reVIsta stVltIfera de hUmanIdades y cIencIas socIales VolUmen 1, número 2, segUndo semestre del 2018 Issn 0719-983X UnIVersIdad aUstral de chIle sede pUerto montt Recibido: 25/10/18. Aceptado: 4/12/18 Santiago Armesilla es Doctor por la Universidad Complutense de Madrid dentro del Programa Oficial de Doctorado de Economía Política y Social en el Marco de la Globalización de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Dirige el Departamento de Economía, Desarrollo y Medio Ambiente del EMUI (Euro-Mediterranean University Institute) y es coordinador del Grupo de Investigación de Movilidades Contemporáneas de REEDES (Red Española de Estudios de Desarrollo) Contacto: Euro-Mediterranean University Institute (EMUI) / Universidad Complutense de Madrid (UCM). Correo electrónico: sjarmesi@ucm.es Cómo citar: Armesilla, S. (2018). Las tres vertientes del desarrollo económico latinoamericano y su influencia en la integración continental: neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo. Revista Stultifera, 1 (2), 111-126. Pá gi n a 1 1 1 Las tres vertientes del desarrollo económico latinoamericano y su influencia en la integración continental: neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo The three strands of Latin American economic development and its influence on continental integration: neoliberalism, neo- developmentalism and socialism Santiago Armesilla Conde Euro-Mediterranean University Institute (EMUI), Universidad Complutense de Madrid. Resumen Los procesos de integración continental latinoamericana se sostienen sobre tres columnas: una columna diplomática, asociada a diversas organizaciones supranacionales de integración (ALBA, Mercosur, etc.); otra columna política, que tiene que ver con diversas formas de entender el sistema político democrático; y una tercera columna, político-económica, asociada a tres modelos diferentes de desarrollo económico siguiendo escuelas económicas con recetas diferenciadas (neoliberalismo, neodesarrollismo y distintas formas de socialismo). La combinación entre política económica de desarrollo, modelo de democracia política y línea a seguir en política exterior perfila modelos de integración latinoamericana muy distintos, e incluso incompatibles entre sí. Aunque estos tres modelos contribuyen, a su modo, a la integración latinoamericana, a nuestro juicio, solo el modelo socialista contiene elementos sólidos para afianzar dicha integración a largo plazo. Palabras clave: Integración latinoamericana, desarrollo, democracia, socialismo, neoliberalismo. NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 1 2 Abstract Latin American continental integration processes are based on three columns: a diplomatic column, associated with various supranational integration organizations (ALBA, Mercosur, etc.); another political column, which has to do with different ways of understanding the democratic political system; and a third politic-economic column, associated with three different models of economic development following economic schools with differentiated recipes (neoliberalism, neo- developmentalism and different ways of socialism). The combination of economic development policy, a model of political democracy and a line to follow in foreign policy shapes Latin American integration models that are very different, and even incompatible with each other. Although these three models contribute, in their own way, to Latin American integration, in our opinion, only the socialist model contains solid elements to strengthen this long-term integration. Keywords: Latin American integration, developing, democracy, socialism, neoliberalism Los procesos de integración política, económica y cultural latinoamericana están asociados y determinados, de manera fundamental, a la organización y composición de diversas organizaciones supranacionales. Este tipo de organizaciones, que empezaron a funcionar en este sentido integrador, en la segunda mitad del siglo XX, han ido desempeñando de manera sucesiva distintas políticas muy distintas, y en muchos casos divergentes, de cara a realizar los procesos que, de manera más o menos atropellada, han permitido desarrollarse de cara a la integración latinoamericana. Como dijimos, en el siglo XX es cuando la conjugación entre integración y desarrollo se perfila en varios campos del saber, entretejiéndose entre sí e influyéndose de manera recíproca. Esta fórmula se sigue reproduciendo en nuestro siglo XXI. Con el nacimiento de la CEPAL en 1948, empiezan a organizarse institucionalmente las diversas líneas que tratan de observar, proponer y aconsejar sobre estos procesos de integración y desarrollo, y nacen las primeras estructuras interestatales que entretejen integración política y desarrollo económico. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) entre 1960 y 1968, sucedida por la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) en 1980, fue la primera organización de integración latinoamericana con un proyecto definido de desarrollo económico. Tras la ALALC surgieron el Mercado Común Centroamericano (en 1960), la Comunidad Andina (en 1969), la Comunidad del Caribe (CARICOM, en 1973), el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA, en 1975), la Organización de Estados del Caribe Oriental (en 1981), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR, en 1991), el Sistema de Integración Centroamericana (en 1993), la Asociación de Estados del SANTIAGO ARMESILLA CONDE REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X P ág in a 1 1 3 Caribe (en 1994), la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (ACTO, en 1995), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP, en 2004), el Proyecto Mesoamérica (en 2008), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR, en 2008), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, en 2010) y la Alianza del Pacífico (en 2012). Todas estas organizaciones supraestatales tienen en común su perfil integrador, pero siguen vertientes divergentes en lo que al desarrollo económico se refiere, las cuales influyen en las relaciones de estas diversas organizaciones entre sí. Estas organizaciones se mueven en el ámbito de la política exterior y las relaciones internacionales, de la diplomacia. Es la diplomacia la carta de presentación que ha iniciado las negociaciones para organizar a todos los países del continente para ponerse de acuerdo a la hora de formar parte de diversas plataformas de integración. Sin embargo, todas estas organizaciones supraestatales se han conformado teniendo en cuenta el sistema político que cada Estado latinoamericano ha desarrollado, y también qué partidos políticos gobernantes han sido los que han priorizado la creación de determinadas organizaciones por encima de otras. Al mismo tiempo, la conjugación entre el modelo de integración latinoamericana que representa cada organización supraestatal y el modelo de Estado y el tipo de Gobierno que tenga cada país se perfila de manera más acusada con el modelo de política económica, esto es, de desarrollo, que siga cada Estado miembro de cada organización supraestatal de integración. Así pues, podemos decir que los procesos de integración latinoamericana se sostienen, en tanto que edificio en construcción, sobre tres pilares o columnas. La primera, las propias organizaciones de integración ya enunciadas. La segunda, las formas de Estado y de Gobierno que han conformado históricamente cada una de esas organizaciones supranacionales. Y la tercera, los modelos de política económica implementados de cara al desarrollo económico nacional de cada país latinoamericano dentro de cada marco desarrollista e integrador de cada una de esas plataformas. En nuestra exposición nos centraremos en esta última columna, en este último aspecto. Entendemos que la política económica desarrollada por los Estados integrantes de una organización supraestatal determina, en buena medida, la forma en que esa organización manejará sus políticas de integración continental. Nosotros entendemos que pueden agruparse esas políticas económicas en tres vertientes, en principio, incompatibles entre sí tanto en la teoría como en la práctica de la integración latinoamericana. Esas corrientes NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 1 4 serían el neoliberalismo, el neodesarrollismo y el socialismo. Analizaremos los lineamientos fundamentales de cada una de estas corrientes en lo sucesivo. Planteamiento de la cuestión Existen diversas obras que han tratado sobre el impacto de las políticas económicas de desarrollo en diversas naciones latinoamericanas en lo que respecta al papel de esas naciones en cada una de las organizaciones de integración a la que pertenecen. Cabe citar trabajos recientes como el de Pérez Gañán (2015), que se centra en los casos del desarrollismo ecuatoriano (Sumaq Kawsay, buen vivir) y boliviano (Suma Qamaña, convivir bien), siendo el primer caso un modelo de política económica neodesarrollista y el segundo un modelo socialista, según la clasificación que utilizamos en esta comunicación basada en la obra de Claudio Katz (2016); ambos repercuten en las organizaciones supranacionales de integración en que están inmersas, particularmente ALBA- TCP, ALADI, CELAC, SELA, ACTO, UNASUR y Comunidad Andina, que son las que ambas naciones comparten. Si bien el trabajo de Pérez Gañán se centra en el campo antropológico sobre cómo afectan estas políticas económicas a la población llamada indígena en ambos países, su estudio es interesante en lo que respecta a cómo determinadas políticas de desarrollo económico afectan a determinados grupos poblacionales. Nosotros, como hemos dicho, y siguiendo una metodología económica materialista, seguimos la clasificación de Katz en lo que respecta a las distintas vertientes del desarrollo aplicadas en Latinoamérica. En su obra ―y basado en autores tanto de cada una de las corrientes analizadas como en otras que han logrado clasificar cada una de ellas denotando los perfiles claros de cada vertiente― Katz distingue tres modelos distintos de desarrollo económico aplicados en distintos países y en distintas organizaciones supraestatales. Y analiza, dentro del marco de cada país y de cada organización supraestatal de integración, la solidez de cada una de estas propuestas de desarrollo, también en su interacción con el resto del mundo. Exposición En la distinción de Katz entre vertientes del desarrollo económico se distinguen tanto escuelas como autores, así como medidas concretas de política económica y su aplicación a países y plataformas supraestatales concretas. La primera vertiente, llamada por Katz la del neoliberalismo, es aquella caracterizada por la recomposición de la tasa de ganancia del capital sobre sus productores directos, los trabajadores (Hirsch, 1996). Aunque esta definición SANTIAGO ARMESILLA CONDE REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X P ág in a 1 1 5 surge de estudios económicos de las décadas de 1980 y 1990, las políticas neoliberales en América Latina empiezan a implementarse a mediados de la década de 1970, anticipando incluso políticas desarrolladas más tarde en otras latitudes, como Europa occidental y la Norteamérica anglosajona. Durante la dictadura militar chilena de Augusto Pinochet (1973-1990), este recibió la asesoría económica de Friedrich August von Hayek, discípulo de Ludwig von Mises y miembro de la Escuela Austriaca de economía, y de Milton Friedman, miembro eminente de la Escuela de Chicago, ambas neoliberales. Podemos definir neoliberalismo, si tomamos en cuenta a estas dos escuelas, como aquella corriente de la teoría económica y política dentro del liberalismo que, a diferencia del liberalismo clásico y de la Escuela Clásica de Economía (William Petty, Adam Smith, David Ricardo, Jon Stuart Mill, etc.) y su diferenciación de ámbitos entre Estado ―o política― y mercados, se caracteriza por acentuar la racionalidad del mercado por encima de la racionalidad política, supeditando esta a aquella, al entender que la racionalidad económica es la racionalidad por antonomasia. Por ello, la racionalidad gubernamental neoliberal, en palabras de Foucault (1979), será ante todo una racionalidad económica, tomada como natural, con base en ideas como el homo oeconomicus, que minimizará o tenderá a eliminar cualquier tipo de relación institucional no económica que, en la práctica, anularía la racionalidad natural del mercado capitalista, basada en la propiedad privada de los medios de producción y en la libre iniciativa individual. Por utilizar una analogía religiosa, si el liberalismo clásico defendía la separación entre mercado y Estado al igual que la separación Iglesia-Estado clásica del cristianismo católico, el neoliberalismo defenderá la supremacía del mercado sobre el Estado al igual que el cesaropapismo y de toda confesionalidad religiosa estatal. Por ello, en resumen, las políticas de desarrollo neoliberales tenderán a supeditar lo político-estatal, desde lo diplomático hasta la relación misma entre los tres poderes ejecutivo, legislativo y judicial, a la racionalidad del mercado, considerada natural. ¿Y por qué será considerada natural? Porque el neoliberalismo entenderá la racionalidad natural del ser humano como aquella que tenderá a buscar el placer evitando el dolor, lo que en el campo económico se concretará en la formulación teórica de la teoría de la utilidad marginal (Armesilla, 2015). El idealismo, tanto en su vertiente más subjetivista radical de la Escuela Austriaca, o en su vertiente más objetivista con la Escuela de Friburgo o con la filosofía de Ayn Rand, sin desdeñar términos medios como la ya mencionada Escuela de Chicago, será la doctrina fundamental del neoliberalismo. La evitación del dolor se asociará a la evitación de toda política intervencionista del Estado sobre la racionalidad del mercado. Y de ahí que el Estado o bien tratará de ser suprimido (solo en lo teórico desde la Escuela NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 1 6 Austriaca en su vertiente más anarco-capitalista), o bien tendrá que orientar, o incluso someter, su racionalidad propia a la del mercado, lo que Foucault llamó racionalidad gubernamental neoliberal. Curiosamente, las políticas neoliberales de desarrollo tuvieron que aplicar su racionalidad utilizando toda la fuerza del Estado a través del poder militar en Chile. Y este país latinoamericano fue el pionero en aplicar una serie de políticas económicas que otras dictaduras militares del continente también aplicaron y con similar metodología. Al acabar dichas dictaduras, las democracias surgidas después continuaron, en muchos países, con las políticas neoliberales comenzadas en aquellas. Tanto en dictadura militar como en democracia liberal, la vertiente neoliberal recortó el gasto público en políticas sociales propias de las sociedades llamadas de Estado del bienestar, aumentado con ello las tasas de interés. La justificación fue alcanzar el equilibrio presupuestario, de déficit y de demanda y oferta, de cara a la asignación de recursos, siempre tomados como escasos según la teoría económica neoclásica. Los ajustes económicos neoliberales fueron tomados como meramente técnicos, mecánicos, al más puro estilo de la escuela neoclásica. En la segunda fase democrática del neoliberalismo en Latinoamérica, “el saneamiento del escenario macroeconómico regional ya permitía abrir las compuertas de la eficiencia, desmantelando empresas estatales y eliminando protecciones arancelarias” (Katz, 2016, p. 82). Y es entonces cuando el monetarismo es sustituido en Latinoamérica por las orientaciones de la Escuela Austriaca. La apertura masiva a las importaciones tras la minimización del Estado, en naciones que desde la Independencia de España y Portugal siguen viviendo del extractivismo de monocultivo y la exportación de materias primas, independientemente de la vertiente de política económica desarrollista que se ponga en marcha, sumió a las naciones que siguieron la vía neoliberal, o bien en un estancamiento económico por décadas, o bien en un crecimiento económico desequilibrado en según qué segmentos de su economía nacional, siempre sin diversificar del todo. Las privatizaciones de empresas públicas, la flexibilización del contrato de fuerza de trabajo, la bajada de los salarios, la privatización de las pensiones en Chile, etc., fueron medidas propias de esta vertiente, todavía defendidas en tanto que entendidas como meras medidas técnicas, no ideológicas. Para el neoliberalismo, la ideología está en los otros. Según Katz, el neoliberalismo en el siglo XXI hereda todos estos elementos, pero añade nuevos. Siguiendo la estela de la Escuela de Friburgo, acepta el asistencialismo combinado con cierto gasto público para contener la pobreza absoluta y menguar la pobreza relativa. La generación de empleo, SANTIAGO ARMESILLA CONDE REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X P ág in a 1 1 7 siguiendo las recetas del párrafo anterior, permitirá, en teoría, acabar con el asistencialismo y con las dosis de intervencionismo público que se hayan desarrollado. Los modelos no son ya los dictatoriales de corte pinochetista, ni tampoco el británico de Thatcher o el estadounidense de Reagan, aunque se les tenga a todos ellos, en mayor o menor grado, como referentes. Y el marco teórico ya no es el del “fin de la Historia” de Francis Fukuyama (1993), que auguraba que la globalización de la democracia liberal y del capitalismo desregulado acabaría con los conflictos históricos que vivieron, con la caída del comunismo soviético, su último episodio. Según Katz, el actual neoliberalismo: ha incorporado además varias teorías de crecimiento endógeno, que realzan la necesidad de inversiones públicas para financiar los procesos de innovación. La tecnología ya no es vista como un bien público, neutral y exógeno, que puede ser absorbida por cualquier concurrente atento a las señales del mercado. (2016, p. 85) Esto ha permitido que el neoliberalismo actual se haya adaptado al hecho factual del Estado, no como obstáculo a su implementación, sino como necesario corolario suyo. La vertiente neoliberal ha continuado ―afianzándola― la inserción de América Latina en los mercados internacionales como proveedora de materias primas. Y ha conseguido que todos los gobiernos de la región, incluidos los neodesarrollistas y los socialistas, no se hayan salido de este modelo. Cuando México firmó el NAFTA, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con los Estados Unidos y con Canadá en 1994, el país se situó a la vanguardia de las naciones que seguían la vertiente neoliberal del desarrollo en el continente. Desde entonces, México ha afianzado su posición como proveedor de fuerza de trabajo poco cualificada y petróleo a Estados Unidos. El ALCA, el Área de Libre Comercio de América, fue un intento de expandir el NAFTA por todo el continente, excluyendo a Cuba. El afianzamiento de las vertientes neodesarrollista y socialista, a través de iniciativas de integración como el MERCOSUR o el ALBA-TCP, frenó esa expansión y acabó con el ALCA. Los tratados de comercio bilaterales entre Estados fueron el camino adoptado por la agenda neoliberal, al menos hasta la fundación de la Alianza del Pacífico en 2012, integrada por México, Colombia, Perú y Chile. Esta organización continúa implementando las medidas de la vertiente neoliberal del desarrollo, y trata de frenar la extensión de la integración neodesarrollista que puedan representar UNASUR y MERCOSUR, así como la vertiente socialista del ALBA-TCP. La Alianza del Pacífico ha supuesto, además, la aplicación contemporánea de todas las posibles recetas económicas neoclásicas en política económica. NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 1 8 Privatizaciones, apertura comercial, flexibilización laboral, gestión privada de los recursos, inversión extranjera como sustituta del ahorro interno, crecimiento de las ganancias del capital financiero y de los negocios agro-mineros de exportación (extractivismo de monocultivos), obstrucción de los procesos de acumulación de la burguesía industrial nacional dependiente del mercado interno, etc., son solo algunas de las medidas adoptadas dentro de estos países. Sin embargo, a pesar de los cambios, estas medidas vienen afianzadas por la política comercial impuesta al continente desde la independencia de sus países integrantes. Según argumenta Katz: Los defensores del librecomercio ignoran esta trayectoria histórica. Olvida que Inglaterra optó por esa estrategia cuando ya era dominante a escala mundial. […] Todas las economías desarrolladas impusieron normas de librecomercio a la periferia para asegurar la colocación de sus exportaciones industriales. Lejos de constituir un instrumento de prosperidad para las naciones atrasadas, esa apertura introdujo obstáculos a la diversificación económica y al crecimiento de la periferia. América Latina padeció el fortalecimiento de las oligarquías rentistas y el bloqueo a la acumulación sostenida del capital. Los neoliberales contemporáneos retoman las viejas críticas al proteccionismo, señalando que impide aprovechar las ventajas comparativas de cada país. Sitúan esas conveniencias en la agricultura o en la minería, como si América Latina cargara con un mandato divino de provisión de materias primas a los países desarrollados. (2016, p. 89) Como explica Jaime Osorio (2009), sin modificar la matriz histórica que obstruyó su desenvolvimiento productivo descrita en la cita de arriba, ninguna nación latinoamericana puede convertirse en una economía avanzada, pues la estructura económica de cada nación latinoamericana genera dependencia y transferencia de recursos hacia los países desarrollados. El marco de la globalización es el que ha rematado esta estructura económica. El neoliberalismo latinoamericano considera que el subdesarrollo de la región se debe a condicionantes estructurales derivados del intervencionismo estatal histórico sucesivo desde las sociedades precolombinas hasta la independencia, pasando por el intervencionismo económico del Imperio Español sobre todo y, posteriormente, la crítica a los regímenes nacionalistas, populistas y socialistas. La época de supeditación al capitalismo británico en el siglo XIX es vista como una oportunidad perdida, en vez de ser vista como el comienzo de la dependencia económica de la región. Las presidencias de Fernando Henrique Cardoso en Brasil (1995-2002), sin dejar de mencionar su trabajo teórico posterior a su inicial etapa neodesarrollista (2009), fueron las que permitieron SANTIAGO ARMESILLA CONDE REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X P ág in a 1 1 9 reimpulsar al neoliberalismo latinoamericano en su etapa democrática, que dura hasta hoy. Por lo que respecta al neodesarrollismo, primero hemos de realizar una definición del concepto. El neodesarrollismo postula la intensificación del intervencionismo del Estado para que América Latina emerja del subdesarrollo. Siguiendo parámetros keynesianos, neokeynesianos y postkeynesianos, entienden que no hay mercados fuertes sin Estados fuertes, y viceversa (Stiglitz, 2010). Sin embargo, el neodesarrollismo se enmarca dentro de la tradición neoclásica, por lo que el Estado fuerte lo será en un sentido keynesiano clásico o, incluso monetarista, combinado con una idea de mercado y competencia perfectos en la estela walrasiana-paretiana (Sunkel, 2007). A esto cabe añadir que la política económica de competencia perfecta e intervencionismo estatal es la suma que, en la coyuntura económica de las naciones latinoamericanas que deciden seguir la vertiente neodesarrollista, sirve de punto de apoyo para el crecimiento económico. El mantenimiento acotado del déficit fiscal con el objetivo de alentar la competitividad con tasas de interés decreciente y elevados tipos de cambio es la prioridad del neodesarrollismo (Katz, 2016, p. 140). También lo es evitar la sobreevaluación cambiaria que genere afluencia de divisas recibidas por los países latinoamericanos exportadores de materias primas explotadas mediante el monocultivo, así como multiplicar el empleo en las grandes urbes mediante la reindustrialización de los países. Se trata de un objetivo a conseguir mediante la reducción de la brecha tecnológica entre América Latina y el resto de geo-regiones clasificadas por Samuel Huntington y otros (Huntington, 1996). A diferencia de las tendencias desarrollistas anteriores, herederas de la CEPAL y de los estudios de Celso Furtado (1967) o Raúl Prébisch (1949), la dependencia económica, las crisis económicas y la geoeconomía centro-periferia no tendrían el papel determinante que coloca a las economías latinoamericanas en la posición en que se encuentran. Por el contrario, el neodesarrollismo, al dar prioridad al tipo de cambio competitivo con baja inflación y reducción del déficit fiscal, permite que los costes de la exportación se solventen mediante devaluaciones tributarias, restricciones al gasto público y reducción de los salarios. En este sentido, el neodesarrollismo latinoamericano reproduce las políticas económicas de los actuales Estados de bienestar de la Unión Europea en su relación con las medidas tecnocráticas recomendadas por el Banco Central Europeo (Mateo Tomé, 2015). Y entienden, además, que este tipo de medidas son necesarias para lograr la reindustrialización de América Latina. De ahí su confianza en las transnacionales extranjeras a la hora de impulsar la economía nacional. Esta cuestión ejemplifica ―a nuestro juicio― que la vertiente NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 2 0 neodesarrollista, a pesar de su apuesta por el intervencionismo estatal, está más cerca del neoliberalismo en lo macroeconómico que del socialismo en lo microeconómico. Lo que quiere decir que la asunción de la idea de competencia perfecta y óptimo de Pareto/Nash a nivel macro es común tanto en neoliberales como en neodesarrollistas; esto aleja, a nivel micro, a los segundos de cualquier política económica que siga sustancialmente los fundamentos de la economía neoclásica en su faceta más ortodoxa. Los principales ensayos neodesarrollistas en Latinoamérica se han producido en Argentina y Brasil. El paradigma neodesarrollista latinoamericano tuvo en la Argentina de Néstor Kirchner (2003-2007) uno de sus máximos exponentes históricos. La recuperación del empleo tras la crisis económica de 2001 y el corralito de 2002-2003, el crecimiento económico manteniendo la baja inflación, la reindustrialización condicionada a la continuidad de la exportación del monocultivo extractivista de materias primas, el apuntalamiento de las transnacionales en el país, la limitación de la valorización financiera, el reforzamiento de la llamada economía informal, el asistencialismo sustentado en el proteccionismo, el superávit fiscal primario, el alto tipo cambiario, las bajas tasas de interés y la expansión del consumo, entre otras medidas, fueron las características del primer periodo Kirchner en Argentina. Este tipo de medidas permitieron al país liderar las iniciativas de integración en el continente suramericano, siendo Néstor Kirchner el primer secretario general de la UNASUR, organización supranacional integrada con multitud de países pero con una clara orientación inicial neodesarrollista, compartida también por Brasil, Ecuador (donde está la sede de la Secretaría General de UNASUR, también conocida como Edificio Néstor Kirchner), al menos hasta la actualidad. En Argentina, este modelo de desarrollo pudo superar las circunstancias de la crisis económica nacional de 2001. Tratando de alentar la demanda para incentivar el crecimiento económico, el neodesarrollismo argentino entendió que el consumo impulsaría al país hacia el crecimiento autosostenido a pesar de la crisis. Pero estas medidas se vieron inviables a partir del 2011, pues el consumo no puede revitalizar la economía de un país debido a una crisis de sobreproducción descompensada con la liquidez, que es lo que ocurrió con la gran burbuja inmobiliaria estadounidense que, entre otras razones, motivó el estallido de la llamada Gran Recesión (Mateo Tomé, 2015). Con los gobiernos de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousef (2010-2016) en Brasil, en las dos presidencias del Partido de los Trabajadores del Brasil (PT), la vertiente neodesarrollista sustituyó a la neoliberal de Cardoso anterior. El PT fue, incluso, menos intervencionista que el de Kirchner. Los SANTIAGO ARMESILLA CONDE REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X P ág in a 1 2 1 contextos políticos, sociológicos, económicos y culturales de ambas naciones son diferentes. Brasil es la principal economía latinoamericana, y el PT no tuvo la presión de las organizaciones obreras y de masas herederas del peronismo en Argentina para romper con el paradigma neoliberal anterior (Katz, 2016, p. 172). Aun así, el crecimiento de las reservas internacionales, la reducción de la pobreza absoluta, el aumento del crédito, las bajas tasas de interés, la afluencia de capital, la mejora de los términos de intercambio, el apuntalamiento de la demanda, permitieron un ciclo ascendente que tuvo su punto de inflexión en el año 2006. Desde entonces, hasta el 2013, la tasa de crecimiento económico brasileña se estancó en comparación al periodo precedente, y sostenida por la expansión del consumo apoyada en un gran endeudamiento, acentuado por la Gran Recesión. El neodesarrollismo permitió a Brasil alcanzar el estatus de potencia latinoamericana y de nación emergente, lo que la ha permitido también integrarse junto a Rusia, China, la India y Suráfrica (BRICS) entre los países de desarrollo emergente más importantes, aunque esto no ha terminado con la dependencia del país de la agroexportación, el freno de la industrialización y la congelación de salarios en la llamada “clase media”, la cual en Brasil corresponde a todos aquellos trabajadores con un mínimo de ingresos que les hace escapar del umbral de la pobreza absoluta, aun quedándose en la pobreza relativa. No obstante, y a pesar de las convergencias señaladas entre neoliberales y neodesarrollistas, Katz apunta una diferencia esencial entre ambas vertientes: El generalizado extractivismo que impera en América Latina apunta en cada país propósitos específicos. Las administraciones neoliberales convalidan la tajada obtenida por los bancos, las empresas transnacionales y los capitalistas locales de la agro-minería. Los mandatarios neodesarrollistas equilibran ese destino con subvenciones a la burguesía industrial e inversiones en el mercado interno. Los gobiernos nacionalistas radicales restringen esos beneficios, para intentan mejorar sociales con políticas de redistribución del ingreso. (2016, p. 224) En lo que respecta a la vertiente socialista, como hemos señalado al principio, aquí se incluyen regímenes políticos y cosmovisiones del mundo tan dispares como la de Cuba (marxista-leninista clásica), la de Venezuela (bolivariana, populista, deudora del “socialismo del siglo XXI”), la de Nicaragua (sandinista, nacionalista) o la de Bolivia (indigenista, desarrolladora primero del llamado “capitalismo andino-amazónico” para, después, caminar desde ahí a un modo de producción socialista). A pesar de las diferencias y de los recorridos dispares, todos estos regímenes se han integrado en el ALBA-TCP, además de tener un papel fundamental en la ALADI, la SELA y la CELAC, organizaciones NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 2 2 en la que los sistemas políticos de estos Estados han dejado su sello y han desarrollado su influencia diplomática. Se definen por su oposición tanto a la vía neoliberal como a la neodesarrollista, que consideran capitalistas. Esta diversidad de caminos anticapitalistas se explica por la caída del bloque soviético y la búsqueda de caminos distintos a los emprendidos por los países socialistas de Europa del Este, Asia y África. Tras la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez en 1998, y sobre todo tras el golpe de Estado de 2002 en ese mismo país, que fracasó, el país pudo encabezar, junto a Cuba ―la cual llevaba desarrollando el socialismo desde la revolución de 1959―, un nuevo proyecto integrador con un nuevo desarrollo económico. A este modelo se fueron uniendo, de manera parcial, los países latinoamericanos que encabezaron modelos neodesarrollistas como Argentina, Brasil, El Salvador y Ecuador. Pero, sobre todo, hay que mencionar otros modelos socialistas como Nicaragua, con la presidencia de Daniel Ortega (1985-1990 y 2007, hasta la actualidad), y de Evo Morales en Bolivia (desde el 2006). Estos países, junto a los Estados antillanos de Antigua y Barbuda, Dominica, Granada (que durante un breve periodo de tiempo, entre 1979 y 1983, tuvo un gobierno comunista bajo el liderazgo de Maurice Bishop, Bernard Coard y Hudson Austin ―quien llegó al poder tras un golpe de Estado contra el anterior―, abortado con la llamada Operación Furia Urgente, la coalición entre Estados Unidos, Jamaica y Barbados para tratar de acabar con una segunda Cuba en el Mar Caribe), San Cristóbal y Nieves, San Vicente y Granadinas, Santa Lucía y la suramericana Surinam, además de tener como observadores a Honduras y Haití, conforman este modelo de integración y desarrollo alternativo al neoliberal y al neodesarrollista. El ALBA-TCP incentivó auditorías de deuda externa, aceleró la creación de un banco propio para todos sus países miembros, el Banco del Sur, alentó la creación de un fondo de estabilización cambiaria regional y coordinó el manejo regional de las reservas, así como el de los movimientos de capitales de sus países miembros. El ALBA-TCP ha constituido la principal oposición, llevada a la práctica, frente a las pretensiones iniciales del NAFTA-ALCA. Y, con dificultades pero sin llegar a desmoronarse, consiguió erigirse como en la gran alternativa de integración latinoamericana cuyos parámetros de desarrollo económico no eran neoclásicos ni austriacos. El ALBA-TCP recuperó la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), creada por Cuba en 1967. También reimpulsó la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (conocida popularmente como la Tricontinental, de la que surgió una revista con el mismo nombre en 1966), también impulsada por Cuba. Lideró la organización de los Foros Sociales Mundiales, iniciados en sus tres primeras ediciones en la ciudad brasileña de Porto Alegre. Y trató incluso de SANTIAGO ARMESILLA CONDE REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X P ág in a 1 2 3 impulsar, sin éxito, una V Internacional, sucesora de la Primera (anarquista y marxista), la Segunda (socialdemócrata), la Tercera (marxista-leninista, también conocida como la Komintern y surgida tras la Revolución Rusa de 1917) y la Cuarta (trotskista), con una orientación distinta, a la vez que foro de debate para reunir a los elementos todavía existentes de las cuatro anteriores. Siempre con el peligro de una evolución neodesarrollista, o incluso neoliberal, en el seno de estos países, la vertiente del desarrollo socialista ha constituido ―en su oposición a neoliberales y neodesarrollistas, y contando con la eventual cercanía de estos últimos― la única alternativa de integración real desde la caída del Imperio Español en América; se opone a la Doctrina Monroe de los Estados Unidos (“América para los americanos”, es decir, el continente americano para los estadounidenses), que llegó a frenar un intento muy serio de expansión en su día como fue el ALCA. Con el liderazgo venezolano de Chávez, que heredó el cubano de Fidel Castro, única nación latinoamericana sin analfabetismo, sin desempleo, sin delincuencia común masiva organizada, sin indigencia y sin pobreza absoluta (Katz, 2016: 282), aun cuando el nivel de ingresos per cápita en Cuba no ha crecido cuantitativamente desde el año 1978 (Katz, 2016: 283), este modelo de integración y desarrollo trata, ahora, de realizar el proceso más difícil para cualquier economía latinoamericana: abandonar para siempre el modelo del extractivismo de monocultivo y la exportación de materias primas para diversificar la economía, siguiendo modelos de desarrollo similares a los que han permitido el espectacular crecimiento económico de la República Popular China de los últimos cuarenta años, si bien tratando de evitar las desigualdades sociales surgidas en el gigante asiático debidas a ese espectacular crecimiento. Conclusiones En tanto que “patio trasero” del Imperio Estadounidense, la región llamada América Latina, que abarcaría a todas las naciones americanas cuya lengua mayoritaria oficial deriva de lenguas romances latinas (español, portugués y francés ―Haití, la Guayana francesa, las Antillas francesas―) más las Antillas británicas, neerlandesas y estadounidenses, según una clasificación promocionada primero por el imperialismo colonial francés del siglo XIX, y ya en el siglo XX por la Comunidad Económica Europea y los Estados Unidos (América Latina y el Caribe), acabaría por conformar lo que Huntington prefiguraba: es decir, todo aquello que no tuviera un origen blanco europeo, anglosajón y germánico principalmente, y confesionalmente protestante; en resumen, Estados Unidos y Canadá. La distinción entre la América anglosajona y la América latina, heredera de las rivalidades imperiales de la Edad Moderna entre NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 2 4 Inglaterra y España principalmente, ha derivado desde la independencia de todas las naciones americanas en una lucha implacable por ver qué América se impone sobre la otra en la hegemonía continental. Aunque parece que, como predijo Hegel, la del norte lleva imponiéndose desde hace más de siglo y medio (Hegel, 1837). Frente a esta división geohistórica, y de manera tanto sucesiva como intermitente, las naciones latinoamericanas han implementado variedades diversas, y contrapuestas entre sí, de desarrollo económico más integración política, las cuales trataron de remontar la integración efectiva que tanto Estados Unidos ―primera potencia militar, tecnológica, científica, cultural e industrial del mundo, unificada mediante la conquista de más de la mitad de territorio mexicano abarcando costa de tres océanos (Atlántico, Pacífico y Glacial Ártico)― como Canadá ―segunda nación política más extensa de la Tierra, miembro del G8 y de la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico― han conseguido en sus respectivos territorios y entre sí. Ambos países comparten ciertos intereses geoestratégicos sobre todo el continente americano que se verían perjudicados si la fragmentación latinoamericana y caribeña se alterara por la vía de la integración. Las iniciativas de integración y desarrollo neoliberales han estado siempre supeditadas a los intereses de las potencias de la América anglosajona. Con el NAFTA, en 1992, la adhesión de México a ese tratado de libre comercio ha posibilitado la inserción de la fuerza de trabajo mexicana en la división internacional del trabajo capitaneada por Estados Unidos y Canadá, como fuerza de trabajo de baja cualificación, inmigrante; semejante división internacional del trabajo es receptora de las materias primas que la fuerza de trabajo autóctona mexicana produce en el país. El intento de extensión de las medidas de política económica neoliberal del NAFTA al resto del continente, con el ALCA, se frustraron en parte. Los tratados de libre comercio bilaterales entre Estados Unidos y otras naciones latinoamericanas (también existen tratados bilaterales similares entre dichas naciones y Canadá) han mantenido esa forma de inserción en la geoeconomía internacional vigente desde la caída del bloque soviético. Con la aplicación del CETA, el Acuerdo Integral sobre Economía y Comercio entre la Unión Europea y Canadá, antesala del TTIP, la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, se asienta lo acordado en el NAFTA y en la Alianza del Pacífico para hacer converger a todas las naciones implicadas en el TISA, el Acuerdo en Comercios y Servicios (que incluye a las naciones asiáticas interesadas en firmar con Estados Unidos el TTP, Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica), y en la Zona de Libre Comercio Transatlánica. El TISA SANTIAGO ARMESILLA CONDE REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X P ág in a 1 2 5 supone el proceso de integración económica neoliberal más importante de la Historia, hasta ahora. Pensado frente a los BRICS, los próximos 11 (México, Nigeria, Egipto, Turquía, Irán, Pakistán, Bangla Desh, Corea del Sur, Vietnam, Filipinas e Indonesia), y agrupaciones de países similares, así como frente a una integración latinoamericana en clave socialista ―como trató de encabezar el ALBA-TCP, o similar, el TISA―, supondría la aplicación de la idea de integración pensada a la manera neoliberal, como integración de los mercados internos de cada nación política a un gran mercado mundial liderado por las potencias centrales capitalistas, principalmente los Estados Unidos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Si algo podemos concluir partiendo del análisis clasificatorio de Claudio Katz, que hemos utilizado como referente en nuestra exposición, es que las organizaciones supranacionales de integración neoliberales como la Alianza del Pacífico se han organizado frente a integraciones distintas en clave o bien neodesarrollista (UNASUR), o bien socialista (ALBA-TCP), lo han hecho, más que para integrar América Latina, para integrar las materias primas y la fuerza de trabajo de cada nación latinoamericana a los mercados conformados en el marco de la globalización capitalista postsoviética. Y solo con la aparición durante la década de los 2000 de gobiernos socialistas, que pudieron unificarse para ejercer resistencia y presión sobre dicho proceso globalizador en organizaciones supranacionales alternativas, forzando a los neodesarrollistas a decantarse por su opción (Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Paraguay, El Salvador, Honduras de manera temporal) o por la opción neoliberal (Perú, Chile), se pudo frenar la integración en la globalización que la vertiente neoliberal de desarrollo representa. Al menos parcialmente. No obstante, podemos considerar que dicho experimento socialista latinoamericano ha sido la única experiencia alternativa de integración ―no meramente contracapitalista, como pueda suponer el neodesarrollismo― que de manera más determinante ha representado un modelo de integración efectivo. A pesar de los cambios políticos sufridos de una década a la otra, sus bases siguen presentes de cara a avanzar, perfeccionar o mantener los elementos necesarios para reemprender el camino hacia una integración socialista latinoamericana, o incluso más allá de ella. Referencias Armesilla, S. (2015). Trabajo, utilidad y verdad. Madrid: Maia Ediciones. Cardoso, F. H. (2009). América Latina: Governabilidade, globalização e políticas econômicas para além da crise. Río de Janeiro: Elsevier Brasil. Foucault, M. (1979). Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Akal. NEOLIBERALISMO, NEODESARROLLISMO Y SOCIALISMO REVISTA STVLTIFERA, 1 (2), 2018. ISSN 0719-983X Pá gi n a 1 2 6 Fukuyama, F. (1993). El fin de la Historia y el último hombre. Barcelona: Planeta. Furtado, C. (1967). Teoria e política do desenvolvimento económico. Sao Paulo: Biblioteca Nacional. Hegel, G. W. F. (1837). Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Madrid: Tecnos. Hirsch, J. (1996). 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