UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA IV (Bibliografía Española y Literatura Hispanoamericana) TESIS DOCTORAL El sujeto emigrante en el cuento ecuatoriano (1972-2014) MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Yovany Salazar Estrada DIRECTOR Niall Binns Madrid, 2017 © Yovany Salazar Estrada, 2016 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA IV (Bibliografía Española y Literatura Hispanoamericana) PROGRAMA DE DOCTORADO EN LITERATURA HISPANOAMERICANA El sujeto emigrante en el cuento ecuatoriano (1972-2014) DOCTORANDO: Yovany Salazar Estrada DIRECTOR: Dr. Niall Binns Madrid - España Septiembre de 2016 1 AGRADECIMIENTOS Al concluir el desarrollo de la tesis exteriorizo el sentimiento de gratitud a las instituciones y personas que, en Ecuador y España, han contribuido para que la misma se haga realidad y, de esta manera, que yo pueda culminar con éxito los estudios formales del doctorado en literatura hispanoamericana, de conformidad con los requerimientos del mundo académico actual y las exigencias de la legislación vigente en el Ecuador, para acceder o continuar en el ejercicio como docente titular principal, en el nivel universitario. A la Secretaría de Educación, Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), de la República del Ecuador, por el financiamiento concedido, en el marco del Programa de Becas para Doctorado (PhD) para Docentes de Universidades y Escuelas Politécnicas. A los directivos y funcionarios del Instituto de Fomento al Talento Humano, ex Instituto Ecuatoriano de Crédito Educativo y Becas (IECE), Regional 7 de Loja, entidad ejecutora del Programa de Becas del Gobierno del Ecuador, quienes siempre me atendieron con amabilidad y diligencia. A la Universidad Nacional de Loja, por la Comisión de Servicios concedida, la cual me permitió acceder, desarrollar y concluir el Programa de Doctorado y la escritura de la tesis, sin por ello desatender los compromisos familiares en la ciudad de Loja. A los compañeros docentes y estudiantes de la Carrera de Lengua Castellana y Literatura, del Área de la Educación, el Arte y la Comunicación, del Alma Máter lojana, Subunidad Académica a la que me debo y pertenezco, por su permanente motivación e impulso, en la perspectiva de alcanzar el último peldaño de mis estudios formales, en el inconmensurable y siempre apasionante ámbito de la literatura hispanoamericana. Al Departamento de Filología Española IV (Bibliografía Española y Literatura Hispanoamericana), de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, en las personas de la Dra. Juana Martínez Gómez y Dña. María Cristina Sánchez Máximo, ex Directora y Secretaria Administrativa, respectivamente, por la apertura para ser parte de él, en calidad de alumno, y por la eficiencia, calidad y rapidez con la que han atendido los pedidos de orientación y ayuda, en la perspectiva de cumplir los compromisos académicos asumidos, en los tiempos estipulados por la Universidad y la Comisión Académica del Programa de Doctorado, así como por atender con prontitud los informes, certificaciones y más 2 requerimientos formulados por las instituciones, tanto del Gobierno del Ecuador, oferente de la Beca de estudios, como de España para prorrogar mi permiso de estancia en España, por estudios e investigación. Al Dr. Niall Binns, profesor titular de literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense de Madrid y profundo conocedor de la historia, la cultura y la literatura ecuatoriana, Tutor y Director de tesis, mi especial reconocimiento y perenne sentimiento de gratitud, por su motivación inicial para postular al Programa de Doctorado, por su guía orientativa en el proceso de admisión y matrícula, por su lectura profunda y minuciosa del Plan de Investigación, por el respaldo permanente durante mi permanencia en España y, sobre todo, por sus sabias, atinadas y oportunas observaciones y sugerencias, que me han facilitado la redacción, mejoramiento y presentación de la tesis. A Raúl Serrano Sánchez, docente del Área de Letras de la Universidad Andina “Simón Bolívar”, Sede Ecuador, por haberme facilitado el acceso a tres cuentos inéditos, uno de su autoría y los otros dos de Oswaldo Encalada Vásquez y Jennie Carrasco Molina, así como por sus múltiples orientaciones iniciales y ayudas bibliográficas, básicas para el desarrollo de la tesis. Al Dr. Galo Rodrigo Guerrero Jiménez, escritor y docente de lengua y Literatura de la Universidad Técnica Particular de Loja, por su minuciosa lectura del Borrador de Tesis, la misma que contribuyó para mejorarlo. A mi familia, y a la de mi esposa, por su permanente motivación, comprensión y apoyo, para iniciar, avanzar y culminar con la redacción, presentación y defensa de la tesis y, con ella, mi educación formal. Yovany Salazar Estrada 3 DEDICATORIA A la Dra. Marlene Elizabeth Castro Torres, mi adorada esposa, por su invalorable compañía y sacrificado apoyo, para avanzar y concluir, con éxito, mis estudios formales, dentro y fuera del Ecuador. Yovany Salazar Estrada 4 ÍNDICE DE CONTENIDOS Resumen 12 Summary 14 INTRODUCCIÓN 16 1. Planteamiento y formulación del problema de investigación 16 2. Objetivos de investigación 24 3. Hipótesis de trabajo 25 4. Breve conceptualización en torno a la migración y el sujeto que la protagoniza 26 4.1. La migración y sus variantes 26 4.2. El sujeto emigrante, un agente proactivo 28 5. Antecedentes y estado de la cuestión 32 6. Metodología utilizada 36 PRIMERA PARTE: EL CUENTO ECUATORIANO SOBRE MIGRACION, INTERNA E INTERNACIONAL CAPÍTULO I. LA MIGRACIÓN INTERNA EN EL CUENTO ECUATORIANO 42 1. Los movimientos migratorios en la historia del Ecuador 42 1.1. Los orígenes migratorios del Ecuador actual 42 1.2. La migración de carácter interno 44 1.3. La emigración internacional de ecuatorianos 47 1.4. Estados Unidos de Norteamérica y España, como los principales países de destino de la emigración ecuatoriana 50 2. El realismo en el cuento ecuatoriano 56 2.1. Una breve mención al desarrollo cronológico del cuento ecuatoriano 56 2.2. El realismo social e indigenista en el cuento ecuatoriano 59 3. La representación y recreación literaria de la migración interna en el cuento ecuatoriano 68 3.1. La emigración interregional proveniente desde la ciudad y provincia 5 de Loja 68 3.2. La emigración desde el sector rural hacia la ciudad de Guayaquil 75 3.3. La emigración en dirección a las ciudades de Quito y Cuenca 81 CAPÍTULO II. LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL EN EL CUENTO ECUATORIANO 88 1. Los cuentos sobre emigración internacional de ecuatorianos 88 2. Presentación del corpus narrativo objeto de análisis 92 2.1. Gabriela Alemán 92 2.2. Carolina Andrade Freire 93 2.3. Ruth Bazante Chiriboga 95 2.4. Mario Campaña Avilés 95 2.5. Eliécer Cárdenas Espinoza 96 2.6. Jennie Carrasco Molina 99 2.7. Iván Carrasco Montesinos 100 2.8. Adrián Carrasco Vintimilla 101 2.9. Carlos Carrión Figueroa 102 2.10. María Castro Zoila 105 2.11. Miguel Antonio Chávez 106 2.12. Pablo Cuvi Sánchez 107 2.13. Miguel Donoso Pareja 108 2.14. Oswaldo Encalada Vásquez 109 2.15. Galo Galarza Dávila 109 2.16. Holst Molestina, Gilda 111 2.17. Maldonado Rodríguez, Lucrecia 112 2.18. Raúl Pérez Torres 112 2.19. Gladys Rodas Godoy 115 2.20. Huilo Ruales Hualca 116 2.21. Raúl Serrano Sánchez 116 2.22. Tobar García, Francisco 117 2.23. Edwin Ulloa Arellano 119 2.24. Raúl Vallejo Corral 120 2.25. Jorge Velasco Mackenzie 121 6 2.26. Pedro Jorge Vera 122 2.27. Patricio Viteri Paredes 123 SEGUNDA PARTE: EL PROCESO DE LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL EN EL CUENTO ECUATORIANO CAPÍTULO III. EL VIAJE EMIGRATORIO DESDE EL ECUADOR 126 1. Causas estructurales, coyunturales y personales que determinan y coadyuvan en la emigración internacional de los ecuatorianos 126 1.1. Causas de naturaleza económica y política 126 1.2. Factores de atracción que se ejercen desde los potenciales países de destino 130 1.3. El “mito del emigrante triunfador” y su emulación 133 1.4. Los problemas de pareja y de familia como factores coadyuvantes de la emigración de ecuatorianos 135 1.5. Afán de ocultar una “identidad problemática” en el país de origen 137 1.6. Otros factores causales que coadyuvan en la decisión de emigrar 138 2. Las despedidas, en el momento que abandonan el Ecuador 140 3. El viaje emigratorio desde el Ecuador 143 4. La primera visión de los países y ciudades de destino 148 5. Los papeles para legalizar el ingreso y la permanencia de los emigrantes 152 CAPÍTULO IV. LA PERMANENCIA EN EL PAÍS DE DESTINO 161 1. Desvalorización de la formación profesional universitaria y experiencia laboral previa 161 2. Los trabajos que desempeñan los emigrantes ecuatorianos en los países de destino 164 2.1. El trabajo de los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos 164 2.2. Las actividades laborales de los emigrantes ecuatorianos en España 167 2.3. El trabajo de las mujeres ecuatorianas emigrantes en España 170 3. La prostitución, como último recurso de sobrevivencia 173 7 3.1. La prostitución femenina 173 3.2. La prostitución de emigrantes que han optado por una orientación sexual diferente y de los hombres heterosexuales 175 4. El desempleo, una amenaza permanente en la vida de los emigrantes 179 5. Los espacios físicos destinados a la vivienda y el descanso 181 5.1. El problema de la vivienda entre los emigrantes ecuatorianos hacia Estados Unidos 182 5.2. El reducido espacio de la vivienda de los emigrantes ecuatorianos en España 185 6. Espacios para el reencuentro y la recreación de la cultura originaria 186 CAPÍTULO V. PROBLEMÁTICAS QUE AFECTAN AL SUJETO EMIGRANTE 192 1. Los emigrantes como los “otros” en los países de destino 192 2. Algunas manifestaciones de xenofobia y racismo en contra de los emigrantes 200 2.1. Expresiones de xenofobia de ciertos nativos de los países de destino 200 2.2. Algunas manifestaciones de racismo en contra de los ecuatorianos 203 3. El sujeto emigrante como personaje partícula 208 4. La soledad del sujeto emigrante 212 5. Los primeros y principales usufructuarios de la emigración de ecuatorianos 215 6. Consecuencias de la emigración internacional 220 6.1. La desintegración familiar 220 6.2. La salud de los emigrantes y sus familiares 224 6.3. Las consecuencias en el sistema educativo 227 CAPÍTULO VI. EL SUEÑO DE RETORNAR AL ECUADOR 230 1. La nostalgia por el país de origen y los quedaron en él 230 2. Los recuerdos y la memoria entre los emigrantes ecuatorianos 234 2.1. Los recuerdos 234 2.2. La memoria 237 3. Las permanentes reflexiones sobre la pertinencia del viaje emigratorio 240 4. El sueño de retornar al Ecuador 242 4.1. El regreso de los emigrantes ecuatorianos en Estado Unidos 244 8 4.2. El sueño de retornar desde España 247 5. Los desengaños que advienen cuando el sueño de retornar se hace realidad 250 6. El sentimiento de desarraigo de los emigrantes ecuatorianos 253 CAPÍTULO VII. ASPECTOS POSITIVOS DERIVADOS DE LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL DE ECUATORIANOS 257 1. Los aspectos positivos derivados del proceso emigratorio 257 1.1. Las dimensiones positivas de carácter general 257 1.2. El mejoramiento del nivel económico del emigrante y su familia 261 2. Principales aportes de los emigrantes ecuatorianos, en el país de origen y en el de destino 265 2.1. Aportes en el país de origen 265 2.2. Aportes en los Estados nacionales de destino 269 3. La creación artística entre los emigrantes ecuatorianos y su entorno familiar más inmediato 273 3.1. La pintura como una expresión de las artes plásticas 274 3.2. La literatura, en sus distintos géneros 277 4. Nuevos valores y sentimientos de los emigrantes como forjadores de su propio destino 280 4.1. El cultivo de nuevos valores y sentimientos 280 4.2. Carácter proactivo y performativo de los emigrantes ecuatorianos 282 4.3. La opinión y participación política de los ecuatorianos en el extranjero 283 TERCERA PARTE: LA IDENTIDAD DEL SUJETO EMIGRANTE EN EL CUENTO ECUATORIANO CAPÍTULO VIII. SUJETO EMIGRANTE E IDENTIDAD NACIONAL ECUATORIANA 287 1. La identidad nacional ecuatoriana 287 2. La identidad nacional ecuatoriana entre los sujetos emigrantes 291 3. Los principales rasgos indicadores de identidad nacional ecuatoriana, entre los sujetos emigrantes 296 9 3.1. El escenario natural y el paisaje del Ecuador como país de origen emigratorio 296 3.2. La dimensión étnica en la constitución de la nacionalidad ecuatoriana 297 3.3. La bandera tricolor, como uno de los símbolos patrios más significativos 303 3.4. El deporte como rasgo identificador de la nacionalidad ecuatoriana 305 4. El cultivo y disfrute de la música como rasgo de identidad nacional ecuatoriana 309 CAPÍTULO IX. LA IDENTIDAD CULTURAL DEL SUJETO EMIGRANTE 312 1. La identidad cultural en el Ecuador 312 2. Principales rasgos de identidad cultural de los emigrantes ecuatorianos 315 1. Diferencias en las prácticas culturales de los ecuatorianos frente a los nativos de los Estados nacionales de destino 319 2. El individualismo prevalente en las sociedades de destino emigratorio de los ecuatorianos 321 3. La aculturación de los emigrantes ecuatorianos en los países de destino 324 3. La Virgen de El Cisne, como la imagen católica mariana más venerada por los ecuatorianos en España 325 4. La recreación de la gastronomía ecuatoriana entre los emigrantes en España 330 CAPÍTULO X. LA IDENTIDAD LINGÜÍSTICA DE LOS EMIGRANTES ECUATORIANOS 334 1. La identidad lingüística, una de las dimensiones más importantes de la identidad cultural 334 2. Rasgos característicos de la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos 338 2.1. Dificultades de comunicación, por desconocimiento del idioma de los Estados nacionales de destino emigratorio 338 2.2. Estrategias utilizadas por los ecuatorianos para comunicarse, mientras aprenden el nuevo idioma de los países de llegada 342 2.3. Diferencias en el habla del español, entre emigrantes ecuatorianos y nativos de España 346 2.4. La asimilación del habla española como una estrategia de integración de los emigrantes 352 10 CAPÍTULO XI. LA IDENTIDAD PERSONAL DEL SUJETO EMIGRANTE 356 1. La identidad personal de los emigrantes ecuatorianos: entre la ambivalencia, la búsqueda y la fugacidad en las relaciones 356 1.1. Rasgos que caracterizan la identidad personal de los emigrantes 357 1.2. El emigrante ecuatoriano, un buscador permanente 360 1.3. Los amores fugaces, como una característica de la modernidad líquida 362 2. Crisis de identidad personal del sujeto emigrante 364 3. Las identidades múltiples, otra expresión de la crisis entre los emigrantes 370 4. Los cambios que genera el proceso emigratorio en sus protagonistas 372 5. La metamorfosis de los emigrantes ecuatorianos 374 CONCLUSIONES 379 1. Representación de la migración en el cuento ecuatoriano 379 2. El proceso emigratorio en el cuento ecuatoriano 381 3. Las problemáticas derivadas de la emigración internacional en el cuento ecuatoriano 383 4. Los aspectos positivos de la emigración internacional de ecuatoriano 385 5. La identidad del sujeto emigrante procedente del Ecuador 387 6. Nuevos proyectos de investigación, desde otros géneros literarios 389 BIBLIOGRAFÍA CITADA 392 11 RESUMEN La tesis sobre El sujeto emigrante en el cuento ecuatoriano (1972-2014) se propone fundamentar y analizar la emigración internacional de ecuatorianos hacia los países más desarrollados del Hemisferio Norte, de manera preferente Estados Unidos y España, conforme se ha representado en los tres libros de relatos y 39 cuentos publicados entre 1972 y 2014, que se han seleccionado como corpus narrativo de análisis. El contenido de la tesis se organiza en tres partes, distribuidas en once capítulos. La primera: “El cuento ecuatoriano sobre migración, interna e internacional” abarca los dos capítulos iniciales. El capítulo 1, “La migración interna en el cuento ecuatoriano”, arranca con una visión compendiada sobre la migración en el Ecuador, continúa con una referencia al realismo social en el cuento ecuatoriano y termina con la descripción de la representación literaria de la migración interna en la narrativa breve del Ecuador. El capítulo 2, “La emigración internacional en el cuento ecuatoriano”, se contextualiza el origen y desarrollo cronológico de los cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos y se presenta la trama narrativa de las obras y los cuentos seleccionados como corpus narrativo de análisis. La segunda parte: “El proceso de la emigración internacional en el cuento ecuatoriano” se distribuye en cinco capítulos. En el capítulo 3, “El viaje emigratorio desde el Ecuador”, se analizan las causas estructurales, coyunturales y personales de la emigración, las despedidas, el viaje, la primera visión de los países y ciudades de destino y la pesadilla de los papeles, que permiten acceder y permanecer, de forma legal, en los países de llegada. En el capítulo 4, “La permanencia en el país de destino”, se analizan la recreación literaria de la desvalorización de la formación profesional universitaria y la experiencia laboral previa de los ecuatorianos, los trabajos que desempeñan los emigrantes, la permanente amenaza del desempleo y los reducidos espacios físicos destinados a la vivienda, la recreación de la cultura originaria y el esparcimiento. En el capítulo 5, “Problemáticas que afectan al sujeto emigrante”, se alude a los emigrantes tratados como los “otros” en los países de destino, algunas manifestaciones de xenofobia y racismo en contra de los ecuatorianos, el protagonista de la emigración como personaje partícula, la soledad del emigrante, los principales usufructuarios de la emigración y las consecuencias de la emigración internacional de ecuatorianos. En el capítulo 6, “El sueño de retornar al Ecuador”, se analizan la nostalgia por lo que se deja en el Ecuador y los seres queridos que permanecen en él, los recuerdos y la memoria de los emigrantes, las permanentes reflexiones sobre la pertinencia de la emigración, 12 el sueño de retornar al Ecuador, los desengaños que advienen cuando este anhelo se hace realidad y el sentimiento de desarraigo. En el capítulo 7, “Aspectos positivos derivados de la emigración internacional de ecuatorianos”, se analizan el mejoramiento del nivel económico del emigrante y su familia, los principales aportes de los emigrantes en el país de origen y en el de destino, la creación artística y los nuevos valores y sentimientos que cultivan los emigrantes ecuatorianos. La tercera parte: “La identidad del sujeto emigrante en el cuento ecuatoriano” se distribuye en cuatro capítulos. En el capítulo 8, “Sujeto emigrante e identidad nacional ecuatoriana”, se analizan los principales rasgos de la identidad nacional de los emigrantes ecuatorianos, la cual se concreta a través de la recreación literaria del escenario natural y el paisaje del Ecuador, la dimensión étnica, la bandera tricolor, el deporte y la música. El capítulo 9, “La identidad cultural del sujeto emigrante”, se centra en el análisis de los principales rasgos de identidad cultural de los emigrantes ecuatorianos, a los que se agrega la Virgen de El Cisne, como la imagen católica mariana más venerada y la recreación de la gastronomía ecuatoriana, entre los nacionales del Ecuador en España. El capítulo 10, “La identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos”, desarrolla lo atinente a las dificultades de comunicación, por desconocimiento del idioma oficial de los países de destino y las estrategias utilizadas para superar esta limitación; las diferencias en el habla del español con los nativos peninsulares y la asimilación del habla española como una estrategia de integración de los ecuatorianos en España. Y en el último capítulo, “La identidad personal del sujeto emigrante”, se analizan la recreación literaria de la identidad personal de los ecuatorianos en el extranjero, la crisis de identidad, las identidades múltiples, los cambios que genera el proceso emigratorio y la metamorfosis de los emigrantes ecuatorianos. Se concluye que existe una compleja, abigarrada, pero muy fecunda representación y recreación literaria, del proceso de la emigración internacional de ecuatorianos, en sus distintas fases, así como de los rasgos identitarios más significativos de los sujetos emigrantes que protagonizan los cuentos analizados. PALABRAS CLAVE Análisis literario, crítica de textos, crítica literaria, cuento ecuatoriano, cuento sobre emigración, emigración internacional, emigrantes ecuatorianos, narrativa sobre emigración, proceso emigratorio, sujeto emigrante. 13 SUMMARY This thesis on The Migrant in the Ecuadorian short story (1972-2014) proposes to study and analyze the international migration of Ecuadorians to more developed Northern hemisphere countries, preferably the United States and Spain, as it has been shown and recreated in three collections of short stories and thirty-nine stories published between 1972 and 2014, which have been selected as the narrative corpus of analysis. The thesis’ content has been organized in three parts, divided into eleven chapters. The first part, “The Ecuadorian short story about national and international migration”, includes the first two chapters. Chapter 1, “Internal migration in the Ecuadorian short story”, begins with a summarized overview about migration in Ecuador; it advances with a reference to social realism in the Ecuadorian short story and ends with the description of the literary representation of internal migration in the short narrative of Ecuador. In Chapter 2, “International migration in the Ecuadorian short story”, the origin and chronological development of the short stories about the international migration of Ecuadorians is contextualized, and a presentation is offered of the storyline of the books and stories which make up the narrative corpus of analysis. The second part of the thesis, “The process of international migration in the Ecuadorian short story”, is divided into five chapters. Chapter 3, “The migratory journey from Ecuador”, analyzes the structural, conjunctural and personal causes of migration, the farewells, the journey, the first vision of the destination countries and cities, and the nightmare of the documents which permit legal access to and residency in the countries of arrival. Chapter 4, “Residency in the country of destination”, analyzes the literary recreation of the devaluation of professional university education and previous work experience of Ecuadorians, the jobs they undertake, the permanent threat of unemployment, the reduced physical space for housing, the recreation of their Ecuadorian culture and their forms of amusement. Chapter 5, “Problems that affect the migrant”, refers to migrants treated as “others” in the destination countries, manifestations of xenophobia and racism against Ecuadorians, the way in which the migrant becomes a “particle character”, the loneliness, those who make profit out of emigration and the consequences of the international migration of Ecuadorians. Chapter 6, “The dream of returning to Ecuador”, analyzes the nostalgia for the homeland and loved ones, the memories and the memory of migrants, the constant reflections on the need to emigrate, the dream of returning to Ecuador, the disappointments 14 that occur when this yearning becomes reality and the feeling of rootlessness. Chapter 7, “Positive aspects derived from the international migration of Ecuadorians”, analyzes the improvement of the migrant and his family’s economic situation, the main contributions of migrants both to the country of origin and to the destination country, artistic creativity and new values and feelings that Ecuadorian migrants develop. The third part, “The identity of the migrant in the Ecuadorian short story”, is divided into four chapters. Chapter 8, “Migrants and Ecuadorian national identity”, analyzes the main features of the national identity of Ecuadorian migrants, through the literary recreation of the natural scenery and landscape of Ecuador, the ethical dimension, the tricolor flag, sport and music. Chapter 9, “The cultural identity of the migrant subject”, focuses on the analysis of the main features of the cultural identity of Ecuadorian emigrants, and studies the importance of the Virgin of El Cisne as the most venerated Marian Catholic image and the recreation of Ecuadorian cuisine among migrants living in Spain. Chapter 10, “The linguistic identity of Ecuadorian migrants”, is related to the difficulties of communication which result from the lack of knowledge of the official language of the destination countries and to the strategies used to improve this limitation; the differences in the forms of speech in Spain and Ecuador, and the assimilation of Spanish forms of speech as an integration strategy of Ecuadorians in Spain. The last chapter, “The personal identity of the migrant”, analyzes the literary recreation of the personal identity of Ecuadorians abroad, crisis of identity, multiple identities, changes generated by the migratory process, and the metamorphosis of Ecuadorian immigrants. The research project concludes that there is a complex, varied and yet very fruitful representation and literary recreation both of the process of international migration of Ecuadorians in its different phases, and of the most significant identifying features of the migrant subjects who are protagonists of the short stories analyzed in the thesis. PALABRAS CLAVE Literary analysis, textual criticism, literary criticism, Ecuadorian short story, short story on migration, international migration, Ecuadorian immigrants, narrative about emigration, emigration process, emigrant subject. 15                                                              INTRODUCCIÓN 1. Planteamiento y formulación del problema de investigación El espacio geográfico que en la actualidad ocupa la República del Ecuador ha estado marcado por la migración permanente de sus habitantes; sin embargo, en los años finales del siglo XX y primeros del XXI, como consecuencia de la severa crisis económica, social y política que afectó al Ecuador, aunado a la conjunción de otros factores causales de orden natural, cultural, antropológico, psicológico y hasta personal de los protagonistas de la emigración, este fenómeno sociológico, sobre todo de carácter internacional, en dirección hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, en especial Estados Unidos y España, alcanzó un inusitado auge y cifras porcentuales nunca antes vistas. Esta verdadera “estampida emigratoria” de los ecuatorianos hacia el extranjero, en especial de la población más joven, ha repercutido en los distintos ámbitos de la vida nacional, si bien todas sus multidimensionales consecuencias todavía no son justipreciadas en su real envergadura por la clase dirigente que dirige los destinos del país y la sociedad ecuatoriana en su conjunto. Como es lógico que acontezca, las problemáticas vinculadas con el complejo proceso emigratorio en el Ecuador y los sujetos que lo protagonizan se han constituido en objeto de representación, entendida como la “imitación o copia de la realidad, teniendo como requisito fundamental, la verosimilitud” (Estébanez, 1999: 924) y han sido recreados en las más variadas expresiones de la dimensión artística de la cultura: música, pintura, teatro, cine y literatura, en sus diversos géneros: poesía, novela, cuento, ensayo, crónica y testimonio. A guisa de ejemplo se enuncian algunas de las principales obras y artistas ecuatorianos, que confirman la aseveración realizada. En la denominada música nacional ecuatoriana, la referencia al tema de la migración, en este caso primero de naturaleza interna y luego internacional, tiene ya muchas décadas de presencia. Así, en el Pasillo1, que es el género que mejor define la identidad musical, cultural y hasta nacional del Ecuador y que, casi siempre, expresa sentimientos de pérdida, frustración y nostalgia, se tiene que mencionar: Alma lojana (1928), cuya letra corresponde al poeta 1 “Composición musical de compás tres por cuatro, con la cual se baila” (Real Academia Española, 2014). Con esta denominación se conoce, en la actualidad, al género musical que mejor representa la identidad y el sentimiento nacional ecuatoriano, dentro y fuera del país. 16                                                              lojano Emiliano Ortega Espinoza, y Lejanas tierras, de autoría de Guillermo Garzón, ambas canciones en la magnífica interpretación de Mélida Jaramillo (“La Lojanita”), y Romance de mi destino, de autoría de Abel Romeo Castillo, con la inicial e imponente interpretación del dúo conformado por Carlos Rubira Infante y Gonzalo Vera Santos. En el género del Fox Incaico2 destacan: Collar de lágrimas (1958), con letra, música e interpretación de Segundo Bautista, que se ha constituido en el segundo himno de los emigrantes ecuatorianos de la actualidad y La canción de los Andes, de Constantino Mendoza, con la inigualable interpretación de Paulina Tamayo, cuyas letras describen la tristeza causada por la partida definitiva o la distancia física de un ser querido. En el ritmo afroecuatoriano conocido como Bomba, se ha popularizado Mi lindo Carpuela, de Milton Tadeo Carcelén. En el género Rocolero, asumido como la readaptación del Pasillo y el Bolero a la sensibilidad de los emigrantes campesinos en las ciudades del Ecuador, la canción más relevante es Peregrino del destino, de Segundo Rosero. En la llamada música Chichera, que constituye la modernizada adaptación del Sanjuanito y otros ritmos ecuatorianos bailables a los gustos musicales de la población campesina indígena y mestiza que emigró a las principales ciudades del propio Ecuador, de cuya recreación han surgido varias canciones, que rebasan el ámbito específico de origen y refieren historias vinculadas a la emigración internacional de ecuatorianos, como: El migrante, del cantautor Ángel Guaraca y Dos cariños, Ilegal y El locutorio, del cantautor amazónico Byron Caicedo. En Tecnocumbia, que resulta de la fusión de la Cumbia y otros ritmos andinos bailables, las canciones más populares son: Lejos de mi hogar y Me abandonaste, de Guido Narváez e interpretadas por su esposa María de los Ángeles Tituaña y Por Internet, de autoría de Ricardo Realpe y popularizada por Azucena Aymara (Cfr. Wong, 2012; Salazar, 2014: 11-12). En pintura, como se desarrolla en el séptimo capítulo de esta tesis, la alusión a la emigración internacional de ecuatorianos, en los años finales del siglo anterior y primeros del actual, está presente en la obra del artista plástico cuencano Jorge Chalco, a través de la serie pictórica titulada “Los migrantes”. El manabita Jimmy Lara, con su obra “Recuerdos ocultos y la teoría de la pirámide según Maslow”, alude de manera directa a la emigración internacional de ecuatorianos. Paúl Rosero, en la Décima Primera edición de la Bienal de Artes de Cuenca, del año 2011, también expuso una serie de obras que aluden a los efectos de la emigración internacional de ecuatorianos. El artista plástico lojano Sigifredo Camacho Briceño, asimismo, tanto en los cuadros pictóricos como en los textos reunidos en el libro El 2 El fox Incaico es un ritmo ecuatoriano mestizo, su origen data de la primera mitad del siglo XX, está en compás de 2/2, 2/4 o 4/4, es una adaptación del ritmo norteamericano foxtrot. 17 viacrucis del migrante (2012), representa y recrea los dolores y angustias que ha generado la emigración internacional de los ecuatorianos, en los protagonistas y en sus familiares más cercanos. En teatro se debe mencionar la obra Tres (2002), de Viviana Cordero, con la actuación de Toti Rodríguez, en la que se presentan tres historias de migrantes, que abandonan el Ecuador por diversos motivos: una secretaria ministerial involucrada en actos de corrupción, una empleada doméstica y un travesti (Cfr. Moya, 2002); el grupo quiteño El Retablo Teatro, conformado por egresados de la Universidad Central del Ecuador y del Laboratorio Teatral Malayerba, bajo la dirección de Erick Cepeda y el elenco integrado por Alexandra Almeida, Nadia Rosero, Camilo Orozco y el propio Erick Cepeda ha puesto sobre las tablas la obra La línea (2008), cuya trama se refiere a la masiva salida de emigrantes desde el Ecuador (Cfr. Mora, 2008); Ulises y la máquina de perdices: monólogo post-cibernético (1998) y Medea call back (2002), de Peky Andino Moscoso (1962), retoman la tragedia griega para recrear el proceso emigratorio internacional de ecuatorianos de la época actual; y La Señora Lola (2010), de María Fernanda Ampuero (1976), vincula el teatro con la emigración y fue llevada a las tablas en Madrid, ciudad en donde reside la autora. En las artes cinematográficas, a través de películas, cortometrajes y documentales, desde hace cerca de tres décadas, se ha representado y recreado el fenómeno sociológico de la emigración internacional de los ecuatorianos. Para confirmar lo aseverado basta citar los siguientes filmes: Tiempo de Mujeres (1988), realizada por Mónica Vásquez; Problemas personales (2002), de Lisandra Rivera y Manolo Sarmiento; Fuera de juego (2002), dirigida por Víctor Arregui; Cara o cruz (2003), de Camilo Luzuriaga; Pasaje de ida (2004), de Rogelio Gordón; Prometeo deportado (2010), dirigida por Fernando Mieles; A tus espaldas (2011), de Tito Jara; Marineros (1997), Ningún ser humano es ilegal (2001) y El lugar donde se juntan los polos (2002), de Juan Martín Cueva; Bienvenido a tu familia (2009), dirigida por Diego Ortuño; y, La Churona (2011), de María Cristina Carrillo Espinoza (Cfr. Galarza, 2010; Salazar, 2014: 11). En poesía, son numerosos los bardos ecuatorianos que, desde el siglo XIX, han escrito obras en torno a la migración, interna e internacional, de ecuatorianos o el exilio político; entre los más notables destacan los siguientes: Miguel Riofrío Sánchez (1822-1879), Honorato Vázquez (1855-1933), Emiliano Ortega Espinoza (1898-1974), Jorge Carrera Andrade (1903-1978), Alfredo Gangotena (1904-1944), César Dávila Andrade (1918-1967), Jorge Enrique Adoum (1926-2009), Miguel Donoso Pareja (1931-2015), Mercedes Ortega Jaramillo (1938), Jaime Rodríguez Palacios (1940-1999), Antonio Preciado Bedoya (1941), 18 Benjamín Ortega Jaramillo (1943-2011), Raúl Arias (1944), Julio Pazos Barrera (1944), Humberto Vinueza (1944), Gloria Lastenia Álvarez Tacuri (1947), Iván Carvajal Aguirre (1948), Iván Oñate Almeida (1948), Benjamín Pinza Suárez (1950), Gladys Rodas Godoy (1958), Edwin Madrid (1961), Aleyda Quevedo (1972), Alfonso Espinosa (1974), Eduardo Barrera y Carla Badillo Coronado (1985) (Cfr. Salazar, 2014: 12). En este género literario, un ejemplo emblemático de poesía surgida de los dolores y angustias que causa la emigración internacional de ecuatorianos constituye la lojana Gladys Rodas Godoy (1957), quien como producto de su experiencia de emigrante laboral, durante trece años, en la ciudad de Madrid, ha publicado una significativa obra poética de índole testimonial. En palabras suyas, aunque inicialmente se fue solo pensando en trabajar y enviar remesas a los familiares que permanecían en el Ecuador, la realidad es que “el estado anímico con el que uno vive allá, las circunstancias que le toca pasar son una fuente para poder seguir escribiendo”. En razón de estas vivencias, el poemario Ausencias y algo más (2004) está lleno del sentimiento de dolor y tristeza, por estar lejos de la patria, tal como se pone en evidencia en el poema “No pediré nada”: “No me des el pan que te sobra / que no es hambre lo que tengo, / ni el vestido que ya no usas / que no siento frío (…). Te ofrezco mis manos / que buscan trabajo / te doy mi tiempo / que cubrirá vacíos. / No cambies mi nombre / yo tengo una historia, / mi tierra está lejos / y mi gente me espera. / Es la soledad con quien vivo / y mi equipaje está lleno / de ausencias” (Rodas, 2012: 25). En busca de la esperanza (2008) refleja mayor tranquilidad, y manifiesta una adaptación a la realidad que la autora tenía que pasar en España, como lo patentiza el poema “Esperanza”: “Poco a poco / prosigo mi camino / el equipaje más liviano / el trayecto más seguro. / Atrás se van quedando / la soledad y los temores / llenos de tristeza / por mi firme despedida” (Rodas, 2012: 41). Y en Bajo mi piel (2012), aunque ya han pasado trece años de permanencia en la ciudad de destino y la poeta haya retornado para radicarse, de manera definitiva, en el Ecuador, se patentiza el dolor de haber estado lejos de los suyos, el haber dejado a los hijos pequeños y solos, tal como se recrea en el poema “Perdón”: “Perdón una y otra vez / por este abandono obligado / que me impedirá la dicha / de verlos crecer. / Por este silencio que dejo / para calmar vuestras penas, / por la ausencia temporal que marcará nuestras vidas. / Perdón una y otra vez / por buscar en otros suelos / un mañana diferente, / por intentar lejos de casa / cambiar nuestra realidad. / Por pretender vivir sin verlos / y continuar a la espera / de un nuevo amanecer. / Quizás mañana / lo podrán comprender” (Rodas, 2012: 23). En el género testimonial existen algunas obras como Veinte reflexiones de una emigrante (2005), de María Fernanda Ampuero (1976), en torno a la experiencia emigratoria 19 de la autora en la capital de España; Sin papeles (2006), de Rosa Lastenia Gutiérrez Mora, obra en la cual la autora cuenta sus duras experiencias laborales vividas durante trece años como trabajadora doméstica en la ciudad de Bonn (Alemania); Rostros de la migración. Experiencias comentadas de inmigrantes colombianos y ecuatorianos en España (2009), de Javier Murillo Muñoz; El emigrante, del comunicador social cuencano Iván Matute Placencia, sobre su experiencia emigratoria desde el Ecuador hacia España; y, oscilando entre el ensayo, la crónica, el testimonio y las memorias, se ubica la obra colectiva: Me fui a volver: narrativa, autorías y lecturas teorizadas de las migraciones ecuatorianas (2014), de Diego Falconí Trávez y otros. En el campo del ensayo, algunas obras que permiten aproximarse al problema emigratorio originado en el Ecuador son las siguientes: El perfil de la quimera (1952), de Raúl Andrade (1905-1983), que contiene el ensayo “Teoría del destierro”, en el que, desde una perspectiva nostálgica, el autor reflexiona sobre el sentido del viaje en el mundo moderno; El apocalipsis perpetuo (2002), de Alejandro Moreano Mora (1944); “Extrañamiento y literatura” (2004), de Modesto Ponce Maldonado (1938); “Grandes emigrados de la literatura ecuatoriana” (2004), de Francisco Proaño Arandi (1944); y, Leyendo la globalización desde la mitad del mundo: identidad y resistencias en el Ecuador (2005), de autoría del catedrático universitario y crítico literario estadounidense Michael Handelsman (1948). En el género novelístico, en el Ecuador, el problema de la migración interna ha estado presente desde los inicios del Siglo XX, conforme lo patentizan cuatro novelas que aluden a este fenómeno sociológico: A la Costa (1904), de Luis Alfredo Martínez (1869-1909); El éxodo de Yangana (1949), de Ángel Felicísimo Rojas (1909-2003); Los hijos (1962), de Alfonso Cuesta y Cuesta (1912-1991); y El retorno (2013), de Aquiles Hernán Jimbo Córdova (Cfr. Salazar, 2013: 70 y ss.). En este género narrativo, la alusión al fenómeno de la emigración internacional de ecuatorianos, en dirección a Estados Unidos y otros Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, se inicia con la novela El Muelle (1933), del multifacético escritor guayaquileño Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1993); más de setenta años después continúa con El Inmigrante (2004), Gonzalo Merino Pérez (1939); El sudaca mojado (s.f.), de Mauricio Carrión Márquez; y Los hijos de Daisy (2009), de Gonzalo Ortiz Crespo (1944). En correspondencia directa con el estrepitoso incremento de la emigración de ecuatorianos hacia España advendrán las novelas que representan y recrean, literariamente, este proceso de movilidad humana. Hasta el año 2014 se han llegado a conocer seis novelas, 20   cuyas tramas narrativas giran, de manera exclusiva, en torno a esta problemática social de fondo: Camas calientes (2005), del profesor quiteño Jorge Becerra (1944); La memoria y los adioses (2006), del escritor cuencano Juan Valdano Morejón (1940); Trashumantes en busca de otra vida (2012), del intelectual lojano Stalin Alvear (1942); y La seducción de los sudacas (inédita, 2010), de autoría del prolífico y laureado narrador, también lojano, Carlos Carrión Figueroa (1944); y, dos de las siete historias (novelas cortas) derivadas de la voluminosa ficción novelesca de Carrión, que ya se han publicado como novelas independientes: La utopía de Madrid (2013) y La mantis religiosa (2014) (Cfr. Salazar, 2014: 18-19). Dentro del cuento ecuatoriano, en lo atinente a la representación y recreación de la problemática sociológica de la migración, interna e internacional, se pueden diferenciar dos grupos de obras de narrativa breve, las cuales, a través de las historias ficticias que construyen y los personajes que les dan vida, se refieren al proceso de desplazamiento físico de personas. En primer término se agrupa a los cuentos que representan las problemáticas derivadas de la migración interna, con siete textos narrativos que recrean la emigración interprovincial e interregional proveniente desde la ciudad y provincia de Loja; seis cuentos sobre la emigración desde el sector rural y pequeños poblados de la provincia del Guayas, la región Costa, en general, e incluso de otras provincias de la Sierra, en dirección a la ciudad de Guayaquil y seis cuentos que aluden a la emigración desde los sectores campesinos y pueblos de escaso y mediano número de habitantes de la Sierra andina del Ecuador, con rumbo hacia las ciudades de Quito y Cuenca. El segundo grupo de cuentos ecuatorianos, que son los que interesan en el desarrollo de esta tesis, tienen como trama argumental y referente real de fondo la emigración internacional de ecuatorianos, por causas especialmente de naturaleza económica, a las que se agregan las de carácter estructural, coyuntural, cultural, antropológico, psicológico y hasta personal de los protagonistas de la salida desde el Ecuador con rumbo hacia los países más desarrollados del Hemisferio Norte, especialmente Estados Unidos y España. En estos cuentos, en vinculación muy directa con la realidad sociológica de la problemática emigratoria y sus protagonistas, es muy evidente la representación y recreación literaria de las causas que determinan y coadyuvan en la salida desde el Ecuador, el viaje emigratorio, la llegada a los países de destino, la permanencia en ellos, las actividades laborales de las que sobreviven, las problemáticas que los afectan, los sueños de retornar al Ecuador y los desengaños que sufren los personajes que representan a los sujetos emigrantes cuando esta aspiración se hace realidad, los aspectos positivos que devienen de la emigración, así como los rasgos más sobresalientes de la identidad nacional, cultural, lingüística y personal, que 21 http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_Dama_es_una_trampa&action=edit&redlink=1 http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=La_Dama_es_una_trampa&action=edit&redlink=1                                                              caracterizan a los sujetos emigrantes provenientes del Ecuador. De esta clase de cuentos, conforme se detalla más adelante, se ha llegado a determinar la existencia de tres cuentarios3, diecisiete cuentos que se refieren a la emigración desde el Ecuador con rumbo hacia Estados Unidos; dieciocho en torno a la emigración de ecuatorianos a España; y, cuatro cuentos que recrean la salida desde el Ecuador con destino hacia otros países de Europa y del resto del mundo. Con base en lo expresado en párrafos anteriores se deduce que existe un significativo corpus narrativo, en el género cuentístico, que amerita ser analizado y valorado; motivo por el cual, a partir de los fundamentos devenidos de las diversas perspectivas disciplinarias, ubicadas en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades, de las que se requiere hacer uso como sustento teórico conceptual para analizar y valorar lo atinente al proceso emigratorio, en sus distintas fases, etapas y momentos específicos y la identidad del sujeto emigrante, representado y recreado en los cuentos ecuatorianos sobre emigración internacional, publicados ente 1972 y el 2014, emergen una serie de interrogantes como las siguientes. ¿Desde cuándo y por qué razones se han generado los principales movimientos migratorios internos en el espacio territorial que, en la actualidad, ocupa la República del Ecuador? ¿Cuáles han sido las principales rutas, de origen y de destino, de la migración interna en el Ecuador? ¿Desde cuándo se inicia la emigración internacional de ecuatorianos? ¿Cuándo la emigración de ecuatorianos hacia el extranjero cobra un mayor impulso? ¿A qué países americanos se han dirigido los nacionales del Ecuador que han salido hacia el exterior? ¿Por qué razones se habrán optado por los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, en especial Estados Unidos y España, como países de destino preferente de los emigrantes ecuatorianos, en los años finales del siglo XX y primeros del XXI? ¿De qué manera este movimiento poblacional ha sido representado por los creadores en las diversas expresiones artísticas, incluida la literaria, en sus distintos géneros? ¿Cómo el fenómeno migratorio, de carácter interno, ha sido representado y recreado en el cuento literario del Ecuador? ¿De qué manera se representa el problema sociológico de la emigración internacional en el cuento ecuatoriano? ¿Cuáles son las perspectivas disciplinarias, del ámbito de las ciencias sociales y las humanidades, más pertinentes para analizar las distintas etapas, 3 El término cuentario constituye un neologismo utilizado para referirse a un conjunto de cuentos o un libro de cuentos. En Ecuador ha sido empleado por unos pocos cuentistas como Raúl Pérez Torres, Raúl Vallejo Corral, Raúl Serrano Sánchez y Galo Guerrero Jiménez. 22 fases y momentos del proceso emigratorio internacional y la identidad del sujeto emigrante, en el cuento ecuatoriano publicado entre los años 1972-2014? En relación a los cuentos que representan y recrean la emigración internacional de ecuatorianos, que han sido seleccionados como objeto de análisis en la presente tesis, por el carácter testimonial de la mayoría de ellos, las preguntas más importantes se patentizan de la siguiente manera: ¿A qué factores causales se les puede atribuir la salida de los personajes de los cuentos que representan la emigración internacional de ecuatorianos? ¿Cómo se representa el viaje emigratorio originado en el Ecuador? ¿Cuál es la primera visión de los países y ciudades de destino emigratorio de los protagonistas de las obras de narrativa breve estudiadas? ¿Qué nivel de representación amerita el problema de los papeles que permiten ingresar y permanecer, de manera legal, en los países de destino emigratorio de los protagonistas de los cuentos analizados? ¿Cuáles son las principales actividades laborales de las que sobreviven los protagonistas de los cuentos estudiados, en calidad de emigrantes económicos provenientes del Ecuador? ¿El desempleo constituye una amenaza entre los personajes que representan a los emigrantes ecuatorianos? ¿Los espacios físicos dedicados a la vivienda, la recreación de la cultura originaria, la interacción con otros connacionales, el ocio y el esparcimiento, que disponen en los Estados nacionales de destino, son catalogados como suficientes y adecuados, por parte de los protagonistas de los cuentos ecuatorianos analizados? ¿Qué problemáticas son las que afectan, con mayor fuerza, a los protagonistas de las ficciones sobre la emigración internacional de los ecuatorianos y su entorno familiar más inmediato? ¿Cuáles son las principales consecuencias derivadas de la emigración internacional de ecuatorianos? ¿Qué nivel de importancia tiene la nostalgia, los recuerdos y la memoria entre los protagonistas de los relatos en torno a la emigración internacional de ecuatorianos, mientras permanecen fuera del país de origen? ¿Sobre qué aspectos del complejo proceso emigratorio o vinculados con él reflexionan los personajes ficticios mientras permanecen fuera del Ecuador? ¿Se mantendrá vigente el sueño de retornar al Estado nacional de partida entre quienes han salido del Ecuador? ¿Qué acontece en los personajes que representan a los emigrantes ecuatorianos cuando este acariciado sueño se hace realidad? ¿Qué aspectos positivos derivados de la emigración internacional de ecuatorianos motivan y dotan de fortaleza, para que los personajes de las obras de narrativa breve estudiadas puedan seguir adelante en la permanente búsqueda del mejoramiento económico, calidad de vida, seguridad y bienestar, en beneficio de sí mismo y de su respectiva familia? ¿Cómo se representan los rasgos que permiten caracterizar la identidad nacional, cultural, lingüística y 23 personal de los personajes de los cuentos analizados que representan la emigración internacional de ecuatorianos? Estas y otras interrogantes desembocan en tres preguntas centrales, las mismas que guían y orientan todo el proceso investigativo, en tanto se convierten en síntesis de los problemas específicos a ser desentrañados: 1. ¿Cómo ha sido representado y recreado el fenómeno sociológico de la emigración internacional de ecuatorianos, en dirección hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, de manera preferente Estados Unidos y España, en las obras de narrativa breve publicadas entre 1972 y el 2014? 2. ¿En los cuentos publicados entre 1972 y el 2014, cómo se fundamenta, describe, problematiza y analiza el complejo proceso de la emigración internacional de ecuatorianos, en sus distintas etapas, fases y momentos específicos? 3. ¿En los cuentos seleccionados como corpus narrativo de análisis, cuáles son los principales rasgos de identidad nacional, cultural, lingüística y personal, que caracterizan a los personajes que representan y recrean a los protagonistas de la emigración internacional de ecuatorianos? 2. Objetivos de investigación Con la intencionalidad de dar respuesta, fundamentada y satisfactoria, a las preguntas centrales de investigación, enunciadas en el apartado anterior, se formula un objetivo general y tres específicos, que orientan y direccionan el desarrollo del trabajo analítico propuesto y se enuncian en los siguientes términos: Objetivo general Fundamentar, describir, analizar y valorar la representación y recreación literaria del proceso emigratorio internacional de ecuatorianos, en dirección a los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, en especial Estados Unidos y España, en sus distintas etapas, fases y momentos, así como la identidad nacional, cultural, lingüística y personal del sujeto emigrante ficcionalizado en el cuento ecuatoriano publicado entre 1972 y el 2014, 24 desde una perspectiva interdisciplinaria, devenida del ámbito de las ciencias sociales y las humanidades. Objetivos específicos 1. Presentar, describir y analizar la recreación literaria del fenómeno sociológico de la migración interna, en las principales rutas de desplazamiento poblacional, dentro del territorio del Ecuador, en el marco del cuento literario publicado desde la década del treinta del siglo anterior hasta los años más recientes. 2. Fundamentar, problematizar, ejemplificar, describir y analizar el complejo proceso de la emigración internacional de ecuatorianos, en sus distintas fases, etapas y momentos específicos, conforme ha sido representado y recreado en los cuentos publicados entre 1972 y 2014. 3. Fundamentar, problematizar, ejemplificar y analizar los principales rasgos de identidad nacional, cultural, lingüística y personal que caracterizan a los personajes ficticios que representan y recrean a los protagonistas de la emigración internacional de ecuatorianos en los cuentos seleccionados como objeto de estudio. 3. Hipótesis de trabajo En los cuentos ecuatorianos seleccionados como corpus narrativo de análisis para el desarrollo de esta tesis se evidencia una amplia y pormenorizada fundamentación, problematización, descripción y análisis del complejo proceso emigratorio en sus distintas etapas, fases y momentos específicos, así como de los rasgos de identidad nacional, cultural, lingüística y personal, que caracterizan a los personajes que representan y recrean a los protagonistas la emigración internacional de ecuatorianos, en dirección hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, de manera especial Estados Unidos de Norteamérica y España. 25 4. Breve conceptualización en torno a la migración y el sujeto que la protagoniza 4.1. La migración y sus variantes La migración, según el Diccionario de la lengua española consiste en la “acción y efecto de pasar de un país a otro para establecerse en él. Se usa hablando de las migraciones históricas que hicieron las razas o los pueblos enteros”. La migración se la entiende, asimismo, como el “desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales” (Real Academia Española, 2014), a las que se agregan otros factores que la determinan o impulsan y que son de tipo natural, medioambiental, étnico, político, religioso, cultural, educativo, antropológico, psicológico y hasta personal. Muy vinculados al concepto de migración se ubican términos como la inmigración, que se refiere al hecho de que un individuo natural de un país llegue a otro para establecerse o domiciliarse en él. El inmigrante es la persona que llega a determinado Estado nacional, ciudad o lugar para residir en él, de manera temporal o definitiva. Es una categoría conceptual que se refiere al sujeto migrante desde el ángulo de mirada de los nativos del lugar o país de destino, recepción o acogida (Cfr. D`Ors, 2002: 45 y ss.). Desde la perspectiva del país proveedor de mano de obra, generalmente poco calificada, desvalorizada y por lo mismo barata, la emigración, en cambio, se refiere a la “acción y efecto de emigrar”, de salir, de partir desde el lugar de nacimiento y residencia habitual hacia otro, en el que se aspira trabajar y habitar, de manera estacional o por un tiempo indeterminado. A diferencia del exilio político, la emigración por razones económicas suele catalogársela como “voluntaria”, al menos desde el punto de vista legal y tiende a ser duradera y muchas veces permanente, aunque el emigrante, que es la persona que protagoniza el movimiento desde un punto geográfico hacia otro, tenga la esperanza, sobre todo al inicio del viaje de salida, de volver al lugar de origen. Esta aspiración no siempre se logra cumplir y cuando se concreta, en la mayoría de los casos, pone en evidencia la paradoja del desarraigo, que afecta de manera permanente a los protagonistas de la emigración, conforme se demuestra en el acápite final del sexto capítulo de esta tesis. El éxodo, que constituye una variante del fenómeno sociológico de salida de los habitantes desde un país o lugar determinado hacia otro se refiere, por tanto, a la “emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas”. Alude, entonces, a la salida en tropel, en 26 desbandada, en estampida, en masa, en abundancia, en diáspora, de todo un pueblo. Por el carácter colectivo, masivo, que tiene el éxodo, sus integrantes tienen algunos rasgos identitarios que los singularizan, como el de provenir de un mismo lugar de residencia previa del cual, prácticamente, son expelidos y, al mismo tiempo, retener una memoria colectiva de ese espacio geográfico original, tal como aconteció con la masiva salida de ecuatorianos entre 1999 y el 2004. En el ámbito de la literatura, clásicos ejemplos de este tipo de desplazamiento de personas son los que se relatan en las novelas El Éxodo de Yangana (1949), del narrador lojano Ángel Felicísimo Rojas y Éxodo (1958), del novelista norteamericano, de origen judío, León Uris (Cfr. Salazar, 2013) o en las novelas ecuatorianas enunciadas en el primer acápite de esta introducción, como por ejemplo La seducción de los sudacas, de Carlos Carrión Figueroa. Por el lugar de destino, las migraciones pueden ser internas o externas. En las primeras se presentan una serie de variantes: desde el campo a la ciudad, interprovinciales e interregionales, o sea aquellas que se realizan dentro del territorio de un mismo Estado nacional. La ruta emigratoria también se puede realizar desde el sector rural de una región o provincia en dirección al campo de colonización de otra; movimiento de personas que en el Ecuador consistió en la ocupación de nuevos espacios poco poblados, generalmente de la Región Amazónica, la Costa o Litoral o la Región Insular de Galápagos, cuando todavía era permitido asentarse en el archipiélago de Colón, sin las restricciones que se han impuesto desde los organismos de gobierno de la República del Ecuador en los últimos años. En este caso y cuando la emigración es permanente, si bien la ruptura con el lugar de origen parece radical, los vínculos afectivos, económicos o sociales, que casi siempre perduran entre el emigrante y su antiguo entorno social y natural, hacen del sujeto protagonista de la migración un habitante diferente, tanto de los nativos de la región o provincia de asentamiento como de los que permanecen en el lugar de origen (Cfr. Salazar, 2014: 9). Las emigraciones externas se refieren al “conjunto de habitantes de un país que trasladan su domicilio a otro por tiempo ilimitado, o, en ocasiones, temporalmente”. Se las conoce, también, como emigraciones internacionales, por tener como origen y destino Estados nacionales diferentes. Ejemplos de esta naturaleza son los que originaron en el Ecuador con dirección hacia Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, España, Italia u otros países del Hemisferio Boreal, en el transcurso de los años finales del siglo XX y primeros del XXI, período histórico del Estado nacional andino antes mencionado que se constituye en el contexto referencial de la mayoría de los cuentos seleccionados como objeto de análisis. 27 4.2. El sujeto emigrante, un agente proactivo Al referirse al protagonista del desplazamiento internacional de personas se hace necesario establecer una clara diferencia entre el exiliado político y el emigrante económico o de otra naturaleza. Desde esta perspectiva, el escritor hispanoargentino Andrés Neuman sostiene que “los exiliados son los perseguidos, los que se marchan sí o sí, como ocurrió por ejemplo durante el éxodo argentino o chileno a finales de los setenta. Los demás, los que por un motivo u otro se marcharon o tuvimos que seguir a nuestros padres, con menos urgencia o quizá con más dudas, somos simples emigrantes” (Neuman, 2011: 202). Desde un similar ángulo de visión se ha puesto de manifiesto que el emigrante económico o laboral se refiere a la “persona que abandona su país de origen únicamente por razones económicas que no guardan ninguna relación con la definición de refugiado, o con el fin de mejorar sus condiciones materiales de existencia” (Comisión Europea, 2012: 143). El sujeto emigrante, según el ángulo de visión desde el que se lo mire o el locus de enunciación en el que se sitúe el discurso para referirse a él, se lo ubica al mismo tiempo en dos espacios geográficos muy distintos y distantes entre sí: en el lugar de partida es el emigrante y en el de llegada el inmigrante, motivo por el cual se convierte en un ser duplicado, inclasificable, fragmentado, desterritorializado; un sujeto en tránsito, situado entre “viejos” y “nuevos” mundos, “que hace de la migración, y entonces de la frontera, su condición existencial” (Cairati, 2014: 124). Esta compleja circunstancia del desplazamiento físico de personas ha derivado en que se defina al sujeto migrante por una doble ausencia: “ausencia en la propia patria, en el lugar de origen, y ausencia en la sociedad de acogida, en donde el inmigrado resulta un elemento invisible y ajeno” (Cairati, 2014: 120). Esta doble ausencia, en el lugar de origen y en el de llegada, se constituye en una problemática experiencia de la que son muy conscientes los personajes de los cuentos analizados en esta tesis, pues como lo expresa uno de los protagonistas de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila: “Y nosotros mi señor somos –quiera usted o no– ausentes y así hemos de serlo quién sabe hasta cuándo” (Galarza, 2009: 64). Por esta doble ausencia, permanente ambivalencia y complejidad identitaria del sujeto emigrante, al permanecer como “apoyado sobre dos témpanos en alta mar, sin lograr poner las dos piernas en uno solo” (Valero, 2004: 41), en palabras del recordado profesor y crítico peruano Antonio Cornejo Polar, su discurso se caracteriza por ser “radicalmente descentrado, en cuanto se construye alrededor de ejes varios y asimétricos, de alguna manera incompatibles y contradictorios de un modo no dialéctico”; motivo por el cual el autor citado considera que 28 el “desplazamiento migratorio duplica (o más) el territorio del sujeto y le ofrece o lo condena a hablar desde más de un lugar. Es un discurso doble o múltiplemente situado” (Cornejo Polar, 1996: 841). Al hablar del emigrante económico, de cuya representación tratan la mayoría de los cuentos estudiados en esta tesis, en función del estatuto legal de los protagonistas, en el Estado nacional de destino o tránsito, se habla de legales, regulares, documentados o con papeles y, desde otro punto de vista, que por desventaja es el mayoritario, en el actual proceso emigratorio internacional, originado en los países del Hemisferio Sur con dirección hacia el Norte, se refiere a los “ilegales”, “irregulares”, indocumentados, clandestinos o “sin papeles”. Con base en las reflexiones antes efectuadas, en la presente tesis se utilizará el término sujeto emigrante, para referirse a aquel individuo de nacionalidad ecuatoriana que, generalmente, por causas de naturaleza económica (Cfr. Sadaba, 2007: 106), ha salido del Ecuador para trasladarse a otro Estado nacional más desarrollado del Hemisferio Norte, de preferencia Estados Unidos y España, que le ofrecen la oportunidad de mejorar los ingresos económicos y con ello elevar el nivel y calidad de vida, seguridad y bienestar de sí mismo y de su respectiva familia o, simplemente, de satisfacer las necesidades humanas básicas y poder sobrevivir. Este tipo de emigrante, para cumplir el propósito inicial del viaje fuera del Ecuador, una vez que llega al país de destino acepta “cualquier trabajo”, por el valor que tengan a bien pagarle los empleadores o los intermediarios que contratan su fuerza de trabajo y sobrellevando una vida llena de privaciones, materiales y de otra naturaleza, se esfuerza por generar los recursos económicos que le permitan enviar remesas, en dinero y/o especies, a los familiares que permanecen en el Ecuador; o bien, mediante un sacrificado ahorro, reagrupar a la familia en el país de destino o retornar al Ecuador, una vez superada la dificultad económica inicial que lo obligó a emigrar y quedarse a vivir en él, de manera temporal o definitiva. En coherencia con el hecho de que la mayoría de los cuentos analizados han sido escritos desde la perspectiva del Ecuador, como país emisor de migrantes, se asume este lugar de enunciación y en el discurso de la tesis siempre se habla de sujeto emigrante, emigrante o emigrante ecuatoriano. En la redacción del trabajo académico, a más de la contundencia de los resultados de los estudios realizados sobre la emigración internacional proveniente del Estado nacional andino en estudio, la perspectiva desde la cual se han situado los cuentistas ecuatorianos objeto de interés, la experiencia personal y familiar del autor de esta tesis y la orilla de ubicación en la lectura de los cuentos analizados explican, también, que en los textos citados y analizados se advierta una visión bastante dolorida, desengañada y hasta pesimista, 29 respecto de la pertinencia de la salida de ecuatorianos. Con fundamento en estas realidades y por el ángulo de enfoque del estudio asumido, en el desarrollo de la tesis más pesan los contenidos que se destinan a describir y analizar los problemas devenidos del proceso emigratorio y los aspectos que afectan, golpean y causan dolores a los sujetos emigrantes, en comparación con las dimensiones positivas, en beneficio del país de origen, los Estados nacionales de destino, el emigrante y su familia, que también están presentes en todo fenómeno migratorio, realidad que se refleja, también, en el contenido de los cuentos investigados. Conforme se desarrolla en el acápite correspondiente del quinto capítulo de esta tesis, entre las problemáticas a las que tienen que hacer frente los emigrantes ecuatorianos en los Estados nacionales de destino, ocupa un lugar destacado la percepción estereotipada y estigmatizante que se proyecta desde la mirada de algunos nativos, en desmedro de los migrantes venidos del Sur y entre ellos los nacionales del Ecuador. Así, en Europa, a los inmigrantes que proceden de cualquier país latinoamericano, con un tono despectivo, se los moteja de “sudacas”. En Estados Unidos se habla, en cambio, de “espaldas mojadas” para referirse a los inmigrantes que, provenientes del Sur del continente americano, han logrado burlar los controles fronterizos, atravesando el río Bravo a nado. Ya una vez dentro de Estados Unidos, indistintamente del país de origen, todos son tratados como latinos o hispanos (Cfr. D`Ors, 2002: 60) o pardos (brown, en idioma inglés). Debido a estas visiones negativas, cuando se habla de emigrantes económicos e indocumentados, desde una visión xenofóbica y racista de la cual son víctimas propiciatorias los emigrantes económicos de estos últimos años, se atribuyen una serie de epítetos peyorativos, en contra de los individuos de esta condición: “invasor, ladrón, peligro, ajeno, distinto, precario, indocumentado y un largo y lamentable etcétera” (Ampuero, 2014: 37). De esta dura realidad tienen plena consciencia los emigrantes ecuatorianos, quienes afirman que para los ojos de algunos ciudadanos de los países de destino “somos ilegales, clandestinos, delincuentes, somos seres irregulares, marginales, liminales y desamparados, pero nos necesitan para diferenciarse de nosotros y contribuir con nuestra presencia a su orden preestablecido” (Orellana, 2014: 48). En España, por ejemplo, la aparición de la figura del inmigrante ecuatoriano “está ligada en general a la ilegalidad, al hacinamiento, a la explotación laboral, a los homicidios, a la delincuencia, a los disturbios provocados por el alcoholismo de ciertos ecuatorianos y por los encuentros organizados en espacios públicos como parques, canchas de fútbol, etc.” (García, citado por Falconí, 2014: 164). Por esa razón, al ecuatoriano en España se lo cataloga como un “sujeto extraño, sospechoso, invasivo, al que se le mejoraba la vida radicalmente y 30 por tanto debía estar eternamente agradecido e incluso dedicado al servicio del (…) español, aunque con la posibilidad, sí, de invención subjetiva otorgada por el Estado de bienestar de la Eurozona” (Falconí, 2014: 164). Sin embargo, no obstante la existencia de estas dificultades, desde la otra orilla del pensamiento y como se advertirá en el acápite correspondiente de esta tesis, también se ponen en evidencia las visiones positivas que tienen otros tantos ciudadanos españoles de corazón amplio, generoso y hospitalario, respecto del colectivo de emigrantes ecuatorianos y sus aportes al Estado y al pueblo español. Con fundamento en la visión positiva respecto de los nacionales del Ecuador y como se desarrolla en el séptimo capítulo, el sujeto emigrante ecuatoriano ficcionalizado en los cuentos analizados, en su gran mayoría, se caracteriza por constituir el propio agente proactivo que piensa, reflexiona y actúa en procura de superar una vida llena de privaciones materiales en el lugar de origen y generar la “posibilidad de acceder a bienes que no poseía en un principio, beneficiarse, disfrutar de una especie de bienestar que uno se otorga a sí mismo y que es uno mismo quien se lo procura” (Foucault, 1994: 35). Por ello, como lo anticipaba el sociólogo ecuatoriano Belisario Quevedo, los emigrantes económicos procedentes del Ecuador, que no se resignan a seguir padeciendo las penurias económicas y las limitaciones materiales en el país de origen se identifican “con un espíritu de lucha que siempre se niega a ceder y que quiere ser vencedor a todo trance (…), una intensa conciencia del yo y un sentimiento paralelo de complacencia en él (…), un sentimiento profundo de la responsabilidad personal; la costumbre de contar consigo mismo y no responder más que a sí mismo en sus actos” (Quevedo, 1981: 247). Desde esta orilla de pensamiento y retomando la propuesta de sujeto migrante ideada por Antonio Cornejo Polar y desarrollada por Raúl Bueno (2004: 55), bien se podría decir que los emigrantes ecuatorianos representados y recreados en los textos de narrativa breve analizados se caracterizan, también, por poseer un espíritu activo, proactivo, performativo (hacen lo que dicen), de lucha y superación, ya que por sí mismos y sin esperar nada de nadie, tratan de convertir sus pensamientos, ideas y sentimientos en acciones y hechos tangibles, con el propósito de satisfacer las necesidades básicas e incluso de niveles superiores, de sí mismos y de la respectiva familia, que depende de ellos, bien sea en el Ecuador como país de origen o en el Estado nacional de destino emigratorio, en donde han conseguido reunificarse. 31 5. Antecedentes y estado de la cuestión Como ya se expresó con anterioridad, el proceso migratorio en el Ecuador, sea en el ámbito interno o internacional, ha sido representado y recreado en las más diversas expresiones de la dimensión artística de la cultura y dentro de las artes literarias, en sus géneros más representativos. En el ámbito de la narrativa de ficción, en el género cuentístico, conforme se desarrolla en el primer capítulo de esta tesis, se han encontrado diecinueve cuentos publicados en lapso de más de ocho décadas, entre 1923 y el 2008, que representan y recrean el fenómeno sociológico de la migración interna, en distintas direcciones: rural–rural, campo–ciudad, interprovincial e interregional, desde la Sierra hacia la Costa y la Amazonía. Sobre la recreación literaria del fenómeno sociológico de la emigración internacional, en especial con dirección hacia Estados Unidos, España y otros países más desarrollados del Hemisferio Norte, se han detectado tres libros íntegros y treinta y nueve cuentos independientes, de autoría de veinte y siete narradores ecuatorianos, los cuales han sido publicados entre 1972 y el 2014. Esta gran cantidad de cuentos de autoría de narradores ecuatorianos, que tienen como base referencial y tema de fondo la problemática de la emigración internacional, constituye una muestra fehaciente del elevado nivel de importancia que adquirió este fenómeno sociológico en el Ecuador, cuyas repercusiones han trascendido los ámbitos más comunes de análisis y han hecho sentir su presencia en los campos de lo cultural, artístico y literario. Desde estas múltiples perspectivas de análisis del proceso emigratorio y los sujetos que lo protagonizan es importante remarcar que los cuentos seleccionados como objeto de estudio, por su carácter realista y en algún caso testimonial, se constituyen en otra fuente alternativa de información y conocimiento, que permiten ayudar a comprender y explicar la diversidad de problemáticas vinculados con la emigración y los profundos cambios en la sociedad ecuatoriana derivados de la masiva salida de sus habitantes hacia el extranjero. Problemas y cambios nunca antes experimentados por los ecuatorianos que por su magnitud, relevancia y actualidad se han constituido en objeto de interés de parte de los profesionales y expertos en los campos de la sociología, la economía, la política, el derecho, la comunicación, la historia, la antropología, la filosofía, la psicología, la educación, la lingüística, la cultura, las artes y otras disciplinas científicas, preferentemente las ubicadas en el ámbito de las ciencias sociales y humanas. En el campo estrictamente literario resulta pertinente poner de relieve que en relación al estudio de los cuentos que se centran en la representación y recreación literaria de la 32 migración interna en el Ecuador es de justicia mencionar el trabajo analítico realizado por la narradora y crítica literaria Martha Rodríguez Albán, quien sostiene que entre los narradores ecuatorianos de la década del cincuenta del siglo XX, se advierte cuán poco duraría la euforia del discurso del progreso y la ilusión de los emigrantes pobres que, desde los sectores rurales y los pequeños pueblos, llegaron masivamente a las principales ciudades del Ecuador. En efecto, para los años de escritura y publicación de las obras narrativas en referencia, los protagonistas del desplazamiento geográfico de personas y sus familias continuaban pobres, estaban hacinados, habitando en insalubres barrios periféricos de Quito, Guayaquil, o lugares apartados de Cuenca u otros pueblos pequeños, conforme se patentiza en algunos cuentos de César Dávila Andrade y Pedro Jorge Vera; con empleos mal remunerados o sin ellos, en la representación que se desarrolla en los cuentos de los narradores cuencanos Arturo Montesinos Malo, Mary Corylé y Alfonso Cuesta y Cuesta; o se encuentran enfermos o muchas veces muriendo, sin pena ni gloria, como se evidencia en los textos narrativos de Rafael Díaz Ycaza, Eugenia Viteri y Walter Bellolio (Cfr. Rodríguez Albán, 2006: 118). María Fernanda Ampuero (2003), en cambio, lee comparativamente y desde la categoría de sujeto nómada los cuentos de Gabriela Alemán (1968), Yanna Hadaty (1969) y Leonardo Valencia (1969), que han escrito y publicado sus primeras obras en la década del noventa del siglo anterior, es decir, solo unos años antes de que se produjera la salida masiva de ecuatorianos con dirección hacia España. Raúl Serrano Sánchez, en los límites de extensión que permite una ponencia y desde la perspectiva del sujeto migrante, contextualiza (en lo social y literario), presenta, describe y analiza, con énfasis en la dimensión temática y metafórica, una veintena de cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos en dirección hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, con Estados Unidos y España como destinos preferentes (Cfr. Serrano, 2013: 193-222). Por las obras de narrativa breve elegidas como objeto de interés, los acápites desarrollados de una forma bastante libre y compendiada y las ideas esbozadas o insinuadas, este trabajo de Raúl Serrano Sánchez, junto con los de temáticas similares ya ejecutados (Salazar, 2011) o iniciados (Salazar, 2014) por el autor de esta disertación, se constituyó en uno de los antecedentes analíticos más inmediatos y referente básico en la germinación y formulación del perfil del proyecto de investigación literaria, que sirvió de base para la estructuración, redacción y presentación de la tesis que ahora se hace pública. En el contexto internacional, aunque a criterio de algunos críticos, “el exilio cuenta con un estatus reconocido como tema literario, mientras que la migración es un tema todavía bastante marginal, sobre todo en el ámbito hispánico” (Meis, 2010: 18), la verdad es que ya 33 existen varios estudios críticos, analíticos, valorativos e interpretativos sobre la narrativa de ficción que tiene como base, fundamento y referente real de fondo el fenómeno sociológico de la emigración internacional, sobre todo desde los países ubicados en el Hemisferio Sur hacia el Norte, conforme lo demuestran los ensayos analíticos e investigaciones, en torno a temáticas de similar naturaleza que ya existen sobre la narrativa de ficción, en especial en el género cuentístico, en otros Estados nacionales del universo hispánico. Ejemplos de esta naturaleza constituyen los estudios que se centran en la valoración socioliteraria de los cuentos sobre la emigración a Nueva York en el cuento puertorriqueño (Falcón, 1988; Landrón Quintero, 1990); el desarraigo en la cuentística cubana (Eisterer Barceló, 2004); el tema migratorio en el cuento cubano contemporáneo (Machado, 2010); la emigración laboral de españoles hacia otros países europeos, representada en la obra cuentística, según los estudios realizados por José Rodríguez Richart, Ana Casas, Dolores Soler-Espiauba, que se integran en el libro editado por Irene Andrés-Suárez (2004); la inmigración de Marruecos y de otros países africanos en la narrativa española (Abrighach, 2006; Rueda, 2010; Zovko, 2010; y, Akaloo, 2012); el fenómeno migratorio a través de la narrativa hispánica contemporánea (González, 2013); la inmigración desde distintos países del Hemisferio Sur en la narrativa española contemporánea (Andrés-Suárez, 2002); el sujeto migrante en la narrativa colombiana de los años más recientes (Valero, 2004 y Ramírez, 2008); la inmigración en la literatura hispanoamericana contemporánea (Quiroga, 2009); la migración en la narrativa latinoamericana de la actualidad (Manzoni, s.f.); la emigración en la reciente narrativa argentina (Wamba, 2010); la literatura migrante en la formación de la conciencia nacional argentina (Serafín, 2011); y la emigración de peruanos hacia Gran Bretaña y Estados Unidos, en los últimos años (Cairati, 2014). Los resultados de los estudios antes mencionados demuestran que los textos literarios ofrecen opciones alternativas de acercamiento al fenómeno migratorio, en sus múltiples dimensiones y aportan a los estudiosos de esta problemática social “elementos nuevos para la investigación por la forma en que los autores exponen y reflejan la realidad histórica que toman como referencia” (Machado, 2010: 17). La lectura de los trabajos analíticos, además, ponen de manifiesto que a través de la narrativa de ficción se puede develar nuevos matices de las problemáticas sociales que han sido soslayadas, silenciadas u olvidadas y, en ese sentido, los cuentos construidos en torno a problemáticas migratorias pueden llegar a constituir “un instrumento de indagación, un modo de conocimiento de hombres y de épocas, es decir, un modo de conocimiento que rebasa, en muchos casos, las intenciones del autor” 34 (Osorio, 2011). Es que el discurso del cuento literario, de manera complementaria a lo que se realiza mediante otras disciplinas científicas, adscritas al campo de las ciencias sociales y las humanidades, que han abordado el fenómeno sociológico de la emigración internacional y que ya se han mencionado con anterioridad, cumple, también, las funciones de “describir y denunciar, en forma velada y artística, una problemática social, económica, ideológica, política (…), descubrir lo invisible, lo no dicho, lo olvidado, lo marginado” (Salazar, 2014: 88). Las reflexiones efectuadas tienen su razón de ser por cuanto ni la cultura, ni el arte y mucho menos la literatura son asépticas, neutrales o inocentes. En este sentido el discurso literario, en una sociedad de abismales diferencias socioeconómicas entre connacionales, como es la ecuatoriana, de manera directa o indirecta, en muchas ocasiones alude al poder, la hegemonía, la dominación o a su cuestionamiento. Concomitante con lo anterior, si bien a la literatura no siempre es fácil hacerla corresponder, de manera directa, con el poder político, económico o de otra naturaleza o con su más acerva crítica, se produce y existe en virtud de un intercambio desigual con varios tipos de poderes: político, cultural, estético, intelectual o moral, aunque fuera para cuestionarlos, rebatirlos e intentar deconstruirlos o desestructurarlos, desde sus mismos cimientos. Desde la perspectiva analítica antes esbozada y en relación directa con lo expresado, en el desarrollo de la presente tesis, la elección de la perspectiva de análisis y la priorización de la fundamentación que sobre el fenómeno de la emigración internacional de ecuatorianos aportan las disciplinas científicas ubicadas en el campo de las ciencias sociales y humanas se justifica porque frente a un acontecimiento englobante, multidimensional, traumático y de tantas repercusiones en la realidad socio histórica del Ecuador y en la vida cotidiana de un significativo porcentaje de sus habitantes, lo que más resalta en los cuentos escritos bajo la inspiración de esta problemática y que han sido seleccionados como objeto de estudio es su valor testimonial, problematizador y analítico de un complejo y multifacético fenómeno de movimiento físico de personas que deja imborrables huellas en la historia más reciente del Ecuador; por ello, se ha puesto énfasis en la valoración de lo que se dice en los cuentos respecto del complejo proceso de la emigración internacional de ecuatorianos, en sus distintas etapas, fases y momentos y la caracterización de la identidad del sujeto que protagoniza la salida de ecuatorianos hacia el extranjero. Por supuesto que lo manifestado no significa desmerecer la calidad estética que tienen los cuentos, que aluden a la emigración internacional de ecuatorianos, como obras de arte de validez autónoma, solo que la mayoría de los cuentos seleccionados como corpus narrativo de 35 análisis más bien se emparientan con las características del realismo social desarrollado en la primera parte de la tesis, cuyo lema en la literatura ecuatoriana fue “la realidad y nada más que la realidad”; por lógica consecuencia, en virtud de la traumática problemática social de la emigración internacional de ecuatorianos en la que se inspiran, aluden o tienen como tema central y referente de fondo no pareció pertinente priorizar y enfatizar en los aspectos narratológicos intrínsecos, formalistas e inmanentistas de las obras de narrativa breve estudiadas. Con fundamento en las argumentaciones formuladas, con el propósito de contribuir al estudio del cuento ecuatoriano que recrea el fenómeno sociológico de la emigración internacional de ecuatorianos y como una segunda parte del Proyecto de investigación institucional, auspiciado por la Universidad Nacional de Loja: El proceso migratorio y el sujeto migrante en la narrativa ecuatoriana (2012), después de desarrollar la investigación en torno a La emigración internacional en la novelística ecuatoriana (2014), que fue defendida como tesis de doctorado en Filosofía en un Mundo Global en la Universidad del País Vasco, ahora se presenta esta tesis sobre El sujeto emigrante en el cuento ecuatoriano (1972-2014). 6. Metodología utilizada Con posterioridad a haber presentado una tesina de máster sobre La migración en las novelas El éxodo de Yangana de Ángel Felicísimo Rojas y La seducción de los sudacas de Carlos Carrión Figueroa (Salazar, 2011) y haber iniciado el desarrollo de la tesis sobre La emigración internacional en la novelística ecuatoriana (Salazar, 2014) y conforme ya se anticipó en el acápite anterior, la idea de analizar la representación y recreación literaria del sujeto emigrante en el cuento ecuatoriano, que tiene como referente real y problemática de fondo el fenómeno sociológico de la emigración internacional originado en el Ecuador, se clarificó y definió en el mes de octubre del año 2011, luego de escuchar la ponencia de Raúl Serrano Sánchez: “Sujeto migrante en el cuento ecuatoriano del siglo XX y el entre siglo” (Serrano, 2013), presentada en el XI Encuentro Sobre Literatura Ecuatoriana “Alfonso Carrasco Vintimilla”, organizado por la Carrera de Lengua, Literatura y Lenguajes Audiovisuales, de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, de la Universidad Estatal de Cuenca. 36 Con esta motivación inicial se escribió sendos correos a profesores de literatura ecuatoriana, ensayistas y críticos literarios, que se desempeñaban como docentes de carreras de grado o programas de postgrado vinculados con este apasionante ámbito de la dimensión artística de la cultura, en las principales universidades de las ciudades de Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja, en los que se les solicitaba la orientación bibliográfica requerida para la adecuada y fundamentada elaboración del perfil de proyecto de investigación, que con la denominación de El proceso migratorio y el sujeto migrante en la narrativa ecuatoriana se presentó a la Dirección de Investigaciones de la Universidad Nacional de Loja, con la intencionalidad de obtener el aval y apoyo para su desarrollo, en la convocatoria institucional formulada en el año 2012. A dicha consulta fueron sensibles y respondieron algunos distinguidos amigos, como los doctores Fernando Tinajero Villamar, de la Universidad Central del Ecuador; Raúl Serrano Sánchez y Martha Rodríguez Albán, de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador; Carlos Calderón Chico, de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) de la ciudad de Guayaquil; Jorge Dávila Vázquez, de la Universidad Estatal de Cuenca; Galo Guerrero Jiménez, de la Universidad Técnica Particular de Loja; y Noé Bravo Vivar, de la Universidad Nacional de Loja. Con la ubicación de la bibliografía básica y lectura inicial de las principales novelas y algunos cuentos que se han escrito, teniendo como base referencial la problemática social de la migración, interna e internacional, en el Ecuador, se advirtió la magnitud y complejidad de la temática que abarcaba el proyecto presentado al Alma Máter lojana, motivo por el cual, cuando correspondió presentar y sustentar el perfil de proyecto de investigación institucional exigido para completar las bases de postulación al Programa de Becas de Doctorado (PhD) para Docentes de Universidades y Escuelas Politécnicas, ofertado por la Secretaría de Educación, Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), del Gobierno del Ecuador, se consideró pertinente distribuir el trabajo analítico en los dos grandes géneros narrativos: novela y cuento. Con base en esta decisión, la investigación que ahora se presenta como tesis se centró solo en las obras de narrativa breve en torno a la emigración internacional de ecuatorianos, que se han escrito y publicado en las cuatro últimas décadas. Una vez decidida esta primera delimitación, en contenido y tiempo, para el desarrollo del trabajo analítico previsto se empleó la metodología y las técnicas propias de la investigación bibliográfico documental. Para el desarrollo del proceso investigativo se recurrió a dos tipos de fuentes de información: las primarias, que comprenden los textos de los cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos, publicados entre 1972 y 2014; y las secundarias, que incluyen, a más de los cuentos que recrean la migración interna en el 37 Ecuador, otro tipo de información contenida en libros, artículos, tesis, diccionarios, testimonios de emigrantes, películas sobre migración, noticias y reportajes dadas a conocer a través de los medios de difusión colectiva y vídeos en la red You Tube, las mismas que permitieron acercarse a la fundamentación teórico–conceptual y referencia empírica existente y que se requería para abordar la compleja problemática de la emigración internacional, originada en el Hemisferio Sur en dirección al Norte, desde la perspectiva de las ciencias sociales y las humanidades, que se consideraron como las bases teóricas más pertinentes para analizar las distintas, etapas, fases y momentos específicos del proceso emigratorio de los ecuatorianos y la identidad del sujeto emigrante, representado y recreado literariamente, en los cuentos seleccionados como objeto de estudio. En la perspectiva de alcanzar los objetivos específicos previstos en el Plan de Investigación que se aceptó, de manera preliminar, en el Departamento de Filología Española IV (Bibliografía Española y Literatura Hispanoamericana), de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, se partió de una lectura inicial de todos los cuentos ecuatorianos que representan y recrean, literariamente, el fenómeno sociológico de la migración, interna e internacional; en un segundo momento se procedió a la lectura analítica, comprensiva y crítica de las obras que, desde las diversas perspectivas disciplinarias, ya aludidas con anterioridad, trabajan tanto el proceso emigratorio, en sus diferentes fases como los rasgos de la identidad nacional, cultural, lingüística y personal del sujeto emigrante que protagoniza el desplazamiento físico de personas, desde el Ecuador hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, en especial Estados Unidos y España; para, en una tercera fase, realizar una nueva lectura de los cuentos sobre la emigración internacional seleccionados como objeto de estudio, con la finalidad de extraer las citas textuales, que se las consideró más representativas y pertinentes, para el desarrollo del análisis crítico, valorativo e interpretativo previsto. La búsqueda y recuperación de la información requerida para la ejecución del proceso investigativo, en soportes físicos y electrónicos, siguió la secuencia tempo-espacial que se detalla a continuación. En la ciudad de Loja (Ecuador), el proceso de consulta se inició en los meses de noviembre y diciembre de 2013, continuó en los meses de julio, agosto y septiembre de 2014, avanzó entre diciembre de 2015 y enero de 2016 y se lo concluyó, con una última visita, en agosto de 2016. Para concretar la consecución de la información requerida se acudió a las bibliotecas de la Universidad Nacional de Loja y Universidad Técnica Particular de Loja; la Biblioteca Máximo Agustín Rodríguez, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo Provincial de Loja; las bibliotecas del Gobierno Autónomo 38 Descentralizado del Cantón Loja, Gobierno Provincial de Loja y del Museo del Banco Central del Ecuador, que en la actualidad se encuentra bajo la administración de la Dirección Provincial de Loja, del Ministerio de Culturas del Ecuador. En la ciudad de Cuenca (Ecuador), durante los meses del año en que se inició la investigación bibliográfica, a más de la consulta con escritores de narrativa de ficción y críticos literarios vinculados con las universidades de esta urbe, se investigó en la Biblioteca de la Universidad del Azuay; en el Centro de Documentación Regional “Juan Bautista Vázquez”, de la Universidad Estatal de Cuenca; y en la Biblioteca Municipal “Daniel Córdova Toral”, del Gobierno Autónomo Descentralizado de la capital azuaya. En el transcursos de estos mismos meses, en la ciudad de Quito se investigó los fondos bibliográficos de las siguientes casas de estudios superiores: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Universidad Central del Ecuador, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Universidad Politécnica Salesiana, Campus Girón y Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede Ecuador. De manera simultánea, en esta misma ciudad, se visitó la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, de la Compañía de Jesús; la Biblioteca Nacional del Ecuador Eugenio Espejo, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión; y la Biblioteca del Centro Cultural Benjamín Carrión. En la ciudad de Madrid fueron determinantes tanto la tutoría académica inicial del Dr. Niall Binns, Director de Tesis, como las sugerencias bibliográficas de los otros doctorandos que se encontraban bajo su tutela académica: Edmundo Garrido, Jesús Cano Reyes, Ana Casado Fernández, Celia de Aldama Ordóñez, Mónica Moreno Ramos y Sonia López Baena. De similar manera, fue valioso el apoyo brindado por el chileno Pedro Aldunate Flores, cursante de un posdoctorado en la Universidad Complutense de Madrid y la dramaturga hispanoauruguaya Denise Despeyroux. Con estas orientaciones metodológicas y referencias bibliográficas, entre los meses de enero y julio de 2014 y septiembre de este mismo año y hasta abril de 2015, se consultó los fondos bibliográficos de la Biblioteca Nacional de España, de la Biblioteca Hispánica de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y de las bibliotecas de la Universidad Complutense de Madrid, en especial la Biblioteca de Humanidades María Zambrano y las bibliotecas de las facultades de Filología, Filosofía, Geografía e Historia, Educación y Ciencias Políticas y Sociología. En el Reino de España, con similares propósitos, durante los meses de mayo y junio de 2015, se visitó y consultó los fondos bibliográficos de la Biblioteca General San Isidoro de la Universidad de León y la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, así como las que 39 existen en cada uno de los departamentos de esta Facultad. Por estas mismas fechas se buscó y recuperó información en la Biblioteca Pública de la ciudad de León. Se utilizó, asimismo, las bases de datos electrónicas a las que tienen acceso pagado la Universidad Nacional de Loja, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de León. Este proceso de búsqueda y recuperación de la información requerida se complementó con la que se pudo obtener a través de los motores de búsqueda, catálogos electrónicos de bibliotecas universitarias, plataformas bibliográficas y otras bases de datos electrónicas. En esta perspectiva es necesario puntualizar que, de los múltiples sitios disponibles en la Internet, You Tube se ha convertido en una importante soporte de información, ya que a través de los vídeos que se han subido se ha podido acceder a temáticas sobre las que todavía existe muy poca información en otro tipo de soportes. Con base en lo previsto en el Plan de Investigación, aprobado por la Comisión Académica del Programa de Doctorado, en el Departamento de Filología Española IV, en el mes de junio de 2014 y las Normas para la presentación de las tesis de doctorado vigentes en la Universidad Complutense de Madrid, los datos e información obtenida en los documentos impresos y electrónicos recuperados se organizaron de acuerdo a las tres partes, once capítulos y los subcapítulos previstos en el esquema preliminar, el cual sirvió de base para la redacción, corrección y presentación final de la tesis, cuyo desarrollo analítico se explicita en las páginas subsiguientes. 40 PRIMERA PARTE: EL CUENTO ECUATORIANO SOBRE MIGRACION, INTERNA E INTERNACIONAL 41 CAPÍTULO I. LA MIGRACIÓN INTERNA EN EL CUENTO ECUATORIANO El contenido de este capítulo se distribuye en tres subcapítulos. El primero, “Los movimientos migratorios en la historia del Ecuador”, se organiza en cuatros acápites: los orígenes migratorios del Ecuador actual; la migración de carácter interno, que parte desde la Región Sierra y se dirige hacia la Costa y la Amazonía y la que se origina en los sectores rurales en dirección a las medianas y grandes ciudades del país; la emigración internacional de ecuatorianos, desde mediados del siglo XX hasta inicios del XXI; y, Estados Unidos y España, como los principales países de destino de la emigración ecuatoriana, en las últimas dos décadas. En el segundo subcapítulo, “El realismo en el cuento ecuatoriano”, luego de sintetizar el desarrollo cronológico del cuento en el Ecuador, se presenta lo referido al surgimiento del realismo social en el cuento ecuatoriano, en las décadas del treinta y cuarenta del siglo XX, en cuya tendencia literaria se ubican los cuentos seleccionados como objeto de estudio. El tercer subcapítulo, “La representación y recreación literaria de la migración interna en el cuento ecuatoriano”, desarrolla en tres apartados: la emigración interregional, proveniente de la ciudad y provincia de Loja, representada en siete cuentos; la emigración originada en diferentes sectores rurales y pequeños pueblos de la Costa y la Sierra que se dirige a la ciudad de Guayaquil, recreada en seis relatos; y, la emigración desde el campo y los poblados hacia las ciudades de Quito y Cuenca, trabajada en seis cuentos. 1. Los movimientos migratorios en la historia del Ecuador 1.1. Los orígenes migratorios del Ecuador actual La migración humana constituye un fenómeno sociológico consubstancial al origen y desarrollo histórico de la cultura y la civilización, en los distintos puntos cardinales del planeta; existe, incluso, un acuerdo generalizado entre múltiples estudiosos, en el sentido de que “todos los seres humanos pertenecemos a una sola y única especie, procedente de África, expandida por el Viejo mundo hace 70.000 años, y en el Nuevo hace 40.000” (Gómez, 2000: 35). Por el carácter nómada que es consubstancial a la humanidad, no constituye ninguna novedad el hecho de que el espacio geográfico que en la actualidad ocupa la República del 42                                                              Ecuador esté marcado por los orígenes migratorios de sus habitantes; pues como lo expresó en su momento Leopoldo Benites Vinueza, los primeros pobladores del Ecuador provienen de los cuatro puntos cardinales del horizonte: “del norte llegaron oleadas migratorias de mayas, quichés, chibchas y caribes (…). Vinieron del sur: de las tierras yungas y del chimú. Quizá aymaraes (…). Vinieron del oriente: no falta la hipótesis de migraciones amazónicas que trajeron sangre arawaca y caribe (…). Llegaron del occidente. En troncos flotantes y almadías, como grandes pájaros marinos, arribaron a Puná y Manabí hombres de razas lejanas” (Benites, 2002: 37)4. En el territorio sobre el que se asienta la República del Ecuador, los movimientos poblacionales también han constituido parte de una estrategia de consolidación y perpetuación del poder, ya que como parte del espacio andino, durante el período de hegemonía incaica, los campesinos que pertenecían a un ayllu eran trasladados, de manera forzosa y permanente, a lugares distantes del que originalmente residían y que ya estaban dominados de manera total por el Inca y sus representantes, para así garantizarse la lealtad al emperador del incario, por parte de los habitantes de las nuevas regiones conquistadas. Son los llamados mitimas o mitimaes, los cuales, conforme lo pone de manifiesto Joaquín Martínez Amador, quien al asumir como estrategia narrativa de la historia del Ecuador la primera persona manifiesta que “en una ocasión encontré que parte de la población original estaba siendo removida a la fuerza y reemplazada por gente cercana al Cuzco. Me explicaron que era política del Inca traer y llevar gentes de un lugar a otro para evitar sublevaciones e imponer la lengua quechua y el culto al sol. A los así exiliados los llamaban mitimaes” (Martínez, 2003: 90). Durante el proceso de conquista y colonización ibérica, en cuanto a desplazamientos poblacionales, se producen algunos hechos que responden a los intereses de quienes ejercen el poder en determinado momento histórico; así, por ejemplo, en la actual provincia serraniega de Chimborazo, en el año de 1535, con el afán de impedir la salida de los indígenas desde las comunidades adyacentes hacia otras ciudades de la Real Audiencia de Quito, se emiten disposiciones legales que las prohíben. También el Cabildo de San Francisco de Quito, en mayo de 1535, emitió una reglamentación para frenar los desplazamientos indígenas, indicando que “los que en lo posterior, por un motivo u otro, hubiesen cambiado de residencia o sencillamente no se encontrasen en sus tierras, debían regresarse a ellas” (Estrada, 1977: 4 Este criterio sobre el origen migratorio de los habitantes del Ecuador es reafirmado por el historiador cuencano Juan Cordero Íñiguez, quien sostiene que los primeros pobladores de América y, consecuentemente, del Ecuador “proceden de diversas regiones del Asia, no de una sola. Este poblamiento se matiza en el pasado con ocasionales ingresos de grupos melanesios, polinesios, negroides y hasta caucazoides (…). El ingreso al Ecuador, desde unos 15.000 años atrás, se hace por los cuatro costados: Norte, Sur, Amazonía y Océano Pacífico” (Cordero, 2005: 102). 43 55). Orden que no fue acatada; así Pedro de Puelles abandonó la ciudad de Quito “yéndose a la Costa con 4000 indios, además de 60 españoles y 30 caballos”. En razón de este incumplimiento de las disposiciones de las autoridades coloniales, a comienzos de 1542, la orden fue más terminante, al disponerse que “se apregone públicamente en esta dicha ciudad que ningún vecino de ella envíe ningún indio a Guayaquil sin licencia y mandato desta dicha ciudad”, disposición que fuera ratificada por el año de 1547, ocasión en la que se volvía a impetrar “que no sean osados de enviar ni llevar ni que vayan ningunos indios ni indias de esta provincia a la Culata [Guayaquil]” (Estrada, 1977: 57). 1.2. La migración de carácter interno Durante la época de emancipación del yugo ibérico, el 24 de mayo de 1822; la separación de la Gran Colombia, el 13 de mayo de 1830; y los inicios de la vida como “Estado soberano, libre e independiente”, en el Ecuador extensos territorios de la Región Litoral o Costa y de la Amazonía permanecían todavía despoblados, hecho demográfico que se pone en evidencia con los datos estadísticos del primer censo de 1825, según el cual más del 80% de la población ecuatoriana se distribuía de manera dispersa en todo el callejón interandino o Sierra; el 15% habitaba en el Litoral o Costa y la Región Amazónica solo albergaba a cerca del 5% de la población nacional (Cfr. Sáenz, 1983: 101). Este hecho motivó para que, desde los mismos inicios de la era republicana, existiera la propensión a emigrar de la Sierra a la Costa y especialmente a su capital económica; motivo por el cual: La ciudad de Guayaquil por su comercio y su antiguo tráfico, atrae un gran número de ellos y el aumento de su población, puede decirse que es debido a esos emigrantes. Una tercera o cuarta parte de sus pobladores son serranos o de origen serrano. Muchas de sus haciendas y plantaciones de las provincias de Los Ríos y del Guayas dan ocupación a gran número de braceros de la Sierra (Espinosa Tamayo, 1979: 268). Con el correr de los años, la paulatina erosión de la tierra y el minifundio serrano determinaron la emigración de sus pobladores y, por otra parte, el mayor dinamismo de la Región Litoral o Costa, en el cual confluyeron una serie de causas que impulsaron su desarrollo económico, como la introducción de nuevos sistemas agrícolas, la fuerte demanda de frutas tropicales, el vertiginoso incremento poblacional, la incorporación de sus tierras a la producción con fines de exportación, la proyección hacia el comercio internacional, la explotación maderera y el cultivo del tabaco con fines industriales desde fines de la época colonial, el auge de la producción de cacao a partir de 1860, de caña de azúcar desde 1920 y 44 de banano, entre 1948 y 1965, y el creciente proceso de urbanización de Guayaquil y otras ciudades de la Región Litoral, motivó “una fuerte migración de serranos, en primera instancia hacia las haciendas y luego a las ciudades costeñas (…), la proporción de la población ecuatoriana viviendo en la costa pasa del 20% a principios del período cacaotero, a más del 40% en 1950” (Guerrera, 2006: 53-54). Según Gloria Camacho Zambrano, el ingreso del cacao ecuatoriano en el mercado internacional y la consecuente instauración del modelo agro-exportador genera un movimiento migratorio interno, que impulsó cambios demográficos de gran significación y “comienza así un periodo que abarca de 1860 a 1950, caracterizado por una migración sistemática en una dirección: de la Sierra hacia la Costa (…). Se trató, principalmente, de una migración rural-rural, alimentada por el incremento de las exportaciones agrícolas en la Costa” (Camacho, en Hidalgo, 2004: 305-306). El flujo migratorio hacia la Región Amazónica fue más notorio con la implementación de la Ley de Reforma Agraria y Colonización, promulgada en 1964, la cual coadyuva para que los campesinos de las otras regiones naturales del Ecuador, principalmente de las provincias de Loja y Manabí, huyendo de intensas sequías, emigren y se asienten en esta Región, sobre todo entre los años de 1967 y 1968 (Cfr. Regalado, 2011: 21). Esta emigración interregional, desde la sierra hacia la Amazonía, se intensifica a partir de 1972, cuando se inicia el proceso de exploración y explotación del petróleo, actividad hidrocarburífera que en sus inicios requirió abundante mano de obra masculina poco calificada y que, además, incide en la acelerada urbanización del país, con el auge de la construcción de viviendas y otras obras de infraestructura de uso público; emprendimientos estatales y privados que incrementan, una vez más, la emigración desde el campo a la ciudad, y las principales urbes del país se convierten en verdaderos polos económicos de atracción para los potenciales emigrantes, provenientes de los sectores rurales y de pequeños pueblos. Pues, como dice un estudioso de esta problemática social, “en los años setenta hubo una fuerte presencia de inmigrantes constituidos por hombres jóvenes o familias recién conformadas” (Regalado, 2011: 32). La ulterior incorporación del Ecuador a la división internacional del trabajo y los procesos de creciente urbanización del país estimularon un proceso de migraciones internas que se manifestó a través de dos modalidades; por un lado, se generó un flujo poblacional desde sectores rurales hacia las urbes, atraídos por el incremento en la oferta de trabajo y la idea de éxito derivada del estilo de vida en las grandes urbes; y, por otro, se produjo una emigración desde las pequeñas urbes hacia las dos ciudades más pobladas del Ecuador: Quito 45 y Guayaquil, que por esta razón crecieron estrepitosamente en un 182% y 162%, respectivamente, entre 1920 y 1980. Por las razones antes expuestas, a finales de la década del setenta del siglo anterior, el Ecuador vivió un incremento de la migración interna desde el campo hacia las ciudades; puesto que mientras en 1962, el 65% de la población vivía en las zonas rurales, para 1974 solo lo hacía el 41%; modificación en la ocupación del espacio nacional que “transformó las distribución demográfica del país, concentrando en las ciudades, y ya no en los campos, el mayor número de habitantes. Este cambio poblacional, síntoma del lento y desigual proceso de modernización del país, sería la antesala de la migración internacional” (Ramírez, 2005: 37). Otra de las causas que explican la emigración interna, del sector rural o pueblos pequeños hacia las grandes ciudades, es la educación y la formación profesional de las nuevas generaciones, legítima aspiración de las familias ecuatorianas que motivó el abandono de sus lugares de origen, sobre todo de la población más joven, para acceder a centros de estudio ubicados en las urbes más importantes del Ecuador. La población comprendida entre los 18 y 25 años, aproximadamente, es decir la población estudiantil de nivel educativo medio y superior, es la que se desplaza por razones de estudios; por la edad cronológica estos emigrantes son fácilmente adaptables a cualquier medio y, en su gran mayoría, se radica de manera definitiva en la ciudad, en la que tuvieron la oportunidad de estudiar y profesionalizarse. A estos continuos y significativos movimientos poblacionales en el interior del Ecuador se debe que para 1982, según el Censo de Población y Vivienda que se realizó en ese año, el 27% de los habitantes de Quito y el 32% de Guayaquil eran provenientes de otras provincias del Ecuador, que habían elegido como destino emigratorio estas ciudades por razones de orden económico, sociocultural, educativo, de salud y familiar, o debido al espejismo de que en las grandes ciudades siempre es posible vivir mejor que en el sector rural. Sin embargo, con el inusitado incremento de campesinos que se radicaron, de manera definitiva, en las ciudades, estas se vieron desbordadas en la capacidad para la dotación de servicios básicos, así como en la oferta laboral, con lo cual advino la creciente pauperización de los migrantes y sus respectivas familias. De esta manera el sueño metropolitano pronto se transformó en “sueño americano”, “sueño europeo” o “sueño español” (Cfr. Acosta, 2006: 28­ 31). 46 1.3. La emigración internacional de ecuatorianos En cuanto a la emigración internacional originada en el actual Ecuador, esta tiene una ya dilatada historia. A este respecto, basta recordar que los indígenas precolombinos huancavilcas, asentados en las actuales provincias de Guayas, Santa Elena y Manabí, fueron hábiles navegantes, como lo demuestra el hecho de haber conducido al emperador inca Túpac Yupanqui hasta Oceanía o el haber fundado un poblado cerca de Acapulco, en México, formado por descendientes de huancavilcas, que viajaban regularmente desde las costas del Pacífico Sur, en dirección al Norte del continente americano (Cfr. Núñez, 2014c). En criterio del autor citado, esta propensión viajera de carácter internacional, aunque de escasa significación por el número de involucrados en la misma, se mantuvo durante la época colonial e inicios de la República; sin embargo, se incrementa en momentos históricos de severa crisis económica derivada de acontecimientos internos o internacionales; por ejemplo, a principios del siglo XX, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial (1914­ 1918), adviene la crisis que desquicia la economía de todas las naciones capitalistas del planeta, comenzando por Estados Unidos. Una evidencia de ello constituye el Crac financiero de 1929, que constituye la más devastadora caída del mercado de valores en la historia de la Bolsa de Nueva York, tomando en consideración el alcance global y la larga duración de sus secuelas, sobre todo en países pequeños, exportadores de materia prima y dependientes de esa economía, como el Ecuador. A consecuencia de esta crisis del capitalismo mundial, en el Ecuador, no obstante los denodados esfuerzos del gobierno presidido por el Dr. Isidro Ayora Cueva por reorganizar las finanzas públicas del país, con el asesoramiento de la misión Kemmerer, la crisis se agrava por la peste del cacao, el principal producto de exportación de la época, y debido también a la inestabilidad política interna del país, durante el período comprendido entre 1925 y 1948. En estas circunstancias, a quienes más afecta esta severa crisis económica del incipiente capitalismo en el Ecuador, como siempre ocurre, fue a quienes sobreviven de la venta de su fuerza de trabajo. A este segmento poblacional se le dificulta hasta la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas: alimentación, vivienda, vestido, salud, educación. Ante la falta de opciones laborales en el medio local, emerge la alternativa de viajar, emigrar, abandonar el país y probar suerte en otras latitudes (Cfr. Salazar, 2014: 38). En el Ecuador, el período comprendido entre 1948 y 1960 es caracterizado como de relativa estabilidad económica y política; por ello, es necesario recordar que quienes han estudiado el fenómeno sociológico de la emigración internacional en el Ecuador sostienen 47 que, si bien en la década de los setenta del siglo XX hay logros en términos de crecimiento económico, de salarios reales y de la calidad y extensión de los servicios estatales, la década de los ochenta es regresiva, debido a la aplicación de las políticas neoliberales de ajuste, devenidas del “Consenso de Washington”, por parte de los gobiernos presididos por Osvaldo Hurtado, León Febres Cordero y Rodrigo Borja, entre 1981 y 1992 (Cfr. Regalado, 2011: 24), las cuales comenzaron a hacer sentir sus efectos negativos, que se expresaron en la devaluación de la moneda por la emisión descontrolada de circulante, así como la inflación que evidencia impactos devastadores en los niveles de ingreso y capacidad adquisitiva de la población ecuatoriana, que se empobrece a lo largo de la década y ve frustradas las expectativas de mejores días. En expresiones de Franklin Ramírez Gallegos, el incremento de la pobreza a lo largo de la década de los 80 es, en efecto, muy evidente, como lo patentiza un Informe del Banco Mundial, según el cual el porcentaje de la población ecuatoriana que en 1990 vivía bajo la línea de la pobreza fue del 65%, mientras que en 1970 abarcaba solo el 40% (Cfr. Ramírez, 2005: 41). Con el pasar de los años, la crisis se agudizó, cada vez más, hasta alcanzar su cota más alta a finales del siglo, ya que entre los años de 1995 y el 2000 el Ecuador soportó la peor crisis de su historia reciente, debido a la confluencia de varios factores causales, que la determinan, incrementan o agudizan. Entre los factores estructurales se pueden mencionar: la debilidad y fragilidad del mercado interno, causada por las enormes desigualdades en la distribución de la riqueza y la ausencia histórica de una política de desarrollo “desde adentro”; la presencia de sistemas de producción atrasados; la persistencia de un esquema administrativo bicentralista, que promueve la concentración de la riqueza en las dos principales ciudades del país: Guayaquil y Quito; escasos encadenamientos de producción y consumo, así como la reducida vinculación de la agricultura con la industria y de las actividades de exportación con el resto de la economía; la elevada propensión a importar, tanto maquinarias, equipos y materias primas, como bienes de consumo, como lógica consecuencia de la histórica dependencia externa, tanto tecnológica como cultural; la falta de controles y normas sobre un aparato financiero corrupto e ineficiente; y el mal manejo administrativo del Estado y una gran cantidad de ineficiencias acumuladas a través de la historia (Cfr. Acosta, 2006: 44-48). De entre los factores coyunturales que contribuyeron al desencadenamiento de la crisis económica del Ecuador, y la consecuente emigración internacional de un significativo porcentaje de sus habitantes, de manera especial los que forman parte de la población económicamente activa, se pueden mencionar varios: algunos de orden natural, como la crisis 48 hidroeléctrica de 1995-1996, devenida como efecto de un período de sequía, que determinó el estancamiento de la economía ecuatoriana; la erupción del Volcán Tungurahua, que forzó la evacuación de miles de personas de la ciudad de Baños y colapsó las actividades agrícolas, pecuarias y turísticas del entorno geográfico más próximo; el fenómeno de El Niño, que por los aluviones y aguajes debilitó la producción agrícola y pesquera, generó la pérdida de más de dos mil millones de dólares, especialmente en las provincias de la Región Costa. Como causas determinantes de orden económico se remarca el de la deuda externa, cuyo monto per cápita, en el año 2000, llegó a mil trescientos setenta y cinco dólares ($ 1375); la caída de los precios del petróleo, en el mercado externo; la desestabilización financiera internacional; el colapso bancario, como consecuencia de la irresponsable utilización de los dineros de los depositantes en préstamos vinculados, sin ninguna garantía, a familiares y amigos de los banqueros corruptos, lo que devino en el “salvataje bancario” y la consecuente salida masiva de capitales hacia bancos extranjeros; el ajuste económico de orden neoliberal, entre cuyas medidas estaba la macro devaluación del sucre; la pérdida de empleo y los bajos salarios. Los factores de orden político que determinaron la masiva emigración de ecuatorianos se los puede resumir en la corrupción gubernamental y la inestabilidad que se evidencia en los nueve presidentes que ejercieron el poder en menos de diez años. Son importantes, asimismo, las causas de naturaleza cultural, porque los vecinos que habían viajado, enviaban remesas y los que aún no cumplían su sueño fuera del país también querían mejorar el nivel de vida, de sí mismos y de sus respectivas familias. Y, finalmente, los factores de orden internacional, como el conflicto con el Perú, en el año de 1995 (Cfr. Acosta, 2006: 54). Contribuyen, asimismo, al incremento de la emigración internacional de ecuatorianos, factores de tipo psicológico y cultural, como es el de aspirar a mantener una posición de poder y reconocimiento relativo dentro de la comunidad de origen y el mito del emigrante triunfador, que se ve reforzado por el hecho de que entre los protagonistas de la emigración internacional es raro que acepten y divulguen públicamente los variados problemas por los que atraviesan en el país de destino: “la gente puede decir muchas cosas, lo que quiera, pero, o no dicen todo, o no dicen la verdad” (Pagnotta, 2014: 35). Ante un panorama tan desolador a lo interno del país y frente a las tentadoras llamadas desde los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, la mayoría de la población ecuatoriana dejó de creer en el Estado y los gobiernos que lo dirigen como alternativa para remediar los problemas, y volvió sus ojos hacia la emigración internacional. Pues, como dice Alberto Acosta: “la dureza de la crisis degeneró en una pérdida de fe en el 49 futuro del país, y esto transformó a la emigración en una estrategia familiar generalizada de supervivencia. Así, la expectativa de los proyectos individuales y colectivos de los ecuatorianos se reorientó hacia el exterior” (Acosta, 2006: 60). Se inicia, entonces, un inédito proceso de emigración internacional, cuya magnitud y velocidad no tienen precedentes en la historia del Ecuador; así, de una población total de menos de trece millones de habitantes, según varias estimaciones, “desde 2000 a 2004, más de un millón de ecuatorianos habrían salido del país; hay cálculos que superan las cifras mencionadas para los dos períodos descritos, pues establecen que el número de ecuatorianos y ecuatorianas en el exterior puede bordear los 3 millones” (Acosta, 2006: 43-44). 1.4. Estados Unidos de Norteamérica y España, como los principales países de destino de la emigración ecuatoriana En cuanto a la salida hacia Estados Unidos se pueden encontrar registros de emigrantes ecuatorianos desde la década del 30 del siglo pasado. Entre 1930 y 1949 ya se registran dos mil doscientos siete (2207) nacionales del Ecuador en este país; sin embargo, varios analistas coinciden en que el principal detonante para la emigración de ecuatorianos hacia el Norte del continente americano fue la crisis del comercio de los sombreros de paja toquilla, los famosos y erróneamente denominados “Panama Hats”, ocurrida en la década del cincuenta, más exactamente, a partir del año de 1947, cuando Estados Unidos sustituyó la importación de los sombreros procedentes del Sur del Ecuador, por los de Asia, de inferior calidad y flexibilidad, pero de menor costo, dejando en la desocupación a cerca de 10.000 tejedores de las provincias de Azuay y Cañar. La situación económica se agrava por la minifundización en la tenencia de la tierra en las provincias serraniegas involucradas en la producción y venta de sombreros de paja toquilla. En estas circunstancias algunos sectores de la población, que se habían beneficiado de su comercio, decidieron emigrar a ciudades como Nueva York, Chicago, Miami o Los Ángeles, en donde mantenían lazos mercantiles y de amistad con los importadores de este producto artesanal, los cuales permitieron que los habitantes del Austro ecuatoriano establecieran, desde entonces, redes sociales que facilitaron las primeras grandes oleadas emigratorias hacia Estados Unidos. Esta tendencia se acentuó en los años posteriores y en 1990 se puede constatar que “en las provincias de la sierra (con excepción de Pichincha), entre el 20 y el 39% de la población nativa ha emigrado” (Acosta, 2006: 40). 50 Otro hito de importancia en esta ruta emigratoria, en esta ocasión originada en las provincias de la Costa, se ubica en el año de 1966, cuando Estados Unidos se encontraba en plena guerra con Vietnam y existía predisposición para facilitar la llegada de latinos jóvenes que cubrieran la demanda de puestos de trabajo de la economía de guerra del momento. Se requería, asimismo, integrar en el ejército estadounidense un contingente humano más apto para pelear en la selva de Vietnam. Estos requerimientos llevaron a que Estados Unidos no solo flexibilice sino que promueva la emigración de ecuatorianos, muchos de los cuales se integraron en el ejército imperialista y al finalizar la guerra, en 1973, “se quedaron en los Estados Unidos y llevaron a sus familiares y amigos, quienes viajaban con visas de turistas y luego se quedaban indocumentados, iniciando así el proceso sostenido de migración ecuatoriana” (Garcés, en Ponce Leiva, 2005: 97). La mayoría de los que emigraron por esta época provenían de las provincias costeñas de Guayas, Manabí y El Oro. Muchos de ellos trabajaron en la Standard Fruit Company o en otras empresas bananeras norteamericanas, que tenían plantaciones en el país y tuvieron la posibilidad de entrar en contacto con el modelo estadounidense de vida, sintiéndose luego tentados a conocer ese atrayente país. Desde Guayaquil salió, también, una gran cantidad de personas con visa de turistas, jóvenes comerciantes, que en su proceso de contacto con Estados Unidos, se quedaron y, con el pasar del tiempo, cambiaron sus visas por las tarjetas de residentes (Cfr. Garcés, en Ponce Leiva, 2005: 97). El flujo emigratorio hacia Estados Unidos continuó de manera permanente y se incrementó significativamente en las décadas del ochenta y noventa del siglo pasado; por ello, sin contar a los sin papeles, los documentos oficiales arrojan las siguientes cifras: “entre 1986 y 1990 el número de ecuatorianos que viajaron a Estados Unidos pasó de 76.693 a 102.867 por año. A mediados de los años noventa se registran cerca de 270.000 ecuatorianos que salieron a Estados Unidos” (Cfr. Garcés, en Ponce Leiva, 2005: 99). Sin embargo, hay que poner de relieve la política de restricciones a los flujos migratorios que, de manera paulatina, ha ido implementando Estados Unidos; así desde mediados de la década de 1990, los gobiernos estadounidenses empiezan a implementar cada vez más trabas a la entrada de personas y se inicia un régimen en el cual la gestión migratoria pasa a ser un problema de seguridad de fronteras. Esta tendencia restrictiva llega a su punto más elevado luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, momento en el cual la agenda de “lucha contra el terrorismo” se aplica también en el control de la inmigración (Barry, 2008: s/p. Cit. por Araujo, 2009: 3). 51 En esta intencionalidad de controlar la emigración ilegal en dirección a Estados Unidos se encuentra, también, el Puesto Avanzado de Operaciones de Manta, en la provincia costanera de Manabí, que se instaló en 1999, sin ni siquiera contar con la autorización del Congreso Nacional del Ecuador, como exigía la Constitución Política vigente para esa fecha. El objetivo de esta Base Militar de Manta fue controlar “el tráfico ilegal de narcóticos, armas y seres humanos”; sin embargo, en la práctica, se convirtió en el centro de abastecimiento y el puerto desde donde partían los patrullajes de los Estados Unidos para el control del Pacífico Sur. Con la utilización de barcos y fragatas de guerra, acatando órdenes desde el Comando Sur del Ejército Norteamericano, ubicado en Key West y que tiene como uno de sus objetivos “ayudar a eliminar el tránsito ilegal de personas de Ecuador hasta los Estados Unidos”, la Base Militar de Manta cumplía sus verdaderos propósitos; para ello, con el conocimiento, anuencia y hasta la inaudita colaboración de oficiales del Ejército del Ecuador, en el período comprendido entre 1999 y 2007, han interceptado, hundido y destruido alrededor de 79 barcos que llevaban “más de 7900 ciudadanos ecuatorianos que intentaban emigrar ilegalmente” (Calderón, 2007: 63), apoyándose en el falaz argumento de que eran embarcaciones vetustas que constituían un peligro para la navegación. Pese a estos múltiples controles y obstáculos que se deben superar para emigrar desde el Ecuador hacia Estados Unidos, en condiciones de ilegalidad, aún resulta muy atractivo intentarlo, por cuanto, según el Índice de Desarrollo Humano, que elabora cada año, la Organización de las Naciones Unidas, significa avanzar desde el puesto número 82, que le corresponde al Ecuador y una valoración del bienestar de 0759, hasta el número 10, en que se ubica Estados Unidos, lo cual significa dar un salto de 72 puestos en el ranking arriba aludido y 0185 de valoración (Cfr. Rius Sant, 2007: 388). En cuanto a la elección de España como el principal destino de los emigrantes ecuatorianos, alternativo a Estados Unidos, se hace necesario puntualizar que el acelerado incremento de los flujos emigratorios provenientes del Ecuador con destino a España es muy evidente. De los 5373 ecuatorianos en España, que se calculaban en el año de 1992, se pasa hasta 157.579, en el 2002. Con fundamento en este dato estadístico se ha puesto de manifiesto que una palmaria evidencia del drástico cambio de destino emigratorio de los ecuatorianos, de Estados Unidos por España, constituyen las contundentes cifras que hay al respecto; así, si en el año de 1995, el 65% de los ecuatorianos que dejó el país fue a Estados Unidos, entre ese año y el 2000, en contraste, el 53% fue a España y solo el 30% a Estados Unidos (Cfr. León, 2014). De los hogares que dijeron tener un miembro fuera del país después de 1996, casi el 50% fue a España como destino y solo el 27% a Estados Unidos. Estos datos fueron 52 confirmados en el estudio del mercado laboral de los tres centros urbanos más grandes de Ecuador, en el año 2003, en el que se demostró que el 45% de los emigrantes ecuatorianos había ido a España, el 32% a Estados Unidos y el restante 23% a otros países (Cfr. Gratton, en Herrera, 2005: 22-23). Para entender el cambio de la ruta emigratoria de los ecuatorianos y la feminización del flujo de personas hay que analizar algunas variables explicativas. De conformidad con el criterio de Franklin Ramírez Gallegos, el éxodo masivo de ecuatorianos a España no puede ser entendido sin tomar en cuenta las redes sociales establecidas por los primeros emigrantes provenientes de la Sierra Sur del Ecuador que se dirigieron a España, “en efecto son personas de Cañar, Azuay y Loja los que han emigrado a España para trabajar, al menos desde principios de los noventa, y pueden haber sido los que prepararon el camino para sus parientes y amigos una vez que la economía ecuatoriana se deterioró a fines del siglo pasado” (Ramírez, 2005: 114). En relación al número de ecuatorianos residentes en España, varios estudiosos sostienen que sería de por lo menos 450.000 personas al finalizar el año 2004; en enero del 2005, funcionarios del gobierno español calculaban el número de ecuatorianos residentes en ese país en 497.799; para el 31 de diciembre de 2006 se hablaba de 376.223 emigrantes ecuatorianos legalizados; sin embargo, “hay que anotar que hay funcionarios del gobierno español que señalan que (…) podrían existir mucho más de 500.000 personas emigradas de Ecuador, residentes en España, cifra que crecería como resultado del proceso de regularización en marcha” (Acosta, 2006: 71). Entre las razones por las cuales los ecuatorianos eligieron a España, como lugar de destino preferente del nuevo flujo emigratorio, a criterio de Alberto Acosta, se podrían sintetizar de la siguiente manera: la similitud cultural heredada de la colonia, empezando por el idioma y la religión; las crecientes dificultades para continuar emigrando hacia los Estados Unidos; la ruta de viaje no conllevaba mayores riesgos, en relación a lo que acontecía con quienes se dirigían hacia el coloso del Norte; las crecientes oportunidades en una España floreciente en esos años, por los beneficios de la integración europea; la paulatina aparición de segmentos ocupacionales rechazados por los nativos españoles; la existencia de una población envejecida, urgida de mano de obra joven para su atención y cuidado; el acuerdo hispano- ecuatoriano de 1963, que tuvo plena vigencia hasta el año 2003, el mismo que permitía a los ecuatorianos entrar a España como turistas, durante 90 días, sin la exigencia de visa; la posibilidad de viajar libremente dentro de los países del acuerdo Schengen. Hay que tener en cuenta, además, que si bien España no ofrecía los mismos beneficios económicos que los 53                                                              Estados Unidos, el salario de un inmigrante medio en España era 2 ó 3 veces el ecuatoriano, y había trabajo no calificado disponible; la imagen de bienestar en los países desarrollados, que es transmitida por los medios de difusión colectiva; la nueva tendencia que supone la emigración independiente, por parte de las mujeres; las remesas de dinero llegadas al Ecuador, desde España, que alentaba a nuevos emigrantes; y el efecto de arrastre producido por las historias migratorias exitosas de otros compatriotas (Cfr. Acosta, 2006: 81)5. Como complemento a lo hasta aquí expresado es necesario puntualizar que, luego de Estados Unidos y España, existen otros múltiples países de destino de la emigración ecuatoriana. Dentro del mismo continente americano destacan tres países: Venezuela, cuya población procedente del Ecuador pasó de 5292 habitantes, en 1971, a 21.091 en 1981, para 1990 la cifra se incrementó vertiginosamente, conforme lo han patentizado los resultados de las investigaciones realizadas sobre esta problemática sociológica, según las cuales: “recalan en Caracas (ahora con 100.000 ecuatorianos), ciudad Bolívar en el Orinoco y hasta Mérida en los Andes” (Astudillo, 1990: 10); Chile, con una inmigración ecuatoriana que evolucionó de 1215, en 1982, a 2267, en 1992, hasta llegar a 9393, en el año 2002 (Cfr. Solimano, 2008: 15); y, Canadá, en donde, de acuerdo con los datos proporcionados por el Censo del año 2001, los inmigrantes ecuatorianos fueron 6900 hasta 1996 y 10.905 en el 2001; y, por información del Censo del 2006, sabemos que en el quinquenio comprendido entre el 2001 y el 2006 arribaron 2400 personas adicionales (Cfr. Ramírez, 2010: 126-127). En Europa, luego de España, los otros Estados nacionales que prefieren los emigrantes son Italia, con más de 120.000 ecuatorianos; Alemania, a donde llegaron en la década comprendida entre 1985 y 1995, una gran cantidad de pobladores de la comunidad de Pepinales (Ramírez, 2008: 127). Adicionalmente, según el autor antes citado, se calcula que existen más de 40.000 ecuatorianos en otros países europeos como Gran Bretaña, Francia, Portugal, Suiza, Bélgica y Holanda. Una evidencia de la significativa presencia de ecuatorianos en Europa es la que se produjo, en octubre de 2003, cuando se realizó en Bruselas una manifestación de 6000 ecuatorianos, que clamaban por su regularización (Cfr. Salazar, 2014: 69). Para concluir este apartado, se tiene que expresar que, por la experiencia histórica que existe, aunque con ciertos períodos de flujos y reflujos, motivados por las circunstancias 5 En criterio de Claudia Pedone, otras de las razones para la elección de España como destino preferente de los emigrantes ecuatorianos se debe a que el país ibérico se encontraba en un momento histórico, político y económico que demandaba abundante mano de obra extracomunitaria, procedente de países pobres o empobrecidos, para cubrir la escasez existente, sobre todo en nichos laborales específicos, “caracterizados por la estacionalidad y precariedad en cuanto a las condiciones de trabajo como en la irregularidad jurídica de las pautas de contratación que asegurarían una mano de obra disciplinada y subordinada” (Pedone, 2006: 21). 54 internas del Ecuador y de los países que se elijan como destino emigratorio, lo más probable es que en el futuro la tendencia migratoria del Ecuador se mantendrá, tanto en el ámbito interno como internacional; puesto que, según Wilman Ochoa, las oleadas migratorias en el contexto global siguen imparables, como lo evidencian las cifras que hay al respecto, las cuales demuestran que “para 2007, 200 millones de personas se encontraban residiendo fuera de sus países de origen y desempeñando actividades económicas. Para 2008 la cifra de inmigrantes en el mundo sobrepasó los 200 millones y continúan las tendencias de migración rumbo a países más desarrollados” o, como lo expresa otra autora que ha estudiado el fenómeno emigratorio internacional, “los cálculos más conservadores dicen que, en 2061, la cuarta parte de la población tendrá sus raíces fuera del país en el que vive” (Rodríguez Tapia, 2014: 2). En el momento actual, por ejemplo, huyendo de los conflictos armados en Siria, Iraq y Afganistán, se ha producido la mayor crisis de refugiados después de la Segunda Guerra Mundial, puesto que a través de las fronteras de Grecia y Turquía, miles de personas cada día presionan por ingresar hasta los países de la Europa más desarrollada del Norte, en los que es posible encontrar mayores posibilidades de ser admitidos como asilados políticos, de preferencia Alemania y Suecia. Con esta aspiración, según Televisión Española, entre enero y septiembre de 2015 han ingresado a Europa más de medio millón de demandantes de asilo y, según otros autores, entre enero y julio del referido año “han ingresado unas 350.000 personas; han muerto 2500 en su terrible travesía de huir del hambre y la violencia” (Vicuña, 2015). De manera que en el Ecuador, hay que estar preparados para las futuras migraciones, dentro y fuera de los linderos patrios, así como para recibir, con espíritu hospitalario, solidario y de integración, a los extranjeros que elijan como destino de su futura residencia al Ecuador, como ya lo han hecho, en los últimos años, con inusitada fuerza, ciudadanos provenientes de Colombia, Perú, Cuba y España, que se suman a las ya venidas con anterioridad procedentes de Líbano, Italia, China y otros países del mundo. De similar manera hay que predisponerse para conocer, disfrutar y valorar las nuevas creaciones, que en torno a la emigración emergerán, en las distintas expresiones artísticas y en los distintos géneros literarios, conforme se patentiza en los cuentos que representan y recrean, literariamente, la migración interna e internacional en el Ecuador, que se describen en el siguiente acápite, en segundo capítulo y se analizan en los capítulos posteriores de esta tesis. 55 2. El realismo en el cuento ecuatoriano 2.1. Una breve mención al desarrollo cronológico del cuento ecuatoriano Aunque con una ya dilatada y hasta milenaria trayectoria histórica en la manifestación oral popular, en la República del Ecuador existe un amplio consenso en el sentido de que el cuento literario tiene sus orígenes en los años finales del siglo XIX y primeros del XX, durante el período de influencia del romanticismo y el costumbrismo en la narrativa de ficción de este país (Cfr. Ubidia, 2006: 310). Entre los pioneros en el cultivo de este género es de justicia mencionar los nombres de Juan León Mera (1832-1894), Juan Montalvo (1832-1889), José Modesto Espinoza (1833-1916), José Antonio Campos (1868-1939), Modesto Chávez Franco (1872-1952), Luis Napoleón Dillon (1875-1929), Elysa Ayala González (1879-1956) y Héctor Manuel Carrión (1878-1929) (Cfr. Salazar, 2016: 4-6). Sin embargo, la época de consolidación y florecimiento del cuento literario en el Ecuador coincide con los años de surgimiento y predominio hegemónico del realismo social e indigenismo, en las décadas del veinte, treinta y cuarenta del siglo XX, período que constituye la “época de oro de la narrativa ecuatoriana” (Ubidia, 2006: 311), con la presencia de varios narradores que han dejado una huella indeleble, tal como se desarrollará en el próximo acápite y como lo evidencian los “28 nuevos autores, que se lanzan al terreno de la cuentística, con un total de 37 libros publicados” (Martínez, 2015: 255-256). A la predominancia del realismo social e indigenismo en el cuento ecuatoriano, le sucede la llamada generación de transición, en las décadas del cincuenta y sesenta, época en la que se desarrollan al menos dos tendencias muy bien diferenciadas entre los escritores que trabajan en el género narrativo en estudio (Cf. Calderón, 1997: 16). Por un lado, está la obra cuentística de quienes prolongan la estética realista social e indigenista de los años anteriores: Pedro Jorge Vera (1914-1999), Adalberto Ortiz (1914-2003) y María Corylé (1901-1978). De otro lado comienzan a emerger los cuentistas que elaboran sus obras de narrativa corta, en el marco de la nueva estética del cuento hispanoamericano de esos años, con autores como: César Dávila Andrade (1918-1967), Alejandro Carrión Aguirre (1915-1992), Augusto Mario Ayora (1920-1980), Rafael Díaz Ycaza (1925-2013), Alcino Ramírez Estrada (1930), Wálter Bellolio (1930-1974), Eugenia Viteri (1930), Miguel Donoso Pareja (1931-2015) y Juan Andrade Heyman (1945). 56 Con las transformaciones sociales surgidas en el escenario internacional y el nuevo contexto sociocultural y literario que con base en él emergió en el Ecuador, a partir de la década del sesenta del siglo anterior hace su presencia una nueva generación de cuentistas, los cuales comienzan a publicar a partir de los años setenta y un gran número de ellos se han mantenido en plena producción escrituraria, incluso hasta los primeros años del siglo XXI. Con estos escritores retoma un nuevo impulso el cuento ecuatoriano, así “entre 1963 y 1968, se produce un aumento notable en la publicación de libros de cuentos” con la edición de 21 títulos y “entre 1969 y 1977, hay un auge vertiginoso en la producción de cuentos con 64 libros publicados” (Martínez, 2015: 268, 271). A las diversas temáticas que abordan en sus obras creativas se las puede agrupar en cuatro grandes campos: La representación de los espacios urbanos de Quito, Guayaquil y Cuenca, con cuentistas como Raúl Pérez Torres (1941), Marco Antonio Rodríguez (1942), Vladimiro Rivas Iturralde (1944), Francisco Proaño Arandi (1944), Abdón Ubidia (1944), Javier Vásconez (1946), Jorge Dávila Vázquez (1947), Eliécer Cárdenas Espinoza (1950), Ramiro Arias Barriga (1954), y Ernesto Torres Terán (1956), en cuyos textos se presentan escenarios, tramas narrativas y personajes que patentizan los radicales cambios en las ya citadas tres principales ciudades del Ecuador (Cfr. Salazar, 2016: 24 y ss.). La alusión a los sujetos marginales, que habitan las urbes más pobladas del Ecuador y ponen la nota disruptiva al orden social establecido desde la clase hegemónica en el poder se pone de manifiesto en los cuentos de autoría de Javier Vásconez, Huilo Ruales Hualca (1947), Edwin Ulloa Arellano (1947), Jorge Velasco Mackenzie (1949), Ernesto Torres Terán y Raúl Vallejo Corral (1959) (29-32). Los temas del amor y el erotismo han sido trabajados por muchos cuentistas ecuatorianos, los cuales han publicado su obra narrativa desde la década del setenta hasta la actualidad, conforme lo patentizan los cuentos de Miguel Donoso Pareja, Modesto Ponce Maldonado (1938), Raúl Pérez Torres, Abdón Ubidia, Francisco Proaño Arandi, Carlos Carrión Figueroa (1944), Iván Egüez (1944), Huilo Ruales Hualca, Jorge Velasco Mackenzie, Eliécer Cárdenas Espinoza, Galo Galarza Dávila (1956), Raúl Vallejo Corral, Raúl Serrano Sánchez (1962), Lucrecia Maldonado Rodríguez (1962), Carolina Andrade Freire (1963), Cristóbal Zapata Carpio (1968), Gabriela Alemán (1968), Marcelo Báez (1969), Yanna Hadatty Mora (1969), Solange Rodríguez Pappe (1976), Miguel Antonio Chávez (1979) (Cfr. Ortega, 2011: 188-198; Vallejo, 2013: 5-19) y otros cuentistas más jóvenes. El tratamiento de la ciencia ficción y lo fantástico es otra de las preocupaciones de los cuentistas ecuatorianos que escribieron su obra a partir de la década del setenta, en cuyos 57 ámbitos si bien ha existido poca producción en el cuento ecuatoriano, en el subgénero de la ciencia ficción han emergido nombres significativos, entre los que merece destacarse Carlos Béjar Portilla (1938), Abdón Ubidia, Santiago Páez (1958) y Solange Rodríguez Pappe; y, en lo fantástico se puede incluir a cuentistas, también, de indudable calidad, como Juan Valdano Morejón (1940), Jorge Dávila Vázquez, Luis Salvador Jaramillo (1955) y José Rodrigo Sánchez Puertas (1973) (Salazar, 2016: 32-35). Con los cambios que, en beneficio de la equidad de género y el consecuente acceso de las mujeres a las diferentes actividades intelectuales y artísticas se han producido dentro y fuera del Ecuador, durante las últimas décadas, se ha propiciado, asimismo, una significativa presencia femenina en el cultivo del cuento en el Ecuador. Dentro de este grupo de creadoras sobresalen algunas cuentistas que han venido dando su aporte desde la década del treinta del siglo anterior y otras más jóvenes que continúan con su labor creativa en los años más recientes y hasta la actualidad, entre las que, a más de las ya citadas en líneas anteriores, ameritan mencionarse: Nela Martínez (1912-2004), Zoila María Castro (1917), Alicia Yánez Cossío (1929), Lupe Rumazo (1933), Fabiola Solís de King (1933), Ana María Iza (1941), Violeta Luna (1943), Gilda Holst Molestina (1952), Liliana Miraglia (1952), Jennie Carrasco Molina (1955), Aminta Buenaño Rogel (1958), María Eugenia Paz y Miño (1959), Martha Rodríguez Albán (1959), y Ruth Patricia Rodríguez Serrano (1966) (Cfr. Ortega, 2011: 179 y ss.). La narrativa y el cuento infantil y juvenil, en el Ecuador durante los últimos años, ha cobrado una notable presencia y en su cultivo y difusión destacan varios cuentistas, cada uno de ellos con una ingente cantidad de obra publicada y reconocimientos recibidos, dentro y fuera del país, entre los principales creadores es necesario destacar los nombres de Edna Iturralde (1948), Francisco Delgado Santos (1950), Leonor Bravo Velásquez (1953), Soledad Córdova (1957), Edgar Alan García (1958) y María Fernanda Heredia (1970) (Cfr. Salazar, 2016: 39-42). En las últimas dos décadas del siglo anterior, que arrancan con la vuelta a la democracia en el año de 1979, a decir de la profesora Juana Martínez Gómez, el cuento adquiere un lugar relevante dentro de la literatura ecuatoriana, gracias a la “renovación de medios de difusión y estímulo como la creación de nuevos concursos, revistas, editoriales, talleres literarios, etc. En los últimos 23 años del siglo XX aparecen unos 125 autores nuevos y se publican 265 libros, más de la mitad de todos los publicados en la centuria” (Martínez, 2015: 276). 58 En los primeros años del siglo XXI, entre los noveles cultores del cuento en el Ecuador, se advierte una auténtica multiplicación temática y no obstante la juventud de la mayoría de ellos, ya ameritan tomarse en cuenta los siguientes creadores de narrativa breve: Paúl Hermann (1973), Esteban Mayorga (1977), Eduardo Varas (1979), Silvia Stornaiolo (1980), Edwin Alcarás (1981), Jorge Luis Cáceres (1982), Carlos Santiago Quizhpe Silva (1982), Andrés Cadena (1983) y Ángel Darío Jiménez Gaona (1984). La profusión de nuevos y, en varios casos, bien dotados cultores de la narrativa breve en el Ecuador que se patentiza con la incompleta enumeración antes realizada constituye una clara muestra de que el cuento ecuatoriano sigue gozando de buena salud y que, con seguridad, se seguirá disfrutando y aprendiendo de nuevas obras creativas, de indudable calidad y trascendencia (Salazar, 2016: 42-47). 2.2. El realismo social e indigenista en el cuento ecuatoriano En una línea de continuidad de la mímesis aristotélica, que se refiere a las relaciones entre literatura y realidad, el realismo alude a “una categoría estética o rasgo de las obras literarias, consistente en su referencia o vinculación con la realidad, imitada o representada en ellas” (Estébanez, 1999: 900). El realismo se refiere, también, a la “reproducción estética fiel y no distorsionada de los fenómenos externos tal y como son percibidos por nosotros” (Villanueva, 2004: 31). Dentro de la escuela literaria realista hay que hacer mención, además, al realismo social, cuya preocupación central, en el caso de la narrativa española y que mutatis mutandis se corresponde con la ecuatoriana, es “ofrecer un testimonio de denuncia de la realidad socioeconómica y política del país, a la vez que persiguen una función informativa (ante la ocultación oficial y tergiversación de los medios de comunicación) y de revulsivo frente al orden establecido”. En este tipo de literatura la denuncia se presenta en dos campos precisos: “el de la injusticia social, de la que son objeto los trabajadores del campo y la industria, y la falta de conciencia moral de las clases dirigentes responsables de esta situación, en especial, la burguesía” (Estébanez, 1999: 906). El realismo social en la narrativa ecuatoriana, en criterio de uno de sus mejores cultores, constituye “una manera, o mejor, una serie ordenada de maneras de mostrar esa realidad, que en último término se reduce a exhibirla lo más cruda y descarnadamente posible, sin sujetarse a la continencia de prejuicios” (Cuadra, 2003: 470). El autor citado, más adelante enfatiza que en este tipo de obra narrativa no basta con presentar “la realidad y nada más que 59                                                              la realidad” sino que “la escoge, la traduce y la empuja a servir propósitos, en cuanto busca con eso delatar las injusticias de la organización que rige nuestra vida social (…). Valiéndose de todo esto, la literatura de contenido denunciará y protestará” (471). En el Ecuador, el compromiso asumido por el escritor de narrativa de ficción, como era de esperarse, despertó enconadas polémicas e incluso en los años más recientes ha generado opiniones críticas como la de Leonardo Valencia, quien plantea la metáfora del Síndrome de Falcón6 para referirse al peso que debe cargar el escritor ecuatoriano, como consecuencia de la responsabilidad social auto impuesta, por cuanto “la literatura, bajo ese punto de vista, debe ser útil e importante, debe ser seria. A esa autocensura la denominé, un poco en broma, el síndrome de Falcón: el escritor ecuatoriano debía cargar, como Falcón, una agenda secreta y no declarada para su literatura” (Valencia, 2008). Sin embargo, este mismo autor reconoció con mucha anterioridad que los narradores del realismo social, durante las décadas del treinta y cuarenta del siglo anterior, lograron una posición central y hasta hegemónica en la literatura ecuatoriana porque contaban con las virtudes del aliento narrativo “motivado por la responsabilidad política y un manojo de buenas intenciones que decidieron cargar en sus hombros. Les favorecía la corriente de los tiempos, preocupada por concederles a los escritores una vocación mesiánica, contaban con la aceptación general de los grupos literarios y la difusión de un tenaz proselitismo puntillosamente llevado a cabo” (Valencia, 2000: 335). Para comprender mejor el nivel de importancia que obtuvo el realismo social en el Ecuador es necesario recordar que, desde una perspectiva ideológica, a inicios del siglo XX, en el seno del liberalismo radical ecuatoriano emergen los primeros gérmenes del pensamiento socialista, nuevas ideas políticas que, poco a poco, se van consolidando y organizando en el país hasta integrarse como Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), en el año de 1926 y Partido Comunista del Ecuador (PCE), en 1931, en un período histórico de “persistente inestabilidad y crisis política, que se inicia con la llamada Revolución Juliana del 9 de julio de 1925, y termina hacia 1948-1949, con el auge de la exportación bananera, con una más acentuada articulación del país al circuito capitalista mundial” (Proaño, 2007: 123). Producto de la influencia de estas ideas políticas de la izquierda marxista ecuatoriana se produce la primera huelga y masacre obrera en la ciudad de Guayaquil, el 15 de noviembre de 6 La metáfora se inspira en Juan Alberto Falcón Sandoval (1912-2005), un humilde hombre de pueblo que se hizo famoso por haber cargado en sus hombros por doce años (1935-1947) al escritor, periodista, político de izquierda y suscitador cultural guayaquileño Joaquín Gallegos Lara (1911-1947), integrante del “Grupo de Guayaquil”, autor de la novela Las cruces sobre el agua (1946) y coautor del emblemático libro de cuentos del realismo social Los que se van (1930), quien tenía una enfermedad congénita que le impedía caminar. 60                                                              1922, la “Guerra de los cuatro días”, en Quito en 1932 y la “Gloriosa Revolución” del 28 de mayo de 1944, que echó del poder a Carlos Alberto Arroyo de Río, acusado de ser el principal responsable de no contener a tiempo la invasión peruana de 1941 y de firmar el nefasto Protocolo del Río de Janeiro, el 29 de enero de 1942, en condiciones muy desventajosas para el Ecuador. A estas condiciones internas se suma la influencia de la revolución mexicana de 1910, el triunfo de la revolución bolchevique de Rusia, en octubre de 1917, la Primera Guerra Mundial de 1914-1918, el Movimiento Estudiantil Universitario de Córdoba de 1918, la crisis del capitalismo mundial, cuyos momentos más agudos fueron la recesión de 1920-1922 y el crac financiero de 1929, la divulgación de las teorías freudianas, el surgimiento de movimientos artísticos y literarios profundamente renovadores (realismo social o vanguardias), y la creación de los primeros partidos socialistas en América Latina. También fue gravitante la influencia de los clásicos del pensamiento marxista latinoamericano, como el peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930), el argentino Aníbal Ponce (1898-1938) y el cubano José Antonio Mella (1903-1929). Es obvia, asimismo, la impronta devenida de las lecturas de los narradores naturalistas, como los franceses Emilio Zola (1840-1902) y Henri Barbusse (1873-1935) o el español Pío Baroja (1872-1956), así como de las emblemáticas novelas americanas de la tierra: La vorágine (1924), de José Eustasio Rivera (1888-1928); Don Segundo Sombra (1926), de Ricardo Güiraldes (1886-1927); y Doña Bárbara (1929), de Rómulo Gallegos (1884-1969). En este momento de la historia del Ecuador, en el que confluyen una serie de ideas renovadoras en los ámbitos social, cultural y literario, la ideología socialista hizo sentir su preponderante influjo. Y dentro de la literatura fue la narrativa de ficción el género que mejor se nutrió de las ideas socialistas, comunistas y de renovación que hicieron su vigorosa presencia en el país, a partir de la década del veinte y que constituyeron el detonante para el surgimiento de la “edad de oro” de la narrativa ecuatoriana, entre las décadas del 20 y 40 del siglo XX. En esta nueva circunstancia de la historia del Ecuador, “el indio, el cholo, el montubio7, imponen ahora su presencia y con ella una problemática nueva, largamente 7 La Real Academia Española de la Lengua hasta la vigésima segunda edición de su Diccionario de la Lengua Española sólo aceptaba la palabra montubio, con bilabial sonora (b), para aludir a una persona “montaraz, grosera”; sin embargo, en respuesta a los reclamos de las organizaciones campesinas de la región Litoral del Ecuador y la iniciativa formulada por el Dr. Ángel Loor, Decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Gregorio de Portoviejo (Cfr. Sánchez, 2015), en la última edición del 2014 ha incorporado, también, la palabra montuvio, con oclusiva bilabial sonora (v), como un ecuatorianismo utilizado para referirse al “campesino de la costa” (Real Academia Española, 2014). 61 escamoteada por la ideología aristocratizante y feudal de la colonia y de los primeros años de la república” (Vintimilla, 1985: 254). Con la incorporación de nuevos actores sociales a la vida pública del país emergió la necesidad objetiva de una “ruptura en los campos de la poesía, la plástica, pero sobre todo en el relato y, más genéricamente, en el pensamiento, se evidenciaba ya, no solo por la rigidez de las formas académicas, sino en mayor medida porque la vida ecuatoriana exigía cada vez con mayor urgencia, nuevas formas de expresión que dieran cuenta de las realidades emergentes” (Vintimilla, 1985: 261). El nivel de militancia ideológica y compromiso político de los escritores de la época se ponen en evidencia en los textos creativos, en los cuales se corrobora que los protagonistas son “la multiplicidad de sectores sociales que conforman la nación ecuatoriana y que, hasta entonces, habían permanecido desconocidos para la conciencia nacional oficial: los montubios de José de la Cuadra, los cholos de Demetrio Aguilera, los indios de Jorge Icaza, los obreros de Joaquín Gallegos Lara” (Vintimilla, 1985: 270). Con fundamento en lo antes expresado y siguiendo la tradición realista social inaugurada por el liberal Luís A. Martínez (1869-1909), con su novela A la Costa (1904), en el ámbito de la narrativa corta, el socialista Fernando Chávez (1902-1999) publica el cuento “La embrujada” (1923), triunfador en un concurso de relato criollo, cuya trama narrativa se movía entre el realismo social e indigenista y la vanguardia. En esta misma perspectiva de renovación literaria es de grata recordación “La mala hora” (1927), de Leopoldo Benites Vinueza (1905-1995), cuento premiado en el Primer Concurso convocado por el Colegio Vicente Rocafuerte de la ciudad de Guayaquil, junto con “El enemigo”, de ambiente indigenista. “La mala hora” trata sobre la vida del montuvio y constituye un paso más en el tratamiento realista de los problemas y personajes ecuatorianos. Por primera vez el montuvio se convierte en protagonista dramático, pues, en “La mala hora”, los abusos de los explotadores y sus sicarios desencadenan la ira de un montubio de la costa ecuatoriana, que termina por dar muerte a sus verdugos y huir de la “justicia” (Salazar, 2000: 7). Por ello se ha manifestado que con este cuento se “inaugura con madurez espiritual, idiomática y estilística el realismo ecuatoriano” (Rodríguez, 1970: 9). Aunque no en la misma línea del realismo social e indigenista es digna de mención la obra del pionero del vanguardismo ecuatoriano y militante socialista Pablo Palacio (1906­ 1947), quien desde su época de adolescente, en calidad de estudiante del Colegio Bernardo Valdivieso de Loja, ya había hecho conocer algunos de sus cuentos en revistas literarias de esta ciudad; sin embargo, en 1927 publicó el cuentario Un hombre muerto a puntapiés, en cuyos textos narrativos se advierte su espíritu iconoclasta, en tanto propone una modificación 62 de actitud ante la vida, una negación consciente de los valores sociales enarbolados por la clase dominante, con cuentos poblados de personajes que constituyen verdaderos casos clínicos como “el vicioso, el antropófago, el pederasta, el sifilítico, el loco, el monstruo, el suicida” (Ortega, 2004: 11-12). Su acerba crítica al orden social predominante y a la concepción estética vigente fue muy frontal, “Palacio parece haberse estado riendo a gusto mientras los redactaba. En éstos las normas y las proporciones naturales se producen en contradicción a la representación caricaturesca; lo humorístico resulta del choque con alguna norma” (Robles, 2000: 316). En la línea del realismo social, en el año de 1930, se publica el libro de cuentos Los que se van: cuentos del cholo y del montubio, de autoría de tres jóvenes narradores guayaquileños, aún desconocidos hasta ese momento: Joaquín Gallegos Lara (1911-1947), Demetrio Aguilera Malta (1909-1981) y Enrique Gil Gilbert (1912-1973), libro de veinte y cuatro cuentos, ocho por cada autor, que se caracteriza por “un estilo conciso, hecho de frases cortas y rotundas, regadas en párrafos mínimos que guardan perfecta armonía con los acápites que fragmentan cada historia, también corta y rotunda. Localismos, malas palabras, expresiones directas: allí los personajes hablan como en la realidad” (Ubidia, 2006: 311). Jorge Enrique Adoum también relieva el aporte de este libro en cuanto al uso del lenguaje, al manifestar que es “ese lenguaje nuevo, descarnado, insolente, incluso terrorista (…) contra la forma académica y el colonialismo lingüístico, lo que Los que se van aporta al nuevo relato” (Adoum, citado por Donoso, 1984: 29). Esta obra cumbre del realismo social ecuatoriano asombró por lo radical de su planteamiento estético y causó un verdadero revuelo. Se tildó a este tipo de literatura como “el producto de un plan político, que buscaba producir el escándalo internacional, el desprestigio de nuestro medio retrasado, revelando imprudentemente detalles vergonzosos de la explotación del hombre campesino y describiendo a este como una especie de subhombre movido por la lujuria, los celos, el alcohol, y a ratos por el instinto homicida” (Rojas, 1948: 185). A diferencia de estos prejuicios que prevalecían en el entorno cultural de la época en el Ecuador, la valoración positiva del libro de cuentos vino desde el extranjero, remarcándose “el afortunado producto de un realismo descarnado y crudo, y de una gran sinceridad y honradez literaria” (Rojas, 1948: 186). Los tres narradores antes citados, a los que se les une José de la Cuadra (1903-1941) y Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1995), autor de un solo libro de cuentos: Los gorgojos (1954), conforman el afamado “Grupo de Guayaquil”, comúnmente conocido como “Los cinco como un puño”. Ya una vez integrados como grupo, se multiplican las publicaciones 63 individuales, en el campo de la novela, el ensayo y el cuento. En narrativa corta, por ejemplo, merece destacarse Joaquín Gallegos Lara, quien a título personal solo publicó el relato póstumo “La última erranza” (1947), con un escenario y una cosmovisión propios del realismo social del que fue su principal teórico, animador y exégeta. Enrique Gil Gilbert pone en circulación su colección de cuentos Yunga (tierra caliente) (1932), en el que consta “El negro Santander”, acaso el mejor del libro y pionero en el tratamiento de la problemática de la emigración internacional en el Ecuador, que tiene como personaje protagónico a un negro traído desde Jamaica por la compañía norteamericana que se encargó de la construcción del ferrocarril para unir a las ciudades de Quito y Guayaquil, en los tiempos de Eloy Alfaro. Siete años después publica Los relatos de Emmanuel (1939), un libro de elevada prosa poética que narra el problema de los hijos ilegítimos. Casi tres décadas más tarde, en la misma línea realista social, edita una colección de seis cuentos, con el título del último de ellos: La cabeza de un niño en un tacho de basura y otros cuentos (1967). José de la Cuadra inicia su labor creativa en el ámbito del cuento con relatos como “Oro de sol” (1925), “Perlita Lila” (1925), “Olga Catalina” (1925), “Sueño de una noche de navidad” (1930). Sus primeros cuentarios son El amor que dormía (1931) y Repisas (1932), con los que va revelándose “quien habría de ser, dentro de poco, el mejor de nuestros cuentistas” (Rojas, 1948: 187). Después publica Horno (1932), La vuelta de la locura (1932) y Guasintón: relatos y crónicas (1938), en los cuales “su frase cortada, firme, de sabia adjetivación, expresaba solamente lo justo. En sus relatos no sobra una palabra. Una ironía fina y zumbona le ayudaba a evocar escenas y personajes” (Rojas, 1948: 193). Estas indudables cualidades lo catapultan ya no solo como el maestro del “Grupo de Guayaquil” y de la “Generación del treinta” sino, a juicio personal, junto con Pablo Palacio (1906-1947) y César Dávila Andrade (1918-1967), como uno de los tres mejores cuentistas ecuatorianos de todos los tiempos. De manera simultánea al desarrollo de la ingente producción narrativa del “Grupo de Guayaquil”, despliega su actividad creativa la denominada “Generación del treinta”, con escritores que actuaron en torno a tres grupos que emergieron en tres de las principales ciudades de la sierra ecuatoriana: Quito, Cuenca y Loja, que crearon su obra de narrativa de ficción, en los lindes de la estética realista social e indigenista. En la ciudad de Quito, Jorge Icaza (1906-1978) publica Barro de la sierra (1934). De los seis cuentos que integran el libro, cuatro se pueden adscribir al realismo social y al indigenismo y están inspirados en los recuerdos de las duras condiciones de vida de los indígenas trabajadores de la hacienda de propiedad del tío Enrique Coronel, que el autor había 64                                                              conocido, de primera mano, durante sus tres años de permanencia en los parajes serraniegos de la provincia del Chimborazo, cuando aún era niño. Los otros dos, sobre todo “Interpretación”, tienen clara influencia del psicoanálisis freudiano. En 1952 publica su segundo libro de cuentos Seis relatos, cuentario que dos años más tarde lo vuelve a publicar, en Buenos Aires, con el título de Seis veces la muerte. Ocho años más tarde publica Viejos cuentos (1960). De los Cuentos completos (2006), que se editaron con motivo del primer centenario de nacimiento de Jorge Icaza amerita mencionarse el relato largo “Mama Pacha”, en el que se problematiza el trauma del mestizo ecuatoriano, “su doble naturaleza que lo obliga a exhibir sus ancestros blancos y ocultar los indígenas”, a consecuencia de lo cual el protagonista del relato “prefiere penar por un crimen que no cometió antes que admitir que tiene una madre india” (Ubidia, 2006: 312). En la misma ciudad capital del Ecuador, otro cuentista que dejó una profunda huella es Jorge Fernández (1912-1979), con Antonio ha sido una hipérbole (1933), en cuyos textos si bien la acción ya transcurre en la ciudad, la escritura evidentemente se mueve dentro de los planteamientos estéticos del realismo social del “Grupo de Guayaquil”, que aún se encontraba en plena efervescencia. Y Sergio Núñez (1896-1982), en la misma línea indigenista de Jorge Icaza, publicó dos libros de cuentos: Novelas del páramo y la cordillera (1934) y Tierra de lobos (1934). En Cuenca, las obras y autores más destacados de esta época son los siguientes: Cuentos morlacos8 (1931), de Manuel Muñoz Cueva, quien desarrolla en algunas de sus creaciones narrativas el tema indigenista y logra “un cuento de vibración y angustia que lo emparentaba con los nuevos modos narrativos” (Rodríguez, 1970: 10); Llegada de todos los trenes del mundo (1933), de Alfonso Cuesta y Cuesta (1912-1991), alterna el tema urbano mestizo con el campesino indígena y su obra cuentística está vinculada a las propuestas del indigenismo y la denuncia social y en sus textos ficticios, además, se alude a la “conmiseración por los niños desvalidos y la denuncia de crueles injusticias” (Rodríguez, 1970a: 10); y Barro de siglos (1934), de César Andrade y Cordero, en similar tendencia temática y formal (Cfr. Rojas, 1948: 189-190). En la ciudad de Loja, en el ámbito del cuento es destacable el nombre de Eduardo Mora Moreno (1906-1987), quien con sobra de méritos ha sido reconocido como precursor, pionero e iniciador de la narrativa realista social e indigenista en la literatura ecuatoriana con sus relatos tardíamente reunidos en el cuentario Humo en las eras (1939) y otros cuentos que 8 Dícese de los naturales de la ciudad de Cuenca, del cantón, de la provincia del Azuay o de su región (Cfr. Córdova, 2008). 65 ya fueron publicados en las revistas literarias lojanas de la primera parte del siglo XX, como: Alba Nueva (1923), Loxa (1924), Revista del Colegio Bernardo Valdivieso (1925-1930), Hontanar (1931), Bloque (1935), Revista de Cultura (1939), entre otras. Similar contribución, a la consolidación de la literatura indigenista del Ecuador, ha realizado el animador espiritual de las nuevas generaciones e inolvidable rector del Colegio Bernardo Valdivieso de Loja, Dr. Carlos Manuel Espinosa, con cuentos publicados, desde el año 1926, en algunas de las revistas lojanas antes mencionadas. De esta misma ciudad se tiene que mencionar a Ángel Felicísimo Rojas (1909-2003), quien publica dos cuentarios: Un idilio bobo (1946), publicado en la imprenta de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que “se convierte en el mayor centro editorial de apoyo al cuento ecuatoriano con alrededor de 150 libros de cuentos publicados hasta finales del siglo XX” (Martínez, 2015: 261) e integrado por quince cuentos, cuyos ambientes, en su mayoría, pertenecen al universo rural de la provincia de Loja y la Región Sur del Ecuador. En esta obra de narrativa breve confluyen dos vertientes, “una indigenista (…) y otra urbana” (Rodríguez, 1970: 12); y El busto de Doña Leonor: cuentos de juventud (1998), en el que en escenarios más urbanos que rurales, de la sierra y la costa ecuatoriana, Rojas trata las más disímiles preocupaciones humanas, comenzando por las que le inquietan en su condición de abogado, “agricultor de escritorio”, escritor de narrativa de ficción, crítico literario y militante político o amigo distanciado, y por lo mismo cuestionador, de las prácticas del socialismo ecuatoriano (Cfr. Salazar, 2010: 10-11). Para concluir este apartado es necesario precisar que si bien la crítica e historiografía literaria ecuatoriana ha puesto como límite para la vigencia del realismo social la publicación de la novela El éxodo de Yangana (1949), de Ángel Felicísimo Rojas, es de justicia reconocer que algunos autores más jóvenes que editaron su primigenia obra cuentística en la década subsiguiente también se los debe considerar dentro del realismo social e indigenismo, “porque la narrativa de este período seguía siendo un apéndice de esa narrativa del realismo social de los años treinta” (Calderón, 1997: 16). Expresión de esta prolongación del realismo social constituyen cuentistas como Pedro Jorge Vera (1914-1999), con una docena de libros de cuentos publicados, como se verá en el siguiente capítulo, en los cuales demuestra que siempre se mantuvo cercano a la estética realista del periodo anterior. En cuanto al estilo personal suyo, este se caracteriza porque sabe privilegiar “ciertos rasgos, gestos y detalles de la realidad representada en el afán por dar cuenta de un mundo de vida que solo puede ser abordado desde una mirada atenta a escenas que funcionan como clave de interpretación” (Ortega, 2004: 44). 66 Desde esta misma perspectiva realista social, el multifacético escritor esmeraldeño Adalberto Ortiz (1914-2003) publica los libros de cuentos: Los contrabandistas (1945), La mala espalda (1952) y La entundada (1971), en ellos el autor afrodescendiente se orienta “hacia la búsqueda de formas narrativas y poéticas diversas que ponen en juego temas de negritud y de mestizos así como inquietud de matriz filosófica que indagan ciertas constantes humanas frente al problemático crecimiento de nuestras ciudades periféricas” (Ortega, 2004: 31). Otra clara evidencia de la prolongación del indigenismo y del realismo social de las dos décadas anteriores constituye Mary Corylé –seudónimo de María Ramona Cordero y León– (1901-1978), quien inició la publicación de su obra cuentística desde dos décadas antes, con La pancha (1933), Pobre Chapita (1933), Mundo pequeño (1948) y Gleba (1952). Al valorar la obra cuentística de esta autora, el crítico Miguel Donoso Pareja subraya que la narradora cuencana “sitúa sus mejores textos en el campo, aunque hace algunas incursiones urbanas. Su escritura, muy en los términos del realismo social, es básicamente de protesta y denuncia. Por momentos cae en lo declamatorio y discursivo, con lo que se acerca peligrosamente a las tesis del realismo socialista” (Donoso, 1997: 35). En coherencia con las temáticas abordadas, los cuentos de Mary Corylé “evidencian un manejo magistral de las formas del habla popular, del diálogo coloquial que da cuenta del humor, la idiosincrasia, y los miedos y deseos más íntimos de sus personajes” (Ortega, 2004: 36-37). De una valoración de conjunto del cuento ecuatoriano publicado durante la época de predominio del realismo social e indigenista se advierte que, en consonancia con las ideologías políticas y estéticas que les dotaron de nuevo impulso se abordan las problemáticas que antes no habían sido consideradas; puesto que en la obra cuentística de los narradores adscritos a esta tendencia socioliteraria se incorporan como protagonistas a personajes provenientes de los sectores sociales hasta entonces totalmente relegados de todo tipo de participación como los “indios, cholos, montubios” (Ubidia, 2006: 310). En lo formal, como es obvio advertirlo, la mayoría de los cuentos publicados durante estos años no sobresalen por su perfección técnica ni por su refinamiento artístico, sino por ser una escritura de gran economía estilística, altamente expresiva e impugnadora de todas las formas anteriormente dominantes; en ella se incorpora el habla popular propia del indígena, el montuvio, el negro y el habitante marginal de las urbes; y, es parte, además, de un proyecto global de creación de una cultura nacional y popular, hasta ese momento aún inexistente. 67 3. La representación y recreación literaria de la migración interna en el cuento ecuatoriano Una vez que se ha ofrecido una visión compendiada del fenómeno sociológico de la migración, interna e internacional, en el Ecuador, así como se ha sintetizado el desarrollo cronológico del cuento ecuatoriano y dentro de él se ha descrito, con mayor amplitud, lo que constituye la tendencia realista, dentro de la que se adscriben los cuentos ecuatorianos seleccionados como corpus narrativo de análisis, en el subcapítulo que se desarrolla en las páginas subsiguientes se realiza una presentación comentada de las tramas narrativas de los relatos que se han construido en torno a la migración interna, los cuales se constituyen en los antecedentes literarios más directos de los cuentos estudiados en esta tesis. Así, respecto del fenómeno sociológico de la migración interna: rural-rural, interprovincial e interregional y campo-ciudad, desde la década del treinta del siglo XX, época de plena vigencia del realismo social e indigenismo en la narrativa ecuatoriana, se han escrito y publicado múltiples cuentos que recrean esta problemática social de fondo, los cuales se han organizado en tres grupos: aquellos que recrean la emigración, proveniente desde la ciudad y provincia de Loja; los textos ficticios que aluden a la emigración desde diferentes sectores rurales y poblaciones de la Costa y la Sierra hacia la ciudad de Guayaquil; y, los cuentos que se refieren a la emigración, desde los sectores campesinos y pequeños pueblos de la Sierra andina del Ecuador, hacia las ciudades de Quito y Cuenca. 3.1. La emigración interregional proveniente desde la ciudad y provincia de Loja Antes de dar cuenta de los cuentos que representan la emigración interregional e interprovincial procedente desde la ciudad y provincia de Loja, resulta pertinente recordar que esta circunscripción geográfica tiene una ya centenaria tradición emigratoria, que data desde sus orígenes más remotos, así a los paltas, que constituyen el aporte aborigen de mayor peso e importancia, en la constitución de su actual complejo mestizaje de la mayoría de lojanos, se los considera “como originarios de la Amazonía (...) que, tramontando la cordillera de los Andes, se asientan en los territorios de la actual Loja” (Paladines, 2000: 21). El otro contingente indígena, aún en plena vigencia, es el de los saraguros, un grupo mitimae de posible origen boliviano. Además, como sucede con otros pueblos y civilizaciones, se cree 68 que los primeros pobladores de Loja fueron nómadas, cuya principal actividad económica de sobrevivencia constituía la caza y la recolección de frutos. La crisis económica, por causas y circunstancias múltiples, ha estado presente a lo largo de la historia de la provincia de Loja, alternando con cortos períodos de bonanza. A los cíclicos años de sequía se agregan otros factores, entre los que destacan la inadecuada implementación de políticas estatales, económicas y sociales como la Ley de Reforma Agraria y Colonización (1964), que dejó en manos de los terratenientes absentistas la mejor tierra con riego o más apta para emprender labores de explotación agropecuaria; un absurdo comercio que convierte al productor campesino de Loja en un “eterno perdedor”, como dijera Trotsky Guerrero Carrión (Cfr. Guerrero, 2003); un engorroso y usurario crédito estatal; escasa o nula asistencia técnica; y pobreza que, en su momento más crítico, llegó a bordear el 80% de la población provincial. En el ámbito del fenómeno sociológico en referencia, según algunos estudios, la emigración de la provincia de Loja de los años 1970 y 1980 se dirige, en su mayoría, hacia las provincias de la Costa (El Oro), la Amazonía (Zamora Chinchipe y el nororiente), otras provincias de la misma Sierra (Santo Domingo de los Tsáchilas y Pichincha) y grandes ciudades del país (Guayaquil y Quito) (Salazar, 2013: 39-40). La propensión emigratoria de los habitantes de la ciudad y provincia de Loja se vuelve a ratificar durante el auge de la salida internacional de ecuatorianos, a fines del siglo XX y primeros años del XXI, tal como lo demuestra el hecho de que esta circunscripción territorial, desde mediados de 1990, se convierte en pionera en la provisión de emigrantes; sin embargo, en coherencia con los cambios generados en el contexto de los Estados nacionales de recepción, en esta ocasión, el flujo de personas “no se dirige hacia América del Norte, sino que abre las puertas a una migración hacia España; de hecho, el 86% de los emigrantes lojanos lo hace con destino a ese país y tan solo un 6% opta por Estados Unidos” (Pagnotta, 2014: 42-43). Este afán de conocer nuevas tierras y ver nuevos soles que singulariza a un significativo porcentaje de lojanos explica el hecho de que los primeros cuentos que recrean el fenómeno sociológico de la migración interna en el Ecuador sean escritos por narradores lojanos o por autores de otras latitudes, pero que tienen como personajes protagonistas a ciudadanos provenientes de la más sureña provincia de la Sierra del Ecuador. Es necesario remarcar, además, que la escritura de cuentos que recrean el fenómeno sociológico de la migración interna originada en la provincia de Loja se ha mantenido vigente hasta los primeros años del siglo XXI, cuando esta problemática de desplazamiento de personas ya 69 perdió la importancia que tuvo durante gran parte del siglo y milenio pasado, tal como se pone en evidencia en los siete cuentos referenciados en las páginas subsiguientes, los cuales son presentados en orden cronológico de publicación. De ellos, en correspondencia con las épocas que se distinguen dentro de la emigración interregional, los tres primeros se refieren a la salida desde Loja hacia la Costa y los cuatro restantes aluden a la emigración de lojanos con rumbo a la Región Amazónica del Ecuador. El primer cuento que hace referencia directa al fenómeno sociológico de la emigración, desde la provincia de Loja hacia Guayaquil, en tanto capital económica del Ecuador y principal ciudad de la Región Costa es “Los aldeanos” (1923), del narrador vanguardista lojano Pablo Palacio (1906-1947). En el discurso narrativo de este cuento se observa que Miguel y Margarita, la pareja de jóvenes protagonistas, con el ánimo de salvar el amor de las habladurías de los vecinos y de la oposición de los padres de ella, luego de abandonar el pequeño pueblo andino de origen, emprenden su periplo emigratorio en pos de la mejora económica y la felicidad que creían la iban a encontrar en la gran ciudad puerto; sin embargo, ya una vez en ella se sienten desconcertados por lo que encuentran y experimentan en la extraña urbe elegida como destino emigratorio, que es muy distinta de la bucólica tranquilidad del espacio geográfico de partida; pues, como expresa el narrador omnisciente: “y ambos estaban atónitos, perplejos, llenos de la infinita tristeza de las grandes ciudades; y comprendiendo que había que trabajar mucho para poder vivir en lo imposible de su miseria, se quedaron silenciosos, meditabundos, desilusionados, con el signo de lo trágico en la comisura de las bocas, mirando con ojos tristones, nostálgicos, hacia el lado del mar” (Palacio, 2000: 66). A decir de los estudiosos de la obra palaciana, el autor proyecta en el cuento antes mencionado su propia experiencia emigratoria desde la aldeana ciudad de Loja, de donde era originario, en dirección hacia la ciudad de Quito y en los años finales de su existencia hacia Guayaquil, en cuyo trayecto “abandona primero su aldea y llega a Quito desde la ciudad más austral del país” (Mafla y Vásconez, 2009: 12). En el cuento “¡Achirano!” (1946), de Ángel Felicísimo Rojas (1909-2003), desde el punto de vista de un narrador testigo y a través de un dilatado monólogo interior a modo de confesión de la culpabilidad que asume quien cuenta la historia, se hace conocer las peripecias del desplazamiento físico del ciudadano nativo de Loja: Manuel Mesías Gallardo, quien huye de quienes en la ciudad de origen lo fastidiaban con el apodo “Achirano”, que heredó de sus antepasados. El mote endilgado le produce graves rabietas al aludido, por lo que el narrador del cuento conocedor del “talón de Aquiles” de su pequeño vecino, de manera cruel aprovecha esta circunstancia, por aquello de que “nada más adecuado para hacer prosperar un 70                                                              apodo que traslucir el disgusto que causa en el sujeto paciente” y relata cómo se solazaba al proferírselo o insinuárselo en los lugares y momentos más disímiles. Con el propósito de liberarse de quienes le fastidiaban, el afectado decide abandonar la ciudad de Loja y probar suerte en otros lugares dentro del país e inclusive del extranjero, ya que “el mozo encontró asfixiante la atmósfera de su tierra, que sentía estrecha y odiosa, y decidió abandonar el hogar paterno. Aquí todos le conocían, todos estaban en el secreto, todos le mortificaban poniendo en ello una refinada malicia (…). Dejó su hogar. Dejó su amor. Dejó el plato de sopa caliente y el albergue seguro. Se fue” (Rojas, 2004: 231-232). No obstante el intento del personaje por huir del asedio del narrador del relato, la persecución continúa y de forma inexplicable lo vuelve a encontrar e incomodar con el grito de ¡Achirano! en un taller de ebanistería en la ciudad de Guayaquil, en un gasolinera en el campamento minero de Ancón, ubicado en la actual provincia de Santa Elena, en los yacimientos petrolíferos de Talara, en la república del Perú y, finalmente, en el puerto de Callao, cerca de la ciudad de Lima. En el puerto cercano a La Ciudad de los Reyes, Manuel Mesías Gallardo no puede soportar más las molestias del persecutor y decide suicidarse, arrojándose al mar y ante este trágico final, el narrador testigo del relato se siente como el principal responsable de la temprana muerte de ¡Achirano! y frontalmente reconoce su falta: “yo soy el hombre que, con un grito, prorrumpido desde el muelle de Callao, ha provocado el suicidio de un hombre” (Rojas, 2004: 223), aunque a los ojos del resto de conocidos aparezca como un suicidio, por causas desconocidas. En “Las gambusinas” (1955), de Wálter Bellolio (1930-1974), con una plurivocidad narrativa fluctuante entre omnisciente, testigo y protagonista, se cuenta la historia del “omoto” Eguigueren, un mestizo lojano, hijo del patrón de hacienda, de apellido de rancio abolengo, en “una india motera”, que se ganaba la vida vendiendo maíz cocido (mote9). Por el estigma social de origen, el joven protagonista del cuento, que ni tan siquiera lleva el apellido del progenitor sino el de Bermeo, considera que las puertas para el anhelado progreso le están vedadas en su ciudad natal y por insinuaciones de un conocido decide emigrar hasta la ciudad de Guayaquil, porque “allá uno vale según los billetes en el bolsillo, cualesquiera que sean tus padres” y el emigrante tiene la ilusión de triunfar en la próspera Perla del Pacífico: “¡Por Dios, que si regreso, ha de ser de médico; o de abogado, más que sea!” (Bellolio, 1955: 20). Sin embargo, la realidad es muy distinta a la del sueño emigratorio del protagonista y cuando llega, cansado y hambriento, a la ciudad de Guayaquil, tiene que buscar trabajo como cualquier otro peón agrícola afuereño, “se sentía desubicado. No era su ambiente” y lo que es 9 Maíz desgranado y cocido, sea tierno o maduro, con cáscara o pelado, que se emplea como alimento en el Ecuador y en algunas otras regiones de la América Meridional (Real Academia Española, 2014). 71                                                              más grave, el mayordomo a quien le es encomendado el migrante, por prejuicio regionalista en contra de los habitantes nativos de la región Sierra del Ecuador le comienza a complicar la vida de diferentes maneras, porque “estos longos10 son más bocones y chismosos”. Para ocultar la convivencia con otra mujer fuera de matrimonio, trata de deshacerse, lo antes posible, del nuevo peón agrícola, para lo cual lo engaña vilmente, invitándolo a coger gambusinas, que “son unos pájaros blancos. En Guayaquil pagan a cien sucres la libra de sus plumas; dizque con ellas hacen no sé qué adefesios para las mujeres” (24). Con esta falaz trapacería, lo lleva en la media noche hasta lo más cerrado del plantío de cacao y allí lo deja abandonando, sin importar los miles de insectos que puedan convertirlo en fácil víctima de sus picaduras. Debido a que el emigrante se pierde en la búsqueda del camino de regreso a la habitación donde debe dormir, es picado por una víbora y por falta del oportuno auxilio pierde la vida y con ella los sueños de progreso que lo llevaron a dejar la ciudad de Loja; pues, como dice uno de los narradores testigos del cuento: “encontraron muerto al longuito que vino ayer (…). En el cañaveral, por el cruce de ´La Ambición´, picado de culebras” (28). En el cuento “El beso” (1988), de Alejandro Carrión Aguirre (1915-1992), desde la perspectiva narrativa de un “yo protagonista” y con múltiples alusiones a obras literarias como La vida de lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, Pablo y Virginia, Robinson Crusoe, Un idilio bobo, así como a las letras de varios pasillos ecuatorianos, se informa de la razón fundamental por la cual el narrador de la historia ha emigrado, desde la ciudad de Loja hacia la Región Amazónica ecuatoriana, en donde se desempeña como suboficial en el Destacamento de Selva en la provincia de Morona Santiago. En este cuento, el protagonista, en una noche de copas, les narra a sus compañeros del ejército la trayectoria de su vida, en cuyos inicios, según sus ya lejanos recuerdos, se desenvuelve como acompañante de un mendigo no vidente, del cual se alejó, para ser recogido y luego vendido por una señora de quien no guarda los mejores recuerdos. De esta forma llega, en condición de criado, a casa de un ingeniero constructor de carreteras, en donde aprendió todo lo que luego le fue útil en la futura vida adulta: “aprendí a leer y escribir. Me trataban bien, me dieron un cuartito, conocí lo que era una cama, me vistieron, me enseñaron a ser limpio” (Carrión, 1988: 225). Con el paso de los años, gracias a los libros que existían en la casa del ingeniero y que siempre estuvieron a su disposición adquirió el hábito de la lectura, al tiempo que “aprendía mecánica automotriz y conducción de automóviles y tractores” (227-228) e incluso tiene la oferta para poder trabajar toda la vida con el ingeniero. No obstante la relativa 10 Referido a personas indígenas adolescentes. Cholos o de clase social baja (Córdova, 2008). 72 tranquilidad en la que se desenvuelve su vida en el hogar donde le dieron albergue, todo llega a su fin, de manera abrupta, cuando ya adolescente se enamora perdidamente de la hija de la familia del patrón, una adolescente de similar edad, a quien una madrugada que ingresa a su cuarto, mientras ella duerme, le da un beso: “se lo di: esa es la verdad. Se lo di hondísimo, como si al dárselo le sorbiera la vida entera” (229-230) y por esa razón, de manera inmediata, huye a la selva amazónica: “me eché al hombro mi alforja (…). No vacilé un instante. Yo había soñado mucho con la selva”. En la Región Amazónica, gracias a lo que aprendió con el ingeniero en la ciudad de Loja, encuentra trabajo en el Ejército del Ecuador y de ese lugar decide no salir nunca jamás, “porque si salgo de la selva, puedo encontrarme con ella”. El narrador protagonista aspira “que todo quede intacto dentro de mi alma. Que ella sea siempre esa niña de rostro de flor que yo besé una madrugada, y a la que dejé clavados en el alma mis ojos humildes, vueltos excelsos por la virtud suprema del amor” y porque para el protagonista del cuento “esta selva hondísima es mi protección, ella mantiene intacto mi recuerdo, es la coraza con la que lo protejo de la vulgaridad de la vida” (232-234). El cuento “Una lejana y movediza sombra” (2002), de Stalin Alvear (1942), constituye un homenaje, una poética y patética prolongación de El éxodo de Yangana (1949), de Ángel Felicísimo Rojas (1909-2003), la “novela total” sobre la migración interna en el Ecuador, desde la Región Sierra de los Andes bajos hacia la Oriental Amazónica. En el relato de Stalin Alvear lo más destacable es el interjuego tempo espacial entre el pasado en el lugar de origen emigratorio, en donde moran los recuerdos de los protagonistas, el presente en el territorio de destino en donde desarrollan su vidas y el futuro que les permitirá cumplir los sueños aún no realizados. En el cuento se narra la imaginaria visita de cortesía que le dispensaron los sobrevivientes del éxodo de la parroquia rural de Yangana, al monumento, que en el redondel de La Argelia, cerca de la Universidad Nacional, en la ciudad de Loja, se ha erigido en memoria de Ángel Felicísimo Rojas, el autor de la renombrada ficción novelesca. El desplazamiento que realizan los personajes del cuento constituye una demostración de gratitud al novelista que los inmortalizó y, en ella, gracias a la cortesía del autor de la novela, en una palmaria muestra de plurivocidad narrativa, hacen uso de la palabra los personajes más emblemáticos de la emigración recreada en la epopeya de Rojas, como: el Churón Ocampo, jefe natural del éxodo; Vicente Muñoz, el hombre más ilustrado de la parroquia de Yangana; y Benjamín Betancourt, el músico de la partida. Del contenido de sus palabras se puede saber sobre lo que ha acontecido después de la llegada de las familias emigrantes al destino final en Palanda (actual cantón de la provincia de Zamora Chinchipe), en plena Selva Amazónica y, al final, la despedida es igual o más triste que la primera ocasión; porque, aunque prometen 73                                                              retornar, debido a la avanzada edad de los protagonistas del cuento, con toda seguridad será la última entrevista que tengan con el autor de la novela que perennizó sus nombres e hizo famosa a la parroquia rural lojana dentro y fuera del Ecuador. En el cuento “Emigrantes” (2006), de Estuardo Figueroa Castillo (1960), a través de un narrador omnisciente y con un lenguaje pletórico de lojanismos (taralla11, llangache12, sambate13, sango14), de parecida manera a lo que acontecía en la ya citada novela El éxodo de Yangana, de Ángel Felicísimo Rojas, se refiere como causas estructurales de la emigración de los campesinos lojanos, a las limitaciones económicas que padecen nuestros chazos como consecuencia de las prolongadas sequías “si estamos ya cinco años esperando ojalá llueva, ojalá llueva” (Figueroa, 2006: 84), la caprichosa topografía del suelo lojano, la insuficiente tecnificación de la producción agropecuaria y el inveterado abandono de los poderes públicos y de los gobiernos de turno que han dirigido los destinos del Ecuador. En razón de estas adversas circunstancias, los habitantes del sector rural del cantón Sozoranga, en la provincia de Loja, por su propia cuenta y sin más ayuda que la de sus propias decisiones y energías, se lanzan a la aventura de ver nuevos paisajes, nuevos amaneceres y nuevos soles en otras latitudes de la geografía del Ecuador y, principalmente, en la Región Amazónica, porque “dicen que por allá hay agua de sobra, que hasta hay ríos navegables” (86-87). En el cuento en referencia, el desplazamiento físico de los habitantes de la campiña lojana está motivado por la esperanza de mejorar la difícil situación económica, fundar nuevos pueblos con nombres que recuerden los del lugar de partida “aquí será la nueva Loja” (90) y, de esta manera, poder proyectar, en el futuro y lejos del solar nativo, una nueva vida más humana e integralmente realizada, tanto en lo material como en lo espiritual, a la que como seres racionales, sensibles e inteligentes todos aspiramos. Finalmente, en “El emigrante” (2008), de Marco Vinicio Jiménez Figueroa (1961), a través de un narrador omnisciente, se explicita como motivación fundamental de la emigración de carácter interregional, desde el sector rural de la provincia de Loja, en dirección a la Región Amazónica, a la sequía que históricamente ha azotado a esta circunscripción geográfica y convierte a este espacio físico en territorio desértico, conforme lo expresa uno de los personajes del cuento en referencia, Danilo Guerrero, un campesino nativo del cantón Espíndola, en la frontera con el Perú: “la sequía está golpeando muy duro a los 11 “Caña de maíz sobre el que crece el fruto” (Figueroa, 2006: 85). Por extensión alto y delgado. 12 Avecilla cantora. “Pájaro de color marrón claro y naranja que fabrica su casa redonda con arcilla” (85). 13 “Es el tamal de choclo llamado en otras provincias chumal, humita o choclotanda” (http://www.loja.gob.ec/contenido/lojanismos). 14 “Especie de puré muy dense, hecho de maíz blanco” (Ídem). 74 http://www.loja.gob.ec/contenido/lojanismos                                                              campesinos de ambos lados, por lo que familias enteras abandonan sus chozas y salen a buscar la vida. Unas van a la Costa y otras al Oriente ecuatoriano (…). Pienso irme al Oriente, allá dizque hay vida. Eso está bueno” (Jiménez, 2008: 125). En el viaje emigratorio que emprende el protagonista, aunque sea bajo la estrella de la incertidumbre, al carecer de un lugar preciso hacia dónde dirigirse y antes de llegar a la Amazonía, que se constituyó en la tierra de promisión de los campesinos lojanos, cargado de ilusiones ya avizora un nuevo ambiente geográfico muy promisorio, en el que podrá encontrar el trabajo y la alimentación que le permita sobrevivir; por ello, al “observar el valle (…) con su verdura fresca. ¡Allá voy! Las esperanzas crecen y con ellas el optimismo por salir de la postración” (Jiménez, 2008: 126); sin embargo, como acontece en la vida real de un sinnúmero de emigrantes lojanos que abandonan su tierra de origen llenos de ilusiones y esperanzas de cambiar la situación económica de sí mismos y de sus respectivas familias, en los nuevos lugares de destino no encuentran la tan anhelada mejora del nivel y calidad de vida, sino que continúan viviendo en condiciones de pobreza y a veces lo que se encuentran es la muerte, tal como le acontece al personaje protagónico de este relato, el cual por huir de la sequía que causaba la muerte de plantas y animales, después de un año de abandonar su tierra de origen, sin ni siquiera haber llegado a la Amazonía, muere ahogado en un río de la parroquia lojana de Malacatos: “anoche se ha ahogado. Hoy de mañana lo ha encontrado don Alejo Jiménez, abajo en las playas de Los Encuentros (…). En la hacienda Santa Ana lo están velando” (Jiménez, 2008: 133). 3.2. La emigración desde el sector rural hacia la ciudad de Guayaquil En lo atinente a la representación y recreación literaria de la emigración desde el sector rural y los pueblos pequeños hacia la ciudad de Guayaquil y otras urbes de la Región Litoral o Costa, en el género cuentístico, se tiene que mencionar, en primer término, al famoso libro de cuentos Los que se van (1930), de coautoría de Demetrio Aguilera Malta, Joaquín Gallegos Lara y Enrique Gil Gilbert, ya mencionado en el acápite anterior. En este cuentario, como lo expresa el mismo título, los protagonistas están en tránsito, en movimiento, en camino. Así por ejemplo, la emigración desde el campo costeño a la Perla del Pacífico está muy presente en “El cholo15 que se fue pa Guayaquil” (1930), de Demetrio Aguilera Malta, en el que se narran los sueños emigratorios del montuvio Tomás Leitón, 15 Referido a la persona nativa del Ecuador, que tiene el pelo lacio, rasgos aindiados y la piel oscura. Mestizo de rasgos aindiados, de origen campesino y hablante del español, que habita en las ciudades de la sierra. En sentido despectivo dicho de un indígena que adopta los rasgos o usos urbanos occidentales (Real Academia Española, 2014). 75 quien subyugado por las supuestas ventajas de vivir en la ciudad de Guayaquil abandona la isla de origen y se dirige al puerto principal del Ecuador; sin embargo, cuando se aproxima a la urbe guayaquileña se siente extraño y empequeñecido frente a la ciudad enorme, sus edificios y sus desconocidos habitantes: “y se llenó de dolor cuando se comparó con lo que le rodeaba. Y se sintió pequeño y miserable. Indigno de esas mujeres y de esos hombres que soñó” (Aguilera, 1970: 128). No obstante esta extraña primera visión de la ciudad de destino emigratorio y sus pobladores, pudo más la curiosidad y decidió quedarse en ella y laborar incluso en los trabajos más duros con tal de sobrevivir: “no volvería más a las islas. Quedaríase en la ciudad. Trabajaría como un burro. De noche y de día. En cualquier cosa” (Aguilera, 1970: 128) y efectivamente hizo de todo: “cargando en la plaza. Vendiendo carbón. Sacando leña. Se le vio en la orilla y en el centro. Subiendo y bajando a la casa de los blancos. Sin detenerse nunca. Sin amigos y sin amores. Encerrado siempre en sí mismo” (Aguilera, 1970: 129). No obstante todos estos esfuerzos por sobrevivir y permanecer en la ciudad portuaria jamás se acostumbró a vivir en ella, el ambiente de la urbe le resultó asfixiante e inhóspito en relación al siempre amplio y familiar espacio geográfico de origen; por ello, le pareció imposible mantenerse lejos del lugar natal y los seres queridos que permanecen en él, hasta que “un buen día lloró…” y decidió retornar a las islas origen y a los suyos, para lo cual “se hizo a la vela. Se lanzó al mar” (Aguilera, 1970: 130). En el cuento “Chumbote” (1932), de José de la Cuadra (1903-1941), desde el punto de vista de narrador omnisciente y en el estilo elíptico que caracteriza la narrativa de este maestro del cuento ecuatoriano, se presenta la historia del niño Federico de Prusia Viejó, quien vino al mundo en la hacienda de propiedad de Federico Pinto y cuando quedó huérfano de madre, al cumplir los diez años de edad, fue regalado por el progenitor para que fuera de sirviente a la casa del patrón en la ciudad de Guayaquil. Por el nombre que llevaba, el mismo que inducía a pensar que era hijo del terrateniente, en la urbe porteña a la que es trasladado no es bien recibido por la esposa de este y más bien se convierte en víctima de permanentes maltratos físicos y psicológicos, por parte de la pareja de patrones, razón por la cual enflaquece y del “chico macizo y recio como un ternero crecido” solo le queda el apodo de “Chumbote”; ya que ahora, a consecuencia de los azotes físicos que recibía, la poca comida que le daban y el vicio de la masturbación que aprendió del hijo del hacendado, “era larguirucho, flaco, amarillento, como si lo consumiera un paludismo crónico” (Cuadra, 1984: 232). Las duras condiciones en las que tiene que sobrevivir en los estrechos y opresivos espacios físicos de la ciudad lo inducen a la idealización y el nostálgico recuerdo de la vida del campo, en donde gozaba de mayor libertad y se desenvolvía entre la naturaleza amplia y 76 pura de la tierra dedicada a la explotación agropecuaria, por lo que “le obsedía el recuerdo de la hacienda, y los ojos parduzcos se le abotagaban de nostalgias inútiles (…), revivía milagrosamente, en su memoria, las tardes soleadas o lluviosas de allá lejos, en el campo irrestricto, cuando, retrepado a pelo en su caballejo de color azufrado, chiquereaba el ganado de su patrón” (Cuadra, 1984: 236). Son esos recuerdos y no delirios de otra naturaleza, los que explican las expresiones en solitario que pronunciaba Chumbote: “¡´Pomarrosa´! ¡´Cañafístula´! ¡´Maravilla´! ¡´Tetona´!” y que a la patrona citadina le resultaban incomprensibles, propias de un enajenado mental y constituían razones más que suficientes para proferirle ofensivos insultos y propinarle nuevos azotes físicos. En “La Guamoteña” (1946), de Pedro Jorge Vera (1914-1999), desde la perspectiva de un narrador testigo que se interesa por determinar al responsable de un doble crimen pasional, se relata la emigración, desde el cantón Guamote, en la provincia andina de Chimborazo hacia la ciudad de Guayaquil, del matrimonio conformado por Ambrosio Gavilanes y Ernestina, “una de las tantas parejas serranas que bajan a Guayaquil en busca de mejoramiento económico (…). ´En Guayaquil rueda la plata; allá cualquiera se hace rico´” (Vera, 1962: 21); alentados por esta ilusión encomiendan los hijos al cuidado de los abuelos maternos y emprenden la aventura emigratoria hacia el puerto principal. Una vez que arribaron a la ciudad de destino emigratorio instalan un local de venta de comida. Muy pronto los clientes comienzan a llegar, porque “la habilidad culinaria de Ernestina y la animosidad de Ambrosio hacían prosperar el negocio” (Vera, 1962: 22). Todo iba bien hasta que un incendio de la casa en donde se ubicaba el negocio lo consume todo y la joven pareja de emigrantes tiene que sobrevivir con la venta ambulante de carne en palito, de cuya difícil situación logran salir gracias a una sociedad que conforman con el guayaquileño Jacinto Zavala, quien aporta la cantidad de 4000 sucres, que había heredado de la madre recién fallecida, para la instalación de un nuevo local de comida llamado “La Guamoteña”, el cual en poco tiempo tuvo mucho éxito: “circulaba el dinero, se consumían las inmensas ollas de comida, se trabajaba hasta bien entrada la noche (…). Pronto hubo que aumentar el personal. Era un negocio verdaderamente próspero” (Vera, 1962: 25); no obstante esta inocultable prosperidad del negocio, las dificultades advienen cuando Ambrosio se niega a dar cuenta de los ingresos y egresos y distribuirse las ganancias con el socio que aportó el capital, base económica que incluso le llega a negar porque no había ningún documento legal que la ponga en evidencia; por esta razón se va fermentando el soterrado odio en Jacinto Zavala, quien tenía el convencimiento de que la vida no se reducía al trabajo, privaciones y sacrificios realizados para ganar dinero, sino que esta se encontraba fuera del salón de comida, “sobre los ríos maduros, junto a las 77 mozas ardientes, bajo los cielos abiertos”, razón por la cual él requería el dinero para gastarlo y disfrutar de la vida, a diferencia de sus socios interioranos que “contaban y recontaban diariamente los ingresos, que reñían con los saloneros por la falta de un medio o un real” (Vera, 1962: 29). A consecuencia de las desavenencias y dificultades que advinieron, quien aportó el capital para reiniciar el negocio de comida decide irse a trabajar en otro lugar; sin embargo, por insinuaciones de Ernestina y como un acto de venganza en contra de quien le negaba capital y ganancias, comienza a tener relaciones íntimas con la mujer del socio, aunque no por amor hacia ella sino como una retaliación: “Ernestina no contaba: era solo el instrumento de su venganza. Ambrosio, eso era lo importante: saberlo traicionado, escarnecido, humillado” (Vera, 1962: 34). Con el paso de los días son descubiertos por el marido traicionado y como trágico resultado del violento enfrentamiento entre los partícipes del triángulo amoroso se produce el doble asesinato de Ernestina y su esposo y por ese doble crimen Jacinto Zavala es condenado por la justicia y recluido en la cárcel pública de Guayaquil. En el cuento “El retorno” (1953), del ya citado Wálter Bellolio, a través de un narrador omnisciente, se cuenta la historia de Luis Villao, un montuvio que nació en un pequeño poblado junto a la playa de la costa ecuatoriana, quien cuando cumple quince años de edad y queda en la orfandad absoluta comienza a viajar como ayudante de un comerciante que intercambiaba mercaderías en la ciudad de Guayaquil. Cuando conoce la Perla del Pacífico, se queda anonadado de la gran urbe y se le aviva el deseo de habitar en ella: “la ciudad le hizo abrir la boca, con sus casas sin orden de estatura y sus gentes apuradas. Las calles salpicadas de letreros luminosos, los autos con sus pitos desacordes, los parques, las iglesias, las mujeres de nalgas agitadas… Todo, todo le pareció extraño; y lindo” (Bellolio, 1953: 18). Por estas razones decide radicarse en la ciudad y aunque en un inicio “se sintió solo, perdido en ese crucigrama urbano”, en la Perla del Pacífico sobrevive de un trabajo nocturno en un cabaret y gracias a él estudia hasta el bachillerato e ingresa a la universidad, a cursar la carrera de derecho. El dueño del cabaret es elegido concejal del cantón Guayaquil y contrata a Luis como su ayudante, con una buena remuneración (dos mil sucres mensuales); gracias a este ascenso socioeconómico regresa al pueblo de origen en una evidente mejor condición de vida, lo que le facilita conquistar el amor de una señorita del lugar; en la universidad se convierte en novio de una compañera de estudios. La vida de Luis Villao va viento en popa hasta que el concejal con el que colabora en la comisión de educación es destituido y, consecuentemente, el universitario de origen montuvio pierde el trabajo y luego de la angustiosa búsqueda de un nueva opción laboral se emplea como ayudante en un juzgado, en donde tenía un sueldo 78 menor y una cantidad inmensa de trabajo diario para devengarlo. Mientras trabaja en esta nueva actividad, debido al exceso de trabajo y la pobre alimentación, contrae la tuberculosis, a consecuencia de la cual es despedido del juzgado e internado en una casa de salud de Guayaquil, desde donde luego de haber transcurrido algunos meses es dado de alta, no porque se haya curado de la peligrosa enfermedad, sino porque requerían la cama que él ocupaba para dársela a otro paciente recomendado por un alto funcionario del gobierno del Ecuador. Ilusamente Luis cree haberse sanado de la dolencia que le aquejaba y muy alegre se dirige a comunicar la buena noticia a la novia; sin embargo, cuando llega a la casa que ella habita, la encuentra en brazos de otro hombre, duro golpe emocional en contra de Luis, a consecuencia del cual decide retornar a su tierra nativa y a la cercanía de la mujer que había dejado allí; empero cuando regresa, va en su búsqueda y pregunta por ella, el propio progenitor de la señorita aludida le comunica que “está de moza del gallo ese del político”, por lo que Luis se siente desengañado del amor de las mujeres, abatido de ánimo y sin opciones de salir adelante; y en una muestra de ansiedad, angustia y desesperación se dirige hasta un acantilado, al filo del mar, en donde se sienta a reflexionar sobre la inutilidad de las ilusiones humanas y lo incierto de su futuro: “tantas ansias de salir del sanatorio, ¿para qué? ¿Y para qué? ¿Y para qué? (…). Sonrió con tristeza; lanzó un escupitajo, y dando media vuelta se adentró en la vida” (Bellolio, 1953: 33). La emigración interprovincial, dentro de la misma Región Litoral o Costa, ha sido recreada, literariamente, en el cuento “Río abajo” (1953), de Rafael Díaz Icaza (1925-2013). En este relato, a través de un narrador omnisciente, se da cuenta del proceso emigratorio de William, un negro de originario de la provincia de Esmeraldas, quien cuando todavía era un adolescente es llevado, en contra de su voluntad, hasta la ciudad de Guayaquil, desde donde se traslada a la vecina ciudad de Babahoyo, capital de la provincia de Los Ríos. En el nuevo lugar de residencia, por el trabajo del que sobrevive, todos los días recorre en canoa el río Babahoyo, circunstancia que le trae nostálgicos recuerdos del río Esmeraldas de su tierra natal; por ello, aunque ya habían transcurrido muchos años: “pensaba William en su vida en Esmeraldas; en las blancas risas de negros en Pampón; en el cuerpo ágil y ardiente, reidor casi, de la Gregoria” (Díaz, 1953: 117). Todos los días se solazaba contemplando el lecho del río Babahoyo e imaginando que era el del río que conoció desde su primera infancia en su tierra natal, mientras que como “un calidoscopio, se le vinieron los recuerdos. Allí, junto al Esmeraldas, él había hecho girar su primer trompo; había elevado la primera rabona y robado las primeras frutas” (Díaz, 1953: 118). No obstante este amor por la naturaleza más prístina y la libertad de movilización fluvial, la sorda enemistad que mantenía con un antiguo 79 pretendiente de su madre, en una ocasión en que se vio forzado a defender su propia vida elimina al rival. Como castigo por el crimen cometido es aprehendido por la policía rural y mientras lo llevan atado de pies y manos a la cárcel de la ciudad de Guayaquil se arroja al río, porque prefiere la muerte antes que convertirse en prisionero, “él que estaba acostumbrado a la gran libertad del campo” (Díaz, 1953: 124). En el cuento “El éxodo” (1969), de Luis Dueñas Vera (1914-1984), a través de un narrador omnisciente, se recrea la emigración hacia la ciudad del campesino manabita Anselmo Catagua y su familia, quienes con la ilusión de algún día dejar de depender solo del salario de trabajador agrícola del jefe de hogar y alentados por los beneficios del trabajo honrado, porque “muchas grandes fortunas del pueblo, cuentan los viejos, nacieron de manos así encallecidas como las suyas, con el cotidiano contacto del machete y el hacha Collíns” (Dueñas, 1969: 66), se arriesgan a convertirse en cultivadores de arroz, aunque tiene algunas dudas respecto de los malos inviernos que “había producido el fracaso de tantos y tantos sembradores que, endeudados y empobrecidos hasta la miseria, tuvieron que emprender el rumbo desconocido hacia las ciudades, sin brújula y sin norte fijo, en búsqueda de nueva forma de vida huyendo de los acreedores, al éxodo obligado” (Dueñas, 1969: 67); por ello, no obstante las premonitorias preocupaciones que le taladran la mente del campesino costeño, a la final se decide y alquila dos hectáreas de terreno para dedicarlas al cultivo de arroz; sin embargo, los gastos derivados del costo del arriendo del terreno de propiedad del hacendado, el pago de peones para el rozo, la preparación del terreno, la siembra, deshierba y cuidado de la sementera, la represa y las acequias que deben construir para regar el sembrío por la escasez de la lluvia invernal y los intereses de usura de quienes le prestaron el dinero requerido para cubrir los gastos de las labores agrícolas, precipitan al campesino agricultor y su familia a la ruina total. La poca cosecha que obtuvo no alcanza para pagar las deudas previamente contraídas, por lo que adviene la idea de la emigración hacia la ciudad, “en donde pudiera dedicarse a otro trabajo, menos duro para sus años y más lucrativo para saciar sus apremiantes necesidades” (Dueñas, 1969: 77); en estas circunstancias y cuando recibió la primera boleta de citación judicial, de parte de uno de los acreedores, de manera desesperada, la familia inicia el arreglo de las pocas pertenencias de algún valor o utilidad y en la oscuridad de la noche se alejan del campo costeño, entre animales y carga en el primer camión que acepta llevarlos a la extraña ciudad: “y emprendió la marcha hacia plazas distintas, hacia lo desconocido, hacia la nada. Una familia más había recurrido al éxodo como tabla suprema y desesperada de salvación...” (Dueñas, 1969: 80). 80 3.3. La emigración en dirección a las ciudades de Quito y Cuenca En relación a la representación literaria de la emigración que tiene como destino las ciudades de la Sierra es conveniente relievar, en primer término, el nombre de la narradora cuencana Mary Corylé, quien en el relato “En la Policía”, que forma parte del cuentario Gleba (1952), en un interjuego entre narrador omnisciente y narrador protagonista, cuenta la historia de Carmela, una mestiza nativa del cantón Gualaceo, en la provincia del Azuay, quien se vio forzada a abandonar su tierra natal con rumbo a la ciudad de Cuenca cuando el progenitor perdió un brazo en un trapiche de moler caña de azúcar y con él la posibilidad de ganar el sustento diario; pues como dice el narrador, “salió de su pueblo cuando al padre le cogió el brazo derecho el trapiche de don Rosendo, privándole del pan suyo y de su hija única” (Corylé, 1952: 83). En la ciudad de destino, Carmela y su padre sobreviven gracias a las pequeñas ganancias que obtiene como vendedora ambulante de peras, duraznos, manzanas y otras frutas de temporada propias de los andes ecuatorianos; todo marchaba con normalidad en el cumplimiento de esta humilde actividad laboral hasta que un grupo de estudiantes del Colegio Benigno Malo le roban las frutas. En el confuso incidente callejero que se produce, lejos de auxiliar a la emigrante que se trataba de ganar la vida de manera honesta en la desconocida e insegura ciudad de destino, como era la obligación de la policía nacional, de manera injusta, los gendarmes la toman prisionera y ya en el calabozo la joven emigrante sufre vejámenes de las otras presas que pernoctan en su interior, ya que “se hallaba entre mujeres malas, esas que van a la Sanidad y otras, ladronas, rateras, pleitistas…” (Corylé, 1952: 85) y luego es brutalmente violada por el jefe de la policía y sus secuaces, para después ser abandonada en el hospital público de la capital azuaya, en donde muere, dejando en la completa soledad e indefensión al anciano y discapacitado padre, que sobrevivía del honrado trabajo de la migrante Carmela. De la misma autora citada es pertinente referirse al cuento “Descastado”, en el cual, a través de un narrador omnisciente, se desarrolla la historia de Basilio Cabascango, un indígena del campo serrano que es llevado por el cura español Castillejo para educarlo en la ciudad de Quito, porque “allí, el roce con la gente y el cultivo de su natural viveza, pueden hacer de él algo”. En la perspectiva de educar al vástago y, como lógica consecuencia, mejorar las duras condiciones de vida de este y su familia, son los propios progenitores quienes se dirigen a dejarlo en la ciudad capital del Ecuador, en donde se despide “llorando a lágrima viva la pena de su tierra y de su cielo camperos y la separación de los suyos, ingresó a la vieja casa conventual, en donde moriría el indio Bashico, para convertirse en todo un 81 señor…” (Corylé, 1952: 145), como producto de las enseñanzas que recibe del religioso que se convierte en su protector; pese a las aspiraciones de los padres y en un franco proceso de alienación identitaria, por iniciativa propia de Basilio y contando con la anuencia del sacerdote mentor que lo llevó desde el campo hasta la ciudad “cambió sus nombres y apellidos, netamente indios, por los de Gamaliel Eurípides Rivas, Judea, Grecia, España que tanto influirían en el futuro del indio ex-Basilio” (146). De manera simultánea a este cambio de identidad adviene la negación de sus familiares a los cuales, para su inenarrable dolor, les llega a negar la posibilidad de visitarlo “les dijo que él ya era otro y que, mientras estuviese en el convento, no quería volverlos a ver”. Con el paso de los años llega a obtener el título de bachiller, ingresa a trabajar en el Ministerio de Educación y a cursar sus estudios de derecho en la Universidad Central del Ecuador; sin embargo, su proceso de enajenación respecto de su identidad étnica aborigen continúa imparable al punto de no aceptar un nombramiento de profesor de idioma quichua por considerarlo “un bofetón para su españolía, a tan caro precio y tan pacientemente conquistada” (149) y más bien, con base en chismes y genuflexiones que realizaba a los jefes que toman las decisiones en la capital del país, sueña con ascender más alto hasta llegar a conquistar la cátedra universitaria y el “Cancillerato de la República” y cuando ascienda a ese cargo espera vengarse de los mestizos y blancos capitalinos que se burlaban de él, a quienes se propone desterrarlos hacia la provincia insular de Galápagos: “los enviaría, para que pueblen esas bellas y desiertas islas ecuatorianas que están pidiendo a gritos pobladores, de la calaña que fueren” (152). En el cuento “Un nudo en la garganta” (1955), de César Dávila Andrade (1918-1967), a través de un narrador omnisciente, se cuenta la historia de un hombre originario de un pequeño pueblo de la Sierra ecuatoriana, que crece como sirviente de una familia noble venida a menos; empero, cuando cumple veinte y un años de edad se libera de la explotación de los patrones, emigra a la ciudad (¿Cuenca?) y allí sobrevive del oficio de vendedor ambulante de pequeños objetos, como el propio personaje lo hace conocer en el monólogo interior de los últimos minutos de su vida: “Miróse luego deambular durante los doce años siguientes, a lo largo y a lo oscuro de los inocultables vericuetos de la centenaria ciudad” (Dávila, 1984: 49). En la urbe habita, en la completa soledad, en una habitación ubicada dentro de un viejo caserón de alquiler para pobres en el sector periférico, en donde nadie lo conoce, porque “llegaba siempre de noche y salía al amanecer, antes del sol”. La vida transcurría con aparente normalidad hasta cuando se enferma de tuberculosis y por su condición de hombre solo, en una ciudad desconocida en donde no tenía ningún familiar cercano ni persona de confianza con quien compartir los problemas, no pone de manifiesto 82                                                              ninguna preocupación por cuidarse en la comida ni menos aún busca la atención de un médico, motivo por el cual la quebrantada salud cada día se agrava más y cuando siente próxima la muerte, sobrecogido de angustia y desesperación al comprobar que su tenue voz ya no le permite pregonar las pequeñas mercancías, decide regresar al lugar de origen, a terminar sus días entre los suyos: “pero el anhelo del retorno a la aldea nativa, junto a su hermano fabricante de peines de cuerno, y a su madre, la vieja fondera de la esquina de la única plaza, le insufló de una vez, toda la energía necesaria para armar los preparativos de la marcha, de la última” (48). Con el propósito de concretar el ansiado retorno, previamente vende todo lo que puede de su “mercadería” y el resto lo remata a un chulquero16 y con el dinero que recibe emprende el ansiado viaje de regreso, con la finalidad de “llegar a tiempo a morir en los brazos de la madre”. No obstante el empeño que pone no avanza a coronar con éxito su último deseo, porque en el tramo final del trayecto, que intenta hacerlo caminando, se queda muerto en medio del camino y aunque quien lo encuentra es la propia madre, ni ella ni nadie reconoce el cadáver del emigrante en camino de retorno: “los hombres examinaron el cadáver y, con supersticioso miramiento, lo reclinaron sobre el costado de la próxima cerca. Más nadie reconoció al buhonero muerto” (51). En el cuento “Todo un acontecimiento”, de Fabiola Solís de King (1936), mediante una plurivocidad narrativa fluctuante entre omnisciente, testigo y protagonista, se relata la historia de Tomasa, una campesina indígena de la Sierra del Ecuador, quien a consecuencia de un terremoto pierde a todos los familiares y bienes que tenía en su lugar de origen. Las duras circunstancias que advienen luego de la catástrofe natural la obligan a emigrar a la ciudad ¿Quito?, en donde sobrevive en calidad de empleada doméstica interna al servicio de una familia de clase media alta. El cuento se construye desde la nostalgia por el espacio geográfico familiar del lugar de origen al que la protagonista se siente arraigada y conocedora de todos los caminos, en contraste con el sentimiento de orfandad y extrañeza que siente en una urbe que le resulta ajena e inhóspita, sobre todo cuando compara el aquí y ahora de la ciudad frente al ayer y allá del campo serraniego de donde provenía: “aquí no mismo me enseño, dónde para tapar mis pobrezas, dónde para llorar callado cuando duelen las amarguras, dónde para sembrar nada en esta dureza de piedras, dónde para empezar a ver claro con este sol prestado (…). Aquí solo veo cosas lejanas, ajenos los árboles, ajeno el mismo barro” (Solís, 2004: 383-384). La protagonista del relato, con las experiencias y vivencias en su nuevo ambiente establece un contraste entre el espíritu comunitario, solidario 16 Persona que presta dinero con usura o un interés muy alto, excesivo, al margen del límite superior que estipula la ley (Córdova, 2008). 83 y de ayuda mutua que caracteriza a los habitantes campesinos e indígenas de su lugar de origen frente a la falsa filantropía de quienes pertenecen a la clase social media alta y mestiza de los empleadores que habitan la ciudad de Quito, quienes en una demostración de sus supuestas obras benéficas que solo alimentan el ego y cubren las apariencias, en la práctica lo que hacen es lavar la mala conciencia de la clase dominante explotadora; por ello, bajo la dirección de la patrona de Tomasa, intentan hacer obra social en procura de aportar en el reasentamiento de los sobrevivientes del terremoto, que constituyó la causa fundamental que determinó el que Tomasa abandone el añorado lugar de nacimiento. En el relato “Leyendas olvidadas del reino de la tuentifor”, incluido en el cuentario Fetiche y Fantoche (1994), de Huilo Ruales Hualca (1947), dentro del apartado titulado “El Kinkón”, con un lenguaje propio de los habitantes marginales de la ciudad de Quito, se presenta la historia de un personaje del mismo nombre, un corpulento negro “como tantos negros fornidos y provenientes del valle del Chota pululaba en las comisuras del mercado Santa Clara” (Ruales, 1994: 17). Se trata de un emigrante proveniente de la provincia de Imbabura que residía en la ciudad de Quito, en donde por pedido de un grupo de estudiantes de Arquitectura de la Universidad Central del Ecuador se convierte en asesino de un verdugo catedrático que impedía que muchos aspirantes lleguen a recibirse como arquitectos. Por este crimen Kinkón es tomado prisionero y cuando sale de la cárcel, bajo los efectos del alcohol y las drogas cree ver en cualquier mujer de la calle a la de sus sueños y se convierte en violador: “él, mugiendo, se enredaba en la boca telaraña de Quito hasta encontrar un cuerpo y un poco del alma de la virgencita en cualquier mujer tomada por la fuerza”. También viaja a Guayaquil, en donde sobrevive “casi un año trabajando de cargador de banano, otro año adicional pasó en la penitenciaría de Guayaquil” (Ruales, 1994: 24). En este mismo relato, en el apartado “la virgencita”, la protagonista cuando muere su madre y queda huérfana, de inmediato decide huir desde el abandonado pueblo en donde nació y “se encaminó a la carretera: a esperar un bus que, más que conducirla a alguna parte, la distanciara de esa vida y de la muerte que para ella vibraba en el aire de ese pueblo tan silencioso e inmóvil como que de él, a manera de matriz, le hubiesen brotado las tinieblas” (Ruales, 1994: 48). Llega a residir en la ciudad de Quito y en ella, en los barrios más peligrosos, sobrevive como telefonista, prostituta y mendiga, entre alcohólicos, drogadictos y delincuentes. De este mismo autor, en el cuento “Fetiche y Fantoche” (1994), que da título al libro ya mencionado, con un lenguaje popular y muy alejado de la norma académica, se relata la masiva emigración de los habitantes de Rioseco, quienes a consecuencia de la sequía se dirigen a ignotos destinos dentro del mismo Ecuador y dejan convertido a su lugar de origen 84 en pueblo solitario, abandonado, un verdadero fantasma, en el que solo quedan hasta el final, como únicos sobrevivientes, la Chela Ramírez Estrada (Fetiche) y el narrador protagonista de la historia (Fantoche), quien además de la sequía le atribuye un peso importante en la disminución de la población del lugar de origen a la otrora rencorosa, bruja y vengativa Chela, que se había convertido en una verdadera Diosa, que disponía de bienes y personas, en el ámbito geográfico de su pequeña comarca. Como es fácil colegir de la presentación de los cuentos que aluden al fenómeno sociológico de la migración interna en el Ecuador, en la línea del realismo social predominante durante las décadas del treinta y cuarenta del siglo XX, el auge de las distintas rutas migratorias: interregionales, interprovinciales y desde el sector rural hacia el urbano tuvo su correlato directo en los cuentos que se escribieron y publicaron en los años posteriores al proceso de desplazamiento humano. La emigración originada en la Sierra andina del Ecuador, con dirección a la Costa del Pacífico Sur, que es la ruta de mayor importancia durante gran parte del siglo XX, por haber constituido el sueño dorado de un significativo porcentaje de habitantes del callejón interandino se ha constituido en objeto de recreación literaria en varias obras de narrativa breve. “Los aldeanos”, de Pablo Palacio; “¡Achirano!”, de Ángel Felicísimo Rojas; y “Las gambusinas”, de Wálter Bellolio constituyen ejemplos de cuentos que recrean el viaje emigratorio de lojanos hacia la Costa, en general y, en especial, con destino a la ciudad de Guayaquil. Una ruta emigratoria similar, aunque originada en el cantón Guamote, en la provincia del Chimborazo, con rumbo a la Perla del Pacífico, es la que se recrea, con singular maestría, en “La Guamoteña”, de Pedro Jorge Vera. En el desarrollo de la migración interna en el Ecuador, Guayaquil como la capital económica del Ecuador y la ciudad más importante de la región Costa, desde los mismos inicios del siglo XX, fue idealizada como una verdadera tierra de promisión, “la ciudad de oro, del trabajo, de la actividad, pero Salvador Ramírez podría ser alguna vez uno de esos mimados de la suerte que llegan pobres y mueren ricos y considerados” (Martínez, 2005: 189). Esta atractiva percepción de Guayaquil como la ciudad de las oportunidades se mantiene vigente durante todo este siglo y por ello el sueño de habitarla se mantiene en la mente de los pobladores de las diferentes regiones geográficas del Ecuador, comenzando por los nativos de la misma región Litoral, tal como se patentiza en los cuentos “El cholo que se fue pa Guayaquil”, de Demetrio Aguilera Malta; “Chumbote”, de José de la Cuadra; “El retorno”, de Wálter Bellolio; y “Río abajo”, de Rafael Díaz Icaza, los cuales, desde la década del treinta del siglo anterior, tratan del viaje emigratorio originado en los cantones de la 85 provincia del Guayas y otras circunscripciones geográficas del litoral hasta la ciudad portuaria más importante del Ecuador. En el Ecuador, como en el resto de países de América Latina, “la década de los años 1950 registró uno de las tasas más altas de crecimiento ´urbano´ en la historia del Ecuador” (Regalado, 2011: 30), junto con las conflictivas dinámicas socioculturales que acontecen dentro de ellas. A consecuencia de este crecimiento urbano y los fenómenos socioculturales, artísticos y literarios que se desarrollan al interior de las medianas y grandes urbes, las tres principales ciudades del Ecuador: Quito, Guayaquil y Cuenca generan las condiciones propicias para el surgimiento de la narrativa de ficción sobre la emigración campo ciudad. Clásicos ejemplos de la recreación de esta nueva opción de desplazamiento físico de carácter interno de los ecuatorianos son los cuentos: “En la Policía”, de Mary Corylé; “Un nudo en la garganta”, de César Dávila Andrade; “Todo un acontecimiento”, de Fabiola Solís de King; y “Leyendas olvidadas del reino de la tuentifor” y “Fetiche y Fantoche”, de Huilo Ruales Hualca, los cuales recrean la masiva llegada de campesinos y nativos de los pequeños poblados hacia las ciudades serraniegas de Cuenca y Quito. La migración hacia la Región Amazónica ecuatoriana se incrementó con la implementación de la Ley de Reforma Agraria y Colonización, en 1964 y el inicio de la exploración y explotación de petróleo, en 1972. Y como es natural que acontezca, enseguida advino la literatura de ficción que retoma las problemáticas derivadas de esta otra ruta de la migración interna en el Ecuador, con obras de narrativa corta que son dignas de memoria: “El beso”, de Alejandro Carrión Aguirre; “Una lejana y movediza sombra”, de Stalin Alvear; “Emigrantes”, de Estuardo Figueroa; y “El emigrante” de Marco Vinicio Jiménez Figueroa, en las cuales se recrea la concreción de los sueños emigratorios de los habitantes de la ciudad y provincia de Loja, que optaron por ir a residir en la región más verde del Ecuador continental. Un aspecto común a la mayoría de los cuentos sobre la migración interna en el Ecuador es que las ilusiones de mejorar el nivel económico o las condiciones de vida en el destino emigratorio, de parecida manera a lo que acontece en la realidad social, no siempre se cumplen de manera exitosa, como es la aspiración inicial de los protagonistas de la emigración y su entorno familiar más inmediato; sino que, muy por el contrario, las limitaciones materiales continúan en el lugar de llegada y lo que adviene, con más rapidez, es la enfermedad, la pérdida de la libertad o la muerte de los actores y protagonistas, tal como lo ponen de manifiesto los trágicos finales de Manuel Mesías Gallardo, El “Omoto” Eguiguren, Danilo Guerrero, Ambrosio Gavilanes, Ernestina, William, Carmela, Kinkón y la Virgencita, 86 en los cuentos de Ángel Felicísimo Rojas, Wálter Bellolio, Marco Jiménez Figueroa, Pedro Jorge Vera, Rafael Díaz Icaza, Mary Corylé y Huilo Ruales Hualca, respectivamente, que protagonizan los cuentos que recrean las distintas rutas de la migración interna en el Ecuador. 87 CAPÍTULO II. LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL EN EL CUENTO ECUATORIANO Este capítulo se distribuye en dos subcapítulos. En el primero se hace referencia al germen del cuento ecuatoriano sobre la emigración internacional, en la “época de oro” de la narrativa del Ecuador, durante las décadas del treinta y cuarenta del siglo anterior; sin embargo, conforme se detalla más adelante, la mayoría de los cuentos estudiados en esta tesis se publicaron cuando el fenómeno sociológico que les sirvió de base referencial alcanzó insospechadas dimensiones cuantitativas, a partir de 1972 y especialmente durante los primeros lustros del siglo y milenio que decurre. En el segundo subcapítulo se realiza la presentación de la trama narrativa de los cuentos ecuatorianos seleccionados como corpus narrativo de análisis, así como de una sucinta reseña biobibliográfica de los autores respectivos, la misma que antecede a la presentación de cada uno de los relatos que serán citados, de manera recurrente, en el desarrollo de la presente tesis. 1. Los cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos Como ya se anticipó, la representación del movimiento migratorio, de carácter internacional, en el cuento ecuatoriano comienza a germinar durante el período de vigencia del realismo social e indigenismo, en la década del treinta del siglo XX, con “El negro Santander” (1933), de Enrique Gil Gilbert (1912-1973), cuya narración está en boca de un negro jamaicano, quien fue traído al Ecuador para que trabaje en la construcción del ferrocarril trasandino Quito-Guayaquil, como proyecto emblemático de la Revolución Liberal, que bajo el liderazgo de Eloy Alfaro Delgado se propuso integrar el país, con la apertura de una vía que uniera las dos ciudades más importante del país y capitales de las regiones Sierra y Costa. Desde la voz de explotado, el negro Santander rememora las múltiples tragedias que sufrieron los obreros que participaron en la concreción de esa magna obra pública, que se hizo con el aporte de trabajadores provenientes de los más diversos grupos étnicos que pueblan el Ecuador: indígenas, negros, montuvios, mestizos y blancos. En la ejecución de la línea férrea se generó un dinámico movimiento migratorio de obreros, provenientes de diferentes regiones geográficas y provincias del Ecuador e incluso del extranjero, que llegaron a laborar en ella; pues como dice el narrador del relato: 88 Venían manadas de indios, traídos caminando; con los pies rotos; vestidos de anchos pantalones blancos, ponchos rojos y sombreritos, también blancos. Hablaban quichua y comían máchica (…). Y venían en los convoyes que rodaban en la línea recién hecha, gringos rubios. Colorados, altos. Gringos que hablaban una lengua rara, como atorándose (…). Venían costeños bajos, vivos. De rostros pálidos ­ casi amarillos, casi verdes- y chupados; de ojos ardientes e inquietos, de pelo cetrino (…). A ellos -a los negros- los trajeron en rumeros, unos sobre los otros, en los vagones de traer ganado (…), no todos eran jamaicanos. Algunos eran ecuatorianos de Esmeraldas. Lo que sí, traídos a la soga. Arrumados en las bodegas de los barcos (…), todos son hijos de esclavos. De nacimiento están acostumbrados a esa vida, si se los trata mejor, se creen (Gil Gilbert, 1933: 16-18). En este cuento, a más de iniciar con la recreación de la migración internacional por razones de trabajo, en este caso en dirección al Ecuador como país receptor o de destino, al relato se le ha dotado, también, de un valor simbólico que patentiza la diversidad geográfica, natural, étnica, cultural y lingüística que caracteriza al Ecuador. Además, “al convertir al negro Santander en vocero del Ecuador moderno, Gil Gilbert insertó la historia nacional dentro de la diáspora, la liminalidad y, sobre todo, dentro de la plurinacionalidad” (Handelsman, 2001: 55). Como en las próximas tres décadas no se continúa con el cultivo de la línea temática bosquejada por Enrique Gil Gilbert, ni mucho menos se escribieron cuentos que representen la problemática de la emigración internacional originada en el Ecuador, es necesario hacer referencia a los cuentos que sobre esta temática se publicaron después que la salida de ecuatorianos adquiriera mayor significación, sobre todo en las tres últimas décadas del siglo XX y primera del XXI. Con base en esta realidad social y literaria del Ecuador contemporáneo, la presente tesis se centra en el análisis de las distintas fases, etapas y momentos del complejo proceso emigratorio de ecuatorianos y de la identidad del sujeto emigrante que lo protagoniza, tal como se ha representado en los cuentos que tienen como temática central y referente real de fondo la emigración internacional de ecuatorianos, en dirección a los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, de manera preferente Estados Unidos y España, los mismos que se han publicado a lo largo de las cuatro últimas décadas, entre los años de 1972 y el 2014. Una vez efectuada una exhaustiva búsqueda bibliográfica, se ha detectado la existencia de tres cuentarios íntegros y treinta y nueve cuentos, de veinte y siete autores diferentes, que representan y recrean el fenómeno sociológico en referencia. De estos textos narrativos, la problemática social de la emigración desde el Ecuador con rumbo hacia Estados Unidos, por ser la primera ruta de desplazamiento humano es, también, la que motivó las primeras obras narrativas, por lo que al respecto hay dos libros de cuentos: En el Norte está “El dorado” (1981), de Zoila María Castro (1917) y La dama es 89                                                              una trampa (1996), de Galo Galarza Dávila (1956); así como diecisiete cuentos, tal como se detalla en el cuadro informativo que se presenta a continuación: Nº Título del cuento Año de publicación Autor 01 “Nueva York, hermano…” 1972 Pedro Jorge Vera 02 “Aeropuerto” 1974 Jorge Velasco Mackenzie 03 “U.S.A. que te usa” 1980 Raúl Pérez Torres 04 “Te acuerdas ñata” 1989 05 “El regreso” 1981 Francisco Tobar García 06 “Las lagunas son los ojos de la tierra” 1986 Eliécer Cárdenas Espinoza 07 “La Niña Pupusa” 2014 08 “El Jabalí en el bar” 09 “Míster yo” 1988, inédito17 Oswaldo Encalada Vásquez 10 “Johnnie the man” 1991 Edwin Ulloa Arellano 11 “La voz de los migrantes” 2003 Carolina Andrade Freire 12 “47 Coldwater Drive o la pregunta” 2006 Gilda Holst Molestina 13 “Miami Boy” 2008 Pablo Cuvi Sánchez 14 “Paseo de curso” 2009 Gabriela Alemán 15 Huairapushashka Gente Kunata (Llevados por el viento) 2011 Ruth Bazante Chiriboga 16 “Yo quería llevarte a vivir conmigo en los Estados Unidos” 2012, inédito Jennie Carrasco Molina 17 “La noche que no termina” 2013, Inédito Raúl Serrano Sánchez La emigración a España, por ser un fenómeno sociológico mucho más reciente, aunque cuantitativamente el más numeroso en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, tiene, asimismo, su correlato en la producción cuentística que lo recrea y representa, conforme lo pone de manifiesto el libro La casa ajena (relatos) (2014), de Gladys Rodas Godoy (1957) y los dieciocho cuentos que se mencionan a continuación, la inmensa mayoría de los cuales se han publicado en el transcurso del siglo y milenio que decurre: Nº Título del cuento Año de publicación Autor 01 “El momento de la gran pérdida” 1990 Miguel Donoso Pareja 02 “Madrid” 1994 Francisco Tobar García 03 “Migrantes” 2004 Huilo Ruales Hualca 04 “Cómo se llamaba ese país” 2004 Lucrecia Maldonado Rodríguez 05 “El mejor trabajo” 2004 17 Este y los otros dos cuentos inéditos, en torno a la emigración de ecuatorianos hacia Estados Unidos, se ha podido consultarlos gracias a la generosidad de Raúl Serrano Sánchez, quien me facilitó la versión digital de los mismos. 90 06 “Una mujer frente a un río” 2014 Eliécer Cárdenas Espinoza 07 “El cacique y el olivar” 2014 08 “Premoniciones del exilio” 2004 Patricio Viteri Paredes 09 “El ecuatañol” 2005 Iván Carrasco Montesinos 10 “Ya no tengo que llorar” 2005 Carlos Carrión Figueroa11 “El detective gilipollas” 201112 “La licenciada Circuncisión Paredes” 13 “La cachifa cojonuda” 14 “El otro Peñafiel” 2010 Galo Galarza Dávila 15 “Cara de bovino deprimido” 2011 Adrián Carrasco Vintimilla 16 “La puta madre patria” 2012 Miguel Antonio Chávez 17 “Redoble de campanas en Madrid” 2012 Raúl Vallejo Corral 18 “Historias de inmigrantes” 2012 Mario Campaña Avilés Sobre la emigración de ecuatorianos que han elegido como Estados nacionales de destino a Francia u otros países de Europa e incluso de otros continentes, por ser un fenómeno de menor significación en lo cuantitativo tiene, asimismo, pocos cultores en el género cuentístico que lo recrean, entre los que se debe mencionar cuatro cuentos: Nº Título del cuento Año de publicación Autor 01 “De aquellos lares, de aquestos cielos” 1989 Raúl Pérez Torres 02 “Te escribiré desde París” 1992 Raúl Vallejo Corral 03 “Europa” 2001 Iván Carrasco Montesinos 04 “Egipto” 2005 Del contenido de los cuadros informativos presentados con anterioridad se desprende que, de los veinte y siete narradores ecuatorianos que son los autores de los tres cuentarios y treinta y nueve cuentos seleccionados como corpus narrativo de análisis, algunos de ellos tienen más de un cuento: Eliécer Cárdenas Espinoza, por ejemplo, posee seis cuentos; el escritor lojano Carlos Carrión Figueroa tiene cuatro cuentos; Raúl Pérez Torres e Iván Carrasco Montesinos, tres; y, Francisco Tobar García y Raúl Vallejo Corral, poseen dos cada uno; además, en estos casos, y como es natural que ocurra, son diferentes los asuntos específicos recreados en relación al proceso de salida de ecuatorianos o son diferentes los países de destino de los emigrantes ecuatorianos que protagonizan los cuentos. Por este motivo, se ha optado por presentar la trama de los cuentos que han sido seleccionados como corpus narrativo de análisis y que, por lo mismo, serán citados con frecuencia en el desarrollo de los distintos capítulos de esta tesis, en estricto orden alfabético de apellidos de autor (a). Y para referirse al contenido de cada de los cuentos se entiende por trama: 91 al conjunto de acontecimientos vinculados entre sí que nos son comunicados a lo largo de la obra. La trama podría exponerse de una manera pragmática siguiendo el orden natural, o sea, el orden cronológico y causal de los acontecimientos, independientemente del modo en que han sido dispuestos o introducidos en la obra (…). En una palabra: la trama es lo que ha ocurrido, efectivamente; el argumento es el modo en que el lector se ha enterado de lo sucedido (Tomachevski, citado por Roca, 2003: 155-156). 2. Presentación del corpus narrativo objeto de análisis Con fundamento en lo que se ha expresado en el acápite anterior y con el propósito de contextualizar, ampliar la información y facilitar la comprensión y valoración de los cuentos ecuatorianos seleccionados como corpus narrativo de análisis, antes de presentar la trama narrativa de cada uno de ellos se esboza una referencia biobibliográfica mínima de sus respectivos autores, en la cual se precisa: lugar y año de nacimiento, género (s) literario (s) cultivado (s), actividad de importancia que ha realizado, enumeración de las principales obras literarias publicadas, con indicación del año de la primera edición y mención de los principales reconocimientos o premios recibidos. 2.1. Gabriela Alemán (Río de Janeiro, 1968) Narradora, guionista, traductora, editora y profesora universitaria. Durante su niñez y primera juventud residió y estudió la educación básica y el bachillerato en diversos países: Brasil, República Dominicana, Paraguay, México, España, Estados Unidos y Suiza. En el nivel superior, cursó la licenciatura en traducción en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), la maestría en literatura hispanoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, y el doctorado en cine y literatura en la Universidad de Tulane (Estados Unidos). Se desempeña como profesora de las universidades: Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, San Francisco de Quito y Tulane. Colabora en revistas literarias de Argentina, España, Japón, Portugal y Ecuador. Sus relatos han sido traducidos a varios idiomas y han aparecido en diversas antologías, dentro y fuera del Ecuador. En cuento ha publicado: En el país rosado (1994), Maldito corazón (1996), Zoom (1997), Fuga permanente (2001), La cicatriz (2009), Álbum de familia (2009), Álbum de cromos (2010) y La muerte silba un blues (2014). En novela tiene a su haber dos títulos: Body time (2003) y Poso Wells (2007). En teatro: La acróbata del hambre (1997). En ensayo: Cine en construcción: largometrajes ecuatorianos de ficción 1924-2004 (2004). Por la calidad de su obra creativa recibió el 92 Premio Ensayo de la Fundación del Nuevo Cine (2004), el Premio del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) de Crónica (2014), el Premio literario Joaquín Gallegos Lara (2014) y fue seleccionada como Finalista del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, en el año 2015. El cuento “Paseo de curso”, a decir de la propia Gabriela Alemán, se inspira en la hazaña deportiva que protagonizó un grupo de aguerridos niños ecuatorianos, los cuales contra toda lógica y pronóstico, obtuvieron el vicecampeonato mundial de básquetbol infantil, en el año de 1968. La historia se presenta a través de la voz narrativa de Henry, un ciudadano estadounidense que se desempeña como conserje del local de reuniones de un grupo de alcohólicos anónimos, en el condado de Brooklyn (Nueva York). Este narrador, mientras el emigrante ecuatoriano Pedro Juan lava y seca su ropa en una lavandería que se ubica en ese lugar, con una intensidad y emotividad inigualables, le trasmite el testimonio que recibió del capitán del equipo campeón de básquet, el cual no obstante haber ganado el evento deportivo se siente frustrado por no haber sido designado como el mejor jugador de la justa deportiva, dignidad que recayó, con sobra de méritos, en el capitán del equipo ecuatoriano. Por esta razón, el ahora alcohólico ex jugador mantiene la obsesión por hablar de ese encuentro deportivo y del país de donde proviene el pequeño héroe que le arrebató el apetecido premio: “no puede dormir desde hace cuarenta años por eso, por eso bebe y no tiene una vida. Su vida se reduce a una obsesión y esa obsesión es ese campeonato” (Alemán, 2011: 52). Lo más destacable de la narración de Henry es su poder de persuasión, que se refleja en la atención que logra despertar en Pedro Juan, el cual si bien al inicio del relato no le interesa nada que le recuerde al Ecuador como país de origen emigratorio y mucho menos el desconocido vicecampeonato obtenido por sus compatriotas; sin embargo, a medida que avanza la narración del testimonio del alcohólico ex capitán del equipo campeón, el interés se va acrecentando e incluso se presentan variados indicios de que a Pedro Juan le aflora el sentimiento de identidad nacional ecuatoriana que había permanecido oculto hasta ese momento y por ese motivo espera hasta la medianoche, con desenfadada paciencia e inusitado interés, a que concluya la reunión de alcohólicos anónimos, para que su amigo Henry termine con la subyugante narración del testimonio que se había interrumpido. 2.2. Carolina Andrade Freire (Guayaquil, 1963) Narradora, periodista y catedrática universitaria. En México asistió a los talleres literarios de la Sociedad General de Escritores Mexicanos y en la ciudad de nacimiento al 93 Taller de Literatura del Banco Central del Ecuador, Sucursal de Guayaquil, dirigido por el multifacético escritor guayaquileño Miguel Donoso Pareja. En cuento ha publicado: Detrás de sí (1994), De luto (1998) y Revista y revuelta (2003); en novela Frágiles (2009). Textos suyos han sido traducidos al inglés, italiano y francés y constan en varias antologías del cuento ecuatoriano y latinoamericano preparadas por Eugenia Viteri, Vladimiro Rivas Iturralde, Miguel Donoso Pareja, Raúl Vallejo Corral, Cecilia Ansaldo Briones (2001) y Adelaida López. En el cuento “La voz de los migrantes” (2003), mediante un juego de narradores (omnisciente, testigo y protagonista) se presentan, de forma simultánea, dos historias paralelas: la de Rafael Jiménez, un médico que va a realizar el año de servicio rural en Hermosita, un pueblo andino de dos mil habitantes, con un 30% de sus hijos en condición de emigrantes en Estados Unidos, España y otros países del mundo. El novel galeno opta por ese apartado, tranquilo y silencioso lugar con la intencionalidad de huir de las distracciones citadinas y prepararse para obtener un cupo que le permita realizar un postgrado, en cardiología, en una prestigiosa universidad de Canadá. La otra historia es la de Rosario Vera Ortiz, hija de don Fortunato, autoridad parroquial de Hermosita, una emigrante que se dirigió a trabajar en Nueva York y, desde esta metrópoli, luego de diez años de permanecer fuera del país, retorna “embarazada y sin marido”, como dice ella misma. Su presencia altera la tranquilidad del pueblo y comienza a liderar las gestiones para que se hagan determinadas obras públicas o se entreguen ayudas que permitan satisfacer algunas de las múltiples necesidades básicas de los habitantes del pueblo de origen. Rosario Vera Ortiz, además, pone en cuestionamiento la labor del médico rural Rafael Jiménez y, con un lenguaje propio del pueblo llano de Hermosita y hasta chabacano se podría decir, le cuenta las causas por las que emigró y las razones por las que decidió regresar, narraciones que primero le causan gracia al médico y que, de vez en cuando, las comparte con sus amigos de clase media de la ciudad de Quito, de donde proviene y hacia dónde se dirige los fines de semana o días festivos; sin embargo, esas historias después lo conmueven y las lleva en su mente y corazón, incluso, cuando abandona el Ecuador y logra cumplir su sueño de cursar la especialización de cardiología en una Universidad de Canadá, en donde a través de las noticias que difunden las versiones electrónicas de los diarios del país de origen cree reconocer a Rosario como una de las cuatro víctimas mortales de la represión policial, durante una manifestación en contra del gobierno ecuatoriano de turno. 94                                                              2.3. Ruth Bazante Chiriboga (Quito, 1942) Maestra, actriz de cine, teatro, televisión, declamadora, poeta, narradora y ensayista. Tiene a su haber múltiples publicaciones. En cuento, los títulos de su autoría son los siguientes: Bajo el tejado gris de la llovizna (2004), Huairapushashka Gente Kunata (Llevados por el viento) (2011), Este perro mundo (2013); en poesía: Grito adentro, grito afuera (1987), Manual de las Cicatrices (1988), Mentis Erectus (2006); en ensayo: Filosofía, axiología y praxis de la literatura infantil (2000), Manuela y Simón, dos espadas y un solo corazón (2013). Consta en más de treinta antologías, de narrativa y poesía, publicadas en Ecuador, Latinoamérica, América de Norte y Europa. Textos suyos han sido traducidos al inglés, italiano y portugués. Ha ofrecido recitales en algunas ciudades de Colombia, República Dominicana, Perú, México, Estados Unidos y Venezuela. Huairapushashka Gente Kunata (Llevados por el viento) (2011), de una manera excesivamente lineal, representa el proceso emigratorio de un grupo de ecuatorianos, entre ellos varios indígenas, que se arriesgan a ingresar a los Estados Unidos de Norteamérica de manera ilegal y para conseguir tal propósito contratan los servicios de los coyoteros18, quienes les embaucan con la falsa promesa de conseguir el anhelado “sueño americano”. El viaje emigratorio inicia en las costas ecuatorianas de la provincia de Manabí y no obstante las esperanzas de llegar sanos y salvos al destino final, la ruta se presenta llena de dificultades, por lo que después de dos meses de peripecias que sufren en la ruta marítima y terrestre y cuando ya habían abordado una vetusta lancha de pesca que los llevaría hacia los Estados Unidos, por la ruta de Centroamérica y México, mientras se encuentran en medio mar adviene una terrible tormenta que hace naufragar a la frágil embarcación y por este motivo mueren la mayoría de los emigrantes en trayecto. De la información que se hace conocer, a través de los medios de difusión colectiva, se desprende que solo sobreviven algunas veinte y cinco personas, las cuales son rescatadas por personal de la Marina ecuatoriana, con el apoyo de la Cruz Roja Internacional. 2.4. Mario Campaña Avilés (Marcelino Maridueña, Guayas, 1959) Poeta, cuentista, antólogo, ensayista y crítico literario. Sus publicaciones se resumen así, en poesía: Cuadernos de Godric (1988), Días largos (1996), Aires de Ellicott Cyty 18 Personas que transportan, de forma ilegal, trabajadores indocumentados a otro país, por lo general, desde alguno de los países de Latinoamérica hacia Estados Unidos (Córdova, 2008). 95 (2006), En el próximo mundo (2010); en cuento Antes bajaban en tren (2012); en ensayo: Poesía modernista ecuatoriana (1991), La generación decapitada (1991), Baudelaire: juego sin triunfos (2006), América Latina: los próximos 200 años (2010), Necesidad de América (2010); Jim Morrison: un espía en la casa del amor (2013), Linaje de Malditos: de Sade a Jim Morrison (2013). Sus obras como antólogo son: Así en la tierra como en los sueños (1991), Casa de luciérnagas: antología de poetas hispanoamericanas de hoy (2007) y Pájaro relojero: poetas centroamericanos (2009). Antes de ir a residir en España recibió el Premio Nacional de Poesía, en 1989 y segundos premios en concursos organizados en las ciudades de Loja, Ambato y Guayaquil. En el cuento “Historias de inmigrantes” (2012), se presenta la ficción a través de un narrador testigo, que se autoproclama como un “inmigrante yo mismo en España, en Escocia, México y Francia”, y en ella se cuenta la historia de una pareja de migrantes ¿de origen guayaquileño? que apenas logran sobrevivir en la ciudad de Barcelona. Ya no eran jóvenes y por razones que se desconocen – ¿imposibilidad de continuar pagando el costo del alquiler?– iban a ser desalojados del piso (departamento) en el que habitaban. No obstante esta inminente tragedia, mientras pasean por las calles de la ciudad condal observan en el basurero unos muebles usados, que consideran de utilidad para lucirlos en la sala del piso en donde viven o potencialmente venderlos. Después de tomarse unas cuatro cervezas cada uno, como efecto del alcohol se les levanta el estado de ánimo y les afloran a su memoria recuerdos de juventud en la ciudad de partida, sacando fuerzas de donde ya no las tenían logran subir los vetustos muebles al piso del que iban a ser expulsados, aunque sea para que dos días más tarde, después de acudir a un bar, cuyo ambiente les recuerda la tierra de origen, los vuelvan a dejar nuevamente en la calle, para a la media noche, una vez que se ha cumplido el plazo para entregar las llaves del piso, iniciar un nuevo viaje sin dirección ni destino cierto, pero sí lleno de obstáculos como la presencia de neonazis, que se desplazan por la ciudad “a cazar inmigrantes y mendigos”. 2.5. Eliécer Cárdenas Espinoza (Cañar, 1950) Cuentista, novelista, dramaturgo y periodista. Sus publicaciones en cuento son las siguientes: Hoy al General (1971), El ejercicio (1976), Narraciones –con Jorge Dávila Vásquez– (1979), Siempre se mira al cielo (1986), La incompleta hermosura (1996), La ranita que le cantaba a la luna (1998), Relatos del día libre (2004) y El jabalí en el bar: historias de viajeros y emigrantes (2014); en novela: Juego de mártires (1976), Polvo y 96 ceniza (1979); Del silencio profundo (1980), Háblanos Bolívar (1983), Las humanas certezas (1985), Los diamantes y los hombres de provecho (1989), Diario de un idólatra (1991), Que te perdone el viento (1993), Una silla para Dios (1997), El obscuro final del Porvenir (2000), Las innumerables tribus de las muertes (2004), El Viaje de Padre Trinidad (2005), Raffles manos de seda: la leyenda de un bandido (2008), El árbol de los quemados (2008), La extraña dama inglesa: novela de misterio (2009), El pinar de Segismundo (2013), El héroe del brazo inerte (2013); y en teatro: Morir en Vilcabamba (1990). Entre los galardones recibidos destacan: Premio Nacional “Nuevos Valores de la Novela”, 1978; Premio Nacional “Aurelio Espinosa Pólit”, 1990; Tercer Premio III Bienal Ecuatoriana de Novela, 1993; Segundo Premio Concurso Nacional “Ismael Pérez Pazmiño, 75 Años de diario El Universo”, 1996; y Premio “Darío Guevara”, 1998. En el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra” (1986) se recrea el problema de la emigración internacional del campesinado de las provincias andinas de Azuay y Cañar hacia distintos destinos: Estados Unidos, Canadá, Australia, Venezuela. La perspectiva narrativa asumida es la de Miguel, un niño hijo de un emigrante que partió hacia Nueva York. En el cuento se pone de manifiesto que a consecuencia de la emigración de los hombres en edad productiva, en el barrio de Jacarín solo habitan ancianos, niños y las mujeres abandonadas, que gimen de soledad y tristeza por la ausencia de sus respectivos esposos. Según la historia ficticia desarrollada, en Jacarín se anuncia el regreso de los emigrantes, pero como no hay esperanzas de que el padre de Miguel retorne, primero le envía un dramático mensaje en un globo: “Vuelva papá” y, luego, con fundamento en la leyenda que propalaban los más ancianos del lugar, según la cual la laguna es algo maligna y con cada nuevo ahogado se va cerrando, y que, cuando esta se seque totalmente todos quienes emigraron, entre ellos el padre de Miguel, regresarán al lugar de partida; además, atendiendo las palabras de un ex presidiario que se hace amigo del pequeño narrador protagonista, quien dice al niño que ya solo falta un ahogado, el pequeño infante decide ahogarse, para que su padre regrese de Nueva York y, con él, todos los varones de la comunidad, que han emigrado. El relato “El mejor trabajo” (2004) se refiere a la experiencia laboral de Ubaldina, una emigrante ecuatoriana en España, quien en calidad de narradora protagonista cuenta que luego de varios meses de no conseguir trabajo es contratada para cuidar a un anciano de 88 años, el cual cuando le pasa el efecto de las pastillas que lo mantenían adormitado, entabla diálogo con la empleada y le cuenta lo ocurrido en algunos momentos de su vida, en calidad de miliciano republicano durante la Guerra Civil Española (1936-1939); por estas razones, cuando los ejércitos antimonárquicos son derrotados y, de forma dictatorial, asumió todos los 97 poderes el general Francisco Franco, el ahora anciano interlocutor de Ubaldina tuvo que exiliarse en México. Una vez que llegó a la nación azteca encontró un trabajo en el comercio de vino que le permitió vivir y ahorrar algún dinero; sin embargo, por un desengaño amoroso decide regresar a su patria, adquiere una casa y en ella vive hasta sus días postreros, aunque aislado de los sobrinos que son los únicos familiares con los que cuenta. La emigrante ecuatoriana hace todo lo posible por cumplir a cabalidad con el trabajo asumido; sin embargo, es despedida del trabajo, por no administrar a tiempo las pastillas que mantenían sedado al anciano que permanecía bajo su cuidado, según las denuncias de los sobrinos que vivían en la primera planta del piso, quienes se sentían fastidiados por los ruidos del tío. Una vez en el desempleo Ubaldina debe ir a trabajar en Murcia, en calidad de recolectora temporal de naranjas, región autonómica desde donde recuerda las experiencias que adquirió en Madrid, al cuidado del anciano, mientras desempeñó “el mejor trabajo que he tenido en España”. Del cuentario El jabalí en el bar: historias de viajeros y emigrantes (2014) son dignos de mencionarse cuatro cuentos; los dos primeros referidos a la emigración de ecuatorianos hacia Estados Unidos: “La Niña Pupusa”, en el cual un narrador omnisciente cuenta la historia del emigrante ecuatoriano Alfonso en la ciudad de Nueva York, en donde sobrevive como ayudante de mecánica y habita en condiciones infrahumanas en un garaje, lleno de cosas viejas e inservibles, que su hermano Luis le arrienda, por el valor de trescientos dólares mensuales; y “El Jabalí en el bar”, a través de un narrador testigo cuenta la historia de un anónimo emigrante ecuatoriano, víctima de la traición de un “amigo” hondureño, quien para arrebatarle la novia, que era nacional de Puerto Rico, le pone droga en el baúl del carro, a consecuencia de lo cual es privado de la libertad durante tres meses; cuando sale de la cárcel retorna al Ecuador y se dedica al cuidado de una tía anciana; sin embargo, luego de que esta muere vuelve a emigrar hacia Estados Unidos, con la vana ilusión de encontrar a Camelia, la ex novia a quien tanto quería, para convivir con ella y hablarle sobre lo estúpida e injusta que es la vida. Los otros dos cuentos, desde la perspectiva de narrador omnisciente, se refieren a la emigración de ecuatorianos a España. En “Una mujer frente a un río” se relata la experiencia emigratoria de Laura, quien arribó a España más que por la necesidad de ganar dinero para olvidar la decepción amorosa que sufrió por el abandono de su novio Juan Miguel. Después de algunos años de permanecer como emigrante en España, cuando es despedida del trabajo siente la necesidad de gastarse el dinero que recibió como liquidación visitando la ciudad de Soria y la casa que habitó el poeta Antonio Machado, de quien era una profunda admiradora desde los años de colegiala en Ecuador; en ese viaje conoce a Begoña, una veterana y solitaria 98 española que comparte los mismos gustos literarios. En el segundo cuento, “El cacique y el olivar”, se cuenta la historia de Juan Lema, un indígena de la etnia de los saraguros, en la provincia de Loja, quien cuando llega a España genera curiosidad por el cabello largo y la vestimenta ancestral que portaba; ya en España, con el apodo de “El cacique” se incorpora a trabajar en la cosecha de aceitunas y en ese trabajo es testigo impotente de la muerte, a causa de un inexplicable dolor de estómago, de Ahmed, un ciudadano de origen marroquí, con quien el patrón lo vinculó como pareja de trabajo y con el cual establece una sincera amistad, a pesar de las dificultades para comunicarse en español, que constituía la lengua común que manejaban los dos inmigrantes laborales. 2.6. Jennie Carrasco Molina (Ambato, 1955) Poeta, narradora, periodista y catedrática universitaria. En los años ochenta integró el Taller de Literatura La pequeña lulupa, en la ciudad de Quito. Ha publicado textos en revistas como: Letras del Ecuador, Palabra Suelta, Eskeletra y 15 días. Ha vivido en Perú, Brasil y Venezuela. En cuento sus libros publicados son: La diosa en el espejo (1995) y Cuentos de Ceniza (2006); en Poesía Toros en el corazón (coautora, 1997), Arañas en mi vestido (2001), De diosas, guerreras y mujeres (2006), Del infierno al paraíso (2007), Una vuelta más abuela (2007), De noche el negro sueño (2011) y Confesiones apocalípticas (2012); en novela Viaje a ninguna parte (2004). Ha obtenido los siguientes reconocimientos: Primer Premio en el Concurso Intercolegial de Cuento, Provincia de Tungurahua, 1972; Segundo Premio en el Concurso Intercolegial de Ensayo, Ambato, 1973; Tercer Premio en el Concurso El Cuento Feminista Ecuatoriano, 1987; uno de los seis premios únicos en el Concurso Mujer: Imágenes y testimonios, 1998; y, Segundo Premio, en los Juegos Florales de la Fiesta de las Flores y las Frutas de Ambato, en el año 2006. En el cuento “Yo quería llevarte a vivir conmigo en los Estados Unidos” (2011, inédito), a través del monólogo de una emigrante ecuatoriana en Nueva York, entre reproches y recriminaciones, atravesados por el amor filial, se reconstruye la historia de vida de la madre ya muerta, a consecuencia de haberse lanzado “desde el décimo piso”. En palabras de la narradora protagonista, la madre creció, con aparente normalidad, entre lecturas de poesía, la educación formal, la colaboración en la oficina jurídica del padre y en las labores domésticas de la madre; sin embargo, desde la primera infancia tuvo miedo a la oscuridad de la noche, fobia por la cual tuvo problemas con el esposo Renato, desde la primera noche de luna de miel. Él solo la trató a gritos y a los pocos años de matrimonio las abandonó a esposa 99 e hija para siempre. La emigrante recuerda haber crecido entre los miedos y llantos de la madre y cuando decide ir a Estados Unidos lo hace, también, para cumplir el frustrado sueño de la difunta madre, conforme lo evidencia la pasión por la balada en inglés Cry me a river (Llórame un río) y, sobre todo, para preparar el terreno y tenerla cerca: “porque yo quería llevarte a vivir conmigo en los Estados Unidos”. 2.7. Iván Carrasco Montesinos (Chalagsí, Santa Isabel, Azuay, 1951) Cuentista, poeta y pintor. Reside en España desde 1973. En cuento ha publicado: Relatos de atrás (1992), Las muertes inevitables (1996), Un canto en los dientes (2001), Nudos de letras (2005), Cuentos clandestinos (2008), Cuentos grandes y chicos (2012), Relatos (1991-2013) (2013); como bardo es coautor de Poesía universitaria en Valdivia: antología (2000). Ha participado en varias antologías y colabora en diarios y revistas, tanto en Ecuador como en España. En el cuento “Europa” (2001), en primera persona narra las aventuras y vivencias de un ecuatoriano que se traslada a Europa, con la esperanza de encontrar allí el paraíso que tanto soñaba. El joven viajero, con la ilusión de convertirse en un literato y pintor de fama en el viejo mundo, llega primero a Barcelona y, desde allí, emprende múltiples viajes, por diferentes regiones autonómicas, provincias y ciudades de España. El afán aventurero lo lleva a recorrer otros países europeos como Andorra, Francia, Alemania y Holanda, e intenta ingresar a Dinamarca, en cuyo paso de frontera, al no contar con los documentos legales requeridos, es detenido por la policía y, luego de haber transcurrido algunos días en que no se sabe hacia dónde devolverlo por su condición de “ilegal”, es deportado al Ecuador, Estado nacional al que retorna sin medio en el bolsillo y con un sentimiento de derrota. Como el poco dinero que le dieron los padres, en el momento de la partida del país de origen, pronto se le termina, durante su vagabundeo por España y Europa sobrevive, siempre en situaciones muy difíciles y, a veces, hasta en condiciones de mendicidad e indigencia, junto a otras personas de similares condiciones, de los escuálidos ingresos que le generan la venta de unos pocos cuadros de pintura y de las obras de artesanía que elaboraba. En “El ecuatañol” (2005), el narrador protagonista, relata su singular historia de trotamundos, ya que por ser originario de un país que ya no existe en el mundo contemporáneo: ¿República Democrática Alemana? ¿Yugoslavia? ¿Tahuantinsuyo? ¿Gran Colombia?, si bien en un inicio se sintió libre y creyó que todas las fronteras eran imposturas y meros artificios; sin embargo, la realidad es que después se le niega el ingreso a un nuevo 100 Estado nacional. La situación legal del emigrante se le complica al provenir de un país que no consta en los mapas y en los ordenadores de las policías migratorias del viejo mundo y deviene en nadie, en un ciudadano “inexistente”, hasta llegar a convertirse en “la estatua del indocumentado. Te estarás aquí, entre frontera y frontera como ejemplo de lo que no debe ser”, como le manifiestan quienes le limitan el libre tránsito; razón por la cual, en una situación insólita, no puede ni avanzar ni retroceder hacia ningún lado y tiene que sobrevivir de la caridad de los transeúntes y de las migajas que le arrojan quienes controlan el puesto fronterizo, en donde fue detenido. En el cuento “Egipto” (2005), aunque es inocultable la ciudadanía ecuatoriana del protagonista, el narrador en primera persona asume como su nacionalidad de origen la española y, a diferencia de sus compañeros de aula y generación, que se sienten atraídos por visitar, siempre en grupo, los típicos lugares del “pastoreo turístico” que promocionan las empresas turísticas y agencias de viajes, como la Torre Eiffel en Francia o los parques de diversiones de la compañía Disney, él se considera un solitario que prefiere lugares de milenaria historia como Egipto. Gracias al regalo, que por haber concluido el bachillerato le hacen sus padres, logra concretar esta aspiración. Ya en la tierra de los faraones, luego de visitar la Máscara funeraria de Tutankamón, en el museo de Egipto, se propone dedicar el resto de sus días a descifrar los secretos y misterios egipcios, que en ella se encierran; adicionalmente, en un bar de la ciudad de El Cairo, un desconocido árabe, que le brinda kif (mariguana) y té, le repite muchas veces “tú eres él” (Tutankamón), le deja unos manuscritos que el narrador cree que contienen la versión de uno de los colaboradores de Howard Carter que, en 1922, descubrió la tumba de Tutankamón; sin embargo, como a todos quienes enseña el manuscrito no demuestran ningún interés, en un ritual parecido al de hace cuarenta años, cuando le encomendaron los indescifrables documentos, él entrega el manuscrito a un joven, para que siga la posta y descifre su misterioso contenido. 2.8. Adrián Carrasco Vintimilla (Cuenca, 1941) Economista, catedrático universitario, investigador social, ensayista y narrador. Sus publicaciones de manera predominante han sido en el campo del ensayo sociológico, económico y cultural: Evolución y estructura de las organizaciones de trabajadores en el Azuay (s.f.), Estado y políticas de distribución del ingreso: el caso mexicano en el período 1950-1972 (1979), Comentarios a dos planes de desarrollo (1980), Literatura y cultura nacional en el Ecuador: Los proyectos ideológicos y la realidad social 1895-1944 (1985), 101 Estado, nación y cultura: los proyectos históricos en el Ecuador (1988), Estado, Política y democracia en el Ecuador (1988) y Macroeconomía abierta: enfoques para América Latina (1997). En cuento solo ha editado dos libros: Cara de bovino deprimido (2011) y Los morlacos (2011). En el cuento, un tanto extenso, “Cara de bovino deprimido” (2011), con la intervención de tres narradores, dos testigos (Giuletta y Aron) y el protagonista (Manuel), se relata la historia de Manuel Sarango, un indígena originario del cantón Saraguro, provincia de Loja, quien gracias a una beca llega a estudiar en la ciudad de Barcelona. En la universidad conoce a Giuletta, una doctora italiana con quien, en una relación sentimental, premeditadamente “líquida”, cohabita por el espacio de dos años. Cuando la relación de pareja, prácticamente, ha llegado a su fin, Giuletta lo convence para que la acompañe a Milán a visitar a su madre, ocasión en la que el ecuatoriano se encuentra con la novedad de que en la ciudad de Messina le han puesto el nombre de Byron Moreno a una plaza. Manuel Sarango, que había obtenido el trabajo de reportero de un periódico del Ecuador, mediante el uso de una vieja estrategia narrativa de introducir una historia secundaria dentro de la principal, comienza a preguntar quién es el personaje aludido y porqué han perennizado su nombre en un lugar público de una ciudad de Italia; luego de entrevistar a varias personas, llega a determinar que por burla e ironía en contra del ex árbitro de fútbol ecuatoriano Byron Moreno (apodado como “Cara de bovino deprimido”, por “sus ojos somnolientos, grandes y tristones”), quien “vendió” el legítimo triunfo de Italia en favor de Correa, en el Campeonato Mundial de Fútbol del año 2002, impusieron su nombre a cuatro urinarios de la plaza y que con el correr del tiempo la Plaza de Messina se popularizó con ese nombre. Entre tanto Manuel, mientras se relaciona con otros emigrantes ecuatorianos en España e Italia y busca explicaciones a su curiosidad, problematiza y reflexiona sobre la realidad emigratoria ecuatoriana y el tema de la identidad del sujeto emigrante, comenzando por la suya propia. 3.9. Carlos Carrión Figueroa (Malacatos, Loja, 1944) Cuentista, novelista, poeta, ensayista, columnista de opinión, crítico literario y catedrático universitario. En poesía ha publicado: Poemas porque sí (1969) y La mano izquierda y la derecha enamoradas (1972); en ensayo: Técnicas de la novela actual (1990) y Caballo de papel (2002); en cuento: Porque me da la gana (1969), Ella sigue moviendo las caderas (1979), Los potros desnudos (1979), El más hermoso animal nocturno (1982), El corazón es un animal en celo (1995), Doce cuentos de amor y una ballena (2004) y Habló el 102 rey y dijo muuu (2011); en novela: El deseo que lleva tu nombre (1990), Una niña adorada (1993), Una guerra con nombre de mujer (1994), De Loja a Roma pasando por donde Maite, peregrinación de un catecúmeno necio (2000), ¿Quién me ayuda a matar a mi mujer? (2005), La utopía de Madrid (2013) y La mantis religiosa (2014). Ha recibido numerosos galardones: Premio José de la Cuadra, Premio Joaquín Gallegos Lara, Primer Premio de La Lira y la Pluma Lojana (en varias ocasiones), Presea Isabel la Católica, Medina del Campo, Premio Internacional Latin Heritage Foundation y Premio Nacional de Novela Miguel Riofrío. Es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, en 1975. Se desempeñó como docente y coordinador de la Carrera de Lengua Castellana y Literatura de la Universidad Nacional de Loja. En el cuento “Ya no tengo que llorar” (2005) relata la deteriorada relación de pareja del narrador protagonista, un emigrante ecuatoriano sin trabajo estable en Madrid y su esposa Maribel, que se desempeñaba en labores domésticas, como interna al servicio de una familia española en la misma ciudad. El narrador recuerda que mientras permanecieron en Loja, aunque con limitaciones económicas, vivían y se llevaban bien entre cónyuges hasta cuando “se le metió a Maribel la ventolera de venirnos a España”. El protagonista rememora, asimismo, que cuando llegaron a España, durante el tiempo en el que ambos se encontraban desempleados siempre caminaban juntos por las calles de la capital española, departiendo tristezas y alegrías; sin embargo, cuando ella consigue trabajo de interna y, por esa razón, dejan de verse y comunicarse a diario comienzan las dificultades de pareja, que lejos de solucionarse se acrecientan cada día más. Maribel se muestra distante, indiferente y extraña, razones por las cuales el marido empieza a dudar de la fidelidad conyugal y a sufrir por ello, tratando ilusamente de desahogarse con el consumo de alcohol, hasta que en una ocasión un amigo de confianza le confirma las dudas y él decide matar a Maribel. Con esta determinación, luego de ingerir alcohol, se dirige al piso de una prima de ella, que le alcahueteaba en las infidelidades. Cuando llega, mientras espera que le abran la puerta, durante un interminable minuto, a través de un virtuoso juego temporal, vive un infinito happy end imaginario, en el cual todo era dicha y felicidad junto a Maribel; empero, cuando despierta a la realidad y ella abre la puerta, igual aplasta el gatillo de la pistola, que la tenía lista para dispararla en contra de la traidora esposa. En “El detective gilipollas” (2011), el Teniente Político de una parroquia rural lojana (¿Malacatos?) trata de averiguar la causa de la muerte del otrora emigrante ecuatoriano a España, pero ya retornado a su pueblo de origen, Rosendo Aguilera, quien luego de volver construyó una casa en los alrededores del centro poblado, llevó una vida tranquila y de devoto 103 practicante, y vivió en solitario su soltería; sin embargo, un día de manera sorpresiva, misteriosa e inexplicable, es encontrado muerto en la calle, hecho trágico que pone a la alcoholizada autoridad parroquial ante la difícil tarea de descubrir la causa de la muerte de Rosendo y a los autores intelectuales y materiales del crimen. El forzado aprendiz de detective no tiene ningún resultado de su labor investigativa; porque luego de interrogar a medio pueblo, e incluso al caballo del fallecido, al propio muerto y de barajar varias hipótesis, que no se pueden comprobar no saca nada en claro. En este “callejón sin salida” en el que se encuentra el teniente político más bien adviene una situación que confirma la vigencia del realismo mágico en el cuento ecuatoriano, cuando al término de otro disparatado interrogatorio, de manera inexplicable y sorpresiva, el difunto se levanta y se prepara para salir de la oficina de la tenencia política, no sin antes expresar su reprimenda a la inepta autoridad civil, a quien le espeta: “detective gilipollas, le dijo Rosendo Aguilera con voz de tumba desde el umbral de la puerta sin siquiera volver la cabeza. O eso creyó escuchar el otro” (Carrión: 2011, 69). En la historia ficticia que se desarrolla en “La licenciada Circuncisión Paredes” (2011), cuando a la octogenaria maestra jubilada, la postulan como candidata a asambleísta e inicia los recorridos de campaña, en los distintos cantones de la provincia de Loja, se da cuenta que los votos y propagandistas seguros que creía tener en sus miles de ex alumnos ya no la pueden ayudar como ella esperaba, porque quedan muy pocos, puesto que la mayoría de ellos han emigrado fuera del país; motivo por el cual: “poco a poco, en el fragor de la campaña, fueron descubriendo que los antiguos alumnos de la anciana maestra, dados los tiempos de vacas flacas que vivía el país por culpa del dictador infame, habían sido arrastrados por los vientos de la emigración y estaban en España y otros países, convertidos en sirvientes hechos y derechos” (Carrión: 2011, 107). En el cuento “La cachifa cojonuda” (2011), desde una perspectiva de narrador omnisciente, se cuenta la historia de Marcelo, un emigrante ecuatoriano “sin papeles” en la ciudad de Madrid, quien harto de trabajar gratis para empresarios inescrupulosos, “cansado de estar comiendo de caridad”, en los distintos comedores para mendigos de la capital española y de sobrevivir, cada mes en un albergue diferente, todo por causa de la falta de un trabajo permanente, a imitación de lo que hizo un ucraniano, sigue los consejos de sus coterráneas: Susana, Rita y Piedad, quienes lo entrenan para que se travista de mujer, aprenda a comportarse como tal y a realizar bien los trabajos domésticos que ellas realizan en la ciudad de destino emigratorio. Después de un mes de entrenamiento inicia la búsqueda del trabajo y lo consigue como “interna”, en cuyo desempeño laboral “Marcelo cuidaba al niño, limpiaba, 104 hacía los alimentos y planchaba” (Carrión, 2011: 122). Toda iba bien; sin embargo, Martita, la hija de la patrona, creyéndola una verdadera mujer le llega a tener más confianza que a la propia madre, le cuenta sus secretos de adolescente, hasta que en una de las noches que va a dormir con “Marcela” descubre la verdadera identidad sexual y Marcelo tiene que abandonar inmediatamente la casa de la patrona para ir, otra vez, en busca de un “lugar de acogida para indigentes” (Carrión, 2011: 128). 3.10. María Castro Zoila (Machala, 1917) Cuentista, novelista, poeta, educadora, periodista y promotora cultural. Ha vivido en Guayaquil, Quito, Nueva York y Miami. Tiene a su haber dos libros de cuentos: Urbe (1949), dentro de la “narrativa del realismo social, con una ligerísima tendencia a interiorizar sus personajes” (Donoso, 1997: 36) y En el Norte está “El dorado” (1981), sobre la vida de los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos; una novela: Verónica: una historia de amor (1975), de ambiente ecuatoriano; y, un libro de poesía: Polirritmos del amor (1956). Trabajos de su autoría han visto la luz en varias publicaciones periódicas, como: Revista Fraternidad, Cuadernos del Guayas, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión” y Ecos de ellas, de la ciudad de Nueva York. En los ocho cuentos que integran el libro En el Norte está “El dorado” (1981) se narra la vida de ciudadanos ecuatorianos, que por diversos motivos han emigrado hacia Estados Unidos. En “Muchos giros” se cuenta la vida de una emigrante ecuatoriana que luego de múltiples cambios en su vida fuera del Ecuador termina de conviviente de un exiliado anticastrista cubano en Estados Unidos. La historia ficticia contada en el relato antes enunciado se completa en “Vendaval”, en donde se narra la vida de pareja hasta cuando el disidente cubano fallece ahogado. “Se puso de pie” cuenta la historia de un ecuatoriano viudo y padre de tres hijos, que es apresado en Estados Unidos por dedicarse al narcotráfico. En “Nelly miraba lo alto”, recrea las ilusiones de una artista plástica ecuatoriana que viaja con la aspiración de desarrollar su arte en Estados Unidos; sin embargo, cuando se le caduca la “visa de turista” se avoca al dilema de quedarse a trabajar como cualquier emigrante “indocumentada” o retornar al país de origen. “Tocan el timbre” presenta las vicisitudes que tienen que afrontar los indocumentados para evadir la localización y deportación por parte de la policía estadounidense de migración. En “Canario” se presentan la vida llena de privaciones de una mujer de clase media que, por mantener “el buen nombre de la familia” ante el desfalco que cometió su esposo en la empresa en donde trabaja, se vio obligada a 105 emigrar. En “Listen, mon” se cuenta la tragedia de una familia que, por las argucias y engaños de un pariente en quien confían de manera ciega, se queda en la miseria y cuando el hijo crece se convierte en delincuente y violador. Y en “Al abrir la puerta” se relata la ilusa búsqueda de una ecuatoriana con el único hijo enfermo, cuyo esposo se anticipó en el viaje emigratorio a Estados Unidos y desapareció, en razón de que había sido reclutado por el ejército estadounidense para ir a la Guerra en Corea del Sur. 3.11. Miguel Antonio Chávez (Guayaquil, 1979) Narrador, autor teatral, comunicador social y gestor cultural. Sus publicaciones en cuento son: Círculo vicioso para principiantes (2005); en novela: La maniobra de Heimlich (2010), Conejo ciego en Surinam (2013); en teatro La kriptonita del Sinaí y otras piezas breves (2013). Sus cuentos constan en las siguientes antologías: Álbum. 30 cuentistas hispanoamericanos (2007), El futuro no es nuestro (2008), 22 escarabajos. Antología hispánica del cuento Beatle (2009), Asamblea portátil. Muestrario de narradores iberoamericanos (2009), Todos los juguetes (2011), Cuentos de Guayaquil (2011), Ecuador de Feria: Muestra de literatura ecuatoriana (2011), La condición pornográfica. Ficciones iberoamericanas de contenido pernicioso (2011), Tiros de gracia: neoficción ecuatoriana (2012) y 201. Antología de micro relatos (2013). En el cuento “La puta madre patria” (2012), mediante un interjuego entre narrador omnisciente, testigo y protagonista, se relata la historia de “El fuete” Quishpe, un indígena ecuatoriano, proveniente de la parroquia Vilcabamba, en el cantón y provincia de Loja, quien se encuentra como emigrante en la ciudad de Barcelona, en donde durante las primeras horas de la mañana trabaja como cargador en el mercado local y en las noches como actor de cine pornográfico, en cuya actividad nocturna obtiene mucho éxito, gracias a su enorme pene. En torno a esta historia, lindante entre el análisis del fenómeno sociológico de la emigración originada en el Ecuador, la creación cinematográfica y la pornografía, se entretejen una serie de planteamientos sobre la emigración internacional: el coyoterismo, el viacrucis de los papeles, la xenofobia y el racismo en los países de destino, los trabajos de los emigrantes ecuatorianos, la identidad del sujeto emigrante, el choque cultural debido a la radicales diferencias entre el origen y el destino, las distinciones en el uso del idioma español, entre españoles y ecuatorianos. 106 3.12. Pablo Cuvi Sánchez (Quito, 1949) Cuentista, dramaturgo, sociólogo, ensayista, catedrático universitario, actor de teatro, fotógrafo, periodista y guionista de cine. En cuento ha publicado: El hijo menor de Marlon Brando (1983), El humo de tu boca (1999), ¡Roba, Mantequilla! (2008); en teatro La estatua enemiga (1990); en ensayo Velasco Ibarra: el último caudillo de la oligarquía (1977); en periodismo y áreas afines: En los ojos de mi gente: relatos y fotografías de viajes por el Ecuador (1988), Ecuador paso a paso: guía turística (en colaboración, 1994), Artesanías del Ecuador (en colaboración, 1994), Ecuador del siglo XX: hechos e imágenes (en colaboración, 1999), Al filo de la paz: Historias de la negociación con Perú (1999), Nuevos cien artistas (en colaboración, 2001), Sabores del Ecuador (2001), Retratos hablados (2001), ¡Viva la fiesta! (2002), No hay metas inalcanzables (2002), ¿Quién mató al tigre de la González Suárez?: artículos y crónicas de viaje (2010), Ecuador y Japón, vecinos del Pacífico (en colaboración, 2010), Mapahuira Cevallos: el poder de la memoria (2011) y Jorge Salvador Lara con la fe por delante (2012). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Cuento (1985) y Premio Nacional de Periodismo “Jorge Mantilla Ortega”, en el género de entrevista (1991). En el cuento “Miami Boy” (2008), la ficción es contada desde la perspectiva de un narrador omnisciente y tiene como personaje protagónico a un elusivo e inaprensible joven ecuatoriano emigrado en Estados Unidos, quien ya muy entrada la narración insinúa que ha dejado la universidad en New England y ha ingresado a trabajar como dependiente en un almacén de ropa en la ciudad de Miami, el cual es muy frecuentado por turistas de origen latino. Al mediodía de un domingo, cuando llega al restaurante a servirse el lunch, el joven emigrante está a punto de ser agredido por un grupo de negros integrantes de una pandilla que lo confunden con un ciudadano cubano. La aclaración que logra hacer a tiempo lo salva y cuando regresa a seguir trabajando en el almacén observa a una clienta, a la cual apenas verla la identifica como ecuatoriana y se propone buscar la manera de confirmar su hipótesis. Ella es atendida por el dueño del local, quien luego pide el apoyo del ecuatoriano para que envuelva las compras de la señora; sin embargo, esta aparenta premura por arreglar las prendas que había adquirido y regresar a la ciudad de origen, motivo por el cual solicita al dueño del almacén que le haga llegar con el joven hasta el hotel, todo lo que había comprado en ese almacén. Así se hace y mientras se entrevistan en la habitación del hotel se reconocen como ecuatorianos, procedentes de la ciudad de Quito y se inicia una coquetería de parte de ella y las dubitaciones del joven emigrante, quien a la final, sin ninguna explicación, de manera furtiva, se aleja de la solitaria mujer. 107                                                               3.13. Miguel Donoso Pareja (Guayaquil, 1931-2015) Novelista, cuentista, poeta, ensayista, antólogo y crítico literario. Durante dos décadas residió en México, en donde cumplió una destacada labor como coordinador de talleres literarios y promotor de la literatura ecuatoriana. En novela ha publicado: Henry Black (1969), Día tras día (1976), Nunca más el mar (1981), Hoy empiezo a acordarme (1994), La muerte de Tyrone Power en el Monumental del Barcelona19 (2001), A río revuelto (2001); en cuento: Krelko (1962), El hombre que mataba a sus hijos (1968), Lo mismo que el olvido (1986), Punta de Santa Clara (1986), Todo lo que inventamos es cierto (1990), Cuentos (1995) y El otro lado del espejo (1996); en poesía: La mutación del hombre (1957), Los invencibles (1963), Primera canción del exiliado (1966), Última canción del exiliado (1994), Cantos para celebrar una muerte (1977); en ensayo: La hora del lobo (1970), Chile: ¿Cambio de gobierno o toma del poder? –coautor– (1971), Nuevo realismo ecuatoriano: la novela después del 30 (1984), Los grandes de la década del 30 (1985), La narrativa española actual (1987), La literatura de protesta en el Ecuador (1988), Narrativa peruana de hoy (1989), Sin ánimo de ofender (1990), Ecuador: identidad o esquizofrenia (1998), La crítica literaria (2004), Identidad guayaquileña: referentes socioculturales de aproximación (en colaboración con Wellington Paredes Ramírez, 2006), Novelas breves del Ecuador (2008). Ha preparado, asimismo, varias antologías sobre literatura ecuatoriana y americana. En el cuento “El momento de la gran pérdida” (1990), a través de un narrador omnisciente se presente al elusivo Acevedo, un personaje emigrante, proveniente de Guayaquil, que ahora, como ya lo ha hecho en oportunidades anteriores, se dirige a la ciudad de Barcelona; sin embargo, no es un emigrante económico común y corriente, ni tan siquiera un viajero como tantos otros; porque más bien pareciera que ha perdido el sentido y el rumbo no solo del viaje que emprende sino el de su propia vida, al haber puesto en cuestionamiento la noción de partida y llegada, conforme pone en evidencia la pregunta que se formula: “¿En qué dirección, se pregunta, está verdaderamente el fin, dónde está el comienzo?”. 19 El Barcelona Sporting Club de Guayaquil fue fundado el 1 de octubre de 1925, por un grupo de españoles aficionados al Fútbol Club de Barcelona, de la actual Región Autonómica de Cataluña y jóvenes ecuatorianos miembros de la “Gallada de la Modelo”. Participa en la Serie A del campeonato ecuatoriano y es el único Club que nunca ha descendido a la Serie B, por lo que ha disputado todas las temporadas, desde el inicio del fútbol profesional en 1957. Es el equipo más popular y con mayor número de hinchada en todo el Ecuador. 108 3.14. Oswaldo Encalada Vásquez (Cañar, 1955) Cuentista, novelista, ensayista, filólogo, crítico literario, profesor universitario y miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. En cuento ha publicado: Los juegos tardíos (1980), La muerte por agua (1980), El día de las puertas cerradas (1988), Salamah (1998), Crisálida (2000), Bestiario razonado & Historia natural (2002), Imaginario (2002) – escrito en colaboración con Eliécer Cárdenas–, Palabra derramada. (Breve antología personal) (2004) y El jurupi encantado (2004); en ensayo: Modismos cuencanos (1990), Diccionario para melancólicos (1999), Toponimias (2003), Diccionario de Artesanías (2003), Azuay, las razones del nombre (2014); y, en novela: A la sombra del verano (1991) y La signatura (1994). Entre los reconocimientos recibidos están: Premio Fray Vicente Solano de la Municipalidad de Cuenca y Premio Darío Guevara Mayorga, del Municipio de Quito. En el cuento, aún inédito, “Míster yo” (1988), se recrea la historia de Rosendo, un emigrante ecuatoriano que regresó “deportado luego de haber vivido como ilegal durante un año en los Estados Unidos”. A su retorno puso en evidencia un fuerte nivel de alienación cultural y lingüística, puesto que solo se comunica en un “inglés sin normas, inventado por él” y desprecia “todo lo que no tuviera apariencia norteamericana. Amaba la comida enlatada, la música estruendosa” y, a los tres meses de haber retornado rotula en inglés todos los objetos de su entorno: el interior y el exterior de la vivienda y a los familiares, porque deseaba “mantener el contacto con la otra lengua, quería pensar que aún estaba allá”. No obstante la aparente indiferencia de la familia y del vecindario, esta manía del emigrante retornado termina de forma abrupta cuando trata de rotular el cuerpo de un difunto, circunstancia en la que los dolientes lo arrojan violentamente y cae en la cocina de la casa en donde se realiza la velación, lugar en el que se preparan alimentos y, para asombro de todos los presentes, “antes de perder el sentido alargó la mano y pudo colocar la palabra dead sobre el cuerpo aún caliente de la gallina”. 3.15. Galo Galarza Dávila (Guaranda, 1956) Narrador, ensayista y diplomático. En cuento ha publicado: En la misma caja (1980), La dama es una trampa (1996) y El turno de Anacle (2002). En la ciudad de Quito fue fundador de los talleres literarios Tientos y Diferencias y La pequeña lulupa, así como de la revista de creación literaria Eskeletra. Sus cuentos se han difundido en variadas antologías dentro y fuera del Ecuador, como las preparadas por Miguel Donoso Pareja, Fernando Aínsa, 109 Abdón Ubidia, Gladys Jaramillo Buendía (1992), Eugenia Viteri, Jorge Enrique Adoum y Alicia Ortega Caicedo. Colabora con periódicos y revistas especializadas del Ecuador y el extranjero. Como miembro del cuerpo diplomático ecuatoriano ha residido durante largos períodos en Nicaragua, Cuba, Estados Unidos, Canadá, Francia, Australia y México. Con la puesta en juego de una verdadera plurivocidad narrativa, los relatos testimoniales (ciento veinte y ocho, en total) que integran La dama es una trampa (1996) se constituyen en un ensamble de textos narrativos, dentro de un subyugante juego que oscila entre la sociología, el periodismo, la literatura de ficción y la literatura testimonial, escritos en las ciudades de Nueva York, Otawa y Quito, entre 1986-1996, a través de los cuales se nos conduce al mundo de los ecuatorianos que han emigrado hacia Estados Unidos y Canadá. A diferencia de la mayoría de diplomáticos, la inquietud social de Galo Galarza Dávila le ha llevado a preocuparse por el drama que muchos de los compatriotas viven en las grandes metrópolis norteamericanas, especialmente en Nueva York. Según las propias palabras del autor, en el cuentario en mención se retratan las duras vivencia de los emigrantes ecuatorianos que se asentaron en Norteamérica (Estados Unidos y Canadá). Como dice Galo Galarza Dávila: “con las voces que irán apareciendo a lo largo de sus páginas he querido retratar el alma de los desterrados, sus permanentes miedos, obsesiones, aberraciones, sueños y nostalgias”; algunas de esas voces serán transcripciones textuales de palabras “escuchadas en calles, restaurantes, museos, iglesias, bares, trenes, oficinas, cárceles, hospitales, manicomios, casas y apartamentos de las diferentes ciudades norteamericanas donde he vivido o que he visitado y en las cuales me he encontrado con decenas, con cientos de compatriotas de diferentes colores y oficios, llegados de muchas partes de nuestro país”. Otras de estas voces, en cambio “serán sacadas de mi memoria o de mis propias obsesiones y sueños” (Galarza, 2009: 55). En el cuento “El otro Peñafiel” (2004), a través de un presunto funcionario de la Embajada del Ecuador en la capital de Francia, se narra la historia de la repatriación de las cenizas del emigrante ecuatoriano en España Sergio Peñafiel, quien fallece en un accidente de tránsito mientras manejaba un camión, que transportaba verduras desde España hasta Francia. Por pedido de Sor Eudiviges, tía del emigrante fallecido, el diplomático, que estaba a punto de retornar al Ecuador, se compromete a transportar las cenizas y entregárselas a la joven viuda y a los pequeños hijos huérfanos en país de origen. En el trayecto, con una estrategia compositiva propia del realismo mágico, el narrador comienza a establecer un diálogo imaginario con las cenizas del compatriota. Estos diálogos los inicia en las oficinas de la Embajada del Ecuador en Francia y los continúa en el domicilio en París, en el camino hacia 110 el Aeropuerto Charles de Gaulle; en Madrid, en donde recorre algunos de los lugares más conocidos de la ciudad como la Casa del Libro o la Puerta del Sol, que se encuentra repleta de emigrantes provenientes de distintas partes del mundo, comenzando por los originarios del Ecuador. La historia comienza a dar un vuelco, cuando en el hotel madrileño son las cenizas de Sergio Peñafiel las que comienzan a dirigir la palabra al diplomático; por ello, cuando arriban al Aeropuerto Mariscal Sucre de la ciudad de Quito, a través de las técnicas narrativas de la analepsis y la prolepsis, se pone en duda sobre quién dirige la palabra a quién y qué familiares están esperando la llegada a Ecuador de los restos del difunto ¿Serán los familiares de Sergio Peñafiel que esperan sus cenizas? o ¿son los familiares del funcionario diplomático que esperan ansiosos su retorno a la nación andina? En definitiva, ya no queda claro sobre quién habla de quién. 3.16. Holst Molestina, Gilda (Guayaquil, 1952) Cuentista, novelista, crítica literaria y catedrática universitaria. En los años ochenta integró el Taller de Literatura del Banco Central del Ecuador, sucursal de Guayaquil, que dirigió el multifacético escritor Miguel Donoso Pareja. En cuento ha publicado: Más sin nombre que nunca (1989), Turba de signos (1995), Bumerán (2006); en novela Dar con ella (2001). Consta en las antologías sobre el cuento ecuatoriano y latinoamericano elaboradas por Vladimiro Rivas Iturralde, Raúl Vallejo Corral, Eugenia Viteri, Cecilia Ansaldo Briones, Miguel Donoso Pareja, Julio Ortega y Mario Campaña Avilés, entre otras. En el pequeño cuento “47 Coldwater Drive o la pregunta” (2006), por intermedio de un narrador entre omnisciente y protagonista, se desarrolla la historia ficticia en torno a Julia, la amiga de siempre de quien asume parte de la narración de la historia ficticia y desempeña el papel de personaje protagonista. Gracias a que la narradora le presenta a Steve, un médico anestesiólogo estadounidense, que había llegado a Ecuador como parte de una misión humanitaria, la amiga Julia se casa con él y se va a radicar a Estados Unidos, país hasta el cual y con la ayuda de Steve, por el año de 1999, llega procedente del Ecuador la narradora, y por ser una profesional vinculada con el campo de la salud, ingresa a trabajar en el mismo hospital en donde él labora. En razón que las dos emigrantes ecuatorianas que dan vida a la historia ficticia son amigas y compañeras durante toda la etapa escolar y, por lo mismo, se tienen mucha confianza entre sí, Julia de forma confidencial le conversa de las dudas que tiene respecto de la fidelidad conyugal de Steve y le pide que lo siga para que le dé pistas seguras sobre la posible relación extramatrimonial del esposo; sin embargo, todos los indicios 111 que se hace constar en el relato llevan a la conclusión de que la amante de Steve es la propia narradora protagonista y que Julia lo llega a sospechar, razón por la cual ya no le pregunta nunca más sobre la aventura amorosa del esposo. 3.17. Maldonado Rodríguez, Lucrecia (Quito, 1962) Cuentista, novelista, poeta, ensayista, periodista y catedrática universitaria. Artículos, cuentos y poemas suyos se han difundido en revistas especializadas del Ecuador y España. Entre sus publicaciones destacan, en cuento: No es el amor quien muere (1994), Mi sombra te ha de hacer falta (1998), Todos los armarios (2002), Como el silencio (2004), Bip-bip (2008); en novela: Salvo el calvario (2005), Pactos solitarios (2006), 99 maneras de controlar el llanto (2009), Mamá, ya salió el sol (2010), Las alas de la soledad (2012); en poesía: Ganas de hablar (2005), Libro de los afectos (2012); en ensayo: Érase un niño que un día descubrió el aire de la calle (2007). Entre los premios recibidos destacan: Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit, 2005; Finalista en el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade, 2005; Premio Internacional de Relato Juvenil Julio Coba, 2008; Segundo lugar en el Concurso de Literatura Juvenil Norma, 2011; y, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Darío Guevara Mayorga, 2012. El cuento “Cómo se llamaba ese país” (2004), relatado por un narrador omnisciente, constituye una intensa, concentrada, patética y poética reconstrucción del proceso emigratorio de los ecuatorianos, en dirección a España: la despedida en el aeropuerto, el viaje, la llegada, el esfuerzo por entender el habla española de un idioma que dijeron ser el mismo, la ilusa búsqueda de la mirada de alguien conocido en el aeropuerto del país de llegada, la incertidumbre de los primeros días en el destino emigratorio, el sentido de responsabilidad por las deudas contraídas en el Ecuador, el temor de salir a la calle por falta de los documentos exigidos en España, el hambre, la soledad, la mendicidad en la calle, un rincón en el entorno del aeropuerto como único albergue y los recuerdos permanentes de la madre, de la infancia, de los seres queridos que permanecen en el lejano país de salida y, finalmente, la muerte, por frío, por inanición y por hambre. 3.18. Raúl Pérez Torres (Quito, 1941) Cuentista, novelista, poeta, dramaturgo, ensayista y gestor cultural. Las publicaciones realizadas se sintetizan así, en cuento: Da llevando (1970), Manual para mover las fichas 112 (1973), Micaela y otros cuentos (1976), Musiquero joven, musiquero viejo (1977), Ana la pelota humana (1978), En la noche y en la niebla (1980), Un saco de alacranes (1989), Cuando me gustaba el fútbol (1990), Solo cenizas hallarás (1995) y Los últimos hijos del bolero (1997); en novela: Teoría del desencanto (1985); en teatro: La dama de rojo (1983); en poesía: Poemas para tocarte (1994); en ensayo: El tiempo, esa pluma: textos y pretextos (2006). Ha recibido los siguientes galardones: Premio Nacional José de la Cuadra, 1977; Premio Casa de las Américas, 1980; Premio Internacional de Narración Breve Julio Cortázar, 1995. Fue presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, entre el 2000 y 2004; retornó a la misma función en el mes de agosto de 2012 y, en el 2016 fue reelegido para un tercer período que se prolongará hasta el 2020. En el cuento “U.S.A. que te usa” (1980), el joven quiteño Manuel narra su periplo emigratorio hacia la ciudad de Chicago, efectuado con el fin de curarse de los dolores de un desengaño amoroso sufrido en su ciudad natal, atender la invitación de una tía que se anticipó en la salida del país y liberarse del hastío devenido de la rutina del trabajo en la capital del Ecuador. Conforme el ofrecimiento inicial, cuando Manuel llega a Estados Unidos, la tía Raquel le brinda posada en el cuarto de su hija Claudia, aunque eso le disguste al esposo Henry y le ayuda a conseguir trabajo en una fábrica de electrodomésticos, en donde debe laborar de nueve de la noche a ocho de la mañana. En cuanto comienza a ganar dinero, la tía le exige abonar una significativa suma de dinero semanal por la posada y la comida, que ya no puede ser gratuita como se acostumbra hacerlo en Ecuador. Al emigrante Manuel no le es fácil el proceso de adaptación, en un trabajo rutinario y en un ambiente extraño, en donde se siente afectado por la soledad y la incomunicación con sus compañeros de trabajo. La diferencia del medio, el cambio en el horario de descanso y los recuerdos de la ciudad de origen no lo dejan conciliar el sueño durante el día y por esta razón en dos ocasiones se duerma en el trabajo y por ello está a punto de ser despedido. En la casa de la tía en donde pernocta, cada uno vive su vida de manera individualista, casi ni se encuentran, la comunicación es mínima y por ello Manuel prefiere salir a vivir en un cuarto de hotel, mientras hace esfuerzos por acoplarse a las rutinas, costumbres y paisajes de la extraña ciudad de destino. En el relato “Te acuerdas Ñata” (1989) Manolo narra su propia historia y la su pareja “La Ñata”, dos emigrantes ecuatorianos que viajaron a Estados Unidos, con la esperanza de obtener los ingresos económicos que en el Ecuador les era imposible conseguir por permanecer en la desocupación; empero, ya en el destino emigratorio, luego de asentarse en la ciudad de Chicago, los sueños emigratorios muy pronto se ven diluidos por la dura realidad 113 devenida por la imposibilidad de conseguir una ocupación remunerada, razón por la cual tienen que compartir un piso con otros emigrantes mexicanos que se encontraban en similares condiciones. Ante la imposibilidad de obtener los recursos mínimos que les permitan sobrevivir en el país de destino, no obstante la reticencia que por dignidad mantiene Manolo, la pareja de emigrantes ecuatorianos ingresa a un concurso de baile y en su desarrollo, gracias al empeño y dedicación que le pone La Ñata, más allá de los límites que permiten explicar la racionalidad y la necesidad económica, logran avanzar hasta la fase final, dejando en el camino a muchas otras parejas de calificados competidores; sin embargo, cuando el concurso se acerca a la fase final y la pareja de ecuatorianos es la segura triunfadora, La Ñata, en una actitud que más parece una evidencia de enajenación mental, abandona el escenario y sale a seguir bailando en la calle, como una verdadera posesa, y por ese motivo son descalificados. En el cuento “De aquellos lares, de aquestos cielos” (1989), a través de un narrador omnisciente en tercera persona, se ficcionaliza una relación amorosa entre Martín, un estudiante ecuatoriano en la Sorbona de París, y la escritora, profesora y filósofa francesa Simone de Beauvoir, quien atraída por lo exótico que representaba un joven de origen latino, que le recordaba al mítico guerrillero recién fallecido Che Guevara. En el texto del cuento se advierte que sólo luego de varias insinuaciones de parte de Simone el ecuatoriano se fija en ella e inician una vida de pareja que la disfrutan muy felices mientras recorren los lugares más emblemáticos de la capital francesa; no obstante la satisfacción inicial de permanecer juntos, con el pasar del tiempo y los celos gratuitos de Martín que derivan en maltrato verbal hacia su pareja, la relación se torna difícil de sobrellevarla y para ponerle punto final el estudiante decide retornar al Ecuador; empero, Simone va con él a la nación andina y cuando llega al país andino se siente subyugada por el paisaje que rodea la ciudad de Quito; es bien recibida por los familiares y amigos de Martín, quien como ella lo hizo antes en París, le sirve de guía y le hace conocer los lugares históricos y patrimoniales más importantes de la capital del Ecuador. Sin embargo, no obstante que el amor parecía duradero y correspondido, la rutina de la vida en Quito y ciertas actitudes incomprensibles de Martín llevan a complicar, otra vez, la relación sentimental; motivo por el cual, no obstante, la decisión de Simone de entregarse a los caprichos del ecuatoriano, a fin de permanecer junto a él; la convivencia se torna insoportable porque él se vuelve a portar mal, se entrega al alcohol y no justiprecia nada de lo que ella hace en procura de mantener la relación amorosa, por lo que Simone, decepcionada y herida en su orgullo de mujer y europea desairada por un latino insignificante, regresa a su natal Francia. 114 3.19. Gladys Rodas Godoy (Loja, 1957) Poeta, narradora, periodista y emigrante económico con rumbo a la nación ibérica. En poesía ha publicado: A veces quisiera (1987), Nostalgias (1996), Ausencias y algo más (2004), Quiero que estés conmigo (2007), En busca de la esperanza (2008), Cosas del amor (2009), Muy personal (2010), Bajo mi piel (2011), 25 años de poesía (2012). En cuento su primero y único libro que se conoce es La casa ajena (relatos) (2014). En el campo periodístico, desde 1981, se ha venido desempeñando como editorialista de los diarios lojanos: El Mundo, El Siglo, Crónica de la Tarde y Diario Centinela. Mientras residió en Madrid fue socia de la Agrupación Hispana de Escritores y de la Agrupación Poetas de la Tierra. La casa ajena (relatos) (2014) constituye una obra narrativa construida sobre la base de la experiencia emigratoria de la autora en la capital española; otro fundamento de la realidad social que ha contribuido en la estructuración del libro son las vivencias de otros ecuatorianos emigrantes en la ciudad de Madrid. Desde una perspectiva de narrador omnisciente, con un lenguaje claro, directo, sencillo y coloquial, en los treinta y siete relatos cortos, de carácter lineal, que integran el libro se da cuenta de las causas estructurales, coyunturales y personales que motivaron el viaje emigratorio desde Ecuador; las visiones que tienen los ecuatorianos al llegar al país de destino; las limitaciones que padecen por no tener los papeles regularizados; las vicisitudes que deben atravesar en la búsqueda del primer trabajo y de los subsiguientes; las dificultades que tienen para desempeñarse con eficacia en las ocupaciones laborales que les permiten sobrevivir; las incomprensiones devenidas de las diferencias en el habla del idioma castellano o español, entre los emigrantes ecuatorianos y nativos de España; los desengaños que padecen algunos migrantes en el lugar de origen y en el de destino; las consecuencias de la emigración en los protagonistas y sus respectivas familias; los espacios públicos y privados de reencuentro y de recreación de la cultura ecuatoriana; los sueños de retornar al Ecuador; el cultivo de las artes literarias y musicales que permiten una proyección del universo intelectual y psíquico y una momentánea evasión de los problemas cotidianos de los emigrantes; y, las historias de emigrantes triunfadores, las mismas que, aunque de manera excepcional, también, existen entre los ecuatorianos que han elegido a España como país de destino e impulsan una fuerte motivación para que otros compatriotas emprendan el mismo rumbo. 115 3.20. Huilo Ruales Hualca (Ibarra, 1947) Cuentista, novelista, poeta y cronista. En cuento ha publicado: Y todo ese rollo a mí también me jode (1984), Nuaycielo comuel dekito (1985), Loca para loca la loca: cuentos para despeinarse la cara (1989), Historias de la ciudad prohibida (1997), Fetiche y Fantoche (1994), Cuentos para niños perversos: antología (2004), Esmog: 100 grageas para morir de pie (2006), Paquetecuento (2010); en novela: Maldeojo (2005), Qué risa, todos lloraban (2009), Edén y Eva (2012); en poesía: El ángel de la gasolina (1999), Vivir mata (2005), Pabellón B (2006); en crónica: El alero de las palomas sucias (2014). Su labor creativa ha sido reconocida con el Premio Nacional de Cuento Diario Últimas Noticias, 1985; Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara, 1989; y, Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit, 1993. “Migrantes” (2004) constituye un pequeño cuento que relata la anécdota sucedida mientras el narrador protagonista y su amigo Terence se encontraban en la terraza de una ciudad europea bebiendo vino blanco, comiendo gambas y viendo a un malabarista, momento en el cual se acerca por la mesa que ellos ocupan el escritor peruano español Mario Vargas Llosa, con su ex esposa Patricia Llosa Urquidi y como contestación al saludo de los emigrantes ecuatorianos les sonríe y les interroga ¿bolivianos? Terence que recibió la pregunta como salida de tono, le responde “No, ecuatorianos” y, en sentido irónico, le pregunta “¿y ustedes guatemaltecos?” Frente al evidente sarcasmo, en la confusión de orígenes nacionales entre latinoamericanos, que advierte el Premio Nobel de Literatura, 2010, como la mejor respuesta congela la sonrisa y se retira del lugar a paso acelerado. 3.21. Raúl Serrano Sánchez (Arenillas, El Oro, 1962) Cuentista, ensayista, editor, antólogo y catedrático universitario. En cuento ha publicado: Los días enanos (1990), Las mujeres están locas por mi (1997), Catálogo de ilusiones (2006) y Lo que ayer parecía nuestro (2015). Sus textos constan en varias antologías sobre cuento ecuatoriano. En novela, hasta el momento, tiene un único título: Que te desnude el viento (2016). En ensayo ha escrito: En la ciudad se ha perdido un novelista: La narrativa de vanguardia de Humberto Salvador (2009) y otros múltiples estudios que sobre literatura se han publicado dentro y fuera del Ecuador. En calidad de compilador y antólogo ha publicado: Los amigos y los años: Correspondencia, 1930-1980, de Pedro Jorge Vera (2002), Manuela Sáenz: el tiempo me justificará (2010), Rondando a J. J.: tributo a Julio 116                                                              Jaramillo Laurido20 (2012), Solo ella se llama Marilyn Monroe: Relecturas de una diosa (2012), El ensayo ecuatoriano de entre siglos (2013) y Cuerpo adentro: historias desde el clóset (2013). Entre sus premios destacan: Premio Nacional de Cuento “Juegos Florales” de Ambato, en 1988; Tercer Premio en el Concurso Nacional de Cuento Ismael Pérez Pazmiño, 75 Años de Diario El Universo de Guayaquil, en 1996; Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara, del Municipio Metropolitano de Quito, en 1997; Primera Mención de Honor en el Concurso Nacional de Literatura Luis Félix López, 2012; Premio Manuela Sáenz (temas de género), otorgado por el Concejo Metropolitano de Quito, 2014; y, Premio único del Concurso Nacional de Literatura 2015 Ángel F. Rojas, organizado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo del Guayas. En el cuento “La noche que no termina” (inédito, 2013), a través de un largo monólogo, fluctuante entre la realidad, el sueño y la pesadilla, se relata la historia de una emigrante ecuatoriana indocumentada, radicada en la inhóspita y siempre indescifrable ciudad de Nueva York, quien se dirige al Central Park, en Manhattan, para verbalizar ¿en alta voz? su problemática e insatisfactoria vida, tanto en el Ecuador como en el país de destino. La narración, en un dilatado ejercicio de memoria que tiene como interlocutora y destinataria a su madre que permanece en Ecuador, transcurre entre las vivencias en la ciudad de llegada, con sus rutinas derivadas del trabajo, la movilidad diaria, los insoportables domingos, los pocos y sufridos compatriotas con los que comparte, y los recuerdos del Ecuador natal y de los seres queridos que se quedaron en él: el ya fallecido padre a quien internaron en un psiquiátrico, los hermanos ingratos que se fueron para no volver nunca más, el novio a quien despreció por infundados prejuicios étnicos y la solitaria madre, que fue quien la impulsó para que emigrara en busca de los dólares que les permitan reconstruir y amoblar una lujosa mansión y así, ante los ojos de las personas conocidas, recuperar el rancio abolengo perdido, de manera irremediable, con el ineluctable paso de los años. 3.22. Tobar García, Francisco (Quito, 1928-1997) Poeta, novelista, cuentista, dramaturgo, periodista y diplomático. Por los años sesenta animó el ambiente teatral de la capital del Ecuador con piezas que él mismo escribió y dirigió, llegando a actuar en algunas de ellas. En poesía publicó: Amargo (1951), Segismundo y 20 Intérprete guayaquileño de bolero, pasillo y otros géneros musicales, quien en sus menos de 43 años de existencia (1935-1978) y 23 de vida artística grabó más 5.000 canciones. Se lo considera uno de los íconos de la música nacional ecuatoriana y su fama y millones de seguidores siguen incólumes hasta el momento actual. 117 Zalatiel (1952), Smara (1954), Naufragio y otros poemas (1962), Canon perpetuo (1969), Dhama (1978), Ebrio de eternidad (1991) y La luz labrada (1996); en teatro: Teatro (1962), Tres piezas de teatro (1967), El amargo misterio y otras piezas (1970) y Las sobras para el gusano (1970); en novela: La corriente era limpia (1977) y Pares o nones (1979); y, en cuento, Los quiteños (1981). En el cuento “El regreso” (1981), desde una perspectiva de narrador omnisciente, se relata el retorno de Anselmo, un joven quiteño de clase media, quien una vez concluidos los estudios de bachillerato en la capital del Ecuador viaja a Estados Unidos, para estudiar ingeniería agrícola en una universidad de Washington, desde donde, cerca de concluir la formación profesional, retorna al Ecuador y para asombro del padre, madre y demás familiares, que lo esperan ansiosos en el aeropuerto Mariscal Sucre de la ciudad de Quito, ha cambiado tanto, a tal punto que solo la abuela paterna logra reconocerlo de inmediato. Desde antes de su arribo, entre los familiares que aguardan el regreso se evidencian expectativas distintas y criterios valorativos muy divididos; por una parte, los padres esperan que sea el mismo que se fue años atrás; por otra, entre los hoscos y burdos primos se advierten dudas de porqué se fue a estudiar algo vinculado con la agricultura en Estados Unidos, si la mejor universidad era el campo de donde eran originarios los padres del joven universitario; el rechazo por los cambios en la forma de vestir y relacionarse con ellos es, también, muy manifiesto y, desde los primeros minutos del reencuentro, se evidencia mala voluntad para con Anselmo. Por estas razones, mientras participan de la fiesta que habían organizado los padres para dar la bienvenida a su hijo ausente comienzan las burlas de los primos, quienes le exigen que se sirva de todas las comidas que habían preparado, conforme lo hacían ellos y sobre todo que beba del mismo trago y en abundante cantidad, como una evidencia inobjetable de que era “bien hombre” y “bien macho”. Y, al final, cuando la mayoría de concurrentes están en estado etílico, los insolentes primos aprovechan la oportunidad para agredir físicamente al estudiante retornado, hasta dejarlo sumido en la inconsciencia total. En el cuento “Madrid” (1994) se da cuenta del contenido de la conversación sostenida entre Mónica, una diplomática venezolana y su hermano, que es el que narra la ficción. Este se ha nacionalizado ecuatoriano y, en representación del Ecuador, ejerce similares funciones ante el gobierno de España. En el restaurante madrileño que sirve de escenario de la historia ficticia, el diálogo gira en torno a los recuerdos de los progenitores, de la ya lejana infancia y juventud de los protagonistas de la narración. Al retomar el tema del presente, en el desempeño de la función diplomática, los contertulios sostienen que en esa profesión existen muchos días vacíos y concluyen que nada de lo que dicen y hacen tiene importancia real, 118 porque el desplazamiento físico a que están obligados los convierte en meros “fantasmas que vamos de ciudad en ciudad, y nadie nos conoce”. 3.23. Edwin Ulloa Arellano (Riobamba, 1947) Cuentista, periodista, psicólogo y catedrático universitario. En cuento ha publicado: Yo tenía un vecindario de película mexicana (1981), Sobre una tumba una rumba (1992) y Cuentos (2009). Entre los premios recibidos merecen mencionarse: Primer Premio en los Juegos Florales de la Fiesta de las Flores y las Frutas de Ambato, 1987; Primer Premio en el Concurso Nacional de Literatura Juan León Mera, organizado por la Corporación Financiera Nacional, 1987; y, Finalista en el Concurso de Relatos Pablo Palacio, patrocinado por la Asociación Cultura 18 de noviembre de Colonia de lojanos residentes en la ciudad de Quito, 1991. En el cuento “Johnnie the man” (1991), desde la perspectiva de un narrador omnisciente, se relata la historia de Juanito, un joven guayaquileño, de clase media, que se convierte en delincuente y se vincula como pareja sentimental del famoso homosexual que operaba en la Perla del Pacífico con el apodo de “Ladrón de Levita”. Con el propósito de borrar el estigma social en contra de toda la familia, los progenitores deciden enviarlo hacia Estados Unidos, país en el que pese a los ofrecimientos previos jamás encuentra al tío Alfredo, que se comprometió en acogerlo y, por esa razón, se vincula con Bubba, un dominicano que lo incorpora al mundo de la pornografía. Una vez ingresado al desempeño de esta actividad, gracias al tamaño de su miembro viril, se convierte en un actor famoso y participa en cientos de películas pornográficas, que circulan por el mundo entero y por las cuales recibe abundantes ganancias. Transcurridos muchos años de su viaje emigratorio, regresa a su natal Guayaquil, con la intención de contraer matrimonio con “una mujer de su casa”, instalar un negocio y radicarse, de manera definitiva, en la ciudad de origen; sin embargo, desde que pisa suelo ecuatoriano se siente extraño, los familiares lo observan muy diferente a cuando se marchó, bastante raro por los cambios que ha experimentado. El entorno social tampoco le es propicio, porque cuando sale a pasear se siente reconocido por quienes lo estigmatizaron antes del viaje emigratorio y, por estas razones, decide retornar a la ciudad de Los Ángeles, en busca de su identidad, que ya está muy lejos de ser la ecuatoriana de nacimiento. 119 3.24. Raúl Vallejo Corral (Manta, 1959) Novelista, cuentista, poeta, ensayista, antólogo y catedrático universitario. Entre los principales libros de cuentos de su autoría se pueden mencionar: Cuento a cuento cuento (1976), Daguerrotipo (1978), Máscaras para un concierto (1986), Solo de palabras (1988), Fiesta de solitarios (1992), Huellas de amor eterno (2000), Pubis equinoccial (2013); en novela ha publicado: Acoso textual (1999), El alma en los labios (2003), Marilyn en el Caribe (2014) y El perpetuo exiliado (2015); en poesía: Cánticos para Oriana (2003), Crónicas del mestizo (2007) y Misa solemnis (2008); en ensayo: Lectura y escritura: manías de solitarios (2010). Sus cuentos han aparecido en más de una veintena de antologías, dentro y fuera del Ecuador. Entre los premios obtenidos se pueden citar: Premio Nacional de Cuento, 70 años de Diario El Universo, 1991; Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara, 1992; Premio Nacional Aurelio Espinosa Pólit, 1999; Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara, 1999; Primer Premio de la VI Bienal de Poesía de Cuenca, 2006; Premio Internacional VI Continente del relato erótico, 2010; XVII Premio Internacional de Poesía José María Valverde, 2013; Premio Nacional de Novela Corta de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, 2014; y, Premio Internacional de Novela Héctor Rojas Herazo, 2015. En 1994 fue jurado del Premio Casa de las Américas, en el género cuento. Desde 1992 se desempeña como docente de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Fue Ministro de Educación en tres ocasiones: 1991-1992, 2005-2007 y 2007-2010. En los últimos años se desempeñó como Embajador del Ecuador en Colombia y en la actualidad ejerce las funciones de Ministro de Cultura. En el cuento “Te escribiré de París” (1992) se narra la historia de la relación amorosa de una pareja de homosexuales: Roberto, que narra la historia y “Nathalie”, quienes se conocen, en una noche de lluvia, en la ciudad de Quito, se llegan a enamorar y comparten con amigos y conocidos en el Bar Socios, ubicado en la célebre calle Foch de la capital del Ecuador, que se convierte en el escenario de la ficción y en donde Roberto recibe amenazas de muerte y luego un atentado contra su vida, por parte de Fernando, la anterior pareja sentimental de Nathalie. Pese a que Roberto tiene esposa e hijos, le atrae la relación homosexual que inicia; sin embargo, esta se ve interrumpida por el viaje emigratorio a París que decide emprender Nathalie, en busca de libertad, opciones de trabajo y la posibilidad de una cirugía que la convierta en una auténtica mujer. No obstante la firme decisión que tiene Roberto de no abandonar nunca la ciudad de Quito y la esperanza de que Nathalie le escriba desde la mítica ciudad de París, duda de la pertinencia de acompañarla hasta la capital 120 francesa, transgrediendo la norma y demostrando que a veces, en la vida, es preferible obedecer al ardiente deseo del cuerpo antes que a la fría razón y las normas sociales establecidas. En “Redoble de campanas en Madrid” (2013), mediante un narrador omnisciente, se recrea la historia del emigrante ecuatoriano Jaime, quien es contactado, a través de la página web www.chaperosdelamontera.com, por Conchita, supuesta representante de una organización internacional dedicada al tráfico de personas para ejercer la prostitución en Madrid. Con el apoyo de los brasileños representantes de la organización ingresa a España por Ámsterdam y una vez que arriba a Madrid, comienza a ejercer su ilegal actividad en un hotel ubicado en la calle Montera, muy cerca de la plaza Puerta del Sol, de la capital de España, en donde tiene que atender a homosexuales y mujeres insatisfechas y por ello recibe el 60% de los doscientos dólares que cobra por cada cliente, ya que el resto va en beneficio de los “dueños” del negocio. Todo transcurre sin mayores contratiempos; sin embargo, resulta que Conchita era colaboradora de la policía española y por sus denuncias e identificación en la calle, Jaime es detenido e interrogado, para que delate, con nombres, direcciones y teléfonos, a todos los integrantes de la “empresa”, en cuyas redes se encontraba atrapado, sin posibilidades ni esperanza de salir. Después de que Jaime colabora con los agentes que investigaban esta red de prostitución es deportado a su añorado Guayaquil de origen, no sin antes informarle que ha dado positivo en la prueba de SIDA, que le realizó el médico de la policía española. 3.25. Jorge Velasco Mackenzie (Guayaquil, 1949) Novelista, cuentista, poeta, dramaturgo y catedrático universitario. En novela ha publicado: El rincón de los justos (1983), Tambores para una canción perdida (1986), El ladrón de Levita (1990), En nombre de un amor imaginario (1997), Río de sombras (2003), Tatuaje de Náufragos (2008), Hallado en la grieta (2011); en cuento: De vuelta al paraíso (1975), Como gato en tempestad (1977), Raymundo y la creación del mundo (1979), Músicos y amaneceres (1986), Palabra de maromero (1986), Clown y otros cuentos (1988), Desde una oscura vigilia (1992); en poesía Algunos tambores que suenan así (1981); y, en teatro: En esta casa de enfermos (1983). Entre los premios recibidos destacan: Primer Premio en el Concurso de Cuentos de la Universidad Técnica de Machala; Primer Premio del Concurso Nacional del Poema Mural organizado por la Municipalidad de Guayaquil; Primer Premio en el X Congreso Nacional de Relato José de la Cuadra, del mismo Ayuntamiento; Primer 121 http://www.chaperosdelamontera.com/ Premio en el IX Congreso Nacional de obras de Teatro, patrocinado por el Municipio de la mencionada ciudad; Primer Premio del Concurso Nacional de Novela Grupo Guayaquil; Primer Premio en el Concurso del Cuento de las Mil Palabras de la Revista Vistazo de Guayaquil; y, Primer Premio en la IV Bienal de la Novela. En el cuento “Aeropuerto” (1974), un narrador omnisciente relata la despedida de la emigrante ecuatoriana, con rumbo a Estados Unidos, Alejandra Sánchez, en el Aeropuerto de Guayaquil, lugar hasta el que acuden todos los familiares, novio y ex novios de la protagonista de la ficción, para darle el último adiós, ahora que ella se dirige a la ciudad de Nueva York, en donde la espera su amiga María Eugenia, que es la experta en este tipo de viajes y quien la ha aleccionado de cómo debe comportarse en todo el trayecto. Alejandra, mientras aguarda por la llamada para abordar el vuelo, que la lleva al país de destino emigratorio, rememora los trámites que hizo para poder viajar, las ilusiones que tiene con la salida del país y que aspira concretar una vez que llegue a la metrópoli cosmopolita de destino, mira a todos los que han ido a despedirla, recibe los presentes que algunos de ellos le llevan, escucha con atención las últimas palabras que le dirigen y, sobre todo, los consejos que le dan los mayores de la familia y recuerda, con precisión, las orientaciones que le ha dado su amiga María Eugenia. Es un momento de sentimientos encontrados, puesto que, junto con la alegría por concretar su sueño de viajar hacia Estados Unidos, le advienen, también, los sentimientos de tristeza y nostalgia, por todo lo que deja en Ecuador y por quienes se quedan en él, a muchos de los cuales tiene la certeza de no volver a verlos nunca más, porque ni siquiera tiene la convicción de que algún día retorne al país de origen. 3.26. Jorge Vera Pedro (Guayaquil, 1914-1999) Cuentista, novelista, poeta, dramaturgo, ensayista, periodista y catedrático universitario. En cuento publicó: La guamoteña (1946), Luto eterno (1953), Un ataúd abandonado (1968), Los mandamientos de la ley de Dios (1972), Cuentos escogidos (1976), Jesús ha vuelto (1978), Nada más que cuentos (1979), El destino (1984), ¡Ah los militares! (1985), Cuentos duros (1990), La muerte siempre gana (1995); Doce cuentos de la historia (1997); en novela: Los animales puros (1946), La semilla estéril (1962), El pueblo soy yo (1976), Tiempo de muñecos (1980), Las familias y los años (1982), El destino (1984), Por la plata baila el perro (1987), Este furioso mundo (1992), El asco y la esperanza (1997), El cansancio de Dios (1997), El tiempo invariable –póstumo– (2000); en poesía: Nuevo itinerario: poemas –1934/1936– (1937), Romances madrugadores (1937), Túnel iluminado 122 (1949), Versos de hoy y de ayer (1979); en teatro: El dios de la selva (1943), Hamlet resuelve su duda (1952), Teatro (1956) y Luto eterno (1962); en ensayo: Antología de autores ecuatorianos (s.f.), Memorias: Gracias a la vida (1993). En 1991 recibió el Premio Nacional “Eugenio Espejo”, en reconocimiento a la totalidad de su obra. En el cuento “Nueva York, hermano…” (1972), desde la perspectiva de un narrador omnisciente, se relata la fantástica y misteriosa historia de dos jóvenes ecuatorianos: Juan y Pedro, amigos íntimos entre sí, que soñaban con viajar a vivir en la ciudad de Nueva York y por esta razón todos los días iban al aeropuerto de Guayaquil a ver aterrizar y despegar los aviones. Preferían ser testigos de la emotividad de las despedidas de aquellos viajeros que se dirigían a Nueva York. En una de esas ocasiones, mientras ellos comentan la majestuosidad de uno de los Braniff que ya mismo decola en ese día, se les acerca Jesús Godwin, les hace conversación y les pregunta si quieren ir a Nueva York, a lo que los jóvenes responden que ese es el sueño dorado de toda su vida, que aún no lo pueden hacer realidad por falta de recursos económicos. El interlocutor les hace una propuesta insólita, que consistía en que él les financiaba el viaje a la ciudad de sus ensueños, a cambio del alma, que la deberían entregar a la Organización de Almas Contra el Mal (OACAMAL). Les garantiza que no es una organización diabólica y les da tiempo para pensarlo. Pedro se decide y viaja de manera inmediata a la ciudad de Nueva York. Una vez que arriba a la gran metrópoli y se le acaban los doscientos dólares que le dio el misterioso benefactor, por no saber inglés se le complica la posibilidad de encontrar trabajo, difícil circunstancia en la que decide llamarlo y entregarle el alma de inmediato. De manera inexplicable y mágica, enseguida domina el idioma inglés y, con la ayuda de Jesús Godwin, encuentra trabajo como asistente de gerencia de una compañía. Mientras tanto, Juan decide cuidar y mantener su alma intacta y solo de vez en cuando va al aeropuerto a ver llegar y partir los aviones, como lo hacía antes en compañía de Pedro, quien ya le ha escrito una misiva para contarle de su vida de emigrante triunfador en la Gran Manzana. 3.27. Patricio Viteri Paredes (Quito, 1955) Cuentista, ensayista, periodista, editor y crítico literario. En cuento ha publicado: Subterráneos (1987), No merecemos esas calles (2003), Advertencia del desterrado (2010); en ensayo El crimen de ser dignos: cinco revolucionarios cubanos presos en Estados Unidos (2003). Sus cuentos han sido difundidos a través de las revistas Débora, Letras del Ecuador y en obras colectivas como: Antología básica e historia del cuento ecuatoriano (2004), Puro 123 cuento (2004) y Cuento Ecuador–Perú, 1998-2008 (2009). En el año 2007 fue finalista en la categoría cuento del Premio Juan Rulfo, entre 6215 candidaturas procedentes de América Latina, España, Francia, Estados Unidos y otros países. En el cuento “Premoniciones del exilio” (2004), un narrador protagonista (Patricio), relata los sueños y tribulaciones de un dipsómano emigrante ecuatoriano que sobrevive, gracias a la caridad de los transeúntes, como mendigo en las calles de la ciudad de Madrid. Aparte de Manolo, otro mendigo español de similar condición no tiene a nadie más con quien contar en este mundo; sin embargo, en sus delirios de alcohólico, se imagina como ejecutivo de una empresa, que tiene una familia, compuesta por su esposa Consuelo y su hija Elisa, con quienes vive en un piso de la capital de España, seres queridos a los que cree reconocer en la calle, motivo por el cual al llamarlos que se acerquen a él, es brutalmente agredido por el esposo y padre de quienes se sintieron acosados por el harapiento, sucio y maloliente vagabundo borracho; difíciles circunstancias en las que él recuerda su pasada vida en el Ecuador, cuando era alguien y tenía una familia, compuesta por padre, madre, hermanos, esposa e hija, que le prodigaban el afecto que requiere todo ser humano. Una vez efectuada la presentación de los cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos, subgénero narrativo que emergió en el ámbito del realismo social e indigenismo, así como del corpus narrativo específico objeto de análisis, que incluye una sucinta reseña biobibliográfica de los autores estudiados y de la respectiva trama narrativa, corresponde ahora entrar de lleno en el análisis del complejo proceso emigratorio internacional de los ecuatorianos y la identidad del sujeto emigrante que lo protagoniza, que es lo que se realiza en los restantes capítulos de esta tesis. 124 SEGUNDA PARTE: EL PROCESO DE LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL EN EL CUENTO ECUATORIANO 125 CAPÍTULO III. EL VIAJE EMIGRATORIO DESDE EL ECUADOR La representación y recreación literaria del viaje emigratorio desde el Ecuador, en la obra cuentística, se lo desarrolla distribuido en cinco subcapítulos. En el primero, que se refiere a los factores causales que determinan la emigración internacional de los ecuatorianos, se analizan las causas económicas y políticas que forzaron la masiva salida de ecuatorianos, los factores de atracción que se ejercen desde los principales países de destino, el “mito del emigrante triunfador”, los problemas de pareja y de familia y el afán de ocultar una identidad que resulta problemática en el Ecuador, como aspectos coadyuvantes de la emigración; en el segundo subcapítulo se desarrolla lo atinente a las despedidas de los emigrantes, en terminales aeroportuarias o de autobuses, en el país de origen; el tercero analiza las peripecias y/o viacrucis del viaje emigratorio desde el Ecuador, sobre todo cuando se aspira ingresar de manera ilegal a Estados Unidos; en el cuarto subcapítulo se analiza la recreación de la primera visión de los países y ciudades de destino, de parte de los emigrantes ecuatorianos; y, en el quinto, se alude a la pesadilla de los papeles, para legalizar el ingreso y la permanencia de los ecuatorianos en los países de destino, conforme se ha representado y recreado en los cuentos seleccionados como objeto de estudio. 1. Causas estructurales, coyunturales y personales que determinan y coadyuvan en la emigración internacional de los ecuatorianos 1.1. Causas de naturaleza económica y política Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre las principales causas que determinan la decisión de emigrar, desde los países del Hemisferio Sur del planeta, en dirección a los Estados nacionales del Norte más desarrollado, se pueden mencionar las de naturaleza económica, vinculadas con las expectativas de los trabajadores de obtener mayores ingresos fuera de su país de origen (Cfr. UESS, 2004: 15-17). Se ha dicho, también, que el desplazamiento de personas proveniente desde el llamado “Tercer Mundo” obedece a la profundización de las desigualdades entre unos y otros países y a la inequitativa redistribución internacional de las oportunidades económicas (Cfr. Solfrini, 2005: 14). 126 Al hacer referencia al Ecuador, como país proveedor de emigrantes, conforme ya se enunció en el primer capítulo de esta tesis, entre las causas de orden económico que determinaron la masiva salida de ecuatorianos, en los años finales del siglo anterior y primeros del presente, se pueden mencionar: el incremento de la deuda externa pública; la caída internacional de los precios del petróleo; el colapso financiero y el posterior “salvataje bancario”; el ajuste económico de carácter neoliberal; la pérdida de empleo y los bajos salarios (Cfr. Acosta, 2006: 54). Como efecto de la confluencia de estos y otros factores se inició un proceso inédito de emigración internacional, cuya magnitud y velocidad no tienen precedentes en la historia del Ecuador, puesto que según varias estimaciones “desde 2000 a 2004, más de un millón de ecuatorianos habrían salido del país; hay cálculos que superan las cifras mencionadas para los dos períodos descritos, pues establecen que el número de ecuatorianos y ecuatorianas en el exterior puede bordear los 3 millones” (Acosta, 2006: 43­ 44). Los factores causales de naturaleza económica y política que determinan la emigración internacional de los ecuatorianos se representan y recrean en el cuento “47 Coldwater Drive o la pregunta”, de Gilda Holst Molestina. En este relato, aunque no se mencione de manera directa cuáles son las causas que determinan la salida del Ecuador, la sola alusión de 1999, como el año de llegada a Estados Unidos de la narradora protagonista, en condición de emigrante económica, ya nos da la idea de que abandonó el país de origen por motivaciones derivadas de la crisis económica enunciada en párrafos anteriores, puesto que 1999 constituye el año de mayor descalabro financiero en el Ecuador, como resultado del congelamiento de los depósitos de los ahorristas de las instituciones financieras del Ecuador, el salvataje bancario con dinero del Estado y la ulterior implementación del sistema monetario de la dolarización; concreción del viaje emigratorio, inserción laboral e instalación del lugar más adecuado para residir en el país de destino que logra efectivizarse con relativa facilidad y éxito gracias a la existencia de las llamadas redes migratorias o de la presencia de amistades que ya se anticiparon en el viaje emigratorio; pues como expresa la narradora protagonista: “estoy aquí desde el 99. Fue Steve quien me consiguió el trabajo en el hospital y arregló mis papeles. Fue relativamente fácil migrar e instalarme. Vivo cerca del hospital y a unos veinte minutos de la casa de ellos. Por aquí las distancias son bestiales y si no tienes carro estás jodida” (Holst, 2006: 60). La causa de naturaleza económica como factor determinante de la emigración de ecuatorianos hacia Estados Unidos se patentiza, asimismo, en los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, en los cuales se pone de manifiesto que las motivaciones de orden 127 económico y político constituyeron la razón principal para que la mayoría de ecuatorianos decidan abandonar el país de origen, de manera masiva, “sino vaya alguna vez por los consulados gringos en Quito y Guayaquil y va usted a ver las colas de cuadras y cuadras que allí se forman tratando de conseguir la dorada visa” (Galarza, 2009: 70) expresa, de forma un tanto hiperbólica, el narrador protagonista del relato citado. En estrecha relación con las causas de carácter económico se ubica la inestabilidad política que padeció el Ecuador durante esos mismos años, la misma que se pone en evidencia en los nueve presidentes que tuvieron la responsabilidad de dirigir los destinos del país en menos de una década. No se puede olvidar que con el ascenso al poder del candidato del populista Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), en agosto de 1996, se inicia el período de mayor crisis económica e inestabilidad política de la segunda mitad del siglo XX, el cual arranca con el levantamiento del pueblo ecuatoriano que, en febrero de 1997, exigió la destitución del presidente Abdalá Bucaram, elegido seis meses antes, debido a los desvergonzados escándalos de corrupción de funcionarios públicos y familiares del jefe de Estado, el crecimiento acelerado de los niveles de pobreza y la personalidad psicótica e histriónica del gobernante. Al depuesto presidente lo sucedió, por tres días, la vicepresidenta de la república Dra. Rosalía Arteaga Serrano y, luego, en calidad de “Interino”, el entonces presidente del Congreso Nacional, Dr. Fabián Alarcón Rivera, quien entregó el poder al presidente electo, en agosto de 1998, Dr. Jamil Mahuad Witt, quien a más de empobrecer a la mayoría del pueblo ecuatoriano con el salvataje de una banca privada corrupta y enajenar la soberanía monetaria con la implementación del sistema de dolarización, firmó en Brasilia la paz “definitiva” con el Perú el 26 de octubre de 1998, en el marco del reconocimiento del protocolo de Río de Janeiro de 1942, que siempre se lo había declarado nulo. Por estas y otras razones el presidente Jamil Mahuad Witt fue derrocado de sus funciones a los 18 meses de Gobierno, el 21 de enero del año 2000, y después de un fallido triunvirato, que solo duró horas, se posesiona al vicepresidente Dr. Gustavo Noboa Bejarano, que concluyó el mandato y entregó, el 15 de enero del 2003, el poder al presidente electo, coronel Lucio Gutiérrez Borbúa, quien gobernó dos años y tres meses y debido a la inestabilidad política que se volvió incontrolable con el retorno del líder populista Abdalá Bucaram fue reemplazado, en abril de 2005, por el vicepresidente Dr. Alfredo Palacio González quien, el 15 de enero de 2007, entregó el mando al actual presidente de la República, Eco. Rafael Correa Delgado, que triunfó en la elección para un primer período presidencial, el 26 de noviembre de 2006 (Cfr. Salazar, 2014: 41). 128 Estas difíciles circunstancias de crisis económica, inestabilidad política y algunas dificultades derivadas de ella, de alguna manera, se recrean en el cuento “La licenciada Circuncisión Paredes”, de Carlos Carrión Figueroa, en el cual se pone de manifiesto que quienes impulsan la candidatura de una octogenaria ex maestra fiscal de educación media para la diputación provincial de Loja, solo de manera tardía se dan cuenta de lo difícil de coronar con éxito la campaña electoral, porque ya no se puede contar con los votos que se consideran los más seguros, en razón de que la mayoría de los ex alumnos de la postulante a un escaño en la función legislativa del Ecuador han emigrado del país por las causas estructurales antes mencionadas. En estas circunstancias, como lo pone de manifiesto el narrador omnisciente, “poco a poco, en el fragor de la campaña, fueron descubriendo que los antiguos alumnos de la anciana maestra, dados los tiempos de vacas flacas que vivía el país por culpa del dictador infame, habían sido arrastrados por los vientos de la emigración y estaban en España y en otros países, convertidos en sirvientes hechos y derechos” (Carrión, 2011: 107). Como resulta fácil advertir, en este cuento que hace un guiño al texto bíblico por aquello de “tiempos de vacas flacas” se atribuye la masiva emigración de ecuatorianos no solo a la crisis e inestabilidad política, sino también a la baja calidad de la educación formal en el Ecuador y a los docentes permisivos que contribuyen a la formación de profesionales mediocres, quienes al no sentirse capaces de desempeñar su función en el campo laboral para el que profesionalizaron en las universidades ecuatorianas optan por abandonar el país e ir a desempeñar actividades que no exigen ninguna calificación profesional, “a lo mejor no tanto por culpa del dictador impune como por llegar a convertirse en profesionales mediocres gracias a profesores permisivos como ella” (Carrión, 2011: 110). De manera complementaria a lo hasta aquí expresado es necesario tomar en cuenta que, como consecuencia de la crisis económica y la inestabilidad política en el Ecuador, adviene el sentimiento de insatisfacción y la falta de confianza con el país, como el espacio propicio para labrar un futuro esperanzador, “en los planos económico, político y social. Es de esperarse que la mayor insatisfacción con el país, se acompañe de dosis altas de preocupación y pesimismo acerca del futuro inmediato de aquel” (Murillo, 2009b: 16). En esta línea de pensamiento, la permanencia en el Ecuador se identifica como una opción perdedora, que no brinda ninguna esperanza de progreso futuro; mientras que la emigración sí permitirá superar las condiciones de atraso en las que se sobrevive y salir adelante, debido a que “la presentación del modelo de vida europeo o norteamericano induce a muchas personas a imaginarse como futuros emigrantes, porque consideran que otro país puede ofrecer muchas más posibilidades que el propio” (Pagnotta, 2014: 25). 129 Esta actitud pesimista de los ecuatorianos frente al porvenir del propio país se representa, de manera simbólica, en el cuento “La voz de los migrantes”, de Carolina Andrade Freire, en donde la protagonista del relato, Rosario Vera Ortiz, en una clara demostración que los fenómenos meteorológicos (Cfr. Lodge, 2002: 141) y el estado del tiempo inciden, también, en el estado de ánimo de los personajes, atribuye como causa principal de su salida del Ecuador en dirección hacia Nueva York, al ambiente, al clima y a la lluvia permanente de su parroquia natal Hermosita, sobre todo durante la época invernal, estación del año en la cual el pesimismo se apodera de algunos de los habitantes de esta abandonada población de los Andes ecuatorianos, que asoma como asediada por la perpetua llovizna y el fango del que parece imposible escapar si no se abandona el lugar de origen; por ello, en palabras de la protagonista: “era esa llovizna de mierda, interminable, la que puso la idea en la cabeza (…). Y la llovizna produce fango. ¡Bendito! Estaba segura de que si me quedaba en Hermosita, iba a pasarme la vida enlodada. ¿Te imaginas la ilusión de llegar al aeropuerto de La Guardia y ver todo tan bonito, tan de cemento? Me dije, ahora sí, bai bai al lodo” (Andrade, 2003: 70), es decir, desde la lógica del pensamiento de la narradora protagonista de este relato nos lleva a concluir que la mezcla de dos elementos primordiales para la fecundación de nueva vida, como son la tierra y el agua, en esta historia más bien genera la idea opuesta, en donde “el barro aparece como un proceso de involución, un comienzo de degradación” (Chevalier, 1986: 179); pero sobre todo el lodo y la llovizna, en la percepción de Rosario Vera Ortiz, se conviertan en las causas del estancamiento, la inactividad, la inmovilidad, el aburrimiento y la desmotivación para proyectar una vida de promisorio futuro en el lugar de origen de la emigrante, por lo que la salida del Ecuador se convierte en una perentoria necesidad e ineludible obligación. 1.2. Factores de atracción que se ejercen desde los potenciales países de destino De manera simultánea a los factores causales que “expulsan” a los nacionales del Ecuador hacia el extranjero, en la decisión de emigrar de los ecuatorianos juega, asimismo, un papel determinante el imaginario de “atracción” que se promociona a través de los medios de difusión colectiva, según los cuales las condiciones de vida en los potenciales países de destino siempre serán mejores que las que se tiene en el de origen, ya que en ellos se encontrarán las oportunidades de progreso que les están negadas si se permanece en el Ecuador. En este sentido, “la imagen positiva del país de destino se manifiesta a través de las 130 motivaciones y aspiraciones económicas y personales que los emigrantes ecuatorianos poseen y que están seguros que en él podrán alcanzar” (Montero, 2006: 39). Como efecto de lo que se difunde a través de los medios, Estados Unidos siempre se presentó como la primera opción de destino, conforme lo evidencian los ecuatorianos entrevistados, quienes “piensan como primera opción al momento de emigrar en los Estados Unidos, concebido como el país que ofrece mayores ventajas económicas en cuanto a mejores salarios en comparación con los que reciben en España, y facilidades para trabajar en lo que respecta al acceso de empleos sin importar la condición de irregular del emigrante” (46). Este poderoso “efecto llamada”, que ejercen los países del Hemisferio Norte, se acrecienta con la percepción de bienestar económico y material que advierten los potenciales emigrantes entre sus connacionales, que ya se han anticipado en el viaje fuera del país, hecho que puede ser definido “como la estimación o percepción que el sujeto tiene acerca de las condiciones generales en que viven sus compatriotas en España y/o Estados Unidos, derivadas del factor económico y las ventajas que este proporciona, visto comparativamente a las que se viven en su propio país” (Murillo, 2009b: 17). Por ello, entre los factores que, de manera relevante, incrementan la intención emigratoria de los ecuatorianos se pueden mencionar “la apertura al cambio, la insatisfacción con el país, la percepción de bienestar material en los destinos migratorios de interés para el sujeto y la percepción de bienestar psicológico de los migrantes en ese mismo país de destino, que es de interés para el sujeto” (73). En la línea del “efecto llamada” y del imaginario que proyecta a Estados Unidos como país de destino preferente de los emigrantes ecuatorianos, en el cuento “Nueva York, hermano…”, de Pedro Jorge Vera, se explicita que una de las razones por las cuales la juventud de la nación andina desea viajar al coloso del Norte del continente americano y, especialmente, a la gran metrópoli de Nueva York es por los “cantos de sirena” que se han masificado, a través de los diversos medios de difusión colectiva, los cuales posicionan a esta ciudad como la capital del mundo moderno, el referente de la libertad personal y el espacio que brinda las mejores oportunidades laborales y de otra naturaleza para todos quienes acceden a residir en ella. Debido a esta poderosa atracción de la principal capital financiera de occidente, muchos jóvenes ecuatorianos que por limitaciones económicas no pueden ir hasta Nueva York, al menos se contentan con observar todos los rituales que tienen que cumplir los pocos privilegiados que logran concretar el ansiado viaje, momentos en los cuales, a quienes no pueden hacerlo, todo les parece de maravilla: “tan hermosa la llegada como la partida, pero esta era más impresionante porque previamente se producían los adioses, la fila india para 131                                                              abordar el aparato, la entrega de las cartas de embarque y el ascenso por la escalera metálica, para luego perderse en la panza acogedora de la nave, donde más de un centenar de privilegiados buscaban asientos, se ajustaban el cinturón y se estiraban antes de iniciar el viaje fabuloso” (Vera, 1985: 129). Con esta descripción del emotivo momento de abordaje del avión en la terminal aeroportuaria de la ciudad de Guayaquil es fácil colegir los cientos de miles de ecuatorianos que se sienten atraídos por dirigirse a residir o por lo menos visitar, de manera legal, la metrópoli de Nueva York; sin embargo, son pocos los elegidos para acercarse al nuevo “paraíso” de la abundancia y el resto de potenciales emigrantes lo único que pueden hacer es seguir imaginándolo como un vientre materno o un edénico lugar capaz de brindar seguridad, tranquilidad, satisfactoria y prolongada vida a todos los elegidos que logran ingresar a trabajar y vivir en él. Sin embargo, a la hora de la verdad, los falsos espejismos y las vanas ilusiones que se forjan quienes aspiran a emigrar se derruyen como castillo de naipes cuando se ha concretado el sueño de salir del Ecuador, conforme se advierte en el cuento “Te acuerdas Ñata”, de Raúl Pérez Torres. En este relato se patentiza que la decisión de emigrar de los ecuatorianos se alimenta, también, de la ilusión de que en Estados Unidos era muy fácil encontrar trabajo y ganar los apetecidos dólares; pues como dice el narrador protagonista de este relato, al coloso del Norte “habíamos venido a cosechar árboles de oro, pero estábamos más arrancados21 que las hilachas que cuelgan de las chalinas de nuestra gente. Los árboles de oro no asomaban por ninguna parte y lo único que nos mantenía era el amor (…). A dónde iría a parar toda aquella riqueza que nos dijo la tía” (Pérez, 2004: 147, 148). Es decir, en este cuento se recrea la permanente aspiración humana de acceder y poseer el oro como símbolo del “metal más precioso, es el metal perfecto”, que tiene el “brillo de la luz (…), el reflejo de la luz celestial” (Chevalier, 1986: 784) y que franquea la posibilidad no solo de satisfacer una gran cantidad de necesidades o aspiraciones terrenas sino que, incluso, permite alcanzar fortuna, poder y fama, que constituye otro de los sueños permanente del común de las personas. En este relato se reactualiza, asimismo, de manera metafórica, el acariciado sueño que ha despertado el interés por aventurar riesgosos viajes a ignotos lugares en búsqueda de nuevas fuentes de prosperidad y riqueza, las cuales constituyeron las principales motivaciones que impulsaron a Cristóbal Colón a descubrir el Nuevo Mundo y que han gatillado, también, en la época contemporánea, la construcción del 21 Personas que no tiene dinero, pobres, arruinados (Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010). 132 mito capitalista del sueño americano, “que atrajo miles de personas al continente americano con la esperanza de encontrar una vida mejor” (Zovko, 2010: 61) y que ha coadyuvado para que desde Latinoamérica se mire a Estados Unidos como El Dorado que el inmigrante sueña con alcanzar, reviviendo así los afanes del conquistador sevillano Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien a partir de 1527 exploró la costa Sur de Estados Unidos con la ilusión de encontrar El Dorado, mítico lugar en donde el oro abundaba por doquier; aunque es de justicia precisar que una de las leyendas más generalizadas durante la época del coloniaje español en América sostenía que El Dorado se ubicaba en el Sur del continente y la misma “deriva de la costumbre, entre las tribus de Colombia-Ecuador, por la cual el monarca, hijo del Sol, se recubría de polvo de oro antes de bañarse en el lago sagrado de Guatavita” (Cirlot, 1992: 180). 1.3. El “mito del emigrante triunfador” y su emulación En estrecha relación con lo expresado en el acápite anterior contribuye, asimismo, al incremento de la emigración internacional de ecuatorianos “el mito del emigrante triunfador, que nace de la creencia de que el emigrante automáticamente encuentra trabajo en el exterior, accediendo a condiciones laborales ampliamente superiores a las domésticas. Supone además, que el proceso de socialización, adaptación e integración del emigrante es inmediato” (Acosta, 2006: 63). Este mito se ve reafirmado por el hecho de que, aunque el emigrante se choque con una realidad totalmente diferente a la imaginada, es raro que acepte y divulgue públicamente los problemas por los que atraviesa. Tampoco se puede eludir el hecho real y cierto de que algunos emigrantes ecuatorianos, en la realidad, sí han logrado mejorar sus condiciones económicas y las patentizan en “la construcción de una casa en el pueblo o la ciudad de procedencia, en la instalación de un negocio (…), la capacidad para desplazarse libremente a través de un espacio transnacional, y por otro, a través de la posibilidad de enviar remesas a las familias o las comunidades en el lugar de procedencia” (Thayer, 2007: 133­ 134). Además, hay que tener en cuenta que, cuando las remesas de los emigrantes visibilizan las diferencias económicas en estratos antes homogéneos en los lugares de origen, muchas familias deciden emigrar, no como una estrategia de subsistencia, sino más bien como una forma de “no quedarse atrás”, de mantener una posición de relativa comodidad y reconocimiento dentro de la comunidad de origen, es decir, contribuye “el factor psicológico, el observar que la familia del vecino que emigró cuenta con dinero para cubrir las necesidades 133 básicas y en muchos casos con el paso del tiempo con un excedente que permite inclusive invertir en mejoras de la vivienda o la construcción de una nueva” (Troya, en Ponce Leiva, 2005: 152). Entre los potenciales emigrantes ecuatorianos adviene, entonces, el deseo de emulación de sus familiares, vecinos y conocidos: “si todos salieron, yo también quiero irme; si todos han tenido la oportunidad de realizarse viajando al extranjero, yo también quiero partir” (Pagnotta, 2014: 26). Esta afirmación de la investigadora italiana es confirmada por el testimonio de una emigrante ecuatoriana, quien manifiesta: “mis colegas de la universidad se fueron todos a España, y otros lugares y desde allá me llamaban. Me daba iras, unas ganas de llorar, porque ellos estaban bien (…), en cambio yo me quedé ahí… Esta ha sido una de las cosas por las que yo dije hace cinco años, cuando trabajaba en una escuela de monjas… Me convertí en curiosa, me dije: ´quizá esta es mi oportunidad…´” (26). Esta compleja conjunción de factores que contribuyen a incrementar la emigración internacional de ecuatorianos ha sido objeto de recreación en cuentos como “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, un simbólico título que se refiere al espacio “por el cual los habitantes del mundo subterráneo pueden mirar a los hombres, los animales, las plantas” (Chevalier, 1986: 624). En este relato se patentiza que, entre las causas a las que se atribuye la salida de los hombres en edad económicamente productiva, desde el sector rural de las provincias del Azuay y Cañar, hacia distintos países de destino, con Estados Unidos como la primera opción elegida, destacan el “mito del emigrante triunfador” y la emulación; puesto que hasta los oídos del padre y la madre del pequeño protagonista Miguel llegaban las historias de los emigrantes vecinos que habían logrado mejorar el nivel económico gracias al viaje emprendido, como “aquel Braulio Cabrera, el que cansado de la pobreza de su cuadra se fue tan lejos, a la Nueva York, dicen, ahora es hombre rico y envía a la familia unos raros billetes que llaman dólares, con los que se podía comprar infinidad de cosas” o Feliciano Bermeo que se fue “muy lejos, desengañado de los sombreros que tejía y el maizal sediento que nunca le alcanzaba para nada, y ahora es también un hombre rico” (Cárdenas, 1995: 73-74). Con estas noticias, que solo hablaban del éxito económico de quienes se habían anticipado en el viaje fuera del Ecuador, se apodera de los hombres de Jacarín la fiebre emigratoria hacia Estados Unidos, de manera que “los hombres, poco a poco, se fueron yendo (…). Hombres con maletas de madera y adioses parcos, que se despedían como con asco de esa tierra pedregosa” (Cárdenas, 1995: 74). Más aún, al padre de Miguel algunos de los habitantes del lugar en el que vivía le hablan directamente de la conveniencia económica de emigrar. En palabras del pequeño protagonista de la ficción narrativa analizada: 134 “una vez escuchó a una de esas vecinas que, elegante, burlona, desocupada, le decía al padre, que (…) no fuera tonto. Debía irse allá, a Nueva York, o a ese lugar que llaman Venezuela, o aquel otro que dicen Canadá, o a la misma Australia, donde los billetes dólares se ganan a puñados” (Cárdenas, 1995: 75). Con los ejemplos de los conocidos que ya viajaron, las insinuaciones, sugerencias y consejos recibidos, en la mente del padre de Miguel poco a poco fue gestando y madurando la decisión de emigrar hacia Estados Unidos, sin que le importe el tener que dejar, en la soledad, el abandono y la indefensión, a la esposa y al pequeño vástago, según cuyas inocentes palabras: “después habló de los vecinos: todos estaban ricos, escribían para contar prodigios, enviaban montones de dinero, y nada faltaba a sus familias que hasta por gusto se ponían a pintar las casas” (Cárdenas, 1995: 78). 1.4. Los problemas de pareja y de familia como factores coadyuvantes de la emigración de ecuatorianos En varias mujeres ecuatorianas, los problemas derivados de la vida conyugal o de pareja constituyen las motivaciones no dichas que, aunque con el nombre de otros justificativos, las impulsan a emigrar e ir en búsqueda no solo de mejorar “las condiciones materiales de sus familias, sino también una salida a situaciones conflictivas familiares o de pareja, o a frustraciones y decepciones afectivas, sin el riesgo de la sanción social en una sociedad aún machista como es la ecuatoriana” (Camacho en Solfrini, 2005: 29). En esta línea de pensamiento, un estudio realizado en Holanda pone en evidencia que las emigrantes ecuatorianas “decidieron viajar por cambios en su situación de pareja, por el deseo de conocer otra realidad o por ´la necesidad de liberarse de padres o esposos autoritarios´” (Camacho, en Hidalgo, 2004: 318). La búsqueda de libertad y la necesidad de tomar distancia de las dificultades derivadas de un desengaño amoroso es lo que se recrea en el cuento “Una mujer frente a un río”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en cuyo discurso narrativo Laura, la protagonista de la ficción, viaja con rumbo a España, no por motivaciones de orden económico, sino con el objetivo de olvidar problemas de naturaleza sentimental. En palabras del narrador omnisciente: “vino a España, pensó, más que para ganar dinero –una utopía, lo supo apenas llegar y buscar colocación– como una huida. Aún recordaba como latigazos invisibles cuyas heridas no cicatrizarían, las últimas palabras de Juan Miguel antes de abandonarla” (Cárdenas, 2014: 58). Si bien las ecuatorianas se marchan huyendo de las afecciones derivadas de una sociedad patriarcal y machista y mantienen viva la aspiración de encontrar autonomía y libertad, en las 135                                                              sociedades de llegada siguen enfrentando varios riesgos como: discriminación, estigmatización, violencia de género, sobrecarga de trabajo basada en el sistema de subordinación de género, explotación laboral, acoso y chantaje sexual, con la amenaza de ser deportadas, riesgos de detenciones y maltratos (Cfr. Acuña, 2007: 14), tal como le acontece a la emigrante ecuatoriana que protagoniza el relato de Eliécer Cárdenas, la cual es despedida de la empresa en la que trabajaba, de manera intempestiva y, de un momento a otro, se queda sin los medios económicos que garanticen su futura subsistencia. Por supuesto que no solo son las mujeres, sino también los hombres que emigran con el propósito de poner distancia física a los problemas sentimentales de pareja, conforme se recrea en el cuento “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres. En este texto narrativo, una de las razones fundamentales por las que Manuel abandona el Ecuador es por el desengaño amoroso devenido como consecuencia de que su novia lo dejó por otro hombre; también lo impulsó a dejar el país el deseo de huir de las rutinas diarias del trabajo, la falta de motivación para labrarse un futuro que dé sentido a la vida en la ciudad de origen y las crisis personales que derivaban de la confluencia de las causas antes enunciadas. En palabras de este protagonista: me voy, abandono la novia querida que me cambió por un capitancito, la madre a quien hay que alimentar su placer de sufrir, el trabajo en el que pasaba ocho horas fumando el no hacer nada, la puta tristeza de las seis de la tarde que carcome tu pensamiento, tu sentimiento, tu descontento Manuel, sin nada que te sostenga o te defina, te atrape o te suelte, te obligue a rendirte o combatir (Pérez, 2004: 95)22. Las problemáticas de orden familiar que, también, han contribuido a incrementar la emigración internacional de ecuatorianas, en esta oportunidad con rumbo a España, se recrea en el relato “El crucifijo”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual se pone en evidencia que la protagonista Maritza decide abandonar el Ecuador, con la intencionalidad de huir de las dificultades que tuvo con sus hermanos, por la repartición de la herencia, a raíz de la muerte de sus progenitores y por ese motivo “quería alejarse de todo y de todos, los problemas que se originaron con sus hermanos y demás familiares a la muerte de sus padres por la herencia la 22 De una manera similar, en el cuento “La Niña Pupusa”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, se atribuye a la crisis de pareja que experimentó el personaje protagonista como la causa que lo impulsa a dejar el Ecuador y emigrar hacia Estados Unidos: “Alfonso había arribado hacía poco a ese país, náufrago de la vida y de un matrimonio roto (…), prefería la soledad y lamerse solo las heridas a mirar a diario unos rostros conocidos que parecían recriminarle por sus fracasos” (Cárdenas, 2014: 11). Y en “El Jabalí en el bar”, de este mismo autor, al personaje protagónico, en su segundo ingreso a Estados Unidos no lo mueven motivaciones de orden económico, sino la búsqueda de una mujer a la que amaba y no se resignaba a perderla para siempre: “he vuelto a los cinco años a este país que no me gusta (…); pero tenía que volver. Busco a una mujer que quizá no quiera verme nunca, por miedo a que mate a su novio” (48). 136                                                              ´obligaron´ a agilizar los trámites y en menos de lo que pensaba se encontró arreglando su equipaje” (Rodas, 2014: 84-85). Sin embargo, muy lejos de conseguir los cambios positivos esperados, la desgracia se cierne sobre ella, ya que después de sobrevivir durante varios años de esforzado trabajo doméstico en la capital española termina sus días como víctima inocente del terrorismo internacional, de manera que “Maritza pasó a formar parte de la lista de fallecidos en el atentado del 11 de marzo” (Rodas, 2014: 89). 1.5. Afán de ocultar una identidad problemática en el país de origen En el Ecuador, hasta hace pocos años, entre los sujetos sociales más vulnerables se encontraban los que optaban por una orientación sexual diferente a la que acepta la religión católica, las leyes y la moral social y que, por lo mismo, está mal vista en una sociedad pacata y conservadora como la ecuatoriana, razón por la cual se ven obligados a salir del país para disfrutar de mayor libertad, tal como lo testimonia el emigrante ecuatoriano en Estados Unidos, César Rivadeneira, quien luego de veinte y tres años de permanecer como “ilegal”, cuando decide regresar al Ecuador, en relación a su experiencia fuera del país afirma: Aquí no había salido del clóset. Este fue otro motivo también para migrar. Las leyes eran muy severas, los bares gays eran ilegales y los policías iban a hacer redadas, más que todo para capturar a los menores de edad. Muchas veces llegaba la policía y todo el mundo tenía que comportarse, sentarse, conversar, hacer como que está tomando su traguito, pero ya no podían estar cogidos de las manos o bailando, porque la policía estaba adentro, chequeando, controlando, viendo papeles (…). A los que cogían, les llevaban para la cárcel, por el hecho de ser homosexuales. Se rumoraba que allí podían abusar de ti o pegarte y si tenías suerte salías sin nada (…). Yo sabía que en Estados Unidos era más libre la cosa, más tranquila, y tenía a alguien a quien quería y donde podía llegar (Hill y Rivadeneira: 2014: 100)23. En esta intencionalidad de huir de una orientación sexual que resultaba problemática y hasta vergonzante en el Ecuador se ubica, también, el cuento “Johnnie the man”, de Edwin Ulloa Arellano, en el cual se advierte que los familiares del personaje protagonista de la ficción, como una forma de ocultar el estigma que les produjo la relación sentimental de Juan (Johnnie) con el famoso homosexual guayaquileño, apodado el “Ladrón de Levita”, deciden 23 Similar testimonio es el que exterioriza el emigrante Alex Aguirre, quien se vio forzado a salir del Ecuador porque en este país no tenía libertad para vivir una orientación sexual distinta a la que reconoce como normal, tanto la iglesia católica como el entorno social y familiar en el que se desenvolvía, por lo que en palabras del autor del testimonio, decide viajar “al sentirme extrañx en un espacio social marcado por la religión católico- cristiana, en donde no se hablaba de las sexualidades ni de la existencia de otras identidades no heteronormativas. Llegó mi salida del clóset. Solo quería huir, salir del espacio físico y afectivo que me rodeaba, especialmente de mi familia” (Aguirre, 2014: 146-147). 137                                                              enviarlo a Estados Unidos a vivir con el tío Alfredo, que ya se había adelantado en el viaje emigratorio: avergonzaste a tu familia, pobre pero honrada, afirmaban y no les quedó otro remedio que mandarte a los States24, donde el tío Alfredo a quien nunca pudiste encontrar, hasta que conociste a Bubba, el dominicano, quien te orientó lo que podías explotar sin esfuerzo. El era un maestro, sonríes, no diferenciaba los sexos, o mejor dicho la humanidad le resultaba horizontal; te hizo sentir mejor, desechaste los remordimientos gracias a su ingenio (Ulloa, 1991: 166). No obstante, el propósito inicial de los familiares del emigrante, la decisión de enviar a Juan fuera del Ecuador resulta contraproducente al no conseguir lo que se propuso, porque en el país de destino, el protagonista del cuento continúa con la práctica de la homosexualidad que había iniciado en Ecuador y se vincula con otros homosexuales e incluso, por no encontrar otro tipo de trabajo que le permita generar los ingresos para satisfacer las necesidades básicas, se gana la vida como actor pornográfico. Obviamente, con algunos años de anticipación a la salida masiva de ecuatorianos y la escritura de la mayoría de las obras de narrativa corta que la representan, en el cuento “El canario”, de Zoila María Castro, ya se advierte que la causa que determinó el viaje emigratorio a la ciudad de Nueva York de la protagonista del relato no fue de naturaleza económica sino la necesidad de conservar la reputación y buena imagen de la familia y borrar el estigma que advino con el grave delito que cometió el esposo en la empresa en donde trabajaba; pues, como dice la narradora protagonista de esta ficción: “mi marido había cometido un desfalco, huyó de la ciudad, haciéndome imposible entablar el divorcio. Mi familia prefirió que me ausentara del país, asignándose mi hermano la obligación de sostenernos, incluida la niña, naturalmente; pensión que solo alcanza para sobrevivir, como ahora constato” (Castro, 1981: 127). 1.6. Otros factores causales que coadyuvan en la decisión de emigrar Entre otros de los factores causales que coadyuvan en la decisión de emigrar de los ecuatorianos están los de naturaleza cultural y educativa, vinculados con los comportamientos de las personas que aspiran labrarse un futuro mejor, encontrar opciones de superación personal a través del estudio, ir en busca de nuevas experiencias y conocer otros países desarrollados del Hemisferio Norte (Cfr. Carpio, 1992: 71). Así, en el cuento “La voz de los 24 Forma coloquial de referirse a los Estados Unidos de Norteamérica, como uno de los primeros y principales países de destino de los emigrantes ecuatorianos. 138 migrantes”, de Carolina Andrade Freire, el principal motivo que impulsa el viaje emigratorio del médico Rafael Jiménez es el estudio de un postgrado en cardiología, en una prestigiosa universidad de Canadá. En el relato, como en alguna oportunidad el Dr. Rafael Jiménez le expresa a su interlocutora, la emigrante ecuatoriana retornada Rosario Vera Ortiz: “Comprenda que no se trata de salir del país porque aquí algo me disguste, sino que allá hay centros cardiológicos de primer orden que pueden proporcionarme una formación mejor. Ser un profesional de alto nivel también es cumplir con una responsabilidad” (Andrade, 2003: 71­ 72). Y, conforme lo expresa más adelante el narrador omnisciente del cuento aludido, el médico rural de Hermosita no tiene ninguna responsabilidad ni compromiso con el presente y futuro de este pueblo andino del Ecuador, él solo es un “ave de paso”, que se encuentra cumpliendo una ineludible obligación, el ritual de iniciación como profesional de la medicina; por ello, “Rafael cumpliría el año de servicio rural y con una sonrisa amable entregaría el cargo y se despediría de la gente del pueblo. En octubre viajaría a Canadá donde haría seis años de especialización y sus méritos académicos le permitirían optar por nuevos cursos” (Andrade, 2003: 75). El deseo de aventura y de búsqueda de nuevos horizontes de vida también cuenta entre las razones para abandonar el Ecuador; porque “si hay algo que distingue al migrante aventurero es que cuenta con una situación económica de partida sino holgada, al menos mejor que la que tiene la gran mayoría de los inmigrantes. Además, los proyectos de estos inmigrantes están débilmente comprometidos con su comunidad de procedencia, tanto en términos económicos como de estatus” (Thayer, 2009: 403-404). Este tipo de movimiento poblacional se presenta, también, cuando, en el sujeto que lo protagoniza, existe la apertura al cambio que pueda existir entre los futuros emigrantes y que se define como “el grado, mayor o menor, en que una persona está dispuesta a buscar y/o enfrentar espacios o situaciones nuevas en su vida” (Murillo, 2009b: 18). Una emigración que responde a motivaciones de esta naturaleza es la que se presenta en el cuento “Vendaval”, de Zoila María Castro, en donde la narradora protagonista sostiene que los ecuatorianos que emigran a Estados Unidos no lo hacen solo por motivaciones económicas sino por otras múltiples razones, dentro de las cuales no se descarta: el espíritu de aventura, de cambio, por internarnos en nuevos horizontes, para aprovechar nuevas oportunidades de ambiente de varias índoles, las mujeres comunes con la ilusión de casarnos bien. Los hombres no vienen solo por ´oportunidades de trabajo´, como si en su país no lo tuvieran. Vienen impulsados por una sustancial variedad de inspiraciones, de conceptos, de ilusiones, personales siempre, a sacar ventajas de su propio ser, sus mejores capacidades (Castro, 1981: 204-205). 139 En el cuento “Yo que quería llevarte a vivir conmigo en Estados Unidos”, de Jennie Carrasco Molina, desde una perspectiva de narrador omnisciente, aunque no se lo diga de manera directa, se insinúan causas de naturaleza psicológica y existencial en el frustrado deseo que tuvo la madre de la protagonista de viajar a los Estados Unidos y desarrollar un vida diferente y de mayores realizaciones personales y familiares en ese soñado país: Ahora dices que estás sola. Ahora te arrepientes. Cuando pudiste haber dejado de escuchar la canción que según vos te hizo tomar la decisión. Canción cursi y destemplada. ¡Y en inglés!, como para recordarte que lo que más querías era irte a los Estados Unidos. Cry me a river [puedes llorar todo lo que quieras], decía la balada (…). Allá habrías sido una más, caminando junto a los enormes rascacielos, con tus zapatos rojos y tu chaqueta morada. Habrías llevado a tu hijo de la mano, a la escuela pública, nadie habría hecho preguntas, nadie te habría señalado con el dedo. Hasta pudiste haberte casado con un gringo y tenido la nacionalidad y vivido una vida holgada y feliz. Pero eras una cobarde (Carrasco Molina, 2011: 1). Por ello, cuando la madre de la protagonista se pone la ropa de la hermana ausente y se siente elegante y segura, la primera comparación que se establece es con Nueva York y las divas del cine y la televisión estadounidense: “el viento de la tarde revoloteaba tu pelo y eras una diva atravesando la Quinta Avenida. Como Marilyn Monroe, como Rita Hayworth” (2). Y cuando la narradora protagonista del cuento decide emprender el viaje emigratorio lo hace, también, para huir de los problemas socio económicos y psico emocionales del entorno familiar más inmediato; como lo pone de manifiesto con sus propias expresiones: “hasta que un día me armé de valor y despegué (…), amarrándome el corazón para no hundirme en la tristeza, para no contagiarme de tanta lágrima” (2). 2. Las despedidas, en el momento que abandonan el Ecuador Uno de los momentos de mayor emotividad, tensión y dramatismo en el complejo proceso emigratorio es el de la despedida de los protagonistas, cuando abandonan el lugar de origen y se alejan de los familiares y amigos que se quedan en él, inolvidable acontecimiento que tiene como escenario físico terminales marítimas, aeroportuarias o de autobuses y como partícipes al emigrante, los familiares y amigos más cercanos que se reúnen para despedir a quien ha decidido probar suerte en otras latitudes. Es que la despedida, en sentido riguroso, puede ser entendida como un acto ritual que sirve para la “protección del límite”, entre un estado de unión versus el de separación, el que se va y quienes se quedan en el lugar de origen, entre la presencia y la ausencia. La protección no solo se refiere a la esperanza de 140 “volverse a ver”, sino que se extiende también a la posibilidad de “no volverse a ver” (Cfr. Grinberg, 1996: 105). En torno a las despedidas de los emigrantes ecuatorianos, el sociólogo Roque Espinosa sostiene que, a diferencia de las despedidas de años anteriores, cuando solo unos pocos privilegiados tenían la suerte de poder viajar al extranjero y que por lo mismo concitaban el interés de familiares y amigos que celebraban con jolgorio el viaje, las despedidas de los emigrantes económicos, de los años más recientes, que se van huyendo de la miseria que los asedia en el Ecuador se hacen en silencio; es que, además, las despedidas se han vuelto cotidianas, ordinarias; por ello, las despedidas se reducen a lo más mínimo, porque “en medio de las presiones inmediatas por sobrevivir, en medio de la escasez de dinero, nadie habrá querido confesar de que otro miembro de la familia se ha ido del país para que (…) nadie le exija al viajero pagar las deudas vencidas, las pensiones del colegio, el arriendo de la casa, las deudas de la tienda” (Espinosa, 2003: 2) y porque nadie querrá entrar en otros gastos adicionales a los obligatorios e ineludibles. En estas nuevas circunstancias, para los emigrantes económicos se han inventado otras formas de despedirse y otros adioses, a ratos más amargos pero, a pesar de todo, optimistas hasta que, hace poco, se tornaron oscuros. Porque las esperanzas, como los destinos humanos son insondables, en razón de lo cual “ahora, sigo fijado a la imagen de los que se quedan al final de la pista alzando inútilmente la mano en un gesto de despedida con los que a lo mejor nunca vuelvan, porque ese gesto, más que ningún otro, expresa el dolor por el extrañamiento que producen las ausencias” (Espinosa, 2003: 5). Este tiempo cráter, de máxima concentración de vivencias (Vargas, 1997: 53), de alta intensidad emocional y psicológica, en la vida de los emigrantes ecuatorianos y sus familiares y amigos más cercanos ha sido representado en el cuento “Aeropuerto”, de Jorge Velasco Mackenzie; en él, el tiempo de la narración se desarrolla mientras dura la despedida de la protagonista Alejandra Sánchez en el aeropuerto de la ciudad de Guayaquil, desde donde parte con destino a la metrópoli de Nueva York. En el texto narrativo, a través de un narrador omnisciente, se resaltan los pensamientos, sentimientos, actitudes, acciones y palabras de la joven emigrante y de los familiares y amigos más cercanos que, pletóricos de emotividad, se reúnen para despedirla: la madre hundida en ese cómodo sillón de cuero negro, inconsolable y vaciada en llanto, sin sentir al padre que camina junto a ella, vestido con ropa de domingo, luciendo fuerte, sobreponiéndose a la próxima partida. Todos están de pie, nadie falta (…). Elisa y Julia siempre juntas, el tío Francisco, mejor hubiera sido Europa, la abuela Rita que ha venido enferma, dulces para el avión hijita, tampoco 141 falta el antiguo novio, el que la amó desde la escuela, Pablo y Luis, los otros novios (Velasco, 2004: 320-321). En la trama narrativa de este cuento, cuando por los altoparlantes se anuncia que el avión que llevará a Alejandra Sánchez hasta Nueva York está próximo a iniciar el abordaje adviene el momento más intenso de la despedida, en el que la viajera uno a uno los va abrazando a todos, hablando con una voz entrecortada pronuncia sus adioses finales, presuponiendo que a muchos de ellos muy pronto los olvidará o no los volverá a ver nunca jamás, porque nadie ni siquiera habla de posible retorno o reencuentro, “adiós Amílcar, adiós Luis, chicas adiós, escriban, con la mirada en la nada porque sola ella nada la asiste, frente al padre que antes de abrazarla y bendecirla ya le ve cara de olvido (…), triste, tímida, temblando, dejándose tocar por ellos, por los amigos que la deseaban tanto, por la abuela Rita que es la que más llora” (Velasco, 2004: 322). En el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, la despedida del padre del niño protagonista del relato ni tan siquiera se produce en la terminal aeroportuaria, sino en el pueblo más cercano al caserío rural de origen, en donde aborda el autobús que lo llevará a otra ciudad más grande, desde donde partirá en avión, circunstancia en la cual, en un momento sombrío, de soledad, frío, mutismo e indicio de previsible muerte, los únicos tres integrantes del grupo familiar “no acertaron a decirse esas palabras, lo que debían pronunciar y, para siempre, se quedaban temblando en sus gargantas, mientras caminaban por la ciudad construida de sombras y de aleros goteantes, rumbo a la estación en donde el padre preguntaría a un chofer aletargado por el número de su asiento en el carro sombrío que lo iba a llevar a otra ciudad”, y cuando el emigrante llegue a la próxima ciudad “avanzaría hasta un inmenso avión que volaría sobre mares y montañas y llanuras hasta la ciudad de donde la gente parecía no volver. El abrazo del padre fue para Miguel solo un corto espejismo de su presencia y sus coyunturas oprimiéndole el alma. El miró el rostro de ceniza del padre y pensó que había muerte en él” (Cárdenas, 1995: 80). Entre los dolores, nostalgias y recuerdos por lo que se deja y por los seres queridos que se quedan en el país de nacimiento, los momentos de mayor intensidad de los emigrantes ecuatorianos son los que se producen en el momento de la despedida; por ello el homosexual llamado Nathalie, que coprotagoniza el cuento “Te escribiré desde París”, de Raúl Vallejo Corral, trata de evitar el trance de este emotivo momento y disuade a su pareja sentimental, Roberto, que tenía la intención de ir a despedirlo en el aeropuerto de Quito, con el argumento de que “no me gustan las despedidas porque la gente siempre llora. Además, voy a volver y 142                                                              quiero que la imagen que retengas de mí sea la de mi rostro sonriendo” (Vallejo, 1992: 167)25. 3. El viaje emigratorio desde el Ecuador Con la finalidad de fundamentar lo atinente al viaje emigratorio desde el Ecuador hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte es necesario recordar que la política de control de fronteras que se ha endurecido en estos últimos años ha sido objeto de severas críticas. Se ha dicho, por ejemplo, que en una época de predominio de la globalización y el informacionalismo, mientras los capitales y las mercancías tienen todas las facilidades y garantías para movilizarse y fluir por el mundo entero, no así los seres humanos, sobre todo cuando se trata de emigrantes económicos provenientes de los países del Hemisferio Sur, conforme lo pone de manifiesto la ya dilatada historia emigratoria procedente desde el Ecuador, sobre todo durante los años finales del Siglo XX y primeros del XXI, en cuyo proceso nuestros compatriotas deben sortear una serie de dificultades hasta lograr ingresar a los países de destino: Los ecuatorianos sabemos bien la extrema constricción de este desplazamiento de los “migrantes”, y de las consecuencias, a menudo trágicas, de los viajes de los trabajadores desesperados por convertirse en inmigrantes ilegales en EUA o Europa, muchos de los cuales han muerto congelados en los refrigeradores de los buques o ahogados cuando algunos de estos se han hundido en alta mar, a parte de las terribles desventuras que padecen quienes tienen que poner sus vidas en manos de traficantes de fuerza de trabajo (Carvajal, 2006: 274). Como ya se indicó en el apartado correspondiente del primer capítulo de esta tesis, si bien desde los inicios de la salida de ecuatorianos, la ruta emigratoria hacia Estados Unidos, en condición de ilegalidad, siempre estuvo llena de dificultades; sin embargo, estas se acrecentaron hasta volverse casi imposible de coronarla con éxito, a raíz de los atentados terroristas que derribaron las Torres Gemelas, el 11 de septiembre del año 2001. En razón de estas dificultades, cuando un ecuatoriano ha tomado la decisión de emigrar de manera ilegal hacia ese país, lo primero que tiene que hacer es establecer contacto con un coyotero “amigo”, 25 Otra palmaria evidencia de que las despedidas de los emigrantes, sobre todo los que se producen en los aeropuertos, siempre constituyen un acontecimiento intenso y por lo mismo no se borra jamás de su recuerdo se pone de manifiesto en el intenso y condensado cuento “Cómo se llamaba ese país”, de Lucrecia Maldonado Rodríguez: “de repente uno se olvida de todo pero vienen esas caras tristes, los niños llorando agarrados a las perneras del pantalón no te vayas papi y de tales pero yo fui alguna vez el papi de alguien cuándo cómo dónde y con quién” (Maldonado, 2004: 77). 143 conocido o del que se tenga alguna referencia de que ha llevado con relativo éxito a emigrantes, quien informa acerca de los costos del viaje, la forma cómo deben ser pagadas las cuotas, el lugar en que se debe hacerlo, los papeles que debe aportar, los intentos que realizará para llegar hasta el destino final y el intercambio de teléfonos y direcciones para poder intercomunicarse de manera oportuna. Con esta detallada información inicial, el potencial emigrante debe conseguir el dinero, cuyo financiamiento puede incluir “una combinación de ahorros personales, préstamos libres de interés otorgados por sus familiares, préstamos con interés de amigos, préstamos usureros de los chulqueros (a tasas de interés fluctuantes entre el 10 y el 12 por ciento mensual), o venta de propiedades” (Ramírez, 2010: 88). En caso de recurrir a un chulquero de confianza o determinadas agencias de viajes que cumplen el mismo papel, que es lo más común, el emigrante o alguno de sus familiares como garantía debe entregar la escritura de un terreno o de una casa, una letra de cambio y comprometerse a devolver el dinero y pagar los intereses en el tiempo pactado; de no hacerlo se expone a que los bienes que se han puesto como prenda sean confiscados. En este momento entran en escena los distintos partícipes y usufructuarios de la emigración internacional de ecuatorianos; en primer término, el enganchador o reclutador, que se ocupa de reunir a quienes estén dispuestos a aventurarse al riesgo del viaje, los va concentrando en un solo lugar y desde allí los traslada a algunas de las playas del litoral ecuatoriano, desde donde unos “guías” los conducen, generalmente en la noche, caminando hasta las orillas del mar, en alguna de las provincias costaneras del Ecuador: Guayas, Santa Elena, Manabí, Esmeraldas o la Región Insular de Galápagos, desde donde se van a embarcar en pequeñas canoas o lanchas que los llevarán a barcos pesqueros más grandes en altamar (Cfr. Salazar, 2014: 62). El recorrido inicia en las costas ecuatorianas del Pacífico, hasta llegar a Centroamérica, ingresar y atravesar el territorio mexicano e internarse en los Estados Unidos de Norteamérica. Acariciado sueño que se concreta luego de recorrer más de 5000 kilómetros, utilizando diversos medios de transporte: barcos, lanchas, camiones, buses y la movilización a pie. Es que el traslado de los emigrantes ecuatorianos que luchan por concretar el “sueño americano”, en muchas ocasiones, se produce en condiciones infrahumanas, “en bodegas de pescado adaptadas para el transporte de personas, oscuras, sucias” (Calderón, 2007: 248). A estas difíciles condiciones del viaje se suma la alta vulnerabilidad y los diversos riesgos a que están expuestos los viajeros, circunstancias en las que las deportaciones también están al 144 orden del día, a tal punto que entre el 2001 y el 2008 alrededor de 2058 ecuatorianos fueron repatriados desde México. En relación a los dos momentos bien diferenciados del viaje emigratorio desde Ecuador hacia Estados Unidos, antes y después del 11 de septiembre de 2001, hay dos cuentos que los recrean y representan a cada uno de ellos. Sobre las emigraciones que se produjeron antes de los atentados terroristas mencionados, en el Ecuador el problema de la gestación y maduración del proyecto emigratorio, debido a las causas económicas ya mencionadas en un acápite anterior, así como los preparativos, previos a la concreción del viaje está bastante bien recreado en el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en donde, como nos lo relata el narrador omnisciente, el pequeño protagonista (cuya evolución y cambio corre paralela al desarrollo de la historia narrada), muy rápido advierte las inquietudes emigratorias de su progenitor: “Miguel supo que el padre estaba inquieto y que sufría” (Cárdenas, 1995: 74). El pequeño personaje es muy consciente, asimismo, de que cuando la decisión de emigrar toma cuerpo, todo lo que se haga para detenerla era en vano: “pero Miguel entendía que las oraciones de la madre eran inútiles: el padre se marchaba. Tuvo la certeza de ello la tarde en que él llegó con un envoltorio de papeles, y al abrirlo sobre la mesita de comer él y la madre vieron la leva oscura, el pantalón de casimir, las camisas blancas y los zapatos cafés que el padre había podido comprar en alguna ropavejería de la ciudad” e inmediatamente saca los papeles que se requieren para emprender el complejo viaje emigratorio: “sacó los papeles militares, la libreta del pasaporte sellada, con su fotografía distante, ya ausente, y les dijo que se iba a Nueva York o como se llamaba aquella ciudad inmensa y tan lejana donde trabajaban muchísimos paisanos emigrantes para ganar los dólares” (79). El viacrucis del viaje emigratorio posterior al 11 de septiembre de 2001es recreado, con mucho dramatismo, en el largo y excesivamente lineal relato “Huairapushashka Gente Kunata (Llevados por el viento)”, de Ruth Bazante Chiriboga, en cuyo discurso narrativo se pone en evidencia que en el trayecto del camino, los peligros y la muerte, como en La Odisea homérica, acechan de manera permanente a los emigrantes ecuatorianos irregulares que se aventuran a hacer realidad el “sueño americano”, sin importar que en el intento pongan en riesgo no solo la salud sino hasta la propia vida; por ello: “los ilegales pensaban que si les ocurría lo peor, la muerte sea por asfixia, por falta de agua, por hambre, por quemaduras de la piel, infecciones, por fiebre como consecuencia de la pocilga donde estaban escondidos, en fin, los familiares no tendrían a quien acusar, a quien juzgar si nada conocían de aquellos. Ni voz, ni cara, ni domicilio” (Bazante, 2011: 33). 145 En estas circunstancias, los emigrantes ecuatorianos son muy conscientes de que el peligro siempre está presente en medio del océano, por cuanto la vetustez de la embarcación que los transporta no constituye ninguna garantía de seguridad; así, “ahora estaban encerrados a ras del piso, separados del océano por una vetusta y débil armadura de madera, dañada por el uso y el tiempo de vida. Pudieron darse cuenta que era una vieja embarcación sin posibilidades de supervivencia. Sentían y oían como la madera iba abriéndose ¡tras! ¡tras!” (36). La precaria situación en la que son transportados se complica aún más cuando en medio mar se sienten afectados por una fuerte tormenta que los pone al borde del naufragio y, a consecuencia de ella, “los viajeros iban de tumbo en tumbo en medio de sus propios alaridos de terror. El cielo se partía en latigazos de rayos y truenos en medio de un torrencial aguacero” (48). A medida que pasan las horas todo se va convirtiendo en un verdadero infierno, que llena de terror y miedo a los emigrantes frente al advenimiento de todos los males imaginables, razón por la cual, poco a poco, iban perdiendo toda esperanza de salir con vida, en razón de que “los estragos aumentaban, otros empeoraban con el paso de las horas y los temibles huracanes, vientos, sol, lluvia, truenos, rayos, infecciones, pulmonía, tos, fiebre” (53). Cuando el barco que los transportaba naufragó, los pocos sobrevivientes quedan totalmente a la intemperie y, por lo mismo, indefensos y vulnerables a todas las contingencias de que podrían ser víctimas propiciatorias en altamar; difíciles circunstancias en las que “las quemaduras sin atención iban dañándose cada minuto; la infección extendiéndose peligrosamente, aumentando los dolores; la piel contraída encogiéndose; los ojos obligados a permanecer cerrados por la hinchazón de la cara, las ampollas se extendían por todo el cuerpo casi desnudo, ya no les quedaban sino restos de ropas sobre el cuerpo, lo poco que quedaban eran jirones” (54). Los esfuerzos supremos por mantenerse en la superficie del agua en medio de una embarcación que estaba totalmente entregada a las fuerzas de la naturaleza les brindan escasas posibilidades de sobrevivir a tan terrible catástrofe, porque “los que yacían en el piso completamente enfermos y los inconscientes, los desfallecidos, eran arrojados al mar embravecido por las fuerzas de la naturaleza (…). Unos cuantos que habían tenido la precaución de amarrarse a algún soporte, resbalaban, se movían pero se mantenían en la lancha” (56). En instantes de tragedia en altamar, parece no tener ningún sentido ni posibilidades de ejercerse el valor de la solidaridad y la ayuda mutua entre connacionales en peligro de muerte, por cuanto la fuerza de la tormenta es de tal magnitud que cada emigrante náufrago no tiene más opción que no sea la de batallar por salvar la propia vida, sin opción de regresar a ver lo 146 que le acontece al prójimo: “Cada quien tenía que luchar por sus vidas. Veían como las olas tragaban a sus compañeros de viaje y nada podían hacer ocupados en salvar sus propias vidas” (60). A través de este relato se presenta el desgarrador cuadro que adviene con el desembarco de los pocos sobrevivientes, la mayoría de los cuales “presentaba quemaduras horribles de segundo y tercer grado en el rostro, brazos y partes descubiertas; sus cuerpos no permitían ser tocados ni levemente” (11). Aunque ya se tiene conocimiento que el viaje por vía terrestre, para atravesar Centroamérica es demasiado difícil y riesgoso, es un trayecto que ni siquiera pueden hacerlo durante el día sino que deben esperar la oscuridad de la noche, para “pasar como gusanos, arrastrándose por el suelo al otro lado de la línea fronteriza” (23). No obstante, todas las peripecias relatadas, los emigrantes ecuatorianos que se aventuran a irse de ilegales prefieren poner en riesgo incluso la propia vida con tal de no verse obligados a retornar al país, en donde les es imposible satisfacer hasta las necesidades humanas más básicas, pues como dice uno de los emigrantes en trayecto: “Si la guardia marina nos descubre, nos devuelven y regresaremos sin un centavo a la misma pobreza de donde salimos, a la desocupación, a la miseria, con las deudas y los prestadores del dinero con el que estamos viajando, nos caen encima para cobrarnos ¡Uuuh! Eso es bien grave” (31). La dramática descripción de las peripecias del viaje emigratorio no solo se presenta en los cuentos analizados sino también en la realidad real, conforme lo demuestra el hecho de que las embarcaciones de bandera ecuatoriana, incluso cuando todavía se encuentran dentro de las doscientas millas de soberanía marítima del Ecuador, con el falaz argumento de que por la vetustez de las mismas constituyen “un peligro para la navegación” han sido hundidas y con ello han producido la muerte de al menos 370 emigrantes ecuatorianos. Lo más grave es cuando los coyoteros y los tripulantes de las embarcaciones que transportan, de manera ilegal, personas indocumentadas se ven amenazados por la Armada de Estados Unidos, que abandonan, en la total indefensión, a los emigrantes ecuatorianos en medio mar, tal como sobre la base de testimonios reales, lo relata el periodista Juan Carlos Calderón Vivanco: “Todos los emigrantes querían hablar al mismo tiempo, denunciaron que la tripulación los había abandonado en una lancha en horas pasadas. Estaban hambrientos y sedientos. Habían viajado cuatro días, eran más de 157 personas, unas 60 de ellas apretujadas en las bodegas de pescado” (Calderón, 2007: 36). 147 4. La primera visión de los países y ciudades de destino Con el propósito de fundamentar la visión que explicitan los emigrantes ecuatorianos que llegan a Estados Unidos y a sus principales ciudades resulta pertinente recordar las expresiones del exiliado e intelectual de origen palestino Edward Said, respecto de la metrópoli de Nueva York, como la nueva Babel o la nueva capital del universo capitalista contemporáneo. Este memorable pionero de los estudios postcoloniales y activista, describía a Nueva York como una ciudad turbulenta, diversa, llena de energía, absorbente, que se ha convertido en la capital del mundo occidental, como lo fue París hace cien años. Paradójicamente, dice Said, el carácter central de la ciudad se debe a su excentricidad y a la peculiar amalgama de sus atributos: “la extraña condición de Nueva York como ciudad diferente de todas las demás es a menudo un aspecto perturbador de la vida cotidiana, puesto que la marginalidad y la soledad del forastero pueden apoderarse con frecuencia de la sensación que uno tiene al vivir en ella de forma habitual” (Said, 2005: 13). El carácter de metrópoli cosmopolita de la ciudad de Nueva York es reiterado por el emigrante afroecuatoriano Óscar Paredes Morales, quien en su periplo fuera del país tiene la oportunidad de emigrar primero a México e integrar una banda de música y cuando le conversa a uno de sus amigos respecto de la idea que tiene de recorrer y conocer mundo, este le recomienda que lo que tiene que hacer es ir a la metrópoli de Nueva York; que constituye la ciudad en donde estaba concentrada toda la diversidad humana, que caracteriza al mundo actual: “En Nueva York conseguiría todo eso y mucho más, me decía, ahí se concentran todas las razas del mundo, su comida, vestimenta, idioma, música, religión, filosofía, historia, todo eso, y me quedé con la inquietud de algún día conocer esa ciudad” (Paredes, 2014: 126). Cuando el emigrante ecuatoriano logra concretar el viaje percibe a la gran metrópoli estadounidense como “una ciudad intercultural, un núcleo de cambio para el mundo, un lugar donde me llegué a conocer y reconocer en todas y cada una de las personas con las que compartí tantas experiencias todos esos años” (Paredes, 2014: 139). Esta visión cosmopolita de la ciudad de Nueva York es explicitada desde el primer cuento ecuatoriano que se publicó en torno a la emigración hacia Estados Unidos de Norteamérica, puesto que en “Nueva York, hermano…”, de Pedro Jorge Vera, en el imaginario de los dos jóvenes que deseaban viajar a la mencionada ciudad, de una manera bastante hiperbólica, catalogan a la metrópoli estadounidense como “la civilización máxima… Y dólares, y mujeres, y libertad absoluta…” (Vera, 1985: 131). Más adelante se emocionan al 148                                                              hablar de ella como la ciudad cosmopolita por antonomasia, en donde se condesa la mayor diversidad humana, la riqueza capitalista, el poder hegemónico, la bullente creatividad científica y tecnológica, la vitalidad desbordante de la sociedad contemporánea, y en la que se marca la direccionalidad del rumbo futuro de toda la humanidad: Hombres y mujeres juntos por millones, de todas las razas, de todas las creencias, de todos los oficios, palpitando al unísono por la creación permanente de riqueza y poderío, desafiando al futuro, siendo el futuro hoy mismo, erguidos sobre la vida y la muerte, metiendo al orbe entero dentro de sus límites, trazando la ruta a los demás hombres, recibiendo los mensajes universales para reelaborarlos, cantando todas las canciones, soñando todos los sueños, amando todos los amores (Vera, 1985: 136)26. No obstante las ilusiones previas al viaje es necesario recordar que la imagen que se forman los emigrantes antes de llegar a Nueva York no siempre se compadece con la realidad que experimentan cuando arriban a ella, tal como lo pone en evidencia la emigrante Elsa Yépez, la protagonista de uno de los cuentos de Zoila María Castro, quien subyugada por lo que había observado en las películas, a través del cine y la televisión, emprende el viaje a Estados Unidos, junto a la voluntaria de ese país Miss Esthel y llega a Nueva York; sin embargo, muy diferente y distante de la modernidad de Manhattan, en el corazón de la ciudad, se siente desilusionada porque al distrito metropolitano de Queens “lo encontré deprimente, por lo menos la calle en donde estaba la casa de mi amiga: frente a un muro sobre el que corría estrepitosamente un tren que marchaba a toda velocidad” (Castro, 1981: 19). El edificio en donde fue a trabajar la ecuatoriana, en el barrio de Harlem, tampoco le agradaba en lo más mínimo, porque: “la ´oficina´ estaba en el enorme y húmedo ´basement´ mal alumbrado, en el que yo batallaba en lucha con una vieja máquina de escribir y un mimeógrafo, sacando miles de copias de los folletos instructivos para mejorar la conducta social (…) de toda esa pobre gente que la congregación cuidaba” (Castro, 1981: 21). De similar manera a la visión que tiene Edward Said, respecto de la Isla de Ellis, en Nueva York, como el lugar de arribo de emigrantes provenientes de distintas nacionalidades del planeta: “Allí llegaban los irlandeses, italianos, judíos y no judíos del este de Europa, africanos, caribeños y gentes del próximo y lejano oriente” (Said, 2005: 14), el diplomático y narrador ecuatoriano Galo Galarza Dávila, por el año de 1996, en su libro de relatos testimonio La dama es una trampa, visualiza y describe a la ciudad de Nueva York, al 26 En el cuento “Nelly miraba lo alto”, de Zoila María Castro, la protagonista observa emocionada la gran metrópoli, ensimismada recorre la ciudad y admira “lo alto de las casas y edificios, chatos o rectos, curvos o elevados recortados nítidamente sobre el fondo de los cielos (…). ¡Ese era el Greenwich Village con el que tanto había soñado, allá en su país! ¡El cautivante barrio neoyorkino, el sector de los excéntricos, de los extravagantes, del arte, del pensamiento libre, de las costumbres antojadizas y la despreocupación feliz!” (Castro, 1981: 70). 149                                                              término del Siglo XX, como la gran metrópoli cosmopolita, en donde confluyen y contrastan las expresiones culturales y lingüísticas propias de las diversas naciones de las que proceden los migrantes, principalmente del mundo subdesarrollado del Hemisferio Sur; pues como dice uno de los narradores protagonistas: “¡Aquí abajo estamos en el mundo! Portorriqueños, caribeños, haitianos, dominicanos, cubanos, colombianos, hondureños, coreanos, chinos; tailandeses, ECUATORIANOS, panameños, filipinos, albaneses, senegaleses, y afroamericanos” (Galarza, 2009: 73)27. En esta misma perspectiva, la metáfora utilizada para referirse a Nueva York como una dama o una trampa, que explota, traiciona o abandona a los que se ilusionan con ella está presente, de forma recurrente, en la mente de los emigrantes provenientes del Hemisferio Sur, quienes se refieren a la gran metrópoli como “una esponja: te absorbe, te exprime y te arroja seco” (Galarza, 2009: 173), es decir, la capital del mundo capitalista occidental, “atrae y chupa” el trabajo, la sangre y hasta la vida de quienes al no poseer ningún medio de producción obtienen el salario requerido para sobrevivir de la venta del propio trabajo y cuando la avanzada edad o el quebrantamiento de la salud ya no les permite cumplir las duras y esforzadas actividades laborales, con los niveles calidad exigidos por los empresarios capitalistas o quienes les dan la oportunidad de trabajar, los desechan como a cualquier objeto inservible. La polución de las ciudades estadounidenses de mayor desarrollo industrial se recrea, asimismo, en el cuento “Te acuerdas Ñata”, de Raúl Pérez Torres, en donde la ciudad de Chicago es vista como la urbe “sucia y obscura de siempre y los dos vivíamos ovillados en lo de los pinches mexicanos, que eran siete ¿recuerdas? Pero que parecían catorce” (Pérez, 2004: 147). En esta misma ciudad, Manuel, el protagonista de “U.S.A. que te usa” (2004), del ya citado Raúl Pérez Torres, en su condición de emigrante se siente totalmente perdido y ajeno al desconocido medio en donde tiene que desenvolverse, situación que lo asemeja con los aborígenes apaches, que también han sido sacados de su hábitat natural y por ello resultan extraños en la nueva y populosa ciudad de residencia: “tengo miedo, los apaches se pasean borrachos por estas calles oscuras, ellos tampoco viven. Como yo. Solamente están, les han sacado de su sol y de su tierra, miran idiotizados los edificios enormes que se levantan como fantasmas de un rito cruel” (Pérez, 2004: 103). 27 Esta visión cosmopolita de la ciudad Nueva York se ratifica en otro de los relatos testimoniales del libro citado, en donde se reitera la presencia de nacionales procedentes de distintas partes del globo terráqueo, comenzando por los de origen latinoamericano: “muchísimos latinoamericanos venidos de muchas partes, confundidos van los mexicanos con los ecuatorianos y los peruanos y los guatemaltecos y los chilenos y los bolivianos y los salvadoreños” (Galarza, 2009: 94-95). 150 Respecto de la primera visión de los países y ciudades de destino que explicitan los emigrantes ecuatorianos hacia el viejo continente, en el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, es fácil advertir el asombro, el deslumbramiento que producen las grandes capitales europeas en el narrador protagonista, principalmente París, que por mucho tiempo fue reconocida como la capital de la cultura, las artes y las letras de occidente: “París era mi primera meta, ¡oh, París, París!, la ciudad de la luz, la ciudad de la bohemia y del amor, de la cultura y del arte. En Aviñón, una magnífica villa de castillos vetustos y paisajes espléndidos todo empezó bien” (Carrasco, 2001: 160). Tiempo después, cuando recorre las calles de la capital de Francia se pone en evidencia la grandeza y magnificencia de la misma, sus símbolos y lugares más emblemáticos frente a la pobreza, indigencia y pequeñez del narrador protagonista que los recorre, los admira y los contrasta con sus limitaciones materiales: “sí, los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, la Torre Eiffel, el Barrio Latino donde se gestó el mayo del 68, La Bastilla, el Pont Neuf… pero yo estaba, más que nunca, en la puta calle” (Carrasco, 2001: 161). En este periplo de descubrimientos y asombros, más bien, la llegada a la capital de Holanda ya no le produce tanta novedad, porque todo le comienza a parecer repetitivo: “¡Ámsterdam!, por fin, seguro que allí los hippys ya han instalado su reino… pero conforme entraba en ella, veía los mismos bloques de pisos que había visto por doquier, las mismas gentes, buenas, malas, libidinosas, castas, el mismo Dios dinero instalado en lo más alto… pero bueno Ámsterdam” (Carrasco, 2001: 168). En relación a la capital de España, el otro país de destino preferente de los emigrantes ecuatorianos, en los años finales del siglo XX y primeros del XXI, la ciudad de Madrid es percibida como una metrópoli que ofrece múltiples opciones de trabajo y de vida, es vista como una urbe rica y próspera: “la concepción de la abundancia se asocia principalmente al hecho de que Madrid ofrece la oportunidad de conseguir los recursos necesarios que le permitirá completar los objetivos que se han planteado. Uno de los recursos más importantes que determinan la abundancia, está dado por las numerosas oportunidades laborales” (Thayer, 2009: 347). Además se considera que en Madrid existen abundantes espacios públicos y en ella es muy fácil establecer relaciones interculturales por la diversidad de procedencia de las personas que la habitan. No obstante lo expresado, es necesario advertir que las percepciones que tienen los emigrantes ecuatorianos sobre la ciudad de Madrid se relacionan, de manera directa, con los estados de ánimo prevalentes en cada momento del proceso emigratorio por el que atraviesan los protagonistas del desplazamiento físico; por ello el relato de sus primeros momentos en la capital de España se centra en impresiones superficiales como los olores, el clima, las 151 comidas, la arquitectura y la morfología urbana, la apariencia de los madrileños, su acento al hablar, el funcionamiento de los medios de transporte. De esta manera “la persistencia de las alusiones a estos detalles y la significación emocional que les otorgan los inmigrantes, nos indica que su papel en el relato no es meramente descriptivo, sino más bien explicativo del estado anímico inicial” (Thayer, 2009: 406). En razón de lo expresado no hay que olvidar que en este proceso emigratorio destacan la percepción de la diferencia, la decepción y la depresión inicial, por la degradación de las condiciones de vida y el alejamiento de los afectos de la familia y los amigos. Concomitante con lo expresado, en el cuento “Premoniciones del exilio”, de Patricio Viteri Paredes, la ciudad de Madrid, como destino preferente de la emigración ecuatoriana, durante los meses de la estación invernal, cuando hay nevada sobre las calles, se la percibe de manera muy positiva. Durante esta estación del año, “la ciudad se despierta como purificada y parece que Madrid fuera más dulce, más humana, despojada de esa agresividad que endurece los rostros y eleva el tono de las voces” (Viteri, 2004: 98-99). Aunque páginas más adelante, a través de la personificación o atribución, a las cosas inanimadas o abstractas, de acciones y cualidades propias del ser humano, el mismo personaje antes citado patentice la otra cara de la medalla y se advierta la total indiferencia de la ciudad de Madrid y sus habitantes frente a las angustias del narrador protagonista, un mendigo, con delirios de ejecutivo, que se siente empequeñecido, invisibilizado y excluido: “¡En esta puta mierda a nadie le importa un cojón si estás muerto! Ay, Madrid, Madrid, estoy agonizando y a vos te da lo mismo” (Viteri, 2004: 101). 5. Los papeles para legalizar el ingreso y la permanencia de los emigrantes ecuatorianos Previo a desarrollar el análisis de la “pesadilla de los papeles”, que tienen que afrontar en los países de destino los emigrantes ecuatorianos indocumentados, conforme han sido representados en los cuentos seleccionados como objeto de estudio, resulta pertinente recordar que, desde el punto de vista de la Comunidad Económica Europea, un irregular es aquel nacional de un tercer país que no cumple, o ha dejado de cumplir, las condiciones de entrada establecidas en el artículo 5 del Código de fronteras Schengen u otras condiciones para la entrada, estancia o residencia en ese Estado miembro. En un contexto global, persona que, debido a su entrada 152 ilegal o al vencimiento de su base legal de entrada o residencia, carece del estatuto legal para el tránsito o residencia en un Estado (Comisión Europea, 2012: 97). Con similar propósito es necesario tener en cuenta que la denominación de “ilegales” o “sin papeles”, que se atribuye a los emigrantes que carecen de los documentos exigidos en el país de destino para regularizar su ingreso o prolongar su estancia, encierra una serie de connotaciones en desmedro de los protagonistas del desplazamiento internacional de personas; puesto que, a decir del catedrático, defensor de los derechos de los inmigrantes y filósofo español Javier de Lucas: “significa el reconocimiento de la existencia de sujetos que no solo carecen de la documentación requerida para poder circular en el espacio público, sino, más profundamente, se encuentran en el espacio del no-Derecho (…), no tienen derecho que les proteja” (Lucas, 2012: 84). La condición de indocumentados determina que los emigrantes económicos se conviertan en vulnerables y devengan en víctimas fáciles del abuso, la explotación, la discriminación o la exclusión, ya que ni siquiera tienen la posibilidad de exigir el cumplimiento de los más elementales derechos y ejercer su plena ciudadanía, cuando más a lo que aspiran es a convertirse en ciudadanos de segunda, es decir, acceder a “una ciudadanía restringida o asimétrica en tanto no pueden ejercer todos los derechos laborales, de educación, salud, vivienda, y, menos aún, el derecho a la participación política y a su identidad cultural” (Solfrini, 2005: 22). Es más, por esta condición de indocumentados, desde una racionalidad etnocentrista de los países elegidos como destino emigratorio, la mayoría de los cuales se encuentran ubicados en el llamado viejo continente, se produce la humanización de los europeos y la deshumanización de los no europeos, visión que convierte a los “sin papeles” en los “excluidos de la humanidad legalizada o normalizada, lo cual implica que son deshumanizados en la medida en que definamos a la humanidad en función de la ciudadanía” (Bello, 2011: 11). En el ámbito geográfico del propio continente americano, con fundamento en los criterios antes expuestos y que ponen en evidencia la alta vulnerabilidad que afecta a los indocumentados, por dejar de ser sujetos de plenos derechos, resulta adecuado hacer referencia a la Ley de inmigración expedida en el año 2001, por el gobierno de Estados Unidos, que tanto afectó a los ecuatorianos que permanecen como “ilegales” en ese país; en virtud de que la misma tiene una serie de vacíos, limitaciones, obsolescencias y disfuncionalidades operativas, que se sintetizan de la siguiente manera: La Ley de inmigración es asumida de manera unilateral, sin considerar que el fenómeno migratorio constituye un proceso inherente a la integración regional, hemisférica y 153 global; hay un enfoque obsesivo que busca criminalizar a las migraciones y a sus protagonistas; no se considera la existencia de una numerosa población de extranjeros indocumentados que, lejos de disminuir ha ido creciendo con el correr del tiempo, a tal punto que para el año 2013 superaba los once millones de personas que, aunque “ilegales”, son necesarios desde el punto de vista de la economía norteamericana; los mecanismos burocráticos demasiado lentos para poder legalizar a los trabajadores extranjeros; los cada vez más largos atrasos en el trámite y resolución satisfactoria de las solicitudes de residencia permanente; los criterios que regulan las solicitudes de naturalización presentadas por extranjeros, que han sido residentes permanentes durante muchos años; y la imposibilidad de administrar los futuros flujos de trabajadores extranjeros que la economía de Estados Unidos requiere en los próximos años (Cfr. Chacón, en Programa Andino de Derechos Humanos, 2005: 132-134). En Estados Unidos, la situación devenida de la citada Ley de inmigración, ya de por sí muy compleja, se endureció aún más, con el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001. A partir de este trágico acontecimiento, se comienza a relacionar directamente a los terroristas con los inmigrantes indocumentados procedentes del Hemisferio Sur, tal como lo pone de manifiesto el autor citado: “El no tener papeles, o haber entrado legalmente con una visa y haberla dejado expirar era sinónimo de ser un terrorista o enemigo de los Estados Unidos” (Cfr. Chacón, en Programa Andino de Derechos Humanos, 2005: 138). Como consecuencia del endurecimiento de la medidas de control en las fronteras de Estados Unidos se incrementan, asimismo, los peligros y las dificultades que tienen que vencer quienes aspiran a ingresar de manera “irregular” desde el Ecuador, los cuales en momentos de desesperación y angustia confían en coyoteros y, con mucha frecuencia, se convierten en víctimas de estafas económicas, engaños, explotación, detenciones, deportaciones, irrespeto de los derechos humanos fundamentales, riesgo a la integridad física e, incluso, amenaza de perder la vida en el trayecto (Cfr. Camacho en Solfrini, 2005: 61). Otro peligro es el de ser detenidos por falsificación de documentos o suplantación de identidad, lo cual tiene graves repercusiones de naturaleza civil e incluso penal, en contra de quienes, víctimas de la injusticia social y la pobreza, se ven forzados a abandonar el Ecuador. De una forma muy vinculada a la problemática derivada de la falta de los documentos exigidos en el país de destino que afecta a los emigrantes reales y que se constituyen en objeto de preocupación y estudio desde la perspectiva disciplinaria de las ciencias sociales y humanas, en el cuento “Nelly miraba lo alto”, de Zoila María Castro, la protagonista del relato detalla la persecución de que son víctimas los inmigrantes ecuatorianos indocumentados, 154 comenzando por los que se dan en los lugares de trabajo, en donde los mismos patrones, por el interés de tener mano de obra barata y sumisa les ayudan a esconderse hasta que pasen las redadas que despliega la policía migratoria estadounidense: “Las batidas en las fábricas cuentan, felizmente, dice, con la complicidad de los capataces o de los dueños de negocios (…) que los niegan, los ayudan a esconderse en el momento de la ´visita´, porque, los transgresores ganan solo la mitad del salario establecido por la ley o porque recompensan con alguna suma al que lo protege dentro del establecimiento” (Castro, 1981: 85). Sin embargo, como se hace evidente en la cita realizada, es necesario enfatizar en que la supuesta protección obedece a que a los dueños de las empresas para las que trabajan los indocumentados les resulta más rentable mantenerlos en esta misma condición, en virtud de que, a más de los beneficios económicos remarcados en líneas anteriores, “una de las diferencias entre migrantes regulares e irregulares consiste en el hecho de que los primeros pueden aspirar a mejorar sus condiciones laborales ya que pueden, por ejemplo, denunciar enseguida la explotación. La reivindicación de los derechos es débil por parte de los que no tienen visa” (Pagnotta, 2014: 48). En el cuento “Tocan el timbre”, de Zoila María Castro, se pone de manifiesto que los indocumentados ni siquiera pueden acercarse a un centro público de atención médica, para curarse alguna dolencia que padezcan, por temor a ser deportados al Ecuador, y lo más grave es que los compatriotas que están en la misma situación de irregularidad tampoco se arriesgan a auxiliarlos, porque el dar una dirección significaría abrir la puerta para un registro del domicilio, por parte de la policía migratoria y, de esta manera, allanar el camino para una segura deportación: la Meche me dijo que yo podría entrar en un hospital público de Nueva York. Resulta que ella tiene temor de que se sepa que vivo en su casa. Usted sabe cómo anda la Inmigración, husmeando, llevándose gente de aquí, de allá, no dejan vivir en paz. Usted sabe que en el hospital hay que dar la dirección domiciliaria, y allá, pues, es peligro para Meche y sus hijos, dicen. Multas al que recibe un indocumentado (…). Pero por ahora estoy que me muero. Yo quiero ir al hospital (Castro, 1981: 99). Esta imposibilidad de un emigrante ecuatoriano indocumentado de poder satisfacer una necesidad básica y ejercer un derecho humano fundamental como es la atención de la salud se debe a que, como lo expresa Diana Paredes Mancheno, “a partir de los años 90 los instrumentos legales dejan de ver exclusivamente a la inmigración como una amenaza para el sistema de bienestar social norteamericano y se la asocia con otro tipo de delitos como el narcotráfico, el tráfico de armas y personas y el terrorismo” (Paredes, 2007: 86-87). 155                                                              El carácter draconiano de las leyes migratorias de Estados Unidos desembocan en verdaderas tragedias cuando, por cualquier razón o circunstancia, se produce la privación de la libertad de quienes no tienen los papeles exigidos para ingresar o permanecer en el ámbito de la legalidad; esta difícil circunstancia en la que tienen que desenvolverse los emigrantes ecuatorianos la experimentan como una doble condena, como lo expresa el personaje protagónico de uno de los cuentos analizados: “Soy un preso entre cientos de presos. Soy un extranjero preso, que es como decir condenado a doble encierro. Estoy en el pabellón de los apestados, de los narcos, de los maricas sidosos” (Galarza, 2009: 142)28. Por supuesto que las penalidades de los emigrantes ecuatorianos indocumentados que se dirigen al viejo continente tampoco son menores, tal como se patentiza en el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, en el cual se pone de manifiesto que, aunque en un inicio el narrador protagonista tiene la sensación de que dentro de los Estados nacionales europeos se puede movilizar sin ninguna dificultad, porque pasaportes y otros documentos solo los miraban de reojo, después se enfrenta con la cruda realidad de que sin los papeles exigidos era imposible circular entre las fronteras nacionales del viejo mundo. En el cuento estudiado, la primera amarga experiencia del narrador protagonista se produce cuando desde España intenta cruzar, sin ningún papel, la frontera francesa y por esa razón es detenido, junto con el acompañante que lo indujo al aventurado trayecto turístico, en cuyo recorrido, como dice el protagonista: “atravesamos con toda tranquilidad el puesto fronterizo y, en seguida, dimos la vuelta, pero los guardias, a los que habíamos pillado despistados, salieron como fieras a por nosotros. Igual éramos unos etarras o algo peor” (Carrasco, 2001: 140). En los interrogatorios a que son sometidos los indocumentados se llega a determinar que Iñaqui, el amigo de aventura del narrador protagonista, alguna vez había colaborado con el grupo etarra y por ello se empecinan en sacarle más información; en cambio el ecuatoriano solo era un indocumentado que por “despiste exigía que llamaran a mi embajada, pese a que sabía de antemano que no me harían ningún caso” (140). Con el correr del tiempo, este mismo narrador protagonista vive una experiencia muy traumática, que incluso lo convierte en un ser humano “inexistente”, cuando intenta ingresar, 28 Obviamente que la privación de la libertad no deja de ser una verdadera catástrofe para cualquier ser humano, aunque se tengan los documentos exigidos. Así se lo evidencia en el cuento “El Jabalí en el bar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en cuya historia ficticia el narrador protagonista es privado de la libertad a consecuencia de la traición del “amigo” hondureño que le coloca “unos gramos de cocaína dentro del auto, y me denunció como expediente de droga”; por esta razón, como expresa el emigrante ecuatoriano: “estuve en una celda de la prisión del condado, mientras un abogado que defendía a hispanos con problemas se hizo cargo de mi caso. Salí a los tres meses porque al fin no se pudo probar que esa droga era mía” (Cárdenas, 2014: 54-55). 156                                                              sin ningún papel, desde Alemania hacia Dinamarca; sin embargo, “en la frontera con Dinamarca ni siquiera me dejaron pasar, y entonces me reboté. Bravísimo me senté entre puesto y puesto fronterizo para que todos los que atravesaran ese paso contemplaran tamaña ignominia. Al rato vino el poli danés (…). Me dijo que no hiciese el burro y que entrase en razones” (Carrasco, 2001: 172). Como el ecuatoriano indocumentado no desiste de su intención de ingresar a Dinamarca y en un descuido se pasa por una alambrada; empero, cuando lo descubren, lo detienen y de manera inmediata se inician los trámites administrativos para deportarlo al Ecuador, no sin antes advertirle de la gravedad de la falta cometida: “Lo que has hecho es gravísimo, jamás podrás entrar en ningún país escandinavo. Ahora te pagaremos un billete de vuelta, solo falta que el gobierno alemán asuma parte del pago, ya que aquí, legalmente, nunca has estado” (173)29. En el reino de España, con el paso de los años del nuevo siglo y milenio que decurre, se va complicando la posibilidad de ingresar de forma legal, tal como lo testimonian los que requieren acceder a España, aunque solo fuera para realizar estudios universitarios de postgrado; puesto que en estos casos igual se les exige poner en evidencia una serie de documentos antes de concederles la visa, conforme lo narra una emigrante ecuatoriana que tuvo que cumplir todas las exigencias que le impusieron, a través de su Consulado General de España en la ciudad de Guayaquil, para darle la autorización que le franquee el ingreso legal, en cuyo proceso tuvo que demostrar solvencia económica, que no viene a pedir trabajo, ni mucho menos pretender obtener el permiso de residencia: “Me pidió también que le dijera que tenía dónde llegar y cómo pagar mi comida, que iba a regresar al Ecuador ni bien hubiese acabado el programa por el cual venía y que, además, yo tenía los recursos para mantenerme todo ese tiempo. También tuve que demostrar que no era delincuente” (Orellana, 2014: 43). Concomitante con las problemáticas de la realidad social antes descritas, las complicaciones para acceder a España se recrean, de manera sarcástica, en el cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, narración ficticia que ironiza sobre la dificultad de conseguir una visa, para ingresar en condición de emigrante legal, a través de la elaboración de una película, que parodie y dé cuenta de este engorroso trámite burocrático, “para el rodaje se recrearán las condiciones típicas de un Consulado General de España en Ecuador en donde ´El Fuete´ Quishpe personificará a un ciudadano que se presenta con la esperanza de que le 29 Las dificultades devenidas de la condición de irregularidad de los emigrantes ecuatorianos son recreadas, asimismo, en el cuento “El ecuatañol”, de Iván Carrasco Montesinos, en el cual se vuelve a insistir que si bien las fronteras nacionales son construcciones artificiales erigidas por los modernos Estados nacionales, para regular el libre tránsito de las personas dentro de los territorios bajo su control, han llegado a adquirir un peso superlativo, al punto de dictaminar la existencia o inexistencia de una persona y que ésta pueda disfrutar o no de los derechos humanos fundamentales, comenzando por el de la libre circulación. 157 den el visado, pero que al no tenerlo buscará tentar a la lujuriosa cónsul con aquello que la mujer no podrá resistir (…) y ambos decidirán fugarse para consumar otras aventuras mientras huyen de la policía, de Rodríguez Zapatero y hasta de George W. Bush” (Chávez, 2012: 107). Más adelante el propio narrador cuenta de la llamada que tuvo, desde el Aeropuerto de Madrid, de “El Fuete” Quishpe, para pedirle que lo auxilie, debido a que por falta de los papeles exigidos para ingresar a España ha sido detenido y lo están torturando: “¡Y no es como en la escena sadomaso que inventé para el final de La puta madre patria: es peor, mucho peor!, me dijo el pobre. ¡Me están tratando como a un jodido animal!” (Chávez, 2012: 112). En referencia a los emigrantes ecuatorianos que permanecen como irregulares en España se ha puesto de manifiesto que, como consecuencia de la vigencia de la nueva Ley de extranjería, no solo se les restringen las oportunidades laborales, sino incluso la posibilidad de ejercer los derechos humanos fundamentales y satisfacer las necesidades básicas; en virtud de que este cuerpo legal “no reconoce a los inmigrantes irregulares el derecho a la libertad de movimiento, a la asociación, al trabajo ni a la seguridad social (…), muchos inmigrantes suelen ser víctimas de los abusos por parte de propietarios o arrendatarios (extranjeros o de su mismo país) que, a precios elevados, subalquilan cualquier espacio a este grupo humano” (Camacho en Solfrini, 2005: 78-79). En razón de las limitaciones antes descritas, las emigrantes irregulares “que no tienen documentación, se ven obligadas a aceptar condiciones de trabajo desfavorables: bajos salarios, extensas jornadas laborales, ninguna protección social y hasta maltratos” (Camacho en Solfrini, 2005: 81). Las condiciones de alta vulnerabilidad e indefensión de los emigrantes indocumentados en la capital de España se representa, asimismo, en el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral (título revelador que ya insinúa la futura muerte del protagonista), en el cual el emigrante ecuatoriano Jaime, en cuanto llega a la ciudad de Madrid le quitan el pasaporte y con ello lo someten a un absoluto control y pueden obligarlo a trabajar en condiciones de semiesclavitud. En palabras de este emigrante ecuatoriano “sin papeles”: “al llegar a Madrid, el brasileño se guardó los pasaportes de todos y, junto a otros sudacas, empezaron a vivir encerrados en ese pisito a donde irá la policía después de interrogarte” (Vallejo, 2013: 151). Y cuando ya carecían de cualquier tipo de documento de identidad, el protagonista tiene que soportar, con tranquilidad, paciencia y resignación, todos los vejámenes, incluso el maltrato físico de que es víctima: “Solo una vez me pegaron pero fue al comienzo, cuando yo todavía creía que me podría pasear por el Prado, tal como me 158 recomendó Violeta al despedirse de mí en el aeropuerto de Guayaquil; aunque, claro, ella no sabía que si salía el sábado a caminar dejaba sin atender el negocio” (Vallejo, 2013: 150). En relación a la legítima aspiración, de parte de los emigrantes que no tienen los documentos exigidos, de regularizar la estancia en España en el relato “La decisión”, de Gladys Rodas Godoy, se advierte la dificultad y hasta imposibilidad para que una empleada doméstica, que trabaja como interna, pueda obtener los tan ansiados papeles y con ellos recuperar los derechos humanos fuertemente restringidos y los civiles y políticos hasta ese momento inexistentes. Esta limitación se da por no disponer del tiempo requerido en horas de oficina, por el desconocimiento de la ciudad de Madrid para poder movilizarse, por falta de experiencia en la gestión de documentos y por lo engorroso y dilatado de los trámites burocráticos para obtenerlos. En palabras del narrador omnisciente de este relato: “Un año había transcurrido desde que llegó, tiempo suficiente para pedir a quien la contrató su legalización, hecho que fue negado aduciendo que el trámite sería largo y no contaban con el tiempo para poder realizarlo” (Rodas, 2014: 20). Como no puede ser de otra manera esta condición de alta vulnerabilidad y total indefensión de los emigrantes indocumentados es aprovechada por algunos inescrupulosos empleadores españoles; quienes al tener conocimiento de las necesidades de los irregulares y de la imposibilidad de ejercer sus derechos acuerdan relaciones laborales muy ventajosas para sus intereses económicos, tal como lo patentiza una investigadora de esta problemática de las emigrantes ecuatorianas en España: En numerosas ocasiones, uno de los requisitos por parte de los/as empleadores/as se refiere a que la mujer posea los conocimientos necesarios para trabajar en una casa y que ´no tenga papeles´ para no hacer frente a los pagos de la Seguridad Social y, así, poseer mayor poder de negociación en cuanto a servicios y horas diarias de trabajo. Otro de los tratos que suelen hacerse es realizar el contrato de trabajo a cambio de que la propia trabajadora pague los gastos de la Seguridad Social, en los últimos años, esta ha sido una de las formas más rápidas, aunque costosas, de conseguir el permiso del trabajo (Pedone, 2006: 262). La verdad es que, aunque se han producido múltiples procesos de regularizaciones, de manera implícita pareciera existir el interés del sistema económico español y de la clase política dirigente para generar irregulares, abaratando salarios y reduciendo costos; y como dice uno de los investigadores españoles ya citados, “a la economía de muchas empresas les va bien y aminora el gasto familiar en cuidado de ancianos y servicios domésticos, de alguna manera para el gobierno de turno la bolsa de cientos de miles de irregulares es una realidad que interesa perpetuar a corto plazo, siempre y cuando a los pocos años empiecen a cotizar , y otros irregulares recién llegados les reemplacen” (Rius Sant, 2007: 393). 159 Lo complejo es que mientras permanecen en España, los emigrantes ecuatorianos indocumentados se encuentran en permanente zozobra, por cuanto hay lugares preferidos por la policía española para controlar que todos los transeúntes de origen extranjero porten los papeles exigidos para ingresar o mantener el permiso de residencia en el ámbito de la legalidad: “Las salidas del metro son puntos focales preferidos por la policía para realizar los controles de identidad racial. Dicen: ´ ¡papeles!´ Y los que no cuentan con la documentación son ingresados en los Centros de Internamiento para los Extranjeros, llamados CIES. Estas personas tienen que cumplir sesenta días encerradas como delincuentes y en algunos casos son deportadas” (Aguirre, 2014: 151). Este tipo de dificultades se recrean en el relato “La pregunta”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual se patentiza que “todas las puertas se cerraban, ni siquiera le daban la oportunidad de explicar que había trabajado en su país y que tenía experiencia en algunos campos (…). Llegó el fin de mes y su amigo que hasta entonces de alguna manera lo había apoyado fue claro en decirle ´si no tienes trabajo no puedes seguir viviendo aquí´” (Rodas, 2014: 64-65), es decir, la pregunta por los papeles que no se tiene abolen todas las posibilidades de poder encontrar un trabajo, por más insignificante que este sea y con ello se complica no solo la consecución de los objetivos propuestos antes de abandonar el Ecuador, sino incluso la posibilidad de sobrevivencia del protagonista de la emigración internacional y la respectiva familia que depende de él. 160 CAPÍTULO IV. LA PERMANENCIA DE LOS EMIGRANTES EN EL PAÍS DE DESTINO Este capítulo desarrolla lo referido a la permanencia de los emigrantes ecuatorianos en los países de destino, según la representación y recreación literaria efectuada en los cuentos analizados. Su contenido se distribuye en seis subcapítulos, cuyas temáticas aluden a la desvalorización de la formación profesional obtenida en las universidades del Ecuador, la experiencia laboral previa y la consecuente degradación laboral que padecen los emigrantes; las actividades laborales que desempeñan los ecuatorianos, siempre ubicadas en las escalas más bajas en la distribución social y jerárquica de los puestos de trabajo; la prostitución, como último recurso de sobrevivencia en la que caen algunos emigrantes; el desempleo, como una amenaza permanente en la vida de los ecuatorianos, que les resta seguridad y tranquilidad personal; los reducidos espacios físicos destinados a la vivienda y el descanso, en los que tienen que desenvolverse los emigrantes y sus familiares en los Estados nacionales de destino; y, los espacios públicos preferidos por los ecuatorianos para propiciar el reencuentro y la recreación de la cultura originaria, mientras permanecen fuera del país de origen. 1. Desvalorización de la formación profesional universitaria y experiencia laboral previa Una de las más complejas y frustrantes experiencias de los protagonistas de la emigración internacional de ecuatorianos constituye la desvalorización de su formación profesional obtenida en universidades del Ecuador; similar situación ocurre con la experiencia de trabajo previa a la salida del país, lo que trae como consecuencia la evidente y traumática degradación laboral, tanto de los hombres como de las mujeres, quienes “se encuentran en una situación de movilidad descendente con respecto a las actividades laborales pre emigratorias” (Pagnotta, 2014: 73). Las estadísticas existentes demuestran que el 22,8% de los emigrantes son trabajadores autónomos en el Ecuador, en tanto que solo el 4,4% lo es en los países de destino emigratorio; de parecida manera, “mientras que el 5% de las migrantes ecuatorianas fueron empleadas domésticas en Ecuador, en los nuevos países lo son el 32%. Notamos que en el servicio doméstico femenino encuentra empleo el 65 % de las ecuatorianas migradas en Estados Unidos, el 38% en España y el 63,6 % en Italia” (Pagnotta, 2014: 74). 161 Otra muestra de la desvalorización de la formación profesional universitaria y de la degradación laboral de los ecuatorianos se pone de manifiesto en Canadá, que desde hace muchos años promueve una inmigración calificada y selectiva; sin embargo, cuando se analiza la empleabilidad de los nacionales del Ecuador se advierte que, según datos del Censo canadiense del año 2006, de una población de origen ecuatoriano de cerca de 13.000 personas, en el sector de ventas y de servicios están ocupados 2370 emigrantes; comercio, finanzas y administración 1480; transporte 1325 e industria manufacturera y servicios de utilidad 1175 (Cfr. Ramírez, 2010: 131). De la lectura de estas cifras y valorando los niveles de calificación profesional (por la dificultad de homologar o reconocer los títulos) de los emigrantes ecuatorianos, se nota “una descalificación profesional a la llegada y el camino de movilidad ascendente procede más lento en relación a otros grupos nacionales” (132). Con base en estos datos, desde el punto de vista del Ecuador, como país proveedor de emigrantes, incluso se ha llegado a hablar de una verdadera fuga de cerebros debido a la “pérdida de personal calificado para el país que, al exportar capital humano se queda sin un recurso indispensable para su desarrollo, el cual va a redundar en beneficio de los países receptores; lo que daría como resultado un ensanchamiento de la brecha entre los países de mayor y menor desarrollo económico” (Camacho, 2010: 252). Esta problemática degradación laboral de los emigrantes ecuatorianos se representa y recrea en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, en el cual el protagonista que se gana la vida como barrendero de las calles de la ciudad de Nueva York, en una manifestación de total inconformidad con la actividad laboral que se ve obligado a desempeñar, llega incluso a ocultar el título de doctor en jurisprudencia que con tanto esfuerzo lo obtuvo en la Universidad Central del Ecuador y actúa así con la finalidad de no convertirse en objeto de mofa de parte de los compañeros de trabajo. En palabras del emigrante ecuatoriano: “si en el Ecuador trabajaba en una oficina de abogado vea, aquí nomás he venido a barrer calles y a ponerme este overol que es lo que más me jode (…). A nadie le digo que tengo ese doctorado en leyes de la Central, que me costó muelas, porque se me burlarían” (Galarza, 2009: 64). En relación a los ecuatorianos en España, quienes han estudiado la problemática laboral de los emigrantes sostienen que el sentirse degradados en las actividades laborales en comparación a lo que hacían en el Ecuador genera profundas frustraciones e insatisfacciones, por el hecho de que, aunque hayan cursado “estudios superiores, tienen que trabajar en empleos que no requieren calificación alguna, provocando situaciones de frustración que constantemente son manifestadas (…). Llama la atención durante las entrevistas ver cómo 162                                                              aquellos emigrantes que son profesionales tienden a dar a conocer los estudios que poseen y la actividad que realizaban en Ecuador” (Montero, 2006: 41-42)30. El proceso de degradación laboral y la consecuente movilidad social descendente es objeto de representación y recreación literaria en algunos de los cuentos ecuatorianos que se han construido en torno a las problemáticas derivadas de la emigración desde el Ecuador hacia España; así, por ejemplo, el narrador protagonista de “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa, luego de llegar a España tiene que trabajar en las ocupaciones que primero encuentre, aunque estas disten mucho de la formación profesional universitaria y el título académico que él obtuvo y de las legítimas aspiraciones laborales que se forjó en el Ecuador antes de concretar el viaje emigratorio; porque, “claro, yo apenas graduado en la facultad, no pensaba en otra cosa que en un puesto de tícher31 como debe ser, porque para qué estudié tanto, sino para eso” (Carrión, 2005: 18). Al respecto, los testimonios de los emigrantes ecuatorianos son muy elocuentes: “yo tengo compañeros que son ingenieros, y ni hablar de los inmigrantes que tienen aquí título convalidado, porque mi compañero es ingeniero agrónomo, y ahí está de peón” (Thayer, 2007: 188). Además, hay que tener presente que la degradación laboral tiene sus consecuencias negativas en el autoestima del sujeto emigrante que la padece, porque “un profesor secundario o un contador, encuentran dificultades más allá de las mecánicas (…) para pasar de la limpieza, a la carga de escombros, luego al lavado de vajilla, a la distribución de publicidad o a la construcción” (Thayer, 2009: 424). No obstante estas dificultades laborales, como a veces el ser humano parece constituir un animal de costumbres, con el correr del tiempo, aunque los emigrantes ecuatorianos sean profesionales universitarios, se acostumbran a los trabajos de albañiles que tienen que realizar en España para poder sobrevivir, tal como lo relata el personaje protagónico del cuento “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa, quien manifiesta: “Ya no me importa mi camello de albañil de reformas ni cargar escombros como un animal desde el séptimo, octavo, noveno piso hasta el contenedor de la calle. Tampoco las manos untadas de mezcla que aquí se llama pasta, el olor de la escayola para unir los ladrillos” (Carrión, 2005: 18). 30 Otras investigaciones sobre esta problemática social ponen en evidencia la degradación laboral de los emigrantes en Madrid y el hecho de que “el nivel formativo del trabajador ecuatoriano no se corresponde con el empleo que ocupa, dado que tanto su experiencia laboral como su nivel educacional son superiores a los empleos que ocupa, y más elevados que la media nacional (tanto ecuatoriana como española)” (Palazuelos, 2009: 11). Sin embargo, “por su condición de migrantes y las trabas para acceder a otro tipo de trabajo, se ven obligados a laborar en el servicio doméstico, subempleando su capacidad, ya que el 40% han realizado estudios superiores y el 53% estudios secundarios” (Camacho, citada por Barrón, 2010: 17). 31 Del inglés teacher. Maestro (a), educador (a), profesor (a) o docente. 163 En contraposición a la actitud antes expuesta, también existen emigrantes que jamás llegan a acostumbrarse a esta paulatina minusvaloración de los estudios universitarios y la degradación laboral de que son víctimas en los Estados nacionales de destino; al respecto, una emigrante ecuatoriana es muy clara al reiterar que prefiere volver a Ecuador a ejercer su profesión de comunicadora social, aunque sea para ganar la mitad de la remuneración que recibe en España por el desempeño de una actividad laboral que no le satisface para nada: “No me compensa quedarme de camarera ganando mil euros, que irme a trabajar de periodista a Ecuador ganando 500 dólares, o sea, prefiero irme a Ecuador” (Retis, 2011: 102). Un caso similar es el que se desarrolla en el relato “La señora”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual a la emigrante Graciela (Chela) le cuesta mucho asimilar el abismal descenso social que ha sufrido con la emigración, puesto que ahora se ha convertido en la chica, en la muchacha del servicio, en “ésta”, ya que la única señora de la casa es la patrona española, para quien trabaja en calidad de empleada doméstica: “habían pasado seis meses desde que trabajaba como empleada de hogar y todavía le costaba aceptar el hecho que estaba viviendo una etapa completamente distinta a la que había vivido en su país, allá era la Licenciada en todas partes, la Señora en su casa” (Rodas, 2014: 83). 2. Los trabajos que desempeñan los emigrantes ecuatorianos en los países de destino 2.1. El trabajo de los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos El trabajo desempeña una función de indudable importancia como factor organizador y estabilizador de la vida de los seres humanos y en especial de los sujetos emigrantes, quienes si logran insertarse en un trabajo para cuyo desempeño poseen el conocimiento, la habilidad y la experiencia requerida se sentirán satisfechos y realizados, por cuanto en lo más inmediato y manifiesto, reafirma la autoestima del inmigrante al permitirle solventar sus gastos y reasumir una de sus funciones de adultez, después del período regresivo de la llegada. Por otra parte, le hace sentir que tiene un ´sitio´ en la nueva sociedad. Finalmente, trabajar significa, profundamente, poner en juego la capacidad creativa, con contenidos reparatorios para el propio self y los objetos abandonados o perdidos (Grinberg, 1996: 65). Sin embargo, como la realidad de la inmensa mayoría de los emigrantes ecuatorianos es que por necesidad de sobrevivencia de sí mismos y de sus respectivas familias, en el país 164 de origen o en el de destino, en donde han sido reunificados, se ven obligados a desempeñar trabajos que están muy por debajo de su formación profesional, experiencia laboral previa y aspiraciones personales; así, en Estados Unidos, como el primero y principal país de destino emigratorio, de acuerdo a los datos proporcionados por el Censo del año 2000, en lo ocupacional, las mujeres ecuatorianas se distribuían de la siguiente manera: 40% en fábricas textiles, 35% en servicios domésticos, 10% en servicios alimentarios y el porcentaje restante ocupaba una amplia gama de oficios tales como bibliotecarias, profesoras, agentes de ventas, oficinistas, ayudantes legales o médicas (Cfr. Herrera, 2006: 207). En el caso de los hombres, estos se insertan en la rama de la construcción en un 20%, el 25% en la industria de servicios alimenticios, el 10% en ocupaciones profesionales, de dirección o supervisión y el restante porcentaje en otras múltiples ocupaciones. Esta distribución de las actividades laborales en los países de destino tiene una explicación muy lógica, en razón de que los migrantes siempre parten de una desventaja laboral respecto de los nativos; diferencia de oportunidades que se expresa con una amplia gama de matices: “sobre la que influye su procedencia y sus caracteres étnicos y fenotípicos así como el tipo de vinculación histórica que los relacione (…) con sus países de origen” (Tello, 1997: 17). De manera adicional hay que tener en cuenta que, según el testimonio proporcionado por el emigrante afro ecuatoriano Óscar Paredes Morales, él tuvo que generar los recursos económicos necesarios para sobrevivir, mediante el desempeño de las más diversas actividades, incluida la venta ambulante de artesanías ecuatorianas. En sus propias palabras, estas experiencias “en la calle me sirvieron para palpar las necesidades y vicisitudes que enfrentábamos los vendedores ambulantes sin licencia por parte de los policías de Nueva York. Los arrestos, multas excesivas, decomiso de la mercadería. Hasta éramos agredidos físicamente, además de que nos quitaban la mercancía, el dinero y nos hacían deportar a nuestro lugar de origen” (Paredes, 2014: 130). Más adelante, este mismo emigrante denuncia que las denominadas fábricas fantasmas desparecían con la misma celeridad con la que asomaban y se aprovechan de la ilegalidad de los emigrantes para explotarlos de manera inmisericorde. Lo que sucede es que este tipo de fábricas se organizan solo para aprovecharse de la vulnerabilidad de las personas indocumentadas, “haciéndolos trabajar largas jornadas de hasta diecisiete horas diarias, los siete días de la semana, sin paga directa de salario que se retenía hasta seis meses. Tampoco les pagaban horas extras. Los trabajadores fueron sometidos en muchos casos a abusos físicos y en el caso de las mujeres hasta abusos sexuales por parte de los dueños y los encargados de 165 administrar estos lugares” (Paredes, 2014: 134). Otra evidencia de este tipo de abusos se patentiza en el siguiente hecho: La ciudad de Nueva York hizo contratar por 50 dólares por hora como salario para las personas que harían la limpieza de los escombros, en el área denominada cero. Pero las compañías privadas les ofrecían cuatro dólares con cincuenta centavos por hora y a pesar de esto terminaron sin pagarles (…) y se identificaron gravísimos atentados a la salud y derechos de los trabajadores, quienes se veían expuestos a grandes cantidades de químicos perniciosos para la salud, sin ningún tipo de protección ni prevención (Paredes, 2014: 137). Al hacer alusión a la recreación literaria de los trabajos que realizan los emigrantes ecuatorianos en los cuentos que aluden a la ruta emigratoria desde el Ecuador hacia Estados Unidos es necesario advertir que en el relato “Muchos giros”, de Zoila María Castro, escrito y publicado cuando la emigración en el Estado nacional andino aún no adquiría la significación cuantitativa de los años finales del siglo anterior y primeros del presente, todavía era posible que aquellos emigrantes con calificación profesional, experiencia laboral pre emigratoria, ayuda de algún nativo del país de destino y un poco de suerte pudieran encontrar un trabajo en condiciones aceptables, conforme lo pone en evidencia la protagonista Elsa Yépez, quien cuando recién llega a la ciudad de Nueva York accede a laborar como mecanógrafa “en el suntuoso edificio que forma esquina en la Calle 42 y Quinta Avenida. ¡La Quinta Avenida! ¡El Boulevard de mis sueños: rascacielos, enormes y rutilantes, vitrinas exhibiendo profusamente cuanto yo anhelaba!” (Castro, 1981: 29). A pesar de este relativo éxito inicial, por la secuencia narrativa existente con los otros relatos del cuentario de la autora citada se advierte que en el relato “Vendaval”, en el cual Elsa Yépez vuelve a ser protagonista, como efecto resultante de las múltiples dificultades por los que tuvo que atravesar en los años posteriores, la emigrante ecuatoriana se ve impelida a sobrevivir del desempeño de actividades muy similares al del resto de compatriotas indocumentados, conforme ella misma lo relata: “Yo me desempeñaba en numerosas actividades de limpieza y arreglo” (Castro, 1981: 192). En el cuento “Miami Boy”, de Pablo Cuvi Sánchez, el protagonista del relato, luego de abandonar los estudios universitarios que con tanta ilusión había iniciado, labora en la ciudad de Miami en un almacén de ropa; en él tiene que cumplir múltiples quehaceres manuales y rutinarios que no requieren de ninguna cualificación profesional y tiene que trabajar incluso los días que en el Ecuador y en muchos otros países del mundo son de descanso obligatorio. En expresiones del narrador omnisciente: “había terminado de arreglar por segunda vez en la lenta mañana de domingo los estantes de toallas, rodapiés, cortinas y distintos forros para los 166                                                                cuartos de baño cuando míster Harrington le avisó que podía tomarse la media hora para el lunch” (Cuvi, 2008: 209). Más tarde, luego de reincorporase al trabajo, tiene que pasar el cepillo por las baldosas de su sección y ayudar en todo lo que le indique el jefe: “abandonó el cepillo y fue a recoger las mercaderías para empacarlas (…). Parco como siempre, míster Harrington le comunicó que debía entregar los artículos a las cinco de la tarde en el hotel Ponce de León, a corta distancia del almacén” (217-219)32. Por supuesto que las actividades laborales realizadas de manera autónoma también constituyen una alternativa para los emigrantes ecuatorianos. Así, por ejemplo, en “El Jabalí en el bar” (2014), de Eliécer Cárdenas Espinoza, el protagonista relata que en la primera ocasión que llega a la metrópoli de Nueva York, gracias al título de radioelectrónica que llevó desde Ecuador, pudo ingresar a trabajar como “subalterno en un taller de reparaciones del Bronx, uno de los pocos barrios donde todavía se reparaban aparatos que en otros lugares los tiraban al menor desperfecto” (Cárdenas, 2014: 48). Con el pasar del tiempo, gracias al conocimiento del idioma inglés que adquirió en los cursos que hizo y la nueva experiencia laboral que se forja, las condiciones de trabajo mejoraron y con él la posibilidad de generar los recursos para el emigrante y su respectiva familia: “con la experiencia que adquirió en el taller y los manuales en inglés que memorizaba por las noches en su departamentito, estaba volviéndose un experto en electrónica y su trabajo era demandado” (Cárdenas, 2014: 53). 2.2. Las actividades laborales de los emigrantes ecuatorianos en España Respecto de las actividades laborales de los emigrantes ecuatorianos en España, las investigaciones realizadas concluyen que, aunque estos tengan estudios superiores y hasta títulos académicos y profesionales obtenidos en las universidades del país de origen, así como los papeles en regla, solo obtienen empleo en unas pocas actividades, preferentemente del sector secundario de la economía: construcción, servicio doméstico y cuidados personales (ancianos, niños, enfermos), agricultura, hostelería (bares, restaurantes, etc.), correspondiendo siempre a las categorías inferiores en la escala jerárquica de distribución de los puestos de trabajo (Palazuelos, 2009: 12)33. 32 En el cuento “La Niña Pupusa”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, se pone de manifiesto, una vez más, que los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos solo desempeñan duros trabajos que no requieren ninguna calificación profesional y las remuneraciones que reciben no les alcanza ni tan siquiera para habitar una vivienda digna, mucho menos para disfrutar de otras comodidades que compensen los dolores y problemáticas devenidas como efecto de haber emprendido el viaje emigratorio y dejar todo en el lugar de origen. 33 Reducido espectro de actividades laborales de los emigrantes ecuatorianos que se ratifica en otro estudio, en el cual se concluye que “los ecuatorianos en España obtienen empleos en pocas ramas de la actividad, 167                                                                                                                                                                                            Dentro de este segmento laboral, obviamente la inestabilidad laboral es una constante, tal como lo evidencian las investigaciones que se han hecho al respecto, según las cuales, “es bien sabido que la mayoría de los sectores en los que se desempeñan los trabajadores inmigrantes están regidos por una inestabilidad (…) son sectores marcados por una gran dependencia de factores contingentes y sujetos a los ciclos económicos muchas veces impredecibles” (Thayer, 2009: 421). En el caso del servicio doméstico, por ejemplo, para poder conservar el puesto de trabajo los emigrantes tienen que soportar absolutamente todo: El trabajador del servicio doméstico se mantiene en su puesto de trabajo en virtud de una completa obediencia a la voluntad del empleador. Por lo general esto significa una disponibilidad casi absoluta de tiempo; la aceptación de una sobrecarga de trabajo excesiva (…) un excesivo cuidado para no cometer errores y evitar molestar al empleador; y por supuesto, de la ausencia de cualquier reivindicación o demanda para mejorar las condiciones laborales. A lo anterior se suma una alta exposición a humillaciones, ofensas, descalificaciones y las faltas de respeto personales (Thayer, 2009: 422). Por ser Madrid la comunidad autónoma y la ciudad con mayor presencia de emigrantes ecuatorianos (175.000 residiendo en la capital de España, en el momento de mayor auge migratorio, entre 1999 y 2004), se hace necesario indicar que los nacionales del Ecuador aparecen en la economía madrileña bajo relaciones salariales abaratadas; desde las medias jornadas de externas en el sector doméstico con salarios de menos de 300 euros, a los 900 euros de salario por una jornada completa en el sector de la construcción. De los jornales diarios a veinte euros en la construcción o los 500 o 600 euros de salario mensual en el trabajo de interna en el servicio doméstico. En definitiva, lo que se observa son relaciones salariales regidas por un principio maximizador capitalista, que tiende a extraer la mayor cantidad de trabajo al menor precio posible (Cfr. Iglesias, 2010: 9). En el caso de quienes trabajan en la agricultura española es necesario destacar que, con una tradición de especialización hortofrutícola, la comunidad autónoma de Murcia ha pasado a ser, en las últimas décadas, un espacio territorial especializado en la producción de bienes alimentarios de calidad para la exportación. Ello responde, en gran medida, a sus propios recursos naturales y a las intervenciones de un Estado desarrollista en el sentido de facilitar el acceso al agua, de tal modo que han proliferado nuevos regadíos en lo que antes fueron paisajes áridos. Murcia es hoy “la huerta de Europa”, lo que implica altos niveles de eficiencia y una organización sofisticada, que hagan posible una comercialización inmediata especialmente en sectores donde se requiere menor calificación y mayor esfuerzo físico predominantemente en el sector servicios (52%), seguido por la construcción (27%), agricultura (14%), industria (7%)” (Camacho, citada por Barrón, 2010: 17). 168                                                              de los productos “en fresco”: “¡de la huerta a Europa!” exclaman orgullosos algunos agricultores murcianos (López en Herrera, 2005: 208) y en esa “huerta de Europa” trabajan, aunque tengan formación profesional universitaria y hasta títulos académicos, en calidad de peones agrícolas, muchos de los emigrantes ecuatorianos. Como lo han demostrado los estudios sociológicos existentes y los cuentos seleccionados como objeto de análisis, el tipo de trabajos que desempeñan los nacionales del Ecuador en los países de arribo siempre se encuentran ubicados en el escalón más bajo de la distribución social y jerarquizada de las actividades laborales; así, en el cuento “Cara de bovino deprimido” de Adrián Carrasco Vintimilla, se advierte que los ecuatorianos tienen que laborar en cualquier actividad que encuentren, porque las influencias que tenían en el Ecuador han perdido todo valor y vigencia; por ello, como dice un emigrante: “pero no vayas a creer que todo es farra ¡Joder! Criados y perolas34, ¿ya? Acá has perdido las palancas, no tienes palanquetas para colarte en algo mejor” (Carrasco, 2011: 28). Y para que los ecuatorianos cumplan de mejor manera las tareas domésticas, en España, algunas ONGs han emprendido en intensivos procesos de capacitación, que buscan brindar “pautas educacionales para atender el teléfono, servir la mesa, o recibir invitados (…) [y] vocabulario” (Carrasco, 2011: 30-31). Además, como la remuneración que reciben no alcanza para satisfacer las necesidades básicas, de sí mismos y de sus respectivos familiares, los emigrantes tienen que “robar” tiempo al sueño y al descanso y andar siempre apresurados para poder cumplir varias actividades laborales en distintos horarios durante el mismo día; por ello, como dice uno de los narradores testigos del cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla: “pregunto si trabaja solo de peluquero ¡Qué va!, me contesta, por las mañanas limpio edificios y oficinas, me sirve para redondear el salario mensual” (Carrasco, 2011: 51). Como ya se patentizó en un acápite anterior, a los emigrantes ecuatorianos indocumentados la consecución de una actividad laboral con las más mínimas garantías de estabilidad y remuneración justa les es imposible y la vida misma se les presenta cuesta arriba. Una demostración de lo expresado constituye Marcelo, el protagonista de “La cachifa cojonuda”, de Carlos Carrión Figueroa, quien por falta de los papeles en regla no encuentra un trabajo estable y dice estar “cansado de currar en todos lados de Madrid, haciendo chapuzas de albañil de reformas en Vallecas, Puerta de Arganda, Legazpi, sin que le pagaran un céntimo; porque los empresarios españoles cuando olían un inmigrante sin papeles, le daban trabajo, lo hacían currar un mes o dos y no le pagaban con cualquier pretexto de 34 Mujeres que se ocupan de tareas domésticas a cambio de un sueldo. 169 ladrones hijos de su madre” (Carrión, 2011: 117-118). Los otros trabajos que realiza Marcelo, para sobrevivir en la capital española, tampoco fueron tan diferentes, menos precarios, ni mucho menos en mejores condiciones; pues como dice el narrador omnisciente del cuento en referencia: “igual o casi igual le había ido de burro de carga en el mercado de Cuatro Caminos de las cinco de la mañana, descargando camiones de hortalizas. De lavador de letrinas en un hospital. De sirviente de un carca francés” (118). En el cuento “El cacique y el olivar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, Juan Lema, el indígena saraguro que protagoniza el relato encuentra trabajo como obrero en la cosecha de aceitunas y, quizá por la sensación de exotismo que despierta su presencia e indumentaria, lo consigue con relativa rapidez y facilidad, de manera que “al arribar a la estación malagueña, al pie de las montañas del interior donde le habían informado que era la temporada de recolección de aceitunas y enganchaban trabajadores temporeros (…) y la curiosidad que despertaba cuando menos le sirvió para que lo contrataran” (Cárdenas, 2014: 63). Aunque procede del sector rural y está habituado a las duras faenas del campo, le sirven de mucho las indicaciones precisas que les da el administrador, a él y a su compañero de origen marroquí, para el adecuado desempeño de una actividad laboral que por primera vez iba a emprender, en la recolección de aceitunas: “No debían dar los golpes con demasiada fuerza porque los frutos se estropearían, sino lo suficiente para que fuesen cayendo al suelo, entonces se ocuparían en recoger las aceitunas y almacenarlas en unos grandes canastos. Cada canasto una vez lleno, lo transportarían hasta una de las estaciones de recogida” (65). 2.3. El trabajo de las mujeres ecuatorianas emigrantes en España Por la feminización del flujo emigratorio desde Ecuador hacia España, resulta pertinente efectuar una mención particularizada al caso de las mujeres ecuatorianas emigrantes y decir que una de las razones que explica este cambio de país de destino emigratorio y de feminización del flujo de personas se debe a que existe la percepción de que las mujeres encuentran trabajo con mayor facilidad que los hombres, aunque es indudable que por ocupación laboral, las mujeres emigrantes en España, independientemente de su formación profesional, se desempeñan así: “86,7% de las afiliadas extranjeras está ocupada en el sector servicios, 6% en el agrario, el 4,9 en la industria y el 2% en la construcción. En el ámbito del sector servicios sigue siendo preponderante el peso del servicio doméstico, hostelería, otras actividades empresariales y comercio al por menor” (Añón, en Solanes, 2010: 115). 170 De las emigrantes ecuatorianas que se incorporan al servicio doméstico, un significativo porcentaje lo hace en condición de internas, cuando viven y trabajan en el domicilio de los empleadores y, por las relaciones jerarquizadas y la falta de libertad que caracteriza a esta modalidad de trabajo, se asemeja más a la servidumbre; otras trabajan como externas, que laboran por horas con una familia y lo hacen así en varias casas, sin vivir en ninguna de ellas. En cuanto al primer grupo, las internas realizan todas las actividades que involucra el trabajo reproductivo de la familia como “limpieza, cuidado de niños y ancianos, más aún cuando las mujeres inmigrantes tienen un alto grado de formación profesional, preferentemente en el sector de la enseñanza, se obtiene un plus valor para la educación de sus hijos” (Pedone, 2006, 283), con lo que los patrones españoles obtienen varios servicios simultáneos y de buena calidad por una sola remuneración. Como es de suponerse, la modalidad de internas reúne las peores condiciones del trabajo doméstico por varias razones: actividad intensificada y de bajos salarios, maratonianas jornadas laborales en tiempo y en carga de trabajo, aislamiento y desregulación del vínculo laboral, difuminación de la frontera entre tiempo de trabajo y tiempo de descanso. No obstante las desventajas antes enunciadas y las limitaciones en el ejercicio de una serie de derechos, aunque parezca paradójico, este tipo de trabajo es el preferido por las mujeres migrantes porque, desde el punto de vista económico: “obtienen algunas ventajas por haber solucionado las necesidades de alojamiento y comida en el mismo lugar de trabajo. Esto les permite enviar casi todo el dinero ganado a sus familias en el Ecuador” (Pagnotta, 2014: 49). Si bien las mujeres tienen mayor facilidad para encontrar trabajo doméstico, lo preocupante son las condiciones en las que tienen que laborar, en virtud de que las mujeres migrantes “en general tienen empleos más precarios, con mayor porcentaje de contratos temporales, mayor número de horas trabajadas semanalmente y más contratos a tiempo parcial (…). Los nichos laborales a los que tiene acceso la mujer inmigrante se caracterizan por la precariedad, el desprestigio social, los bajos salarios, la desregulación y la invisibilidad” (Añón, en Solanes, 2010: 115). De manera adicional, hay que tener presente que la migración femenina no siempre logra salvarlas de las situación de precariedad de la que pretendían huir al abandonar el país de origen; sino que más bien, en muchos casos, “refuerza su condición de subordinación, menoscaba su dignidad en muchos casos y atenta contra sus derechos como persona” (120). Todo lo anterior hace de la mujer inmigrante un ser vulnerable, que se desenvuelve en una permanente “amenaza de la irregularidad, invisibilidad tanto en el espacio privado-doméstico como espacio también del trabajo y del espacio social 171 laboral, sobreexposición a la violencia de género y exclusión de la participación social” (134­ 135). La relativa facilidad para encontrar trabajo que tienen las mujeres emigrantes en España constituye uno de los principales factores explicativos de la feminización del flujo emigratorio proveniente desde el Ecuador, fenómeno sociológico que se encuentra muy bien recreado en el cuento “La cachifa cojonuda” de Carlos Carrión Figueroa, en el cual se pone de manifiesto que España, aunque no tenga una naturaleza pródiga como la de Ecuador, por el promedio de edad de sus habitantes, era un país próspero “en ancianos necesitados de niñera. Tenía hasta para exportar. Por dicha razón, las inmigrantes de todo el mundo, por más ilegales y birrias que fueran, llegaban a Madrid el domingo y, muy sí señor, el lunes ya tenían el curro en condiciones. Mientras que un tío majo y cojonudo iba de la ceca a la meca buscando camello una semana, dos, tres y nones” (Carrión, 2011: 119). No obstante estas supuestas bondades, tal como sucede en la realidad sociológica, en la representación literaria del fenómeno emigratorio, los trabajos de las mujeres ecuatorianas en España siempre se ubican en la escala laboral más baja, conforme lo expresa uno de los personajes del cuento antes citado, con el tono sarcástico que caracteriza al autor: “todo consistía en tener buen estómago para bañar un viejo, darle de comer en la boca, lavarle la dentadura postiza, limpiarle el culo y ya. Además, como en el amor, también el buen estómago se aprende” (Carrión, 2011: 119­ 120). Las emigrantes ecuatorianas en España, como ya se expresó en páginas anteriores, a lo que más se dedican es al cuidado de personas (ancianos, niños o enfermos); así, en el cuento “El mejor trabajo”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, Ubaldina se desempeña como cuidadora de un anciano, actividad laboral que, a decir de una prima de la protagonista, es como sacarse la lotería. En él, según las instrucciones dadas por la sobrina del español de la tercera edad que la contrató: “Debía atender a su tío, un anciano que no tenía movimiento de la cintura para abajo, y lo primero que debía hacer en las mañanas era pasarle el bidet para sus necesidades (…) y luego debía repasarle por el cuerpo un pañito empapado de agua tibia para su aseo, porque sino la piel se le llenaba de escamas” (Cárdenas, 2004: 121). Y al término del relato, cuando Ubaldina es despedida de este trabajo por no mantener sedado de manera permanente al anciano que habían puesto bajo su cuidado y se dirige a Murcia, en la nueva comunidad autónoma fue a trabajar “como recolectora temporal de naranjas” y después en otras actividades igualmente duras, nuevas experiencias laborales que la llevan a concluir que el mejor trabajo que tuvo en el periplo emigratorio hacia España fue el primero, como cuidadora de un anciano. 172 3. La prostitución, como último recurso de sobrevivencia 3.1. La prostitución femenina Según algunos estudios realizados, entre las principales causas que determinan la inserción de las mujeres emigrantes en la prostitución se pueden mencionar “la creciente tendencia a emigrar solas, lo que evita el control social y familiar (…), la alta rentabilidad que se obtiene en comparación con el servicio doméstico que constituye por lo general la única alternativa laboral incluso entre mujeres con alta cualificación” (Rodríguez, 2004: 24). Lo anterior se corrobora con los datos estadísticos existentes, según los cuales la mayoría de mujeres que ejercen la prostitución en clubes de la provincia española de Málaga son de origen extranjero, el 62% en datos proporcionados por el Instituto de la Mujer o el 90%, de acuerdo a los datos de la Guardia Civil, de ahí “se desprende que en el mercado de la prostitución es posible que se esté produciendo una sustitución de trabajadoras españolas por trabajadoras migrantes extranjeras” (32-33). Concomitante con lo antes expresado, según la investigación citada, “la mayoría procede de Sudamérica (Colombia, Brasil, Ecuador, República Dominicana, Venezuela)” (97). En cuanto a la causa de naturaleza económica, esta constituye la determinante, de manera que resulta “más habitual encontrar prostitutas de las clases sociales bajas, de barrios populares y de entornos modestos (…), sería medio de vida y, cada vez más, un medio para acceder al consumo. Permitiría pagarse fantasías, pequeños lujos como ropa, salidas, etc. en un contexto económico desfavorable, donde los trabajos al alcance de las jóvenes están mal pagados” (57). Según los resultados de una investigación realizada sobre esta problemática, las causas de naturaleza económica fueron las que indujeron a una emigrante ecuatoriana a ingresar en el sector de la prostitución, una vez que llegó a España. En este caso, “Fabienne, una ecuatoriana de 33 años, en España desde el 2001, de un nivel de estudios de secundaria, que vive en el club, y que ha dejado sus hijos en el país de origen, empezó a trabajar en Madrid y luego se trasladó a Málaga” (132). Los datos estadísticos antes expuestos sobre la prostitución de las mujeres emigrantes explican la estigmatización que en la España actual parece que está evolucionando, al “identificar mujer migrante con víctima pobre y prostituta. La presencia de mujeres migradas 173 que trabajan en la prostitución en España constituye, sin duda, una amalgama que combina el estigma asociado a la ´extranjería´ con el de esclavitud asociado a las ´mafias´ y el ´tráfico de mujeres´ que los medios de comunicación no paran de resaltar” (46). De manera adicional se debe tomar en cuenta que “el fuerte desarrollo económico unido a la carencia de puestos de trabajo para las mujeres migrantes, particularmente las indocumentadas, han hecho que se conjuguen oferta y demanda en unos mercados de sexo pujantes, flexibles, heterogéneos y fuertemente jerarquizados por la nacionalidad de origen de las trabajadoras sexuales” (170). En cuanto a la relación entre emigración y prostitución, José Luis Solana es muy claro al afirmar que “prostitución e inmigración aparecen vinculadas en la España actual. Aunque las trabajadoras inmigrantes no tienen a la industria del sexo nacional como principal ámbito de inserción socio laboral (…); no obstante, es cierto que la mayoría de las mujeres que ejercen hoy la prostitución en el mercado del sexo español son inmigrantes extranjeras” (Solana, 2007: 39). Más adelante se ratifica que en ese contexto de intensificación y feminización de los flujos migratorios y de supuesto aumento de las demandas de servicios sexuales previo pago, durante las dos últimas décadas se ha asistido a un proceso de ocupación creciente de personas foráneas en el mercado del sexo español, la mayoría de las cuales son extranjeras “no comunitarias”, “procedentes sobre todo de países de Latinoamérica (Colombia, Brasil, Ecuador) y la Europa del Este (Rumania, Rusia, Ucrania), y han viajado hasta España por motivos fundamentalmente económicos y laborales; es decir, son lo que llamamos ‘inmigrantes’” (42). Las ecuatorianas que emigran no están exentas de este tipo de abusos, por parte de las redes ilegales de prostitución, ya que frente a las necesidades de supervivencia y dificultades para insertarse en el mercado de trabajo o la imposibilidad de regularizar su situación es “que algunas mujeres son ´tentadas´ o se ven obligadas a trabajar en la prostitución, sin ninguna garantía ni seguridad de no convertirse en víctimas de explotación de las mafias que operan en ese campo” (Camacho en Solfrini, 2005: 94). Otro riesgo que enfrentan las mujeres es ser víctimas de distintas formas de acoso sexual “por parte de agentes de migración y policía, de coyotes, de intermediarios, dueños de casa y de patrones” (94). Cercana a esta realidad sociológica de las mujeres emigrantes en España, que por necesidad de sobrevivencia se ven impelidas y hasta forzadas a ejercer la prostitución, se representa y recrea la experiencia de las ecuatorianas, en algunos cuentos ecuatorianos, en los cuales se alude a esta problemática, bien sea de manera un tanto velada como sucede con Ubaldina, la protagonista del cuento “El mejor trabajo”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en cuya trama narrativa, aunque no se plantea de manera directa, sí se insinúa el ejercicio de la 174                                                              prostitución, como última alternativa de sobrevivencia: “Desde que yo había llegado, tres meses antes, no conseguía un trabajito estable, que es algo tan difícil para nosotras en Madrid, a menos que te metas de callejera o te enganches en algún lugar de tipas de acueste disfrazado de ´bar de alterne´ como dicen aquí” (Cárdenas, 2004: 120)35. En cuanto a la representación del acoso sexual o la insinuación para que las migrantes de origen latino “vendan” servicios sexuales es muy común en el discurso narrativo de los cuentos seleccionados como objeto de estudio, conforme se patentiza en el relato “Latinas”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual la emigrante ecuatoriana que brinda su testimonio recuerda que cuando se presentó a una entrevista para conseguir un trabajo que se publicitaba como vacante, luego de las presentaciones del caso, el hombre fue directo en su planteamiento: “Lo que yo necesito es compañía por las noches y creo que contigo estaré bien (…). No te hagas problema insistió el hombre, te ofrezco un sueldo por estar conmigo y si eres más cariñosa puedes ganar lo suficiente como para no tener que trabajar en otra parte, piénsalo al final ustedes vienen solo por el dinero y yo te lo puedo dar” (Rodas, 2014: 68-69). En el cuento “El otro Peñafiel”, de Galo Galarza Dávila, mientras el narrador protagonista recorre el entorno de la plaza Puerta del Sol, en la capital española, advierte la inocultable presencia de los migrantes provenientes del Ecuador y se refiere a los miles que habitan en la ciudad de Madrid, sobreviviendo del trabajo que realizan en los restaurantes, en los bares, en los puestos de venta, y agrega que “dan especial lástima las mujeres prostituidas y los travestis que se ubican en calles paralelas. Algunos de estos seres llaman a sus clientes con acentos españolísimos, rasgando las zetas y las ces (…). Pero no pueden ocultar su origen ecuatoriano, son muchachas y muchachos venidos de Vinces, Babahoyo o Ventanas. Los hay serranos y costeños” (Galarza, 2004: 124). 3.2. La prostitución de emigrantes que han optado por una orientación sexual diferente y de los hombres heterosexuales Respecto de los emigrantes que tienen inclinaciones homosexuales, según los resultados de una investigación realizada en la provincia española de Málaga, se desprende que “en la actualidad se va haciendo cada vez más común hablar de prostitución de hombres, 35 De manera similar en el relato “Calle Alcalá 120”, de Gladys Rodas Godoy, para asombro de uno de los emigrantes ecuatorianos en la capital de España, encuentra a su prima Alicia en una discoteca promocionándose como prostituta: “el asombro de Daniel y sus amigos no podía ser menos, la mujer que estaba en el escenario era nada menos que su prima, la prima Alicia que había venido a España hace poco y de la que en su pueblo comentaban estaba muy bien” (Rodas, 2014: 95). 175                                                              travestis, transexuales o transgéneros” (Rodríguez, 2004: 25-26). Como se expresa en la investigación citada, “para los travestis, las calles no son los únicos lugares donde pueden obtener recursos; muchos son strip-teaseurs, barmans, o animadores en fiestas donde están contratados y asegurados. Algunos pasan al transexualismo para seguir su carrera” (61). Las mujeres transexuales que viajaron desde el Ecuador hacia España, lo hicieron por dos razones, la crisis económica que afectó al país andino y la búsqueda de libertad, para ejercer la opción sexual que es de su preferencia, conforme lo expresa una mujer transexual ecuatoriana que reside en Murcia: “Aquí no se discrimina al transexual (…), en nuestro país sí. Allá, por ejemplo, ven a un transexual y ¡ay, la gente!... será porque nosotros somos tercermundistas, debe ser por eso, en cambio aquí en Europa yo lo veo que todo es normal” (García en Herrera, 2008: 349). Según otro testimonio, para el caso de las mujeres migrantes transexuales las opciones laborales se limitan, en relación con las nativas de España, en “el primer caso las dificultades son más graves dadas las diferentes circunstancias identitarias. Por nombrar un caso, los nichos laborales existentes para la mayoría de las mujeres trans migrantes están definidas dentro del trabajo sexual. La precariedad de las personas trans en su generalidad lxs vuelve más vulnerables y más aún con la crisis económica actual” (Aguirre, 2014: 154). Este tipo de conducta sexual, que riñe con lo que se considera dentro de la normalidad, según la ley, la religión y la moral social vigente en el país de origen, también se representa en la obra de narrativa breve escrita en el Ecuador. En el cuento “Te escribiré de París”, de Raúl Vallejo Corral, Nathalie desde antes de emprender el viaje emigratorio sabe que irá a trabajar ejerciendo la prostitución, para lo cual se promocionará en las calles de la ciudad de París, porque cree que en la capital de Francia habrá más libertad y mejores oportunidades de ingresos económicos de las que se le presentaban en Quito; porque en palabras suyas y en clara ambivalencia genérica: “dicen que en París nosotros estamos bien cotizadas (…). Dicen también que, en seguida, una puede comprarse un auto y viajar por toda Europa. Si me va bien me he de quedar un par de años y si no me va bien, ya veremos (…). En todo caso, no te preocupes, te escribiré de París” (Vallejo, 1992: 161). Tiempo después, cuando Rodrigo Coldriver, un amigo de Roberto (la pareja sentimental de Nathalie, en Ecuador), por asuntos de trabajo, viaja hasta la ciudad de París y emprende la búsqueda de la emigrante ecuatoriana. En ese proceso dos travestis colombianos le informan que si conocieron a dos ecuatorianas que ejercieron la prostitución por esas calles: “había una gordita patucha36 que hacía de todo 36 Referido a una persona de baja estatura (Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010). 176 por poca plata porque era más bien fea y que, dos años atrás, había llegado una rubia hermosa que puso de media vuelta a todos los cabrones del bosque porque no se dejaba de nadie, que estuvo como cinco meses juntando plata y un día desapareció” (172). Lo riesgos derivados del ejercicio de la prostitución y la total desprotección en que se desenvuelven quienes viven de esta degradante actividad se pone en evidencia en el cuento ya citado de Raúl Vallejo Corral. En este relato cuando el viajero ecuatoriano en París supone que aluden a Nathalie como la desaparecida y ahonda en las preguntas, recibe como respuesta de sus interlocutoras la siguiente información: una noche llegó un Mercedes negro con dos tipos que la invitaron a subir y desde entonces no supimos más de ella. ¿Y qué hizo la policía? Nada, dijo una, para ellos la desaparición de una de nosotras es un dolor de cabeza menos. Coldriver se había llevado las manos a la cara y dicho, en voz baja, pobre Nathalie ¿Nathalie?, comentó la otra, la que desapareció no se llamaba así, a ella le decíamos Camille; creo que Nathalie se fue a pasear a Italia… ¿o está trabajando al otro lado del bosque? (172-173). Las expresiones citadas ponen en evidencia que las trabajadoras sexuales emigrantes son las más vulnerables y excluidas, por una serie de circunstancias que conspiran en su contra, esa “discriminación proviene del carácter clandestino del trabajo sexual y del estigma que sufren sus trabajadoras (…). Tampoco reciben protección policial si son agredidas, robadas, violadas o coaccionadas (…). En definitiva, mayor vulnerabilidad ante agresiones, explotaciones y abusos de todo tipo” (Lazo en Bergalli, 2006: 250). Por supuesto que del trabajo sexual, como última estrategia de sobrevivencia, tampoco se excluyen los emigrantes hombres, de orientación heterosexual. Así lo expresan quienes han investigado esta problemática, al afirmar que no debe olvidarse que “transexuales y varones también forman parte de ese colectivo (en un porcentaje menor, sí, pero no obstante significativo), ni la importante presencia de población extranjera en otros puestos de la industria sexual (camareros, vigilantes, limpiadoras, mamis y otros/as empleados/as de clubs de alterne y prostitución)” (Solana, 2007: 42). Este tipo de prostitución de los hombres heterosexuales es recreada en el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral. En este relato, el protagonista Jaime es contratado directamente, a través de un sitio en la Internet, para ejercer la prostitución en Madrid, conforme lo relata el narrador omnisciente: “Llegaste un año atrás, iluso caracolillo de tierra, con tu casa a cuestas al vecindario de sudacas, carne fresca que se ofrece a 200 la hora, bebidas incluidas, en los mataderos madrileños que se anuncian en los clasificados del ABC” (Vallejo, 2013: 149). Al año de ejercer este oficio, cuando es detenido por la policía española detalla su clandestina e ilegal actividad de la siguiente manera: “Tenía 177                                                              que estar disponible todo el tiempo aunque, claro, no es que trabajara todo el día. Los días de mucho trabajo podían tener unos cinco clientes de distinto tipo (…). Maricones que todavía no habían salido del clóset (…), parejas de aniñados obsesionados por hacer el trío (…). Nos daban popper, o Viagra, así es que estábamos listos en cualquier momento” (153). Muy relacionada con el ejercicio de la prostitución masculina se encuentra la explotación de la pornografía, tal como se representa en el cuento “Johnnie the man”, de Edwin Ulloa Arellano, en donde el personaje protagonista, un ecuatoriano que emigra hacia Estados Unidos, se gana la vida actuando en el mundo de la pornografía: “El anonimato hiere la normalidad de las cosas y fuiste un hombre público para quien todo era relativo. Haciendo Streep Tease con música Disco, argumentas y te das cuenta de que no estabas solo, que eras tú y el falo, los dos y Donna y por encima de ustedes Bubba” (Ulloa, 1991: 167). En este texto narrativo se pone de manifiesto que en Estados Unidos, desde el inicio, su trabajo siempre estuvo vinculado con la pornografía, por el hecho de haber entablado vínculos de amistad con un dominicano que se desenvolvía en ese mundo, quien le manifestó: yo te consigo trabajo en un Sex Chop, dijo Bubba, lengua profética mijo37; no era sino de pelarse y entrarle a la sandunga con semejantes gringas que no hacían ni chis a la hora de tragárselo todo. Me aburrí al fin, mascullas, es cierto, pero la fama, el billete, el dólar, Bróder38, el dólar… cómo se te ocurre; eso te dio un nombre, Johnnie The Man. ¿Sabes cuántas películas tuyas ruedan por el mundo?... por cientos, señor (168). En razón de estas experiencias laborales en el destino emigratorio, cuando el protagonista de la ficción narrativa retorna al Ecuador y piensa quedarse a vivir en él, lo primero que se le ocurre es instalarse “una barra, una discoteca, una Boite elegante para mecos y lesbianas, nadie te reconocerá, Bróder. El mercado de películas porno es virgen en nuestro medio” (169)39. 37 Expresión de afecto que se usa para referirse a hijo/a, amigo/a, compañero/a, esposo/a, novio/a (Córdova, 2008). 38 Amigo íntimo, compañero inseparable. Hermano. 39 En esta misma línea de análisis se presenta el trabajo de actor de películas pornográficas: “El fuete” Quishpe, que ejerce de personaje protagónico del cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, actividad por la cual despierta reacciones divergentes, unas vinculadas con sentimientos racistas que lo critican de una forma demoledora y hasta cruel y otras que le envían mensaje de apoyo, a través de conmovedoras cartas, “como la de un tímido agricultor residente en Murcia que cuando vivía en su natal Sigsig, enclavado en la cordillera central de Los Andes, no se levantaba ni a una beata de iglesia, pero que luego de ver los prodigios de su compatriota en Follando por un sueño y Pajas sudacas, ligó con la bella hija caucásica del capataz y le sacó unos mellizos” (Chávez, 2012: 104). 178 4. El desempleo, una amenaza permanente en la vida de los emigrantes Como lo expresan quienes han realizado el análisis de las causas estructurales que han influido en el desempleo en los países más desarrollados del Hemisferio Norte: “Los desajustes de los mercados financieros que se iniciaron con la expansión de los créditos hipotecarios, ´la inflación de activos del mercado inmobiliario´, estimuló un boom de crédito y de consumo que colapsó en junio de 2007, cuando los índices de morosidad (default) de los créditos hipotecarios subprime detonaron la crisis financiera internacional”. A consecuencia de esta crisis, las economías desaceleraron su crecimiento y no solo se contrajo la demanda global, sino las demandas internas de casi todos los países en el mundo, con su consecuente impacto en el empleo; puesto que, según la Organización Internacional del Trabajo, en los países desarrollados, incluida la Unión Europea, hubo “212 millones de desempleados en 2009 y se estima que en el mundo hay 1200 millones de trabajadores que vive con su familia en condiciones de pobreza y 633 millones que viven en condiciones de extrema pobreza con menos de 1,25 dólares al día. El pago de la factura de la crisis en el mundo fue el aumento de los desempleados y la agudización de la pobreza y la desigualdad” (Barrón, 2010: 2). En España, obviamente, esta crisis global afecta más a los emigrantes y, sobre todo a las mujeres, quienes de la noche a la mañana se quedaron sin trabajo, porque las mujeres españolas “ante la crisis presionan sobre el mercado de trabajo y se incorporan, desplazando a la mano de obra que en el pasado reciente se ocupaba en actividades que no competían con los nacionales” (Barrón, 2010: 6-7). Para el caso de los emigrantes ecuatorianos, se observa que este colectivo fue el más afectado por la crisis que llegó a España, a partir del año 2008 y les resulta cada vez más difícil encontrar trabajo, debido a que la inserción y vinculación se daba en la construcción, que constituye uno los sectores más afectados por la recesión y en otros sectores de menor cualificación laboral: El desempleo de los ecuatorianos afectó en primer lugar a los hombres, que generalmente se emplean en la construcción y la industria y en segundo lugar a las mujeres que ocupaban puestos de baja cualificación como el cuidado del hogar y atención a niños y ancianos; sumado a ello está el hecho que cada vez más ecuatorianos de ambos sexos presionan sobre el mercado de trabajo, ya sea porque uno o más miembros del núcleo familiar han perdido su empleo o están en el subempleo o porque han cumplido la edad para retirarse del mercado laboral (Barrón, 2010: 18). Los índices de desempleo se fueron incrementando con el correr de los años, conforme lo ponen en evidencia las cifras oficiales del propio gobierno español: “una estimación realizada con datos del Ministerio de Trabajo e Inmigración español permite observar que 179 73.696 de los ecuatorianos no tenía empleo en 2007, esta cifra se incrementa a más del doble para 2009, año en el cual 186.317 ecuatorianos no tenían empleo y de estos 130.512 no perciben ningún tipo de ingreso” (Barrón, 2010: 21-22). Según una noticia que difunde el diario El Universo, el año 2012 comenzó con malas perspectivas para el colectivo de emigrantes ecuatorianos en España, ya que el 61,7% de los ecuatorianos en edad laboral no tiene trabajo y las previsiones del Ministro de Economía, Luis de Guindos, fueron las de una recesión en el primer trimestre de ese año. Los datos del Ministerio de Trabajo señalaban que 343.625 ecuatorianos radicados en España tienen entre 16 y 65 años de edad, pero solo 131.468 cotizan en la seguridad social. De tal forma que 212.157 carecen de empleo o actividad laboral regulada. Y como lo explica Carlos Ordóñez, presidente de la Asociación de Ecuatorianos residentes en España, “aquí la mayoría de ecuatorianos trabajaba en la construcción. Empezaban en calidad de peones e iban ascendiendo. Pero después de la burbuja, la gente fue perdiendo el empleo y quedándose en el paro” (El Universo de Guayaquil, del 2 de enero de 2012). Como es natural que ocurra, cuando hay un trabajo, por más humilde, duro, complicado que este sea, se pueden generar los recursos económicos que permitan sobrevivir al emigrante y su familia, en el país de destino y/o en el de origen; sin embargo, cuando escasea o, en momentos de crisis económica en el país receptor, se vuelve inalcanzable, sobre todo para los emigrantes indocumentados provenientes del Sur del planeta, la permanencia se vuelve insoportable y es preferible regresarse al lugar de partida; porque la falta de trabajo que le dé sentido, dignifique la vida y permita obtener los recursos para satisfacer las necesidades básicas precipita al vacío, al abismo, a la desesperación. Las dificultades derivadas del desempleo de los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos se recrean en el cuento “Te acuerdas ñata”, de Raúl Pérez Torres. En este relato, frente a la falta de trabajo que permita sobrevivir a los protagonistas en la ciudad de Chicago, y cuando la riqueza con la que los ilusionó la tía no se hace presente por ningún lado, la pareja opta por invertir los últimos dólares en el costo de inscripción a un maratónico concurso de baile, “que duraría toda la eternidad y al que nos inscribimos reuniendo las últimas cuotas que se habrían de multiplicar milagrosamente si nuestros pies resistían con la misma fuerza que nuestras ganas acuciadas por el hambre de tantos veranos” (Pérez, 2004: 148). En España, como ya se manifestó con anterioridad, la falta de los papeles exigidos dificulta la posibilidad de encontrar trabajo a los emigrantes ecuatorianos, conforme lo relata el narrador protagonista del cuento “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa: “Porque hace seis meses que no tengo un camello como Dios manda, ni papeles ni nada (…). 180 Solo trabajos de reformas cuando tengo suerte y Mohamed me llama o Ramón o el Peruano. Entonces voy, pero máximo es por una semana o dos y, cuando más gano, son 300 mensuales” (Carrión, 2005: 17). Entre las nefastas consecuencias del desempleo de los emigrantes, en el país de destino, es que tienen que sobrevivir en condiciones de mendigos: “Con eso ando arrancado siempre, hasta el extremo de que voy al almuerzo del comedor de pobres de Martínez Campos como un ucraniano o un búlgaro en desgracia, con Panuro, con el Pato” (17-18); difícil circunstancia que no es del agrado y mucho menos de la aceptación de personas como el protagonista que aún mantiene un sentido de autoestima, dignidad y honor personal. En el cuento “La cachifa cojonuda”, del mismo autor citado, en cuya narración el protagonista Marcelo, por falta de un trabajo que genere los recursos que permitan satisfacer las necesidades humanas básicas en el país de destino emigratorio se siente impelido a comer y vivir de la caridad y en condición de mendigo. No obstante que este personaje, de similar manera a lo que acontecía con el protagonista del anterior relato, también se resiste a mantenerse en esa condición; sin embargo, en la ocasión en la que se descubre su verdadera identidad sexual masculina, por parte de la hija de la patrona para quien trabajaba en condición de travestida empleada interna, ante la inexistencia de un lugar a donde dirigirse en horas de la madrugada solo atinó a pensar que “el mejor sitio era un albergue para indigentes” (Carrión, 2011: 128). 5. Los espacios físicos destinados a la vivienda y el descanso Aunque el problema de la vivienda es bastante común entre los emigrantes ecuatorianos, cualquiera sea el Estado nacional de destino al que se hayan dirigido; sin embargo, debido a la distancia temporal en la preferencia de uno u otro Estado nacional elegido como destino migratorio y, sobre todo, por las particularidades que se ponen de manifiesto en la representación y recreación literaria de este fenómeno sociológico en los cuentos seleccionados como objeto de análisis se aborda esta temática de manera diferenciada, dependiendo si los ecuatorianos se han dirigido a Estados Unidos de Norteamérica o a España. 181 5.1. El problema de la vivienda entre los emigrantes ecuatorianos hacia Estados Unidos En Estados Unidos, como país receptor de emigrantes económicos provenientes del Sur, la vivienda siempre constituyó un problema para los recién llegados; por ello, aunque con el paso del tiempo, debido al mejoramiento de los ingresos económicos y la legalización de los documentos a los que han accedido los más afortunados, para el año 2012, “el 44.1% del conjunto de hogares de población inmigrante latinoamericana y del Caribe eran propietarios de su vivienda”. No obstante, este elevado porcentaje de propietarios, el “74.8% tenían hipoteca” (Cervantes y Rodríguez, 2014: 18) y en la posibilidad de endeudarse y adquirir vivienda ha contribuido el hecho de que algunas entidades financieras estadounidenses (CITIBANK, Mutual Washington y American Home Mortgage) no exigen la residencia legal para la concesión de préstamos para compra de vivienda, sino que solo lo hacen con número de contribuyente individual (ITIN); sin embargo, tampoco se puede eludir el hecho de que la falta de un historial crediticio y los “intereses altos colocan para muchos inmigrantes la compra de una casa fuera de su alcance” (http://www.immigrationunitedstates.org/pages/inmigrantes-ilegales-compran­ propiedades.html. [Consultado el 19 de agosto de 2015]. Desde la otra orilla de visión de la problemática en referencia, una evidencia de las insalvables dificultades que tienen los migrantes laborales provenientes del Sur para acceder a la compra o arriendo de una vivienda digna se advierte en la ciudad de Nueva York, en donde se ubica el famoso barrio de East Harlem, situado en la parte norte de Manhattan, el mismo que se lo puede catalogar como un barrio de migrantes, ya que cerca del cincuenta por ciento de sus habitantes son afroamericanos y latinos, de los cuales “solamente 6.4% de los habitantes son dueños de sus inmuebles” (Piñeyro, 2014: 331). En el barrio de East Harlem, por el proceso de gentrificación, entendido como el “arribo de grupos de clase media y clase media alta a vecindarios pobres”, que se ha dado en la Gran Manzana, desde la década del noventa del siglo anterior y que ha repercutido en el “incremento en el precio de las rentas, el alza en los servicios y en los precios de las casas”, lo que generó la “expulsión” de los emigrantes del Sur del Hemisferio hacia otros suburbios de la metrópoli, de lo cual tienen plena conciencia los afectados, al afirmar que lo “entendemos como el desplazamiento y expulsión de las familias de sus hogares por ser pobres, inmigrantes y gente de color (…). Quieren cambiar todo lo que nos hace latinos, africano americanos, asiáticos e indígenas” (333-334). 182 http://www.immigrationunitedstates.org/pages/inmigrantes-ilegales-compran-propiedades.html http://www.immigrationunitedstates.org/pages/inmigrantes-ilegales-compran-propiedades.html En el caso de los emigrantes indocumentados, sobre todo a raíz de la expedición de leyes anti inmigratorias en algunos Estados (Georgia, por ejemplo), la situación se presenta mucho más difícil, por los precios elevados o por prejuicios xenófobos, tanto para arrendar como para comprar una vivienda; puesto que como lo denuncian los especialistas en esta problemática: “hay muchas quejas de la comunidad latina, por discriminación en toda la región 4, especialmente cuando buscan alquilar un apartamento, porque ahora los arrendadores están pidiendo información diferente con el propósito de averiguar si la persona está aquí legalmente”, descripción de la problemática existente que la confirma Roberto Salomón, presidente de la Asociación Nacional de Profesionales de Bienes Raíces Hispanos, quien en declaraciones para El Nuevo Georgia sostenía que la gente “es más discriminada en calidad de hispanos, algunas veces piensan que por no tener un estatus migratorio, esa es una razón para impedirles rentar una propiedad o acceder a un préstamo” (Navarro, 2012). Con base en lo expresado, al hablar de la vivienda de los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos, conforme se ha representado en los cuentos seleccionados como objeto de análisis, es necesario mencionar el hacinamiento, “cuando múltiples ocupantes de diferentes hogares tienen que compartir los servicios, esto puede interpretarse como un problema de espacio (…). Dado que los servicios son compartidos, altos niveles de ocupación pueden llevar implícitos problemas relacionados con la higiene y la sanidad” (Spicker, 2009: 153). En los casos más extremos, en los que los emigrantes ni tan siquiera pueden disponer de un cuarto dentro de una vivienda, para su uso exclusivo, se habla de las denominadas “camas calientes”, que se refieren al alquiler de una cama que es utilizada por varios migrantes, mediante el sistema de turnos: “ocho horas duerme uno, ocho horas el siguiente y así” y en no pocas circunstancias, por la necesidad de los indocumentados o la avaricia de los subarrendadores, “se establecen hasta tres turnos por día”. En los cuentos ecuatorianos seleccionados como objeto de análisis, el problema de la mala calidad de vivienda que tienen que habitar los emigrantes y el hacinamiento en los denominados pisos compartidos se representa de las más variadas formas. Así, en el cuento “Muchos giros”, de Zoila María Castro, cuando la narradora protagonista Elsa Yépez se refiere a la “invasión” de inmigrantes provenientes de los países del Hemisferio Sur, y entre ellos desde el Ecuador, habla de las condiciones infrahumanas en las que tenían que sobrevivir los emigrantes provenientes de la nación andina: “los recién llegados se apiñaban (alquilando cuartos) en las envejecidas casas que vendían al bajo costo original los antiguos 183                                                              propietarios, los constructores que escapaban a vivir en las bonitas villas que habían edificado (…), algunas con piscinas y jardines”(Castro, 1981: 27)40. En el cuento “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres, Manuel, el protagonista del relato, cuando llega a Estados Unidos, inicialmente ocupa la habitación y cama de la prima Claudia, aunque esto incomode al padre de la chica; sin embargo, esta situación, obviamente, es mucho mejor a la que les ha tocado enfrentar a los posteriores emigrantes por causas económicas, quienes han tenido que compartir no solo habitación sino hasta cama con personas totalmente extrañas: “Por ahora te acostarás en la cama de Claudita, ella dormirá conmigo, aunque a Henry no le gusta” (Pérez, 2004: 97). En “La niña Pupusa”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, un emigrante ecuatoriano en Nueva York, debido a que el poco dinero que gana como ayudante de mecánica no le alcanza para alquilar una habitación en mejores condiciones, se tiene que resignar a malvivir en un vetusto garaje lleno de cosas inservibles, que un hermano suyo le alquila por el valor de trescientos dólares mensuales, “así que en medio de tanta promiscuidad de cosas inservibles, Alfonso había conseguido abrirse un espacio sobre el piso de cemento para plantar una cama tijera, un cajón de duraznos a modo de velador y una maleta milagrosa donde cabía de todo, en compartimentos separados: ropa limpia y por lavar, zapatos, jabones, cepillos, tabletas, en fin lo esencial para un hombre solo” (Cárdenas, 2014: 9); sin embargo, de la forzada resignación, por motivaciones de orden económico, cuando llega el frío del crudo invierno, Alfonso no puede soportar más y adviene “su decisión de abandonar el garaje” (22). En esta historia ficticia, lo que sucede es que Luis, el hermano del protagonista, y la esposa de este se habían endeudado en la compra de una vivienda y al no poder pagar las elevadas cuotas mensuales se ven obligados a subarrendar el garaje al hermano Alfonso y la parte alta de la casa a un joven matrimonio de emigrantes salvadoreños que, también, vivían en USA y el dueño “pasó a habitar con su mujer el subsuelo, un departamento húmedo que solía inundarse en algunas ocasiones, cuando llegaban las tormentas otoñales” (10). Con las citas realizadas se pone en evidencia la dura realidad en la que sobreviven los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos, quienes, debido a la precaria situación económica, ni tan siquiera pueden dormir en una cama para uso exclusivo y personal, sino que se ven abocados a hacer uso del sistema compartido, denominado “cama caliente”, en sendos turnos. Nuevas y traumáticas experiencias que los llevan a la autorreflexión y las 40 Similares problemáticas sobre lo reducido y vetustez de los espacios de vivienda que ocupan los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos se recrean en los cuentos “Nelly miraba lo alto” y “Tocan el timbre”, de la misma autora citada. 184 preguntas retóricas, sin posibilidad de respuesta inmediata: “Cuántos seres habremos dormido sobre esta cama dura y hedionda (…). ´La cama caliente´, la llaman, porque nunca deja de albergar uno o dos o tres cuerpos (…). Muchas veces la puedo usar apenas tres o cuatro horas, depende de cómo alcance a tomar los trenes y a desocuparme en la fábrica” (Galarza, 2009: 77-78). 5.2. El reducido espacio de la vivienda de los emigrantes ecuatorianos en España El primer desengaño que sufren los emigrantes ecuatorianos, luego de arribar a España, se produce cuando comprueban que el lugar de llegada no es para nada el paraíso que se imaginaban antes de partir, de manera que la imagen positiva que tenían en un principio sobre España cambia al momento de llegar, “por las situaciones difíciles que deben afrontar por su condición de emigrantes. Primero debemos ubicar el choque cultural y la inseguridad que enfrentan, sobre todo cuando tienen que adoptar nuevas formas de vida, como compartir la vivienda con personas extrañas, lo que conlleva dejar de disponer de sus propios espacios por lo caro que resulta el alquiler” (Montero, 2006: 41). Esta traumática experiencia adviene por las dificultades de convivencia con personas extrañas, en cuya cotidianidad sienten que se invaden los espacios privados de carácter personal; hay problemas por los horarios de uso y limpieza de los espacios comunes (baño, sala, cocina, comedor); las personas esperan que los otros se acostumbren a sus patrones culturales y no a la inversa. Otros inconvenientes se generan por “el turno para la ducha y el uso del baño, que se gaste mucho el papel higiénico y las servilletas, se prendan o apaguen las bombillas de luz eléctrica, se tomen alimentos de la nevera, comprados por el compañero del piso, o se eleve el volumen de la televisión o la música” (Murillo, 2009a: 136). Por esta razón, la vida de los migrantes ecuatorianos en España resulta muy agotadora y difícil, sobre todo en los primeros años. Los afecta la situación de hacinamiento cuando arriban a España, momento en el que por la falta de trabajo y los documentos exigidos para permanecer como legales tienen que resignarse a vivir hasta veinte personas en un solo piso, circunstancia en las que padecen diversas experiencias de discriminación y racismo, desengaño frente a la ayuda no prestada por otros migrantes y la comprobación de que proyectos y esperanzas relacionadas con la migración no se realizan o solo se pueden realizar parcialmente (Cfr. Wagner en Camacho, 2009: 88). 185 En relación a los reducidos espacios para la vivienda que ocupan los emigrantes ecuatorianos en España, en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, Aarón Bello, el manabita que recibe y brinda albergue a Manuel Sarango, el protagonista principal de la historia, hace una descripción de su pequeño piso en la ciudad de Barcelona, en donde se pone en evidencia, una vez más, lo reducido del espacio físico disponible: “la mía es una de esas cajas de cerillas de apenas dos habitaciones (…). El único dormitorio con colchón grande y colcha peruana de colores sería mi habitación. En la otra pieza queda el comedor que hace las veces de cocina, biblioteca y oficina. Junto a la mesa, había colocado una pequeña cama plegable con mantas marrones en la que Manuel dormiría desde esa noche en adelante” (Carrasco, 2011: 24). En el relato “La decisión”, incluido en La casa ajena, de Gladys Rodas Godoy, se ratifica, asimismo, el elevado nivel de hacinamiento en el que, por limitaciones económicas, se ven obligados a vivir los emigrantes ecuatorianos, en los reducidos pisos compartidos de la capital española: “En el lugar vivían 15 personas, ocho con ella que pasarían entre semana y los 7 que llegaban los viernes, le enseñó el sillón que sería su cama en el salón social y que compartiría con 4 compañeros más” (Rodas, 2014: 14). 6. Espacios para el reencuentro y la recreación de la cultura originaria En virtud de la estrechez de los espacios físicos para la vivienda y el descanso en los que se ven obligados a permanecer los emigrantes ecuatorianos en los países y ciudades de destino, ellos prefieren utilizar los espacios públicos como lugares de reencuentro, recreación de la cultura originaria, interacción con los compatriotas y distracción durante los días y horas que tienen disponibles y pueden disfrutar en compañía. Desde esta perspectiva, quienes han elegido a Estados Unidos como el país de destino, cuando ya llegan y consiguen trabajo, el poco tiempo libre que les queda tratan de disfrutarlo con sus connacionales y lo dedican al desarrollo de actividades de recreación propias del país de origen, como: escuchar música nacional del Ecuador (cachullapis, pasillos, Julio Jaramillo), jugar a las cartas, beber cerveza, hacer deporte, hacer presentaciones musicales, vender comida típica y licor (Cfr. Carpio, 1992: 127). Es que para muchos emigrantes ecuatorianos que se encuentran lejos del solar nativo, lo mejor que les puede ocurrir es poder compartir el poco tiempo libre de que disponen entre 186                                                              connacionales, motivo por el cual tienden a reunirse con sus compatriotas y participar en asociaciones que refuerzan los vínculos con el país de origen. Los fines de semana (en especial las tardes de los sábados y domingos) suelen disfrutarlos con sus amigos y familias en los parques de la ciudad, tal como lo pone de manifiesto un investigador sobre esta problemática sociológica: “en las canchas de estos parques existen competiciones deportivas, sobretodo de fútbol y de ecuavoley41, en las que se enfrentan equipos de compatriotas. Unos hacen deporte y otros animan y asisten como espectadores, formando lo que ellos llaman las barras. Incluso existen mujeres que han preparado platos típicos ecuatorianos que venden junto a bebidas. Todos comen y beben juntos, mientras los niños juegan en el parque, pasando el día” (Domínguez, 2009: 40). En los espacios públicos, los ecuatorianos tratan de reproducir su espíritu comunitario y solidario andino, que los caracteriza en el país de origen; por ello, los ecuatorianos reconocen como algo propio del colectivo “la necesidad de encontrarse con los paisanos en el espacio. Sienten que esto les permite compartir sus experiencias, intercambiar sus emociones, sus dolores, sus carencias y las esperanzas que depositan en su proyecto migratorio. Esta dinámica colectiva hace que, momentáneamente, se sientan aliviados de un sufrimiento que la mayor parte del tiempo experimentan en solitario” (Thayer, 2009: 303). En razón de lo antes expresado, la ocupación de los espacios públicos, por parte de los emigrantes, tiene algunas connotaciones entre las que se pueden mencionar: la necesidad de sortear dificultades materiales como la falta de información sobre el mercado laboral o las condiciones administrativas de la inmigración; la precariedad o carencia absoluta de espacios privados; o la imposibilidad de poder acceder a instancias de ocio y esparcimiento pagadas. Paralelamente, el acto de reunirse en un espacio tiene sentido por sí solo, y responde a la voluntad de estar juntos los iguales o de similares condiciones de extranjeridad. La emigración supone la separación del sujeto y su grupo de referencia, por ello la reunión con los compatriotas en un espacio común revierte esa separación, y le devuelve a estos sujetos la posibilidad de reencontrarse y reconstruir, aunque sea de modo contingente y simbólico, el espíritu gregario de origen; “este encuentro comunitario en los espacios abiertos evoca la realización de la identidad colectiva en el disfrute, en la risa, la fiesta, el bienestar, pero también, activa el dolor, la nostalgia y la construcción de una identidad colectiva cargada 41 Boleivol es una competición deportiva con la participación de solo tres jugadores por equipo y la pelota de cuero, la oficial y propia del fútbol. Es una creación ecuatoriana y de muy popular afición (Córdova, 2008). 187                                                              de pérdidas, abandonos, fracasos y frustraciones” (Thayer, 2009: 275-276). Los espacios públicos son concebidos como lugares para la socialización y entre ellos: por una parte, los grandes parques de la ciudad son valorados como lugares en los que la reunión entre los pares, facilita la incorporación a la sociedad receptora en las primeras etapas de los recorridos (…). La socialización en los grandes parques tiene por otra parte, gran relevancia para aquellos inmigrantes que mantienen fuertes lazos afectivos con el lugar de procedencia. Para estos, el parque es un lugar de reconstrucción de su vida afectiva (358-359). Respecto de la ocupación de los espacios públicos, de parte de los emigrantes ecuatorianos en España y más específicamente en la capital de España, de acuerdo al criterio de Juan Valdano, convirtieron al Paseo de La Chopera, dentro del parque de El Retiro, en el lugar preferido para el reencuentro y la recreación de las diversas expresiones de la cultura originaria. En ese espacio, los fines de semana, desde muy temprano, acuden centenares de emigrantes ecuatorianos a recrear un ritual de encuentro en el que se identifican y reconocen mutuamente: “se delimita el campo para el juego de ecuavoley, alrededor se instalan los carritos de venta de cerveza y comida (en los que no deja de escucharse a alto volumen los pasillos de Julio Jaramillo), a la vez que se degustan aquellos platos que devuelven el añorado sabor del terruño: ceviches de camarón y concha, hornado42, fritada43, mote44, los exquisitos llapingachos45” (Valdano, 2007: 8-9). En esta misma ciudad de Madrid, las reuniones de los domingos en Casa de Campo se han convertido en un acto tradicional al que acuden los ecuatorianos a título individual, pero también acompañados de sus familiares: “En este recinto se producen campeonatos de fútbol, ecuavoley y otros deportes. Pero también se vende comida, bebida y productos varios. En las rutinas de los domingos, las esposas y los hijos se suman a la cita deportiva y propician sus propios encuentros de diversión” (Retis, 2011: 94). Conforme se pone de manifiesto en la cita anterior y como no puede esperarse otra cosa, estos espacios de uso público y masivo sirven para hacer varias cosas al mismo tiempo, tal como lo reconoce un emigrante ecuatoriano: “Yo mismo a veces voy los domingos a comerme un hornado (…). Música a todo volumen por todos lados. Venta de cedés, venta de artesanías, en fin, eso es una feria, una feria completa. Eso en el caso de los ecuatorianos, que me da a mí la sensación de que tienen una mayor 42 Cerdo asado al horno (Córdova, 2008). 43 Fritura de carne de cerdo cortada en trozos del tamaño de un bocado (Córdova, 2008). 44 Maíz desgranado y cocido, sea tierno o maduro, con cáscara o pelado, que se emplea como alimento en el Ecuador y en algunas otras regiones de la América Meridional (Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010). 45 Alimento de forma circular y aplanada, elaborado con masa de maíz, papas y queso, que se cuece sobre un comal (Córdova, 2008). 188 necesidad, mucho mayor de estar juntos” y como lo expresan otros emigrantes ecuatorianos en Madrid: “Se trata de practicar deportes, bailar, cantar, comer, beber y pasarlo bien. Son momentos también de compra y venta de productos audiovisuales. En estos espacios se aprovecha igualmente para distribuir tanto prensa especializada como folletos y volantes de actividades culturales, sociales y conciertos populares” (Retis, 2011: 94). En otros lugares de España, los espacios públicos son, asimismo, los preferidos por los emigrantes ecuatorianos para el reencuentro y la recreación de su cultura originaria. Así sucede, por ejemplo, en el cauce seco del Río Túria, en la ciudad de Valencia, en “donde personas de cierto origen buscan encarnarse como colectivo y reconocerse y verse reconocidos en él como individuos y como grupo (…). Pero en el espacio público también se ponen en escena la interacción social y el ocio familiar” (Llopis en Herrera, 2005: 501-502). De esta forma, en una actividad destinada al ocio y la diversión, el individuo puede refugiarse psicológicamente de un entorno que le resulta hostil. Similar uso del espacio público hacen los emigrantes ecuatorianos en Lorca: La explanada de un recinto ferial es el escenario, cada fin de semana, de varios partidos de ecuavoley. Los ecuatorianos llevan sus propias redes, sus ´litronas´ de cerveza y, cuando la policía les deja, venden sus platos de comida: los llapingachos (tortillas de patata servidas con chorizo, huevo frito y aguacate) son los reyes de la jornada deportiva, pero tampoco falta el yahuarlocro (un guiso de cordero con patatas, sangre, cacahuete, cebolla y otras verduras) ni el choclo (maíz tierno) (Delgado, 2007: 23). Es que, desde el punto de vista de los emigrantes ecuatorianos en España, para recordar a la patria lejana, a más de diez mil kilómetros de distancia, están “las canchas de ecuavoley, los bares y restaurantes de comida típica, los locutorios, las casas de los amigos: ahí y solo ahí estoy a salvo de la selva de voces que no entiendo, de comidas que no sé a qué saben, de chistes que no me hacen gracia, de gente que me considera un intruso en su casa” (Ampuero, 2014: 31). Desde esta perspectiva, en las ciudades de destino emigratorio de los ecuatorianos, los locutorios se convierten en los espacios privilegiados para las prácticas transnacionales; por cuanto ellos “se convierten en punto de encuentro donde circula la información en todos los niveles, facilitan las tareas de las prácticas de maternidad y la paternidad trasnacional, funcionan como agencias de envíos de dinero y de paquetería; además si los propietarios son migrantes ecuatorianos, en algunos casos, se articula con otras dos actividades comerciales como la venta de artículos de consumo del lugar de origen y la restauración” (Pedone, 2006: 366-368). 189 A lo antes expresado hay que adicionar que los locutorios no solo sirven para comunicarse a la distancia sino que también ofrecen otro tipo de servicios como compra de tarjetas prepago, envío de encomiendas, sobre todo regalos que los emigrantes ecuatorianos quieren enviar a sus familiares; conversión de vídeos del sistema americano al europeo o viceversa o traspaso a DVD, seguros de coche o salud, comida o venta de productos latinoamericanos como gaseosas o bebidas alcohólicas; servicio de papelería, impresiones, fax, servicio fotográfico, compra de billetes aéreos on line; compra de artefactos para el hogar y viviendas; y, a veces son los lugares de reunión y de reencuentro entre connacionales (Cfr. Ramírez, 2010: 164-165). En razón de la multifuncionalidad de los locutorios, estos bien pueden ser considerados como un espacio comunicativo, económico y simbólico de alta condensación y referente local en el espacio global. La ocupación y utilización de los espacios públicos antes descritos tienen una variada gama de representación y recreación literaria en los cuentos ecuatorianos elegidos como corpus narrativo de análisis, en los cuales hay casos en que los espacios de ocio, recreación y diversión de los emigrantes ecuatorianos y sus respectivas familias combinan, al mismo tiempo, varias opciones. Así, el mendigo que protagoniza el cuento “Premoniciones del exilio”, de Patricio Viteri Paredes, en un complejo monólogo interior directo, luego de que se imagina haber renunciado al trabajo como ejecutivo en la empresa y haber decidido solo laborar una media jornada sueña que tendrá el tiempo suficiente para pasear y divertirse con su esposa e hija en distintos lugares de la capital española, como ir “al teatro, al cine o a deambular por el Retiro o la Casa de Campo. Los tres riéndonos, inventándonos juegos, haciéndonos malas fotos. Todo cambiará” (Viteri, 2004: 98). Llama la atención, en varias de las obras de narrativa breve analizadas, la importancia que tienen en la ciudad de Madrid los parques públicos como los espacios más concurridos por los personajes que representan a los emigrantes ecuatorianos, en los cuales recuerdan la tierra lejana, reflexionan sobre la aventura emigratoria, comparten penas y alegrías entre compatriotas y tratan de encontrar satisfactores, aunque sean falsos, a las múltiples problemáticas que les afectan, tal como lo relata Marcelo, el protagonista de “La cachifa cojonuda”, de Carlos Carrión Figueroa: “los domingos también iba cansado a Retiro, Lago o Rosales para irse en lágrimas con otros inmigrantes hablando del paro en el que vivían y maldiciendo, como a una suegra, el día en que se les metió la ventolera de largarse a España; no se diga cuando hacían vaca y se embuchaban de cerveza Mahou” (Carrión, 2011: 118). En esta misma metrópoli, las discotecas también son un espacio preferido para el reencuentro, la diversión y el ocio de los ecuatorianos emigrantes, aunque no todas ellas sean 190 lugares seguros, tranquilos y de sano esparcimiento, “adonde van los inmigrantes comunes y corrientes, por matar el tiempo o el recuerdo de una mujer: un despelote continuo, música para ensordecer tapias, borrachos, riñas a cuchillo, muertos, como la Boy Center y la mayoría de las de Chueca” (Carrión, 2005: 31). Como ya se expresó en páginas anteriores, en los locutorios de propiedad de los emigrantes ecuatorianos, tanto en España como en Italia, se encuentra múltiples servicios concentrados en un pequeño espacio, conforme sucede con el de propiedad de Gloria Orellana, uno de los personajes del cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, en la ciudad de Milán. En este relato, según la versión del narrador protagonista Manuel Sarango: “llego al locutorio ´Ecuadorian Phone Internacional´. Es un multiservicios donde se encuentra de todo: desde fotocopiadoras hasta cabinas telefónicas, de pasajes aéreos a souvenirs, de servicio de Internet a traducciones, de llamadas internacionales a transferencias de dinero” (Carrasco, 2011: 36). El cine es, también, un espacio para la recreación, el esparcimiento y el disfrute del poco tiempo libre de que disponen los ecuatorianos en los países de destino; pues, como dice otro emigrante en Italia: “No tengo mucho tiempo para la diversión. Como todos los guayaquileños que vivimos acá, cuando puedo me escapo al centro, a las pequeñas salas de cine, para ver las películas de estreno” (Carrasco, 2011: 34). Las citas de los cuentos estudiados patentizan que los emigrantes ecuatorianos, debido a lo reducido de los espacios privados en donde habitan en los Estados nacionales de destino, durante los días de descanso, buscan como opciones alternativas para el reencuentro con los connacionales, el entretenimiento individual y familiar y la recreación de la cultura del país de origen los espacios públicos como: parques, espacios verdes, canchas deportivas, locutorios, discotecas e incluso las salas de cine. 191 CAPÍTULO V. PROBLEMÁTICAS QUE AFECTAN AL SUJETO EMIGRANTE El capítulo referido a las problemáticas que afectan al sujeto emigrante se presenta distribuido en seis subcapítulos, en los que se fundamenta, describe y analiza la representación y recreación literaria, en el cuento ecuatoriano, de algunos aspectos problemáticos que golpean a los protagonistas de la emigración internacional, entre los que destacan: el tratamiento que reciben los emigrantes como los “otros” en los Estados nacionales de destino; algunas manifestaciones de xenofobia y racismo, en contra de los emigrantes ecuatorianos; la representación del sujeto emigrante como personaje partícula, mientras permanece fuera de su país de nacimiento; la soledad, que afecta al sujeto emigrante y a sus familiares, tanto en el país de origen como en el de llegada; primeros y principales usufructuarios de la emigración internacional de ecuatorianos; y, consecuencias de la emigración de ecuatorianos, que se patentiza en la desintegración familiar, la afectación de la salud de los emigrantes y sus familiares y la negativa influencia en el sistema educativo y, de manera especial, en los estudiantes hijos de emigrantes. 1. Los emigrantes como los “otros” en los países de destino La construcción del “otro”, del extranjero, del forastero, del bárbaro, del migrante, aunque no con las categorías y sistematizaciones que se conocen en la actualidad, se inició desde el tiempo de los poemas homéricos, en la Grecia clásica. En La Odisea, como lo sostiene Javier Gómez Espelosín, en el viaje de retorno de Ulises a su natal Ítaca, las complicaciones se acrecentaban por el encuentro con seres extraños, que provenían de occidente. En el trayecto de regreso, “a los riesgos conocidos se añaden vivencias terribles que sobrepasan los límites de la experiencia humana como el olvido definitivo de la patria, la práctica del canibalismo, la conversión en bestias y el contacto continuado con los monstruos” (Cit. por Gómez Espelosín, en Marco Simón, 2004: 26). En años más recientes, Edward Said fundamenta y problematiza la perturbadora cuestión de la relación con los otros y todo lo que deviene de esa compleja interacción humana: otros territorios, otras geografías, otras culturas, otras prácticas, otros Estados, otras historias, otras experiencias, otras tradiciones, otras instituciones, otros pueblos y otros 192 destinos. En el marco de las experiencias que generan estos nuevos contactos, la dificultad de las cosmovisiones etnocentristas es que no hay ninguna superioridad “al margen de la realidad de las relaciones entre culturas, entre potencias imperiales y no imperiales desiguales, entre diferentes Otros, una superioridad que pueda concedernos el privilegio epistemológico de juzgar, valorar e interpretar estando libres de los abarrotados intereses, emociones y compromisos de las propias relaciones en curso” (Said, 2005: 284). Es decir, la configuración del otro es una construcción histórica, cultural, social, política, formulada desde la visión e intereses de quienes detentan el poder y ejercen dominio, por tanto contemplar a los otros, “no como algo ontológicamente dado sino como algo históricamente construido supondría socavar los sesgos exclusivistas que tan a menudo atribuimos a las culturas, y en no menor medida a la nuestra propia” (Said, 2005: 295). En la sociedad contemporánea, desde los países más desarrollados del Hemisferio Norte, “los esfuerzos por mantener a distancia, al otro, al diferente, al extraño, al extranjero, la decisión de excluir, la necesidad de comunicación, de negociación y compromiso mutuo (…) encaja perfectamente, con nuestra obsesiva preocupación contemporánea por la polución y la purificación, con nuestra tendencia a identificar el peligro con la invasión de cuerpos extraños y a identificar la seguridad con la pureza” (Bauman, 2004: 117). Esta actitud de exclusión y alejamiento físico del otro se explica porque, como lo expresó, con mucha anterioridad, Emmanuel Levinas, “la presencia del otro equivale al cuestionamiento de mi dichosa posesión del mundo” (Levinas, 2012: 99). En razón de las suspicacias que han despertado los otros, a través de la historia de la humanidad, se han empleado dos estrategias para enfrentar la otredad de los otros y son: la antropoémica y la antropofágica. La primera estrategia consiste en “vomitar”, expulsando a los otros considerados irremediablemente extraños y ajenos: “hoy, las variantes extremas de la estrategia ´émica´ son, como siempre, el encarcelamiento, la expulsión y el asesinato. Las formas superiores y refinadas (…), la separación espacial, los guetos urbanos, el acceso selectivo de espacios y la prohibición selectiva de ocuparlos” (Bauman, 2004: 109). En palabras del autor citado, la segunda estrategia, la antropofágica, “consiste en la desalienación de sustancias ´extrañas´, ´ingerir´, ´devorar´, cuerpos y espíritus extraños, para convertirlos, por medio del metabolismo, en cuerpos y espíritus idénticos, ya no diferenciables, del cuerpo que los ingirió” (109). La aplicación de estas estrategias de tratamiento del “otro” proveniente del Sur se explica porque en los Estados nacionales del Norte más desarrollado y en sus urbes, solo pueden estar la gente bien; por el contrario, los desechables, los seres humanos residuales, los prescindibles tienen que quedar fuera del territorio amurallado. De esta manera 193 se construye a la ciudad moderna como “un territorio estrechamente vigilado, donde los que hacen cosas que pueden disgustar a los demás son rápidamente castigados y puestos en línea – donde los holgazanes, vagabundos y otros intrusos ´que no son de aquí´ tienen cerrada la entrada o son perseguidos y expulsados–” (99). En el amplio y complejo universo de los “otros” se ubica al sujeto migrante, por ser portador de rasgos culturales que resultan extraños y despiertan desconfianza en el país de destino, lo cual induce a su exclusión como sujeto de plenos derechos, es fácil víctima de trato discriminatorio, explotación, dominación y menosprecio. Se convierte así en uno más de los parias de la modernidad, “construidos en realidad como infra sujetos por su condición (dictada por el mercado) de superfluos, de sustituibles, sino abiertamente desechables, como lo son por definición los objetos de consumo que produce/impone ese mercado” (Lucas, 2012: 69). Para deshacerse de su molesta presencia se emplean variadas acciones, “desde la discriminación y la segregación a la limpieza étnica y el blindaje de fronteras, combinados con la admisión selectiva y la expulsión que practica hoy la Unión Europea con los emigrantes” (Bello, 2011: 229). Un claro ejemplo de lo expresado constituyen las alambradas, las mallas y los nuevos “muros de la infamia” y la vergüenza que se han erigido para “separar a los seres humanos, donde hoy mismo son heridos y abaleados todos los días los réprobos que intentan cruzarlos, para acceder al mundo de los elegidos”. Tampoco hay que olvidar que algunos de estos muros han sido pensados y erigidos para impedir el arribo de migrantes provenientes del Hemisferio Sur del planeta menos desarrollado. De todos los existentes, “el mayor y más bárbaro de ellos es el construido por Estados Unidos en su frontera con México, para impedir que mexicanos (antiguos dueños de ese territorio) puedan ingresar sin permiso a su territorio. Tiene casi 5 metros de alto y 563 kilómetros de longitud, está hecho de acero y concreto y tiene tres barreras de contención, alta iluminación y sensores electrónicos” (Núñez, 2014d). En relación directa con la construcción de este muro, en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila se pone de manifiesto la hipocresía imperial de Estados Unidos, puesto que, aunque el gobierno norteamericano haya difundido y celebrado a lo grande la caída del muro de Berlín, en 1989, en la práctica constituyen puras lágrimas de cocodrilo “porque, a esa misma hora, cuando los alemanes derribaban su muro, estos gringos estaban edificando otro muro más grande, más sólido y más terrible en su frontera con México, o en su frontera con América Latina mejor” (Galarza, 2009: 71-72). Aunque más pequeños, pero no por ello menos criticables, los muros de Ceuta (8 km) y Melilla (12 km) “buscan impedir que los africanos pobres puedan acceder a territorio 194 europeo. Tienen dos vallas de 6 metros de alto y un espacio intermedio de redes y obstáculos. Son 20 km de alambre, cuchillas y mallas, tras las cuales hay torres de vigilancia y hombres armados. Miles de personas han sufrido heridas tratando de cruzarlas y otras han muerto abaleadas por los vigilantes”. Estos muros cumplen objetivos específicos vinculados con el libre tránsito de las personas, “cada uno de ellos busca impedir que los seres humanos circulen libremente por la tierra, como las aves surcan por el espacio. Cada uno busca mostrarse como un monumento al poderío, cuando no es más que un monumento al miedo” (Núñez, 2014d). De mucha importancia es, asimismo, el muro que separa a Grecia de Turquía; el cual se construyó debido a que la mejora de las relaciones entre estos dos Estados nacionales y “la retirada de las minas colocadas en la frontera llevó a Grecia a convertirse en uno de los puntos de entrada importantes de la migración que aspira a llegar a la Unión Europea” (El Universo de Guayaquil, 21 de agosto de 2015). Para controlar el ingreso masivo de personas en el año 2012 se construyó el muro Evros en la frontera con Turquía. Y entre la India y Bangladesh, en el año de 1993, se erigió una alambrada para reducir la tentación de la emigración (Cfr. El Universo de Guayaquil, 16 de julio de 2015). Con similar propósito de impedir la circulación de las personas que, por necesidad de sobrevivencia intentan huir de su países de origen, el gobierno de Hungría construyó, en tiempo récord, en el año 2015, una alambrada (que luego será reemplazada por valla de 4 metros de altura) a lo largo de los 175 kilómetros de frontera con Serbia, para impedir el ingreso de nuevos migrantes y exiliados (sobre todo provenientes de Siria, Afganistán e Iraq), que intentan arribar hasta los países europeos de mayor desarrollo. Con estos mismos propósitos continuó “Turquía, con una valla de acero en la provincia de Erdine. Y luego Bulgaria, con vallas en Lesovo y Kraynovo. Todo esto mientras Francia e Inglaterra levantaban vallas de acero con púas y cámaras de seguridad en la entrada del Eurotúnel entre ambos países, para frenar el ingreso de migrantes” (Núñez, 2015). La construcción del “otro”, de similar manera a lo que se dirá más adelante respecto de la xenofobia y el racismo, siempre se lo hace desde el punto de vista e intereses de quienes en la época actual detentan el poder en los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte. Como expresa Iain Chambers, se lo ha hecho desde “la mirada de Dios hoy secularizada, que ha descendido a la tierra para hablar en la mesurada voz del experto, del científico, del intelectual” (Chambers, 1995: 176). Consecuentemente, esta construcción intencionada y sesgada del otro ha servido para “la reproducción histórica, cultural y moral de nuestros ´yo´ (…) y de nuestro sentido peculiar del mundo, del centro, del conocimiento, del poder” (Chambers, 1995: 53). 195 Con fundamento en lo expresado, en relación a la construcción del “otro”, en la época contemporánea y con la masiva llegada de emigrantes ecuatorianos hacia España, es fácil advertir la violación de los derechos de que son víctimas nuestros compatriotas en España, por el hecho de ser los “otros”; pues como dice un investigador de esta problemática: les tratamos como si fueran ciudadanos de segunda clase y eso en una sociedad que se precia de haber avanzado mucho en la materia… nos da, por ejemplo, miedo que voten, pero si pagan impuestos… si tienen obligaciones, cómo no concederles derechos iguales. Si no tienen una auténtica igualdad de derechos, no se integrarán a nuestra sociedad; tal cosa es una condición previa para que la integración tenga lugar (Murillo, 2009a: 104). Otras formas de evidenciar la violación de los derechos humanos, en contra de los emigrantes provenientes del Ecuador, están en los abusos que cometen los propietarios o intermediarios de pisos; así como en el trato que les dan los funcionarios administrativos, la policía, las largas colas para renovar papeles, el no reconocerles unos derechos mínimos como trabajadores (117). En España, en expresiones de Albert Mora Castro, se reproduce la paradoja del capitalismo contemporáneo, sistema en el cual las mercancías circulan con total libertad, pero las personas tienen una serie de restricciones, puesto que “cada vez hay más fronteras, no solamente las fronteras físicas, sino también las fronteras simbólicas, una frontera firme entre el ´nosotros´ y el ´de fuera´, que es una frontera que no simplemente es una frontera social, es también una frontera jurídica, porque el que es de ´nosotros´ tiene unos derechos y el ´de fuera´ tiene otros” (Mora, 2011: 2). Al leer los textos de los cuentos seleccionados como corpus narrativo de análisis se patentiza que el proceso sociohistórico y geopolítico de construcción del sujeto emigrante ecuatoriano como el “otro” en los Estados nacionales de destino está muy bien representado en estas obras ficticias. Así, sobre la mirada peyorativa que reciben los latinos en Estados Unidos constituye un claro ejemplo “Listen, mon”, de Zoila María Castro, en el cual se advierten las permanentes dificultades, derivadas de los prejuicios estigmatizadores que se han forjado algunos estadounidenses en contra de los inmigrantes provenientes del Sur del continente y entre ellos los ecuatorianos, ya que “los ´latinos´ tenían bien cimentada reputación de pendencieros, alcohólicos y mariguaneros” (Castro, 1981: 142). En relación a la percepción estereotipada que tienen algunos nacionales de Estados Unidos respecto de las mujeres migrantes de origen latinoamericano, esta prejuiciosa actitud se patentiza, con toda claridad, en el cuento “47 Coldwater Drive o la pregunta”, de Gilda Holst Molestina. En este relato, el médico norteamericano pone en evidencia las razones de su 196 preferencia por las mujeres de origen latino, motivo por el cual tiene esposa y amante ecuatorianas, porque como dijo en una ocasión: “Las americanas lo inhiben un poco, en cambio, se siente muy cómodo con las latinas. Y a Julia le encanta ser la latina del grupo, hablar por los codos, soltar de vez en cuando algunas malas palabras en inglés y en español, tocar a los amigos y amigas más de lo que se acostumbra” (Holst, 2006: 60). En el cuento “La niña Pupusa”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, se advierte que determinados grupos sociales de clase media alta, que habitan en algunos antiguos barrios residenciales de la ciudad de Nueva York, huyen de la presencia cercana de los migrantes laborales provenientes de Sur del continente, como es el caso de una familia judía que vende la vetusta casa a uno de los emigrantes ecuatorianos y decide mudarse a residir en otro lugar, porque “tras soportar por treinta años la invasión de los afroamericanos primero, después de hispanos y finalmente de hindúes e iraníes, habían decidido mudarse a otra zona” (Cárdenas, 2014: 10). Sobre la emigración de ecuatorianos a Europa, en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, en un palmario ejemplo de inserción de una historia ficticia dentro de otra de mayores dimensiones, se patentiza la visión peyorativa que tiene una europea en contra de un emigrante ecuatoriano. En este relato, la doctora italiana Giuletta al referirse a los afanes investigativos de Manuel Sarango, quien desea saber qué identidad le atribuyen en Italia a Byron Moreno, un ex árbitro ecuatoriano de fútbol de “ojos somnolientos y tristones. De ahí vino lo de bovino deprimido” (Carrasco, 2011: 40) manifiesta que está harta de esa chifladura de su pareja sentimental: “no tengo por qué hacerme cargo de esa manía de los sudamericanos. Creen conocer a todos los que se cruzan por la vía (…) nadie sabe de dónde vino, ni del país, ni de sus padres, peor de lo que él busca, el por qué la Plaza lleva su nombre, ¡nadie sabe nada!” (17). Tiempo después, cuando Giuletta y Manuel estaban resentidos, ella relata que buscaba maneras de reconciliarse, por lo que le ofrece un café y él le responde que acepta la invitación; sin embargo, incluso, la inmediata respuesta del indígena ecuatoriano ella la interpreta como una evidencia de su sumisa condición subalterna: “sí, contestó con esa humildad de su gente, incapaz de mirarte a la cara, para que sepas si en verdad lo desea, o si lo acepta solo por no contrariarte” (18). Esta actitud de la italiana, de mirar a Manuel Sarango como un ser inferior, tiene otras variadas formas de expresarse, así en la ocasión en que visitaron el país de ella, mientras vagabundeaban por la ciudad de Messina, Giuletta no desaprovecha la oportunidad para descalificar a la tierra de origen del ecuatoriano. En su propia versión de lo acontecido manifiesta: “el Sur realmente me disgusta, comenté para que me oyera Manuel, así debe ser 197 América, todos son descarados y harapientos” (Carrasco, 2011: 20). Horas más tarde, cuando continuaban con la investigación sobre la identidad de Byron Moreno, sin mayor conocimiento de causa, se pronuncia en contra de los emigrantes sudamericanos, al repetir en sentido irónico, una de las versiones recibidas: “fue poeta, fue juez, pero nunca un sudaca apestoso” (Carrasco, 2011: 23). Con las investigaciones realizadas por Manuel se desprende que luego de que el ex árbitro de fútbol Byron Moreno fue acusado de haberse vendido en favor de la selección de Corea y, de manera simultánea, perjudicar a Italia, en el Campeonato Mundial de Fútbol del año 2002, los italianos se vengaron en contra de todos los ecuatorianos, a quienes caricaturizaron y estereotiparon como personas que solo sirven para el trabajo físico; incluso los periódicos difundieron este tipo de estigmatización, así “en un diario salió un fotomontaje de una paisana arrodillada fregando el piso con el rostro de Moreno, con esa carota de aburrimiento. Como si no supiéramos hacer otra cosa” (Carrasco, 2011: 40). Las citas realizadas patentizan que el complejo proceso de animalización en contra de Byron Moreno, el cual se inicia con la denominación del cuento y la portada de la publicación que lo contiene; sin embargo, en el desarrollo de la historia esta animalización no solo se extrapola a Manuel Sarango, como protagonista del cuento analizado e investigador de la identidad que se le atribuye en Italia a otro ecuatoriano, sino que se hace extensivo al resto de emigrantes ecuatorianos en Italia, a quienes al homologarlo con el “tristemente célebre” ex árbitro de fútbol se los compara, de manera tácita, con el buey domesticado que constituye el “símbolo de sacrificio, sufrimiento, paciencia y trabajo” (Cirlot, 1992: 136) y, en ese sentido, se los cataloga como personas incapaces de realizar actividades intelectuales o que requieren algún nivel, aunque sea mínimo, de calificación profesional. En este mismo cuento, en la ocasión en que Giuletta invita a su amiga alemana Beate para salir a un bar a servirse una copa de licor y se siente amenazada por la supuesta atracción mutua entre Manuel y Beate, la italiana, una vez más, se refiere en términos despectivos al emigrante ecuatoriano, al poner de manifiesto que “Manuel se portaba muy servil, con las dos claro, pero no dejaba de mostrar su perturbación a tal punto que llegué a arrepentirme de la tal invitación” (Carrasco, 2011: 47). Sin embargo, Giuletta, que había creído que, por necesidad, Manuel siempre estaría a su lado soportando todos sus maltratos xenófobos y racistas, pone de manifiesto su frustración, por cuanto gracias a un trabajo que encontró, el ecuatoriano puede tomar distancias: “logró liberarse de todas las amarguras y resentimientos conmigo – 198                                                                    por lo menos así lo creía– cuando obtuvo esa pega46 de corresponsal de un periódico de su país. El maldito logró zafarse” (Carrasco, 2011: 49). En relación al trato discriminatorio que reciben las mujeres emigrantes ecuatorianas que trabajan en el servicio doméstico en España, por su condición de tales, hay dos cuentos que lo recrean de esta manera. En “El mejor trabajo”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, la protagonista Ubaldina comenta que cuando se presentó al domicilio en donde iba a laborar cuidando a un anciano, la patrona le explica que se iban a mudar unos parientes a ocupar el primer piso de la casa del anciano, porque “no iban a dejar que una sudaca morenucha se pasara allí sola con el viejo” (Cárdenas, 2004: 123). Este trato diferenciado en contra de las emigrantes ecuatorianas en Madrid también se explicita en el relato “Doña Elvira”, de Gladys Rodas Godoy, en donde se pone de manifiesto que “con el primer día llegaron las indicaciones, esas pequeñas y grandes diferencias que a veces le resultaban difíciles de aceptar. La vajilla separada, el poco descanso, ningún permiso fuera de las horas libres del sábado y domingo, la seguridad social después de seis meses de prueba” (Rodas, 2014: 71). En este mismo relato se advierte un caso de explotación laboral, por cuanto la emigrante ecuatoriana trabaja muchas horas extras, incluso fuera de la casa de la patrona, para un hijo de esta; sin embargo, al término del mes no le reconocen nada por el desempeño de esas actividades adicionales y cuando se decide a reclamarle y amenaza con denunciarla en la parroquia, por su vulnerable condición de indocumentada, la respuesta de doña Elvira es muy tajante y amenazadora: “Tú te vas a la parroquia y yo me voy a la policía a denunciar que me has robado, así que tú decides” (Rodas, 2014: 73). Los dos ejemplos citados ponen de manifiesto que algunas emigrantes ecuatorianas en la capital de España se sienten discriminadas y tratadas como seres inferiores y, aunque de ello tienen plena conciencia, lo racionalizan para sí mismas y no encuentran una explicación lógica; sin embargo, por la necesidad de generar los recursos económicos que les permitan sobrevivir ellas mismas y sus respectivas familias, que permanecen en el Ecuador o ya han sido reunificadas, no les queda otra opción que aceptar lo que sea con tal de conservar el trabajo. 46 Actividad que realiza, de manera habitual, una persona para ganarse la vida (Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010). 199 2. Algunas manifestaciones de xenofobia y racismo en contra de los emigrantes 2.1. Expresiones de xenofobia de ciertos nativos de los países de destino La xenofobia alude al conjunto de “actitudes, prejuicios y comportamientos que rechazan, excluyen y frecuentemente difaman a una persona o colectivo de personas basándose en la percepción de que vienen de fuera o son extranjeros con respecto a la comunidad, sociedad o identidad nacional de referencia” (Comisión Europea, 2012: 212). Para analizar el problema de la xenofobia, en contra de los trabajadores migrantes provenientes del Sur, resulta pertinente recordar el planteamiento del sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein, quien manifestaba que “en todos los sistemas históricos anteriores, la xenofobia entrañaba una consecuencia fundamental en el comportamiento: la expulsión del ´bárbaro´ del espacio físico de la comunidad, la sociedad, el grupo interno; la versión extrema de esta expulsión era la muerte” (Wallerstein, 1991: 55). Sin embargo de lo expresado, en una época en la que se ha superado el racismo biológico, pero el cultural se encuentra en plena vigencia, el rechazo y la fobia en contra de los migrantes provenientes del Sur no viene dado porque sean de una “raza distinta”, sino porque aparecen vinculados a dos factores: la diferencia cultural y la imagen de “peligrosidad” o “desorden” social (delincuencia, tráfico de drogas). Las manifestaciones de xenofobia, en los Estados nacionales del Hemisferio Norte, se acrecientan con la masiva llegada de trabajadores migrantes procedentes del Sur, motivo por el cual, desde el año de 1992, ya Europa constituía un continente en donde los 13 millones de ciudadanos no comunitarios “estarían marginados en sus derechos sociales, y vivirían en guetos; se verían privados de la libertad de circulación, desprovistos de los derechos políticos y considerados, de forma permanente, como los responsables de todos los males (…). Se trataría de un mal plagiado de la democracia Griega de los emigrados, que serían los nuevos esclavos” (Sánchez, 1994: 31). En torno a las expresiones de xenofobia en España es muy elocuente el testimonio de un ecuatoriano residente en este país, quien expresa que “ellos nos ven a nosotros los migrantes como poca cosa, pero lo que no toman conciencia es que reciben lo mismo de Europa que los ven también como inferiores” (Murillo, 2009a: 29). Otro testimonio de un matrimonio de emigrantes ecuatorianos pone de manifiesto que ella fue víctima de insultos 200 por el hecho de llevar un niño en brazos y él recalca que “sí, claro que pasa mucho. Fuera de lo que pasó con Dolores, que fue muy duro para nosotros, también les ha ocurrido a conocidos nuestros. Por eso, somos solidarios con las manifestaciones contra la xenofobia y apenas nos enteramos del caso de la niña de Barcelona [en octubre de 2007], lo del tipo que le dio patadas en el metro y que se estaba convocando una protesta en Puerta del Sol, nos hicimos presentes. Debemos ser solidarios” (79). Se denuncia que, incluso, de parte de algunos miembros de la policía española hay una actitud xenofóbica, al ejercer demasiado control sobre los negocios que han instalado los ecuatorianos en España, por el único “delito” de ser extranjeros; pues como expresa un emigrante: “la policía sí es xenófoba, pues si ven un sitio latino, paran el coche y entran… piden los documentos del bar. Yo me he sentido acosado por ellos en varias ocasiones” (92). Otras formas de expresar la xenofobia en contra de los migrantes en España se evidencia a través de las apreciaciones negativas en torno a las personas migrantes, actitudes que expresan prejuicios y estereotipos que ubican a los inmigrantes en un plano de inferioridad y discriminación. Los ecuatorianos en España, como dice Andrea Mora Umaña, sí son víctimas de ataques xenofóbicos de parte de ciertos nativos, razón por la cual “se han reportado muchos incidentes en que se ha tratado de forma violenta a ecuatorianos, muchas veces no es posible determinar si se tratan de ataques xenófobos, pero que por cuestiones obvias no se puede negar que lo son, como el reportado en octubre del 2007, cuando se atacó a una joven ecuatoriana en un metro y su agresor evidenciaba que se trataba de un hecho racista” (Mora, 2010: 388). Es más, los resultados de la investigación realizada por Gloria Camacho Zambrano ratifican la percepción de la xenofobia en contra de los ecuatorianos: El 23% de ecuatorianas declararon haber vivido situaciones en que ellas se sintieron atropelladas o despreciadas por su origen o por su condición de inmigrantes. Son numerosos los relatos sobre este tipo de vivencias, algunos de los cuales no dejan de sorprender, en tanto dan cuenta del nivel de rechazo y xenofobia que reinan en algunos ambientes de la sociedad española e, inclusive, entre las propias personas que se están beneficiando del trabajo de las inmigrantes (Camacho, 2010: 201). Una forma indirecta de expresión de xenofobia en España se pone de manifiesto en momentos de crisis en los que se echa la culpa de todos los males a los inmigrantes económicos provenientes del Sur, actitud que se hace pública cuando los nativos de España afirman que “todas las becas se las dan a los inmigrantes”, “los inmigrantes nos quitan el trabajo”, “los servicios públicos están saturados por culpa de los inmigrantes”, “la inmigración ha aumentado la inseguridad ciudadana” (Cfr. Mora, en Solanes, 2010: 192). Sin embargo, la realidad es muy distinta como lo demuestran varios estudios, según los cuales 201                                                              “los extranjeros son contribuyentes netos (ingresan al Estado más de lo que gastan) en casi todo el continente (…). Aun así, varios informes presentados en España colocan a los inmigrantes como contribuyentes netos en sanidad. El motivo es que enferman menos, suelen ser más jóvenes y con mayor necesidad de trabajo que los autóctonos” (193). La expresión de xenofobia, por parte de algunos nativos de los Estados nacionales de destino, en contra de los emigrantes ecuatorianos se representa y recrea en varios cuentos estudiados en la presente tesis. Así, en Estados Unidos, la xenofobia está muy presente; por ello, una vez que se acabó el peligro del socialismo real capitaneado por la ex URSS y los países satélites de este sistema sociopolítico, los migrantes provenientes del Sur se convierten en los nuevos enemigos del imperialismo norteamericano, tal como lo expresa el narrador de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, en el cual un protagonista, al formular y responder una pregunta retórica en la interacción comunicativa que establece, se expresa de la siguiente manera: “¿Usted sabe quiénes somos sus enemigos, una vez que se acabaron los comunistas? Pues nosotros, jovencito, nosotros los inmigrantes ilegales, los desarrapados indios de Deleg, de Uyumbicho, de Vinchoa. A nosotros se nos debe perseguir, atormentar, eliminar (…). Nos consideran tan peligrosos como narcotraficantes o como terroristas que les ponen bombas” (Galarza, 2009: 75)47. Sobre los emigrantes en dirección a España, en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, se hace referencia al ya mencionado ataque xenofóbico del que fue víctima la adolescente ecuatoriana en el metro de la ciudad de Barcelona, detestable hecho que hace emerger un sentimiento de general rechazo en contra de este tipo de comportamientos que, lamentablemente, son muy comunes en diferentes partes del mundo; pues, como lo expresa uno de los narradores de la ficción en referencia: “Te diré que tardé algún tiempo en darme cuenta de que lo que ocurrió no fue tan grave, solo cuando en el mismo metro de Barcelona uno de esos tarados agredió a una chica paisana nuestra. Sí, fue hace poquito, claro que lo vi en la tele ¡Carajo!, eso sí era para templarse de la rabia (…), pero para maltratar a la gente, en todas partes” (Carrasco, 2011: 26). En este mismo cuento, en la ocasión en que Aarón Bello lleva a Manuel Sarango a uno de los bares de Barcelona, el solo hecho de que este, por simple curiosidad, se detenga a 47 De similar manera, en el cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, Naief, uno de los personajes protagónicos, hace referencia a la xenofobia que prevalece en la ciudad de Nueva York, sobre todo a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001: “vivió un tiempo en Nueva York y, paradójicamente, sintió que a raíz de los atentados del 11-S la ciudad más cosmopolita del mundo era también la más xenófoba hacia todo aquello que tuviera vestigios del mundo árabe, y él tenía, pues, esa ascendencia inequívoca heredada de sus padres” (Chávez, 2012: 102). 202 observar y escuchar la conversación que mantienen dos catalanes constituye razón más que suficiente para que uno de los contertulios reaccione de manera virulenta en contra del aborigen ecuatoriano: “´Vas a tener que joderte. Eres un chorizo vulgar. Así que tira palante sudaca fills de puta antes de que te parta la cara de un porrazo´ (…). ´Fuera de mi plaza moro comemierda, te voy a matar puto inmigrante´. Agarró un banco y picó como una bestia contra Sarango, pero no alcanzó a tocarlo porque el hombre había ya comenzado a correr hasta situarse a distancia de una legua” (Carrasco, 2011: 27). En el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, la actitud xenófoba de algunos españoles es puesta de manifiesto a través de la narración de varios casos que se ubican entre la ficción literaria y la realidad real del comportamiento de los nativos de España en relación a la población extranjera. Así, cuando el médico de la policía española llega a tomar las muestras para verificar si el emigrante ecuatoriano Jaime es portador de SIDA, le espeta que “a todos estos sudacas les deberíamos dar una patada en el culo y mandarlos de regreso a su selva”, actitud xenófoba que le hace recordar al protagonista del relato otras dolorosas experiencias de los ecuatorianos en España: Ves las patadas que Sergi Xavier Martín Martínez, catalán de 21 años, le propinaba a una ecuatoriana de 16 años, en un tren de Ferrocalils de la Generalitat, el 7 de octubre de 2007, mientras le gritaba con furia “¡inmigrante!”. Ves a María José, una adolescente ecuatoriana de 13 años, llevada con engaños hasta un descampado en las afueras de Colmenarejo, el 23 de julio de 2008; ahí, mientras Belén, adolescente española, le propinaba golpes por todo el cuerpo, incluida la cara, a una María José que estaba tumbada en el suelo, sus cinco amigas gritaban entre risas, como si se tratara de un videojuego: ¡Mátala, mátala! (Vallejo, 2013: 154). 2.2. Algunas manifestaciones de racismo en contra de los ecuatorianos En directa relación con la xenofobia se encuentra el racismo, el cual se refiere a la supuesta superioridad biológica y/o cultural de una raza sobre otra. El racismo se manifiesta como rechazo a la diferencia o miedo a la otra cultura, sobre todo a los migrantes provenientes de los países pobres del Sur del planeta. Las soluciones para el racismo se pueden dar de dos formas: excluyendo al extraño, a través de detenciones ilegales, deportaciones, torturas o tratos crueles, la persecución, las ejecuciones extrajudiciales y hasta el genocidio; o, dominando o incorporando a la propia cultura del país de recepción. En este caso se expresa a través de la violación del derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la seguridad social, a la diversidad cultural, a la reunificación familiar y el acceso a la justicia. Y en casos extremos el racismo se puede convertir en la desmesura amenazante de la otredad; puesto que “el racista no pretende asimilar, ni convertir, ni tan siquiera someter a ese otro que, 203 por serlo, es distinto y diferente y peligroso y enemigo en fin de su existencia más esencial, su impulso lleva, en última instancia, a la extinción, a la muerte de ese ser amenazador que se dibuja sobre el entorno de lo familiar” (Caparrós en Sanfeliu, 2010: 26). Como lo han demostrado los resultados de las investigaciones que se han hecho al respecto, el racismo no constituye una categoría biológica o genética, sino una construcción ideológica, política y cultural. Su significado se transformó en el transcurso del siglo XV, y a lo largo de los siglos XVI y XVII, comenzó a ser asociada con los pueblos considerados superiores o inferiores y, fundamentalmente, con la ocupación de tierras y el desplazamiento de poblaciones (Cfr. Fletcher, en Plan Migración, Comunicación y Desarrollo, 2011: 77). Obviamente, la construcción de la ideología racista estuvo relacionada con el desarrollo del capitalismo; por estas razones, el racismo debe ser entendido como un constructo ideológico y un mecanismo institucional, que ha servido tanto para oprimir a perpetuidad a poblaciones específicas, como para introducir mecanismos de control social sobre las masas trabajadoras. En este proceso lo blanco fue siempre el punto de referencia para el bloque dominante; por ello, a escala global persiste la pugna entre europeos/blancos frente a no europeos/no blancos. Lo que esto significa, particularmente en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial, es que el problema de la migración ha estado asociado, no con la cuestión general de los migrantes y los refugiados, sino con la cuestión específica de la movilización de poblaciones no blancas que dejan su lugar de origen para dirigirse a la metrópoli imperial (80). Desde esta perspectiva, la racialización del actual proceso migratorio cumple con el objetivo de crear un sujeto marginal, sin poder y subordinado a realizar los trabajos que rechazan y evitan los nativos de los Estados nacionales de destino (84). En este contexto de inusitado desplazamiento físico de personas, desde los países más desarrollados del Hemisferio Norte, “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico” (Comisión Europea, 2012: 60) ha sido utilizada en desmedro de los derechos y garantías de los migrantes económicos provenientes del Hemisferio Sur. Una vez superadas las bases biologistas sobre las cuales se erigió el racismo clásico, en palabras del sociólogo francés Etienne Balibar, emerge el nuevo racismo, el cual sigue en plena vigencia, aunque sus formas de expresión sean muy sutiles: El nuevo racismo es un racismo de la época de la ´descolonización´, de la inversión de los movimientos de población entre las antiguas colonias y las antiguas metrópolis, y de la escisión de la humanidad en el interior de un único espacio político (…); un racismo cuyo tema dominante no es la herencia biológica, sino la irreductibilidad de las diferencias culturales; un racismo que, a primera vista, no postula la superioridad de determinados grupos o pueblos respecto a otros, sino ´simplemente´ la nocividad de la 204 desaparición de las fronteras, la incompatibilidad de las formas de vida y de las tradiciones: lo que se ha podido llamar con razón un racismo diferencialista (Balibar, en Wallerstein, 1991: 37). Con este neorracismo se alude al llamado racismo culturalista, el mismo que se lo puede caracterizar como una estrategia ideológico-discursiva para encubrir el racismo y dotarlo de respetabilidad ante el descrédito científico e histórico sufrido por el racismo biologicista; el nuevo discurso culturalista vendría a ser una estrategia para eludir la acusación de racismo (Cfr. Solana, en Gómez, 2000: 100). En el ámbito del racismo culturalista se ubican los criterios de quienes se han desplazado de la desigualdad biológica hacia la diferencia cultural y desde el desprecio a las razas inferiores hacia la fobia al contacto con los otros (104). En esta línea de pensamiento se ubica, también, el planteamiento del filósofo español Fernando Savater, quien denuncia el racismo de los nuevos ricos en contra de los pobres, por cuanto “la verdadera raza maldita, en todas partes perseguida, a la que en cualquier latitud resulta peligroso pertenecer es la raza de los pobres. Es una raza imprescindible como mano de obra o bestia de carga, pero que se hace insoportable en cuanto solicita igualdad de derechos y respeto a su dignidad humana” (Savater, citado por Goytisolo, 2000: 129). En los distintos países del Norte una evidencia irrecusable del neorracismo culturalista constituyen las remuneraciones mucho más bajas que reciben los trabajadores migrantes, por el desempeño de los mismos trabajos que hacen los nativos: “El monto de los salarios de los inmigrantes es bajo en términos absolutos y relativos. En comparación con los que obtienen los trabajadores nativos que ocupan sus mismos puestos de trabajo, las estimaciones más tímidas plantean que los inmigrantes ganan entre el 10% y el 30% menos (…). Las estimaciones más elevadas sitúan esta diferencia entre el 30% y 50%” (Thayer, 2009: 228). En relación a las expresiones de racismo en contra de los trabajadores migrantes, los ecuatorianos que han emigrado hacia Estados Unidos denuncian que son víctimas propiciatorias de estas detestables actitudes, tal como lo patentiza el emigrante César Rivadeneira, quien luego de permanecer de manera ilegal durante más de veinte y tres años decide retornar al Ecuador, nueva circunstancia en la que cobra plena conciencia del racismo que lo afectó y de su doble segregación, por gay y migrante proveniente del Sur: “Eso fue la confirmación para mí de que, sí, hay discriminación, hay abuso, hay injusticia, hay hasta cierto punto odio con respecto a los latinos y a los gays, y yo siendo ambos” (Hill y Rivadeneira: 2014: 110). En el testimonio brindado por Óscar Paredes Morales se patentiza que la percepción idílica que tenía de Estados Unidos, como un país en el que todos vivían, en el marco del 205                                                              respeto a los derechos humanos fundamentales se fue al piso en cuanto llegó al aeropuerto: “Encontré un país hostil, egoísta, muy racista, que no respetaba los derechos de los demás. Los desamparados permanecían parados en las calles temblando por el frío y hambrientos” (Paredes, 2014: 138). Como lo pone de manifiesto María Amelia Viteri, en el imaginario general tradicional de Estados Unidos existe una ecuación entre “indocumentado” y las adscripciones particulares alrededor de “raza” (mestizo, afro descendiente o similar) y etnicidad (proveniente de Latinoamérica o algún lugar no industrializado), y con ello se definen cuestiones como moralidad y habilidades profesionales; desde esta perspectiva “lo dicho es altamente problemático no solo porque va en la constitución de dicho país sino por la abierta violación a los derechos humanos, reflejando una xenofobia exacerbada” (Viteri, 2014: 191). En relación al racismo existente en España, en contra de los emigrantes que han optado por este Estado nacional como destino, es pertinente destacar que frente a los brotes de racismo emerge el otro lado de la medalla, por lo que es necesario relievar y “hacer justicia a la mayor parte del pueblo español que rechaza esta situación y se solidariza cada vez más con los nuevos proscritos de la tierra. Sindicatos, ONG, movimientos asociativos, Iglesia, hombres y mujeres de buena fe, jóvenes (…) protestan y actúan para rechazar el trato indigno que reciben estos trabajadores” (Goytisolo, 2000: 125). Por supuesto que esta actitud positiva de gran parte de la población ibérica pone de manifiesto que España no es más racista que el resto de las sociedades europeas; sin embargo, sí lo es tanto como ellas, con su propio tono, sus fobias tradicionales, sus miedos y fantasmas. Entre las causas de este racismo se pueden mencionar: “miedo al paro y angustia ante un porvenir incierto; aumento de la competencia en el mercado de trabajo; el color, el sexo, la edad, la cultura, el nombre, la religión; todo se convierte en un factor de discriminación en el despiadado liberalismo del mercado” (151)48. Esta actitud racista de algunos nativos de España se patentiza en el testimonio de una emigrante ecuatoriana, quien afirma: “yo creo que hay gente mala o sea que, que de alguna manera te hace a un lado, es xenófoba, o lo que sea, como la quiera llamar, ultraderecha o lo que sea, que existe este tipo de gente claro que existe, que te quiere hacer daño, que te quiere discriminar claro que existe” (Thayer, 2007: 156). Otro testimonio de un emigrante hombre ratifica lo antes expresado, al decir que “muchas veces me sentí discriminado pero… pero al 48 La propensión al racismo en España se pone en evidencia en los resultados de una encuesta realizada en instituciones educativas, de ellos se obtienen algunos datos que son muy preocupantes, en virtud de que “un 11 por ciento de alumnos dice que si de ellos dependiera, echarían a los gitanos de España; un 33 por ciento de docentes y un 46 por ciento de alumnos no universitarios, creen que es superior la raza blanca; un 16 por ciento de los profesores y un 24 por ciento de los alumnos, cree que los gitanos no son ciudadanos españoles” (Sánchez, 1994: 41). 206                                                              borde que llegaba muy deprimido a casa… sentía desesperación y decía ´porqué no me regreso mejor a mi país´, era horrible aquí hay mucha discriminación…”. Las duras experiencias de discriminación de los emigrantes, por motivos raciales se reafirma al indicarse que es “algo chocante que, que te deja muy mal pues, porque piensas que no es, no es justo que porque tengas unos rasgos físicos, la gente te... en principio por el color, por tus rasgos físicos ¿no?, porque eres diferente ¿no?” (157). En relación a los brotes de racismo que se han hecho presentes en España es muy elocuente la experiencia sufrida por un emigrante que fue recluido en un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE), quien expresa: el racismo están dejando a España por el suelo (…), todos nos estamos llenando de odio porque nos tratan mal. En Barajas hay un Túnel por el que te llevan al avión. Si uno se niega a subir, lo llevan donde no hay cámaras, y le pegan a uno. Como los policías no llevan identificación no puedes denunciar quién te pegó. Se protegen unos a otros. No somos basura. Hay que cerrar estos centros (citado por Mora, en Solanes, 2010: 196). Otra forma de racismo en España se patentiza a través del maltrato que se da a las comunidades migrantes, como la ecuatoriana, respecto a la existencia de cuya problemática Diego Falconí Trávez expresa lo siguiente: “Escuché ese maltrato en los programas de radio dirigidos para migrantes en los que trabajé durante casi cuatro años; lo vi en el proyecto de migración de profesionales de la salud del que fui informante; lo olfateé, en los espacios de encuentro migratorio ecuatoriano y latinoamericano; y, como he dado a entender, lo palpé, en mi propio cuerpo” (Falconí, 2014: 165). El racismo en contra de los emigrantes ecuatorianos es, asimismo, un tema recurrente en algunos de los cuentos ecuatorianos analizados en esta tesis. En el relato “Vendaval”, de Zoila María Castro, que alude a la emigración desde el Ecuador hacia Estados Unidos, se pone de manifiesto que una amiga y compatriota de la narradora protagonista es muy consciente del racismo de la sociedad estadounidense y que afecta, en primer término a los negros, por el solo hecho de tener ese color de piel. En palabras de esta emigrante: “El problema del negro, señora Medrano, es el color, puramente el color. Es el origen de su estigma social, que no lo es de haber sido sus padres esclavos. Ves un negro y lo asocias instantáneamente a vandalismo. Súbitamente brota el temor de ser atacada, de padecer alguna forma de atropello” (Castro, 1981: 215)49. 49 De similar manera en el cuento “La noche que no termina”, de Raúl Serrano Sánchez, las muestras de racismo de la sociedad estadounidense las pone de manifiesto la narradora protagonista, quien cuando describe a su distante madre las formas como la miran los nativos explicita que “las muecas y las palabrotas (no es posible repetirlas aquí) que te lanzan a la cara aun sabiendo que me resbalan, porque es la ventaja de ser transparente, 207                                                                                                                                                                                            Sobre la emigración a España, hay dos cuentos que son muy elocuentes en torno a la presencia de algunas expresiones de racismo de ciertos nativos en contra de los emigrantes ecuatorianos. El narrador protagonista del cuento “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa, cuando se encuentra junto a su amada esposa Maribel se siente tan feliz que ni siquiera le importan las manifestaciones de racismo con las que tiene que lidiar en las calles de la capital española; por ello, mientras pasea cogido de la mano no le importaban “los ojos rencorosos de los racistas, los insultos de indio, sudaca, gilipollas, nada” (Carrión, 2005: 18). Y en el momento en que se embriaga y va camino a quitar la vida a Maribel, por haberlo traicionado con otro hombre, ni por el estado emocional por el que atraviesa deja de pensar en lo que comentarán los españoles xenófobos y racistas respecto de su comportamiento criminal azuzado por el licor que ha consumido, quienes dirán: “Eso son los inmigrantes ecuatorianos, unos ebrios de los cojones. Lo que no dirán es que también hay arrechos capaces de matar a la mujer que aman, para librarse de la desgracia o hundirse más en ella y dejar de llorar” (24). En el cuento “Historias de inmigrantes”, de Mario Campaña Avilés, la presencia de los grupos racistas y xenófobos que tratan de limpiar la ciudad de Barcelona de la presencia de “inmigrantes y mendigos” es muy directa, conforme se pone de manifiesto cuando la pareja de ancianos protagonistas del cuento evacuan el piso del que iban a ser desalojados por incapacidad de pago del canon de arrendamiento. En altas horas de la noche, aunque los ancianos saben que la puerta de acceso al metro ya se encuentra cerrada y ellos no tienen rumbo cierto que tomar o destino preciso a dónde llegar, igual emprenden el camino sin ni siquiera importarles la amenaza de convertirse en víctimas de los racistas, que deambulan por las calles de la ciudad condal; porque enseguida que inician el recorrido “vieron un grupo de cinco muchachos vestidos de negro y de cabezas rapadas, de esos que salen a la calle en la noche con manoplas y cadenas a cazar inmigrantes y mendigos” (Campaña, 2012: 224-225). 3. El sujeto emigrante como personaje partícula Una de las problemáticas a las que tienen que hacer frente y soportar quienes han decidido abandonar su país de origen para trasladarse a vivir en otro es el completo olvido de su trayectoria vital y de la formación profesional, conocimientos y experiencias laborales previos a la salida, por lo cual la vida pasada del emigrante queda totalmente anulada. Como mami. Aunque claro, a mí me da igual: te juré que estuve y estoy dispuesta a soportar los golpes bajos, las resbaladas que exige esta ciudad” (Serrano, 2013: 1). 208 dijera el filósofo alemán de origen judío, Theodor Adorno, en relación a esta problemática del fenómeno emigratorio: “Antes era la filiación, hoy es la experiencia espiritual la que es declarada intransferible y por definición extraña. Lo que no está cosificado, lo que no se deja numerar ni medir, no cuenta. Y por si no fuera suficiente, la misma cosificación se extiende a su opuesto, a la vida que no se puede actualizar de forma inmediata, a lo que siempre pervive como idea o recuerdo” (Adorno, 2001: 44). Este olvido de la historia personal y trayectoria de vida de los migrantes se complica por la falta de motivación para luchar en procura de construir un mañana mejor, para sí mismo y para su respectiva familia. Por esta falta de proyecto futuro, la vida del protagonista del desplazamiento físico solo se rige por los avatares de cada momento, por un presentismo que constituye uno de los elementos que emparienta a la posmodernidad con la premodernidad y que se caracteriza por la falta de preocupación por el futuro, sino más bien por arreglárselas con el mundo tal cual es en la actualidad y en cada circunstancia presente, “a partir de entonces deja de ser válida la contraposición entre una vida errante elitista –la del ´jet-set´– y la vida de los pobres, –la de la migración en busca de trabajo o de libertad–. No formarían parte ambas de un mismo nomadismo. Llevando cada cual su mendrugo de miseria, existencial para aquélla, física para ésta, pero basándose en una concepción de la vida eminentemente presentista” (Maffesoli, 2005: 142). Desde esta perspectiva, “la recompensa que, de una manera realista, puedes esperar y por la que puedes trabajar es un hoy diferente, no un mañana mejor. El futuro está más allá de tu alcance (y del de cualquier otro, para el caso), así que deja de buscar la isla del tesoro” (Bauman, 2005: 138). Desde una línea de problematización de la vida de los migrantes tampoco se puede olvidar el hecho de que en la modernidad capitalista, de manera sistemática, se va generando seres humanos residuales, dentro de los cuales bien podrían ser ubicados los potenciales trabajadores no calificados del Hemisferio Sur, que tratan de mejorar los ingresos económicos, de sí mismos y de su núcleo familiar, yendo a trabajar en los Estados nacionales del Norte más desarrollado. Desde esta perspectiva, como manifiesta el ya citado autor: “La producción de ´residuos humanos´ o, para ser más exactos, seres humanos residuales (…) es una consecuencia inevitable de la modernización y una compañera inseparable de la modernidad” (Bauman, 2005: 16). En el contexto migratorio internacional de la actualidad, la ciudadanía es solo para el segmento de privilegiados y a la ciudadanía solo pueden acceder quien sea “integrable”, es decir necesario para el mercado y “asimilable culturalmente”. En estas circunstancias, los extranjeros y los migrantes son los nuevos desposeídos de todo, “excepto de su condición de seres humanos” (Cfr. Lucas, 2003: 62). 209                                                              En estas difíciles circunstancias, los emigrantes ecuatorianos son muy conscientes de lo “poca cosa” que son en el país de destino y más aún en la inconmensurabilidad del universo, conforme lo expresa el testimonio de una emigrante ecuatoriana, quien junto a otra persona de similares condiciones manifiesta que solo “éramos dos presencias mínimas en la inmensidad del universo, tan humildes como pueden ser dos concentraciones pasajeras hechas de sangre y conciencia, algo así una brizna de arena en un océano interminable” (Alcívar, 2014: 84)50. En los cuentos seleccionados como objeto de análisis, los ejemplos de personajes partículas son múltiples, de los cuales solo se mencionan tres. En el cuento “Madrid”, de Francisco Tobar García, aunque Mónica y su hermano son diplomáticos de profesión y, por lo mismo, aparentemente se consideran personas de relativa importancia y satisfechas de la actividad laboral que desempeña y de la posición social que han llegado a conquistar; sin embargo, la realidad experimentada por los protagonistas es muy diferente, puesto que, para ella, en la profesión diplomática “los días vacíos son muchedumbre” y el narrador va mucho más allá al afirmar que “a veces siento que nada de lo que decimos tiene importancia real. Somos fantasmas que vamos de ciudad en ciudad, y nadie nos conoce. Mucho más real es ese señor, del frente, que hace ruido al tomar la sopa. Puede ser grosero, pero nadie lo puede privar de su realidad” (Tobar, 2004: 57). Las reflexiones de los dos protagonistas de este relato ponen en evidencia que las personas que, por una u otra razón, se ven impelidas a abandonar el país de nacimiento, así sea en condición de funcionarios diplomáticos, debido a la doble ausencia que padecen tanto en el lugar de origen como en el de llegada, de parecida manera a lo que acontece con los emigrantes económicos, se convierten en fantasmas invisibles, en seres quiméricos e incluso inexistentes. En el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, el narrador protagonista, luego de una noche de copas, en el piso gratuito que compartía con otros artistas que sobrevivían entre el mecenazgo, la caridad, la pobreza y la indigencia se siente perdido y tiene la certeza de que no es nadie, por ello cuando sale al parque con el propósito de despejar su mente explicita sus sensopercepciones y dice: “en torno mío solo había un inmenso agujero negro en el que las vidas humanas, las ciudades, las culturas, los países iban desapareciendo inexorablemente. Salimos de la nada tan solo para volver a ella, y entonces esta amargura, 50 En similar línea de pensamiento Paulina León Crespo, cuando recrea y recorre la misma travesía que hizo Cristóbal Colón por el año de 1492, mientras dura el recorrido tiene la oportunidad de reflexionar en torno a la pequeñez del ser humano: “pero principalmente me brindó una experiencia de vida indescriptible, susurrándome y gritándome la fragilidad de la vida humana, la minucia que somos en el universo” (León, 2014: 290). 210 esta opresión, esta sed de vida, ¿qué son? (…). De tanto asco sentía náuseas, pese a que sabía con certeza que este trayecto ni siquiera existía, porque todo es nada visto desde el cosmos” (Carrasco, 2001: 157). Con esta visión que tiene el protagonista sobre la bóveda celeste como el agujero negro o el “lugar invisible del espacio cósmico que, según la teoría de la relatividad, absorbe por completo cualquier materia o energía situada en su campo gravitatorio” (Real Academia Española, 2014), el emigrante ecuatoriano resalta no sólo la pequeñez del ser humano frente a la infinitud tempo espacial del universo y la incertidumbre por lo que hay más allá de lo visible sino que, incluso, patentiza la finitud del planeta tierra y de toda forma de vida existente en él, así como la insignificancia del propio sistema solar y la galaxia a la que pertenece, los cuales, en la inconmensurabilidad del cosmos, resultan más diminutos que una arena en la playa, una gota de agua en el océano o una estrella en el firmamento. Más tarde el protagonista del cuento analizado, luego de darse unas vueltas por las calles de la ciudad de Barcelona, adquiere plena conciencia de no ser ni significar nada, por ello cuando “regresé caminando a casa, un largo trayecto que me sirvió para bajar. ¡Pobre de mí!, todo yo era un puro lamento autocompasivo, pobre de mí queriendo ser en medio de la nada” (158). Al aludir a la emigración más reciente hacia España, en el cuento “El cacique y el olivar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, el valor de la vida de un emigrante económico proveniente del continente africano es tan mínimo que ni su muerte altera el ritmo de trabajo de sus compañeros, mucho menos el de la empresa española para la cual labora; por ello, cuando adviene la muerte del marroquí Ahmed, el indígena ecuatoriano Juan Lema, mientras carga el cuerpo del fallecido hasta la estación ya va pensando en lo que hará después: “Juan pensaba que luego de depositar a su compañero en la estación, tenía que volver para cargar aquel canasto repleto de aceitunas maduras que habían terminado los dos de recoger, porque no estaba dispuesto a que el muerto y él perdieran nada de su jornal de aquel día” (Cárdenas, 2014: 63). Lo anterior tiene su razón de ser por cuanto, a diferencia del héroe clásico de la narrativa de ficción, que se caracterizaba por ser de manera esencial e inmutable, le sucede el héroe moderno, al que se adscribiría el personaje migrante, el cual se transforma, se construye “en un paso del personaje hombre al personaje partícula, caracterizado por una suma de percepciones, de eventos y actos que ya no se saldan con un destino reconocible ni con un acontecimiento portador de sentido” (Carrasco, 2011: 69). 211 4. La soledad del sujeto emigrante La soledad, según el Diccionario de la lengua española (2014), se la conceptualiza como la “carencia voluntaria o involuntaria de compañía”, aquel estado de “pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo”, se refiere a un ser “sin compañía”, a una persona que “no tiene quien le ampare, socorra o consuele en sus necesidades o aflicciones”. Desde una dimensión sociológica, la soledad, en algunas ocasiones, puede ser elegida por el propio sujeto que la vive o en otras ser la consecuencia de procesos e interacciones sociales como la desmembración del grupo al que se pertenece o el cambio de lugar de residencia; y, desde el punto de vista filosófico, matiza y profundiza Emmanuel Levinas, quien asume a la soledad como “la privación de una relación con otro previamente dada” (Levinas, 1993: 92), o como la “carencia voluntaria o involuntaria de compañía”, condición trágica de la soledad, y a veces hasta del aislamiento, que conduce a la tristeza, que deviene del sentimiento de opresión, vacío, abatimiento o de la imposibilidad de encontrar el sentido de la vida, que dote a la existencia humana de plenitud. Otras de las consecuencias de la soledad, en el sujeto que la padece, son la desesperación, el sufrimiento y la angustia de sentirse nada. Esta experiencia de soledad es muy común entre los emigrantes, debido a la ausencia de compañía, o de personas conocidas y de confianza, con quienes se pueda compartir dichas y tristezas, penas y alegrías; una realidad tangible y un sentimiento humano que no solo afecta a los emigrantes que se marchan del solar nativo, sino incluso a los familiares que se quedan en él; los cuales, también, atraviesan momentos muy duros de soledad, desesperación, angustia, tristeza y melancolía. Por ello, se ha expresado que entre los variados riesgos a los que se expone el emigrante en el país de destino se encuentra el sentimiento de soledad que se agudizará “en sus experiencias migratorias, porque estas acentúan, durante cierto tiempo, la vivencia de ´no pertenencia´. ´No se pertenece ya´ al mundo que se deja, y ´no se pertenece aún´ al mundo al que se llega” (Grinberg, 1996: 17). En relación con la soledad, al referirse a las mujeres ecuatorianas emigrantes, se advierte que los trabajos que tienen que realizar en los desconocidos, extraños y muchas veces inhóspitos Estados nacionales a las que arriban, las conducen, asimismo, a situaciones contradictorias y paradójicas, que derivan en sentimientos de nostalgia, tristeza y culpabilidad, circunstancias devenidas por el hecho de tener que trabajar “cuidando niños y niñas, darles atención y cariño, mientras ellas se encuentran separadas de sus propios hijos e 212 hijas. El fuerte mandato de la maternidad incide para que muchas mujeres no solamente sientan tristeza y muchas contradicciones, sino culpa por no estar cumpliendo a cabalidad con ese papel” (Camacho, en Solfrini, 2005: 97). En España, la sensación de soledad casi siempre está presente entre los emigrantes ecuatorianos, independientemente de que hayan logrado reunificar la familia o no. En el caso de quienes ya han logrado traer la familia al país de destino, la soledad está asociada a la pobreza relacional del entorno que va más allá de su vida hogareña. Aquellos que viven en España con su familia nuclear, resentirán la soledad hacia fuera del núcleo, la experimentarán como una situación de la familia en relación con el medio. Los que mantienen la familia en Ecuador la experimentarán desde la perspectiva individual, en cuya “dinámica cotidiana fuertemente individualizada hace que sus relaciones sociales no sean eficientes a la hora de envolver al inmigrante en un contexto de compañía” (Thayer, 2009: 334-234). En los cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos, el sentimiento de soledad se encuentra ampliamente representado. En el cuento “Muchos giros”, de Zoila María Castro, la protagonista Elsa Yépez, cuando la ciudadana estadounidense que la ayudó a ingresar al coloso de Norte del continente americano fallece se siente completamente sola e inerme en un extraño país. De acuerdo a sus confesiones: “yo era una persona aislada, que transitaba sola, por las calles, en el tren, en las tiendas y mercados” (Castro, 1981: 28). A Manuel, el protagonista de “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres, desde que llega al país de destino emigratorio la soledad le carcome el alma: “un frío intenso me golpea el rostro, me voy para atrás imperceptiblemente. Me empujan, me registran, me interpelan, me esculcan, me sueltan. Soledad de quince grados bajo cero. No sé qué hacer” (Pérez, 2004: 96). Este excesivo y hasta humillante cacheo de que es objeto el protagonista del relato, de parte de los agentes de control en el aeropuerto estadounidense, pone de manifiesto la extrema vulnerabilidad a la que se ven sometidos los anónimos e insignificantes emigrantes económicos procedentes del Hemisferio Sur, en relación a los nativos de los países de destino y, de manera especial, frente a los funcionarios públicos que actúan en nombre de las entidades estatales. Días después el protagonista del cuento analizado, por encontrase en una tierra extraña siente una profunda soledad y por ello considera que el póster de una mujer hermosa, que pende de una de las paredes de su habitación y al cual trata de personificarlo y dotarle de vida, es lo único que le hace compañía: “El cabello largo le cae hasta los bordes de la fotografía, a veces pienso que traspasa esos bordes, creo que amo a esa muchacha, es profunda, lo único que me acompaña en esta soledad” (103). Cuando recorre las calles de la ciudad de Chicago, igual le asalta la soledad, porque los miles de personas extrañas que 213                                                              también las recorren no constituyen ninguna compañía y este sentimiento le lleva a renegar de todo, incluso de la propia vida: “El pavimento es una soledad aparte, pesa, se hunde en sus pies como un espejo amelcochado, tiene una vida larga, se diría infinita, Manuel va pensando, esta puta vida, por qué no se la encajaron a otro” (106)51. En el relato “La pregunta”, de Gladys Rodas Godoy, se advierte que un emigrante ecuatoriano en España, por carecer de los papeles exigidos, no puede encontrar trabajo y es expulsado del lugar en donde le daban posada, por lo que se ve obligado a dormir en un parque y así poder ubicarse en los primeros turnos para ser atendido en el lugar en donde le podían ayudar, difícil circunstancia en la que exterioriza varios sentimientos y dolores propios de su condición: “El ruido en su estómago vacío y el frío le recordaron su condición de extranjero, más aún de hombre solitario, perdido y sin medios y lo que era peor empezó a sentir coraje contra sí mismo por no poder cumplir con la promesa que había dejado a su mujer y a sus hijos” (Rodas, 2014: 66). En el relato “El regreso”, de la misma autora citada, la migrante ecuatoriana Sara, luego de soñar y bregar por el retorno, cuando logra concretar el acariciado sueño se siente vieja, cansada y sola: “Estaba nuevamente de regreso, había conseguido cumplir sus aspiraciones. Tenía diez años más, se sentía cansada y terriblemente sola” (Rodas, 2014: 123). La soledad, como es lógico que acontezca, no solo afecta a quienes abandonan el Ecuador sino también a los familiares de los emigrantes que se quedan en el lugar de partida, tal como se recrea en el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en el cual el sentimiento de soledad que sienten las mujeres de Jacarín las hace perder la motivación, el sentimiento de alegría y el estado de ánimo requerido para disfrutar de la vida que tenían mientras permanecían junto a sus respectivos esposos. Nada les alegra y los dólares recibidos no constituyen ningún consuelo para su perpetua soledad y tristeza. Este es el sentimiento que exterioriza la madre de Miguel o al menos él lo percibe así y del cual el niño protagonista también se siente invadido: la madre lo obligaba a seguirla mientras desganada, sin un verdadero interés, compraba un vestido que tanto la hubiera alegrado si el padre estuviera a su lado y se lo diera, y después de adquirir cosas indispensables se quedaba con el dinero apuñado en las manos, contemplando con odio las vitrinas (…). La madre preguntaba a Miguel si quería algo, y él decía que no, pensando que había olvidado lo que antes, cuando el padre estaba ahí, con ellos, le entusiasmaba tanto (Cárdenas, 1995: 83). 51 Sobre la soledad de los ecuatorianos en Estados Unidos es ilustrativo, asimismo, el cuento “El Jabalí en el bar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en el cual el personaje protagónico de la ficción le manifiesta al narrador testigo que la soledad le induce a buscar la compañía de una mujer y con ello iniciar cambios radicales en su ser, aunque las consecuencias últimas se vuelven incontrolables: “usted sabe, en este país la soledad lo lleva a uno a buscar cualquier cosa para evitarla (…), comencé a ir a una iglesia católica del sector donde vivía, en un cuarto chiquito con un cuarto todavía más pequeño (…). Allí conocí a Camelia” (Cárdenas, 2014: 48). 214 El sentimiento de total soledad y abandono, por la ausencia del esposo emigrante, llevó a la madre de Miguel a expresarlo con gemidos, todos los días, en la oscuridad de la noche; sin embargo, según expresiones del pequeño protagonista: “Al principio se lamentaba bajito, como avergonzada y temerosa de despertar al hijo; luego ya no se recató en sus gritos, que eran iguales a los que el viento nocturno permitía escuchar, viniendo desde todas las casas” (85). Por la soledad en la que sobrevive la madre de Miguel, nada le alegra, ni la música ni la fiesta que, en la plaza del poblado, arma uno de los emigrantes retornados, motivo por el cual en la noche y para aliviarla en algo, el pequeño vástago antes de salir a curiosear la fiesta le da un remedio casero, que le permita controlar el sistema nervioso y sobrellevar la soledad y la tristeza que la están matando: “Miguel se incorporó de su rincón (…) hasta palpar el balde en donde las rojas flores de la pena sobrenadaban en su agua y en la noche. Recogió un poco de líquido del tazón y avanzó hasta el catre. La madre bebió en silencio el agua de las flores de la pena” (88). 5. Los primeros y principales usufructuarios de la emigración de ecuatorianos Aunque los emigrantes y sus familias son los que arriesgan todo e invierten recursos de toda naturaleza en las perspectivas de concretar el proyecto emigratorio; sin embargo, quienes primero se benefician de la salida de ecuatorianos son las agencias de viajes, toda vez que si bien facilitan la concreción de la salida del Ecuador, los intereses que cobran por el dinero prestado son demasiado elevados, conforme lo testimonia una emigrante: hay agencias de viaje que facilitan el dinero, pero cobran intereses en dólares (…). Nos prestan 1500 dólares para el pasaje más 1500 para la bolsa, en total son 3000 dólares. La mayoría devuelve la bolsa cuando encuentra un trabajo enseguida, si no tiene uno que vivir de eso. Si no pagas al mes la bolsa cobran intereses. Le facilitan todo porque saben que les entra dinero. Se vuelven ellos los ricos más ricos y los otros los pobres más pobres. Los intereses están al 15-20% (Oso, 2003: 10). En razón de esta deleznable actitud de los prestamistas o de quienes cumplen similares funciones, se ha manifestado que detrás de la emigración irregular se esconde un lucrativo negocio del que usufructúan una serie de inescrupulosos, dentro y fuera del Ecuador: “Desde el país de salida donde amigos o prestamistas piden desde diez hasta quince por ciento de interés y coyotes que cobran desde ocho mil dólares para asegurar el viaje, a migrantes que 215 especulan sobre los nuevos migrantes recién llegados cobrando altos arriendos, ofreciendo posada a quien por su condición de migrante no encuentra fácilmente donde vivir”, de similar manera se benefician de las necesidades de los migrantes “desde la organización de traficantes (…), a empresarios deshonestos que se aprovechan de las debilidades de los indocumentados” (Solfrini, 2005: 7). Como parte fundamental de la emigración irregular, los coyoteros se beneficiaron con ingentes cantidades de dinero, sobre todo de aquellos ecuatorianos que optaron por llegar de manera ilegal hacia Estados Unidos. Es que, no obstante los intentos de reforma legislativa para controlar a los coyotes estos siguen actuando en el Ecuador y haciendo de las suyas, aunque “el tráfico ilegal de migrantes se convierte en fructífera materia de legislación entre 1998 y 2007” (Eguiguren, 2009: 49). En torno al coyotero, los proyectos de ley presentados en la función legislativa del Ecuador tratan de penalizarlo, porque es quien promueve, dirige y lleva a cabo el traslado ilegal de los migrantes. Los proyectos de ley identifican, dentro de los procedimientos de estas redes de tráfico, algunos riesgos y delitos tales como el cobro de altas cantidades de dinero y la exigencia de garantías a los potenciales migrantes, la falsificación de pasaportes y otros documentos de viaje, las condiciones peligrosas de transporte, el quebrantamiento de leyes en las zonas de tránsito o la estafa a través de falsos contratos de trabajo. En definitiva, el coyote “es el sujeto a través del cual la migración se representa como una práctica situada en el margen del orden jurídico, en la medida en que el acto de migrar se hace posible a través de las redes de tráfico y de usura” (Eguiguren, 2009: 88-89). Cuando se logra llegar al país de destino, los principales usufructuarios son los dueños y accionistas de las empresas y las familias que se benefician de los servicios a menor costo provistos por trabajadores inmigrantes, los que contribuyen de esta manera a reducir los costos laborales de producción, además que los inmigrantes “están dispuestos a realizar aquellas tareas domésticas que los nacionales ya no quieren hacer” (Solimano, 2008: 17). En la representación literaria de los primeros y principales beneficiarios de la emigración internacional de ecuatorianos, el cuento “Nueva York, hermano…”, de Pedro Jorge Vera, desde una perspectiva irónica, durante una época en la que Estados Unidos necesitaba de soldados que fueran a pelear en la Guerra de Vietnam o de obreros que contribuyeran a fortalecer, reactivar y dinamizar el aparato productivo y la economía estadounidense en severa crisis, el costo del viaje de quienes ansiaban llegar a la ciudad de Nueva York, como en el mito del doctor Fausto, es el alma, que es lo más sagrado y preciado que puede tener un ser humano creyente en cualquier religión que ofrezca la proyección 216 espiritual de la vida más allá del tránsito terrenal. En este relato “vender el alma al diablo” es el precio que deben pagar los ilusos que renuncian a la patria de origen, para aventurarse a buscar mejores días en un desconocido país, conforme les verbaliza el estadounidense que hace de nexo enganchador a los potenciales emigrantes, para quien todo es fácil, “es una cuestión espiritual muy simple, que en nada los afecta. Me prometen formalmente, bajo su palabra de honor, cederme sus almas y pasado mañana a más tardar, se encuentran en Nueva York” (Vera, 1985: 132). Frente a las dudas de los jóvenes ecuatorianos que insinúan que debe tratarse de un pacto diabólico, el misterioso interlocutor trata de tranquilizarlos, al manifestarles que él, conforme lo dice el nombre de Jesús que le han puesto sus progenitores, tiene más de Dios que de Diablo y que “si yo les pido sus almas (y si lo prefieren, para después de muchos años), es porque estamos empeñados en la lucha contra el Mal, para lo cual necesitamos almas puras” (133). La visión de Estados Unidos, como el portaestandarte del “Bien” y policía del mundo, en la lucha contra el “Mal” es una idea que se ha tratado de vender incluso en los últimos años y ha permitido justificar actos de guerra como la invasión de Iraq en 1991 o la respuesta militar virulenta al derribo de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, cosmovisión imperialista que ya estaba muy presente desde hace más de cuarenta años, cuando Pedro Jorge Vera escribió el cuento en referencia. En la ficción analizada, el ciudadano estadounidense que trata de ganar colaboradores para las acciones imperialistas estadounidenses les dice a los jóvenes ilusos ecuatorianos que, en ese mismo momento, existen “millones de almas buenas dedicadas a cuidar diariamente a la humanidad, garantizan el triunfo del Bien mis queridos amigos. En sus manos está contribuir a nuestra obra redentora, y de paso, cumpliendo el ideal de sus vidas: vivir en Nueva York. ¿Qué me dicen?” (135). Ventajosamente, no todos los jóvenes ecuatorianos están dispuestos a “vender el alma al diablo”, como se dice en el español coloquial del Ecuador o a renunciar a las convicciones ideológicas y políticas de carácter personal, con tal de llegar a la capital del mundo capitalista de la época contemporánea, conforme lo pone en evidencia Juan, quien pese al interés de emprender este viaje emigratorio desde Ecuador hacia Estados Unidos se niega a establecer el pacto que le sigue pareciendo diabólico, enajenante o al margen de toda explicación racional y lógica, motivo por el cual en los días posteriores a la partida de su inseparable amigo Pedro, aunque “a veces, cree percibir a la distancia a Jesús Godwin. Cuando esto ocurre, se escabulle precipitadamente, porque si bien la esperanza de Nueva York lo enfervoriza todavía, está dispuesto a defender su alma contra el Diablo y contra Godwin” (139). 217                                                              En el extenso relato “Huairapushashka Gente Kunata” (Llevados por el viento), de Ruth Bazante Chiriboga, se observa que con el afán de reunir el dinero requerido para pagar a los coyoteros por el costo del viaje, en condición de ilegalidad, tanto el potencial migrante como su entorno familiar más inmediato, se endeudan y ponen en severo riesgo de perder los pocos bienes que han adquirido durante toda una vida de sacrificado trabajo y ahorros: “era insólito, después de tanto sacrificio, los padres, taiticus52 sacrificados vendieron las tierritas con sembríos; otros las vaquitas; otros empeñaron sus casitas; sacaron dinero al chulco53, como se dice por estas tierras; dejaron sus viviendas y propiedades como garantías, y ahora, todo iban a perder, todo por no tener fe en el país” (Bazante, 2011: 46). Los cuestionamientos a los coyoteros tampoco se hacen esperar, tal como se lo patentiza en el ya citado cuento, en el cual se dice que “la culpa tienen estos criminales que los ilusionan; que sin una gota de sentimientos los arrojan en brazos de la muerte después de saquearlos, de exprimir sus bolsillos” (15). Es que a estos usufructuarios de la necesidad de los emigrantes ecuatorianos nada les importa las condiciones infrahumanas y de hacinamiento en las que tienen que viajar para eludir los controles que realiza el ejército norteamericano, por aire, mar y tierra: “Los instruyeron que, por ninguna causa debían salir de la bodega ubicada en el subsuelo de la lancha, que allí se quedarían encerrados para no ser hallados, ni detectados por la guardia marina de los países por cuya cercanía tenían que pasar obligatoriamente” (17-18). Lo más grave adviene cuando los coyoteros se dan cuenta que el barco va a ser interceptado por la Marina del Ecuador, Estados Unidos o de algún otro Estado centroamericano, difícil circunstancia en la que abandonan a su suerte a los indefensos emigrantes y de esa realidad los perjudicados adquieren consciencia demasiado tarde, cuando ya nada pueden hacer, para eludir la tragedia que se cierne sobre ellos; como dice el narrador omnisciente del cuento citado: “¡Son unos desalmados! ¡Sabían lo que iba a pasar! ¡Querían desaparecernos, no hay duda! ¡Criminales, qué tontos fuimos! ¡Yo que pagué diez mil dólares! Fuimos unos imbéciles, unos pichones en manos de estos criminales” (45). Lo antes expresado se justifica, en razón de que si bien tenían información de las peripecias que debían atravesar los migrantes en el intento por ingresar de manera ilegal a los Estados Unidos existían aspectos de la odisea emigratoria sobre los cuales no tenían ninguna información precisa: “sabían que casi nadie lograba pasar la frontera si es que lograban llegar hasta 52 En singular constituye una voz de ascendencia quichua, que se usa para dirigirse a Dios o a un patrón bondadoso (Córdova, 2008). 53 Préstamo de dinero al que se aplica una tasa de intereses mayor a la establecida por la legislación vigente y las instituciones financieras oficiales (Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010). 218 México o Guatemala; lo que nunca se imaginaron es que iban a ser abandonados en alta mar y encerrados, con hambre, sed y frío” (47). Por ello, cuando se produce el naufragio de una embarcación de emigrantes y la noticia se riega como un polvorín, la reportera de una de las revistas que cubrió el hecho no deja de despotricar contra los coyoteros, a quienes convierte en chivos expiatorios y una verdadera caja de pandora en contra de los ilusos emigrantes: Qué puedo decir que ustedes no lo sepan, los coyoteros son unos delincuentes sin corazón, despiadados, criminales sin rostro, sin moral, actúan en las sombras de la noche para no ser descubiertos, planifican con minuciosidad cada paso, es una red en complot entre coyotes nacionales e internacionales. Son estafadores de la angustia del pueblo marginado, sumido en el hambre, la pobreza, la inseguridad, la ignorancia (…). Reúnen todas las formas de la delincuencia; explotadores de sueños e ilusiones, criminales despiadados, ladrones, avezados delincuentes (69-70). Los medios de difusión colectiva también aprovechan la tragedia de los emigrantes ecuatorianos para obtener réditos económicos, mediante la representación sensacionalista del naufragio de la lancha y la muerte de la mayoría de sus ocupantes, que arriesgan tranquilidad, seguridad, salud y vida en búsqueda de un futuro mejor. A través de ellos, “la noticia se había regado y los medios de comunicación sensacionalistas estaban presentes. Miembros de la Revista ´Enfoques´, de muy buena acogida entre los intelectuales, abrazaban con entusiasmo a su reportera Paulina Villamar y exaltaban su valentía y responsabilidad en el cumplimiento de su trabajo” (66). Los diarios impresos, sus distribuidores y vendedores tampoco desaprovechan la ocasión para motivar la compra y lectura de más ejemplares; con esta intencionalidad, en la calle el canillita vendedor de periódicos voceaba: “Compre, lleve el periódico, conozca completita la pesadilla sufrida por los migrantes que regresaron de la otra vida, de los sobrevivientes del naufragio. Lleven la prensa, entérense… En la embarcación iban un teniente de la policía y una periodista” (69). En el cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, entre dos de los personajes (un ecuatoriano y un mexicano) que entablaron amistad y se comunican, solo a través de correo electrónico, se insinúa el lucrativo negocio del tráfico ilegal de personas y la tentación que siempre está presente para involucrarse en esta deleznable actividad. En este relato, en un proceso de insultante animalización y cosificación de los potenciales emigrantes, con total desparpajo, el nacional del Ecuador le plantea al de México: “¿Por qué no exportamos bananas y como hobbie inmigrantes ilegales? ¡La plata está botada, bróther! Asociémonos. Tú eres la matriz del coyoterismo tex-mex; te llevo mi ganado hasta Honduras o Guatemala y de ahí lo jalas por tierra hasta la frontera en donde el pinche gringo de Bush 219 tiene su muro. ¡Cuándo quieras, Ecuador!”, le contesta el internauta de origen azteca (Chávez, 2012: 103). 6. Consecuencias de la emigración internacional Según la representación y recreación literaria de la emigración internacional en los cuentos ecuatorianos seleccionados como objeto de estudio, entre las principales consecuencias de este fenómeno sociológico se pueden mencionar tres: la desintegración familiar, la afectación en la salud del emigrante y los integrantes de su entorno familiar más inmediato y las consecuencias en el sistema educativo y sus instituciones, de manera especial, en los estudiantes hijos de emigrantes. 6.1. La desintegración familiar Existe el criterio generalizado respecto de que una de las más negativas consecuencias de la emigración internacional de ecuatorianos es la desintegración familiar; ya que el desplazamiento físico hacia el exterior ha contribuido a la inestabilidad matrimonial y familiar de los involucrados en este fenómeno sociológico, conforme lo demuestran los resultados de las investigaciones realizadas sobre esta problemática, las cuales ponen en evidencia que “desde 1999, las separaciones y divorcios han sufrido un incremento vertiginoso (…). El aumento procede, mayoritariamente, de mujeres y varones que han emigrado a España y los trámites de separación legal se realizan por medio de poderes” (Pedone, 2006: 229). Según otros investigadores, “entre los migrantes hay un altísimo porcentaje de divorcios, separaciones de hecho, nuevos matrimonios o nuevas uniones de hecho, hijos en el primer compromiso en Ecuador, en el nuevo compromiso” (Avilés en Ponce Leiva, 2005: 141). Lo más lamentable de este proceso de desintegración familiar es que, como casi siempre acontece, quienes más se sienten afectados son los hijos menores de edad de los emigrantes que se quedan solos en el Ecuador y que son muy numerosos, porque 31% de hombres y el 27% de mujeres emigrantes en España tienen hijos menores de 20 años residiendo en Ecuador, con la esperanza de reunificación familiar, aspiración que no siempre se corona con éxito (Cfr. Reger, 2009: 133). 220 Además, hay que tener en cuenta que con la llegada y permanencia de los emigrantes ecuatorianos en los países de destino, la concepción tradicional de familia se ve severamente modificada y las familias corren el riesgo de ver debilitado el lazo comunitario interno, debido a la diversificación de los contextos de socialización de los hijos, es decir “la familia ve cómo en muchos de estos contextos competitivos, se difunden valores que la cuestionan como entidad productora de cohesión, autoridad, seguridad, confianza y responsabilidad mutua” (Thayer, 2009: 262-263). No obstante lo expresado en líneas anteriores, en el análisis de esta problemática social en referencia hay que tener presente el sobredimensionamiento que se ha dado a la emigración internacional de ecuatorianos como una de las causas principales de la desintegración de las familias y en esta distorsión de la realidad socio familiar han jugado un papel determinante los medios de difusión colectiva, especialmente la prensa escrita, a través de cuyas páginas “se acusa a la migración de causar las rupturas familiares (…), invisibilizando las condiciones y relaciones familiares antes de partir, y dentro de ello las problemáticas de género, violencia y abusos contra las mujeres en el marco de una subordinación histórica que se reproduce en un discurso marianista de obediencia y resignación de las mujeres en su rol doméstico y familiar” (Ramos, 2010: 97). Un ejemplo de lo afirmado constituye la insistencia en la figura estigmatizada del migrante por el alejamiento de su lugar de origen y el “abandono” de su familia, quebrantando principios básicos de orden moral, religioso y lealtad a lo nacional y sentimiento patrio, difundidos a través de diario El Universo de la ciudad de Guayaquil (97). Se ha cuestionado, asimismo, el carácter sexista con el que se trata el problema migratorio y su negativa repercusión en la unidad, integración y mantenimiento del núcleo familiar en el país de origen y entre los integrantes de las parejas son las mujeres las que llevan la peor parte, al cuestionárseles el hecho de haber emigrado, porque se dice que su ausencia del núcleo familiar ha llevado a la destrucción de los hogares, a la terminación de las familias, a la destrucción de la vida de los hijos e hijas que permanecen en el Ecuador. Se afirma que estos son abandonados y que una variedad de problemas que se derivan de la vulnerabilidad e indefensión de los menores son responsabilidad de las madres migrantes (problemas psicológicos y escolares, bandas criminales, drogas, etc.) (Cfr. Wagner, en Novick, 2008: 76). Con fundamento en las dificultades de orden familiar antes esbozadas y en directa relación con las mismas, es fácil ubicar a la emigración internacional de ecuatorianos como la causa principal de la forzosa separación de los cónyuges, sobre todo de quienes se han dirigido hacia Estados Unidos, en donde es muy difícil que les concedan la visa a todos 221 quienes la solicitan, lo que potencia la desintegración familiar como resultado de la separación física, de carácter indefinido, de los miembros de la pareja; pues, como dice el narrador omnisciente de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, al referirse a un emigrante que se vio forzado a dejar a su esposa en el cantón andino del Ecuador, de donde era originario: “Ha pasado tres meses en esa ciudad extraña, desproporcionada, irreal y no ha podido encontrar una amiga, peor una amante (…). A ella no le dieron la visa y tuvo que quedarse en Alausí, extrañándole y añorándole con la misma desesperada fuerza con que él la extraña y la añora ahorita mismo, en esa ciudad inmensa y ajena, llena de demasiadas mujeres bellas e inalcanzables” (Galarza, 2009: 109). Pese a que la situación económica de los emigrantes ecuatorianos y sus respectivas familias haya mejorado con el duro y esforzado trabajo en el país de destino, a la final se advierte que eso no es lo más importante, que el bienestar de los integrantes del núcleo familiar no se lo consigue solo con dinero; por ello, aunque sea de manera tardía, se llega a la conclusión de que, en muchas de las ocasiones, más importante que el dinero generado por el desempeño de más de una actividad laboral es el oportuno cuidado que se debe prodigar a los hijos, de manera especial cuando, por la edad cronológica por la que atraviesan, se encuentran en una etapa de la vida en la que deben cursar los estudios escolarizados y formarse como profesionales y seres humanos, tal como se pone en evidencia en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila: Mi esposa y yo, afanados por proveer un mejor bienestar a nuestros hijos, comenzamos a trabajar como esclavos, de sol a sol; creyendo en alguna forma que estábamos dando a nuestros hijos todo el apoyo que ellos necesitaban. Mi hijo Iván (Q.D.G.), murió hace un mes, a la edad de 23 años, víctima del SIDA, producto de su adicción a diferentes drogas. Adicción que practicó durante cuatro años, los cuales vivió completamente en la calle (Galarza, 2009: 206). En la emigración de lojanos a España, la ruptura de parejas y la desintegración familiar es una de las consecuencias más comunes, tal como se representa en los cuentos ecuatorianos que se han escrito en torno a este fenómeno sociológico. En el cuento “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa, se advierte que el narrador protagonista, mientras angustiado la espera a la esquiva y distante esposa, en una esquina de la Puerta del Sol de Madrid, hace remembranza de las múltiples ocasiones que lo ha dejado plantado sin acudir a las citas previamente acordadas: “Estoy aquí clavado junto al oso y el madroño esperando a Maribel, por sexta vez, ignorando aún que este día es mi destino. Quedamos a las tres de la tarde y ya son las cuatro” (Carrión, 2005: 16). Los momentos de interminable e inútil espera inducen al personaje a hacer volar el pensamiento y especular sobre su 222 desdichada vida de emigrante en España: “Pienso en todo para no pensar en mí que, desde que vine a Madrid, soy un pobre tronco persiguiendo a su mujer; mejor dicho rogándole que se deje ver y ella nones” (17). Los múltiples desplantes le hacen acrecentar las dudas sobre la presencia de una tercera persona en la vida sentimental de la esposa Maribel: “Me estaba envenenando vivo con la sospecha de otro man”, hasta que un coterráneo le comunica la dolorosa noticia, que convierte la sospecha en inobjetable realidad: “aunque fue solo sospecha hasta que el Vengador, que la conoce, viene y me dice vi a Maribel con un español del coñazo en el Corte Inglés y me dejó frito. Yo: Vengador de mierda, no me vengas con bromas de los cojones; el man perdona Bróder, pero no bromeo: es la puta verdad” (19). Sin embargo de este hecho fehaciente, cuando se entrevista con la esposa infiel, ante las preguntas que le hace al respecto, ella se encoleriza y lo recrimina por “celoso de los cojones, chalado y gilipollas” (20). En otra ocasión que la llamó por teléfono, él escuchó la risa del hombre con quien presupone que lo traiciona, razón por la cual, en una actitud machista propia de la cultura del país de origen, que hasta hace algunos años consideraba a la esposa como un mero objeto de propiedad exclusiva del marido, decide matarla, porque no soportaba ni en pensamientos verla en brazos de otro hombre: “¡Ni para mí ni para nadie, qué coño! ¡Porque solo matándola estaré en paz, y dejaré de llorar como un marica! ¡Ni para mí ni para nadie!” (23). Esta decisión de eliminar a la esposa, aunque no lo sabemos con certeza por el carácter abierto del final de relato, está a punto de consumarse, porque el narrador protagonista, en una escena que da sentido al título del cuento, luego de un interminable e intenso minuto de imaginarse los mejores momentos de dicha y felicidad durante un fin de semana junto a su idolatrada esposa, en una magistral demostración de las virtualidades narrativas de los juegos temporales (Cfr. Lodge, 2002: 130), en una de manifestación de evidente violencia doméstica de tipo machista, igual dispara su pistola contra la humanidad de Maribel: “Yo tengo la Browning en la mano, pero como si no fuera mi mano, y escucho con espanto, incredulidad el traquido seco del disparo y el grito de odio o estupor en la boca de Maribel y veo sus ojos inmensos, su cuerpo doblándose” (34). Respecto de esta misma ruta emigratoria, en el relato “Ángel y Luisa”, de Gladys Rodas Godoy, se presenta la historia de un matrimonio de emigrantes ecuatorianos, quienes a los pocos días de haber arribado a España consiguen trabajo de internos al servicio de una misma familia: “Ángel sería el chofer, jardinero y lo que hubiera que hacer y Luisa estaría a cargo de todas las labores domésticas así como la atención de la familia compuesta por dos personas mayores y cuatro niños” (Rodas, 2014: 115). Con lo el dinero ahorrado, luego de algunos años de trabajar en labores domésticas, retornan al lugar de origen y compran la tan 223 ansiada casa en Ecuador; sin embargo, el deseo de tener, también, un carro hace que Luisa vuelva a emigrar sola y por dos años adicionales; sin avizorar que ahora el costo del nuevo viaje emigratorio será la destrucción del hogar y desintegración de la familia que parecía tan sólida por los años de convivencia transcurridos: A seis meses del plazo convenido descubrió por casualidad que su esposo no había comprado el vehículo y que sus ausencias en casa eran cada vez más frecuentes, a sus preguntas contestaba con evasivas y ya no mencionaba su regreso. Su corazón presentía el motivo del distanciamiento y su razón le demostró que sus esfuerzos habían sido vanos. Sin avisar a nadie regresó a su tierra para comprobar decepcionada que no había ahorros y el lecho matrimonial hacía tiempo ya estaba vacío (119). 6.2. La salud de los emigrantes y sus familiares En varias ocasiones, la emigración constituye una experiencia potencialmente traumática, que puede generar el aparecimiento de trastornos psicosomáticos de diversa naturaleza como síntomas digestivos, al no poder “digerir” la experiencia migratoria, “síntomas respiratorios (el nuevo medio ´ahoga´), síntomas circulatorios (el ambiente y sus exigencias producen ´opresión´ en las arterias y en el corazón), etc. Puede haber propensión a accidentes, como tentativas de suicidio encubiertas. En otros casos, en lugar de síntomas somáticos, se observan fantasías y temores hipocondríacos” (Grinberg, 1996: 64). La traumática experiencia del viaje emigratorio se agrava aún más, cuando el desplazamiento se produce en dirección a un Estado nacional en donde se habla un idioma diferente al materno de partida, circunstancia en la cual no solo se complica la posibilidad de encontrar un trabajo que satisfaga, aunque sea en lo más mínimo las expectativas laborales de los ecuatorianos emigrantes, sino que también incide en la salud del sujeto protagonista del desplazamiento físico de personas, conforme lo patentizan los resultados de las investigaciones que se realizan sobre esta problemática, en las cuales al referirse a los emigrantes se dice que “sus dificultades idiomáticas y de adaptación a la nueva situación le habían llevado a aceptar un trabajo sumamente desvalorizado, que contrastaba enormemente con su posición profesional y social anterior, así como con su capacidad intelectual, todo lo cual desencadenó una profunda depresión que motivó la consulta” (Grinberg, 1996: 58). Entre los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos, por las dificultades que tienen que atravesar se llega, incluso, hasta las ideas suicidas, porque la vida ha perdido todo sentido, conforme se recrea en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, en el cual la narradora protagonista patentiza las propensiones de autoeliminación que le asaltan a su mente en más de una ocasión: 224                                                                le juro que me vienen a ratos unas ganas locas de hacerme daño, de salirme saltando por esta ventana al pavimento, pero solo me contengo por mis guagüitas54 que todavía me necesitan (…), porque para mí la vida no vale nada. Qué ha de ser vida eso de estar en un país extraño, sin conocer a nadie, sin hablar los idiomas que hablan por acá, sin la familia de uno, sin un amigo, con este clima horrible que nos obliga a pasar encerrados en la casa como una cárcel (Galarza, 2009: 148-149). En el cuento “El Jabalí en el bar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, el emigrante ecuatoriano protagonista de la historia ficticia, a consecuencia de la decepción amorosa que sufre, porque su novia Camelia Balboa lo abandona para irse a convivir con el “amigo” hondureño, pierde todo sentido y razón de vida, por lo que evidencia no saber qué hacer en el futuro y más bien le afloran, también, ideas suicidas: “Solo quiero hallar a esa mujer y decirle que la vida es tan estúpida e injusta, nada más. ¿Y después? No sé qué haré. Volver a mi país o regresar a Nueva York y arrojarme al río Hudson desde el puente de Brooklyn por donde tantas veces paseamos Camelia y yo” (Cárdenas, 2014: 56)55. Frente a los problemas derivados del quebrantamiento de salud, algunos ecuatorianos emigrantes en Estados Unidos aluden a las medicinas naturales, propias del país de origen que se pueden utilizar para recuperarla, como se patentiza en el cuento “Te acuerdas ñata”, de Raúl Pérez Torres. En este relato Manolo, el narrador protagonista de la ficción, como una contrapartida a una cultura sadomasoquista que se refocila en el dolor propio y ajeno, piensa en los remedios caseros y en la medicina herbolaria que se utiliza en el Ecuador, para amainar el cansancio y calmar los dolores que sienten las parejas que participan en el maratónico concurso de baile: “Trataba entonces de pensar en los remedios para el cansancio (…), la calaguala, el chuhchuguaso, la guayusa, el chontaduro, el palo santo, y hubiera querido tener algo de eso a la mano para administrarle a la pareja del Guacho Oleas, que se quedó dormida, parada en el centro de la pista, como si la hubieran sembrado” (Pérez, 2004: 151)56. La explicación de esta forma alternativa de atender las dificultades de salud se produce porque en el tratamiento y curación de sus dolencias los ecuatorianos, a más de la medicina farmacológica occidental, también recurren a los remedios caseros de origen fitológico, 54 Forma afectiva de referirse al niño (a) recién nacido (a) o de pecho. Por extensión y en sentido afectivo a los hijos ya adolescentes o hasta jóvenes. 55 En el cuento “La noche que no termina”, de Raúl Serrano Sánchez, asimismo, frente a los problemas de desarraigo y soledad que afectan a la protagonista, los pensamientos suicidas y vinculados a la muerte están muy presentes: “aquí usar el puñal o cualquier otra arma como tranquilizante es una tentación con la que tienes que lidiar día y noche. Pero como te lo anticipé, alguna vez despertaré con la cabeza atada a los pies y un puñado de talismanes que no servirán para nada” (Serrano, 2013: 4). 56 De similar manera en el cuento “La Niña Pupusa”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, el protagonista aconseja a un matrimonio salvadoreño una serie de medicinas naturales para que traten y curen el permanente insomnio de su pequeña hija Isabelita: “Alfonso se puso a citar una serie de cosas que supuestamente ayudan a conciliar el sueño: lechugas hervidas, puré de manzana, agua de toronjil, cortezas de papa” (Cárdenas, 2014: 15). 225 aunque el uso de la medicina popular es ocultado, con mayor fuerza que se lo hace en el lugar de origen, porque “al sondear el uso que hace el inmigrante de la medicina tradicional (…) se intuye cierta opacidad del informante. Es posible que en su silencio aquí –a diferencia de lo obtenido en Ecuador–, intervenga la evitación a ser tildados de subdesarrollados” (Rico, 2009: 174). Entre los emigrantes ecuatorianos en España, también se advierte la presencia de enfermedades como la depresión, “que deteriora la salud mental de las personas debido a los altos niveles de estrés a las que están expuestas, siendo las mujeres mayormente proclives a estas situaciones por sus roles, la sobrecarga de responsabilidades y, en muchos casos, por estar sometidas a violencia doméstica” (Castro, 2012: 226-227). Lo más grave es que, en este país, como en cualquier otro Estado nacional de destino de los emigrantes ecuatorianos, quienes se encuentran en situación de irregularidad no pueden acercarse a los centros de salud, porque de hacerlo corren el riesgo de ser identificados como “ilegales”, privados de la libertad y hasta deportados al país de origen. La separación de los seres queridos, la intranquilidad de no contar con la documentación en regla, el agotamiento físico y mental por el desempeño de sus diversos roles, la discriminación, las dificultades de relacionamiento social, los problemas de vivienda son situaciones que tensan sus vidas, aumentando los riesgos de afección en la salud. Adicionalmente, el cambio de comidas, de horarios, las restricciones alimentarias han repercutido sobre la salud de las mujeres ecuatorianas, cambios a los cuales se agregaban el estrés, la preocupación, la soledad y la tristeza (Cfr. Pedone, 2006: 287). Respecto de la problemática del quebrantamiento de salud entre los emigrantes ecuatorianos que se dirigen a España existen dos cuentos que la representan y recrean. En “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, el protagonista Jaime, que ejerce la prostitución en la capital de España, sin las debidas protecciones, llega a contraer SIDA, y si bien tiene la confianza y la esperanza de que solo el 20% de los que ejercen su oficio se contagian, cuando el médico de la policía española le hace los exámenes da resultados positivos, los cuales le son comunicados en el Aeropuerto de Madrid y a él pareciera que no le importa mucho, ni la salud del momento presente ni mucho menos la segura muerte que se aproxima, porque más pesa la “alegría” de encontrase en camino de retorno a su Guayaquil natal: “Conchita se te acerca: ´Jaime, estáis dentro del 20%´, te entrega llorosa un sobre con el resultado del examen médico (…). Te guardas en el bolsillo del pantalón el sobre que te entregó Conchita, y ya no escuchas las campanas” (Vallejo, 2013: 155). 226 En otro de los cuentos analizados se patentiza, asimismo, que quienes han experimentado los dolores de la experiencia emigratoria saben que la salud es el don más preciado que deben cuidar como a una auténtica joya en el país de destino, porque cuando ella se quebranta, por la precariedad laboral en la que se desenvuelven corren el riesgo de perder el trabajo y con él la única posibilidad de sustento económico de sí mismos y de las respectivas familias, en el país de origen y en el de destino emigratorio. Por esta razón, cobra valor de verdad absoluta aquella frase de una lojana en Madrid, quien expresa: “Si quieres conservar un trabajo / aquí es prohibido enfermarse”. Esta situación problemática demuestra a las claras que las emigrantes ecuatorianas muchas de las veces solo son consideradas como una máquina de trabajo y que “mientras estuviera sana todo iría bien”. La veracidad de esta afirmación se pone en evidencia en el relato “El bus”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual se cuenta que cuando la emigrante ecuatoriana se dirige al trabajo se cae del bus y por esa razón se retrasa y cuando llega malherida, la patrona sencillamente la despide, sin escuchar ninguna explicación: “La señora muy contrariada por la demora mirándola de arriba abajo no aceptó explicaciones pidiéndole se marchara y le volviera a llamar cuando estuviera totalmente recuperada, recalcando que en su casa no podía quedarse en esas condiciones” (Rodas, 2014: 79). 6.3. Las consecuencias en el sistema educativo La emigración internacional de ecuatorianos ha afectado a las instituciones educativas y sus estamentos, en especial al estudiantil. En los lugares de mayor porcentaje de población emigrante, de la información existente se puede concluir que el 16% de los estudiantes de nivel medio son hijos de padres que salieron del Ecuador, cifra que se incrementa hasta el 30% en el caso de las escuelas que disponen de estadísticas organizadas (Mendieta, en Hidalgo, 2004: 361). En el ámbito de estas instituciones educativas no es nada novedoso que entre los hijos de emigrantes, el rendimiento escolar “desciende y aumenta vertiginosamente la deserción escolar, los niños y las niñas se vuelven más retraídos, agresivos o tímidos, comienzan a tener graves problemas de conducta y pierden capacidad de concentración” (Pedone, 2006: 222). La condición de hijos de emigrantes se hace más evidente en las ocasiones en las que las instituciones educativas celebran algún evento, en el que deben estar presentes los padres de familia, madres o representantes legales: 227                                                              Para estos jóvenes, “el otro” está constituido por sus pares, jóvenes, quienes sí tienen aquí a sus padres y madres. La elaboración de un nosotros/ellos, se evidencia fundamentalmente en un espacio-tiempo determinado donde se extreman las diferencias, como por ejemplo en los días de entrega de libretas de calificaciones en los colegios, o en las celebraciones del Día de la Madre o Día del Padre, que se convierten en verdaderos espacios de violencia simbólica para los hijos de los emigrantes (Carrillo en Herrera, 2005: 369). Muy vinculado a estos problemas y límites sociales que impone la emigración internacional de ecuatorianos, en los textos de los cuentos analizados, incluso cuando la salida hacia los Estados Unidos aún no alcanzaba las dimensiones cuantitativas de los años finales del siglo XX y primeros del XXI, según la representación literaria que se realiza en uno de los cuentos analizados, una de las consecuencias negativas de la emigración internacional desde las provincias de Cañar y Azuay se ponen en evidencia en las instituciones educativas en donde se formaron herméticos, rivales e irreconciliables grupos de estudiantes, de acuerdo al Estado nacional de destino emigratorio de sus progenitores, de quienes dependían en lo económico: En el patio de la escuela, en cualquier parte, se habían ido definiendo tres grupos de muchachos que casi no se hablaban entre sí. Miguel supo cuáles debían ser sus amigos cuando un día quiso que lo invitaran a un partido de vóley (…). “No puedes jugar con nosotros”, le dijeron; “no eres venezolano”. El más corpulento lo miró hostil y le preguntó dónde estaba su padre. “En Nueva York”, dijo Miguel. “Si era nuevayorano57 anda a reunirte con los nuevayoranos”, le pidieron, “porque si vas donde los canadeños58 tampoco te dejarán jugar con ellos”. Y Miguel supo que era así, que los venezolanos despreciaban y envidiaban un poco a los nuevayoranos. Que los de Canadá peleaban con los venezolanos y temían la fuerza y número de los de Nueva York (…). Pero Miguel no se sentía a gusto con el grupo no elegido por él, sino, fatalmente, por el padre (Cárdenas, 1995: 81). De una manera muy vinculada al contenido de la cita del cuento de Eliécer Cárdenas Espinoza, en las instituciones educativas que tienen significativos porcentajes de hijos de emigrantes se conforman grupos que los aglutinan y que bregan por buscar espacios de representación, en franca lucha y confrontación directa con hijos de familias de clase media no migrantes. Un ejemplo de lo expresado constituye la participación en las elecciones del consejo estudiantil de un colegio de prestigio de la ciudad de Cuenca, en cuyo proceso “hubo una lista (nosotros le decimos con los niños bien) y en la otra lista eran hijos de migrantes y por primera ocasión ganaron los hijos de migrantes las elecciones. Se dio una balacera por la noche en uno de los festejos por haber ganado” (Pagnotta, 2014: 100-101). 57 Manera de aludir a los hijos de los emigrantes ecuatorianos que se han dirigido a trabajar en la ciudad de Nueva York. 58 Expresión coloquial que usan los niños y adolescentes para agrupar, en las instituciones educativas, a los hijos de los emigrantes ecuatorianos, que han elegido como país de destino a Canadá. 228 Lo más cuestionable de las repercusiones de la emigración internacional de ecuatorianos es que algunas madres de familia, por el hecho de recibir las remesas en dólares de sus esposos emigrantes en Estados Unidos, incluso cuando todavía la moneda oficial del Ecuador era el Sucre, no sienten la necesidad de que sus hijos avancen y concluyan el proceso de escolaridad formal, ni tan siquiera en el nivel de educación general básica, ni los propios vástagos de los emigrantes sienten la necesidad de hacerlo, porque “al fin y al cabo, pensarían, se estudia para ganar mejor la plata, y habiendo los dólares que los hombres lejos los mandaban, ya era vano el estudio. El maestro alto, monosilábico y desgarbado que enseñaba en la escuela con esfuerzo pudo convencer, de casa en casa, a las mujeres solas para que sus hijos volvieran a la escuela. Pero unos cuantos no regresaron” (Cárdenas, 1995: 80). Con esta minusvaloración de los múltiples beneficios de la educación formal, como base fundamental para impulsar cualquier modelo de desarrollo social, comunitario, familiar o individual, según la representación que se realiza en los cuentos analizados, lo que se está es perpetuando la condición subalterna, no solo del emigrante y su entorno familiar más inmediato, sino de todo el Ecuador, que se mantendrá en el futuro como mero exportador de materia prima y de mano de obra descalificada y barata. 229 CAPÍTULO VI. EL SUEÑO DE RETORNAR AL ECUADOR Este capítulo, referido a la representación del sueño de retornar al Ecuador de parte de los protagonistas de la emigración internacional, se distribuye en seis subcapítulos, en los que se presentan, describen, problematizan y analizan los siguientes aspectos: la nostalgia por el país de origen y los seres queridos que permanecen en él; los recuerdos y la memoria entre los emigrantes ecuatorianos; las permanentes reflexiones sobre la pertinencia del viaje emigratorio; el sueño de retornar al Ecuador, al que no renuncian nunca jamás los emigrantes; los desengaños que advienen cuando el sueño de retornar al país de origen se hace realidad; y, el sentimiento de desarraigo que caracteriza, de manera permanente, a los emigrantes ecuatorianos. 1. La nostalgia por el país de origen y los que se quedaron en él La nostalgia, cuyas raíces etimológicas son nostos (regreso a casa) y algia (añorar), constituye “la añoranza de un hogar que ya no existe o que nunca existió” y se la entiende como el deseo de algo mejor, de una vida más feliz, el “anhelo indefinido de liberación frente a las dificultades del presente” o como el “anhelo doloroso de algo mejor o de retornar a una situación vivida como feliz en una época pasada” o el “ansia indefinida de evasión de las dificultades actuales” (Colàs, 1999: 205, 206). Para otros autores, la nostalgia se la puede definir, asimismo, como un “sentimiento de pérdida y desplazamiento, pero es también un romance con nuestra propia fantasía” (Mejía en Herrera, 2005: 482) o como el “deseo apasionado y doloroso de regresar al país natal y al cuadro sociocultural familiar en el individuo emigrado y desenraizado” (Thienès, 1975: 634). La nostalgia es sentir el vacío que resta en nuestras manos cuando aquello que era ya no es ni será nunca más. Constituye la expresión de un anhelo indefinido de liberación frente a las dificultades del presente. En esta direccionalidad, la nostalgia “es el fruto de un desgarramiento afectivo que involucra un paisaje geográfico y sobre todo un paisaje humano, en el cual se sitúa una parte de los seres queridos; es fruto de la soledad, del desclasamiento, de las dificultades económicas, de la ambigüedad de la situación y del sentirse en un laberinto” (Tello, 1997: 149). 230 En una aproximación que se aleja de la tradicional concepción de nostalgia, Svetlana Boym afirma que se pueden diferenciar dos tipos de nostalgias en la relación que un individuo mantiene con el pasado, el hogar y la añoranza: la “nostalgia restauradora” y la “nostalgia reflexiva”. Según esta autora, “la nostalgia restauradora pone énfasis en el nostos y propone reconstruir el hogar perdido y parchar los vacíos de la memoria”. La nostalgia reflexiva, en cambio, “hace hincapié en el algia, en la añoranza y la pérdida, en el proceso imperfecto de la memoria” (Boym, 2001: 41). En esta direccionalidad, mientras la nostalgia restauradora busca reconstruir momentos dejándolos como nuevos y borrando las huellas del tiempo, la nostalgia reflexiva es una meditación sobre el cambio, el paso del tiempo y la manera en que este cubre con su pátina los objetos, volviéndolos obsoletos (Cfr. Mejía en Herrera, 2005: 482-483). Entre quienes, por distintas circunstancias, se han visto forzados a abandonar el país de origen e ir a vivir en uno distinto, la nostalgia por lo que se deja en el lugar de partida: familia, casa, terruño, se acrecienta cada día más (Cfr. Dujovne Ortiz, 2002: 72). Lo que sucede en la experiencia emigratoria es que si bien el emigrante, en apariencia, lo puede dejar todo en la patria de origen; sin embargo, la verdad es que, como la concha del caracol, con él caminarán siempre: “unos rostros, un paisaje y unas penas, equipaje que no dejará un instante de pesar en su alma” (Valdano, 2006: 10); por ello, cuando un emigrante regresa de visita al Ecuador, el nuevo viaje con dirección al país de destino de la emigración es muy doloroso, tal como lo testimonia César, un ecuatoriano residente en España, el cual manifiesta: “añoro mucho a mi país; sí, claro. Sueño con él. El año pasado que fui, lo traje en mi cabeza al regreso. ¡Cómo pensaba en él! Te vienes tocado. ¡Cuánto cuesta volver! ¡Es tan difícil todo esto!” (Murillo, 2009a: 31). Lo que acontece es que los emigrantes profesan un profundo amor por la madre tierra que los vio nacer (pachamama), de allí que sientan una inenarrable nostalgia, cuando por motivaciones económicas o de otra naturaleza se sienten forzados a salir de un Estado nacional en el cual aún no se ha perdido del todo “la concepción de la tierra como madre, propia de las sociedades agrarias, en razón que la tierra, protege, nutre o provee del sustento diario al hombre (…). La tierra no puede ser imaginada más que como madre (pachamama), de ahí que se forme el sentimiento y la creencia de pertenecer y provenir de la tierra como si se tratase de una madre en realidad” (Espinosa Apolo, 1995: 142). Por ello, cuando la distancia de la tierra de origen y de los suyos se prolonga más allá de lo previsto en un inicio, el emigrante siente en su psiquis una sensación de “desamparo y aislamiento, que se expresa, en primer lugar, en una nostalgia intensa que en ciertos casos y momentos, adquieren tonos 231 verdaderamente angustiantes, especialmente en el exilio o autoexilio lejos del territorio nacional” (165). En razón de este apego por la tierra de origen, aun entre los emigrantes ecuatorianos que han salido “expulsados” fuera del país no olvidan nunca el terruño que los vio nacer, por pobre y mísero que este sea. No es que se enseñen en los países de llegada, solo se acostumbran a las nuevas sociedades o en el peor de los casos se resignan a vivir en suelo extraño; sin embargo, espiritualmente, siguen perteneciendo al Estado nacional de origen, con el cual, más de una vez, no les liga ningún vínculo, ni político, ni económico, sino solo el afectivo y sentimental de los recuerdos de la infancia, de la juventud y de los muchos años que han vivido en él, en virtud de que “solo el suelo de la patria puede ser considerado como el propio solar; toda otra tierra donde se levante un nuevo hogar podría llegar a ser un lugar querido pero nunca equivale a aquel en que se nació, aun los antipatrióticos y los cosmopolitas no pueden menos que confesar esta verdad” (Espinosa Tamayo, 1979: 254). Como dice el narrador y ensayista ecuatoriano Vladimiro Rivas Iturralde, el emigrante siempre será un sujeto condenado a la nostalgia, porque ha dejado atrás su historia personal, su tierra y todos los elementos que le dotaban de identidad, “ha dejado los olores y sabores del pasado, de la infancia, las voces de sus mayores. Las flores que ve, toca y olfatea en el nuevo país no son las mismas del país de origen” (Rivas, en Durán-Barba, 2011: 283). En estas circunstancias, como lo expresa con mucho patetismo una emigrante y cronista ecuatoriana en España: “Nostalgia, desarraigo, extrañamiento, dudas, choque cultural, impotencia, miedo, desamparo, rencor, aturdimiento, susceptibilidad, tristeza. Todo eso. Y más. Un no estar en nuestra piel, un sentirse espectro, máquina, sonámbulo, un analfabetismo vital, un mitificar constante al allá y al entonces comparándolo con el aquí y ahora tan duro, tan incomprensible, tan ajeno” (Cfr. Ampuero, 2014: 30). Este sentimiento de nostalgia por el lugar de origen y los que se quedaron en él ha sido amplia y profusamente representado en los cuentos ecuatorianos analizados en esta tesis. Así, dentro de las historias ficticias que representan la emigración desde Ecuador hacia Estados Unidos, vale mencionar el cuento “El regreso”, de Francisco Tobar García, en el cual el personaje protagonista Anselmo, luego de confesar a su prima Elsa la situación de desorientación y confusión en que se encuentra, después de haber retornado al Ecuador, le narra los sentimientos de nostalgia, sobretodo de naturaleza reflexiva, que lo asediaban mientras permaneció en Estados Unidos: “Pero te debo confesar que, cuando me encontraba allá, muchas tardes escuchaba esta música [ecuatoriana] y lloraba, bueno, no lágrimas tales que la viesen mis … compañeros (receló pronunciar la palabra ´amigos´), lágrimas adentro. 232 Me sentía triste, sin explicación que dar a mi vida. Nos ocurre a unos pocos” (Tobar, 2005: 57). En lo atinente a la emigración, desde Ecuador hacia Europa, en el cuento “De aquellos lares, de aquestos cielos”, de Raúl Pérez Torres, el estudiante ecuatoriano en París, Martín, proyecta en su pareja sentimental una imagen de nostalgioso exiliado, que no logra olvidar ni desprenderse del lugar de origen y de los seres queridos que permanecen en él; por ello Simone confundió “la melancolía y el mutismo con un sufrimiento desgarrado por el exilio, y creyó adivinar en el rostro magro de Martín, una nostalgia por aquellos combates épicos que se daban en una Latinoamérica apenas imaginada por ella con la ayuda de los reportajes de Le Monde o Le Fígaro” (Pérez, 2004: 63). Tiempo más tarde, cuando se establece la relación amorosa entre los personajes ficticios antes mencionados y esta atraviesa por el mejor de los momentos, lo que obviamente deriva en la alegría de Martín; sin embargo, de forma paradójica, como él mismo lo advierte la momentánea felicidad nunca es completa, porque él deseaba compartir ese sentimiento de alegría de estudiar en la Sorbona de París con la recordada madre que permanece en el distante país de origen; como dice el narrador omnisciente del relato en referencia: “Maravilloso día se decía Martín, maravillosa voz, maravillosa carne, y convocaba a los espíritus de los chasquis para que llevaran a su madre, anclada lejos, un poco de esa felicidad que increíblemente se parecía a la desdicha” (Pérez, 2004: 64). En este mismo cuento, cuando la relación amorosa de Martín con Simone Beauvoir comenzó a tambalear y el ecuatoriano se dedicó a beber alcohol, en una ocasión, luego de un sueño sobre el país de origen y los suyos se puso a buscar entre cajones hasta encontrar las cartas de los familiares que permanecen en Ecuador y entre ellas una postal que le trae un nostalgioso recuerdo de la ciudad de Quito y le motiva el inmediato deseo de retornar a ella. En este emotivo momento: Acercó la postal a los ojos y miró la placa en el centro, adivinó su leyenda ´Mitad del mundo´, la besó y volvió a ponerla en el sobre con esa mezquindad que tiene el que se espía a sí mismo. Esa noche decidió el regreso (…). Fue entonces a su cuarto de la rue Lagar y escribió muchas cartas a su madre, a sus parientes, a sus amigos, dándoles la buena nueva, extendiéndose en el retrato de Simone (Pérez, 2004: 65-66). Al narrador protagonista del cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, en una ocasión, mientras públicamente consumía droga en la ciudad de Ámsterdam, le entró la nostalgia de tipo restaurador por el pasado, por el país que dejó, por la casa en la que vivió su niñez, adolescencia y primera juventud y por los familiares que habitan en ella: “Allí estaba 233                                                              mi cuarto con el sol entrando por la ventana abierta, y oía, lejana, la voz de mi madre y los pasos de alguien, sentí la piel del gato bajo mi mano y… Me entró tal melancolía, que enterré el rostro en el poncho y lloré: sabía que aquello, tal y como lo veía ahora, ya no existía, no volvería a ser jamás, únicamente era un recuerdo en un alma que añora” (Carrasco, 2001: 169). Estos sentimientos de profunda nostalgia se explican por cuanto el hogar, la casa en la que se vivió la inolvidable primera infancia, como el fuego, como el agua, nos permitirá evocar, con fulgores de ensoñación, lo que ya por la distancia en el tiempo nos parece inmemorial: “En esta región lejana memoria y ensoñación no permiten que se las disocie. Una y otra trabajan en su profundización mutua (…). Cuando vuelven, en la nueva casa, los recuerdos de las antiguas moradas, vamos al país de la infancia inmóvil, inmóvil como inmemorial. Nos reconfortamos reviviendo recuerdos de protección” (Bachelard, 2000: 29). En la emigración de ecuatorianos a España hay protagonistas de los cuentos analizados que cuando arriban a España, por efectos de la nostalgia por la tierra de partida y los seres queridos que aún permanecen en ella, ni tan siquiera pueden conciliar el sueño, como le acontece a Manuel Sarango, un indígena de la etnia de los saraguros, en la provincia de Loja, que emigró como becario a cursar estudios de posgrado en la Universidad de Barcelona, quien “en los primeros días no pegaba ni un ojo. El inocente pasaba las noches en el borde de una silla, soñando con volver a casa” (Carrasco, 2011: 27)59. 2. Los recuerdos y la memoria entre los emigrantes ecuatorianos 2.1. Los recuerdos En estrecha vinculación con la nostalgia se encuentra el recuerdo, el cual constituye la aparición en la conciencia de los individuos de vivencias de antaño, de hechos pretéritos, de acontecimientos pasados, de experiencias que se adquirieron en edades anteriores de la vida. Cuando el recuerdo es buscado por la persona que lo experimenta o es inducido por otro recuerdo recibe, también, el nombre de evocación (Cfr. Dorsch, 2008: 687). En criterio de 59 En esta misma ciudad condal, en el cuento “Historias de inmigrantes”, de Mario Campaña Avilés, la pareja de ancianos que hacen de protagonistas de la ficción narrativa, pese a los años transcurridos en España, añoran el Ecuador y la ciudad de Guayaquil de donde al parecer son originarios. En este caso, no obstante las dificultades que atravesaban y hasta para olvidarse momentáneamente de ellas, “decidieron serenarse y salieron a dar un paseo. Fueron a la plaza Horta, cuyos platanales frondosos les hacía recordar la tierra de la que partieron y ahora añoraban” (Campaña, 2012: 223). 234 otros autores que han reflexionado sobre esta temática, el recuerdo es un “registro no escrito de algún acontecimiento pasado del organismo” (Arnold, 1979: 322). Es el “proceso de reaparición en la conciencia de representaciones, ideas o contenidos pasados que se encontraban almacenados en la memoria. El recuerdo no existe en sí mismo; es una manifestación de la mente que reconstruye el pasado llevándolo de nuevo al presente (…), el recuerdo es capaz de conservar los detalles y la carga afectiva de los acontecimientos” (Colàs, 1999: 279). Y, desde el punto de vista lingüístico, según el Diccionario de la lengua española (2014), el recuerdo se refiere a la “memoria que se hace o aviso que se da de algo pasado o del que ya se habló” o el “objeto que se conserva para recordar a una persona, una circunstancia, un suceso” (Real Academia Española, 2014). En la emigración internacional, desde los países del Hemisferio Sur, en dirección a los Estados nacionales más desarrollados del Norte, luego de que los protagonistas del desplazamiento físico llegan al país de destino e inician la búsqueda de los medios de subsistencia: “Lo que subsiste intacto del pasado es su memoria autobiográfica y, solo por intermedio de esa conciencia individual, realizará una selección de los recuerdos, conservando aquellos que puedan servirle para establecer un cierto equilibrio personal en el nuevo contexto” (Petrich, 2004: 9). Adicionalmente, es necesario tomar en cuenta que si bien se producen múltiples cambios en la realidad social del lugar de partida, solo los recuerdos permanecen intactos a través del tiempo; sin embargo, tampoco se puede eludir el hecho de que “el paso del tiempo y la recuperación múltiple afectan muy negativamente a la exactitud de los recuerdos ya que ni siquiera aquellos recuerdos que nos parecen más fuertemente asentados se mantienen inmunes al efecto de estos factores. Más bien al contrario, son estos hechos autobiográficos los que se recuperan más frecuentemente y por lo tanto se distorsionan más” (Manzanero, 2010: 151). A pesar de lo expresado, tampoco se puede eludir el hecho de que no todos los recuerdos tienen el mismo nivel de fijación en la memoria de las personas; por cuanto, “los hechos autobiográficos con una implicación emocional importante se recuerdan más detalladamente que los hechos rutinarios con baja implicación emocional” (Manzanero, 2010: 153). En los cuentos analizados, los recuerdos de los protagonistas del desplazamiento físico que residen fuera del Ecuador, muchos de los cuales desempeñan la función de narradores en primera persona de las historias ficticias, sobre todo aquellos que representan las peripecias de la ruta emigratoria en dirección hacia Estados Unidos o España, tienen diversas maneras de representarse, de conformidad con lo que se detalla en las páginas subsiguientes. 235 En el cuento “Nelly miraba lo alto”, de Zoila María Castro, la narradora protagonista, mientras se encuentra sola, tomando un café en un bar de la ciudad de Nueva York, metrópoli a la que había llegado tres meses antes, en búsqueda de un trabajo que le permita mejorar las condiciones de vida de sí misma y de su familia que se quedó en el Ecuador, le afloran los recuerdos de su país de origen y de los suyos, que permanecen en él a la espera de su apoyo económico. Los recuerdos emergen en forma de monólogo interior, como lo explicita el narrador omnisciente del relato, según el cual, “la inquietud anímica le llevaba el pensamiento de un asunto a otro; de lo presente a lo que había dejado huellas: amigas, hombres, la hermana única, ambas huérfanas. Este recuerdo le arrancó un suspiro… ´qué estará haciendo Carmela´” (Castro, 1981: 73). En “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres, los recuerdos son una constante que marcan la vida de Manuel, el personaje protagonista de la ficción narrativa. Presencia de los recuerdos de la tierra de origen y de los seres queridos que en los primeros días de llegada al país de destino ni tan siquiera le permiten conciliar el sueño. El primer recuerdo que aflora a su mente es el de la madre: “mi madre estará dormida soñando en aviones, en aeropuertos, en desgracias, se martirizará porque he olvidado el cepillo de dientes, porque no alcanzó a servirme el café, su último café dirá entre sollozos” (Pérez, 2004: 97). Cuando se dirige a la cocina de la tía Raquel y no encuentra nada qué servirse ni nadie que le ofrezca algo para saciar el hambre, otra vez, recuerda a la madre, ya físicamente muy distante: “Es de fresa como mamá, la pobre tan lejos, si al menos le hubiera aceptado sus galletas con paté, espere mijito le limpio el cubierto, tome, tenga la servilleta, amabilidades de víspera de ausencia” (98). En el trabajo, mientras idea estrategias que le permitan ahuyentar el sueño, que bien le puede costar el puesto de trabajo, de cuyos ingresos sobrevive, Manuel recuerda el país que dejó atrás y todo lo que de él le produce nostalgia: “Me lleno de recuerdos lejanos y los voy soltando de a poco, tratando de pensar, de recordar, minucias, olores, rostros, estampas, cosas viejas, interesantes a pesar de todo” (101). Y entre los recuerdos del país de origen, que más le inquietan, está el de la novia que lo dejó por un capitancito: y piensas y repiensas en ella, en la que te dejó, recuerdas sus manos finas, tibias, sus caderas duras, sus muslos ansiosamente abiertos para la caricia y la deshonra, sientes que la quisiste, que la quieres, que eres capaz de escribirle y decirle que se venga, que aquí juntos ganarían mucho dinero, que irían todos los días al cine o al parque o a los conciertos, que todo sería diferente, que eres otro, uno que quizá ya nunca reconocería (102). En fin, el personaje se siente atrapado por los recuerdos del país de origen, los cuales incluyen a las personas que permanecen en él y hasta los paisajes que le eran muy familiares y 236                                                                por lo mismo no puede permanecer impasible en el país de destino: “No hay que darle vueltas, esta puta vida y la sierra andina de allá lejos que te aprieta en la garganta como una corbata o una mala comida, sin nada que te sostenga o te defina, te atrape o te suelte” (106)60. Entre los emigrantes ecuatorianos que eligieron como destino emigratorio el reino de España, los recuerdos a más de revivir los hechos del pasado y los personajes que los protagonizaron tienen, también, una función no solo en el presente sino incluso en el futuro, conforme lo pone en evidencia el narrador protagonista del cuento “Madrid”, de Francisco Tobar García, en cuyo discurso narrativo se reflexiona y se dice que recapitular “nuestras vidas, sentado a la mesa de este restaurante junto a El Retiro, es una receta sencilla para prolongar el bueno y largo día, o dibujar el futuro” (Tobar, 2004: 56). En el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, cuando la policía española amenaza con deportar al emigrante ecuatoriano Jaime, si es que no colabora con la delación de las identidades de quienes integraban la bien organizada banda criminal de tráfico de personas y fomento de la prostitución clandestina de emigrantes provenientes del Sur, en la capital española, de la que el detenido era una de las víctimas, de manera inmediata le vienen los buenos y añorados recuerdos de la ciudad portuaria de origen, de manera que “Guayaquil se convierte en el deleite de un ceviche de concha madrugador en el puerto; en la contemplación bulliciosa de la ría, sentado en una de las bancas del malecón; en las canciones de Julio Jaramillo que todavía suenan en alguna wurlitzer de la calle Portete; en la marea de oro que son los hinchas domingueros a la salida del Monumental de Barcelona” (Vallejo, 2013: 152-153)61. 2.2. La memoria Desde el punto de vista lingüístico y según el Diccionario de la lengua española, por memoria se entiende la “facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”. Desde similar perspectiva, también se puede decir que la memoria alude a la 60 De parecida forma en el cuento “Te acuerdas ñata”, Manolo, el personaje protagonista, mientras se encuentra aparentemente concentrado en el baile del concurso, en el que participa junto a su pareja sentimental para poder sobrevivir, le afloran a su mente los recuerdos de su país de origen y de los familiares que aún permanecen en el Ecuador: “mi mente viajaba por remotos recuerdos, tratando de aprisionar, de hacer más larga en mi cerebro la muerte de mi madre, la niñez de mi pueblo, mi auto expulsión de la universidad, los bailes del carnaval, de San Anselmo, de la Mama Grande” (Pérez, 2004: 152). 61 En el cuento “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión, se sostiene también que los emigrantes ecuatorianos siempre están recordando a su lugar de origen, más aún cuando el desempleo dificulta el poder llevar una vida normal en el país de destino, como es el caso del solitario protagonista de esta ficción, quien vive “añorando el tiempo lindo de Loja con Maribel de la mano por el parque de Jipiro los domingos o remando un botecito en el lago” (Carrión, 2005: 17). 237 “facultad de adquirir, conservar y recordar los hechos pasados bajo la forma de huellas mnésicas” (Real Academia Española, 2014). En el ámbito disciplinario de la psicología, a la memoria se la puede entender como la “capacidad de retener y reproducir las imágenes del pasado (…). La memoria se refiere a todas las actividades del organismo con retención de los efectos del aprendizaje y del conjunto de información adquirida por el cerebro (…). Sin ella la vida psíquica es imposible ya que el acostumbramiento, los hábitos, el aprendizaje y la educación se basa en ella” (Colàs, 1999: 182). En este ámbito disciplinario se la puede entender, asimismo, como la “capacidad mental de conservar y evocar cuanto se ha vivido (…). Actividad específicamente humana en cuanto comporta el reconocimiento de la imagen pasada como pasada” (Bloch, 1996: 496). En razón de lo antes expresado, se ha dicho que la memoria consiste en la posibilidad de disponer de conocimientos del pasado que nos permite volver a vivir, sentir o percibir lo que ya hemos experimentado con anterioridad. Desde esta perspectiva, en criterio de Alessandro Portelli, la memoria debe ser entendida, no como archivo del pasado, sino como el proceso que transforma los materiales del pasado en materiales del presente, reelaborándolos continuamente (Cfr. Portelli, 2003: 165). Además, es necesario tener presente que la memoria, individual o colectiva, al igual que la identidad y la cultura, es un proceso inacabado y cambiante que se encuentra en permanente construcción, reconstrucción, cambio y transformación y la misma sirve de brújula para que las generaciones jóvenes, al saber de dónde vienen, quiénes son sus ascendientes, cuál es su historia familiar y personal puedan proyectar el futuro, con base en el conocimiento de los hechos del pasado y así evitar la condena de repetirlos o de, ingenuamente, asumir como grandes innovaciones prácticas culturales, que ya han sido empleadas en otros lugares geográficos o en épocas históricas pretéritas. Los emigrantes ecuatorianos, primero en el desplazamiento interno, de carácter interprovincial e interregional o campo ciudad y luego, en el internacional, tratan de mantener intacta la memoria de su tierra natal, a través del despliegue de una serie de estrategias como poner nombres que los familiarizan con su ambiente de origen sea a nuevos caseríos, propiedades rurales, establecimientos comerciales o vehículos (Cfr. Conde, 2004: 96); otra forma de mantener la memoria de los pueblos de origen es a través de la organización de colonias para mantener tradiciones, festividades cívicas o religiosas, celebraciones de diversa naturaleza, platos típicos de la gastronomía de origen, socializar entre connacionales, revivir recuerdos entre migrantes y familiares. Promover actividades deportivas, culturales, artísticas, musicales y literarias constituyen, asimismo, estrategias para preservar y reconstruir, de 238 manera permanente, la memoria individual y colectiva, la misma que les permite dar un soporte de identificación y continuidad, entre pasado, presente y futuro. En la narrativa de ficción, como lo afirma la profesora y crítica argentina Fernanda Elisa Bravo Herrera, la memoria se mueve en una permanente dialéctica con su contraparte el olvido y “resulta ser, junto con la palabra, a veces obliterada y elíptica, la única herencia, la sola posesión, que permite tensionar y unir tiempos y espacios distantes, rescatando el horizonte del imaginario que fundó el relato y que se originó en la inmigración” (Bravo, 2014: 110). Por ello, en el ámbito de la narrativa ecuatoriana y muy vinculado con los razonamientos expuestos con anterioridad, el narrador protagonista de la novela La memoria y los adioses, de Juan Valdano, aunque tiene plena conciencia de que no siempre es agradable recuperar lo vivido, sabe que es necesario ejercitar la memoria, para no volverse un desconocido a sí mismo y porque, como lo ratifica en el texto novelesco, en tres ocasiones distintas: “recordar tiempos idos es la única forma de combatir el olvido, esa polilla que secreta y silenciosamente carcome la memoria” (Valdano, 2006: 9, 13 y 135). En relación a la recreación de la memoria en los cuentos analizados, se hace necesario puntualizar que en “La voz de los migrantes”, de Carolina Andrade Freire, la memoria se patentiza a través del interés por los acontecimientos que suceden en el Ecuador, de parte del médico Dr. Rafael Jiménez, quien realiza estudios de postgrado en cardiología en una universidad canadiense y se concreta mediante la lectura de la versión electrónica de los periódicos ecuatorianos que le permiten enterarse sobre lo que acontece a diario en el país de partida. En una de esas ocasiones se informa de una manifestación indígena en contra del gobierno de turno y de la represión policial de la que fueron víctimas quienes salieron a expresar su inconformidad, en las carreteras y calles de las principales ciudades del país y, entre los rostros de las víctimas de las fuerzas represivas del Estado ecuatoriano, cree reconocer el de Rosario Vera Ortiz, la emigrante retornada desde Estados Unidos e interlocutora más recordada del pequeño pueblo de Hermosita, en donde hizo su año de servicio rural, antes de abandonar el Ecuador; no obstante lo que observa el Dr. Rafael Jiménez en la prensa, en lo más profundo de su corazón aspira estar equivocado y alberga la esperanza de que la recordada y memorable Rosario Vera Ortiz aún se mantenga con vida; motivo por el cual “cuatro fotos de víctimas de la represión por parte de la fuerza pública. El rostro de una mujer activará algo en su memoria y pronunciaría un nombre: Rosario Vera. Las palabras funcionarán como una clave que no debía ser nombrada y abrirán un enorme abismo en su pecho. No podría pensar, solo ese inesperado vacío ¿Sería ella? Posiblemente no” (Andrade, 2003: 76). 239 En el relato “La noche que no termina”, de Raúl Serrano Sánchez, en un ejercicio de reflexión con respecto de la memoria y sus complejas formas de evidenciarse en la vida psíquica de las personas, la protagonista del cuento pone de manifiesto que “no es bueno que nadie sepa que existes y tener una memoria que no entra en tu cuerpo, de pronto te vas pareciendo a esas computadoras en las que puedes almacenar y almacenar tantas cosas que si llegas a meterte en ese pozo lo más seguro es que te mueras” (Serrano, 2013: 1). Y más adelante, la emigrante ecuatoriana ratifica que “la memoria es algo más que un surtidor de recuerdos, de voces atropelladas, sombras que te habitan sin darte tiempo a que te quites el musgo de los ojos; por eso, lo que te digo y te diré (…) es para que lo tengas pendiente y no olvides contárselo a tus amigas” (4). 3. Las permanentes reflexiones sobre la pertinencia del viaje emigratorio En la línea del pensamiento socrático se afirma que el ser humano siempre se encuentra en búsqueda de sí mismo, que en todo momento tiende a examinar, a reflexionar y hacer el escrutinio de las condiciones de la vida que lleva. En este escrutinio, “en esta actitud crítica respecto a la vida humana radica el valor de esta vida (…). Aquel ser que, si se le hace una pregunta racional, pueda dar una respuesta racional (…). Mediante esta facultad de dar una ´respuesta´ a sí mismo y a los demás, el hombre resulta un ´ser´ responsable, un sujeto moral” (Cassirer, 1968: 11). Entre las personas que han abandonado el lugar de origen para buscar medios de subsistencia en otro Estado nacional, la valoración, las reflexiones sobre la experiencia de la vida pasada, en el país de nacimiento, están teñidas por las nuevas experiencias que se van adquiriendo en el destino y por las nuevas pautas culturales que se van asumiendo, sin proponérselo ni ser consciente de ello; en esta direccionalidad, “las interpretaciones que elabora un individuo en torno a su pasado no dependen, por ende, del pasado mismo sino del presente, es decir, de los paradigmas que guían la autorreflexión. A través de ellos, el ser se constituye históricamente como experiencia” (Sieglin, 2008: 18). Como natural consecuencia de la nostalgia, los recuerdos y la memoria del país de origen, así como de los familiares y demás integrantes del entorno comunitario y social más próximo que permanecen en él, los emigrantes ecuatorianos mientras permanecen en los 240 Estados nacionales de destino, aunque no tengan satisfechas sus necesidades básicas: alimentación, vivienda, educación, salud, seguridad social, como era la aspiración de los ciudadanos de la Grecia clásica para poder filosofar, no por ello dejan de reflexionar respecto de la validez y pertinencia del viaje emigratorio emprendido, conforme se representan en tres de los cuentos objeto de estudio. En “El momento de la gran pérdida”, de Miguel Donoso Pareja, que constituye el cuento ecuatoriano que con más profundidad reflexiona sobre el sentido del viaje fuera del país, se advierte que Acevedo, el protagonista del relato, desde cuando adquiere el boleto de ida comienza a reflexionar sobre la validez, intencionalidad y direccionalidad del viaje que inicia; por ello, como lo expresa el narrador omnisciente: “Acevedo reflexionó frente a su boleto de ida (…). Lo leyó: anada, en catalán, es decir, ida, o, en otras palabras a-nada, sin destino, sin para qué” (Donoso, 2004: 138). En este relato se narra la historia de un viaje que, aunque el boleto diga que es solo de ida, bien puede ser de llegada al encuentro del protagonista con su propio ser: “su maleta café, su bolso de mano, únicas pertenencias que lo acompañaban, era una prueba del viaje, tal vez del final del viaje que, ‘más allá del principio de placer’, lo conducía al encuentro consigo mismo, a esa fusión de lo orgánico con lo inorgánico, a esa orbitación de todos los instintos” (138-139). A diferencia de las personas de la vida real que conoció Acevedo en su natal Guayaquil, que tienen claro de dónde vienen y porqué se quedaron a residir en otra ciudad, cuando así decidieron hacerlo, él ya ni tan siquiera es capaz de reconocer a la ciudad de origen, “Acevedo sabe que no es de Guayaquil ni de ninguna parte, y sin embargo quiere regresar pero no sabe a dónde. Y sigue yéndose con su pasaje de ida, con su a-nada junto a él” (141). En estas complejas circunstancias, el protagonista llega a dudar hasta de quién es y quién ha sido, incluso en el tiempo pasado, y se muestra “preocupado, sin saber qué es lo que le preocupa, cuáles son sus ocupaciones verdaderas, en qué ocupaciones se ha consumido”. Por las experiencias límites que siente el personaje adviene un momento en el que ya ni tan siquiera sabe cuál es el lugar de partida y, menos aún, el de llegada: “¿En qué dirección se pregunta, está verdaderamente el fin, dónde está el comienzo?” (141). En el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, mientras el narrador protagonista espera en los aeropuertos por los enlaces de las aerolíneas, cuando viaja deportado desde Dinamarca con destino a Ecuador, tiene el tiempo suficiente no solo para reflexionar sobre las traumáticas experiencias del viaje emigratorio, por los distintos Estados nacionales del viejo continente, sino también para pensar atenta y detenidamente sobre la 241                                                              dureza de su propia vida y la insatisfactoria condición actual, de la que es muy difícil deshacerse: Estaba tan derrotado que ya ni me preguntaba por qué. Aceptaba la estupidez de la condición humana sin más, mi alma se había convertido en un bichito medroso (…) y, ahora, ya no me quedaba ni un ápice de fuerza para continuar buscando mi vida ¡qué duro buscar la propia vida! Maldije mil veces el engaño de educarnos para vivir en un mundo dichoso porque, cuando llegamos a él, se convierte en una selva de cemento, tan implacable, o más, que la de los árboles (Carrasco, 2001: 174). De manera simultánea a las dificultades que tienen que afrontar los emigrantes en el país de destino advienen los recuerdos del momento en el que germinó el proyecto de salir del Ecuador e indirectamente se plantean una reflexión sobre la pertinencia de la decisión de haberlo llevado adelante o si hubiera sido mejor concretar los proyectos laborales que se tenían en el Estado nacional de partida. Este tipo de reflexiones son las que desarrolla el narrador protagonista del cuento “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa, el cual cuando a su esposa Maribel “se le metió entre ceja y ceja” la ilusión de ir a trabajar en España, él prefería efectuar un préstamo bancario para montar un pequeño negocio, pero propio, en la ciudad de Loja y en esta perspectiva le expresaba a su cónyuge: “mejor endeudémonos en un préstamo en el Banco de Loja o en la Julián Lorente62 y pongámonos una tienda, un locutorio. Ahora que hay tanto emigrante y tantos manes que necesitan hablar con ellos” (Carrión, 2005: 18). Y el emigrante no se equivocó, porque las consecuencias del viaje a España fueron la separación de la pareja y el sentimiento de soledad y desarraigo del que no tiene esperanzas de salir nunca jamás. 4. El sueño de retornar al Ecuador En el proceso migratorio, se entiende el retorno como “el traslado de una persona que regresa a su país de origen, país de nacionalidad o país de residencia habitual, normalmente después de haber pasado un periodo significativo de tiempo en otro país” (Comisión Europea, 2012: 187). Con base en la conceptualización antes citada y como se evidencia tanto en la literatura sobre la emigración internacional de ecuatorianos como en los cuentos que la representan y recrean, la aspiración de retornar al país de origen siempre está presente entre 62 Cooperativa de ahorro y crédito fundada en el año de 1965 por un grupo de vivanderas del Mercado de San Sebastián de la ciudad de Loja, bajo la dirección espiritual del sacerdote español Julián Lorente Lozano (1918-2015). Ha tenido un significativo crecimiento y en la actualidad tiene agencias en las provincias de Loja, El Oro y Zamora Chinchipe. 242 los emigrantes, durante las distintas fases y momentos de este complejo proceso de desplazamiento físico, en razón de que por más esfuerzos que hagan los protagonistas y sus respectivas familias por integrarse en el país de destino, los migrantes nunca llegarán a convertirse en nativos de ese Estado nacional: “y es por entonces que suelen comenzar a rondar por la mente fantasías de retorno al propio país, buscando recuperar el ‘arraigo’ perdido” (Grinberg, 1996: 118). No obstante la permanencia y peso que tiene la idea de retorno al país de origen, esta puede tomar diversos caminos; en la mayoría de casos solo puede quedar como proyecto pospuesto para el futuro, pero mientras se aguarda su concreción constituye “fuente de secreto placer y compensan las vivencias de desarraigo que subsisten” y en contadas ocasiones “puede realizarse parcialmente a través de viajes esporádicos, de visita; y pueden concretarse en un retorno más permanente” (Grinberg, 1996: 120). Es que, no obstante el permanente anhelo de retorno que atraviesa la vida de los emigrantes, este no siempre se corona con el éxito esperado y en múltiples ocasiones no pasa de ser un “proyecto que quedará relegado en muchos casos como consuelo de un exilio perpetuo; la idea de regresar es un mito que ayuda a seguir luchando, sirve para no perder el contacto con lo que se dejó. Puede endulzar momentos de soledad y proveer del afecto que no se encuentra en el mundo real” (Sanfeliu, 2010: 86). Desde esta perspectiva, la idea del retorno constituye un elemento que está presente, desde antes de concretar la salida del lugar de origen y se mantiene durante todo el tiempo que se permanece fuera del Estado nacional de nacimiento y de los suyos y se convierte en “el ancla con el cual el emigrante se une a su país de origen y en el caso de los hijos e hijas que se han quedado, el retorno es, a su vez, la idea que posibilita pensar la familia a pesar de la distancia y lo que estructura el proyecto futuro de migrar” (Carrillo, en Herrera, 2005: 365). La idea del retorno se asocia y acrecienta con la imagen negativa de los países a los que se emigra y la positiva que se proyecta del país de origen. En esta direccionalidad: Ecuador se asocia con el clima agradable, el paisaje diverso, la comida que deleita, las viviendas espaciosas, el ritmo pausado de vida y los valores morales más sólidos. Los “otros” países significan lo contrario: clima extremo en verano e invierno, paisaje monótono, comida que no satisface, espacio muy reducido en la vivienda, ritmo acelerado de vida y valores morales poco consolidados (Carrillo en Herrera, 2005: 366). Con fundamento en las razones antes esgrimidas, quienes han investigado el fenómeno sociológico en estudio sostienen que la vida de los emigrantes siempre está marcada por la lógica del retorno, y aunque solo sea una expresión de este deseo manifiesto o latente, ella atraviesa todas las fases y momentos del proceso emigratorio y para mantener incólume el 243 proyecto de retorno al Ecuador se adopta un conjunto de estrategias económicas, actividades laborales, acciones desarrolladas y formas de vida de parte de los protagonistas de la emigración y, a través de ellas, se mantiene vigente el proyecto, aunque se produzca una modificación temporal respecto de la intencionalidad inicial, siempre y cuando no se dé una redefinición sustancial de ese proyecto (Cfr. Sanz, en Camacho, 2009: 168). El retorno constituye una aspiración a la que los emigrantes no renuncian jamás; incluso cuando a estos les haya ido muy bien en el extranjero, se siente la necesidad de regresar al Ecuador para aportar con los aprendizajes obtenidos, conforme lo testimonia Elsye Suquilanda: “Tengo otros proyectos en mente y como todos quiero volar aún más y más. Quizá esta vez pueda llegar a otros lugares. Aunque debo decir que después de cuatro años quiero volver a mi Ecuador. Quizá brindar allí todo lo aprendido. He descubierto que creo firmemente en nuestra gente y en su capacidad” (Suquilanda, 2014: 257). No obstante lo hasta aquí expresado, la concreción del sueño del retorno hay que relativizarlo, ya que si bien “los inmigrantes pueden sostener el mito del retorno y un discurso sobre el deseo de volver a la vez que construir de manera consciente o inconsciente las condiciones para quedarse definitivamente. Esto hace que no solo su proyecto sea abierto, sino que su discurso sobre el proyecto también lo sea” (Thayer, 2007: 204). Lo que sucede es que, como dijera Stuart Hall: “la migración es un viaje de ida. No hay ´hogar´ al que regresar: nunca lo hubo” (citado por Chambers, 1995: 23), afirmación que constituye una dura y cruda realidad porque la casa que dejaron los emigrantes antes de partir ya nunca más la podrán considerar suya: “Nuestra casa ya no es nuestra casa, sino un lugar que se le parece mucho (y esto lo hace más estremecedor), pero donde ya no transcurre nuestra vida, donde ya no somos titulares, donde, como en el juego de las sillas, ya han quitado la nuestra y nos vamos de espaldas al suelo” (Ampuero, 2014: 32). De similar manera, es doloroso comprobar que los familiares, amigos y más conocidos que quedaron en el lugar de origen ya no son los mismos como tampoco los emigrantes son los mismos, luego de haber emprendido el viaje fuera del Ecuador. 4.1. El regreso de los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos Entre los emigrantes ecuatorianos hacia Estados Unidos, frente a la permanente ilegalidad a la que están sometidos algunos de ellos, la idea inicial de regreso al Ecuador cobra mayor fuerza cada día más hasta que, en unos pocos casos, a la final esta logra concretarse, como lo testimonia un ecuatoriano que vivió como ilegal por más de dos décadas 244 y tomó “la decisión de regresar, y hasta cierto punto era hora de regresar, veinte y tres años eran bastante, ya pasó mucho tiempo, ya disfruté de los Estados Unidos, conocí, aprendí, y ya estaba extrañando mi país” (Hill y Rivadeneira: 2014: 108). En los cuentos ecuatorianos que se han elaborado en torno a esta ruta emigratoria y que se han constituido en objeto de análisis, el sueño de retornar al Ecuador está presente en todas las fases del proceso de desplazamientos físico de los ecuatorianos y tiene variadas formas de representarse y recrearse literariamente. En el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, el sueño del retorno de los emigrantes a los respectivos lugares de origen es un sentimiento que tiene un peso fundamental en la historia ficticia; sin embargo, en esta narración el regreso es pensado, esperado, ideado e impulsado desde uno de los familiares que permanece en el país de partida. En este relato, el niño Miguel, el protagonista principal de la ficción, luego de escuchar lo que comentan las personas adultas del poblado, considera que solo cuando se hayan cumplido algunos acontecimientos, derivados de leyendas lugareñas más que de explicaciones racionales, su progenitor, al igual que los otros hombres que abandonaron Jacarín retornarán al lugar desde donde partieron. Obsesionado con la idea del pronto retorno del padre emigrante, Miguel se forjó una nueva ilusión y “pensaba que cuando aquellos albañiles forasteros y el ingeniero gordo que los dirigía concluyeran su trabajo en la plaza (…) todos los hombres que se fueron de Jacarín regresarían (…), porque entonces el padre y todos los hombres volverían” (Cárdenas, 1995: 84). El deseo del pequeño protagonista de que su padre regrese se acrecienta con el paso de los días, porque la madre entró en un momento de severa crisis emocional, motivo por el cual “Miguel deseaba más que nunca el regreso del padre porque también ella, la madre, había empezado a gemir de soledad, como las otras mujeres, por las noches (…). Miguel pensó que era preciso hacer algo. El padre y todos los hombres debían regresar” (85). Con la intencionalidad de acelerar la concreción del anhelado retorno del padre, el niño Miguel, cuando camina por el monte cercano al pueblo y se encuentra un globo aerostático lo recoge, para a través de él hacerle llegar un dramático mensaje al progenitor ausente: “Miguel extendió el globo sobre el piso, alisó el papel, y con el dedo índice mojado de azul de metileno escribió sobre el globo dos palabras muy gruesas: ´Vuelva papá´” (86). De manera complementaria, como un vecino de edad madura, que se convirtió en amigo del pequeño protagonista, le manifestó que los hombres emigrados desde Jacarín únicamente retornarán cuando la laguna del pueblo se seque completamente y que solo falta un ahogado para que esta leyenda pueda cumplirse, Miguel ante la impotencia de ver sufrir de soledad a su madre y no poder hacer nada para ayudarla, decide inmolarse, con la ilusa esperanza de 245 que con la temprana desaparición física de él, su padre y junto a él todos los hombres de Jacarín retornarán a su lugar de origen y vivirán a perpetuidad en él. En palabras del narrador omnisciente de la historia: “el agua, quieta y fría, le mojó de golpe los zapatos, ascendió brusca entre su piel y las mangas del pantalón; chapoteando, gritando, cerró los ojos y deseó con un sabor de lodo en la boca que el viejo hubiera dicho la verdad. Fue el último ahogado. Ahora solo queda de la laguna una pequeña cicatriz, imperceptible desde las plazas y las laderas” (88-89). En el cuento “La voz de los migrantes”, de Carolina Andrade Freire, el retorno de Rosario Vera Ortiz, a su natal Hermosita, marca un antes y un después en la tranquila vida de este pueblo andino del Ecuador. La propia protagonista se presenta ante el doctor que se encuentra haciendo el año de servicio rural obligatorio como “Rosario Vera Ortiz, la que regresó” y ante las preguntas del Dr. Rafael Jiménez, que le inquieren el porqué del retorno, ella aprovecha la inquietud del interlocutor para exteriorizar su pensamiento sobre diversos aspectos de su vida pasada, presente y futura y el papel que en ella desempeñan los seres más queridos: “¿Por qué había regresado? Me fui buscando un mejor futuro, así decimos todos ¿verdad? Y, después de casi diez años, ya no entendía cuál futuro era el que buscaba. Dólares para mamá pero, tú sabes, mamá no cambió, repartió sus dólares y murió sin despedirse. Quiero ser como mamá no fue y eso no tiene nada que ver con Quins ni dólares” (Andrade, 2003: 68). Más adelante sigue reflexionando en torno al viaje emigratorio y la pertinencia de su regreso al lugar de origen, en donde aspira forjar un mejor futuro para el vástago que lleva en su vientre, quien debe ser mejor que la madre y la difunta abuela. La reflexión de la emigrante retornada se produce en los siguientes términos: Pendeja yo, de saber que iba a terminar regresando mejor no me hubiera ido ¿crees tú? (…). Te sigo contando, un buen día se juntan lo de la otra mujer, la muerte de mamá y mi embarazo. Me puse como loca. Llevaba una semana de pesadillas (…) y como que algo me iluminó y supe que yo me había llevado al mismísimo Niu Yor todo el lodo de Hermosita. Esta ciudad no estaba hecha pensando en nadie como yo. ¿Y mi madre muerta, y mi hijo por nacer? De verdad, verdad, yo ahí no pintaba. Si mi hijo va a ser mejor que yo, que sea mejor que yo aquí. Tú no me entiendes nada, ¿entiendes, doctor? Allá en Quins tampoco entendían (Andrade, 2003: 70-71). Para la mayoría de emigrantes ecuatorianos, por más que pasen los años, que en apariencia se hayan perdido todas las esperanzas o así hayan diluido parte de las facultades mentales, el sueño de retornar a la tierra de origen no se borrará nunca jamás, tal es el caso de la emigrante manabita Mila Montesdeoca, quien en La Gran Manzana vive preguntando, incluso al personal de la Embajada del Ecuador, por el tren que la pueda llevar de retorno a su Calceta natal: “dígame, cómo cojo el tren que me devuelva a Calceta. Pero hábleme serio, 246 ¿ah?, porque todos ustedes solamente se burlan de mí” (Galarza, 2009: 62). Más adelante relata que desde que fue atacada, por celos, en la casa en donde la recogieron ha querido regresar a Calceta: “Desde entonces vengo vagando como alma en pena por las líneas de todos estos trenes, buscando el que me devuelva a mi pueblo. Pero usted, ¿Verdad que no me ha de negar este favor y me a decir cómo cojo el tren para Calceta? ¿Verdad?” (63). Un ex obrero del Ingenio Aztra, quien junto a nueve más de sus compañeros había emigrado hacia Estados Unidos, también se lamenta porque aún no ha podido regresar al país de salida. En palabras de este emigrante, que no renuncia a las aspiraciones de retornar al Ecuador: “de los cinco que no hemos podido regresar ninguno está contento, todos quisiéramos volver a la tierra, pero cómo pues amigo, cómo, si estamos endeudados hasta ahora con el morlaco infeliz ese que les tiene martirizando tarde y mañana a nuestras familias” (68-69). Y cuando todo pareciera que carece de sentido es cuando más se aferran a la única y última tabla de salvación, que es el retorno al Ecuador: Yo había decidido regresar y eso era todo. Nada ni nadie podría detenerme. Todos los edificios de esa ciudad extraña me resultaban asfixiantes (…). No podía pasar más tiempo rumiando nostalgias, rompiéndome el alma con tanta miseria pues corría el riesgo de morir amargado, frustrado, desterrado, atrapado en mis insomnios y en mis maldiciones. Era necesario volver. Retomar la palabra perdida, recuperar el habla, recuperar la capacidad para expresar mis ideas, mis sueños, convertir otra vez la palabra en arma y con ella vengar la muerte, la indigencia, la locura de mis hermanos (139-141). 4.2. El sueño de retornar desde España En la emigración de ecuatorianos hacia España, los protagonistas de la misma piensan en el retorno desde antes de concretar la partida inicial y bajo ninguna circunstancia olvidan este acariciado sueño, aunque las condiciones para concretarlo sean muy difíciles y, a veces, hasta lo vuelvan imposible: “estos inmigrantes llegan a España con la idea fija de volver. Ellos mismos reconocen que este no es su lugar. De hecho, hay decenas de empresas asentadas aquí que trabajan en darles servicios allí para preparar su vuelta a casa y, mientras eso llega, para hacer la vida de sus familias más cómoda con el dinero de las remesas” (Delgado, 2007: 27). No de otra forma se puede explicar el rotundo éxito de la Primera Feria de la Vivienda “Mi casa en Ecuador”, que se desarrolló en Madrid, en el mes de abril de 2005, ocasión en la cual, “las instalaciones del Recinto Ferial de la Casa de Campo se llenaron. El lema de la Feria ya lo decía todo: ‘Una vida mejor con tu casa en Ecuador’. Una invitación 247 nítida para adquirir una vivienda en ese sitio donde su vida va a ser mucho más feliz que en España” (Delgado, 2007: 28). Como lo pone de manifiesto otra investigadora de la problemática sociológica en estudio, el deseo de retorno siempre está presente entre los ecuatorianos en España, aunque las circunstancias en las que se vive y trabaja en el país de destino vayan modificando el proyecto emigratorio que inicialmente fue pensado como temporal y de duración fija; sin embargo: El plan de pagar las deudas y ahorrar dinero para construir una casa o abrir una actividad en el Ecuador persiste, aunque, en el nuevo contexto, el proyecto migratorio considerado como un breve paréntesis de la vida que tiene como finalidad una ganancia económica inmediata, comienza a desmoronarse ya que las oportunidades económicas en Europa no son las que habían imaginado (Pagnotta, 2014: 50). En el caso de la emigración de ecuatorianos hacia España, resulta pertinente poner de manifiesto que así como la crisis económica del Ecuador, a fines del siglo XX y principios del XXI, forzó la salida masiva de sus habitantes, la severa crisis financiera que viene afectando al país ibérico desde el año 2008, que dejó en la desocupación a miles de emigrantes ecuatorianos o en la precarización laboral de otros tantos, aunado al relativo nivel de estabilidad económica alcanzado por el Ecuador y los planes de “Retorno voluntario” que impulsó el gobierno de España y el de “Bienvenidos a casa” que implementó el gobierno de Ecuador, a través de la Secretaría Nacional del Migrante (SENAMI), constituyeron motivos más que suficientes para incrementar el retorno de ecuatorianos más rápido de lo previsto. En estas circunstancias, entre las razones personales y familiares que aceleraron el postergado retorno se pueden mencionar: “los lazos fuertes con la familia, el deseo de reagrupar a la familia y de reencontrarse con los amigos y paisanos, la nostalgia, los problemas de adaptación en el lugar de destino y el acoso racial”; también han aportado en el retorno al país de origen la adquisición de solares y terrenos; puesto que “los hogares pueden llevar a cabo estrategias económicas para usar la vivienda y generar ingresos, como por ejemplo, el establecimiento de empresas instaladas en casa, o el alquiler e incluso la venta de algunas partes de los solares” (Cortés en Ginieniewicz, 2011: 85); sin embargo, ya una vez retornados, mientras se esfuerzan por sobrevivir en el Ecuador, por un conjunto de razones, los protagonistas de la emigración internacional de ecuatorianos, se encuentran en permanente riesgo de movilidad descendente hacia la pobreza. Respecto de la emigración de ecuatorianos a Europa y, más concretamente, entre quienes se dirigieron a España, el deseo de retorno al Ecuador está, asimismo, muy bien 248 representado en varios de los relatos analizados. En el cuento “El otro Peñafiel”, de Galo Galarza Dávila, el narrador protagonista pone en evidencia la profunda alegría y emoción que siente el personaje cuando el avión en el que retorna va a aterrizar en la terminal aeroportuaria de la ciudad de Quito: “Cuando el piloto anuncia que estamos próximos a aterrizar en el Aeropuerto Mariscal Sucre, me invade una emoción infinita. Miro el cielo de mi país enrojecido, la cordillera despejada, abajo la ciudad. Mi corazón late con fuerza. Después de tanto tiempo, volver” (Galarza, 2004: 26); en esta historia el retorno a los orígenes, a la pacha mama, a la madre tierra genera sentimientos muy intensos, porque como dice el funcionario diplomático, cuando ejerce la función de narrador de la historia, en alusión a las cenizas del emigrante Sergio Peñafiel, que traslada desde Francia hasta el Ecuador: “Tengan piedad de él / que solo es tierra que vuelve hacia su tierra” (Galarza, 2004: 23). El deseo del retorno al Ecuador, como ya se ha reiterado con anterioridad, es un pensamiento que siempre está presente en la mente de los emigrantes que se vieron obligados a abandonarlo, aun de aquellos para los cuales la vida parece haber perdido todo sentido o los delirios ya no les permite reflexionar a cabalidad, tal como lo patentiza el narrador protagonista del cuento “Premoniciones del exilio”, de Patricio Viteri Paredes, quien luego de que es agredido en la calle de la ciudad de Madrid por pretender acercarse a quienes, en su desquiciada y enajenada mente de indigente alcohólico, creía que eran su esposa y su hija, afirma para sí mismo, porque ya no tiene ni siquiera a quién dirigirse: “Quisiera estar en Quito, entre mis bosques y nevados. ¿Qué vine a buscar? ¿Qué he encontrado?” (Viteri, 2004: 102). En el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, durante los primeros días, luego de que el protagonista Manuel Sarango llegó a Barcelona, en calidad de becario para estudiar un posgrado, a decir del narrador testigo Aarón Bello, ni siquiera dormía abrumado por los recuerdos del país de origen y pensando en el retorno: “¿No creerás que exagero?, en los primeros días no pegaba ni un ojo. El inocente pasaba las noches sentado en el borde de la silla, soñando con volver a casa” (Carrasco, 2011: 25). Tiempo más tarde, cuando Manuel es víctima del ataque de un español xenófobo vuelve a soñar con retornar al Ecuador y vivir cerca de los familiares que permanecen en él: “¿Creerás que otra vez le agarró la nostalgia? El muy lelo se puso a soñar con su pueblo, su hijo, su madre y en la casa abandonada” (27). 249 5. Los desengaños que advienen cuando el sueño de retornar se hace realidad Aunque la aspiración de retorno constituye un acariciado sueño al que los emigrantes ecuatorianos no renuncian jamás, durante todas las fases y momentos del proceso emigratorio, cuando este logra concretarse, luego de haber vencido innúmeras dificultades, advienen los desengaños ya que en el lugar de origen las personas y todo lo que quedó en él ya no existen o ya no son los mismos; frente a los radicales cambios operados, el migrante los siente extraños y él mismo se percibe como un desconocido, como un extranjero en el propio país de partida, conforme lo testimonia alguien que vivió esta experiencia: “Lo peor es que sentía que ‘no soy de ningún sitio’. Pensé en el proyecto, tantas veces imaginado, de volver a ver mi ciudad, y recordaba lugares donde he vivido, pero me daban pánico: ahí están mis muertos, mis ausentes, lo que se ha terminado. Para mí, ‘la ciudad que era’ ya no está” (Grinberg, 1996: 120). Lo que sucede es que la realidad es muy diferente al quimérico y nostalgioso recuerdo, ya que si el emigrante tenía la esperanza de encontrar todo igual a cuando abandonó el país, “la comprobación de los cambios en las personas y las cosas, los hábitos y las modas, las casas y las calles, las relaciones y los afectos, le harán sentirse un extraño. Ya ni el idioma le sonará como el mismo” (124-125). Debido a estos radicales cambios en lo que dejó el emigrante o creyó dejar al momento de partir y por los cambios y transformaciones que, también, se han generado en su identidad personal emergen realidades paradójicas, entre quienes han regresado, luego de un dilatado y complejo proceso emigratorio: “Se trata de emigrantes que, una vez retornados a su tierra, quedan tan impregnados de la cultura y costumbres del país en el que han permanecido años y han desarrollado satisfactoriamente una parte significativa de su vida, que son considerados ‘cuasi’ extranjeros en su lugar de origen” (125). Es que “ningún retorno es solamente retorno; es una nueva migración, con todas las pérdidas, temores y esperanzas que le son inherentes. Los que vuelven no son los mismos que se fueron, y el sitio al que vuelven tampoco es el mismo” (142). Lo que sucede es que los emigrantes al desarrollar su vida cotidiana en otro contexto socio económico, bajo reglas, usos y costumbres culturales diferentes a las de partida, ya no se sienten plenamente miembros de la sociedad de origen, por cuanto el vínculo con el país natal se debilita a medida que transcurren los años lejos de él, en la sociedad de acogida (Cfr. Muñoz, 2013: 290); sin embargo, por más años que hayan transcurrido, tampoco se sienten integrados en los países de destino, ni llegarán a ser nativos. 250 En palabras del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, el viaje emigratorio, aunque no borra del todo los recuerdos del pasado, genera distancias insalvables con el lugar de origen: “Los objetos no se quedan donde los dejaste, los amigos difuminan tu recuerdo apenas les das la espalda, los parientes no te vienen a buscar porque los tenues lazos se estiraron en la distancia y terminaron quebrándose” (citado por Aínsa, 2012: 162). Adicionalmente, el sujeto que emigra ya no es el mismo que retorna; por cuanto, en palabras del ensayista hispanouruguayo ya citado, “partir, viajar y descubrir inducen a una pragmática de la inversión de las perspectivas: se espera de una alteridad desconocida, a menudo imaginaria, una contribución a la explicación de los propios fundamentos. En este sentido, el viaje es diferenciación y autoafirmación por contraste. El que vuelve será siempre un ser diferente del que se fue” (Aínsa, 2012: 167). En razón de lo antes expresado, de manera inmediata a cuando se produce el ansiado retorno adviene el desaliento, conforme el testimonio que le brinda una ecuatoriana a una investigadora italiana sobre el fenómeno sociológico de la emigración internacional en el Ecuador: “la primera sensación cuando regresa es ver el país pobre, al menos cuando llega al aeropuerto se ve la pobreza, se ve el cambio. Ahí uno entiende porque se dice subdesarrollado, porque se ve tanta pobreza, tanto retraso” (Pagnotta, 2014: 55). Además, como expresa Abdelmalek Sayad: “Si se puede volver siempre al punto de salida, en cambio no se puede volver al tiempo de salida, es decir volver a ser como en el momento de la salida, no se pueden encontrar los lugares y las personas en el mismo estado en el que se dejaron” (citado por Pagnotta, 2014: 56). Por ello, si bien los emigrantes ecuatorianos siempre piensan en el retorno a su país, cuando regresan se reencuentran con los fantasmas del pasado que les hacen pensar, un tiempo después, en marcharse otra vez; en razón de que “luego de la alegría por volver a encontrase y abrazarse con su familia, manifiestan haberse encontrado con un país de origen, costoso, inseguro, y extraño, en el cual muchos de los amigos de siempre parecen haberse desaparecido de la faz de la tierra y otros, los que sí están, son percibidos de tal manera que parecen no ser los mismos de antaño” (Murillo, 2009a: 184). Por ello es que, en no pocos casos, el regreso o retorno se transforma en una nueva emigración, cuando no en desencanto y frustración; sin embargo, el retorno, a pesar de todos los riesgos de desengaño que asedian a los emigrantes y de los cuales ellos tienen plena conciencia, se mantiene como una meta irrenunciable, sobre todo porque constituye uno de los mejores mecanismos de autodefensa, mientras dura la permanencia en el país de destino (Cfr. D`Ors, en Andrés-Suárez, 2002: 72). 251                                                              Lo que acontece es que el retorno a casa, al hogar y todo lo que quedó en el lugar de partida constituye una aspiración difícil de concretar; por cuanto si física y materialmente llega a efectivizarse, la evidencia es cruel: “El paisaje que añoraba ya no existe y el nostálgico comprueba con dolor que el regreso que deseaba es imposible, del mismo modo que es imposible regresar a la infancia, a la adolescencia o cualquier otra edad temprana. Al pasado” (Tello, 1997: 150). El retorno al país, al tiempo y a las personas que quedaron en el lugar de partida es imposible, además, porque en cuanto el emigrante abandona el lugar de origen, en su mente lo va convirtiendo en un territorio de fantasía, de ensueño, en un verdadero paraíso perdido, que está muy lejos de corresponderse con lo que realmente se dejó atrás. En los textos de los cuentos analizados en esta tesis se advierte que pese a que la añoranza por el país que se abandonó y el deseo de retornar a él se mantengan siempre vivos en la mayoría de los emigrantes; sin embargo, como se patentiza en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, un emigrante que visita la ciudad de Quito, con el propósito de preparar el terreno para el retorno definitivo termina convenciéndose de la conveniencia de no volver nunca jamás, porque la ciudad y el país no ofrece ninguna garantía de estabilidad económica y política futura e incluso, luego de haber vivido en un ambiente sociocultural de un mayor nivel de respeto, orden y seguridad en las calles y carreteras, ya ni siquiera es posible adaptarse a los inconvenientes y agresiones que son muy comunes en el Ecuador. Según expresiones del emigrante ecuatoriano con aspiraciones de retorno: me fui el último verano para ver cómo estaba la situación y comprarme un departamentito. Me regresé espantado oiga. El tráfico es mortal, ahí la gente que se sube a un automóvil se vuelve feroz. Qué malcriados, qué groseros, qué idiotas. Desde los chapas63 hasta el último mocoso son unos insolentes. Medio les queda viendo uno y ya le lanzan una sarta de insultos, le hacen malas señas, le pitan, le lanzan yucazos64, cuando no le pegan o le matan (187). En el relato “La casa de Esther”, de Gladys Rodas Godoy, se narra una situación dolorosa, en la que se pone en evidencia los avatares de una emigrante ecuatoriana que arriba a España con la ilusión de trabajar en lo que sea, todos los días y todas las horas que tenga oportunidad de hacerlo, a fin de reunir el dinero que le permita construir una casa para compartirla con su hijo; ella, de su parte, hace todos los esfuerzos para que en poco tiempo sus sueños se hagan realidad; sin embargo, son los propios hermanos que permanecen en el Ecuador quienes usufructúan del dinero proveniente de los esforzados trabajos y sacrificados 63 Agentes de la policía. Vigilantes, policías civiles o municipales (Real Academia Española, 2015). 64 Gesto obsceno que consiste en levantar un brazo con el puño cerrado y el dedo corazón extendido, golpeando simultáneamente el antebrazo con la otra mano (Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010). 252 ahorros de la mujer emigrante; en razón de lo antes expresado, Esther en nada mejora la calidad y condiciones de vida que tenía previsto antes de emprender el viaje emigratorio; como dice el narrador omnisciente: “seis años de su vida se habían esfumado sin ningún provecho para ella, se rompieron sus sueños, la confianza en su familia. Se apagó el deseo de volver a su tierra ni siquiera el amor a su hijo le ayudaba a comprender lo que habían hecho con ella” (Rodas, 2014: 111), motivo por el cual el retorno al lugar de origen carece de todo sentido y es preferible continuar sobreviviendo en el extraño y lejano país elegido como destino de la emigración. Esta amarga experiencia de la emigrante ecuatoriana constituye una dura realidad que no solo está presente en las ficciones narrativas analizadas sino también en la realidad social del fenómeno emigratorio, originado en el Ecuador. En el caso de la emigrante Esperanza, la protagonista de uno de los cuentos analizados, la vida no le es nada fácil, porque a más de las hermanas mayores que la indujeron a emigrar a Estados Unidos y siempre le piden dinero prestado y de que ella por su propia cuenta ayudaba a padres y hermanos menores, se suma el hecho de que se casa con tanta ilusión y el marido le resulta un vulgar holgazán, motivo por el cual ella tiene que trabajar al mismo tiempo hasta en tres actividades diferentes, a fin de poder cubrir todos los gastos que había asumido el compromiso de afrontar: Por supuesto que en Esperanza, una vez más, las ilusiones quedaron hecho [sic] añicos, dejando una parte de ellas en el campo en donde cada mañana recogía la cosecha; otras, entre las sábanas, toallas y colchas del hotel, en donde también trabajaba por las tardes en la ciudad de San Bernardino. Sus lágrimas seguramente se mezclaron con el agua con que lavaba los trastes del restaurante donde, además, y para colmo de sus fuerzas, se empleaba hasta las dos de la mañana (MaLuGiSaVe, en Martínez, 2004: 118). 6. El sentimiento de desarraigo de los emigrantes ecuatorianos Para el Diccionario de la lengua española, el desarraigo consiste en “separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado” o cortar los vínculos culturales o afectivos que tiene con el país de origen, la comunidad en la que vivió, el grupo social de pertenencia y la familia. El desarraigo es una experiencia vital que puede llegar a ser traumática en el individuo que la sufre; sin embargo, “se contrarresta con la práctica de ese ritual cotidiano que nos recuerda quiénes somos y por el cual volvemos a nuestros símbolos y valores, a esas creencias y comportamientos que, por ser entrañablemente nuestros, nos hacen sentir que 253 seguimos siendo parte de esa comunidad y de ese país que dejamos atrás” (Valdano, 2007: 10). En el sujeto emigrante, el sentimiento de desarraigo se produce por el hecho de físicamente estar en el lugar de llegada y psicológicamente en el de partida; pues, como dijo el profesor Manuel Delgado Ruiz, en El inmigrante imaginario, en cita retomada a través de Antonio Tello: “Está ‘aquí’, pero de algún modo todavía está ‘allí’, en otro sitio. O, mejor, no está de hecho en ninguno de los dos lugares, sino como atrapado en el trayecto entre ambos, como si una maldición le hubiera dejado vagando entre su origen y su destino” (Tello, 1997: 132). La experiencia del desarraigo es, también, muy común entre los ecuatorianos emigrantes en Estados Unidos, los cuales se constituyen en fáciles víctimas de esta vivencia que afecta a la mayoría de quienes han abandonado el país de origen; pues como expresan los pioneros de la investigación sobre la emigración desde la Región Sur del Ecuador con dirección a Estados Unidos: “Miles de seres anónimos se habrán perdido ya o estarán perdiéndose en este mismo momento por el oscuro laberinto del desarraigo, de la pérdida de la identidad, de la alienación o de la muerte y después de poco tiempo, nadie sabrá si regresaron, se fueron o se volvieron a ir o si algún día existieron” (Astudillo, 1990: 34). O, como se expresa en el elocuente testimonio de un ex alumno de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Estatal de Cuenca, citado por el autor antes referenciado: “Allá estuve tres años y cuando regreso, me doy cuenta que ya no puedo vivir aquí. Soy como dice la india María ‘ni de aquí, ni de allá’”. En relación con este planteamiento se ha dicho que el emigrante se caracteriza por vivir entre dos mundos, entre dos realidades, entre dos espacios físicos: “entre el pasado perdido y un presente no integrado” (Chambers, 1995: 50). En el país de destino se acentúa esta ambivalencia, porque a decir de Javier de Lucas, a los emigrantes “no se les facilita la vida familiar, ni la inserción en la escuela, ni en el trabajo, en condiciones de igualdad” (Lucas, 2012: 80). En el caso de los emigrantes ecuatorianos que optaron por España como país de destino emigratorio, el sentido de pertenencia nacional de los protagonistas del proceso de desplazamiento se vuelve muy complejo, pues como dice una emigrante ecuatoriana en España: “Yo tengo claro lo que soy; yo no soy española; yo no soy ecuatoriana de Ecuador… de allá no soy; soy ecuatoriana en España… es lo que soy” (Murillo, 2009a: 95). Por estas razones, en la emigración que proviene del Ecuador y se dirige con rumbo hacia España, “el inmigrante vive entre dos tierras: su corazón y su mente están en Ecuador y su cuerpo en 254 España” (Las Heras, 2008: 226). Con fundamento en lo antes expresado, se ha puesto de manifiesto que los costos psicológicos derivados de haber abandonado el país de origen, para el emigrante y su familia son muy altos y se asocian al desarraigo, tanto del país de origen como del Estado nacional de destino. La condición permanente en la que se desenvuelve el emigrante es el vivir desarraigado de la historia de vida dejada atrás y de la heredada de sus antepasados en el lugar de partida. Un cambio que se produce, al parecer lenta y forzosamente, cuando la persona que se ha visto forzada a abandonar el Ecuador, después de llegar y permanecer en el Estado nacional de destino asume haber vivido una experiencia en la cual el pensamiento asoma como errático, en tránsito y casi siempre se encuentra atravesado por el recuerdo de lo que se quedó en el país de partida. Por ello, siempre se vive “morando”, habitando en movimiento bajo una condición precaria, en la cual se han movido los términos de referencia identitaria que se tenía en el país de salida, al romperse los límites del pensamiento basados en la experiencia común que se consideraba tener antes de la partida. Vivir en este contexto supone, entonces, ir con la diferencia a cuestas, sin embargo, esta no funciona como barrera sino como signo de complejidad (Cfr. Valdivieso, 2001: 96). En las obras de narrativa breve analizadas en esta tesis el sentimiento de desarraigo se patentiza en el cuento “Nelly miraba lo alto”, de Zoila María Castro, en el cual la protagonista del relato pone en evidencia la severa crisis de identidad que la afecta, al tener la percepción y hasta la certeza que ya no pertenece a ningún lugar, ni al de partida que tanto lo añora ni mucho menos al de llegada, en donde todavía no se siente integrada: “´lo peor es que me siento desubicada, sin consistencia, entre allá y acá; pero, entre los dos extremos nada (…), ya no puedo inspirarme en cosas de allá, tampoco me sitúo en lo de acá´” (Castro, 1981: 77). En el ámbito de los cuentos estudiados es necesario patentizar que los ecuatorianos que tienen un apellido de clara e inocultable ascendencia indígena o rasgos somáticos o faciales que los identifica como parte de este segregado grupo étnico expresan que mientras residieron en el Ecuador se sintieron menospreciados, relegados, excluidos, desarraigados, extranjeros en su propio país, razón por la cual este tipo de experiencia no les afecta mayormente cuando se encuentran en un Estado nacional que saben que no es el suyo, conforme lo expresa uno de ellos: “Por eso vivo aquí tranquilo, no es que aquí no sean racistas, no; no es que aquí mi apellido no suene extraño, no, pero al menos no es mi país pues, me siento extranjero en el extranjero, pero lo peor es sentirse extranjero en el suelo propio” (Galarza, 2009: 204). 255 A pesar de lo expresado con anterioridad, entre los protagonistas de la estampida emigratoria ecuatoriana, de los años finales del siglo XX y primeros del XXI, tampoco faltan quienes vivían sin mayores contratiempos en su tierra de origen, conforme le ocurre a la narradora de una historia ficticia a la que no le faltaba los recursos económicos para satisfacer las necesidades básicas y que decide viajar fuera del Ecuador a instancias de una tía. Esta emigrante ecuatoriana, una vez que llegó a Estados Unidos, por la carencia de los papeles legales exigidos en ese país no puede retornar al Ecuador y el único hijo que tiene siente vergüenza de decir que su progenitora es ecuatoriana, complejo rechazo hacia la propia madre que se extiende también a los familiares más cercanos que dejó en Ecuador, incluso en contra de quienes ya han fallecido; complejas circunstancias que arrancan estas dramáticas palabras a la ecuatoriana en Estados Unidos: Y aquí me tienes atada a esta ciudad que odio. Mi hijo es ya un hombre, quizá vaya a la universidad, pero él no quiere saber nada de regresar. Él, en cambio, odia a nuestro país. Primero muerto que ecuatoriano, me dice a veces. Y yo lloro en silencio. Me maldigo por no haber podido engendrar en él amor hacia lo nuestro (…). A veces hasta creo que él también me odia a mí. Me oculta de sus amigos (…). A veces digo sino será mejor la muerte. Ya el regreso a nuestra tierra lo tengo descartado. Ya no tengo a nadie allá, además. Los pocos familiares que quedan me son completamente extraños y yo también les resulto extraña (Galarza, 2009: 104-105). En el relato “El regreso”, de Gladys Rodas Godoy, la emigrante ecuatoriana Sara, cuando logra concretar el sueño de retornar al Ecuador se siente extraña a todo y a todos, una verdadera extranjera en su propio país, una extraña en su ciudad de origen, porque: “diez años es mucho tiempo de ausencia en una ciudad en la que ya no encontraba a sus amigas de siempre y con las pocas que había coincidido el saludo era distante, demasiado tiempo fuera de su tierra con lugares que resultaban extraños y de la que ya desconocía muchas cosas” (Rodas, 2014: 122-123). Una situación similar se presenta en el relato “El retorno voluntario”, de la misma autora, en el cual la emigrante que pudo regresar al Ecuador advierte que sus conocimientos “en el área contable en la que se desempeñaba antes de irse no estaban actualizados por lo que las oportunidades eran escasas. Pensó en un negocio pero al estar fuera de su país tantos años tampoco podía ser objeto de crédito. Había regresado a su país con tanta ilusión, pero esta nueva realidad la estaba agobiando, por primera vez se sentía extranjera en su propio país” (161-162), expresiones con las cuales este personaje demuestra el profundo sentimiento de desarraigo que la afecta y que es muy común entre los emigrantes, tanto en los países de destino como en el Ecuador, cuando han logrado concretar el sueño del retorno. 256 CAPÍTULO VII. ASPECTOS POSITIVOS DERIVADOS DE LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL DE ECUATORIANOS En este capítulo se fundamentan, ejemplifican y analizan los aspectos positivos que se derivan del proceso emigratorio de ecuatorianos, que se ha convertido en objeto de representación y recreación literaria en los cuentos seleccionados como objeto de estudio. En él se abordan cuatro aspectos centrales: las dimensiones positivas de carácter general y el mejoramiento del nivel económico del emigrante y su grupo familiar; los principales aportes de los emigrantes ecuatorianos, tanto en el país y lugares de origen como en los Estados nacionales de destino; la creación artística entre los emigrantes ecuatorianos y su entorno familiar más inmediato, con especial énfasis en la pintura como una expresión de las artes plásticas y la literatura, en sus géneros más comunes; y los nuevos valores y sentimientos de los emigrantes como forjadores de su propio destino personal y familiar, en donde se trabaja el carácter proactivo y performativo que caracteriza a los emigrantes ecuatorianos, tanto en el país de origen como en el de llegada, así como la opinión y participación política de los protagonistas del proceso emigratorio internacional proveniente desde el Ecuador, las cuales ponen en evidencia la capacidad de discernimiento, la sensibilidad frente a las problemáticas del contexto y la voluntad de acción de los emigrantes ecuatorianos. 1. Los aspectos positivos derivados del proceso emigratorio 1.1. Las dimensiones positivas de carácter general Desde un ángulo de visión positivo y esperanzador, la migración significa movimiento, renovación, dinamismo, cambio, actividad, fluidez, vitalidad. Sin ella la propia vida en el planeta, en sus distintas formas de expresión, no habría llegado a ser lo que es en la actualidad. En el caso de la migración humana se ha llegado a sostener, incluso, que “la capacidad migratoria ha permitido a los seres humanos extenderse por toda la geografía como seres sociables, diversificar las formas de vida, las lenguas y las tradiciones culturales e intercambiar bienes y experiencias” (García, en Solanes, 2010: 29). Este desplazamiento 257 físico de personas ha sentado las bases para el avance de la civilización a lo largo de la historia y “el intercambio de bienes, de personas y de descubrimientos ha constituido la principal fuente del progreso humano” (Izquierdo, 2000: 7). Las migraciones han permitido ampliar los horizontes de la cosmovisión humana, ya que solo cuando se adquiere conciencia de que el universo es infinito la mente se amplía, también, hasta el infinito; pues, como lo expresa el filósofo Ernst Cassirer: “El universo infinito no pone límites a la razón humana; por el contrario, es el gran incentivo para ella. El intelecto humano se da cuenta de su propia infinitud midiendo sus poderes con el universo infinito” (Cassirer, 1968: 19). Desde esta perspectiva de visión del fenómeno sociológico en estudio y por solo mencionar a dos de los principales países de destino de los emigrantes ecuatorianos se tiene que recordar que uno de los gérmenes de la España que hoy conocemos y de la cultura española proviene del aporte de los variados pueblos que llegaron hasta su actual territorio: “Fenicios, griegos, íberos, celtas, romanos, suevos, alanos, godos, visigodos, vándalos, etc., [los mismos que contribuyeron a la conformación primigenia] del pueblo y cultura hispanos” (Tello, 1997: 142). Estados Unidos de Norteamérica, a más de sus irrefutables orígenes migratorios, en la época contemporánea tampoco puede olvidar “que la abundancia agropecuaria de California se debe en gran medida, sino del todo, al sudor, la sangre y el aporte de obreros mexicanos ilegales, cuyo trabajo estacional barato ha hecho posible la cosecha de abundancia que recibimos” (Benhabib, 2008: 81). Incluso, como lo afirma otro autor que ha reflexionado sobre la problemática migratoria en la primera potencia mundial, al finalizar el siglo XX e iniciarse el XXI, la nación más poderosa del continente americano y del universo entero se sigue presentando como “un extraordinario mosaico formado por individuos procedentes de las más diversas razas, etnias, culturas, y naciones (…) que mantienen su idiosincrasia sin menoscabo de su lealtad a la patria de acogida” (Tello, 1997: 174). Como ya se consignó en el primer capítulo de esta tesis, en el territorio que en la actualidad ocupa la República del Ecuador, las migraciones y los contactos culturales han estado presentes desde sus mismos orígenes, circunstancia de constitución de este Estado nacional que debe ser valorado en sus justas dimensiones, porque “contrariamente a lo que piensan algunos, esas vinculaciones son enriquecedoras y de interés mutuo, ya que los pueblos siempre han recibido y han ofrecido simultáneamente lo que han logrado por su cuenta, siempre como respuesta cultural a alguna necesidad biológica, psíquica o espiritual” (Cordero, 2005: 100). 258 En el Ecuador del siglo XX y de los años transcurridos del XXI existen variados ejemplos del invalorable aporte de las migraciones, tanto internas como internacionales. Al enfatizar en las últimas y por solo mencionar unos pocos ejemplos se tiene que recordar que el desarrollo de la ciudad de Cuenca obedece al impulso de los emigrantes que desde esta ciudad y otros lugares aledaños se desplazaron hacia otras regiones del Ecuador como El Oro, Guayas, Manabí y, luego, hasta otros Estados nacionales, como Estados Unidos y España y “gracias a las emigraciones, la zona de influencia de Cuenca, ha sido alimentada por una transferencia permanente de capitales que el año 2006 sumaron la abultada cifra de 867 millones de dólares (…), una alta proporción de los cuales son gastados o invertidos en Cuenca” (Hurtado, 2007: 235-236). Las iniciativas empresariales, comerciales, industriales y agrícolas de los inmigrantes árabes y judíos que llegaron al Ecuador desde los primeros años del Siglo XX contribuyeron, también, a mejorar la situación económica del país. Como expresa el ya citado Osvaldo Hurtado Larrea: llegaron al Ecuador en las primeras décadas del Siglo XX y se distribuyeron por todo el país, en su mayor número en Guayaquil. Si bien la mayoría fueron árabes (libaneses, sirios y palestinos), también arribaron italianos, españoles, alemanes y de otras nacionalidades. A los que, hacia mediados de siglo, se sumaron los judíos, gracias a la acogida que les ofreció el país cuando huían de la persecución nazi en los años de la Segunda Guerra Mundial (184). De entre estos múltiples grupos de inmigrantes que eligieron al Ecuador como país de destino, los árabes hicieron una significativa contribución al progreso de la ciudad de Guayaquil “en una época en la que el puerto era tierra de oportunidades”. Los judíos, en cambio, “aportaron a que Quito saliera del atraso en el que había permanecido sumido por centenares de años. Ambos impulsaron el desarrollo del Ecuador, igual que inmigrantes de otras nacionalidades, principalmente italianos, españoles, alemanes y chinos” (249). Esta contribución de los migrantes en beneficio del Ecuador continúa en plena vigencia y se proyecta hacia el futuro, porque “sus descendientes, de segunda y tercera generación, gracias a su mejor preparación y a las actividades industriales, agrícolas, piscícolas y de servicios en las que emprendieron, en las últimas décadas hicieron importantes aportes al progreso del país, especialmente de Guayaquil, cuyo adelanto económico no es posible explicar sin la presencia de la poderosa colonia árabe” (254). El aporte de los judíos a la ciudad de Quito, en donde se asentaron de forma mayoritaria y a todo el país, también es muy significativo, sobre todo en la construcción de la infraestructura vial; pues, gracias “a la tecnología siderúrgica se debió la construcción de 259 buena parte de los puentes que se levantaron en el Ecuador de mediados de siglo. Las primeras computadoras fueron traídas por los judíos italianos que fundaron la farmacéutica LIFE. Además, constituyeron decenas de empresas, muchas de ellas industriales” (257). El éxito económico del cantón Otavalo, en la provincia andina de Imbabura, se debe a la emigración de sus habitantes, quienes primero se desplazaron con sus productos artesanales a Quito y otras provincias del Ecuador, hasta que “años más tarde se atrevieron a viajar con sus tejidos a Colombia y Venezuela y a otras naciones latinoamericanas. Alentados por el buen suceso económico de su primera operación ‘multinacional’, en los años sesenta decidieron audazmente explorar los mercados norteamericano y europeo” (Hurtado, 2007: 241). Gracias a los ingresos que han obtenido del comercio de sus artesanías fuera del Ecuador han contribuido al mejoramiento de la economía del cantón, a través de la compra de máquinas modernas de alta tecnología para mejorar la productividad, “abastecimiento de materia prima, apertura de hoteles, restaurantes y servicios de turismo, adquisición de vehículos para uso familiar y el transporte de mercaderías, mejoramiento de sus viviendas y la compra en Otavalo de casas de mestizos y blancos que han convertido en el centro de operaciones artesanales y mercantiles” (Hurtado, 2007: 242). En los años más recientes, las principales oportunidades que se generan como consecuencia de la emigración de un significativo porcentaje de ecuatorianos se pueden sintetizar así: desarrollo de la microempresa impulsada por los sectores medios y medio- bajos; aporte de los emigrantes retornados en el campo organizativo y empresarial; aprendizaje y acceso a nuevas destrezas y habilidades laborales; surgimiento de la economía migratoria; difusión de los valores y otras expresiones de la cultura ecuatoriana; posibilidad de nuclear a la familia transnacional, que se genera gracias a los aportes de las tecnologías de la información y la comunicación; válvula de escape de las tensiones políticas y sociales en Ecuador; y, la emigración como mecanismo de inserción del Ecuador en el sistema global (Cfr. Acosta, 2006: 67). No se debe olvidar que los emigrantes, además de enviar remesas y aportar al desarrollo económico del Ecuador, contribuyen a la construcción y preservación identitaria de la ecuatorianidad, por lo que es indispensable fortalecer los vínculos del país con las comunidades ecuatorianas en el exterior, fomentando el apoyo a todas sus manifestaciones culturales en los distintos lugares donde se encuentren (Ecuador, 2009: 234). Por ello, en reciprocidad a la invalorable aportación de los emigrantes, en beneficio del país y de sus habitantes, con el actual gobierno presidido por el Eco. Rafael Correa Delgado y la entrada en vigencia de la nueva Constitución de la República del Ecuador, desde el mes de septiembre de 260 2008, se reconoció oficialmente la importancia de este fenómeno sociológico y a sus protagonistas, a través de una serie de estrategias que responden a una política estatal en torno a él. Entre las principales se pueden mencionar: la posibilidad de elegir seis asambleístas que los representen en la Asamblea Nacional del Ecuador, la creación de la Secretaría Nacional del Migrante (SENAMI), actual Viceministerio de Movilidad Humana, para atender, con el carácter de exclusivo, sus requerimientos y los diversos planes que se han emprendido desde esta instancia estatal, en favor de los emigrantes y sus familias (Cfr. Eguiguren, 2009: 42). 1.2. El mejoramiento del nivel económico del emigrante y su familia Entre los aspectos positivos más evidentes de la emigración internacional de ecuatorianos, aunque no por ello exentos de polémica, se encuentran las remesas, definidas como “la porción de sus ingresos que los trabajadores emigrantes envían a sus países de origen”, o “la suma total de envíos y compensaciones de los trabajadores internacionales” (UEES, 2004: 12). Es decir, las remesas se refieren al dinero en efectivo que ingresa al país, proveniente del trabajo de ecuatorianos en el extranjero y que es la principal variable que enlaza la economía ecuatoriana con la emigración de un elevado porcentaje de sus habitantes. Obviamente, las remesas no solo aluden a las transferencias monetarias sino, también, a los artículos que los emigrantes envían a sus familiares que aún permanecen en el Ecuador. En correlación directa con los destinos preferidos por los emigrantes ecuatorianos, según estudios realizados, en el Ecuador las remesas provienen en un 53% de España, un 30% de Estados Unidos, un 10% de Italia y un 7% de otros países (Cfr. Martínez, 2004: 8) y las mismas llegan de forma directa a las familias de los emigrantes en la sociedad de origen, sin intermediación de entidades oficiales, a excepción de los agentes financieros que intervienen en los trámites de transferencia. El dinero enviado al Ecuador se remite por mecanismos formales (bancos, casas de cambio o compañías de transferencia de dinero) e informales (familiares, amigos o correos de dinero). Por la magnitud de las cifras, el envío de remesas, a partir del año 2000, se ha convertido en la segunda fuente de ingreso de divisas del extranjero (después del petróleo) y ha superado con creces a las exportaciones de otros productos tradicionales: banano, café, camarón, atún, pescado y flores (Cfr. Acosta, 2006: 97). En relación al monto, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el envío de remesas desde el exterior hacia el Ecuador fue de dos mil seiscientos ochenta y cinco millones de dólares ($ 2685), en el año 2006 y alcanzó su tope máximo al superar los tres mil ochenta y 261                                                              siete punto nueve millones de dólares ($ 3087.9), en el 2007, realidad que se explica porque, para esos años, existía un mayor número de emigrantes que enviaban remesas, el tipo de cambio que favorecía a los migrantes ecuatorianos en Europa que reciben su remuneración en euros y los nuevos esquemas de legalización que se han emprendido en España y otros Estados nacionales de la Unión Europea. Sin embargo, “esta cantidad descendió a 2822 millones de dólares en 2008 como consecuencia de la crisis financiera global, la que golpeó especialmente las economías de Estados Unidos y España, los dos principales países de destino de los migrantes ecuatorianos” (Vasco, 2008: 2). En los últimos años, no obstante la severa crisis económica mencionada, aún los envíos de remesas hacia el Ecuador son muy significativos, conforme lo demuestran las estadísticas que indican que el flujo de remesas familiares, desde 194 países durante el año 2014, fue de 2461,7 millones de dólares, un aumento de 0,5% en relación al valor registrado en 2013, que ascendió a 2449, 5 millones de dólares (Cfr. El Telégrafo de Guayaquil, 24 de marzo de 2015). Y según reporte del Banco Central del Ecuador, las remesas alcanzaron la cantidad de 2377,8 millones de dólares, en el 2015 (Cfr. El Universo de Guayaquil, 8 de mayo de 2016). En referencia al uso y destino que se da a los recursos económicos provenientes de las remesas de los emigrantes ecuatorianos, de estudios realizados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se desprende que el “61% las utilizan para gastos de primera necesidad de la familia como alimentación, alquiler, electricidad, agua, teléfono, trasporte, ropa, medicinas. Un 17% las destina a lujos, 4% a compra de propiedades, 2% a educación, 8% al ahorro, y 8% las invierte en negocios” (Acosta, 2006: 138). Según otros estudios, las remesas se destinan generalmente a la manutención del hogar, a la educación de sus miembros, a la construcción y/o adquisición de vivienda, a la compra de terrenos y animales domésticos y adquisición de vehículos, electrodomésticos, maquinaria agrícola y otros bienes de consumo importados, a la implementación de microempresas, a la compra de pasajes aéreos para sus familiares que son migrantes potenciales y a la celebración de fiestas familiares y comunitarias (Cfr. Salazar, 2009: 227-228)65. A más de lo puntualizado, en lo macroeconómico, entre los aspectos positivos derivados de las remesas de los emigrantes están el haber contribuido a sostener el sistema de dolarización en la economía ecuatoriana, a mitigar los efectos negativos de la salida de 65 Claudia Pedone, en cambio, afirma que “en la mayoría de casos las remesas se invierten en saldar deudas con los ´chulqueros´, invertir en objetos de consumo, principalmente en electrodomésticos y terminar algunas viviendas que ya estaban en construcción en el momento de la decisión de migrar” (Pedone, 2006: 323). 262 divisas, por diferentes conceptos: importaciones, balanza comercial negativa y pago de servicios por concepto de deuda externa pública y privada. También han contribuido a estimular el consumo, aliviar la carga del Estado ecuatoriano en la satisfacción de las reivindicaciones sociales y la solución de las tensiones y protestas de la población (Cfr. Avilés, en Ponce Leiva, 2005: 138). Además, las divisas derivadas de las remesas han “contrarrestado de alguna forma la disminución del gasto social, evitando un mayor empobrecimiento, y ha mejorado las condiciones de vida de los hogares que las reciben, sobre todo los situados en el umbral de la línea de pobreza” (Camacho, 2010: 249-250). También han coadyuvado a mejorar las “oportunidades de generación de empleo entre los estratos medios y bajos de la sociedad, y su reinversión, al menos parcial, en educación de las futuras generaciones que contribuye a la formación del capital humano en el largo plazo” (Camacho, 2010: 251-252). Este positivo impacto de los envíos económicos de los emigrantes, en el mejoramiento del nivel económico del protagonista y su entorno familiar, en el Ecuador o en el país de destino emigratorio, ha sido objeto de amplia y detallada representación en los cuentos seleccionados como objeto de análisis. En los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila se advierte que aunque la felicidad no se la puede ni debe medir por los bienes materiales acumulados, ni puede ser completa, porque los hijos de los emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos ya no sientan ningún afecto por el país de origen de los progenitores, hay casos en los que, económicamente, si les ha ido muy bien a los protagonistas del desplazamiento físico de personas y ellos lo sienten así y lo pregonan cada vez que tienen la posibilidad de hacerlo; pues como dice uno de estos emigrantes exitosos: “Vea tengo dos casas (ahorita valuadas en trescientos mil cada una), una en la playa, en Long Island (doscientos mil debe costar), tres carros: uno para mí, otro para mi mujer (que, claro, también trabaja) y otro para Fabiancito, mijo (quien ahora va al Colegio)” (Galarza, 2009: 63). En referencia a un emigrante ecuatoriano retornado desde España, una de las evidencias de los aspectos positivos que, también, se derivan de todo proceso emigratorio se patentiza en la mejora económica del protagonista, conforme se narra en el cuento “El detective gilipollas”, de Carlos Carrión Figueroa. En este relato la muestra más palmaria de los mayores ingresos económicos recibidos como trabajador en España es que Rosendo Aguilera, el personaje principal de la ficción narrativa analizada, luego de regresar al lugar de origen tiene los suficientes recursos como para construir la mejor casa de la parroquia rural lojana en donde habitaba, la cual “estaba en medio de unos naranjos a una cuadra del pueblo. Era la casa más grande y hermosa: de dos pisos de ladrillo revocado y pintada de azul, con un 263 pórtico reluciente, cuatro ventanas con balcones bordeados de flores” (Carrión, 2011: 59). Otra muestra de la solvencia económica de Rosendo Aguilera es su generosidad para pagar el licor que consumían sus amigos y conocidos, en las pocas ocasiones que él visitaba los lugares de expendio y consumo de alcohol, circunstancias en las cuales, como dice el narrador omnisciente: “Cuando él se tomaba una copa en la cantina de Hermelinda Piedra y, como era generoso, les pagaba otra a los que allí encontraba” (60). Los mismos pobladores comunes y corrientes de la parroquia advierten la mejora económica del emigrante retornado, percepción que la ponen de manifiesto en la ocasión que responden al interrogatorio del teniente político de la parroquia lojana, quien tiene la responsabilidad de determinar las causas de la misteriosa muerte, así como identificar y castigar a los autores intelectuales y materiales del asesinato de uno de los vecinos más inofensivos: “Horas de horas contándole lo que sabían de Rosendo Aguilera desde antes de irse a España y después de que hubiera vuelto en otro pelo, y respondiendo a las preguntas de la autoridad” (61). En el relato “El aprendiz”, de Gladys Rodas Godoy, se presenta la historia de Pablo, un emigrante ecuatoriano en España, quien luego de vencer todos los obstáculos y ganarse la vida con el desempeño de las más distintas y humildes actividades laborales, en pocos años de trabajo esforzado, en relación de dependencia, logra conseguir un préstamo bancario y con esos recursos instalar la propia empresa que tanto había soñado desde que residía en Ecuador, convirtiéndose así en uno de los pocos emigrantes triunfadores en España, que logró independizarse y trabajar por cuenta propia, de manera que “en seis años de estadía Pablo había conseguido hacer realidad un sueño, tener su propio local y quizá a futuro poder ayudar a su familia que le seguía esperando en su país” (Rodas, 2014: 106). La decisión de enviar dinero para la subsistencia de la familia, como una muestra de las mejores ingresos que tienen los emigrantes, está muy presente en otros cuentos que se han escrito sobre la emigración internacional de ecuatorianos hacia España; así, por ejemplo, en el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, cuando el protagonista comienza a trabajar y recibe los primeros tan apetecidos euros, lo primero que hace es enviar remesas a sus familiares que permanecen en el Ecuador y que, desde el punto de vista económico, dependen de él; como expresa el narrador omnisciente de esta ficción: “Reunía para pagar la deuda, el alquiler del piso, la protección debida, y enviaba algunos euros a mamá y a Violeta, mi hermana, que estudia en la universidad” (Vallejo, 2013: 154). 264 2. Principales aportes de los emigrantes ecuatorianos, en el país de origen y en el de destino De manera complementaria al mejoramiento en los niveles de ingresos económicos de los protagonistas del desplazamiento físico desde el Ecuador, que devienen del desempeño de distintas actividades laborales en los países de destino emigratorio, que se ha desarrollado en el acápite anterior, es necesario puntualizar y justipreciar los aportes más evidentes que hacen los emigrantes ecuatorianos, tanto en favor del lugar de origen y de quienes permanecen en él como del mejoramiento económico de los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, hasta donde se han dirigido. 2.1. Aportes en el país de origen Con fundamento en el considerable incremento en los volúmenes de remesas enviadas hacia los países en desarrollo, varios investigadores y organizaciones (Inter-American Development Bank, 2006; International Monetary Fund, 2005; Ratha, 2003; Solimano, 2003; World Bank, 2006) han resaltado, en repetidas ocasiones, el potencial de las mismas para promover el desarrollo en zonas con alta incidencia de emigración internacional. Dentro de estas esferas, es ampliamente aceptado que las remesas han contribuido, de manera significativa, a mantener la estabilidad macroeconómica y a reducir la pobreza y desigualdad en los países receptores. Del mismo modo, se sostiene que los hogares receptores han sido capaces de incrementar el consumo de bienes y servicios, invertir más en educación y salud, y formar negocios familiares, que a su vez contribuirían en la diversificación de las economías locales, el incremento en el uso de los recursos locales y la mejora en las condiciones de vida de los habitantes de las áreas rurales (Cfr. Vasco, 2008: 1). En el caso de Ecuador, Jokisch (2002) argumenta que las remesas han permitido a los hogares de emigrantes de la región austral del país (Cañar, Azuay, Loja) acumular más tierra que sus contrapartes sin miembros emigrantes, además “hay evidencia de que las remesas han contribuido a mejorar los indicadores de salud y de escolaridad en hogares migrantes” (Jokisch, citado por Vasco, 2008: 12). Entre otros efectos positivos de la emigración internacional de ecuatorianos, en favor de los lugares de origen son, asimismo, los aprendizajes y cambios que están experimentando los ecuatorianos, gracias al diario contacto con las culturas de los países de destino, a 265 consecuencia de lo cual los emigrantes van adoptando las buenas costumbres de los habitantes nativos de los Estados nacionales en los que viven, en relación al trabajo laborioso, al cumplimiento de las leyes, al respeto de los compromisos y a las honradas relaciones interpersonales, comunitarias y públicas, así como cierta cultura financiera para administrar de manera responsable y ordenada sus dineros y “como todos mantienen contacto con sus familiares y amigos, cuando vienen de vacaciones o se comunican a través de los modernos medios electrónicos, algunos diariamente están ejerciendo influencias positivas en todos ellos” (Hurtado, 2007: 199-200). Favorecen, además, a los lugares de origen de los emigrantes las llamadas remesas sociales, que circulan entre el Ecuador y los países de destino del proceso emigratorio, dentro de las cuales se pueden mencionar las “ideas, prácticas, identidades y capital social, que se llevan a cabo mediante los distintos mecanismos de comunicación que despliegan los migrantes, tales como Internet, cartas, teléfono, viajes” (Oso, en Ginieniewicz, 2011: 130). Tampoco hay que olvidar que los emigrantes ecuatorianos que han logrado mejorar su situación económica, personal y familiar, no cejan en el empeño de cumplir sus aspiraciones previas a la emigración, entre las cuales se ubica la decisión de promover y aportar en procura de conseguir mejoras en el lugar de origen, en el bienestar de quienes permanecen en él y, de esta manera, no perder jamás el contacto y comunicación con los suyos y la cultura de la que se siguen sintiendo parte constitutiva. Un ejemplo de lo afirmado constituye Filomena Amaguaña, natural de Pifo, en la provincia de Pichincha, quien gracias a la ayuda de sus hermanos mayores emigró a Chicago y ya en esa ciudad estadounidense instaló un local de venta de comidas ecuatorianas y, para satisfacción de esta ecuatoriana, “en poco tiempo, la empresa familiar prosperó, Filomena legalizó su condición de emigrante ante la ley norteamericana y ahora, cada año, regresa a su Pifo natal para participar como prioste y contribuyente en las festividades de San Pedro. Su peregrinaje no es otra cosa que obedecer a aquella necesidad que ella siente de reconciliarse con su cultura madre” (Valdano, 2007: 8). Y como esta, hay muchas otras historias de emigrantes ecuatorianos, en distintos países del Hemisferio Norte, que no obstante el tiempo transcurrido y la distancia física, jamás se olvidan del solar de nacimiento, “todas ellas tienen algo en común: la fidelidad de nuestros inmigrantes a la tierra nativa. Este sentimiento se manifiesta siempre como una fuerza moral que les ayuda a sobrevivir en un medio culturalmente distinto y, a veces, hostil” (Valdano, 2007: 9). Desde el país de origen se reconoce, asimismo, que los emigrantes ecuatorianos están contribuyendo al mejoramiento macro y microeconómico del Ecuador, porque luego de cubrir 266 sus necesidades básicas, educar a sus hijos en escuelas, colegios y universidades, adquirir una vivienda, en algunos casos “han podido ahorrar cuantiosas sumas que anualmente envían a sus familiares en el Ecuador, cerca de 3000 millones de dólares en el 2006. Las remesas están produciendo cambios significativos en las familias que los emigrantes dejaron en el Ecuador: han elevado su nivel de vida” (Hurtado, 2007: 199). Complementa esta contribución, en favor del lugar de origen, el hecho de que el éxito del emigrante se mide por “el envío de remesas, las demostraciones de una mayor capacidad de consumo cuando van de visita, el envío de ‘pruebas’ del éxito como fotos o videos que muestren el bienestar alcanzado” (Thayer, 2009: 246-268). Las mejoras en los lugares de origen de los emigrantes ecuatorianos son muy evidentes, ya que en los sectores rurales, las viviendas de los familiares de los emigrantes se distinguen de las de los no emigrantes por la imposibilidad que tienen los campesinos, que viven de la agricultura y de los sueldos locales, de ahorrar recursos que permitan construir una vivienda de cemento de más de un piso; por ello, “en las regiones de alto porcentaje migratorio los parientes de los migrantes pueden adquirir bienes, en particular inmuebles rústicos, terrenos y casas en la ciudad a cifras mucho más elevadas de quien no recibe remesas” (Pagnotta, 2014: 96). El aporte también se hace sentir en el apoyo a las actividades comunitarias, a través del financiamiento de fiestas populares de sus lugares de origen. En este sentido, si por un lado las remesas parecen debilitar las dinámicas de reciprocidad andina, por el otro mantienen las costumbres tradicionales. Desde esta perspectiva, “el nuevo poder económico ha aumentado la influencia que los emigrantes tienen en la comunidad de origen. Considerando que los familiares dependen del envío de remesas para acceder a un mejor nivel de vida, los migrantes se transforman en el centro articulador de la economía” (Pagnotta, 2014: 97 y ss.). No obstante el invalorable aporte de los ecuatorianos emigrantes, en favor del desarrollo del Ecuador y sus habitantes económicamente más necesitados, este solo en los últimos tiempos fue reconocido por el Estado y el propio presidente de la República, Eco. Rafael Correa Delgado, el 23 de abril de 2014, cuando fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Barcelona, manifestó que, en contraste con los banqueros que llevaron su dinero a paraísos fiscales en el extranjero, “después de aquella terrible crisis, al país lo mantuvieron los pobres. Solamente aquellos a quienes el propio país les negó un futuro. Los emigrantes son nuestros héroes”. En las obras de narrativa corta objeto de análisis, la muestra más palmaria de lo que pueden hacer los emigrantes ecuatorianos, en favor de su lugar de origen, se patentiza en el 267 cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en donde se advierte que la mejora en los ingresos económicos de los emigrantes repercute positivamente en la comunidad de la que son originarios. En cuanto pueden hacerlo, cumplen las promesas realizadas en bien de su progreso, nunca se olvidan del pueblo de origen, sino que más bien la distancia física les eleva el espíritu filantrópico en bien de obras comunitarias o instituciones públicas que benefician a la mayoría de quienes residen en el país de origen, como es el caso de un emigrante de Jacarín, que aporta económicamente para el mejoramiento de la infraestructura de la escuela, situación que motiva para que algunos alumnos renuentes a concluir la educación general básica regresen a seguir estudiando en ella y concluir los estudios formales, al menos en ese nivel. Como dice el narrador omnisciente del relato: Y solo revivió algo del antiguo bullicio escolar cuando un emigrado generoso cumplió con la promesa de entregar el dinero suficiente para que los niños pudieran bostezar sus lecciones, y aprender la dureza de los deberes, en una planta gris de bloques con techado de asbesto también gris, cuyos trabajos iniciales quebraron pasajeramente esas ganas de nada, ese bullir de almas incompletas, hoscas, añorantes que era Jacarín (Cárdenas, 1995: 80). Otra muestra de generosidad de un emigrante nativo de Jacarín, en favor de la práctica de la religión católica de sus coterráneos, es el que protagonizó Alfonso Mora, quien, desde Australia “despachó en un orondo y desmedido envío el dinero que juró solemnemente donar a Jacarín para que poseyera un verdadero templo con cúpulas celestes, altar mayor de mármol, dos naves laterales y un órgano” (81). De similar manera, en el cuento “La voz de los migrantes”, de Carolina Andrade Freire, la protagonista, Rosario Vera Ortiz, luego de retornar a su natal Hermosita, con el conocimiento de otras realidades que le parecen dignas de emularse, se propone fomentar el progreso de su pueblo de origen y para ello lidera la gestión, ante las diferentes instancias públicas y organismos, en procura de conseguir las obras comunitarias más urgentes. En expresiones del narrador omnisciente de esta parte del relato: Hermosita sintió la presencia de Rosario. Hacía más viajes a la ciudad que cualquiera de los hombres y, a su regreso, siempre llevaba una novedad. Había conseguido que se exigiera a la profesora cumplir con las horas de clase en la escuelita del pueblo; traía invitaciones de organizaciones que buscaban el desarrollo del sector rural (…); o bien llegaba con herramientas que servirían para algunos trabajos comunales (Andrade, 2003: 71). La acción desplegada por Rosario no solo se reducía a las gestiones que realizaba en la ciudad sino que, en más de una ocasión, puso en severo cuestionamiento el trabajo y las funciones que cumplía el Dr. Rafael Jiménez, el médico rural del pueblo; pues como le dice 268 en una oportunidad que lo visita, para solicitar su apoyo en beneficio de la comunidad: “– Óyeme, agradece que te tomo en cuenta. En este pueblo nadie viene a tu puesto sino cuando se están muriendo, y ahí tú les dices que agarren un transporte y se vayan a morir a la ciudad” (69). Y ante las explicaciones que intenta dar el médico, Rosario le increpa el hecho de que el galeno haya elegido Hermosita como el sitio más tranquilo para prepararse para los exámenes que le posibiliten el acceso al postgrado en cardiología en una universidad canadiense: “–No des disculpas pendejas. ¿Tú eres o no eres doctor?, o ¿qué dijiste? ¿´Hermosita es una láibrari pública para mi uso personal´? (…). Óyeme doctor, yo voy a parir aquí, así que anda viendo en tus libros lo que tienes que hacer” (69). Días más tarde, cuando Rosario Vera Ortiz se propone conseguir la dotación de agua potable para Hermosita se acerca, una vez más, para pedir al Dr. Rafael Jiménez que colabore con esta gestión y cuando él responde que puede “redactar una carta detallando las deficiencias de salubridad en Hermosita por falta de agua potable y ustedes la presentan a quien corresponda”, la emigrante retornada, con inocultable ironía, le contesta: “_ ¡Una cartita! ¡Qué maravilla! Se pondrán felices de recibir un papel que meterán en una carpeta y tendrán pretexto para hacernos regresar porque necesitan tiempo para leer y entender (…). Okey, peor es nada, anda doctor, haz tu carta” (72). No obstante estas dificultades encontradas, la protagonista del cuento no ceja de activar en procura de reivindicar los derechos de ser atendidos y de encontrar satisfactoria respuesta a las aspiraciones más sentidas de su pueblo natal. 2.2. Aportes en los Estados nacionales de destino Cuando los emigrantes provenientes del Sur eligen como destino las grandes ciudades globales, como Nueva York, Londres, Berlín, París o Madrid, como lo expresa Saskia Sassen, aportan a ellas de dos maneras fundamentales: “proporcionando servicios a precios económicos a los trabajadores del sector superior del sector servicios [y] ocupando urbanísticamente zonas de la ciudad que antes habían sido previamente abandonadas por la población autóctona para ir a vivir en los suburbios” (Sassen, citada por Garzón, 2006: 8). 269 Sin embargo, los emigrantes provenientes del Sur también pueden brindar servicios que exigen una elevada calificación profesional, conforme lo demuestra en la actualidad el hecho de que en “Francia, el 10% de los médicos son migrantes y el 20% de paramédicos no son franceses, y decenas de millones de esos extranjeros en Europa aportan a la seguridad social y permiten sostenerla” (Verduga, 2015). En esta línea de valoración de las potencialidades de los emigrantes, se hace necesario recordar que los ecuatorianos que han salido del país tienen, asimismo, muchas posibilidades de aportar en los países de destino, si es que en ellos se les brindan las condiciones básicas para hacerlo. La razón fundamental que explica esta potencialidad, es que no son cualesquiera personas quienes tienen la osadía, la valentía, el arrojo, el ímpetu y la energía para dejar su país de origen y aventurarse a encontrar mejores condiciones de vida, para sí mismos y para sus respectivas familias, en los Estados nacionales de destino; por lo mismo, ellos “representan por lo general a los aventajados, a la punta de lanza de ese desarrollo político, social y económico” (Izquierdo, 2000: 8). A criterio de Javier de Lucas Martín, hay que reconocer el aporte del trabajador migrante en los países de acogida, “no solo en la medida en que paga impuestos y contribuye con su trabajo y con esos impuestos, sino también con su presencia como vecino y no solo como trabajador, es una agente que contribuye a la construcción de la comunidad política, comenzando por la primera, la ciudad” (Lucas, en Solanes, 2010: 21). En el caso de la emigración latinoamericana hacia España, bien se podría decir que “la sociedad española se ha convencido de que la inmigración produce beneficios –crecimiento económico, refuerzo demográfico, enriquecimiento cultural–, y de que en concreto la inmigración latinoamericana contribuye a estos beneficios sin el coste de los conflictos culturales o los problemas educativos asociados a otras inmigraciones de lengua y cultura ajenas a las españolas” (Otero, 2007: 4). En España, una de las contribuciones de los emigrantes se evidencia en la aportación a la economía del Estado, a través de las cotizaciones al sistema de seguridad social, el Impuesto a la Renta sobre Personas Física (IRPF) y el impuesto al consumo a través del IVA, aportación que es digna de justipreciarse por cuanto, “tanto en España como en Madrid, es más lo que los inmigrantes aportan al Estado que lo que consumen de este. En sanidad es posible estimar que los inmigrantes consumen en torno al 50% de lo que cabría esperar por su peso demográfico” (Thayer, 2009: 230). Contribuyen, asimismo, al crecimiento del mercado inmobiliario al “participar más en el dinamismo del mercado del alquiler que en el de la compra y venta” (233). Desde esta perspectiva, y en coincidencia con lo ya expresado en líneas anteriores, David Reger sostiene que es indispensable reconocer que “las enormes 270 aportaciones –demográficas, económicas y culturales– que han realizado ecuatorianos a la sociedad española” (Cfr. Reger, 2009: 151). Los emigrantes tienen total consciencia de las aportaciones que realizan a la sociedad de acogida, “entienden que con sus cotizaciones están pagando la jubilación de los españoles y a la vez financiando el sistema sanitario que usa el conjunto de la sociedad, aunque mayormente los autóctonos que el conjunto de los extranjeros. Esta última idea surge de la auto-percepción como un colectivo más joven y por ende más sano, que la población local” (Thayer, 2009: 272). Esta consciencia de la contribución en beneficio de los Estados nacionales de destino es reiterada por los propios emigrantes ecuatorianos, quienes se “reconocen como productores de la sociedad en virtud de su aporte a la construcción social como trabajadores. Ven el estado actual de la sociedad española como un producto al que han contribuido a producir con su trabajo” (112). Con fundamento en lo antes expresado, es lícito afirmar que cuando los emigrantes ecuatorianos se implican en el espacio que habitan contribuyen a mejorar las condiciones de vida de su entorno, tal como lo demuestran en Getafe, en donde “los ecuatorianos son actores, productores y rehabilitadores de su barrio” (211). Las mujeres ecuatorianas emigrantes en España que se dedican al cuidado de personas (niños, ancianos o enfermos); por una parte, contribuyen a facilitar las condiciones de acceso de la mujer española al mercado laboral local, dado que se transfiere a las emigrantes no solo las labores necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo masculina, sino también el cuidado de los hijos, si los hubiera; por otra parte, “el trabajo de inmigrantes (…) está siendo fundamental en el marco de la responsabilidad privada del cuidado de los ancianos” (Thayer, 2007: 47-48). Dentro del corpus narrativo de los cuentos ecuatorianos seleccionados como objeto de análisis, la aportación de los emigrantes ecuatorianos a los países de destino se pone en evidencia en cuatro de ellos; así, respecto de la emigración desde Latinoamérica y Ecuador hacia Estados Unidos, que se representa en el cuento “Vendaval”, de Zoila María Castro, el conviviente de la emigrante ecuatoriana tiene muy clara consciencia del aporte que la diáspora cubana ha realizado en favor del Estado nacional de recepción y más específicamente de la ciudad de Miami: “¡Mi gente viene a crear! ¡Mi gente viene a hacer prosperar este país, como lo hicimos nosotros hace veinte años, que hemos convertido en una poderosa urbe lo que solo era un pequeño pueblo!” (Castro, 1981: 214). Como dice el personaje de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, desde Ecuador hacia Estados Unidos no solamente ha emigrado mano de obra poco calificada 271 o personas que hacen quedar mal al país sino también han llegado algunos representantes de la élite académica e intelectual ecuatoriana, quienes desde sus respectivos campos profesionales aportan, tanto en la academia del país de destino como en la producción bibliográfica, desde las casas de estudios superiores para las cuales trabajan: “tenemos varios profesores universitarios, todos destacados ensayistas, le nombro por ejemplo a los doctores Antonio Sacoto y Jaime Montesinos de Cuenca (…). Al doctor Galo Acevedo, de Riobamba, al doctor Wilfrido Corral, de Guayaquil; al doctor Antonio Figueroa de Loja (…), al doctor Carlos de la Torre, de Quito” (Galarza, 2009: 79). En relación a la emigración desde Ecuador hacia España, un aspecto que valoran como positivo los propios protagonistas es el de sentirse útiles en los países de destino y de que sus acciones mejoren la calidad de vida, confort y bienestar de las personas para quienes trabajan. Un ejemplo de esta naturaleza es el que se patentiza en el relato “La asistenta”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual la ecuatoriana que trabaja de interna al cuidado de la madre de un diputado, que en su momento pugnó por endurecer la Ley de extranjería, en contra de los migrantes provenientes del Sur, gracias al diario esfuerzo en el cumplimiento de las obligaciones encomendadas logra que su trabajo le sea reconocido por el propio político español, “la cara de satisfacción de su madre lo decía todo, él no podía ser menos. Tenía que reconocer que la sazón de la comida era agradable y lo más importante de la depresión que ella había sufrido por tantos años no quedaba nada. Le costaba aceptar que una extranjera había cambiado la vida de la madre”. Este hecho le trae a la memoria las palabras de un colega diputado, quien alguna vez le dijo: “Cuando conozcas y trates a un extranjero sé que cambiarás de criterio” (Rodas, 2014: 38-39). Otra muestra del aporte de las emigrantes ecuatorianas en España se pone de manifiesto en el relato “Un día diferente”, de la misma autora citada. En esta historia ficticia, en la ocasión en la que se produjo el atentado terrorista en la Estación del Metro de Atocha de la capital española, una emigrante de la nación andina que estuvo de paso por ese lugar contribuyó a dar los primeros auxilios a los afectados, sin importar el color de la piel, origen nacional, pasaporte o ciudadanía de las víctimas del terrorismo internacional. En palabras de la narradora protagonista, en aquel momento pensó, actuó y dijo: “Soy enfermera, déjeme ayudarle empezó diciendo a algunos heridos, se sintió útil, el apretón de manos y un gracias desfallecido fue su recompensa. A cuantos pudo dio palabras de aliento, estrechó manos, secó lágrimas y por primera vez se sintió parte de todo, por primera vez en años no se sintió extranjera, el dolor no tiene nacionalidad” (Rodas, 2014: 53-54). 272 3. La creación artística entre los emigrantes ecuatorianos y su entorno familiar más inmediato En contextos migratorios, el arte, la música, la pintura, la literatura adquieren una superlativa importancia, entre los sujetos que protagonizan el desplazamiento físico. Expresiones del espíritu que tienen como propósito reforzar los vínculos con el país de origen, mediante tres dispositivos que se complementan entre sí: “acentúan la diferenciación con los lugareños, evidencian la existencia de un pasado (en esa tierra donde el que emigró dejó su biografía) y hacen presente relaciones con personas ausentes que le ayudan a sobrellevar el sentir que en el sitio en que está no tiene raíces, no tiene historia, no tiene abuelos (abolengo), no tiene recuerdos propios” (Grinberg, 1996: 89-90). En directa relación con lo antes expresado, algunos artistas ecuatorianos que han experimentado, en carne propia, la emigración consideran que el arte debe tener un compromiso con lo político y con los problemas del entorno social más inmediato; por ello, como expresa una de ellas: “la obra que he realizado desde que vivo en Italia se caracteriza por la fuerte convicción de que el arte puede –y debe– ser una herramienta poderosa para la transformación social responsable, bajo la condición de que sea compartida y producida junto con comunidades, grupos de base y organizaciones de la sociedad civil” (Jijón, 2014: 224). Estas reflexiones sobre el compromiso social del arte producido por los emigrantes ecuatorianos tiene su fundamento en el hecho de que a través de las distintas expresiones del mundo artístico se puede facilitar el entendimiento y la creación de conciencia en torno a temas como los derechos humanos, los derechos de los migrantes, la solución de conflictos y la paz en los diferentes estratos de las interacciones sociales. Desde la perspectiva antes esbozada, la creación artística, entre los emigrantes ecuatorianos y su entorno familiar más inmediato es, asimismo, una dimensión positiva que hay que reconocerle a la emigración internacional. Situación que se explica porque un significativo porcentaje de los habitantes del Ecuador, desde siempre, se han destacado por el cultivo de las bellas artes y las letras, en razón de lo cual los artistas no podían permanecer indiferentes ante esta problemática social que afectó al país, sobre todo en los años finales del siglo anterior y primeros del presente. En la intencionalidad de ejemplificar lo expresado se consideran dos expresiones artísticas que son preferidas por los emigrantes ecuatorianos: la pintura y la literatura. 273 3.1. La pintura como una expresión de las artes plásticas En el Ecuador existen múltiples antecedentes de arraigada presencia de la pintura en la historia de las artes (Cfr. Espinosa Apolo, 1995: 234), los cuales sirven de fundamento para explicar la gran cantidad de obras pictóricas que aluden a la interrelación entre emigración y artes plásticas, sobre todo a raíz de que este fenómeno sociológico alcanzó un inusitado auge, a fines del siglo XX y principios del XXI. Un ejemplo de lo expresado constituye la serie titulada “Los migrantes”, del renombrado artista cuencano Jorge Chalco, que se inició “cuando se dio un auge de azuayos que dejaban sus familias y viajaban a Estados Unidos y Europa para mejorar su calidad de vida”. La serie se integra de nueve dibujos, un políptico y veinte y dos acrílicos, cuyo tema se encuentra directamente relacionado con el fenómeno migratorio y la odisea de sus protagonistas para acceder de manera “ilegal” a los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, sobre todo Estados Unidos, conforme lo manifestó el embajador del Ecuador en Austria, Byron Morejón Almeida, el 23 de abril del año 2007. En criterio del diplomático ecuatoriano, en la obra pictórica de Jorge Chalco se “pone énfasis en aspectos como los coyoteros, gente que abandonó su país y que no llegó a prosperar, también otras personas que sí lograron consolidar sus anhelos” (“Artista Jorge Chalco presenta ´Migrantes´”, El universo de Guayaquil, 20 de noviembre de 2010). El pintor manabita Jimmy Lara, con su obra “Recuerdos ocultos y la teoría de la pirámide según Maslow”, que ganó el Primer Premio en el Salón de Octubre de la ciudad de Guayaquil, del año 2008, se inspiró en la teoría de Abraham Maslow, psicólogo estadounidense que propone una pirámide de necesidades del ser humano, en la cual “se incluyen necesidades emocionales, fisiológicas y económicas que muchas veces podemos perder, todo por el afán de alcanzarlas” sostuvo Lara, en alusión directa al fenómeno emigratorio de carácter internacional que vivió el país, además expresó que su obra pictórica se construyó “a base de recuerdos y fotografías de ecuatorianos que han fallecido ahogados por naufragios a causa de la migración” (“Migración da triunfos en el arte”, www.explored.com.ec/.../migracion-da-triunfos-en-el-arte-310605.html, del 9 de octubre de 2008). En la Décima Primera Edición de la Bienal de Artes de Cuenca, del año 2011, en las obras que se exhibieron en la Galería del Museo del Banco Central del Ecuador, se trataba de dar una visión de un mundo globalizado, propio pero a la vez ajeno, con obras que hacen alusión a problemáticas del mundo moderno, como “el trabajo pesado en áreas fronterizas, la 274 www.explored.com.ec/.../migracion-da-triunfos-en-el-arte-310605 tortura como forma de violencia y los efectos de la migración, como se observa en este cuarto oscuro: una instalación del ecuatoriano Paúl Rosero que recibió el Premio París” (El Mercurio de Cuenca, 11 de noviembre de 2011). El artista plástico lojano Sigifredo Camacho Briceño, en el libro El viacrucis del migrante (2012), que representa y recrea el dolor del abandono, de la pérdida, de la esperanza desilusionada que acompaña la muy actual y trágica vicisitud humana de la emigración internacional de ecuatorianos y en él “las vicisitudes, las amarguras, las angustias, los sueños, los peligros, las frustraciones de estas personas, heroínas ignotas de una humildad a veces indolente, están recogidas en la muestra de Sigifredo Camacho, haciendo un parangón entre los pasos del camino de Cristo hasta la cruz del Calvario y lo que viven nuestros compatriotas en la actualidad” (Diario La Hora de Loja, 25 de junio de 2012). Incluso entre los ecuatorianos que protagonizan la emigración internacional, uno de los aspectos positivos que genera este proceso de desplazamiento humano es que algunos de ellos, fuera del solar nativo, han podido dedicarse, a tiempo completo, al arte de su preferencia. Este es el caso del indígena ecuatoriano Amaru Cholango, quien se ha convertido en un artista plástico de fama y reconocimiento internacional, gracias al apoyo que ha recibido en Alemania y que él lo expone con paladina claridad: Aquí en mi segunda patria he tenido la posibilidad de desarrollar el arte y hacer un rescate religioso y cultural de nuestro pasado indígena. Y yo a su vez he intervenido personalmente en las exposiciones y conferencias teóricas que he realizado en el Ecuador y en otros países (…). Pude tener mi primer taller pequeño y luego uno más grande (…). Aquí pude crear a mi antojo. Las grandes instalaciones, objetos y performances (…). Mi obra tuvo muy buena acogida por el público de la ciudad. Era profesor en una academia europea de Arte y en la Universidad de Tréveris (Cholango, 2014: 118-119). En una línea de similitud y correspondencia directa entre la preferencia de los ecuatorianos por el cultivo y valoración de las artes plásticas y las obras que en esta expresión artística se ha realizado en torno a la emigración internacional desde la nación andina, en los cuentos seleccionados como objeto de análisis, se advierte la presencia del interés por el cultivo de la pintura. En el relato “Nelly miraba lo alto”, de Zoila María Castro, la protagonista se presenta como una artista plástica que ha viajado a Estados Unidos en busca de nuevos horizontes para el desarrollo de su vocación artística; por esta razón cuando en la ciudad de Nueva York se logra vincular con artistas de su campo y de otras expresiones creativas del espíritu se siente emocionada, realizada, feliz: “Al rato de charla ligera, momentos de risas estrepitosas por algo que sonó gracioso, sucedían los razonamientos, las opiniones, los pareceres: arte, literatura, música… Esta gente sabe de todo. Bueno, son artistas 275 de todas esas ramas. Me dan la impresión de que las ideas no les vienen solo de la mente, sugieren vitalidad enraizada en lo más profundo del ser, en la sangre diría más bien” (Castro, 1981: 83). Y más adelante, la protagonista reitera la eufórica alegría que siente mientras permanece departiendo entre personas dedicadas al mundo del arte: “escuchando a los artistas me sentía como diluida, laxa, y, al mismo tiempo, alerta, ávida, engullendo cuanto oía” (Castro, 1981: 84). En el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, el utópico narrador protagonista cuando llega al país de destino y se reúne con otros coterráneos, en el primer diálogo que establecen se preguntan por las ocupaciones laborales a las que se van a dedicar para poder sobrevivir en el viejo mundo, circunstancia en la cual descubre que “unos iban a estudiar, hijitos de papá; otros, emigrantes por la necesidad, a trabajar, y cuando me tocó el turno a mí, audaz contesté: Yo voy a escribir –todos me miraron con sorna e incredulidad (…). Ah, también soy artesano –porque si, mis manitas sirven para algo también. Me miraron con un poco más de comprensión” (Carrasco, 2001: 128-129). Sin embargo, de estas ínfulas que pone de manifiesto a inicios del periplo emigratorio, a la hora de la verdad, cuando no logra “vender” los poemas que escribía y los ingresos que recibía por la venta de sus artesanías eran demasiado escuálidos decide dedicarse a la pintura, que era otra de las habilidades artísticas que poseía. Este emigrante, en primera persona pone de manifiesto las circunstancias en las que decide dedicarse a las artes plásticas: “fue cuando decidí ser también pintor. Un cuadrito siempre es más fácil de vender (…). A alguien que conocí en uno de estos vernissages, le pedí su caja de acuarelas (…) y en unos grandes almacenes robé un cuaderno de buen papel, y empecé mi nuevo oficio con renovado entusiasmo” (134). Los resultados de la nueva expresión artística cultivada no se hacen esperar, porque es a la dueña del piso en donde habita a quien logra convencerla como la primera adquiriente de dos de sus obras pictóricas: “Fue mi primera cliente, pues conseguí sacarle un mes de arriendo a cambio de un par de paisajes del Tibidabo. Se ve que aquella montaña le trae recuerdos sumamente gratos” (134). Con el correr del tiempo, el narrador protagonista conoce a un señor de buenas posibilidades económicas, el cual se convierte en una especie de cliente y mecenas: “logré venderle algún cuadro, y como siempre tenía hachís, pillábamos unos buenos colocones, así se le pasaba la mala leche” (149). Más tarde este señor les ofrece un piso para que los artistas que permanecían en condiciones de indigencia pudieran vivir bajo un techo y, en ese lugar, el narrador protagonista conoce y departe con otro pintor, que atravesaba similares dificultades, de quien se expresa en estos términos: “El argumento para que se quede fue la botella de coñac que trajo Luis (…), un pintor que había tenido su época de gloria y que, por eso, era el 276 que más marcaba las distancias con su aire de genio ofendido por no ser reconocido” (151). Adicionalmente, la profunda admiración del narrador protagonista por el arte de la pintura se pone en evidencia, una vez más, cuando llega a París y visita los museos que alberga esta mítica ciudad: La verdad es que esos museos son una artera de salas y salas llenas de cuadros y esculturas reiterativas, hasta que ¡Van Gogh! Estaban vivos sus cuadros, se te echaban encima y te obligaban a entrar en ese universo lleno de vibraciones que se interrelacionan. No pintaba flores, campos, rostros; pintaba la energía de esas formas, el otro mundo que hay en éste. ¡Cielo santo!, me dije, si tuviera un cacho desaparecería en esos campos que vibran al unísono de las nubes, en ese rostro que parece una estrella más (164). 3.2. La literatura, en sus distintos géneros En relación a las motivaciones, vocación y práctica de la escritura de parte de quienes se han visto forzados a dejar el país de origen para habitar en uno diferente, Theodor W. Adorno afirmó que “quien ya no tiene ninguna patria halla en la escritura su lugar de residencia” (Adorno, 2001: 91). De su parte, María Fernanda Ampuero, retomando las ideas de Julia Kristeva (1991), nos recuerda que “la escritura es imposible sin algún tipo de exilio (…). La literatura siempre es extranjera. La creación literaria un desplazamiento. La lectura un viaje. La biblioteca nuestra tierra de origen” (Ampuero, 2014: 39). Además, el escritor siempre será un nómada, un gitano, un migrante en relación con el propio lenguaje que utiliza para construir su obra. Desde otra perspectiva de análisis, en relación con la creación artística, los emigrantes ecuatorianos en los países de destino sienten que son tratados como si fueran incapaces de pensarse y representarse a sí mismos, motivo por el cual no se los considera como sujetos capaces de cifrar un discurso representacional sino solo ser meros objetos de representación: “nosotros, los inmigrantes, no existimos del modo en que somos en los medios de comunicación de este país, no tenemos voz y siempre existe alguien, algún otro, legitimando por nosotros el discurso que nos pertenece. Nos encontramos con la ausencia de crónicas migrantes, de voces diversas, con la no presencia de las penas que no nos caben en una maleta” (Orellana, 2014: 49). A pesar de esta oprobiosa realidad, en no pocos casos los emigrantes ecuatorianos han superado el estadio de meros objetos representados, para convertirse en sujetos constructores de una serie de discursos, en cuya circunstancia: La persona migrante de origen ecuatoriano (o poscolonial) que hoy decide ser un sujeto-autor deja de ser personaje y asume un lugar de enunciación en el sistema representacional. Es decir, al escribir (se) 277 deja de ser solamente un cuerpo (d) escrito, logrando una propiedad individual del texto que conlleva una serie de responsabilidades, derechos y obligaciones que lo obligan a responder por su propio escrito, por la escritura de la versión de su historia (Falconí, 2014: 14). En el caso de los escritores, de los artistas de la palabra, de los literatos que cultivan los diversos géneros existentes, siguiendo el pensamiento aristotélico se podría decir que “la escritura es la representación del habla y el habla lo es de la mente, es decir del pensamiento, y este, como quería Kant, es aquello que nos formula e identifica como seres humanos” (Tello, 1997: 156). La producción de una escritura con fines estéticos y la aspiración de los protagonistas de la emigración internacional de involucrarse o acercarse a ella se encuentran amplia y detalladamente representada en múltiples cuentos ecuatorianos, que se han construido en torno a este fenómeno sociológico. Así, en el cuento “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres, Manuel, el protagonista se muestra interesado por la lectura de obras literarias; por ello, después que la prima Claudia le hace conocer la biblioteca pública de la ciudad, con regular frecuencia vuelve a ella a solicitar libros en préstamo para leer: “y voy a la biblioteca, buscas algo en español (…) y te encuentras con Ciro Alegría, lo cual te da mucha alegría, y pasas el día entre un libro, un hot-dog y un jugo de naranja” (Pérez, 2004: 102). Días después, avanza con la lectura de otros escritores de reconocido prestigio y calidad literaria, como el poeta Walt Whitman: “me arden los ojos, me restriego, dejo el libro junto al árbol y me acuerdo de Whitman (…). El libro está allí y también el árbol y Whitman” (105). Para una mujer ecuatoriana emigrante, el ejercicio de la escritura literaria se puede convertir en un mecanismo de catarsis para exteriorizar todo su universo psíquico interior, aunque por la condición genérica y por compartir la vida junto a un esposo machista, esta actividad creativa la mantenga oculta bajo siete llaves, en primer término del propio cónyuge, conforme le expresa a una interlocutora: “A nadie he enseñado ese cuaderno, ni a mi marido… Usted sabe que él, pintor célebre y todo, era un egoísta conmigo, yo era para él un adorno (…); por eso jamás me atreví a enseñarle lo que escribía a escondidas, lo que escribía con pasión. A lo mejor a usted le gusta ese cuaderno, quién sabe” (Galarza, 2009: 191). En el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, el narrador protagonista de la ficción, a raíz de la visita que realiza al viejo mundo, enfatiza mucho en su preciada aspiración personal de convertirse en un escritor de reconocida fama y vivir de las regalías obtenidas por los derechos de autor. En utópicas e ilusas palabras del aspirante a escritor de primera línea, por la calidad de la futura obra escrita obra y el ulterior reconocimiento de críticos y lectores: “Yo viviría de la literatura, como aquellos grandes escritores que, ahora lo 278 sé con certeza, sobrevivieron entre el asco y la miseria… pero claro, a mí me habían vendido eso de la gloria… Yo soñaba porque era joven, y para más inri, imaginativo, un elegido al que los editores contratarían solo con verle y, dicho sea de paso, diría la pura y simple verdad” (Carrasco, 2001: 128-129). Sin embargo, con el paso del tiempo se va despertando del dorado ensueño y tiene que aterrizar en la dura y pedestre realidad, como el momento en el que el pariente lo arrojó de la habitación en donde fue recibido en Barcelona. En esa ocasión, el narrador protagonista se pregunta: “¿Y ahora, qué hago? Me dije, pobre de mí que todavía no había vendido ningún poema –ni siquiera me habían recibido los editores, ¡qué va!, ni a las secretarias pude llegar, pues el portero mismo ya me largaba–” (131). En estas difíciles circunstancias, en palabras del narrador protagonista: Como un loco busqué editor, o al menos alguien que se quedara deslumbrado con mis versos y me dijera: “Hijo mío, tú vales mucho, ten estos millones para que te instales. Mira esta es mi hija que…”, pero nada (…). Como mucho conseguí que un avispado editor, de esos que cobran por publicar (…) leyese unos cuantos versos cuando fui a visitarlo a su despacho. Mientras fue soltando palabras y frases como: “una gran sinceridad”, “muy directos, ingenuos”, “una obra juvenil que yo también quisiera tener”, y terminó con un: “muchacho, si fueras Cela mañana mismo te publicaría” (132-133). Más tarde este editor lo invita a comer y, como dice el narrador protagonista: “me preguntó si había estado alguna vez en la cárcel, y ante mi respuesta negativa auguró que pronto iría a parar a la sombra, pues ese era el destino de los poetas (…). Al despedirse murmuró como para sí: ‘Nacido para triunfar’. Me hinché como un pavo real” (133). De manera adicional, el editor le prestó una máquina de escribir, a cambio de que el aprendiz de escritor le digitara un libro de poemas de un autor inglés, oportunidad que, como dice el narrador, “aproveché la ocasión y pasé a limpio unos poemas, pero ni por estar en caracteres tipográficos bien legibles me hicieron caso” (133). Pero como el espíritu humano es imbatible e indoblegable, el narrador protagonista fiel a su sensibilidad, vocación y dotes de artista, sigue en su empeño de creación poética; por ello, cuando ingresa a Holanda y se sienta, cerca a una fuente de agua, en unos de sus parques, con palabras que resuman ironía respecto de la calidad y trascendencia de su propia creación poética manifiesta que “sentía durante unos momentos, una exultante sensación de comunión con todo lo creado. Luego sacaba mi libreta y escribía los versos que serían famosos” (168). En el cuento “Premoniciones del exilio”, de Patricio Viteri Paredes, el narrador protagonista del relato, en sus delirios de alcohólico consuetudinario se imagina llegar al piso que comparte con su esposa Consuelo y su hija Elisa y se sienta a esperarlas, porque han ido al Corte Inglés a comprar un abrigo para la pequeña hija, según la nota que le han dejado: 279 “Hola amor; ha venido mi madre y nos vamos al Corte Inglés. Se ha empeñado en comprar un abrigo para Elisa” (Viteri, 2004: 97). En este momento de soledad se lamenta de que no se encuentre su esposa para contarle que ha decidido renunciar al trabajo y que después de seis meses dejará la empresa, para buscar una actividad a medio tiempo, a fin de poder dedicarse a la escritura de narrativa de ficción, nueva circunstancia en la que “tendría la tarde entera para dedicarme a mi novela o a los cuentos que están en camino” (98). Otra evidencia del amor a la literatura y la práctica creativa en este campo artístico, de parte de los migrantes ecuatorianos en el país de destino, se pone en evidencia en el relato “Un nuevo rostro”, de Gladys Rodas Godoy, en donde Antonieta, la narradora protagonista, reflexiona en torno a la universalidad, las virtualidades expresivas, evasivas, catárticas y el valor que tiene el arte poético, en tan lejanas y extrañas tierras: El arte no tiene ni debe tener fronteras, por ello la reunión con poetas de diferentes nacionalidades le permitió comprobar que para expresar los sentimientos solo hay una forma y un idioma universal que permite entenderse. Así lo descubrió Antonieta desde la primera reunión a la que asistió, en ella olvidó su condición de extranjera, olvidó alguna que otra humillación que recibió, olvidó por instantes ese dolor de soledad que la acompañaba, mitigó junto o otros extranjeros como ella ese vacío que nada era capaz de llenar (Rodas, 2014: 156). 4. Nuevos valores y sentimientos de los emigrantes como forjadores de su propio destino 4.1. El cultivo de nuevos valores y sentimientos La autoestima o “valoración generalmente positiva de sí mismo” se refiere a un rasgo de la personalidad relacionado con el valor que un individuo atribuye a su persona y es el resultado de la comparación que efectúa el sujeto entre sí mismo y otros individuos significativos para él o de la comparación que efectúa entre varias imágenes de sí mismo que coexisten en el propio sujeto, a través del tiempo; autoestima que se la puede entender, también, como el auto concepto, la auto imagen o el conjunto de representaciones que las personas elaboran de sí mismas y que les permiten sentar las bases para construir la identidad personal y diferenciarse de los demás integrantes del grupo familiar, comunitario o social más amplio al que se pertenece (Cfr. Fernández, 2010: 60). Respecto del sentimiento de autoestima, en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, se produce una interesante discusión, entre Manuel Sarango, el 280 indígena ecuatoriano protagonista principal del relato y el connacional Aarón Bello, que fue quien le dio acogida en su pequeño piso en la ciudad condal. Manuel Sarango, por su condición de profesional y becario en la Universidad de Barcelona, consideraba tener un estatus superior al resto de emigrantes económicos provenientes del Ecuador, prejuiciosa actitud que recibe fuertes reproches del compatriota, que con tan generosa buena voluntad le dio albergue. En otra ocasión, cuando Manuel recuerda el ataque racista del que fue víctima, saca a relucir sus cinco años de estudios universitarios en Ecuador y se jacta de que “yo soy un profesional, tú lo sabes, no soy uno más de esos emigrantes sin educación que vienen aquí para pasarse día y noche cosechando brócoli”, en respuesta a lo cual Aarón, otra vez le replica que aquí en España todos los ecuatorianos son lo mismo a los ojos de los españoles, no de otra manera se puede entender la respuesta: “¡Oye, el cabrón eres tú! No hables adefesios, no me parece justo que nos desprecies así, al fin y al cabo aquí todos somos la misma gente” (Carrasco, 2011: 32). En uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila se patentiza un sentimiento de triunfo y de mejora de la autoestima que, aunque sea de manera simbólica y momentánea, experimentan los ecuatorianos que participan en un desfile por las principales calles de la ciudad de Nueva York, con motivo de la celebración de una festividad cívica del lejano país de origen, en cuya circunstancia el narrador protagonista manifiesta: “los ecuatorianos tomados el centro de la capital del imperio, la capital del mundo, parecía que todas las tiendas de súper lujo (…) se inclinaban ante nuestro paso de vencedores” (Galarza, 2009: 155). Entre los emigrantes ecuatorianos que tienen que ingeniárselas para poder sobrevivir en los Estados nacionales de destino, emergen, también, los mejores valores y sentimientos en beneficio de las personas de similar condición. En el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, se advierte el profundo sentimiento de solidaridad y apoyo mutuo entre personas que sobreviven entre la pobreza y la indigencia. Esos son, asimismo, los sentimientos que se ponen en evidencia entre el personaje narrador del cuento analizado y la indigente mujer que rescató de la calle: “ni qué decir que a mí me cuidaba como a nadie, me traía ropa y otras cositas que encontraba por ahí (…). No tardó ni diez minutos en volver con el rostro radiante: le habían dado un billete. Me llevó a una bodega en la que había dos mesas y cuatro taburetes (…). Se llevó el billete y dejó la calderilla y, luego, nos puso pan con tomate, chorizo y vino” (Carrasco, 2001: 153). Similar valor de solidaridad se pone de manifiesto de parte de algunos emigrantes pioneros, en favor de sus coterráneos que llegan más tarde, conforme lo narra una emigrante ecuatoriana en España, al reconocer y valorar la ayuda que le dio su prima Julia, cuando llegó 281 a Madrid y todavía no encontraba un trabajo del cual sobrevivir: “cuando me vine de allá me recibió en su piso tan chiquito donde vive con sus hijos Fanny y Jhonny, y cuando su esposo Braulio llega de Murcia donde trabaja, el departamento está como para no dar un paso” (Cárdenas, 2004: 119). En retribución a estas bondades, Ubaldina ayuda a la prima Julia en las labores de la casa y con el cuidado de los pequeños hijos, mientras la anfitriona va a trabajar: “En fin, me la pasaba ayudándole en los quehaceres a Julita y cuidándole a los chavales cuando ella salía a su trabajo en el turno de la noche, como asistente de limpieza, en una envasadora de conservas de Ciudad Lineal. Por lo menos así no sentía tanta vergüenza por estar en su piso y comer de su trabajo” (120). 4.2. Carácter proactivo y performativo de los emigrantes ecuatorianos En razón de que no cualquier persona emigra hacia el extranjero sino, como se expresaba en un acápite anterior, solo aquellos que tienen el ímpetu, la osadía y el valor para aventurarse en búsqueda de un medio de sustento que permita mejorar las condiciones de vida y bienestar de sí mismo y de su respectiva familia, bien se les puede atribuir a los emigrantes ecuatorianos el carácter de sujetos proactivos, performativos, del que nos habló Raúl Bueno (1998), ya que, por sí mismos y sin esperar nada de nadie, tratan de convertir sus pensamientos, ideas y sentimientos en acciones y hechos tangibles. Es que los emigrantes ecuatorianos tienen plena consciencia de que “el hombre es el porvenir del hombre”, como dijera el poeta francés Francis Ponge; saben que solo con su esforzado trabajo de todos los días pueden sacar adelante a la familia; por lo mismo, se consideran los hijos de su propio esfuerzo, los artífices de su propio futuro, los “arquitectos de su propio destino”, como dijera el vate mexicano Amado Nervo. El espíritu proactivo de los emigrantes, una vez que arriban al Estado nacional de destino, se pone en evidencia en el hecho de que a cambio de “ejercer su derecho a vivir una vida digna, pone al servicio del progreso y la existencia misma de la comunidad que los acoge todas sus capacidades y conocimientos” (Tello, 1997: 176). Las cualidades de emprendedores y de trabajadores voluntariosos que patentizan los emigrantes se explica, asimismo, porque los que abandonan el país de origen “salen de entre aquellas personas que tienen más aspiraciones para ellos y para sus hijos; es el motivo por el que eligieron desarraigarse. Esta actitud hacia las oportunidades suele convertirlos en trabajadores particularmente buenos” (Collier, 2013: 88). 282 Este carácter performativo y proactivo, que caracteriza a los emigrantes en sentido general, se singulariza en los de origen ecuatoriano en la manera como ha sido representado en el cuento “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres, en el cual se resalta la decisión y valentía de Raquel, la tía del narrador protagonista Manuel, en razón de que ella sola, sin la ayuda de nadie, fue capaz de forjarse un mejor futuro como emigrante en lejanas y extrañas tierras, por lo que Manuel considera pertinente “volar donde ella, la valiente que se fue sola y ahora triunfa, volar donde ella, refugiarse en sus alas” (Pérez, 2004: 95). Es decir, este protagonista, con el recurso anafórico: “volar”, metaforiza la intención de moverse, ascender, elevarse, en la perspectiva de vivir una nueva y mejor vida lejos del país de origen y el entorno social en el que, hasta ese momento, se desenvuelve. De manera similar en el cuento “Te acuerdas Ñata”, del mismo autor citado, Manolo, el narrador protagonista, no se explica el porqué del ímpetu que su pareja sentimental le pone al baile, y por ello le formula y se plantea una serie de preguntas retóricas que tratan de desentrañar lo insondable de la actitud de la coprotagonista de la ficción en estudio: Pero vos, ¿qué pensabas en esos momentos?, ¿qué fuerza te sostenía?, ¿qué aliento contenía tu corazón desgarrado?, ¿de qué lugar te venía esa energía que nos alimentaba a los dos? No sé. Pero de a poco fui notando que tu actitud cambiaba conforme pasaban los días, que ya no lo hacías por la necesidad de unos dólares, ni por calmar el hambre de las horas posteriores, ni por pagar las deudas acumuladas, sino por algo más perentorio, más profundo y definitivo, como que querías demostrar a alguien tu entereza, tu rabia, tu lucha desigual, heroica. ¿Pero a quien Ñatita? (…). ¿A quién entonces? Había un monstruo más grande al que desafiabas, lo sé, lo supe (…), sin importarte ya tus hombros desgarrados, tus pies en carne viva, porque tenías una idea fija que te borraba cualquier otra consideración (Pérez, 2004: 153). 4.3. La opinión y participación política de los ecuatorianos en el extranjero Otra evidencia del carácter proactivo de los emigrantes ecuatorianos en los Estados nacionales de destino se pone de manifiesto en su nivel de opinión y participación política, en un contexto nada propicio para ejercer este tipo de derechos, los cuales son mucho más restringidos o casi inexistentes, aunque los emigrantes se hayan regularizado; por ello, aún constituyen casos de excepción los que logran un ejercicio pleno de sus derechos civiles y políticos como “postularse, ocupar y votar por cargos en todos los niveles: local, regional y nacional; establecer asociaciones políticas, civiles y culturales” (Benhabib, 2008: 116). Esta insalvable dificultad en el ejercicio de los derechos políticos se produce debido a la “limitación legal de los cauces institucionales, a través de los cuales los inmigrantes pueden hacer efectiva su participación en la vida pública e influir en aquellas políticas, lo que limita las posibilidades de integración cívica entendida como plena inclusión en el demos” (Lucas, 283 2012: 39). En España, por ejemplo, recién en las elecciones municipales del mes de marzo de 2011 se permitió la participación de algunos inmigrantes. Esto tiene hondas repercusiones en la vida de quienes no son españoles, porque sin integración cívica, no puede haber integración plena, puesto que de ella deriva la integración social y política. Desde otro punto de vista, hay que tener claro que, aunque no siempre puedan hacer pública su inconformidad, los emigrantes ecuatorianos, en tanto seres humanos racionales y sensibles, y muchos de ellos con formación universitaria y titulación académica, se dan perfecta cuenta de que sus derechos humanos fundamentales no siempre les son reconocidos y respetados, motivo por el cual, cuando tienen oportunidad de manifestar su rechazo al discrimen o sus aspiraciones de ser tratados en condición de igualdad, lo hacen de manera clara, elocuente y sin ningún temor. En cuanto a la participación política de los emigrantes ecuatorianos, en los cuentos seleccionados como objeto de estudio, esta se inicia con la severa crítica a la indolencia burocrática de las autoridades civiles del Ecuador, quienes en la ocasión en la que se produjo el naufragio de una embarcación que transportaba cientos de emigrantes ecuatorianos que aspiraban a ingresar de manera ilegal hacia Estados Unidos, en vez de actuar con celeridad y eficiencia en el rescate de los sobrevivientes o de los cadáveres de quienes perecieron, se limitaban a pedir paciencia a los familiares de los emigrantes hasta dar con el paradero de los causantes de la tragedia e imponerles el castigo que se merecen: “Es poco lo que podemos hacer (…). Estos asesinos tienen redes montadas en todos los países; se esconden, actúan con la máxima prolijidad, así como planifican las estrategias. A pesar de las dificultades continuaremos luchando en el problema migratorio. No pierdan la fe” (Bazante, 2011: 72). De similar manera se cuestiona la actuación de los miembros del personal de la Marina ecuatoriana que participan en el rescate, por no actuar con la rapidez, la efectividad y la persistencia que ameritaba la emergencia del trágico momento por el que atravesaban tanto los emigrantes náufragos como sus dolidos familiares: “No podemos continuar con el rescate de cadáveres, volveremos mañana por el cuerpo de sus compañeros de viaje, el tiempo es pésimo, no puedo exponer a mi gente” (10-11). Lo más criticable es que la lentitud de la burocracia ecuatoriana y la ineficiencia del sector público se trasladan, también, a los funcionarios de la Embajada del Ecuador en Estados Unidos. Tortuguismo burocrático que afecta, de manera directa, a los emigrantes que se han dirigido a ese país y requieren los servicios de los funcionarios de la oficina que representa al gobierno del país de origen, de allí que las palabras de duro cuestionamiento tienen plena razón de ser, porque “ese pedazo de la burocracia ecuatoriana que tenemos por 284 acá para vergüenza de todos es un ejemplo del Estado caótico, corrompido, inútil que nos gobierna desde hace más de cien años (…), ellos representan –qué pena–, a ese sistema que nos obligó a emigrar, que no nos dio las oportunidades que merecíamos, que nos negó el futuro para nuestros hijos” (Galarza, 2009: 127-128). A más de lo expresado, la forma más directa de participación política de los emigrantes ecuatorianos se da cuando estos plantean la aspiración de tener sus propios representantes en la función legislativa del Estado nacional de origen. En relación con este esperado cambio constitucional, legal y reglamentario, el narrador protagonista de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila lo verbaliza en los siguientes términos: siempre soñé con ser diputado de la República en representación de los miles y miles de ecuatorianos que vivimos regados por el mundo. Y estoy seguro que lo hubiera conseguido. Tarde o temprano darán el voto para los ecuatorianos radicados en el exterior y cómo ahora ya pueden participar en las elecciones los independientes ni siquiera habría hecho falta que me afilie al partido del Presidente (Galarza, 2009: 165-166). Sin embargo, en la realidad política del Ecuador, como ya se dijo en páginas anteriores, las legítimas aspiraciones de los ecuatorianos que residen fuera del solar nativo solo se hicieron realidad, una década después de la publicación original (1996) de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, con la entrada en vigencia de la actual Constitución de la República del Ecuador, en el mes de septiembre del año 2008, en cuyo texto se les concede a los emigrantes la posibilidad de elegir seis asambleístas que los representen: dos por la circunscripción territorial de Europa, Oceanía y Asia, dos por Estados y Canadá y dos por Latinoamérica, El Caribe y África. 285 TERCERA PARTE: LA IDENTIDAD DEL SUJETO EMIGRANTE EN EL CUENTO ECUATORIANO 286 CAPÍTULO VIII. SUJETO EMIGRANTE E IDENTIDAD NACIONAL ECUATORIANA En este capítulo, “Sujeto emigrante e identidad nacional ecuatoriana”, se parte de la conceptualización de lo que se entiende por identidad nacional ecuatoriana, para luego fundamentar, ejemplificar y analizar, con textos extraídos de los cuentos estudiados: la identidad nacional ecuatoriana, entre los sujetos emigrantes; y, los principales rasgos indicadores de esta identidad, que abordan lo referido al escenario natural y el paisaje del Ecuador, la dimensión étnica en la constitución de la nacionalidad ecuatoriana, la bandera tricolor, como uno de los símbolos patrios más significativos y el deporte como rasgo identificador de la nacionalidad ecuatoriana. El capítulo concluye con una referencia al cultivo y disfrute de la música, como otro rasgo indicador de la identidad nacional ecuatoriana, conforme la representación que ha realizado en las obras de narrativa corta analizadas en esta tesis. 1. La identidad nacional ecuatoriana La identidad, según el Diccionario de la lengua española se la puede definir como el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás” (Real Academia Española, 2014). En sentido genérico se la puede conceptualizar, también, como sinónimo de mismidad, unidad, unión, igualdad, coincidencia, concordancia, lo mismo, es decir, “yo mismo, si mismo, tú mismo, el mismo” y por oposición a lo otro, lo diferente, lo distinto, lo diverso, la diversidad, la alteridad. Desde esta perspectiva, la identidad constituye una categoría omnicomprensiva y compleja, que contiene, en correlación, la mismidad y la alteridad, el yo y el otro; lo que permite la capacidad de auto reconocimiento y distinción, que caracteriza la manera común de vivir en el tiempo y en el espacio del ser humano, y las acciones de creación y re-creación que despliega para mejorar las condiciones de vida; las cuales, como síntesis de múltiples determinaciones, comportan un universal concreto-situado, es decir, un aquí y ahora, respondiendo a las preguntas qué he sido, qué soy y qué papel habré de desempeñar en el presente y en el futuro (Cfr. Rojas, 2011: 58). 287 En el complejo ámbito de la identidad humana existen varias clases o géneros, tales como “la identidad racial, la identidad genética, la identidad étnica, la identidad cultural, la identidad popular, la identidad nacional” (Cfr. Morin, en Gómez, 2000: 29). Se la clasifica, asimismo, en identidad personal, identidad de grupo, identidad colectiva, identidad social, identidad pos nacional (Cfr. Anchústegui, 2010: 6). Otros autores prefieren hablar de identidad política, religiosa, étnica o nacional o como sinónimo de pertenencia o posición social: identidad femenina, identidad joven, etc. La identidad nacional se relaciona con un sentimiento o “consciencia de pertenencia auto atribuido a un grupo de personas. La identidad nacional, igual que los términos afines como identidad colectiva, consciencia colectiva o representación colectiva, pretende explicar un tipo de solidaridad grupal que hace posible el convivir social” (Traverso, 1996: 7). Se ha dicho, también, que la identidad nacional constituye “la conciencia compartida de los miembros de una sociedad respecto a la integración y pertenencia a una comunidad social específica” (Espinosa Apolo, 1995: 34). Por su propia naturaleza la identidad nacional, desde un principio, “estaba destinada no solo a permanecer inconclusa a perpetuidad, sino también precaria para siempre. Un proyecto que exige vigilancia continua, un esfuerzo gigantesco y la aplicación de mucha fuerza para asegurarse de que se escucha y obedece el llamamiento” (Bauman, citado por Carvajal, 2006: 201). La identidad nacional se caracteriza por mantenerse en permanente construcción y por esa razón se la considera como “el resultado de un proceso histórico y que, por tanto, hay elementos que se renuevan, que cambian, que desaparecen o que empiezan a formarse. La identidad nacional no es construida de una vez por todas” (Paz y Miño, 2005: 91). La identidad nacional ha sido objeto de severos cuestionamientos en los últimos tiempos e incluso, a partir de las propuestas de Habermas, se ha llegado a hablar de la emergencia de una identidad posnacional; sin embargo, estos criterios no nos deben conducir a error, porque la verdad es que “estamos asistiendo a un fortalecimiento de la identidad nacional como expresión privilegiada de la identidad colectiva, así como al auge de las actitudes y posiciones nacionalistas” (Anchústegui, 2010: 5), tal como se ha puesto en plena evidencia en Escocia, Cataluña, Quebec y otros pueblos del universo contemporáneo que no cejan en sus afanes nacionalistas, soberanistas e independentistas. La vigencia de la identidad nacional se fortalece porque la misma cumple varias funciones, entre las que se pueden destacar: 1) identificación y cohesión, en virtud que la identidad nacional establece un “vínculo social entre individuos y clases, basado en los 288 valores, símbolos y tradiciones compartidas, con lo que crea un sentimiento de identidad y pertenencia común (…). Proporciona una ‘comunidad de historia y de destino’, y un sentimiento de dignidad colectiva” (Miller, citado por Anchústegui, 2010: 7); 2) legitimación del orden político, ya que “probablemente la función política más destacada de la identidad nacional es la de otorgar legitimidad a los derechos y deberes comunes contemplados en las instituciones legales” (Smith, citado por Anchústegui, 2010: 8); y, 3) mantención, protección y desarrollo de una cultura común, la cual proporciona a sus portadores “un sentido de pertenencia y de continuidad histórica, así como un trasfondo de pautas y valores sobre el que se construye la propia identidad, y cuya ausencia o cambio forzado, como muestra la experiencia, exige muy dolorosos procesos de adaptación” (Anchústegui, 2010: 8). Al abordar lo atinente a la identidad nacional ecuatoriana se hace necesario enfatizar que a la misma se la entiende como ese “conjunto de rasgos generalmente intangibles, preponderantemente morales y que constituyen el acervo espiritual de la nación, se gestó en los lentos siglos de la dominación española. Allí, en el vientre de la colonia y a lo largo de trescientos años, germinó y tomó forma el Ecuador contemporáneo” (Valdano, 2007: 29-30). En el Ecuador, durante el siglo XIX, época de predominio terrateniente conservador, se elaboró un proyecto de nación “que excluía a los pueblos indios y afro ecuatorianos y cuya aspiración máxima era asimilar lo europeo como un paradigma de civilización con el fin de adaptarlo a lo propio” (74-75). Con el triunfo de la Revolución Liberal, el 5 de junio de 1895, “la visión de lo ecuatoriano se enriquece y amplía al integrarla a otras identidades como son las expresiones de lo ´cholo´, lo ´montubio´ y lo ´mestizo´” (77), como rasgos que complementan y completan al ser ecuatoriano. Y para los años finales del siglo XX, con el resurgimiento del movimiento indígena y su peso gravitante en el devenir sociopolítico e histórico del Ecuador, advendrá una nueva visión de lo ecuatoriano, el cual “es visto bajo la óptica de la diversidad étnica y regional, lo que supone una superación del tradicional concepto de la nación uniforme” (81). De forma complementaria a lo expresado, desde una visión integradora, hay que tener en cuenta al grupo étnico de los afroecuatorianos y a las identidades minoritarias, “especialmente en la Costa y más que nada en Guayaquil, como la italiana, la libanesa y la china” (Donoso, 1998: 139). A más de los factores territoriales, geográficos, históricos, étnicos, culturales y lingüísticos que se analizará en este y en los restantes capítulos de esta tesis, en el Ecuador los aspectos que mejor han contribuido a configurar y expresar la identidad nacional son los símbolos patrios que, a más de la bandera y el escudo, incluyen el Himno Nacional y el mapa del Ecuador; la amenaza de invasión extranjera, que se cernía sobre el país hasta el 26 de 289 octubre de 1998, en que se firmó el Tratado de Paz definitivo con el Perú; las fiestas cívicas y religiosas de carácter nacional o local; “las grandes figuras, los héroes y los padres fundadores son símbolos nacionales importantes” (Ayala, 2002: 91); la representación exitosa del Ecuador, en distintos ámbitos fuera del país, que han realizado determinados personajes; y la adscripción a determinadas prácticas deportivas, como el fútbol, el cual a través de la Selección Nacional se ha constituido en el deporte que integra a los distintos grupos étnicos que habitan el Ecuador actual (Cfr. Salazar, 2014: 232). Hay que tener en cuenta, asimismo, que resulta muy problemático hablar de la “identidad nacional” ecuatoriana como una entidad única, estable, consolidada, esencial que aglutine a todos los ecuatorianos y los diferencie de los extranjeros. Este cuestionamiento se basa en tres razones fundamentales. La primera se refiere a la dificultad para dotar de una identidad nacional homogénea a los distintos grupos étnicos y nacionales que coexisten en el territorio del Ecuador actual: criollos, mestizos (con distintas matizaciones), negros, aborígenes, inmigrantes de distintas procedencias, hispanohablantes, usuarios de hablas nativas y más. La segunda dificultad es de naturaleza social, en un país que está atravesado por “las diferencias, inequidades, reacciones y revanchismos que producen el racismo, el ‘colonialismo interno’, los regionalismos [Costa versus Sierra, Guayaquil frente a Quito] y la explotación económica” de carácter clasista. La tercera se deriva de la influencia de las tecnologías de la información y la comunicación, como el cine, la radio, la televisión, el teléfono móvil, el Internet, las cuales hacen posible “descubrir una identificación cultural entre sujetos de naciones tan distantes geográficamente como Ecuador y México: hay una enorme cantidad de ‘códigos’ compartidos, de usos lingüísticos, de creencias, valores, prejuicios” (Carvajal, 2006: 250). En el Ecuador, durante los últimos años, con base en la diversidad y complejidad antes enunciada, se ha reiterado que en un Estado nacional de mayoría mestiza y con catorce nacionalidades aborígenes, cada una con su propia historia, cultura y lengua ancestral resulta imposible hablar de una nación única; pues, como lo expresa Nina Pacari: “Hablar de una sola nación, una sola cultura, un solo idioma, es hablar del concepto occidental de nación. Eso no se adapta con la realidad ecuatoriana (…). En Ecuador hay varios idiomas, hay una historia anterior a la de 1492 y no hay una sola cultura” (Pacari, citada por Fendler, 2005: 404). En relación a este planteamiento se hace necesario reconocer que el proyecto de nación ecuatoriana mega diversa de los últimos años se logró incorporar al debate y a la acción política gracias al nivel de organización, movilización y presión social del movimiento indígena que consiguió hacer constar en la actual Constitución la definición del Ecuador 290 como un Estado “constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico”; sin embargo, como este precepto constitucional todavía está muy lejos de concretarse en la realidad cotidiana de los ecuatorianos cobra pleno sentido la lucha por avanzar en la permanente construcción, reconstrucción, cambio y transformación de la identidad nacional ecuatoriana, desde la perspectiva de la mega diversidad, en la que se incorporen las distintas visiones y aspiraciones de la mayoría de habitantes del Ecuador hasta ahora relegadas por la clase dominante en el poder. 2. La identidad nacional ecuatoriana entre los sujetos emigrantes Con la emigración fuera del país de nacimiento se refuerza, en muchos casos, la identidad nacional ecuatoriana que los sujetos protagonistas del desplazamiento físico de personas mantenían en estado de apagada somnolencia. Se torna verdad, entonces, la afirmación que dice que “nadie se reconoce en su identidad nacional hasta que no se enfrenta a la del otro”. En esa comparación, contraste y, a veces, hasta confrontación con lo diferente se avivan invisibles lazos de pertenencia que habían permanecido en estado latente o apenas habían sido percibidos como propios, en el Ecuador. El emigrante ecuatoriano recupera así, con frecuencia, tradiciones o costumbres que no había seguido o no valoraba, mientras no experimenta el abandono de su país de origen (Cfr. Murillo, 2009b: 54). En la cosmovisión de los emigrantes ecuatorianos, las connotaciones de términos como patria (tierra de los padres) cobra “un sentido próximo, cargado de honda emotividad, mucho más de lo que solía evocarle cuando vivía en su propia tierra” (Valdano, 2007: 18). Entre los ecuatorianos que residen en el extranjero, cuando se habla de identidad nacional, lo que más resaltan es la “belleza de los paisajes, la calidad de la luz, la comida, el regionalismo, las clases sociales, la política, la economía, la idiosincrasia, la diversidad cultural, etc.” (Reyes, 2014: 321). En relación a la ecuatorianidad, quienes manifiestan que la misma sí existe, aluden a aspectos como la diversidad, la mega diversidad, las muchas culturas. Para otros, en cambio, se trata de sentimientos y afectos como “amar lo tuyo, amar tu cultura, amar tu idioma, amar tu gente” (Reyes, 2014: 323). Además, la identidad no es un aspecto fijo sino un proceso en permanente construcción, reconstrucción, cambio y transformación; pues, como dice un emigrante ecuatoriano: “Yo creo que la identidad va 291 http://tiempos-interesantes.blogspot.com/2007/04/identidades-nacionales-ii-naciones.html cambiando, los parámetros de la identidad van cambiando porque la sociedad va cambiando, uno como persona va cambiando y no es que eres el mismo de hace cinco años o de hace dos días incluso, ¿no?” (Reyes, 2014: 329). En relación al carácter dinámico y cambiante de la identidad nacional se hace necesario puntualizar que el emigrante ecuatoriano, en la sociedad de destino, España por ejemplo, como dice David Cortez, ya no es el mismo que fue antes de emigrar, porque en la sociedad de llegada él adapta, incorpora, construye y recrea una “'ecuatorianidad´ que responda a las exigencias de su nuevo contexto. Ni el ecuatoriano es simplemente lo que en su país fue, ni el español lo que se supone es; el análisis discursivo apunta a mostrarlos en un momento complejo de configuración y reconfiguración identitarias marcadas por el reajuste de condiciones estructurales en la sociedad española de llegada” (Cortez, 2005: 3). Los emigrantes ecuatorianos, para mantener la identidad nacional ecuatoriana, a más de las estrategias de orden cultural que se desarrollan en el siguiente capítulo, como expresa María Fernanda Ampuero, pronto se convierten en coleccionistas de fetiches, de clichés, de objetos que les traigan recuerdos de la ya lejana nación de partida: “La bandera del país, el póster de la selección de fútbol, las figuritas de cerámica, el reloj con forma de escudo nacional, la foto de los familiares, las vírgenes, los santos, las recetas tradicionales. Están ahí, son talismanes” (Ampuero, 2014: 30). Este amor a la patria lejana, de parte de los emigrantes ecuatorianos, lo ratifica María Amelia Viteri, para quien, “cuando vives lejos, el nacionalismo se sube por la sangre a la cabeza y te hierve el amor que le tienes a la patria a la que no vas a volver, al paraíso perdido” (Viteri, 2014: 211). Este sentimiento nacionalista reaparece entre los informantes entrevistados por Martha Traverso Yépez, a quien le ponen de manifiesto que consideran “sentirse ecuatorianos solo cuando se relacionan con los ´otros´ en el extranjero” (Traverso, 1996: 217). En esta interacción con los otros, especialmente con los nativos de los Estados nacionales de destino, por supuesto los emigrantes ecuatorianos no llevan la mejor parte, motivo por el cual sienten disminuido el reconocimiento social que fortalecía su identidad en el país de origen; a ello se debe que pese a la distancia física y el tiempo transcurrido, “el referente identitario, para algunas de las inmigradas en Europa, sigue siendo el Ecuador, ya que la migración hacia los países del mediterráneo no ofrece un reconocimiento social ascendente, mientras en Ecuador las mismas mujeres se convierten en emigradas de éxito” (Pagnotta, 2014: 95). Según esta investigadora, el vínculo con el país de origen y la nostalgia por el Ecuador resulta ser fuerte para todos los emigrantes, debido a que “en Europa los migrantes ecuatorianos deben insertarse en sectores sociales considerados bajos, y, por lo 292 tanto, el país de origen sigue representando una suerte de paraíso perdido a donde anhelan volver, [el] Ecuador sigue siendo la referencia identitaria de los migrantes, ya que dependen de la sociedad de origen para obtener el reconocimiento del propio éxito económico” (Pagnotta, 2014: 119). En los cuentos analizados, la forma de representar la identidad nacional ecuatoriana se patentiza de una manera muy compleja y hasta contradictoria. En un extremo se ubica la firme decisión de mantener incólume la identidad del Estado nacional de origen y, en el otro, el premeditado deseo de borrarla o, cuando menos, ocultarla. La fidelidad a la identidad nacional ecuatoriana se pone de manifiesto entre algunos emigrantes, quienes no obstante la falta de oportunidades laborales existente en el Ecuador que los obligó a dirigirse a residir en Estados Unidos, ratifican que nunca jamás y por ninguna circunstancia renunciarán a su identidad nacional de nacimiento y que morirán como ecuatorianos, conforme lo expresa el narrador protagonista de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila: Vea mi amigo yo jamás de los jamases voy a renunciar a mi nacionalidad ecuatoriana, aunque aquí viva más de veinte años; aunque aquí me haya casado y hayan nacido mis hijos; aunque casi ya no tenga parientes en Saquisilí, que es de dónde vengo. Pero jurar la bandera gringa, como han hecho por necesidad o torpeza o traición cientos de los nuestros, nunca de los nuncas (…), aquí se han muerto todas mis ilusiones y aspiraciones, pero a mí me han de enterrar ecuatoriano, aunque sea en un cementerio de Jackson Heights. Ya les tengo ordenado a mis hijos que antes de enterrarme me envuelvan en esta bandera tricolor que tengo aquí guardada (Galarza, 2009: 158-159). Con fundamento en este acendrado espíritu nacionalista de este emigrante, en otro de los relatos de la obra citada cuestiona, asimismo, a quienes reniegan de la identidad nacional ecuatoriana, porque en palabras del narrador protagonista es como hacerlo de su propia madre: “Yo no sé cómo alguna gente puede decir que no quiere a su tierra, por pobre, desorganizada, hecho pedazos que esté. Es como si dijéramos: yo no quiero a mi mamá porque es gorda, hedionda y paralítica” (175). En un plano intermedio se ubican los emigrantes ecuatorianos residentes en Canadá que tienen interés en mantener la identidad nacional de nacimiento, pero que se sienten excluidos y golpeados por el calificativo de “ecuagringos” que les atribuye una revista guayaquileña, caracterización identitaria que los deja en el limbo, ya que se los excluye como ecuatorianos pero tampoco podrán ser jamás ciudadanos canadienses. En palabras de los emigrantes que se sienten afectados: “¿Por qué bautizarnos con un calificativo tan denigrante y perverso? Es como condenarnos para siempre al destierro, es como decirnos: ustedes son otra cosa, son otra categoría de ecuatorianos, o mejor: ustedes ya dejaron de ser ecuatorianos. 293 Ustedes no son ni gringos ni ecuatorianos, son esa cosa amorfa, anormal, esa nueva categoría maldita: los ecua gringos” (200). Entre los ecuatorianos que residen en el extranjero existen ciudadanos que si bien no renieguen de su identidad nacional de origen, los nativos de Estado Unidos los confunden con ciudadanos provenientes de otros países de Latinoamérica. Una situación de esta naturaleza es la que acontece en el cuento “El Jabalí en el bar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en cuya trama narrativa, en palabras del narrador, las facciones físicas y el cabello ensortijado del protagonista le daban cierto aire de exotismo y lo hacen diferente del resto de connacionales del Ecuador, motivo por el cual “´nunca me creen de nuestro país´, asumió con cierto orgullo; ´cuando les digo a los gringos que soy de allá, señalan a algunos albañiles cobrizos que trabajan cerca en una construcción, y dicen´, ´ellos sí, tú no´” (Cárdenas, 2014: 47). Hay, también, emigrantes que sin renunciar a la identidad ecuatoriana se sienten, también, parte de la identidad nacional de destino, tal como se advierte en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, en donde uno de los narradores testigo del cuento se nos revela como un personaje de identidad ambigua y oscilante entre la del país de origen, en donde moran los recuerdos de su pasado, y la nueva identidad que asume en la ciudad de acogida, en donde hace esfuerzos por integrarse con la aspiración de ser reconocido como un ciudadano más, con plenos derechos y garantías. Según su relato en primera persona: “Soy ecuatoriano y a mucho orgullo, pero también soy un catalán de pies a cabeza, que te quede clarito, si trabajo en este país, tengo que comportarme como ellos. Tal y cual, lo que hace de mí un tío interesante debe ser esa mescolanza, el ser de aquí y de allá, el pertenecer y no pertenecer a este lugar” (Carrasco, 2011: 25). En el plano diametralmente opuesto, a quienes sostienen y defienden la fidelidad a la identidad nacional ecuatoriana, se ubican los emigrantes que, de manera premeditada, tratan de borrar, ocultar o cambiar la identidad del Estado nacional de partida. En el cuento “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres, Manuel, el personaje protagonista, con el viaje emigratorio desde Ecuador hacia los Estados Unidos, busca, también, olvidar aquello que en el país de origen le causa fastidio o dolor; por ello decide “volar, no saber de ti ya nunca, pequeño paisito polvoroso, olvidar tu nombre, tu camino y tu idioma, toda la vida dormida que he pasado evaporándome entre tus árboles, confundiéndome en el sopor del vegetal” (Pérez, 2004: 95). En una posición similar se ubica el emigrante ecuatoriano Pedro Juan, que coprotagoniza el cuento “Paseo de curso”, de Gabriela Alemán, quien en un inicio patentiza una total indiferencia por todo lo referido al Ecuador y se considera como un nativo de la 294                                                                ciudad de Nueva York; por ello cuando Henry, el amigo estadounidense, le insiste en hablar del país de salida emigratoria y le reitera la pregunta que trata de inquirir de dónde es originario, el ecuatoriano le responde: “vivo aquí. Soy de aquí” y en referencia a sus antepasados y demás familiares dice que “eran” de Ecuador, pero que ahora “los que se fueron están todos acá, y los que se quedaron están todos muertos” y concluye de manera frontal y rotunda: “¿Por qué me va a interesar algo de Ecuador?” (Alemán, 2011: 48). Entre los emigrantes ecuatorianos tampoco faltan quienes hacen todos los malabares imaginables y hasta lo imposible por obtener la nacionalidad estadounidense. Este es el caso de la narradora protagonista de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, quien se siente emocionada hasta las lágrimas cuando este acariciado sueño se convierte en realidad en una memorable fecha que se convierte en inolvidable en su vida personal, y así lo relata en una elocuente y convincente primera persona: Yo aquí me hice ciudadana del mundo. Adquirí la nacionalidad americana un martes 8 de septiembre (...). Fue emocionante. El oficial leía nuestros nombres e íbamos subiendo al estrado donde jurábamos y aceptábamos nuestra nueva nacionalidad con las manos puestas en la Biblia (…), cerré un ratito los ojos y me dije para mis adentros: A partir de este momento entro a formar parte de otra realidad, desde este instante comienzo a ser ciudadana de un nuevo mundo (Galarza, 2009: 159-160). Otra forma de borrar la identidad nacional ecuatoriana es la que adoptan aquellos emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos, quienes frente a los múltiples problemas del Ecuador, a los que pareciera que no se les puede encontrar una solución inmediata, consideran que la única alternativa es revivir a un dictador o convertirse en parte de ese poderoso Estado Nacional del Norte del continente, en el que ahora residen: “Bueno, yo diría que la solución para nuestro país en materia política, es revivir a don Gabriel García Moreno. O hacer como hicieron los boricuas, convertirse en otra estrella de la Gran Unión Americana” (Galarza, 2009: 121)66. 66 En la misma direccionalidad del pensamiento neocolonialista, en el cuento “La noche que no termina”, de Raúl Serrano Sánchez, se pone de manifiesto el interés que tienen varios emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos, respecto de que este pequeño país andino de donde proceden pase a depender directamente y en las condiciones que fueren del coloso del Norte: “Como los demás esos fantasmas venidos de allá (lo son aunque ellos lo nieguen) que reclaman el lunes o ruegan, oran, piden a todos los santos para que nuestro país algún día acepte ser provincia, bodega o lo que fuere de este infierno inmensote, incluso algunos se han dedicado a recoger firmas para presentarlas al Congreso y a ese presidente” (Serrano, 2013: 3). 295 3. Los principales rasgos indicadores de la identidad nacional ecuatoriana, entre los sujetos emigrantes En criterio de Miguel Donoso Pareja, la identidad nacional ecuatoriana emerge y circula de manera natural, a través de “ese sentimiento que llevamos todos en quién sabe qué punto de nuestras emociones, vivencias o conceptualizaciones, aparece de manera natural y fluida” (Donoso, 1998: 15), y se manifiesta con independencia de ser costeño, serrano, amazónico, insular o en dónde se resida o se tengan los intereses y afectos en determinado momento de la vida. Entre los principales indicadores y formas de expresión de la identidad nacional ecuatoriana que patentizan los sujetos emigrantes ecuatorianos representados en los cuentos analizados se encuentran el escenario natural y el paisaje del Ecuador, la dimensión étnica, la bandera tricolor y el deporte como rasgo identificador de la nacionalidad ecuatoriana, que es lo que se desarrolla en los siguientes acápites. 3.1. El escenario natural y el paisaje del Ecuador como país de origen emigratorio Cuando se habla del escenario físico y natural sobre el que se asienta la actual República del Ecuador, siempre se ha enfatizado en su feracidad, prodigalidad y belleza: “El Ecuador es un país inmensamente rico, privilegiado por la naturaleza” (Silva, 2004: 97). Junto con la riqueza del suelo, subsuelo y fondo del mar, se ponen de relieve las maravillas de la naturaleza, como las islas Galápagos o la avenida de los volcanes en la serranía andina ecuatoriana: “¿No sacamos pecho por la belleza del Chimborazo, del Cayambe o del Cotopaxi?” (Donoso, 1998: 35). O bien, como lo expresa otro autor que ha reflexionado en torno a la identidad nacional ecuatoriana, existen en el país “algunos de los paisajes más bellos, y en el caso de Galápagos, únicos; todos los climas del mundo y que solo aquí puede recorrerse en 24 horas” (Adoum, 2005: 150). Las afirmaciones realizadas por los ensayistas Jorge Enrique Adoum y Miguel Donoso Pareja, las comparte y refuerza el historiador cuencano Juan Cordero Íñiguez, quien relieva la importancia de las maravillas de la naturaleza que nos hace sentir orgullosos de decir que somos ecuatorianos, al tener todos los climas del mundo en un pequeño espacio territorial que lo podemos recorrer y disfrutar en un solo día; contamos con una de la mayores 296 biodiversidades del planeta; hay una enorme belleza en los cuatro puntos cardinales de la geografía del Ecuador, lo cual alimenta y llena de ilusión a nuestro espíritu, sobre todo que “nieve, selva y mar son elementos cercanos y que igualmente podemos sentir satisfacción de poseer una avenida de volcanes con nieves perpetuas, como hermosas playas a lo largo de los mil cuatrocientos kilómetros de la costa o una dilatada Amazonía, parte del gran pulmón de nuestra Tierra o, en fin, una región insular de prestigio científico y turístico mundial: las islas Galápagos” (Cordero, 2005: 117). En los cuentos ecuatorianos analizados, la iniciativa de recrear y perennizar estas maravillas de la naturaleza que posee el Ecuador, mediante la pintura de sus paisajes, se pone en evidencia en “Nelly miraba lo alto”, de Zoila María Castro. En este relato, cuando la narradora protagonista se sobrepone de la euforia inicial que le produce el encuentro con artistas procedentes de distintas partes del mundo, se pone a reflexionar sobre la pertinencia de quedarse a residir en Estados Unidos o no, por cuanto ella seguirá siendo una pintora que labre su obra artística con motivos que le recuerdan las maravillas de la naturaleza del Ecuador y de todo lo que considera suyo, en el añorado país de origen. En palabras de la emigrante ecuatoriana: Todos estos meses y por todo lo que he mirado y he oído, sé, que como pintora, estoy definitivamente conformada por el acervo que proviene del espíritu de mi tierra y de mi raza. Siento que seguiré pintando, a mi manera, mi gente, mis indios, en abstracto o al natural, mis paisajes, mis pájaros, mis flores, mis cerros, mis mares y hasta los gusanillos reptando sobre las piedras. Finalmente, lo que tengo es una gana tremenda de volver allá y ponerme a trabajar (Castro, 1981: 84). 3.2. La dimensión étnica en la constitución de la nacionalidad ecuatoriana En cuanto al componente étnico, que caracteriza y diferencia a los distintos grupos humanos que pueblan el Ecuador contemporáneo, es necesario poner de manifiesto que la veintena de obras ensayísticas que han tratado de definir la identidad nacional ecuatoriana ponen de manifiesto que, en lo fundamental, en la base étnica de sus actuales habitantes se encuentran los aborígenes de América, los conquistadores blancos venidos de España y los negros traídos desde el África, en condición de esclavos, de cuya abigarrada mezcla adviene el mestizaje de la mayoría de habitantes del Ecuador actual (Cfr. Salazar, 2014: 226-227). Desde esta perspectiva se pone de relieve los principales legados que cada grupo ha aportado en la constitución de la población ecuatoriana. Así, de los españoles, según Alfredo Espinosa Tamayo hemos heredado “su altivez y su orgullo, su concepto especial del honor, su 297 solemnidad, su particularismo” (Espinosa Tamayo, 1979: 161). En una similar direccionalidad de valoración del aporte hispánico, entre los integrantes de las élites ecuatorianas, a fines del siglo XX, se resalta “la herencia histórica de las virtudes y los defectos de los españoles (…). Entre las primeras, se mencionan el gran arraigo familiar, la religiosidad, la alegría y los valores humanistas” (Traverso, 1996: 340). Entre los aspectos que se critica de la España actual es su desmemoria histórica y su política anti inmigratoria, en contra de los nacionales de sus ex colonias; desde esta perspectiva se cuestiona “la política reciente que se ha agudizado en los últimos años en Europa, de... marcada incluso con tintes racistas... de cerrar la entrada a los ‘sudacas’... a los latinoamericanos y en general al Tercer Mundo, muestra un poco eso” (344). Respecto de los indígenas se expresa que este grupo étnico no ha sido considerado en el proceso de construcción y consolidación del proyecto de nación ecuatoriana, por cuanto el indígena ha sido siempre “objeto” y no “sujeto” de su propia historia. Considerado desde diferentes posiciones, el indio se lo ha mirado como lastre o como objeto de explotación, o “como objeto de curiosidad, o de compasión, o como objeto de denuncia o reivindicaciones, hasta prácticamente los últimos años, al indígena se le ha negado su calidad de connacional. Los ecuatorianos que se consideran no-indígenas han vivido prácticamente de espaldas a este conjunto de población, explotándolo en el peor de los casos, ignorándolo en el mejor” (153). Incluso la ideología liberal que trajo algunas reformas en su beneficio, como la abolición del concertaje de indios, en 1918, mantuvo “ese imaginario de nación conformado solamente por blancos y mestizos blanqueados amparados bajo el apelativo de ´la gente de cultura´” (155). Su presencia solo fue tomada en cuenta en los años finales del siglo anterior, con el emergimiento del Proyecto de Estado Nacional mega diverso, cuando los dirigentes indígenas comenzaron a poner de relieve la importancia de haberse preparado en el sistema educativo formal, en las luchas sociales y en la organización dentro de la Confederación Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), con cuyos avances lograron que su voz fuera publicitada a través de los distintos medios de difusión colectiva y pudieron reclamar que se les reconociera su condición de nacionalidad, conforme lo ponía de manifiesto uno de sus principales voceros: Adoptamos el concepto de nacionalidad indígena entendida como una comunidad de historia, lengua, cultura y territorio; luchamos porque se reconozca el carácter plurinacional, pluriétnico y plurilingüe de la sociedad ecuatoriana; por el reconocimiento de los territorios nativos en tanto son la base de nuestra subsistencia y de la reproducción social y cultural de las diferentes nacionalidades; por el respeto a la diversidad e identidad cultural, por el derecho a una educación en lengua nativa con contenidos acordes a cada cultura (160). 298 A pesar de lo manifestado por la dirigencia indígena, como lo expresa la citada Marta Traverso, desde la visión conservadora de las élites dirigentes del Ecuador hay una tendencia a idealizar al indio histórico y rechazar, relegar u olvidar al de carne y hueso de la actualidad: “Hay al parecer una idealización del pasado y a muchos de estos sectores les satisface ver a la cultura indígena como parte del folklore arqueológico, es decir, quieren verla muerta y fosilizada en los museos, pero rechazan ostensiblemente al indígena de hoy, vivo y deseoso que se le reconozca como iguales en la diferencia” (296). Sin embargo, desde los sectores progresistas que militan en la izquierda política se valora el carácter rebelde e insumiso de los indígenas ecuatorianos; pues, como expresa uno de los dirigentes políticos consultados: “he sentido siempre al indio como una expresión de inconformidad, de rebeldía, de sublevación y de eso (…), luego pienso en el indio de ahora organizado, cada vez más desenvuelto desde el punto de vista político, social, con ideas claras sobre la defensa de sus derechos, luchador por sus intereses, expresado ahora orgánicamente con formas si se quiere modernas” (298). En relación al grupo étnico de los negros afrodescendientes, predominan los criterios negativos en contra de ellos. Así, por el año de 1918, Alfredo Espinosa Tamayo manifestó que la raza negra se caracteriza por serla “más levantisca y la más exaltada” (Espinosa Tamayo, 1979: 167). Desde la perspectiva de este polémico y discutible pensamiento esencialista y racista, las élites ecuatorianas siempre han puesto de manifiesto una visión bastante peyorativa al referirse a los afro descendientes y enfatizar en contra de ellos la falta de educación y la vagancia: “en casi todos los discursos de la clase hegemónica destaca el poco apego al trabajo [de los afroecuatorianos] junto con su reconocida fuerza física, así como la tendencia a percibirlos, no como ciudadanos, sino antes que nada como fuerza de trabajo desperdiciada” (Traverso, 1996: 304). Otra imagen peyorativa común es destacar el alto porcentaje de delincuencia entre la población negra, en razón de que en los medios de difusión colectiva del Ecuador “más saltan a la vista en un porcentaje particularmente alto de personas de raza negra que aparecen en la crónica roja como delincuentes” (305). Es pertinente recordar, asimismo, que a los negros casi siempre se los ha tratado como a extranjeros, lo que trae como consecuencia que ellos mismos se sientan extraños al resto de la población ecuatoriana, porque si no tiene “identidad nacional, sería una necedad pedir que el negro se identifique con Ecuador, porque él si no es de acá. No hay una identidad, ahí sí no hay una identidad, siempre se van a sentir extraños... Porque son extraños, es decir porque fueron traídos y nunca se adaptaron y nunca se mezclaron en la nueva sociedad” (304). 299 Al adentrase en el grupo mayoritario de los mestizos ecuatorianos resulta pertinente revisar y retomar el criterio de intelectuales de este país que han reflexionado sobre el mestizaje, en sus heterogéneas variantes y diversidad de matices, así Alfredo Espinosa Tamayo sostuvo que “el ´chagra´, es laborioso y emprendedor, tenaz en sus empresas, muy apegado a su terruño y viste y habita en mejores condiciones que el indio que vive miserablemente. El montubio (…) es levantisco, fanfarrón, de aire reservado y silencioso, cuando está bueno, bullicioso y amigo de la algazara cuando se emborracha” (Espinosa Tamayo, 1979: 211). Más de medio siglo después, el sociólogo lojano Manuel Espinosa Apolo, al estudiar la compleja identidad mestiza, a la que se adscribe la mayoría de habitantes del Ecuador, plantea que la categorización del mestizo, en sus distintas variantes, cambia de acuerdo a los recursos económicos de que disponga: “los mestizos considerados de alto poder adquisitivo se consideran ´blancos´, los de mediano se autodenominan ´mestizos´, y los pobres son llamados ´cholos´” (Espinosa Apolo, 1995: 206). Además, hay que tomar en cuenta la complejidad del término mestizo en el Ecuador y en otras latitudes, tal como lo pone de manifiesto Immanuel Wallerstein, en el contexto de la lucha sudafricana por la abolición del Apartheid: “de hecho, se dice que el empleo del término ‘mestizo’ hace que la gente se sienta artificial. El término mestizo proclama una ausencia de identidad” (Wallerstein, 1991: 115). En esta direccionalidad de pensamiento, en el caso ecuatoriano es necesario referirse al “trauma del mestizaje, donde los sujetos, producto de una unión entre blanco e indígena, sufrían el rechazo tanto de los blancos como de la comunidad indígena, desarrollando una personalidad conflictiva y hasta revanchista contra los más débiles” (Traverso, 1996: 311). Por esta razón, en el tiempo del coloniaje español, tanto desde el punto de vista de la población aborigen del Ecuador como de los conquistadores españoles, el mestizo ecuatoriano fue catalogado como el ser-otro. Era el “otro” para el criollo por la parte india que latía en su sangre y, a la vez, para el indio era también un “otro” porque ese resto que no era suyo era español; por ello, el mestizo “era así un ser patético, la imagen visible de esa ‘infamia de hecho’ que recordaba al español su pecado y a la india su humillación” (Valdano, 2005: 157). Esta compleja identidad del mestizo ecuatoriano no ha sido superada con el paso de los años; por ello los mestizos, sobre todo los de condición económica media y alta, mejor quisieran pasar como blancos y para conseguirlo tratan de eludir o solapar su condición étnica y cultural; sin embargo, los “mestizos al negar su bagaje cultural en el ámbito público, renuncian a su autoestima, evidenciando con ello una ‘identidad étnica negativa’ (…), produciéndose así una 300 evidente alienación” (Espinosa Apolo, 1995: 16). Obviamente que esta traumática condición del mestizo, por ser el grupo mayoritario de la población, ha trasladado sus dobleces al ser ecuatoriano en general; por ello, como manifiesta Jorge Enrique Adoum, el ecuatoriano “adopta desde el principio una actitud de derrota y hasta servil, de ‘indio’ o ‘longo’ cuando está en el extranjero o cuando se enfrenta a alguien a quien considera o percibe superior en base a su nacionalidad, posición, ingresos” (Adoum, 2005: 46). En la narrativa de ficción del Ecuador y, más específicamente en la de Jorge Icaza, los mestizos han sido representados como sujetos llenos de contradicciones, disfraces y falsas apariencias, como lo expresa Agustín Cueva Dávila: “El mestizo se manifiesta esencialmente como el punto de cristalización subjetiva de todas la contradicciones sociales. Atrapado entre dos ‘razas’, dos culturas, dos instancias estructurales y hasta dos edades históricas, configura un lugar de desgarramiento y desarraigo antes que un espacio privilegiado de fusión” (Cueva, 1986b: 416). Al referirse a la representación de la dimensión étnica de la población ecuatoriana, en los cuentos analizados se hace necesario mencionar algunos ejemplos. En el cuento “De aquellos lares, de aquestos cielos”, de Raúl Pérez Torres, cuando el protagonista “de rostro aindiado y mítico” (Pérez, 2004: 63) le sirve de guía, en la ciudad de Quito, a su pareja sentimental Simone de Beauvoir, en una descripción que guarda mayor relación con el indio emblema del pasado remoto que con el de “carne y hueso” de la problemática realidad social del Ecuador contemporáneo, se detiene en “la sabiduría silenciosa de los indios, su comida sustantiva, los mitos que hacían más profundo, más rígido, aquel combate que se libraba desde hace siglos y que tenía el mismo mutismo de los páramos” (67). En el cuento “Miami Boy”, de Pablo Cuvi Sánchez, el protagonista de la ficción, por los rasgos étnicos (color de la piel y contextura corporal) y la vestimenta, de manera rápida identifica como su compatriota a una turista quiteña mestiza, que llega a comprar en el almacén de ropa, ubicado en la ciudad de Miami, en donde él trabaja. El mutuo reconocimiento entre connacionales se exterioriza en el diálogo que establecen los dos ecuatorianos en el extranjero: “– ¿Usted no es cubano, no? ¿–No –respondió–. Soy ecuatoriano. ¡No me diga, yo también, que coincidencia! – ¿Quiteña? –Sí, digamos. Vivo en Quito hace años” (Cuvi, 2008: 223-224). En las comunicaciones que, vía correo electrónico, intercambian el narrador protagonista del cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, con su amigo mexicano Naief, en una ocasión en que este le responde que a los únicos ecuatorianos que conoce es al futbolista Alex Aguinaga, a Lorena Bobbit y le devuelve la pregunta con otra 301 interrogante, que alude a dos de los grupos étnicos minoritarios que conforman la población ecuatoriana y que han sido históricamente relegados, al interpelarlo en los siguientes términos: “oye, ya que me preguntas, sácame de una duda: ¿cómo así los de tu selección de fútbol son prácticamente todos negros y los inmigrantes todos indios? ¿Se pusieron de acuerdo o qué? ” (Chávez, 2012: 109). En el cuento “El cacique y el olivar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, el indígena ecuatoriano que protagoniza el relato, por su cabello largo, elementos constitutivos de la vestimenta, atuendos adicionales y colores preferidos, se lo identifica, de manera inmediata, como perteneciente a la etnia aborigen de los saraguros, en la provincia de Loja, en razón de lo cual se presenta como un individuo exótico y diferente al resto de los emigrantes mestizos procedentes del Ecuador y que trabajan en España: el sombrero lo había dejado antes de viajar a España, y allí, no bien llegado al aeropuerto de Barajas, causó cierta sensación entre aduaneros y mozos de equipaje al verlo con su gruesa trenza cayéndole a la espalda y los negros pantalones cortos de su pueblo que decidió llevarlos como atuendo –la trenza nunca se la iba a cortar, sería una deshonra para él–, los pantalones ostentaban la pertenencia a un pueblo, el suyo (Cárdenas, 2014: 63). Esta caracterización de la vestimenta, con inobjetable claridad, se refiere a la parcialidad indígena de los saraguros en la provincia de Loja, por cuanto “el traje típico del saraguro es el negro, el hombre lleva pantalones cortos hasta la pantorrilla, mientras la mujer utiliza una larga falda de lana que deja entrever los tobillos (…). Tanto los hombres como las mujeres utilizan sombrero” (Pagnotta, 2014: 83-84). En directa alusión al pasado indígena que intentan ocultar algunos mestizos provenientes de distintos países latinoamericanos, cuyos ancestros comunes desembocan en la confusión que se da con mucha facilidad, entre los nacionales de un país con los de otro, se recrea en la anécdota que da cuerpo a la narración del micro cuento “Migrantes”, de Huilo Ruales Hualca, en el cual el Premio Nobel de Literatura, 2010, Mario Vargas Llosa, confunde a los ecuatorianos con bolivianos y estos en tono sarcástico fingen confundir al laureado escritor hispanoperuano y su ex esposa Patricia Llosa Urquidi con ciudadanos guatemaltecos: “Así, como lo oyen, Mario Vargas Llosa, sonreidazo, nos dijo ¿bolivianos? La cara de Terence se sanbernardeó hasta el tope y recibió la pregunta como algo que no venía al caso le contestó, alzando la voz (…): No, ecuatorianos, y ¿ustedes guatemaltecos?” (Ruales, 2006: 236-237). Esta tendencia a la confusión de la identidad nacional de origen de los emigrantes es muy común entre los protagonistas de las obras de narrativa breve de autoría de escritores de 302 origen latinoamericano en Estados Unidos. Así, en el cuento “La foto perfecta” de Silva Passuni, “una muchacha española pide al personaje-narrador que reclute a otros ‘latinos’, entre los cuales un connacional peruano, un boliviano y un colombiano, para que todos, pese a sus diferencias identitarias, finjan ser sus familiares en su boda”, o en el cuento “Ausencia” de Daniel Alarcón, en el cual Leah, “una chica americana, presenta a Wari, el protagonista pintor peruano que se encuentra en Estados Unidos, un supuesto connacional peruano vendedor ambulante de artesanía andina, que en realidad descubrimos ser ecuatoriano” (Cairati, 2014: 121). 3.3. La bandera tricolor, como uno de los símbolos patrios más significativos La condición esencial del símbolo es su apropiación colectiva. En ese sentido el escudo de armas, la bandera o el himno de un Estado son símbolos que “cuanto más precaria es la independencia de un país, más se sacralizan y preservan de posibles ofensas” (Horacio Salas, citado por Adoum, 2005: 204). Por supuesto, la valoración de los símbolos patrios adquiere una nueva dimensión, sobre todo cuando se tiene clara conciencia de que se está representando al país de origen, en especial mientras se permanece fuera de él. Un acontecimiento de esta naturaleza es el que nos recuerda Jorge Enrique Adoum, al referirse a la motivación identitaria de un deportista ecuatoriano de élite, en la disciplina de la natación, y al manifestar que “Galo Yépez cuenta que cuando desfallecía, a la mitad de su travesía de la Mancha, vio a lo lejos la bandera del Ecuador en un buque y cobró nuevo impulso” (Adoum, 2005: 205). Similar emoción se pone de manifiesto cuando se canta el Himno Nacional, antes de un partido de fútbol, mientras se desarrolla el Campeonato Mundial, tal como lo expresa el ensayista ecuatoriano citado: “Al ver el inicio de los partidos del Mundial de Fútbol, he pensado en la importancia que cobran la bandera y el himno cuando los jugadores, conscientes de que ellos aseguran, en ese momento, la presencia de su patria en el mundo, lo cantan pensando en lo que significa, como realidad concreta, ese concepto abstracto, y quizá en las ocasiones memorables en que el pueblo lo entonó” (206). El propio medallista olímpico ecuatoriano Jefferson Pérez Quezada, veinte años después de su hazaña deportiva, en entrevista concedida a Diario El Telégrafo de Guayaquil lo recuerda así: “El hecho de ver flamear mi bandera, escuchar el Himno del Ecuador, ver que 80 mil personas están de pie, saber que más de 1.000 millones de personas están viendo por televisión, respetando y conociendo de mi país, de mi identidad y cultura, eso no te devuelve 303                                                              nadie. Yo no competía para ganar medallas, lo hacía para ver mi bandera, escuchar mi himno y que el mundo supiera del Ecuador” (Pérez, 2016). Para fomentar y preservar el espíritu nacionalista en sus habitantes, los Estados nacionales, entre ellos el Ecuador, han creado símbolos en los que se identifican y a través de los cuales se diferencian de los otros Estados: “En ellos se reconocen sus ciudadanos. Son símbolos de pertenencia a un país. El Ecuador también ha consagrado tres como sus símbolos patrios básicos: el Himno, la Bandera y el Escudo” (Paz y Miño: 2005: 80). Se trata de los símbolos de la identidad nacional ecuatoriana, que “rememoran virtudes cívicas y hacen surgir en el individuo y en la comunidad una serie de sentimientos de pertenencia y unión al remitirlos a aquello que constituye su legado de riquezas más preciadas” (Alcívar, 2005: 35). De estos símbolos patrios, la Bandera del Ecuador, con los colores amarillo, azul y rojo, tiene su origen en la que izó Francisco de Miranda en la Plaza Vela de Coro, el 6 de agosto de 1809, con motivo del inicio de la insurgencia de los pueblos de las colonias españolas en América, en procura de su independencia política del yugo ibérico y fue, definitivamente, instituida por Decreto Legislativo del 31 de octubre de 1900, mientras ejercía la Jefatura del Estado el general Eloy Alfaro Delgado. Por el significado de los colores de la bandera patria es muy importante rememorarlos: “el amarillo simboliza la riqueza del suelo ecuatoriano; el azul, el océano Pacífico que baña su territorio al Occidente; el rojo, la sangre que vertieron sus héroes para lograr la independencia de la nación” (citado por Fendler, 2005: 407). En los cuentos analizados en esta tesis, un ejemplo de referencia directa a la bandera tricolor y su extraordinaria importancia simbólica, entre los emigrantes ecuatorianos, se patentiza en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, ya citado con anterioridad, en el cual el protagonista, como una manera de evidenciar su irrenunciable identidad nacional ecuatoriana, les tiene dispuesto a los hijos que cuando muera lo sepulten envuelto en la venerada bandera del Ecuador: “Ya les tengo ordenado a mis hijos que antes de enterrarme me envuelvan en esta bandera tricolor que tengo aquí guardada” (Galarza, 2009: 159). En el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, se afirma que en la ciudad de Madrid “hay discotecas que tienen como carta de encarnación y representación la tricolor nacional, ¡que chévere, no! Pero lo más bacán fue que escuché programas de música que llamaban ´Entre callos y guatita67´” (Carrasco, 2011: 28). De esta 67 Guiso elaborado con librillo picado en salsa de maní; se acompaña generalmente con arroz blanco o papas, y aguacate (Córdova, 2008). Su contenido principal es muy similar al de los callos españoles. 304 manera se ratifica la importancia que cobra la bandera del Ecuador, entre sus ciudadanos, sobre todo mientras permanecen fuera del país de origen. En el discurso narrativo del cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, cuando “El Fuete” Quishpe se dedica a ejercer como artista porno y suben uno de sus vídeos al You Tube, a más de las críticas demoledoras de tipo racista en contra del indígena, en la mayoría de los casos de los propios ecuatorianos, también se advierte el alto valor simbólico que le conceden a la bandera tricolor del país de origen: “que te has creído indio asqueroso, venir a mostrar tu picha sin circuncidar, qué asco, pobre chica, tiene que haberle caído lepra o gangrena” (…), “no es por ser racista, pero ¿por qué este indio hijo de puta culea con un poncho donde está bordado nuestro tricolor nacional?, ¿qué se ha creído?”, “aberrante, no sabía que a las españolitas les gustaba la zoofilia” (…), “¡deberían castrarte para que no nazcan más huevones imbéciles como vos, hijo de puta!” (Chávez, 2012: 114-116). 3.4. El deporte como rasgo identificador de la nacionalidad ecuatoriana En relación directa a lo expresado en el acápite anterior se hace necesario recordar que casi siempre un evento deportivo internacional constituye un acontecimiento que levanta el sentimiento de identidad nacional ecuatoriana de sus habitantes, circunstancia en la cual “se siente de corazón que somos ecuatorianos, ahí amamos nuestra camiseta, amamos nuestro color de bandera, amamos la comida, amamos la bandera. ¡Todo!” (Reyes, 2014: 324). No de otra forma se puede explicar que el único ecuatoriano que consta dentro del grupo de “los 40 latinoamericanos más influyentes en España” sea Jackson Quiñónez: “atleta ecuatoriano, nacido en la costeña Esmeraldas, nueva sangre para la velocidad española. Récord man de 60 m. vallas y entrena en Lleida” (Delgado, 2007: 276). En razón de lo expresado, aunque los éxitos deportivos más se deben al excepcional desempeño individual de determinados ecuatorianos, no por ello dejan de tener importancia como indicadores de identidad nacional de todos los habitantes del país andino; así Rolando Vera y Marta Tenorio, con sus éxitos sucesivos en la carrera de San Silvestre (Sao Paulo, Brasil); Andrés Gómez, con sus triunfos en el Torneo Internacional de Roland Garros; Jefferson Pérez Quezada, con la obtención de la Primera Medalla Olímpica de Oro en la historia deportiva del Ecuador y muchas otras victorias internacionales; Galo Yépez, venciéndose a sí mismo en su desafío de cruzar el Canal de La Mancha; Nicolás Lapentti, que llegó a semifinales en el torneo de Melbourne; e Iván Vallejo, ascendiendo a la cumbre del Everest (Cfr. Adoum, 2005: 283-284). 305                                                              El sentido de identidad nacional que sienten los ecuatorianos en el extranjero está muy bien representado en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, en el que se alude a la emoción que siente una pareja de ecuatorianos cuando el tenista guayaquileño Andrés Gómez, en cancha francesa, derrota de manera contundente al estadounidense Andre Agassi y por esa razón un nativo de Estados Unidos que los invita a disfrutar del partido los expulsa de manera abrupta del departamento, porque él “creyó que nos iba a humillar, como siempre, por eso nos invitó para que veamos como uno de los suyos le aplasta a uno de los nuestros” (Galarza, 2009: 129)68. Dentro de la práctica deportiva, el fútbol, por constituir el deporte más popular dentro del Ecuador y el que más hinchada arrastra dentro y fuera de los estadios, desde la década de los 90 del siglo pasado, está asociado a un proceso cultural de autoafirmación de lo ecuatoriano, de “llegar a ser nosotros”; por ello: El tema de las identidades se halla profundamente implicado en este juego en aspectos tan diversos como el territorio, las clases sociales, la diversidad étnica, el género, las edades, las generaciones (…). El fútbol configura un relato que da cuenta de quiénes y cómo somos, en qué nos conocemos, reconocemos y auto percibimos (…), el fútbol está lleno de ese profundo significado que guarda siempre lo mundano, pues solo el jugarlo nos retrata, nos define, nos resume. Por la variedad humana y regional de los integrantes de la Selección Nacional podemos decir que el Ecuador entero está en ella representado ya que la conforman serranos y costeños, negros y mestizos, capitalinos y provincianos (Valdano, 2007: 12-13). Como dice el ensayista citado: “Solo en contados eventos de la vida ecuatoriana, como en el fútbol, se siente una conciencia de ‘comunitas’ de carácter nacional, la vivencia de una realidad superior, supra regional que nos agrupa, sobre todo, cuando la Selección del Ecuador se enfrenta a un equipo extranjero” (Valdano, 2007: 14). Es que con las clasificaciones a tres campeonatos mundiales, las aspiraciones llegan cada vez más lejos: “queremos clasificar hasta las finales, y esto es reciente: antes no aspirábamos a tanto, sabíamos que no podíamos, que éramos débiles, siempre íbamos a perder” (Adoum, 2005: 183). Lo que acontece es que el fútbol, sobre todo cuando juega la Selección Nacional, genera el sentimiento de unidad de todos los ecuatorianos, porque en el estadio hay un resumen del país: “en los graderíos están todas las clases sociales (…), casi todos los grupos étnicos, todas las identidades fundidas o disminuidas en el ‘yo’ colectivo” (Adoum, 2005: 280). 68 Similar emoción es la que siente una familia de emigrantes ecuatorianos cuando el atleta cuencano Rolando Vera triunfa en una carrera en Estados Unidos: “cuando cruzó la línea del triunfo, nosotros nos abrazamos, saltamos, lloramos de la emoción. ¡Viva el Ecuador!, gritábamos, ¡viva el Ecuador! Corrimos para abrazarle al compatriota vencedor pero fue inútil no nos dejaron cruzar la valla” (Galarza, 2009: 131). 306 En los cuentos analizados, el valor del deporte como rasgo indicador de identidad nacional ecuatoriana se pone de manifiesto en el relato “paseo de curso”, de Gabriela Alemán, en el cual el capitán del equipo estadounidense que ganó el Campeonato Mundial de Biddy Basquetbol de 1968 y que se siente frustrado por no haber sido designado como el mejor jugador, no hace más que hablar del Ecuador y de su capital, de donde proviene el pequeño héroe deportivo que le arrebató el ambicionado premio: “el tipo, el que tiene esa fijación sobre la que no quieres oír, se la pasa hablando de tu país (…). Ese tío está todo el día con que Quito por aquí y Quito por allá” (Alemán, 2011: 47) En este cuento hay que tener en cuenta, además, que el personaje que lo coprotagoniza, en un inicio explicita cierto auto prejuicio identitario y complejo de inferioridad, motivo por el cual pone en duda la veracidad del triunfo deportivo del Ecuador y lo hace con el argumento del promedio de estatura de los jugadores ecuatorianos, que es muy inferior al de los estadounidenses, ya que si Pedro Juan mide “uno setenta (…) y soy alto para Ecuador, ¿cómo pudimos quedar vicecampeones mundiales? ¿Ah?” (51). Sin embargo, en un momento posterior y en respuesta a la expresión irónica de Henry que le dice que no se ha enterado “porque a ti te interesa tanto tu país”, el emigrante ecuatoriano como una evidencia de que si sabe valorar el significado de un triunfo deportivo de esa magnitud responde: “Ecuador me debe, pero me habría enterado. Claro que sí, vicecampeones mundiales. Eso es grande” (51). La narración del testimonio del capitán del equipo campeón de Biddy basquetbol es muy intenso y por ello es capaz de despertar el sentimiento de identidad nacional en el emigrante ecuatoriano Pedro Juan, quien hasta ese momento evidenciada un elevado nivel de alienación identitaria o de total indiferencia por todo lo referido al Estado nacional de origen. En emotivas palabras del narrador testigo, durante el desarrollo de los partidos del campeonato: “Ecuador comienza a arrasar. Hay un niño que es un genio, una bala, un malabarista, todo lo que te puedas imaginar, y encima, no sabe fallar. Está prendido y todo el coliseo contiene el aliento cuando él agarra la pelota. Se convierte en el querido de las barras (…). Es más pequeño que el más pequeño del equipo de Estados Unidos, pero es el más alto de Ecuador” (52). El nivel de intensidad y fuerza del testimonio del capitán del equipo estadounidense sigue en ascenso a medida que se refiere a los partidos más decisivos y finales: Ecuador pasa a los octavos de final y luego a los cuartos, no son partidos fáciles pero los ganan (…). Es un partido patético, contra todo espíritu deportivo. El entrenador ecuatoriano intenta protestar y, ¿sabes que hace el árbitro? Le pita un foul técnico y hace que mi tío vaya a la línea a cobrar. Es un robo, el 307 coliseo lo abuchea (…). Mientras se cobran los tiros, a dos de los ecuatorianos les dan calambres. El árbitro no permite que entren a socorrerlos (…). Dribla, mira el aro, lanza y entra. Empatan (…) otro dribleo, el tío respira, lanza y acierta. Estados Unidos pasa adelante. Los dos niños siguen en el suelo. Y, entonces, suena el reloj, luego el pito y se acaba el partido (55). Como es de esperarse, el momento cráter adviene cuando concluye el partido final y se realiza la premiación con la medalla de oro al equipo de Estados Unidos, momento en el cual “en las graderías aplaudían con desgano, pero cuando anunciaron por el sistema de megafonía, al MVP, el coliseo se vino abajo; nombraron mejor jugador al ecuatoriano. Le dieron un trofeo que era más grande que él, más grande que el del campeonato” (55). Estas elevadas emociones que despierta el deporte, como natural reacción a la intensidad, fuerza y patetismo de la narración del testimonio de capitán del equipo campeón llegan a producir, incluso, algunas reacciones corporales y físicas en el emigrante ecuatoriano Pedro Juan, quien “sintió que se removían cosas que le resultaban familiares, pero que ya creía perdidas. Algo trascendental parecía estar a punto de ocurrir” (56). En lo atinente a la presencia de la práctica del fútbol, como otro rasgo de identidad nacional ecuatoriana en los cuentos analizados en esta tesis hay dos ejemplos en los que se alude directamente a este popular deporte, tanto en el Ecuador como en el país de destino emigratorio de los personajes involucrados. En primer término, en el cuento “El detective gilipollas”, de Carlos Carrión Figueroa, en la ocasión que el teniente político ingresa a la casa del difunto en busca de algún indicio que pueda aclarar la causa de su misteriosa muerte, luego de revolver todos los objetos llegó hasta a desprender “los pósteres y banderines de toreros y futbolistas españoles de las paredes y no encontró ningún indicio de la muerte de su propietario” (Carrión, 2011: 60). La importancia del fútbol y sus jugadores más emblemáticos constituye un elemento de peso gravitante en la construcción de la identidad nacional y del ser ecuatoriano, porque fuera de sus linderos físicos es lo que más y mejor se conoce de ella, tal como le responde el escritor mexicano Naief a su amigo ecuatoriano que ejerce la función de narrador protagonista del cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez: “Ah, y sobre tu pregunta de qué conozco de tu país, te diré que solo a Alex Aguinaga, el futbolista extranjero más grande de la década de los 90 en México” (Chávez, 2012: 109). 308 4. El cultivo y disfrute de la música como rasgo de identidad nacional ecuatoriana Al hablar de la profunda interrelación existente entre la música y la identidad nacional se ha afirmado que “la música, como la identidad, es a la vez una interpretación y una historia, describe lo social en lo individual y lo individual en lo social, la mente en el cuerpo y el cuerpo en la mente; la identidad, como la música, es una cuestión de ética y estética” (Frith, en Hall, 2003: 184). El autor citado más adelante expresa que la identidad no es una cosa sino “un proceso experiencial que se capta más vívidamente como música. La música parece ser una clave de la identidad porque ofrece, con tamaña intensidad, tanto una percepción del yo como de los otros, de lo subjetivo en lo colectivo (…). Hacer música no es una forma de expresar ideas; es una forma de vivirlas” (185-186). En el proceso de construcción de identidades diferenciadas resulta pertinente justipreciar que “diferentes tipos de actividad musical pueden producir diferentes tipos de identidad musical, pero el modo de funcionamiento de la música en materia de formación de identidades es el mismo” (188-189). En cuanto al género musical del rap, el autor citado menciona que “la cuestión estética en esta música posmoderna no concierne, al menos, a los significados y su interpretación – identidad traducida en formas discursivas que deben ser decodificadas– sino a la concreción mutua, a la identidad producida en la ejecución” (195). En lo atinente a la relación entre música popular y la identidad nacional resulta pertinente enfatizar que esta “no representa valores sino que los encarna” (198) y que no es popular “porque refleja algo o articula auténticamente un tipo de gusto o experiencia popular, sino porque crea nuestra manera de entender qué es la ‘popularidad’, y nos sitúa en el mundo social de un modo particular” (205­ 206). En una sociedad integrada por sectores sociales diferenciados, cada estamento compone, interpreta y disfruta de la música que la siente o la hace suya, en razón de que diferentes grupos sociales poseen distintos tipos de conocimiento y aptitud musical, comparten distintas historias culturales y, por lo tanto, hacen música de manera diferenciada; por ello, “los gustos musicales se correlacionan con las culturas y subculturas de clase; los estilos musicales están vinculados a grupos generacionales específicos; podemos considerar un hecho cierto las conexiones de la etnicidad y el sonido” (203-204). En definitiva, la música ayuda en el proceso de construcción y reconstrucción de las identidades, no solo individuales y afincadas en un lugar específico, sino también nacionales, 309 colectivas, globales, cosmopolitas, porque “la música construye nuestro sentido de la identidad mediante las experiencias directas que ofrece del cuerpo, el tiempo y la sociabilidad, experiencias que nos permiten situarnos en relatos culturales imaginativos” (212). Pero es, al mismo tiempo, la expresión artística que mejor derriba y traspasa fronteras, de la naturaleza que estas fueran; así, “la música es la forma cultural más apta para cruzar fronteras –el sonido atraviesa cercos, murallas y océanos, clases, razas y naciones– y definir lugares; en clubes, escenarios (…) mientras la escuchamos con auriculares, por la radio o en la sala de conciertos, solo estamos donde la música nos lleva” (213). En el Ecuador resulta pertinente puntualizar que, en el ámbito de la denominada música nacional, hay una clara influencia de los ritmos quichuas ancestrales, tal como lo ponen en evidencia los ritmos más populares, tanto los bailables como los no bailables. Dentro de los ritmos no bailables destacan: El pasillo ecuatoriano, notoriamente influenciado por el yaraví, la tonada, el fox incaico, el danzante, el yumbo y el yaraví, desplazado hoy día en popularidad por el pasillo. Los ritmos bailables más importantes son: el pasacalle, el albazo, el alza, el sanjuanito, el cachullapi y el capishca; la mayoría de los cuales constituyen los elementos centrales de las celebraciones religiosas, e implican danzas específicas, a diferencia de las melodías no bailables que pertenecen al tiempo ordinario, es decir, no sacro (Espinosa Apolo, 1995: 231). Además, es necesario reconocer que la llamada música nacional ecuatoriana “constituye un caso ejemplar de la incorporación de las tradiciones musicales del arte popular, como premisa indispensable para los procesos de creación musical de autoría. En virtud de ello la música nacional representa la expresión artística intelectual de mayor originalidad y por tanto, un indicador etnodiferenciador fundamental” (Espinosa Apolo, 1995: 234). En los cuentos ecuatorianos analizados, en el caso de la emigración hacia Estados Unidos, el gusto por la música nacional ecuatoriana que profesan los protagonistas del desplazamiento físico se pone en evidencia en el relato “Aeropuerto”, de Jorge Velasco Mackenzie, en el cual la protagonista Alejandra Sánchez que se agitaba en las kermeses al ritmo de otros géneros musicales y “con dificultad se aprendió el comienzo de un pasillo, ahora, hace una hora nada más lo canta, dejaaa posaaaaar miiiis labios sobre tu piel de armiñooooo, dicen que la letra la escribió un poeta, y mientras la tararea los ojos se le ponen tristes, los tiene profundos y negros, pero se le ven extraños rodeados de esas sombras púrpuras y verdes” (Velasco, 2004: 321). Esta predilección por el pasillo está presente, asimismo, en el cuento “Una lejana y movediza sombra”, de Stalin Alvear, en el cual, en palabras de Benjamín Betancur, el músico 310 oficial de la emigración recreada en la novela El éxodo de Yangana, de Ángel Felicísimo Rojas (a la que, en magnífico ejercicio de intertextualidad literaria, se homenajea en el relato de Stalin Alvear) pone de manifiesto la justipreciación de la música nacional ecuatoriana en los siguientes términos: En los momentos difíciles de la fuga, mi guitarra y mi voz trataron de llenar los vacíos del destierro. Que más, sino la música, podía resumir ese inicial y amargo trayecto donde niños, jóvenes y viejos regresaban a ver a cada tres o cuatro pasos al pueblo que abandonaban. Para colmo y sin otra intención, les caía con “Todo lo que quise yo / tuve que dejarlo lejos…”, pasillo venerado por ese pueblo en desbandada (Alvear, 2002: 84-85). Entre quienes han emigrado a Canadá, el interés por lo que acontece en el Ecuador se potencia mediante la audición de la música nacional que se difunde a través de la potente radio quiteña HCJB (Hoy Cristo Jesús Bendice), La voz de Los Andes, que aunque de orientación evangélica es la única que llega a tan distantes lugares; pues como dice un emigrante en ese Estado nacional: “Y ya de noche, en cambio, antes del noticiero, qué hermoso es oír las melodías de la Patria, los sanjuanitos, los cachullapis, los salta que han visto y los infaltables pasillos que a uno le ponen la carne de gallina, con tanta pena que transmiten, con tanta lágrima que sacan” (Galarza, 2009: 193). Esta justipreciación de la música popular ecuatoriana y sus géneros más emblemáticos tiene su razón de ser en virtud de que, como lo expresa el historiador Jorge Núñez Sánchez, “la identidad nacional ecuatoriana está hondamente vinculada a ritmos como el pasillo, el sanjuanito y el pasacalle” (Núñez, 2014b). 311 CAPÍTULO IX. LA IDENTIDAD CULTURAL DEL SUJETO EMIGRANTE En este capítulo se parte de la fundamentación en torno a la identidad cultural en el Ecuador. Con esta orientación teórica y el discurso narrativo de los cuentos estudiados se describen y analizan los principales rasgos de identidad cultural de los emigrantes ecuatorianos, cuyo desarrollo se presenta distribuido en tres acápites, que dan cuenta de las diferencias en las prácticas culturales de los emigrantes ecuatorianos frente a los nativos de los Estados nacionales de destino, el individualismo prevalente en las sociedades de arribo y la aculturación de los emigrantes ecuatorianos en los países de llegada. Adviene, luego, la referencia a la práctica de la religión católica, para lo cual se describe y analiza lo referido a la Virgen de El Cisne, como la imagen católica mariana más venerada por los ecuatorianos en España. El capítulo concluye con la descripción y análisis de la recreación de la rica y variada gastronomía ecuatoriana, entre los emigrantes de la nación andina en España. 1. La identidad cultural en el Ecuador Antes de abordar lo atinente a la identidad cultural se estima pertinente puntualizar lo que se asume como cultura nacional en el Ecuador. Humberto García Ortiz sostiene que la cultura nacional hace referencia a lo que hace la nación y que tiene por “función típica, peculiar y justificativa la de mantener la ‘unidad de fines culturales’ de una sociedad dada” (García, 1986: 204). En razón del carácter clasista de la sociedad ecuatoriana, la denominada cultura nacional no siempre es la que representa a la mayoría de la población, sino que “el tipo dominante de cultura no siempre implique, como acaso podría sospecharse, ‘cultura de la mayoría’, sino cultura de una minoría, justamente la minoría dominante” (211). En cuanto al fomento de la cultura nacional, el autor citado sostiene que debe existir una necesaria dialéctica entre lo propio que singulariza a la cultura ecuatoriana y lo que viene de fuera de su seno. En palabras de este ensayista: En todo caso, el pueblo ecuatoriano, en cuanto unidad parcial de cultura no ha de perder lo que podemos llamar, con metáfora harto conocida, su personalidad cultural, si es que se esfuerza por consolidarla como le incumbe; ni, por otra parte, ha de poder marchar de modo excéntrico, dentro de un círculo cerrado, lejos de la órbita común del sistema social íntegro del Continente, fuera de lo que 312 estaría bien llamar el tono fundamental de un sistema cultural americano, conceptualmente posible y necesario (236). En referencia a la cultura nacional ecuatoriana se ha enfatizado en que esta tiene unos orígenes bastantes complejos, porque “de los escombros de una cultura aborigen destruida y los brotes raquíticos de una cultura exótica mal aclimatada, nace la cultura todavía informe del Ecuador de hoy” (Cueva, 1986: 294). De allí devienen las problemáticas de la cultura nacional ecuatoriana, la misma que “no es firmemente mestiza en cuanto no ha logrado un verdadero y sólido sincretismo, capaz de definirla como entidad original y robusta” (302). Además, como es natural que acontezca, la influencia colonial no terminó con el proceso de independencia política del Ecuador de la Corona Española, en virtud de que las luchas por la independencia “si bien produjeron la ruptura de los vínculos de dependencia política que nos unían a España, dejaron intactos y aún consolidaron, los vínculos de dependencia económica y cultural que nos unían a Inglaterra y Francia” (Tinajero, 1986: 31). En el proceso de reflexión sobre la cultura nacional ecuatoriana hay que tener en cuenta, además, que la integración de los otros segmentos de la sociedad ecuatoriana solo se hace posible cuando los artistas de la generación del treinta y cuarenta del siglo XX, bajo la influencia de las ideas socialistas y comunistas, “han empezado por convertir la condición del indio, y por consiguiente la del mestizo –para los demás motivo de vergüenza–, en bandera de coraje y reivindicación” (Cueva, 1986: 320). Desde esta perspectiva, es necesario relievar el aporte de la izquierda socialista y comunista del Ecuador, en la organización de los indígenas como sujetos sociales constructores de la nacionalidad ecuatoriana y su cultura. Adviene, entonces, la posibilidad de pensar y forjar una cultura auténticamente nacional y se desarrolla “el primer gran movimiento cultural ecuatoriano, movimiento que años más tarde será reivindicado pero que en su época, dado el clima intelectual y moral, tuvo que enfrentar el rechazo de los cenáculos literarios de la clase dominante” (Silva, 1986: 444). En esta direccionalidad, los grupos literarios surgidos en distintas ciudades: Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja sentaron las bases para la integración nacional; puesto que la producción literaria giró en torno a una idea integradora de la nación y la consolidación “de un movimiento cultural nacional” (457). De su lado la identidad cultural, en términos generales, encierra un sentido de pertenencia a un grupo social, con el que se comparten rasgos culturales, materiales e inmateriales, como religión, mitos, ritos, ceremonias, cosmovisiones, ideologías, costumbres, tradiciones, hábitos, conocimientos ancestrales, sistemas de valores y creencias, lengua, artes, música, artesanías, relaciones sociales (Cfr. Tamayo, s.f.: 187, 191-192) y a través de ellos 313 “los individuos, los grupos y las comunidades se reconocen a sí mismos y entre sí y a la vez se distinguen” (Tello, 1997: 39). En el complejo proceso de construcción de la identidad cultural es necesario remarcar la importancia de los “otros”, la misma que en el Ecuador está marcada e influida por la diversidad étnica, geográfica, clasista, cultural, lingüística, que caracteriza a este Estado nacional andino y, por lo mismo, hay que tomar en cuenta el aporte que han realizado las culturas minoritarias como la indígena, negra, árabe y china, todas las cuales: han ejercido una gran influencia en la conformación de nuestra identidad mestiza, están siempre con nosotros, unas veces en la lengua, otras en las comidas, también en nuestro comportamiento diario, en los rasgos faciales, en la visión del mundo, en el orgullo y en la humildad, en las supersticiones, en el color de la piel (…), en la literatura (…), en las ciencias sociales (…), en el atletismo (…), en el fútbol (…), en los juegos, en la pintura (…), en la escultura (…), en las creencias, en las fobias, en las distintas maneras de caminar, en la tristeza y en la alegría, en la insurgencia (…), en las formas de soñar, de enfurecernos, todo como un fenómeno natural, como el resultado de un proceso histórico, de una honda, profunda interacción que ha trascendido prejuicios y prohibiciones, estratos sociales y razas (Donoso, 1998: 175-176). En el inacabado proceso de construcción de la identidad cultural y la propia nación ecuatoriana, es pertinente recordar, asimismo, que frente a la mutilación territorial del Ecuador que se legalizó con la suscripción del Protocolo del Río de Janeiro, el 29 de enero de 1942, Benjamín Carrión planteó la teoría de la “Nación Pequeña”, “según la cual no importaba la pequeñez territorial del país pues ‘como lo han demostrado Israel y Grecia, naciones muy pequeñas en territorio y en potencia económica pueden pesar mucho más que otras en la historia por su aporte cultural’” (Rodríguez Castelo, citado por Silva, 2004: 103). Parte de este proyecto de cultura nacional ecuatoriana fue la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (1944), que después tomó el nombre de uno de sus principales mentalizadores: Benjamín Carrión, en cuya fundación estuvieron presentes “los intelectuales de todos los bandos, desde la derecha conservadora hasta los escritores y los artistas comunistas y socialistas” (Carvajal, 2006: 206). Sin embargo, en palabras de Natalia Sierra Freire, la identidad cultural ecuatoriana, incluso a inicios del nuevo siglo y milenio que decurre, adolece de incompletitud porque, históricamente, en su proceso de constitución, desde una perspectiva colonialista y elitista, se olvidó, eludió o relegó a los grupos indígenas, negros, montuvios y se les negó su legado cultural y “a partir de aquí podremos entender que la identidad ecuatoriana no es unívoca, sino diversa, plural y heterogénea y que, justamente en este carácter radica su riqueza y posibilidad” (Sierra, 2005: 77-78). 314 Por ello, al referirse a la identidad cultural en el Ecuador, lo más adecuado es tomar en consideración e integrar los más diversos rasgos culturales, ya no solo de los blancos y los mestizos integrantes de la clase dominante, sino también los que corresponden a las catorce nacionalidades aborígenes, distribuidas en las tres regiones continentales del país, así como las aportaciones culturales de los montuvios, los afro descendientes y los inmigrantes de distintas procedencias. 2. Principales rasgos de identidad cultural de los emigrantes ecuatorianos En relación a la identidad cultural de los sujetos emigrantes se ha manifestado que “la gente lleva consigo solo una parte de la cultura total (...). La cultura que se desarrolla en el nuevo suelo debe ser, en consecuencia, desconcertantemente parecida y diferente de la cultura madre (…). De este modo, aparecen tipos singulares de simpatía y ‘choque entre culturas’” (Eliot, citado por Bhabha, en Hall, 2003: 96). Se trata de una cultura que no tiene anclas fijas en ningún lado, ni en el lugar de partida ni en el de llegada, sino que se “trata de algo así como el ‘entre-medio’ [in-between] de la cultura, desconcertantemente parecido y diferente” (Bhabha, en Hall, 2003: 96). En términos generales, la identidad cultural del sujeto emigrante está determinada por el patrimonio inmaterial de su cultura, el cual abarca todas las manifestaciones que no tienen representación material y, básicamente, corresponden a las creaciones de una comunidad cultural, fundadas en las tradiciones expresadas por individuos que responden a las expectativas de su grupo, como expresión de identidad cultural y social, además de los valores transmitidos oralmente. Testimonio de ello son la lengua, los juegos, la mitología, los ritos, las costumbres, los conocimientos ancestrales, la arquitectura y la manufactura de artesanías, etc. (Cfr. Tamayo, s.f.: 191-192). El emigrante, cuando logra concretar su proyecto de desplazamiento físico, deja atrás en su país de origen una serie de rasgos identitarios que pierden su validez en la sociedad de llegada. La estructura de su identidad reflejará una serie de cambios provocados por la nueva situación y el nuevo contexto social en el que vive. En muchos casos este conflicto de identidad puede provocar problemas psicológicos y acabar en situaciones de marginación, al 315                                                              no hallar acomodo en la nueva sociedad y haber perdido el vínculo con el país de origen (Cfr. Muñoz, 2013: 124). En relación a la identidad cultural de los protagonistas del desplazamiento físico de personas, aunque no profundizó en la emigración internacional de los últimos años, en la propuesta de la heterogeneidad formulada por el crítico y ensayista peruano Antonio Cornejo Polar se alude al sujeto emigrante como “el heterogéneo por excelencia, pues una razón de necesidad le hace fagocitar culturas y lenguas sin diluir sus diferencias y problemas, sino más bien acentuándolos” (Bueno, 2004: 38)69. Desde esta perspectiva, las migraciones internacionales, en la actualidad, plantean grandes retos con relación a la diversidad cultural, la interculturalidad, la multiculturalidad y la construcción de identidades. Se parte del reconocimiento de que no hay ni puede haber jerarquías entre las distintas culturas, sino relaciones de complementariedad y solidaridad que potencien los saberes de todos los pueblos involucrados en el dinámico proceso de las migraciones (Cfr. Ecuador, 2009: 233). En la línea de vincular el proceso emigratorio con la cultura, en sus distintas formas de expresión, es necesario recordar que el desplazamiento masivo de personas desde los Estados nacionales más pobres del Hemisferio Sur hacia los más desarrollados del Norte pone en entredicho toda noción tradicional de fronteras, tanto las nacionales como las geográficas y las culturales. En este sentido la migración, a decir de Alejandro Moreano, “es la mayor gesta contemporánea y, además, una fuente excepcional de creación cultural. Empero, la globalización constriñe y deforma su vitalidad y la confina a los sótanos y a los arrabales de la tierra” (Moreano, 2002: 340). Al hacer referencia a los emigrantes ecuatorianos en España se hace necesario enfatizar que, aunque formamos parte de una cultura global, Ecuador es desconocido en términos culturales, motivo por el cual la mayoría de los españoles se muestran poco interesados en saber algo más de los ecuatorianos, pese a que han pasado a formar parte de su cotidianidad. Los emigrantes ecuatorianos han sido incorporados como fuerza de trabajo, pero se encuentran invisibilizados en términos sociales y culturales. Es posible que las políticas de la Comunidad Económica Europea estén más orientadas al control y la normatización que al diálogo y la valoración del “Otro”, del migrante procedente de las ex colonias americanas. 69 Desde un similar referente de análisis, con fundamento en la propuesta teórica de Néstor García Canclini, se puede afirmar que los sujetos implicados en procesos migratorios desarrollan una cultura híbrida que transforma la originaria sin destruirla, la cual como parte de la sociedad “está en constante transformación y modifica los modos de pensar, adaptándose al nuevo contexto. Por lo tanto el migrante resulta ser un puente entre las culturas y un dispositivo de transformación para el lugar de origen; la ejemplificación de esto es la construcción de viviendas de estilo europeo o norteamericano en el campo ecuatoriano” (Pagnotta, 2014: 118). 316 En el contexto de la globalización y el informacionalismo en el que nos desenvolvemos en la época actual, la cultura de los emigrantes asoma como la dominada y minoritaria en los Estados nacionales de destino. Como una respuesta a esta compleja circunstancia, los emigrantes ecuatorianos residentes en España, que desean mantener incólume su identidad cultural de origen, emprenden una serie de estrategias defensivas y recreativas, como las siguientes: relación con otros compatriotas que viven en las mismas ciudades y países de destino; participación en ambientes y actividades propias de la cultura originaria; uso de las tecnologías de la información y la comunicación como: radio, teléfono, Internet, correo electrónico, chat, skype, whats app, a fin de interactuar con los suyos que viven en el Ecuador y poner en evidencia que todavía existen; escuchar emisoras de inmigrantes y música ecuatoriana; frecuentar discotecas que permiten fortalecer los lazos comunes con quienes les rodean; visitar restaurantes que ofrecen comida típica de Ecuador y locutorios que les sirven no solo para intercomunicarse sino también para enviar dinero u otros artículos; visita a parques públicos y a los domicilios de los compatriotas; y adhesión a las asociaciones de migrantes (Cfr. Murillo, 2009a: 137-142). Otra estrategia para mantener y difundir las expresiones de la identidad cultural ecuatoriana es a través de determinados programas radiales de mucha sintonía, como Callos y guatitas, un programa que forma parte del Plan Migración, comunicación y desarrollo, que fue diseñado “en 2001 por instituciones y medios de comunicación españoles y ecuatorianos con el objetivo de fortalecer el intercambio cultural. Se emite todos los domingos a través de 43 radios en Ecuador y de 11 en España y ofrece secciones dedicadas a ambos países, reportajes sobre inmigración, asesoría legal, testimonios y encuentros” (Delgado, 2007: 42). De acuerdo a los resultados de investigaciones realizadas en torno a la emigración desde el Ecuador hacia España, se concluye que este complejo fenómeno sociológico posibilita la apertura de nuevos espacios de relación, nuevos intercambios, nuevas experiencias, en primer término, a los espacios de los propios emigrantes, lo que incluye no solo a ecuatorianos. En segundo lugar, la emigración supone una relación con otro tipo de sociedad, con sus formas particulares de construcción de hegemonía, “nuevos mandos, nuevas formas de trabajo, tecnologías, formas de decir las cosas” (Cfr. Kingman, en Herrera, 2005: 475). Desde esta perspectiva, según el testimonio de un emigrante ecuatoriano en Madrid, su relación con un tipo de información cultural a la que en Ecuador no tenía acceso, le ha permitido ampliar sus propias bases interpretativas pero, además, participar en foros de discusión, emitir opiniones en nombre del gremio constituido, como parte de una comunidad imaginada de la que sigue siendo uno de sus representantes. Según el testimonio de esta 317 experiencia, el viaje emigratorio “permite acceder a información, referentes culturales y recursos simbólicos que no se daban en el lugar de origen. No se trata, en este caso, de una cultura reactiva sino activa, capaz de tomar los mensajes del otro para elaborar los propios enunciados” (478). Tampoco se puede olvidar que entre los emigrantes ecuatorianos cobra especial importancia las reuniones con otros connacionales, que se desarrollan aunque sea en espacios públicos, en las que se pone en evidencia el carácter proactivo y performativo de nuestros compatriotas. Son espacios de comunicación y de contacto entre ecuatorianos, al mismo tiempo que de construcción de identidades en diáspora, en los que no participan los españoles, ni posiblemente son invitados a participar (472). En la capital de España, un ejemplo específico que evidencia la posibilidad de recreación de la cultura ecuatoriana en el país de destino es el que ha emprendido la Asociación de Espindolenses en Madrid, la cual se funda en 1999 con la finalidad de mantener un vínculo con el lugar de origen y revitalizar las costumbres y las tradiciones del Ecuador, la provincia de Loja y el cantón Espíndola, de donde son originarios sus integrantes. Entre las actividades que desarrolla esta asociación se pueden mencionar las siguientes: “Elección de la reina para la fiesta de fundación de la ciudad de Loja, cenas comunitarias y noches de baile. Mediante el programa cultural se conforma una comunidad en el extranjero que fortalece el sentido de pertenencia y camaradería” (Pagnotta, 2014: 68). En palabras de la autora citada, la asociación “funciona como un espacio de ayuda mutua; por ejemplo si un asociado pierde el trabajo, todo el grupo lo ayuda a encontrar otro; si tiene necesidad económica buscan apoyarle” (69). A pesar de todos los esfuerzos de los emigrantes ecuatorianos por mantener los rasgos de la cultura de origen, tampoco se puede eludir la evidente influencia de la cultura de los países de recepción, la cual se patentiza con la presencia de los emigrantes retornados o de las construcciones que quienes todavía no pueden regresar hacen edificar con los familiares que permanecen en los lugares de partida. Entre esas adaptaciones culturales, los medios de difusión colectiva han destacado una sui géneris que choca a simple vista y que se refiere a la copia de los modelos estereotipados de la arquitectura norteamericana en la Sierra del Ecuador, “reducidos a la escala del campo y las aldeas andinas ¡Qué tal, una Casa Blanca en miniatura, construida sobre un barranco! Piscinas en laderas donde no hay agua para riego, ni menos aún agua potable. Garajes donde se guardan vehículos de doble tracción, mientras la familia del emigrante vive en la choza tradicional…” (Carvajal, 2006: 271). 318 Luego de las reflexiones formuladas se hace necesario presentar y analizar los principales rasgos de identidad cultural de los emigrantes ecuatorianos y su diferencia con respecto a los nativos de los Estados nacionales de destino. Estos rasgos culturales aluden a las diferencias en las prácticas culturales de los ecuatorianos en relación con los ciudadanos de los Estados nacionales en los cuales ahora residen, el individualismo prevalente en las sociedades de destino emigratorio y la aculturación de los sujetos emigrantes, que constituyen los aspectos que se desarrollan en las páginas subsiguientes. 2.1. Diferencias en las prácticas culturales de los ecuatorianos frente a los nativos de los Estados nacionales de destino Entre los emigrantes ecuatorianos en el país de destino se hace muy evidente la diferencia cultural que los identifica y distingue en relación a los nativos, circunstancia que explica el cuestionamiento, inconformidad e insatisfacción que patentiza una protagonista del desplazamiento humano desde la nación andina, quien se expresa así: “Yo, mira, el tipo de vida que llevo es tal vez porque me estoy aferrando a mis raíces, a mi forma de ser, no quiero cambiar (…). Que eso en nuestros países no se ve (…). Como que tenemos mucho ahora en Ecuador porque hace 10 años que salí. Pero como que tenemos más arraigados los valores, la honestidad, el respeto. Hay diferencias” (Retis, 2011: 105). Es que los emigrantes ecuatorianos, para poder sobrevivir en el Estado nacional de destino, tienen que moverse en un permanente proceso de desdoblamiento identitario, “entre la cultura de la sociedad de origen y la de la sociedad de acogida que debe aprender (…). El inmigrante navega entre la cultura de la sociedad emisora de la que procede y la cultura de la sociedad receptora a la que llega. El desdoblamiento identitario se produce por la doble visión que proyecta su yo en el sistema de normas y valores de ambas sociedades” (Hidalgo, 2008: 83). En las interacciones y negociaciones que se establezcan siempre se dirimirá en favor de la identidad cultural de las sociedades receptoras, que son las que detentan el poder, lo que conlleva a que “el mundo cultural del inmigrante, previamente adaptado a las condiciones de vida de la sociedad de origen, se desmorona ante las nuevas condiciones materiales de existencia que tiene en la sociedad de acogida” (83). En estas circunstancias emergen varias preguntas retóricas: ¿cómo puede el inmigrante irse forjando una nueva identidad que ya no puede ser nunca más la del lugar de procedencia y todavía no es la del lugar de nuevo asiento? ¿No serán las identidades transnacionales, las que dominarán en nuestras sociedades en un futuro próximo? 319                                                              Los lábiles rasgos de identidad cultural de los emigrantes se complican aún más, porque desde los países de recepción ubicados en el Hemisferio Norte, como España por ejemplo, los planes de integración excluyen los factores de naturaleza cultural y perpetúan las “diferencias idiomáticas y/o culturales y de costumbres. Repudio, estigmatización y prejuicios culturales de los nativos” (80). Otros factores culturales que evidencian la exclusión de los migrantes, de acuerdo con María del Rosario Sánchez, son “individualismo, insolidaridad, competitividad, ‘choque cultural’, ‘darwinismo social’, estigmatización, prejuicios culturales, racismo social, xenofobia” (Sánchez, citado por Hidalgo, 2008: 81). Por ello, se ha manifestado que los movimientos migratorios provenientes del Sur del planeta constituyen la expresión de una creciente y compleja interdependencia entre los países implicados en el proceso, como origen o destino del desplazamiento poblacional. Así, en los Estados nacionales receptores existen dos formas contrapuestas de percibir el fenómeno migratorio: la visión catastrófica y la gozosa. Desde la primera opción de mirada se percibe a la migración como una verdadera hecatombe, ya que desde esta perspectiva: El choque entre culturas, historias, religiones y lenguas diferentes (…) se realiza en el centro, en las ciudades y culturas del llamado “Primer Mundo”. El “Tercer Mundo” ha irrumpido en la vida cotidiana del mundo desarrollado. Parece una revancha: la invasión del “bárbaro”, del nómade, penetra en la urbe metropolitana e involucra a todos sus habitantes en un estado híbrido, en una cultura de la mezcla (Carrasco, 2011: 65). Muy por el contrario, la visión gozosa de la migración afirma que “los rostros exóticos siempre han existido, delatando persistentemente el origen étnico diverso. Para la práctica de la exogamia antes se importaban parejas de Latinoamérica, Asia o África. Hoy, con la emigración desde la periferia, aparece la generación del meeting pot, una fanesca70 racial diríamos con una particular expresión nuestra” (Carrasco, 2011: 66). En relación a la representación de las diferencias en las prácticas culturales de los ecuatorianos en relación con los nativos de los Estados nacionales de destino hay ejemplos muy claros en los cuentos seleccionados como objeto de estudio. En el relato “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, se incorpora una serie de pequeños y grandes conflictos culturales que tienen que afrontar los emigrantes ecuatorianos en los países de destino emigratorio, como son los de “acomodarse a una cultura extraña mientras se añora la propia, aprender un habla con diferencias radicales, acostumbrarse a nuevos hábitos alimenticios, tener ocupaciones múltiples que anulan las horas de ocio, compartir 70 Guiso que se toma especialmente en viernes Santo, consistente en pescado, granos tiernos, leche y huevo, acompañado de plátano frito y otros aderezos (Córdova, 2008). Por extensión, alude a la mezcla de elementos totalmente distintos entre sí. 320 departamentos mínimos (…). En suma, desarraigo, desencuentro, metamorfosis” (Aguilar, en Carrasco, 2011: 11). En el cuento “La cachifa cojonuda”, de Carlos Carrión Figueroa, el protagonista del relato patentiza la dificultad de entender a las patronas españolas, por la distancia no solo genérica sino sobre todo cultural que existe entre los emigrantes ecuatorianos y las mujeres nativas de España, para quienes trabajan. Según palabras de este emigrante: “él no sabía que la amistad pudiera despertar celos. Como quiera, las españolas eran aves desconocidas y pensó que, aunque no lo entendiera con ellas todo podía ser posible” (Carrión, 2011: 127). 2.2. El individualismo prevalente en las sociedades de destino emigratorio de los ecuatorianos Por influencia de la cultura ancestral andina, los ecuatorianos se sienten como tales solo en la búsqueda de la comunidad, en el encuentro con quienes se comparte la vida diaria, sean estos familiares, amigos, vecinos, compañeros, conocidos, con los cuales se pone en juego, de manera permanente, la vivencia de comunión como uno de los rasgos identitarios más evidentes que nos legó el mundo andino y que “los ecuatorianos lo reactualizamos de manera permanente. Así, la comunidad fue y sigue siendo la unidad social donde se reproduce nuestra vida (…). Los ecuatorianos existimos siendo nosotros, sabiendo que mi vida depende del otro y de los otros y no de mi autosuficiencia como individuo racional” (Sierra, 2005: 63­ 64). Este sentimiento de comunidad de los ecuatorianos, cuando abandonan el país de origen, los lleva a “compartir la vida y el destino en un pequeño cuarto situado en una ciudad extraña, sea Madrid o Nueva York. Seguimos siendo comunidad cuando el pueblo en su pobreza abre la puerta de su casa y recibe al hermano y comparte con él su rincón del mundo” (63-64). En un esfuerzo por relievar la visión contrapuesta a la comunitaria andina, Josef Estermann sostiene que en la concepción occidental la individualidad y la autonomía del ser humano son rasgos importantes y decisivos. Desde las fuentes judeocristianas y en las principales tendencias filosóficas de la modernidad se mantiene la concepción del individuo autónomo. El hombre particular (yo) no es solo el sujeto de la responsabilidad ética, sino el eje principal del conocimiento y hasta el punto constitutivo del mundo. Visión que difiere de manera radical de la concepción andina, ya enunciada con anterioridad, según la cual el individuo como tal no es nada, es algo totalmente perdido, sino se halla dentro de una red de múltiples relaciones. Si una persona ya no pertenece a la comunidad local, porque fue expulsada o porque se ha excluido por su propio actuar, es como si ya no existiera; una 321 persona aislada y des relacionada es un ente muerto. Desconectarse de los nexos naturales y cósmicos para un aborigen andino significa firmar su propia sentencia de muerte (Cfr. Estermann, 1998: 27). Las sustanciales diferencias en las prácticas culturales, entre el origen y el destino, explica el porqué los emigrantes ecuatorianos critican el espíritu individualista que perciben en algunos nativos de los Estados nacionales en los que ahora residen. En el cuento “El canario”, de Zoila María Castro, a la narradora protagonista le resulta chocante el individualismo de la sociedad norteamericana y la distancia que había entre las personas que habitaban en un mismo barrio y hasta en el mismo edificio, con quienes era imposible establecer relaciones de cordialidad, porque “parecía que nadie deseaba entablar amistad con el vecino. Hasta el saludo al encontrase forzosamente en el ascensor parecía evitárselo, o agachando la cabeza o mirando fijamente la pared del aparato (…). Poco a poco fui aprendiendo que es un proceder habitual en esta clase de vivienda y su estilo de convivencia” (Castro, 1981: 105). En el cuento “U.S.A. que te usa”, de Raúl Pérez Torres, uno de los rasgos culturales que más chocan a los emigrantes ecuatorianos, desde el inicio, es el individualismo de la sociedad norteamericana, en la cual cada uno vive su vida, sin importarle para nada la del resto de personas del entono más inmediato, tal como anticipadamente ya le advierte la tía Raquel al potencial emigrante, a quien le ofrece albergue, “pero solo por unos días querido sobrinito porque como tú entenderás este país es otra cosa, aquí cada cual vive su propia vida (su propia muerte), unos días, conoces el ambiente, te busco trabajo y luego te instalas y empiezas tu propia vida, tu verdadera vida querido sobrinito” (Pérez, 2004: 95). Y como le anunció la tía que lo iba a recibir, una vez que llegó a la ciudad de Chicago y ella se va a cumplir su actividad laboral, en la primera entrevista que tiene con Henry, el tío político a quien debe despertar para que también vaya al trabajo, el primer diálogo entre los dos desconocidos parientes políticos se reduce a muy contadas palabras: “oh, oh, dice, tú eres Manuel, si yo soy Manuel le dice Manuel sorprendiéndose como acurrucado, está bien dice Henry hay que trabajar (…), luego mira, me palmotea el hombro y me dice okey, okey, luego sale y se va” (98). Días después, cuando el emigrante encuentra trabajo en una fábrica de electrodomésticos, de inmediato debe pagar por la habitación y comida que consume en casa de la tía: “Cada semana debes darme cuarenta dólares y tendrás casa y comida, no creo que prefieras un hotel, los hoteles son very sucios y peligrosos” (99). A la hora que retorna de la fábrica en donde se desempeña como obrero, cansado y somnoliento, no hay en casa nadie 322                                                              con quien departir: “llego a casa, la tía ya se ha ido, Henry duerme. Todavía no le conozco a Claudita, estará en la escuela este momento” (101). De similar forma, entre los ecuatorianos que se han dirigido a Canadá, les parece que los nativos de este país son poco afectivos, nada comunicativos, incluso entre sí mismos, no se diga con los extranjeros provenientes del Sur del continente americano, lo cual choca con la cultura gregaria de origen del emigrante y se expresa así: “ni entre ellos mismos se hablan. Yo vivo seis años en este barrio y nunca he podido hacer amistad con ningún vecino. Parece que todo el mundo se tuviera miedo. Llegan de los trabajos cansados, embrutecidos y se meten corriendo dentro de sus casas a prender, como yo, los televisores” (Galarza, 2009: 173). Los emigrantes ecuatorianos a España cuestionan, asimismo, el trato que dan los españoles a sus progenitores de la tercera edad, un trato nada afectivo y que por lo mismo puede ser delegado a una tercera persona, que no tiene ningún vínculo sanguíneo ni afectivo previo, comportamiento cultural que les parece criticable. Un ejemplo de lo indicado se pone de manifiesto en el cuento “El mejor trabajo”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en el cual a criterio de Ubaldina, la protagonista del relato, “los españoles pagan lo que sea con tal de que alguien cuide a sus viejos y que así no los fastidien” (Cárdenas, 2004: 122). La percepción negativa que tiene este personaje respecto de la indiferencia y hasta maltrato para los ancianos que se ratifica más adelante, cuando Ubaldina comenta: “Yo pensé para mí que en esta casa al viejo lo mantenían en calidad de bulto” (124)71. Esta actitud individualista que perciben los emigrantes entre los habitantes nativos contagian, asimismo, a los ecuatorianos, quienes adoptan actitudes individualistas y de indiferencia frente a los problemas de sus compatriotas, conforme lo pone en evidencia la protagonista del cuento citado, quien reconoce la generosidad de su prima Julia, que siempre se muestra dispuesta a ayudarla hasta cuando encuentre trabajo y pueda generar sus propios recursos económicos, porque “siendo Julita otra, como tantas paisanas aquí, me hubiera puesto de patitas en la calle a los tres días, y si te he visto no me acuerdo. No le culpo a la gente por proceder así. En Madrid cada cual debe batirse como sea para salir adelante. Nadie se da la vuelta para mirarte cuando estás en la vía, sin nada, sin un piso ni un pedazo de pan” (Cárdenas, 2004: 120). 71 Esta actitud de indiferencia ante los progenitores de la tercera edad se pone en evidencia, asimismo, en Canadá, entre quienes, el amor filial de padres a hijos y viceversa parece ser un sentimiento que ya no existe, a diferencia de lo que todavía se mantiene en el Ecuador, “por eso debe ser que cuando crecen comienzan a vengarse de los padres y peor cuando ya están viejos, les botan a los asilos y no les vuelven a ver nunca más. Solo regresan al asilo para recibir la notificación de que su vieja o viejo están agonizando. Entonces les entierran y regresan a prender el televisor” (Galarza, 2009: 183). 323 2.3. La aculturación de los emigrantes ecuatorianos en los países de destino Para tratar el proceso de incorporación e inserción de la población inmigrante en los Estados nacionales y en las respectivas sociedades de llegada se utilizan tres categorías conceptuales básicas: Aculturación, entendida como el proceso de cambio cultural y psicológico que sufren las personas tras el contacto continuo con individuos provenientes de diferentes culturas (Berry, 2002, citado por Domínguez, 2012: 82); Multiculturalismo, que alude a la coexistencia, en un mismo espacio social, de personas que se identifican con diferentes culturas (Cortina, 2001, citado por Domínguez, 2012: 82); y el Interculturalismo, entendido como un modelo de convivencia “en el que se promueve la igualdad de oportunidades entre todos los individuos independientemente de su origen étnico o cultural, facilitando el intercambio y enriquecimiento mutuo” (Essomba, 2004, citado por Domínguez, 2012: 82). Con fundamento en lo expresado y con el ánimo de profundizar en lo que constituye la aculturación que eligen o experimentan algunos de los emigrantes en el país de destino, se hace necesario distinguir cuatro niveles: 1. Asimilación, cuando el grupo no dominante abandona su identidad de origen y adopta la de la sociedad de acogida; 2. Separación, cuando el grupo no dominante mantiene su identidad de origen y rechaza el contacto con la sociedad de acogida; 3. Integración, cuando se mantienen la identidad de origen pero a su vez se participa en la sociedad de acogida como miembro; y 4. Marginación, cuando se rechaza la cultura de origen y tampoco se quiere participar en la sociedad de acogida (Domínguez, 2012: 83). En la aculturación es fácil observar fenómenos de pérdida voluntaria de la identidad cultural propia del país de origen, con individuos que rechazan cualquier vínculo con la cultura del lugar de partida, la menos prestigiosa y que son “devorados” por la cultura de acogida. O bien tenemos el caso extremo de personas que no se adaptan a la sociedad de acogida pero que tampoco recurren a la cultura de origen y se convierten en elementos marginales y marginados dentro del ecosistema urbano, personas sin hogar y sin horizonte (Cfr. Muñoz, 2013: 139). El complejo proceso de aculturación de los emigrantes ecuatorianos se representa y recrea en dos de los cuentos seleccionados como objeto de análisis. En “Listen, mon”, de Zoila María Castro, se presenta la historia del hijo de una pareja de inmigrantes ecuatorianos que ha perdido toda noción de identidad cultural del país de salida, que lo liguen con los valores y prácticas culturales que vivían y defendían sus progenitores, incluso en el país de destino; el joven en referencia se presenta como una persona totalmente imbuida por la 324 cultura de consumo propia de la primera potencia del mundo capitalista en la que habita y para satisfacer sus exigentes gustos, que estaban muy por encima de las posibilidades económicas de quienes constituían su sostén económico, es capaz de hacer hasta lo impensable o de tratar de imponer ideas descabelladas como el divorcio de los padres, para que la madre se declare en el desamparo y pueda recibir una ayuda estatal, que permita satisfacer las necesidades suntuarias del fatuo joven y de esta manera no quedarse atrás en capacidad de consumo, en comparación con sus compañeros y amigos de similar edad: “¿Y yo? ¿Qué soy yo? Casi un vagabundo ¡ve la ropa que llevo! Y apenas un carro viejo y la nariz para solo oler comida de los restaurantes de los de plata. Ellos allá adentro bien sentados, bien servidos y uno, con solo un perro caliente en el estómago hambriento…” (Castro, 1981: 139­ 140). En el cuento “Míster yo”, de Oswaldo Encalada Vázquez, se patentizan los deleznables niveles de alienación y pérdida de la identidad cultural y lingüística de un emigrante ecuatoriano, el cual no obstante haber permanecido solo durante un año en Estados Unidos, cuando fue deportado y le era imposible volver a emigrar hacia el coloso del Norte, de múltiples maneras, puso en evidencia que “despreciaba todo lo que no tuviera apariencia norteamericana. Amaba la comida enlatada, la música estruendosa (…). Rosendo se pasaba el tiempo pensando en la forma de señalar a todo el mundo. Quería mantener el contacto con la otra lengua, quería pensar que aún estaba allá” (Encalada, 1988: 1). Las actitudes alienadas del emigrante retornado son una muestra elocuente de que si bien su corporalidad física ya se encontraba en Ecuador, la mente aún seguía en Estados Unidos, en donde tenía la esperanza de convertir en realidad sus dorados sueños, que le parecían imposibles de cumplirlos si permanecía en el Ecuador. 3. La Virgen de El Cisne, como la imagen católica mariana más venerada por los ecuatorianos en España Desde la llegada de los conquistadores españoles al territorio que en la actualidad ocupa la República del Ecuador, por el año de 1531 y la imposición de la religión católica, esta llegó a constituirse en la religión mayoritaria e incluso, luego de tres décadas de vida independiente, adquirió una hegemonía casi absoluta, a raíz del Concordato suscrito entre el gobierno del Ecuador, presidido por Gabriel García Moreno y la Santa Sede, representada por 325 el papa Pío IX, en el año de 1862, en el cual se estableció que “solo los católicos podían obtener la ciudadanía”. Este monopolio y exclusividad del catolicismo solo perdió vigencia con el triunfo de la Revolución Liberal Ecuatoriana, el 5 de junio de 1895, con la que se implementó el laicismo y se separó la injerencia de la Iglesia católica en los asuntos públicos y de Estado, ya que en 1899, “el gobierno Liberal aprobó una nueva Constitución que garantizaba la libertad de credo y respetaba todas las religiones” (Holland, 2010: 9). No obstante el laicismo que se inició con Eloy Alfaro y se ha mantenido durante más de cien años, pese a los múltiples intentos en contrario de los católicos conservadores, hay que reconocer que, oficial y formalmente, la mayoría de los ecuatorianos siguen profesando la religión católica, conforme lo evidencian los resultados de las investigaciones realizadas al respecto, según las cuales la filiación religiosa en Ecuador, en el año 2000, puede ser cuantificada así: “católicos romanos, 85 por ciento; protestantes, 12 por ciento; otras religiones, 1 por ciento; y ninguna / no responden, 2 por ciento. Esta última categoría incluye a los ateos y agnósticos” (Holland, 2010: 5). En estos cerca de quinientos años de presencia del catolicismo y pese a las visiones divergentes que existen respecto del papel que ha cumplido la Iglesia católica en el desarrollo sociohistórico de nuestro país, es indudable su impronta en la religiosidad de los ecuatorianos, hecho que se pone de manifiesto en el culto a la eucaristía, que se constituye en “parte de la identidad de muchos pueblos así como la devoción mariana que generó innumerables creaciones poéticas y artísticas, inclusive con aportaciones artísticas populares como la Virgen Quiteña, la Inmaculada Eucaristía y las imágenes populares del Cisne, el Quinche, la Virgen de la Nube, entre otras” (Cordero, 2005: 111). De manera adicional a las argumentaciones expuestas es necesario puntualizar que la identidad cultural ecuatoriana, de parecida forma a lo que acontece con la identidad nacional, se siente con mayor fuerza cuando se está lejos del país de origen, tal como lo expresa Juan Valdano: “Ser alguien es ser parte de un pueblo, es despertar a la conciencia de un ‘nosotros’. Son los ecuatorianos que, siendo emigrantes en Murcia o en Nueva York, siguen escuchando pasillos y rezando a la Virgen del Quinche o del Cisne” (Valdano, 2007: 59-60). Desde esta perspectiva, los emigrantes ecuatorianos en España continúan con las prácticas religiosas de su tierra de origen, las mismas que constituyen enseñanza y herencia de sus antepasados; por ello no pueden olvidar el cumplimiento de los sacramentos de la religión católica, como son bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y más. Estas prácticas rituales propias del catolicismo las ponen en evidencia Lola Delgado y Daniel Lozano, al manifestar que “acontecimientos similares se repiten ese día por rincones de Lorca y la vecina localidad de 326                                                              Totana. En pleno mes de mayo, las familias ecuatorianas con hijos pequeños no olvidan sus ‘obligaciones’ católicas y los encomiendan a la Virgen del Cisne, la patrona de su país” (Delgado y Lozano, 2007: 20). En el caso específico de los emigrantes ecuatorianos que han elegido como país de destino a Italia se observa que hay varias imágenes religiosas de ascendiente ecuatoriano a las que veneran, de acuerdo al lugar geográfico de procedencia de los emigrantes: Si se hace una cartografía de los símbolos religiosos ecuatorianos que predominan en Milán, se observa principalmente la devoción a la Virgen de El Quinche (denominada Virgen de los Migrantes, originaria de la sierra norte del Ecuador), la Virgen de El Cisne (originaria de la sierra sur del Ecuador) y el Divino Niño Jesús (el cual es de origen colombiano y cuya devoción predomina principalmente en la costa ecuatoriana). Mientras que en Génova, se puede observar una amplia comunidad de devotos del “Cristo del Consuelo” originario de Guayaquil (Lara, 2012: 50). No obstante la mención de las cuatro imágenes religiosas, hecha con anterioridad, entre los emigrantes ecuatorianos en España, conforme se ha representado en los cuentos analizados en esta tesis, la imagen mariana a la que más profunda devoción le profesan es a la Virgen de El Cisne, motivo por el cual, en el año 2005, la “Asociación Virgen del Cisne”, que solía reunirse en el bar San Valentín de Lavapiés, en la ciudad de Madrid, consiguió traer a España una réplica de “La Churona”72, como popular y cariñosamente se le llama en la ciudad y provincia de Loja (Ecuador) a la venerada imagen. La bienvenida se la dieron en la plaza Mayor de la capital española unos 10.000 ecuatorianos el 11 de septiembre. Emilio Regulés, el párroco de la iglesia de San Lorenzo, ofreció sus “instalaciones” para que los emigrantes ecuatorianos la veneren cuando puedan y quieran: “Aquel día fue inolvidable para la comunidad que, apiñada en torno a la imagen en la plaza, vio su sueño hecho realidad: tener cerca a la virgen, originaria de Loja, en concreto de la población del Cisne, gracias a la Universidad Técnica Particular de Loja y al Ayuntamiento de Madrid. Desde entonces, los feligreses de la iglesia de San Lorenzo se multiplicaron: bautizos, velas, peticiones” (Delgado, 2007: 37-38). Debido a la cantidad de feligreses que tiene la Virgen de El Cisne, tanto en España como en Ecuador, las celebraciones en su homenaje se realizan en varios lugares de España, en los cuales existe una significativa presencia de emigrantes ecuatorianos; sin embargo, la que se celebra en Madrid ha cobrado alta resonancia: “la veneración a la Virgen del Cisne tiene ya algún tiempo celebrándose en Lavapiés-Madrid. Con esta finalidad los devotos 72 Referido a una persona que tiene el pelo rizado. Manera afectiva de referirse a la Virgen de El Cisne, cuyo lugar de adoración se encuentra en la Basílica ubicada en la parroquia del mismo nombre, en el Cantón y Provincia de Loja. 327 solicitaron a la iglesia trajera una imagen consagrada desde Ecuador” (Mayacela, 2011: 7). Por las dimensiones que ha alcanzado, en España, el culto a la virgen de El Cisne proveniente de Loja, esta se ha convertido en el símbolo más evidente de “la ecuatorianidad” en Madrid. La Virgen del Cisne está identificada con el culto ecuatoriano y asume el símbolo de la identidad nacional, mientras que la iglesia católica española está identificada con la tierra de inmigración y con todas las dificultades que los ecuatorianos tienen que enfrentar en el país de llegada (…); la fiesta de la Virgen del 10 de septiembre de 2006 reunió a miles de inmigrados latinoamericanos en la Plaza Mayor de Madrid, convirtiéndose en símbolo de orgullo de ecuatorianidad, contrapuesto al culto español y más en general a España (Pagnotta, 2014: 69-70). Es que, a pesar del tiempo trascurrido fuera del Ecuador y la distancia física del lugar de origen, los emigrantes ecuatorianos conservan la fe y devoción en sus divinidades locales; conforme lo testimonia una emigrante ecuatoriana que pone de relieve su fervorosa devoción a la virgen de El Cisne, motivo por el cual luego de dubitar sobre el hecho de haberse vuelto un tanto indiferente a los ritos religiosos que practicaba en el país de origen, ella misma se rectifica y expresa que “por la situación quizás del trabajo…, digamos en realidad yo a la Virgencita de El Cisne un poquito menos porque estoy acá siempre, siempre he pedido más a Dios, pero o sea para nosotros allá la Virgen de El Cisne yo la considero como una reina, como la madre, la madre de Dios” (Lara, 2012: 50). Esta expresión de religiosidad de los emigrantes ecuatorianos en España ha sido representada en tres de los cuentos seleccionados como objeto de análisis. En “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, “El Fuete” Quishpe, el protagonista del relato que trabaja como actor porno, antes de ponerse frente a las cámaras le reza a su virgen, con la misma devoción que un torero haría con la suya: “´Oh Churona, protege a este hijo tuyo migrante, desterrado hijo de Eva, como todos los pecadores´. O también: ´Churona, haz crecer cada vez más mi fe y mi instrumento de trabajo´. Y La Churona, como le dicen con cariño a la imagen de la virgen de El Cisne en su país, siempre lo escucha” (Chávez, 2012: 103-104). “El Fuete” Quishpe, por no tener los papeles en regla, tiene problemas con la policía migratoria española, que lo persigue para deportarlo y para evitar este inconveniente el narrador le aconseja que no salga a la calle; sin embargo, el protagonista no tiene ningún temor porque se fía ciegamente de la protección de la virgen de El Cisne, de la que, como la mayoría de emigrantes ecuatorianos es ferviente devoto y de ello hace pública manifestación: “pero él mencionó algo de no sé qué imagen de no sé qué virgen del Cisne y que tenía que estar ahí porque la venían trayendo de Ecuador, por las ciudades más importantes de España, para que la comunidad ecuatoriana la venere” (Chávez, 2012: 112). 328 En el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, el protagonista, cuando está tranquilo en la ciudad capital de España y aparenta haber adoptado la identidad española, no deja de aludir a la imagen de la Virgen de El Cisne, que se constituye en el principal ícono de veneración religiosa de los emigrantes ecuatorianos y especialmente de los lojanos en España, aunque lo haga en términos muy groseros, vulgares y peyorativos: Y te cagas en la Virgen de El Cisne, esa Churona que en este septiembre, igual que el año pasado, también andará junto a los inmigrantes. Efigie lojana de los milagros, esa sí viajó con los papeles en regla y con su peluca de rizos. Saldrá desde San Lorenzo de Lavapiés y la llevarán en procesión por las calles de la parroquia en los hombros de los feligreses ilegales. Virgen a la que le rezan las que dejaron sus hijos con los abuelos en Oña, los que encargaron su puesto de maestro fiscal para recuperar los ahorros perdidos en el feriado bancario del 99, los que prefirieron ser albañil en Murcia antes que portero en Azoguez, los que, como tú, creyeron que ser putos es tirarse a la gran vida (Vallejo, 2013: 152). Asimismo, en el relato “La visita de La Virgen”, que consta en el libro La casa ajena, de Gladys Rodas Godoy, se narra la historia de la disputa que se establece entre doña Luisa y un cura párroco de la capital de España, por las limosnas que dan los fieles ecuatorianos en retribución a los favores recibidos de parte de la Virgen de El Cisne. Ante la cantidad de los feligreses que se acercaban a venerar la imagen en la ciudad de Madrid se despierta la duda y el cura, para cerciorarse de manera personal de la fe profesada en el país de origen, viaja a la provincia de Loja (Ecuador), con cuya visita el sacerdote: Se quedó corto en su apreciación, fue testigo de la procesión multitudinaria con la que fue llevada a los pueblos vecinos y cómo en medio de cánticos clamaban por su bendición. No necesitó de mayor información tenía que mandar a hacer una réplica de la Virgen y llevarla a Madrid, había que trasladar “a la madre de los ecuatorianos para que los protegiera” (…). La alegría de los fieles se hizo manifiesta y el primer domingo la presencia en la iglesia fue abrumadora, se organizaron entonces las fiestas en su honor (Rodas, 2014: 59-60). Esta narración ficticia alude a la visita que en la realidad real efectuó un religioso español a la parroquia rural de El Cisne, con el propósito de bendecir la imagen que los emigrantes ecuatorianos hicieron tallar para llevarla a España: “Fue entonces que el padre español, Juan José Arboli, viajó a Ecuador hasta el Santuario del Cisne para bendecir la réplica trabajada en San Antonio de Ibarra, Ecuador. Juan José Arboli se quedó admirado de la veneración y la fe hacia la Virgen, pues su visita coincidió con las Fiestas de la Virgen del Cisne en Loja” (Mayacela, 2011: 7). 329                                                              4. La recreación de la gastronomía ecuatoriana entre los emigrantes en España Para el poeta y especialista en arte culinario ambateño Julio Pazos Barrera “la gastronomía es un fenómeno cultural (…) los productos naturales silvestres o cultivados se transforman en signos culturales merced a técnicas inventadas por el hombre. Esos signos se integran en otros sistemas, verbigracia: míticos, religiosos, históricos, sociales” (Pazos, 2005: 361). Por estas razones, es indudable que “expresiones de identidad constituyen viandas y bebidas que los ecuatorianos consumen en la actualidad” (Pazos, 2005: 361). En el Ecuador, la diversidad geográfica, étnica y cultural se pone de manifiesto, también, en la gastronomía de este país. Así, desde una deriva étnica y geográfica, predomina el mestizaje con la denominada cocina tradicional o criolla y aunque hay platos que son comunes a todas las regiones del Ecuador: “Ciertos platos son exclusivos de regiones: el caldo de manguera o de morcilla de sangre es propio de Guayas y Manabí; los encocados son especialidades de la provincia de Esmeraldas, y el repe73 se identifica con Loja y El Oro” (Pazos, 2005: 362). En cuanto a lo geográfico, las diferencias no solo son regionales sino incluso subregionales y hasta provinciales. Así, por ejemplo: Al sur del nudo del Azuay se intensifica el uso del mote y de los platos que hacen con él, tales como el mote pillo74, el mote pata, el tamal lojano. En la Amazonía la diferencia se genera entre la comida que consume el colono mestizo y la que elaboran las comunidades indias. Mientras los primeros aprecian el procedimiento de freír carne, pollo, plátano, camote, etc., los segundos prefieren el cocimiento en agua, el asado y el rescoldado (Pazos, 2005: 363). La gastronomía constituye una de las manifestaciones culturales más singulares y elaboradas del Ecuador, en la que se emplea una serie de ingredientes de carácter autóctono y otros de fuera, los cuales se combinan a través de múltiples procedimientos: destilación, vaporización, cocido, encurtido, horneado, asado y frito, dando lugar a una profusa variedad de platos, singulares y típicos, entre los que se pueden citar: bebidas no alcohólicas (champuz, coladas), platos de sal, sean estos: bocadillos (tamales, empanadas, tortillas, etc.), panes (allullas, guaguas de pan), asados (tripa mishque), purés (molo), platos fuertes o finales que incluye toda una serie de sopas vegetarianas (locros) o mixtas, combinados con productos cárnicos (yahuarlocros, sancochos), guisos (secos de gallina y chivo, cazuelas, ajíes), frituras 73 Exquisita crema de guineo verde y queso, la sopa lojana por excelencia. Se elabora con arvejas (guisantes) tiernas o con porotos (judías). Se lo puede mezclar con locro de papas, entonces se llama “locro mestizo”. 74 Guiso hecho en sartén con mote, huevo, cebolla, sal y manteca. 330 (fritada, chugchucara) y asados (hornado). Por último, destacan “una infinidad de postres o alimentos dulces como pastelillos (quimbolitos, buñuelos, pristiños); bollos (humitas), galletas (delicados, alfajores), más una inmensa variedad de turrones y almíbares” (Espinosa Apolo, 1995: 187). Los ecuatorianos que han experimentado lo que significa salir del país natal, condignos con la amplia variedad y exquisitez de la gastronomía ecuatoriana, tienen plena conciencia que el mejor regalo para sus connacionales que se encuentran fuera de la patria de nacimiento constituye alguno de los platos típicos que les recuerde el sabor de la tierra de origen; por ello, como lo dice Juan Valdano, unos emigrantes provenientes de la provincia del Azuay, al ser interrogados en el Aeropuerto de Nueva York sobre los cuyes asados que llevaban para sus coterráneos, respondieron que ellos “siendo oriundos del Azuay pensaron que no había mejor regalo para sus parientes y coterráneos que residían varios años en la Gran Manzana, que traerles el sabor de su tierra y a la que tanto añoraban: unos cuyes asados, un ´ají de queso´” (Valdano, 2007: 7-8). La positiva valoración de la comida típica del Ecuador la reafirma Daniela Pacheco Posso, una ecuatoriana residente en Madrid, quien si bien reconoce que la gastronomía española es muy buena, variada y prestigiosa, no dejaría por nada del mundo a la ecuatoriana: “¡qué has de comparar con nuestra comida! Me he dicho a mí mismo tantas veces. Nuestro ceviche, arroz con menestra, el maduro con queso, el hornado, la fritada, la guatita, el viche de pescado, el mote con chicarrón, las papas con cuero, las empanadas, los bolones de verde, el encebollado, la fanesca, la colada morada, los higos con queso, la torta de maqueño y tantos otros” (Pacheco, 2014: 240). Esta calidad, variedad y sabrosura de la gastronomía ecuatoriana es recreada en algunos de los cuentos analizados. En “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, cuando el protagonista es víctima de una agresión verbal, de carácter racista, de parte del médico de la policía española que lo examina, como contrapartida a los vejámenes sufridos recuerda los indelebles aportes que ha hecho América con productos agrícolas, que son la base fundamental de los actuales platos emblemáticos de la famosa gastronomía española. En palabras del emigrante ecuatoriano examinado: “Sin la salvaje América, ustedes los españoles no tomarían gazpacho andaluz, no comerían tortilla española, y tendrían que atorase con sus churros sin la taza de chocolate” (Vallejo, 2013: 155). La valoración de los aportes de América con productos alimenticios que son básicos en la elaboración de platos típicos de la gastronomía española, que formula el personaje ficticio citado, es muy parecida a la que plantea el filósofo y profesor español Pedro Gómez García, quien de manera crítica se 331 pregunta: “¿Qué sería de la tortilla ‘española’ y la ensaladilla ‘rusa’ sin la patata traída del Nuevo Mundo? ¿Y del gazpacho ‘andaluz’ sin el tomate del mismo origen?” (Gómez, 2000: 52). Por lo antes expresado, un motivo de choque cultural para los emigrantes ecuatorianos es la gastronomía y los hábitos alimenticios que son muy diferentes entre España, como país de destino y Ecuador, en tanto lugar de partida. Por ello, los nacionales del Ecuador que aspiran a insertarse laboralmente en España deben aprender a preparar los platos típicos del Estado nacional de destino; en cuyo proceso secuencial, según uno de los instructores, la “¡Primera lección!, es sobre la rica gastronomía española. En seis semanas los inmigrantes aprendéis todo sobre la preparación: la ensaladilla rusa, las croquetas, los macarrones, y ya luego pues hasta la sangría y las natillas” (Carrasco, 2011: 30). En otra parte del texto del autor citado, Aarón Bello, el narrador testigo de esta parte del relato, ratifica su apego por la gastronomía ecuatoriana y sus inolvidables sabores: “lo que es yo, en veinte años no logro olvidar el aroma del coco rallado y cocinado con miel de panela, tampoco el olor dulce del manjar de leche aderezado con anís estrellado y clavo de olor envuelto en hojas de naranja. ¡Se me hace agua la boca cuando pienso en ese sabor!” (31). En una actitud similar a la expuesta, un emigrante ecuatoriano pone de manifiesto su insatisfacción con la comida italiana y justifica la búsqueda de los platos típicos del Ecuador, porque “odia los fideos vacíos que come todas las noches, por lo que busca un buen arroz con carne o el caldo de bolas que vende Gloria los fines de semana” (38). Es que una manera de reafirmar la identidad ecuatoriana es a través de la comida, expresión de afianzamiento cultural, que es mucho más visible en la capital de España, que en otras ciudades de los países de destino, puesto que “en Madrid han instalado la bola de restaurantes que preparaban comida ecuatoriana. Y cada día abren uno nuevo, ¿captas?” (28). En la misma ciudad de Madrid, ante la dificultad de encontrar un lugar privado o íntimo en donde reunirse y compartir las prácticas culturales del Ecuador se opta por hacerlo en un lugar púbico, como es el parque de El Retiro, el lugar preferido para interactuar y disfrutar de la gastronomía típica del país de origen, en donde a decir de una ecuatoriana: Los comentarios escuchados se quedaron cortos, en cuanto llegó tuvo la sensación de estar en su tierra, la música ecuatoriana en altos parlantes, vendedores ambulantes anunciando los platos típicos, en el centro los jugadores demostrando sus habilidades deportivas. A un lado del parque al pie de los árboles unas peluqueras cortando el cabello a los paisanos (…). Todo la hizo recordar en un instante su tierra (…). No se había sentido tan bien como ese día, tardó en consumir la comida, saboreándola lentamente como si con ello quisiera que ese momento se prolongara, como si de esa manera podía ´estar´ en Quito más tiempo (Rodas, 2014: 76-77). 332                                                              En el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, el narrador omnisciente al aludir a los lugares en los cuales se reúnen, juegan, comen, departen y comparten los deportes favoritos y la comida típica, con más frecuencia durante los días libres, los emigrantes ecuatorianos y sus respectivas familias en la ciudad de Madrid expresa: Te cagas en El Retiro atestado de ecuatorianos domingueros que disputan, semana a semana, un campeonato de ecuavoley (…), ecuatorianos que reparten naipes para la partida de cuarenta (…), ecuatorianos que conversan acerca del caldo de manguera75 y del yahuarlocro, del corviche76 y el llapingacho, de las empanadas de morocho77 y de verde78, de la humita79 y el tamal80, del mote y del cocolón81; y la boca se les llena de nostalgia (Vallejo, 2013: 151-152). Sin embargo, en la recreación de la gastronomía ecuatoriana ocupan, asimismo, un espacio de significativa importancia los reducidos y hacinados pisos compartidos en donde viven los emigrantes procedentes del Estado nacional andino, como los lugares predilectos para recrear, compartir y degustar la comida típica del Ecuador, conforme se pone en evidencia en el relato “Legazpinos”, de Gladys Rodas Godoy, en cuyo texto narrativo se advierte que el piso donde vivía Imelda se convierte en el espacio propicio para “poder saborear en ocasiones un buen plato de fritada con plátanos fritos o el exquisito repe con aguacate, un estofado de pollo82 o una colada con avena. Si bien los ingredientes costaba conseguirlos o no tenían ese sabor natal, el cariño con que se preparaba lograba que las comidas tuvieran esa sazón tan especial” (Rodas, 2014: 132). Los ejemplos analizados constituyen palmarias evidencia de que la gastronomía propia del país de origen, así como la que corresponde al Estado nacional de destino emigratorio juega un papel de primera importancia en el permanente proceso de construcción y reconstrucción de la identidad cultural entre los sujetos emigrantes, mientras permanecen fuera del Ecuador. 75 Plato típico de la gastronomía costeña del Ecuador, cuyos ingredientes son tripas rellenas de chancho, col, pimiento, orégano, culantro y hierbabuena, sal, pimienta, ajino moto, ajo, verde, arroz y cebolla colorada. 76 Plato típico de la gastronomía costeña del Ecuador, cuyos ingredientes son: plátano verde cocido, corvina, atún o el marisco que se prefiera, maní molido, cebolla colorada, pimiento verde y negro, tomate, comino, ajo, sal, achiote y cilantro. 77 Masa de harina de maíz, rellena con condumio de carne y ciertas verduras y frita. 78 Pastel de harina de guineo o plátano rellena con carne de chancho, res o marisco. 79 Alimento elaborado con maíz tierno, huevos, mantequilla, manteca de cerdo, queso rallado, sal y polvo de hornear, que se cocina al baño maría y envuelta en las hojas tiernas que cubren a la mazorca del maíz. 80 Especie de empanada de masa de harina de maíz, envuelta en hojas de plátano o de la mazorca del maíz, y cocida al vapor o en el horno. Las hay de diversas clases, según el manjar que se pone en su interior y los ingredientes que se le agregan. 81 Arroz tostado que queda adherido en el fondo de la olla en la que se ha cocinado. 82 Pollo aderezado y cocido con sal, pimienta, comino, ajino-moto, aceite, cebolla, tomate, ají, ajo, orégano, arvejas y zanahorias. La cocción debe ser a fuego lento, para que adquiera un sabor más agradable. 333   CAPÍTULO X. LA IDENTIDAD LINGÜÍSTICA DE LOS EMIGRANTES ECUATORIANOS El capítulo referido a la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos, según la representación realizada en los cuentos seleccionados como objeto de análisis, se presenta bifurcado en dos subcapítulos. En el primero, se ubica a la identidad lingüística como una de las dimensiones más importantes de la identidad humana (comenzando por la cultural), luego se conceptualiza lo que se entiende por identidad lingüística y se la concreta al ámbito geográfico del Ecuador y al castellano como su mayoritaria lengua oficial. El segundo subcapítulo, sobre rasgos característicos de la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos, se desarrolla distribuido en cuatro apartados: dificultades de comunicación, por desconocimiento del idioma o los idiomas oficiales empleados en los Estados nacionales de destino; estrategias utilizadas por los emigrantes ecuatorianos para poder intercomunicarse, mientras aprenden el nuevo idioma; diferencias en el habla del español, entre emigrantes ecuatorianos y nativos de España; y la asimilación del habla española como una estrategia de integración de los emigrantes ecuatorianos en España. 1. La identidad lingüística, una de las dimensiones más importantes de la identidad La identidad lingüística se encuentra en estrecha vinculación tanto con la identidad nacional como con la identidad cultural, que fueron descritas, ejemplificadas y analizadas en los dos capítulos precedentes de esta tesis. En relación a la última, a la identidad lingüística se la puede considerar, incluso, como una parte integrante o una de las dimensiones más importantes de la identidad cultural. En la línea del pensamiento romántico herderiano, en torno a lo que constituye la nación y el Estado nacional moderno, se concibe a la lengua no solo como un “elemento constitutivo de la nación, sino también como parte inexorable de la identidad de los individuos que en ella residen. De ahí que, en su interpretación más radical, la identificación entre lengua y nación se lleve hasta las últimas consecuencias a través del conocido lema ´una lengua, una nación´” (Blas, 2008: 6). 334 Desde otra de las dimensiones de la identidad humana, se ha expresado que la lengua constituye una potente arma al servicio activo de la identidad cultural, “probablemente como ningún otro factor histórico o social” (Blas, 2008: 15), ello porque la lengua “es la base de la construcción y expresión de la cultura de sus usuarios. La identidad que éstos se fabrican está íntimamente ligada a la palabra que puedan decir en ese código particular” (Zambrano, 2009: 1). Desde una perspectiva similar, la lingüista cubano americana Lourdes Rovira expresa que la lengua o el idioma “es inherente a la expresión de la cultura. Es un aspecto fundamental de la identidad cultural (…). Mediante el idioma transmitimos y expresamos nuestra cultura y sus valores” (Rovira, 2008: 3). Respecto de la función trascendental que cumple la lengua en el proceso de construcción de la identidad (nacional, cultural, personal o de la naturaleza que fuere), son muy elocuentes las palabras del filósofo francés Etienne Balibar, quien afirma: Quizá se deba a las propiedades paradójicas que, por la misma estructura del significante lingüístico, esta comunidad confiere a la identidad individual. En cierto sentido, siempre se interpela a los individuos como sujetos dentro del elemento de la lengua, porque cualquier interpelación pertenece al orden del discurso. Toda “personalidad” se construye con palabras, en las que se enuncian el derecho, la genealogía, la historia, las opciones políticas, las cualidades profesionales, la psicología. Sin embargo, la construcción lingüística de la identidad es abierta por definición (Balibar, en Wallerstein, 1991: 153). La importancia de la lengua en el proceso de construcción de la identidad se ratifica con los resultados de la investigación que sobre esta problemática, en el ámbito de la realidad ecuatoriana, realizó Martha Traverso Yépez, para quien “la experiencia de la realidad, la identidad, y los fenómenos sociales y psicológicos se constituyen en y a través del lenguaje. Su significado es además inseparable del contexto interaccional en donde se da” (Traverso, 1996: 194). La justa valoración de la importancia de la lengua en el proceso de configuración de la identidad ha sido vuelta a confirmar con los datos provenientes de una investigación sociolingüística, según la cual, “la lengua hablada por un individuo forma parte de su identidad como sujeto y como miembro perteneciente a un grupo social. La relación entre lengua e identidad es tan estrecha que un simple rasgo lingüístico puede ser suficiente para identificar a un miembro perteneciente a un determinado grupo”; desde esta perspectiva de reflexión, “la lengua es, por tanto, una de las señas de identidad más importantes de los individuos y de los grupos sociales” (Sancho, 2013: 85-86). Esta última afirmación tiene su razón de ser por cuanto la lengua es un elemento de identidad “de modo que, estos posicionamientos identitarios con respecto al exogrupo tendrán, necesariamente, 335 implicaciones y consecuencias lingüísticas, ya que la lengua o variedad hablada por el grupo será uno de los elementos empleados para marcar su identidad grupal” (88). Es necesario remarcar, asimismo, que la lengua, como elemento de superlativa importancia en la formación de la identidad de los protagonistas de la emigración desde el Ecuador hacia España, se emplea como una estrategia para mantener y reforzar la identidad en permanente construcción: “los inmigrantes le otorgarán a su variedad un importante prestigio que tiene carácter grupal, puesto que el prestigio que tienen los usos propios de su variedad no es compartido con el resto de la comunidad (…). Así, este prestigio que ellos mismos le dan a su forma de hablar hace que aumente el valor que tiene la lengua como elemento de identidad social” (233). Estas ideas se refuerzan más adelante, cuando se advierte que los emigrantes ecuatorianos entrevistados en el desarrollo de la investigación antes citada afirman que “no quieren que su forma de hablar cambie, ya que su lengua es un rasgo de su identidad. Por lo tanto, el mantenimiento de sus usos lingüísticos es una manera de mantener su propia identidad” (268). La identidad lingüística se la concibe como un fenómeno dialéctico, lábil, cambiante, dinámico, nunca estático, dado que los individuos, en lo atinente al uso del lenguaje, “son capaces de asumir roles diferentes en diversas situaciones, incluso cambiando de identidad (…), dependiendo de la persona o grupo social con el que se interactúa” (García, 2013: 6). Por ello se ha manifestado que la identidad lingüística de las personas y de los colectivos sociales, étnicos o nacionales “no es innata, sino que se va configurando, desarrollando, transformando en relación dialéctica con aspectos de la vida biológica, material y social” (Martínez, 2008), ya que la identidad lingüística corresponde “a un tipo especial de relación entre un individuo o un conjunto de individuos con la experiencia lingüística, la cual los convierte en hablantes, y cuya interacción se desarrolla a través de un idioma y sus variaciones” (Vega, 2013: 35). Al referirse a la identidad lingüística de los ecuatorianos, resulta pertinente patentizar la imposibilidad de hablar de una identidad lingüística única, ni tan siquiera cuando desde el Estado y la clase dominante criolla que dirigía sus destinos se consideró al castellano o español como el único idioma oficial del Ecuador. La dificultad advertida se debe a que en el habla castellana de la mayoría de la población hispanohablante y monolingüe, desde siempre, existieron múltiples variantes regionales y hasta locales, conforme lo expresó el filólogo y lingüista español Tomás Navarro Tomás, quien sostuvo que si el castellano o español como la lengua nacional del Ecuador logró ganar terreno, “lo gana, en realidad, para el vocabulario y la gramática, pero no para el acento propiamente dicho. Se puede decir que más que a la 336 lengua misma, el acento pertenece al pueblo que lo ha producido. El acento no está en las letras, ni en las frases, sino en la manera de decirlas” (Navarro, citado por Toscano, 1953: 17­ 18). La realidad lingüística del Ecuador es mucho más abigarrada de lo que se pudiera imaginar, porque el español utilizado en este Estado nacional andino se encuentra bastante influido por las hablas aborígenes que lograron sobrevivir durante siglos de exclusión y segregación y aún perviven hasta la actualidad, entre las que se pueden enumerar: quichua, shuar, tsáfiqui, a’ingae, awapit, cha’palaa, epera pedede, kayapi, paicoca, waotededo (Cfr. Mejeant, 2001). No obstante el plurilingüismo que siempre estuvo presente en la población ecuatoriana, el reconocimiento y valoración oficial de esta expresión de diversidad sólo advino en los años más recientes, con la puesta en escena del proyecto de Estado mega diverso, en las más variadas dimensiones de la realidad de este país. En esta direccionalidad, en la Carta Magna de 1998 y más aún en la última que está vigente desde el mes de septiembre de 2008, se reconoce al Ecuador como un Estado social de derechos, plurinacional, intercultural y plurilingüe y en el Artículo 2 se prescribe que “el castellano es el idioma oficial del Ecuador; el castellano, el quichua y el shuar son idiomas oficiales de relación intercultural. Los demás idiomas ancestrales son de uso oficial para los pueblos indígenas en las zonas donde habitan y en los términos que fija la ley. El Estado respetará y estimulará su conservación y uso”. En la realidad sociocultural y lingüística del Ecuador actual, es de justicia reconocer, que lo preceptuado en la norma constitucional citada aún está muy lejos de concretarse en la práctica, si bien la visibilización del carácter plurilingüe del Ecuador es cada más evidente para la mayoría de ecuatorianos, incluso por las publicaciones oficiales en más de una lengua y ello genera consciencia de la imposibilidad de hablar de una identidad lingüística ecuatoriana única. Sin embargo, no obstante estos cambios experimentados en la realidad sociolingüística de los ecuatorianos y en los discursos que la reconocen y representan, en las páginas subsiguientes se leen y analizan los textos de los cuentos seleccionados como corpus narrativo de análisis sólo desde la perspectiva del castellano o español utilizado en el Ecuador, porque es el idioma en el que están escritos los cuentos sobre la emigración internacional y al que, por lógica consecuencia, hacen referencia los textos citados como ejemplos de los principales rasgos de la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos representados en las obras de narrativa breve estudiadas. 337 2. Rasgos característicos de la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos La lengua castellana o española del Ecuador, como rasgo portador de identidad, tiene una forma muy distinta de manifestarse si los emigrantes ecuatorianos han elegido como destino emigratorio un Estado nacional que usa un idioma distinto del materno (Estados Unidos, Italia, Canadá, Reino Unido, Australia, Francia), que si lo hacen a un país que tiene como lengua oficial el castellano o español (España, Chile, Venezuela), conforme se detalla en los acápites subsiguientes. 2.1. Dificultades de comunicación, por desconocimiento del idioma de los Estados nacionales de destino emigratorio En el caso de que los emigrantes elijan como destino un país que tiene como idioma oficial uno diferente al materno de partida, el “choque” lingüístico será de mayor o de menor significación según las lenguas implicadas y las actitudes de los emigrantes que llegan a convertirse en usuarios del idioma oficial del país de destino, circunstancia en la cual los factores afectivos que unen al emigrante ecuatoriano con su lengua materna quedan relegados a un segundo plano por motivos eminentemente prácticos, ligados a la sobrevivencia, la indispensable comunicación e interacción con los nativos para quienes deben trabajar y, en el mejor de los casos, a la aspiración de integración sociocultural en el nuevo país de residencia y de plena garantía de ejercicio de los derechos humanos, desde los fundamentales hasta ascender a los ciudadanos y políticos. Bajo el criterio orientador de esta línea de pensamiento, el aprendizaje de la lengua del país receptor significa un esfuerzo de inserción, por parte de los emigrantes y un medio de lograr la integración, aunque no el único y puede que no el más importante (Cfr. Muñoz, 2013: 46). Desde esta perspectiva, tampoco hay que olvidar que entre los emigrantes a países que tienen como idioma oficial una lengua diferente a la nativa, “la pérdida de la lengua minoritaria por la mayoritaria o de mayor prestigio puede ser un índice de pérdida de identidad cultural, pues dicho hablante preferiría usar la lengua más prestigiosa con el fin de ser aceptado en el grupo social de mayor prestigio” (García, 2013: 6). Para referirse a lo que acontece con la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos hacia Estados Unidos resulta pertinente recordar las expresiones del filósofo político canadiense Will Kymlicka, quien afirma que “los inmigrantes hispanos que vienen a 338 los Estados Unidos (…) están dispuestos a aprender el inglés y a participar en el grueso de la sociedad. De hecho, entre los inmigrantes latinos, la ´asimilación al grupo inglés se produce actualmente con mayor rapidez de lo que se producía cien años atrás´” (1996: 32-33). La afirmación antes citada tiene una explicación muy lógica porque el dominio de la lengua del país de destino mejora la posibilidad de conseguir trabajo, cambiar de actividad laboral o encontrar un nuevo trabajo cuando los emigrantes se han quedado en la desocupación, tal como lo patentizan los resultados de las investigaciones realizadas sobre esta problemática, los cuales demuestran que el “conocimiento de la lengua del país de destino constituye un componente del capital humano, la investigación ha demostrado que ese recurso contribuye positivamente al éxito en el mercado de trabajo y a la consecución de mayores ingresos” (Alonso, 2010: 19). En el caso de los emigrantes hispanos hacia Estados Unidos, los resultados de las investigaciones realizadas sobre este fenómeno sociológico evidencian que la “´sanción´ por el desconocimiento de la lengua raramente se sitúa por debajo del 15 por 100 de las ganancias salariales, con variaciones relacionadas con sus diferentes orígenes” (19). Estos desencuentros lingüísticos explican el hecho de que los emigrantes ecuatorianos que se han dirigido a Estados Unidos de Norteamérica, por desconocimiento del idioma inglés tienen severas dificultades para encontrar un primer trabajo o cambiarse de actividad laboral cuando se requiere hacerlo, desenvolverse en la vida diaria e integrarse a la sociedad estadounidense, tal como se describe, ejemplifica y problematiza en los cuentos estudiados en esta tesis que se analizan a continuación. En el relato “Johnnie the man”, de Edwin Ulloa Arellano, el protagonista hace referencia al problema del aprendizaje del idioma inglés en Estados Unidos, país al que emigró en busca de un espacio de libertad que le posibilitara vivir sin dificultades la orientación homosexual que había asumido en el Ecuador y con la esperanza de encontrar una ocupación que le permitiese generar los recursos económicos para poder sobrevivir y generar ahorros para regresar a vivir con dignidad en el país de origen: “Cuánto tiempo ha pasado, comentas, pensando en los años duros del aclimatamiento y aprendizaje del idioma” (Ulloa, 1991: 165). En el cuento “Te acuerdas ñata”, de Raúl Pérez Torres, se patentiza el problema de intercomunicación de los emigrantes procedentes del Estado nacional andino como consecuencia de no conocer el idioma inglés y de las dificultades que se tienen que atravesar para lograr su aprendizaje básico y así poder intercomunicarse con los hablantes nativos de Estados Unidos; pues, como dice el protagonista Manolo, cuando hace referencia a las limitaciones idiomáticas de su pareja sentimental, mientras se desarrolla el agotador concurso 339 de baile en el que participan, con la ilusión de triunfar y con ello ganar el dinero que les permita sobrevivir: “Vos no entendías nada Ñata porque el inglés te entraba por una y te salía por otra y yo te iba traduciendo lo poco que entendía: ´descansos: diez minutos cada media hora y media hora cada dos horas´” (Pérez, 2004: 149). En el cuento “El Jabalí en el bar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, el protagonista comenta que a través de su novia Camelia Balboa, a quien conoció en una iglesia católica a la que asistía para combatir la soledad, se entera de los cursos básicos de idioma inglés a los que podían asistir los emigrantes para aprender a intercomunicarse en el idioma oficial del país de destino, entender las órdenes de los jefes y ser más eficiente en el trabajo. En expresiones de este emigrante ecuatoriano: “Me inscribí porque necesitaba hablar el idioma si no quería seguir equivocándome en mi puesto de trabajo cuando me hablaban en inglés. Y lo aprendí, pero más por la lectura de los folletos de Electrónica en ese idioma y por mirar la televisión con películas en inglés subtituladas en español. Me dieron un acento yanqui bueno, para qué” (Cárdenas, 2014: 49). Los ecuatorianos que eligen a Canadá como país de destino emigratorio tienen que afrontar similares y hasta superiores dificultades, porque al desconocer los idiomas oficiales (inglés y francés) que se utilizan en este Estado nacional tienen que hacer malabares para no volverse locos por la permanente incomunicación a la que se ven sometidos, mientras permanecen entre desconocidos, lejos del país de origen y de los suyos; pues como expresa, en primera persona gramatical, el protagonista de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila: Como aquí en Canadá no hay canales en español no entiendo nada de lo que hablan ni en inglés ni en francés. Pero he aprendido a descifrar las imágenes, los sonidos, los gestos de la gente. Es como si me hubiera quedado sordo de golpe y tuviera que leer los labios y los ojos de los demás cuando están hablándome. Si no tuviera televisión ya me hubiera vuelto neurótico hace tiempo. A la gente de por acá no le gusta nomás hablar con los extranjeros (Galarza, 2009: 182-183). Estas dificultades de intercomunicación humana, por desconocimiento del idioma del país de destino, antes descritas, afectan de manera muy fuerte tanto a los emigrantes reales en su experiencia de vida fuera del Ecuador como a los personajes ficticios en la representación literaria que se hace de esta problemática social. Esta compleja realidad se presenta a pesar de que uno de los derechos humanos fundamentales prescribe que “a nadie se le puede obligar a que hable una lengua distinta de la que habla, pero tampoco se le puede impedir que aprenda nuevas lenguas o que prescinda, si desea y puede hacerlo, de su lengua propia” (Storch, s.f.: 27); sin embargo, en la práctica, los emigrantes ecuatorianos, sobre todo aquellos que se han 340 dirigido hacia Canadá se sienten marginados de las interacciones sociales, no solo por las diferencias culturales con los nativos sino porque, por una parte, se les dificulta encontrar personas con quienes intercomunicarse en el idioma español de origen, que es el único que manejan y, por otra, tampoco tienen facilidades, oportunidades o condiciones mínimas para aprender el inglés y el francés, que constituyen los idiomas oficiales del país de destino emigratorio. Por supuesto, el desconocimiento del idioma oficial de uso en el país de destino, en especial entre los emigrantes adultos que tienen dificultades para su aprendizaje y dominio, los lleva al aislamiento, a la marginación, a la segregación y a la exclusión social, comunitaria e incluso familiar. En varios casos, los propios hijos de los emigrantes ecuatorianos sienten vergüenza de presentar a los padres y reconocerlos como tales por el inapropiado e incorrecto uso que hacen del idioma oficial del país de destino, llegándoles incluso a prohibir que hablen y delaten su condición de extranjeros, conforme lo expresa una emigrante ecuatoriana, que protagoniza uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, quien ya está resignada a vivir su perpetuo aislamiento a consecuencia de la actitud del hijo que “me prohíbe que hable con ellos. Dice que tengo un acento horrible” (Galarza, 2009: 104-105). Lo más preocupante es que el ejemplo citado no constituye una expresión aislada de un joven signado por la alienación cultural y lingüística que trata de negar o borrar sus raíces identitarias u ocultar la de sus progenitores, sino que desde la perspectiva de la investigación lingüística y los resultados obtenidos a través de ella se denuncia que en muchas ocasiones “los hijos se avergüenzan de sus padres porque éstos no hablan inglés tan bien como ellos (…). He conocido personalmente a más de una familia en que la comunicación entre sus integrantes es limitada porque los hijos han olvidado su lengua materna o se niegan a hablarla” (Rovira, 2008: 7). Las repercusiones de no manejar, al menos en un nivel elemental, el idioma del país de destino emigratorio llegan a ser graves. Así se presenta en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, en el que se advierte que el desconocimiento del idioma constituye una de las causales que gatillan la propensión al suicidio de una emigrante ecuatoriana adulta que se siente segregada de la sociedad de arribo y obligada a mantenerse recluida en el reducido espacio en donde vive, por no saber más que el idioma español de origen: “qué ha de ser vida eso de estar en un país extraño (…) sin hablar los idiomas que hablan por acá” (Galarza, 2009: 148-149). 341 2.2. Estrategias utilizadas por los ecuatorianos para comunicarse, mientras aprenden el nuevo idioma de los países de llegada En la fase inicial de aprendizaje básico del idioma utilizado en el país de destino y antes de la vivencia del fenómeno del bilingüismo, que se refiere al sujeto que posee dos sistemas lingüísticos a los cuales es capaz de utilizarlos con parecida facilidad y eficacia, advienen las llamadas lenguas mixtas, cuyo proceso de constitución va desde la adquisición de préstamos en la lengua B tomados a la lengua A, pasando por los fenómenos de code switching (cambio de código) en la conversación, para llegar, con el tiempo, al nacimiento de una lengua mixta, que contaría, teóricamente, con el vocabulario de una de las variedades y la estructura gramatical de la otra. En los estudios de sociolingüística son ya familiares términos como “espanglish”, que se refiere a una variedad del inglés hablada por inmigrantes provenientes de algunos de los Estados nacionales del Sur del continente americano que tienen el español como lengua materna y que han elegido a Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Australia u otros países angloparlantes como destino emigratorio (Cfr. Muñoz, 2013: 155-156). El “espanglish” se construye con una lógica similar a la que se emplea en la estructuración de otras lenguas mixtas como el “portuñol”, el “itañol”, que son las denominaciones que se utilizan para referirse a la lengua que emplean los emigrantes de lengua española en Portugal e Italia, respectivamente. Este fenómeno lingüístico, que se ha acrecentado con las migraciones internacionales de los últimos años, se ejemplifica en uno de los cuentos ecuatorianos analizados, en el cual la emigrante ecuatoriana en Italia que lo protagoniza asevera que el haber llegado a manejar algunos términos que mezclan el idioma de llegada con el de origen ya le ha facilitado el proceso comunicativo con ciudadanos tanto de país de destino como del de origen: “domino el ´itañol´, esto me permite entenderme con clientes italianos y del otro lado del Atlántico” (Carrasco, 2011: 36). A pesar de lo expresado, cuando las dificultades para hacer valer el idioma materno del país de salida en el Estado nacional de destino emigratorio parecen insalvables o cuando se advierte el afán de olvidarse del origen e integrarse totalmente en el Estado receptor, adviene el cuestionable auto prejuicio lingüístico de los emigrantes, el cual se refiere a las actitudes y comportamientos negativos hacia su propia lengua. Los inmigrantes tienden a valorar de manera negativa su idioma materno, a considerarlo inferior a la lengua oficial y mayoritaria de la sociedad de acogida; ven su propia lengua de origen poco o nada útil e 342 incluso la consideran como una barrera para la integración; por ello, en los contextos de lenguas en contacto por inmigración progresan, en numerosas ocasiones, hacia la sustitución y el abandono de la lengua ahora minoritaria, que se hablaba en el lugar de partida (Cfr. Muñoz, 2013: 47). Una evidencia del auto prejuicio lingüístico de los emigrantes ecuatorianos está presente en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, en el cual se reflexiona y concluye que el idioma como herramienta de comunicación constituye un instrumento al servicio de quienes detentan el poder y la hegemonía; no de otra forma se explica que el inglés sea la lengua franca de intercomunicación entre todos los pueblos del mundo contemporáneo y, en ese contexto, el idioma castellano o español de origen, aunque constituya uno de los idiomas más importantes del universo contemporáneo al ser utilizado por más de quinientos treinta millones de usuarios, entre hablantes nativos y quienes lo utilizan como segunda o tercera lengua, en comparación con el idioma inglés que constituye la nueva lengua franca de la época contemporánea, no pasa de ser un idioma subalterno y de las clases menos favorecidas, en la inequitativa distribución de los bienes materiales y simbólicos, y de ello manifiestan tener clara conciencia algunos emigrantes ecuatorianos en Estados Unidos, quienes se expresan con dura crudeza en contra de su propio idioma materno de origen: El nuestro es un lenguaje asqueroso, que está condenado a desaparecer en este país. Aquí, en el futuro, hablarán español solo los mendigos (…). El español aquí es como el quichua en nuestro país, un idioma marginal, empobrecido, solo para que algún mierda haga demagogia (…). Y el español aquí, vea, este idioma de cría puercos, de piratas rapaces, tiene el mismo destino que en nuestro país el quichua, bueno para que lo hablen en los mercados longos (Galarza, 2009: 123). Este auto prejuicio lingüístico en contra del idioma castellano o español, de parte de los propios emigrantes de origen hispano, a más de equivocado en la tendenciosa y estereotipada comparación que establecen entre el español y el idioma ancestral quichua, debido al fuerte resurgimiento no solo de las lenguas sino de todas las expresiones culturales de las distintas nacionalidades aborígenes en el Ecuador, es parte del problemático y cuestionable proceso de aculturación y alienación identitaria, a consecuencia del cual “se valora más la cultura del otro y se da la necesidad de asimilarse a la cultura nueva. Este sería el caso de los grupos minoritarios o de inmigrantes que se ven atraídos por la cultura del grupo mayoritario” (García, 2013: 111). Este alienante y cuestionable comportamiento de muchos emigrantes ecuatorianos se refuerza con la política lingüística del gobierno estadounidense que fomenta el monolingüismo, con el inglés como el único idioma oficial de 343                                                              uso y porque, además, en las instituciones educativas en las que se forman los hijos de los emigrantes provenientes del Sur del continente americano, entre ellos del Ecuador, el mensaje que se les transmite a los educandos “es que el inglés les hace americanos y el español les mantiene en la pobreza (…), porque al español se le considera el idioma de las clases bajas” (Rovira, 2008: 6-7)83. En estas circunstancias, entre los emigrantes ecuatorianos que aspiran conseguir el dorado “sueño americano”, se sobrevalora el aprendizaje y dominio del idioma inglés, ya que si se llega a manejarlo se genera una gran ventaja, tal como se hace evidente cuando se publica un libro en este idioma y el éxito de ventas está garantizado; pues como dice un emigrante ecuatoriano que concreta el sueño de realizar una publicación en Estados Unidos: “Si lo escribiría en inglés o si conseguiría que lo traduzcan, le juro que sería best seller. Me haría multimillonario, como el Stephen King o el Tom Clancy. Mi desgracia es que puedo escribir solo en español” (Galarza, 2009: 133)84. Por esta razón quienes llegan a Estados Unidos ya en edad adulta hacen inenarrables esfuerzos por utilizar el idioma inglés, aunque les resulte muy difícil su aprendizaje, pese a que en los diferentes niveles del sistema educativo formal del Ecuador ya iniciaron su estudio obligatorio. Sobre este particular es muy elocuente el testimonio que brinda un emigrante ecuatoriano en Estados Unidos, quien ni siquiera con los múltiples cursos que ha realizado en el país de destino ha llegado a dominar el inglés. En sus propias palabras: “No, mi señor, apenas balbuceo una que otra palabra, construyo unas cuantas oraciones, leo un cincuenta por ciento del periódico” (Galarza, 2009: 86). Estas dificultades lingüísticas de los emigrantes ecuatorianos se complican aún más por el hecho de que los hijos que nacen, crecen o se forman en el sistema escolarizado del país de destino ya no utilizan el español ni sienten motivación por aprenderlo, lo que impele a que los progenitores se conviertan en bilingües y empleen uno u otro idioma en función de los interlocutores con los que se comunican, 83 Tampoco se puede olvidar que en el coloso del norte del continente americano, las exclusiones lingüísticas son muy comunes y a través de ellas “la identidad estadounidense se ha construido a partir de una construcción social de la diferencia que estigmatiza al otro como subjetividad inferior no sólo en cuanto al color de la piel sino también cultural y lingüísticamente” (Echavarría, 2010: 13). Es decir, en los Estados Unidos el prejuicio contra los migrantes se deriva, también, en prejuicio contra el idioma de origen con el que se comunican entre similares. 84 De manera complementaria a lo hasta aquí expresado hay que considerar que la preferencia por el idioma dominante del país de destino de la emigración laboral procedente del Hemisferio Sur se da porque los protagonistas del desplazamiento poblacional ven “la asimilación lingüística como el medio más eficaz para conseguir sentirse parte de la sociedad de acogida. Es decir, se identifica el dominio de la lengua A como la puerta de acceso a una ciudadanía de primera categoría, frente al mantenimiento de la lengua primera, que se considera una rémora para el progreso social, sobre todo de la segunda generación” (Muñoz, 2013: 136). La asimilación se ejerce desde la perspectiva de una sola lengua, la de prestigio del Estado nacional de arribo, dejando atrás así los inmigrantes su lengua propia, estigmatizada por ellos mismos. 344 complejo uso lingüístico que lo pone de manifiesto un ecuatoriano que trata de presentar a su hijo a unos amigos connacionales que lo visitan en el domicilio del país de destino emigratorio: “Fabi, come on, venga salude a los amigos del Ecuador. Fabi, Darling, please come on. They are my friends, they come from Ecuador. Es que el guambra no habla español oiga” (Galarza, 2009: 63). Lo que acontece es que históricamente, los inmigrantes se inclinan por la lengua del país al que llegan, “por la sencilla y comprensible razón de que es la que les garantiza la movilidad a otra parte del territorio, si las cosas no les van tan bien como quisieran y piensan que un nuevo traslado puede mejorar su situación” (Marcos, 2005: 16). Esta preferencia por el idioma oficial de Estados Unidos o Canadá se justifica, además, porque casi “el 90 por 100 de los inmigrantes, en general, está convencido de que el inglés es imprescindible para tener un buen trabajo y más del 65 por 100 considera que es natural que los inmigrantes aprendan inglés” (Marcos, 2005: 24-25). En esta misma direccionalidad se llega incluso a los procesos de aculturación y de pérdida del sentido de identidad (nacional, cultural, lingüística o personal). Actitudes de esta naturaleza son las que se representan en el cuento “Aeropuerto”, de Jorge Velasco Mackenzie, en el cual se advierte que la amiga de la protagonista Alejandra Sánchez, Eugenia, quien ya vivía en Nueva York desde años anteriores y que es quien la impulsa para que viaje a la Gran Manzana, desde que llegó la nueva emigrante, demuestra la pérdida de la identidad que la individualizaba en el país origen, comenzando por la identidad lingüística, ya que esta ecuatoriana, como dice el crítico Antonio Sacoto, “ha perdido su expresión en español, su cultura sumergida en palabras de emociones, amores y entregas y piensa en las fiestas que tendrán” (Sacoto, 2007: 194). En los cuentos ecuatorianos analizados, otro ejemplo del esfuerzo que hacen algunos emigrantes ecuatorianos para olvidar el idioma español que utilizaban en el Ecuador antes de emigrar y que, por lo mismo, evidencia un severo proceso de alienación cultural y lingüística, se representa en el cuento “Míster yo”, de Oswaldo Encalada Vázquez. En este texto un emigrante ecuatoriano, aunque solo permaneció durante un año en Estados Unidos, cuando retorna al Ecuador, para desconcierto de familiares, amigos, vecinos y conocidos, solo se comunica en idioma inglés y a los tres meses de haber regresado, comenzó a rotular todo con los términos correspondientes al idioma imperial, iniciando por los objetos de la vivienda y el entorno familiar y natural más inmediato: “la pared se llamaba wall, la puerta, door, la cama, bed. Todas las cosas de la casa –incluido el piso–, tenían un papel con su nombre. En cuanto terminó con lo del interior fue al exterior: los árboles de la huerta, las hierbas, las piedras (…). 345 Marcó (…) a sus padres, sus hermanos y a sí mismo, colocando un letrero a la altura del pecho, pegado con goma: mother, father, brother” (Encalada, 1988: 1). En fin, el alienado protagonista de este cuento “quería mantener el contacto con la otra lengua, quería pensar que aún estaba allá” (Encalada, 1988: 2). 2.3. Diferencias en el habla del español, entre emigrantes ecuatorianos y nativos de España Al aludir a la caracterización idiomática de los ecuatorianos emigrantes en España, resulta pertinente recordar la unidad o identidad lingüística basada en el idioma castellano o español, respecto de la cual Andrés Bello (1781-1865), por el año de 1847, en su Gramática de la lengua castellana, ya relievó la importancia de la lengua como signo de identidad cultural, en permanente construcción, reconstrucción, cambio y transformación; pues, como expresa el profesor y filósofo cubano Miguel Rojas Gómez, el humanista y polígrafo venezolano argumentó que una lengua es como un cuerpo viviente: “su vitalidad no consiste en la constante identidad de elementos, sino en la regular uniformidad de las funciones que estos ejercen, y de que proceden la forma y la índole que distinguen al todo. Es decir, el todo social y cultural asignaría a la lengua modificaciones en cuanto a las funciones inherentes a la vida y su dinámica” (Rojas, 2011: 171-172). Además, en aquella obra “tematizó ampliamente los conceptos de unidad en la diversidad e identidad en la diferencia de la lengua en el interior de los países hispano-hablantes, y entre Hispanoamérica y España” (294). En cuanto al idioma castellano o español que se habla en el Ecuador, resulta conveniente poner de manifiesto las variantes que existen con respecto del español peninsular e inclusive en relación del que se habla en otros países de Latinoamérica. Estas variantes dialectológicas se deben, entre otras razones, a que “subsisten influjos importantes de los sustratos lingüísticos vernáculos y muchas palabras de esos idiomas forman parte de nuestro lenguaje cotidiano, sin dejar de hacer notar que el mismo castellano tiene diversas entonaciones y palabras de uso actual que en otras latitudes son arcaísmos” (Cordero, 2005: 112). Desde esta perspectiva, la complejidad del español del Ecuador se atribuye, entre otros factores, a la gran diversidad de lenguas ancestrales que existieron en estos territoriales antes de la conquista y colonización ibérica; en razón de esta variopinta realidad lingüística, hasta la actualidad, el castellano coexiste con once lenguas indígenas, de las cuales “la lengua que tiene mayor importancia por su pervivencia y, como consecuencia de esto, por su influencia 346 sobre la variedad castellana, es el quichua, siendo la base del bilingüismo existente en el Ecuador” (Sancho, 2013: 46). En relación a las influencias de los idiomas vernáculos en la configuración del español del Ecuador actual, el aporte sustancial del idioma quichua es remarcado por varios autores que han abordado esta problemática lingüística. Humberto Toscano Mateus plantea que “las voces quichuas que han penetrado definitivamente en el castellano del Ecuador son aquellas que designan plantas, cosas, instituciones, animales nuevos” (Toscano, 1953: 14). Jorge Enrique Adoum, por su lado, destaca dos elementos característicos del habla del español del Ecuador: los diminutivos y los gerundios. Respecto de los primeros afirma que “el abuso del diminutivo, que casi no existe en el litoral, parecería corresponder a un sentimiento de ternura” (Adoum, 2005: 246). Sin embargo, su uso excesivo puede llegar a fastidiar porque “denota sumisión, humillación, ruego, timidez (…) o disculpa (…) como si prescindir de él fuera un atrevimiento, como si el interlocutor fuera siempre alguien ‘superior’ a quien pide” (247). Este excesivo uso y abuso de los diminutivos, que caracteriza al habla del español andino en el Ecuador, está representado de forma muy directa en el cuento “Huairapushashka Gente Kunata (Llevados por el viento)”, de Ruth Bazante Chiriboga, en el cual al referirse a los esfuerzos económicos que tienen que realizar los progenitores de los emigrantes ecuatorianos, en un intento por reproducir con fidelidad el habla coloquial y subalterna propia de los campesinos pobres de la región Sierra, desde donde provienen la mayoría de los protagonistas del relato en referencia, el narrador se expresa así: “los padres, taiticus sacrificados vendieron las tierritas con sembríos; otros las vaquitas; otros empeñaron sus casitas” (Bazante, 2011: 46). En relación al uso del gerundio, “en el modo imperativo parecería indicar una actitud de timidez: el triste, el solitario, el engañado, el que no es ni existe ni tiene, no puede ordenar, el que nada tiene pide que le den. Así, no dirá ‘pásame el pan’ sino ‘dame pasando el pan’” (Adoum, 2005:246). A este respecto, la ya citada investigadora española María Sancho enfatiza que en el léxico del castellano o español del Ecuador, el quichua tiene todavía una fuerte presencia en muchos términos de uso muy común, respecto de los cuales “los hablantes ya no reconocen el origen indígena (…), como papa (´patata´), mote (´tipo de maíz´) o suco (‘rubio’), pues se la ha incorporado a la variedad castellana” (Sancho, 2013: 55). Como el idioma es, también, un símbolo de dominio, colonial o neocolonial, de unos Estados nacionales sobre otros, en la relación entre el habla española en el país de origen y el país de destino emigratorio se advierte que la ciudad de Madrid “funciona dentro de las hablas 347 castellanas como representante del habla culta y normativa. El resto de hablas se caracterizan, en cambio, por una mayor presencia de rasgos vulgares y populares, así como de arcaísmos” (Sancho, 2013: 58). En este contexto, al referirse al habla de los emigrantes ecuatorianos en la capital de España, “existe una relación asimétrica entre las dos variedades que entran en contacto, puesto que una de las dos, la hablada en Madrid, gozará de un mayor prestigio, tanto por parte de los hablantes madrileños como por los ecuatorianos, al ser considerada nuclear dentro del prototipo castellano y representante del castellano normativo” (Sancho, 2013: 77). En este contexto, mientras la variedad hablada en Madrid es la portadora del prestigio y percibida como la representante del español correcto y normativo, a los emigrantes ecuatorianos en Madrid se los considera como los usuarios de una variedad lingüística periférica, los “portadores de una variedad diferenciada como rasgo definitorio de su propia identidad” (93). En sentido positivo, el habla madrileña es catalogada como: correcta, prestigiosa, clara, bonita y la ecuatoriana, en cambio, es valorada como entrañable, respetuosa, amable, alegre y sincera (162). En la interacción comunicativa de los emigrantes ecuatorianos en España, la mayor dificultad se deriva de la diferencia en el uso del léxico entre los hablantes provenientes de los dos Estados nacionales en contacto. Respecto de esta diferencia y de la condición subalterna son plenamente conscientes los ecuatorianos, motivo por el cual tienen “cuidado extremo en aproximar criterios léxicos para pasar desapercibidos, salvo que en determinadas situaciones quieran significarse” (Calvo, 2007: 10). Los emigrantes actúan con este nivel de reticencia porque el habla de los originarios de las ex colonias americanas se puede constituir en una fuente de discriminación en España: Los latinoamericanos perciben que su forma de hablar el castellano constituye un factor que activa permanentemente actitudes de rechazo. Si bien hay muchas situaciones en las que los inmigrantes se sienten incomprendidos por sus interlocutores españoles, no ven en ello indicios discriminatorios. Si lo hacen en cambio cuando se ven enfrentados a descalificaciones por los términos que utilizan o por la entonación que articulan (Thayer, 2009: 373). Los problemas y dificultades de intercomunicación, entre los emigrantes ecuatorianos y los nativos de España, derivadas de la diferencia en el habla de un mismo idioma, se ponen de manifiesto en varios de los cuentos analizados en esta tesis. En el “El mejor trabajo”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, la protagonista Ubaldina comenta la diferencia que ella experimenta en el uso del mismo idioma y muestra su asombro por desconocer los términos que utiliza la patrona española, cuando le indica las actividades laborales que debe cumplir: “por supuesto, podía salir al jardín cuando a él le apeteciera hacerlo, explicó, con esa palabra 348 tan rara, tan de querer comida, que usan los españoles, apetecer, cuando quieren decir que alguien siente deseos de hacer algo” (Cárdenas, 2004: 123). Las dificultades de comunicación de los emigrantes ecuatorianos en el lugar de destino se producen, también, por las variantes dialectales e interdialectales que existen en el uso del mismo código lingüístico, entre los usuarios de una y otra orilla del Atlántico, toda vez que, por ejemplo, dentro del idioma español hay sustanciales diferencias entre el habla peninsular y la ecuatoriana, por lo que es necesario un entrenamiento para facilitar la comunicación entre los patrones españoles y los trabajadores provenientes del Ecuador. A esta realidad obedece el hecho de que en España se ofrezcan cursos sobre vocabulario, con el propósito de facilitar la inserción en el trabajo y mejorar la calidad del desempeño laboral de los emigrantes ecuatorianos, conforme se patentiza en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, en cuyo texto narrativo un ciudadano español, en la interlocución que establece con un emigrante de origen ecuatoriano expresa: En la vida diaria, vosotros no entendéis lo que queremos expresaros. ¡Hostia que sois duros de pelar! Qué también estarán diciendo cuando hablan de alubias me decía angustiada una compatriota tuya en la primera charla que dimos, al grupo de cuencanos. Con nosotros aprendéis que no es otra cosa que lo que llamáis “porotos”. A los guisantes, vosotros los denomináis alverjas y a las clementinas las motejáis de mandarinas… ¡Vaya un nombre! (Carrasco, 2011: 31). Al abordar el problema derivado de la diferencia lexical y de vocabulario, a la que tienen que hacer frente los emigrantes ecuatorianos en España, resulta pertinente hacer referencia a la protagonista del relato “La decisión”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual se patentizan las dificultades que tienen los ecuatorianos para entender el habla de los nativos de España: “le costó adaptarse a pesar que el idioma era igual, muchas palabras tenían un significado distinto y eso la confundía en ocasiones” (Rodas, 2014: 19); por ello, “desde que salió de su pueblo día a día iba descubriendo que a pesar de hablar el mismo idioma en muchos momentos costaba entenderse” (28). Las palabras de la escritora citada tienen su explicación, porque en la realidad cotidiana que experimentan los emigrantes ecuatorianos en España, aunque utilicen el mismo idioma castellano o español, las dificultades de comunicación con los habitantes nativos y, sobre todo con los patrones y jefes para quienes trabajan, devienen porque en el habla coloquial y popular los términos preferidos para nombrar un mismo objeto son diferentes entre los usuarios del español en España y en Ecuador, como lo patentizan los siguientes pares de términos de uso más común en las dos orillas del Atlántico: cubo/balde, bolígrafo/lapicero, 349                                                              ordenador/computador, cacahuete/maní, guisante/arveja, móvil/celular, calcetines/medias, coche/carro. En los cuentos analizados, hay ejemplos específicos que patentizan la diferencia lexical en el habla del idioma español, entre los nativos de España y los emigrantes ecuatorianos, los cuales provocan hasta hilaridad por los cambios semánticos de términos homónimos. Así se puede ver en tres relatos de Gladys Rodas Godoy. En “Rascar” se narra el hecho de que la anciana española para quien trabajaba la protagonista le pidió que le “rascara la chepa” frente a lo cual la emigrante ecuatoriana: Se quedó petrificada, sin saber cómo reaccionar solo atinó a preguntar temerosa “que era exactamente lo que quería la señora” (…). En su interior la asistenta estaba consciente que en su país, “chepa” se refiere a la parte íntima de las mujeres y no comprendía lo que la señora le estaba pidiendo. (…). Ante el silencio y la falta de acción, la señora tomó una mano de madera con asa que tenía en la mesita de centro y procedió a rascarse la espalda (joroba) no sin antes decirle “esto es lo que quería que hagas ¿no me entiendes?” (Rodas, 2014: 26-27). En “El barreño”, la emigrante ecuatoriana que labora como empleada doméstica no sabe lo que le pide la patrona española que le trajera; sin embargo, por vergüenza, no se lo pregunta y cuando le reclama por el incumplimiento de la disposición dada, para sí misma se dice: “barreño no se le olvidará jamás… es que claro en su país se lo llama tina, lavacara, fuente y sí que son términos diferentes…” (31). En el relato “Chuleta”, una adolescente hija de emigrantes ecuatorianos que estudia en un instituto de España, cuando sus compañeros españoles trataban de copiar en la prueba y son sorprendidos por el profesor, “avergonzada contestó: no es mía la polla85, es de mi compañero… Ante tal expresión los estudiantes no pudieron reprimir una carcajada e incluso el profesor llegó a sonreír (…), a lo que un compañero latino le aclaró que lo que ella había llamado polla allí le llamaban chuleta y la palabra polla se utilizaba para referirse al órgano masculino” (35). En el complejo proceso emigratorio nada permanece estático; desde esta perspectiva, el habla propia de España que con el paso del tiempo llega a ser asimilada, aunque sea de manera parcial e inconsciente, por los emigrantes ecuatorianos, también viaja con ellos cuando retornan al lugar de origen e incluso se incorpora en el habla de sus habitantes, aunque la mayoría de estos nunca hayan salido de su tierra natal. Un hecho sociolingüístico de esta naturaleza es el que explica que los coterráneos de Rosendo Aguilera, también lleguen a utilizar algunos términos propios del habla peninsular; por ello, junto con la referencia al 85 Papel minúsculo con apuntes que el estudiante lleva oculto en el tiempo de los exámenes, para consultarlo de manera furtiva (Real Academia Española, 2014). 350 emigrante se alude, también, a los términos y formas del habla propia de España, que ahora también son utilizados por los parroquianos de donde era originario el emigrante ecuatoriano retornado: “Como Rosendo Aguilera era un hombre solo desde antes de su viaje a Madrid y después de que volviera con su bolsa de pesetas y palabras españolas que ya andaban por el pueblo” (Carrión, 2011: 58). Esta alusión al habla española también se pone en evidencia cuando el cadáver de Rosendo Aguilera era velado y los acompañantes, en estado etílico, le dan vivas y resaltan las cualidades más sobresalientes, con términos propios del habla del español peninsular: “Viva el majo de Rosendo Aguilera, el rezador. Vivaaa. Viva el español. Vivaaa” (58). De similar manera, las palabras con las que, de manera inexplicable y en una estrategia narrativa propia del realismo mágico, el muerto se dirige a la autoridad parroquial y que dan título al relato son, asimismo, propias del habla de los nativos de España: “Detective gilipollas, le dijo Rosendo Aguilera con voz de tumba desde el umbral de la puerta sin siquiera volver la cabeza” (69). Otra distinción muy visible en cuanto al habla del castellano o español, entre los emigrantes ecuatorianos y los nativos de España, se explicita en la acentuación de una y otra variante idiomática, así como en el uso particularizado de otros rasgos paralingüísticos, como el tono y el volumen de voz que muestran ambos colectivos. Sobre esta diferencia fonética, los ecuatorianos insisten en describir recurrentemente la forma de hablar de los españoles como dura, “agresiva”, en un volumen muy alto e insisten que los españoles: “a. Hablan duro, b. Al hablar gritan mucho, c. Porque cuando hablan gritan mucho, d. Hablan de una manera tan seria, e. A lo que hablan gritan y f. No estamos acostumbrados a que nos griten” (Ambadiang, 2009: 9). Por el tono preferido en el habla de los nativos de España, los emigrantes ecuatorianos los cataloguen como “groseros, maleducados, gritones, mandones, soberbios, directos o agresivos” (10). En razón de lo antes expresado no resulta nada extraño que en el cuento “¿Cómo se llamaba ese país?”, de Lucrecia Maldonado Rodríguez, se observa que, para el emigrante ecuatoriano que recién llega a España, pese a compartir el mismo idioma, el habla de los nativos le resulta extraña, áspera, fuerte, inentendible; por ello, “de repente uno se ve llegando otra vez alucinado y obnubilado buscando con los ojos perdidos y perdido uno también oyendo un idioma que dijeron que era el propio pero que con ese maldito acento nadie lo entiende” (Maldonado, 2004: 77). A pesar de lo hasta aquí expresado, en el caso de los emigrantes ecuatorianos en España, las dificultades de comunicación no solo derivan por las variantes dialectológicas existentes entre los usuarios del idioma castellano o español, sino también por el 351 desconocimiento del idioma del país de destino que tienen los emigrantes procedentes de otros países, con quienes tienen que interrelacionarse los emigrantes ecuatorianos en España. Así acontece en el cuento “El cacique y el olivar”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en el cual el protagonista del relato, el indígena de la etnia de los saraguros (provincia de Loja), Juan Lema y su pareja de trabajo, el ciudadano marroquí Ahmed, evidencian serias dificultades para intercomunicarse debido al limitado uso del español, por parte del inmigrante de origen africano; sin embargo, gracias al lenguaje mímico y gestual lograban hacerse entender y compartir la tristeza por estar lejos de la respectiva tierra de origen y la familia que permanece en ella: “Luego bebían algún refresco para apagar la sed, y antes de reanudar su labor intentaban darse mutuamente a entender mediante señas: ´¿tristeza por estar lejos?´, ´sí, mucha tristeza´. ¿Familia, hijos? ´dos pequeñitos y otro en camino´, ´o solamente uno´” (Cárdenas, 2014: 67). 2.4. La asimilación del habla española como una estrategia de integración de los emigrantes En el proceso de integración lingüística de los emigrantes que se han dirigido a un país que comparte el mismo código lingüístico, como es el caso de los ecuatorianos en España, el emigrante tiene tres posibilidades: “(1), mantener sus hábitos lingüísticos por encima de todo; (2), converger en lo posible sin eliminar las diferencias, sometiéndose a dos normas: la de puertas adentro y la puertas afuera y (3), procurar renovar sus hábitos lingüísticos hasta diluirse en el ámbito donde vive, identificándose en todas las circunstancias posibles con los hablantes autóctonos” (Calvo, 2007: 9). Si se opta por la tercera posibilidad (la integración), que es una de las actitudes más comunes, en este complejo proceso, una de las fases iniciales del proceso de integración de los emigrantes en el país de destino es la adaptación, la cual, “en general, forma parte de la primera etapa del contacto entre culturas, y resulta clara en la forma en que los valores culturales de los inmigrantes se insertan en la sociedad que los acoge” (Aínsa, 1986: 61). Desde esta perspectiva, de acuerdo al criterio del ensayista hispanouruguayo citado, es muy común “el proceso negativo por el cual un individuo adopta los modelos culturales de la sociedad receptora y reprime los anteriores, llegando incluso a despreciar sus esquemas y valores de origen” (61). La alienación cultural, en cambio, constituye el “desprecio de sí mismo y de los suyos, complejo de inferioridad cultural, angustias varias sobre la propia identidad desgarrada, forman parte de una gama de contradicciones que la narrativa 352 iberoamericana refleja en muchas de sus páginas” (62). La última fase de este complejo proceso constituye la integración a un nuevo espacio sociocultural, el cual depende de la capacidad de los emigrantes para familiarizarse con los códigos circulantes en los países de destino, los cuales “constituyen una condición para la comunicación dentro de los nuevos universos simbólicos (…), la integración no constituye en su totalidad un acto guiado por la voluntad y la conciencia de los sujetos, sino que es dirigida por las necesidades de interacción y comunicación y matizado por los éxitos y fracasos personales en este proceso” (Sieglin, 2008: 23). Los emigrantes ecuatorianos en Madrid, como ya se anticipaba, indican que quienes tienen que integrarse al habla de los habitantes de la ciudad de recepción son ellos, en razón que tienen la necesidad de “ser entendidos para poder comunicarse de manera adecuada. Consideran que son ellos los que tienen que integrarse y, por lo tanto, adaptarse a los elementos que difieran entre ambas culturas” (Sancho, 2013: 174). Aunque esta adaptación lingüística, desde la comunidad de origen, sea mal vista, valorada de manera negativa y entendida como “abandono de la identidad grupal y, por tanto, tiene sus consecuencias en la valoración que el grupo haga de este individuo. La evolución que su manera de hablar experimenta supone esa pérdida de prestigio desde el punto de vista de la comunidad de origen” (177). Además de lo expresado, en relación al carácter de superioridad que adquiere el habla española en relación a la que utilizan los emigrantes, es necesario poner de manifiesto los prejuicios que sobre la incorporación de términos propios de España, en el habla de quienes regresan al Ecuador, se ponen de manifiesto entre quienes nunca han salido del Estado nacional andino. Una demostración fehaciente de lo afirmado constituye el hecho de que el habla castellana del Ecuador está llena de anglicismos que no causan ningún estupor, en cambio, los términos y formas de hablar de los emigrantes económicos que rememoran a España como país de destino causan toda una conmoción, en razón de que los términos propios del español peninsular “recuerdan demasiado una emigración económica y, por tanto, vergonzante (…). El acento españolizado o las palabras españolas molestan porque recuerdan que eres un emigrante pobre, mano de obra exportable” (Ampuero, 2014: 36). Adicionalmente, es necesario poner de relieve que los cambios lingüísticos que se producen en el habla de los emigrantes en España no se los debe asumir como una enajenación o una traición a lo que somos como ecuatorianos, sino una muy humana y pragmática necesidad de sobrevivir y sobrellevar, de la mejor manera posible, su condición de emigrantes, en cuya cotidianidad: “equívocos, desencuentros, traspiés, incomunicación, fallos, frustraciones, 353 burlas, confusiones, malos entendidos. Los hemos vivido todos. Y cansan. No es traición a nuestro acento y a las palabras santas que nos enseñó nuestra mamá y la señorita Sara en el jardín de infantes. Es, simple y sencillamente, supervivencia” (38). El contraste de las hablas del español, entre emigrantes ecuatorianos y nativos de España, se representa en tres de los cuentos analizados, los cuales ponen en evidencia que los giros idiomáticos, en el uno y otro lado del Atlántico, al tiempo que enriquecen el español y la cultura de los interlocutores, a veces, también, pueden llegar a complicar la comunicación entre los usuarios de un mismo código lingüístico. Para hacer frente a estas dificultades de comprensión y entendimiento, derivadas de las variantes dialectales, entre los emigrantes ecuatorianos no faltan quienes, al poco tiempo de haber llegado a la Península Ibérica, adoptan el habla de España y tratan de pasar como unos verdaderos españoles de nacimiento; sin embargo, por lo artificial y artificioso del comportamiento adoptado lo que consiguen es caer en lo cursi y en el ridículo y por ello son objeto de severa crítica de parte de sus propios connacionales. Una muestra de este alienado comportamiento lingüístico es Maribel, el personaje coprotagonista del cuento “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa, quien como lo denuncia su propio esposo asume enteramente el habla de los nativos de España: “Ella habla ni qué española hecha y derecha; es decir con las palabras y tacos de aquí y yo, por seguirle la corriente, pero de guasa, claro; puesto que me chinga decirle vale, coño, gilipollas” (Carrión, 2005: 20). En el cuento “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, el protagonista apodado “El Fuete” Quishpe, es un emigrante ecuatoriano que trabaja como actor porno y es fuertemente criticado por sus propios compatriotas, por el hecho de haber adoptado el léxico y el acento propio del español peninsular, de manera inmediata, luego de su llegada a España: “´Una vergüenza para los ecuatorianos… ¡capaz que ni un mes tienes de haber estado en España y ya hablas como español! Te hubieras quedado sembrando papas en Murcia, cabrón de mierda´” (Chávez, 2012: 114). En el cuento “Redoble de campanas en Madrid”, de Raúl Vallejo Corral, el protagonista, después de un año de estancia en la capital española, cuando todo parece ir viento en popa en el país de destino emigratorio, con una actitud de aparente abandono de la identidad lingüística de origen, finge haber adoptado, totalmente, el habla madrileña y, de manera camaleónica, usa expresiones propias de esa variante idiomática: “´–¡Me cago en la Cibeles, en El Retiro y en la virgen Churona!´–mascullas imitando el modo de hablar madrileño, algo que te hace sentir como si te hubieras criado comiendo callos y no guatita” 354 (Vallejo, 2013: 149); sin embargo, cuando es deportado, por ejercer la prostitución de manera clandestina e ilegal en la ciudad de Madrid, inmediatamente abandona la actitud lingüística alienada, recuerda y recupera para sí la identidad guayaquileña, con sus sitios simbólicos, así como la gastronomía y formas de expresarse propias del habla costeña del Ecuador: “´–¡Me flipan Julio Jaramillo, Las Peñas y el Cristo del Consuelo´ –murmuras con el acento de quien ha crecido comiendo guatita y no callos, república sudaca del Ecuador” (Vallejo, 2013: 155). Este personaje ficticio, de similar manera a lo que acontece con otros protagonistas de los cuentos ecuatorianos analizados, con esta actitud ambivalente patentiza la lábil, frágil, mudable y siempre cambiante identidad nacional, cultural y lingüística de la que son portadores los emigrantes ecuatorianos en España, tanto en la realidad sociológica como en la representación literaria que se hace de la misma. 355 CAPÍTULO XI. LA IDENTIDAD PERSONAL DEL SUJETO EMIGRANTE Este capítulo, que aborda la identidad personal del sujeto emigrante, en la forma como ha sido representado y recreado en el cuento ecuatoriano escrito y publicado durante las cuatro últimas décadas, se presenta distribuido en cinco subcapítulos, cuyo contenido central gira en torno a los siguientes aspectos: la identidad personal de los emigrantes ecuatorianos, que fluctúa entre la ambivalencia, la búsqueda permanente y la fugacidad en las relaciones amorosas que establecen en los países de destino; la crisis de identidad personal del sujeto emigrante, como consecuencia de su salida desde el Ecuador; las identidades múltiples, como otra expresión de la crisis de identidad; los cambios, de orden físico y mental, que genera el proceso emigratorio en sus protagonistas; y la metamorfosis de los emigrantes ecuatorianos, que evidencian cambios radicales en el cuerpo y en la psiquis, a raíz de la salida del país de origen. 1. La identidad personal de los emigrantes ecuatorianos: entre la ambivalencia, la búsqueda y la fugacidad en las relaciones La identidad personal constituye el ensamble de rasgos “por los que uno siente que es el mismo, en este lugar y este tiempo, tal como en aquel tiempo y en aquel lugar pasados o futuros; es aquello por lo cual se es identificado” (Roca, 2003: 206). Desde esta misma orilla del pensamiento, para otros autores, la identidad personal alude al “conjunto de signos procedentes de códigos de la más variada índole -psicológicos, éticos, políticos, religiosos, económicos, históricos, biológicos, geográficos, sociales, etcétera-” (Donoso, 1998: 93), a los que se puede agregar una serie de rasgos externos, la mayoría de ellos, muy visibles, como: color de la piel o de los ojos, estatura, contextura física, sexo, género, estatus social, nivel económico, cultural o educativo. En el interminable proceso de configuración de la identidad personal, con una lógica muy similar a lo que acontece con los otros tipos de identidad, juega un papel determinante la presencia del “otro”, de los “otros”; en razón de que “pensar con los otros, desde los otros, con los otros, ante los otros, por los otros, para los otros, y/o contra los otros” (Zemelman, 356 2011: 44) se convierte en una de las principales estrategias, a través de las cuales se elabora y reformula la siempre dialéctica, dinámica y modificable identidad personal. El complejo proceso de permanente construcción, reconstrucción, cambio y transformación de la identidad personal de los emigrantes ecuatorianos tiene formas similares de manifestarse a las del resto de personas; sin embargo, evidencia, también, particulares rasgos característicos y formas de expresión que los diferencian e identifican, tanto en relación con el resto de connacionales que permanecen en el país de origen como de los nativos de los Estados nacionales de destino, conforme se desarrollará en los tres acápites subsiguientes. 1.1. Rasgos que caracterizan la identidad personal de los emigrantes Con el criterio orientador de la conceptualización formulada y con el propósito de acercarse a la identidad personal de los emigrantes internacionales resulta pertinente recordar el criterio de los psicoanalistas argentinos León y Rebeca Grinberg, para quienes con la migración devienen enormes cambios que ponen en riesgo hasta la propia identidad de sus protagonistas, proceso en el cual se pierde una serie de aspectos, incluidos los elementos más preciados que tiene un individuo antes de abandonar la tierra de origen: “personas, cosas, lugares, idioma, cultura, costumbres, clima, a veces profesión y medio social o económico, etcétera, a todos los cuales están ligados recuerdos e intensos afectos, como así también están expuestos a la pérdida de partes del self y los vínculos correspondientes a esos objetos” (Grinberg, 1996: 19). Los múltiples cambios que tienen que afrontar los emigrantes económicos, que se dirigen desde el Sur hacia el Norte del planeta, determinan que su identidad sea, casi siempre, móvil, mudable y cambiante, y esos cambios dinámicos y dialécticos se producen a partir de un desajuste de la identidad que ha motivado y ha conducido a la emigración dentro o fuera de las fronteras de un territorio nacional. Es que las nuevas experiencias que se obtienen desde el viaje de partida y más aún en el lugar de arribo inducen a la ruptura y al alejamiento de sus orígenes, impulsan el deseo de cambio, de ser otro en otro lado; por ello, cabría afirmar que la identidad personal del emigrante “puede reflejar un proceso en el cual el deseo de desprenderse de un lugar, de un origen y un territorio, de alejarse y construirse otra identidad es más fuerte que el de conservar una cerrada y bien definida, impermeable a toda influencia” (Aínsa, 2012: 113-114). 357 Debido a estas distancias que se van estableciendo entre el ayer y el ahora, la identidad personal de los emigrantes se va conformando entre la reconstrucción del pasado y la proyección del futuro, lo cual determina que “la identidad personal se elabora como un relato temporal coherente que abarca desde la trayectoria transcurrida hasta el destino previsible. Es decir, que la lucha por conquistar la coherencia, implica elaborar un relato personal que le dé una forma a un tiempo vital presente proyectado al futuro” (Thayer, 2009: 246). Por ello, “en la configuración de la identidad personal de los inmigrantes, habría una lucha por el reconocimiento y una lucha por el control de su destino (…). En definitiva, intentan reconciliar su pasado, su presente y su futuro, a la vez que dependen de ese pasado, de este presente y de la promesa de su futuro” (246-247). En este complejo proceso de permanente construcción y reconstrucción de la identidad personal de los sujetos emigrantes tienen un peso decisivo la historia pasada y el proyecto futuro que cada uno de ellos haya bosquejado al decidir la salida desde el país de origen, el mismo que se va reconstruyendo con el paso del tiempo en el país de destino; por ello, se ha manifestado que “la identidad personal en la que se reconocen los inmigrantes, es el resultado de una ecuación entre la imagen de sí mismos derivada de su historia personal, y aquella que surge de sus expectativas futuras. El presente es el momento que agrupa a las experiencias que el sujeto interioriza y utiliza tanto para interpretar su pasado, como para imaginar su futuro” (317-318). A consecuencia de las tensiones antes esbozadas, la identidad personal del sujeto emigrante se caracteriza por su carácter ambivalente, al pertenecer a dos mundos y vivir en permanente tensión entre ellos. Regresar al país de origen es un proyecto que no pierde vigencia; sin embargo, el deseo por arraigar en el lugar de destino también se abre paso, de allí la permanente ambivalencia, “en lo real compañeros que luchan por la supervivencia (…), en lo imaginario dos polos: en el origen, la familia que espera y depositó sus expectativas de cambio en él; en la meta, ilusiones y miedo ante un mundo desconocido al que enfrentarse” (Sanfeliu, 2010: 77-79). Este rasgo de permanente ambivalencia que caracteriza al sujeto emigrante se explicita, también, en la percepción que tienen los nativos de España respecto de los emigrantes ecuatorianos, la cual fluctúa entre la valoración positiva, que los cataloga como gente buena, amable, servicial, dócil y que se adapta con facilidad frente a una opinión paralela, que los caracteriza como personas que tienen problemas alcohólicos, que conducen coches sin licencia, que se pelean entre ellos, que pegan a sus mujeres o tienen problemas relacionados con las rupturas de las parejas (Cfr. Carrillo, en Programa Andino de Derechos Humanos, 2005: 334). 358 En estas complejas circunstancias, desde la perspectiva de los protagonistas del desplazamiento físico originado en el Ecuador, los cambios bruscos en las actividades cotidianas y las nuevas experiencias vitales les generan fuertes tensiones identitarias, a consecuencia de las cuales les asaltan una serie de interrogantes, propias del llamado Síndrome de Ulises, como las siguientes: ¿Dónde estoy? ¿Qué va a ser de mi vida? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué vine? ¿Por qué no estoy allá? (Cfr. Ampuero, 2014: 29). Otras interrogantes que devienen una vez que se ha concretado el viaje emigratorio y que también topan el tema de la identidad personal del protagonista del movimiento poblacional son las siguientes: “¿quién eres?, ¿cómo te sientes?, ¿quién quieres ser?, ¿cómo quieres ser?” (Aguirre, 2014: 145). Como una estrategia para responder a estas inquietudes y superar las dificultades que tienen que atravesar los emigrantes ecuatorianos sienten la necesidad de verbalizar y proclamar ante los nativos del país de destino, que se constituyen en los diferentes, los “otros”, la identidad personal que los define como tales, tal como lo testimonia Diego Falconí Trávez, quien cuando se presenta ante sus compañeros el primer día de clases en la Universidad Autónoma de Barcelona considera de vital importancia presentarse a sí mismo: “me llamo Diego y soy ecuatoriano. Soy abogado y estudié una cosa que se llama artes liberales. Ahora estoy en este doctorado y en España porque quiero cambiar mi rumbo hacia la literatura” (Falconí, 2014: 159). Otras señas de identidad personal y orientación sexual que este emigrante considera pertinente resaltar y hacer conocer a quienes conforman el nuevo entorno social, en el que le corresponde desenvolverse, son las siguientes: “visto pantalón, hablo con voz gruesa, controlo mi cuerpo apropiadamente y no me muestro (muy) amanerado (…). La performatividad en este escrito, ahora mismo, me sirve para explicar cómo mi ecuatorianidad se adhería a mi cuerpo de hombre, de mestizo, de clase media, de homo­ marica-gay” (Falconí, 2014: 161). Parecida necesidad de autoidentificación personal es la que siente una artista ecuatoriana, que se encuentra como emigrante en Italia, motivo por el cual considera pertinente presentarse a sí misma frente a los potenciales lectores de su crónica testimonial: “Soy María Rosa Jijón, artista visual, mediadora cultural y activista por los derechos de los inmigrantes; esta combinación de actividades comenzó de la manera más natural cuando en el año 2000 inmigré por motivos personales a la ciudad de Roma, Italia” (Jijón, 2014: 219). Esta necesidad de autoidentificación es muy similar a la que se representa en el cuento “Una mujer frente a un río”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en cuyo discurso narrativo, la protagonista Laura, cuando entabla amistad con una mujer nativa de España que comparte la 359 admiración por la figura de Antonio Machado y su poesía, a quien conoce en la ciudad de Soria, “en el parador que había sido morada del poeta”, estima necesario hacer conocer su identidad personal de emigrante y en sus propias palabras se autodefine como una “sudamericana, ahora sin trabajo, desdichada en el amor y admiradora de Machado” (Cárdenas, 2014: 61). En esta misma direccionalidad de pensamiento de los ecuatorianos, la necesidad de remarcar o recuperar la identidad personal de los sujetos emigrantes se patentiza, también, en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, en el cual el protagonista siente la sensación de haber perdido los referentes identitarios, a consecuencia del viaje y de haber llegado a un país totalmente desconocido, sentimiento que está muy presente entre los ecuatorianos en el extranjero, conforme le acontece a Manuel Sarango, quien en primera persona gramatical manifiesta: “Esta misma noche, cuando conocí a Washo Lema en la discoteca Matiz, terminé por desubicarme del todo. El viaje se me desbarajustó: yo ya no era yo ahora. Y, aunque siga siendo yo, parece que ya no tengo ni nombre” (Carrasco, 2011: 50). 1.2. El emigrante ecuatoriano, un buscador permanente En la representación y recreación literaria de la identidad personal presente en los cuentos analizados, a través de los protagonistas de las ficciones narrativas, se ponen de relieve algunas de las características de los emigrantes ecuatorianos. En primer lugar, sale a flote una de las características privativas del ser humano, que es el de ser un buscador permanente, en cuyo interminable proceso “ha tropezado con muros y abierto puertas para reconocer, desde esos umbrales descubiertos, el espacio de lo establecido y aquello que permanece a su espera. Porque siempre el hombre ha sabido estar en el límite que desafía cualquier orden de lo real” (Zemelman, 1998: 8). En este permanente proceso de búsqueda de nuevos horizontes, de nuevos soles, de nuevos amaneceres, el emigrante reciente está siempre de luto por haber tenido que dejar atrás la tierra de origen, las rutinas, las prácticas culturales, la familia y las amistades. Está de duelo, también, por la desintegración de su mundo emocional, su lengua, su habla y su cultura. Estos momentos de evidente crisis de identidad son los que lo inducen a la reflexión sobre la pertinencia de su proyecto emigratorio, así como tratar de formular y responder a una serie de preguntas que aluden a su propia y cambiante identidad personal. 360 En el cuento “La voz de los migrantes”, de Carolina Andrade Freire, luego del retorno al pueblo de origen (Hermosita), Rosario Vera Ortiz, la protagonista del viaje emigratorio hacia Estados Unidos, en respuesta a las interrogantes del médico rural del pueblo sobre por qué había regresado, al tiempo que trata de responder al interlocutor reflexiona sobre el sinsentido de la búsqueda que emprendió cuando, movida por la desilusión del lugar de origen, abandonó el Ecuador. En palabras de esta narradora protagonista: “Me fui buscando un mejor futuro, así decimos todos ¿verdad? Y, después de casi diez años, ya no entendía cuál futuro era el que buscaba” (Andrade, 2003: 68). Este afán de búsqueda se evidencia, incluso, en el caso de los emigrantes solitarios, a quienes nadie espera en el desconocido lugar de llegada; sin embargo, si bien tienen la certeza de que nadie los va a recibir en la terminal aeroportuaria de arribo siempre hay la tendencia a buscar, a mirar en todas las direcciones del lugar de llegada con la vana ilusión de encontrar a alguien que los reconozca, les dé importancia y les dote de sentido a la vida; pues, como dice el protagonista del cuento “Cómo se llamaba ese país”, de Lucrecia Maldonado Rodríguez, en frases de muy intensa emotividad: “de repente uno sabe que nadie nos espera en ninguna parte y sin embargo sigue buscando con los ojos alelados aleteantes de sombras viejas la cara conocida que tal vez nos identificó entre la multitud” (Maldonado, 2004: 77). En el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, en la búsqueda que emprende Manuel Sarango de la identidad del polémico árbitro de fútbol ecuatoriano Byron Moreno, llega al cuestionamiento de su propia identidad personal. En palabras de este ecuatoriano en Europa: “Pero sé que traje a Milán toda aquella sensación de incertidumbre, ¿quién es él? Y llegué acosado por el monstruo de ¿quién soy yo? (…). Soy ecuatoriano sin duda alguna. Pero precisamente ahí estaba la duda, ¿acaso todo esto te concierne a ti, Manuel Sarango? Comprendí que debía acostumbrarme a la dificultad de convivir con un personaje tan dudoso” (Carrasco, 2011: 33). Las dudas sobre la identidad personal que inquietan a Manuel se hacen evidentes para quienes integran su entorno, conforme lo advierte con toda claridad su pareja sentimental, la italiana Giulietta, quien manifiesta que cuando fueron a Milán a visitar a la madre de ella, el emigrante ecuatoriano “ya andaba con eso de buscar a sus paisanos, atormentándose con esas falsedades de ¿Quién soy? ¿Qué somos?” (50). En respuesta a la necesidad de superar esta sensación de vacío, de extrema soledad y de no ser nadie en el país de destino emigratorio, se emprende la búsqueda de un ancla, aunque solo sea simbólica en el país de origen y entre quienes se quedaron en él. En esta direccionalidad, para sentirse alguien, para escuchar voces conocidas, para creer que hay 361 personas que se interesan por lo que le acontezca en su vida, se busca la manera de comunicarse con los familiares que permanecen en el Ecuador y porque, además, a la comunicación se la considera como una condición indispensable, aunque no suficiente, para la constitución de la identidad personal, motivo por el cual “nadie ignora que la ‘capacidad de comunicar’ es para el hombre, como para cualquier especie viviente, la condición indispensable de ‘ser en el mundo’, es decir de su supervivencia” (Virilio, 1996, citado por Donoso, 1998: 159). Una experiencia de esta naturaleza es la que se representa en el relato “La decisión”, de Gladys Rodas Godoy, en el cual la protagonista, cuando llega a la ciudad de Madrid y es acogida en el hacinado piso compartido de una compatriota suya, lo primero que hace es tratar de comunicarse con los familiares que quedaron en el Ecuador a las espera de los recursos económicos que les permitan sobrevivir: “Arregló como pudo su pequeña maleta bajo el sillón y pidió a su amiga la llevara a donde podría hacer una llamada, era lo primero que necesitaba hacer antes de empezar su nueva vida. Tenía que escuchar la voz de sus hijos, saber que estaban bien, que podrían seguir sin ella, necesitaba tomar fuerzas para no derrumbarse” (Rodas, 2014: 15). 1.3. Los amores fugaces, como una característica de la modernidad líquida En una línea de análisis bastante diferente, a la caracterización de los emigrantes ecuatorianos efectuada en páginas anteriores, es necesario patentizar que cuando ya se encuentran en los países del Hemisferio Norte, algunos de ellos se sienten influenciados por algunos de los comportamientos culturales de la denominada modernidad líquida. Desde esta perspectiva y para explicar las características de las relaciones sociales y de pareja de la época actual se hace necesario retomar los planteamientos formulados por el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, quien propone la pertinencia de diferenciar entre la “modernidad sólida”, a la que corresponde también una identidad sólida, frente a la muy reciente “modernidad líquida”, en la que los individuos adoptan identidades líquidas, fluidas, que cambian rápidamente, que son inestables, negociables, transitorias, revocables (Cfr. Carvajal, 2006: 200). En tiempos de modernidad líquida, las relaciones humanas se caracterizan por su transitoriedad, por su fugacidad: “nuestra sociedad ‘ha hecho que las amistades, las aventuras amorosas y los matrimonios profundos y duraderos sean cada vez más difíciles de encontrar’” (Bauman, en Hall, 2003: 65). En la dirección del pensamiento del autor citado, Adrián 362 Carrasco Vintimilla sostiene que los amores líquidos son “las relaciones de bolsillo, que se pueden utilizar en caso de necesidad, pero que también pueden volver a confinarse en las profundidades del bolso cuando ya estorban. Las actuales ‘parejas abiertas’ abominan del compromiso, en particular el compromiso a largo plazo, lo toman como una trampa que debe evitarse a toda costa” (Carrasco, 2011: 68). Desde esta perspectiva, el desplazamiento físico de las personas de un país a otro los ubica en una situación ideal para el establecimiento de amores líquidos, en tanto se desenvuelven dentro de esa oposición borrosa entre el aquí del presente y el allá del pasado. Sobre los amores líquidos Giuletta, una de las narradoras en segunda persona del cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, al contar la historia de su relación de pareja con el emigrante ecuatoriano Manuel Sarango recuerda que este aludía, en más de una ocasión, a que el vínculo sentimental que ellos mantenían es el típico de un amor líquido propio de la época actual; por ello, desde que llegan a la ciudad de Messina, “la verdad sea dicha, le escucho ese cuento insoportable de que la nuestra es una relación desechable. Ahora afirma que no le queda duda, que el nuestro era un amor descartable, que podríamos desecharlo de en medio en cualquier momento, sin complicaciones. El muy presumido hace lo posible por demostrar que somos una no pareja” (Carrasco, 2011: 19-20). Esta misma narradora, frente a la frialdad e indiferencia de Manuel, más adelante, habla de que pensaba en una traición para tratar de reanimar el amor de pareja que, de manera paulatina, se diluía e iba camino a la definitiva extinción. En palabras de la doctora italiana: “a veces tenía la peregrina idea de que quizá el adulterio nos haría bien a ambos o, por lo menos, nos abriría una salida. Hay parejas a las que la traición les anima, les hace soportar el deterioro y el desgano” (49). Y como lo expresa el propio Manuel, al final de la narración, mientras lleva a Giuletta a la cama: “ella viene contenta, ella sabe que es la del estribo” (55). Es decir, la última relación, para despedirse sin sentimentalismos y no volverse a ver nunca jamás. En el cuento “De aquellos lares, de aquestos cielos”, de Raúl Pérez Torres, de similar forma a lo que acontece en la narración de Adrián Carrasco Vintimilla, la supuesta relación amorosa entre el emigrante ecuatoriano Martín y la escritora francesa Simone de Beauvoir, está condenada al fracaso. En este relato, es el ecuatoriano quien asume la condición de los amores líquidos característicos de la modernidad líquida y, en esa perspectiva, el poder de decidir cuándo se da por concluida la relación sentimental de pareja, tanto en París como en Quito; para ello, “a partir de entonces, y sin poder satisfacer ninguna expectativa, esgrimió el 363 arma de la prepotencia, mientras Simone se dejaba estar con una serena sofisticación que hacían más deleznables los sentimientos del estudiante” (Pérez, 2004: 65). Cuando deciden radicarse en el Ecuador y las relaciones de pareja se vuelven a enfriar, de nada vale que Simone de Beauvoir reconozca y valore que el amor a la ciencia y otras cosas positivas en su vida, las aprendió del emigrante ecuatoriano: “de ti, tú me has enseñado todo, yo solamente estoy tratando de tomar la posta (…), no creo que lo haga tan mal, me acaban de dar otro contrato y debo prepararme. Si tú quisieras…” (69). Y como Martín le contesta “yo no quiero nada. Quiero dormir. Apaga la luz”, Simone comprendió, “entonces que lo que buscaba ese Inca moderno era lavarse viejos rencores, viejas humillaciones, tan viejas como la historia de esta parte del mundo y le entró al juego hasta llegar a parecerse, hasta llegar a olvidarse de los Campos Elíseos y del Boulevard de Clichy suplantarlos por la cordillera andina o las lagunas de Ozogoche” (70). Pero a la final nada tiene importancia, porque Martín no está para reconciliaciones que permitan cultivar un amor duradero y hasta el último momento le insiste a su pareja que se lleve todo, porque para él nada relativo a ella o que le traiga sus recuerdos amerita preservarse; por ese motivo, pese a su profunda inclinación por la cultura letrada, sus palabras de despedida final son: “llévate los libros”, con lo cual le pone punto final a una relación que estaba destinada a ser líquida, efímera, pasajera, momentánea. 2. Crisis de identidad personal del sujeto emigrante Según el filósofo canadiense Charles Taylor, la crisis de identidad se refiere a una “forma aguda de desorientación que la gente suele expresar en términos de no saber quiénes son, pero también se puede percibir como una desconcertante incertidumbre respecto del lugar en que se encuentran” (Taylor, 1996: 43). Para el sociólogo ecuatoriano Manuel Espinosa Apolo, la crisis de identidad se refiere al “extraviamiento, ausencia o confusión de la conciencia [de sí mismo] o del grupo (…). La ausencia de esta conciencia o la pérdida del yo, como en los casos clínicos de alienación, anonimia, incomunicación, etc., es denominado como ‘crisis de identidad’” (Espinosa Apolo, 1995: 34). En el marco de la crisis de identidad personal es necesario poner de manifiesto que entre los emigrantes que recién llegan al país de destino se producen situaciones bastante contradictorias y críticas, las cuales “pueden provenir del conflicto entre el deseo de 364 confundirse con los otros para no sentirse marginado ni ‘distinto’, y el deseo de diferenciarse para seguir sintiéndose ‘él mismo’, conflicto que puede originar momentos confusionales por la mezcla entre los dos deseos, dos tipos de sentimientos, dos culturas, o momentos de despersonalización o desrealización” (Grinberg, 1996: 89). El denominado transnacionalismo constituye una evidencia de la crisis de identidad que vive el emigrante mientras permanece en el país de destino sin haberse olvidado el lugar de origen, por lo que desarrolla su vida “entre el aquí y el allá, el país de origen y el de destino, cuando no en una diáspora que condiciona sus estilos de vida, sus intereses socioeconómicos y políticos, sus expresiones y sentimientos de pertenencia, sus identidades culturales” (Suárez, 2004: 295). Con base en los razonamientos antes expuestos, se advierte que el concepto de identidad personal entre los emigrantes no constituye algo fijo e inmutable sino que se encuentra en permanente construcción y reconstrucción, de allí el sentido de crisis y labilidad que le es ínsita a esta categoría conceptual, porque “las identidades nunca se unifican y, en los tiempos de la modernidad tardía, están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca son singulares, sino construidas de múltiples maneras, a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a menudo cruzados y antagónicos” (Hall, 2003: 17-18). En palabras de Zigmunt Bauman, buscan el anclaje de la identidad quienes, por una u otra razón, entran o permanecen en crisis; desde este razonamiento: “pensamos en la identidad cuando no estamos seguros del lugar al que pertenecemos (…). La identidad es una proyección crítica de lo que se demanda o se busca con respecto a lo que es; o, aún más exactamente, una afirmación indirecta de la inadecuación o el carácter inconcluso de lo que es” (Bauman, en Hall, 2003: 41-42). Es que, como lo ha patentizado el autor ya citado, desde la estabilidad de la modernidad se ha pasado a lo transitorio y volátil de la postmodernidad, así “como el peregrino fue la metáfora más adecuada para la estrategia de la vida moderna preocupada por la sobrecogedora tarea de la construcción identitaria, el paseante, el vagabundo, el turista [el migrante] y el jugador proponen en conjunto, a mi juicio, la metáfora de la estrategia posmoderna, motorizada por el horror a los límites y la inmovilidad” (52). En similar orilla de pensamiento, los psicoanalistas argentinos León y Rebeca Grinberg afirman que existen “acontecimientos que implican cambios importantes en la vida de un individuo, como el de la migración, pueden convertirse en factores desencadenantes de amenazas al sentimiento de identidad” (Grinberg, 1996: 86). Una palmaria demostración de que entre los emigrantes es bastante común la crisis de identidad constituye el hecho de que algunos de ellos recurren a las cirugías estéticas para ocultar los rasgos físicos de origen y así 365 pretender parecerse a los que predominan entre los nativos del país de destino, conforme lo ponen en evidencia los resultados de investigaciones que se hacen al respecto, según los cuales: cientos de inmigrantes (…) recurren a la cirugía plástica para ocultar sus rasgos somáticos considerados ´demasiado étnicos´. La rinoplastia es la intervención de mayor demanda, siendo la nariz uno de los rasgos más representativos del propio origen (…). Estos testimonios evidencian la voluntad de ocultar el origen étnico, de pasar inadvertidos y de conformarse a los cánones de belleza del contexto de llegada (Pagnotta, 2014: 77). Al referirse al Ecuador como país emisor de emigrantes internacionales, hay opiniones que valoran los momentos de crisis como los más fructíferos a la hora de aportar en el proceso de construcción de la identidad personal o de la naturaleza que esta fuera, tal como lo menciona uno de los informantes de calidad entrevistados por Martha Traverso Yépez, quien manifiesta que en el momento “en que se forma esta identidad es en crisis o se forma cuando hay una identidad, un objetivo común supremamente fuerte” (Traverso, 1996: 234). En relación a la crisis de identidad, incluso entre quienes jamás han salido del Ecuador, el factor étnico ocupa un lugar de privilegio en el emergimiento de la crisis de identidad, que afecta a estos sectores poblacionales, los cuales, a través de la historia, han sido segregados por los representantes de las clases sociales dominantes criollas y que evidencian una “cruda desvalorización de las culturas andinas del Ecuador y comporta una adhesión incondicional a la civilización europea [lo que] ha provocado un desarraigo por negación de lo indio, generando en el heterogéneo pueblo ecuatoriano una permanente crisis de identidad cultural” (Quintero, 2005: 28). Las complejas circunstancias por las que atraviesan los emigrantes ecuatorianos desencadenan severas crisis de identidad, momentos en los cuales las personas que las padecen llegan a dudar hasta de su propia existencia, de quiénes han sido en el pasado, quiénes son en el presente o quiénes podrán llega a ser en el futuro, conforme lo testimonia la emigrante ecuatoriana Paulina León Crespo: “yo me pregunto si esta existencia, esta nueva existencia límbica, de tiempo indeterminado (…), es realmente solo un paréntesis de mi existencia, o sea una nueva existencia. O es el quiebre: ¿el paso de una antigua existencia a otra nueva? ¿Soy capaz de tener varias existencias: paralelas, perpendiculares, enmarañadas, espiraladas?” (León, 2014: 282). Parecida experiencia de crisis de identidad, aunque con mayores niveles de complejidad, es la que experimenta el cineasta guayaquileño Darío Aguirre, en relación a su propia identidad personal. En elocuentes palabras suyas: “luego de diez años me siento 366 adaptado pero al mismo tiempo no perteneciente. Ahora tengo treinta años y todavía no sé quién soy. Es una inseguridad mía o un problema de nuestro tiempo” (Aguirre, 2014: 259­ 260). En el caso de este artista, en la permanente búsqueda de su identidad personal, ni tan siquiera el nombre y apellido de pila le resulta un marcador de identidad personal que lo defina como un ser humano único e irrepetible en el planeta, al llegar a descubrir que hay muchas personas con su mismo nombre y apellido. Según su relato: “este viaje empezó en el internet. Puse mi nombre en Google y me di cuenta de que no soy el único Darío Aguirre. Hay cientos de personas con mi nombre. Decidí escribirles e-mails y cartas a los otros Daríos Aguirre. Cinco me contestaron y me invitaron a pasar unos días con ellos y sus familias. Acepté la invitación, quería ver qué me hace diferente a los otros” (Aguirre, 2014: 261). En el caso de este emigrante, la búsqueda de la identidad personal la sigue pergeñando mediante el arte cinematográfico y, a la final, concluye que “ahora sé que saber quién soy es aceptar mi historia, las distintas etapas de mi vida” (Aguirre, 2014: 265). Como consecuencia de esta crisis de identidad personal y de no lograr integrarse en el lugar de residencia, el sujeto emigrante cae en la compleja ambivalencia de no saber a dónde mismo pertenece, se mantiene como en el limbo, sin tener un lugar fijo en el que anclarse: “soy de allá, pero soy de aquí (…). Soy de ambas partes (…). Aparecen las figuras impostoras del vende patria, del camiseteado, del ridículo, de la Malinche, del traidor a la patria, del agringado, del españolizado, del metidoagente, del gringo de cuarta, del disque español, del disidente, del sospechoso, del tirado a gringo, del vendido” (Ampuero, 2014: 37-38). Por ello, como dice esta autora, en relación a su propia identidad personal de emigrante, “ni ecuatoriana ni española. Me ubico en un tercer espacio fronterizo, lejos del logocentrismo. La rigidez de los conceptos patrios: identidad, pureza, pertenencia es una camisa de fuerza innecesaria para quien, como yo, ha optado por vivir en el margen, en la fractura, en la frontera, in between” (38). Como en la película Ni de aquí, ni de allá, los protagonistas del desplazamiento físico originado en el Ecuador se ubican en una compleja situación límbica al no considerarse ya parte del país de origen pero sin sentirse tampoco integrados en el Estado nacional de destino, tal como lo testimonia una emigrante ecuatoriana que fue entrevistada, en una de las investigaciones que se han desarrollado en torno a este complejo fenómeno sociológico, que ha cobrado inusitada fuerza en los últimos años: “Nosotros inmigrados somos un poco así, extranjeros en Italia y extranjeros en nuestra casa. Porque, cuando uno vuelve, no encuentra más las cosas que pensaba. Yo en mi país no conozco a casi nadie, todos salieron fuera, a Europa. Las otras amigas son casadas. Sí, está la familia y nadie más” (Pagnotta, 2014: 78). 367 Esta ambigua situación de los emigrantes ecuatorianos la ratifica otra entrevistada, quien expresa: “porque has aprendido a ser un poco italiana. Pues, estás aquí pero extrañas allá; vas allá, y extrañas acá (…) te sale también una crisis, de decir: ´ ¿Dónde carajo me encuentro?´” (79). La crisis de identidad personal que afecta a los emigrantes ecuatorianos ha sido ampliamente representada y recreada en las obras de narrativa breve seleccionadas como objeto de estudio. En el cuento “Johnnie the man”, de Edwin Ulloa Arellano, Juanito, primero, o, Johnnie, después, el personaje protagonista de la ficción narrativa, desde su estancia en el Ecuador adolece de una severa crisis de identidad personal, que parte de la orientación sexual, al convertirse en pareja sentimental de un famoso homosexual guayaquileño: “Estabas perdido… comerse un maricón no solamente trae mala suerte sino que es un estigma. El que monta no es cacorro, mascullas, estrujando el pelo para apretar las palabras que te arrojaron en cara: Juan es Meco… el marido de Ladrón de Levita” (Ulloa, 1991: 166). En esta historia, la crisis de identidad persigue al protagonista hasta el país de destino emigratorio y se mantiene muy presente cuando retorna a Guayaquil con el ánimo de quedarse de manera definitiva, ya que por más esfuerzos que haya hecho para cambiar la vestimenta y apariencia externa, mientras camina en compañía de su familia, por uno de los centros comerciales de la ciudad origen, se siente observado e identificado: “No lo han olvidado, este mundo ha dejado de ser tuyo, no te pertenece y, aún cuando han pasado tantos años, sigues siendo un delincuente juvenil, cachero de maricones. Reclamas a Bubba… eres un niño pendejo que esconde sus mentiras bajo las faldas de su madre” (169). El protagonista del relato, como consecuencia de no haber podido superar el estigma social en la urbe de nacimiento, abandona el acariciado sueño de convertirse en propietario de un negocio y casarse con una mujer honesta, ya que a la final no pasa de ser el mismo Johnnie the man, no obstante haber pretendido modificar su identidad personal, luego del viaje emigratorio a Estados Unidos, país al que decide reemigrar: “te ríes, eres un hijueputa Johnnie y lo admites mientras preparas los papeles para regresar nuevamente a Los Ángeles en busca de tu identidad y núcleo” (170). En el cuento “La voz de los migrantes”, de Carolina Andrade Freire, la protagonista principal de la ficción narrativa: Rosario Vera Ortiz, pone en clara evidencia la crisis de identidad personal que la afecta, en virtud de que por su condición de emigrante su ser se escinde entre dos lugares: el de partida y el de llegada. Un allá y ayer, en donde está la mente y el espíritu y un aquí y ahora, en donde solo está la materialidad del cuerpo, produciéndose una problemática doble ausencia de la que se hablaba en la introducción de esta tesis. Esta 368 compleja circunstancia vital de la protagonista del relato se pone de manifiesto en la conversación que mantiene con el médico rural de Hermosita, el Dr. Rafael Jiménez, a quien le manifiesta: Los que nos vamos dejamos espacios vacíos que son estúpidamente respetados por los que se quedan, ¿has notado eso en este pueblo?, y, cuando llegamos a otro lado, los del otro país ni viéndonos quieren aceptar que estamos allá. Una puede estar en un lado y puede estar en ninguna parte. Por ejemplo tú, doctor. Estás aquí pero no estás aquí. Tu corazón ya se fue a Canadá y ojalá todavía esté allá para cuando llegues y lo nombres en francés. Tampoco estás ni estarás en tu citi, ¿dónde coño estás? Tus libros no son un lugar. Yo me fui hasta Estados Unidos, y nada. Recién llego a Hermosita antes no estuve, ahora sí porque ya sé quién soy. Hay que saber quien se es, o por lo menos quien no se es, para ocupar un lugar, y ese lugar tiene que ser diferente porque tú estás ahí, ¿tú entiendes? (Andrade, 2003: 72-73). En los cuentos ecuatorianos analizados se advierte que hay casos extremos de crisis de identidad personal y de hiperbólica percepción de la misma, en los que por las condiciones infrahumanas en las que han caído los emigrantes ecuatorianos, en un proceso de desdoblamiento psíquico, se sueña con otra identidad, de la que los separa un abismo de distancia, conforme le acontece al narrador protagonista del relato “Premoniciones del exilio”, de Patricio Viteri Paredes, un ecuatoriano mendigo y alcohólico en las calles de la ciudad de Madrid, que se imagina ser un ejecutivo de ventas y tener una esposa y una enternecedora hija y para cerciorase que no constituye una mera ilusión lo verbaliza, aunque solo sea para sí mismo: “Soy un hombre, tengo treinta y cinco años, me llamo Patricio, mi esposa se llama Consuelo y mi hija Elisa, vivo en Madrid desde hace ocho años en Isidra Jiménez Nº 5 y provengo de un país latinoamericano por donde pasa una línea que no existe” (Viteri, 2004: 101). A pesar de los ensueños de este personaje, hay momentos en los que se despierta del delirio alcohólico, se enfrenta a la dura realidad del presente y él mismo se observa y describe externamente como el mendigo harapiento, maloliente, sin techo ni familia, en que ha llegado a convertirse, luego de un lento proceso de movilidad social descendente y de degradación moral y física: Llevo unas botas muy grandes y enlodadas que alguna vez fueron marrones; el borde exterior de la bota derecha está descosido y de allí brota, como una lengua mugrienta, un trozo de calcetín negro. Visto unos vaqueros demasiado anchos y empapados desde las deshilachadas bastas a las rodillas; hay manchas de comida en los muslos y en las ingles. Traigo un abrigo azul que me cubre hasta el culo y tiene parches en las axilas, en un codo y en los puños; también llevo jerséis y una camiseta por dentro (tampoco huelo tan bien que digamos) (Viteri, 2004: 102-103). 369 La cruda realidad del protagonista, que deviene luego de auto percibirse como el mendigo en que se ha convertido, es ratificada por un amigo español de similar condición, quien le enrostra: “¡Me cago en tus muertos ecuatoriano! (…) ¡No me digas que te golpearon por creer que cualquier tía con una niña eran tu esposa y tu hija! Lo que me extraña es que no te hayan matado todavía. Ya me han contado que duermes en casas abandonadas, que hablas de libros y te crees un señorito. ¡Ja, ja, ja!” (Viteri, 2004: 103). Cuando el proceso emigratorio ha golpeado al sujeto y lo ha puesto en situaciones límites de mendicidad e indigencia, la crisis de identidad personal es tan pronunciada que, incluso, se llega a dudar de quién mismo es uno, de dónde proviene y hacia dónde se dirige; conforme lo pone en evidencia el narrador omnisciente de “Cómo se llamaba ese país”, de Lucrecia Maldonado Rodríguez, el cual expresa: “De repente la sensación de (…) volver a la cuna caliente de volver al hueco profundo y oscuro del abrazo mayor y de no acordarse ni saber de qué color eran los ojos de la madre ni quién mismo es uno ni cómo se llamaba ese país” (Maldonado, 2004: 79). 3. Las identidades múltiples, otra expresión de la crisis entre los emigrantes Hay que tener presente, también, que las incertidumbres y zozobras propias de una época de cambios o, más bien un momento histórico de cambio de época, como es la contemporánea repercute, con inusitada fuerza, en los procesos de construcción y reconstrucción de la identidad, que caracterizan a los sujetos posmodernos y, de manera especial, a los emigrantes económicos provenientes del Hemisferio Sur, en razón de que ya no hay ni referencias estables ni las pertenencias definidas que otrora servían para fijar horizontes y contenidos en la configuración identitaria de un nosotros y de un yo (Cfr. Gómez, 2000: 11). En estas nuevas y complejas circunstancias emergen preguntas que hay que tratar de responder en medio de incertidumbres crecientes, en un mundo en el que todo cambia muy de prisa y para hacerlo son necesarios los sentidos de pertenencia, los referentes identitarios, los marcos de orientación, los valores compartidos, el sentido de lo que somos y hacemos en el presente y en el futuro (12). De manera adicional, hay que tener en cuenta que, a consecuencia de la complejidad del entorno familiar, comunitario y social amplio en el que se desenvuelven los seres 370 humanos, en sentido general y los emigrantes, en particular, advienen las identidades múltiples que los define y caracteriza, por cuanto “todo individuo se maneja simultáneamente en varios círculos, desde el individual y familiar, hasta el más amplio de pertenencia a una comunidad, región, nación o país, pasando por el del grupo político, étnico sindical o profesional en el que se desenvuelve” (Aínsa, 2012: 112-113). En el caso específico de los emigrantes, una expresión de las identidades múltiples que los caracterizan a muchos de ellos constituye la doble nacionalidad que adquieren algunos, circunstancia que complica aún más la identidad personal de quienes toman esta decisión. Las repercusiones se hacen sentir, en todas las formas de expresión de la identidad de las personas, como individuos o como parte de un grupo social mayor: así puede explicarse el cada vez más importante fenómeno de la doble nacionalidad, al que irónicamente podríamos llamar “bigamia” de patrias, bipatrismo que caracteriza la situación de buena parte de los exiliados e inmigrantes. Tener doble pasaporte no es simplemente una comodidad para cruzar fronteras, sino un documento que traduce una situación de hecho en que parte de una identidad ha cedido su espacio a un territorio de adopción (Aínsa, 2012: 115). Claro ejemplo de una persona, en concreto, que se auto percibe como portadora de identidades múltiples es Amin Maalouf, quien ante la pregunta de qué se siente más, si francés o libanés, siempre responde lo mismo: “¡las dos cosas!”, porque “lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese tratar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad” (citado por Nebreda, en Gómez, 2000: 152). En los cuentos ecuatorianos analizados un ejemplo de identidad múltiple, presente en un mismo sujeto, es el que se pone de manifiesto en el relato “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, en cuya historia ficticia Aron Bello, uno de los personajes protagónicos de la historia se autodefine como “ecuatoriano y a mucho orgullo, pero también soy un catalán de pies a cabeza” (Carrasco, 2011: 25). Al final del mismo relato, Manuel Sarango alude a las varias identidades que se le atribuyen al controvertido ex árbitro ecuatoriano de fútbol Byron Moreno, quien pasó de ser el árbitro ladrón que robó un partido a Italia en el Campeonato Mundial de Fútbol del año 2002, cuyo nombre en sentido irónico se le dio a cuatro urinarios públicos de una plaza, hasta ir desdibujando esa memoria de personaje maldito y ser reconocido con el nombre de la plaza entera y con ello comenzó a escribirse otra historia; pues como dice uno de los narradores testigos de la historia: “Byron Moreno encontró diversas formas de estar en la plaza. Quizás a todos los que venimos de allá nos sucede igual mudanza: a tira y jala con los cambios encontramos alguna forma de vivir en 371 estas tierras” (55). En razón de las anteriores reflexiones se puede ratificar que la identidad personal de los sujetos emigrantes ecuatorianos es algo mudable, cambiante, flexible, temporal. Nunca algo inamovible y fijo, de una vez y para siempre. 4. Los cambios que genera el proceso emigratorio en sus protagonistas Los emigrantes ecuatorianos, por el hecho de insertarse en Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Boreal, en donde se manejan escalas de valores y patrones culturales distintos a los del país de origen atraviesan, necesariamente, por un proceso de reacomodo o cambio identitario. Desde esta perspectiva, en palabras de Alberto Acosta, “la confrontación de una sociedad ajena, que rara vez concede reconocimiento social (en especial a los y las irregulares), transforman la visión que el individuo tiene de sí mismo y le otorgan una identidad distinta (…). Al formarse su nueva identidad, enriquecen su cultura original con la del país de acogida” (Acosta, 2010: 12). Entre los ecuatorianos, todos los cambios en la imagen que de sí mismo tienen los emigrantes en la ciudad de Madrid, “cobran sentido y continuidad a partir de la coherencia que les da el estar inmersos en un proyecto de lucha por el control del destino” (Thayer, 2007: 106). Ya en el Estado nacional de destino, el cambio más significativo que tienen que afrontar los emigrantes ecuatorianos es el de asumir una vida más individualizada, propia de la sociedad de acogida, tal como manifiesta el investigador citado: “llegar a un contexto extraño donde los lazos afectivos son menores y más débiles que los que han dejado atrás, lleva a los inmigrantes a sumergirse en una sensación de vacío afectivo que conduce, en el mediano plazo, a un quiebre emocional con su pasado y con el contexto donde éste se desarrolló” (Thayer, 2009: 246-252). El abandono del Ecuador, el alejamiento del entorno social más próximo y de las personas que frecuentaba y con las que se interrelacionaba a diario genera, en el emigrante, una serie de cambios bruscos. En el Estado nacional de destino, como dice María Fernanda Ampuero, la movilidad social descendente es evidente e inmediata: “pasas de ser hijo a ser huérfano, sereno a desconcertado, capaz a desvalido, ciudadano a paria (‘sin papeles’, ‘ilegal’), nombre propio a estadística, profesional cualificado a mano de obra barata, conocido a extraño, propietario de la tierra a arrendatario sospechoso” (Cfr. Ampuero, 2014: 30). 372 En el ámbito de los cuentos ecuatorianos estudiados en la presente tesis, en relación a los cambios que genera el proceso emigratorio en sus protagonistas, se pueden describir y analizar algunos ejemplos, comenzando por aquellos en los que se produce el cambio del nombre de pila que les habían puesto los padres en el país de origen y adoptar uno que les parece más conveniente en el destino emigratorio, porque les facilita la posibilidad de integración; pues, como dice la protagonista de uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila: “Yo misma no me llamo Carmen Sanders, como usted cree y me llama, no, yo en verdad me llamaba en el Ecuador Lucinda Garzón. Pero me cansé de llamarme así, me parecía el mío un apellido demasiado sonoro, gutural, odioso, y un buen día dije: me lo cambiaré, qué caray y me lo cambié y no pasó nada” (Galarza, 2009: 190). En el cuento “Aeropuerto”, de Jorge Velasco Mackenzie, los cambios se ponen de manifiesto en la vestimenta, en lo externo, en el cuerpo y en el espíritu de los protagonistas de la emigración referidos en esta narración. En el caso de Alejandra Sánchez, la protagonista principal del relato, por insinuación de su amiga que le dio albergue en Estados Unidos, cambia su presentación externa, a fin de adecuarse a la cultura, costumbres, modales y forma de vida que llevan en la ciudad de Nueva York. En palabras del narrador omnisciente del relato: ella fue quien le enseñó a vivir, le dio esos consejos sabios, pide más, le decía, engorda y Alejandra que era huesos, empezó a tomar emulsiones, a subirse la falda, a beber whisky sin cara de náusea, los hombres deben de ser ricos repetía, nada de engrupimientos, porque el amor no entraba en sus planes, Eugenia era la amiga sabia, la calmosa ninfa del diván que miraba a los hombres con aires de artista sueca (Velasco, 2004: 321-322). En “Johnnie the man”, de Edwin Ulloa Arellano, Johnnie en Estados Unidos o Juanito en Ecuador, cuida su vestimenta y apariencia externa, a fin de que, entre los familiares, amigos y conocidos, se noten los cambios que ha experimentado a raíz de su viaje emigratorio y de esta manera prepara un ambiente más propicio para reinsertarse, en mejores condiciones, cuando retorne a radicarse, de manera definitiva, en la ciudad de Guayaquil: “tenías que venir elegante, eso es cierto (…), los tuyos incansables y admirados por las camisas y el corte de pelo; eres un sueño Johnnie” (Ulloa, 1991: 165-166). Martín, el protagonista del relato “De aquellos lares, de aquestos cielos”, de Raúl Pérez Torres, luego de arribar a Francia y establecer una relación amorosa con Simone de Beauvoir, explicita inmediatos y radicales cambios en los pensamientos, en la visión del mundo, en la vestimenta y en la presencia física, que lo alejaban de las convicciones y expectativas que tenía en su país de origen antes de salir y le abrían las puertas del primer 373 mundo en donde ahora residía: “vislumbró ídolos caídos de su pueblo, esperanzas falseadas, utopías rotas, y se sintió confundido, estafador, estafado. Tiró entonces sus pantalones de un casimir marchito y se enfundó en los jeans que lo igualaban a todos los jóvenes del mundo” (Pérez, 2004: 65). En el cuento “El detective gilipollas”, de Carlos Carrión Figueroa, quienes advierten los cambios en el emigrante retornado son los vecinos del pequeño pueblo, en donde compró una propiedad, construyó una casa y se radicó de manera definitiva. Estas percepciones sobre el protagonista del relato las patentizaron los paisanos cuando fueron interrogados por el teniente político de la parroquia, que dirigió la investigación judicial para esclarecer los verdaderos móviles y circunstancias en que se produjo la misteriosa muerte del protagonista, ocasión en la que “le decían que era un hombre solitario y sombrío, como si tuviera un pesar oculto o lo socavara el pesar de una mujer ingrata (…). Otros que los años de emigrante lo habían envejecido por dentro. No era él desde que había vuelto. Ni el pueblo su pueblo” (Carrión, 2011: 62). En cuanto a los cambios en la escala de valores, existen emigrantes que están muy conscientes de la degradación moral que ha afectado a su identidad personal, como producto de la emigración o al menos de los cambios radicales que se han producido en ellos, conforme lo demuestra el narrador protagonista de “Ya no tengo que llorar”, de Carlos Carrión Figueroa, quien de manera permanente está renegando de los nuevos y negativos rasgos de identidad personal que se han generado en él y en su esposa Maribel, a consecuencia de la emigración desde la ciudad de Loja hacia la capital de España. En esta historia ficticia lo más grave es que de las trágicas repercusiones del viaje emigratorio, el narrador protagonista no avizora ninguna posibilidad de mejora ni salida: “Esta mierda es lo que ha hecho la maldita migración con Maribel y conmigo. Nos ha sacado de nuestro país, de nuestra vida, de nuestro corazón. Ya no somos los mismos nunca más: mi única esperanza de trabajo, de futuro, de alegría, solo es la esperanza de matar a Maribel. Es decir de matarme a mí mismo, Dios mío” (Carrión, 2005: 22-23). 5. La metamorfosis de los emigrantes ecuatorianos Según el Diccionario de lengua española, la metamorfosis hace referencia a la “transformación de algo en otra cosa” o a la “mudanza que hace alguien o algo de un estado a 374 otro, como de la avaricia a la liberalidad o de la pobreza a la riqueza” (Real Academia Española, 2014). Este complejo proceso de transformación identitaria obedece a que el que se va, el exiliado, el emigrante, se abre a un mundo de incertidumbres, de moradas provisionales. En el itinerario, el emigrante sufre vejaciones y violaciones que le transforman hasta el alma; pues como expresa Adrián Carrasco Vintimilla: “En la percepción del país de destino, el inmigrante es el estereotipo de un problema, la imagen de la pobreza y de la cultura ajena. En su nueva ‘casa’, el inmigrante sufre transformaciones emocionales, espirituales, incluso físicas” (Carrasco, 2011: 60-61). Al regreso, si el acariciado sueño del postergado retorno se hace realidad, es un inadaptado, un desarraigado, casi un desconocido por las mudanzas que se han producido, tanto en el emigrante como en uno y otro lado de las fronteras. Una de las expresiones de la metamorfosis del emigrante ecuatoriano, que se dirige con rumbo hacia Estados Unidos, se encuentra en el denominado “Choloboy” que se caracteriza por las pretensiones de “yanquización” o norteamericanización, “como resultado del impacto que provoca en los estratos juveniles citadinos, la cultura de masas transnacional. Esta norteamericanización se manifiesta en sus hábitos citadinos (vestimenta, léxico, preferencias musicales, etc.), y llega a altos niveles de alienación en algunos individuos que viven en condición de emigrados en las grandes ciudades de Estados Unidos” (Espinosa Apolo, 1995: 58-59). Un ejemplo de metamorfosis de las mujeres ecuatorianas que se dirigen a Estados Unidos es el que presenta Linda Machuca. Según esta autora, la mujer emigrante en el país de origen era caracterizada como sumisa, esclava, fácil de dominar, buena para la cocina, sin cultura, poca o ninguna educación y de bajo perfil en la comunidad en la que se desenvuelve; sin embargo, luego de arribar al país de destino y de incorporarse a trabajar, experimenta transformaciones importantes como la independencia económica, que le permite tomar decisiones y actuar con criterio propio; mejora su autoestima y empieza a demostrar su potencial en la sociedad americana; diversifica el horizonte cultural al ponerse en contacto con personas provenientes de diferentes países del mundo; y ya no tiene problemas en ser infiel al percibir que en el nuevo ambiente muchas conductas reprochables en el Ecuador son permitidas. Toda la suma de cambios antes enunciados desembocan en una auténtica “transformación física de su persona, la cual viene acompañada de importantes cambios en su psicología y, lo más importante, también en sus aptitudes y capacidades” (Machuca, en Programa Andino de Derechos Humanos, 2005: 92). En parecida línea de transformación identitaria, para una mujer lesbiana que tenía el deseo de convertirse en hombre, la llegada a otro país se ha convertido en la mejor 375 oportunidad para que se produzca toda una metamorfosis, tanto en la externalidad de su cuerpo como en su psiquis. Según el testimonio que brinda: “Ahora el viaje también ha cruzado fronteras geopolíticas (…), me ha permitido expresarme con mayor intensidad para sacar a luz esos sentires ocultos y cruzar también fronteras corporales. Como por ejemplo el cortarme el pelo o el cambiar mi vestimenta (…). Esta experiencia pone a flote un desbordamiento de mis masculinidades existentes, en mi ser lesbiana” (Aguirre, 2014: 146). Sobre esta experiencia de transformación de la identidad personal es interesante el relato que hace la emigrante, quien cuando, por primera vez, en el país de destino, va a la peluquería para hacerse cortar el cabello y semejar el hombre que siempre había querido ser, para asombro del estilista que la atendió, la ecuatoriana le pidió que le rape el cabello, a fin de que la transformación sea más evidente e inmediata: Al fin opté por decirle: ¡Péleme! El peluquero se asustó y me dijo: ¿Cómo? ¿Está segura? ´ ¡Sí, péleme, le dije!´ (…). Fui descubriendo mi proceso trans y me permití vivirlo. Si la primera salida del clóset fue difícil esta segunda tampoco era tan fácil, incluso encontrándome lejos de mi país. Ahora se cruzaban otros factores: ya no era la ´rara´, ´tortillera´, ahora era rarx, trans y migrante (149). En los cuentos seleccionados como corpus narrativo de análisis, el proceso de metamorfosis tiene varias maneras de ponerse de manifiesto. En el cuento “El regreso”, de Francisco Tobar García, el retorno de Anselmo, el protagonista de la historia, constituye un momento cráter de la narración, en el que se confrontan las distintas expectativas y visiones que tienen los familiares respecto del emigrante retornado que esperan en el aeropuerto de Quito. Por un lado están las inquietudes del padre y de la madre de Anselmo, quienes aspiran que el viaje no haya cambiado demasiado a su hijo: “–Dios que nuestro hijo sea el mismo (…). –Lo que temo es que desentone. Ellos son tan buenos muchachos… Yo sé que vienen del campo, pero no quisiera que mi hijo los mirara, bueno, por encima del hombro” (Tobar, 2005: 48). En razón de estas expectativas de los padres del emigrante retornado, sino fuera por las palabras de la abuela que también estaba presente, ni tan siquiera reconocen al hijo cuando sale desde el interior de la puerta de arribo: “Solo entonces se dieron cuenta los padres que el desconocido era Anselmito (…). – ¡Qué dicha tan grande de verte!– decía la madre; empero no estaba del todo convencida. Ella misma esperaba otro hijo, no a este que salía como brotado de la nada. Su hijo debía ser otro, y ella no atinaba a describirlo–. Casi no te reconozco…” (Tobar, 2005: 50-52). En cambio, entre los primos venidos desde una provincia de la Sierra Norte del Ecuador, a pesar de la mala voluntad y prejuiciosa actitud hacia el emigrante que regresa a su 376 lugar de origen, de similar forma a lo que les aconteció con los padres del protagonista, los radicales cambios en la apariencia física del protagonista los desconciertan: Esperaban un cambio total, pero jamás un cambio que los despistara a ese extremo. ¡Anselmo era un gringo de verdad…! (…) ¡Imposible reconocerlo, si hasta había cambiado de color, ya no era el chagra de tez oscura, sino un hombre blanco, perfectamente blanco! A Pánfilo -el primo mayor- lo que le indignaba era el brillo extremado de los zapatos. ¡No hay derecho a usar zapatos!, dijo a sus primos” (Tobar, 2005: 50-52). Esta visión crítica de los familiares, en contra del emigrante retornado de Estados Unidos, es compartida por Eufemia, una de las vecinas de la familia de Anselmo, quien murmura: “´no les miento, parecía un actor de cine, me muero qué modales, qué iba a parecer hijo de ese chagra que es Roberto y la cholota de la mama´” (51). El propio personaje protagonista tiene su propia auto percepción, aunque no considera que el viaje emigratorio le haya producido cambios tan radicales; por ello, le dice al papá: “– Vaya, papá, ni que no me hubieran visto un siglo. Claro que soy yo, caray, tanto no habré cambiado” (51). Y a la prima Elsa le confiesa que está desorientado: “– Mira, Elsa, yo sé que soy un hombre de campo, hijo de campesinos, aunque haya nacido en Quito. Yo amo a esta ciudad y también la odio. No la entiendo. Voy a volverme loco. No quería regresar, ¿sabes?” (57). En el abigarrado proceso de la metamorfosis de los emigrantes ecuatorianos, tampoco faltan quienes tratan de ocultar hasta el color de su cabello y el de los ojos para poder borrar la identidad de origen y ser admitidos e insertados, con más facilidad, en la sociedad del país de recepción, tal como lo narra un personaje que se cambió el color de los ojos, con el propósito de borrar los rasgos que lo diferencian de los nativos, en una clara muestra de intertextualidad literaria que alude al poeta afrocubano Nicolás Guillén y desde un yo protagonista manifiesta: “que me hubiera imaginado que con el paso de los años iba a tener el pelo rubio y los ojos azules (…). Y no avergüenza decirlo. Yo ya no soy acomplejado (…). Y vea usted, mi señor, ya tengo lo que tenía que tener, como dice el poema del negrito Guillén” (Galarza, 2009: 84­ 85). Otra manera de poner en evidencia la metamorfosis de los emigrantes ecuatorianos es a través del cambio de identidad sexual; complejo proceso de transformación identitaria que se facilita por que Estados Unidos constituye la tierra de la libertad y de las oportunidades para realizar los cambios identitarios que no estaban permitidos en el Ecuador, según lo cuenta el narrador protagonista de uno de los relatos testimonio de Galo Galarza Dávila, quien con inversión de mucho dinero y a base de varias cirugías logra cambiarse de sexo y con ello llega a ser lo que siempre ha querido ser desde cuando vivía en Ecuador: “Mi nombre ahora es 377 Julieta Galindo Macías. En el Ecuador era Julio Manuel Galindo Macías. Toda la vida me tuve que pasar con miedo, escondiendo mi verdadera pasión, mi inclinación natural por los hombres. Solo aquí en esta sociedad libre, y después de gastarme todos mis ahorros me lograron cambiar de sexo” (Galarza, 2009: 106). En el cuento “Te escribiré desde París”, de Raúl Vallejo Corral, Nathalie, una de las protagonistas del relato, narra la historia de un travesti ecuatoriano, quien completa su proceso de metamorfosis a través de una cirugía, aunque luego, cuando ya no hay ninguna posibilidad de vuelta atrás, se arrepienta hasta lo más profundo de su ser el haberlo hecho. En expresiones de esta futura emigrante en París: “Mi amiga se operó y ahora está arrepentida. Estaba pensando únicamente en un busto un poco más grande que estas tetitas que me brotan con las hormonas. Mira, la gente se vuelve loca conmigo por lo que soy. Si me convierto en mujer, pierdo mi encanto” (Vallejo, 1992: 161). Los ejemplos citados permiten demostrar que la acumulación de cambios cuantitativos que experimentan los emigrantes ecuatorianos en los países de destino deviene en cambios cualitativos que los transforman radicalmente, en una verdadera metamorfosis de naturaleza identitaria, hasta llegar a convertirlos en personas radicalmente diferentes de las que eran antes de emprender el viaje emigratorio desde el Ecuador. 378 CONCLUSIONES En las conclusiones se compendia lo fundamental de los hallazgos encontrados en el desarrollo de la tesis. Su presentación se distribuye en seis apartados, en los que se alude a la representación de la migración, interna e internacional, en el cuento ecuatoriano; la recreación literaria de las distintas fases, etapas y momentos específicos del proceso emigratorio en los cuentos analizados; las principales problemáticas que afectan y causan dolores al sujeto emigrante que protagoniza la salida desde el Ecuador, según lo que se evidencia en las tramas y los discursos de las obras de narrativa corta estudiadas; la representación de los aspectos positivos derivados de este fenómeno sociológico, en beneficio del sujeto emigrante y su entorno más inmediato; la identidad nacional, cultural, lingüística y personal que caracteriza al sujeto emigrante recreado en los cuentos ecuatorianos analizados; y, los nuevos proyectos de investigación sobre la representación de la emigración internacional de ecuatorianos, en los otros géneros literarios, aún no estudiados. 1. Representación de la migración en el cuento ecuatoriano En la República del Ecuador, la migración constituye un fenómeno social permanente, desde sus orígenes más remotos y con algunos períodos de flujo y reflujo se ha mantenido hasta la actualidad. Este movimiento poblacional, en el orden interno e internacional, como es natural que ocurra ha sido representado y recreado en las más variadas expresiones de la cultura artística: música, pintura, teatro, cine, y literatura en sus diversos géneros: poesía, testimonio, ensayo, novela y cuento. En la recreación literaria de la migración interna en el cuento ecuatoriano, dentro de la estética del realismo social, cuyo período de máximo esplendor se ubicó durante las décadas del veinte, treinta y cuarenta del siglo anterior, con el lema “la realidad y nada más que la realidad”, en correlación directa con el origen y destino del movimiento poblacional dentro del Ecuador, sobresalen tres grupos de obras de narrativa breve: 1) siete cuentos que recrean la emigración interprovincial e interregional originada en la ciudad y provincia de Loja, con protagonistas lojanos, quienes con el propósito de obtener nuevos medios de sustento y de vida se dirigen, en un primer momento hacia el campo y las ciudades de la región Litoral o Costa del Pacífico y, después, a la Amazonía ecuatoriana; 2) seis relatos que recrean la 379 emigración desde el sector rural y pequeños poblados de la provincia del Guayas, la región Costa, en general, e incluso de otras provincias de la Sierra, en dirección a la ciudad de Guayaquil; y, 3) los seis cuentos restantes que se refieren a la emigración desde el campo y pequeños poblados de la serranía ecuatoriana, con destino a las ciudades de Quito y Cuenca, ubicadas en esta misma región geográfica. En lo atinente a la representación y recreación literaria de emigración internacional en el cuento ecuatoriano hay que puntualizar que si bien esta germinó en la misma década del treinta del siglo XX, en los años de efervescencia del realismo social e indigenismo en la narrativa del Ecuador, no fue sino hasta las décadas del setenta, ochenta y noventa y, sobre todo, en los primeros años del siglo XXI cuando se escriben y publican la mayoría de los treinta y ocho cuentos y tres cuentarios estudiados en esta tesis. En atención a esta ingente cantidad de obra de narrativa corta publicada, en el Ecuador, sobre todo en los tres lustros que han transcurrido del presente milenio, se puede hablar, incluso, del subgénero del cuento emigratorio. La trama narrativa de los cuentos ecuatorianos analizados patentiza una relación muy directa entre los años de mayor auge del fenómeno sociológico de la emigración internacional de ecuatorianos y los países elegidos como destino preferente con la obra cuentística que los representa. Desde esta perspectiva, los primeros cuentos se refieren a la emigración desde el Ecuador en dirección hacia Estados Unidos; sin embargo, como la salida de ecuatorianos hacia ese destino todavía no ha cesado se siguen escribiendo cuentos que recrean esa problemática social de fondo, conforme lo demuestran los cuentos todavía inéditos de Oswaldo Encalada Vázquez, Jennie Carrasco Molina y Raúl Serrano Sánchez, analizados en esta tesis. Con la verdadera “estampida emigratoria” de ecuatorianos hacia España adviene, asimismo, la profusión de cuentos que se inspiran en este nuevo destino emigratorio, la gran mayoría de los cuales fueron publicados en los años transcurridos del siglo y milenio que decurre, es decir, muy poco tiempo después de la masiva salida de ecuatorianos hacia España. De la lectura de los cuentarios y cuentos seleccionados como objeto de análisis se advierte que en concomitancia con la parva emigración de ecuatorianos hacia otros países existen muy pocos cuentos que recrean estos otros destinos alternativos, de quienes tratan de mejorar los ingresos económicos y con ellos la calidad y condiciones de vida, de sí mismos y de sus respectivas familias, fuera de las fronteras del Ecuador. En relación a las temáticas particulares abordadas en los cuentos analizados, de conformidad con las características identitarias del cuento literario, en la mayoría de ellos se 380 centran en un personaje protagónico único, en un acontecimiento particular o en un momento específico, con la excepción de cuentos como “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, el cual por su extensión, no obstante tener un solo personaje principal, insinúa una historia secundaria dentro de la principal, refiere varios hechos, temáticas y acontecimientos vinculados con el viaje emigratorio desde el Ecuador hacia España e Italia, así como las características de la modernidad líquida, detalles de la trama narrativa que bien pudieran ser desarrollados en una obra narrativa de mayores dimensiones, como una novela corta o una novela, sin más. Similar situación ocurre con “Huairapushashka Gente Kunata (Llevados por el viento)”, de Ruth Bazante Chiriboga, un extenso y lineal relato, que recrea la odisea del viaje emigratorio, al margen de la ley, por mar y tierra, desde las costas del Ecuador hasta ingresar a territorio estadounidense. 2. El proceso emigratorio en el cuento ecuatoriano Valorados en su conjunto, los cuentos analizados, con un estilo claro, directo y, en la mayoría de los casos, sin mayores preocupaciones por la experimentación con los recursos narratológicos existentes ni por la forma literaria externa, representan, describen, problematizan, analizan y recrean todas las fases, etapas y momentos específicos del complejo proceso de la emigración internacional de ecuatorianos. Desde esta perspectiva, hay que puntualizar que si en la realidad social ecuatoriana, entre las causas más profundas que determinaron la decisión de emigrar de un significativo porcentaje de la población económicamente activa destacan las de naturaleza económica y política, estas se encuentran presentes en los relatos testimonio de Galo Galarza Dávila, que recrean la emigración hacia Estados Unidos, o en los cuentos de Carlos Carrión Figueroa, sobre la emigración a España. Influyen, asimismo, los factores de atracción desde los países más desarrollados y las ciudades más conocidas del Hemisferio Boreal, conforme se advierte en los cuentos de Pedro Jorge Vera y Raúl Pérez Torres, que tienen como problemática de fondo la emigración de ecuatorianos a las ciudades estadounidenses de Nueva York o Chicago. Aportan en la decisión de emigrar de los ecuatorianos el “mito del emigrante triunfador” y la emulación de parte de vecinos y conocidos, que han mejorado su situación económica a raíz de la salida del Ecuador, del cual se elabora una detallada representación en el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza. Las 381 dificultades sentimentales de pareja y de familia coadyuvan en la salida de ecuatorianos, conforme se recrea en los cuentos de Raúl Pérez Torres, Eliecer Cárdenas Espinoza y Gladys Rodas Godoy. Los problemas personales de los protagonistas o de sus familiares más inmediatos también contribuyen en la emigración de ecuatorianos, difíciles situaciones que se refieren en los cuentos de Zoila María Castro y Edwin Ulloa Arellano. Una vez que ya se ha iniciado el desplazamiento físico, las despedidas de los emigrantes, en terminales aeroportuarias o de autobuses constituyen un tiempo cráter e inolvidable momento que se trabaja con mucho patetismo en los cuentos de Jorge Velasco Mackenzie y Eliecer Cárdenas Espinoza. Las peripecias del viaje emigratorio desde el Ecuador, sobre todo cuando se aspira ingresar de manera ilegal a Estados Unidos, se recrean de manera profusa en el extenso relato de Ruth Bazante Chiriboga. La primera visión de perplejidad, extrañeza, obnubilación o desencanto respecto de los países y ciudades de destino es otro de los aspectos que ha ameritado una detallada recreación en varios cuentos estudiados. La pesadilla de los papeles, para legalizar el ingreso y garantizar la permanencia de los ecuatorianos en los países de destino constituye otra experiencia problemática que ha ameritado una fecunda recreación en varios cuentos analizados, en especial los de autoría de Iván Carrasco Montesinos, Gladys Rodas Godoy y Miguel Antonio Chávez. Del período de permanencia de los ecuatorianos en los países de destino se recrea la desvalorización de la formación profesional universitaria obtenida en universidades del país de origen y la experiencia laboral previa, con lo que adviene la degradación laboral y el desempeño de actividades laborales ubicadas en los escalones más bajos en la distribución social y jerárquica de los puestos de trabajo, como es muy fácil advertir en múltiples cuentos analizados. El degradante ejercicio de la prostitución o actividades próximas a ella tiene una compleja representación en los cuentos de Edwin Ulloa Arellano, Raúl Vallejo Corral y Miguel Antonio Chávez. El desempleo, como una amenaza permanente que pende sobre la vida de los emigrantes ecuatorianos está presente en los cuentos de Raúl Pérez Torres y Carlos Carrión Figueroa. Los reducidos espacios físicos destinados a la vivienda y la recreación de la cultura originaria de los emigrantes y sus respectivas familias constituyen problemáticas que motivan una amplia descripción, problematización y análisis en múltiples cuentos estudiados en esta tesis. En varios de los cuentos analizados se advierten la nostalgia, los recuerdos y la memoria por el lugar de origen y los seres queridos que permanecen en él. Concomitante con lo anterior advienen las permanentes reflexiones sobre la pertinencia del viaje emigratorio, preocupación de los protagonistas de la salida del Ecuador que se desarrollan en los cuentos 382 de Carlos Carrión Figueroa e Iván Carrasco Montesinos. Desde esta misma perspectiva, el sueño de retornar al Ecuador, al que no renuncian nunca jamás los emigrantes ecuatorianos, se patentiza, asimismo, en varios de los cuentos analizados. Y los desengaños que advienen cuando el sueño de retornar al país de origen se hace realidad y el consecuente sentimiento de desarraigo que caracteriza, de manera permanente, a los muchos emigrantes ecuatorianos, se visualiza en algunos de los cuentos analizado, sobre todo en los de Galo Galarza Dávila, Gladys Rodas Godoy y Eliécer Cárdenas Espinoza. 3. Las problemáticas derivadas de la emigración internacional en el cuento ecuatoriano La construcción del sujeto emigrante como el “otro” se lo hace desde el punto de vista de quienes detentan el poder en los países de destino emigratorio, los cuales se encuentran ubicados en el Hemisferio Norte; compleja y problemática situación de los ecuatorianos emigrantes que se manifiesta, de manera contundente, en los cuentos de Zoila María Castro, Adrián Carrasco Vintimilla y Galo Galarza Dávila, analizados en el acápite pertinente. De la lectura de los cuentos seleccionados como objeto de análisis se desprende que los emigrantes ecuatorianos, por el hecho de pertenecer a un grupo humano distinto, tener otros rasgos culturales, ser pobres o no tener los documentos exigidos para ingresar o permanecer en los países de llegada, generan entre algunos nativos ciertas manifestaciones de xenofobia y racismo, las cuales se expresan a través de la violación del derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la seguridad social, a la diversidad cultural, a la reunificación familiar y el acceso a la justicia, conforme lo ponen de manifiesto los resultados de investigaciones realizadas en torno a esta problemática sociológica y la representación literaria que se ha efectuado en varios de los cuentos ecuatorianos analizados. Una de las repercusiones negativas de haber dejado el Ecuador para aventurar la búsqueda de un futuro mejor, para sí mismos y para su respectiva familia, en el extranjero es que toda la trayectoria vital previa queda en el completo olvido, deja de tener el más mínimo valor y utilidad. En el nuevo entorno solo tiene importancia la vida presente en un lugar desconocido y entre extraños, en donde el emigrante ecuatoriano se siente “poca cosa”, es “don nadie”, si tiene la estadía legalizada solo puede ejercer una ciudadanía restringida, compleja circunstancia en la que adquiere plena conciencia de su pequeñez frente a la 383 inconmensurabilidad del universo y se constituye en lo que se ha denominado un “personaje partícula”, auto percepción de la pequeñez que se recrea, con palabras, hechos y acciones, en los cuentos de Adrián Carrasco Vintimilla, Eliécer Cárdenas Espinoza, Iván Carrasco Montesinos y Raúl Serrano Sánchez. La soledad constituye una de las experiencias más comunes de los emigrantes ecuatorianos, mientras permanecen fuera del país de origen, en razón de la inexistencia de personas conocidas y de confianza, con quienes se pueda compartir dichas y tristezas, penas y alegrías, sueños y anhelos; complejas y traumáticas experiencias que se desprenden de la lectura analítica de los cuentos de Raúl Pérez Torres, Eliécer Cárdenas Espinoza y Gladys Rodas Godoy, en los cuales se patentiza la sensación de soledad y tristeza que sienten tanto los emigrantes ecuatorianos en los países de destino como los familiares que permanecen en el lugar de origen. Los protagonistas de la emigración internacional de ecuatorianos, en su intento por ingresar a los países de destino, son quienes arriesgan recursos, tranquilidad, seguridad, salud y hasta vida; sin embargo, cuando se concreta el proyecto emigratorio e incluso antes de que se realice el viaje, los primeros usufructuarios son los dueños de agencias de viajes, chulqueros, coyoteros; y cuando los emigrantes ya arriban a los países destino, los principales beneficiarios son las empresas y las familias que disfrutan de los servicios a un menor costo provistos por trabajadores indocumentados y a veces hasta los mismos connacionales, que se han anticipado en la salida del Ecuador y que obtienen ganancias con el subarriendo de habitaciones en hacinados pisos compartidos o con la intermediación en la búsqueda pagada de un trabajo que permita sobrevivir a los emigrantes y sus familias, en el Ecuador o en el país de destino, en donde han sido reagrupados, conforme se patentiza en las obras de narrativa breve de Pedro Jorge Vera, Ruth Bazante Chiriboga, Lucrecia Maldonado Rodríguez y Miguel Antonio Chávez. Entre las consecuencias más importantes de la emigración internacional de ecuatorianos se destaca la desintegración familiar, y en especial de la pareja, que derivan en divorcios y el abandono de hijos pequeños, quienes se quedan al cuidado de abuelos, tíos, hermanos mayores, otros familiares e incluso amigos y vecinos, tal como se recrea en los cuentos de Carlos Carrión Figueroa, Galo Galarza Dávila y Gladys Rodas Godoy. Otra de las consecuencias es la afectación en la salud de los protagonistas de la emigración internacional, quienes se ven afectados por el Síndrome de Ulises u otros trastornos psicosomáticos de diversa naturaleza, dificultades derivadas del quebrantamiento de la salud que han sido retomadas en los cuentos de Zoila María Castro, Eliécer Cárdenas Espinoza, Gladys Rodas 384 Godoy y Raúl Vallejo Corral. La salida de ecuatorianos también ha hecho sentir sus negativas repercusiones en el sistema educativo formal, al incidir en las instituciones educativas y, de manera especial, en los estudiantes hijos de emigrantes, quienes se sienten afectados en su motivación para asistir y cursar la educación formal, adoptan comportamientos inadecuados y disminuyen el rendimiento escolar, conforme se recrea de forma magistral en “Las lagunas son los ojos de la tierra”, el memorable cuento de Eliécer Cárdenas Espinoza. 4. Los aspectos positivos de la emigración internacional del ecuatoriano Desde la otra orilla de valoración, del complejo fenómeno sociológico en estudio y su representación en el cuento literario escrito por narradores ecuatorianos, se considera pertinente justipreciar los aspectos positivos derivados de todo proceso emigratorio, los cuales, aunque sea de manera marginal, también están presentes, tanto en la realidad de esta problemática social como en los cuentos analizados. Una clara evidencia de lo positivo de la emigración internacional de ecuatorianos constituye el mejoramiento del nivel económico del sujeto emigrante y su familia, el cual repercute en las remesas en dinero que se envían a quienes permanecen en el Ecuador, las mismas que, a más de contribuir en el mejoramiento macroeconómico del país, han permitido satisfacer las necesidades básicas del núcleo familiar del emigrante, pagar deudas y, en algunos casos, poder invertir en la instalación de pequeñas empresas productivas o comerciales, compra de propiedades (casas, terrenos, vehículos, electrodomésticos), educación de los hijos, generar ahorros que permitan garantizar un futuro de bienestar e incluso adquirir algunos productos suntuarios, mejoramiento económico que resulta muy evidente en los cuentos de Galo Galarza Dávila y Gladys Rodas Godoy, en los cuales se advierte que los protagonistas de las ficciones en estudio, gracias a la emigración, han podido adquirir bienes, construir viviendas más amplias y confortables y ayudar en el sostenimiento económico de los familiares que permanecen en el Ecuador. Los aportes de los emigrantes ecuatorianos, tanto en el país y lugar de origen como en los Estados nacionales de destino, constituyen, también, aspectos positivos que deben ser justipreciados. En el origen, a más de las remesas económicas y los aportes para la concreción de obras de interés y beneficio colectivo, están las remesas en especies, las remesas sociales, las enseñanzas que brindan a los familiares que permanecen en el lugar de partida y los 385 cambios culturales que promueven en la comunidad de proveniencia. Indudables e inocultables aportes de los emigrantes ecuatorianos, en beneficio de la tierra nativa y de quienes residen en ella, que han sido muy bien recreados en los cuentos de Eliécer Cárdenas Espinoza y Carolina Andrade Freire, en cuyos textos narrativos se patentizan los aportes que realizan los emigrantes para construir o mejorar obras de interés comunitario. Respecto de los aportes de los ecuatorianos en los Estados nacionales de destino se destacan los trabajos que realizan a un menor costo con lo que inciden en el crecimiento económico; el cuidado de personas (niños, ancianos, enfermos) que libera el tiempo de los ciudadanos nativos, que pueden emplearlo en otras actividades productivas de mayor rentabilidad; el refuerzo demográfico; el enriquecimiento cultural; la aportación a la seguridad social; y, el pago de impuestos, que siempre es mayor a lo que reciben del Estado, en servicios públicos en comparación con los nativos. Este nivel de aportación de los emigrantes ecuatorianos en los países de destino se representa de manera elocuente en los cuentos de autoría de Zoila María Castro, Galo Galarza Dávila y Gladys Rodas Godoy, en los que es muy manifiesta no solo la aportación en beneficio de los Estados y las sociedades de destino, sino también la cabal consciencia que tienen los ecuatorianos de hacerlo. La creación artística, entre los emigrantes ecuatorianos y su entorno familiar más inmediato es, asimismo, una dimensión positiva que hay que reconocerle a la emigración internacional. Este positivo efecto de la emigración se recrea en los cuentos de Zoila María Castro e Iván Carrasco Montesinos, en cuyas historias ficticias, los personajes que las protagonizan patentizan la vocación por el cultivo y valoración de la pintura, como una de las expresiones artísticas más comunes en el Ecuador. La escritura literaria y la literatura en general es, asimismo, muy “consumida” y recreada o asumida como uno de sus predilecciones artísticas entre los protagonistas de los cuentos de Raúl Pérez Torres, Eliécer Cárdenas Espinoza, Iván Carrasco Montesinos, Galo Galarza Dávila, Patricio Viteri Paredes y Gladys Rodas Godoy, en los cuales se observa el cultivo y valoración, de parte de los personajes ficticios, de la literatura como arte, en sus distintos géneros. Merece destacarse, también, el cultivo de valores humanos, como la autoestima, la solidaridad, la gratitud, el sentimiento del honor, los cuales se han representado en los cuentos de Adrián Carrasco Vintimilla, Eliécer Cárdenas Espinoza e Iván Carrasco Montesinos. El Carácter proactivo y performativo que patentizan los protagonistas de la emigración internacional de ecuatorianos se recrea, con singular maestría, en dos cuentos del narrador quiteño Raúl Pérez Torres. La opinión y participación política de los emigrantes, que pone de manifiesto la capacidad intelectual, la sensibilidad frente a las problemáticas del contexto y la 386 voluntad de acción de los ecuatorianos fuera del solar nativo está muy presente en cuentos de Ruth Bazante Chiriboga y Galo Galarza Dávila, en los que se patentiza la decisión de los emigrantes ecuatorianos para, sin esperar nada desde fuera o de otras personas, bregar de manera permanente e indesmayable, en procura de satisfacer las necesidades básicas de los integrantes del núcleo familiar y forjarse el mejor de los futuros, para sí mismos y para todos los seres queridos, que dependen de su esforzado trabajo. 5. La identidad del sujeto emigrante procedente del Ecuador La identidad de sujeto emigrante representada y recreada en los cuentos ecuatorianos analizados en esta tesis se la ha organizado en cuatro clases o géneros de identidad: nacional, cultural, lingüística y personal. La identidad nacional ecuatoriana se representa de una manera muy compleja y hasta contradictoria, en los cuentos de Adrián Carrasco Vintimilla, Raúl Pérez Torres, Eliécer Cárdenas Espinoza, Galo Galarza Dávila, Raúl Serrano Sánchez y Gabriela Alemán, en los cuales, por un lado, se presenta a los emigrantes ecuatorianos que desean mantener incólume la identidad nacional de origen y, por otro, los que evidencian el premeditado deseo de borrarla o, cuando menos, ocultarla, al poco tiempo de abandonar el Ecuador. Entre los rasgos de identidad nacional que patentizan los emigrantes ecuatorianos destacan la valoración positiva de la prodigalidad del escenario natural y la belleza del paisaje del Ecuador, conforme lo recrea la protagonista de un cuento de Zoila María Castro. La dimensión étnica en la constitución de la nacionalidad ecuatoriana se refleja, con mucha fuerza, en los cuentos de Raúl Pérez Torres, Pablo Cuvi, Huilo Ruales Hualca, Eliécer Cárdenas Espinoza y Miguel Antonio Chávez. La bandera tricolor, como uno de los símbolos patrios más significativos para los ecuatorianos se representa en el cuento “Cara de bovino deprimido”, de Adrián Carrasco Vintimilla, así en un relato testimonial de Galo Galarza Dávila y en la ficción de Miguel Antonio Chávez. El deporte, como uno de los rasgos identificadores de la nacionalidad ecuatoriana se insinúa en los cuentos de Carlos Carrión Figueroa, Galo Galarza Dávila, Gabriela Alemán y Miguel Antonio Chávez, que recrean la emigración de ecuatorianos hacia Estados Unidos y España. La música nacional ecuatoriana y su disfrute, en tanto rasgo de identidad nacional y cultural, se recrea en los cuentos de Stalin Alvear, Jorge Velasco Mackenzie y Galo Galarza Dávila, en los cuales se evidencia la 387 positiva valoración del “arte de los dioses” entre los emigrantes ecuatorianos, sobre todo la denominada música nacional ecuatoriana y, dentro de ella, el pasillo. En cuanto a la identidad cultural del sujeto emigrante, entre los rasgos característicos destacan, en primer término, las diferencias en las prácticas culturales de los emigrantes ecuatorianos frente a los nativos de los Estados nacionales de destino, tal como se desarrolla en los cuentos de Adrián Carrasco Vintimilla y Carlos Carrión Figueroa. El individualismo prevalente en las sociedades de destino emigratorio, que contrasta con el espíritu comunitario que aún prevalece en algunos sectores de la sociedad ecuatoriana, se patentiza en varios de los cuentos sobre la emigración al Norte del continente americano, como se observa en las creaciones ficticias de Zoila María Castro, Raúl Pérez Torres y Galo Galarza Dávila. La cuestionable aculturación de los emigrantes ecuatorianos se pone de manifiesto en los cuentos de Zoila María Castro y Oswaldo Encalada Vázquez. En lo religioso, sobresale la adoración a la Virgen de El Cisne de parte de los emigrantes ecuatorianos, tal como se recrea en los cuentos de Gladys Rodas Godoy, Raúl Vallejo Corral y Miguel Antonio Chávez. La gastronomía es revalorada fuera del solar nativo y de ello dan testimonio los protagonistas de las ficciones narrativas de Adrián Carrasco Vintimilla, Gladys Rodas Godoy y Raúl Vallejo Corral, en los cuales se justiprecia el valor de la rica, variada, sabrosa y amestizada gastronomía del Ecuador, como evidente seña de identidad cultural. En lo atinente al complejo proceso de la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos, entre los principales aspectos que los singularizan y caracterizan en relación con los nativos de los países de destino destacan las dificultades de comunicación, por desconocimiento del idioma oficial de los Estados nacionales de destino emigratorio, problemática que se representa en los cuentos de Raúl Pérez Torres, Edwin Ulloa Arellano, Eliécer Cárdenas Espinoza y Galo Galarza Dávila, que se refieren a la emigración de ecuatorianos hacia Estados Unidos y Canadá. Entre las estrategias que utilizan los ecuatorianos para comunicarse, mientras aprenden el nuevo idioma de los países de llegada, están las llamadas lenguas mixtas o medias lenguas: “espanglish” o “itañol”, en la forma como se representa en los cuentos de Oswaldo Encalada Vázquez, Galo Galarza Dávila y Adrián Carrasco Vintimilla. En los cuentos estudiados, en los que el país de destino emigratorio es España, las dificultades lingüísticas advienen por las diferencias en el habla del español (léxico, entonación), entre los usuarios provenientes de las dos orillas del Atlántico, variantes dialectológicas que causan ruido en la comunicación y que las recrean en los cuentos de autoría de Adrián Carrasco Vintimilla, Carlos Carrión, Eliécer Cárdenas Espinoza, Gladys Rodas Godoy y Lucrecia Maldonado. Finalmente, sobresale la asimilación del habla 388 española como una forzada y apresurada estrategia de adaptación, inserción e integración de los emigrantes ecuatorianos en España, la misma que se pone de manifiesto en los cuentos de Carlos Carrión Figueroa, Raúl Vallejo Corral y Miguel Antonio Chávez. Los principales rasgos de la identidad personal del sujeto emigrante han sido recreadas en variados cuentos analizados, en los cuales se representa al emigrante ecuatoriano como un sujeto ambivalente, según las obras de narrativa breve de Adrián Carrasco Vintimilla y Eliécer Cárdenas Espinoza, que aluden a la ruta emigratoria con dirección hacia España. Al emigrante ecuatoriano se lo representa, también, como un buscador permanente de un nuevo horizonte de vida, de nuevos escenarios de progreso material y espiritual y de un futuro mejor, para sí mismos y para su respectiva familia, indesmayable actitud de búsqueda que se pone de manifiesto en los cuentos de Adrián Carrasco Vintimilla, Gladys Rodas Godoy, Lucrecia Maldonado Rodríguez y Carolina Andrade Freire. Las relaciones sociales momentáneas propias de la denominada modernidad líquida y, como una evidencia de ellas, los amores de pareja, de naturaleza descartable, desechable y de fugaz duración se representan en los cuentos de Adrián Carrasco Vintimilla y Raúl Pérez Torres. La compleja crisis de identidad personal de los emigrantes ecuatorianos se patentiza en los cuentos de autoría de Edwin Ulloa Arellano, Patricio Viteri Paredes, Lucrecia Maldonado Rodríguez y Carolina Andrade Freire, en torno a la emigración con rumbo a Estados Unidos y España. En similar perspectiva, las identidades múltiples de algunos emigrantes se patentizan en el cuento de Adrián Carrasco Vintimilla. Los cambios devenidos de la emigración en los protagonistas del desplazamiento físico de ecuatorianos, que se han dirigido a Norte del continente americano o el Viejo Mundo, se recrean en los cuentos de Raúl Pérez Torres, Carlos Carrión Figueroa, Edwin Ulloa Arellano, Jorge Velasco Mackenzie y Galo Galarza Dávila. Y cuando las transformaciones son radicales se llega, incluso, hasta una verdadera metamorfosis identitaria, conforme se recrea en los cuentos de Francisco Tobar García, Galo Galarza Dávila y Raúl Vallejo Corral, en los cuales se ponen de manifiesto los cambios en el color de la piel, en el cabello, en los ojos y hasta en la identidad sexual y genérica de algunos emigrantes ecuatorianos. 389 6. Nuevos proyectos de investigación, desde otros géneros literarios Conforme ya se desarrolló en el ensayo analítico sobre La emigración internacional en la novelística ecuatoriana (Salazar, 2014) y se ha reiterado en la introducción de esta tesis, las diferentes fases, etapas y momentos del complejo proceso emigratorio internacional de ecuatorianos, desde las causas más lejanas hasta las últimas consecuencias, así como las dificultades, experiencias, vivencias, anhelos, sueños, ilusiones y desengaños, derivados de este abigarrado fenómeno sociológico han sido representados y recreados en las más diversas expresiones de la dimensión artística de la cultura y, dentro de ella, amerita un lugar preferente la literatura en sus principales géneros. Con base en esta realidad social, artística y literaria del Ecuador contemporáneo y como una segunda parte del ya citado Proyecto de investigación auspiciado por la Universidad Nacional de Loja: El proceso migratorio y el sujeto migrante en la narrativa ecuatoriana (2012), que se inició a ejecutarse en el mes de marzo de 2013, bajo la dirección del autor de esta tesis, en esta ocasión se ha realizado la investigación sobre El sujeto emigrante en cuento ecuatoriano (1972-2014). De los resultados y conclusiones hasta aquí obtenidas se pone en evidencia que, con las investigaciones sobre la novela y el cuento ya realizadas, no se agotan las posibilidades de investigar en el ámbito de la fecunda interacción existente entre el fenómeno sociológico de la migración en el Ecuador, en especial de carácter internacional y la literatura escrita por artistas de la palabra de este Estado nacional andino, en sus distintos géneros, Así, como se explicitó en el ensayo del año 2014, en el mismo género novelístico se puede emprender en la planificación y ejecución de nuevas investigaciones, que aborden temáticas específicas, que son muy evidentes en el corpus narrativo de las novelas ecuatorianas sobre la emigración internacional, como las siguientes: existencialismo filosófico y literario en los personajes de las novelas ecuatorianas sobre la emigración internacional; la identidad del sujeto emigrante en la novelística ecuatoriana; y el habla española en las novelas de Carlos Carrión Figueroa, que recrean la emigración de ecuatorianos, especialmente lojanos, hacia España. Desde la lectura crítica, analítica y valorativa de otros géneros cultivados en la actual literatura del Ecuador, que representan y recrean la emigración internacional proveniente de este Estado nacional andino, advienen nuevos proyectos de investigación específicos, como los que se detallan a continuación: la crónica sobre la emigración internacional de ecuatorianos; el ensayo ecuatoriano en torno a la emigración internacional; el teatro que 390 representa la emigración internacional originada en el Ecuador; y, sobre todo, la poesía, que representa y recrea la migración en el Ecuador, en el orden interno e internacional, a muchas de cuyas creaciones se les ha compuesto música y las han popularizado varios intérpretes, en distintos ritmos musicales, con especial preferencia en el pasillo, que se constituye en uno de los indicadores más representativos de la identidad nacional y cultural del Ecuador, de preferencia entre quienes se han visto obligados a abandonar el país de origen y vivir muy lejos de él. En el marco del Proyecto de investigación auspiciado por la Universidad Nacional de Loja, un tercer avance en el estudio de la inescindible interrelación existente entre migración, interna e internacional y literatura ecuatoriana, en sus distintos géneros, se puede centrar en el estudio de las obras de autoría de los propios protagonistas de la salida desde el Ecuador, con rumbo a los países más desarrollados del Hemisferio Boreal, en especial Estados Unidos y España, mediante la lectura crítica, analítica, valorativa e interpretativa de las obras ya mencionadas en la introducción de este trabajo y otras tantas que, con seguridad, se encontrarán en el desarrollo del proceso investigativo, las cuales, sin lugar a dudas, se ubican dentro del género testimonial, cuyo estudio y valoración conjunta constituye una actividad crítica y analítica, aún no ejecutada y que, vista desde cualquier ángulo, amerita iniciarse, realizarse y difundirse. 391 BIBLIOGRAFÍA CITADA Con el propósito de facilitar la ubicación de las fuentes de información citadas en el texto de la tesis, la presentación de la bibliografía que se detalla en las páginas subsiguientes se organiza en tres grupos. En el primero se explicita las referencias bibliográficas de los cuentos ecuatorianos sobre migración, interna e internacional, la mayoría de los cuales integran el corpus narrativo objeto de lectura y análisis. En el segundo grupo, que es el más extenso, se da cuenta de los libros, tesis, artículos de revista, editoriales de periódicos, diccionarios y más soportes físicos y electrónicos de información que se han empleado como fundamento y referente teórico conceptual de la investigación desarrollada. En el tercer grupo solo se incluyen seis referencias de recursos electrónicos citados. 1. Cuentos ecuatorianos sobre migración Aguilera Malta, Demetrio. 1970. “El cholo que se fue pa Guayaquil”, en Los que se van: Cuentos del cholo y del montubio. Guayaquil: Editorial Claridad, pp. 125-130. Alemán, Gabriela. 2011. “Paseo de curso”, en Álbum de familia. Bogotá: Editorial Panamericana, pp. 43-56. 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Colección Antares, Nº 116, pp. 71-89. _____. 2004. “El mejor trabajo”, en Relatos del día libre: cuentos. Quito: Eskeletra, pp. 117­ 132. _____. 2014. “La Niña Pupusa”, “El Jabalí en el bar”, “Una mujer frente a un río” y “El cacique y el olivar”, en El jabalí en el bar: historias de viajeros y emigrantes. Cuenca: Imprenta Mercedes, pp. 9-22, 45-69. Carrasco Molina, Jennie. 2011. “Yo quería llevarte a vivir conmigo en los Estados Unidos”, en Variaciones sobre temas de amor distorsionado. Inédito. 2p. Carrasco Montesinos, Iván. 2001. “Europa”, en Un canto en los dientes. Barcelona: Cáñamo, pp. 127-174. _____. 2005. “Egipto” y “El ecuatañol”, en Nudos de letras. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, pp. 75-84 y 127-131. Carrasco Vintimilla, Adrián. 2011. Cara de bovino deprimido. Prólogo de Felipe Aguilar. Cuenca: Ediciones Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana “Alfonso Carrasco Vintimilla”. 74p. Carrión, Alejandro. 1988. “El beso”, en Divino Tesoro. 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Antecedentes y estado de la cuestión 6. Metodología utilizada PRIMERA PARTE: EL CUENTO ECUATORIANO SOBRE MIGRACION, INTERNA E INTERNACIONAL CAPÍTULO I. LA MIGRACIÓN INTERNA EN EL CUENTO ECUATORIANO 1. Los movimientos migratorios en la historia del Ecuador 2. El realismo en el cuento ecuatoriano 3.. La representación y recreación literaria de la migración interna en el cuento ecuatoriano CAPÍTULO II. LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL EN EL CUENTO ECUATORIANO 1. Los cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos 2. Presentación del corpus narrativo objeto de análisis SEGUNDA PARTE: EL PROCESO DE LA EMIGRACIÓNINTERNACIONAL EN EL CUENTO ECUATORIANO CAPÍTULO III. EL VIAJE EMIGRATORIO DESDE EL ECUADOR 1.. Causas estructurales, coyunturales y personales que determinan y coadyuvan en la emigración internacional de los ecuatorianos 2. Las despedidas, en el momento que abandonan el Ecuador 3. El viaje emigratorio desde el Ecuador 4. La primera visión de los países y ciudades de destino 5.. Los papeles para legalizar el ingreso y la permanencia de los emigrantes ecuatorianos CAPÍTULO IV. LA PERMANENCIA DE LOS EMIGRANTES EN EL PAÍS DE DESTINO 1.. Desvalorización de la formación profesional universitaria y experiencia laboral previa 2.. Los trabajos que desempeñan los emigrantes ecuatorianos en los países de destino 3. La prostitución, como último recurso de sobrevivencia 4. El desempleo, una amenaza permanente en la vida de los emigrantes 5. Los espacios físicos destinados a la vivienda y el descanso 6. Espacios para el reencuentro y la recreación de la cultura originaria CAPÍTULO V. PROBLEMÁTICAS QUE AFECTAN AL SUJETO EMIGRANTE 1. Los emigrantes como los “otros” en los países de destino 2.. Algunas manifestaciones de xenofobia y racismo en contra de los emigrantes 3. El sujeto emigrante como personaje partícula 4. La soledad del sujeto emigrante 5. Los primeros y principales usufructuarios de la emigración de ecuatorianos 6. Consecuencias de la emigración internacional CAPÍTULO VI. EL SUEÑO DE RETORNAR AL ECUADOR 1. La nostalgia por el país de origen y los que se quedaron en él 2. Los recuerdos y la memoria entre los emigrantes ecuatorianos 3.. Las permanentes reflexiones sobre la pertinencia del viaje emigratorio 4. El sueño de retornar al Ecuador 5.. Los desengaños que advienen cuando el sueño de retornar se hace realidad 6. El sentimiento de desarraigo de los emigrantes ecuatorianos CAPÍTULO VII. ASPECTOS POSITIVOS DERIVADOS DE LAEMIGRACIÓN INTERNACIONAL DEECUATORIANOS 1. Los aspectos positivos derivados del proceso emigratorio 2.. Principales aportes de los emigrantes ecuatorianos, en el país de origen y en el de destino 3.. La creación artística entre los emigrantes ecuatorianos y su entorno familiar más inmediato 4.. Nuevos valores y sentimientos de los emigrantes como forjadores de su propio destino TERCERA PARTE: LA IDENTIDAD DEL SUJETO EMIGRANTE EN EL CUENTO ECUATORIANO CAPÍTULO VIII. SUJETO EMIGRANTE E IDENTIDAD NACIONAL ECUATORIANA 1. La identidad nacional ecuatoriana 2. La identidad nacional ecuatoriana entre los sujetos emigrantes 3.. Los principales rasgos indicadores de la identidad nacional ecuatoriana, entre los sujetos emigrantes 4.. El cultivo y disfrute de la música como rasgo de identidad nacional ecuatoriana CAPÍTULO IX. LA IDENTIDAD CULTURAL DEL SUJETO EMIGRANTE 1. La identidad cultural en el Ecuador 2.. Principales rasgos de identidad cultural de los emigrantes ecuatorianos 3.. La Virgen de El Cisne, como la imagen católica mariana más venerada por los ecuatorianos en España 4.. La recreación de la gastronomía ecuatoriana entre los emigrantes en España CAPÍTULO X. LA IDENTIDAD LINGÜÍSTICA DE LOS EMIGRANTES ECUATORIANOS 1. La identidad lingüística, una de las dimensiones más importantes de la identidad 2. Rasgos característicos de la identidad lingüística de los emigrantes ecuatorianos CAPÍTULO XI. LA IDENTIDAD PERSONAL DEL SUJETO EMIGRANTE 1.. La identidad personal de los emigrantes ecuatorianos: entre la ambivalencia, la búsqueda y la fugacidad en las relaciones 2. Crisis de identidad personal del sujeto emigrante 3.. Las identidades múltiples, otra expresión de la crisis entre los emigrantes 4. Los cambios que genera el proceso emigratorio en sus protagonistas 5. La metamorfosis de los emigrantes ecuatorianos CONCLUSIONES 1. Representación de la migración en el cuento ecuatoriano 2. El proceso emigratorio en el cuento ecuatoriano 3.. Las problemáticas derivadas de la emigración internacional en el cuento ecuatoriano 4. Los aspectos positivos de la emigración internacional del ecuatoriano 5. La identidad del sujeto emigrante procedente del Ecuador 6. Nuevos proyectos de investigación, desde otros géneros literarios BIBLIOGRAFÍA CITADA 1. Cuentos ecuatorianos sobre migración 2. Bibliografía de sustento de la investigación desarrollada 3. Webgrafía