UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA II (Literatura Española) TESIS DOCTORAL La literatura en torno a la primogénita de los Reyes Católicos: Isabel de Castilla y Aragón, princesa y reina de Portugal (1470-1498) MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTORA PRESENTADA POR Ruth Martínez Alcorlo DIRECTORES Nicasio Salvador Miguel Ángel Gómez Moreno Madrid, 2017 © Ruth Martínez Alcorlo, 2016 RUTH MARTÍNEZ ALCORLO LA LITERATURA EN TORNO A LA PRIMOGÉNITA DE LOS REYES CATÓLICOS: ISABEL DE CASTILLA Y ARAGÓN, PRINCESA Y REINA DE PORTUGAL (1470-1498) DIRECTORES: NICASIO SALVADOR MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ MORENO Universidad Complutense de Madrid Facultad de Filología Departamento de Filología Española II (Literatura Española) 2016 2 3 ÍNDICE AGRADECIMIENTOS……………………………………………………………….. 11 ABSTRACT………………………………………………………………………… 15 RESUMEN…………………………………………………………………………. 19 INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………. 25 CRONOLOGÍA……………………………………………………………………… 37 I. ISABEL, INFANTA DE CASTILLA Y ARAGÓN, PRINCESA Y REINA DE PORTUGAL A) PERFIL BIOGRÁFICO E HISTÓRICO……………………………………………. 39 1. LOS PRIMEROS AÑOS (1470-1475): INFANCIA Y CONTEXTO HISTÓRICO………………………………………… 39 1.1. El camino hacia el trono……………………………………… 39 1.2. La corte de Dueñas y la protección de Pedro de Acuña (1470-1473)………………………………….. 41 1.3. El nacimiento de Isabel: el enredo cronológico……………… 47 1.4. Las consecuencias del nacimiento: el conflicto sucesorio…… 51 2. LA GUERRA CASTELLANA CONTRA PORTUGAL (1475-1479)………….... 52 2.1. La difícil situación política…………………………………… 52 2.2. El inicio de la ofensiva………………………………………. 54 2.3. Isabel y las cartas de batalla cruzadas entre Afonso V y Fernando………………………………………. 56 2.4. Continuación de la contienda portuguesa……………………. 58 2.5. «Prinçesa e primogénita heredera»: Isabel, princesa de Asturias………………………………………. 60 2.6. Isabel, rehén de los Cabrera………………………………….. 64 2.7. Victorias castellanas en Portugal…………………………….. 65 2.8. Las conversaciones de paz: el papel de los herederos……….. 67 3. LAS TERCERÍAS DE MOURA (1480-1483)……………………………….. 72 3.1. Usos y costumbres portuguesas. La importancia de Beatriz de Avís……………………………….. 74 4 3.2. La suspensión de las tercerías (1483)………………………... 76 4. LAS ESTRATEGIAS MATRIMONIALES: ISABEL Y LA ALIANZA IBÉRICA……. 80 4.1. La alianza con Ferrante de Nápoles: Isabel y el príncipe de Capua……………………………………… 80 4.2. La propuesta borgoñona: Isabel y Maximiliano de Habsburgo………………………………. 82 4.3. La alianza con Portugal: Isabel y el príncipe Afonso…………. 83 5. EL PRIMER MATRIMONIO: ISABEL, PRINCESA DE PORTUGAL (1490)……… 85 5.1. Las circunstancias históricas………………………………….. 85 5.2. La boda en Sevilla (18 de abril 1490)………………………… 87 5.3. «Por a festa ser como comprya a tam altas vodas»: el ceremonial cortesano……………………………………………. 91 5.4. La boda en Portugal (28 de noviembre de 1490)……………… 97 6. LA CORTE DE ISABEL Y AFONSO EN PORTUGAL (1490-1491)………...…. 100 6.1. As terras da rainha: las villas de la (futura) reina…………….. 100 7. PRINCESA VIUDA DE PORTUGAL (1491-1496)……………………………. 102 7.1. La muerte del príncipe Afonso………………………………… 103 7.2. La vuelta a Castilla…………………………………………….. 104 7.3. El sentir religioso: Isabel y la devotio moderna……………….. 106 8. EL SEGUNDO MATRIMONIO: ISABEL, REINA DE PORTUGAL (1497)………… 109 8.1. La propuesta portuguesa: Isabel y su papel legitimador……….. 110 8.2. La respuesta castellana: la expulsión de los conversos en Portugal………………………….. 114 8.3. El matrimonio de Isabel con Manuel de Portugal (30 de septiembre de 1497)…………………………………………. 120 9. LA QUIEBRA DE LA SUCESIÓN: ISABEL, HEREDERA AL TRONO (1497-1498)…………………………………. 124 9.1. La quiebra de la sucesión lineal………………………………… 124 9.2. Emmanuelis iter in Castellam: el viaje de los reyes de Portugal…………………………………….. 126 9.3. Las cortes castellanas. Toledo, 1498…………………………… 129 9.4. Las cortes aragonesas. Zaragoza, 1498………………………… 134 10. MUERTE DE ISABEL (1498)………………………………………………. 137 10.1. Palacio de la Aljafería, Zaragoza, 24 de agosto, 1498……….... 137 5 10.2. El monasterio de Santa Isabel de los Reyes en Toledo………… 142 11. EPÍLOGO. LOS SUEÑOS DE UNIÓN IBÉRICA: MIGUEL DE LA PAZ (1498-1500)…………………………………………... 146 11. 1. El príncipe Miguel: el fracaso del mesianismo y la unión ibérica……………………… 146 B) EDUCACIÓN, CULTURA Y PATRIMONIO LIBRARIO……………………………. 151 1. EDUCACIÓN……………………………………………………………... 151 1.1. Isabel y la educación femenina a fines del XV………………... 152 1.2. Antonio Geraldini y Pedro de Ampudia, maestros de la infanta……………………………………………… 161 2. CULTURA Y PATRIMONIO LIBRARIO……………………………………… 165 2.1. Bibliofilia femenina: Isabel la Católica y sus hijas…………… 165 2.1.1. Los libros regalados por la reina a María y Catalina… 170 2.2. El inventario doble de Isabel: una distorsión historiográfica….. 177 2.3. Las materias y los libros……………………………………….. 182 2.4. Análisis codicológico y tipobibliográfico de los ejemplares…... 188 2.5. El canon de lecturas de Isabel. Los silencios del inventario…… 192 II. LA LITERATURA EN TORNO A ISABEL ANÁLISIS LITERARIO……………………………………………………………… 197 1. ISABEL Y SU ENTOURAGE: ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL MECENAZGO REGIO FEMENINO……… 197 1.1. Isabel como dedicataria………………………………………… 203 1.2. Isabel como motivo literario…………………………………… 205 1.3. Clasificación del corpus textual. Metodología………………… 208 2. ISABEL EN LA LITERATURA CASTELLANA………………………………… 209 2.1. Poesía…………………………………………………………... 209 2.1.1. Un curioso speculum reginae para la joven Isabel: Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei (ca. 1486)... 209 2.1.1.1. Un «gallego con algo de portugués»: biografía……………………………………………... 209 2.1.1.2. “Panegirista de Isabel la Católica”. Obras fundamentales………………………………... 214 2.1.1.3. La Criança y virtuosa dotrina, 6 consideraciones (bibliográficas) preliminares………. 221 2.1.1.4. Isabel iunior, dedicataria de la Criança…… 226 2.1.1.5. Análisis de la obra…………………………. 230 2.1.1.6. La Criança como hibridación genérica……. 238 2.1.2. Isabel en la poesía cancioneril……………………….. 243 2.1.2.1. «Canción en loor de la señora infante» de Juan Barba……………………………………….. 244 2.1.2.2. «Égloga V» de las Bucólicas de Juan del Encina………………………………….. 249 2.1.2.3. «Donde Amor hiere cruel» de Nicolás Guevara…………………………………. 253 2.1.2.4. Juego trovado de Jerónimo Pinar………….. 255 2.1.3. Isabel y el romancero culto y popular……………….. 264 2.1.3.1. «Romance heroico sobre la muerte del príncipe de Portugal» de fray Ambrosio Montesino… 265 2.1.3.2. «Romance a la muerte del príncipe de Portugal»…………………………… 272 2.2. Prosa…………………………………………………………… 277 2.2.1. «Remedios para ferida tan entrañable»: Isabel y la literatura consolatoria…………………………… 278 2.2.1.1 Tratado consolatorio a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz, 1493……………………. 282 2.2.1.1.1 La actividad literaria de Alonso Ortiz……………………………... 283 2.2.1.1.2. Ortiz en el círculo cortesano: los Cinco tratados…………………………… 286 2.2.1.1.3. Una carta-prólogo para Isabel la Católica (y su hija)………..……….. 287 2.2.1.1.4. Análisis de la obra………………… 289 2.2.1.2. Suma de paciencia de Andrés de Li, 1493…. 295 2.2.1.2.1. El autor, «devoto y muy afectado servidor»…………………………… 295 7 2.2.1.2.2. Consideraciones bibliográficas (y genéricas): la Suma como guía de espiritualidad femenina…………………………………….. 298 2.2.1.2.3. Análisis de la obra………………... 301 2.2.1.2.4. Los materiales heterogéneos: facecias, patrística y hagiografía……………………… 308 2.3. Literatura perdida…………………………………………… 311 2.3.1. Literatura de linajes: Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón de Gonzalo García de Santa María… 311 2.4. Parateatralidad y micropoética: momos y justas literarias. Divisas e invenciones………………………..………………….. 316 2.4.1. Sevilla. 1490……………………………………… 320 2.4.1.1. Los momos de la boda: Carta de Ruy de Sande a D. João II……………………..... 324 2.4.1.2. Juegos florales de Isabel la Católica……. 327 2.4.1.3. Los momos de la infanta Juana…………. 328 2.4.1.4. Los momos del príncipe Juan…………… 328 2.4.1.5. «Por desviar», el mote de Isabel………… 329 2.5. Otras referencias literarias…………………………………... 331 2.5.1. «Allá casamientos, acá la gran muerte». Isabel y la consolatoria por el príncipe don Juan…………. 331 2.5.1.1. Tragedia trobada de Juan del Encina……. 332 2.5.1.2. Sobre el fallecimiento del príncipe del Comendador Román………………………….. 333 2.5.1.3. «Cartas» de fray Íñigo de Mendoza. El «Memorial» consolatorio……………………… 334 2.5.2. «Séguela con mis guadañas a hijos de sus entrañas». Las muertes de Isabel y Miguel en la literatura………….. 341 2.5.2.1. Panegírico de Diego Guillén de Ávila…... 341 2.5.2.2. Vergel de discretos de Francisco de Ávila... 345 2.5.3. «Doncella tan sancta y devota». Isabel como modelo de mujer (siglo XVI)………………… 349 2.5.3.1. Instrucción de la mujer cristiana de Juan Luis Vives………………………………… 349 8 2.5.3.2. Carro de las donas………………………... 352 3. ISABEL EN LA LITERATURA NEOLATINA…………………………………. 359 3.1. Literatura neolatina castellana………………………………... 360 3.1.1 El Epithalamium de Antonio de Nebrija……………. 361 3.1.1.1. Nebrija como poeta………………………. 361 3.1.1.2. El Epithalamium y su fortuna impresoria… 364 3.1.1.3. El Epithalamium como género. Análisis literario…………………………………… 368 3.1.1.4. El comentario glosado……………………. 376 3.1.2. La Aelegeia de Fernando Sánchez de la Pradilla, discípulo de Nebrija………………………………………. 377 3.1.2.1. Aelegeia a la muerte del príncipe don Juan… 379 3.1.2.2. «In obitum sororis suae clarissimae Lusitanorum reginae et Hispanorum principis»: la Aelegeia a Isabel..................................................... 380 3.1.3. Otras referencias literarias............................................ 382 3.1.3.1. Epistolarium de Pedro Mártir de Anglería.... 382 3.2. Literatura neolatina portuguesa................................................... 385 3.2.1. El humanismo portugués y la corte literaria de João II 386 3.2.2. Un humanista en la corte lusa……………………….. 391 3.2.2.1. Cataldo Parísio Sículo y el círculo de damas letradas……………………… 391 3.2.2.2. La intensa actividad literaria de Cataldo Sículo…………………………………… 394 3.2.2.3. La Oratio de Cataldo Parísio Sículo. Análisis…………………………………………...... 397 4. ISABEL EN LA LITERATURA PORTUGUESA………………………………… 401 4.1. Poesía………………………………………………………….. 402 4.1.1. «Syn pecar» de Álvaro de Brito……………………... 402 4.1.2. «Lamentaçãm» de João Manuel……………………... 404 4.1.3. «A morte do príncipe» de Luis Anríquez..................... 407 4.1.4. «Trovas a morte do prinçipe» de Álvaro de Brito........ 411 4.1.5. Romances portugueses a la muerte del príncipe de Portugal................................................................ 412 9 4.1.5.1. «Princesa» y «casadinha»: Isabel en el ciclo romancístico portugués………………….. 413 4.2. Parateatralidad y micropoética..................................................... 418 4.2.1. Évora, 1490…………………………………………… 419 4.2.1.1. Banquetes y momos en la sala de madera …. 421 4.2.1.2. «Justas reaes»: letras y cimeras…………….. 427 III. «DE ISABEL, TAL ISABEL». CONCLUSÕES.......................................................... 433 «DE ISABEL, TAL ISABEL». CONCLUSIONES…………………………………... 439 IV. APÉNDICE…………………………………………………………………….. 447 A) TEXTOS LITERARIOS. ANTOLOGÍA……………………………………... 447 1. NORMAS DE TRANSCRIPCIÓN…………………………………… 447 2. LA LITERATURA EN TORNO A ISABEL…………………………… 449 [1] Criança y virtuosa dotrina, Pedro Gracia Dei............... 449 [2] Epithalamium, Antonio de Nebrija................................ 464 [3] Oratio, Cataldo Parisio Sículo....................................... 466 [4] Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, Alonso Ortiz......................................................................... 470 [5] Suma de paciencia, Andrés de Li................................... 476 [6] Romances portugueses a la muerte del príncipe de Portugal…………………………………… 481 B) DOCUMENTOS…………………………………………………………… 485 1. El Cargo de Mendieta. Transcripción…………………………… 485 2. El inventario de Juan Velázquez. Transcripción………………… 487 V. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………… 491 V.1. BIBLIOGRAFÍA DE FUENTES PRIMARIAS………………………………… 491 V.2. BIBLIOGRAFÍA DE FUENTES SECUNDARIAS……………………………… 493 10 ÍNDICE DE TABLAS Tabla 1. La casa de la reina-princesa Isabel. Titulares y cargos…………………. 141 Tabla 2. El canon de lecturas femeninas. Los libros de María y Catalina……….. 171 Tabla 3. Relación de pinturas de F1 y F2………………………………………… 183 Tabla 4. Relación de los veintidós libros de F1 y F2…………………………….. 184 Tabla 5. Relación de compradores y número de ejemplares adquiridos…………. 187 Tabla 6. Coplas de las infantas en la Consolatoria de Castilla de Juan Barba…... 248 Tabla 7. Comparación entre el romance de Montesino y el romance anónimo….. 274 Tabla 8.Variantes textuales entre ambos romances. Comparativa……………….. 275 Tabla 9. Juego de correspondencias retóricas en la Suma de paciencia (capítulo X)………………………………………………….. 304 Tabla 10. Romances portugueses. Variantes…………………………………….. 417 Tabla 11. «Justas reaes». Relación de mantenedores. Cimeras y letras…………. 430 Tabla 12. «Justas reaes». Relación de aventureiros. Cimeras y letras…………… 431 11 AGRADECIMIENTOS La presente tesis doctoral ha sido elaborada gracias a la ayuda recibida de dos instituciones que han respaldado mi trayectoria investigadora mediante la concesión de sendas becas predoctorales. La primera ayuda, que disfruté a lo largo del 2012, fue otorgada por la Fundación Universitaria Oriol Urquijo, institución a la que agradezco su apoyo así como la generosidad de sus patronos y decanos, especialmente, a Assumpta Oriol y a Javier del Hoyo, por haberme permitido disfrutar de la gran familia de la Fundación. La segunda de estas becas fue concedida en 2013 por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España, dentro del programa de Ayudas de Formación del Profesorado Universitario (beca conocida bajo las siglas FPU y cuya referencia de becario correspondiente es la que sigue: ref. AP2012-2654). Gracias a esta última, activa durante los años 2013 a 2016, pude desarrollar una primera fase de beca y otra segunda de contrato adscrita a la Universidad Complutense de Madrid así como al Departamento de Filología Española II, lo que me dio la oportunidad de dedicarme a tiempo completo a mi trabajo investigador. Gracias a la beca FPU realicé dos estancias de investigación de tres meses de duración cada una en distintas universidades de Portugal. De este modo, desarrollé mi trabajo en las Faculdades de Letras da Universidade de Lisboa (2014), bajo la dirección de Cristina Almeida Ribeiro, así como en la Universidade do Porto (2015), al cuidado de José Carlos Ribeiro Miranda. A ambos profesores les agradezco su impagable ayuda al recibirme en sus departamentos y sus enseñanzas en la literatura medieval portuguesa y las relaciones peninsulares a fines del siglo XV. Una tesis no es sólo el trabajo del doctorando, sino que su resultado debe mucho a las orientaciones recibidas por parte de sus directores, profesores e investigadores, así como familia y amigos. Todos ellos apuntalan con erudición y consejos un trabajo que se pretende individual, pero que, sin los ánimos de todos aquellos que me han acompañado en el camino, no habría salido adelante. En primer lugar, estoy en deuda con Nicasio Salvador Miguel por ofrecerme un tema de investigación que he disfrutado, así como por su confianza y sabiduría para llevar a término una investigación que le era propia. En segundo lugar, mi agradecimiento con Ángel Gómez Moreno es inmenso, por su generosidad y enseñanzas a lo largo de estos últimos años de tesis. A ambos les agradezco su tesón y paciencia. 12 Para mí no es poco el honor de considerarme su discípula. No he podido tener mejores maestros y confío en que esta tesis exprese mi mayor gratitud hacia ellos. Como alumna complutense he tenido el placer de recibir las enseñanzas de profesores excelentes; muchos de ellos han seguido con interés el desarrollo de esta tesis y han aportado no pocas observaciones de importancia al tiempo que han contribuido a mejorarla con inestimables sugerencias: Álvaro Alonso Miguel, Álvaro Bustos Táuler, Mercedes Fernández Valladares, Ana Vian y muchos otros. También estoy en deuda con los profesores del Departamento de Historia Medieval de la Complutense, especialmente con Ana Arranz Guzmán y con David Nogales Rincón. A todos ellos he de unir los nombres de grandes especialistas que me han brindado su apoyo durante estos años, especialmente, Teresa Jiménez Calvente, y a muchos de ellos vinculados a la AHLM; de ellos, he recibido consejos y también he compartido buenos ratos en distintos congresos, desde San Millán hasta Oporto y la Biblioteca Nacional. También quisiera agradecer especialmente a José Carlos Miranda y Rosário Ferreira su infinita generosidad y cariño al recibirme en Oporto. Los maravillosos seminarios en los que tanto aprendí en el Palacete Burmester y tantas comidas en buena compañía regadas con vinho son de los mejores recuerdos que guardo de mis estancias en tierras portuguesas. Gracias también a Filipe Alves, Joana Gomes, Mariana Leite y Aurelio Vargas por tantos momentos compartidos y por todo lo que aprendí a la portuguesa. Obrigada! Una tesis también se comparte con amigos que han apoyado (y sufrido) esta etapa de mi vida junto a mi querida Chabeli, ambas ya en plena confusión, como los heterónimos de Pessoa. Con las Jornaleras aprendí que la vida, siempre, es más grande que la Filología y que la amistad está por encima de papeleos, pititas y pichirichis. Así fue como Marta, Margot, Nerea y Patricia entraron en mi educación académica y sentimental en esa catarsis que fueron las IV Jornadas. Gracias por tantos cafés, por las conversaciones que unían New York, París, Oporto y Madrid; por todo lo que reímos, lloramos y aprendimos. Aún nos queda mucho bacalhau a brás por compartir. En el camino también he conocido a otros compañeros de viaje con quienes compartí desvelos medievales y académicos, no pocas charlas y muchos cafés. Su infinita paciencia y generosidad han hecho de todos ellos amigos de palabra y corazón: Pedro García, Fabio Zamarreño, Alejandro Cantarero, Almudena Izquierdo, Ginette Alomar, Guillermo Gómez así como el resto de ese grupo de sufridores y currantes natos que es el PIF. 13 En mis primeras andanzas portuguesas conocí a mi lisboeta Julio Merayo, con quien aprendí de pájaros y a volar en tantos paseos que acababan en Praça do Comerço. Los tres meses en Porto fueron estupendos gracias, en parte, a mi historiadora favorita, Mariña Bermúdez (¡mi reino por un pingo!), y a Joana Marques, minha irmã portuguesa. Gracias a las dos por compartir sopinhas, tés y risas. A Adelminho le debo una visita en Brasil y su paciencia con mi portugués (como mi querida Joana). Sin ellos no podría haber escrito esa parte. Mi gratitud es plena, mi deuda impagable y mi cariño de por vida con mi Doktorvater, mentor y padre doctoral en sentido pleno de la palabra, quien creyó en mí incluso más que yo misma y me alentó a seguir adelante, siempre adelante. Por supuesto, sin el apoyo y aliento de mi familia durante estos cinco años, que ha soportado con paciencia vivir con una tierna infanta en casa, no hubiera podido ver la luz. A todos ellos les debo muchos ratos robados por esta tesis y un agradecimiento inmenso. Fundamentalmente, a mis padres, por todo el esfuerzo en darme la mejor educación y convertirme en la persona que soy. A mi hermano y mi cuñada, por aplaudir cada logro y levantarme en cada decepción. A mis principitos Diego, Beltrán y Guillermo, por todas las sonrisas; a mis tíos y primos, por ayudarme e interesarse por esta tesis desde el primer momento en que decidí hacer una cosa llamada doctorado. A mi querida Yoli, por compartir cada segundo conmigo desde aquella mañana en Londres; suyas son muchas traducciones al alemán y mía la promesa de vernos en Groenlandia. Y a Juanes, por supuesto, por cambiar el cuento y hacer que las princesas prefieran besar caracoles antes que sapos. Gracias, de corazón, a todos por formar parte de mi vida y mi Filología. 14 15 ABSTRACT The Literature about the Eldest Daughter of the Catholic Monarchs: Isabel of Castile and Aragon, Princess and Queen of Portugal (1470-1498) Introduction The literary activity of the main writers in the late fifteenth Castilla not only focused on the figure and patronage of monarchs, Fernando and Isabel, but also many of their works were made for the children of the Catholic Monarchs. In contrast with the large criticism surrounding the literature about Prince Juan, the interest around the eldest daughter, the infanta Isabel (1470-1498), does not seem to have attracted much attention. The public relevance of said infanta, especially after the death of his brother, made her an outstanding historical exhibition of the model Renaissance woman. As a result, Isabel became literary pretext, that is, patron of literature produced in her honor and transcendent of all topics to become a literary archetype in the sixteenth century. This dimension, barely explored, would complement the overview of analysis about patronage and female literary entourage at the time of the Catholic Monarchs. Thus, the main objective of the proposed doctoral thesis is to develop a complete understanding Isabel iunior’s education, cultural heritage, and literary setting. Objectives and results The interdisciplinary approach of the thesis limits its chronology to Isabel’s life (1470-1498), although it extends until mid-sixteenth century. The structure of this thesis is divided into two main parts: 1) Historical profile, by performing a complete biography where the figure of Isabel as Princess of Asturias and Princess and Queen of Portugal is analyzed. This include references to education and cultural heritage, which serve to complete its image of a learned woman. 2) Literary analysis, focusing on textual evidence referring to Isabel as protagonist and / or literary motif, lending a significant role of the infanta in literary historiography, especially for its ability to create images in their literary setting in Spanish and Portuguese courtly literature in the late fifteenth century. The analysis methodology, in short, is divided into four main sections, namely poetry, prose, 16 parateatralidad, and micropoetry; as well as a miscellaneous section which includes all works in which Isabel is inserted as a secondary literary motif. Through the preliminary biographical study we have seen that the political actions of Isabel and her evolution in the court of her parents are linked to the ups and downs that occurred during the reign of the Catholic Monarchs. Isabel as a political piece in the peninsular board becomes important from the battle letters between the king of Portugal, Afonso V, and Fernando, written by Gómez Manrique. Marriage with the heir to the Portuguese throne, Prince Afonso (1490), gave her her greatest public relevance, with an important active political weight developed in those villages where the Princess of Portugal had economic solvency and judicial power, known as terras da rainha. Unfortunately, due to the unexpected death of Afonso one year after their marriage, Isabel became Princess of Portugal and a widow. Isabel’s second marriage with Manuel I (1497) reinforced the policy of union with Portugal at the same time served to legitimize the Portuguese monarch in their successful arrival to the throne. Isabel joined his figure to a possible Iberian Union, especially after the death of her brother, Prince Juan, which marked her as eldest daughter of the Catholic Monarchs and therefore heir to the Castilian throne. The Iberian plans were spoiled by her death in childbirth (1498). The study of her education, cultural heritage and her book collection has served to inscribe her into the peninsular puellae doctae. Her education was not regulated, or at least not as much as her brother and sisters, but enjoyed the new courtier uses imposed by Isabel the Catholic: religious instruction at the hands of the Dominican Pedro de Ampudia and humanistic training preceptors from Italy, in this case, the brothers Geraldini. Double inventory of books of Isabel iunior differentiate her from her mother. These books, as well as the tables found in the ark of Isabel iunior create a space of spirituality and daily life as well as a rhetoric of affection in the reading canon established by Isabel the Catholic for her daughters. Regarding the patronage, the youth of Isabel, with only twenty years to develop its sponsorship, her itinerant existence on courts and her early death did not allow the establishment of a fixed literary court that would highlight the patronage relationships between Isabel and her sponsors. However, her profile and impact as eldest daughter did define an entourage of writers, both Spaniards and Portuguese, some even with Latin as the language of expression, which created a rich literary atmosphere around the eldest daughter. Her arrival to the world in such a turbulent time and her status as Crown 17 Princess in the absence of brothers, encouraged the authors to, by the praise of Isabel iunior, search to gain the friendship of the Catholic Monarchs. This is the case of Juan Barba and his «Canción en loor de la señora infante» and the Criança y virtuosa dotrina by Pedro Gracia Dei. Corresponding to the image of Isabel as Princess of Portugal, the compositions intended to be sung highlight the Iberian Union through the marriage of the eldest daughter: the stanzas of Portuguese Álvaro de Brito («Syn pecar») and two Latin works written by two great talents of two courts: the Epithalamium by Antonio de Nebrija and the Oratio by Cataldo Parísio Sículo. A special section devoted to courtly ceremony and description of jousts and momos existed. Despite the lack of documentation, traces of these courtly joys are compiled in peninsular chronicles (Hernando de Pulgar, Andrés Bernáldez or Garcia de Resende, for instance) as well as the exceptional letter from Ruy de Sande, ambassador of king João II, the accounting records of the treasurer Gonzalo de Baeza or motes, breves and invenciones that are collected in cancioneros and seem to correspond to these celebrations. The Tratado a la princesa de Portugal by Alonso Ortiz and the Suma de paciencia by Andrés de Li are dedicated to Isabel, a widow only twenty years old. Other compositions also stand out, such as Nicolás Guevara, next to the female intimate circle of the Queen, who seems to dedicate his song «Donde Amor hiere cruel» to her. Juan del Encina, in his translation of the Virgilian Bucolics, dedicated his «Égloga V» both to Isabel and Afonso’s death. From the Portuguese side, the «Lamentaçam» by João Manuel, «A morte do príncipe» by Luis Anríquez as well the «Trovas» by Álvaro de Brito are good examples of the literary impact of the death of the Portuguese heir and the notable presence of Isabel among their consolatory verses. As widow Princess the ballads by fray Ambrosio Montesino and one anonymous ballad prove the taste for these poetic forms in the court as well as a rapid spread of the death through traditional poetry. Later, Isabel acquires three categories: 1) Isabel and consolatory literature of Prince Juan, with the works of Fray Íñigo de Mendoza, as the «Memorial», some verses of the Tragedia trobada by Juan del Encina and the stanzas Sobre el fallecimiento del príncipe by Comendador Román; 2) the death of Isabel and Miguel in poetry, as the Panegírico by Diego Guillén de Ávila, stanzas of Francisco de Ávila in his Vergel de discretos or the «Aelegeia» of the bachelor Pradilla, a disciple of Nebrija, and finally 3) Isabel as a model of women in the sixteenth century, mainly to works where her figure 18 is taken as a literary archetype and model of virtuous woman, like in some chapters of Carro de las donas or the work of Juan Luis Vives. There are two more works which do not fit in this classification: the Juego trovado by Jerónimo Pinar, a work of female entertainment appreciated in the literary court of Isabel la Católica through very complex card games and the lost work Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón by Gonzalo García de Santa María. Conclusions Regarding its historical impact, it could be concluded that the role played by Isabel as a political instrument of her parents is based on three basic pillars: her status as eldest daughter, which interested the heirs of the reigning houses by offering an available access to power; her female gender, which granted her a serious chance to ensure dynastic continuity and, finally, her status as widow Princess not only allowed her to continue actively pursuing a political role in the neighbor kingdom but also allowed her to legitimize dynastically and justify a Portuguese king without family ties on the throne. The literary activity conducted around the infanta, later princess and finally Queen of Portugal claim not only the cultural interests of the Isabel herself, but a reflection of her mother. Surrounded by a rich intellectual environment, as demonstrated by the literary court of Isabel the Catholic, Isabel knew how to develop and stimulate the literary genius of the main cultural writers of the time, such as Antonio de Nebrija. This is shown in the dedications and rubrics we have analyzed, as well as in the larger works. Many of these works dedicated to Isabel operate as a vehicle for patronage to various authors in their search for sponsorship of his literary activity. So it exemplified in the consolatory Tratado consolatorio a la princesa de Portugal by Alonso Ortiz, whose letter-preface is dedicated to Isabel the Catholic. At other times, it is Isabel herself who ordered, it seems, to develop these writings, as in the case of «Romance heroico a la muerte del príncipe de Portugal» by Ambrosio Montesino. In short, the historical and literary analysis around the figure of the eldest daughter of the Catholic Monarchs will not only provide proper dignity of Isabel as a person, silenced in major monographs on the subject, but also to complete the literary activity in the time of Isabel and Fernando through culture, patronage and literary setting about Isabel iunior. 19 RESUMEN La literatura en torno a la primogénita de los Reyes Católicos: Isabel de Castilla y Aragón, princesa y reina de Portugal (1470-1498) Introducción La actividad literaria de los principales ingenios cortesanos de fines del XV en Castilla no sólo se centró en la figura y mecenazgo de los monarcas, Isabel y Fernando, sino que también muchas de sus obras se realizaron para los hijos de los Reyes Católicos. En contraposición a la numerosa bibliografía que ha despertado entre la crítica la literatura que rodea al príncipe don Juan, la suscitada en torno a la primogénita, la infanta Isabel (1470-1498), no parece haber concitado tanto interés. La relevancia pública de dicha infanta, especialmente tras la muerte de su hermano, hizo de ella un modelo de mujer del Renacimiento, otorgándole una sobresaliente exposición histórica. Así, Isabel se convierte en pretexto literario, esto es, destinataria y mecenas de una literatura elaborada en su honor que trasciende todos los tópicos hasta llegar a convertirse en arquetipo literario ya entrados en el siglo XVI. Esta faceta, apenas explorada, vendría a complementar el panorama de análisis acerca del mecenazgo y entourage literario femenino en la época de los Reyes Católicos. De este modo, el objetivo principal de la tesis doctoral propuesta se centra en elaborar un completo panorama acerca de la educación, patrimonio librario y entorno literario de Isabel iunior. Objetivos y resultados La metodología interdisciplinar de la tesis limita su cronología a partir de la vida de Isabel (1470-1498), aunque ampliada hasta mediados del siglo XVI. La estructura de esta tesis se divide en dos grandes bloques: 1) Perfil biográfico, mediante la realización de una completa biografía histórica donde se analiza la figura de Isabel como princesa de Asturias, así como princesa y reina de Portugal. También se incluyen referencias a su educación y patrimonio librario que sirven para completar su imagen como mujer letrada. 2) Análisis literario, centrando en las evidencias textuales que se refieren a Isabel como protagonista y / o motivo literario, otorgando un papel relevante de la infanta dentro de la historiografía literaria, especialmente por su capacidad para crear 20 imágenes en su entorno en la literatura cortesana hispano-lusa de fines del XV. La metodología de análisis, en resumen, se desarrolla en cuatro apartados principales, esto es, poesía, prosa, parateatralidad y micropoética; también en un apartado misceláneo que incluye todas aquellas obras que insertan a Isabel como motivo literario secundario. A través del estudio biográfico preliminar hemos podido apreciar que las acciones políticas de Isabel así como su devenir en la corte de sus padres están ligadas a los avatares ocurridos durante el reinado de los Católicos. Isabel como pieza política en el tablero peninsular cobra importancia como infanta castellana a partir de las cartas de batalla cruzadas entre el rey de Portugal, Afonso V, y Fernando el Católico, escritas por Gómez Manrique. El matrimonio con el heredero al trono portugués, Afonso (1490), supone su momento de mayor relevancia pública, con un importante peso político activo desarrollado en las conocidas como terras da rainha, aquellas villas donde la princesa de Portugal tenía solvencia económica y judicial. Desafortunadamente, la inesperada muerte de Afonso un año después del enlace convirtió a Isabel en princesa viuda de Portugal. El segundo matrimonio de Isabel con Manuel I (1497) reforzó la política de unión con Portugal al mismo tiempo que servía para legitimar al monarca luso en su venturosa llegada al trono. Isabel concitaba en su figura una posible unión ibérica, máxime tras el fallecimiento de su hermano, el príncipe don Juan, que marcaba una vía directa como hija primogénita de los Católicos y, por tanto, heredera al trono castellano. Su muerte por sobreparto (1498) desbarató los planes ibéricos. El estudio de su educación y patrimonio librario ha servido para inscribirla dentro de las puellae doctae peninsulares. Su formación no será reglada, o al menos, no tanto como la realizada por sus hermanos, pero gozará de los nuevos usos cortesanos impuestos por Isabel la Católica: instrucción religiosa a manos del dominico Pedro de Ampudia y una formación humanística con preceptores llegados de Italia, en este caso, los hermanos Geraldini. El inventario doble de Isabel hija permite individualizarla respecto a su madre. Estos libros, así como las tablas halladas en el arca de Isabel iunior permiten hablar de un espacio de espiritualidad y cotidianidad así como de una retórica de los afectos en el canon de lecturas establecidas por Isabel la Católica para sus hijas. Respecto al mecenazgo, la juventud de Isabel, con tan sólo veintiocho años para desarrollar su patrocinio, su itinerancia en las cortes peninsulares y su temprana muerte no permitieron el establecimiento de una corte literaria fija y que permitiera poner de relieve las relaciones de mecenazgo entre Isabel y sus patrocinados. Sin embargo, su perfil y su impacto como hija primogénita sí definieron un entourage de escritores, 21 tanto castellanos como portugueses, algunos incluso con el latín como lengua de expresión, que crearon un riquísimo ambiente literario alrededor de la primogénita. Su llegada al mundo en una época tan turbulenta y su categoría de princesa heredera a falta de varón estimuló a los autores que buscaban, mediante la loa a Isabel hija, granjearse la amistad con los Reyes Católicos. Es el caso de Juan Barba y su «Canción en loor de la señora infante» y la Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei. Correspondiente a la imagen de Isabel como princesa de Portugal, destacan todas aquellas composiciones destinadas a cantar la unión ibérica a través del enlace de la primogénita: las coplas del portugués Álvaro de Brito («Syn pecar») y dos obras neolatinas escritas por dos grandes ingenios de ambas cortes: el Epithalamium de Antonio de Nebrija y la Oratio de Cataldo Parísio Sículo. Existe un apartado especial destinado al ceremonial cortesano y la descripción de las justas y momos. A pesar de la escasez de documentación, las huellas de estas alegrías cortesanas cabe recopilarlas bien sea en crónicas de uno y otro lado peninsular (Hernando de Pulgar, Bernáldez o Garcia de Rende, verbigracia) así como en la excepcional carta del embajador Ruy de Sande al rey João II, los registros contables del tesorero Gonzalo de Baeza o los motes, divisas e invenciones que se recogen en los cancioneros y que parecen corresponderse con estas celebraciones. Isabel, viuda con tan sólo veinte años, se le dedican el Tratado a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz y la Suma de paciencia de Andrés de Li. También sobresalen otras composiciones cancioneriles como la de Nicolás Guevara, próximo al círculo femenino y más íntimo de la reina, quien parece dedicar su canción «Donde Amor hiere cruel». Juan del Encina, en su traslación de las Bucólicas virgilianas, dedica su «Égloga V» a Isabel y a la muerte de Afonso. Del lado portugués, la «Lamentaçam» de João Manuel, «A morte do príncipe» de Luis Anríquez así como las «Trovas» de Álvaro de Brito son buena muestra del impacto literario de la muerte del heredero portugués y de la notable presencia de Isabel entre los versos consolatorios. Como princesa viuda, finalmente, los romances de fray Ambrosio Montesino y uno anónimo prueban el gusto por estas formas poéticas dentro de la corte así como una rápida difusión del hecho luctuoso a través de la poesía tradicional. Posteriormente, Isabel adquiere tres categorías analíticas: 1) Isabel y la literatura consolatoria del príncipe don Juan, con las obras de fray Íñigo de Mendoza, como el «Memorial», algunos versos de la Tragedia trobada de Juan del Encina y en las coplas Sobre el fallecimiento del príncipe del Comendador Román; 2) las muertes de Isabel y 22 Miguel en la lírica, como el Panegírico de Diego Guillén de Ávila y las coplas de Francisco de Ávila en su Vergel de discretos o la «Aelegeia» del bachiller de la Pradilla, discípulo de Nebrija, y, finalmente, 3) Isabel como modelo de mujer en el siglo XVI, fundamentalmente, con obras donde su figura se toma como arquetipo literario y como modelo de mujer virtuosa, verbigracia el Carro de las donas o la obra de Juan Luis Vives. Hay dos obras más que no obedecen a esta clasificación: el Juego trovado de Jerónimo Pinar, obra de entretenimiento cortesano femenino con complejos juegos literarios puesto en alza en la corte literaria de la Católica y la perdida Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón, de Gonzalo García de Santa María. Conclusiones Respecto a su impacto histórico, se puede concluir que el papel desempeñado por Isabel como instrumento político de sus padres se basa en tres puntales básicos: su condición de hija primogénita, faceta que interesaba a los herederos de las casas reinantes al ofrecer un mayor acceso y viabilidad al poder; su condición de mujer, pues se otorgaban serias posibilidades de asegurar la continuidad dinástica y, finalmente, su estado como princesa viuda no sólo le permitía continuar ejerciendo activamente su papel político en el reino vecino sino que también le permitía legitimar y justificar dinásticamente a un rey luso sin vínculos familiares en el trono. La actividad literaria llevada a cabo alrededor de la infanta, posteriormente de la princesa y, finalmente, de la reina de Portugal permite afirmar no solo los intereses culturales de la propia Isabel, sino el reflejo de los de su madre. La joven, rodeada de un ambiente intelectual propicio, como demuestra la corte literaria de Isabel la Católica, supo desarrollar e incentivar el ingenio literario de los principales escritores de la época, como Antonio de Nebrija. Así se demuestra en las dedicatorias y rúbricas que hemos analizado, como también en las obras más extensas. Muchas de estas obras dedicadas a Isabel funcionaban, en realidad, como un vehículo de mecenazgo para diversos autores en su búsqueda de patrocinadores de su actividad literaria. Así se ejemplifica en el Tratado consolatorio a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz, cuya carta-prólogo se dirige a Isabel la Católica. En otras ocasiones, es la propia Isabel quien mandó, parece, elaborar estos escritos, como en el caso del «Romance heroico a la muerte del príncipe de Portugal» de Ambrosio Montesino. 23 En definitiva, el análisis histórico y literario en torno a la figura de la hija mayor de los Reyes Católicos no sólo servirá para dignificar a la persona de Isabel, silenciada en las principales monografías sobre el tema, sino para completar la actividad literaria en la época de Isabel y Fernando a través de la cultura, mecenazgo y entorno literario de Isabel iunior. 24 25 INTRODUCCIÓN En 2010 el Prof. Dr. Nicasio Salvador Miguel, con gran generosidad y en un gesto que demuestra su compromiso por formar a jóvenes medievalistas, me sugirió, como tema de tesis, investigar la literatura en torno a las hijas de los Reyes Católicos. Así se titulaba mi proyecto inicial y por esa senda encaminé mis primeros pasos, sin darme cuenta del vasto campo de investigación que tenía por delante. Las posibilidades eran infinitas y estimulantes en torno al estudio de la educación, literatura y mecenazgo de las cuatro hijas de Isabel y Fernando, es decir, las infantas Isabel (1470-1498), Juana (1479-1555), María (1482-1517) y Catalina (1485-1536)1. Esta investigación se insertaba dentro de las actividades de los Proyectos de Investigación La actividad literaria en la época de los Reyes Católicos y La literatura hispánica medieval en sus fuentes primarias: BETA (Bibliografía Española de Textos Antiguos)2, así como del Grupo de Investigación Sociedad y Literatura Hispánicas entre la Edad Media y el Renacimiento3. La tesis también servía para analizar la imagen de la reina Isabel, sus aspiraciones culturales, su sensibilidad artística y, lo más importante, para resaltar su mecenazgo literario a través de la proyección en sus descendientes femeninas, posteriores princesas y reinas de gran relevancia pero apenas estudiadas en sus implicaciones literarias4. En contraposición a sus hermanas y a pesar de su corta vida, el príncipe don Juan (1478-1497), heredero al trono de Isabel y Fernando, es el único que ha recibido la atención de la crítica, situación que contrasta con el escaso interés que han despertado las cuatro hijas de los Reyes Católicos en el terreno literario5. Desde que el Duque de 1 Se planteaba así una investigación dentro de las coordenadas ya descritas magistralmente en la obra de Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica. Educación, mecenazgo y entorno literario, Alcalá de Henares, Instituto de Estudios Cervantinos, 2008. 2 Este proyecto de investigación está dirigido por Ángel Gómez Moreno e insertado dentro del gran proyecto y de la base de datos PhiloBiblon, que puede ser consultada en línea: http://vm136.lib.berkeley.edu/BANC/philobiblon/index_es.html. 3 Una muestra de estos trabajos se recoge en la monografía colectiva titulada La actividad literaria en la época de los Reyes Católicos, eds. Nicasio Salvador Miguel y Cristina Moya García, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008. 4 La cuestión del mecenazgo en la época de los Reyes Católicos ya ha sido tratada en las tesis de dos discípulas del profesor Salvador Miguel desde la órbita de la nobleza y la Iglesia: las de Marina Núñez Bespalova, El mecenazgo nobiliario en la literatura de la época de los Reyes Católicos, Madrid, Universidad Complutense, 2009, y Ainara Herrán Martínez de San Vicente, El mecenazgo literario de las jerarquías eclesiásticas en la época de los Reyes Católicos, Madrid, Universidad Complutense, 2011. 5 Como muestra, basten los numerosos congresos y seminarios como el titulado La literatura en tiempos del príncipe don Juan organizado por la SEMYR (enero de 1997) o el ciclo de conferencias V Centenario de la Muerte del Príncipe don Juan, organizado por el Excmo. Ayuntamiento de Ávila (octubre 1997). 26 Maura construyera la leyenda acerca del príncipe que murió de amor, pasando por el estudio de José Camón Aznar o los recientes trabajos de Miguel Ángel Pérez Priego, Jacobo Sanz Hermida o Ángel Alcalá Galve, la Historiografía y la Filología se han dedicado a estudiar únicamente al heredero6. Sin duda, las circunstancias personales y políticas de un heredero que rompió la sucesión lineal castellana y que «asestó la primera espada de dolor en el alma de la reina Católica», en palabras de Andrés Bernáldez, propiciaron una amplísima literatura consolatoria en torno a su imagen. Como ya ponía de relieve Camón Aznar, “aunque parezca una cruel paradoja, podemos decir que es su muerte lo más importante de la vida del príncipe don Juan”7. No obstante, la pérdida del príncipe castellano y del futuro heredero de éste, hizo que sus hermanas pasaran al primer plano de la sucesión dinástica de una corona que, desgraciadamente, vería morir a todos sus herederos en años sucesivos (Juan, 1497; Isabel, 1498 y Miguel, 1500), hasta recaer en la supuestamente enajenada Juana de Castilla8. Vid. también las monografías y artículos reseñables dentro de una ingente bibliografía entre la que destacan los trabajos de Miguel Ángel Pérez Priego, “Historia y literatura en torno al príncipe don Juan. La Representación sobre el poder del amor de Juan del Encina”, en Historias y Ficciones: coloquios sobre la literatura del siglo XV, eds. Rafael Beltrán, Josep Lluís Canet y Josep Lluís Sirera, València, Universitat de València, 1992, pp. 227-249; Miguel Ángel Pérez Priego, El príncipe don Juan, heredero de los Reyes Católicos y la literatura de su época Lección inaugural del Curso 1997-1998, UNED, Madrid, UNED, 1997; la edición facsímil de Diego Ramírez de Villaescusa, Cuatro diálogos que tratan sobre el infausto día en que murió el Príncipe don Juan heredero de España, Jaén, Diputación Provincial, 1997; Jacobo Sanz Hermida y Ángel Alcalá Galve, Vida y muerte del príncipe don Juan: historia y literatura, Valladolid, Junta de Castilla y León-Consejería de Educación y Cultura, 1999; Tomás González Rolán, José Miguel Baños Baños y Pilar Saquero Suárez-Somonte, El humanismo cristiano en la corte de los Reyes Católicos: las “Consolatorias” latinas a la muerte del príncipe Juan de Diego de Muros, Bernandino López de Carvajal-García de Bovadilla, Diego Ramírez de Villaescusa y Alfonso Ortiz, Madrid, Ediciones Clásicas, 2005. 6 Entre las publicaciones historiográficas más relevantes destacan las de Gabriel Maura Gamazo, duque de Maura, El príncipe que murió de amor: Don Juan primogénito de los Reyes Católicos, Madrid, Espasa Calpe, 1944 y José Camón Aznar, Sobre la muerte del príncipe Don Juan, Madrid, Real Academia de la Historia, 1963. También se ha editado la colección diplomática titulada Don Juan Príncipe de las Españas (1478-1479) [i. e. 1478-1497]: colección diplomática, eds. Rogelio Pérez Bustamante y José Manuel Calderón Ortega, Madrid, Dykinson, 1999 y, finalmente, es de destacar el artículo de José María de Francisco Olmos, “Las bodas del príncipe don Juan y la infanta doña Isabel. Cuestión de estado y problema internacional (1475-1497)”, Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, XVI (2013), pp. 41-85. 7 José Camón Aznar, Sobre la muerte del príncipe Don Juan…, p. 47. 8 Luis Suárez Fernández, en cuanto al trágico destino de los descendientes de Isabel la Católica y las muchas desgracias que esta tuvo que sufrir por causa de los avatares políticos y personales de sus cinco hijos, se explicaba así: “Cuando se piensa en las desgracias familiares que acechaban en el horizonte del tiempo (viudedad primero de Isabel y muerte de esta tras su segundo matrimonio; fallecimiento del príncipe de Asturias; muerte del primer nieto, Miguel, locura de Juana, tragedia de Catalina en Inglaterra), el historiador no puede dejar de sentir un estremecimiento. Misteriosos son los designios de la Providencia. De este matrimonio, tan importante, sí nació un alma feliz, María, la que fue reina de Portugal. Tal vez porque ella retornaba el espíritu de la abuela […] que de Portugal viniera…” en Testamento de Isabel la Católica y acta matrimonial, estudio a cargo de Luis Suárez Fernández, Madrid, Testimonio Compañía Editorial, 1992, p. 15. 27 La exposición pública de las cuatro infantas hizo de todas ellas un modelo de mujer del Renacimiento, otorgándoles una sobresaliente dimensión histórica, además de crear un pretexto literario, es decir, se convirtieron en musas inspiradoras de cientos de versos, destinatarias y mecenas todas ellas de una literatura elaborada en su honor. Esta faceta literaria resulta desconocida y poco explorada, carente de interés en los círculos académicos en los últimos años, a pesar de que vendría a complementar el panorama de análisis acerca del mecenazgo y entourage literario femenino en la época de los Reyes Católicos9. Son muchos los estudios dedicados a trazar las biografías de estas cuatro mujeres desde distintas ópticas, especialmente en el caso de aquellas infantas a las que se podría denominar polémicas, esto es, Juana y Catalina10. Sus vidas, avatares políticos y matrimonios se han prestado a ser materia novelable, y su análisis historiográfico se ha centrado únicamente en desvelar la importancia histórica de los acontecimientos en los que se vieron envueltas, sin desdeñar los tintes melodramáticos que les acompañan, en un intento de literaturizar su propia historia, pero descuidando su mecenazgo literario. Tampoco existe un certero y completo análisis monográfico que explore aquellas infantas que podríamos calificar como desconocidas, es decir, Isabel y María, ambas vinculadas a la corona portuguesa tras sucesivos matrimonios con los herederos al trono y sobre las que pesa el más absoluto de los silencios historiográficos11. 9 Así quedó expuesto en un primer acercamiento a la materia de estudio en Ruth Martínez Alcorlo, “La literatura en torno a las hijas de los Reyes Católicos: inicios de una tesis doctoral”, Dicenda, Cuadernos de Filología Hispánica, número especial, 30 (2012), pp. 253-266. 10 En torno a Juana, destacan las siguientes biografías y estudios, de desigual calidad y rigor histórico: Antonio Rodríguez Villa, La reina doña Juana la Loca: estudio histórico, Madrid, Librería de M. Murillo, 1892; Amarie Dennis, Seek the Darkness: The Story of Juana la Loca, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1969; Michael Prawdin, Juana la Loca, Barcelona, Juventud, 1974; Ludwig Pfandl, Juana la Loca: su vida, su tiempo, su culpa, Madrid, Espasa, 1977; Manuel Fernández Álvarez, Juana la Loca: la cautiva de Tordesillas, Madrid, Espasa Calpe, 2000 y, finalmente, Bethany Aram, La reina Juana: gobierno, piedad y dinastía, Madrid, Marcial Pons, 2001. Para Catalina, son reseñables los estudios de Garret Mattingly, Catalina de Aragón, Madrid, Palabra, 1998; Almudena de Arteaga, Catalina de Aragón: reina de Inglaterra, Madrid, La Esfera de los Libros, 2002; Vicenta Márquez de la Plata, Mujeres renacentistas en la corte de Isabel la Católica, Madrid, Castalia, 2005, pp. 223-292 y Giles Tremlett, Catherine of Aragon. The Spanish Queen of Henry VIII, Nueva York, Walker and Company, 2010 (con reedición y traducción al español en Catalina de Aragón: reina de Inglaterra, Barcelona, Crítica, 2012). 11 Independientemente de los datos que aparecen en las biografías canónicas y monografías sobre los Reyes Católicos de Tarsicio de Azcona, Luis Suárez o Ernest Belenguer, la bibliografía se centra en los lejanos artículos de J. M. Cordeiro de Sousa, “Apuntes sobre la vida y muerte de la reina doña María, hija de los Reyes Católicos”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LVII (1951), pp. 657-696 e id. “Notas acerca de la boda de Isabel de Castilla con el príncipe don Alfonso de Portugal”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LX (1954), pp. 33-51. Más cercano, pero no del todo completo, es el artículo de Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona: literatura para la princesa y reina de Portugal, la infanta Isabel de Castilla”, Península. Revista de Estudos Ibéricos, 1 (2004), pp. 379-394. Más recientemente, en Portugal se ha preparado dentro de la colección “Rainhas de Portugal”, coordinada 28 El amplio abanico histórico y político en el que insertar a estas cuatro excepcionales mujeres era una deriva natural a raíz de cada uno de sus matrimonios de estado, consecuencia de unas hábiles estrategias fernandinas con los diferentes herederos de los países afines a sus intereses socio-políticos. En efecto, el desarrollo de la corte de cada una de ellas fuera de su país natal implicaba otro desafío más, el de poseer unos conocimientos multidisciplinares respecto a la literatura portuguesa, inglesa y borgoñona, así como dominar un arco cronológico amplio desde el último cuarto del siglo XV hasta la mitad del XVI. Ante estos retos y debido al ingente material más lo ambicioso del proyecto de elaborar una tesis centrada en las cuatro hijas de los Reyes Católicos, se decidió limitar la investigación a la educación, literatura y mecenazgo de la primogénita, la infanta Isabel de Castilla y Aragón, princesa y reina de Portugal. El desconocimiento en torno a esta figura es más que evidente en contraposición a su importancia literaria, con resonancias en textos españoles, portugueses y neolatinos dedicados a su figura, muchos de ellos inéditos. Se ha acudido a ella como objeto de estudio porque es, probablemente, una de las infantas más desconocidas de la corona castellana de época Trastámara, a pesar de su trascendencia política, histórica y literaria. Si se consulta la edición del por Ana Maria Rodrigues y Manuela Santos Silva, un volumen a cargo de Isabel dos Guimarães Sá titulado Rainhas-Consortes de D. Manuel I: Isabel de Castela, Maria de Castela e Leonor da Áustria, Lisboa, Círculo de Leitores, 2012. También destacan los trabajos de David Nogales Rincón, “Las lágrimas de la infanta de Castilla y princesa de Portugal, doña Isabel, y las del elefante del rey portugués Manuel I, Annón, a fines de la Edad Media”, en Des cris et des larmes du Moyen Âge à nos jours, coord. Flora Ramires Velis, París, Université Sorbonne-Nouvelle Paris 3, 2011, pp. 108-128; id. “La cultura del pacto en las relaciones diplomáticas luso-castellanas durante el período Trastámara (1369-1504)”, En la España medieval, 35 (2012), pp. 121-144, e id. “Los proyectos matrimoniales hispano-portugueses durante el reinado de los Reyes Católicos y los sueños de unión ibérica”, De Medio Aevo, 2-2 (2013), pp. 43-68. Del mismo modo, desde el ámbito paleográfico, documental y diplomático, destacan las investigaciones de Nicolás Ávila Seoane, “Casos de original múltiple sobre la primogénita de los Reyes Católicos en archivos municipales castellanos”, en Madrid: su pasado documental, dirs. Juan Carlos Galende Díaz y Susana Cabezas Fontanilla, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2015, pp. 7- 115 e id. “Documentos de las hijas de los Reyes Católicos: Isabel”, De Medio Aevo, 8 (2015), pp. 163- 194. Para el tratamiento literario de Isabel, Ruth Martínez Alcorlo, “«Estampas para un libro»: la infanta Isabel de Castilla, reina de Portugal, en la literatura de los siglos XX y XXI”, en Reinas e Infantas en los Reinos Medievales Ibéricos. Contribuciones para su estudio, coords. Silvia Cernadas Martínez y Miguel García-Fernández, Universidad de Santiago de Compostela, 2015, pp. 475-496, en prensa; id. “El Epithalamium de Antonio de Nebrija y la Oratio de Cataldo Parísio Sículo: dos ejemplos de literatura humanística para la infanta Isabel de Castilla”, en Estudios de literatura medieval en la Península Ibérica, coord. Carlos Alvar, San Millán de la Cogolla, Cilengua-Fundación de San Millán de la Cogolla, 2015, pp. 955-971; id. “La Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei, ¿un speculum principis para la infanta Isabel de Castilla, primogénita de los Reyes Católicos?, en Literatura y ficción: «estorias», aventuras y poesía en la Edad Media, ed. Marta Haro Cortés, València, Publicacions de la Universitat de València, 2015, I, pp. 375-390; así como a través de la edición de Antonio de Nebrija, Epithalamium, introducción, edición, traducción, notas e índices de Ruth Martínez Alcorlo, Ediciones Clásicas, Madrid, 2013, en cuyo estudio introductorio se compendiaban los principales datos atesorados hasta la fecha en torno a la figura de Isabel. 29 Diccionario Biográfico Español elaborado por la Real Academia de la Historia y se acude a la entrada referente a Isabel, se comprueba que bastan únicamente dos páginas para esbozar su vida12. Es casi lógico pensar que la mayor de las hijas de Isabel y Fernando, más discreta y dada a menos escándalos que sus hermanos, haya permanecido orillada para la historia así como figura con escasa repercusión en la literatura posterior al siglo XV. Su temprana muerte y las poderosas figuras de su madre, Isabel la Católica, y, posteriormente, la de su hermana, Juana de Castilla, la han eclipsado, relegándola a un segundo plano, apenas visible en su dimensión más popular hasta la reciente aparición de su personaje en la serie de Televisión Española Isabel13. Del mismo modo, en obras más divulgativas se ha tendido a trazar una infanta de carácter débil, o bien sumisa a la razón de estado o bien rebelde a los designios políticos de sus padres, en un ejercicio de anacronismo que no se corresponde con la realidad política e histórica. A este respecto, las palabras de Antonio Fernández Luzón ilustran esta imagen distorsionada de Isabel en la historiografía y el imaginario colectivo español: En el convulso tiempo que le tocó vivir, la princesa Isabel emerge como un personaje de acusado perfil religioso y firme personalidad, capaz de enfrentar con entereza a los retos que le impusieron las exigentes circunstancias históricas. Obstinada, de trato algo áspero (la reina se refería a ella medio en broma como “mi suegra”) y proclive a la anorexia, mereció siempre la predilección de la reina-madre, a la que se parecía mucho por su carácter e inclinaciones: poseía los mismos dones espirituales, su gran virtud y magnanimidad, el sentido providencialista de la existencia. [...] En cambio, físicamente eran muy distintas. La madre, fuerte y algo rolliza; la hija, delgada y castigada por los ayunos, vigilias y mortificaciones. Sin llegar al tráfico escandaloso de pretendientes que ella misma había padecido en su niñez y primera juventud, la reina Católica recurrió a los matrimonios de su hija mayor como solución para los problemas de Estado. [...] En el caso del infante Alfonso de Portugal, la leyenda rosa hablaría de matrimonio por amor o al menos de pasión fugaz; pero con Manuel I, obvio es que la princesa castellana fue forzada a cohabitar con un desconocido [...] Sólo la irreductible voluntad de sus padres –que apelaron astutamente al servicio de Dios y a la suprema razón de Estado que se derivaría de su segundo matrimonio– consiguió que la piadosa viuda se plegase a una convivencia conyugal que, en su fuero íntimo, le repugnaba14. 12 Así consta en la entrada referente a la infanta Isabel realizada por Antonio Fernández Luzón en el Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011, tomo XXVII, p. 402. 13 En efecto, la serie de televisión Isabel, bajo la dirección de Jordi Frades y la producción de Diagonal TV, ha tenido un éxito mediático sin precedentes a lo largo de sus tres temporadas y los cerca de cuarenta capítulos de los que consta. A pesar de sus dislates y licencias históricas, ha contribuido a hacer más visible una infanta castellana que había permanecido olvidada en la historia de España. Desde que se emitiera su primer episodio, en septiembre de 2012, hasta su conclusión en diciembre de 2014, la popularidad de los Reyes Católicos ha ido en aumento al tiempo que servía para aportar visibilidad a la infanta Isabel, a quien se le reserva un papel destacado como influyente personaje secundario. 14 Antonio Fernández Luzón, “Isabel de Castilla, rehén de la razón de estado”, La Aventura de la Historia, 70 (2004), pp. 56-61 [56]. Como idées reçues destaca, por caso, la referencia al trato “áspero” 30 Todas estas opiniones aparecen como fruto de un completo desconocimiento en torno a la infanta y crean una imagen distorsionada de la misma –antipática, anoréxica y fría–, basada en meras suposiciones, idées reçues e imaginaciones de los historiadores. A pesar de estas consideraciones, muchas de ellas banales y sin la pertinente referencia documental, el interés en torno a su perfil es profundo y radica tanto en lo histórico como en lo literario, puesto que su figura pivota entre los reinos de Castilla y Portugal en un momento, finales del siglo XV, donde ambas coronas establecen alianzas políticas y relaciones socio-culturales. La corte literaria y el esplendor cultural vivido con la llegada al trono de Isabel y Fernando, guardan estrecha semejanza con la corte portuguesa de João II y Leonor de Viseu15, así como la del Afortunado, donde figuras de renombre dentro del Humanismo peninsular como Cataldo Parísio Sículo o Antonio de Nebrija dedicarán su ingenio literario a la infanta Isabel16. Un amplio corpus textual, puesto de relieve por Jacobo Sanz Hermida17, invita a reconsiderar su repercusión en el panorama literario de finales del siglo XV, precisamente en una época de esplendor gracias, sobre todo, a la aparición y primer desarrollo de la imprenta manual. La riqueza textual del entourage literario de la infanta Isabel, destinataria y motivo central o secundario de los más diversos textos, desde los espejos de príncipes, las consolatorias o la poesía cancioneril, revelan un aspecto poco atendido dentro de los estudios en torno a la actividad literaria de los Reyes Católicos. De este modo, el objetivo fundamental de esta tesis doctoral se centra en el estudio y análisis historiográfico y literario de Isabel iunior, como así llamaban Antonio de Nebrija o el cronista portugués Jerónimo Osório a la infanta para diferenciarla de su regia madre, desde la convicción de que ambas disciplinas, historia y literatura, no son compartimentos estancos, según ha venido demostrando el profesor Salvador Miguel a lo largo de toda su dilatada trayectoria. El propósito de esta tesis estriba en reunir los datos necesarios para profundizar en su biografía, implicaciones políticas, educación, cultura, patrimonio librario y entorno literario, así como analizar, catalogar y dar a conocer los testimonios en los que de la infanta y la alusión a que la reina se refería a ella como “mi suegra”, anécdota que se documenta por la gran semejanza física de la infanta con su abuela, Juana Enríquez. 15 Para evitar la homonimia y la confusión en las referencias a los monarcas a lo largo de la tesis, por ejemplo, Juan II de Castilla y Juan II de Portugal, se ha adoptado el criterio de mantener los nombres portugueses y castellanos, distinguiendo de tal forma a Juan II de João II. 16 Así se ha puesto de relieve en la obra clásica de Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas. Primeros ecos, Madrid, Gredos, 1994, donde se analizan las huellas que el Humanismo dejó en la península desde finales del siglo XIII. 17 Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona…”, pp. 385-391 para el inventario de textos. 31 se proyecta su figura. Igualmente, se editan con rigor filológico determinados textos, desconocidos o inéditos, que tienen a Isabel como destinataria. Sólo de esta manera, se podrá apreciar la importancia excepcional de Isabel en la época de esplendor castellana de fines del siglo XV. Se hace necesario también valorar su papel en el complejo tablero político de la monarquía de los Reyes Católicos y su repercusión en la corte portuguesa. La estructura y metodología de la tesis se basa en la multidisciplinariedad y en el engarce entre literatura e historia, limitada en su cronología por los años de vida de la infanta, esto es, 1470-1498. Sin embargo, debido al nacimiento y muerte de su hijo, el príncipe Miguel de la Paz, podemos cerrar el arco temporal de la tesis en 1500. No obstante, al contar con testimonios literarios posteriores, con ecos hasta mediados del siglo XVI, estos también se han incluido, fundamentalmente, por las referencias y la proyección de la imagen de Isabel como modelo de mujer del Renacimiento18. En consonancia con el análisis de su figura desde la historia y la literatura, la presente tesis se divide en dos grandes bloques. La primera parte consiste en un completo estudio biográfico, con especial atención a la educación y a su patrimonio librario. Esta parte de la tesis se inserta dentro de los llamados royal studies19, al analizar la imagen de Isabel desde la órbita de su queenship o “reginalidad”20. 18 La limitación cronológica no es, por la tanto, estricta en la presente tesis, aunque se privilegian todos aquellos testimonios literarios, fundamentalmente, incunables, que se destinaron a la infanta Isabel por sus propios coevos, como lo son la Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei (ca. 1486) y el resto de obras incluidas en la antología de esta tesis. No obstante, un corpus de textos que llega hasta el siglo XVI nos permite incluir obras como la traducción castellana del humanista Juan Luis Vives, De institutione feminae christianae (1524), el anónimo Carro de las donas (1542) o las reediciones del Epithalamium dentro de los Vafre dicta de Antonio de Nebrija, que siguieron imprimiéndose hasta 1577. 19 El marbete ha sido acuñado modernamente –y aún es objeto de debate en cuanto a su significado amplio ̶ a través de la red de estudios Royal Studies Network (http://www.royalstudiesnetwork.org/), promovida a través de la Universidad de Winchester (Reino Unido). Mediante la realización de congresos y la creación de una revista titulada Royal Studies Journal, se busca definir dentro del campo de los estudios culturales una parcela dedicada al estudio de la “reginalidad” para “to connect academics and independent scholars whose research interests focus or even just touch on royal themes, including biographical studies, rulership (both male and female), royal courts, relations between monarchs and the aristocracy, palaces, royal, patronage, the military role of monarchs, succession, matrimonial politics, diplomacy, the image and representation of monarchs and many more possible topics [...] from any discipline including (but not limited to) historians, art historians, literature specialists, archeologists, political scientists [...] to generate interdisciplinary connections to generate new ideas and strengthen existing research”. A este respecto, Vid. Ruth Martínez Alcorlo, “Marriage, Power and Legitimacy: Isabel of Castile (1470-1498) and Manuel I of Portugal”, Kings and Queens 4. Royal Studies Network. Dynastic Changes & Legitimacy, Lisboa, Universidade de Lisboa, 23-27 de junio de 2015. 20 Aunque el término no está sancionado por la Real Academia de la Lengua Española, a través del lema “reginalidad” se incide en el papel de estas mujeres respecto a su actuación y contexto en la política de la época, además de su trascendencia y significación en los entresijos de poder de la monarquía. Vid. Nuria Silleras Fernández, “Queenship en la Corona de Aragón en la baja Edad Media: Estudio y propuesta terminológica”, La Corónica, 1-32 (2003), pp. 119-133. 32 En cuanto al estudio de la biografía de la infanta Isabel y a pesar de contar con la voluntariosa monografía de Isabel dos Guimarães Sá21, resulta patente la necesidad de revisar, actualizar y elaborar unas nuevas interpretaciones y análisis de su vida y hechos históricos más notables, que presenten una imagen ajustada del personaje histórico, desligada de los tópicos o la leyenda rosa en torno al personaje. A este respecto, destaca una de las aristas más polémicas de su biografía, esto es, su intervención en la expulsión de los judíos del reino de Portugal. Gracias a los trabajos de Maria José Pimenta Ferro y François Soyer, se ha considerado la importancia del ascendiente castellano así como la labor continuista de la política interna de Manuel I de Portugal en este importante suceso en el reino vecino22. Así también, se incidirá en el papel legitimador de la princesa en cuanto a la llegada al trono del rey venturoso y la posibilidad de la unión ibérica que sólo se podía concitar en su figura, mucho antes de las cortes de Tomar de 1581. Dentro de la proyección histórica, una parte fundamental en este punto será la dedicada a la educación recibida por la infanta Isabel así como a su cultura y patrimonio librario. En la senda de los trabajos que el profesor Salvador Miguel ha dedicado a Isabel la Católica23, la importancia de una temprana enseñanza condicionaría la posterior cultura y mecenazgo de estas mujeres. Dicha instrucción, en manos de maestros como Antonio Geraldini y el dominico Pedro de Ampudia, que solía comenzar sobre los siete o diez años de edad para los varones y un poco más tarde para las mujeres, era la propia para desempeñar las funciones a las que las hijas de los soberanos estaban llamadas, donde destacaba el aprendizaje y dominio del latín y otras lenguas, el conocimiento de los clásicos, así como de la Biblia y otros textos. Sin descuidar, claro está, las labores femeninas propias que se dedicaban a «hilar, coser y labrar». Por tanto, 21 Isabel dos Guimarães Sá, Rainhas consortes de D. Manuel I: Isabel de Castela, Maria de Castela e Leonor da Áustria.... La autora advierte en el prólogo [p. 12] que: “não está perante uma investigação baseada em longas temporadas de arquivos, e consequente leitura de manuscritos inéditos”, por lo que muchas de sus afirmaciones se basan en lugares comunes de la historiografía de la época. 22 Me refiero, entre otros, a los siguientes artículos y libros, desde los primeros de Maria José Pimenta Ferro Tavares: Judaísmo e Inquisição. Estudos, Lisboa, Editorial Presença, 1987, hasta los más recientes de François Soyer, “King Manuel I and the expulsión of the Castilian Conversos and Muslims from Portugal in 1497: New Perspectives”, Cadernos de Estudos Sefarditas, 8 (2008), pp. 33-62; id. A Perseguição aos Judeus e Muçulmanos de Portugal. D. Manuel I e o Fim da Tolerância Religiosa (1496- 1497), Lisboa, Edições 70, 2013 y, finalmente, id. “Manuel I of Portugal and the End of the Toleration of Islam in Castile: Marriage Diplomacy, Propaganda and Portuguese Imperialism in Renaissance Europe, 1495-1505”, Journal of Early Modern History, 18 (2014), pp. 331-356. 23 Sirva como ejemplo la obra fundamental ya citada de Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica..., pp. 89-122, y sus artículos: “La instrucción infantil de Isabel, infanta de Castilla (1451-1461), en Arte y cultura en la época de Isabel la Católica, ed. Julio Valdeón Baruque, Valladolid, Instituto Universitario de Simancas-Ámbito, 2003, pp. 155-177 así como id. “La instrucción de Isabel la Católica. Los años cruciales (1451-1467)”, Arbor, 701 (2004), pp. 107-128. https://www.academia.edu/2403733/A_Persegui%C3%A7%C3%A3o_aos_Judeus_e_Mu%C3%A7ulmanos_de_Portugal_-_D._Manuel_I_e_o_Fim_da_Toler%C3%A2ncia_Religiosa_1496-1497_ https://www.academia.edu/2403733/A_Persegui%C3%A7%C3%A3o_aos_Judeus_e_Mu%C3%A7ulmanos_de_Portugal_-_D._Manuel_I_e_o_Fim_da_Toler%C3%A2ncia_Religiosa_1496-1497_ https://www.academia.edu/2403733/A_Persegui%C3%A7%C3%A3o_aos_Judeus_e_Mu%C3%A7ulmanos_de_Portugal_-_D._Manuel_I_e_o_Fim_da_Toler%C3%A2ncia_Religiosa_1496-1497_ 33 la educación en el entorno de la reina Católica se centraba en tres puntales básicos, ya apuntados por María Isabel del Val Valdivieso, lo espiritual, lo intelectual y lo cortesano, a pesar de que en el caso específico de Isabel, su formación fue necesariamente más tardía y accidentada que el resto de sus hermanos debido a sus circunstancias personales24. Otro punto sensible en torno a la educación y cultura de Isabel lo constituye el inventario de libros que quedaron en Castilla tras su muerte y que ayuda a trazar su patrimonio librario, su canon de lecturas, así como define parte de la cultura material de esta mujer renacentista, gracias también a la inclusión de cerca veinte tablas y pinturas, algunas de ellas atribuidas a El Bosco. En «una arca de cuero castaño» quedaron veintidós volúmenes, diez «de molde», esto es, impresos, y once «de mano», es decir, manuscritos, y uno «que non se sabe qué cosa es». Además de observar la bibliofilia femenina, las relaciones entre manuscritos e impresos, así como valorar la importancia dada al libro como objeto material en esta época, este inventario desvela la cultura de una princesa y reina del Renacimiento. Asimismo, se hace un balance de los libros regalados por la reina Isabel a sus hijas, María y Catalina, frente a los asientos de Isabel, de tal modo que se pueda trazar un canon de lecturas femeninas propuesto por la Católica a sus hijas. Finalmente, se ha procedido a elaborar un estudio de las materias y los libros de la primogénita, así como un análisis codicológico y tipobibliográfico de los ejemplares en él contenidos25. Debido a la importancia de esta excepcional mujer dentro de la historia, así como a la creación de imágenes a su alrededor en la literatura cortesana hispano-lusa de finales del siglo XV, la segunda parte se centrará en analizar todas aquellas evidencias literarias que se refieren o tienen como dedicataria y motivo literario principal o 24 María Isabel del Val Valdivieso, “Isabel la Católica y la educación”, Aragón en la Edad Media, 19 (2006), pp. 555-562 [559]. Entre los numerosos estudios que se dedican a la instrucción cortesana, véase, aparte de los estudios citados en nota anterior, el fundamental de Antonio de la Torre, “Maestros de los hijos de los Reyes Católicos”, Hispania, LXIII (1956), pp. 256-266; Isabel Beceiro Pita, “La educación: un derecho y un deber del cortesano”, en La enseñanza en la Edad Media [X Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1999], coord. José Ignacio de la Iglesia Duarte, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2000, pp. 175-206; María Isabel del Val Valdivieso, “La educación del príncipe y de las infantas en la corte castellana al final del siglo XV”, ActaLauris, 1 (2013), pp. 7-21 y, finalmente, Cristina Segura Graíño, “La educación en la corte de Isabel I de Castilla”, en Mujeres y educación. Saberes, prácticas y discursos en la historia, dirs. Consuelo Flecha García, Marina Núñez Gil y María José Rebollo Espinosa, Sevilla, Diputación, 2005, pp. 321-329. 25 Acerca de las relaciones regias con la cultura escrita en esta época, sobresale el magnífico trabajo de Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica. Arqueología de un patrimonio escrito, Madrid, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2004, donde se incluyen los libros de Isabel dentro del patrimonio de su madre, sin considerar las relaciones de la joven reina con la cultura libraria. 34 secundario a la hija mayor de los Reyes Católicos26. En este sentido, es necesario delimitar la terminología usada respecto al entourage o entorno literario de la infanta Isabel –que aquí se prefiere– y no de mecenazgo strictu sensu, puesto que las relaciones entre patrocinador y patrocinado, en el caso de la primogénita de los Reyes Católicos, están vinculadas al entorno de sus padres, más concretamente al de su madre. Isabel iunior, debido en parte a su posición privilegiada como primogénita, actúa así como el vehículo o medio por el cual los artistas podían alcanzar el mecenazgo directo de los poderosos Isabel y Fernando27. Sin embargo, esto no minusvalora la actuación de Isabel en esta sociedad y cultura de fines del XV, debido a que este entourage permite circunscribirla dentro de las puellae doctae peninsulares. Dentro de este entorno literario de Isabel, el análisis se divide entre la literatura castellana y portuguesa, actuando de eslabón entre las dos un apartado especial dedicado a la literatura neolatina de ambos reinos peninsulares, que tiene a Isabel como objetivo literario28. A este respecto, el maestro Keith Whinnom llamó la atención entre los hispanistas sobre la figura del filólogo “anfibio”, para referirse a aquel que sabe moverse entre los textos clásicos y castellanos, necesidad que encaja con el propósito multidisciplinar de esta tesis29. La clasificación del corpus textual se ha dividido conforme a la metodología de análisis por géneros, esto es, poesía, prosa, micropoética, parateatralidad y un apartado misceláneo, donde cabe inscribir la epistolografía humanística y la literatura perdida, así como otras referencias literarias de menor calado en las más diversas obras del periodo30. Especialmente reseñables son aquellas 26 Se ha decidido optar por una estructura de análisis bipartita, esto es, estudio histórico y literario (y no por un compendio totalizador) para incluir así en la primera parte biográfica las referencias cronísticas y sus repercusiones en la educación para, posteriormente, centrarnos en el análisis filológico, verdadero interés de la presente tesis. 27 Se incidirá posteriormente en este aspecto y en la diferenciación terminológica entre mecenazgo y entourage, aunque cabe considerar aquí los estudios de Joaquín Yarza Luaces, “Clientes, promotores y mecenas en el arte medieval Hispano”, en Actas del VII Congreso de Estudios de Historia del Arte. Mesa I (Patronos, promotores, mecenas y clientes, Murcia, Universidad de Murcia, 1988, pp. 15-47 e id. “Gusto y promotor en la época de los Reyes Católicos”, Ephialte. Lecturas de Historia del Arte, III (1992), pp. 51-70. 28 Se dedica un apartado especial a la literatura neolatina en conjunto y no inserta como otro epígrafe en la literatura hispánica y la portuguesa con una manifiesta vocación por unir ambas en torno a la figura de Isabel, destinataria principal de estas composiciones en los studia humanitatis peninsulares. 29 Keith Whinnom, “Spanish Literary Historiography: three Forms of Distortion”, en Medieval and Renaissance Spanish Literature. Selected Essays, eds. Alan Deyermond, W. F. Hunter y Joseph Snow, Exeter, University of Exeter Press, 1994, pp. 96-113. 30 El concepto fue formulado por vez primera por el maestro Alan Deyermond en The Lost Literature of Medieval Spain: Notes for a Tentative Catalogue, London, Department of Spanish-Westfield College, 1977; fue reformulado en id. “The Lost Literature of Medieval Spain: Excerpts from a Tentative Catalogue”, La Corónica, V (1976-77), pp. 93-100 y en varios seminarios hasta su artículo “La literatura perdida en la Edad Media castellana: problemas y métodos de la investigación”, en Actas del II Congreso 35 relacionadas con la llamada literatura consolatoria de finales del siglo XV y para las cuales la infanta Isabel es especialmente relevante debido a sus circunstancias personales, al perder a su primer marido, el príncipe Afonso de Portugal. Las referencias a la misma infanta como motivo literario son constantes en la poesía cancioneril así como en los romances populares que, en la actualidad, aún se siguen cantando en Portugal. En este apartado de análisis y catalogación de los textos con ecos de la figura de Isabel, tanto castellanos como portugueses, todos ellos se presentan mediante parámetros cronológicos, del más antiguo dedicado a Isabel, la Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei, a las últimas referencias de la misma en los textos del siglo XVI, que muestran la repercusión de su figura como arquetipo literario31. Evidentes cuestiones de espacio, así como de límites metodológicos de la tesis, nos han llevado a seleccionar diversas obras para su inclusión en el apéndice final, fundamentalmente, aquellas inéditas. Se muestran las cinco obras en las que Isabel es destinataria32. En primer lugar, la Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei, el primero de los testimonios dedicados a Isabel como «primera infante de Castilla» (presentada en su edición completa). Posteriormente se incluye el Epithalamium de Antonio de Nebrija así como la Oratio de Cataldo Parísio Sículo, dos textos neolatinos que representan no sólo el alto grado de aceptación de los studia humanitatis en la península sino también las relaciones literarias entre ambos reinos ibéricos, puesto que nacen al calor de una misma circunstancia histórica para la misma destinataria33. Se Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, coords. José Manuel Lucía Megías, Paloma García Alonso y Carmen Martín Daza, Alcalá, Universidad de Alcalá, 1992, pp. 11-32. Finalmente Deyermond dio a la imprenta su La literatura perdida de la Edad Media castellana. Catálogo y estudio. I. Épica y romances, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995. 31 Así las cosas, prima el criterio genérico al cronológico, fundamentalmente, para una mayor claridad expositiva del amplio corpus textual, facilitando así su división. De todas maneras, siempre que ha sido posible, se ha establecido una secuenciación de las obras dentro de los géneros por cronología, de las más antiguas dedicadas a Isabel a las últimas. 32 De todas ellas, esto es, la Criança y virtuosa dotrina, de Pedro Gracia Dei (ca. 1486); el Epithalamium, de Antonio de Nebrija (1491); la Oratio, de Cataldo Parísio Sículo (1500); el Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, de Alonso Ortiz (1493) y la Suma de paciencia, de Andrés de Li (1493), carecíamos de una edición moderna salvo en el caso de la Oratio, editada y traducida al portugués en Cataldo Parisio Sículo, Duas orações, eds. Maria Margarida Brandão Gomes da Silva y Américo da Costa Ramalho, Coimbra, Universidade de Coimbra, 1974 y de la Suma de paciencia, editada en A Critical Edition of Andrés de Li’s “Summa de paciencia” (1505), ed. Laura Delbrugge, Lewinston- Queenston-Lampeter, The Edwin Meller Press, 2003, basada en el posincunable de 1505 y con una transcripción y puntuación “muy defectuosas”, como ya apunta Fernando Gómez Redondo (Historia de la prosa de los Reyes Católicos: el umbral del renacimiento, Madrid, Cátedra, 2012, p. 1019, n. 783). 33 Debido a que ya ofrecimos la traducción del primero de los textos en Antonio de Nebrija, Epithalamium…, así como a que de la Oratio de Cataldo Parísio Sículo ya existe la versión trasladada al portugués citada en la nota anterior, se inserta la traducción al castellano de pasajes seleccionados de estas obras en nota al pie en el bloque de análisis; todas ellas de mi autoría. He prescindido de insertar la traducción de estos textos en la antología final. 36 incluyen asimismo los fragmentos más significativos de dos obras dedicadas a Isabel dentro de la órbita de la literatura consolatoria: el Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, de Alonso Ortiz y la Suma de paciencia, de Andrés de Li. Son obras extensas, por lo que sólo se recogen los fragmentos donde Isabel figura como destinataria (prólogos, apelaciones a la dedicataria, capítulos relevantes y epílogos excusatorios), que suponen un interés primordial para los objetivos de esta tesis34. En último lugar, se recogen los romances portugueses a la muerte del príncipe de Portugal, que testimonian una tradición oral de gran raigambre. Por la relevancia que suponen, así como porque permanecen inéditos, se incluyen las transcripciones de los dos inventarios de bienes post mortem de Isabel en el apéndice documental de la tesis35. En definitiva, se puede concluir que «de Isabel, tal Isabel», según los versos de Juan Barba que inauguran la larga serie de menciones y obras literarias en su entorno. Si Isabel la Católica, al incentivar la actividad literaria cortesana, fue una de las principales mecenas de su tiempo, a la zaga de su huella le iba su primogénita, que debe estudiarse en sí misma y no exclusivamente en relación con su homónima madre. Es lo que se pretende en las páginas que siguen, enfocando la literatura de fines del siglo XV a través de la rica figura de Isabel iunior36. 34 La edición de cada una de estas obras desbordaría los límites y objetivos de la tesis y justificaría por sí misma la realización de una tesis en formato de edición. Por este motivo, presentamos sólo una selección de los fragmentos más relevantes y dejamos la edición completa de los textos para futuros trabajos postdoctorales. 35 En la obra de Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, este inventario se estudia pero no se transcribe completamente, sino tan sólo insertado en las breves noticias bibliográficas de los ejemplares (que se adscriben a Isabel madre) y sin añadir las tablas y pinturas de devoción. 36 La imagen posterior de Isabel en la historiografía y literatura peninsular, especialmente durante los siglos XIX, XX y XXI, contribuye a reactualizar la repercusión de la misma en un rico periodo que tomó a Isabel como modelo de mujer piadosa hasta llegar a la imagen de mártir de su fe en el franquismo, como apunta Carmen Martín Gaite, Usos amorosos de la postguerra española, Barcelona, Anagrama, 1987, p. 23. Fundamentalmente, destacan los títulos de Félix de Llanos y Torriglia, Isabel de Castilla, reina de Portugal, Madrid, Ediciones Historia, s. a. [pero: ca. 1940], y Anna de Lancastre-Laboreiro e Souza de Villalobos, Infantas lusitanas reinas de España e infantas españolas reinas de Portugal, Imprenta Moderna, Cáceres, 1931. Posteriormente, su imagen sirvió para alimentar la leyenda romántica de una joven princesa fiel a su primer marido, que muere de amor por el segundo y que reivindica de manera anacrónica temas y tópicos actuales en la figura de una mujer medieval. A este respecto, sobresale la obra de María Pilar Queralt del Hierro, Las damas del Rey (Barcelona, Roca Editorial, 2011), por otorgar a Isabel categoría de protagonista literario al tiempo que destapa una veta sensual en una mujer que siempre se había caracterizado en los tópicos literarios como piadosa y fría. Respecto a las interpretaciones anacrónicas de una infanta rebelde, que busca la libertad en la corte opresora de sus padres, sobresalen las referencias en las obras de Ángeles de Irisarri, Isabel, la reina (Barcelona, Random House Mondadori, 2001), o Gioconda Belli, El pergamino de la seducción (Barcelona, Seix Barral, 2010), entre otras obras que, por cuestiones de extensión así como por desbordar los límites cronológicos de la tesis, no se han tratado en la misma, pero sí en Ruth Martínez Alcorlo, “«Estampas para un libro»: la infanta Isabel de Castilla, reina de Portugal, en la literatura de los siglos XX y XXI…”, pp. 475-496. 37 CRONOLOGÍA AÑO CIRCUNSTANCIA HISTÓRICA TESTIMONIO LITERARIO 1470 Nacimiento «Canción en loor de la señora infante», Juan Barba 1475 Guerra de Portugal Cartas de batalla, Gómez Manrique 1476 Princesa de Asturias ca. 1486 Criança y virtuosa dotrina, Pedro Gracia Dei 1490 Enlace con Afonso de Portugal «Syn pecar», Álvaro de Brito; Momos sevillanos; Epithalamium, Antonio de Nebrija; Oratio, Cataldo Parisio Sículo; Momos portugueses; «Justas reaes» 1491 Princesa viuda «Romance heroico», fray Ambrosio Montesino; «Romance anónimo»; Romances portugueses; «Lamentaçam», João Manuel; «A morte do príncipe», Luis Anríquez; «Trovas a morte do príncipe», Álvaro de Brito; «Donde Amor hiere cruel», Nicolás Guevara; «Égloga V», Juan del Encina 1493 Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, Alonso Ortiz; Summa de paciencia, Andrés de Li ca. 1497 Juego trovado, Jerónimo Pinar (post.) 4, octubre, 1497 Muerte del príncipe don Juan Aelegeia, Fernando Sánchez, bachiller de la Pradilla; «Cartas», fray Íñigo de Mendoza; Tragedia trobada, Juan del Encina; Sobre el fallecimiento del príncipe, Comendador Román; 1498 Princesa de Asturias Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón, Gonzalo García de Santa María (post.) 24, agosto, 1498 Muerte de Isabel Aelegeia, Fernando Sánchez de la Pradilla; Panegírico, Diego Guillén de Ávila; Vergel de discretos, Francisco de Ávila Siglo XVI Carro de las donas; La instrucción de la mujer cristiana, Juan Luis Vives 38 39 I. ISABEL, INFANTA DE CASTILLA Y ARAGÓN, PRINCESA Y REINA DE PORTUGAL A) PERFIL BIOGRÁFICO E HISTÓRICO 1. LOS PRIMEROS AÑOS (1470-1475): INFANCIA Y CONTEXTO HISTÓRICO En el ambiente poco apacible de una corte sumergida en plena guerra civil castellana por los derechos sucesorios al trono, disputados por Isabel de Castilla y su hermano, el rey Enrique IV, tiene lugar el nacimiento de la primogénita de los Reyes Católicos. Hacía poco más de un año que habían tenido lugar las nupcias de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón, concretamente el 19 de octubre de 1469, y aún se vivía en un contexto político muy difícil, por lo que la infancia de la joven se verá marcada por los avatares políticos e históricos de la corte de sus padres. 1.1. El camino hacia el trono1 La dualidad monárquica en plena lucha por la legitimación y ascensión al trono marca los primeros años de vida de Isabel. Los precedentes de esta situación quedan establecidos en lo que Tarsicio de Azcona define como “la revolución castellana”, es decir, la tensión política que crecía en el reino debido a la conveniencia de que la corona recayera en la princesa Juana, hija de Enrique IV y de Juana de Avis. Dicha revolución era fomentada por una nobleza que tomaría a Alfonso, hijo de Juan II de Castilla e Isabel 1 En este capítulo de la historia de España, que Luis Suárez Fernández denomina “la conquista del trono”, me baso en las siguientes obras de referencia: María Isabel del Val Valdivieso, Isabel la Católica, princesa, Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1974; Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos: la conquista del trono, Madrid, Rialp, 1989; id. Isabel, mujer y reina, Madrid, Rialp, 1992; Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1993; Miguel Ángel Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Alianza Editorial, 1999; Luis Suárez Fernández, Isabel I, reina, Barcelona, Ariel, 2000; id. Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; Cristina Segura Graíño, “Las mujeres y el poder real en castilla. Finales del siglo XV, principios del XVI”, en Las mujeres y el poder. Representaciones y prácticas de vida, eds. Ana I. Cerrada Jiménez y Cristina Segura Graíño, Madrid, Asociación Cultural Al-Mudayna, 2000, pp. 135-146; Alfredo Alvar Ezquerra, Isabel la Católica. Una reina vencedora, una mujer derrotada, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2002; Manuel Fernández Álvarez, Isabel la Católica, Madrid, Espasa, 2003; Joseph Pérez, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Arlanza Ediciones, 2004 y José Ángel Sesma Muñoz, Fernando II de Aragón. El rey que imaginó España y la abrió a Europa, Zaragoza, Gobierno de Aragón-Departamento de Educación, Universidad, Cultura y Deporte, 2015. Para las implicaciones literarias, Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica. Educación, mecenazgo y entorno literario, Alcalá de Henares, Instituto de Estudios Cervantinos, 2008, pp. 151-184, concretamente. 40 de Portugal, como baluarte de sus intereses políticos con el fin de seguir perpetuando su control sobre la monarquía2. El 6 de junio de 1465 tuvo lugar la que se conoce como Farsa de Ávila, con la suplantación del rey en efigie y la proclamación del joven infante como rey de Castilla gracias a una parte de la nobleza encabezada por Juan Pacheco, maestre de Santiago, y Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo3. Debido a este episodio, hay tres años de bicefalia en la corona castellana, disputada por Enrique IV y Alfonso XII, así como por sus respectivos partidarios4. El “hecho alfonsino”, así llamado por Dolores Carmen Morales Muñiz, se apoya en dos iniciativas de particular importancia: la acuñación de moneda y la expedición de títulos nobiliarios, a ellas, tal vez hay que unir el diseño de un programa político que más tarde sería desarrollado por su hermana5. En esa situación, Isabel decide abandonar la corte enriqueña y posicionarse al lado de su hermano, con quien se establece en Arévalo. Con la súbita muerte en Cardeñosa de Alfonso el 5 de julio de 1468, los acontecimientos políticos se precipitan y, sólo dos meses más tarde, acaban con el reconocimiento de Isabel como princesa heredera al trono castellano6. La situación es verdaderamente compleja: en la transmisión de la corona real de Castilla, los Trastámara sólo cuentan con dos mujeres. Tras hábiles maniobras políticas, en los Pactos de los Toros de Guisando, se confirma la legitimidad dinástica de Isabel y su derecho al Reino de 2 Vid. para las causas y consecuencias de esta pugna entre nobleza y monarquía Luis Suárez Fernández, Nobleza y monarquía. Puntos de vista sobre la historia política castellana del siglo XV, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1975. 3 Para las noticias otorgadas por los cronistas de la época acerca de la deposición del rey en efigie, Vid. Nicasio Salvador Miguel, Ávila en la literatura medieval española, Ávila, Institución Gran Duque de Alba- Diputación de Ávila, 2003, pp. 109, 120-121, 122, 130, 143-144, 157 y, finalmente, 163-164. 4 Alfonso de Castilla, nacido en Tordesillas el 17 de noviembre de 1453 y conocido con el sobrenombre de “el Inocente”, es recordado en la historiografía previa como principal protagonista de la Farsa de Ávila así como por su bello sepulcro en la Cartuja de Miraflores (Burgos). Para otros investigadores, que reivindican su figura y su entidad política, estamos ante Alfonso XII, marbete que defiende su repercusión e imagen historiográfica. El primer ensayo que lo reivindica es el de Juan Torres Fontes, El príncipe don Alfonso, 1465-1468, Murcia, Universidad de 1971; sin embargo, ha sido Dolores Carmen Morales Muñiz quien desde su tesis doctoral acuñó a Alfonso XII para referirse a Alfonso como rey de Castilla, ya que así gobernó en los escasos tres años acontecidos entre su proclamación y su muerte, y de esta autora destacamos algunos trabajos como: Alfonso de Ávila, rey de Castilla, Ávila, Institución Gran Duque de Ávila, 1988; id. Contribución al registro diplomático del rey Alfonso XII de Castilla: la documentación de Ávila, Madrid, Escuela Universitaria Santa María, 1991; id. “Significación e historiografía de Alfonso XII de Castilla: nuevas vías de investigación”, Medievalismo, 6 (1996), pp. 213-238; y, finalmente, desde la vertiente literaria, Óscar Perea Rodríguez, “La Corte literaria de Alfonso el Inocente (1465-1468) según las Coplas a una partida de Guevara, poeta del Cancionero General”, Medievalismo, 11 (2001), pp. 33-54. 5 Dolores Carmen Morales Muñiz, “Significación e historiografía…”, p. 223. 6 Para el contexto de Isabel como princesa, Cfr. María Isabel del Val Valdivieso, Isabel la Católica, princesa… e id. “Isabel la Católica, princesa de Castilla”, en V Centenario de la muerte de Isabel la Católica, ed. Manuel González Jiménez, Sevilla, Fundación el Monte, 2004, pp. 41-68. 41 Castilla por no haber más descendientes directos y legítimos de Juan II de Castilla. Antes, la hija de Enrique IV, Juana, había sido rechazada por considerarla ilegítima. De ahí en adelante será conocida con el nombre de la Beltraneja. Una cuestión que queda pendiente en dichos acuerdos es la relativa al matrimonio de Isabel, que, dada su trascendencia política, debía pactarse. A este respecto, Enrique se mostraba partidario de una alianza matrimonial con Portugal, lo que suponía casar a Isabel con Afonso V. Sin embargo, Isabel y sus partidarios tenían la vista puesta en Aragón; entre otros aspectos, se tenía en cuenta la mayor proximidad, en razón de su linaje, del príncipe Fernando y el reino de Castilla. Sin contar con la aquiescencia de su hermano, Isabel se casó con Fernando, rey de Sicilia y heredero al trono de Aragón, en Valladolid el 18 y 19 octubre de 14697. Como los contrayentes eran parientes en tercer grado y no disponían de dispensa papal, la unión se validó con un documento falso. Hubo que esperar a diciembre de 1471 para que Sixto IV expidiera la pertinente bula que autorizaba la unión. A esas alturas, no obstante, ya había nacido la primogénita, Isabel. 1.2. La corte de Dueñas y la protección de Pedro de Acuña (1470-1473) Isabel y Fernando, menguados los apoyos que en Castilla tenían, decidieron «en principio del mes de mayo» de 1470 salir de Valladolid y, como dice el cronista Jerónimo Zurita, marchar «a la villa de Dueñas por mayor seguridad de sus personas»8. La elección del lugar era muy importante, ya que «por la comodidad del sitio y fortaleza de él, y por la seguridad, no puede ser ninguno más a propósito»9. Dueñas, cabeza de la Merindad de Campos, en plena confluencia del camino real y de los ríos Pisuerga y Carrión, sede del arciprestazgo del Alcor, era un punto estratégico y un lugar seguro próximo a Valladolid, con buen camino hacia Aragón. 7 El día 18 se celebró la ceremonia civil mientras que el 19 tuvo lugar la religiosa, aunque esta división no la recoge casi ningún estudioso, ha sido puesta en valor por Nicasio Salvador Miguel en muchos de sus estudios como, por ejemplo, “Valencia en torno a 1511”, en Estudios sobre el Cancionero General (Valencia, 1511), poesía, manuscrito e imprenta, coords. Marta Haro Cortés, Rafael Beltrán Llavador, José Luis Canet Vallés y Héctor Hernández Gassó, Valencia, Universitat de València, 2012, pp. 37-67 [37, n. 3]. Vid. también Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado…, pp. 175- 176. 8 Jerónimo Zurita, Anales de la Corona de Aragón, ed. Ángel Canellas López, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1977, XVI, p. 633. En cuanto al periplo de los príncipes, es preciso señalar que no se acude en estos epígrafes a la monumental obra de Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos: 1474-1516, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1974, ya que ésta se inicia en diciembre de 1474, con la proclamación de Isabel y Fernando como reyes, por lo que estos años previos, los de la corte de Dueñas, no se ven recogidos en este estudio. 9 Jerónimo Zurita, Anales..., XVIII, p. 475. 42 Dueñas contaba con la protección de Pedro de Acuña, conde de Buendía y hermano de Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo10, benefactor que prestará su morada, la casa palacio de los Buendía, donde los jóvenes príncipes instalarán su corte desde principios de mayo hasta diciembre de 147011. 10 El linaje de los Acuña, oriundo de Portugal, irrumpió en la escena política castellana a comienzos del siglo XV asentado en tierras del obispado de Cuenca, donde obtuvieron el título de condes de Buendía y, posteriormente, a mediados de siglo adquirió un notable patrimonio en tierras palentinas a partir de la concesión señorial de la villa de Dueñas en época de Juan II. Pedro de Acuña y Albornoz fue hijo de Lope Vázquez de Acuña, primer señor de Buendía, noble portugués que se asentó en Castilla tras la crisis dinástica lusa, conocida como el Interregno de 1383-1385. Entró a servir en la casa de Juan II de Castilla donde fue participando activamente de la vida política y militar al tiempo que adquiría poder dentro de la corte. Fue el encargado de capitular y participar por poderes en la boda de Enrique con Blanca de Navarra en 1440, lo cual motivó diversos días de alegrías y fiestas. Junto a su hermano, Alonso Carrillo, y al marqués de Villena, Juan Pacheco, formaron parte de la facción de nobles desafectos al rey Enrique IV y propusieron a Alfonso como rey en la conocida Farsa de Ávila. Debido a este apoyo, en 1465 adquiere el título de conde de Buendía. La familia Acuña pasaría posteriormente a apoyar a la princesa Isabel como heredera al trono castellano y será el propio Carrillo el artífice del matrimonio de los jóvenes príncipes. Tras la boda, de mayo a diciembre de 1470, el matrimonio viviría en Dueñas en la casa palacio de los Buendía, donde recibirán el nacimiento de su primera hija. En 1475 los Reyes Católicos ratifican a Pedro de Acuña el título de Conde de Buendía, que ostentarán sus descendientes Lope Vázquez de Acuña y Juan de Acuña. En torno a los Acuña destacan los trabajos de Esteban Ortega Gato, “La villa de Dueñas y los tres primeros condes de Buendía en el reinado de los Reyes Católicos”, en La villa de Dueñas y los condes de Buendía durante los Reyes Católicos, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 6 (1951), pp. 279-344; Gerardo Lozano González, “Los Acuñas y Dueñas”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 7 (1951), pp. 131-138; Dolores Carmen Morales Muñiz, “La concesión del título de (I) conde de Buendía por el rey Alfonso XII de Castilla (1465) como expresión del poder del linaje Acuña”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie III, Hª. Medieval, 19 (2006), pp. 197-210; José Ignacio Ortega Cervigón, “El arraigo de los linajes portugueses en la Castilla bajomedieval: el caso de los Acuña en el obispado de Cuenca”, Medievalismo, 16 (2006), pp. 73-92; id. “Apuntes sobre los señoríos palentinos de los Acuña, condes de Buendía, a finales de la Edad Media”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 78 (2007), pp. 93-113. Para las implicaciones en torno al mecenazgo: Arturo Caballero Bastardo, “Los Acuña de Dueñas: aproximación a un patronazgo”, en Ecos de un reinado: Isabel la Católica, los Acuña y la villa de Dueñas, Palencia, Diputación Provincial, 2004, pp. 31-57; Diccionario Biográfico Español, entrada realizada por Alfonso Franco Silva, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, I, pp. 414-415. Finalmente, en cuanto a la presencia de españoles en Portugal y viceversa, vid. Isabel Maria Ribeiro Mendes Drumond Braga, Os estrangeiros e a inquisição portuguesa: séculos XVI e XVII, Lisboa, Hugin, 2002, pp. 36 y ss. 11 La casa palacio de Dueñas fue un edificio construido en 1440 en estilo gótico-mudéjar. El conjunto fue afectado por un incendio en 1470, por lo que su estructura se corresponde a la edificada por Lope Vázquez de Acuña, con obras de los siglos posteriores. Lo más destacado del conjunto monumental era el Patio de Armas. Este patio guarda semejanza con otras construcciones de la época, como el Palacio de los Vivero en Valladolid, gracias, sin duda, debido al parentesco entre las familias –Juan Pérez de Vivero se casó con María, hija de Pedro de Acuña–. La importancia del palacio radicaba, principalmente, en el valor histórico del edificio, residencia habitual de los condes de Buendía, donde se tomaban decisiones de gran calado, que llevan a algunos autores a hablar de una auténtica corte de Dueñas. En sus muros tiene lugar el encuentro de Enrique IV y Blanca de Navarra; el nacimiento de la primera hija de los Reyes Católicos, Isabel; Juana y Felipe se alojan en él en 1502, en su viaje para ser jurados herederos al trono; Fernando el Católico contrae matrimonio en segundas nupcias con Germana de Foix en 1506, para, posteriormente servir de morada provisional a otros reyes como Carlos I o Felipe II. En el siglo XVII el señorío pasa a los condes de Padilla por matrimonio de María de Acuña con el Adelantado de Castilla, Juan de Padilla, y posteriormente a los duques de Medinaceli. Declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico-Artístico desde 1967, fue comprado por un inversor privado en 2002. El abandono al que se ha visto sometido en los últimos años dio lugar en 2011 a su demolición por lo que, desafortunadamente, a día de hoy sólo quedan los escombros. Para el estudio artístico: José María Quadrado, Recuerdos y bellezas de España: Valladolid, Palencia y Zamora, Madrid, Imp. de López, 1861; Pedro José Lavado Paradinas, “Carpintería y otros elementos típicamente mudéjares en la provincia de Palencia, partidos judiciales de 43 En esta casa palacio, aunque con ausencias continuas dado el carácter itinerante de la corte, instalaron Isabel y Fernando una primera corte estable desde 1470 a 147312. El 9 de octubre de 1469 llegaba a la villa de Dueñas desde Gumiel Fernando de Aragón, rey de Sicilia, para casarse con Isabel en Valladolid; de ese modo, comenzaba la relación de la futura corona con la villa de Dueñas. José María Quadrado escribe “Ningún asilo [era] más propio por la comodidad y fortaleza del sitio, ni más seguro por la adhesión de sus señores”, los Acuña13. Fundado en las antiguas casas de la reina María de Molina, “el palacio que les ofreció tan larga residencia, testigo de tantas alegrías y cuidados, todavía conserva la gran sala, pintado el techo de casetones, aunque sin el brillo y la riqueza que le hizo dar el epíteto de dorada”14. Oriundos de Portugal, el linaje de los Acuña se asentó en tierras del obispado conquense, especialmente en las zonas de Huete y Buendía, a principios del siglo XV. Su linaje se remontaba a los hermanos Martin y Lope Vasques da Cunha, hijos de Vasco Martines da Cunha, VI señor de Taboada y antiguo cabecilla del partido legitimista portugués. Su hijo, Martín Vázquez de Acuña, con nombre ya castellanizado, fue uno de los nobles portugueses que emigraron a Castilla a finales del siglo XIV tras la derrota castellana en Aljubarrota (1385) y al apoyo otorgado a las pretensiones al trono de Juan I15. Con su primera mujer, Teresa Téllez Girón, a través de su hijo Alfonso Téllez Girón y de sus descendientes, es decir, Juan Pacheco, marqués de Villena y Pedro Girón, maestre de Calatrava, fue recompensado con el ducado de Escalona y finalmente con el Astudillo, Baltanás y Palencia”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 38 (1977), pp. 5- 234 [208-213], con interesantísimas láminas finales [191-199] que dejan entrever (en blanco y negro) el esplendor de este palacio y, finalmente, Rafael Martínez, “Palencia”, en Casas y palacios de Castilla y León, dir. Jesús Urrea, Valladolid, Junta de Castilla y León-Consejería de Educación y Cultura, 2002, pp. 144-146. 12 Para el concepto de corte: “debe entenderse el conjunto de personas que se mueven en su entorno bien de manera oficial y permanente, como ocurre con la maqunaria política y administrativa que arrastra, bien de manera esporádica, como sucede con aquellos que se agregan en algunos desplazamientos concetos o se le unen durante su estadía en una villa determinada”. Vid. Nicasio Salvador Miguel, “La actividad literaria en la corte de Isabel la Católica”, en Isabel la Católica. Los libros de la reina, [Catálogo de la exposición bajo el mismo título], coord. Cristina Moya García, Burgos, 2004, pp. 171-196 [171]. Sobre la itinerancia de la corte, Vid. María Isabel del Val Valdivieso, “¿Hacia el fin de la itinerancia? Isabel I de Castilla, E- Spania, Revue électronique d’etudes hispaniques médiévales, 8 (2009), en línea. 13 José María Quadrado, Recuerdos y bellezas de España…, p. 226: “Tiene Dueñas [...] un palacio donde acontecieron los primeros sucesos del más glorioso de los reinados”. 14 Ibid. 15 José Ignacio Ortega Cervigón, “El arraigo de los linajes portugueses…”, pp. 73-74. A este respecto, en torno al asentamiento de los nobles portugueses en tierras castellanas en esta época histórica, Cfr. César Olivera Serrano, “Los exiliados portugueses en la Castilla de los Trastámara: cultura contractual y conflicto dinástico”; en François Foronda y Ana Isabel Carrasco Manchado, El contrato político en la Corona de Castilla. Cultura y sociedad políticas entre los siglos X al XVI, Madrid, Dykinson, 2008, pp. 323-353. 44 de Osuna16. El segundo matrimonio de Martín Vázquez de Acuña con la infanta María de Portugal, condesa de Valencia de Don Juan, hizo que la rama familiar adquiriera este título, que descendía del infante don Juan, hijo de don Pedro y de Inés de Castro, afincado en Castilla desde la batalla de Aljubarrota17. Lope Vázquez de Acuña, que recibió el título de señor de Buendía y Azañón de parte de Enrique III, perteneció al Consejo real de Juan II, del que fue guarda mayor18. Emparentó con otro importante linaje en la persona de Teresa Carrillo de Albornoz, de donde nació el primogénito, Pedro de Acuña, así como otros hijos del matrimonio: Alfonso Carrillo de Acuña y Albornoz, Gómez Carrillo de Acuña, señor de Mandayona y Lope Vázquez de Acuña, titular del señorío de Huete19. Pedro de Acuña comenzó su carrera política como embajador de Juan II de Castilla ante el rey de Navarra, con motivo del casamiento entre el heredero, Enrique, y Blanca de Navarra. Continuó desempeñando labores para el monarca castellano como adelantado de Cazorla, oficial de Cuchillo, guarda mayor y guardia ordinaria del rey entre otros cargos. Desde 1439, Pedro de Acuña era dueño de la villa de Dueñas, privilegio que había ostentado la reina doña María, mujer de Juan II, que fue obligada por su marido a renunciar a ella. Era la recompensa de Pedro de Acuña por haber participado en la caída y expulsión del reino de los infantes de Aragón20. Por todo ello, la proyección política de Acuña iría a más al desempeñar cargos cortesanos que habitualmente quedaban patrimonializados21. De este modo, los condes de Buendía eran también alcaldes entregadores de la Mesta –proyectores de las cañadas y cargo que le sería confirmado por Enrique IV en 1454–, adelantados de Cazorla –con atribuciones jurisdiccionales, militares y gubernativas–, guarda mayores del rey – encargados de la protección personal del monarca–, oficiales del cuchillo –encargados de trinchar la carne y servir las viandas que se daban al rey– y consejeros reales22. 16 Dolores Carmen Morales Muñiz, “La concesión del título de (I) conde de Buendía…”, pp. 200-201. 17 Ibid. 18 José Ignacio Ortega Cervigón, “El arraigo de los linajes portugueses…”, p. 75. 19 Las ramas de los Acuña fueron cuñas orladas por quinas, estas últimas rememoran el pasado portugués del linaje, “consistentes en cinco escudos azules dispuestos en cruz y en cada escudo cinco dineros en aspa”. Cfr. Gerardo Lozano González, “Los Acuñas y Dueñas…”, p. 131. 20 José Ignacio Ortega Cervigón, “Apuntes sobre los señoríos palentinos de los Acuña…”, p. 103: “El gobierno de Pedro de Acuña sobre Dueñas tuvo tintes tiránicos, al exigir el pago doble de los tributos y apresar en el castillo a aquellos que se negaban, confiscar sus bienes e, incluso, llegar a la ejecución como instrumento disuasorio”. 21 Gerardo Lozano González, “Los Acuñas y Dueñas”, p. 131. En el mismo artículo también se da por hecho el poder de Pedro de Acuña a través del supuesto refrán que circulaba en Castilla: “si los Reyes Católicos reinaron estos reinos fue mucha parte para ello Pedro de Acuña”. 22 José Ignacio Ortega Cervigón, “El arraigo de los linajes portugueses…”, p. 87. 45 Pedro de Acuña se casó con Inés de Herrera, hija del mariscal de Ampudia; con ella, tuvo ocho hijos: Lope, Pedro, Fernando, Luis, Alonso, Teresa, María y Leonor, fundando el mayorazgo en su primogénito, Lope Vázquez de Acuña, nombrado adelantado mayor de Cazorla por virtud de su tío, Alonso Carrillo, en 1475, ya que este título era designado por los arzobispos de Toledo, señores titulares del territorio desde el siglo XIII. Del mismo modo, Lope heredaría el mayorazgo, así como las villas de Buendía y Dueñas y la fortaleza de Anguix; se casaría con Inés Enríquez, hermana de la madre de Fernando el Católico, Juana Enríquez, por lo que la familia estaba emparentada de forma directa con los monarcas. Este Lope sería capitán general de la frontera de Granada23. Al segundo, Pedro, su padre le destinaría la villa de Villaviudas. Fernando, tercer hijo del matrimonio, fue enviado por los Reyes Católicos a pacificar el reino de Galicia24. El cuarto, Luis, se convertiría en señor de la villa de Agramonte. Alonso Carrillo, fue obispo de Pamplona. En cuanto a las hijas, se conocen únicamente los destinos de María, casada con Juan de Vivero, primer vizconde de Altamira, y Leonor, casada con Pedro Manrique, segundo conde de Paredes de Nava. Acerca de Teresa, nada se sabe25. De esta manera, Dueñas y los Acuña eran nombres gratos a Isabel y Fernando. Valedor en la causa isabelina, Pedro de Acuña acumulaba un pasado de obediencia y lealtad a los príncipes. A pesar de mantenerse en un discreto segundo plano político, había prestado obediencia a Alfonso XII, a quien juró como rey en la Farsa de Ávila (1465). El joven monarca, en anterior e idéntico contexto histórico de monarquía dual frente a su hermano Enrique IV, le había otorgado su único título nobiliario, el de primer conde de Buendía, cuatro días después de ser alzado rey, el 9 de junio de 1465. La concesión se hizo a petición del arzobispo de Toledo26. Sobre esta merced dice Morales Muñiz: El título era, en definitiva, una merced que hacía el rey a una persona para honrar en él a su linaje, una forma clara de reafirmar aquel, ascendiendo de la simple nobleza a la nobleza titulada que es la cúspide del estamento nobiliario. Y es, dentro de linaje, donde 23 A causa de su valentía en la batalla se cantaban ciertas coplas sobre este personaje: «Acuña, Acuña, / Adelantado por la Andalucía / de esta queda escarmentado / el moro de la morería». Apud. Gerardo Lozano González, “Los Acuñas y Dueñas…”, p. 135. 24 Diego de Valera, Crónica de los Reyes Católicos, ed. Juan de M. Carriazo, Madrid, 1927, pp. 102-104 [103-104]: el reino de Galicia «falló aquel reyno tiranizado por diversas partes, e la tierra sin toda justicia, llena de ladrones e robadores. El qual se ovo tan sabiamente que en todas las cosas puso orden e peso e medida en todo aquel reyno […] Y estas cosas así prósperamente acabadas, don Fernando de Acuña, dexando a Galicia muy sosegada, se vino en Castilla para el rey e reyna nuestros señores, de los quales fue muy bien recebido». 25 Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, I, pp. 414-415 [415]. 26 Dolores Carmen Morales Muñiz, “La concesión del título de (I) conde de Buendía…”, p. 204. 46 toma lugar el hecho sucesorio. A través de la concesión de un título se distingue, no sólo a una persona, sino al linaje que tendrá un ejemplo a seguir en su primer poseedor27. El condado de Buendía es uno de los principales dominios señoriales de las tierras de Sigüenza y Cuenca, junto a otros como los de Cifuentes y Priego o los marquesados de Moya y Cañete. Además, el título de conde suponía mayor proximidad al monarca que otros títulos e implicaba un vasallaje palatino y militar28. La concesión de títulos de este tipo constituye un acto político con el que el rey manifiesta su poder, la legitimidad de su dinastía y la existencia de una administración –corte, chancillería y demás mecanismos regios– plenamente desarrollada29. Acuña, discreto y eficaz, fue un hábil valedor de la legitimidad representada por Isabel y Fernando. Por todo ello, es más que probable que Acuña recibiera la confirmación de su condado en 147530, cuando los ya reyes iniciaron el reparto de privilegios para agradecer los servicios prestados. Antes le fue perdonada su intervención en la Guerra de Sucesión castellana a favor de Juana la Beltraneja. Al mismo tiempo, Isabel reconocía la legitimidad monárquica de su hermano, que había otorgado a Acuña el título que ella confirmaba ahora. Como apunta Morales Muñiz, es significativo que Pedro de Acuña no volviese a recibir ninguna merced por parte de los Reyes; en cambio, doña Inés, su mujer, recibió el condado de Buendía31. Por esta época, las finanzas de Isabel y Fernando no marchaban como era de desear, de ahí las continuas solicitudes y concesiones de préstamos. En tan difíciles circunstancias, Acuña acudió en auxilio de los reyes, para lo que vendió “la villa de 27 Dolores Carmen Morales Muñiz, “La concesión del título de (I) conde de Buendía…”, p. 200. 28 Es de destacar también otro hecho apuntado por Dolores Carmen Morales Muñiz, “La concesión del título de (I) conde de Buendía…”, p. 208: “En este sentido en el reinado de Alfonso XII se ratificó la importancia del linaje Acuña en la única rama –la de Lope Vasques– que no había sido agraciada con un título, ya que sus parientes Pacheco-Téllez Girón y Acuña tenían un marquesado y un condado, y la otra rama de Acuña eran los condes de Valencia de Don Juan”. 29 El signo de esta potestad se compendia en la expresión «Yo, el rey» con el que Alfonso XII sancionaba sus documentos, según se lee en la cédula de concesión conservada en la Real Academia de la Historia (M- 92, hojas 266 r y v), transcrita en el apéndice documental de Dolores Carmen Morales Muñiz, “La concesión del título de (I) conde de Buendía…”, p. 209: «[...] acatando la persona e linaje de vos, Pedro de Acuña, mi vasallo e del mi consejo y queriendo honrrar y sublimar e asimismo acatando los muchos y grandes y señalados servicios que al rey don Johan de gloriosa memoria mi señor padre, que aya santa gloria, y a mí aveis fecho y espero que me fareis e porque me lo suplicó el muy reverendo padre en Xpto don Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, primado de las Españas, chanceller mayor de Castilla, por la presente vos fago conde de la vuestra villa de Buendía e quiero y es mi merced que vos podades llamar y nombrar y podedes y llamedes y nombredes de aqui adelante, don Pedro de Acuña, conde de Buendía». 30 Otros autores cifran en 1477 esta confirmación del título, Diccionario Biográfico Español…, p. 415. 31 Dolores Carmen Morales Muñiz, “La concesión del título de (I) conde de Buendía…”, p. 208. 47 Zagalaguez, unas granjas próximas a Palazuelos, y varios lugares de Huete con el fin de recaudar fondos para ellos”, por un monto total de 50.000 ducados32. Pedro de Acuña murió probablemente el 30 de octubre de 1482, dejando el señorío a su hijo Lope. Aunque había desempeñado distintos cargos en los reinados anteriores, gracias, sobre todo, a las concesiones del monarca Juan II, el linaje se consolidaría en su proyección y relevancia política en el reinado de Isabel y Fernando. 1.3. El nacimiento de Isabel: el enredo cronológico La infanta Isabel vino al mundo en Dueñas a principios de octubre de 1470, en plena Guerra de Sucesión castellana33. El primer escollo cronológico que encontramos deriva de que los documentos y las crónicas no concuerdan en la data exacta del nacimiento de la infanta, que oscila entre el 1 y 2 de octubre; con todo, esta última es la fecha más probable para la crítica34. Tenemos constancia documental de las cartas misivas expedidas por separado tanto por Fernando como por Isabel anunciando a sus aliados y adversarios el feliz acontecimiento, como la de Fernando al gobernador de Valencia, Juan Ruiz de Corella, donde le comunica que «en el día de hoy la princesa, su muger, ha dado 32 María Isabel del Val Valdivieso, “Isabel la Católica, princesa de Castilla…”, pp. 65-66. Gonzalo de Illescas escribe al respecto: «Estuvieron los recién casados en Dueñas muchos días con hartas necesidades, las cuales remedió el conde como buen vasallo, con tanta costa suya, que le fue forzado vender gran parte de su hacienda y después venir en gran riesgo de su persona, por haber fidelísimamente servido a los reyes en sus necesidades y trabajos». Apud. Arturo Caballero Bastardo, “Los Acuña de Dueñas…”, p. 44. Por su parte, el mecenazgo cultural de los Acuña de esta época se centró en la edificación del palacio así como de la iglesia y el panteón familiar. 33 Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica: vida y reinado, Madrid, La Esfera de los Libros, 2002, p. 124: “Isabel dio a luz no un varón, sino una niña. Se anunció a las ciudades de Castilla y Aragón, y le dieron el título de «infanta de Castilla y de Aragón», con lo cual se afirmaba la legitimidad dinástica de los jóvenes príncipes castellanos, que veían ya afianzada su sucesión”. 34 A fecha de 2 de octubre según Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica: Estudio crítico de su vida y su reinado, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1993, p. 191. En nota número 131 da esta fecha como “segurísima” debido a distintas cartas expedidas por Isabel y Fernando a tal efecto, por ejemplo, a la ciudad de Valencia. Vid. Miguel Gual Camarena, “Fernando el Católico, primogénito de Aragón, rey de Sicilia y príncipe de Castilla (1452-74)”, Saitabi. Revista de la Facultat de Geografía i Història, 8 (1951), pp. 182- 223 [p. 209]. Lamentablemente, dicho artículo sólo incluye los regestos de dos misivas del 2 de octubre enviadas de forma individual desde Dueñas por cada uno de los príncipes, esto es, «Don Fernando comunica al gobernador de Valencia Juan Ruiz de Corella que en el día de hoy la princesa su mujer ha dado a luz una hija», y «Carta de doña Isabel en términos parecidos». Estos diplomas proceden del Archivo del Reino de Valencia, Gobernación, núm. 2809, 3ª mano, fol. 18. Con todo, parece ser que la fecha del 2 octubre es la más aceptada entre la crítica historiográfica, como ya estableciera con su autoridad Ramón Menéndez Pidal, Historia de España. La España de los Reyes Católicos (1474-1516), Madrid, Espasa-Calpe, 1969, vol. 17- 1, p. XCIV: “su primera hija (también llamada Isabel, la que después fue Reina de Portugal) nacida en Dueñas el 2 de octubre”. Por su parte, en la citada edición del Diccionario Biográfico Español, se informa en la entrada relativa a la infanta por Antonio Fernández Luzón que Isabel nació en Dueñas, Palencia, el 1 de diciembre de 1470. Sin embargo, esta fecha es a todas luces errónea ya que el nacimiento de la infanta no ocurrió en diciembre sino en octubre de 1470. Así consta correctamente en el artículo del citado investigador, id. “Isabel de Castilla, rehén…”, p. 57: “Allí [en Dueñas] nació, el 1 de octubre de 1470”. 48 a luz una hija, infanta de Castilla y de Aragón» y le ruega que a tal efecto se celebren fiestas y procesiones en todo el reino35. Del 10 de octubre son unas cartas de este gobernador a las villas reales, comunicándoles el nacimiento de una hija de los príncipes de Castilla; a ella, adjunta la carta de los monarcas36. En una carta datada en Dueñas «a dos días de octubre de LXX años», la princesa Isabel anuncia al concejo de Murcia el nacimiento de su hija: «sabed que por la graçia de Dios Nuestro Señor yo soy alumbrada de una fija infante, e por su inmensa bondad quedé bien dispuesta de mi salud»37. Parece entonces probado que el alumbramiento debió de acontecer el 2 de octubre y no el 1, fundamentalmente porque las cartas que daban cuenta de un suceso de tanta importancia como es un natalicio se databan el mismo día del parto. Así, de hecho, ocurrió al dar noticia del nacimiento del príncipe don Juan38. Por su parte, las crónicas son escuetas al relatar el nacimiento de la primogénita; de ello, seguramente tienen la culpa las difíciles circunstancias del nacimiento, pues ni la sucesión estaba asegurada aún para Isabel y sus descendientes, ni una «fija infante» podía provocar el mismo gozo que un primogénito varón. De nuevo, sabemos que todo fue muy distinto al nacer el príncipe don Juan39. 35 Miguel Gual Camarena, “Fernando el Católico…”, p. 209, doc. 101. Arch. Reino Valencia, Gobernación, nº. 2809, 3ª, mano, fol. 18r. 36 Ibid. 37 Archivo Municipal de Murcia, CAM 787, núm. 80. Este documento obliga a descartar de plano la fecha del 1 de diciembre que da Antonio Fernández Luzón en su artículo del Diccionario biográfico español. Es de igual factura el documento de la princesa a Luis de Chaves, regidor de Trujillo, transcrito en Esteban Ortega Gato, “La villa de Dueñas y los tres primeros condes de Buendía en el reinado de los Reyes Católicos”, en La villa de Dueñas y los condes de Buendía durante los Reyes Católicos, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 6 (1951), pp. 279-344 [335]. Para la cuestión diplomática y documental, Cfr. Nicolás Ávila Seoane, “Casos de original múltiple sobre la primogénita de los Reyes Católicos en archivos municipales castellanos”, Madrid: su pasado documental, dirs. Juan Carlos Galende y Susana Cabezas Fontanilla, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2015, pp. 7-115. 38 La misiva que anunció al concejo de Murcia el nacimiento del príncipe Juan sí fue despachada el mismo día del alumbramiento (30 de junio de 1478), como así se especifica: «sabed que por la graçia de Nuestro Señor e por su inmensa bondad soy alunbrada de un fijo prínçipe que me nasçió oy día de la fecha désta, entre las dies e las honse del día, e del parto quedé en buena dispusyçión de mi persona» (Archivo Municipal de Murcia, leg. 4272, núm. 30). De la misma opinión en torno al nacimiento el 1 de octubre son Luis Suárez Fernández, Historia de España. La España de los Reyes Católicos, Madrid, Espasa-Calpe, 1999, vol. 17- 2, p. 474: “Isabel (1 de octubre de 1470)”, y Miguel Ángel Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p. 148: “la infanta Isabel (1 de octubre de 1470)”. Por su parte, Ángel Sesma Muñoz, Fernando el Católico, hispaniarum rex, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1992, p. 74, cifra el nacimiento el día 2: “el 2 de octubre de 1470 la princesa alumbró una niña, la infanta Isabel, que, tal como estaban las cosas, sólo produjo alegría en el bando opuesto, decidido ya para dar el asalto final al proyecto aragonés”. 39 La primera hija del matrimonio no ofrecía un pretexto literario a ensalzar en la pluma de los escritores propagandísticos, a la espera del ansiado nacimiento del varón que aseguraría la continuidad dinástica. A este respecto, son impagables las afirmaciones de Antonio Fernández Luzón, “Isabel de Castilla, rehén…”, p. 57: “Aunque la reina se sintió defraudada, porque cifraba sus esperanzas en el nacimiento de un hijo varón, pronto superó el revés de la fortuna y llegó a querer a la infanta igual que al resto de sus hijos. En quien sí hizo mella una profunda decepción, porque la primogénita era mujer, fue en su padre don 49 Con todo, los cronistas de ambos reinos se hicieron eco del feliz suceso. Décadas más tarde, el aragonés Jerónimo Zurita coincide con la data de la carta y describe así el nacimiento: «Y en este medio la reina princesa parió en la villa de Dueñas una hija a dos del mes de octubre, que llamaron doña Isabel»40. Al mismo efecto, Fernando de Pulgar, partidario del bando castellano, explana con más detalle el alumbramiento, junto con la difícil situación política en la que se inserta, aunque no aporta una data concreta: [...] fue notificado al prínçipe e a la prinçesa que el rey don Enrique quería mover guerra contra ellos para los echar del reyno, e que requería para ello algunos grandes y cavalleros del reyno. Esto sabido, ovieron consejo de yr a la villa de Dueñas, que era de don Pedro de Acuña, conde de Buendía, hermano del arçobispo de Toledo, donde estovieron algunos días; e allí parió la prinçesa a la ynfanta doña Isabel su fija, en el mes de octubre deste año de mill e quatroçientos e setenta años41. También Diego de Valera da su particular visión del feliz alumbramiento, al demostrar que sólo la princesa puede garantizar la continuidad dinástica, amén de exponer los peligros a los que se exponía el reino: Como en este tiempo no solamente muchos de los grandes d’estos reinos mas generalmente todos los pueblos, estoviesen deseosos de ver el parto de la prinçesa, mayormente los que en la villa de Dueñas estavan con ella con muy mayor ansia lo esperavan; e como ya se açercase el día e las señales pareçiesen, estavan en gran cuidado, reçelando su peligro. E plugo a nuestro señor que a quatro horas del día ... de octubre del año de nuestro redentor de mill e quatrocientos e setenta años la señora prinçesa parió una hija a quien llamaron doña Isabel, como a su madre42. Finalmente, Lorenzo Galíndez de Carvajal resume el nacimiento y la posterior trayectoria dinástica de Isabel, fechando el alumbramiento el 1 de octubre: «Año 1470. Este año fueron Sus Altezas a Dueñas, e allí nasció la señora princesa doña Isabel 1º día del mes de octubre»43. Fernando”. Este “nacimiento frustrante”, pues así se etiqueta, no tiene nada que ver con la difícil coyuntura política, como veremos a continuación. 40 Jerónimo Zurita, Anales…, XVI, p. 638. 41 Fernando de Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos, ed. Juan Mata Carriazo 1943, Granada, Universidad, 2008, I, p. 37. La ausencia de datación en este cronista, se enreda aún más en la edición de la Biblioteca de Autores Españoles, donde se adelanta un día la fecha del nacimiento de la infanta: «allí parió la princesa a la infanta doña Isabel su hija primero día de octubre de este año de mil e quatroçientos e setenta años». Cfr. Fernando de Pulgar, “Crónica de los señores Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel de Castilla y Aragón”, en Crónicas de los Reyes de Castilla, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1953, III, p. 242. 42 Diego de Valera, Memorial de diversas hazañas, ed. Juan de Mata Carriazo, Madrid, Espasa-Calpe, 1941, p. 179. 43 Lorenzo Galíndez de Carvajal, “Anales breves del reinado de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, de gloriosa memoria”, en Crónicas de los Reyes de Castilla, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1953, III, p. 538. Remacha el cronista: «Y fue la dicha doña Isabel muy sabia y honesta y católica reyna». 50 Poco más se sabe del nacimiento, salvo que el bautizo de la infanta se hizo muy probablemente en la iglesia parroquial de Santa María de Dueñas, construcción del siglo XIII en un estilo románico de transición al gótico muy próximo al palacio de los Acuña, donde los príncipes habían establecido su corte44. La elección del nombre de la niña, Isabel, como su madre y su abuela, Isabel de Portugal, estrechaba lazos y proclamaba que pertenecía al linaje de dos mujeres excepcionales. Dadas las circunstancias políticas e históricas que rodean el acontecimiento, no hay noticia de grandes fiestas palaciegas o celebraciones a pie de calle. Solamente tenemos noticia de las realizadas en la ciudad de Valencia, el 10 de octubre de 1470, convocadas a través de un pregón público que informó de que la princesa de Castilla había dado a luz una niña. Así se ordenaba una procesión a Nuestra Señora de Gracia para el día siguiente y para esa misma noche grandes luminarias desde las torres y los campanarios de la ciudad para expresar el júbilo ante el elumbramiento: Ara oiats que us fan saber [...] de la bona nova que en lo dia present han haud de la serenissima senyora princessa de Castella, primogenita d’Aragó e reyna de Sicilia, de una filla infanta que nostre senyor Deu per sa acostumbrada clemencia li ha plagut donar, delliurar-la salvament del seu par, segons per letra sua los es stat notificat. Han delliberat e concordat ab l’onorable capitol de la Seu de Valencia que dema, dijous, per lo mati, sia feta solemne e devota processo, la qual partint de la Seu exira per lo portal del Campanar nou, ira per davant la Tapineria, per la plaça appellada dels Paneses, per lo carrer de’n Bou, per la lotga, per la porta nova, per lo mercat al monestir de la Merce, e d’ aqui ira dret cami a la capella de la Verge Maria de Gracia; e aqui, donades laors e gracies a nostre senyor Deu e a la reyna de Paradis, exira per lo portal de Sent Agosti e sen tornara dret cami per lo carrer de Sent Vicent per la plaça dels Caxers, per la draperia dell lli e tornasen-ha a la dita Seu. Per tal, los dits honorables justicia e jurats intimen e notifiquen a tot feel christia e christiana, que lo dit dia de dema sien en la dita Seu per acompanyar la dota processo, ab lums en les mans e ab aquella maior e bona devocio que poran, e guanyaran ler perdons acostumats. Encara manen que aquesta nit, per les terrats, torres e campanars de la dita ciutat sien fetes grans alimares, per mostrar alegria e jocundidat de tant bona nova45. El pregón, por tanto, manifestaba el itinerario de las procesiones efectuadas por las calles de Valencia y exhortaba a sus ciudadanos a demostrar la «alegria e jocundidat de tant bona nova». 44 José Ignacio Ortega Cervigón, “Apuntes sobre los señoríos palentinos de los Acuña…”, p. 104. Para la iglesia de Dueñas Vid. Arturo Caballero Bastardo, Dueñas. Iglesia de Santa María, Palencia, Diputación, 1992. 45 Miguel Gual Camarena, “Fernando el Católico…”, p. 210, transcrito de nº. 105, Archivo Municipal de Valencia, Manual de Consells, 38 A, 2ª parte, fol. 144v-145r. 51 1.4. Las consecuencias del nacimiento: el conflicto sucesorio La aparición en escena de una nueva heredera dentro del juego de tronos castellano llevó a dar un paso adelante al bando enriqueño. Juan Pacheco, en su función de consejero real, sugirió a Enrique IV que concertase el matrimonio de Juana la Beltraneja con el duque de Guyena, Carlos de Valois, hermano del rey francés Luis IX. El matrimonio por poderes se celebró a fines del mes de noviembre de 1470 en la ceremonia de Val de Lozoya46. En la misma ceremonia, meses antes, se quiso resaltar la legitimidad de la heredera de iure, Juana, al jurar sus padres que era hija legítima; además el rey castellano revocó los tratados instituidos en la Concordia de los Pactos de Guisando, firmados a mediados del mes de septiembre de 1468, donde se proclamó a Isabel como princesa de Asturias y por tanto heredera al trono castellano tras cederle los derechos su hermano47. En definitiva, las maniobras políticas de legitimidad y sucesión regia por parte de la facción en el poder fueron la respuesta al nacimiento de la primogénita de Isabel y Fernando. Aunque las circunstancias no invitaban al optimismo por estar en una nueva guerra civil o ciudadana, la llegada al mundo de la infanta supuso una garantía de continuidad dinástica del bando isabelino, en un tiempo en que todavía se cuestionaba la legitimidad de la Beltraneja y si tenía o no derecho al trono. 46 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. La conquista del trono, Madrid, Rialp, 1989, pp. 36-43. 47 Ya en 1464 se habían iniciado los primeros enfrentamientos que conducirían a la guerra de sucesión castellana, cuando un grupo de nobles rebeldes se habían levantado en armas con la intención de hacer abdicar al débil rey Enrique IV. De este modo se llegó a realizar la denominada Farsa de Ávila de 1465, en la que se depuso simbólicamente al rey Enrique y se entronizó a Alfonso, hermano de la posterior reina Católica. A la muerte del infante Alfonso, en julio de 1468, estos rebeldes hicieron de Isabel su peón en este juego de tronos al que la propia Isabel se unió al pactar con su hermano en la Concordia de Guisando la obediencia de todo el reino al legítimo rey Enrique, mientras que éste cedía los derechos sucesorios a su hermana, que salió reconocida como princesa de Asturias y a quien obligaba a realizar un futuro matrimonio siempre con el consentimiento previo del rey. De esta manera, se desplazaba a Juana de la sucesión y al mismo tiempo se declaraba nulo el matrimonio con la reina Juana de Avis. Enrique IV interpretó la boda de su hermana como una afrenta política. Por ello, volvió sus ojos a su hija y la proclamó heredera al trono en el acto de Valdelozoya, el 26 de octubre de 1476. Hasta diciembre de 1473, el rey castellano se opuso abiertamente a los intereses de Isabel y Fernando, que actuaban como reyes en paralelo. Para los documentos en torno a este periodo, Cfr. Memorias de Enrique IV de Castilla, II, Colección Diplomática, Madrid, Real Academia de la Historia, 1835-1913, doc. nº CLXXXVII, pp. 630-639 y también para un análisis del hecho histórico María Isabel del Val Valdivieso, Isabel la Católica, princesa…, resumido en otro trabajo de la misma autora “Isabel la Católica, princesa de Castilla…”, pp. 41-68. Finalmente, para las implicaciones literarias del hecho, Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, pp. 151-184, correspondiente al capítulo: “Isabel, infanta de Castilla, en la corte de Enrique IV (1461-1467): formación y entorno literario”. 52 2. LA GUERRA CASTELLANA CONTRA PORTUGAL (1475-1479) La niñez de la joven Isabel transcurría en la atribulada corte de sus padres, sumida en plena guerra de sucesión castellana, conflicto que se agravó con el inicio de otra guerra, esta vez contra Portugal, para cuyo final el papel de la infanta resultará fundamental. 2.1. La difícil situación política Al morir Enrique IV y tras hábiles maniobras, Isabel la Católica fue proclamada reina de Castilla. La ceremonia se celebró el 13 de diciembre de 1474 en Segovia y fue un gesto audaz por unilateral, esto es, por no pactado48. Con este paso adelante, la situación se volvió más inestable aún. Había que jugar sus bazas con inteligencia y rapidez. Por ejemplo, para afianzar la sucesión, Isabel y Fernando acataron la Sentencia Arbitral de Segovia, dada el 15 de enero de 1475, que establecía la fórmula jurídica más efectiva para regular el ejercicio de la autoridad real y permitía fijar la sucesión en la persona de Isabel, «primera infante de Castilla», con el fin de que ningún rey extranjero pudiera alcanzar el trono castellano49. A pesar de estos esfuerzos, las muchas disensiones internas del reino provocaron una guerra civil que se avivó aún más con la intervención de Portugal en mayo de 1475. La guerra civil castellana con la intervención de Portugal (1475-1479) se venía gestando desde la muerte de Enrique IV de Castilla, suceso que marcó un nuevo periodo en las relaciones entre Portugal y Castilla. Anteriormente, la voluntad del monarca luso siempre fue la de procurar la preeminencia de su nación frente a Castilla en el Atlántico y África; sin embargo, sus ideas expansionistas y la llegada al trono de su sobrina Juana hicieron que Afonso V apostase “fortemente numa ligação política entre Portugal e Castela, a qual seria legitimada através do seu casamento com D. Joana”50, aunque previamente dejara cerrada la sucesión en su hijo, el príncipe João, asegurando también la continuidad dinástica a través del hijo de éste, Afonso, nacido en Lisboa el 18 de mayo de 1475. 48 Para una mayor comprensión del hecho histórico y ante la ingente cantidad de trabajos dedicados a la materia, véase Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos: la conquista del trono…, especialmente para lo que sigue, Cfr. los capítulos IV, V y VI, pp. 95-182. 49 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos: la conquista del trono…, pp. 79-90. 50 Humberto Carlos Baquero Moreno, “As relações entre Portugal e Castela em torno de 1492”, en Las relaciones entre Portugal y Castilla en la época de los descubrimientos y la expansión colonial, ed. Ana María Carabias Torres, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 53-62 [53-54]. 53 Las causas del inicio de esta ofensiva se resumen esencialmente en dos: por un lado, el interés de Afonso V por apoderarse de las tierras castellanas, resucitando los sueños de unión ibérica y ampliando sus dominios territoriales en un momento óptimo51; por otro, el intento de favorecer la causa de su sobrina, Juana la Beltraneja, dentro del tablero castellano en la lucha por el poder regio. En ambos casos, subyacía la política expansionista del soberano portugués, que, movido por un sueño imperialista y animado por la conquista de África, volvía sus ojos al territorio ibérico. De ese modo, el detonante de la guerra fue el enlace entre el soberano portugués y su sobrina, Juana, el 30 de mayo de 1475, que en varias cartas se intitulaban reyes de Castilla, de León y de Portugal52. Aunque la ofensiva comenzó con la entrada del rey portugués en Castilla a mediados de mayo de 1475, sus intenciones eran claras desde mucho antes53. Ya Valera expresa así el sentimiento de los castellanos frente a los portugueses, «con quien muy vieja enemistad tenían»54. A este respecto es necesario añadir que, entre la nobleza castellana, no faltaban los valedores de las pretensiones lusas. Ellos formaban el llamado “partido portugués”, con figuras como Diego Pacheco, Marqués de Villena, que ejercía tutela directa sobre la princesa Juana; Rodrigo Girón, maestre de la orden de Calatrava y su hermano, Alonso Téllez de Girón, conde de Ureña, y, finalmente, Alonso de Estúñiga, conde de Béjar y duque de Arévalo55. Rui de Pina, en su Chrónica De-El Rey Affonso V, habla de un ambiente abiertamente hostil tras el matrimonio con Juana la Beltraneja. Desde ese momento, y sin tapujos, el rey portugués reclamó su derecho al reino de Castilla. Isabel y Fernando, que 51 En torno al concepto de la unión ibérica y las implicaciones entre ambas partes peninsulares, volveremos sobre el tema en el epígrafe final de este apartado histórico. 52 Cfr. Rui de Pina, Chronica De-El Rei D. Affonso V, Lisboa, Escriptorio, 1902, III, pp. 78-79, quien narra la ceremonia en Plasencia donde tuvo lugar su juramiento como «Rei de Castella e de Lião e de Portugal», ante la presencia, entre otros, del marqués de Villena. Esta crónica, dirigida al rey D. Manuel I, aunque escrita por Rui de Pina, parece que el también cronista Gomes Eanes de Zurara dio sus punturas a la obra. Puede ser consultada en línea en una digitalización microfilmada de su manuscrito original gracias al archivo digital portugués del Arquivo Nacional Torre do Tombo, en adelante ANTT: http://digitarq.dgarq.gov.pt/viewer?id=4162614. 53 Humberto Carlos Baquero Moreno, “As relações entre Portugal e Castela...”, pp. 299-300. 54 Diego de Valera, Crónica de los Reyes Católicos…, p. 11. 55 En torno al marbete y el significado del partido portugués, sobresalen las siguientes publicaciones de Paz Romero Portilla, “Protagonismo del partido portugués en la política castellana del siglo XV”, Revista da Facultade de Letras (Porto), 4 (2003), pp. 187-212; id. “El partido portugués en Castilla. Siglo XV”, en Os Reinos Ibéricos na Idade Média. Livro de Homenagem ao Profesor Doutor Humberto Carlos Baquero Moreno, Oporto, Livraria Civilição Editora, 2003, III, pp. 1246-1253; id. “Un obstáculo para el fortalecimiento de la Monarquía: El partido portugués en Castilla en el siglo XV”, en Congreso Internacional Isabel La Católica y su época, Valladolid, Instituto Universitario de Historia Simancas, 2004, pp. 419-434 y, finalmente, id. “Cuando los «portugueses» gobernaban en Castilla. Siglo XV”, en La Península Ibérica entre el Mediterráneo y el Atlántico: siglos XII al XV, 2003, Sevilla-Cádiz, Sociedad Española de Estudios Medievales-Servicio de Publicaciones-Diputación de Cádiz, 2006, pp. 695-702. 54 «em Valhadolid estavam en festas e justas reaes», fueron notificados de «como por ser casado com a Rainha D. Joana, filha legítima d’El-Rey D. Anrique, os reinos de Castella lhe pertenciam, requerendo-os e amoestando-os com as razões que n’isso cabiam, que se fossem dos ditos reinos e lh’os e os leixasem livres»56. Por su parte, en una carta del soberano aragonés del 10 de mayo de 1475, Fernando concede poderes a Rodrigo Cortés, ciudadano de Ávila, respecto de la villa de Almeida, en Portugal, tras su hipotética conquista, y manifiesta así su sentir respecto a la guerra: [...] la verdad e derecho que yo tengo a estos mis regnos e la subçesyón e herençia dellos, veyendo la maliçia con quel rey de Portugal se movía a entrar en estos dichos mis regnos diziendo pertenecer a doña Juana, su sobrina, enbiastes vuestros carteles al reyno de Portogal, faziendo saber a todos los vezinos del dicho reyno que la dicha demanda quel dicho rey de Portogal traya, non era líçita, nin buena nin verdadera, antes que la traya muy falsa e enemiga de toda virtud e con acuçia, e que sy cualquiera de los que con el rey de Portogal estavan o de sus regnos dixesen que la tal demanda hera buena e verdadera e que yo non era natural nin heredero destos mis regnos, vos les faríades conosçer que mintia, una e dos e tres vezes y más, quantas lo dixese, e lo matariades o lançariades del campo, a pie o a caballo, con las armas que devisase57. Por este documento, comprobamos que la belicosidad era manifiesta a ambos lados de la frontera peninsular. A pesar de este ambiente de preguerra, los Reyes Católicos apelaron a la diplomacia para evitar cualquier conflicto armado. Lo atestiguan las embajadas de altos cargos políticos, como el doctor Villalón, y las gestiones privadas de emisarios religiosos; con ese propósito, también, se celebró la entrevista de la reina Isabel con Alonso Carrillo. 2.2. El inicio de la ofensiva Sin embargo, todo fue inútil. Afonso V procedió a la defensa y guarnición de la frontera portuguesa desde una especie de cuartel general situado en Arronches, en la comarca de Beira, junto al duque de Guimarães, el conde de Marialva y Ruy Pereira, y otros hidalgos58. Asignó entonces como defensores de la raya, en las comarcas de la Beira y del Alentejo, a João Galvão, obispo de Coímbra, y a Garcia de Meneses, obispo de 56 Rui de Pina, Chrónica…, pp. 74-75. Estas fiestas de Valladolid fueron espléndidas en su desarrollo dramático de las justas, donde se insertaron invenciones, motes y breves como el atribuido al propio Fernando el Católico: «Como yunque sufro y callo / por el tiempo en que me hallo». 57 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos referentes a las relaciones con Portugal durante el reinado de los Reyes Católicos, Valladolid, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, 1958, I, pp. 78-82, doc. 21. 58 Rui de Pina, Chrónica…, pp. 76 y ss. 55 Évora59. De esta manera, con «cinco mil e seiscentos de cavallo e quatorze mill homens de pé, todos bem armados e encavalgados e providos d’ artilharias, armas e tendas e de tudo e mais que para a guerra pertencia», el príncipe marchó a Portugal y su padre fue a la fortaleza de Codiceira, donde tuvo lugar la primera incursión lusa en la primera quincena de mayo60. Desde Ávila Isabel la Católica dio instrucciones para entrar en combate en una carta del 20 de junio de 1475 dirigida al maestre Alonso de Cárdenas61. Los términos no pueden ser más duros: «que faga la dicha guerra al dicho reyno de Portogal, a fuego e a sangre, entrando en el dicho reyno de Portogal e tomando e devastando e destruyendo qualesquier villas e logares»62. Así las cosas, la reina ordenaba que se diese a conocer su determinación «públicamente por las plaças e mercados»63 en todas las jurisdicciones y lugares del reino. Un considerable ejército castellano ya estaba preparado para alzarse contra los portugueses a principios de junio de 1475. Finalmente, la primera incursión castellana tuvo lugar en los últimos días del mes de junio: el ejército castellano al mando del maestre de Alcántara, Francisco de Solís, procedió a la invasión a través de la frontera de Badajoz, extendiendo la incursión bélica a la región de Elvas; de esa primera ofensiva, resultó la ocupación de la plaza de Ouguela. Esta ocupación duró poco, ya que la actuación del príncipe heredero, João, fue rápida y efectiva. Las noticias contemporáneas de los cronistas discrepan en cuanto al número de hombres involucrados en la incursión; en ello, hay que ver una voluntad propagandística, pues, de otro modo, no se comprende la diferencia radical en los números. Si Rui de Pina habla de cinco mil seiscientos caballeros y catorce mil peones, Andrés Bernáldez se refiere a un número mucho más bajo: tres mil quinientos caballeros y un buen número de peones. Iniciadas las hostilidades en tierras zamoranas, las plazas fuertes de Afonso V se situaron en Zamora y Toro, reales desde los que pretendía controlar la península. Los sucesivos ataques en la frontera mermaron las fuerzas portuguesas como se colige de una carta del príncipe João a la ciudad de Oporto el 19 de mayo de 1475; en ella pedía se le 59 Humberto Carlos Baquero Moreno, “A contenda entre D. Afonso V e os Reis Católicos: incursões castelhanas no solo português de 1475-1478”, Anais da Academia Portuguesa da História, 25 (1979), p. 301. También Rui de Pina, Chrónica…, p. 79. 60 Rui de Pina, Chrónica…, p. 77. Véase también Humberto Baquero Moreno, “As relações entre Portugal e Castela…”, p. 55 y, finalmente, Julio Rodríguez Puértolas, “Las relaciones hispano-portuguesas en torno a 1492: una historia de encuentros y desencuentros”, en Las relaciones entre Portugal y Castilla en la época de los descubrimientos y la expansión colonial, ed. Ana María Carabias Torres, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 63-76. 61 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 44. 62 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, pp. 85-87, doc. 25. 63 Ibid., doc. 23. 56 dijese cuántos hombres hábiles había para la guerra, esto es, con edades comprendidas entre los dieciocho y los sesenta años64. Si a ello se unen las duras circunstancias en que vivían las poblaciones de la frontera portuguesa, queda claro que se vivía al límite, debido a la sangría humana y la merma de recursos. En 1475 y 1476, se recrudeció la lucha. En 1475, tuvo lugar el cerco del puente de Zamora, que llevó al príncipe João hasta Castilla para auxiliar a su padre «não sómente como bom e piedoso filho, mas como amigo poderoso e verdadeiro que era»65. Para ello, el príncipe no dudó en tomar «por certa recadação toda a prata das egrejas e mosteiros, salvo a sagrada, callezes, custodias e relicairos», todo ello con la intención de sufragar una guerra que se preveía larga hasta su término y que necesitaba de los necesarios recursos económicos para su mantenimiento66. 2.3. Isabel y las cartas de batalla cruzadas entre Alfonso V y Fernando Uno de los episodios más singulares de esta contienda es el relativo a las cartas de batalla cruzadas entre Afonso V de Portugal y Fernando el Católico en 1475, publicadas y analizadas por José Ángel Sesma Muñoz67. En el verano de dicho año, el rey portugués había hecho suyas las plazas de Arévalo, Toro y Zamora. Estos lances, a medio camino entre la literatura y la realidad caballeresca, incitaron a Fernando a desafiar al monarca luso a un combate singular en Toro. Para garantizar el cumplimiento de las disposiciones que adoptara el vencedor, el aragonés no tuvo reparo en ofrecer como garantía y rehén a su hija de cinco años68. Producto de esta lid, que finalmente no tuvo su correlato en un enfrentamiento armado, son las mentadas cartas de batalla, que forman un conjunto de siete misivas: tres 64 Humberto Carlos Baquero Moreno, “As relações entre Portugal e Castela...”, p. 55, y Arquivo Municipal do Porto, Livro 4 de Vereações, fol. 71. 65 Rui de Pina, Chrónica…, p. 90. 66 Rui de Pina, Chrónica…, p. 91. El episodio de la plata de las iglesias también se dio del lado castellano. Cfr. Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica: vida y reinado…, pp. 183-186. 67 José Ángel Sesma Muñoz, “Carteles de batalla cruzados entre Alfonso V de Portugal y Fernando V de Castilla (1475)”, Revista Portuguesa de História, XVI (1976), pp. 277-295. La publicación de los carteles en p. 284 y ss. ya que Sesma apunta a que “de las siete piezas que presentamos, se conocen bastante bien las dos primeras, fragmentos de las tres siguientes y son totalmente desconocidas las dos últimas” [283]. La versión que edita se refiere al ms. 63 del Archivo de la Diputación de Zaragoza, correspondiente al Libro de Actos comunes de la diputación del reino de Aragón del año 1475. Se trata de una copia de los documentos emitidos por el príncipe a los diputados de ese reino con el fin de que se lo cursaran a su padre, el rey Juan II de Aragón. 68 El episodio también se resume en Antonio Fernández Luzón, “Isabel de Castilla, rehén…”, p. 58. 57 del soberano luso y cuatro de Fernando69. La primera carta, escrita por el aragonés, data del 21 de julio; la última, también suya, es del 4 de agosto de 1475 y parece no haber obtenido respuesta. La estructura de estos escritos se asemeja a las cruzadas por los embajadores de ambos reinos: del lado castellano, nada menos que Gómez Manrique70; de parte portuguesa Alonso de Herrera. En la intitulación, ambos monarcas se denominan «rey de Castilla e de León». Aunque como apunta Sesma Muñoz, “los resultados prácticos del cruce de misivas fue nulo, ya que no produjo el enfrentamiento con los monarcas ni la batalla campal que Fernando buscaba, ni por supuesto el abandono de uno de los pretendientes”, los carteles tuvieron una amplia difusión, sobre todo entre los partidarios de Fernando e Isabel71. Uno de los puntos que más interesan en estas cartas es la elección de rehenes antes del enfrentamiento. Los rehenes permiten «scusar todos otros rigores e rompimientos de guerra» diciendo también que «por ella se scusan muertes e quemas e robos e otros grandes males que se speran seguir en stos sus reynos en gentes que no tienen culpa»72. En el cartel VII, «para remediar los males venideros que solo a Dios pertenesce», Gómez Manrique dice lo que sigue: su alteza me manda dizir a su señoría que si todavía quisiere que haya rehenes et seguridades para lo venidero, que como quiere que le parece seer cosa de gran dilación, pero que él será contento de poner a la senyora princesa su fija con que vos, muy esclarecido senyor, pongáys al senyor vuestro primogénito73. Todo ello justifica la iniciativa de Fernando el Católico de poner por rehén a su propia hija cuando la infanta andaba por los cinco años de edad. La decisión la tomó poco 69 Para un amplio panorama del ambiente caballeresco que se vivía en la sociedad de fines del siglo XV, del que son buena muestra estas cartas de desafío, Cfr. Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I, ritos y ceremonias de una reina (1474-1504), Madrid, Dykinson, 2002, pp. 343-365. 70 «Lo qual todo, muy excelente senyor, yo Gómez Manrique, en nombre del rey nuestro senyor, vos digo y requiero de su parte». Así transcrito también en José Ángel Sesma Muñoz, Fernando el Católico, hispaniarum rex…, doc. 14, pp. 264-265 [265]. 71 José Ángel Sesma Muñoz, “Carteles de batalla…”, p. 281. El mismo Fernando mandó copia de las cartas de batalla a su padre, a los diputados y demás personalidades. Los cronistas coetáneos también prestaron interés al hecho, aunque cada uno demuestra distinta actitud. Mientras Bernáldez ni siquiera lo menciona, Palencia sólo apunta la existencia de los carteles de desafío, sin glosar su contenido. En cambio, Valera y Pulgar ofrecen una gran importancia a las cartas, por lo que las incorporan a sus respectivas crónicas. Valera incluye cinco cartas; de ellas, las dos primeras coinciden con ligeras variantes con la versión de Sesma. La tercera y cuarta son parejas, mientras la quinta queda bastante lejos de la editada por Sesma. Por su parte, Pulgar adjunta más información e incluso recoge varios carteles íntegros, aunque con diferencias notables respecto de Sesma. Zurita también se detiene en el episodio del duelo dialéctico, y su narración coincide en líneas con la de Valera, por lo que la dependencia narrativa es absoluta. 72 José Ángel Sesma Muñoz, “Carteles de batalla...”, p. 286, cartel II. 73 José Ángel Sesma Muñoz, “Carteles de batalla...”, pp. 294-295, carta VII, dada en Medina del Campo el 4 de agosto de 1475. 58 antes de las tercerías de Moura, otra ocasión en la que Isabel será mero peón de las actividades gubernativas y bélicas de sus padres. Como el combate no tuvo lugar, el ejército de don Fernando se replegó hasta Tordesillas. Estos escritos constituyen una iniciativa más para evitar la guerra entre ambos reinos. A pesar de que este episodio no debió de ser del agrado de Isabel, Fernando el Católico usó estas cartas como manifiesto político que resaltaba el papel del adversario con una imagen desfavorable del rey portugués al tiempo que se creaba con el episodio “un arma de propaganda para engrandecer la imagen del monarca” castellano74. En las cartas, se aprecia el enrocamiento de las partes en sus respectivas posturas y la defección de muchos nobles del bando castellano, que cambiaron de señor por puro interés, al no obtener de Isabel los privilegios que le exigían. 2.4. Continuación de la contienda portuguesa Durante toda la contienda, se sucedieron los acuerdos entre Afonso V y su hijo, que concluyeron con el reconocimiento de los derechos del príncipe João al trono de Portugal. Había que dejar todo claro, pues cabía la posibilidad de que de su matrimonio con Juana la Beltraneja naciese un heredero que podría serlo también de Castilla. Los recelos del príncipe João y su firme decisión e interés en suceder en el trono a su padre se pusieron de manifiesto durante toda la guerra; por esa razón, su padre firmó un par de compromisos, el 5 de enero y el 5 de junio de 1476. Tropas castellanas tomaron las villas de Alegrete y Arronche (1475-1476). La cronística del lado portugués describe la situación de modo distinto; de hecho, se refiere a la crisis financiera derivada de los gastos militares y al desánimo que iba anidando en el corazón de los castellanos: El-Rei D. Fernando como triste e anojado, alevantou seu arraial e se foi a Valhadolid, com pouca esperança de conseguir o efeito de sua empresa; porque a gente por desfallecimento de dinheiro, que já não tinham, se partía d’elle, e do descerco de Touro, que não acabara nem cometera, deu causa que nos corações dos castelhanos enfraquentou muito seu partido75. Por su participación en todos aquellos sucesos, destaca la figura de Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago, de quien dice Bernáldez que «entró muchas vezes a 74 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I…, p. 358. En n. 693, Fernández de Córdova insiste en “la sinceridad” del gesto del monarca castellano, como trasluce el hecho de que Fernando redactara su testamento al poco tiempo de retar al monarca portugués. 75 Rui de Pina, Chrónica..., p. 80. 59 Portogal, por facer serviçio al rey don Fernando e facer guerra al rey don Alonso, e siempre en sus entradas e salidas ganó honra, e siempre en sus cosas era vencedor e no vencido»76. La intención era asolar el territorio portugués, especialmente la frontera y la costa. Los combates a lo largo de 1476 fueron numerosos y cruentos, especialmente en la frontera, lo que obligó a dejar el gobierno portugués en manos de la princesa Leonor a mediados de enero de 1476. Las necesidades financieras para atender los gastos derivados de la contienda son insistentemente señalados en los documentos portugueses; de ese modo, Pina dice: «El-Rei D. Affonso levou do reino tanto dinheiro que por muito tempo lhe podera soprir, porém as despesas de soldos e outras necessidades sobrevieram em tanto crecimento»77. Debido a esta merma económica y a los problemas políticos asociados a aquella circunstancia, hubo un intento de solución pacífica del conflicto poco antes de la batalla de Toro, que tuvo lugar el 1 de marzo de 1476: «se entre os Reis se poderia tomar algum meio de paz e concordia e em fim depois de muitos debates e practicas, cada um teve em tamanho preço seu partido que se não pôde achar meio que parecesse bom para todos ficarem concordes»78. Consciente de la gravedad de la situación, poco después de la batalla de Toro, Afonso V envió a su hijo a consolidar el territorio en suelo portugués. La acción del futuro “Príncipe Perfeito”, que actuó como regente en ausencia de su padre, fue sobresaliente. Otro tanto hizo la princesa doña Leonor, su mujer, cada vez que el príncipe acudía a socorrer al monarca lejos de la corte79. En palabras de Baquero Moreno, “a sua energia e a sua astúcia na resolução dos problemas que se lhe deparavam a cada passo, autorizam- nos a afirmar estarmos na presença dum grande estadista [...] prova evidente do seu real talento e capacidade de decisão”80. Así los destacan los cronistas, como Rui de Pina: «o 76 Andrés Bernáldez, Memorias del reinado de los Reyes Católicos, eds. Manuel Gómez-Moreno y Juan de M. Carriazo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1962, p. 90. También destaca la participación de este personaje Diego de Valera, en la acción desarrollada entre el Tajo y el Guadiana en los meses de abril y mayo de 1476 donde «ayuntaron mill de caballo y ocho mil peones y entraron en Portogal con intención de aver batalla con don Juan, prinçipe de Portugal, el qual era ya vuelto en la ciudad de Évora con seiscientos de caballo», Cfr. Diego de Valera, Crónica…, p. 85. Por su parte, Damião de Góis refiere que el contingente castellano a manos de Alonso de Cárdenas «fez entrada em Portugal acompanhado de duas mil lanças, con que chegou ate ha ribeira do Digebe, onde repousou uma noite, con propósito de em amanhecendo correr a terra», Cfr. Damião de Góis, Chrónica..., p. 154. 77 Rui de Pina, Chrónica..., p. 85. 78 Rui de Pina, Chrónica..., p. 94. 79 Cfr. Rui de Pina, Chrónica..., p. 91: «Cometeo o Principe e deu por autoridade d’El-Rei o inteiro regimento e governança do reino á Princesa D. Lianor sua mulher. E com ella ordenou e leixou pessoas d’ autoridade e letras e bom conselho, com que nas cousas do reino se aconselhasse». 80 Humberto Carlos Baquero Moreno, “A contenda entre D. Afonso V e os Reis Católicos...”, p. 308. 60 Príncipe de noite e de dia, e em armas sempre vestido socorria e resistia com muita viveza e trabalho, não como Principe moço e novel, mas como ardido e velho cavaleiro»81. La batalla de Toro supuso un revés para las pretensiones del rey de Portugal. El verano de 1476 fue favorable a los Reyes Católicos en el conflicto, lo que facilitó el cambio de partido por parte de algunos afines a la causa portuguesa, como es el caso del maestre de Calatrava. Isabel y Fernando cuidaron mucho la relación con Roma para, entre otras cosas, retrasar la dispensa pontificia que daría validez al casamiento entre Afonso V y Juana la Beltraneja82. En este punto del conflicto, el monarca portugués «sentia já bem que seu poder nem ajuda dos grandes de Castela, não lhe dava para sua demanda tão firme esperança como cumpria, forçado de um vivo desejo de sua honra enviou por seus messegeiros requerer ajuda a El-Rei de França»83. Desconfiando asimismo de todo y de todos, el rey partió a tierras francesas para ocuparse propiamente de la gestión, de la que Rui de Pina da jugosos detalles84. Al cargo del reino dejaba a su hijo, a quien, por medio de un diploma signado a 27 de agosto de 1476, autorizó a entablar conversaciones de concordia con los Reyes Católicos. 2.5. «Prinçesa e primogénita heredera»: Isabel, princesa de Asturias En los duros años en que la guerra contra Portugal corría en paralelo con la que disputaba la sucesión al trono castellano, poco o nada se sabe de la infanta. ¿Cómo sería su diario vivir deambulando de un lugar para otro, con las incomodidades de una corte itinerante y en unas circunstancias tan convulsas como aquellas? ¿Hasta qué punto fue consciente de la responsabilidad que implicaba ser sucesora legítima y heredera del trono castellano?85 Ante la gravedad de los hechos y debido al ambiente bélico, «temiendo el peligro de la muerte que en esta prosecución me puede acaescer», Fernando hizo el primero de 81 Rui de Pina, Chrónica..., p. 85. 82 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. La conquista del trono…, pp. 170-175. 83 Rui de Pina, Chrónica..., p. 104. 84 Rui de Pina, Chrónica..., p. 104-113. Curiosa parece la visita al abad de San Benito en Ageosa Guarda, quien le mostró al rey portugués: «um mui rico e antigo livro da Historia de Lançarote e Tristão, por ventura mais verdadeira do que cá se magina», p. 109 de la citada crónica. 85 Según las noticias que se desprenden de Antonio Rumeu de Armas en Itinerario de los Reyes Católicos…, pp. 43-81, debemos suponer que Isabel iunior permaneció al lado de su madre durante toda la campaña portuguesa, quien seguía muy de cerca a las huestes castellanas, aunque en plazas seguras como Segovia o Sevilla. 61 sus testamentos el 12 de julio de 1475. El encargado de redactarlo fue nada menos que Hernando de Talavera, a cuya perspicacia nada podía escapar. En él, reconoce a su hija Isabel como legítima heredera de sus bienes y reinos de Aragón y Sicilia, a pesar de los ordenamientos de dichos reinos «que defiende[n] que hija no suceda en ellos». De tal manera, Fernando insta a su padre, Juan II de Aragón, a que haga todo lo necesario para derogar la ley que lo impide. Al mismo tiempo, el testamento revela el amor de Fernando como padre y esposo: «la amo muy affectuosamente y más que a hija legítima unigénita, sy más puede ser, especialmente por ser hija de reyna y madre tan excellente». Por lo demás, el aragonés deja claramente sentado lo que más importa, confiando a su padre como protector de los derechos de su hija tanto en Castilla como en Aragón: Instituyo por mi heredera universal en todos mis bienes, assy muebles como raýces, a nuestra muy cara y muy amada hija la dicha princesa doña Isabel. Especialmente la constituyo por mi heredera y legítima sucesora en los dichos mis reynos de Aragón e de Cecilia, no obstante cualesquier leyes, fueros y ordenamientos y costumbres de los dichos reynos, que defiendan que hija no suceda en ellos, ca yo suplico al rey mi señor, que Nuestro Señor conserve en mucha paz y prosperidad, que de su poderío real absoluto derogue y casse las dichas leyes, fueros y ordenamientos e costumbres, e yo en cuento puedo las derogo, casso e anullo por esta ves. Y esto no por ambición, ni por cobdicia o affección desordenada que de la dicha princesa tengo, aunque la amo muy affectuosamente y más que a hija legítima unigénita, sy más puede ser, especialmente por ser hija de reyna y madre tan excellente, mas quiérolo y ordénolo assý por el gran provecho que de los dichos reynos resulta y se sigue de ser assý unidos con estos de Castilla y de León, que sea un príncipe rey y señor y gobernador de todos ellos. Y porque este bien púlico es cierto y notorio, ruego y mando en quanto puedo a todos los nuestros súbditos y naturales dellos que por fidelidad, subiección y obedientia que nos deven y tienen prometida, esto assy quieran y obedezcan. Y al rey mi señor suplico que su alteza que assi lo conosce, y que ama su mayor bien, como su verdadero rey e señor, que assi gelo mande, lo qual yo quiero, y a su alteza suplico, sy con buena consciencia se puede hacer, y no en otra manera86. La guerra contra Portugal continúa y seguimos sin noticias de la infanta Isabel. Tras la victoria castellana en Toro (1476)87, vino un periodo de calma relativa, que Isabel y Fernando aprovecharon para poner orden y dejar claras sus lealtades en aquellas zonas de Castilla que más inestables se mostraban. Con ese fin, hubo cortes en la villa de 86 Dado en Tordesillas el 12 de julio de 1475, donde permanecían ambos monarcas (Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 45). Aunque publicado por el Duque de Berwick y Alba (Noticias históricas y genealógicas sobre los estados de Montijo y Teba, Madrid, 1915, pp. 232-235), tomamos la transcripción de José Ángel Sesma Muñoz, Fernando el Católico, hispaniarum rex…, doc. 13, pp. 260-263 [262]. El testamento por su caligrafía se atribuye a Hernando de Talavera, prior del Monasterio de Prado, quien ya adquiría una notable posición de confianza en la corte. 87 Peleagonzalo, según la denominación utilizada por Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica: Estudio crítico…, p. 283, n. 98, aunque es más conocida por los historiadores como la batalla de Toro. Cfr. Luis Suárez, Los Reyes Católicos: la conquista del trono…, pp. 170 y ss. También contada con detalle por Diego de Valera, Crónica..., pp. 66-77. 62 Madrigal de las Altas Torres en abril de 1476, que continuaron con los puntos debatidos en las Cortes celebradas en Segovia en 147588. Los objetivos se detallan en la carta de convocatoria y se resumen, esencialmente, en dos: impulsar una serie de medidas y leyes que permitan terminar con el caos que afecta al reino y asegurar la continuidad dinástica al proclamar como heredera a la infanta Isabel: Y, otrosý, bien sabedes como es uso e costunbre en estos nuestros regnos que los perlados, cavalleros, y ricos omes y los procuradores dellos, cada e quando son para ello llamados, han de jurar al hijo o hija primogénito de su rey e reyna por prínçipe primogénito heredero, para lo qual soys tenidos eso mismo a enviar a nuestra corte los dichos procuradores para jurar a la prinçesa doña Ysabel, nuestra muy cara e muy amada hija, por prinçesa e primogénita heredera destos regnos […] de Castilla e de León, e por reyna dellos para después de los días de mí la dicha reyna en defecto de varón89. Apenas si hay documentos que permitan saber cómo se desarrollaron estas Cortes. Por otra parte, el cuaderno de actas que recoge todas las celebradas (Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla) no deja constancia de un hecho histórico de tanta importancia90. Incluso carecemos del acta de juramento como heredera, por lo que sólo podemos acudir a referencias indirectas, como el juramento del príncipe Juan, para determinar que el nombramiento de Isabel se realizó el 9 de abril de 1476 en Madrigal91. Del mismo modo, también se detallan las disposiciones que la reina estipulaba en caso de que ella falleciera y la regencia quedara en manos de Fernando: […] en nueve días del mes de abril del año que pasó de mill e quatroçientos e setenta e seys años, estando el rey don Fernando e la reyna doña Ysabel nuestros señores en la villa de Madrid [sic] en Cortes con muchos grandes e perlados y procuradores destos sus reynos, los procuradores dellos que a la sazón heran avían jurado a la muy ylustre señora doña Ysabel, ynfante que agora es, fija de los dichos rey e reyna nuestros señores, por prinçesa, e primogénita heredera e legýtyma subçesora de los dichos reynos de Castilla e León […] e avían prometido que sy la dicha reyna nuestra señora pasase desta presente vida en días del dicho rey nuestro señor, que todo lo que su altesa hordenase e despusyese por su testamento e postrimera voluntad çerca de la governaçión e administraçión de la persona de la dicha ynfante, que a la sasón era prinçesa destos dichos reynos, sería obedeçido e cunplido por todas las çibdades, e villas e lugares dellos92. 88 Juan Manuel Carretero Zamora, Cortes, monarquía, ciudades. Las Cortes de Castilla a comienzos de la época moderna (1476-1515), Madrid, Siglo XXI de España, 1988, p. 131, propone aceptar la terminología Cortes de Segovia-Madrigal, ya que se desarrollaron en ambas ciudades. 89 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus documental de las Cortes de Castilla (1475-1517), Madrid, Cortes de Castilla la Mancha, 1993, I-1, p. 61. La carta está fechada en Segovia el 7 de febrero de 1475 y se documenta en el Archivo Municipal de Toledo, archivo secreto, caj. 8, leg. 1, nº 65 (7). 90 Manuel Colmeiro, Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005. 91 Juan Manuel Carretero Zamora, Cortes, monarquía, ciudades…, p. 134. También Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 53. 92 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus documental…, II-14, p. 72. El documento se recoge de la Real Academia de la Historia, 9/1784, fols. 140v-141v. En torno a este excepcional manuscrito, que recoge la 63 En las Cortes de Madrigal no hubo procuradores ni asistió la mayor parte de la nobleza castellana, lo que pone de manifiesto la tensión política de la época y el hecho de que el acto de reconocimiento de Isabel como sucesora no contaba con todos los apoyos esperados. Este contratiempo se explica debido a que su acatamiento tenía carácter provisional, es decir, tenía su razón de ser por «defecto de varón». Ya se esperaba el nacimiento de otro hijo de los reyes y se deseaba que quien viniese al mundo fuese el príncipe heredero. En el acta de juramento del príncipe don Juan, se detalla el ritual seguido para refrendar a Isabel como princesa heredera, juramento que se ratificó el 18 de abril del mismo año de 1476 en Segovia: […] los dichos procuradores fueron a la çibdad de Segovia donde estava la dicha señora ynfante en XVIII días del dicho mes de abril del dicho año, en su presençia de la dicha señora ynfante, ratificando e aprovando el dicho juramento por ellos fecho en la dicha villa de Madrigal, lo tornaron a fazer e en señal de fidelidad, e obediençia e reconosçimiento le besaron la mano segúnd que más largamente se contiene en la escriptura93. Diez días más tarde, el 28 de abril, y en el mismo Madrigal, se ratificaba el acta por la que los Reyes Católicos y el rey de Capua concertaban la boda de sus respectivos hijos Isabel y Ferrante94. En este caso, las Cortes simplemente ratificaron el compromiso ante los embajadores llegados de Sicilia, tal como lo requería el reino de Nápoles95. Poco se dice sobre esto en la Crónica de Pulgar, que incide especialmente en el hecho de que estas cortes se aprovecharon para crear las Hermandades de Castilla, que habían de frenar en seco la delincuencia y traer la paz a Castilla: […] el rey e la reyna, que estauan en Madrigal […] fizieron las Cortes generales; en las quales los procuradores de las çibdades e villas, e los grandes del reyno, en concordia, juraron a la prinçesa doña Isabel por prinçesa heredera de los reynos de Castilla e de León, para después de los días de la reyna, que era la propietaria dellos, e fizieron algunas leyes e hordenanças, que según la dispusiçión del tiempo convinieron de se hacer96. Hemos de esperar otros dos años para asistir a otro hecho de extrema importancia: el nacimiento del príncipe Juan, el 30 de junio de 1478. Por fin, el problema sucesorio estaba solucionado, puesto que un varón garantizaba la unión castellano-aragonesa. De documentación de las cortes desde 1425 hasta las de Toledo de 1502 en letra cortesana de principios del XVI, incluyendo las actas de juramento de los sucesores, Vid. Ibid., pp. 37-38. 93 Ibid. 94 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus documental…, p. 21, n. 13. El documento se custodia en el Archivo General del Sello, Patronato. Real, leg. 7, fº. 60, incluyendo la relación nominal de procuradores y las fórmulas de juramento. 95 Juan Manuel Carretero Zamora, Cortes, monarquía, ciudades…, pp. 59 y 60. 96 Fernando de Pulgar, Crónica..., I, p. 230. 64 ese modo, perdía validez «el juramento e reçebymiento que asy fesistes a la dicha ynfante nuestra hija», del que se apostilla: «paresçió quedar syn efecto»97. Tras ello, don Juan fue jurado príncipe en las Cortes de Toledo de 1480: [los procuradores] enbien a obedeçer, e reçebir e jurar al prínçipe nuevamente naçido por legytimo heredero de los dichos nuestros regnos e para después de los días de su progenitor a quien ha de suçeder [...] sodes tenidos de enbiar otra ves vuestros procuradores de Cortes para faser otro tal reçebimiento e juramento al dicho prínçipe nuestro hijo98. De esta manera se despojaba a la infanta Isabel de su condición de princesa de Asturias y se cumplía una de las cláusulas del juramento de las reuniones celebradas en Madrigal, es decir, las Cortes suspenderían el acatamiento a Isabel cuando la reina diera a luz un varón99. No está de más señalar que no habrá nuevas Cortes hasta 1498, que reconocen como príncipes de Asturias a la infanta Isabel y a su segundo marido, Manuel de Portugal, en la capilla mayor de la catedral de Toledo. Es el lógico resultado de la muerte del heredero. En esos más de dieciocho años no hizo falta convocar Cortes porque las circunstancias no lo exigieron y porque el modelo político de los Reyes Católicos estaba perfectamente consolidado. Reveladoramente, las Cortes que se convoquen tan sólo confirmarán la sucesión al trono de los distintos herederos, lo que demuestra la pérdida de las funciones que en otro tiempo tuvieron. Su fuerza se redujo a su función legitimadora de una monarquía que, por desgracia, perdía sus herederos por muerte prematura100. 2.6. Isabel, rehén de los Cabrera A mediados de 1476, los procuradores de las Cortes de Madrigal juraron a Isabel como princesa heredera del reino de Castilla. La residencia de la infanta quedó fijada en el Alcázar de Segovia, bajo la custodia del mayordomo real Andrés Cabrera. Sin embargo, en agosto, una revuelta puso en peligro la seguridad de aquella niña de tan sólo seis años de edad. Cabrera, actuando despóticamente y aprovechando el favor real, se enemistó con las familias más influyentes de la ciudad y ordenó la sustitución de su alcaide, Alfonso 97 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus documental..., p. 62. Se trata de la carta convocatoria de las Cortes de Toledo, fechado en Córdoba, el 13 de noviembre de 1478, (A. G. S., Patronato Real, leg. 7, fº. 35). 98 Ibid. 99 Juan Manuel Carretero Zamora, Cortes, monarquía, ciudades…, p. 156. 100 Juan Manuel Carretero Zamora, Cortes, monarquía, ciudades…, p. 57 y ss. 65 de Maldonado, por su suegro, Pedro de Bobadilla. Aunque hubo un intentó de apresar a la princesa, Maldonado no logró su propósito porque los soldados de la guarnición la llevaron rápidamente a la torre del homenaje, donde se hicieron fuertes101. La noticia alarmó a la reina Isabel, que marchó rauda desde Tordesillas a Segovia, donde la agitación política había derivado en revueltas ciudadanas, con incendios y choques entre facciones armadas. Cuando la reina llegó a la ciudad el 2 de agosto, restauró la autoridad real con firmeza y encargó el mando del alcázar a Gonzalo Chacón. A partir de entonces, Isabel estaría al lado de su madre y la acompañaría allá donde fuese, eliminando las posibilidades de ser objeto de más revueltas. 2.7. Victorias castellanas en Portugal En 1477, el conflicto armado entre ambos reinos pierde fuerza. Hay que tener en cuenta que Afonso V se hallaba en Francia en busca de apoyo para su causa. Tras un encuentro en Tours, el monarca francés le animó a granjearse el apoyo del duque de Borgoña. Tras el fallecimiento de este último y el fracaso de las embajadas a Roma, el soberano portugués perdió la esperanza de ganar la guerra y, durante su estancia en Rouen, «crendo que tantas contrariedades não podiam ser sem vontade de Deus, determinou entresi como desconfiado já de remedio leixar este mundo e seus debates e sem ser conhecido ir-se a Jerusalem onde propôs servir a Deus»102. Esta ausencia, unida a la falta de noticias del soberano, hace que su hijo se intitule rey de Portugal en una ceremonia celebrada en Santarém el 10 de noviembre de 1477103. Así, los ataques en la frontera disminuyeron y hubo un intento de tregua promovido por la parte castellana104. Isabel la Católica concedió poderes el 30 de agosto 101 Antonio Fernández Luzón, “Isabel de Castilla, rehén…”, p. 58. El viaje desde Tordesillas a principios de agosto de Isabel madre, mientras que Fernando se encuentra en Bilbao, además de la larga estadía en Segovia hasta bien entrado el mes de septiembre por parte de la reina Católica, se documentan en Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, pp. 56-57. 102 Rui de Pina, Chrónica..., p. 122. 103 Anteriormente, el 19 de junio de 1477 los Reyes Católicos habían pedido que se entregara a Álvaro de Nava, capitán de los Mares, pan y bizcocho para hacer la guerra contra Portugal, Cfr. Fuentes históricas jerezanas. Documentos de los Reyes Católicos (1474-1482), ed. Juan Abellán Pérez, Cádiz, Libros EPCCM, 2015, pp. 103-105, doc. 35, donde la reina recuerda que «aviades vendido el dicho viscocho para pagar el sueldo de las setenta lanças que enbiavades para me servir». 104 En cuanto a las relaciones con la frontera hispano-portuguesa en este periodo resulta muy útil el artículo de José Luis Martín Martín, “La frontera hispano-portuguesa en la guerra, en la paz y el comercio”, en Las relaciones entre Portugal y Castilla en la época de los descubrimientos y la expansión colonial, ed. Ana María Carabias Torres, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 30-52. 66 al Conde de Feria para «asentar tregua»105 en la región del Alcoutim, una de las más castigadas por la lucha armada, especialmente en las regiones de Beira y Alentejo106. El debilitamiento de las acciones no supuso el fin de la lucha en territorio portugués y castellano «durando ainda a guerra de Castella, que se continuava e fazia com muitas entradas e grandes cavalgadas»107. Pruebas de ello son la toma de Noudar o el ataque a la fortaleza de Segura, en marzo de 1478, o la petición de ayuda por parte de los Reyes Católicos a las ciudades, villas y lugares de su reino en la frontera portuguesa para que acudiesen en auxilio de Álvaro de Estúñiga, duque de Arévalo. La última entrada de tropas portuguesas se produjo en febrero de 1479. Con García de Meneses, obispo de Évora, como caudillo militar, el ejército portugués, que marchaba en auxilio de Mérida, fue sorprendido y derrotado, a orillas del río Albuera, por fuerzas al mando de Alfonso de Cárdenas el 24 de febrero de 1479. Era el último episodio de la guerra108. Poco después, Afonso V vendrá a restituir y dotar los territorios invadidos: Pidindonos os sobredictos que porquanto os vizinhos e os moradores dos dictos lugares do Sabugall e seu termo e Santestevam [que] nas dictas guerras nos servirom e reçeberom taees e tantos trabalhos e fadigas e perdas como os dos lugares susso nomeados sendo assy por muitas vezes presos e resgatados ssem poderem laurar nem ssemear e sse laurarom non colhiam e assy outros muitos danos que por caussa dos tempos pasados e desposyçam e neçesydade reçeberom que nos provesse por lhe fazermos merce que a dicta [de]terminaçom ouvese mandado sse entendesse em elle e dellas gozasem e ouuesem tam inteiramente como faziam os dictos lugares de riba d’Odiana pera que feicta fora, pois todos eram nosos sondictos e por nosso serviço foram roubados como os dos sobredictos lugares109. 105 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, I, pp. 134-135, doc. 63. 106 La estimativa llevada a cabo por Baquero Moreno demuestra que en el periodo comprendido entre 1475- 1478 fueron 28 las localidades portuguesas situadas en la frontera las asediadas por la guerra. Si se exceptúan la villa de Alcoutim en el Algarve así como otras cuatro en la Beira, se puede afirmar que fue el Alentejo una de las regiones más afectadas por la guerra con 23 localidades involucradas directamente. Évora y Portalegre sentirán con mayores efectos las embestidas castellanas en suelo portugués. Cfr. Humberto Carlos Baquero Moreno, “A contenda entre D. Afonso V e os Reis Católicos...”, pp. 316-317. 107 Rui de Pina, Chrónica..., p. 127. 108 Según mapa y estudio de Humberto Carlos Baquero Moreno (“A contenda entre D. Afonso V e os Reis Católicos...”, p. 304), las localidades portuguesas donde se desarrollaron las incursiones castellanas son las siguientes: Sabugal, Santo Estêvão, Monsanto, Segura, Montalvão, Castelo de Vide, Marvão, Portalegre, Alegrete, Assumar, Monforte, Arronches, Campo Maior, Borba, Ouguela, Elvas, Vila Viçosa, Juromenha, Alandroal, Redondo, Olivença, Terena, Reguengos, Mourão, Moura, Noudar, Serpa y Alcoutim. Una estimación global de las incursiones castellanas en suelo portugués en el periodo comprendido entre 1475 y 1478 muestra que fueron constreñidas por la guerra un total de veintiocho localidades portuguesas situadas a lo largo de la frontera. Si exceptuamos la villa de Alcotim en Algarve y otras cuatro villas más en la región de Beira, llegamos a la conclusión que fue la región del Alentejo la más castigada por la guerra, con combates en veintitrés localidades. El conflicto se agudizó en los actuales distritos de Évora y Portalegre, que fue donde el contraataque castellano se sintió con mayor fuerza. Cfr. Humberto Carlos Baquero Moreno, “A contenda entre D. Afonso V e os Reis Católicos...”, p. 316. 109 Apud Humberto Carlos Baquero Moreno, “A contenda entre D. Afonso V e os Reis Católicos...”, pp. 323-324, con algún cambio referido a la puntuación. 67 El ataque simultáneo sobre diversas zonas portuguesas contribuyó a debilitar la acción militar lusa en tierras pertenecientes a Castilla. A todos los efectos y ante estos condicionantes, la guerra peninsular tenía los días contados. 2.8. Las conversaciones de paz: el papel de los herederos La buena estrella de los monarcas castellanos, una cierta bonanza en la situación política y el éxito de la estrategia militar hacían pensar en 1478 en una victoria más que posible para Castilla en la guerra contra Portugal. En agosto de 1477 se fechan los primeros poderes concedidos al Conde de Feria para firmar treguas con el país vecino: Bien sabedes la guerra que yo he mandado fazer en esa frontera al adversario de Portugal e a su fijo e la gemte portoguesa. Por ende, es mi merçed e voluntad que, sy vos el dicho conde viéredes que cumple a mi servicio e al bien desa dicha frontera asentar tregua con los sobredichos o con qualquier dellas, que lo podades fazer e fagades, por mi e en mi nombre, por el tiempo que a vos bien visto fuere e con las condiçiones con que vos viéredes e entendieres que mas cumple a mi serviçio. La qual tregua es mi merçed que pongades e podades poner desde la villa de Albuquerque, con todas las otras villas e logares desa dicha frontera, fasta la çibdad de Sevilla e con ellas su tierra, e con toda la frontera del Andaluzía, e con las otras çibdades e villas e logares que vos viéredes que cumple a mi serviçio110. Sin embargo estas disposiciones no supusieron el final de la guerra. En efecto, el 6 de marzo de 1478, los Reyes Católicos mandaban una carta para todas las ciudades y villas a fin de auxiliar a Álvaro de Estúñiga, duque de Arévalo, poseedor del castillo de Segura, en caso de que así lo pidiese111. Por su parte, en febrero de 1479, Portugal inició una tímida aproximación para lograr la paz por iniciativa del rey Afonso V y el príncipe João, que delegaron finalmente en la infanta Beatriz de Portugal, duquesa de Viseo y cuñada del soberano luso. Ella fue la que invitó a su sobrina, Isabel la Católica, a entablar conversaciones tendentes a la concordia; la reina se desplazó desde Cáceres a Alcántara, donde el día 20 de marzo de 1479 se iniciaron las conversaciones de paz112. 110 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., I, pp. 134-135, doc. 63. 111 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, I, pp. 149-150, doc. 91. 112 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 76. Fernando el Católicos seguiría en Cáceres el devenir de estas vistas. Por otra parte, si algo hay que destacar es la ausencia de Juana la Beltraneja del mapa político por estas fechas, que inquietaba a los Reyes Católicos por considerarla una amenaza a su trono. Rui de Pina lo explica: «Porque como os grandes e senhores principaes d’aquelle reino, por sua natural condição sempre sejam amigos de novidades e divisões, com quanto publicamente desserviam El-rei D. Affonso, porém por fazerem seus partidos mais esforçados, nunca deixavam de trazer com elle praticas e cometimentos secretos, para outra vez o retornarem com a Rainha D. Joana a Castella. O que não ficava por saber a El-Rey D. Fernando, e á Rainha D. Isabel sua mulher, que com toda sua prosperidade eram por isso postos em terror e cuidado. Pelo qual por occultos meios de pessoas virtuosas e de santa tençao, que entre os reis e o reino cometeram as pazes, houve de uma parte e da outra taes 68 Desde la parte castellana, la actuación de la infanta doña Beatriz de Viseu así como la intención de comenzar nuevamente unas relaciones de paz, que «a la amistad concernían», eran bien recibidas desde la familiaridad y secreto que unían a ambas mujeres: E fabló con el rey de Portogal algunas vezes, atrayéndole a la paz et concordia con el rey e la reyna, e dáuale razones porque lo devía hazer, e dexar esta conquista de Castilla [...] Enbió asimismo esta ynfanta vn mensagero a la reyna, a le decir secretamente que se devía allegar más a aquella frontera de Portogal, porque cuanto más çerca estouiese, avría mejor lugar de comunicar con ella algunas cosas que a la amistad del rey su marido e suya con el rey de Portogal conçernían; porque ella quería ynteruenir entréllos, e entendía con el ayuda de Dios et de la Virgen gloriosa su madre dar algund medio de paz e concordia entre ellos. La reyna le envió a dezir que se lo regradeçía mucho113. En cuestión de política matrimonial, Enrique II había dispuesto en su testamento que la grandeza futura de la dinastía por él fundada había de basarse en el matrimonio de sus descendientes con príncipes o princesas de España. Ahora, tras la unión de reinos y el cierre de Navarra, sólo Portugal seguía fiel a ese programa114. Los Reyes Católicos se propusieron cumplirlo con sus cinco hijos, lo que obligaba a buscar consortes en otros lugares. Sólo Nápoles, “por solidaridad dinástica”115, y Francia, en atención al Rosellón, se tuvieron inicialmente en cuenta. Sin embargo, desde 1488, hubo una voluntad clara de constituir con Portugal, Inglaterra y Borgoña un bloque de alianzas a través de lazos dinásticos, que sellaban mediante la sangre las más estrechas alianzas políticas. Esta estrategia era básica para la economía nacional, pues tenía en cuenta el eje norte-sur, la penetración en África y las posibilidades de expansión marítima. De este modo, Portugal aseguraba la fachada atlántica, Inglaterra consolidaba el comercio con Bristol y, con los Habsburgo, las relaciones comerciales con Brujas y Amberes. Las conversaciones se iniciaron en Alcántara del 5 al 27 de marzo116, con una serie de propuestas portuguesas y réplicas castellanas. Según Suárez Fernández, para “Isabel la Católica, portuguesa de sangre y de educación, el tratado de Alcaçobas no estaba intelligencias, e para isso tão chegadas a conclusão, que a rainha D. Isabel por concerto se veio á villa d’ Alcantara em Castella onde a Infante D. Briatiz de Portugal sua tia, por prazer d’ El-Rei D. Affonso e do Príncipe D. João, se foi vêr com ella e alli ambas tomaram assento de as pazes todavia se fazerem e concordarem n’este reino de Portugal». Cfr. Rui de Pina, Chrónica…, pp. 130-131. 113 Fernando de Pulgar, Crónica…, p. 367. 114 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada, Madrid, Rialp, 1989, p. 215 e id. Los Reyes Católicos. La conquista del trono…, pp. 320-346. 115 Ibid. 116 Estas conversaciones, conocidas como “las vistas de Alcántara” resultan extraordinarias por el papel otorgado a ambas mujeres. El informe de lo tratado puede leerse en Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, I, pp. 179-185. 69 destinado a ser únicamente la etapa final de una difícil cuestión sucesoria, sino a servir de cimiento para unas relaciones con Portugal que deseaba íntimas y amistosas”, por lo que este será el punto de partida de un tiempo nuevo entre ambos reinos117. Los puntos a tratar en estas conversaciones fueron los siguientes: 1) los derechos de Juana la Beltraneja y su futuro dentro del tablero político peninsular; 2) la (re)actualización de una alianza entre Castilla y Portugal; 3) la amnistía a la facción castellana que se había declarado pro-portuguesa y, finalmente, 4) la navegación africana y su limitación. De este modo y en lo que a Isabel concierne, se tomaron una serie de medidas que afectaban a Juana, la Beltraneja, pero también a la infanta Isabel. Beatriz propuso el matrimonio de Juana con el príncipe don Juan, heredero de Castilla; dicho matrimonio encerraba una arriesgada maniobra política que no haría más que alimentar las disensiones internas de un reino no del todo calmado118. Asimismo, se propuso el enlace entre la primogénita de los Reyes Católicos y el heredero portugués, Afonso, que sellaría la antigua alianza hispano-lusa; así como el perdón de todos los seguidores de Afonso V y la restitución de sus propiedades; y, finalmente, se pedía el reconocimiento de los anteriores acuerdos relativos a la expansión africana. En un principio, la reina Isabel se mostró reticente sobre el casamiento de su hija primogénita con el príncipe portugués («la reyna ge lo negó del todo»), puesto que ya había un compromiso previo con el heredero de Nápoles, Ferrante119, acuerdo que «no se podría partir en manera alguna [...] ni mucho menos la ponía por rehén pues la fija de la reyna non avía de ser monja nin ge la entregava»120. Además, la reina Isabel se oponía a separarse de su hija primogénita por afecto y por relevancia políca. Recuérdese que, hasta 1478, la infanta era la heredera legítima y que, incluso tras el nacimiento de su hermano Juan, ocupaba un lugar preeminente en la línea de sucesión121. Por todo ello, la reina Isabel prefería dar cualquier otra garantía o bien ofrecer como tal a otra hija nacedera de su matrimonio. A pesar de las reticencias, la corte castellana aceptó la unión: el 2 de junio de 1479, en Trujillo, los monarcas otorgaban poderes a Rodrigo Maldonado para la firma de la paz con Portugal al tiempo que concertaban el matrimonio entre Isabel y Alfonso con 117 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 99. 118 Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica: Estudio crítico…, pp. 333-336. Cfr. también Luis Suárez Fernández Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, pp. 320-334. 119 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. La conquista del trono…, p. 322. 120 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, I, p. 181. 121 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 18. 70 el fin de «reformar las pazes antiguas e jurar de nuevo las pazes perpetuas» con Portugal122. De esta forma, se estipuló que los herederos quedaran sujeros a un régimen de tercerías bajo la tutela de la infanta Beatriz de Braganza, en el castillo portugués de Moura. Mucho le costó a la reina Católica separarse de su hija primogénita; y muchas también las tentativas de cambiar a ésta por su otra hija, Juana123. Con este acuerdo, no sólo se daba por terminada la guerra civil con Portugal, sino que también se recuperaban y actualizaban las antiguas paces establecidas en el tratado de Medina del Campo-Almeirim (1431-1432)124, primer tratado que aseguró una paz estable y duradera entre Castilla y Portugal después de Aljubarrota. Todo se sancionó por medio de enlaces matrimoniales que daban lugar a la paz. Así se suceden los de Juan II de Castilla con Isabel de Portugal (1447) –padres de Isabel la Católica–, o también el de Enrique IV de Castilla y Juana de Avis (1454), que servirán para fomentar la concordia entre los dos países por medio de casamientos concertados, en la senda de las llamadas alianzas político-familiares entre ambos reinos, cuyos miembros se entrecruzan hasta 122 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 77. En Trujillo permanecería Isabel la Católica, (y también Isabel iunior) desde mayo hasta a fines de septiembre de 1479, tiempo en que la reina se traslada a Toledo, donde nacerá la infanta Juana. Este acuerdo de paz estaba formado por cuatro disposiociones. En la primera de ellas se confirmó el tratado de Almeirim íntegramente. Después se firmaron otros tres nuevos acuerdos: un segundo acuerdo sobre enlaces matrimoniales y tercerías; un tercero sobre la liquidación de los bandos políticos y el perdón de los que habían colaborado con el otro reino (se tenía entonces una clara conciencia de lo que perturbaban estas querellas en las relaciones entre territorios) y un cuarto en el que se fijó lo que correspondía a Portugal y a Castilla en el Atlántico y en la costa africana. 123 Durante las vistas de Alcántara, Isabel la Católica se encontraba embarazada de su hija Juana. Por su parte, Antonio Fernández Luzón, “Isabel de Castilla, rehén…”, p. 59: “Isabel era una niña de diez años, rubia como su madre, sin duda bellísima. Inmediatamente surgió la leyenda del enamoramiento prematuro de los infantes, a la que suele darse crédito, aunque carezca de fundamento”. 124 Cfr. César Olivera Serrano, Beatriz de Portugal: la pugna dinástica Avís-Trastámara, Santiago de Compostela, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005, pp. 186-193; Feliciano Novoa Portela e Isabel Cristina Ferreira Fernandes, “Consolidar la paz, ganar nuevos mundos: el tratado de Medina del Campo-Almeirim (1431)”, en Encuentros y desencuentros ibéricos: tratados hispano-portugueses desde la Edad Media, coord. Martín de Albuquerque, Madrid, Lunwerg-Chaves Ferreira, 2006, pp. 73-90; para las cláusulas de este acuerdo que afectaban a la movilidad de hombres y mercancías en la frontera de los reinos hispano-portugués, Cfr. José Luis Martín Martín, “La frontera hispano-portuguesa en la guerra, en la paz y el comercio”, en Las relaciones entre Portugal y Castilla en la época de los descubrimientos y la expansión colonial, ed. Ana María Carabias Torres, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 30- 52. 71 convertirse prácticamente en una sola familia125. En esta órbita de acuerdos matrimoniales cabe inscribir los dos de Isabel, como ya se encarga de resaltar Rui de Pina126: Outro si n’estas pazes encorporaram e reformaram os capitulos das pazes antigas, feitos entre El-Rei D. João o primeiro d’estes reinos de Portugal com El-Rei D. João o segundo de Castella quando outra vez tiveram guerra. E além da aprovação das ditas pazes antigas, foi mas concordada e firmada outra nova adição e capitulação, que esta nova concordia especialmente requeria127. El matrimonio con el heredero portugués reforzaba la alianza entre ambos reinos y alejaba el peligro de posibles contiendas. Por su parte, las capitulaciones entre Castilla y Portugal para el casamiento de la infanta con el heredero portugués tienen el siguiente introito, que denota la voluntad por atraer la paz entre reinos: «Por quanto para quitar los muchos males e daños que se avían resçibido y se esperauan seguir de las guerras que han seydo entre ... nuestros regnos e señorios de Castilla e de León ... e los regnos e señoríos de Portogal»128. El cronista Bernáldez relata las muchas embajadas de uno y otro reino para conseguir el acuerdo y señala cómo se utilizaron los hijos de los monarcas como rehenes: […] anduvieron los embaxadores de Castilla e Portogal e de unos reinos a otros muchas veces, fasta que plugo a Nuestro Señor que los reyes ficiesen concordia e afirmasen bien las paces. E para conplir algunas cosas necesarias, ordenaron que entre ellos, para que en ningún tiempo oviese quiebra, oviese rehenes129. Las negociaciones de paz se concordaron por medio de delegados regios. Los Reyes Católicos nombraron a Rodrigo Maldonado de Talavera, miembro de su Consejo, y Afonso V designó al noble Juan de Silveira, barón de Alvito130. Tras meses de negociaciones, propuestas y contrapropuestas, el tratado de paz se firmó en Trujillo el 27 de septiembre de 1479, con paces «que foram perpetuas sem alguma limitação de 125 Anteriormente, en la dinastía de Avis, también tienen lugar los enlaces entre los dos hijos del rey João I, el futuro rey Duarte y el futuro regente Pedro, con Leonor, hija del rey Fernando I de Aragón (1428) y con Isabel, hija del conde de Urgel, Jaime II (1429), respectivamente. Cfr. María Isabel Pérez de Tudela y Velasco y María Pilar Rábade Obradó, “Dos princesas portuguesas en la corte castellana: Isabel y Juana de Portugal”, en Actas das II Jornadas Luso-Espanholas de História Medieval, Oporto, Centro de História da Universidade do Porto-Instituto Nacional do Investigação Científica, 1987, I, pp. 357-384. También Luis Adão da Fonseca, “Alguns Aspectos das Relações entre Portugal e Castela en Meados do Século XV (1449- 1456)”, Revista da Faculdade de Letras [Porto]. História, (3) 1972, pp. 51-112 y César Olivera Serrano, Beatriz de Portugal: la pugna dinástica Avís-Trastámara…, pp. 402-403. 126 Esto es, el primero en 1490 con el príncipe Afonso y el 1497 con el rey Manuel I de Portugal. 127 Rui de Pina, Chrónica..., pp. 131-132. 128 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., I, pp. 327-328. 129 Andrés Bernáldez, Crónica…, pp. 92-93. 130 Rui de Pina, Chrónica..., p. 131. 72 tempo»131. Los acuerdos de paz y las negociaciones de las vistas de Alcántara comenzaron por eliminar las intitulaciones de los respectivos reinos, fórmula nominal que ya expresa un nuevo tiempo en las relaciones hispano-lusas132. 3. LAS TERCERÍAS DE MOURA (1480-1483) El tratado anterior no debe confundirse con el tratado de las Tercerías de Moura, firmado en Alcaçobas el 4 de septiembre de 1479133. En este último, se estipulaba la concordia castellano-portuguesa con sucesivos enlaces matrimoniales que sellaban, mediante vínculos de sangre, la alianza político familiar entre ambos reinos. En él, reunidas las dos partes, se establece lo siguiente: [...] mouidos con zelo del seruicio de Dios e del bien público de los dichos reynos e súbditos e naturales dellos [...] e por conseruar los grandes debdos que en vno tienen e el mucho amor e conformidat que entre ellos e los dichos sus reynos eran antes de las dichas guerra, e escusar que se non fagan mas males nin daños de aquí adelante134. En este mismo tratado, se estipula la tercería de la infanta Isabel, es decir, una especie de cautiverio tutelado que garantiza el acuerdo. Con arreglo a lo dispuesto, tanto la infanta como el príncipe Afonso quedaban a merced de la infanta Beatriz. Esto, además, implicaba el traslado de la pequeña Isabel a la corte portuguesa, alejada de la castellana135. Los Reyes Católicos tuvieron a bien y estaban «contentos que los dichos ynfantes estén en la dicha terçería en la fortalesa de la villa de Mora»136. Las estipulaciones se basaban en que, cuando Afonso tuviera siete años, se casaría por palabras de futuro con la infanta Isabel y, siete años más tarde, por palabras de presente. La dote de la infanta se fijaba en 131 Ibid. 132 Ibid.: «Primeiramente que El-Rei D. Affonso leixasse o titulo dos reinos de Castella e de Lião. E assi mesmo El-Rei D. Fernando e a Rainha D. Isabel leixasse o titulo de Portugal, de que sem algum fundamento de direito em seu ditado se intitulavam. E a Rainha D. Joana leixasse todoslos titulos de Castella e de Lião e de Portugal, de que se intitulava e de hi em diante não se chamasse Rainha, Princesa nem Infante, salvo depois que fosse casada, se casasse con o Principe D. João de Castella». 133 Días después, el 27 de septiembre y desde Trujillo, la reina Isabel aprobó lo estipulado en el tratado de las Tercerías de Moura. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 81. 134 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, I, pp. 285-286. 135 Rui de Pina, Chrónica..., pp. 133-134: «Outrosi que para maior seguridade e firmeza das ditas pazes, o Infante D. Affonso, filho primeiro do Principe D. João de Portugal, tanto que fosse em idade de sete annos casasse por palavras de futuro, e em idade de quatorze annos por palvras de presente, com a Infante D. Isabel, filhau maior dos ditos Rei e Rainha de Castella, e além dos corregimentos de sua pessoa, casa e camara houvesse em dote quarenta contos ou milhões de reaes, pagos em certo modo e tempo, em que os vinte contos d’ elle entravam en satisfação pelas despezas que El-Rei D. Affonso tinha feitas na guerra [...] e assi os ditos Infantes fossem postos em terçaria na villa de Moura em poder da dita Infante D. Briatiz, na qual estivessem até serem perfeitamente casados». 136 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, I, p. 354. 73 cuarenta contos de reis, unos «veynte quentos de maravedís»137, la mitad de ellos como pago por los gastos de la guerra que acababa de terminar. Isabel contaba nueve años de edad, mientras que el príncipe luso tenía tan sólo cuatro años cuando se firmó el tratado138. En Toledo, el 6 de noviembre de 1479, nacía la infanta Juana. El 6 de marzo de 1480, el tratado de las tercerías fue ratificado conjuntamente por los Reyes Católicos desde Toledo y Afonso, príncipe de Portugal, quedó bajo la tutela de la infanta Beatriz. En Beja tuvo lugar la despedida de sus padres, contada de manera muy emotiva por Rui de Pina, aunque sin descartar que todo ello se hacía «com o privação do filho pela piedade do reino»: E não partiu d’ante elles com menos dôr e saudade que se lhes levara os corações d’ ambos e os arrancaram da sua propria carne e não era sem causa; porque além de ser só filho ainda, n’elle havia em tudo tantas e tão angelicas perfeições, que o privar da sua vista e conversação assi o merecia139. Por su parte, la llegada de la infanta se retrasó hasta noviembre; el 15 de dicho mes, Isabel debía encontrarse a dieciocho leguas de Moura, lugar anteriormente designado para las tercerías. Isabel salió de Medina el día 3 de ese mismo mes, durmió en Bovadilla, desde donde continuó camino hasta que el enviado portugués, un tal Mansilla, se encontrara con ella140. El retraso en la entrega de la infanta castellana y la presencia de los embajadores españoles en la corte lusa no agradaron a los monarcas portugueses, que exigieron la llegada de Isabel para no volver al conflicto armado, pues João II había escrito dos papeles con las palabras «paz» y «guerra» para que escogiesen los Reyes Católicos cuál les placía más: Nas quaes por parte dos dois derradeiros embaixadores de Castella, contra a opinão e voto dos outros primeiros se moveram e apontaram de novo tantas duvidas e condições para dilatarem a entrega da dita Infante [Isabel], con que foi necessario ir algumas vezes consulta ao Principe, que era em Beja, porque todo este negocio sobre elle pendia, o qual anojado das suas importunações e injustas delongas, finalmente enviou aos ditos embaixadores dois escriptos, com duas palabras feitas da sua mão, e em um dizia «Paz», e no outro «Guerra» e mandou que no Conselho onde os de um reino e do outro cada dia se juntavam fossem os ditos escriptos apresentados aos ditos embaixadores e que logo en nome dos reis seus senhores escolhessem um d’elles, qual quizessem, e que se tomassem o da guerra, que mais seria d’ elle contenta por ser uma guerra que de paz, que tantas guerras lhe dava141. 137 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., I, p. 227. 138 Cf. J. M. Cordeiro de Sousa, “Notas acerca de la boda de Isabel de Castilla con el príncipe don Alfonso de Portugal”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LX (1954), pp. 33-51 33. 139 Rui de Pina, Chrónica..., p. 142. 140 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, I, p. 100 y ss. 141 Rui de Pina, Chrónica..., pp. 144. La anécdota también se recoge en la Crónica de García de Resende. 74 Tras esta dilación y la exhortación por parte del príncipe João II, la entrega de la infanta no tardaría en efectuarse, aunque con ello se produjera el distanciamiento con la corte de sus padres. Bernáldez lo relata así: E fue llevada la infanta mayor doña Isabel a Portogal, la cual el maestre de Santiago don Alonso de Cárdenas, llevó en cargo para la dar en rehenes en Porogal, e yendo de viaje tuvieron la Pascua de Navidad, fin de año de 1480 y comienzo del año de 1481 en Frexenal142. Pasada la Pascua, la infanta llegaba, por fin, a Portugal, donde permanecería cerca de tres años en un ambiente apacible, alejada de las turbulencias de la corte castellana. 3.1. Usos y costumbres portuguesas. La importancia de Beatriz de Avís La infanta se presentó ante Beatriz de Viseo el 11 de enero de 1481 en las inmediaciones de la villa de la Coronada, donde se celebró un «muy gran recebimiento, solene e muy rico»143, mientras, don Diego, hijo de Beatriz, quedó en la corte de los Católicos como garantía por si el acuerdo no quedara plenamente satisfecho. La selección de Beatriz como «tercera» no fue casual. Tía de Isabel la Católica y suegra de João II, su nominación para tratar de la guarda y custodia de los infantes se basó en términos de amistad por vía familiar. Asimismo, su relevante posición en esta corte de Moura le permitió exhibir su peso político y su influencia en las casas de los infantes al designar oficiales próximos a su confianza144. En este sentido, la importancia de la infanta Beatriz es destacada por los cronistas, que ponen de relieve su habilidad como negociadora y tutora en estas tercerías y más tarde inciden en su condición de madre del rey Manuel I145. 142 Andrés Bernáldez, Crónica…, pp. 92-93. Desde septiembre de 1480, la reina Católica permaneció en Medina del Campo, donde debemos de incluir también a Isabel iunior. Ambas mujeres prepararían los atavíos necesarios para el viaje de la joven a Portugal, a quien en esta ocasión no despidió su madre, posiblemente por la tierna edad de la infanta Juana. Por su parte, Fernando el Católico se encontraba ausente y desplazado al reino de Aragón (Zaragoza y Barcelona), debido a la situación política contra los turcos en el Mediterráneo. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, pp. 87-90. 143 Ibid. p. 93. Debemos imaginar un gran ceremonial cortesano de bienvenida como llevaban aparejadas todas estas entradas regias, aderezadas con algún momo cortesano, posiblemente. 144 Así lo muestran las cartas cruzadas de Beatriz de Avís, João II y la reina Católica, como demuestra Maria Barreto Dávila, “Quotidiano e Jogos de Poder nas Terçarias de Moura”, en Reinas e Infantas en los Reinos Medievales Ibéricos. Contribuciones para su estudio, eds. Silvia Cernadas Martínez y Miguel García- Fernández, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2015, pp. 345-360, en prensa. 145 Verbigracia: Jerónimo Osório, De rebus Emmanuelis regis Lusitaniae invictissimi virtute et auspicio gestis libri duodecim, Lisboa, António Gonçalves, 1571, fol. 10. Se conservan varios ejemplares en la BNE de esta edición, como R/26838, del que nos hemos servido para nuestras citas. 75 Según consta en la Cuentas de Gonzalo de Baeza, la reina Católica se preocupó, en este periodo de tercerías, de suministrar «a la señora ynfante doña Ysabel» todo lo necesario para el mantenimiento de su «muy cara e muy amada hija» que tenía a su cargo veinticuatro personas146. Los años que siguen se vieron sujetos a una serie de estrategias políticas y ajustes matrimoniales, pues el ya rey João II de Portugal quiso casar a su hijo no con Isabel, sino con su hermana, la infanta Juana, debido a que eran más parejos en edad. El Rey Católico, alertado de un posible enlace de la Beltraneja con el rey de Navarra, dio su aprobación a tal cambio, aunque con la condición de que, si al cumplir Afonso los catorce años, Isabel no se hubiese desposado, el enlace sería entre ellos dos, como se había estipulado en un principio. Finalmente, la decisión de la Beltraneja de hacerse monja ante todos aquellos sucesos («mas receando-se da continua conversação e familiaridade de castelhanos contrairos, que não podia escusar»)147 fue a más, por lo que decidió profesar en el Monasterio de Santa Clara de Coímbra. De esta forma, la hia de Enrique IV se alejaba en sus pretensiones de ascensión al trono al tiempo que disipaba la sombra de ilegitimidad de Isabel la Católica. Dentro de la esfera más personal de la infanta Isabel, los años pasados en Portugal debieron de resultar útiles en su formación para adecuarse a los usos y costumbres lusas. La vida cotidiana de los cerca de tres años transcurridos en Moura instruyó a la infanta en aquella lengua, que ya debía conocer por parte de su abuela, la reina Isabel de Portugal, así como por el círculo de damas portuguesas que servían en la corte148. Así, se amplió su conocimiento de la lengua y su familiaridad con el ceremonial cortesano luso. Todo ello debió de acontecer en un ambiente de armonía, pues se trataba de una corte extranjera pero, a la vez, familiar149. 146 Cuentas de Gonzalo de Baeza, tesorero de Isabel la Católica, eds. Antonio de la Torre y E. A. de la Torre, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1955, p. 265 (en adelante abreviado como Cuentas). Las palabras de la reina aparecen en múltiples documentos de los recogidos por Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández en su ya citado Documentos... 147 Rui de Pina, Chrónica..., p. 140. 148 El ambiente portugués, por tanto, le era propio a una infanta que tenía a su servicio en su pequeña corte a «una portoguesa bayladora», como documenta Gonzalo de Baeza, Cuentas, I, p. 71. 149 El portugués también era una lengua manejada por su madre, Isabel la Católica, quien también la aprendió de infante con su madre así como en los años que pasó en la corte castellana de Enrique IV y Juana de Avís. Vid. Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, pp. 166-169. 76 3.2. La suspensión de las tercerías (1483) Para la reina Isabel, de madre y abuela portuguesa, el tratado de Alcaçobas no suponía el final de una difícil cuestión sucesoria, sino el basamento para unas relaciones hispano-portuguesas que deseaba íntimas y amistosas. Por este motivo, se habían realizado más concesiones de las estrictamente necesarias; buena prueba de ello era la puesta en tercería de su hija primogénita. Desde 1481 no hubo más que inconvenientes: Beatriz envió primero a su confesor, fray António, y luego a Diogo da Silva Meneses, para pedir que se redujese el número de cuantos servían a la infanta; de lo contrario, había que aumentar la asignación económica para cubrir sus necesidades. Beatriz pedía que ambas casas reales cubriesen los gastos de la estadía de los príncipes en Moura, a los que había que unir lo que suponían los veranos en Serpa o Beja. Isabel la Católica, por esas fechas, preparaba la custodia del duque de Viseu, por lo que respondió desde Santo Domingo de la Calzada el 13 de julio dando cuenta de que optaba por la reducción del personal150. Para el príncipe heredero de Portugal, João, las condiciones eran otras. Gracias a las Tercerías, la casa de Braganza, su principal enemiga, tenía como rehenes a su primogénito y a la hija de los Reyes Católicos. Exigió, por ello, libre entrada en las fortalezas donde los rehenes residían. Sin embargo, en el caso de concedérsele su petición, la infanta Isabel podía convertirse en prisionera del reino portugués. ¿Dónde quedaban las garantías exigidas? Se decidió, entonces, entablar nuevas negociaciones, que los monarcas españoles llevaron a cabo por medio de Andrés Calderón, a quien dieron plenos poderes. También decidieron aumentar la suma destinada al sostenimiento de la infanta: 450.000 maravedís151. El 22 de agosto el duque de Viseu entraba en Castilla y era recibido por Alfonso de Cárdenas, maestre de Santiago, en Fregenal de la Sierra. El 28 de agosto murió Afonso V y João II se convirtió en rey. Esta circunstancia alteró los ánimos castellanos debido a que ahora se temía también por el futuro de la casa de Braganza, con múltiples conexiones entre Isabel y su linaje. Por su parte, al nuevo rey no le convenía mantener en cautiverio al heredero de su trono, máxime por la casa de Braganza y cuando era el único de su estirpe, pues ya no cabía esperar descendencia de su mujer, Leonor. Un bastardo había nacido el 6 de agosto de 1481, fruto de su relación 150 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 113. Recordemos que durante este tiempo, Fernando el Católico se encuentra instalado en Córdoba en plena campaña granadina. 151 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la guerra de Granada…, p. 100. 77 con Ana de Mendoza: era Jorge de Portugal, que envió al monasterio de Abrantes al cuidado de su hermana, la princesa Joana, “a santa de Aveiro”, hija de Afonso V. Apenas llegado al trono, João II mandó a Juan de Silveira, barón de Alvito, y a Rui de Pina para confirmar los tratados, pedir indulgencia en el trato a los castellanos que servían en Portugal, llevar a cabo una serie de reclamaciones e insinuar la pertinencia de que los príncipes fueran trasladados a sus respectivas cortes y allí educados. Moura era una residencia calurosa en los veranos, aunque en el fondo sólo se trataba de amenazar con no cumplir con lo tratado y devolver la libertad a Juana la Beltraneja. Por su parte, a los Reyes Católicos no les convenía mostrar su deseo de que terminasen las tercerías, porque podía interpretarse como una pérdida de confianza o una señal de enemistad. En Barcelona, donde en 1481 se encontraba la corte, se negociaron los siguientes puntos: 1) La querella fronteriza por unos pastos y su aprovechamiento entre Ciudad Rodrigo y Ribadecoa y por daños recíprocos en Andalucía. 2) La demanda de 32.000 florines por parte de la Excelente Señora en concepto de dicha suma que tenía su madre cuando murió. Esta cantidad ya se había encomendado a Pedro de Alcalá en su disposición testamentaria y de ella nada quedaba. 3) Demanda de unas carabelas que fueron a Guinea. 4) Al socaire de todas estas propuestas de amistad venía la principal petición: que Afonso e Isabel fueran enviados a la corte de Lisboa, para que se educasen en la compañía de quienes serían sus súbditos. Aquello suponía cambiar la tristeza de Moura por la alegría de la corte lisboeta152. En 1482 y comienzos de 1483, ante los vaivenes de la política portuguesa, la inquietud de Isabel por su hija se vio agudizada. Se recibían noticias de que el más violento de los Braganza, Juan, marqués de Montemor-o-Novo, desde Castelo Branco incitaba a la violencia y reclamaba para sí la corona de Portugal. Hubo, entonces un deliberado propósito de presionar al monarca portugués para que devolviera a Isabel, al tiempo que Juana la Beltraneja volvía a ser considerada como refugiada política. El 28 de junio de 1482, el barón de Alvito presentó una extensa lista a Hernando de Talavera y Rodrigo Maldonado, procuradores de los reyes, donde se les exigía la devolución de sus posesiones a aquellos nobles castellanos que habían optado por el bando portugués. Isabel y Fernando se cerraron en banda, por lo que se abrió un nuevo proceso de negociaciones. Los portugueses fueron representados de nuevo por el barón de Alvito, que llevaba como procurador a Pedro de Hontañón. Ambos presentaron a fray Hernando de Talavera y Rodrigo Maldonado, representantes de los Reyes Católicos, una lista con los nombres 152 Puntos resumidos de Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la guerra de Granada…, pp. 101. 78 de los vasallos rebeldes. Sabemos que el documento se les hizo llegar algo antes del 28 de junio de 1482 porque en esa precisa fecha respondieron Talavera y Maldonado. En su respuesta, rechazaron abiertamente parte de sus reclamaciones; con respecto a las demás, invitaban a solicitarlas por vía judicial. Felipa de Avís, tía del rey de Portugal y única superviviente de los hijos del duque de Coímbra, muerto en Alfarrobeira, dirigió a su sobrino un Conselho e voto sobre as terçarias e guerras de Castela, donde le invitaba a recuperar a su hijo, aunque con ello arriesgara una nueva guerra con Castilla. Cuando Rui de Pina volvió a Portugal con la tercera embajada de Castilla, no había tal miedo, ya que los soberanos españoles estaban decididos a sustituir las Tercerías por otras formas de seguridad. Había una razón de peso para ello: el enorme gasto que generaba su residencia en tierras lejanas. En concreto, se informó a la reina de que le correspondía pagar un millón y medio de maravedís. A este respecto, las cuentas son minuciosas y detalladas: con la infanta había 156 soldados con su alcaide, 24 comensales, un secretario y su aya. Entre otros gastos principales, estaba el derivado de las comidas: se servían dos potajes por la mañana y uno a la noche, más los correspondientes platos de carnes, dulces y fruta153. Así las cosas, el 11 de agosto de 1482, cuando el obispo de Coria, Juan de Ortega, en compañía de Lope de Autoguía, se preparaba para regresar a Portugal a reclamar el cumplimiento de las condiciones del tratado, recibió poderes para negociar con el monarca portugués, con orden de que se deshicieran las tercerías si pretendían mantener el compromiso matrimonial. Con todo, las negociaciones continuaron y se desistió de prorrogar la estancia del duque de Viseo para evitar los gastos del cambio por su hermano. Tras la entrega al obispo de Calahorra, Pedro de Aranda, un 8 de septiembre, los embajadores castellanos convinieron con Beatriz que no era necesario que Manuel viajara a Castilla: bastaba su palabra de que estaría a disposición de los Reyes Católicos154. Avanzada la negociación, el 28 de abril de 1483 y en Madrid, se otorgaron poderes a Hernando de Talavera para dar fin a las tercerías y buscar otro tipo de garantías. Por otra parte, João II envió de nuevo a la Excelente Señora al Monasterio de Coímbra y juró que no le permitiría contraer matrimonio, como tampoco abandonar su retiro religioso ni salir de Portugal. A 153 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la guerra de Granada…, p. 128, n. 24. Los gastos se detallan en AGS, Casa Real, leg. 2-2º, fol. 4 y también en Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., II, pp. 255-259. 154 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 105. 79 continuación se firmaron dos nuevos tratados el 15 de mayo, conocidos ambos como los Acuerdos de Avís, complementarios y no sustitutorios de los de Alcaçobas. Uno de ellos devolvía la custodia de los infantes en tercería a sus respectivos padres, confirmando la promesa de matrimonio, mientras que el otro otorgaba a cuatro jueces –el obispo de Évora y el abad de Moreira de parte portuguesa, y a Juan de Ortega y Gonzalo González de Illescas, de la castellana– la misión de fallar las querellas pendientes antes de un año, a contar desde el 1 de julio. De este modo, los Reyes Católicos recuperaban parte de la libertad perdida al tiempo que, al entregar al licenciado de Illescas la documentación probatoria, dejaban claro que habían cumplido todos los compromisos y obligaciones adquiridos respecto de los desterrados. João II abandonaba a Juana la Beltraneja y sus partidarios; de tal forma, quedaba libre respecto de sus obligaciones con la casa de los Braganza. En 1483 se deshicieron las tercerías, pues el clima político entre ambos reinos era excelente; así, pues, la infanta regresó a Castilla con la condición de que, si Isabel no se hubiese casado al cumplir Afonso catorce años, el príncipe portugués se casaría con ella155. El 24 de mayo, tras las correspondientes promesas matrimoniales, Isabel fue entregada a fray Hernando de Talavera, que, acompañado por el conde de Feria, se la otorgó al arzobispo de Santiago, Alonso de Fonseca, que fue quien finalmente la llevó a la corte. La vuelta del príncipe Afonso al reino portugués fue celebrada conjuntamente al coincidir con la festividad de Corpus Christi. En ese mes de mayo, Rui de Pina habla de corridas de toros y «mui alegres danças e com muitos prazeres»156. Sin embargo, el 29 de mayo, João II, apoyado en las cartas de Lope de Figueiredo, prendió al duque de Braganza. La acusación era grave, ya que supuestamente había conspirado para matar al rey y poner en su lugar al duque de Viseu, su cuñado. Tras confiscarle sus bienes, fue ejecutado pocos días más tarde157. Felipe, Jaime y Dionís, sus hijos, hallaron refugio en la corte castellana, donde Isabel los tomó bajo su protección, aunque su linaje acabó disperso. Los hermanos del difunto, el marqués de Montemor-o-Velho, el conde de Faro y Álvaro de Portugal, entraron al servicio de los Reyes Católicos, por lo que el monarca portugués procedió a castigarlos en efigie. João II envió una carta personal a Fernando el 155 Elaine Sanceau, D. João II, Oporto, A Portuense, 1952, pp. 185-186 aporta una jugosa descripción de esta separación desde la vertiente más literaria de los sucesos históricos: “Não se sabe como se separaram as duas crianças, nem se a rapariga ficou contente por se encontrar livre do seu compromisso. Um noivo de oito anos não atrai a imaginação de uma rapariga de treze anos, pelo que é dificil imaginar que Isabel lamentasse D. Afonso como tal, por muito amiga que fosse do seu pequeno companheiro de brinquedos”. 156 Rui de Pina, Chrónica…, p. 31. 157 Diego de Valera, Crónica…, p. 157. 80 Católico, fechada el 1 de junio, en donde explicaba las razones que le habían impulsado a encarcelar al duque de Braganza. Por su parte, Fernando respondió con su ambigüedad acostumbrada: «no puede ser el castigo sino con tanta clemencia, que, habiendo yerro, será tanta la merced como la pena»158. En lo que a Isabel respecta, la suspensión de las tercerías la devolvía a la corte de sus padres, junto a quienes viviría los más relevantes sucesos de su reinado, como la campaña granadina. Así, Isabel tomará parte activa en la política castellana de fines del siglo XV. 4. LAS ESTRATEGIAS MATRIMONIALES: ISABEL Y LA ALIANZA IBÉRICA Ya de vuelta en la corte de los Reyes Católicos y tras haber sido considerada rehén por ambos reinos peninsulares, a la infanta le corresponderá desempeñar otro papel: será un mero peón de la estrategia matrimonial de su padre, Fernando. Como hija primogénita se verá destinada a una posible alianza ibérica, siempre en beneficio de la política exterior del reino. Así, veremos a Isabel en las alianzas con el príncipe de Nápoles, Ferrante, o bien con Maximiliano de Borgoña, al socaire de las relaciones políticas fernandinas con dichos reinos. Finalmente, Portugal ganará en la pugna matrimonial sobre la hija mayor de los Reyes Católicos159. 4.1. La alianza con Ferrante de Nápoles: Isabel y el príncipe de Capua Las vicisitudes en torno a la alianza con Nápoles unían al reino de Aragón con Roma. En 1470, Milán y Florencia pasaron a formar parte de esta misma liga. Estados tan diferentes como aquellos, cada uno con sus propios problemas, no podían asegurar la paz interior; de hecho, los nuevos aliados eran enemigos históricos irreconciliables. En realidad, mucho más los separaba que los unía. A la vista saltaba: tan sólo se habían coaligado para defender unos intereses transitorios comunes160. A la muerte de Afonso V, Juan II de Aragón, padre de Fernando el Católico, no reclamó sus derechos al trono. Entonces, se acordó que un hijo bastardo de Alfonso V 158 Respuesta en A. H. Salazar, A-11, fol. 18. 159 Un repaso a la política matrimonial de los Reyes Católicos en Joseph Pérez, “Los hijos de la reina. La política de alianzas”, en Isabel la Católica, reina de Castilla, ed. Pedro Navascués Palacio, Madrid Lunwerg, 2002, pp. 53-82. 160 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, pp. 17 y ss. 81 viniera a ocupar el trono portugués: era Fernando o Ferrante de Nápoles. La política seguida en ese momento consistía en estrechar las relaciones entre las dos ramas de la misma dinastía, lo que aumentaba exponencialmente la fluidez del mercado de bienes y se constituía en un seguro frente al reino de Sicilia. Ferrante de Nápoles casó en segundas nupcias con Juana de Aragón, hermana bastarda de Fernando el Católico. Por su parte, su nieto, el príncipe de Capua, que tenía derecho al trono por detrás de su propio padre, Alfonso de Calabria, fue desposado con Isabel, primogénita de los soberanos españoles a los que se ofreció una considerable suma de dinero en concepto de dote. En 1477, la amistad y cordialidad unía a ambos reinos, el castellano y el napolitano. No obstante, el rey de Nápoles era primo de Fernando. Con este casamiento los reyes buscaban fortalecer la coalición contra los franceses, que habían invadido Castilla en febrero. Así las cosas, la alianza se confirmó en las cortes castellanas por medio de la correspondiente acta de ratificación, que llevaba fecha del 28 de abril de 1476 y había tenido Madrigal como paisaje de fondo. Como apunta Carretero Zamora, la función básica de estas cortes consistía en la ‘ratificación’ de los acuerdos entre reinos, normalmente en las relaciones internacionales161. Fernando e Isabel no estaban de acuerdo con aquella propuesta matrimonial. Se trataba, inobjetablemente, de un matrimonio de conveniencia. Finalmente, debido al rumbo político tomado por Ferrante, con un mayor acercamiento a Francia y una implicación en las decisiones del reino en todo lo relativo a política exterior, Fernando el Católico decidió adelantarse eliminando todos los compromisos adquiridos. Para Suárez Fernández, es probable que la maniobra de ruptura del compromiso matrimonial de Isabel estuviese planeada desde mucho antes. El 2 de febrero de 1479, cuando se hallaba en Trujillo, escribió una letra de cambio cargándola a cuenta de las arras concertadas en el anterior acuerdo matrimonial162. De esa manera, se consideró nulo el compromiso matrimonial. Desde ese momento, los embajadores castellanos podían comunicar a los portugueses que la infanta Isabel se encontraba en condiciones de concertar su matrimonio con el heredero luso. Esta ruptura del compromiso matrimonial entre Castilla y Nápoles fue ventajosa para Fernando el Católico, que ahora gozaba de mayor libertad de acción; de esa manera, se reforzaron los lazos con Florencia y Venecia. A mediados de 1487, Inocencio VIII 161 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus documental…, p. 21. Esta acta se encuentra en AGS, Patronato Real, leg. 7, fº 60. 162 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 21. 82 anuló el compromiso entre Isabel y el príncipe de Capua y comenzó la búsqueda de cónyuges idóneos para ambos infantes163. Descartada Isabel, todo apuntaba a la infanta María, posible esposa del príncipe de Capua, aunque dada la juventud de la novia, su matrimonio se concertaría en el futuro164. Todo, sin embargo, era una sutil maniobra diplomática que quedaría finalmente sin efecto. 4.2. La propuesta borgoñona Un dato curioso sobre los posibles esposos de la infanta Isabel lo aporta Alonso de Palencia al referirse a la embajada borgoñona que llegó a Valladolid en enero de 1489. Pronto se cayó en la cuenta de que era la mejor ocasión imaginable para recibirlos como sólo podían hacerlo las grandes cortes europeas, entre ellas la castellana. El cronista nos relata los festejos asociados a la recepción de la legación borgoñona: También corrió la voz de que el rey Maximiliano pretendía la mano de la ilustre doncella doña Isabel, hija de nuestros Reyes, dos veces prometida, según dije, al príncipe Alfonso de Portugal por consentimiento dado por los padres a las peticiones de los embajadores portugueses, a cuya causa se achacaba la presente dilación o disimulo respecto a la propuesta de los embajadores. Como quiera que sea regresaron a su nación colmados de honores y mercedes y uno de ellos llevó consigo a la recién casada165. La respuesta de los Reyes Católicos a los embajadores de parte del emperador de Alemania para pedir a Isabel en matrimonio se recoge en la Crónica de Pulgar: «les pluguiera mucho de lo otorgar luego, salvo por la pendençia que tenía de su matrimonio con otro prínçipe, por quien primero les fue demandada, e que fasta ver el fin de aquella pendençia, no sería onesto platicar çerca de su matrimonio con otro prínçipe»166. De esta forma, y teniendo en cuenta que Fernando e Isabel querían extender a Borgoña el procedimiento portugués y británico, se sugirió la unión del heredero con una infanta española, que llevaría la dote acostumbrada. Sin embargo, Maximiliano respondió el 22 de diciembre de 1488 a dicha embajada con la propuesta descabellada de casarse él mismo con la primogénita castellana. “Así no se fundaba dinastía”167. De tal manera, los 163 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., II, pp. 340-341. 164 A este respecto, se envía el 20 de febrero de 1488 un embajador a Capua para concertar el matrimonio de María con dicho príncipe, los reyes ofrecían una dote de 100.000 doblas de oro, pero exigían rentas de 20.000 ducados y una donación propter nuptias de 50.000 doblas que vendrían a sumarse a los señoríos que ya disponía su tía. Cfr. Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 195. 165 Alonso de Palencia, Crónica…, III, p. 216. 166 Fernando del Pulgar, Crónica…, p. 359. 167 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 265. 83 embajadores de Borgoña trataron de convencer a los castellanos para que pactaran con ellos en contra de Francia; para ello, propusieron el arreglo de dos matrimonios: el de la infanta Isabel con el viudo Maximiliano de Habsburgo y el de la infanta Juana con el príncipe Felipe el Hermoso. Finalmente, los Reyes Católicos respondieron que Isabel estaba comprometida ya con el heredero portugués, pero accedieron a entablar nuevas relaciones con el heredero centroeuropeo cuando Juana fuera mayor de edad. 4.3. La alianza con Portugal: Isabel y el príncipe Afonso La desaparición de las tercerías y “el oscuro drama de represalias que se produjo inmediatamente después”168 no enturbiaron las relaciones pacíficas entre ambos reinos peninsulares ni invalidaron los acuerdos de Alcaçobas, complementados con los más recientes de Avís. A partir de este momento, lo que importaba era controlar los movimientos de Juana la Beltraneja, para lo cual se dispuso una bula en que se amonestaba a la Excelente Señora por quebrantar los votos dentro de su orden, al tiempo que se le prohibía toda nueva salida (14 de junio de 1483). Los informes de João II confirmaban que doña Juana había abandonado la clausura por un tiempo muy corto con el propósito de protegerla de cierta epidemia. Doña Juana fue trasladada de Santarém a Coímbra con todo respeto, aunque en ningún momento se le dio tratamiento de reina. Ni los cronistas ni las fuentes oficiales se refieren a causa o razón alguna que pudiera alterar las excelentes relaciones que había con Portugal. El propio Fernando, en carta a su primo de Nápoles fechada el 31 de marzo de ese año, aseguraba que no era su intención perturbar la paz con Portugal. Sólo quedaba por resolver el problema de los exiliados en ambos reinos, que mereció diversas embajadas y estuvo en el origen de distintas reclamaciones. En julio de 1486 Estaban Vaaz llegaba a Córdoba con sus criados. Su misión cortesana reveló que todos estaban deseosos de superar cualquier posible obstáculo y olvidar las disensiones pasadas. No hubo más protestas portuguesas, a pesar de que los exiliados seguían recibiendo asilo en la corte castellana. En definitiva, según pone de manifiesto Luis Suárez, “la supresión de las Tercerías no amenazó las relaciones pacíficas entre Castilla y Portugal; dieron a éstas, si acaso, un nuevo fundamento. Los textos 168 Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 106. 84 diplomáticos perdieron toda relación con la antigua guerra civil y ganaron, en cambio, una nueva dimensión de amistad”169. Posteriormente, la decisión de Tarazona marca un hito importante en la política interior de los Reyes Católicos170. De tal manera, se había impuesto el criterio castellano de la guerra a fondo contra Granada hasta su conquista y se entendió que la contienda había de realizarse desde los recursos de Castilla. De este modo, se reveló una de las debilidades de la monarquía plural, ya que cada reino poseía un peso desigual en las decisiones a tomar: Castilla comenzaba su camino hacia una posición hegemónica que sería también una carga. En 1487, cayó Málaga. Fernando e Isabel dispusieron una movilización más fuerte que la del año anterior, con más empréstitos. El 26 de enero, tras otorgar poderes al condestable Velasco para gobernar el reino y administrar justicia en su ausencia, los Reyes salieron de Salamanca para acabar la guerra de una vez por todas. Tenemos noticia de su paso por Toledo y Almagro, donde recogieron a las infantas Juana, María y Catalina (21 de febrero); luego, ya con Juan e Isabel, llegaron a Córdoba. El 2 de marzo, la familia real y la corte se habían instalado en esta ciudad171. Tras la toma, hubo reparto de esclavos. Del lote asignado a la Cámara Real, una parte se destinó a las cortes de Nápoles y Portugal; con todo, el principal presente fue el de los cien esclavos remitidos al Papa. Estas cifras revelan que el número de prisioneros de guerra era elevado172. Por añadidura, la generosidad de los Reyes Católicos con Portugal pone de relieve el tono cordial y amistoso de sus relaciones. Así las cosas, en agosto de 1488, el rey de Portugal mandó una misiva a los Reyes Católicos para cumplir los acuerdos y éstos los ratificaron expresando que, «en quanto al término del casar, que esto no se podrá fazer en ninguna manera del mundo fasta que el prínçipe su fijo aya quinze años por que es çierto que de menos edad serýa gran peligro e aun no onesto, según la diferençia de edades de los dos»173. Hubo nuevos intentos de 169 Ibid., p. 109. 170 Ibid., p. 99. 171 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos, p. 150 y también Luis Suárez Fernández, El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 147. Sobre la toma de Málaga así como de sus implicaciones literarias, Cfr. Nicasio Salvador Miguel, La conquista de Málaga (1487). Repercusiones festivas y literarias en Roma, Santa Barbara, eHumanista-University of California, 2014. Sobre la actividad de los reyes y de cómo Isabel toma parte activa en ella, Valera relata cómo «el rey e la reyna, en la tarde, subieron al çerco de Gibralfaro, por mirar las estanças e ver el daño que las lonbardas avían fecho en la fortaleza. Y en tanto que allí estovieron tiraron las lonbardas, para que lo viesen la reyna e la ynfanta». Vid. Diego de Valera, Crónica…, p. 249. 172 Luis Suárez Fernández, El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 153. 173 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., II, p. 346. 85 cambiar a la primogénita por la infanta Juana debido a que Isabel, en posición relevante dentro de la carrera de la sucesión, podía tener más valor en el mercado de los casamientos. Con todo, habrá que esperar a 1490 para tener noticias de la infanta. 5. EL PRIMER MATRIMONIO: ISABEL, PRINCESA DE PORTUGAL (1490) La trayectoria biográfica de la infanta Isabel alcanza su punto culminante a raíz de la alianza ibérica con el reino luso. El primero de sus matrimonios con el heredero de Portugal ofrecerá la ocasión perfecta para desarrollar todo el aparato ceremonial cortesano que mostrará la magnificencia de la corte castellana. 5.1. Las circunstancias históricas La guerra de Granada se reactivó en 1482 y se alargó por una década. En todo ese tiempo, hubo noticias reseñables en el ámbito más estrictamente familiar de los Reyes Católicos. Con el nacimiento de otras dos infantas, María (Córdoba, 29 de junio de 1482) y Catalina (Alcalá de Henares, 16 de enero de 1485), la familia real quedó completa. En lo que a Isabel se refiere, la bula del 21 de julio anuló el juramento de su casamiento con el príncipe de Capua; poco después, otra bula permitía que Juan e Isabel se casasen con parientes en segundo grado, dispensa esta solicitada por Isabel madre antes incluso de determinar sus respectivos cónyuges. Todo lo explica el deseo de anticiparse a cualquier dificultad, pues la política matrimonial era un punto fundamental en el buen regimiento de la cosa pública174. La de Portugal fue la primera de las bodas negociadas y la que abría un largo periodo de buenas relaciones entre los reinos peninsulares. Muestra de este nuevo orden de cosas es la ayuda brindada por los portugueses durante el cerco de Málaga175. Consta, por ejemplo, lo diligentes que anduvieron los marineros de la nación vecina para llevar provisiones al ejército español. 174 Cfr. José María de Francisco Olmos, “Las bodas del príncipe don Juan y de la infanta doña Isabel: cuestión de estado y problema internacional (1475-1497)”, Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, XVI (2013), pp. 41-85. Luis Suárez Fernández (El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 180): recoge que en 1485, se dieron instrucciones al conde de Tendilla para que pactase todo lo relativo a la relación entre España y el papado. De la gestión de Íñigo López de Mendoza da cuenta un documento fechado el 20 de diciembre de ese año, que aborda asuntos de la mayor importancia. Allí se habla del regio patronato, la reforma del clero, la jurisdicción eclesiástica y política universitaria y asuntos menudos pero interesantísimos, como puede ser el apoyo a las clarisas de Toledo que estaban «poblando un monasterio» bajo la advocación de Santa Isabel, lugar éste en el que finalmente fue enterrada Isabel. 175 Nicasio Salvador Miguel, La conquista de Málaga…, p. 13 y ss. 86 En realidad, la supresión de las tercerías no modificó los compromisos adquiridos en Alcaçobas, por lo que ambas partes se dispusieron a cumplir con este acuerdo concreto. De ese modo, en mayo de 1488, los Reyes Católicos enviaban a Sancho Machuca a Portugal para recordarlo176. La respuesta llegó ese verano a través de Diego de Ataide. Fernando e Isabel hicieron jurar a João II que cumpliría dos condiciones previas: en primer lugar que doña Juana nunca saldría del Monasterio de Santa Clara de Coímbra, salvo en caso de epidemia y siempre para ser acogida en un monasterio de la misma orden; en segundo, que, al retrasarse el matrimonio hasta los quince años, convenía que este se hiciese por poderes para fijar la dote. Se tenía en cuenta que este punto, la fijación de la dote, sería muy debatido, pues la cuantía era verdaderamente elevada. Los Reyes Católicos pretendían pagar la suma acordada no de una vez sino a lo largo de tres años. En ese tiempo, también se calcularían las rentas que habría que asignar a la infanta tras instalarse en la corte de Portugal 177. Esta respuesta de Isabel fue examinada por el Consejo Real portugués en Almada. En ella se adivina la expectación de los monarcas españoles respecto del final de la Guerra de Granada, que ya no podía tardar. Algo tan delicado como escoger maridos para las hijas y atender a sus necesidades económicas precisaba de una calma que la lucha en el sur hacía imposible. No obstante, tras la toma de Baza en noviembre de 1489, la confianza y alegría reinaban en la corte. Así lo relata el cronista Andrés Bernáldez: Partió la reina de Jaén y llegó al real [de Baza] a cinco días de noviembre, donde le fue hecho solemne recibimiento, como solía en los otros reales. Con su venida todos los del real fueron muy alegres y esforzados porque en pos de sí llevaba siempre muchos mantenimientos y gentes, y creían que por su venida se haría más aína el partido con los moros. Los moros fueron mucho maravillados de su venida en invierno, y se asomaron de todas las torres y alturas de la ciudad, ellos y ellas, a ver la gente del recibimiento y oír las músicas de tantas bastardas y clarines y trompetas italianas y chirimías y sacabuches y dulzainas y atabales, que parecía que el sonido llegaba al cielo. Iban con la reina la infanta doña Isabel, su mayor hija, la cual nunca de sí partía, y algunas damas y dueñas de su casa178. Asentados en Sevilla, los Reyes Católicos recibieron la visita de los embajadores portugueses, que venían a ratificar un matrimonio que consolidaría las buenas relaciones entre ambos reinos y evitarían guerras futuras, como declara Pulgar: 176 Luis Suárez Fernández, El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 217, tomado de A. H. Salazar M-23, fols. 242v-243, donde se recogen las instrucciones. 177 Antonio de la Torre y Luis Suárez, Documentos…, II, pp. 345-346. 178 Andrés Bernáldez, Crónica…, p. 170, donde añade el cronista la entrada de Isabel: «la infanta venía en otra mula castaña, guarnecida de plata blanca e por orladura bordada de oro, e ella vestido un brial de brocado negro e un capuz negro, guarnecido de la guarnición del de la reina». 87 El efecto de la qual era recontarles los grandes e çercanos devdos de sangre que el rey de Portogal tenía con el Rey e con la Reyna; otrosy, la amistad que por la graçia de Dios se avía guardado entre ellos, e la paz que se avía guardado entre los súbditos e naturales de la vna parte e de la otra. E dixeron que porque el devdo que entrellos avía se renouase, y el amor se acreçentase, venían por mandado del rey, su señor, a les rogar que les pluguiese dar la ynfanta doña Isabel, su fija mayor, por muger para el prínçipe don Alonso, su fijo primogénito, heredero de su reyno; que en este matrimonio entendían que Dios sería seruido e las partes avrían aquella utilidat que de tan bueno e loable juntamiento se suele seguir179. Un mes después, el 12 de diciembre de 1489, el papa Inocencio VIII otorgaba la bula que confirmaba los acuerdos entre ambos reinos y además autorizaba la celebración del matrimonio180. El rey portugués reconocía en las capitulaciones matrimoniales que su hijo, a los 14 años, «esta ja em tempo e desposiçom e auto pera aver de casar per palavras de presente e consumar matrimonio com a dicta yfante dona Ysabel, segundo forma do tratado, capitolado, asentado e firmado, querendo nos em todo satisfazer e comprir»181. La guerra de Granada no iba a concluir tan pronto como la reina Católica esperaba; por ello, entre finales de 1489 e inicios de 1490, se reactivó el proyecto. Isabel iba a cumplir 20 años y Alfonso 15, por lo que no cabía más demora. En marzo de 1490, João Teixeira y Fernando Silveira emprendieron viaje a Sevilla provistos de poderes para concluir el negocio. Por su parte, fray Hernando de Talavera fue a Portugal para recibir directamente de su monarca la promesa de que Juana no saldría del monasterio y que permanecería para siempre en tierras portuguesas. La dote de Isabel se fijó en ciento seis mil doblas y dos tercios de buen oro y justo peso, pagaderas en tres plazos anuales que serían entregados a la infanta Beatriz en un año, es decir, tras el casamiento de los príncipes por palabras de presente y tras consumar el matrimonio. En caso de anulación del casamiento, la princesa recibiría la mitad de la dote, mientras que el resto sería para el príncipe o sus herederos182. Ya sólo quedaba celebrar el matrimonio con toda magnificencia. 5.2. La boda en Sevilla (18 de abril 1490) En marzo de 1490, el doctor Fernán de Silveyra, el canciller real Juan Teixeira y el embajador Ruy de Sande fueron a Castilla como delegados plenipotenciarios para 179 Fernando de Pulgar, Crónica…, p. 437. 180 Cf. Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona: literatura para la princesa y reina de Portugal, la infanta Isabel de Castilla”, Península, Revista de Estudos Ibéricos, 1 (2004), pp. 379-394 [380]. 181 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., II, p. 372. 182 J. M. Cordeiro de Sousa, “Notas acerca de la boda...”, pp. 37-38. 88 celebrar el matrimonio de los jóvenes por palabras de presente. Fernán de Silveyra recibió a la infanta Isabel por poderes del príncipe Afonso; a él le fue entregada de mano del cardenal Pero González de Mendoza. Desde ese momento, Isabel era princesa de Portugal e infanta de Castilla. La ceremonia se celebró en Sevilla el 18 de abril de 1490183, a la que siguieron distintas fiestas públicas184. La princesa marchó a Portugal el 25 de noviembre185, donde tuvo lugar la ceremonia religiosa con la presencia de ambos contrayentes. El lugar escogido fue el monasterio de Santa María de Espinheiro, situado a las afueras de la ciudad lusa de Estremoz186. No estará de más recordar las distintas etapas o tempos que marcaba la ceremonia matrimonial de los reyes187. En primer lugar, se celebraban los esponsales, formalidad que incluía la firma de capitulaciones y demás acuerdos. Tras el matrimonio por palabras de presente, se realizaba la ceremonia litúrgica, que no tenía la dimensión pública de la anterior. Desarrollada en un marco cortesano, eran los nobles y altos dignatarios eclesiásticos allí congregados los principales asistentes. La mera presencia de este poderoso círculo se consideraba como una prueba de legitimación del poder real; en el plano intranobiliario, este segundo tempo tenía otras implicaciones, pues se entablaba una especie de combate silente entre las principales familias y grupos de poder. El cronista Fernando de Pulgar no descuida este aspecto: Otrosy, los duques y condes e caballeros que fueron a ellas presentes, fizieron grandes arreos e vestiduras de brocado de sus personas, e tanbién de los caualleros e de los pajes de sus casas que los acompañauan. Asymismo vinieron a estas fiestas muchos caualleros e fijosdalgo de los reynos de Aragón, y Valençia e Cataluña, e del reyno de Seçilia, e de las otras yslas e señoríos del Rey e de la Reyna, arreados con vestiduras de paño de oro, y cadenas y collares de grand preçio [...] e ningúnd cauallero ni fijodalgo ovo en aquellas fiestas que pareçiese vestido saluo de paño de oro e de seda188. 183 Desde finales de febrero los Reyes Católicos estaban asentados en Sevilla. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 178. Equivoca la fecha del enlace Fernando de Pulgar, pues fija la celebración en el mes de mayo. Cfr. Crónica..., p. 438. 184 Cfr. María Jesús Díez Garretas, “Fiestas y juegos cortesanos en el reinado de los Reyes Católicos. Divisas, motes y momos”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, 74 (1999), pp. 163-174; Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, pp. 266-268, 351-352 y 355-356 y Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona…”, pp. 379-394. 185 Hasta su marcha a Portugal, Isabel residió en la corte de sus padres, entre Sevilla y Córdoba, hasta el 11 de noviembre de 1490, donde los Reyes Católicos despidieron a su hija Isabel desde la localidad de Constantina. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 182. 186 J. M. Cordeiro de Sousa, “Notas acerca de la boda...”, pp. 39-40. 187 José Manuel Nieto Soria, Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Madrid, Nerea, 1993, pp. 56-58. También Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I…, pp. 267-268. Por otra parte, Bartolomé Bennassar (Reinas y princesas del Renacimiento a la Ilustración: el lecho, el poder y la muerte, Barcelona, Paidós, 2007), incide en las funciones de una boda regia: 1) asegurar la continuidad dinástica mediante la concepción de un heredero; 2) establecer alianzas políticas o consumar una paz; 3) acaparar más territorios y 4) prestigiar las dinastías de los contrayentes. 188 Fernando de Pulgar, Crónica…, p. 437. 89 El asunto tampoco escapa a la atención de Andrés Bernáldez, quien da más detalles y desgrana algunos de los nombres de estos nobles castellanos, puesto que asistieron al matrimonio «los grandes de Castilla e a las dichas fiestas el cardenal de España arzobispo de Toledo don Pedro González de Mendoza, el duque de Medinaceli, el duque de Medinasidonia, e el marqués de Cádiz y otros muchos condes e grandes señores e ricos hombres»189. Por último, las ceremonias matrimoniales de la Casa Real llevaban aparejadas fiestas nobiliarias y populares; en las primeras, destacaban las justas y torneos; en las segundas, juegos de cañas, toros o fuegos. Esta última, la popular, poseía mayor potencial propagandístico y tenía como ámbito la ciudad donde había tenido lugar la boda, aunque a veces las fiestas se extendían a otras grandes poblaciones del reino. Durante los quince días que duraron los festejos, la familia real y demás personalidades residieron en los Reales Alcázares de Sevilla190. El evento colmó de gozo a todos los presentes, que fueron espectadores en las justas, torneos y demás «fiestas de los desposorios»191. Algunos no se limitaban a observar sino que participaban en unas actividades que exigían valentía, fuerza y destreza: [...] fueron fechas en Sevilla por ello muy grandes fiestas, e justas e torneos por los caballeros cortesanos e caballeros de estos reynos; e justó el rey e quebró muchas varas. Estaba la tela e los cadalsos donde estaba la Reyna e sus fijas, e el Prínçipe e los prelados e las grandes señoras e las damas acerca de las Atarazanas en aquel compás de entre ellos y el río192. Pulgar a este respecto, escribe: Otrosí, la Reyna salió a las justas e otras fiestas que se fizieron en aquellos quinze días vestida de paño de oro; e salieron con ella y con esta prinçesa de Portogal, ynfanta de Castilla, fasta setenta damas, fijas de los mayores señores de España, vestidas de paños brocados, e todas con grandes arreos, y cadenas e collares e joyeles de oro, con muchas piedras preçiosas e perlas de grand valor193. También nos dice el cronista que la reina vistió ropas bordadas en oro y regaló a su hija quinientos marcos de oro y mil de plata, además de perlas y joyas, paños de gran precio y una montaña de ropa blanca. Es una lástima que Andrés Bernáldez recurra al manido tópico de la indecibilitas para narrar estas fiestas: 189 Andrés Bernáldez, Crónica..., p. 215. 190 Andrés Bernáldez, Crónica…, p. 211. 191 Cuentas, I, p. 327. 192 Andrés Bernáldez, Ibid. 193 Fernando de Pulgar, Crónica..., p. 438. 90 ¡Quién podrá contar el triunfo, las galas, las justas, las músicas de tantas maneras, el recibimiento que hicieron a los embaxadores de Portugal, la regla, el concierto, las galas de las damas, los jaeces e riquezas de los grandes, e de los galanes de la corte, el concierto de cuando salían a ver las justas la Reyna e su fijo el Príncipe e sus fijas, e las damas que les acompañaban! ¡Que fue todo cumplido, tan sobrado, con tanto concierto, que decir no se puede!194. “La desmesura en el regocijo constituye sin duda un dato que los historiadores no pueden menospreciar; la unión íntima entre los dos reinos peninsulares era sin duda una meta que Fernando e Isabel acariciaban, un eslabón para su política exterior al que concedían singular valor”, como analiza Luis Suárez195. De aquellas circunstancias nació incluso una leyenda de amor que los cronistas se ocuparon de alimentar: Isabel y Afonso, ella cinco años mayor que él, “en una edad en que las diferencias se agigantan”, se habían enamorado desde críos, cuando ambos coincidieron en Moura, en casa de su tía Beatriz. El 6 de mayo, Fernando escribió a su yerno: «aunque vos deseáis mucho ver a vuestra esposa, no falta acá quien os desea ver»196. Un día después, la princesa Isabel escribe a su suegro, el rey de Portugal: Beso las manos a Vuestra Alteza por el plazer que ha mostrado, y suplico a Vuestra Señoría, por que mejor le pueda servir, me mande en qué le sirva, pues en esto recibiré y muy [sic] gran merced por poder mostrar el deseo que a ello tengo. Y en la obra virá Vuestra Alteza quán grande es. De Sevilla a VII de mayo. Servidora e hija de Vuestra Alteza. La princesa197. Por lo tanto, la celebración de un matrimonio real suponía un enorme esfuerzo, pues había que mostrar la magnificencia de la corte, especialmente en periodos de inestabilidad política198. Al respecto, Fernando de Pulgar dice que los reyes castellanos no repararon en gastos a la hora de casar a sus hijas; de hecho, la vajilla de la infanta le costó al reino 3.277.227 maravedíes199: 194 Andrés Bernáldez, Crónica…, pp. 215-216. 195 Luis Suárez Fernández, El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 219. 196 Salazar A-11, fol. 39. 197 Fechada el 7 de mayo en Sevilla, de 1490, conservada en B. Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, A-11, f. 39v. Vid. Nicolás Ávila Seoane, “Documentos de las hijas de los Reyes Católicos: Isabel”, De Medio Aevo, 8 (2015), pp. 163-194 [168]. 198 Diego Clemencín en su Elogio de la reina católica doña Isabel, al que siguen varias ilustraciones sobre su reinado, Madrid, Academia de la Historia-Imprenta de Sancha, 1821, ilustración XII, “Lujo en los espectáculos y fiestas del siglo XV, y su reforma en tiempo de doña Isabel”, pp. 305-350 [309], incluye las fiestas sevillanas con motivo del matrimonio de Isabel como una de las “fiestas principales que hubo en tiempo de la reina católica”, aunque en pro de una visión panegírica de la soberana siempre reitera el poco gusto de la soberana en estas fiestas, excusándose en la costumbre de las mismas para su realización. 199 Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica: Estudio crítico…, p. 658. El envío de unas cartas de la nueva princesa a su marido y suegro sublima así una historia de amor totalmente ficcionalizada. 91 Se fizieron en aquella çibdat de Sevilla muy grandes fiestas e torneos, e grandes alegrías. E porque esta ynfanta era la fija mayor e la primera que el Rey e la Reyna casavan, aquestas fiestas que se fizieron durante quinze días, e fueron muy ricas e suntuosas, donde el Rey e la Reyna fizieron muy grandes gastos [...] En estas fiestas fueron fechos grandes gastos [...] en lo qual todo mostraron grandes riquezas, e gran ánimo para las gastar200. La boda, que venía a esclarecer “las relaciones políticas de ambos reinos”201, fue un auténtico derroche de dinero para demostrar poder y riqueza. Quizá lo más interesante de los libros de cuentas de Gonzalo de Baeza sean las anotaciones relativas a los gastos para la representación de varios momos. Estas representaciones precisaban de unos atuendos ad hoc, por lo que era necesario encargar los «mantos e los sombreros e falsos visajes e penachos»202 de los que se nos deja constancia en las citadas Cuentas de Baeza. A través de estos datos, imaginamos la magnificencia con que se llevaban a cabo estos juegos cortesanos con “estrechas vinculaciones con el espectáculo monárquico”203. Justas, bailes, banquetes, momos, juegos de cañas e invenciones se muestran como el denominador común de estos días de alegría en la corte de los Reyes Católicos. No por casualidad Bernáldez afirma que «este fue el primer placer que el Rey e la Reina ovieron del matrimonio de sus hijos»204. 5.3. «Por a festa ser como comprya a tam altas vodas»: el ceremonial cortesano La boda de la primogénita de los Reyes Católicos fue el pretexto perfecto para que en la corte castellana se desplegara un amplio aparato festivo que llevaba aparejadas estas celebraciones. Realidad y ficción se unían en juegos y espectáculos de asunto cortesano y militar, desarrollados a través de momos, breves e invenciones205. En cuanto a la descripción del ceremonial cortesano, contamos con un testimonio de suma relevancia. Se trata de la carta escrita a João II por un testigo de excepción: el embajador Ruy de 200 Fernando de Pulgar, Crónica…, p. 438. 201 Tarsicio de Azcona, Ibid. 202 Cuentas, I, p. 338. 203 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, p. 269. 204 Andrés Bernáldez, Crónica…, p. 210. 205 A este respecto también interesa el cuadro custodiado entre los bienes de Isabel la Católica referido a «Una tabla del prínçipe de Portogal», tasada en CCCCLXXXV maravedís y que da buena cuenta de estas representaciones en el amplio sentido de la palabra. Cfr. Miguel Ángel Zalama Rodríguez, “La infructuosa venta en almoneda de las pinturas de Isabel la Católica”, BSAA Arte, LXXIV (2008), pp. 45-66 [52-53]. Para un panorama de las celebraciones lúdicas y sus elementos literarios, Vid. el capítulo 2.4 de la presente tesis: “Parateatralidad y micropoética: momos y justas literarias. Divisas e invenciones”. 92 Sande206. Datada en Sevilla el 22 de abril de 1490, es decir, sólo cuatro días después del enlace, Ruy de Sande adopta la perspectiva de quien ha sido testigo del evento y debe dar noticia de todo ello a su señor. Tanto o más que la ceremonia le interesan las fiestas y manifestaciones de alegría anteriores y posteriores al enlace. Ruy de Sande era escribano de esta embajada. Había estado antes en Castilla, y siempre con idéntica función. Su testimonio, a medio camino entre la crónica y el relato literario, es muy valioso. Considérese que debía contar, y con toda precisión, cómo había transcurrido este enlace por poderes. El hecho de ser un testimonio único207, pues del evento no existe ninguna otra relación cronística, dobla su valor; y todavía lo incrementa más, si es que cabe, el hecho de que la información que aporta es de primera mano. Al comienzo de la carta, Ruy de Sande se refiere a una carta previa escrita «por a presa de hyr ser muj grande», en la cual «nom dey dysso larga comta a vosa alteza por o tempo entam me nom dar lugar»208. El enlace tuvo lugar el domingo de Pascuela referido: un 18 de abril de 1490, y con cierta prisa manifiesta por parte de ambos monarcas: neste dyto domingo começou se de aluoroçar esta corte de mujto prazer e comtemtamento pera se fazerem nela tamtas festas e tamanhas como o casso reqyrya de maneyra que as justas reaes que tambem se ordenaram num puderem ser prestes pera este dya como hera ordenado209. Entre otras cosas, la prisa tuvo la culpa de que no se preparasen las acostumbradas justas. La boda tuvo lugar de noche «porque se ordenou que o casamento se fyziesse ao 206 Ruy de Sande había establecido lazos de amistad anteriormente con la corte castellana ya que había participado en la Guerra de Granada dentro de la facción portuguesa, de la que había salido herido. La carta, cuyo título genérico responde a Carta a D. João II sobre o casamento do príncipe D. Afonso, tiene como testimonio más antiguo el que se custodia en Lisboa, ANTT (Códices e documentos de proveniência desconhecida, n. 43A). Posteriormente se inserta en Gaspar Correia, Crónicas dos Reis de Portugal e sumários de suas vidas, com a história da Índia e armadas que se mandaram até o ano de 1533, Lisboa, accesible en línea gracias a la digitalización del ANTT: http://digitarq.arquivos.pt/viewer?id=4613881. Finalmente, la edición moderna se recoge en Gaspar Correia, Crónicas dos Reis de Portugal e sumários de suas vidas (D. Pedro I, D. Fernando, D. João I, D. Duarte, D. Afonso V, D. João II), Lisboa, Academia das Ciências de Lisboa, 1996. Agradezco especialmente a Filipe Alves Moreira, compañero del Seminario Medieval de Literatura, Pensamiento y Sociedade en mi estancia en Porto, sus gentiles consejos y orientaciones bibliográficas sobre esta carta, informaciones que también se recogen en la ficha de PhiloBiblon (BITAGAP 9663), accesible en línea: http://bancroft.berkeley.edu/philobiblon/index_es.html. Por otra parte, Isabel Beceiro Pita, “La importancia de la cultura en las relaciones peninsulares (siglo XV)”, Anuario de Estudios Medievales, 29 (1999), pp. 79-104 [85], nombra a Ruy de Sande, aunque no se aportan más datos sobre este personaje. 207 La descripción realizada en el testimono de Ruy de Sande no se incluye en ninguna de las crónicas portuguesas del periodo, es decir, ni en la de Rui de Pina, Garcia de Resende o Estevão de Acenheiro, por lo que se incrementa aún más el valor histórico y literario del mismo. 208 Ruy de Sande, Carta a D. João II..., p. 223. 209 Ibid. 93 seram». Una comitiva regia acompañó a los embajadores y a otras personas principales hasta el palacio. Esa comitiva iba encabezada por el comendador mayor, el conde de Tendilla, el conde de Ribadeo, dos obispos y muchos hidalgos y caballeros según indica el propio Sande. La comitiva sumaba 400 caballeros y 200 peones con «tochas açezas porque hysto hera de noyte». A ellos, había que sumar 50 caballeros vestidos a la francesa, «muj riqos e louçãos em caualos de bryda [...] e afora estes senhores vynham outros mujtos galamtes». En esta descripción destaca el lujo de detalles con que se despacha Sande, sobre todo cuando describe el ropaje de todos ellos. En su relación al rey de Portugal, y en referencia a «os embayxadores de vosa alteza», dice que vestían: hūua roupa de veludo preto avelutado compryda até o chao forrada toda de brocado riquo e em cyma hūu colar de esmalte e hūas mamgas de cytym alyonado frysado de ouro com golpes abertos e tomados de mujta pedrarya ryqa hya em hūa mula gornjcyda de veludo preto framjada e gornjmento de ouro em mujta comtya e lustro210 Igualmente, para honrar a la futura princesa de Portugal, muchos de estos personajes portaban ropas con los colores de las armas de Isabel, es decir, blanco y rojo. Con esta magnificencia en el vestir, «e nesta maneyra e companhya chegamos ao paço», con los principales del reino y con ellos «toda a corte». Ya en el palacio, se relata la sala «asy omde el Rey e a Rainha estauam [...] omde se avya de fazer o casamento», del mismo modo que se refiere la disposición de los reyes y la infanta, que se colocó entre sus padres; de tal manera, reforzaba la imagen de heredera e hija: E logo emtramos ha camara omde el Rey e Rainha estauam e com eles a primceza nosa senhora e em nos reçebemdo logo abalamos per a sala o recebymento que nos fez el Rey e Rainha foy alevamtando se das cadeyras em que estavam e ha senhora primceza em meo deles e chegaram asy jumtos ate a borda do estrado e logo asy fyzemos o camjnho da sala hymdo diante todos hos dictos senhores [...] el Rey leuava pola mão a senhora primceza e a Rainha hya da mao esquerda da outra parte que a tambem leuava pola mão e eu dyamte deles, detras de todos a senhora primceza em meo deles muj leda mostramdo mujto contemtamento e alegrya que lhe mais achegava e trazia mujta fremosura211. No se descuida la descripción de las ropas de los Reyes Católicos212. El rey «leuava hūa opaa de brocado pelo valya crimjsym muj ryca forada de cytym verde 210 Ruy de Sande, Carta a D. João II..., pp. 223-224. 211 Ruy de Sande, Carta a D. João II..., p. 224. 212 En esta órbita cortesana, la ropa ejercía una influencia visual muy fuerte. Vid. Nancy F. Marino, “La indumentaria de Isabel la Católica y la retórica visual del siglo XV”, Atalaya, 13 (2013), en línea, p. 3: “En esta cultura cortesana la aristocracia sabía descifrar este tipo de signos según un conjunto de reglas que regían una interpretación común. Estas convenciones interpretativas estaban basadas en unos símbolos visuales: tipos, colores, y cantidades de telas, joyas, y otros adornos personales. Por lo tanto se puede considerar la indumentaria como un «texto», una forma de comunicación no verbal pero sí muy elocuente”. 94 alcachofrado de ouro e mangas de veludo verde de rede de ouro de mujta pedrarya gornecyda per gollpes». La reina lucía «hūu breal de cytym crymjsym aberto de bayxo a cyma per cynquo aberturas farpadas e emtretalhadas de peças de ouro de esmalte com pedraya de mujto preço. E debayxo hūa fraldylha de brocado ryquo amtretelhada de veludo crymjsym acorcelado o antretalho de alljofar em mujta abastamça». Por su parte, la infanta, en este día tan principal: leuava hū abyto de brocado de pesso tyrado pola fyemra a mais riqua cousa que minha pobre vysta nunqa vyo aberto em sete aberturas ate o chão de cyma abayxo e as mamgas tambem por quatro lugares tomadas as dytas aberturas com hūa[s] maaos de ouro tomadas hūa com outra com mujta pedrarya em synall e dyvysa de seu casamento forado este abyto de cytym bramco com cardos de ouro tycydos. E debayxo hūa fraldylha de veludo verde frysado de ouro amtretelhados nela hūus fogos bramquos de cytym brosllados de perolas em grande numero e per todo o campo da fralldylha avya brosllados mujtos sey que tambem faziam a vomtade de seu contentamento. E na cabeça hūa maneira de toucado de fenela brochadas com cada hūa hū noo dado nelas de pedrarya de mujto valor que tambem os dytos noos mostrava a fyrmeza do seu mujto querer do hycylemto casamento. E sobre ho abyto hūa cymta emcadeada de peças de ouro e esmalte com mujta pedrarya e todas suas cousas heram em tamta estyma e valor que he pobreza de eu qerer ousar de falar nem querer dar comta de sua mujta gramdeza213. En este caso, parece que Ruy de Sande apela al tópico de la modestia para describir a la protagonista principal del enlace, la señora infanta y futura princesa, a quien hay que halagar en todos los sentidos. Sande apela al tópico de la indecibilitas para describir su belleza y la riqueza de su atavío. Al relator le faltan palabras, pero también le falla la vista; por eso, se refiere a «mynha pobre vysta» y apela a la falsa modestia de continuo: «he pobreza de eu querer ousar de falar». Si atendemos al resto de la comitiva, tras la infanta hay que poner a la marquesa de Moya, que iba acompañada de cerca de setenta damas «de mays amcyam hydade», todas ellas vestidas ricamente. La sala donde debía tener lugar el enlace contaba con un estrado de nueve «degraos», cinco «alcatyffados até o chao» y cuatro arriba cubiertos de «veludo crymysym», cubiertos todos ellos de nueve almohadas exactamente iguales de «brocado raso» que descansaban sobre «hūu pano de brocado roxo». Sobre este estrado se levantaba un dosel alto, con brocado de pelo, cuyos cordones «heram cadeas de ouro de fuzis ou dourados porque mjnha vysta nom foy tam perto que o afyrmasse», donde se pone de relieve el narrador testigo. De igual manera, el resto de la sala era vestida de paramentos con «ryqos panos de tapeçarya tocada de ouro» así como de antorchas de plata. 213 Ruy de Sande, Carta a D. João II..., p. 225. 95 El orden en la disposición del ceremonial también es otro elemento que destaca Ruy de Sande en esta crónica improvisada del evento. Así, pues, relata cómo las damas se quedaron en un crucero que se encontraba a la entrada de la sala «em tall maneyra que bem podyam todas ver a festa muj bem»214. La disposición de las personas fue la siguiente: los reyes en el estrado, con la infanta en el medio y los embajadores; y, con ellos, el propio Sande, delante. Después subió el cardenal arzobispo de Sevilla así como los duques de Medina Sidonia, Cádiz y Medinaceli, completando el resto de personas la disposición según los distintos grados. Todos quedaron de pie hasta la realización del casamiento. La descripción del ceremonial es detallada. Primero es la infanta, a la que Sande alude siempre con «a senhora primceza», quien inicia la ceremonia. De lo que siguió dice el mismo Sande: «se pos logo de joelhos e beyjou as maos a el Rey e a Rainha e cada hūu deles a beyjou na façe direita e lhe lamçaram a bemção pera com ela hyr receber o samto matrimonio». El relator recrea el bullicio cortesano al describir como el cardenal comenzó a hablar: «logo falou alto que todos o bem podyam ouujr dypois de feyto sylemcyo que todos ouujsem». Es el propio cardenal quien comienza el acto, a medio camino entre lo litúrgico y lo institucional, y apoyado en las fórmulas siguientes: ho mujto esclarycydo primcipe dom Afonso de Purtugall quer casar com a mujto esclarycyda senhora yfante dona Ysabell de Castela. Se algūus dos que estaes presemtes sabes algūa caussa per que este samto matrimonjo se nom deva fazer tyramdo comjumturas se sangue per que o nosso Samto Padre lhe tem otorgado pera ysso sua despemsação, dyga ho logo porque dypois nom pode ser valiosso aymda que ho dyga215. De esta manera quedaban expuestas las líneas generales del acto, de carácter público y fundado sobre la aquiescencia de todos los presentes. Por ello, los duques y grandes señores que allí estaban, porque así se lo pidió el cardenal, dieron su conformidad de viva voz: «nom ha causa per que se nom deva fazer o casamento». Tras la aprobación, el cardenal respondió «duas vezes mujto alto» que el enlace se había realizado «per aprazymento de todos». Entonces, toda la sala irrumpió en altas voces «sy, sy», por lo que finalmente el cardenal tomó la mano derecha de la princesa y le dijo «mujto alto», para que todos pudieran oirlo: «mujto alta e mujto esclarycyda senhora yfamte dona Ysabell de Castela, praz uos a vos de casardes com ho mujto esclarycydo senhor primcipe dom Afonso de Purtugall»216. Después de la respuesta de la infanta castellana, el cardenal 214 Ruy de Sande, Carta a D. João II..., p. 226. 215 Ibid. 216 Ibid. 96 preguntó a Fernán de Sylveira, regidor de justicia del rey de Portugal y la persona indicada para recibir a la infanta por poderes: «em seu nome receberdes a muj esclaryçyda senhora yfamte dona Ysabel de Castela por sua molher». Por supuesto, el delegado regio respondió afirmativamente, por lo que el cardenal tomó la mano derecha de la princesa y del regidor: o quall primeiro que lha toquasse de joelhos lha beyjou, entam se alevantamdo e com as mãos ambas tomadas dysse o cardenall muj esclarycyda senhora yfamte dona Ysabell, reçebeys vos o esclarycydo senhor primcipe dom Afonso de Purtugall e dos Algarves por vosso marydo como ho manda a Samta Ygreyja de Roma?217 La infanta «respomdeo e dyse sy», por lo cual el cardenal pasó a formular la misma pregunta al procurador: «com o poder que pera yso temdes do dicto senhor primcipe dom Afonso de Prtugall e dos Algarves recebedes por sua molher a senhora yfamte dona Ysabell de Castela por boa e lydyma como ho manda a Samta Ygreyja de Roma»218. Entonces, el cardenal confirmó los esponsales y dio su bendición en los términos siguientes: «e eu polo poder que tenho de Deus e de Sam Pedro vos reçebo em nome do Padre e do Filho e do Espiritu Santo, tres pessoas e hū so Deus que asy o recebam amem. E lhe lamçou ha bemção»219. A continuación, se describe una de las partes más interesantes de la carta, la expresión de júbilo de parte de todos los presentes a través del ruido, que actúa como manifestación de la alegría cortesana a través de distintos instrumentos y músicas: «O que asy acabado supytamente foy solynjzado com grande numero de mujtos tangeres de estromentos altos e bayxosde mujtas charamelas e trombetas e atabaes»220. Como expresa el embajador portugués a lo largo de toda la carta, era un lugar ruidoso, por la multitud de personas presentes en el acto, por el característico barullo cortesano, por la música y también por la alegría. El casamiento se había formalizado, lo que quiere decir que la «senhora jfamte» pasa a ser «senhora primceza». Su primer gesto será «beyjar a mao a seu padre e madre pola merçe que lhe fyzeram em a casar tam altamente». Después, lo mismo harán los embajadores y, finalmente, el procurador Sylveira pos os joelhos amte a primceza nosa senhora e lhe pydyo a mão por primceza de Purtugall e ela lha deu e lha beyjou e asy o chamceller mor e eu. E apos nos todos os duqes, comdes 217 Ruy de Sande, Carta a D. João II..., p. 227. 218 Ibid. 219 Ibid. 220 Ibid. 97 e senhores que heram presemtes nom cesamdo nunqa hos mujtos estromentos e todos a hūa voz dizemdo «senhora primceza, senhora primceza de Purtugall e dos Algarves», que hera a mais fremosa cousa de ver e ouvyr que se nunqa pode espreuer o prazer e aluoroço na salla era tamanho em el Rey e na Rainha e em todos que em çerto dygo a nosa alteza que se nom pode crer a glorya que ha em toda esta gemte e asy prazera a Nosso Senhor per glorya e descamsso de todos ser feyto221. Tras todo esto, «asy passou em pee e acabado se asentaram el Rey e a Rainha e mandaram senhora primceza que se asemtasse chamando lhe logo primceza». Es, por lo tanto, la primera vez que sus padres, los Reyes Católicos, se dirigen a Isabel como princesa de Portugal. Aunque la boda ha concluido, se escenifica de nuevo la pertenencia a sus padres, los reyes: «ela se asemtou ha parte direita del Rey e fyqou el Rey em meo dela e da Rainha». En este punto, comienza el ceremonial del divertimento tras traer un «escabelo». El rey Fernando actúa como maestro de ceremonias, pues es el propio monarca quien manda a los embajadores, duques y demás principales que se sienten según manda el protocolo. Dijo «aos embayxadores que se asentasem da parte domde a senhora primceza estava e asy o fyzeram. E os duques e senhoras se asemtaram pelo estrado e degraos asy como estavam ate o chão nas alcatyfas»222. Después de sentados y dispuestos, comienzan las alegrías. En primer lugar, hubo danzas, «foram começadas gramdes damças em que todoslos fydalgos damçavam com riqas opaa[s] com suas damas». A continuación, hubo momos. El espectáculo, descrito por Ruy de Sande, gustó sobremanera223. 5.4. La boda en Portugal (28 de noviembre de 1490) En el reino vecino, a los pocos días de la boda, el rey João II, mandó hacer hogueras en las plazas de las ciudades, desplegar banderas, tocar campanas y celebrar el feliz acontecimiento con danzas en las calles. Luego hubo cañas y toros, unos festejos a los que asistieron los propios reyes portugueses224. La ahora princesa de Portugal salió de Constantina, Sevilla, el día 11 de noviembre acompañada de varios nobles: el maestre de Alcántara, los condes de Benavente y de 221 Ibid. 222 Ruy de Sande, Carta a D. João II..., p. 228. 223 Independientemente de los esbozos apuntados en las Cuentas de Baeza así como en las distintas y escuetas noticias de los cronistas, esta descripción de Ruy de Sande es la única que conservamos de estos momos castellanos. Sorprende el detalle narratológico de los cronistas portugueses, ya que de ellos espigamos muchos más elementos que de los propios castellanos. Sobre los posteriores momos, se incidirá en el bloque segundo de esta tesis, referido a la parateatralidad. 224 J. M. Cordeiro de Sousa, “Notas acerca de la boda…”, p. 37. 98 Feria y don Rodrigo de Ulloa. Allí se dieron «fiestas de la partida de la princesa»225. En Llerena, Alonso de Cárdenas le hizo gran recibimiento. La infanta llegó a Badajoz el día 19 y, poco después, era recogida en la ciudad fronteriza de Elvas por el duque Manuel de Portugal, futuro segundo esposo de Isabel226. El 23 de noviembre, doña Isabel llegaba a Estremoz, donde, como ya se ha dicho, asistió a la misa de velaciones en el monasterio de Nuestra Señora del Espinheiro donde, “si vera est fama, allí consumóse el matrimonio, con gran escándalo de los frailes cuando lo supieron”227. Este clima de alegría descrito por los cronistas son las claras señales de un tiempo nuevo y de unas relaciones con Portugal igualmente nuevas y “cordiales, marcadas por el signo de un amor nuevo, fresco, como el aire de una primavera”228. En este sentido, la entrada de la nueva reina en su corte constituía un rito principal y marcaba la incorporación de la misma a su recién adquirida dignidad. Como era lo habitual, las bodas se celebraban por poderes; más tarde, los contrayentes coincidían en alguna ciudad principal que estuviese en el camino a la corte, donde se celebraba una segunda misa matrimonial. Tras esta segunda ceremonia, sólo faltaba la entrada en la corte, un “acto equivalente a la coronación de otras monarquías, inexistente en la hispánica tanto para varones como para mujeres”229. 225 Andrés Bernáldez, Crónica…, p. 221. 226 Este encuentro es el que sirve de base para la supuesta leyenda romántica del enamoramiento de Manuel desde este mismo momento de la llegada de Isabel a Portugal, en el que inciden tanto Cordeiro de Sousa como Suárez Fernández. Vid. nota infra. 227 J. M. Cordeiro de Sousa, “Notas acerca de la boda...”, p. 40. La leyenda romántica para ambos esposos también se insinúa por Luis Suárez Fernández, quien le da el crédito necesario, “se creó en torno a ellos la noticia de que estaban profundamente enamorados, cosa que al parecer era muy cierta”. Cfr. Luis Suárez Fernández, “Isabel I”, en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, XXVII, 2012, pp. 379-385 [384]. 228 Luis Suárez Fernández, El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 219. 229 Jorge Sebastián Lozano, “El género de la fiesta. Corte, ciudad y reinas en la España del siglo XVI”, POTESTAS. Revista del Grupo Europeo de Investigación Histórica, 1 (2008), pp. 57-77 [59]. A este respecto se debe apuntar que el rey era reconocido como sucesor tras el fallecimiento del anterior, con el simple acto del alzamiento del pendón, lo cual no implicaba una celebración pública especialmente aparatosa. La reina, por su parte, era como tal reconocida con la simple entrada en la corte. María de los Ángeles Pérez Samper (“La figura de la reina en la monarquía española de la edad moderna: poder, símbolo y ceremonia”, en La Reina Isabel I y las Reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica, en coords. Maria Victoria López-Cordón y Gloria Franco Rubio, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2005, pp. 302 y ss.), ofrece una breve contextualizacion de las entradas de las reinas dentro de las prácticas y representaciones del poder femenino en la Edad Moderna hispana. Posteriormente, en el siglo XVI estas entradas de reinas se van a basar en “belleza femenina, lujo material y ornato urbano”. Por otra parte, la ceremonia perseguía dos propósitos fundamentales. Por un lado, suponía un primer contacto de una princesa extranjera y los súbditos de su nuevo país. Por otro lado, permitían que el pueblo conociese y pusiese cara a la que sería su reina y la madre del futuro rey. Por eso, importaba mucho el aspecto exterior y se ponía gran énfasis en la puesta en escena o escenografía; por ejemplo, había que poner un exquisito cuidado en vestir con arreglo a las costumbres de su nuevo país. A modo de toma de posesión del territorio de la nación que la acogía, el viaje que llevaba a la corte se cargaba de sentido; además, se estructuraba en etapas o jornadas concienzudamente estudiadas y calculadas. Las entradas constituían un “itinerario físico y espiritual que simbolizaba su transformación de princesas extranjeras a reinas de estos nuevos territorios”. 99 De este modo, en la entrada de la nueva reina hay un fuerte componente visual que tiene su primera razón de ser en el anhelo que todos, desde el monarca a los integrantes del pueblo llano, sienten por verla. Ni en esta ni en otras ocasiones podían faltar la arquitectura efímera, los ornamentos urbanos y las indumentarias más cuidadas. Todo ello iba adobado por la música y la danza, los fuegos de artificio y representaciones teatrales propiamente dichas. En este contexto celebrativo se incluye la Oratio proclamada ante las puertas de la ciudad de Évora por el humanista portugués Cataldo Parísio Sículo. La efectividad comunicativa de esta arquitectura efímera se producía en varios niveles de lectura dependientes de la capacidad interpretativa de cada espectador. Rica en alusiones eruditas y mitológicas, compleja en lo que se refiere a sus símbolos y cuajada de referencias a la historia y los triunfos de la monarquía portuguesa: así se planteó y desarrolló la entrada ceremoniosa de Isabel en Évora. En los días siguientes, se sucedieron las «fiestas y alegrías» acostumbradas en tales ocasiones: justas, torneos y banquetes que incluían «entremeses y representações». También se representaron «ricos momos», que fueron comparados en su fantasía con la historia de Amadís y Esplandián230. Tras la boda, la corte portuguesa se trasladó a Santarém, cerca de la ribera del Tajo. Allí fueron recibidos con «barcas, e bateis, e outros muytos nauios, que pera isso hay foram vindos». Allí o príncipe e a princesa com suas damas, e muytos senhores, embarcaram em hũa grande aliuadoira, toda toldada de brocado com muytas bandeyras de seda, e alcatifada, e muytas almofadas de brocado, e bateis que a leuauam a toa, com remeiros todos vestidos de libre das cores da princesa, e os bateis muyto embandeyrados, e pintados todos, e os remos muy enramados e nelles muytas folias de homens e molheres muyto bem vestidos das cores da princesa e muytos antremeses e festas231. En conclusión, la boda de la primogénita de los Reyes Católicos fue la ocasión idónea para articular toda una maquinaría de fastos que incluían los acostumbrados momos o entremeses. La entrada de la princesa en Portugal significó su primer acto oficial como princesa y futura reina. Hubo torneos, fiestas y pendones; se repartieron raciones de carne y de vino a los hombres del pueblo y los campesinos que habían venido a ver y celebrar tan feliz ocasión. De tal manera, “Portugal, olvidado el rumor de las armas, se inundó de alegría”232. Así lo pone de manifiestro también Rosa Ríos Lloret, Germana de Foix. Una mujer, una reina, una corte, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003, p. 262. 230 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, pp. 267-268. 231 Garcia de Resende, Crónica…, p. 190. 232 Luis Suárez Fernández, El tiempo de la Guerra de Granada…, p. 220. 100 6. LA CORTE DE ISABEL Y AFONSO EN PORTUGAL (1490-1491) Tan sólo ocho meses duró el matrimonio de los jóvenes esposos, los príncipes de Portugal. En dicho tiempo, vivieron “en un ambiente rodeado de calor”233; los padres de ambos estaban tan satisfechos que, desbordando sus obligaciones contraídas, volcaron su generosidad en donativos y regalos. En diciembre de 1490, poco después de celebrado el matrimonio, el rey João II pagó los asentamientos correspondientes a su nuera por el enlace; además de los 7.500 florines acordados, el monarca le obsequió con una renta adicional de más de dos millones de reales234. Desde España también se enviaron otras sumas: consta, por ejemplo, un recibo de 375.000 maravedís del 15 de junio de 1491. También en diciembre, la princesa Isabel fue a las villas que constituían su señorío y tomó posesión de las mismas235. 6.1. As terras da rainha: las villas de la (futura) reina El dominio de poder de estas princesas y reinas se recomponía cada vez que llegaba una nueva titular, de tal modo que, si una princesa casaba con el heredero del trono y llegaba a ser reina antes de que su antecesora hubiera fallecido, se daba la circunstancia de compartir dicho espacio de poder, es decir, una parte de su reginalidad, con la reina siguiente236. Así, la división del ámbito real se establece, tradicionalmente, en dos partidas: una que sirve al dominio de la reina en el poder y otra que sirve a la futura soberana. Esta disposición había sido ensayada en tiempos de Leonor de Aragón y se aplicó nuevamente en el caso de Isabel. Desde el último cuarto del siglo XIII, los señoríos de las reinas portuguesas se circunscribían a las siguientes villas: Alenquer, Torres 233 Ibid. 234 J. M. Cordeiro de Sousa, “Notas acerca de la boda...”, pp. 44-46 y Antonio de la Torre y Luis Suárez, Documentos..., II, p. 396. 235 Antonio de la Torre y Luis Suárez, Documentos..., II, pp. 396-397. La donación de João II es del 8 de diciembre de 1490. 236 Ana Maria Rodrigues, “La reine, la cour, la ville au Portugal Médiéval”, en La cour et la ville dans l’Europe du Moyen Âge et des Temps Modernes, eds. Léonard Courbon y Denis Menjot, Turnhout, Brepols, 2015, pp. 77-90 [80]. El término no está recogido por la Real Academia de la Lengua Española, pero con él se destaca la actuación activa de estas mujeres en la política de la época así como su trascendencia y significación en los entresijos de poder de la monarquía. Vid. Nuria Silleras Fernández, «Queenship en la Corona de Aragón en la baja Edad Media: Estudio y propuesta terminológica», La Corónica, I-32 (2003), pp. 119-133. Para nuestra época, resulta relevante el trabajo de Theresa Earenfight, “Two Bodies, One Spirit: Isabel and Fernando’s Construction of a Monarchical Partnership”, en Queen Isabel I of Castile, Power, patronage, persona, ed. Barbara F. Weissberger, Woodbridge, Boydell and Brewer, 2008. pp. 3-18 e id. Queenship and Political Power in Medieval and Early Modern Spain, Aldershot, Ashgate, 2015. 101 Vedras, Torres Novas, Óbidos y Sintra; a comienzos del XV a ellas se unió la villa de Alvaiázere, en Leiria237. De esta manera, a Isabel se le libran 7.500 florines en calidad de asentamiento, a los que habría que añadir otros 500.000 maravedís anuales y los señoríos de Torres Vedras, Torres Novas y Alvaiázere, que antes habían permanecido a la reina Leonor de Portugal. A esta se le recompensa mediante la donación de las rentas de los judíos de Lisboa y las ciudades de Silves y la villa de Faro, Alenquer, Sintra, Óbidos etc. Estas tierras se convierten en el espacio de poder de la ahora princesa de Portugal, conocidas como as terras da rainha. La posesión de estas villas suponía contar con la solvencia imprescindible para tomar decisiones de índole financiera; además permitía disponer de un poder judicial que iba más allá del plano de lo teórico. Los alcaides y todos los oficiales ligados a las funciones militares eran nombrados por los soberanos, por lo que su designación recaía en las reinas y princesas, quienes ostentaban tal señorío. En palabras de Rodrigues: Tratava-se, com efeito, dos ofícios cujos titulares estavam encarregados de gerir o património régio, arrecadar os respectivos rendimentos, inquirir sobre as anomalias constatadas, julgar os feitos consequentes e redigir os documentos que estas múltiplas actividades suscitavam, numa frequente sobreposição de competências238. En efecto, el nombramiento de los gobernadores formaba parte del dominio de la reina; sin embargo, la jurisdicción, en sus máximos representantes, se reservaba para los reyes. De los veintidós textos en que aparece Isabel, el grupo más numeroso corresponde a los nombramientos de los cargos urbanos, “nombramientos de oficiales municipales, que pueden tomar forma de cartas de merced por concesión graciosa, o bien como provisiones que ordenan al concejo respetar las designaciones”, todos ellos de mano de 237 Beatriz de Gusmão recibió los señoríos de Alenquer, Torres Vedras y Torres Novas en una data anterior al 28 de junio de 1288, también alcaldías, aunque no hay noticia de que ella nominara a ningún titular. A partir de Filipa de Lancastre se limita la lista en las terras da rainha portuguesas: Alenquer, Óbidos, Torres Vedras, Alvaiázere e Torres Novas. El XV supone la primera fase de afirmación del dominio señorial de las reinas. Un segundo momento se inicia con el periodo de refuerzo del poder real a través de João II, al unir al patrimonio las villas de Aldeia Galega e Aldea Gavinha, ciudades de Silves y Faro, en un intento de extender su dominio hacia las principales ciudades del Algarve. Asimismo la reina Leonor funda Caldas da Rainha. Esta donación fue tan importante que para algunos historiadores así quedó constituida la Casa e Estado das Senhoras Rainhas de Portugal, institucionalización que no se llevará a cabo hasta el rey João IV. Vid. Maria Paula Marçal Lourenço, “O dominio senhorial da casa das rainhas (1642-1781): património, estado e poder”, en Amar, sentir e viver a história. Estudos de Homenagem a Joaquim Veríssimo Serrão, ed. Fernando Mão de Ferro, Lisboa, Edições Colibri, 1995, II, pp. 985-1004. 238 Ana Maria Rodrigues, “Poderes concorrentes e seus agentes na Torres Vedras quatrocentista”, en Amar, sentir e viver a história. Estudos de Homenagem a Joaquim Veríssimo Serrão, ed. Fernando Mão de Ferro, Lisboa, Edições Colibri, 1995, II, pp. 49-72 [55]. 102 su escribano Juan de Salinas239. Entre agosto y septiembre de 1490, la ya princesa de Portugal, «Dona Isabell, per graça de Deus primçessa de Purtugall e dos Alguarvees, da aquém e da allém mar em África, e do senhorio de Guynee, iffamte de Castella e de Liam e d’Aragam e de Cezilia», actuaba como señora de esas villas al designar a sus oficiales: Gómez Díaz como almojarife y sesmero240; como notario, nombraba a Pedro de Almeida en Torres Vedras y a Álvaro González como escribano del mismo lugar. Tras el fallecimiento de Afonso, Isabel continuó ejerciendo su poder en estas villas. En septiembre de 1491, nombra escribano de Torres Vedras a Ferrán Gil y procurador al bachiller Vasco Yáñez. Tras estas designaciones hay un largo silencio hasta noviembre de 1494, en que la princesa, desde Madrid, designa como escribano de la almotacenía a Pedro Delgado, en la misma localidad de Torres Vedras. Este último nombramiento descubre las relaciones de amistad e influencia entre las reinas, puesto que la princesa hace merced de la concesión de este nombramiento al «criado da rreynha de Purtugall, mynha senhora», como prueba el documento241. En resumen, estos nombramientos prueban el ejercicio activo de la política y el poder en el reino portugués por parte de Isabel, lo más llamativo es que esta función la ejerza incluso desde la corte castellana y bajo el título de princesa viuda. 7. PRINCESA VIUDA DE PORTUGAL (1491-1496) En el año de 1491, y después de asistir a los carnavales en Viana do Alentejo, los príncipes regresaron a Évora para, posteriormente, trasladarse a Santarém. La corte literaria portuguesa establecida por Afonso e Isabel entre las ciudades de Évora y Santarém debe circunscribirse a la corte general de los monarcas, João II y Leonor. Es destacable la presencia y actuación en dicho entorno del humanista portugués Cataldo Parísio Sículo, quien trabajó especialmente en el entorno literario del príncipe Afonso, así como en un círculo de damas letradas. Entre ellas, sobresale la reina Leonor por su erudición y cultura, puestas de relieve por el propio Cataldo en numerosas de sus 239 Recientemente estudiados por Nicolás Ávila Seoane, “Documentos de las hijas…”, con transcipción paleográfica de los documentos [168-183], aunque muchos de estos documentos ya se encuentran en Antonio de la Torre y Luis Suárez, Documentos…. 240 Según el DRAE, el almojarife es el “oficial o ministro real que cuidaba de recaudar las rentas y derechos del rey, y tenía en su poder el producto de ellos como tesorero”, mientras que el sesmero es el “encargado de administrar y representar un sesmo”, es decir, una parte de la división territorial. 241 Nicolás Ávila Seoane, “Documentos de las hijas…”, nº. 16, pp. 183-184. 103 composiciones242. En definitiva, todo este ambiente debió de vivirlo Isabel en su breve pero intensa estadía portuguesa como princesa. Tras la fatídica muerte de Afonso, Isabel pasará a ser princesa viuda, figura de sumo interés aunque poco estudiada en sus implicaciones políticas y sucesorias243. 7.1. La muerte del príncipe Afonso El 13 de julio de 1491, la corte portuguesa se encontraba en Santarém. En la tarde y cerca de la ribera del Tajo, el príncipe Afonso moría al caer de su caballo. Así lo narra Rui de Pina en su Chronica De-El Rey Affonso V, donde contrapone la alegría de su llegada al reino y el posterior luto. En su texto, se percibe el marcado tono que puso la princesa viuda a su existencia: pareceo que sendo vivo os reinos de Portugal sem os de Castella lhe não abastariam, elle [João II] o vio logo morto, e de uma pouca de terra para sempre sobjeito e contente, e a triste e innocente Princesa sua mulher ante de bem casada se vio logo ser viuva, privada do verdadeiro titulo que tinha, e trocados os brocados ricos, e ollandas delgadas que trazia com probre burel e grossa estopa em que foi logo vestida, nem ficaram por cortar seus cabellos dourados com accidental proposito de religião sendo apartada das pesseas mais de sua conversação, e servida por servidores alheios, comendo no chão e em vasos de barro, privada em todo de todo estado, entrando n’estes reinos esposada cuberta d’ouro e de preciosa pedraria encima de ricas facas e trotões a vista de todos. E saindo logo d’elles viuva, cuberta de vaso e almafega, em cima d’azemolas, escondida de todos244. La muerte del príncipe Afonso se lloró en ceremonias con plañideras –carpideiras o pranteadeiras–, pero también en multitud de banquetes. El luto duró seis meses. Su recuerdo quedó impreso en multitud de romances a uno y otro lado de la frontera peninsular245. Por su parte, el cronista castellano Bernáldez relata la llegada de la noticia en el cerco de Granada: En este mesmo mes de julio, non pude saber si fue el propio dia o antes o después siete u ocho días, acaesció la grand desdicha e desastrada muerte del príncipe de Portogal don Alonso, yerno del rey e de la reina, marido de la infanta doña Isabel, que corriendo un 242 Isabel dos Guimarães Sá, “A rainha D. Leonor, 1458-1525: momentos de uma vida”, en Casa Perfeitíssima: 500 anos da fundação do Mosteiro da Madre de Deus, actas, Lisboa, Museu Nacional do Azulejo, 2009, pp. 11-17. 243 En torno al concepto de “princesa viuda” así como a las implicaciones regias, políticas e históricas aún queda mucho por analizar, aunque algunas enseñanzas y consejos se recogen en Christine de Pizan, Le livre des trois vertus. Sirva, entonces, como aproximación el libro “Upon my Husband’s Death”. Widows in the Literature & Histories of Medieval Europe, ed. Louise Mirrer, Michigan, University of Michigan Press, 1992. 244 Rui de Pina, Chrónica…, p. 137-138. 245 A. H. de Oliveira Marques, A sociedade medieval portuguesa. Aspectos da vida quotidiana, Lisboa, A Esfera dos Livros, 2010, pp. 255-256. 104 caballo a la par con un escudero que iva en otro caballo, cayó del caballo e murió luego súpito; esto acontesció en la villa de Santarén. E aun antes que el cerco se alçase, vino la infanta cubierta de luto a sus padres, a Íllora, e estovo ende, donde el rey e la reina la fueron a vesitar e aver con ella parte de su dolor e desventura de la muerte de su marido246. Tras el suceso, la princesa Isabel, marcada por el ambiente cortesano, cortó sus cabellos como cualquier enamorada de los libros de caballerías. Loca de dolor ante el cadáver de su esposo, Isabel se negaba a abandonarlo247. A la vista de aquello, los soberanos portugueses desaconsejaron que la princesa estuviese presente en los funerales y, unos meses más tarde, le animaron a volver a la corte de sus padres, pues acaso con ellos sentiría algún alivio a su inmenso dolor. Se iniciaba así un nuevo capítulo en la vida de Isabel, el de princesa viuda, que parte de la corte portuguesa y busca ser acogida de nuevo en la castellana, donde vivirá de cerca toda la campaña granadina hasta su conclusión y otros episodios relevantes del reinado de los Reyes Católicos. 7.2. La vuelta a Castilla En su vuelta a Castilla, Isabel sigue de esta manera los consejos apuntados por Christine de Pizan para las jóvenes princesas viudas, como resume Eukene Lacarra: A la princesa que enviuda cuando es muy joven, le aconseja volver a vivir en la casa paterna. Su admonición principal es que guarde el decoro en el habla, risa, vestido, juegos y danzas. Si es tan joven que la edad le manda reír y cantar debe excusarse de ello lo más que pueda o hacerlo secretamente, aunque puede jugar con las mujeres de su cámara. Así la gente dirá que es virtuosa y honesta. Es importante que no tenga conversación con caballeros para no ser denostada sin razón. Tampoco debe hablar de casamiento en secreto, ni escuchar a quien se lo proponga ni casarse por su voluntad sin el consentimiento de sus padres, porque sería gran vergüenza y deshonra248. A pesar de esos consejos literarios que, sin duda, Isabel debió de leer, la realidad política se imponía y la princesa de Portugal continuó firmando el nombramiento de oficiales en las villas en las que, aún viuda de su marido, tenía la potestad de hacerlo. João II quiso que Isabel conservara el señorío de las tres villas que formaron parte de sus arras 246 Andrés Bernáldez, Crónica…, p. 229. Cfr. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 187. 247 Así lo relatan ciertos testimonios literarios, aunque la mitificación viene a través de los romances de uno y otro lado peninsular, acercando a Isabel a la posterior leyenda de su hermana Juana. Sobre los ritos funerarios medievales y su repercusión literaria desde la historia de las mentalidades, Vid., Ana Arranz Guzmán, “La reflexión sobre la muerte en el medievo hispánico: ¿continuidad o ruptura?”, En la España medieval, 8 (1986), pp. 109-124 [117-118]. 248 Eukene Lacarra Lanz, “Las enseñanzas de Le livre des trois vertus à l’enseignement des dames de Christine de Pizan y sus primeras lectoras”, Cultura Neolatina, LXI (2001), pp. 335-360 [339]. 105 (Torres Vedras, Torres Novas y Alvaiázere), mientras que los castellanos continuaron pagando la dote matrimonial. Como ha puesto de relieve Clara Estow, la persona de Isabel cobra una nueva dimensión como princesa viuda: The death of a husband gave the woman a new legal persona and assigned her a number of duties, rights, and responsabilities not associated with her prior to or during her marriage. As her husband’s surrogate, she was expected to act in his behalf. His death promoted her to principal family decision maker, a status she retained pending either remarriage or the majority of her male children249. Las crónicas poco relatan acerca de esta llegada de la viuda a la corte y su duelo como princesa viuda, salvo los apuntes de Bernáldez y Mártir de Anglería. De la decisión de Isabel de no contraer matrimonio de nuevo nos hablan las epístolas del italiano al arzobispo de Braga relativas a «nuestra viuda y el nuevo rey de Portugal», Manuel I: Isabel, la primogénita de mis reyes, viuda de vuestro príncipe portugués, que exhaló su juvenil alma a consecuencia de una caída de caballo mientras corría en el estadio, ha rechazado hasta hoy día el unirse a otro cualquier hombre. Sus padres tratan de persuadirla, le ruegan y suplican que procree y les dé los debidos nietos. Ha sido sorprendente la entereza de esta mujer en rechazar las segundas nupcias. Tanta es su modestia, tanta es su castidad de viuda, que no ha vuelto a comer en mesa después de la muerte del marido, ni ha gustado ningún manjar exquisito. Tanto se ha mortificado con los ayunos y vigilias, que se ha venido a quedar más flaca que un tronco seco. Ruborizada, se pone nerviosa siempre que se provoca la conversación sobre el matrimonio. No obstante, según olfateamos, puede ser que algún día se ablande a los ruegos de los padres. Va tomando cuerpo la fama de que será la futura esposa de vuestro rey Manuel. De este modo vosotros estaréis a seguro de cualquier contingencia violente del exterior y mis reyes tendrán suma complacencia en casar a la hija que tan extraordinariamente quieren con un buen rey, con un hombre amable y excepcionalmente apacible y, además, pariente por otra parte250. En efecto, estas palabras traslucen la religiosidad de Isabel, con el adorno de su castidad, sus ayunos y vigilias, todo ello muestra del ambiente franciscano de la corte castellana. De niña, Isabel había estado bajo la tutela de Teresa Enríquez, esposa de Gutierre de Cárdenas, mujer conocida por su relevante devoción y piedad. Isabel destacaba también por sus obras piadosas, que cuajaron en numerosas donaciones. En ese sentido, la memoria que la primogénita de Isabel y Fernando dejó a su paso por esta vida fue la de su magnificencia y sus limosnas, que la diferenciaban de sus propios hermanos251. 249 Clara Estow, “Widows in the Chronicles of Late Medieval Castile”, «Upon my Husband’s Death»…, pp. 153-167 [155]. 250 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 323-324. 251 Así se aprecia en los muchos apuntes documentales donde constan las dádivas de la princesa, puesto de relieve por David Nogales Rincón, “La asistencia social durante el reinado de los Reyes Católicos: las limosnas reales a menesterosos”, en Población y grupos sociales en el Antiguo Régimen: IX Reunión 106 7.3. El sentir religioso: Isabel y la devotio moderna Isabel la Católica llevó a cabo una serie de reformas de las órdenes religiosas, como los franciscanos o las clarisas –ambas de extrema importancia en la corte así como en la vida de la infanta Isabel–, lo que ponía de manifiesto su voluntad de recuperar un espíritu cristiano más sincero252. El ambiente franciscanista queda claro en una religiosidad basada en un marianismo profundo, en el culto a los juanes (san Juan Bautista y san Juan Evangelista) y en un amor intenso por todo lo cristológico; con todo, los franciscanos atienden a la Humanidad de Dios en Cristo. El resultado es la obsesión franciscana por Cristo recién nacido, que sólo se ve superada por el Cristo hombre de la Pasión. A sus veinte años, Isabel había encauzado su vida espiritual por el camino de la religiosidad253. La devoción de la Isabel la Católica y su hija son de esta precisa naturaleza254. Los franciscanos hicieron de esta particular devoción una forma de vida, que fue a más desde su fundación a principios del siglo XIII 255. Esta espiritualidad es el reflejo ibérico de las corrientes europeas del siglo XIV y XV, dirigidas hacia un cristianismo más espiritual e íntimo y también “como un eco de los ascetas y místicos sufís”256. Asimismo, científica de la Fundación Española de Historia Moderna, Universidad de Málaga (Málaga, 7-9 de junio de 2006), eds. Juan Jesús Bravo Caro y Juan Sanz Sampelayo, Málaga, Universidad de Málaga, 2009, II, pp. 1021-1038. 252 Vid. Tarsicio de Azcona, La elección y reforma del episcopado español en tiempo de los Reyes Católicos, Madrid, Instituto P. Enríquez Flores, 1960 y José García Oro, La reforma de los religiosos españoles en tiempo de los Reyes Católicos, Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1969; id. Cisneros y la reforma del clero español en tiempo de los Reyes Católicos, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Instituto Jerónimo Zurita, 1971. 253 Antonio Fernández Luzón, “Isabel de Castilla, rehén…”, p. 60: “A sus 20 años, había ya encauzado su vida por el camino de una ferviente religiosidad y no mostraba ningún interés por la boda. Obediente y leal, tuvo que aceptar un enlace que aseguraba buenas relaciones con el país vecino y en todos los asuntos de África y del Atlántico”. 254 Sigue resultando fundamental a este respecto el estudio clásico de Alain Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1983. Del mismo modo, la infanta María, ya reina en Portugal fundará el Mosteiro Jerónimo nas Berlengas, para el que consiguió una bula del Papa León X en 1513, ya que era muy «devota y aficionada» a la religión de San Jerónimo, según la obra de José de Sigüenza, Historia de la orden de San Jerónimo, ed. Juan Catalina García, Madrid, Bally et Baillière, 1909, II, p. 122. 255 Juan Meseguer Fernández, “Franciscanismo de Isabel la Católica”, Archivo Iberoamericano, 19 (1959), 153-195 e id. “Isabel la Católica y los franciscanos (1451-1476)”, Archivo Iberoamericano, 30 (1970), 265- 310. 256 Así en Américo Castro, Aspectos del vivir hispánico. Espiritualismo, mesianismo, actitud personal en los siglos XIV al XVI, Santiago de Chile, Cruz del Sur, 1949, p. 74, en el capítulo especialmente dedicado a “Fundación de la orden jerónima”. En torno al misticismo y su comparación con estas corrientes árabes, mucho se ha escrito en autores como Miguel Asín Palacios o Luce López-Baralt, especialmente enfocado en san Juan de la Cruz. Una visión diferente se lee en Ángel Gómez Moreno, “Teología mística, anagogía y poesía en san Juan de la Cruz”, eHumanista, 32 (2016), pp. 697-726 [721]: “traer a primer plano el sufismo, la cábala o el budismo para explicar la poesía de san Juan sin haber identificado antes sus fuentes básicas es todo un exceso”, ya que en esta traición destaca Pseudo-Dionisio y todos sus comentaristas. 107 los jerónimos se erigieron como una de las órdenes reformistas más activas. Su poder fue creciendo a lo largo del siglo XV; los monjes jerónimos proclamaban la idea de un cristianismo universal, espiritual (paulino), interior y bíblico. Estos elementos coincidían con la sensibilidad religiosa de algunos nobles castellanos, como el conde de Haro257. La meditación sobre la humanidad de Cristo fue uno de los elementos definidores de este movimiento espiritual conocido como devotio moderna, que se extendió a toda Europa desde los Países Bajos especialmente a partir de la primera mitad del siglo XV. La penetración de las nuevas ideas no fue intensa ni gradual. Incluso ha habido autores que, como Keith Whinnom, han negado la implantación de esta doctrina en España258. Desde una perspectiva religiosa, esta corriente nace en torno a 1380 en los Países Bajos gracias a un grupo de hombres y mujeres que compartían los quehaceres cotidianos centrados en un estilo de vida dedicado a la devoción. Presentaban una especie de alternativa heterodoxa para todos aquellos que no deseaban casarse ni unirse a otros hermanos en oración dentro de un monasterio259. A partir de 1401 las casas de los nuevos devotos así como su influencia fueron en aumento hasta fines del XV e incluso más allá; de hecho, se dice que esta corriente explica gran parte de la Reforma y es fundamental para entender a Lutero y Erasmo. Esta devotio Christi meditatio explica también la existencia de numerosas versiones literarias de la vida de Cristo entre finales de la Edad Media y principios del Renacimiento. Con su vida, Cristo se erige en ejemplo para todos los hombres. Las raíces de esta nueva sensibilidad se remontan a uno de los principales teóricos del misticismo cenobita, san Bernardo de Claraval (1090-1153). Dentro de los teóricos de la vida monástica también destaca san Buenaventura (1218-1274), aunque luego hemos de llegar inevitablemente a santo Tomás de Aquino (1225-1274). Los textos fundamentales de esta nueva religiosidad se basan en la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia, El Cartujano, así 257 Américo Castro, Aspectos del vivir hispánico..., p. 107: “Aun en 1492 continuaban los monasterios jerónimos siendo un semillero de intranquilidad”. Estos primitivos jerónimos se hallaban en la senda de la imitatio Christi, y, sin apartarse de la ortodoxia, apostaron por una fórmula mística, emotiva e independiente, alejada del intelectualismo. No hay que olvidar que en sus filas militaron muchos conversos y que algo debió de haber en el ambiente jerónimo de estos años para que así fuera. Hasta tal punto llegó esa incorporación de cristianos nuevos a la Orden de san Jerónimo que Gonzalo de Toro, su general, planteó la posibilidad de no admitir a ninguno más. 258 Keith Whinnom, “The Supposed Sources of Inspiration of Spanish Fifteenth-Century Narrative Religious Verse”, Symposium, 17 (1963), pp. 268-291. 259 La base del sentir religioso era de dimensión cristológica, donde los nuevos devotos se unían a la colectividad a través de la salvación individual y colectiva. Vid. Martha García, Dialogismo teológico: devotio moderna, Celestina y Quijote, Vigo, Academia del Hispanismo, 2013, pp. 48-70, especialmente, pp. 65-70. 108 como en la Imitatio Christi de Thomas de Kempis, obra esta última recibida tanto en latín como en vernáculo en toda la Península. Esta nueva literatura se vio beneficiada por la imprenta. La propia corte literaria de Isabel la Católica buscó “favorecer la circulación de obras que reflejaran estos ideales”260. Así, se conserva la carta dirigida al prior del monasterio y scriptorium de Guadalupe, fray Nuño de Arévalo, por parte de la reina para cumplir con el encargo de un Flos sanctorum, fechada el 13 de febrero de 1488261. Otro ejemplo lo constituye la obra de Isabel de Villena, una interesantísima muestra de espiritualidad franciscana femenina, aparecida en 1490. Siete años después de la muerte de su autora, la abadesa del convento dio a la imprenta dicha obra con una dedicatoria a Isabel la Católica, que había manifestado su interés por leerla. También en el entorno de la reina se realiza la traducción de otra de las obras más famosas acerca de la Vita Christi: la de Ludolfo de Sajonia, el Cartujano, que llevó a cabo fray Ambrosio Montesino, el gran predicador franciscano de Toledo, en 1501. Todo ello apunta a una corriente espiritual de devoción a Cristo a la que sin duda Isabel la Católica ysu hija eran muy sensibles262. Isabel la Católica y las ricas féminas de aquellos años buscaron modelos de conducta específicamente femeninos; en ese sentido, el patrón vital de las santas podía satisfacer incluso a la más exigente de las mujeres. El rastreo de libros entre las casas nobiliarias acredita que en muchas de ellas había colecciones hagiográficas, que constituían una lectura obligatoria para las consagradas y las laicas de todo nivel y condición. Por supuesto, esta literatura nunca falta en las bibliotecas reales. Como apunta Baños Vallejo: “la Reina debió de ‘consumir’ bastantes flores sanctorum, para uso propio y para regalos, como consta que regaló por ejemplo a un miembro del Consejo Real, o a 260 Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica..., p. 82. 261 «Venerable padre prior, ya sabéis como desde Sevilla vos ove escripto rogándovos me fiziésedes escrivir el libro de Flor santorum. E porque yo lo he menester, yo vos ruego que si está escripto me lo enbiéis luego; e si non, dad priesa en que se acabe luego. E de muy buena letra e çisternado en pargamino me lo enbieys a buen recabdo, lo qual vos gradesceré mucho y terné en serviçio. De la cibdad de Çaragoça a XIII días de febrero de LXXXVIII años». Apud Fernando Baños Vallejo, “Para Isabel la Católica: la singularidad de un Flos sanctorum (Ms. h.II.18. de El Escorial”, en Los códices literarios de la Edad Media: interpretación, historia, técnicas y catalogación, eds. Pedro M. Cátedra, Eva Belén Carro Carbajal y Javier Durán Barceló, Madrid, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2009, pp. 161-193 [175-176]. La carta se custodia en el Archivo del Monasterio de Guadalupe, legajo 4, doc. 84. En definitiva, como remacha Baños Vallejo: “parece que muchos de los textos y autores que impulsaron la devoción a Cristo tuvieron, antes o despues, algún vínculo directo o indirecto con Isabel la Católica” [177]. 262 Ángela Múñoz Fernández, “Notas para la definición de un modelo sociorreligioso femenino: Isabel I de Castilla”, en Las mujeres en el cristianismo medieval, Madrid, Asociación Cultural Al-Mudayna, 1989, pp. 415-434. 109 su hija María, reina de Portugal”263. En este sentido, se explica que aparezcan inventariados algunos ejemplares en el «arca de cuero castaño» de Isabel iunior264. Talavera, Montesinos, Cisneros y Andrés de Li265 son verdaderos puntales en el entorno regio pues sus nombres se cuentan entre los principales impulsores de la citada reforma. Su presencia hubo de ser decisiva en la formación religiosa de los miembros de la Casa Real y, por lo que nos atañe, en la de la propia princesa viuda, que buscó aliviar las penas en una vida intensamente religiosa, desechada la idea de un nuevo matrimonio. 8. EL SEGUNDO MATRIMONIO: ISABEL, REINA DE PORTUGAL (1497) Sin embargo, aunque sus padres consintieran el comportamiento casi ascético de Isabel y su rechazo a unirse a otro hombre, es manifiesto que su papel como hija primogénita no permitía otro fin para ella que el matrimonio con algún príncipe cristiano. No cabía otra opción, como la de hacerse monja: a las hijas de los reyes sólo se les permitía profesar como religiosas en ocasiones verdaderamente excepcionales266. La muerte del heredero al trono portugués, el príncipe Afonso, había supuesto un “quebranto muy serio” dentro de la política internacional de los Reyes Católicos, puesto que para ellos “disponer de un vínculo de parentesco con aquel reino era una necesidad267. A la vista estaba la necesidad de una nueva alianza. No obstante, la reticencia de Isabel a casarse no sólo limitaba las posibilidades que los monarcas ofrecían a sus hijas sino que ponía en una difícil y delicada situación su futuro político. Debido a esta negativa de Isabel, los reyes reservaron para un eventual matrimonio entre ambas monarquías ibéricas a María, la hija menor. 263 Fernando Baños Vallejo, “Para Isabel la Católica...”, p. 176. Del mismo modo se documentan estos regalos y encargos en Elisa Ruiz, Los libros de Isabel la Católica. Arqueología de un patrimonio escrito, Madrid, Instituto del libro y de la lectura, 2004, pp. 453-455. De los libros que forman su biblioteca personal, se destacan al menos quince Flos sanctorum en tres lenguas: latín, castellano y francés o la famosísima Legenda aurea, así como todos aquellos ejemplares que destinaba a sus hijas y nuera como regalos y donaciones, fundamentalmente, con motivo de sus matrimonios. 264 Se ahonda en este tema así como en los autores presentes en la nómina de libros que se vinculan con esta corriente espiritual en el apartado I. B) de esta tesis, correspondiente a “Educación, cultura y patrimonio librario”. 265 El propio Andrés de Li dedicará una extensa obra en la órbita ascética medieval a Isabel iunior, esto es, la Suma de paciencia, que veremos con profundidad en el bloque II de esta tesis. 266 En este sentido, es destacable la actitud de la princesa Joana de Portugal, hermana del rey João II, conocida como a Santa de Aveiro, puesto que allí se retiró en el convento de clarisas, ante la negativa a casarse con príncipe alguno. 267 Luis Suárez Fernández, El camino hacia Europa…, p. 109: “ningún amigo como Portugal, ningunas relaciones diplomáticas seguían la pauta que entre ambos reinos se desarrollaban”. 110 Mientras se dirimían estos proyectos matrimoniales, los compromisos con el reino luso se observaban a rajatabla. Se propiciaron las relaciones cordiales con Portugal y se dio trato preferente, protección incluida, a todos aquellos portugueses que venían a las ferias de Medina. Finalmente, fueron sancionados los acuerdos de Tordesillas, un paradigma de alianza y entendimiento pacífico. Con la crisis italiana y la posterior creación de la Liga Santa, Fernando el Católico puso especial empeño en atraer a su causa al rey portugués, aunque João II quiso mantener la neutralidad a toda costa. A su muerte, acaecida el 25 de octubre de 1495, la herencia pasó a Manuel I268. 8.1. La propuesta portuguesa: Isabel y su papel legitimador Tras las cortes de Montemor o Novo, donde el nuevo rey Manuel I hizo pública su estrategia, se mandó recado con Gonzalo de Acevedo a los reyes de Castilla con el propósito de «lhes fazer saber da sua sucçessam nestes regnos»269. Isabel la Católica también desplegó sus dotes políticas y diplomáticas al ofrecer al nuevo rey una plataforma de fidelidad y legitimación. Para ello, envió a Afonso da Silva con dos peticiones y una oferta: que se cumplieran las disposiciones en torno a Juana la Beltraneja, que se levantasen las penas a los desterrados a fin de que pudieran volver a Portugal. A cambio, se le ofrecía en matrimonio a la infanta María270. Manuel I respondió de forma muy cordial a dicha embajada, pues en todo quería seguir la política continuista que garantizaría y legitimaría su venturosa llegada al trono. Sin embargo, el portugués rechazó la propuesta de matrimonio con María, de sólo 13 años, y pidió la mano de Isabel, viuda de su primo, de 26. Así lo relata Góis: 268 Nacido en Alcochete, 31 de mayo de 1469, fue hijo del infante don Fernando, hermano del rey Afonso V. A la muerte de su hermano Diogo (1484), recibió los títulos de duque de Beja, señor de Viseu, Covilhã y Vila Viçosa así como el gobierno de la orden de Cristo. Lazos de amistad y parentesco le unían a los Reyes Católicos, pues pasó varios meses en la corte a consecuencia de las Tercerías de Moura. Así lo manifiesta Damião de Góis, Crónica..., fol. 5v. Góis, en un exceso de legitimismo, entronca a Manuel con la dinastía en el poder y aclara que el propio João II dispuso en 1484 de la casa del duque de Beja, a quien nombró duque de Viseu con su consecuente renta y ordenó aposentar su casa al tiempo que le hacía entrega de su divisa: la esfera armilar. 269 Damião de Góis, Crónica..., fol. 7v. 270 Gonzalo Fernández de Oviedo (Batallas y Quinquagenas, ed. J. Pérez de Tudela y Bueso, Madrid, Real Academia de la Historia, 1983, II, p. 151) relata cómo la corte castellana vivía en un ambiente de magnificencia y alegría cortesana: «El año de 1493, y uno o dos después (y aún el de 1497 años) fue quando la corte de los Reyes Cathólicos, don Fernando e doña Ysabel, de gloriosa memoria, más alegres tiempos y más regozijos vieron en su corte, e más encumbrada anduvo la gala e las fiestas e serviçios de galanes e damas; porque en casa de aquellos prínçipes estavan las hijas de los prinçipales señores e cavalleros por damas de la reyna e de las infantas, sus hijas, e en la corte andavan todos los mayoradgos e hijos de grandes, e los más eredados de sus reynos». 111 allém das gratificações, ordinarias e acustumadas entre hos reis nos prinçipios de seus regnados, lhe mandaram cometter casamento com ha infante dona Maria sua filha, do que se el rei excusou per boas palavras não por ha tal aliança lhe não vir muito a proposito mas porque sua tenção era casar com ha prinçesa donna Isabel, molher que fora do prinçipe d. Afonso271. De esta manera, Manuel I recordaba el acatamiento a los tratados firmados en Alcaçobas, cuya cláusula especial referida a Isabel establecía que ella y no otra infanta debía casar con el heredero de Portugal. Además, al reclamar a la princesa viuda del príncipe Afonso, Manuel I también se legitimaba por vía diplomática y afectiva en un trono que le había llegado por azar. A este respecto, hay que incidir en el léxico utilizado: no quería casar con la «infanta» doña María y sí con la «prinçesa» doña Isabel, a la que ya unían lazos afectivos y legitimadores en Portugal. Con las embajadas de Afonso da Silva, se incidió en las «alianças, conferaçam de amigos e imigos d’imigos», en referencia al rey Carlos VIII de Francia. Al respecto, Manuel I prometió a los Católicos «que se el rei de França lhes viesse fazer guerra dentro dos regnos de Castella, que em tal caso ho ajudaria», por razones de amistad entre Castilla y Portugal. Otras razones, además de las familiares, justifican la elección de Manuel y tienen que ver con las esferas de poder de la mujer en la corte: como mujer y futura madre de quien regirá la nación, como viuda y, finalmente, como hija: ♦ Mujer. Desde el punto de vista estrictamente biológico, a sus 26 años, Isabel estaba en plenas facultades para aportar cuanto antes un heredero al trono luso, un príncipe que asegurara la sucesión, preocupación esta principal y con mucho de acuciante para el nuevo monarca. María, con tan sólo 13 años de edad en el momento de las negociaciones, no aseguraba de una manera tan rápida un nuevo heredero portugués. ♦ «Princesa viuda de Portugal». El hecho de ser viuda de príncipe heredero suponía un valor añadido; así, esta condición reforzaría los vínculos de Manuel y la corona portuguesa. A ese respecto, importa mucho que Isabel disfrutase de una serie de señoríos y rentas que denotaban poder real, en un papel activo de poder que recuerda su pasado al lado del príncipe Afonso. Su propia imagen entroncaría al nuevo rey en el poder como continuador de la anterior dinastía, de la que ella era una parte integradora. ♦ Hija. Era la primogénita de los monarcas españoles, lo que hacía de ella una pieza fundamental por su capacidad de representar el poder; en un terreno más próximo y directo, Isabel se hallaba en una posición privilegiada en algo tan importante como la sucesión al trono castellano; es más, suponía el eslabón fundamental para las aspiraciones al sueño de unión ibérica. En comparación, María se encontraba muy alejada de ese derecho fundamental. A estas tres razones, habría que añadir otra de cariz sentimental: en Isabel, eran seguros unos vínculos afectivos respecto de Portugal que fueron a más desde las Tercerías de Moura. Isabel se había granjeado los afectos de toda la corte lusa, lo que podía resultar 271 Damião de Góis, Crónica..., fol. 9v. 112 útil en un momento de cambio de dinastía o en una situación de debilidad política en la que se hace necesario aportar una fuerte y sólida representación del poder. En nada de esto podía contribuir una niña pequeña como su hermana María272. Así las cosas, Manuel I tenía razones sobradas para querer por esposa a Isabel. Góis relata el doble matrimonio de los españoles Juan y Juana con los duques de Borgoña y, a continuación, habla de la descendencia y las posteriores alianzas matrimoniales de las cuatro hijas de los Reyes Católicos para concluir que «Destas quatro filhas ha com que el rei dom Emanuel mais desejava casar foi ha Infante Donna Isabel, viuva do Prinçipe D. Afonso e por ter esta vontade se excusou do da infante donna Maria»273. Para los Reyes Católicos, aquella situación no era fácil ni cómoda, pues habían prometido a su hija que no volverían a casarla, salvo que esa fuera su voluntad. De ese modo, la negociación encargada por el soberano portugués a Diego de Silva, conde de Portalegre, llevó meses. La infanta Isabel no parecía dispuesta a casarse, como recoge Jerónimo Osório: «Isabela iunior solum summa vi matrimonio resistebat. Partim namque ex dolore, quem ex obitu Alfonsi perceperat, in ea aegritudine versabaratur»274. Sin embargo, la necesidad urgía para ambos monarcas. Los cronistas inciden en esta resistencia de Isabel («no quiere conocer a ningún otro hombre y renuncia a las segundas nupcias, sin que hasta el día haya podido ser vencida su resistencia»), al tiempo que dejan entrever la posible exigencia de los Reyes Católicos: «algún día tendrá que ceder, porque sus padres le instan en justicia […], tratan de persuadirla, le ruegan y suplican que procree y les dé los debidos nietos»275. Aunque no sabemos a qué argumentos se apeló para doblegar a Isabel, hubo de ser determinante la idea de que su presencia en Portugal sería beneficiosa para extender la reforma de signo franciscano iniciada en Castilla. En tales circunstancias y con la participación de Cisneros en la negociación, no resulta descabellado pensar que la princesa estaba sirviendo a una causa 272 Se incide en éste y otros aspectos en François Soyer, “Manuel I of Portugal and the End of the Toleration of Islam in Castile: Marriage Diplomacy, Propaganda and Portuguese Imperialism in Renaissance Europe, 1495-1505”, Journal of Early Modern History, 18 (2014), pp. 331-356. 273 Damião de Góis, Crónica..., fol. 16 v. 274 Jerónimo Osório, Crónica..., fol. 14 v. [La pequeña Isabel se resistía por sí sola a este matrimonio. Nacida del dolor, sufrido por la muerte del príncipe Afonso, en esta disposición se basaba]. [La traducción es mía]. Según remacha Osório [fol. 15] «ad Isabelae in Portugaliam aduentum erant necessaria». [La llegada de Isabel a Portugal era necesaria]. [La traducción es mía]. 275 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario..., pp. 270, 296 y 323-324, respectivamente. A través de las cartas de Mártir de Anglería se aprecia una machacona insistencia por parte de sus padres hacia Isabel, al tiempo que se le apremia para realizar las labores a las que estaba llamada: servir a la política internacional de los Reyes Católicos y dar la ansiada sucesión al reino. 113 religiosa que importaba tanto o más que las razones de estado276. Se piensa que, «induzida ha Rainha Prinçesa quomo se teue por suspeita pellos Reis seus pais», fue ella misma quien accedió a este matrimonio. Así lo relata Góis: Estando el rey em Sintra soube por cartas de Dom Ioam Emanuel ha çerteza de seu casamento, no qual a prinçesa Donna Isabel consentio com muita dificuldade dizendo que sua tençam era mais de ser religiosa que casada e que assi ho prosoposera depois da morte do prinçipe D. Afonso, seu marido, nem ha poderam os reis desuiar deste proposito se nisso ha nam aconselharam pessoas religiosas dando lhe a conheçer quanto compria a serviço de Deos e aho bem, paz e tranquilidade dambolos regnos fazerse este casamento277. En las capitulaciones matrimoniales, Cisneros tuvo enfrente a un pariente directo de Manuel: nada menos que Álvaro de Portugal. En ese documento, fechado en Burgos el 30 de noviembre de 1496, y del que se nos han conservado dos versiones idénticas en Castilla y Portugal278, se destacaban tres aspectos: 1) Todos los compromisos, acuerdos y contratos de paz así como los relativos a la salvaguarda y la libertad de comercio firmados en los últimos cincuenta años se consideraban en vigor. Esta disposición reactualizaba los tratados de Medina del Campo-Almeirim (1431), Alcaçobas (1479) y Tordesillas (1494). De esta forma, Portugal no entraba en la Liga Santa y su relación con Francia se veía comprometida. 2) La dote de la infanta era la estipulada en el matrimonio anterior. Como de esta ya se había percibido una tercera parte, los Reyes Católicos estaban obligados a pagar 70.333 doblas de oro. 3) Se reiteraba que Isabel vería reconocidos todos sus derechos y que actuaría como reina de Portugal. Las arras se estipulaban en 17.000 doblas de oro; sus rentas y señoríos corresponderían a lo habitual como reina soberana portuguesa (terras da rainha). Sin embargo, Isabel renunciaba a ellas en favor de Leonor, viuda de João II, mientras viviera279. En ninguna de las doce cláusulas de las que consta este contrato matrimonial, que aquí hemos sintetizado, se vincula la expulsión de los judíos o conversos como una disposición fundamental en el casamiento. Si la hubo, tuvo que ser posterior, o bien 276 Así también caló esta idea en la construcción historiográfica y literaria de la infanta Isabel en los siglos XX y XXI, es decir, como una mártir de la religión cristiana (Llanos y Torriglia), así como hija amorosa y sumisa que cumplía fielmente con las directrices paternas en su papel pasivo (de Lancastre-Laboreiro e Souza de Villalobos). Recientemente y gracias a la serie de TVE Isabel, se ha explotado esta rebeldía como afirmación de su voluntad femenina frente a las circunstancias políticas. 277 Damião de Góis, Crónica..., fol. 18 v. 278 De parte lusa, el documento se custodia en el ANTT, gaveta 17, maço 5, doc. 15. De la parte castellana, se encuentra transcrito en la obra de Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos..., III, doc. 467. La corte, con la princesa Isabel incluida, se encontraba en Burgos, Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 231. 279 Según los documentos y la información presente en Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El camino hacia Europa, Madrid, Rialp, 1990, p. 111. 114 basada en un documento aparte que no se ha conservado, o bien tratada de maneral oral por los plenipotenciarios lusos280. Los desposorios estaban previstos nueve días después de la firma, en Burgos, y serían confirmados por Manuel en el plazo de cuarenta días. Su camarero mayor, João Manuel, recibiría a la princesa en Castelo Vide. La corte española correría con los gastos de Isabel hasta la frontera, aunque se atribuía un plazo de seis meses. El 8 de diciembre, Fernando e Isabel se comprometieron por escrito a abreviar este plazo. 8.2. La respuesta castellana: la expulsión de los conversos en Portugal281 Los meses pasaban e Isabel no parecía dispuesta a cumplir con el compromiso voluntariamente adquirido. Las relaciones entre ambos reinos, no obstante, continuaban siendo cordiales; es más, los Reyes Católicos procuraron mejorarlas en lo posible con medidas como el reconocimiento de los derechos de Manuel I al señorío de Alcolea de Cinca. Otra disposición semejante fue la autorización del tránsito por tierra española de todos los musulmanes expulsados de Portugal que lo precisasen. En mayo de 1497, con la llegada de la corte a Valladolid, Isabel escribe a su futuro marido instándole a expulsar a todos los judíos y herejes si quiere que acuda al reino: «pedindolhe que dilatasse sua vinda atte ter de todo lançado de seus regnos hos judeus». El rey le respondió por medio de cartas «escriptas da sua propria mão em que mostrava ter muito descontentamento pela tardança da rainha sua molher»282. Manuel I temía que 280 A este respecto y contrariamente a lo apuntado por la crítica, se volverá a incidir en el punto siguiente. La cuestión conversa ha sido ampliamente debatida y refutada en los estudios de François Soyer, verbigracia, “King Manuel I and the expulsión of the Castilian Conversos and Muslims from Portugal in 1497: New Perspectives”, Cadernos de Estudos Sefarditas, 8 (2008), pp. 33-62 [40]: “Contrary to the claims made by a number of historians, none of the twelve clauses of the marriage contract actually mention the expulsión of either the Jews or the “heretics” (i.e. conversos) as a precondition of the marriage. It seems that Fernando and Isabel, as they were later to claim – and as we will see further below – received a separate promise from Manuel to expel the conversos and Jews”. 281 Para una bibliografía del tema judaico, converso y de orígenes de la Inquisición, Cfr. Alexandre Herculano, História da origen e estabelecimento da inquisição em Portugal, Lisboa, Livrarias Aillaud e Bertrand, 1975, 2 vols.; María José Pimenta Ferro Tavares, Judaísmo e Inquisição. Estudos, Lisboa, Editorial Presença, 1987; Joaquim Romero Magalhães, “La Inquisición Portuguesa: Intento de periodización”, Revista de la Inquisición 2 (1992), pp. 71-93; Francisco Bethencourt, La Inquisición en la época moderna: España, Portugal, e Italia, siglos XV-XIX, Madrid, Ediciones AKAL, 1997; António José Saraiva, H. P. Salomon, I. S. D. Sassoon, The Marrano Factory: The Portuguese Inquisition and Its New Christians 1536–1765, Leiden-Boston-Köln, Brill, 2001; Doris Moreno Martínez, La invención de la Inquisición, Madrid, Marcial Pons, 2004. 282 Damião de Góis, Crónica..., fol. 18v. Anteriormente [fol. 13r-v]: «Depois que hos reis de Castella lançaram hos Iudeus fora de seus regnos e senhorios [...] el rei Dom Emanuel requerido per cartas dos http://es.scribd.com/doc/43209285/Inquisicion-portuguesa-periodizacion http://es.scribd.com/doc/43209285/Inquisicion-portuguesa-periodizacion 115 todo fueran maniobras políticas y envió a Álvaro de Portugal a entrevistarse con los Reyes Católicos el 21 de junio de 1497 en Medina del Campo283. Los monarcas se mostraron sorprendidos pero alentaron el cumplimiento de esta disposición alegando que de ello ya se había hablado en las vistas de Burgos. Las capitulaciones matrimoniales se celebran el 11 de agosto de ese año, también en Medina del Campo. A ellas acompaña una carta de juramento de la propia infanta que incide en la expulsión de los herejes del reino: E nos doña Ysabel, por la graçia de Dios rreyna de Portugal y de los Algarbes, de aquende y de allende mar en África e señora de Guinea, prometemos en nuestra buena fe e palabra real, e juramos a Nuestro Señor Jhesuchristo y al señal de la cruz y a los santos quatro Evangelios, con nuestras manos corporalmente tocados, que, siendo salidos de todos los rreynos e señoríos del dicho rrey mi señor todos los que fueron condemnados aquá [sic] por hereges questán en los dichos sus rreynos e señoríos, y scriviéndome el dicho rrey mi señor e jurándome con carta suya que son salidos y que si algunos quedaren se essecutará en ellos la pena que como hereges merecen, e cumpliendo el dicho rrey mi señor las otras cosas contenidas en esta dicha presente scritura que a él tocan de cumplir, nos assimismo cumpliremos todas las cosas contenidas en esta dicha scritura, conviene a saber: aquellas que a nos tocan de cumplir e cada una dellas que a nos pertenezca, a buena fe e sin mal engaño, sin arte e sin cautela alguna284. A su regreso a la corte portuguesa, Álvaro de Portugal y Alfonso de Silva encontraron un ambiente enrarecido entre los consejeros de Manuel, que veían en esa disposición el anuncio de futuras injerencias castellanas; algunos tildaban a los embajadores de castellanofilia. Con todo, Manuel I decretó conversiones forzosas de judíos mediante bautismos públicos así como la custodia de los hijos menores de 13 años bajo cristianos «que se distribuissem pelas villas e lugares do regno onde à sua propria custa mandava que os criassem e doctrinassem na fe do nosso salvador Iesu Christo»285. Esta orden causó asombro, como el mismo Góis relata de forma dramática. Se cuenta que hubo cristianos viejos que escondieron en sus casas a niños judíos, pues algunos judíos habían decidido matar a sus hijos antes que obedecer dicha orden ahogándolos en pozos o matándolos con sus propias manos. Finalmente, la medida se ejecutó. En Lisboa, de donde partieron, «se ajuntaram mais de vinte mil almas», según Góis286. mesmos reis determinou de fazer ho mesmo, mas quomo ho negoçio fosse de qualidade pera se delle nam tomar resuluçam, sem bom conselho, houue sobrisso varios pareçeres». 283 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 235. 284 En ANTT, gaveta 17, maço 1, núm. 9. Transcripción en Antonio de la Torre y del Cerro y Luis Suárez Fernández, Documentos…, III, pp. 15-18. El subrayado es mío. 285 Damião de Góis, Crónica..., fol. 14 v. 286 Ibid. 116 El 11 de agosto de 1497, se firma un protocolo adicional, con los siguientes puntos: 1) Los conversos españoles y los judíos asentados en Portugal serían efectivamente expulsados del país vecino dentro del mes de septiembre. Al tiempo, Isabel y Fernando acudirían a Ceclavín, en la frontera portuguesa, donde se les uniría Manuel para efectuar la entrega de la princesa y la boda regia. Dada la terrible sequía padecida en Ceclavín y su zona, en el último momento se cambió ese lugar de encuentro por otro: Valencia de Alcántara. 2) Durante estas visitas no se trataría ningún asunto político, sino que se realizarían las acostumbradas fiestas y alegrías. 3) Se evitaría toda dilación y se dejarían a un lado cualesquier quejas o excusas que supusieran el incumplimiento de estos pactos287. ¿Qué papel tiene Isabel en todo esto? No fue la instigadora, pero actuó con arreglo a lo dispuesto por la política exterior e interior de sus padres relativa a la cohesión territorial. Para ello, intervino a través del celo de la religión y se mostró coherente con el ambiente de religiosidad en el que estaba inmersa. De este modo, la expulsión de los judíos en tierras lusitanas era una muestra más del antisemitismo europeo (Inglaterra o Alemania, verbigracia); el ambiente antijudaico no era nuevo en Portugal, pues sabemos de un primer asalto a la judería vieja de Lisboa en 1449, aunque antes hubo una «situação tensional» en palabras de Baquero Moreno288. Esta decisión responde a un deseo de cohesionar la nación en términos raciales y religiosos. Al fondo, se adivina un proyecto de unión ibérica futura. El ascendente castellano en la política llevada a cabo por Manuel I será una constante a lo largo de todo el reinado, cuya presión fue tan notoria que le llevará a aceptar la expulsión de los judíos como un elemento más de las negociaciones de estos matrimonios cruzados con Castilla, reequilibrando el juego de ajedrez político peninsular. De esa manera, dice Américo Castro: “en Portugal hallaron los hebreos una patria más segura que en Castilla, y su expulsión fue debida, en gran parte, a influencias castellanas”289. En este sentido, es necesario hacer unas cuantas apreciaciones sobre el problema judaico y la supuesta implicación de la infanta Isabel en ello. Recientes estudios elaborados por François Soyer290 presuponen el establecimiento de una Inquisición en 287 Según lo expuesto en Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El camino hacia Europa, p. 113. 288 Humberto Carlos Baquero Moreno, “O assalto à judiaria grande de Lisboa em dezembro de 1449”, Revista de Ciências do Homem, III (1970), pp. 207-253. 289 Américo Castro, Aspectos del vivir hispánico…, 1949, p. 115. 290 Fundamentalmente, François Soyer, A Perseguição aos Judeus e Muçulmanos de Portugal. D. Manuel I e o Fim da Tolerância Religiosa (1496-1497), Lisboa, Edições 70, 2013. https://www.academia.edu/2403733/A_Persegui%C3%A7%C3%A3o_aos_Judeus_e_Mu%C3%A7ulmanos_de_Portugal_-_D._Manuel_I_e_o_Fim_da_Toler%C3%A2ncia_Religiosa_1496-1497_ https://www.academia.edu/2403733/A_Persegui%C3%A7%C3%A3o_aos_Judeus_e_Mu%C3%A7ulmanos_de_Portugal_-_D._Manuel_I_e_o_Fim_da_Toler%C3%A2ncia_Religiosa_1496-1497_ 117 Portugal antes del decreto del rey João III en 1536, hasta su abolición en 1821291. De esta manera, y a pesar de lo poco que se sabe acerca de la represión de los movimientos heréticos en Portugal, hubo de existir una “Inquisición papal” desde finales del siglo XIV, hasta que en el periodo de 1487-1497 fue sustituida por una “Inquisición episcopal” por orden de João II, precisamente motivado por la llegada de numerosos judíos castellanos que huían de la Inquisición en Castilla292. En efecto, desde los estudios primigenios acerca de la Inquisición del historiador luso Alexandre Herculano293, se había supuesto que el establecimiento oficialista de la Inquisición en tierras portuguesas se había llevado a cabo gracias a la bula Cum ad nihil magis, otorgada el 23 de mayo de 1536 al rey João III. Sin embargo, el silencio de la crítica acerca de qué pasó en verdad con los cripto-judíos, musulmanes y conversos en el periodo precedente es absoluto. La falta de documentación al respecto no ayuda tampoco a solucionar el problema, aunque ciertos documentos de Manuel da Esperança y Pedro Monteiro apuntan a que franciscanos y dominicos asumieron labores inquisitoriales, como es el caso de fray Gonçalo Mendes, a quien se le da el título de «enqueredor dos ereges» (inquisidor de los herejes), en un documento de 1438294. Mucho antes, los reyes Afonso II (1211-1223) y Dinís (1279-1325), ordenan delitos vinculados a la blasfemia y herejía. En el siglo XIV, se recoge el movimiento vinculado a Tomás Escoto y su grupo, condenados, junto con el obispo de Lisboa, por renegar de ciertos principios de la fe cristiana como la virginidad de María o la resurrección de Cristo. En 1416, João I ordenó la confiscación de bienes y propiedades contra los herejes y será su nieto, Afonso V quien persiga ciertos casos de heterodoxia y ordene que sean juzgados en cortes reales y no en tribunales eclesiásticos, representando el cambio de orientación de un problema que pasaba de su dimensión religiosa a la política interior del reino. A pesar de estos apuntes, todos estos indicios muestran casos aislados de un problema menor del reino, que no se vio afectado por los disturbios y pogromos castellanos de 1391, al no extenderse el conflicto a tierras lusas. Sin embargo, indirectamente Portugal fue tierra de refugio para muchos judíos que allí se asentaron, aunque no hay ninguna evidencia documental; 291 François Soyer, “Was there an Inquisition in Portugal before 1536?”, Iacobus, Revista de Estudios Jacobeos y Medievales, 19-20 (2005), pp. 177-202. 292 François Soyer, “King João II of Portugal ‘O Príncipe Perfeito’ and the Jews (1481-1495)”, Sefarad, 69 (2009), pp. 75-99. 293 Vid. Alexandre Herculano, História da origen.... 294 François Soyer, “Was there an Inquisition in Portugal…”, p. 181. 118 términos tan marcados como marrano se cuelan en las composiciones de Álvaro de Brito, poeta de Afonso V. Más tarde, con la implantación de la Inquisición en Castilla en 1478 y posteriormente en Aragón, llegaron a Portugal muchos conversos castellanos por lo que el problema judaico se agudizó no antes de 1480. La documentación de la cancillería real revela que había un número muy pequeño de conversos en Portugal antes de esa fecha. Muchos de ellos parecen relacionarse con conversiones sinceras monásticas y otras más forzadas, vinculadas al entorno de la cárcel. Así las cosas, la nómina de conversos es amplia, fundamentalmente de ciudadanos andaluces, y recoge verdaderas tragedias personales como las de Isabel Suárez o Pedro López de Sevilla295. Las cortes de Évora y Montemor, celebradas en 1480 y 1481, ya recogen la suspicacia con que se miraba a estos individuos, castellanos y conversos por partida doble, de los que se duda de su identidad y asentamiento en suelo luso, a los que también se les achaca la llegada de la epidemia de la peste a Portugal296. El 12 de agosto de 1484, el concejo municipal de Lisboa ordena la expulsión inmediata de los judíos castellanos; en 1485 y también en 1487, Oporto pidió su expulsión, dando un plazo máximo de tres días, hecho que no fue apoyado por la corona. El 8 de abril de 1487 João II ordena revocar dichas leyes porque no contaban con la sanción real. A este respecto, llama la atención que no condenara la expulsión de los conversos en Lisboa y sí en Oporto. Portugal llegó a ver hogueras contra conversos, como en Santarém con el caso de João de Niebla, acusado de «mão cristão» y condenado297. En este año de 1487 el propio Resende ya relata la creación de un cuerpo propio de inquisidores, quizá en un intento de que la Inquisición castellana no actuara en Portugal: neste anno de quatrocentos e oitenta e sete, per autoridade e licença do Papa, começou de entender nelles, e ordenou certos commissairos doutores em canones, e outros mestres em theologia, que pollas comarcas do reyno entenderam em suas vidas, tirando sobre isso verdadeiras inquirições, em que acharam muytos culpados, e se fez nelles muytas justiças, 295 Así se refleja en Isabel Montes Romero-Camacho, “La huida de judeoconversos sevillanos a Portugal como consecuencia del establecimiento de la Inquisición”, en Estudos em Homenagem ao Prof. Doctor José Marques, Oporto, Faculdade de Letras da Universidade do Porto, 2006, pp. 263-289. 296 Para una nómina somera de nombres y ocupaciones de estos conversos asentados por todo Portugal, Vid. François Soyer, “Was there an Inquisition in Portugal...”, pp. 188-191 así como en Maria José Ferro Tavares, “Judeus de Castela em Portugal no finales da Idade Media: onomástica e fontes documentais”, Sefarad, 74-2 (2014), pp. 303-342. 297 Isabel Pimenta Ferro Tavares, Os judeus em Portugal... I, pp. 446-481. 119 que dellles foram queimados, outros em carceres perpetuos, e a outros pendenças segundo suas culpas o mereciam298. Con la expulsión de los judíos por parte de los Reyes Católicos, João II, contra los consejos de su reino, autorizó mediante pagos su paso por Portugal a fin de que en Lisboa tomaran barcos para partir a otros espacios, como Francia, Inglaterra o Flandes, aunque se les prohibía la llegada al norte de África299. Apenas podrían permanecer ocho meses en suelo luso mientras arreglaban su exilio del reino. Al mismo tiempo, se autorizaría a 600 familias a asentarse en Portugal gracias a un pago mayor. Por el contrario, una de las medidas más impopulares afectó a los niños y adolescentes, quienes se vieron separados de sus padres, bautizados a la fuerza y deportados a la isla de Santo Tomé, bajo el mando de Álvaro de Caminha, con el principal objetivo de servir a la repoblación. La intención de João II era la de expulsar del reino a todos los judíos castellanos conversos en una primera fase para después, posiblemente en la Navidad de 1496, desterrar al resto, aunque el monarca falleció antes de llevar a cabo esta medida. La subida al trono de Manuel I avivó esta cuestión, aunque las medidas adoptadas fueron absolutamente tolerantes al principio de su reinado: mandó que no les fuera realizado ningún mal y les liberó de su condición de cautivos del rey. Sin embargo, el problema político sumado a la presión de los letrados, el alto clero y los consejeros del reino, hizo que se pronunciara a favor de la expulsión de estas minorías étnico-religiosas. En una posición contraría se posicionaba la nobleza, ya que recelaba de que su ida al norte de África fuera a enriquecer a los musulmanes300. El edicto firmado en Loulé en noviembre de 1496, exigía que los conversos abandonaran el reino antes de agosto del año siguiente. En Muge, dicha medida se enmienda y el 5 de diciembre de 1496, Manuel I firmó una carta patente en que mandó que todos los judíos y musulmanes saliesen de Portugal en un plazo que expiraría el 31 de octubre de 1497. Del mismo modo, se llevaron a cabo bautismos forzados, tanto de niños como de adultos, con una ley que se comprometía a no inquirir acerca de la cuestión religiosa por espacio de veinte años. Una minoría optó por salir del reino con destinos preferentes: norte de África, Oriente y Europa (Italia, Países Bajos y Francia), todos ellos destinos de mayor libertad y tolerancia religiosa. 298 Garcia de Resende, Crónica..., pp. 101-102. 299 Isabel Maria Ribeiro Mendes Drumond Braga, Os estrangeiros e a inquisição portuguesa: séculos XVI e XVII, Lisboa, Hugin, 2002, pp. 123-125. 300 François Soyer, “King Manuel I and the expulsión of the Castilian Conversos and Muslims from Portugal in 1497: New Perspectives”, Cadernos de Estudos Sefarditas, 8 (2008), pp. 33-62. 120 El memorial llevado a cabo por el capellán de los Reyes Católicos, Pineda, revela que la cuestión conversa seguía candente en los años de 1496 y 1497301. Tras la conversão geral decretada en 1497, se procederá a la expulsión, lo cual acabará por generar numerosos problemas en la sociedad portuguesa entre los nuevos y viejos cristianos, que determinarán la masacre de 1506 en Lisboa. Así las cosas, el terreno para la creación de la Inquisición en el siguiente reinado parecía abonado; en todo caso, Isabel jugó un papel pasivo, tan sólo una mera pieza en la política continuista y de ascendente castellano de Manuel I. 8.3. El matrimonio de Isabel con Manuel de Portugal (30 de septiembre de 1497) En septiembre de 1497, próxima la fecha de entrega, se decidió que el grueso de la corte, con Isabel la Católica al frente, continuase el proyectado viaje a Portugal; así lo relata Osório: «Isabela maior cum Isabela iuniore illius filia Valentiam Alcantarae, quae est prope Portugaliae confinia, similiter venit. Fernandus Rex adesse non potuit, invaletudine filii Ioannis impeditus»302. Al tiempo, acompañaría la corte a los príncipes de Asturias, Juan y Margarita, que marchaban a Salamanca303. En esta ciudad, tenían su residencia y su corte; en ella, además, se celebrarían fiestas en su honor304. Pedro Mártir de Anglería, de parte castellana, lo relata de la siguiente manera: No hace muchos días que te escribí que estábamos en Medina del Campo, como en alas para salir. Hacia el 13 de septiembre, en efecto, con hados adversos y aves infaustas, salió la corte de Medina, tomando los padres dirección distinta del hijo y de la nuera. Los unos se encaminaban a conducir al lado de Manuel, rey de Portugal, con quien se había desposado por medio de embajadores, a su hija Isabel. Y el príncipe y su desdichada esposa a Salamanca […] Así, pues, el día 23 de septiembre entró el príncipe en Salamanca; y fue tanto el aplauso de trompetas y atabales con que sus vecinos le recibieron, que parecía rasgarse el aire de júbilo […] Creerías que en aquel día se dieron allí cita todas las riquezas de España. Los coros de niños y niñas, desde los tablados construídos en las plazas y desde las ventanas de sus casas, imitando celestes armonías, recreaban en extremos los ánimos de los transeúntes. […] Con más esmero y largueza se 301 Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, III, pp. 333-334, doc. 378. 302 Jerónimo Osório, Crónica..., fol. 17 v. [Isabel con Isabel iunior, su hija, se pusieron en camino a Valencia de Alcántara, que está cerca de los límites con Portugal. El rey Fernando no pudo dirigirse hacia allí, puesto que la salud del príncipe se lo impedía]. [La traducción es mía]. El relato de Osório nos informa de una serie de cartas cruzadas entre estos reyes a fin de que la llegada al reino portugués de Isabel fuera pronta. 303 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 237. Del 23 al 28 de septiembre de 1497 los Reyes Católicos permanecerían en Salamanca y, con ellos, Isabel hija. 304 La corte literaria de Juan y de Margarita en Salamanca se vio espoleada bajo el mecenazgo del duque de Alba, y de un autor, Juan del Encina. Vid. Álvaro Bustos Tauler, La poesía de Juan del Encina: el “Cancionero” de 1496, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009. 121 dispusieron estas solemnidades en honor del príncipe, en razón de que siendo esta ciudad –en la cual tú, purpurado príncipe, desde tu juventud te dedicaste al estudio de las letras– la fuente literaria de toda España, esperaban de su futuro rey –porque amaba y cultivaba las letras– un patrocinio más eficaz que el dispensado a las demás ciudades305. En efecto, como el propio Juan del Encina dice «contar de las fiestas que allí les hizieron / no fue sino sueño que en sueño pasó». Allí debió de asistir el príncipe a la Representación sobre el poder del amor de Encina. Por su parte, el monarca luso Manuel I esperaba en Castelo de Vide la llegada de la princesa mientras que Fernando, Isabel y su hija, fueron hasta Valencia de Alcántara, en un viaje que, desde Salamanca, siguió camino por Frades, La Calzada, Baños, Plasencia, Grimaldo y Arroyo del Puerto306. En Alcántara se celebró y consumó la boda el 30 de septiembre de 1497307. Esta boda fue otro motivo más de alegría en ese año de 1497 que también había celebrado las nupcias del heredero, Juan, y de Juana en el doble enlace con Borgoña, por lo que el clima de festividad y celebración era patente. El humanista Pedro Mártir de Anglería, precisa, en referencia a Isabel la Católica: «rodeada de un coro de ninfas, como si fuese a celebrar el himeneo de su hija, y con su presencia reanimó y alegró nuestros corazones, que desfallecían ya bajo el peso de tan largas vigilias, de tantos trabajos, de tantos peligros»308. Por todas partes, había fiestas, galas y regocijos cortesanos. Sin embargo, la recaída del príncipe don Juan fue fulminante: el 26 de septiembre Mártir de Anglería relata la gravedad del joven; del 29 data la carta que fray Diego de Deza envía a los reyes informándoles de su preocupante estado de salud309. El 4 de octubre 305 Pero Mártir de Anglería, Epistolario...., p. 344. La carta está fechada, aún con los errores en la cronología que se presuponen en este epistolario, el 19 de octubre de 1497, es decir, ya después de la muerte del príncipe don Juan. 306 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 237. Debemos de suponer alegrías y festejos en las entradas de la corte por estas localidades, motivadas por la boda de la primogénita. Antonio Azuar, “Valencia de Alcántara por los Reyes Católicos. Boda regia en 1497”, Revista de Extremadura, noviembre, 1904. Copia facilitada por el Ayuntamiento de Valencia de Alcántara, agosto, 2005, pp. 1-10, disponible en línea. El artículo peca en algunos casos de ingenuidad histórica al tiempo que se ensalza el prurito regionalista, ya que se remite al amor de los Reyes Católicos por las tierras extremeñas y su culto y devoción a la Virgen de Guadalupe, santuario al que acudieron en numerosas ocasiones. 307 El auge de ferias, fiestas, y mercadillos medievales en la actualidad ha hecho que se conmemoren las jornadas medievales que bajo el título «Boda regia» se vienen celebrando en Valencia de Alcántara el primer fin de semana de agosto y que celebran el enlace en septiembre de 1497 de Isabel y Manuel I de Portugal. En ellas participa todo el pueblo y, además de realizarse el preceptivo mercadillo medieval, se recrea la boda apoyándose en la veracidad histórica del enclave para el enlace, atestiguado por los cronistas de uno y otro lado peninsular, como Andrés Bernáldez o Damião de Góis. 308 Pero Mártir de Anglería, Epistolario..., p. 344. 309 Es notable, en este sentido, la necesidad del cariño y la proximidad familiar que siente el príncipe, resaltada por la famosa carta de Deza: «si esta enfermedad viniera en tiempo en que vuestras altezas no tuvieran tanta necesidad de estar ausentes, fueran todo el remedio de su mal, porque se ayuda mucho más cuando vuestras altezas están delante, y con más obediencia está a la medicina, y recibe mejor el esfuerzo 122 de 1497 fallecía en Salamanca el príncipe don Juan. El mito del “príncipe que murió de amor” fue fomentado por el propio Mártir de Anglería antes que por el duque de Maura310. Las circunstancias de su muerte fueron relatadas porel humanista italiano, que fue testigo de excepción, aunque Alfonso Ortiz y Diego de Deza también debieron de estar presentes: Al tercer día [26 de septiembre] fue presa de una repentina fiebre. ¡Oh, cruel madrastra! ¿a qué te ensañas con los que elegiste como hijos? Se disponen rápidos caballos que se renueven con frecuencia, desde Salamanca hasta la ciudad llamada Valencia de Don Juan [equivocado por Valencia de Alcántara], fronteriza con Portugal, donde sus padres, nuestros reyes, con el rey Manuel, su yerno –que había venido a recoger a su esposa de manos de sus padres- se ocupaban del casamiento. Vuelan alcanzándose los correos que enteren a sus padres del curso de la fiebre. Va de mal en peor cada día. Acude el rey a marchas forzadas y encuentra al hijo, aunque en las últimas, en plena lucidez de sus facultades. […] El desdichado padre dio orden de que los correos ocultasen a la reina el suceso, enviándole los de costumbre, para que poco a poco fuera haciéndose a este dolor311. Este año hubiera sido uno de los de más grande memoria en el reinado de los Reyes Católicos de no haber ocurrido la trágica muerte del príncipe don Juan. Es la principal causa de que apenas haya crónicas o testimonios literarios que nos remitan a esas circunstancias festivas del segundo matrimonio de Isabel; la pérdida del heredero, con literatura consolatoria derivada de tan funesto hecho, eclipsó cualquier manifestación que no tuviese un tono luctuoso. Especialmente completo en sus detalles es el informe sobre el luto observado en la ciudad de Ávila312. Allí, en la iglesia de santo Tomás le esperaba su última morada, en un imponente monumento de alabastro tallado por Domenico Fancelli en 1513. Los ecos de tan funesto suceso llegaron hasta Roma donde, según Fernández de Córdova, “las celebraciones romanas por el fallecimiento del príncipe Juan en enero de 1498 marcaron el punto más alto de la parábola propagandística de los Reyes Católicos en la Roma de Alejandro VI”313. Los embajadores hispanos que se encontraban desplegados en Italia pusieron en marcha todo un mecanismo ceremonial para convertir y el alegría». El texto se conserva manuscrito en la Real Academia de la Historia (E 132, 89) y ha sido objeto de numerosas ediciones y comentarios. La «tanta necesidad de estar ausentes» responde al deber regio de acompañar en un enlace tanto familiar como político a su hija mayor, Isabel. 310 Gabriel Maura Gamazo, duque de Maura, El príncipe que murió de amor: Don Juan primogénito de los Reyes Católicos, Madrid, Espasa Calpe, 1944 (reedición de Madrid, Alderabán, 2000). 311 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario..., p. 346. 312 A este respecto, véase Ángel Alcalá Galve y Jacobo Sanz Hermida, Vida y muerte del príncipe don Juan. Historia y literatura, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998, pp. 193-197, donde se reproduce por completo el informe del luto realizado en dicha ciudad. 313 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “El ‘Rey Católico’ de la primeras guerras de Italia. Imagen de Fernando II de Aragón y V de Castilla entre la expectación profética y la tensión internacional (1493- 1499)”, Medievalismo, 25 (2015), pp. 197-232 [226]. 123 el dramático acontecimiento de la muerte del heredero en un motivo de exaltación dinástica, mediante celebraciones funerarias que se desarrollaron en Milán, Sicilia y Roma314. Así, pues, Diego de Muros III (ca. 1450-1525), escribe su Panegyris in obitu Johannis Hispaniae principis315. Al mismo tiempo, el cardenal Carvajal dirigió a los Reyes Católicos su Epístola consolatoria, publicada en Roma en la versión latina realizada por su secretario García de Bovadilla316. En resumen, todas estas composiciones literarias alentaban la propaganda dinástica de los Reyes Católicos, especialmente en un periodo sensible debido a la crisis sucesoria317. Ni siquiera queda documentación en los archivos donde nunca debería faltar, como el de Simancas, acerca del segundo matrimonio de Isabel. El hecho festivo del enlace adquiere unos tintes dramáticos harto curiosos al coincidir en el tiempo la mayor de las alegrías con la tragedia más inmensa que nadie podía imaginar318. A pesar de la gravedad del príncipe, estas noticias se le ocultaron a la novia, quien entró en el reino portugués sin saber que, al mismo tiempo que era recibida como reina consorte, sería proclamada primogénita heredera en su país: no qual instante veo recado á rainha donna Isabel da morte do prinçipe D. Ioam seu filho, ho que ella dissimulou com muita prudencia, sem querer que se diuulgansse nem por isso se mostrasse tristeza em quanto el rei D. Emanuel alli estivesse, mas quomo el rei soube esta noua e ho segredo que nella iha, pedio loguo liçença a rainha para se tornar a Castello de Vide e leuar a rainha sua molher consigo, ho que assí fez acompanhado de todos os senhores de Castella que ali entam estauam atte a Raia encobrindo todos ha dor e tristeza 314 A este respecto, así como a la literatura consolatoria generada en su entorno y en la que las referencias a Isabel así como a sus hermanas deben de estar presentes, remitimos al trabajo en preparación de Álvaro Fernández de Córdova y Vicente Calvo Fernández, “La muerte del heredero. Liturgia y humanismo por el príncipe Juan en su marco europeo”, anunciado en el artículo de la nota anterior. 315 A la identificación de este personaje frente a sus homónimos ha consagrado sus esfuerzos Nicasio Salvador Miguel en varios trabajos, del que destacamos La conquista de Málaga…, p. 67, n. 92. Salvador Miguel ofrecerá datos más jugosos sobre estos tres personajes en la primera parte de su próximo libro, titulado La guerra de Granada (1482-1492). Repercusiones festivas y literarias en Roma. 316 Para el texto de Carvajal, remitimos a los trabajos de Tomás González Rolán, y Pilar Saquero Suárez- Somonte, “Un importante texto político-literario de finales del siglo XV: La Epístola consolatoria a los Reyes Católicos del extremeño Bernardino López de Carvajal (prologada y traducida al latín por García de Bovadilla)”, Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, 16 (1999), pp. 247-277; el texto completo en El humanismo cristiano en la Corte de los Reyes Católicos: Las Consolatorias latinas a la muerte del Príncipe Juan de Diego de Muros, Bernardino López de Cavajal, García de Bovadilla, Diego Ramírez de Villaescusa y Alfonso Ortiz. Estudio, edición y traducción, eds. Tomás González Rolán, José Miguel Baños Baños, y Pilar Saquero Suárez-Somonte, Madrid, Ediciones Clásicas, 2006, pp. 51-115. 317 Frente a esta exaltación del ceremonial cortesano, así como de los ecos romanos de una noticia tan dramática en el entorno de los Reyes Católicos, sorprende el escaso eco que tuvo la muerte de la primogénita en Roma un año después, muy posiblemente debido al enfriamiento de las relaciones diplomáticas entre Castilla y el Papado. 318 Mientras la reina Católica permanecía al lado de su hija mayor tras la boda con Manuel I, Fernando el Católico deshacía la ruta emprendida días atrás hasta Salamanca, donde agonizaba su hijo. Tras su muerte, volvió a Valencia de Alcántara, donde los afligidos padres marcharían juntos el 9 de octubre, hasta llegar el 20 a Salamanca. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, pp. 237-238. 124 que tinhão pela morte do prinçipe dom Ioam seu senhorho milhor que poderam [...] que nunqua a rainha donna Isabel, irmã do prinçipe o soube senam dali a muitos dias319. La muerte del príncipe don Juan hizo cancelar todas las fiestas y alegrías que se encontraban ya preparadas para el recibimiento de Isabel como reina de Portugal: «em Castello de Vide estauam ordenadas muitas festas pera entrada da rainha, das quaes por caso da morte do Prinçipe se fezeram muim pouquas». En menos de una semana, Salamanca y el reino entero habían trocado la fiesta y alegría derivadas de las nupcias y el fastuoso recibimiento de los príncipes por el luto, «así que fueron las alegrías del matrimonio plantos, lloros y lutos por el príncipe, todo en una semana»320. Finalmente, los Reyes Católicos, «en lo que el dolor les consentía, recobran ánimos y envían a Portugal a su hija en compañía del yerno. Luego vuelven a nuestro lado, huérfanos de tan grande hijo», según Mártir de Anglería321. El cortejo de los nuevos reyes partió para Évora donde el rey descubrió la fatal noticia a Isabel «per cujo respecto tomou toda ha corte dôr» e incluso el rey mandó «fazer suas exequis e saimento com muita solemnidade»322. Comenzaba otra etapa en la vida de Isabel, no sólo como reina de Portugal sino también como heredera del reino castellano. 9. LA QUIEBRA DE LA SUCESIÓN: ISABEL, HEREDERA AL TRONO (1497-1498) La muerte del príncipe don Juan suponía no sólo la pérdida del único varón de los Reyes Católicos («mi ángel», como lo llamaba su madre), sino también la del heredero al trono; con él, además, desaparecía una dinastía, la Trastámara, común a Castilla y Aragón. Se hacía necesario, entonces, actuar con rapidez para asegurar la sucesión. 9.1. La quiebra de la sucesión lineal La alianza diplomática a cuatro bandas que se había sellado mediante sucesivos matrimonios concertados había sido pensada inicialmente como “el andamio de una diplomacia” que se había convertido en el vehículo por donde se regularía la sucesión323. En su testamento, el propio Juan es consciente de dejar la sucesión en manos de su futuro 319 Damião de Góis, Crónica..., fol. 19v. 320 Andrés Bernáldez, Crónica..., p. 379. 321 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario..., p. 346. 322 Ibid. 323 Luis Suárez Fernández, El camino hacia Europa…, p. 149. 125 heredero, al encontrarse su mujer grávida324. A los pocos meses, la princesa Margarita abortó una «informe masa de carne digna de lástima», en palabras de Mártir de Anglería. La prometida sucesión lineal quedó rota en tan luctuoso periodo. Se abría entonces el camino hacia Portugal y con ello la posibilidad de unión ibérica. Sin embargo, como heredero al reino, los Reyes Católicos se veían obligados a reconocer a un príncipe extranjero y con diferente lengua. Este hecho marcó el inicio de la España “invertebrada” de la que habló Ortega y Gasset así como de la “vividura” de Américo Castro325. De esta manera, el periodo entre 1497 y 1500 representa la angustia por la quiebra de la línea de sucesión y la frustración de que no recairía en un príncipe que lo fuese a su vez de España y Portugal y tuviese vastas posesiones, algunas de ellas ultramarinas. En este contexto de agitación e inestabilidad, llegaban noticias de Gutiérrez de Fuensalida, que avisaba de que Felipe el Hermoso se disponía a reclamar el trono con ayuda francesa. Ante estas noticias, los Reyes Católicos instaron a su hija y yerno a acudir a Castilla lo antes posible para jurar como herederos en Cortes. Así lo relata y comprende el humanista italiano en una carta al arzobispo de Braga, fechada el 5 junio de 1498: Por tanto, al faltar la deseada prole por parte del príncipe, son llamados a esta ingente mole de tantos reinos sus futuros posesores -si Dios no dispone otra cosa- tu rey Manuel y su esposa Isabel. Por medio de mensajeros se les ha avisado que vengan a tomar posesión de la primogenitura. Ojalá entren con buena y feliz estrella, y hacemos votos porque la suerte ponga término a su truculencia y permita, por fin, al cetro hispano sucederse en su debido orden326. A finales de 1497, «huius anni fine, cum Regina iam grauida», se intercambiaron cartas con ese único propósito327. Isabel y Fernando aplicaron entonces el derecho consuetudinario en Castilla, que reconocía como príncipes a la mayor de las hijas del matrimonio real, así como a su marido. El obstáculo, entonces, se presentaba en la corona aragonesa, donde la mujer no podía reinar pero sí transmitir derechos328. De esta manera, 324 El texto original se encuentra en el AGS (Estado, Pat. Real, Testamentos, Leg. 5, fol. 3 y ss.). 325 José Ortega y Gasset, España invertebrada: bosquejo de algunos pensamientos históricos, Madrid, Revista de Occidente, 1922 y Américo Castro, La realidad histórica de España, México, Porrúa, 1962. 326 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario..., pp. 365-366. 327 La corte castellana residía en Alcalá de Henares por esas fechas. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 239. Para la cita, Jerónimo Osório, Crónica..., fol. 18. [Al final de ese año, con la reina ya embarazada]. [La traducción es mía]. 328 En el contexto ibérico de los siglos XI y XII ya se habían dado situaciones de tensión en cuanto a los derechos femeninos del trono, como expone Maria do Rosário Ferreira para los casos de Urraca de Castilla y Teresa de Portugal, “La reine est morte: la succession politique des filles de roi aux XIe et XIIe siècles”, e-Spania, 2014, en línea, con repercusiones en la historiografía del periodo. Cfr. id. “Urraca of León-Castile and Teresa of Portugal: the Iberian paradigm of feminine power revisited by XIIIth and XIVth century 126 Isabel actuaba como mera transmisora pasiva de la sucesión regia, para lo cual habría que esperar el nacimiento de un hijo varón, cosa que aún no se había producido. 9.2. Emmanuelis iter in Castellam: el viaje de los reyes de Portugal329 El monarca portugués reunió a sus cortes en Lisboa para que aprobaran un viaje del que volverían como herederos del poderoso país vecino. Este hecho podía verse como un triunfo o todo lo contrario: como una injerencia más de los Reyes Católicos. En este caso, en lugar del sueño imperial, todo quedaría en una especie de sumisión a sus poderosos suegros. La circunstancia era delicada, toda vez que Portugal había tomado el camino cierto hacia la India y estaba a punto de traspasar el Cabo Bojador, al norte del Sahara Occidental, necesitaba garantías para continuar con la política expansiva. En noviembre la corte portuguesa se traslada a Évora, donde los reyes de Portugal se establecerán hasta fines de diciembre. Antes de emprender el viaje que les llevaría a Castilla, Manuel confirmó los acuerdos en los que las cortes portuguesas ratificaban a Isabel como reina propietaria de Portugal. Finalmente y desde Évora, marchan a Lisboa y luego a Lauradio (cerca de Riba Tejo), donde visitan a la reina Leonor y a quien nombran como regente en su ausencia330. Manuel e Isabel partieron de Lisboa el 29 de marzo de 1498 para ser nombrados herederos reales, un suceso que causaba más preocupación que regocijo a la nueva reina portuguesa, debido a las circunstancias: passaram a Sanctos o Velho, onde fezerão sua entrada na çidade con pouquas festas nem reçebimentos por ha rainha hos não querer, por caso do dô que trazia pelo prinçipe dom Ioam seu irmão e foram pousar nos paços de Alcaçoba onde dalli ha poucos dias lhes veo recado del rei dom Fernando e da rainha donna Isabel, de quomo a prinçesa madama Margarida fazera movito, rogandolhes muy efficadamente que se viessem logo parelhes historiography”, en Seminário Medieval 2009-2011, eds. Maria do Rosário Ferreira, Ana Sofia Laranjinha y José Carlos Miranda, Porto, Estratégias Criativas, 2011, pp. 229-253 e id. “La Mère d’Adam: femmes et pouvoir dans l’historiographie hispanique médiévale”, en Il Mondo alla Rovescia: Il potere delle donne visto dagli uomini, dir. Sylvia Luraghi, Milán, Franco Angeli, 2009, pp. 53-63. Ya próximos a la época que nos ocupa, Vid. Cristina Segura Graíño, “Las mujeres y la sucesión a la Corona en Castilla en la Baja Edad Media”, En la España medieval, 12 (1989), pp. 205-214 e id. “Derechos sucesorios al trono de las mujeres en la Corona de Aragón”, Mayurqa: Revista del Departament de Ciències Històriques i Teoria de les Arts, 22 (1989), pp. 591-599. 329 En torno a la narración y lecturas contemporáneas de este excepcional viaje, denominado siempre bajo el marbete latino «Emmanuelis iter in Castellam», contamos con las crónicas de Rui de Pina y Resende, así como la tardía de Osório. Véase a este respecto Begoña Alonso Ruiz, “Emmanuelis iter in castellam: el viaje de los Reyes de Portugal por Castilla en 1498”, en Las artes y la arquitectura del poder, ed. Víctor Mínguez, Castelló de la Plana, Publicacions de la Universitat Jaume I, 2013, p. 25. 330 Esta proximidad afectiva con la soberana así como los lazos que les unían, hacen presuponer un intercambio también cultural entre ambas mujeres. 127 porque sua tẽçam era fazellos jurar assi em Castella qomo em Aragão por prinçipes herdeiros daquelles regnos331. El viaje por tierras portuguesas transcurrió por Setúbal, Évora, Estremoz y Elvas. Junto con los soberanos portugueses iban el conde de Portoalegre, el obispo de Guarda y otros nobles, hidalgos y oficiales de la casa, todos vestidos de luto. La comitiva portuguesa realizó su viaje portando unos papagayos, un posible regalo para la corte castellana332. Cruzaron la frontera por Badajoz y fueron recibidos por un alcalde de la corte, Luis de Polanco, que se encargó de su casa, y por el duque de Medina Sidonia. En el camino, se encontraron con el duque de Alba y el conde de Feria así como otros grandes de la corte, que mostraron su sumisión y compromiso con los herederos mediante el acto simbólico del besamanos. Al llegar a Badajoz hubo «muitas çeremonias» en la catedral donde el obispo les recibió «debaixo de um paleo de brocado». De este modo, la ciudad se transformó en el escenario privilegiado de una ceremonia de bienvenida que reunía a todos los poderes: la propia ciudad, la nobleza, la iglesia y el pueblo333. Así se plasmaba el poder regio a través de una ceremonia que aunaba rito político y espectáculo, lo que sumaba una intención propagandística a un acto legitimador. Por ello, los monarcas, a través de su entrada regia, avalaban la continuidad de la corona en sus herederos. Los elementos que simbolizan el poder regio son el palio, llevado por los gobernadores de la ciudad, las armas reales bordadas en brocado dorado y ese mismo color, asociado a la realeza, en sus vestimentas. Tras esta ceremonia, fueron a cabalgar, comieron y marcharon a Taberiola, cerca de Badajoz. Puestos en camino hacia Guadalupe, donde querían pasar la Pascua ese año, los recibió el maestre de la orden de Alcántara, con quien estaban los duques de Alba y Medina Sidonia, que los escoltaron hasta Toledo por orden de los Reyes Católicos334. El cronista Góis relata los gastos y da cuenta de la magnificencia de ambos duques: 331 Damião de Góis, Crónica..., fol. 20 332 Así se recoge en AGS, Casas y sitios reales, Leg. 1, fol. 86. 333 Sobre las ceremonias de entrada de los futuros monarcas y su intención propagandística, véase José Manuel Nieto Soria, Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Madrid, Nerea, 1993, pp. 120 y ss.; Rosana de Andrés Díaz, “Las entradas reales castellanas en los siglos XIV y XV, según las crónicas de la época”, En la España Medieval, 4 (1984), pp. 48-62 y, por último, el magnífico trabajo de Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, pp. 304 y ss. 334 El lugar de encuentro entre ambos monarcas peninsulares se fijó en Toledo. Para ello, los Reyes Católicos emprendieron camino el 23 de abril de 1498 desde Alcalá de Henares, pasando por Loeches, Arganda, Morata de Tajuña, Chinchón, Ciempozuelos, Seseña y Borox hasta llegar finalmente a Toledo el 24 de abril. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 242. 128 fezeram grandes despensas em darem sala a todos los que con elles querian comer e pratos todos os dias as damas e ahos senhores e fidalgos portugueses que com elles nam comian e ho mesmo a el Rei e a Rainha porque de todo genero de pescados que se ne tal fazam podian cobrar eram tam servidos quomo se estiveram junto do mar e dos rios onde se pescavam335. Tras Taberiola, fueron a Mérida (donde pasaron el domingo de Ramos) y de allí a Guadalupe, donde consta que estaban el 15 de abril debido a un pago de dos imágenes «de nuestra señora de oro» para la alcoba de la reina336. De camino hacia Toledo pasaron por Puente del Arzobispo, donde el cronista portugués Garcia de Resende, extranjero en tierras castellanas, documenta el recibimiento en la ciudad como «cousa nova», al tratarse de otras costumbres y ceremonias: A ponte he de hum só arco, tamaño, que passa o Tejo por elle, e dous arcos pequenos que estao em seco pera quando enche, e tem duas grandes torres á entrada, e sahida da ponte, muyto fortes, e armadas com portas dalçapoes, en ellas seus alcaydes mores, a hum del Rey e outro do Arcebispo do Toledo, cujo o lugarhe, e em chegando á torre a porta estaba fechada, e abriose, e o alcayde mor veyo a beijar a mao a el Rey e á Raynha, e entregoulhe as chaves da torre, e yndo polla ponte a outra torre estaua também fechada, e abriosse, e fez o alcayde mor a mesma cerimônia, que por me parecer cousa noua o escrivi337. Continuaron viaje por Talavera de la Reina hasta llegar «ha um lugar quatro legoas de Toledo», en palabras de Góis. Allí permanecieron tres días hasta su entrada definitiva. Allí también llegó noticia de la muerte de Carlos VIII de Francia, de quien el cronista portugués destaca que «fao hus dos magnificos paços de toda a França», refiriéndose al castillo de Amboise338. Los Reyes Católicos les dieron permiso para allegarse a Toledo el miércoles de Pascuela; salieron para Toledo el viernes, después de comer y de oír misa, y fueron recibidos con gran contento. Isabel y Fernando no dejaron lugar a dudas: su hija y su marido serían recibidos en Castilla como soberanos de un país amigo y, en segundo término, como los herederos que serían tras el juramento preceptivo ante las cortes. En concreto, la figura legal establecía sus derechos como herederos naturales y copartícipes. De este modo, los Reyes Católicos apostaron por una sucesión natural, aunque no lineal, cuya urgencia se percibe por la rapidez con que todo el proceso se llevó a cabo, algo que contrasta con el parón que experimentaría posteriormente en Zaragoza. 335 Damião de Góis, Crónica..., fol. 22 v. 336 Citado en Begoña Alonso Ruiz, “Emmanuelis iter in castellam: el viaje de los Reyes de Portugal…”, pp. 2537-2554. Estas imágenes sumaban una cantidad de 1.268 maravedíes. El 13 de abril también consta la compra de otra imagen de plata dorada. Así en AGS, Cuentas y SR, leg. 47, fols. 226-235. 337 Garcia de Resende, Crónica..., pp. 301-302. 338 Damião de Góis, Crónica..., p. 29. 129 Este Emmanuelis iter in Castellam, en definitiva, también sirvió para intercambiar algunos alementos artísticos entre ambas cortes peninsulares que pudo ver Manuel durante este viaje, desde las casas toledanas hasta el palacio de la Aljafería en Zaragoza. De esta manera se explica el gusto manuelino por los elementos mudéjares, que conforman lo que se ha dado en llamar la arquitectura manuelina mudéjar339. 9.3. Las cortes castellanas. Toledo, 1498 A mediados de marzo de 1498 y ante la garantía de separación de los gobiernos, se convocaron cortes en Toledo a las que debían acudir las ciudades con representación y derecho de voto, esto es, Segovia, Madrid, Guadalajara, Sevilla, León, Murcia, Soria, Burgos, Córdoba, Toro, Jaén, Cuenca, Zamora, Valladolid, Granada, Toledo y Ávila. De este tenor eran las primeras cartas que convocaban a cuantos habían de asistir: [...] bien sabedes como plugo a Dios nuestro señor de llevar para sí al muy illustre prínçipe don Juan, nuestro primogénito y heredero que avía de ser destos reynos e señoríos, por lo qual quedó por nuestra hija primogénita e heredera destos nuestros reynos e señoríos para depués de los días de mí la reyna, en defecto de varón, la serenísima doña Ysabel, reyna de Portogal, nuestra hija mayor legítima [...] para que se presenten ante nos en la muy noble çibdad de Toledo, a XIIII días del mes de abril deste presente año de la data desta nuestra carta, con el dicho vuestro poder para fazer el dicho resçebimiento e juramento a la dicha serenísima reyna de Portogal, nuestra hija, por prinçesa e nuestra legítima heredera destos nuestros reynos de Castilla, e de León e de Granada en defecto de varón para después de los días de mí, la reyna, segund, e como, e en la forma e manera que por mí fuere dispuesto e hordenado, e al serenísimo rey de Portogal como a su legítimo marido340. De estas cortes no hay actas y cuadernos de petición sino sólo los memoriales de los procuradores convocados. Todo lo explica que no se diera tiempo suficiente para la preparación de tales documentos legales. Téngase en cuenta, además, que en el periodo 339 Así puesto de relieve en los trabajos de Begoña Alonso Ruiz, “Doña Isabel de Castilla, entre la magnificencia castellana y portuguesa. Ceremonias del enlace con el príncipe don Alfonso”, en La reina Isabel y las reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica, coords. María Victoria López- Cordón y Gloria Franco, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2005, pp. 105-121; id. “La muerte de la Reina de Portugal en Zaragoza en 1498: duelo, patronazgo artístico y ajuar doméstico”, en IV Congresso História da Arte Portuguesa. Homenagem José Augusto França, Lisboa, Fundação Calouste Gulbenkian, 2012, pp. 242-246 y, finalmente, id. “Emmanuelis iter in castellam: el viaje de los Reyes de Portugal…”, pp. 2537-2554. 340 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, p. 63. Se trata de la carta convocatoria de las Cortes de Toledo, fechado en Alcalá de Henares a 16 de marzo de 1498, (RAH, 9/1784, fº. 146r). 130 que va de 1498 a 1500 sólo se convocaron cortes apresuradamente y para proclamar herederos341. El 26 de abril, antes de la entrada a Toledo de los soberanos lusos, un grupo de caballeros portugueses acudió al encuentro con Fernando el Católico. Entre estos nobles, se encontraban don Álvaro, el maestre de Santiago; don Dinís, el conde de Portalegre, don Juan de Meneses, mayordomo mayor; Juan de Sousa; João Manuel, o el capitán Mascarenhas. Entre todos, avanzaba solemne Fernando el Católico. Finalmente, entraron en Toledo el 29 de abril, con las cortes ya reunidas342. Los reyes de Portugal y su comitiva fueron recibidos por Fernando el Católico. Por su parte, la reina Isabel los esperaba ya en palacio, como relata Góis con una bella imagen: «veo esperar seu genrro e ha rainha sua filha a huma varanda terrea das casas onde elles havian de pousar». El encuentro entre los reyes portugueses y castellanos se realizó con «tanto primor na cortesia que ambos poseram hos geolhos no cham»343. Del mismo modo, la reina Isabel de Portugal quiso besar las manos de su madre, hecho que no consintió la Católica, tratando a su hija de igual a igual. La reunión duró una hora, tiempo en que se habló de los asuntos que más importaban a ambos reinos. Por lo demás, todo fueron fiestas y símbolos de poder en esta entrada regia: à entrada da qual foram reçebidos pelos regedores e levados todos tres debaixo de um paleo de brocado à Sé, já con tochas por ser noite, onde hos estava sperando ho Arçebispocom toda ha clereçia. Acabada a oraçam, tornaram a subir a cavallo e na mesma ordem se foram a seus apousentos. Neste lugar usou el rey D. Fernando tantos comprimentos com el rei D. Emanuel aho entrar da primeira a porta que ho fez passar diante ha qual cortesia lhe fez atte que foram jurados, elle e ha rainha sua molher por prinçipes herdeiros dos regnos de Castella, porque dalli por diante el rey D. Fernando preçedeu sempre el rei D. Emanuel sem nisso usar mais çerimonias que de pai à filho344. Ese mismo día comenzaron los juramentos, que se prolongaron hasta el 13 de mayo. El 28 de abril, un día antes de la llegada de los soberanos portugueses, se habían mandado cartas a Zaragoza para convocar cortes a día de 25 de mayo. Formalmente, las actas de juramento y acatamiento a reyes y sucesores responden a una tipología documental y una estructura expositiva fija345. De este modo, en primer lugar se citan el 341 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, p. 20, pone de manifiesto una realidad en el reinado de los Reyes Católicos: las cortes celebradas durante el periodo de 1476-1515 se reunían con el único objetivo de prestar juramento a los sucesores al trono, estableciéndose la tipología documental señalada de ‘actas de juramento y acatamiento de reyes y sucesores’. 342 Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 242. 343 Damião de Góis, Crónica..., fol. 23v. 344 Ibid. 345 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, pp. 20-21. 131 lugar y la fecha de la reunión, se hace constar la presencia de la familia real (reyes y futuros príncipes herederos) y la alta burocracia cortesana, finalmente, se especifica el motivo de la convocatoria. A continuación, se enumeran los asistentes en el orden de relevancia que marcan la costumbre y el protocolo. Posteriormente se incluyen las fórmulas de acatamiento así como las disposiciones específicas de la monarquía. Las actas se cierran con la proclamación pública de los sucesores y la protesta de Toledo por haber sido desplazada por Burgos. Así, pues, el acta de juramento va fechada el 29 de abril de 1498: In Dei nomine amen. Conoçida cosa sea a todos los que la presente vieren e oyeren como en la muy noble çibdad de Toledo, domingo, XXIX días del mes de abril, año del nasçimiento de Nuestro Salvador Ieshu Christo de mil e quatroçientos e noventa e ocho años, estando ende los muy altos, e muy poderosos e católicos prínçipes e señores el rey don Fernando e la reyna doña Isabel, nuestros señores, en la santa yglesia de Santa María la Mayor de la dicha çibdad de Toledo, en las gradas del altar mayor della, y estando ende presentes los muy altos e muy poderosos señores el rey don Manuel e la reyna doña Isabel, rey e reyna de Portogal, acabada en ella la misa mayor que avía dicho el muy reverendo señor don fray Françisco Ximenes, arçobispo de Toledo, primado de las Españas, confesor de la reyna nuestra señora.346 Posteriormente se relacionan los personajes principales: Diego Hurtado de Mendoza; los «infantes de Granada»; Bernardino de Velasco; Juan de Guzmán; el duque de Alba; el marqués de Escalona «e otros muchos perlados, e cavalleros e ricos omes». Después se enumeran los procuradores y se recoge el juramento, cuya estructura es la de un sermón proclamado por el «letrado de Cortes»: Con justa cabsa e con mucha razón, muy altos e muy poderosos rey e reyna e príçipes nuestros señores, viendo el juntamiento de tanta e tan noble conpaña en estas Cortes podrán preguntar vuestras altezas lo que dize Sant Juan en el Apocalipsis, quien son éstos e de donde venieron, respondeos Dios por el profeta Malachías, despertando vuestro conosçimiento, e dise a cada uno de vos, levanta tus ojos en derredor que todos éstos que están aquí ayuntados venieron a ti, e el mismo se conbida e se ofreçe con el don que os quiere dar, e dise con el profeta, demándame que yo te daré gentes e reynos por tu heredad y quiero os la dar con el ofiçio e cargo que dezía el profeta Xeremías, yo te constituy sobre gentes e reynos para que arranques e destruyas, y hedefiques e plantes, que son cargos e ofiçios anexos a la gouernaçión347. Después, se procedió al juramento de Isabel como princesa de Asturias y, por lo tanto, heredera al trono348. Al mismo tiempo, los asistentes juraron: «en la crus en cada 346 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, pp. 73-76. El acta en RAH, 9/1784, fols. 181r. y 183v., Toledo, 29 de abril de 1498. 347 Ibid. 348 Ibid.: «juran a la dicha muy alta e muy poderosa señora doña Ysabel, reyna de Portogal, hija primogénita de los dichos rey don fernando e reyna doña Ysabel, nuestros señores, por prinçesa e primogénita heredera 132 uno de vos pone su mano derecha, e a las palabras de los santos evangelios que están en este libro misal en que cada uno de vos pone su mano derecha corporalmente», en señal de obediencia a los futuros reyes otorgándoles fidelidad, obediencia posteriormente sellada con el posterior besamanos «como a prínçipes de Castilla e de León». Tras esto y frente al cardenal Cisneros, «vestidos de las santas vestiduras con que avía çelebrado la misa», y puesto delante de sí un «libro misal que en sus manos tenía e sobre los santos evangelios puesta una crus», fueron cada uno de los prelados, grandes, caballeros y procuradores, y juraron mediante la respuesta fórmula «sy juro, e amén». Después, cada uno «las rodillas puestas en el suelo» besaron la mano derecha a los reyes de Portugal, príncipes ya de Castilla. Una vez jurados como herederos, los príncipes acudieron a la catedral de Toledo, donde tuvo lugar la ceremonia: Dos paços atte ha egreja, leuaram de redea a pé a el rei D. Emanuel ho duque de Medina Sidonia à mão direita e ho conde de Feria à ezquerda. Aquelle dia dixe Missa em pontifical ho arçobispo de Tolledo frei Françisco Ximenes da ordem de sam Françisco de observancia, à qual os reis estiverão ambos em uma cortina da banda do Evãngelho e dentro com elhes dom George e has rainhas ambas da outra parte em sua cortina. Acabada ha Missa el rei Dom Fernando tomou el rei D. Emanuel seu genro pela mão e a rainha Donna Isabel á rainha Donna Isabel sua filha e hos leuaram ambos pela hum estrado que estaua na mesma capella, onde se assentaram cada um em sua cadeira, ficando el rei D. Emanuel e a rainha sua molher em meio dos reis de Castella e loguo da outra banda se assentaram hos procuradores do regno em banquos que pera iso se poseram cada um em sua preçedencia e hos grandes e pessoas prinçipaes se assentarem nos degraos do altar mòr, sobre coxins e alcatifas349. Una vez acomodados los principales, Fernando mandó silencio y un doctor «se alevantou em pé e fez huma oraçam declarando nella hos bens e proveitos que se seguiam do casamento de el rei D. Emanuel com ha rainha Donna Isabel e que pera mór confirmaçam e remate das alianças dambollos regnos eram ali juntos»350. Realizada esta oración, comienza la ceremonia de jura. Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla, se levantó con un misal abierto en la mano y sobre él una cruz de oro para tomar el juramento a los futuros reyes. Luego vinieron los restantes juramentos y el besamanos. Tras estos juramentos y ceremonias, que «duraram muito», y con los Reyes Católicos «estando a la puerta de la claustra de la yglesia mayor de la dicha çibdad que es çerca del postigo de la capilla de Sant Pedro», aparecieron Pedro de Castilla, Fernando e legítima subçesora destos reynos de Castilla e de León e de Granada en defeto de varón hijo de los dichos rey e reyna nuestros señores, e para después de los días e fin de la dicha reyna nuestra señora, por señora e propietaria destos dichos reynos, e al muy alto e muy poderoso señor don Manuel, rey de Portogal, como a su legítimo marido por prínçipe e por rey para después de la dicha reyna nuestra señora, su madre». 349 Damião de Góis, Crónica..., fol. 24. 350 Ibid. 133 de Ávalos y Diego Terrín, procuradores de cortes de la ciudad de Toledo, que recordaron el pleito y diferencia entre esta ciudad y la de Burgos351. Tras este pequeño incidente, los reyes y sus sucesores se fueron a pie a la casa del arzobispo, situada cerca de la catedral, «onde hos reis comeram juntos em huma mesa e has rainhas em outra». El 4 de mayo, los reyes portugueses fueron jurados por otras personalidades, como el conde de Oropesa, el de Siruela, Fernando, hijo mayor del marqués de Villena y así también Luis Pacheco y Gutierre de Cárdenas. El 10, juraban don Fadrique Enriques, almirante de Castilla, Andrés Cabrera, marqués de Moya y Alonso de Fonseca entre otros. Como testigo de todo ello, João Manuel, camamero mayor del rey de Portugal, Juan de Sousa de su consejo y Hurtado de Mendoza, «maestrasala de la reyna e prinçesa nuestra señora». El día 13, juró Alonso de Pimentel, adelantado de León; y el 19 de mayo, y ya en Alcalá de Henares, los reyes recibieron el juramento de Pedro Manrique, duque de Nájera, el conde de Treviño e Íñigo de la Cerda, hermano del duque de Medinaceli. Por todo ello, los reyes de Portugal partieron de Toledo hacia Zaragoza y en este viaje pasaron primero por Chinchón, donde coincidieron con los Marqueses de Moya, tesoreros de los reyes, en cuya casa permanecieron cuatro días «foram tam festejados que a todos fez espanto ha abundançia das viandas e riqueza dos ornamentos e paramentos de sua casa»352. De allí partieron a Alcalá de Henares y Guadalajara, donde se quedaron tres días alojados en las casas que fueron del cardenal Pedro González de Mendoza, hermano del duque del Infantado quien «jazendo na cama jurou hos Prinçipes»353. El 1 de junio llegaron a Calatayud, primera ciudad de los Reinos de Aragón, y alcanzaron Zaragoza un día después, donde fueron recibidos «com sumptuoso reçebimento e hos vieram reçeber muitos dos senhores e nobres do Regno»354. En este punto, es necesario incidir en la llamada “cuestión sucesoria”, silenciada en las actas de dichas cortes por no tratarse propiamente de mecanismos hereditarios355. 351 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, p. 75. El acta en RAH, 9/1784, fols. 181r. y 183v., Toledo, 29 de abril de 1498. 352 Desde Toledo, los ya príncipes de Asturias tomaron camino junto a los Reyes Católicos por Borox, Seseña, Ciempozuelos, Chinchón, Morata de Tajuña, Arganda y Loeches hasta llegar a Alcalá de Henares el 19 de mayo. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, p. 242. La cita en Damião de Góis, Crónica..., fol. 25. 353 El 23 de mayo, los soberanos portugueses parten de Guadalajara en un viaje que les lleva por Hita, Jadraque, Baides, Sigüenza, Arcos, Ariza, Alhama, Bubierca, Calatayud, El Frasno, La Almunia de Doña Godina, La Muela y Monasterio de Santa Fe hasta su llegada a Zaragoza. Vid. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, pp. 243-244. 354 Damião de Góis, Crónica..., fol. 25. 355 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, pp. 26-27. A este respecto, el propio autor habla de “silencio historiográfico” para tratar la escasez de referencias al mecanismo sucesorio en estas actas y no de 134 De este modo, las sucesivas cortes (Toledo 1498, Ocaña 1499 y Toledo 1502) satisficieron la necesidad de ratificar a los herederos, sin exponer disquisición alguna sobre los mecanismos sucesorios hasta la asamblea de Ocaña en 1499; en ella, en razón de la minoría del príncipe Miguel, se estableció el procedimiento en caso de fallecimiento del titular y se especificó cuál era la función y cuáles las atribuciones de gobernador del reino. 9.4. Las cortes aragonesas. Zaragoza, 1498 La capacidad legal de las mujeres para reinar en Castilla, a diferencia de Aragón, no se ponía en duda, aunque sí obedecía a circunstancias y hechos muy excepcionales, como la quiebra de la sucesión lineal, con los ejemplos de las propias Isabel madre e hija tras las muertes de sus respectivos hermanos. Sin embargo, la opinión que sobresalía desde Aristóteles era la de considerar la inferioridad tanto en el raciocinio como en la fortaleza de la mujer, características que explican los rasgos de Isabel la Católica como virgo bellatrix o virago en la gran cantidad de textos que loan sus virtudes356. El escollo principal para la sucesión directa residía en las cortes aragonesas; aplicando la legislación vigente y dado que aún no existían hijos varones en la pareja, la herencia podía discurrir en el pariente más próximo, como el infante Enrique. Zurita añade además que, «hubo en esto gran altercación: así porque se entendió que nunca en Aragón había sido jurada princesa, y hubo algunas sustituciones de los reyes pasados que lo prohibían, como el haber de jurar al rey don Manuel»357. Del mismo modo, Fernando el Católico encontró la oposición de ciudades como Barcelona y Valencia, que no jurarían a Isabel como heredera sin contar con sus privilegios. En Zaragoza, ambos matrimonios reales se alojaron en el palacio de la Aljafería, «fora da çidade». El mismo día de su llegada, entraron los príncipes de Asturias en la ciudad «com muitas çerimonias aho modo do regno d’Aragão que n’estes actos has tem demasiadas» a juicio de Góis358. Las Cortes de Zaragoza ofrecieron una dura resistencia “silencio” de los documentos, ya que dicha omisión se vio alentaba por los propios editores de estas cortes, ya que no había peticiones ciudadanas. 356 Así expuesto en los rasgos de masculinización de la reina Católica por Miguel Ángel Ladero Quesada, “Isabel la Católica vista por sus contemporáneos”, En la España medieval, 29 (2006), pp. 225-286 y José Manuel Nieto Soria, “Ser reina: un sujeto de reflexión en el entorno historiográfico de Isabel la Católica”, e-Spania, 1 (2006), en línea, además de Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, pp. 185-215. 357 Jerónimo Zurita, Anales..., cap. XXX. 358 Damião de Góis, Crónica..., fol. 25v. 135 como era de esperar. De ellas derivaron «muitas altercações» y también «passaram muitos desgostos e paixões per spaço de tres meses» según el cronista luso. Presente la reina Isabel, el 14 de junio de 1498 fue leído por Felipe Climent el discurso regio por el que se pedía juramento real359. Los procuradores presentaron numerosas alegaciones, que irritaron a los monarcas. Como excusa para dilatar el juramento, las Cortes aragonesas adujeron la ausencia de los diputados de Valencia y Barcelona, aunque la verdadera razón era que ninguna mujer podía ser jurada como princesa de estos reinos: dizerem que no Regno nam podia sucçeder femea se não barão e que este hauia de ser per eleiçam dos estados do Regno, quando Deus ordenasse não deixar el rey filho barão herdeiro e que pera jurarem ha Prinçesa elles ho não podian fazer sem hos de Valença e Barçelona, que por so este respecto dilatauam sua vinda, ho que era sinal manifesto de nam quererem consentir no tal juramento360. Del 22 de junio es la carta que Pedro Mártir de Anglería remite al arzobispo de Braga; en ella, se respira la atmósfera enrarecida por la reticencia de los aragoneses, a los que define como «gente terca». Mártir describe la «incertidumbre acerca de las decisiones de los aragoneses»: Se convocan las cortes y las juntas. Celebrarán sus reuniones, pero recelamos que surjan algunos inconvenientes. Estos tarraconenses, lo mismo que los aragoneses, los valencianos y los catalanes, son gente terca. Con pies y manos pelean porque no sufran menoscabo sus derechos. Conforme a la vetusta constitución de su patria y a sus tradicionales leyes, guardan severamente lo estatuído de que ninguna reina empuñe entre ellos el cetro. Quieren que, en defecto de legítima prole masculina, sea proclamado rey el varón más próximo al rey que muere, de quienquiera que sea hijo. No obstante, alimentamos una débil esperanza: Manuel ha traído encinta a su esposa Isabel. Si ésta llega a alumbrar un varón, yo te prometo que se acabarán todas las discusiones sobre esta materia, pues no habrá nadie más próximo al rey, supuesto que no tiene hijos -que el nieto por parte de la hija. Ahora bien, si da a luz una niña, los tendremos a ellos por herederos de los reinos, aunque sea difícil que se inclinen a este criterio361. En este ambiente hostil ante el juramento de la princesa Isabel hubo que apelar a la sagacidad de Gonzalo García de Santa María, reputado jurisperito362. A él correspondió la defensa jurídica de la princesa, basada en casos relevantes que se produjeron en Aragón; la desarrolló en su Árbol de la sucesión de los Reyes de Aragón (ca. 1498), obra 359 Ricardo del Arco Garay, “Cortes aragonesas de los Reyes Católicos”, Revista de Archivos Bibliotecas y Museos, LX (1954), pp. 77-103, [89-90]. No se conserva testimonio alguno de este discurso. 360 Damião de Góis, Crónica..., fol. 25v. 361 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario..., pp. 368-369. 362 Al respecto de esta familia de conversos sigue siendo fundamental el estudio de Francisco Cantera Burgos, Alvar García de Santa María y su familia de conversos: historia de la Judería de Burgos y de sus conversos más egregios, Madrid, Instituto Arias Montano, 1952; hay edición moderna del mismo título, coords. Yolanda Moreno Koch y María Fuencisla García Casar, Miranda de Ebro-Burgos, Fundación Cultural Profesor Cantera Burgos, 2007. 136 encargada a petición de Fernando el Católico, como el mismo autor expresa en una carta al monarca, con el motivo de demostrar que «muier podía suceder en estos reinos»363. Las reinas consortes de la corona aragonesa contaban con el precedente de la madre de Fernando el Católico, Juana Enríquez, a quien Juan II, su esposo, nombró lugarteniente general de la corona de Aragón el 6 de marzo de 1465364. Por su parte, Isabel la Católica, en un privilegio de su marido del 30 de marzo de 1488, era nombrada «corregente» y también «lugarteniente general»365. La tradición aragonesa, por lo tanto, permitía y acataba estos nombramientos de reinas consortes, equiparables a los príncipes herederos. Sin embargo, la intervención política activa de Isabel en los asuntos de Aragón debió de ser insignificante en comparación con la realizada por Fernando el Católico, simplemente comparable a la de reina consorte, sin capacidad activa de gobierno. Resulta, por tanto, lógico que la unión regia se centrara en la figura de Fernando, presente también desde el centro neurálgico de Castilla en todas las decisiones de la monarquía. Fernando el Católico hizo todo lo posible para que su hija jurase y fuese reconocida como heredera del Reino de Aragón. El 14 de junio de 1498 repitió su propuesta de juramento y declaró la obligación de cumplir con esta formalidad para nombrarla princesa de Gerona y, por lo tanto, heredera. Esta crisis reactivó los dormidos conflictos entre la monarquía y los poderes regionales y forales. La unión de las coronas castellana, aragonesa y portuguesa provocaba desconfianza en los grupos y comunidades con fueros propios, por lo que su objetivo era retrasar al máximo esa unión panibérica. Las cortes de Aragón se aferraron al hecho de que la princesa estaba embarazada de varios meses. ¿Para qué, entonces, acelerar los acontecimientos e ir contra una costumbre que para los aragoneses era ley: la de que las mujeres no pueden reinar pero sí transmitir derechos? Así, de hecho, quedaba estipulado en el testamento de Juan II de Aragón, que prefería que los nietos, hijos de hijas, fuesen privilegiados frente a otros parientes. Por lo 363 Así consta en una carta copiada por Jerónimo Zurita y que se encuentra en el Mss. 9571 de la BNE. No contamos con ningún testimonio de esta obra. Insistiremos en esta obra en el apartado 2.3. “Literatura perdida”, de la presente tesis. En esto de que las mujeres reinaron en Aragón, aunque de facto Isabel no lo hizo, insiste el Cronicón de Valladolid: «Hase notar que pues Doña Isabel, reyna de Portugal, fue jurada por Princesa y por morir antes que su madre no sucedió, que se ha de contar e añadir el número de las mugeres que sucedieron en estos reinos». 364 Nuria Coll Juliá, Doña Juana Enríquez, lugarteniente real en Cataluña, 1461-1468, Madrid, Universidad Complutense, 1953, II, doc. 68. 365 Emilia Salvador Esteban, “La precaria monarquía hispánica de los Reyes Católicos: reflexiones sobre la participación de Isabel I en el gobierno aragonés”, en Homenaje a José Antonio Maravall, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1985, III, pp. 315-327. En este estudio, la autora se centra en las intitulaciones reales que, salvo excepciones, son todas a título único del rey Católico. En ello, también se incide en la tradicional hostilidad aragonesa a la sucesión femenina. 137 tanto, había que esperar al parto de la infanta Isabel para confirmar el alejamiento del infante don Enrique, duque de Segorbe, en favor de su hijo Alonso, nieto y bisnieto que eran de Fernando el Católico. 10. MUERTE DE ISABEL (1498) La tensa espera sucesoria vivida en Zaragoza a mediados del año 1498 se basó igualmente en la feliz noticia del primer embarazo de la reina de Portugal. No obstante, nada era fácil ni ajeno a las tensiones políticas en la vida de Isabel iunior, quien esperanzada ante la llegada de su primer hijo, constataba con preocupación las injerencias aragonesas en su proclamación a la sucesión. 10.1. Palacio de la Aljafería, Zaragoza, 24 de agosto, 1498 El 24 de Agosto de 1498 nació un infante al que se llamó Miguel de la Paz, nombre sin tradición en ninguno de los reinos pero que consolidaría los sueños de unión ibérica y concordia hispano-portuguesa desde los tratados de Alcaçobas de 1479. En su cabeza se juntarían no sólo los tronos ibéricos sino también las posesiones de ultramar. Este nacimiento llenó de júbilo a los reyes, especialmente a Fernando, que veía así legitimada su herencia en el reino aragonés y disipadas todas las preocupaciones en torno a la sucesión desarrolladas en los últimos meses del año 1498: Foi tanto ho prazer e alvoroço delles que el rei D. Fernando salhio da camara e dixe alta voz com muita alegria a todos los senhores e cavaleiros que estavão em outra casa de fora dai graças a Deos que temos filho baram ha qual nova sabida pela çidade começaram a repicar sinos e fazer cada hum a festa que tal noua requeria366. En contraposición a la templanza y disposición expresada por los contemporáneos de su madre, la hija no pudo resistir los esfuerzos del parto. El mismo día de su nacimiento, Isabel murió de sobreparto al cabo de una hora después del alumbramiento367: 366 Damião de Góis, Crónica..., fol. 26. 367 Así se detalla en las noticias agavilladas por Miguel Ángel Ladero Quesada, “Isabel la Católica vista por sus contemporáneos…”, pp. 234-235: “Su autodominio se extendía a disimular el dolor en los partos, a ‘no decir ni mostrar la pena que en aquella hora sienten y muestran las mujeres’ (Pulgar). ‘Y no fue la reina –añade Sículo– de ánimo menos fuerte para sufrir los dolores corporales... Ni en los dolores que padecía de sus enfermedades, ni en los del parto, que es cosa de grande admiración, nunca la vieron quejarse, antes con increíble y maravillosa fortaleza los sufría y disimulaba’”. A pesar de que Isabel la Católica tuvo dos abortos (uno en el verano de 1475 y otro en el parto doble de 1482, del que sobrevivió la infanta María), en palabras de Enrique Junceda Avello, Ginecología y vida íntima de las reinas de España. 138 Ha rainha donna Isabel, molher del rey D. Emanuel, prinçesa de Castella, era mal disposta, e sua prinçipal doença proçedia de eteguidade, pel que sentido em sim e em sua emprenhidam sinaes de que se lhe podia reçear ha morte, fez seu testamento, em que deixou el rei seu marido por testamenteiro. Ha qual andando nestes temores, ahos 24 dias d’Agosto do anno del senhor de 1498, dia de Sam Bartholomeu pario com muito trabalho hum filho a que chamaram D. Miguel, prinçipe herdeiro dos regnos de Portugal, Castella, Leão e Siçilia, Aragão. Aho tempo que ha prinçesa pario foram presentes el Rey D. Fernando, a rainha Donna Isabel e el rey D. Emmanuel368. En este sentido, es de resaltar la voz ‘eteguidade’, voz derivada del latín hecticu. Se relaciona con la enfermedad de la tuberculosis, aunque el término ha evolucionado hasta los modernos conceptos, aunque en desuso, ‘héctica’ o ‘tísica’, es decir, “consumido o enfraquecido pela tisica, aquele que sofre de héctica”. En portugués actual se documenta la voz ‘étigo/étego’, como voz popular usada en la zona del Algarve. Sólo Góis documenta esta dolencia, que más bien parece relacionarse con las fiebres hécticas, derivadas por sobreparto, esto es, las modernas fiebres puerperales369. A este sentido, creemos que el cronista se está refiriendo a la frágil salud y a la delgadez de la infanta, ya resaltada también por Mártir de Anglería en sus cartas: «se vino a quedar más flaca que un tronco seco». Góis, por su parte, lo relata así: mas tudo se converteo loguo em muita tristeza porque em el rei D. Fernando tornando à cámara onde staua ha rainha sua filha ha achou mortendo de força de sangue, sem lho poderem estanquar e já destituida dos spiritos vitaes, ha tomou nos braços lembrandolhe ho que convinha a sua alma atte que spirou. Iouve ha raina vestida nos mesmos vestidos que tinha quando atte meia noite, á qual hora ha levarão a enterrar a hum mosteiro da ordem da Sam Hieronymo, questa fora da çidade370. De esta manera, es sumamente interesante el papel de Fernando el Católico como padre que reconforta a su hija en los últimos momentos de su vida y no de su madre, la reina Católica. Del lado castellano, así relata Mártir de Anglería la muerte de Isabel al arzobispo de Braga: I. De Isabel la Católica a la Casa de Borbón, Madrid, Temas de hoy, 1991, p. 43: “Todos sus partos fueron fáciles y poco dolorosos […] que habría que atribuir a su especial constitución y quzá a su activa y dinámica vida en la que el ejercicio físico no era ajeno”. Esta facilidad para parir fue también característica de su hija doña Juana. 368 Damião de Góis, Crónica..., fol. 26. 369 Diccionario da lengua portuguesa de Morais así como el Diccionario etimológico da lengua portuguesa, II, p. 1157 o el más reciente de la Academia de Ciências recogen esta voz como un cultismo ‘héctico’ o bien como una voz popular ‘étego’. El DRAE lo relaciona con la tisis y, por extensión, con la persona “muy flaca que está casi en los huesos” aunque también con las fiebres hécticas o héticas, es decir, “fiebre propia de las enfermedades consuntivas”, esto es, las fiebres puerperales, las que sufren las mujeres después del parto. Sin embargo, según señala Enrique Junceda Avello, Ginecología y vida íntima..., p. 258, n. 6: “Dice Estonques que «cuando aun no era del todo salido a la luz, del gran dolor que sintió quedó muerta, porque como fuese delicada no tuvo fuerzas para sufrir los grandes dolores que la dieron». Su muerte se atribuyó a una embolia, pero tampoco puede desecharse la posibilidad de una rotura uterina. 370 Damião de Góis, Crónica..., fol. 26. 139 [...] traspasó con cruel herida a nuestros mismos soberanos: murió de parto tu reina Isabel, nuestra muy sabia heredera, maravilloso trasunto de las dotes espirituales de la madre, pues alcanzaba altos grados de virtud y magnanimidad, aunque se diferenciaba grandemente de ella en la contextura corporal, gruesa la madre, mientras que la hija estaba tan consumida por la delgadez que no tuvo resistencia para poder soportar las angustias del parto. ¡Oh, qué lamentos del marido, qué estupor de los padres!... No obstante ha parido un hijo... 371. El dolor y el luto invaden de nuevo la corte castellana y aragonesa; de nuevo se vuelve a quebrar la sucesión lineal. En palabras de Garcia de Resende: «Portugueses e castellanos / não os quer Deus juntos ver»372. Al día siguiente se iniciaron los duelos y procesiones. Todas las parroquias con sus cruces, portadas en señal de duelo, así como la comitiva fúnebre, se encaminaron hasta la Seo para, posteriormente, continuar hasta el Monasterio de Nuestra Señora de Jesús. Allí, «celebraron una missa con grande aparato y música», donde la ceremonia fúnebre se dispuso con «el cuerpo de la prinçessa en un túmulo muy suptuossamente adrezado dentro del rexado de la capilla mayor de la iglesia de Santa María de Jesús, con doce hachas ardiendo»373. El eco de este deceso llegó a Italia con duelos en Sicilia y Nápoles, aunque no tuvo repercusiones en Roma debido a que los agentes hispanos presentes en el Vaticano apenas comparecían en los actos públicos ni tomaban parte de la vida de la ciudad, debido a un periodo de enfriamiento en las relaciones diplomáticas. A este respecto, Fernández de Córdova apunta que “se inicia así un período de oscurecimiento de la propaganda hispana, caracterizado por la ausencia de celebraciones litúrgicas por el fallecimiento de la princesa Isabel de Portugal”374. Muerta la reina de Portugal, Manuel I «començou loguo d’entender no que compria hos legados que deixara em seu testamento». Por su parte, la documentación castellana también recoge nóminas de pagos ocasionados por la muerte de Isabel. Tan sólo tres días después de la muerte de la princesa, se paga a Palacios, «moro», cerca de mil ochocientos maravedís por el «ataúd e candeleros de madera». A fines de mes, Manuel paga otra nómina al licenciado Vázquez, físico de la reina, a través de Martín de Salinas, su contador, «así como gastos de trompetas, velas terciopelo negro»; también «a 371 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 373-374. 372 Garcia de Resende, Miscelânea..., p. 341. 373 Diego de Espes, “Historia de la ciudad de Çaragoça desde la venida de Jusu Christo Señor y Redemptor nuestro hasta el año de 1575”, Archivo de la Catedral de Zaragoza, II, fol. 724. Citado en J. Ibáñez Fernández, Don Hernando de Aragón y los arzobispos zaragozanos de la Casa Real. Política artística (1458-1575), Zaragoza, 2000, I, p. 149, n. 425. 374 Cfr. Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “El ‘Rey Católico’ de la primeras guerras de Italia…”, p. 230. 140 Mallol, platero de fechura de un candeleriço e de una guarnición de oro para un libro de la reina»375. Dentro de estas mandas testamentarias y pagos de deudos de la reina de Portugal, las nóminas también recogen los pagos a los miembros de la casa de la reina- princesa en Castilla, como su camarera Inés de Albornoz; Felipe, pintor; un capellán portugués; los plateros Montemayor y Juan de Valladolid así como a Alfonso Patiño, quien fue su contador en Portugal376. En Lisboa, ya instalado el rey, se recogen también referencias a pagos del personal de la casa de la reina. Una vez realizadas las últimas disposiciones, Manuel I se despidió de los Reyes Católicos «com muito amor». Aunque hasta ahora no se ha podido encontrar el testamento de la infanta Isabel, Góis y Resende lo leyeron y a él se refieren. También alude a él el anónimo traductor castellano del Carro de las donas: «dexó su testamento hecho»377. Del resto de sus mandas testamentarias, poco más sabemos378, a excepción de una nota autógrafa de la princesa, sin fecha y sin firmar, en la que se recogen diversas cantidades para monasterios, con donaciones a los monasterios de Jesús de Setúbal, Odivelas, el coro de Santa María de Gracia, el dormitorio de la cárcel de Beja, el monasterio de san Benito en Lisboa y para el personal de la corte portuguesa379. El 4 de septiembre se bautizaba al príncipe Miguel en la Seo. Según el cronista aragonés Espes, dicha ceremonia tuvo lugar en la «capilla parroquial de san Miguel que fundó el Arçobispo don Lope Hernández de Luna»380. Ese mismo día los jurados de Zaragoza acudieron a la corte real a mostrar su duelo, recibiendo la encomienda del rey Fernando de celebrar las honras de su hija en el Monasterio de Santa María de Jesús. Sin embargo, el cabildo catedralicio reclamó su derecho a celebrar tales exequias pues «jurar, coronar y haçer honras del rey todo se ha de haçer en la Seo y nunca se ha visto lo contrario en la casa y reino de Aragón»381. Al fin y al cabo, se trataba de una lucha de poder entre las parroquias y la sede central. Finalmente, las honras fúnebres se celebran 375 AGS, Casas y sitios reales, Leg. 1, fol. 93ª, datado el 31 de agosto de 1498, correspondiente a la nómina de pagos realizados por Manuel I. En el fol. 94 consta la nómina correspondiente a los Reyes Católicos. 376 Begoña Alonso Ruiz, “La muerte de la Reina de Portugal en Zaragoza…”, pp. 242-246. 377 Carro de las donas, fol. xlvi, (José Luis Martín, Isabel la Católica. Sus hijas y las damas de su corte, modelos de doncellas, casadas y viudas en el ‘Carro de las donas’ 1542, Ávila, 2001 p. 529). 378 Según Enrique Junceda Avello, Ginecología y vida íntima…, p. 258, n. 6: “Es curioso recordar que esta infanta y reina portuguesa, por sus esponsales, tuvo siempre el presentimiento de que moriría de parto y a tal fin, como buena cristiana, antes de dar a luz hubo de confesarse y recibir los sacramentos”, opinión que, por otra parte, no deja de ser una mera conjetura. 379 AGS, Casas y sitios reales, Leg. 9, fol. 721. Alonso Ruiz, en su artículo citado, no documenta más datos al respecto de estas mandas, destinadas al engrandecimiento artístico de estos monasterios. 380 Citado por Begoña Alonso Ruiz, “La muerte de la Reina de Portugal en Zaragoza…”, p. 244, n. 20. 381 Ibid. 141 en el monasterio para cumplir con el deseo del monarca. Los funerales reales se celebran el 6 de septiembre en la Seo. Para la ceremonia, Alonso Ruiz destaca el paño brocado así como la plata que se exhibieron para el duelo y que, posteriormente, se entregaron a Isabel la Católica. Otros ornamentos se llevaron al Monasterio de Monserrat. LA CASA DE LA REINA-PRINCESA Martín de Salinas Contador mayor Isabel de Sousa Camarera mayor João de Meneses Mayordomo mayor Alfonso Patiño382 Contador Inés de Albornoz Camarera Licenciado Vázquez Físico Felipe Mauros Picardo383 Pintor Montemayor384 Platero Juan de Valladolid385 Platero João Afonso de Beja Criado Fernando Brandão Criado Pedro de Castro Veedor de su hacienda Tabla 1. La casa de la reina-princesa Isabel. Titulares y cargos El 8 de septiembre de ese mismo año, Manuel I marchaba a Portugal, dejando al príncipe bajo la tutela de unos abuelos que veían en él la única solución posible a la crisis sucesoria386. Tras pasar por Aranda de Duero, el rey portugués es acompañado hasta la 382 A su cargo estuvo la recámara de la princesa y reina de Portugal en su matrimonio con Manuel, en la que destacan objetos de plata, bordaduras, sedas, paños, cintas y camas, así como treinta arcas para llevar toda la impedimenta hasta los reinos. Vid. Anselmo Braancamp Freire, “Cartas de quitaciõ del rei don Manuel”, Archivo Historico Portuguez, 6 (1903), p. 204. 383 Felipe Mauros Picardo está documentado al servicio de la princesa Isabel desde 1496, coincidiendo con la estancia de la corte en Burgos para los esponsales del príncipe don Juan. Trabajará como iluminador cobrando un sueldo anual de quince mil maravedís hasta la muerte de la princesa, momento en que entrará a servir a Isabel la Católica. Vid. Rafael Domínguez Casas, Arte y etiqueta de los Reyes Católicos. Artistas, residencias, jardines y bosques, Madrid, Alpuerto, 1993, pp. 127-128. 384 Fernando Llánez de Montemayor será el platero que “establecerá una relación más larga con Isabel”, trabajando para ella incluso en su estadía en Portugal. Begoña Alonso Ruiz, “La muerte de la Reina de Portugal en Zaragoza…”, p. 243, n. 19, alude a una relación realizada en Lisboa y Évora en 1498 sobre los encargos realizados por el platero para la reina difunta. Cfr. José Manuel Cruz Valdovinos, Platería en la época de los Reyes Católicos, Madrid, Fundación Central Hispano-Consorcio para la Organización de Madrid Capital Europea de la Cultura, 1992, p. 246. 385 El prior del monasterio de San Juan de Jerez ya documenta una partida de unas imágenes de san Jorge y san Juan Evangelista realizadas por Valladolid a cargo de la princesa. 386 A partir de la partida del soberano portugués, el pequeño Miguel se educará con sus abuelos, a quienes sigue tras abandonar Zaragoza los Católicos el 15 de octubre de 1498. La comitiva regia les llevará de vuelta a Castilla, pasando por Atienza, Cogolludo, Guadalajara y Alcalá de Henares, hasta su llegada a Ocaña. Cfr. Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos…, pp. 246-247. 142 frontera con Portugal, concretamente Almeida, por los principales nobles castellanos como el duque de Alba. Ya en Portugal, y tras su paso por Coímbra, llegó a Lisboa el 9 de octubre de 1498. Allí fue recibido por su madre, Beatriz, y la reina Leonor; con ellas, el reino entero mostró su alegría ante el retorno del monarca y la tristeza por la muerte de la reina Isabel387. El cronista de los Palacios, Bernáldez, resume así esta serie de desdichas en el entorno de Isabel la Católica: El primero cuchillo de dolor que traspasó el ánima de la reina doña Isabel fue la muerte del príncipe. El segundo fue la muerte de doña Isabel, su primera hija, reina de Portugal. El tercero cuchillo de dolor fue la muerte de don Miguel, su nieto, que ya con él se consolavan. E desde estos tiempos vivió sin plazer la dicha reina doña Isabel, muy nescesaria en Castilla, e se acortó su vida e salut388. La muerte de Isabel supuso un golpe terrible para Isabel la Católica que, enferma, tuvo que guardar cama tras su muerte. Así comenzó el declive físico de la reina, que moriría seis años después. 10.2. El monasterio de Santa Isabel de los Reyes en Toledo Isabel fue enterrada primeramente en Zaragoza en el Real Monasterio Jerónimo de Santa Engracia, fuera de la ciudad, como indican los cronistas. En palabras de Lacarra Ducay: “La iglesia de Santa Engracia o de las Santas Masas era de antiguo una de las más destacadas de la ciudad”389. Este monasterio ocupó el solar de la antigua necrópolis cristiano-romana, albergando en su cripta los restos de la santa. Su fundación se realiza en el siglo XV por el rey Juan II de Aragón quien, ayudado por el contacto con las reliquias de santa Engracia, sanó su vista. En agradecimiento, el rey hubo de confiar en 1479 por vía testamentaria a su hijo y sucesor, Fernando el Católico, la erección del monasterio. Una vez concluida la Guerra de Granada, Fernando retomó el cumplimiento de la voluntad paterna: el 8 de marzo de 1493 fray Juan Bautista de Villaragut se convertía en el primer prior del monasterio390, encomendado a la orden jerónima, próxima al deseo de 387 Damião de Góis, Crónica..., fol. 26. 388 Andrés Bernáldez, Crónica..., p. 380. 389 María del Carmen Lacarra Ducay, “Notas sobre la Iglesia de Santa Engracia o Santuario de las Santas Masas en el siglo XV (1421-1464)”, Aragón en la Edad Media, 16 (2000), pp. 425-444 [426]. Eso era así por “preciarse de guardar en su cripta las veneradas reliquias de los santos Lamberto, Lupercio, Engracia e innumerables mártires de Zaragoza”. 390 Jesús Criado Mainar, “La fábrica del Monasterio Jerónimo de Santa Engracia de Zaragoza (1492-1517)”, Artigrama, 13 (1998), pp. 253-276 [254]. Con motivo de su centenario se organizó una exposición en 1993, de la que resulta el catálogo y el estudio realizado por W. Rincón García, “Santa Engracia. V Centenario 143 reforma religiosa que pretenden los Reyes Católicos y protegidos de la monarquía en toda la Península Ibérica391. Finalmente, el resultado es la construcción de un magnífico conjunto monástico en estilo mudéjar renacentista, que fue destruido en 1808392. Sin embargo, la voluntad de Isabel era enterrarse en el Monasterio de Santa Isabel de los Reyes en Toledo, que su padre mandó construir. El cronista aragonés Espes así lo relata: En principio del mes de octubre fue llevado el cuerpo de la princesa a sepultar al monasterio de religiosas de Santa Isabel de la ciudad de Toledo que fundaron el rey y la reyna en las casas que fueron de doña Inés de Ayala, madre de doña Marina de Córdoba, primera mujer del almirante don Fadrique, que fue madre de la reyna doña Juana, mujer segunda del rey don Juan y aguela del rey católico393. El convento de Santa Isabel de los Reyes de Toledo fue fundado en 1477 por María de Toledo, más conocida con el sobrenombre de Sor María la Pobre, madre fundadora de las clarisas e hija de Pedro Suárez de Toledo y Juana de Guzmán, señores de Pinto, miembros de una familia noble emparentada con el linaje de los duques de Alba, los condes de Oropesa y los de Orgaz394. El antiguo convento se fundó gracias a las casas de Fernán Gómez y Teresa Vázquez, su mujer395. María la Pobre era pariente de los Reyes Católicos a través de la bisabuela de Fernando el Católico, Inés de Ayala, enterrada también en este convento. Esta ligazón del Monasterio Jerónimo (1493-1993). Catálogo de la exposición”, Aragonia Sacra, VII-VIII (1992-1993), pp. 5-74, con un primer epígrafe dedicado a “Fundadores y mecenas”. 391 En 1498, el procurador de la comunidad es Joan Jayme, fraile jerónimo que viene de la Murta valenciana. Javier Cía Blasco, “Precedentes y orígenes del Monasterio Jerónimo de Santa Engracia de Zaragoza”, Revista de historia Jerónimo Zurita, 76-77 (2002), pp. 7-90 [79]. 392 Del conjunto del Real Monasterio de Santa Engracia desgraciadamente sólo se ha conservado la fachada, de la primera mitad del siglo XVI, a cargo de Gil Morlanes. El mecenazgo regio se refleja en los escudos que se sitúan en las enjutas del arco de ingreso y en las imágenes orantes de los Reyes Católicos, acompañados de san Juan Bautista y santa Catalina de Alejandría, así como de los fundadores de la Orden, san Jerónimo y santa Paula, flanqueando a la Virgen entronizada en el centro. Destaca la rica biblioteca de este monasterio, en la que trabajó el cronista Jerónimo Zurita, quien mandó enterrarse en ella. En cuanto a la bibliografía sobre el conjunto artístico, Cfr. Miguel Monserrat Gamiz, La parroquia de Santa Engracia de Zaragoza: Estudio histórico y jurídico de su pertenencia a la diócesis de Huesca, prólogo de Eloy Montero, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1948; Jesús Criado Mainar, “La fábrica del Monasterio Jerónimo de Santa Engracia de Zaragoza…”; María del Carmen Lacarra Ducay, “Notas sobre la Iglesia de Santa Engracia…”; Arturo Ansón Navarro et al., Santa Engracia: nuevas aportaciones para la historia del monasterio y basílica, Zaragoza, Ayuntamiento-Gobierno de Aragón-Parroquia de Santa Engracia, 2002; y, finalmente, Javier Cía Blasco, “Precedentes y orígenes del Monasterio Jerónimo…”. En ninguna de estas referencias se recogen documentos sobre la recepción del cuerpo de Isabel en 1498. 393 Diego de Espes, “Historia de la ciudad de Çaragoça desde la venida de Jesu Christo Señor y Redemptor nuestro hasta el año de 1575”, Archivo de la Catedral de Zaragoza, II, fol. 728. 394 En torno a la biografía de la madre fundadora sor María la Pobre destaca la obra de Tomás Tamayo de Vargas, Vida de Doña María de Toledo, señora de Pinto, Toledo, 1616, posteriormente editada por Encarnación Heredero, Vida de la Excelentísima Señora y venerable Madre Doña María Suárez de Toledo, llamada por su humildad Sor María la Pobre, fundadora y primera abadesa del Real Monasterio de Santa Isabel de Toledo, Toledo, 1914. 395 Juan Porres Martín Cleto, “El convento de Santa Isabel de los Reyes”, Anales Toledanos, 6 (1973), pp. 241-245. 144 facilitó la recepción de un conjunto de casas, conocidas como las “casas de la reina” popularmente. Por una serie de donaciones y cuestiones de mayorazgo, la recepción de los bienes del convento recayó en Inés de Ayala, mujer de Diego Fernández, mariscal de Castilla. Finalmente, todas estas propiedades serán cedidas a sor María la Pobre el 27 de julio de 1480 para que fundara en ellas un monasterio de clarisas. El Cardenal Mendoza entre 1483 y 1488 facilitó la fundación del mismo suprimiendo la parroquia de san Antolín, para ceder su edificio mudéjar a fin de que las religiosas establecieran allí la iglesia conventual. A estos patrimonios se sumaron una serie de propiedades agropecuarias y urbanas que conformaron el primer dominio monástico del monasterio396. Isabel iunior mandó ser enterrada en el coro bajo, denominado en los libros del convento como el “coro de las señoras religiosas”, un espacio incorporado a los pies de la iglesia por esas fechas y ahora parte del coro privado del monasterio de clarisas que lo habita, cerrado al espacio público y sólo accesible a través de unas celosías y ventanas397. En este espacio sagrado está enterrada la madre fundadora y fue en ese lugar donde Isabel mandó ser enterrada: La Prinçessa Doña Ysabel, hija de los Reyes Católicos y Reyna de Portugal, se mandó enterrar en el coro de las señoras rrelixiosas, hordenando la enterraran como a una dellas, puniendo sobre su sepoltura una piedra llana. Goza el convento zien ducados de juro, en cada un año, por previlexio de su magestad todo el tiempo que en el dho. convento estubiese enterrada como del consta398. La descripción casa perfectamente con lo relatado por el anónimo escritor del Carro de las donas respecto a la muerte de Isabel: «Mandóse enterrar en el hábito de sant Francisco, y que la llevasen a enterrar al devotísimo monasterio de sancta Ysabel de Toledo, de la orden de Santa Clara, la qual está allí sepultada»399. En efecto, Isabel quiso enterrarse en hábito de clarisa y su memoria sólo había de ser recordada mediante una sepultura baja, una losa blanca de mármol que debía tener un candelabro con teas siempre encendidas. Esta disposición relativa a la memoria fúnebre enlaza perfectamente con las nuevas corrientes de espiritualidad de la corte a finales de siglo, en consonancia con lo que las clarisas y sus seguidoras establecían400. A este respecto, en los libros de cuentas 396 Libro becerro de los bienes, censos etc. del convento de Santa Isabel de los Reyes en Toledo. 397 Begoña Alonso Ruiz, “La muerte de la Reina de Portugal en Zaragoza en 1498…”, p. 245. 398 Libro becerro de los bienes, censos etc. del convento de Santa Isabel de los Reyes en Toledo. 399 Carro de las donas, fol. xlvi. 400 Agradezco a Maria Barreto Dávila este apunte, con ecos en las reinas portuguesas como Beatriz de Avís o la reina Leonor de Viseu, ambas enterradas en hábito de clarisas bajo una humilde losa blanca, así como las imágenes mostradas de la tumba de ambas, en Beja y el Monasterio de Xabregas, a las afueras de Lisboa, respectivamente, de una factura similar a la tumba de Isabel. 145 del monasterio se conservan las donaciones realizadas por la corona para su mantenimiento hasta bien entrado el siglo XIX 401. En torno a esta fecha, 1498, el monasterio de Santa Isabel de los Reyes en Toledo era entonces un convento en obras que estaba a la espera de anexionar la iglesia vecina de San Antolín402. Gracias a la concesión de la licencia para enterrar a la infanta, los Reyes Católicos beneficiaron al convento a través de un privilegio de 37.500 maravedíes de renta anual. Estos dineros sirvieron para financiar la transformación de la vieja iglesia parroquial de san Antolín, que conservaba hasta entonces elementos mudéjares del siglo XII, con más o menos añadidos de los siglos XIV y XV. La obra se terminó en 1543, por lo que el conjunto del monasterio, en definitiva, resulta ser una mezcla heteróclita de elementos diversos, entre los que destacan la fachada principal, con escudos de las armas de Castilla. En cuanto al enterramiento de Isabel, en el testamento de la Católica leemos la intención de su madre de trasladar el cuerpo de su hija a Granada, con la voluntad de crear un panteón regio de notables resonancias: «luego que mi cuerpo fuere puesto e sepultado en el monasterio de Sancta Isabel de la Alhambra de la çibdad de Granada, sea luego trasladado por mis testamentarios al dicho monasterio el cuerpo de la reyna e princesa doña Ysabel, mi hija que aya sancta gloria»403. De esta forma, Isabel debía ser enterrada junto a sus padres, su hermana Juana y su esposo Felipe así como junto a su hijo, Miguel de la Paz, en un intento por preservar la unidad familiar así como guardar y perpetuar la memoria regia. Lejos de esta dignificación histórica y de su inclusión en el mausoleo de la familia real de Granada, la tumba de la princesa y reina Isabel se encuentra hoy cubierta por una moderna tarima de madera que resguarda del frío a las hemanas clarisas que habitan el monasterio, sin más pompa pero conscientes de que ahí está enterrada la hija mayor de los Reyes Católicos404. 401 Comunicación personal con sor Beatriz, monja encargada de la biblioteca, archivo y fondo artiguo del Monasterio de Santa Isabel de los Reyes de Toledo [6 de diciembre de 2014]. 402 La orden se había dado en agosto de 1497. En cuanto a las implicaciones artísticas de este desconocido convento toledano, destacan los trabajos de Balbina Martínez Caviró, Conventos de Toledo: Toledo, castillo interior, Madrid, El Viso, 1990, pp. 208-229; Arquitecturas de Toledo. Del Romano al Gótico, coord. Diego Peris Sánchez, Toledo, Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, 1991, pp. 180-192 y también Herbert González Zymla, “El retablo mayor del convento de Santa Isabel de los Reyes de Toledo: nuevas aportaciones a la obra de Juan Bautista Monegro, Andrés Sánchez, Juan Sánchez Dávila y Pedro de Cisneros el Mozo”, Archivo español de arte, LXXXI (2008), pp. 253-270. 403 Testamento de Isabel la Católica y acta matrimonial, estudio a cargo de Luis Suárez Fernández, Madrid, Testimonio Compañía Editorial, 1992. 404 Comunicación personal con sor Beatriz, monja encargada de la biblioteca, archivo y fondo artiguo del monasterio. Con frágil memoria, la hermana cuenta que, en fecha posterior a la Guerra Civil, posiblemente en los años sesenta, se procedió a cubrir el suelo de mármol del coro por una tarima debido al frío. 146 11. EPÍLOGO. LOS SUEÑOS DE UNIÓN IBÉRICA: MIGUEL DE LA PAZ (1498-1500) Tras la muerte del heredero de Juan y Margarita, y tras la de Isabel, quedaba sólo una figura potencialmente mesiánica: Miguel de la Paz. El principito hispano-portugués tenía algo por encima de sus tíos y su madre: era el único capaz de satisfacer a cuantos soñaban con una unión ibérica, pues en él confluían las tres coronas peninsulares. 11.1. El príncipe Miguel: el fracaso del mesianismo y la unión ibérica No se puede pasar por alto la cuestión de la onomástica del heredero, puesto que su nombre no se relacionaba con una tradición tan fuerte como sí lo eran los nombres de su madre (con ecos de su abuela, Isabel de Portugal, así como de su madre, Isabel la Católica) o sus tíos (es notable el afecto por el nombre de Juan en la corona castellana). El anónimo escritor del Carro de las donas nos informa de la voluntad expresa de Isabel en cuanto al nombre de su hijo: «mandó que lo que pariese, si fuesse hijo, le pusiesen Miguel, e si fuese hija, Ana»405. En palabras de Alain Milhou, “la onomástica, en especial la de los reyes, tenía enorme importancia tanto a nivel de las mentalidades populares como a nivel de la gente culta”406, por lo que no es de extrañar que este nombre, sin tradición en uno y otro reino peninsular, inaugurara nuevas relaciones al tiempo que avivaba los deseos de unión ibérica. El joven príncipe fue jurado heredero al trono aragonés en las cortes de Zaragoza del 22 de septiembre de 1498. Isabel y Fernando se ocuparían de educar a un nieto que daría continuidad a todas sus empresas. Nuevamente Castilla convocó a Cortes a todos sus procuradores, incluidos los de Salamanca, que recobró su voto en diciembre de 1498: [...] bien sabedes como plugo a Dios nuestro señor llevar para sí a la serenísima reyna e prinçesa doña Ysabel, nuestra hija primogénita, heredera que avía de ser destos nuestros reynos e señoríos, por lo qual quedó por nuestro primogénito e heredero destos nuestros reynos e señoríos para después de los días de mí la reyna, en defecto de varón hijo nuestro, el illustrísimo prínçipe don Miguel, su hijo, nuestro nieto407. [Comunicación realizada el 6 de diciembre de 2014]. Este hecho contrasta con los magníficos sepulcros del resto de los hermanos de Isabel: el príncipe Juan en Miraflores (Burgos); Juana en la Capilla Real de Granada; María en los Jerónimos (Lisboa) y Catalina en Kimbolton (Inglaterra). 405 Carro de las donas, fol. xlvi. 406 Alain Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, Casa Museo de Colón, Universidad, 1983, p. 357 y ss. Este trabajo sigue siendo de referencia para el epígrafe que aquí trabajamos. 407 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, pp. 63-64. Carta convocatoria de los Reyes Católicos fechada el cinco de diciembre de 1498 en Ocaña. RAH, 9/1784, fº 155v. 147 El 13 de enero de 1499 y en Ocaña, se juraba al príncipe Miguel como heredero al trono castellano. En la jura, se mencionan algunos mecanismos relativos a la cuestión sucesoria («para que prometan e juren que todo lo que yo dispusiere e hordenare por mi testamento cerca de la governaçión e administraçión de la persona del dicho prínçipe nuestro nieto, e destos dichos nuestros reynos e señoríos, será obedesçido e cunplido por todos»408). El proceso de jura, con la escenificación del poder regio, fue muy parecido al ceremonial desplegado en las anteriores Cortes de 1498. Mientras se acataba la cruz con la mano derecha, se decían las palabras de los Evangelios contenidas en el misal; a continuación, venía el besamanos, con el que concluía propiamente la ceremonia. Curiosamente, ni en las actas de corte ni en la ratificación del juramento se dice nada sobre la instrucción del heredero, alejado como estaba de la corte de su padre: muy poderosos e católicos prínçipes e señores el rey don Fernando e la reyna doña Ysabel, nuestros señores, ahuelo e ahuela del muy alto e muy eçelente señor don Miguel, prínçipe de Castilla e de Aragón e de Portogal, su nieto e legítimo heredero, nuestro señor, hijo legítimo de los muy altos e muy eçelentes señores don manuel, rey de Portogal e doña Ysabel, reyna de Portogal, que santa gloria aya, prinçesa e legítima heredera que fue destps dichos reynos, hija primogénita y heredera de los dichos don rey Fernando e la reyna doña Ysabel, nuestros señores, estando sus altesas en una sala de los palaçios donde al presente posan [...] resçiben e juran al dicho muy alto e muy eçelente prínçipe e señor don Miguel, hijo primogénito de la dicha señora reyna doña Ysabel, prinçesa e legítima heredera que fue destos dichos reynos, hija primogénita e heredera de los dichos rey don Fernando e reyna doña Ysabel, nuestros señore, por prínçipe e primogénito heredero e legítimo subçesor destos dichos reynos de Castilla, e León e de Granada en defeto de hijo varón de los dichos rey e reyna, nuestros señores, e para después de los días e fin de la dicha reyna nuestra señora por rey e señor destos dichos reynos409. En todo lo dispuesto, adquiere una especial relevancia el papel político de Isabel la Católica, «todo lo que la dicha reyna nuestra señora despusyere e hordenare por su testamento çerca de la governaçión e administraçión de la persona del dicho señor prínçipe don Miguel, su nieto» se acatase como su legítima voluntad por los principales del reino410. No obstante, en estas cortes de Ocaña y mediante el acatamiento otorgado, se vislumbra el futuro papel de Fernando como gobernador de Castilla. Ahí se habla de supuestos como el óbito de Isabel y la minoría de edad del príncipe Miguel. El 4 de febrero de 1499 y en la misma población toledana, los reyes expedían una serie de cartas al duque del Infantado y otros grandes que habían faltado a la jura como heredero del joven 408 Ibid. 409 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, p. 76. Acta del juramento dado por las cortes reunidas en Ocaña al príncipe Miguel el 13 de enero de 1499 en Ocaña. Cfr. RAH, 9/1784, fols. 160v-163r. 410 Ibid. 148 príncipe411. De la parte portuguesa, el infante fue declarado heredero en las Cortes de Lisboa, celebradas el 7 de marzo de 1499 en el monasterio de Santo Domingo412. El 20 de julio de 1500, y antes de que el pequeño príncipe cumpliera los dos años de edad, muere en Granada, debido a la debilidad que se le achacaba al infante, herencia de la madre según Mártir de Anglería: «que el hijo naciera sin fuerzas fue debido a la delgadez de la madre»413. Su muerte estuvo lejos del impacto político de las defunciones de los príncipes Afonso de Portugal y el príncipe Juan, acogida casi con indiferencia en ambas cortes414, como demuestra la relación de Góis: «do que el rei mostrou pouquo sentimento e ho mesmo se fez em Castella porque nem lá, nem qua se pos por elle dó, nem se fezeram por seu faleçimento has acostumadas çeremonias que se usam fazer pelos taes prinçipes quando morrem»415. En carta al cardenal Galíndez de Carvajal, dada en Granada el veintinueve de julio, el propio Mártir de Anglería dice: La muerte del pequeño Miguel ha abatido profundamente a los dos abuelos. Ya se declaran impotentes para soportar con serenidad de ánimo tantos bofetones de la Fortuna. Aturdidos, se preguntan por qué esta perturbadora de las cosas humanas entre tantos esplendores fuerza tanto el entrecejo y en medio de tan alegres sembrados planta tal cantidad de abrojos y espinas. Pero disimulan todo lo que pueden y en público se muestran con semblante sonriente y sereno. No es difícil adivinar lo que les pasa por dentro416. De todas las alianzas concertadas anteriormente, la más sólida y por ello la más importante era la de Portugal; por eso, tras la falta de Isabel, los Reyes Católicos decidieron utilizar a la última de sus hijas, María, para defender sus compromisos con el país vecino. Había transcurrido más de un año de la muerte de la princesa Isabel cuando Álvaro de Portugal, con motivo de un viaje a Lisboa, empezó a hablar de un nuevo matrimonio, esta vez con María, hermana de Isabel, para quien se requería un «tam real e tam benaventurado casamento»417. 411 Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, p. 94 y ss. 412 Isabel Maria Ribeiro Mendes Drumond Braga, “D. Miguel (1498-1500) ou o Projecto de um Monarca para a Peninsula iIbérica”, en Cooperação e conflicto. Portugal, Castela e Aragão. Séculos XV-XVII, Lisboa, Universitária Editora, 2002, pp. 35-60. 413 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario..., p. 376. 414 David Nogales Rincón, “Los proyectos matrimoniales hispano-portugueses durante el reinado de los Reyes Católicos: los sueños de unión ibérica”, De Medio Aevo, 4 (2013), pp. 43-68 [57-58]. También en Luis Suárez Fernández, Los Reyes Católicos. El camino hacia Europa…, pp. 194-196. 415 Damião de Góis, Crónica..., fol. 43v. Esta dolorosa indiferencia por la muerte del niño en ambos lados peninsulares, sin apenas ecos en la literatura de la época (a diferencia de su tío, el príncipe don Juan y de su propia madre), se puede explicar debido al caos político y sucesorio vivido tras su muerte, que obligaba a iniciar de nuevo el proceso de sucesión, esta vez con un príncipe de Borgoña. 416 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 411-412. 417 Damião de Góis, Crónica..., fol. 44v. 149 Estos sucesivos matrimonios con Portugal a fines del XV, de los que Isabel tomó parte, venían a reforzar la imagen historiográfica de lo que se ha llamado “sueños de unión ibérica”, desarrollado por los monarcas portugueses Afonso V, João II y Manuel I y por los Reyes Católicos de parte castellana. Sin embargo, dicho término descarta la propia unión relegándola a una iniciativa casi irreal, que choca frontalmente con los presupuestos de estos enlaces, más orientados a una perspectiva vehicular de cohesión política que a la unión efectiva de reinos418. Lo que sí se puede afirmar es que el providencialismo y el mesianismo que tantos frutos estaba otorgando en el reinado de los Reyes Católicos se personifican en la figura de Isabel y más tarde en la de su hijo Miguel. Estas ideas ya habían sido apuntadas en la labor historiográfica de Lucas de Tuy y Rodrigo Ximénez de Rada, que tendrán su máximo esplendor ya en el siglo XV, con las emblemáticas figuras de Alonso de Cartagena (Anacephaleosis), Rodrigo Sánchez de Arévalo y en menor medida también Diego de Valera419. Las conflictivas relaciones con Portugal a principios de siglo dejaron paso a una alianza posterior, sustentada con lazos de sangre, que vería con ilusión una unión ibérica pero que en ocasiones se consideraba con extremo recelo, principalmente del lado portugués. El motivo principal se debía a la posibilidad de que el reino acabara confinado en un pequeño estado dependiente de los poderosos Castilla y Aragón420. De esta manera, 418 En cuanto a los conceptos de mesianismo y unión ibérica, tan conectados entre sí, Vid. Alain Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica…. También el estudio y selección de textos de Eulàlia Durán Grau, y Joan Requesens, Profecia i poder al renaixement: text profétics catalans favorables a Ferran el Catòlic, Valencia, Eliseu Climent, 1997 así como el estudio de Jacobo Sanz Hermida, “Cancioneros y profecía: algunas notas sobre el mesianismo durante el reinado de los Reyes Católicos”, Via Spiritus, 6 (1999), pp. 7-25. En cuanto a la conquista de África, proyecto fernandino que empezó a fraguarse en los años centrales del decenio de 1490, así como a la unidad mediterránea, Cfr. Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “El ‘Rey Católico’ de la primeras guerras de Italia…”. Respecto a los sueños de unión ibérica, destacan los trabajos de David Nogales Rincón, “Los proyectos matrimoniales hispano-portugueses durante el reinado de los Reyes Católicos…”. 419 Estos últimos cronistas, embajadores de Castilla en Europa, escriben la Anacephaleosis y la Compendiosa historia hispánica, fieles seguidoras de la obra de Ximénez de Rada. Cartagena y Arévalo pretenden demostrar la antigüedad del trono castellano por encima del resto de reinos europeos y defender que los soberanos de Castilla son los únicos reges Hispaniae por ser herederos directos de los visigodos. Thomas Devaney, “Virtue, Virility, and History in Fifteenth-Century Castile”, Speculum, 88/3 (2013), pp. 721-749 [749]: “Jiménez de Rada was one of the first to interpret the roles of Iberia’s various peoples in a providential understanding of Castilian history. The idea of Castilians as descendants of the Visigoths who bore the holy duty of recovering Iberia from Islam, however, lay fallow for more than a century. It was the resurrection of this vision by Alfonso de Cartagena and his successors, who intertwined discourses about Romans, Goths, and Muslims as a means of using the past to comprehend contemporary political concerns that set the foundations upon which later authors would build”. 420 Humberto Carlos Baquero Moreno, “As relações entre Portugal e Castela...”, p. 59. 150 Portugal intentó neutralizar la posición hegemónica de los Reyes Católicos en la península, ya que estos disfutaban de una suerte de “imperialismo ibérico”421. Finalmente, con la quiebra de la sucesión castellana, Manuel I verá más cerca la consecución de este sueño ibérico. Para impulsar su ascenso, los cronistas portugueses crearán toda una suerte de promoción regia a través de lo que se conoce como el Emmanuelis iter in Castellam. Así, pues, se realizaba por medio legal lo que no se había conseguido anteriormente mediante el enfrentamiento, sancionando lo que Alfonso X expresaba en sus Partidas, la legitimación de acceder al trono de un reino por medio del casamiento, ya que «quando alguno casa con dueña que es heredera de regno, que maguer que él non venga de linaje de reyes, puédese llamar rey después que fuese casado con ella»422. Tras la muerte de Isabel, la unión ibérica no era posible mediante el matrimonio, pero el nacimiento del príncipe Miguel abría nuevas posibilidades a la última unión de Castilla con Portugal423. Con el fallecimiento del príncipe Miguel acababan los sueños de unión ibérica, retomados más tarde, con las cortes de Tomar, durante el reinado de Felipe II. 421 Sobre la idea del imperio, véase: Martim de Albuquerque, “A ideia de imperio em Portugal”, en Estudos de Cultura Portuguesa, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, III, pp. 309-319. 422 Partida II, Título I, Ley IX. 423 Fernando Bouza Álvarez, “De un fin de siglo a otro. Unión de coronas ibéricas entre don Manuel y Felipe II”, en El tratado de Tordesillas y su época, Valladolid, Junta de Castilla y León-Sociedad V Centenario de Tordesillas, 1995, III, pp. 1453-1463 [1460]. 151 I. ISABEL, INFANTA DE CASTILLA, PRINCESA Y REINA DE PORTUGAL B) EDUCACIÓN, CULTURA Y PATRIMONIO LIBRARIO 1. EDUCACIÓN En general, aunque hay pocos datos tanto en documentos como en las relaciones cronísticas durante el siglo XV, la instrucción reglada se puede dividir en dos etapas424. La primera se circunscribe al entorno materno hasta los siete años, si bien la función de la madre como impulsora de la educación de sus hijos continúa hasta edad avanzada, como se aprecia bien en Isabel y sus hijos425. La segunda etapa se deja en manos de maestros y preceptores –humanistas o religiosos–, que inician una verdadera fase discente hasta los doce o los catorce años426. 424 Algunos detalles de carácter divulgativo en Historia de la educación en España y América. La educación en la Hispania antigua y medieval, Madrid, Fundación Santa María-SM, 1992, pp. 663 y 666 para la educación de las mujeres y los regimientos de príncipes, respectivamente. 425 Así puesto de relieve por Isabel Beceiro Pita, “Modelos de conducta y programas educativos para la aristocracia femenina (Siglos XII- XV)”, en De la Edad Media a la Moderna: Mujeres, educación y familia en el ámbito rural y urbano, ed. María Teresa López Beltrán, Málaga, Universidad de Málaga, 1999, pp. 37-72 y Ana Echevarría Arsuaga, “La juventud de los hijos del rey en la Castilla del siglo XV”, Mélanges de la Casa de Velázquez (Jóvenes en la historia), 34 (2004), pp. 127-153. Isabel la Católica continuará incidiendo en la cultura y educación de sus hijos a través de regalos como los lotes de libros que regalaba a sus hijas e incluso a su nuera Margarita de Austria. 426 Otros datos sobre la educación en Isabel Beceiro Pita, “La educación: un derecho y un deber del cortesano”, en La enseñanza en la Edad Media [X Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1999], coord. José Ignacio de la Iglesia Duarte, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2000, pp. 175-206; Cristina Segura Graíño, “La educación en la corte de Isabel I de Castilla”, en Mujeres y educación. Saberes, prácticas y discursos en la historia, dirs. Consuelo Flecha García, Marina Núñez Gil y María José Rebollo Espinosa, Sevilla, Diputación, 2005, pp. 321-329; Alfredo Alvar Ezquerra, “Modelos educativos de Isabel la Católica”, en La reina Isabel y las reinas de España, Realidad, modelos e imagen historiográfica, Actas de la VIII Reunión Científica de la Fundación española de Historia Moderna, coords. María Victoria López Cordón y Gloria Franco Rubio, Madrid, Fundación española de Historia Moderna, 2005, I, pp. 123-136; y, finalmente, María Isabel del Val Valdivieso, “Isabel la Católica y la educación”, Aragón en la Edad Media, 19 (2006), pp. 555-562; id. “La educación en la corte de la Reina Católica”, Miscelánea Comillas. Revista de Ciencias Humanas y Sociales, 69/134 (2011), pp. 255-273; id. “La educación del príncipe y de las infantas en la corte castellana al final del siglo XV”, ActaLauris, 1 (2013), pp. 7-21. Por su parte, Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, pp. 89-122, así como en sus artículos, “La instrucción infantil de Isabel, infanta de Castilla (1451-1461), en Arte y cultura en la época de Isabel la Católica, ed. Julio Valdeón Baruque, Valladolid, Instituto Universitario de Simancas-Ámbito, 2003, pp. 155-177; id. “La instrucción de Isabel la Católica. Los años cruciales (1451-1467)”, Arbor, 701 (2004), pp. 107-128. Otros datos de interés en José Luis Martín, “La educación de los hijos. Letras, música y modales”, en V Centenario. Isabel la Católica. El legado de la reina, en La aventura de la Historia, 72 (2004), pp. 78-84 y también en María Jesús Díez Garretas, “Lectura y escritura en la casa y corte de Isabel la Católica”, En el centenario de Isabel la Católica / XVI Simposio de Historia de la Iglesia en España y América, coords. Paulino Castañeda Delgado, Manuel José Cociña y Abella, Jose María García de Lomas Mier, Córdoba, Publicaciones Obra Social y Cultural Caja Sur, 2008, pp. 131-156. http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=3753 http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=343699 http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=2406162 152 1.1. Isabel y la educación femenina a fines del XV Diego Clemencín en su Elogio de la Reina Católica fue el primero en ocuparse de la educación recibida por los infantes427. Sin embargo, se centra exclusivamente en la formación del heredero y descuida los datos sobre las infantas428. Desde entonces, no contamos con un estudio monográfico sobre la educación de los hijos de los Reyes Católicos, sino que hemos de desgranar la información a partir de los apuntes documentales de Baeza y en otros trabajos429. La educación no se concebía de la misma forma para varones y niñas, como tampoco era igualitaria entre los príncipes herederos y las infantas o sucesivos hijos dentro del matrimonio real430. El aprendizaje bajomedieval responde a un componente pragmático para el correcto gobierno y regimiento de la cosa pública en el caso de los príncipes herederos. Para las infantas, futuras princesas y reinas, aunque también se les dediquen speculi reginarum y manuales de cortesía, el matrimonio y la faceta moral cobran importancia en obras religiosas, propias de un ambiente femenino. Para estudiar la evolución de la educación, la cultura y el ideal cortesano de las mujeres resultará de interés revisar la literatura didáctica dirigida a ellas431. El modelo ideal cortesano de la mujer se plasma en obras como las de Cristine de Pisan en Le livre des trois virtus, escrito hacia 1406 o Lo libre des dones de Francesc Eiximenis, el cual mantuvo su preeminencia hasta la anónima traducción castellana de la obra, el Carro de 427 Diego Clemencín, Elogio de la reina católica doña Isabel, al que siguen varias ilustraciones sobre su reinado, Madrid, Academia de la Historia-Imprenta de Sancha, 1821, ilustración XIV, “Sobre la educación del príncipe don Juan y sus hermanas”, pp. 383-387 [383]; (existe edición facsimilar con estudio preliminar de Cristina Segura Graíño, Granada, Universidad, 2004). 428 La única salvedad es la anécdota recogida por Clemencín y de la que se harán eco muchos otros, puesto que “la reina católica amaba con particularidad a su hija doña Isabel, a quien solía llamar mi suegra porque se parecía a la reina doña Juana, madre de D. Fernando”. 429 Los datos aparecen desde el canónico estudio de Antonio de la Torre, “Maestros de los hijos de los Reyes Católicos”, Hispania, LXIII (1956), pp. 255-266, actualizado en María Isabel del Val Valdivieso, “La educación del príncipe y de las infantas en la corte castellana al final del siglo XV”, ActaLauris, 1 (2013), pp. 7-21, así como otras obras y artículos de carácter general sobre la instrucción (Vid. nota 426). 430 A este respecto, cabe matizar que la designación de ‘príncipe’ siempre se circunscribe al heredero del reino, mientras que con el término ‘infanta’, me refiero al “hijo legítimo del rey no heredero directo del trono”, según recoge el DRAE. Cfr. Cristina Segura Graíño, “Las mujeres en la época de Isabel I de Castilla”, Anales de Historia Medieval de la Europa Atlántica, 1 (2006), pp. 161-187. 431 De los modelos didácticos dirigidos a los varones, desde el Regimiento de príncipes de Santo Tomás de Aquino dirigido a Hugo de Lusiñán, rey de Chipre, la línea de los specula principis pasa por escritores como Juan Gil de Zamora, Francesc Eiximenis, pero también hay reflejos del buen gobernante así como valiosos consejos en El Conde Lucanor de don Juan Manuel, la Disciplina clerical de Pedro Alfonso de Huesca, el Doctrinal de privados del Marqués de Santillana o el Vergel de príncipes de Rodrigo de Arévalo, por citar solo unos pocos ejemplos significativos. 153 las donas, e incluso después en la famosa obra del humanista Juan Luis Vives, De institutione feminae christianae. Dentro de estas obras doctrinales432, importa por su época y destinataria el conocido Jardín de las nobles doncellas, de fray Martín de Córdoba, escrito entre 1468 y 1469 para la joven Isabel la Católica. La obra posee tres partes y la última aborda el papel de las mujeres en la sociedad, donde no se descarta que estas estudien, especialmente en lo tocante al regimiento del reino. Por esos años, un anónimo autor dedica a la Católica La poncella de Francia, con idéntica intención didáctica y ejemplar a través de un único personaje modelo: Juana de Arco433. Más cercano a Isabel iunior, sobresale el Diálogo sobre la educación del príncipe don Juan, de Alonso Ortiz, con fábulas para instruir al niño en las verdades de la fe434. La obra incide en la importancia del carácter intelectual y el saber, pero es bastante más acusada el interés en torno a la formación moral para llegar a alcanzar una «perfección espiritual». Clemencín apuntaba que varios asientos de los inventarios de Isabel la Católica corresponden a libros destinados a la enseñanza del príncipe Juan y de las infantas435. Entre los libros comprados para la instrucción del príncipe, destaca un «Arte de Gramática», «un libro de San Buenaventura», o «un libro que se llama Héticas», aparte de los consabidos breviarios y libros de oración, por lo que se debe suponer que estas obras figuraran dentro del plan de enseñanza de las infantas436 . Más interesante resulta la partida de libros comprados el 4 de abril de 1493, con Isabel de nuevo en la corte de sus padres como princesa viuda. Entre los «libros de molde» que se mandan encuadernar aparece una «glosa de Santo Tomás», «otro libro de las 432 A este respecto: Tobias Brandenberger, Literatura de matrimonio (Península Ibérica, siglos XIV-XVI), Zaragoza, Libros Pórtico, 1997 y Pilar Rábade Obradó, “El arquetipo femenino en los debates del siglo XV castellano”, En la España medieval, 11 (1998), pp. 261-301. La autora pone de manifiesto la presencia de textos conductistas femeninos en el siglo XV, como lo fue este de fray Martín de Córdoba; el Libro de las claras y virtuosas mujeres, de Álvaro de Luna; El triunfo de las donas, de Juan Rodríguez del Padrón; el Tratado en defensa de las virtuosas mujeres, de Diego de Valera; la Instrucción de la mujer cristiana, de Vives y, finalmente y ya en el XVI, La perfecta casada de fray Luis de León. Vid. Núria Silleras-Fernández, “Exceso femenino, control masculino: Isabel la Católica y la literatura didáctica”, en Redes femeninas de promoción espiritual en los reinos peninsulares (S. XIII-XVI), ed. Blanca Garía, Roma Viella, 2013, pp. 185- 200. Otros datos de interés se encuentran en el reciente estudio de Julio Vélez-Sáinz, La defensa de la mujer en la literatura hispánica (ss. XV-XVII), Madrid, Cátedra, 2015. Igualmente, la Vita Christi de Isabel de Villena reivindica la condición de la mujer frente a quienes la acusan de ser inferior al hombre así como la causa de todos los males al recrear una conversación entre Cristo y Eva. 433 La poncella de Francia: la historia castellana de Juana de Arco, ed. Victoria Campo y Víctor Infantes, Madrid, Iberoamericana Vervuert, 1997. 434 Alonso Ortiz, Diálogo sobre la educación del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, ed. Giovanni María Bertini, Madrid, Porrúa, 1983. Más datos en el epígrafe 2.2.1.1 de la presente tesis, correspondiente a “La actividad literaria de Alonso Ortiz”. 435 Diego Clemencín, Elogio…, ilustración XVII, “Biblioteca de la Reina Doña Isabel”, pp. 434-480 [433]. 436 Cuentas, I, pp. 194 y 418, respectivamente. 154 Allegançias» y, finalmente, «otro libro de las Chicas»437. Este último, descrito así por el escribano, parece corresponder al Carro de las donas, una lectura exclusivamente femenina y que no parece que tenga interés en la instrucción del príncipe, pero sí en el entorno de las infantas. Desde el nacimiento hasta los seis o siete años, el niño vive en una primera fase educativa bajo supervisión femenina438. A este respecto, cobra verdadero interés la formación moral del niño, ofreciendo según su sexo unos modelos de virtud, como san Juan Bautista y Jesús para los niños y santa Inés, santa Cecilia o santa Catalina para las niñas, santas especialmente edificantes que motivan valores propios en su conciencia, como la castidad y virtud, amén de la piedad439. Del mismo modo, en estos primeros pasos, será la imitatio marianae la que se propugne en la educación femenina, con un modelo a seguir donde la niña ha de cumplir con los patrones de ser honrada, casta, obediente, honesta, virtuosa y solícita, como se desprenden de los textos conservados. Por ejemplo, Juan Luis Vives respecto a las cuatro hijas de Isabel la Católica afirma que: De las cuales cuatro hermanas podemos averiguadamente decir: ningunas otras mujeres en memoria de hombres haber sido honradas de más limpia fama, ningunas de más pura castidad, ningunas más queridas de sus pueblos, ningunas más admiradoras de sus maridos, ningunas a ellos más obedientes, ningunas más cuidadosas de conservar a sí y a los suyos sin alguna mácula, a ningunas haber más desagradado la fealdad y la deshonestidad, ningunas finalmente haber más llevado la medida de toda virtud que cabe en mujer440. Además de los patrones hagiográficos antes apuntados, el ambiente materno condiciona estos primeros años educativos441. La joven Isabel vivió en el entorno de su progenitora, compartiendo los avatares de la corte, itinerante y en guerra. No debió, entonces, de ser una situación discente normalizada, o no al menos como lo sería la posterior educación del príncipe don Juan o sus hermanas, no sólo por la sutil diferencia 437 Cuentas, II, p. 72. 438 Algunos datos de interés relativos a la infancia y su vinculación femenina en María del Carmen García Herrero, Las mujeres en Zaragoza en el siglo XV, Zaragoza, Prensas Universitarias-Ayuntamiento, 2006, pp. 119 y ss. 439 Sobre la importancia de estos patrones hagiográficos en la Edad Media y su llegada a los mimbres literarios, vid. Ángel Gómez Moreno, Claves hagiográficas de la literatura española (del Cantar de mio Cid a Cervantes), Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008. 440 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana, ed. Elizabeth Teresa Howe, Madrid, Fundación Universitaria Española-Universidad Pontificia de Salamanca, 1995, I, p. 54. También sobre la faceta piadosa de la infanta María en Maria de Lourdes Fernandes Correia, “D. Maria, mulher de D. Manuel I: uma face esquecida da corte do Venturoso”, Revista da Faculdade de Letras “Línguas e Literaturas”, (Porto), XX (2003), pp. 105-116 [106 y ss.]. 441 María Isabel del Val Valdivieso, “La educación en la corte de la Reina Católica…”, p. 256, insiste en el papel sobresaliente ejercido por la reina Católica en este aspecto, aunque sin descuidar que el rey Fernando pudo intervenir en la vida educativa de la corte. 155 entre el varón y las féminas, sino también por la situación más calmada en la que cabe inscribir a la corte a partir de 1480442. Los historiadores, según incide Fernández Álvarez, han tendido a idealizar esa “vida recogida y honesta, como correspondía al hogar de Isabel la Católica, en unas jornadas presididas por la propia reina”, que posteriormente la iconografía trataría de asentar443, pero, A esa visión de la corte de Isabel, un tanto edulcorada y excesivamente panegirista, hay que poner algunos reparos. En primer lugar, no podemos juntar a las cuatro hermanas ̶ Isabel, Juana, María y Catalina ̶ en un mismo proceso educativo, porque Isabel les llevaba demasiado tiempo a las demás: nueve años a Juana, doce a María y quince a Catalina. Con quien Juana jugaba y convivía era con sus hermanas pequeñas, María y Catalina. Esas tres sí formaban un pequeño haz, una pequeña tropa juvenil, quedando por encima, en otro nivel, la mayor [Isabel], y dejando aparte a don Juan, por su condición de príncipe heredero444. La situación política, más favorable (además del asentamiento de la corte en los reales de Sevilla o Toledo), así lo hace suponer. En todo caso, la instrucción para Isabel debió de darse en el propio palacio, bajo la vigilancia de una aya que pudiera también haber actuado de nodriza desde la más temprana edad y un ayo que velara por su correcta alimentación y salud espiritual445, ambos a elección propia de la madre y no con excesivos medios económicos ni favorables vientos políticos. De igual modo, parece existir una gran diferencia, aunque sólo sea por cuestión cronológica, entre la educación de las infantas más mayores, Isabel y Juana, y las más pequeñas, María y Catalina446. A pesar de esta presumible inestabilidad, el entorno materno de Isabel iunior remite al círculo femenino más próximo de la reina Católica, con un conjunto de damas que “no estorbara sino que apoyara su acción política”447, entre las que destacan aquellas 442 En ello insiste María Isabel del Val Valdivieso, “La educación del príncipe y de las infantas en la corte castellana al final del siglo XV…”, p. 18. 443 El siglo XIX en su vertiente historicista nos dejó algunos testimonios que recrean esta educación recibida por los infantes, en escenas idílicas donde Isabel iunior vuelve a situarse en un discreto segundo plano. Vid. el cuadro de Isidoro Lozano, Isabel la Católica presidiendo la educación de sus hijos, Barcelona, Audiencia Territorial, donde en una clara atmósfera historicista referida al periodo en el que se inscribe, aparece en primer plano la reina Isabel, con la mirada perdida mientras la más joven de sus hijas, Catalina, le muestra un papel. Juana y Catalina se sitúan en un segundo plano, hacia la ventana, y parecen ambas memorizar algún escrito que Juana sostiene en su mano derecha. A la izquierda de la tabla, aparece el príncipe Juan tocando el piano, mientras que a su lado se sienta una dama que borda y, a su lado, la infanta Isabel. A la izquierda del cuadro se sitúan dos hombres, posiblemente algunos de los preceptores de los infantes, quienes, tras unas mesas repletas de libros, observan todo en silencio. 444 Manuel Fernández Álvarez, Juana la Loca, la cautiva de Tordesillas, Madrid, Espasa Calpe, 2000, p. 51. 445 María del Cristo González Marrero, La casa de Isabel la Católica. Espacios domésticos y vida cotidiana, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 2005, pp. 116-117. 446 Así lo apunta María Isabel del Val Valdivieso, “La educación del príncipe y de las infantas…”, p. 17. 447 Miguel Ángel Ladero Quesada, “Isabel la Católica vista por sus contemporáneos…”, p. 247. De hecho, Isabel participó con estas ricas mujeres en todos los actos fundamentales de la corte, como entradas reales, 156 vinculadas al círculo portugués y otras al ambiente letrado. La infanta debió aprender el idioma luso en estos años, o al menos “chapurrearlo”448, no sólo por los lazos afectivos y familiares que le unían al país vecino, sino porque también al servicio de su madre y en la pequeña corte de la niña se encontraban damas portuguesas. Gonzalo de Baeza documenta numerosos asientos acerca de ello, verbigracia «una portoguesa bayladora»449. El conocimiento del idioma debió de ser importante al tiempo que le dotó de unas nociones básicas antes de su estadía en Moura por causa de as terçarias, donde a la edad de diez años y durante los tres que duró esa convivencia con Beatriz de Avís y el príncipe Afonso, Isabel debió de perfeccionar su manejo del portugués con los principales protagonistas del periodo. Sólo así se entiende su popularidad y buen recibimiento posterior en las cortes de João II y Manuel I. En cuanto al círculo más íntimo de Isabel la Católica, la casa de la reina se define como “el espacio femenino en que se reunieron mujeres cultas, preocupadas por el ejercicio del poder y que pretendían una autonomía de sus actos”450. Entre estas damas, “las primeras son sus hijas Isabel, Juana, María y Catalina e incluso alguna hija bastarda de Fernando, como Juana de Aragón”; son “mujeres solidarias entre sí” que sienten la necesidad de crear lazos culturales, preocupadas por la política y la cultura451. Entre ellas destacan algunos nombres como Juana de Mendoza, camarera de Isabel iunior, Teresa Enríquez, Leonor de Sotomayor, Catalina Medrano o María Pacheco, aparte de las consabidas Beatriz de Moya, Beatriz de Bobadilla y Beatriz Galindo, quien parece estar banquetes o recibimientos, como el dado a su padre tras la tala de la vega de Granada, en la campaña bélica, relatado por Diego de Valera en su Crónica, p. 212: «Fernando fue al alcáçar, donde la reyna con el prínçipe e infantas e todas las otras grandes señoras que allí se hallaron lo salieron a recebir». También sobre este entorno de puellae doctae, Vid. Ángela Muñoz Fernández, “Relaciones femeninas y activación de los mecanismos del privilegio y la merced. La casa de Isabel I de Castilla”, en Las mujeres y el poder: representaciones y prácticas de vida, eds. Ana Isabel Cerrada Jiménez y Cristina Segura Graiño, Madrid, Asociación Cultural Al-Mudayna, 2000, pp. 115-134 y Cristina Segura Graíño, “Las sabias mujeres de la corte de Isabel la Católica”, en Las sabias mujeres: educación, saber y autoría (siglos III- XVI), Madrid, Asociación Cultural Al-Mudayna, 1994, pp. 175-188. 448 El entorno materno portugués también jugó un importante papel en la educación de su madre, Isabel la Católica, como puso de relieve Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 25: “en el trato con su madre y sus criadas, carente aún de edad para cualquier tipo de educación programada, la infantita, al tiempo que empezaba a hablar el castellano, debió de empezar a chapurrear el portugués”. Este idioma, aprendido también de su madre y abuela, le serviría a Isabel la Católica en sus relaciones con el país vecino, sus entrevistas con Afonso V, así como en las vistas sin intérpretes con su tía Beatriz en Alcántara. De este modo se puede establecer un paralelismo con su hija, quien lo aprendió de igual manera en el entorno materno, herramienta que le fue de utilidad en sus posteriores lazos y avatares con el reino vecino. 449 Cuentas, I, p. 71 y también Diego de Valera, Crónica…, p. 171 destacan los bailes de la infanta con una doncella portuguesa. 450 Cristina Segura Graíño, “Las mujeres en la época de Isabel I de Castilla”, Anales de Historia Medieval de la Europa Atlántica, 1 (2006), pp. 161-187 [180]. 451 Ibid. No está de más recordar en este punto que Juana de Aragón, será la principal compradora de los bienes librarios de Isabel hija al salir los ítems en almoneda pública tras su fallecimiento. 157 más vinculada como preceptora de la infanta Juana a tenor de la noticia que se anuncia como «Latyna, criada de la ynfante»452. A partir de los siete años, por tanto, comienza la educación propiamente dicha, como en el caso del príncipe don Juan, pues los niños han de ser criados y educados en una segunda fase donde interviene el magister o preceptor. El término principal que corresponde a esta tarea es el de gobernación, tanto de la propia persona del príncipe o infanta así como la actitud del niño, que ha de ser de respeto, acatamiento, honra y servicio, cumpliendo lo que sus progenitores deseen para él. La figura del maestro a mediados del siglo XV recaía en manos de religiosos, como así constatan los vinculados no sólo al entorno regio sino también al nobiliario. Los Reyes Católicos seguirán esta costumbre, según se constata con la bula de Inocencio VIII dada en Roma a 18 de enero de 1487, en la que les concede el deseo ya expresado de servirse de religiosos para la instrucción de sus hijos, incluso de mendicantes de cualquier orden y sin permiso de sus superiores. Así lo fueron el dominico fray Diego de Deza para el príncipe don Juan o fray Pedro de Ampudia para la infanta Isabel, fray Andrés de Miranda para Juana y María mientras que Catalina estuvo al amparo de Alejandro Geraldini453. De esta manera, Isabel y Fernando introducen como novedad en la instrucción cortesana a humanistas llegados de Italia como lo fueron los hermanos Geraldini, Mártir de Anglería o Marineo Sículo. De todos ellos, sólo consta en las Cuentas de Baeza como «maestro de las ynfantes» Alejandro Geraldini, desde 1493. A través de estos preciosos apuntes de Baeza, se fecha en la edad de seis años el comienzo de la educación para Juana y María, si bien para Isabel y Catalina “no hay datos precisos”, como apunta Antonio de la Torre en su canónico estudio454. La educación bajomedieval no se restringe exclusivamente al intelecto, sino que también para el caso de las niñas y doncellas, se instruyen en todos aquellos conocimientos básicos que van a necesitar desarrollar a lo largo de su vida455. Desde una fuerte base religiosa, teórica y práctica, la educación se expanderá al aprendizaje de la lectura y otras lenguas, como el latín y el portugués en el entorno femenino de Isabel la Católica. Clemencín ya describe que “no quiso la reina que se echase de menos en la 452 Cuentas, II, p. 507. 453 Antonio de la Torre, “Maestros de los hijos de los Reyes Católicos…”, pp. 256-266. 454 Ibid., p. 264. 455 Especialmente interesantes los epígrafes dedicados a “Evolución del ideal femenino de la nobleza” y “La educación de las mujeres de la nobleza” en el anterior trabajo citado de María del Carmen García Herrero, Las mujeres en Zaragoza en el siglo XV…, pp. 131-147. 158 educación de sus hijas esta parte de la enseñanza de que había carecido la suya”, refiriéndose al estudio e instrucción del latín456. La adquisición del latín aparece como una novedad dentro de los estudios cortesanos, tanto que el humanista Juan Luis Vives incide acerca de los conocimientos de las cuatro hijas de la reina Católica, así como de «las otros dos que murieron reinas de Portugal», exclama: La edad nuestra vio aquellas cuatro hijas de la reina doña Isabel, que arriba nombré457, tener muy buenas letras. De todas partes me cuentan en esta tierra y esto con grandes loores y admiración, que la reina doña Juana, mujer del rey don Felipe y madre del nuestro emperador y rey don Carlos, haber improvisado de presto en latín a los que por las ciudades y pueblos adonde iba le hablaban según es costumbre hacer los pueblos a los nuevos príncipes. Lo mismo dicen los ingleses de su reina doña Catalina de España, hermana de la dicha reina doña Juana. Lo mismo de las otras dos que murieron reinas de Portugal458. Tan importante como el latín en la educación era el conocimiento de la historia. De este modo no sorprende que la propia reina Católica alentara obras que no sólo ahondaran en el pasado del reino para comprender mejor el presente, sino que también ayudarán a difundir ideas propias de su proyecto de gobierno, como el neogoticismo, visible en la Crónica abreviada de Diego de Valera o la moda humanística acerca de los vetera vestigia, que llevará a encargar a Nebrija su Muestra de la historia de las antigüedades de España459. De igual modo, las niñas de la nobleza y de la realeza reciben una sólida formación religiosa de carácter normativo que se traduce en una serie de obligaciones para con la Iglesia y los necesitados, por ello será de suma importancia la donación de mercedes y limosnas. Desde muy jóvenes se dedicarán a la oración y la práctica religiosa frecuente, tanto en su dimensión íntima e interior como en su proyección social. En el Carro de las donas se incide en los anteriores aspectos y en la profunda religiosidad de la infanta: «fue quando donzella tan sancta y devota y tan sabia y tan perfecta que subió en todo grado de 456 Diego Clemencín, Elogio..., ilustración XVI, “Ensayo sobre el siglo literario de la reina doña Isabel y su influjo en la ilustración española del siglo XVI, pp. 395-430 [397]. 457 Efectivamente, Vives las nombra a las cuatro en su Instrucción de la mujer cristiana…, p. 46. 458 Ibid., pp. 53-54. También hay referencias en Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 212, y en el artículo de Teresa Jiménez Calvente, “Maestros de latinidad en la corte de los Reyes Católicos: ¿un ideal de vida o una vida frustrada?”, en La literatura en la época de los Reyes Católicos, eds. Nicasio Salvador Miguel y Cristina Moya García, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008, pp. 103-125 [111]. 459 Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas. Primeros ecos, Madrid, Gredos, 1994, pp. 242-258. 159 perfectión, de honestidad. Dotada en dones de gracia, en rezar e ayunos e limosnas y devotas contemplaciones y sentimientos de nuestro señor Jesu Christo»460. Numerosas veces Gonzalo de Baeza recoge entradas de las limosnas entregadas por «la ynfante». También son cuantiosas las disposiciones para encuadernar «vnas Oras» o «guarneçer vnos libros de resar», destacando una pequeña anécdota de la limosna de mil ochocientos noventa y un maravedíes otorgada a «vn hombre que halló vnas Oras de la prinçesa que se avían perdido»461. Junto con esta educación religiosa462, las mujeres de finales del XV aprenden buenas costumbres como costura y bordado, música, arreglo personal, formación del buen gusto sin descuidar la moda y apariencia. En las siempre sorprendentes Cuentas de Baeza, se encuentran asientos de lo más curioso relativos a este ambiente femenino. Dentro del círculo de sirvientes de la infanta destacan Juana de Mendoza, camarera mayor de la infanta, Isabel Velázquez, moza de cámara, tres moras y un «morillo», más «Juanica, la negra de la ynfante»463, confirmando el punto de exotismo que representaba tener criados de color o musulmanes. De igual modo, a su servicio se encontraban una «portoguesa bayladora» y un «niño que bayla»464, personajes relacionados con los divertimentos de la Corte de los Reyes Católicos y con el gusto de la reina Católica por el baile y la música, quien seguramente inculcó a sus hijas el arte de la danza465. Así, tenemos constancia de que en las fiestas reales de Córdoba «la infanta salió a la fiesta, e con ella veynte damas ricamente arreadas», en las cuales «dançó e bayló una donzella portuguesa con ella»466. Destacan también numerosos datos sobre artes decorativas467: no faltan referencias a retablos e instrumentos de oración como rosarios, aunque también se documentan pormenores femeninos, como la adquisición de anillos de oro o cajas para 460 José Luis Martín Rodríguez, Isabel la Católica: sus hijas…, p. 101. 461 Cuentas, I, pp. 45, 145 y 323, respectivamente. A este respecto, David Nogales Rincón, “La asistencia social durante el reinado de los Reyes Católicos…”, p. 1033. 462 María Jesús Díez Garretas, “Lectura y escritura en la casa y corte de Isabel la Católica…”, pp. 131-156. 463 Cuentas, I, p. 145. 464 Ibid., pp. 71 y 107, respectivamente. 465 José María Llorens Cisteró, “La música en la casa del príncipe don Juan y de las infantas de Aragón y Castilla”, Nassarre, IX-2 (1993), pp. 155-174 e id. “La danza en la corte de doña Isabel la Católica”, Nasarre, XII-2 (1996), pp. 237-255. 466 Diego de Valera, Crónica…, p. 171. Estas fiestas, que se prolongaron durante varios días, contaron con bailes al final de los banquetes, en los cuales nos vuelve a informar Valera que la infanta tomó parte activa: «dançó e bayló la infanta, e con ella la misma donzella portuguesa». 467 Vid. Begoña Alonso Ruiz, “Doña Isabel de Castilla, entre la magnificencia castellana y portuguesa…”, pp. 105-121. 160 collares y un perfumador468, así como un cofre «prieto para tener cosas de tocar»469. En cuanto a la preocupación por la moda y la apariencia grata de estas mujeres, destacan las innumerables descripciones recogidas en las Cuentas sobre faldas, faldrillas, coses, tabardos, mantillas etc.470. Se puede apreciar la moda que se impuso en la segunda mitad del XV por vestirse a la manera morisca, costumbre de lujo y ostentación que se aprecia en asientos como «un sayo morisco para la ynfante»471. Sin duda, en este ambiente íntimo de la educación también hay espacio para el juego y el ocio. Entre los objetos propios de la infancia, como andadores o cunas, ya documentados en Baeza, también destacan los juguetes, pues el elemento lúdico poseerá un valor formativo, indispensable dentro de este aprendizaje inicial. La reina Isabel atendió a sus hijos como madre cariñosa, pues en las Cuentas se incluyen detalles infantiles tan primorosos como la compra de «vn carretoncillo para mostrarse andar a la ynfante» o «unos chapines para muñecas», así como las «dos pelotas de viento para dar a las ynfantes»472. A este respecto, Carmen Bernís documenta pagos en otras minutas con el fin de realizar ropa para las muñecas de las infantas que enviaron a Barcelona473. En el espacio del divertimento también entran en juego los animales exóticos, como los papagayos, recogidos en las Cuentas como regalos de la corte lusa para la infanta Isabel474. Por otra parte, el ejercicio de la costura se vincula a la actividad cotidiana de estas mujeres, por lo que en el caso de las niñas se puede resumir, en palabras de García Herrero, que “doctrina y costura son dos vocablos que apuntan al meollo de la educación 468 Cuentas, I, p. 174. 469 Comprado por Isabel Velázquez, la camarera de la infanta, por 400 maravedís, según consta en AGS, Casas y Sitios Reales, leg. 1, fol. 5 (1485). 470 Para saber con precisión detalles sobre la vestimenta, resulta muy útil y completo el libro de Carmen Bernís acerca de Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos, Madrid, Instituto Diego Velázquez, Consejo Supeior de Investigaciones Científicas, 1978, 2 vols; así como el capítulo dedicado a “Los atuendos de reinas e infantas” que se inserta en María del Cristo González Marrero, La casa de Isabel la Católica. Espacios domésticos y vida cotidiana, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 2005, pp. 265-282. 471 Cuentas, I, p. 219. Sobre la moda morisca, Carmen Bernís, “Modas moriscas en la sociedad cristiana española del XV y principios del XVI”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 144 (1959), pp. 199- 228. 472 Cuentas, I, p. 224. 473 Aunque en edad tardía en la cual Isabel no jugaría con muñecas, sí se documenta para el caso de sus hermanas, lo cual no es extraño para su primera educación, Carmen Bernís, Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos…, p. 43: “En 1492 los Reyes Católicos pagaron en Valencia treinta y nueve sueldos a un tal Maestre Martín por coser faldellinas, abits, camisas y trançats de olanda para las muñecas que se enviaron a Barcelona para las infantas”. 474 Cuentas, I, p. 229, donde se detalla la compra de «una jaula para unos papagayos que traxeron de Portogal». Estos animales y su recepción en Castilla se relacionan, además, con los descubrimientos portugueses y las relaciones de amistad entre ambos reinos. 161 femenina”475. De esta manera aparece asentado por Juan Luis Vives en su obra, donde incide en los conocimientos que las cuatro hijas de Isabel la Católica poseían tanto «en muy buenas letras» como que todas supiesen «hilar, coser y bordar»476. En este sentido, en la relación de Cuentas de Gonzalo de Baeza aparecen numerosas entradas referentes a los gastos de la infanta para estas labores y a los objetos asociados, como «dos pares de tyjeras de Tolosa doradas» o «agujas para labrar»477. Esta educación, al mismo tiempo, se inscribe en una corte itinerante en la que Isabel no se puede desligar de las obligaciones políticas a las que estaba llamada. Ha de acompañar a su madre a las entradas en los reales como, por ejemplo, en Toledo en el año de 1486478; también ha de participar de los banquetes y divertimentos de la corte con motivo de las recepciones reales, como la llegada de los embajadores ingleses. En resumen, de estos y otros eventos cortesanos tomaba parte en su día a día la pequeña Isabel. Quedan compendiadas todas las características de esta instrucción cortesana en los versos insertos en el speculum reginae que le dedica Pedro Gracia Dei: «de ser enseñado y saber enseñar / en leer, escribir, tañer y cantar / danzar y nadar, luchar, esgrimir / arco y ballesta, latinar y decir / xedrez y pelota, saber bien jugar»479, que parecen ser eco de lo expuesto por Santillana en su Prohemio e carta: «Ca estas tales cosas alegres e jocosas andan e concurren con el tiempo de la nueva hedad de juventud, es a saber, con el vestir, con el justar, con el dançar e con otros tales cortesanos exerçiçios»480. 1.2. Antonio Geraldini y Pedro de Ampudia, maestros de la infanta Tras estabilizar su reinado, lo primero que hicieron Isabel y Fernando fue atender a la educación de la infanta Isabel, dificultada por las circunstancias históricas y por la itinerancia de la corte durante su temprana infancia. Como en el caso posterior de sus hermanas Juana y María, Isabel comienza su instrucción a los seis años de edad, puesto que según consta en el Registro General del Sello, el 3 de enero 1476 en Valladolid se 475 María del Carmen García Herrero, Las mujeres en Zaragoza en el siglo XV…, p. 146. 476 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana..., p. 46. 477 Cuentas, I, p. 45. 478 Así aparece representada en la sillería del Coro bajo de la Catedral de Toledo. 479 Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 8v]. Estos versos han sido citados en diversas obras que tratan de la educación en la corte de los Reyes Católicos. 480 Ángel Gómez Moreno, El “Prohemio e carta” del Marqués de Santillana y la teoría literaria del s. XV, Barcelona, PPU, 1990, p. 51. 162 anota el «nombramiento de maestro de la Princesa, en favor de fray Pedro de Ampudia»481. Sin embargo, la estadía en Moura (1480-1483) supuso un impasse en la instrucción de la joven Isabel, que hace retrasar el nombramiento de facto del religioso hasta 1484. De hecho, la primera constancia documental sobre el fraile dominico Pedro de Ampudia se refiere al libramiento de cinco castellanos en 1484 en concepto de «maestro de la ynfante Doña Ysabel»482. En las Cuentas de Baeza se le abonan de 1486 a 1491, hasta que la infanta se convierte en princesa de Portugal, 50.000 maravedís anuales para su mantenimiento483. Sin duda, Isabel debió de recibir la educación propia de una joven de la realeza: la Biblia y los libros de materia piadosa o litúrgica; y algo de latín con una aproximación somera a los clásicos, todo ello de manos del fraile franciscano Pedro de Ampudia, de cuya biografía poco sabemos484. Aparte de Pedro de Ampudia, no hay que descartar tampoco el papel ejercido dentro de la corte por los hermanos Geraldini, así como la posible enseñanza de Antonio a la infanta Isabel. Nacidos en la ciudad italiana de Amelia en el seno de una familia de diplomáticos, los Geraldini llegaron a España en 1469 para servir en la corte literaria de los Reyes Católicos485. En concreto, Antonio Geraldini fue secretario y consejero del rey Juan II de Aragón y más tarde de los Reyes Católicos. En carta de Pedro Mártir de Anglería, datada en agosto de 1488, fecha en la que Anglería se instala en España, ya se refiere a Antonio como protonotario de Amelia y preceptor de la real primogénita, tildándole, además, de «ilustre poeta Geraldino». Más tarde, escribe Mártir a Alejandro, 481 Archivo General del Sello, eds. Gonzalo Ortiz de Montalván y María Asunción de Mendoza Lassalle, Valladolid, Instituto Jerónimo Zurita-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1950, I, entrada 861. 482 Cuentas, I, p. 58, aunque no consta mes ni día. 483 Así se colige de los asientos donde no sólo se atiende a su vestido y demás arreos de su casa, sino también a la cantidad estimada por su labor como preceptor. El 12 de abril de 1492, la asignación económica de Ampudia se vió incrementada a un total de 60.000 maravedís, que se le libraron cada año hasta la última paga documentada, fechada el 13 de abril de 1498, coincidiendo con la jura de Isabel como princesa de Asturias. Tras el fallecimiento de Isabel, el 7 de mayo de 1499 se le conceden a Pedro de Ampudia «20.000 maravedís, de que su alteza le fizo merçed», posiblemente como una de sus mandas testamentarias. Vid. Cuentas, II, pp. 17 y 33. 484 No se recoge entrada referente a Pedro de Ampudia en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. 485 Según la entrada del Diccionario biográfico español, a cargo de Luis Arranz Márquez, Real Academia de la Historia, 2012, XXII, pp. 710-711. Es significativo que no haya entrada para Antonio Geraldini, ya que su vida se liga a la de su hermano en esta entrada en la que se recogen dos líneas acerca de su labor. Otras referencias relativas a Alejandro Geraldini en Antonio Ybot León, La iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias, Barcelona, Salvat, 1963; Manuel de Castro, “Confesores de los Reyes Católicos”, Archivo Ibero-Americano, XXXIV (1974), pp. 55-126; Roberto María Tisnes Jiménez (CMF), Alejandro Geraldini. Primer obispo residente de Santo Domingo en la Española. Amigo y defensor de Colón, Santo Domingo, Amigos del Hogar, 1987; Pedro Borges (dir.), Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1992. 163 «sírvate de ejemplo tu hermano Antonio, el protonotario, cuya modestia y seriedad toda esta corte admira»486. Antonio Geraldini fue maestro y mentor de la primogénita de los Reyes Católicos, hasta el mismo día de su muerte487. Lo que no se puede precisar es en qué momento exacto comenzó su magisterio, puesto que su llegada a la península coincide con el nacimiento de Isabel así como la asignación en 1476 de maestro de la infanta a Ampudia. Cabría aventurar que ambos fueron preceptores al tiempo de la primogénita, posiblemente familiarizada con las letras latinas y la recuperación de los clásicos gracias a Antonio Geraldini, mientras que Pedro de Ampudia, como franciscano, pudo enseñar a la infanta los preceptos morales y religiosos de una espiritualidad que crecía en su influencia cortesana. Por su parte, Alejandro Geraldini optó por la carrera diplomática y eclesiástica, y también por las letras, con una temprana inclinación por las armas. Tras la muerte de su hermano Antonio, fue nombrado capellán y confesor real. En 1493, aparece en las Cuentas de Baeza como «maestro de las Ynfantas», esto es, de las más jóvenes por aquellos años, María y Catalina, puesto que Isabel se encontraba ya de vuelta en la corte castellana como princesa viuda. Sus biógrafos dicen que escribió tres libros, hoy perdidos, acerca de la educación de los jóvenes nobles, las mujeres y el oficio de los príncipes, obras que han de vincularse al ambiente didáctico de la corte de Isabel y Fernando y de las que debió beber el magisterio de Isabel iunior. A este respecto, en una carta de Alejandro Geraldini a León X en 1516, cuando estaba solicitando desde Colonia el obispado de Santo Domingo, afirma haber sido maestro de las cuatro hijas de los Reyes Católicos: «Acabo de llegar, Santísimo y Beatísimo Padre, del último confín de occidente, donde han transcurrido mis últimos treinta y cuatro años, donde he pasado la mejor época de mi vida instruyendo a cuatro reinas», es decir, a las cuatro hijas de Isabel y Fernando y, finalmente, remacha, «Ahora que ni las reinas, mis discípulas, me tienen con ellas ni tampoco otros que tanto se beneficiaron de mis favores, deseo vivir en una región del mundo nunca antes descubierta»488. 486 Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, p. 306. 487 Diego Clemencín, Elogio..., ilustración XVI, “Ensayo sobre el siglo literario de la reina doña Isabel y su influjo en la ilustración española del siglo XVI, pp. 395-430 [397]. 488 Diccionario biográfico y bibliográfico del humanismo español (s. XV al XVII), ed. Juan Francisco Domínguez, Madrid, Ediciones Clásicas, 2012, p. 345 y p. 346, respectivamente. 164 Alejandro representó a los Reyes Católicos en múltiples embajadas ante las principales cortes de Europa, aunque sin duda, fue Inglaterra el país que más visitó debido a que formó parte de la comitiva que acompañó a Catalina, de la que fue capellán mayor, en sus bodas con los herederos ingleses, en un primer momento con Arturo Tudor y más tarde con Enrique VIII. A Catalina le dedica un libro, hoy perdido, titulado Cathalinae. Son notables las oraciones y sermones pronunciados por Alejandro, como la Oratio pronunciada ante el rey de Rusia en la embajada de 1517 en la que actúo como delegado de León X, debido a la cruzada contra los turcos que se libraba en Europa. Posteriormente, fue obispo de Vultaria, en Salermo (Nápoles), así como de Monte Corvino, en el periodo 1496-1516. A finales de este último año, Alejandro fue nombrado obispo de Santo Domingo gracias a una bula de León X. De este modo, fue el primer obispo de la sede de Santo Domingo, en la Isla de la Española, y el primero que empezó a levantar la Catedral primada de América en dicha ciudad. Su preocupación por la educación tuvo su correlato en el nuevo mundo, ya que encargó a Rodrigo de Figueroa, justicia mayor, que le permitiese ocuparse de la educación de los hijos de los caciques de la isla durante dos años. Así, también, sus impresiones sobre el Nuevo Mundo quedaron vertidas en la obra Itinerarium ad Regiones sub Aequinoctiali Plaga constitutas, es decir, Itinerario por las regiones subequinociales (1519). Aunque publicado mucho después (1637), fue uno de los primeros libros escritos en América489. Alejandro Geraldini falleció en Santo Domingo el ocho de marzo de 1524490. Por desgracia, carecemos de documentos que permitan mayor precisión en el caso de la educación no sólo de la infanta sino también de sus hermanos. El nacimiento del príncipe don Juan relegó a la infanta Isabel a un segundo plano en la línea sucesoria. Esto explica la cicatería de los cronistas al ocuparse de esta etapa de su vida, al margen de sus frecuentes visitas a los reales durante la campaña de Granada. 489 Alejandro Geraldini, Itinerarium ad Regiones sub Aequinoctiali Plaga constitutas, Romae, Typis Gulielmi Faccioti, 1637; edición moderna en Itinerario por las regiones subequinociales, ed. A. Balbuena y A. Seco, Santo Domingo, Editora del Caribe, 1977 y la reciente Periplo hasta las regiones ubicadas al sur del equinoccio, eds. Carmen González Vázquez y Jesús Paniagua Pérez, León, Universidad de León, 2009. 490 Data según la entrada del Diccionario biográfico español…, p. 711; otros autores cifran la fecha de la muerte un año después. 165 2. CULTURA Y PATRIMONIO LIBRARIO Para completar las relaciones de Isabel iunior con la cultura y la educación resulta fundamental el inventario de libros que se conserva y que deja traslucir el bagaje de lecturas de la reina. 2.1. Bibliofilia femenina: Isabel la Católica y sus hijas Uno de los rasgos más sobresalientes y explorados de Isabel la Católica es el impulso que dio en su reinado a la cultura y, más concretamente, su mecenazgo literario. Al atender a esta importante dimensión, se parte de los dieciséis años que tenía cuando encargó a Gómez Manrique unos momos para celebrar el cumpleaños de su hermano Alfonso 491. En su interés por la cultura, Isabel sigue el ejemplo de otras reinas anteriores. En particular, hay que recordar a Berenguela, madre de Fernando III; a María de Molina, casada con Sancho IV; y a María de Castilla, primera esposa de Juan II, padre de Isabel. A este respecto, María de Castilla es considerada la impulsora de obras profeministas que salían al paso de la misoginia característica de la época: el Triunfo de las donas o la Cadira de honor, de Juan Rodríguez del Padrón; el Libro de las mujeres ilustres, de Alonso de Cartagena492; el Tratado en defensa de las virtuosas mujeres, de Diego de Valera; y, finalmente, el Libro de las virtuosas e claras mugeres, de Álvaro de Luna, obra que, por cierto, incluye veintiuna semblanzas de santas. En este sentido, es de destacar la importancia de los modelos específicamente femeninos, también en cuanto a las vidas de santas493. Es conocida su afición a la lectura, incluso al aprendizaje de otras lenguas como el portugués o el latín, aprendido en su madurez para acceder a un enorme volumen de textos de las materias más variadas. Huelga decir que, por esos años, la cultura libraria continuaba teniendo su principal sustento en la lengua latina. También impulsó gramáticas que dieran a conocer ese lenguaje, especialmente, en los conventos femeninos. 491 Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 79. 492 Este título de Cartagena responde a la traducción de la galería boccacciana, pero don Alonso sólo remató la labor del canciller de Ayala con el De casibus. 493 Baste recordar que entre los libros de Isabel la Católica catalogados por Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, pp. 449-450, se documenta un ejemplar, regalo de fray Hernando de Talavera a la reina «escripto de mano, en letra redonda, en papel de marca mayor, que es todo de Estorias de santas mugeres». 166 En fin, la riqueza de su biblioteca no es sólo un lugar común, a pesar de que algunos críticos, como Ian Michael, hayan negado el papel relevante de esta bibliofilia: “Isabel’s court life was much too busy to allow for bibliophilia and we have more evidence of her giving books away than of her collecting them”494. Por otra parte, antes y durante el reinado de los Reyes Católicos, junto con el mecenazgo cultural en todos los sectores de la sociedad, es más que patente el incremento de la cultura escrita, así como la conformación de bibliotecas, ya desarrolladas desde el siglo XIII 495. Al rey Juan II, padre de Isabel la Católica, «placiánle mucho libros e historias»496, y será su hija quien en 1477 lleve a cabo la primera tentativa de libreria regia al fundar el monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo497. El mecenazgo literario impulsado por Isabel y Fernando será otro de los puntales de este cambio cultural de fines del siglo XV 498. Los factores que conducen a esta corriente, sobre todo entre particulares, 494 Ian Michael, “Medieval Spanish Royal Libraries and their Dispersal”, en Letters and Society in Fifteenth-Century Spain in Studies presented to P. E. Russell on his eightieth birthday, eds. Alan Deyermond y Jeremy Lawrance, Londres, The Dolphin Book, 1993, pp. 103-113 [110]. Finalmente concluye el autor que Isabel “cames across above all as a woman of action”. 495 Son básicas las referencias bibliográficas siguientes para el estudio de las bibliotecas y de los catálogos de las mismas como Albert Derolez, Les catalogues de bibliothèques, Brepols, 1979; Jeremy N. H. Lawrance, “The Spread of Lay Literacy in Late Medieval Castile”, Bulletin of Hispanic Studies, LXII (1985), pp. 79-94; Charles B. Faulhaber, Libros y bibliotecas en la España medieval, Londres, Grant & Cutler Ltd., 1987, quien ya reclamaba realizar un Corpus Bibliothecarum Medii Aevi Hispanicarum, con el fin de ir identificando los textos contenidos. Parte de ese corpus puede verse ahora en la red en el portal y base de datos PhiloBiblon que dirige el propio Faulhaber y en el que unen esfuerzos numerosos especialistas: http://vm136.lib.berkeley.edu/BANC/philobiblon/index_es.html. Del mismo modo incidía en la gran cantidad de información que atesoramos de las bibliotecas de la Corona de Aragón frente a las de Castilla así como la abultada nómina de bibliotecas pertenecientes a judíos españoles frente a la falta absoluta de bibliotecas árabes. Posteriormente, Faulhaber analizó estos datos en un estupendo artículo: “La bibliotecas españolas medievales”, en Pensamiento medieval hispano. Homenaje a Horacio Santiago- Otero, coord. José María Soto Rábanos, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1998, pp. 785-800. Finalmente, este trabajo se retoma en Isabel Beceiro Pita, Libros, lectores y bibliotecas en la España Medieval, Nausícaä, Murcia, 2007. Para una visión general, Ana Martínez Pereira, “Historia de la formación y evolución de las bibliotecas”, en Historia de la edición y de la lectura en España 1472-1914, eds. Víctor Infantes, François Lopez y Jean-François Botrel, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003, pp. 114-122. 496 Así se describe en Hernán Pérez de Guzmán, Generaciones y semblanzas, ed. José Antonio Barrio Sánchez, Madrid, Cátedra, 1998, p. 112. 497 Laura Fernández Fernández, “Los espacios del conocimiento en palacio: de las arcas de libros a las bibliotecas cortesanas en el reino de Castilla”, Anales de Historia del Arte, 23 Número Especial II (2013), pp. 107-125. No se documentan bibliotecas como espacios específicos en el siglo XV, con la excepción de la pequeña biblioteca que Isabel la Católica mandó custodiar en San Juan de los Reyes en Toledo, destruida tras la invasión napoleónica. Del reinado anterior, no parece que Enrique IV fuera un rey especialmente interesado en los libros, pero se pueden espigar algunos datos en el artículo de Miguel Ángel Ladero Quesada, “Capilla, joyas y armas, tapices y libros de Enrique IV de Castilla”, Acta Hispaniae et Archeologica Medievalia. Homenaje a la Prof. Carmen Batlle Gallart, 26 (2005), pp. 851-874 [857-861]. Se hace un respaso de las posibilidades de estas bibliotecas y sus líneas de investigación en José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, “La situación actual y nuevas líneas de investigación sobre el libro y bibliotecas en la Edad Moderna”, en II Encuentro de jóvenes investigadores en Historia Moderna. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna, ed. Félix Labrador Arroyo, Madrid, Cinca, 2013, pp. 87-109. 498 Una muestra de estos trabajos se recoge en la monografía colectiva derivada del grupo de investigación Sociedad y literatura en la época de los Reyes Católicos, titulada La actividad literaria en la época de los 167 son muy variados, entre los cuales sobresalen los que se refieren a una tasa más elevada de alfabetismo entre la población o bien el paso del pergamino al papel, que abarató la conformación de la biblioteca y más aún la difusión del libro como un bien de consumo antes que de lujo. Con la implantación de la imprenta la importancia de la cultura escrita cristaliza, así como el hábito de la lectura, que pasa de ser de extraordinario a común499. Una de las bibliotecas de mujer más estudiadas es la de Isabel la Católica. La llamada “biblioteca de la reina” fue una creación decimonónica, desarrollada primeramente en los trabajos de Diego Clemencín500, y los posteriores de Francisco Javier Rodríguez Cantón, José Ferrandis o Antonio de la Torre501, los cuales contribuyeron a forjar la imagen de una reina no sólo mecenas de la cultura sino también bibliófila. Finalmente, será la codicóloga Elisa Ruiz García quien elabore la gran monografía acerca de Los libros de Isabel la Católica. Arqueología de un patrimonio escrito, título que refleja la reconstrucción arqueológica de un patrimonio escrito, manuscrito e impreso, de gran importancia502. Elisa Ruiz elabora una catalogación basada en diferentes partidas que permiten hablar de cerca de cuatrocientos volúmenes, de los más variados asuntos y temas503. De esta forma se recrean las relaciones de Isabel la Católica con el universo de la escritura y la lectura dando respuesta a diferentes cuestiones: el canon de lecturas de la reina, la escritura usual de la Católica y el material escriturario, la producción de Reyes Católicos, eds. Nicasio Salvador Miguel y Cristina Moya García, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008. Del mismo modo, destaca la obra de Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…. 499 Para nuestra época, son fundamentales las obras de Maxime Chevalier, Lectura y lectores en la España del siglo XVI y XVII, Madrid, Turner, 1976; Philippe Berger, Libro y lectura en la Valencia del renacimiento, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1987; Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica… así como para el posterior siglo XVI: Pedro M. Cátedra y Anastasio Rojo, Bibliotecas y lecturas de mujeres. Siglo XVI, Madrid, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2004. 500 Diego Clemencín, Elogio…, ilustración XVII, “Biblioteca de la Reina Doña Isabel”, pp. 434-480. Este erudito apunta a la creación de un incipiente archivo en Burgos en tiempos de la Católica “donde estaban muchos libros y escripturas originales e importantes a la casa e corona de Castilla e a su hacienda e patrimonio real” así como a que “fue natural que durante este periodo se buscasen libros y se empezasen a formar bibliotecas”. 501 Francisco Javier Sánchez Cantón, Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1950; José Ferrandis, Datos documentales para la Historia del Arte Español. 3. Inventarios reales (Juan II a Juana la Loca), Madrid, Instituto Diego Velázquez, 1943; Antonio de la Torre y del Cerro, Testamentaría de Isabel la Católica, Barcelona, Vda. de F. Rodríguez, 1974 y, finalmente, Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…. También se pueden espigar otros datos de interés en los asientos contenidos en las Cuentas de Gonzalo de Baeza. 502 Coincidiendo con el centenario, es interesante resaltar la exposición así como su correspondiente catálogo de Isabel la Católica. Los libros de la reina, Burgos, Instituto castellano y leonés de la lengua, Caja Burgos, 2004. También Nicasio Salvador Miguel, “La joya más valorada. La biblioteca”, en V Centenario. Isabel la Católica. El legado de la reina, La aventura de la Historia, 72 (2004), pp. 85-91. 503 Un estudio de los ejemplares conservados en el Escorial y en la Biblioteca de Palacio en Matilde López Serrano, “Bibliotecas de El Escorial y Palacio. Libros y manuscritos de los Reyes Católicos”, Reales Sitios, 26 (1979), pp. 29-36. 168 manuscritos por encargo, la recepción de la imprenta y, finalmente, la simbólica real en libros y documentos. La clasificación de los ejemplares responde a lo que Ruiz García denominó como “geometría variable”, a causa de la variedad en su conformación así como a la finalidad a la que eran destinados los volúmenes: El tipo de clasificación aplicado a este patrimonio librario ha entrañado la adopción de una vía ecléctica pues no se ajusta a los métodos cuantitativos puros ni a los principios de catalogación biblioteconómica, pero supone un intento de adecuación a los realia, en cuyo análisis el único modelo pertinente es el de la geometría variable504. Para el análisis de los libros de la reina, Elisa Ruiz partió con vocación continuista de la documentación existente ya identificada y catalogada por Cantón, el cual clasificó los fondos de la reina de esta manera: A. Inventario de libros de Margarita de Austria505. B. Relación de bienes que estuvieron a cargo del camarero Sancho de Paredes. B1. Traspaso del cargo de bienes muebles a Juan Velázquez, 1505. C. Relación de bienes que estuvieron a cargo de Rodrigo de Tordesillas en el Alcázar de Segovia. En realidad, se trata de dos documentos, cargos realizados por dos tesoreros en dos periodos distintos: C1. Gaspar de Gricio, 1503 C2. Rodrigo de Tordesillas, 1505506. D. Memorial de libros que fueron enviados al Monasterio de El Escorial (Real Biblioteca) y que procedían de la Capilla Real de la Catedral de Granada. D1. 1536507. D2. 1591508. Gracias a la recopilación de documentación inédita, Elisa Ruiz añadió otras partidas que identificó así: 504 Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 98. 505 Elisa Ruiz ya incide en el carácter colateral que tienen estos libros de Margarita con aquellos pertenecientes a los que se pueden considerar realmente patrimonio librario de Isabel la Católica, pero mantiene la tipología ya establecida por Sánchez Cantón. Su interés estriba en que muchos de estos volúmenes fueron regalados por Isabel la Católica a su nuera. Sobre el impulso de la bibliofilia regia de esta mujer, Cfr. José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, “La biblioteca de María de Hungría y la bibliofilia de Felipe II”, en Marie de Hongrie. Politique et culture sous la Renaissance aux Pays-Bas, Mariemont, eds. Bertrand Federinov y Gilles Docquier, Musée Royal de Mariemont, 2009, pp. 50-67. 506 En [C1] se recogen cerca de 200 ejemplares, mientras que en [C2], realizado tan sólo dos años después, sólo aparecen 160, lo que hace suponer uns hipotética pérdida o redistribución de libros, salvo que [C2] se encuentre incompleto. 507 Es decir, un inventario dado a conocer por Antonio Gallego Burín (“Nuevos datos sobre la Capilla Real de Granada”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 57 (1953), pp. 67-116), con 160 asientos, entre los cuales algunos de ellos figuran en blanco. 508 Se trata de una copia de la real cédula expedida por Felipe II para trasladar el patrimonio librario de la reina a El Escorial. 169 E. Relación de objetos hallados en dieciséis arcas de la reina Católica, en la que se comprenden varios momentos: E1. La relación más antigua y global, conocida como los libros del retrete o la recámara de la reina. E2. Otorgamiento del cargo a Juan Velázquez. F. Libros a cargo de Mendieta, en realidad, los libros pertenecientes a Isabel iunior. Se desgaja en dos partidas: F1. Cargo de Mendieta. F2. Cargo de Juan Velázquez509. G. Asientos varios definidos como curiosa artificialia y que se relacionan con libros y objetos de cultura escrita. Son los conocidos como “libros de memoria” y los «libros de debuxar», posiblemente relacionados con la educación de los infantes510. En función de su naturaleza, Elisa Ruiz los divide en: G1. Asientos librarios dispersos en distintas fuentes. G2. Recepciones de libros para la reina en concepto de regalo. G3. Tasaciones certificadas de ejemplares. G4. Material lecto-escriturario. G5. Aparato heráldico y emblemático. G6. Curiosa artificialia. A estos, Ruiz García añadió, finalmente, “inventarios relacionados con personas muy allegadas a doña Isabel que poseyeron igualmente colecciones particulares de libros” con el fin de que “tales fondos puedan proporcionar datos sobre posibles regalos o préstamos de ejemplares”511. Estos son los siguientes: H. Libros regalados por la soberana. H1. Libros regalados a María. H2. Libros regalados a Catalina. H3. Otros miembros de la corte. H4. Distribución de diversos libros por parte de la reina. I. Inventario de libros de Juana la Loca. J. Inventario de bienes de Fernando el Católico. K. Inventario de libros de fray Hernando de Talavera. En las fuentes primarias, Elisa Ruiz distingue entre “libros para leer” y “libros para rezar”, división que es observada de manera sistemática. Otro grupo numeroso de libros lo constituyen los libros de música, un apartado muy caracterizado debido a la morfología del ejemplar y la función asumida en la corte. Además, en los inventarios de 509 Se aborda un pequeño análisis del Cargo de Mendieta en Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, pp. 46 y 50, con reproducción de ambos inventarios en las láminas 8 y 9. La transcripción parcial, antes de la realizada por Elisa Ruiz, se realiza en Antonio de la Torre y del Cerro, Testamentaría de Isabel la Católica…, pp. 270 y ss. La transcripción completa de ambos puede verse en el apéndice final de la tesis. 510 Más noticias y la transcripción de este inventario en Juana María Arcelus Ulibarrena, “Relación de 49 asientos nuevos de la librería de Isabel la Católica y del Príncipe don Juan”, Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 21 (2003), pp. 319-331 e id. “La desconocida librería de Isabel la Católica que perteneció al príncipe don Juan”, en Actes del X Congrés Internacional de l’Associació Hispànica de Literatura Medieval, eds. Rafael Alemany, Josep Lluís Martos y Josep Miquel Manzanaro, Alacant, Institut Interuniversitario de Filologia Valenciana-Universidad de Alacant, 2005, I, pp. 295-320. 511 Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 28. 170 la reina Isabel figuran piezas híbridas o de difícil identificación y, finalmente, un reducido volumen de escritos que son de naturaleza archivística512. En resumen, estos libros de la reina muestran la enorme influencia de la literatura religiosa, para los que cabe distinguir entre los libros de rezo, las Sagradas Escrituras, las obras de espiritualidad y doctrina cristiana y otras obras de carácter mixto. 2.1.1. Los libros regalados por la reina a María y Catalina De toda esta “biblioteca”, destacan las partidas de libros que Isabel la Católica destinó a sus hijas como regalo por sus matrimonios513. Elisa Ruiz localizó dos documentos que registran los volúmenes enviados a sus hijas entre los años 1500-1501; ambas se encontraban alejadas de la corte en virtud de sus enlaces matrimoniales, pero sirven para conformar un canon de lecturas preferidas por la reina para sus hijas. A la primera, ya reina de Portugal gracias a las nupcias con Manuel I, le mandó 17 libros y un pergamino con las palabras de la Consagración, más otros objetos lujosos y variados514. Tras la muerte de Isabel la Católica, fue hallado un cofre pequeño que contenía más presentes para la reina de Portugal, entre ellos, 7 libros515. Por su parte, a Catalina le correspondieron 22 ejemplares por causa de su matrimonio con Arturo Tudor, príncipe de Gales, en Inglaterra516. La transcripción y lectura de los dos inventarios, denominados [H1] y [H2] respectivamente por Elisa Ruiz517, permiten establecer un fondo de lecturas femeninas, consideradas indispensables o gratas para la soberana, que mediante estas donaciones quería continuar la formación de sus hijas, ya soberanas de otros países. Del cotejo de 512 De los datos aportados por Elisa Ruiz en su monumental estudio se desglosan algunas conclusiones materiales, relativas a la historia del libro y de la lectura. De los volúmenes de la reina, cerca de 194 están escritos en castellano, 176 en latín y 14 en árabe (aunque se cifran en 323 los libros de idioma sin especificar). En cuanto a la técnica de producción, los libros manuscritos son mayoría frente a los impresos, una característica plenamente normal si tenemos en cuenta el riquísimo periodo en que se enmarca, esto es, el de la implantación de la imprenta. Respecto a la naturaleza del soporte, los usos materiales han aceptado plenamente el papel, mientras que el pergamino se reserva a los libros de rezo y a otros manuscritos. 513 Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 56. 514 Este inventario fue catalogado como [H1] por Elisa Ruiz y se custodia en Archivo General de Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, en adelante (CMC), 1ª época, legajo 156, pliegos 58br-v, 90ar, 98ar y 102av-br. Consta en el íncipit: «Que se vos faze cargo más que resçibistes en la çibdad de Granada a veinte días del mes de setiembre de mil y quinientos años». 515 [H3] para Elisa Ruiz. AGS, CMC, 1ª época, legajo 192, pliego 33ar. 516 El inventario, catalogado como [H2] para Elisa Ruiz, se conserva en AGS, CMC, 1ª época, legajo 156, pliegos 227ar, 228ar, 230br y 231av. 517 Para un estudio de esta parte, Cfr. Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, pp. 120-122. 171 ambos lotes, se establece el siguiente canon de lecturas femeninas, también llamado por José Luis Gonzalo Sánchez-Molero “ajuar de lecturas nupciales”518: LECTURAS FEMENINAS Título Autor [1] Sacramental Clemente Sánchez de Vercial [2] Enseñamiento del corazón San Buenaventura [3] Espejo de la cruz [Specchio di croce. Domenico Cavalca, traducción al castellano] [4] Contemptus mundi Thomas de Kempis [5] Vita Christi El Cartujano? Ambrosio Montesino? [6] Vidas de los Santos Padres San Jerónimo [7] Proverbios Séneca [8] Tratado de la vida y estado de la perfección [9] Lucero de la vida cristiana Pedro Jiménez de Préjano [10] Evangelios y epístolas de todo el año Gonzalo García de Santa María (trad.) [11] Breviario [12] Misal Tabla 2. El canon de lecturas femeninas. Los libros de María y Catalina El canon de lecturas femeninas establecido por Isabel la Católica para sus hijas recoge los principales títulos de la doctrina cristiana vinculados a la nueva sensibilidad devota y contemplativa. Así, pues, se recogen libros de rezo como los Evangelios y epístolas de todo el año519, Breviarios y Misales y otras obras conocidas del periodo: las Vitae Patrum, el Sacramental de Sánchez de Vercial, el Contemptus mundi de Kempis y el Enseñamiento del corazón de San Buenaventura. También destacan otras obras ascético-místicas como el anónimo Tratado de la vida y estado de la perfección, dirigido «al devoto hermano frey Juan de P. en la casa de sant Benito de Valladolid», según reza el proemio, y dividido en tres partes: «en la primera se dirá de los consejos evangélicos, y en la segunda de las gracias gratis dadas, y 518 José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, “Isabel la Católica, su influencia en la bibliofilia regia femenina del siglo XVI”, en La reina Isabel y las reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica, coords. María Victoria López-Cordón Cortezo y Gloria Ángeles Franco Rubio, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2005, pp. 157-176 [168]. 519 Según José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, “Isabel la Católica, su influencia en la bibliofilia regia femenina del siglo XVI…”, p. 162, estos Evangelios y epístolas quizá se correspondan con la traducción de Gonzalo García de Santa María [Zaragoza, 1485 y Salamanca, 1493]. 172 en la tercera de lo que pertenece al ombre para se ordenar a la perfección»520. Según Gómez Moreno, se trata de un “tratado de ascética, con gran sección sobre profecía, comparación de las religiones y defensa del celibato”521, libro práctico según la doctrina cristiana. El Lucero de la vida cristiana de Pedro Jiménez de Préjano, teólogo en Salamanca y obispo de Coria y Badajoz, está dedicado a los Reyes Católicos. Esta obra posee una clara intención ascético-mística porque: así como el lucero expele y alumbra las tinieblas y la oscuridad de la noche y alegra y guía los caminantes, así este libro expelerá y alumbrará las tinieblas y ciega ignorancia de los simples y ignorantes, y demostrará la vía de su peregrinación, cómo puedan venir a su Patria que es la bienaventuranza522. El Espejo de la cruz, «devoto e moral libro», es un escrito del siglo XIV del dominico italiano Domenico Cavalca (Specchio di croce), que el franciscano Juan Melgarejo trajo a España para su traducción e impresión. El traductor fue el cronista Alonso de Palencia, a ruego de Luis de Medina en 1485, impreso en Sevilla un año después523. Finalmente, el asiento recogido como «Vita Christi» alude a la obra del Cartujano, aunque podría corresponderse a la famosa traducción de Ambrosio Montesino del mismo título, realizado a petición de la propia reina Católica y que inaugura la imprenta complutense de Polono. A la reina de Portugal, su hija María, la reina le regaló, además, un Flos sanctorum; un ejemplar en castellano de Boecio (De consolatione): «escrito de molde, en papel y en romançe, que tiene las cubiertas de damasco morado y se çierra con çintas coloradas»; y otras obras de rezo como dos Misales y unas Horas, más un Breviario que se describe en su configuración material con sumo detalle: Un libro de rezar, que es Breviario, escrito de mano, en pergamino, eluminado, con una funda de çetín carmesí, forrada en lo mismo, con quatro borlas y botones y cayreles de oro hilado, que tiene dos texillos de oro tyrado con dos cabos cada uno de dos pieças encharneladas, que es la una pieça un manojo de flechas, esmaltadas de blanco y negro, y las otras de rosicler, y clavados los texillos cada uno con un escudo: el uno, de las armas reales de Castilla y León, el otro, de Aragón y en la otra tabla tiene clavados dos clavicos de oro, fechos como rosycas sin esmalte y un registro de oro tumbado, esmaltado de rosicler y verde y blanco con unas çintillas de sed de colores, el qual dicho libro vos ovo 520 Anónimo, Tratado de la vida y estado de la perfección, Salamanca, [s.i. pero Juan de Porras] 27 de abril, 1499, fol. aiv. (BNE, INC/2569). Hay digitalización a través de la BDH: http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000177087&page=1. Cuenta con un precioso grabado xilográfico al final del incunable que muestra a un religioso orante. 521 Así consta en la ficha de PhiloBiblon, BETA manid 1459, elaborada por Ángel Gómez Moreno. 522 Pedro Jiménez de Préjano, Lucero de la vida cristiana, Salamanca, 1493, fols. 3r y v. (BNE, INC/2083). 523 (BNE INC/1343). 173 entregado Violante d’Alvión, y la funda es de seda de vuestro cargo, en la qual dicha funda entró una vara de la dicha seda de çetín carmesý524. En este Breviario aparece el famoso Oficio de la Natividad, esto es, el Vitrina 3 escurialense, donde la reina Católica había anotado hacia el final el nacimiento de todos sus hijos. De tal modo, la reina entregaba a su hija no sólo unos códices ricos inscritos en un modelo de mujer y de espiritualidad, sino que también le transmitía un legado familiar e íntimo525. El lote librario de Catalina presenta mayor interés debido a que cuenta con un número más elevado de ejemplares: un Regimiento de príncipes; el Carro de dos vidas de Gómez García; un De las ceremonias de la misa con sus contemplaciones, de fray Íñigo de Mendoza; una Suma de confesión; un Título virginal de Nuestra Señora, de Alfonso de Fuentidueña; «otro libro que es de la Pasión», que puede corresponder a las Trobas de la gloriosa Pasión de Nuestro Redentor Jesucristo, del Comendador Román [Toledo, Juan Vázquez, ca. 1490]; el Soliloquio, esto es, «Otro libro, chequito, que es Sobreloquio de san Buenaventura, escripto de molde, de menos de quarto de pligo»; y, finalmente, los Misterios de Jerusalén526. Sorprende ver en la nómina libraria de Catalina un Breviario con las armas de Castilla y Portugal: «Un libro mediano rico, escripto en pergamino, de mano, todo él iluminado, que tiene en la primera plana en lo baxo un escudo de las armas reales de Castilla y Portogal, Briviario, y comiença en unas letras coloradas que dizen: “Invitatoria sumestrita” y acaba el dicho libro en un renglón que dize: “Feliçeli sortitur brauiminin”»527. ¿Se trataría quizá de algún libro perteneciente a Isabel iunior que, tras 524 Este manuscrito, en pergamino, calificado como [H1 14], podría corresponderse con el manuscrito escurialense Vitrina, 3. 525 María, ya reina de Portugal, siguió con la devota costumbre de su madre al apuntar al final del códice los nacimientos de sus propios hijos, desde João hasta Antonio (1502-1516). Cuando murió, sus libros pasaron a su hija Isabel, que se los llevaría de vuelta a España tras su matrimonio con Carlos V en 1526. 526 Apunta Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 479, que no se tiene noticias de esta edición, anterior al año 1501. Las conocidas son posteriores. 527 Se trata de [H2 1], que se describe profusamente en su aspecto material: «el qual dicho libro lleva una funda de terciopelo verde por la faz y por dentro forrado en brocado raso carmesý, con su falda larga cairelada a la redonda, y con quatro botones con sus borlas de hilo de oro hilado. En el qual va clavada una guarniçión de oro de martyllo, que son doçe piezas, las quatro dellas son rosas grandes redondas, con un torçal cada una a la redonda esmaltado de negro, y de dentro, de rosicler y blanco y negro, cada una de ellas con tres asillas que se clavan, y las quatro pieças encharneladas de dos en dos, las dos dellas esmaltadas de talla unas rosas de verde y balnco y rosicler, con sus socapas y unas coronillas donde entra el texillo y otras dos pieças son de la misma hechura, esmaltaas de talla, que son los çerraderos, y las otras dos pieças son para clavar debaxo de las otras, y lleva más dos texillos cortos por çerraderos de hilo de oro y plata tyrada y va clavada la dicha guarniçión con unos clavillos y boçetas de oro, que pesó toda la dicha guarniçión desclavadas, seis onças y cinco ochavas y un tomín y un grano, la qual dicha funda que lleva el dicho libro se fizo de brocado y se dio de vuestro cargo, en que entró del dicho brocado dos terçias y del dicho terçiopelo tres quartas». 174 su fallecimiento, ahora se regalaba a su hermana Catalina? Si así fuera, estas donaciones probarían una retórica de los afectos, donde el intercambio librario femenino se impulsa por lazos personales528. Antes de embarcar para Flandes, es posible que la infanta Juana también recibiera en 1496 una partida de libros como regalo de parte de su madre, a pesar de que no se ha conservado un documento que así lo pruebe, como en el caso de las anteriores infantas. No obstante, en el inventario de 1509 sobre los bienes de Juana, aparecen 8 de los 13 títulos antes propuestos, más una importante presencia de códices en latín, de encuadernación muy semejante a los de sus hermanas, por lo que podemos suponer que sí hubo tal donación materna529. De esta forma, se documentan las Epístolas de San Jerónimo; un Sacramental de Sánchez de Vercial; una Vita Christi; los Diálogos de San Agustín; un Boecio; el Espejo de la cruz; el Libro de las donas y un Adviento de Nuestro Señor, posiblemente, los sermones atribuidos a Caracciolo, aunque es más probable que se trate de la Colación muy provechosa de fray Hernando de Talavera530. Hasta este punto, de un análisis de este canon de lecturas se puede apreciar que la característica común es la religiosidad. Ruiz García apunta a que el desglose de materias se divide únicamente en dos grupos: a) libros de rezo y b) libros de espiritualidad y de formación cristiana, “a lo que parece que la reina no consideró oportuno distraer la atención de sus hijas con otro tipo de literatura”531. Sin embargo, la no inclusión de literatura de ficción y entretenimiento puede obedecer a que estos lotes se consideraban regalos formativos por Isabel la Católica, es decir, se trataría de una partida de libros preceptivos para cualquier reina cristiana y piadosa. Tampoco podemos olvidar que se cuidan las cuestiones relativas al buen gobierno, pues se incluye la obra Regimiento de príncipes. 528 Esta misma retórica de afectos tiene sus ecos en el círculo femenino próximo a Isabel la Católica, como prueba Juana de Aragón, compradora de muchos de los libros de Isabel (madre e hija). Sobre esta cuestión incidiremos en las páginas siguientes. 529 Se trata de [I] en la terminología usada por Elisa Ruiz, correspondiente al documento de AGS, CMC, 1ª época, legajo 259, ff. 64r-81v. 530 Dirigido a la reina Católica en los primeros años de gobierno, la obra pivota en torno al sermón de adviento y la reforma religiosa impulsada por la soberana. El texto ha sido objeto de un magnífico estudio y edición de Carmen Parrilla, Dos escritos destinados a la reina Isabel. [Colación muy provechosa. Tratado de loores de San Juan Evangelista], València, Publicacions de la Universitat de València, 2014. 531 Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 121. También datos de interés sobre esta cuestión de la misma autora en “Los libros de Isabel la Católica: una encrucijada de intereses”, en Libro y lectura en la Península Ibérica y Américas. Siglos XIII a XVIII, coord. Antonio Castillo Gómez, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2003, pp. 54-57. 175 Estos asientos librarios permiten conocer las relaciones de la reina y sus hijas con la imprenta. El «divino arte de imprimir», según Valera, se encontraba plenamente aceptado en este tránsito del siglo XV al XVI. El lote de María estaba formado por 13 impresos y tan sólo 4 manuscritos; el de Catalina contaba con 19 impresos y 3 manuscritos. El valor material y suntuoso del libro, más acusado a principios de siglo, cedía su lugar a obras encargadas expresamente por la reina que sólo contaban con bellas guarniciones en la encuadernación y aspecto externo en el caso de los impresos. Además, muchos de estos libros de molde fueron impresos en el taller sevillano de Meinardo Ungut y Estanislao Polono, tipógrafos que gozaron del favor real. Por el contrario, los manuscritos plantean otras cuestiones de interés: todos ellos se encuentran iluminados y algunos historiados, por no hablar de las excelentes encuadernaciones que se nos describen en ambos inventarios. Todos corresponden a libros de rezo (Breviarios, Horas o Misales) salvo el Lucero de la vida cristiana de Pedro Jiménez de Préjano, posiblemente porque se trate de un ejemplar dedicado por el autor a Isabel la Católica. Una pregunta que asalta al analizar estas dos partidas es saber si estos títulos se encontraban en las arcas de la soberana, es decir, si formaban parte de su fondo patrimonial y, posteriormente, se los regaló a sus hijas o de, si por el contrario, se encargaron y compraron para tal fin. Estas partidas correspondientes a libros elegidos por la propia madre para ambas infantas, presentan concomitancias y datos de interés en relación con los libros poseídos por Isabel iunior, “en lo que respecta a contenidos, lengua y forma de producción de los ejemplares”532. Sin embargo, en los libros de Isabel hija se documentan libros de menor carga devota: una Chronica mundi, un ejemplar de la Visión deleitable, un Regimiento de príncipes o el Panegírico que Pedro Marso dedicó a los Reyes Católicos. Las noticias recabadas por Ruiz García apuntan a que la reina agradeció los servicios prestados por aquellos miembros próximos a su corte mediante donaciones librarias. De tal forma, nada más llegar al poder, Isabel la Católica distribuyó varios volúmenes entre instituciones religiosas533, como el monasterio de San Antonio o el monasterio de Santa Cruz de Segovia, al que dona una Biblia rica «en latín, en pargamino 532 Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 122. 533 Denominados [H3]. Así lo expresa Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 120: “la primera decisión adoptada por la nueva titular en la Corona en materia de libros fue enviar un Misal al monasterio de San Jerónimo de El Paso de Madrid para celebrar las exequias del difunto. En dicho escrito, datado el 16 de diciembre de 1474, se especificaba que el ejemplar fuese luego destinado al monasterio de Santa María de Guadalupe, lugar donde debería ser enterrado el Trastámara”. 176 e cuberturas de seda terçiopelo carmesý, y los cabos de los texillos de oro». También regaló volúmenes a todos aquellos que habían apoyado su llegada al trono como, por ejemplo, «otro libro estoriado de los milagros de santa María», escrito en portugués, regalado por la Católica a Andrés Cabrera o «un libro que se llama Propiatatybus rerum», ofrecido a Hernando de Talavera. Para Ruiz García parece probable que estos manuscritos procederían del fondo patrimonial de la corona y sólo así se explica la ausencia de ciertas obras que debieron de pertenecerle sin duda y que no aparecen en sus inventarios. La influencia de la bibliofilia regia femenina ejercida por Isabel la Católica se transmitió no sólo a sus descendientes (Isabel, Juana, María y Catalina), sino que también a su nuera, Margarita de Austria534 y su legado engloba a otras reinas del siglo XVI como la emperatriz Isabel de Avis o Juana de Austria535. La reina Católica se preocupó, por tanto, de transmitir un determinado modelo cultural a sus hijas en cuya selección de títulos no cabe la arbitrariedad. Por su parte, la reina Juana permanecerá ajena a la preservación y difusión del patrimonio librario de su madre debido, principalmente, a las cuestiones políticas que le llevaron a la reclusión durante cerca de cincuenta años en Tordesillas. Según documenta Zalama, la lectura no se contempló como una actividad beneficiosa en el encierro de Juana, por lo que los libros acabaron abandonados en arcones, pasillos y ventanas y, en el peor de los casos, expoliados y vendidos536. El mismo autor expone cómo a partir de 1509 las condiciones impuestas en el encierro de la soberana impidieron cualquier tipo de mecenazgo cultural o actividad literaria. Por ello, en palabras de José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, se puede distinguir un modelo “vivo” del mecenazgo y el interés librario de Isabel la Católica en María, mientras que en Juana sería más propio hablar de un ejemplo “fósil”537. 534 Los libros de Margarita también firman parte de la biblioteca de Isabel la Católica para Elisa Ruiz. Esta partida de libros se denomina [A] y corresponde al documento de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, ms. 9/1004, ff. 89r-107v. Para su análisis en conjunto, Cfr. Marguerite Debae, La Bibliothèque de Marguerite d’Autriche. Essai de reconstitution d’ après l’inventaire de 1523- 1524, Lovaina-París, Éd. Peeters, 1995. 535 Una muestra de la posterior influencia de esta bibliofilia de Isabel la Católica se puede leer en José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, “Isabel la Católica, su influencia en la bibliofilia regia femenina del siglo XVI…”, pp. 167, denominada por el autor como “bibliofilia dinástica”. 536 Miguel Ángel Zalama, Vida cotidiana y arte en el palacio de la reina Juana I en Tordesillas, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2000. Este expolio se inició en 1518 cuando por orden de Carlos V se le entregaron a la infanta Catalina varios libros de su madre, lo que parece indicar este suceso es que el modelo pedagógico de la soberana seguía vigente y que había una intención de entroncar estos libros y su imagen del poder con los de Isabel la Católica, a fin de presentar a Catalina en Portugal. 537 José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, “Isabel la Católica, su influencia en la bibliofilia regia femenina del siglo XVI…”, p. 165. 177 En este extenso campo de lecturas, se observa una evolución en el posterior gusto regio que va de la predilección por un determinado tipo de obras devotas y religiosas a las históricas, novelas de caballerías y de amor cortés. Este desarrollo se debió no sólo al inevitable cambio generacional sino también a la implantación de la imprenta, arte divino que revolucionará los mundos de la lectura538. 2.2. El inventario doble de Isabel: una distorsión historiográfica Los libros atesorados en cofres o arcas suponían una parte fundamental de la vida cotidiana de la mujer medieval, en sus facetas intelectual, espiritual y litúrgica, funciones ya demostradas en la iconografía del siglo XV 539 y trasvasadas también al terreno literario540. En este momento, el lugar o espacio de los libros hace adquirir al objeto cada vez más importancia dentro de una nueva concepción también del tiempo y la distribución del mismo en la vida cotidiana, como demuestra fray Hernando de Talavera en su tratado De cómo se ha de ordenar el tiempo541. Así, pues, no resulta extraño que Isabel guardara y llevara consigo de viaje tanto sus libros como otros efectos personales en «una arca de cuero castaño barreada de hoja 538 Para una visión de conjunto: María Luisa López-Vidriero y Pedro M. Cátedra, La imprenta y su impacto en Castilla, Salamanca, Cervantes Industrias Gráficas, 1998. 539 Baste citar como ejemplo la tabla atribuida a Van Eyck, titulada Virgen con el niño, presente en la colegiata de Covarrubias de Burgos. En ella, la Virgen muestra un libro al niño, posiblemente un libro de horas, el cual simboliza la línea femenina de educación en las recreaciones evangélicas, como la Virgen del libro de Botticelli. Sin embargo, lo más interesante es la disposición de los objetos en la escena, donde se incluye un arca de libros abierta en el lado derecho de la tabla. 540 Así, de los casi cuatrocientos libros encontrados en las arcas de Isabel la Católica, se hallaba un libro «en papel, de mano [...] que habla de las mugeres». Se trataba del Arcipreste de Talavera o Corbacho, donde Martínez de Toledo, en un pasaje con ecos de Boccacccio y de la posterior Celestina, describía con sutil ironía lo que poseían las mujeres en estos cofres tan personales, con un poderoso conocimiento del imaginario femenino: «Todas estas cosas fallaréis en los cofres de las mugeres: Horas de Santa María, siete salmos, estorias de santos, salterio en romançe, ¡nin verle del ojo! Pero cançiones, dezires, coplas, cartas de enamorados e muchas otras locuras, esto sí. [...] Destas e otras infinidas cosas fallarás sus arcas e cofres atestados, que seyendo bien desplegado, una gruesa tienda se pararía sin verguença. Pero quando ellas esto rebuelven, adoban e guardan, así están ençendidas que les paresçe estar en gloria, con deseo de mucho más, que aun non están fartas nin contentas aunque toviesen quatro tanto más». Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera o Corbacho, ed. Michael Gerli, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 159-160. 541 Este texto de fray Hernando de Talavera presenta dos estadios. Primeramente, se conserva en el manuscrito escurialense titulado Avisación a María Pacheco (b.IV.26, fols. 1r-27v). Talavera, confesor de la condesa de Benavente, le dirige un práctico tratado que regula el día femenino y las tareas a realizar, includas las espirituales. Posteriormente, el tratadito se inserta en último lugar en un opúsculo salido de las prensas de Meinardo Ungut y Juan Pegnitzer, Granada, ca. 1496: Prouechoso tractado de como deuemos auer mucho cuydado de espender muy bien el tiempo, y en que manera lo auemos de espender para que no se pierda momento, realizado a petición de la propia condesa. Conservado en el incunable 2119 de la BNE y digitalizado en la BDH, no existe edición moderna de la obra. 178 de lata»542 cuando fue llamada a la corte castellana en 1498, con motivo de la quiebra de la sucesión al trono. Tras la muerte de la reina de Portugal, como era costumbre, se realizó un inventario de todos los bienes que quedaron en Zaragoza. En este caso, dicho inventario corresponde a una biblioteca que podemos considerar como portátil o de viaje, debido a que el resto de los libros de Isabel se hallaría en la corte portuguesa y de los cuales no se conoce el destino que sufrieron. En el inventario de libros de Manuel I (1495- 1521)543, se aprecia la interacción literaria peninsular en un tiempo en que se entrecruza lo medieval con formas culturales que anuncian y prefiguran la Modernidad, aunque especular sobre su paradero no parece acertado sin contar con más apoyo documental que el aquí expuesto544. Lejos de la anécdota o de la escasa entidad de una biblioteca portátil o de viaje, esta documentación es la única existente sobre la supuesta biblioteca de Isabel y tiene la importancia de que permite una aproximación a la reina desde un enfoque personal, político y cultural. Dichos bienes permanecieron en un primer momento en posesión de madona Marque545 para pasar, posteriormente, a manos de Martín de Mendieta, quien los recibió e inventarió en Toledo, muy posiblemente en el otoño de 1498546. En los años que median 542 En este sentido, según la acepción del DRAE, ‘barrear’ se entiende como “cerrar, fortificar con maderos o fajinas cualquier sitio abierto”, mientras que ‘barretear’ es “afianzar un baúl, un cofre, un cajón, etc., con barras de metal o de madera”, todo ello para la mejor conservación e imagen del arca. [Consultado el 1 de septiembre de 2015]. Las arcas eran muebles para guardar, que también se utilizaron como mesas, escritorios, tableros de ajedrez o retablos, que utilizaban los monarcas en sus continuos viajes. Solían no tener patas pero sí una cubierta curva para poder retirar el agua. Por el contrario, las arcas utilizadas en residencias y palacios sí poseían patas y tenían la cubierta plana, a fin de que la humedad no estropeara su contenido. Cfr. María del Cristo González Marrero, La casa de Isabel la Católica. Espacios domésticos y vida cotidiana, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 2005, pp. 206-209. Por el contrario, en María del Carmen García Herrero, Las mujeres en Zaragoza en el siglo XV…, p. 141 se extrañaba la autora de que en estas arcas y cofres guardaran las féminas sus libros a lo que respondía ella misma que “la hipótesis no es descabellada”, cuando la información presente en inventarios y en otras obras de religiosidad así parece demostrarlo. 543 Francisco de Sousa Viterbo, “A livraria real especialmente no reinado de D. Manuel”, História e Memórias da Academia Real das Sciencias de Lisboa, IX, Parte I, 1902, pp. 1-73. Posteriormente, se vio publicado íntegramente este inventario en Anselmo Braamcamp Freire, “Inventario da Guarda-Roupa de D. Manuel”, Archivo Histórico Portuguez, II, 1904, pp. 318-417. Este inventario, inserto en un códice mutilado en más de doscientas hojas, recoge 107 títulos irregularmente descritos, con sólo cinco impresos. 544 Ana Isabel Buescu, “Mais de Pedras que de Livros”, eHumanista, 2007, pp. 143-170 e id. Na Corte dos Reis de Portugal. Saberes, Ritos e Memórias: Estudos sobre o Século XVI, Lisboa, Edições Colibri, 2010, especialmente pp. 53-81, con un capítulo dedicado a “Livros e livrarias de reis e de príncipes entre os séculos XV e XVI. Algumas notas”. En estas partidas no aparecen libros de Isabel. 545 Por lo que se explicita en el íncipit de este inventario, bien podría denominarse como Cargo de Madona Marque lo que se conoce como Cargo de Mendieta: «Lo que está en poder de Mendieta del cargo de madona Marque». Véase nota siguiente para la ficha catalográfica del inventario. 546 Este inventario, conocido como Cargo de Mendieta, se conserva en Archivo General de Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, en adelante (CMC), 1ª época, legajo 192, pliego 70. La datación no está expresa pero se fecha «en Toledo después de su muerte», por lo que puede corresponderse con el otoño de 1498. Este inventario es [F1] según la terminología empleada por Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 46, término que se mantiene en el presente análisis. 179 hasta la muerte de Isabel la Católica esta arca debió de contarse entre las posesiones de la reina, pero no formó parte de su patrimonio librario personal al estar en poder de Mendieta, como se explicita en los íncipits de ambos inventarios547. Después de la muerte de la Católica, se ordenó vender los bienes de su cámara548. A tal efecto, Juan Velázquez, su ejecutor testamentario y miembro del Consejo Real, inventarió, tasó y vendió los ítems en almoneda en Arévalo, el 11 de junio de 1505549. Ambos inventarios fueron publicados como parte de los libros de Isabel la Católica por Elisa Ruiz, ya que [F1] permanecía inédito aunque [F2] fue publicado anterior y parcialmente por Antonio de la Torre y del Cerro550. Debido a que el arca no salió en almoneda pública en fecha posterior a la muerte de Isabel iunior sino con motivo del deceso de su madre, se nos ha conservado un inventario doble de los bienes puesto que, al volver a inventariar Juan Velázquez los ítems tras la muerte de la Católica, se genera un duplicado que incluye como novedad los precios y los compradores de las unidades. Aunque las entradas coinciden en su mayoría, el orden de los ítems así como las descripciones son diferentes en ambas listas551. Sin embargo, a pesar de que estos 22 volúmenes se adscriben en ambos inventarios como los libros de la reina de Portugal –y así siguen catalogados archivísticamente–, la historiografía los ha analizado siempre como parte del legado librario de Isabel la Católica y no de manera aislada y bajo la atribución cierta y ponderada a Isabel iunior. 547 En este sentido, la atribución de los libros incluidos en el arca de Isabel a su madre se fundamenta, según Elisa Ruiz, por la posesión de las llaves de la misma, ya que en el interior de la recámara de la reina se halló “un cofre que contenía un llavero, únicamente manejado por ella, con dieciséis llaves agrupadas en cinco ramales con cordones de diferentes colores y que se correspondían con otros tantos contenedores”, donde guardaría la Católica la parte más valiosa de su ajuar, aquellos objetos más estimados y preciados: joyas, reliquias y, por supuesto, libros organizados de manera caótica (Cfr. Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 110), aunque estos volúmenes, al estar en manos de Mendieta, ni siquiera permitían la posibilidad de ser consultados. 548 A fin de liquidar las deudas, los camareros y tesoreros reales recibían el mandato de hacer almoneda de todos sus bienes privados, con una salvedad en el caso de Isabel la Católica, que Fernando escogiera las joyas y demás elementos que quisiera retener, «porque viéndolas pueda tener más continua memoria del singular amor que a su señoría siempre tuve». Cfr. Testamento de Isabel la Católica y acta matrimonial, ed. facsímil y estudio de Luis Suárez Fernández, Madrid, Testimonio Compañía Editorial, 1992, p. 89. 549 Este inventario, a cargo de Juan Velázquez, se conserva en Archivo General de Simancas, (CMC), 1ª época, legajo 192, pliegos 68-69. La data está explícita en el íncipit: «En Arévalo a XI de junio de quinientos y çinco años, resçebió el dicho Juan Velázques e doña María de Velasco, su muger, en su nombre, del camarero Sancho de Paredes, un arca que era de las que tenía a cargo Mendieta». Se denomina F2 según la terminología empleada por Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 46. 550 Antonio de la Torre y del Cerro, Testamentaría de Isabel la Católica…, pp. 270 y ss. 551 El único ejemplar que falta es [22]: «Otro libro, por enquadernar, que está metido en una funda de lienço ençerado, cosido, que no se sabe qué cosa es», es decir, un libro que estaba en F1 y que no se describe en F2. 180 Los conocidos como inventarios de libros o bienes librarios han contribuido desde el siglo XX al avance y desarrollo del estudio de la cultura escrita y material al tiempo que han creado un apartado especial dentro de la sociología del libro552. Así, pues, se han analizado desde el punto de vista singular de los poseedores de estas bibliotecas, desde el punto de vista social –regio, nobiliario o eclesiástico, de donde destaca el inventario del Duque de Alba553–, o profesional –en escritores como Fernando de Rojas y sus libros «traydos y viejos y algunos rotos», por ejemplo, o impresores como Juan Cromberger–. El estudio de las materias preferidas, el canon de lecturas o simplemente los análisis cuantitativos del inventario recibido hoy por nosotros responden a un auge investigador con divergentes resultados, desde aquellos que intentan acercarse al documento como memoria casi fotográfica de un instante vital del poseedor, del que se destaca su importancia y erudición, hasta aquellos que se centran exclusivamente en la cantidad y calidad de los volúmenes en él contenidos554. A través de instrumentos tales como los catálogos de bibliotecas, no muy comunes, o los inventarios, generalmente realizados para fines legales testamentarios, 552 Cfr. Roger Chartier, “Materialidad del texto, textualidad del libro”, Orbius Tertius, 12 (2006), pp. 1-15. 553 Vid. Álvaro Bustos y Rebeca Sanmartín, “Fadrique Álvarez de Toledo, II Duque de Alba y su inventario de libros (1531): una biblioteca patrimonial”, en prensa, donde se recogen datos de las bibliotecas anteriores de esta noble familia. 554 Dentro del estudio de los inventarios, bibliotecas o cánones de lectura y lectores, entre la ingente bibliografía dedicada a la materia, destaca el temprano análisis de Manuel Serrano y Sanz, “Testamento del doctor Miçer Gonçalo García de Santa María, ciudadano de Çaragoça: año de 1519”, Boletín de la Real Academia Española, 1 (1914), pp. 470-478; más tarde, Fernando Huarte Morton, “Las bibliotecas particulares españolas de la Edad Moderna”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXI (1955), pp. 555-576. En cuanto al estudio del inventario desde la perspectiva filológica, sobresalen los certeros estudios de Víctor Infantes, “Las ausencias en los inventarios de libros y bibliotecas”, Bulletin Hispanique, 99 (1997), pp. 281-292; “La memoria de la biblioteca: el inventario”, en El escrito en el Siglo de Oro: prácticas y representaciones, eds. Agustín Redondo, Pedro M. Cátedra y María Luisa López-Vidriero, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1998, pp. 163-170, donde ya realizaba una metodología a la hora del análisis del inventario y sus posibilidades para el filólogo; id. “Los libros ‘traydos y viejos y algunos rotos’ que tuvo el bachiller Fernando de Rojas, nombrado autor de la obra llamada Celestina”, Bulletin Hispanique, 100 (1998), pp. 7-52; id. “La sombra escrita de los libros: sobre el estudio de los inventarios de bibliotecas, con el ejemplo de las lecturas y la letra de Fernando de Rojas”, en Literatura medieval y renacentista en España: líneas y pautas, eds. Natalia Fernández Rodríguez y María Fernández Ferreiro, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2012, pp. 67-96. Respecto a la biblioteca de Rojas, aparte de los estudios de Infantes, Cfr. Amancio Labandeira Fernández, “En torno a Fernando de Rojas y su biblioteca”, en Homenaje a Luis Morales Oliver, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 189-220. Para los inventarios de impresores, basta citar el trabajo de Clive Griffin, “El inventario del almacén de libros del impresor Juan Cromberger: Sevilla 1540”, en El libro antiguo español. IV: Coleccionismo y Bibliotecas (siglos XV-XVIII), dirs. María Luisa López-Vidriero y Pedro M. Cátedra, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca-Patrimonio Nacional y Sociedad Española de Historia del Libro, 1998, pp. 257-373 y, finalmente, desde una perspectiva sociológica más amplia, Hortensio Sobrado Correa, “Los inventarios post mortem como fuente privilegiada para el estudio de la historia de la cultura material en la Edad Moderna”, Hispania, 215 (2003), pp. 825-862. Actualmente, la base de datos en línea IBSO: Inventarios y Bibliotecas del Siglo de Oro, recrea bibliotecas ideales e hipotéticas y puede consultarse a través del siguiente enlace: [Consultado el 18 de diciembre de 2015]. 181 donde se incluye también el resultado de la subasta pública, se nos ofrece una información preciosa acerca de los títulos, la naturaleza del soporte, los compradores o los precios pagados, que derivan en la valoración material del libro. En resumen, en torno a estas herramientas, los inventarios, se sustenta toda una nueva corriente crítica acerca de la sociología del libro, la cultura escrituraria y la historia de las ideas. El principal fin de un inventario es servir como instrumento jurídico-diplomático de carácter descriptivo e identificativo, recreando los bienes testimoniales de una persona, normalmente realizados post mortem. Sin embargo, para el filólogo curioso el interés del inventario radica en la (re)creación virtual de una biblioteca555. Este término ha generado una discusión conceptual, ya que a fines de la Edad Media no existe un espacio propio o estancia donde custodiar toda esa fuente de información, sino que los libros se depositan en arcas o cofres fuertemente asegurados con cerraduras y llaves que permiten su traslado y depósito en cortes itinerantes. Tampoco parece apropiado el término colección, puesto que implica un gusto estético dirigido por causa de contenidos formales, artísticos e históricos. De modo que se prefieren otras etiquetas como ‘los libros de’, ‘bienes librarios’ o ‘patrimonio bibliográfico’, siempre asociado a la persona a la que se refiere el inventario, etiquetado por Víctor Infantes como inventario singular, debido a la “importancia social, política o cultural del propietario y/o en ocasiones por la significación especial del fondo reunido”556. A este respecto, interesa el propietario en sí mismo y sus libros, ya que el análisis sirve como “prolongación de su actividad literaria, social, cultural, religiosa, etc.; los propios títulos de estos trabajos pretenden reflejar ‘los libros de’, ‘la biblioteca de’, equiparando la significación persona con la materialidad de los ejemplares que posee”557. Por su parte, el inventario general se refiere a grupos o colectividades así como a regiones o ciudades. En este sentido, Berger afirmaba que “habrá que tener en cuenta el escaso número de bibliotecas de mujer y renunciar a sacar resultados fiables de ello”558. En efecto, las bibliotecas femeninas no suscitaron el interés de los publicadores de inventarios, por razones que no dependen de la condición “genérica”, de mujer, sino por la pertenencia a grupos sociales menos influyentes en los terrenos culturales y 555 A la bibliografía ya citada sobre la materia, añadimos: José García Oro, Los reyes y los libros. La política libraría de la Corona en el Siglo de Oro, Madrid, Editorial Cisneros, 1995 e id. y María José Portela, La monarquía y los libros en el Siglo de Oro, Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones, 2000. 556 Víctor Infantes de Miguel, “La memoria de la biblioteca: el inventario…”, p. 164. 557 Ibid., p. 165. 558 Philippe Berger, Libro y lectura en la Valencia del Renacimiento…, I, p. 366. 182 económicos, olvidando la bibliofilia regia559. Sin embargo, estudios como los de Elisa Ruiz y otros investigadores, no hacen sino resaltar la importancia de la bibliofilia femenina a finales del siglo XV 560. En resumen, al margen de la valiosa contribución de Elisa Ruiz sobre el patrimonio librario de la Católica, parece conveniente considerar esta lista de libros, ante todo y sobre todo, en relación con Isabel iunior. En el caso concreto del inventario doble descrito en [F1] y [F2], Elisa Ruiz, nunca oculta la procedencia de estos volúmenes y su pertenencia a la reina portuguesa, pero al insertarlos en los bienes de Isabel la Católica, bajo el concepto de cercanía, préstamo o cesión testamentaria, crea una ambigüedad que influye en la propia valoración de la cultura personal de Isabel hija, al no individualizar de manera concreta el análisis de estos ítems en la persona de la reina de Portugal. 2.3. Las materias y los libros Tras elaborar una transcripción adecuada de ambos inventarios, [F1] y [F2]561, la clasificación del contenido se establece en libros, pinturas, material escriturario y curiosa artificialia, entre la que destaca una «redomica para tinta» o barril de plomo, esto es, un tintero, un telar, un «altabaque de palma» o cestillo de costura realizado en mimbre, así como una «pieça de bretaña» y una sábana para cubrir el arca. La inmediatez del documento y su valor testimonial se enriquecen con la apreciación del escribano que recoge igualmente entre estos enseres una «caxita pintada, con una medalla de latón en su interior» y el «hilo blanco y rodaja de seda vieja» que quedaron en el cestillo de costura. La descripción de estos útiles, pertenecientes al ámbito más personal de Isabel, revela un sumo cuidado en la conservación de estos enseres, así como muestra las labores propias femeninas más cotidianas, es decir, la costura y la escritura, ya testimoniadas en el obras literarias como el Carro de las donas. En el apartado de tablas562, Miguel Ángel Zalama ya destacó el gran número que se consigna en este inventario, tanto es así que posteriormente se realizó un apartado 559 Así lo afirman Pedro M. Cátedra y Anastasio Rojo, Bibliotecas y lecturas de mujeres. Siglo XVI…, p. 13, aunque es cierto que su análisis se limita al siglo XVI y a Valladolid exclusivamente. 560 Baste como ejemplo Victoria Campo, “Modelos para una mujer ‘modelo’: los libros de Isabel la Católica”, en Actas del IX Simposio de la Sociedad Española de Literatura General Comparada, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1994, I, pp. 85-94. 561 Ambas transcripciones pueden leerse en el apéndice documental final de la presente tesis. 562 En lo que a las pinturas y cuadros respecta, no entramos aquí en su análisis detallado, tan sólo apuntado tipológicamente. Para una amplia perspectiva, Cfr. Begoña Alonso Ruiz, “Emmanuelis iter in castellam: el viaje de los Reyes de Portugal por Castilla en 1498…”, pp. 2537-2554. 183 especial dentro de las almonedas de la reina Católica a este respecto, conocido como «Lienços e tablas de devoçión [de] Mendieta»563. Destaca la anotada como «tabla pequeña que tiene a la Madalena» de El Bosco, autoría que se admite sin fisuras por llevar escrito «Jeronimus» en la parte inferior del lienzo564. Del mismo excepcional autor destacan otras obras atribuibles, como San Antón con los demonios alrededor, que guarda concomitancias con el conocido tríptico de las Tentaciones de San Antonio, y otra tabla de igual temática denominada Las tentaciones de San Antonio565. Tabla 3. Relación de las pinturas de [F1] y [F2] Son numerosas las obras dedicadas a la Natividad así como al culto mariano y cristológico. Una vez más, la devotio moderna se cuela entre los enseres de Isabel. De tal manera, la religión basada en la imitatio Christi tenía su parangón desde lo visible y tangible (cifrado en cuadros, tablas y trípticos así como en los libros historiados) como 563 Miguel Ángel Zalama Rodríguez, “La infructuosa venta en almoneda de las pinturas de Isabel la Católica”, BSAA Arte, LXXIV (2008), pp. 45-66. En lo referente a estas pinturas, Zalama cataloga un total de treinta y nueve piezas frente a las diecinueve aquí recogidas. 564 Así se recoge en Miguel Ángel Zalama Rodríguez, “La infructuosa venta en almoneda…”, p. 56, adscripción que ya realizó Francisco Javier Sánchez Cantón, Libros, tapices y cuadros..., p. 182: “asiento curiosísimo de una Magdalena penitente, sin duda firmada por El Bosco”. Se cataloga también por José Manuel Pita Andrade, “Pinturas y pintores de Isabel la Católica”, en Isabel la Católica y el Arte, Carmen Manso Porto, Madrid, Real Academia de la Historia y Marquesa Viuda de Arriluce de Ybarra, 2006, pp. 13-71 [41]. 565 El primero de ellos se conserva en el Museo Nacional de Arte Antiga de Lisboa, Portugal, está firmado en la tabla central, en el ángulo inferior derecho. El segundo se conserva en el Museo Nacional del Prado, que lo expuso en el año 2016 en la gran muestra denominada El Bosco. La exposición del centenario, coincidiendo con los 500 años de la muerte del artista. PINTURAS Anunciación (3) Moisés recibiendo las tablas de la ley Natividad (3) Cristo con la cruz a cuestas (2) Madona (3) Magdalena penitente, El Bosco Magdalena desnuda, El Bosco [¿?] San Antón con demonios alrededor El Bosco [¿?] San Pedro y San Pablo Adoración de los Magos; Cristo atado a la columna; Virgen con el niño (3) Verónica Historia de la transfiguración del Señor 184 forma de llegada con lo intangible566. Estas obras de religiosidad, muchas de ellas firmadas por El Bosco, constituyen un patrimonio artístico de 19 ítems que inciden en la labor de mecenazgo de Isabel hija así como en su sensibilidad y gusto por la pintura567. En lo que respecta a los veintidós volúmenes, la clasificación empleada se ajusta a la apuntada por Infantes. La tipología documental es doble, puesto que [F1] es una mera tasación de bienes post mortem y [F2] es el resultado de una almoneda pública o subasta; la tipología cuantitativa, considerando las veintidós unidades librarias, conforman una biblioteca de viaje de uso personal. Finalmente, la tipología referencial se cifra en lo que Infantes catalogó como una biblioteca práctica que excede los diez o quince asientos bibliográficos, es decir, “el libro como bien físico primario, fundamentalmente de ocio (= ¿lectura?) o de utilidad inmediata, caso de los libros religiosos, devotos, etc.”568. Todos ellos forman parte del horizonte de lectura de uso femenino, es decir, lecturas religiosas y devocionales. De tal manera, los libros representados en el inventario según título y autor son: LIBROS Título Autor [1] Sermones San Agustín [2] Modus bene vivendi in christianam religionem San Bernardo de Claraval [3] Chronica mundi [No identificable] [4] De regimine principum [No identificable] [5] Dialogorum libri IV San Gregorio [trad. de fray Gonzalo de Ocaña a petición de Fernán Pérez de Guzmán] [6] [De religione?] [De ordinatione animae?] Isaac de Siria [7] Legenda aurea sanctorum Jacobo de Vorágine [8] Consolatio theologiae Juan de Tambaco 566 Así ha sido expuesto en detalle desde la perspectiva artística por Rafael M. Pérez García, “Imitatio Christi. Arte religioso doméstico, devociones privadas y espiritualidad en la sociedad sevillana del Renacimiento, 1520-1570”, en Arte, poder y sociedad y otros estudios sobre Extremadura. VII Jornadas de Historia en Llerena, coords. Felipe Lorenzana de la Puente y Francisco J. Mateos Ascacíbar, Llerena, Sociedad Extremeña de Historia, 2007, pp. 55-69. También Felipe Pereda Espeso, “Mencía de Mendoza (†1500), mujer del I Condestable de Castilla: El significado del patronazgo femenino en la Castilla del siglo XV”, en Patronos y coleccionistas. Los condestables de Castilla y el arte (siglos XV-XVII), coords. Begoña Alonso, María Cruz de Carlos y Felipe Pereda, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2005, pp. 11-119 [43] ya apunta a que entre los ragos de la cultura de la aristocracia femenina destaca “la utilidad de las imágenes como un lenguaje de devoción si no propio, sí al menos, susceptible de funcionar como una alternativa no-letrada de mecenazgo”. 567 Para una descripción de las tablas y su identificación, véase apéndice documental final de la tesis. 568 Víctor Infantes, “La memoria de la biblioteca: el inventario…”, p. 167 e id. “Las ausencias en los inventarios de libros y bibliotecas…”, p. 283. 185 Título Autor [9] Collationes sanctorum patrum San Juan Casiano [10] Scala spiritualis [Escala espiritual] Juan Clímaco [11] De los provechos que nasçen de las tribulaciones [¿?] [12] De consideratione San Bernardo de Claraval [13] Panegyricus Pedro Marso [14] Sacramental Clemente Sánchez de Vercial [15] Visión deleitable Alfonso de la Torre [16] Breviario [17] Devotionarium [18] Horas de nuestra señora [19] y [20] Misal romano (2) [21] Psalterium beati Brunonis episcopi herbipolensis San Bruno, obispo de Würzburg [22] «Otro libro [...] que no se sabe qué cosa es» [No identificable] Tabla 4. Relación de los veintidós libros de F1 y F2 De los veintidós volúmenes, un total de once son manuscritos y diez impresos, más uno «por enquadernar questá metido en una funda de lienço ençerado cosido que non se sabe qué cosa es» [22]. Los datos proceden de las propias descripciones de ambos inventarios, [F1] y [F2]569; los resultados obtenidos, por tanto, tienen siempre un valor relativo, al no poder contar con la totalidad de parámetros570. De cada ítem se da su autor, título –a veces el íncipit–, y a continuación diversos descriptores: si la obra está escrita en latín o romance, si el soporte es papel o pergamino o si el ejemplar está historiado o iluminado. En cuanto al formato las designaciones aportadas son de marca mayor, alto, mediano, pequeño, chiquito y otros trece sin especificar. Del análisis de los libros se deduca que un total de once son manuscritos y diez impresos, por lo que se aprecia una total compensación en este tránsito y revolución del periodo incunable. Determinados libros manuscritos formaban parte del horizonte de lectura o eran una forma privilegiada de materiales gráficos de uso femenino (Horas, 569 Debido a la propia naturaleza del inventario, las descripciones no son siempre homogéneas y, en muchas ocasiones, falta la totalidad de los parámetros de la descripción, por lo que se ha procedido a extractar las obras de ambos inventarios. 570 Se ha procedido a extractar las obras de ambos inventarios, privilegiando siempre el Cargo de Mendieta [F1] al ser más cercano a la fecha de la muerte de Isabel. 186 Diurnales...). En todo caso, estos libros eran instrumentos de devoción, más concretamente de la devotio moderna. En cuanto a la naturaleza del soporte, quince de ellos están realizados en papel, los correspondientes a impresos y algunos manuscritos, mientras que seis de ellos se conservan en pergamino. En lo que respecta a la lengua, son mayoría los escritos en latín con un total de diez, como corresponde a las obras de meditación y religiosas. Los escritos en lengua romance son cuatro, con un curioso ejemplar bilingüe y siete sin especificar, aunque muy posiblemente sean también en lengua latina, debido a la tipología religiosa de los ejemplares. Las descripciones de la decoración y riqueza material externa del libro son profusas, descritas con minuciosidad como demuestra el ítem que reza «Un librico chequito de oraciones, en latín, de mano, en pergamino, con unas cubiertas coloradas y con una çerradura de plata en que ay tres pieças y seis clavitos» [17]. Por el contrario, la descripción interna del libro será escasa, ya que sólo se documentan cinco de los veintidós volúmenes como «historiados», esto es, con grabados xilográficos mientras que algunos de ellos estarán iluminados. En cuanto al formato, las designaciones del inventario son: de marca mayor (3), mediano (1), pequeño (3), chiquito (2) y otros trece sin especificar. En cuanto a las adscripciones codicológicas y tipobibliográficas de los volúmenes se han establecido diversas categorías, dependiendo del grado de certeza de la adscripción: cierta (5), posible (6), dudosa (6), problemática (2) e imposible (3). Por último, el volumen de libros identificados corresponde a un total de doce mientras que los no identificados son diez. Otros datos que se extraen del análisis son aquellos que tienen que ver con los compradores, datos aportados únicamente en [F2] y únicamente en algunos de los ítems571. A pesar de que la almoneda es pública, el cículo de compradores suele ser muy reducido y limitado a personas de la familia o del círculo cortesano. Las fuentes consultadas constatan la existencia de un grupo reducido de fieles sirvientes de la reina, que ostentan cargos de confianza y que aparecen por doquier. Se trata de matrimonios como los ya citados Juan Velázquez y María de Velasco, así como su hijo Arnao; Sancho de Paredes e Isabel Coello; Francisco Ramírez de Madrid y Beatriz Galindo; Gutierre de Cárdenes y Teresa Enríquez, conocida como “la loca del Sacramento” debido a su ferviente religiosidad; Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla, etc. Las esposas 571 En cuanto al precio de los ítems comprados es pertinente establecer la equivalencia respecto a un real: 34 maravedís. Se pueden establecer precios unitarios de una obra en maravedís así como el número de ocurrencias de un mismo precio. 187 constituyen el círculo denominado “las mujeres de la reina”, puellae doctae que alentaron un patrocinio y una actividad literaria sobresalientes572. Igualmente, la transmisión femenina del libro por medio de la almoneda es patente a través de estos inventarios, en clara continuación de esa retórica de los afectos. Tabla 5. Relación de compradores y número de ejemplares adquiridos A este respecto, es muy interesante resaltar que existe una compradora (mujer) de los libros de Isabel, que se hace con la mayoría de los ítems: doña Juana de Aragón, hija natural de Fernando el Católico, duquesa de Frías y condesa de Haro. Posiblemente criada al amparo de la reina Católica, su inclusión dentro del círculo de sabias mujeres que 572 Aunque su influencia y repercusión en el círculo de poder de la reina así como en sus implicaciones literarias es patente, aún carecemos de un estudio monográfico sobre estas mujeres. 573 Hijo de Juan Velázquez y María Velasco, mujer que también compra siete ejemplares. Arnao compra un total de cinco, según el cómputo total de compradores y obras de los bienes librarios de Isabel la Católica elaborado por Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 145. 574 Pedro Gajardo según Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 144, de profesión «lençero?». 575 En el cómputo total de compradores y obras de los bienes librarios de Isabel la Católica elaborado por Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 144, este personaje se hace con un total de cinco ejemplares, incluido este. 576 Según Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 145, Juana de Aragón compra un total de diecisiete ejemplares, incluidos estos tres que aquí constan, siendo la mayor compradora en la almoneda, seguida del obispo de Málaga, Diego Ramírez de Villaescusa, con un total de diez. 577 Sorprende que este personaje, de quien no he podido identificar nada más, se hiciera exclusivamente con estos cuatro libros de la infanta, el mayor comprador de la misma, y no con ninguno más de los lotes de Isabel la Católica. Cfr. En el cómputo total de compradores y obras de los bienes librarios de Isabel la Católica elaborado por Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 143. 578 Según Elisa Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica..., p. 145 n. 218, este Suero de Somonte(s) “aparece citado en una cédula de doña Juana, dada en Alcalá de Henares con fecha de 28 de febrero de 1505”. COMPRADORES Nombre Número de ejemplares Arnao de Velasco573 1 Fajardo574 2 Fernando de Medina 1 Bachiller de Olano (Sebastián de Olano)575 1 Juana de Aragón, duquesa de Frías y Condesa de Haro (1515)576 3 Maestre Marcos Andrea577 4 Sandoval 1 Suero de Somonte578 1 No consta 8 188 rodean a la reina la hace partícipe de las novedades literarias y los divertimentos cortesanos, amén de otrogarle una posición de estrecha intimidad con la reina y sus hijas, en plena retórica de los afectos. Su interés bibliófilo la llevó a pagar una importante suma de dinero por otros lotes de libros de Isabel la Católica así como otros instrumentos, como una lente de la reina o el «barril de plomo guarnesçido, en una caxica de cuero negro», es decir, el tintero de Isabel iunior. Su afición por la lectura es bien conocida ya que Pedro Fernández de Villegas, arcediano de Burgos, tradujo por su mandado el Infierno de Dante, por lo que podemos afirmar que ejerció un importante mecenazgo literario579. 2.4. Análisis codicológico y tipobibliográfico de los ejemplares Antes de abordar el análisis codicológico y tipobibliográfico del inventario es necesario señalar primeramente las dificultades a la hora de identificar y adscribir los ítems. El principal escollo reside en que las piezas existentes no concuerdan con las descripciones transmitidas por la documentación citada. El fin último de este análisis se fija en la correcta identificación de los asientos, tanto codicológica para el caso de los manuscritos como tipobibliográfica para los impresos. Respecto a estos, la delimitación cronológica enmarcada en el periodo incunable, coincidente con la vida de Isabel (1470- 1498), ha ayudado en las búsquedas en los principales catálogos580. 579 Nacida hacia 1469, era hermana de Juan de Aragón, arzobispo de Zaragoza, otro hijo ilegítimo nacido de la relación de Fernando el Católico y Aldonza de Iborra. En el primer testamento de Fernando el Católico (Tordesillas, 12 de julio de 1475, antes de emprender la guerra contra Portugal), Fernando manda «al rey mi señor [Juan II de Aragón], y ruego mucho a la dicha reyna, mi muy cara y muy amada mujer, que quieran aver cuidado muy especial de criar, proveer y dotar a don Al[f]onso y a doña Juana, mis hijos naturales, y aun esto mando y encargo a la princesa, mi muy cara y amada hija, ca ciertamente son mis hijos y sus hermanos, aunque no legítimos». Es decir, que pese a todo, es muy posible que Juana fuera criada en la corte de la reina, con su hermana Isabel iunior y por ello al morir éstas, Juana quisiera hacerse con los libros, más por el afecto del recuerdo que por los textos. Juana de Aragón fue la segunda mujer de Bernardino Fernández de Velasco, de la casa de Haro, noble influyente y cercano al rey, uno de los principales valedores de la causa de Juana I a su llegada al trono. Sobre esta interesante mujer no poseemos más datos contrastados, aunque resulta apasionante su participación en el círculo de sabias mujeres. Recientes investigaciones apuntan a su mecenazgo literario: Álvaro Bustos, “Sobre la reina Isabel, Juana de Aragón y la hagiografía femenina: la Historia de la bendita Magdalena (Burgos, 1514)”, trabajo presentado en el último congreso de la AHLM, Oporto, septiembre, 2015. Sobre su participación en las almonedas de la reina, Cfr. Elisa Ruiz García, “Los Breviarios de la reina Católica: un signo de modernidad”, en III Jornadas científicas sobre Documentación en época de los Reyes Católicos, dir. Juan Carlos Galende Díaz, Madrid, Universidad Complutense, 2004, pp. 221-248 [226-227]. 580 Principalmente, el Incunabula Short Title Catalogue, el Gesamtkatalog der Wiegendrucke o el Catálogo bibliográfico de la colección de incunables de la Biblioteca Nacional de España de Julián Martín Abad, todos ellos conocidos bajo las siglas utilizadas a partir de ahora: ISTC = Incunabula Short Title Catalogue, accesible en línea a través de ; GW = Gesamtkatalog der Wiegendrucke, actualmente sólo se publica en línea: ; y CIBNES = Julián Martín Abad, Catálogo bibliográfico de la colección de incunables de la Biblioteca Nacional de España, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 2010. 189 Para identificar las adscripciones codicológicas y tipobibliográficas de los volúmenes se han establecido diversas categorías, esto es, dependiendo del grado de certeza de la adscripción: la primera es la de adscripción de la edición o del ejemplar manuscrito (cierta, posible, dudosa, problemática e imposible) así como la de ejemplar identificado o no identificado. Del mismo modo, se ha otorgado la etiqueta de manuscrito/edición identificado o no para aquellas copias o ediciones de los que se pueda dar tal información, muchos de ellos ya descritos en la monografía de Elisa Ruiz. De este modo, el volumen de libros identificados corresponde a un total de doce mientras que los no identificados ascienden a diez. Dentro de las ejemplares descritos en su adscripción cierta destacan tres. Primeramente, los Sermones de San Agustín [1]581, edición que Elisa Ruiz no identificaba pero que corresponde a [Basilea, Johannes Amerbach, (I) sin data; (II)-(V) 1494; (VI)- (VIII) 1495]582, que cuenta con un precioso grabado xilográfico en el vuelto de la portada que ocupa toda la página y representa a San Agustín en una iglesia, rodeado de feligreses y abajo, centrado, se inscribe la leyenda: «Salve gemma confessorum: Augustine lux doctorum»583. Otra obra hasta ahora no identificada es la que aparecía en la monografía de Elisa Ruiz como “Un libro titulado Subid animum”, en línea con lo descrito en los inventarios, que sólo ofrecen el íncipit –«Subid animum»–. El texto se identifica con el De consideratione de San Bernardo de Claraval [12]584, un manuscrito en papel del que existe una copia en la Biblioteca Nacional de Madrid –con digitalización–, de bella factura y con escudo de la familia Luna más otro cardenalicio que, evidentemente, no se relaciona con el poseído por Isabel, posiblemente perdido. 581 [1] «Las obras de Sant Agustín, en papel, de molde, enquadernado de tablas, en cuero negro, syn çerraduras» [F1] y «Otro libro de los Sermones de Sant Augostín, escrito de molde, en papel, con las cubiertas negras, syn çerradura» [F2]. 582 La obra se desgaja en siete partes con S. Brant como editor literario, aunque el ISTC sólo designa “with additions by Sebastian Brant” y el GW, “Mit. Being von S. Brant”: [(I) Sermones ad fratres in heremo commorantes (Sermones ad heremitas); (II) Sermones de verbis Domini; (III) Sermones de verbis apostoli; (IV) Sermones in epistolam canonicam beati Johannis primam; (V). Sermones populares (Quinquaginta); (VI) Sermones de tempore; (VII) Sermones de sanctis]. GW, 2920.- ISTC, ia01308000.- Martín Abad, CIBNES, A-248 y Ruiz García, Los libros de Isabel la Católica…, p. 372. Otra dificultad añadida a la adscripción de esta edición es que algunos de los ejemplares catalogados se ahíjan a otra edición de Amerbach, De verbis domini, por lo que el enredijo bibliográfico resulta evidente. 583 Para la reproducción del grabado, Vid. la excelente digitalización en línea de la BDH: http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000038424&page=1. [Consultado el 21 de diciembre de 2015]. 584 [12] «Otro libro de papel, de mano, que comiença “Subid animum”, las coberturas coloradas y una çerradura de latón» [F1] y «Otro libro escripto de mano, de quarto de pligo [sic], de marca mayor, de letra escolástica, con unas coberturas coloradas, que comiença “Subit”» [F2]. Para el manuscrito de la Nacional, con signatura RES/234, cfr. http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000050943&page=1. [Consultado el 21 de diciembre de 2015]. 190 Finalmente, la tercera obra nuevamente identificada es la Visión deleitable de Alfonso de la Torre [15], ya que podía corresponder a tres ediciones, de las que Elisa Ruiz se decantaba sin más explicaciones por [Toulouse, Juan Parix y Esteban Clebat, 1489], cuando existen dos más [Burgos, Fadrique de Basilea, ca. 1485] y [Toulouse, Henricus Mayer, ca. 1497 (1494 para Martín Abad)]. Sin embargo, según la descripción del ítem como «ystoriado»585, la edición de Parix y Clebat no puede adscribirse al ejemplar, pues no cuenta con ningún grabado, por lo que creo probado identificarla con la edición de Henricus Mayer, la única de todas las ediciones incunables posibles que incluye grabados xilográficos586. Otra de las adscripciones ciertas corresponde al Psalterium beati Brunonis episcopi herbipolensis de San Bruno, obispo de Würzburg [21]. Se trata de [Norimbergae], Antonius Koberger, 1497. Es más, la indicación del título del asiento se toma de la propia portada en [F2] «Otro libro escripto en papel, de molde, con unas coberturas leonadas, que dize, “Salteriun beati Brimonis episcopi”»587. Otras identificaciones ciertas son las Collationes sanctorum patrum de San Juan Casiano [9], identificado por Elisa Ruiz con el manuscrito escurialense e.II.5 o el manuscrito de la Escala espiritual de Juan Clímaco [10]. En la categoría de adscripciones posibles se incluyen aquellas obras que pueden corresponder a un máximo de diez ediciones o manuscritos, como el Dialogorum libri IV de San Gregorio [5], posiblemente el manuscrito con traducción de fray Gonzalo de Ocaña a petición de Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres, pero la adscripción sólo es posible en el caso de los tres manuscritos existentes en la Biblioteca Nacional, la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial y la Biblioteca de la Real Academia de la Historia588. Del mismo modo, el ítem descrito como «Otro libro escripto de molde, en 585 [15] «Otro libro que se dize Visión deleitable, escripto en papel, de molde, en romançe e ystoriado, con unas coberturas moradas, con dos çerraduras de latón» [F1] frente a [F2] que no recoge el ítem con grabados «Otro libro escripto de molde, en papel, con las cubiertas [tachado: ques] leonadas, qu[e] es Visión deletable». 586 GW, M47189.- ISTC, it00390000.- Martín Abad, CIBNES, T-153.- E. Ruiz, Los libros de Isabel la Católica…, p. 506. Existe un ejemplar en Madrid, Nacional, INC/1239, ejemplar muy deteriorado y toscamente restaurado, con una digitalización pésima, ya que hay hojas que no se reproducen correctamente, a través del enlace de la BDH: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000105059&page=1. [Consultado el 21 de diciembre de 2015]. 587 [21] «Otro libro ques Salterio de Sant Bruno, que tiene testo y glosa, de latín, de molde y papel, coberturas coloradas, çerraduras de latón», [F1] frente a [F2] «Otro libro escripto en papel, de molde, con unas coberturas leonadas, que dize, “Salteriun beati Brimonis episcopi”». GW, M36031.- ISTC, ip01057000.- Martín Abad, CIBNES, B-244. Existe un ejemplar en Madrid, Nacional, INC/2678, mútilo de las dos últimas hojas. 588 Elisa Ruiz (Los libros de Isabel la Católica…, p. 443) adscribe el manuscrito únicamente al conservado en El Escorial, olvidando que existen varias copias manuscritas en Madrid, Biblioteca Nacional, Mss./66.- 191 papel, con las cubiertas leonadas, con unos texillos carmesí, que comiença: “Bernardi abatis”» es, en realidad, el Modus bene vivendi in christianam religionem de San Bernardo [2], pero lo cual no permite identificarlo con las cinco ediciones posibles recogidas en el catálogo británico de incunables589. En la misma categoría, está el Sacramental de Clemente Sánchez de Vercial [14], ya que contamos con seis ediciones incunables que podrían corresponder con el ejemplar590, como ocurre con la Consolatio theologiae de Juan de Tambaco [8], que también puede corresponder a varias ediciones591. Dentro de las atribuciones dudosas se encuentra el catalogado como De los provechos que nasçen de las tribulaciones [11]592, manuscrito de difícil identificación que ha sido adscrito por Elisa Ruiz al escurialense h.II.14. Dentro de los ítems problemáticos está el ejemplar inventariado como Isaac de Siria [6] y que puede corresponder al [De religione?] [De ordinatione animae?]. La atribución es dudosa ya que en la en la Biblioteca Nacional se conserva un manuscrito que contiene las Collationes ad solitarios, de Isaac de Siria, en latín. ¿Podría tratarse de la traducción al castellano de este texto?593 Finalmente, en cuanto a los ejemplares que corresponden a múltiples ediciones y por ello de adscripción imposible, sobresale un auténtico best seller de la época, esto es, Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial, Esc. b. II. 9 y, finalmente, Biblioteca Real Academia de la Historia, E. Ruiz, Códices BRAH, nº 59. Sobre el manuscrito de la BNE, existe reproducción digital a través de la BDH: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000040699&page=1. [Consultado el 21 de diciembre de 2015]. 589 Esto es, Venetiis, Bernardinus Benalius y Matteo Capcasa (di Codeca), 16 XII 1490.- Venetiis, Bernardinus Benalius, 30 V 1492.- Venetiis, Bernardinus Benalius, 30 V 1494.- Parisiis, Petrus Levet, [ca. 1495] y, finalmente, [Parisiis], Félix Baligaut, [ca. 1498-1499 y también identificado como 1496-1499]. Todos estas ediciones están recogidas en el ISTC. 590 Es decir, [s. n. pero Burgos?, 1475?].- [Burgos, Fadrique de Basilea, ca. 1475-1476?].- [Toulouse, Henricus Turner y Johannes Parix, ca. 1476-1478].- Sevilla, Antonio Martínez, Alfonso del Puerto y Bartolomé Segura, 1 VIII 1477.- Sevilla, Antonio Martínez, Alfonso del Puerto y Bartolomé Segura, 28 V 1478 y, finalmente, Sevilla, Meinardus Ungut y Estanislao Polono, 9 VIII 1496. 591 Concretamente a cinco: Mainz, Peter Schoeffer, [ca. 1470-1475].- Strasburgo, [s.n. pero ca. 1478].- Haarlem, Johannes Andreae, 31 V 1486.- Basileae, J. Amerbach, [14]92 y, finalmente, Paris, George Mitthelhus, [14]93. Elisa Ruiz, Los libros de Isabel la Católica…, p. 458, se decanta por la de Amerbach sin ofrecer más detalles al respecto. 592 [11] También llamado Libro de las tribulaciones, «Otro libro de papel, de romançe, escripto [tachado: en papel] de mano, De los Provechos que naçen de la tribulaçión, con unas coberturas viejas de cuero coloradas», [F1] y «Otro libro escripto de mano, viejo, en papel, que trata el primero capítulo De los provechos que nasçen de las tribulaçiones», [F2]. 593 Elisa Ruiz, Los libros de Isabel la Católica…, pp. 450-451, apunta a que bien puede tratarse de una traducción al castellano de una obra en latín titulada De religione seu ordinatione animae, del abad Isaac y traducida por Bernat Boïl, que vio la luz en Zaragoza [Pablo Hurus, 29 XI 1489], bien de la edición de Sevilla [Meinardo Ungut y Estanislao Polono, 1487 Madrid] o también de Barcelona [Diego de Gumiel, 1497]. Madrid, Nacional, Mss./307. http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000009733&page=1. [Consultado el 21 de diciembre de 2015]. 192 la Legenda aurea de Jacobo de Vorágine [7], del que existen cerca de setenta y dos ediciones en el periodo incunable o los dos ejemplares del Misal romano [19] y [20] del que existen ochenta ediciones, por lo que no parece posible su identificación con los ejemplares poseídos por Isabel. Por su parte, las obras historiográficas son sólo tres. La Chronica mundi [3] representa uno de los asientos problemáticos, puesto que hay cuatro ediciones que se podrían ahijar el ejemplar y el cual resulta difícil de adscribir tipobibliográficamente594. El De regimine principum [4] demuestra que Isabel leía estas obras doctrinales dedicadas a la correcta formación y al buen gobierno, pero resulta difícil asignar este manuscrito con las obras posibles de Egidio Romano, la glosa de Castrojeriz, la obra de Santo Tomás o la más contemporánea, la de Gómez Manrique595. Finalmente, el Panegyricus de Pedro Marso [13], dedicado a los Reyes Católicos, se adscribe a la edición cierta del opúsculo incunable de [Romae, Eucharius Silber, entre 1483-1490]. 2.5. El canon de lecturas de Isabel. Los silencios del inventario En líneas generales, los libros de espiritualidad femenina son los más representados en este inventario. A este respecto, Isabel poseía obras clave dentro del canon de la literatura devocional, como los referidos a la patrística: san Agustín, san Bernardo, san Gregorio o san Bruno. Los libros de espiritualidad constituyeron una vía regia en esta búsqueda de Dios. De este modo, la literatura religiosa y doctrinal es el más extenso componente de las bibliotecas de mujeres de esta época, que continuará presente en el XVI. De la Patrística se confluye en el siglo XII en la Escolástica, esto es, la doctrina ortodoxa, caracterizada por el estudio centrado en la teología, con un conocimiento más 594 Werner Rolewinck, Fasciculus temporum uel Liber chronicarum ab initio mundi, Coloniae, Conradus Winters, 8 XI 1476.- Werner Rolewinck, Fasciculus temporum uel chronica ab initio mundi, Sevilla, Bartolomé Segura y Alfonso del Puerto, 1480.- Jacobus Philippus de Bérgamo, Supplementum chronicarum orbis ab initio mundi, Venetiis, Bernardinus Ricius, 15 V 1490.- Hartmann Schedel, Liber cronicarum cum figuris et ymaginibus ab inicio mundi, Nuremberge, Antonius Koberger [para Sebald Schreyer y Sebastian Kammermeister], 12 VII 1493. 595 Es especialmente minuciosa y curiosa la descripción para este ítem [4] dada en [F2]: «Otro libro de pargamino, que tiene las coberturas coloradas, que está ystoriado en la primera foja del rey y la reyna, nuestros señores, escripto todo de letras azules y coloradas y verdes, y es libro que se dize Regimiento de príncipes». La representación del poder regio se adscribe a la presencia de los Reyes Católicos en el volumen, lo que lleva a pensar en una obra dedicada a los monarcas por el propio autor o bien a un encargo regio a la hora de embellecer el ejemplar. De otra manera, en la citada monografía de Elisa Ruiz, son numerosos los asientos de los varios inventarios manejados que recogen regimientos de príncipes, una categoría literaria especialmente importante en el reinado de Isabel y Fernando. 193 completo de las obras de Aristóteles así como el florecimiento de las universidades y las órdenes mendicantes. En este sentido son importantes las obras de san Buenaventura y santo Tomás, también representados en este inventario librario. El final de la etapa escolástica derivó en la interpretación mística de lo divino y humano a la vez que aparecía un nuevo sentir religioso. Sentimentalismo, interpretación del hecho religioso de manera intuitiva, así como individualismo y afán de salvación fueron las características predominantes de esta nueva espiritualidad, conectada con la reforma franciscana y que conformaron un nuevo fenómeno a la hora de profesar la fe cristiana a la luz de esta corriente espiritual, que se deja sentir en las entretelas literarias. En este punto hay que destacar el papel de las vidas de santos, que ofrecían una enseñanza doble: por una parte presentar un modelo en el que inspirarse y, por otra, señalar la presencia de Dios en el mundo, capaz de operar en ciertas personas de manera extraordinaria596. A este respecto, Juan Clímaco fue un autor muy influyente dentro de la corriente espiritual de la devotio moderna; Cisneros sintió una especial predilección por él y patrocinó la edición de sus obras en letras de molde597. Por su parte, el abad de Siria o Isaac de Siria (o Antioquía) es un escritor ascético y místico que muere a fines del siglo VII. Primeramente fue anacoreta para posteriormente ser monje en una institución persa. Su obra De religione o De ordinatione animae, presente en este inventario, fue editada en la península en latín (1497) y ganó repercusión en su versión castellana, traducida por fray Bernal Boyl, amigo de Cisneros598. Las obras referidas a prácticas litúrgicas y libros de horas abundan en este inventario. La presencia de la Biblia es discreta y aquí se ve representada con Salterios, que cumplen la doble función de lectura oracional y contemplativa; extraña no encontrar una representación de artes bene moriendi, probablemente por la juventud de su propietaria. El misterioso ítem referido al Libro de las tribulaciones apunta hacia la literatura consolatoria. La posesión de libros meditativos como los Breviarios muestra la novedad editorial de un producto destinado anteriormente sólo al clero regular y a los miembros de órdenes monásticas599, lo que permite integrar a Isabel dentro de la modernidad y de los usos tipográficos de la época. En las Cuentas de Baeza aparecen numerosas 596 Más datos en Ángel Gómez Moreno, Claves hagiográficas de la literatura española…. 597 Elisa Ruiz y Helena Carvajal, La casa de Protesilao, reconstrucción arqueológica del fondo cisneriano de la Biblioteca Histórica “Marqués de Valdecilla” (1496-1509), Madrid, Universidad Complutense, 2011, p. 153. 598 Elisa Ruiz y Helena Carvajal, La casa de Protesilao…, p. 154. 599 Elisa Ruiz García, “Los Breviarios de la reina Católica: un signo de modernidad…”, pp. 226-227. 194 descripciones de pagos referidos para la confección de un par de ellos, pero las escasas noticias y descripciones que tenemos poco ayudan para establecer la correspondencia entre los mismos y los inventariados que aquí se analizan600. Por su parte, las Horas [18] representan el libro femenino por excelencia, encargadas en virtud de un patronazgo esencialmente femenino601. Esta tipología libraria fue un instrumento básico que se insertaba y ayudaba al reparto del tiempo de la cotidianidad femenina, amén de formar un verdadero objeto de lujo representativo de los inventarios. Así queda expresado en el De cómo se ha de ordenar el tiempo para que sea bien expedido, tratado escrito por Fray Hernando de Talavera para María Pacheco, Condesa de Benavente. En el reparto horario, Talavera recomienda que «primera ocupación sea rezar prima, tercia, sexta y nona de las Horas de Nuestra Señora»; «en dando las nueve, vos comiencen decir misa», durante la cual, la dama «podrá rezar la misa de Nuestra Señora e los psalmos penitenciales, salvo que el santo evangelio oyáis con todo silencio». Después de ocuparse en recados varios, le recomienda el sabio reposar con música honesta, conversación o buenas lecturas. Luego de reposar y dormir un rato, se retirará al oratorio y rezará «vísperas e completas de Nuestra Señora e las horas de defuntis, si bastare la devoción». Esto último sólo demorará media hora. Antes de la cena, habrá de rezar «maitines e laudes de Nuestra Señora», para, ya retirada en la alcoba, «dormir leyendo e oyendo buena lección que vos dé espiritual alegría: esto haved por cierto que hace grand daño, acostar e levantar parlando». Así, el libro de horas es imprescindible en el día a día de la mujer, ya que se recorre prácticamente completo. Tras el análisis del inventario nos acechan muchas preguntas debido a la paradoja de la naturaleza del mismo, rico en prodigar datos y al mismo tiempo, cicatero al ofrecerlos. Uno de los elementos más sorprendentes es el que se refiere a los ítems que deberían estar en el mismo y cuyo silencio es manifiesto. Nos referimos a aquellas obras dedicadas a Isabel iunior y que no figuran en este inventario, aunque sí en el de su madre, esto es, Antonio de Nebrija, Epithalamium, [Salamanca, Juan de Porras], 1491; Andrés de Li, Suma de paciencia, Zaragoza, [Pablo Hurus], 1493; y Alonso Ortiz, Los tratados 600 Así se recogen notas para encuadernar «vnas Oras» o «guarneçer vnos libros de resar», destacando una pequeña anécdota de la limosna de mil ochocientos noventa y un maravedíes otorgada a «vn hombre que halló vnas Oras de la prinçesa que se avían perdido». Cfr. Cuentas, I, pp. 45, 145 y 323, respectivamente. 601 Elisa Ruiz García, “Los Libros de Horas en los inventarios de Isabel la Católica”, en El libro antiguo español, Salamanca, Semyr, VI, 2002, pp. 389-420. Cfr. también Ángel Gómez Moreno, “Borduras y flores en los libros de horas de la Fundación Lázaro Galdiano”, en Tiempo de Navidad. Los libros de horas de don José Lázaro Galdiano, dir. Juan Antonio Yeves, Madrid, Fundación Lázaro Galdiano, 2011, pp. 161- 175. 195 del doctor Alonso Ortiz, Sevilla, Tres compañeros alemanes, 1493. De igual manera, la Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei [s. i. t. pero Salamanca, Juan de Porras, ca. 1486], sólo aparece inventariada en Cantón, pero no la documentan ni Clemencín ni Ruiz García602. Otra cuestión interesante es por qué una serie de obras que deberían estar en el inventario no se testimonian en el mismo603. Es lo que Infantes denominó como biblioteca “ausente”604, que refleja una imagen incompleta de la posesión del propietario pues, especialmente en el caso de las mujeres, se pueden adivinar dependencias familiares, personales o afectivas en los volúmenes contenidos. Estos libros ¿eran realmente leídos por la propietaria? Su traslado de la corte lisboeta a la castellana en el llamado Emmanuelis iter in Castellam así parece confirmarlo, al tiempo que afirma la voluntad de su propietaria de tenerlos consigo. Otro asunto dudoso es la preponderancia del latín frente al castellano. A este respecto, pueden establecerse dos posibilidades de lectura, esto es, la lectura de oración y la de comprensión605. Muchos de ellos son libros litúrgicos o de oraciones (Misales, Breviarios, Libros de Horas etc.) cuyos textos son de lectura repetitiva. Sin embargo, otros no lo son, como la Chronica mundi o el Regimiento de príncipes. Junto a los libros aparecen tablas y oratorios, que formaban parte de este espacio interior y de espiritualidad, artes visuales que facilitan al devoto la inmersión en el estado meditativo y que le recuerdan elementos importantes dentro de la meditatio humanitatis Christi. Esto guarda una estrecha relación con las bibliotecas, puesto que los libros eran el complemento de esta liturgia y es por ello que este inventario representa el mejor ejemplo de la intimidad religiosa de Isabel vinculada a la devotio moderna. Del mismo 602 Cantón comete otros errores de bulto como la atribución de los Tratados del doctor Alonso Ortiz a Alonso de Cartagena. Este silencio librario también es patente en el caso de Isabel madre, cuyos inventarios no recogen la mayor parte de los libros patrocinados por ella como, por ejemplo, algunos de los más notables cancioneros. 603 Quizá el caso más representativo sea el de Fernando de Rojas, ya que en el inventario de bienes que conforman su biblioteca no se documenta la Celestina en ninguno de sus conocidos estadios, catalogándose tan sólo «un libro de Calisto». Cfr. Víctor Infantes, “Los libros ‘traydos y viejos y algunos rotos’ que tuvo el bachiller Fernando de Rojas, nombrado autor de la obra llamada Celestina”, Bulletin Hispanique, 100 (1998), pp. 7-52 e id. “La sombra escrita de los libros: sobre el estudio de los inventarios de bibliotecas, con el ejemplo de las lecturas y la letra de Fernando de Rojas”, en Literatura medieval y renacentista en España: líneas y pautas, eds. Natalia Fernández Rodríguez y María Fernández Ferreiro, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2012, pp. 67-96. 604 Sobre esta cuestión, Víctor Infantes, “Las ausencias en los inventarios de libros y bibliotecas”, Bulletin Hispanique, 99 (1997), pp. 281-292 [287]. 605 Véase a este respecto por parte de Pedro M. Cátedra y Anastasio Rojo, Bibliotecas y lecturas de mujeres. Siglo XVI…, p. 44, quienes proponen dos posibilidades de alfabetización, la lectura fonética y la lectura de comprensión. Así, en la primera de ellas, la función litúrgica ha de respetar la lengua original y hace que la lectura sea ritual. 196 modo, hemos de valorar las menciones a todos aquellos asientos que no son libros, la curiosa artificialia, que recrea el universo social, cultural y económico de su propietaria y que redunda en el sentir religioso de Isabel iunior así como en un ambiente doméstico de intimidad. En esta órbita, llama la atención la ausencia de joyas, que suelen mostrar voluntad de ostentación en otros inventarios más suntuosos, pero que no están presentes en este, lo que parece representar un modelo de mujer piadosa. En definitiva, el libro se incorpora de manera triunfante al mundo femenino junto con otras piezas que actúan de complemento, todos ellos testigos y testimonios de una nueva devoción y de un sentir personal de una princesa y reina de finales del siglo XV. 197 II. LA LITERATURA EN TORNO A ISABEL ANÁLISIS LITERARIO 1. ISABEL Y SU ENTOURAGE: ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL MECENAZGO REGIO FEMENINO En este segundo bloque de la tesis se analizan todas aquellas obras con alusiones a la figura de Isabel, bien se trate de un motivo principal o de referencias tangenciales. De este modo, se estudiará el entorno literario de dicha soberana dentro de sus circunstancias políticas y personales. Quedará patente que estos textos reflejarán los sucesos más importantes de la época de los Reyes Católicos, al tiempo que constituyen un buen exponente de la actividad literaria de fines del siglo XV tanto en Castilla y Aragón como en Portugal. El mecenazgo regio peninsular se desarrolla y consolida en el siglo XV, según se comprueba al profundizar en la actividad literaria de las cortes de Juan II de Castilla– padre de Isabel la Católica–, Alfonso V de Aragón, Juan II de Aragón –padre de Fernando el Católico–, o los monarcas portugueses Afonso V, João II o Manuel I. Todos ellos, con sus características propias y en mayor o menor medida, promovieron la creación literaria, favorecieron las traducciones de obras clásicas y copias de manuscritos, contribuyeron a la formación de bibliotecas regias y organizaron las fiestas cortesanas donde se insertan las primeras representaciones parateatrales, momos e invenciones, acompañadas de música, en un espacio lleno de arquitecturas efímeras y artes plásticas. Como el mismo Marqués de Santillana recordaba en el prólogo de los Proverbios, «la sçiençia non embota el fierro de la lança ni faze floxa la espada en la mano del cavallero». En verdad, esta caballería intelectual incluye a los propios reyes, a familias de la alta nobleza y clero, como los Estúñiga, Pimentel o Velasco, y a las figuras de los más influyentes personajes del periodo, verbigracia, Alonso Carrillo, Pedro González de Mendoza o el Cardenal Cisneros1. 1 A este respecto cabe recordar las tesis de Marina Núñez Bespalova, El mecenazgo nobiliario en la literatura de la época de los Reyes Católicos, dirigida por Nicasio Salvador Miguel, Universidad Complutense de Madrid, 2009 y la de Ainara Herrán Martínez de San Vicente, El mecenazgo literario de las jerarquías eclesiásticas en la época de los Reyes Católicos, dirigida por Nicasio Salvador Miguel, Universidad Complutense de Madrid, 2011, centradas en el concepto de mecenazgo y sus repercusiones en la época de los Reyes Católicos, así como otros trabajos del profesor Salvador Miguel ya citados a lo largo de estas páginas. 198 En líneas generales, si nos ceñimos al objeto de nuestro estudio, esto es, la corte real, es necesario distinguir al mecenas o patrocinador del escritor o patrocinado. El mecenas, bien sea en la persona de la reina, del rey o de sus hijos, los infantes, tiene entre sus intereses, según Nicasio Salvador Miguel, el aprendizaje sesudo o el simple picoteo que suministra un libro filológico, el pasatiempo agradable que entraña un poema satírico o de temática circunstancial, la propaganda de determinados principios religiosos o políticos que le importan o, sencillamente, el prestigio dimanado de asociar su persona a la escritura2. El patrocinio del escritor puede realizarse de un modo general, al amparo de la corte o, de forma más específica, financiando la composición concreta de una obra. Respecto al patrocinado, el escritor busca con el mecenazgo un rédito económico, la difusión de su obra al vincularla con el nombre del mecenas o evitar posibles críticas al relacionar su trabajo con un nombre poderoso. La discusión terminológica planteada en cuanto a los términos ‘mecenazgo’, ‘patronazgo’, ‘clientelismo’ o ‘promoción’ ha sido ampliamente tratada en la bibliografía3. A este respecto, parece que hay un consenso en entender estos términos como “la relación que se establece entre un personaje poderoso, con amplia solvencia económica, y un artista o escritor que, de alguna manera, se beneficia del amparo que el primero le brinda”4. Sin embargo, convendrá acotar el término que aquí se privilegia, entourage, extranjerismo que define el conjunto de sirvientes y asociados que rodea a una persona importante, así como también, en una acepción más amplia e hispánica, el entorno, esto es, el ambiente literario y cortesano que rodea a la persona, con un especial énfasis en el contexto femenino y regio en el que se inserta5. 2 Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 219. 3 Así en los artículos de Marina Núñez Bespalova, “El mecenazgo nobiliario en la época de los Reyes Católicos. Primera aproximación”, en La literatura en la época de los Reyes Católicos, eds. Nicasio Salvador Miguel y Cristina Moya García, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008, pp. 167-188. También al respecto de la época que nos ocupa, Ainara Herrán Martínez de San Vicente, El mecenazgo literario de las jerarquías eclesiásticas en la época de los Reyes Católicos…, aunque también es necesario remitir a los artículos de Joaquín Yarza Luaces, “Clientes, promotores y mecenas en el arte medieval Hispano”, en Actas del VII Congreso de Estudios de Historia del Arte. Mesa I (Patronos, promotores, mecenas y clientes), Murcia, Universidad de Murcia, 1988, pp. 15-47 e id. “Gusto y promotor en la época de los Reyes Católicos”, Ephialte. Lecturas de Historia del Arte, III (1992), pp. 51-70. 4 Marina Núñez Bespalova, El mecenazgo nobiliario…, p. 25. 5 Las cursivas son mías puesto que resaltan ambos términos. En este sentido, el DRAE en su edición en línea defiende ‘entorno’ como “ambiente, lo que rodea”, mientras que para el término entourage, palabra de origen francés que se trasvasó al inglés, el étimo remite al verbo “rodear”, con el significado de “ce qui entourne quelque chose, est disposé autour”, así como “personnes qui vivent habituallement autour de quelqu’un”. Remito a las páginas en línea del DRAE, http: //www.rae.es/recursos/diccionarios, así como del Larousse, http://www.larousse.fr/dictionnaires. [Consulta realizada el 12 de noviembre de 2015]. 199 A este respecto, es necesario matizar que se ha optado por el término entourage o entorno en lugar de ‘mecenazgo’ o ‘patronazgo’ debido a que estos últimos implican una decidida intervención tanto personal como económica del personaje objeto de estudio, algo que no realiza por sí misma Isabel, sino gracias a la mediación de sus padres. Según los patrones de mecenazgo expuestos por Kent y Simons6, no parece ajustado considerar que Isabel iunior fuera una mecenas en toda la extensión del término. Estos críticos suponen que, para que exista una relación de mecenazgo, esta ha de ser continuada en el tiempo y no restringida a una única obra o acción. La corta vida de la infanta Isabel así como su itinerancia en ambas cortes peninsulares no permite el establecimiento de fuertes lazos de patronazgo, enraizado en una única corte. No obstante, se puede afirmar la existencia de obras concretas y poesía de circunstancias comisionadas por la propia Isabel o bien ofrecidas en determinados momentos de su vida, principalmente, como hija primogénita en un primer momento de su infancia, más tarde con motivo de su enlace en Portugal, consolatorias tras quedarse viuda o como heredera al trono. La mentalidad, el gusto o bien la relación directa establecida con los artistas no se puede probar en el caso de Isabel. Su papel vehicular imponía como centro de interés y patronazgo el de su madre, otorgándole un rol de intermediaria como vía de acceso al poder regio y al amparo de la corona. Durante el reinado de los Reyes Católicos se anuncia un nuevo tema propagandístico que empezaba a adquirir particular actualidad: la figura de los infantes, especialmente, la del príncipe heredero don Juan y, posteriormente, la de Isabel, como sucesores del poder y, por extensión, herederos de las virtudes de tan egregios padres. En tiempos donde los patrones culturales están en continua evolución, como es el caso de fines del siglo XV, no se debe olvidar que para el estudio del mecenazgo literario femenino las fuentes principales son, por supuesto, los propios textos, especialmente, los paratextos. En prólogos, epístolas, dedicatorias o epílogos excusatorios se bosquejan las líneas argumentales por las cuales se puede hablar de relaciones de interdependencia entre protectores y protegidos. Asimismo, a través de relaciones de cuentas o mandas documentales se pueden agavillar otros datos de interés7. Aquí, la figura de Isabel destaca 6 Patronage, Art and Society in Renaissance Italy, eds. F. W. Kent y Patricia Simons, Camberra, Humanities Research Centre-Clarendon Press Oxford, 1987, pp. 25-33. 7 Principalmente en las obras documentales de Antonio de la Torre, La casa de Isabel la Católica, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1954, 1os asientos de Baeza en Antonio de la Torre, Cuentas…, 1955-1956, así como en El libro del limosnero de Isabel la Católica, ed. Benito Ruano, Madrid, Ministerio de Asuntos Sociales, 1989. 200 como dedicataria de las obras, pero también como motivo literario. En ocasiones es pretexto para la alabanza del reinado de sus padres por lo que su incidencia en la vida literaria de la corte se vincula al mecenazgo de sus progenitores y, más en concreto, a la figura de Isabel la Católica. Así las cosas, parece demasiado arriesgado definir las relaciones de Isabel hija y su entorno literario en términos de mecenazgo o patronazgo artístico, puesto que entre ambos sujetos, escritor y mecenas femenina, no se establecen las típicas relaciones clientelares: el amparo y la intermediación directa. En el caso concreto de la primogénita de los Reyes Católicos, se observa un elemento distinto y novedoso dentro del mecenazgo: muchas de las obras que se le dedican o se promueven en su entorno tienen como fin último no su protección directa, sino de sus padres. A pesar de ello, sí cabe hablar de un entourage literario de Isabel iunior debido a la corte letrada que se formó en su entorno, que incluye a escritores vinculados a la corte de los Reyes Católicos y los monarcas portugueses o a intelectuales de la talla de Antonio de Nebrija o Cataldo Sículo. La figura de la mujer como mecenas de fines del XV y principios del XVI se centra en el primigenio papel pasivo en la cultura y las artes de las mujeres, las llamadas puellae doctae8. Todas ellas participaron desde las cortes peninsulares en el proyecto de renovación humanística que se venía fraguando a lo largo del XV y que se desarrollará en dos vertientes9. Por una parte, a través de una incipiente creación literaria, (es el caso de Florencia Pinar), y, por otra, a través del mecenazgo y patrocinio femenino, donde destaca, por encima de cualquier modelo de mujer, el de Isabel la Católica10. Definida como patrona del «ludum literarium» por Mártir de Anglería en una de sus epístolas11, Isabel la Católica es, superados los tópicos literarios, una destacada mecenas de las artes que se explica “como parte de su atracción por todos los aspectos de índole cultural: de la arquitectura a las artes plásticas, de la música a la celebración de acontecimientos religiosos y profanos, de su empeño por el aprendizaje del latín a su favor por la difusión del castellano”12. Impulsora de la imprenta, de los studia humanitatis, así 8 Cristina Borreguero Beltrán, “Puellae doctae en las cortes peninsulares”, Dossiers feministes, 15 (2001), pp. 76-100. 9 Más consideraciones al respecto en “The Cultural Patronage of Medieval Women: An Overview”, en The Cultural Patronage of Medieval Women, ed. June Hall McCash, Athens-Georgia, The University of Georgia Press, 1996. 10 Así se observa en Nicasio Salvador Miguel, “El mecenazgo literario de Isabel la Católica”, en Isabel la Católica. La magnificencia de un reinado, Madrid, Sociedad de Conmemoraciones Culturales, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2004, pp. 75-86 y, por supuesto, del mismo autor, Isabel la Católica…, pp. 217- 225. 11 Apud Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 222. 12 Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 223. 201 como de la introducción de humanistas en la corte, tales como el propio Anglería o los hermanos Geraldini, las acciones de patronazgo regio se extienden hasta sus hijos, a los que se les facilita los mejores preceptores para su esmerada educación, músicos incluidos13, en una especie de corte de los infantes que debemos de suponer magnífica. En cuanto a los ámbitos de actuación femenina, Segura Graíño ya apuntó que “lo correcto según el patriarcado era que el mundo de la cultura no era un espacio femenino, sólo se aceptaba que las mujeres pudieran llevar a cabo un mecenazgo artístico”14. De este modo, el espacio de la reginalidad, así como del entorno femenino de las reinas, bien sean sus hijas o sus damas, era un ambiente especialmente privilegiado para los artistas, susceptible de obras doctrinales o religiosas, que pudieran desarrollar sus méritos15. Por parte de la reina, este apoyo a la actividad literaria no se realiza de forma altruista, debido a que el texto ayudaba a la difusión propagandística de sus intereses a través de la transmisión de principios sobre un tema determinado. La llegada a la edad adulta de los hijos de Isabel y Fernando y sus matrimonios con las principales monarquías reales ofrecían una ocasión privilegiada para elaborar textos que explotaran una apología dinástica a la par que ponderaran la seguridad sucesoria garantizada por los enlaces y la proyección internacional de la monarquía. Así se aprecia en los panegíricos reales como el impulsado por Gonzalo Chacón en torno a 1494-1495, que celebra la «hermosa generación» que ve despuntar la figura del príncipe y sus hermanas: «¡Qué Prínçipe¡ ¡qué prínçesa! / ¡qué infantes! ¿qué resplandor / pudo dar cosa mayor / en la tierra a vuestra Alteza / Christo nuestro redemptor?»16. En el entourage de Isabel iunior cabe destacar también el incipiente ambiente renacentista, ejemplificado en el conocimiento y difusión de las lenguas clásicas y el desarrollo de la educación femenina, favorecidos siempre por un medio familiar propicio que ponía a disposición de estas mujeres los maestros más destacados, como los hermanos 13 Soterraña Aguirre Rincón, “La música en la época de Isabel la Católica: la Casa real como paradigma”, en Arte y cultura en la época de Isabel la Católica, coord. Julio Valdeón Baruque, Valladolid, Instituto Universitario de Historia, 2003, pp. 281-321. 14 Cristina Segura Graíño, “La cultura femenina en los márgenes del pensamiento dominante”, en Relegados al margen. Marginalidad y espacios marginales en la cultura medieval, eds. Inés Monteira Arias, Ana Belén Muñoz Martínez, Fernando Villaseñor Sebastián, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, pp. 93-100 [96]. 15 Algunas nociones sobre el patronazgo femenino en Queenship and Political Power in Medieval and Early Modern Spain, ed. Theresa Earenfight, Surrey, England, Ashgate 2005 y, para un panorama más divulgativo, Vid. Vicenta María Márquez de la Plata y Ferrándiz, Mujeres renacentistas en la Corte de Isabel la Católica, Madrid, Castalia, 2005. 16 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “El ‘Rey Católico’ de la primeras guerras de Italia. Imagen de Fernando II de Aragón y V de Castilla entre la expectación profética y la tensión internacional (1493- 1499)”, Medievalismo, 25 (2015), pp. 197-232 [210]. 202 Geraldini, así como las bibliotecas más nutridas, que animaron este florecimiento femenino. En el entorno de Isabel la Católica, además de sus hijas, destacan otras puellae doctae, como Beatriz de Bobadilla, quien desde muy joven estuvo siempre al servicio de la reina ganándose incluso su amistad, Juana de Aragón y Beatriz Galindo17. Otras mujeres de esta época, Lucía de Medrano o Juana Contreras, discípula de Lucio Marineo Sículo, llegaron a impartir clase en la Universidad de Salamanca. Francisca de Nebrija, hija del famoso humanista, es probable que hiciera lo propio en la Universidad de Alcalá18. Una de las más destacadas entre estas excepcionales mujeres es Casandra Fedele, humanista italiana vinculada a la Universidad de Padua y célebre por su sabiduría y piedad19. En la década que media entre 1487 y 1497, Isabel la Católica mantuvo una correspondencia epistolar con ella a fin de atraerla a su corte literaria. Es muy posible, en suma, que su hija Isabel conociera a algunas de estas intelectuales y eruditas mujeres, y que intercambiara con ellas relaciones de amistad e intercambio cultural20. En definitiva, gran parte de este mecenazgo femenino vendría a corroborar la legitimidad de la mujer en el ejercicio del poder21. Dentro de esta labor de comisionado 17 Sobre Beatriz Galindo (1465-1534), sirva el libro de Almudena de Arteaga, Beatriz Galindo, la Latina: Maestra de reinas, Madrid, Algaba, 2007. 18 María Isabel del Val Valdivieso, “Las mujeres en la Universidad: de la Edad Media al siglo XX”, en Las mujeres en la Universidad de Valladolid, coord. Rocío Anguita, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2003, pp. 39-60. 19 A estos efectos, la correspondencia ente ambas (con una única carta conservada de la Católica) ha sido rescatada por María Isabel Segarra Añón, “Epístolas de una humanista a una reina: Cassandra Fedele e Isabel la Católica”, en Humanismo y pervivencia del mundo clásico: Homenaje al profesor Luis Gil, coords. José María Maestre Maestre, Luis Charlo Brea, Joaquín Pascual Barea, Cádiz, Ayuntamiento de Alcañiz- Universidad de Cádiz, II, 1997, pp. 1197-1204; id. “Bajo la sombra de tus alas. Isabel la Católica y Cassandra Fedele”, Miscelánea Comillas, 69-134 (2011), pp. 275-292. También se recogen datos en Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos: el umbral del Renacimiento, Madrid, Cátedra, 2012, I, pp. 662-663. 20 Asimismo destacan en esta órbita las mujeres fundadoras como la portuguesa Beatriz da Silva y Meneses, dama de la corte de Isabel de Portugal, madre de la Católica. Tras años al servicio de la corte de Juan II de Castilla, la joven Beatriz da Silva decide ingresar en el convento de Santo Domingo de Silos en Toledo, ciudad en la que años después, hacia 1484, fundó el monasterio de la Orden de la Inmaculada Concepción, afincada en una casa donada por la propia Isabel la Católica, denominada como el Palacio de Galiana. Seguidora de Beatriz de Silva, también destaca Teresa Enríquez, conocida como “la loca del Sacramento”, noble castellana de fines del XV quien fundará cofradías y conventos dedicados a la orden franciscana, dedicación que le separó de los deseos de su marido, Gutierre de Cárdenas, quien abogaba por unas fundaciones basadas en las clarisas. Sin embargo, doña Teresa, devota de la Inmaculada Concepción y seguidora de Beatriz da Silva, se decidió por esta orden religiosa para sus fundaciones. A este respecto, Vid. María del Mar Graña Cid, “Religión y política femenina en el Renacimiento castellano. Lecturas simbólicas de Teresa Enríquez”, en De los símbolos al orden simbólico femenino (siglos IV- XVII), Madrid, Asociación Cultural Al-Mudayna, 1998, pp. 145-172. 21 Una interesante reflexión acerca del papel de la mujer y su mecenazgo en la historia de los estudios de género se plantea en Noelia García Pérez, “El patronazgo artístico femenino y la construcción de la historia de las mujeres: una asignatura pendiente de los estudios de género”, en Los feminismos como herramientas de cambio social. Mujeres tejiendo redes históricas, desarrollos en el espacio público y estudios de las 203 artístico destacamos dos esferas de patrocinio según sea su difusión, por una parte la pública y por otra la privada, entre las cuales y por las razones apuntadas anteriormente, Isabel, en la que se centra este trabajo, no se puede incluir en términos absolutos. De este modo, tanto su corta vida como sus circunstancias personales permiten hablar de entorno literario y no de mecenazgo artístico pleno. La gran nómina de obras donde aparece como dedicataria no invalida el papel predominante que Isabel ejerció en su entourage22. 1.1. Isabel como dedicataria En el concepto de entorno literario de Isabel iunior destacan dos divisiones metodológicas que se fundamentan en el grado de importancia que se le otorga a ésta. Dentro de la categoría terminológica de «Isabel como dedicataria», se analizarán todas aquellas obras que se le ofrecen expresamente, según se deduce de los paratextos de estas obras, fundamentalmente prólogos y epílogos excusatorios23. Estas piezas se analizan de manera cronológica dependiendo de los géneros. La primera de las obras con plena identidad literaria es un curioso speculum reginae en verso titulado Criança y virtuosa dotrina, de Pedro Gracia Dei (ca. 1486), obra «dedicada a la mujeres, eds. Esperanza Bosch Fiol, Victoria Aurora Ferrer Pérez y Capilla Navarro Guzmán, Palma de Mallorca, Universitat de les Illes Balears, 2006, I, pp. 121-128. Más bibliografía acerca del mecenazgo femenino se encuentra en Therese Martin, “The Art of a Reigning Queen as Dynastic Propaganda in Twelfth-Century Spain”, Speculum, 80 (2005), pp. 1134-1171, desde los cánones del mecenazgo femenino de Doña Urraca de Castilla en la Colegiata de San Isidoro de León, dice la autora que “after Urraca, more tan three hundred years would pass before another Iberian queen, Isabel of Castile, would rule with such power and Independence” [p. 1171]; Felipe Pereda Espeso, “Mencía de Mendoza (†1500), mujer del I Condestable de Castilla: El significado del patronazgo femenino en la Castilla del siglo XV”, en Patronos y coleccionistas. Los condestables de Castilla y el arte (siglos XV-XVII), coords. Begoña Alonso, María Cruz de Carlos y Felipe Pereda, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2005, pp. 11-119 y también Joaquín Yarza Luaces, Isabel la Católica: Promotora Artística, León, Edilesa, 2005. El mecenazgo femenino también está probado en la cultura hispanojudía y conversa medieval, de modo que la mujer es patrona de orfebres, escribas e incluso de la construcción de edificios tales como sinagogas. En cuanto al mecenazgo literario, los ejemplos son más escasos aunque existen en el género epidíctico. Vid. Eleazar Gutwirth, “Quilusin: el mecenazgo femenino medieval”, en La mujer judía, ed. Yolanda Moreno Koch, Córdoba, Ediciones El Almendro, 2007, pp. 107-128. 22 Su mecenazgo artístico no será, por lo tanto, pleno pero será visible indirectamente en temas y motivos. Así, por ejemplo, destaca la introducción de los elementos mudéjares en el arte portugués, siempre achacados a su segundo marido, Manuel de Portugal, aunque el viaje y los sucesos que lo motivaron se circunscriben a la jura como heredera al trono de la joven castellana. 23 La dedicatoria ha sido definida como “el más antiguo de los preliminares literarios” por Elisa Ruiz García (“El poder de la escritura y la escritura del poder”, en Orígenes de la Monarquía Hispánica. Propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), ed. José Manuel Nieto Soria, Madrid, Dykinson, 1999, pp. 275-313 [310- 311]): “se trata de una secuencia textual de extensión variable, inspirada morfológicamente en el género epistolar […] A través de esta pieza el autor intelectual o material ofrece el fruto de su trabajo, a modo de generoso don, con el deseo de agradar al destinatario y alcanzar su agradecimiento […] Sin duda alguna, la política cultural de los Reyes Católicos favoreció este género de prestaciones que también servía a la causa de su imagen como mecenas y protectores del libro”. 204 ilustre y muy esclarecida señora doña Isabel, primera infante de Castilla», como reza el introito. Este misterioso autor, que se declara estudiante radicado en Salamanca, dedica su obra a Isabel hija en las coplas iniciales, el autor declara «suplico resçiba, señora, / esta obrezilla por Gracia Dei». El tópico del diminutivo para señalar la humilitas se cumple en el momento de enderezar la obra a la hija de Isabel la Católica, cuando la primogénita aún era heredera al trono castellano (su hermano Juan no había sido jurado por las cortes). Años después, Isabel volverá a ser objeto de literatura neolatina realizada en su honor al casarse con el príncipe de Portugal, Afonso, en 1490. De una parte peninsular, Antonio de Nebrija compuso un Epithalamium para celebrar los fastos realizados en Sevilla. Por otra parte, el humanista portugués Cataldo Parisio Sículo escribió una Oratio, leída en las puertas de Évora para conmemorar el matrimonio y la llegada de la princesa al reino portugués. Tras la muerte de Afonso en 1491 debido a una desafortunada caída de caballo, Isabel será objeto de dos obras consolatorias que llegan a la imprenta en el mismo año, 1493: el Tratado consolatorio a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz y la Suma de paciencia de Andrés de Li. El primero de estos textos ejemplifica muy claramente el papel de Isabel hija como intermediaria para llegar a Isabel madre: la obra está dedicada a ella desde el propio título, pero la destinataria de la carta-prólogo es Isabel la Católica. Así, aunque en el resto del texto haya referencias expresas a Isabel iunior, el tratado se endereza a la Católica. El hábil Ortiz escamotea en su prólogo esta cuestión de la referencia expresa a la destinataria de la obra, achacándolo al paso del tiempo y a la tardanza con que la misma llega para curar las heridas de la joven viuda (han pasado dos años desde el deceso). Bajo este pretexto, todo el prólogo resulta una laudatio a Isabel madre, donde la proclama de mecenazgo regio se circunscribe a la Católica a través de su hija. La Suma de paciencia de Andrés de Li cuenta con un prólogo y un epílogo excusatorio en que se refiere siempre a Isabel como princesa de Portugal. La Suma se presenta como un compendio moral donde su autor teoriza en el prólogo acerca de las caídas de los príncipes y señores, desde los modelos de la Antigüedad clásica hasta figuras contemporáneas a las de Isabel. Las apelaciones son constantes durante los treinta y cuatro capítulos de la obra hasta el epílogo excusatorio. Bajo el título Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón se aprecia una obra de Gonzalo García de Santa María, compuesta en el año de 1498 en torno a la demora de la jura como heredera a la corona aragonesa. García de Santa María, vinculado como jurado 205 de Zaragoza bajo la protección de Fernando el Católico, pudo escribir a su mandado este libro, hoy perdido, pero que trataría no solo de la genealogía aragonesa sino también del problema de la sucesión femenina. La existencia de la obra se manifiesta en una carta del propio autor al rey, transcrita por el cronista Jerónimo Zurita. En este caso concreto, Isabel vuelve a convertirse en pretexto literario donde la obra se vincula al mecenazgo y protección, ahora sí, del rey Católico, «quando el caso lo ofresciese tan grandes servicios a vuestra Alteza», según expresa el autor. La última de las obras que se le dedican proviene de un discípulo de Nebrija, Fernando Sánchez de la Pradilla, que escribirá una breve Aelegeia a la muerte de Isabel. En conclusión, a través de este primer análisis de las dedicatorias, prólogos y apelaciones a Isabel iunior como sujeto literario parece probado que la literatura realizada en su honor se escribe con el fin último de servir de laudatio a sus egregios padres, en especial a Isabel la Católica. Todo ello no invalida para postular la existencia de su propio entourage artístico y literario. Obras como las de Pedro Gracia Dei, Nebrija, Cataldo Sículo, Alfonso Ortiz, Andrés de Li y Gonzalo García de Santa María así lo demuestran. 1.2. Isabel como motivo literario Se consideran y estudian aquí todas aquellas obras que tienen a Isabel como objeto literario, es decir, motivo de reflexión o personaje secundario que aparece al tratar otros temas; estos son, fundamentalmente, aquellos relacionados con la familia real, esto es, su papel como hija de los Reyes Católicos, como hermana que sufre la muerte del príncipe don Juan y, en último lugar, como sucesora posterior al trono. Se puede clasificar la repercusión y utilización de su imagen literaria en dos apartados. Por una parte, como motivo literario central, donde su figura es protagonista de la composición, eje principal de la misma y, por otra, como motivo literario secundario. La composición que inaugura la nómina de referencias es la canción «el loor de la señora ynfante» realizada por Juan Barba en torno al nacimiento de Isabel. El autor la incluye en la Consolatoria de Castilla, aunque el cambio métrico y el carácter de añadido en el panorama general de la obra, nos llevan a considerarla una composición autónoma que debió de circular por la corte, quizá en la primitiva de Dueñas. Sin embargo, no se ha conservado en ningún cancionero, sino solo en la Consolatoria por voluntad manifiesta de su autor. 206 Las referencias cancioneriles castellanas son más ricas y complejas en cuanto a los matices del tratamiento de la infanta. Principalmente, es tratada como hija de los soberanos, pero también como pieza clave en la política matrimonial internacional de los Reyes Católicos, así como en su papel de dolorosa viuda. Es el caso de la «Cantiga» de Álvaro de Brito, que detalla la ansiosa espera del príncipe luso por la llegada de Isabel. Tras la muerte de su primer esposo, su figura se introduce en la «Égloga V» de las Bucólicas de Juan del Encina, donde el pastor Danes es fiel trasunto del dicho príncipe. Por su parte, el Juego trovado de Jerónimo Pinar, hermano de la famosa y excepcional poeta Florencia Pinar, dedica la tercera de las coplas a «la princesa de Portogal». En los últimos versos que cierran la copla se incluye la canción de Nicolás Guevara «Donde amor hiere cruel», posiblemente también dedicada a Isabel24. Como motivo central destacan todas aquellas composiciones que se han englobado dentro del apartado de la parateatralidad y micropoética, celebrada en ambos espacios peninsulares. Los momos, dedicados a festejar las bodas de Isabel con Afonso, tienen a la infanta como motivo central de las composiciones; así aparece en la excepcional narración de la Carta de Ruy de Sande al rey D. João II. Los restantes momos castellanos, de los cuales solo se puede hacer una mera reconstrucción mediante los apuntes documentales de Baeza, aludirían igualmente en sus motivos a Isabel. De los momos portugueses, recordados por su espectacularidad y magnificencia, atesoramos más datos acerca de su desarrollo dramático gracias a los cronistas. Cabe suponer el mismo género de intervención de la princesa como motivo literario central. Como motivo secundario destacan todas aquellas composiciones luctuosas, como los romances, tanto españoles como portugueses, escritos en torno a la muerte del príncipe de Portugal, donde Isabel como figura principal es el nexo de unión entre los distintos protagonistas de la composición, que resultan afectados en mayor o menor medida por la desdichada muerte. Así, en el compuesto por fray Ambrosio Montesino en su Cancionero e incluido posteriormente en el Cancionero general de 1511, desfila la reina de Portugal, el rey y otros personajes de la corte, para incluir a la reciente viuda, llamada «infanta de Castilla, princesa de Portugal». Igualmente ocurre con el romance anónimo descubierto 24 Sin embargo, Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1990-91, VII, p. 370, en el índice de destinatarios, no incluye a Isabel como dedicataria de esta composición, [ID6306], «Donde Amor hiere cruel / es tan grave de sofrir»; las referencias líricas, así como la inclusión de la canción en la copla dedicada a Isabel en el Juego trovado de Pinar, así parecen afirmarlo. 207 por Gaston París, donde el mensajero de la noticia, apelando a la reina y la princesa, únicamente se dirige a ella: «Nuevas te traigo, señora, / dolorosas de contar». Por su parte, los romances portugueses, en todas sus variantes, inciden en la condición de casada de la infanta, a veces ya desposeída de su título y aparecida sólo bajo el marbete de «casadinha», así como en la brevedad de su matrimonio. El titulado «Casadinha de outo dias, / sentadinha à janela» es un ejemplo paradigmático de todos ellos, ya que incide en el papel de joven viuda que queda, en palabras del propio marido moribundo, «menina e moça». Por otro lado, todas las referencias de la poesía cancioneril portuguesa también resultan secundarias en el tratamiento de la infanta, principal y nuevamente, reflejada en lo literario bajo el prisma de la joven viuda. Así ocurre con la «Lamentaçam» de João Manuel, las «Trovas» de Álvaro de Brito por la muerte del príncipe, así como la composición «A morte do príncipe» de Luis Anrríquez, donde se destaca el dramatismo de la alegría en la llegada de Isabel al suelo portugués y su salida como triste viuda. Otras referencias donde la infanta resulta un motivo literario secundario son todas aquellas alusiones cronísticas en torno a su figura, bien sea desde la historiografía hispánica o portuguesa25. Del lado portugués, no se aprecian textos narrativos con entidad propia, salvo todas aquellas referencias historiográficas de los principales cronistas del periodo, como Rui de Pina y Garcia de Resende para el reinado de João II así como las posteriores circunscritas al reinado de Manuel I de Damião de Góis o Jerónimo Osório26. Así también dentro de esta categoría de referencias misceláneas se incluyen todas aquellas obras que insertan a Isabel como motivo literario secundario, es decir, donde su mención aparece en coplas diversas y de tema tangencial. Sin embargo, podemos elaborar tres ciclos literarios: 1) Isabel y la literatura consolatoria del príncipe don Juan, con las obras de fray Íñigo de Mendoza, como el «Memorial»; 2) las muertes de Isabel y Miguel en la lírica, como el Panegírico de Diego Guillén de Ávila y las coplas de Francisco de 25 Todas las referencias a Isabel dentro de la historiografía, castellana y portuguesa, se han puesto de relieve a lo largo del bloque histórico de la tesis, fundamentalmente, en la construcción de un discurso historiográfico en torno a la infanta. Las obras de Alonso de Palencia, Hernando de Pulgar, Jerónimo Zurita o Andrés Bernáldez conforman una imagen historiográfica de Isabel en sus crónicas pero, por razones de espacio así como de coherencia con los objetivos primordiales de esta tesis no se han incluido, aunque serán objeto de una investigación posterior. Para las posibilidades de los relatos cronísticos, Vid. Néstor Vigil Montes, “El relato cronístico en la reconstrucción de las relaciones lusocastellanas en el siglo XV: posibilidades, problemáticas y límites de la fuente narrativa”, en Los reinos peninsulares en el siglo XV. De lo vivido a lo narrado, ed. Francisco Toro Ceballos, Andújar, Ayuntamiento-Asociación Cultural Enrique Toral y Pilar Soler, 2015, pp. 309-318. 26 Algunas de estas referencias se han desgranado en el apartado histórico correspondiente a la semblanza biográfica de Isabel. 208 Ávila en su Vergel de discretos y, finalmente, 3) Isabel como modelo de mujer en el siglo XVI, fundamentalmente, con obras donde su figura se toma como arquetipo literario y como modelo de mujer virtuosa, verbigracia el Carro de las donas o la obra de Juan Luis Vives. En definitiva, todos estos reflejos literarios en los cuales se reconoce la figura de Isabel como protagonista principal o secundaria testimonian su importancia en la corte de los Reyes Católicos, así como en la portuguesa, bien sea como destinataria de las obras o bien como motivo literario. 1.3. Clasificación del corpus textual. Metodología A continuación, se considerará el amplio corpus de textos que sirven para fundamentar este análisis literario y que toman a la infanta como dedicataria o motivo literario, es decir, o bien como protagonista de una literatura realizada en su honor o bien como objeto literario tangencial, todo ello un fiel reflejo de sus circunstancias personales y políticas. Este corpus literario es amplio y cuenta, en su mayoría, con textos inéditos. Dentro de las características principales es más que destacable la gran variedad genérica que conforma este corpus (lírica, narrativa, romancística, obras paradramáticas, etc.). Todas estas obras, además, se enriquecen al poseer un doble reflejo peninsular, esto es, se circunscriben tanto en la literatura castellana como portuguesa, donde la cuestión lingüística incluirá también obras en latín. Esta literatura está inserta en el marco cortesano de la época de los Reyes Católicos así como en las cortes portuguesas de João II y Manuel I, con autores que transitan entre ambas cortes peninsulares, como por ejemplo, Gracia Dei. Dentro de estas conexiones peninsulares, cabe destacar el ejemplo de los romances acerca de la muerte del príncipe de Portugal, que trasvasan la versión culta castellana para vivir dentro de las variantes romancísticas, también portuguesas. Finalmente, parte de esta literatura excede los límites temporales de fines del siglo XV al reeditarse hasta bien entrado el siglo XVI (caso del Epithalamium), aunque en otras ocasiones se toma a Isabel como modelo de mujer que se propone como arquetipo literario en obras doctrinales femeninas, como el Carro de las donas y La instrucción de la mujer cristiana de Vives; aparecerá, también en la literatura romancística, que pervive hasta mediados del siglo XX recogida en versiones orales. 209 La metodología de análisis, en resumen, se desarrolla en cuatro apartados principales, esto es, poesía, prosa, micropoética, parateatralidad y otras obras, donde se alude a un apartado misceláneo que incluye todas aquellas obras que insertan a Isabel como motivo literario secundario. 2. ISABEL EN LA LITERATURA CASTELLANA 2.1. Poesía 2.1.1. Un curioso speculum reginae para la joven Isabel: Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei (ca. 1486) La Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei, «dedicada a la ilustre y muy esclarecida señora doña Isabel, primera infante de Castilla», destaca no sólo por ser la primera de las obras producidas en el entorno literario de Isabel, sino también porque se trata de una obra de la que sólo se conserva un ejemplar27. 2.1.1.1. Un «gallego con algo de portugués»: biografía De Pedro Gracia “existen grandes lagunas en su cronología y en sus datos biográficos”28. La confusión en torno a su figura ha llevado a los críticos a crear nombres reales sobre el que parece esconderse nuestro autor, como el de Antonio de Villamayor o bien atribuir obras suyas como la Criança a otros escritores como Juan de Lucena29. 27 Todas las citas de la obra aluden al opúsculo incunable unicum de la BNE (INC/1272), Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, [s. i. t. pero Salamanca, Juan de Porras, ca. 1486], [a1r]. Existe digitalización en alta resolución gracias a la Biblioteca Digital Hispánica (en adelante BDH): http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000176803&page=1. Vid. texto [1] en la antología final de esta tesis, que presenta la edición completa del texto. 28 Hay entrada referida al autor a cargo de Víctor Infantes de Miguel en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, XXIV, 2009, pp. 526-527 [526]. Lejano queda ya el retrato que aboceta Antonio Couceiro Freijomil en Diccionario bio-bibliográfico de escritores gallegos, II, Santiago de Compostela, Sociedad de Bibliófilos Gallegos, 1952, pp. 208-209. 29 La filiación a Antonio de Villamayor que consta en la ficha de la base de datos PhiloBiblon (Beta manid 1176), toma a Gracia Dei como un pseudónimo, sin que aparezcan más precisiones sobre nuestro autor, (Charles Faulhaber aclara en nota que “Hace falta un estudio sobre Gracia Dei, sobre todo para establecer que es la misma persona que el rey de armas Antonio de Villamayor”). Óscar Perea Rodríguez, “Alta Reina esclareçida: un cancionero ficticio para Isabel la Católica”, en Isabel la Católica y su época, Valladolid, Instituto Universitario de Historia Simancas, 2007, pp. 1355-1383 [1371, n. 124] apunta a que el verdadero nombre de Gracia Dei sería Antonio de Villamayor, aunque se establece así una confusión con Antonio de Sotomayor, rey de armas de Felipe II, el cual parece copiar varias obras de Gracia Dei en el siglo XVII. Por su parte, Miguel Ángel Ladero Quesada, “El preste Juan de las Indias y los Reyes de Armas castellanos del 210 Igualmente, su consideración oscila entre quienes le consideran “el gran panegirista poético de Isabel I” y los que dudan incluso de su misma existencia, como Pérez de Tudela y Bueso, quien sugiere que “pudiéramos entrar en sospecha sobre la unicidad del personaje así llamado”30. Nacido posiblemente en Galicia (1465?), el propio autor se confiesa «gallego, vasallo del rey castellano [...] con algo de portugués»31, apuntando a una ligazón entre cortes peninsulares nada baladí. Igualmente, tras su apellido se puede esconder una ascendencia conversa, pues para Infantes de Miguel, “el sobrenombre parece referirse a una conversión de la que no alcanzamos a delimitar su sentido exacto y que puede ir desde una iluminación espiritual espontánea hasta un meditado y culto cambio intelectual”32. Sin embargo, para Gregorio de Andrés, “no es apellido de familia sino sobrenombre que adoptaban los reyes de armas de los monarcas”33. Gallardo ya apuntó a que en las coplas de la Criança se sugiere cierta persecución de su padre, tal vez debido a la guerra peninsular contra Portugal, aunque poco más se puede inferir al respecto, en buena medida por la oscuridad de los datos biográficos del propio Gracia Dei y sus padres34. Tampoco se tiene certeza de su adscripción a la Universidad de Salamanca, ciudad de impresión de la obra según reza el introito, amén de lugar donde afirma haber estudiado -«hijo de dicho studio»-. Sin embargo, no hay ningún documento que pruebe su paso por la universidad, puesto que no quedan rastros de su presencia ni en los Cartularios ni en siglo XVI”, en Medievo hispano. Estudios in memoriam del prof. Derek W. Loman, Madrid, Sociedad de Estudios Medievales, 1995, pp. 221-234 [p. 222, n. 1], añade otro nombre a esta confusión: Antonio de Barahona, sobrino de Gracia Dei, a quien se ahíja parte de sus obras al aprovechar los materiales de su tío, según apunta también Pascual de Gayangos en la introducción a Blasón general y Nobleza del universo: Coria 1489-Madrid 1882, Unión de Bibliófilos Extremeños, 1993, que reproduce la edición facsímil de Madrid, Librería de M. Murillo, 1882 p. XIV. Finalmente, María Isabel del Val Valdivieso, “Isabel la Católica y la educación”, Aragón en la Edad Media, 19 (2006), pp. 555-562 [555], remite a dicha obra como tratado doctrinal y la adscribe erróneamente a Juan de Lucena. 30 Como panegirista en Óscar Perea Rodríguez, “Alta Reina esclareçida: un cancionero ficticio…”, p. 1371, mientras que sobre las dudas acerca de la existencia del personaje las plantea, para después refutarlas, Juan Pérez de Tudela y Bueso, Batallas y Quinquagenas, introducción, Madrid, Academia de la Historia, 1983, p XXXIII. 31 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, [a1r]. 32 Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei y su tratado de La crianza e virtuosa doctrina (1488)”, en Les traités de savoir-vivre en Espagne et au Portugal du Moyen Âge à nos jours, ed. Rose Duroux, Clermont Ferrand, Association des Publications de la Faculté des Lettres et Sciences Humanines de Clermont Ferrand, 1995, pp. 43-54. 33 Gregorio de Andrés, “Relación de la vida del Rey D. Pedro y su descendencia que es el linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei: Introducción y edición (I)”, Cuadernos para Investigación de la literatura hispánica, 18 (1993), pp. 233-252 [233]. 34 Bartolomé Gallardo, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, Madrid, 1888, pp. 103, ya que en Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina…, [b8r y ss. coplas] parece incidir en la lealtad de los vasallos: «esta dize con su pie el que sirve con gran fe / denota este animal quién es servidor real / demuestra esta bezerra el que sirve y no yerra / esta con nobleza de Juno quien dize único uno». 211 los Bularios de dicha institución. Así las cosas, pudiera Gracia Dei estar vinculado al ambiente universitario que se vivía en esa época en la ciudad del Tormes “más afectivamente que otra cosa”35. Este apunte puede marcar el probable lugar de encuentro con la corte de los Reyes Católicos. En palabras de Gómez Moreno, “la Universidad de Salamanca, y con ella sus profesores, aparece por doquier en la vida de los Reyes Católicos y de sus hijos”, por lo que no es extraño que Gracia Dei se insertara en este ambiente cultural que le sirviera de trampolín para su entrada cortesana36. Entró al servicio de los monarcas en torno a 1490 al ocupar cargos como el de cronista y rey de armas37, aunque la única actividad que consta documentalmente en las Cuentas de Gonzalo de Baeza se fecha en 1493, al aparecer aludido como «otro oficial de la casa del príncipe»38. Sin embargo, nuestro autor no duda en designarse en los prólogos y antetítulos de sus obras como cronista, rey de armas y criado de los Reyes Católicos39. Sea como fuere, instalado en la corte de Isabel y Fernando como «coronista» es testigo de acontecimientos históricos, como la boda del príncipe don Juan con Margarita de Habsburgo, para la cual se le libran ciertos asientos el 23 de abril de 1497 en Burgos40. El 26 de febrero de 1500, en Granada, Fernando el Católico le hace merced 35 Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei…”, p. 44. 36 Ángel Gómez Moreno, “Las Universidades en la época de los Reyes Católicos”, en La literatura en la época de los Reyes Católicos…, pp. 59-77 [61]. El propio Gómez Moreno alude a una “Salamanca connection”, ya que durante la vida de Isabel la Católica, Salamanca tuvo una primacía indiscutible y de ella proceden nombres cortesanos como Hernando de Talavera, Alfonso de Madrigal, Cisneros o Diego de Deza, preceptor del príncipe don Juan. La Universidad salmantina “bulle alrededor de Isabel y Fernando”, cuya empresa ideológica se fundamentó gracias a la universidad y a sus profesionales, que apuntalaron buena parte de sus ideas a través de sus escritos. Vid también Héctor Hernández Gassó, “Los Reyes Católicos y la Universidad de Salamanca: la formación al servicio del ideal monárquico”, en Medievalismo en Extremadura. Estudios sobre literatura y cultura hispánicas en la Edad Media, eds. Jesús Cañas Murillo, Javier Grande Quejigo y José Roso Díaz, Cáceres, Universidad de Extremadura, 2009, pp. 119-132. 37 Según Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, Madrid, Luis Sánchez, 1611, p. 1255, este cargo, instituido por Julio César y ampliamente documentado desde época clásica, se renovó en tiempo de los godos y una vez reconquistada la península se volvió a implantar en la corte con sus cargos y privilegios, entre cuyas características, el rey de armas destaca por asistir «con sus cotas de armas en ciertos autos públicos y solemnes, y publica algunos mandatos y órdenes de su magestad; está a su cuenta el conservar los blasones y armas de los linages». 38 Cuentas, II, p. 77. Por tal motivo se le libran en 1493, con ocasión del viaje a Barcelona del príncipe don Juan, acompañando a sus padres, la totalidad de 1500 maravedís a Pedro de Graçia, con toda seguridad nuestro autor. En estas Cuentas no hay que confundirle con los asientos vinculados a Graçian «criado de su alteza» (I, p. 398) y también (II, p. 86). 39 Así lo han analizado María Estela González de Fauve, Isabel las Heras y Patricia de Forteza en “Apología y censura: posibles autores de las crónicas favorables a Pedro I de Castilla”, Anuario de Estudios Medievales, 36/1 (2006), pp. 111-144 [130-131]. 40 Joan Ruiz i Calonja, “Fra Ambrosio Montesino, Ferrando de Vedoya i Gràcia Dei, a la cort de Ferran el Catòlic”, Estudis Romanics, IV (1953-54), pp. 241-250 [249, doc. 7]: «de expres manament de sa magestat, graciosament es estat donat a Gracia Dei, coronista de sa magestat, per a vestir-se en les sobredites festes». El apéndice documental recoge en los números 7 y 8 dos asientos reales para Gracia Dei, como «coronista de su majestad». 212 de cinco mil maravedís para la compra de un caballo41 y en 1503 Baeza incluye un asiento al librar «al bachiller Gracia Dey, contino de su Alteza, un jubón e un bonete de terçiopelo negro e un tabardo e un sayo e unas calças de contray negro, de que su Alteza le hizo merçed para su vestuario»42. A la muerte de la reina43, pasó a servir a Juana I de Castilla, como demuestran la gran cantidad de coplas a ella dedicadas, y más tarde, posiblemente, a su hijo, Carlos I, hasta su fallecimiento en Zafra en 1530 bajo el amparo del duque de Feria, quien a sus exequias «le mandó hacer toda la honra que a tal varón pertenecía»44. Gracias a estas evidencias, por tanto, parece probado documentalmente que en 1497 era cronista de Fernando el Católico; así lo nombra Nicolás Antonio, «Catholicorum Regum heraldus». Se desconoce cuando desempeñó los cargos de criado y rey de armas de los Reyes Católicos, oficios a los que alude en sus obras literarias. Los reyes de armas formaban parte del ceremonial cortesano como, verbigracia, los pasos honrosos, y eran una pieza fundamental del engranaje entre el ideal cortés y el caballeresco de fines del siglo XV 45. Así lo expone Diego de Valera en su Tratado de las armas y también en su tratadito Preheminencias y cargos de los ofíciales de armas, donde añade a las competencias y privilegios de los oficiales de armas la entrega los premios en las justas reales; suyos son los cadalsos que se montan para celebrar las justas y, finalmente, engrosan las filas del ceremonial áulico en banquetes y comidas cortesanas46. Ya entrados en el siglo XVI, Gonzalo Fernández de Oviedo, en su obra Oficios de la Casa Real de Castilla, destaca en un epígrafe a la labor de rey de armas a la que califica como «un oficio honrado entre los militares, e en la Casa Real, e de muchas preeminencias». También les describe «con sus cotas reales vestidos delante del rey, e del príncipe en los tiempos de las fiestas, e entradas de ciudades e villas, e en los actos, e 41Joan Ruiz i Calonja, “Fra Ambrosio Montesino...”, p. 250, doc. 8. 42 Cuentas, II, p. 588. 43 No hay constancia documental de Gracia Dei en las cuentas de Alonso de Morales, según el cotejo realizado basado en la obra de Rosana de Andrés Díaz, El último decenio del reinado de Isabel I a través de la tesorería de Alonso de Morales (1495-1504), Valladolid, Universidad de Valladolid, 2004. 44 Nicolás Antonio en su Bibliotheca Hispana Nova, Madrid, 1788, II, p. 199 [ed. facsímil, Madrid, 1996], así como Gayangos, en su introducción a Pedro Gracia Dei, Blasón General…, pp. VIII-IX, y Joan Ruiz i Calonja, “Fra Ambrosio Montesino…”, p. 247, documentan este mecenazgo del Duque de Feria y Gracia Dei. La cita textual se recoge de Nicolás Antonio, quien cita a Rodríguez Alvarez Osorio en su Genealogía familiar de Osorio, que reconocía a Gracia Dei como “uno de los notables hombres que en nuestros siglos concurrieron destas antigüedades, el qual espiro en mis manos en esta villa de Zafra, a quien el Conde mi Señor maguer niño a la sazón, le mandó hacer toda la honra que a tal varón pertenecía”, p. 228. 45 Sobre los reyes de armas, farautes y demás mantenedores y testigos involucrados en el ceremonial cortesano, véase José Luis Martín y Luis Serrano-Piedecasas, “Tratados de Caballería. Desafíos, justas y torneos”, Espacio, Tiempo y Forma, 4 (1991), pp. 161-242, [206-210]. 46 José Luis Martín y Luis Serrano-Piedecasas, “Tratados de Caballería…”, p. 210. 213 cortes, que requieren solenidad, pregonan, e declaran en alta voz la voluntad real»47. Por su parte, Martín de Riquer, dividía, según la denominación de El Victorial, en tres categorías a estos personajes cortesanos, es decir, «reys d’armas e araotes e purxibantes», siendo estas dos últimas las relativas a los farautes –heraldos– y, finalmente, los pursuivants, esto es, aquellos que perseveraban en la búsqueda de mercedes reales48. Por consiguiente, estos oficiales de armas, heraldos y farautes contaban con la autoridad y legitimidad real, por lo que podía declarar la guerra, privar de la honra a cualquier funcionario real así como tratar asuntos de envergadura con otros reyes y cortesanos, en una especie de figura intermedia entre el nuncio y el heraldo. De tal forma, la presencia de estos oficiales resulta manifiesta en la corte castellana desde el reinado de Juan II, hasta el punto de verse incrementada su actividad y ceremonial cortesano en la época de Isabel I. Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo XVI, los reyes de armas y heraldos perderán paulatinamente sus funciones hasta que su figura se circunscriba únicamente a tareas ceremoniales o bien a consultas en su calidad de expertos en heráldica y genealogía. En resumen, en “los años correspondientes a las postrimerías del reinado de los Reyes Católicos conocemos, gracias a la proliferación documental, a varios oficiales de armas, siendo los dos más importantes Pedro de Gracia Dei y Moxica”49. En cuanto a su producción literaria, aunque nos han llegado numerosas obras bajo su nombre, muchas de ellas son de atribución dudosa o se ven envueltas en el proceloso mar de los impresos sine notis, por lo que, según Infantes, especialmente en las de tema histórico, hay dudas sobre su autoría, tanto por lo tardío de las copias como por los problemas de atribución cronológica de muchos manuscritos, tratándose en su mayoría de textos abiertos a las refundiciones y añadidos posteriores al momento de su creación. Más seguros parecen, en cambio, sus textos genealógicos y su abundante producción poética, casi siempre rubricados por su apellido. Es difícil, asimismo, asignar fechas de composición segura para muchas de sus obras, conservadas 47 Gonzalo Fernández de Oviedo, Oficios de la Casa Real de Castilla (1548), fol. 24 r. Ms. 1027 BNE. Hay digitalización a través de la BDH: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000125512&page=1. 48 Martín de Riquer, Heráldica castellana en tiempos de los Reyes Católicos, Barcelona, Quaderns Crema, 1986, p. 39. La voz francesa de pursuivant se adaptó finalmente en la castellana ‘persevante’, posterior ‘perseverante’, calificando no sólo a la figura de mayor jerarquía y antigüedad, sino también a aquella que guardaba más fidelidad y constancia al rey. 49 Alfonso Ceballos-Escalera y Gila, Marqués de la Floresta, Heraldos y Reyes de Armas en la corte de España, Madrid, Prensa y Ediciones Iberoamericanas, 1993, p. 78. El propio autor en la p. 16 ya documenta esta actividad en el reinado de Pedro I el Cruel, puesto que hasta mediados del XIV la figura del rey de armas no se había adaptado en la península. Otros reyes de armas que documenta Ceballos-Escalera en el reinado de Isabel y Fernando así como Carlos I son Alfonso de Castilla, Andrés de Asturias, Gonzalo de Cuevas, Pero González de la Cueva, Antonio de Barahona –quien se declara «persevante» y sobrino de Gracia Dei–, Antonio de Mendoza y Sotomayor y Pedro de Moxica. 214 en manuscritos de dudosa cronología, incluso para las editadas, que carecen de datos de impresión50. En definitiva, la oscuridad biográfica así como el desconocimiento en torno a su producción literaria en la corte de los Reyes Católicos hacen patente la necesidad de un estudio en mayor profundidad en torno a la figura y obras fundamentales de Pedro Gracia Dei, ya que sólo de esta manera se le devolverá la posición privilegiada que merece en el panorama literario de fines del XV 51. 2.1.1.2. “Panegirista de Isabel la Católica”. Obras fundamentales Gracia Dei sobresale en las obras de heráldica y genealogía, hasta el punto de haber sido nombrado por la crítica “maestro del blasón en época de los Reyes Católicos”52. En efecto, las obras relativas a la literatura de linajes son las más abundantes en la variedad de textos que se le atribuyen, entre las que cabe resaltar primeramente un tratado nobiliario en verso, conocido bajo el título Blasón general y Nobleza del universo desde el facsímile de Pascual y Gayangos, que distinguía dos obras cuando en realidad se trata de la misma en título, el Blasón general de todas las insignias del universo. La obra en su división material cuenta con dos partes, una primera cuyo colofón sine notis sólo expresa el lugar, «hecho en la universidad de Salamanca por un gallego hijo del dicho estudio, renombre Gracia Dey» y una segunda, con multitud de grabados xilográficos en el vuelto, que indica en su colofón un pie de imprenta explícito «fue impresso y entallado en la çibdad de Coria por maestro [sic] Bartolomé de Lila, flamenco, año de mil cccc 50 Diccionario Biográfico Español…, XXIV, p. 526. 51 A pesar de que gran parte de la crítica le otorga una categoría de autor “cajón de sastre”, numerosos son los autores que solicitan una tesis doctoral o un estudio monográfico del autor que deslinde no sólo su biografía sino también un corpus de obras ciertas en su atribución a Gracia Dei. Así lo expresa Charles B. Faulhaber u Óscar Perea Rodríguez, “Alta Reina esclareçida: un cancionero ficticio…”, p. 1375, quien reclamaba “una edición completa de su obra poética” así como despejar “todas las dudas en cuanto a su autoría en poemas considerados anónimos”, para poder considerar a Gracia Dei el mayor panegirista de Isabel la Católica. Del mismo modo, en la vertiente histórica y desde la consideración de la literatura como difusión propagandística, Ana Isabel Carrasco Manchado, “Aproximación al problema de la consciencia propagandística en algunos escritores políticos del siglo XV”, En la España Medieval, 21 (1998), pp. 229- 269 [especialmente 266-268 para el epígrafe dedicado al autor bajo el título “La crítica de la propaganda política en los cronistas del Renacimiento: Pedro de Gracia Dei”], ya incidía en este autor como un ejemplo paradigmático, “totalmente gráfico” de “la escritura de la historia como medio de propaganda al servicio del poder”, p. 266. 52 Juan Pérez de Tudela y Bueso, Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y Quinquagenas, introducción, Madrid, Academia de la Historia, 1983, p. XXXIII. 215 lxxxix», es decir, [Coria, Bartolomé de Lila, 1489], aunque los materiales tipográficos de ambas partes, según el análisis de las letrerías, revelan que son los mismos53. Se trata de un incunable excepcional, rico en grabados, definido por Gayangos como “uno de los más singulares monumentos del arte tipográfico” del siglo XV. La obra está dedicada al rey portugués João II54, («a vos, buen rey, se dirige»)55, con un prólogo donde recurre a todos los tópicos laudatorios desde el paradigma de monarca letrado. Así lo prueba la excusatio manifesta en torno a la lengua empleada, «en dulçe estilo castellano»; el don de lenguas manejadas por el rey luso –cita a las caldeas, hebraicas y latinas-, le convierte en un monarca docto, amén de «rey justo, super ilustre». Esta obra, según apuntó Gómez Redondo, serviría para afianzar las relaciones de amistad entre Portugal y Castilla tras la guerra peninsular, porque “probablemente se trate de un regimiento heráldico pensado para el infante don Alfonso de Portugal, en el arco de fechas en que iba a casar con la princesa Isabel”56. Es más, probaría igualmente el 53 El Incunabula Short Title Catalogue (ISTC) (ig00355000) recoge la edición así como el Gesamtkatalog der Wiegendrucke (GW) (11347), dando noticia de los ejemplares en Oxford Bodleian Library (signatura G-176; ejemplar que contiene “fragments of 20 leaves, most showing differences in setting-up from the facsímile”) así como en los EE.UU. (Cambridge, Harvard College Library, Houghton Library; New York, Hispanic Society of America y, finalmente, San Marino, The Huntington Library). La tradición bibliográfica también recoge la edición, con una colación como la que sigue: 4º.- 1a b cb 2a b8 [c10 d8].- 58 h.- Let. gót. de un tamaño 85G.- Caja de 30 líneas (no se ofrecen las medidas de la caja al no haber realizado un análisis del ejemplar sino mediante su facsímil). Cfr. Goff (G-355); Haebler (304); Proctor (9610) y Vindel (289). Sobre el destino en suelo hispánico de alguno de los ejemplares de la edición, Gayangos explicó que existían dos, “uno que vendido en Londres en 1833, y al parecer falto de una hoja, vio D. Pedro Salvá, y fue últimamente a parar a la selecta biblioteca de Fermín Didot, y otro perfectamente conservado, aunque dividido en dos partes, Nobleza y Blasón, que es el que ha servido para esta reproducción”, basándose en los incunables de la Biblioteca Nacional de signatura K108 y K174, p. VI, n. 2 de su introducciónal al facsímil de Pedro Gracia Dei, Blasón general…. Sin embargo, Julián Martín Abad, en su Catálogo bibliográfico de la colección de incunables de la Biblioteca Nacional de España, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 2010, no documenta dichos incunables porque no se encuentran en los fondos de la BNE en la actualidad, sin saber el destino de los dos que vio Gayangos. Así también se recoge en el GW: “Madrid BN?, BU?”, dudando de si se custodia algún ejemplar o bien en la Nacional o en la Biblioteca Histórica de la UCM. No parece que haya generado dudas el doble colofón (Salamanca y Coria), ya que un análisis de las letrerías pueba que ambas usan el tipo 85G, que junto a la particularidad de usar hilos, esto es, la presencia de dos líneas paralelas y verticales que las cortan en los tipos mayúsculos (D/M, fundamentalmente), prueban la impresión en la oficina de Bartolomé de Lila, Coria, 1489. Sin embargo, ¿por qué incluir este colofón salmantino? ¿Sería el mismo que llevara la Criança? ¿Necesitaba Gracia Dei granjearse el privilegio de los monarcas a través del impresor? Para las citas del texto y la introducción de Gayangos, Vid. el facsímil de Pedro Gracia Dei, Blasón general y Nobleza del universo: Coria 1489- Madrid 1882, con prólogo de Pascual Gayangos, Badajoz, Unión de Bibliófilos Extremeños, 1993, que reproduce la edición facsímil de Madrid, Librería de M. Murillo, 1882. También existe un facsímil del mismo Pedro Gracia Dei, Blasón general y Nobleza del universo, A Coruña, Órbigo, 2009. No existe edición moderna de la obra. 54 Como recuerda Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, p. 487, esta es la tercera obra que un letrado adscrito al reino castellano dedica a un rey portugués, tras el Memoriale virtutum de Alonso de Cartagena al rey Duarte (ca. 1425) y el Tratado de las armas de Diego de Valera a Afonso V (ca. 1458). 55 Pedro Gracia Dei, Blasón general…, fol. aiiir. 56 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, pp. 485-493 [2172]. 216 mecenazgo del rey portugués con Gracia Dei a la vez que esa misma relación podría haberle impulsado a la escritura de la Criança, consolidando las relaciones políticas también mediante la literatura. Este Blasón general desarrolla los puntos principales de los tratados nobiliarios. Por una parte, incide en una reflexión teórica sobre el carácter de la nobleza y sus vínculos con el linaje y, por otra, muestra una exposición de carácter práctico acerca de los escudos de armas, que se ejemplifican a través de excepcionales grabados xilográficos e imágenes caballerescas. Este doble tratado puede ser entendido como un regimiento de príncipes para el príncipe Afonso en el que Gracia Dei teje un denso tapiz donde tienen cabida todas las materias que convienen a la vida cortesana, lo cual lo emparenta con la Criança y virtuosa dotrina. Gracia Dei aconseja al rey dar a su hijo a la edad de cinco años «en su guarda de cavallero de sangre leal y de buena criança»57 para, a los siete les comiençe de disponer a doctrina de fe y buenas costumbres con las disposyçiones juveniles de leer, escribir, aprender la lengua latina y después tañer, dançar, nadar, tirar con arco y ballesta, escaques, tablas, pelota y las otras cosas que hazen los hombres dispuestos y más prudentes. Deve el rey criar los hijos de los grandes de su reyno para en su corte servir y obedeçer al prínçipe en los tiempos siguientes58. Estas «disposiciones juveniles» tienen su eco en otros versos de la Criança: «de ser enseñado y saber enseñar / en leer, escribir, tañer y cantar / danzar y nadar, luchar, esgrimir / arco y ballesta, latinar y decir / xedrez y pelota, saber bien jugar»59. Así, según apunta Gómez Redondo, la primera parte del opúsculo se estructura en tres bloques: a) Bloque 1, dedicado a la nobleza, cuya dignidad se basa en la importancia del linaje y su peso político (caps. i-iv). b) Bloque II, dedicado a la caballería (caps. v-ix), que incluye un completo apartado de re militari (caps. x-xiii) y describe los problemas jurídicos que se derivan del conflicto bélico, así como las tres causas para una guerra justa (caps. xiv-xx). c) Bloque III, que expone, finalmente, la regulación normativa acerca de los torneos y desafíos, los retos y justas (caps. xxi-xxvi); se incide en una idea fundamental, esto es, que la paz y amistad deben ser los principios que regulen la actividad del monarca, por lo que todo ha de considerarse pasatiempo cortesano y caballeresco, como demuestra la Orden de la Banda60. El arte de blasonar requiere una especialización multidisciplinar entre varias materias. Este opúsculo se presenta materialmente de forma independiente al anterior, con foliación propia y un nuevo proemio dedicado al rey João II, ya que la dignidad de 57 Pedro Gracia Dei, Blasón general…, fol. b2v. 58 Pedro Gracia Dei, Blasón general…, fol. biiir. 59 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 8v]. 60 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, p. 488. 217 estas señas genealógicas se establece en torno a su figura. El tratado consta de quince epígrafes, con un apoyo continuo en las xilografías, a las cuales se remite en una simbiosis perfecta entre texto e imagen. Del mismo modo se realiza una historiografía del blasón desde la Antigüedad hasta llegar a las señas de Castilla, con «un castillo de oro con puertas azules sobre colorado», y Portugal, con «una çiudad blanca en campo azul sobre la mar hecha de hondas verdes doradas»61. Los cinco restantes presentan las once reglas generales de la armería, para concluir con una exposición referida a las armas del rey luso, concretamente, se basa en las quinas –los cinco escudos azules puestos en cruz propios del reino portugués-, sobre las que diserta en un complicado análisis numerológico. Así las cosas, este tratado en su contenido híbrido así como gracias a los conceptos esgrimidos por su autor, como las tres virtudes clásicas –Fortaleza, Prudencia y Sabiduría– que deben regir el buen comportamiento del soberano, según Gómez Redondo, demuestra el esfuerzo con que Gracia Dei procura reunir toda suerte de materiales para configurar un amplio manual que sólo puede ser entendido como un regimiento de príncipes, pensado para la corte lusa, a la que, en pocos meses, llegará la princesa Isabel, bien aleccionada con La criança y virtuosa dotrina62. A este respecto, ya señalaba Infantes que puede tratarse del “primer tratado donde se recoge ordenada y sistemáticamente el código de la cortesía de la Castilla medieval”63. De esta manera, ambos textos parecen complementarse, engranándose en un mismo autor y unas mismas cortes peninsulares que buscan superar sus diferencias a base de las armas y las letras, al tiempo que se unían sus herederos. Así también parece que la relación de Gracia Dei entre ambas cortes peninsulares se confirma en los versos de la Criança dirigidos a Isabel «de cuantas a quien natura da ley, / ¡o cuán bendicta serás tú, la grey»64, donde se hace presente el lema o alma de la divisa del rey portugués João II: «Pela lei e pela grei», es decir, «por la ley y por el pueblo», que se pude ver representado arquitectónicamente, por ejemplo, en el Mosteiro de Santa Maria da Vitória de Batalha (Portugal). Dentro de la literatura de linajes, se le atribuye a Gracia Dei el Libro del Blasón de la Caballería65, una copia del siglo XVII de una obra original suya, hoy perdida, que 61 Pedro Gracia Dei, Blasón general…, fol. 14v. 62 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, p. 488. 63 Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei…”, p. 49. 64 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, [a 1v]. 65 Se trata del manuscrito de título Blasones de las armas e insignias de los principales linages de Castilla, con signatura Mss. 3303 de la BNE, del siglo XVII, bellamente adornado con blasones, escudos y otros 218 aparece compilada junto a su Crónica del rey D. Pedro. Se le han atribuido las Ciudades y villas; los Escudos de reyes y príncipes del mundo y los Tratados especiales de los linages de Leyba y de la Cueva. La genealogía en verso se representa también en sus Blasones de las armas e insignias de los principales linages de Castilla, con cerca de ochenta apellidos y sus armas nobiliarias, como por ejemplo los Manrique66; así como en Genealogías y blasón de los reyes de Castilla67 y, finalmente, el Vergel de nobles68, dedicado a Gonzalo Fernández de Córdoba, o el Nobiliario general, destinado al Cardenal Cisneros69. Manuscritos todos ellos de autoría cierta y datables a fines del siglo XV y principios del XVI, aunque existen numerosas copias posteriores que conforman una auténtica selva de textos entre los cuales es difícil desbrozar aquellos que son del propio Gracia Dei y los que se le ahí-jan. De otra parte, su producción historiográfica incluye una Crónica de España y una crónica rimada, de cuarenta décimas con sus glosas, la Summa de todos los reyes que han sido en España desde tiempo de los godos, dedicada a la reina Isabel70. Mayor interés representan los textos sobre el rey don Pedro I el Cruel, escritos dentro de la polémica trastamarista entre la historia «verdadera» y la «fingida», dentro de una moda propagandística panegírica que buscaba legitimarse en el poder castellano. Así, pues, es posible que Gracia Dei escribiera la Historia y defensa del rey Don Pedro, con numerosos manuscritos conservados y en la que intervinieron con seguridad varios autores desde mediados del siglo XIV. La Relación del Rey don Pedro y de su descendencia, también de autoría discutida71, se divide en dos partes, la primera llega hasta la mitad del siglo XV en dibujos. Se encuentra digitalizado a través del siguiente enlace de la BDH: http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000125968&page=1. [Consultado el 30 de noviembre de 2015]. 66 Blasones de las armas e insignias de los principales linages de Castilla, manuscrito custodiado bajo la signatura Mss. 6175 de la BNE, fols. 248r y 272. Según Pascual de Gayangos en la introducción a Blasón general…, p. XII, es el mismo libro “al parecer” que el citado como Vergel de nobles. 67 Genealogías y blasón de los reyes de Castilla, Mss. 7864 de la BNE, fols. 23-26. 68 Vergel de nobles, Mss. 3231 y Mss. 3769, fols. 4-119 (del primero se ofrece digitalización en http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000050972&page=1); también existe copia en Mss. 5911 y Mss. 9133, dedicado al Gran Capitán, con reproducción en línea: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000114776&page=1, todos ellos de la BNE. 69 Pascual de Gayangos en la introducción a Blasón general…, p. IX. 70 Summa de todos los reyes que han sido en España desde tiempo de los godos, Mss. 1804 de la BNE, fols. 104-107. 71 Gregorio de Andrés, “Relación de la vida del Rey D. Pedro y su descendencia que es el linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei: Introducción y edición (I)…”, p. 251 y ss. Para la obra íntegra, la edición se realizó por parte de Gregorio de Andrés, Relación de la vida del Rey D. Pedro y su descendencia que es el linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei. (II). Texto. (Continuación)”, Cuadernos para Investigación de la literatura hispánica, 19 (1994), pp. 207-249. La obra se ha ahijado a autores tales como Gracia Dei, Juan de Castro, Alonso de Castilla o Luis de Castilla, hasta quienes proponen el nombre de Gracia Dei como autor de la misma para difundir propagandísticamente las ideas de una facción de la familia Castilla que buscaría legitimarse, a este respecto, María Estela González de Fauve, Isabel las Heras y Patricia de 219 la persona de Alonso de Castilla, en una exculpación de los crímenes de Pedro I el Cruel, al que se justifica, al tiempo que se ataca la veracidad de la obra de Pedro López de Ayala, la cual no duda Gracia Dei de calificar de «fingida y mentirosa»72. Al final de esta primera parte se detalla que «hasta aquí llegó Gracia Dei», mientras que la segunda parte, centrada en los descendientes de Alonso de Castilla, se atribuye a Diego de Castilla, deán de Toledo. En poesía, sobresalen las Exçellencias de la Reina doña Isabel de Castilla en coplas, dedicadas a Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, hoy perdidas, aunque así constan en el Regestrum de Fernando Colón. Podrían corresponderse con el inicio de las coplas insertas en el Libro de los pensamientos variables, «Reina de muy gran grandeza / y en todas cosas gran Reina, / llena de mucha sabieza», atribuidas con acierto a Gracia Dei73. Sí se conservan las Quince preguntas del papa Julio a Gracia Dei sobre las excelencias de la Reina doña Isabel, de “abusivo artificio áulico” según Infantes; es la prueba que vincula a Gracia Dei con Italia y la corte pontificia de Julio II para Ladero Quesada74. En la pregunta a «Cómo vivió», se desgranan algunos detalles de la esfera más personal de la reina, en la que aparecen las bodas de sus hijos (Isabel y Juan), sus muertes, las de sus nietos (el malogrado hijo de Margarita y el príncipe Miguel, hijo de Isabel iunior) así como yernos (el príncipe Afonso y Felipe el Hermoso): En su niñez tenida / y contra muchos casada, / en sus regnos combatida / en muchas muertes plañida, / en gobernar trabajada; / y vio dos hijos casados / a sendos avíos finados, y dos nietos, niños tiernos, / y a deshora dos yernos, / de la muerte salteados75. Forteza en “Apología y censura: posibles autores de las crónicas favorables a Pedro I de Castilla…”. Del mismo modo, hay otras aportaciones al estudio petrista y sus repercusiones gracias a la red de estudios formada por la investigadora Covadonga Valdaliso y muchos otros. 72 Gregorio de Andrés, Relación de la vida del Rey D. Pedro y su descendencia que es el linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei. (II)…”, p. 207. También hay noticias en Ana Isabel Carrasco Manchado, “Aproximación al problema de la consciencia propagandística…”, p. 266 y ss. 73 Las Exçellencias corresponden al n. 4007 del Regestrum. Anteriormente llamado Diálogo entre el prudente rey y el sabio aldeano, el Libro de los pensamientos variables, Mss. 6642 de la BNE, cuenta con digitalización a través del siguiente enlace: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000128385&page=1. De autoría anónima, ha sido objeto de varios análisis; destaca la edición crítica por parte de Esther Gómez- Sierra, Diálogo entre el prudente rey y el sabio aldeano (olim Libro de los pensamientos variables) London, Department of Hispanic Studies-Queen Mary and Westfield College, 2000 hasta llegar a la atribución del autor como Gracia Dei por parte de Óscar Perea, “La utopía política en la literatura castellana del siglo XV: el Libro de los Pensamientos Variables (BNM, ms. 6642), eHumanista, 2 (2002), pp. 23-62, artículo en el cual también se incluye una edición crítica del texto. Sobre esta obra y su influencia en la Criança, vid. infra. 74 Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei…”, p. 47 y Miguel Ángel Ladero Quesada, “Isabel la Católica vista por sus contemporáneos…”, pp. 231-232. 75 Antonio Paz y Mélia, Opúsculos literarios de los siglos XIV a XVI, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1892, pp. 371-378 [377], quien lo asimila a la corte papal junto a figuras de renombre como Ugolino Verino o Carlo Verardi simplemente por la redacción de este opúsculo. 220 También constan otras coplas para Juana I de Castilla76, realizadas en 1506 al morir su marido el rey Felipe, en la que también se introduce la figura de Isabel iunior en el verso «uno casó con las dos», con el referente de Manuel de Portugal y su doble matrimonio con Isabel y, posteriormente, con su hermana María: Adónde se hallaría / quien fuese tan desdichada / yo perdí la madre mía / y un hermano que tenía / de mi padre só olvidada / quatro hermanos fuimos nos / uno casó con las dos / la otra con dos hermanos / y ahora de entre las manos / a mi bien llévole Dios77. También se conservan numerosas coplas dedicadas a Isabel la Católica, de las que dio noticia Perea Rodríguez78. Se trata de las llamadas Poesías completas de Gracia Dei, que se articularían como un cancionero dedicado a la Católica: las Coplas de Gracia Dei en loor de algunos linages y ciudades de Castilla, «De doçe que por la fee / capitanes de la luz»; la Descendencia de los reyes de Castilla desde el rey Atamarico hasta el rey don Fernando y la reina Ysabel de gloriosa memoria y Esparsa suya en que pone muchos nombres de reinas de España79. A estos poemas hay que unir otros dedicados asimismo a la Católica y que Dutton consideró anónimos, como el «Mas si por ventura son», donde Gracia Dei vuelve con su machacona declaración en torno a considerarse «un vasallo vuestro», que se repite al declararse «mas un pobre castellano / con algo de portogués»80; y, finalmente su «Reyna de muy gran grandeza», correspondientes ambos a las coplas iniciales y finales del Libro de los pensamientos variables81. Así también se cuenta con un pequeño grupo de poemas conservados en el Ms. 617 de la Biblioteca Real de Palacio, Poesías varias82. Dentro de sus obras perdidas pero documentadas, aparece también una Grammatica latina cum 76 Aunque no lo indique Dutton ni haya más referencias, sigo la opinión de Óscar Perea Rodríguez (“Alta Reina esclareçida: un cancionero ficticio…”, p. 1373, n. 133) para ahijar dos composiciones en el entorno de los hijos de los Reyes Católicos a Gracia Dei, esto es, las Coplas fechas a los altos estados de los Reys nuestros señores [ID4693], así como las Coplas hechas sobre el casamiento de la hija del rey de España [ID4695]. Cfr. Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV…, V, p. 23. 77 Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV…, II, p. 424, [ID1944], de MP2-94, 148v. 78 Óscar Perea Rodríguez, “Alta Reina esclareçida: un cancionero ficticio…”, pp. 1371-1375 para Gracia Dei. En p. 1374, n. 144 destaca Perea Rodríguez este valioso manuscrito, que permanece aún inédito, se trata del K161 de la BNE, NH6 en la tradición cancioneril. Muchas de estas poesías se copiaron en MP2, el llamado Cancionero de poesías varias. 79 Estas tres composiciones figuran en Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV…, II, p. 424, y son [ID1941], [ID1942] e [ID1943], todas ellas insertas en MP2, fols. 138v-145v; fols. 145v-148r y 148, respectivamente. 80 Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV…, II, p. 371, [ID8725], correspondiente a MN59-2, fol. 20. 81 Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV…, II, p. 370, [ID8726], correspondiente a MN59-1, fols. 1-2. 82 José J. Labrador, C. Ángel Zorita y Ralph di Franco, “Ms. 617 of Madrid, Biblioteca de Palacio: a forgotten Cancionero”, Manuscripta, XXX (1986), pp. 91-102. 221 figuris, impresa en Salamanca en 1502 según el rico Abecedarium colombino, obra que probaría su vinculación con la universidad83. 2.1.1.3. La Criança y virtuosa dotrina, consideraciones (bibliográficas) preliminares La Criança y virtuosa dotrina constituye un extenso y poco atendido poema con una gran carga alegórica y mitológica donde se presenta un speculum reginae de muy compleja interpretación. El opúsculo, incunable unicum, fue definido por Antonio Paz y Mélia como “estrafalario, incorrecto y casi bárbaro”, aunque de sumo y curioso interés debido a los datos que ofrece sobre la corte de Isabel la Católica “envueltos y como ahogados en una hojarasca mitológica”84. Sin embargo, sobresalen no pocos problemas en torno a la «obrezilla», tanto textuales como paratextuales, como el lugar y fecha de impresión, y ciertas idées reçues que aún persisten. Todavía se cuestiona quién es la destinataria de estos versos, si Isabel madre o su hija primogénita, y aún se debate sobre la consideración genérica del texto. Muchas han sido las etiquetas que se le han otorgado85, pero parece que la hibridación genérica en la obra resulta la única etiqueta que se aviene con la misma. La aparición impresa de la Criança e virtuosa dotrina coincide con el nacimiento de los tipos móviles y, al mismo tiempo, es el ejemplo perfecto de una serie de problemas que acarrean estas primeras manifestaciones de la imprenta manual. La Criança se conserva en un incunable sine notis, es decir, sin indicaciones tipográficas de lugar, imprenta y año pero datado por los bibliógrafos entre 1486 y 1488; se encuentra incompleto, ya que es probable que le falte el último de los cuadernos que conformarían la edición; y, finalmente, goza de la categoría de unicum86. 83 Recogida en el Abecedarium colombino con el número 12162 y rescatada por Frederick J. Norton en su “Lost Spanish Books in Fernando Colon’s Library Catalogues”, en Studies in Spanish Literature of the Golden Age presented to Edward M. Wilson, eds. R. O. Jones, London, Tamesis Book Limited, 1973, pp. 161-171, nº. 19. De ahí, la obrita gramatical pasó al catálogo de Alan Deyermond, “The Lost Literature of Medieval Spain. Excerpts from a Tentative Catalogue”, La Corónica, V (1976-77), pp. 93-100, nº. 529. 84 Antonio Paz y Mélia, Opúsculos literarios de los siglos XIV a XV, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1892, p. XV. 85 Una primera aproximación a estos problemas, fundamentalmente en cuanto a la destinataria de la obra, en Ruth Martínez Alcorlo, “La Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei, ¿un speculum principis para la infanta Isabel de Castilla, primogénita de los Reyes Católicos?”, en Literatura y ficción: «estorias», aventuras y poesía en la Edad Media, ed. Marta Haro Cortés, Valencia, Universitat de València, 2015, pp. 375-390. 86 Olim S. 211= Mss. 6485, f. 1-20 y, posteriormente I-2342. El ejemplar se custodia en fondo reservado de la BNE, al que tuvimos acceso para realizar el análisis material del mismo. Agradezco muy sinceramente a 222 Del análisis material del ejemplar así como de la noticia bibliográfica correspondiente a la descripción tipobibliográfica del ejemplar87, se deduce que presenta un tamaño en cuarto, de veinte hojas sin foliación, sin reclamos, en una sola tipografía gótica de 90 mm. / 20 líneas, 36 líneas por página e impreso en tinta negra. El ejemplar está formado por dos cuadernos de diez hojas (a y b), signados hasta la mitad, aunque es posible la existencia de un cuaderno c6 que contuviera el final de la obra y el colofón. El título e introito se presentan a línea tirada, mientras que el resto de la composición en verso se dispone de manera uniforme, ofreciéndose el texto centrado en la caja de escritura, cuya medida es de 160 por 92 milímetros, mediante una única columna. Contiene anotaciones manuscritas de época, interlineales y marginales, más frecuentes al comienzo del texto, escasas hacia el final del mismo. La encuadernación está realizada en pergamino del siglo XX, ca. 1923, según Martín Abad88. Desde el primer juicio de Paz y Mélia al editarlo -“por desgracia está incompleto por el fin”89-, todos los bibliógrafos y críticos coinciden en señalar que se trata de un incunable trunco. Si se atiende a la materialidad del ejemplar, Infantes supone que en la caja de escritura del incunable, al ser la distribución uniforme –36 líneas por página–, habría cuatro coplas por página y, por ende, “faltarían 92 estrofas que ocuparían 23 páginas, lo que daría 12 hojas con la última en blanco y donde podía ubicarse el colofón”90, del que se infiere un cuaderno signatura c de seis hojas (c6). En cuanto a los aspectos textuales, el último verso de la obra –«bien como niño sobre gigante»–, queda suelto, puesto que a continuación, según se anuncia en el introito, la obra debía contener la «pronosticación de los fados y buena fortuna de su alteza» y este contenido no se encuentra en las coplas precedentes, a pesar de haberse anunciado. La última estrofa así apunta pues se sugiere que el poema poseería 250 octavas, «de los cien pares con las cincuenta», y hasta el final sólo llegan un total de 158. Tras atender a los avatares de la procedencia del ejemplar, Martín Abad señala que la obra “formó parte como primera pieza de un volumen misceláneo de la colección la profesora Mercedes Fernández Valladares toda su ayuda y erudición en cuanto a los problemas planteados por este incunable. 87 En nuestra primera aproximación a la obra, ya incluimos por vez primera la noticia tipobibliográfica del ejemplar, Ruth Martínez Alcorlo, “La Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei…”, pp. 376-378. La colación de la misma, en forma abreviada, es la siguiente: 4º.-a-b10 ¿c6? [a-bv+5 ¿c6?].-20 h.- L. gót. de un tamaño: 90 G.- Caja de 36 líneas (160 x 92 mm. altura). 88 Julián Martín Abad, Catálogo bibliográfico de la colección de incunables de la Biblioteca Nacional de España, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 2010, p. 380, G-49. 89 Antonio Paz y Mélia, Opúsculos literarios…, p. XVI. 90 Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei…”, p. 48, n. 25. 223 de manuscritos”, que fue desencuadernado inexplicablemente en la propia Biblioteca Nacional en 1923 y trasladado a la Sección de Libros Raros y Curiosos en la misma fecha. Sin embargo, Vindel, en 1936, da noticia del “descubrimiento” de este ejemplar en el periódico ABC, que halló en “una caja con doce folletos”, “en unas carpetas de papel de barba” y sobre el que pide encarecidamente a la Nacional que “vista decorosamente a estos libros, pues se hallan desnudos, es decir, sin encuadernar, simplemente metidos en unas carpetas de papel de barba”91. Antonio Paz y Mélia, en una carta a Marcelino Menéndez Pelayo, declara que se trata de un “impreso rarísimo (desgraciadamente incompleto) que veo citado en el tomo tercero de Gallardo; pero sin declarar la procedencia”92. Por lo tanto, es muy posible que en dicho proceso de desencuadernado se perdiera este cuaderno c debido a la manipulación, aunque también cabe la posibilidad de que el libro se adquiriera en dicho estado y nunca se consignara como ejemplar incompleto en los catálagos y estudios referidos. La calidad de unicum del ejemplar complica esta cuestión al no poder establecerse un cotejo con otro ejemplar de la misma edición93. Misma dificultad aparece en el momento de desvelar los datos de lugar, impresor y año, al enredarse aún más su característica de sine notis con una metáfora astronómica inserta en la obra. La primera imprenta anónima salmantina que utiliza la tipografía gótica y la de Coria se disputan la producción entre 1486 y 1488 de la Criança. El taller salmantino, activo entre 1480 y 1494, ha suscitado un especial interés en su estudio a la hora de identificar el nombre de sus fundadores, Diego Sánchez de Cantalapiedra y Alfonso de Porras. Posteriormente, la atribución de la producción que nos ha llegado a 91 Francisco Vindel, ABC, 5-III-1936, p. 16. 92 Paz y Mélia a Menéndez Pelayo, carta del 25 de mayo de 1891, (Epistolario, 11, carta 208). Consultado en línea a través de la Fundación Larramendi: http://www.larramendi.es/. [Concultado el 4 de abril de 2014]. Sin embargo, Gallardo (Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, Madrid, 1888, p. 404) no lo cita como incompleto y sobre ello vuelve Paz y Mélia en su edición (Opúsculos literarios…, p. XVI): “por desgracia está incompleto por el fin”. Vindel (ABC, 5-III-1936, p. 16 y del mismo Vindel, “Un tratado de urbanidad del siglo XV”, en Solaces bibliográficos, Madrid, Instituto Nacional del Libro Español, 1942, p. 84), por su parte, discurre sobre el asunto lo siguiente: “Gallardo [...] vio este único ejemplar y lo menciona en su bibliografía, omitiendo el lugar donde lo examinó y la fecha probable de su impresión. ¿Cómo es posible que tratándose de un libro de esta importancia Gallardo no dijese dónde estaba y fecha de su impresión? Yo creo que precisamente por ser un libro capaz de despertar la codicia de un bibliófilo, y al no poder Gallardo ser su propietario, fue la causa de no especificar fecha de impresión y lugar donde se guardaba para no llamar la atención sobre él, y si así fue, lo consiguió, pues este incunable precioso no está incluido en los repertorios bibliográficos de los incunables españoles, ni nadie conocía su existencia, ni consta en los numerosos trabajos sobre literatura española del siglo XV”. 93 En este aspecto incide la ficha del GW 11348: “Anm. Die Textüberlieferung basiert offenbar allein auf dem Ex. Madrid BN, so daß ungewiß ist, ob dies vollständig erhalten ist”. [Nota. La tradición textual se basa únicamente en el ejemplar de Madrid BN, por lo que no se puede afirmar con certeza que esté completo]. La traducción es mía. 224 Juan de Porras, hijo del anterior, fue asentada por Martín Abad94, gracias al descubrimiento de los documentos de un pleito dados a conocer por María Antonia Varona García95, pues, anteriormente, los productos identificados como impresos en dicho taller y con esta tipografía en concreto eran asignados mediante la mención Typ. Nebrissensis, Introductiones. Según la tradición bibliográfica, Rodríguez-Moñino fue el primero que ahijó la obra a la imprenta extremeña de [Coria, Bartolomé de Lila, 1489?]: “por cauriense tenemos este libro, mientras de un modo concluyente no pueda establecerse otra cosa”96. Infantes sigue la opinión de su maestro al creerlo editado en los mismos tipos que el Blasón, por lo que adscribe la Criança a este impresor o tal vez su taller, aunque apunta que quizá no en Coria, “en una fecha cercana a 1490”97. El enredijo bibliográfico para Vindel se solucionaba al datarlo en 1486 debido a la cuarta tipografía gótica utilizada en las prensas salmantinas, al documentar que la letrería gótica del taller de Coria, especialmente en las mayúsculas de cuerpo redondeado (D/M), tiene una particularidad inconfundible, que consiste en la presencia de dos líneas paralelas y verticales que las cortan, denominadas hilos, que las hacen únicas en las prensas españolas, mientras que en Salamanca no aparece esta doble barra vertical. Concluye Vindel: “Bartolomé de Lila no pudo imprimir la Criança, porque sus materiales tipográficos fueron distintos”98, si bien hay que apuntar que dicha tipografía fue utilizada entre los años 1486-1488. Asentada la opinión de Vindel, la atribución a Salamanca se apuntaló en Luisa Cuesta Gutiérrez como “cuarta tipografía gótica, 1486”99, pero fue el maestro Antonio Odriozola quien la identificó como perteneciente a la primera imprenta anónima 94 Julián Martín Abad, “La primera imprenta anónima salmantina (c. 1480-1494): últimos hallazgos y algunas precisiones”, en Calligraphia et tipographia, arithmetica et numerica, chronologia, Barcelona, Universitat, 1998, pp. 437-458 e id. Los primeros tiempos de la imprenta en España (c. 1471-1520), Madrid, Ediciones del Laberinto, 2003, pp. 45-114. 95 María Antonia Varona García, “Identificación de la primera imprenta anónima salmantina”, Investigaciones Históricas, 14 (1997), pp. 25-33. 96 Antonio Rodríguez-Moñino, La imprenta en Extremadura (1489-1800), Madrid, Diputación Oficial de Badajoz, 1945, pp. 43-45, n. 2 y también Nuevo diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (s. XVI) (1997), eds. Arthur L.-F. Askins y Víctor Infantes, Madrid, Castalia, 1997, nº. 235.3. Paz y Mélia comparte la misma opinión ya que “no sería aventurado pensar que fue en Coria, donde, en 1489, imprimió el flamenco Bartolomé de Lila otra obra del mismo autor, no menos rara”, en referencia a la Criança. 97 Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei…”, p. 48. También Sanz Hermida –aunque con interrogantes– comparte la data y taller (“A vos Diana primera leona…”, pp. 379-394). 98 Francisco Vindel, El arte tipográfico en España durante el siglo XV, Madrid, Dirección General de Relaciones Culturales, 1949, p. 12. 99 Luisa Cuesta Gutiérrez, La imprenta en Salamanca. Avance al estudio de la tipografía salmantina (1480- 1944), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1960, p. 79. 225 salmantina en 1488?100, puesto que los tipos 90/1 G, 89 G y 119 G, así lo ratificaban, especialmente en el uso de un tipo E algo mayor y sin barra vertical. Por su parte, Martín Abad continuó la labor de su maestro Odriozola ofreciendo la edición de la Criança como “edición cierta” impresa en Salamanca con el tipo 90 G101. Finalmente, recogió la obra en su monumental Catálogo de Incunables de la Biblioteca Nacional de España y fijó como datos tipográficos [Salamanca, Juan de Porras, ca. 1486], al actualizar finalmente la atribución a Porras en vez de la referencia Typ. Nebrissensis Introductiones. Resulta probado asignar la edición a la imprenta salmantina de Juan de Porras, en consonancia además con la propia indicación del autor en el introito «en la Universidad de Salamanca», que conviene recordar. Descartada definitivamente –como ya estableciera con su autoridad tipobibliográfica Odriozola– queda, entonces, la asignación al taller de Lila en Coria y al año 1489, siendo más probable su impresión en 1486, ya que la única tipografía con la que va compuesta esta edición así lo demuestra. En cuanto a modernas ediciones, Bartolomé Gallardo fue el primero en publicar diversos fragmentos de la obra hasta que Paz y Mélia ultimó la única edición moderna completa hasta la fecha en el lejano año de 1892, con numerosos errores y sin anotación102. Atrás quedan los intentos de edición de Víctor Infantes, mientras que, actualmente, la hispanista Cécile Codet ha declarado su intención de realizar una edición crítica del texto103, por lo que únicamente se cuenta con un facsímil de Antonio Pérez Gómez104. La razón de este olvido editorial se achaca no sólo a la oscuridad de sus versos y su dificultad sino a la valoración literaria del escritor, puesto que ha pesado –y mucho- la opinión negativa de sus comentadores. En una carta de Jerónimo Zurita se lee: «en sus 100 Antonio Odriozola, “La imprenta en Castilla en el siglo XV”, en Historia de la imprenta hispana, Madrid, Editora Nacional, 1982, pp. 91-219 [144-145] e id. “Alegrías y tristezas de la investigación sobre impresiones españolas de los siglos XV y XVI”, en Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez, Madrid, Fundación Universitaria Española, I, 1986, pp. 67-91 [78]. 101 Julián Martín Abad, “La primera imprenta anónima salmantina…”, p. 440 y ss., especialmente pp. 445- 446 para la Criança. 102 Bartolomé José Gallardo, Ensayo de una biblioteca…, pp. 102-108, da el introito, proemio y fin así como unas cuantas coplas relativas a la «Doctrina del servicio». Antonio Paz y Mélia, Opúsculos literarios.., pp. 379-426. 103 Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei…”, p. 44, confiesa encontrarse “en el empeño de editar la obra que nos ocupa y de conocer un poco mejor a su esquivo autor”. Por su parte, Codet, según consta en la página web de la Université de Lyon 2, declara: “j’aimerais procéder à l’édition critique de certains des textes de mon corpus, notamment la Crianza y virtuosa doctrina, de Pedro de Gracia Dei (1488), qui présente un intérêt certain pour l’étude des cérémonies et des manières courtoises au temps des Rois Catholiques”. Cfr. Cécile Codet, “Manières et virtues à la cour à la fin du XV ème siècle: l’education d’ Isabelle, infante de Castille”, Libros de la corte, 9 (2014), pp. 9-22 . Actualmente, aún seguimos sin una edición crítica de la obra. 104 Antonio Pérez Gómez, Incunables poéticos castellanos, “la fonte que mana y corre”, VI, Valencia, Cieza, 1957. 226 coplas y blasones tiene tan poca autoridad y es cosa de tanta burla, que no merece que se le dé crédito alguno»105. Un siglo después, Argote de Molina, en 1588, dice de Gracia Dei que «escribió en redondillas de muchos linajes, que aunque en algunos acertó, en más se vió lo poco que sabía»106. Del mismo modo, también los eruditos del XIX –Gayangos y Paz y Mélia, principalmente– lo consideraron un autor menor, tachado de “coplero” de los Reyes Católicos, además de poco elegante en su estilo: “es de lo más enrevesado y oscuro de lo que nos hemos jamás echado a la cara”107. García Jove y Fernández Luna, finalmente, declaraban que “sus obras son débiles, escasas de mérito, hasta triviales”108. Sin embargo, Gonzalo Fernández de Oviedo lo describe así: «el coronista Graçia Dei, que yo conoscí muy bien, e era muy leído e de bivo ingenio»109. Actualmente, la mayor parte de la crítica –con Infantes a la cabeza– comparte dicha opinión, a excepción de algunos estudiosos – pocos–, como Perea Rodríguez, quien le considera “el gran panegirista poético de Isabel I”110. 2.1.1.4. Isabel iunior, dedicataria de la Criança Debido a la hominimia, la destinataria de la Criança ha sido un tema discutido en cuanto a la adjudicación como «primera infante de Castilla» a la persona de Isabel, madre o hija111. Este punto, fundamental para el análisis posterior de la obra, ha de relacionarse con la fecha de composición. En la obra se incluyen las siguientes coplas: «Desque quarenta sobre sietecientos / y quatro pares de cursos al solo / niño nascido hizo Apolo […] en el tiempo en que Febo haze a Flora / muestre su dote al que le decora / se fabricaron mis pensamientos»112. Inevitablemente, esta nos recuerda otra posterior metáfora astronómica de renombre, es decir, la de Celestina en el colofón rimado, dentro 105 Jerónimo Zurita a Rodrigo de Castro, obispo de Cuenca, carta del 17 de diciembre 1580, citado por Covadonga Valdaliso, “Una docta contienda. Correspondencia sobre una crónica perdida del reinado de Pedro I de Castilla (tres cartas inéditas de Jerónimo Zurita, Diego de Castilla y Rodrigo Castro”, Lemir, 14 (2010) pp. 99-120 [118]. 106 Gonzalo Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1957, I, p. 7. 107 Pascual de Gayangos en la introducción a Blasón general…, p. XVI. 108 Javier García Jove y Javier Fernández Luna, Pedro I de Castilla. Reflexiones sobre el reinado de ese monarca, Madrid, 1855, p. 90. 109 Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas…, I, p. 428. 110 Óscar Perea Rodríguez, “Alta Reina esclareçida: un cancionero ficticio…”, p. 1371. 111 Reflexiona sobre el particular Óscar Perea Rodríguez, Las cortes literarias hispánicas del siglo XV: el entorno histórico del “Cancionero General” de Hernando del Castillo (1511), Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2004, pp. 342-367. 112 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. i. v]. 227 de las conocidas como las octavas Proaza, cuya última estrofa, «Describe el tiempo en que la obra se imprimió», lee: «el carro Phebeo después de haver dado / mill y quinientas y siete bueltas en rueda / ambos entonces los hijos de Leda / a Phebo en su casa tenién posentado / quando este muy dulce y breve tratado […] fue en Toledo impresso y acabado»113. Este tipo de retórica se usó también en el acto VIII, cuando Calisto recurre a estas metáforas para indicar la hora a la que debe comer tras la buena venida de Celestina: «Ni comeré hasta entonces, aunque primero sean los caballos de Febo apacentados en aquellos verdes prados que suelen, quando han dado fin a su jornada». Frente a estas trovas de su amo, Sempronio se burla de esta forma: «Dexa, señor, essos rodeos, dexa essas poesías, que no es habla conveniente la que a todos no es común, la que todos no participan, la que pocos entienden. Di “aunque se ponga el sol”, y sabrán todos lo que dizes»114. Esta metáfora astronómica en la Criança se refiere al año de composición del poema, que ha sido resuelto de muy diversas maneras. Para Rodríguez-Moñino –y, por ende, también Infantes– se trata de 1488, fecha que casaría perfectamente con el año y lugar de impresión propuesto por el primero: “nos inclinamos a establecer casi con seguridad que muy poco después se dio a la estampa”115, mientras que Vindel lo centra en el lejano e improbable año de 1448, achacándolo a una posible referencia del año de nacimiento del autor116. Pero, si la obra se dedica a la reina Isabel la Católica, ¿qué sentido tiene ofrecerle la «obrezilla» en 1488? La denominación dual como princesa o reina referente a Isabel es frecuente durante su reinado, no así como infanta, máxime si en esas fechas y en esa corte había otra infanta real, del mismo nombre117. En otra obra anterior de dedicatoria cierta a Isabel la Católica como es el Jardín de nobles doncellas, de fray Martín de Córdoba, terminado posiblemente con posterioridad al Pacto de Guisando, la denominación a Isabel aparece bajo las etiquetas de «legítima heredera de los reinos de 113 Fernando de Rojas, La Celestina, ed. Dorothy S. Severin, Madrid, Cátedra, 2004, p. 346. 114 Fernando de Rojas, La Celestina…, p. 221. 115 Antonio Rodríguez Moñino, La imprenta en Extremadura (1489-1800), Madrid, Diputación Oficial de Badajoz 1945, p. 45, nº. 2 y Víctor Infantes de Miguel, “La cortesía en verso de Pedro de Gracia Dei…, p. 48. 116 Francisco Vindel, El arte tipográfico en España durante el siglo XV…, nº. 12. 117 A este respecto, la base de datos PhiloBiblon es la única en aventurar unas fechas de composición entre el nacimiento de Isabel la Católica (23-4-1451) y la proclamación de Isabel y Fernando como reyes de Castilla (diciembre de 1474). Es más, a Isabel la Católica se la intitula «princesa de Asturias» tras la concordia de Toro, el 18 de septiembre de 1468, según se recoge en el documento CLII de Memorias de don Enrique IV de Castilla, Madrid, Fortanet, 1835-1913, p. 563. Si tomamos el dato del nacimiento de Gracia Dei en torno a 1460 así como los posteriores acontecimientos políticos, estas fechas no son posibles. 228 Castilla y León» así como «princesa», pero nunca se la denomina como «infanta»118. Así las cosas, la dedicataria del texto tiene que ser la primogénita de los Reyes Católicos. Conforme a su biografía, cabe fechar la obra entre 1476 y 1478, pues fue proclamada princesa de Asturias el 9 de abril de 1476, y como princesa aparece nombrada en el texto119. Sólo el 30 de junio de 1478, con el nacimiento del príncipe don Juan, la infanta queda desposeída del título y pasaría a ser «primera infante de Castilla», pues también había nacido la infanta Juana120. Desde los primeros bibliógrafos –Gallardo, Paz y Mélia– hasta los más recientes críticos –Infantes–, se ha pensado que la obra se dedica a Isabel la Católica, a salvedad de PhiloBiblon, que recoge la ambigüedad de la homonimia. Sin embargo, también hay algunas opiniones aisladas que consideran que la obra se refiere a Isabel iunior, como Pérez de Tudela y Bueso, Sanz Hermida –quien la incluye en su inventario de textos si bien no detalla los motivos– mientras que Brian Dutton también concluyó que las coplas se dirigían a la primogénita121. En la misma línea de opinión Perea Rodríguez aportaba más información al respecto en una simple nota122. Es más, en la Criança aparece una referencia histórica interna que tiene que ver con la guerra de Granada: «dime si culpa culpada quien ha de ganar Granada», por lo que el término ante quem ha de ser anterior a 1492. Mientras, el término a quo ha de estar ligado necesariamente a la dedicataria de estos versos, es decir, a Isabel iunior, nacida en Dueñas el 2 de octubre de 1470 y que, por esa época, a la edad de ocho años, habría 118 Fray Martín de Córdoba, Jardín de nobles doncellas, ed. P. Félix García, Madrid, Religión y Cultura, 1956. Sobre este mismo aspecto incide Nicasio Salvador Miguel, “El mecenazgo literario de Isabel la Católica…”, pp. 82-83. 119 En el testamento realizado por Fernando el Católico el 12 de mayo de 1476, Isabel es nombrada como «princesa doña Isabel», misma denominación que aparece en la convocatoria a cortes enviada a los procuradores por parte de los Reyes Católicos. Cfr. Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, I-1, p. 61. Del mismo modo, se recoje en las disposiciones de la reina católica la diferencia entre la «ylustre señora doña Ysabel, ynfante que agora es» y la posterior designación «como prinçesa, e primogénita heredera e legýtyma subçesora de los dichos reynos de Castilla e León», Vid. Juan Manuel Carretero Zamora, Corpus…, II-14, p. 72. El documento se recoge de la Real Academia de la Historia, 9/1784, fols. 140v- 141v. 120 Según el GW 11348 el término ante quem es la boda de Isabel con el heredero portugués: “Zur Datierung: Isabella von Kastilien heiratete am 18.IV.1490 den portugiesischen Kronprinzen. Da die an sie gerichtete Widmungsvorrede das Ereignis nicht erwähnt, ist der Druck sicher vorher entstanden”. [De acuerdo a los datos históricos: Isabel de Castilla contrajo matrimonio el 18.04.1490 con el heredero a la corona de Portugal. Como ella no disfrutaba del derecho legítimo a la Corona, la presión por el enlace era manifiesta]. La traducción es mía. 121 Así aparece en el índice de destinatarios. Vid. Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV…, VII, p. 478, [ID4692] para la Criança. 122 Juan Pérez de Tudela y Bueso, en la introducción a Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas…, pp. XXXIII-XXXIV; Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona…”, pp. 379- 394, así consta como (I) en el Inventario de textos relativos a la infanta y, finalmente, Óscar Perea Rodríguez, “Alta Reina esclareçida: un cancionero ficticio…”, p. 1372, n. 129. 229 comenzado su educación como futura heredera. Otras referencias internas del texto apuntan hacia Isabel iunior como destinataria. Desde el introito, Gracia Dei se dirige a la «primera infante de Castilla», esto es la primogénita de Isabel y Fernando, idea reforzada mediante la explicación de la peregrinatio alegórica del autor que se pone en camino «haza do nace la hija primera […] del invicto rey / y de la única grande reyna»123. Desde el primer verso –«A vos Diana primera leona»–, donde se compara a la infanta con la diosa, son constantes las alusiones a Isabel: «Invoco a ti, quien lengua graya / con siete letras escribe nombre / y tres sílabas de summo renombre»124. Igualmente son alabadas sus incipientes cualidades y virtudes como princesa, especialmente en el campo de la retórica: «¡Quién viera su vista, modos y bríos / quán linda, gentil, cortés, graciosa, / qué testo, qué glosa, qué verso, qué prosa / la pueden loar, quanto más los míos!»125. Son también frecuentes las alusiones a sus padres, los Reyes Católicos, de los que el autor espera merced a través de esta obra dedicada a la infanta: «tienes la pluma de buen coronista / abrán plazer de te ascuchar; / lo otro que, quando lo fueres contar, / te harán merced por tan buen testigo». De esta forma, la Criança, en sus múltiples loas a Isabel y Fernando, representa el mejor ejemplo, dentro del corpus de obras dedicadas a Isabel iunior, de vehículo de mecenazgo regio. Son también continuas sus apelaciones al orgullo de padres: «buen gozo vean sus padres d’ella» y «todo el imperio hecho de uno […] / viérades vuestra infante traya»126. Finalmente, el epílogo excusatorio se refiere también a Isabel hija, de quien se declara fiel vasallo y servidor «suyo porque más viva» así como futuro cronista regio127. Tanto el Blasón general y Nobleza del universo como la Criança y virtuosa dotrina se muestran como obras donde Gracia Dei afianza las relaciones políticas y literarias entre ambas cortes peninsulares, la castellana y la portuguesa. En el caso del nobiliario Gracia Dei contribuye al proceso de afirmación monárquica, al tiempo que abre una reflexión teórica sobre la nobleza y sus vínculos con el linaje. Estas cuestiones resultan de suma importancia en el reinado de João II, debido a que el monarca había tenido grandes dificultades en su relación con los nobles. No acaban aquí las 123 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. i. v]. 124 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. ii]. 125 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 10]. 126 Ibid. 127 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 10v]: «So el amparo de vuestras almenas, / pido señora sea mi zelo, / que sean tierras, mares y cielo, / con el alteza de vuestras anthenas, / mandando callar las tristes serenas, / y a mí suyo porque más viva, / que diga, siga, note y escriva / vuestra corona con ricas estrenas». 230 concomitancias entre ambas obras. El colofón del Blasón general reza así: «hecho en la universidad de Salamanca por un gallego, hijo del dicho estudio, renombre Graçia Dei»128, misma frase que está presente en el introito. Sin embargo, en el caso de la Criança, es patente que se inserta en un periodo de búsqueda de mecenazgo regio por parte del autor, que demuestra en otros versos: Ya vuestra merced sabe, señor, / como mi padre de tal logar ticio / ha seído muerto en su servicio, / como vasallo y buen servidor, / yo con aqueste zelo y amor, / pensé do el padre quiso morir, / es muy grand el hijo servir, / por de mercedes ser merecedor129. Esta referencia biográfica del padre del poeta-autor parece apuntar hacia algún tipo de destierro o injerencia en el vasallaje, pues unos versos más adelante se recuerda que, «estando en Soria», «vuestro padre […] me mandó tomar cuanto tenía». Esta apelación a Juan II de Aragón muestra a un misterioso autor a la búsqueda de protección real en las distintas cortes peninsulares, a las que dirige obras muy relacionadas entre sí. 2.1.1.5. Análisis de la obra Este extenso poema consta de ciento cincuenta y ocho octavas que hacen un total de 1264 versos. El breve introito incluye una serie de datos fundamentales en los que es necesario incidir por su importancia: La Criança y virtuosa dotrina dedicada a la ilustre y muy esclarecida señora doña Isabel, primera infante de Castilla, en la Universidad de Salamanca, por un gallego hijo del dicho estudio, renombre [sic] Gracia Dei, donde muchas fábulas con sus aplicaciones, comparaciones, e diversas invenciones con historia se introducen, en servicio de Dios y gloria de esta señora, a salud de las ánimas con ejemplo de nuestras vidas y gran descanso de los que quisieren saber cosas nuevas y gastar su tiempo en ejercicio virtuoso, donde en especial hallarán los peligros del camino de nuestro vivir y la casa de Júpiter, con las costumbres que a la política juventud conviene, con aparato de la mesa y orden que se debe tener en los manjares, con la danza y justa, que se hizo en pronosticación de los fados y buena fortuna de su alteza, por donde gran documento se infiere a los que han gana de servir y para la magnificencia y grandeza de los señores que ser servidos desean130. Además del título, este introito lleva explícita su dedicatoria, el lugar de origen del autor así como el lugar de impresión (Salamanca) y, finalmente, el objeto de la misma. 128 Pedro Gracia Dei, Blasón general…, fol. 25r. 129 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 5v]. 130 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a.i]. 231 Tras este introito, un proemio describe, a través de la visión alegórica y las comparaciones mitológicas, las circunstancias de composición de la obra. A continuación, los prolegómenos del texto se dividen en cinco epígrafes: 1) Descripción (en realidad, datación) del poema con la metáfora astronómica. 2) Excusación, que presenta el tópico de la modestia, reforzado con la invocación a las nueve musas. 3) Comparación, en una copla de difícil interpretación, posiblemente relativa a las flores (adelfas). Se alude a la recepción de la obra en sus versos finales: «así no hace nada la tinta sin el intérprete que le da glosa». 4) Invocación, referida a Júpiter; («con siete letras escribe nombre, / y tres sílabas de sumo renombre»), dios que va a orientar al autor en el resto del texto131. 5) Exhortación, donde se apela a los lectores cortesanos (posiblemente también creadores): «oíd y amad y sed inventivos / con obras que sean dotrina de vivos». Esta exhortación a las letras es posiblemente una apelación a la necesidad de ir a la fuente original, no a los «arroyos»; parece que Gracia Dei quiere hacer una apología literaria de la invectio. Posteriormente, el autor advierte a los lectores acerca de la descripción de una peregrinatio vitae del autor hasta la corte, denominada como «Casa de Júpiter» («veréis como teje / la fantasía dos mil remolinos»). En este largo transitar («tras aquella sierra yendo vi otra, / y tras aquella, otra y otra, / para decirlas es no acabar»), el autor demuestra un excelente manejo de la mitología y aprovecha algunos de sus episodios más célebres. Así, por ejemplo, se describe el pasaje de la fundación de Hispania por parte de Hércules o también el episodio narrado en las Metamorfosis de Ovidio donde Baco convierte en delfines a unos marineros132. Después del largo viaje, mitad realidad, mitad sueño («como quien hace y deshace chimeras»), el yo poético encuentra una tierra y en ella «vi un castillo lucir de cristal»133. Sin embargo, la entrada al castillo no será fácil pues se ha de poseer virtud para franquear el paso134. Tras su llegada, el poeta da ejemplo de prudencia en el decir y en el 131 El primer portador de una enseña de armas fue Júpiter, a quien se le otorga un lugar preeminente entre los orígenes de la heráldica, cuestión que enlaza con los conocimientos del autor al respecto. Vid. María Lourdes Simó Goberna, “Mitología e historia en los tratados de heráldica del siglo XV”, en Actas del VI Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, ed. José Manuel Lucía Megías, Alcalá de Henares, Universidad, 1997, II, pp. 1427-1437 [p. 1429]. La autora ahonda en torno a los orígenes de la heráldica en el Renacimiento en cuanto a Diego de Valera, Pero Mexía o Gracia Dei, aunque de este aporta escasos datos, basándose únicamente en el Blasón y apuntando en p. 1430: “La historia es muy parecida en Gracia Dei”, sin atreverse a dar más detalles, aunque le hace deudor de la tradición mitológica en cuanto a sus orígenes y no bíblica como en el caso de otros autores. 132 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. iii] y [a. iii v], respectivamente. 133 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. iiii v]. 134 El poeta-personaje tiene miedo y así lo expresa en un diálogo interior: Criança y virtuosa dotrina, h. [a. v]: «Ansí, muy triste, comienço pensar: / “Según parece, si aquí no entro / no puedo ver la casa de dentro, / y será nada nuestro navegar”. / Y dixe “tú que quisiste formar / el primero padre en aquella huerta, / dame tal gracia que el templo y puerta / no se me cierre”; comienço entrar». 232 obrar; es la «buena dotrina» que aplica en sus conversaciones al encontrarse con unos hombres, a quienes les narra cómo ha recalado en la corte. Este posible episodio autobiográfico, con referencias a la muerte de su padre como buen vasallo y al destierro en Soria, «por maldizientes y melenconía»135, se oscurece en su interpretación al no tener datos ciertos sobre la biografía de nuestro autor. Tras unas palabras dirigidas primeramente al eclesiástico y más tarde al duque, marqués o conde, en manifiesta búsqueda de mecenazgo, el yo poético, como «estrangero d’ageno sentido» comienza a relatar su vida, aunque tal información no se hace explícita en los versos, sí se comenta la disposición retórica: Hecha mesura con los hinojos / y mucho sosiego, vi los bien ledos, / tenía las manos y los pies quedos, / derecha la cara mirando sus ojos, / la voz en tenor sin otros antojos, / con buen continente y razón honesta, / no luenga ni breve, mediana, presta, / sentí me oían ausentes de enojos136. Sus oyentes parecen quedar colgados de sus palabras, quieren saber más («dinos más d’eso»). Luego de esto, el autor será aconsejado, muy posiblemente, por el maestresala o principal del castillo, que le advierte de los favores reales que puede obtener «al hacer de todo un original» del triunfo de la infante, esto es, de realizar los favores como cronista regio. Guiada por la Fama y los principales dioses137, que refrendan su papel como futura «regnante», aparece la «señora infante», Isabel. Preparada para el banquete cortesano con guyones, pendones y joyas preciosas, la sala franca que relata el autor será el escenario por donde discurra la acción en los versos siguientes. Gracia Dei es capaz de reconstruir magistralmente la atmósfera ideal del banquete cortesano, con su ruido, viandas y música, acompañado de la vertiente literaria, es decir, entremeses e invenciones: Allí resonaban los atambores / con atabales, tamborís, sonages, / chiflos, palillos, dos mil personages, / trompetas, clarones de dulces sabores, / estoque, maça, reys d´armas, señores, / damas, donzellas, dulces canciones, / cien entremeses, mil invenciones, / y muy más viandas que los comedores138. 135 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. v. v]. 136 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 6r]. 137 Este ejemplar de la Criança también cuenta con interesantes anotaciones marginales e interlineales en tinta y letra de época, siendo más frecuentes al comienzo del texto y casi inexistentes al final del mismo. Algunas han sido cortadas en su comienzo al recortar los márgenes y es por ello que su lectura resulta más complicada; en las interlineales aparecen en algunos casos reclamos y otras han sido tachadas por la misma mano. Estas glosas aclaran, fundamentalmente, términos o personajes mitológicos, verbigracia, este curioso y misterioso lector anota que esta «Fama» es la «muy veneranda hermana». 138 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 7r]. 233 La Fama relata sus pregones mediante un culto ordenado a la señora infante y osa retar a alguno de los presentes salir al paso de la señora. En ese punto, el yo poético se declara «gallego, vasallo del rey castellano» y fiel valedor de la infanta. A continuación, se realiza un juego astrológico del palacio real con concomitancias numerológicas en su simbología139. La doctrina mensae o «dotrina del servicio» ocupa el resto de la obra, un subgénero de los espejos de príncipes para algunos autores como Ruiz García140. Esta parte es un auténtico manual o ritual gastronómico de la corte, a la que sucede un onírico banquete141. Con largas enumeraciones y minuciosas descripciones, el autor detalla los aparadores donde se guardan los utensilios que participan del banquete: jarillas, cubillas, cuchares, servillas / jarros, picheles, barriles, overos, / tinajas, potes, diversos calderos, / cántaros, ollas, embudos, botijas, / grandes y chicas, dos mil vasijas, / y qué tan lindos los confiteros142. Del mismo modo, Gracia Dei explana las virtudes y oficios del buen cortesano, que no descuida tampoco la tópica del amor cortés en el más característico de sus elementos: «tener secreto fiel a la dama» y «ser dulce en llamar cortés»143. A continuación, se desgranan consejos prácticos de urbanidad y buenas maneras en la mesa: «Y de la mesa un codo estarás, / y siempre juntas las manos ambas, / y mira nunca los dedos lambas / ni en la mesa el codo pornás». Si tan importante es la actitud corporal, donde «narizes, orejas no sean tocadas / las uñas, cortas; las manos, lavadas», la conversación es también otro factor a cuidar: «Debéis hablar paso y en continencia, / bonete en la mano fasta su mandar / hablando la cara debéis de mirar»144. Por consiguiente, van desfilando los principales oficios del banquete y cortejo cortesano así como los consejos de urbanidad para cada grupo: el trinchante, el maza, los reyes de armas, el maestresala y el mayordomo. A todos ellos se les advierte con el fin de disponer el correcto orden y la etiqueta del banquete145. Dispuesta la mesa y los manjares, 139 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 8r]: «con diez escalones en la sobida / con doze postes y interxerida / de quatro torres con siete pilares / y en cada una si bien la mirares / cinco ventanas de vista lucida». 140 Elisa Ruiz García, “Saberes de oídas: De Doctrina Mensae”, Memorabilia: boletín de literatura sapiencial, 16 (2014), pp. 1-60. 141 Así lo entiende Infantes y muchos otros. Curiosamente, el ejemplar fue objeto de la exposición de 2010 de la BNE titulada “La cocina en su tinta”, según se recoge en la noticia siguiente: http://elpais.com/diario/2010/12/23/cultura/1293058808_850215.html. 142 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 8r]. 143 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 8v]. 144 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 8 v] y [a. 9], respectivamente. 145 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 9v]. 234 se describe el orden en el desfile cortesano: con la copa, va la maza en primer lugar; después los reyes de armas y el copero. Luego se dan ciertos avisos «para los que están asentados»: cómo han de andar, beber («ni beber con los ojos puestos al techo […] ni en bebiendo “glo glo” hazer»), hablar y honrar146. En este mundo cortesano de urbanidad, también hay espacio para la falsedad y el fingimiento en las relaciones sociales. Gracia Dei alerta de la hipocresía y ofrece al cortesano unas estrategias de disimulo147. Tras esto, se vuelve a las «fábulas con sus aplicaciones», dedicadas al aparato de la mesa y la justificación de todos los elementos que intervendrán en el banquete. Seguidamente, se enumera el jugoso menú gastronómico (pavos, perdices, vino, fruta y pasteles, mirrauste y cocido, potaje y capones rellenos, pastel en bote y avecillas, tortas reales, etc.). Aparecen de nuevo los oficios palatinos, cada uno con una aplicación a lo divino, es decir, con un ruego a Dios por su actividad. Al finalizar el yantar, se describen dos momentos fundamentales de la actividad cortesana: el motejar («dicen juglares cien mil donaires») y la danza («con sus invenciones y letras»)148. Las invenciones fueron una de las combinaciones más armoniosas y espectaculares dentro de la poesía cancioneril, su síntesis o concisión evolucionará luego en el conceptismo barroco149. Conjugaban la representación de un motivo plástico y visual, llamado divisa, es decir, el adorno o dibujo pictórico que la dama o el caballero portaban en el vestido o la armadura, con otro motivo plenamente literario, es decir, la letra o mote, consistente en una breve sentencia poética que venía a ilustrar con palabras lo representado en la divisa150. Tal vez ningún tipo de poemas refleja mejor el carácter palatino que estos “juguetes cortesanos” en palabras de Díez Garretas151, porque participan del concepto de 146 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. 10v]. 147 Cécile Codet también apunta a estas “stratégies de dissimulation” (Cfr. “Manières et virtues à la cour à la fin du XVème siècle…”p. 14). Así, la autora concluye que: “La cour est, en effet, une parfaite école, dans la mesure où la valeur maîtresse en est l’honneur, dont l’auteur n’hésite pas à souligner la vanité”. Para el texto, Vid. Criança y virtuosa dotrina, h. [b. ii. v]: «Si alguno viene quien encontrar / no querrías, habla en alguna puerta, / o baxa la vista o haz cara tuerta, / como que miras en otro lugar, / y si comiença primero hablar, / di “por mi fe, señor, no os veía”, / otros mil modos verás cada día, / con que te puedes muy más enseñar». 148 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 7. v] y ss. 149 Baste recordar los consabidos versos de Jorge Manrique en sus coplas: «Qué se hizo aquel trovar / las músicas acordadas / que tañían? / Qué se hizo aquel dançar / aquellas ropas chapadas / que tryan?»; versos que también tienen eco en las Coplas de Vita Christi de Fray Íñigo de Mendoza: «su dançar, su festejar / sus gastos, justas y galas / su trobar, su cartear / su trabajar, su tentar / de noche con sus escalas». 150 El mote aparece con el sentido de sentencia breve así como el verbo ‘motejar’ se refiere a otro elemento importante dentro de la tradición cortesana, el “echarse pullas”. 151 María Jesús Díez Garretas, “Fiestas y juegos cortesanos en el reinado de los Reyes Católicos. Divisas, motes y momos”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, 74 (1999), pp. 163-174 [166]; id. “Divisas, motes 235 arte aplicado, cuyo destino es el de funcionar dentro de un marco festivo más amplio, en una época de esplendor en el reinado de los Reyes Católicos152. Aunque en los cancioneros no se suele indicar de manera precisa la ocasión para la que fueron creadas, se puede reconstruir la circunstancia a partir de la autoría y su implicación en ciertos sucesos cortesanos. La participación en estas invenciones no sólo recoge un ejercicio de caballería medieval, sino que también representa su colaboración en un juego cortesano que, ya en el periodo renacentista y con la contribución de la música y otros adornos, se fue llenando de contenido poético y teatral: triunfará la alegoría de divisas y motes en aquellas invenciones que los caballeros lucían en sus cimeras y armaduras o bien las damas con letras bordadas y cosidas en sus propias vestiduras. Estas invenciones poseían pleno valor y categoría literarios, hasta el punto que el Cancionero General de 1511 Hernando del Castillo añade un apartado relativo a «Invenciones y letras de justadores». Estas invenciones recogidas no son sino las atribuidas y glosadas por los caballeros de la corte, en las que muchas veces participaban también las damas, por lo que hay autores que han calificado estas manifestaciones como “caballería de las damas”153. La primera de estas invenciones dentro de la Criança se refiere a la letra que está delante del castillo de Júpiter: «el que por mí no entrare, / no pase la puente sino como vil»154. A partir de este punto, hay una inserción múltiple de letras, motes e invenciones. Así, Juno decía: «Dezid, amores, / cómo se cazan las codornices / llamen a steries y las perdices / son buenas con lechugas y fiores / gentiles ombres son los pastores». En estos y momos durante el reinado de los Reyes Católicos”, en Isabel la Católica, los libros de la reina, Burgos, Instituto Castellano y Leonés de la Lengua-Caja Burgos, 2004, pp. 29-46. 152 Anteriormente al reinado de Isabel y Fernando, buena muestra de estas manifestaciones literarias y caballerescas son las fiestas celebradas en 1428 en tiempos de Juan II (ampliamente estudiadas por la crítica: Francisco Rico, “Unas coplas de Jorge Manrique y las fiestas de Valladolid de 1428”, Anuario de Estudios Medievales, II (1965), pp. 515-524 y también Teófilo F. Ruiz, “Fiestas, torneos y símbolos de la realeza en la Castilla del siglo XV. Las fiestas de Valladolid de 1428”, en Realidad e imágenes del poder: España a fines de la Edad Media, coord. Adeleine Rucquoi, Valladolid, Ámbito, 1988, pp. 249-266); o, finalmente, el Paso de 1459 en el reinado de Enrique IV. Una de las ocasiones más fastuosas la representa las fiestas de proclamación real de los Reyes Católicos, que tuvieron lugar en Valladolid, 1475, así como las celebraciones por la boda de Isabel iunior en 1490, tanto en Castilla como en Portugal. Estas letras, en ocasiones insertas dentro de actividades parateatrales como los momos, también tendrán su reflejo en la corte portuguesa del siglo XV, especialmente durante el reinado de João II, para ser un motivo principal durante el siglo XVI. Así lo demostró en su canónico estudio Eugenio Asensio, “De los momos cortesanos a los autos caballerescos de Gil Vicente”, Estudios Portugueses, París, Fundação Calouste Gulbenkian- Centro Cultural Portugués, 1974, pp. 25-36. Por su parte, Miguel Ángel Pérez Priego (Poesía femenina en los cancioneros, Madrid, Castalia, 1989), recoge y edita los motes de Leonor de Centellas, duquesa de Crotón; los de Catalina Manrique; los de doña Marina Manuel; los de Braçeida o los de la propia Isabel, reina de Portugal. 153 Así consta en Miguel Ángel Pérez Priego, Poesía femenina en los cancioneros…, p. 14 y ss. 154 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [a. iiii v]. 236 versos no se escapan las referencias eróticas de la caza y las presas, en concreto, las perdices y las codornices, aves que denotan la pasión amorosa. El marco cortesano del triunfo del amor se presenta de modo patente, mientras que otras alusiones son más crípticas. Tras esta actividad cortesana «dende a un rato vi que dançaron […] y en la tarde vi que justaron»155. El poeta confiesa no conocer a los mantenedores, quienes «empresas y joyas sacaban», en paños, jaeces y cimeras: Mars turquesa traía quebrada en que decía: / «Lo que esta hizo por nos, haze mi vida por vos» / y Venus le respondía con un robí que lucía: / «Si el color le quitáis, veréis lo que deseáis»; / Júpiter favor había, con espera en que venía: / «es morir vivir sin mí, ni hay más desde aquí» / Saturno favorecía, con la muerte a quien quería: / «Si me vuelves en gallego, perdido va do me allego»156. Las tres primeras hacen referencia a la retórica cancioneril del amor cortés y tienen ecos en el apartado dedicado a motes e invenciones del Cancionero general. La última, con la insistencia sobre el gallego, puede referirse al propio Gracia Dei o bien hacer alusión a alguna clave interna de época, de difícil interpretación. De todas las invenciones presentadas, es la única disonante, ya que no tiene correspondencia con la retórica cortesana, continuada en las siguientes: Con perla de alegría, Diana se ofrecía: / «Una vez quebrada, no vale nada». / Apolo resplandecía con un dátil que dezía: / «Si por mi madre lo has, quanto quisieres harás». / Mercurio escrevía, lo qual padre hecho avía: / «Volvedme buen cobertor, con las hebras del amor». / De plazer y de agonía, Cupido frechas tendía: / «Yo hago con mis tiros, amor, dolor y sospiros»157. La primera de ellas, puesta en boca de Diana, diosa de la castidad, se refiere claramente a la honra. La diosa también aparecía unos versos antes, «A la honesta virgen y casta, / aquesta sola corona basta, / para que sea de todas primera», y recordemos que ella recibe el apelativo inicial de la obra, al compararla con la infanta Isabel («A vos Diana primera leona»)158. Por su parte, la segunda y tercera se refieren al secreto con que ha de guardarse este amor, sin descubrirse y sin capacidad de consumarse. La última de estas, bajo la autoría de Cupido, incide en la naturaleza contradictoria del amor. Finalmente, el ambiente poético cortesano también se cuela en el texto con las alusiones expresas a autores como Villena y Manrique. 155 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 8]. 156 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 9]. 157 Ibid. 158 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 6 v]. 237 Tras las invenciones, se sucede el momento de la danza, con la pavana y la gallarda como bailes principales, que solían abrir todos los bailes ceremoniales. Sus movimientos circulares hacían voltear la capa así como arrastraban las grandes colas de los vestidos femeninos, por lo que se puede imaginar el aparato y la magnificencia de estas actividades159. Gracia Dei no descuida este aspecto y es capaz de codificar en su tratado los pasos a seguir por los bailarines: Tras la reverencia, dos continencias, / y dos senzillos con cinco dobles, / con dos senzillos otros los nobles, / y tres represas dos continencias, / y dos senzillos sin hazer falencias, / con un doble mirándose ilesas, / con dos senzillos y tres represas, / vuelven después de dos continencias160. En el siglo XV se documentan una serie de pasos de danza fundamentales, de los cuales, según la división establecida por Markessinis, unos eran naturales (el paso simple, el paso doble, la repetición, el continente o posición noble, la reverencia, la media vuelta, la vuelta, el salto y el movimiento) y otros accidentales (el entrechat, el paso corrido y el cambio de pie)161. De tal manera, Gracia Dei alude a los pasos, simples, dobles, los nobles y las «continencias» en los versos anteriores. Después del baile, «la bella de las más bellas», es decir, la infanta Isabel, tras recibir las alabanzas, se dirige a los allí congregados: «Reys y señores, damas, doncellas / vuestras mercedes y dones gradezco / jurando primero d’aquí m´ofrezco / siempre serviros comigo y con ellas»162. Estos versos son interesantes ya que introducen la voz lírica de la infanta Isabel en la obra poética de Gracia Dei. Aluden al hecho de prestar obediencia de la joven al tiempo que ofrece su lealtad. Finalmente, se sucede de nuevo una colación y, terminada la fiesta cortesana, bien entrada la noche («ya se despiden y a qué hora, / pienso de cierto sería la una»), acaba el banquete. La obra acaba trunca, ya que a continuación y como reza lo esbozado en el introito, se debería proceder a realizar la pronosticación de los fados y buena fortuna de la infanta. Todo ello hubiera seguido 159 María Jesús Díez Garretas, “Fiestas y juegos cortesanos…”, p. 166 y también Ártemis Markessinis, Historia de la danza desde sus orígenes, Madrid, Librerías Deportivas Esteban Sanz Martier, 1995, pp. 73 y ss. 160 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 9 v]. La descripción de la danza y del ceremonial cortesano expuesto por Gracia Dei fue tomada por Álvaro Fernández de Córdova Miralles (La corte de Isabel I, ritos…, pp. 244-291) para describir los usos y ritos de la corte, desde el banquete cortesano hasta el desarrollo de la danza. 161 Ártemis Markessinis, Historia de la danza desde sus orígenes, Madrid, Librerías Deportivas Esteban Sanz Martier, 1995, p. 69. También relata la autora como “el baile de marcha solía ser a compás de 2/4 y el de salto a compás de 3/4”. 162 Pedro Gracia Dei, Criança y virtuosa dotrina, h. [b. 9 v]. 238 adelante, como declaran los últimos versos, de no haber desaparecido ese cuaderno c del que anteriormente hemos hablado. 2.1.1.6. La Criança como hibridación genérica Al enfrentarnos al texto de la Criança y virtuosa dotrina se constata la diversidad genérica, puesto que podemos analizar la composición desde diversos enfoques, sin que ninguno de ellos sea excluyente. En palabras de Cécile Codet, “Gracia Dei propose un texte complexe, qui veut à la fois rendre hommage à l’infante, et délivrer un enseignement philosophique, social et religieux”163. El texto, en verdad, responde a los siguientes géneros: 1) Manual de cortesía y buenas maneras, esto es, «los peligros del camino de nuestro vivir y la casa de Júpiter» al que se le puede añadir un apartado que responde a la doctrina mensae «con aparato de la mesa y orden que se debe tener en los manjares». De esta forma, aunque la dedicataria es Isabel iunior («en pronosticación de los fados y buena fortuna de su alteza») y, por ende, sus egregios padres, la obra se extiende también en sus destinatarios a todas aquellas personas cercanas a la corte: como «gran documento se infiere a los que han gana de servir». 2) Speculum reginae164, debido a que el autor detallará «las costumbres que a la política juventud convienen». La Criança se inserta así dentro de la amplia tradición de los espejos de príncipes, definidos como “obras de carácter político-moral que recogen un conjunto de directrices morales y de gobierno básicas que han de inspirar la actuación del buen soberano cristiano”165. 163 Cécile Codet, “Manières et virtues à la cour à la fin du XVème siècle…”, p. 19. 164 El marbete de speculum reginae ya fue utilizado por María del Pilar Rábade Obradó, “La educación del príncipe en el siglo XV: del Vergel de los príncipes al Diálogo sobre la educación del príncipe don Juan”, Res publica, 18 (2007), pp. 163-178, aunque aparece ya apuntado en otros estudios. 165 David Nogales Rincón, “Los espejos de príncipes en Castilla (siglos XIII- XV): un modelo literario de la realeza bajomedieval”, Medievalismo, 16 (2006), pp. 9-39 [9]. Para una perspectiva más amplia : Ernst Robert Curtius, Literatura europea y Edad Media Latina, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 472 y n. 69, explica que “el espejo es metáfora muy popular en la Edad Media latina y se emplea a menudo como título de libros”. De este modo, Platón ya comparó al artista como un espejo que refleja las cosas, así como el arte se asemejaba al “hermoso reflejo de la vida humana” –así definida la Odisea por el sofista Alcidamante-. Posteriormente, el espejo se traslada a la imagen bíblica, Casiodoro compara el espíritu humano con un espejo (Patrologia Latina, LXIX, col. 502c). En los siglos XII y XIII, la voz speculum se hace muy popular como título de libros, donde el espejo sirve para estimular a los hombres a enmendar su conducta para, más tarde, estar al servicio de la enseñanza y pasar a denominar los tratados de educación de príncipes o speculum principis, como ocurre en la más grande de las enciclopedias medievales, el Speculum naturale, historiale, doctrinale de Vicente de Beauvais (hacia 1225). La tradición especular posterior se centra en autores como Egidio Romano o santo Tomás de Aquino, con clara difusión en toda la Edad Media hasta finales del XV. Por su parte, José Manuel Nieto Soria, “Les Miroirs des princes dans l’historiographie espagnole (couronne de Castille, XIIIè- XVè siècles): tendances de la recherche”, Specula principum, ed. Angela Benedictis, Frankfurt am Main, Vittorio Klostermann, 1999, pp. 193-207 [194-195], especifica que “l’historiographie espagnole s’est surtout interessée aux miroirs de princes castillans dans une perspective littéraire. La dimension politique de ces textes n’a été qu’entrevue. Il s’ensuit que les miroirs de princes castillans de ce siècle sont demeurés inclus dans ce que l’on a convenu de désigner une “littérature gnomique, didactique et sapientielle”. Es decir, Nieto Soria aboga por una perspectiva de la idea 239 3) Poesía cancioneril, en cuyo contexto de banquete y alegría, junto «con la danza y justa», se insertan motes así como invenciones cortesanas, algunas de difícil interpretación al describir un ambiente en clave. Para Gómez Redondo, la Criança constituye un “regimiento de la princesa Isabel”166, a quien se endereza “quizá con ocasión de su enlace con don Alfonso de Portugal”, ya que no puede ser casual la realización del Blasón y la Criança en el mismo arco temporal. Así, Gracia Dei en su Blasón, sintetiza un rápido apunte sobre el «ocio cortesano», pues conviene que el rey se dedique a «oír su música o jugar l’axedrez, que es enxemplo de discreçión, o las tablas, que son de fortuna, o la pelota que es de disposiçión, y ansí de otras interposiçiones que se deven más de procurar para plazer que no para viçio»167. Por su parte, la Criança atenderá a la doctrina cortesana, la virtuosa conducta para saber comportarse en la corte. En la misma, no se descuida la función moral y religiosa del tratado con influencias de Platón, Séneca y Plutarco168. A falta de un molde preciso que caracterice este género, la homogeneidad del mismo se da en los objetivos, no así en sus características o contenidos formales, bien sea en prosa o en verso169. Gracias a la hibridación genérica, el tratado cortesano de buenas costumbres se entrelaza con consejos derivados de la doctrina mensae que esbozan escenas costumbristas de notable interés. Se trata, en definitiva, de un género en constante búsqueda que depende del contexto histórico, “sin llegar nunca a tener una identidad propia”170. Es evidente que no hay un estilo único para los “espejos de príncipes”: ellos supieron evolucionar atendiendo a los cambios de la política”, en palabras de Bizarri, que concluye que del poder real y la expresión de su imagen ya que “la plupart des auteurs qui se sont penchés sur eux l’ont fait à partir du domaine de la philologie”. 166 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa..., p. 2414. 167 Pedro Gracia Dei, Blasón general…, fol. 9v. 168 Víctor Infantes, “La cortesía en verso de Pedro Gracia Dei…”, p. 52. 169 En ello insisten varios autores desde muy diversas perspectivas: Hugo Óscar Bizarri, “Las colecciones sapienciales castellanas en el proceso de reafirmación del poder monárquico (siglos XII y XIV)”, Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, 20 (1995), pp. 35-71; y, especialmente, id. y Adeline Rucquoi, “Los espejos de príncipes en Castilla: entre Oriente y Occidente”, Cuadernos de Historia de España, 79 (2005), pp. 7-30; finalmente, id. “Sermones y espejos de príncipes castellanos”, Anuario de Estudios Medievales, 42 (2012), pp. 163-181. Bizarri expone los problemas del género y lo vincula con la hibridación de las ars praedicandi, especialmente, los sermones. También incide en los problemas genéricos David Nogales Rincón, “Los espejos de príncipes en Castilla…”, p. 11. 170 Respecto a los tratados culinarios, Massimo Montanari, Medieval tastes: Food, Cooking and the Table, Columbia University Press, 2015, p. 8 incide y advierte que “we cannot stop at cookbooks. Medieval gastronomy culture emerges from many other texts […] treatises on etiquette are not lacking in information about the esthetics, the table and convivial service; literary and poetic texts also reveal great attention to the subject of food”, entendiendo que este ceremonial en la mesa también representa los estamentos de la sociedad. 240 los “espejos de príncipes” se han valido de más de una forma expositiva. De la misma manera que no hay un molde general que determine la forma de un “regimiento”, tampoco hay una única forma de modo expositivo […] Pero lo que era a finales del siglo XIII una consecuencia de una situación política, en el siglo XV se transformó en moda literaria. Es por eso que la estructura de los sermones y sus técnicas van a ser imitadas en poemas que dirigen mensajes al monarca. Pero estos poemas estarán vacíos de su antiguo contenido: el comentario de vicios y virtudes, para reducirse a poemas escritos ad hoc171. Hablar entonces de la educación del príncipe es traer la infancia a un primer plano, y también situar en el itinerario educativo el conjunto de prácticas relativas a la crianza desarrolladas en un medio socialmente definido, esto es, el medio aristocrático y cortesano, donde los príncipes, nobles y principales señores se movían en un espacio cotidiano propio, sujeto a reglas específicas172. Esta convivencia social lo es también, al mismo tiempo, educativa y cortesana, y sitúa en la pirámide jerárquica docente al príncipe o princesa. Dentro de los saberes y aprendizajes propios de la instrucción de los hijos del rey, se encontraban la interiorización de ciertas normas y reglas. No bastaba ya con la adquisición de las virtudes, la devoción, las letras, los libros o las armas sino que también había otros saberes indispensables en la cotidianidad del cortesano, que se extendían a las féminas173. Uno de los primeros tratados para las futuras princesas y sus buenas conductas, extensivo a las damas cortesanas, es el elaborado por Cristine de Pisan en Le livre des trois vertus, escrito hacia 1406. Para autores como Eukene Lacarra, el último tercio de la obra lo integran “libros de educación dirigidos a las mujeres, mientras que el resto está relacionado en gran medida con el género de los regímenes de príncipes”, así como para Xiangyum Zhang: “est un essai didactique spécialement écrit pour les femmes […] un 171 Hugo Óscar Bizarri, “Sermones y espejos de príncipes castellanos…”, p. 177. 172 De tal manera, el término ‘crianza’ actualmente designa la “acción o efecto de criar, especialmente las madres o nodrizas mientras dura la lactancia”, y sólo en su cuarta acepción se refiere a la “urbanidad, atención, cortesía”. El DRAE también conecta esta noción de la educación infantil con la urbanidad en la acepción relativa a ‘tener palabras de buena crianza’: “expresiones de cortesía o de cumplimiento”, definición que incide en la buena educación, tan necesaria en el ambiente cortesano. Del mismo modo, la voz en portugués, ‘criação’, se refiere a la «polidez» o cortesía, entendida como urbanidad, y así se trasvasó del español al italiano: ‘creanza’. En el terreno literario, el Espéculo de Alfonso X une ambas acepciones: «Mucho tenemos que deven ser guardados los de criazón del rey, ca el nombre lo demuestra que lo deven ser; ca tanto quiere dezir de criazón como criado de casa del rey o gobernado después por su bienfecho e por esto tenemos por bien que sean onrados e guardados». Cfr. Leyes de Alfonso X. 1, Espéculo, eds. Gonzalo Martínez Díez y José Manuel Ruiz Asencio, Ávila, Fundación Sánchez Albornoz, 1985, I, p. 131. Finalmente, una simple búsqueda en el CORDE de ‘crianza’ nos devuelve 1187 casos en 352 documentos. 173 Algunas reflexiones al respecto en Ana Isabel Buescu, Na corte dos reis de Portugal. Saberes, ritos e memórias, Lisboa, Edições Colibrí, 2010, pp. 37-41, especialmente, relativas a “Educar o Príncipe no século XVI. Modelos, práticas e representações”. Así, esta asociación de convivencia y educación es notoria en los textos portugueses de finales de la Edad Media, que ligan la «benfeitoria». 241 miroir pour les princesses”174. De tal modo, el género de los espejos de príncipes, insertado en el didactismo típico de la Edad Media (como los castigos175), se prestaba a una excelente moldeabilidad para que los autores pudieran escoger diferentes perspectivas, de acuerdo al fin o el destinatario que más les conviniera176. Dentro de los regimientos de príncipes de época trastámara, además del sentido moral, aparecen otros elementos disonantes que llevan a considerar el género desde una perspectiva amplia, que incluye también a la destinataria femenina, fundamentalmente, debido a las derivas políticas y a la existencia de la mujer como sucesora real (recordemos, Isabel y Juana la Beltraneja). En 1467 Pedro de Chinchilla dirige la Exhortación o información de buena y sana doctrina al príncipe Alfonso, hermano de Isabel la Católica, ya cercano a su mayoría de edad; este breve compendio encierra enseñanzas aristotélicas. Sin duda, el Regimiento de príncipes de Gómez Manrique, compuesto en torno a 1470, será la obra que más influya dentro del reinado de Isabel y Fernando177. 174 Eukene Lacarra Lanz, “Las enseñanzas de Le livre des trois vertus à l’enseignement des dames de Christine de Pizan y sus primeras lectoras”, Cultura Neolatina, LXI (2001), pp. 335-360 [340] y Xiangyum Zhang, “Du Miroir des Princes au Miroir des Princesses: Rapport intertextuel entre deux livres de Christine de Pizan”, Fifteenth-Century Studies, 22 (1995), pp. 55-67 [55], respectivamente. La autora pone de manifiesto la excelente repercusión de la obra a mediados del siglo XV en el ambiente cortesano, mientras que, gracias a la difusión de la imprenta, Le livre repercute en las mujeres de la clase media. Es interesante apuntar que la primera traducción al portugués la mandó hacer Isabel de Portugal, mujer del rey Alfonso V, entre 1447 y 1455 (Charity Cannon Willard, “A Portuguese Translation of Christine de Pisan’s Livre des trois vertus”, Publications of the Modern Languages Association, 78 (1963), pp. 459-464). Así, el Espelho do Cristina era una lectura habitual en la corte lisboeta, lectura privilegiada para la reina Leonor de Portugal, quien la mandó imprimir ya entrado el siglo XVI (1518). Según consta en el inventario librario de Isabel la Católica, la reina poseía un ejemplar de Pizan, llegado a través de su nuera, Margarita. No es, por lo tanto, descabellado pensar que Isabel iunior pudiera haber leído esta obra en sus múltiples estadías en el reino luso así como en la propia corte castellana, a tenor de la gran difusión de la obra y la extensa nómina de lectoras ilustres. 175 Una excelente perspectiva del género en Marta Haro Cortés, Literatura de castigos en la Edad Media: libros y colecciones de sentencias, Madrid, Laberinto, 2003. 176 Para una visión en conjunto de los espejos de príncipes en Castilla, Vid. Carlos Alvar, Ángel Gómez Moreno y Fernando Gómez Redondo, “Adoctrinamiento de príncipes”, en La prosa y el teatro en la Edad Media, Madrid, Taurus, 1991, pp. 102-112. 177 El autor explana en el prólogo su propósito para ofrecer a ambos príncipes una serie de consejos útiles para olvidar las malas gobernaciones anteriores, ofrecer consejos para el bien común y lograr, así, la prosperidad del reino. Gómez Manrique subraya su inicial proyecto, compuesto por dos obras distintas, una dedicada al príncipe y otra a la princesa. Finalmente, se trata de una obra trunca ya que, por falta de tiempo y de «saber para le dar forma», la segunda parte, dedicada a la princesa, quedó sin escribir. A Fernando el Católico también dedica Diego de Valera su Doctrinal de príncipes en 1474. Sin embargo, el texto tiene elementos de un pasado cortesano y político que no se adecúa a la realidad contemporánea. Para su tradición textual, descripciones codicológicas y tipobibliográficas así como para la edición del texto: Sara Russo, Aproximación a la tradición textual de Gómez Manrique. S. XV-XVI, Madrid, Universidad Complutense, 2012. Consultado en línea a través de e-prints UCM: http://eprints.ucm.es/17359/1/SaraRusso_TFM_MULE_2012.pdf. [Fecha de consulta: 12 de agosto de 2015]. En los años centrales del reinado de los Católicos, sobresalen una serie de obras dedicadas al heredero. Así, antes de 1475, Antonio de Nebrija había compuesto su De pueris educandis libellus. En 1492, Alonso Ortiz escribe para el príncipe don Juan el Liber educatione Johannis. Tras los sucesos de Barcelona, Diego de Muros da a la imprenta su Exortación a los Reyes, obra en la que, proyectada como arenga, se funden los elementos providencialistas con los elementos religiosos y de exhortación 242 Entre estos saberes cortesanos se encontraba la conversación, los gestos, la risa, la música y la danza y, por supuesto, la mesa, que ocupaba un lugar fundamental. El ceremonial que lo rodeaba se convertía también en una jerarquía de la mesa, algo que en toda la Edad Media se consideraba como un acto relevante de la vida cortesana, sujeto a una regulación casi ritual y a códigos cada vez más precisos. En palabras de Buescu: Na perspectiva de uma “civilização dos costumes”, a mesa foi nas épocas medieval e moderna um dos “espelhos” privilegiados da civilidade e da aquisição das boas maneiras, como se torna evidente com o destaque que códigos, ritos e comportamentos a observar no momento das refeições assume no conjunto da literatura de civilidade e da tratadística. E, no caso de príncipes, reis e grandes senhores, além de um espelho de virtudes, a mesa podia ser, ainda, a metáfora perfeita do seu lugar na sociedade e do seu poder178. De este modo, aparece en el género de los espejos de príncipes un subgénero relativo a la doctrina mensae. Esta representación a través de la doctrina de la comida en su aparato, implica también un arte efímero en su puesta en escena que permite hablar de teatralización. Así ocurre con motivo de las celebraciones de boda de Isabel y Alfonso en la sala de los banquetes «sala de madeira»179. En Castilla sobresalen dos obras de estas características con las que la Criança también guarda concomitancias. Por una parte, el Arte cisoria, de Enrique de Villena180, que se ocupa de los asuntos de etiqueta como un elemento sustancial de la actividad cortesana. Dedicado a Sancho de Jarava, cortador oficial de cuchillo de Juan II, la obra se presenta como un libro de maneras en la mesa, una ciencia más que un arte, en consonancia con la dietética y la medicina de finales de siglo, a la vez que ofrece toda una intrahistoria de la corte. Por otra parte, la Criança guarda relación con el Doctrinal de gentileza de Hernando de Ludueña, personaje nacido en torno a 1430 y maestresala de la reina Isabel la Católica181. El comportamiento palaciego conformaba no sólo un nuevo caballeresca. En 1493, ve la luz el Espejo de corregidores de Alonso Ramírez de Villaescusa, corregidor de Valladolid, dedicado a la reina Católica. Posteriormente, tras la revisión de la reina, se inserta un Directorio de príncipes, con entidad literaria plena, esto es, un regimiento que muestra la afirmación de la monarquía, realiza un balance del gobierno de Isabel y Fernando e se insta a los reyes a continuar con las reformas legislativas. Héctor Hernández Gassó prepara una edición de este texto y ha venido ofreciendo trabajos de interés sobre el mismo y su vinculación con la política y la literatura de los Reyes Católicos. Sirva como ejemplo uno de los últimos: “Las imágenes de la monarquía castellana en el Directorio de príncipes”, Literatura y ficción: “estorias”, aventuras y poesía en la Edad Media, ed. Marta Haro Cortés, Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2015, I, pp. 354-374. 178 Ana Isabel Buescu, Na Corte dos Reis de Portugal..., p. 51. 179 Elisa Ruiz García, “Saberes de oídas: De Doctrina Mensae…”, pp. 1-60. La repercusión e importancia dentro de la órbita cortesana de este tipo de obras va más allá del siglo XV, como demuestra Gaspar de Tejeda Memorial de crianza y banquete virtuoso para criar hijos de grandes, Zaragoza, Jorge Coci, 1548. 180 Enrique de Villena, Obras completas I, ed. Pedro Cátedra, Madrid, Turner, 1994, pp. 131-218. 181 Hernando de Ludueña, Dottrinale di gentilezza/Doctrinal de gentileza, ed. Giuseppe Mazzocchi, Napoli, Liguori Editore, 1998. La inclusión del término “doctrinal” desde el título se inserta dentro de la tradición http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=572314 243 código literario, esto es, el amor cortés, sino que también anunciaba unas nuevas formas de cortesía182. En palabras de Mazzocchi: “Il gusto dell’etichetta, che caratterizza tutto l’autunno del Medioevo, e in particolare quello attardato e sontuoso della Castiglia, emerge in modo vistoso, senza però il paludatocui altre manifestazioni artistiche”183. En lo que a nuestra comparación con la obra de Gracia Dei concierne, hay varias coplas dedicadas a la «buena criança», (XXII-XXVI), definida como «preciosa dotrina» «que jamás consiente errar; / es un no hazer mudança / d’aquello que determina / la discreción singular; / y es de tal compusición, / y de tanta perfectión, / que puede, con su poder, / al necio torpe hazer, / d’otra nueva condición»184. Después de estos consejos doctrinales, otorgando al habla una posición privilegiada dentro de esta gentileza, el autor se dedica al motejar (coplas XXXII-XLIII), pero se reprocha la burla con ofensa verbal porque es la única culpable a la hora de desencadenar la violencia física185. 2.1.2. Isabel en la poesía cancioneril Algunos ejemplos cancioneriles insertados en el Cancionero General se dedican a Isabel iunior, son canciones en loor y de circunstancias con trasunto amatorio. También del Doctrinal de caballeros de Alonso de Cartagena, el Doctrinal de príncipes de Diego de Valera o el Doctrinal de privados del Marqués de Santillana. El editor adscribe el tratado a los “trattati di comportamento” (p. 54 y ss.) aunque también aprecia concomitancias con otros textos como el Diálogo entre el amor y un viejo de Rodrigo Cota o las Trovas de Fernão da Silveira del Cancioneiro de Resende. Françoise Maurizi, “El Doctrinal de Hernando de Ludueña: lo lícito y lo ilícito en la corte”, en Hommage à André Gallego: La transmission de savoirs licites ou illicites dans le monde hispanique péninsulaire (XIIe au XVIIe siècles), coord. Luis González Fernández, CNRS Université de Toulouse-Le Mirail, 2011, pp. 329-338 [330]. El Doctrinal es un largo tratado de poesía cortesana (127 coplas de once octosílabos), que no aparece en la prínceps del estampado en el Cancionero general de Hernando del Castillo, pero sí en la edición de 1514 (Valencia, Jorge Costilla, 1514) y continuará presente en todas las sucesivas ediciones. Escrito en torno a 1498-1502 según Mazzocchi, su moderno editor, traba relación con las artes amandi medievales, aunque la primera de las partes, de vertiente cómica, está dedicada a las normas de comportamiento. Tras el año de 1492, finalizadas las actividades guerreras en la corte de los Católicos, era necesario fundamentar una sociedad cortesana basada en las buenas maneras y en su gentileza, aquí sinónimo de “buena doctrina”, y no en su función guerrera. Ludueña, como maestresala de la reina Isabel, debía conocer perfectamente todos los mecanismos de esta sociedad de la etiqueta y la cortesanía, de igual modo que Gracia Dei. 182 José Antonio Maravall, “La cortesía como saber en la Edad Media”, en Estudios de historia del pensamiento español. Serie primera, Edad Media, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999, pp. 261-274 [271-272]: “la palabra ‘cortés’ pasó, en tales casos, de tener un sentido moral profundo a quedar reducida a un sentido social externo, en una evolución inversa a la que sufrió la voz ‘villano’”. 183 Hernando de Ludueña, Dottrinale di gentilezza…, p. 29. Del mismo modo, Mazzocchi no descarta las dos vías interpretativas de la obra, que no son excluyentes, esto es, una parte cómica y otra parte seria, como reprobación de las costumbres cortesanas. 184 Hernando de Ludueña, Dottrinale di gentilezza…, p. 92. 185 Hernando de Ludueña, Dottrinale di gentilezza…, p. 100: «Y huya cuanto pudiere / del continuo motejar, / de que muchos hazen rima, / pues cualquiera que lo quiere / quiere recebir y dar / los agravios por encima; / porque los motes pesados / sin dubda son enconados, / y su mucha pesadumbre / ha tornado en muchedumbre / d’amigos enemistados». http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=497519 http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=497519 http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=338779 244 contaremos con coplas que se le dedican dentro de juegos cortesanos o de naipes, en los que Isabel es retratada junto con otros miembros de la real familia de los Católicos186. 2.1.2.1. «Canción en loor de la señora infante» de Juan Barba La primera de las composiciones cancioneriles que inauguran la nómina de referencias en torno a Isabel es la canción «en loor de la señora ynfante», realizada por Juan Barba con motivo de su nacimiento. El autor la incluye en su Consolatoria de Castilla, crónica rimada compuesta hacia 1487187. Durante la primera etapa del reinado de los Católicos se dan unas circunstancias sociales y políticas muy propicias para el desarrollo de la historiografía en verso; recordemos el Cancionero de Pero Marcuello, el Panegírico de Diego Guillén de Ávila, los Doce triunfos de los doce apóstoles de Juan de Padilla o las Bucólicas de Juan del Encina. Todos estos textos tienen en común el esbozo de una historia de Castilla en verso y, al tiempo, son obras que contienen un evidente panegírico de los monarcas a los que van dirigidos. La Consolatoria está dedicada a Isabel la Católica, a quien el autor confiesa que servirá «en algo con la péndola»188. El providencialismo, el mesianismo y el goticismo serán los tres elementos más presentes en la obra. Así, el nacimiento de Isabel la Católica, 186 La inmensa mayoría de los textos poéticos del siglo XV han llegado hasta nosotros en cancioneros colectivos, composiciones que se vinculaban a los entornos cortesanos de los reinados, principalmente, de Juan II de Castilla y de su hija, Isabel la Católica. La poesía cancioneril se define como un tipo de poesía culta, de temática amorosa transmitida en textos que llamamos cancioneros con una cronología dilatada en el tiempo. El marbete ha sido cuestionado por críticos como Dorothy Severin, quien concluye que han de ser llamados “misceláneas” y no cancioneros, aunque el propio Marqués de Santillana se refiere a ellos con este nombre. Vid. Dorothy Severin, “Cancionero: un género mal nombrado”, Cultura Neolatina, 56 (1994), pp. 95-105. Sobre la ya ingente nómina de estudios dedicados a la poesía cancioneril, prescindimos de dar una abultada bibliografía, entre la que destacamos los principales: Nicasio Salvador Miguel, La poesía cancioneril. El ‘Cancionero de Estúñiga’, Madrid, Alhambra, 1977; Julio Rodríguez Puértolas, Poesía crítica y satírica del siglo XV, Madrid, Castalia, 1981; Francisco López Estrada, Las poéticas castellanas de la Edad Media, Madrid, Taurus, 1984; José María Azáceta, Poesía cancioneril, Barcelona, Plaza y Janés, 1984; Javier Huerta Calvo, La poesía en la Edad Media: lírica, Madrid, Playor, 1987; Michael Gerli, Poesía cancioneril castellana, Madrid, Akal, 1994; Vicente Beltrán, Poesía española 2. Edad Media: lírica y cancioneros, Barcelona, Crítica, 2002; Brian Dutton y Victoriano Roncero, La poesía cancioneril del siglo XV: antología y estudio, Madrid, Iberoamericana Vervuert, 2004; Alan Deyermond, Poesía de cancionero del siglo XV, eds. Rafael Beltrán, Josep Lluís Canet y Marta Haro, Valencia, Universitat de València, 2007. Igualmente destacan algunas asociaciones y páginas web dedicadas a los cancioneros, como CONVIVIO: http://convivio2016.org/; la dedicada al corpus cancioneril por la Universidad de Liverpool al cuidado de Dorothy Severin: http://cancionerovirtual.liv.ac.uk o la Fundación Centro de Documentación de Juan Alfonso de Baena: http://www.juanalfonsodebaena.org/. [Consulta realizada el 26 de enero de 2016]. 187 Sólo conservamos un único testimonio en la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca. Según PhiloBiblon se trata de BetaManid 2527, catalogado ya en Brian Dutton, El Cancionero castellano del siglo XV…, IV, p. 278. 188 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso en la época de los Reyes Católicos. Juan Barba y su Consolatoria de Castilla, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1989, p. 171. Todas las citas están tomadas de esta edición. 245 se rodea del prodigio del paso de un cometa. Dios también será benigno y actuará a favor de los monarcas, como ocurre en el episodio del terremoto que destruye la judería sevillana189. Los reyes, entonces, van a ser los brazos ejecutores de la Providencia, enviados mesiánicos para subsanar los males de España y restaurar el orden perdido, cuyo mayor reflejo será la guerra de Granada, descrita bajo un ambiente profético y mesiánico. Sin embargo, la obra queda inacabada y, por supuesto, sin la narración de la toma de Granada por motivos cronológicos. Respecto al autor, pocos datos conforman una biografía necesitada de más pespuntes (1454-1487). Originario de Carmona, en el prólogo a su Consolatoria, el propio Barba se declara servidor del padre de la Católica, Juan II de Castilla, «con los arneses en las batallas que su alteza vençió». El cordial tono de las referencias literarias e históricas que relata Barba es revelador de la cercanía de los sucesos narrados, conocimiento propio de un cortesano testigo de los sucesos que está narrando. Su actividad literaria se circunscribe a una producción poética de carácter historiográfico, la Consolatoria, aunque también tenemos noticia de composiciones menores. Gracias a la mayor entidad de Nicolás Guevara como poeta, se nos han conservado dos composiciones de Barba resultado de una polémica sobre el carácter amoroso de la «Sepultura de Amor» (también llamada «Sepulcro») de Guevara, en torno a 1465. Juan Barba se enfrenta en el intercambio poético a un poeta más joven, con otra concepción del amor. Esto provocará que Guevara le tilde de «gentil anciano de Barba», jugando con las connotaciones de su apellido190. En palabras de Cátedra: “Sin salir de los límites de la obra que aquí editamos, podemos apercibirnos también de la ocupación literaria de Juan Barba por sus poemas panegíricos sobre el nacimiento de la infanta Isabel y del príncipe don Juan incrustados en el cuerpo de la Consolatoria”191. En efecto, insertas dentro de la Consolatoria, estas dos canciones son autónomas y ajenas a la misma, puesto que el cambio métrico y el carácter de añadido en el panorama general de la obra inducen a considerarlas composiciones exentas que debieron de circular por la corte, pero de las que no se ha conservado testimonio alguno en ningún cancionero. 189 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, pp. 185-187. Sobre el mesianismo y la literatura de los Reyes Católicos reflexionan diversos autores como, por ejemplo, Ángel Gómez Moreno, Claves hagiográficas de la literatura española (del Cantar de mio Cid a Cervantes), Madrid, Iberoamericana- Vervuert, 2008, p. 92 e id. y Teresa Jiménez Calvente, “Entre edenismo y emulatio clásica: el mito de la Edad de Oro en la España de los Reyes Católicos….”, pp. 127-130. 190 Sobre esta cuestión incide Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, p. 145 y ss. 191 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, p. 138. 246 Al hilo de los acontecimientos narrados por Barba, tras el casamiento entre Isabel y Fernando, se cuenta «cómo la eternidad de Dios les proveó luego de hija de su bendiçión», gracia divina concedida «en gran moçedad de su señoría». Así nace «la muy ylustre ynfante primera, / dona Ysabel, angélyca tal, / que tiene tan suya corona real / en ver su figura de alta manera»192. El nacimiento del primer hijo, todo un acontecimiento en el reciente matrimonio y con repercusión en la deriva política del reino, se cuenta en esta copla de arte mayor al hilo de los sucesos que se están cantando. En estos versos, se incide en todos los tópicos de tan venturoso suceso. La niña es descrita como «ilustre» y «angélica» y se le vaticina una corona real excelsa. El acontecimiento tiene su continuación en la siguiente copla, añadida a la materia narrativa como reutilización de materiales. Escrita en octosílabos, de mayor extensión que los anteriores versos, su rúbrica lee «El abtor en loor de la señora ynfante»: Graçiosa lindeza, pura / ynfante de Dios eleta193, / pues de reyna tan perfeta / nos dio tan gentil figura; / de Ysabel, tal Ysabel; / de tal gesto, tal belleza; / de tal libro, tal cartel; / de tal seso, tal destreza. / ¡Dios vos faga tal traslado / como vuestro original / y vos dé real estado, / mucha vida, prosperado, / librada de todo mal!194 El poeta rompe así la métrica de arte mayor e interrumpe la narración de los hechos que versifica para redundar en tan excelso acontecimiento195. La canción se desliga de la temática del poema, una crónica rimada, para introducir este poema de circunstancias, anterior a la Consolatoria. En la composición, se inserta un matiz hiperbólico que alude al mesianismo del nacimiento, «ynfante de Dios eleta». A continuación, a través de sucesivos paralelismos, se describe a la infanta como una copia o traslado de su madre, el original. Finalmente, se desea felicidad y una larga vida librada de todo mal, votos felices que, desafortunadamente, no se cumplieron. Pero esta no será la única composición que Barba inserte ajena a la Consolatoria. En el desarrollo de la obra se añade otra canción sobre el nacimiento del príncipe don Juan, impropia a la métrica y temática del resto de la Consolatoria. Esta composición es un poema de circunstancias escrito, muy posiblemente en el marco de celebraciones 192 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, p. 191, copla [LX]. 193 Estos dos versos parecen ecos de la primera cita literaria de Isabel la Católica a cargo de Gómez Manrique en su pieza «Muy alto rey poderoso»: «e la infante graçiosa». Sobre esta pieza inaugural acerca de las menciones literarias de Isabel la Católica, Vid. Nicasio Salvador Miguel, “La instrucción infantil de Isabel, infanta de Castilla (1451-1461)”, en Arte y cultura en la época de Isabel la Católica, ed. Julio Valdeón Baruque, Valladolid, 2003, pp. 155-177 [158-159]. 194 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, p. 192 copla [LXI]. 195 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, p. 93: se refiere a Isabel “a la que loa Barba en metro distinto y declarando que se trata de una composición anterior”. 247 festivas que tuvieron lugar en Sevilla el 30 de junio de 1478, tras el nacimiento y bautizo del heredero de los Reyes Católicos. En esta ocasión y a diferencia de la canción dedicada a Isabel, el autor confiesa en la rúbrica que «no es como las otras», tomando plena conciencia del hecho poético. Tras narrar la llegada del rey a Sevilla, relata cómo Dios otorgó «a sus reyes varón heredero» para embutir la canción, compuesta en octosílabos. Así consta en la rúbrica, «al bautismo del señor príncipe se escribió la siguiente, y aunque no es como las otras, pase por su alegría». Tal nacimiento se liga a la fundación mitológica de Sevilla por Hércules, suceso que augura un excelente futuro al príncipe: «Pues naçistes en Sevilla, / poderoso, singular, / ya podéis todo ganar / y a Granada y su quadrilla, / y ternéis para gastar / y aún xabón para tirar / los borones de Castilla»196. El carácter ajeno relativo a estas dos canciones destaca al compararlas con las otras tres coplas escritas para los nacimientos reales de las otras infantas, es decir, Juana, María y Catalina. Barba, al relatar los acontecimientos históricos incluye los nacimientos reales del resto de las infantas: 196 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, pp. 217-218. Se trata de la copla [CXLVI]. 248 COPLAS DE LAS INFANTAS Informa el naçimiento de la señora infante dona Juana, año de LXXIX años [CLVII] En el siguiente año qu’escriven los quatroçientos con setenta y nueve, do el naçimiento de Christo se prueve, en que nuestras vidas se rigen y biven, allý nos envía Dios la segunda hija de nuestros reyes ínclitos, con muchos dones suyos benditos en quel tratado presente se funda [CLVIII] Y diéronle el nonbre d’aquel glorioso Juan, el que hizo Dios escoger entre los onbres y en su naçer fues’escogido por don copioso; y a este señora llámanle Juana, que sólo por esta gran vocaçión Dios le dará de su perfeçión obtiman partem de genere umana. [CXCVII] Informa el naçimiento de la ilustre infante dona María, que naçió en Córdova en este comedio [CCCXXXI] El naçimiento de la ylustre ynfante dona Catalina En este verano por el çierto día de los apóstoles martirizados san Pedro y san Pablo de Dios tan amados, naçió la infante doña María; y dionos con ella Dios alegría porque la reyna, nuestra señora, estovo en peligro mucho a la ora quel parto tardava más que debía. En este buen año de mucha vitoria, en mes de dizienbre, mediado sería, que Dios quiso darnos más alegría con otra ynfante que viene con gloria; y el mes de Christo le haga ser dyna de ser alta reyna muy larga vida y por este nombre será muy guarnida daquellas virtudes de la Cateryna197. Tabla 6. Coplas de las infantas en la Consolatoria de Castilla de Juan Barba A diferencia de las coplas dedicadas a sus hermanos, estas tres siguen la métrica de arte mayor utilizada en el resto del poema y se incluyen al hilo de la narración, sin carácter de añadido. Si analizamos las tres coplas de las infantas, se puede comprobar que las tres poseen idéntico inicio, referido al momento cronológico (año y mes), el nombre otorgado y algún verso de encomio que cierra la copla. Sólo en el caso de la infanta Juana se desarrolla el nacimiento a través de dos coplas, debido a que la primera sirve de marco introductorio. Por su parte, en la referida a la infanta María, se incide en las circunstancias tan aciagas del doble parto de la reina Católica, donde una infanta nació muerta. 197 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, p. 221 para la infanta Juana; p. 233 para María y p. 276 para Catalina. 249 Finalmente, tendremos otra referencia secundaria a Isabel en la Consolatoria. Barba relata la ida de los monarcas a Córdoba a fines de junio de 1486, donde los Reyes Católicos van a recibir la embajada de los portugueses para tratar el matrimonio de la infanta Isabel con el príncipe de Portugal: Y dizen que vienen a contratar / los casamientos reales daquella / ylustre ynfante, clarífica, bella, / dona Ysabel, de alto loar; / y no lo dudéis, que la singular / fama de alta reyna, su madre, / y el sumo valer del alto padre / no cause que vengan a la demandar198. De Isabel, importa su persona y su papel político como hija de padres tan excelentes, cuestión sobre la que vuelve la copla siguiente acerca de los casamientos del resto de las infantes, cuya fama y valer serán demandados por todos los emperadores y reyes cristianos: «Esto da causa que las sus infantes, / por aver la reyna bondades conplidas, / que de los mayores sean pedidas / y gozen d’estados más triunfales»199. 2.1.2.2. «Égloga V» de las Bucólicas de Juan del Encina La «Égloga V» de las Bucólicas de Juan del Encina inicia el conjunto de referencias literarias a Isabel como princesa viuda, tras la muerte de su primer marido200. Juan del Encina, aparte de ser el padre del teatro renacentista, ha sido definido como el gran poeta de la corte de los Reyes Católicos. Nacido en Salamanca o sus alrededores hacia 1468, se vinculó al entorno universitario salmantino donde parece que gozó de la protección de Gutierre de Toledo, hermano del duque de Alba, Fadrique. En ese ambiente de ebullición es más que probable que Encina coincidiera con Nebrija, catedrático de la Universidad hasta 1486. También es posible que a través del hermano del duque de Alba entrara el joven Juan al servicio y mecenazgo de los duques en el palacio de Alba de Tormes, Fadrique Álvarez de Toledo (ca. 1460-1531) e Isabel de Zúñiga y Pimentel (†1500). Según Bustos Táuler: La cronología de la redacción y publicación de los textos encinianos se corresponde sustancialmente con el período 1492-1496, los cuatro años en los que Encina vive en el propio palacio de sus patronos en Alba de Tormes y se beneficia de su mecenazgo literario201. 198 Pedro M. Cátedra, La historiografía en verso…, p. 296, coplas [CCCXCII] y [CCCXCIII]. 199 Ibid. 200 No contamos en el corpus con más obras o más referencias de la primogénita de los Reyes Católicos en su infancia. 201 Ávaro Bustos Táuler, La poesía de Juan del Encina: el “Cancionero” de 1496, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009, p. 26. 250 En la Navidad de 1492, Encina representa en el salón de los duques de Alba sus dos primeras églogas. Ya cercano a 1496, Encina da a las prensas su Cancionero incunable, el primer cancionero personal o de autor impreso de nuestras letras. Algunas de las composiciones poéticas posteriores de Encina se han perdido; no así su obra lírico- musical, conservada en el Cancionero musical de palacio, ciertos poemas sobre su viaje a Jerusalén y aquellos que se conservaron en el Cancionero General. Su producción poética destaca por la variedad de géneros y registros. Su oficio de músico debió de influir en muchos de sus poemas, como poeta cortesano y, por tanto, supeditado a las circunstancias reales. En 1499 marcha a Roma, donde reside hasta 1521 alternando con estancias en Málaga. Tras su ordenación sacerdotal un año después, se desplaza en 1523 a León, de cuya catedral era prior, y donde debió de morir hacia la Navidad de 1529. Las Bucólicas de Juan del Encina son una traducción de las de Virgilio, impresas en Salamanca [Juan de Porras, 1496], dentro de su Cancionero. La traducción de textos clásicos vertidos a los moldes poéticos ya había sido realizada con éxito por Juan de Mena en su Laberinto de Fortuna, el Omero romançado o la Ilíada en romance, así como otros autores. Las traducciones de los poetas latinos y griegos realizadas con anterioridad en el siglo XV eran trasladadas a los moldes de la prosa, casi siempre muy alejadas del sentido poético original. Encina no realiza una imitación plana de los textos clásicos sino que elabora una traducción netamente original donde adapta en los argumentos de cada égloga situaciones de época, con personajes de la corte, como la propia Isabel iunior. Esto es lo que hizo pensar a Lida de Malkiel que Encina guardaba un «sabor castizo y circunstancial»202, que coincide con las declaraciones del propio escritor en el prólogo dirigido a los Reyes Católicos: «estas Bucólicas quise trasladar, trobadas en estilo pastoril, aplicándolas a los muy loables hechos de vuestro reynar, según parece en el argumento de cada una»203. Tras este, el autor elabora otro prólogo, dedicado al príncipe don Juan; ambos marcan el tono laudatorio de toda la obra con una “interesante aplicación alegórico- política”204. La I de las églogas es un trasunto de la guerra contra Portugal. La II supone 202 María Rosa Lida de Malkiel, “La tradición clásica en España”, Nueva Revista de Filología, V (1951), pp. 183-223 [211]. Otros críticos como Menéndez Pelayo creyeron en la superficialidad de su traducción, una imitación rayana en la “irreverencia y parodia” según el erudito filólogo, muy posiblemente influido por el lenguaje rústico que usa Encina. Para Ana María Rambaldo (Vid. nota infra), esto obedece a que el poeta quiere “captar el efecto risueño de algunas églogas”, p. XXXI. 203 Juan del Encina, Obras completas I, ed., introducción y notas de Ana María Rambaldo, Madrid, Espasa- Calpe, 1978, p. 220. Todas las citas son tomadas de esta edición. 204 Ávaro Bustos Táuler, La poesía de Juan del Encina…, p. 18. 251 una alabanza expresa hacia Fernando bajo las palabras del pastor Coridón. La III alerta contra los privados y denuncia el caos bajo el (des)gobierno de Enrique IV y la posterior restauración de los Católicos. La IV égloga es una de las más interesantes porque, al igual que la virgiliana, conlleva la idea mesiánica a través de la Sibila y la alabanza a los Reyes Católicos con el nacimiento del príncipe Juan. La V alude por completo a la desdichada situación de viudedad de Isabel, mientras que la VI vuelve a retomar la dedicatoria al heredero bajo «muchas fábulas y estorias diversas». La VII prepara al príncipe en las tareas de gobierno en los reinos de Castilla y Aragón mientras que las tres últimas, tienen como referente final la guerra de Granada y la lucha contra el infiel, amén de añadir el componente devocional y de expansión, al aludir a la futura conquista de Fernando en el norte de África, la «conquista de allende»205. El argumento de la dedicatoria de la «Égloga V» reza así, aludiendo al dolor de la hija de los Reyes Católicos: Égloga quinta, adonde se introduzen dos pastores muy amigos: el uno Menalcas y el otro llamado Mosso, los quales, cantando, lloran la muerte de Danes, pastor entre ellos muy nombrado, en cuya persona podemos entender la desastrada muerte del muy desdichado príncipe de Portugal, a quien la fortuna se quiso mostrar muy embidiosa en su mayor prosperidad, ya que avía casado con la esclarecida infante doña Ysabel, hija de nuestros muy poderosos reyes, princesa de Portugal, a cuya causa con mucha razón nos cupo gran parte de dolor206. A continuación, se introduce con el verso latino al que hace referencia en su íncipit: «Cur non Mopse boni quoniam conuenimus ambo, etc.» e inmediatamente comienza el diálogo entre ambos pastores, Menalcas y Mosso, en coplas reales. Lo interesante de la égloga es el tercer participante en ausencia, el príncipe de Portugal. En la égloga de Virgilio, uno de los pastores llora la muerte de Daphnis y el otro canta su deificación. Si Virgilio probablemente aplicó la alegoría a Julio César, Encina lo hace a Afonso, príncipe de Portugal, en un juego de correspondencias que ligan al heredero luso con la tradición clásica. Menalcas introduce el tópico del locus amoenus en la invitación a dialogar y cantar a su amigo Mosso: «¿Por qué no, mi buen carillo,/ pues aquí nos 205 Así, la égloga II es la que más se aleja del texto y sentido del original, mientras que las églogas I, IV y V presentan variantes de mayor o menor enjundia: inclusiones de personajes, cambios de enfoque, etc. La égloga IV, al igual que la virgiliana, contará con un elevado tono mesiánico ya expuesto en algunos trabajos, entre los que destacamos el certero análisis sobre la traslación de Encina de Marcial José Bayo, Virgilio y la pastoral española del Renacimiento (1480-1550), Madrid, Gredos, 1970, pp. 44-55. La égloga III sigue el texto clásico de cerca en su temática, sin embargo, en la faceta lingüística, el uso del lenguaje rústico salmantino ensalza un tono cómico. A partir de la VI, el tono pasa a ser más homogéneo y la conciencia del traductor es mantenerse ad pedem litterae («siempre procuraré seguir la letra», según declara el propio autor en el prólogo). Así, la égloga IX sólo incluirá nueve versos dirigidos al príncipe don Juan. 206 Juan del Encina, Obras completas…, p. 278. El conjunto de esta égloga abarca las pp. 278-290. 252 perjuntemos, / tú a tañer tu caramillo, / yo a cantar un cantarcillo, / por aquí no nos tendemos?»207. El lugar resulta propicio, una cueva en la que «cantar y tañer» recrea el ambiente propicio en el que Mosso empieza a trovar: Lloran Ninfas, sin abrigo, / cruel muerte de un moçuelo, / ahotas que deys testigo / ríos y árbores conmigo / de Danes muerto en el suelo; / que su madre le llorava / y abraçava dando bozes contra el cielo, / con tan gran dolor y duelo / que a todos nos lastimava208. El «moçuelo [...] muerto en el suelo» es Danes, trasunto del príncipe de Portugal, fallecido por una fatal caída de caballo. La escena pintada recrea no sólo los elementos clásicos de las ninfas plañideras sino también de la presencia más familiar y piadosa de la madre, la reina Leonor, junto con otros elementos más populares, como el término «moçuelo» y la cruel descripción del dolor por la pérdida del hijo amado. En esta misma asociación de ideas en torno a la muerte, Encina introduce una estrofa descriptiva del dolor de la infanta Isabel por la muerte de su esposo, totalmente independiente del original latino: Llorava su muerte tal / la triste doña Ysabel, / nuestra infante principal, / princesa de Portugal, / porque era su mujer dél; / yo la vi tan dolorida / que en la vida / estaba más muerta que él, / haciendo llanto cruel / por tal pérdida perdida209. El sentimiento de Isabel en la descripción de la muerte de Danes-Afonso añade un mayor patetismo a una escena ya de por sí dolorosa. A continuación, el pastor Mosso alude a las honras fúnebres y la sepultura de Danes, para quien según las costumbres, se ruega que pongan este epitafio, letras que vienen introducidas en la propia voz del finado: «Yo soy Danes sin ventura, / ventura me fue enemiga / Yo soy Danes desdichado, / sin dicha, triste nacido, / en las silvas muy nombrado / pastor de galán ganado, / yo, galán mu más polido; / que con mi muerte percundo / todo el mundo / con dolor muy dolorido / hasta el cielo conocido, / sin tener par ni segundo»210. Punto seguido, Menalcas introduce la necesidad de elaborar un cantar en alabanza a Danes, una exhortación al cántico compartida por Mosso y que no se detalla en el original de Virgilio. A continuación, Menalcas recalca la llamada visión beatífica, pues el príncipe-Danes estará ya gozando de la visión de los santos en el paraíso: «que ya tiene 207 Juan del Encina, Obras completas…, p. 278. 208 Juan del Encina, Obras completas…, p. 281. 209 Ibid. Se aprecian los ecos de las composiciones romancísticas en esta traducción. La égloga tiene resonancias en los posteriores romances sobre la muerte del príncipe de Portugal, romances noticieros que guardan ecos «con nuevas de mal tan fuerte». Se insiste «por tal pérdida perdida» y en el «traxo tu mal muchos males / con desdichas desdichadas». 210 Juan del Encina, Obras completas…, p. 284. 253 allá su silla / con los santos colocado»211. Encina va un paso más allá en su valiente traducción y reactualización del original porque, si Virgilio diviniza al pastor, el castellano acabará por santificarlo, en un intento de cristianizar unos versos abiertamente paganos. Así Mosso insiste a su par: «Menalcas, tenle por santo / que santo me parecía» y, hasta la conclusión del poema, los dos pastores hablarán de cómo santificar su memoria, honrar en una fiesta cada año y ofrecerles sus dones. La originalidad de Encina en esta ocasión estriba en mezclar en la traducción latina versos por él añadidos, ausentes del original, que buscan actualizar la composición al tiempo que insiste en el dolor y la desdicha por la muerte, que afecta a ambos reinos. Sólo así entendemos algunas estrofas, totalmente desvinculadas del tono clásico virgiliano212. 2.1.2.3. «Donde Amor hiere cruel» de Nicolás Guevara El desconocido poeta Guevara del Cancionero general era una de esas “atribuciones opacas” de poetas cancioneriles hasta que Vicenç Beltrán lo identificó con acierto en un brillante artículo213. Distinto a sus homónimos Carlos y Fernando de Guevara214, Nicolás descendía de una rama bastarda de los Oñate, como nieto de Íñigo Vélez de Guevara. Se vincula a la ciudad de Ocaña, posible lugar de nacimiento según se destila de algunos datos autobiográficos en su poema «Sepultura de amor». En 1478 Guevara entra como criado al servicio de Gonzalo Chacón, ayo de Alfonso e Isabel, por lo que es en este punto donde empieza la relación del poeta con la Católica. En esos difíciles años Guevara se posiciona con ciertos privilegios en la corte literaria de Alfonso XII en el escaso trienio de su reinado, junto con otros notables poetas como Diego de Valera, Álvarez Gato o Gómez y Jorge Manrique215. La composición «A una partida que el rey don Alonso hizo de Arévalo» inserta a Guevara en este círculo político e intelectual y prueba su conocimiento tanto de los diferentes cortesanos como 211 Juan del Encina, Obras completas…, p. 286. 212 Juan del Encina, Obras completas…, p. 282: «Danes, un zagal chapado / a fuer de la palaciega, / en todo muy pernotado, / un garçón tan repicado / que en todo el mundo se estrega, / ¡juro a diez! gran alboroto / yo pernoto / que en su muerte se nos pega, / hasta el alma nos allega / ¡o, qué zagal tan devoto!». Nótese el acusado sayagués de los versos que se aplican al príncipe difunto. 213 Vicente Beltrán, “Guevara”, en Actas del IX Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Coruña, Toxosoutos, 2005, pp. 43-81. 214 Nicasio Salvador Miguel, La poesía cancioneril. El ‘Cancionero de Estúñiga’, Madrid, Alhambra, 1977, pp. 123-129. 215 Óscar Perea Rodríguez, “La corte literaria de Alfonso el Inocente (1465-1468), según las Coplas a una partida de Guevara, poeta del Cancionero General”, Medievalismo. Revista de la Sociedad Española de Estudios Medievales, 11 (2001), pp. 33-57. 254 de las incidencias de la corte alfonsina en contraposición a la de su hermano Enrique IV. Es notable la relación lírica con Jorge Manrique, basada en multitud de poemas de preguntas y respuestas, como la «Pregunta que fizo don Jorge sobre los hechos de Castilla»216. Al servicio de los Reyes Católicos, en su corte, ejerció diversos cargos: contador, teniente de canciller o mayordomo mayor, entre otros, siempre bajo la atribución de «Guevara», sin más, en las fuentes documentales, lo que prueba la gran fama del poeta, o al menos, la gran familiaridad del mismo con la corte de Isabel y Fernando, a cuya sombra iría escalando puestos en la administración de su Casa: en 1485 era contador del sueldo, en 1487 recibió la fortaleza de Irurita, en 1490 era ya contino, en 1492, comendador, seguramente de la orden de Santiago, luego, entre 1495 y 1498, teniente del canciller Pero González de Mendoza, en 1499, Teniente del Mayordomo Mayor y Mayordomo quizá desde 1502. En julio de 1503 recibió un encargo militar muy significativo, la ocupación de Cartagena y el puesto de su Alcaide y Justicia Mayor, que quizá conservaba en el momento de su muerte, en octubre de 1504217. Es sorprendente el ascenso social de un hombre que, procedente de una rama familiar de bastardos, “con tesón y fortuna logra alcanzar los más altos peldaños de la nueva nobleza de servicio” Guevara encarna el nuevo ideal de cortesano, más cercano a la mentalidad moderna que a los tiempos medievales218. Es más, Guevara logró formar todo un círculo familiar al servicio de los Reyes Católicos: su mujer, Leonor de Mendaño, servirá a la reina Isabel como dama de su casa; su hijo Juan será paje del príncipe y su hija, María, estará al servicio de las infantas María y Catalina219. En palabras de Beltrán, este tipo de gestiones y cargos de Guevara y su familia muestran un grado de proximidad y afectividad muy relevante en el entorno de Isabel la Católica, que se resume en: el traslado de los enseres personales de la Reina y sus damas, pero también la compra de hachas para velatorios y procesiones, objetos litúrgicos y hasta enseres y materiales de limpieza. No cabe mayor proximidad a la persona de la reina Isabel, de ahí lo bien que colocó a su esposa e hija al servicio de las infantas, y a su hijo como paje de la Casa Real220. 216 Jorge Manrique, Poesía completa, ed. Angel Gómez Moreno, Madrid, Castalia, 2000, p. 190. [ID 1809]. 217 Por ejemplo, en las Cuentas de Baeza, de la que hace un excelente repaso Beltrán (“Guevara…”, p. 57 y ss.), se desgranan las atribuciones de Guevara y sus sueldos, que cita Beltrán, “Guevara…”, p. 78. Asimismo, participó en la guerra de Granada donde actuó como aposentador en 1489 y en 1490 y 1492 con la compra de unas lanzas. 218 Vicente Beltrán, “Guevara…”, p. 78. 219 Baeza recoge una nómina pagada el 15 de mayo de 1498 a María por esos servicios en la corte. Vid. Baeza, Cuentas, II, p. 378-380. 220 Vicente Beltrán, “Guevara…”, p. 62. 255 Bajo esa relación afectiva cortesana, Guevara dedica esta composición a Isabel, posiblemente tras el fallecimiento del príncipe Afonso y el regreso de la misma a la corte, en unas circunstancias donde la princesa de Portugal habría de disimular el dolor que aún le causaba este suceso. A ese tenor, toda la canción «Donde Amor hiere cruel», gira en torno al sentimiento del encubrimiento así como a la dolorosa cuestión de amor: Donde Amor hiere cruel / es tan grave de sofrir / que bien se dirá por él: / pequeño mal es aquel / qu’el seso sabe encobrir. / Que aunqu’ el seso y discreción / comporten con gran paciencia, / la tal fuerça y tal passión / luego el rostro y coraçón / manifiestan su dolencia. / Assí donde este cruel / determina de herir, / podrán bien decir por él: / liviano mal es aquel / qu’el saber puede encubrir221. Aparecen en la composición diversos tópicos de la poesía cancioneril, como la contraposición entre el seso y el corazón, o lo que es lo mismo, entre la parte racional y la parte más pulsional del ser humano. El sufrimiento amoroso, por tanto, ha de ser encubierto (es notable la repetición de este verbo en todo el poema) mediante la razón con dos palabras clave: «discreción» y «paciencia» a la que se oponen la «fuerça» y «la passión» amorosa, manifestada en su aspecto visible a través del rostro y el corazón, los órganos tangibles por donde se puede saber la dolencia del amador. No resulta extraño, entonces, que en el duelo de Isabel tras la pérdida de su primer marido fueran estos los sentimientos que afloraran y que, compartidos en un ambiente de afectividad e intimidad cortesana, fueran codificados literariamente por Guevara, aunque no resulte expresa la dedicatoria a Isabel iunior. Esta composición encuentra su correspondencia en la copla tercera del Juego trovado de Jerónimo Pinar, dedicada a la princesa de Portugal, en cuyos versos se recoge el íncipit de este poema de Guevara, citado exclusivamente en este juego. Se trata de lo que Brian Dutton acuñó como “poemas citadores”, esto es, los poemas que citan en su desarrollo versos de otras composiciones. Es por ello que creemos muy plausible que la princesa viuda Isabel sea la destinataria de esta canción. 2.1.2.4. Juego trovado de Jerónimo Pinar Jerónimo Pinar es uno de los autores del Cancionero General más destacados, pero también uno de los más desconocidos. Hermano de la también poeta Florencia Pinar, su bosquejo biográfico aún resulta un enigma para los investigadores y eruditos de la 221 [ID 6306]. 256 lírica cancioneril222. Los hermanos Pinar pudieran ser los hijos de Francisco Pinar, alguacil de la corte de Fernando el Católico, aunque en la tesorería de Alonso de Morales aparece mencionado otro Gonzalo Pinar, como contable de la corte isabelina, en nómina hasta los años finales del reinado223. A pesar de estas hipótesis, su pertenencia a la corte literaria de los Reyes Católicos es incuestionable; Pinar fue de “esos escritores con ocupaciones de menor relieve social y económico y que incluso en algún caso vivían fundamentalmente de la pluma”224. En el ambiente poético cancioneril los temas centrales se dedicaban al amor, la sátira y los elementos didáctico-morales, pero no son los únicos. Junto a esta tipología de temas, existen otros de naturaleza más intrascendente y que buscan entretener: son los juegos poéticos cancioneriles, escritos con un fin lúdico para el esparcimiento y diversión de reyes y cortesanos225. Estos juegos o juguetes cortesanos suponían una buena parte del otium cortesano bajo los códigos establecidos por el amor cortés y los que el propio ambiente imponía en una literarización de la propia vida226. El propio Baena en el prólogo de su Cancionero alude a estos juegos que los reyes e príncipes e grandes señores usaron e usan ver e oír e tomar por otra manera otros muchos conhortes e plazeres e gasajados, así como ver justar e tornear e correr puntas e jugar cañas e lidiar toros e ver correr e luchar e saltar saltos peligrosos e en ver jugar esgrima de espadas e dagas e lança e en jugar la vallesta a la frecha e a la pelota e en ver jugar otros juegos de mano e de trepares e otrosí jugando otros juegos de tablas, de axedrez e dados, con que se deportan los señores, e naipes e otras muchas e diversas maneras de juegos. E asimesmo los reyes e príncipes e grandes señores usaron e usan fazer otras muchas maneras de juegos, en que toman asaz comporte e plazeres e gasajados227. Los juegos trovados a diferencia del resto de los juegos poéticos, según Ana María Rodado Ruiz, deben imitar algún pasatiempo, por ejemplo, los naipes, con «la posibilidad 222 Así lo expone Óscar Perea Rodríguez, Estudio biográfico sobre los poetas del Cancionero general, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007, p. 234. En nota 4 también aporta los escasos datos que se tienen en torno a estos poetas. 223 Rosana de Andrés Díaz, El último decenio…, asientos nº. 2186, nº. 2783 y nº. 5920. 224 Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 189. 225 A este respecto, Johan Huizinga (Homo ludens. A study of the play-element in culture, Boston, Beacon Press, 1955, p. 28), ya advertía de que el element lúdico está presente en todas las culturas como actividad consciente que “is ‘different’ from the ‘ordinary life’”; “The most we can say of the function that is operative in the process of image-making or imagination is a poetic function; and we define it best of all by calling it a function of play, the ludic function, in fact”. 226 Cfr. Ana Menéndez Collera, “La figura del galán y la poesía de entretenimiento de finales del siglo XV”, en Nunca fue pena mayor: Estudios de literatura española en homenaje a Brian Dutton, eds. Ana Menéndez Collera y Victoriano Roncero López, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, pp. 495-505. Para una visión amplia del lenguaje simbólico amoroso así como del conceptismo que presentan estas obras: Keith Whinnom, La poesía amatoria de la época de los Reyes Católicos, Durham, Durham University Press, 1981. 227 Poesía de cancionero, ed. Álvaro Alonso, Madrid, Cátedra, 1986, p. 73. 257 de ser utilizados como tales», bien con la interacción del azar o bien a modo de cartomancia y, por último, poseen «la presencia de elementos simbólicos» (colores, plantas, animales, refranes, canciones, etc.)228. Se distinguen de otros textos que solo incorporan una de ellas, generalmente los símbolos típicos de la poesía cancioneril, o que recogen refranes o canciones, recurso también frecuente en la época. Se trata, en definitiva, de “una especie de hipertrofia de motivos poéticos típicamente cortesanos, sutil e ingeniosamente combinados”229. De esta forma, parece que el propio juego cancioneril es una manifestación más del amor cortés como juego en sí mismo230. Dentro de esta tradición lúdica poética, existen juegos trovados de gran interés desde 1445, como los de Lope de Estúñiga: Juego de colores231 y Juego del zodiaco; Gómez Manrique, «Para los días de la semana de amores» o Diego de Valera232. Tras los precedentes antes apuntados, hacia la segunda mitad del siglo XV son fundamentales tres juegos trovados: el Juego de naipes de Fernando de la Torre, compuesto para doña Mencía Enríquez, condesa de Castañeda hacia 1440; el Abecedario del Cancionero de Herberay, y el Juego trovado de Jerónimo de Pinar233. La tradición de los juegos poéticos 228 Ana María Rodado Ruiz, Juegos trovados de los cancioneros cuatrocentistas, Londres, Queen Mary- University of London, 2012, p. 8. 229 Ana María Rodado Ruiz, “Notas sobre la tradición animalística en el Juego trovado de Jerónimo de Pinar”, en Estudios sobre el Cancionero General (Valencia, 1511), poesía, manuscrito e imprenta, coords. Marta Haro Cortés, Rafael Beltrán Llavador y Josep Lluís Canet Vallés, Héctor H. Gassó, Valencia, Universitat de València, 2012, pp. 371-384 [373]. 230 Victoria Ann Burrus, Poets at Play: The Love Poetry in the Spanish Cancioneros, Tesis Doctoral, Universidad de Wisconsin, 1985 y una actualización en Juan Escourido, “Textual Games and Virtuality in Spanish Cancionero Poetry”, en Games and Gaming in Medieval Literature, ed. Serina Patterson, New York, Palgrave Macmillan, 20015, pp. 187-208, aunque el autor reconoce la difícil adaptación del elemento lúdico que ahora conocemos en estos juegos del XV: “it is difficult to offer an essentialist definition of ‘game’ to which the social practice of cancionero poetry could be adapted” [198]. 231 En él se ofrecen las diferentes suertes en el amor para el año nuevo que comienza a seis damas, a través de un código de colores, lo cual prueba la importancia de los códigos cromáticos en la poesía de cancionero, que logran aunar lo plástico con lo literario. Para más detalles, Cfr. Víctor Lama de la Cruz, “En torno al simbolismo de los colores en el Cancionero general”, en Estudios sobre el Cancionero General (Valencia, 1511), poesía, manuscrito e imprenta, coords. Marta Haro Cortés, Rafael Beltrán Llavador, Josep Lluís Canet Vallés y Héctor H. Gassó, Valencia, Universitat de València, 2012, pp. 265-283. 232 Cita otros ejemplos de interés Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV: los tres ejemplos más significativos, Tesis doctoral, Universidad de Illinois, 1987, pp. 26-33. 233 Analizado, fundamentalmente, en los trabajos de Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV: los tres ejemplos más significativos…; Jacobo Sanz Hermida, “Entretenimiento femenino en la corte de Isabel de Castilla: el Juego trobado de Gerónimo de Pinar”, en Nunca fue pena mayor: Estudios de literatura española en homenaje a Brian Dutton, eds. Ana Menéndez Collera y Victoriano Roncero López, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, pp. 605-614; Isabel Vega Vázquez, “Poesía de entretenimiento en la corte de los Reyes Católicos: hacia una interpretación del simbolismo en el Juego Trovado de Gerónimo de Pinar”, en Estudios de literatura hispánica: Líneas actuales de investigación literaria, Valencia, Universitat de València y ALEPH, 2004, pp.105-114, y, posteriormente en su tesis doctoral, Isabel Vega Vázquez, Los juegos trovados en la poesía de cancionero. Estudio y edición crítica, Universidad de Santiago de Compostela, 2007. También en territorio luso, es de interés uno de los jogos de sorte descrito por Garcia de Resende en su Cancioneiro: «Estas quarenta e oito trovas fez Garcia de Resende, por mandado d’el-rei nosso senhor, para ũ jogo de cartas se jugar no seram desta maneira: em 258 continuará viva bien entrado el siglo XVI, mediante los juegos naipescos de entremeses y bailes234. El Juego de naipes de Fernando de la Torre se basa en los cuatro palos de la baraja española, de los que el autor se sirve para simbolizar los cuatro estados del amor en clave femenina: el amor de las religiosas, viudas, casadas y solteras. Tras las coplas poéticas, bajo un número total de doce, correspondientes a los doce naipes del palo, el autor elaboró el texto en prosa para una mayor comprensión235. Por su parte, el juego alfabético anónimo inserto en Herberay se compone en la corte de Leonor de Navarra en torno a los años 1461 y 1464. Para desvelar su autoría se ha apuntado el nombre de Hugo de Urriés, posible compilador del resto del Cancionero. Sin embargo, la intención expresa del propio autor es que conste como anónimo, según denota el cuidado que presenta el poeta para no revelar su identidad. El juego se compone de un abecedario de 23 letras. A su vez, cada letra está representada por dos coplas de nueve versos. La primera copla de cada letra contiene el nombre de una ciudad, la persona y, posteriormente, se remite a un ave, una fruta, el primer verso de una canción y, finalmente, un refrán. Esta tríada lúdica permite descubrir la gran sofisticación, complejidad y riqueza de la poesía cancioneril en sus temas y motivos, así como una intrincada simbología, puesto que un objeto concreto, bien sea un color, un animal o un refrán, designa una idea abstracta que permite reconocer un concepto. Además, la mixtura genérica permite incluir canciones, refranes y símbolos que recrean un universo de ingenio al tiempo que forman parte de la mecánica del juego, emparentados asimismo con los debats franceses y la literatura o libros de las suertes236. Las referencias literarias más abundantes corresponden con la tradición animalística medieval tan bien estudiada por Nicasio Salvador Miguel237. cada carta sua trova escrita e sam vinte e quatro de damas e vinte e quatro d’homeens: doze de louvor e doze de deslouvor». Vid. Cancioneiro Geral, eds. Álvaro J. da Costa Pimpão y Aida Fernanda Dias, Coimbra, Centro de Estudos Românicos, 1973, I, 341. 234 Así estudiado por Jean Pierre Etienvre, “El juego como lenguaje en la poesía de la Edad de Oro”, Edad de Oro, IV (1985), pp. 47-70. 235 María Jesús Díez Garretas, La obra literaria de Fernando de la Torre, Valladolid, Universidad, 1983, pp. 212-213 y pp. 231-232. 236 La literatura de suertes o libro de las suertes se basa en la obra de Lorenzo Spirito, Libro della ventura overo libro delle sorti, 1473. Esta obra se divulgó por toda Europa y llegó a España en el anónimo impreso Libro de las suertes, Valencia, 1515. Cfr. Rosa Navarro durán en su edición Libro de las suertes, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1986. Ya entrados en el XVI, esta literatura de motes y de azar tendrá su continuación en el libro del valenciano Luis de Milán, Libro de motes de damas y caballeros intitutlado el juego de mandar, Valencia, 1535. 237 Nicasio Salvador Miguel, “Los bestiarios y la literatura medieval castellana”, en Fantasía y literatura en la Edad Media y los Siglos de Oro, coords. Esther Borrego Gutiérrez, Nicasio Salvador Miguel y Santiago López-Ríos, Moreno, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2004, pp. 311-336. 259 De estos tres juegos, sólo el de Pinar ofrece este simbolismo animal, coordinado con otros símbolos: árbol, canción y refrán. El Juego trovado de Jerónimo Pinar se fecha en torno a 1498 en el entorno literario de los Reyes Católicos y es la única obra que lleva el nombre del género en su título. La data se deduce de los personajes y símbolos de la casa real, a los que Pinar les dedica las seis primeras coplas. Para Menéndez Collera, su composición se situaría en 1498, tras la muerte del príncipe don Juan. Otros autores creen posible adelantar su datación antes de septiembre de 1497238, fijando como terminus ad quem la fecha de 21 de agosto de 1496, cuando se produce el matrimonio de Juana, que aquí aparece nombrada como «archiduquesa». Sin embargo, según incide Sanz Hermida, “la fecha se deduce del título de la décima que dedica a la Princesa de Portugal, copla tercera, por lo que el poema no pudo ser compuesto antes de las nupcias entre la princesa y don Manuel I” , es decir, septiembre de 1497239. Del mismo modo, no creemos que tenga sentido el razonamiento de Menéndez Collera acerca de una fecha posterior a la muerte del príncipe, máxime si aparece la copla de la primera de las damas dedicada a «la dama que sirve el príncipe», posiblemente Beatriz Ricarte según Dutton240, con un verbo en presente. Por su parte, Rodado Ruiz fija la fecha de composición del Juego trovado entre octubre de 1497 (cuando murió el príncipe Juan) y septiembre de 1498, antes de la muerte de Isabel241. 238 Isabel Vega Vázquez, “Poesía de entretenimiento en la corte de los Reyes Católicos…”, p. 106, también concluye, aunque sin más datos ni explicaciones, que “su datación se fija en torno al año 1497”, fundamentalmente porque en esta época Isabel es princesa de Portugal. Por su parte, Vicenç Beltrán en su Poesía española 2. Edad Media: lírica y cancioneros…, p. 728 destaca que esta composición es “datable entre agosto de 1496 y de 1498”. 239 Jacobo Sanz Hermida, “Entretenimiento femenino en la corte de Isabel de Castilla…”, 2004, p. 390 fecha el mismo a “fines de 1497”. 240 Brian Dutton, El cancionero del siglo XV…, p. 372. Jacobo Sanz Hermida, “Entretenimiento femenino en la corte de Isabel de Castilla…”, 1996, pp. 612-613 incide en esta relación de la dama con el príncipe aportando jugosos datos para, seguidamente, apuntar a la soprendente posibilidad de que la dama en cuestión se trate de la archiduquesa de Austria, doña Margarita. 241 Ana María Rodado Ruiz, Juegos trovados de los cancioneros cuatrocentistas…, p. 42. Parece que sobre la biografía de Isabel y su repercusión en la datación del texto siempre se ha generado un desconocimiento a partir del primitivo estudio de Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV…, p. 183, quien yerra en su explicación acerca de las circunstancias personales de la infanta: “Esta es Isabel que se casó con Alfonso de Portugal y después de su muerte en 1491, se casa en segundas nupcias con Manuel I de Portugal en 1495, del que tuvo un hijo, Manuel que murió en 1499”. Salvando la enredada redacción, sabemos que Isabel casa con Manuel I en 1497 y no en 1495, que su hijo se llamó Miguel y que éste murió en 1500. También Jacobo Sanz Hermida, “Entretenimiento femenino en la corte de Isabel de Castilla…”, p. 612 explica mal su datación; “sabemos que Isabel ya recibe el título de reina de Portugal, y por lo tanto que ya está casada con Manuel I, es decir que es posterior a 1495, año en que se celebra dicha enlace. Pero además sabemos que Isabel fallece en Zaragoza el 23 de agosto de 1498 al adelantarse el parto del que sería su segundo vástago”. Insistimos en que Isabel se casa con Manuel en septiembre de 1497 (y no 1495), que el parto de Isabel no se adelantó sino que la reina de Portugal muere por fiebres puerperales en el nacimiento de su primer y único hijo (pues no tuvo más y mucho menos este era el segundo). Tampoco Isabel Vega Vázquez, “Poesía de entretenimiento en la corte de los Reyes Católicos…”, p. 108, detalla la biografía de Isabel 260 Menéndez Pidal lo atribuye hacia mayo o junio de 1495, “residiendo los reyes en Madrid”242. Creemos, como Sanz Hermida, que “los datos que nos facilita el poema nos permite fecharlo entre ese 21 de agosto de 1496 y el 23 de agosto de 1498”243. El juego aparece compilado e impreso posteriormente por Hernando del Castillo en el Cancionero General, fols. CLXXXXIIIr-CLXXXVr. El juego consta de dos partes precedidas de una pequeña introducción en prosa que se suele atribuir al compilador. En este prólogo, aparecido en 1511, se describe brevemente la dinámica del juego, que puede realizarse mediante cartas o dados: «Juego trobado que hizo a la reyna doña Ysabel con el qual se puede jugar como con dados o naypes y con él se puede ganar o perder y echar encuentro o azar y hazer par; las coplas son los naypes y las quatro cosas que van en cada una dellas han de ser las suertes». Por su parte, el íncipit de la edición de 1514 se centra es las destinatarias del juego: «Es un juego trovado que hizo a la reina doña Isabel y a las infantas y damas». Así, “resulta importante remarcar el carácter de entretenimiento cortesano femenino”, que lo diferencia especialmente de aquellos otros juegos que tenían como potencial público uno mixto244. La primera parte incluye seis coplas dedicadas a los miembros de la familia real, esto es, la reina Isabel; el rey o el príncipe don Juan (no queda claro ya que no se menciona el nombre concreto); Isabel hija; Juana, nombrada como archiduquesa; la infanta María y, finalmente, Catalina. La segunda parte presenta cuarenta coplas que hacen el resto, dedicadas a damas de la corte, posiblemente vinculadas con el círculo femenino de Isabel la Católica. Su identidad no es revelada por el poeta en un ejercicio de trovar clus que encierra todo un ambiente de época así como referencias no asequibles para el lector moderno. El tema central gira en torno al amor, pero tratado de forma específica para cada caso. A cada dama se la aconseja a través de la naturaleza, la experiencia de los poetas y sus canciones y, finalmente, a través de la sabiduría popular vertida en el refranero. correctamente, pues cifra la muerte de Isabel “tres años después de la boda”, cuando, insistimos, la boda se produjo apenas un año antes. 242 Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí). Teoría e historia II, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, pp. 46-48 [46]. El interés del maestro Menéndez Pidal reside en que varias de las canciones del juego de naipes son romances que documentan “el gusto por el fragmento cantable”, que permite “apreciar cuán arcaico era el caudal romancístico que tanto ocupaba la memoria de todas aquellas festejadas damas de palacio” (pp. 47-48). 243 Jacobo Sanz Hermida, “Entretenimiento femenino en la corte de Isabel de Castilla…”, p. 612. La titulación como princesa nos hace postular el terminus ad quem en septiembre de 1497. 244 Jacobo Sanz Hermida, “Entretenimiento femenino en la corte de Isabel de Castilla…”, pp. 607-608. 261 Las coplas cuentan con diez versos octosílabos en los que se insertan cuatro elementos esenciales para entender el contenido de la misma: un árbol, un ave, el íncipit de una canción y un refrán. Mediante estas correspondencias “el autor establece un juego de conceptos dotando a la estrofa de un significado total, establecido por la conjunción de los cuatro símbolos”245. Desgraciadamente, no se conservan como en otros casos anteriores las instrucciones del juego ni tampoco las ilustraciones de los naipes. Muy posiblemente se describieran escenas de la corte o bien las aves o árboles que se detallan en los versos, recreando escenas cotidianas y costumbristas. Sin embargo, los cuatro elementos son fácilmente reconocibles con aves presentes en los principales tratados de cetrería así como plantas y árboles de cualquier historia natural medieval, fundamentalmente, las de Plinio. La primera copla se dedica a Isabel la Católica, «la copla de su alteza», que resalta las muchas virtudes de la soberana, entre ellas la castidad, su piedad y su moral, simbolizadas en la palma. La canción atribuida, «Reina de muy alta c.» no se nos ha conservado, por lo que no podemos recuperar su referente ni significado. El refrán atribuido, «Allá van las leyes donde las mandan los reyes» alude en tono irónico a la potestad del monarca para cambiar a su voluntad las leyes. En definitiva, todo ello se enmarca dentro de las composiciones de alabanza y loor a la reina ya destacadas por Salvador Miguel246. Más problemas suscita la segunda copla, puesto que bajo el apelativo de «príncipe» puede esconderse tanto el hijo de los Reyes Católicos como el propio monarca. La duda estriba en el segundo verso, «Príncipe, rey y señor», que puede designar a ambos247. La alusión a «las tres coronas a la par» también parece incidir en el Católico al aludir a los reinos en los que actuaba como soberano: Aragón, Valencia y Nápoles o bien a los tres en los que era rey regente por su matrimonio con Isabel: Castilla, León y Aragón. De igual modo, el árbol, el ave, y la canción no tienen referentes reales sino que aluden a conceptos simbólicos como justicia, caridad y humildad, respectivamente. Para 245 Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV…, p. 179. 246 Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica..., p. 185 y ss. 247 Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV…, p. 181 se inclina por la atribución al rey Fernando el Católico, ya que el príncipe don Juan “nunca llegó a reinar, por lo cual resulta imposible que el autor se refiriera con estos tres adjetivos al príncipe Juan”. 262 Menéndez Collera se trata de una copla clave para entender el funcionamiento del juego y descifrar así los posibles acertijos248. La copla tercera, dedicada a «la princesa de Portogal», presenta para nosotros el mayor interés: Tome vuestra Realeza, / Princesa señora y tal, / por árbol nueva firmeza / de su propio natural, / y después tome un moral / y un cisne que esté con él / cantando con boz ygual / «Donde amor hiere cruel» / y el refrán más apropiado: / «Porfía mata venado…»249. Los versos sobre las infantas siguen un orden cronológico a partir de la primogénita. El árbol aludido es el moral, símbolo de la firmeza según el poeta, así como de la “discreción, prudencia y sabiduría”250. Tanto Covarrubias como el Dioscórides de Laguna aluden a la prudencia y discreción de este árbol, pues con su fruto se remedia la soledad, capaz de tener templanza en la espera para que pasen los fríos y, así, brotar de nuevo en tiempo propicio. De este modo nunca se hiela, y así los clásicos le tacharon de planta prudente y sabia. El Dioscórides añade que es «tan amigo de conversación humana» que siempre ha de vivir en poblado. El ave es un cisne, animal que además le sirve al autor para introducir mediante su voz la canción aludida de Guevara, «Donde amor hiere cruel», que detalla lo difícil que es encubrir el dolor amoroso251. De igual manera, el cisne alude a su canto final antes de morir, con lo que parece referirse a la muerte de Afonso y a la idea de discreción. También, parece probado que el cisne era un símbolo de buena suerte desde la tradición clásica, que ahora se le deseaba a Isabel en su nuevo matrimonio. «Porfía mata venado que no cazador cansado», se trata de un refrán difundidísimo que aparece en múltiples composiciones del cancionero de Estúñiga o Herberay, por ejemplo252. Los refranes muestran el ingenio y la sabiduría popular o bien permiten ejemplificar una parte de la mecánica lúdica. Documentado por Correas, debemos 248 Sin duda, es la copla que genera más dudas para la cronología e interpretación de la obra. Los críticos, según la conveniencia en torno a la datación, han creído que se trata de unas coplas dedicadas a Fernando el Católico, porque el príncipe no viviría por esos años. 249 [ID 6637]. 250 Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV…, p. 183. 251 Ana María Rodado Ruiz, “Notas sobre la tradición animalística…”, pp. 371-384. Los animales se introducen en la obra con una explicación simbólica o alegórica, siempre desde una perspectiva moralizante asentada en el entorno cristiano. A Isabel y a Juana se les asigna el cisne y la garza real, infantas diferenciadas en su tratamiento (princesa y archiduquesa, respectivamente), mientras que el resto de las coplas dedicadas a la familia real, todas las aves remiten a los tratados de cetrería. Otras veces, el ave parece simbolizar al caballero, como es el cisne y su referente en el príncipe Afonso. Otras es preciso unir el simbolismo del árbol con el del ave, creando un conjunto con plena carga en su significado. 252 Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV…, p. 97: “este es el refrán posiblemente más citado y conocido de la época, ya que aparece constantemente por todo el corpus cancioneril”. 263 entender mediante este que la vida sigue para Isabel a pesar del inmenso dolor por la pérdida de Afonso, a la que se le aconseja perseverancia. Escourido cree que los últimos versos se refieren a la nueva vida con Manuel de Portugal253. Por su parte, las canciones de estos juegos, sino completas, a veces aparecen citadas bajo los primeros versos, reconocidas para el público de la época, lo que genera todo un abanico de correspondencias. Se trata del “poema citador”, según Dutton254. Sin embargo, muchas de estas canciones enhebradas en el discurso poético de Pinar aparecen citadas en él exclusivamente. Por ello podemos concluir que, o bien se han perdido al no encontrarse insertas en las principales compilaciones de la época, o bien circulaban de manera manuscrita como cortesía palatina, reconocibles para aquellas damas que eran las destinatarias de los versos en este universo amoroso y cortés255. La copla sobre Juana incide en su papel como «archiduquesa», título que tomó tras su matrimonio con Felipe en 1496, por lo que sería otra razón más que apoya nuestra data del poema en torno a 1497. El refrán alude a la política internacional de sus padres, basada en matrimonios con príncipes extranjeros, «Por mexoría que mi casa dexaría». La siguiente copla se dedica a la infanta María, a la que se le recuerda su deber como hija de tan altos reyes y la necesidad de que esta cumpla con el programa político expansionista de sus padres. Así se entiende el verso «Que ha de ir a tierras agenas / donde la coronarán», por lo que sabemos que habría de casarse con un príncipe extranjero. La última de las coplas dedicadas a la familia real es la dirigida a «la infanta postrera», en la que se insertan consejos relativos a Catalina concernientes a su futuro viaje para casarse con el heredero de Inglaterra. Tras estas coplas, consideradas como introducción al juego, se suceden las cuarenta restantes, las que corresponden con la baraja española y aluden, de manera anónima a damas de la corte, muy próximas a la familia real. 253 Juan Escourido, “Textual Games and Virtuality in Spanish Cancionero Poetry…”, p. 192. 254 Estas canciones aludidas bajo el “poema citador” se incluían porque eran conocidas y difundidas en el ambiente cortesano, fácilmente reconocibles puesto que muchas veces se veían acompañadas de música, lo que ayudaba a su fácil memorización y popularidad. La elección de éstas por parte del autor no se realizó al azar y en el caso de Pinar esta inclusión es reveladora para comprender el contenido temático de cada una de las coplas. 255 Así, la canción que se inserta en la copla a la infanta Juana se trata de [ID 0913] «Donde amor su nombre escrive», canción citada por Bembo en una carta dirigida a Lucrecia Borja y en este juego de Pinar; por su parte la dedicada a la infanta María es anónima, únicamente recogida en este juego y con música de Peñalosa, es [ID 4064] «A tierras agenas / ¿quién me traxo a ellas?». Es posible que estos últimos versos, al tratarse de un estribillo no formaran parte de las coplas del poema original y se insertaran después, o bien que se trate de una canción hecha sobre el mismo estribillo. De esta forma, el juego de Pinar se enriquece con múltiples matices al tiempo que se oscurece en su interpretación para el lector actual. 264 Sin duda, Pinar dirige su juego trovado a un público iniciado, que ya ha participado de otros entretenimientos similares y que podría identificar los enigmáticos referentes. El juego interpretativo, basado en la agudeza retórica y en la ambigüedad, tenía en este entretenimiento su mayor exponente256, porque este sofisticadísimo juego poético fue compuesto para un público cortesano muy reducido, como también ocurre en el de Herberay, que podía reconocer todas las claves y símbolos que aparecen a lo largo de la composición, algo que resulta casi imposible para el lector actual porque no se conservan todas las canciones y porque algunas referencias no están muy claras, por no conocer nosotros la identidad de los participantes y porque tampoco se conservan las instrucciones del juego en prosa257. 2.1.3. Isabel y el romancero culto y popular La poesía cancioneril y los romances en todas sus variantes, bien sean cultos o populares, fueron los géneros que alcanzaron un mayor desarrollo en la corte de los Católicos. Su impulso se dio no sólo por el ambiente en el que se insertan sino porque la reina gustaba de estos dos géneros, cuya escritura patrocinó en no pocas ocasiones, según puso de relieve Salvador Miguel258. Este género popular a fines del XV había ganado el favor de los poetas cultos, por eso no extraña que, entre la tradición romancística, los más señeros se refieran a hechos y circunstancias de la corte, como la muerte del príncipe de Portugal o la del príncipe don Juan259. Así, es posible que romances como «Pésame de vos, el Conde / porque así os quieren matar», versión de otro romance sobre el Conde Claros, se reactualizara y musicara en el entorno isabelino a manos de Juan del Encina. También los romances de João Manuel, representante de Manuel I en Castilla, tuvieron una incidencia muy relevante en la corte, como aquel que relata los amores de Inés de Castro («Gritando va el caballero / publicando su gran mal»). Esto se explica, en palabras de Beltrán, porque la reina siempre mostró su interés “por los temas portugueses y donde Portugal, por diversas vías, tenía una presencia tan notoria”260. Solo de esta forma 256 Algunos aspectos de interés en Juan Casas Rigall, Agudeza y retórica en la poesía amorosa de cancionero, Santiago, Universidade de Santiago de Compostela, 1995. En cuanto a la ambigüedad del lenguaje cancioneril, remitimos nuevamente al canónico estudio de Keith Whinnom, La poesía amatoria cancioneril…. 257 Ana Menéndez Collera, El juego del siglo XV…, p. 225. 258 Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica..., p. 196 y ss. 259 El «Romance de la Muerte del Príncipe don Juan» fue recogido durante el viaje de novios de don Ramón Menéndez Pidal y María Goyri. Sobre él hay una ingente bibliografía, ya que no se conocía impresión alguna en el XVI ni en siglos posteriores hasta la noticia de María Goyri, “Romance de la Muerte del Príncipe don Juan”, Bulletin Hispanique, VI (1904), p. 29. 260 Vicenç Beltrán, Poesía española 2. Edad Media: lírica y cancioneros…, p. 780. 265 entendemos que Isabel iunior patrocinara el conocido como «Romance heroico» de fray Ambrosio Montesino. 2.1.3.1. «Romance heroico sobre la muerte del príncipe de Portugal» de fray Ambrosio Montesino En la riqueza del corpus textual en torno a Isabel, tendremos dos ejemplos de romances, uno culto o largo y otro popular o corto –según las distintas denominaciones entre la crítica–, que tomarán su figura como motivo literario secundario, vinculado al luctuoso suceso sobre la muerte de su primer marido. Ambos han suscitado una enorme controversia entre los eruditos del romancero, especialmente, aquella que atañe al “origen y vida del romancero tradicional”, en palabras de Ramón Menéndez Pidal261. En síntesis, las dos composiciones presentan una serie de intertextualidades que harán interesante su análisis para saber cuál de ellas es la fuente original además de su cronología. Ambas composiciones atravesaron la frontera y se cantaron en Portugal, de donde aún se recogen romances que serán analizados posteriormente, en el apartado dedicado a la literatura portuguesa. Tras la trágica muerte del joven príncipe Afonso se debieron componer, sin duda, multitud de romances y canciones que circularían oralmente por uno y otro lado peninsular262. El primero de estos romances es de autoría de fray Ambrosio Montesino, recogido en el Cancionero de diversas obras de nuevo trobadas: todas compuestas: hechas e corregidas por el padre fray Ambrosio Montesino de la orden de los menores [Toledo, sucesor de Pedro Hagenbach, 1508]263. El franciscano fray Ambrosio Montesino (ca. 1444-1514), nace en Huete (Cuenca), «cibdad de su nacimiento e 261 Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí). Teoría e historia II, Madrid, Espasa-Calpe, 1953, p. 37 [y pp. 37-43 para este debate]. 262 Una revisión de los mismos puede verse en el artículo de Paul Benichou, “El romance de «La muerte del príncipe de Portugal» en la tradición moderna”, Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIV (1975), pp. 113-124. Sobre los testimonios portugueses volveremos posteriormente y están editados en la antología final [6]. 263 Anteriormente, el Cancionero había aparecido en la edición de Toledo, Juan Vázquez, ca. 1485. Posteriormente, la edición toledana de Hagenbach contó con la revisión del autor en el propio trabajo impresorio, otorgando carta de naturaleza al posincunable, como constata el colofón: «Aquí acaba el cancionero de todas las coplas del reverendo padre fray Ambrosio Montesino de la orden del señor sant Francisco, las quales el mesmo reformó y corrigió; estando presente a esta impresión». Sobre estos dos estadios textuales Vid. Álvaro Bustos Táuler, “Variantes impresas de autor: los dos estadios del Cancionero de Montesino (Toledo, 89AM y 08AM)”, en La poesía en la imprenta antigua, ed. Josep Lluís Martos, Alicante, Publicacions de la Universitat d’Alacant, pp. 13-34. Hay edición moderna en Cancionero de fray Ambrosio Montesino, ed. Julio Rodríguez Puértolas, Cuenca, Diputación Provincial, 1987; facsímil en Valencia, Vicent García, 2002. 266 naturaleza» como declara en el colofón de sus obras, aunque poco más se sabe sobre sus orígenes y formación. Posiblemente debió de figurar entre los primeros frailes que se instalan en el convento de San Juan de los Reyes en Toledo264. Fundado a raíz de la Batalla de Toro y en paralelo con el portugués Mosteiro de Batalha, el de Toledo es encargado en su observancia a los franciscanos. Allí posiblemente coincidió nuestro autor con Cisneros, con quien traba una relación que le llevará hasta la corte de los Católicos, que hará de Montesino uno de los pioneros de la reforma religiosa emprendida por los monarcas. Aunque, a diferencia de fray Íñigo de Mendoza, no interviene nunca en la política cortesana, su figura como predicador incide en la vida teológica del momento, inserta en la corriente franciscana de la devotio moderna265. A expensas de los Reyes Católicos y de Pero González de Mendoza, su actividad literaria se basa en dicho mecenazgo, introducido en la corte quizá a manos de fray Hernando de Talavera266. Así, la reina Isabel le encargó la traducción de la Vitha Christi, de Ludolfo de Sajonia, el primer libro impreso en la Alcalá cisneriana a costa de Estanislao Polono: Vita Christi cartuxano romançado por fray Ambrosio (1502)267. Fray Ambrosio acabará recalando como predicador de los Reyes Católicos, para quien se le da una primera donación en febrero de 1492, fecha que según Álvarez Pellitero supone su llegada a la corte268. Así continúa apareciendo en los asientos del tesorero, en ocasiones con libramientos interesantes referidos a la compra de «çiertos libros»269. En 264 Así planteado con acierto por Ana María Álvarez Pellitero, La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio Montesino, Valladolid, Universidad, Departamento de Lengua y Literaturas Españolas, 1976, p. 20. Para más datos biográficos del autor Vid. Manuel de Prada y Luca de Tena, Fray Ambrosio Montesino: poeta renacentista y predicador de los Reyes Católicos: apuntes genealógicos sobre una familia conversa de Huete, Madrid, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 2002. 265 A este respecto, Cfr. Álvaro Bustos Táuler, “Ambrosio Montesino y el «exercicio de la continua predicación»: poesía, mecenazgo y sermón en su Cancionero (Toledo, 1508)”, Revista de Poética Medieval, 24 (2010), pp. 93- 126. 266 Julio Rodríguez Puértolas cita alguna de las personalidades bajo cuyo mecenazgo estuvo Montesino (Cancionero de fray Ambrosio Montesino…, pp. 14-15 : “Isabel y Fernando, conjunta o individualmente; Isabel de Portugal, hija de los Reyes Católicos; los cardenales Mendoza y Cisneros; fray Juan de Toledo, provincial de Castilla de la orden de los menores; Álvaro de Zúñiga, prior de la orden de San Juan de Jerusalén; María o Constanza Barroso, abadesa de San Clemente de Toledo; María de Toledo, abadesa de Santa Isabel de Toledo; María Pimentel, duquesa del Infantado; Marina de Mendoza, hija de Diego Hurtado de Mendoza, duque del Infantado; María Enríquez, duquesa de Alba” y tantos otros personajes. La introducción cortesana por Talavera se cifra por Ana María Álvarez Pellitero, La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio Montesino…, p. 22. 267 En la portada, un grabado xilográfico muestra a los Reyes Católicos sedentes en el trono; frente a ellos, el autor, en calidad de oferente, con el libro en la mano, volumen que recogen los monarcas. 268 Ana María Álvarez Pellitero, La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio Montesino…, pp. 22-26 y Baeza, Cuentas, II, p. 12, 193, 267, 391, 528 y 585. También se documenta en la tesorería de Morales una ayuda para un viaje a Toledo en 1500. Cfr. Rosana de Andrés Díaz, El último decenio del reinado de Isabel I a través de la tesorería de Alonso de Morales (1495-1504), Valladolid, Universidad, 2004, p. 458. 269 Baeza, Cuentas, II, p. 391. En p. 193 se le libran nueve ducados para «un libro de la Coronica Mundi que se dio a fray Ambrosio por su mandado». 267 la corte medró hasta la adquisición del obispado de Sarda, sede dependiente del arzobispado de Antivari, en Albania, territorio de los turcos, a instancias de Cisneros, cargo que ocupó hasta su muerte270. Sus obras abundan en la doctrina cristiana, la reprensión y la moralidad. Así no es extraño que hable de las «doncellas ventaneras» o de las monjas «lisonjeras» en un plástico y dinámico cuadro de costumbres, a quienes recomienda que aparten sus «redes parleras», todo ello en virtud de una predicación que se siente como necesidad en la familiaridad del lenguaje. Del mismo modo, su veneración mariana así como a los juanes (san Juan Evangelista y el Bautista) hacen que su discurso adquiera un tono emotivo y dramático, con raíces en el ascetismo religioso y en la cristología, que ha hecho suponer a varios autores que Montesino guardara concomitancias con la devotio moderna. Para otros, este devoto franciscano aparece como uno de los tratadistas medievales “más rigurosamente científicos”, en palabras de Álvarez Pellitero. Como traductor y predicador sobresale su ya citada Vita Christi, así como La preparación de la misa; la Protestación y preparación para comulgar y la Oración a la santa llaga del costado, realizada a instancias del Cardenal Mendoza; destacan las Epístolas y evangelios por todo el año (ca. 1512), libro realizado bajo el mandado de Fernando el Católico, que sigue la tradición ya comenzada por Gonzalo García de Santa María sobre la traducción romance de las perícopas bíblicas; completan su obra en prosa el Breviario de la Inmaculada Concepción y las perdidas Meditaciones de San Agustín271. Su obra poética destaca por su espontaneidad y sencillez272, que se perciben 270 La confusión entre la Sarda de Albania y la Sarda de Cerdeña ha llevado a parte de la crítica a hacer merecedor del obispado de Cerdeña a Montesino, creando una confusión a su alrededor. Por otra parte, fray Francisco de Ávila en su obra La vida y la muerte [Salamanca, Hans Gysser, 1508], dedica una copla a Montesino que resume su vida y actividades: «Yo seré muy triunfante / d’aquel poeta lozano, / orador muy elegante / en el metro castellano, / gran pregonero cristiano / del Sacro Verbo divino, / fray Ambrosio Montesino, / traductor del Cartujano». Francisco de Ávila, La vida y la muerte o Vergel de discretos, ed. Pedro M. Cátedra, p. 26. 271 Frederick J. Norton, La imprenta en España, 1501-1520, Madrid, Ollero y Ramos, 1997, le hace traductor de unas Vitae patrum de san Jerónimo, obra que señala debió de publicarse en torno a 1511. Norton no da más explicaciones al respecto y no se documenta esta edición, posiblemente perdida o fantasma, ya que no hay más datos. Sí que existe la traducción de la misma por Gonzalo García de Santa María (Las vidas de los sanctos religiosos). 272 Sobre la obra poética de Montesino, Erna Berndt Kelly, “Algunos aspectos de la obra poética de fray Ambrosio de Montesino”, Archivum: Revista de la Facultad de Filología, 9 (1959), pp. 56-71. Sin embargo, el estudio más completo sobre el autor es el ya citado de Ana María Álvarez Pellitero, La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio Montesino…, pp. 101-106 para esta composición. Julio Rodríguez Puértolas, en su edición (Cancionero de fray Ambrosio Montesino…, p. 39), clasifica el corpus poético de Montesino en base a las dos compilaciones (ca. 1485 y 1508) con un total de 39 poemas clasificados como 1) coplas y tratados religiosos (12); 2) romances (9) y 3) poesía a lo divino (18). Algunos autores han puesto de relieve las similitudes presentes entre las «Coplas de la cruz» de Montesino y las «Coplas que hizo fray Íñigo de Mendoza a la Verónica». Para Álvarez Pellitero (La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio http://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=158 268 en dos obras poéticas fundamentales: las Coplas sobre diversas devociones y misterios de nuestra santa fe católica [Toledo, ca. 1485], que obedecen al «pedimento mandado y instancia de diversos señores magníficos y señoras deste reyno», entre los que destacamos los nombres del reverendo fray Juan de Tolosa, Inés de Guzmán o Marina de Mendoza. En ellas, dedica algunas composiciones a san Francisco y a san Juan Evangelista, solicitadas por «la reina de España nuestra señora» y difundidas, en parte, en pliegos sueltos; su segunda antología de poemas es el citado Cancionero de 1508273. En palabras de Berndt Kelly “parece tener predilección por los romances, pues aparte de haber compuesto los suyos, suele usar versos de otros conocidos”, al tiempo que es una de las primeras compilaciones poéticas que incluye este género, algo no frecuente antes del Cancionero General y los primeros pliegos sueltos274. Sin embargo, todos los romances de Montesino, hasta un total de nueve, tratan temas devotos salvo uno, el «Romance heroico a la muerte del príncipe de Portugal»275. Parece ser que el poeta lo compuso en torno a 1491 a instancias de la propia princesa viuda, Isabel, cuando ésta se hallaba en Granada en compañía de la familia real y la corte, tras su regreso de Portugal, donde muy posiblemente habría que postular la presencia del franciscano276. Según Menéndez Pidal: “allí debió visitar a la viuda el franciscano fray Ambrosio Montesino […] en Íllora, debió sin duda ocurrir la petición de la princesa viuda que expresa el índice del cancionero”277. Así, según el propio Montesino, el romance fue «hecho por mandado de la reina princesa a la muerte del príncipe de Portugal su marido»278. De tal manera: Montesino…, pp. 107-108) y Rodríguez Puértolas (Cancionero de fray Ambrosio Montesino…, p. 73), parece tratarse de un plagio, aunque las similitudes con Mendoza son patentes en toda su obra; se trata de un autor, por otra parte, que Montesino tuvo que leer en la corte. 273 Esta compilación gozó de una popularidad inmediata y propagada posteriormente como demuestran las sucesivas ediciones de las que se tiene noticia: Toledo (1520, 1527, 1537 y 1547) y Sevilla 1537. 274 Erna Berndt Kelly, “Algunos aspectos de la obra poética de fray Ambrosio de Montesino…”, p. 63. 275 Sobre estos romances religiosos, en concreto, el romance sobre la figura de María Magdalena, y su audiencia devota femenina Vid. Álvaro Bustos Táuler, “El Romance de la sacratísima Magdalena de Ambrosio Montesino: escritura (1485), reescritura (1508) y censura”, Medievalia, 18/2 (2015), pp. 117- 149 así como otros datos id. “Sobre la reina Isabel, Juana de Aragón y la hagiografía femenina: la Historia de la bendita Magdalena (Burgos, 1514)”, trabajo presentado en el último congreso de la AHLM, Oporto, septiembre, 2015. 276 Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí). Teoría e historia II, Madrid, Espasa-Calpe, 1953, pp. 37-43 [40]. 277 Ibid. 278 Cancionero de diuersas obras de nueuo trobadas, ed. facsímil de Antonio Pérez Gómez, Cieza, 1964, fol. lxxiiiv. No entiendo la disquisición de Julio Rodríguez Puértolas en su edición (Cancionero de fray Ambrosio Montesino…, p. 18), donde explicita que este romance “continúa señalando, sin duda, las relaciones del franciscano con los monarcas, si bien el poema fue escrito «por mandato de la reina princesa, a la muerte […] de […] su marido». La diferenciación del mecenazgo o relación entre los monarcas y su primogénita no es tal, sino que forma parte de una misma moneda como intentamos probar en esta tesis, ya 269 El encargo debería haber sido hecho en fecha inmediata a la muerte -1491- y pudo circular en pliego suelto mucho antes de ser recogido en un libro. Nadie negará a Montesino el “oficio” de poeta popular –basta releer sus otros romances- y al arbitrio de cada lector queda el juicio sobre el mayor o menor grado de popularidad de los textos que Gastón París compara279. El romance heroico (o culto), de tipo noticiero y enteramente tradicional, es el que sigue, que vamos a analizar en cada una de sus estrofas, con rima en -ar280. Empieza in media res: Hablando estaba la reina en cosas de bien notar con la infanta de Castilla, princesa de Portugal, a grandes voces oyeron un caballero llorar, su ropa hecha pedaços sin dexarse de mesar, diciendo: “Nuevas os traigo para mil vidas matar; no son de reinos extraños, de aquí son, deste lugar. Desgreñad vuestros cabellos, collares ricos dexad, derribad vuestras coronas y de xerga os enlutad, por pedrería e brocado vestid diforme sayal, despedíos de vida alegre, con la muerte os remediad”. El inicio presenta una escena palatina típicamente femenina, la reina Leonor de Portugal, mujer del rey João II se encuentra departiendo con la infanta castellana «en cosas de bien notar». La idílica escena es quebrada con la llegada de un caballero que trae funestas noticias, que son de Portugal y no de otros reinos ajenos, en clara alusión al castellano. La descripción adquiere un tono patético: «su ropa hecha pedaços / sin dexarse de mesar» al tiempo que los gestos externos son absolutamente dramáticos, expresados mediante el lloro y las «grandes voces». A ambas mujeres, el caballero les aconseja que adopten el duelo, manifestado también en lo externo: los cabellos, las joyas y coronas así como las vestiduras (tras dejar la pedrería y el brocado, estas han de vestir con xerga y sayal). Finalmente, la oposición vida-muerte se corresponde con la alegría- tristeza y el remedio que debe sobrellevarse mediante la consolación. Continúa: Emtrambas a dos dixeron con dolor muy cordial, con semblante de mortales, bien con voz para espirar: “Acabadnos, caballero, de hablar y de matar, dezid ¿qué nuevas son estas de tan triste lamentar; los grandes reyes d’España son vivos, o vales mal?, que Isabel, como hija de los monarcas, no partía estas relaciones, antes bien, las intensificaba. Así, este romance se inserta dentro de la ideología de la época según Vicenç Beltran: “durante el reinado de los Reyes Católicos y el primer tercio del siglo XVI predominan los novelescos y cortesanos, de ideología genéricamente aristocrática” en: “El romancero: de la oralidad a la imprenta”, en La poesía en la imprenta antigua, ed. Josep Lluís Martos, Alacant, Universitat d’Alacant, 2014, pp. 249-265 [261]. 279 Ana María Álvarez Pellitero, La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio Montesino…, p. 106. 280 Tomo la edición del romance de Julio Rodríguez Puértolas, Cancionero de fray Ambrosio Montesino…, pp. 204-205, con algún cambio, fundamentalmente, respecto a la puntuación. 270 que tienen cerco en Granada con triunfo imperial. ¿A qué causa dais los gritos que al cielo quieren llegar? Hablad ya, que nos morimos sin podernos remediar”. La siguiente estrofa del romance se pone en boca de ambas mujeres, quienes «con dolor muy cordial», necesitan respuestas a tan funestas preguntas que corren por sus mentes. Sin embargo, parece que todo el parlamento se circunscribe a Isabel, especialmente por la preocupación demostrada acerca de los Reyes Católicos: «los grandes reyes de España / son vivos, o vales mal / que tienen cerco en Granada / con triunfo imperial». La alusión al cerco de Granada permite la datación de la composición del poema, no antes de 1492 y permite conectarla con las circunstancias de composición del poema en el cerco de Íllora. Prosigue el romance con el parlamento del caballero: “Sabed”, dixo el caballero, muy ronco de voces dar, “que fortuna os es contraria con maldita crueldad, y el peligro de su rueda por vos hubo de pasar. Yo lloro porque se muere vuestro príncipe real, aquel solo que paristes, reina, de dolor sin par, y el que mereció con vos, real princesa, casar; de los príncipes del mundo al mayor el más igual, esforçado, lindo, cuerdo y el que más os pudo amar, que cayó de un mal caballo corriendo en un arenal, do yace casi defunto sin remedio de sanar. Si lo querés ver morir, andad, señoras, andad, que ya ni vee ni oye, ni menos puede hablar. Sospira por vos, princesa, por señas de lastimar, con la candela en la mano no’s ha podido olvidar; con él está el rey, su padre, que quiere desesperar. Dios os consuele, señoras, si es posible conhortar, que el remedio destos males es a la muerte llamar”. El parlamento final del caballero, casi ronco de dolor, da noticia de la muerte de «vuestro príncipe real» así como de la causa: «cayó de un mal caballo / corriendo en un arenal» y circunstancia, puesto que se encuentra acompañado por su padre. Al tiempo, incorpora dos apelaciones, una a la reina («aquel solo que paristes / reina, de dolor sin par») y la otra a la princesa («y el que mereció con vos, / real princesa, casar»). De hecho, en este excurso a la princesa, se añaden más referencias sobre el príncipe «esforçado, lindo, cuerdo / y el que más os pudo amar». El mensajero alude a un tópico difundidísimo en la literatura medieval, esto es, la rueda de la fortuna y la adversidad de la misma. El caballero también relata como los últimos pensamientos del príncipe se mandan a la princesa con una expresiva imagen basada en la candela, símbolo de fuego, vida y pasión amorosa, que está a punto de extinguirse, imagen que ya había sido 271 utilizada con anterioridad por Montesino281. Finalmente, el caballero insta a ambas damas a acudir presto a la presencia del príncipe para poder despedirse de él («andad, señoras, andad») mientras que los últimos dos versos se dedican a la consolación de ambas mujeres. El romance guarda relación con los testimonios aportados por la cronística sobre tan funesto suceso. Rui de Pina relata así la muerte del príncipe: elle o vio logo morto, e de uma pouca de terra para sempre sobjeito e contente, e a triste e innocente Princesa sua mulher ante de bem casada se vio logo ser viuva, privada do verdadeiro titulo que tinha, e trocados os brocados ricos, e ollandas delgadas que trazia com probre burel e grossa estopa em que foi logo vestida, nem ficaram por cortar seus cabellos dourados com accidental proposito de religião282. Garcia de Resende, frente a Pina, relata cómo el príncipe competía con Juan de Meneses cuando ocurrió el suceso: e correndo assi ambos a carreira, na força do correr, ho cavallo de príncipe cayo e o levou debaixo de si, onde logo emproviso ficou como morto, sem falla e sem sentidos. E tanto que a triste e desastrada nova deram a el rey, veo logo a grande pressa. [...] Foi logo dada ha lastimosa e desastrada nova a rainha sua mae e a princesa sua molher, as quaes assi como ha derem se hiram como desatinadas a pee e em mulas alheas que acharam283. En conclusión, el romance de Montesino es un texto comisionado a petición expresa de la princesa viuda, según declara el propio autor y parece que, según versiones, se difundió ampliamente en la literatura peninsular de la época, bien sea de manera oral, bien sea escrita, principalmente en el ámbito aristocrático, donde el paso a la escritura resulta más factible. Así lo prueban las diferentes variantes recogidas en portugués, quizá derivadas de la tradición del romance corto popular. Sin embargo, aún se duda de si este romance recrea uno popular previo, existencia probada en el testimonio francés que veremos a continuación. Montesino como escritor polifacético, traductor, orador, predicador y poeta, anticipa la figura de humanista cristiano al tiempo que nos presenta un autor en estrechas relaciones literarias en torno a Isabel iunior. 281 Cfr, Cancionero de fray Ambrosio Montesino…, p. 120. Se trata de la composición «Tratado de la vía y penas que Cristo llevó a la cumbre del Gólgota, que es el monte de Calvario», especialmente vv. 429-430: «Si mirasen bien los fines / de las fiestas y galanes, / bien sé yo que sin chapines / corríen como a jardines / a la cruz e a tus afanes, / mas cuando se les revela / este peligro mundano, / ¿qué aprovecha que les duela?: / que tienen ya la candela / en la mano». Por su parte, Georges Cirot, “Sur les romances ‘A la muerte del príncipe de Portugal’”, Bulletin Hispanique, 25 (1923), pp. 168-172 [171] alude a esta imagen como “ce détail si opportun et si expressif”. 282 Rui de Pina, Crónica..., pp. 137-138. 283 Garcia de Resende, Crónica…, p. 194. 272 2.1.3.2. «Romance a la muerte del príncipe de Portugal» Un suceso tan luctuoso como la muerte del heredero al trono portugués dejó sus huellas literarias en la poesía oral de ambos reinos peninsulares. En el caso castellano, se aprecia una relación de dependencia entre el romance anónimo con versión musicada y el romance previamente analizado de Montesino. Ambos guardan un cierto paralelismo con el posterior romance a la muerte del príncipe don Juan, «Triste España sin ventura, / todos te deven llorar», de Juan del Encina, incluido en el Cancionero musical de Palacio y exclusivamente centrado en el patetismo del hecho luctuoso, que el autor incrementa mediante abundantes repetitiones y apelaciones a la pérdida de goces y fortuna, especialmente en tan tierna juventud. Una de sus variantes se tradicionalizó y fue recogido en su hallazgo en uno de los episodios más interesantes acerca de la valoración del romance moderno al ser estudiado por Menéndez Pidal y su esposa, María Goyri en 1900284. A fines del siglo XIX, Gastón París encontró en el manuscrito 12.744 de la Biblioteca Nacional de Francia, junto a varias composiciones romanceadas del siglo XV, un «Romance a la muerte del Príncipe de Portugal»285. El texto del manuscrito está lleno de rasgos ortográficos franceses, con alguno en portugués, que transcribe de memoria la composición, sólo así se explican los posibles errores de copia en palabras como «lamfainte» o «quemaillero», que derivan de una lectura defectuosa. Georges Cirot aventuró que fue transcrito por un francés que lo había oído cantar por un portugués, 284 Encina musicó los cuatro primeros versos de este romance, a cuatro voces. También compuso un villancico, titulado «A tal pérdida tan triste», conservado en el Cancionero de Palacio y sólo conservado en el refrán a cuatro voces. 285 Gastón París, “Une romance espagnole écrite en France an XV siècle”, Romania, 1 (1872), pp. 373-378, donde lo editó. Posteriormente lo publicó el propio Gastón París y François Auguste Gevaert en Chansons du XVe siècle, París, Firmin Didot et Cie., 1875, pp. 139-140. Posteriormente, la polémica en torno a su origen: Georges Cirot, “Sur les romances ‘A la muerte del príncipe de Portugal’”, Bulletin Hispanique, 25 (1923), pp. 168-172; Paul Bénichou, “El romance de «La muerte del príncipe de Portugal» en la tradición moderna”, Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIV (1975), pp. 113-124 y Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí). Teoría e historia II, Madrid, Espasa- Calpe, 1953, pp. 37-43; también id., Estudios sobre el Romancero, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, pp. 189- 192 y 410-415; José María Viqueira, El Romancero, vínculo hispano-lusitano, Separata de Biblos, XXXI (1956), pp. 62-66; Ana María Álvarez Pellitero, La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio Montesino…, pp. 101-106 se dedican bajo el epígrafe de “Problemas de autoría: «El Romance sobre la muerte del príncipe de Portugal»”. También hay análisis del romance desde la perspectiva musicológica por parte de Maricarmen Gómez, “¡Ay, ay, ay, ay! ¡Qué fuertes penas! planctus por la muerte de Don Alfonso, príncipe de Portugal (1491)”, Revista Portuguesa de Musicología, 4-5 (1994-1995), pp. 7-15. 273 mientras que Paul Bénichou afirmó que el copista lo oyó “en castellano por un portugués”286, y cifra la datación en torno a 1495-1500. El romance es el siguiente: ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuertes penas! ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuerte mal! Hablando estaba la reina en cosas de bien notar287 con la infanta de Castilla, princesa de Portugal, allí vino un caballero con grandes lloros llorar: “Nuevas te traigo, señora, dolorosas de contar, ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuertes penas! ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuerte mal! Ay! No son de reino extraño, de aquí son, de Portugal Vuestro príncipe, señora, vuestro príncipe real ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuertes penas! ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuerte mal! es caído de un caballo y el alma quiere a Dios dar; si lo queredes ver vivo non quereades de tardar ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuertes penas! ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuerte mal! Allí está el rey su padre que quiere desesperar; lloran todas las mujeres, casadas e por casar” ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuertes penas! ¡Ay, ay, ay, ay! ¡qué fuerte mal!288. Comparado con el anterior de Montesino, parece que este testimonio popular condensa el anterior en sus versos, y que el culto es tres veces más largo y más rico en detalles. Ambos testimonios siguen la misma línea narrativa, establecida en seis momentos esenciales: 1) escena inicial, con la madre y la esposa del príncipe conversando; 2) llegada de un mensajero; 3) anuncio de la muerte del príncipe y circunstancias del accidente; 4) invocación a ambas mujeres para que lo vayan a verlo; 5) evocación del dolor del padre y, finalmente, 6) consuelo289. Por su parte, el romance corto introduce algunas diferencias respecto al largo. Centra en la persona de Isabel la descripción de la noticia frente al de Montesino que incluye a la reina Leonor. Se introduce la dicotomía vida-muerte; el de Montesino se insiste a las mujeres a que vayan a ver al príncipe en sus momentos finales: «Si lo queréis ver morir», frente al corto que todavía le considera vivo: «si lo queredes ver vivo», aunque ambas composiciones insisten en la prisa por acudir al lado del moribundo. Finalmente, Montesino alude a ambas mujeres en la consolación, frente al romance 286 Paul Bénichou, “El romance de «La muerte del príncipe de Portugal» en la tradición moderna”…, p. 115. 287 Una de las variantes se refiere a este verso «en su palacio real». 288 Anónimo, Ms. 12744, Bibliothèque Nationale de Paris, f. 94v. Transcribimos por la edición de Menéndez Pidal. 289 Las correspondencias entre ambos se aprecian en la tabla siguiente. 274 popular que introduce el llanto de las mujeres, quizá una variante espontánea, que se ha mantenido en el resto de romances portugueses con algún cambio a lo largo de la tradición. «Romance largo» de Montesino «Romance corto» popular 1) Escena inicial Hablando estaba la reina / en cosas de bien notar con la infanta de Castilla, / princesa de Portugal Hablando estaba la reina / en cosas de bien notar con la infanta de Castilla, / princesa de Portugal, 2) Llegada de un mensajero a grandes voces oyeron / un caballero llorar, allí vino un caballero / con grandes lloros llorar 3)Anuncio de la muerte del príncipe y circunstancias del accidente: “Nuevas os traigo / para mil vidas matar” “Nuevas te traigo, señora, / dolorosas de contar” 4) Invocación a ambas mujeres “Si lo querés ver morir, / andad, señoras, andad” “si lo queredes ver vivo / non quereades de tardar” 5) Evocación del dolor del padre con él está el rey, su padre, / que quiere desesperar. Allí está el rey su padre / que quiere desesperar 6) Consuelo Dios os consuele, señoras, / si es posible conhortar lloran todas las mujeres, / casadas e por casar Tabla 7. Comparación entre el romance de Montesino y el romance anónimo En cuanto a las variantes textuales, Gaston París ya afirmaba que el romance corto aportaba diferenciaciones de carácter más popularizante, marcadas en la tabla siguiente en cursiva. Igualmente se simplifican algunos tópicos y se añaden nuevas consideraciones, como la apelación a ver al príncipe vivo. Sin embargo, la característica más relevante que introduce el romance anónimo corto es el verso que prefigurará el tema de la «menina e moça» de las versiones portuguesas. El tópico introducido en el verso «casadas e por casar» era ya conocido en los romances del Conde Dirlos, «En Arjona estaba el duque» y en «A Calatrava la vieja». 275 «Romance largo» de Montesino «Romance corto» popular Hablando estaba la Reina / en cosas de bien notar Hablando estaba la Reina / en su palacio real A grandes voces oyeron / un caballero llorar Allí vino un caballero / con grandes lloros llorar Diciendo: «Nuevas os traigo / para mil vidas matar «Nuevas os traigo señoras, / dolorosas de contar No son de reinos extraños; / de aquí son de este lugar «Ay, no son de reino extraño: / de aquí son, de Portugal Si lo querés ver morir / andad, señoras, andad Si lo querés de ver vivo / non queres vos de tardar lloran todas las mujeres, / casadas e por casar Tabla 8.Variantes textuales entre ambos romances. Comparativa Respecto a la prioridad de las fuentes, se puede aducir que este romance anónimo usa el de Montesino como modelo, condensándolo en sus rasgos principales. También podría, tal vez, afirmarse que fue fray Ambrosio el actualizador de una versión previa popular. De confirmarse esto último, tendríamos un romance construido sobre coplas de cuatro versos a las que se les ha añadido un estribillo adaptable a una melodía de moda. Gaston Paris, bajo en influjo de la teoría romántica según la cual el estilo tradicional o popular es primitivo y anterior a todo estilo literario, opinaba que el romance corto o popular había precedido a la composición más culta de Montesino. De la misma opinión fue Morel-Fatio290. Por su parte, Menéndez Pidal, fiel a las tesis tradicionalistas de los romances, donde lo popular no es sinónimo de primitivo, afirmaba, como Milá Fontanals antes, que el romance de Montesino era “anterior al romance popular”291, posteriormente pulido y condensado en su forma, que un francés oyó cantar a fines de siglo y que recogió por escrito, conservándose de forma excepcional la música del mismo. Georges Cirot y Paul Bénichou siguen esta opinión. La conservación de la música hace pensar a algunos autores que el romance previo de Montesino fuera demasiado largo para poder establecer una melodía, por lo 290 Alfred Morel-Fatio, Romania, II (1873), pp. 131-132. 291 Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí)…, p. 39. Milá Fontanals, De la poesía heroico-popular, 1874, p. 309. 276 que se recrea en otro romance de tipo corto292. La mayor profusión de detalles históricos en el caso del romance de Montesino apoya la idea de su primacía cronológica. Además, según Menéndez Pidal, “no cabe suponer que este poeta, tan solicitado en la corte, tan fecundo, inventivo y popular, esperase a que se hubiese producido una canción vulgarizada sobre la muerte del príncipe don Alonso y se entretuviese en parafrasear lo que todos cantaban”293. La alusión a la guerra de Granada, así como a las verdaderas circunstancias de la muerte de Afonso en su caída en el arenal de Santarem, junto a la rúbrica de Montesino que expresa el mandado de la viuda respecto a la elaboración del romance, acabaron por hacer que Menéndez Pidal o Cirot consideraran la versión de Montesino como la fuente primaria para el posterior romance294. Pidal, por su parte, remacha: ¿Cuándo sino en estos primeros meses de su desgracia pudo la princesa solicitar el consuelo del piadoso franciscano? Además, sin duda, la alusión al cerco de Granada puesta en boca de la reina de Portugal en el romance de Montesino es una alusión de actualidad, que fecha la composición poética en los últimos meses del año 1491295. Lo sorprendente de este romance de Montesino es que, apenas cuatro años después de su composición se había convertido en un romance popular. Al popularizarse, el romance se acortó, se alteraron varios hemistiquios y se añadió un verso final, amén de un estribillo y una melodía. Menéndez Pidal ya se preguntaba cómo era posible que este romance se hubiera convertido en tradicional en tan poco espacio de tiempo y propuso que hubo de existir un primer refundidor que condensara en poca narración y en “bastante liricidad” el romance, en un estilo trovadoresco semi-popular. Posteriormente, un segundo refundidor tuvo que ajustar el texto al canto, acortando el texto para que pudiera ser cantado sin cansancio. Esta labor de refundición, para don Ramón, pudo ser realizada en el propio real de Íllora, donde la capilla real auspiciaba diversos romances noticiosos acerca de la guerra granadina296. De modo que, la versión 292 Maricarmen Gómez, “¡Ay, ay, ay, ay! ¡Qué fuertes penas! planctus por la muerte de Don Alfonso, príncipe de Portugal (1491)…”, pp. 7-15, realiza un análisis desde la musicología y propone la partitura con la melodía del romance. 293 Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí)…, p. 39. 294 También Vicenç Beltrán en su Poesía española 2. Edad Media: lírica y cancioneros…, p. 725, apunta: “También Fray Ambrosio Montesino se hizo eco de esta desgracia en un romance de andadura enteramente narrativa, del que quizá proceda éste”. Asi, parece que Milá y Fontanals, Gaston Paris y otros no repararon en la rúbrica del Cancionero de Montesino. 295 Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí)..., p. 41. 296 La tradición de las noticias romancísticas en torno a la guerra de Granada se cifra en los numerosos cercos a Baeza desde principios de siglo XV, por ejemplo, o el cerco de Álora («Álora, la bien cercada») así como el conocidísimo romance en torno a Abenámar, situado en el reinado de Juan II de Castilla y que introduce al rey, al moro y a la propia ciudad de Granada como parlantes en el romance. Posteriormente, a 277 ya estaba realizada con notable éxito en castellano y sería tan difundida que, es posible, que hubiera llegado al reino vecino donde un soldado francés, de los muchos que llegaban a la frontera granadina, la hubiera oído cantar297. Por su parte, Bénichou compara este romance con el de la muerte del príncipe don Juan, con quien comparte la categoría de noticioso, aunque a diferencia de aquel, este romance no cuenta la llegada de la viuda ni la deriva de la misma tras el suceso, máxime cuando había sido encargado por ella. Esta estructura, que termina en un “dramático suspenso” es típica del romancero viejo épico-lírico”298, sin la presencia de la viuda. Curiosamente, la princesa de Portugal sí que aparece en los romances portugueses del siglo XIX, cantados en Madeira y Azores así como en Brasil, algunos de ellos ya inventariados por Gaston Paris. En todos ellos, aparece la noticia de la muerte; sin embargo se han perdido los referentes históricos y los personajes de la madre y el padre, para dar a la princesa viuda todo el protagonismo e introducir un postrero diálogo entre los esposos y terminar así una historia que aparecía inconclusa en los dos romances anteriores. De este modo, el príncipe de Portugal aconseja a su esposa casarse de nuevo, ya que es «menina e moça», con la respuesta negativa de la princesa, fiel hasta en el recuerdo a su marido. Estos añadidos son, evidentemente, postizos tardíos que refuerzan la idea de la supremacía del romance castellano de Montesino y las posteriores variantes surgidas en suelo ibérico. 2.2. Prosa En este punto nos centraremos en dos obras consolatorias y morales que tienen a Isabel como destinataria tras la muerte de su primer marido: el Tratado consolatorio a la partir de la corte de Enrique IV, el romance se introduce en la corte con interés y ya en la corte de los Católicos se crearán numerosos romances de la guerra de Granada como «¡Setenil, ay Setenil!» o «Sobre Baza estaba el rey», por dar alguna muestra. 297 Así las cosas, no se puede afirmar que el romance proceda en sus versos nucleares de una composición portuguesa. De esta opinión era Menéndez Pidal: “hacía muchos años que los romances castellanos tenían gran difusión en Portugal”, Cfr., Ramón Menéndez Pidal, Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí)..., p. 42. Posteriormente, José María Viqueira, El Romancero, vínculo hispano- lusitano…, pp. 62-66, no duda en analizar ambas composiciones romancísticas como temas portugueses aparecidos en romances españoles de tono histórico, sin tomar partido acerca de cuál de las dos composiciones es fuente de la otra. 298 Paul Bénichou, “El romance de «La muerte del príncipe de Portugal» en la tradición moderna…”, p. 118. 278 princesa de Portugal y la Summa de paciencia de Andrés de Li299. La prosa estará al servicio de la péndola de los principales escritores del periodo como una forma más de legitimación regia, propaganda real y defensa de las ideas reformistas de los Reyes Católicos. Del mismo modo, la narrativa será el vehículo de manifestación y petición de mecenazgo a través del poder regio, como prueban las dos obras que ahora analizaremos, ambas circunscritas a Isabel iunior como destinataria y que se enmarcan dentro de la literatura consolatoria y moral de la época. 2.2.1. «Remedios para ferida tan entrañable»: Isabel y la literatura consolatoria El género consolatorio gozó de una notable difusión en el final de la Edad Media, especialmente, en forma poética y epistolar, aunque también se daba en prosa300. Las especiales circunstancias de la Castilla del siglo XV, con sus continuas crisis dinásticas y avatares políticos amén de las guerras y epidemias, dispusieron en el ánimo del hombre medieval un sentimiento de fugacidad que resultó terreno abonado para el estoicismo senequista. De tal manera, la propaganda de la muerte y del contemptus mundi como consolación, esto es, el desprecio a las cosas terrenas y los bienes perecederos para ganar el cielo al que sólo se llega con sufrimiento, era apreciable en varios elementos de la vida cotidiana y de la religión301. La obsesión por el momento del tránsito se trasvasa a los textos y motivó la composición de las llamadas artes bene moriendi, género difundido por toda Europa desde fines del siglo XIV, que adquirió la máxima popularidad a través de la imprenta incunable. Sin embargo, el género se encontraba ya definido y hundía sus raíces en la antigüedad clásica, con convenciones y motivos derivados de la consolatio mortis así como de los plantos funerarios. La consolación fue introducida por Cicerón a través de 299 Gracias al excelente panorama trazado por Gómez Redondo en su magistral monografía (Historia de la prosa de los Reyes Católicos: el umbral del Renacimiento…, I, pp. 854-859 y pp. 1018-1028, respectivamente), ambas obras han sido insertadas en su contexto histórico y literario. 300 También se dan otros tipos de literatura consolatoria en la oración fúnebre, los epitafios o el diálogo consolatorio, aunque estos subtipos se encuentran poco estudiados, quizá por lo escurridizo de una catalogación que puede entroncar con las elegías o los plantos de raigambre latina. 301 La literatura devocional, así como los elementos anejos presentes en libros y pinturas así lo demostraban, creando todo un ambiente religioso. Una muestra curiosa de este clima devocional eran los llamados cristobalones, esto es, grandes pinturas de San Cristóbal cuya sola vista protegía al individuo de todo accidente de muerte súbita. 279 su primera obra, De consolatione, escrita tras la muerte de su hija Tulia302. Posteriormente Séneca en sus epístolas y obras morales creará los loci comunes de la consolación, hasta que Boecio siente las bases para el resto del medievo con su De consolatione philosophae303. De tal modo, la estructura formal se basa en un exordium, donde el autor expone la aflicción que pretende sanar así como los remedios que corresponde aplicar. Posteriormente se introduce la narratio o consolatio propiamente dicha, donde se tratan dos partes; primeramente la persona afligida, objeto de dolor y, posteriormente, las causas actuales de la aflicción. Finalmente, la tercera sección era la conclusio, pasaje retórico extenso de tono exhortatorio, que tiene como finalidad incitar al receptor del tratado a la contemplación de las virtudes eternas, así como a la aceptación de la condición humana, siempre a través del estudio vehicular de la filosofía304. La cultura elegíaca y funeraria del siglo XV se limita a las epístolas elegíacas, sermones, epitafios, testamentos piadosos, textos poéticos así como los tratados consolatorios, aunque dentro de este paisaje, quizá sean las danzas de la muerte el elemento más característico de este horizonte tardomedieval. También la narración de la pasión de Cristo así como la muerte de los santos o las visiones apocalípticas, reflejaban notas consolatorias y elegíacas de interés. Según Jeremy Lawrance, dentro de este panorama, los elementos más reconocibles se combinan “con una mórbida lacrimosidad, un tono apocalíptico y un humor esperpéntico que hace de los tormentos del infierno, de la rueda voluble de Fortuna y de la calavera y guadaña del esquelético Nivelador los tópicos favoritos de su perversa ingeniosidad”305. 302 Según Curtius, el género consolatorio derivaba de una rama de la oratoria romana cuyo propósito era el de alabar o censurar a un individuo, mientras que de la tradición griega la relación provenía de la oración fúnebre, tomada como laudatio del finado. El tema de la muerte, como tópico universal, es uno de los grandes temas de la literatura, destino común para todos los hombres, única seguridad en un mundo tan voluble como el de la Edad Media. 303 Más allá de los estudios de Pedro M. Cátedra sobre la literatura consolatoria ya centrados en el siglo XV, se hace un excelente repaso al género consolatorio en el estudio introductorio de Enrique de Villena, Tratado de la consolación, ed. Derek C. Carr, Madrid, Espasa-Calpe, 1976, pp. LXXIV-XCVI. Para Boecio y su influencia hispánica, Vid. Dietrich Briesemester, “The Consolatio Philosophiae of Boethius in Medieval Spain”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 53 (1990), pp. 61-70. 304 En torno a los conceptos de consolación pagana y cristianismo, es necesario establecer unas apreciaciones. Los autores antiguos hablan de la muerte con tópicos que son, en verdad, lugares comunes del paisaje medieval y mucho antes de que el cristianismo se asiente en el mundo medieval. De tal manera, se puede afirmar que los autores cristianos se sirven de los tópicos paganos así también, la confluencia de ambas tradiciones se transmitirá a lo largo de la Edad Media a través de escritores que beben tanto de los autores clásicos como de la Patrística. Cfr. Ana Arranz Guzmán, “La reflexión sobre la muerte en el medievo hispánico: ¿continuidad o ruptura?”, En la España medieval, 8 (1986), pp. 109-124. 305 Jeremy Lawrance, “La muerte y el morir en las letras ibéricas al fin de la Edad Media”, en Actas del XII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas 21-26 de agosto de 1995, Birmingham, coord. Aengus Ward, University of Birmingham, Department of Hispanic Studies, 1998, I, pp. 1-26. https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=8016 https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=8016 https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=48451 https://dialnet.unirioja.es/servlet/editor?codigo=4616 https://dialnet.unirioja.es/servlet/editor?codigo=4813 280 En la literatura medieval se observa una obsesión hacia las derivas físicas ocasionadas por la muerte: la putrefacción de la carne, la postrera sonrisa, los huesos y las parodias grotescas de su danzar serán temas recurrentes en algunos de estos tratados. Los tópicos literarios se ceñían a una serie de temas repetidos por tradición: los muertos habían gozado de bienes materiales en su peregrinar en la tierra; así, pues, la muerte actuará como ejercicio igualitario, porque llega a todos. Finalmente, la defunción se presenta como liberación del sufrimiento pasado en esta vida y la dignidad y consuelo de aquellos que quedan llorando al difunto306. El género de la literatura consolatoria medieval cuatrocentista se inicia, fundamentalmente, en el Tratado de la consolación, obrita que Enrique de Villena dedica a Juan Fernández de Valera para consolarle por la muerte de sus familiares. La consolación viene producida por la epidemia de peste que asoló la ciudad de Cuenca en 1422, aunque la obra parece compuesta en torno a 1423, quizá antes del Arte cisoria307. Esta obra, con un exordio que reúne una lista de 38 auctoritates, se propone como modelo teórico para la posterior literatura consolatoria en su forma expresiva, considerándose como “el primero de los especímenes de carta consolatoria de cierta altura y verdaderamente innovador”308. Las obras de las que Villena se vale para su arte son, fundamentalmente, morales como demuestra al haber leído a Boecio, Séneca, san Bernardo, Petrarca y Platón, aunque la Biblia también supondrá un abundante caudal retórico, especialmente gracias al Libro de Job. Villena realiza unas consideraciones 306 Un repaso a estos tópicos literarios de la consolación se realiza en la introducción de Derek C. Carr a Enrique de Villena, Tratado de la consolación…, pp. LXXIX-LXXX, resumidos en: 1) la suerte común de los hombres es el sufrimiento y la muerte; el afligido destinatario no es el único en tener aflicción; 2) la muerte no es una desgracia, ya que mediante su acción libertadora, nos obliga a despedirnos de las desgracias del mundo; 3) la lamentación es inútil; 4) la lamentación excesiva es indigna del hombre; el dolor hay que llevarlo con contención y ecuanimidad; 5) El uso de la razón, así como el continuo andar del tiempo, mitigan el dolor; 6) la patientia, fortitudo y la constancia ayudan a vencer el doloroso tránsito; 7) de contemptu mundi, es decir, las cosas del mundo son pasajeras y sólo la muerte es una verdad cierta; 8) la vida como viaje o peregrinatio hacia la muerte, camino que todos debemos de realizar; 9) una vida breve y virtuosa vale más que una vida larga y sin mérito; 10) la vida como préstamo; el pago es la muerte y, finalmente, 11) la consolación se centra en el estudio de la filosofía, en la memoria de los tiempos felices, en la compañía de los amigos y en la esperanza de la inmortalidad. 307 Derek C. Carr en su edición de Enrique de Villena, Tratado de la consolación…, p. LXXXVII, afirma: “Es posible, pues, que el Tratado de la consolación de Villena sea la primera consolatio mortis en prosa escrita al modo clásico en lengua castellana”. Sobre ello: Marcelino Amasuno, “Referencias literarias castellanas a una peste del siglo XV”, Revista de literatura medieval, 2 (1990), pp. 115-129. 308 Son palabras de Pedro M. Cátedra en “Creación y lectura: sobre el género consolatorio en el siglo XV: la Epístola de consolaçión, embiada enviada al reverendo señor Prothonotario de Çigüença, con su respuesta, (c. 1469)”, en Studies of Medieval Spanish Literature in Honour of Charles F. Fraker, eds. Mercedes Vaquero y Alan Deyermond, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1995, pp. 35-61 [35]. 281 universales sobre la muerte, la fortuna, la brevedad de la vida y el menosprecio del mundo, todas ellas con una aceptación estoica. Pedro Cátedra ya esbozaba las coordenadas del género así como su posible corpus, relativo a 32 entradas, aunque parece necesario un estudio en conjunto y en profundidad309. “Indebidamente olvidado”, el consolatorio da muestra de la imbricación entre literatura y vida de la sociedad quinietista, apoyado por un número significativo de textos y autores. Entre estas obras destaca la Defunsión de don Enrique de Villena, escrita en 1434 por Íñigo López de Mendoza, donde los elementos poéticos adoptan los tópicos ya presentes anteriormente. Del mismo modo, alrededor del género se alientan otros textos, como el Diálogo e razonamiento en la muerte del marqués de Santillana, compuesto en 1458, y otros autores: Fernando de la Torre, Gómez Manrique, Juan de Lucena, Fernando del Pulgar, Pere Torrella o Juan Álvarez Gato310. También muchos de estos tratados consolatorios encerraban más claves dentro de la única interpretación de la religión. Es el caso de la Consolación a la condesa de Castro, un supuesto poema religioso-moral de Gómez Manrique que, según ha expuesto Vicenç Beltrán, no es sino un poema político de celebración y de exaltación linajística311. Por supuesto, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique suponen el texto más importante de esta literatura consolatoria que aúna la consolatio clásica y la patrística312. Los tratados que aquí presentamos en análisis contrastado son, por tanto, de índole consolatoria, con el añadido de dedicarse a una princesa viuda. Acerca del estatus de viuda en la literatura medieval, uno de los principales ejemplos es Le livre des trois vertus de Christine de Pizan, donde el discurso pronunciado por las Virtudes se centra en la situación social de la viuda, especialmente, en el caso específico de la princesa viuda313. 309 Para el estudio de este corpus véase Pedro M. Cátedra, “Prospección sobre el género consolatorio en el siglo XV”, en Letters and Society in Fifteenth-Century Spain in Studies presented to P. E. Russell on his eightieth birthday, eds. A. Deyermond y J. Lawrance, Londres, The Dolphin Book, 1993, pp. 1-16; también de Cátedra: “Creación y lectura: sobre el género consolatorio en el siglo XV…, pp. 35-61. 310 Asimismo, los cronistas se regodeaban en hablar de las buenas muertes así como de las malas, las cuales servían de contraejemplo para los lectores. De tal manera, el caso de Álvaro de Luna, principalmente, servía de modelo a la colectividad sobre lo que no debía de realizarse para morir cristianamente. 311 Vicenç Beltrán, “Poesía, ceremonia y celebración en la Consolatoria a la condesa de Castro de Gómez Manrique”, Cuadernos del Cemyr, 17 (2009), pp. 153-168. 312 Son algunas de las cuestiones que estudia Pedro Salinas, Jorge Manrique o tradición y originalidad, Buenos Aires, Editorial Sudamenricana, 1947. Hay edición moderna en Barcelona, Península, 2003. Salinas coloca en su estudio a Manrique “frente a la tradición de la muerte”, por lo que resulta muy interesante su visión del poeta acerca de la consolatio medieval. Véanse al respecto los comentarios de Ángel Gómez Moreno en su edición de Manrique, Madrid, Alianza, 2000. 313 Liliane Dulac, “Mystical Inspiration and Political Knowledge: Advice to Widows from Francesco da Barberino and Christine de Pizan”, en «Upon my Husband’s Death». Widows in the Literature & Histories of Medieval Europe, ed. Louise Mirrer, Michigan, University of Michigan Press, 1992, pp. 223-257 [232- 233]. 282 A este respecto, Pizan aconseja a través de la alegoría presente que la viuda cumpla con todas las ceremonias del luto, pero ajustada a un comportamiento sobrio y limitado antes que una exhibición descontrolada de sentimientos, cosa que cabría esperar en el estado de una princesa. Tampoco puede evitar la viuda ciertas obligaciones, tales como el planto y el desconsuelo, que será mitigado a través de misas, servicios, ofrendas y limosnas. Dentro de la consolación del discurso, Prudencia insta al suegro como autoridad masculina así como a otros amigos de la viuda a hacer reaccionar a la misma, ya que tiene una serie de deberes que cumplir después de esta muerte del marido. En palabras de Dulac: “the lady, concerned about her duties, is constrained to dominate her feelings and is led progressively to defend the interests of her estates”314. Estas cuestiones literarias tienen su reflejo histórico en la actitud adoptada por Isabel así como en el papel de su suegro, João II, quien aconseja a la viuda volver a Castilla para encontrar consuelo a través de sus padres. Finalmente en el apartado que Pizan dedica a los estados comunes, se alerta a la viuda de los múltiples peligros que la acecharán a partir de enviudar; también le pide que permanezca fuerte y en lucha contra estos demonios del mundo. Igualmente se le aconseja que se relacione con los principales hombres con los que ahora tendrá que compartir su situación y poder político. En resumen, sabiduría, conocimiento y prudencia serán las palabras que guíen el comportamiento de esta princesa viuda315. 2.2.1.1. Tratado consolatorio a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz Aquí pretendemos demostrar la importancia de la destinataria en estas obras señeras de la literatura consolatoria, que a día de hoy permanecen inéditas, así como el modelo de mujer que subyace en ambos discursos, cuyo referente es la figura de la que se ocupa esta tesis316. 314 Liliane Dulac, “Mystical Inspiration and Political Knowledge…”, p. 233. 315 Algunos datos de interés acerca de estas viudas ejemplares de esta corte se encuentran en José Luis Martín Rodríguez, Isabel la Católica: sus hijas y las damas de la corte, modelos de doncellas, casadas y viudas en el “Carro de las donas”, Ávila, Diputación Provincial, Institución Gran Duque de Alba, Madrigal de las Altas Torres, 2001. Posteriormente, ya en época moderna, acerca del prototipo de viuda en la casa de Austria resulta de interés el artículo de Palma Martínez-Burgos García, “Viudas ejemplares. La princesa doña Juana de Austria: mecenazgo y devoción”, Chronica Nova, 34 (2008), pp. 63-89. 316 A pesar de los esfuerzos de Cécile Codet de comparar a la Suma con la Criança, creemos probado que tanto genéricamente como en su discurso retórico, el Tratado y la Suma guardan más concomitancias entre sí que las anteriores, como ya demostró Gómez Redondo (Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, I, p. 1019 lo titula como “un manual de consolación religiosa”). Cecile Códet, “Manières et virtues à la cour 283 2.2.1.1.1. La actividad literaria de Alonso Ortiz Alfonso o Alonso Ortiz, bien conocido por sus Cinco tratados [Sevilla, Tres Compañeros Alemanes, 1493], es uno de los escritores peor estudiados de esta época a pesar de ser uno de los letrados que mejor refleja el ambiente cultural de la corte de los Reyes Católicos317. Acerca de su trayectoria poco sabemos: su vida debió de transcurrir en la mitad del siglo XV (ca. 1450); quizás nació en Villarrobledo (Albacete), mientras que su muerte se da por segura en Toledo en un año que oscila entre 1507 y 1517318. Se doctoró por Salamanca en los dos derechos, el civil y el canónico. Fue canónigo de la catedral de Toledo tras numerosos pleitos y esfuerzos por lograrlo. Muchos de ellos le llevaron a Roma, puesto que la canonjía había sido injustamente otorgada a Juan de Morales. Finalmente, dejó un buen número de libros a la universidad salmantina, según consta en un acta notarial datada el 1 de febrero de 1507319. Esta biblioteca será excepcional no sólo por la cantidad de volúmenes sino por la calidad de los mismos, fruto de numerosos viajes a Italia en sus pleitos, Ortiz se sintió atraído por el humanismo de corte italianista, y comprará numerosos incunables y manuscritos de calidad. En esta excelente biblioteca también se documentan las obras escritas por Ortiz, con diez manuscritos inéditos, nueve en Salamanca y uno en Osma320. Entre estos testimonios destacan unas Vitae sanctorum Toledanorum: sancti Ildefonsi et sanctae à la fin du XVème siècle: l’education d’ Isabelle, infante de Castille”, en Libros de la corte, 9 (2014), pp. 9- 22: “Se trata, por tanto, de productos que comparten un mismo propósito, aunque en el caso de Li– que sólo alude con perífrasis a la circunstancia luctuosa– se configure un manual de intenciones más amplias, abierto hacia el dominio de la contemplación religiosa; esta finalidad es la que posibilita que el libro vuelva a imprimirse ya en 1505 –la princesa Isabel había muerto en 1498– también en Zaragoza, pero por Jorge Coci, sin que se haga cambio alguno en la articulación pragmática del texto”. 317 Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, pp. 175-176: alude a Ortiz, como en otras ocsiones, como “un interesante y no demasiado conocido personaje de la corte de los Reyes Católicos”, por lo que parece necesario profundizar tanto en su biografía como en su profusa actividad literaria. 318 Los diferentes estudios y catálogos no se ponen de acuerdo en torno a la fecha de defunción de Ortiz; unos lo cifran en 1507, coincidiendo con la donación de sus libros a la biblioteca de Salamanca, otros en 1517 y, finalmente, la base de datos de PholoBiblon lo cierra en 1530. 319 Las noticias biográficas que aquí se presentan están espigadas de los diversos estudios y prólogos existentes sobre nuestro autor. Con todo, será el estudio introductorio de Giovanni Maria Bertini, Diálogo sobre la educación del Príncipe Don Juan, Hijo de los Reyes Católicos (Texto traducido íntegramente al español del latín original), Madrid, Porrúa, 1983, pp. 1-40, el que aporte más datos documentales sobre los pleitos y vida de este autor [especialmente en pp. 10-11]. 320 Para la biblioteca de Ortiz: Cfr. Jacobo San Hermida, “Un capítulo oscuro de la historia de la Biblioteca Universitaria de Salamanca: la donación de libros de Alonso Ortiz”, en «Quien hubiese tal ventura»: Medieval hispanic studies in honour of Alan Deyermond, London, Department of Hispanic Studies, Queen Mary and Westfield College, 1997, pp. 179-192. Por su parte, Giovanni Maria Bertini incide sobre la biblioteca de nuestro autor y sus testimonios manuscritos en su Diálogo sobre la educación del Príncipe Don Juan, Hijo de los Reyes Católicos…, pp. 14-28. 284 Leocadie, una obra de corte hagiográfico de los dos principales santos de la ciudad de Toledo, compuesta al mandado del Cardenal Mendoza. El Dialogus inter regem et reginam de regimine regni, resultará un interesante tratado inacabado en el que se menciona a Mendoza de nuevo entre sus mecenas321. Su labor de traducción le llevó al Arbor vitae crucifixae Ihesu de Ubertino da Casale, un trabajo de translatio en cinco libros, que no llegó a la imprenta322. Esta obra casaría perfectamente con el espíritu reformista del cardenal Cisneros, que alentó la traducción de obras ascéticas y místicas como las de Domenico Cavalca o Catalina de Siena, todas ellas salidas de la ciudad de Toledo, donde Ortiz residía. Parece que no fue esta su única traducción, según demostró Sanz Hermida, puesto que en 1504 se imprimen Las meditaciones muy devotas del Bienaventurado Sant Anselmo, dedicadas a Diego López Pacheco, el hijo de Juan Pacheco, marqués de Villena323. Ortiz estuvo vinculado al círculo del arzobispo Carrillo y, posteriormente, a sus sucesores, el cardenal Mendoza y Cisneros. Como hombre de iglesia y corte actúa como embajador de la Santa Sede en España, por lo que con frecuencia es llamado bajo el apelativo de “el Nuncio”. También le encontramos en embajadas diplomáticas, como demuestra el testimonio de Jerónimo Münzer acerca de la visita a la catedral de Toledo: «su sacristía, después de la de Guadalupe, creo que es la mayor, y quizá la aventaje. Nos llevó a verla el clarísimo varón Alfonso de Ortiz, canónigo, jurisconsulto y consumado poeta, que tuvo para conmigo las mayores deferencias»324. También renovó Ortiz la bibliografía litúrgica de la catedral de Toledo, pues fue uno de los autores intervinientes en la edición del Missale mixtum secundum ordinem et regulam sancte ecclesie Toletane hispaniarum metropolitane [Toledo, Pedro Hagenbach, 1499]. Cisneros también le encomienda la edición de un Misal y un Breviario mozárabe, dados a la imprenta en 1500 321 Bertini (Diálogo sobre la educación del Príncipe Don Juan, Hijo de los Reyes Católicos…, p. 20), alude a que el texto se compusiera para “satisfacer el afán de saber ya tan arraigado en la corte de la reina Isabel”. Las signaturas de los diferentes manuscritos citados se corresponden con las siguientes: Mss. 366 y Mss. 369, respectivamente, todos ellos conservados en la Biblioteca Universitaria de Salamanca. 322 Se conserva en el Mss. 370-373 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca. Por su parte, en la biblioteca del Cabildo del Burgo de Osma se conserva un Liber dialogorum ahijado a Ortiz y dedicado a Alfonso Carrillo, lo cual daría como fecha de composición ante quem 1482. Se trata de un opúsculo curiosísimo que tiene como interlocutores a la Fama y san Jerónimo, para después introducir otros personajes como Sócrates, Platón, Cicerón y el propio arzobispo. 323 Jacobo Sanz Hermida, “Una traducción ignorada de Alonso Ortiz: Las meditaciones muy devotas del Bienaventurado Sant Anselmo”, Livius: Revista de estudios de traducción, 9 (1997), pp. 187-204. 324 Jerónimo Münzer, Viaje por España y Portugal (1494-1495), Madrid, Ediciones Polifemo, 1991, p. 249. http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=171351 http://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=899 http://dialnet.unirioja.es/ejemplar/16876 285 y 1502, respectivamente325. La tradición también lo presenta como el encargado de dar la triste noticia del fallecimiento del príncipe don Juan a su madre, quizá por su libro Tratado del fallesçimiento del muy ínclito señor don Juan, otro de los textos consolatorios acerca de la muerte del heredero que más bibliografía ha suscitado326. Uno de los textos más conocidos de Ortiz ajeno a los Tratados es el Diálogo sobre la educación del príncipe don Juan, concebido como un speculum principis que reúne la suma del saber doctrinal del momento, con largas consideraciones filosóficas y pedagógicas, muchas de las veces, procedentes de parte de un aristotelismo puesto en boga por el movimiento escolástico del siglo XV 327. De igual forma, la corriente pedagógica desarrollada en la segunda mitad de siglo explica buena parte de estos tratados doctrinales, bajo cuya forma a veces se enmascara la retórica de la oratio328. Por su parte, el Argumentum libelli de la consolatoria de Ortiz se dedica a un «reverendo e ilustre padre señor» tras el que Sanz Hermida ve a Diego de Deza, obispo de Salamanca y catedrático de Teología, maestro del príncipe don Juan329. Según Gómez Redondo, se trata de un “tratadista de la corte”, cuya producción “es una de las más fructíferas de este reinado, valiosa porque surge de una vasta cultura”. Así lo demuestra en su serie de tratados relativos a las cuestiones de más actualidad del reino, esto es, la grave lesión que tuvo Fernando el Católico en Barcelona; la muerte del príncipe Afonso de Portugal, la polémica desatada por la carta del protonotario Lucena en defensa de los conversos y la arenga que celebra la entrada de los Católicos en 1492 en Barcelona, tras la toma de Granada. Del mismo modo, su grado de integración en la corte viene expresado en otra de sus obras, conocidas bajo el título general de Cartas 325 A pesar de los lazos toledanos, su conexión con Salamanca es más que evidente tanto con la universidad como con el ambiente de ebullición cultural al que obedece. Vid. Ángel Gómez Moreno, “Las Universidades en la época de los Reyes Católicos…”, pp. 71-72. 326 Así lo expone Jacobo Sanz Hermida en su estudio introductorio a su edición de Tratado del Fallesçimiento del Muy Ínclito Señor Don Juan, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 2000, pp. 25-26 y en n. 34. También Tomás González Rolán, José María Baños Baños y Pilar Saquero Suárez-Somonte, El humanismo cristiano en la corte de los Reyes Católicos: las «Consolatorias» latinas a la muerte del Príncipe Juan, Madrid, Ediciones Clásicas, 2005, pp. cxii-cxiii. También hay un excelente repaso a los motivos y temas en Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, I, pp. 862- 872. 327 Pablo García Castillo, “Los nuevos tratados de educación: el Liber de educatione de Alonso de Ortiz. El humanismo salmantino de los siglos XV-XVI”, en La primera Escuela de Salamanca (1406-1516), coords. Cirilo Flórez Miguel, Maximiliano Hernández Marcos y Roberto Albares Albares, 2012, pp. 35- 51. 328 Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, p. 175. 329 Por su parte, Giovanni Maria Bertini identifica a Cisneros con este personaje en su obra citada. http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=116066 http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4069187 http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=506107 http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=55441 http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=26927 http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=31790 286 mensajeras. Publicadas en 1493, estas cartas poseen un gran valor tanto histórico, por los hechos narrados, como literario330. 2.2.1.1.2. Ortiz en el círculo cortesano: los Cinco tratados Los Cinco tratados o Los tratados del doctor Alonso Ortiz constituyen una edición incunable en folio, con portadilla, con el texto dispuesto en dos columnas, a tinta negra y roja y con grabados xilográficos para las iniciales capitulares331. Sin embargo, la obra no cuenta con un prólogo, sino que cada una de las cinco partes que lo componen, independientes entre sí, presentan un prefacio justificativo particular, adaptado a las circunstancias de composición que alentaron cada obra. Ortiz, como hombre de corte, debió de hallarse siempre cerca de los personajes y circunstancias que relata y parece coherente afirmar, como Gómez Redondo, que los cinco opúsculos aquí reunidos obedecen a una intención autorial de compendiar todos los escritos con motivo cortesano: Cabe pensar, así, que los cinco opúsculos poseen una unidad propia y que sólo el deseo de publicar su acatamiento y reverencia hacia los monarcas empujó a este canónigo a imprimirlos, amén de exhibir una elocuencia de la que debía de sentirse más que satisfecho, puesto que cada uno de los cinco tratados puede tomarse como muestra de una diferente modalidad de discurso político o arenga cortesana332. Sin embargo, los Cinco tratados no siguen un orden cronológico lineal, puesto que la herida del rey acaeció el 7 de diciembre de 1492, posteriormente a la muerte del príncipe, que se data en 1491 y conforma el segundo de los tratados. Con todo, parece que la fecha mesiánica de 1492 se toma como eje de las obras. La conquista de Granada motivó la defensa de Toledo como sede o capital del reino así como la oración a los Católicos. 330 Analizadas y editadas por Carol Anne Copenhagen, Letters and Letter Writing in Fifteenth-Century Castile: A Study and Catalogue, University of California-Davis, University Microfilms International, 1984, pp. 649-684, bajo el epígrafe “The Cartas mensajeras of Alfonso Ortiz: Portrait of a Medieval Letter”. Posteriormente y también de la misma autora, Vid. “Las Cartas mensajeras de Alfosno Ortiz: ejemplo epistolar de la Edad Media”, El Crotalón, 1 (1984), pp. 467-483. 331 Según consta en su colofón: «Fue imprimido enla muy noble [et] muy leal cibdad de Seuilla: por tres Alemanes co[m]pañeros, En el año del señor M CCCC XCIII». En la BNE se custodian dos ejemplares bajo las signaturas INC/1905 y INC/2246. También existe digitalización a través de la BDH: http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000038757&page=1. La transcripción de la portadilla es la siguiente: «Los tratados del doctor Alonso Ortiz. | Tratado de la herida del rey | Tratado consolatorio a la princesa de Portugal | Item una oración a los reyes en latín y en romance | Item dos cartas mensajeras a los reyes: una que embió | la cibdad [sic] la otra el cabildo de la yglesia de Toledo | Tratado contra la carta del prothonotario de Lucena». 332 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, I, p. 848. 287 El Tratado de la herida del rey (folios ii-8v) alude al atentado realizado por Juan de Cañamares contra Fernando el Católico en Barcelona, que a punto estuvo de costarle la vida al rey. Ortiz escribe cuando el monarca ya está restablecido, asimilando la salud del rey con el buen estado del reino. La disposición al relato se toma bajo la senda de una tradición a la que «más claros ingenios exercitaran sus lenguas y afilaran sus péndolas para memorar este caso tan yncreíble»333. En realidad, todo el tratado toma el atentado del rey como un asunto de exaltación y meditación religiosa, donde se incluye una «narración breve» acerca de los acontecimientos y una «exclamación»334. La Oratio ad Ferdiandum et Elisabeth (40r-44r), incluida también en su traducción al castellano (Oración a los reyes, 44v-48v), fue pronunciada por el propio Ortiz cuando los reyes conquistaron Granada y realizaron su entrada en Barcelona, con giros retóricos muy emotivos que debemos suponer propiciaron una arenga que movió a las masas. El cuarto tratado presenta dos cartas misivas a los Reyes Católicos escritas en latín así como su traducción al castellano. Ambas cartas, englobadas bajo el título general de La defensa de la preeminencia de Toledo (48v-50v), suponen un elogio de la ciudad castellana frente a la sospecha de que la primacía eclesiástica se trasladara a la nueva ciudad ya conquistada de Granada335. El quinto y último de los tratados es una epístola al protonotario Lucena (51v-100v), autor del Diálogo de Vita Beata, donde le reprocha su excesivo celo al denunciar excesos en la Inquisición sevillana. 2.2.1.1.3. Una carta-prólogo para Isabel la Católica (y su hija) El segundo de los opúsculos de estos Cinco tratados es el dedicado a la princesa de Portugal, Isabel336. Es la obra más extensa del conjunto (folios 8v-40r), con una carta- prólogo dedicada a Isabel la Católica y veintisiete capítulos que desarrollan la preceptiva consolatoria337. 333 Alonso Ortiz, Tratado de la herida del rey, fol. ii. 334 Por disposición de la materia objeto de nuestro estudio, tomaremos todos los tratados someramente en su descripción para, finalmente, entrar en materia y análisis del que aquí más interesa, el Tratado a la princesa de Portugal. 335 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 862 apunta a que “es factible que todo el conjunto de los Cinco tratados girara sobre esta petición que requería probar la fidelidad de uno de los canónigos de esta iglesia, imagen de la lealtad del cabildo entero, y recordar las principales hazañas de los mitrados más célebres”. 336 Giovanni Maria Bertini, Diálogo sobre la educación del Príncipe Don Juan, Hijo de los Reyes Católicos…, p. 13 es denominado como “Consolatoria” para Isabel. 337 Este interesante y extenso tratado no ha sido editado modernamente. Sólo se ofrece una edición parcial en Ana Martínez Tarancón, Antología de humanistas españoles, Madrid, Editora Nacional, 1980, pp. 243- 288 El prólogo desgrana los loores típicos a la Católica y sus empresas, «que con fazañas maravillosas ha tanto esclarecido las Españas, que por todo el universo sus rayos muy claros han esparzido vuestro nombre glorioso», pero contiene dos elementos de interés. Uno es la conciencia del autor de la creación de un “marco letrado” o de una corte literaria en torno a Isabel la Católica338: «así despiertan los claros ingenios para exercitar sus agudas fuerças en vuestros loores», mismos ingenios que «han ofrescido a vuestra magestad los sudores de sus ingenios para memorar vuestra crescida gloria». Del mismo modo, el autor reflexiona acerca de la capacidad de mecenazgo que se intuye también en esta corte letrada: «Grand lumbre, muy esclarescida reyna, resciben los ingenios ayudados con el favor de los príncipes». El segundo de los elementos es la primacía del castellano por encima del latín, lengua en la que varias plumas han ofrecido a la reina otros tratados, entre ellos, el propio Ortiz, con una especie de imperialismo lingüístico más allá de Nebrija «porque si nos vencieren en las lenguas peregrinas, los estraños callarán en la nuestra, que no es entre los doctos de pequeña excelencia»339. Ortiz, tras apelar al tópico de la humilitas, «Yo entre los menores de vuestros reynos puesto en el reposo y ocio literal», también explica en su carta-prólogo las razones de por qué la obra ha tardado en llegar a Isabel iunior, puesto que, compuesto «días ha este tratado consolatorio para la muy serenísima princesa», «mi tardança dudosa le ha envegescido». Así, pues, parece que Ortiz, por razones que desconocemos, no entregó el tratado en tiempo a la princesa, demorándose en su entrega, de la que se excusa apelando a casos famosos y mitológicos como los de los embajadores de Troya. También justifica Ortiz por qué no aparece una dedicatoria expresa para la princesa: Mas porque soy certificado que aún permanesce la tristeza y llorosos aparatos que son estímulos de dolor, acordé enbiarlo y por no renovar su pesar con mi osadía pensé tentar 261, donde publica los capítulos once, doce y trece, sin dar más razones de su elección, aunque concluye que la retórica consolatoria de “estos argumentos están expuestos de forma tan ligera y erudita al mismo tiempo, con tal dulce seriedad, que su lectura sí que es un verdadero tesoro de los que los rigores de la suerte no pueden depreciar”, [245]. Pedro M. Cátedra, “Prospección sobre el género consolatorio en el siglo XV…”, p. 11, n. 17 del corpus, donde se da la noticia de que Isabel Hernández González prepara una tesis sobre “Vida y obras de Alfonso Ortiz” en la Universidad de Salamanca. No he conseguido documentar esta tesis ni encontrar más referencias de la autora. 338 En palabras de Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 854. 339 Y añade el autor: «Cierta cosa es que segund el resplandor de vuestra real grandeza, que con fazañas maravillosas ha tanto esclarecido las Españas, que por todo el universo sus rayos muy claros han esparzido vuestro nombre glorioso que a todas las gentes ha provocado y conbida para su servicio. Y así despiertan los claros ingenios para exercitar sus agudas fuerças en vuestros loores. Pues no sin causa varones excelentes de diversas naciones han ofrescido a vuestra magestad los sudores de sus ingenios para memorar vuestra crescida gloria». Vid. Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 8v. Todas las citas se toman del testimonio incunable anteriormente citado. 289 otro vado de más sagacidad enbiándolo a vuestra magestad, la qual con el sentido que mira todas las cosas judgará si se deva dar a la ínclyta princesa o poner en silencio340. De tal forma, Ortiz no pretende molestar a Isabel iunior tras estos años con un tratado que le recordaría de nuevo un pesar ya sentido como antiguo. Por esta razón la destinataria primera es Isabel madre, quien actuará, según Ortiz, de juez o censora («examen de vuestra magestad»), para deliberar si el tratado puede ser enviado a la princesa: Suplico a vuestra magestad con humil acatamiento que lo resciba y si meresciere venir a tan reales manos soy cierto que su valor crescerá; pero si tal no qual conuiene mire la voluntad de su siervo encendida en vuestro seruicio al qual tengo ofrescido mi saber, poder y querer341. El interés de esta carta-prólogo es la consideración de Isabel hija como vehículo de mecenazgo regio, debido a que, aunque la obra tiene como destinataria a la princesa viuda, todo este introito actúa como una loa a la Católica. 2.2.1.1.4. Análisis de la obra Tras esta petitio a la reina, comienza la consolatoria propiamente dicha, que contiene numerosas apelaciones a la princesa de Portugal. El tratado se dirige como un largo monólogo del escritor hacia Isabel. «Como las llagas corporales, muy excelente señora, quieren presta la medicina, así las del espíritu refuyen los remedios tempranos»; a partir de aquí se desgranan todos los tópicos consolatorios a través de casos clásicos y autoridades en los veintisiete capítulos que siguen, para superar la condición en la que Isabel se encuentra. El primer bloque de la obra abarca los capítulos I a VIII. El primero de ellos actúa de marco introductorio de la causa del dolor de la princesa, confortada desde el mismo momento del suceso, con una alusión implícita al reino portugués: «Sabes cierto que no caresciste de compañeros piadosos en tu fresco dolor que con lágrimas restañaron tus gemidos en el tiempo del súbito ynfortunio»342. Esta referencia también recuerda los múltiples ecos que la presencia de los suegros de Isabel, João II y Leonor, tuvieron en la 340 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. ixr. 341 Ibid. 342 Giovanni Maria Bertini, Diálogo sobre la educación del Príncipe Don Juan, Hijo de los Reyes Católicos…, p. 13 cifra la muerte del príncipe Afonso en 1493, cuando sabemos que ocurrió en 1491. 290 literatura en torno a Isabel, así como al apoyo prestado en los primeros momentos de dolor. En este capítulo primero, Ortiz realiza una breve narratio de los acontecimientos, algo velada y poco explícita. Sin embargo, conviene para el autor trazar el lugar de recepción de la noticia, porque llegó al mismo tiempo que las victorias más notables de la guerra de Granada. Si el autor ya se dirige a los Católicos como los grandes monarcas que son, capaces de tan altas empresas, de igual modo resalta el amor paternal de unos padres excelentes. Así, el reflejo literario de los monarcas queda completo, al esbozarse desde su plano público y familiar: ¡Ay con quánta prudencia quisieran disimular sus corazones el amor filial, pero no pudo tanto su saber! Quanto la tristeza de tu dolor penetró sus magnánimos pechos y dieron señales de pesar entrañable, y donde les convenía tener despierto el sentido en la guerra de los enemigos de la fe, allí pudo tanto su amor que se convertieron todos sus reales sobre Granada en grave tristeza, y encubrieron sus alegrías con tu infortunado pesar tomándole por suyo todos343. Ante la llegada de tan cruel noticia, se ensalza el amor paternal porque a los Reyes Católicos «los aquexava por tu desabrigo y soledad, viéndote ya estraña en reyno donde esperavas ser reyna y señora». Ortiz incide a lo largo de todo el capítulo en la necesidad de volver al reino castellano de Isabel, una necesidad también sentida como imperiosa para su restablecimiento: «aquel reyno, ya estraño para ti, porque vinieses donde era cierta tu consolación». A continuación, la figura de Isabel, nuevamente, sirve en lo literario como un tópico para resaltar la paradoja de la alegría y la tristeza en la vida, que pueden ocurrir a la vez, como la alegre partida hacia Portugal de Isabel y su rápida vuelta como viuda: ¡Qual fiesta gozosa fenesció sin tristeza de espíritu, quales justas o torneos sin sangre o enbidia congoxosa! ¡Quales momos y aparatos de plazeres sin turbaciones; quales entremeses de alegría sin cansancio del juyzio y voluntad! Así questos solazes humanos todos tienen mesclas de congoxas344. En este sentido, la acogida en casa de los padres, de resonancias bíblicas, aparece sentida como un instrumento más de consolación y misericordia divina: Pues mira la clemencia de Dios qu[e] en tal cayda no permitió ser quebrantado del todo tu espíritu; quedóte esperança de reparo, quedáronte refrigerios en el mayor ardor de las angustias y si perdiste al que de nuevo te amaba, tornaste a los braços de tu original amor. Si te fallesció el amor de marido, quedóte el amor paterno y muy cierto para tu 343 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 9v. 344 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 10v. 291 consolación. Allí te soltó la mano piadosa de Dios, donde fallaste tan muelle estrado de tan natural abrigo para tu cayda345. La recepción en Castilla se siente como la llegada a la casa familiar, donde la consolación también proviene por parte de los hermanos de Isabel: «tornaste dond[e] el amor fraternal del ilustrísimo príncipe, tu hermano, y de las serenísimas infantas piadosamente se comovieron doliéndose de tu aflición como de suya sintiéndola con misericordia entrañable». Asimismo, el dolor de la princesa viuda no sólo se siente en el seno familiar o en su círculo más íntimo, sus «deudos y amigos», dice Ortiz, sino que también es sentido por los grandes estados así como por las ciudades del reino: «¿Qué cibdades en España o fuera no trocaron sus plazeres con el espanto de tu ynfortunio?». Todo ello redunda en un discurso retórico consolatorio y de apoyo en torno a Isabel que incurre en la misericordia y providencia divina, por mucho que esta sea dura y difícil de aceptar. El discurso trata de reflejar que la princesa no está aislada en su soledad más íntima. Ortiz también liga la caída real del príncipe con la caída de la fortuna de Isabel a lo largo de todo el tratado. Estas caídas se relacionan con otras bíblicas (Adán) e históricas, como la del rey Favila («fue despedaçado en los braços de un oso muy feroz fasta que espiró»), Enrique I («grande espanto fue a Castilla el rey don Enrique el primero morir en Palencia de una teja que cayó») o Juan I («caydo de un caballo»), ejemplos que enraízan el dolor de Isabel dentro del tópico universal de la muerte. A pesar de este catálogo, el poeta no quiere consolaciones al uso para Isabel, «mintrosas» según su acepción, sino remedios divinos y cristianos: «Mas tus remedios, princesa prudentísima, naturales son y divinos, porque has conoscido por este infortunio la mano piadosa de Dios, que no te dexó sin ayudas espirituales e temporales»: ¡Oh si ovieses leydo quantos casos miserables han turbado la gloria de casas reales y han derrocado el estado enbidioso del altura mas excelente entre los mortales y príncipes soberanos y no tovieron los remedios tuyos ni les quedaron consolaciones tan propincas como a ti! Llanas están las tragedias de lamentaciones y llorosas endechas. ¡Oh qué razonamientos se escriven de querellas contra la fortuna, de gemidos contra el amor, de sañas contra las fatales disposiciones! Con las quales placavan sus angustias de aquellos los poetas y eran aquellas mintrosas maneras de consolar346. A través de citas del Eclesiastés y de casos como los de san Pablo o Abraham, Ortiz va elaborando su discurso, siempre en consonancia con la consolación cristiana. A 345 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 9v-10r. 346 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 10r. 292 partir de este primer capítulo, los que comprenden del segundo al séptimo pretenden contrastar los estados de prosperidad y adversidad347, trocando la condición dolorosa de Isabel en verdadera oportunidad para descubrir los engaños del mundo. El tópico del contemptus mundi se desliza así a través «de la diversidad qu[e] en la vida se requiere segúnd las personas, tiempos y costumbres en el uso de los bienes»348. También establece Ortiz una diferencia entre el buen y el mal amor: «del buen amor ordenado proceden las virtudes y del mal amor desordenado todos los vicios y pecados»349. Así, se puede desplegar otro tópico de la consolación que es la felicidad del tránsito, donde se alcanza un estado de bienestar del que los simples mortales no pueden gozar. A este propósito se muestra una galería de caídas de príncipes (David, Salomón, Alejandro), que sirven para ejemplificar cómo no supieron refrenarse en sus instintos ni en las circunstancias. Estos ejemplos, así como las virtudes ensalzadas por Ortiz, deben conocerse y cultivarse por los menores del reino, para quienes Isabel actúa como modelo. El segundo bloque del tratado comprende los capítulos VIII al XIV y se dedica a los males con que la Fortuna golpea a los mortales y a los instrumentos que poseemos para sufrirlas. Se insta a la princesa a huir de las «poéticas fábulas» y a recibir la consolación por parte de los filósofos. Ortiz demuestra el alto grado de conocimiento que había dispuesto a raíz de sus lecturas y erudición, acerca del concepto de la providencia divina y su proyección en los bienes del alma, ideas aristotélicas. En estos opúsculos se establecía una gradación de las penas que Dios enviaba a los mortales para castigarles por sus pecados a fin de demostrar el nulo valor de las riquezas y los daños con que la mezquina prosperidad ataca a los hombres. Tras este proceso, el alma de la princesa Isabel se encuentra ya plenamente dispuesta para recibir las consolaciones. Si los anteriores bloques actúan como preparatorio para este, este tercer apartado (capítulos XV al XXVII), se centra en la figura del consolado, quien ya liberado de los deleites de la prosperidad y asentado en las virtudes, podrá recibir consolación. Ortiz pasa a describir los tres modos de consuelo, expuestos en el capítulo XV: Pues pon ya, ilustrísima princesa, ante los ojos de tu espíritu tres maneras que hay de consolación para los espíritus atribulados en esta vida. La primera consolación es sensible, con que nuestros amigos y propincuos amansan con falagos sensibles nuestros 347 El capítulo segundo reza así: «de dos estados, uno de prosperidad e otro de adversidad en los quales la sereníssima princesa experimentó su virtud e qu’el sea de más peligro para nuestra vida honesta». 348 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 855, compara esta “paradoja con disquisiciones similares” a las ya expuestas por Ortiz en su Diálogo sobre la educación del príncipe don Juan. 349 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 13r. 293 congoxosos sospiros en la pressura del dolor, de la qual usaron y agora se aprovechan de ella todas las gentes, assí discretas como populares. Mas otra consolación inventó después la razón humana, de que sólo los sabios y filósofos usaron ministrando a la razón conoscimiento con que se esfuerce para prevalescer contra la sensual amargura de las tristezas. Esta fue de grande eficacia y da mucho conorte a las ánimas agenas de paz, para que sosiegen con el conoscimiento de su salud. Ytem, hay otra manera de consolar, muy más dulce y penetrativa que traspassa todas las potencias del alma con su vigor, porque es divina y verdadera consolación, que con la palabra de Dios, que es nuestro redentor, y con su doctrina nos enseña la verdadera paciencia, dándonos tal paz espiritual que el mundo nunca pudo dar350. La tercera y última consolación será la privilegiada en el discurso de Ortiz, porque tratará de la divina «saludable medicina». A fin de realzar su importancia y apoyar su discurso, el escritor considera necesario repasar otras dos consolaciones antes: la que depende de los familiares (capítulo XVI) y la que inventa la propia razón (capítulo XVII). Ante este panorama, son más que necesarias las consolaciones o «remedios para ferida tan entrañable», basadas en la tercera vía de consolación, apuntalados por los casos bíblicos. En las Sagradas Escrituras se refieren ocho maneras de consolación que son desarrolladas por Ortiz en cada uno de los capítulos que continúan el tratado hasta su fin: 1) el perdón de los yerros (capítulo XIX). 2) la piadosa purgación de las tribulaciones (capítulo XX). 3) la memoria y contemplación de los misterios y misericordias de Dios (capítulo XXI). Aquí pretende Ortiz enlazar con la hagiografía al exponer las vidas de los santos como camino de perfección espiritual, a través de los ejemplos de estos mártires de la fe. 4) la esperanza de los bienes eternos (capítulo XXII). 5) el conocimiento de la verdad de la santa doctrina y de las buenas obras (capítulo XXIII). 6) la paciencia y el sufrimiento ante las adversidades (capítulo XXIV)351. 7) el dolor por los pecados propios y ajenos (capítulo XXV), donde aparecen bosquejadas las escalas de ascensión mística: «así como Job, cuando vido el escala por donde subían y descendían ángeles al cielo. Éstas tovo sant Pablo cuando fue arrebatado al tercero cielo, donde vido a Dios por esencia, según sant Augustín»352. 8) la predicación de Jesucristo (capítulo XXVI), que incide en las erradas creencias de los judíos. El capítulo XXVII da fin al tratado, con una serie de consejos que se enumeran de forma breve pero que apoyan la retórica discursiva ya expuesta en toda la obra, con un mensaje principal: dejar de lado los bienes materiales para abrazar los espirituales: 350 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 24v. 351 Aquí apunta Gómez Redondo (Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 858, n. 326) uno de los escasos procedimientos figurativos de la obra: «Cuando nuestro Señor, en la nave donde iva con sus discípulos, estava despierto, tranqulo y pacífico estaba el mar; mas cuando Él se durmió, nasció la tempestad y començaron los discípulos a peligrar. Lo qual es figura que en el coraçón christiano, cuando está despierta la fe de nuestro Señor, entonces dura su paz y su seguridad, pero si se duerme un poco, fieren las ondas contrarias el coraçón con los vientos tempestuosos d’esta vida». Vid. Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 36v. 352 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 38r. 294 Recógase ya tu espíritu, princesa ilustrísima, al puerto saludable después de las ondas furiosas de la adversidad de los consejos y exemplos divinos y no te ofenderán pensamientos de los bienes que con la cresciente de la fortuna o con su menguante se nos allegan o fuyen, así como los estados fijos, riquezas y marido. Desvía pues ya los cuydados de las pérdidas sin remedio de tu sentido, vénçale tu razón poderosa si quiesieres abivarla con tu sano juyzio, abraça los divinos consejos tan consolables para los que se encomiendan a Dios, mira quán breves son nuestros dolorosos trabajos, quán largos los gualardones eternos para los justos que menosprecian la poca firmeza de las cosas corruptibles353. Estos dulces consejos expuestos por la pluma de Ortiz pueden hacer que el ánimo de la princesa viuda alcance la misericordia divina a través de Dios, de modo que, fallecido el marido, exhorta a Isabel a que «tu esposo espiritual Jesucristo es quien bive para siempre» puesto que el esposo carnal no duró más del tiempo de la vida mortal, así lo dixo el apóstol. Por muerte del varón suelta es la muger de la ley del matrimonio. Ca en el cielo no casan ni son casados los santos como dixo el redentor. […] Ya dexó aquel príncipe su pesar, la vida llena de congoxas y su amargura, no aceptes aquellas tú, de las quales ya es libre él; dolorosa sería la tal herencia. Partióse de su consorcio matrimonial, no te queda ya que desees, salvo tener paz de tus congoxas y aredrar de tu pensamiento pesar que no espera remedio354. Ortiz expone en su tratado consolatorio diferentes razones por las que es inútil quejarse de la adversa fortuna: Dios ofrecerá los mejores dones posibles y los que más convienen a la consolatoria. También alerta el autor de las quejas humanas al perder los bienes materiales, innecesarios para nuestra vida futura, porque los bienes espirituales son más importantes. Así, un conocimiento recto de la naturaleza de los bienes ayudará para consolarnos en las adversidades, puesto que los mayores tesoros son la virtud y la sabiduría. En definitiva y según apunta Gómez Redondo, el mérito principal de este Tratado a la princesa de Portugal no se cifra en la doctrina, que por otra parte se expone de manera concisa y sistemática, sino “en la continua sensación de proximidad que Ortiz crea con la princesa doña Isabel, un recurso que le permite manifestar su respeto y acatamiento a la corte, a la que, en última instancia, hace depositaria del opúsculo”355. 353 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 29r. 354 Alonso Ortiz, Tratado consolatorio a la princesa de Portugal, fol. 29r y v. 355 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, I, p. 859. 295 2.2.1.2. Suma de paciencia de Andrés de Li Humildad y paciencia son las dos virtudes sobre las que va a incidir Li en su tratado dirigido a la princesa Isabel como destinataria356. La Suma de paciencia, sin embargo, trasciende su objetivo primigenio para considerarse un manual de instrucción catequética, que debía orientarse a todas las capas de la población, principalmente, las más elevadas. El empeño por recabar un orden de meditación que se extendiera al pensamiento religioso cortesano e incluso caballeresco, se fundamentará en el entorno de Cisneros, prolongable a la recién creada Universidad Complutense y la ciudad de Alcalá. En esta órbita de reforma y espiritualidad es donde se mueve nuestro autor, declarado como «devoto y muy afectado servidor» de la princesa Isabel. 2.2.1.2.1. El autor, «devoto y muy afectado servidor» Andrés de Li, Deli o de Helí (ca. 1455-1521)357, converso de origen aragonés, fue un matemático y escritor bien conocido por sus inquietudes intelectuales. Pocos datos se tienen de su biografía salvo su ascendencia judaica y un enjuiciamiento y prisión por orden de la Inquisición en 1490358. Vinculado a la Universidad de Salamanca, en particular con la escuela hebraica de Abraham Zacuto, mantuvo relaciones con otros eruditos como Bernardo de Granollach o Sancho de Salaya359. Se declara «ciudadano de 356 Pedro M. Cátedra en su estudio sobre el género consolatorio (“Prospección sobre el género consolatorio en el siglo XV…”) no incluye la obra en su corpus, quizá por considerarla únicamente una guía de espiritualidad, aunque creemos que la obra cuenta con los matices amplios y necesarios suficientes como para añadirla a este corpus. 357 En torno a la polémica sobre su apellido y su correcta escritura la crítica no parece llegar a un acuerdo. Deli es contracción de Heli, a semejanza con el profeta Elías; así casan las noticias que postulan el origen converso del escritor, que firma en documentos notariales como Andrés de Heli pero que en los usos impresorios de Hurus aparece normalizado como Li. José Fradejas Lebrero, “Andrés de Li, 1455?-1521”, en Actas del XIII Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, coords. José Manuel Fradejas Rueda, Deborah Anne Dietrick, María Jesús Díez Garretas y Demetrio Martín Sanz, Valladolid, Ayuntamiento-Universidad de Valladolid, 2010, I, pp. 67-84 [67-68]: “Estamos pues autorizados para considerar que personalmente se llamaba a través de toda su vida Eli ̶ o de Elí ̶ y adoptó para sus publicaciones, quizá para evitar cualquier tipo de errores, el nombre de Andrés de Li”. 358 Las noticias documentales fueron ya indicadas por Manuel Serrano y Sanz, “La imprenta de Zaragoza es la más antigua de España. Prueba documental”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 35 (1916), pp. 243-271 [especialmente para Li pp. 263-271], con la publicación de su testamento, dado en Zaragoza el 11 de octubre de 1480. 359 El estudio biobibliográfico más completo es el realizado por José Fradejas Lebrero, citado supra, donde esboza un repaso a las escasas noticias acerca del recorrido vital de Li así como a las obras, con especial detenimiento en la Suma de paciencia. Fradejas ya apunta al gran olvido sufrido por Andrés de Li en las obras de grandes medievalistas como Menéndez Pelayo, puesto que “solo los bibliógrafos Haebler y Simón Díaz lo citan” [p. 67]. También apunta a que Gómez Redondo y Laura Delbrugge son los únicos críticos que han consagrado sus esfuerzos a este olvidado escritor. 296 la ciudad de Zaragoza» y «mercader» en su testamento, al tiempo que en dicho documento revela su matrimonio con Gracia de Espada, celebrado en 1478, la presencia de una hija de nombre Brianda así como de otro hijo nacedero del matrimonio. Sin duda, destaca como miembro del círculo erudito del impresor Pablo Hurus, donde cabe insertar también a Gonzalo García de Santa María. Parte de la crítica pensó que ambos escritores promovieron la llegada de Hurus a Zaragoza, pero no hay documentos que así lo constaten360. Parece fundamental la relación entre el escritor y el impresor, como demuestra el hecho de que las obras fueran encargadas a Li directamente por Hurus a partir de versiones previas, bien sea en catalán o en latín. De este modo, el impresor consideraba relevante (y rentable) su difusión e impresión en castellano. Tres son las obras que conocemos de Andrés de Li: el Repertorio de los tiempos (1488), la Suma de paciencia (1493) y el Tesoro de la Pasión (1494), todas impresos por Pablo Hurus en Zaragoza361. El Repertorio de los tiempos corresponde a la traducción del Lunari catalán de Bernat de Granollachs, publicado en 1485, que el impresor, Pablo Hurus, encarga a Andrés de Li. La obra primigenia era un almanaque o calendario lunar que Li se encarga de completar con datos referidos a las fiestas eclesiásticas o las labores del campo, dentro de las coordenadas del platonismo y la nueva relación entre filosofía y matemática362. El Repertorio destaca por su carácter enciclopédico, promovido por el propio Hurus como impulsor de las líneas de conocimiento que interesan a fines del XV 363. 360 Sobre estas jugosas relaciones entre el impresor y su círculo letrado pueden consultarse algunos trabajos de interés: Miguel Ángel Pallarés Jiménez, “La imprenta en Zaragoza durante el reinado de Fernando el Católico”, en Fernando II de Aragón, el Rey Católico, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1996, pp. 379-409; Leonardo Romero Tobar, “Los libros poéticos impresos en los talleres de Juan y Pablo Hurus”, en Aragón en la Edad Media: VIII. Homenaje al profesor emérito Antonio Ubieto Arteta, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1989, pp. 561-574. Finalmente, es imprescindible la monografía de Miguel Ángel Pallarés Jiménez, La imprenta de los incunables en Zaragoza y el comercio del libro a finales del siglo XV, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2008. 361 Escribió también Li una Vida de san Jerónimo y santa Paula, que no llegó a imprimirse, sin duda, dentro de una producción hagiográfica del autor que ha pasado desapercibida. Cabe inscribir la obra dentro de lo que el propio Gómez Redondo denomina “hagiografía monacal”, donde se realizan numerosas biografías de san Jerónimo, como la traducción realizada por Gonzalo García de Santa María acerca de las Vidas de los religiosos. El ejemplar de la Vida de san Jerónimo y santa Paula se custodia en la Real Biblioteca de San Lorenzo del Escorial, bajo la signatura h-iii-16. 362 El propio Nebrija realizará una Tabla de la diversidad de los días y las horas, esto es, un complejo manual para calcular la división de los días a través de los conocimientos astronómicos. Para la trayectoria editorial del texto, desde su original hasta su taducción incunable, Cfr. Josep Lluís Martos, “La editio prínceps del Repertorio de los tiempos de Andrés de Li: el proyecto editorial y la recuperación del incunable”, en Texto, edición y público lector en los albores de la imprenta, coords. Marta Haro Cortés y Josep Lluís Canet Vallés, València, Universitat de València, 2014, pp. 155-186. 363 El Repertorio de los tiempos, «nuevamente corregido y añadido en muchas partes y cosas muy necesarias, según por él se verá también del octavo cielo, y lo que contiene, del que fasta agora no se hacía mención en otros repertorios. Así mesmo una figura, por la cual podrás conocer de noche, por el norte, qué hora es, la cual es cosa bien provechosa y que muchos desean saber». Está dirigido «al muy magnífico y virtuoso hidalgo y señor don Pedro Torrero». El Repertorio, que parte de los «tiempos ningunos», al que https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=562975 https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=146591 https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=126594 297 Consta de cinco partes: 1) prólogo; 2) historia y división del tiempo: años, meses (aunque faltan noviembre y diciembre en algunas de las ediciones), semanas y días; 3) astrología, planetas y signos del zodiaco; 4) eclipses de luna, santoral, fiestas religiosas movibles y número áureo y 5) tratado de flebotomía o arte de sangrar. Esta mixtura de temas y motivos muestra la erudición humanística de Li. Así, se permite referir el orden de los astros al tiempo que introduce los signos en su tratado de sangrar, con una gran imbricación de materias diversas. Su éxito se advierte en su difusión posterior: se contabilizan hasta doce ediciones, desde la temprana de 1492 hasta la realizada en 1529364. Por su parte, el Tesoro, se conforma como un manual ascético dedicado a promover el ejercicio de la contemplación religiosa. Li toma como modelo la Vita Christi del Cartujano, pero en su obra aunará la propaganda política con la instrucción religiosa, como apunta Gómez Redondo365. El incunable es un excelente producto tipográfico donde el texto se divide en dos planos, el de la exégesis de la xilografía y el de las oraciones propuestas que completan los dos niveles de meditación religiosa, ensamblados por el nivel narrativo. Todo ello permitirá que se introduzcan en la obra treinta y ocho grabados xilográficos. La pasión de Cristo y el desprecio del mundo serán los dos ejes sobre los que pivote la obra del zaragozano366, que pretendió no sólo realizar una guía espiritual sino crear un sistema de referencias históricas para el devoto, que pudiera conocer los males de su tiempo y así despreciar el orden humano y dedicarse al espiritual. En este caso, en el prólogo, Li manifiesta la instigación del impresor para realizar su obra: Muchas vezes havía oído a Pablo Hurus, alemán de Constancia, impresor famosísimo en aquesta vuestra fidelísima y muy noble ciudad, el qual dezía que estaba maravillado como sigue «el tiempo muy feroce y rústico, antes que en Italia supiesen las gentes por orden sembrar ni coger»; es una miscelánea de ideas científicas, con elementos astrológicos y consideraciones sobre el calendario. Libro curioso y ameno por el tratamiento del tiempo cíclico, volvió a editarse en Zaragoza en 1534 y conoció una buena fortuna editorial en el siglo XVIII. 364 No todas ellas bajo el amparo de Hurus porque algunas de estas ediciones se realizan en la imprenta sevillana de los Cromberger (1510) o la burgalesa de Fadrique de Basilea (1493) y cuentan con notables adiciones de material. Fradejas Lebrero, “Andrés de Li, 1455?-1521…”, p. 69, menciona un manuscrito de esta obra correspondiente a la signatura K-III-7 de la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial. Modernamente, cuenta con las siguientes ediciones: una edición facsimilar a cargo de A. Bosch y Edison Simons, Barcelona, Bosch, 1978 y la de Laura Delbrugge, producto de su tesis doctoral, Londres, Támesis, 1999. 365 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, I, p. 903 y ss. 366 Laura Delbrugge, “Text as Faith in Andrés de Li’s Thesoro de la Passión’”, Catalan Review: international journal of Catalan culture, 20 (2006), pp. 263-272. Posteriormente y en la obra objeto de nuestro estudio también se ahonda en la retórica de la Pasión, Isidro J. Rivera, “Visualizing the Passion in Andrés de Li’s ‘Suma de paciencia’”, Revista hispánica moderna, 67 (2014), pp. 55-72. https://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=5653 https://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=5653 298 a sus manos oviesen llegado libros y obras sin cuento para imprimir, y jamás en romance havía visto que nadie se oviese acordado de pregonar el sagrado misterio de la Pasión del Redemptor glorioso, la qual era fundamento del edificio de nuestra fe sancta cathólica; exortándome por los merecimientos de aquella me dispusiese yo a trabajo tan piadoso y tan meritorio367. Li logra enhebrar un discurso donde las veinticuatro horas de la pasión de Cristo se acomodan a las siete horas canónicas, con una compleja trama narrativa y de referencias cuyo propósito final será trazar una escala mística con la atención puesta en la imitatio Christi. La obra está dedicada a los Reyes Católicos, de quienes se alaba su mesianismo y unión religiosa, ensalzada como uno de los principales logros de su reinado por Li: «domadas las bellicosas Españas, comienzan ya de sentir en allende los feroces bárbaros el yugo de vuestras serenidades»368. En el prólogo Li realizará una apología vernácula, a sabiendas de que recibirá críticas de otros letrados, más inclinados por la lengua latina, tópico que aparecerá también al final de la Suma de paciencia. De tal modo, el objetivo propuesto por Li será claro: «recreando con el entender los altos misterios de la Pasión sacratísima, no sólo convertirán el ocio en utilidad, más aun aprovecharán a muchos otros en doctrina y enxemplos»369. 2.2.1.2.2. Consideraciones bibliográficas (y genéricas): la Suma como guía de espiritualidad femenina Impresa en el mismo año que el Tratado consolatorio de Ortiz, la Suma de paciencia es un manual de consolación religiosa dedicado a Isabel iunior, pero que posee unas intenciones más amplias, destinadas a un público principalmente femenino, lo cual propicia una nueva edición posincunable en Zaragoza, pero esta vez a cargo de Jorge Coci, 1505, sin que aparezca cambio alguno en el texto370. De este modo, la Suma se 367 Apud José Fradejas Lebrero, “Andrés de Li, 1455?-1521…”, p. 71. 368 Ibid. 369 Apud Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 904. 370 Del incunable de Hurus se cuenta con un ejemplar incompleto en la BNE (INC/1467), al que le falta el último de los cuadernos que forman la edición. Esta carencia se suple con el texto del posincunable, del que hay un ejemplar en la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial (31-V-47), del que nos hemos valido para completar la edición del texto, puesto que son prácticamente nulos los cambios entre ambas ediciones (sólo afectadas por usos tipográficos y ortográficos, pero sin adiciones o supresiones de texto). Contamos con una edición moderna, pero a todas luces mejorable como apunta Gómez Redondo (Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 1019, n. 783) en Laura Delbrugge, A Critical Edition of Andrés de Li’s «Summa de paciencia» (1505), Lewiston-Queenston-Lampeter, The Edwin Mellen Press, 2003. La autora parte de un ejemplar de la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza. La colación del ejemplar en su edición posincunable es la siguiente: 4º.- [aj]8[av+3], b8, c8, d8, e8, f8, g8, h8, i(ivj+3=i9)10. 72h. 299 concibe como “otra guía religiosa de orientación femenina”371, que comparte un mismo propósito consolatorio con el Tratado de Ortiz. Sin embargo, en el caso de Li, que alude con perífrasis y en muy contadas ocasiones a la circunstancia luctuosa, su consolatio se cifra como un manual religioso más amplio. La obra tiene, por tanto, como destinataria «a la serenísima y muy ilustre sañora [sic] la señora doña Ysabel de Castilla y de Aragón, Princesa de Portugal», en la que el propio Li se considera «su devoto y muy afectado servidor». A este respecto y a tenor de los escritos de Gonzalo García de Santa María o el propio Li, parece probada la existencia de un círculo literario zaragozano en torno a Isabel, donde se alienta la producción de obras en el entorno y circunstancia de la princesa viuda. La Suma cuenta con dos piezas paratextuales de gran interés para probar la vinculación del escritor con la princesa: el prólogo y el epílogo excusatorio. El prólogo inicial sirve de marco de la narración a través del tópico del valle de lágrimas y el transcurso de la vida, que no hará más que confirmar esta afirmación, solamente sobrellevada a través de la paciencia y la humildad. A continuación, el desarrollo retórico consolatorio alcanza a explanar cómo la muerte y el dolor son sentimientos comunes y sentidos por todos los estados, desde los «ínfimos y pastoriles tugurios» hasta los «soberbios palacios y sillas reales». Con una frase inicial de ajustada gradación de los acontecimientos de la vida, que posee un cierto regusto manriqueño372, Li quiere desarrollar la idea de que Dios envía sus aflicciones a todos por igual, sin importar el linaje o la condición social: Lloramos todos quando nascemos, afanamos mientre vivimos y sospiramos quando morimos, por forma que siendo como reza el glorioso Bernardo, concebidos en culpa, nascidos en pena y viviendo en continuo trabajo, llanto y tribulaciones, ocupan los fines y postrimerías de todos: no hallándose lugar ni tiempo vazío de dolor y de angustia. Ni presuma nadi, muy esclareçida señora, dende los ínfimos y pastoriles tugurrios, hasta llegar a los sobervios palacios y sillas reales, de se poder eximir de afanes y lloros373. El proceso de dolor sufrido por Isabel centra el discurso del resto del prólogo. Aunque Li escamotea tan insoportable dolor y no realiza una narratio de los acontecimientos luctuosos, enumera algunos casos mitológicos de caídas de príncipes, como la de Alejandro Magno, Jerjes o el mismo César Augusto, muerto a manos de sus vasallos. El escritor incluso se permite juzgar estas muertes: «todo a mi ver fue vanidad». 371 Así descrito por Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 1019. 372 Ya apuntado por Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 1020. 373 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. a ij. 300 Después se relatan someramente los infortunados casos de aquellos que tuvieron conocimiento de Dios, los santos (Pedro, Pablo y Bartolomé) y el propio Jesucristo, ejemplo máximo de aquel que se vio obligado a sufrir y morir, dando testimonio supremo de paciencia y humildad374. Dentro de este divino ejemplario, el caso de Isabel será uno más de todos ellos, propuesta como modelo de mujer (también para otras damas de la corte) y que ahora debe ejercitarse en las virtudes de la paciencia y humildad, como recoge el autor en el discurso sobre el propósito de su obra, donde se alude veladamente a la muerte del primer marido «en tan tierna edad» sentido por mandato divino: Por ende, no sin alto misterio y profundo juyzio plugo al aterno Jhesú que en tan tierna edad sintiese vuestra majestad la mano divina, porque conosciese que no era la sangre real, ni los reynos, ni los delicados destradas de Sardanápalo, los que le podían asegurar el renombre tan famoso de humildad que por todo el mundo tiene ganado, mas solamente la paciencia, la qual jelo ha tesorizado del continuo y luengo recuerdo de los aprobios y tormentos de su santa y sagrada passion ca no es menor martirio, como escrive Gregorio, la luenga tribulación que la brevedad de la muerte. Y porque las virtudes que por diuturna malignidad de los tiempos estavan en los palacios y sangre reales quasi sepultadas y medio adormidas, con la humildad y paciencia de vuestra majestad abivasen sus prístinas fuerças con muy sobrada gloria de todos los reynos y gente de España375. La propia Isabel, ejercitándose en las virtudes de la humildad y paciencia, contribuirá a la gloria de los «reynos y gente de España», «con actos a la misma fama admirables», como remacha el autor376. Finalmente, el autor cierra el prólogo apelando a la humilitas y al tópico de la modestia para acabar por expresar en primera persona que deliberó «suplicar a vuestra serenidad» otorgar «a la presente obrezilla su auctoridad y nombre real». El breve epílogo excusatorio también se dedica a Isabel, recordándole el servicio de mecenazgo que se quiere demostrar a través de la «obrezilla»: Hora es ya que tome reposo la péndola, excelentísima y muy ilustre princesa y señora, pues del servicio quanto quiere pequeño de vuestra serenidad queda muy gloriosa. E como quiera que pregonen silencio en los propios loores, los simulados ypócritas, los quales aun en lo mismo que escrivieron, no callaron sus nombres, no çufre a mi ver reprehensión, señora muy excelente, el comedido e honesto loor. Cierto soy peligrara aqueste mi pequeño trabajo en tan desefrenados tiempos e a la malavés377 podrá desviar los 374 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. a iij. 375 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. a iij r y v. 376 Esta contribución al bien común y del reino de España parece enlazar con la intención de profesar de la princesa, que chocaba con la obligación real de toda hija de reyes, destinada a casarse de nuevo. ¿Puede la obra de Li haber servido como impulso ascético para que Isabel hija abandonara estas ideas y accediera a su enlace con Manuel I? 377 Según el DRAE es una forma en desuso que significa “trabajosamente” o “apenas”. Es curioso que en una búsqueda de concordancias en el CORDE aparezca esta palabra usada en la mayoría de los casos esgrimidos en el anónimo Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, más conocido como Calila y Dimna, incunable (BNE INC/1194) impreso también en 1493, como la Suma. 301 maliciosos bocados de los pozoñosos e invidos, los quales como Séneca escrive, ladran y muerden más por costumbre que por verdad ni razón. Servirá para mi consuelo e esfuerço lo que Santiago nos reza, que las lenguas nadi las pudo bien enfrenar. E porque conozca vuestra serenidad que me arreo de obrar lo que escrivo, la pasciencia está para todo378. En resumen, gracias a estos dos paratextos, se puede entrever un mecenazgo literario entre Li e Isabel en este manual religioso, inscrito en las circunstancias personales de la princesa pero extrapolado como manual de una piadosa cristiana que sigue los preceptos de la devotio moderna. 2.2.1.2.3. Análisis de la obra El discurso se centra en desgranar la paciencia como una de las principales virtudes, ya expresada en sus posibilidades retóricas desde el De patientia de san Agustín, pasando por la Summa de patientia de san Gregorio así como san Bernardo379. La paciencia resulta básica como virtud en cualquier búsqueda de perfección espiritual, de tal forma que está representada en buena parte de la tratadística del periodo380. Así, será el núcleo central del tratado de Li, vertebrado en treinta y cuatro capítulos. En su desarrollo, Li realiza continuas apelaciones a la destinataria, Isabel, para advertirle de que va a abordar un nuevo tema o para llamar su atención sobre algún asunto. La estructura temática de la obra se articula, según Gómez Redondo, en cuatro bloques desde la heterogeneidad de la misma, característica habitual, por otra parte, en estos tratados. Sin embargo, la originalidad de Andrés de Li se basa en el “calculado sistema de estructuras internas” mediante las cuales dispone la materia narrativa del tratado: 1) Contraste entre la paciencia y la tribulación (capítulos I-IX). 2) Propiedades de la tribulación y grados de paciencia (capítulos X-XIX). 3) Rasgos de la tentación y avisos contra el diablo (capítulos XX-XXXII). 4) Salvación del alma y bienaventuranza eterna (capítulos XXXIII-XXXIV)381. 378 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. i8. 379 Para el discruso retórico de la paciencia y su tradición textual, tanto en lo clásico como en lo religioso, Cfr. Gerald J. Chiffhorst, The Triumph of Patience: Medieval and Renaissance Studies, Orlando, Florida University Press, 1978 y Mark Sandona, Patience and the Agents of Renaissance Drama, Ann Arbor- Michigan, Dissertation Information Service, 1991. 380 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…, I, p. 1020, relaciona esta obra, además, con “los manuales de formación sacerdotal, las guías de contemplación, las artes de bien morir o los penitenciales”. 381 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 1021, también señala los tres núcleos principales en los que se va a basar el manual religioso: “un análisis de la paciencia como medio de confortar cualquier tribulación y de vencer los riesgos de las tentaciones, a fin de poder iniciar una «subida» semejante a las descritas en los tratados de contemplación mística”. 302 El primero de los capítulos, titulado «cómo por la paciencia reciben consolación en las tribulaciones los siervos de Dios», desarrolla el contraste entre la paciencia y la tribulación: de la tribulación nasce la paciencia, de la paciencia la probación y de la probación la esperança, la qual no es frustrada, porque la caridad es derramada en nuestros coraçones por el spíritu santo, deleytáronse y recibieron gloria muy señalada en las tribulaciones y penas que padescieron por tres razones y respectos muy principales382. Estas tres razones principales acerca de la paciencia y tribulación se comparan con la imitatio Christi, «cuya vida fue toda llena de dolor y de cruz y maravillosamente se gozan de ser con él y por él tribulados» y, finalmente, se padecen por todos aquellos que pueden gloriarse en llamarse amigos de Cristo, porque «como el mesmo pregona diciendo, yo a los que más amo, aquellos atormento y castigo». De este modo, el buen cristiano, apoyado en la paradójica gracia que le aporta la tribulación puede alcanzar grandes dones, que serán desgranados a lo largo de todo el tratado, pues «con la paciencia saca el verdadero cristiano de las tribulaciones muy grandes provechos». También sirve el primer capítulo para enlazar el tratado sobre la paciencia con el género consolatorio, para lo cual Andrés de Li despliega todo un catálogo de autores que se han ejercitado en este género: Boecio, Séneca o san Bernardo, así como los casos paradigmáticos de Cristo y san Pablo: Ca así como Boecio escrive, el sabio puesto al examen de la fortuna no se deve turbar mas como cavallero animoso gozarse con la nueva del pelear, y mucho de mejor gana como Séneca lo escrive, oyr el son de las trompetas que le despiertan y le aganan a la batalla que el de los ministriles que le llaman y le incitan a solaz y deleytes383. A partir de este punto, los capítulos III y IV glosan las principales características de la paciencia, puesto que reconcilia al hombre con Dios y es útil y necesaria en la vida del cristiano: «Es ciertamente el fruto de la pasciencia de precio muy estimado, porque como diximos purifica y alimpia el ánima de toda culpa y es raíz y guarda de toda virtud acabada llave y muy santa del cielo»384. El capítulo V señala los medios para aprender a ser pacientes, esto es, la lectura, la meditación y la oración. Mediante estos instrumentos y adquirido un primer estadio de paciencia, se pueden vencer las afecciones y la sensualidad. Redunda Andrés de Li en las posibilidades de la imitación de Cristo así como 382 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. a iiij r. 383 Ibid. 384 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. a 7r. 303 en las virtudes y consolación que se adquieren a través de la lectura de su palabra, que es «conorte a todos los que esperan en Él»: por el leer entendemos, y entendiendo gozamos de los secretos de la sagrada escriptura, la qual es reposo y consolación de los tribulados. Muéstralo muy claramente aquel dicho de los Macabeos que dize nosotros puestos en tribulación havemos por solaz y reposo los santos libros. Ca si por esperiencia veemos que palabras de hombres son suficientes para nos consolar, mucho mayor y más crescido consuelo será leer las palabras de Dios, las quales a los tribulados pueden pascer de spiritual alegría como en los proverbios se reza, la palabra de Dios es conorte a todos los que esperan en Él385. Los siguientes capítulos que cierran este primer bloque presentan casos que inducen a desarrollar la virtud de la paciencia; así, el capítulo VI promueve la paciencia a través del ejemplo de buenos y malos; el VII a través de nuestros propios pecados y males presentes; el VIII a través del estado de nuestros perseguidores y, finalmente, el IX a través de la condición de las tribulaciones. Estos ejemplos configuran un proceso de conocimiento o escala espiritual que ya está prefigurado en el propio discurso de Li, y cuyo autor lo expone a la dedicataria para que esta pueda seguir el desarrollo del mismo: De aquesta meditación, pues, tan santa, que nos guarneçe y nos arma contra las tribulaciones y penas de aquesta mortal y penosa vida y nos apareja y ayuda sufrir, podemos fazer cuatro partes: la primera es pensar en algunos enxemplos; la segunda pensar en nuestros propios pecados y males presentes; la tercera pensar el estado de los que así nos persiguen; la quarta pensar la condición de las tribulaciones, de las quales en suma diremos algo por orden386. Una serie de consideraciones acerca de la tribulación, todas ellas antitéticas, permiten ahondar en la materia de la paciencia y ofrecer una interpretación a su autor. La dificultad de la materia expositiva se simplifica a través de una narratio basada en contraposiciones de planos a través de ejemplos entresacados de la Biblia o la hagiografía, que demuestran la erudición de Andrés de Li387. El sistema de estructuras internas del que ya alertaba Gómez Redondo se aprecia bien en el capítulo X y en el XIII. El X propone la comparación de las siete utilidades de la tribulación con las siete propiedades del fuego, en un juego de correspondencias e imágenes que dará paso al final de la explicación a los siete dones del Espíritu Santo. Por 385 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. a 8v. 386 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. bj v. 387 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. b8v. Sirva como muestra el ejemplo del capítulo noveno: «Pongamos agora un enxemplo, el mundo estima por bienaventurados los ricos; responde el Evangelio: bienaventurados los pobres. Estima el mundo por injurioso sufrir el daño y no fazer la vengança; dize el Evangelio: bienaventurado los pacientes y humildes. Tiene el mundo los que lloren por miserables; llama el Evangelio bienaventurados los que lloran y dan gemidos. Y así lloró el fijo de Dios eterno sebre Jerusalén que tan locamente y vana se alegrava». 304 su parte, el XIII hace lo mismo con las diez utilidades de la tribulación y las diez propiedades del agua. Tomemos como ejemplo la segunda de las utilidades de la tribulación, la de «ablandescer» los corazones duros y fuertes así como el fuego ablanda los metales. Tras el símil, la utilidad se ejemplifica a través del santo Job, personaje proverbial por su paciencia que aquí se introduce como ejemplo del alumbramiento de la inteligencia y del reblandecimiento del corazón a través de la tribulación. Finalmente, este caso tendrá su correspondiente don del Espíritu Santo, es decir, la piedad y la misericordia388. A través de este juego de correspondencias y de la trama de ejemplos, Li ofrece a la princesa Isabel procesos intelectivos más complejos o, si se prefiere, una gradación en las propiedades de la virtud de la paciencia, examinadas en la tabla siguiente. En ella, tras las siete propiedades de la tribulación y el fuego se derivan los siete dones del espíritu santo: Siete propiedades de la TRIBULACIÓN Siete propiedades del FUEGO 1) resplandece y alumbra 1) iluminación → entendimiento (Tobías) 2) ablandece 2) metales → corazones duros y fuertes (Job) 3) fortifica 3) hace dura la tierra → espíritu (Apóstol) 4) destruye y rompe 4) «cualquier cosa que alcança», los males del mundo → sarmiento (Ezequiel) 5) apura y aprueba 5) metales → tentaciones de los hombres (Jacob) 6) purga y afina 6) hierro vs. escoria → actos del verdadero cristiano (Adán) 7) humilla y vuelve en ceniza 7) cualquier cosa → el corazón (san Juan) Siete dones del ESPÍRITU SANTO 1) ciencia 2) piedad y misericordia 3) fortaleza 4) consejo 5) entendimiento 6) sabieza 7) humildad Tabla 9. Juego de correspondencias retóricas en la Suma de paciencia (capítulo X) 388 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. c2. 305 Precisamente, será la cuarta utilidad de la tribulación, cifrada en destruir y romper, la que aluda de forma tangencial a la circunstancia de la princesa. De igual modo que el fuego quema y destruye «así la tribulación rompe y destruye qualquier atamiento de la mundana afición. […] la tribulación quasi por fuerça nos aparta del amor que a las cosas de este mundo tenemos quitándonoslas quando más las amamos»389. El paralelismo con la princesa se hace más que evidente a través del ejemplo bíblico tomado, el del profeta Ezequiel y el episodio de la muerte de su mujer, «por darnos a entender que quando él nos quita aquello en aqueste mundo que más amamos, no devemos por ello llorar, mas con paciencia y humildad renderle gracias de lo que de él recebimos»390. Así, también, se pueden examinar las siete virtudes teologales, a las que cualquier tribulación ofrece virtud y gracia espiritual, alentadas en este caso por el sufrimiento, que es el motor que también induce a la escritura del tratado. Las dolencias de la adversidad, sufridas con humildad y paciencia, se explanan en el capítulo XII. Los siguientes, incidirán en esta casuística, en la que el autor proporciona a Isabel los medios adecuados para valorar las paradojas expuestas. Li no pierde de su horizonte como narrador a la destinataria, a quien apela en el inicio del capítulo XIV: «Muy provechosa cosa y aun necessaria será, ilustrísima y muy esclarescida princesa, considerar la tribulación en algunas maneras para que perfectemente entendamos los beneficios que alcançamos por ella»391. Así, el propósito del autor a través de su tratado será también el de ejemplificar con casos amenos, nacidos en muchas ocasiones de las facecias o paremias, que sirven para presentar a Isabel un nutrido muestrario de la virtud de la paciencia. Estos casos se toman, verbigracia, de aquellos «muchos religiosos y santos que menospreciando los bienes, no los defendieron a los que los quisieron levar»392. De esta manera, Andrés de Li se propone uno de los objetivos más buscados por todos los tratadistas medievales, el de prodesse et delectare, agavillando una serie de facecias o cuentos que entretendrán a la princesa, al tiempo que la forman en las virtudes cristianas393. Es el caso de la facecia del 389 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. c2v. 390 Ibid. El pasaje bíblico en Ezequiel, 24: 15-27. II. 391 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. d1v. 392 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. d3v: «Esso mesmo de otro que hallando otro ladrón que de su celda se levava quanto tenía dexándose en ella un costal viejo y roto, el qual por fuerte no havía visto, el santo padre le corrió detrás dándole bozes con el costal diziéndole: “¡Toma, hermano, esto que acá te dexavas!”, por las quales palabras, el ladrón, compungido, hubo tanta vergüença y repentimiento que le bolvió quanto levava». 393 José Fradejas Lebrero, “Andrés de Li, 1455?-1521…”, pp. 74-84 realiza un repaso a alguno de estos cuentos, enumerando hasta un total de treinta y dos. Volveremos sobre ellas en el punto siguiente. 306 abad Anastasio, el fraile y la Biblia que, por su disposición casi dialógica, se imbrica en el tratado en toda una suerte de hibridación genérica: Leemos del abad Anastasio que viendo que un fraile le havía furtado su Biblia, la qual él mucho estimava, no quiso yr empos de él, ni dezirle ninguna mala palabra por ella porque quiçá el fraile, negando haverla hurtado, no cometiese mayor pecado y acaesció que queriéndola vender el ladrón a otro fraile, el que la comprava levóla a demostrar al abad Anastasio, porque le aconsejase en el precio, el qual disimulando no conoscerla, reconosciéndola muy por entera, le respondió que era muy buena y que valía muy bien el precio que le pedían por ella y quando bolvió el ladrón por la respuesta, díxole el fraile: «Hermano, muy contento estoy de la Biblia, ca el abad Anastasio a quien la demostré me dixo que valía muy bien el precio que por ella me levas, aprovéchete Dios con el dinero». Oyendo el ladrón acto de tan milagrosa paciencia, preguntó al frayle: «Dime, hermano, por caridad, ¿no te dixo el abad otra palabra ninguna?». Respondió el fraile: «por cierto, no, sino las que agora te dixe». Cresció entonce al ladrón tan gran arrepentimiento y compunction de consciencia, considerada la gran paciencia y tolerancia del abad Anastasio, que no queriendo recebir los dineros, dixo al frayle que no delirava venderla por algunos justos respectos, y tomando la Biblia fuese con ella al abad y con grandísima humildad y verguença se rodilló a sus pies y le confessó su pecado; y no queriendo el dicho abad recebirla, diziendo que mucho en hora buena se fuesse con ella, con muy grandes gemidos y lágrimas, perseverando, le suplicó muy humilmente la recebiese, diziéndole que él no hallava sossiego ni paz en su consciencia si no la cobrava. Y así el dicho abad, vencido de ruegos y lágrimas, recibió de él su Biblia y dende en adelante, quedando el frayle en su compañía y servicio, acabó santamente sus días394. A través de estas facecias, se promueve el sentimiento piadoso gracias a la humildad y la paciencia. Identificado el pecador, solo cabe perdonarlo y saber esperar su expiación. Las diferentes ocasiones de la tribulación así como los grados de la paciencia explican en buena medida el comportamiento de los mártires, algunos de ellos narrados en el capítulo XVII. Igualmente la paciencia será muy provechosa para sufrir las muertes de los amigos y los deudos más cercanos, desarrollado como discurso en el capítulo XV y que resultaría de utilidad a Isabel por lo que redunda en el discurso consolatorio395; con similar paciencia se debían soportar las injurias de palabras, explicadas en el capítulo siguiente. Los grados de paciencia se cuentan en los últimos capítulos de este segundo bloque. Se puede hablar de tres tipos de paciencia: la natural, la viciosa y la virtuosa. De las tres, solo la última se considera positiva y aceptable, porque las otras dos son negativas para el buen cristiano. La paciencia virtuosa se divide, como en un juego de espejos, en 394 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. d3v-d4v. 395 En este punto del discurso, Andrés de Li también habla de las muertes de los hijos, prefigurando lo que ocurriría más tarde con el príncipe Miguel: «Y assí no nos devemos escandalizar ni murmurar por lo que de Dios recebimos, mayormente por la muerte de los fijos en edad muy tierna, ca assí como la escriptura reza, por singular gracia los saca Dios de aquesta miseria, porque la malicia del mundo no pervierta su vida y costumbres y mucho menos nos devemos turbar si algunas vezes los vemos morir por casos inusitados y nuevos», Suma de paciencia, fol. d6v. 307 otras tres clases que, según explica certeramente Gómez Redondo, pueden apuntar a las vías místicas: «por lo qual devemos considerar que hay una paciencia buena, otra mejor, otra mucho mejor y perfecta. La primera es de los que virtuosamente principian. La segunda de aquellos que son más fervientes; la tercera de los que son perfectos»396. De tal forma, el proceso para la adquisición de la paciencia se asemeja a una escala ascensional que va aumentando en sufrimiento y perfección a partes iguales. El tercer bloque del tratado, relativo a los rasgos de tentación y los avisos contra el diablo, es el más extenso y comprende doce capítulos en total, apoyados en una abundante casuística ejemplarizante. De modo que se relaciona la necesidad de la paciencia para resistir a las tentaciones, advirtiendo a Isabel de la importancia doctrinal de esta parte del tratado, «porque la temptación es norte que nos guía al virtuoso exercicio de nuestras fuerças y nos torna muy cautos para las cosas de nuestra salud, será bien de ver las utilidades que de ella se siguen»397. El discurso narrativo continuará desarrollando las propiedades de la tentación: la humildad para vencerla, la caridad y el amor de Dios para resistirla, la solicitud y diligencia del pecador para arrepentirse y, finalmente, el aumento de la virtud por parte del divino. Todas estas nociones se apuntalan en casos, muchos de ellos tomados de la Biblia y otros tantos de la hagiografía. Entre ellos, destaca el de María Egipcíaca, «la qual en el desierto desnuda, sintió temptaciones tan fuertes veintiocho años, que cada día venía un punto de renderse vencida y al fin llorando y orando en todo aquel tiempo, mereció ser librada»398. Tras estas disquisiciones, es hora ya de que el autor desgrane las tretas de las que el Diablo se vale para tentar a los buenos: temores, vanagloria, ambición y fervor en el comportamiento son algunas de ellas. También induce el Maligno a la desesperación del buen cristiano, que puede llegar a sentir mal de Dios (capítulo XXV), puesto que el demonio nos acecha por la parte donde nos halla más flacos (capítulo XXVII), a través de astucias (capítulo XXVIII). Li presenta estas castigationes del diablo de forma positiva, pues a través de ellas se puede llegar a la purificación. También propone una serie de remedios para combatir al maligno: la fe, la misericordia y el temor de Dios sirven para vencer las tentaciones. 396 Así en Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, p. 1023. La cita en Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. e1v. 397 Ibid. 398 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. e8. 308 La Suma se cierra con dos capítulos conclusivos, de «buenas y santas consideraciones» que nos ayudan a lograr la vida eterna399. De esta forma, la obra de Andrés de Li se concibe como una “guía de afirmación espiritual”400, donde todos aquellos que practiquen la humildad y paciencia lograrán la «bienaventurada gloria» así como gozarán de una serie de privilegios, todos ellos enumerados por Li, entre los que cabe destacar la visión beatífica, donde «los sanctos e herederos del cielo verán a Dios faz a faz e serán conformes a la gloria de Christo»401. A modo de epílogo excusatorio, la obra se cierra con unos breves párrafos conclusivos 402, aunque en el último capítulo el autor es consciente de estar en el postrer «discurso de nuestra obrezilla»403. Andrés de Li se dirige a Isabel hija para recordarle su protección y amparo al tiempo que parece apuntar a la figura de los maldicientes de su obra, ¿quizá por escribir en castellano un manual de consolación? ¿o bien por envidiosos? Li se escuda en las autoridades de Séneca y el Apóstol Santiago para desacreditarlos al tiempo que se ofrece como ejemplo de la paciencia al sufrir estos ataques: «porque conozca vuestra Serenidad que me arreo de obrar lo que escrivo, la pasciencia está para todo». 2.2.1.2.4. Los materiales heterogéneos: facecias, patrística y hagiografía Andrés de Li es consciente en toda la obra de trabar un discurso complejo al que logra dar coherencia discursiva a pesar de la dificultad de la materia propuesta. La Suma se presenta como un conjunto tipológico diverso en el que cabe la amalgama de citas de auctoritates consolatorias (Boecio), así como de los protagonistas de la patrística (san 399 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. i1v: «Huviendo fasta aquí demostrado de çufrir con pasciencia qualquiere tribulación, temptación e trabajo e puestos para ellos algunos saludables remedios para que por penitencia y por méritos subamos al cielo por fazer ende perpetua morada, razón es ante de aquesta sobida pongamos algunas contemplaciones y consideraciones muy sanctas, porque podamos sobir más ganosos». 400 Pedro Sainz Rodríguez, Introducción a la historia de la mística española, Madrid, Voluntad, 1929, p. 570 cita a Andrés de Li y su obra como uno de los primeros místicos. 401 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. i5v. 402 Y también con una especie de conclusión de la materia, insertado en el siguiente párrafo: «Por ende, muy excelente e muy esclarescida señora, concluyendo podemos dezir que es milagrosa cosa la pasciencia pues las tribulaciones, temptaciones e penas por ella nos guían a tan sobirano lugar e gloria tome pues cada uno su cruz, como manda el sagrado evangelio y olvide assimesmo, a saber, es sea señor de su sensualidad y afeción en tal manera que con el coraçón, con el alma y la piensa, por penitencia purgados, con los sanctos e escogidos de Dios, merezcamos entrar en la gloria del tan mansueto rey Jesu Cristo, redemptor y maestro nuestro, el qual es alabado y será para siempre jamás». Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. i7v. 403 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. i3r. 309 Agustín, san Gregorio o san Bernardo), pero también hay lugar para las citas bíblicas y los salmos. La materia es compleja por lo que conviene aderazarla con sutiles entretenimientos, historias y ejemplos que ayuden a la(s) destinataria(s) a mejorar la comprensión de los contenidos. De este modo, Li incluye en su tratado facecias e historias de santos, que ayudan a distender el tono elevado de los grados de la paciencia. Hace falta entregar a las lectoras unos esquemas básicos de doctrina cristiana pero, a la vez, es necesario elaborar unas pautas a las que se puedan acoger así como unos modelos que puedan servir de ejemplo. En este sentido, importa la presencia del yo expositivo o narrador que se manifiesta con apelaciones a la princesa al tiempo que expresa el cambio de rumbo narrativo. Entre los cuentos o facecias que se insertan a lo largo de todo el tratado sobresalen aquellos que tienen como protagonistas a santas, dueñas o malas mujeres, como ejemplos o contraejemplos de comportamiento404. Así desfilan María Egipcíaca, la abadesa Sara, quien sufriendo la tentación de la carne le rogaba a Dios no que se la quitase, sino esfuerzo para poderla sufrir o la historia de una «muy hermosa doncella» que, molestada por un hombre deshonesto, decide enterrarse en una tumba para que nadie más pudiera contemplarla. Estas emparedadas o enclaustradas por su belleza son recurrentes en las Vitae patrum, y aparecen en el texto de Li en varias ocasiones, como es el caso de la noble Alejandra. Igualmente, a Li le interesa hacer referencias al ocio cortesano, ligado al entorno femenino de Isabel la Católica. Así, se esfuerza en resaltar las lecturas provechosas, los ejemplos basados en las santas y en sobreponerse a la lujuria con la que tienta el diablo a las mujeres. También arremete contra las mujeres que se sirven de afeites y engaños para atraer y burlar a los hombres: Razón sería en aqueste paso bolviese a sí mismas las livianas y vanas mujeres, las quales con sus desonestos afeytes, luxuriosos respectos y gestos son occasión de inf[i]nitos pecados, as quales siendo cristianas puesto que en su coraçón no tengan voluntad de pecar empero porque estudiosamente se componen y afeytan por placer a los hombres, enteramente se puede dezir ser ellas occasión del pecado, de los que desordenadamente y deliberada ponen sus desordenados deseos en ellas405. 404 Un repaso a estos temas hagiográficos en Ángel Gómez Moreno, Claves hagiográficas de la literatura española (del Cantar de mio Cid a Cervantes)…. 405 Andrés de Li, Suma de paciencia, fol. f 6v y f7. El tema de los afeites y el maquillaje en la mujer es recurrente en las obras de mediados del siglo XV. Recuérdense los ejemplos paradigmáticos del Corbacho o Celestina. 310 Frente a estas ideas, la Suma también integra en su discurso elementos extraídos de los regimientos de príncipes, los oracionales (recordemos el capítulo dedicado a la paciencia y su ejercicio a través de las lecturas, meditación y oración), los tratados de contemplación religiosa, los manuales de formación sacerdotal, las obras de doctrina cristiana o las ars bene moriendi. Una de las imágenes que destaca en el tratado es la de la caballería espiritual, que por su relativo público receptor, bien pudiera considerarse, caballería espiritual aplicada a las damas. Los materiales de los que se sirve Li apelan a las similitudines a través de numerosos exempla, una casuística modélica que va complicándose a la par que se añaden mecanismos intelectivos. En el segundo núcleo aparecen las Vitae patrum y las referencias hagiográficas, que conforman facecias de diferente orden, como la que se refiere al castigo de un ermitaño que desprecia a un monje mancebo atraído por la lujuria o la del del otro ermitaño que resulta seducido por una deshonesta mujer que se había propuesto tentarle con malas artes. Por ello, José Fradejas fijó su atención en esta “coleccioncita” de cuentos y exempla procedentes de la obra de Andrés de Li406. En definitiva, la Suma de paciencia de Andrés de Li ofrece una guía consolatoria al tiempo que propone un manual basado en la virtud de la paciencia. Más allá de los hechos circunstanciales que motivan su composición, el autor traza todo un manual de contemplación religiosa que casa con el sentimiento religioso al que la princesa viuda se entregó tras la muerte de su primer marido: la devotio moderna407. 406 José Fradejas Lebrero, “Andrés de Li, 1455?-1521…”, pp. 74-84. 407 Dentro de este género consolatorio y motivado por las circunstancias históricas relativas a la muerte del príncipe Afonso, se pueden incluir dos consolatorias castellanas más que aluden al hecho y que tienen a Isabel como referente tangencial. Me refiero a la Consolación de Enrique Enríquez, texto enviado al rey João II de Portugal «quando se le murió el príncipe, su único hijo y yerno del dicho rey don Fernando». Este testimonio, custodiado en la Biblioteca Universitaria de Salamanca (Ms. 2696, fol. 226r-v) ya fue descrito por Pedro M. Cátedra (“Prospección sobre el género consolatorio en el siglo XV…”, p. 12, nº 18). El propio Cátedra prometió en su artículo volver a tratar estos textos en un trabajo titulado “El taller de la epístola consolatoria: textos sobre la muerte del príncipe don Alfonso de Portugal (1491)”, trabajo que aún sigue sin aparecer. El segundo de estos textos tiene al mismo destinatario, el monarca luso y fue realizado por el prior de Guadalupe en nombre de los Reyes Católicos. Se conserva en la Biblioteca Universitaria de Salamanca (Ms. 2696, fols. 226v-227r). Según Cátedra, (Ibid. nº 19) este texto va seguido de algunas notas de carácter consolatorio, “seguramente para elaborar una pieza más extensa o para rehacer esta, que se presenta como un borrador”. 311 2.3. Literatura perdida Dentro de lo que Alan Deyermond calificó con el marbete de literatura perdida de la Edad Media408, hemos de añadir al corpus de textos acerca de la figura de Isabel una categoría especial sobre aquellas “de la cual existe nada más que una línea”409. Sin embargo, muchas de esas obras dejaron sus huellas en otros libros, indicios todos ellos sobre los que poder reconstruir el alcance de la obra perdida. La “época de la pérdida” del texto puede ser contemporánea a la fecha de composición de la obra o posterior, según los avatares del tiempo. El conocimiento de este corpus se fundamenta en las alusiones del autor en varias obras suyas, pues en ocasiones no sólo se deja entrever el título de la obra, sino también el contenido y el objetivo de la misma410. Un caso especial dentro de esta categoría de literatura perdida lo constituye una obra perdida de Gonzalo García de Santa María, compuesta en el círculo letrado zaragozano entre 1497 y 1498, que serviría de apoyo literario y propagandístico a la legitimidad al trono de Isabel iunior. El reino de Aragón, reticente, no permitía que las mujeres accedieran al trono, sino que fueran meras transmisoras de derechos. El Árbol de la sucesión de García de Santa María, quizá instigado por Fernando el Católico o por Isabel, vendría a corroborar el derecho femenino al trono. 2.3.1. Literatura de linajes: Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón de Gonzalo García de Santa María Gonzalo García de Santa María (Zaragoza 1447-Ibid. 1521)411 destaca por ser uno de los humanistas más preminentes de fines del siglo XV y principios del XVI, pero como 408 Formulado por vez primera en The Lost Literature of Medieval Spain: Notes for a Tentative Catalogue, London, Department of Spanish-Westfield College, 1977; “The Lost Literature of Medieval Spain: Excerpts from a Tentative Catalogue”, La Corónica, V (1976-77), pp. 93-100 y en varios seminarios hasta su artículo “La literatura perdida en la Edad Media castellana: problemas y métodos de la investigación”, en Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, coords. José Manuel Lucía Mejías, Paloma García Alonso y Carmen Martín Daza, Alcalá, Universidad, 1992, pp. 11- 32 hasta finalmente dar a la imprenta su La literatura perdida de la Edad Media castellana. Catálogo y estudio. I. Épica y romances, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995. Sobra decir que no he encontrado referencias a esta obra en los trabajos de Deyermond. 409 Alan Deyermond, “La literatura perdida en la Edad Media castellana: problemas y métodos de la investigación…”, p. 23. 410 Otro caso al que alude Deyermond acerca de las obras perdidas es el de los títulos proteicos, es decir, aquellos en que un texto perdido puede representar una obra existente bajo otro título. También se distinguen obras escritas y obras proyectadas, estas últimas acaso sin realización en la práctica. 411 Sobre el autor, ficha en BETA bioid 1184, aunque no se incluye la referencia a esta obra perdida. Más información en Robert B. Tate, “Four Notes on Gonzalo García de Santa María”, Romance Philology, XVII 312 ya apuntaba Julián Martín Abad, ha sido “un personaje sin suerte”, más estudiado por los bibliógrafos que por los filólogos412. La homonimia del personaje ha creado numerosos errores como el de Nicolás Antonio, quien lo confunde con otro Gonzalo García de Santa María, obispo de Astorga, Plasencia y Sigüenza, muerto hacia 1448413. Descendiente de judíos conversos, procedía de la familia García de Santa María, aunque no parece identificarse con el anteriormente citado obispo de Plasencia, Gonzalo García de Santa María, hijo de Pablo de Santa María y hermano de Alonso de Cartagena. Nació en Zaragoza el 31 de mayo de 1447 y el posible árbol genealógico, así como sus relaciones familiares, fueron expuestos por Martín Abad414. Se tienen noticias de algunas propiedades urbanas de los García de Santa María, que vivieron en el barrio zaragozano del mercado, zona que revela la elevada categoría social de sus habitantes415. Por los documentos localizados por Tate, sabemos que el 20 de febrero de 1471 se hallaba envuelto en un pleito con Luis de Santángel, tesorero de la infanta de Aragón, dato que manifiesta una cierta relación con el entorno más próximo de Isabel iunior. En 1484 ya figura como jurista en el consejo de Juan de Lanuza y en 1497 fue acusado de ciertas transacciones de propiedades y manipulaciones de moneda. En 1498, tras actuar como abogado defensor de Beatriz de Heredia frente a Fernando de Só y Castro, sufrió casi la violencia física cuando éste quiso buscarlo. Al año siguiente pedía justicia al rey Católico según conta en la carta transcrita por Jerónimo Zurita. Fue jurado de Zaragoza en 1501, año en el que también recibe el encargo de escribir la biografía de Juan II; abogado del arzobispo de Zaragoza, Alonso de Aragón y lugarteniente de justicia de Aragón, en 1510 ingresó en la orden de los Cartujos416. Su testamento, dado el 10 de mayo de 1519 ante el notario de Zaragoza Juan de Arruego destaca por ser un “escrito de rara vitalidad”, puesto que en él “se concede más (1963), pp. 362-372, incluido posteriormente con el título “Gonzalo García de Santa María, bibliófilo, jurista, historiador”, en Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, Gredos, 1970, pp. 212-227; Julián Martín Abad, “Gonzalo García de Santa María: apuntes bio-bibliográficos”, en Homenaje a Luis Morales Oliver, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 495-513; José María Viña Liste, Cronología de la literatura española. I. Edad Media, Madrid, Cátedra, 1991, 120, n. 419. 412 Julián Martín Abad, “Gonzalo García de Santa María: apuntes bio-bibliográficos…”, p. 495. 413 Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Vetus, Madrid, Ibarra, 1788, II, p. 244. Félix de Latassa ya señala el error en Biblioteca antigua de los escritores aragoneses, Zaragoza, Medardo Heras, 1796, II, p. 353 y José Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, Madrid, José Rodríguez y Joaquín Muñoz, 1861-1865, VI, p. 319. 414 Julián Martín Abad, “Gonzalo García de Santa María: apuntes bio-bibliográficos…”, p. 496. 415 María Isabel Falcón Pérez, Zaragoza en el siglo XV: morfología urbana, huertos y término municipal, Zaragoza, Ayuntamiento, 1981, pp. 58, 80-81 y 299. 416 Klaus Reinhardt, Biblioteca bíblica ibérica medieval, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1986, p. 151. 313 importancia a sus libros que a cualquier otra cosa”, en palabras de Américo Castro, lo cual nos presenta a un notable bibliófilo417. En cuanto a su posible ascendencia conversa, el conocido como Libro verde de Aragón ofrece noticias de que Gonzalo García de Santa María fue condenado por la Inquisición en los años de 1488 y 1492, aunque estos cargos deben de referirse a su hijo, también del mismo nombre, como ponía de manifiesto Antonio Pérez Gómez418. Doctor en derecho, su actividad literaria se remonta a 1469. Tuvo relaciones mercantiles con uno de los impresores más famosos de la época, Pablo Hurus, para quien trabajó como editor literario y corrector de pruebas. En el taller de Hurus su trabajo tendría que circunscribirse a la correcta ortografía y puntuación, según los usos de la época. A este respecto, destaca su intervención en los Fori Aragonum abbreviati et observantiae, las Constitutiones Synodales Archiepiscopatus Cesaraustani así como en la Crónica de Aragón de Fray Gauberto Fabricio de Vagad. Como traductor, vertió al castellano uno de los sermonarios medievales más conocidos: la Postilla super epistolas et evangelia de Guillermo Parisiense. Esta traducción bien pudiera ser la corregida por fray Ambrosio Montesino en 1512, que gozó de un gran éxito editorial hasta su inclusión en el Index de 1559. Entre 1498 y 1491 tradujo el best seller de las Vitae Patrum, bajo los posibles títulos Las vidas de los sanctos religiosos, Vidas de los santos religiosos de Egipto y Vida de los padres heremitas. De igual modo, conocemos varias ediciones de su traducción de las Cordiale quattor novissimorum de Dionisio el Cartujano, con el título Cordial de las quatro cosas postrimeras. Llevó a cabo también una traducción de los Disticha Moralia del Pseudo- Catón (El Catón en latín e romance), cuyo prólogo ha sido abundantemente utilizado en los estudios sobre el humanismo peninsular. En su faceta de historiador, Gonzalo García de Santa María destaca como uno de sus principales cronistas de Aragón. Fernando el Católico le encarga en 1501 la realización de una biografía de su padre, el rey Juan II de Aragón, que apareció bajo el título Vita Johannis Secundi Regis Aragonum419. Centrada en las guerras civiles 417 Américo Castro, Santa Teresa y otros ensayos, Santander, Historia Nueva, 1929, pp. 198-199. Resulta sorprendente que Castro tan sólo dedique unas meras líneas a este interesantísimo escritor converso de fines del XV. 418 Antonio Pérez Gómez, Versiones castellanas del Pseudo-Catón. Noticias bibliográficas, Valencia, 1964, pp. 5-6. 419 Se encuentra el Mss. 9571 de la Biblioteca Nacional. Se puede consultar en línea en BDH: http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000004796&page=1. Robert B. Tate, Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, “Una biografía humanística de Juan II de Aragón”, pp. 228-248 [229]. El manuscrito, de 78 hojas en pergamino, cuenta con una portada bellamente iluminada, con letra capital y un escudo de los 314 catalanas, ensalza el papel relevante de Fernando en las actuaciones militares y de pacificación, frente a sus dos hermanastros don Alfonso y don Juan. Finaliza con la ascensión al trono de Fernando así como con el feliz cumplimiento de la anexión al reino castellano, vieja aspiración de su padre, Juan II420. La obra bebe de fuentes clásicas, como el ya referido Salustio, Tito Livio o también Tácito; influye en Lucio Marineo Sículo y precede a Nebrija en la concepción del rey como guía de un naciente imperialismo así como en la valoración del castellano como lengua del estado moderno. Esta biografía se inserta en el programa propagandístico de los Reyes Católicos en torno a la alabanza regia y el engrandecimiento de los anteriores reinados. De este modo, guarda concomitancias con el De rebus Hispaniae Memorabilius Opus de Lucio Marineo Sículo421. Su testamento, fechado en 1519, expone la selección de su patrimonio bibliográfico que parece revelar la posesión de una gran biblioteca; de sus libros, dice, «tengo los más de ellos muy studiados y corregidos… Y no se maraville alguno que tanta diligencia pongo en mis libros, porque según mi afection, mas valen que todo el resto de mi mueble», indicios de una lectura atenta y reflexiva así como de una plena conciencia de la riqueza intelectual de su patrimonio librario422. La carta de Zurita que documenta esta obra perdida de García de Santa María fue publicada en 1899 por Manuel Serrano y Sanz423. Esta obra lleva en su primer folio en papel una copia de mano de Jerónimo Zurita de una carta dirigida por Santa María a Fernando el Católico acerca de la defensa de doña Beatriz de Heredia fechada en Zaragoza en 1499. El libro parece posible que fuera posesión de Jerónimo Zurita, de quien se conserva su firma autógrafa en la cubierta interior y posterior y que después pasara a Reyes Católicos con sus armas y una granada, portado por dos angelotes alados a los que acompañan los preceptivos yugos. Para Tate era “el ejemplo más acabado de biografía humanista que ofrece la Península Ibérica en el umbral del Renacimiento” 420 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos…., II, pp. 306-312. Luis Gil Fernández, “Los Studia Humanitatis en España durante el reinado de los Reyes Católicos”, Península. Revista de Estudos Ibéricos, 2 (2005), pp. 45-68 [59]. 421 Robert B. Tate, “Mitología en la historiografía española” y “Nebrija, historiador”, en Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV…, pp. 27 y 193-194. 422 Manuel Serrano y Sanz, “El testamento de Gonzalo García de Santa María”, Boletín de la Real Academia Española, 1 (1914), pp. 470-478: «Item, lexo a mi mujer todo lo que se fallara dentro de mi studio, assi de libros que esten en las tablas y fastigores, como en el suelo y dentro de caxas y caxones; assi de pergamino como de paper, y assi scriptos de mano, como de emprenta, y assi cisternados en pergamino como otros qualesquiere, y assi griegos como latinos, y assi de romance como de latin, de qualquiere facultad sean […] porque libros peregrinos con los quales, dando en buenas manos, se podria fazer uno mucha honra, porque tengo los mas de ellos muy studiados y corregidos… Y no se maraville alguno que tanta diligencia pongo en mis libros, porque segun mi affection, mas valen que todo el resto de mi mueble». 423 El testimonio conservado es copia de una carta de mano de Jerónimo Zurita, conservada en la BNE, Mss. 9571 (olim Dd 184), editado por Antonio Paz y Melia en CODOIN, LXXXVIII, p. XIV, nº. 1 y posteriormente en Manuel Serrano y Sanz, “Cartas históricas inéditas de varios autores”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXV (1899), pp. 335-338. 315 propiedad de la Biblioteca de los Capuchinos de la Paciencia de Madrid, de los cuales aparece el ex libris en la primera hoja de guarda. Al final de la misma, el autor se refiere a una obra suya anterior bajo el título Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón: Ca no quiero dexar de recordar a vuestra alteza que el primer letrado que scrivió algo e embió el Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón e mostró que mujer podia suceder en estos reinos fue yo; e faria quando el caso lo ofresciese tan grandes servicios a vuestra alteza quanto el que mandó deshonrarme. E porque sería desconfiar de príncipe tan justo e cathólico mas prolixamente scrivir, doi fin a la presente. El libro, escrito entonces entre octubre de 1497, tras la muerte del príncipe don Juan y agosto de 1498, fecha de la muerte de la infanta Isabel, trataría no sólo de la genealogía aragonesa sino también del problema de la sucesión femenina, aunque a la luz de su ideología, bien pudiera contener también los conceptos de providencialismo e imperialismo unificador424. Nicolás Antonio le atribuía esta obra bajo el título de La sucesión y conquistas de los príncipes de la casa real de Aragón425. Escrita en el contexto del problema candente de la quiebra de la sucesión lineal, para Martín Abad, “parece que se trataba de un muestrario típico de la postura del historiador como partidario de la unión de Aragón y Castilla y como defensor de la sucesión femenina al trono de Aragón. Pero no queda rastro de esta obra fuera de las referencias a su título y contenido”426. Esta obra tendría como objetivo la defensa de los derechos sucesorios de Isabel a la corona de Aragón aunque, del mismo modo abriría una nueva línea argumental que buscaba mediante su desarrollo la legitimación del gobierno femenino. Otros modelos así lo prueban, como el breve exordio de Fernando de Pulgar427 sobre que «las mujeres sucediesen en el reino de Castilla y gobernasen» o el tratado de Diego Rodríguez de Almela: Tractado de como las mugeres heredaron siempre en España los regnos, ducados condados, señoríos et mayoradgos después de la muerte de sus padres, non dexando hijos barones legítimos que lo heredasen (1483). Dicho tratadito expone 22 ejemplos sobre la transmisión hereditaria por vía femenina. La petición del texto se hizo a ruego de Juan Chacón, deseoso de contentar a la reina Isabel, muy aficionada a conocer ejemplos de mujeres que apuntalaran la sucesión femenina. Tal aspecto ya había aparecido en el testamento de Fernando el Católico cuando instituye por vez primera a su 424 Sobre los nobiliarios como parte de la prosa histórica, Cfr. Ana María Machado, “La prosa histórica”, en Historia de la literatura portuguesa, Madrid, Cátedra, 2000, pp. 86-88. 425 Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, Madrid, Ibarra, 1783, I, pp. 556. 426 Julián Martín Abad, “Gonzalo García de Santa María: apuntes bio-bibliográficos…”, p. 503. 427 Fernando de Pulgar, Crónica…, I, pp. 70-72. 316 hija como heredera universal, por lo que esta obra se inscribe perfectamente en este interés regio428. 2.4. Parateatralidad y micropoética: momos y justas literarias. Divisas e invenciones En un periodo tan rico como esa transición del siglo XV al XVI, la sociedad cortesana también experimenta un cambio en sus formas de entretenimiento. Todos estos elementos quedaron apuntados en los clásicos estudios de Huizinga, de los que se puede colegir que la vida cultural de las elites cortesanas de fines del siglo XV se ha convertido en un magnífico juego de sociedad429. Este elemento lúdico se emparenta con el literario en tanto que en su transgresión nos acerca a la fiesta y al espectáculo a través de la parateatralidad presente en los momos y justas así como en la micropoética de los motes e invenciones430. La sociedad establece unos elementos cortesanos y literarios que serán reproducidos en un comportamiento codificado en los hábitos socioculturales de la caballería, “hecho de fantasía multicolor y sentimentalidad elevada que era capaz de galvanizar las fuerzas de la inquieta aristocracia castellana hacia los proyectos militares 428 Tal aspecto ya había sido objeto de consideración en el primer testamento de Fernando el Católico, redactado por Hernando de Talavera en 1475: Isabel era su heredera universal por ser su primogénita. Vid. Testamento de Fernando (Tordesillas, 12-VII-1475) en José Ángel Sesma Muñoz, Fernando de Aragón. Hispaniarum Rex, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1992, doc. 13, p. 262. David Nogales en su artículo “Cultura visual y genealogía en la corte regia de Castilla durante la segunda mitad del siglo XV”, eSpania, 11 (2011), en línea, también incide en este asunto [Consultado el 7 de marzo de 2015]. Otras obras de carácter linajístico y probatorio de la sucesión femenina en la que cabe circunscribir esta obra perdida es la escrita por Cristóbal de Santiesteban, el llamado Tratado de la sucesión de los reinos de Jerusalén y Nápoles, dedicado a la reina Católica en 1503. Posterior a la crisis sucesoria en la que cabe inscribir la obra de Santa María, este libro recoge esa línea además de unir la legitimidad de los derechos de la corona aragonesa en Sicilia y Nápoles así como el reconocimiento de las mujeres como herederas al trono castellano a falta de varón. Así se inserta una «breve relación» de carácter genealógico, incidiendo en el problema sucesorio de Felipe y Juana como herederos a la corona aragonesa. Vid. Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa de los Reyes Católicos..., I, pp. 332-340. 429 Así se expone en las dos obras fundamentales de Johan Huizinga: El otoño de la Edad Media: estudio sobre la forma de la vida y del espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos, Madrid, Alianza, 1978 e id. Homo ludens, Madrid, Alianza, 1984. 430 Sobre el concepto de la parateatralidad es necesario asumir un criterio flexible y “una amplia mirada para contemplar el hecho teatral” Vid. Javier Huerta Calvo, El teatro medieval y renacentista, Madrid, Playor, 1984, p. 12. La ausencia de preceptivas o poéticas teatrales medievales no hace sino agudizar un problema en torno a la atención teórica. Cfr. “La teoría teatral en la Edad Media”, en Historia del teatro español. I. De la Edad Media a los Siglos de Oro, dir. Javier Huerta Calvo, Madrid, Gredos, 2003, pp. 85- 108. Tomamos el término micropoética de Alan Deyermond; aunque ya acuñado por Stephen Reckert, fue el maestro británico el encargado de difundirlo dentro de la poesía cancioneril a través de las invenciones y motes en su trabajo “La micropoética de las invenciones”, en Poesía de cancionero del siglo XV, eds. Rafael Beltrán, Josep Lluís Canet y Marta Haro, Valencia, Universitat de València, 2007, pp. 267-288. 317 y de reforma religiosa que impulsaron los Reyes Católicos”, según Fernández de Córdova Miralles431. El ideal caballeresco ficcional se vuelve elemento estético cortesano más que característica moral, todo ello con la crisis de final de siglo y el cambio de una sociedad que basa su caballería en las riquezas y no en los ideales morales como telón de fondo. Así, Cartagena en su Doctrinal de caballeros reactualiza esta polémica puesto que los nobles y caballeros, al centrarse en estos fútiles pasatiempos, están ahorrando fuerzas que deberían dedicarse a la guerra de Granada. Aunque también hay posturas a favor, como la de Rodrigo Sánchez de Arévalo en su Vergel de príncipes, donde afirma la conveniencia de estos torneos que fomentan la virtud y los ideales caballerescos432. La imbricación entre literatura y vida será sentida a partir de unos hechos parateatrales que buscan su referente en la cotidianidad. En cuanto al oficio de la caballería433, la traslación de los valores caballerescos a justas y batallas literarias se da ya desde los llamados rieptos judiciales, es decir, los combates caballerescos celebrados para dirimir afrentas y cuyo resultado como prueba judicial será el juicio divino de Dios434. De aquí al desafío caballeresco solo hay un paso. Las referencias a estas batallas son numerosísimas y en ellas participaron los prohombres más conocidos de la época: Joanot Martorell, Diego de Valera, Juan Rodríguez del Padrón o el portugués Lopo de Almeida435. 431 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, p. 83. 432 Rodrigo Sánchez de Arévalo, Vergel de los príncipes, en Prosistas castellanos del siglo XV, ed. Mario Penna, Madrid, Atlas, Biblioteca de Autores Españoles, 1959, pp. 311–341. Sobre el particular de literatura y vida cortesana: Vicenta Blay Manzanera, “La sociedad cortesana como texto”, en Actas do IV Congresso da Associação Hispânica de Literatura Medieval, eds. Aires A. Nascimento y Cristina Almeida Ribeiro, Lisboa, Edições Cosmos, 1993, IV, pp. 335-344. 433 Cfr. el canónico estudio de Johan Huizinga, El otoño de la Edad Media…, donde se dedican los capítulos IV al VII al oficio de caballería y los valores caballerescos. 434 José Luis Martín y Luis Serrano-Piedecasas, “Tratados de Caballería. Desafíos, justas y torneos”, Espacio, Tiempo y Forma, 4 (1991), pp. 161-242, concretamente pp. 186 y ss. Un ejemplo claro será el Fuero de Salamanca, donde la propia justicia apoya estas justas. Un excelente repaso a las ceremonias caballerescas de la corte de los Reyes Católicos, con desafíos, justas, toros, torneos y juegos de cañas se realiza en Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, pp. 343-365. También desde los usos centroeuropeos: Eric Bousmar, “Pasos de armas, Justas y torneos en la corte de Borgoña (siglo XV y principios del XVI). Imaginario caballeresco, rituales e implicaciones sociopolíticas”, en El legado de Borgoña. Fiesta y ceremonia cortesana en la Europa de los Austrias (1454-1648), eds. Krista de Konge, Bernardo J. García García y Alicia Esteban Estríngana, Madrid, Fundación Carlos de Amberes- Marcial Pons, 2010, pp. 561-605. 435 Así lo ha puesto de relieve Martín de Riquer en numerosas obras, entre las que destacamos Caballeros andantes españoles, Madrid, Gredos, 2008. También el clero participó de estas celebraciones, cuya intervención no siempre se destaca como buen ejemplo. Vid. Ana Arranz Guzmán, “Fiestas, juegos y diversiones prohibidos al clero en la Castilla bajomedieval”, Cuadernos de historia de España, 78 (2003- 2004), pp. 9-34. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1184033 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1184033 https://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=367 318 Los ideales caballerescos y sus reflejos festivos y parateatrales no sólo se viven en la sociedad medieval, sino que también se hacen ficción al llevarlos al terreno literario en obras tan conocidas como el Amadís de Gaula, el Caballero Cifar, el Victorial de Pedro Niño o en las obras historiográficas vinculadas con las crónicas de Álvaro de Luna o Miguel Lucas de Iranzo, así como en las crónicas portuguesas escritas por Fernão Lopes y Gomes Eanes de Zurara. En palabras de Thomas Devaney “faced with challenges to the legitimacy of their privileged position, the defenders of Castilian chivalry employed classical exemplars in efforts to convey those qualities that made the nobility indispensable to society”436. Una de las manifestaciones literarias más conocidas de este universo caballeresco son los pasos de armas, como el conocido Paso Honroso de Suero de Quiñones437, o los carteles de desafío. Estas cartas de batalla dieron autenticidad real a los ideales caballerescos y de cortesía y se adoptaron en las cortes peninsulares como los carteles cruzados entre Alfonso V de Portugal y Fernando el Católico con ocasión de la guerra peninsular. Ya hemos visto cómo a través de Gómez Manrique se incluyó a Isabel como rehén de tal afrenta438. Los ideales estéticos también se hacen visibles en los conocidos como juegos de cañas, donde los caballeros actúan en un juego ecuestre importado del norte de África mientras montan sus caballos a la jineta y se presentan vestidos en ropas moriscas. Adaptado del entrenamiento militar, el juego de cañas asegura a los caballeros el diestro manejo de las armas, creando una marca de la identidad castellana. De igual manera, en su descripción narrativa, estos juegos venían a insistir en el tópico cruzadista así como en 436 Thomas Devaney, “Virtue, Virility, and History in Fifteenth-Century Castile”, Speculum, 88/3 (2013), pp. 721-749 [722]. Otras obras canónicas de la literatura medieval como el Tirant lo Blanc, Curial i Güelfa o La Gran Conquista de Ultramar, son lectura obligada para quien desee profundizar en el mundo caballeresco a través de la literatura. Por supuesto, estos ideales cuentan con el sustrato caballeresco presente en el Libro de Buen Amor, en la que el arcipreste de Hita presenta el combate de don Carnal y doña Cuaresma como un torneo caballeresco en el que intervienen heraldos y los conocidos reyes de armas, personajes que forman parte de una cosmovisión de época. 437 El famoso desafío consiste en llevar al cuello una argolla todos los jueves del año, empresa para la que se fija un rescate de trescientas lanzas rotas por él y sus compañeros contra cualquier caballero que pretenda cruzar el puente sobre el río Órbigo por el que pasan los peregrinos jacobeos. Quienes deseen combatir hallarán siempre a uno de los mantenedores dispuesto a la batalla. Igualmente, las señoras de honor que pasen por el lugar habrán de hacer entrega del guante de la mano derecha si no van acompañadas de un caballero. 438 José Luis Martín y Luis Serrano-Piedecasas, “Tratados de Caballería. Desafíos, justas y torneos…”, p. 200. En Castilla fue un procedimiento habitual que acabó por atraer el interés y jurisdicción de los Católicos en las Cortes de Toledo de 1480. Los soberanos se ven obligados a tomar medidas contra el mal uso de estos combates que se ha hecho frecuente en el reino a través de las leyes que regulen tal procedimiento: «que quando algund cavallero o escudero o otra persona menor tiene quexa de otro, luego le envía una carta, a que ellos llaman cartel, sobre la quexa que del tiene, e dende e de la respuesta del otro vienen a concluir que se salgan a matar en lugar cierto, e cada uno con su padrino o padrinos o sin ellos, segund los tratantes lo conciertan». 319 los ideales de conquista, focalizados en Granada. Todo esto forma parte de una mixtura como Devaney afirma: “in this imagined future, Islamic cultural influences, such as the jineta and the juego de cañas, would become part of a shared Iberian heritage”. Así, se quiso aureolar estos juegos de un pasado glorioso romano, al fundamentar los orígenes de los mismos en la Antigua Roma cambiando incluso su denominación por ‘juegos troyanos’439. Se da una muestra en las fiestas que tuvieron lugar en 1497 con motivo de la llegada al reino de Margarita de Austria, donde el príncipe don Juan y su padre, vistieron ropas moriscas y justaron a la jineta como parte del ceremonial cortesano de bienvenida a la futura princesa. En el apartado dedicado a la micropóetica hemos de incluir los motes, breves y divisas, de texto brevísimo (de tres a cuatro versos a lo sumo) y cuyo origen estaba en las fiestas cortesanas de justas y bailes donde los caballeros portaban estas composiciones mediante letreros. El didactismo más o menos presente o implícito en la literatura medieval se hermana con el propósito jovial y la importancia de la risa. La poesía cancioneril no se desligó de esta tradición, para lo cual ya Baena expresó que uno de sus objetivos era «apartar tristezas y pesares del espíritu». El Cancionero General incluirá un importante bloque de «invenciones y letras de justadores», otorgando carta de naturaleza poética a estas mismas composiciones440. Estos versos cumplen con los preceptos de la concentración conceptual441. No hay que descartar tampoco las relaciones entre esta poesía breve y su elemento visual, ya que la distribución puede ser tripartita (texto, texto, icono) o bien bipartita (texto, icono). Así mucha de esta micropoesía se basaba en los libros de emblemas en la literatura medieval así como en justas y torneos cortesanos donde lo visual se entreteje –literalmente– con la literatura442. Así, el hecho cortesano se vuelve literatura en la ficción sentimental del 439 Ibid. 440 La micropoética ha sido atendida pero no con el interés que se merece. Vid. Alan Deyermond, “La micropoética de las invenciones…”, pp. 267-288. También Francisco Rico, “’Un penacho de penas’: sobre tres invenciones del Cancionero general”, Romanistisches Jahrbuch, 17 (1966), pp. 274-284; Ian Macpherson, “The Game of Courtly Love: Letra, divisa and invención at the Court of the Catholic Monarchs”, en Poetry at Court in Trastamaran Spain, from the “Cancionero de Baena” to the “Cancionero general”, eds. E. M. Gerli y J. Weiss, Tempe, Medieval & Renaissance Texts & Studies, 1998, pp. 95-110 y, finalmente, Ian Macpherson, The “Invenciones y letras” of the “Cancionero general”, Londres, Department of Hispanic Studies-Queen Mary and Westfield College, 1998. 441 Este incipiente conceptismo ya estaba presente en la prosa medieval del Conde Lucanor o el Libro de los ejemplos por ABC. Acerca del conceptismo y su evolución en un poeta concreto, destaca el epígrafe: “Brevedad, agudeza, conceptismo: evolución de los géneros breves cancioneriles”, en Álvaro Bustos Táuler, La poesía de Juan del Encina: el “Cancionero” de 1496…, pp. 285-287. 442 Alan Deyermond, “El tejido en el texto, el texto tejido: las chansons de toile y poemas análogos”, en Estudios Románicos, 11 (1999), pp. 71-104. 320 Tratado de amores de Arnalte y Lucenda de Diego de San Pedro, donde Arnalte, como galán enamorado, suplica a Lucenda que dance con él en una suerte de complemento totalizador del momo y el baile, donde el amador llevará bordadas unas marcas, la invención propiamente dicha y aparecerá la obligación de todo cortesano: «el justar del día como el momear de la noche»443. En la continuación de Cárcel de amor de Nicolás Núñez (1496), la mayoría de las letras se bordan en el vestido de Laureola, donde el simbolismo de los colores apoya la lectura de estas invenciones. Del mismo modo ocurre en las letras «SY» que llevan bordados los momos que participan en las celebraciones parateatrales de la boda de la primogénita de los Reyes Católicos, según las informaciones de Ruy de Sande, letras que se refieren a la afirmación dada por Isabel al contraer matrimonio. En resumen, en este otoño de la Edad Media, las nuevas formas cortesanas de entretenimiento van a dar paso a nuevas formas de poesía y dramatización: la micropoética y la parateatralidad, expuestas en alegrías cortesanas como los momos y las justas literarias a través de divisas e invenciones. La mujer (reina, princesa o infanta) ocupaba un lugar destacado en las fiestas, principalmente en aquellas donde se celebraba el bautismo del heredero, entradas cortesanas, matrimonios y todas aquellas de gran importancia en la corte trastámara. Así, según Fernández de Córdova Miralles: “en el frenesí festivo de la corte trastámara, la reina escoltada por sus damas ocupa el centro estático de la fiesta: ella preside el banquete, inicia la danza o es el pretexto de justas y torneos donde se combate para honrarla”444. 2.4.1. Sevilla. 1490 Con ocasión de la ceremonia matrimonial por palabras de presente entre Isabel y Afonso, realizada en la noche del domingo 18 de abril de 1490 en Sevilla, se celebraron 443 Diego de San Pedro, Tratado de amores de Arnalte y Lucenda, en Obras Completas, ed. Keith Whinnom, Madrid, 1981, I, pp. 113-114. La letra dice así: «Este, triste más que hombre / que muere porque no muere, / vivirá cuando viviere / sin su nombre». 444 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, p. 51. También en p. 83 se incide en las formas caballerescas de la reina Católica a través de los sucesos de su propia existencia: su enamoramiento de oídas y más tarde el matrimonio en secreto con Fernando; las actuaciones de la reina en la guerra de Portugal y Granada como virgo bellatrix; su fe en el apóstol Santiago como campeón de la cristiandad así como una serie de cartas y arengas traslucen una imagen de Isabel I cercana a la doncellas de los libros sentimentales y de caballerías, imagen que también adopta su hija. Los códigos literarios se asimilan en la cotidianidad de las cortes a través de patrones de comportamiento codificados, de los cuales participaría la infanta Isabel cuando, al conocer la muerte de Afonso, se cortó los cabellos siguiendo el ejemplo de las damas de los libros de caballerías. 321 distintas fiestas públicas como justas y bailes en los que tomaron parte los propios soberanos. Las justas, definidas como un combate singular entre caballeros que hacían valer su honor y estima en la corte, requerían de un espacio al aire libre para desarrollar esta actividad. El recinto acotado para la liza necesitaba además de unos estrados donde se disponían las damas de la corte. Dentro de este universo, el vestuario y las guarniciones de estas mujeres se cuidaban al detalle. Así, los gastos destinados para una hacanea para «la prinçesa de Portogal», posiblemente creada para los desplazamientos de Isabel por la ciudad hispalense como reza la nómina, sumaron un total de 111.697 maravedís445. Igualmente, los juegos de cañas y de toros estaban presentes en estas celebraciones sevillanas. Durante estos días de fiesta, se corrieron doce toros para aclamar el matrimonio de la infanta Isabel446. Estas celebraciones se emplazaron en los Reales Alcázares sevillanos447, aunque como apunta el cronista Fernando de Pulgar también se habilitó un espacio en campo abierto para este particular: E para las justas, que duraron estos quinze días, se fizo vn campo grande fuera de la çibdat, la tela de paño de seda, e fueron fechos çient cadahalsos, çinqüenta de la vna parte de la tela e otros çinqüenta de la otra parte donde estovieron las damas [...] E todos estos cadahalsos eran cubiertos de tapaçería e de paños de oro e de seda448. En el espacio cerrado, la sala del palacio será el microcosmos de la fiesta, esto es, el escenario de todo tipo de juegos y representaciones de carácter teatral que, despojadas de sus características religiosas y de su vinculación a la iglesia como espacio, se convierte en un espacio teatral extracotidiano449. El rey y la nobleza eran a la vez público y actantes de esta fiesta cortesana que traslucía la ideología monárquica y cortesana. Así, la acción 445 Cuentas, I, p. 336: «para las fiestas que en la dicha çibdad se fizieron». Esta magnífica hacanea contaba con una guarnición de plata y «flocaduras» del mismo material, así como cuero. Igualmente costosos resultan los datos relativos al coste de los vestidos que llevó Isabel durante estos quince días. 446 Las fiestas de Sevilla en el siglo XV. Otros estudios, dir. José Sánchez Herrero, Madrid, Deimos, 1991, pp. 34 y ss. Los juegos de cañas también servían a los caballeros para ejercitarse en el arte de la guerra de una manera celebrativa, aunque este tipo de desafío caballeresco contenía unos elementos moriscos propios, provenientes de la frontera granadina donde solían desarrollarse. Según relatan los cronistas, la afición desmesurada de Fernando el Católico por estos juegos le llevó a descuidar algunas cuestiones de gobierno. Cfr. Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, pp. 353-354. 447 Así lo recoge Begoña Alonso Ruiz, “Doña Isabel de Castilla, entre la magnificencia castellana y portuguesa. Ceremonias del enlace con el príncipe don Alfonso…”, p. 111, n. 20. 448 Fernando de Pulgar, Crónica…, pp. 438-439. 449 Para un análisis del fenómeno teatral a fines de la Edad Media, Cfr. Ángel Gómez Moreno, El teatro medieval castellano en su marco románico, Madrid, Taurus, 1991. Para la primitiva escenografía en un espacio ambivalente entre lo teatral y lo real: Teresa Ferrer Valls, “El espectáculo profano en la Edad Media: espacio escénico y escenografía”, en Historias y ficciones: Coloquio sobre la literatura del siglo XV, eds. Rafael Beltrán, Josep Lluís Canet y Josep Lluís Sirera, València, Universitat de València, 1992, pp. 307-322. También Eva Castro Caridad, “El arte escénico en la Edad Media”, en Historia del teatro español. I. De la Edad Media a los Siglos de Oro, dir. Javier Huerta Calvo, Madrid, Gredos, 2003, pp. 55- 84 [67-71]. 322 dramática “llevaba al campo de lo imaginario al espacio real monárquico”, creando una simbiosis perfecta entre los ideales caballerescos y los presupuestos cortesanos450. Los momos serán las primeras manifestaciones parateatrales que se desarrollaron en estas cortes a fines del XV. Alonso de Cartagena describe su introducción como novedad: «el juego que nuevamente agora se usa de los momos»451. Vinculados a ocasiones celebrativas de la corte unían la palabra, el elemento icónico del disfraz o visaje así como las danzas. Realizados normalmente de noche y al término del banquete, los momos se documentan en Francia e Italia desde el siglo XIV; Eugenio Asensio los define como “la mascarada y el enmascarado que con ella iba”452. Tras su paso por Inglaterra y Portugal, los momos se adoptan en Castilla a principios del siglo XV 453. El momo, entendido entonces como disfraz y como fiesta teatral en un sentido amplio, responde a un deseo libertador de la fiesta como nivelización social. A través del mismo, el noble podía identificarse con alegorías y héroes. Los yelmos y cimeras de las justas se cambian ahora por visajes que otorgan al caballero un nuevo papel en la fiesta cortesana. La trama suele circunscribirse a los presupuestos del amor cortés, con un desarrollo escénico muy simple y breve que, a su vez, debe completarse en el espectáculo cortesano más amplio. Como señaló Asensio, se producía una asociación de continuidad entre la justa y el momo, lucha y mascarada teñida de cierto erotismo, siempre en torno a la dama y a la posibilidad de un encuentro con la misma, aunque solo fuera a través del baile, justo premio para los caballeros de la lid. Asensio resume los momos así: Los enmascarados eran la flor de la corte, desde el rey hasta el paje, y desplegaban un lujo asiático en vestidos y joyas. La tramoya y el montaje requerían artistas inventivos, casi ingenieros teatrales. Se representaban ordinariamente en el gran salón de palacio, alrededor de la cena y remataban en danza. Los momos tomaban sus argumentos ordinariamente del mundo caballeresco. Recurrían al exotismo, aunque su imagen del 450 Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, p. 262. 451 Sobre la teatralidad de estas manifestaciones y los fastos medievales, Juan Oleza, “Las transformaciones del fasto medieval”, en Teatro y espectáculo en la Edad Media, ed. Luis Quirante Santacruz, Alicante-Elx, Diputación-Ajuntament, 1992, pp. 47-64. Sobre la teatralidad presente en otros géneros literarios, destacamos los trabajos de Josep Lluís Sirera, “Diálogos de cancionero y teatralidad”, en Historias y ficciones: Coloquio sobre la literatura del siglo XV, eds. Rafael Beltrán, Josep Lluís Canet y Josep Lluís Sirera, València, Universitat de València, 1992, pp. 351-363 y Vicenta Blay Manzanera, “Espectáculos cortesanos y parateatralidad en la ficción sentimental”, Bulletin of Hispanic Studies, LXXIV (1997), pp. 61-91. 452 Eugenio Asensio, “De los momos cortesanos a los autos caballerescos de Gil Vicente”, en Estudios Portugueses, París, Fundação Calouste Gulbenkian, Centro Cultural Português, 1974, pp. 25-36 [33]. 453 N. D. Shergold (A History of the Spanish stage from medieval times until the end of the seventeenth century, Oxford, Oxford University Press, 1967, pp. 125-128), define estos momos en su acepción inglesa: “momerie” dentro de su monumental historia del teatro, en lo que considera “early secular drama”. Finalmente, Ana Álvarez Pellitero, “Desde los orígenes hasta el siglo XV”, en Historia del teatro español. I. De la Edad Media a los Siglos de Oro, dir. Javier Huerta Calvo, Madrid, Gredos, 2003, pp. 109-135 [129- 130]. 323 mundo parece inspirada en los viajes de Juan de Mandeville, más que en los libros de geografía. Si bien lo esencial era el atuendo, la danza y la música, podían ir acompañados de breves, cartas, cantigas. Exaltaban la ventura y la aventura, puesta al servicio del bien y del amor454. La corte de los Católicos aceptará estas diversiones como un elemento más donde vehicular sus fines políticos y propagandísticos. El ejemplo más notable y conocido, principalmente por contar con el testimonio textual, son los momos encargados a Gómez Manrique por Isabel la Católica para festejar el cumpleaños de su hermano Alfonso455. Anteriormente a las alegrías sevillanas, la corte de Isabel I disfrutó de estos momos en Arévalo y de los organizados por el duque de Alba en abril de 1475, que debió sin duda de presenciar una jovencísima infanta Isabel456. Más adelante, en las Cuentas de Baeza hay constancia de dos momos: los primeros celebrados en 1489 y a costa del príncipe don Juan y los segundos en 1490 a cargo de la infanta Juana457. Desafortunadamente, estos momos no cuentan con una base textual a la que aferrarnos para conocer el desarrollo dramático de los mismos. Sin embargo, las noticias sobre los gastos empleados en los disfraces hacen posible su reconstrucción, también posible a través de las excepcionales noticias narradas en cartas458. 454 Eugenio Asensio, “De los momos cortesanos a los autos caballerescos de Gil Vicente…”, p. 33. También sobre los momos vid. Miguel Ángel Pérez Priego, Teatro medieval. 2. Castilla, Barcelona, Crítica, 1997, pp. 15-20 [19]: “estos espectáculos […] presagiaban un desarrollo plenamente teatral por cuanto encerraban en potencia una pieza dramática. Había efectivamente en ellos acción y movimiento dramáticos, una mínima sucesión de cuadros y escenas, unos actores que encarnaban distintos papeles y se servían de máscaras y visajes y, muchas veces, además del apoyomusical y rítmico, hasta un texto poético, que acompañaba a la mímica y al gesto. Para transformarlos en teatro, sólo faltaba la aparición de un autor dotado que supiese aprovechar sus posibilidades dramáticas”. 455 Así, aparecen ocho damas cortesanas más la propia Isabel, ataviadas como las nueve musas. A través de un breve introito, cada una relatará mediante un breve un «fado» acerca de las virtudes y del príncipe Alfonso como buen cortesano y rey. Los disfraces destacan por las vestiduras blancas y «fermosas plumas» y la principal novedad de esta representación estriba en el protagonismo femenino. El príncipe Alfonso será un personaje y actor mudo puesto que, incorporado a la escena como destinatario de la acción, no tomará parte activa de la misma, pero sí pasiva. También es posible que el público participara de forma activa en la representación o posteriormente en las danzas, sin embargo no contamos con documentación ni indicaciones del autor al respecto. Josep Lluís Sirera (“Diálogos de cancionero y teatralidad…”, p. 362) ya alertaba de que estas prácticas teatrales cortesanas juegan con “la confusión entre los papeles de autor/actor/espectador, lo cual no quiere decir (ni siquera en las inversiones de raíz carnavalesca llega a ocurrir esto) que se llegue a romper con la jerarquía de roles existente, sino más bien al contrario: jugando a ignorarla, se refuerza”. 456 María Jesús Díez Garretas, “Fiestas y juegos cortesanos…”, p. 172. 457 Cuentas, I, p. 295-296 y p. 324, respectivamente. El motivo de su celebración no está claro y posiblemente enlazaría con las distintas victorias de la campaña granadina. 458 El coste total de las alegrías sevillanas según los cálculos de Álvaro Fernández de Córdova Miralles (La corte de Isabel I. Ritos…, p. 351, n. 659), basados en las Cuentas de Baeza, ascienden a 3.000.000 de maravedís. No se esconde, ni siquiera a través de las cifras, la función propagandística y exaltadora de la monarquía a través de estos momos y fiestas. 324 2.4.1.1. Los momos de la boda: Carta de Ruy de Sande a D. João II En el aparato festivo y dramático en torno a la boda de Isabel y Afonso destaca el excepcional testimonio de la carta escrita al rey João II por un testigo ocular: el embajador Ruy de Sande. Datada en Sevilla el 22 de abril de 1490, es decir, sólo cuatro días después del enlace, Ruy de Sande se ofrece como narrador testigo del suceso a la hora de ofrecer las pertinentes noticias a su señor459. Tras narrar todo el ceremonial cortesano del enlace por palabras de presente así como del besamanos posterior, el aparato dramático comienza tras traer a la sala un «escabelo»460. El rey Fernando actúa como maestro de ceremonias al disponer a los embajadores, duques y demás principales que se sienten según manda el protocolo: «aos embayxadores que se asentasem da parte domde a senhora primceza estava e asy o fyzeram. E os duques e senhoras se asemtaram pelo estrado e degraos asy como estavam ate o chão nas alcatyfas»461. Efectuada la danza, comienza la parte dramática de la celebración. Se narra cómo «vyeram a salla quinze momos per esta maneyra»: Vynha hūa gramde torre sobre rodas resteyras asemtada e feyta de maneyra que se meneava toda e tamanha que todos cabiam demtro a quall era toda dourada com mujtas bamdeyras riquas das armas da senhora primceza com as de Purtugall e Castela framjadas de ouro muj louçãs e el Rey chamou os embayxadores e a mym que vysymos que aly demtro vynham as armas da senhora primçeza que heram jaa todas jumtas lygadas com as de Purtugall462. Gracias a esta descripción de Sande, sabemos que el aparato escénico consistía en una torre, arquitectura efímera descrita como móvil, «feyta de maneyra que se meneava 459 La carta, cuyo título genérico es Carta a D. João II sobre o casamento do príncipe D. Afonso, tiene como testimonio más antiguo el que se custodia en Lisboa, Arquivo Nacional Torre do Tombo (Códices e documentos de proveniência desconhecida, n. 43A). Posteriormente se inserta en Gaspar Correia, Crónicas dos Reis de Portugal e sumários de suas vidas, com a história da Índia e armadas que se mandaram até o ano de 1533. Lisboa. Finalmente, la edición moderna se recoge en Gaspar Correia, Crónicas dos Reis de Portugal e sumários de suas vidas (D. Pedro I, D. Fernando, D. João I, D. Duarte, D. Afonso V, D. João II), Lisboa, Academia das Ciências de Lisboa, 1996. Por su parte, Álvaro Fernández de Córdova Miralles, (La corte de Isabel I. Ritos…), no incluye este excepcional testimonio dentro de su apartado acerca de “Los momos en la corte de la reina”, pp. 264-269. 460 Teresa Ferrer Valls, “El espectáculo profano en la Edad Media: espacio escénico y escenografía…”, p. 311, ya señala la disposición escenográfica en la que podemos imaginar estos momos, con la princesa Isabel sentada en el «escabelo»: “el espacio real transformado en espacio teatral es la sala o el patio, que entoldado e iluminado queda convertido en un gran salón palaciego, apto para acoger a un elevado número de espectadores. Una de las puertas es utilizada para la aparición de escenografía y/o personajes, convirtiéndose la sala contigua en una especie de vestuario. Frente a ella el espectador de honor, aquel para quien se organiza la fiesta o aquel que la organiza, ocupando un lugar relevante, sobre un estrado”. 461 Ruy de Sande, Carta a D. João II sobre o casamento do príncipe D. Afonso, p. 228. 462 Ibid. 325 toda», grande –tanto como para que las quinces personas que interpretaban los momos cupieran dentro: «tamanha que todos cabiam demtro»–, dorada y decorada con múltiples banderas con las armas y colores de la princesa463. A poco que se reparaba en ellas, se veía ligadas las de Portugal con Castilla, como correspondencia simbólica al casamiento del que habían sido testigos. Cabe imaginar que el introito correspondió a las quince figuras que «sayram da torre», cuyo vestuario era de color rojo y blanco: los colores de la princesa. En zona bien visible, concretamente en mitad del pecho, cerca del corazón, figuraban dos letras, que se erigían en lema simple y eficaz, bordado en el propio vestido464. Era el «SY» que acababa de dar a quien ahora era su legítimo esposo: «vystydos de opaas de veludo roxo e bramqo que sam as cores da senhora primceza com hūas quartapysas de hūas cadeas quebradas bordadas de ouro com duas letras na parte do coração que eram «SY», que hera o sy que sua alteza dyse por seu casamento»465. Estamos, pues, ante una recreación de la literatura cortesana, ante uno de esos momentos en que vida y literatura interactúan y se influyen mutuamente. Cada uno de los quince actantes entregará un breve a la princesa para hacérselo mandar a su marido, al tiempo que el propio embajador Ruy de Sande reclama al rey en su carta por parte de la princesa «outra emvemção tam namorada como esta»: e vyeram todos beyjar a mao a senhora primceza mos deu todos pera os mandar ao primcipe nosso senhor e per eles olhamdo lhe compre a sua alteza de me mandar outra emvemção tam namorada como esta pera que ha eu mostre a senhora primceza os quaes momos damdo seus breues damçaram com cada hū sua dama todos mujto louçaos e gornjdos de ryqueza damçaram logo outra vez todos los duqes e gramdes senhores e damas e os momos se recolheram a sua torre466. De este modo, se alude al deseo de corresponder con otros momos, esta vez en Portugal. Al mismo tiempo, se invita a la danza cortesana a todos los presentes, ya que finaliza la representación, puesto que «os momos se recolheram a sua torre». En la danza, celebrada antes del banquete, participó la infanta Juana, hermana de la novia, quien con apenas once años ya participaba de los divertimentos cortesanos. Los Reyes Católicos también bailaron y pusieron el broche final a este otro momento del ceremonial cortesano: 463 Teresa Ferrer Valls, “El espectáculo profano en la Edad Media: espacio escénico y escenografía…”, p. 312, cifra los dos principios básicos de estos elementos escenográficos: el de la sucesión y el de la fijación: “los elementos escenográficos entran y salen por las puertas de salones y palacios, sustituyéndose unos a otros y conformando sucesivos y poco articulados cuadros”, mientras que el segundo de los elementos se fija al suelo o en un plano vertical mediante arquitecturas efímeras. 464 Acerca de los textos bordados, sobresale el excelente análisis de Alan Deyermond, “El tejido en el texto, el texto tejido: las chansons de toile y poemas análogos”, en Estudios Románicos, 11 (1999), pp. 71-104. 465 Ruy de Sande, Carta a D. João II sobre o casamento do príncipe D. Afonso, p. 228. 466 Ibid. 326 «E logo damçou a jfamte dona Joana que era presente nom somenos de atabyos e ryqueza a qual sempre esteve acompanhada da molher do comendador mor e apos ela damçou el Rey e a Rainha com que as danças por entam foram acabadas»467. Ahora era el turno del banquete. Para darle inicio, entraron solemnemente cuatro maceros, seis maestresalas –dispuestos en parejas– y los mayordomos mayores del rey y la reina. De todos ellos se da una precisa descripción de su intervención y disposición, como también se describen su rica vestimenta y la ceremonia con que se conducían, todo ello trasunto del boato y opulencia de la propia corte: E logo em se tornamdo asemtar foy trazido hūa comsoada que da torre dos momos sahya per esta maneyra vynham diamte quatro porteiros com as suas maças de prata vystydos de escrelate. E detras vynham seis mestres salla vystydos de opaas de veludo roxo e colares de ouro e eles todos seys de dous em dous. E detras deles vynham dous mordomos mores –a saber- hū del Rey e outro da Rainha ambos de opas de brocado raso e colares de ouro468. Otros participantes en la entrada al banquete fueron el conde de Tendilla, «que trazia a fruyta pera el Rey e pera a Rainha»; el conde de Ribadeo, que traía también la fruta correspondiente a la princesa; y el duque de Nájera, quien aportaba lo mismo para la señora infante Juana. Un hidalgo, acompañado de otros señores, llevaba la fruta del resto «muj louçãos e vystydos de sedas de mujtas cores com bacyos nas maos com fruyta pera o gerall dos senhores»469. Este banquete, como dice Sande duró aproximadamente media hora –«hūa mea ora»–. Finalizado «dysse el Rey aos embayxadores que syrya bom hyr reposar por ser jaa tarde e do estrado nos despydyo». Por su parte, la reina Isabel, «pregumtou se hera jaa partydo recado pera vosa alteza», con lo cual se demuestra el interés de la propia soberana por hacer partícipes del acontecimiento a sus consuegros. El embajador respondió: que de fora da sala estava prestes em caualo de corryda que tamto que a senhora primceza dysera o sy com as maos dadas, logo partyo e que jaa tyrya andado mujto camjnho porque em camjnho estavam outros prestes pera dūem outro hyr mais prestes que asy hordenara vosa alteza por mais asynha saber e gozar deste tamanho bem e symgular prazer o que ela dyse logo a el Rey e ambos por yso mostram dobrado prazer470. Los soberanos dieron por concluida la fiesta. En ese momento, los embajadores se despidieron de la corte «e foram ate suas pousadas com mujta mais companhya que [a] 467 Ibid. 468 Ruy de Sande, Carta a D. João II sobre o casamento do príncipe D. Afonso, pp. 228-229. 469 Ruy de Sande, Carta a D. João II sobre o casamento do príncipe D. Afonso, p. 229. 470 Ibid. 327 que vyera». Se añade, además, que «asy se acabou a festa as duas oras dypois de mea noyte a quall se começou as ave maryas», de lo que podemos inferir que la fiesta se prolongó hasta bien entrada la madrugada. El final de esta excepcional carta de Ruy de Sande hace hincapié en otras fiestas y alegrías posteriores a esos días, que promete recoger en otra misiva: «e ho prazer he tamanho em toda esta corte e companhas que as festas que se ordenam e foram ho mostraram a vosaeza e em seu tempo lhe darey delas comta e do que se pasar»471. Desafortunadamente, no se nos han conservado estas noticias, por lo que los datos sobre estos momos han de buscarse en otras fuentes documentales, como las Cuentas de Gonzalo de Baeza, tesorero de la Católica. 2.4.1.2. Los juegos florales de Isabel la Católica Las anotaciones relativas a los gastos para la representación de varios momos anotadas por Baeza ilustran el panorama festivo del que tuvo que gozar la ciudad de Sevilla durante los quince días de celebración. Estas representaciones precisaban de unos atuendos ad hoc, por lo que era necesario encargar los «mantos e los sombreros e falsos visajes e penachos»472 de los que se nos deja constancia en las citadas Cuentas. Los primeros momos organizados en Sevilla en 1490 –la fecha es imprecisa, pues el espacio donde esta se consigna aparece en blanco– debieron de ser un encargo de la propia reina Católica para las damas de su casa, en «la floresta que se hizo donde salieron los momos de las damas», revestidos de «sogas y lanças e çera y ¿poleatas? e luminarias»473. La reina gastó 26.554 maravedís en total, gastos de los que el tesorero desglosa las 97 libras y media de «hoja de lata» del restante importe cifrado en la «clauaçón» de las sogas y lanças (quizá para el aparataje de una arquitectura efímera o fija) «y otras cosas menudas», a las cuales se destinaron 6.079 maravedís, suponemos que para vestuario y visajes. Estos escuetos datos nos dan la pauta de una magnificencia parateatral a través de los fuegos de artificio y de un ambiente caballeresco (indicado por las «sogas y lanças»). Los momos cortesanos van ganando espectacularidad en un ambiente propicio para ello. 471 Ruy de Sande, Carta a D. João II sobre o casamento do príncipe D. Afonso, p. 229. 472 Cuentas, I, p. 338. Sobre esta simbología, Cfr. Francisco Rico, “Un penacho de penas. De algunas invenciones y letras de caballeros…”, pp. 189-230. 473 Cuentas, I, pp. 335-336. El tesorero nos cuenta que se gastaron 26.554 maravedíes. 328 2.4.1.3. Los momos de la infanta Juana Entre los momos de esos días, destacan los encargados por la infanta Juana y el príncipe don Juan para su hermana Isabel, tal como hiciera la reina Católica para celebrar el catorce cumpleaños de su hermano Alfonso al encomendar unos momos a Gómez Manrique474. La infanta Juana, con tan sólo once años de edad, comisionó unos momos que costaron 44.068 maravedíes, con gran adorno de «plata de copela batida e dorada» para las tiras de ropa. Además, la suntuosidad en labrar la plata hubo de ser extrema a juzgar por los jornales de los 75 oficiales que intervinieron en ello475, por lo que debemos de suponer un enorme tapiz o bordado de plata. Así, Baeza anota los «bastidores para asentar el argentería» así como el «marco», posiblemente un fondo destinado para la escenografía y bordado en plata, oro más «seis varas de çebty dorado». Desgraciadamente, Baeza no aporta ningún detalle más acerca de estos momos, que muestran las relaciones de hermandad y mecenazgo literario entre los hijos de la reina Católica. 2.4.1.4. Los momos del príncipe Juan Los momos más espectaculares y costosos fueron los encargados por el príncipe don Juan y gestionados por Juan de Calatayud, pues colaboraron entre quince y veinte pajes476 vestidos con «mantos» realizados con costosas telas: sedas, terciopelo, brocados en color morado, carmesí y leonado, damasco blanco de Florencia y paños de Londres en color rosa. En total 357.153 maravedíes para el vestuario. De la magnificencia de este aparato teatral da buen botón de muestra el vestuario utilizado, donde intervinieron cerca de 52 bordadores que trabajaron para «enforrar e guarnesçer los 16 sombreros», utillaje que fue realizado por el sastre Francisco de la Hera y Bernal, «calcetero». El monto final ascendió a 450.000 maravedís. Sin duda lo más espectacular debió de ser el escenario para dichos momos, pues se gastaron 26.554 maravedís. Esta arquitectura efímera, definida en las Cuentas como 474 Sobre la importancia decisiva de este primer apoyo al mecenazgo literario de Isabel la Católica véase Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, p. 221. 475 Cuentas, I, p. 341. También Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel la Católica. Ritos…, p. 267. El tesorero individualiza a Fernando de Covarrubias como bordador; del resto nada se dice. 476 Así se deduce de las Cuentas: se encargaron 16 sombreros y 19 pares de calzas. La cifra también la corrobora Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel la Católica. Ritos…, p. 267. 329 «hedificio», contó con un castillo revestido de plata y se vio aderezado con la presencia de figuras de leones (posiblemente figuras realizadas en cera como apunta el «molde de los leones») y la intervención de pajes y algunos salvajes, vestidos con «600 onças de oro de baçin», quizá para representar algún tipo de batalla cortesana entre estos y los pajes del príncipe477. El edificio fue realizado por pintores, entalladores y otras personas que pusieron los panes de falla, según consta por Baeza. También en las Cuentas aparece el «carro de los momos del príncipe», todo él iluminado por teas de cera, un aparato móvil que hubo de servir para espectáculos de cierta entidad, posteriormente, será una pieza clave para el dsarrollo dramático de los entremeses. Estas noticias referentes a los momos del príncipe Juan se completan con la referencia al juego de la sortija, en la que participó el heredero y al que se destinaron cantidades elevadas para costear los «pendones, lanças y enforro de la ropa». Los momos ofrecían no solo un divertimento cortesano a los invitados a la boda, sino también la mejor publicidad de una monarquía que necesitaba expresar su poder a través de un ceremonial, trasunto de la propia realidad478. 2.4.1.5. «Por desviar», el mote de Isabel La justa a fines del XV es un espectáculo visual en el que cada caballero representa lo que desea ser a través de su vestimenta, cimera y mote. En este aparato celebrativo también participan las damas, en plena competición entre trajes y vestidos, pero igualmente de forma activa gracias a los motes. A través de breves sentencias poéticas se fundamenta una tensión literaria en las cuales debemos suponer un grado de teatralidad. Como Sirera apuntaba en su estudio, para la existencia de estos elementos dramáticos debemos de presuponer: 1) diálogo; 2) texto secundario (didascalia, acotaciones o deícticos) que indiquen una mínima acción dramática; 3) concreción espacial y finalmente, 4) concreción temporal479. Bajo estos mimbres, las invenciones cortesanas, 477 Cuentas, I, p. 340. La figura del salvaje a fines del XV era un mero motivo folclórico que gustaba al público, quien reconocía al instante sus virtudes dramáticas y literarias. Su presencia en nuestra literatura ha sido estudiada por Santiago López-Ríos, Salvajes y razas monstruosas en la literatura castellana medieval, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999. 478 En palabras de Fernández de Córdova Miralles: “La realeza se ve envuelta en un halo exótico de fuerte sentido propagandístico cara a unos cortesanos que participan de este mundo ideal hecho de arquitecturas efímeras, disfraces y carros sorprendentes. En el plazo mágico de una noche, el rey ha transformado su palacio en un “lugar de lo maravilloso” poblado de hombres salvajes, gigantes y extraños caballeros que acuden a la corte a rendir pleitesía a un rey que es también soberano en el país de lo imaginario”. Vid. Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel la Católica. Ritos…, p. 269. 479 Josep Lluís Sirera, “Diálogos de cancionero y teatralidad…”, pp. 351-363. 330 que conjugaban la representación de un motivo plástico y visual con otro lírico y literario, por su brevedad y por otras características no encajan del todo en estas directrices. Sin embargo, gracias a la ficcionalidad y al carácter lúdico de estas celebraciones, podemos establecer un código literario donde se aúnen las dos tendencias aquí estudiadas: la micropoética y la parateatralidad. A pesar de la eclosión cancioneril producida en el siglo XV y de la gran cantidad de material poético conservado, es más que llamativa la ausencia de la mujer como creadora de este panorama literario. La mujer que ya había sido objeto lírico, tema que representa el auténtico centro poético de los loores y quejas del amante así como de su creación poética, sólo aparece de manera fugaz como sujeto literario, es decir, como escritora480. En al apartado dedicado a la poesía femenina en los cancioneros, las ocasiones cortesanas festivas incluían una parte muy significativa en cuanto a la participación de las mujeres. Dentro de estas invenciones, destaca la realizada por la propia Isabel, e incluida en el apartado de invenciones y letras de justadores del Cancionero General. Así, se documenta una invención de «La reyna de Portugal» que «traya por devisa un remo e dixo: “Por desviar”». La composición e inserción temporal del breve debemos de suponerlas tras su boda con Manuel I, la única ocasión en que Isabel pasó a ostentar el título de reina, como explica Pérez Priego481; no creemos que la invención forme parte de las fiestas en honor de Isabel por su primer matrimonio. La invención se divide en dos partes plenamente diferenciadas según sea su representación iconográfica y el texto incluido. El remo, que forma parte de la divisa, 480 Las poetisas están escasamente representadas en los cancioneros de los siglos XV y XVI. La eclosión extraordinaria vivida en Castilla debido a los cerca de 700 poetas que se dedicaron a la actividad literaria deja en evidencia que se trató de una actividad exclusivamente masculina. Algunos de ellos son poetas profesionales, como Villasandino, y otros son nobles que componen versos de forma esporádica pero que consideraban a la actividad literaria como una actividad que les era propia. Otros aparecen sólo con sus apellidos (Tapia, Cartagena o Quirós, verbigracia), lo que ha llevado a algunos críticos a pensar si eran mujeres. Sólo los primeros poemas de doña Mayor Arias (1403) y algunas composiciones insertas en las justas o caballería de las damas, de las que participó Juana de Portugal, testimonian la intervención directa femenina en la poesía. La excepción, por supuesto, la supone el conocido caso de Florencia Pinar, aunque su obra es escasa. 481 La invención está incluida en el magnífico estudio de conjunto de Miguel Ángel Pérez Priego, Poesía femenina en los cancioneros, Madrid, Castalia, 1989, p. 57. Por su parte, María Jesús Díez Garretas (“Fiestas y juegos cortesanos…”, pp. 170-171) no incluye la invención de Isabel dentro de los juegos cortesanos, a pesar de que supone la adscripción de algunas de ellas, relativas a este epígrafe del Cancionero a las fiestas sevillanas por el primer matrimonio de Isabel: “Ya hemos comentado que durante las fiestas celebradas con motivo de las bodas de la infanta Isabel se celebraron justas en las que el rey fue mantenedor y la participación cortesana fue muy numerosa. El Cancionero General de Hernando del Castillo y otros Cancioneros de la época nos han transmitido divisas y motes de caballeros y damas que participaron en las fiestas celebradas a lo largo del reinado de los Reyes Católicos. Es una tarea muy compleja saber con exactitud cuáles fueron las invenciones que se lucieron en las fiestas de 1490”. 331 probablemente pintado o cosido como una sencilla imagen, era portado por Isabel. Por su parte, la letra condensa en tan sólo dos palabras un universo de imágenes («Por desviar»), que puede aludir “a la convencional esquividad de la dama cortés ante la solicitud de los amantes, o quizá a su propio y feliz cambio de estado, en 1497”, según la interpretación formulada por Pérez Priego482. No descartamos que el remo y la letra se refieran a las virtudes de la reina y su posición férrea en cuanto a desviar los pecados, aunque la representación ingeniosa de la divisa las más de las veces exigía un poder conceptista de difícil interpretación. Del mismo modo, el universo referencial de esta micropoética presuponía la asimilación de unas claves de época y símbolos con los que, desafortunadamente, no contamos en la actualidad. A pesar de la imprecisión en cuanto a la fecha de composición de la invención, el mote de Isabel demuestra la participación activa de Isabel en estas fiestas y juegos cortesanos. 2.5. Otras referencias literarias 2.5.1. «Allá casamientos, acá la gran muerte». Isabel y la consolatoria por el príncipe don Juan En este apartado misceláneo tanto de autores, obras y géneros, como de cronología, se incluyen todas aquellas referencias en torno a Isabel realizadas por diversos autores cortesanos. Estas referencias no tienen la entidad suficiente como para considerar a la infanta un motivo literario central sino secundario; aparece por alusiones en los versos, normalmente y en gran medida, debido a su pertenencia a la familia real. A continuación analizaremos las referencias a Isabel en los versos que se le dedican a la princesa en la Tragedia trobada de Juan del Encina, Sobre el fallecimiento del príncipe del Comendador Román y en las «Cartas» al rey y a la reina, enviadas de forma autónoma, de fray Íñigo de Mendoza con motivo de las muertes del príncipe don Juan y de Isabel. Todos estos testimonios forman parte del ciclo consolatorio por la muerte del príncipe don Juan, donde su hermana poseerá un papel fundamental. 482 Miguel Ángel Pérez Priego, Poesía femenina en los cancioneros…, p. 18. No entiendo la alusión que a continuación vierte el crítico puesto que, refiriéndose a Isabel, cifra su segundo matrimonio “con su cuñado el rey Manuel I de Portugal”, referencia que sólo se aviene con la infanta María y no con Isabel. 332 2.5.1.1. Tragedia trobada de Juan del Encina La Tragedia trobada aparece como impreso sine notis [pero Salamanca, Typ. Nebrisensis, Gramatica, post. 4 octubre de 1497]483. Motivado por tan dolorosa muerte y su repercusión en el reino, Encina, que parece que iba a entrar al servicio del príncipe («que siempre esperava de suyo llamarme, / y agora que quiso por suyo tomarme»), escribe estas coplas para consuelo y alabanza de los Reyes Católicos. Este largo poema de Juan del Encina se divide en tres partes484. La primera es la más celebrativa: alude al nacimiento del príncipe y las esperanzas puestas en su real persona. La segunda se refiere a la «triste tristura» sobrevenida con la muerte del príncipe, donde «la gloria de España ya toda es perdida». En estos versos, también hay lugar para una imprecación a Salamanca, quizá por la conexión de la corte del príncipe con tal ciudad así como por ser el lugar del finamiento. Finalmente, se inserta una última parte plenamente consolatoria, que explana la pérdida que «la gran flor de España llevó Dios en flor». Esta muerte también será sentida por el poeta no sólo desde el tópico literario o del sentimiento humano, sino también desde el aspecto material porque su autor se ve privado de la posibilidad de mecenazgo del heredero: «perdí mi esperança, perdí mi ventura / perdí que quería servirse de mí». La figura de Isabel se cuela en la narratio del poema acerca del contexto de la muerte del príncipe, al enlazar su boda con Manuel de Portugal con el aciago fin de su hermano. Así se relata: El rey y la reyna primero vinieron / a ver a su hijo estando doliente; / mas ellos, pensando ser poco acidente, / porque era forçado, de allí se partieron; / llevaban la hija primera que ovieron / a dar por muger al rey lusitano; / y el príncipe, en tanto, quedando no sano, / de mal en peor sus males crecieron485. 483 Se conservan dos testimonios de la obra. Uno en la Hispanic Society de America, encuadernado junto al Cancionero [Zaragoza, Jorge Coci, 1516] y otro en la Real Academia de la Lengua Española, ejemplar incompleto. 484 Se prescinde de dar más datos biográficos del autor y su contexto, pues ya ha sido esbozado en el punto 3.1.2.2. de la presente tesis doctoral. Para el texto, aunque publicado por Sanz Hermida (Vida y muerte del príncipe don Juan. Historia y literatura…, pp. 243-265), seguimos la edición de Ana María Rambaldo (Obras completas…, II), pp. 155-186. Para las concomitancias de este poema con los temas y motivos de Jorge Manrique, Vid. Álvaro Bustos Táuler, “La huella de Jorge Manrique en la poesía de Juan del Encina”, en Actas del XIII Congreso AHLM, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2010, pp. 469-483. 485 Juan del Encina, Obras completas II…, p. 161. 333 Sin embargo, «a medio camino la nueva llegó», verso que fija la recepción de la noticia de tal forma que se enlaza la boda con la muerte. Esta doble circunstancia sirve para expresar líricamente la cruel paradoja de la alegría y el dolor: La reyna, su madre, su muerte no vio, / que estaba en las bodas y en su regozijo, / casava la hija, muriósele el hijo; / hijo, ¡y qué hijo!, qual nunca nació. / Y casi en un día todo aconteció: / allá casamientos, acá la gran muerte; / que no se esperava la muy triste suerte, / según él quedava, cuando ella partió486. A continuación, esta muerte repercute en el sentimiento de todo el reino, pues Juan es «luzero de toda la corte». Con el verbo ‘perder’ como término privilegiado, se desarrollan varias coplas sobre lo mucho que perderán los duques, marqueses, condes, el Papa, los prelados y el Emperador, hasta llegar a una estrofa conclusiva y consolatoria en la que podemos insertar a «los suyos», esto es, la familia real, entre ellas las infantas, en un juego lírico a través del perder y el cobrar: Los suyos perdieron su bien y esperança, / sus vidas, sus glorias, sus grandes favores, / perdieron consuelos, cobraron dolores, / cobraron trabajo, perdieron holgança, / perdieron firmeza, cobraron mudança, / cobraron pesar, perdieron plazer, / perdieron ganar, cobraron perder, / perdióse del todo su gran confiança487. En definitiva, la Tragedia trobada de Juan del Encina inaugura el conjunto de composiciones donde la figura de Isabel hija se cuela no sólo como hermana sino como parte activa dentro de las circunstancias de la muerte, resumidas en ese acertado verso del poeta: «allá casamientos, acá la gran muerte». Destaca la posición desde la que escribe el poeta, que goza de muy buena información en el entorno cortesano salmantino, adonde, en efecto, la noticia llegó de improviso, como dijimos. 2.5.1.2. Sobre el fallecimiento del príncipe del Comendador Román Poco se conoce acerca del Comendador Román, posible poeta converso (1465- 1497), que se declara en sus versos criado de los duques de Alba. Estrechas debieron de ser sus relaciones con la nobleza y también con personajes de la corte, entre otros, Juana de Avís, madre de Enrique IV. En el título de la composición que aquí analizamos se 486 Juan del Encina, Obras completas II…, pp. 161-162. 487 Juan del Encina, Obras completas II…, p. 181. 334 declara «criado de los reyes», por lo que debemos de incluirlo dentro de la extensa nómina de escritores vinculados a la actividad literaria de los Reyes Católicos. Sobre el fallecimiento del príncipe se imprimió en un opúsculo incunable [s. i. t. pero Toledo? Antonio Téllez? 1498?], que se conserva como unicum en la Hispanic Society of America488. Este extenso poema en coplas octosilábicas de diez versos se inicia con un prólogo consolatorio en prosa dedicado a los padres del príncipe don Juan. Así, trazado el marco, la composición versa acerca del poder de la muerte. El poema se desarrolla en un largo desfile alegórico encabezado por la Razón. Tras ella marcha España y las Siete Virtudes, cardinales y teologales, para dar paso posteriormente a las infantas, los eclesiásticos, los duques, los condes y el resto de personajes cortesanos. Todos ellos expresarán un planto por el príncipe y, acabado el desfile, la Razón y la Muerte entablan un diálogo con el fin de establecer una consolación razonada. Así, entonces, se acepta el poder de la Muerte sobre lo terrenal, destino inevitable dentro del tópico del mortus totus: Con esa señora vi / otras dos altas señoras, / de reynas merecedoras, / que daban quexas por sí / con lágrimas matadoras, / diciendo con fe amorosa: / «Vida triste y trabajosa / avemos por vos cobrado, / tan tristes nos ha dexado / vuestra muerte dolorosa»489 A pesar, entonces, de no tratarse de una alusión directa de Isabel iunior, la limitación relativa a «dos señoras» puede referirse muy posiblemente a sus hermanas Isabel y Juana, las infantas mayores y no de las menores María y Catalina, más alejadas de la línea sucesoria y de menor edad. La composición del comendador Román también introduce una voz original sobre las hijas mayores de los Reyes Católicos, al tiempo que permite expresar su doloroso sentimiento de pérdida ante la muerte del hermano. 2.5.1.3. «Cartas» de fray Íñigo de Mendoza. El «Memorial» consolatorio Fray Íñigo de Mendoza, nacido en Burgos hacia el año 1425 y muerto aproximadamente en 1507, destaca como uno de los poetas más importantes que transita 488 Clara Louise Penney, Printed Books (1468-1700) in the Hispanic Society of America…, nº. 479 y Antonio Rodríguez Moñino, Nuevo diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos del siglo XVI, eds. Arthur F. Askins y Víctor Infantes, Madrid, Castalia, 1997, nº 495. Hay edición de Manuel Gómez Imaz, Décimas al fallecimiento del príncipe don Juan, Sevilla, [s. n.], 1890 y facsímil en Antonio Pérez Gómez, Incunables poéticos castellanos, “la fonte que mana y corre”, VIII, Valencia, Cieza, 1958. Seguimos la edición de Sanz Hermida, Vida y muerte del príncipe don Juan. Historia y literatura…, pp. 267-298. 489 Jacobo Sanz Hermida, Vida y muerte del príncipe don Juan. Historia y literatura…, p. 289. 335 por las cortes de Enrique IV y los Reyes Católicos490. Por parte de padre, Diego Hurtado de Mendoza, descendía de una de las casas nobiliarias con más poder en Castilla, mientras que por vía materna, Juana de Cartagena, entroncaba con una de las familias más polémicas e influyentes, los Santa María, lo que también le hace merecedor de la etiqueta conversa491. Profesó en la orden franciscana, aunque desconocemos más datos precisos. Ocupó cargos de relevancia eclesiástica en la corte castellana, si bien muchos de sus coevos le tachan de fraile ligero y descuidado. Sabio en amores mundanos, debió de actuar como uno de los primeros adalides del espíritu reformista de los últimos años del siglo XV 492. Poeta y predicador cortesano, según consta en los asientos de Baeza493, hacia 1497 se retira del epicentro cortesano sin que se sepan los motivos al convento de San Francisco de Valladolid, donde morirá en fecha incierta, pero probable de 1507494. Los asientos de Baeza también revelan una protección y mecenazgo bien decidido por parte de la reina Católica, relación que tuvo que ser estrecha a juzgar por las noticias expresadas en las cartas cruzadas entre ambos, con un tono más íntimo como corresponde a tal género epistolar. Parece ser, por el contrario, que la relación con Fernando no era tan amistosa, pues el monarca espoleaba el ingenio de otros poetas cortesanos en invectivas personales en contra del fraile495. En su producción poética destacan las Coplas de Vita Christi, una composición de largo aliento que debió de empezar en el reinado de Enrique IV, para terminar de dar las punturas necesarias, así como reformulaciones, en la impresión de 1482. Se le atribuyen las famosas Coplas de Mingo Revulgo, una sátira política que mostraría una faceta combativa y comprometida de nuestro autor. Su actividad literaria aumentará en el reinado de los Católicos al tiempo que rebaja la crítica social. Elabora el Sermón trovado 490 Para una mayores datos biográficos, Julio Rodríguez Puértolas, Fray Íñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Chisti”, Madrid, Gredos, 1968, pp. 13-65. 491 La unión de los Mendoza con los Cartagena tiene lugar tras las conocidas como Justas de Burgos en 1424, en las que Pedro de Cartagena debió herir a Juan Hurtado de Mendoza. Para sellar la reconciliación, ambas familias pactaron los matrimonios de sus hijos y acudieron juntos en las huestes del Conde de Haro para la expedición contra Granada en 1431. 492 Víctor de Lama, “Los amores reales de fray Íñigo de Mendoza”, Revista de literatura medieval, 16 (2004), pp. 81-94 incide en esta imagen del autor, más licenciosa que religiosa, a través de sus propios textos. 493 En las cuentas del tesorero real, Mendoza aparece en nómina desde 1493 hasta 1497. 494 Según algunos críticos, la causa más probable puede ser un lance con el rey católico a raíz de unas composiciones licenciosas acerca de la reina, que motivaron las «Otras coplas que hizo Cartagena por mandado del rey reprehendiendo a Fray Iñigo las coplas que hizo a manera de justa». 495 Su origen converso así como las invectivas contra con los nobles castellanos vertidas en sus atribuidas Coplas de Mingo Revulgo hacían de Mendoza un cortesano poco grato, o al menos, incómodo. De la misma manera, Rodríguez Puértolas achaca la postura de Fernando el Católico a que fray Íñigo representaba “el clericalismo y la ideología puramente castellanista que rodeaban a Isabel”, Julio Rodríguez Puértolas, Fray Íñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Chisti”…, p. 51. 336 dirigido a Fernando el Católico, mientras que el Dechado lo endereza a Isabel, en un tono laudatorio que seguirá cultivando en diversas coplas apologéticas y cartas dirigidas a ambos monarcas. Aunque también escribe canciones bajo la temática amorosa, sus composiciones más señeras se enmarcan dentro de la etiqueta religiosa y moral: Los gozos de nuestra señora; Coplas a la cena de nuestro señor; Coplas a la Verónica; Coplas fechas al Espíritu Santo o Lamentación a la quinta angustia son algunas de las más importantes. De corte moral son sus Coplas en vituperio de las malas hembras y en loor de las buenas mujeres y la Justa de la razón y la sensualidad, dedicada a la reina Isabel. Finalmente, su Cancionero (EM6), uno de las pocas compilaciones de autor o individuales de la poesía cancioneril, destaca por su excepcionalidad y calidad. Las dos cartas que aquí englobamos bajo un solo epígrafe se tratan, en realidad, de dos epístolas consolatorias autónomas e independientes enviadas a Isabel y a Fernando, respectivamente, por la pérdida de los hijos496. La fecha de envío puede estimarse en noviembre de 1498, unos meses después de la muerte de Isabel, a tenor de lo que se deduce de las propias palabras de Mendoza («no he escripto fasta agora») y de la queja expresa de la reina. Mendoza muestra sus disculpas a la reina por la tardanza y, al tiempo, revela una posible salida de la corte no muy pacífica o debida a algún caso de honor. Así apunta la frase relativa a que «me tenga ya olvidado y deseando se continúe su olvido, por lo que cumple a mi salvación y descanso»497. Según apunta su editor, Alejandro Amaro, y confirma Rodríguez Puértolas, ambas cartas pertenecían en 1917 al deán de Plasencia, Eugenio Escobar, sin que actualmente se conozca el paradero de las mismas498. 496 Acerca de la epístola humanística y sus relaciones literarias, Vid. Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, pp. 179-196. 497 No estoy de acuerdo con la interpretación licenciosa y en clave irónica que de estas frases hace Víctor de Lama, “Los amores reales de fray Íñigo de Mendoza”, Revista de literatura medieval, 16 (2004), pp. 81- 94 [91]: “se permite dirigir a la reina ciertas bromas cortesanas”, todas ellas enfocadas bajo el sustantivo “salvación”, “término suficientemente elocuente tanto si lo leemos en sentido profano como religioso”. Es impensable que en un contexto consolatorio, motivado por las muertes de dos de los hijos de la reina, Mendoza se permita una mínima licencia irónica. 498 El “descubrimiento” de los textos así como su primera edición se debe a Alejandro Amaro, “Dos cartas de Fr. Íñigo de Mendoza a los Reyes Católicos”, Archivo Iberoamericano, 7 (1917), pp. 459-463, donde da la noticia de ambos textos. Por su parte, Julio Rodríguez Puértolas, Fray Íñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Chisti”…, p. 80 y ss. se refiere a ambas como las únicas epístolas testimoniadas del autor, que vuelve a editar, por “su contenido prácticamente no utilizado por nadie hasta hoy”. Por su parte, Carol Anne Copenhagen las cataloga en Letters and Letter Writing in Fifteenth-Century Castile: A Study and Catalogue, University of California-Davis, University Microfilms International, 1984, p. 573, nº. 401; también aparecen catalogadas como ejemplos de literatura consolatoria en Pedro M. Cátedra, “Prospección sobre el género consolatorio en el siglo XV”…, p. 13, nº. 23. Finalmente, hay edición exclusivamente de la 337 Estas cartas de consolación499, como subgénero epistolográfico, son uno de los tipos genéricos recobrados en la literatura romance del siglo XV y se definen, según Carol Anne Copenhagen, como the most stylistically conservative of all literary letter types. Usually written on the occasion of the death of someone beloved by both the sender and the recipient, they were a social obligation and a statement of the sender’s heartfelt concern for the bereaved Because of their solemn nature, careful attention is paid to tactful and sympathetic presentation of the subject500. Lo que caracteriza estas cartas, a diferencia de las cartas filosóficas o los amplios tratados consolatorios, es la escasa o nula presencia de exempla, principalmente mitológicos o referidos a los casos clásicos que abundan los tratados. En estos casos, la brevedad obliga a una condensación en la expresión de los sentimientos, así como a desterrar estos ejemplos, inncesarios por otra parte, debido a que el escritor se centra en la consolación del espíritu antes que en educar al destinatario a través de la erudición. El consolatorio, entonces, será uno de los tipos más representados en el amplísimo y cultivadísimo género epistolar que, según Cátedra, era cultivado “por su carácter grave y, por añadidura elocuente, su propia tradición clásica y cristiana, sin olvidar la existencia de modelos consagrados” que hacían de este género un terreno propicio para los escritores romances del XV 501. Hay una clara diferencia de matices entre ambas cartas, así como de extensión, que para muchos críticos denota un mayor aprecio o loor a la reina y una mayor frialdad hacia el rey. La carta a la reina expresa una mayor relación de intimidad con ella. Está dividida en dos partes, ya establecidas por Copenhagen: “This letter combines a letter of introduction –an eloquent apology for not writing sooner– an a ‘memorial’, a letter of consolation for the deaths of her children”502. En efecto, la mayor extensión y lirismo de la carta a la reina obedece a que lleva inserto un «Memorial», que es la epístola carta dirigida a la reina en Ángel Alcalá Galve y Jacobo Sanz Hermida, Vida y muerte del príncipe don Juan. Historia y literatura…, pp. 357-359. 499 Según Pedro M. Cátedra, “Creación y lectura: sobre el género consolatorio en el siglo XV…”, p. 35 el primero “de los especímenes de carta consolatoria de cierta altura y verdaderamente innovador, aunque sólo sea por la propuesta teórica y modélica que contiene” es el Tratado de la consolación de Enrique de Villena. Por otra parte, en este artículo Cátedra presenta y edita estas dos cartas consolatorias que tienen un objetivo casi jocoso: la consolación de Diego López de Madrid, protonotario apostólico y obispo electo de Sigüenza, que se encontraba en prisión debido a sus ambiciones políticas. Así la carta consolatoria se nutre de los elementos más elocuentes de las ars dictamini y también de los más cotidianos y jocosos. 500 Carol Anne Copenhagen, Letters and Letter Writing in Fifteenth-Century Castile…, p. 169. 501 Pedro M. Cátedra, “Creación y lectura: sobre el género consolatorio en el siglo XV…”, p. 36. 502 Carol Anne Copenhagen, Letters and Letter Writing in Fifteenth-Century Castile…, p. 573, nº. 401. Del mismo modo, la autora concluye que “stylistically they certainly equal the variety found in cancionero poetry”, p. 187. 338 consolatoria en cuestión, definido como un breve texto narrativo consolatorio en prosa escrito con uniformidad a base de una serie de repeticiones, entre las cuales se menciona en inicio de frase repetidamente «Acuérdese». Los sucesos tan graves de las muertes de sus hijos, hacen que fray Íñigo consuele a la soberana ante «la grandeza gigante de los casos»503: Muy alta e mucho poderosa cristianísima reyna nuestra señora. Creyendo que vuestra alteza me tenga ya olvidado y deseando se continúe su olvido, por lo que cumple a mi salvación y descanso, no he escripto fasta agora a vuestra magestad y por la misma cabsa ni aún agora escribiera sino me escribiera de allá, que pregontava vuestra alteza el por qué en angustias de casos tan graves no le escribía. A lo qual, serenísima reyna, respondo que la cabsa fue mirar la grandeza gigante de los casos y la pequeñez enana de mi pluma y conoçer que en invierno de tan áspera tormenta una golondrina de mi mano no hiziera verano504, y también considerando la discriçión, coraçón y devoción de vuestra muy católica alteza creya y creo que luego que fue primera furia de la tormenta, nuestro señor, mandó sosegar los vientos y la mar y fue fecha en la real ánima de vuestra alteza tranquilidad grande; mas porque la pregunta de vuestra magestad de mi escribir paresçe mandarme escrevir, suplicando por el perdón de mi atrevimiento, envió a vuestra esçelençia el memorial siguiente505. De la carta misiva transcrita se deducen dos datos de interés. El primero que fue la propia reina quien insta al fraile a escribirla («porque la pregunta de vuestra magestad de mi escribir paresçe mandarme escrevir») y el segundo que han pasado varios meses desde ambas muertes («luego que fue primera furia de la tormenta, nuestro señor, mandó sosegar los vientos y la mar»). Tras el consabido tópico de la humilitas, a continuación, Mendoza escribe un «Memorial» según declara. La estructura retórica sigue de cerca la consolatoria clásica, tanto en su forma (desarrollada mediante salutatio, exordium, narratio, petitio y conclusio) como con su discurso moralista, que redunda en el tópico del contemptus mundi, con una intención 503 Recordemos que años antes, tras el cruel atentado en Barcelona contra el rey Católico, la reina había escrito a su confesor, fray Hernando de Talavera, lo siguiente, afirmando la necesidad de buen morir pues la mortal enemiga alcanza a todos los estados por igual: «Pues vemos que los reyes pueden morir de cualquier desastre, como los otros, razón es de aparejar a bien morir. Y dígolo ansí porque, aunque yo esto nunca lo dudé, antes como cosa muy sin duda la pensaba muchas veces, y la grandeza y prosperidad me lo hacía más pensar que temer; hay muy gran diferencia de creerlo y pensarlo a gustarlo». Vid. Ángel Sesma Muñoz, Fernando el Católico, hispaniarum rex, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1992, doc. 23, pp. 278-280 [278]. 504 Nótese que en el elevado tono lírico de la frase, aludiendo a la tormenta vital por la que atravesaba la reina, fray Íñigo inserta un refrán, «una golondrina de mi mano no hiziera verano». Dicha paremia aparece citada posteriormente en Celestina en boca de la propia alcahueta: «Quien no tiene sino un ojo, mira a cuánto peligro anda. Un alma sola ni canta ni llora; un solo acto no hace hábito; un fraile solo pocas veces lo encontrarás por la calle; una perdiz sola por maravilla vuela, mayormente en verano; un manjar solo continuo presto pone hastío; una golondrina no hace verano; un testigo solo no es entera fe; quien sola una ropa tiene, presto la envejece». Vid. Fernando de Rojas, La Celestina…, p. 206. 505 Edito, con ligeras variantes, siguiendo a Julio Rodríguez Puértolas, Fray Íñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Chisti”…, pp. 80-82. 339 clara: mover el ánimo de la reina para que modifique su conducta y aligere su pena. Del mismo modo, se introducen en tan breve texto tres auctoritates de la consolación: san Bernardo, san Juan Crisóstomo y san Gregorio. Desde el principio, se incide en la condición de mortales de sus hijos, «pedaços de vuestras reales entrañas», por lo que su tránsito ha de tomarse como cosa natural. Los modos o razones de consolación que el poeta trae a colación se desgajan en cada párrafo del memorial y responden a seis cuestiones: 1) desde que nacemos, morimos; 2) el morir es condición humana; 3) presto se encontrarán con los muertos, porque incluso los vivos están destinados a su fin; 4) los hijos como préstamos o empréstidos de Dios, que ha de cumplir su voluntad si desea llevárselos; 5) la muerte es un acto más de la bondad de Dios; 6) no se ha de reprochar a Dios estas muertes como castigo, pues los beneficios que nos da también son grandes; 7) no se ha de ofender a Dios en la muerte y, finalmente, 8) contemptus mundi, ellos ya no sufren y se ha de caminar, como ellos, al puerto seguro de la bienaventuranza. Todos estos tópicos de desgranan en la narratio del «Memorial» o misiva: Acuérdese vuestra real magestad que cuando naçieron estos pedaços de vuestras reales entrañas, cuya muerte es la cabsa del dolor, que los parió mortales y para morir y por esto si su morir se debe llorar, de su naçimiento se debiera començar y continuar pues que naçieron para morir y en naciendo lo començaron y continuaron fasta que lo acabaron. Acuérdese vuestra alteza que no ay cosa humana que deva de ser llorada por nueva, porque a la prudencia todo lo por venir debe ser avido y tragado por pasado; y como dize sant Bernardo, vergüença es al hombre discreto tomarle cosa alguna salteado, como no prevista y proveída, pues cosa tan sabida, tan temida, tan considerada y tantas veces reçelada no debe como nueva angustiar nuevamente a vuestra esçelencia. Acuérdese vuestra alteza que, según la verdad cristiana, los que como ellos murieron no los pierden los vivos sino por poco tiempo y los coraçones reforçados lo poco por nada lo tienen; flaqueza grande es de coraçón no poder sojuzgar el deseo de poco tiempo. Súfrase un poco vuestro real coraçón que prestamente los veremos, segúnd corremos continuo a donde están, que como navegantes dormiendo y velando siempre caminamos tras ellos. Acuérdese vuestra alteza que quien los llevó es el que se los dio y que quando los dio no fue por más tiempo que quanto fuese su voluntad; en testigo de lo qual solemos dezir a los que tienen fijos: Dios os los preste porque continúe el empréstido, pues no tenga vuestra alteza sentimiento, porque llevar lo suyo sería desagradecida al empréstido, desleal al depósito y non merescería que le emprestase más ni que le dexase lo más emprestado. Acuérdese vuestra alteza quel que hizo esto es Dios, el qual no puede hazer cosa que no sea bien fecha; testigos desto, como dice san Crisóstomo, la bondad sin mezcla de su divina magestad de la qual no puede salir ál sino bien, pues de lo bien fecho no muestre ni tenga vuestra alteza pesar, que sería grande ofensa de la razón y más de Dios. Acuérdese vuestra alteza que muchos y mucho grandes y mucho continuados beneficios, favores, vitorias y prosperidades ha resçibido de la mano que agora castiga, los cuales como caballo zaíno serían mal señalados sino touiesen alguna señal de castigo consigo, segúnd dizen los albéitares de la Theología; pues de la buena señal no tenga vuestra 340 exçelencia dolor, que sería grande avergonçamiento de su real conosçimiento no le parescer buena señal un castigo entre tantos benefiçios. Acuérdese vuestra alteza de las ofensas que ha fecho y haze a Dios dellas por la ocasión de su grandeza real dellas, por la flaqueza de nuestra humanidad, y aya alegría de pagarlas en la tierra e no en la otra vida, pues tan incomparable diferencia tienen entre sí estas dos pagas que, como dice sant Gregorio, plazer reçibirá con las penas el que tiene puestos los ojos en culpas y no les puede llamar castigos sino benefiçios, quel padre al hijo que ama castiga. Acuérdese vuestra alteza que los que al partir cabsaron tanta tristeza están ya puestos en el puerto de tanta seguridad que no tiene[n] posibilidad de peligro ni de daño y que vuestra alteza queda en la mar peligrosa desta vida; pues desçimos sería no aver plazer de su bien y temor de vuestro mal. Por eso aya dellos enbidia y de sy lástima y con la envidia camine continua y apresuradamente al dicho puerto y con la lástima del temor del peligro ansí se guarde de los estorbos que lo estorban que pueda llegar al dicho puerto de nuestra bienaventurança, con el favor de la graçia de Dios. Finalmente, la conclusio de la misiva es una petitio del propio autor, que pide a la soberana que no le haga llamar a la corte, porque por causa de edad y enfermedad se sentiría impedido para complacerla. Al mismo tiempo, se emplaza a la reina a llegar a «esta su villa» –para Rodríguez Puértolas, Ocaña–, lugar de retiro cortesano de Mendoza: Entre las cosas que suplico a vuestra magestad que se acuerde, le suplico que no se acuerde de mí, que por vida de vuestra alteza, mi conciencia, hedad y enfermedad, no sólo tienen dificultad, más aún imposibilidad; por la qual aunque vuestra alteza me mandase seguir su corte se perdería la hechura por tener yo perdido el poder. Plazerá a nuestro señor de la traer a esta su villa, y aunque sea tan tarde que me lleven en un harnerelo yré a besar sus reales manos y a allí le suplicaré lo que aquí falta. Por su parte, la carta al rey se expresa en términos más contenidos que denotan un mayor respeto506. No hay data expresa, pero la fecha ha de tomarse alrededor de 1498. La brevedad de la misiva se cifra en el gran atrevimiento del autor de hacer llegar al rey su consolación así como para no incrementar el gran dolor que aflige al monarca: «porque escrever yo a tan gran señor, en tan grand dolor, es atrevida presunçión y porque los dolores largos quieren las cosas breves». Mendoza realiza un juego de palabras con «rey» como soberano terreno y monarca celestial, todo ello para redundar en la consolación mariana. Finalmente, tras desearle un alivio en la tristeza y una larga vida, el autor concluye la epístola con las formas habituales de cortesía y respeto: Ilustre señor y muy magnífico. En cosa tan común a la mortalidad nuestra como el morir de lo mucho amado, razón es que quien tanto lexos está de lo común otro tanto esté lexos de la flaqueza común en el sentirlo; y pues el tiempo en todos desaze los pesares, en los adelantados en virtud adelántase ella y liévese las graçias y quien siempre a sus reyes fue conforme en la 506 Catalogada por Carol Anne Copenhagen en Letters and Letter Writing in Fifteenth-Century Castile…, p. 573, nº. 402: “Fray Íñigo writes a short consolation letter to the King after the deaths of his children”. 341 voluntad por la obediençia devidada [sic] diga, por aquella mesma, al rey de todos en la oraçión: reina de todas sea fecha tu voluntad en la tierra como en el çielo, y el fijo tan cathólico de la iglesia mire a su madre cómo cantando resçibe los muertos y pregunte el por qué y ponga la respuesta en el dolor y amansársele a. No tengo atrevimiento, yllustre señor, para decir más a vuestra señoría porque escrever yo a tan gran señor, en tan grand dolor, es atrevida presunçión y porque los dolores largos quieren las cosas breves. Abrevie Dios las tristezas y alargue el alegría y la vida de vuestra yllustre señoría con mucho favor en quanto hiziere. Amén. Illustre señor. Las manos besa de V. señoría. Fray Íñigo de Mendoça. En definitiva, la carta a la reina adquiere una mayor entidad debido a su elevado lirismo y a su forma narrativa, un memorial breve que pudo servir como esbozo de una posible obra mayor consolatoria para la que Mendoza ya no tuvo los suficientes ánimos para acometer507. 2.5.2. «Séguela con mis guadañas a hijos de sus entrañas». Las muertes de Isabel y Miguel en la literatura A continuación se desgranan las principales referencias literarias donde Isabel es motivo secundario en crónicas rimadas y panegíricos reales. Así, aparecen alusiones a las muertes de los hijos de los Reyes Católicos, Isabel y Juan, pero también del pequeño Miguel en el Panegírico de Diego Guillén de Ávila y el Vergel de discretos de Francisco de Ávila. 2.5.2.1. Panegírico de Diego Guillén de Ávila Diego Guillén de Ávila (ca. 1483-1510?), hijo del poeta Pero Guillén de Segovia, se crió en el ambiente palatino y cortesano de Alonso Carrillo. El ambiente letrado aprendido de su padre, autor de la Gaya ciencia, así como el cortesano vivido junto a Carrillo, debió de influir sin duda en su educación, que comprende una estadía de juventud en Roma, al servicio del cardenal Ursino. Obtuvo una canonjía en Palencia; a 507 Pedro M. Cátedra, “Creación y lectura: sobre el género consolatorio en el siglo XV…, p. 45 incide también en el hecho de que muchas de las consolatorias dedicadas a quien sufre prisión o persecución por razones políticas llevan aparejadas un discurso político mayor que en las mortuorias, aunque esto no ocurre así en el caso de los finados ilustres, como el caso del príncipe don Juan o de Isabel, cuyas muertes plantean interrogantes políticos en un reino inestable. 342 pesar de que la crítica insiste en que no llegó a ejercer el cargo, los documentos de las actas capitulares de la ciudad así lo prueban508. Su actividad literaria se inserta en el círculo de Carrillo, con figuras de renombre como Gómez Manrique509. Entre sus obras cabe destacar su labor como poeta y traductor. Trasladó al castellano el tratado militar de Frontino, Estratagemata, y los Cuatro libros de Julio Sexto Frontino [Salamanca, Lorenzo Lion de Dei, 1516], estudiado y editado por Ángel Gómez Moreno510; también los escritos de Hermes Trimegisto que Ficino trasvasó al latín, ahora titulados Libro de la potencia y sapiencia y, finalmente, la Historia de Herodiano, a partir de la versión de Poliziano. Junto al Panegírico, su actividad poética se centra en el Loor de don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo, que prueba la lealtad de Gullén de Ávila con el arzobispo aún cuando este había caído en desgracia tras la pérdida de confianza con los Reyes Católicos. Se le atribuye también la Égloga interlocutoria, una pieza teatral destinada al Gran Capitán [Alcalá de Henares, antes de 1516]. El Panegírico será de sus obras más celebradas y reconocidas. Se desconoce el año en que fue escrito este largo poema encomiástico, ya que el explicit de la obra apunta como el fin de la composición a la ciudad de Roma, «me hallo aquí en Roma», a «xxiij días de julio», en 1499511. La edición que se nos ha conservado es un posincunable 508 Todavía pesa un desconocimiento notable acerca de la biografía y obra de este autor, del que carecemos de ediciones modernas de sus obras más conocidas (esto es, los panegíricos a Isabel la Católica y a Carrillo) y de alguna crítica. Entre la bibliografía dedicada a su faceta literaria sobresalen los siguientes estudios: María Elvira Roca Barea, “Diego Guillén de Ávila, autor y traductor del siglo XV”, Revista de Filología Española, LXXXVI (2006), pp. 373-394 [377]. Hay edición parcial, exclusivamente de las coplas dedicadas al príncipe Juan y a Isabel en Ángel Alcalá Galve y Jacobo Sanz Hermida, Vida y muerte del príncipe don Juan. Historia y literatura…, pp. 335-338. Leticia Magaña, en el último congreso internacional de la AHLM celebrado en Oporto, prometió la edición del Panegírico al tiempo que presentó la comunicación titulada: “‘A nuestra gran Reina allí figuremos’: herramientas de propaganda política isabelina en el Panegírico a la Reina doña Isabel (1509), de Diego Guillén Ávila” 509 María Elvira Roca Barea, “Diego Guillén de Ávila, autor y traductor del siglo XV…”, p. 393, apunta algunos nombres de este círculo intelectual en torno a Carrillo: “Diversos testimonios y referencias permiten sostener que una parte de los autores asociados a Manrique y Guillén en los manuscritos formaban parte de este círculo intelectual. Se trata de Rodrigo Cota, Antón de Montoro, Juan Poeta o de Valladolid, Juan de Mazuela, Álvarez Gato y Pero Díaz de Toledo, este último como enlace directo con el círculo de Santillana, de quien fue capellán. Alonso de Palencia, Jorge Manrique y Sancho de Rojas podrían añadirse también”. Este círculo debió de formarse en torno a 1460, cuando surgen las primeras desavenencias con Enrique IV, hasta 1474, fecha en que Carrillo pierde el favor real. 510 Julio Sexto Frontino, Los cuatro libros de los enxemplos, consejos e avisos de la guerra (Strategematon), ed. Ángel Gómez Moreno, Madrid, Ministerio de Defensa, 2005. 511 En torno a la composición incide su autor en el explicit, al tiempo que desarrolla el carácter metaliterario del significado de su obra como «panegírico»: «Fenecióse esta obra en Roma, por Diego Guillén de Ávila, a xxiij días de julio año de noventa y nueve intitulola panegírico que quiere decir toda gloria o alabança es vocablo griego impuesto por algunos latinos a sus obras, donde han loado emperadores, reyes e grandes príncipes». Diego Guillén de Ávila, Panegírico, fol. ciij. La obra concluye con las últimas diez coplas en ciij v. Vid. infra la ficha bibliográfica. 343 impreso a costa de Diego Gumiel [Valladolid, 1509], donde aparece junto al Loor de Carrillo512. Es un impreso célebre porque en la portada lleva un precioso grabado xilográfico inserto en la letra mayúscula inicial donde aparecen los Reyes Católicos, con cetro y espada. No obstante, algunos bibliógrafos citan varias ediciones anteriores a esta obra, como Palau, que registra una edición, impresa en Salamanca en 1507513, pero cuya prínceps habría que establecer en Roma en torno a 1500514. La hipótesis no carece de fundamento debido a que el autor, canónigo de Palencia, pasó gran parte de su vida en Roma adscrito a la casa del cardenal Ursino. El Panegírico entronca con la larga tradición de la historiografía en verso, que ya había tenido su cumbre en la Consolatoria de Castilla de Juan Barba. En una carta proemio de claros tintes laudatorios aparece el testimonio del autor que quiere, bajo el tópico de la humilitas, ofrecer su obra a «la reina de todas las reinas». Con la ya tópica imagen de las abejas que roban los frutos para libar sus colmenas, Guillén de Ávila se confiesa deudor de algunas «estorias y sentencias» que ha tomado de autores ajenos. Tras un argumento en prosa, se presenta un exordio donde se desgrana la intención del autor de cantar «en lira sonante con voz acordada». Con la invocación a las musas, se recrea la tópica visión alegórica donde el poeta camina por una frondosa selva hasta llegar a la morada donde habitan las tres Parcas515. Así, la obra aparece divida en tres partes, en consonancia con cada una de estas señoras. La primera de ellas, Átropos, guía al autor en los sucesos y obras del reinado de los Católicos en un pasado lejano, con la cita de la genealogía de la reina Católica y su entronque con los godos y los reyes castellanos. En la segunda parte, el autor será guiado por Cloto, quien en su discurso alaba a la reina desde el tiempo presente o el pasado inmediato. Se relata así la boda con Fernando, la guerra contra Portugal y la conquista de Granada. Finalmente, la tercera dará paso a 512 El ejemplar consultado se halla en la BNE, bajo la signatura R/11229. El colofón explicita que «Estas coplas se imprimieron en la noble villa de Valladolid por Diego de Gumiel. Acabaronse a xxj de abril de MDIX». Existe facsímil: Diego Guillén de Ávila, Panegírico a la reina doña Isabel, (Valladolid, 1509). Sale nuevamente a luz reproducida en facsímile por acuerdo de la Real Academia Española, Valencia, Castalia, 1951. 513 Palau, Manual del librero, I-139. 514 Mariano Alcocer y Martínez, Catálogo razonado de obras impresas en Valladolid, 1481-1800, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo, 1993 (reproducción facsímil de la anterior impresa en Valladolid, Imprenta de la Casa Social Católica, 1926), pp. 40-41, nº. 37. 515 No se descuidan los tintes panegíricos y propagandísticos ofrecidos a los Reyes Católicos como ordenadores de la monarquía. Vid. Diego Guillén de Ávila, Panegírico, fol. [a iii v]: «La reyna que reyna en más nombradía / causó que viniesses en esta morada, / para que veas que su monarchía / se estiende en el mundo por ley ordenada; / será su alabança assí celebrada, / eterna, perpetua, durable, notoria, / que puesto que muchas están en memoria / jamás fue ni sea mujer tan loada». 344 Lachesis y al relato del presente inmediato y los augurios futuros, sin que falten unas coplas sobre la expulsión a los judíos516. El autor escribe en la propia obra que dejó de trabajar en ella tras la toma de Alhama, fechada en 1482: «El autor prosigue esta obra mucho tiempo después que la començó; muda la consonancia de los quatro versos primeros y finge aver dormido el tiempo que no trabajó en ella»517. Así, al recuperar el hilo narrativo, Guillén relata la guerra de Granada y la expulsión de los judíos, dando paso a la tercera parte. La expulsión de la «judaica nación» del reino se atribuye a la acción gubernativa de la mano siempre poderosa de la reina, que no se arredra en cumplir con sus obligaciones: «no ya en femeniles querellas la vierte / mas en remediar con ánimo fuerte / los daños presentes y los porvenir»518. Seguidamente, se habla de la infanta Juana y de Margarita de Austria en ese doble viaje con motivo de las bodas cruzadas entre sus herederos519. A continuación, se lamenta el autor de un oscuro presagio, el «hado lloroso cruel encubierto», un caso de tristura que será, en palabras de la diosa, «no cumple que más te detenga / lo que ha de venir conviene que venga / quel tiempo lo llama, lo trae y apresura». Así se desarrollan dos coplas, en boca de Lachesis, diosa encargada de cortar el hilo de la vida, que no hacen más que presagiar las futuras muertes de los herederos de los Católicos. La primera se destina al príncipe Juan, quien no cumplirá los 20 años al morir de amor520. La siguiente copla continúa con el tema anterior al centrarse en la princesa Margarita y su fallido embarazo. Los infortunios seguirán, ahora centrados en la figura de Isabel hija: La clara princesa os queda preñada / mas no verná a luz su parto esperado / allí se renueva su pena y cuidado / entonces se halla del todo cuytada. / Será en Portugal dos vezes casada 516 La primera de estas partes llega hasta a7r; la segunda comienza en a7v y se desarrolla hasta la tercera de las partes que se desarrolla en b3v hasta el final en c3v. Según María Elvira Roca Barea (“Diego Guillén de Ávila, autor y traductor del siglo XV…”, p. 383), el Panegírico guarda concomitancias con la Visión de amor del Marqués de Santillana, puesto que también presenta a tres damas, las Virtudes en su caso, que guían al autor en el presente caótico en el que se encuentra España. 517Diego Guillén de Ávila, Panegírico, fol. b iij v [aunque signado erróneamente en el recto como b iiij]. 518 Posteriormente, se pronostica acerca de las acciones bélicas del rey Fernando el Católico en Perpiñán, Francia, Italia y Nápoles, sin desatender la alabanza a Gonzalo Fernández de Córdoba por sus valerosas campañas en Italia. 519 Diego Guillén de Ávila, Panegírico, fol. b iij v [aunque signado erróneamente en el recto como b iiij]: «y en aquella flota que va tan erguida / surcando las ondas del mar océano, / allí va la nuera de Maximiliano, / allí ha de venir la gran Margarida; / la una en Borgoña muy bien le marida / la otra en España en estado mayor, / mas desta su gloria triunfo y favor / muy presto será en cuyta vertida». 520 Ibid: «El príncipe vuestro abrá sin dudança, / por suya la dama de mucha ecelencia, / abrá gran estado, abrá gran potencia, / abrá de los reynos muy cierta esperança. / Mas no quatro lustros enteros alcança / que muerte deshaze su gran pensamiento / y aun antes que Phebo en su casamiento / un curso fenezca, su hilo se tran[ç]a». 345 la otra princesa d’España heredera; / un hijo os dará que más no s’espera / porque este pariendo será arrebatada521. En efecto, «la otra princesa d’España heredera» es Isabel, dos veces casada en Portugal con los sucesivos herederos lusos. Un heredero dará al reino, un hijo para Isabel la Católica; sin embargo, con esta nueva vida se quiebra la anterior, al morir por sobreparto Isabel hija. Estas serán las últimas muertes descritas por el autor, por lo que la preceptiva poética impone relatar primeramente el planto para, posteriormente, dar paso a la consolación por ambas pérdidas: Oyendo prenuncios de tanta tristeza, / mis tiernas entrañas sentí que batían, / temblaban mis miembros, mis ojos plañían, / rompíen mis querellas en mi su flaqueza. / «¡Oh reyna!» ̶ dezía ̶ , «modere tu alteza / los casos adversos quel tiempo te ofresce / quel gran coraçón según que padesce / assí va creciendo en su fortaleza»522. A través de la exposición de casos clásicos y mitológicos que se desgranan seguidamente, Guillén de Ávila intenta consolar a la reina de las muertes de los hijos. Basándose en el tópico del contemptus mundi, «partirse del mundo avíen por mejor». Príamo, Aníbal, Pompeo o Tomiris son sólo algunos de los casos que el autor desarrolla en las coplas a modo de consolatio ad exemplum. Prosigue el poeta, para finalizar, con los alegres vaticinios acerca del fin de la guerra tras cercar a «los moros malditos». Se hace una breve relación de la destrucción de África que, siguiendo los tópicos literarios de la guerra santa, acabará por ser la llave para la conquista de Egipto, Trípoli , Libia y llegar, en camino recto, «a Jericó toda con Jherusalem / y el santo sepulcro que tanto la arrea». En definitiva, el Panegírico introduce como materia poética las muertes de los herederos de los Reyes Católicos, otorgando a Isabel un papel secundario en la sucesión a la vez que le regala otro apunte más como materia poética. 2.5.2.2. Vergel de discretos de Francisco de Ávila La vida y la muerte o Vergel de discretos se imprime en Salamanca por Hans Gysser en 1508. Ha sido considerada por el canon una obra menor y no bien atendida, prejuicio que ya se desterró gracias a la gran edición de Pedro Cátedra523. Escrito por 521 Ambas coplas se insertan en el Panegírico, fol. c ij [aunque signado erróneamente como a ij], al final de la segunda columna. 522 Diego Guillén de Ávila, Panegírico, fol. c ij v. 523 Incomprensiblemente, la obra no ha suscitado la atención de la crítica, salvo la edición de Francisco de Ávila, La vida y la muerte o vergel de discretos, con estudio y edición de Pedro M. Cátedra, Madrid, Fundación Universitaria Española-Universidad Pontificia de Salamanca, 2000. Para el estudio 346 Francisco de Ávila, la obra y su autor se inscriben dentro de la abultada nómina de poetas franciscanos observantes que cultivan la poesía como un medio pastoral, litúrgico y contemplativo, como ponen de manifiesto fray Íñigo de Mendoza o Ambrosio Montesino dentro de la devotio moderna. Acerca del autor pocos son los datos de los que disponemos. Se le suponen relaciones de amistad o mecenazgo con Cisneros; a tenor de la carta-dedicatoria que le dirige es posible que ambos coincidieran en las coordenadas formativas del monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo o quizá en el retiro del Castañar524. También es posible que tuviera relaciones de amistad con otros miembros letrados de la corte. Quizá fuera Ávila discípulo de Nebrija en Salamanca, pues le cita en sus coplas525; otros miembros de la nómina humanística desfilan en los versos: Pedro Mártir de Anglería, Arias Barbosa o Lucio Marineo Sículo; también otros escritores cortesanos: Guevara, Garci Sánchez de Badajoz, Diego de San Pedro, Diego de Valera y Alonso de Palencia. La obra atesora materiales diversos que enlazan tramas elocutivas de muy diversa procedencia. En primer lugar, las ars bene moriendi medievales, que aquí confluyen también en meditatio mortis con el aviso del memento mori. También hay mimbres de los sermones y oraciones, con un gran peso de la actividad homilética; la altercatio y pleito así como las obras que presentan catálogos de varones ilustres, todo ello bajo el género de la poesía alegórica medieval, bajo el ejemplo de las Coplas de Manrique. De hecho, bajo el membrete de ‘vergel’ el autor engloba la idea de la miscelánea, como “una concentración de significados para ser desenvueltos en otros discursos”, según Cátedra, del que tampoco está exenta la repercusión política526. Destinado al cardenal Cisneros y introductorio, Vid. pp. 11-116. Todas las citas de la obra están tomadas de esta edición, puesto que el único ejemplar conocido de la obra se encuentra en la Hispanic Society de Nueva York. Adquirido por el magnate Archer M. Huntington para su magna biblioteca, no poseemos más datos sobre la procedencia del ejemplar, más allá de la noticia bibliográfica recogida en el Regestrum de Hernando Colón. Cfr. Clara Louise Penney, Printed Books (1468-1700) in the Hispanic Society of America…, nº. 44. La crítica la ha estudiado solamente en relación con las obras para el buen morir, Cfr. Víctor Infantes de Miguel, “La muerte como personaje literario en los siglos XVI y XVII”, en Le personnage dans la littérature du Siècle d’Or: estatut et fonction, Paris, Recherche sur les Civilisations, 1984, pp. 89-102. 524 Ainara Herrán Martínez de San Vicente, en su tesis doctoral, postula que esta obra se incluye dentro del mecenazgo del cardenal Cisneros aunque con la particularidad de ser “la única que está dedicada a Jiménez de Cisneros sin que fuese previamente solicitada por él”. En cuanto a la relación entre ambos sujetos, la autora dice que “es muy posible que se conocieran y que Ávila se valiera del arzobispo como contacto para entrar en la corte real”, p. 284. Sin embargo, no tenemos más datos sobre este autor, ni en su actividad literaria ni ligada a la corte real. 525 «Con doctrina muy prolixa / nuestras tierras enbotadas / por el famoso Librixa / quedaron acecaladas; / son las gentes alumbradas / de su ciega grossería, / ya no hablan barbaría, / mas razones alindadas». Francisco de Ávila, La vida y la muerte…, p. 356. 526 De la primigenia referencia botánica del ‘vergel’ como huerto o jardín “con variedad de flores y árboles frutales” según el DRAE, recabamos en el jardín como hortus clausus medieval del que se desgaja una 347 relacionada con su labor de mecenazgo, a quien se le remite una carta-dedicatoria527, la obra se presenta sancionada por el propio autor. Así lo afirma el colofón, que cifra la impresión de la obra «en presencia del mesmo padre fray Francisco d’Ávila, que la compuso e fue personal corrector d’ella»528, lo que demuestra una novedad en los usos impresorios de la época. El plan literario y estructura de la obra resulta complicada, se encuentra dividida en cincuenta y cuatro partículas con una estructura lineal y repartida entre cuatro interlocutores: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria529. El pleito dialógico establecido por el propio Ávila y estos personajes se desarrolla durante toda la obra, al tiempo que se introducen diversas figuras históricas y también coevas de Ávila, que irán desfilando en el discurso. Centrándonos en el contenido de la obra, aparece la figura de un salvaje, de amplia raigambre medieval, que participa con el poeta de una discusión acerca de la muerte. Finalmente, a la conversación se une san Buenaventura, que tras incidir en la existencia del juicio final y ofrecer varios consejos para lograr la gloria, sube al cielo. A continuación, la Muerte nombra a gran cantidad de personajes fallecidos por orden cronológico hasta los tiempos del autor. En el capítulo XXIV de la obra, «relata algunas personas esclarecidas, varones illustres y preclaros e otros insignes e nobles que en estos reynos en nuestros tiempos han faltado»530. Se remonta el autor al episodio de las Navas de Tolosa para ensalzar las victorias de los soberanos castellanos contra los moros. Finalmente, el autor llega a los reyes Juan II de Castilla, Juan de Aragón y João II de Portugal, «noble rey furibundo»531. La referencia al monarca portugués hace recordar al autor a su hijo, el príncipe Afonso, quien también como motivo literario se inserta en las coplas gracias a su fatídica muerte: «Al lindo príncipe callo, / su hijo, mal venturoso, / que tumbado del caballo / ovo presto fin penoso»532. tradición erótica y otra mística, muy en relación con los jardines y fuentes árabes llenas de sensualidad que invitan a la contemplación y a la lectura del libro como flor de deleitoso aprovechamiento. 527 La obra reafirma su implicación con el entorno cisneriano y franciscano a través de la iconografía de la edición con dos grabados xilográficos que aparecen en las dos portadas de las que consta: una que alerta sobre el título: La vida y la muerte y que presenta la estigmatización de san Francisco y una segunda que presenta el título sobre el escudo de Cisneros: Vergel de discretos. La reproducción de ambas portadas en la citada edición de Cátedra, pp. 119 y 129, respectivamente. 528 Francisco de Ávila, La vida y la muerte…, p. 389. 529 Para la estructura y las implicaciones místicas, remitimos a lo ya referido magistralmente por Cátedra en su La vida y la muerte o vergel de discretos…, pp. 29-70. 530 Francisco de Ávila, La vida y la muerte…, pp. 262-269 para el capítulo y p. 262 para la cita. 531 Francisco de Ávila, La vida y la muerte…, p. 263. 532 Ibid. 348 Tras una breve referencia al rey Afonso V, abuelo del malogrado príncipe de Portugal, Francisco de Ávila se centra en la reina Católica, «seguéla con mis guadañas; / a hijos de sus entrañas / y a los grandes de su corte / yo les quité su deporte / con mis cautelas y mañas»533. De tal manera, la Muerte se enorgullece de quebrar la sucesión castellana en los versos siguientes: «Yo pude bien trastornar / el trono muy poderoso». A partir de este punto, las referencias de la obra atañen a todos y cada uno de los eslabones sucesorios castellanos. Así, en primer lugar, desfila el príncipe Juan, «mancebo rezién / casado; / después de muy festejado / arrojéle mi palanaca / y dexéle en Salamanca / con tristes llantos finado». El autor tiende a condensar mediante los versos todas las circunstancias de la vida y la muerte del ilustre finado. A continuación, la copla siguiente (vv. 5865-5872), se dedica al príncipe Miguel y a su madre, la reina Isabel: El santo niño Miguel, / príncipe destos reynados, / en beviendo de mi hiel / no gustó los principados; / ni gozó de los ditados / de su madre, reyna princesa, / que yo le di por empresa / mis males accelerados534. Los versos poseen la originalidad y la novedad de enlazar por vez primera en la lírica los destinos funestos de Isabel y su hijo. Sus posibilidades de expresión estética se vinculan no sólo a su muerte y a la pérdida de la sucesión lineal castellana, sino también como madre e hijo privados del amor filial. Francisco de Ávila no olvida las implicaciones políticas de los personajes objeto de las coplas a los que dota de una altura lírica notable en esta compleja obrita535. Tras una larga retahíla de personajes históricos, entre los que cabe señalar la presencia de altos jerarcas eclesiásticos y nobiliarios, el cierre del capítulo se dedica al poder igualador de la muerte, que alcanza a todos los estados: «Duques, condes y marqueses / y varones principales, / cortesanos muy corteses, / justadores trïumphales; / cavalleros, mariscales / y vizcondes escogidos, / esforçados y sabidos / han sentido bien mis males»536. De esta forma y a través de la exposición de estos casos, la Muerte exhorta al lector a estar siempre preparado y dispuesto para el bien morir, un tránsito inevitable y sobre el que se deben abandonar los apegos terrenales. 533 Ibid. 534 Francisco de Ávila, La vida y la muerte..., p. 264. 535 La Muerte también alcanza a Felipe el Hermoso y hay lugar también para el autor dedicar una copla a Juana I de Castilla: «Dexé la triste Castilla / amarga, con soledad, / y a la reyna con manzilla / biuda, triste, en orfandad; / ni miré la novedad / de tan altos presidentes, / ni los peligros siguientes / ni su fresca mocedad», en Francisco de Ávila, La vida y la muerte…, p. 264. 536 Francisco de Ávila, La vida y la muerte..., p. 269. 349 2.5.3. «Doncella tan sancta y devota». Isabel como modelo de mujer (siglo XVI) La imagen de Isabel iunior en la literatura se vio reforzada en el siglo XVI, donde la reina es tratada como un modelo de mujer además de como un arquetipo literario en dos obras señeras: la traducción al castellano de la obra de Juan Luis Vives, De institutione feminae christianae y el anónimo Carro de las donas. 2.5.3.1. Instrucción de la mujer cristiana de Juan Luis Vives La obra del humanista valenciano Juan Luis Vives, nacido en 1492, destaca por las profundas influencias con otros grandes pensadores de la época, como Erasmo de Rotterdam o Tomás Moro537. Su formación pasa por el Estudio General de Valencia, donde debía de encontrarse en torno a 1507. Dos años después marcha a París, para completar su formación en dicha Universidad. Será allí donde Vives entre en contacto con las principales corrientes del humanismo renacentista. Tras finalizar sus estudios pasa largas temporadas en Brujas y posteriormente en Lovaina, para, finalmente, radicarse en Inglaterra. Incluido en la corte de la reina Catalina, la última de las hijas de los Católicos, entre 1523 y 1528 Vives fue preceptor en la Universidad de Oxford, después consejero de la reina Catalina y más tarde profesor de latín de su hija, la princesa María. Finalmente, hubo de abandonar el reino al oponerse al divorcio con el rey Enrique VIII, al igual que Tomás Moro. Entre sus abundante lista de obras, merecen ser destacadas aquellas que versan sobre filosofía y cuestiones relativas a la religión católica: De anima et vita (1538) y Sobre la verdadera fe cristiana (1543) son algunos ejemplos. Otra parte importante de su obra son los tratados sobre los métodos de la educación humanística, a los que Vives va a consagrar cuatro tratados fundamentales: De rationii studii puerilis (1523); De ingenuarum adolescentium ac puellarum institutione (1545), De officio mariti y la obra que aquí analizamos: De institutione feminae christianae. Todas ellas son obras con una clara finalidad didáctica aunque varían en cuanto a los destinatarios e intereses, bien sea la educación de los nobles así como la enfocada a las mujeres. 537 Entre los estudios dedicados al autor destaca el de Carlos Noreña, Juan Luis Vives, Madrid, Ediciones Paulinas, 1978. 350 De institutione feminae christianae (De la instrucción de la mujer cristiana), escrita en 1528, se dedicada a Catalina, reina de Inglaterra, la misma que le manda traducir al inglés su obra de la Instrucción, pues quería que las mujeres de su corte que no sabían latín pudieran disfrutar los sabios consejos del humanista. Pronto la obra también se traduciría del latín al castellano por Juan Justiniano y será publicada en Valencia en 1529. Esta edición plantea varias diferencias con la primigenia de Vives, suprimiendo la dedicatoria a la reina Catalina por otra dedicada a la reina Germana de Foix, la segunda esposa de Fernando el Católico. El traductor realiza asimismo adiciones en el texto o supresiones de algunos exempla. Desde esa fecha hasta 1583 se imprimieron ocho ediciones del libro, lo cual explica la fama de la obra y del autor. Esta obra así como las anteriores destinadas a ser tratados de educación manifiestan los intereses doctrinales, pedagógicos, humanísticos y morales de Vives, especialmente en torno a la formación de las mujeres, desde su niñez hasta que son casadas. El libro sigue el camino ya iniciado en el Carro de las donas538, donde el tono moral y pedagógico casa con el pensamiento humanista del periodo. Estas obras tienen como fin la educación en la vida moral y cristiana de la mujer, puesto que ella será la primera educadora de sus hijos. La Instrucción se divide en tres libros: 1) dedicado a las vírgenes; 2) la mujer casada y, finalmente, 3) la viuda, ofreciendo su autor un manual de conducta relativo a los funerales y el duelo. El primer libro describe las cuestiones formales de la educación de la niña (su doctrina y los primeros ejercicios, con una instrucción que empieza a los siete años y siempre bajo el amparo paterno y en casa), pero muy pronto pasa a describir la materia esencial de este primer bloque, el mantenimiento de la virginidad de la doncella y de cómo esta ha de crecer en el cuidado a su cuerpo, en sus «atavíos, afeites y olores», su soledad y en las oraciones y limosnas. Vives inserta numerosos ejemplos de mujeres bíblicas, históricas e incluso contemporáneas al autor, entre las que cabe destacar las cuatro hijas de Isabel la Católica, puestas al mismo nivel que las hijas de Tomás Moro.539 538 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana, ed. de Elizabeth Teresa Howe, Madrid, Fundación Universitaria Española-Universidad Pontificia de Salamanca, 1995, p. 30: «otro alumbrado doctor que fue fray Francisco Jiménez de la orden de los mendicantes, obispo de Barcelona, el cual con paternal caridad emprendió de hecho el cargo de instruir y doctrinar las mujeres cristianas; y así cogiendo muchas autoridades y ejemplos tanto de gentiles como de cristianos, hizo un gran libro intitulado Libro de las donas, en el cual según enseñó muchas cosas útiles a saberse de todos». Todas las citas de esta obra son tomadas de la edición de Howe, mediante la traducción de Juan Justiniano. 539 Igualmente se plantea todo un manual de conducta de la muchacha fuera de casa, así como en las fiestas y convites, danzas y bailes, donde la castidad será la virtud más importante. Vives añade una lista de lecturas recomendables frente a otras «pestíferas»: entre las que incluye la Cárcel de amor, Celestina «madre de maldades», Amadís o el Decamerón. Vid. Instrucción de la mujer cristiana…, p. 61 y ss. Vives alerta sobre 351 Las alusiones a las hijas de los Reyes Católicos aparecen exclusivamente en el primero de los libros acerca de las doncellas. En el capítulo tres, titulado «de los primeros ejercicios», se dan instrucciones acerca de cómo enseñar a la muchacha «cosas de crianza y en ponerla en cosas de virtud, igual en el gobierno de la casa y hacienda de sus padres»540. Entre estos aprendizajes, la niña comenzará por las «letras, hilar y labrar, que son ejercicios muy honestos»541. Vives, para reforzar sus argumentos, presenta casos de mujeres que cultivaron estas artes, desde san Jerónimo, quien quería que santa Paula tomara la rueca, hasta la muy casta Penélope, pasando por otras reinas de la Antigüedad y diversos casos bíblicos542, hasta que llega a España: Los que escribieron las cosas de España dicen que antiguamente se solía en los lugares poner premio a las mujeres que más hubiesen hilado o tejido, lo cual se juzgaba un día del año sacando cada cual a la plaza lo que había trabajado en su casa; y era gran honra de la mujer haber mostrado en ello mucha diligencia. Y en el día de hoy dura esta buena usanza entre algunas honradas mujeres. La reina doña Isabel mujer del rey Católico don Fernando, quiso que todas cuatro sus hijas (de las cuales, las dos fueron reinas de Portugal, la tercera vemos en España madre del emperador Carlos rey nuestro, la cuarta mujer de Enrique VIII, rey de Inglaterra) quiso, digo, que todas cuatro supiesen hilar, coser y labrar543. De estas enseñanzas «aprenderá la hija por el ejemplo de su madre» y, en este sentido, será la Católica quien destaque en la realización de estos trabajos femeninos, según indican los cronistas. De la madre, asimismo, aprenderá la hija «avisos, consejos y amonestaciones» que su progenitora le diere, por lo cual la educación femenina, según el patrón de Vives, se aprende desde el modelo materno544. los libros vanos, como los son los de caballerías: Tristán, Florisandro, Flores y Blancaflor así como las «infamosísimas facecias, y gracias desgraciadas de Pogio Florentín, los cuales libros todos fueron escritos por hombres ociosos y desocupados, sin letras, llenos de vicios y suciedad, en los cuales yo me maravillo cómo puede haber cosa que deleite a nadie» (p. 62). Finalmente, el canon de lecturas provechosas que propone Vives se centran en los Evangelios y Epístolas y otros «libros morales o de santos sacados en latín o en romance», como las Epístolas de san Jerónimo o santa Catalina de Siena, el Inquiridión de Erasmo, el De consolatione de Boecio, el De officiis de Tulio, el Próspera y adversa fortuna de Petrarca, Gerson y «otros liros de esta calidad, que los varones virtuosos cada día trabajan de sacarlos a la luz» (pp. 65-66). 540 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana, p. 43. 541 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana, p. 44. 542 Las mujeres romanas como las de Tarquinio, las hijas y nietas de César Augusto, las reinas de Macedonia y de Egipto, Salomón y Terencio, de quien Vives cita su Andria, puesto que la mujer honesta «sostenía su vida hilando lana y tejiendo». Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana…, p. 46. 543 Ibid. 544 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana…, p. 89, en el capítulo dedicado al «cuidado que de su cuerpo ha de tener la virgen», concluye Vives que «cuán fea y deshonesta y abominable cosa es que la mujer en lugar de las horas esté barajando los naipes, y en lugar del aguja y dedal evhay los dados, y en lugar de la rueca estar todo el santo día puesta en el ajedrez». Así, «no hay hombre que tenga centella de entendimiento que no huelgue antes de verla estar ociosa que tan mal ocupada», por lo que el ejercicio de estos juegos se aprecia como elemento deshonesto, mucho mejor es para la mujer cultivar los oficios que le son propios. 352 La segunda y última alusión a las hijas de Isabel la Católica, se da en el capítulo cuarto, llamado «de la doctrina de las doncellas», donde se centra el autor en el aprendizaje de las letras. Al respecto, Vives no enlaza con otros autores que desprecian que la mujer aprenda a leer «pareciéndoles que es echar aceite en el fuego»545. La mujer ha de aprender las buenas letras, pero bajo la precisión de que ha de leer «buenos libros compuestos por santos varones», puesto que a través de estas lecturas habrá «fortalecido su alma con estos santos avisos, no temerá los combates del enemigo tentador ni se inclinará rendir su bondad al demonio»546. Tras realizar un extenso catálogo de doctas mujeres (Safo, las Sibilas, Catalina de Siena o Hildegarda), algunas de ellas escritoras, pasa Vives a describir la destreza de las cuatro hijas de la Católica en las letras y en el manejo del latín, especialmente, improvisando incluso sobre la marcha sus palabras, como es el caso de Juana I547. Vives remacha los cuatro modelos de mujer que encarnan Isabel, Juana, María y Catalina548, de las que resalta el virtuosismo y honestidad, hijas de padres tan excelentes y esposas amadas de sus maridos. Tras ellas, después de este catálogo de reinas, se refiere Vives a las tres hijas de Tomás Moro: Margarita, Isabel y Cecilia, quienes corren parejas a las hijas de Isabel la Católica en virtudes. 2.5.3.2. Carro de las donas El Carro de las donas aparece de manera anónima publicado en Valladolid [Juan de Villaquirán, 1542] como una más de las numerosas traducciones castellanas de la obra 545 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana…, p. 49. 546 Ibid. 547 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana…, pp. 53-54: «La edad nuestra vio aquellas cuatro hijas de la reina doña Isabel, que arriba nombré, tener muy buenas letras. De todas partes me cuentan en esta tierra y esto con grandes loores y admiración, que la reina doña Juana, mujer del rey don Felipe y madre del nuestro emperador y rey don Carlos, haber improvisado de presto en latín a los que por las ciudades y pueblos adonde iba le hablaban, según es costumbre hacer los pueblos a los nuevos príncipes. Lo mismo dicen los ingleses de su reina doña Catalina de España, hermana de la dicha reina doña Juana. Lo mismo de las otras dos que murieron reinas de Portugal». Vives concluye más tarde que la lectura de estas mujeres así como «sus estudios deben ser en las letras que dan forma a la crianza y costumbres, instituyen la vida, enseñan obrar conforme a virtud, encaminan a la razón, y finalmente muestran vivir sin prejuicio de nadie, ni de sí misma» (p. 55). 548 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana…, p. 54: «De las cuales cuatro hermanas podemos averiguadamente decir: ningunas otras mujeres en memoria de hombres haber sido honradas de más limpia fama, ningunas de más pura castidad, ningunas más queridas de sus pueblos, ningunas más admiradoras de sus maridos, ningunas a ellos más obedientes, ningunas más cuidadosas de conservar a sí y a los suyos sin ninguna mácula, a ningunas haber más desagradado la fealdad y deshonestidad, ningunas finalmente haber más llenado la medida de toda virtud que cabe en mujer». 353 del franciscano Francesc Eiximenis, escritor de fines del siglo XIV (1340?-1409?)549. Su intento de atesorar todo el saber enciclopédico cristiano en una gran obra, titulada Lo crestià, poseía el propósito de presentar una suma teológica a través de una técnica de enfilage donde engarzar obras independientes sobre las mujeres, la educación, la predicación o la confesión. Esta técnica de enfilage propició que se desgajara de este conjunto el Libre de les dones, un proceso de fragmentación textual que, en palabras de Carmen Clausell, resultaba especialmente propicio debido a el carácter marcadamente doctrinal de la quinta parte o tractat de dones religioses posibilitaba la fragmentación del texto y, por tanto, la pronta aparición de copias parciales que, con el tiempo, vendrían a conformar una rica y compleja tradición textual independiente del Llibre de les dones550. El libro de Eiximenis, escrito hacia 1388 a petición de la condesa de Prades, Sancha Jiménez de Arenós, está formado por cuatro capítulos o tratados independientes sobre las posibles etapas en la vida de una mujer: doncella, casada, viuda y religiosa. La obra alcanzó pronto un éxito extraordinario, fundamentalmente, en el entorno cortesano femenino551. Así, el Libre de les dones, como manual femenino de exempla, se vertió del catalán al castellano, con adiciones de mayor o menor trascendencia que dependían del 549 La actividad política de Eiximenis se relaciona con su extensa producción escrita, como aparece en el Regiment de la cosa pública (1383) y en la Epistola a l’infant Martí, duque de Montblanc (1392). Sin embargo, las obras más conocidas de Eiximenis son el Crestiá (1379), el Llibre dels àngels (1392), tratado de angelología y las que aquí se van a exponer. Sobre la (bio)bibliografía de Eiximenis son numerosos los estudios que se dedican a desgranar cada una de las obras de nuestro autor, entre los que destacamos los de David J. Vieira, algunos de ellos citados en las próximas páginas: “The Presence of Francesc Eiximenis in fifteenth and sixteenth-century castillan literature”, Separata de Hispanofilia, 57 (1976), pp. 1-5; id. “El concepte de ‘caritas’ en el cinquè tractat del Llibre de les dones”, Revista Catalana de Teología, 11 (1986), pp. 87-103. También el colectivo Estudis sobre Francesc Eiximenis. Studia Bibliographica, Girona, Col·legi Universitari de Girona, 1991. Desde la perspectiva pedagógica, Chiara Mancinelli, “Francesc Eiximenis y su programa pedagógico”, Forma. Revista d’estudis comparatius. Art, literatura, pensament, 3 (2011), pp. 101-109. Sobre algunas obras de Eiximenis: Jaume de Puig i Oliver, et al. Catàleg dels manuscrits de les obres de Francesc Eiximenis, OFM, conservades en biblioteques publiques, que puede ser consultado en línea: http://www.raco.cat/index.php/ArxiuTextos/article/view/248736/332971. [Consultado el 29 de febrero de 2016]. Finalmente, Josep Hernando i Delgado, “Obras de Francesc Eiximenis en biblioteques privades de la Barcelona del segle XV”, Arxiu de Textos Catalans Antics, 26 (2007), pp. 385-568. 550 Carmen Clausell, “Francesc Eiximenis en Castilla. I. Del Llivre de les dones al Carro de las donas”, Boletín de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona, 45 (1995-1996), pp. 439-464 [446]. Sin embargo, del propio Libre de les dones también se desgajan materiales para realizar los tratados de Scala Dei, Tractat de penitencia o Tractat de contemplació. 551 La difusión del texto se basa en dos ramas: una manuscrita y otra ya impresa a fines del XV. Dentro de la traducción manuscrita destaca la copia parcial del Libro de las donas que poseyó el Arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez de Toledo, y que, sin duda, debió de influir en la ideología del autor así como en su concepción sobre las mujeres. Así, David J. Vieira, “Francesc Eiximenis (1340?-1409?) y Alfonso Martínez de Toledo (1398?-1470?): las ideas convergentes en sus obras”, Separata de Estudios Franciscanos, 76 (1975), pp. 5-10. Para la tradición textual de la obra: Carmen Clausell, “Francesc Eiximenis en Castilla. I. Del Llivre de les dones al Carro de las donas”…, pp. 441-445. http://www.raco.cat/index.php/ArxiuTextos/article/view/248736/332971 354 momento histórico en el que se inscribía la obra. La difusión de las obras de Eiximenis en Castilla ya entrado el siglo XVI obedece a la penetración de la devotio moderna552. Así se explica el trasvase de Eiximenis a la nueva obra, Carro de las donas, escrito por un anónimo fraile en Valladolid553, quizá el padre Carmona, confesor de Adriano VI, que dedica la obra a la reina Catalina de Portugal, hija de Juana I de Castilla y reina lusa debido a su matrimonio con el rey João III554: Este devoto libro se llama Carro de las donas. Trata la vida y muerte del hombre cristiano. Es intitulado a la cristianísima reina de Portugal, doña Catherina. Tiene cinco libros de grandes y sanctas doctrinas555. En la carta prólogo a la reina Catalina se refuerza la política de alianza con Portugal mediante la retórica que permite la exaltación y propaganda de un catálogo de reinas. El autor apoya toda su obra en la buena fama y el excelente papel histórico de las monarcas portuguesas, muchas de ellas castellanas. Entre estas soberanas cabe inscribir a doña Urraca (casada con Afonso II de Portugal), santa Isabel, casada con Don Dinís; 552 Esto confirma que Eiximenis sea un autor leído y de referencicia en todos los ambientes reformistas del siglo XV, desde las órdenes jerónimas al círculo letrado de Alcalá. Así concluye Carmen Clausell, “Francesc Eiximenis en Castilla. I. Del Llivre de les dones al Carro de las donas”…, p. 449: “A la vista de lo hasta aquí expuesto, parece claro que, durante el siglo XV, el corpus eiximeniano incrementa su difusión por tierras de Castilla, ya en copias completas, ya en copias parciales, lo cual pone de relieve la amplia divulgación y trascendencia de Francesc Eiximenis dentro de la espiritualidad peninsular, y que en el horizonte del primer Quinientos aparece en los autores ascéticos castellanos en pie de igualdad con los principales autores de la devotio moderna”. 553 En cuanto a la identidad de este anónimo escritor, que se identifica como «sacerdote religioso de la orden de san Francisco de la Concepción de Nuestra Señora», en Valladolid, se han supuesto varios nombres: el fraile Luis de Escobar (Cfr. Juan Meseguer Fernández, “El traductor del Carro de las donas de Francisco Eiximénez, familiar y biógrafo de Alejandro VI”, Hispania, XIX (1959), pp. 230-250); el fraile Alonso de Tudela (Cfr. Isaac Vázquez Janeiro, “En busca de un nombre para el traductor del Carro de las donas de F. Eiximenez”, Humanismo, reforma y teología, 25 (1981), pp. 1-43 y, finalmente, la última atribución, el padre Carmona, franciscano y morador en el convento de san Francisco de Valladolid, ha sido propuesta por Carmen Clausell Nácher, “El P. Carmona OFM, confesor de Adriano VI y probable traductor del Llibre de les dones de Francesc Eiximenis”, Archivum Historicum Franciscanum, 89 (1996), pp. 287-335, así como otros datos en la introducción a cargo de la misma autora en su edición del Carro de las donas: Valladolid, 1542: adaptación del Libre de les dones de Francesc Eiximenis, Madrid, Fundación Universitaria Española, Universidad Pontificia de Salamanca, 2007, pp. 93-109. 554 Para la traslación de la obra al castellano y los elementos de los que se vale su autor, Cfr. Carmen Clausell, “Francesc Eiximenis en Castilla. I. Del Llivre de les dones al Carro de las donas…”, pp. 439-464. Sobre la obra destacan los estudios de Maria de Lurdes Correia Fernandes, Espelhos, Cartas e Guias. Casamento e Espiritualidade na Península Ibérica (1450-1700), Porto, Instituto de Cultura Portuguesa- Faculdade de Letras da Universidade do Porto, 1995, pp. 115-117. José Luis Martín, Isabel la Católica. Sus hijas y las damas de su corte, modelos de doncellas, casadas y viudas en el ‘Carro de las donas’ 1542, Ávila, 2001 y también la edición de la obra de 1542 por Carmen Clausell Nácher, Carro de las donas: Valladolid, 1542: adaptación del Libre de les dones de Francesc Eiximenis…, 555 En la portada del libro aparece un grabado xilográfico que muestra un carro tirado por dos caballos lleno de mujeres de diferente condición. Sobre los caballos aparece la figura de la muerte como esqueleto portando una guadaña y un reloj de arena. La simbología de este grabado se explica por el último de los tratados que incorpora la obra, un arte de bien morir, que ya se anuncia en el título. El grabado así como el término “carro” y su imagen asociada se relacionan con las procesiones ceremoniales y las representaciones sacramentales de la festividad del Corpus Christi en los Siglos de Oro. El posincunable puede consultarse a través de la BDH en una mejorable digitalización del ejemplar signatura U/791: http://bdh- rd.bne.es/viewer.vm?id=0000092711&page=1. 355 Leonor, suegra de Isabel iunior y inalmente, el autor llega a «la reyna princesa doña Isabel e la reina doña María, mujer[es] del christianísimo rey don Manuel, tías de vuestra alteza». De ellas, según el tópico de la indecibilitas, «hay tanto que decir de las virtudes que Dios nuestro señor les dio, que por ser mucho será mejor callando darse por dicho, porque en el libro segundo deste libro que habla de sancto matrimonio diremos algo de sus grandes y excelentes virtudes»556. El Carro de las donas está compuesto por cinco libros: 1) la instrucción de las doncellas; 2) educación de las mujeres casadas; 3) regimiento de las viudas; 4) «Summo bien» y, finalmente 5) «Memoria eterna», es decir, un tratado de bien morir. La descripción que hace el moderno traductor de la mujer así como de su naturaleza coincide con la visión aportada por Eiximenis: la mujer aparece como un complemento del varón, creada para multiplicar la especie humana557. El franciscano no pierde la ocasión para ofrecer consejos acerca de la educación de los hijos, instando a las mujeres a criarlos personalmente, por lo que da sus punturas al texto primitivo, según sus intereses. El traductor-autor sigue en muchos puntos la visión tradicionalista de la obra de Eiximenis pero en otros, sin perder el horizonte de su dedicataria, presenta modelos de mujer cercanos a la reina portuguesa al tiempo que sirven para declarar una intención de mecenazgo, como declara el autor: «E porque al que trasladó este libro de lengua catalana en castellana le paresció quitar algunas prolixidades y algunos exemplos de mugeres gentiles que el doctor ponía y en lugar de las que se quitaron se pondrán algunas». Entre ellas, «la muy christianíssima muy alta y poderosa señora la reyna doña Ysabel», como reza el capítulo LXII558. Así, los capítulos LXII-LXVII se centran en Isabel madre y sus cuatro hijas559. Acerca de Isabel la Católica, el autor-traductor divide su semblanza en tres apartados. Por una parte, relata la historia de Isabel niña y su infancia vivida con su 556 Sobre la reina Leonor incide el autor en que «dio nuestro señor Dios grandes virtudes y mucha paciencia […] que la tuvo en la muerte del príncipe don Juan Alonso, su único hijo». Asimismo se alaba la construcción del monasterio de la Misericordia en Lisboa, como obra pía y devota. Otros ejemplos sobre estos arquetipos femeninos y su posible subversión en los modelos tradicionales en Núria Silleras- Fernández, “Exceso femenino, control masculino: Isabel la Católica y la literatura didáctica”, en Redes femeninas de promoción espiritual en los reinos peninsulares (S. XIII-XVI), ed. Blanca Garía, Roma Viella, 2013, pp. 185-200 [195]. 557 Cfr. David J. Viera, La dona en Francesc Eiximenis, Barcelona, Curial, 1987. 558 Cito por la edición de Carmen Clausell Nácher, Carro de las donas: Valladolid, 1542: adaptación del Libre de les dones de Francesc Eiximenis…, I, pp. 414-426. 559 El anónimo autor incluye asimismo casos de ejemplos masculinos, como los de Adriano VI o fray Hernando de Talavera, quienes componen un mosaico ejemplarizante al tiempo que se insertan facecias que recuerdan la intención doctrinal del tratado: enseñar deleitando. 356 hermano hasta su matrimonio con Fernando el Católico. El segundo núcleo de la narración (capítulo LXIII) se centra en los dones que Dios dotó a la reina Católica por natura y sus virtudes560. El franciscano aprovecha el discurrir de la narración para proponer a la reina como modelo de mujer. Así, por caso, las féminas pueden tomar ejemplo de las visitas que la hija relizó a su madre enferma, Isabel de Portugal, a las que acudía con sus hijos para dar muestra de generosidad561. Asimismo, pueden tomar ejemplo las casadas de cómo Isabel se ocupó directamente de la educación de sus hijos562: E las hijas todas fueron reynas: las dos de Portugal y la otra de Inglaterra; la otra es la reyna de Castilla nuestra señora. Huvo un hijo, que fue el príncipe don Juan, el qual casó con madama Margarita, hija del emperador Maximiliano. Esto noten las dueñas casadas, que aunque esta christianísima reyna trýa grandes guerras y desasosiegos en sus reynos, crió su hijo e hijas en tan cathólica y christianísima religión, dándoles maestros de vida y letras, poniéndoles personas en su servicio, que todos salieron vasos de electión y para ser reyes en el cielo como en su lugar de cada uno se dirá563. Si Isabel la Católica es el ejemplo paradigmático también de las vidas de sus cuatro hijas puede tomarse algún provecho564. El capítulo LXV se centra en «las muchas perfectiones de que Dios nuestro señor dotó a la reyna de Portugal, doña Ysabel e princesa de Castilla»565, proponiendo su figura como un dechado de perfección y honestidad. El anónimo autor se muestra original al insertar en su narración algunas anécdotas de la vida de la propia Isabel566, como demuestra que fuera consultada por sus padres en las difíciles decisiones de gobierno: 560 Así muestra una relación de todos los conventos e iglesias por ella fundados, las limosnas y dispensas realizadas a favor de los menesterosos así como un retrato físico y moral de la reina. Finalmente, se reproduce el testamento de la reina (capítulo lxiiij). 561 Carro de las donas…, pp. 415-416: «Allí ivan muchas vezes los Reyes Cathólicos don Hernando y doña Ysabel con el príncipe don Juan y con las infantas, sus hijas a ver a este señora reyna. Y esto me dixo quien lo vido por sus propios ojos, que la reyna Ysabel nuestra señora quando estaba allí en Arévalo visitando a su madre, ella misma por su persona servía a su misma madre». 562 De hecho, Juan Meseguer Fernández, “Franciscanismo de Isabel la Católica…”, pp. 153-195 y Carmen Clausell, “Francesc Eiximenis en Castilla. I. Del Llivre de les dones al Carro de las donas…”, p. 443, apuntan a que un rico códice manuscrito realizado por un tal Morales por mandado de la reina Católica sobre el Libro de las donas fuera utilizado en la instrucción de las infantas. 563 Carro de las donas…, p. 419. Aunque Julia Fitzmaurice-Kelly (“Vives and the Carro de las donas”, Revue Hispanique, LXXXI (1933), pp. 530-544) ya notó la utilización de materiales de la obra de Juan Luis Vives, Instructione foeminae christianae, concretamente los capítulos VII, VIII, IX, XI, XII y XIII del libro III, creemos que este pasaje recuerda a otro de Juan Luis Vives en la traducción de la obra bajo el título Instrucción. También David J. Viera apuntó esta influencia aunque sólo exclusiva en el libro I, “Más sobre Vives y el Carro de las donas”, Estudios Franciscanos, 75 (1974), pp. 145-161. 564 El capítulo dedicado a Isabel ocupa el capítulo LXV (fols. xliiiv-xlvi v), pp. 426-429; el de María forma el capítulo LXVI (fols. xlvi-xlvii v), pp. 429-434 y, finalmente, el dedicado a Juana y Catalina será el LXVII (fols. xlviii r-v), pp. 434-436. 565 El inicio del capítulo cuenta, como todos los anteriores, con una preciosa inicial capitular grabada que muestra una madona, la virgen acuna en sus brazos al niño. 566 Posteriormente el autor, en la biografía de su hermana María, reconoce abiertamente que «este libro no se trata de chrónicas, mas de especiales casos que las mugeres en servicio de Dios hizieron para exemplo 357 De la serenísima reyna de quien hemos hablado, la primera hija fue la infanta doña Ysabel, la qual fue quando doncella tan sancta y devota y tan sabia y tan perfecta que subió en todo grado de perfectión, de honestidad. Dotada en dones de gracia, en rezar e ayunos e limosnas y devotas contemplaciones y sentimientos de nuestro señor Jesu Christo, fue dotada en los bienes de natura de excelentísimo ingenio y grande saber: esto hera cosa muy cierta que, quando sus padres tenían algún consejo arduo, siempre su consejo y parescer hera muy estimado de todos quantos allí estaban567. El autor se afana por describir la biografía de Isabel al relatar sus acontecimientos principales, como las bodas con Afonso, el «más acabado príncipe que había en toda la cristiandad y muy ensalçado y encumbrado en toda la perfectión sin le faltar nada»568. Sin embargo, la narración de la muerte del príncipe y la repercusión en la infanta sobresale en su emotivo discurso retórico569. A la narratio no le falta ninguno de los elementos emotivos y sensibles que conforman este episodio en la vida de Isabel. Se desgajan algunos elementos de interés, puesto que el relato de los acontecimientos coincide con el de los muchos romances sobre la muerte del príncipe de Portugal. Los ayunos, vigilias y el cortar los cabellos de la joven viuda casan perfectamente con lo expresado por Pedro Mártir de Anglería en sus epístolas. El anónimo autor remacha su exposición sobre la muerte del príncipe «e d’estos grandes trabajos tenía siempre calentura»570. Asimismo, se incide en la piedad de sus suegros y la buena disposición de los mismos para complacer de las mugeres que agora son y serán», es decir, el acento no se pone en el relato seco de sus hechos históricos más notables sino en el provecho que se puede tomar para las mujeres. 567 Carro de las donas…, pp. 426. 568 Ibid. 569 Carro de las donas…, pp. 426-427: «Y luego encontinente vino esta triste y amarga nueva a los oýdos de la apasionada y triste reyna su madre, la qual luego, en la misma hora, se levantó y fue al quarto y aposento donde estaba la princesa reyna doña Ysabel, su muy querida nuera, e le dixo cómo el príncipe su marido havía caydo de un cavallo abaxo, si quería que lo fuesen a ver qué tal estava. E la desdichada y sin ventura princessa se levantó luego e a pie, con grande angustia y tristeza, se fueron a la infelice posada donde el desdichado príncipe estava. E la princesa, con mucha angustia, se puso a su cabecera hasta que quiso espirar. La qual allí puesta ningún sentido tenía; y dezýa a algunas devotas señoras que allí estavan: «Prometed vosotras algunos votos a nuestro señor Dios y a la bienaventurada Virgen sin manzilla suya, que yo los cumpliré». Dixo muchas vezes: «Hágase todo aquello que cumple para que muera como buen christiano y todo lo que a su ánima conviene». E ya, quando el príncipe quiso dar el ánima a nuestro señor, sacáronla por fuerça de allí y lleváronla a una cámara. Aquella noche sin que nadie lo sintiesse, hizo tan gran sentimiento que ella misma se trasquiló. ¡Quién podría decir las muchas lágrimas! Nunca se desnudó, estuvo quarenta días que nunca comió bocado de pan y, por fuerça, el rey su suegro y la reyna su suegra, que siempre estaban allí con ella y le daban ellos mismos de comer, lo más que con ella podían acabar hera hazelle beber algunos caldos. Nunca se echó en cama más de tres meses, nunca se desnudó; vistióse de xerga, el manto por encima de la cabeça, que nadie le podía ver la cara; púsose tocas negras, y en este maltratamiento rescibió su salud mucho detrimento. Y viendo el rey don Juan, su suegro, y la reyna, su muger, el gran daño que rescibía de todas estas cosas, determinó él mismo y la reyna su muger de le hazer una cama delante de ellos; e fue con condición y tomáronle la palabra y ella lo aceptó, que no havía de haver sávana sen ella. E así fue que el rey don Juan le dio unas mantas de las Yndias, delgadas. Y con esta vida tan trabajosa que se dava, su cámara hera siempre cerrada, todas las ventanas, con sola una vela de cera que siempre ardía; nunca hombre entró en su cámara sino fue el rey, su suegro. De noche no dormía siempre; por la mayor parte llorava; leýa en libros muy devotos, y a la verdad, de ella se puede decir que su manjar hera lágrimas de día y de noche». 570 Carro de las donas…, p. 427. Posteriormente repite la idea el autor: «de contino tenía calentura». 358 los duelos de la infanta. Acerca del duelo de la princesa viuda en Portugal, el autor relata la ayuda de los Reyes Católicos, que envían emisarios para reconfortar en el sufrimieno a la princesa, buena muestra de la piedad de sus padres: ¡Quién podría oýr las cartas de consuelo que su madre la reina Católica le enviava, especialmente unas cartas que escribió don fray Hernando de Talavera, arçobispo primero que fue de Granada; no hubiera persona que, aunque tuviera el coraçón de piedra, no derramara muchas lágrimas oyéndolas!571 Nada sabemos de estas cartas de fray Hernando de Talavera, principalmente porque las conservadas remiten a fray Íñigo de Mendoza, aunque no descartamos que un suceso de tanta trascendencia fuera relatado por varios autores en sus misivas. Isabel se propone, a través de este su episodio vital, no solo como un ejemplo para las casadas en cuanto al amor y fidelidad del esposo, sino que también lo será de las viudas, devotas y cristianas572. De su llegada a Castilla se dice que «fue muy bien rescebida de sus padres y hermanos y de toda la corte de Castilla, aunque no faltaron muchos nuevos llantos y muchedumbre de lágrimas»573. Finalmente, el segundo matrimonio de Isabel y sus años en la corte de sus padres se relatan de manera sintética, puesto que el único punto donde se detiene el autor es en un episodio acerca de la fidelidad de Isabel hacia su madre, convaleciente en Zaragoza en el tiempo en que los reyes de Portugal estaban en España para ser jurados como herederos: «E como su hija, reyna de Portugal y princesa de Castilla y de Aragón, la quería tanto, hizo muchas romerías a pie, descalza y oraciones e ayunos y limosnas; e como estava preñada del príncipe don Miguel vino en tanta angustia que se le quitó la gana del comer»574. Para concluir el capítulo, el escritor cifra la piedad de Isabel como merecedora de la gloria de Dios, por lo que gozará de los bienes en el cielo: «el día del juyzio resuscitará su cuerpo para servicio de nuestro señor Dios y bien suyo». Finalmente, este ejemplo de mujer cristiana es propuesto a las mujeres: «Mucho hay que noten las señoras d’estos 571 Carro de las donas…, p. 428. 572 Ibid. 573 Posteriormente, Isabel también es tratada como la nuera fiel, quizá inspirada en la bíblica historia de Ruth y Noemí: «dende algunos años murió el rey don Juan, su suegro, a quien esta princesa lloró, porque le había sido muy buen suegro». La insistencia en las lágrimas de este episodio así como de su llegada a la corte se estudia en David Nogales Rincón, “Las lágrimas de la infanta de Castilla y princesa de Portugal, doña Isabel, y las del elefante del rey portugués Manuel I, Annón, a fines de la Edad Media”, en Des cris et des larmes du Moyen Âge à nos jours, coord. Flora Ramires Velis, París, Université Sorbonne-Nouvelle Paris 3, 2011, pp. 108-128. 574 Carro de las donas…, p. 529. 359 tiempos en esta cathólica reyna e princessa»575. Posteriormente, los ejemplos de las restantes infantas difieren en la extensión e importancia dada por el escritor. Así, a la reina María de Portugal, la segunda de las esposas de Manuel I, se le concede un mayor enfoque debido a su vinculación con la reina Catalina. Es interesante apuntar que esta reina se percibe como un ejemplo para la contemplación, denominada como «sancta»576. De Juana y Catalina se bosquejan simplemente unos apuntes vitales con los referidos tópicos acerca de la virtud577. En definitiva, el Carro de las donas no se concibe como una mera traducción de la obra de Eiximenis, sino que su autor no duda en presentar un texto original con la introducción de adiciones referidas a las más insignes mujeres de finales del siglo XV, en una galería de féminas ilustres donde el autor incluye a la infanta Isabel. Así, como modelo de mujer, la figura de Isabel entra de lleno en el siglo XVI dentro de las nuevas obras doctrinales erasmistas que, como pone de manifiesto la Instrucción de la mujer cristiana de Juan Luis Vives, aportaban unas directrices diferentes en el ámbito de la educación femenina, reforzando a la mujer en el contexto conyugal y doméstico578. 3. ISABEL EN LA LITERATURA NEOLATINA A continuación, se analizará la imagen de Isabel en la literatura neolatina peninsular diferenciando la castellana de la portuguesa, pero sin ánimo de dividirla en compartimentos estancos porque, precisamente, será su figura la que una este género a 575 Carro de las donas…, p. 529. 576 Carro de las donas..., p. 430: «Esta devotísima reyna todo el tiempo gastava en estos dos caminos para yr al cielo». Es interesante apuntar las facecias insertadas por el traductor, apuntadas de muchos de los testigos que conocieron a estas mujeres: «Las damas y moças de cámara pasavan de ochenta; lo mismo me dixo la devota y virtuosa doña Guiomar de Melo, camarera mayor de la emperatriz nuestra señora, y que en un año, estando esta christianísima reyna en Évora, casó ocho damas. Y que dixo al rey don Manuel su marido: “Señor, traygamos más damas, que éstas despachadas son”. Y que el christianísimo rey se rió y dixo: “Así será”». 577 Lo interesante es el apunte que sobre la “supuesta locura” de Juana I se realiza: «sintió tanto la muerte de su marido que cayó en una enfermedad de la qual nunca más convalesció. No ay que decir de su alteza antes de esta enfermedad, fue de muy claro ingenio y muy sabia y muy gran letrada». De Catalina «pasó esta bienaventurada por palma de martyrio» y el autor no desperdicia la ocasión de enjuiciar a su manera a los contrarios a su causa, los mismos que realizaron «mucha discordia» «algunos son muertos e han dado quenta a Dios e otros la darán quando nuestro señor Dios los llamare». En cuanto a las viudas, el autor- traductor presenta algunos consejos relativos al entierro y posterior duelo, de manera general, para pasar posteriormente a presentar dos ejemplos castellanos de mujeres viudas, el de Teresa de Quiñonez, viuda del almirante don Fadrique y el de Teresa Enríquez, viuda del comendador mayor don Gutierre de Cárdenas. 578 Así lo revelan en el contexto peninsular obras como el Espelho de casados, de João de Barros, impreso en Porto en 1540, tan sólo dos años antes que el Carro de las donas. Cfr. Maria de Lurdes Correia Fernandes, Espelhos, Cartas e Guias. Casamento e Espiritualidade na Península Ibérica (1450-1700), Porto, Instituto de Cultura Portuguesa-Faculdade de Letras da Universidade do Porto, 1995, pp. 49 y ss. 360 través del Epithalamium de Nebrija y la Oratio de Sículo. Ambos textos nacen bajo el alegre motivo de la boda de la infanta Isabel y el príncipe Afonso, pero conmemoran el acuerdo de paz entre los reinos peninsulares mediante la literatura humanística. Desde diversas formas retóricas –un epitalamio y una oración de bienvenida– las dos composiciones alaban y legitiman a las monarquías de Castilla y Portugal y recrean mediante la literatura la nueva edad, el nuevo orden y los nuevos descubrimientos desde el conocido topico de la aurea aetas579. 3.1. Literatura neolatina castellana «In extremo mundi angulo», así se referían los humanistas italianos a la península ibérica en este periodo. Durante siglos, tanto el reino luso como la monarquía hispánica estuvieron sumidos en la maldición de la periferia cultural, último rincón de un mundo conocido donde no llegaba el eco cultural y literario de la bella Italia, que recuperaba a los clásicos a través del Humanismo. Para el caso concreto de España y para este periodo, Luis Gil Fernández acota la cronología humanística entre la fecha del matrimonio de los Reyes Católicos (1469) y el fallecimiento de Fernando (1516)580. Italia impuso, entonces, unos nuevos patrones culturales que se introdujeron de manera paulatina en España a lo largo del XV. Aragón, Castilla y Navarra se convirtieron en reinos protectores de humanistas. Así, el príncipe de Viana buscó manuscritos clásicos y llegó a cartearse con Leonardo Bruni. Por su parte, la relación de Portugal con Italia se inicia con la regencia de don Pedro, duque de Coímbra y se hará más fructífera con la llegada a la corte lusa de Cataldo Parísio Sículo bajo el reinado de João II. La producción literaria de los protagonistas y agentes de la vida cultural permitió la “aclimatación casi paralela de la moda clásica en tierras de España, lo que ha de verse como un claro y rápido reflejo de lo que acontecía en Italia”581. La labor humanística (y editorial) desarrollada en los 579 Sobre este particular así como la relación existente entre ambos textos ya hemos incidido en el artículo titulado: “El Epithalamium de Antonio de Nebrija y la Oratio de Cataldo Parísio Sículo: dos ejemplos de literatura humanística para la infanta Isabel de Castilla”, en Estudios de literatura medieval en la Península Ibérica, coord. Carlos Alvar, San Millán de la Cogolla, Cilengua-Fundación de San Millán de la Cogolla, 2015, pp. 955-971. 580 Luis Gil Fernández, “Los Studia Humanitatis en España en el reinado de los Reyes Católicos”, Península. Revista de Estudos Ibéricos, 2 (2005), pp. 45-68 [45]. 581 Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, p. 39. 361 trabajos de Antonio de Nebrija y, finalmente, la realización de la Biblia Políglota Complutense reconoce el alto grado de penetración del Humanismo en España582. 3.1.1. El Epithalamium de Antonio de Nebrija En la difusión del humanismo desempeñaron un papel fundamental los centros de enseñanza, fundamentalmente, las universidades y, por supuesto, las imprentas, “focos de irradiación” del Humanismo583. La demanda creciente de la educación en universidades que necesitan de unos textos para la enseñanza de la gramática, la retórica y la lexicografía incentivó el ingenio y la erudición de los humanistas, que buscaron la protección de los mecenas cortesanos con lo que podían ejercitarse también en la poesía a raíz de diversos acontecimientos circunstanciales584. Así ocurrirá en la actividad poética en lengua latina de Nebrija, que se iniciará en su poema Peregrinatio, dedicado a los Reyes Católicos tras la peregrinación a Santiago de Compostela. Años más tarde, el ingenio de Nebrija se dedicará a celebrar la boda de la hija mayor de los monarcas a través de su Epithalamium. 3.1.1.1. Nebrija como poeta El joven Antonio Martínez de Cala y Jarava (Lebrija, Sevilla, 1444-Alcalá de Henares, 1522), tras estudiar en la universidad de Salamanca, marchó a Italia donde se 582 Así quedó de manifiesto en la multitud de actos, congresos y publicaciones que tuvieron lugar en el 2015 para celebrar el centenario de la Biblia Políglota Complutense. 583 Luis Gil Fernández, “Los Studia Humanitatis en España en el reinado de los Reyes Católicos…”, p. 47. La imprenta ayudó a multiplicar y difundir unas obras cuya publicación se explica gracias a los cauces políticos y circunstanciales por donde discurrió el reinado de los Católicos. Vid. Luis Gil Fernández, “Los Studia Humanitatis en España en el reinado de los Reyes Católicos…”, pp. 48-51 hace un excelente repaso a las ediciones incunables humanísticas y alerta que “lo que ve la luz en letras de molde, pese a lo que pudiera creerse dados los diferentes condicionamientos de la España interior y la mediterránea, es de una monotonía exasperante. Parece como si en toda la Península los gustos fueran los mismos y hubiera originado la imprenta un fenómeno de «globalización» cultural semejante al que en nuestros días produce la televisión”. Así, basta citar los tres ejemplos que aduce: el Isopete, la Consolación de Boecio y la Historia de Alexandre Magno se convertirán en auténticos best sellers, si se permite el anacronismo, simplemente por la regularización y difusión que de ellos hizo la imprenta. 584 Acerca de la enseñanza del latín, Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, pp. 81- 92. Algunos de estos acontecimientos ponían en relación a humanistas de uno y otro lado peninsular, como veremos con la boda de la infanta Isabel en las figuras de Antonio de Nebrija y Cataldo Sículo. Sin embargo, no serán las únicas ocasiones de interrelación peninsular; tenemos varios ejemplos de unas laudes poéticas al Nebrisense de parte del humanista portugués Arias Barbosa, insertos en las Introductiones latinae de 1495. Cfr. Antonio de Nebrija, Poesías latinas, estudio, ed., traducción y notas de Virginia Bonmatí Sánchez, Madrid, Centro de Lingüística Aplicada Atenea, 2013, pp. 92-94. 362 empapó de los studia humanitatis585. Como becario del Colegio español de san Clemente en Bolonia recibió el acopio necesario del humanismo italianista586. A su vuelta, dicho joven cambió su nombre, según la costumbre italianizante de la época, por el de Antonio de Nebrija y comenzó a enseñar el latín al servicio de Alfonso de Fonseca el Viejo, arzobispo de Sevilla; en 1475 logra un puesto como profesor de poesía y retórica en la universidad de Salamanca, donde con periodos en que no ejerce la docencia, como en 1486, en que entra al servicio de Juan de Zúñiga, último maestre de Alcántara, con quien permaneció cerca de veinte años bajo su protección y a quien dedicó buena parte de su producción literaria por esos años, obtendrá diversas cátedras hasta su traslado definitivo a Alcalá. El encuentro definitivo entre los Reyes Católicos y Nebrija se dio en 1486, en Salamanca, lugar en que descansaron y «pasaron el invierno» Isabel y Fernando tras su peregrinación a Santiago de Compostela. Este acontecimiento fue algo insólito ya que, entre la dinastía de los Trastámara, no era costumbre viajar a Galicia, muy posiblemente, por los elevados costes que tal desplazamiento supondría como por la escasa infraestructura de villas y ciudades para acoger a la corte real587. Aunque sus antecedentes se remontan a 1481, año en que los reyes emprendieron la conquista del reino de Granada, el viaje se dilataría hasta 1486. Por aquellas fechas, uno de sus capellanes, Diego Rodríguez de Almela, les sugiere peregrinar ante la tumba del apóstol, tal como habían hecho anteriores monarcas, para buscar la protección divina ante una campaña que, a priori, se intuía larga y complicada. Todo ello lo refleja Almela en su obra Compilación de los milagros de Santiago (1481), donde vierte sus propios recuerdos sobre su 585 Entre la amplísima bibliografía sobre el autor, me limito a mencionar de entrada los siguientes estudios canónicos: Ottavio di Camillo, El humanismo castellano del siglo XV, Valencia, Fernando Torres, 1976; Francisco Rico, Nebrija frente a los bárbaros, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1979; también Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas… o Juan Casas Rigall, Humanismo, gramática y poesía. Juan de Mena y los “auctores” en el canon de Nebrija, Santiago de Compostela, Universidade, Servizo de Publicacións e Intercambio Científico, 2010. 586 Sobre la estancia de Nebrija en Bolonia, Cfr. Juan Gil, “Nebrija en el Colegio de los Españoles de Bolonia”, Emerita, 33 (1965), pp. 347-349. 587 A la escasa presencia real en Galicia por aquellos años es necesario añadir las constantes sublevaciones de los «gallegos belicosos e indómitos», en palabras de Lucio Marineo Sículo, cuyo origen se remonta al año 1430 con la muerte del duque de Arjona, último de los nobles que contaron con el favor real. A partir de ese momento, las luchas nobiliarias se habían convertido en un problema endémico en la región. Ya en 1480 y tras la implantación de la Santa Hermandad, se recupera buena parte de la normalidad institucional con el cobro de tributos. Sin embargo, los problemas con los nobles continuaron y en 1483 se produjo la decisiva intervención de Fernando de Acuña que ajustició al mariscal Pardo de Cela. Este hecho, lejos de sosegar los ánimos, alentó nuevas disensiones, como la sublevación en 1485 en Ponferrada de Rodrigo Osorio, Conde de Lemos. Tras estos acontecimientos, era más que necesaria la presencia real para afianzar la pacificación del territorio gallego, testimoniada por los cronistas reales, como Fernando de Pulgar: «La reyna como quier que estaua en propósito de yr en persona a proçeder contra él, pero déxolo por estonçes, a fin de yr a la guerra de los moros», Fernando de Pulgar, Crónica…, II, p. 212. 363 peregrinación a Santiago, realizada en 1456, acompañando a su maestro Alonso de Cartagena. Además, el capellán de la reina expone una galería de ejemplos sobre antiguos reyes castellanos que habían cumplido con éxito dicha tradición, como Fernando III el Santo o Alfonso XI, y critica a aquellos que como Juan II y Enrique IV no habían triunfado en sus empresas por no visitar al apóstol588. Convencidos de la necesidad de la peregrinatio, los Reyes Católicos, junto a sus hijos, el príncipe Juan y la infanta Isabel, además de toda la comitiva regia, emprendieron viaje desde Córdoba el 17 de julio de 1486. Por fin, el día 21 de septiembre la comitiva llega a Santiago de Compostela donde reposa hasta el 6 de octubre589; en la ciudad santa «visitaron la iglesia del apóstol Santiago, e dotáronla de sus dones magníficamente»590. Tras la estadía compostelana, los reyes se retiraron a Salamanca donde establecieron su corte ante la llegada del invierno. En esa misma ciudad se encontraba Antonio de Nebrija como profesor de Oratoria y Poesía en las aulas de la Universidad, por lo que la ocasión para el encuentro con los soberanos era más que propicia. Aunque con anterioridad Nebrija ya había expresado su acuerdo con las reformas de los Reyes Católicos, será en este momento cuando fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila, sugiera a Nebrija la necesidad de componer un poema que conmemorara la peregrinación a Santiago y sirviera de altavoz para los intereses políticos y reformistas de los monarcas591. Sin duda, la aspiración y deseo de todo humanista a tratar todas las artes, donde la poesía era una de las más importantes, bien pudo ser la causa para que Nebrija aceptara el encargo de Talavera. Pero también supuso para el sevillano un verdadero estímulo, ya que contar con el favor de la corte era, más que un honor, una lucrativa y apetecible 588 Para cumplir con éxito su sugerencia, Almela buscó protección en personajes como el obispo de Coria, fray Juan Ortega de Maluenda o el maestre de Santiago, Alonso de Cárdenas. Para la obra, Diego Rodríguez de Almela, Compilación de los milagros de Santiago, ed. Juan Torres Fontes, Murcia, Universidad de Murcia, 1946. En torno al viaje de los Reyes Católicos a Compostela hay gran cantidad de fichas bbliográficas, entre las que destacamos las de Andrés A. Rosende Valdés, “Los Reyes Católicos y Compostela: política y devoción”, Semata, 10 (1998), pp. 149-169; Vidal González Sánchez, “Los Reyes Católicos y el “Camino de Santiago”. (Un viaje entre piadoso y administrativo)”, Isla de Arriarán: revista cultural y científica, XIV (1999), pp. 9-25 y, finalmente, César Olivera Serrano, “Notas sobre la peregrinación a Compostela de los Reyes Católicos en 1486”, Iacobvs, 21-22 (2006), pp. 349-361, [350- 351 y 353]. 589 El itinerario de la llamada “jornada de Galicia” se documenta parcialmente en El libro del Limosnero de Isabel la Católica…, pp. 49-53 y, por supuesto, en Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos, 1474-1516, pp. 144-145. 590 Fernando de Pulgar, Crónica..., II, p. 247. 591 Teresa Jiménez Calvente, “Nebrija, poeta áulico: la Peregrinatio Regis et Reginae ad Sanctum Iacobum. Edición, traducción y estudio”, Medievalismo, 20 (2010), pp. 63-95 [71]: “El espíritu épico de la gesta se respiraba por doquier y Nebrija, entre otras cosas, era profesor de poesía: ¿qué mejor manera de mostrar sus dotes poéticas que componer una breve pieza en hexámetros para celebrar aquel hecho?”. También Isabella Ianuzzi, “Talavera y Nebrija: lenguaje para convencer, gramática para pensar”, Hispania, LXVIII, 228 (2008), pp. 37-62 [40]. 364 elección para aspirar a la fama. Dicha aspiración del ingenio a la poesía se materializará en su Peregrinatio Regis et Reginae ad Sanctum Iacobum, la primera composición poética nebrisense de la que tenemos constancia, escrita en torno a ese mismo año de 1486 e impresa en el 1491 junto al Epithalamium592. En 1490, Nebrija endereza dos poemitas a Fernando el Católico, la «Salutatio nominalis ad Ferdinandum Regem in die calendarum Ianuarii», compuesta el 1 de enero de 1490 con la intención de desear al monarca un buen año («Haec ego vaticinor Iani ventura calendis, / Omnibus laetis totus ut annus eat») así como también otra breve composición de apenas cuatro versos en el día de Reyes («Ad eundem in Epiphania domini»), en la cual Nebrija se considera «vates tuus» al tiempo que busca con su canto un mecenazgo («Concedas vati premia iusta tuo»)593. Ambas composiciones más el Epithalamium prueban la fuerte ligazón cortesana de Nebrija como poeta de circunstancias. 3.1.1.2. El Epithalamium y su fortuna impresoria En 1490 y con ocasión de la boda entre la infanta Isabel y el príncipe Afonso de Portugal, a la que, según él asistió personalmente como declara en el título de la composición, «cum in ipsa nuptiarum celebritate praesentes essemus, hoc Epithalamium lusimus»594, Nebrija va a escribir un Epithalamium que dará a la imprenta un año después 592 El nebrisense así lo reconoce en la propia glosa de la composición poética: «Annus xii abhinc agit ex quo inuictissimi principes nostri profecti sunt in Galliciam ad sedandos componendosque motus comitis Lemniaci temeritate concitatos itaque negotio confecto ut uota peroluerent Compostellam ad diuum Iacobum uenere atque inde Salmanticam ut hiberna agerent se contulerunt; quo tempore pro ea familiaritate quae mihi est cum archiepiscopo Illiberitano, tunc praesule Abilensi, admonitus ut de ea ipsa peregrinatione aliquid facerem, uolui experiri an ingenium meum satis ad heroicum carmen aspiraret». Teresa Jiménez Calvente, “Nebrija, poeta áulico: la Peregrinatio Regis et Reginae…”, p. 90, comienzo de la glosa. En pp. 68-69, n. 18 se da su traduccción, que aquí recojo: [Hace doce años que nuestros muy invictos príncipes viajaron a Galicia para apaciguar y recomponer los conflictos promovidos por la temeridad del conde de Lemos; a continuación, una vez resuelto este asunto, se dirigieron a Compostela, para cumplir con sus promesas a Santiago; después, a Salamanca, para pasar el invierno. En aquel tiempo, el entonces Obispo de Ávila, en atención a nuestra amistad, que aún mantengo con el ahora Arzobispo de Granada, me aconsejó que compusiera algo relativo a esa peregrinación y quise experimentar si mi ingenio podía aspirar a la poesía heroica]. Sobre la figura de Nebrija como poeta puede consultarse la edición de los Carmina de Virginia Bonmatí Sánchez, quien edita y traduce las poesías nebrisenses con un estudio inicial mejorable (también en la subsanación de erratas) en cuanto a la coherencia de las materias y a la explicación de las circunstancias de composición de estos poemas: Elio Antonio de Nebrija, Poesías latinas…. 593 El poemita dice así: «Ille ego sum vates tuus, o clarissime regum, / Qui tibi predixi carmine cuncta meo / Idem ego res gestas describam versibus, ergo / Concedas vati premia iusta tuo». Cito por la edición de Antonio de Nebrija, Poesías latinas…, pp. 154-155. Nótese como la palabra ‘vate’ está relacionada también con las profecías y el arte de la adivinación, concediendo un sentido mesiánico al término. 594 La edición de Virginia Bonmatí así como la traducción del Epitalamio por nuestra parte corrieron parejas en el mismo año de 2013 (Antonio de Nebrija, Poesías latinas…, pp. 154-165 para el Epithalamium y su 365 convirtiéndose en la primera publicación de poesía neolatina en Salamanca595. El primero de los testimonios conservados es un opúsculo incunable, de apenas 20 folios, al que se le ha titulado Carmina596, salido de las prensas salmantinas de Juan de Porras597 en 1491 y al cuidado de un bachiller llamado P. Vivanco598, quien recopila una serie de poemitas colocando como cabecera de los mismos este Epithalamium con el título impreso en tinta roja. Entre los libros de Cisneros aparecen «Los Inos de Lebrixa», tasados en XXXIIII maravedís, en realidad, se trataría de la edición de los Carmina et epigrammata, este opúsculo de Porras que es recibido por Carlos de Mendoza599. traducción). Sin embargo, la edición de Bonmatí, que presenta reunidas en una interesante colectánea toda la lírica de Nebrija así como la traducción de los poemas, no incluye el comentario glosado ni tampoco su traducción. A partir de aquí, entonces, todas las referencias al texto del Epithalamium se toman de Antonio de Nebrija, Epithalamium, ed. y traducción de Ruth Martínez Alcorlo, Madrid, Ediciones Clásicas, 2013, pp. 102-113 para el texto y pp. 116-139 para el comentario glosado. 595 Así lo declara el propio Luis Gil Fernández, “Los Studia Humanitatis en España en el reinado de los Reyes Católicos…”, p. 61: “Las publicaciones poéticas se inician en Salamanca en 1491 con el Epithalamium in nuptiis clarissimorum Lusitaniae principum Alphonsi ac Helisabethae iunioris, que el año anterior había pronunciado Nebrija en Sevilla con motivo de la boda de la infanta Isabel con el príncipe Alfonso de Portugal”. 596 La designación la tomo de Julián Martín Abad, Catálogo bibliográfico de la colección de incunables de la Biblioteca Nacional de España…, A-156, aunque sobre su título genérico existen muchas variantes: Carmina et epigrammata, (véase Francisco García Craviotto, Catálogo general de incunables en las bibliotecas universitarias españolas, Madrid, 1989, n. 448) o Poesías latinas, (Miguel Ángel Esparza Torres y Hans Josef Niederehe, Bibliografía nebrisense: las obras completas del humanista Antonio de Nebrija desde 1481 hasta nuestros días, Amsterdam-Philadelphia, John Benjamins Publishing Company, 1999, n. 15). 597 La primera imprenta salmantina ha suscitado un interés especial en su estudio a la hora de identificar con nombres propios a sus fundadores, que hoy sabemos fueron Diego Sánchez de Cantalapiedra y Alfonso de Porras. La atribución de la producción que nos ha llegado a Juan de Porras, hijo del anterior, fue asentada por Martín Abad (Los primeros tiempos de la imprenta en España (c. 1471-1520), Madrid, Ediciones del Laberinto, 2003, pp. 45-114), gracias al descubrimiento de los documentos de un pleito dados a conocer por María Antonia Varona García: “Identificación de la primera imprenta anónima salmantina”, Investigaciones Históricas, 14 (1997), pp. 25-33, tal como indica Martín Abad (Los primeros tiempos de la imprenta en España…, nota 36, p. 66). Anteriormente los productos identificados como impresos en ese taller eran asignados mediante la mención Typ. Nebrissensis: “Introductiones”, tal como para el caso de esta edición vemos en Haebler, 459. 598 Probablemente Vivanco formara parte del círculo salmantino universitario o del ambiente humanista de fines del XV en dicha ciudad y, por ello, hubiera tenido trato con Nebrija, bien sea como discípulo del afamado profesor o bien en sus múltiples estancias en Salamanca. Monique Portalier, (“Le Répertoire des humanistes transmetteurs de textes”, en Antonio de Nebrija: Edad Media y Renacimiento, eds. Carmen Codoñer y Juan Antonio González Iglesias, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 525-535 [533]), le nombra dentro de las “relaciones” de Nebrija con otros humanistas como Aires Barbosa. En la edición de las poesías de Antonio de Nebrija, Poesías latinas…, p. 100 Bonmatí dice que Vivanco fue “alumno seguramente de Nebrija”, sin aportar más datos para argumentar esta opinión. Lamentablemente, no puedo añadir nada más sobre este misterioso personaje que estableció la primera antología de Carmina nebrisenses. 599 Elisa Ruiz y Helena Carvajal, La casa de Protesilao, reconstrucción arqueológica del fondo cisneriano de la Biblioteca Histórica “Marqués de Valdecilla” (1496-1509), Madrid, Universidad Complutense, 2011, pp. 355, nº. 54 y también en p. 231. El término facticio de [Carmina] designado para el conjunto, explica el término Inos, que figura en el asiento del inventario que poseemos sobre la contabilidad de esta biblioteca de Cisneros. Las autoras afirman que esta recopilación fue encargada por Nebrija al bachiller Vivanco, como material heteróclito que comprende casi toda la producción poética del humanista. 366 El opúsculo se presenta como una antología autorizada de los poemas nebrisenses, ya que en el explicit se puede leer esto: Carmina quae in hoc opusculo continentur | ab Antonio Nebrissensi poeta oratoreque inter | omnes nostrae tempestatis eminentissimo sunt edita. | Et quia hac et illac dispersa circunferebantur P. Vibanco | bachalarius simul collegit et eiusdem Antonii Nebrissen | sis iussis obtemperans ea accuratissime imprimi fecit | ut uirtus seu eorum memoria que ante hac tenebris | submersa obductaque erat, fieret uero post hac lucida | et in posterum omnibus nota600. Tampoco sabemos quién es este misterioso bachiller P. Vivanco, quien debió de dar sus punturas al poema, puesto que los restantes testimonios ligados a los Vafre dicta philosophorum siguen una línea común con variantes coincidentes y totalmente distintas a las ofrecidas en la antología de los Carmina. Así las cosas, el testimonio de Vivanco resulta el más cercano a los hechos históricos, puesto que fue impreso el 15 de julio de 1491, pero no parece el mejor, textualmente, de todos ellos. El Epithalamium también se publicó junto con la traducción al latín que hizo Nebrija de los Vafre dicta philosophorum, es decir, Vidas, enseñanzas y dichos de los célebres filósofos de Diógenes Laercio, originalmente escritas en griego y posteriormente vertidas al latín por Ambrosio Traversari en 1431. Nebrija traduce esta colectánea en verso latino, que pasa por dos fases editoriales. Primeramente, los Vafre aparecen en varias ediciones sine notis, es decir, sin indicaciones tipográficas de lugar, imprenta y año, pero datadas por los bibliógrafos entre 1496 y 1499601. Tras estas ediciones, encontramos una segunda fase dentro de su transmisión editorial, en la que Nebrija añadió a esta colectánea de dichos una antología de sus 600 Antonio de Nebrija, Epithalamium, pp. 68-69. Las poesías que en este opúsculo se contienen están escritas por Antonio de Nebrija, poeta y orador eminentísimo entre los de su tiempo. Y como aquí y allá andaban dispersas, al mismo tiempo, las reunió el bachiller P. Vivanco, obedeciendo las órdenes del propio Antonio de Nebrija, y las hizo imprimir con todo cuidado para que la virtud y memoria, que antes estaban inmersas en la oscuridad, ahora sean esclarecidas y conocidas por todos en la posteridad. La traducción es mía. De este modo, se quiere revestir de la autoridad de Nebrija, es decir, su iussis, esta antología de poemas nebrisenses como sostiene también Teresa Jiménez Calvente, “Nebrija, poeta áulico: la Peregrinatio Regis et Reginae…”, p. 77: “De ese modo, se daba a entender que Nebrija había estado detrás de esta publicación con la que pretendía dejar constancia pública de su actividad poética”. 601 Me refiero a las tres ediciones tituladas Vafre dicta philosophorum de sin indicaciones tipográficas pero Salamanca, Juan de Porras, ca. 1491-1494; Zaragoza, Pablo Hurus, sin año, ca. 1498?, además de la titulada Vafre dicta philosophorum cum glossematis, impresa en Burgos, por Fadrique de Basilea sin año, ca. 1498-1500. Estas ediciones no llevan inserto el Epithalamium, sino que llevan como traducción seca las obras paremiológicas de Laercio, colectáneas que tienen una gran aceptación en el Humanismo. Esta última edición lleva al final unas glosas aclaratorias a los textos así como una fe de erratas y, finalmente, unos scommata o epigramas, compuestos por el propio Nebrija y atribuidos en boca de Augusto y su hija Julia, y según la edición de Antonio de Nebrija, Poesías latinas…, p. 53 están basados en cuanto a definición y tema en los Dicta et apothegmata de Augusto y las Saturnales de Macrobio. Estos scommata no figuran más que en esta edición. 367 poemas, cuyos títulos no coinciden fielmente con los antes incluidos en los Carmina de Vivanco. La primera edición de esta nueva fase es el testimonio sevillano de Juan Pegnitzer y Magno Herbst, dos de los conocidos como Tres Compañeros Alemanes, [s. l., s. i., pero: Sevilla, Juan Pegnitzer y Magnus Herbst, ca. 1498-1500]. En este caso el Epithalamium se ve acompañado de un profuso comentario glosado en letra gótica, abrazando al texto. La siguiente edición donde encontramos el poema es la de Salamanca [s. i. pero: Juan de Porras, ca. 1502?], que se imprime en letra redonda y, esta vez, sin glosa. Al final del Vafre, encontramos la antología de sus poemas, encabezados por el Epithalamium. La última vez que encontramos el Epithalamium impreso en vida de Nebrija es en la edición realizada en Alcalá [s. i. pero: Arnao Guillén de Brocar, ca. 1516?], que prueba las relaciones comerciales entre nuestro autor y el impresor Arnao Guillén de Brocar602. Al final de este opúsculo, únicamente se inserta el Epithalamium (y no otro texto), sin glosa, poema que sirve para cerrar la edición. La explicación a este hecho puede obedecer a razones puramente materiales, puesto que muchas veces, según mi opinión, la inclusión del poema puede deberse también a una forma de completar las últimas hojas del cuaderno final del libro. Los herederos de Nebrija retomarán la edición de los Vafre junto con los poemas, ahora bajo el título de Carmina, Granada, [Sancho y Sebastián de Nebrija], 1534. Esta nueva edición bajo la marca tipográfica de los herederos no contiene glosas en las composiciones poéticas. Por el contrario, el último de los testimonios del poema es la edición de Antequera realizada por su descendiente, Antonio de Nebrija, en 1577. Dicha edición, bajo el membrete de «nunc denuo recognita et emendata», incorpora un grabado de Nebrija al inicio de la antología poética, que se acompaña de su correspondiente glosa. Gracias a este último testimonio se puede observar la evolución de los hábitos de presentación del texto o puesta en página, pues la glosa esta vez aparece en letra cursiva y al pie de la plana. 602 En torno a las relaciones impresorias y comerciales de Nebrija y Brocar pueden consultarse los artículos Julián Martín Abad, “Nebrija en los talleres de Arnao Guillén de Brocar y Miguel Eguía”, en Actas del Congreso Internacional de Historiografía Lingüística, Nebrija V Centenario 1492-1992, eds. R. Escavy et al., Murcia, Universidad de Murcia, 1994, I, pp. 23-57 y también Pedro M. Cátedra, “Arnao Guillén de Brocar, impresor de las obras de Nebrija”, en El libro antiguo español III, El libro en Palacio y otros estudios bibliográficos, eds. María Luisa López-Vidriero y Pedro M. Cátedra, Salamanca-Madrid, Universidad de Salamanca-Patrimonio Nacional, Sociedad Española de Historia del Libro, 1996, pp. 43- 80, trabajo revisado en “Capítulos de la historia comercial y cultural de la imprenta riojana (1507-1529)”, en Libro del famoso Marco Polo Veneciano, ed. Pedro M. Cátedra, San Millán de la Cogolla, Cilengua, 2006, II, pp. 139-185. 368 ¿Por qué imprimir el poema junto a los Vafre? Dos son las razones que se pueden esgrimir; quizá Nebrija quedó poco satisfecho del trabajo del misterioso Vivanco. De hecho, este testimonio contiene errores muy llamativos, impropios de un humanista de la talla del Nebrisense, así como un par de versos que no vuelven a aparecer después en ninguna edición603. La segunda de las razones, quizá la más probable, es que, publicado junto a los Vafre, el poema nebrisense se benefició de la gran difusión y demanda de la que gozó la literatura paremiológica en el Renacimiento. Las colectáneas de dichos, los liber sententiarum, tanto cultos como populares, fueron un verdadero éxito editorial y, “reivindicados” por los humanistas italianos o españoles, como Nebrija en los Vafre dicta, estuvieron presentes en el mercado de libros impresos y también en las aulas universitarias para, por ejemplo, componer versos gracias al modelo de copia604. En definitiva, publicado junto a los Vafre dicta, el poema nebrisense gozó de una buena fortuna editorial, como demuestra que en 1577 la obrita aún continuara su camino y difusión por las prensas españolas605. 3.1.1.3. El Epithalamium como género. Análisis literario El texto, como epitalamio, formaba parte de los nuptialia retóricos que se ejercitaban en las academias en época clásica, y lo asumieron los humanistas como género poético a través de un corpus retórico en el que se incluían el Ars Rhetorica del Pseudo- 603 Así, ofrece lectiones faciliores del tipo «Hesperiae populos, spes quoque nulla fuit» por «Hesperiam nec spes ulla dabatur opis» (v. 18) y «Arbiter inferni sulphuris atque loci» por «Tartareus iudex dicitur esse locus» (v. 32). Vivanco también confunde pueblos y tribus antiguas, pues lee «getae» en vez de «gothi», es decir, los getas, habitantes del pueblo de Tracia, son intercambiados por los godos. También adiciona motu proprio dos versos nuevos («Securus cantat coram latrone uiator / Aurum cum manibus praeferat atque sinu».) Asimismo introduce múltiples cambios en la sintaxis, alterando el orden de palabras, como por ejemplo, «Vis cui caelestis» por «Caelestis cui uis» (v. 60). Finalmente, lee mal en alguna ocasión, como prueba «Urania dedit, presserat ora deus» por «Vrania fudit, presserat ora deus» (v. 100). 604 Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, pp. 215-216. 605 Nebrija supo sacar el máximo beneficio a este éxito y tanto es así, que algunas de las ediciones, como por ejemplo la de Salamanca, Juan de Porras, 1502?, pudieron planificarse, presumiblemente, para una doble difusión editorial, bien reunidos con los Carmina o bien sin la glosa al Vafre del propio Nebrija. Parece apuntar a ello el hecho de que en algunos de los ejemplares que conservan ambas partes estas no aparecen siempre encuadernadas consecutivamente, como el ejemplar custodiado en el Archivo Catedralicio de Toledo, o también que en otros solo se haya conservado una de las partes, como por ejemplo el ejemplar existente en Perugia. Además, es claro y manifiesto que el Epithalamium ha aparecido siempre como el poema inicial de la antología poética nebrisense adjunta a los Vafre dicta y, muchas veces, según mi opinión, esas inclusiones pueden obedecer también a una forma de completar los cuadernillos, como es el caso de la edición de Alcalá, Brocar, 1516?, pues, a falta de texto para completar página y media del segundo cuaderno, se incluye el Epithalamium (y no otro texto, insisto) para evitar planas sobrantes o en blanco en la edición. 369 Dionisio o Sobre los discursos epidícticos de Menandro el Rétor606. En la nómina de autores del siglo XV castellano, es muy interesante rescatar las palabras del marqués de Santillana, en su Prohemio e carta de 1446, pues en esta defensa y loor de la poesía se refiere a los «epithalamias»: Ésta la poesía en los deíficos templos se canta, e en las cortes e palaçios imperiales e reales graçiosa y alegremente e resçebida. Las plaças, las lonjas, las fiestas, los conbites opulentos sin ella asý commo sordos e en silençio se fallan. ¿E qué son o quáles aquellas cosas adonde –oso dezir– esta arte asý como neçesaria no intervenga e no sirva? En metro las epithalamias –que son cantares que en loor de los nouios en las bodas se cantan– son compuestos; e de unos en otros grados aun a los pastores en çierta manera sirven e son aquellos dictados a que los poetas bucólicos llamaron607. La poesía fue el género universal al que se acudía en las circunstancias más solemnes e importantes de la vida. No obstante, la nueva coyuntura en las cortes protohumanísticas hizo que el epitalamio y la oración nupcial tomaran un nuevo rumbo, debido a que este género poético hacía de las bodas su circunstancia, convirtiéndose en mero pretexto para ensalzar la gloria de los monarcas a los que iba dirigido608. En el caso sobre la adscripción genérica a la que pertenece el epitalamio, Serrano Cueto ya advertía de que el humanístico desciende del clásico, aunque tamizado por las nuevas circunstancias de las cortes prerrenacentistas, donde se acentúa el carácter laudatorio y político609. El epitalamio, pues, puede ser considerado como poesía de circunstancias que, bajo el pretexto de una boda real, sirve para legitimar y alabar a la monarquía reinante 606 Antonio Serrano Cueto, “La novia remisa y el novio ardiente en el epitalamio latino: una imagen que pervive en el Renacimiento”, Cuadernos de Filología Clásica. Estudios latinos, 23-1 (2003), pp. 153-170, [154]. 607 Marqués de Santillana, El “Prohemio e carta” del Marqués de Santillana y la teoría literaria del s. XV, ed. Ángel Gómez Moreno, Barcelona, PPU, 1990, p. 55. 608 Se trataba de una literatura con un alto grado de ideario político y propagandístico, cuestión que no es extraña en el reinado de los Reyes Católicos, empezando por las crónicas, verbigracia la Valeriana. Vid. Cristina Moya García, Edición y estudio de la ‘Valeriana’ (‘Crónica abreviada de España’ de mosén Diego de Valera), Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009. Por su parte, según Juan Francisco Alcina, “Tendences et caractéristiques de la poésie hispano-latine de la Renaissance”, en L’Humanisme dans les lettres Espagnoles, ed. Agustín Redondo, Paris, Libraire Philosophique, 1979, pp. 138-141, este tipo de poesía pertenece a la primera época, donde el género responde al criterio encomiástico o panegírico. 609 Serrano Cueto, “La novia remisa y el novio ardiente en el epitalamio latino…”, p. 161: “El epitalamio que cultiva el Humanismo es deudor en gran medida del que se cultivó en época imperial. Lejano ya su origen en la lírica arcaica griega y evolucionada hacia poesía epidíctica, el epitalamio se convirtió en laudatio de personalidades y reyes donde la boda era la circunstancia, el elogio, el meollo del poema: excelente tributo para solicitar o agradecer mercedes, práctica muy normal en tiempos de mecenazgos literarios como el Renacimiento. De ahí que las composiciones de Estacio y Claudiano se alzaran modélicas para los humanistas, que hallaban en ellas elementos poéticos tan del gusto de la época como el aparato mitológico, el panegírico, la propaganda política, la encarnación de ideas abstractas, como la Paz y la Concordia, y el uso ya sistemático del hexámetro. En el Renacimiento se acentúa el carácter político y, además de servir de cauce para consideraciones morales, el epitalamio se vuelve poesía en honor de la familia, con frecuencia con ocasión de bodas reales”. 370 por medio de literatura con un elevado contenido político y propagandístico. Por supuesto, Nebrija no fue el único que se encargó de alabar esta unión aunque sí fue el único en realizarlo bajo la etiqueta genérica del epitalamio. En cuanto a su análisis literario, el Epithalamium está escrito en dísticos elegíacos latinos, esto es, estrofas de dos versos, un hexámetro y un pentámetro. La composición se desarrolla a lo largo de ciento dos versos, en los cuales, tras todo el ropaje mitológico que los envuelve desde el tópico de la aurea aetas, se encierra un transfondo histórico y político que va más allá de la mera exaltación de alegría por la feliz boda, es decir, se metrifica acerca de la paz lograda por los Reyes Católicos tras la guerra civil y la contienda contra Portugal y se pronostica sobre la unidad de la Península Ibérica y el final de la guerra de Granada, en todo un ejercicio de mesianismo y providencialismo. Según la división del Nebrisense, el poema se estructura en dos partes que constan en el comentario glosado: 1) todo lo bueno que se deriva de la feliz boda y 2) la profecía de la musa Urania610. Sin embargo, parece más oportuno dividirlo en tres bloques, el primero, que coincide con el del Nebrisense, es una introducción que sigue el tópico de la laus coniugii, es decir, la alabanza a la unión de las bodas. El segundo bloque comprende la descripción sobre la anarquía reinante hasta la nueva aurea aetas de los Reyes Católicos, donde también se incluye la alianza con el futuro rey lusitano. La tercera y última parte es la profecía de la musa Urania, que hace ligar presente, pasado y futuro del reino de España, convirtiéndose toda su intervención en una auténtica laudatio regia. La primera parte comienza con una introducción en la que se invoca al amor y a los dioses de la paz, es decir, la alabanza propiamente dicha acerca de la boda, esto es, la laus coniugii. En un tono festivo y siempre desde la perspectiva clásica, se alaba el matrimonio de los jóvenes herederos, donde están presentes los tópicos clásicos como, verbigracia, el hecho de arrojar nueces a la pareja como símbolo de fertilidad y buenos augurios: Nunc, sacer orbis Amor, qui nectis semina rerum Omnia et aeterno foedere cuncta tenes, Huc ades atque Fides, Pax et Concordia tecum, Assiduae comites uirgineusque chorus. Cantabunt alii Thalamos Geniumque uocabunt, Iunonemque simul teque, Hymenee, canant: 610 Dice Nebrija en glosa: «Duas partes habet hoc Epithalamium. Principio enumerat bona quae has nuptias consequuntur, deinde inducit musam de statu rerum Hispaniensium futura praedicente». [Dos partes tiene este Epitalamio. En primer lugar, se enumeran las cosas buenas que se alcanzan con estas bodas; después, se representa a la Musa que predice sobre el estado futuro de los asuntos de Hispania]. La traducción es mía. 371 “Io, Hymen, Hymenee, Hymen, ades, ó Hymenee”. Ingeminent omnes, teque, Thalasse, uocent. Et fescennini uolitent de more Sabino Lusus et populo multa rapina cadat, Sparganturque nuces et iungat Vesper amantes Praeferat incensas et nova nupta faces611. En el segundo bloque, el Nebrisense cambia absolutamente el tono y pasa a narrar la anarquía de la guerra y el caos que propicia612, que precedieron la llegada de los Reyes Católicos hasta la nueva edad de oro que instalaron613. El propio Nebrija explica el motivo: «Haec sunt magna quidem, sed nos maiora canamus / Et quae nos deceat nunc meminisse magis»614. El sevillano comienza así una bella narratio acerca de la discordia sufrida por Hesperia –trasunto del reino– donde la Furia Megera esparce males e insidias en su papel de diosa censuradora de la hybris, especialmente, se incide en el caso de la nobleza615: Possedit multos discordia tetra per annos Hesperiam nec spes ulla dabatur opis, Ardentesque faces et raptos crinibus hydros Omnibus iniecit saeva Megaera locis. Non comes ipse duci, non marchio prestat honorem, Non comiti miles, militibusque cliens. Ipsi non parent regi dux atque magister Militiae sacrae. Bellicus ordo iacet, Erigoneque simul terras exosa reliquit, 611 Antonio de Nebrija, Epithalamium…, p. 102. [Ahora, sagrado Amor del orbe, que entrelazas todos los principios de las cosas / y los mantienes unidos con eterna alianza, / preséntate aquí y, junto a ti, Fe, Paz y Concordia, / asiduas compañeras y coro virginal. / Cantarán otros a Tálamo e invocarán al Genio / y que canten a la vez a Juno y a ti, Himeneo/ “Oh, Himeneo, Himeneo, Himeneo, ven, ¡oh Himeneo!” / Redóblense los cantos y, a ti, Talasio, te invoquen. / Vuelen los juegos fesceninos a la manera sabina / y que al pueblo muchas monedas le caigan, / que se le arrojen nueces y el Véspero una a los amantes / y porte la recién casada encendidas antorchas]. La traducción es mía. 612 Según el estudio de la composición de Virginia Bonmatí, (Antonio de Nebrija, Poesías latinas…, pp. 105-106), esta segunda parte constituye “en cuanto a su contenido histórico un poema épico”, aunque estamos más seguros de que se trata de una laudatio a los Reyes Católicos, con una gran carga política. Tampoco entendemos cómo la primera parte de la composición puede ser entendida como “género literario lírico” por Bonmatí (p. 157, n. 89). 613 Aquí subrayamos la implicación del tópico en el poema pero, evidentemente, no es la única referencia realizada a la Edad de Oro en tiempos de los Reyes Católicos. Baste recordar los artículos de Ángel Gómez Moreno y Teresa Jiménez Calvente, “Entre edenismo y aemulatio clásica: el mito de la Edad de Oro en la España de los Reyes Católicos”, Silva, I (2002), pp. 113-140 y también Jeremy Lawrance, “Fabulosa illa aurea secula: The Idea of the Golden Age at the Court of Isabel”, en The Spain of the Catholic Monarchs. Papers from the Quincentenary Conference (Bristol, 2004), ed. David Hook, Bristol, HiPLAM, 2008, pp. 1-43. También Nicasio Salvador Miguel, La conquista de Málaga (1487). Repercusiones festivas y literarias en Roma…, pp. 49-63. 614 Antonio de Nebrija, Epithalamium…, p. 104. [Sin duda, importantes son estas cosas, pero cantemos otras mayores / Y aquellas que ahora más nos conviene recordar]. La traducción es mía. En estos versos resuena el Virgilio de las Bucólicas (IV, 1): «Sicelides Musae, paulo maiora canamus» y no será la única alusión al Mantuano tanto en el poema como en su glosa. 615 Es conocido el caso de los nobles y «los gallegos belicosos e indómitos» que pusieron en peligro los deseos unificadores de los Reyes Católicos en los primeros años de gobierno. 372 Qua fugiente dea, iusque piumque silet616. Tras el relato de la anarquía y el desorden que acompañaron la guerra civil y peninsular contra Portugal, se alaban los nuevos tiempos de paz instaurados por los Reyes Católicos que se afianzan con el matrimonio de la primogénita. Tan brusco paso entre una parte y otra se explica en la glosa por medio de los versos de Lucano y Propercio: «Pacis Amor deus est»617. Esta parte recoge una gran carga de significación política e histórica que Nebrija presentará y amplificará por medio de tres comparaciones. De esta manera, «la confusión de los asuntos de Hispania»618 se desgaja en tres partes: la Gigantomaquia –que simboliza la guerra castellana–, el Caos primigenio, «donde todos los elementos son creados» y, finalmente, el Inframundo. De este modo, la gradación sobre el caos y la anarquía cobra fuerza para culminar al dar paso a la figura mitológica de Erígone, cuyo regreso al reino supone la vuelta de la Justicia a la tierra619. Erígone, hija de Icario, se toma como símbolo de la Justicia, además de lo puro y virginal. En el clásico mito de la Edad de Oro los dioses convivían en plena armonía con los hombres, pero, al degradarse el comportamiento de los mortales a lo largo de la Edad de Plata y la Edad de Bronce, la Justicia voló al cielo convirtiéndose en la constelación de Virgo. En conclusión, el regreso de la Virgen en esta nueva Edad de Oro representada por los Reyes Católicos supone la vuelta de la Justicia a la tierra620. De igual modo, se muestra la nueva restauración del orden social por los Reyes Católicos, que se subraya mediante la elaborada metáfora nebrisense sobre Deucalión y 616 Antonio de Nebrija, Epithalamium..., p. 104. [La repugnante discordia se apoderó durante mucho tiempo / de Hesperia y ninguna esperanza se ofrecía, / ardientes teas e hidros arrancados de sus cabellos / la infernal Megera arrojó por todas partes. / El conde no rinde honores al duque, ni el marqués / ni el soldado al conde, ni el mozo a los soldados. / Éstos, el duque y el maestre de la sagrada milicia, no respetan al rey. / El orden militar yace en el suelo / y, al mismo tiempo, Erígone abandona estas tierras que odia, / y, con la huida de la diosa, la justicia y la piedad callan]. La traducción es mía. 617 Lucano, Farsalia, ed. Víctor José Herrero Llorente, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1974, 4, pp. 189-191: «Nunc ades aeterno complectens omnia nexu / o rerum mixtique salus Concordia mundi / et sacer orbis amor», y Propercio, Elegías, ed. Antonio Tovar y María T. Belfiore Mártire, Barcelona, Alma Mater, 1963, III, 5, 1: «Pacis Amor deus est, pacem veneremur amantes». 618 Así lo indica expresamente Nebrija en glosa, Epithalamium…, p. 127. 619 Antonio de Nebrija, Epithalamium…, p. 106: «Sed pater omnipotens tandem miseratus Iberis, / Prospexit rebus suppetiasque tulit. / Et sua ductorum se quisque in regna recepit / Et qui disperiit redditus ordo sibi est. / Tum rediit Virgo, redierunt tempora pacis, / Quasque colit partes, pacis alumna, quies». [Al fin, el padre todopoderoso tuvo compasión, / veló por las cosas íberas y trajo auxilio. / Cada uno de los duques se retiró a sus reinos / y el orden que desapareció ha sido restituido. / Y entonces la Virgen volvió, regresaron los tiempos de paz, / la calma, alumna de la paz, habita por todas partes]. La tradución es mía. 620 Pero, evidentemente, no es la única referencia realizada a la Edad de Oro en tiempos de los Reyes Católicos, así lo demostraron Ángel Gómez Moreno y Teresa Jiménez Calvente, “Entre edenismo y aemulatio clásica: el mito de la Edad de Oro en la España de los Reyes Católicos…”, pp. 113-140. Sobre este topos y sus implicaciones políticas propagandísticas también véase el citado artículo de Teresa Jiménez Calvente, p. 65. Nuevos datos sobre este tópico en Nicasio Salvador Miguel, La conquista de Málaga (1487). Repercusiones festivas y literarias en Roma…, pp. 49-63. 373 Pirra, quienes fueron salvados por Zeus tras el diluvio de la Edad de Bronce. A ellos se les concedió el poder de formar hombres al arrojar piedras por encima de los hombros. Aparte de la referencia implícita al Génesis que contiene la imagen, el Nebrisense nos acerca una vez más a la nueva aurea aetas de los Reyes Católicos, donde los monarcas se presentan como nuevos forjadores de hombres. La metáfora de la edad de oro da paso a una laudatio regia centrada en la política de paz y concordia de los Reyes Católicos. La pacificación llevada a cabo por estos últimos se compara con la realizada por los godos y se ensalza por encima de grandes figuras históricas verbigracia Viriato, Argantonio, Rodrigo o el propio César Augusto. Según Devaney, Nebrija incide desde el propio vocabulario en la intención de la restitución de este nuevo orden, siempre a través del legado godo, pues, “the perception was that this restoration was made possible by Isabel’s personal Visigothic legacy: the virility, vigor, and virtue passed along the unbroken line of succession from Rodrigo”621. Nebrija, pues, utiliza de esta manera un verdadero topos dentro de los panegíricos a los gobernantes, es decir, la consecución de la paz que acarrea una nueva edad de oro y progreso en la cultura, de acuerdo con una idea difundidísima622. Así, los monarcas actúan como forjadores de nuevos hombres en esta nueva edad, en la que el sevillano no se olvida de recordar la importante alianza –«foedus»– entre ambos reinos peninsulares materializada en la boda de la primogénita: Redditur ipsa sibi concors Hispania qualem Non uidit Poenus, non Viriatus Iber, Non cui longa fuit sed non ingrata senectus, Arganthonius et Romulidae proceres; Non qualem uidere Gothi quo tempore foelix Hispanae gentis rex Rodericus erat. Ne tamen hunc talem uiolarent saecula cursum, Nec posset Lachesis rumpere pensa manu, Provida mens regum properavit iungere foedus, Connubio stabili pignoribusque datis. Nam Lusitano iuveni regique futuro Despondit gnatam, deliciasque suas623. 621 Thomas Devaney, “Virtue, Virility, and History in Fifteenth-Century Castile”, Speculum, 88/3 (2013), pp. 721-749 [749]. 622 Ernst Robert Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, pp. 254-256 y también en Juan Casas Rigall, Humanismo, gramática y poesía. Juan de Mena y los “auctores” en el canon de Nebrija…, pp. 81-82. 623 Antonio de Nebrija, Epithalamium..., p. 106. [Hispania se devuelve a sí misma tal concordia / como no la vio el Cartaginés, ni el íbero Viriato, / ni Argantonio, para el que la vejez fue larga pero no ingrata, / ni los patricios descendientes de Rómulo; / tal como los godos no la vieron en los tiempos en que / Rodrigo era el bienaventurado rey de la gente hispana. / Sin embargo, para que los siglos no maltrataran tal recorrido / ni Laquesis pudiera romper lo hilado con su mano, / la mente previsora de los reyes se apresuró a concertar 374 Jeremy Lawrance ya apuntó en su artículo que estos versos “contain an unmistakeable quotation from the most famous Roman statement on the Golden age, Virgil’s Messianic eclogue”624, es decir, la Bucólica IV del Mantuano, que Nebrija conocía perfectamente así como sus implicaciones. Lo que cabría añadir es que la glosa del poema de mano del propio Nebrija también demuestra el conocimiento de Virgilio, debido a las numerosas citas directas e indirectas del auctor –algunas incluso erróneas– manejadas625. La tercera y última parte se centra en la profecía de la musa Urania, quien une el presente, pasado y futuro del reino y que acaba por convertirse, una vez más, en una laudatio regia. En este punto, Nebrija es muy consciente de desgajar los asuntos de Fernando, el «César», a quien competen los asuntos bélicos y de política exterior (como la expedición al norte de África), y los de la «cónyuge de Augusto», Isabel, quien se encarga de los asuntos «domésticos», en clave interna. Se incide en la imagen piadosa de la reina Católica, tantas veces ensalzada en la poesía laudatoria a su persona626, y también en las garantías que ofrecerán sus leyes para la pacificación del reino. Asimismo, Nebrija incide en la alianza realizada bajo un «connubio stabili» que va más allá de los intereses estratégicos de los Reyes Católicos dentro de la línea sucesoria, puesto que asegura no sólo la unión de reinos sino que aleja el temor de que España acabase en manos extranjeras, algo que siempre tuvo muy presente la reina Isabel. Así, este poema de Nebrija asume la función de literatura propagandística en los versos puestos en boca de la musa Urania; su presagio de los sucesos futuros realza y legitima la monarquía de Isabel y Fernando, así como también incide en el concepto de la guerra justa con las reiteraciones iniciadas con «Quod bene» de los versos 76-78627. Recordemos que no sólo se habla del pasado de España y su pacificación, sino de las hazañas que se están realizando, por caso la guerra de Granada, y las que están por llegar, un pacto, / con un matrimonio sólido e intercambiándose sus preciadas prendas. / Así pues, con un joven, futuro rey lusitano, / prometió a su hija, delicia suya]. La tradución es mía. 624 Jeremy Lawrance, “Fabulosa illa aurea secula: The Idea of the Golden Age…”, p. 8. Es preciso hacer constar que en este valioso artículo, donde el Epithalamium se presenta como un buen ejemplo del tópico y desarrollo de la aurea aetas, la fecha y el lugar ofrecidos del matrimonio de Isabel y Alfonso, esto es, el 3 de noviembre de 1490 en Badajoz, son erróneos. Como sabemos, la boda por palabras de presente tuvo lugar en Sevilla el 18 de abril de 1490 mientras que habrá que esperar hasta el 23 de noviembre para que ambos esposos se encuentren en la ciudad portuguesa de Estremoz, celebrándose un día después la misa de velaciones. 625 Así se puede apreciar a lo largo de la anotación del comentario glosado en Antonio de Nebrija, Epithalamium…, pp. 116-139. 626 Se realiza un excelente repaso a los tópicos en Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica…, pp. 200- 215. 627 Antonio de Nebrija, Epithalamium..., p. 110. 375 es decir, la expansión ultramarina que ya había iniciado Portugal y la ansiada campaña en el norte de África de Fernando el Católico. En lo que se refiere al ideario del poema como expresión de los sueños de conquista africana, estos versos responden a la propaganda cruzadista en un nuevo contexto europeo de los años centrales de 1490628. El Epithalamium se cierra con los vaticinios sobre los demás miembros de la familia real, es decir, sus hijas, esposas de reyes (como la ya princesa de Portugal), «pares a las estrellas» y del príncipe Juan, «gobernador del imperio». La preciosa y tierna imagen de los hijos que en la vejez cuidarán de sus padres constituye un tópico clásico, pues recordemos a Eneas llevando en hombros a su padre Anquises y a su hijo Yulo Ascanio en la destrucción troyana629. Asimismo, Lawrance apunta otro hecho significativo, esto es, la insistencia en el verbo «devolver», redditus, a lo largo del poema para enlazarlo con la presencia de Virgilio en el Epithalamium, y que nos lleva a la representación insistente del tópico de la aurea aetas en la composición630. A este respecto, debemos añadir el término «foedus», que incide en la importante alianza llevada a cabo entre ambos reinos peninsulares mediante el matrimonio de sus hijos. Por último, no está de más incidir en la relación existente entre la Peregrinatio y el Epithalamium y sus paralelismos. Son textos compuestos al calor de hechos históricos bien marcados en el tiempo: el primero de ellos en 1486, tras la peregrinación de los Reyes Católicos a Compostela, y el nuestro, en 1490. En su artículo citado, la profesora Jiménez Calvente advierte sobre la coincidencia entre la estructura temática de los dos, pues ambos comparten la ordenación bipartita, se inician con un “contenido histórico o circunstancial, en que se explica el contexto histórico que da pie a la composición poética” y una segunda parte que se toma como profecía, aquí a través de la musa Urania y en la Peregrinatio en boca de la reina Isabel631. Más aún, la relación intertextual entre las dos composiciones se aprecia en el segundo verso de la Peregrinatio («cura fuit ducibus persoluere uota Iacobo») que tiene su eco en el verso 79 de nuestro Epithalamium («Haec, pia, victori persolvet uota Iacobo»)632. 628 Véase al respecto, Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “El ‘Rey Católico’ de la primeras guerras de Italia. Imagen de Fernando II de Aragón…”, pp. 207-208. 629 Virgilio, Eneida, II, 1006-1034, especialmente 1028-1033: “Sin decir más, sobre los anchos hombros / y el humillado cuello tiendo entonces / la piel rojiza de un león, brindándome / a mi carga preciosa. El tierno Yulo / de mi mano se agarra, y a su padre / con pasos desiguales va siguiendo”. Vid. Antonio de Nebrija, Epithalamium…, p. 112. 630 Jeremy Lawrance, “Fabulosa illa aurea secula: The Idea of the Golden Age…”, p. 8: “The vital element in the allusion is the insistence on figures of return (redditus est, rediit, redierunt, redditur)”. 631 Teresa Jiménez Calvente, “Nebrija, poeta áulico: la Peregrinatio Regis et Reginae…”, p. 83, n. 61. 632 Por contra, en lo único que parecen distanciarse es en el comentario glosado, pues mientras que el del Epithalamium es mucho más largo que el de la Peregrinatio, Nebrija realiza en el primero una extensa 376 Así, el Epithalamium, compuesto debido a unas circunstancias históricas muy concretas como poesía de ocasión, en palabras de Lawrance: “Nebrija’s treatments reveal the fundamental point of the golden-age topic, which is that it offers to lock the messy flow of history into a timeless allegorical landscape of meaning”633. 3.1.1.4. El comentario glosado El comentario glosado que Nebrija incorpora al Epithalamium a partir de la edición del Vafre dicta de Sevilla, hacia 1500, ofrece valiosas claves interpretativas respecto al poema, que completarán la visión general de Nebrija como poeta634. En dicho comentario, el Nebrisense ofrece una introducción a su poema, su división, fuentes literarias y citas de autoridad, además de realizar un alarde de erudición. Se trata de un comentario a la manera humanística, “breve y certero” como prefería Juan de Zúñiga635, posible instigador de las glosas, donde se desgajan diversos aspectos de su interés, como el mitológico o el histórico, pero que también incluye un comentario textual, literario y muchas veces metaliterario y lingüístico, pues, verbigracia, su faceta de lexicógrafo se deja entrever en distintas glosas, como aquella sobre «marchio», derivado de la voz bárbara de la que dice surgir el término castellano «marqués». Claro está que también se explican las referencias geográficas, los topónimos clásicos y todas aquellas citas que se toman directamente de los auctores. No se debe olvidar lo que el mismo Nebrija nos dice en su prólogo a Juan de Estúñiga, que se ocupaba de los autores «cada día cinco o seis horas»636. Según la opinión de Teresa Jiménez Calvente, introducción marco, esbozando la historia del género del epitalamio desde los orígenes clásicos hasta los bíblicos, e incluye también un comentario sobre la estructura del poema, mientras que el inicio de la glosa de la Peregrinatio es mucho más breve y se ciñe exclusivamente a lo cronológico. 633 Jeremy Lawrance, “Fabulosa illa aurea secula: The Idea of the Golden Age…”, p. 9. 634 He optado por dicha denominación y no por la habitual, es decir, “glosas”, puesto que Nebrija realiza, a mi juicio, un comentario textual y filológico más que una aclaración de términos oscuros, que enriquece en grado sumo a un texto que cuenta con la interpretación de su propio autor. El texto, sea cual sea, debe servir en todos los casos a un mismo fin: la comprensión externa del poema y la mejora en el conocimiento de la lengua latina”, Carmen Codoñer Merino, “El comentario gramatical de Nebrija”, en Antonio de Nebrija: Edad Media y Renacimiento, eds. Carmen Codoñer Merino y Juan Antonio González Iglesias, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 167-178 [175]. 635 Teresa Jiménez Calvente, “Nebrija, poeta áulico: la Peregrinatio Regis et Reginae…”, pp. 82 y 85: “había que decir lo justo para que el poema resultase claro a los lectores y no convertir el comentario en una auténtica enciclopedia. Con todo, el poema, por su tono erudito y clasicizante, necesita explicaciones que van más allá de desenredar la sintaxis de los versos u ofrecer voces sinónimas para los términos más difíciles”. 636 Antonio de Nebrija, Diccionario latino-español, Salamanca 1492, ed. facsímile, Barcelona, Puvill, 1979. 377 para componer un poema en hexámetros o en cualquier otro metro, un poeta neolatino no podía hacer caso a su oído sino a su memoria. El haber leído muchos versos de múltiples poetas, por lo general clásicos, le permitía memorizar epítetos, sintagmas e incluso versos completos, que luego podría utilizar para sus propias composiciones. Además, el sistema de estudio, que proponía la confección de codices excerptorii, repletos de lugares comunes y vocablos curiosos adornados muchas veces con sus epítetos más frecuentes, y que otorgaba gran importancia a la memoria para el aprendizaje, daba alas a la imitación de los versos clásicos. Nebrija, a lo largo de su glosa, desvela algunas de esas claves al indicar los préstamos tomados de otros poetas637. Pero, ante todo, se utiliza la glosa para amplificar aún más, si cabe, la laudatio regia ya presente en el poema pues, en palabras de Carmen Codoñer, “Nebrija, utilizando un método paralelo al del resto de sus comentarios escolares, aclara, desarrolla y acentúa los rasgos políticos que le interesan, transformando el comentario en un panegírico directo de la monarquía”638. De esta forma, tanto en el Epithalamium como en glosa confluyen dos ideas importantes. La primera, la dimensión lúdico-literaria en la que se inserta el poema, enmarcado en un contexto histórico del que no puede desligarse. La segunda es la parte política, la alianza matrimonial que se plasma en el repetido término latino foedus, una anhelada paz y concordia entre España y Portugal conseguida a raíz de esta boda y que garantizará la línea sucesoria y la estabilidad del reino. 3.1.2. Aelegeia del Bachiller de la Pradilla, discípulo de Nebrija Fernando Sánchez de la Pradilla, Ferdinandus Pratensis, Fernando de Pradilla o el Bachiller de la Pradilla son los diversos marbetes bajo los que se conoce a un autor menor dentro del humanismo neolatino de cuño vernáculo pero cuya obra supone un indudable valor histórico y literario. Nacido en Pancorbo (Burgos), estudió en Salamanca en torno a 1480 bajo la tutela de Nebrija donde obtuvo el título de bachiller por el que se le conoce. Finalmente, pasó a enseñar latín en Alcaraz y en la escuela catedralicia de Santo Domingo de la Calzada, donde se dispuso a «debelar la barbarie» como su maestro639. 637 Teresa Jiménez Calvente, “Nebrija, poeta áulico: la Peregrinatio Regis et Reginae…”, p. 86. 638 Carmen Codoñer, “El comentario gramatical de Nebrija…”, p. 178. 639 Según Francisco Rico, Nebrija frente a los bárbaros…, pp. 100-101: “esta tropa de maestros humildes […] hizo seguramente más que cualquier otra facción por la siembra del Renacimiento en España”. Algunas noticias biográficas sobre el autor, rescatadas de los pleitos civiles y de los libros de claustro, se exponen en la introducción a cargo de Pedro Martín Baños de La obra del Bachiller de la Pradilla en gramática, poesía y rethórica (Logroño, c.1503), con estudio tipobibliográfico de Julián Martín Abad (pp. 17-36) y estudio y ed. de Pedro Martín Baños (pp. 39-104), Salamanca, Universidad de Salamanca, 2013, pp. 39-47. 378 En cuanto a su producción literaria640, destacan una Coplas latinas y españolas, dedicadas a Felipe y Juana en su recibimiento en Vitoria en 1502, ejemplar desconocido y solo documentado a través del Regestrum colombino y las referencias del propio autor en otra de sus composiciones, la Égloga real641. Esta última obra, impresa en Valladolid por Arnao de Brocar en 1518, se dedica al rey Carlos I con motivo de su llegada a España; también da a la estampa una perdida Obra real sobre el nacimiento del príncipe don Felipe. Todas estas composiciones desvelan una ligazón regia y de búsqueda de mecenazgo a través de la creación de obras de circunstancias, escritas tanto en latín como en castellano y que prueban su vocación como maestro humanista. Será este entorno el que propicie la aparición de un posincunable titulado Obra en gramática, poesía y rethórica, salido de las prensas riojanas de Arnao Guillén de Brocar, ca. 1503, y dirigido a Antonio de Nebrija642. La Obra se ofrece como una miscelánea destinada a las aulas y a la instrucción universitaria; de ahí su carácter híbrido en la compilación de los materiales, que recoge opúsculos gramaticales, muy en la tradición del Nebrisense; una colección de poesías latinas que puede ser dividida en tres tipos: 1) religiosa; 2) de circunstancias y 3) de temática escolar; finalmente, la obra se cierra con un manual de instrucción retórica, donde se proponen un total de 24 cartas en latín y en castellano para los alumnos. Dentro de la poesía religiosa, destacamos la producción de unos gozos marianos, una larga composición que poetiza los milagros de Santo Domingo de la Calzada; también dos himnos a sendos patrones: santa María de la Encina y san Millán de la Cogolla, este último un larguísimo poema hagiográfico poco atendido por la crítica. Sin duda, de mayor interés resultan los poemas de circunstancias, de los que destacamos la composición tras la expulsión de los judíos: «De iudeorum a regno 640 Fernando González Ollé, “El Bachiller de la Pradilla, humanista y dramaturgo”, Romanistisches Jahrbuch, 17 (1966), pp. 285-300. 641 Colón, Regestrum, nº. 3001, con indicación del íncipit: «Plaudite iam populi». Así consta la copla de la Égloga real: «Porque son muy sabidores / desto Muchos, que labraste / la obra que empresentaste / a los sus progenitores / en Vitoria, / en latín y en castellano, / do tornaste muy hufano, / con gran groria». Más suculentas noticias sobre esta obrita y su circunstancia en Pedro Martín Baños, La obra del Bachiller de la Pradilla…, pp. 51-54. 642 Tomamos para nuestro estudio los textos a partir de la edición realizada por Pedro Martín Baños en La obra del Bachiller de la Pradilla…. El posincunable en la BNE, con signatura R/41423, también puede ser consultado en línea: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000050151&page=1. La obra fue objeto de dos ediciones, la de Brocar, (editada por Martín Baños) y otra edición sine notis, cuyo ejemplar carece de portada, cuyo análisis tipobibliográfico la sitúa impresa en Burgos por Alonso de Melgar o Juan de Junta entre 1525 y 1530. Cfr. Mercedes Fernández Valladares, La imprenta en Burgos, Madrid, Arco Libros, 2005, nº. 239. En esta segunda edición se suprimen casi todas las composiciones poéticas, entre las cuales se incluyen las dedicadas a la infanta Isabel y su hermano, ligadas a circunstancias históricas que han perdido actualidad para cuando aparece esta segunda edición. 379 expulsione perpetuoque exilio carmina», que no sólo aplaude la decisión de la expulsión por parte de los Católicos sino que ensalza el sentimiento antijudaico. Por su parte, las elegías a la muerte del príncipe don Juan y de su hermana la princesa Isabel, prueban la relación del autor con la corte643. 3.1.2.1. La Aelegeia a la muerte del príncipe don Juan El extenso «In obitum domini Johannis principis nostri quem Deus in suorum indigetum numerum referat. Aelegeia», es decir, la «Elegía del mismo bachiller a la muerte de nuestro príncipe don Juan, a quien Dios cuente en el número de sus acólitos celestiales», está escrita en hexámetros dactílicos. Tras la lamentación inicial del poeta en primera persona, siguen unas coplas en boca de la madre del príncipe y de su esposa. La aparición de la viuda y la referencia a su preñez, más la presencia de las hermanas, aunque sin individualizar a Isabel líricamente, son datos que nos llevan a considerar una fecha temprana de composición entre octubre y diciembre de 1497. Tras los lamentos de los defensores, oradores y labradores, el planto de Isabel la Católica se basa en la imagen clásica de la leona que ruge de dolor al verse arrebatada de sus hijos: «Vtque leaena ferox rugit». A continuación, el autor toma la palabra para dirigir un parlamento a las hermanas del príncipe: Quat[t]uor o solae tanto sine fratre sorores! Tristior, heu, [u]obis foemina nulla fuit, Tristior in terris mulier non uixit hiberis. Nam quid uos miseras corde iuuare potest? Dicite, quid rapuit speculum uestrum, miserandae, In quo uos ipsas cernere quis poterat? O mortem diram, quae tanto desinis orbas Principe germanas Haesperiamque simul! Semper es infoelix cuum te, mors, dulcibus annis Inseris et moestis non uocitata uenis644. 643 La última de las composiciones de circunstancias es una «Égloga laudatoria al obispo de Calahorra», que se relaciona con la edición, también perdida, de Coplas en español sobre la elección del obispo de Calahorra, asimismo documentada mediante el regestro colombino (nº. 3002). 644 La obra del Bachiller de la Pradilla…, pp. 154-155. [¡Oh, cuatro hermanas solas, sin tan insigne hermano! Ninguna mujer, ay, fue más triste que vosotras, ninguna mujer vivió más triste en las tierras de Iberia. Pues, ¿qué puede alegraros el corazón? Decidme: ¿por qué se destruyó el espejo, desventuradas, en que vuestro reflejo mismo podía contemplarse? ¡Oh, muerte cruel, que dejas huérfanas de tan eximio príncipe a sus hermanas, y con ellas a Hesperia! Siempre eres funesta, muerte, cuando te presentas en los años dulces de la juventud y te allegas, sin ser llamada, a los tristes]. Esta traducción así como las que siguen son obra de Pedro Martín Baños, quien me facilitó la misma por comunicación personal, a quien agradezco su inmensa generosidad. 380 Así, pues, las cuatro infantas aparecen como sujetos pacientes de tan inmenso dolor. Las invocaciones a la tristeza y al dolor que supone tan tamaña pérdida acaban por recoger el tópico de la muerte que llega en tan temprana edad. Sin embargo, la originalidad del poema estriba en presentarnos a las cuatro hermanas juntas en el dolor así como en la suma de virtudes del príncipe, espejo y reflejo de sus propias hermanas («quid rapuit speculum uestrum»). Tras esto, se presentan unos exempla latinos acerca de la rueda de la fortuna y del dolor: Héctor y Aquiles y la referencia a las murallas de Troya, con la muerte del joven querido; posteriormente, aparecen las imprecaciones clásicas a Apolo y Esculapio, dioses de la medicina y a las tres Parcas, como segadoras de la vida. La composición se cierra con el parlamento del príncipe don Juan, quien, apoyado en el propio poeta, clamará a sus deudos para que cesen sus plantos aferrándose al tópico del contemptus mundi. 3.1.2.2. «In obitum sororis suae clarissimae Lusitanorum reginae et Hispanorum principis»: la Aelegeia a Isabel Por su parte, la «Aelegía» a Isabel es mucho más breve que la anterior composición dedicada al príncipe don Juan; ocupa tan sólo quince dísticos elegíacos. La composición «In obitum sororis suae clarissimae Lusitanorum reginae et Hispanorum principis», conocido como «Aelegeia», motivado por la muerte de Isabel, se sitúa entre agosto de 1498 y julio de 1500, debido también a la referencia al príncipe Miguel. La obra comienza con una imprecación a la adversa Fortuna («O Fortuna potens, quae uersas cuncta creata») que parece cebarse con el reino hispano tras la muerte del príncipe don Juan, puesto que las heridas aún no han cicatrizado: «Vulnera quae cutem incipiebant iam reparare / Nunc excrudescant unguibus ipsa feris». También destaca de un modo especial la apelación al rey lusitano, quien perderá tan gran esposa, así como a los súbditos del país vecino. Sin embargo, el bachiller incide en las referencias a los Reyes Católicos, a quienes Fortuna golpea de un modo especial: Nunc nunc oportet penitus conterere corda, Omnes nunc homines fletibus ora rigent. Hispani moesti nunc altum corde dolorem Promite iam lachrymis lugubribusque sagis. Vulnera quae cutem incipiebant iam reparare Nunc excrudescant unguibus ipsa feris. Saepius heu heu dic, qui tantam rex lusitane Vxorem amittis, sic resonentque tui. 381 O Fortuna potens, quae uersas cuncta creata, Dic mihi, quo reges displicuere tibi? Dic mihi, quid patres in te committere, fallax Vir quoque quid potuit, quid potuere sui Coniuge tam ch Vt patres orbos faceres gnataque maritum ara totaque regna sua? Pessima cur tantum saeuisti in regna piorum? Aut cur tam cruda morte perire facis?645. Posteriormente, se insertan unos versos dedicados al príncipe don Juan («Alloquitur principem»), a quien se le implora que reciba la compañía de la hermana en el cielo, pues tan solo diez meses les separan en la muerte. Así, los hermanos juntos gozarán de la gracia celestial, mientras que en el reino hispánico la esperanza se fija en el príncipe Miguel («Congratulemur ei qui uiuus permanent infans, / Tempore nanque breui gaudia nostra redet»). El poeta remacha que si por la descendencia los Reyes Católicos han perdido su alegría, por la misma que aún permanece, esto es, el infante lusitano, aún pueden levantarse de tan gran caída de la Fortuna: Heu tibi iam, prínceps, iunxerunt fata sororem. Accipe eam sociam, et congratulare sibi. Congratulemur et nos iam fratrique sorori Aula nunc postis agminisbusque Dei. Congratulemur ei qui uiuus permanent infans, Tempore nanque breui gaudia nostra redet. Conditor omnipotens qui decem mensibus ambos Reges iusisti fata uidere sua, Qui manes aeternus, personis trinus et unus Esse irae deinceps spicula uerte tuae, Regibus et nostris, in quos iam tanta flagella Mittere dignatus, uocibus, alme Deus, Virginis intactae incl[i]natus comprime habenas, Atque ipsos claemens eri[g]e stirpe sua646. 645 La obra del Bachiller de la Pradilla…, p. 158. [Ahora sí que conviene desgarrar por completo los corazones. Que todos los hombres bañen con lágrimas sus rostros. Tristes hispanos, exteriorizad vuestro profundo dolor de corazón con lágrimas y sayales fúnebres. Que las heridas que empezaban a cicatrizar recrudezcan de nuevo con arañazos fieros. Vierte una y otra vez tus ayes, Rey lusitano, que has perdido tan gran esposa, y que tus súbditos también se lamenten. ¡Oh, poderosa Fortuna, que volteas todo lo creado, dime, ¿en qué te descontentaron los Reyes? Dime, falaz, ¿qué cometieron contra ti sus padres, qué pudo contra ti su esposo, qué pudieron los suyos para que hicieras a los padres huérfanos de hija, y al marido de esposa, y a todos sus reinos? ¿Por qué desencadenaste lo peor de tu ira contra los reinos de los píos Reyes? ¿Por qué acarreas una tan cruel muerte?]. La traducción es de Pedro Martín Baños. 646 La obra del Bachiller de la Pradilla…, pp. 158-159. [¡Ay, príncipe, ya los hados te han unido a tu hermana! Recíbela como compañera, y alégrate por ella. Congratulémonos nosotros porque ya hermano y hermana están puestos en el palacio y los ejércitos de Dios. Alegrémonos por aquel niño que permanece vivo, pues en breve tiempo nos devolverá la dicha. Creador omnipotente, que en diez meses quisiste que los dos Reyes conocieran la fatalidad, que permaneces eterno, uno en la esencia y trino en las personas, haz cambiar las saetas de tu ira y, almo Dios, inclinado por nuestros rezos a la intacta Virgen, conduce las riendas de los Reyes, a quienes has juzgado digno enviar tan grandes flagelos, y, clemente, ayuda a levantarlos a través de su descendencia]. La traducción es de Pedro Martín Baños. 382 Así, pues, la «Elegía», desapercibida para la crítica y los estudios de poesía neolatina peninsular, nos muestra a un autor consciente de las circunstancias y en continua búsqueda de mercedes en la corte. El bachiller de la Pradilla, junto con su maestro Nebrija, pone de manifiesto la presencia de Isabel dentro de las letras latinas del periodo. 3.1.3. Otras referencias literarias Tras los importantes textos de Nebrija y de Pradilla dedicados a Isabel, se pueden espigar otras referencias a la soberana en distintos textos como, por ejemplo, Pedro Mártir de Anglería y su rico Epistolario. Así, serán relatados los hechos más señeros de su vida, con no pocos y valiosos datos acerca de su personalidad y circunstancias vitales. Es de resaltar también las noticias acerca de su hijo, el príncipe Miguel y de cómo su muerte afectó de una manera especial a los Reyes Católicos, no sólo como soberanos que ven perdida la sucesión lineal de sus reinos, sino como abuelos que sufren la rueda de la fortuna. 3.1.3.1. Epistolarium de Pedro Mártir de Anglería647 Pietro Martire D’Anghiera, conocido como Pedro Mártir de Anglería, nacido en Lombardía en 1457, acarreó distintos cargos de importancia en la corte italiana gracias a su amistad con influyentes personajes, como Pomponio Leto. A través del conde de Tendilla, secretario de los Reyes Católicos en Roma, entra en contacto con la corte española. Es el mismo conde quien le propone trasladarse a España para participar en la Guerra de Granada, de la que será testigo de excepción, cuyo testimonio va a fijar por escrito a través de su Epistolarium. Ya en la corte, su amistad con fray Hernando de Talavera ganará la confianza de Isabel la Católica, de quien fue capellán además de maestro de latinidad en la escuela de nobleza de la corte648. 647 Muchas de estas referencias de Anglería ya se han insertado en el bloque histórico de la presente tesis doctoral, por lo que se prescinde de darlas repetidas. Aquí únicamente nos centraremos en el tratamiento literario de la infanta Isabel por parte del humanista. 648 Aunque la primera intención de Anglería fue dedicarse a las armas en la guerra de Granada y no a la toga, como demuestra su carta a la reina Isabel, fechada el 6 mayo 1488: «Tal vez hubieras querido, altísima señora, pues -según me refirió el obispo de Ávila- eres amante de las letras, que abriera una academia para los nobles jóvenes de tu corte. Te ruego perdones que de momento la toga ceda a las ramas. Cuando suene la hora de la toga, si hemos sobrevivido a la guerra, nos consagraremos a aquellos menesteres en lo que sepamos». Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 20-21. Todas las citas se toman de esta edición en lo que resta. 383 Cultivó las relaciones con otros humanistas como Antonio de Nebrija o Lucio Marineo Sículo y fue uno de los intelectuales que escribió a las órdenes de Fernando el Católico ciertas obras historiográficas649. Así, pues, entre 1494 y 1526 redactó su historia de las Indias, que denominó Décadas de Orbe Novo, considerada como la primera historia general sobre las Indias. Más tarde, su Legatio Babylonica. En el terreno lírico sus Carmina et epigrammata fueron publicados sin su consentimiento por Lucio Marineo, ca. 1498650. El Epistolarum mostrará las intensas relaciones epistolográficas del humanista con los personajes más influyentes de la corte. Se trata de una colección de más de ochocientas cartas, escritas en latín, que constituyen un magnífico ejemplo de la cultura y de la sociedad española durante la época de los Reyes Católicos. Así, Anglería actúa de narrador testigo la mayoría de las veces, dando noticia de los principales sucesos de la época, desde la Guerra de Granada hasta las menudencias cortesanas más sabrosas, donde cabe inscribir la vida de los Reyes Católicos y de sus hijos. Sus destinatarios son relevantes y, entre ellos y para nuestro propósito, destaca el obispo de Braga, con quien comentará las principales noticias del reino luso, como el primer matrimonio de Isabel con el príncipe Afonso651. La muerte del primer marido de Isabel se relata al propio Ascanio, a quien da cuenta de que «el yerno de los reyes muere de una caída de caballo» y de que «tiene fiebres la hija de los reyes»652. La consolatoria por el príncipe portugués se endereza a través del obispo Carrillo en la tardía fecha del 18 marzo de 1492, por lo que no descartamos que sea anterior, máxime cuando el mismo Anglería declara: «no he querido comunicárselo al de Braga para que no sufriera demasiado, presa de tan repentido 649 Las relaciones entre Nebrija y Anglería llevaron al castellano a incluir algún poema dedicado al humanista italiano dentre de su colección de Carmina (como ejemplo, la composición titulada «Petrus Martyr Antonio suo nebrissensis») así como a otras colaboraciones, como el comentario en glosa de Nebrija del poema In Ianum. Cfr. Antonio Marín Ocete, “Nebrija y Pedro Mártir de Anglería”, Revista de Filología Española, 29 (1945), pp. 161-174 y también Carmen Codoñer, Comentario al poema In Ianum de Pedro Mártir de Anglería, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1992. 650 Teresa Jiménez Calvente, “Pedro Mártir de Anglería y su poema histórico Equestria”, Humanistica Lovaniensia, 42 (1993), pp. 71-101. 651 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 145-146. 652 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 165-168, carta fechada el 31 octubre 1491. Tras relatar un incendio en el campamento pasa a narrar que «pocos días después se da cuenta a los Reyes de una triple desgracia. El único yerno que tenían –y por cierto muy queridov, hijo único del rey de Portugal, en un desgraciado accidente había muerto de una caída de un caballo. En Córdoba una de las hijas casi había estado en peligro de muerte a causa de unas fiebres. En Medina del Campo –emporio insigne de los mercados de Castilla–, más de cuatrocientas casas habían quedado reducidas a cenizas, como los campamentos. No por esto se acobardaron ni desistieron de sus propósitos. Muéstranse al ejército con rostro sereno. Se hacen fuertes». La noticia sobre las posteriores fiebres de la princesa viuda también se recoge en el anónimo Carro de las donas. 384 dolor»653. Toda la consolatoria se basa en la relación de amicitia entre Carrillo y el de Braga, tomada además como un ejemplo para aliviar tamaño trance, según una gradación en la noticia a través de los tópicos consolatorios654. Hasta llegar al segundo matrimonio de Isabel, el italiano cuenta el resto de enlaces reales así como la reticencia de la primogénita a contraer nuevas nupcias. Esta resistencia se cuela entreverada en distintas epístolas, como la enviada al arzobispo de Granada en enero de 1495: «La primogénita de los Reyes, Isabel, viuda del heredero del reino de Portugal […] no se avenía a ello. Algún día tendrá que ceder, porque sus padres le instan en justicia»655. Será en carta al arzobispo de Braga donde Anglería relate de manera más profusa el comportamiento de Isabel frente a un nuevo matrimonio: Isabel, la primogénita de mis reyes, viuda de vuestro príncipe portugués, que exhaló su juvenil alma a consecuencia de una caída de caballo mientras corría en el estadio, ha rechazado hasta hoy día el unirse a otro cualquier hombre. Sus padres tratan de persuadirla, le ruegan y suplican que procree y les dé los debidos nietos. Ha sido sorprendente la entereza de esta mujer en rechazar las segundas nupcias. Tanta es su modestia, tanta es su castidad de viuda, que no ha vuelto a comer en mesa después de la muerte del marido, ni ha gustado ningún manjar exquisito. Tanto se ha mortificado con los ayunos y vigilias, que se ha venido a quedar más flaca que un tronco seco. Ruborizada, se pone nerviosa siempre que se provoca la conversación sobre el matrimonio. No obstante, según olfateamos, puede ser que algún día se ablande a los ruegos de los padres. Va tomando cuerpo la fama de que será la futura esposa de vuestro rey Manuel. De este modo vosotros estaréis a seguro de cualquier contingencia violente del exterior y mis reyes tendrán suma complacencia en casar a la hija que tan extraordinariamente quieren con un buen rey, con un hombre amable y excepcionalmente apacible y, además, pariente por otra parte656. 653 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 174-176. Muchos críticos han llamado la atención sobre los problemas de datación de este Epistolario, por lo que no descartamos que esta sea de fecha más temprana al suceso. Si no ¿qué sentido tiene buscar el consuelo del obispo de Braga a través de Carrillo un año después de la muerte? Máxime cuando toda la consolatoria quiere demostrar el consuelo por tan dolorosa y cercana muerte. Las circunstancias de la muerte se relatan así: «Sueltas las riendas, como es costumbre de los jóvenes nobles en toda España, el desdichado príncipe, único hijo legítimo, metía espuelas al caballo en el estadio. En dirección opuesta casualmente atravesaba el terreno un joven desconocido. El caballo dio de bruces con el que pasaba, cayó de cabeza y se revolcó sobre el pecho del joven príncipe. Se le rompieron las tiernas costillas en la caja del estómago, y a las tres horas –según cuentan– falleció sin articular palabra» (p. 174). 654 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 174-175. Anglería relata que la juventud del príncipe y su temprana muerte le otorgará fama eterna en las mentes de los hombres: «Dejó –como suele decirse– su sabor en la boca de los hombres. Si, por el contrario, hubiera vivido, tal vez hubiera sido un rey distinto de lo que esperaban de él cuando príncipe: pues hemos visto a jóvenes buenísimos ser después hombres y, sobre todo, reyes ineptos. Murió, pues, lleno de gloria el que, corriendo los años, quizá hubiera muerto sin ella» [175]. Posteriormente, se apela también a Manuel como futuro sucesor al trono. 655 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, p. 296. 656 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 323-324, carta fechada el 5 de diciembre de 1496, justo el periodo donde se venía fraguando el matrimonio entre «nuestra viuda y el nuevo rey de Portugal», como relata el humanista. 385 La resistencia será vencida y la boda con Manuel I se relatará al tiempo que se dan las pertinentes noticias sobre la muerte del príncipe don Juan y el aborto del hijo de Margarita, «informe masa de carne digna de lástima»657. Finalmente, la muerte de Isabel iunior es sentida por Anglería como la cuarta herida de dolor en el corazón de Isabel la Católica: ¡Oh, qué lamentos en el marido, qué estupor en los padres suscitó esta inesperada muerte! Apenas si acababa de salir del útero la prole, cuando al punto exhalaba el espíritu la madre. Ella previó su muerte, la muerte que tantas veces anunció vendría con el parto. Por eso, antes que llegara el día del puerperio, se hizo preparar cuidadosamente el viático y hacía venir a cada momento a religiosos para confesarse con ellos. Y si casualmente incurría el algún error, de rodillas y con lágrimas pedía, rogaba e insistía en que se le diera la absolución. De aquí nuestra creencia de que ha sido admitida en los coros celestiales658. El relato acerca de su descendiente, el príncipe Miguel, incide en la debilidad física de la madre, que parece heredar su hijo en su mala salud («que el hijo naciera sin fuerzas fue debido a la delgadez de la madre»). Anglería insiste en el profundo pesar que la muerte de la primogénita supuso para Isabel la Católica, dolor que llegó a postrarla en la cama659. La muerte del príncipe Miguel se cuenta en relación con la sucesión al trono, aunque en la misiva hay espacio aún para la intimidad y los sentimientos de los Reyes Católicos: La muerte del pequeño infante Miguel ha abatido profundamente a los dos abuelos. Ya se declaran impotentes para soportar con serenidad de ánimo tantos bofetones de la Fortuna. De donde, aturdidos, se maravillan de que esta perturbadora de las cosas humanas, entre tantos aplausos, frunza el entrecejo y en medio de tan alegres sembrados plante tantos abrojos y espinas. No obstante, disimulan estas negruras todo lo que pueden y se muestran en público con semblante sonriente y sereno. No es difícil, sin embargo, adivinar lo que hay en su interior660. 3.2. Literatura neolatina portuguesa Como engarce entre la literatura española y la portuguesa, nos centraremos en el estudio de varios textos neolatinos lusos que tienen como referente a Isabel. De todos 657 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, p. 365. 658 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 373-374. Carta al arzobispo de Braga, fechada el 1 de septiembre de 1498, tan solo unas semanas tras el funesto suceso. 659 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 376-377, respectivamente. Carta dirigida al cardenal de Santa Cruz, fechada un 4 de octubre de 1498. En la misma se zanjan las cuestiones sobre la primogenitura y la sucesión de la corona, al tiempo que se deja entrever el futuro matrimonio de Manuel I con otra hija de los Reyes Católicos: «Hemos notado que nuestros reyes han despedido al yerno para su patria alimentando no sé qué esperanza. En qué consista, no ha llegado aún a nuestros oídos» (p. 377). 660 Pedro Mártir de Anglería, Epistolario…, pp. 411-412. Carta al cardenal de Santa Cruz, dada a 29 de julio de 1500. 386 ellos, destaca la Oratio del humanista italiano radicado en la corte lusa, Cataldo Parísio Sículo, donde el discurso retórico tomará como eje central a la infanta, pero tendrá como principal objetivo honrar la figura de los Reyes Católicos y de los soberanos portugueses661. 3.2.1. El humanismo portugués y la corte literaria de João II La bibliografía portuguesa relativa al estudio del humanismo vernáculo ha atendido más a sus implicaciones para la historia nacional que a la propia implantación (y las consecuencias) de los studia humanitatis en territorio luso662. Los esfuerzos de la crítica se centraron en fijar el año y el introductor del humanismo en Portugal. La discusión historiográfica y terminológica se plantea en cuanto al concepto y a su cronología, puesto que muchos autores niegan la adquisición de las artes latinas hasta bien entrado el siglo XVI, fundamentalmente, bajo la figura de André de Resende663. El humanismo, tomado en su concepto como el estudio de la cultura greco-latina así como de su asimilación en el mundo espiritual del Renacimiento, ha sido retardado en casi medio siglo en Portugal según estas delimitaciones. Según este patrón, parte de la crítica lo data a partir de la creación de las universidades, como la fundación de la Universidade de Coímbra en 1537, fecha que marcaría el inicio del humanismo; para otros se inicia en 1548, con la fundación del Colégio das Artes, escuela fundada por João III, y 661 Sobre las similitudes y diferencias entre ambos textos, Cfr. Ruth Martínez Alcorlo, “El Epithalamium de Antonio de Nebrija y la Oratio de Cataldo Parísio Sículo…”, pp. 955-971. 662 Son fundamentales los análisis acerca de la introducción del humanismo en Portugal realizados por Américo da Costa Ramalho, quien además realizó una magnífica labor de edición de los textos de Cataldo, bien por su mano o bien por sus discípulos: “A literatura novilatina em Portugal”, en História da Literatura Portuguesa (Renascimento e Maneirismo), Lisboa, Alfa, 2, 2001, pp. 23-46; también del mismo autor: “Humanismo em Portugal”, en Para a História do Humanismo em Portugal, IV, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, pp. 21-32. También destaca el estudio de José V. de Pina Martins, “Humanisme et Renaissance: une etude d’Ernst Robert Curtius”, en Humanisme et Renaissance de l’Italie au Portugal, Lisboa-Paris, Fondation Calouste Gulbenkian, 1989, pp. 3-32. 663 A este respecto es muy revelador el título siguiente, que recoge contribuciones fundamentales para el humanismo portugués: Cataldo e André de Resende. Actas do Congresso Internacional do Humanismo Português, Universidades de Coimbra, Évora e Lisboa, Lisboa, Centro de Estudos Clássicos, 2002. Más tarde, la figura de Lourenço de Cáceres y sus obras epigramáticas interesan en la misma altura en que el joven Garcia de Resende acababa de publicar su Cancioneiro. Con un Cataldo cercano a la vejez, Lourenço se muestra como el eslabón entre el maestro de Sicilia y la actividad humanística portuguesa de los años treinta, que se verá culminar con la transferencia de la Universidad para Coimbra en 1537. Así se prueba que el humanismo no es un fenómeno tardío en Portugal, sino que se verifica que el país de los descubrimientos estaba al día en las innovaciones culturales de la Europa contemporánea, donde se integraba. 387 que contó con prestigiosos profesores como el inglés George Buchanan, José de Anchieta, André de Resende, Inácio de Morais o Manuel da Costa664. Para otro sector de la crítica, con Américo da Costa Ramalho al frente, afirma que “o início do Humanismo em Portugal data da chegada de Cataldo Parísio Sículo ao nosso país em 1485”665, quien, a recomendación de Gonçalo de Azevedo, acudió a Portugal con el fin de ser maestro del bastardo Jorge. Años después, el mismo investigador afirma que “escuso de dizer que a data de 1485 é meramente simbólica e se destina apenas, como hipótese de trabalho, a estabelecer um termo a quo”666. En cambio, para Luís de Matos, Cataldo llega a Portugal en 1486 y para Domingos Maurício Gomes dos Santos la data se cifra en 1488, coincidiendo con su llegada a Aveiro667. A pesar de estos condicionantes metodológicos, la obra de Cataldo “é aquela onde mais se encontra retratado, no tempo de vida do humanista, o Portugal seu contemporâneo”, el mismo reino que ya había abrazado el gusto por los autores latinos bajo la protección a las artes y el mecenazgo literario ejercido por el soberano João II668. No obstante, como ya demostró el profesor Humberto Carlos Baquero Moreno, esta política cultural renacentista ya se venía fraguando desde el reinado de Alfonso V669. Después del desenlace de Alfarrobeira, el clima cultural del medievo cambia con la aparición de diversos síntomas que ya anuncian el tránsito de esa mentalidad medieval hacia otra absolutamente moderna. Los intereses del monarca portugués sobre la actividad literaria son destacados por cronistas como Rui de Pina, quien vincula al rey con las artes de la oratoria, las matemáticas y el gran placer que sentía en la música, la pintura y la literatura. Diogo Barbosa Machado atribuye al propio Alfonso V la autoría de un Tratado da milicia y de un Discurso en que se mostra que a constellação chamada Cão celeste constava de vinte 664 Américo da Costa Ramalho, “Literatura novilatina em Portugal entre 1485 e 1537”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1994, pp. 107-116. 665 Américo da Costa Ramalho, “A introdução do humanismo em Portugal”, en Estudos sobre o século XVI, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 1982, p. 1. 666 Américo da Costa Ramalho, “Origem e início do Humanismo em Portugal”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 1998, p. 17. 667 Luís de Matos, “Nótulas sobre o humanista italiano Cataldo Parísio Sículo”, A Cidade de Évora, 35-36 (1954), pp. 2-13, n.1. Domingos Maurício Gomes dos Santos, “Cataldo Áquila Parísio Sículo e a Princesa santa Joana”, Porto, Separata Publicações do XXVI Congresso Luso-Espanhol para o Progresso das Ciências, 1962, pp. 1-14 [p. 2 y n. 1]. 668 Américo da Costa Ramalho, “Cataldo e D. João II”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coimbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1994, pp. 17-33. 669 Humberto Carlos Baquero Moreno, “Um aspecto da política cultural de D. Afonso V: a concessão de bolsas de estudo”, Revista de Ciências do Homem, III (1970), pp. 177-205. También António Domingues de Sousa Costa, “Estudos superiores e universitários em Portugal no reinado de D. João II”, Biblos, LXIII (1987), pp. 253-334. 388 e nove estrellas e a menos de duas670. En este ambiente cultural, cabe resaltar que fue el primer monarca en organizar una biblioteca en el paço. La educación ofrecida en el palacio a los hijos de sus cortesanos consistiría en la lectura, escritura, gramática y seguramente la lengua latina. Para el soberano, era fundamental preparar a estos nobles en las futuras tareas de naturaleza administrativa de su gobierno. Asimismo, Alfonso V ofrecía a los hijos de las familias nobles la posibilidad de becas o bolsas de estudio que completaran su formación allende las fronteras portuguesas. Esta política educativa del monarca de ningún modo ha de desligarse de los propios intereses intelectuales del monarca671. Estos becarios no eran los hijos primogénitos, los únicos destinados a heredar las tierras de la corona, sino que se trataba de los segundogénitos, los cuales debían de estar preparados para el desempeño de cargos públicos. Entre 1450 y 1477, Baquero Moreno documenta un total de 57 becas, más de la mitad destinadas a hijos de hidalgos y caballeros de la corte672. La presencia y permanencia de estudiantes portugueses en los grandes centros universitarios de Europa seguirá vigente en la política educativa promovida por João II. Con clara vocación continuista de los presupuestos educativos del padre, mantendrá el envío de becarios a Italia, en particular a las universidades de Bolonia y Siena. Con el reinado de Manuel I, es significativo el envío de estudiantes a las universidades de París y Salamanca. Entre estos becados sobresalen personajes ilustres como Aires Barbosa, antiguo alumno en Florencia de Policiano y posterior profesor de griego en Salamanca. Faltan también muchos portugueses que viajaron a Italia en la segunda mitad del XV y no dejaron memoria de sí mismos ni en sus escritos ni en los de otros673. La primera obra escrita en latín dentro del humanismo portugués fue escrita por Matheus de Pisano en torno a 1460: Gesta Illustrissimi Regis Iohannis De Bello Septensi acta per Reuerendum Matthaeum de Pisano, artium magistrum poetamque laureatum674. Otra de las producciones más brillantes del incipiente humanismo se realizó cuatro años antes de la supuesta llegada a Portugal de Cataldo Sículo, es la Oratio de Garcia de 670 Humberto Carlos Baquero Moreno, “Um aspecto da política cultural...”, p. 180. 671 Sobre ello, mantiene su validez el estudio de Francisco Marque de Sousa Viterbo, A cultura intellectual de D. Affonso V, en Archivo Histórico Portuguez, II, Lisboa, 1904, pp. 254-268. 672 Es el caso de António de Sem, hijo primogénito de João de Sém, quien el 1 de abril de 1450 obtiene una beca por valor de 6000 reales blancos anuales. Humberto Carlos Baquero Moreno, “Um aspecto da política cultural...”, pp. 196-197, donde se muestran los cuadros. 673 Algunos de ellos se pueden documentar a través del Chartularium Universitatis Portucalensis. 674 La obra versa sobre la importante toma de Ceuta. Amigo de Gomes Eanes de Zurara, Pisano fue un «poeta laureado» en la corte que, desafortunadamente, vio desaparecer el propio manuscrito de su obra, que sólo ha llegado hasta nosotros gracias a una edición realizada en 1790 por Roberto Correia Pinto en el cuarto centenario de la toma de Ceuta. 389 Meneses, obispo de Évora, proclamada ante el papa Sixto IV en el Sacro Colegio de Roma el 31 de agosto de 1481675. Escritos latinos como los de Meneses así como los relatos acerca de la creación de la Ordem de la Jarreteira entre mayo y julio de 1489 por Roger Machado dan fe de una corte portuguesa que disfrutaba de sus momentos de esplendor: A impressão que se tira da leitura do interessante escrito de Roger Machado é a de que Portugal era então um país de situação económica mais sólida que cinquenta anos depois, quando Clenardo nos visitou. Havia menos luxo no vestuário, não se vivia tanto de aparências, mas a mesa era farta e o povo andava contente. Os lamentos de Sá de Miranda sobre o empobrecimento da vida social da corte ou as queixas de Gil Vicente a respeito da perda da alegria de viver do povo português são indícios de uma deterioração progressiva que culminará na ‘rude, apagada e vil tristeza’ dos dias de Camões676. Dentro de los escritores presentes en el círculo letrado de João II destacan algunos nombres. Vasco Fernandes de Lucena fue conocido por la oración de obediencia pronunciada en nombre de João II ante el papa Inocencio VIII el 9 de diciembre de 1485; su latín es correcto pero es claramente inferior al utilizado por Garcia de Meneses. Estêvão Cavaleiro entra en 1481 como profesor de gramática en la universidad de Évora; en 1488 se le solicita para Lisboa y ya en tiempos de Manuel I (1498), los procuradores de Elvas solicitan la llegada a su ciudad para impartir clases de gramática. Cavaleiro, como Nebrija, ya se quejaba del oscurantismo latino de la universidad y, en su esfuerzo por introducir el latín humanístico, se vio perseguido por los «bárbaros», es decir, los seguidores de la gramática de João de Pastrana. Henrique Caiado fue profesor de la Universidade de Lisboa y alumno de Cataldo aunque su fama le llegó como poeta bucólico. Publicó en Boloña sus Aeglogae en 1496, que volvió a dar a la imprenta con 675 Garcia de Meneses es el ejemplo de noble cultivado a la sombra de la corte: adquirió su formación cultural en Italia, durante el reinado de Alfonso V, para quien desempeñará numerosas funciones diplomáticas. Editado y traducido al portugués en Américo da Costa Ramalho, Latim renacentista em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1993, pp. 2-25. [Cuantos pueblos hay entre el Atlas y la costa de nuestro mar]. «Garsias Menesius eborensis praesul, cum Lusitaniae Regis yncliti legatus et regiae classis aduersus Turcas, Hydruntem in Apulia praesidio tenentes, praefectus ad Urbem accederet, in templo divi Pauli publice exceptus apud Xistum IV Pontificem Maximum et apud sacrum Cardinalium senatum, huiuscemodi orationem habuit». [Garcia de Meneses, obispo de Évora, en calidad de embajador del ínclito rey de Portugal y comandante de la armada real contra los turcos que ocupaban militarmente Otranto en Apúlia, al llegar a la Urbe, recibido solemnemente en la iglesia de San Paulo, pronunció delante del papa Sixto IV y delante del Sacro Colegio Cardenalicio la siguiente oración]. [La traducción es mía]. Este discurso fue luego impreso en Roma (1481), además del texto incluido en la Chorographia de Gaspar Barreiros, impresa en Coímbra por João Alvares, 1561. En el discurso aparece por primavera vez los términos «lusitanos» y «Lusitania» para referirse a Portugal y sus habitantes, en una recuperación manifiesta del espíritu humanista. 676 Américo da Costa Ramalho, Estudos sobre a Época do Renascimento, Coímbra, Centro de Estudos Clássicos e Humanísticos, 1969, p. 17. Sobre el mismo particular vuelve Américo da Costa Ramalho, “Origem e início do humanismo em Portugal”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 1998, pp. 15-34. Este tomo III consta de un gran corpus de estudios bajo el título: “Humanismo depois de Cataldo”, con un gran número de estudios sobre la Universidade de Coímbra, y el humanismo portugués de la segunda mitad del siglo XVI. 390 añadidos en sus Sylvae et Epigrammata (1501)677. En estas églogas de Caiado, la realidad socio-política se revela omnipresente así como la convicción de la existencia de una edad de oro, todavía por desarrollarse. En sus versos se encuentran muchos de los portugueses que estudiaron en Italia en ese periodo; en las poesías de Caiado se encuentran referencias a Cataldo, que muestran así la integración de este poeta en el contexto humanista. João Rodrigues de Sá, poeta del Cancioneiro Geral, también contribuyó con las traducciones en verso de las Heroidas de Ovidio. Igualmente destaca el cronista de Manuel I, Jerónimo Osório, latinista ciceroniano por excelencia y que realizó una crónica latina en honor del Afortunado. Esta ebullición cultural, centrada en un contexto humanista, acabará por eclosionar a finales del reinado de João II, al tiempo en que se celebran las bodas de Afonso con Isabel. En opinión de Manuela Mendonça: De facto, em 1490, o rei pôde ficar satisfeito: a sua organização tinha resultado e eram os representantes de um povo próspero que lhe vinham ali trazer os problemas inerentes ao dia a dia da humanidade, mas, muito mais que isso, lhe vinham testemunhar, pelo teor diferente dos capitulos apresentados, a libertação dos seus anseios; pelo contributo voluntariamente votado para as festas do casamento do príncipe, afirmavam o desafogo com que nesse momento se vivia no reino678. En definitiva, lejos de pensar que el reinado de João II fue una época de agitación constante y poco equilibrada en el progreso cultural, debemos desterrar esta idea pues “os últimos dez anos do reinado de D. João II foram dos mais ordeiros e prósperos de sempre de toda a história de Portugal”, según Costa Ramalho, con repercusiones sobresalientes en el ámbito literario679. 677 Claudie Balavoine, Les éclogues d’Henrique Caiado ou l’Humanisme Portugais à la conquête de la Poésie Néo-Latine, Paris, Fundação Calouste Gulbenkian, 1983. También Marcel Bataillon, “La mort d’Henrique Caiado”, en Études sur le Portugal au temps de l’humanisme, Coímbra, Universidade de Coímbra, 1952, p. 2. En el segundo libro se reimprimen las églogas iniciales de 1496 y se acrecientan con tres más. Así se aprecia la independencia del paradigma del Caiado en comparación con el virgiliano de diez églogas. 678 Manuela Mendonça, D. João II: um percurso humano e político nas origens da modernidade em Portugal, Lisboa, Editorial Estampa, 1991, p. 434. 679 Américo da Costa Ramalho, “Ainda a cultura de Camões”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, pp. 141-143 [141] y también en el anterior artículo, “Sobre a cultura de Camões”, pp. 135-139. Costa Ramalho defiende que el conocimiento del latín y posiblemente del griego de Camões tuvo su base en estas políticas culturales de fines del XV. También es interesante la valoración de la obra de Cataldo Sículo por parte del historiador Alexandre Herculano, quien apuntó en su primer volumen de la História de Portugal (1846), que Cataldo es el primero en utilizar las palabras “Lusitania” y “Lusitani” para Portugal y su gentilicio. Estas palabras que se irán a transmitir en las Lusiadae de André de Resende (1531) y las posteriores Lusíadas de Camões ya habían sido usadas antes que Cataldo por Garcia de Meneses, en el discurso ante el papa en 1481. Cfr. Américo da Costa Ramalho, “Alexandre Herculano e Cataldo Parísio Sículo”, en Para a História do Humanismo em Portugal, IV, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, pp. 59-64, [63]. 391 3.2.2. Un humanista en la corte lusa El humanista italiano Cataldo Parísio Sículo es bien conocido en la historiografía lusa como el introductor de las nuevas corrientes novilatinas en Portugal. Sus composiciones, compiladas en el incunable Epistolae et Orationes muestran las relaciones del humanista con los principales personajes de la corte lusa, al que hay que añadir una faceta como preceptor de un círculo letrado de damas cortesanas, entre las que cabe incluir a Isabel. 3.2.2.1. Cataldo Parísio Sículo y el círculo de damas letradas Tal vez nacido en 1455 en Sciacca (Sicilia), según reconoce en una de sus cartas el haber nacido en el mismo año que el rey João II680, y fallecido probablemente en Lisboa en torno a 1517, poco sabemos de la vida del humanista italiano Cataldo Parísio Sículo681. En 1482 estaba en Padua donde compitió con Raffael Reggio por una cátedra de retórica en la ciudad. El 21 de febrero de 1484 se formaba en derecho in utroque iure en Ferrara, a la sombra de profesores como Bulgarinus Senensis. Un año después, se hallaba en Portugal, donde entró al servicio de la casa real de João II como preceptor de su hijo bastardo, Jorge682. Para este rey y para Manuel I trabajó como orador oficial y secretario de cartas latinas, labor que conocemos gracias a la publicación de sus Epistolae et Orationes quaedam Cataldi Siculi [Lisboa, Valemtim Fernandes, 21 de febrero de 1500]683. 680 Poemata, fol. 6v. Tampoco hay que tomar la validez de la afirmación en su pleno sentido porque quizá esta referencia tenga una intención lisonjera acerca de gloriar al monarca. 681 Salvatore Statello, “Cataldo Siculo Parisio. Un umanista siciliano, grande in Portogallo, ma dimenticato in Sicilia”, Revista Agorà, 21-23 (2005), pp. 44-46. En cuanto a la tríada nominal, algunos autores (desde Jerónimo Münzer hasta Carolina Michaëlis) que el sobrenombre de Parísio hacia alusión a una estancia en París, quizá vinculado a la universidad, aunque de la posterior correspondencia con su primo, Francisco Parisio, se comprueba que fue el apellido familiar, despojado de cualquier alusión a la trayectoria académica del autor. 682 Américo da Costa Ramalho, “Cataldo, a infanta D. Joana e a educação de D. Jorge”, Humanitas, XLI- XLII, 1989-1990, pp. 3-22. 683 Cataldo Parísio Sículo, Epistolae et Orationes, ed. facsímil e introducción de Américo da Costa Ramalho, Coímbra, Universidade de Coímbra, 1988, en cuya introducción se cuenta con la biografía más amplia hasta la fecha de Cataldo. Sobre el ambiente humanista portugués: Américo da Costa Ramalho, “Poesia latina de portugueses na época do Cancioneiro Geral”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coimbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1994, pp. 117-132 y también Isaltina das Dores Figueiredo Martins, Bibliografia do Humanismo em Portugal no Século XVI, Coímbra, CECH, 1986; Rita Marnoto, “Humanismo y Renacimiento”, en Historia de la literatura portuguesa, Madrid, Cátedra, 2000, pp. 149-195. Finalmente: José Augusto Cardoso Bernardes, “Humanismo e Renascemento: quadro europeo e marcas de especificidade portuguesa”, en História da Literatura Portuguesa, Lisboa, Verbo, 2, pp. 13- 73. 392 Tenemos constancia de ciertos documentos que atestiguan la presencia de Cataldo en la corte así como su sueldo (cercano a los mil reales). El 23 de mayo de 1488, el rey João II hace merced a Cataldo Sículo de 30000 reais brancos de mantenimiento anuales684. También aparece otro documento mandado realizar en 1493 de uno anterior de 1488: una carta testimonio de ese año y que estaba perdida. Es una «carta de padram», que se vuelve a escribir y registrar para que se cumplan y guarden los privilegios en ella contenidos hacia Cataldo685: Dom Joham per graça de deos rey de portugall e dos Algarves daquem e dalem mar em Africa, sennhor de Guynée a quantos esta nosa carta virem fazemos saber que queremdo nos fazer graça e merçee ao doutor Catalldo, mestre de dom Jorje, meu muyto prezado e amado filho temos por bem e queremos que elle tenha e aja de nos de janeiro que ora pasou deste anno presente de 1493 em diante de temça por anno emquamto nosa merçee for dez mill reaes os quaaes lhe seram asemtados em os livros de nosa fazenda domde em cada huum anno tirara carta de desembargo pera lugar homde delles aja muy bõo pagamento e por sua guarda e nosa lembrança lhe mandamos dar dello esta nosa carta de padram por nos adimada e asellada do noso sello pemdente. Dada en Torres Vedras a 4 dias de julio686. Dentro del círculo intelectual, parece probada la existencia de un grupo hostil a Cataldo, formado por humanistas que habían estudiado en Italia como Aires Barbosa687, Luís Texeira o Martim de Figueiredo, o que habían frecuentado Salamanca como Lourenço de Cáceres. Parece que compartían la misma opinión los cronistas de la época. Es destacable que el discurso de Cataldo en su recepción a la ya princesa Isabel en Évora sea silenciado por todos los cronistas, por ejemplo, Rui de Pina: «E assi chegaram na porta de Aviz, onde se fez huma arenga», sin explicitar el autor688. En Portugal, donde llegaría aproximadamente con treinta años, fue preceptor de los dos hijos del rey João II689. El humanista dedica a Afonso unos Proverbia así como los Poemata690, en algunos de ellos se incide en su amor por el latín, su consejo cotidiano a estudiar cien versos de Horacio, su belleza física y otros méritos como, por ejemplo, sus 684 Chartularium Universitatis Portugalensis..., VIII, doc. 3247, 23 de mayo de 1488, p. 293. 685 Chartularium Universitatis Portugalensis..., VIII, doc. 3544, 27 de abril de 1494 (transcripción de una carta del 23 de mayo de 1488), pp. 136-137. 686 Chartularium Universitatis Portugalensis…, VIII, doc. 3525, 4 de julio de 1493, p. 118. También Sousa Viterbo en Archivo Historico Portuguez, II, (1904), pp. 266-267 exhumó algunos de estos documentos. Del mismo modo, a fecha de 30 de enero de 1497, Manuel I confirma una carta el mantenimiento de Cataldo Sículo de 30.000 reais brancos al año. Vid. Chartularium Universitatis Portugalensis…, doc. 3669, 30 de enero de 1497 (transcripción de una carta de João II del 4 de julio de 1494), p. 244. 687 Aires Barbosa, colega y amigo de Marineo Sículo en Salamanca guarda el más absoluto silencio sobre Cataldo a lo largo de sus escritos. 688 Rui de Pina, Cronica…, fol. XLVII. 689 Américo da Costa Ramalho, “Cataldo e a morte do Príncipe D. Afonso”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1994, pp. 43-49. 690 Cataldo Parísio Sículo, Epistolae et Orationes, fols. h3v-h5. 393 habilidades ecuestres. En la Oratio, el príncipe es elogiado sin reservas en sus cualidades además de aportar una bella descripción física691. Sin embargo, como dice Ramalho, “foi a morte súbita do príncipe que mais despertou o zelo literário de Cataldo”692. Además de los Poemata, la presencia del infante se hace sentir en los cerca de 32 epitafios del extenso poema heroico llamado Aquila, escrito sobre la llegada de la familia real a Santarém tras la boda del heredero e Isabel. Alli se dice que tras llegar en barco por el río, la comitiva regia fue recibida por un discurso en latín de Vasco Fernandes de Lucena, del que no tenemos más datos. Es posible que también contara con un círculo femenino de discentes. Entre estas alumnas, destacan la reina Leonor, la princesa Joana (más conocida como “a santa de Aveiro”) y la reina María, mujer de Manuel I. Isabel es probable que contara con la ayuda del humanista, porque la “primeira mulher do Rei Venturoso, saudada otrora em latin por Cataldo, devia ser boa latina também, como suas irmãs”. Desafortunadamente, Isabel “não viveu, porém, o bastante para receber os encómios do literato siciliano”, aunque no se puede desdeñar su implicación con el humanista693. Esta vinculación de Cataldo con un círculo femenino de alumnas letradas, en palabras de Costa Ramalho, “começa o esforço organizado e contínuo de educação dima parte da gente da corte, tanto rapazes como raparigas, e até pessoas mais velhas, no sentido de expulsão daquilo a que os humanistas chamavam a ‘barbárie gótica’”694. De esta manera, “estas quase ignoradas latinistas correspondem-se com Cataldo, cinquenta anos antes da existência do círculo letrado da infanta D. Maria”695. La labor de mecenazgo intelectual y loor femenino de Cataldo se ejemplifica en torno a la infanta Joana, hermana de João II. Costa Ramalho documenta, al menos, quince composiciones a ella dedicadas, insertos en los Epigrammata y Poemata696. Además de 691 Poemata, fol. Ovjv: «Filius interea non praetermittat Horati / Quottidie centum carmina construere». 692 Américo da Costa Ramalho, “Cataldo e a morte do Príncipe D. Afonso...”, p. 45. 693 Américo da Costa Ramalho, “Prefácio da 2ª edição de A infanta D. Maria de Portugal (1521-1577) e as suas damas”, en Para a História do Humanismo em Portugal, IV, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, pp. 95-111 [96]. 694 Américo da Costa Ramalho, “Humanismo em Portugal”, en Para a História do Humanismo em Portugal, IV, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, p. 22. 695 Américo da Costa Ramalho, “Prefácio da 2ª edição de A infanta D. Maria de Portugal (1521-1577)..., p. 96. Tampoco se puede afirmar que, la reina Leonor, madre de la infanta y tercera mujer de Manuel I, fue la inspiradora de este movimiento cultural y letrado femenino, cuando entre todas estas damas destaca la reina Leonor. 696 Sigue Ramalho la opinión de Domingos Maurício Gomes dos Santos, “Cataldo Áquila Parísio Sículo e a Princesa santa Joana”, Porto, Separata Publicações do XXVI Congresso Luso-Espanhol para o Progresso das Ciências, 1962, pp. 1-14 [4]. Américo da Costa Ramalho, “Cataldo, a infanta D. Joana e a educação de D. Jorge”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1994, pp. 51-68. 394 las alabanzas propias a la infanta, se dedican versos acerca de su modestia y religiosidad, su forma de vida y sus vicios y virtudes, como su excesiva gentileza o su ingenuidad a la hora de acoger a los peregrinos y darles limosnas, incluso a aquellos que son timadores manifiestos. Así aparece ante nuestros ojos como toda una princesa del Renacimiento, poseedora de una magnífica biblioteca pero desconocida o mitificada desde la leyenda de su reclusión en el monasterio de Aveiro. En estas composiciones se nota la familiaridad, así como la intimidad de los consejos. De ella resalta que es mujer instruida, conocedora del latín y capaz de leer versos en latín, como las puellae doctae peninsulares697. Por todo ello, estas mujeres ilustradas que convivieron con Cataldo Sículo y del cual recibieron cartas y versos, debemos admitir que había un movimiento de interés por la nueva cultura entre las damas de la corte, antes de 1520698. 3.2.2.2. La intensa actividad literaria de Cataldo Sículo La intensa actividad literaria de Cataldo Parísio Sículo se nos ha conservado en dos impresos. El primero se titula Epistolae et orationes quaedam Cataldi Siculi [Lisboa, Valentím Fernandes de Morávia, 1500], una preciosa edición con colofón («Impressum Ulysbonae anno a partu Virginis millesimo quingentesimo mense februarij die vicesimo primo»)699. El segundo es una edición sine notis, bajo el título Cataldi Epistolarum et quarundam Orationum Secunda Pars. El análisis tipobibliográfico así como el interno, relativo a la información desprendida de las cartas y sus destinatarios, todos ellos de la nueva administración manuelina, permiten fechar la misma en torno a 1513700. 697 Domingos Maurício Gomes dos Santos, “Cataldo Áquila Parísio Sículo e a Princesa santa Joana”, Porto, Separata Publicações do XXVI Congresso Luso-Espanhol para o Progresso das Ciências, 1962, pp. 1-14 [14]: “Um aspeco novo surge na vida cultural da Santa Princesa: é a predilecção que ela dispensou em vida, não só a cultura latina em geral mas, específicamente, a poesia de humanistas de fama internacional”. 698 Existió una correspondencia epistolar entre Carolina Michaëlis de Vasconcelos y Ramón Menéndez Pelayo. En una de esas cartas, publicada por Costa Ramalho, “Uma carta inédita de D. Marcelino Menéndez y Pelayo a D. Carolina Michaëlis de Vasconcelos”, en Para a História do Humanismo em Portugal, IV, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, pp. 113-116, agradece a la estudiosa lusa la llegada de un ejemplar de A infanta D. Maria de Portugal (1521-1577) e as suas damas, al tiempo que sopesa la edición de un estudio sobre las humanistas peninsulares del XVI, entre la que se encontraría Luisa Sigea. En ella incide sobre el lugar de nacimiento de Luisa Sigea, posiblemente Toledo, aunque D. Marcelino remacha: “aunque Luisa hubiese nacido en Santarém sería tan española para mi como si hubiese nacido en Medina del Campo o en Tarragona”. 699 Contamos con un facsímile, Cataldo Parisio Sículo, Epistolae et orationes, ed. Américo da Costa Ramalho, Coímbra, Universidade de Coímbra, 1988. 700 La edición cuenta con un precioso grabado xilográfico a la vuelta de la portada que muestra a un erudito en su cátedra y escritorio, rodeado de libros y un perro, en cuyo margen superior derecho un angel alado sostiene una cartela en la que se puede leer: «duenta cadunt virtusque manet: menor esto iuuentus». Sigo la fecha propuesta por Cataldo Parisio Sículo, Duas orações..., p. 9, “à roda de 1513”. El análisis tipobibliográfico realizado confirma el uso de tipografías diferentes; la edición de 1500 presenta las 395 Si atendemos a su composición genérica, esta producción de Cataldo puede dividirse en tres apartados: 1) orationes; 2) poemata y, finalmente, 3) epistulae. Entre las primeras, destacan las dos oraciones de bienvenida a las dos hijas de los Reyes Católicos, Isabel y María701. Cataldo escribió millares de versos latinos (en hexámetros y pentámetros dactílicos), como poemata, entre los que destaca Arcitinge. Escrito antes de 1495, relata la conquista de Arcila y Tánger por Afonso V y su hijo en 1471702. De perfecto homine parece preconizar el apodo posterior del rey João II a quien se dirige. En este último se retratan las cualidades dominantes en un buen gobernante, esto es, la prudencia y la justicia así como la superioridad del monarca como jefe de Estado. El elogio del soberano incluye ciertas alusiones mitológicas y su comparación con Alejandro Magno o César, donde se alaba su inteligencia así como son celebradas sus virtudes en justas, danzas y torneos703. Las Visiones contienen importantes informaciones sobre la vida de la corte704. En el Epithalamium, escrito con motivo de la boda en 1500 entre Beatriz de Villena, hija de Álvaro de Portugal, y don Jorge, hijo bastardo de João II, Cataldo trata del hombre común que no se preocupa del eterno, sino que sólo se deleita con las cosas de este mundo, como los juegos, danzas o el teatro mismo, a veces obsceno, con juegos ridículos. Parece ser entonces que Cataldo no simpatiza con el teatro de la corte, quizá por no estar escrito en latín. Finalmente, en el poema Querimonia, Cataldo realiza una larga elegía compuesta poco después de la muerte de João II, el 25 de octubre de 1495. Cataldo se siente abandonado, con unos tesoreros que se olvidan de pagarlo. mayúsculas cortadas con hilillos, mientras que la sine notis no utiliza este recurso, pero sí la presencia de dos líneas paralelas en algunas mayúsculas. Esta segunda obra está dedicada a Manuel I y a su mujer («illustrissimo Dionysio Emanuelis regis nepoti ex sorore»), aunque en el introito se menciona el fallecimiento de Isabel: «Afortunium magnum mihi contigisse existi maui, cum te ob Helisabet regine principis obiturum dimittere cesare auguste Emanuelem regem sequens coactus sum». Cfr. Epistolarum et quarundam Orationum Secunda Pars, fol. A ij. 701 También escribió Cataldo con la misma intención otras oraciones para la llegada de embajadores a la corte, entre la que destaca la Oratio habendo coram Carolo gallorum rege, un pequeño discurso ante la llegada del emisario del rey Carlos VIII de Francia. Finalmente, otras oraciones se deben a la apertura de cursos académicos, como la Oratio habita a Petro Menesio comite Alcotini coram Emanuele S. rege in scholis Ulyxbone, recitada por Pedro de Meneses, conde de Alcoutim, la primera que se da en la literatura neolatina portuguesa y que se data el 18 de octubre de 1504. 702 Américo da Costa Ramalho, Latim renacentista em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1993, pp. 64-97. La simbiosis entre el paganismo y el cristianismo, que también aparece en otras obras de Cataldo, es constante así como el providencialismo: «Credamus, quoniam sunt haec mandata deorum». Cfr. 703 Poemata, fol. p iij v. 704 Américo da Costa Ramalho, “O Cancioneiro Geral e Cataldo”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coímbra, Instituto Nacional de Investigação Científica-Centro de Estudos Clássicos e Humanísticos da Universidade de Coímbra, 1988, pp. 23-30 estudia esta composición así como varios versos que explicarían la introducción de la hipérbole sacroprofana en Portugal anteriormente a la cantiga de Montoro del Cancioneiro Geral, «Alta reina soberana». También en la biblioteca Municipal de Évora se conservan algunas poesías manuscritas (Américo da Costa Ramalho, “Humanismo em Portugal”, en en Para a História do Humanismo em Portugal, IV, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, pp. 22. 396 Recuerda a través de estos versos los servicios prestados al reino luso por el propio poeta, quien considera que el mayor de todos es la expulsión de la barbarie cultural. Los versos de Cataldo son inseparables de su correspondencia, recogida en sus dos obras sin el menor criterio ordenador, ni cronológico ni de destinatarios. Entre su producción705, destaca su labor epistolográfica, en la tradición de las epístolas familiares latinas, con diferentes destinatarios: los reyes de Portugal João II y Manuel I, la reina Leonor, el príncipe heredero así como las personas de la más alta nobleza. Dentro de este amplio índice de destinatarios, hay dos cartas dirigidas a Lucio Marineo Sículo, donde Cataldo le aconseja en su disputa con el Nebrisense, la cual califica de «grandem erratum»706. En el círculo de amistad de estas misivas también destacan las mandadas por Cataldo a Francisco Philelpho o Giovanni Pontano707. Esta labor epistolar de Cataldo es de gran interés para conocer las formas de vida de la corte portuguesa así como los problemas del momento. Una de estas cartas es la dirigida a Próspero, rabí y médico sicialiano «Cataldus Prospero, medico et rabi Drepanitano ad veritatem conversionem»708. La retórica de la conversión se adereza con citas bíblicas y con ejemplos tomados de santo Tomás, Pablo y Judas. Finalmente, ante las palabras proféticas de Cataldo («Conuertere, Prosper, ad veritatis iter, convertere!»), Próspero se convierte y es bautizado con el nombre de Henrique. La carta al marqués de Vila Real, Fernando, donde se acusa la barbarie lingüística del latín usado por los frailes se presenta como una defensa del latín literario de los humanistas. Finalmente, existe otra carta dirigida a Martim de Sousa, comandante en África a quien se solicitan informaciones para las Portugalensibus chronicis que Cataldo preparaba. A este respecto, cabe resaltar que Cataldo se refiere en numerosas ocasiones a sus crónicas («in chronicis nostris»), de las que nada se encontró hasta hoy709. Entre las 705 Las obras de Cataldo contaron con un auge editorial en la realización de ediciones modernas instigadas por el profesor Américo Costa Ramalho y circunscritas a la Universidade de Coímbra. Como ejemplo: Simão Pires Diz, Humanismo Italiano e Cultura em Portugal nas Epistolae de Cataldo, tese de mestrado em Literaturas Clássicas, Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra, 1986; Helena Maria Ribeiro Almeida Costa Toipa, Cataldo e as duas Princesas, tese de mestrado em Literaturas Clássicas, Faculdade de Letras da Universidade de Coímbra, 1991 y Augusta Fernanda Almeida Oliveira Silva, Algumas Cartas a Portugueses do Séc. XVI (Livro II). De Cataldo Parisio Siculo. Introdução, Texto Latino, Versão e Notas, tese de mestrado em Literaturas Clássicas, Faculdade de Letras da Universidade de Coímbra, 1992. 706 Epistolae et Orationes, fols. cii-ciij [cij-c2v para la cita]. 707 Epistolae et Orationes, fol. e iiij. 708 Publicada en Américo da Costa Ramalho, Latim renacentista em Portugal…, pp. 30-39. Vid. Cataldi Epistolae, I, fols. hij-hiij. 709 Américo da Costa Ramalho, Latim renacentista em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1993, p. 62. 397 obras atribuidas a Cataldo destaca una posible Ars Eloquentiae, una especie de Elegantiae latini que contiene correspondencias entre el portugués vulgar y el latín710. 3.2.2.3. La Oratio de Cataldo Parísio Sículo. Análisis La Oratio habita a Cataldo in adventu Helisabet principis Portugaliae: ante ianua urbis Ebure, fue pronunciada el 30 de noviembre en Évora a la llegada de la infanta Isabel a las puertas de la ciudad, como parte de un discurso dentro de las oraciones de bienvenida neolatinas que también guarda una hibridación genérica con las laus urbis711. Comúnmente conocida como Oratio, fue dada a la imprenta por Cataldo Sículo dentro de su obra Epistolae et orationes712. Costa Ramalho ya incidía en las relaciones entre este texto y el Epithalamium: A princesa Isabel fora saudada, à partida de Castela, com a recitação dum poema latino em sua honra pelo mais famoso humanista da corte de seus pais, Élio antónio de Nebrija. Na corte portuguesa, Cataldo Parísio desempenhou-se de encargo idêntico com um discurso e não menor brío713. Asimismo, apunta a las relaciones literarias entre ambos humanistas “que em Castela pronunciou o discurso de despedida da princesa fora António de Nebrija, o mais ilustre humanista castelhano do seu tempo. Hoje conheço o discurso e compreendo 710 Así adjudicada por Manuel Saraiva Barreto, “Uma Ars Eloquentiae dos Primórdios do Humanismo em Portugal”, Boletim da Biblioteca da Universidade de Coímbra, 37 (1982), pp. 133-160. Cfr. también Américo da Costa Ramalho, “O Humanismo Português e a Itália”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coímbra, Centro de Estudos Clássicos e Humanísticos, 1988, pp. 193-197 y también Américo da Costa Ramalho, “Ainda a autoria da Ars eloquentiae da Biblioteca Pública de Évora”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1994, pp. 103-106. 711 Acerca de las laus urbis, aunque con un hincapié en el ejemplo paradigmático de Mérida, Vid. Ángel Gómez Moreno, España y la Italia de los humanistas…, pp. 282-295. 712 Cataldo Parísio Sículo, Epistolae et Orationes, fols. aij-aiiijv. Es posible que la estima de Cataldo por esta Oratio le hiciera disponerla como la segunda de las composiciones de la edición, después de una carta de Cataldo al conde de Alcoutim, Pero de Meneses. Asimismo, la disposición tipográfica redunda en la importancia otorgada a la obra, con una bella incial capitular “E” de nueve líneas y que presenta motivos vegetales (el resto de capitulares presentan diseños más sencillos y ocupan únicamente tres líneas). Posteriormente, la Oratio se incluyó en la edición de las Trovas de Caetano de Sousa. Existe edición moderna con traducción al portugués en Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, que recoge esta Oratio y la otra dedicada a la llegada de la infanta María. En la antología de textos de esta tesis presentamos nuestra edición así como nuestra traducción al castellano [3]. El mismo Cataldo escribirá otra oración de bienvenida para la infanta María, la penúltima de las hijas de los Reyes Católicos, cuando se casó con su cuñado, Manuel el Afortunado a finales de octubre del año 1500 para conmemorar su entrada en Santarém. Se trata de la Oratio habenda eoram Emmanuelis rege ad Mariam Porugalie reginam tunc primum sctenrenam ingressuram aparece en Epistolarum et quarundam Orationum Secunda Pars (fols. B4-C3). Esta oración también se incluye en Cataldo Parisio Sículo, Duas orações.... A partir de este punto, todas las citas se toman de esta edición. 713 Américo da Costa Ramalho, “A cultura na época do Tratado de Tordesilhas”, en Para a História do Humanismo em Portugal, IV, Lisboa, Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000, pp. 65-80, p. 76. 398 melhor por que Cataldo tanto se afadigou a procurar dar uma boa impressão de si”714. Sorprende la ausencia en las crónicas de Garcia de Resende o Rui de Pina de referencias a este hecho cultural. La extensa Oratio –unas trescientas líneas de texto en su edición moderna– consta de tres partes. La primera, a modo de exordio, se inicia con una triple reiteración sintáctica –«ecce lux mundi»– que informa de la entrada de Isabel a la ciudad mediante una bella y potente imagen: la llegada de una luz –la propia princesa Isabel– por tanto tiempo deseada. Eclipsado por la presencia de la princesa y ante tamaña empresa encomiástica, el autor se quejará de no poder trabar un discurso coherente, saltándose incluso las reglas de la retórica pues, como orador, no puede solicitar la ayuda de los dioses, hecho reservado solo a los poetas, como Nebrija: Ecce lux mundi tandem apparuit, ecce lux mundi tandem effulsit, ecce lux mundi tandem aduenit; que longo tempore, non sine maximo omnium gentium dolore, latuit; que lux adeo clara, adeo splendida, adeo potens est vt omne oculorum meorum acumem intuenti mihi suis radiis eripiat, auditum minuat, linguam dicenti torpere mentem vero omnem prorsus faciat hebescere715. La segunda parte de la Oratio se define como auténtica laudatio principis centrada, principalmente, en la figura de la joven princesa así como una recognitio de la ciudad de Évora a la autoridad y estatus de los nuevos esposos. De Isabel se amplifican todas sus virtudes y se la compara con las diosas Polimnia, Urania y Euterpe en conocimientos, mientras que excederá a Palas en sabiduría y a Diana en belleza: Tu moribus unica es in terris phoenix, tu es in litteris Polymnia, tu Urania, tu Euterpe, tu es diva illa, quam solam poetae posthac invocabunt, de qua ipsimet invocando scribent, de qua oratores enarrabunt, de qua historici volumina conficient. Sapientia Palladem, pulchritudine ac pudicitia Dianam excellis716. 714 Américo da Costa Ramalho, “Cataldo e D. João II”, en Para a História do Humanismo em Portugal, Coímbra, Fundação Calouste Gulbenkian, 1994, p. 19. 715 Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 46. [He aquí la luz del mundo que, por fin, apareció; he aquí la luz del mundo que, finalmente resplandeció; he aquí la luz del mundo que, por fin, llegó; la que mucho tiempo, no sin gran dolor de todas las gentes, permaneció oculta; aquella luz hasta tal punto clara, tan espléndida; aquella de tal modo poderosa es, que toda la agudeza contemplada de mis ojos la arrebatan sus rayos, que hace menguar mi audición, hace entorpecer mi lengua, en suma, verdaderamente, toda mi mente hace entorpecer]. La traducción es mía. 716 Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 62. [Vos sois en la tierra una fénix única en costumbres, en las letras Polimnia, vos Urania, vos Euterpe, seréis aquella diosa a quien a partir de ahora los poetas invocarán, acerca de quien ellos escribirán, acerca de quien hablarán los oradores, acerca de quien los oradores compondrán sus volúmenes. En sabiduría excedéis a Palas y en belleza y pudor a Diana]. La traducción es mía. Sobre este particular y la búsqueda de mecenazgo de Cataldo por parte de Isabel, Gomes dos Santos apunta al rápido y brusco cambio entre la loa de las virtudes de la princesa Joana y las de Isabel: “Contra o que seria de esperar, a morte da senhora princesa não arrancou do versátil poeta italiano nenhuma sentida composição, que chegasse até nós. O casamento do príncipe D. Afonso e o discurso de recepção à noiva, D. Isabel de Castela, devem ter-se apoderado dele, por forma tão absorvente, que a figura ascética 399 Por si el retrato de su persona no fuera de por sí excepcional, lo es aún más por ser hija de padres tan excelentes –«Nam si per te meritis virtutibusque tuis maxima es quanto magis facienda magis honoranda, amanda et cunctis rebus preferenda es, cum potentissimorum regum Castellae sis filia»717– a quienes también van dirigidas unas palabras para desglosar sus principales cualidades. A Fernando se le compara con los emperadores Justiniano, por su religiosidad, y con Octavio, por sus hazañas bélicas: Quorum Ferdinandum patrem siue in religione cum Iustiniano diuini cultus amantissimo siue imperij latitudine omnique virtutum genere cum Octauio victoriosissimo, tranquillissimoque imperatore compares (quamquam maximus vterque fuerit) longe tamen maiorem superioremque illis comperies718. También se dirige a Isabel la Católica, de quien loa sus múltiples virtudes y su gran capacidad como gobernante tanto en la guerra como en la paz para acabar por echar mano al tópico de la indecibilitas al resultarle imposible alabar todos sus méritos: Helisabet vero matrem in ijs que bello paceque per multos annos vltra femineum sexum gessit non tantum dicam magnarum dominarum reginarumque superasse virtutes sed omnium dearum excessisse gloriam ausim affirmare. De quibus commodior dicendi scribendique locus exigitur719. Finalmente, Cataldo se dirige a la propia princesa para expresarle su deseo de una feliz descendencia: «ex sex corporibus unum corpus»720. Claramente, la mayor carga laudatoria se dedica a la familia real portuguesa. Por su parte, a Alfonso se le compara con Febo, realizando una bella descripción de su retrato: «Statura procera, vultu virili, oculis vegetis, capillo flavo, colore candido rubore decentissime admixto. Denique tam de D. Joana se lhe esfumou, printamente, da lembrança. No horizonte da sua veia adulatória, nova estrela surgia”. (Domingos Maurício Gomes dos Santos, “Cataldo Áquila Parísio Sículo e a Princesa santa Joana”, Porto, Separata Publicações do XXVI Congresso Luso-Espanhol para o Progresso das Ciências, 1962, pp. 1-14 [14 y n.1]). 717 Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 52. [Pues si, por ti misma, por tus méritos y virtudes, eres tan grande, cuánto más debes ser estimada, más honrada, amada y con qué más preferida como hija de los poderosos reyes de Castilla]. La traducción es mía. 718 Ibid. [Tu padre, Fernando, puede ser comparado con Justiniano en religión, amante del culto divino; si acaso en la extensión del imperio y en todo género de virtudes con Octavio, emperador muy victorioso y pacífico. Uno y otro tan grandes, puede decirse que aún él los supera de lejos]. La traducción es mía. 719 Ibid. [De Isabel, vuestra madre, nada diré de aquellas cosas que en la guerra y en la paz durante muchos años practicó por encima de su condición de mujer, pues sobrepasa en virtudes a las grandes señoras y reinas; mas osaré decir que excedió en gloria a todas las diosas. Para hablar y escribir acerca de tales méritos, lugar más apropiado se exige]. La traducción es mía. 720 Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 60. [En seis cuerpos uno solo]. La traducción es mía. Claramente, Cataldo se refiere a las implicaciones relativas a la unión ibérica: los dos monarcas portugueses, los dos castellanos y los dos herederos de ambos reinos, Isabel y Afonso. 400 bona corporis compositio est, vt Phoebum alterum nisi parentes nosceremus esse illum procul dubio arbitraremur»721. Del rey João II, hombre de armas y letras, el humanista realizará un extenso panegírico sobre sus virtudes al que se le añaden sus conquistas africanas –le llegará a comparar con su padre, Alfonso V–. Es más, Cataldo introduce su propia experiencia, «testimonium», en el poema y dirá que es el propio rey quien le ayuda a corregir algunas de sus obras722. Su gran cultura y conocimiento del latín son manifestados en esta nueva edad de progreso: In rebus autem bellicis in quibus ad adolescentia viuente diuo Alphonso patre se exercuit, presertim in aphricanis expeditionibus quis dux in subeundo audatior in conficiendo celerior vnquam extitit, quem seu Alexandro Magno, seu Caio Cesari (in quibus maxime claruerunt) opponas aut excellentiorem hunc aut certe nulla ex parte dissidentem inuenies723. Leonor, la reina, es comparada con una de las Sibilas en cuanto a su belleza, virtudes y conocimientos, aunque lo que sorprende en la descripción de la soberana es que destaque más en su capacidad lectora: «cuius tanta est ingenij vis tum interpretando, tum legendo sacre pagine et latine lingue volumina mira quadam facilitate velocitateque legendi vt non lectrix aut interpretatrix sed interpretatorum, lectorumque operum conditrix esse censeatur»724. De esta manera y más al reforzar su imagen comparándola con la Sibila, Cataldo nos acerca a un tipo de mujer especialmente culto dentro de finales del siglo XV. Toda la Oratio incidirá en el hecho grandioso de la llegada de Isabel no solo en Évora sino también para todos los pueblos, incluso los habitantes de las tierras y regiones no descubiertas, los animales, las aves, los peces, etc. De este modo, «omnis laetantur, omnia iuuenescunt». Todo festeja su llegada, todo ríe –«ridere»– ante una princesa 721 Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 54. [De gran estatura, ojos vivos, cabello rubio, de piel blanca con un rubor. Es tan armoniosa la composición del cuerpo que, si no supiéramos quiénes son sus padres, de lejos y sin duda, dirías que es otro Febo]. La traducción es mía. 722 Ibid. 723 Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 56. [En cuanto a los hechos bélicos, en los que se ejercitó desde la adolescencia, en vida del divino Afonso, su padre, especialmente en las expediciones africanas a las que, en general, asistió al comienzo de los combates algún día y lo más rápido en su conclusión. Y se compara a Alejandro Magno o Gaio César, que en la guerra se distinguieron extraordinariamente, descubriéndose que él es superior o por lo menos, en nada diferente]. La traducción es mía. 724 Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 58. [Es tan grande la fuerza de su ingenio tanto como para interpretar como para leer los volúmenes de las páginas sagradas en lengua latina con una admirable facilidad y velocidad en la lectura, que se piensa sea no lectora o intérprete, mas maestra de intérpretes y lectora de obras]. La traducción es mía. 401 «expectatissima» y «desideratissima»725. Otro elemento que destaca en el discurso es el valor de la experiencia y la cotidianidad en relación a los conocimientos transmitidos, cuestión que tiene que ver con la época de descubrimientos de la navegación portuguesa. En definitiva, tanto el Epithalamium como la Oratio son dos textos creados bajo el alegre motivo de la boda de la Infanta Isabel y el príncipe Alfonso de Portugal pero que desde diversas formas retóricas –un epitalamio y una oración de bienvenida– las dos composiciones alaban y legitiman a las monarquías de Castilla y Portugal y recrean mediante la literatura la nueva edad, el nuevo orden y los nuevos descubrimientos desde el conocido tópico de la aurea aetas, mucho más presente en el Epithalamium que en la Oratio de Cataldo. 4. ISABEL EN LA LITERATURA PORTUGUESA En este último capítulo dedicado a la literatura en torno a Isabel, nos centramos en la literatura portuguesa, hermanada con la española a través de una tradición compartida a lo largo de la Edad Media. En este caso concreto, el análisis literario de las obras destacadas en el corpus en torno a Isabel, nos llevan a concluir que la figura de la infanta, princesa y reina de Portugal, aparece como motivo literario y como destinataria de algunas de estas composiciones. Dos grandes apartados, según su adscripción genérica, aparecen también en torno a su figura: la lírica, además de la micropoética, epígrafes que van a guardar una suma de relaciones hasta su fusión en el apartado dedicado a la parateatralidad, con cimeras e invenciones que van a escribirse en castellano en su honor. Se puede hablar de un ciclo literario celebrativo con motivo de su primer matrimonio. Por otra parte, se observa el ciclo de Isabel como princesa viuda, tanto en la lírica culta como en la popular, y con esta última me refiero al romancero. Son numerosos los versos que se dedican a los plantos de Isabel tras perder a su marido, siempre bajo el tópico de la alegría por las bodas y la rápida llegada del dolor y de la muerte a su vida. Finalmente, no encontramos apenas ningún rastro literario portugués destinado a cantar la alegría por las bodas con Manuel I. Sin duda, la pérdida de su hermano, el príncipe don Juan, motivó este silencio literario. 725 Todas estas citas en Cataldo Parisio Sículo, Duas orações…, p. 66 y ss. [Todo se alegra, todo rejuvenece […] ríe […] ante una princesa deseadísima y esperadísima]. La traducción es mía. 402 4.1. Poesía En el periodo o “siglo silencioso” que transcurre entre 1350 y 1450, muchos dudaron de la lírica cancioneril portuguesa, idea que fue rechazada en el magnífico estudio de Deyermond726. Sin lugar a dudas, el broche de oro de la poesía lusa lo constituye el Cancioneiro Geral, donde el “orgullo nacional se deja ver en la descripción de los festejos realizados con ocasión de la boda del príncipe Afonso y la princesa Isabel”727. Así, la figura de Isabel se cuela en muchas de estas composiciones. La muerte del príncipe de Portugal inspiró también, como era lógico, a los poetas que transitaban por la corte: João Manuel, Luis Anríquez y Álvaro Brito escribirán versos consolatorios. 4.1.1. «Syn pecar» de Álvaro de Brito Álvaro de Brito Pestana o Pestanha (ca. 1435-1500) es un autor misterioso que se entrecruza con figuras homónimas; es el caso de Álvaro de Brito Pestana y de Álvaro de Brito, ambos poetas presentes en el Cancioneiro Geral. Las treinta composiciones de Álvaro de Brito que integran dicho cancionero portugués revelan una gran diversidad temática, que tiene como abánico la expresión amorosa («Graça de bem paresçer»), el loor religioso («Interrogaçam a nossa Senhora»), el panegírico regio (tanto de los monarcas portugueses como de los castellanos) y la crítica social de la poesía satírica. En cuanto al estilo del poeta, destacan los juegos de palabras, los efectos fónicos y rítmicos y la realización de anagramas. Las composiciones amorosas se construyen en base a los tópicos de la poesía cortesana, con un sentimiento hiperbólico de la amada. Los poemas satíricos codifican la crítica a un nuevo orden de valores y de costumbres y, como Resende, se sitúa en plena transición entre el mundo pasado y el nuevo, en pleno desorden e injusticia de una sociedad en la que el poeta no se reconoce. Así sucede en la larga composición sobre la cantiga a Luis Fogaça, «sendo vereador na cidade de Lisboa, em que lhe da maneira para os ares maos serem fora dela»728. Este texto de denuncia, no surge aislado sino que forma 726 Alan Deyermond, “Baena, Santillana, Resende y el siglo silencioso de la poesía cortesana portuguesa”, en Poesía de cancionero del siglo XV, eds. Rafael Beltrán, Josep Lluís Canet y Marta Haro, Valencia, Universitat de València, 2007, pp. 135-156. 727 Historia de la literatura portuguesa, eds. José Luis Gavilanes y António Apolinário, Madrid, Cátedra, 2000, p. 154. 728 Para las citas del texto sigo la edición de Garcia de Resende, Cancioneiro geral, eds. Álvaro J. da Costa Pimpão y Aida Fernanda Dias, Coímbra, Centro de Estudos Românicos, 1973, I, p. 113. 403 parte de un conjunto de pequeñas composiciones donde el autor acusa la corrupción e injusticia de algunos funcionarios regios, jueces, corregidores, proveedores, la mayor parte identificados con osadía mediante su nombre propio. De este modo, enraizando en la poesía satírica con la tradición de las cantigas de escárnio e maldizer de la poesía trovadoresca, estas composiciones adoptan un tono jocoso que se refuerza mediante un lenguaje popular con efectos cómicos y juegos de palabras. La interacción peninsular se aprecia en varias composiciones dedicadas a los Reyes Católicos, como la realizada en portugués para Fernando donde coloca las letras de su nombre en cada una de las coplas que la forman: «Exalçado, exçelente / ensynados estimando / espritual evidente, / eresyas evitando / Em Espanha esmerado, / espelho esclarecido / especial escolhydo, / estremado em estado»729. En paralelo, se encuentra otra composición en castellano dedicada a la princesa Isabel, en la línea de los loores vertidos para la reina: «Esclareçes, exalçada, / Em Europa enlegida / esperante, esperada, / estrelha esclareçida. / Esplandor espritual, / electa, expectatita, / especta, executiva, / estrema, esencial»730. También participó de las polémicas en torno al poeta Antón de Montoro, tildándole de hereje («que fez como hereje») y judío digno de la hoguera, después de que el castellano escribiera su conocido poema «Alta reina soberana»731. Además, el propio Brito reelabora la composición posteriormente al glosarla, creando de tal forma una poesía a lo divino de la reina Isabel. La «Cantiga d´Alvaro de Bryto pollo prinçipe dom Afonso; quando esperava polla prinçesa, e este primeyro pee, que diz “Sym pecar”, as mismas letras dizem “Prinçesa”» aparece en el Cancioneiro Geral y según Días y Sanz Hermida732, la autoría pertenece a Álvaro Brito, con dedicatoria expresa a Isabel: Syn pecar / vos amo más que my vida / sy tarda vuestra venida, / ¿que haré al desear? / Son todos mis pensamientos / em vos contemplar muy bivos, / syento graves sentymentos / de gran soledad esquivos / por amar / vuestra beldad infinida. / Sy tarda vuestra venida, / ¿que haré al dessear?733 729 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, p. 238. 730 Ibid. 731 Garcia de Resende, Cancioneiro geral, I, p. 240: «De vos, Montouro, brosnada, / vi esta vossa cantiga, / que da toura muy antigua / me paresçe ser forjada; / Polo qual vos ousaria / de dizer por esta via / c’o que tenho de vos visto / creerdes pouco em Jeshu Christo, / menos em santa Maria», correspondiente a la primera copla. 732 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, pp. 256-257 y Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona...”, pp. 385-386. 733 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, pp. 258-259. 404 La cantiga es, por lo tanto, un poema de circunstancias que podemos fechar en el periodo de tiempo en que la ya princesa de Portugal, tras la boda por palabras de presente en Sevilla en 1490 con el príncipe Afonso, se demoró en su ida al reino luso, esto es, de mayo a noviembre. El discurso amoroso se articula en torno a la desazón por la llegada de la princesa y a la necesidad de contemplarla, desarrollando en los versos el deseo amoroso del joven. Así, Brito da voz poética al príncipe, que interpela a la princesa en la composición no sólo mediante el estribillo, sino también en la propia declaración amorosa: «vos amo más que my vida» y en la tópica referencia a la belleza de la dama. En resumen, Álvaro de Brito a través de esta composición realiza un poema de circunstancias que pretende mover el ánimo de la princesa para que llegue cuanto antes al reino portugués. El poeta recurre al castellano como vehículo lingüístico paraser más persuasivo, al tiempo que intenta granjearse un loor regio entre los favores de la princesa Isabel. 4.1.2. «Lamentaçam» de João Manuel João Manuel, hijo natural del obispo de Guarda y nieto del rey portugués Duarte, fue alcaide de Santarém, aunque sin duda fue su cargo como camarero mayor del rey Manuel I el que le granjeó el mecenazgo literario cortesano. Actuó de embajador en las misivas diplomáticas hispano-lusas para el matrimonio de Manuel e Isabel y anduvo por Castilla hasta su muerte en 1499 o 1500. Escribió unas coplas denominadas Lamentaçam («De dom João Manuel ha morte do prinçepe dom Affonso, que Deus tem, em modo de lamentaçam»), en las que sobresale Isabel como imagen de la princesa viuda. Escrita en castellano, sin duda, el contraste entre la alegría de la llegada de la princesa y el dramatismo del final con la muerte del príncipe es lo que más alumbra estos versos. El comienzo apela al «discreto leytor» exhortándole a que lea sus versos sobre tan desventurado caso: A lágrimas tristes, a tristes cuidados / a graves angustias, a mortal dolor, / tu t’apareja, discreto leytor, / lendo mys lhantos tan amargurados. / Mortales syngultos, sospiros dobrados, / dad fym a my vida, que es pena mayor, / y quebren mys ojos, pues vyran quebrados / los vuestros, ho prinçepe nuestro senhor734. 734 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, pp. 167-169, [167]. 405 A continuación, a través del tópico del ubi sunt, se describe al príncipe Afonso, su «tan linda estatura», su «fronte serena» y su «ermosa fegura». Con otra nueva apelación a los lectores, el poeta insta en un alarde macabro a romper la sepultura del príncipe («vayamos, seguidme, [ho] desventurados, / rompamos, rompamos la su sepultura») para poder reencontrar sus virtudes y sus «lindas manos»735. Este gusto por lo macabro se remacha con los versos siguientes, que presentan el tópico paradójico entre la alegría por las fiestas de la boda y la tristeza por la muerte, con alusión a las danzas de la muerte: ¡O fyestas malditas, desventuradas, / que luego tan presto vos aveis tornado / em lhoro el plazer, enxerga el borcado, / las danças en otras muy desatynadas! / ¿Ado vos lhevaron, ho nuestro plazer, / que assy tan apryessa, senhor, vos partystes, / que a vuestros padres y cara mujer / nynguna palabra dezyr le podystes?736. Con estos versos, entonces, tenemos dos de los elementos que van a estar presentes en las composiciones luctuosas portuguesas por la muerte del príncipe. De un lado, la contraposición entre la alegría por las felices bodas y el dolor por la terrible muerte. De otro, el tópico de que el príncipe Afonso no habló en los estertores de la muerte y de que permaneció mudo ante las quejas de sus deudos. De todos ellos se relata que «asy los dexastes a todos tan tristes / que fueron alegres d´entonçes morir». Tras sendas coplas dedicadas a los padres, la princesa es merecedora de dos coplas que exponen el cariño del pueblo portugués: «syn fyn deseada de los lusytanos». Las mismas se centran en relatar su gran «tribulaçión», el dramatismo de las circunstancias de la pérdida por el príncipe y la paradoja entre la llegada como feliz esposa del príncipe y su vuelta a Castilla como viuda. El dramatismo unido al aspecto macabro de estas coplas les confiere un sabor original: O alta Prinçesa, la mas virtuosa / que oyeron ny vieron jamas los umanos / del vuestro marydo syn fyn deseosa, / syn fyn deseada de los lusytanos. / Nefanda Furtuna y casos mundanos / por nuestros pecados an deliberado / de los vuestros braços ser arrebatado / y puesto de donde le coman los gusanos. // ¡O cuan desymyles fueron y son / la vuestra venyda y vuestra tornada, / la una tan próspera y tan sublymada, / la otra tan lhena de tribulaçión! / De mármor por çierto es la condiçión / que pudo sofrir ver como partistes / se vydo y se nyembra de como vynistes / de tan poco tiempo tan gran mutaçión737. Las coplas tienen como eje de la composición a la princesa, entre el canto alegre por sus bodas y los lloros por un forzoso divorcio de los amantes, todo ello rodeado de la 735 El gusto por lo macabro en las postrimerías de la muerte enlaza con toda una tradición medieval y, concretamente para el caso portugués, con la leyenda de Inés de Castro. 736 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 168. 737 Ibid. 406 rapidez con que ocurrieron ambas cosas: «Tristes daquelhos que agora denante / cantamos sus bodas en lento consorçio, / ahora lhoramos su triste devorçyo / del uno al otro no ovo un estante»738. El fin de la composición relata el tópico excusatorio de la obra: «no menos m’escusa aquesta obrezylha, / pues lamentaçión sea intitulado [sic]»739. Menéndez Pelayo estudió estas trovas en su Antología de los poetas líricos castellanos, principalmente, porque “la lengua, en éste y en otros poetas del Cancioneiro, está tan penetrada de castellanismos, que muchas veces duda uno si lee portugués o castellano”740. Para el polígrafo, la composición de João Manuel acierta en “la sinceridad del sentimiento por la muerte de su señor, sin mezcla de adulación palaciega” que inspira felizmente al poeta a pesar de que, comparadas con otras composiciones líricas portuguesas: Pierden mucho las estancias de arte mayor de D. Juan Manuel cotejadas con el romance verdaderamente inspirado que esta catástrofe dictó a Fr. Ambrosio Montesino, o como quieren otros, a un incógnito poeta popular, pero aventaja sin duda a la de Álvaro de Brito al mismo asunto741. Destaca el análisis de Menéndez Pelayo y su comparación con el resto de composiciones del Cancioneiro que se refieren a la princesa Isabel: el planto de Luis Anríquez y Álvaro de Brito, aunque de todas estas composiciones, el erudito prefiere la «Lamentaçam» de João Manuel: Pero no sucede lo mismo con los de Luis Enríquez, hidalgo servidor de la casa de Braganza, el cual en castellano y en portugués tuvo aspiraciones épicas, y apartándose de los lugares comunes de la frivolidad cortesana, cantó con noble aliento la conquista de Azamor (1513), en estancias de Juan de Mena, y lloró en coplas de Jorge Manrique la desastrada muerte del príncipe D. Alfonso. Esta elegía, aunque muy incorrecta en el lenguaje, y afeada por falsas rimas (vicio frecuente en el Cancioneiro, por no haber atendido estos poetas como debían a la diferencia de pronunciación entre las dos lenguas que simultáneamente manejaban), no carece de fuerza patética en algunos lugares, y se ve que el autor busca cierto efecto dramático, poniendo doloridos plantos en boca del Rey, de la Reina y de la Princesa; pero a pesar de todo este aparato y de las sentencias que oportunamente saca de Job y de los Profetas, resulta declamador y lánguido si se le compara con D. Juan Manuel, y sobre todo con la trágica concisión del romance castellano742. 738 Ibid. 739 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 169: «Dios todo poderoso ser deue rogado / que aquesta muerte, que agora lhoramos, / que nos neste mundo da triste cuydado / nell otro nos cause que alegres seamos». 740 Marcelino Menéndez Pelayo, Antología de los poetas líricos castellanos…, p. 325. 741 Marcelino Menéndez Pelayo, Antología de los poetas líricos castellanos…, pp. 327 y ss. Aquí Menéndez Pelayo se refiere a la composición de Álvaro de Brito, es decir, las «Trovas a morte do príncipe». 742 Marcelino Menéndez Pelayo, Antología de los poetas líricos castellanos…, p. 331. 407 4.1.3. «A morte do príncipe» de Luis Anríquez La composición de Luis Anríquez bajo el íncipit «¡Oh pueblo de Portugal / lhorad la triste cayda!», está escrita en castellano. El poema consta de 24 coplas donde el poeta introduce los plantos de los reyes y la princesa743. La primera de las coplas presenta el suceso y exhorta al pueblo portugués a reaccionar mediante el llanto ante la muerte744. Las dos coplas siguientes relatan las circunstancias de la muerte: en un día que el poeta cifra en martes, «dia triste, lhoroso», todo Portugal, en «maldita y triste ora / lugar, sazón y momento», perdió su «bandera» y «guía». El suceso se cuenta de manera sintética en apenas seis versos: «Caualho, triste carrera, / pareja cruel, mortal / dell padeçiente, / que reçebyo norte fera / syn poder valer al mall / la su jente»745. Hasta aquí, el poeta no ha dado el nombre ni tampoco el tratamiento al personaje, a quien retrata en las siguientes dos coplas. En ellas se relatan las virtudes del «prínçepe más jeneroso», a quien todas las gentes deseaban servir y cuya comparación con los príncipes pasados, presentes y futuros no pueden igualar: «los passados ny presentes, / ny los que estam por venir / fueron ygoales». Así, la siguiente copla retrata su relación con la princesa y sus excelentes bodas: Animoso, muy umano / prínçepe, mas dadivoso / y mas amado, / portugués y castellano, / de la gram prinçesa esposo / y namorado. / A quien eyçelentes bodas, / fyestas, justas tam gozosas / y creçidas, / a las cuales hyvan todas / las jentes tan deseosas / de sus vidas746. Como se puede observar, el recuerdo por el enlace se une al de las fiestas y justas «tam gozosas y creçidas», que se desarrolla en la siguiente copla, donde también se engarza la riqueza y desmesura externa (las ropas, collares, brocados, vajillas y pedrería) con el gozo en «çidades y vilhas» por el recibimiento a la princesa. Como ya se ha analizado en otras composiciones, este tópico del gozo se une a los llantos motivados por la muerte del príncipe. Sin embargo, la novedad está en que Anríquez liga la muerte a los pecados y males del pueblo lusitano: «Ora por nuestros pecados / males tam mereçidos / falharés / grande luto em los poblados / y los lhantos muy creçidos / oyrés»747. El poema redunda en esta pérdida para las gentes portuguesas: «En ell dia afortunado / em que mortes reeçebierom / nuestras vidas, / dio cayda ell desseado / 743 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, pp. 317-321. 744 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, p. 317. 745 Ibid. 746 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., pp. 317-318. 747 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., pp. 318. 408 daquelhas que lo perdieron / doloridas»748. Así, la pérdida afecta a su «triste madre» y su «triste padre», pero también a sus criados («cuyos se lhamarán, cuyos / pues la muerte les robo / su senhoria») y todos los que le demandaban mercedes. La composición continúa con la intervención del autor («admiraçión»), que se centra en la recepción de la noticia por parte de la reina y la princesa: «¡O tu Reyna, tu Prinçesa, / como voestros syntimientos / no syntiam / la tristura syn deffesa, / las angustias y tormentos / que os veníam!749». Las tres coplas siguientes narran «las nuevas que lhevaran a la reyna y prinçesa», donde un interlocutor se introduce en los versos para dirigirse a la reina y exhortarle a que vaya a ver a su hijo, que no responde ni al padre. Esta presentación de la materia lírica así como los motivos desplegados recuerdan al romance de fray Ambrosio Montesino y al romance anónimo: -Esposa y madre de quien / cayó la mortal cayda / dell cavalho, / andad a ver vuestro bien, / antes que se vos despida / hyd buscalho. / Yo le dexo amorteçydo, / a su padre no responde / nadea, no. / Hyd a ver vuestro marido, / hyvos, madre, all fyjo donde / se cayó750. Expuesta la cruel noticia, ambas mujeres, instadas anteriormente a acudir presto a donde yace el príncipe, parten a su lado, «corriendo quanto podierom, / las que levam sus entranhas / lastimadas. / Lhegando con gran dolor, / começam desta manera / gritos dando: / -Vida mya y my senhor, / no me ablaes, fijo, syqu[i]era / ¿desde quando?»751. El patetismo de la escena se relata con gran acierto por parte del poeta. Ambas mujeres, solas, sin sus damas, acuden a ver al príncipe, quien, a diferencia de otras composiciones o los romances sobre la materia, permanece mudo y sin posibilidad de enderezar un parlamento a sus parientes. Este elemento se refuerza en los versos siguientes: «ell que nunca dixo cosa / ny le oyeram». Cifrando el duelo en dos días, el príncipe muere al segundo: «partiosse daqueste mundo / ell por quien lhantos fizyeron / d’escrevir»752. Las siguientes estrofas desarrollan los plantos del rey, la reina y la princesa, respectivamente. De tal manera, la estructura compositiva es siempre la misma, el planto se desenvuelve en dos estrofas que terminan con un proverbio latino del profeta David que, a modo de contrafacta, se desarrolla en una glosa poética. 748 Ibid. 749 Ibid. 750 Ibid. 751 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., pp. 318-319. 752 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 319. 409 Los llantos de los padres del príncipe son altamente emotivos y redundan en los tópicos luctuosos de la poesía cancioneril. Sanz Hermida ya apuntó que estos textos recuerdan a los llantos que introdujo el Comendador Román en sus Décimas sobre el fallecimiento del Príncipe nuestro señor, don Juan, primogénito de los Reyes Católicos [¿Toledo, Antonio Téllez, 1498?]753. Ambos plantos se dirigen al hijo muerto bajo el dolor que acarrea su pérdida. También se alude a lo injusto de la vida que lleva de su lado a un joven alegre, lleno de vida, en vez de a los padres. El rey es el único que dirige una imprecación a la muerte en este sentido: «¡O morte triste, cruel, / careçyda de piedad / sym manera, / no lhevaras triste a el / mas a my em crueldad / lastymera!»754. Si para el rey João II, la muerte del hijo es «prisyón», para la madre, la reina Leonor, esta muerte genera tristeza y soledad, evocada en una bella imagen: «biviré sofrendo el trago / de la muerte, deseando, / fyjo, veros: / biveré sempre nun lago / de tresturas, contemplando, / ell perderos»755. En este punto, se sucede el planto de la princesa, desarrollado con más extensión que los anteriores de los padres. Sin duda, la lengua lírica así como estas tres coplas y dos contrafacta realizados bajo los proverbios de David y Job, indican que el poema sobre la muerte del príncipe, muy posiblemente, debió de componerse para la princesa tras el suceso, con una clara vocación de paliar la tristura de la misma a través de versos consolatorios. El poeta, entonces, introduce la voz lírica de Isabel, que se describe como enamorada pasional: ¡O amor de my querer, / querido del corazón / mas que my vida, /començo de my plaçer, / començo de my passion / desmedida! / ¡O fym de todo my bien / venero de my tristura / sym compás, / sola yo, dyrám de quien / se partió boena ventura / por jamás!756 La «passión desmedida» de la princesa Isabel por Afonso, conducen a la viuda a un «venero de tristura», dentro de un tópico que se sigue elaborando en los versos siguientes: 753 Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona...”, p. 388. También añade Sanz Hermida que más tarde Juan del Encina parece inspirarse en los textos del Comendador Román en su Tragedia trobada dedicada a la fatídica muerte del joven heredero castellano. Estos dos textos fueron analizados por Giuseppe Mazzocchi, “La Tragedia trobada de Juan del Encina y las Décimas sobre el fallecimiento de nuestro señor del Comendador Román: dos textos frente a frente”, II Confronto Letterario, 9 (1988), pp. 93-123. 754 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 319. 755 Ibid. El planto se da fin con otro dicho del profeta: «Laborau in gemitu meo», que desarrolla el tópica de la tristura de la reina: «Días, noche, bivirée / trabajante em gemido / y angustura, / ell my lecho regaré / com lágrimas y sentido / de tristura. / Regarée el my estrado / con las fuentes de mys ojos, / no çessables, / pues que triste m’an emtrado / los tormentos a manojos, / lastimables». Vid. Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 320. 756 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 320. 410 ¡Yo soy la triste veuda, / cuberta de mil tresturas, / sym abrigo, / de todo my bien desnuda / y muy lhena d’amarguras, / sym amiguo! / ¡Oo amor de muchos anhos / faltónos la piedad / anbos de dos, / mas no los terribles danhos / ny la triste soledad / que he de vos!757 La imagen patética que se desarrolla a lo largo de la descripción incide en este ideal de triste viuda en soledad, desnuda de todo bien y privada de su «amigo», en un término tan marcado tanto en la poesía cancioneril como en la de raíz folklórica y tradicional. La imprecación de la viuda no se dirige a la muerte, sino a la vida, deseando un fin presto para acabar con toda congoja y tormento: ¡O vida tam enemigua, / o morte tam deseada, / que no vienes / dar manera como sigua, / por quien vivo trabajada, / pues lo tienes! / ¡Doélete de my congoxa, / doélete de my tormento / a que no fuyo, / pues no mengoa ny se afloxa, / sea my enterramiento / con el suyo!758. Esta idea, así como el dolor que acompañará a Isabel durante toda su vida se repetirán en los contrafacta. Primeramente, en el del profeta David: «Defeçerunt in dolore vita mea»: Desfalheçe em dolor / my vida con ell tormento, / c’atormenta / la congoxada de amor, / la triste, que no tem cuento / su affroenta. / Los mys anhos em gemidos / acabaram su bevir / in mall inmensso, / ¡y los mis males sobidos / no se poderam dezyr / por extensso!759. La «congoxada de amor» en que se convierte Isabel tras la muerte de Afonso convertirá a la viuda en un personaje casi tópico, trasunto de los tópicos cancioneriles acerca de los suspiros de amor, comparable a las damas y amadores de los libros de ficción sentimental. De tal manera, «Los mys anhos em gemidos / acabaram su bevir / in mall inmenso», parecen ser un eco del poema de Juan de Tapia, «Muchas veces llamo a Dios», donde el elevado contenido lírico del poema hace que el galán construya una torre de lágrimas, con muralla de suspiros y una munición de gemidos que hacen que consideremos la metáfora del castillo de amor y los tópicos bélicos del mismo. Para terminar la intervención de Isabel, el poeta añade otro contrafacta con el dicho de Job: «Dies mei veloçios transierunt», que incide de nuevo en el duelo de la joven viuda: Tan a priessa y tam trigosos / mys días se trespasaram / mal logrados, / y com casos tam lhorosos / mys pensamientos quedaran / desypados, / atormentantes de mym, / coraçom 757 Ibid. 758 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 320. 759 Ibid. 411 lheno de doelo / y d’espanto, / ¿o porque no fago fym, / porque vivo neste suelo / de quebranto?760. Tras esta última intervención de Isabel como personaje lírico, Anríquez termina con una oración final que implora a la Virgen por el fallecido. La muerte del príncipe Afonso motivó esta larga composición del poeta luso Luis Anríquez que guarda concomitancias con el poema de Montesino así como con otros romances portugueses, donde la importancia otorgada a Isabel como voz lírica parecen entrever una posible relación de patrocinio. 4.1.4. «Trovas a morte do prinçipe» de Álvaro de Brito Álvaro de Brito, destacado poeta cortesano del entorno regio de João II, ya había colaborado con la corte en su canción a la llegada de la princesa, «Syn pecar». Tras la muerte del heredero de Portugal, Brito volverá a ejercitar la péndola con unas trovas en portugués: «A morte do principe dom Afonso que Deos tem». El inicio de la composición destaca por ligar la pérdida del príncipe a ambos reinos peninsulares: España y Portugal, que deben llorar conjuntamente, en un estribillo que se repite a lo largo de la composición «Morto hé o bem d’Espanha, / nosso príncipe real, / chora chora, Portugal, / choremos perda tamanha!»761. La pérdida de Afonso se siente doblemente, no sólo como príncipe heredero sino como futuro rey: «dous em huum triste responso / rey e prinçipe choremos / dom Affonso, dom Affonso!». El poeta vuelve a insistir en los versos siguientes en que la caída del príncipe es a su vez la caída de la fortuna de Portugal762. Como en otras composiciones luctuosas como, verbigracia, la de Luis Anríquez, la pérdida del príncipe Afonso viene motivada por los pecados del reino: «Choremos huum ynoçente / huma santa creatura / que por nossa desventura / morreo tan supitamente. / Ho que mal, que nojo, sanha / que desemparo mortal / nota todo Portugal / choremos perda tamanha!»763. La princesa Isabel no aparece en este poema como personaje referente o motivo literario, sino que su inclusión es mucho más entreverada, limitada a un único verso que alude a la alianza de España y Portugal. De este modo, el príncipe muerto es a la vez la muerte de la futura unión con los reinos de los Católicos, de donde 760 Ibid. 761 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, pp. 104-105. 762 Ibid. 763 García de Resende, Cancioneiro Geral..., p. 105. 412 Isabel es mero eslabón: «Morreo nossa defensam, / e morreo nossa liança, / morreo nossa esperança»764. 4.1.2. Romances portugueses a la muerte del príncipe de Portugal En la tradición romancística portuguesa, destacaremos el ciclo de romances conservados en torno a la muerte del príncipe de Portugal, fundamentalmente sobresalen aquellos que tienen a la figura de la infanta765. Desde los dos romances castellanos difundidísimos sobre la muerte del príncipe Afonso, («Ay, ay, ay, ay, qué fuertes penas» y el de fray Ambrosio de Montesino), las variantes portuguesas escritas ya en ese otro idioma, presentan diferencias y similitudes de interés para el reflejo literario de Isabel. La muerte del príncipe de Portugal no solamente tuvo su repercusión en la poesía cancioneril (española y portuguesa), sino que también trasvasó temas y motivos literarios en los romances portugueses766. Entre los romances cultos destaca el larguísimo «Romance cantado a tres vozes», que lleva como sobretítulo «que se refere á morte do príncipe Dom Affonso, filho de El-rei Dom João II e seu unico successor». La extensa composición se incluye en el capítulo 46 del Memorial das Proezas dos Cavalleiros da Tavola Redonda, escrito por el portugués Jorge Ferreira de Vasconcelos [Coimbra, João 764 Ibid. 765 Philip O. Gericke, “The Widow in Hispanic Balladry: Fonte Frida”, en «Upon My Husband’s Death»: Widows in the Literature & Histories of Medieval Europe, ed. Louise Mirrer, Michigan, Michigan University Press, 1992, pp. 289-303, aunque se centra en el conocido romance de «Fonte Frida», el autor toca otros temas y pasajes parecidos en las pastorelas, serranillas y otras composiciones con las cuales guarda concomitancias. 766 Paul Benichou, “El romance de La muerte del príncipe de Portugal en la tradición moderna”, Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIV (1975), pp. 113-124; Aida Fernanda Dias, “Sentimiento heróico e poesia elegíaca”, Biblos, LVIII (1982), pp. 293-297 y João Nuno Alçada, “Teatralidade e intertextualidade do tema da morte do Príncipe D. Afonso de Portugal nas literaturas culta e popular”, Revista Lusitana, 3, (1982-1983), pp. 69-101. Aida Fernandes Días, História Crítica da Literatura Portuguesa, Lisboa, Verbo, I, 1998, pp. 237-242. En cuanto a la bibliografía referencial acerca del romanceiro portugués, destacamos los siguientes estudios: María Teresa Amado, O estilo do Romanceiro popular português: alguns aspectos, Lisboa, 1966; Teófilo Braga, História da poesia popular portuguesa, Porto, 1867; Teófilo Braga, Romanceiro geral português, Lisboa, 3 vols., 1982; Almeida Garret, Romanceiro, Lisboa, FNAT, 1963; Manuel da Costa Fontes, Romanceiro português do Canadá, Coímbra, Acta Universitatis Conimbrigensis, 1979 y ss. eds. de romances recogidos en EEUU, Ilha de S. jorge o Trás-os-Montes; João David Pinto Correia, Romanceiro tradicional português, Lisboa, Editorial Comunicação, 1984; Joanne B. Purcell, “A riqueza do Romanceiro e outras tradições orais nas ilhas dos Açores”, Atlântida, XIV (1970), pp. 223-252¸ Joanne B. Purcell, “Sobre o Romanceiro português: continental, insular e transatlântico. Uma recolha recente”, en El romancero en la tradición oral moderna, Madrid, Cátedra del Seminario Menéndez Pidal, 1973, pp. 55-64; Carolina Michaëlis de Vasconcelos, Estudos sobre o Romanceiro peninsular. Romances velhos em Portugal, Coímbra, Imprensa da Universidade, 1934 y, finalmente, José Leite de Vasconcelos, Romanceiro português, Coímbra, Acta Universitatis Coninbrigensis, 1958-1960. 413 de Barreira, 1567], y parece haber pasado desapercibida en los estudios sobre el romancero767. Tras más de medio siglo, el tema de la muerte del príncipe de Portugal seguía cosechando versos en el país vecino. En conclusión, la tradición culta romancística no dejará huellas de la presencia de Isabel entre sus versos. Para ellos, deberemos fijarnos en el ciclo de romances (con un total de ocho) en los cuales la figura de Isabel evoluciona desde su trasunto como princesa hasta la figura de la casada viuda. 4.1.2.1. «Princesa» y «casadinha»: Isabel en el ciclo romancístico portugués Dentro del ciclo romancístico acerca de las composiciones surgidas en torno a la muerte del príncipe de Portugal, Isabel aparece como personaje central. Aunque desdibujadas sus características como figura histórica, como infanta, condesa, o princesa, el referente de tales circunstancias es la joven princesa viuda. Gracias a las variantes de estos romances se puede apreciar cierta evolución del personaje a través de los testimonios. Hemos conseguido agavillar ocho romances portugueses dentro de este ciclo, los cuales, con variantes diferentes, presentan unas características comunes768. El discurso narrativo del romance suele obedecer a una serie de momentos fundamentales: 1) una escena marco donde Isabel, tratada como «princesa» o «casada» aparece sentada en una ventana; 2) la aparición de un enunciador que relata la muerte del príncipe; 3) transición o camino doloroso de la infanta hasta llegar al lado del moribundo; 4) diálogo entre ambos, con un tópico siempre presente: el dolor del marido por ver allí a su esposa, la exhortación del mismo a un segundo matrimonio y el rechazo de la mujer (y en algunos casos su firme dedicación a la oración); y finalmente 5) una conclusio variada, que puede ir desde el mal de amores, la apelación mariana, una velada referencia al suicidio y hasta el planto de la infanta. Las diferencias son también importantes entre estos ocho romances. En primer lugar, Isabel aparece como princesa tan solo en (1) «Princesa estava à janela / casadinha 767 Sí que lo documenta y refiere en su inventario de textos, aunque como composición secundaria puesto que no aparece la figura de Isabel, Jacobo Sanz Hermida, “A vos Diana primera leona…”, p. 389. 768 Los ocho romances aparecen en la antología de textos inserta el final de esta tesis. A los textos les hemos dado un número correlativo (del (1) al (8), respectivamente) para referirnos a ellos de una manera más fácil que por el íncipit, homónimo en muchas ocasiones. 414 de oito días») mientras que en el resto destaca como «casada» o bien «casadinha». Todos ellos acortan el tiempo de duración del matrimonio en apenas unos días, para aportar más fuerza dramática, de ocho a trece según los testimonios menos (6) que lo cifra en ocho meses. En todos, la noticia de la muerte del príncipe aparece dada por una paloma (1), (5, 6, 7 y 8), descrita como blanca o negra, según la intención dramática o bien el enunciador es un «cavaleiro» (2, 3 y 4). En todos, se relatan las circunstancias de la muerte del príncipe del reino de Portugal de forma somera así como se presenta un diálogo entre la viuda y el moribundo donde este le aconseja que, como «menina e moça» se vuelva a casar, que acuda de nuevo a la corte de sus padres y donde la reticencia de la mujer se repite en todos los casos, unas veces con la intención de la oración y otras veces con la llamada al suicidio. El primero de todos estos romances, («Princesa estava à janela / casadinha de oito días»)769, (1) se documenta en Ribeira Quente, Azores, en 1970 y tiene en sí todos los tópicos aludidos anteriormente. Es el único que recoge en su título la designación de Isabel como princesa. La triste noticia se relata de parte de una paloma blanca: el príncipe ha caído de un caballo encima de un empedrado. A continuación, la súbita reacción de la esposa la lleva a correr en pos del marido, produciéndose en los versos siguientes el tópico diálogo entre ambos. De tal manera, se siguen las convenciones del tema y el marido exhorta a su esposa a volverse a casar, debido principalmente a su juventud («Inda assim eres criancinha / inda poderes casar»). Lo que resulta original de esta versión es el desenlace, donde el moribundo pide la presencia de un doctor para preguntarle si el mal de amores tiene cura. El final resulta precioso en su concreción: el que muere de amores (con clara alusión al suicidio) no se entierra en sagrado, sino que se entierra en «campos verdes / onde forem lembrados». El romance (2), «Casadinha de outo dias, / sentadinha à janela», se debe a la versión recogida en Portugal continental antes de 1869. El romance comienza in media res con la alusión de la «casadinha» sentada en una ventana. En este caso, el mensajero de la muerte es un caballero que, como en el romance de Montesino, insta a caminar a la princesa lo más rápido posible para ver a su amado antes de expirar. La princesa, rodeada de sus damas, acude al lado del marido que le repite el tópico de un segundo matrimonio al ser «menina e moça». Lo original de este romance estriba en la alusión a los padres, es decir, los Reyes Católicos, con quienes habrá de reunirse la viuda tras el fatal desenlace: 769 Este romance se encuentra registrado en la Fundación Menéndez Pidal. 415 «tendes pai e tendes mãe, / podem-vos tornar a levar». La propuesta de otro matrimonio es, siguiendo la tradición, rechazada y donde la viuda sólo apela al deseo de rezar, en consonancia con la propia vida de Isabel. Finalmente, el último parlamento de la viuda encierra una gran belleza lírica a través de la descripción de la muerte del marido, descrito como un clavel («cravo») que no murió como caballero ni en batallas ni en guerra sino en un «poço de água fria». El romance (3), «Casada de outo dias, / à janela foi chegar», testimonia una versión de la isla de San Jorge, en Açores, también recogido antes de 1869. Este texto guarda multitud de concomitancias con el anterior, al que añade algunas variantes de interés. La principal diferencia estriba en la inclusión de tres «infantes» o hijos del matrimonio, que acompañan a la madre en su visita al moribundo. Si en (2) los plantos de la princesa de camino «pedras fazia abrandar», en este romance se cambia por el suelo «o chão fazia abrandar». La consolación del príncipe a su esposa no sólo se da en la promesa del nuevo matrimonio, sino que también a través de los hijos que aún le restaran para criar. Otra de las imágenes nuevas que aparecen en este romance es la que muestra el cariño final entre ambos enamorados: «pegam na mão um ao outro». Tras esto, se sucede el episodio de la muerte con la apelación a la virgen María (igual que en (2)). Finalmente, el parlamento final de la viuda parece casi paralelístico al de (2) con una variante, la bella alusión al «cravo» se cambia por una alusión al príncipe como «capitão de infanteria». La alusión final al arenal, recoge la idea del lugar de la caída, que se une al pozo de agua fría, metáfora de la muerte del príncipe. El romance (4), «Casada de oito dias, / à janela foi chegar», tiene idéntico inicio a (2) (3) e introduce la variante significativa de tratar a los esposos como condes. El anunciante de la muerte es un caballero que se presenta con «um lencinho a abanar». El lugar de la muerte se precisa en una playa del arenal. Dentro de las variantes significativas destaca el luto de la mujer «Vestiu vestido preto» así como el deseo de la muerte por parte de la esposa. Del resto, vale decir que sus similitudes textuales están más cerca de (2) que de (3), y junto al segundo incorpora las referencias a los padres («Ide-vos para Castela, / onde tendes padre e madre») así como el rechazo a un nuevo matrimonio se justifica con a vuelta a casa así como con la decisión de dedicarse a la oración por parte de la mujer: «hei-de-me ir p’ra minha casa, / hei-me sentar a rezar». El romance (5) «Casada de treze dias, / ‘stava na minha janela», se testimonia en Madeira antes de 1879. En este caso, aparece una nueva tradición con variantes de importancia, aunque muy ligada a (1). La duración del matrimonio se incrementa hasta 416 los trece días; el anuncio de la muerte del príncipe se hace llegar a través de una paloma como en (1), aunque en este caso es de color negro. Como en (2) la infanta llega con sus damas al arenal y recibe los mismos consejos por parte del marido para lograr un segundo matrimonio. Igualmente, este se rechaza por parte de la «infanta» debido a la imposibilidad de encontrar uno par al príncipe: «nem outro tal acharia, / se vos houvera perdido». Finalmente, el parlamento del moribundo se asemeja a (1), aunque aquí la apelación al doctor se cambia por el «barbeiro» al que se le interpela acerca del mal de amores. La alusión al suicido también está implícita, así como una nueva nota macabra acerca del recordatorio de este triste amador, cuyo recuerdo no se dará «nem fique braço de fora» sino como «letreiro pintado»: «Morreu triste desgraçado», que nos recuerda a (1) y su «Já morreu o malfezado». El romance (6) «Já casada ‘stava eu, / bem oito meses havia», se recoge en Madeira antes de 1879. Como novedad, incluye la duración del matrimonio en ocho meses. Como en (1) y (5), la noticia llega a través de una paloma negra y trata a ambos esposos como infante e infanta, respectivamente. Lo curioso es que toda la narración a partir del anuncio por parte de la paloma corresponde a la voz lírica de Isabel, tomada ahora en primera persona. Aparece también la figura del barbero así como la alusión a las aguas frías donde acaba su vida el príncipe. Por su parte, el romance (7) «´Tava na minha jinela, / casada de treze dias», recogido en Madeira antes de 1914, recupera la tradición de la casada de trece días así como la alusión a las tierras de Portugal como en (1). El último de los testimonios (8) es la versión de Noia, Madeira, fechada en 1985: «Estava na minha janela, / casadinha há treze dias». Este romance guarda relación con (7), fundamentalmente, en la reticencia de la infanta de volver a casarse puesto que ni puede encontrar a otro príncipe igual en virtudes que a su marido muerto. Asimismo, recoge la tradición acerca del mal de amores. En estos ocho romances podemos establecer unas seis categorías para su comparativa: 1) el apelativo que recibe Isabel; 2) la duración del casamiento; 3) el anunciador de la fatal noticia; 4) las características singulares del diálogo entre los amantes; 5) el fin del romance y, finalmente, 6) las variantes más significativas de ese romance respecto a los anteriores. Estas categorías se resumen en la siguiente tabla: 417 Tabla 10. Romances portugueses. Variantes En definitiva, Isabel como trasunto literario se cuela en cada uno de los romances portugueses que hasta hace no mucho tiempo todavía podían escucharse en tierras vecinas. La trágica muerte del heredero al trono estimuló no sólo los ingenios de la corte sino también multitud de versos populares que otorgaron a Isabel un papel destacado como princesa viuda, «menina moça» como la obra de Bernardim Ribeiro, y que muestran, una vez más, la fuerte voz lírica de Isabel. Apelativo Duración Anunciador Diálogo Fin Variantes 1) Princesa oito días pombo branco doutor mal de amor criancinha 2) Casadinha oito días cavaleiro pai e mãe apelación a la Virgen; poço de agua fría menina e moça 3) Casada oito dias cavaleiro tres infantes apelación a la Virgen; poço de agua fría capitão de infantería 4) Casada oito dias cavaleiro Ida a Castela (padres) apelación a la muerte; oración vestido preto; conde/condessa 5) Casada treze dias pomba negra barbeiro mal de amores menina moça 6) Casada oito meses pombo negro barbeiro aguas frias; oración infanta; menina moça 7) Casada treze dias pombo branco barbeiro mal de amores infanta; menina moça 8) Casadinha treze dias pombo branco barbeiro mal de amores menina nova 418 4.2. Parateatralidad y micropoética La corte portuguesa de los siglos XV y XVI, entre los reinados de Afonso V y João III, desarrolla un buen número de alegrías parateatrales: los momos y múltiples «representações» que han dejado su huella en crónicas. En el clásico estudio de Eugenio Asensio, el crítico establecía la trayectoria de estos momos caballerescos y cortesanos en Portugal, sus antecedentes y desarrollo, hasta llegar a los autos de Gil Vicente770. Así, Asensio ya advertía de que “el momo es una mascarada aristocrática que florece especialmente en la corte portuguesa. Se inicia en los reinados de D. João I, y logra un esplendor inusitado en los palacios de D. João II y de D. Manuel el Afortunado”771. Gomes Eanes de Zurara, en la Crónica da tomada de Ceuta, fue el primero en relatar dentro de la historiografía la maravilla de los momos organizados por el infante Enrique el Navegante para su hermano Duarte y la nobleza, en 1414. Así, justas, danzas y momos se sucedieron para festejar el tiempo de la Epifanía y la preparación de la flota conquistadora: «allí ouve momos de tam desvayradas maneyras que a vista delles fazia muito grande prazer»772. Las fiestas de recibimiento a los embajadores en la corte propiciaban una ocasión perfecta para deslumbrar a los recién llegados con la magnificencia de estas ocasiones, como, verbigracia, la recepción a los embajadores del duque de Borgoña en 1428, a cargo del rey João I o los embajadores del emperador Federico en tiempos del rey Afonso V. Sin embargo, el desarrollo parateatral portugués alcanza su máximo esplendor con motivo de la boda de Isabel y Afonso, en palabras de Asensio: Ningún momo portugués parece haber tenido tanta suntuosidad, tanto lujo de tramoya, tanta fecundidad de invenciones como los que solemnizaron estas fiestas en diciembre de 1490 la boda del malogrado príncipe D. Afonso con la princesa española Isabel. Jamás la princesa había visto nada semejante en la corte castellana, donde su madre gastaba en guerra lo que antes derrochaba en fiestas, y poniendo freno a la religión del amor cortesano, había mandado a sus poetas Íñigo de Mendoza y Ambrosio Montesino que compusiesen versos piadosos para las damas de palacio773. 770 Eugenio Asensio, “De los momos cortesanos a los autos caballerescos de Gil Vicente”, en Estudios Portugueses, París, Fundação Calouste Gulbenkian, Centro Cultural Português, 1974, pp. 25-36. 771 Eugenio Asensio, “De los momos cortesanos…”, p. 26. 772 Gomes Eanes de Zurara, Crónica da tomada de Ceuta, cap. 26. 773 Eugenio Asensio, “De los momos cortesanos…”, pp. 29-30. Posteriormente, los momos celebrados por Navidad en la corte de Manuel I y su mujer, María, documentados por el embajador Ochoa de Ysásaga en 1500, suponen el broche de oro de estas representaciones parateatrales. La carta del embajador donde describe minuciosamente la escenografía y narración dramática de los momos resulta un documento excepcional que fue transcrito por Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Documentos…, III, pp. 77-85. Posteriormente, Ángel Gómez Moreno volvió a editarlo y a estudiarlo en profundidad en su El teatro medieval castellano en su marco románico, Madrid, Taurus, 1991, pp. 144-151. Con estos antecedentes, 419 Así también lo sustenta Morán Cabanas: A maior festa de todo o reinado de D. João II foi provocada por uma circunstância de evidente interesse sócio-político: a união matrimonial de Príncipe D. Afonso com a Princesa D. Isabel, filha dos Reis Católicos, em 1490, na qual se inclui a entrada solene da noiva na cidade de Évora774. En ambas cortes resulta importante la participación de los monarcas dentro de la propia fiesta, tomando parte de las justas y momos, siendo al mismo tiempo actor y público. Igualmente se aprecian diferencias en cuanto a los elementos celebrativos, pues la corte castellana se inclinaba más a la festividad dentro de la tradición medieval mientras que la portuguesa importa referencias del mundo romano, como arquitecturas efímeras y objetos de ese glorioso pasado, en consonancia con las laudatio urbis humanísticas que acercan a la villa de Évora a su pasado como colonia romana. Las noticias de las que disponemos para documentar estos banquetes y momos portugueses se han testimoniado en las crónicas de Rui de Pina y Garcia de Resende, que describen con detalle las fantásticas fiestas organizadas por João II en Évora y que duraron un mes775. 4.2.1. Évora, 1490776 La infanta, ya convertida en princesa de Portugal por su matrimonio con el heredero, permaneció en la corte de sus padres hasta mediados del mes de noviembre, ya están maduros los mimbres para el desarrollo del teatro áureo de la mano de Gil Vicente en Portugal: su primera pieza dramática el Monólogo del vaqueiro es un momo, hasta llegar a su Don Duardos y Amadís de Gaula. 774 María Isabel Morán Cabanas, Festa, teatralidade e escrita. Esboços teatrais no Cancioneiro Geral de Garcia de Resende, A Coruña, Universidade da Coruña, 2003, p. 17. 775 Rui de Pina, Crónica…, p. 112 y ss.; Garcia de Resende, Crónica…, pp. 173 y ss. Por su prolijidad y gusto en los detalles, tomamos las referencias para el análisis de García de Resende, puesto que fue testigo de los hechos y de que algunas de estas referencias se cuelan en su Cancioneiro, prestándose a la comparación. También han sido descritas en el estudio de J. M. Cordeiro de Sousa, “Notas acerca de la boda de Isabel de Castilla con el príncipe Alfonso de Portugal”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LX (1954), pp. 33-51 y también en N. D. Shergold, A History of the Spanish stage from medieval times until the end of the seventeenth century, Oxford, Oxford University Press, 1967, pp. 128-131. Por su parte, Shergold opina que el momo portugués nace metodológicamente más relacionado con el entremés: “Like other theatrical terms of the fifteenth century, momo seems to have had a fairly wide and varied use. This is seen particulary in Portugal, where momos as a courtly entertainment are closely related to the type of pageantry associated with the word entremés”, p. 128. De hecho, en las crónicas portuguesas, los términos ‘momo’ y ‘entremés’ se usan indistintamente. 776 Algunas consideraciones acerca de la parateatralidad aplicada a estas alegrías y su contexto luso en María Isabel Morán Cabanas, Festa, teatralidade e escrita. Esboços teatrais no Cancioneiro Geral de Garcia de Resende, A Coruña, Universidade da Coruña, 2003, pp. 16-44. Otro análisis en Rubem Amaral, Empresas heróicas e amorosas lusitanas: letras e cimeiras das justas reais de Évora (1490) segundo Garcia de Resende, Tegucigalpa, 2001. 420 fecha que se fijó para su partida. El reino de Portugal llevaba cerca de un año esperando y preparando este momento, reuniendo el dinero necesario para celebrar las bodas propiamente dichas, como consta en Rui de Pina: No mês de Janeiro de mil quatrocentos e noventa anos, foram as ciudades de vilas do reino apercibidas para cortes gerais sobre o casamento do príncipe, para que ordenava mandar, como mandou, embaixada a Castela, para que também quería dos povos ajuda de dinheiro777. Es más, la recepción de la noticia del casamiento en Sevilla por parte del reino portugués se recoge en la Crónica de Resende con todo detalle, puesto que se había celebrado por decreto del rey: […] pera que tanto que a nova viesse, muytas e muyto grandes fogueiras por todas as praças, ruas principaes, e todas as tores do muro, e da cidade, e pollos muros, torres e lugares altos da cidade muytas infindas bandeyras, muytas bombardas e outros tiros do fogo, e foguetes, muytas trombetas e atambores, charamelas e sacabuxas e que todos os sinos repicassem e as ruas, praças, muros e torres, muyto enramados de ramos verdes778. Más tarde, las fiestas de recibimiento a la nueva princesa se fueron sucediendo a su paso; las ciudades se vistieron con banderas blancas y rojas, los colores de la princesa, el rey mismo había decretado que la bienvenida se realizara hasta su llegada a Estremoz «com a mais honra, festas e cerimónias com que nunca outra princesa nem rainha fora neles recebida»779. Bernáldez describe estas fiestas en Évora donde «fizieron las fiestas e justas e muchas alegrías e grandes gastos»780. En esta localidad tuvo lugar la ceremonia religiosa con la presencia de ambos contrayentes, más la bendición nupcial. La ciudad portuguesa de Évora fue el epicentro de celebración de las bodas, debido a que Lisboa se encontraba bajo una epidemia de peste781. Todo se rodea de un fuerte componente espectacular: com infinitas bandeyras e as ruas todas armadas de panos de seda e ricas tapeçarias. E pollas janelas, e portas postas muytas joyas, e muytos ramos de louro, e larangeira, a o 777 Rui de Pina, Crónica…, pp. 78-79. 778 Garcia de Resende, Crónica…, p. 152. 779 Rui de Pina, Crónica…, p. 87. 780 Andrés Bernáldez, Crónica…, p. 222. 781 La llegada a Évora el domingo 27 de noviembre se vio adornada con la Oratio de Cataldo Parísio Sículo. Garcia de Resende (Ibid.) aporta más detalles, pues explica que se había realizado un «paraíso» con mucho oro y ornamento «com todas las ordens do ceo». De tal modo, podemos inferir la existencia de un arco triunfal, con ángeles insertados en ese «paraíso» y cuya representación dramática sería una simple escena acompañada de música. N. D. Shergold, A History of the Spanish stage…, p. 128 compara la escena desarrollada en la Porta de Avis de la ciudad con aquellos momos compuestos por Gómez Manrique: “similar to those composed by Gómez Manrique, in which fairies bestowed moral gifts upon her. At the Porta d’Avis she saw a paradise wih angels, who played instruments and sang”. 421 cham todo daquella hora espadanado, e muytos perfumes ás portas e na praça e em outros lugares ouue muytos cadafalsos de muytos e muy naturaes antremeses e representações782. Música, espectacularidad y todo un despliegue cortesano de alegría y suntuosidad se desarrolló en este magífico recibimiento a la princesa, tanto que declara Resende: «creo que em Hespanha nunca outro tal dia se vio»783. 4.2.1.1. Banquetes y momos en la sala de madera Momos y entremeses, por tanto, serían la tónica habitual que se desarrolló los siguientes días en la ciudad de Évora. Tras el recibimiento y la ceremonia en la catedral, se celebraron las fiestas en el convento de San Francisco, donde se había hecho construir un edificio de arquitectura efímera, una sala de madera, adornada con ricos tapices y pendones con los colores de las armas de la princesa. El ceremonial de la fiesta comenzaba en torno al banquete donde «ouue infinitas e diuersas igoarias, e manjares, e singular concerto, e abastança e muytas e assinadas ceremonias». Según el cronista luso, estos banquetes llevaban aparejados tal ceremonial, con la implicación de los reyes de armas, farautes, trinchantes y otros oficiales que «duraua muyto cada vez que hiam a mesa». Asimismo, el ambiente era ruidoso, como prueba el «estrondo das trombetas, atambores, charamelas, e sacabuxas e de todos los menistres era tamanho, que se não ouuiam»784. En el grandioso banquete entraron corderos asados en carretas, con los cuernos y uñas pintados de oro. Esta entrada de las viandas cuenta con una puesta en escena parateatral y sirve para crear una expectación y maravilla por parte de los comensales, además de un preámbulo para los momos, representaciones y danzas: E logo a entrada da mesa veio hũa grande carreta dourada, e traziamna dous grandes bois assados inteiros, com os cornos e mãos e pes dourados e o carro vinha cheo de muytos carneyros assadosinteyros com os cornos dourados, e vinha tudo posto num cadafalso tam baixo com rodetas per fundo delle que não se viam, que os bois pareciam vivos e que andauam785. Tras estas viandas se sucedieron los momos «cada vez mais ricos e de maior gentileza i singulares enuençioes». El primero de ellos representaba un rey de Guinea, acompañado de «tres Gigantes espantosos, que pareciam viuos» con ropas doradas. Con 782 Garcia de Resende, Crónica…, pp. 171-172. 783 En todo ello incidía Eugenio Asensio, “De los momos cortesanos…”, pp. 25-36. 784 Garcia de Resende, Crónica…, pp. 173-174. 785 Garcia de Resende, Crónica…, p. 174. 422 los gigantes venía «hũa muy grande e rica mourisca retorta», con más cerca de doscientos hombres pintados de negro, bailadores, «todos cheos de grossas manilhas pollos braços e pernas douradas que cuydavam que eran douro e cheos de cascaveis dourados», con tal estruendo «que se não ouuiam com elles, e assi ouue outras representações, e depois da cea muytas danças e outras muytas festas, que quasi toda a noite duraram»786. Estas representaciones «e grandes festas» se hacían todos los días y noches hasta el domingo 5 de diciembre, de todas ellas, Resende no reseña ninguna noticia de importancia hasta un segundo banquete en la sala de madera, donde «acabado ouue muytos e ricos momos». El cronista, tras echar mano del tópico de la indecibilitas, termina por decir que «pareceria fabula de Amadís ou Esplandiam». Así, neste tempo até o Natal, em que os justadores se ensayavam e aparelhauam as cousas pera a justa, ouue na praça da cidade e no terreiro do paço muytas vezes muytos touros com muytos galantes a elles e ricos jogos de canas e muytos momos e seraõs, musicas e festas sem nunca cessarem787. Sin duda, el más espectacular de estos momos se desarrolló el martes siguiente en el que se simuló un desafío, donde el propio rey João II, disfrazado de caballero del cisne, fingía navegar (con olas realizadas a partir de paño de lino) con una nave a vela y ocho bateles que eran, en realidad, carros: Entrou [el rey] pollas portas da sala com noue bateis metidos em ondas do mar feytas de pano de linho, e pintadas de maneira que parecia agoa. Com grande estrondo de artelharia que tiraua, e trombetas, atabales, e menistres altos que tangião, e com muytas gritas e aluoroços de muytos apitos de mestres, contramestres e marinheiros, vestidos de brocados, e sedas com trajos delemães, e os bateis cheyos de tochas, e muytas vellas douradas acesas, com toldos de brocado e muytas e ricas bandeyras. E assí vinha hũa nao á vella, cousa espantosa, com muytos homens dentro, e muytas bomardas, sem ninguem ver o arteficio como andaua, que era cousa maravilhosa. O toldo, e toldo das gaueas de brocado, e as vellas de tafeta branco e roxo, a cordoada douro e seda, e as ancoras douradas788. Estas embarcaciones fingidas, con sus caballeros dentro, disparaban salvas de artillería a medida que avanzaban. Cuando la nave llegó hasta la princesa, un caballero armado le entregó un breve, cuya autoría respondía al rey João II. El discurso retórico juraba protección a la princesa así como servirla en las próximas justas relativas a su casamento: 786 Garcia de Resende, Crónica…, p. 174. 787 Garcia de Resende, Crónica…, p. 176. 788 Garcia de Resende, Crónica…, p. 178. 423 E assi a nao como bateis com muytas vellas de cera douradas todas acesas, e as bandeyras, e estandartes erão das armas del rey e da princesa, todas de damasco, e douradas, e vinhão diante do batel del rey, que era o primeiro, sobre as ondas hum muyto grande e fermoso Cisne, com as penas brancas, e douradas, e apos elle na proa do batel vinha o seu cavalleiro em pe, armado de ricas armas, e guiado delle, e em nome del rey sahio com sua falla, e em joelhos deu á princesa hum breue comforme a sua tenção, que era querela seruir nas festas de seu casamento, e sobre concrusão de amores desafiou pera justas darmas789. Tras su conclusión, el rey danzó con la princesa según el cronista. A continuación, se desarrolló «outro entremes». Los momos que participaron figuraban una fortaleza rocosa guardada por dos salvajes que tenían presos a dos momos. Un hombre de armas entró en escena liberando a los cautivos, venciendo a los gigantes. La victoria del caballero sobre el salvaje, liberados de sus cadenas por el caballero, llegó a dejar escapar una bandada de pájaros, perdices y otras aves, que inundaron el salón real de su vuelo y espectacularidad. Así lo describe Garcia de Resende: E veyo outro entremes muyto grande, em que vinhão muytos momos metidos em hũa fortaleza antre hũa rocha, e mata de muytas verdes aruores, e dous grandes saluajens á porta, com os quaes hum homem darmas pelejou, e desbaratou, e cortou hũas cadeas e cadeados que tinhão cerradas as portas do castello, que logo forão abertas, e por hũa ponte leuadiça sahirão muytos e muy ricos momos e em se abrindo as portas sahirão de dentro tantas perdizes viuas, e otras aves, que toda a sala foy posta em reuolta, e chea daues que andauão voando por ela, ate que as tomauão790. El tema del salvaje y su condena de amor constituía un tema frecuente en estas representaciones, como se aprecia también en los momos sevillanos encargados por el príncipe Juan, de los que estos portugueses parecen un fiel reflejo y ayudan a completar el hilo narrativo de su representación791. Tras este momo de los salvajes, vino otro con veinte hidalgos vestidos de peregrinos, donde debemos de suponer una mínima acción acerca de las peregrinaciones jacobeas o quizá acerca del ideal de cruzada: E sahido este grande e custoso entremes, veio outro em que vinhão vinte fidalgos, todos em trajos de peregrinos com bordões dourados nas mãos, e grandes ramaes de contas douradas ao pescoço, e seus chapeos com muytas imagens, todos com manteos que os cobrião ate o joelho de brocados, e per cima com remendos de veludo, e cetim, e dado seu breue, deitarão os manteos, bordões, contas e chapeos no chão, e ficarão ricamente vestidos todos de rica chaparia, e os manteos, e todo o mais tomauão moços da camara, e 789 Ibid. 790 Garcia de Resende, Crónica…, p. 179. 791 Por supuesto, también encontramos la misma referencia en Cárcel de amor. Asimismo se documentan estos momos y su desarrollo en Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel I. Ritos…, pp. 267-268. Este momo portugués y la intervención del salvaje se analiza en Santiago López-Ríos, Salvajes y razas monstruosas en la literatura castellana medieval…, p. 67. 424 reposteiros, e chocarreiros quem mais podia, e valião muyto, que cada manteo tinha muytos couados de brocado792. Después de estos momos, vinieron otros más ricos según indica el cronista, «que não digo, com singulares entremeses, riquezas, galantaria, e muytos com palabras e invenções»793. Sin duda, de las preciosas palabras de Resende, llama la atención que refiera que muchos de estos momos fueron realizados con palabras, puesto que corrobora la existencia de breves piezas dramáticas con texto y acción en el marco celebrativo luso. Al analizar estos momos descritos en las crónicas, Shergold concluyó que “these representations of 1490 may be compared with early religious pageantry in that they were primarily visual spectacle rather than spoken drama”794. La inexistencia de documentación que atestigue el texto de estos momos no nos permite afirmar semejante suposición. Sin embargo, el Cancioneiro Geral de Resende publica un texto de esta índole que es posible relacionar con alguno de los momos portugueses desarrollados en Évora. Nos referimos al breve del conde de Vimioso, Francisco de Portugal, destacado personaje de la vida política portuguesa que había participado en la defensa de Arzila, «du momo que fez sendo desavyndo no quall levava por antremes huũ anjo e huũ diabo», que se ve acompañada de la cantiga «que deu o anjo», esta vez escrita en castellano795. Este breve no se relaciona con los anteriores momos descritos, pues ninguno contiene en su acción dramática la intervención de un ángel y un diablo, pero bien puede ser de aquellos momos de los que Resende no da detalles. La composición es posible que se dirigiera a la princesa, debido al marbete de su destinataria: «muyto alta e eyçelente princesa e poderosa senhora», más aun si pensamos en que está escrito en castellano y que por esas fechas no se encuentra otra princesa en la corte portuguesa. Del mismo modo que el mozo del rey le dio de su parte un breve en el momo del Cisne, este también pudo dedicarse a Isabel: 792 Garcia de Resende, Crónica…, p. 179. 793 Ibid. 794 N. D. Shergold, A History of the Spanish stage…, p. 130. 795 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, pp. 283-284. Hay edición en María Isabel Morán Cabanas, Festa, teatralidade e escrita. Esboços teatrais no Cancioneiro Geral…, pp. 115-116. Una vez más incide Shergold en la relación existente entre momo y entremés, presente en el propio título de la composición. Cfr. N. D. Shergold, A History of the Spanish stage…, p. 130. Shergold alude también a la existencia de otra composición que puede relacionarse con los momos portugueses: un vilancete de Pedro de Sousa: «vilãcete que fez Pero de Sousa quãndo el rey nosso señor veo de Sanyaguo que fez o singular momo em Santos o qual vilançete hyam cantando diante do entremes e carro em que hya Santiaguo». La descripión así como el contenido de la composición permiten establecer la probabilidad de que uno de los bateles que tomó parte de los momos (concretamente, aquellos que trataban de la peregrinación) pudiera llevar la imagen de Santiago, aunque la inexistencia de fuentes documentales así como la imprecisión en la datación no permite concluir que estén relacionados. 425 Por m’apartar da fee em que vyuo, muytas vezes fuy temtado deste diabo e de todas mynha fyrmeza pôde mays que sua sabedoria, porque tam verdadeyro amor de tam falsas tentações nam podya ser vençido. E conheçendo em seus esperimentos a grandeza de mynha fee me tentou na esperança, pondo diante mym a perda de myna vida e de mynha liberdade, auendo por empossyvel o remedyo de meus males. E com todas estas cousas nã me vençera se mays nam poderam os desenguanos alheos que o seu enguano, com os quaes desesperey e fuy posto em seu poder. Mas este anjo, que me goarda, vendo que mynha desesperança nam hera por myngoa de fee nem mynha pena, por mynha culpa se quys lembrar de my e de quem me fez perder em me trazer aquy, porque com sua vista o diabo me soltasse, e ela, vendo meus danos da parte que nelles tem, se podesse arrepender796. En esta composición, el conde aparece como recitador del breve o pequeña narración alegórica que dirige a la princesa. La idea expuesta son las tentaciones del diablo, quien ofrece al amador los dones de la esperanza y la libertad, que se unirán para dar remedio a sus males. Finalmente, la firmeza del amador así como el «verdadeiro amor» del que goza con su amada acabarán por vencer las tentaciones del diablo. Por su parte, la cantiga incide en los tópicos amorosos cortesanos en los que cabe inscribir la poesía cancioneril: la firmeza del amador acaba retada ante el alma perdida y la crueza, que sólo llevan al suicidio («omeçyda»). La cantiga termina con uno de los tópicos más presentes en la poesía cancioneril, la muerte por amor de aquel que perdido está por esa misma pasión: Senhora, no quiere Dios / que seays vos omeçyda / em ser elh’alma perdida / de quien se perdió por vos. // Ordenó vuestra crueza / qu’este triste se matasse / en dexarvos y negasse / vuestra fee qu’es su firmeza. / Mas ha permitido Dios / que por my fuesse valida / su alma y que su vida / se torn’a perder por vos797. Estas celebraciones, presentes en ambos reinos peninsulares, fueron más espectaculares y dilatadas en el lado portugués, ya que duraron treinta días, como anota Pulgar y el propio Resende: «E neste tempo até Natal em que os justadores se ensayauam e aparelhauam as cousas pera justa, ouue na praça da Cidade e no terreiro dos paços, muytas vezes muytos touros com muytos galantes a elles, e ricos jogos de cañas, e muytos momos, e seraos, músicas e festas sem nunca cessarem»798. De hecho, ya el propio Rui de Pina así lo reconoce «e as festas foram em tudo tão ricas e tão reais que já sempre em Espanha serão lembradas por sós e sem comparação»799. También Cataldo Sículo alude a estos torneos en su poema de encomio a Martinho de 796 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, p. 283. 797 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., I, pp. 283-284. 798 Garcia de Resende, Crónica..., p. 176. 799 Rui de Pina, Crónica..., p. 88. 426 Castelo Branco, conde de Vila Nova de Portimão, quien tomó parte activa de estas celebraciones junto a otros personajes célebres: Diogo Lobo, barón de Alvito; los hermanos Silveiras, hijos del también poeta Fernão da Silveira o el francés Veopargas800. Así se refiere Cataldo a estos excelentes días: Auratis res et una linenda notis In ludis Aeburae quondam festisque diebus, Qualis sunt nullis cognita temporibus, Centum primates induti uestibus aureis, Siue equites ierint, seu pedites steterint, [...] Hastarum in ludis, quos hastiludia dicunt, Se tale tanto pectore gessit eques, Non gallus Vaoparga furens, accensus et ira, Nec Siluera bonis frater uterque modis, Non equites alii, non formosissimus unus Barrectus, que non clarior alter erat, Se gessere pares […]801. Su magnificencia y recuerdo fueron tales que quedaron en la memoria del cronista Garcia de Resende muchos años después al escribir su celebrada Miscelânea: Vimos as festas reaes / que em Euora forão fectas, / não se viram outras taes, / tam ricas, nem tam perfeitas, / nem gastos tam desiguaes / que multidam de borcados, / chaparias, e borlados, / que justas, momos, torneos? / que touros, canas, que arreos? / que banquetes esmerados?802. Esos «gastos tam desiguaes», debieron ser tan palpables que Fernando de Pulgar se refiere en estos términos no exentos de ironía: «Lo qual todo fue tan por extremo, que queriendo los portugueses parejar con la grandeza de los reinos y señoríos del rey y de la reyna, pareció tener maior ánimo para gastar que bastava su facultad para lo que gastaran»803. 800 Cataldo Parisio Sículo, Verus Salomon, Martinus (Martinho verdadeiro Salomão, ed. Dulce da Cruz Vieira y Américo Costa Ramalho, Coímbra, Universidade de Coímbra, 1974, p. 93 y ss.). Escrito en torno a 1510, el poema ensalza la figura de este cortesano, quien tomó parte activa de las celebraciones por la boda de Afonso e Isabel. Martinho también acompañó a los reyer portugueses en su viaje a Castilla para ser jurados como herederos al reino en 1498. Cfr. Crónica de Góis, cap. XXVI. 801 Cataldo Parisio Sículo, Martinho verdadeiro Salomão, ed. de Dulce da Cruz Vieira y Américo Costa Ramalho, Coimbra, 1974, pp. 93-95. [Hay un asunto que merece ser anotado en letras de oro: en los juegos de Évora así como en los días festivos, que no fueron conocidos otros semejantes en otros tiempos, cien nobles principales participaron vestidos de oro, que eran como caballeros, también presentados como peones […] en los juegos de lanzas, a los que llamaron torneos, de tal manera el caballero [Martinho] se comportó con tan noble valentía que ni el francés Veoparga, enfurecido e inflamado con ira, ni los dos hermanos Silveiras, de buenas maneras, ni otros caballeros, ni Barreto, hermoso y de todos el más bello, se comportó igualmente]. [La traducción es mía]. 802 Garcia de Resende, Miscelânea..., p. 340. 803 Hernando del Pulgar, Crónica..., p. 441. 427 4.2.1.2. «Justas reaes»: letras y cimeras El broche final de todas estas celebraciones por el casamiento de Isabel y Afonso lo constituyen las «justas reaes» desarrolladas en Évora a fines de diciembre. Tenemos constancia de las mismas a través de la inclusión de las letras y cimeras en el Cancioneiro de Garcia de Resende, en cuyo íncipit se aporta una información preciosa acerca de las circunstancias de estas justas. Igualmente el propio Resende aprovecha esta descripción de las invenciones y justas para incorporarla con algunas variantes en el capítulo CXXVIII de su Crónica. En la narración, aparecen detalles preciosos para completar todo el aparato ceremonial y parateatral de estas justas, relatadas como las mejores de su siglo según el cronista: «ouue tanta riqueza, galantaria, inuenções, tudo em tanta perfeição, que muytos justadores velhos, e de muytas partes que ahy erão, que ja virão otras muytas justas reaes, se maravilharão muyto destas, e dezião que nunca tal cuidarão de ver»804. Así, sabemos que las justas fueron ordenadas por el rey João II, que comenzaron un jueves, 29 de diciembre de 1490, «depois de comer» y se alargaron hasta el domingo: «justarão quatro días continos ate o domingo». Sin embargo, el cronista matiza que el miércoles ya se celebraron algunas «novidades», «con muyta pompa e grande estado se forão aposentar no meyo da praça» los príncipes y la reina Leonor. Los participantes de las justas se cifran en nueve: ocho mantenedores y el propio rey, que tomó parte en ellas, más el resto de «aventureiros». En la Crónica, Garcia de Resende describe con todo lujo de detalles como fue el desfile previo a la justa. Primeramente, iban los músicos a caballo, «vestidos de ricas sedas das cores del rey». Tras ellos, iban dos «grandes e altos cadalsos» dorados y llenos de banderas, es decir, dos carros que simulaban andar solos, tirados por hombres. En ellos se trasladaban los atabaleiros, aunque se habían decorado el primero con «feyção de bogios» y el segundo con «leões reaes». Tras los carros, charamelas y sacabuchas, ricamente vestidos. Seguidamente, una acémila trasladaba un gigante «muito grande e espantoso, armado de todas armas douradas», con un escudo en una mano y en la otra un hacha. Era «tão natural que parecía viuo» y se veía acompañado de muchos hombres de armas. 804 Garcia de Resende, Crónica…, pp. 180-187 [180]. También hay edición moderna con anotación en María Isabel Morán Cabanas, Festa, teatralidade e escrita. Esboços teatrais no Cancioneiro Geral…, pp. 119-126. 428 A continuación, desfilaban los porteiros de maça, oficiales, porteiro mor y los maestresalas, es decir, todos los oficiales de la casa del rey, todos ellos ricamente vestidos. Al monarca le precedía su paje, Jorge de Castro: «moço muyto fermoso e gentil homem, armado e todo cheo douro e pedraria, com hũa guirnalda de pedraria na cabeça e diante hum penacho branco de garça», montado a caballo. Tras él, el rey João II, armado magníficamente y con una «cimeira rica e galante», acompañado de cuarenta mozos. Después del rey, los mantenedores venían en paramentos de brocados. Sin duda, todo este despliegue de ceremonial en la entrada del rey así como el desfile previo a las justas debía ser maravilloso, a tenor del cronista una «fermosa cousa pera ver»805. En estas justas se desarrollaron en la praça, donde la comitiva dio una vuelta para dejarse ver. El espacio privado, en el paço o castelo, se reservaba para el aposentamento de la familia real: E tanto que el rey foi recolhido ao castello com seus mantenedores, veyo logo o duque com sete aventureiros, fidalgos de sua casa, com grande forma de trombetas, atambores, charamelas e sacabuchas e antremeses diante, com muyta riqueza e galantaria e apos elle os outros aventureiros, todos com tão ricos e galantes paramentos, e antremeses e invenções, tantos brocados e tellas, tanta chaparia e borlados, antretalhos, e tanta riqueza, que me parece que dia de tamanha e tão galante festa nunca foy visto outro tal806. La justa empezó ese día, ya entrada la noche, aunque gracias a las muchas teas y las «luminarias da praça» y la «claridade do castelo» podían justar «como na metade do dia»807. El espacio donde se desarrolla la justa es la praça, «toldada» para proteger de las inclemencias del tiempo a los participantes y asistentes. Resende relata que en esos cuatro días de justas «neuou muyto e fizerão grandes frios», por lo que debemos de suponer unos recios paramentos y todo un desfile de magnífico vestuario. Dentro de esta plaza, el espacio parateatral se ciñe en una fortaleza de madera que debemos de suponer magnífica en su arquitectura a tenor de los adjetivos del propio cronista, «sengularmente feyta»808. La descripción del compilador en el Cancioneiro es la siguiente: A vynte e noue dias de Dezembro de mil e quatroçentos e noventa, fez el rrey Dom Joam, em Evora, huumas justas rreaes no casamento do Prinçepe Dom Affonsso, seu filho, com a Prinçesa Dona Ysabel de Castela. E foy o dia da amostra huuma quynta feyra e aa sesta se començaram e duraram tee ò dominguo seguynte. E el rrey com oyto mantedores 805 Toda la descripción en Garcia de Resende, Crónica…, pp. 181-182. 806 Garcia de Resende, Crónica…, p. 182. 807 Ibid. 808 Sin embargo, Garcia de Resende, Crónica…, p. 180 cifra en ochenta mantenedores y más de cincuenta aventureiros los participantes de las justas, los cuales tomaron parte de las mismas con «cauallos, arneses, paramentos, cimeras, ñetras e lanças, moços desporas e todas las outras cousas de justa». 429 manteve a tea em huuma fortaleza de madeyra sengularmente feyta, onde todos estavom de dya e de noyte, que tamben justauam. E as letras e çimeyras que se tiram sam estas809. El desarrollo de las justas fue satisfactorio según Resende, sin peligro para los participantes: «muyto bem justada, e deramse nella muytos e grandes encontros, sema ver perigo algum»810. De tal manera, el rey «trazia huũs lyames de nao» como cimera. Resende explica que eran «pola rainha dona Lianor, sua mulher, cheos de pedraria»811, mientras que la letra daba la clave para su interpretación: «Estes lyam de maneyra / que jaamais poode quebrar / quem co eles nauegar». El resto de los mantenedores se cifran en personajes de la corte (Prior de sam Joam, Diogo d’Almeida, Joam de Sousa, Ayres da Silva, Joam de Meneses, Álvaro da Cunha, Ruy Barreto y Veo Pargas, definido como francés), los cuales debemos de suponer muy allegados al círculo cortesano. Como cimeras todos ellos destacan por presentar motivos relativos a las justas entre caballeros y salvajes («hũa besta fera»), así como criaturas mitológicas («Alexandre en çima dos gryfos»). La insistencia en elementos relativos al averno, como el cancerbero, nos hacen pensar en una suerte de representación del infierno de amor. 809 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., II, pp. 154-157 [154]. En la descripción de las mismas que hace en la Crónica (pp. 183-186), Garcia de Resende apenas introduce variantes significativas. Es por ello que tomamos la relación insertada en el Cancioneiro para este análisis, por ser más extensa y detallada. 810 Garcia de Resende, Crónica…, p. 183. 811 Garcia de Resende, Crónica…, p. 183. Es una de las pocas variantes de interés que introduce Resende respecto al Cancioneiro. 430 Mantenedor Cimera Letra Prior de sam Joam «Trazia Alexandre en çima dos gryfos» «No es menor my penssamiento, mas ha quebrado tristura las alas de my ventura» Diogo d’Almeida «Trazia huũa boca d’ynferno com almas» «Nembraos de mys pasiones, animas, y descanssareys de quantas penas teneys» Joam de Sousa «Trazia hũa besta fera» «Aquesta guarda sus armas, mas a my, c’amor ençiende, nunca delhas me defiende» Ayres da Silva «Trazia hum quam Çerveyro» «Goardas tu, mas no tan çierto, como yo siempre goardé la fee del bien que cobré» Veo Pargas, françes «Trazia hũa cabeça de cabra» «Quien me tocare naquesta yo le rompere la testa» Joam de Meneses «Trazia hũ ycho com hũ homem metydo tee çinta» «Es tan dulçe my prision que deue, pera matarme, no prenderme, mas soltarme» Álvaro da Cunha «Trazia hũa arpa sem cordas» «Quanto mas oye alegría quien no alcança ventura, tanto más siente tristura» Ruy Barreto «Leuaua hũ banco pinchado» «Mas quiero morir tras el, sus peligros esperando, que la muerte reçelando» Tabla 11. «Justas reaes». Relación de mantenedores. Cimeras y letras Posteriormente, en la justa toma parte «O duque e seis justadores seus», que van a representar los siete planetas y donde cada uno va a llevar consigo uno de ellos. Se introduce así un nuevo cuadro o escena, que hace ligar cada uno de los siete planetas con los sentimientos amorosos de los mantenedores, entre los que destaca el poeta João Manuel que, portando el sol, su letra se basaba en el dolor y la fuerza resplandeciente del mismo, que es capaz de eclipsar el dolor del resto, como buen amador. 431 Mantenedor Cimera Letra O duque «Leuaua o deos Saturno» «El consejo qu’ee tomado deste muy antiguo Dios es dexar a my por vos» Joam Manuel «Leuaua o sol» «Sobre todos resplandece my dolor, porque es el qu’es mayor» Pero Omem «Trazia Venus» «Si esta graçia y hermosura pued darla, de vos tiene de tomarla» Garçia Affonso de Melo «Trazia a luũa» «Ante la luz de su lumbre de vuestra gran claridad, es la desta escuridad» Lourenço de Brito «Trazia Mercurio» «No ay saber ny descriçion al que os myra, porqu’em vendos se le tyra» Joam Lopez de Sequeyra «Leuaua Mares, deos das batalhas» «La vitoria que de aqueste he reçebido es verme de vos vençido» Antonio de Brito «Leuaua Jupiter» «Aqueste suele dar vida al que mas seruir se alha y vos al vuestro quitalha» Tabla 12. «Justas reaes». Relación de aventureiros. Cimeras y letras El resto de «aventureiros» que toman parte en la justa presentan diversas cimeras relativas a animales («hũa serpe» o «hũa ydra de sete cabeças»), así como objetos alusivos a las penitencias y cárceles de amor («hũa torre», «hũa atalaya», «hũas ancoras»), donde destaca una «torre de Babylonia» con la letra siguiente: «Es tan baxa my ventura / y tan alto elh’edefiçio / que no basta my serviçio», que incide en los tópicos de la dama como fortaleza y la triste fortuna del amador812. También desfilan los objetos alusivos al amor que abrasa o mengua; «hũu forol» cuya lumbre es capaz de eclipsar al amador: «En el mar de my deseo / viendo su lumbre seguy / a elha y dexé a my») o «luũas cheas y myngoadas»: «Las mengoadas son mis bienes / y por my dicha ser tal / las lhenas son de my mal»813. 812 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 156. 813 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., pp. 155 y 156, respectivamente. 432 Todos los participantes son portugueses, menos un tal Pedro Aires, definido como «castelhano». Sin embargo, todos ellos toman parte con letras en castellano, aunque en ocasiones se introduce un término luso, fruto de las interconexiones culturales y lingüísticas de ambos reinos peninsulares. La única excepción la presenta la letra de Pero d’Abreu, plenamente portuguesa: «Nam t’espantes do que faça, / sigue-me bem e verás, / eu te matarey a caça / e tu a depenarás»814. Finalmente, según el testimonio complementario del propio Garcia de Resende en su Crónica, el domingo por la noche se acabaron estas justas, de donde los reyes y los príncipes «se foram pera os paços com grande triunfo, e aquella noite ouue muyto grandes festas». Después, los jueces de las justas otorgaron los premios a los vencedores: al más galante «hum anel de hum muyto rico diamante» y a quien mejor justase «hum grande collar douro muyto esmaltado»815. La magnificencia con que los lusos obsequiaron a todos los participantes no solo se observa en estos premios, sino también en que, tras más de un mes de fiestas, éstas habrían de continuar sino fuera por la peste que empezó a cercar a Évora: E apos estas justas eran outras tam ricas ordenadas na praça, e na sala da madeyra, mas por rebate de peste que na cidade ouue, pollo danno que o muyto ajuntamento das justas fazia, se deixaram de fazer. E os muytos estrangeyros que a este casamento e festas vieram, fez el rey muytas e grandes merces, e com grandes honras os despedio e a todos segundo suas calidades com grande nobreza deu muy grandes dadiuas, com que todos partirão muy alegres, e muyto contentes del rey, das festas e de toda sua corte816. En definitiva, Garcia de Resende a través de su Cancioneiro y del complemento historiográfico insertado en su Crónica testimonia las magníficas fiestas parateatrales y las invenciones realizadas para celebrar la boda de Isabel y Afonso. 814 Garcia de Resende, Cancioneiro geral..., p. 156. 815 García de Resende, Crónica..., p. 187. 816 Garcia de Resende, Crónica…, p. 187. En p. 188, Garcia de Resende cifra la salida de la corte de Évora el 10 de enero de 1491. 433 III. «DE ISABEL, TAL ISABEL». CONCLUSÕES Ao longo destas páginas, tentamos inserir a figura da filha mais velha de Isabel e Fernando na importante actividade política e literária da corte dos Reis Católicos. Quisemos demonstrar rigorosamente o rico ambiente literário de Isabel iunior, ligado em muitas ocasiões ao de sua mãe, mas fundamentalmente focado nas suas características individuais. A grande lista de escritores que fazem parte da sua entourage literária permite afirmar a declaração de Juan Barba na composição inaugural de todas relacionadas a volta da primogênita: «de Isabel, tal Isabel». A filha mais velha dos monarcas foi um verdadeiro reflexo dos interesses culturais de sua mãe, agente e musa de um corpus textual com uma ampla variedade de temas. À luz destas considerações, importa salientar que a vida de Isabel se circuncreve aos interesses políticos e históricos de seus pais. Embora as circunstâncias não convidassem ao otimismo devido as desavenças internas no reino, a chegada ao mundo da infanta significava uma garantia de continuidade dinástica do lado isabelino, num momento em que ainda se questionava a legitimidade da Beltraneja e se esta teria ou não direito ao trono. Este nascimento foi comemorado com alegrias, como mostram as celebrações em Valência, e também com os primeiros versos que lhe terá dedicado Juan Barba, por ocasião do seu nascimento, na emergente corte literária de Dueñas. Isabel como uma peça política no quadro peninsular torna-se importante a partir das cartas de batalha cruzadas entre o rei de Portugal, D. Alfonso V, e Fernando “o Católico”, escritas por Gomez Manrique, assim como pelo breve cativeiro da menina nas mãos dos Cabrera. Neste momento do impacto histórico da infanta Isabel, ela é vista como princesa das Astúrias na ausência do varão, até o nascimento de seu irmão. Posteriormente, o papel dos herdeiros de ambos os reinos para selar a paz com Portugal, que inclui o casamento entre os dois, vai delinear a ação política de maior importância na vida de Isabel. Assim, ela fará parte das Terçairas de Moura e apoiará a aliança ibérica, graças à sua ligação com o príncipe Afonso de Portugal. No entanto, Isabel não renunciará ao seu papel como infanta de Castela nas ações da guerra de Granada, vivida de perto nas entradas reais nas quais participou com sua mãe. Sem dúvida, o casamento com Afonso (1490) constituiu o seu momento de maior importância pública, com um peso político significativo e ativo desenvolvido posteriormente nas conhecidas terras da rainha. O casamento da primogênita dos Reis Católicos, o primeiro matrimónio da família real, foi celebrado com magnificência e 434 espectacularidade. A sua estadia em Évora como princesa de Portugal atesta a sua relevância no país vizinho como agente cultural graças aos momos e alegrias literárias desenvolvidas durante esses meses. Assim, o aumento do contato literário entre as duas cortes intensificou-se. Infelizmente, com a morte inesperada de Afonso, Isabel tornou-se não só como princesa viúva em Portugal, mas também criou um arquétipo literário que deu os seus frutos em inúmeras obras consolatórias. O segundo casamento de Isabel com Manuel I reforçou a política de união com Portugal, ao mesmo tempo que serviu para legitimar o monarca português na sua venturosa chegada ao trono. Isabel concitaba na sua figura uma possível união ibérica, especialmente após a morte de seu irmão, o príncipe don Juan, que marcava uma forma direta como filha mais velha dos Católicos e, portanto, herdeira do trono castelhano. A sua morte derrotou os planos ibéricos e desencadeou uma série de literatura consolatória que teve como objetivo principal sublinhar a quebra da sucessão castelhana e sua legitimidade ao trono. Apenas seu filho, o príncipe Miguel, assegurava a continuidade dinástica e os planos de união com Portugal. A morte do menino em 1500 forçou uma mudança de rumo na política de sucessão castelhana, ando começo ao declínio da rainha Isabel “a Católica”, trespassada de dor pela morte de seus parentes mais próximos, bem como a entrada da casa de Habsburgo na Espanha. Portanto, podemos concluir que o papel desempenhado por Isabel como um instrumento político de seus pais é baseado em três pilares básicos: a sua condição de filha primogênita, faceta que interessava aos herdeiros das casas governantes, oferecendo maior acesso e viabilidade ao poder; sua condição de mulher, porque esta categoria biológica otorgava garantias e possibilidades de segurança a continuidade dinástica e, por fim, a sua condição de princesa viúva não só lhe permitiu continuar activamente com o seu papel político no reino vizinho, mas também lhe permitiu legitimar e justificar dinasticamente um rei português, sem laços familiares no trono. Em relação aos interesses culturais de Isabel, o estudo de sua educação e patrimônio librario serviu para enquadrá-la dentro das puellae doctae peninsulares. Isabel iunior fica assim atrás de sua mãe; como ela, os primeiros anos da educação de seus filhos conhecem momentos críticos por causa da guerra peninsular contra Portugal, sumada na outra guerra castelhana pela batalha ao trono. A sua formação não é regulamentada, ou pelo menos não tanto como a realizada por seus irmãos, mas desfrutará dos novos costumes cortesãos impostas por Isabel “a Católica”: instrução religiosa nas mãos do dominico Pedro de Ampudia e preceptores de formação humanística chegados de Itália, 435 neste caso, Antonio Geraldini. Ambos serão mestres da infanta Isabel, os quais vão ensinar as ferramentas básicas de aprendizagem, entre as quais a leitura de obras em latim e castelhano, embora a pequena Isabel devesse saber português graças ao ambiente lusista de sua mãe, também por causa da sua estadia na corte portuguesa. Isto aparece nos assentos das Cuentas de Gonzalo de Baeza sobre livros comprados para a educação dos infantes. A educação completa-se com a aprendizagem da dança e outros entretenimentos cortesãos. Além disso, outras tarefas devocionais e religiosas são sentidas nos atos de caridade e outras ações encomendadas por Isabel. Outras tarefas suas foram a costura e o bordado, o que revela um espaço feminino na vida cotidiana. Com respeito ao patrimônio librario da jovem, o inventário duplo de Isabel filha permite individualizá-la graças a obras de devoção que se ligam com a devotio moderna, enquanto outras obras podem ser consideradas como “entretenimento”. Assim, apresenta- se uma Chronica mundi e um espelho de príncipes, títulos indispensáveis para uma rainha, ao qual deve ser acrescentado o Panegírico de Pedro Marso, obra dedicada aos Reis Católicos. Portanto, o livro aparece considerado como um bem precioso numa notável extensão material que permite uma ligação com a dimensão espiritual, toda vez que estes objetos são um meio para a meditação e oração. Da mesma forma, com as tabelas e quadros de devoção encontradas nos cofres de Isabel, é possível reconstruir todo um universo sensorial. Os limites do patrocínio são difíceis de determinar, devido à pobre documentação conservada. A juventude de Isabel, com apenas vinte e oito anos para desenvolver o seu patrocínio, a sua itinerância em as duas cortes e sua morte prematura não permitem o estabelecimento de uma corte literária fixa e que permitam as relações clientelistas entre Isabel e seus patrocinados. Contudo, o seu perfil e seu impacto como filha primogênita sim permitiram um entourage ou ambiente literário de escritores, tanto castelhanos como portugueses, alguns até com o latim como língua de expressão, o que criou um riquíssimo ambiente literário. Os matizes e exceções, em cada caso particular, são muitos como apresentamos neste estudo. Assim, a atividade literária realizada em torno da infanta, depois da princesa e, finalmente, da rainha de Portugal pode reivindicar não só os interesses culturais da mesma Isabel, mas um reflexo de sua mãe. A jovem, rodeada por um ambiente propício de atividades intelectuais, como mostra a corte literária de Isabel “a Católica”, soube desenvolver e estimular o gênio literário dos principais atores culturais da época, como 436 Antonio de Nebrija. Assim fica nas dedicatórias e rubricas que temos analisado, bem como nas obras maiores. Muitas dessas obras dedicadas a Isabel atuam, na verdade, como um veículo para o patrocínio de vários autores em busca de patrocinadores da sua atividade literária. Deste modo exemplifica-se no Tratado consolatorio a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz, cuja carta-prefácio destina-se a Isabel “a Católica” e não a sua filha. Outras vezes, a própria Isabel ordenou, ao que parece, a elaboração estes escritos, como no caso de «Romance heroico a la muerte del príncipe de Portugal» de Ambrosio Montesino. A rubrica do cancioneiro, que parecia ter passado despercebida pelos críticos, mostra que a composição foi feita por ordem da princesa, sem dúvida, devido ao florescimento do romance cortesão em torno de Isabel mãe, cuja filha tinha herdado. As obras dedicadas a Isabel são escritas principalmente em castelhano, embora o latim surga com força graças ao auge dos studia humanitatis do período. É literatura fundamentalmente cortesã e consolatória com um notável apartado dedicado à poesia do cancioneiro, e também com elementos micropoéticos e paradramáticos. De todo este panorama geral sobre a literatura em torno de Isabel iunior, dividida por gêneros, podemos estabelecer um conjunto de conclusões, não só a respeito de seu ambiente literário, mas também sobre os ciclos literários em torno da rainha, entre os quais podemos destacar quatro momentos ou categorias. Em primeiro lugar, Isabel como infanta, cuja figura recreará obras relativas a um ciclo de nascimento e formação da jovem. A sua chegada ao mundo num momento tão turbulento e o seu status como princesa herdeira, na ausência de um herdeiro varão incentivou os autores que procuraram, mediante o louvor a Isabel filha, ganhar a amizade com os Reis Católicos. É o caso de Juan Barba e sua «Canción en loor de la señora infante» e assim como da primeira obra destinada a Isabel com dedicatória expressa, a Criança e virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei. Em segundo lugar, correspondendo à imagem de Isabel como princesa de Portugal destaca o ciclo de casamento ou de alegria, isto é, todas aquelas composições destinadas a cantar a união ibérica através do matrimónio da primogênita. Assim, destacam os dísticos do português Álvaro de Brito («Syn pecar»), compostos antes da recepção em Portugal da princesa e duas obras neolatinas escritas por dois grandes gênios de ambas cortes: o Epithalamium de Antonio de Nebrija e a Oratio de Cataldo Parísio Sículo. Os dois poemas são destinados a celebrar a união dos herdeiros de ambas coroas, mas vão 437 elogiar a aliança entre reinos e louvar os monarcas sob o tópico da aurea aetas o que finalmente irá prevalecer nos versos. No ciclo de casamentos há uma seção especial dedicada à cerimónial cortesã e à descrição do justas e momos. Apesar da falta de documentação, vestígios destas alegrias cortesãs compilam-se nas crónicas de um e outro lado peninsular (Hernando de Pulgar, Bernaldez ou Garcia Rende, por exemplo), assim como na carta excepcional do embaixador Ruy de Sande à D. João II. Também aparecem dados nos registros contáveis do tesoureiro Gonzalo de Baeza ou motes, divisas e invenções que são recolhidas em cancioneiros e parecem corresponder a estas celebrações. Em terceiro lugar, o ciclo de morte, com Isabel como princesa viúva, realça uma volumosa lista de autores e obras, geralmente agrupadas sob o rótulo de consolatória. Dentro de toda esta grande lista de composições luctuosas, podemos destacar três etapas, correspondentes às circunstâncias pessoais de Isabel. A primeira ocorre entre 1491-1493, quando Isabel, uma viúva com apenas vinte anos de idade, na necessidade de conforto, lhe são dedicadas duas obras: o Tratado consolatorio a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz e a Suma de paciencia de Andrés de Li. Em ambas são constantes as apelações à viúva assim como uma série de elementos: as quedas de príncipes famosos entre os quais estão inseridos Afonso, o contraste entre a alegria do casamento e o fim rápido e dramático, e como de tais casos de quedas da fortuna se podem tirar lições para superar a perda através da devoção. Em ambos Isabel é tomada como viúva arquetípica e modelo literário que é capaz de enfrentar a dor desde a sua posição privilegiada. Também como princesa viúva podem salientar-se outras composições dos cancioneiros como Nicolás Guevara, próximo do círculo feminino e mais íntimo da rainha, que parece dedicar a sua canção «Donde Amor hiere cruel». Juan del Encina, na sua tradução das Bucólicas virgilianas, dedicou a sua «Égloga V» a Isabel e à morte de Afonso. Do lado português, a «Lamentaçam» de João Manuel, «A morte do príncipe» de Luis Anríquez, bem como as «Trovas» de Álvaro de Brito, são bons exemplos do impacto literário da morte do herdeiro português e da notável presença de Isabel entre os seus versos. As suas intervenções como uma jovem viúva introduzem a voz lírica com notas expressivas de beleza inquestionável. Como princesa viúva, finalmente, os romances de frei Ambrosio Montesino e um anónimo provam o gosto por estas formas poéticas dentro da corte, e também uma rápida difusão do feito luctuoso através da poesia tradicional. O primeiro deles, a mandado da própia Isabel, teve que circular na corte e também dentro dos acampamentos da 438 Andaluzia, onde a notícia da morte do herdeiro português foi recebida. A interação peninsular levou à chegada destas composições para Portugal onde com diferentes motivos, mas mantendo a figura dos amantes e da infanta, são documentados até agora oito romances lusos que têm como objeto a morte do príncipe. Dentro deste ciclo de morte, fomos capazes de estabelecer uma segunda categoria consolatória em que a figura de Isabel aparece como a irmã do príncipe don Juan que sofre a sua morte, ao mesmo tempo que se destaca como herdeira à sucessão (1497-1498). Por isso, sua figura é inserida em alguns versos da Tragedia Trobada de Juan del Encina e dísticos Sobre el fallecimiento del príncipe del Comendador Román. Finalmente, a própria morte de Isabel (1498) gera mais literatura consolatória em torno dos Reis Católicos, nomeadamente al obras latinas dedicadas à morte da rainha, como no caso de «Aelegeia» do bacharel de Pradilla, discípulo de Nebrija assim como o «Memorial» e as cartas consolatórias do frei Íñigo de Mendoza, dedicadas a Isabel e Fernando. Finalmente, o Panegírico de Diego Guillén de Ávila e o Vergel de discretos ou La vida y la muerte de Francisco de Ávila incluem Isabel nos seus dísticos já como infanta morta, com a particularidade de adicionar algumas referências ao filho Miguel em profecias pelo reinado ou na galeria de mortos ilustres, respectivamente. Em quarto e último lugar, quase epílogo, a figura de Isabel destaca-se como um modelo de mulher e como arquétipo literário já no século XVI. A importância da figura de Isabel deixa-se apreciar na versão anónima castelhana de o Carro de las donas. Ali, a filha mais velha da rainha Isabel “a Católica” é descrita como uma viúva modelo e como cristã e piedosa mulher. Juan Luis Vives também tomará Isabel como uma referência no seu De institutione feminae christianae, onde Isabel será introduzida no grupo de mulheres sábias com conhecimento de latim. Há mais duas obras que não obedecem a esta classificação. Refiro-me à terceira copla dedicada a Isabel filha no Juego trovado de Jerónimo Pinar, escrito ao mesmo tempo em que a jovem viúva ainda vivia na corte de seus pais, resistindo a pressões sobre um segundo casamento. A importância desta obra permite inserir Isabel no entretenimento cortesão feminino, muito apreciado na corte literária de Isabel “a Católica” através de jogos de cartas de baralho muito complexos que encerram jogos literários quase conceptistas. A outra obra que escapa a qualquer tentativa de classificação é a obra perdida Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón de Gonzalo García de Santa María. Possivelmente responde ao gênero de literatura de linhagens embora talvez seja literatura política a apresentar uma justificação dinástica porque motivo as mulheres 439 podem (ou não) ostentar a sucessão no reino de Aragão. A todas estas referências literárias, temos de incluir nas referências cronísticas de Diego de Valera, Hernando del Pulgar, Jerónimo Zurita, Andres Bernáldez, Rui de Pina, Garcia de Resende, Damião de Gois ou Jerónimo Osório. Todas estas evidências de arquivo e literárias que aqu se compilam nesta tese provaram ser úteis para desenhar um panorama completo sobre a educação, património librario e ambiente literário de Isabel. Assim, a filha primogênita dos Reis Católicos, princesa e rainha de Portugal, ergue-se como uma figura de interesse excepcional que revela uma nova faceta dentro da atividade literária na corte dos Reis Católicos. É, em suma, uma mulher que enriquece, e muito, a lista de puellae doctae na Península Ibérica nos finais do século XV. III. «DE ISABEL, TAL ISABEL». CONCLUSIONES A lo largo de estas páginas se ha pretendido insertar la figura de la primogénita de Isabel y Fernando dentro de la importante actividad política y literaria de la corte de los Reyes Católicos. Se ha querido demostrar de forma rigurosa el rico entorno literario de Isabel iunior, en muchas ocasiones vinculado al de su madre, pero, fundamentalmente, individualizado en las características propias de su persona. La abultada nómina de escritores que conforman su entourage literario permite afirmar lo expresado por Juan Barba en la composición inaugural de todas aquellas referidas a la primogénita: «de Isabel, tal Isabel». La hija mayor de los monarcas fue fiel reflejo de los intereses culturales de su madre, agente y musa inspiradora de un corpus textual con una gran variedad temática. Como hemos expuesto al principio de este estudio, la vida de Isabel se circunscribe a los intereses políticos e históricos de sus padres. Aunque las circunstancias no invitaban al optimismo por tanta disensión interna en el reino, la llegada al mundo de la infanta supuso una garantía de continuidad dinástica del bando isabelino, en un tiempo donde todavía se cuestionaba la legitimidad de la Beltraneja y si tenía o no derecho al trono. Este nacimiento fue celebrado con alegrías, como manifiestan las celebraciones en Valencia, así como con los primeros versos que le dedica Juan Barba con motivo de su nacimiento en la incipiente corte literaria de Dueñas. Isabel como pieza política en el tablero peninsular cobra importancia a partir de las cartas de batalla cruzadas entre el rey de Portugal, Afonso V, y Fernando el Católico, 440 escritas por Gómez Manrique, así como por el breve cautiverio de la niña a manos de los Cabrera. Este primer momento de la repercusión histórica de Isabel se aprecia como infanta y princesa de Asturias en defecto de varón, hasta el nacimiento de su hermano. Posteriormente, el papel de los herederos de ambos reinos para sellar las paces de la guerra contra Portugal, que incluye el matrimonio entre ambos, trazará la acción política de mayor importancia en la vida de Isabel. Así, formará parte de las tercerías de Moura y sustentará la alianza ibérica gracias a su enlace con el príncipe Afonso de Portugal. No obstante, Isabel no descuidará su papel como infanta de Castilla en las acciones de la guerra de Granada, vivida de cerca en las entradas reales en las que participó con su madre. Sin duda, el matrimonio con Afonso (1490) supone su momento de mayor relevancia pública, con un importante peso político activo desarrollado en las conocidas como terras da rainha. La boda de la primogénita de los Reyes Católicos, el primer enlace en la familia real, se celebró con magnificencia y espectacularidad. Su estadía en Évora como princesa de Portugal testimonia su relevancia dentro del país vecino como agente cultural gracias a los momos y alegrías literarias desarrolladas en esos meses. Así aumentó el contacto literario entre ambas cortes. Desafortunadamente, la inesperada muerte de Afonso, convirtió a Isabel no sólo en princesa viuda de Portugal sino que también creó un arquetipo literario que dio sus frutos en numerosas obras consolatorias. El segundo matrimonio de Isabel con Manuel I reforzó la política de unión con Portugal al mismo tiempo que servía para legitimar al monarca luso en su venturosa llegada al trono. Isabel concitaba en su figura una posible unión ibérica, máxime tras el fallecimiento de su hermano, el príncipe don Juan, que marcaba una vía directa como hija primogénita de los Católicos y, por tanto, heredera al trono castellano. Su muerte por sobreparto desbarató los planes ibéricos y desencadenó una serie de literatura consolatoria que tenía como principal objetivo subrayar la quiebra de la sucesión castellana y la legitimidad al trono. Tan sólo su hijo, el príncipe Miguel, aseguraba la continuidad dinástica y los planes de unión con Portugal. La muerte del pequeño en 1500 forzó un cambio de rumbo en la política sucesoria castellana, dando comienzo al declive físico de la reina, traspasada de dolor por las muertes de sus deudos más cercanos, así como a la entrada de la casa de Habsburgo en España. Por ello, se puede concluir que el papel desempeñado por Isabel como instrumento político de sus padres se basa en tres puntales básicos: su condición de hija primogénita, faceta que interesaba a los herederos de las casas reinantes al ofrecer un mayor acceso y 441 viabilidad al poder; su condición de mujer, pues tras esta categoría biológica se otorgaban serias posibilidades de asegurar la continuidad dinástica y, finalmente, su estado como princesa viuda no sólo le permitía continuar ejerciendo activamente su papel político en el reino vecino sino que también le permitía legitimar y justificar dinásticamente a un rey luso sin vínculos familiares en el trono. Respecto a los intereses culturales de Isabel, el estudio de su educación y patrimonio librario ha servido para circunscribirla dentro de las puellae doctae peninsulares. Isabel iunior aparece así a la zaga de su madre; igual que ella, los primeros años de su instrucción infantil conocerán momentos críticos debido a la guerra peninsular contra Portugal, sumada a la castellana en la lucha por el trono. Su formación no será reglada, o al menos, no tanto como la realizada por sus hermanos, pero gozará de los nuevos usos cortesanos impuestos por Isabel la Católica: instrucción religiosa a manos del dominico Pedro de Ampudia y una formación humanística con preceptores llegados de Italia, en este caso, Antonio Geraldini. Ambos serán maestros de la infanta Isabel, quienes enseñarán las herramientas básicas del aprendizaje, entre las que destaca la lectura de obras en latín y en castellano, aunque la pequeña Isabel debía conocer el portugués gracias al entorno lusista de su madre así como por la estadía en la corte portuguesa. Así se deduce de los asientos de las Cuentas de Gonzalo de Baeza acerca de los libros comprados para la educación de los infantes. La educación se completa con el aprendizaje de la danza y otros entretenimientos cortesanos. Asimismo, las labores devocionales y religiosas se dejan sentir en las limosnas y otras acciones comisionadas por Isabel. Otras tareas suyas fueron la costura y el bordado, que permite descubrir un espacio femenino de cotidianidad. Respecto al patrimonio librario de la joven, el inventario doble de Isabel hija permite individualizarla gracias a unas obras de devoción que casan con la devotio moderna, al tiempo que incluyen otras obras que podemos considerar de “entretenimiento”. Así, destaca una Crónica mundi y un regimiento de príncipes, títulos indispensables para una reina, a los que hay que añadir el Panegírico de Pedro Marso, obra dedicada a los Reyes Católicos. De tal forma, el libro aparece considerado como un bien preciado en una notable extensión material que permite enlazarlo con una dimensión espiritual, puesto que esos objetos son un medio para la meditación y la oración. Del mismo modo, los cuadros y tablas de devoción hallados en las arcas de Isabel permiten reconstruir todo un universo sensorial. 442 Los límites del mecenazgo son difíciles de establecer debido a la escasa documentación que atesoramos. La juventud de Isabel, con tan sólo veintiocho años para desarrollar su patrocinio, su itinerancia en las cortes peninsulares y su temprana muerte no permitieron el establecimiento de una corte literaria fija y que permitiera poner de relieve las relaciones de mecenazgo entre Isabel y sus patrocinados. Sin embargo, su perfil y su impacto como hija primogénita sí definieron un entourage o entorno literario de escritores, tanto castellanos como portugueses, algunos incluso con el latín como lengua de expresión, que crearon un riquísimo ambiente literario. Los matices y excepciones, en cada caso particular, son muchos como se ha presentado en este estudio. Así, la actividad literaria llevada a cabo alrededor de la infanta, posteriormente de la princesa y, finalmente, de la reina de Portugal permite afirmar no solo los intereses culturales de la propia Isabel, sino el reflejo de los de su madre. La joven, rodeada de un ambiente de afanes intelectuales propicio, como demuestra la corte literaria de Isabel la Católica, supo desarrollar y espolear el ingenio literario de los principales actores culturales de la época, como Antonio de Nebrija. Así se expresa en las dedicatorias y rúbricas que hemos analizado, como también en las obras más extensas. Muchas de estas obras dedicadas a Isabel funcionaban, en realidad, como un vehículo de mecenazgo para diversos autores en su búsqueda de patrocinadores de su actividad literaria. Así se ejemplifica en el Tratado consolatorio a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz, cuya carta-prólogo se dirige a Isabel la Católica. En otras ocasiones, es la propia Isabel quien mandó, parece, elaborar estos escritos, como en el caso del «Romance heroico a la muerte del príncipe de Portugal» de Ambrosio Montesino. La rúbrica del cancionero, que parecía haber pasado desapercibida por la crítica, demuestra que fue compuesto por mandado de la princesa, sin duda, por el florecimiento del romance cortesano en el entorno de Isabel madre cuyo gusto debió de heredar la hija. Las obras dedicadas a Isabel están mayoritariamente en castellano, aunque el latín despunta con fuerza gracias al apogeo de los studia humanitatis del periodo. Es literatura fundamentalmente cortesana y consolatoria, con un notable apartado dedicado a la poesía de cancionero así como a los elementos micropoéticos y paradramáticos. De todo este panorama general acerca de la literatura en torno a Isabel iunior, desgranado por géneros, podemos establecer una serie de conclusiones, no sólo relativas a su entorno literario sino también a los ciclos literarios de la soberana, entre los que podemos fijar cuatro momentos o categorías. 443 En primer lugar, Isabel como infanta, cuya figura recreará obras relativas a un ciclo de nacimiento y formación de la joven. Su llegada al mundo en una época tan turbulenta y su categoría de princesa heredera a falta de varón estimuló a los autores que buscaban, mediante la loa a Isabel hija, granjearse la amistad con los Reyes Católicos. Es el caso de Juan Barba y su «Canción en loor de la señora infante» así como la primera obra destinada a Isabel hija con dedicatoria expresa: la Criança y virtuosa dotrina de Pedro Gracia Dei. En segundo lugar, y correspondiente a la imagen de Isabel como princesa de Portugal destaca el ciclo de las bodas o de la alegría, esto es, todas aquellas composiciones destinadas a cantar la unión ibérica a través del enlace de la primogénita. Así, destacan las coplas del portugués Álvaro de Brito («Syn pecar»), compuestas ante la espera por la recepción en Portugal de la princesa y dos obras neolatinas escritas por dos grandes ingenios de ambas cortes: el Epithalamium de Antonio de Nebrija y la Oratio de Cataldo Parísio Sículo. Los dos poemas tienen por objeto celebrar la unión de los herederos de ambas coronas pero será la alabanza de la alianza entre reinos así como la loa de los monarcas bajo el tópico de la aurea aetas lo que acabe por imponerse en los versos. En el ciclo de las bodas hay un apartado especial destinado al ceremonial cortesano y la descripción de las justas y momos. A pesar de la escasez de documentación, las huellas de estas alegrías cortesanas cabe recopilarlas bien sea en crónicas de uno y otro lado peninsular (Hernando de Pulgar, Bernáldez o Garcia de Rende, verbigracia) así como en la excepcional carta del embajador Ruy de Sande al rey João II, los registros contables del tesorero Gonzalo de Baeza o los motes, divisas e invenciones que se recogen en los cancioneros y que parecen corresponderse con estas celebraciones. En tercer lugar, el ciclo de la muerte, que presenta a Isabel como princesa viuda, destaca por la abultada nómina de autores y obras, generalmente agrupados bajo la etiqueta consolatoria. Dentro de toda esta balumba de composiciones luctuosas, cabe establecer tres etapas, correspondientes a las circunstancias personales de Isabel. La primera de ellas tiene lugar entre 1491-1493, cuando a Isabel, viuda con tan sólo veinte años, necesitada de consuelo, se le dedican el Tratado a la princesa de Portugal de Alonso Ortiz y la Suma de paciencia de Andrés de Li. En ambas son constantes las apelaciones a la viuda así como una serie de elementos: las caídas de príncipes célebres entre las que cabe insertar a Afonso, la contraposición entre la alegría por las bodas y el rápido y dramático final y cómo de estos casos de caídas de la fortuna se puede extraer enseñanzas para superar la pérdida mediante la devoción. En ambas, en definitiva, Isabel 444 se toma como arquetipo y modelo literario de viuda que es capaz de enfrentarse al dolor desde su estado y posición privilegiada. También como princesa viuda sobresalen otras composiciones cancioneriles como la de Nicolás Guevara, próximo al círculo femenino y más íntimo de la reina, quien parece dedicar su canción «Donde Amor hiere cruel». Juan del Encina, en su traslación de las Bucólicas virgilianas, dedica su «Égloga V» a Isabel y a la muerte de Afonso. Del lado portugués, la «Lamentaçam» de João Manuel, «A morte do príncipe» de Luis Anríquez así como las «Trovas» de Álvaro de Brito son buena muestra del impacto literario de la muerte del heredero portugués y de la notable presencia de Isabel entre sus versos. Sus parlamentos como joven viuda introducen la voz lírica de la viuda con notas expresivas de indudable belleza. Como princesa viuda, finalmente, los romances de fray Ambrosio Montesino y uno anónimo prueban el gusto por estas formas poéticas dentro de la corte así como una rápida difusión del hecho luctuoso a través de la poesía tradicional. El primero de ellos, mandado realizar a instancias de la propia Isabel, tuvo que circular en la corte así como dentro de los campamentos andaluces donde se recibió la noticia de la muerte del heredero portugués. La interacción peninsular propició la llegada de los mismos a Portugal donde con diferentes motivos, pero conservando la figura de los amantes y de la infanta, se documentan hasta la actualidad ocho romances lusos que tienen como objeto la muerte del príncipe. Dentro de este ciclo de la muerte hemos podido establecer una segunda categoría consolatoria en la que la figura de Isabel aparece como hermana del príncipe don Juan que sufre su muerte al tiempo que se erige como heredera a la sucesión (1497-1498). Así se aprecia en algunos versos de la Tragedia trobada de Juan del Encina y en las coplas Sobre el fallecimiento del príncipe del Comendador Román. Finalmente, la propia muerte de Isabel (1498) genera más literatura consolatoria en el entorno de los Reyes Católicos, bien sea en obras latinas dedicadas al óbito, como es el caso de la «Aelegeia» del bachiller de la Pradilla, discípulo de Nebrija, así como el «Memorial» y las cartas consolatorias de fray Íñigo de Mendoza dedicadas a Isabel y a Fernando. Finalmente, el Panegírico de Diego Guillén de Ávila así como el Vergel de discretos o La vida y la muerte de Francisco de Ávila incluyen a Isabel en sus coplas ya como infanta fallecida, con la particularidad de añadir también algunas referencias a su hijo Miguel dentro de las profecías por el reinado o la galería de muertos ilustres, respectivamente. 445 En cuarto y último lugar, casi epílogo, destaca la figura de Isabel como modelo de mujer y arquetipo literario ya entrados en el siglo XVI. La importancia de la figura de Isabel se deja traslucir en la versión anónima castellana del Carro de las donas. Allí, la primogénita de Isabel la Católica es descrita como un modelo de viuda así como de mujer cristiana y piadosa. Juan Luis Vives también tomará a Isabel como referente en su De institutione feminae christianae, donde cabe añadir a Isabel en el grupo de las sabias mujeres con conocimientos de latín. Hay dos obras más que no obedecen a esta clasificación. Me refiero a la copla tercera dedicada a Isabel hija en el Juego trovado de Jerónimo Pinar, escrito por los años en que la joven viuda aún vivía en la corte de sus padres, resistiendo a las presiones acerca de un segundo casamiento. La importancia de esta obra permite inscribir a Isabel dentro del entretenimiento cortesano femenino puesto en alza en la corte literaria de la Católica a través de complejísimos juegos de naipes que encerraban agudos juegos literarios y conceptistas. La otra obra que escapa a cualquier intento de clasificación es la perdida Árbol de la sucesión de los reyes de Aragón, de Gonzalo García de Santa María. Posiblemente responda al género de literatura de linajes aunque quizás fuera literatura política que presentara una justificación dinástica de por qué las mujeres podían (o no) ostentar la sucesión en el reino de Aragón. A todas estas referencias literarias, hemos de incluir las alusiones cronísticas de Diego de Valera, Hernando del Pulgar, Jerónimo Zurita, Andrés Bernáldez, Rui de Pina, Garcia de Resende, Damião de Góis o Jerónimo Osório. Todos estos testimonios archivísticos y literarios que aquí se han compilado, han resultado de utilidad para trazar un completo panorama acerca de la educación, patrimonio librario y entorno literario de Isabel. Así, la primogénita de los Reyes Católicos y princesa y reina de Portugal, se erige como figura de sobresaliente interés que desvela una nueva faceta dentro de la actividad literaria en la corte de los Reyes Católicos. Se trata, en suma, de una mujer que enriquece, y mucho, la nómina de puellae doctae en la Península Ibérica de fines del siglo XV. 446 447 IV. APÉNDICE A) TEXTOS LITERARIOS. ANTOLOGÍA 1. NORMAS DE TRANSCRIPCIÓN La cantidad y extensión de las obras analizadas en el capítulo anterior no permiten elaborar una edición completa de las mismas en esta tesis, debido a que su edición y análisis desbordarían los objetivos primordiales establecidos así como el espacio acotado para su desarrollo. A pesar de ello, se ha querido ofrecer una selección de los mismos para exponer más claramente las características descritas y dar luz a textos inéditos en su mayoría. De este modo, se ofrecen los cinco textos donde Isabel es destinataria, además de ofrecer agavillados todos los romances portugueses tras la muerte del príncipe Afonso, puesto que, al tratarse de versiones orales, muchos de ellos sólo aparecen recogidos en encuestas o en bases de datos. A este respecto y a fin de mantener las peculiaridades materiales del impreso, las transcripciones de los textos remiten a la signatura y foliación del ejemplar, al cuaderno así como al recto y verso para una mejor localización del pasaje en el texto original. En cuanto al estado de la lengua se ha seguido un criterio conservador, sólo modificando aquellas grafías que carecen de un valor fonético y que dificultan la lectura del original. En definitiva, las normas de edición adoptadas son las siguientes: - Las mayúsculas y minúsculas responden al uso actual según los criterios de la Real Academia de la Lengua Española. - Se adopta una puntuación acorde a las reglas actuales. - La acentuación también responde a las normas vigentes con unas cuantas peculiaridades en los correspondientes diacríticos: é (he), á (ha), só (soy), dó (doy) ó (dónde) ý (allí), ál (otro). - Se eliminan las consonantes dobles en posición inicial así como intervocálica. - La u y la i consonánticas se transcriben como v y j, respectivamente, mientras que la v y j vocálicas pasan a u e i. - El signo tironiano se transcribe, cuando aparece, por e. - La s alta, empleada al inicio o final de palabra se transcribe sin más en su vertiente gráfica actual. - Resuelvo las abreviaturas sin indicación ninguna, pues los usuales corchetes o paréntesis para indicarlo entorpecen la lectura y restan agilidad a la misma. Recurro a los corchetes para señalar algunas palabras que faltan así como al signo [sic] para marcar errores evidentes, aunque siempre se indica en nota. - En cuanto a la abreviatura de nasal ante p y b, se representa siempre como m. - Separo los conglomerados léxicos mediante el apóstrofo. - Uno las palabras según las normas actuales. - Corrijo errores y erratas de impresión aunque siempre señalo en nota la lectura material del testimonio. 448 - En el caso de los textos latinos, la puntuación latina es moderna, con normalización de las mayúsculas y separación de palabras en los casos en que ha sido necesario. La llamada “e caudada” del latín se transcribe como –ae; el signo tironiano se desarrolla como “et” y, finalmente, se regulariza el uso de la “u” consonántica y la “v” vocálica. - Dado que en el estudio preliminar así como en otras investigaciones se analizan con detalle los diferentes motivos y cuestiones más problemáticas del ejemplar que se edita, no se tratan estas cuestiones en este apartado. - Se prescinde de ofrecer los textos anotados puesto que tal labor desbordaría los límites metodológicos de la tesis al ofrecer la edición completa de los mismos. Finalmente, he respetado el resto de rasgos característicos de la lengua de la época que no estorbarán en la lectura actual de unos textos inéditos en su mayoría y, todos ellos, dedicados a la infanta Isabel, princesa y reina de Portugal. 449 2. LA LITERATURA EN TORNO A ISABEL. ANTOLOGÍA [1] Criança y virtuosa dotrina Pedro Gracia Dei, [Salamanca, Juan de Porras, ca. 1486]1 Introito [a. i.] La Criança y virtuosa dotrina dedicada a la ilustre y muy esclarecida señora doña Isabel, primera infante de Castilla, en la Universidad de Salamanca, por un gallego hijo del dicho estudio, renombre [sic] Gracia Dei, donde muchas fábulas con sus aplicaciones, comparaciones, e diversas invenciones con historia se introducen, en servicio de Dios y gloria de esta señora, a salud de las ánimas, con ejemplo de nuestras vidas y gran descanso de los que quisieren saber cosas nuevas y gastar su tiempo en ejercicio virtuoso, donde en especial hallarán los peligros del camino de nuestro vivir y la casa de Júpiter, con las costumbres que a la política juventud convienen, con aparato de la mesa y orden que se debe tener en los manjares, con la danza y justa, que se hizo en pronosticación de los fados y buena fortuna de su alteza, por donde gran documento se infiere a los que han gana de servir y para la magnificencia y grandeza de los señores que ser servidos desean. Proemio A vos Diana primera leona, a quien Celio promete océano, para que con Mars se ponga Vulcano debajo del cetro de vuestra corona. A vos, de la silla celsa tritona, vínculo paz de reinos y reys, y a vos, a quien las celicas leys, harán princesa, reina patrona. A vos de vicios tal ballestera y de virtudes tan infalible que no sería fácil, posible, nadi con vos tentar ser entera. A vos la luz de nuestra bandera, que tiene el juro tanto seguro, cuanto en muro tal ni tan puro nunca se quiso mostrar espera. [a. i. v] Continúa. [Dedicatoria] A vos, la hija del invicto rey y de la única grande reyna, a vos, la mejor, la más clara, más digna de cuantas a quien natura da ley, ¡oh cuán bendicta serás tú, la grey, regida por mano de tal regidora! Por ende suplico resçiba, señora, esta obrezilla por Gracia Dei. 1 La edición propuesta parte del incunable unicum custodiado en la BNE (INC/1272). Descripción [Datación] Desque cuarenta sobre sietecientos y cuatro pares de cursos al solo, niño nascido hizo Apolo en casa de quien pasó los lientos caminos y Mars da sus libramientos, en el tiempo que Febo hace a Flora, muestre su dote al que se decora, se fabricaron mis pensamientos. Excusación Si fuere letra o punto molesto dicho vocablo, razón o jota, que me someto so aquella nota, que hace más claro y mejor el texto, Clío, Euterpe, con vos protesto, Polinia, Talía, Melpómone, Erato, Urania, Tersícore y Calíope, dar fin en aquesto. Comparación Vemos el adelfa dar una rosa, que no hay quien su vista no tome, pero sabemos al que la come no haber cosa más venenosa y vemos hacer de la negra sosa, 450 vidrio que como quieres se pinta, ansí no hace nada la tinta, mas el interpre [sic] que le da la glosa. [a. ii.] Invocación Invoco a ti, quien lengua graya con siete letras escribe nombre, y tres sílabas de sumo renombre, del alta Creta en ajena saya, venido echando de tu atalaya los fulminados que desposaste, dos veces donde te asentaste, quien me objectare de tal silla caya. Exhortación Oíd vos cuantos medros y moyos, de cargas amargas vendéis y compráis, y que escribís, decís, predicáis, volveos neblís, dexaos de poyos, de cuevas y nuevas de trancos y hoyos; oíd y amad y sed inventivos, con obras que sean dotrina de vivos, mirando la fuente y no los arroyos. Introducción Porque aquella muy veneranda hermana de los grandes Titanos, hija sin padre con los humanos, me arredrase de pluma nephanda, escribí lo que por ella se manda, como de noche quieto dormía y una voz apriesa decía: «¡Ea! ¡Sus! ¡Dende, levántate y anda!». Prosigue Yo que recuerdo comigo, conquisto si lo soñé o me es dicho, vaya, y como el que se pierde en la playa, yo andaba, mas díjome Egisto: «Anda, ¿qué haces?, ¿tú no has visto como ya todos te llaman Linceo? Si vas, si no vas, te volverás, creo, Lichaon, padre d’aquella, Calisto. [a. ii. v] Comparación Estando en esto, veréis como teje la fantasía dos mil remolinos, como quien ve diversos caminos, que no sabe cuál se tome ni deje, así no tengo a quien me aqueje, o como los dos que fían del uno, que no querría perder a ninguno, así, no sé si pare o me aleje. Delibera Pero bien como aquel que desea volverse como Líbero Padre, contra los hijos de la gran madre, que fueron dignos de pena tan rea, mido mi vida como se vea, en mayor honra y mejor estado y después ya que deliberado comiença dezir «Ea, sus, ea». Mago principio en mi carrera, con mejor gula que la de Sísifo, llamando a aquel que hace atifo, amanse su ira en la hoguera, haza do nasce la hija primera, levando la fuente en mi coraçón, del meduseo que Belorofón ensilló cuando mató la Chimera. Y presupuse no levar comigo, salvo aquella que César levó, cuando a Micla desfuerço tentó, así yo mismo de mi enemigo, me vo estrangero sin ningún amigo, mas dividido que el monte de Ida, sin levar Ceres, Bacho ni Mida, y ansí solo mi guía prosigo. [a. iii.] Yendo adelante por mis jornadas, de los que topo, rescibo afruenta, do vengo, do voy, les tengo dar cuenta, do no me bastan razones foriadas, y en los mesones veréis que posadas ni hay qué comer ni en qué reposar, mas a la cuenta veréis el pagar, y aun palabras bien escusadas. Prosigo solo, mas no de pesares, pasando por montes, valles y sierras, ríos sin puentes, cuevas y tierras, senos y vueltas, playas de mares; y, más adelante, vi cuerpos en pares, del pueblo que fue en las bodas leso, que me demanda la muerte de Neso, por el que puso en Hispania pilares. Así, perseguido con este bevir, más que Miseno en su triste hado, era grand tiempo no viera poblado, do ya con lloro no puedo plañir, 451 y cuando no miro me vi perseguir, de lobos, serpientes, onças, leones, tigres, vestiglos, crueles dragones. Sobíme en un roble, do quise morir. Do vi por debajo, sin alegría, pasar a Melón buscando Neutuno y luego los brutos de Mars en ayuno, Eolo temblando, el roble esgrimía, Júpiter truenos y rayos envía, Pluto y Vulcano, su vista me influyen las junias damas allí me concluyen, ¿qué os parece, qué tal estaría? [a. iii. v] Cuando no miro, el huerco me mira, yo, que lo veo con arco y garrucha, oyen mis sentidos estando en escucha. El uno dice «¡Arma!»; el otro, «¡Ea, tira!». Sienta quien siente, como sospira mi ánima cuando le vido encarar; hallóse en el río por se abaxar do con el frío no puede dar gira. Así me lieva sin hacer mudança, que era el agua más fría que nieve, ni puedo hacer salvo que me lieve, do con el frío mi cuerpo se trança. Mirad en el fin lo que se alcança: halléme donde suelen pelear las ondas del río con las de la mar, do perdí toda la mi esperança. Así, sufriendo los náufragos fines, y cuanto a mi vida le cuesta la muerte, ya de mi traba la última suerte, como si fuesen caninos mastines, y cerca la hora ya de maitines, dixe «¡Oh, dioses de sumo saber, y todo aqueste es el vuestro poder!». Halléme al orilla con muchos golfines. Dixe «¡Oh, Bacho, tú que volviste, los marineros en tales pescados para que de tan diversos cuidados me delibrasen, muy bien heziste!», donde no halló sino la triste Leucotoa, hija de Órcamo, viva sepulta, allí la llamó, con lloro en que mi vida consiste. [a. iiii.] El lograr, digo, allí debe estar, tras aquella sierra yendo vi otra, y tras aquella, otra y otra, para decirlas es no acabar. Ya plugo a Dios y vi devisar bien como hombre do espero medra, y cuando llegué era una piedra, con que sentí doblado pesar. Comparación Y como cuando el cocodrilo hace sufrir la fiera vemencia o como quien la cruda sentencia oye, ansý yo, triste bacilo, vi a mi vida estar en un hilo, mas que en arre de nueva burnela, o como el cárdeno de la candela, espera cuando no hay pábilo. De allí me parto y cuando llegué, en una cumbre de una gran sierra, comencé mirar y vi una tierra. Con más alegría que nunca, pensé, allí comienço decir con grande fe: «A ti mercedes, Dios verdadero, que me posiste en el miradero, para mirar lo que nunca miré». Con esto prosigo bien, ya de veras, donde, mirando las hermanas Plías, hago en el aire dos mil fantasías, como quien hace y deshace chimeras, venço batallas, gano banderas, ya se ocurren cien mil desvaríos, a Dios plega no salgan vacíos, los pensamientos de nuestras esperas. [a. iiii. v] Con todo eso comienço dudar, que ando y no veo ningunas labranças, pero prosigo con estas mudanças; sentildas vosotros que sabéis dançar. Y más adelante comienço mirar, y vi un castillo lucir de cristal, no dudo, mas creo ser el terrenal paraíso, do Dios nos quiso formar. Allí lo veo tan entallado, y maravillosamente lucido, aquí mirándole si soy nascido, no se me acuerda ni de lo pasado, pero después que en mi tornado voy paso a paso en el rededor, y digo: «bendicto seas tú, señor, que tal paraíso oviste criado». Voy haza la puerta do no de marfil, dexando la huerta, río y fuente, una de vidrio alta, vi puente; abaxo veréis por qué sin pitril, 452 y junto con ella un templo gentil, con una letra quien la mirare, dezía: «el que por mí no entrare, no pase la puente sino como vil». Sentí el sentido decirme «no pises, con plantas inmundas, tan rico minero». Y ansí, dudando, me dixo un portero: «No puedes entrar, mira que te avises sin que primero ansí te devises, que puedas tener tu gracia tal, que trayas el ramo o cierta señal, según que se dio al hijo d’ Anchises». [a. v.] Pero bien, como quien va temeroso, si en el cometer será el primero, ansí, mirando, me dixo el portero: «Quien quiere entrar en tan valeroso templo se mire, ha de ser esposo de la señora de gran celsitud». Pregunto: «¿Quién es?»; respuso, «Virtud». Sálgome afuera, mas no con reposo. Ansí, muy triste, comienço pensar: «Según parece, si aquí no entro no puedo ver la casa de dentro, y será nada nuestro navegar». Y dixe: «tú que quisiste formar el primero padre en aquella huerta, dame tal gracia que el templo y puerta no se me cierre»; comienço entrar. Ansí, gozando tales solaces, no cesso loar al señor y lloro: «En ti, señor, creo, bendigo, adoro, por tantos bienes cuantos me haces». Y una voz dixo: «pues que aplaces al que me hace de todos caudilla, anda en paz, no temas la silla, de la vitoria en las tus haces». Yo no quisiera ya de allí salir, mas fuéme fuerça por su decreto, y vi mirando, como en secreto, unos hombres, do me comienço ir. Comienço en mi hablar presumir, si los conosco, tengo decir esto, si no los conosco, esto y esto, lo que decía os quiero decir. [a. v. v] Ya vuestra merced sabe, señor, como mi padre de tal logar ticio ha seído muerto en su servicio, como vasallo y buen servidor, yo con aqueste zelo y amor, pensé, do el padre quiso morir, es muy grand el hijo servir, por de mercedes ser merecedor. Sabrá señor vuestra señoría, que vuestro padre, que sancta gloria aya, estando, señor, en Soria, por maldizientes y melenconía, me mandó tomar cuanto tenía, y agora dizen vuestra grandeza descarga sacando muchos de pobreza, suplico, señor, que vea la mía. Al eclesiástico Oyendo decir la muy venerable y virtuosa noble persona, según la fama d’él se pregona, ser sobre todos los vivos loable, pensé conmigo: «bien es que hable a este señor de tanta virtud, porque mi vida, honra, salud, por su ayuda sea estable». Al duque, marqués o conde Oyendo decir vuestra señoría ser de tan alta magnificencia, le presupuse hacer reverencia, según deseaba, día había, y ansí vine con tal osadía para que pueda servirle mejor, me haga merced con algo, señor que estos puestos en gran agonía. [a. 6r] Vuelve al propósito Ya voy mirando la gente guarnida, como estrangero d’ageno sentido, que entre muchos se halla corrido. Tal iba yo recelendo la ida, pero la gente bien comedida, de buena criança, sin començar, se anticipó a me preguntar, en que muy breve les dije mi vida. Hecha mesura con los hinojos y mucho sosiego, vi los bien ledos, tenía las manos y los pies quedos, derecha la cara mirando sus ojos, la voz en tenor sin otros antojos, con buen continente y razón honesta, no luenga ni breve, mediana, presta, sentí me oían ausentes de enojos. 453 Díjome uno: «dinos más desso», yo que veía me escuchaban, tengo descanso y ellos gozaban, había placer, maguera que fesso. Díjome otro: «¿es verdad aqueso?»; yo que lo veo mirar contra mí, luego le dije: «verdad, señor, sí». «Holgad». Arredréme; siguen su proceso. Arrdréme donde no pudiese oyr, y estaba quedo sin hacer paseo, do mil pensamientos comigo veo, si me preguntan qué tengo decir, mas la discreción que siente el sentir, y grande vergüença del gesto que pide, me mandan proveer sin que me convide, que el pedir es compra, mas no recibir. [a. 6v] Dende a un rato el más principal, comiença dezir: «Aquí celebramos un gran triumpho, aquí nos juntamos de una infante del occidental. Sus padres ayer el culto real, por ver entraron muy de secreto, pero tú mira seas discreto, hacer de todo un original». Y puedes en esto mucho ganar, que desque vieren aquí por vista, tienes la pluma de buen coronista, habrán placer de te ascuchar, lo otro que cuando lo fueres contar, te harán merced por tan buen testigo, ser en aquesto, hablando comigo, digo yo «debo aquesto notar». Luego oímos los sones mayores que el cielo tonante y vimos banderas, pendones, guyones por muchas laderas. Las gentes diversas en muchos tenores dan sala franca a grandes, menores, ropas y mulas, joyas preciadas. Yo comienço poner ordenadas todas las cosas: «miraldas, señores». Yo me comienço ya favorecer, como con viento se ençiende la brasa, y dije, «señores, decid, ¿esta casa es d’algún señor?». Y, sin detener, dizen: «la casa es de Júpiter», donde infinitas gentes salían a rescibir estos que venían, de quien oyendo habréis plazer. [a. 7r] Todo el imperio hecho de uno, Mogorgón y su genealogía, viérades vuestra infante traía. Ether, Celio, Herebo, Juno, Océano, Titán, Pluto, Neutuno, Saturno, Júpiter, va en la suerte, Tántalo, Dárdano, Hércules fuerte, ansí no falta de todos ninguno. Más alegres vi, con ricas libreas, las hijas de Nereo y Tectis salir, que cuando Achiles salieron planir a servir esta que regnante veas, el fuente castal le dan las nateas, las mayas, los ríos, las Oréades, los montes, montañas, unas Driades y las Amadrias con árboles leas. Allí resonaban los atambores con atabales, tamborís, sonages, chiflos, palillos, dos mil personages, trompetas, clarones de dulces sabores, estoque, maça, reys d’armas, señores, damas, donzellas, dulces canciones, cien entremeses, mil invenciones, y muy más viandas que los comedores. Después venía un culto ordenado, do magestad y magnificencia vi con honor y reverencia. Luego Vitoria con gran cuidado, Amor y Gracia en cada lado, Virtud primera que todos más ama, y a la postre venía la Fama, encima de ellos un rico brocado. [a. 7v] En medio del gran culto real venía una muy rica dama, cuyos pregones dezía la Fama: «Esta es esta la más principal, señora infante, persona real, de reynos y reys de grande riqueza, y a quien sola se da el alteza del carro y silla muy más triunfal». «Si hay ̶ dixo la Fama ̶ humano que ose por la señora salir al paso…» «Sí, ¡yo!», hize dezir, «gallego, vasallo del rey castellano». Salí caballero del templo magno, voy a la puente do la vitoria me dexó pasar, dándome gloria, miranme todos, besele la mano. Luego la llevan con gran dignidad, al templo de honor y reverencia, dende al templo de magnificencia, 454 y luego al mayor de la magestad, donde amor y gracia con gran humildad, la recibieron con gran firmamento, todos y cada uno contento, por ser entera en tanta bondad. Aquí entraron la casa real, de una rica y gran cantería, do vi perfecta el astrología, en arismética hecho el portal, con un título el tenor del qual diz esta casa los doze juntos, la ordenaron por horas y puntos, nunca se hizo fábrica tal. [a. 7r] Vistes caer en estrecha manera de alto angoa que se doblezna, y una se queda, la otra delezna, ansí al entrar la gente tal era o como cuando Astreo se esmera en ondas centenas ir y venir, ansí aquí por entrar y salir cerca os digo pensé quedar fuera. Desque entré, miré esculpida una tal casa que se debiera obrar por aquel que todos heziera con diez escalones en la sobida con doze postes y interxerida de quatro torres con siete pilares y en cada una si bien la mirares cinco ventanas de vista lucida. Ansí estando con mucho plazer en un corredor, dos aparadores muy ricos vi, de grandes labores, del uno de ellos se sirve al comer, del otro las cosas que son de beber, dos psitacos tienen la guarda segura, y en cada pieça vi la hechura; valía más que el mismo valer. Allí viérades los lindos oseros, como castillos y mil navizillas, jarillas, cubillas, cuchares, servillas jarros, picheles, barriles, overos, tinajas, potes, diversos calderos, cántaros, ollas, embudos, botijas, grandes y chicas, dos mil vasijas, y qué tan lindos los confiteros. [a. 8v] La dotrina del servicio Entré una sala do vi enseñar todos los pajes a un gran maestro, porque fuese cada uno diestro, de ser enseñado y saber enseñar en leer, escribir, tañer y cantar, dançar y nadar, luchar, esgrimir, arco y ballesta, latinar y dezir, xedrez y pelota, saber bien jugar. Débese bien hazer una cama, pensar una mula, mejor los caballos, almohazallos y atabiallos, tener secreto fiel en la dama, sponiar la ropa, dezir buena fama, y vivir siempre mucho a la llana, y no escupir jamás de ventana, ser dulce en llamar cortés a quien llama. Y de la mesa un codo estarás, y siempre juntas las manos ambas, y mira nunca los dedos lambas; ni en la mesa el codo pornás, y de señal servir saberás, mira la vela, humo y huego, pajas y vino con que te ruego, el anteparo no olvidarás. Debéis hablar paso y en continencia, bonete en la mano fasta su mandar; hablando la cara debéis de mirar, y en la respuesta notar la sentencia. Al que es sagrado haréis reverencia, con el pie derecho sino con sinistro. A vezes se quiebra este registro, y responderéis con grand paciencia. [a. 9r] En el servicio devéis de guardar narizes, orejas no sean tocadas; las uñas, cortas; las manos, lavadas; servir sin bonete mas no sin peinar; andar en cuerpo y nunca rascar; estar derechos y con los pies quedos; andar seguros, mansos y ledos; ser presto mandados y siempre callar. Debéis hablar poco y mucho oír, y el responder no sea muy presto, uno a otro no sea molesto, ni sea goloso quien ha de servir, guárdese mucho de no escupir, y con aqueste sotil silogismo, mire cada qual hazer por sí mismo premisas que pueda bien inferir. Al trinchante El capón asado en el alón has de començar y luego las piernas, 455 el blanco delgado y tetillas tiernas, sea la parte del mayor patrón, y con ademán comience el pavón muy bien por las piernas la cola sacando, y muy menudillo el pecho cortando, no menos el pato y el anadón. Espaldas y piernas, si fueren asadas, picadas muy bien; mas las cozidas, las rajadas, anchas, delgadas, tendidas y las avezillas sean cortadas, derecho y través de dos cuchilladas, y así en quartos las da con buen zelo, y corta la vaca siempre a pelo, en muy menudillas rajadas delgadas. [a. 9v] Daba la maça, reys de armas luego, maestresala y el mayordomo; en los manjares notad el cómo: agua, sal, cuchillos y ruego. Tras el pan se ponga la fruta en el juego: pasteles, pavos y manjar blanco, perdizes, mirrauste, el cozido franco, potage, pastel en bote con fuego. Luego caçuelas y manjar real, cada uno mire por do estoviere, no dé vino, salvo al que lo pidiere. Todos debéis los platos mirar, hasta el bendezir deben todos estar, partiéndose todos en continente, y a la mesa ninguno se siente, salvo el que mandaren llamar. La fortaleza ponga la mesa el agua, fe de pudicicia, prudencia, sal, cuchillos, justicia, templança, el pan, durabel impresa la esperança que mucho se besa, todos los otros manjares presente, mas la caridad muy más excelente, el vino lleve, como princesa. Con la copa, vaya la maça primero; los reys d’armas, en logar segundo; el que la lleve tras estos jocundo, mirad que vaya en el logar tercero; vaya tras la copa luego el copero, y junto con él un page diserto, que entre dos platos un paño cubierto, lleve serviendo muy por entero. [a. 10] Ni con boca llena beber ni sorber, ni roer hueso mucho a pecho, ni beber con los ojos puestos al techo, ni soplar lo que se ha de comer, ni en bebiendo «glo, glo» hazer en el paladar y saber pedir, y cosas d’ascuo nunca dezir, paso mascar y sin son beber. Para los que están asentados Pequeños bocados se deben tomar, y en el asentar mucho se mire, después de beber nadi respire, ni a los manteles es de alimpiar, ni el pan se debe al pecho cortar, y lo que tocares mira que lo lleves, soplar, escupir ni tusir debes, mira te ascuchen si quieres hablar. Del vino que dexas no debes dar taça, salvo al amigo o a tu servidor, o si no fueres tan grande señor, que puedas hazer merced sin rechaça, en ascondido y menos en plaça, mira refrenes siempre tu lengua, porque muy fácil se dize una mengua, que a muchos haze anden acaça. Cómo has de andar Con mucho sosiego debes andar, y antes mira el pecho y bonete, con los çapatos y ansí vete, no seas torpe en el hablar, entre iguales baste inclinar, y al mejor hazer reverencia, por virtud pero magnificencia, de rodilla pocos deben gozar. [a. 10v] Sabe a quien te has levantar, quitar bonete o hazer calle, o inclinarte o más miralle; no digas cosas que son de callar, y quando una vez quisieres honrar, y no más, sabe no ser grosero, la honra se dé una vez primero, después cada uno esté en su lugar. Y mira con quién quisieres estar, no te le arrimes ni te le eches, nunca escuches, menos aceches, ante pon mano en el bocezar, escupe después del estornudar, el alimpiar sea muy cedo, y no señales ninguno con dedo, ni hayas pereza, con amor hablar. 456 No dudes si uno de muchos se mira, de dos el derecho es el remedio, de tres el mejor se ponga en el medio, la vuelta de dos la vista la vira, en tres el medio si derecho tira, si no espera vantaja del potro, una vez a uno otra vez a otro, debe dar vuelta sino se delira. Porque ya va la cosa distinta, es peligroso los tres pasear, los impares, pares deben parear, dando al mejor exsenta la cinta. Y nunca te esmeres en motes ni tinta, y ante el encuentro sabe dar vuelta, esquiva los tuyos y sabe dar suelta, o esquivarte do vieres infinta. [b. i.] Ni las narizes con manos desnudas toques, pon paños a cada manjar, el manjar blanco y arroz con cuchar, y al rascar sean las manos mudas, hazer te guarda muchas pescudas, mas el gloto ajos y salsa, puercos, cebollas y risa falsa, y de dos hazes bien como sudas. El paso tres pies con mucho descanso, y no como quien ya va de camino el dezir sea cortés y begnino, y del ascuchar seguro y manso, no ande picaça, gallo ni ganso, ni pavo en modo ni dicho alguno, y puede también dezir cada uno si son iguales, holguemos que canso. Al pasar El pasar mira con tiempo y sazón, si honrar quieres, párate a la tasa, si no, pon el pie y primero pasa, y si quisieres dile: «haya perdón». Si quieres dar mengua, llégate al mojón, y pasarás tu paso despacio, porque reniegue guardando palacio, haziendo que miras o dizes razón. Quando alguno vieres pasar, no silves ni digas qual va Baeça, no mofes, ni guiñes ni des de cabeça, y no presumas de retratar, ni anticipes el codo en andar, y aunque lleves tu chamelote, no andes tanto que hagas trote, porque quiere otro ir contigo par. [b. i. v] No debe ninguno hablar consigo ni hacer ademán y menos negar lo qu’es verdad, ni anichilar; ni debe alabar mucho su amigo, y mira quando hablaren contigo, no se mude el caso, ni testifiques, ni en el daño no multipliques, mira que seas rato testigo. Ni digas cosas que son lastimeras, ni que es mejor por tus atavíos, joyas, caballos, riquezas, bríos, mas por virtudes que son las cimeras, con mejor que ti no partas peras, y con los tristes no hagas canto, ni con alegres hables en planto, ni digas mal a burlas ni veras. Sey bueno en rogar, malo deforçar, fácil perdona ser sabe rogado, nunca resumas lo perdonado, y las injurias sabe negar, guardar su tiempo y disimular, no amenazes mas sabe sofrir, y nunca tus telas tientes ordir, salvo aquellas que sepas tramar. El que pasa debe salvar quien está, los que van uno salve los dos, si uno por uno salveos Dios, que ya cada qual presume de ha, y a ninguna muger se dirá, si quieres servir o si es donzella, manda su merced me vuelva con ella, mas dar la vuelta si te plazera. [b. ii.] Siempre da fin en lo que deseas, quanto pudieres ni te inhonestes, y son fiador mira no prestes, y si firmares primero lo leas, no trayas nuevas ni fácile creas, y cabalgando andaras paso, sey liberal y nunca escaso, do escupes pisa sin que lo veas. Nunca insistas ninguno a do va, con quién, ni a qué y si lo dixeres, sea con quien amistad ovieres, y al que la tal razón plazerá, y si do vas alguno querrá, según se pregunta en el día de hoy, no diga do vas, mas di a qua voy, salvo si de ello provecho te está. 457 Y mira que mires con mucha prudencia, del quánto y quándo y cómo el punto, en original aqueste trasunto, debes mirar con gran diligencia, también al hazer de la reverencia, un poco larguillo el tiempo se tase, porque en no hago si hago se pase, el puntizillo de la continencia. Y si pudieres no hagas tamaño, a ninguno que primero des hilo, qua es ponerte y ponerte estilo, que salir puedes contrecho del baño, porque la honra es un engaño, que suebe los hombres en tanto deseo, que haz unos César, los otros Pompeyo, quán chico punto causó tan gran daño. [b. ii. v] Si alguno viene quien encontrar no querrías, habla en alguna puerta, o baxa la vista o haz cara tuerta, como que miras en otro lugar, y si comiença primero hablar, di «por mi fe, señor, no os veía», otros mil modos verás cada día, con que te puedes muy más enseñar. El entrar de la sala Ya entra magestas a todos begnina, con vuestra donzella y otras coronas, a cuya imagen todas personas viérades como su genu inclina. Con ellos entra la gente más digna, a la puerta quedan los siete instrumentos. los otros entran y todos contentos. Dexáronme entrar por ver su dotrina. Y en la verdad, ansí Dios me vala, como el que halla con quien se desea, que todos olvida y al tal otea. Ansí de la casa bastóme la sala, nítida, pura, tan llena de gala, qual nunca fue ni tan diferente, ni tan conforme y más trasparente, qual pensamiento de ninguno cala. Mírola rica de maçonería, en que estaban mucho compuestas, las grandes hazañas y todas las gestas. ¡Qué casa, qué obra, qué modos y vías! Si tú los vieras cierto dirías, que fue injusto tentar de poner lo que ha hecho el gran Júpiter, ponerlo yo por mis fantasías. [b. iii.] Mide seis gradas cubierto el estrado con paños y pieças de grande valor, cielo y cortinas son de mayor y más el dosel que es de broslado, la sobremesa de un vellotado cubierta de verde con piedras sin duelo, dos manteles dobles que llegan al suelo, la luz y la lumbre muy bien compasado. Luego, diez ricas sillas traxieron, hechas de oro y gran pedrería, do solo el culto asentado veía. Los otros señores allí los servieron, vuestra infante n’el alto posterón donde la miran llena de gracia, y ella mirándoles ansí se espacia. ¡Bendictos padres que tal merecieron! Ansí asentados de gran maravilla la gran magestad sagrada real, como persona muy más principal, comiença dezir de su rica silla palabra que fue gran plazer oylla, de gran alabença y magnificencia y allí todos hazen reverencia, no con cabeça mas con rodilla. Aplica Es el principio que bendigamos y demos gracias al soberano, que como nos da pan quotidiano, nos dé saber conque merescamos aquella gloria, la qual esperamos, y nos aparte de las falacias del inimigo, amén deo gracias, nos da, señor, según suplicamos. [b. iii. v] Allí comienço ya de mirar, la orden y medio que se dispuso servir aquel que todos compuso, que es imposible poderse contar; pero porque no tenga logar algún ignaro donde estoviere a mí me plaze quanto pudiere y lo mejor muy bien relatar. Mas antes que diga, quiero pedir, por merced a vuestra magnificencia, que se conforme con la sentencia, si en algo no fuere tal mi dezir porque será mi pobre escrivir como la ropa que topa la copa, pero la boca que toca la sopa, sabe n’el gusto gusto mejor discernir. 458 La maça Con la maça vi quien mató al león, serpientes, hidra, puerco y toro, arpyias, Lico, la cierva del oro, Diomedes, Caco, Busiris, dragón, Centauros, Neso, Alcesta, Albión, Antheo, perro, Troai, Lacino, cielos, infiernos, Juno, camino, Hesíona, muerte con Gerión. Buen regidor, que llamas, abraças, y a los buenos dirás: «venite», y a los malos, malditos: «ite», y descended infinitas braças, suplico pido con los que caças, yo sea uno contigo tuto, porque me libres del fiero bruto, con que los pravos juzgas y traças. [b. iiii.] Los reys d’armas Vi quatorze reys d’armas, hermanos, con ricas cotas y gran aparato, hijos del que cruel hizo pacto con su hermano. Dichos titanos, que montes a montes juntan a manos, y pican el cielo por arte indiscreta, mas fulmínolos el que decreta, ha de venir juzgar los humanos. Aplica Como en la cruz fueste rey armado, con lança, clavos, açotes, pelones, blasfemias, llagas, corona, ladrones, cuerpo rompido, pies manos, costado, frente y la fiel con Canán gustado, oyendo con lloro llamarte la madre: «¡Oh hijo mío, esposo y padre, ansí nos corona buen rey coronado!» Maestresala Por maestresala Saturno venía con ropa negra, manso y honesto, en el hombro derecho su paño puesto, con vara de oro que todos regía, guarda silencio con su compañía, con rico joel haze reverencia , la qual, cada qual con obediencia, inclina mirando la gran señoría. Aplica Seamos todos exemplo d’aquel, que en su sala exemplo nos dio, en el sancto jueves quando cenó, y los doze suyos entonces con él, ¡Oh poderoso Dios de Israel! Cómo te plugo ser maestresala, tu salva nos salve, nos vele y nos vala, porque cantemos: ¡oh Emanuel! [b. iiii. v] Por mayordomo de los exentos vi tender pico por aquella mesa. Las hazaleias primero las besa, desque seguras de los tormentos, ansí notemos los libramentos, que demos cuenta y tomemos guía, conque después de la mayordomía, vivamos siempre en el cielo contentos. Aguamanos Diana fuentes con mucho reposo ofrece donde luego verías ministriles altos con cheremías, y sacabuches en son gozoso. El río Jordán nos lave undoso del rey de los reys nascido d’aquella virgen, esposa, madre, donzella, sierva, señora del hijo y esposo. Pañizuelos, sal y cuchillos Trae en su plato aquel buen celeno, los pañizuelos, cuchillos y sal, y presentados en el culto real, con su mesura olvida Sileno. Sabed las llagas salar en lleno, no os echéis tras la inocencia porque la furia de la sentencia purificara del malo el bueno. Con Venus, Ceres el gran pulmento traen del pan durabel y grato, do salir quasi vi lleno el plato, enxemplo es del gran sacramento. ¡Oh, pecador, que dudas contento seas bien como el pastorcillo que sabe creer a macha martillo y no curar de otro argumento! [b. v.] El trinchante Va Mars en fincar la rodilla deporte y traer un pan por encima de todos, 459 por sobre el qual hace sus modos, con los cuchillos y luego un corte de una rebanada y ha por deporte, echar en un plato su sal bien alba, haziendo con su rebanada la salva, tocada la sal y mira su norte. Aplica Mirad en quanto andáis en calma con la contrición sabed esgrimid; con la confesión, vencer, resistir y magnifestar lo que os ensalma; con satisfación ganando la palma y rogar al que por todos rogó, pues n’este siglo la vida nos dio, n’el otro la del n’el cuerpo y n’el alma. Fruta y pasteles Con fruta y pasteles traya maya, do las pyerías presto verías. Ansí levantan sus armonías que casi toda la gente desmaya en aguilando manda que traya, tal y tan bueno señor el trage, a que después d’aqueste viage, a bevir siempre contigo vaya. Los pavos Júpiter trae los pavos pintados, que se desvelan porque te veles. Allí las harpas con dulcémeles, suenan y dizen a todos estados, que no esperen ser bien confesados n’el paso quando les mandan partir, porquel mal vivir trae mal morir, según que vemos por nuestros pecados. [b. v. v] El vino Ganimedes troyo vi escanciano y luego la copa Bacho hazía; Apollo la lleva, la qual descubría, Iyesus que da taca al sol en su mano y hecha la salva el hijo Urano, la pone debaxo por quitar el daño, del vino que caye, da y toma paño volviendo pleyon con Bacho temprano. Como en la cena de gran humildad dixiste: «bibite ex hoc omnes» ansí pidimos, dador de los dones, no mires a nos por tu piedad, mas que vamos lá tu deidad, como con muerte vida nos diste, y como el costado por nos abriste, ansí gozemos de tu caridad. Manjar blanco y perdices De su color da el manjar cigno con las perdizes en los exordios, do vi salterios con monacordios, hazer Pasiphe olvidar Mino. ¡Oh, gloriosso Ieshu begnino! A ty pedimos y suplicamos nos muestres vía que te veamos después que clauso este camino. Mirrauste y cozido Mirrauste con el cozido en son de pieças de vacas, conejos, gallinas, carnero, capones, diversas cecinas, con su mostaça vi traer Adon, y a los órganos en su fabordón porque loemos al rey adorado, muerto sepulto en el monte Mirrado que resurgió como fuerte león. [b. 6] Potages y capones rellenos Apis potages de cien mil cosas da con capones rellenos presto, que armonías resciben esto los clavicínbalos con las baldosas. Di tú que tragas y comer osas y no vesitas al que espira, en aquel día de la gran ira, qué te valdrán los testos y glosas. Pastel en bote y avezillas Pastel en bote da cino mayor, y codornizes con tortolillas y con zorzales mil avezillas, laudes hazen y coros dulçor. Tú, que es pasto, gran salvador, delectación de nuestros deleites, a ti pedimos que nos afeytes, y nos consueles, buen consolador. Caçuelas Otho e Fialte que en cada mes crecen los dedos el real manjar, vi con caçuelas y luego sonar. 460 Oy las vozes, oyd si queres, en Ethna fazen y monte Cretes críolos Aloo con Ifimedia [?] en nueve años fue su comedia, do no les valió prender el arnés. Tortas reales y manjar en sartén Egeo con Ethra y la del barco, tortas reales manjar en sartén, de manjar blanco traen muy bien, y con aquesto las vihuelas d’arco. ¡Oh excelente Christo monarco!, como dixiste: «Heli, Heli», suplico, señor, te miembres de mi, con tu gran don que nunca fue parco. [b. 6v] La colación En este medio comiençan hablar en diversidad, amores, empresas, y luego muchas vi camuesas, con fadas buenas de gentil gustar, y otras frutas que se suelen dar, de peros, reales, mançanas, servas, y fuer a la gente hecha catervas, no vi ninguna sin buen contentar. Ya después todo esto complido, levantan los paños, cuchillos y sal y pan començado en el más principal, y una tela en modo guarnido y con paños blancos daban polido, pasteles, hojuelas y zerevías, buñuelos, prestiños de muchas vías, con azembuzes mil cosas olvido. Luego tras esto traen rosquillas tortas reales, allí juglares, y maçapanes muy singulares. Dexó natillas y quesadillas por nuegados y empanadillas, con piñonates, turrones impares, do vi roncones y calamares, con unicordes hazer maravillas. Aguamanos Una vi luego venir entera, virgen muy noble, cortés, ufana, de blanco besada, por nombre Diana, agua manos daba postrera; era el mote de su cimera: «A la honesta virgen y casta, aquesta sola corona basta, para que sea de todas primera». [b. 7] Lavaos reys y emperadores, duques, marqueses, condes y hombres, que aquí bevís con dones renombres, perlados letrados y regidores, pueblos civiles y vos labradores, grandes menores, mirad bien la hecha, do será grave la cuenta estrecha, de los crueles recaudadores. Lavaos antes que diga Dios andad malditos de mí y del padre en la teniebla maldita madre do para siempre mueren los dos. ¡Oh, pecadores qué será de nos! aquí hagamos tal penitencia, que nos delibre de la sentencia en que se dirá ¡Oh, malditos, vos! Vi traer platos n’estos momentos, y ponerlos en fin de la mesa, do por la parte de la princesa, vi los manteles alçar esentos, y aquí daban mucho contentos unos a otros, honra, mesura, donde conforme ponen clausura, todas las vozes e instrumentos. Aquella mano, nítida, pura del verdadero incorruptible cordero manso hecho passible, que por nos quiso ser criatura, por su immensa gran hermosura, nos purifique en el lavatorio y nos presente en el consistorio do es la vida siempre segura. [b. 7v]. La bendición Quien como padre de la compaña el universo rige tu mano, como por ecelso rey soberano, ansí nos guarda de lo que dañan, y ansí como en ti se bañan el que coronas ansí nos mira, no nos reprehendas en la tu yra, ni nos castigas en la tu saña. La dispidición El maestresala vi aparecer, y con él todos los servidores a despedirse de los señores, dende a un rato con mucho plazer, 461 hazen su mesura y vanse a comer, y dulcemente llamar me mandó, y a la mesa un page dexó, para si algo fuese menester. El motejar Allí oy si quisirdes [sic] mirar: dizen juglares cien mil donaires, voltean, saltan por aquellos aires. Vistes a Dédalo nunca volar, allí comiençan de se motejar, Venus, Pasiphe tenemos toros, si d’ellos blancos, si d’ellos moros. Mandad, señora, las redes llevar. Juno dezía: «Dezid, amores cómo se cazan las codornices, llamen a steries y las perdices; son buenas con lechugas y fiores gentiles ombres son los pastores». Dezir començó Venus a Diana: «si quando el hermano con la hermana se desconciertan en los tenores». [b. 8] Titán dixo: «mejor por ladrón remunerado fue Thioneo, que no bolver en venado reo por tan buena vista Diana, Atreón». Aurora lo hizo mejor con Clitón. Llamó Eurídices por Menalao, Adrasto señora con Fiarao, dezís lo de Cadmo con su Hermión. Dende a un rato vi que dançaron y dan colación en complimiento, do no se tardó el retraimiento. Y en la tarde vi que justaron, cómo salieron y lo que llevaron, su merced saca una invención, que respondía con cada razón de todo quanto le preguntaron. La invención, señores, fue esta: «la hija de Ínaco vuelta ya vaca con el pie, mirad que es lo que saca, quexándose al padre con lloro mesta dezía la letra gente modesta comigo responderes, a cada uno quien es, a todos dando linda respuesta. Cada uno vea raso lo que haze a su caso, dime si culpa culpada quien ha de ganar Granada, en el pie de aquesta cabe la que haze, puede y sabe, donzella vaca y dama quien tiene hechos y fama esta dize con su pie el que sirve con gran fe, denota este animal quien es servidor leal demuestra esta bezerra el que sirve y no perra esta conbleza de Juno quien dize único uno. [b. 8v]. Quién es diga la vaquilla el único en Castilla. El dicho d’aquesta vaca dize quién sirve y aplaca, aquesta vaquilla vuestra el que os sirve demuestra esta no cesa dezir quien no cesa de servir, por esta vaca se reza quien vuestra sirve alteza esta puede bien notar quien es de noble solar esta dize caballeros, el mejor con los primeros todos dizen por si lo que esta dize por mí. Todos tienen un yo, yo dos yo, yo dezid persona que pueda servir sin robar la rueda, esta que está en el medio dize quien pide remedio esta vaca dezir dexa el que sirve y se quexa, en el pie d’esta se esculpa quien es culpado sin culpa dizen las pobres arenas quien pide ricas estrenas todos dizen yo, yo, yo no sé qué diga, no infante real y rica, todo esto se os suplica. Los mantenedores y quales justaban no los conocí, mas sea la suma, en sí cada uno piense, presuma, como se quiebran y se encontraban, donde empresas y joyas sacaban, de piedras, perlas, jaezes, paños, collares donde joyeles tamaños, nunca se vieron quales ganaban. Justemos todos con la cimera del que nos abre justos caminos con quien justo en justa Longinos quando memento Dimas dixeta o que palabra sea tan plazentera del que amen dico tibi quiso, hodie mecum in paradiso, esta fue justa muy vergadera. 462 [b. 9] La dança con sus invenciones y letras Qual fue la cena según que los sumptos del ayantar y aún más que tantos, y tras la música vozes y cantos, viene la danza, mirad mis trasuntos. Vi nueve juntos por pasos y puntos, que traen, oyd, que tal non oystes, habed, por cierto, los que esto no vistes, os debríades contar por defuntos. Mars turquesa traya quebrada en que dezía: «Lo que esta hizo por nos, haze mi vida por vos», y Venus le respondía con un robí que luzía: «Fiel color le quitáys, verés lo que deseáys». Júpiter favor avía, con espera en que venía: «Es morir bevir sin mí, ni ay más desde aquí». Saturno favorecía, con la muerte, a quien quería: «Si me vuelves en gallego, perdido va do me allego». Con perla de alegría Diana se ofrecía: «Una vez quebrada, no vale nada». Apolo resplandecía con un dátil que dezía: «Si por mi madre lo has, quanto quisieres harás». Mercurio escrevía, lo qual padre hecho avía: «Volvedme buen cobertor con las hebras del amor». De plazer y de agonía, Cupido frechas tendía: «Yo hago con mis tiros, amor, dolor y sospiros». A la postre ya salía la muy real señoría de la señora infante, como venía constante, si por caso bastaría, mi pluma o poesía, a quien dio buena fortuna lo que no uvo ninguna, mançana en que nascía, el don que no perecía que estaba fasta agora, donde se hizo la Pandora, dize la señora mía: «Oy, oy en este día, esta una que me dio, a mi sola se me dio». [b. 9v] Començando dançar Tras la reverencia, dos continencias, y dos senzillos con cinco dobles, con dos senzillos otros los nobles, y tres represas dos continencias, y dos senzillos sin hazer falencias, con un doble mirándose ilesas, con dos senzillos y tres represas, vuelven después de dos continencias. Después de esto vi andar elertas personas el alta con el joyoso, y luego, tras esto muy gracioso, andaban otros, girona gambetas, anda la dama con los planetas, Manrique, Villena con ios bendirá, una la otra gente se mira, donde le ofrecen arras perfetas. Después la bella de las más bellas rescibió de aquella célica gente sus dones, y dize de continente dulces palabras, la suma de ellas: «Reys y señores, damas, donzellas vuestras mercedes y dones gradezco jurando primero d’aquí m’ofrezco siempre serviros comigo y con ellas». La colación Después d’aquesto no sabré quales, ni de quantas cosas dieron colación; de maçapanes y diacitrón, fruta real y pastas reales, botes, conservas, sabéys qué tales, de limas, duraznos, dátiles, peras, costras de cidras y mil maneras, de frutas verdes muy especiales. [b. 10] No quise teneros en sus atavíos, cómo le estaban y qué parecer, porque contra quien tiene el tener, fuera poner renglones vazíos, quien viera su vista modos y bríos, ¡Quan linda, gentil, cortés, graciosa, qué testo, qué glosa, qué verso, qué prosa la pueden loar, quanto más los míos! Queréis compare vuestra venusta, ellos la palma, ella el palmito; ellos el grumo, ella el grumito; ellos lo comen, ella lo gusta; ellos el mar y ella la fusta; ellos el nido y ella la mela; ellos el campo y ella la tela; ellos la tela, ella quien justa. Ella con ellos fénix y fior, ellos la cima y ella el grumo; 463 ellos el grumo y ella el çumo. Vistes señor con el servidor, o la teniebla con el resplandor, o el oscuro con la claridad, o sugeción con la libertad, ansí ellos buenos y ella mejor. Vistes de oro el sol hecho pella, reverberando ansí los anima, otea, colea, se mira, se lima, yo me lo hago mirándome en ella, ¡qué cuerpo, qué vista, qué clara, qué bella, qué tanta que tal la dama venía, todos y cada uno dezía: «buen gozo vean sus padres d´ella»!. [b. 10v] Como se parten aquí se lea, con qué mesura, gracia, modos, ella con ellos y con ella todos, el que lo siente por sí lo vea, todos dezían «¡Bendita sea!». Ya se despiden, ya se volvían, lo que les dize y lo que dezían, tal cortesía nunca se crea. Ya se despiden y a qué hora, pienso de cierto sería la una, hablando d’ella no d’otra nenguna, Cinthia queda con la señora; vase la noche, mas no Aurora; quédase el dátil, vale la palma y vasse el cuerpo, quédase el alma, sobre las pulcras candidiora. So el amparo de vuestras almenas, pido señora sea mi zelo, que sean tierras, mares y cielo, con el alteza de vuestras anthenas, mandando callar las tristes serenas, y a mí suyo porque más viva, que diga, siga, note y escriva vuestra corona con ricas estrenas. Infiere Como perenne fuente manante, que más auriza cuanto más corre, ansí mi mano sin que se engorre, ni poner fin se pasa delante, por ver el fado muy triunfante, de su alteza fasta la cuenta, de los cien pares con las cincuenta, bien como niño sobre gigante. 464 [2] Epithalamium Antonio de Nebrija Epithalamium in nuptiis clarissimorum Lusitaniae principum Alphonsi ac Helisabes iunioris, quod Antonius Nebrissensis, in ipsa dierum festorum celebritate praesens, lusit: Nunc, sacer orbis Amor, qui nectis semina rerum Omnia et aeterno foedere cuncta tenes, Huc ades atque Fides, Pax et Concordia tecum, Assiduae comites uirgineusque chorus. 5 Cantabunt alii Thalamos Geniumque uocabunt, Iunonemque simul teque, Hymenee, canant: “Io, Hymen, Hymenee, Hymen, ades, ó Hymenee”. Ingeminent omnes, teque, Thalasse, uocent. Et fescennini uolitent de more Sabino 10 Lusus et populo multa rapina cadat, Sparganturque nuces et iungat Vesper amantes Praeferat incensas et nova nupta faces. Haec sunt magna quidem, sed nos maiora canamus, Et quae nos deceat nunc meminisse magis. 15 Foedera magnorum canimus, conventaque regum Fataque non ullo dissoluenda modo. Possedit multos discordia tetra per annos Hesperiam nec spes ulla dabatur opis, Ardentesque faces et raptos crinibus hydros 20 Omnibus iniecit saeva Megaera locis. Non comes ipse duci, non marchio prestat honorem, Non comiti miles, militibusque cliens. Ipsi non parent regi dux atque magister Militiae sacrae. Bellicus ordo iacet, 25 Erigoneque simul terras exosa reliquit, Qua fugiente dea, iusque piumque silet. Talis erat mundi facies cum bella Gigantes Incussere Iovi caelitibusque suis. Talis et ipsa fuit rerum natura priorum 30 Cum Chaos antiquum semina mista tulit. Talis apud Manes miseras ubi territat umbras Tartareus iudex dicitur esse locus. Sed pater omnipotens tandem miseratus Iberis, Prospexit rebus suppetiasque tulit. 35 Et sua ductorum se quisque in regna recepit Et qui disperiit redditus ordo sibi est. Tum rediit Virgo, redierunt tempora pacis, Quasque colit partes, pacis alumna, quies. Redditur ipsa sibi concors Hispania qualem 40 Non uidit Poenus, non Viriatus Iber, Non cui longa fuit sed non ingrata senectus, Arganthonius et Romulidae proceres; Non qualem uidere Gothi quo tempore foelix Hispanae gentis rex Rodericus erat. 45 Ne tamen hunc talem uiolarent saecula cursum, Nec posset Lachesis rumpere pensa manu, Provida mens regum properavit iungere foedus, Connubio stabili pignoribusque datis. 465 Nam Lusitano iuveni regique futuro 50 Despondit gnatam, deliciasque suas. Certius hoc multo quam caesa uirgine porca Foedus Romanis quod feciale fuit. Si licet et fas est magnis componere parva, Cum post diluvium reddita terra sibi est, 55 Tale fuit signum pacis tibi, rector Olympi, Et generi humano quae bibit Iris aquas. “Musa, precor, memora mihi nunc quae fata sequantur Has taedas aut quid uincula tanta parent”. Sic ego; sic contra respondit nona sororum 60 Caelestis cui uis nomina certa dedit. “Accipe quae teneas (quando haec te cura fatigat) Quaeque meo terris numine cuncta canas. Augusti quondam testantia nomina pacem, Pax Augusta tenens, quam secus Ana fluit, 65 Cum sua conspiciet sub moenia foedus iniri, aeternae pacis nunc magis omen erit. Nam Lusitanus princeps secura uidebit Cum sua terga metu consocerique fidem, Armatas classes et multo milite plenas 70 In mare deducet sol ubi mergit equos. Et tibi subiiciet quocumque est insula ponto, Aethiopes pariter Barbaricumque sinum. Caesaris at vestri tibi nunc ingentia rerum Et simul Augustae coniugis acta canam. 75 Reliquias belli postquam confecerit ille, Quod bene susceptum pro patria fuerat, Quod bene pro sociis et nostrae gentis honore, Quod bene pro Christi religione fuit, Haec, pia, victori persolvet uota Iacobo, 80 Divis templa dabit, mascula tura deo. Dum tamen ille parat bellum reficitque cohortes Quas uehat herculeum traiiciatque fretum, Haec mores tandem patriae desuetaque corda Component certis legibus atque modis. 85 Dumque oras Lybiae cursim peragraverit ille Atque sui iuris utraque Syrtis erit, Denique dum victor totum lustraverit orbem Deque triumphatis hostibus arma refert, Haec, intenta novis rebus regnisque futuris, 90 Extruet immensum posteritatis opus Vtque domus ratio constet sibi totaque quadret, Rem geret ille foris, res aget ista domi. Sed cum longa dies senio confecerit ambos, Dulcibus in natis omne levamen erit. 95 Uxores regum natas, regesque nepotes Conspicient laeti, sideribusque pares. Ioannesque suus, tantae pietatis imago, Imperii consors et moderator erit”. Et procul ex oculis euanuit, has modo uoces 100 Vrania fudit, presserat ora deus, Atque ego, qui fueram auditurus plura libenter, Destituor subito, lumina fixus humi. 466 [3] Oratio habita a Cataldo in adventu Helisabet principis Portugaliae: ante ianuam urbis Ebure Cataldo Parísio Sículo Lisboa, Valentim Fernandes de Moravia, 15002 [a. ij.] Ecce lux mundi tandem apparuit, ecce lux mundi tandem effulsit, ecce lux mundi tandem advenit; que longo tempore, non sine maximo omnium gentium dolore, latuit; que lux adeo clara, adeo splendida, adeo potens est vt omne oculorum meorum acumem intuenti mihi suis radiis eripiat, auditum minuat, linguam dicenti torpere mentem vero omnem prorsus faciat hebescere. Quid dicam, quid agam, quo me vertam, nescio. Nunc, nunc vellem, clarissima lux, licere oratoribus: quod poetis licet in principio operum numen aliquod inuocare. Ego enim non vnius, aut Phebi aut Calliopes: sed omnium deorum auxilium implorarem. In his paucissimis, que ciuitatis Ebure nomine celsitudini tue expositurus venio. Immo (vt christiane loquar) ad Deum ipsum omnium rerum conditorem: quem trinum et vnum credimus confugerem. Quin etiam tanta est nunc mentis mee trepidatio: tanta animi [a. ij. v] caligo: tanta confusio ex claritatis tue aspectu meis visceribus exorta vt salua pace nullorum deorum nullarum dearum memor existam sed tantummodo numinis tui incredibilem vigorem pauidus, stupidus, trepidus, territus, et vix pedibus me substinens mecum ipse contemplor quandoquidem formosissimi corporis figuram pre immenso splendore (vt desidero) intueri nequeo. Terrent etiam me animi tuit innumere virtutes: quarum (vt publica fama est) que magis excellat in te difficile est iudicare. Et certe licet non nihil paratus premeditatusque ad dicendum veneram viso tamen tanti sideris fulgore statim quod dicendum proposueram e memoria excidit quod cum perdiderim me quoque hoc dedecore perditum esse animaduerto. Arguant me quantum velint artis preceptores. Arguant inquam et corripiant omnino aliquod in tanta necessitate numen inuocabo malo enim in arte errare quam turpiter labi et miserrime perire. Te igitur, serenissima lux, inuoco, te imploro, tuum sanctissimum numen exposco. Redde, precor, oculis meis quod tuo aspectu surripuisti. Redde auditum, redde lingue loquendi facultatem. Redde menti pristinum intelligendi vigorem quem ob tuam repentinam claritatem dudum amiseram. Totus ex arbitrio tuo pendeo. Si permiseris potero fortiter persistere. Si abnueris, ab incepto ignominiose cadam. Sed iam paulatim sentio, clementissima domina refici mihi vires iam perditas et aliquantulam dicendi facultatem ex tua benignitate permissioneque recuperare. Quapropter ij quorum causa et nomine hunc locum conscendi et ego quoque in maximum celesteque munus suscipimus. Gratulatur itaque celsitudini tue tota hec ciuitas mirifice atque manum obedientissime deosculatur et te principem suam reuerentissime excipit et conoscit et cum ea ciuitates omnes horumque regnorum oppida tota mente idem faciunt. Que vt expectatissima, desideratissimaque omnibus fueras ita acceptissima carissimaque ante omnia existis. Nec vllo tempore Lusitana gens imprimis antiquissima, nobilissimaque vrbs hec tantum gaudij quantum presenti die animo concepit quem diem illo in quo a maurorum manu liberata fuit letiorem, felicioremque esse ore verbo opere vbique demostrat. Neque id immerito. Quid enim maius, quid nobilius quid magnificentius altius preciosius et denique sanctius tuo optatissimo aduentu in toto regno contigere poterat? Certe nihil. Nam si per te meritis virtutibusque tuis maxima es quanto magis facienda magis honoranda, amanda et cunctis rebus preferenda es, cum potentissimorum regum Castelle sis filia. Quorum Ferdinandum patrem siue in religione cum Iustiniano diuini cultus amantissimo siue imperij latitudine omnique virtutum genere cum Octauio victoriosissimo, tranquillissimoque imperatore compares (quamquam maximus vterque fuerit) longe tamen maiorem superioremque illis comperies. Helisabet vero matrem in ijs que bello paceque per multos annos vltra femineum 2 El texto base para la presente edición se toma del incunable lisboeta a cargo de Valentím Fernandes de Moravia, de 1500. Existe edición en las Provas y la realizada a cargo de Costa Ramalho, con traducción al portugués, por lo que las variantes entre los testimonios carecen de interés. 467 sexum gessit non tantum dicam magnarum dominarum3 reginarumque superasse virtutes sed omnium dearum excessisse gloriam ausim affirmare. De quibus commodior dicendi scribendique locus [a. iij.] exigitur. Nunc ad alia ad rem etiam tuam attinentia festinemus. Accedit ad decorem exornationemque et maiestatis tue amplitudinem. Alphonsus, princeps gloriosissimus. Sponsus quidem tuus decentissimus Ioannis inuictissimi Portugalie regis et Lianore regine filius qui vt est vnicus filius ita in toto terrarum ambitu vnicus est princeps. Siue in eo elegantiam corporis, vires, habilemque ad omnes honestas exercitationes dispositionem consideres: vere constanterque dices in hunc vnum formandum omnem sui vim naturam effudisse. Statura procera, vultu virili, oculis vegetis, capillo flauo, colore candido rubore decentissime admixto. Denique tam bona corporis compositio est, vt Phoebum alterum nisi parentes nosceremus esse illum proculdubio arbitraremur. In moribus autem ingenio, facilitate, modestia, pietate, liberalitate et ceteris animi dotibus, nullus vnquam non modo nostris sed ne priscis quidem temporibus visus auditus ve aut lectus in quorumuis autorum libris, virorum prudentium iudicio extitit. Grauitas vero in illo tanta est: ut quecunque dicit, quecunque agit, non velut a quindecim annorum adolescentulo sed velut a Catone sene proficiscuntur. Neque hanc virtutum magnitudinem aliquis admirari debet, cum Ioannes potentissimus rex illius pater non humanitatis sed diuinitatis vim a natura sit consecutus qui adeo in omni rerum prudentia prouidus, in omni rerum cognitione expertus in omni bonarum artium disciplinarumque vsu peritus est vt ob tantam exuperantiam dei nutu e celo in terras elapsus ab omnibus existimetur vt omnes corrigat, omnes doceat, omnes emendet. Artes liberales dicuntur septem, hic sapientissimus rex non solum omnes septem scire verum etiam nouem et eas non didicisse sed per se inuenisse, secumque a natura attulisse videtur. Siue quis cum illo de astrologia verbum faciat, nihil melius nosse videtur quam astrologiam. Seu cum aliquo religioso de rebus diuinis incidat sermo nemo in dubitationibus proponendis, solutionibusque afferendis rege ipso subtilior. Eundem in philosophia et in quauis facultate se prestat. Omitto cosmographiam, omitto historias omnis, tum romanas, tum grecas, longe promptiores dilucidioresque habet ijs ipsis qui proprijs sunt dediti facultatibus. Nec pudet me mei ipsius testimonium afferre. Cum aliquid aut carmine, aut soluta oratione compono, nullum rerum mearum meliorem emendatorem, castigatoremque rege nostro inuenio. Audit enim libenter benignissimus rex et legit libentius lingue latine opera, quotiens opportuno tempore sibi offeruntur. Idem adeo summarum rerum scrutator est vt in tam recenti etate ad indiam fere vsque per maritimam meridiei plagam suis nauigijs transfretauerit abditissimaque loca nullo romanorum tempore adinuenta immodicis sumptibus patefecerit: [a. iij. v] multos quidem praue secte homines ad catholice fidei cognitionem conuertendo. In rebus autem bellicis in quibus ad adolescentia viuente diuo Alphonso patre se exercuit, presertim in aphricanis expeditionibus quis dux in subeundo audatior in conficiendo celerior vnquam extitit, quem seu Alexandro Magno, seu Caio Cesari (in quibus maxime claruerunt) opponas aut excellentiorem hunc aut certe nulla ex parte dissidentem inuenies. Nihil quamtumuis magni honoris emolumentique, quod domi foris ve geratur nisi peractis prius solemniter sacris aggreditur. Illud in eo mirandum, notatuque dignissimum clare aperteque nimis perspicimus. Quod cum omnia creata naturaliter ipsa die senescant magis noster vero rex prouidentia quadam dei quotidie iunior, fortior, formosiorque efficitur. At quid de serenissima regina, principis matre, dicam ? De cuius laudibus satius esset tacere quam quicquam breuiter diminuteque dicere. Hic Marcus Tulius latine, hic Demosthenes grece Facundie pater dicendo deficerent. Siue quis eam a benignitate, siue a mansuetudine sagacitate, prudentia omnique animi cultu velit commendare: potius verba credat sibi defutura quam sententias quibus suam illustret orationem cuius tanta est ingenij vis tum interpretando, tum legendo sacre pagine et latine lingue volumina mira quadam facilitate velocitateque legendi vt non lectrix aut interpretatrix sed interpretatorum, lectorumque operum conditrix esse censeatur. Si tam facilem, tamque affabilem se omnibus non preberet de Sibyllis aliquam non ab re illam iudicaremus. Quanquam de Sibyllis alijsque doctissimis, que traduntur minus credenda sunt, vtpote in libris iam diu redacta. Hanc tamen dominam quotidie videmus, cernimus et manibus (vt 3 dominarnm en el original. Errata por confusión de tipos redondeados u/n. 468 ita loquar) tangimus. De pulchritudine nihil refero. Cum Apelles ipse et Parrhasius si fato aliquo reuiuiscerent, nec se vidisse, nec se huius forme similem pinxisse faterentur. Et quicquid modo de patre socero de matre socru attigi, non eos laudandi causa attigi sed ad amplificationem, ornamentumque tuum, illustrissima princeps, adduxi, que talem tantumque patrem talem tantamque matrem sponso medio adepta sis. His igitur et tui animi bonis necnon tantis parentibus decorata, nonne es et ijs qui fuerunt ante hac et qui hac sunt tempestate, qui ve futuri sunt merito preferenda. Nihil ad perfectionis tue cumulum, nisi hec sanctissima coniunctio deerat. Que isto pacto confirmata inter celestes te viuentem ad huc connumerari facit. O tempus felicissimum, o tempus beatissimum ! Quo te inclyta domina patres duos, duas matres habere contigit. Quo tempore statuit et mirabili prouidentia voluit deus, vt quemadmodum regia vtrinque consanguinitate et regnorum vicinitate eratis propinqui ita arctiori consanguinitatis affinitatisque vinculo essetis colligati vt ex sex corporibus vnum corpus ex sex animis vna conficeretur anima. [a. iiij.] Eodem sanguinis genere eadem origine deriuata, que sit et nostris et cunctis futuris seculis tum ipsa per se tum sobole propagationeque sua duratura. Qui omnes adeo natura connexi sunt, vt si alterum ab altero in laudando tollas immodestissime dicas necesse est. Genus autem tuorum patrum et matrum cum sit idem et omnium generum maximum ac nobilissimum magnorum multorumque regum longa serie continuatum et in vestre stirpis chronicis latius pertractatum, nihil in presentia esse a me dicendum arbitror. Neque hic ad exornandum, confirmandumque (vt plerumque apte fieri solet) veterum historias aut aliunde exempla adduco. Si quidem tanta est dicendi de te vbertas, tantus euagandi in omni genere laudum campus vt non ego huc ab alijs afferre, sed alij hinc singularia exempla optimasque imitationes sumere debeant. Quorsum enim vetusta monumenta euoluam, quorsum historicos requiram, cum apud illos cui te comparem nom inueniam. Tu moribus vnica es in terris Phenix, tu in litteris Polymnia, tu Vrania, tu Euterpe. Tu es diua illa, quam solam poete post hac inuocabunt, de qua ipsimet inuocando scribent, de qua oratores enarrabunt, de qua historici volumina conficient. Sapientia Palladem, pulchritudine ac pudicicia Dianam excellis. Quo fit, vt tu sola tanto sponso digna, vtque ipse solus tanta sponsa dignus superna concessione reperti sitis, multis ad tui coniugium claris principibus contendentibus. Nunquid dubitamus (ad te nunc me conuerto, sacratissime rex) eam a celsitudine tua vnice amari non debere. Nunquid dubitamus eam a celsitudine tua vnice amari non debere. Immo certo scimus et quia ipsa meretur et quia natura mitissimus es, ne momento quidem temporis te illam ab intimis precordijs amoturum. Sed quia non oraturus precipue huc veni ad finem nostra properet oratio. Nulla profecto gens quam uis immanis barbaraque admodum foret, a vestrarum laudum commemoratione abstinebit. Laudabunt celsitudines vestras (vt hinc incipiam) veneti, illyrici, germani, galli, sardi, baleares, celtiberi, britanni, anglici, cantabri, cimbri, sicambri, daci, scythe, sarmate, greci, mauri, arabes, egyptij, assirij, teucri, indi, ethiopes, et si qui sunt antipodes. Demum tota Europa, Asia, Aphrica et si qua est alia preter istas regio, que lateat perpetuis laudibus felicitatem istam extollent. Quoque mirabilius est, quodque magis omnes admirantur, ex quo a Corduba vrbe pedetentim ocioseque profecta es nulle pluuie, nulli himbres in tanto temporis spacio deciderunt, nulli venti (vt in aspera hyeme solent) regnauerunt. Semper tecum magna aeris temperies, magna celi serenitas, nulla inde segetibus, nulla arboribus nulla colonis incommoditate allata. Cum primum vero ad destinatum locum peruenisti miraculo quodam dei commodissie pluuie super campos abunde [a. iiij. v] diffuse sunt vt intelligeret vnusquisque diuinum donum tecum et in gremio tuo ad nos portasse. O diem faustissimum, o diem candidissimum, o diem omnibus diebus anteponendum! Non solum totius hispanie populi, verum etiam extere, remotissimeque nationes hac tanta solemnitate gaudent. Nolo singulorum alacritatem commemorare, virorum4, mulierum, puerorum, seniorum, puellarum, infantium, et ceterorum ratione viuentium. Muta animalia, sensu carentia, etiam illa que ante nocua fuerant, innocua nunc facta, de terrarum latebris ac cubilibus suis aduentum tuum sentientia ad tante festiuitatis communionem foras prodeunt. Aues per liquidum aerem volitantes dulcius solito garriunt. Et quasi si loqui possent leticiam conceptam expromere 4 virornm en el original. Nueva errata por confusión de tipos redondeados n/u. 469 conantur. Et que raro vel nunquam cecinit, in aduentu tuo garrire, non desinit. Pisces quoque a fundo maris ad summitatem exeuntes, tantam gloriam percipientes, vndis tranquillis huc et illuc salire non cessant. Omnia letantur, omnia iuuenescunt. Arbores, saxa, flumina, herbe, prataque, leta omnia amenaque magis quam unquam antea videntur. Quin etiam terra, ceteraque elementa, videntur, ridere, mare, aer, ignis, celum cum sole, luna et stellis et ea que in celo sunt, congratulantur. Angeli, archangeli, animeque beate, quarum infinitus est numerus hac arctissima coniunctione pene gestiunt, pulsant, cantant, certatimque choreas ducunt. Et cum sol hodierno die a summo mane vsque ad hanc vespertinam horam nubium densitate aerisque nimia crassitudine impeditus, exire non potuisset, cum tamen e monasterio (vt dicunt) spineto, quo ciuitatem hanc intrares egressa es, subito adhibitis viribus impetum fecit et nemine opinante se in publicum exhibuit simul vt diem serenum faceret simul vt te in magnifica mula cunctos supereminentem tanto procerum comitatu conspiceret. Et diem natura breuissimum in longius produceret et adhuc aspicit et moram trahit. Donec tantorum principum solemnitas perficiatur. Nunquid nugor? nunquid mentior? nunquid fortasse adulor? Vos, qui adestis amplissimi patres hec omnia multo melius me dicente presentes videtis. Attende principum decus quid dico. Deus ipse in throno sedens, hec que hic pijssime, sanctissimeque geruntur, approbat, laudat, confirmat et suo artificio tanquam optimus opifex (vt tantam diuinitatem decet) gloriatur. Quem omes supplices precemur vt tales in dies successus, taliaque et maiora rerum incrementa ampliet et adaugeat. 470 [4] Tratado consolatorio a la princesa de Portugal Alonso Ortiz Sevilla, Tres Compañeros Alemanes, 14935 [Fol. viij. v] Carta dirigida a la ínclyta reyna, nuestra señora, con el tratado siguiente, por el dotor Alfonso Ortiz Muy alta y muy poderosa ínclyta reina y señora, Cierta cosa es que, segund el resplandor de vuestra real grandeza, que con fazañas maravillosas ha tanto esclarecido las Españas, que por todo el universo sus rayos muy claros han esparzido vuestro nombre glorioso, que a todas las gentes ha provocado y conbida para su servicio, y así despiertan los claros ingenios para exercitar sus agudas fuerças en vuestros loores. Pues no sin causa varones excelentes de diversas naciones han ofrescido a vuestra magestad los sudores de sus ingenios para memorar vuestra crescida gloria. Y han prevenido a muchos de vuestros naturales con el oficio de la pluma dedicando sus obras en lengua latina a vuestra serenidad. Y algunos de vuestros súbditos e naturales por no tener la gracia de vuestro real favor, aunque son en fidelidad más ciertos que los ajenos y en ingenios y lenguas por ventura yguales, no tienen tamaña osadía dedicar a vuestra real alteza sus escrituras, sin primero aver avisación como serán aceptos en la gracia de vuestra clemencia. Grand lumbre, muy esclarescida reyna, resciben los ingenios ayudados con el favor de los príncipes, como dixo Tulio, «la honrra cría las artes y enciende los estudiosos a gloria» y porque si nos vencieren en las lenguas peregrinas, los estraños callarán en la nuestra, que no es entre los doctos de pequeña excelencia. Yo entre los menores de vuestros reynos, puesto en el reposo y ocio literal a los menos para inquirir si seré grato ante vuestra magestad, escreví días ha este tratado consolatorio para la muy serenísima princesa. Mas pensé des [Fol. ix] pués que no tenía ya aquella sazón que deviera, porque el tiempo con mi tardança dudosa le ha envegescido y pospuso de lo presentar a quien se dirige. Temiendo eso mesmo no me acontesciese lo que a los embaxadores de Troya con el emperador Octaviano, quen la fin de su oración lo presumieron consolar de la muerte de su fijo único, que avía ya más de año que era fallescido, a los quales respondió consolando el emperador de la muerte de Héctor, su buen cibdadano. Después de más de mil años olvidado para mostrar que era ya sin tiempo aquel oficio de consolar mayormente para emperador tan prudentísimo. Mas porque soy certificado que aún permanesce la tristeza y llorosos aparatos que son estímulos de dolor, acordé enbiarlo y por no renovar su pesar con mi osadía pensé tentar otro vado de más sagacidad enbiándolo a vuestra magestad, la qual con el sentido que mira todas las cosas judgará si se deva dar a la ínclyta princesa o poner en silencio. Verdad es que fasta el examen de vuestra magestad no lo deviera comunicar, mas no puede dexar de aver juyzio de los que mejor en esto que yo sentían, porque no me engañase mi afeción en mi propio trabajo, donde el conoscimiento ajeno es más cierto que el propio. Suplico a vuestra magestad con humil acatamiento que lo resciba y si meresciere venir a tan reales manos soy cierto que su valor crescerá; pero si tal no qual conviene, mire la voluntad de su siervo encendida en vuestro servicio, al qual tengo ofrescido mi saber, poder y querer. Nuestro señor por luengos tiempos la vida y real estado de vuestra alteza prospere. 5 Se toma para su edición el testimonio del incunable custodiado en la BNE (INC/1095) acerca de los Tratados del doctor Alonso Ortiz [Cinco tratados], Sevilla, Tres Compañeros Alemanes, 1493. 471 Tratado consolatorio dirigido a la muy ínclyta princesa de Portugal, ilustrísima señora, por el dotor Alfonso Ortiz Capítulo I Como las llagas corporales, muy excelente señora, quieren presta la medicina, así las del espíritu refuyen los remedios tempranos porque la súbita tristeza desarma la razón, que con el tiempo recobra poco a poco su vigor. Pues quién con discreción toviera fasta agora osadía para consolar tu tan inmenso dolor, que manava lágrimas de refrigerio para descanso de tus angustias. Entonces tu corazón tan llagado abraçava más las tristezas y lloros que ningunos remedios y más te agradavan las mayores causas y señales de llorar quanto más cerca tenías del pensamiento la infortunada cayda. Cierto pues no fuera cordura presumir dar entonces medicina quando estava en mayor aumento de congoxas el dolor tan reziente. Porque el impetuoso cuchillo de la pasión no rescibe falagos en el tormento, mas ayudado con lágrimas de los amigos descansa el sentido doloroso. Ca más liviana se faze la carga de los pesares quanto más es repartida y endulcesce el sentido congoxoso quando más gostan su amargura. También resistir los sospiros y las lágrimas en la presura de la tribulación aumenta más el pesar que reprimidos los lloros se enciende con collocos [sic] en más congoxosas angustias que acrescentadas apagan los espíritus de la vida que con [Fol. ix v] lágrimas espiran descanso a las dolorosas cuytas del corazón. Y como en el impetuo de la yra demandar paz es más encender las llamas de saña, así en las tristezas rezientes es peligrosa y sin tiempo la consolación porque la razón, adormescida con el pesar, no siente la medicina. Otros remedios ay para las llagas rezientes del cuerpo, otros para las envegecidas. Crueles serían los cauterios para las nuevas feridas y sanos para las que ya tienen pasmo así en las feridas del ánima busca la prudencia diversos remedios para dar a los atribulados en tiempos convenibles. Y por estas causas, no me tengas por remiso o indiscreto si tarde te consolare mi pluma y en el alivio ya de tus pesares. Porque los remedios necesarios para el comienzo de tus tristezas ya precedieron. Sabes cierto que no caresciste de compañeros piadosos en tu fresco dolor, que con lágrimas restañaron tus gemidos en el tiempo del súbito ynfortunio. Porque fue tan sentido tu trabajo en toda España, que fasta oy no es visto en muerte de príncipes aun que infortunado ser tan común el pesar como de tu viudez ha seydo. Cierto se turbaron todos los estados y aunque las vitorias de los muy poderosos tus padres, rey y reyna, nuestros señores, eran muy alegres y gloriosas a todos sus súbditos y naturales; entonces siendo tan rezientes no pudieron reprimir el dolor de tu infortunado desastre y mescláronse a aquellos gozos tan deseados con lágrimas de tus angustias feridos. Pues la nueva tan triste ya en las orejas de los muy vitoriosos tus padres que matizes de pesar dio a los triunfos y glorias de sus altezas. ¡Ay, con quánta prudencia quisieran disimular sus corazones el amor filial, pero no pudo tanto su saber! ¡Quanto la tristeza de tu dolor penetró sus magnánimos pechos y dieron señales de pesar entrañable! Y donde les convenía tener despierto el sentido en la guerra de los enemigos de la fe, allí pudo tanto su amor que se convertieron todos sus reales sobre Granada en grave tristeza y encubrieron sus alegrías con tu infortunado pesar tomándole por suyo todos. Y no olvidaron por esso del todo la guarda necesaria de aquellos que en tanto torbellino de espanto pudieran peligrar ni se partió de sus reales memorias el amor paternal que los aquexava por tu desabrigo y soledad, viéndote ya estraña en reyno donde esperavas ser reyna y señora. Fallándote sin el brazo que te enfortalecía, sin la cabeça que te honrraba e sin el amor que del seno de tus tan altos padres te llevó al sacramento de unanimidad. Qué lágrimas tan piadosas te ayudaron en tu pesar no las pudo dissimular tu madre, reyna prudentíssima, que no vañassen su seno real. No pudo el alto corazón de tu padre disimular los sospiros testigos de su pesar. ¡Oh, qué alivio de tus angustias tener tales compañeros en tus llantos! ¡Ay, con quanta solicitud remediaron tu soledad que era mayor a ti por la pérdida de un varón que por la absencia de todo el restante de aquel reyno, ya estraño para ti, porque vinieses donde era cierta tu consolación! Así que en tan dura cayda el seno real e muy piadoso donde eras tan amada te recogió y cayste en abrigo de remedio a tus congoxas. Pues mira la clemencia de Dios que en tal cayda no permi [Fol. x] tió ser quebrantado del todo tu espíritu; quedóte esperança de reparo; quedaronte refrigerios en el mayor ardor de las angustias y si perdiste al que de nuevo 472 te amava, tornaste a los braços de tu original amor. Si te fallesció el amor de marido, quedóte el amor paterno y muy cierto para tu consolación. Allí te soltó la mano piadosa de Dios, donde fallaste tan muelle estrado de tan natural abrigo para tu cayda. Porque despertases en el conoscimiento de los bienes tenporales entre los quales estava por ventura tu espíritu tan ocupado que los amava en mayor grado que se deven amar. ¡Oh providencia del señor, quan piadosamente tocó tu juventud enbevescida en la gloria transitoria de este mundo! No te llevó salvo lo que de nuevo te avía prestado. Quedaste con tus naturales deudos y amigos, tornaste donde el amor fraternal del ilustrísimo príncipe, tu hermano, y de las sereníssimas infantas, piadosamente se comovieron doliéndose de tu aflición como de suya sintiéndola con misericordia entrañable. Pues ¿qué señores de grand estado o mediano no se turbaron con tu sentimiento y fizieron muestras conoscidas de pesar? ¿Qué cibdades en España o fuera no trocaron sus plazeres con el espanto de tu ynfortunio? ¿Dónde no fizieron solemnes exequias por el ánima del que con su absencia te tanto atribuló? Todas estas señales son de la misericordia de Dios, que tovo por bien en tus angustias darte remedios tan consolables. ¡Oh si ovieses leydo quantos casos miserables an turbado la gloria de casas reales y an derrocado el estado embidioso del altura mas excelente entre los mortales y príncipes soberanos y no tovieron los remedios tuyos ni les quedaron consolaciones tan propincas como a ti. Llanas están las tragedias de lamentaciones y llorosas endechas o qué razonamientos se escriven de querellas contra la fortuna, de gemidos contra el amor, de sañas contra las fatales disposiciones. Con las quales placavan sus angustias de aquellos los poetas y eran aquellas mintrosas maneras de consolar que mitigavan a tiempos los espíritus sobervios, mas sin verdadera salud de sus cuytas, porque ni ellos eran dioses como creyan ni eran la causa de bienes ni de sus males como fengían, llamando a la fortuna diosa que tenía poderío sobre los mortales para mudar y trocar los estados y condiciones humanas, pero ciega porque sin discreción repartía estos bienes temporales o quanta ceguedad de ingenios quitar la discreción a la que deyficavan y atribuyr a los ombres. Dexemos estas fábulas con que tenían los pueblos engañados porque tales eran sus consolaciones, quales sus deseos, que eran todos carnales y vanos. Y así, su medicina para la tristeza del ánima, era sin fruto de remedio convenible. Mas tus remedios, princesa prudentísima, naturales son y divinos, porque has conoscido por este infortunio la mano piadosa de Dios, que no te dexó sin ayudas espirituales e temporales. Recogióse tu espíritu con esta tempestad para conoscer qué firmeza tienen los amores de esta vida. Ca te mostró ser uno perpetuo e fixo amor de Dios e amor en Dios de las cosas criadas e como es ordenado este postrero al primero con el qual no recibe congoxa el ánima justa por la pérdida temporal que no la defienda el amor divino con esperança del [Fol. x v] gozo eternal. ¡Oh qué refrigerio de las llamas de este siglo lloroso, donde todos nuestros gozos están matizados con quexas que son comunes a todos los estados y propias a cada uno! A que todos los frutos tienen parte de amargura y las grandezas de señorío llenas son de cuidados, que grand parte de la vida les ocupan. Pues el enbevescimiento de gloria y plazeres, entre muchos sobresaltos, el gosto breve de la vida los confunde. Quién en este miserable destierro por la cayda de Adán, nuestro primer padre, tomó deleytes sin fin, embaraços de dolores. Quién amó cosa temporal sin miedo o sospechas de su pérdida. Quién esperó en real estado o supremo poderío que no rescibiese al fin engaño conocido. ¡Oh, cómo reluzen estos breves días a los prosperados en la gloria temporal, pero quan súbito desampara esta luz prestada sus glorias a los mortales, quién sin dolor lo puede pensar! ¡Qual fiesta gozosa fenesció sin tristeza de espíritu, quales justas o torneos sin sangre o embidia congoxosa! ¡Quales momos y aparatos de plazeres sin turbaciones, quales entremeses de alegría sin cansancio del juyzio y voluntad! Así que estos solazes humanos todos tienen mesclas de congoxas. Acuérdate, ýnclita señora, en tu partida alegre para Portugal, quantas lágrimas reales se derramaron prenóticas de tu infortunada absencia, quantos sobresaltos oviste por el camino, quantos descontentamientos de tu voluntad, quantas esperanzas concebiste; sin el fin de tu esperança, ¡quántos aparejos de tu real persona quedaron sin efecto! Y así las más cosas de esta vida quedan sin conseguir el fin para que fueron ordenadas en testimonio de nuestra flaqueza así de la razón como de la voluntad desordenada. 473 ¡Oh quántos edificaron para no morar; quántos vencieron reynos sin los poseer después; quántos casaron que desparzió la muerte; quántos allegaron riquezas para su perdición; quántos por adquirir sabiduría, perecieron! Diganlo Demóstenes, sumo orador, entre los griegos e Marco Tulio entre los latinos, a quienes sus lenguas dulces fueron cuchillo. Ya sabes por experiencia que en la mayor abundancia está el menor contentamiento y que donde es mayor estado, ay mayor necesidad, porque la voluntad, aunque desea las cosas corruptibles, no fuelga mucho con su posesión, porque entonces son dulces quando deseadas, y menos deleytan quanto más las tenemos. Qué piensas que faze los manjares preciosos tener tan suave sabor; no las cosas comunes en nuestro uso aunque sean excelentes y más sabrosas, salvo el raro uso de ellas y deseo. De esta manera nos engañan nuestros apetitos nada contentos y muy movibles en sus deseos. Quién fizo más espantable la caýda del príncipe que las otras que cada día vemos entre los humanos, porque sólo nos pone admiración lo no usado y pocas vezes visto. Raros son los príncipes y primogénitos, uno es en cada reyno, la singularidad de las cosas pocas, las faze maravillosas, como el fénix que es una. Qué maravilla fue en España quando el rey don Favila fue despedaçado en los braços de un oso muy feroz fasta que espiró, porque ya otro tiempo los tíos del rey Meleagro fueron muertos con los colmillos del puerco de Calidonia. Grande espanto fue a Castilla el rey don Enrique el primero morir en Palencia de una teja que cayó; mas [Fol. xi] ya el rey Pirro fuera antes muerto con una teja y tan fuerte capitán y grande gerrero por mano feminea vencido. Gran turbación fue en España ser arrebatado súbitamente el rey don Juan el primero caydo de un caballo. Para que contaré enxemplos ajenos de Ypólito, príncipe despeñado del carro de los cavallos que lo traýan aviendo domésticos desastres y dentro de tu linaje casos lamentables de la miseria humana. Baste agora aver traydo a tu memoria la suma merced que Dios por su piedad te fizo: darte tantos compañeros de tu pesar que tan repartido e común a todos devía bastar para tu alivio de la mayor parte de tus angustias donde as conoscido el amor que todos cada uno en su estado tenían a tu real persona, no es poca bondad la que es por tantos amada. Y esto ante tus ojos representado es para dar gracias infinitas y loores inmensos a Dios porque entre tanto infortunio no te dexó peligrar su clementíssima mano, ni quebrantar tu espíritu del todo sin consolación. Así lo dixo él por la boca del rey David: “el justo quando cayere no será quebrantado porque el señor pone su mano debaxo para le efoçar”. Estas tentaciones no te son enbiadas sin la voluntad de Dios para grande fruto y provecho de tu ánima. Porque la tribulación es muy frutífera a los justos como sant Pablo dize a los romanos. Glorifiquémosnos en las tribulaciones porque sabemos que la tribulación obra paciencia en nos e la paciencia da experiencia e prueva de nuestra virtud, e la prueva nos da esperança de los bienes eternos e la esperança, por ser muy cierta, no nos pone confusión porque su certidumbre causa la caridad de Dios derramada en nuestros corazones por el espíritu santo que mora en nos. Otrosí por la tribulación invocamos el nombre de Dios como dixo el mesmo profeta: “fallé la tribulación e con el dolor invoqué e llamé el nombre del señor”. ¡Oh qué refrigerio del espíritu tocado de la misericordia de Dios es llamarle! Porque el profeta dixo en otro lugar: “cercano está el señor a los que le llaman con verdad”. No fuera provada para nuestra doctrina la fe del justo Abraham salvo con la tentación, donde con el espíritu tribulado sacrificava su fijo por obediencia fiel y tal fijo muy amado del qual eran prometidas tan grandes felicidades como ser bendichas en su simiente nuestro redentor todas las gentes. Mas porque de las tribulaciones desta vida nascen todas las prosperidades eternas, concluyré con el apóstol que dixo “no son tan dignas las pasiones de este siglo y tribulaciones que merescan ser yguales a la gloria que nos será revelada en el cielo”, porque por muchas tribulaciones, como dixo sant Lucas en los autos de los apóstoles, conviene entrar en el reyno de los cielos. Eso mesmo dixo san Pedro en su canónica: “gozar vos en Jesucristo para siempre si agora en esta vida de tan poco tiempo en diversas tentaciones oviér[e]des tristezas para en prueva de vuestra fe, que es más preciosa que el oro provado con el examen del fuego, así lo avía dicho el sabio en el Eclesiástico, “así como el forno prueva los vasos del maestro, así prueva los ombres justos la tentación en la tribulación”. 474 [Fol. xxxix] Capítulo XXVII: de la conclusión y fin del tratado Recógase ya tu espíritu, princesa ilustrísima, al puerto saludable después de las ondas furiosas de la adversidad de los consejos y exemplos divinos y no te ofenderán pensamientos de los bienes que con la cresciente de la fortuna o con su menguante se nos allegan o fuyen, así como los estados fijos, riquezas y marido. Desvía pues ya los cuydados de las pérdidas sin remedio de tu sentido, vénçale tu razón poderosa si quiesieres abivarla con tu sano juyzio, abraça los divinos consejos tan consolables para los que se encomiendan a Dios, mira quán breves son nuestros dolorosos trabajos, quán largos los gualardones eternos para los justos que menosprecian la poca firmeza de las cosas corruptibles. Aplica tus deseos a las promesas divinas, da pasto dulce de paz a tu voluntad que con caridad començará a gostar los bienes perdurables. Lloren sus muertos la carne y sangre corruptibles cuya esperança muere con ellos. Bive por espíritu y menospreciarás tu carne y entonces olvidarás los bienes temporales, abraçarás los espirituales. Tu esposo espiritual Jesucristo es quien bive para siempre. El esposo carnal no duró más del tiempo de la vida mortal, así lo dixo el apóstol. Por muerte del varón suelta es la muger de la ley del matrimonio. Ca en el cielo no casan ni son casados los santos como dixo el redentor. Y a la carne después de la universal resurreción no terná la corrupción que tiene en esta vida, ni se incitará a torpes deseos, será en sus obras amiga del espíritu y obediente sin defecto de apetito carnal. No repetas en tu coraçón lo que te fue por tan pequeño tiempo prestado. Ya dexó aquel príncipe su pesar, la vida llena de congoxas y su amargura, no aceptes aquellas tú, de las quales ya es libre él; dolorosa sería la tal herencia. Partióse de su consorcio matrimonial, no te queda ya que desees salvo tener paz de tus congoxas y aredrar de tu pensamiento pesar [Fol. xxxix v] que no espera remedio. Por la división del ánima y cuerpo que se llama muerte es ya para siempre su división y la tuya. El mejor remedio es saber que su mal no lleva remedio y tus congoxas los tienen muy aparejados y prestos los remedios si tú los recibes de ti mesma. Aplaca tus cuydados y vencerá tu espíritu la sensible memoria de tus quexas. Si remediases la pérdida de él con tus fatigas, sería consolación para ti, remediando a él con tu trabajo, mas donde dañas a ti sin aprovecharle a él, son dos pérdidas que fazes de una y ambas tuyas, pues tú sola las sientes, porque la tristeza te consume a ti y no relieva su caýda. Esfuerça tu razón, doma tu sentido flaco y no ternán manos contra ti las sensibles congoxas. Comience tu discreción ya a retraher de tus estrados las sobrehazes de tristeza que son aparatos dolorosos que rezientan tus tristezas y renuevan más dolores que mortifican la flor de tu juventud, sin remedio por venir. El tiempo te muestre la clara certidumbre del remedio que pueda esclarescer tu coraçón, acuérdate que en el medio de tu dolor tovieron gloriosas victorias el rey y la reyna, tus padres esclarescidos, y como en nuestra edad por sus vencimientos gloriosos ha ensalçado y magnificado nuestro señor su santísima fe y han estendido sus reynos e ilustrados sus coronas. Goza, pues, de estos inmortales dones en quien tienes parte tan cercana siendo fija primogénita de sus altezas. Recobra en tu seno la razón, que desparze con discreto juyzio y despide los pesares inútiles y sin fruto, abraça las divinas escripturas que penetran las fieles entrañas, gosta las consolaciones suyas, ca su dulcedumbre pone en olvido los bienes perescederos. Son las palabras de Dios muy dulces como dixo el profeta: quam dulcia faucibus meis eloquia tua. Con este suave sabor se mitigarán las llagas de tu sentido, que menos sanan quanto más se refrescan porque su movimiento las renueva y enduréscelas el olvido. Así se adormescerán en tus pasiones que como nubes se interponen en nuestra razón y afuyentan los conortes divinos. Considera con discreción quanto con esta tribulación tienes opriesa y humillada tu real magestad, mas que convenga a la gloriosa prosapia de la casa tuya real, ni al plazer de tus tan altos padres. Satisfaze ya a ti mesma con tus prolixas angustias, que ya el mundo asaz está satisfecho y an conoscido quantas fuerças tenía el amor tuyo y del que te puso con tanto tormento y se maravilla de tu constancia en dolor y amargura tan superfluos, guarda que el excesivo dolor es vezina de grave caýda, que no espera remedios, más puede dañarte tu pesar que la muerte te dañó, ya vees que el término tiene breve la vida nuestra y tú pones en braços para que no vaya 475 donde puede segúnd la naturaleza. Ciegas la lumbre de la razón, con que nos movemos al fin deseado, ayudados con gracia de Dios. Pon ya fin a tus fatigas, pues nos muestra la experiencia no trabajar donde es vano nuestro afán. Todo buen consejo nos es saludable, la salud abhorresce el pesar, que del gozo de la vida nos arriedra, porque todo el tiempo que tristeza ocupa pierde nuestra vida. Alégrate, pues, [Fol. xl] a ti mesma, porque tu plazer alegrará a los que te aman, no ocupes a tantos en tristeza con tu pesar que fiere a los que desean tu bivir y biviendo reynarás aquí en carne y en el cielo en el espíritu; perdona mi pluma si fuere molesta, que con deseo de tu servicio, estendió más que devía su estilo. 476 [5] Suma de paciencia Andrés de Li Zaragoza, Pablo Hurus, 14936 [a. ij.] Summa de pasciencia dirigida a la serenísima y muy ilustre sañora [sic] la señora doña Isabel de Castilla y de Aragón, princesa de Portugal, por su devoto y muy afectado servidor, Andrés de Li, ciudadano de Çaragoça. Prólogo En el valle de lágrimas donde moramos, excelentísima y muy ilustre princesa y señora, sospirar y gemir es lo que tratamos. La iglesia lo canta y con tal embaxada saluda a la siempre virgen y madre del eterno hijo de Dios. Lloramos todos quando nascemos, afanamos mientre vivimos y sospiramos quando morimos, por forma que siendo, como reza el glorioso Bernardo, concebidos en culpa, nascidos en pena y viviendo en continuo trabajo, llanto y tribulaciones, ocupan los fines y postrimerías de todos, no hallándose lugar ni tiempo vazío de dolor y de angustia. Ni presuma nadi, muy esclareçida señora, dende los ínfimos y pastoriles tugurrios, hasta llegar a los sobervios palacios y sillas reales, de se poder eximir de afanes y lloros. Piense agora vuestra excelencia qué provecho truxo el rey Alixandre de Macedonia haver por su esfuerço ganado la mayor parte del mundo y con presumpción temeraria hecho se adorar como Dios, pues no pudo escarpar [sic] de morir por manos de sus criados. A quién no pusiera espanto la desmesurada sobervia de Xerses aquel tan potentísimo rey de los persos, del [a. ij. v] qual las antiguas hystorias escriven tan crescidas prosperidades que sienten más de milagro que de cosa que por naturaleza se pueda creer. No pudo con todo eso desviar que al fin cercado no muriese vergonçosamente por manos de su mesmo capitán y criado. Quién no se maravillara de César Augusto, gloria y cimiento de todo el imperio romano, cuya potencia, clemencia y riquezas en opinión de todo el mundo le havían ya raydo del número y consorcio de los mortales. Todo a mi ver fue vanidad pues no pudo por ello escusar que crudelísimamente sus mesmos vasalos no le matasen. Luengo proceso sería, ilustrísima señora princesa, y de intolerable trabajo, escrivir las miserables caydas de los que pasaron y dexando aparte los que no tuvieron conoscimiento de Dios. No sabemos aun en todo el Nuevo Testamento reyes ni príncipes ni aun los que han sido canonizados por santos que se hayan podido salvar de no ser trabajados. Si contemplamos luego los príncipes y fundadores de la yglesia santa y cathólica, podrá ver vuestra serenidad Pedro con las llaves del cielo crucificado, a Pablo descabeçado, desollado a Bartholomé y a todos los otros apóstoles sanctos muy mal tormentados. Verá todos los mártyres con mil maneras de muertes despedaçados. Verá muchos otros hermitaños y religiosos devotos por luengos tiempos temptados y muy tribulados. Y verá más para gloria y consuelo de aquestos y de todos nosotros como por nuestra salud no plugo a nuestro Dios y señor perdonar a su glorioso fijo unigénito al qual por tribulaciones y [a. iij.] muerte muy vergonçosa convino que entrase en su gloria. Pues si el piadoso Jhesu, por redimir nuestras culpas y por esforçar nuestra flaqueza, quiso por nos dar enxemplo de humildad y pasciencia, de buena gana sufrir y morir, ¿quién será tan despiadado que, olvidando su propia salud, no desee junto con Él ser pasciente y humilde? Por humildad sabemos que ganó nuestra señora ser madre de Dios. Sabemos que por pasciencia mandó nuestro redemptor y maestro a sus apóstoles que poseyesen sus almas y no queremos saber con lo más baxo del suelo ganar lo más alto del cielo. Muchos supieron, muy esclarescida señora, sojuzgar grandes provincias y reynos, como escrive vuestro buen cordovés, mas muy pocos vimos con pasciencia haver supido sojuzgar así mesmos. 6 Del incunable de Hurus se cuenta con un ejemplar incompleto en la BNE (INC/1467), al que le falta el último de los cuadernos que forman la edición. Esta carencia se suple con el texto del posincunable, del que hay un ejemplar en la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial (31-V-47), del que nos hemos valido para completar la edición del texto, puesto que son prácticamente nulos los cambios entre ambas ediciones (sólo afectadas por usos tipográficos y ortográficos, pero sin adiciones o supresiones de texto). 477 Por ende, no sin alto misterio y profundo juyzio plugo al aterno Jhesu que en tan tierna edad sintiese vuestra majestad la mano divina, porque conosciese que no era la sangre real ni los reynos ni los delicados destradas [sic] de Sardanápalo, los que le podían asegurar el renombre tan famoso de humildad que por todo el mundo tiene ganado, mas solamente la paciencia, la qual jelo ha tesorizado del continuo y luengo recuerdo de los aprobios y tormentos de su santa y sagrada pasion ca no es menor martirio, como escrive Gregorio, la luenga tribulación que la brevedad de la muerte. Y porque las virtudes que por diuturna malignidad de los tiempos estavan en los palacios y sangre reales quasi sepultadas y medio adormidas, con la humildad y paciencia de vuestra majestad abivasen sus prístinas [a. iij. v] fuerças con muy sobrada gloria de todos los reynos y gente de España. Y con actos a la misma fama admirables. Proponiendo yo por ende mucho más atrevidamente de lo que a mi saber y esfuerço conviene blasonar algo de aquesta más celeste que hamana [sic] virtud para socorro y consuelo de los que sufren trabajos sin letras, conosciendo con Jerónimo mi trabajo por piadoso y por muy peligrosa la presumpción con el acatamiento y reverencia que conviene, deliberé suplicar a vuestra serenidad le plega otorgar a la presente obrezilla su auctoridad y nombre real pues salteada de los graves insultos de nuestra humana flaqueza para el conoscimiento de Dios no le han sido necesarias las amenazas del rey Ezechias ni el abivar de las llamas de las estopas de los santos pontífices ni mucho menos la eleción de las piedras que para el recuerdo de su sepultura se solían presentar en su primera coronación a los antiguos emperadores. [a. iiij.] Capítulo I: cómo por la paciencia reciben consolación en las tribulaciones los siervos de Dios Conosciendo los santos y cavalleros escogidos de nuestro redemptor y maestro Jesu, serenísima y muy esclareçida princesa y señora, con aquel vaso de eleción escogido san Pablo que de la tribulación nasce la paciencia, de la paciencia la probación y de la probación la esperança, la qual no es frustrada, porque la caridad es derramada en nuestros coraçones por el spíritu santo, deleytáronse y recibieron gloria muy señalada en las tribulaciones y penas que padescieron por tres razones y respectos muy principales. La primera, por una nobleza y gentileza de coraçón, conosciendo que a los cavalleros esforçados de Xristo conviene más disponerse a la batalla de los trabajos y angustias que al reposo de la prosperidad. Como reza san Pablo: no mande Dios que yo reciba o halle gloria, salvo en la cruz de nuestro señor Jesu Xristo, a saber, es en la predicación de Xristo crucificado. Ca así como Boecio escrive, el sabio puesto al examen de la fortuna no se deve turbar mas como cavallero animoso gozarse con la nueva del pelear y mucho de mejor gana como Séneca lo escrive, oyr el son de las trompetas que le despiertan y le aganan a la batalla que el de los ministriles que le llaman y le incitan a solaz y deleytes. La segunda razón es porque por la paciencia [aiiij v] son fechos semejantes a nuestro salvador y maestro Jhesu, cuya vida fue toda llena de dolor y de cruz y maravillosamente se gozan de ser con él y por él tribulados y ninguna cosa les pareçe más noble y más gloriosa, como reza Bernardo, que levar continuamente consigo sus oprobrios y llagas ca así como ser armado de las mesmas armas del rey es al privado gloria y honor muy sobrado. Así al xristiano levar en el coraçón y en el cuerpo las señales y memoria de la santa y sagrada pasión de nuestro redemptor y maestro es bienaventurança grande y muy luzida corona. Y por ende, gloriándose de ello el bienaventurado san Pablo dezía: en todas las cosas sufrimos tribulaciones mas no nos angustiamos, somos depauperados, mas no somos destituidos, sufrimos persecutiones mas no somos desmamparados, somos desechados, mas no somos confusos, peligramos mas no pereçemos siempre traemos en nuestros cuerpos broslada la mortigacion de Cristo Jesu porque su vida se manifieste en nosotros. La tercera razón es porque las tribulaciones son muy ciertas señales para conoscer los que son amigos de Dios, como el mesmo pregona diciendo, yo a los que más amo, aquellos atormento y castigo y así lo fizo a sus mesmos apóstoles, a los quales con diversos flagellos y muertes demostró el sancto camino del cielo, como reza Gregorio, los multiplicados actos de prosperidad, preparatorio son y señales de dampnación eternal. 478 [bj v] Capítulo X: de las siete utilidades de la tribulación, acomparadas a las siete propiedades del fuego Por quanto la sagrada scriptura, en diversos lugares, llama la tribulación fuego, declaremos siete utilidades que proceden de aqueste fuego spiritual y santo acomparadas a siete propiedades y efectos que tiene el fuego material. La primera propiedad es que resplandeçe y alumbra, como dixo Jeremías, yo señor por la verga de tu indignación veo y conosco mi miseria y en otra parte Dios me ha embiado del cielo fuego, es, a saber, tribulación y ha me alumbrado ca la ceguedad de los ojos por la culpa, la pena, la quita y la alumbra y aquella iluminación fue figurada por la iluminación de Tobías, fecha con la fiel del pescado, la qual significa la amargura de la tribulación ca vemos muchas vezes que los hombres que la continua salud y prosperidad los saca de seso y que no conocen a Dios y con una dolencia o adversidad castigados, buelven a tener noticia de sus defectos y cobran la lumbre del conoscimiento de Dios, por la qual dize [c ij] el profeta Ysayas la vexación abre y claresce el entendimiento así como la prosperidad lo ciega, mostrólo el gran capitán y maestro Jesú quando mirando la ciudad de Jerusalém, la qual estava en gran prosperidad y triumpho, llorava sobre ella diciendo, si conoscieses las cosas que han de venir sobre ti llorarías. Lloró pues el piadoso Jesu, dando a entender que la prosperidad grande havía quitado a los de aquella ciudad el conoscimiento de su estado tan peligroso. Y por ende, dize Salomón en los proverbios, la verga de la corección da seso a los que la prosperidad fizo necios. El segundo efecto es ablandescer, ca así como el fuego material faze muelles y regala los duros metales, así la tribulación mezclada con paciencia y piadad ablandesce los coraçones duros y fuertes. Como Job tribulado dezía, Dios me ha encendido y mollificado el coraçón. Por eso vemos continuamente que los hombres que han pasado tribulaciones y males han mayor piadad y misericordia a los tribulados, que los que no supieron que cosa es dolor ni tormento, por lo qual el caraçón [sic] áspero y cruel apurado con el fuego de la tribulación se faze muelle y se ayunta mejor con la misericordia, como suelda mejor el metal después de ser derretido. El tercero efecto es que fortifica, ca así como el fuego material cueze y faze dura la tierra así el hombre acostumbrado y criado en la tolerancia de las tribulaciones se recueze y se fortifica en ella, ca así como dize el apóstol, como la prosperidad cría los hombres muy delicados, así la tribulación los faze constantes y muy pascientes. El quarto efecto es destruyr y romper, ca así como el fuego quema y destruye qualquier [c ij v] cosa que alcança, así la tribulación rompe y destruye qualquier atamiento de la mundana afición. Y como arriba diximos, la tribulación quasi por fuerça nos aparta del amor que a las cosas de este mundo tenemos, quitándonoslas quando más las amamos. Y aquesto es aquel cortar del árbol que reza el sagrado evangelio, todo sarmiento que no levara fruto será cortado o podado porque dé mejorado fruto, ca muchas vezes acaesce ser el hombre bueno y tiene consigo alguna afición mala, la qual le da empacho en la operación virtuosa, a saber es que amará alguna cosa del mundo tanto que le terná atado de forma que olvida el servicio de Dios, misericordia faze con él si le corta aquel sarmiento malo o aquella atudura [sic] que así lo ciega y embarga, porque mejor dende adelante por entero se pueda ayuntar con el amor de Dios y con su santa dotrina. Aqueste beneficio sintió de Dios Ezechiel, propheta, el qual, como amase en demasía a su muger le dixo: yo quitaré tu deseo delante tus ojos y luego agora de viésperas murió su muger y mandóle Dios que no la llorase, por darnos a entender que quando Él nos quita aquello en aqueste mundo que más amamos, no devemos por ello llorar, mas con paciencia y humildad renderle gracias de lo que de Él recebimos. Y sobre aqueste paso de Ezechiel dize Polemio: dura cosa es que Dios a sus escogidos quita las cosas que tienen más deseadas y otorgalas a los reprovados armándoles como lazos donde perezcan y así vemos infinitas vezes muchos que en estado ínfimo eran buenos o no muy malos viviendo después en prosperidad son estremadamente malos y muy perversí [c iij] simos y a las vezes por el contrario los que estando ricos y prósperos eran iniquos y malos con pobreza y miseria tornan muy perfectísimos. Bien paresce pues claramente que la tribulación es fuego que desfaze cualquier atadura e quita cualquier impedimento de lo transitorio e mundano. Por ende dize Gregorio que por divina dispensación acaesce que los graves y envejecidos vicios la luenga tribulación y miseria los quema y consume. Y así, considerando las miserias y adversidades que el mundo trae consigo 479 conocer, devríamos que nos aborresce y no sería razón fuese de nosotros amado y como la ama quando quiere desmamar el criado pone en las tetas algunas cosas amargas y de mal sabor, así nuestro redemptor y maestro para desmamarnos de la leche de las vanas delectaciones de aqueste mundo transitorio y caduco pone en nuestros coraçones y pensamientos la amargura y mal sabor de la tribulación y dolores. El cinqueno efecto es provar ca así como en el fuego los metales se apuran y pruevan, así prueva la tribulación al hombre como dize el Ecclesiástico: así como en la fornal del fuego se prueva el oro, así se prueva el justo y se esmera en el fuego de la tribulación, como el ángel dixo a Tobías: por quanto eras a Dios muy aceptable por ende quiso que la temptación te provase, lo qual conosciendo el santo David dezía examinado nos has señor con el fuego de la tribulación y paciencia como se examina la plata y poco después pasaste nos señor por fuego y por agua y traxistenos después de tu refrigerio. Y como dize Gregorio, verdaderamente es la tribulación la prueba del amor de Dios, ca alguno puede [c iij v] ser humilde y amar a Dios y puesto al examen de la tribulación fallesce y pues en la tribulación no lo amamos, señal es que no era verdadero el amor ca Dios deve ser amado puramente y por sí mismo de amor verdadero y ardentísimo, cuyas llamas como se reza en los cánticos, ninguna tribulación ni muerte puede amatar. Por eso dize Gregorio: la pena que sufrimos nos la da a entender si conoscemos la culpa, quiere dezir que quien conosce la gravedad del pecado, ninguna pena le paresce mayor, ni ahun suficiente a lo que meresce. Y eso es lo que Bernardo y otros muchos sanctos dixieron, reprendiendo los impacientes a los quales siempre paresce tienen mayores tribulaciones de lo que ellos merescen, pues concluyr se puede fablando generalmente de la tribulación que es instrumento para provar la virtud y mayormente el amor de Dios, por lo qual prueva Dios al que escoje por fijo y heredero suyo y tócalo como fizo Ysach a su fijo Jacob que le dixo: ven acá, fijo mío, que yo te quiero tocar y provar si tú eres mi fijo a quien yo tanto amo. El sexto efecto es purgar y afinar ca así como el fuego purga y apura el fierro y los otros metales de las escorias y superfluidades, así la tribulación apura y afina la piensa y actos del verdadero cristiano. Onde dize Gregorio: que aquello que faze el açote al niño y la lima al fierro y la fornal al oro, aquello mismo faze la tribulación al justo el qual si con aquello no queda paciente y corrigido, perderse puede toda buena esperança de él, como en la plata del alquimia, la qual quanto más se pone el fuego en ella, como cosa mal, evanesce en vapores y humo. El fuego ahun es de con [c iiij] dición que purga el mal ayre y consume la humidad de aquel, la qual es causa de muchas dolencias y así la aflición deseca en nosotros los corruptos y humores del vicio y consierva la salud de la piensa. Y por ende es acomparada la tribulación a la mirra, ca así como la mirra conserva los cuerpos de corrupción y hedor, así la aflición nos preserva de la corrupción y infeción del pecado. Por ende vimos que Adám en los deleytes del parayso, cayó, el qual después reconsilió la miseria, así la infelicidad es xarope maravilloso para purgarse de vicios y para restituyr y conservar la salud de la piensa. El seteno efecto es que humilia y buelve en ceniza quanto alcança: assí la tribulación humilia y buelve en ceniza y en conoscimiento de Dios el coraçón duro del pecador, en tal manera que ninguna cosa tiene por dificultosa ni áspera, pues con ella cobra consolaciones divinas y assí leemos de sant Juan evangelista que entonce fue arrapado para ver las maravillas del cielo, quando fue tribulado y puesto en exilio y los ángeles entonces vinieron a ministrar al eterno Jesu, quando fue en el desierto temptado. Y por ende dize el psamista, según la multitud de los dolores en mi coraçón, tus consolaciones, señor, alegraron mi alma. Eso mismo san Pablo, como abundan en nosotros las tribulaciones por Jesu Xristo, así por él sobreabundan nuestras consolaciones, y como el fuego sube naturalmente arriba, así el fervor de la tribulación relieva en alto nuestra piensa en el conoscimiento de Dios. Y concluyendo si bien lo miramos así como el divino fuego nos da la tribulación los siete dones del espíritu santo. A saber, es el don de [c iiij v] la sciencia, dando nos lumbre y conoscimiento de nosotros mismos y del mundo engañoso. El don de la piadad y misericordia, mollificando el coraçón y faziéndolo piadoso. El don de la fortaleza, insultando en él y provándolo con cosas adversas. El don del consejo, rompiendo qualesquiere vanas cogitaciones y observando los consejos santos de Xristo. El don del entendimiento, purificando la piensa, relevándola en alta contemplación. El don de la sabieza, dándole merescimientos de gustar el sabor de las consolaciones divinas. El don de la humildad, humiliando el coraçón por temor y filial reverencia. 480 [Epílogo] [i8] Hora es ya que tome reposo la péndola, excelentísima y muy ilustre princesa y señora, pues del servicio quanto quiere pequeño de vuestra serenidad queda muy gloriosa. E como quiera que pregonen silencio en los propios loores, los simulados ypócritas, los quales ahun en lo mismo que escrivieron, no callaron sus nombres, no çufre a mi ver reprehensión, señora muy excelente, el comedido e honesto loor. Cierto soy peligrara aqueste mi pequeño trabajo en tan desefrenados tiempos e a la malaves podrá desviar los maliciosos bocados de los pozoñosos e invidos, los quales como Séneca escrive, ladran y muerden más por costumbre que por verdad ni razón. Servirá para mi consuelo e esfuerço lo que Santiago nos reza, que las lenguas nadi las pudo bien enfrenar. E porque conozca vuestra serenidad que me arreo de obrar lo que escrivo, la pasciencia está para todo. 481 [6] Romances portugueses a la muerte del príncipe de Portugal7 (1) «Princesa estava à janela / casadinha de oito días» 1 Princesa estava à janela casadinha de oito días Por alli passou um pombo branco: -Oh, qué novas me trazias -Qué novas trago à senhora com vontade de chorar Vosso marido é morto em reinos de Portugal. 5 Caiu d’um cavalo abaixo encima d’um lajear Arrebentou fel o bofe tá em ponto de expirar. Mulher assim qu’ouviu isto logo tratou de andar Suas saínhas nos braços sem las poder atracar. -Tem de vindes, mulher minha? Vens m’acabar de matar 10 Inda assim eres criancinha inda poderes casar. -Casar é que já não caso termino sem abrigo e já não torno alcançar a prenda do meu marido. -Chama-me aquele doutor que va pela aquela rua abaixo Que lhe quero preguntar se o mal de amores tem cura. 15 -O mal de amor não tem cura que é um mal enviolado (?) Quem morre de mal de amor não se enterra em sagrado Enterra-se em campos verdes onde forem lembrados À boca da sepultura um retrato mal tirado Para quem passar dizer: -Já morreu o malfedado!8 (2) «Casadinha de outo dias, / sentadinha à janela» 1 Casadinha de outo dias, sentadinha à janela, vira vir um cavaleiro com cartinhas a abanar. -Que trazeis vós, cavaleiro, que trazeis p’ra me contar? -Senhora, trago-vos novas muito caras para as dar. 5 -Quando vós de as dares, que farei eu de aceitar! -Vosso marido caiu no fundo do areial; rebentou-lhe o fel no corpo, está em risco de escapar. Se o quereis achar vivo, tratai já de caminhar. Cobrira-se com o seu manto, tratara de caminhar; 10 as servas iam trás ela, cuidando de a não alcançar. O pranto que ela fazia pedras fazia abrandar. Respondeu-lhe o marido do lugar aonde estava: -Calai-vos, minha mulher, não me dobreis o meu mal; tendes pai e tendes mãe, podem-vos tornar a levar. 15 Ficais menina e moça, podeis tornar a casar. -Esse conselho, marido, eu não o hei-de tomar; hei-de pegar numas contas, não farei fim a rezar. -Abri lá esse portão, o portão da galhardia, para a senhora entrar, senhora Dona Maria. 20 -Chamem-me triste viúva, apartada da alegria, 7 Salvo excepciones, como el caso del romance (1), todos estos romances son tomados del proyecto en línea denominado Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico (Pan-hispanic Ballad Project) y a su número de catalogación remitimos en nota al pie: https://depts.washington.edu/hisprom/espanol/. [Consulta 29 de febrero 2016]. 8 Este romance se encuentra registrado en la Fundación Menéndez Pidal. 482 que me morreu um cravo a quem eu tanto queria. Ele não morreu na guerra, nem em batalha vencida; morreu, morreu cá em terra, num poço de água fria9. (3) «Casada de outo dias, / à janela foi chegar» 1 Casada de outo dias, à janela foi chegar; viu vir um cavaleiro, tão de contente a mirar. -Que novas traz, cavaleiro, que novas traz p`ra me dar? -Novas vos trago, senhora, má nova é de contar, 5 vosso marido é morto, caiu no areal, rebentou o fel no corpo, em dúvida de escapar, se o quereis inda ver vivo, tratai já de caminhar. Cobriu o seu manto preto, começou de caminhar, ao pranto que ela fazia, o chão fazia abrandar. 10 Três infantes atrás dela, sem a poder alcançar. Chegando à freguesia, começou de perguntar, chegando aonde ele estava, começou de prantear. -Isto são ais da Infanta, quem tal nova lhe foi dar? Calai-vos, minha mulher, não me dobres o meu mal, 15 daqui não vos ficam filhos que vos custem a criar, sondes menina e moça, vos tornareis a casar. Pegam na mão um ao outro, ambos foram acabar. -Toquem-me harpas e violas, e sinos à reveria, para entrar a senhora, senhora Dona Maria. 20 -Já me não chamem senhora, senhora Dona Maria, chamem-me triste, coitada, apartada de alegria, que lhe morreu o seu bem, capitão de infanteria. Ele não morreu em guerra, nem batalha que trazia, morreu no areial, de poços e água fria10. (4) «Casada de oito dias, / à janela foi chegar» 1 Casada de oito dias, à janela foi chegar, vira vir um cavaleiro, com um lencinho a abanar. -Novas vos trago, senhora, mui custosas de vos dar, vosso marido é morto, na praia do areial, 5 caiu do seu cavalo, andando a passear, rebentou-lhe o fel no corpo, está em risco de escapar. Se vós o quereis ver, senhora, tratai já de caminhar. Vestiu vestido preto, por mais vagar lhe não dar, três criados atrás dela, sem a poder alcançar, 10 o pranto que ela fazia, pedras faziam chorar. Chegou à praia do areal, seu marido vira estar. -Calai, condessa, calai-vos, não me dobreis o meu mal, que o ver vosso desamparo, a minha alma faz penar. Ide-vos para Castela, onde tendes padre e madre, 15 que sondes menina nova, que vos tornem a casar. -Esse conselho, marido, eu não no quero tomar, hei-de-me ir p’ra minha casa, hei-me sentar a rezar, 9 Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico, nº. 2627. 10 Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico, nº. 5966. 483 morte que levais o conde, condessa vinde buscar11. (5) Casada de oito dias, à janela foi chegar, 1 Casada de treze dias, ‘stava na minha janela chegou uma pomba negra, que nova me trará ela? -Má nova trago, senhora, e mui triste, de chorar, vosso marido é morto, ou p’riga não escapar: 5 foi de cavalo ao chão, em terras de Portugal, rebentou lo fel do corpo, em riba dum areial. La infanta, mal lo sabe, vai a correr, a chorar, tantas damas depós dela, sem la poder avançar, chegou onde seu marido, a carpir, sem descansar. 10 -Onde vindes, vós, infanta, acabar de me matar? Inda sois menina moça, inda vos podeis casar. -Eu nã me quero casar, quero lograr meu marido nem outro tal acharia, se vos houvera perdido. Chamem-m’ aquele barbeiro, que venha aparelhado, 15 que traga lanceta d’ oiro e liga d’ oiro fiado, dê picada pequenina, dada com todo cuidado, que nã sinta ele dor, mas que fique bem sangrado. -Quer sinta, quer nada sinta, seja bem ou mal sangrado, mal d’ amores nã tem cura, matou-se d’ apaixonado. 20 Lo triste morto d’ amores, que s’ interre no sagrado, nã no interrem na terra, onde vai pastar lo gado, nem fique braço de fora, mas só letreiro pintado, p’ra quem lá passar ir ler: «Morreu triste desgraçado»12 (6) «Já casada ‘stava eu, / bem oito meses havia» 1 Já casada ‘stava eu, bem oito meses havia, e passou um pombo negro que más novas me trazia. -Novas, senhora, vos trago, más novas, de grande mal, que morre vosso marido, Infante de Portugal. 5 Caído com seu cavalo, nas ribas do areial, rebentou lo fel do corpo, lo bom infante real. E, des’í, pus-m’ a cramar, ouvido lo mau recado. -Ide lá, mestre barbeiro, ide já aparelhado, com vossa lanceta d` oiro, sua liga de brocado, 10 dai-lhe sangria pequena, nã na sinta lo cuitado. E lá me fui de carreira, las damas m’ acompanharam mas, por muito que corressem, las damas nã m’ avançaram, los meus ais, quando cheguei, lo meu infant’ acordaram. -A que vindes cá, infanta? -‘Stou aqui, ‘stou a ‘cabar, 15 ficareis menina moça, cedo vireis a casar. Eu, então, ali jurei, pola missa do missal, que nã qu’ri`outro marido, nem que lhe fora igual. Lo meu infante morreu, Infante de Portugal, ‘li perto das águas frias, nas ribas do areial13 11 Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico, nº. 5967. 12 Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico, nº. 5963. 13 Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico, nº. 5964. 484 (7) «‘Tava na minha jinela, / casada de treze dias» 1 ‘Tava na minha jinela, casada de treze dias, e passou um pombo branco, ah! que novas me trazia. -Eu vos trago novas tristes, novas tristes, de chorar, vosso marido é morto, em terras de Portugal. 5 Saltou a Dona Infante, saltou de caminhar, com sete damas atrás, sem nenhum a alcançar. -Donde vindes, mulher minha, pa’ m’ acabar de matar, ainda sois menina moça, ainda vos podeis casar. -Não me torno a casar, sem lograr o meu perdido, 10 s` eu me torno a casar, não acho tão bom marido. -Chama-me aquele barbeiro que passa naquela rua, que eu lhe quero preguntar se mal d’ amor tem cura. -Males d` amor não tem cura, não se interra em sagrado, interra-se em campo verde, donde vai pastar o gado. 15 Deixa-se um braço de fora, com letreiro retratado, para quem passar dezer: «Aqui morreu um coitado. Não morreu de calastia, nem de mal que lhe era dado, só morreu do mal d` amores que era um mal desesperado»14 (8) «Estava na minha janela, / casadinha há treze dias» 1 Estava na minha janela, casadinha há treze dias, quando passa um pombo branco, tristes novas me trazia. -A senhora que lhe trago tristes novas de chorar, que o seu marido é morto em terras de Portugal, 5 caiu no muro abaixo no dia do arraial. A mulher, que ouviu a aquilo, tratou já de caminhar, com as suas aias atrás sem as poder alcançar. -Donde vindes, mulher minha, vens me acabar de matar? Ainda és menina nova, ainda te podes casar. 10 -Não me torno a casar sem lograr os meus pedidos, que, em me casando, não acho como tu outro marido. -Chama-me aquele barbeiro que me vai naquela rua, que lhe quero perguntar se mal de amor tem cura. -Mal de amor não tem cura, que é um mal desamarrado. 15 Quem morre de mal de amor nunca se enterra em sagrado, enterra-se em campos verdes onde se apastora o gado. Deixa-lhe um braço de fora, o seu letreiro armado, para quem passar dizer: «Morreu de amores, coitado»15 14 Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico, nº. 5965. 15 Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico, nº. 9360. 485 B) DOCUMENTOS 1. El Cargo de Mendieta. Transcripción16 [S. l., s. a.] Inventario de los bienes de la reina Isabel de Portugal que fueron entregados a Mendieta. [Pliego 70, fol. A] [Cruz]. [Al margen izquierdo: Libros Mendieta. Cargo a Mendieta]. [Al margen derecho: LXX]. Lo que está en poder de Mendieta del cargo de madona Marque, que se le entregó en Toledo después de su muerte. En una arca de cuero castaño barreada de hoja de lata están las cosas siguientes: [Libros]: [Calderón] Las obras de Sant Agustín, en papel, de molde, enquadernado de tablas, en cuero negro, syn çerraduras. [Al margen derecho: Agustín]. [Calderón] Un libro de papel, escrito de molde, de marca maior, que se dize Coronica mundi, estoriado, con unas coberturas de cuero azul, syn tablas. [Al margen derecho: Coronica mundi]. [Calderón] Otro libro que se dize frey Juan de Tanbaco, De consolaçione Teologie, en papel, de molde, con unas tablas coloradas. Apreçióse en medio ducado [rúbrica]. [Al margen derecho: Tanbaco]. [Calderón] Otro libro que es la epístola que Hernán Peres de Gusmán enbió a un religioso su amigo para que romançase el diálago [sic] de Sant Gregorio, con el diálago [sic] romançado, escripto todo de mano, con unas tablas blancas viejas. [Al margen derecho: Fernand Peres]. [Calderón] Otro libro que es la Leyenda de los Santos, de papel, de molde, con unas tablas de cuero morado y las çerraduras de latón. [Al margen derecho: Legenda]. [Calderón] Otro libro que se dize Colaçiones patrum, escripto en pergamino, de mano, de latín, con unas tablas coloradas con dos çerraduras de latón. [Al margen derecho: Colationes]. [Calderón] Otro libro que se dize Visión deleitable, escripto en papel, de molde, en romançe e ystoriado, con unas coberturas moradas, con dos çerraduras de latón. Apreciáronlo en quatro reales. [Al margen izquierdo: Vendióse a Fajardo en CXXXVI]. [Al margen derecho: Visión]. [Calderón] Otro libro de papel, de romançe, escripto [tachado: en papel] de mano, De los provechos que naçen de la tribulaçión, con unas coberturas viejas de cuero coloradas. [Fol. A v] [Calderón] Otro libro sacramental escripto en papel, en romançe, de molde, con unas coberturas coloradas. [Al margen derecho: Sacramental]. [Calderón] Otro libro qu[e] es salterio de Sant Bruno, que tiene testo y glosa, de latín, de molde y papel, coverturas coloradas, çerraduras de latón. [Al margen derecho: San Bruno]. [Calderón] Otro libro por enquadernar qu[e] está metido en una funda de lienço ençerado cosido que non se sabe qué cosa es. [Al margen: Por enquadernar]. [Calderón] Un [tachado: bre] misal romano en pergamino, escripto de mano, con muchas ystorias e letras doradas, las coverturas coloradas, syn çerraduras y doradas las hojas por çima. [Al margen derecho: Misal romano]. [Calderón] Unas oras escriptas de mano, en pergamino, con algunas ystorias, las coverturas negras, syn çerraduras. [Al margen derecho: Oras]. [Calderón] Otro libro qu[e] es Regimiento de prínçipes, escripto de mano, de tinta de muchas colores, en pergamino, las letras doradas, con unas dos ruedesycas al cabo que dizen «Secretus, secretus», con unas coverturas coloradas. [Al margen derecho: Regimiento prínçipes]. [Calderón] Otro libro de papel, de mano, que comiença «Subid animun», las coverturas coloradas y una çerradura de latón. [Al margen derecho: Subid animum]. [Calderón] Otro libro de papel, pequeño, que se llama Ysaque de Syria, escripto de mano, en romançe, enquadernado en pergamino. [Al margen derecho: Ysaque de Siria]. 16 Este inventario, conocido como Cargo de Mendieta, se conserva en Archivo General de Simancas, (CMC), 1ª época, legajo 192, pliego 70. La datación no está expresa pero se fecha «en Toledo después de su muerte», por lo que puede corresponderse con el otoño de 1498. 486 [Calderón] Otro libro pequeño que hiso Pedro Marso para el rey e reyna nuestros señores, de molde, en latýn, en papel, con una covertura de pergamino. [Al margen derecho: Pedro Marso]. [Calderón] Otro libro escripto en latýn e romançe, de mano, que [tachado: se dize] hiso el abad de Raytu, en que ay XXIX çisternos de pergamino por enquadernar. [Al margen derecho: Abad]. [Calderón] Otro libro pequeño de papel, en latýn, de molde, que es la Manera de bien bevir de Sant Bernaldo, con unas coverturas moradas y unos texillos colorados y verdes en las çerraduras de latón. [Al margen derecho: De bien vivir]. [Calderón] Un misal romano en papel, de molde, con unas coverturas moradas. [Al margen derecho: Misal]. [Calderón] Un breviario chiquito escripto de mano, en pergamino, con una funda de çebtí morado y una mano de latón. [Al margen derecho: Breviario]. [Fol. B] [Al margen derecho: Ojo [tachado: LXXI]]. [Calderón] Un librico chequito de oraçiones en latýn, de mano, en pergamino, con unas cubiertas coloradas y con una çerradura de plata en que ay tres pieças e seis clavitos, que puede tener un real de plata. Tablas de oratorio: [Calderón] Una tabla de la ystoria de quando Nuestro Señor dio la ley a Moysén, en que ay seys figuras con la de Nuestro Señor, tres altas e tres baxas. [Calderón] Otra tabla del nasçimiento de Nuestro Señor, en qu[e] está Nuestra Señora e Josep e los pastores y tres ángeles. [Calderón] Otra tabla redonda que tiene a Nuestra Señora con el Niño en los braços y la teta en la boca. Está de la çinta arriba metida en una caxa de madera. [Calderón] Otra tabla redonda en que está Nuestro Señor de la çinta arriba, con unas letras que dizen «Saluator mundi» y alderedor unas rosas pintadas. [Calderón] Otra tabla redonda dorada en que está Nuestra Señora con un manto azul con el Niño en lo [interlineado: s] braços. Está metida en una caxa de madera. [Calderón] Otra tabla en que está Nuestra Señora asentada debaxo de un doser, y Sant Juan que tiene un calis en la mano con una culebra. [Calderón] Otra tabla en que está una ymajen de una muger desnuda cubierta de bello, sola en unos prados y montanas [sic] verdes. [Calderón] Otra tabla en que está Sant Antón asentado, y alderedor d[e] él pintadas muchas tentaçiones del diablo. [Calderón] Otra tabla pequeña de Nuestra Señora con su hijo en braços, de Greçia, y tiene dos puertezicas que está en la una Sant Miguel e en la otra la salutaçión. [Calderón] Otro retablico con dos puertas en qu[e] está la salutaçión debaxo de un bidrio. [Calderón] Tres tablicas de hieso, plateadas por çima, en que está en cada una Sant Antón. [Fol. B v] [Calderón] Otra tablica en que está Nuestra Señora de la çinta arriba, pintada sobre un vidrio morado. [Calderón] Otra tabla pequeña en que está Nuestro Señor atado a la coluna y una muger que ase a Sant Pedro del braço. [Calderón] Otra tabla de mala mano en que está el ofreçimiento. [Calderón] Otra tabla en que [e]stá Nuestra Señora con el Niño en los braços dormido sobre la teta, con unos rayos alderredor. [Calderón] Una tablica de plomo en que está Nuestro Señor, de bulto, de la çinta arriba, metida en una caxica pintada. [Calderón] Una redomica de plomo enforrada en cuero negro para tynta. [Calderón] Una pierna de sábana de lienço roto, que cubre lo que está en la dicha arca. En otra tal arca: [Calderón] Una cama de paramentos de olanda basta en que ay quatro paramentos de a tres piernas, cada una de lo ancho de la olanda, y tienen de largo IIIIº varas e media, guarneçidas con sus sortijas de latón. Y el çielo tiene otras tres piernas, del ancho, de olanda, y tiene de largo tres varas e tres quartas, y unas goteras del mismo ancho e de la olanda, y con unas flocaduras de seda blanca torçida. Son todos çinco, nuevos. [Al margen izquierdo: Entregóse a Juan Velázquez]. 487 [Calderón] Una pieça de bretaña en que ay diez varas. [Al margen izquierdo: Ojo. Dize Mendieta que este lienço se tomó para [faser] almarios donde [se] posyeron bavidros [se] Alcalá]17. [Calderón] Una tabla en que está la Verónica de Nuestro Señor bordada de hilo de oro e seda, con una tyra de carmesý alderredor, con unas letras de hilo d[e] oro hilado, enbuelta en un paño de lienço de bretaña roto. [Al margen izquierdo: Entregóse a Juan Velazques]. [Calderón] Un pavellón de red de hilo blanco con su capirote e con su rodaja de seda vieja. [Al margen izquierdo: Dióse a Juan Velazques]. [Calderón] Un telar con unas pieças de madera sueltas e con dos canuticos que tienen una poca de seda azul cada uno, e otro canutico con otra poca de seda morada. [Al margen izquierdo: Dióse al dicho Juan Velazques]. [Calderón] Un altabaque de palma18. [Al margen izquierdo: Dióse a Juan Velazques]. 2. El inventario de Juan Velázquez. Transcripción19 1505, junio, 11, Arévalo (Ávila). Inventario de los bienes de la reina Isabel de Portugal que fueron entregados a Juan Velázquez. [Pliego 68, fol. A] [Al margen izquierdo: El dicho cargo de Juan Velazques de las arcas que tenía el dicho Mendieta. Año de IUDV años]. En Arévalo a XI de junio de quinientos y çinco años, resçebió el dicho Juan Velazques e doña María de Velasco, su muger, en su nombre, del camarero Sancho de Paredes, un arca que era de las que tenía a cargo Mendieta, en la qual se hallaron las cosas siguientes: [Al margen derecho: LXVIIIº]. Cargo: [Al margen izquierdo: Paredes]. [Tablas de oratorio]: [Calderón] Una tabla de madera alta que tiene por de dentro los çercos dorados, y tiene la ystoria de la transfiguraçión. Apreçióse en dos ducados. [Al margen izquierdo: CCCCºXII. Consejo. Vendióse a doña Juana de Aragón en DCCL. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: Tabla. DCCL]]. [Calderón] Otra tabla un poco menor que la susodicha, qu[e] es de la estoria del nasçimiento. Apreçióse en otros dos ducados. [Al margen izquierdo: Consejo. Vendióse a doña Juana de Aragón en DCCL. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: Otra tabla. DCCL]]. [Calderón] Otra tabla más pequeña que la susodicha, que tiene en el medio una mujer desnuda con unos cabellos largos, las manos juntas y en lo baxo, en el çerco dorado, un letrero de letras negras que dize «Jeronimus». Apreçióse en çinco rreales. [Al margen izquierdo: Consejo. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: CLXX]]. [Calderón] Otra tabla fecha en arco en que está Nuestra Señora y san Juan Evangelista. Apreçióse en un castellano. [Al margen izquierdo: Consejo. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: CCCCLXXXV]]. [Calderón] Otras tres tablas pequeñas hechas en arco como la susodicha, que tiene la una la ystoria de los reyes, y la otra la ystoria de la coluna, y la otra de Nuestra [tachado: con un] Señora con un niño en braços que se duerme. Apreçióse la de los reyes y la de Nuestra Señora cada una 17 No entendemos esta explicación de Velázquez acerca de los «bavidros», término sin documentación. Suponemos que la tela se usara para guarnecer los armarios, muy posiblemente, con la intención de depositar prendas delicadas o primorosos objetos. 18 El DRAE recoge la voz ‘altabaque’ como forma desusada de ‘tabaque’, término árabe que significa “cestillo o canastillo de mimbre”, es decir, el costurero de la reina de Portugal. 19 Este inventario, a cargo de Juan Velázquez, se conserva en Archivo General de Simancas, (CMC), 1ª época, legajo 192, pliegos 68-69. La data está explícita en el íncipit: «En Arévalo a XI de junio de quinientos y çinco años, resçebió el dicho Juan Velázques e doña María de Velasco, su muger, en su nombre, del camarero Sancho de Paredes, un arca que era de las que tenía a cargo Mendieta». La particularidad de este frente al anterior está, además de presentar otra descripción de los objetos y libros que pueda enriquecer y facilitar su identificación, en la inclusión de los nombres de los compradores de los ítems, además de los precios. 488 en tresientos maravedís, y la otra en çinco reales. [Al margen izquierdo: Consejo. Yden. Fízose nómina. DCCLXX]. [Al margen derecho: [tachado: III tablas. CCCCºLXXXV. DCCLXX]]. [Calderón] Otras dos tablas redondas como espejos que tienen: la una, de la una parte, Nuestra Señora, y de la otra la Verónica; y la otra tiene a Nuestra Señora con su fijo en los braços y un manto azul [tachado: y do] en campo dorado, y alderedor en lo alto un letrero de letras. Apreçióse en quinientos maravedís la de la Verónica, y la otra en quatroçientos maravedís. Tornó a apreçiar por Filipo esta tabla de Nuestra Señora en seys reales, que estava saltado el azul e oro. [Al margen izquierdo: Consejo. Vendióse esta tabla de Nuestra Señora e de la Verónica [sic]20 al conde de Benavente en quinientos maravedís. CCCCºXIII. Fízose nómina. La de Nuestra Señora a Sebastián de Olano en seys reales. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: II tablas rendondas [sic]. D. CCIIIIº]]. [Fol. A v] [Calderón] [Tachado: Más otra ymajen tabla]. [Calderón] Una tabla redonda como las susodichas en que está Dios Padre, con unas letras junto con la mano en que dizen «salvato». Apreçióse en un florín. [Al margen izquierdo: Consejo. CCCCºXIII. Fízose nómina]. [Al margen derecho: Tabla. [Tachado: CCLXV]]. [Calderón] Otro retablico fecho en tres pieças que tiene en la de enmedio a Nuestra Señora, de Greçia, e en las puertas a San Miguel e a Sann [sic] Juan Evangelista. Apreçióse en quatro reales. [Al margen izquierdo: Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: Retablico. [Tachado: CXXXVI]]. [Calderón] Otra tabla mediana que tiene los çercos de dentro dorados e tiene en el medio a Sant Antón, y alderedor d[e] él muchas figuras del enemigo. Apreçióse en dozientos maravedís. [Al margen izquierdo: Vendióse en CC maravedís. Yden. Hízose nómina]. [Al margen derecho: Tabla]. [Calderón] Una caxica chequita pintada, y dentro de ella una medalla de latón. Apreçióse en dos reales. [Al margen izquierdo: Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: LXVIIIº]]. [Calderón] Otra tabla pequeña fecha en arco con los çercos dorados, en que está Nuestra Señora con un manto azul [interlineado: y una estrella en la cabeça] y una asyca de latón en lo alto. Apreçióse en quatro reales. [Al margen izquierdo: Vendióse a Sahagún en CXXX. Yden. Fízose nómina]. [Al margen izquierdo: Otra tabla. [Tachado: CXXX]]. [Calderón] Dos hogicas de pargamino [tachado: en] que están yluminadas de oro e azul e unas ruedas de lo mismo, e con unas letras por medio. Apreçiáronse en un real. [Al margen izquierdo: Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: II hogicas de pargamino, XXXIIIIº]. [Calderón] Más se hallaron en un papel tres portapazes de madera, los çercos plateados de plata falsa, que son todas tres de la ymajen de San Antón. Apreçiáronse todas tres en un real. [Al margen izquierdo: Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: III portapazes. [Tachado: XXXIIIIº]]. Libros: [Calderón] Un libro mediano, alto, de papel, escripto de mano, que comiença el prólogo del libro llamado Ysac de Syria, con las cubiertas de pargamino. Apreçióse en un real. [Al margen izquierdo: Vendióse a Fernando de Medina en XXXIIIIº. CCCCºVIIIº. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: I libro. XXXIIIIº]]. [Fol. B] [Calderón] Otro libro de pargamino que tiene las cubiertas coloradas [tachado: en que] que está ystoriado, en la primera hoja el rey y la reyna nuestra [tachado: s] señora [tachado: s], y escripto todo de letras azules y coloradas y verdes, y es libro que se dize Regimiento de prínçipes. Apreçiose en dos ducados. [Al margen izquierdo: Vendióse a doña Joana de Aragón en DCCL. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: I libro. DCCL]]. [Calderón] Otro libro que tiene las cubiertas coloradas, qu[e] es mediano, como breviario, escripto en pargamino, de mano, y en cada hoja dos colunas, con sus letras de oro, que comienca [sic] el dicho libro «Saluos nos fac Domine», y adelante pareçe qu[e] es misal. Apreçióse en dos ducados e medio. [Al margen izquierdo: Fízose nómina. Yden]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro]]. 20 Al conde de Benavente sólo le vendió la de la Verónica, la de la Virgen la compró Sebastián de Olano como se indica a continuación. 489 [Calderón] Otro libro pequeño que tiene las cubiertas negras, escripto de mano, en pargamino, que tiene la primera ystoria el cruçifixo, y es de Oras de Nuestra Señora y otras devoçiones. [Al margen izquierdo: Fízose nómina. Yden]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro]]. [Calderón] Un librico chequito, guarnesçidas las cubiertas de rasi [sic] morado, con unos cayrelicos de seda e una manezica de latón, que comiença «Dominica prima yn advento». [Al margen izquierdo: Fízose nómina. Yden]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro]]. [Calderón] Otro librico chequito que tiene las cubiertas coloradas, con una çinta negra e una manezica de plata, y el primero renglón es de unas letras coloradas, que son las letras del Espíritu Santo. [Al margen izquierdo: Fízose nómina. Yden]. [Al margen derecho: [tachado: Otro librico]]. [Calderón] Otro libro que tiene las cubiertas coloradas, y escripto de molde, en latín. [Al margen izquierdo: Yden]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro]]. [Calderón] Veynte e nueve çisternos de pargamino, escriptos de mano, que tiene el primero çinco renglones [tachado: de las sy] de letras coloradas, que comiença el primero «El abad don Juan, padre e regidor de las monjas de Egito», enbuelto en un paño de lienço rico. Apreçiáronse en un castellano. [Al margen izquierdo: Yden. Vendiéronse a doña Juana de Aragón en CCCCºLXXXV. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: XXIX çisternos. CCCCºLXXXV]]. [Fol. B v] [Calderón] Otro libro qu[e] es misal, que tiene las cubiertas leonadas, y es de molde, escripto en papel. Apreçióse en tres reales. [Al margen izquierdo: CCCCºIX. Vendióse a maestre Marcos Andrea en CII. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: I libro. C [tachado previo: XX] II]]. [Calderón] Otro libro escripto de mano, en papel, con las cubiertas viejas, que tiene un letrero de letra [sic] negras, que se comiença en una epístola que enbyó Fernand Peres de Guzmán a un religioso. [Al margen izquierdo: Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: Otro libro]. [Calderón] Otro libro escripto de molde, en papel, con las cubiertas [tachado: ques] leonadas, qu’es Visión deletable. [Al margen izquierdo: Vendióse a Garçi Fajardo en CXXXVI. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: Otro libro. [Tachado: CXXXVI]]. [Calderón] Otro libro escripto de molde, en papel, con las cubiertas leonadas, con unos texillos carmesýes, que comiença «Bernardi abati». Apreçióse en un florín de oro. [Al margen izquierdo: Vendióse a doña Joana de Aragón en CCLXV. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro. CCLXV]]. [Calderón] Otro libro escripto en papel, de molde, con unas coberturas leonadas, que dize, «Salteriun beati Brimonis episcopi». Apreçióse en un real. [Al margen izquierdo: Vendióse a maestre Marcos en XXXIIIIº. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro. XXXIIIIº]]. [Calderón] Otro libro escripto de molde, en papel, qu[e] es sacramental, con las cubiertas coloradas. Apreçióse en dos reales e medio. [Al margen izquierdo: Vendióse a Fajardo en LXXXºV. Fízose nómina. Yden]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro. LXXXV]]. [Calderón] Otro libro escripto de mano, de quarto de pligo [sic], de marca mayor, de letra escolástica, con unas coberturas coloradas, que comiença «Subit». Apreçióse en medio real. [Al margen izquierdo: Vendióse al bachiller de Olano en XVII. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro. XVII]]. [Calderón] Una funda ençerada con [tachado: sus escripturas dentro] escripturas dentro. [Al margen izquierdo: Yden]. [Al margen derecho: Resulta]. [Calderón] Otro libro de unas cubiertas coloradas, escripto de molde, en papel, en latín, que tienen [sic] [tachado: en la primera] unas le [sic] que dizen «Legenda aurea». Apreçióse en tres reales. [Al margen izquierdo: Yden. Vendióse a Marcos Andrea en CII. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro. CII]]. [Pliego 69, fol. A] [Al margen izquierdo: El dicho cargo de Juan Velazques del cargo de Mendieta]. [Al margen derecho: LXIX]. [Calderón] Un libro de cuberturas [sic] coloradas, escripto de mano, en pargamino, de marca maior, que comiença «Colaçiones patrun», que tiene dos texillos de seda negra. [Al margen izquierdo: CCCCºX]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro. Resulta]]. 490 [Calderón] Otro libro de los sermones de Sant Augostín, escrito de molde, en papel, con las cubiertas negras, syn çerradura. [Al margen izquierdo: Vendiose a Sandoval en CCCXL. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: Otro libro. [Tachado: CCCXL]]. [Calderón] Otro libro escripto de mano, viejo, en papel, que trata el primero capítulo De los provechos que nasçen de las tribulaçiones. Apreçiáronlo en un real. [Al margen izquierdo: Vendióse a Suero de Somonte en XXXIIIIº. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: Otro libro. XXXIIIIº]]. [Calderón] Un quadernillo pequeño escripto de molde, de letra toscana, en papel, con unas cubiertas de pargamino. Apreçióse en VIIIº maravedís. [Al margen izquierdo: Vendióse a maestre Marcos en VIIIº maravedís. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: I quaderno. VIIIº]]. [Calderón] Un libro grande de las obras de Santa [sic] Agostín, de maca [sic] maior, escripto de molde, en papel, que tiene muchas ystorias yluminadas, que tiene las cubiertas azules. Apreçiose en diez reales. [Al margen izquierdo: Vendióse a Arnao de Velasco en CCCXL. Yden. Fízose nómina]. [Al margen derecho: [tachado: I libro de Sant Augostín. CCCXL]]. [Calderón] Un retablico [tachado: que tiene] chequito que tiene la salutaçión, con un veril e dos portezuelas doradas de dentro con que se çierran. Apreçióse en real e medio. Tornáronlo a apreçiar en un real. [Al margen izquierdo: Vendióse a Sebastián d[e] Olano en [tachado: XXXIIIIº] XVII ¿?]. [Al margen derecho: [tachado] Un retablico. Resulta]. [Curiosa artificialia y material escriturario] [Calderón] Un barril de plomo guarnesçido, en una caxica de cuero negro. Apreçióse en dos reales. [Al margen izquierdo: Vendióse este barril a doña Joana de Aragón en LXVIIIº. ¿?]. [Al margen derecho: I barril. LXVIIIº]. [Calderón] Una arca forrada de cuero castaño con sus barras de hoja de lata. [Al margen izquierdo: [borrado: Yde]. CCCCºX. Fízose nómina]. 491 V. BIBLIOGRAFÍA1 V. 1. BIBLIOGRAFÍA DE FUENTES PRIMARIAS -INCUNABLES Y POSINCUNABLES Cancionero General, Valencia, Cristóbal Koffman, 1511. ____ , Valencia, Jorge Costilla, 1514. Carro de las donas, Valladolid, Juan de Villaquirán, 1542. 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Zaragoza, Pablo Hurus, s. a. pero: ca. 1498?. ____ , Vafre dicta philosophorum cum glossematis, Burgos, Fadrique de Basilea, s. a. pero: ca. 1498-1500. ____ , Vafre dicta philosophorum. Carmina cum glossematis, s. l., s. i., s. a., pero: Sevilla, Juan Pegnitzer y Magnus Herbst, ca. 1498-1500. ____ , Vafre dicta philosophorum, [s. l., s. i., s. a., pero: Salamanca, Juan de Porras, ca. 1502?]. ____ , Vafre dicta philosophorum. Carmina, [s. l., s. i., s. a., pero: Alcalá, Arnao Guillén de Brocar, ca. 1516?]. 1 Para el caso de los autores portugueses, téngase en cuenta que su entrada en las fichas de esta bibliografía vienen indizadas por su segundo apellido, según las convenciones lusas. 492 ____ , In vafre dicta philosophorum. Carmina, Granada, [Sancho y Sebastián de Nebrija], 1534. ____ , Sapientum dicta vafre et acutissime: cum glosemate Aelij Antonij Nebrissensis; nunc denuo recognita et emendata, Antequera, Antonio de Nebrija, 1577. 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