viticultura registró un nuevo impulso expansivo en determinadas áreas mediterráneas, durante los últimos años de la década de los ochenta y los primeros de los noventa, inducido por el alza de los precios de los caldos49. Es probable que el nuevo esce- nario político abierto por la Revolución Francesa indujera a numerosas autoridades locales a adoptar una actitud más flexible ante las demandas de terrenos incultos donde los pequeños cultivadores pudieran ampliar sus labrantíos. Se trataba de evitar que las ten- siones sociales se recrudeciesen y que, con ello, pusie- sen en peligro la estabilidad del sistema político. A su vez, el propio crecimiento demográfico de los noven- ta generaría nuevas necesidades económicas que alen- tarían las ocupaciones de tierras, fundamentalmente municipales, y la roturación de buena parte de las mis- mas a raíz del desmoronamiento del Antiguo Régimen desencadenado por la ocupación del país por las tropas napoleónicas en la primavera de 180850. d) En la segunda década del siglo XIX los bautismos se recuperaron del descenso que habían registrado en el decenio precedente (véanse los Cuadros 1 y 3). Por consiguiente, el espectacular crecimiento del número de nacidos en los años veinte del Ochocientos (18,6 por 100) cabe calificarlo de neto, al menos a escala nacional. ¿Cómo explicar ese fortísimo auge de las concepciones en dicho intervalo? Sólo una parte pudo obedecer al ascenso de los nacidos en la última déca- da del siglo XVIII (algo más del 9 por 100). El inten- 16AREAS 24 44 Anes (1970: 432). 45 Fontana (1970: 3-23). 46 Fontana (1971: 57-67). 47 Tedde (1998). 48 Llopis (2003: 188-189); Sebastián (2004: 155-157). 49 Valls (1996: 252). 50 Llopis (2002: 174-177). 43 Es cierto, no obstante, que el crecimiento agrario de España en el Setecientos no fue meramente extensivo, sobre todo en buena parte de las áreas del litoral [Domínguez Martín (2002: 146)]. Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 16 so crecimiento de los bautismos constituye un ele- mento más que apunta a que las transformaciones políticas e institucionales durante la guerra de la Independencia, que, entre otras cuestiones, modifica- ron sustancialmente las condiciones de acceso de los cultivadores directos a la tierra, propiciaron un cam- bio notable en la coyuntura económica que posibilita- ría un incremento de considerable magnitud del pro- ducto agrario, especialmente del cerealista, y de la población entre 1815 y 185051. e) Aunque la evolución del número de bautizados no fue positiva en los años treinta (descenso de un 6,5 por 100) y cuarenta (incremento de sólo un 6,0 por 100), la población española siguió aumentando a buen ritmo en esas décadas52. La caída de las concepciones en los años treinta respondió, al menos en buena medida, a la menguada generación resultante de la débil natalidad entre 1803 y 1814 y de la elevada mor- talidad en 1803-1805 y en 1812-1813, a la virulencia de la epidemia de cólera de 1833-183553 y a los tras- tornos económicos provocados por la primera guerra carlista. No obstante, conviene recordar que la caída de los bautismos fue mayor en 1830-1839 que en el 1800-1809 y que, por el contrario, la gravedad de los problemas económicos parece haberse sido en la pri- mera década del siglo XIX netamente superior a la de los de la cuarta. Más paradójica resulta aún la incom- pleta recuperación del número de nacidos en los años cuarenta, decenio en el que la población aumentó con cierta rapidez y la economía evolucionó de un modo relativamente positivo. Todo ello induce a plantearse el siguiente interrogante: ¿cómo conciliar ese mal comportamiento de los bautismos en los años treinta y cuarenta con una expansión demográfica todavía bastante veloz? Es muy probable que la tasa de nata- lidad entre 1815 y 1829 fuese aún más elevada que la habitual en la España de la segunda mitad del siglo XVIII (cerca o algo por encima del 42 por 100054). Ahora bien, ese boom demográfico de la década y media que siguió a la guerra de la Independencia no puede dar cuenta por sí solo de la paradoja expresada anteriormente. Sanz Gimeno y Ramiro (2002) han demostrado que en la España interior la mortalidad infantil y la juvenil, tras elevarse en los primeros años del siglo XIX, se situaron entre 1815 y 1849 por deba- jo de los niveles de finales del Setecientos. Aquéllas siguieron siendo altas, pero el descenso no fue insig- nificante55. Es bastante probable que dicha caída no sólo se haya registrado también en las regiones perifé- ricas, sino que haya alcanzado en las mismas una mag- nitud aún mayor que en el interior en el referido intervalo. Por su parte, la tasa bruta de mortalidad también se situó en niveles relativamente bajos en Castilla la Nueva entre 1815 y 184556, siendo verosí- mil que este mismo fenómeno haya acontecido en todas o en casi todas las regiones de nuestro país. En suma, comienzan a acumularse las evidencias que apuntan a que la tasa de mortalidad registró en España un descenso transitorio57 y no dramático, pero sí apreciable en las tres décadas que siguieron a la guerra de la Independencia. Ahora disponemos de una hipótesis para dar cuenta de la aludida paradoja: la tasa de natalidad disminuyó en una proporción no insignificante en los años treinta y cuarenta del siglo XIX, pero la población pudo seguir creciendo con cierta rapidez en esas décadas gracias a que la tasa de mortalidad, después del conflicto bélico con los fran- ceses, se había situado en unos niveles relativamente bajos. Sin embargo, estas tendencias a la baja de las tasas vitales no se mantuvieron durante mucho tiem- po: la mortalidad repuntó a partir de los años cuaren- ta y resulta verosímil que ello provocase una cierta respuesta de la natalidad58. En definitiva, los descen- sos en las tasas vitales entre 1815 y 1849, tanto por su magnitud como por su carácter transitorio, no pue- den considerarse el inicio de la transición demográfi- ca, pero sí constituyen una prueba más de que los prolegómenos de aquélla fueron más agitados de lo que veníamos considerando hace unas décadas. En cuanto a los índices de grandes áreas o macroregiones, el fenómeno más destacado radica, a mi juicio, en el impor- tante diferencial de crecimiento de la población entre la España mediterránea (Cataluña, Valencia y Murcia) y el resto de territorios del país (España septentrional, España insular y España interior y Andalucía occidental): de 1700-1709 a 1840-1849 los bautismos aumentaron un 166,7 por 100 en la primera y sólo un 60,1 por 100 en el segundo (véanse los Cuadros 4 y 5). Ahora bien, el contraste entre el comporta- miento demográfico de esos territorios fue bastante más agudo en los tres primeros cuartos del siglo XVIII que en el período posterior: entre 1700-1709 y 1770-1779 los bautis- mos se elevaron un 94,8 por 100 en la España mediterránea y sólo un 24,7 por 100 en las demás regiones; en cambio, de 17 56 Descendió desde el 35,4 por 1000 en 1725-1775 hasta el 31 por 1000 en 1818- 1844 [Reher (2004: 32)]. 57 Entre los años cuarenta y setenta del siglo XIX la tasa de mortalidad volvió a aumentar, pero sin recobrar, al parecer, los niveles de finales del siglo XVIII [Reher (2004: 31-32)]. 58 Como el crecimiento vegetativo y el de la población parecen ralentizarse des- pués de 1850 ó 1860, el alza de la tasa de natalidad, caso de haberse verificado, tuvo que ser menor que el de la de mortalidad. 51 Llopis (2003: 198-211); Sebastián (2004: 164-173). La población creció a una tasa media anual acumulativa cercana al 0,9 por 100 de 1815 a 1860 (Pérez Moreda (2003: 316). 52 Aunque más lentamente que en los años veinte, decenio en el que la tasa de nata- lidad parece haber sido especialmente alta y la de mortalidad baja en términos rela- tivos. 53 Pérez Moreda (1980: 392-397). 54 Livi-Bacci (1968). Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 17 1770-1779 a 1840-1849 esa misma variable creció un 36,9 por 100 en el primer territorio y un 28,4 por 100 en el segundo. Ello apunta a que el diferencial de crecimiento económico entre el área mediterránea y el resto del país fue bastante mayor en el siglo XVIII que en la primera mitad del XIX, lo que en parte pudo obedecer a la inestabilidad económica de los últimos años del Setecientos y de los primeros años del Ochocientos, al relativamente escaso dinamismo del comer- cio exterior en el cuarto de siglo posterior al conflicto bélico napoleónico y a la notable aceleración del ritmo roturador en bastantes zonas del interior desde el estallido de la guerra de la Independencia. Cuadro 4. Índices de bautismos de grandes áreas, 1700-1849 (base 100= 1700-1709) España España no Décadas mediterránea mediterránea 1700-1709 100,0 100,0 1710-1719 104,3 98,0 1720-1729 126,5 108,7 1730-1739 142,0 107,8 1740-1749 144,7 110,6 1750-1759 166,8 120,0 1760-1769 184,8 126,6 1770-1779 194,8 124,7 1780-1789 200,0 129,1 1790-1799 222,2 140,0 1800-1809 221,3 132,2 1810-1819 230,9 137,5 1820-1829 259,5 166,1 1830-1839 254,8 152,3 1840-1849 266,7 160,1 Fuentes: Las mismas del Cuadro 1. Cuadro 5. Crecimiento de los bautismos por décadas (en %) España España no Períodos mediterránea mediterránea 1700/09-1710/19 4,3 -2,0 1710/19-1720/29 21,2 10,9 1720/29-1730/39 12,2 -0,9 1730/39-1740/49 1,9 2,7 1740/49-1750/59 15,3 8,5 1750/59-1760/69 10,8 5,4 1760/69-1770/79 5,4 -1,5 1770/79-1780/89 2,7 3,6 1780/89-1790/99 11,1 8,5 1790/99-1800/09 -0,4 -5,6 1800/09-1810/19 4,4 4,0 1810/19-1820/29 12,4 20,8 1820/29-1830/39 -1,8 -8,3 1830/39-1840/49 4,7 5,1 Fuentes: Las mismas del Cuadro 1. Entre 1700-1709 y 1840-1849 el incremento de los bautis- mos fue bastante parecido en las regiones septentrionales, los territorios insulares y el interior y Andalucía occidental. Ahora bien, recuerdo que en las dos Castillas, en Extremadura, en Aragón y en La Rioja59 a comienzos del siglo XVIII aún no se habían recuperado los máximos de nacimientos de finales del XVI, mientras que en la cornisa cantábrica ya se habían superado hacía bastantes décadas60. Por otro lado, los movimientos del número de bautizados fueron más bruscos, tanto al alza como a la baja, en el inte- rior que en la España septentrional y, sobre todo, que en los territorios insulares61 (véase el Gráfico 3). En las regiones del norte, la suave tendencia alcista de los nacimientos entre 1720 y 1819 contrasta con los agudos vai- venes de los mismos desde 1820: de 1810-1819 a 1820-1829 los bautismos aumentaron casi un 20 por 100, mientras que de 1820-1829 a 1840-1849 se redujeron un 9,3 por 100. La violenta elevación de las concepciones en los años veinte hubo de venir precedida y acompañada de un intenso proce- so roturador, en tanto que la contracción de aquéllas, desde la década de los treinta, pudo responder en parte a la caída de la tasa de natalidad (inducida por el descenso previo de la tasa de mortalidad) y en parte a una situación de saturación demográfica relativa que el rápido crecimiento de la pobla- ción de los años precedentes contribuyó a desencadenar. La evolución demográfica de los dos archipiélagos espa- ñoles fue bastante dispar: Baleares formó parte del grupo de regiones de menor crecimiento de los bautismos (junto a Navarra, La Rioja, Castilla-La Mancha y Andalucía occiden- tal), en tanto que Canarias se integró no en el grupo de terri- torios en el que más velozmente aumentó dicha variable (Valencia, Cataluña y Murcia), pero sí en el que le siguió (Aragón y Canarias). De hecho, entre 1700-1709 y 1840- 1849, los bautismos crecieron en Baleares bastante menos que en España (un 37,2 por 100 frente a un 84,8 por 100) y en Canarias algo más (un 93,2 por 100 frente a un 84,8 por 100)62. Globalmente, el crecimiento de la población de los archipiélagos fue inferior al de la totalidad del país. Por otro lado, merece subrayarse que las coyunturas demográficas de las islas y de los territorios peninsulares a menudo fueron distintas o bastante dispares: así, por ejemplo, en los archi- piélagos los bautismos no descendieron ni en 1710-1719, ni en 1800-1809; tampoco se elevaron notablemente en 1720- 1729. Da la impresión, pues, de que la situación económica en la España peninsular tenía una influencia no demasiado 18AREAS 24 59 García Sanz (1977: 53); Pérez García (1999: 200); Hernández García (2004); Cibeira (2003); Llopis y Cuervo (2004); Reher (1991: 51-56); Llopis, Melón, Rodríguez Cancho, Rodríguez Grajera y Zarandieta (1990: 461-464). 60 Pérez Moreda (1998: 145). 61 Las desviaciones típicas de los crecimientos porcentuales por décadas de los índices de bautismos fueron de 9,07 en la España interior y Andalucía occidental, de 6,28 en la España septentrional, de 6,54 en la España mediterránea y de 3,84 en la España insular. 62 No obstante, Canarias comienza a tener un saldo migratorio negativo de cierto relieve a partir de 1830, lo que apunta a que se había alcanzado una saturación demográfica relativa en torno a esa fecha [Macías (1992)]. Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 18 importante sobre la evolución demográfica y económica de las islas en el corto plazo. De las regiones que forman la gran área denominada España interior y Andalucía occidental, sólo en Aragón los bautismos aumentaron más que en el conjunto del territorio nacional (un 17,6 por 100 más), mientras que en La Rioja, Andalucía occidental y Castilla-La Mancha se elevaron mucho menos (entre un 53,4 y un 60,1 por 100 menos), en Madrid bastante menos63 y en Extremadura y Castilla y León algo menos (un 9,4 y un 3,3 por 100 menos, respectiva- mente). De modo que Aragón constituyó la única región del interior que se salió de la norma de crecimiento demográfico relativamente débil en el periodo 1700-1849. En dicha región, el crecimiento de los bautismos fue espectacular en dos décadas: en la última del Setecientos (un 15,0 por 100) y en la tercera del Ochocientos (un 23,8 por 100). En el prime- ro de esos decenios, las guerras napoleónicas perturbaron el aprovisionamiento exterior de granos de Cataluña y forza- ron a esta región a abastecerse en mayor medida con trigos del interior, parte de los cuales procedían de Aragón64; por otro lado, es indudable que la prohibición de importar cere- ales y harinas de 1820 proporcionó un importante estímulo a la producción agraria en las regiones con posibilidades de ampliar notablemente la superficie cultivada de granos. En suma, una parte del rápido desarrollo demográfico aragonés parece tener relación con el intenso ritmo roturador en los periodos en los que se redujo la competencia de los trigos extranjeros en los mercados del litoral catalán65. IV. Nota final En este trabajo se aportan índices de bautismos de todas las regiones españolas (salvo de Andalucía, en la que únicamen- te se han considerado sus provincias occidentales) y un índi- ce nacional que cubren el siglo XVIII y la primera mitad del 19 -15,0 -10,0 -5,0 0,0 5,0 10,0 15,0 20,0 25,0 17 00 /0 9- 17 10 /1 9 17 10 /1 9- 17 20 /2 9 17 20 /2 9- 17 30 /3 9 17 30 /3 9- 17 40 /4 9 17 40 /4 9- 17 50 /5 9 17 50 /5 9- 17 60 /6 9 17 60 /6 9- 17 70 /7 9 17 70 /7 9- 17 80 /8 9 17 80 /8 9- 17 90 /9 9 17 90 /9 9- 18 00 /0 9 18 00 /0 9- 18 10 /1 9 18 10 /1 9- 18 20 /2 9 18 20 /2 9- 18 30 /3 9 18 30 /3 9- 18 40 /4 9 España España septentrional Islas España mediterránea España interior y Andalucía Gráfico 3. Crecimiento de los bautismos por décadas en grandes áreas, 1700-1849 (en %) 64 Un estudio de correlaciones de precios del trigo apunta a que los vínculos entre los mercados del litoral catalán y del interior volvieron a reforzarse, tras una fase de debilitamiento entre 1760 y 1789, a raíz de las guerras napoleónicas [Llopis (2003)]. 65 Estas medidas prohibicionistas no fueron observadas plenamente, al menos en los años veinte del siglo XIX [Fradera (1984)], pero no cabe la menor duda de que minoraron de una manera considerable la competencia exterior. 63 Aunque no dispongo de las cifras de bautismos de Madrid del último decenio, es poco probable que el índice de dicha región se situase en 1840-1849 por encima de 155. Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 19 20AREAS 24 XIX. Esta nueva masa informativa va a permitir, en mi opi- nión, profundizar en el análisis demográfico y económico de un prolongado periodo del Antiguo Régimen y de la fase ini- cial de la sociedad liberal. Aunque los nuevos índices supo- nen, en la mayor parte de los casos, una mejora apreciable frente a los anteriormente disponibles (así, por ejemplo, el nacional se basa en una muestra de más de 1.050 parroquias) y en algunos casos pueden considerarse casi definitivos (las localidades de la muestra de registros bautismales de Canarias concentraban nada menos que al 78,4 por 100 de la población de dicho archipiélago), la tarea no hemos de darla por concluida: hay que cubrir las lagunas espaciales (funda- mentalmente, Andalucía oriental) y temporales (el periodo de 1820-1849 en el caso de Asturias y toda la primera mitad del siglo XIX en el del País Vasco), hay que procurar ampliar el tamaño y/o mejorar la representatividad geográfica de las muestras de registros de algunas regiones, hay que intentar construir los índices regionales a partir de los provinciales, hay que tratar en ciertos territorios de incorporar o de incor- porar mejor a los núcleos urbanos y, sobre todo, hay que construir un índice anual que posibilite el estudio de las fluc- tuaciones de la natalidad en el corto plazo. Por otro lado, hemos de hacer un esfuerzo para ampliar la cobertura temporal de los índices hacia delante y, sobre todo, hacia atrás, ya que la posibilidad de examinar los fenó- menos demográficos en contextos cronológicos de gran dimensión a menudo permite enriquecer el análisis; además, el límite inferior del arco temporal de esta investigación no resulta apropiado para efectuar valoraciones precisas acerca de la trayectoria de la población en los distintos territorios españoles, debido a que hacia 1700 en la mayor parte del interior peninsular se estaba todavía bastante lejos del máxi- mo demográfico de finales del siglo XVI, mientras que en la periferia hacía ya varias décadas que se había rebasado; en realidad, finales del siglo XVII o comienzos del XVIII no pueden considerarse ni el comienzo, ni el final de un ciclo demográfico para ningún área de nuestro país. Asimismo, valdría la pena promover nuevas investigacio- nes orientadas a construir índices provinciales y regionales de mortalidad y a estimar el crecimiento vegetativo en esos mismos ámbitos espaciales. Todos estos nuevos estudios pueden permitirnos mejorar nuestro conocimiento sobre la evolución de las tasas vitales e, incluso, proporcionarnos pis- tas acerca de la intensidad y dirección de los flujos migrato- rios, sobre todo en periodos en los que disponemos de infor- mación censal bastante fiable66. Los movimientos decenales del índice nacional de bautis- mos sugieren que el crecimiento demográfico en España durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX fue global- mente modesto, pero se distribuyó en el tiempo de una manera bastante desigual: los nacimientos se expandieron velozmente en 1720-1729, 1750-1769, 1790-1799 y, sobre todo, 1820-1829. Da la impresión de que el crecimiento eco- nómico y el demográfico pronto se topaban con obstáculos difíciles de franquear (por ejemplo, en los años treinta o cua- renta del siglo XVIII o en los años setenta y ochenta de esa misma centuria) y entonces la población y el PIB se estanca- ban o crecían con lentitud hasta que no se superaban los alu- didos escollos. Éstos eran de diversa naturaleza, pero en la España interior el principal estribaba, en mi opinión, en el control que las oligarquías locales y los grandes propietarios territoriales ejercían sobre la reserva de suelo agrario, que estaba integrada básicamente por terrenos municipales cuyo grado de explotación era nulo o inferior al máximo que posi- bilitaban las técnicas disponibles y la necesidad de preservar ciertos equilibrios entre las labores, los pastos permanentes y los espacios forestales. Esos grupos sociales anteriormente enumerados, cuyas economías se basaban en buena medida en la percepción de rentas territoriales y/o en actividades pecuarias, estaban interesados en evitar que las roturaciones progresasen con rapidez, ya que ello se traduciría en una merma notable del área de pastos permanentes (y, por tanto, en un encarecimiento de los costes de las cabañas) y en una ampliación de la oferta de labrantíos que ejercería una pre- sión a la baja sobre la renta de las tierra. En cualquier caso, dos de las décadas de mayor incremento de los nacimientos, 1790-1799 y 1820-182967, coinciden con periodos de debili- tamiento político de los grupos dominantes del Antiguo Régimen. En suma, la trayectoria de los índices de bautismos constituye una evidencia más que sugiere que España des- aprovechó una parte significativa de su potencial de creci- miento económico y demográfico debido a factores de índo- le política e institucional, en especial a la desigual estructura de la propiedad de la tierra en extensas áreas del país y al fuerte control que determinados grupos sociales minoritarios ejercían sobre la reserva de suelo agrario. En otras palabras: España, si hubiera aprovechado mejor su potencial de creci- miento productivo de acuerdo a la oferta tecnológica dispo- nible, podría, a finales del siglo XVIII, haber llegado a alber- gar unos 13-14 millones de habitantes, en vez de unos 11. Ello habría sido posible si hubieran desaparecido o se hubie- ran suavizado las restricciones de naturaleza política e insti- tucional que frenaban el proceso roturador en el Setecientos68. Como es muy probable que la población española crecie- se entre 1830 y 1849 a una tasa media anual acumulativa no inferior al 0,5 por 100, el hecho de que el promedio nacional de los bautismos fuese ligeramente inferior en 1840-1849 que en 1820-1829 apunta a que la tasa de natalidad registró un 67 En realidad, el boom de la década de los veinte del siglo XIX se inició unos años antes, al finalizar la guerra de la Independencia; sin embargo, el crecimiento de la segunda mitad de la década de los diez fue, ante todo, un movimiento de recupe- ración de los niveles de población alcanzados antes de la crisis de 1803-1805. 68 La hipótesis acerca de las oportunidades de crecimiento no aprovechadas por la economía española durante el Antiguo Régimen se presenta de manera bastante más detallada en Llopis (2004). 66 La diferencia entre el crecimiento de la población y el crecimiento vegetativo puede ayudarnos a estimar la magnitud de los flujos migratorios a escala local, comarcal, provincial o regional. Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 20 descenso significativo en los años treinta y cuarenta del siglo XIX, fenómeno que encaja bien con las evidencias de caída apreciable de la tasa de mortalidad después de la guerra de la Independencia. Ahora bien, esta última variable registraría un movimiento alcista desde los años cuarenta del siglo XIX, pero sin que ello entrañase la recuperación de los niveles de finales del Setecientos; asimismo, el descenso en varias regio- nes de la estatura de los nacidos a partir de mediados de dicha década sugiere el inicio de una fase de deterioro en los nive- les de vida biológicos en nuestro país que se prolongaría, aproximadamente, hasta 1875-188069. Por consiguiente, los cambios en las tasas de mortalidad y de natalidad acontecidos después de la guerra de la Independencia, debido a su insufi- ciente magnitud y, a sobre todo, a su carácter transitorio, no pueden considerarse el arranque definitivo de la transición demográfica en España. No obstante, convendría prestar más atención a las variaciones en las tasas vitales antes del autén- tico inicio de la transición demográfica en nuestro país en las postrimerías del siglo XIX, tanto por la entidad de los cam- bios en dichas variables en el periodo 1815-1880 como por el hecho de que las tasas de natalidad y mortalidad hacia 1880 ó 1890 tenían unos niveles sensiblemente inferiores a los de finales del Setecientos. Quizá no sea descabellado hablar de una fase de pretransición demográfica entre 1815 y 1880 ó 1890. Todavía no estamos en condiciones de explicar de un modo completamente satisfactorio el alza de la tasa de mor- talidad y el descenso de la estatura de los varones desde mediados de los años cuarenta. La desaceleración del creci- miento del PIB no pudo ser la razón, dado que éste parece haber crecido más velozmente en 1845-1880 que en 1815- 1845. Sin embargo, el empeoramiento de los niveles de vida biológicos sí parece haber tenido relación con el aumento apreciable de las desigualdades en la distribución personal del ingreso provocado, ante todo, por la notable elevación de la renta de la tierra desde, aproximadamente, 184070 y con el alza del esfuerzo laboral necesario para la obtención de una unidad de producto en la agricultura como consecuencia de la puesta en cultivo de suelos relativamente alejados de los núcleos de población y de la reducción de los derechos y de los bienes comunales71. Ello, como es obvio, en absoluto niega la influencia de factores epidémicos y medioambienta- les en el mencionado deterioro de los niveles de vida biológi- cos a partir de la década de los cuarenta. Los estudios de los movimientos de la población efectua- dos a partir de la reconstrucción de series de bautismos se apoyan en un supuesto básico: las tasas de natalidad no regis- traron alteraciones sustanciales en el medio y largo plazo. Sin duda, los rasgos fundamentales de las estructuras demográfi- cas de la España del Antiguo Régimen justifican el uso de dicho supuesto72, si bien nunca debe olvidarse que los índi- ces de bautismos sólo pueden ser, en el mejor de los casos, un indicador aproximado de la trayectoria de la población. Ahora bien, después de 1815 las alteraciones no meramente coyunturales de la tasa de natalidad, tanto al alza como a la baja, hacen más difícil la reconstrucción del movimiento del número de efectivos humanos a través de los registros bau- tismales. Ello no significa que estos últimos carezcan, desde dicha fecha, de ningún valor como indicador de la evolución del tamaño de las poblaciones, pero obliga a considerar las variaciones en las tasas de natalidad y, si fuera posible, tam- bién en las de mortalidad antes de ofrecer las estimaciones de crecimiento demográfico de un determinado territorio. Si comparamos los índices de bautismos de las grandes áreas del país (la España septentrional, la España insular, la España mediterránea y la España interior y Andalucía occi- dental), dos fenómenos llaman especialmente la atención: el crecimiento demográfico de la España mediterránea fue neta- mente superior al del resto de territorios españoles y las fluc- tuaciones interdecenales de los bautismos alcanzaron bastan- te más intensidad en la España interior y Andalucía occiden- tal que en las otras grandes áreas del país. El primero corro- bora un extremo conocido: el mayor dinamismo económico y demográfico del litoral mediterráneo. Sin embargo, resulta de interés subrayar que el diferencial de crecimiento de la población entre la España mediterránea y las otras regiones de nuestro país fue bastante más importante en el siglo XVIII que en la primera mitad del XIX. Hay indicios de que ese diferencial era mayor en fases de rápida expansión del comercio exterior. De ahí que los contrastes económicos y demográficos entre la periferia mediterránea y el resto de territorios peninsulares se suavizaran apreciablemente entre finales del siglo XVIII y el derrumbamiento definitivo del Antiguo Régimen en la segunda mitad de la década de los treinta del XIX, periodo de crisis y de escaso dinamismo de las exportaciones españolas. En cambio, buena parte de las tierras del interior registraron una relativamente intensa expansión económica y demográfica de 1815 a 1840 gracias a la reducción de los escollos para extender las labores y a las condiciones más favorables para colocar los excedentes cere- alistas en los mercados de la periferia merced a la política comercial prohibicionista. Sin embargo, esta disminución de los diferenciales de crecimiento no se prolongaría durante mucho tiempo: el crecimiento del comercio exterior se aviva- ría a partir de los años cuarenta, en tanto que el modelo de crecimiento agrario extensivo del interior peninsular comen- zaría a dar claros síntomas de agotamiento desde mediados del siglo XIX. No puede sorprender, pues, que los contrastes económicos y demográficos entre la periferia mediterránea y las regiones del interior volviesen a agudizarse en el tercer cuarto del Ochocientos. Por lo que respecta a la especial virulencia de las fluctua- ciones interdecenales de los bautismos en la España interior 21 69 Martínez Carrión (2002: 421); Martínez Carrión y Moreno Lázaro (2002). 70 Bernal (1978: 130-135); Bernal (1979: 244-275); Robledo (1984: 121-129). 71 Sobre la entidad y la cronología de la privatización de los montes públicos de las distintas regiones, véase Grupo de Estudios de Historia Rural (1994: 99-152). 72 Llopis y Perez Moreda (2003:126). Crecimiento de la poblacion 4/5/05 09:05 Página 21 y Andalucía occidental, una de las razones fundamentales radica, a mi juicio, en la relativamente escasa diversificación sectorial de las economías de dichos territorios. Frente a una regiones interiores bastante volcadas en la producción cerea- lista y, en ocasiones, en actividades ganaderas de tipo exten- sivo, los territorios de la periferia tenían agriculturas y, en general, economías algo o bastante más diversificadas. Por tanto, es lógico que en las primeras los bautismos fuesen muy sensibles a los cambios en la coyuntura cerealista, en tanto que los schocks sectoriales tenían efectos menos traumáticos en la natalidad de los segundos. Los índices regionales de bautismos merecerían también diversos comentarios, pero ello exigiría más espacio del que dispongo. He considerado conveniente comenzar por el aná- lisis de los grandes agregados: el índice nacional y los índices de las macroregiones. Por consiguiente, espero que las cifras ofrecidas en este trabajo sean objeto en el futuro de una explotación más intensa. BIBLIOGRAFÍA ANES, G. (1970): Las crisis agrarias en la España moderna, Taurus, Madrid. ARDIT, M. (1991): “Un ensayo de proyección inversa de la población valenciana (1610-1899)”, Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, Año IX, nº. 3. ARIZCUN, A. 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