���������� �� ����� ��� � ������������� ������� �� � �� ����������� �� ��� ������� � �� ��� ������� � Entre las contribuciones científicas de los estudios filo- lógicos que más repercusión suelen tener fuera del ámbito académico y que más interés despiertan a nivel general, se cuenta sin duda el desciframiento de escrituras. Por eso nos ha parecido importante acercarnos, en el marco de la V Semana de la Ciencia, al proceso de cómo se buscan las claves para resolver ese enigma que constituye una escri- tura cuyo funcionamiento desconocemos. En este ciclo de conferencias pretendemos repasar algunos de los desciframientos de escrituras que se han producido desde finales del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX y que nos han permitido profundizar en el conocimiento de las culturas que las crearon y utilizaron, a través del estudio de los textos escritos por sus propios protagonistas. El recorrido que vamos a realizar en estos tres días nos llevará de la península Ibérica hasta la India, con paradas en Creta, Egipto, Anatolia y Arabia, y saltaremos también a las tierras del continente america- no. Veremos escrituras de tipo ideográfico, silábico y alfabético, así como curiosas mezclas de varios de esos tipos. No cabe duda de que el desciframiento de una escritu- ra requiere de buenas dosis de intución y de imaginación, pero también de esfuerzo constante, dedicación y de una lenta labor filológica que, como si del ascenso a una cum- bre se tratara, va permitiendo acumular los datos necesa- rios hasta que, por fin, tras descartarse sendas erróneas 1 que podían alejar del objetivo final, se llega a coronar la cima y a penetrar en los secretos de una escritura que había permanecido olvidada siglos o, incluso, milenios. Madrid, noviembre de 2005 Eugenio R. Luján – Sofía Torallas 2 El desciframiento de la escritura cuneiforme Ignacio Márquez Rowe CSIC En 1857, la Royal Asiatic Society de Londres remitía a cuatro sabios que presumían entonces de penetrar sin excesiva dificultad la enigmática escritura cuneiforme asi- ria, la copia de una inscripción de ochocientas nueve líne- as conservada durante milenios bajo las arenas de Qal’at Shergat, la antigua ciudad de Asur, y recientemente des- cubierta, invitándoles a estudiarla y traducirla sin consul- tar su trabajo con nadie. Al cabo de unos meses, la célebre sociedad británica tenía sobre su mesa las cuatro cartas selladas y firmadas por Henry Rawlinson, Edward Hincks, William Talbot y Jules Oppert. Abiertas en un acto cere- monioso, el comité de científicos iba a quedar estupefacto, a la vez, claro está, que satisfecho, no solamente al leer por cuadruplicado, por cuatro puños y letras distintos, las detalladas campañas victoriosas de un monarca asirio lla- mado Tiglatpiléser, sino al comprobar además que los estudios coincidían hasta en los detalles epigráficos y filo- lógicos. La rotunda «demostración científica» de la prueba llevaría en seguida a la Royal Asiatic Society a declarar ofi- cialmente descifrados el cuneiforme y la lengua asirios, como se los denominaba entonces. Había nacido una nue- va disciplina: la asiriología. La exposición que aquí nos ocupa, sin embargo, tiene 3 lógicamente menos que ver con los actos oficiales y las declaraciones ostentosas de descubrimientos, y menos aún con el fructuoso y fascinante camino recorrido por la asiriología hasta nuestros días, que con la curiosidad y el ahínco de un puñado de investigadores que propiciaron precisamente la célebre prueba celebrada en 1857. El redescubrimiento europeo del antiguo Oriente Próximo arranca, como tantos otros resultados científicos, con la revalorización del pasado (y el presente) del hombre que llevaron a cabo los pensadores ilustrados. Pues la fórmu- la desarrollada durante el siglo XVIII no consistía ya o solamente en coleccionar antigüedades y rarezas proce- dentes de todos los rincones del mundo, sino también en estudiarlas, clasificarlas y conocerlas, es decir, en inten- tar extraer la información que contenían, perdida en algunos casos, como el que aquí nos concierne, en el cur- so de miles de años. Describiremos, por tanto, aquellos primeros viajes que emprendieron por tierras asiáticas diplomáticos y explo- radores, alguno de ellos de origen español, que, de regreso a Europa, dieron noticia de raras inscripciones en forma de triángulos o cuñas sobre los muros todavía en pie de las ruinas de la antigua Persépolis, así como en las laderas casi inaccesibles de peñascos en el mismo altiplano iraní. Pero trataremos también de hacer justicia y pasar revista a los escritos árabes muy anteriores al siglo XVIII que ya hacían referencia a estos signos raros, identificándolos correcta- mente como escritura. Pues lo que fuera redescubrimiento para Europa era obviamente ya conocido por el mundo árabe, bajo cuyo suelo esperaba ser desenterrada algún día la civilización mesopotámica. Volviendo a la Europa ilustrada, hablaremos, entre otros personajes, del danés 4 Karsten Niebuhr, que visitó esos lugares y realizó las pri- meras copias cuneiformes de calidad de inscripciones tri- lingües, y, cómo no, de Georg Friedrich Grotefend quien, desde su despacho en el instituto de Gotinga, donde ense- ñaba griego a alumnos de secundaria, descifró la escritu- ra cuneiforme persepolitana propiamente dicha, esto es, la persa, la que Niebuhr había clasificado como «cuneifor- me I». Y nos detendremos también a explicar la famosa inscripción trilingüe del peñasco de Behistun y el empeño de Henry Creswicke Rawlinson (uno de aquellos cuatro sabios seleccionados por la Royal Asiatic Society) en copiarla, suspendido peligrosamente de una cuerda, y dar con la clave de los otros dos cuneiformes (a saber: el aca- dio y el elamita). A la aventura de la historia del descifra- miento acompañaremos una breve digresión sobre el fun- cionamiento de los distintos sistemas de escritura cuneiforme conocidos actualmente. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA EN ESPAÑOL C. B. F. WALKER, «Cuneiforme», en: J. T. Hooker (ed.), Leyendo el pasado. Antiguas escrituras del cuneiforme al alfabeto, Madrid, Akal, 2003, págs. 15-81 (véase el capítulo 5, «Desciframiento», págs. 64-69). M. POPE, Detectives del pasado. Una historia del desciframien- to: de los jeroglíficos egipcios a la escritura maya (edición revisada), Madrid, Oyeron, 2003, en particular la «Se- gunda parte: La escritura cuneiforme», págs. 131-185. I. J. GELB, Historia de la escritura, Madrid, Alianza Editorial, 1993. 5 La escritura lineal B y su desciframiento Francisco Aura Jorro Universidad de Alicante En esta conferencia se pretende dar una visión sucin- ta del desciframiento de la escritura lineal B, así como de sus antecedentes. Secundariamente, se discurrirá acerca de la relación de esta escritura con las otras escrituras cretenses (jeroglífico cretense y lineal A, básicamente). Seguidamente se hará una descripción de su sistema grá- fico, así como de su relación con el correspondiente sis- tema de lengua (el griego). Finalmente, se hará referen- cia a los documento escritos con esta grafía (tipología, manufactura, contenido y función) para concluir con una referencia a la naturaleza de sus autores. El esquema de la intervención atenderá, pues, a los siguientes puntos: 1. Los sistemas de escritura cretenses del segundo mile- nio a. C. Analogías y diferencias. Relación entre ellos. 2. El desciframiento de la lineal B. Primeros tanteos. Los trabajos de Bennett y Kober. El desciframiento de Ventris. La colaboración de Chadwick. Críticas al des- ciframiento. 3. Descripción del sistema gráfico de la lineal B. Naturaleza y tipología del signario. Relación entre lengua y grafía. 4. Los documentos y sus autores: Tipología y manufactura. 6 Función y contenido. Clasificación. ¿Escribas o funcio- narios? BIBLIOGRAFÍA BÁSICA Sobre el desciframiento de la lineal B: M. VENTRIS – J. CHADWICK, «Evidence for Greek Dialect in the Mycenaean Archives», Journal of Hellenic Studies 73, 1953, págs. 84-103. J. CHADWICK, The Decipherment of Linear B, Cambridge, 1958, 19672 y 19923. J. CHADWICK, «Linear B», en: Th. A. Sebeok (ed.), Current Trends in Linguistic 11 (Diachronic, Areal and Typological Linguistics), París – La Haya, 1973, págs. 537-568. E. L. BENNETT, Jr., «Michael Ventris and the Pelasgian solu- tion» y M. POPE, «Ventris’ decipherment-first causes», en: Y. Duhoux – T. G. Palaima – J. Bennett (eds.), Problems in Decipherment, Lovaina la Nueva, 1989. Sobre la lineal B y escrituras relacionadas: M. FERNÁNDEZ GALIANO, «Documentos escritos del segun- do milenio a. de J.C.», en: F. R. Adrados – M. Fernández Galiano – L. Gil (ed.) – J. S. Lasso de la Vega, Introducción a Homero, Madrid, 1963, págs. 199-213. J. CHADWICK, Linear B and Related Scripts (Reading the Past 1), Londres, 1987. J.-P. OLIVIER, «Les écritures crétoises», en: R. Treuil et alii (eds.), Les civilisations égéennes du Néolithique et de l'Age du Bronze, París, págs. 237-252. F. AURA JORRO, «Escrituras y documentos en el Egeo del 7 segundo milenio a. C.», en: G. Carrasco Serrano – J. C. Oliva Mompeán (coords.), Escrituras y lenguas del Medi- terráneo en la Antigüedad, Cuenca, 2005, págs. 241-288. Sobre la lineal B y el griego micénico y su mundo: M. VENTRIS – J. CHADWICK, Documents in Mycenean Greek, segunda edición por J. Chadwick, Cambridge, 1973. L. R. PALMER, The Interpretation of Mycenaean Greek Texts, Oxford, 1963 (reimpr. corregida 1969). M. S. RUIPÉREZ – J. L. MELENA, Los griegos micénicos, Madrid, 1990. J. CHADWICK, El mundo micénico, Madrid, 1976. Antologías de textos comentados: M. FERNÁNDEZ GALIANO, Diecisiete tablillas micénicas, con in- troducción, traducción y notas, Madrid, 1959. J. L. MELENA, Antología comentada de textos micénicos, Vitoria, 1995. J. L. MELENA, Textos griegos micénicos comentados, Vitoria, 2001. 8 Las escrituras de la India antigua y el desciframiento de la escritura kharosthi Eugenio R. Luján Universidad Complutense de Madrid A finales del siglo XVIII los estudiosos europeos inte- resados por el tema estaban familiarizados, gracias a la ayuda prestada por los bramanes como élite cultural en la India, con algunos de los sistemas de escritura de ese subcontinente, fundamentalmente el devanagari, utiliza- do para escribir el sánscrito, la lengua sagrada de los hin- dúes, y el bengalí. Sin embargo, la formación tradicional en la India no incluía el estudio de inscripciones antiguas, de forma que cuando los eruditos europeos empiezan a ocuparse de este tema se encuentran con unas variedades de escritura que, aunque guardaban ciertas semejanzas formales con los sistemas contemporáneos que se cono- cían, sin embargo, no eran directamente interpretables a través de ellos. En el año 1781 Charles Wilkins publicó por primera vez una inscripción india en la revista Asiatick Researches, a la que en los años siguientes acompañaron varios estu- dios de inscripciones por parte del propio Wilkins, así como de Henry T. Colebrooke, Sir William Jones y otros estudiosos, hasta bien entrado el siglo XIX. Esta labor permitió ir acumulando datos acerca de las variedades arcaicas de escritura brahmi (la familia a la que pertenece 9 .. ¯ ¯¯ ¯ el devanagari), aunque las más antiguas de ellas permane- cían básicamente sin descifrar. Sería en los años 30 del siglo XIX cuando se produci- rían los mayores avances en el estudio de la epigrafía india antigua. Y aquí la figura señera es la de James Prinsep, quien, constatando fenómenos como la escasa proporción de letras dobles en esas inscripciones, tuvo la importan- te intuición de que las inscripciones más antiguas de la India podían no estar escritas en sánscrito, algo que para el nivel de conocimientos que se tenía en la época acerca de la historia lingüística de la India suponía una notable aportación. Abandonado así el a priori de la lengua, Prinsep concentró sus esfuerzos en un análisis combinatorio y estadístico de los signos de las inscripciones. En poco tiempo el trabajo de Prinsep, así como las contribuciones de J. Stevenson y Christian Lassen, hicieron que las for- mas arcaicas de brahmi quedasen descifradas en su prác- tica totalidad. Si las formas antiguas de brahmi eran conocidas desde el siglo XVIII, sin embargo, no se tendría noticia de la escri- tura conocida hoy en día como kharosthi (y que entonces fue llamada «bactria» o «indo-bactria») hasta los años 30 del siglo XIX, precisamente, gracias al descubrimiento de numerosas monedas bilingües en griego y kharosthi de los reyes indo-griegos e indo-escitas. El propio Prinsep, así como C. L. Grotefend, se ocuparon de esta escritura, cuyo desciframiento, en principio, habría debido ser fácil, dado que se contaba con los equivalentes griegos de las leyen- das monetales. Sin embargo, por el lugar de localización de esas monedas (Afganistán oriental y Pakistán septen- trional), en un primer momento se asumió que las ins- cripciones kharosthi debían estar compuestas en alguna 10 ¯¯ ¯ ¯ ¯.. .. ¯ .. ¯ lengua y escritura irania o, más problamente, semítica. Se pudieron descifrar los nombres de varios reyes, pero a la postre la hipótesis semítica llevó a un callejón sin sa- lida. Sin embargo, unos años después sería el propio Prinsep quien se percataría del carácter indio de las leyendas mo-netales en kharosthki, lo que abrió la vía definitiva al desciframiento de la escritura, en la que también tuvo un papel destacado de forma simultánea Christian Lassen. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA CALVET, Louis-Jean, Historia de la escritura, Barcelona, Paidós, 2001, págs. 150-168. FALK, Harry, Schrift im alten Indien: ein Forschungsbericht mit Anmerkungen, Tubinga, Gunter Narr, 1993. HAARMANN, Harald, Historia universal de la escritura, Madrid, Gredos, 2001, págs. 559-584. HINÜBER, Oskar von, Der Beginn der Schrift und frühe Schrift- lichkeit in Indien, Mainz, Akademie der Wissenschaften und der Literatur, 1990. MASICA, Colin P., The Indo-Aryan Languages, Cambridge, Cambridge University Press, 1991. SALOMON, Richard, «On the origin of the early Indian scripts: a review article», Journal of the American Oriental Society 115.2, 1995, págs. 271-279 [= http://www. ucl.ac.uk:80/~ucgadkw/position/salomon.htm]. SALOMON, Richard, Indian Epigraphy (A Guide to the Study of Inscriptions in Sanskrit, Prakrit, and the Other Indo- Aryan Languages), Nueva York-Oxford, Oxford University Press, 1998. VV. AA., «South Asian Writing Systems» y «Southeast 11 ..¯ ¯ Asian Writing Systems», en: Peter T. Daniels – William Bright (eds.), The World's Writing Sytems, Nueva York- Oxford, Oxford University Press, págs. 371-484. 12 Los jeroglíficos luvitas Juan Antonio Álvarez-Pedrosa Universidad Complutense de Madrid Los jeroglíficos luvitas constituyen un tipo de escritura particularmente llamativa que es conocida desde la pri- mera mitad del siglo XIX. A finales de este mismo siglo Sayce tuvo la intuición de relacionarlos con el Imperio Hitita, una realidad histórica que en aquel momento era una mera hipótesis derivada de lectura de las inscripcio- nes de Ramsés II. Obviamente, el descubrimiento de las ruinas de Hattusa en Boghazköy cambió radicalmente nuestro conocimiento de la realidad en la que se gestó dicha escritura. A partir de ese momento se suceden las ediciones de los materia- les y la constatación de que la por entonces llamada escri- tura hitita jeroglífica se había producido tanto en época imperial hitita como en época posterior, durante el perio- do de los reinos neohititas (1100-700 a. C.). En un primer momento fueron de mucha ayuda los sellos de época imperial, en los que un texto cuneiforme rodeaba un nombre real en escritura jeroglífica. Los pro- gresos más importantes hasta 1974 vinieron del carácter digráfico de los sellos, del carácter pictográfico de nume- rosos signos, y de la aparición del bilingüe de gran exten- sión jeroglífico-fenicio de Karatepe. No obstante, la fecha citada es un punto de inflexión en la interpretación de 13 esta escritura, en cuanto varios signos de gran frecuencia de aparición reciben una nueva interpretación, gracias al trabajo de Hawkins, Morpurgo Davies y Neumann. Estas nuevas lecturas permiten identificar la lengua de los jero- glíficos con el luvita, una lengua del grupo anatolio dis- tinta del hitita. De ahí que a esta lengua ahora se le llame luvita jeroglífico. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA HAWKINS, J. D., The Hieroglyphic Inscription of the Sacred Pool Complex at Hattusa (Südburg), Wiesbaden, 1995. HAWKINS, J. D., Corpus of the Hieroglyphic Luwian Inscriptions, vol. 1. Inscriptions of the Iron Age, Berlín - NuevaYork, 2000-. HAWKINS, J. D. - MORPURGO DAVIES, A. - NEUMANN, G. (1974), Hittite Hieroglyphs and Luwian: New Evidence for the Connection, NAWG 1973/6, págs. 145-197. LAROCHE, E., Les hiéroglyphes hittites, París, 1960. MARAZZI, M., Il Geroglifico anatolio. Problemi di analisi e pros- pettive di ricerca, Roma, La Sapienza, 1990. MELCHERT, H. C., The Luwians, Leiden, Brill, 2003. MERIGGI, P., Hieroglyphisch-hethitisches Glossar, Wiesbaden, 1962. MERIGGI, P., Manuale di Eteo Geroglifico, Roma, 1966-1967- 1975. WERNER, R., Kleine Einführung ins Hieroglyphen-Luwische, Freiburg, Vandenhoeck und Ruprecht, 1991. 14 La escritura jeroglífica egipcia Sofía Torallas Tovar CSIC La lengua Egipcia, en su larguísima historia desde el 3000 a. C. hasta el siglo XVI d. C., fue como un río que fluía tras una compleja evolución y cambios de sistemas de escritura. El primero de ellos, el conocido como jero- glífico, es un sistema de signos de diferente tipo: ideográ- ficos, fonéticos, determinativos y una serie de reglas que no siempre responden a la lógica, pues también tienen moti- vaciones estéticas. Este sistema jeroglífico egipcio fue descifrado tras una larga historia de intentos y fracasos, y se atribuye el éxi- to final a Champollion. El feliz hallazgo en 1799 de una célebre inscripción trilingüe, la piedra de Rosetta durante la ocupación francesa, dio la clave para el desciframiento, que se atribuye a Champollion en 1821, aunque no hay que olvidar el progreso alcanzado por otros lingüistas como Åkerblad o Young. En un primer momento Champollion descifró los nom- bres de varios reyes escritos en caracteres jeroglíficos, ba- sándose en los mismos nombres escritos en caracteres demóticos y lo confirmó con los nombres enmarcados en las cartelas de la piedra de Rosetta y de otros monumen- tos ptolemaicos. 15 BIBLIOGRAFÍA BÁSICA ALLEN, James P., Middle Egyptian. An Introduction to the Lan- guage and Culture of Hieroglyphs, Cambridge University Press, 2000. COLLIER, Mark y Bill Manley, Introducción a los Jeroglíficos Egipcios, Alianza Editorial, 2000. FAULKNER, Raimond O., Diccionario Conciso de Egipcio Medio, Publicaciones Lepsius, S.L., 1995. GARDINER, Alan H., Gramática Egipcia, vols. I y II, Ediciones Lepsius, S.L., 1991. GRANDET, Pierre, y MATHIEU, Bernard, Cours d’égyptien hié- roglyphique, vols. I y II, Khéops, 1990 y 1993. LOPRIENO, Antonio, Ancient Egyptian. A linguistic Introduction, Cambridge University Press, 1998. PARKINSON, Richard, con W. Diffie, M. Fischer y R. S. Simpson, Cracking Codes, the Rosetta Stone, and Decipher- ment, University of California Press, 1999. WILKINSON, Richard H., Cómo Leer el Arte Egipcio. Guía de Jeroglíficos del Antiguo Egipto, Editorial Crítica, 1995. 16 Formas de escritura en Mesoamérica Jesús Bustamante CSIC Ante todo es imprescindible señalar que el objetivo de esta exposición es presentar los distintos sistemas de escri- tura que existían en la Mesoamérica prehispánica (es decir el México y la América Central anteriores a la llegada de los europeos). Porque no se puede hablar de un solo siste- ma de escritura, sino de cuatro distintos como mínimo. Se trata de sistemas que tienen ciertas conexiones entre sí, que comparten ciertos niveles básicos de representación pero que a partir de ellos siguen desarrollos notablemente diferentes, alcanzando cotas muy distintas de complejidad y eficiencia. Desde la cierta simpleza del sistema azteca y la sofisticada elegancia del sistema mixteca, hasta la oscu- ridad creciente del sistema zapoteca y la compleja plenitud del sistema maya, que no por casualidad ha sido el pri- mero en ser reconocido como una verdadera escritura. Se trata de sistemas mixtos, en los que se mezclan los ideogramas, los logogramas (una especialidad mesoame- ricana, por cierto) y las formas verdaderamente fonéticas (silábicas por lo general). Estas últimas, por cierto, origi- nan nuevas complicaciones a la hora de la lectura de los documentos porque los vinculan a una lengua concreta y eso es decir mucho en ese complicado océano lingüístico que era —y sigue siendo— el área mesoamericana (a modo 17 de ejemplo, es bueno recordar que eso que solemos llamar «maya» corresponde en realidad a 29 lenguas diferentes que tienen una relación entre sí muy semajante a la que mantienen el español con el francés, el italiano y otras len- guas romances o latinas). Dada la complejidad de recursos y niveles gráficos, ninguno de esos sistemas mesoameri- canos de escritura ha sido plenamente descrifado hasta ahora, pero cada vez es mayor la cantidad de información que podemos extraer de los documentos escritos en ellos. Esa nuevas lecturas, por parciales que sean, han provocado ya una auténtica revolución en la forma de ver el pasado prehispánico, especialmente el del área maya. A lo largo de la exposición trataremos de mostrar cómo funciona cada uno de esos sistemas y ejemplicarlos con documentos concretos, que permitan entender además qué tipo de información podemos extraer de ellos y cuán- to hay de lo que solemos entender por «lectura». BIBLIOGRAFÍA BÁSICA COE, Michael D., Breaking the Maya Code, Londres, Thames and Hudson, 1992. JOHANSSON, Patrick, La palabra, la imagen y el manuscrito. Lecturas indígenas de un texto pictórico del siglo XVI, México, UNAM, 2004. LACADENA GARCÍA-GALLO, Alfonso y otros, Escritura indígena en México (II Curso Monográfico de Cultura Mexicana), Madrid, Instituto de México en España (Col. Cuadernos del IME, núm. 2), 1995. Lenguas y escrituras de Mesoamérica, volumen monográfico de la revista Arqueología Mexicana, vol. XII, núm. 70 (noviembre-diciembre 2004). 18 MARCUS, Joyce, Mesoamerican Writing Systems. Propaganda, Myth, and History in Four Ancient Civilizations, Princeton, Princeton University Press, 1992. MONTGOMERY, John, How to read Maya Hieroglyphs, New York, Hippocrene Books, 2002. ROMERO FRIZZI, María de los Ángeles, Escritura zapoteca: 2500 años de historia, México, CONACULTA/INAH, 2003. URCID, Javier, Zapotec Hieroglyphigic Writing, Washington D. C., Dumbarton Oaks Research Library and Collection (Studies in Pre-Columbian Art & Achaeology, 34), 2001. 19 El desciframiento del cario Ignasi X. Adiego Universitat de Barcelona El cario es una lengua indoeuropea perteneciente al gru- po anatolio, del que forman parte el hitita, el luvita, el palaíta, el licio y el lidio junto a otras lenguas mucho más pobremente atestiguadas. Conocemos varios centenares de inscripciones escritas en un alfabeto peculiar (el alfabeto cario), datadas entre los siglos VII y III a. C. y que han sido encontradas en su mayor parte en Egipto. Las razones históricas de este hecho son bien conocidas: durante la Dinastía XXVI (siglos VI-V a. C.), mercenarios de origen cario estuvieron al servicio del faraón Psamético I y sus sucesores, estableciéndose en diferentes sitios de Egipto. El material epigráfico procedente de Caria es mucho menor y presenta como característica más destacada la existen- cia de diferentes variedades locales de la escritura. El desciframiento de la escritura caria es muy reciente: la propuesta definitiva (el sistema llamado Ray-Schürr- Adiego) se formuló a principios de los años noventa del siglo XX y se vio confirmada por el hallazgo en Cauno de una inscripción bilingüe greco-caria en 1996. Durante un siglo de investigaciones, iniciadas por Archibald H. Sayce a finales del siglo XIX, el alfabeto cario vivió diversos intentos de desciframiento, todos ellos infructuosos: aunque las inscripciones carias debían con- 20 tener, por sus características, multitud de nombres pro- pios, por ningún lado aparecían los típicos nombres carios que conocemos muy bien gracias a los numerosos ejem- plos que nos han transmitido las fuentes griegas. Este largo período sin resultados puede parecer sor- prendente, dado que es una escritura puramente alfabé- tica —sin las complejidades, por tanto, de otros sistemas gráficos— y dado que ya desde los primeros años de la historia de la investigación se conocían algunas inscrip- ciones bilingües egipcio-carias que a la postre han resul- tado ser decisivas para establecer los valores exactos de una buena parte de las letras carias. La causa de esta situación tan anómala tiene mucho que ver con las propias características del alfabeto cario: aunque bastantes de sus letras tienen aparentemente la misma forma que en el alfabeto griego, los valores foné- ticos que hay que atribuirles son totalmente inesperados. Sólo cuando se abandonó la interpretación 'griega' de las letras carias y se acudió al testimonio de las bilingües fue posible hacer surgir de las inscripciones los característi- cos nombres propios carios. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA EN ESPAÑOL ADIEGO, I.-J., Studia Carica. Investigaciones sobre la escritura y lengua carias, Barcelona, PPU, 1993. ADIEGO, I.-J., «La nueva bilingüe greco-caria de Cauno y el desciframiento del cario», Aula Orientalis 16, 1998, págs. 5-26. ADIEGO, I.-J., «Los alfabetos epicóricos anhelénicos de Asia Menor», en: P. Bádenas de la Peña, S. Torallas Tovar, E. R. Luján y M. Á. Gallego (eds.), Lenguas en 21 contacto: El testimonio escrito, Madrid, C.S.I.C., págs. 299-320. POPE, M., Detectives del pasado. Una historia del desciframiento (trad. española de J. Alonso de The Story of Decipherment, 2ª ed, Londres), Madrid, Oberón, 2003, especialmen- te: «Epílogo (I). El desciframiento del cario», págs. 287-291. 22 El desciframiento de la(s) escritura(s) ibérica(s) Javier de Hoz Universidad Complutense de Madrid Llamamos escrituras paleohispánicas a las utilizadas por los pueblos prerromanos de España, Portugal y Languedoc, genéticamente relacionadas entre sí, de las que la mejor conocida es la ibérica. El estudio de la escritura ibérica comienza en el Rena- cimiento, cuando los eruditos se interesan por las mone- das antiguas y observan que muchas de las acuñadas en Hispania tenían leyendas en caracteres extraños, pero a pesar de que se daban condiciones adecuadas para un desciframiento relativamente rápido, sólo en 1923 llega- ría Gómez Moreno a romper la cifra ibérica al plantear un nuevo modelo interpretativo, no puramenter alfabético, del sistema de las escrituras paleohispánicas. Desde entonces se ha progresado considerablemen- te en el conocimiento de las lenguas ibéricas y celtibérica, cuyas inscripciones utilizan la escritura ibérica en la mayor parte de los casos, pero las otras escrituras paleohispánicas continúan presentando problemas en la identiicación de muchos signos, a pesar de que se conoce su estructura general y su funcionamiento como sistemas. 23 BIBLIOGRAFÍA BÁSICA CORREA, José Antonio, «La lengua ibérica», Revista Española de Lingüística 24/2, 1994, págs. 263-287. DE HOZ, Javier, «De la escritura meridional a la escritura ibérica levantina», en: Sprachen und Schriften des antiken Mittelmeerraums. Festschrift für Jürgen Untermann zum 65. Geburtstag, Innsbruck, 1993, págs. 175-190. DE HOZ, Javier, «La lengua y la escritura ibérica y las len- guas de los íberos», en: J. Untermann - F. Villar (eds.), Lengua y cultura en la Hispania prerromana (Actas del V Coloquio sobre Lenguas y Culturas Prerromanas de la Península Ibérica), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1993, págs. 635-666. DE HOZ, Javier, «Las sociedades paleohispánicas del área no indoeuropea y la escritura», Archivo Español de Arqueología 66, 1993, págs. 3-29. DE HOZ, Javier, 1995: «El origen de las escrituras paleo- hispánicas quince años después», en: F. Villar - J. d’Encarnaçao (eds.), La Hispania prerromana (Actas del VI Coloquio Internacional sobre lenguas y culturas prerroma- nas de la península Ibérica), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995, págs. 171-206. DE HOZ, Javier, «Las sociedades celtibérica y lusitana y la escritura», Archivo Español de Arqueología, 68, 1995, págs. 3-30. DE HOZ, Javier, «La escritura ibérica», en Los iberos, prínci- pes de occidente [Catálogo de la exposición], Barcelona, Ministerio de Educación y Cultura - Fundación La Caixa, 1998, págs. 191-203. UNTERMANN, Jürgen, Monumenta Linguarum Hispanicarum, 4 vols., Wiesbaden, Dr. Ludwig Reichelt, 1975-1997. 24 VALLADOLID, Juana, «La epigrafía ibérica: estado actual de los estudios», Tempus 17, 1997, págs. 5-53. VELAZA, Javier, Epigrafía y lengua ibéricas, Madrid, Arco Libros, 1996. 25 Las escrituras sudarábigas Javier del Barco Universidad Complutense de Madrid La región sudoccidental de la península arábiga, cono- cida como Yemen, es un país de relieve muy accidentado, muy montañoso y con numerosos valles. La existencia de estos valles propició desde muy antiguo el asentamiento de diferentes tribus que crearon distintas entidades polí- ticas. El sedentarismo de las tribus sudarábigas y el relie- ve montañoso (por tanto poco accesible) propiciaron el escaso contacto cultural de los pueblos sudarábigos con el resto de pueblos de la península arábiga, lo que explica, justamente, su carácter peculiar. No conocemos con exactitud el origen de las tribus sudarábigas del Yemen preislámico, aunque parece posi- ble que procedieran del sur de Palestina o del sur de Mesopotamia. De origen semita, los pueblos sudarábigos desarrollaron una religión, unas estructuras políticas, eco- nómicas y sociales muy peculiares. Debido a las condicio- nes geográficas del entorno, y por ser en gran medida dependientes de los factores económicos que llegaron a controlar (básicamente, las rutas del comercio de las espe- cias y de las resinas olorosas de las que había una enor- me demanda en el mundo antiguo) se hicieron pronto sedentarios, llegando incluso a extender su influencia sobre Abisinia. Desde el I milenio desarrollaron sistemas de 26 irrigación y presas artificiales que permitieron la prospe- ridad de la región hasta la destrucción de las presas y la aniquilación de la cultura sudarábiga tras la conquista abisinia del s. VI d. C. Las tribus sudarábigas del Yemen preislámico hablaron una serie de lenguas y dialectos del grupo semítico cono- cidos como lenguas sudarábigas, entre las que destaca el sabeo, la lengua del antiguo reino de Saba, que fue la que disfrutó de mayor prestigio y uso prolongado a lo largo de más de un milenio. Es necesario aclarar que las lenguas sudarábigas no son una forma antigua del árabe sino que, aun perteneciendo al mismo grupo lingüístico, junto con las lenguas de Etiopía, forman una serie de lenguas dife- renciadas tanto de las lenguas de Etiopía como del árabe. Las lenguas sudarábigas comparten el mismo alfabeto, la escritura sudarábiga. Los documentos que se conser- van de los distintos dialectos sudarábigos constituyen, en su mayoría, inscripciones sobre piedra que reflejan un lenguaje oficial con un abundante uso de fórmulas y lle- no de estereotipos. La primera inscripción sudarábiga fue descubierta en 1834, y poco después, gracias al parecido con la escritura etiópica (que deriva de aquélla), fueron descifrados casi todos los caracteres. El alfabeto sudarábi- go está compuesto de 29 signos que se escriben de derecha a izquierda, aunque en origen parece que podía escribirse en ambos sentidos. De hecho, son típicos de la época anti- gua los textos de tipo bustrofedon. Junto a la escritura monu- mental de las inscripciones, nos ha llegado algún docu- mento que presenta un tipo de escritura no monumental, cursiva, más simplificada que la otra, utilizada en textos más personales o privados, y por esa razón muy intere- santes, ya que este tipo de textos son muy escasos. 27 BIBLIOGRAFÍA BÁSICA MAÍLLO SALGADO, F., El país de la reina de Saba: tesoros del Antiguo Yemen (exposición en el Centro Cultural Conde Duque, Madrid), Madrid, 2003. ROBIN, C. (ed.), L’Arabie antique de Karib'il à Mahomet (Revue du Monde Musulman et de la Méditerranée nº 61, 1991-3), Aix en Provence, 1991. ROBIN, C., «Sheba», en: Supplément au Dictionnaire de la Bible (fasc. 70), París, 1996. Yemen: en la tierra de la reina de Saba (exposición en la Fundación Pedro Barrié de la Maza, La Coruña), La Coruña, 2001. Página web sobre las escrituras sudarábigas: http://www.proel.org/alfabetos/sarabigo.html 28 Cubierta.pdf Folleto.pdf