UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA Departamento de Sociología V (Teoría Sociológica) TESIS DOCTORAL José Medina Echavarría: vida y sociología MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Juan Jesús Morales Martín Director José Enrique Rodríguez Ibáñez Madrid, 2012 © Juan Jesús Morales Martín, 2012 Universidad Complutense de Madrid Facultad de Ciencias Políticas y Sociología Departamento de Sociología V (Teoría Sociológica) Tesis doctoral José Medina Echavarría: vida y sociología Juan Jesús Morales Martín Director: José Enrique Rodríguez Ibáñez Febrero 2012 1 Índice. AGRADECIMIENTOS NOTA INTRODUCTORIA INTRODUCCIÓN 1. Desconocimientos y olvidos en la sociología en España. El caso de José Medina Echavarría. 2. Antecedentes, hipótesis y objetivos. 3. El marco teórico sociológico. 4. Metodología. El método biográfico y el estilo narrativo. PRIMERA PARTE. Años de formación: la adquisición del enfoque sociológico. CAPÍTULO I. LA SOCIOLOGÍA EN ESPAÑA A COMIENZOS DEL SIGLO XX. 1. Los efectos del 98 en la sociología española. 2. La herencia krausista en el desarrollo de la sociología. 3. Manuel Sales y Ferré: precursor de la institucionalización de la sociología en España. 4. Corrientes sociológicas en la fase fundacional de la sociología española: Adolfo Posada, José Ortega y Gasset, Severino Aznar. CAPÍTULO II. AÑOS DE JUVENTUD, AÑOS DE FORMACIÓN: LA ADQUISICIÓN DEL ENFOQUE SOCIOLÓGICO. 1. Nacimiento. La familia. La Universidad. 2. Max Aub y la vanguardia literaria valenciana. 3. Estancia en París. Hacia la tesis doctoral. 4. La tesis de Derecho. 5. Lector de español en Alemania. Corrientes de pensamiento filosófico y sociológico. CAPÍTULO III. ESTRATEGIA DE INSERCIÓN ACADÉMICA. LA OPCIÓN POR LA SOCIOLOGÍA. 1. Regreso a España. Encuentro con el horizonte cultural de la Segunda República. 2. Asomándose en la Unión Soviética. 3. Posicionándose en el campo académico español. Paisaje de la filosofía jurídica contemporánea. 4. La tensión entre la profesión y la formación. Espectador de su tiempo como Letrado de las Cortes. Nuevo viaje a Alemania. 5. La opción por la sociología. La situación presente de la filosofía jurídica. 6. Las oposiciones a la Cátedra de Filosofía del Derecho de la Universidad de Murcia. 2 7. La adquisición del enfoque sociológico como aspiración de una época. Sobre el intento de constituir una ―tradición sociológica‖. 8. Una Introducción a la sociología contemporánea. 9. El significado de la sección de Sociología de la Revista de Derecho Privado. 10. El interés por la sociología anglosajona. Un primer intento por conocer de forma sistemática la sociología en Estados Unidos. 11. Insertándose en el campo académico. Nuevo intento por estudiar sociología en Estados Unidos. La Cátedra de Madrid. CAPÍTULO IV. LA GUERRA CIVIL. 1. La aventura interrumpida por institucionalizar una sociología científica. 2. Los sueños rotos. 3. Destino político en Varsovia. 4. El adiós a la vieja Europa PARTE SEGUNDA Teoría sociológica. La dimensión epistemológica. CAPÍTULO V. EL SIGNIFICADO DE SER SOCIÓLOGO. LA SOCIOLOGÍA EN MÉXICO. 1. Exilio y sociología. La coherencia de ser sociólogo. 2. La sociología en México. 3. Posibles interlocutores. El ensimismamiento. 4. Acceso al campo sociológico mexicano. 5. Primeras aportaciones en la Revista Mexicana de Sociología. 6. La Cátedra de Sociología en la Universidad Autónoma de México. Compilador de corrientes sociológicas. 7. De la UNAM al Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México. La dificultad de enseñar sociología. 8. La Sección de Sociología del Fondo de Cultura Económica. Su labor como ―pasador cultural‖. 9. Sobre libros y lecturas. La traducción de Economía y Sociedad. 10. El perfil empírico y práctico de la sociología. CAPÍTULO VI. LA EPISTEMOLOGÍA DE LA CRISIS COMO EPISTEMOLOGÍA DE LA SOCIOLOGÍA. LA RECONSTRUCCIÓN DE LA CIENCIA SOCIOLÓGICA. 1. La crisis como experiencia biográfica. 2. La sensación de vivir en un mundo crítico. 3. El destape de ―lo social‖: el fracaso de las ciencias sociales. 4. La renovación de las ciencias sociales y el camino hacia la sociología. 5. Sobre la indefinición de la sociología. 6. La delimitación de los temas sociológicos. 7. Para construir la sociología: racionalización de la sociología y actitud científica. 8. El divorcio entre teoría y praxis. 9. Hacia una ―sociología reconstructiva‖. 3 CAPÍTULO VII. SENTIDO Y FUNCIÓN DE LA SOCIOLOGÍA. 1. Sentido y función de la sociología. Un esfuerzo de síntesis. 2. De la reescritura de Panorama de sociología contemporánea a Sociología: teoría y técnica. Para pensar en clave propia. 3. El enfoque sintético: Augusto Comte y Max Weber. 4. El objeto de estudio de la sociología. Definiendo y perfilando la perspectiva sociológica. 5. El aparato contemplativo de la sociología: la teoría. El enfoque histórico- estructural. 6. El aparato operativo de la sociología: la técnica. 7. El sujeto observador. CAPÍTULO VIII. LA DIMENSIÓN SOCIOLÓGICA DE LA GUERRA Y EL ALCANCE SOCIAL DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES. 1. Biografía, guerra y sociedad. 2. La preocupación por la actualidad. 3. La experiencia contemporánea de la guerra. 4. La debilidad democrática: Estado de masas y totalitarismo. La explicación sociológica de su tiempo. 5. La ordenación del panorama internacional: Estados, federaciones y nacionalismo. 6. Hacia la integración mundial: pinceladas sobre la globalización. 7. Primeras notas sobre desarrollo y economía. El caso de América Latina. CAPÍTULO IX. EL CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES. DEL ENTUSIASMO A LAS ILUSIONES PERDIDAS. 1. La institucionalización de los estudios sociológicos. 2. Teoría, investigación y el enfoque integrado del Diplomado de Ciencias Sociales. 3. La metodología pedagógica del foro abierto: el Seminario sobre la guerra y el Seminario colectivo sobre América Latina. 4. Las Jornadas. 5. El fracaso del Centro de Estudios Sociales. Una interpretación. 6. El adiós. CAPÍTULO X. EN LA UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO. EL PROFESOR DE SOCIOLOGÍA. 1. La llegada a Río Piedras. La coherencia de definirse como sociólogo. 2. Contexto histórico e intelectual. 3. La importancia de las redes intelectuales. 4. Estado y desarrollo de las ciencias sociales en Puerto Rico. El profesor de sociología. 5. La vida como limitación. La obsesión por el público. 6. La participación del sociólogo en los asuntos políticos. La redacción de la Constitución de Puerto Rico. 7. La vida sustituta. 4 CAPÍTULO XI. TEORÍA SOCIAL Y CONSTRUCCIÓN DE CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS. 1. Continuación de la dimensión epistemológica. 2. Modernidad y discurso sociológico. 3. El carácter concreto de la sociología. 4. Renovación del lenguaje sociológico. Construcción conceptual de la sociología: conceptos sociológicos y teoría social. 5. El papel de la teoría sociológica: entre el dinamismo y la reflexividad. CAPÍTULO XII. TEORÍA DE LAS CATEGORÍAS SOCIOLÓCIAS. 1. Sobre las categorías sociológicas esenciales. 2. Definición de ―sociedad‖. 3. La sociedad como sistema social. 4. Sociedad tradicional y sociedad moderna. 5. La teoría de la acción social como fundamento de la teoría sociológica. 6. Tipología de la acción social. La metodología comprensiva del tipo ideal 7. De la conformidad social a la cohesión social. Apuntes sobre el control social. 8. La socialización. 9. La teoría de los grupos sociales. 10. Instituciones sociales. Para entender la estructura social. 11. La teoría de la estructuración social. De la estratificación social a la movilidad social. Sobre mentefacturas, manufacturas y sociofacturas. 12. Estática y dinámica social. El horizonte del cambio social y de la ―estructura en movimiento‖. 13. La concepción sociológica del poder. 14. Anomia social. 15. El hacerse continúo de la sociedad. CAPÍTULO XIII. TEORÍA DEL HOMBRE Y DE LA SOCIEDAD. 1. Bosquejo de una teoría del hombre y de la sociedad. 2. Síntesis de la teoría de la sociedad y del hombre. 3. Una teoría de la sociedad contemporánea. 4. Teoría de la sociedad liberal o de la sociedad democrática. CAPÍTULO XIV. EL INTELECTUAL Y LA VIDA ACADÉMICA. OTRAS PREOCUPACIONES SOCIOLÓGICAS. 1. Sobre lo que hacen los sociólogos: sociología de la sociología. Descubriendo a otros sociólogos. 2. Sobre la esencialidad social del hecho artístico. Apuntes sobre la sociología del arte. 3. Pedagogía y sociología. La Universidad. El intelectual marginal y la vida vicaria. 5 CAPÍTULO XV. DECISIONES BIOGRÁFICAS Y REDES ACADÉMICAS. 1. Tiempo de destierro: construir la sociología en lengua castellana. 2. El reclutamiento del sociólogo y su incorporación al circuito de economistas latinoamericanos de la CEPAL. 3. Los estímulos profesionales e intelectuales. Los motivos familiares y personales. PARTE TERCERA. Sociología del desarrollo. Las dimensiones filosóficas y políticas. CAPÍTULO XVI. EL MOVIMIENTO SOCIOLÓGICO FUNDACIONAL: LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA EN AMÉRICA LATINA. DESARROLLO, MODERNIZACIÓN Y PROBLEMAS SOCIALES. 1. La llegada a Chile. El contexto político chileno. 2. Los orígenes de la sociología científica en América Latina. 3. Significado de la renovación sociológica latinoamericana. La aparición de un ―nuevo sociólogo‖ como cambio de paradigma. 4. Florestan Fernandes, Gino Germani, José Medina Echavarría o la construcción de la sociología científica. 5. Santiago de Chile, el nuevo centro sociológico de América Latina. 6. Institucionalización nacional, regional e internacional de las ciencias sociales latinoamericanas. 7. La formación de una comunidad sociológica en América Latina. 8. Algunos elementos sobre la participación de Medina Echavarría en la comunidad sociológica latinoamericana. CAPÍTULO XVII. LA ESCUELA DE PENSAMIENTO DE LA CEPAL: ENFOQUE MULTIDISCIPLINAR, TEMAS DEL DESARROLLO Y REDES DE CONOCIMIENTO REGIONAL. 1. La creación de la CEPAL: América Latina tras la Segunda Guerra. El contexto económico y socio-histórico. 2. Ideas, conceptos y teorías centrales de la ―CEPAL clásica‖. 3. De las tareas editoriales a la incorporación de la perspectiva sociológica en los asuntos del desarrollo. 4. Valorando los aspectos sociales de la teoría económica. 5. La interacción entre la economía y la sociología. La importancia de lo histórico. Las líneas magistrales. 6. La Escuela de pensamiento de la CEPAL. Aporte empírico y teórico. CAPÍTULO XVIII. LOS COMIENZOS DE LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO. EL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN WEBERIANO. 1. El sociólogo dedicado a las tareas del desarrollo. 2. Entre la innovación teórica y la tradición sociológica. Los aspectos sociales del desarrollo económico. 3. El programa de investigación weberiano. 6 4. La hipótesis de trabajo: acerca de las condiciones sociales de la economía liberal. Racionalidad y desarrollo. 5. Premisas teórico-metodológicas. 6. Marco conceptual. Planteamiento de temas y problemas sociológicos. 7. La operatividad de los modelos weberianos. Las formas de construcción empírica. 8. La aplicación empírica del modelo weberiano: el estudio de Bolivia. Entre la modernización y el vacío estructural. 9. Significado e importancia de los primeros trabajos desarrollistas. CAPÍTULO XIX. LA SOCIOLOGÍA EN CHILE: PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN Y PARADIGMAS DE CONOCIMIENTO SOCIOLÓGICO. LA ESCUELA LATINOAMERICANA DE SOCIOLOGÍA. 1. El proceso de institucionalización de la sociología en Chile. 2. Tradición positiva e investigación: Eduardo Hamuy, José Medina Echavarría y Roger Vekemans. La fase fundacional de la sociología chilena. 3. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS). 4. La modernización de la sociología chilena 5. El Diccionario de Ciencias Sociales. La relación con la sociología española del interior. 6. La disputa entre ―modernos‖ y ―tradicionales‖. La renuncia. 7. Valoración de la ―FLACSO clásica‖ (1957-1973) en el desarrollo de la sociología latinoamericana. CAPÍTULO XX. DEL REGRESO A LA CEPAL AL RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL EN EL ILPES. SOBRE EL SOCIÓLOGO Y SUS CIRCUNSTANCIAS. 1. América Latina y Chile: una época de profundos cambios. 2. El regreso a la CEPAL. Nuevamente dedicado a las tareas del desarrollo económico. 3. En el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social. 4. El reconocimiento de la sociología. 5. El sociólogo en la resolución de los problemas sociales: ciencia y planificación. 6. La dimensión internacional y regional de José Medina Echavarría. 7. De la formación de un cuadro profesional de sociólogos a la ―escuela sociológica‖ de la División de Planificación Social del ILPES. CAPÍTULO XXI. UN MODELO TEÓRICO PARA AMÉRICA LATINA. 1. El contexto de enunciación: desarrollo, economía y sociología. 2. La continuación del programa de investigación weberiano. 3. Los factores estratégicos en el desarrollo económico. 4. El desarrollo económico y el proceso general de racionalización. La sociedad moderna como sociedad capitalista, como sociedad científica y como sociedad funcional. 7 CAPÍTULO XXII. DE LA HIPÓTESIS DE LA HACIENDA A LA HIPÓTESIS DE LA POROSIDAD ESTRUCTURAL. 1. Un pensamiento en transición para una sociedad en transición. 2. La constelación original y las paradojas de la historia latinoamericana. 3. La quiebra histórica entre liberalismo político y liberalismo económico. 4. La hipótesis de la hacienda. 5. La persistencia de la vieja estructura. Una reflexión sobre el poder. 6. El ocaso y no extinción de la vieja estructura. 7. La hipótesis de la porosidad estructural. 8. Las formas históricas de las relaciones recíprocas entre el campo y la ciudad. El proceso de urbanización. 9. Una visión sobre la historia política en América Latina. 10. El contexto de la reforma agraria. 11. Notas sobre la modernización en América Latina. CAPÍTULO XXIII. LOS ACTORES SOCIALES DEL DESARROLLO ECONÓMICO. LA PLANIFICACIÓN DEMOCRÁTICA. 1. La clase dirigente del desarrollo económico. 2. La formación de una nueva clase política: las clases medias. 3. La planificación para el desarrollo. 4. La inclinación personal por la democracia. 5. Un pensamiento vertebrado por la realidad concreta. 6. La invalidación histórica del paradigma weberiano: el capitalismo reformado. 7. La convergencia de capitalismo y democracia. 8. La planificación democrática. La decisión política. 9. Diversas opciones de desarrollo. CAPÍTULO XXIV. LA SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN. 1. Contexto de la educación en América Latina. 2. La sociología de la educación de José Medina Echavarría. 3. Persona, rol y masa. 4. La Universidad latinoamericana ante el desarrollo económico. La Universidad partícipe. 5. Reformismo pedagógico y escepticismo. CAPÍTULO XXV. LA ESCUELA SOCIOLÓGICA DEL ILPES. 1. Los supuestos comunes de una escuela sociológica: entre el enfoque histórico- estructural y la teoría de la dependencia. 2. La investigación en la División de Planificación Social: aportes y contenidos. 3. La transmisión oral de conocimiento sociológico. 4. El estudio de Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto. El ascendente de José Medina Echavarría en el surgimiento de la teoría de la dependencia. 5. Diferencias entre la sociología del desarrollo de Medina Echavarría y la teoría de la dependencia de Cardoso y Faletto. 6. El ―final‖ de una escuela sociológica. 8 PARTE CUARTA. La persistencia democrática. CAPÍTULO XXVI. LOS AÑOS 70 Y LA CRISIS CHILENA. LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA. 1. Ciencia, historia e ideología. 2. El campo sociológico chileno: pugna de paradigmas de conocimiento y de modelos de sociedad. Dependencia, neoliberalismo y reformismo democrático. 3. Entre el dogmatismo epistemológico y el absolutismo político. 4. Las principales interpretaciones de la acción planificadora. 5. Una renovación democrática para América Latina. 6. El fracaso de la solución democrática. 7. Medina Echavarría, Chile y las ciencias sociales después del 11 de septiembre de 1973. CAPÍTULO XXVII. EL RETORNO Y LA DESPEDIDA. 1. El regreso a España. 2. Sociedad y sociología españolas en el tardofranquismo. 3. El ―desconocimiento‖ mutuo entre un sociólogo sin sociedad y una sociología sin clásicos. 4. Notas sobre su vuelta a la sociología española. 5. La despedida. CAPÍTULO XXVIII. VOLVIENDO A CHILE. UN TESTAMENTO INTELECTUAL. 1. El regreso a Chile. 2. Un testamento intelectual sobre el futuro de la democracia en América Latina. 3. Al borde del camino. CONCLUSIONES. 1. Una invitación a pensar en clave propia. La sociología como ciencia social de lo concreto. 2. Un desarrollo ejemplar de la sociología de Max Weber. 3. La convergencia del conocimiento sociológico con el conocimiento económico. La impronta del enfoque histórico-estructural. 4. La persistencia democrática. 5. La pertinencia contemporánea de un clásico de la sociología hispanoamericana. 9 BIBLIOGRAFÍA. 1. Bibliografía utilizada. 2. Bibliografía de José Medina Echavarría. 3. Bibliografía sobre José Medina Echavarría FUENTES DOCUMENTALES Y TESTIMONIOS 1. Fuentes documentales utilizadas. 2. Testimonios. CRONOLOGÍA DE JOSÉ MEDINA ECHAVARRÍA ANEXOS 10 AGRADECIMIENTOS Escribir sobre la biografía intelectual de un sociólogo que vivió los años centrales del siglo XX resulta difícil y complicado por la abundancia de decisivos y trágicos acontecimientos de la época, los cuales también decantaron su destino y su obra. Esta investigación pretende navegar en ese maremágnum de historia, sociología y vida que encierra la trayectoria de José Medina Echavarría. Para realizar este trabajo he contado con la ayuda y el respaldo de una beca pre-doctoral de la Fundación Ramón Areces entre octubre de 2005 y diciembre de 2009. Gracias a esta concesión he podido investigar toda esa vorágine de documentos, libros y textos que se agolpan en la biografía de Medina Echavarría. He podido disfrutar de sendas estancias de investigación en México y en Chile. La Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México me concedió una beca de tres meses de investigación, entre abril y junio de 2007, en el Centro de Investigación y Estudios en Antropología Social de México D. F. Allí me acogieron entrañablemente su director académico, Ernesto Isunza Vera, y el profesor Ricardo Pérez Montfort, quien guió mi investigación sobre la aportación de Medina Echavarría a la sociología mexicana. Esa estancia también me permitió conocer a Moisés González Navarro, a Clara Lida, a Andrés Lira, a José Luis Reyna, a Fernando Salmerón y a Rafael Segovia, que me hicieron conocer el pensamiento sociológico mexicano. Durante mi estancia mexicana fueron muy importantes los consejos y la discusión con Laura Angélica Moya sobre los múltiples aspectos de la obra de Medina. Asimismo pude acceder a los fondos documentales de El Colegio de México, de la editorial Fondo de Cultura Económica y de la Universidad Nacional Autónoma de México. Especialmente agradezco las facilidades de Citlalitl Nares, jefa del Archivo Histórico de El Colegio de México, y de María Antonieta Hernádez Rojas, jefa del Archivo Central del Fondo de Cultura Económica. Muy generosa fue la contribución de Amelia Rivaud Morayta al permitirme la revisión de la correspondencia privada entre José Medina y su cuñado. Por este motivo, le agradezco sus facilidades para leer y citar este material, entrañable para la historia familiar. El Programa Mutis de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) me concedió una beca de tres meses de investigación, entre octubre y diciembre de 2008, para realizar una pasantía en la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina (CEPAL) de Santiago de Chile. Deseo dejar un testimonio de gratitud para Martin Hopenhaym y Valerie Biggs por las comodidades que me brindaron en la División de Desarrollo Social. No me quiero olvidar de Claudia Vilches y Fabián Barros que en todo momento me ayudaron a recopilar las fuentes bibliográficas en la biblioteca de la CEPAL. También me acuerdo de Martín Moreno, funcionario de capacitación del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), que se molestó en buscarme los archivos y documentos desordenados de aquella institución, tan significativa en la biografía de Medina Echavarría. Durante la estancia chilena fue muy importante todo el apoyo académico e institucional de Rolando Franco, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). A él le agradezco su recomendación de profundizar en las empresas intelectuales que Medina acometió desde los organismos internacionales latinoamericanos como CEPAL y FLACSO, tan importantes para la institucionalización 11 de la sociología en América Latina. Al mismo tiempo, debo expresar mi reconocimiento a Rodrigo Baño, a José Joaquín Brunner, a Eduardo Devés, a Armando Di Filippo, a Jorge Larraín y a Pedro Morandé, por haberme incitado a reflexionar sobre los temas contemporáneos de la obra de Medina Echavarría y en confrontación con la práctica económica, social y política de nuestro tiempo. Me acuerdo también de Pedro Güell, Macarena Orchard y Stefano Pallestini por haberme aportado las claves necesarias para interpretar la historia de la sociología latinoamericana. Con ellos pude compartir ideas y visiones de conjunto sobre la sociología en América Latina desde el grupo de trabajo que tienen establecido en el PNUD de Santiago de Chile. Agradezco a Fernanda Beigel y a su grupo de investigación de la Universidad Nacional de Cuyo, formado por Paola Bayle, Eliana Gabay y Juan José Navarro, su contribución a conocer parte del pensamiento sociológico generado en Argentina. También ha sido enriquecedor el intercambio intelectual con Luis Alberto Escobar, de la Universidad Nacional del Litoral, sobre las redes de conocimiento sociológico establecidas entre México y Buenos Aires durante los años 40 del siglo XX, forjadas por el propio Medina con Francisco Ayala. Precisamente la Fundación Francisco Ayala me concedió una ayuda a la investigación durante el año 2011 que me permitió estudiar los términos de la amistad intelectual entre Ayala y Medina. Agradezco aquí las observaciones de Rafael Juárez, secretario de la Fundación, y toda la ayuda recibida por parte de Carolina Castillo Ferrer. En estos últimos meses también fueron importantes los estímulos de Leoncio López-Ocón, investigador del Instituto de Humanidades del CSIC, a la hora de comprender las redes intelectuales del exilio español. Agradezco igualmente las oportunas observaciones históricas de Mario Pedrazuela Fuentes, también del Instituto de Humanidades del CSIC. No cabe olvidar la información recibida por parte de Manuel Aznar Soler, Juan María Calles y Blanca Múñoz López, muy útil para reconstruir el clima intelectual de la juventud de Medina Echavarría. No puedo dejar de mencionar a otras personas que han incidido con sus testimonios y sugerencias en este trabajo: Salustiano del Campo, Juan Maestre Alfonso, Emilio Arévalo y Antonieta Cendoya. Me acuerdo además de las conversaciones mantenidas con Álvaro Morcillo Laiz que me han hecho repensar algunos puntos teóricos de esta investigación. Aprovecho para agradecer, muy especialmente, la colaboración de Almudena Usero Villanueva a la hora de ilustrar el perfil humano de José Medina Echavarría. Una parte importante de esta investigación no hubiera sido posible sin la ayuda de aquellas personas que me han facilitado el acceso a distintas fuentes documentales. Agradezco en particular las gestiones de Lillian Irizarry Martínez, directora del Archivo Central de la Universidad de Puerto Rico, de Rosario Martínez-Cañavete, del Archivo del Congreso de los Diputados, de Víctor García Herrero, del Centro Documental de la Memoria Histórica, de Irene Manclús Cuñat, del Arxiu Històric de la Universitat de Valéncia, de María José Calpe, archivera de la Fundación Max Aub, de Javier Labeira, bibliotecario del Centro Cultural Generación del 27, y de todo el personal del Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, del Archivo General de la Administración y del Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid. Me acuerdo también del personal de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Política y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. 12 Para la realización de este trabajo también he podido contar con el apoyo que se ha llevado a cabo durante varios años en el Departamento de Sociología V de la Universidad Complutense de Madrid a la hora de montar un seminario para la discusión de las investigaciones doctorales. Allí fueron muy estimulantes los comentarios, las críticas y las sugerencias de profesores del departamento como Emilio Lamo de Espinosa, Javier Noya, Carmen Romero Bachiller o Rubén Blanco. Entre los alumnos de doctorado me acuerdo de María del Carmen Rodríguez y de Cecilia Jiménez por compartir esta travesía. También mis agradecimientos para Manuela Moreno y Marta Piñeiro. Ha sido en este departamento donde aprendí a investigar en fuentes documentales y bibliográficas durante el tiempo que fui becario de colaboración. Por tal motivo, agradezco el apoyo de Elena Casado y de Fernando J. García Selgas durante aquella experiencia académica. Y fue en este Departamento de Sociología V donde me encaminé hacia el estudio de la sociología española. Me alegra especialmente poder agradecer a Alberto J. Ribes toda la ayuda y los constantes ánimos que me ha ofrecido durante años. Por supuesto, a José Enrique Rodríguez Ibáñez le debo muchas cosas. A él le agradezco toda la confianza que ha depositado en mi trabajo como director. Sus valiosos comentarios y sugerencias enriquecieron esta investigación. Ha sido un lector impagable. También le reconozco todo los estímulos que me han permitido la terminación de este trabajo. Su ayuda siempre ha sido generosa. Además tengo que agradecer el empuje de mi familia y mis amigos durante este largo camino. Y, por último, no quiero cerrar estas páginas sin agradecer toda la ayuda y facilidades de José y Nieves Medina Rivaud, que me estimularon y comprendieron la importancia de escribir un trabajo sobre su padre. A ellos les dedico este trabajo. 13 NOTA INTRODUCTORIA. El objetivo principal de este estudio es analizar e interpretar desde el método biográfico el papel histórico y la repercusión actual en la sociología en lengua castellana de uno de sus clásicos: José Medina Echavarría. Este autor no es, para empezar, un ―buen ejemplo‖ en la historia de la sociología española. Su caso constituye una verdadera excepción. De la generación de sociólogos exiliados fue el único que se integró en la sociología latinoamericana, recorriendo con ella todas sus etapas. Es el ―único español, en verdad, que los sociólogos latinoamericanos reconocen como propio‖ (Marsal, 1977: 114). Hay unanimidad en reconocerle el mérito de ―haber sido capaz de presidir la tarea de la renovación de la sociología‖ en América Latina (Solari, 1977: 9). Su obra constituye el primer intento serio de ―poner al día‖ a la sociología latinoamericana. Por tal motivo, es apreciado como uno de los pioneros de la sociología moderna en aquel continente al despejar y dejar abiertas ―tantas perspectivas‖. 1 Además el reconocimiento no termina aquí, ya que fue capaz de generar una orientación sociológica en uno de los temas más importantes de la historia reciente del continente, como fue y sigue siendo el desarrollo económico y social (Solari, 1976: 36 y 91). Ha sido uno de los pocos sociólogos españoles capaces de haber realizado aportaciones originales en los debates internacionales, como en la sociología del desarrollo (Giner, 2007a: 716). Actualmente a Medina Echavarría se le sigue recordando como lo que fue: un autor central de la historia de la sociología latinoamericana y uno de los sociólogos que mayor ascendente tuvo en diversas generaciones de sociólogos, de economistas y de otros científicos sociales al haber asumido ―un papel fundamental en la evolución del pensamiento cepalino, particularmente en la consideración del desarrollo como un proceso social‖ (Devés, 1999: 63). 2 Y también se le reconoce hoy día, sobre todo, por incorporar al estudio de la realidad social latinoamericana muchas de las tesis e ideas de Max Weber, el gran motivador de muchas de sus preocupaciones. Estamos delante, sin duda, de uno de los más importantes sociólogos en lengua castellana (Maestre Alfonso, 1991: 14). Su figura, en cambio, ha pasado prácticamente desapercibida dentro de la sociología española. Tal desconocimiento se debe, principalmente, a su condición de exiliado tras la Guerra Civil, primero en Varsovia, seguido de un largo periplo por países latinoamericanos hasta el fin de sus días. Otro gran motivo que explica su olvido fue el hecho de que la institucionalización de la sociología en España se produjese bajo el clima cultural del franquismo. ―Tiene el siglo XX español un corte neto en la Guerra Civil que interrumpe el desarrollo natural de la cultura‖ (Martín, 2009: 20). Aquel acontecimiento ―significó la marginación por lustros de la cultura española de la evolución de la cultura occidental y la amputación por muerte o el exilio de sus figuras más destacadas, que estaban vinculadas, de una manera u otra, a los que perdieron‖ (Marsal, 1977: 113). Hay un antes y un después que, en el caso de la sociología, hace muy difícil trazar continuidades. Esta fractura ha repercutido en el avance posterior de esta ciencia social, al desatender las herencias y las tradiciones sociológicas anteriores, 1 ―A José Medina Echavarría, que ha abierto tantas perspectivas a la sociología latinoamericana‖. Así reza la dedicatoria de uno de los libros más importantes sobre la sistematización de la historia de la sociología latinoamericana. Me refiero al libro Teoría, estructura y acción social, de Aldo Solari, Rolando Franco y Joel Jutkowitz (Solari, 1976). 2 El significado y contexto de este concepto son explicados por extenso en el capítulo XVII. 14 dado que la autonomía del campo sociológico se cimentó con la ausencia de la generación de sociólogos del exilio republicano. Incluso podemos afirmar que las heridas fueron profundas, ya que la sociología era una ciencia en fase aún de crecimiento, ―en pañales‖, sin institucionalizar formalmente y con pocos practicantes (Lamo, 1992). Lo que tenía que haber sido en condiciones históricas y democráticas normales el proceso definitivo de institucionalización de la sociología académica en la década de 1930 bajo los nombres de Francisco Ayala, José Medina o Luis Recasens, se pasó a un letargo de varias décadas que afectó a las generaciones posteriores a pesar del esfuerzo fundamental de Enrique Gómez Arboleya por mantener latente la herencia de estos ―sociólogos sin sociedad propia‖ (1958: 70). Medina Echavarría, al igual que sus compañeros de generación, no influyó en absoluto en el proceso de institucionalización de la sociología española, lo que es en parte lógico si tenemos en cuenta su actuación personal y profesional en centros latinoamericanos (Maestre Alfonso, 1991: 14). La importancia de la presencia en un campo sociológico nacional es vital para que un autor sea tenido en cuenta por la tradición y la historia de ese mismo campo. Muchas veces el protagonismo de un sociólogo no viene tan matizado por el peso de su obra y la apropiación intelectual de ésta, sino por la cercanía y proximidad de este autor en las redes que edifican dicho campo sociológico. La carrera sociológica, como profesión, no deja de ser, al fin, una cuestión de distancias y de relaciones mundanas. La sociología en España creció con la ausencia de estas figuras, institucionalizándose y modernizándose, en consecuencia, sin tener en cuenta lo que se hizo anteriormente. El proceso de institucionalización de nuestra disciplina quedó entonces caracterizado por los déficits ligados a esta discontinuidad, originada por causas políticas y que distorsionó el conocimiento de toda esta serie de autores, de sus obras y de aquellas herencias de pensamiento que venían trabajando en la consolidación y modernización de esta disciplina. La ausencia de Medina Echavarría en los ―espacios académico-institucionales‖ no se debe achacar exclusivamente al hecho y resultado de la Guerra Civil española. La atención hacia las voces del exilio sociológico fue difícil y dolorosa por parte de las voces del interior. Gómez Arboleya, quien perteneció por derecho propio a la generación de Ayala, Medina o Recasens, y quien compartió con ellos un mismo ―background‖ teórico, trató de reivindicar la sociología de estos exiliados. Sin embargo, su prematuro fallecimiento impidió dar una mayor continuidad a una tradición sociológica compartida fuera y dentro de España. Después la sociología del interior seguiría otros derroteros bien diferentes. Al desconocimiento de estos autores también han contribuido otros ―factores de diversa índole entre los cuales merecen destacarse los intereses creados, la desidia, la rivalidad y la propia ignorancia de algunos miembros integrados ideológicamente en la cúspide de la incipiente comunidad sociológica española‖. Además, en concreto, la perspectiva sociológica adoptada por nuestro autor ―resultaba en buena medida beligerante respecto al modelo sociológico de dependencia y adaptación vigente, oficialmente, en la España de la dictadura franquista‖ (Rodríguez Caamaño, 2004: 12). Junto a estos motivos, el franquismo impidió por completo que se desarrollase la sociología en base a un estímulo democrático que no existía (Bouzada, 2007: 441). Al mismo tiempo el desconocimiento de Medina Echavarría dentro de la sociología española se explica, sin duda, a que él nunca quiso ningún reconocimiento cuando retornó a la España franquista. Su personalidad y su postura ética no se lo permitieron. 15 Si no se consagró su figura y su obra fue porque él no estaba arraigado y no quiso entrar en la disputa por las posiciones y los intereses que estaban emergiendo en el campo sociológico. Su posición personal, y también teórica, fue ―marginal‖ respecto a la ―sociología oficial‖ y profesional que se encontró, sumergida como estaba en la hegemonía del estructural-funcionalismo y la investigación cuantitativa (Moya, 1970: 246-247). Mantuvo una posición distante y reservada respecto a la Universidad española y respecto a las estructuras académicas e institucionales del régimen franquista. El campo sociológico español se fue consolidando, por tanto, sin atender las herencias culturales, pero además retardó la emergencia y autonomía del campo, retrasó la propia auto-observación crítica y no atendió a la investigación del campo sociológico en la búsqueda de sus fuentes históricas. Algunas de las repercusiones de la institucionalización de la sociología bajo el franquismo todavía perviven a la hora de trazar la historia de la sociología española: por un lado, se ha escrito desde la desconexión entre la sociología del exilio y la sociología del interior, y, por otro lado, se ha relatado desde las manías propias de la disciplina como la de fechar el ―nacimiento‖ de la sociología española en los años 60 y 70 del pasado siglo XX, en consonancia a un modo aplicado y empírico de hacer sociología. El problema es de definición: ¿qué entendemos por sociología? Las actuales condiciones políticas democráticas, junto a la autonomía del campo sociológico español, permiten re-significar el legado de nuestra tradición sociológica y reconocer el hacer sociológico anterior a la Guerra Civil española y la sociología escrita por los sociólogos exiliados. La justificación de este trabajo es ofrecer una discusión teórica de la sociología en España a través de la biografía intelectual de José Medina Echavarría. Su consideración de autor hispanoamericano nos obliga también a pensar más ampliamente, dada su aportación a la historia de la sociología latinoamericana. Esto nos exigirá reflexionar más allá de los horizontes societales nacionales en clara alusión a una historia de la sociología en lengua castellana. La reflexión sobre la experiencia de las prácticas sociológicas y la mirada desde un pasado-presente es la que nos permite la comprensión de un patrimonio de conocimiento acumulado que es importante conocer y hacer contemporáneo para incrementar la pertinencia práctica de nuestra disciplina. Esta tarea implica una reflexión sobre las cadenas de aprendizaje en nuestras comunidades intelectuales. Solo la definición y conocimiento de los legados intelectuales como la identificación de las aportaciones de nuestros antecesores puede reconducir el debate teórico contemporáneo de la sociología en lengua castellana. La potenciación del discurso de nuestros clásicos permite, sin duda, el establecimiento de una ciencia plenamente autónoma y adecuadamente institucionalizada. En este trabajo nos proponemos hacer presente un legado que puede enseñarnos mucho sobre la pertinencia contemporánea de un clásico de la sociología en lengua castellana. Como se observa en el índice, el trabajo está dividido en seis grandes partes. En el capítulo introductorio presentamos un trazo general de las perspectivas teórico- metodológicas desde la que miraremos a la hora de reconstruir la trayectoria intelectual de José Medina Echavarría. En la primera parte de la biografía argumentaremos la adquisición del enfoque sociológico de nuestro autor a partir de su formación en los centros de conocimiento europeos y en la España anterior a la Guerra Civil. En la segunda parte examinaremos su labor en la institucionalización de la sociología en México, analizaremos sus planteamientos sobre el papel de la teoría y la construcción 16 conceptual de la sociología y estudiaremos sus argumentos de la sociología como ciencia social concreta que desarrolló durante su estancia en Puerto Rico. En la tercera parte de la biografía se analiza la significación de Medina Echavarría para la renovación de la sociología científica en América Latina como también se destaca su labor a la hora de insertar la sociología en los estudios del desarrollo económico. Asimismo, examinaremos aquí su modelo teórico fundamentado en la comprensión de la realidad histórica y social latinoamericana junto a la necesidad de incorporar la planificación democrática. En la cuarta parte destacaremos sus últimas aportaciones en defensa de la democracia en años difíciles para los regímenes democráticos. Por último, cerraremos el trabajo de investigación con unas conclusiones en las que constataremos la actualidad de sus reflexiones teóricas. 17 INTRODUCCIÓN. 1. Desconocimientos y olvidos en la sociología en España. El caso de José Medina Echavarría. 1.1. La crisis de la sociología española: la incorporación abierta de sus clásicos. En este trabajo de investigación parto de que el concepto de ―sociología española‖ está en crisis porque el proceso de incorporación de clásicos a nuestra tradición sociológica sigue abierto y no está ni mucho menos completamente cerrado (Rodríguez Caamaño, 2004: 9). Como bien indica Bernabé Sarabia, los sociólogos en España apenas ―han mostrado hasta ahora gran interés por el pasado de su disciplina‖ (Sarabia, 2001: 17). Siempre hemos tendido a ver la historia de la sociología de una manera superficial y periférica, con ausencia clara de profundizar. Esto no pasa solamente con los clásicos, sino también con los contemporáneos que en muchas ocasiones, a fuerza de la incipiente novedad, son desechados y olvidados por parecer sus posturas teóricas perentorias. La sociología en España ha destacado por ser una ciencia sometida a la controversia y a las modas ajenas. ―Este atender más a la producción extranjera que a la autóctona, incluso cuando esta es valiosa, es propio de culturas colonizadas, como sin duda lo es aún la sociología española‖ (Lamo, 1992: 121). En la sociología española ha habido, sin duda, un menosprecio hacia los clásicos y, en conjunto, hacia una visión histórica de la disciplina: ―el problema de muchos sociólogos es que no conocen a los clásicos ni se imbuyen de su espíritu. No estudiar seriamente a los clásicos empobrece la disciplina‖ (Giner, 2007b: XV). Como aconseja Emilio Lamo de Espinosa, la sociología en España ―no puede ni debe seguir el consejo de Whitehead de olvidar a los clásicos. No es una ciencia acumulativa, es un saber que exige profundidad histórica y su falta lleva al adanismo, al redescubrimiento continuo y, con frecuencia, a la frivolidad‖ (2007: 46). Somos una comunidad intelectual que no lee a sus clásicos. Como acertadamente ha indicado Alberto Ribes, la sociología española es una ciencia que está en constante ―alumbramiento‖ (2011). La norma habitual de sus practicantes ha sido la de creer que la sociología sólo comenzaba con ellos mismos. No nos hemos tomado en serio el pasado de nuestra disciplina (Giner, 2007b: XLII). A los sociólogos nos queda el consuelo de que la falta de interés por la historia de las disciplinas no sólo es manía de nuestro campo, sino de toda la ciencia española (López-Ocón, 2003: 13). No nos debe sorprender, por tanto, la reducción historiográfica en la narración de la sociología española porque es un mal congénito de toda nuestra ciencia. Los sociólogos del exilio español ocupan escasas páginas en la narración de la historia de la disciplina, por no señalar la práctica ausencia de citas a estos autores en los trabajos sociológicos que hoy se publican en España (Moreno, 1990: 73). Incluso han sido antes conocidos y reclamados por otras disciplinas, caso de Francisco Ayala desde la literatura o a Medina Echavarría desde la ciencia jurídica o la filosofía.3 3 A Medina Echavarría, por ejemplo, se le considera como un miembro de los juristas españoles que se exiliaron a América Latina, apareciendo junto con nombres como los de Luis Jiménez de Asúa, Fernando de los Ríos, Gabriel Franco, Luis Araquistain, Alfredo Matilla o sus compañeros Francisco Ayala y Luis Recasens Siches (Abellán, 1998: 23). Inclusive es incorporado a la tradición del pensamiento filosófico español como un ―filósofo de la sociología‖ (Sampedro, 1982: 11). No nos ha de extrañar, por tal motivo, que una de sus caracterizaciones habituales sea la de un ―filósofo social‖ dedicado a temas jurídicos, sociológicos y filosóficos (Abellán, 1967: 267-268; 1996: 626-627). 18 Se necesita de un suficiente distanciamiento para valorar la supervivencia en la tradición sociológica española de algunos autores y la ausencia de otros. También falta una reflexión crítica sistematizada sobre la propia sociología española, a pesar de que en los últimos años se vienen realizando diversas visiones panorámicas sobre el proceso histórico en el que se ha configurado el campo sociológico español (Giner, 1990; Del Campo, 2001). En estos trabajos, más allá de los méritos, se observa una llamativa debilidad y carencia de información hacia las figuras del exilio. La lectura de esas síntesis nos revela, en el caso de Medina Echavarría, una imagen incompleta, precaria y reducida sobre su figura. Sobre esa imagen parcial redunda la voz que le dedica uno de los más reconocidos diccionarios de sociología en español (Hernández, Aguilar, 1998: 469).4 Otro diccionario, en cambio, le ve con agradecimiento y tratando de solventar la deuda contraída por parte de nuestra disciplina: ―No obstante, y a pesar de su importancia fundamental para la sociología en lengua castellana, en España ha sido prácticamente ignorado por su comunidad sociológica, no se le recibió en ningún momento en la Universidad y sus obras sólo se han editado en nuestro país por el Instituto de Cultura Hispánica‖ (Maestre Alfonso, 2004: 889). En todo caso, Medina ya no aparece como un ―sociólogo sin sociedad‖ o como traductor del Fondo de Cultura Económica, que es la imagen que modestamente de él pudo proyectar Enrique Gómez Arboleya y que es la que sedimentó en la sociología española. Es ahora cuando a Medina se le empieza a destacar en los libros de sociología incluso como ―uno de los principales precursores de esta disciplina en España dotándola de un carácter científico y sistematizador que marcó un punto de inflexión en su desarrollo dentro del país‖ (Oltra, 2004: 296-297). Pero, claro está, su trayectoria intelectual dio para mucho más. Todo este breve análisis textual es esclarecedor a la hora de confirmar la imagen que se ha manejado de José Medina Echavarría dentro de la sociología española, a pesar de los silencios, inconscientes o premeditados, que ha recaído sobre su obra. Así, pues, la historia de la sociología española que se presenta en estas páginas, vertebrada por la figura y obra de José Medina Echavarría, está escrita en un tono crítico que no se niega ni renuncia, pero que pretende dar a conocer la existencia de una continuidad de la tradición sociológica en España, más allá de la Guerra Civil, del exilio o del franquismo. No es una historia centrada en los ―fenómenos de ruptura‖, sino interesada en descifrar las ―continuidades del pensamiento‖ (Foucault, 1979: 5). Por eso es una ―narrativa abierta‖ sobre la historia de la sociología española que pretende analizar, conocer y comprender ―las formas sociológicas del pasado‖ desde la dimensión epistemológica y teórica que nos concede el presente. No ―es solamente un fin en sí mismo, sino una indagación en las identidades de la disciplina, en las líneas de trabajo previas que pueden abrir nuevas posibilidades‖ (Ribes, 2011a). Espero que esta postura sea útil y provechosa para quienes se aproximen al pasado de esta disciplina no encuentren tanteos, vaguedades o idealizaciones peligrosas. Es importante y constituye un nuevo signo a la hora de reconstruir nuestra historia el hecho del diálogo y conocimiento que hubo entre la sociología del interior y la sociología del exterior para superar esa ―guadianización‖ de la sociología española, variable y oscilante en el tiempo. Gracias a las condiciones políticas democráticas y bajo la incorporación de una mirada auto-observadora, reflexiva y crítica sobre el propio proceso de institucionalización de la sociología en España, se empieza a ver a exiliados, como José 4 La voz de José Medina Echavarría cuenta con algunos errores en cuanto a las fechas y los títulos de los libros indicados. 19 Medina, como autores claves y relevantes dentro de la historia de la sociología española. Estamos llegando directamente a estos autores ―outsiders‖ de nuestra disciplina -en el sentido de Merton (1972)- con menos prejuicios y con menos inclinaciones intuitivas que las generaciones anteriores. Y esta autonomía es la que nos permite reinterpretar a estos como clásicos de nuestra disciplina poniendo especial atención en su bagaje teórico, en la validez y/o actualidad de sus interpretaciones.5 1.2. La recuperación histórica de la sociología en lengua castellana. En la elaboración de este trabajo de investigación subyace, efectivamente, el deseo de dar a conocer una historia digna de ser tomada por la sociología española. Esta tesis doctoral es deudora, por supuesto, del sentido de la permanencia que emana de la obra sociológica de Medina Echavarría. El exiliado no ha de confundirse con el emigrado o el inmigrante, pues el exilio significa el mirar hacia el futuro partiendo desde un pasado ingrato. El sueño glorioso del retorno que acompaña a todo exiliado no se correspondió con nuestro autor. Quitando algún escrito de juventud y un par de artículos publicados en la década de 1960 en la Revista de Occidente, el primer libro suyo editado en España no fue hasta después de su muerte. 6 Medina Echavarría no se vio recompensado en vida con ese reconocimiento por parte de la sociología de su país natal. 7 Ha llegado la hora, por tanto, de hacer justicia desde la necesidad de recuperar una parte de nuestra memoria histórica; una parte, aunque sólo sea mínima, de la historia de la sociología española. Estoy convencido que la presente investigación puede aportar datos e informaciones interesantes también para los estudios de la historia de la sociología hispanoamericana y, en concreto, ofrece nuevas claves para la interpretación de una de sus figuras más relevantes. Mi intención aquí es la de presentar a un Medina Echavarría protagonista de los debates académicos e intelectuales de su tiempo: desde un primer afán por modernizar el pensamiento sociológico hasta su última intención por ―fertilizar‖ a los que le rodearon de su vena democrática. Sería injusto y falso tratar de reducir su trayectoria latinoamericana a sólo varios libros de sociología del desarrollo, a su faceta de traductor o a su encasillamiento como teórico de la modernización, porque él, en América Latina, lo fue todo en la sociología, desde el joven profesor llegado a 5 La presentación que hizo Ludolfo Paramio en la sección de textos clásicos de la REIS nos indica el carácter de clásico de Medina en la sociología española y en la sociología hispanoamericana (Paramio, 1990: 241). Aquí me he propuesto seguir el vector de esta tradición sociológica. 6 Se trata de la antología publicada por Ediciones de Cultura Hispánica, con magnífico estudio de Adolfo Gurrieri y los homenajes póstumos de Raúl Prebisch y Enrique Iglesias. 7 A José Medina Echavarría los honores en España le llegaron después de muerto. El 30 de junio de 1980 se celebró en el Instituto de Cooperación Iberoamericana un homenaje dedicado a su figura, patrocinado también por la CEPAL y la UNESCO. Contó con un buen número de oradores españoles y latinoamericanos, como Adolfo García Valdecasas, Enrique Iglesias, Manuel de Prado y Colón de Carvajal, Raúl Prebisch, Rodolfo Stavenhagen o José Luis Sampedro. El acto homenaje dio paso a la celebración de un simposium durante los días 1 y 2 de julio de aquel año, en el que se abordaron los temas principales tratados en la obra de Medina Echavarría, como la democracia, el desarrollo, el papel de los intelectuales, la Universidad, etc. y en el que participaron destacados intelectuales, sociólogos y economistas de ambos lados del Atlántico, como Adolfo Gurrieri, Jorge Graciarena, Salustiano del Campo, Francisco Delich, Marshall Wolfe, Víctor Urquidi, Juan Velarde, Raúl Prebisch, Fernando H. Cardoso, Enzo Faletto, Aníbal Pinto, Enrique Fuentes Quintana o Carlos Moya. También su amigo y Francisco Ayala le dedicó un artículo en El País, en febrero de 1981, titulado ―Pórtico a un desconocido‖ en el que presentaba al público español el retrato de un gran pensador español. 20 México hasta el viejo intelectual que asumió en Chile, en los últimos días de su vida, un compromiso ético y una responsabilidad, dignidad y honestidad incuestionables. La utilidad de la recuperación crítica del legado de la sociología en lengua castellana es evidente en las páginas de este trabajo. Creo que en el contexto actual marcado por la colonización académica e intelectual, la puesta en valor y el análisis serio y riguroso de ―nuestros‖ clásicos merece un espacio en los debates académicos. Ese fue también el mismo empeño de Medina Echavarría por pensar lo social, procurando no dejarse llevar completamente por la fuerza de la, ya entonces pujante, sociología académica anglosajona a la hora de analizar los países objeto de su interés concreto. Estimo que este ejercicio crítico nos ayudará a la hora de reflexionar sobre los hallazgos que los pioneros y clásicos de la sociología en lengua castellana lograron, a la vez que constituye un testimonio de la actualidad de los mismos. Esta tesis se enmarca dentro de un programa de investigación del Departamento de Sociología V de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y que, impulsado por José Enrique Rodríguez Ibáñez, es un honesto intento por recuperar el pensamiento sociológico hecho por científicos sociales españoles. Esta línea de investigación, centrada en la reconstrucción historiográfica de la sociología española, cuenta también con el apoyo del Grupo de Investigación de la Universidad Complutense ―Sociología en Lengua castellana: perspectiva histórica‖. Todo este apoyo institucional y estímulo a la pesquisa histórica de nuestra disciplina es lo que está permitiendo que Medina Echavarría tenga, como ha escrito Rolando Franco, un ―segundo aire‖ en España (Franco, 2007: 66). En consecuencia, es un trabajo que pretende seguir actualizando y profundizando en la historiografía sociológica española e hispanoamericana. 2. Antecedentes, hipótesis y objetivos. 2.1. Antecedentes. Una vez elegido el tema de estudio, debía elegir la forma de abordarlo. Al observar los distintos antecedentes que había sobre la figura de José Medina Echavarría, pude comprobar la existencia, principalmente, de trabajos parciales sobre distintas facetas o etapas de su pensamiento. Ha sido un autor que ha generado mucha literatura, sobre todo, al otro lado del Atlántico, lo que nos demuestra la tesis que defendemos aquí de que Medina fue un importante y respetado sociólogo en América Latina que, sin embargo, no generó igual fascinación dentro de la sociología española. De la obra de Medina Echavarría se han rescatado los aspectos teóricos y metodológicos de la sociología que fueron de su interés, destacando, en ese sentido, los primeros trabajos de Gino Germani en los años 50 reconociéndole como un renovador de la sociología científica latinoamericana; se ha escrito sobre él desde las coordenadas propias de cada sociología nacional que transitó, principalmente, desde México y Chile, lugares que le reconocen como uno de los institucionalizadores de los estudios sociológicos; desde la sociología norteamericana se escribió tempranamente sobre alguno de sus trabajos; se ha estudiado sus análisis sobre la filosofía jurídica; se ha problematizado sobre su condición de teórico de la modernización; se ha escrito sobre temas específicos que le preocuparon, como la democracia, el desarrollo latinoamericano, la guerra, la educación, la Universidad o la responsabilidad del intelectual. 21 Una gran riqueza interpretativa de los trabajos sobre Medina Echavarría se concentra en su huella dejada en la CEPAL de Santiago de Chile. En ese sentido, destacan algunos estudios generales que le dedicaron compañeros suyos a su faceta como sociólogo preocupado por los aspectos sociales del desarrollo (especialmente Solari, 1976 y 1977). Merece señalarse aquí la importante contribución del sociólogo argentino Adolfo Gurrieri, quien cumplió una destacada tarea sistematizadora del aporte sociológico de Medina Echavarría al pensamiento cepalino (1980).8 Por esta tarea Gurrieri debe ser reconocido como uno de los sociólogos, sino el principal, que más ayudó a la difusión del pensamiento del intelectual español en las ciencias sociales latinoamericanas (Di Filippo, 2007: 151). Los trabajos cepalinos de Medina Echavarría también fueron seguidos por estudiosos del exilio intelectual español y por algunos de los sociólogos españoles más latinoamericanistas, destacando, en ese sentido, los trabajos de Juan Francisco Marsal, Juan Maestre Alfonso y Ludolfo Paramio. Sin embargo, hoy dentro de la sociología española hay un ―regreso‖ a Medina Echavarría. Últimamente se le ha comenzado a reconocer en diversos trabajos de la sociología española como uno de sus clásicos, siguiendo la huella dejada por Enrique Gómez Arboleya en su breve ensayo La sociología en España. Se puede decir que Medina Echavarría es, en este momento, un clásico contemporáneo de cierta actualidad dentro de la sociología en lengua castellana. Las lecturas sobre su obra están siendo renovadas continuamente desde distintos enfoques y latitudes. Ello se debe a diversos motivos epistemológicos e históricos sobre la propia disciplina sociológica y también según la evolución y autonomía de cada campo sociológico. Las nuevas posibilidades están siendo aprovechadas por varios estudiosos que están recuperando diferentes facetas intelectuales de su figura. Por ejemplo, destaco los trabajos de Álvaro Morcillo Laiz, en los que se centra en distinguir su papel de intérprete de Max Weber para el pensamiento hispanoamericano, o las aportaciones de Laura Angélica Moya López, quien está revisando los aspectos fundacionales y organizativos de Medina Echavarría en la institucionalización de la sociología en México y en Chile (Morcillo, 2008, 2010; Moya, 2007). Recientemente, en junio de 2011, esta profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana de México presentó su tesis doctoral, titulada ―José Medina Echavarría: Pensamiento Sociológico y sociología económica. Una interpretación desde la historia de las ideas 1939-1980‖. Se trata de un interesante trabajo de investigación en el que analiza, en particular, la contribución del sociólogo español a la historia de las ideas y a la historia conceptual de la sociología en México, así como sus aportaciones en el marco de la sociología económica y del pensamiento sociológico latinoamericano. Esa tesis, ante todo, es una historia intelectual. Por mi parte, como se verá más adelante, tuve otras razones para plantear como objetivo escribir una biografía intelectual, que es otro orden de discurso histórico y sociológico. 8 Adolfo Gurrieri reconocía en una carta a Francisco Giner de los Ríos la deuda intelectual contraída con Medina, motivo por el que se interesó en divulgar la obra del sociólogo español: ―Todos quedamos satisfechos con el ―homenaje-seminario‖, pero con la sensación de que pudiera hacerse más para difundir las ideas de Don José en el futuro. Personalmente, creo haber saldado en parte la deuda que con él tenía, por haberme soportado en el ILPES pese a los vaivenes personales y a las fluctuaciones de mi ―productividad‖ intelectual‖. Carta de Adolfo Gurrieri a Francisco Giner de los Ríos, Santiago de Chile, 21 de julio de 1980. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 22 2. 2. La consideración de José Medina Echavarría como sociólogo y como un intelectual humanista y reformista. A modo de hipótesis principal. En este trabajo me he propuesto comprobar que José Medina Echavarría fue un sociólogo en estricto sentido. Obviamente algunas de sus preocupaciones humanistas y filosóficas, más abarcadoras que las estrictamente sociológicas, me hacen pensar en un sociólogo, que sin dejar de serlo, fue, por encima de todo, un gran intelectual. 9 Medina es un sociólogo difícil de encajar y que escapa de las connotaciones más técnicas y empíricas que actualmente se manejan sobre la profesión sociológica. Por tal motivo, también he tenido en cuenta la consideración de José Medina Echavarría como intelectual. Esta es la hipótesis principal desde la que he construido todo el argumento discursivo de mi investigación. La relevancia cuyo reconocimiento persigo en estas páginas, acorde con el enfoque de mezclar vida, obra y contexto, radica, en dibujar a un Medina Echavarría como un intelectual humanista y reformista, lleno de inquietudes y de experiencias recogidas en América, España y Europa, pero, sobre todo, muy influido por el clima cultural de la Segunda República española Lo que me interesa, principalmente, es analizar la influencia que generó en este autor la participación de los intelectuales en el espacio público y en el ámbito cultural. Pretendo demostrar cómo ese aprendizaje vital repercutió en su trayectoria intelectual posterior, concretamente en su ideario teórico sociológico, en sus posiciones prácticas y en sus actitudes éticas. Parto de que aquella singular experiencia fue decisiva para que Medina terminase ligando la inserción de la democracia con el tema del desarrollo económico latinoamericano. La democracia y la imposibilidad de la misma vertebraron su vida. Fue un tema que le tocó de cerca y por varios lados: ―por su condición de exiliado del franquismo, por su vocación intelectual profundamente liberal y por su talante personal inmune a cualquier desvío autoritario‖. Siendo un tema que en su obra no aparece tratado de modo unitario y sistemático hasta 1960, puede advertirse, sin embargo, ―que nunca estuvo fuera de sus intereses principales‖ (Graciarena, 1988: 83). Por tal motivo, como trato de ver en este trabajo de investigación, su preocupación por la democracia no es algo que se circunscribe a sus años americanos, si no que es una pregunta que ya está en sus años españoles y europeos y que marcan su biografía. Medina fue un intelectual que pensó y escribió de temas políticos: ―Todo auténtico intelectual vive los dolores de su ciudad como una angustia personal. Mas sólo algunos por preparación o pasión pueden sentirse capaces de hacer públicas sus meditaciones políticas…Creo pues que la auténtica misión política del intelectual es la de ofrecer ideas políticas…pero con una condición: la de tener talento político y la de que acepte su propia y peculiar responsabilidad‖ (Medina, 1944: 44). El gran hilo conductor que recorre su vida, como así estimo, fue esta ―vocación política‖ incompleta. Esta idea es la que me posibilitará transitar su vida más allá de las periodizaciones en las que se ha estudiado su figura y que además me ayudará, eso espero, a explicar alguna de sus actividades reformistas e institucionalizadoras junto a su voluntad democrática. 10 9 Han sido muy reveladoras las siguientes palabras de Aldo Solari a la hora de vestir en este trabajo a Medina Echavarría como un intelectual humanista: ―Es sabido que Medina Echavarría –escribía Solari- era un gran sociólogo. Sin embargo, su pensamiento iba mucho más allá de los cánones de una disciplina que cultivó con un rigor insuperable y con clara conciencia de sus limitaciones. En el bueno y viejo sentido del término, Medina era un humanista‖ (Solari, 1988: 117). 10 No encontramos unanimidad de criterios al consultar la bibliografía sobre las periodizaciones de su obra. Adolfo Gurrieri únicamente distingue dos etapas intelectuales de Medina; una primera antes de llegar a Chile y que está caracterizada por la búsqueda del enfoque sociológico, y una segunda definida por la sociología del desarrollo (1980: 71). Alberto Ribes también está de acuerdo con esta periodización 23 2.3. Dimensiones y temas en la obra de Medina Echavarría. A modo de hipótesis secundarias. He creído conveniente situar junto a los períodos vitales de la biografía de José Medina Echavarría tres dimensiones que clasifican, a modo de tipo ideal, su obra. Creo que es la forma más provechosa de racionalizar algunos momentos de su vida académica y de su trayectoria profesional en relación a sus temas de interés. El método biográfico nos permite dar sentido y coherencia a la biografía de un autor entreverando su producción literaria y su experiencia vital. De esta manera, he considerado, como hipótesis secundarias, tres dimensiones que podrían estar representadas en su obra: una primera ―dimensión epistemológica‖, correspondiente a sus años españoles, mexicanos y puertorriqueños, en los que Medina Echavarría, desde su formación jurídica, se acercó a la sociología hasta madurar un proyecto epistémico, teórico y metodológico alrededor de esta ciencia social; una segunda ―dimensión filosófica‖, correspondiente a sus años chilenos, en donde Medina trató de responder con su sociología del desarrollo a la pregunta de cómo diseñar y vincular un proyecto político bajo la idea de individuos autónomos e independientes; y una tercera ―dimensión política‖, también presente en los años de Chile, correspondiente a la búsqueda de quiénes eran los actores y las instituciones sociales llamadas a generar esa integración entre individuo y estructura social, política y economía, bajo una solución claramente democrática. Ahí hablaremos de su proyecto modernizador como su ―tema latinoamericano‖, momento en que la obra sociológica de Medina Echavarría adquirió ese ―carácter eminentemente latinoamericano‖ (Maestre Alfonso, 1991: 14). Mi intención es la de comprobar los cambios de registro de nuestro autor y cómo fue sustituyendo, de cara al público latinoamericano, las preocupaciones más europeas y españolas por el problema del desarrollo económico, aunque éstas nunca lleguen a desaparecer. La voluntad de Medina por pensar teóricamente aquella región es lo que me ha hecho destacar en su obra lo que considero como un ―modelo teórico del desarrollo para América Latina‖. Incluso su responsabilidad por los acontecimientos de la realidad chilena de principios de los años 70 me hacen distinguir un ―tema chileno‖. Aunque las etapas estén nítidamente demarcadas por su experiencia personal y que éstas puedan oscilar según temas y públicos, su obra mantiene cuestiones siempre visibles y constantes. Mi consideración general es que en la obra de José Medina Echavarría estas tres dimensiones (epistemológica, filosófica y política) pueden estar más o menos presentes a lo largo de toda su trayectoria intelectual impregnando sus temas español, europeo, latinoamericano o chileno. Ello creo que se debe, en relación a la hipótesis principal planteada, a la ―experiencia de lo vivido‖ durante el período de entreguerras en España y en Europa. Lo oportuno y original, por tanto, es tender puentes entre biografía y obra más allá de las periodizaciones que encajonan temas concretos y que encorsetan al autor. Se trata de construir una interpretación sobre su trayectoria intelectual más matizada y satisfactoria que las disponibles. Es la única posibilidad de propuesta por Gurrieri, aunque si bien matiza que en Medina hay una etapa previa de estudios jurídico- sociales en España (2003: 264). José Luis Abellán vincula el lugar de residencia con el cambio de disciplina: España-derecho, México-sociología y Chile-economía (1998: 404). Por su parte, Juan Maestre Alfonso también distingue tres etapas pero con otra dimensión: México como prolongación de su experiencia española, donde Medina queda definido como un pensador teórico de la filosofía jurídica, política o social; Puerto Rico como Medina sociólogo, dado su estatus de profesor de sociología; y por último, Chile como la etapa cepalina, donde el interés central de Medina es América Latina en su conjunto (1991: 21). 24 recordar en todo su alcance a este autor prolífico, capaz de combinar su sólida formación jurídica, filosófica y sociológica con la historia, la literatura, la pedagogía o la ciencia política. 2. 4. Presentación de los objetivos. Toda tesis doctoral nace, en principio, con la modesta pretensión de cubrir una pequeña parcela de conocimiento dentro de un campo científico. Mi caso obviamente no es ajeno a este dictado. La obra de Medina Echavarría ha dado para variados y numerosos artículos, libros, monográficos y una primera tesis doctoral en la Universidad mexicana. Una bibliografía completa y detallada que el lector encontrará al final de este trabajo. Todas estas reflexiones nos han permitido conocer aspectos precisos de su pensamiento social, aunque, sin embargo, todavía quedan por resolver algunas preguntas relacionadas con la complejidad y amplitud de su trabajo, como otras correspondientes con la reconstrucción de su trayectoria académica e intelectual. Por tal motivo, el proyecto de investigación que presentamos aquí pretende responder algunas de esas preguntas y vacíos a través de un recorrido panorámico. El objetivo principal de esta investigación es, por tanto, la realización de una biografía intelectual dedicada a la figura de José Medina Echavarría. La ausencia de una mirada global sobre su vida y obra es la que, finalmente, condicionó la elección y el tratamiento teórico-metodológico que hemos seguido en este trabajo de investigación. A pesar de la dificultad que entraña, por tiempo y esfuerzo dedicados, he optado por la realización de una biografía intelectual. Con el presente trabajo será posible conocer más y mejor sobre él y su producción intelectual. La sociología en lengua castellana carecía de una obra de este tipo y con este trabajo queremos cubrir esa laguna. Mi intención no es sólo escribir y desarrollar una simple biografía sobre un ―desconocido‖ de la sociología española, destacando únicamente hechos biográficos y acontecimientos destacados en su vida. Si no, principalmente, mi pretensión es que su vida me sirva como hilo conductor para problematizar y reflexionar sobre cuestiones propias de la sociología y de la teoría sociológica. Por un lado, el dar importancia a su trayectoria biográfica me permite recuperar la obra de un sociólogo significativo dentro del pensamiento social hispanoamericano. Y a su vez, el rastreo de su trayectoria me sirve para apuntar cuestiones propias de la teoría sociológica y relativas a la sociología del conocimiento, a la sociología de la sociología, a la sociología de la cultura o a la sociología de los intelectuales. De esta manera, este rastreo me ha llevado a profundizar sobre cuestiones tales como las fuentes sociológicas dentro del pensamiento español (la herencia krausista, por ejemplo); el proceso de institucionalización de la sociología española; la quiebra en el campo sociológico español producida por la Guerra Civil; el exilio como el gran acontecimiento que sufre biográficamente nuestro autor y que también explica estructuras posteriores al desarrollarse la sociología española bajo el franquismo; la aportación de José Medina en la institucionalización de la sociología mexicana y su posterior protagonismo en la creciente internacionalización de la sociología en América Latina entre las décadas de los 50 y los 70 del pasado siglo XX. El ámbito de referencia específico es el papel jugado por Medina Echavarría en la maduración de la sociología en lengua castellana, pero al enmarcarlo en su contexto histórico y sociológico, conviene abordar también los siguientes aspectos, a modo de objetivos específicos o secundarios: 25 1. La trayectoria intelectual de José Medina me sirve para mostrar que en España había sociología antes de la Guerra Civil. Quizás de una manera tentativa y aproximativa, pero sí bajo una voluntad de institucionalizarla. 2. Las consecuencias biográficas de la Guerra Civil: la quiebra de las herencias y las tradiciones sociológicas. 3. Desmitificar algunas reducciones sobre la propia figura de Medina hechas desde la sociología española y la sociología latinoamericana: como, por ejemplo, no era sociólogo, ―sociólogo sin sociedad propia‖, ―traductor de Max Weber‖, y ―sociólogo de la modernización‖. 4. La importancia de las estrategias de inserción académica en la trayectoria intelectual de José Medina. Redes, circulación de intelectuales, relaciones mundanas, escuelas, discípulos. 5. Perseguir la huella de Max Weber en la obra de José Medina: la incorporación del pensamiento weberiano como fuente de hipótesis. Más allá de una lectura hispana de Max Weber. ¿Por qué nuestro autor quiso adaptar la sociología clásica de Max Weber en la realidad social latinoamericana? ¿Cómo hace esta adaptación? 6. La pregunta por la democracia y la postura política: desde la Segunda República hasta la sociología del desarrollo hecha desde la CEPAL. 7. Los contactos de Medina con la sociología española del interior. La apropiación de un autor y su obra suele diferir según varios factores: desde qué posición se le reclama, desde qué campo o disciplina académica, para qué se le reclama, qué interesa reclamar y en qué momentos. Un trabajo como el presente trata de ir un poco más allá de las categorizaciones sobre la trayectoria intelectual de José Medina. Toda reducción supone prescindir y desatender toda una obra. Por ejemplo, una de las tareas que todavía no se ha acometido respecto a su biografía es la que trato acometer respecto a su diálogo con Max Weber: ¿cuándo comenzó a interesarse verdaderamente por el clásico alemán? ¿Cuándo incorpora José Medina a Max Weber como fuente de hipótesis y de preocupación teórica? Al igual que otro de mis objetivos específicos ha sido destacar la postura democrática de su sociología del desarrollo como una sociología política de la realidad social latinoamericana que escapó de partidismos en un momento histórico lleno de tensiones. 3. El marco teórico sociológico. 3.1. Una biografía surcada por el exilio. José Medina Echavarría escribió lo fundamental de su obra en el exilio. Su mirada sociológica quedó condicionada por este suceso. Al redactar una biografía intelectual de un sociólogo marcado por el exilio, he tenido que manejar un enfoque integral para poder ser capaz de entender cabalmente los efectos de ese suceso en el destino de su obra. Hay dos consideraciones a tener en cuenta: la primera, que el exilio, como hecho social y como categoría sociopolítica, encierra a un grupo de gentes; la segunda, como diferencia, es que el exilio se rompe como categoría analítica, porque las experiencias y respuestas vitales son siempre individuales. En este trabajo he pretendido expresar, fundamentalmente, esto último: la respuesta personal de José Medina Echavarría a aquella circunstancia, más allá de que sea denominado como un ―sociólogo sin sociedad‖, o que encaje dentro de la categoría ―sociología española del exilio‖ o ―sociología española desde el exilio‖. Él fue un miembro de la ―España 26 peregrina‖ de 1939. Pero fue un miembro de esa diáspora intelectual, dentro de lo que cabe, privilegiado. Aunque igual de cierto es que ese suceso le afectó biográfica, familiar y profesionalmente. La Guerra Civil supuso una ruptura brutal de todo el camino de inquietudes académicas, intelectuales y personales que había ido trazando durante los años 30 del pasado siglo XX, condicionándole su trayectoria académica e intelectual como toda su vida familiar y personal. Para estudiar el exilio en su biografía, siendo el exilio una categoría difícil de establecerse como categoría rigurosa, he seguido la línea de análisis desarrollada por Raquel Macciuci que declina el establecimiento de categorías y conceptos definitivos, poniendo mayor énfasis en la integración personal de aquella experiencia (2006: 316). He preferido, por tal motivo, guiarme por la forma individual en la que Medina Echavarría se sitúo ante el acontecimiento del exilio y cómo su actitud se trasladó a su obra, y se reflejó también en su posición académica e intelectual como en las relaciones familiares y sociales. 11 Me ha interesado recoger la forma particular y personal en que vivió aquella experiencia colectiva. Una manera de hacer este ejercicio ha sido a partir del análisis de los aspectos generales de su obra que están relacionados con esta quiebra y también desde la interpretación de este tema en la correspondencia de nuestro autor con otros amigos y exiliados como él, caso de Max Aub o Francisco Giner de los Río, donde se confiesa y comparte íntimamente la ―conciencia de la derrota‖, el manejo de la idea del retorno, la idealización de la España que deja atrás o la sensación de derrumbe cuando regresa, por fin, después de tantos años en el destierro americano. En ese momento el mundo intelectual y cultural de la sociedad española que había conocido ya no existe, únicamente aún quedaba vivo en su recuerdo. Más allá de eso, en las cartas de Medina, según veremos, el ―lenguaje del exilio‖ es traumático. La idea de ―transtierro‖, en el caso de José Medina Echavarría, no es válida. Él expresó alguna vez su ambigüedad vivida en América Latina entre la ―peculiar calidad de extraño y próximo al mismo tiempo frente al hispanoamericano‖: ―La experiencia del español en países tan emparentados con él –una experiencia, en mi caso, de larga duración- es difícil de explicar y de definir. Consiste en una experiencia singular, para la que no existe todavía la categoría adecuada en los resultados del pensamiento científico. Porque en manera alguna el español puede sentirse auténtico ―extranjero‖ en los países hispanoamericanos, y no valen por eso para su situación las sutilezas psicológicas en que penetrara Simmel y han continuado luego otros pensadores‖ (Medina, 1963a: 334). El ―transtierro‖ americano fue para Medina Echavarría un ―bálsamo ilusorio‖ de sentirse en tierra de uno cuando en realidad se encontraba en tierra ajena. Fue una respuesta compartida por tantos exiliados; quienes sintieron la necesidad de agarrarse a ese clavo ardiendo, a ―esa quimera del posible y efectivo acomodo de una planta llevada de una tierra a otra‖ (Caudet, 2011: 60). Los lazos y redes establecidos con instituciones y hombres de otros países, como Puerto Rico, México, Colombia, Chile….sirvieron de ancla para los hombres y mujeres que emprendieron una nueva vida, retomaron sus 11 Como me recordaba su hija Nieves, la vida de su padre fue la vida de un ―desarraigado‖. Un desarraigo que también padecieron sus hijos: ―Nosotros fuimos desarraigados absolutamente. No nos sentimos de ninguna patria ni de ningún lugar‖. El viaje que Medina Echavarría emprendió se tornó en un viaje permanente. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 27 investigaciones e ―iniciaron nuevos proyectos con la mirada puesta en el lugar dejado‖ (Naranjo, 2002: 319). A Medina Echavarría, como verá el lector en este trabajo, le inquietó el problema de su vivencia personal ante el doloroso destierro que padeció. Fue un sociólogo ―forastero‖, venido de otro lugar, pero ese distanciamiento original le permitió explorar la nueva realidad latinoamericana como ponerle en contacto con otros intelectuales, tradiciones y sociedades, aprendiendo otros modos de ser y de pensar. Aquella dramática experiencia fue, en efecto, un gran obstáculo biográfico, pero también le supuso una oportunidad para renovar viejos temas y, sobre todo, para demostrar y esforzarse por ingresar en una comunidad científica ajena. El exilio significó en su biografía una verdadera experiencia de conocimiento, convirtiéndole, con el paso del tiempo, en un privilegiado observador participante de América Latina. Esta distancia respecto al objeto de estudio ―trasplantado‖ fue la que le facilitó hacer una lectura sociológica de la historia y de la política de aquella región sin apasionamientos.12 Medina, como sujeto del exilio, perdió su ―lugar de pertenencia‖ en la historia española pero tuvo que ir construyendo de a poco su ―espacio de afiliación‖ en las sociedades que le recibieron (Ortega, 2007: 18). (Lo más triste del exilio, tal vez no es lo más terrible pero sí lo más triste, es que les exilia de la historia). El tópico de un ―segundo descubrimiento de América‖ expresa la ambigüedad que recorrió la vida de muchos exiliados: el conocimiento y visión de una América ―alternativa a la de la conquista y la dominación‖, pero en la que no fue tan fácil ―desprenderse de la mirada objetivadora y reductora propia del descubridor‖ (Sánchez Cuervo, 2008: 226). Para nuestro autor, como decimos, no fue fácil, tampoco, vivir en esa ambigüedad del exiliado que acertadamente describió María Zambrano: ―Recae, pues, en pleno sobre el exiliado toda la ambigüedad de la condición humana; la asume o se la hacen asumir los demás, todos. Y así, si hubiera de responder a todos los que le han interrogado, tendría que ir pasando por todo eso que le han atribuido ser; tendría que entrar en cada uno de sus personajes y contestar, decir…la verdad que está viviendo. Lo que dejaría a esos personajes en lo que son: máscaras. Máscaras creadas por la situación del que encuentra en su camino al exiliado –pues el exiliado siempre él, el encontrado y alguna vez descubierto-; o máscaras inventadas por algún conflicto de conciencia, por algún inconfesado remordimiento o por algún pánico de los que acometen al que no ha perdido su herencia, al que tiene un ―estar‖ (Zambrano, 1961, 65). Otra forma de recoger y describir su experiencia del exilio, menos habitual en la tradición sociológica, ha sido estudiar la propia personalidad de Medina Echavarría. Ese suceso le causó visibles consecuencias emocionales que marcaron el destino de su vida y de su producción intelectual. En este trabajo he tenido muy presente la perspectiva psicológica para así intentar ―escuchar‖ al hombre que está detrás de la obra. 3. 2. La necesidad de reconstruir los contextos históricos y los campos sociológicos. Como cualquier biografía intelectual he corrido el riesgo de quedarme únicamente en los datos biográficos, los rasgos psicológicos y no prestar igual atención a las ideas del sociólogo elegido. Por tal motivo he tratado de explicar lo que escribió en 12 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 28 base a qué lo pensó y a qué autores de la disciplina. Si es inseparable el autor de su obra y de los intereses y motivaciones que él tenía sobre la misma, también lo son los aspectos teóricos que le influyeron. En este sentido, el planteamiento teórico transita distintos enfoques para reconstruir y reinterpretar los aspectos teóricos más relevantes de Medina Echavarría en relación a influencias intelectuales, corrientes teóricas, campos sociológicos e instituciones académicas o profesionales. Además de una sociología comparada, que realizo directamente con el análisis del estudio de José Medina de la hacienda latinoamericana, muy influido por el trabajo de Max Weber sobre los junkers prusianos, hay también un espacio para la sociología ―práctica‖. Destaco el estudio- diagnóstico de la sociedad boliviana de los años cincuenta acometido por nuestro autor, que fue en su tiempo un genuino estudio de caso, y donde siguió importantes directrices weberianas. Este trabajo de investigación también bordea, por supuesto, los terrenos de la sociología del conocimiento, la cual nos ha enseñado a distinguir ―el contenido válido de una proposición al condicionamiento histórico-social de su génesis‖ (Medina, 1977a: 29). La validez de las proposiciones enunciadas en la obra de nuestro biografiado y la forma en la que se presentan vienen motivadas e influidas, muchas de las veces, según el contexto histórico. Por tal motivo, resulta sumamente importante para los fines de este trabajo la perspectiva teórica de la sociología de la sociología. El enfoque de la sociología de la sociología está basado en el contexto histórico y social en el que se adscribe la teoría sociológica de Medina Echavarría. Ello se debe a que es sumamente necesario situar la obra de nuestro autor con la situación concreta intelectual y social que le rodeaba, ya que no podemos estudiar las teorías con independencia de los autores. El punto de partida teórico es que tanto el autor como las teorías no queden descontextualizados. Asumo esta postura porque comparto la idea de C. Wright Mills de que: ―Ningún estudio social que no vuelva a los problemas de la biografía y de la historia y de sus intersecciones dentro de la sociedad, ha terminado su jornada intelectual‖ (1961: 26).13 Una tesis doctoral de este tipo tiene que abordar necesariamente los contextos en los que el autor escribió sus obras, por lo que abundan las consideraciones a ese respecto a lo largo de las páginas que siguen. La trayectoria intelectual se puede juzgar por los temas y los problemas que privilegia un autor y, sobre todo, por su relación con los momentos históricos en que se produce su producción literaria (Valencia, 1995: 317). El enfoque histórico está siempre presente a la hora de reconstruir el pensamiento intelectual de cada época, los campos sociológicos o el marco general de la historia. Es muy importante ubicar las ideas en el tiempo donde esas ideas tuvieron lugar. Sin este marco concreto las ideas se caen, no las entendería o no sé porqué pensó Medina una cosa u otra. El sociólogo, como observador, es además producto de un medio social determinado –y de su situación personal en ese medio- y esto lo condiciona para ver ciertas cosas con preferencia a otras y para verlas desde una perspectiva determinada (Solari, 1976: 60 teoría y acción). El sujeto sociológico como el objeto sociológico comparte una historicidad. Y es que el argumento de la vida y obra es poco sólido como 13 Dentro del campo sociológico español uno de los autores que más desarrolló, compartió y trabajó a favor de esta postura de reconocer la importancia y la valía de la metodología y la técnica biográfica en el hacer sociológico fue Juan Francisco Marsal; principalmente con la obra, Hacer la América: autobiografía de un inmigrante español en la Argentina, Editorial del Instituto, Buenos Aires, 1969. 29 argumento teórico-metodológico si no lo acompañamos de un paisaje histórico amplio desde el que se pueda evocar la realidad de una representación. Cambia la persona como cambian las sociedades y las ciencias sociales en cada momento. Pensemos que la sociología y la teoría del desarrollo latinoamericanas se cuadran en la historia, y creo que sería un error metodológico por nuestra parte juzgar en abstracto las ideas sin ubicarlas en su marco general, sobre todo, teniendo en mente que la historia de América Latina entre las décadas del 50 y del 70 del pasado siglo fue enormemente dinámica. Por tal motivo, en este trabajo he insistido, quizá de una manera obsesiva, por situar las teorías e ideas de Medina en relación a cada ―contexto de enunciación‖, pues sería imposible comprender algunos de los cambios centrales de su obra sin referirse al contexto. En este trabajo hemos seguido la ―plantilla mínima para la investigación‖ que plantea Alberto Ribes Leiva para estudios y trabajos de este tipo de sociología de la sociología. Este autor propone ―estudiar a los autores situados en relaciones diversas, o distintas posiciones, tanto dentro del espacio de la sociología como fuera del mismo, prestando especial atención a: las experiencias personales, el contexto sociohistórico coyuntural (y las instituciones con las que se relacionen que no estén dentro del campo sociológico, como por ejemplo el Estado), el contexto intelectual general (conformado por las distintas disciplinas concretas), la tradición sociológica y los discursos sobre sus obras (que son parte de sus obras y de ellos mismos), así como los públicos a los que van dirigidos los textos‖. También está plantilla mínima trata de ―comprender cómo se definían los autores, cuál era su concepto de sociología, cuál era su relación con la tradición sociológica, cómo eran vistos por sus contemporáneos (sociólogos o no), cuáles eran sus relaciones con las instituciones claves en sus vidas y en la tradición sociológica (universidades, organismos internacionales, asociaciones sociológicas, etc.) y cómo son vistos por otros sociólogos de la sociología‖ (Ribes, 2008: 62 y 67). Este ejercicio teórico nos servirá para saber y examinar cómo se interpretaban a sí mismos estos autores clásicos de la sociología, cómo eran o son percibidos por sus contemporáneos, y cuál es su relación actual con la tradición sociológica. El seguimiento de esa plantilla teórica me ha hecho construir una narración de la sociología de la sociología de Medina Echavarría para responder a la siguiente pregunta: ¿desde dónde veía este sociólogo? Hay que tener en cuenta todos los anteriores factores, como requisitos imprescindibles para situar a autor y obra en su lugar y tiempo. Es imposible pensar, por poner un caso, la sociología del desarrollo de Medina sin la relación a las sociedades en las que él se insertó como científico social y cómo sus teorías se insertaron en esas sociedades. La relación que se produce entre la sociedad y las teorías sociológicas es una interacción continua: la sociedad influyendo en los teóricos y éstos tratando de influir en su sociedad con sus teorías. Por supuesto, a la hora de analizar y describir la trayectoria académica de José Medina Echavarría ha sido muy importante el concepto de ―campo intelectual‖ tal como lo ha utilizado Pierre Bourdieu (1983; 2002; 2008). He aceptado expresamente las particularidades anexas a la articulación del proceso de autonomía y desarrollo de un campo científico determinado, en este caso el sociológico. Estoy convencido de que para estudiar el pensamiento de un autor es clave llevar a cabo las necesarias ampliaciones teóricas y temáticas que permitan acceder a los diferentes campos: disciplinariamente, sobrepasando su sola producción; espacialmente, teniendo en cuenta el grupo pensante circundante; temáticamente, superando las estrechas delimitaciones 30 de la obra de Medina, para abrirnos a la multiplicidad de lugares teóricos donde emergió su pensamiento sociológico. Los sociólogos participan en el proceso de estructuración y autonomía del campo a partir de las instituciones académicas como medio de reproducción del campo, desde las revistas y las editoriales como medio de legitimación, desde las clases y los manuales como medio de rutinización del saber científico. Además ese soporte teórico me ha permitido posicionar a Medina Echavarría en cada campo sociológico respectivo. Así, por ejemplo, vemos cómo en la España anterior a 1936 seguirá diferentes estrategias de inserción académica, como puede ser, sin duda, el desentenderse de la filosofía del derecho –disciplina en la que se formó- para comenzar a reflexionar teóricamente desde la sociología como un medio de obtener distinción académica en forma de cátedra universitaria. Esta teoría sobre el campo sociológico también me ha servido para pensar la labor realizada por el sociólogo español en sus años de México y que le enfrentaron con Daniel Cossío Villegas sobre las funciones y orientaciones del Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México. El campo sociológico, al igual que el campo académico, son lugares de luchas y pugnas, donde hay diferentes maneras de interpretar el significado de la sociología, el papel del sociólogo o la enseñanza de la disciplina. Las posiciones académicas e institucionales también las he reflejado sucintamente en los años que José Medina pasó en Chile. Al calor del auge de organismos internacionales como la CEPAL, el ILPES o FLACSO, alcanzaría una posición reconocida dentro de las ciencias sociales latinoamericanas al introducir a la sociología y al enfoque sociológico dentro del debate sobre el desarrollo económico. En esta investigación quiero destacar, en todo caso, las dificultades, los apoyos y los soportes que Medina Echavarría encontró en las respectivas sociedades que vivió a la hora de establecer espacios científicos e intelectuales relativamente autónomos de los conflictos académicos, ideológicos y políticos adyacentes al campo sociológico. El pasado de cada sociología nacional determinó en algún momento las preocupaciones teóricas de José Medina. Me he interesado mucho por la historia y el desarrollo de los diferentes campos sociológicos nacionales, en cuanto a sus practicantes, sus instituciones, sus corrientes y tradiciones sociológicas, sus características principales, etc. La historia de la sociología de cada país es distinta: en España la sociología provenía del campo del derecho; en México se llegó a la sociología desde la antropología; y en Chile fueron los estudios pedagógicos y económicos los que abrieron paso a la ciencia sociológica. Esto me ha llevado, como decíamos anteriormente, a prestar especial atención a cómo sus teorías e ideas fueron percibidas, apropiadas y cuestionadas por sus contemporáneos. Es especialmente interesante analizar los soportes académicos e institucionales que tuvieron sus ideas. La ―recepción‖ de una manera de hacer o ver la sociología, de una teoría sociológica o de una corriente de pensamiento sociológico, marca el momento en que se conforma un sistema de investigación mediante el doble proceso de apropiación de una tradición y su incorporación a un círculo o comunidad de practicantes (Brunner, 1993: 40). Bajo esa consideración he analizado la repercusión fluctuante de la obra de Medina Echavarría, sobre todo su interés por incorporar a Max Weber en la sociología en lengua castellana. La fluctuación de esta recepción se ha debido unas veces a motivos académicos o institucionales, y otras veces a motivos políticos que han repercutido en la desigual posición que ha tenido esta literatura sociológica. Esto es evidente en cómo 31 la recepción temprana de Max Weber por la sociología mexicana se vio interrumpida con la marcha de Medina Echavarría de aquel país o cuando, ya en Chile, y desde la CEPAL y el ILPES, el sociólogo español consiguió generar y compartir con diferentes jóvenes sociólogos latinoamericanos la producción de ideas y conocimientos enmarcados bajo la tradición weberiana y el enfoque histórico-estructural al contar con el reconocimiento y el apoyo de esa comunidad intelectual. Este terreno tiene que ver con los reconocimientos de valor académico y de utilidad práctica que Medina recibió a lo largo de su trayectoria académica como teórico y formulador de ideas sociológicas. El reconocimiento de valor académico es el reconocimiento recibido por parte de los pares o de las instituciones académicas socialmente reconocidas como tales. El reconocimiento se traduce en premios, honores, inclusión en conocimientos y seminarios o invitación a congresos por parte de la comunidad científica, citas en textos, etc. Se reconoce aquí el conocimiento por su validez intrínseca. El reconocimiento de utilidad práctica puede provenir por organismos gubernamentales, internacionales, o del sistema político, etc. Estos reconocimientos significan que el conocimiento producido es convertido en medidas o acciones prácticas, siguiendo estrategias profesionales, políticas, etc. Se reconoce aquí la validez del conocimiento por su eficacia en campos diversos de acción (Hopenhayn, 1993: 268). El reconocimiento de utilidad práctica hacia Medina Echavarría lo he reclamado, principalmente, en la institucionalización de la División de Planificación Social del ILPES, momento en que la perspectiva sociológica es reconocida por su valía en las políticas del desarrollo económico y de la planificación para América Latina. El campo sociológico, como ―campo del poder‖, es a su vez un espacio en el que se establecen unas relaciones de fuerza entre los agentes y las instituciones académicas a la hora de competir por posiciones dominantes en el mismo campo y otros campos (cultura, económico, político). El campo sociológico, por tanto, otorga disposiciones como capital necesario en forma de prestigio científico o de pertenencia institucional para ocupar las posiciones de dominio. En ese sentido, es un espacio para las pugnas y luchas por diversos motivos: definición de la sociología y de quién es sociólogo, de los métodos del saber sociológico, del control de acceso, de los recursos económicos, etc. En el campo sociológico no sólo se establecen interrelaciones cooperativas o vínculos científicos, sino que además se vehiculan intereses y disputas académicas y personales. Avanzamos al lector que esta disputa por imponer una definición de la sociología y del sociólogo es bien visible en la etapa mexicana de Medina Echavarría. Pero también es la etapa en la que acumuló capital intelectual y capital social suficientes, en forma de redes académicas, que le permitieron tener una mayor flexibilidad a la hora de proyectar su destino profesional en América Latina. 3. 3. La importancia de las audiencias: a quién va dirigido el discurso sociológico. Los contextos, como insisto en estas páginas, condicionan, al igual que las vivencias personales, y llegan a modificar sustancialmente los temas como las formas de los estudios sociológicos (Alexander, 1992; Gouldner, 1973). Y esto, en el caso propio de Medina Echavarría, es más que visible, dada su condición de exiliado y su posterior periplo por diversos países latinoamericanos. Para ello, he creído como algo importante recurrir en mi estudio a la noción de audiencia (Coser, 1971). El concepto teórico de audiencia es complementario a los de contexto histórico, clima intelectual o campo sociológico, porque estas perspectivas problematizan sobre los distintos 32 determinantes que afectan a la elección del público. ―Una ciencia que gusta de definirse como conciencia crítica de la modernidad, debe saber a quien dirige sus discursos, a quien habla‖ (Lamo, 2007: 48). El estilo con el que un sociólogo escribe indudablemente depende de a quién va dirigida la obra. Para quién se escribe marca definitivamente lo que se va a escribir. Los públicos, las audiencias, son diferentes, diversos según su formación, su nivel cultural, económico, social, etc. Y en el caso de la trayectoria de Medina Echavarría veremos las diferentes maneras de relacionarse con las distintas audiencias. En México, frente a un público desconocido, su sociología siguió asentada en los ―temas propios‖ adquiridos en los años españoles y europeos. El público natural era el público original: los intelectuales exiliados. Pero este público, era excesivamente reducido, lo que podía limitar sus posibilidades de creación. Su discurso sociológico descansó en la abstracción teórica y en la gran teoría, preocupado por cuestiones epistemológicas y de construcción del objeto de estudio sociológico. Esa apuesta por la gran teoría se debe a su condición de recién llegado a una sociedad con todo lo que ello significa: búsqueda de una nueva audiencia, de nuevos interlocutores, y tener que conocer los rasgos del campo sociológico mexicano. Desde el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México y según avanzaba la Segunda Guerra Mundial, fue modificando su relación hacia el público mexicano y latinoamericano, tratando de abrirse a un espacio y a una audiencia mayor. Veremos cómo este estilo narrativo fue cambiando en su trayectoria al encontrar, como así he llamado, su ―tema latinoamericano‖. Medina abandonó paulatinamente la abstracción teórica según su experiencia en el exilio se iba prolongando, consiguiendo una posición profesional más estable en la CEPAL, lo que le marcó, en definitiva, para escribir sobre cuestiones propias de la realidad latinoamericana como fue el gran tema del desarrollo económico: ―Lo nuestro (como realidad económica-política-social sobre la cual debe pensar y como ámbito intelectual en medio del cual piensa) empieza a transformar su discurso. Lo nuestro se constituye en un polo de gravitación de tal fuerza que comienza a ―desviar‖ el pensamiento de Medina de su trayectoria inicial, al atraerlo‖ (Devés, 1999: 69). El sociólogo español tuvo una clara intención de entender América Latina, de ahí su afán de pensar teóricamente el proceso de desarrollo y de modernización de aquella región. En América Latina él se asombró ante la otredad ajena. La experiencia sociológica es el momento en que uno se pone en la mirada ajena y puede a verse a sí mismo: ―el verse desde fuera‖. Para Medina esto fue la ―experiencia de lo vivido‖. El tema es que Medina se asombra de lo ajeno por su condición de exiliado, de ―foráneo‖, en el sentido de Simmel. Pero también llegó, después de tanto tiempo, a ponerse en el lugar del otro, se hizo la idea o aprendió a saber pensar como un latinoamericano. Fue ganando competencias sobre esa realidad, lo que le hizo generar categorías, diagnósticos y teorías. Su propuesta más visible es la que he considerado como su ―modelo teórico para el desarrollo latinoamericano‖. En ese tema latinoamericano, encontró hueco para sus ideas y teorías sociológicas a la vez que fue consciente de la audiencia más amplia y general a la que podía dirigir sus escritos y con la que podía dialogar: economistas, sociólogos, planificadores, políticos, técnicos gubernamentales, etc. Una estrategia para llegar a una mayor audiencia fue, dados los estilos de investigación académica entonces en boga, la ―amplia justificación funcionalista‖ como medio que le permitió lograr que se aceptase su obra en términos comprensibles para el auditorio al que estaba dirigida (Solari, 1976: 33 93). En todo caso, este ―envoltorio funcionalista‖ fue más escaso de lo que creemos. Medina privilegió en su modelo teórico el enfoque histórico-estructural de raíces weberianas, el cual influyó en la originalidad sociológica representada por los jóvenes teóricos de la dependencia. Con estos y con los economistas cepalinos mantuvo polémicos y vivos debates que le permitieron estar muy activo intelectualmente. Además he reconocido incluso en Medina Echavarría un ―tema chileno‖, preocupado como estuvo por la estabilidad política de aquel país. 14 Una de sus aportaciones más personales fue una especie de ―teoría de la planificación democrática‖, siguiendo los presupuestos mannheimianos, en un momento en que hubo en Chile evidentes diferencias entre distintos proyectos de sociedad y entre quienes defendieron una forma racional y legítima de lograr y conseguir el desarrollo económico y social. Sin embargo, la corriente reformista-liberal representada por la CEPAL, a pesar de tratar de resolver racionalmente los problemas sociales, no fue aceptada cabalmente por otros grupos sociales. El sociólogo español, en ese momento, percibió, como muchos otros intelectuales de la CEPAL y de fuera de ella, que el mantenimiento del equilibrio político y de la estabilidad de la realidad social, en la que interactuaban distintos grupos sociales, pasaba por la defensa de los principios democráticos. Más allá de defender los intereses de un grupo social, se dedicó a defender los intereses de todo individuo. Me he detenido especialmente en los problemas que encontró nuestro autor a la hora de convertir esas ideas y visiones de la realidad en programas sociales y políticos que aumentasen la participación social. 3.4. Círculos de afinidad, redes intelectuales y pasadores culturales: la formación de una tradición sociológica. En el trabajo de investigación he querido señalar lo importante y decisivo que fueron en la trayectoria académica y profesional de José Medina Echavarría las redes de conocimiento institucionalizadas y colectivas que posibilitan una mayor o menor circulación de los sociólogos como de sus obras o ideas. Los conceptos ―círculos de infinidad‖, ―redes intelectuales‖ y la idea de ―pasador cultural‖ han sido unas herramientas teóricas muy valiosas, principalmente, desde la importancia que concedo aquí a los grupos afines de reflexión e intereses culturales en lo que nuestro autor se insertó, se relacionó y colaboró. Para empezar, podemos decir que los círculos de afinidad son círculos, más o menos abiertos, de intelectuales, científicos sociales o sociólogos que mantienen contactos personales y a través de la correspondencia, que suelen reunirse habitualmente, donde la conversación, en la época de Medina, era importante a la hora de compartir sus problemas, ideas intelectuales, intercambiar sus experiencias sobre el conocimiento sociológico y la forma de enseñar el conocimiento. Nos referimos también a las posibilidades de trabajar en conjunto, de llevar a cabo empresas colectivas, y con un firme propósito, en el caso de la sociología, de potenciar y de posibilitar su desarrollo desde diversas plataformas: revistas, editoriales, traducciones, instituciones, etc. 14 Entiendo que José Medina, en algún momento, tendió a ver los problemas de la región latinoamericana desde sus conocimientos locales, sobre todo si pensamos en el estudio de la hacienda, dado la visibilidad del peso sociológico y político de esta institución social en Chile. Cabe insistir, empero, que no se restringió la mayoría de las veces al caso chileno al tener su pensamiento histórico-estructural un perfil latinoamericano en la línea del pensamiento cepalino clásico. 34 Los círculos de afinidad actuaban, en relación al contexto de nuestro autor, de la siguiente forma: como decíamos, se mantenían relaciones personales o por correspondencia; se generaba un espacio de ideas y se trabajaba sobre temas e ideas sociológicas que producían conocimiento (ideas que generaban otras ideas); se seguían temas consensuados que atendían a las necesidades del propio campo (sobre todo trabajar por la autonomía e institucionalización de la sociología); se constituía como un lugar en el que se planteaban problemas reales; se ponían a disposición de los miembros materiales de actualidad y permanentemente actualizados, mayormente pasaba por el esfuerzo de traducir obras y por incorporar corrientes extranjeras de pensamiento; el círculo de afinidad servía a la vez para adquirir experiencia y conocimiento, es decir, para asumir autoridad en el campo sociológico, lo que posibilitó, en el caso de Medina Echavarría, ir logrando la suficiente autonomía y capacidad como para comandar distintas empresas institucionales dentro del campo sociológico latinoamericano. Estoy seguro que el clima de la Segunda República española fue muy importante para nuestro autor. Su participación en los círculos de afinidad republicanos le hizo adquirir una forma de orientar el conocimiento sociológico hacia visiones ideológicas claramente reformistas, una idea sobre la enseñanza y renovación de la sociología que acometería como proyectos académicos en el posterior exilio latinoamericano. En la biografía de Medina Echavarría se observará cómo estos círculos de afinidad actuaron en su carrera como formas de adquirir conocimientos, posiciones de legitimidad y visiones sobre la propia disciplina y su lugar social o institucional, pero también se manejaron como formas de adquirir aliados, sobre todo en el exilio, cuando necesite de compañeros y socios para llevar a cabo su plan de modernización de la sociología en lengua castellana. En ese caso, el concepto de ―redes intelectuales‖ o ―de conocimiento‖ es complementario a la idea de ―círculos de afinidad‖. ―Se entiende por ―redes intelectuales‖ la existencia de contactos profesionales durante un período de años entre un conjunto de personas que se reconocen como pares y que de manera consciente utilizan estos contactos para promover algún tipo de actividad profesional que puede ser: circulación de la información, difusión de su trabajo, organización de equipos, creación de revistas o instituciones y hasta defensa de intereses corporativos‖ (Devés, 2004: 338). Las redes intelectuales sirven para tener aliados, para movilizar a ideas y para agrupar a personas en un mismo tema, en una postura ideológica o sociológica. Obviamente siempre existe la posibilidad que dentro de una red se generen discrepancias. Hay que distinguir además entre distintos tipos de redes: de colegas, de académicos, redes institucionales (universidades, editoriales, instituciones académicas, revistas), públicas (periódicos). La herramienta teórica de las redes intelectuales se ajusta sintéticamente a su itinerario latinoamericano, porque en su caso no solamente fueron un medio para conseguir autonomía intelectual o nos facilitan la explicación de sus actividades, sino que también nos ayudan a explicar las decisiones que tomó en algunos momentos de su vida. Medina utilizó las redes intelectuales como redes de solidaridad. Creo que en esta investigación queda bien representado todo ese círculo de redes intelectuales y de relaciones personales que Medina Echavarría fue estableciendo a lo largo de su trayectoria. Siguiendo el curso cronológico iremos viendo cómo Medina fue transitando de una corriente colectiva a otra corriente colectiva. En México, país que recibió a miles de exiliados, él se estableció en una red intelectual que le ayudó a insertarse académica y profesionalmente, primero, en Puerto Rico, centro también de 35 exiliados, pero, sobre todo, en Chile. En este aspecto, me he detenido especialmente en la etapa chilena de su vida, cuando el sociólogo español se insertó en la poderosa red que estableció la CEPAL a lo largo del continente, lo que repercutió en el aumento del prestigio de nuestro autor. Medina aumentó la red de relaciones personales en el ámbito latinoamericano según se fue profesionalizando la sociología y según él fue adquiriendo, como decimos, competencias y autoridad en el propio campo sociológico latinoamericano. También su posición en estas redes dependió, claro está, de la posición y reconocimiento del resto de actores sociales, siendo decisivo en su trayectoria, por ejemplo, la red de pensadores liberales hispanoamericanos, la red editorial latinoamericana, la red de economistas y sociólogos latinoamericanos. Las redes permiten a los autores conectarse con el público, llegar a una audiencia y tener lectores. En el caso de los exiliados españoles sirvieron para ser reconocidos por el nuevo público, bajo el claro afán de integrarse en la sociedad receptora y en sus grupos intelectuales15; pero también se tejieron como vehículo en el que poder reconocerse unos y otros como ―comunidad intelectual‖. Esta visión ha sido muy importante, por ejemplo, cuando Medina, en México, se cartea con su amigo Francisco Ayala, residente en Buenos Aires, a la hora de compartir intereses intelectuales y sociológicos –lo que exponíamos anteriormente con el concepto de ―círculos de afinidad‖-, empresas editoriales, manejan un interés por renovar la sociología en lengua castellana y además se esfuerzan en presentar a los distintos públicos a sus compañeros de exilio como a las corrientes sociológicas actuales. En este sentido, Medina Echavarría actuó como mediador de autores españoles desde distintas plataformas, como el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México o el Fondo de Cultura Económica, para presentar al público mexicano a compañeros del exilio, caso del propio Ayala o de José Ferrater Mora. Aquí, obviamente, es importante tener en cuenta el concepto de ―pasador cultural‖. Nuestro autor destacó en la sociología latinoamericana por presentar nombres de sociólogos, dar a conocer temas y proyectar ideas sociológicas. En aquella tradición sociológica se le estima su ―función de problematizador, planteando los grandes temas que luego serán retomados por los otros sociólogos, sea para afirmar posiciones similares, sea para desarrollarlos en sentidos diversos‖ (Franco, 1974a: 89). El sociólogo español fortaleció el vínculo entre la sociología latinoamericana y sus practicantes con Europa, especialmente con el pensamiento sociológico alemán. 16 Las ideas sociológicas que llevaba en su cabeza durante su periplo americano, también transportadas en sus maletas, en forma de libros o apuntes, se materializaron en importantes transferencias académicas. Medina fue un miembro activo de la ―circulación de las ideas‖ sociológicas en América Latina durante más de 30 años. Participó, como una figura clave, en el ―proceso de emisión y recepción‖ de ideas y teorías sociológicas provenientes de otras regiones (Devés, 2004: 338). Pero no sólo se 15 Pensemos el caso de José Medina y Francisco Ayala, quienes citan más a Ortega en sus trabajos después de 1939. Entre otras muchas razones de inclinación intelectual, esta citación se debía a que el gran filósofo español era un autor reconocido por los lectores latinoamericanos y con los que los nuevos exiliados podían conectar y ser reconocidos por esta afinidad, propia de la tradición liberal hispanoamericana. Medina seguirá otra ―estrategia‖, más o menos parecida, en sus años chilenos, cuando utilice la sociología funcionalista para envolver parte de su teoría sociológica y así llegue a un mayor número de lectores. 16 Como ha expresado Pedro Morandé, ―La traducción de Max Weber es el regalo que José Medina hace a los pueblos de lengua hispana‖. Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 36 encargó de oficiar el recibimiento de las corrientes sociológicas al público latinoamericano, sino que además se ocupó de interpretar y adaptar importantes ideas sociológicas que no habían sido pensadas para la periferia, hasta el punto de hacer ―nuestros problemas como los suyos propios‖ (Faletto, 2001: 95). Como reflexionó alguna vez, ―la recepción de una serie de ideas ocurre sin recibir o percibir al mismo tiempo los supuestos de las mismas, es decir, las ―peripecias históricas‖ que obligaron a crearlas‖, porque lo que se hacía necesario, según su punto de vista, era una reelaboración o reinterpretación del ―pensamiento recibido‖ al nuevo círculo cultural o espacio social y al nuevo tiempo histórico (Medina, 1963b: 106-107). Su función de ―pasador cultural‖ o problematizador fue la de amoldar, por tanto, teorías sociológicas del centro a la realidad histórica, social y política de América Latina para generar, dentro de lo posible, un pensamiento sociológico propio. Esta idea del sociólogo español en referencia al método y a la doctrina sociológica será bien visible cuando forme en el ILPES de Santiago de Chile lo que he denominado como ―escuela sociológica‖. Podemos entender una escuela como el sistema de enseñanza de una disciplina transmitido por un maestro a un conjunto de discípulos. En un sentido más amplio, la escuela conforma una ―comunidad de productores de ciencias sociales‖ donde un grupo de investigadores sociales se adscriben de forma explícita o implícita a una tradición de investigación social, poniendo en común ideas y características de esa tradición. De esta manera, los miembros de una escuela comparten sus filiaciones y simpatías en términos de corrientes y de autores pertinentes; muestran sus opciones en materia de objetos de estudio, de metodologías –en ese caso el enfoque histórico-estructural- y de actores sociales que se tiende a privilegiar. Además participan de una visión más o menos similar respecto a cómo entienden la función de la sociología y su rol en la sociedad moderna. También siguen una estrategia de difusión y divulgación del conocimiento que producen, teniendo un impacto sobre la comunidad de pares y sobre la sociedad en general; y el tipo de uso práctico que adjudican y conceden los miembros de una comunidad al conocimiento que producen, dándole una mayor o menor posibilidad de práctica social según contextos políticos, sociales, culturales, etc. (Hopenhayn, 1993: 203-208). Todos estos elementos están sintetizados y caracterizados en el momento en que a partir de los ―aspectos sociales y políticos del desarrollo‖, primeramente encarados por Medina, toda una generación de jóvenes sociólogos latinoamericanos se vea estimulado en el avance de las ciencias sociales y de la sociología latinoamericanas en particular (CEPAL, 1988: 65). El resultado de la influencia de la personalidad y obra del sociólogo español sobre autores como Fernando H. Cardoso o Enzo Faletto será el surgimiento de la teoría de la dependencia dentro del propio ILPES, conformando la llamada ―heterodoxia teórica‖ del pensamiento cepalino (Faletto, 1996: 192). Es normal que los discípulos cuestionen, critiquen y superen al maestro, animados, en este caso particular, por unas opciones epistemológicas y un uso social diferente de la ciencia sociológica. La combinación de estas herramientas teóricas ofrece un análisis y una descripción ricos en matices personales, en debates académicos y científicos, en puntos de vistas sociológicos y de otras disciplinas y, principalmente, nos permiten establecer puentes y diálogos entre distintas trayectorias intelectuales. Todo esto es lo que me ha permitido, sin duda, dar mayor vivacidad explicativa al itinerario biográfico de Medina Echavarría en su papel de figura destacada dentro de la tradición sociológica latinoamericana. 37 3.5. Las condiciones institucionales y sociales del conocimiento sociológico. Los cambios de paradigma. A José Medina Echavarría le interesaron sobremanera los elementos objetivos y los soportes institucionales y sociales que facilitan o hacen posible la inclinación de una sociedad hacia el pensamiento sociológico, hacia la práctica sociológica o hacia las formas más renovadas de la ingeniera social. Su biografía es también, en este punto concreto, un buen ejemplo para poder vertebrar distintos períodos y paradigmas de la historia de la sociología española y latinoamericana. Mi pretensión ha sido señalar cómo las tensiones de la propia disciplina están recogidas en su trayectoria intelectual. En esta investigación he pretendido revisar algunas posiciones afianzadas que no habían sido tenidas en cuenta en estudios sobre la obra de Medina Echavarría como, por ejemplo, estos marcos institucionales y sociales gracias a los cuales pudo ir hilvanando y forjando un pensamiento sociológico. Lo que me he propuesto es, en resumen, desentrañar la forja práctico-discursiva de sus textos en relación a los contextos en los que realizó su actividad intelectual y profesional. En su trayectoria encontramos tres tensiones fundamentales: lo biográfico como histórico, lo sociológico y el campo institucional. Obviamente, nuestro autor vivió muy de cerca algunos de los acontecimientos que sacudieron el siglo XX, al igual que experimentó de manera muy próxima los cambios epistemológicos y paradigmáticos que afectaron a la sociología y a las ciencias sociales. Para su formación fue muy importante el apoyo de la Junta para la Ampliación de Estudios que le facilitó con su sistema de becas entrar en contacto con las corrientes del pensamiento filosófico y social europeos. El modo de expresar su vocación sociológica en las nuevas condiciones reformistas de la España republicana fue desligarse de la inicial formación jurídica y decantarse por la sociología como una ciencia capaz de ayudar a las transformaciones sociales que se estaban poniendo en marcha. En México he destacado, principalmente, el soporte institucional que trató de conceder al desarrollo y modernización de la sociología desde el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México. Su experiencia puertorriqueña es menos rica en empresas institucionales, si bien será más decisiva en cuanto a su inserción en poderosas redes de científicos sociales e intelectuales hispanoamericanos. Ya durante el período chileno de su vida tendrá mucha importancia, sin duda, el marco de las ciencias sociales y de la sociología que le proporcionó la CEPAL. Este período biográfico coincidirá con la eclosión de los estudios sociológicos en la región y, en particular, con la capitalidad de Santiago de Chile de una serie de organismos internacionales instalados al calor de la modernización y del desarrollo latinoamericano. Ese contexto favorable condicionó la biografía intelectual de Medina Echavarría porque, por un lado, contó con fondos y recursos económicos suficientes como para investigar y escribir y, por otro lado, le permitió poner en marcha experiencias pedagógicas como la Escuela Latinoamericana de Sociología de la FLACSO, y desarrollar empresas profesionales, como la División de Planificación Social del ILPES. La acción de Medina estuvo influida por los cargos que ocupó en estos organismos internacionales (Solari, 1976: 92). Hablar de José Medina Echavarría era hablar entonces de uno de los sociólogos situados en una de las posiciones de mayor influencia académica y político-social de la sociología latinoamericana. El sociólogo español 38 ocupó una posición de dominio y/o privilegio (investigación, recursos, libros, personal, dedicación exclusiva, etc.). Durante su etapa chilena, Medina fue, además, protagonista y testigo de los cambios epistemológicos sobre las funciones y el rol del sociólogo. Por un lado, continuó su idea de renovación de la pedagogía de la sociología, en clara oposición a los sociólogos de cátedra, y por otro lado, tuvo que amoldarse, no siempre consiguiéndolo, a su faceta como ―experto‖ dentro de los nuevos límites institucionales. El proceso de modernización en América Latina posterior a la Segunda Guerra Mundial profesionalizó el campo sociológico. A raíz de las necesidades del Estado interventor, se generó un nuevo contexto para la actividad profesional del científico social, que obviamente tuvieron consecuencias respecto a su posición social (Prates, 1966: 327-328). Es muy importante a la hora de considerar las condiciones sociales de producción del conocimiento sociológico la actividad y función de los sociólogos en los países desarrollados. No es lo mismo pensar desde el sur que desde el norte. Este condicionante, por supuesto, es bien visible en la trayectoria biográfica de Medina Echavarría. Fue un momento, como decíamos, muy favorable para la sociología, al ser reconocida como la ciencia de la modernización (Labbens, 1969: 429). Aparece la figura del experto, que no persigue su identificación con la universidad o los centros intelectuales, sino que sus funciones se limitan a cuestiones técnico-científicas y especializadas en los programas de acción económica, social y política. La actividad del técnico o del experto fue de considerable importancia en lugares como el ILPES, donde se movilizó por igual a economistas y sociólogos en las tareas del desarrollo económico. En ese marco institucional resurgió ―la preocupación acerca de la objetividad y neutralidad del trabajo científico‖. ―Estamos en el plano de la sociología de la ―intelligentzia‖ de Karl Mannheim‖ (Ianni, 1965: 422). Todo este contexto afectó, sin duda, en la temática y en las formas de la obra de nuestro autor, dadas las posibilidades abiertas y reconocidas de la utilidad práctica del conocimiento sociológico, lo que le hizo investigar los problemas de la racionalidad de los planes del desarrollo y contribuir a mejorar la relación de la democracia con la planificación. Esto es especialmente visible en su claro voluntarismo y optimismo a la hora de plantear en los años sesenta, recurriendo a Mannheim y su ―tercer camino‖, la necesidad de la planificación democrática para América Latina. Incluso podemos avanzar que detrás de la teoría desarrollista de Medina hay motivos y recursos ―metateóricos‖ fuera de la sociología, como la situación económica de América Latina tras la Segunda Guerra Mundial y las políticas aperturistas hacia el continente llevadas a cabo por la administración de John F. Kennedy, las cuáles favorecieron muchos planteamientos de la CEPAL. Esto me ha llevado a seguir las tres dimensiones que aconseja Ricardo Bielschowsky a la hora de insertar las ideas nacidas en el contexto cepalino: sus conexiones con la historia social y política, la lógica interna de su evolución en el tiempo y en el marco contextual de la CEPAL y, por último, el diálogo con la producción intelectual del resto del mundo (1998: 22). El lector encontrará en el análisis de la sociología del desarrollo de Medina todo este juego contextual, institucional e histórico, que, en su caso especial, tuvo destacadas repercusiones para encontrar fórmulas de entendimiento entre las distintas perspectivas económica, sociológica y política. Por supuesto, todas estas cuestiones, en el caso específico de Medina, me han planteado el dilema teórico de sí el intelectual tiñe la agenda pública con un tema o el tema es incorporado por el intelectual por la presión burocrática de la institución. Los terrenos en los que nos movemos tienen que ver con la autonomía o dependencia del 39 intelectual a su contexto. De esta manera, he tenido muy en cuenta el ―carácter instrumental‖ del Medina sociólogo y funcionario de las Naciones Unidas. Nada nos impide definirle como un ―sociólogo profesional‖ (Solari, 1977: 8). Hay que apreciar que sus grandes propuestas teóricas, como modelos de desarrollo, no fueron formuladas desde una posición académica universitaria, sino desde un organismo internacional que asesoraba a los gobiernos latinoamericanos y cuyo fin original no era exactamente forjar teorías sociales. Obviamente nuestro autor estuvo condicionado por su estatus como funcionario de Naciones Unidas, pero esa protección y libertad para escribir es la que le permitió hacer teoría sociológica en un contexto cada vez más profesionalizado. La CEPAL le ofreció un marco idóneo para sus reflexiones generales sobre América Latina y la posibilidad de influir en el campo de la política. Aquel contexto burocrático y profesionalizado no estuvo exento de tensiones con los economistas, los planificadores o los sociólogos más empíricos. Medina veía como problemático aquellas situaciones que reducían el campo operativo del sociólogo a su ―estricta especialidad aislacionista‖, lo cual le conducía al desconocimiento de la relación existente entre conocimiento e interés, entre conocimiento y poder, y, en consecuencia, a la ideológica cientificidad (Rodríguez Caamaño, 2004: 24 política y sociedad). Incluso a Medina le resultó sumamente complicado conciliar el trabajo intelectual y académico según fueron creciendo las obligaciones burocráticas: ―Pertenezco a una generación –española claro está- seguramente destinada a ser rigurosamente especialista; los azares de la Historia lo impidieron y sólo algunos de musculatura titánica lo han podido cumplir. Por mi parte he carecido de ese vigor, no soy ―experto‖ propiamente en casi nada y he seguido aficionado a materias muy diversas. Sólo por eso y en calidad de aficionado me enfrento hoy con el tema (del desarrollo). Lo cual no supone, entiéndase bien, dejar de intentarlo con la mayor seriedad, es decir con todo el rigor a mi alcance‖ (Medina, 1965a: 202). Por tales motivos, ha sido muy importante considerar la esfera de acción de las ideas de Medina Echavarría en relación a un tema de su interés: la responsabilidad del sociólogo como intelectual y como sujeto de conocimiento. Hubo muchas posibilidades de influir en el campo de la política. Nuestro autor irá evolucionando su discurso sociológico y su posición según vayan modificándose las condiciones objetivas de la producción del campo sociológico latinoamericano. Es decir, sus ideas estuvieron afectadas por los procesos sociales e históricos que a la vez condicionaron los marcos institucionales desde donde pensaba: profesionalización de la sociología, el papel de la sociología en las tareas planificadoras, el affaire Camelot, el nacimiento de la teoría de la dependencia en el ILPES, el crecimiento de la tecno-burocracia de la CEPAL y el crecimiento de la ideología tecnocrática… La historia y genealogía del Medina sociólogo profesional revela su interés en la recuperación de la interdependencia de unas ciencias sociales fragmentadas por la especialización y, en consecuencia, su esfuerzo por anteponer las síntesis de saberes. El lector verá cómo nuestro autor supo ir ganando su posición de independencia y libertad intelectual en una estructura burocrática en crecimiento y cada vez más profesionalizada. Esto le permitió hacerse cargo de una teoría sociología del desarrollo, pero además, referida a numerosas implicaciones, ―desde las ponderadas por la técnica, sus imponderables históricas, hasta las filosóficas en las que se cuestionaba el sentido mismo de la planeación‖ (Lira, 1983: 75). Su trayectoria, por tanto, recorre todas estas tensiones que afectaron a la ciencia sociológica y al papel del sociólogo, desde un interés inicial por la autonomía de la 40 sociología hasta los últimos escritos en lo que se distingue como un intelectual crítico de su tiempo. 4. Metodología. El método biográfico y el estilo narrativo. 4.1. Recolección del material del trabajo. El presente trabajo se ajusta a los cánones formales que exige toda investigación rigurosa. Uno de los primeros problemas para la elaboración de una biografía intelectual es, casi siempre, la recolección del material necesario del biografiado. En este trabajo también me he tenido que enfrentar a esa dificultad a la hora de recopilar artículos, escritos, publicaciones, manuscritos, cartas y documentos de todo tipo de José Medina Echavarría. A ello hay que añadir el problema de la dispersión geográfica de las fuentes documentales al tratarse de un autor que vivió en diversos lugares. Esta tarea ha sido enormemente complicada, costosa y duradera en el tiempo. A pesar de los inconvenientes, creo que he logrado reunir una buena cantidad de las fuentes documentales de Medina. En lo relativo a las correspondencias, los documentos oficiales y los manuscritos he podido recopilar y revisar material de los siguientes archivos: Arxiu Històric de la Universitat de València, Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid, Archivo de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907-1939) de la Residencia de Estudiantes de Madrid, Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, Archivo del Congreso de los Diputados, Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid, Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, Archivo Histórico de El Colegio de México, Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México D.F., Archivo Central de la Universidad de Puerto Rico (recinto de Río Piedras), Archivo de Capacitación del ILPES de Santiago de Chile, Hemeroteca Pública José Hernández de Buenos Aires, Archivo de la Cátedra Ferrater Mora de la Universidad de Girona, Archivo Francisco Giner de los Ríos de la Biblioteca de la Generación del 27 de Málaga, Fundación Francisco Ayala de Granada y Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Mientras que he utilizado las siguientes bibliotecas en la búsqueda de libros, artículos, ediciones, documentos de trabajo y bibliografía complementaria: Biblioteca Nacional de Madrid, Biblioteca de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, Biblioteca de la Residencia de Estudiantes de Madrid, Biblioteca Ángel Palerm del CIESAS de México D.F., Biblioteca Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México, Biblioteca de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Biblioteca del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Biblioteca Hernán Santa Cruz de la CEPAL de Santiago de Chile, Biblioteca FLACSO-Chile de Santiago de Chile, Biblioteca Central de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile, Biblioteca de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y Biblioteca Di Tella de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires. A pesar del esfuerzo invertido se han quedado archivos y documentos sin consultar. Por ejemplo, no he podido acceder, por ser confidencial, a su expediente de funcionario de las Naciones Unidas, mientras que he tenido que conformarme con lo que queda del fondo histórico de la FLACSO de Santiago de Chile, perdido en tiempos 41 de la dictadura por una inundación. Tuve que poner fin a esta agotadora labor detectivesca sabiendo que tarde o temprano irán apareciendo nuevas fuentes, sobre todo cartas, porque de Medina Echavarría se conserva poca correspondencia a diferencia de otros autores de su tiempo. No era una persona a la que le gustaba guardar sus cartas, sus libretas, cuadernos o papeles personales.17 Aún así he atribuido especial importancia a las cartas que he encontrado en distintos archivos y algunas de ellas que también guardaba su sobrina Amelia Rivaud Morayta. El análisis de su epistolario con su familia y con nombres como los de Francisco Ayala, Max Aub, Julián Calvo, Daniel Cosío Villegas, Francisco Giner de los Ríos, Arnaldo Orfila o Alfonso Reyes, ha sido bien útil para dar forma a su perfil humano en las circunstancias de su tiempo y en relación a los diferentes interlocutores, públicos, compañeros y temas. Toda esta recopilación de referencias bibliográficas y de fuentes documentales, útiles para recomponer las discusiones y los contextos, ofrece una riqueza de datos biográficos e informaciones que me han permitido narrar los hechos de su biografía intelectual con una cierta amenidad. 4.2. El método biográfico. La apropiación cabal y refinada de la figura de José Medina Echavarría sólo puede cobrar cuerpo, según mi punto de vista, desde un ejercicio por recuperar su pensamiento. En este trabajo de investigación planteo un análisis que combina la atención por la biografía con el foco en la obra, propios del método biográfico. Dentro de este marco de referencia he explorado las funciones de la biografía intelectual, como datos del proceso de verificación, por un lado, y como material para la formación de hipótesis y teoría, por el otro. La elección de Medina Echavarría como objeto y sujeto para una biografía intelectual me ha hecho asumir, a la vez, una posición particular respecto al campo sociológico español. La historia de la sociología basada en grandes figuras ha sido y es una metodología minoritaria dentro de la sociológica española. Aunque, en el caso concreto de las tesis doctorales, siempre ha existido una tradición de ―recuperación crítica‖ de nuestro pasado, en la que han trabajado buen número de sociólogos. Me remonto al trabajo de Emilio Lamo de Espinosa sobre Julián Besteiro, al de Virgilio Zapatero sobre Fernando de los Ríos y al de Francisco Laporta dedicado a Adolfo Posada. 18 Más recientemente destacan los trabajos de investigación de Alberto Ribes Leiva en el que recuperaba la faceta sociológica de Francisco Ayala y el de María del Carmen Rodríguez, rescatando a Ramón de la Sagra como clásico de nuestra disciplina. 19 Esta tesis doctoral sigue, pues, ese hilo conductor que trata de recuperar y enlazar el pensamiento español contemporáneo con las corrientes más actuales. Creo, en efecto, que esta tesis es sumamente oportuna en cuanto José Medina Echavarría es, sin duda, una figura enormemente representativa de la toda esa tradición, dándola continuidad y también permitiéndonos a partir de su trayectoria reflexionar sobre la historia de la sociología en España, más allá de los éxitos y de los fracasos. 17 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 18 Emilio Lamo de Espinosa, Filosofía y política en Julián Besteiro, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1973; Francisco Laporta, Adolfo Posada: política y sociología en la crisis del liberalismo español, Cuadernos para el diálogo, Madrid, 1974; y Virgilio Zapatero, Fernando de los Ríos. Los problemas del socialismo democrático, Edicusa, Madrid, 1974. 19 Alberto Ribes Leiva, El “enfoque sociológico” en la producción intelectual de Francisco Ayala: una sociología de la sociología, Univerisdad Complutense de Madrid, 2005; María del Carmen Rodríguez, Ramón de la Sagra. El diario de viaje como forna de conocimiento sociológico, Universidad Complutense de Madrid, 2011. 42 Para mis intereses ha sido muy sugestiva la lectura de las anteriores contribuciones a la historia de la sociología española. Igual de sugerente ha sido el libro de José Luis Moreno Pestaña dedicado a Jesús Ibáñez. Más que una biografía intelectual es una reconstrucción sociológica de la trayectoria biográfica de este sociólogo y en la que se atiende de forma incisiva sobre la génesis de su pensamiento. Hay muchos puntos comunes en esa obra con el presente trabajo de investigación: entrevistas sobre el personaje, la reconstrucción de los rasgos del campo sociológico, los comentarios teóricos y conceptuales de su obra, así como la reconsideración crítica de algunos puntos tratados por el autor (Moreno Pestaña, 2008). También me ha resultado muy estimulante y útil la lectura de la biografía intelectual que escribió Ana Alejandra Germani sobre su padre, Gino Germani. Del antifascismo a la sociología (2004). Me ha interesado el afán de la autora por reconstruir el clima intelectual y político de la sociedad y de la sociología argentina a partir de numerosos documentos inéditos y de testimonios de intelectuales que contribuyen a ilustrar la obra dejada por este científico. Este libro evoca uno de los períodos más fecundos en el desarrollo de las ciencias sociales latinoamericanas. Esta tesis doctoral creo que sigue muchos de los pasos allí apuntados, pues Germani y Medina protagonizaron el movimiento de renovación científica de la sociología en América Latina durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta del pasado siglo XX. No me quiero olvidar tampoco del libro de Arthur Mitzman, La jaula de hierro. Una interpretación histórica de Max Weber. Este estudio señala ―las conexiones entre el medio histórico específico de un individuo, su personalidad y su obra‖, ofreciendo las complejas relaciones sociales y la densa constelación psicológica que motivaron, en el caso del clásico alemán, una particular respuesta creativa en el terreno científico (Mitzman, 1976: 19). Estamos ante un tipo de análisis poco frecuente en la sociología, aunque con enormes palpitaciones e inquietudes que enriquecen nuestra perspectiva. Ello se debe a que Miztman maneja con soltura distintos enfoques teóricos (psicoanálisis, sociología e historia de la cultura) y niveles de estudio (el medio familiar, la sociedad alemana imperial, la hegemonía junker) para situar las ideas y las teorías sociológicas de Weber en relación al clima intelectual de su época. Pero este libro interesa, especialmente, por la amargura de los hechos emocionales que le rodearon. Su biografía intelectual queda dibujada en esas páginas por las fuertes presiones de la autoridad paterna, sus crisis nerviosas y su intención de superar el código moral de la tradicional Alemania bismarckiana. Todas aquellas tensiones le hicieron diagnosticar la absorción del liberalismo y del espíritu burgués en la maquinaria del nuevo Estado capitalista y burocrático. Su voz se sumó a un concierto de voces imperecederas de la sociología alemana, caso de Simmel, Tönnies, Sombart o Michels, pero con el sello del escepticismo y del racionalismo crítico que tanto le caracterizan. He dejado para último lugar el libro que más me influyó respecto a la dirección que ha tomado mi estudio biográfico e intelectual sobre José Medina Echavarría. Me estoy refiriendo a la excelente biografía que Rudiger Safranski le dedicó a Martin Heidegger, Un maestro de Alemania. Martin Heidegger y su tiempo (2003). El magnífico libro del filósofo y escritor alemán ha inspirado muchas de estas páginas. En esa minuciosa biografía encontré una fuente de estímulos y, sobre todo, un valiosísimo ejemplo de escribir y entrelazar vida y obra de una forma y literalidad excepcional, ya que es virtuosa la forma Safranski consigue hilvanar los testimonios que sostienen la narración junto el acompañamiento de citas literales, los datos, las anécdotas o los problemas filosóficos. Esa manera de ir mezclando con maestría vida, obra y escenarios, 43 siempre desbordante de información, es la que me ha interesado seguir en este trabajo de investigación. La dificultad de este estilo está indudablemente en la forma de ensamblar las piezas de ese gran puzle que es la biografía de un personaje como Medina Echavarría, lleno de vaivenes, vivencias, matices, y mucha literatura escrita de y sobre él. Más allá de eso, lo que espero es que el lector pueda trasladarse a los lugares en los que el intelectual español interactuó y reflexionó a lo largo de su compleja vida. De esta manera, a Medina Echavarría le irán acompañando distintos escenarios históricos, nacionales e internacionales, una gran variedad de personajes y figuras de la sociología y de la cultura hispánica y occidental, al igual que toda su familia que aquí también quede representada, aunque muy a la sombra. Sobre su vida he ido añadiendo toda profusión de hechos que Medina incorporó a su literatura filosófica y sociológica. He asumido los riesgos que puede tener un trabajo como éste, puesto que en algunos pasajes puede tener una apariencia alejada de la teoría sociológica, más literaria o novelística. Sin embargo, el relato es también una forma de conocimiento sociológico. Lo importante, en este sentido, es que el método, las reglas del procedimiento científico y/o literario, sean fieles transmisoras de esas vicisitudes biográficas y teóricas. Por tanto, el problema al que me he enfrentado es al de la utilidad de las técnicas biográficas, pero no únicamente entendidas en el sentido formal, sino en el sustancial: ―que sean útiles para transmitir hasta nosotros la experiencia histórica‖ (Marsal, 1973: 31). El argumento, vuelvo a insistir, sigue el hilo del método biográfico, recorriendo tradiciones, escuelas sociológicas, climas intelectuales, condiciones sociales y políticas para el desarrollo del pensamiento sociológico, etc. No he querido descuidar la convergencia entre las descripciones suficientes de los diversos contextos de referencia y el curso histórico dentro del que se desenvolvió la vida de José Medina Echavarría. El propósito firme es dar el salto, constante y de ida y vuelta, desde la experiencia individual a la explicación y la teoría sociológica. El enfoque seguido, por tanto, no se queda en el mero texto, sino que va más allá, indagando en toda la fertilidad que aportan los archivos, los documentos encontrados, las lecturas secundarias que ayudan a la reconstrucción de los contextos históricos y sociológicos, los cuales conceden, como así creo, una gran riqueza y variedad de matices a la hora de narrar la figura de este pensador español. Por supuesto, esta labor no ha sido fácil. Durante la investigación y escritura de este trabajo me he encontrado con numerosas dificultades y límites parejos a esta metodología. Sociología y biografía son dos tipos de narrativas que se complementan, aunque muchas veces nos hacen caer en la confusión, al estar lo biográfico y lo teórico estrechamente relacionado. También el método de biográfico encierra un gran problema para el investigador: la ―identificación‖ con el personaje estudiado. Reconozco que algunos de estos problemas iniciales que tuve en mi investigación los expuso sucintamente Emilio Lamo de Espinosa cuando reflexionaba sobre su trabajo dedicado a Julián Besteiro: ―¿Se va a hacer una mera descripción, si es que esto es posible? ¿Se pretende más bien efectuar una crítica a su pensamiento? Y en este caso, ¿desde qué punto de vista? ¿Cuál es el horizonte intelectual-valorativo desde el que se enjuicia a un autor?... ¿Cómo separar teoría y práctica si esto es posible? ¿Puede uno satisfacerse sólo con los planteamientos abstractos y desdeñar la práctica efectiva o hay que hacer una selección, y en ese caso, desde qué perspectiva? Y, por último, cuando nos encontramos que existe una profunda evolución en el pensamiento de ese autor surge un nuevo problema, relacionado esta vez con los 44 momentos históricos en que va a hacerse el estudio. No puede considerarse ―todo‖ su pensamiento cuando en esa totalidad histórica hay discontinuidades, saltos y es posible que incuso verdaderas rupturas. Son, pues, tres órdenes de problemas que es necesario solucionar. El primero se plantea bajo la antinomia descripción- crítica. El segundo es un problema que se mueve a lo largo del eje sincrónico y ejemplifica la contradicción teoría-praxis, mientras que el tercero se mueve en el eje de la diacronía y ejemplifica la contradicción presente-futuro. En el fondo se trata de solucionar la cuestión de cómo se hace historia científica si que ello es posible, máxime cuando se trata especialmente de historia de las ideas‖ (Lamo, 1973: 10). Espero haber superado algunos de los problemas apuntados en la anterior cita del profesor Lamo de Espinosa respecto al objeto humano de un trabajo de este tipo. Uno cuando escribe una biografía intelectual corre el riesgo de ―encariñarse‖ con el autor, criticarle exageradamente o realizar una lectura interesada y parcial de la historia de la disciplina. La mejor forma de superar cualquier apasionamiento, favorable o negativo, lo concede la mesura y la distancia de la historia. Junto con el estudio de la vida y obra de Medina Echavarría aparece una tercera línea como son las consideraciones sobre el contexto histórico y el contexto intelectual de la sociología española, mexicana, chilena y latinoamericana en general. La tesis doctoral sobre un autor tiene que abordar, de algún modo, cuestiones distintas a las que el autor dice directamente en su obra. En ese sentido, la reconstrucción de contextos históricos y sociales en los que adscribir, situar y posicionar tanto la vida de José Medina como sus aportaciones académicas y sociológicas en forma de libros, artículos, traducciones, cargos institucionales y docentes, etc., me ha servido para sintetizar su trayectoria académica junto con la evolución de su pensamiento. También han sido muy importantes las distintas perspectivas teóricas que me han ayudado a insertar a este sociólogo español en el ―horizonte‖ de su tiempo. Junto con lo evidente también he pensado sobre lo probable. Es decir, con lo que pudo ser y no fue ―en la medida en que existía una negación específica que no fue aprovechada históricamente‖ (Lamo, 1973: 11). Hay que trabajar y reflexionar no sólo con lo que hay, sino que además con lo que se cree que hay o que simplemente no hay. Esto lo he seguido, principalmente, en dos momentos concretos: uno en describir e interpretar su relación con la tradición sociológica española, que nos lleva a lo que ―no fue‖, como por ejemplo, su deseo de una sociología práctica y reformista que no pudo cumplir satisfactoriamente en España y otro, más teórico, que tiene que ver en su inclinación hacia Max Weber. Es decir, me he preocupado por explicar porque Medina Echavarría nunca fue un sociólogo marxista. Este ejercicio nos conduce a un ejercicio mucho amplio que apela a las corrientes sociológicas e intelectuales que nuestro autor ignoró, desconoció, desconfió y, por supuesto, se afilió. Más que nada he querido retratar el ―camino sociológico‖ que Medina recorrió y trazó. Para ello ha sido fundamental encontrar los puntos de referencia de su evolución intelectual que encontramos, como huellas, en su obra. Esta práctica teórico- metodológica tiene que ver con la localización de las quiebras del pensamiento de José Medina Echavarría. Las ―quiebras intelectuales‖ nos dicen del cese de una actividad dentro de una corriente de referencia, de unas ideas o de una forma de hacer ciencia. La interrupción de un período intelectual y el surgimiento de uno nuevo se visibiliza o se prueba a partir de dos elementos: primero, a través de conceptos y temas nuevos, en los 45 que el autor introduce autores y citas novedosas; en segundo lugar, a partir de algún hecho biográfico o acontecimiento importante que marca la vida de un autor. 20 Esto significa que puedo mostrar empíricamente que en la obra de José Medina Echavarría hubo cambios. Otra cosa será, como veremos, dilucidar qué clase de cambios hubo en su trayectoria intelectual. Para empezar, en su biografía hubo, sin duda, rupturas personales drásticas, como el exilio, que tardó intelectualmente en influirle: ―Las referencias de Medina a los pensadores latinoamericanos y españoles son pocas, incluso a los que trabajan junto a él. Pero es importante destacar cómo, al entrar más específicamente en el análisis del caso latinoamericano o en la realización de propuestas, su utilización de los autores de habla española o portuguesa aumenta notoriamente, sin que dejen de ser prioritarios los germánicos o los anglosajones‖ (Devés, 2003: 39). Analizando las citaciones el lector verá cómo Medina, según vaya planteando su sociología del desarrollo, irá aumentando las citas respecto a los autores hispanoamericanos –en una línea incluso de recuperar (para sí mismo, tal vez) el pensamiento español-: ―Al referirse a temas de corte filosófico alude frecuentemente a Ortega y Gasset, de quien se considera discípulo. Cuando se refiere a la intelectualidad de nuestras tierras, aparecen las referencias al propio Ortega así como a Julián Marías, José Gaos o Américo Castro junto a Samuel Ramos o Pedro Henríquez Ureña, particularmente si se trata de pensar la institución universitaria. Cuando el problema es más propiamente socioeconómico y político las referencias a la CEPAL misma o a sus miembros y periferia también aumentan: Raúl Prebisch, Jorge Ahumada, Gino Germani, Hélio Jaguaribe‖ (Devés, 1999: 68). En el estudio que sigue he sido, por supuesto, mucho más exhaustivo a la hora de recomponer panorámicamente las citas de autores y corrientes que Medina realizó en su producción intelectual. Obviamente que el sociólogo español no se queda en los anteriores autores, sino que su abanico de citas es mucho más completo y variado, dependiendo, por supuesto, de cada momento. Porque Medina Echavarría es un sociólogo que vivió la actualidad de su tiempo. Por eso he dado mucha importancia a lo que leyó. Junto con las citas, también me he detenido en analizar su biblioteca personal. Las citas son el aspecto más visible del sociólogo, siguiendo, en cierto sentido, las formas legítimas y autorizadas del campo científico para apoyar o confirmar algunas ideas o hipótesis. Cosa distinta es la biblioteca, que nos habla del aspecto más íntimo y privado de este sociólogo como lector. La biblioteca nos remonta a un momento de tranquilidad, de disfrute, pero también de trabajo y de consulta. Los libros son una parte muy significativa y personalísima para todo intelectual y para la profesión del sociólogo. Nos aportan algunos rasgos y nos dejan huellas de cómo era el dueño de esa biblioteca. También la biblioteca tiene su propio tiempo de inicio y su punto final. Esto es mucho más característico, si cabe, en el caso de Medina. La biblioteca que tenía en la pensión de Guzmán el Bueno, en Madrid, voló por una bomba durante la Guerra Civil. Cuando se fue hacia México desde Varsovia salió con cuatro libros en la maleta. En México dejó unos pocos libros cuando se marchó a Puerto Rico. En la isla dejó atrás otros pocos libros para trasladarse a Chile. La biblioteca que le quedó fueron los libros 20 Entrevista mantenida por el autor con Eduardo Devés, 3 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 46 que guardó en cajas y que pudo salvar del traslado de Chile a España en 1974. Los libros que conserva su hijo José son muestra de un ―cariño‖ especial por unos cuantos libros. 21 El estudio de la biblioteca de Medina, incorporado en distintos pies de página del trabajo de investigación, ofrece pistas sobre las primeras influencias, sobre su predilección por los autores clásicos y contemporáneos del pensamiento sociológico y filosófico alemán. Es una biblioteca en la que claramente domina la lengua alemana. Aunque es muy diversa en cuanto a la amplitud de inquietudes e intereses intelectuales de nuestro autor, que van más allá de lo puramente sociológico. Como decíamos, la filosofía tiene un lugar predilecto, en el que se distingue su inclinación por autores como Heidegger, Jaspers o Gehlen. También hay espacio para la historia, el derecho o la planificación económica. Del pensamiento francés dominan las figuras de Raymond Aron o Alexis de Tocqueville. Además hay sitio para otro de sus autores ―clásicos‖ o fetiches, caso de Stuart Mill. En fin, los libros de Medina Echavarría fueron desapareciendo y quedando atrás, pero los que permanecen hablan de un sociólogo con amplitud de miras y rendido a diversos autores y corrientes sociológicas e intelectuales. 4.3. El uso de las entrevistas narrativo-biográficas. Las entrevistas en profundidad a informantes claves es una herramienta metodológica que he ido utilizando a lo largo de la fase de investigación y escritura de esta tesis doctoral. En total he realizado 23 entrevistas a informantes clave. He seguido dos criterios para la selección de los informantes claves: conocimiento personal del autor y/o conocimiento de su oba. Inicié esta práctica de las entrevistas narrativo- biográficas desde la primera estancia de investigación doctoral que disfruté en el CIESAS de México D.F. entre abril y junio de 2007. Aquella experiencia me sirvió para entablar contacto con académicos y profesores que han trabajado, leído o conocían la vida y obra de este sociólogo exiliado. Desde entonces, en una posterior estancia de investigación en la CEPAL de Santiago de Chile entre octubre y diciembre de 2008, como en las entrevistas realizadas en España, la selección de informantes claves ha seguido esos dos criterios. A la hora de realizar las entrevistas, en mi papel de entrevistador, no he seguido un guión preestablecido, aunque si he apoyado cada conversación preguntando y recordando algunas datos, recuerdos o situaciones de su biografía, dejando siempre que fuera el entrevistado o la entrevistada quien eligiera y mostrase la importancia que daba a sus recuerdos respecto a Medina Echavarría, a cómo los interpretaba y cómo los ponía en relación con el relato y la forma de contar sus percepciones sobre la trayectoria intelectual del sociólogo español. He de añadir que en cada informante clave buscaba algún tipo de conocimiento o de respuesta adecuada a los intereses que he ido teniendo a lo largo del desarrollo de este trabajo de investigación. Sobre todo les he preguntado por aquello que no se puede conocer por otras fuentes bibliográficas o documentales. Especialmente me ha interesado acumular diversos testimonios sobre el perfil intelectual e ideológico de Medina Echavarría. Las entrevistas narrativo-biográficas me han proporcionado información sobre contextos importantes en los que José Medina Echavarría desarrolló su trayectoria intelectual. Así, por ejemplo, los testimonios me han ayudado a reconstruir el clima de los campos sociológicos nacionales, las redes intelectuales que forjó, las inseguridades y 21 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 47 dificultades a las que se enfrentó en los diferentes escenarios institucionales, las posiciones profesionales que ocupó, los vínculos con amigos y las relaciones familiares que tuvieron, en su caso, una gran importancia a la hora de tomar decisiones estratégicas y, por supuesto, la personalidad de nuestro autor, junto con sus acciones, deseos, experiencias o inquietudes. Todo este ejercicio metodológico nos ha permitido lograr una precisión narrativa de algunos hechos biográficos de José Medina Echavarría como también nos ha ayudado a elaborar interpretaciones aclaratorias e históricas de la institucionalización de la sociología en España, en México, Puerto Rico y Chile. A través de las entrevistas narrativo-biográficas he podido, a su vez, descubrir condicionamientos, expectativas, ventajas y desventajas, quiebras, rupturas y afirmaciones que han estructurado su biografía y los pasos teóricos que dio. Vemos, con ello, cómo lo teórico va unido también de lo biográfico. Para esta indagación biográfica he podido contar con la estimable colaboración de sus hijos, José y Nieves. A ellos les he realizado sendas entrevistas en profundidad, totalmente espontáneas y subjetivas, siendo lo más importante para mis objetivos el componer un perfil humano de Medina Echavarría. Porque detrás del fino sociólogo hayamos un hombre. Y sabiendo un poco más del hombre creo que puedo saber y entender mejor el porqué de algunas de sus obras, el porqué de algunos conceptos, temas, posturas, etc. Este ejercicio sociológico lo he entendido desde esta inquebrantable unión entre vida y obra. La información y el conocimiento obtenidos de las entrevistas me han permitido sustentar muchos puntos fuertes de su aportación sociológica, inducir teorías o, por lo menos, el contrastar hipótesis sobre algunas cuestiones de su obra. Las entrevistas ayudan, por un lado, a reforzar y legitimar posiciones que hemos mantenido en este trabajo de investigación, pero, por otro, nos proporcionan la capacidad suficiente como para contrastar, criticar y reflexionar estas posiciones. En ese último sentido, estos testimonios me han hecho posible pensar más allá de las generalizaciones y encasillamientos con los que el mundo académico hispanoamericano ha reconocido, en algún momento, a este sociólogo. Cada sociología nacional le ―narra‖ de una manera diferente, lo que es una manera distinta de apropiársele y de reclamarle. Mi pretensión ha sido la de escapar de una visión reducida o parcial de Medina Echavarría como, por ejemplo, traductor de Max Weber, sociólogo de la modernización o sociólogo exiliado. Además las entrevistas me han ayudado, sobre todo, a ver lo que no he visto y a encontrar ideas, representaciones o planteamientos que no he leído. Por un lado, el intercambio comunicativo con cada entrevistado me ha conducido a distintos paisajes, mapas cognitivos o esquemas intelectuales que muchas veces ni me había planteado. Cada entrevista me ha ofrecido una manera diferente de mirar a José Medina Echavarría. Por otro lado, cuando me pongo a escuchar y a transcribir las entrevistas en profundidad descubro anécdotas, apuntes, datos, notas y pensamientos que se me habían pasado por alto. Estos testimonios, como decía anteriormente, me han ofrecido descripciones, imágenes y visiones que no siempre encontraba en los libros. Luego, por supuesto, he ido contrastado la historia oral disponible con las pertinentes lecturas para ir forjando una imagen completa de la trayectoria del sujeto-objeto de nuestra narración. En todo caso, estos testimonios han sido una gran ayuda para pensar sobre el destino de esta tesis. 48 4.4. Retrato psicológico y análisis grafológico de José Medina Echavarría. Al escribir una biografía intelectual es imposible no preguntarse por las características emocionales y psicológicas del autor elegido. Para comprender el porqué de sus ideas tenía que conocer, antes que nada, al hombre. En mi caso, he sido consciente de que debía manejar con exactitud y rigor informaciones y datos de la personalidad de José Medina Echavarría para entender la procedencia de algunas de sus inclinaciones intelectuales más íntimas que recoge su obra. Para esta tarea resultaron valiosas, como vimos anteriormente, las entrevistas a informantes claves. Gracias a los testimonios facilitados por sus hijos y la gente que le conoció he podido esbozar la imagen de una persona reservada, sin afán de notoriedad, sencilla, muy agradable y encantadora en el trato, y de gran conversación. Pero para completar ese retrato quería contar, además, con un análisis psicológico más completo y detallado de su personalidad. En este propósito he contado con la ayuda y colaboración de Almudena Usero Villanueva, psicóloga, logopeda y grafóloga, que, a partir del análisis grafológico y psicológico de la letra y firma de Medina Echavarría, me ha proporcionado varias claves para trazar su perfil humano de una forma más comprensiva, detallada y rica en matices. Es inusual este tipo de análisis en las investigaciones sociológicas, sin embargo para esta biografía intelectual entendí que esta metodología complementaria resultaba bastante gratificante a la hora de tener conciencia de quién era José Medina Echavarría. Precisamente, este análisis me ha permitido saber cómo él pensaba y cómo actuaba en consecuencia de sus emociones, ideas o sentimientos en cada etapa de su vida. El retrato psicológico y el análisis grafológico lo ha elaborado Almudena Usero estudiando, como decíamos, la letra y firma de diversas cartas y documentos de distintos períodos de su vida. El primer documento analizado está fechado en junio de 1924. Se trata de un examen de la Universidad de Valencia, cuando nuestro autor contaba con apenas 20 años. Y el último es de 1977. Es una carta dirigida a su amigo Francisco Giner de los Ríos, cuando Medina tenía 73 años. De esta manera, el arco cronológico de estudio ha abarcado más de 50 años, desde sus años juveniles, pasando por su etapa de madurez, hasta el último tramo de su vida. A continuación recojo algunas de las anotaciones generales del estudio grafo-psicológico que me han servido como guía para poner en relación sus ideas y temas intelectuales junto a las motivaciones íntimas y personales que están detrás. José Medina Echavarría solía escribir en la zona superior del papel, hecho que se relaciona con todo lo intelectual, lo espiritual, lo mental y con las ideas ético- religiosas, la imaginación y los proyectos más utópicos. Esta forma de escribir es propia de una persona de buena inteligencia y con deseos de saber. Tanto en sus escritos iniciales como en los finales muestra un margen de la derecha irregular y oscilante, lo que denota una vida movida e irregular, una predilección por los viajes y las aventuras y, posiblemente, una irregularidad en los impulsos. Tenía dificultades en la distribución del tiempo. Los márgenes inferiores de los documentos juveniles denotan generosidad, sentido estético, altruismo y elegancia espiritual de ricos matices, aunque también despilfarro y, de nuevo, mal empleo del tiempo. Su presión inicial expresa calidez, gran nivel de actividad, energía y vitalidad positivas. Poseía determinación por triunfar sin abusar. Sin embargo, en sus escritos finales muestra un trabajo de forma disciplinada, control y dominio sobre sí mismo. 49 En todos sus textos Medina da claros síntomas de organización, de tener un pensamiento claro, buena comunicación, planificación, equilibrio y personalidad integrada. Su escritura sencilla nos habla de la ausencia de complicaciones. Sabía separar lo accesorio de lo esencial. Tenía ideas claras, inteligencia objetiva y necesidad de síntesis. Su escritura legible indica precisión de ideas, criterio en sus juicios. Fue una persona muy apta para la enseñanza al haber gozado de una excelente claridad mental. En todos sus escritos, iniciales, maduros y finales, siempre manifestó una actitud de reflexión, estudiando las ventajas y desventajas antes de tomar una decisión. La cohesión o continuidad de su escritura señala sus cualidades para la investigación y la clasificación. Además son notorios sus deseos de tomar decisiones responsables y de evitar la improvisación, a pesar de considerarse un idealista. Su escritura curva nos dice exactamente que José Medina Echavarría fue una persona en la que predominó el sentimiento sobre la razón, pero siempre buscando el equilibrio y la coherencia entre ambas posiciones. También conservaba un alto sentido de flexibilidad, dada su capacidad de adaptación, aceptando adecuadamente los golpes que recibió en la vida o con el trato con los demás. Tenía resistencia en situaciones de tensión, aunque su escritura más fuerte en los últimos años de su vida revela su independencia, su buen nivel intelectual y su firmeza para tomar decisiones, pero ya con mayores dificultades a la hora de acomodarse a las reglas de un lugar. En todo caso, fue una persona con cualidades sociales y que tuvo facilidad para la receptividad con independencia de criterio. Aceptaba las normas, pero no se dejaba influenciar con facilidad. Mantenía las reglas de buen gusto y cortesía. Se trata de una persona muy atenta a la vida afectiva y al otro. Los coligamentos entre sus letras manifiestan, una vez más, su adaptación sin problemas. Naturalmente, nos dicen también de su capacidad de sociabilidad, siendo una persona sincera y con capacidad para valorar méritos ajenos. Posteriormente sus ligamentos entre letras de arcos y guirnaldas, marcados en sus últimos escritos, aclaran cómo su actitud abierta y espontánea se alternaba con la necesidad de reserva o con la represión de sentimientos íntimos para dar paso a comportamientos más convencionales. Los trazos específicos de algunas de sus letras descubren confianza en el futuro, agilidad mental, curiosidad, dinamismo, evolución estética, expansión y facilidad de expresión. Ello se debe al predominio de la parte intelectual de su personalidad, aunque en el transcurso de su vida su escritura se fue haciendo moderadamente más inclinada, lo que determinaba, como decíamos, su equilibrio final entre razón y sentimientos al seguir un pensamiento más lógico. Eran visibles sus inquietudes filosóficas, la fantasía y las preocupaciones idealistas. Su firma expresaba seguridad, claridad de ideas y de intenciones. Su rúbrica nos revela con nitidez de detalles tal cómo era Medina Echavarría: era enemigo de las intrigas, valoraba la autenticidad y se guiaba con espontaneidad en las relaciones con los demás, tenía dones de sociabilidad, de naturalidad, de simplicidad y con buen sentido del humor. Los rasgos grafo-psicológicos de José Medina Echavarría nos dibujan a una persona, en resumen, segura de sí misma, con una emotividad nivelada, buscando siempre el equilibrio entre pesimismo y optimismo, y con una tendencia natural al buen trato humano, al moverse en sociedad con la misma importancia que lo hacía con la familia o con los amigos. Fue una persona con mucha claridad de ideas, pero también muy influenciada por las raíces. Este rasgo le hizo partir –como veremos en algunos de 50 sus escritos- del pasado hacia el futuro. No solía mirar al pasado desde la nostalgia, sino únicamente lo hacía para aprender o como empuje hacia el futuro, pero siempre desde la sensatez y la coherencia. En los últimos años de su vida no fue especialmente optimista, porque se sintió machacado socialmente. Para él, seguramente, era de una gran violencia tener que rememorar experiencias traumáticas, como el exilio, las Guerra Mundiales y las dictaduras militares. La realidad pudo con su parte ideal. Este hecho, por relacionarlo con su obra, lo podemos extrapolar a su cuasi-obsesión por la democracia y sus condiciones de posibilidad en América Latina. Como intelectual y pensador se aferró a sus temas y a su esquema mental. De hecho, se mantuvo fiel a los autores clásicos dentro de la disciplina, como si fuera la garantía de su coherencia como intelectual, como sociólogo y como ser humano digno. Según fue madurando se hizo una persona mucho más ensimismada, aunque sin perder la firmeza ideológica que apuntan sus últimos escritos de una convicción por un futuro mejor. 4.5. Nota aclaratoria sobre el estilo narrativo. Cuando uno se enfrenta a la hora de abordar algunas cuestiones teóricas y metodológicas a lo largo de la escritura de la tesis, como en mi caso concreto ha sido el uso de las entrevistas en profundidad, el método biográfico y distintas perspectivas teóricas, surgen preguntas que encierran algunos problemas: ¿Qué problemas de método tiene una tesis biográfica? ¿Cuánto hay que dejar hablar al autor? ¿Cuánto de biográfico hay que resaltar? ¿Cómo relacionar vida y obra? ¿Cómo seleccionar lo más destacado de su obra? ¿Qué fuentes secundarias y documentos bibliográficos utilizar? ¿Cómo relacionar el autor y su obra con su tiempo y con cada momento biográfico? ¿Debo hacer un capítulo independiente sobre su biografía? ¿Cómo organizar la tesis? ¿Dónde utilizar las entrevistas en profundidad? ¿Miedo a ―encariñarse‖ con el autor? A medida que he ido adentrándome en la biografía intelectual de Medina Echavarría me he dado cuenta de lo problemático que resulta mi posición de analista deseoso de no incurrir en repeticiones. No he querido caer en el fácil expediente, por socorrido y erróneo, de ponderar los análisis y propuestas de Medina Echavarría desde la situación y experiencias actuales. He preferido, la mayoría de las veces, dejar que hable la obra, con abundantes citas, y acompañada de una amplia documentación. Era absolutamente necesario el estudio detallado y directo de los textos, acompañado además de las fuentes de primera mano, junto con trabajos y publicaciones del contexto intelectual al que perteneció Medina Echavarría. Este ejercicio de reconstrucción panorámica y contextual es útil, como he insistido anteriormente, para poder arrojar suficiente luz sobre el pensamiento sociológico de Medina en las corrientes de su tiempo. El reto ha estado en saber ser sintéticos cuando la ocasión lo ha exigido, sin renunciar, no obstante, a proporcionar datos y documentos inéditos que enriquecen el conjunto del trabajo. Bajo esa línea se inscribe también mi intención de recuperar numerosos apuntes personales de Medina Echavarría. En ese sentido, hay numerosos pasajes en donde el discurso cae más en lo emotivo y personal. Es una presentación biográfica que en algún momento puede pecar de extensa, pero del todo necesaria tratándose de un clásico maltratado por la historia de la sociología española. Quizás el tono narrativo, sea en otros pasajes aséptico y descriptivo, aunque he creído que era la mejor manera de integrar discursivamente en cada campo sociológico y político la literatura de Medina. De todos modos, el objetivo era escribir una historia 51 biográfica e intelectual más allá de la habitual perspectiva que tiende a subordinar la historia de la disciplina a la simple institucionalización. He pretendido ser lo más fiel posible a las narrativas sobre la tradición sociológica, lo que me ha servido para tratar de entender la historia de la disciplina de una forma panorámica, como el propio Medina Echavarría lo hizo en sus trabajos. Él fue un continuador de la tradición sociológica clásica, dialogando con sus autores, dando continuidad a problemas y teorías de nuestra disciplina, aplicando y observando lo que era válido, y criticando lo que así creía oportuno. Por tal motivo, he dado todo el protagonismo al autor, teniendo el temor, como decía, de que un excesivo ―respeto‖ o ―cariño‖ hacía él mismo podría limitarme en asumir una postura crítica. Mi principal preocupación ha sido la honestidad con la narración de su biografía. La vida de José Medina Echavarría cursó unos años convulsos, violentos, desgarradores, pero también llenos de energía y vitalidad. Por todo ello he intentado ser ecuánime y equilibrado con los hechos narrados. 52 PRIMERA PARTE. Años de formación: la adquisición del enfoque sociológico. 53 CAPÍTULO I. LA SOCIOLOGÍA EN ESPAÑA A COMIENZOS DEL SIGLO XX. Todo análisis sobre una sociología de la sociología o una sociología de los intelectuales, como es la presente tesis biográfica sobre José Medina Echavarría, necesita de una mínima y necesaria contextualización del autor y de su obra tanto en la tradición de su campo de conocimiento como en las corrientes intelectuales en las que se insertó. Este enfoque integrado de biografía, historia y sociedad permite tener una mejor visión sobre la obra de nuestro biografiado acorde a una perspectiva histórica que nos ayuda a dibujar el paisaje histórico y social en el que se enmarcaba, en este caso, la sociología española de principios del siglo XX. El propósito es reconstruir la historia del campo sociológico español a partir del rastreo de las herencias intelectuales, a partir del seguimiento de las fuentes de conocimiento y a partir de saber quiénes eran los cultivadores de esta nueva ciencia social en la España. Porque al revisar la historia de la disciplina sociológica podemos situar concretamente la disposición y posición que Medina Echavarría ocupó en el desarrollo del pensamiento sociológico español anterior a la Guerra Civil. 1. Los efectos del 98 en la sociología española. Uno de los primeros antecedentes de la institucionalización de la sociología moderna en España –hecho consumado bajo el franquismo- fue la creación de la primera Cátedra de esta disciplina en la Universidad Central de Madrid en 1898, la cual fue ocupada por Manuel Sales y Ferré en marzo del año siguiente. Ese año fue trágico para la historia reciente de España, ya que significó la pérdida de los últimos vestigios del imperio colonial español (Puerto Rico, Cuba y Filipinas), abriendo en el clima intelectual el debate y la reflexión sobre qué lugar debía ocupar España y su cultura en la modernidad y en el futuro de la civilización occidental. Se plantearon dos respuestas acerca del destino de España para el siglo XX que ya se vislumbraba en el horizonte: o ―españolizar Europa‖, según Unamuno, o ―europeizar España‖, según la famosa visión de Ortega. Triunfó, sin duda, el regeneracionismo que miró a Europa como la única solución posible. España, bajo el umbral de dos siglos, era una sociedad demasiada atrasada social y económicamente, siendo predominante una endémica desigualdad social que permitía un cierto acomodo autoritario de las oligarquías rurales y eclesiásticas. La preocupación no era otra que la modernización de España para que ésta saliera de su atraso y pudiera alcanzar un desarrollo científico, cultural, industrial, político y técnico a la par de los países más avanzados, siendo la base de este proyecto el sistema educativo. El desastre del 98 supuso para la generación posterior una fuente de motivación a la hora de asumir el incierto destino con el claro afán de vencer las firmezas y resistencias de esa sociedad oligarca. ―Había que innovar, venciendo las resistencias de la vieja estructura social. Por esto la introducción de la Sociología es una contribución particular al 98 que no debe ser menospreciada, aunque por desgracia y con frecuencia sea tan flagrantemente olvidada‖ (Del Campo, 2000: 9). La necesidad de una mejora social, de proyectos sociales reformistas que en la mayoría de los casos iban asociados a ideologías y políticas liberales, explica ese interés creciente por la sociología. En una sociedad sin apenas sociología, se intentó dar un gran salto intelectual con esa primera Cátedra de Sociología. A la reflexión espiritual de una época se comenzaba a extender la obligación de dar respuesta a interrogantes sociales al pasar las sociedades europeas, 54 caso también de la española, de sociedades simples a sociedades cada vez más avanzadas. Esto es lo que conlleva la modernización: la complejidad social. Y por eso la sociología se propone hacer más nítidas a las sociedades. Frente a la opacidad que acompaña al proceso modernizador se constituye la sociología como un instrumento capaz de dotar de visibilidad a lo ―social‖. La aproximación del pensamiento español a la sociología fue casi por ―obligación‖, porque la situación intelectual y social de esa época ya no se quedaba reflejada en la filosofía social sino en la sociología. Las concepciones filosóficas del mundo comenzaban a no servir ante la demanda de mayores soluciones práctica. Ese primer pensamiento sociológico español recoge el espíritu que se respiraba en el pensamiento europeo de aquel entonces, en el que se estaba produciendo un desplazamiento de la filosofía a las ciencias sociales particulares, caso de la sociología, en la azarosa búsqueda de solucionar problemas sociales. La Cátedra de Sociología que ocupó Manuel Sales y Ferré en la Universidad de Madrid respondía a un nuevo horizonte cultural que se abría a regañadientes en un país tradicionalmente conservador y siempre temeroso a los cambios. Vincular el 98 con los inicios de la consolidación de la sociología en España parece un poco arriesgado. Si acaso podría remacharse que la recepción de la sociología venía siendo moneda común a lo largo de todo el siglo XIX y que esa Cátedra de Sales y Ferré simbolizó la huida de la metafísica krausista y su defensa de lo que se vino en denominar ―krauso- positivismo‖. Por supuesto, la estrecha relación entre modernización y sociología aquí era evidente. En todo caso, Sales y Ferré se convirtió no sólo en el primer catedrático de Sociología en España, sino que en uno de los primeros en Europa. Por ejemplo, Émile Durkheim ocupó cátedras durante toda su vida en las que la sociología no era ciencia autónoma, sino que ésta se veía acompañada por la pedagogía. Fue catedrático de sociología y pedagogía en la universidad de Burdeos en 1896, y de ciencia de la educación y de sociología en la Sorbona parisina en 1913. George Simmel, por su parte, fue catedrático de filosofía. Max Weber profesor de economía. Además el interés creciente en Alemania por institucionalizar la sociología no se produjo hasta después de la Primera Guerra Mundial, si bien la literatura sociológica de la época era más que abundante. Y no hubo cátedras de sociología en el Reino Unido hasta los años 30 del siglo XX. Por el contrario, la sociología tuvo un extraordinario desarrollo en los Estados Unidos, ya que se había creado una cátedra en Columbia en 1889 y un Departamento de Sociología en la Universidad de Chicago en 1892. 2. La herencia krausista en el desarrollo de la sociología. Entre los precursores remotos del pensamiento sociológico en España podemos señalar a Francisco Suárez, el Padre Mariana, Juan Luis Vives 22 , Jaime Balmes 23 y 22 Juan Luis Vives (1492-1540), filósofo, pedagogo y humanista español, fue considerado como uno de los más ilustres pensadores de su siglo. Su pensamiento gira alrededor de la decadencia de los estudios filosóficos del final de la Edad Media, proponiendo como remedio un nuevo método de investigación: el ―empírico-racionalista‖. La tendencia fundamental de su filosofía descansa sobre una concepción racional de la realidad social uniendo las dos fuentes de conocimiento para obtener un método verdaderamente eficaz. La obra fundamental de Vives es Del alma y la vida. 23 Para completar el perfil sociológico de Jaime Balmes se puede consultar el artículo de Manuel Rodríguez Caamaño, ―Jaime Balmes y las Ciencias Sociales‖, (REIS, nº 82, 1998, pp. 285-290), donde 55 Ramón de la Sagra 24 . En estas páginas no nos detendremos en sus obras, pero sí expondremos que este pensamiento pre-sociológico tuvo su maduración en la segunda mitad del siglo XIX bajo la influencia del krausismo. A este respecto hay que decir que sí el clima intelectual de la época se acercaba a la sociología como una nueva moda intelectual, faltaba, sin embargo, su inclusión en algún plan de estudios universitarios. Hasta su instauración en la Universidad Central de Madrid en 1898, la sociología habitó durante años en los salones del Ateneo de Madrid, de la Institución Libre de Enseñanza y de la Real Academia de Ciencia Morales. La llegada de la sociología a las aulas universitarias se corresponde también con un clima político de fines de siglo favorable al cambio, ya que gobernaba por aquel entonces el Partido Liberal de Sagasta y la influencia reformista del krausismo era visible en las líneas sociales y políticas de ese gobierno, abierto a inquietudes intelectuales y modernizadoras que muy bien encerraba la propia sociología. Según nos muestra Elías Díaz, suelen diferenciarse dos etapas en el desarrollo y difusión del krausismo en España: una primera etapa, personificada por Sanz del Río, la cual comprendería desde 1854 (año en el que se reincorpora Sanz del Río a la Universidad de Madrid) hasta 1869 (muerte de éste) y una segunda que se prolonga desde 1875 (Restauración de la Monarquía borbónica), centrada en la figura de Giner y en la Institución Libre de Enseñanza (creada en 1876) , hasta 1915 (muerte de Giner de los Ríos) o 1917 (muerte de Gumersindo de Azcarate) (Díaz, 1973: 48-49). Se puede incluso añadir una tercera etapa en la que el krausismo pervive hasta 1936-1939 (años de la Guerra Civil) y que sería desplazado por la gran figura de Ortega y Gasset. Esta etapa estaría personificada por los krauso-institucionistas Fernando de los Ríos o Julián Besteiro, ambos caracterizados por un socialismo humanista. Si bien, la corriente sociológica del krausismo español queda encerrada perfectamente por los tres autores citados anteriormente: Sanz del Río (1814-1869) 25 , Giner de los Ríos (1839-1915) 26 y Gumersindo de Azcárate (1840-1917) 27 . presenta a un Balmes que premiaba la observación sociológica de los hechos sociales, rechazando, con ello, la meditación filosófica de la realidad social. 24 Un caso peculiar dentro de la historia de la sociología española es el representado por Ramón de la Sagra (1798-1871). De la Sagra abandera el mejor espíritu cosmopolita e intrépido de la época, abierto a conocer el mundo en sus diferentes viajes, lo que le llevará a viajar por Cuba, Estados Unidos, Alemania, Francia, Irlanda, Gran Bretaña, Bélgica o Holanda. Animado por una época en la que conocer lo desconocido, lo extraño, la sociedad extranjera, suponía toda una aventura, De la Sagra, viaja a Estados Unidos en 1835 y se interesa y estudia, a semejanza de Alexis de Tocqueville, el sistema penitenciario norteamericano. Su obra está matizada por el positivismo comtiano y dirigida a la mejora social de manera progresiva y no revolucionaria apostando por un socialismo de corte racional. Así se entiende mejor su interés por la filantropía, las instituciones benéficas, los correccionales o las cárceles, ya que por debajo se asienta la idea de una mejor sociedad a partir de reformas institucionales, las cuales casan con la necesidad de crear un nuevo orden moral encajado dentro de la moral religiosa católica. Se aprecia, por tanto, una diversidad de matices que hacen que la obra de Ramón de la Sagra camine hacia un cientificismo espiritualista de corte utópico. De su producción literaria destacan las siguientes obras Historia física, política y natural de la isla de Cuba, de 1837, Lecciones de Economía Social, de 1840 y la Introduction à la philosophie religieuse, de 1869. Para completar sobre la figura de Ramón de la Sagra como antecesor del pensamiento sociológico en España se puede consultar el artículo de Manuel Rodríguez Caamaño, ―Ramón de la Sagra, pionero de la Sociología en España‖ (REIS, nº 88, 1999, pp. 261-272) y, sobre todo, la imprescindible tesis doctoral de María del Carmen Rodríguez Rodríguez, Ramón de la Sagra. El diario de viaje como forma de conocimiento sociológico, Universidad Complutense de Madrid, 2011. 25 Las obras más significativas de Julián Sanz del Río son ―Kant-Krause. Biografías comparadas‖ (Revista Española de Ambos Mundos, nº 2, 1854); Lecciones sobre el sistema de la filosofía (Imprenta de P. Conesa, Madrid, 1871); ―El Derecho y el Estado según Krause‖ (Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº 6, 1882). Para ampliar conocimientos sobre el pensamiento de Sanz del Río, véase 56 El pensamiento social europeo de la primera mitad del siglo XIX, dignamente representado por las figuras de Hegel (1770-1831) en la filosofía y Comte (1798-1857) en la sociología, apenas tuvo repercusión en el ámbito intelectual español; pero sí en cambio, y de forma paradójica, fue supremamente influyente la figura de Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832) 28 ; un autor peculiar, pero no a la altura de los dos anteriores. La difusión de Krause se debió al inicial interés de Julián Sanz del Río por su obra, impresión que se agrandó con el viaje que realizó a Alemania en 1843 a la Universidad de Heildeberg para tomar contacto con sus discípulos, como Leonhardi (naturalista y metafísico), Röder (jurista), Weber (historiador) o el católico Schlosser. La ausencia de Hegel y Comte en el pensamiento español impidió tal vez la penetración en las corrientes intelectuales de un marxismo hegeliano o de un positivismo científico, pero ciertamente, la filosofía de Krause casó perfectamente con la intelectualidad española de la época porque su concepción de carácter liberal-organicista de la sociedad y del Estado se alejaba mucho del ―estatalismo‖ de Hegel. El krausismo acercó al pensamiento español a posiciones teóricas evolucionistas e hizo que se interesará por autores como Spencer. Como señala Salustiano del Campo la explicación de que haya tenido mayor influencia Spencer que Comte en el pensamiento social español se explica porque la aportación principal de Comte no recae en la sociología, sino en la filosofía de la historia (1969: 82). Además, el krausismo mostró cierta línea de continuidad con la tradición mística española al manifestar un sentido casi espiritual y religioso de la condición humana y de lo social (Seara, 1971). La difusión del krausismo tuvo una gran aceptación y cabida en amplios sectores de la burguesía liberal, comenzando este maridaje en la década moderada española (1845-1854) cuando el partido demócrata se interesó por la filosofía krausista. Aunque el desarrollo mayor del krausismo sería a partir de los años 60 y 70 del siglo XIX, representando la concepción ideológica y la expresión política de las aspiraciones de la burguesía liberal, la cual abrió una línea intermedia entre el progresismo y el conservadurismo español. La generación del krausismo más representativa es la que tras la represión universitaria de 1875, se agrupa en torno a Francisco Giner de los Ríos en la Institución Libre de Enseñanza, creada al año siguiente. La base sociológica del pensamiento krausista español apuntó hacia la practicidad de la sociología, entendiéndola como una ciencia capaza de ocuparse de problemas y cuestiones sociales que debían desembocar en una mejora de la sociedad. Por eso ―la sociología apareció en España bajo el signo de las aspiraciones de Antropología y filosofía de la historia en Julián Sanz del Río, de Teresa Rodríguez de Lecea (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991). 26 De la abundante obra de Francisco Giner de los Ríos destaco los siguientes libros: Estudios jurídicos y políticos (Victoriano Suárez, Madrid, 1875); Estudios sobre educación (Madrid, 1886); La persona social (Victoriano Suárez, Madrid, 1899); Estudios de Filosofía y Sociología (Heinrich y Cía., Barcelona, 1904); La pedagogía universitaria (Barcelona, 1905); Obras completas (20 tomos, Espasa-Calpe, Madrid, 1916- 1936). Para apreciar la importancia de Giner de los Ríos dentro del pensamiento krausista español se puede consultar el artículo de Juan José Gil Cremades, ―El pensamiento español del siglo XIX: Francisco Giner de los Ríos” (Anales de la Cátedra Francisco Suárez, nº 11, 1971). 27 La obra sociológica más representativa de Azcárate es El concepto de sociología (Real Academia de Ciencia Políticas y Morales, Madrid, 1981). Sobre Gumersindo de Azcárate se puede consultar el artículo de José Ramón Torregrosa, ―El pensamiento político de don Gumersindo de Azcárate‖ (Revista de Estudios Políticos, nº 135-136, 1964, pp. 121-136). 28 La obra fundamental de Krause, discípulo de Schelling, es El prototipo de la humanidad, de 1811, donde expone su concepción filosófica en base a que el hombre es sólo responsable ante su conciencia. 57 renovación nacional expresadas por los sectores más avanzados de la burguesía. Concretamente, los primeros sociólogos procedieron todos del marco de la llamada escuela krausista‖ (Giner, 1967: 557). ―Se puede afirmar que la sociología española nació allí, como parte esencial de los esfuerzos por modernizar el país‖. La sociología y las ciencias sociales fueron consideradas por los krausistas como herramientas de reforma social al servicio de los intereses nacionales y ―necesarias para promover la secularización, la democratización y la prosperidad del país‖ (Giner, 2007a: 719). Nos encontramos con una España de fines del XIX en la que pugnaban dos fuerzas sociales: una por el cambio y la modificación social, y otra reaccionaria y estática. En la sociología esta dicotomía estuvo sucintamente representada por Joaquín Costa (1844-1911), de carácter rural y pensamiento no tan democrático, y por Gumersindo de Azcárate, con una concepción filosófica mucho más cosmopolita y liberal. Este último es mucho más representativo que Costa acerca de lo que puede ser entendido como un sociólogo. Mientras que Costa se dedicó a cuestiones tales como las reformas agrarias y jurídicas, 29 Azcárate intentó desarrollar un pensamiento sociológico no siempre desligado de meditaciones estrictamente filosóficas. Esto nos permite decir que su pensamiento se correspondería más bien a una filosofía social que a planteamientos propios de la sociología. Gumersindo de Azcárate se interesó por la sociología de manera aproximativa y lo hizo desde unas aspiraciones y preocupaciones sociopolíticas orientadas hacia la transformación social, lo que le llevaría a dirigir en 1903 el recién creado Instituto de Reformas Sociales, órgano consultivo del gobierno. Su figura destaca en esta época más que como cultivador de un pensamiento sociológico propio, sino, principalmente, como difusor y divulgador de la nueva ciencia social. Así se entiende que su aportación más insigne a la literatura sociológica española sea su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales sobre el ―Concepto de Sociología‖, presentado en 1891, y en donde repara en los aspectos teóricos y prácticos de esta ciencia encaminada hacia los problemas sociales. La obra de Azcárate queda más difuminada, sin duda, por la contribución a la sociología española por parte de Sales y Ferrer, éste ya con una literatura sociológica más amplia y más centrada en cuestiones propias de la materia y no descarrilando hacia cavilaciones filosóficas sociales o antropológicas. Una unión entre antropología y sociología, por otro lado, que es muy frecuente en los pensadores sociales del krausismo español; caso, por ejemplo, de Francisco Giner de los Ríos. 3. Manuel Sales y Ferré: precursor de la institucionalización de la sociología en España. La obra de Manuel Sales y Ferré (1843-1910) constituye uno de los esfuerzos más representativos en España a la hora de institucionalizar la sociología y adecuar a nuestro país en lo que significa la modernidad en base al desarrollo científico. Sales y Ferré fue un autor con un marcado gusto por las corrientes evolucionistas y organicistas, teniendo su obra severa influencia de de Spencer. Además se hizo eco del giro que tomó la sociología europea de aquellos años al seguir a Durkheim en la distinción que éste 29 Las obras más destacadas de Joaquín Costa son Teoría del hecho jurídico individual y social, de 1883; Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España, de 1902, y Política hidráulica (misión social de los riegos en España), de 1911. 58 hacía entre la sociología, como ciencia autónoma e independiente que estudia los hechos sociales, frente a la filosofía y la psicología (Núñez Encabo, 2001: 48). Antes de ocupar la célebre Cátedra de Sociología de Madrid en 1898, Sales y Ferré contaba con una amplia literatura sociológica. En 1889 había publicado su Estudios de sociología. Evolución social y política (primera parte), que con 254 páginas se convertía en el primer libro de texto de sociología en la Universidad española, ya que se repartió entre sus alumnos de la Cátedra de Historia Universal de la Universidad de Sevilla. En este libro resaltan reposos evolucionistas que le vienen de Spencer y también manifiesta un interés, como decíamos anteriormente, por la incipiente sociología de Durkheim. Dos autores que son vitales para entender su pensamiento. A este tomo le siguieron otros tres. En 1894 sale un segundo tomo con el título de Tratado de Sociología. Evolución social y política (segunda parte), con 370 páginas. Le siguieron dos tomos más, publicados en 1895 y 1897 con 495 y 512 páginas respectivamente. Este Tratado de sociología, compuesto por tres tomos sirvió de texto de referencia para la Cátedra del Doctorado de Sociología que dictaría Sales en la Universidad de Madrid a partir de 1899. 30 La magnitud de la producción sociológica y la hondura de su obra hacen que autores como Núñez Encabo le sitúen como el primer sociólogo de España y como fundador de la sociología española: ―Piénsese, por ejemplo, que Posada escribirá su primera obra sistemática de Sociología diecinueve años más tarde que los estudios sociológicos de Sales‖ (Núñez Encabo, 2000: 28). También por cuestión cronológica la obra de Sales y Ferre se sitúa a la altura de las preocupaciones sociológicas que mantienen otros coetáneos suyos. Aquí hay que citar los casos de Ferdinand Tönnies en Alemania, quien había publicado Comunidad y Sociedad en 1877; y también de Georg Simmel y su libro Sobre diferenciación social, de 1890; en Francia estaba Emile Durkheim con sus obras Elementos de Sociología, de 1889 y Las reglas del método sociológico, de 1895); y en Estados Unidos, Albert Small publicó en 1894 Introducción al Estudio de la Sociedad, y F. H. Giddings, Principios de Sociología, en 1896. Además, como bien ha indicado Rodríguez Ibáñez, la actualidad de Sales y Ferré no está marchita porque trató temas que gozan de radical actualidad, como los manifestados en su tomo tercero del Tratado sobre la democracia y el proceso de integración europeo. Aunque quizá su figura personal haya sido más importante para la sociología española que su pensamiento, pues Manuel Sales y Ferré perteneció por derecho propio a la generación de sociólogos encabezada por Durkheim y Weber, que tanto se esforzó en institucionalizar esta ciencia social (Rodríguez Ibáñez, 1996: 222- 223). Aquel esfuerzo se vio truncado por su muerte en 1910, quedando su Cátedra de Sociología vacante hasta 1916, cuando fue ocupada por Severino Aznar, dando inicio a lo que se ha llamado ―monopolio sociológico del catolicismo social‖ (Núñez Encabo, 2001: 54-55). Hay que matizar que el catolicismo social de Severino Aznar no fue monopólico hasta justamente después de la Guerra Civil, momento en que se convirtió en corriente dominante y coincidió estrechamente con el período nacional-católico del régimen 30 Se puede recurrir a la obra de Manuel Núñez Encabo sobre Sales para tener un perfil biográfico e intelectual más completo: Manuel Sales y Ferré: los orígenes de la sociología en España (Edicusa, Madrid, 1976. Reeditada en 1999 como El nacimiento de la sociología en España: Manuel Sales y Ferré, Editorial Complutense, Madrid). 59 franquista (1939-1958). Antes de que el catolicismo social tomase sentido hegemónico, éste encontró ―oposición‖ en otra corriente sociológica tradicional española, como era el pensamiento laico y liberal representado por Adolfo Posada. Fue Posada, como bien dice Salvador Giner, ―la figura más importante de la sociología española durante la época‖ (Giner, 1967: 557). 31 Fue al mismo tiempo continuador del krausismo y del positivismo español del XIX. Frente a esas dos corrientes tradicionales y hegemónicas dentro del pensamiento español emergería a inicios del siglo XX la figura de José Ortega y Gasset, quien pasaría a ocupar lugar privilegiado en la filosofía española y universal. Pero a pesar de tan magna figura, fue Posada quién jugó un papel determinante dentro de la historia de la sociología española al ser la llave entre la vieja sociología del siglo XIX y la nueva sociología del XX al anticipar direcciones y preocupaciones. 4. Corrientes sociológicas en la fase fundacional de la sociología española: Adolfo Posada, José Ortega y Gasset, Severino Aznar. El contexto socio-histórico en el que se enmarca la sociología española de principios de siglo viene estrechamente configurado por la crisis de la modernidad que asoló esos primeros decenios de la nueva centuria. Fue un momento en que la cultura europea se preguntó por primera vez en su historia sobre la crisis como una noción universal que afectaba concretamente a Europa. Basta recordar el libro de Spengler sobre la decadencia de occidente, los ensayos de Valery o las obras de Ortega (Mattelart, 2002: 92). El siglo XX se inició con un encadenamiento de hechos tan significativos como la revolución bolchevique, la Primera Guerra Mundial, la crisis de Weimar y el ascenso de Hitler al poder, la emergencia de los totalitarismos, la III República francesa, la II República española y, para culminar toda esta tempestad tan convulsa, la Guerra Civil española y la posterior Segunda Guerra Mundial. Fue una época, sin duda, de grandes y acelerados cambios que, sumados al desarrollo económico e industrial de Europa, trastocaron la fisonomía social y política de sus respectivas sociedades. Y España no fue ajena a estas modificaciones, ya que padeció en primera persona este tiempo de tierras movedizas, primero con la huelga de 1917, seguida de la dictadura de Primo de Rivera en 1923, la cual puso fin a las ilusiones reformistas iniciadas con el regeneracionismo y, por último, la Guerra Civil española que echó por tierra trágicamente todas las ilusiones modernizadoras puestas en la Segunda República. 32 No se puede decir que, bajo este clima histórico caracterizado por la primera crisis de la modernidad y lleno de incertidumbres vitales, la sociología española de principios del siglo XX fuera por sí misma un campo autónomo de conocimiento científico. No existía una disciplina sociológica como tal. Es más certero decir que los primeros pasos que se estaban dando se hicieron de forma aproximativa, tentativa y solitaria. El impulso sociológico fue cuestión de cultivadores aislados sin constituir un verdadero movimiento científico. La reflexión sociológica era, sobre todo, cosa de aficionados. 31 Salvador Giner, en su Historia del pensamiento social, nos dice que la nómina de sociólogos más representativos del primer pensamiento sociológico español que va desde mediados del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX estaba conformada por Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate Manuel Sales y Ferré y Adolfo Posada, siendo éste el verdadero primer sociólogo español (Giner, 1967: 557). 32 Una visión general de la España del siglo XX la podemos encontrar en el libro Santos Juliá, Un siglo de España. Política y sociedad (Marcial Pons, Madrid, 1999). 60 Por tales motivos, la ―poca sociología española‖ que se hizo en esa época (1890-1936) (Lamo, 1990: 346) quedó enmarcada bajo tres corrientes sociológicas labradas por tres cultivadores de la disciplina como fueron Adolfo Posada, Severino Aznar y José Ortega y Gasset: ―la Sociología española del primer cuarto del siglo XX se debatía entre la atención a los problemas sociales o las condiciones de vida y creencias (Posada, desde la tradición liberal-reformista; Aznar, desde el ya mencionado ―catolicismo social‖) y el ensayismo de orientación historicista y mundana que Ortega y Gasset trajo de Alemania y practicó con merecido éxito, promoviendo de paso la importación a España del pensamiento puntero en la época (así por ejemplo, la teoría sociológica de Simmel)‖ (Rodríguez Ibáñez, 2004: 199). Estas tres tradiciones sociológicas se desarrollaron desde diferentes ámbitos. A la sociología institucional regida por el catolicismo social de Aznar, se le compensaba con una sociología más académica y centrada en los ámbitos universitarios que era la mantenida por Posada, orientada por su laicidad y su apego liberal. Ortega, en cambio, tomó el cobijo de la Revista de Occidente y de su círculo intelectual más próximo, manteniendo siempre una actitud abierta al cambio y de proximidad con las corrientes intelectuales europeas –fundamentalmente la filosofía alemana- en aras de poner al pensamiento español a la altura de le época. 33 4.1. Adolfo Posada: la tradición liberal de la sociología española. Adolfo Posada (1860-1944) fue colaborador del Instituto de Reformas Sociales y también Catedrático de Derecho Político de la Universidad de Madrid. Se dedicó tanto al estudio del derecho como a la sociología, intercalando en su obra estas dos preocupaciones, viéndose además movido por el clima reformista de la época. Su obra también tiene marcadas influencias del pensamiento krausista español como del positivismo comtiano, una conjunción de ambas corrientes filosóficas que él mismo denominó como ―krauso-positivismo‖ (Posada, 1892). 34 La sociología de Posada es una sociología de carácter reformador que tiende a valorar su sentido práctico y orientarlo hacia los problemas sociales para dar solución a éstos. Se aprecia mejor entonces que su esfuerzo intelectual girase entorno a desligar a la sociología de la filosofía, ya que la sociedad necesita del conocimiento empírico de sí misma y por eso su objeto de estudio no ha de ser otro que los hechos sociales. Esta postura teórica le llevó a interesarse por los trabajos de Durkheim, compartiendo con el francés los principios de sistematización y esquematización de la construcción científica de la sociología. Este criterio sociológico, alejado de la filosofía social, hace que se le considere como el primer sociólogo español en sentido estricto (Gómez Arboleya, 1990: 33 Medina Echavarría escribiría en Chile, desde el recuerdo, lo siguiente sobre la impronta de Ortega y Gasset en el pensamiento social español: ―la original reinvención lingüística de la filosofía alemana de su tiempo, emprendida por Ortega y sus discípulos, no sólo dilató los poros para la recepción de los contenidos, sino que al transmutarla en capacidad expresiva manejada ya como propia, aligeró la auténtica agilidad mental, capaz de actuar con independencia, sin sentimiento alguno de desigualdad y tutelaje‖ (Medina, 1963b: 111). 34 No hay que olvidar, por otro lado, que la tradición krausista continuó a inicios del siglo XX abanderada por Fernando de los Ríos y Julián Besteiro bajo lo que se denominó socialismo humanista, destacando la obra de Fernando de los Ríos, El sentido humanista del socialismo (Madrid, Javier Morata Editor, 1926). 61 24). O, como mínimo, como el sociólogo más importante en el nacimiento de la sociología en España. En su producción académica se aprecia el salto del derecho a la sociología que tomó: trabajos iniciales referentes a esta ciencia jurídica como Estudios sobre el régimen parlamentario en España, de 1891, o Teorías modernas sobre los orígenes de la familia, de la sociedad y del Estado, de 1892; se ven seguidos de obras que ya asumen el enfoque sociológico como pueden ser Los estudios sociológicos en España, 1899, Literatura y problemas de sociología, 1901 o Sobre las tendencias actuales de la sociología, 1902. Además sacó a la luz en 1904 su libro Socialismo y reforma social, donde manifiesta el carácter reformista y práctico que Posada otorgaba a la sociología como su proximidad con el pensamiento liberal-progresista. Pero, sin duda, su obra más importante, que le sitúa como un verdadero sociólogo dentro de una comunidad científica casi inexistente, es Principios de Sociología, de 1908. Una obra ciertamente relevante al plantear cuestiones como la objetividad de la sociología, la complejidad de su constitución científica o la relación individuo-sociedad (Posada, 1908). Estos Principios de Sociología tendrían una segunda edición en 1929 y Posada ya no solamente examina las tendencias sociológicas desde Comte hasta Ward, como en la primera edición, sino que se aproxima a todas las corrientes contemporáneas hasta esa fecha. Las influencias palpables en la sociología de Adolfo Posada fueron el organicismo de Spencer, el positivismo de Comte, la teoría de la imitación de Tarde, así como la teoría de la división social del trabajo de Durkheim, quien fue conocido en España a través de su obra. Además le interesó mucho la sociología norteamericana y especialmente la figura de Lester F. Ward, autor al que reconoce sus esfuerzos por sistematizar de manera constructiva la nueva ciencia social (Gómez Arboleya, 1990: 25). El reposo de la sociología alemana en Posada se refleja por la influencia de autores como Schäffle (discípulo de Krause), Ratzenhofer y Gumplowicz (ambos citados por Medina en su Panorama de la sociología contemporánea); estos dos últimos a partir de una sociología basada en un modelo de sociedad-conflicto (Laporta, 1976: 306-317). Este manejo de escuelas y direcciones que tomó la sociología de su época, confirma a Posada como ―gran renovador del panorama científico de las ciencias sociales españolas‖ (Gutiérrez, 2001: 92-93). Queda por tanto reconocida su labor de introducir en la precaria sociología española esas corrientes de pensamiento europeo y norteamericano de aquella época, ya sea a través de sus publicaciones puntuales, como vimos más arriba, o también dirigiendo las traducciones de autores europeos tan destacados como Durkhheim, Le Play, Marx, Spencer o Tarde o de autores norteamericanos como Giddings, Small o el ya citado Ward. Este ímpetu de Posada por conocer y divulgar la mejor tradición sociológica europea y norteamericana hace que se le considere, por tanto, como una figura importantísima en la evolución de las ciencias sociales españolas al dotar de una mayor presencia a la sociología. 35 Si aspiramos a dar la dimensión exacta de su influencia en la 35 No obstante su importancia encontramos algunos matices sobre su significado en nuestra tradición. A Posada se le acusa de que comenzase a desentenderse -como muchos otros institucionistas- de la disciplina a principios de la década de 1910, según afirma Rodolfo Gutiérrez (2001: 95). En similares términos se refiere Salustiano del Campo a la preocupación sociológica de Posada a principios del siglo XX: ―El caso de Adolfo Posada es singular, porque por su aportación y por la fecha en la que la completa puede considerarse como cofundador de la sociología española. Sin embargo, su obra sociológica se 62 historia de la sociología española, tendremos que decir que fue decisiva también por acercar el pensamiento sociológico contemporáneo a la generación posterior, caso de Francisco Ayala o el propio José Medina Echavarría. Los dos fueron continuadores – cada uno a su manera pero compartiendo el espíritu de la época- de seguir la tradición sociológica abierta por Posada a la hora de descifrar a la sociología como la ciencia que estudia positiva y empíricamente la realidad social. 4. 2. La afición sociológica de José Ortega y Gasset. Parece muy pretencioso decir que José Ortega y Gasset (1883-1955) haya sido el más importante filósofo en lengua española de todo el siglo XX; pero su aportación a la filosofía universal contemporánea con su ―racio-vitalismo‖, su extensa escuela dejada en el pensamiento social español y el hecho de que La rebelión de las masas se sitúe como uno de los libros más influyentes de la pasada centuria, 36 validan esta afirmación y confirman la altura alcanzada por el intelectual madrileño. Ortega y Gasset desempeñó de 1910 a 1936 la Cátedra de Metafísica de la Universidad de Madrid y se convirtió tanto en espectador de su tiempo desde la academia como en protagonista al acercarse a la política nacional desde posturas abiertas y liberales. Más que su faceta política, nos interesa recordar al Ortega pensador, con una obra matizada por la diversidad de las corrientes filosóficas que manejó, pero siendo capaz de forjar un pensamiento autónomo y propio. Si bien hay que reconocer que siempre sintió predilección y fascinación intelectual por la cultura alemana, como así confirman sus viajes de formación a ese país y su gran interés por la filosofía de Martin Heidegger, el gran maestro alemán (Safranski, 2003). No es extraño que Ortega sintiera atracción por Alemania, ya que este país, su cultura y su ciencia siempre han sido fuente de estímulos para el pensamiento español y para su tradición filosófica. En España una primera recepción de la sociología alemana se produjo antes de la Guerra Civil a partir de la figura de Ortega y Gasset, a través de la editorial de la Revista de Occidente. Se publicaron entre 1924 y 1936 varias traducciones de las obras de Georg Simmel, destacando su Sociología. Estudio sobre las formas de socialización, de 1927. Se elaboraba una sociología de raíz neokantiana, rozando los márgenes de la filosofía social. Por ello, hay que reconocer que Ortega más que hacer sociología realizó una filosofía social con mirada sociológica, aunque en varias obras suyas se acercase a la sociología de manera aproximativa como así hizo en El tema de nuestro tiempo, de 1923, en La rebelión de las masas, de 1930, en Ideas y creencias, de 1940, y en la póstuma, El hombre y la gente, de 1957. 37 La aportación sociológica más distinguida de Ortega se aprecia en dos vertientes; por un lado, en las reflexiones que el filósofo español lanza acerca de la relación entre el individuo y la masa, ofrecida en La rebelión de las masas, donde nos interrumpió antes de la Primera Guerra Mundial y aunque vivió hasta 1944, nunca la reanudó‖ (Del Campo, 2001b: 13). Es cierto que su mayor literatura sociológica es anterior a la década de 1910, pero su magisterio sociológico, como veremos con el caso de Medina, duró hasta bien entrado los años 30. 36 Según una encuesta realizada por la Nacional Review en el año 2000, La rebelión de las masas ocupó el puesto octavo entre los cien libros más importante de no ficción de todo el siglo XX y el primero en lengua castellana. 37 Para completar sobre el Ortega sociólogo se pueden consultar los siguiente libros: La teoría social de Ortega y Gasset: los usos, de María Isabel Ferreiro Lavedán, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2005; La sociología en Ortega y Gasset, de Jesús María Osés Gorraiz, Anthropos, Madrid, 1989; y el clásico La contribución de Ortega a la teoría sociológica, de Juan Carlos Argulla, Córdoba, Argentina, 1962. 63 ofrece a un hombre perdido y difuminado entre el gentío y la muchedumbre con tal de no asumir su responsabilidad social; y, por otro lado, la propia ―sociología orteguiana‖ queda expuesta en su libro El hombre y la gente, donde emplea el concepto de ―uso‖ para referirse a los papeles sociales inseparables del hombre y a la intencionalidad de sus actos: ―Pero el fenómeno sociológico fundamental que es la vigencia y que se da, no sólo en la opinión, sino en todo uso –que es, por tanto, el carácter más sustantivo del hecho social y de la sociedad como conjunto de los hechos sociales-, no consiste en la adhesión tanto o cuanto numerosa. En que se vea todo esto claro estriba todo el acierto de una sociología. Cuando algo es uso no depende de la adhesión de los individuos, sino que precisamente es uso porque se impone a ellos‖ (Ortega y Gasset, 2003: 267). Más allá de estas pinceladas sociológicas de Ortega, es oportuno precisar que, como bien decíamos, su influencia ha sido sublime para la filosofía española del siglo XX. Filósofos que en mayor o menor medida han sido deslumbrados por Ortega y que forman la llamada ―Escuela de Madrid‖ han sido Manuel García Morente, Xavier Zubiri, Joaquín Xirau, José Gaos, Julián Marías, María Zambrano, Pedro Laín Entralgo, José Luis L. Aranguren, Paulino Garragorri, Fernando Vela o Manuel Granell. 38 Aunque también es oportuno reconocer que la huella orteguiana se aprecia en la sociología de Francisco Ayala, José Medina Echavarría y Luis Recasens Siches, por mantener un enfoque circunstanciado que precisa al hecho social como hecho determinado por su situación histórica concreta. Pero hay matices en la forma que influyó en cada uno de estos nombres. El peso de Ortega fue menor en Medina que en Ayala o Recasens. Por tal motivo, coincido plenamente con Alberto Ribes sobre el excesivo encasillamiento que se hace de Medina como seguidor de Ortega y Gasset (2003: 270). Ni considero que Medina fuera su ―discípulo‖ (Castillo, 2001: 129-160). Es más correcto afirmar que, al igual que sus otros dos compañeros de generación, compartió temas y formas de la filosofía social orteguiana, como era la predilección por el ensayo, el tema de la crisis, el auge de los totalitarismos, el ascenso de las masas o la divulgación del pensamiento alemán. 39 Ortega sería muy inspirador, sobre todo, en las 38 Para tener una mirada sucinta sobre la influencia de Ortega en el pensamiento social español se pueden consultar las siguiente referencias bibliográficas: Diccionario de filosofía, de José Ferrater Mora (Madrid, Alianza Editorial, 1980; e.o. de 1941, México, Editorial Atlante); Historia crítica del pensamiento español, de José Luis Abellán (Madrid, Espasa-Calpe, 1988-1991); ―Visión de conjunto‖ de Emilio Lamo de Espinosa (en J. Ibáñez, ―Sociología”, [R. Reyes (Ed.): Las Ciencias Sociales en España: Historia inmediata, crítica y perspectivas, Tomo 1], Madrid, Editorial Complutense, 1992). Además, aprovecho para destacar la cierta similitud entre la sociología circunstanciada de Medina Echavarría y la forma en que entendía la filosofía social Garagorri, pues éste creía que toda filosofía social se había de concebir como ciencia de la realidad l, donde toma gran relevancia la intencionalidad de la acción social, partiendo de que todo conocimiento procede de experiencias de la vida y que ésta no puede conocerse en su totalidad, sino sólo en una dimensión concreta, cotidiana y parcelada. Visiones, ambas ellas, inspiradas en Ortega. 39 En su conocido trabajo sobre la sociología española Jesús María de Miguel apunta que Medina introdujo desde México las teorías filosóficas y sociológicas de Ortega en América Latina (1979: 41). Más bien lo que hizo Medina fue tomar de Ortega temas y formas en diferentes manifestaciones: por ejemplo, preocuparse del intelectual en la Responsabilidad de la inteligencia , de 1943 o poner en marcha la revista Jornadas de El Colegio de México, una publicación muy influida en su nacimiento por la Revista de Occidente. La cita a Ortega se debía, sobre todo, a una estrategia para que le reconocieran los intelectuales mexicanos dentro de una tradición de pensamiento liberal. Lo cierto es que Ortega era conocido por sí solo y Medina no profundizó en sus formulaciones teóricas. Al revés, sus esfuerzos pasaron por reclamar la legitimidad científica de la sociología, lo que implícitamente era una manera de 64 maneras de acercar al gran público temas tan profundos como precisos que inspiraron la ―sociología difusa‖ de Ayala. 40 4.3. El catolicismo social de Severino Aznar. La tercera tradición sociológica española de principios del siglo XX fue la ofrecida por Severino Aznar (1870-1959) en torno al catolicismo social. Como ya se apuntó, Aznar ocupó en 1916 la Cátedra de Sociología de la Universidad de Madrid tras la muerte de Sales y Ferré. Se preocupó por desarrollar una sociología institucional que tendría su máxima expresión tras la Guerra Civil, posicionándose cercana al régimen franquista y convirtiéndose en soporte de sus políticas sociales. Sin embargo, Aznar no continuó la dinámica abierta por Sales y Posada de una sociología estrictamente científica, ya que fue incapaz de desarrollar una escuela sociológica que fundiera la apuesta teórica con el soporte de investigación social y que se adentrara en el estudio de la realidad social (Rodríguez Ibáñez, 2004: 199). Además no introdujo corriente sociológica alguna, ni el funcionalismo ni ninguna otra escuela importante. A Severino Aznar, aún siendo Director del Instituto Balmes de Sociología entre 1943 y 1959 (nacido al albor del recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas), no se le puede considerar exactamente como un sociólogo en el sentido estricto, ni ejerció como tal. Más que sociólogo, fue un demógrafo y un reformista interesado por la renovación social, hecho que le distancia de la sociología. Se le puede señalar, por tanto, como un continuador de de los movimientos de reforma social de raíces cristianas y un destacado miembro del sector social del franquismo. En 1950 obtuvo el Premio Nacional de Sociología. Pero lo cierto es que Severino Aznar desaprovechó la oportunidad de desarrollar la disciplina sociológica, de crear una escuela sociológica y de profesionalizar el oficio del sociólogo. No supo o no pudo aprovechar su posición en el campo de poder académico para insertar la sociología. Justamente el desinterés académico por la sociología supuso el destierro de la disciplina de los estudios universitarios (Iglesias de Ussel, 2001: 108 y 126). Su ―monopolio sociológico del catolicismo social‖ fue un auténtico frenazo al desarrollo de la sociología como ciencia autónoma. Se difuminaron los límites disciplinarios y se confundió la reflexión sociológica con ensayismo social o pensamiento religioso (Núñez Encabo, 2001: 54- 55). Cuando la sociología más necesitaba ampliar su identidad científica, menos se actuó por su diferenciación y por su emancipación respecto otras ciencias circundantes. Este catolicismo social, que no sociológico, fue la corriente dominante hasta la década de los años sesenta, momento en que se empiecen a sentir en la sociología española los síntomas de cambio de una sociedad más abierta al exterior y que permitió a muchos jóvenes, futuros catedráticos y profesores, estudiar en el extranjero y traer las nuevas corrientes sociológicas, desde el funcionalismo, la investigación empírica, la sociología crítica o la etnometodología. rechazar los supuestos de Ortega sobre ―la inautenticidad de lo social‖ expresado por el filósofo en varios trabajos como La rebelión de las masas, o Ensimismamiento o alteración. 40 Para indagar en la figura de Francisco Ayala y su ―sociología difusa‖ se puede recurrir a su libro Miradas sobre el presente: ensayos y sociología (Madrid, Fundación Santander Central Hispano, 2006), donde Alberto J. Ribes selecciona textos del autor granadino y realiza una acertada introducción a cómo se entremezcla en Ayala su mirada sociológica con sus maneras de escritor (pp. IX- LXII). 65 CAPÍTULO II. AÑOS DE JUVENTUD, AÑOS DE FORMACIÓN: LA ADQUISICIÓN DEL ENFOQUE SOCIOLÓGICO. 1. Nacimiento. La familia. La Universidad. El 25 de diciembre de 1903 nacía en Castellón de la Plana una de las figuras más relevantes pero desconocidas de la historia de la sociología española del siglo XX. Remigio Medina Leal y su mujer María de la Luz Echavarría ni se imaginaron aquel día que su hijo José Ramón llegaría a convertirse en uno de los cultivadores más destacados de la sociología en lengua española. 41 El padre era oriundo de un pueblecito de Jaén, Santiesteban del Puerto. Mientras que su madre Luz había nacido en Cuba, en el pueblo de Guanabacoa, muy próximo a La Habana. Remigio de joven había sido labrador, pero parece ser que tenía inquietudes y decidió marcharse a Valencia, donde hizo unas oposiciones como funcionario de Hacienda. 42 La familia Medina Echavarría tuvo 2 hijos más: Remigio y Lolita. Todos al completo se fueron moviendo por la geografía española siguiendo el destino del padre, quien con el tiempo llegaría a ser Delegado de Hacienda en Barcelona un poco antes del inicio de la Guerra Civil. Los padres tenían grandes esperanzas de mejora social depositadas en sus hijos. Las expectativas respecto a Remigio se vieron más o menos cumplidas, ya que éste logró ser abogado, pudo hacer carrera y con el tiempo alcanzó el puesto de director de una empresa de seguros en Madrid. Lolita, mientras, se casó con un notario de Barbastro. Sin embargo, José nunca tuvo más o menos claro qué hacer. Barcelona fue uno de los primeros destinos de Remigio Medina como funcionario de Hacienda. En aquella ciudad el joven José comenzó sus estudios de enseñanza media en el año 1914 en el Instituto Nacional de Barcelona. Durante varios años la familia Medina Echavarría residió en la Ciudad Condal. Luego se trasladarían a Valencia, donde José continuó sus estudios de bachillerato con los jesuitas, en el Instituto Luis Vives. Terminó sus estudios y verificó los ejercicios el 10 de marzo de 1917, siendo expedido su Título de Bachiller el 3 de septiembre de 1919. 43 Al joven Medina le gustaba la literatura y le apasionaba el teatro; le fascinaba la poesía de Antonio Machado, su autor predilecto; 44 leía asiduamente filosofía, pero decidió estudiar Derecho. 45 41 Partida literal de nacimiento de José Ramón Medina Echavarría. 42 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 43 Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. 44 Según me reconocía su hija Nieves, José Medina sintió gran afecto por Antonio Machado: ―Él tenía una fe profunda. Y sí creía en los principios humanistas. Era un verdadero humanista. Mantuvo una postura ética ante la gente que nos rodea. Lo mismo que Antonio Machado y su ―Converso con el hombre que siempre va conmigo‖. Con este buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía. Para él fue una fuente de inspiración literaria. También su posición fue la de ―Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria‖. Él tampoco buscó el hacerse famoso ni brillar. Era tremendamente modesto, era tremendamente austero‖. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. Puede que José Medina conociera a Antonio Machado en Madrid a través de Max Aub: ―nos reuníamos con frecuencia, con don Antonio y con Canedo, y venía a mi casa, sin miedo y andaba por ahí y la gente le saludaba‖ (2003: 166). Aub se refiere a Enrique Díaz Canedo. 45 Medina dejaría escrito en Filosofía, Educación y Desarrollo, una de sus obras sociológicas en las que más claramente expone sus inquietudes filosóficas, la siguiente frase en la que reconoce su ―pasión filosófica‖ proveniente de sus años valencianos: ―Quizá se trate de la ilusión de un retorno a días juveniles en que me acerqué con no poco entusiasmo a la Filosofía‖ (1965: 202). 66 En 1919 ingresó en la Universidad de Valencia donde comienza sus estudios en Derecho y Filosofía y Letras, para decantarse, finalmente, por la ciencia jurídica. 46 José Medina fue un alumno brillante: en el curso 1919-1920, período preparatorio, obtuvo sendas matrículas de honor en las asignaturas de ―Historia de España‖ y ―Lengua y Literatura española‖, logrando un aprobado en ―Lógica fundamental‖. En el curso 1920- 1921, ya en el período estricto de licenciatura, logró en todas las asignaturas la máxima calificación: ―Elementos de Derecho Natural‖, ―Instituciones de Derecho Romano‖, ―Economía política‖, ―Teoría de la Literatura y de las Artes‖ e ―Historia Universal‖. 47 Repitió excelentes calificaciones en el curso académico de 1921-1922 para las siguientes asignaturas: ―Historia general del Derecho español‖, ―Instituciones de Derecho canónico‖, ―Derecho político español comparado con el extranjero‖. En ese mismo curso se presentó en la convocatoria de septiembre a tres asignaturas impartidas en la Universidad Central de Madrid, ―Psicología superior‖, en la que logró un aprobado, al igual que en ―Ética‖, obteniendo un notable en la asignatura de ―Psicología experimental‖. Además recibió en esa misma universidad la asignatura de ―Historia de la filosofía‖, en la cual no había evaluación. En el curso académico 1922-1923 obtuvo cuatro matrículas de honor en las asignaturas de ―Derecho civil español‖ (primer curso), en ―Derecho administrativo‖, en ―Derecho penal‖ y en ―Elementos de Hacienda Pública‖, logrando un sobresaliente en ―Procedimientos judiciales‖ y un notable en ―Derecho internacional público‖. 48 En su último curso en la Universidad de Valencia, 1923-1924, José Medina logró la máxima calificación en las asignaturas de ―Historia antigua y media de España‖ y en ―Historia Universal (Edad media y antigua)‖, sobresaliente en las asignaturas de ―Derecho mercantil de España y de las principales naciones de Europa y América‖, ―Práctica forense y redacción de documentos públicos‖ y en ―Derecho civil‖ (segundo curso) y un único aprobado en la asignatura de ―Derecho internacional privado‖. En este último curso también asistió a las clases de ―Geografía política y descriptiva‖ y ―Arqueología‖, las cuáles no tuvieron evaluación. 49 Una vez aprobadas todas las asignaturas, nuestro autor realizó dos exámenes escritos en junio de 1924 para aspirar al ―Grado de Licenciado en Derecho‖. Los dos ejercicios escritos que realizó, previo sorteo, fueron sobre ―La acumulación de delitos‖ (tema nº 82) y sobre el ―Concepto del acto mercantil. Elemento subjetivo y objetivo. Sistemas para la determinación de aquel. Crítica de la seguida por nuestro Código‖ 46 En aquel entonces los estudios universitarios en ciencias sociales, sin contar la Economía, oscilaban entre la Licenciatura de Filosofía y Letras y la de de Derecho. Había unas asignaturas comunes los primeros cursos y luego el alumno se especializaba en uno u otro género científico. Además existía la posibilidad de recibir enseñanza en Historia. 47 Así recordaba Medina Echavarría en su libro Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico su formación en economía política en sus años de Valencia: ―Por lo general, la Economía se estudiaba antes en los países latinos –Francia, España, Italia y uno que otro de los países iberoamericanos- como una disciplina más o menos ―extravagante‖, incluida en los currícula de la Facultad de Derecho. Quien esto escribe recuerda todavía su iniciación con el manual venerable de Carlos Gide. No es fácil declarar de si entonces a acá ha aprendido mucho más; sin embargo, es obligado confesar la atracción apasionante, la insuperable gracia expositiva de aquel viejo manual, que no parece darse en igual medida (¡ay!) entre los más actuales‖ (Medina, 1976a: 94-95). El manual al que se refiere son los Principios de economía política de Carlos Gide. 48 Se examinó en la Universidad de Murcia de las asignaturas ―Derecho civil español, común y formal‖ (segundo curso) y ―Procedimientos judiciales‖ (alterna). Archivo de la Universidad de Valencia. Expediente académico José Medina Echavarría Nº 1326-009. 49 Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. 67 (tema nº 128). 50 Obtendría, finalmente, la Licenciatura de Derecho por la Universidad Literaria de Valencia con una calificación de Sobresaliente. 51 Si nos detenemos en el expediente académico del estudiante Medina llegamos a la conclusión de que no había tantos ―límites‖ o tantas ―fronteras‖ epistemológicas entre las disciplinas académicas en el campo universitario español, guiándose la adquisición de conocimiento por una enseñanza más plural y diversa. En la trayectoria académica de nuestro autor vemos cómo recibió instrucción desde el Derecho a la Geografía, pasando por la Filosofía, la Psicología y la Literatura o caminando desde la Historia nacional y universal hasta la Arqueología. Esta amplitud de ―perspectivas‖ venía de la decisiva influencia que tuvieron tanto el krausismo como la Institución de Libre Enseñanza en la educación superior española con la intención de relacionar el saber español con las fuentes de conocimiento contemporáneas. 52 A mayor amplitud de disciplinas, mayor conocimiento sobre la realidad social. De esa máxima surgió la preocupación por lo ajeno, por el afán de conocer lo desconocido, y también el interés por el presente que sedujo a toda esa generación. Nuestro autor, como veremos posteriormente, se empapó de ese abanico de ―perspectivas‖, lo que le haría mantener y ser fiel a una concepción integral de las ciencias sociales. Medina Echavarría fue hijo del ―clima intelectual‖ o ―espiritual‖ de su tiempo, que quedaba reflejado en una estructura universitaria caracterizada por las relaciones interdisciplinarias entre las ciencias. Aquella experiencia universitaria en Valencia está marcada a fuego en su biografía, los recuerdos son constantes en su obra: 50 En el examen del ―Tema 128‖ escribe Medina sobre unas conferencias de Duguit a las que asistió en Madrid en noviembre de 1923. Este autor luego aparecerá citado en su tesis doctoral. Parece ser que también hubo un tercer examen, oral en el que sacó sobresaliente. Archivo de la Universidad de Valencia. Expediente académico José Medina Echavarría Nº 1326-009. 51 Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. En el expediente administrativo de José Medina Echavarría de la Secretaría General del Congreso de los Diputados también válida el título de licenciado en Derecho con la calificación de sobresaliente. Su suficiencia en la Universidad de Valencia está fechada el día 16 de junio de 1924, con la calificación de Sobresaliente, expedido el Título de Licenciado en Derecho, dado en Madrid el 24 de mayo de 1930. 52 Sabemos gracias a la correspondencia mantenida entre José Medina Echavarría y Francisco Giner de los Ríos (sobrino) del interés juvenil de nuestro autor por el institucionismo. La secuencia de la correspondencia nace con un ofrecimiento de Giner con motivo de la preparación de un número homenaje en Cuadernos Americanos sobre su tío: ―Hace un siglo que quiero escribirle pero siempre sin tiempo para hacerlo a gusto y como quisiera. Hoy van dos letras al vuelo para pedirle un gran favor. Se cumple el 18 de febrero de 1965 el 50º aniversario de la muerte de Tío Paco como yo lo llamo, a pesar de que todo institucionista dice don Francisco o F. Giner de los Ríos. Silva Herzog quiere dedicar medio número de Cuadernos Americanos a conmemorar la fecha en su número de enero y febrero. Harían falta originales para fines de noviembre. ¿Podría usted –aunque sé que tiene mucho trabajo- enviar aunque sean dos cuartillas? Me han encargado los del grupo que se ha formado que se lo pida y lo hago con el interés que usted supondrá. Dos cuartillas, Pepe, de usted serían mi gran alegría para no hablar de otras cosas más significativas e importantes‖. Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina; México, 8 de octubre de 1964. Medina rechazó el ofrecimiento de Giner de los Ríos, pero recuerda pasajes de su juventud: ―Llegaron en un instante poco propicio no sólo para lo que usted me pedía sino para cualquier otra actividad…traté optimistamente de amontonar algún material sobre don Francisco y también pensé en vista de lo inútil que hubiera sido un análisis intelectual por falta de medios y de tiempo, la de hacer unas cuartillas memorias de cómo apareció en mi juventud valenciana la figura de su tío-abuelo‖. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos; Santiago de Chile, 24 de noviembre de 1964. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 68 ―Siendo estudiante en mi vieja universidad valenciana anuncié, con pedantería perdonable, una conferencia titulada ―Normativa y estimativa‖; pero mis compañeros no juzgaron el caso muy digno de perdón y en el mismo anuncio improvisaron unos dísticos donde la rima les llevó a recordar repetidas veces un conocido instrumento de medicina casera. Aquella protesta e irritación de las masas escolares, más ―auténticas‖ sin duda alguna en ese momento que el provocador del escarnio, es lo que en el fondo se ha venido repitiendo después con otras más, que arrastraron en su desesperación y, con instrumentos más eficaces que los de la vieja farsa, lo que aún quedaba de inteligencia y razón‖ (Medina, 1953: 145). Y fue hijo, también, de ese mundo pequeño-burgués del que provenía. De provincias, pero burgués. Pero más allá de estas reflexiones, lo más importante en nuestra tarea de dar cuenta de esta biografía intelectual, es que en su tiempo y en esa academia José Medina encontró un valioso estímulo para acercarse con inquietud a diversas disciplinas y mostrar gran interés en ellas, como la filosofía del derecho o la psicología social, lo que rebosaría en su posterior y decisivo arrimo a la sociología. 53 Este estímulo de ―perspectivas‖ unificadas dificultaba a su vez la parcelación de lo que se entendía por sociología. El ―pensamiento sociológico‖ era un pensamiento difuso. A la ciencia sociológica se llegaba desde otras disciplinas de una manera aproximativa y con vacilaciones respecto al hacer sociológico. Valiéndonos de la trayectoria intelectual de Medina veremos cómo en nuestro autor se ofreció esta ambivalencia y tensión entre, por un lado, un conocimiento abarcador de las ciencias sociales y, por el otro, una necesidad de circunscribir el conocimiento sociológico a un objeto determinado. Me he preocupado por analizar cómo estas tensiones, propias del campo académico español, las padeció en primera persona en su intención de apropiarse del ―enfoque sociológico‖. Medina acabó asumiendo algo característico de una generación de jóvenes científicos sociales: la necesidad de parcelar e institucionalizar a la sociología para que se desligase del campo de influencia de la filosofía, sobre todo de la filosofía del derecho, al seguir una estrategia de inserción académica motivada para este fin. Volveremos sobre esto. 2. Max Aub y la vanguardia literaria valenciana. José Medina vivía en Valencia en la Avenida Navarro Reverter (Aub, 2003: 304). Los años valencianos fueron años marcados, principalmente, por la fecunda y duradera amistad que entablaría con Max Aub (1903-1972). 54 Bullía en ambos un ansia 53 Medina recuerda borrosamente un profesor en Valencia de Filosofía del Derecho, pero consultando su expediente vemos que no había asignatura de tal nombre. En todo caso no dudamos en reproducir sus evocaciones a su juventud, en las que reconoce su interés hacia esta materia: ―Esa hipótesis atribuye un peso decisivo al pensamiento de un marxista ruso, Tugan-Baranowski, que debió ser en algún momento bastante conocido en Europa. (Digo esto, aunque no tenga sino recuerdos harto borrosos porque algo sobre él escuché en una cátedra madrileña, y más aún en las conversaciones de mi profesor de Filosofía del Derecho en Valencia, típica inteligencia española generosamente quemada en los fuegos artificiales de la tertulia. Hoy por estos pagos me sería imposible todo intento de comprobación libresca)‖ (Medina, 1965a: 236). 54 Aub en La Gallina Ciega y en diversas obras recuerda los años de Valencia y a Medina. Sabemos que el escritor dedicó al sociólogo Geografía, de 1929 (Madrid, Cuadernos Literarios de La Lectura). Ya en el exilio Medina escribió a Francisco Giner de los Ríos sobre la reedición de Geografía de Aub y los recuerdos de su amigo: ―Con un gran abrazo para Max, del que recibí hace poco la reedición de su Geografía y el recuerdo melancólico de nuestros viejísimos amores polacos‖. Carta de José Medina a 69 de novedades, de vanguardia, que no podía desahogarse en el serio mundo académico ni en la realidad política de la ―dictablanda‖ de Miguel Primo de Rivera (1923-1930). A lo largo de la década de los veinte, nuestro autor disfrutó de una juventud llena de inquietudes artísticas e intelectuales. Descubrió y compartió intereses teatrales junto a varios amigos y jóvenes de su generación, algunos tan relevantes en la cultura hispanoamericana del siglo XX como el citado Max Aub y como José Gaos (1900- 1969), a quien había conocido durante los años del bachillerato y con quien había compartido también los estudios universitarios. Gaos y Medina, nos cuenta Andrés Lira, ―se vieron siempre como amigos y se identificaron por las preocupaciones de su vida, al grado de hacer palpables sus diferencias‖ (1999: 12). 55 Gran parte de los recuerdos que le habitaron en el exilio los extraería de la Valencia de los cafés, de las plazas, de los centros culturales y de los músicos que animaban las calles. De una Valencia en la que mataba el tiempo en la calle, pasando horas y horas con Aub, vagueando y curioseando animosamente las librerías, paseos a los que sumaban Gaos y sus hermanos, Alejandro, Ignacio, Vicente, Lola: ―Tanto Aub como Medina recorren junto a los hermanos Gaos una Valencia llena de vitalismo y de cultura: la librería de Plácido Cervera, en la calle de Garrigues; la librería Maraguat, en la Plaza del Ayuntamiento; la de Berenguer, en la calle de las Barcas, y el puesto de la Estación del Norte, adonde llegaban con un pequeño adelanto las novedades literarias de aquellos años; sin olvidar las posteriores apariciones por la Sala Blava y otros centros culturales. Valencia, pocos años después capital cultural de la Segunda República, significó para Medina el punto de partida de su sólida formación como jurista y sociólogo‖ (Callés, 2003a). 56 El grupo de amigos también estaba formado por Juan Chabas, Fernando Dicenta, Juan Gil-Albert y Manuel Zapater. 57 En este círculo intelectual y cultural valenciano es Francisco Giner de los Ríos; Santiago de Chile, 24 de noviembre de 1964. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 55 Medina aparece mencionado en 2 cartas de 1924 del epistolario de José Gaos como compañero de andanzas universitarias en Valencia y buscando estudios de doctorado en Madrid (Carta a Antonio Moxó del 19 de octubre de 1924, pp. 79-81; y Carta a Antonio Moxó, del 7 de diciembre de 1924, pp. 82-86) (Lira, 2003: 27). El desencuentro entre Gaos y Medina tiene que ver, como veremos adelante, sobre el papel que cada uno concedió a la filosofía y a la sociología a la hora de resolver los problemas sociales en la primera crisis de la modernidad. Eso no quita para que Medina Echavarría dedicase su Discurso sobre política y planeación de 1972, a José Gaos, recientemente fallecido, con la siguiente frase: ―En mi recuerdo de José Gaos y su fraternal ejemplaridad‖. 56 Juan María Callés ha dedicado algunas páginas a examinar el ambiente intelectual y artístico de la Valencia de los años veinte en que se conocieron Medina, Aub y los hermanos Gaos, entre otros muchos artistas y escritores que luego tendrían un papel fundamental en las décadas posteriores (2003a, 2003b, 2003c, y 2004). 57 Juan Chabas Martí (Denia, Alicante, 1900-La Habana, 1954), escritor y crítico de la Generación del 27. Su exilio por diversos países latinoamericanos hizo que su obra y su figura hayan sido desconocidas por la cultura española. Sobre su vida y obra se puede consultar el libro de Javier Pérez Bazo, Juan Chabas y su tiempo (Barcelona, Anthropos, 1992), quién se ha encargado también de reeditar el libro de Chabás Literatura española contemporánea (1898-1950), La Habana, 1952 (edición de Javier Pérez Bazo, Madrid, Verbum, 2001). Juan Gil-Albert (Alcoy, Alicante, 1904-Valencia, 1994), poeta y ensayista español. Otro exiliado a México y Buenos Aires, aunque regresó a Valencia en 1947, para iniciar un profundo exilio interior. Todos estos amigos compartieron la triste experiencia biográfica del exilio. Sobre Fernando Dicenta de Vera, Aub escribió lo que sigue: ―Y él, periodista y poeta y los sueños de llegar a ser catedrático. Ahí, lo malo: vino a caer, en su juventud borbollante y declamatoria, al lado de Gaos, de Medina y al mío. No sabía qué hacer, a más de estudiar Derecho y leer y recitar a Rubén. Leyes y un librillo de versos, buena voz sin impostar, afición a la ópera y a las coristas de la zarzuela, gestos un tanto 70 en el que se movió José Medina Echavarría. De ahí nació su interés por la literatura, por el cine y por el teatro, aunque, si bien, no se inclinó, como la mayoría de sus compañeros, a probar suerte en el mundo cultural y literario. Medina no descuidaría las obligaciones más rectas que exigía el campo académico y jurídico. Esta responsabilidad refleja la personalidad del joven Medina, idealista y sociable, pero a la vez serio y razonable. 58 En esos años es cuando nuestro autor fue adquiriendo una conciencia política, vagamente de izquierda, más liberal, sin tomar partido, pero ligada a la tradición republicana, propia de una ciudad como Valencia. 59 Max Aub, en cambio, sí se afiliaría al PSOE en 1929, como Juan Chabas (Aznar Soler, 2003a: 40). Medina, en cambio, siempre mantendría a lo largo de su vida una independencia política en cuanto a la militancia, no así en cuanto a posicionamientos políticos y éticos. No le importaba rodearse de amigos socialistas y antifascistas, como Aub, militante socialista y antifascista comprometido donde los hubiera, colaborador también del Frente Popular en las elecciones de 1936. Son años marcados, en todo caso, por las vanguardias literarias, por los escarceos artísticos y amorosos, 60 las francachelas, y también por los primeros viajes a Barcelona y a Madrid para visitar las tertulias literarias de ambas ciudades. Medina viajaba con asiduidad a Barcelona, ciudad en la que había vivido durante la infancia con su familia y en la que también viviría durante algunos años su amigo Max Aub. Allí coincidieron ambos con Carlos Clavería, Lluís Montanyà, Luys Santamarina, Sebastián Gasch y Salvador Dalí (Aub, 2003:255). 61 Medina viajó por primera vez a Madrid en estrafalarios o, por lo menos, no muy comunes en provincia tan provincia como lo era entonces Valencia; de la ―buena sociedad‖ y si no la ―Agricultura‖ –el Casino por antonomasia-, del Círculo de Bellas Artes y del Club Náutico‖ (Aub, 2003: 148). 58 Según el análisis grafológico efectuado a los documentos juveniles de Medina Echavarrría vemos que en sus primeros años se marca mucho su parte idealista y sociable, con algunos rasgos equilibrados y otros exagerados. Este tipo de escritura revela a alguien quien manejaba su intelecto de manera alterna entre la razón y la imaginación. La ausencia de margen superior denota gran confianza con los otros, de contactos fáciles y con naturalidad. La constancia en escritura en guirnaldas apunta extroversión, propio de un carácter fácil y de rápida adaptación al medio. La letra grande registra vitalidad y expansión, como también denota la cierta importancia que Medina concedía a destacar socialmente, algo normal para su edad. Podía ver el aspecto global de las situaciones, pero no el detalle. 59 Max Aub escribió lo siguiente sobre Manuel Zapater, amigo también de Medina, que nos sirve para hacernos una idea de la actitud política de nuestro autor y de sus valores republicanos: ―Y éste era de los mejores compañeros nuestros de los años 20 y de los años 30…Seguramente otras personas como él, millares y millares, piensan lo mismo. Eran hombres vagamente de izquierda, liberales, de Izquierda Republicana, admiradores de don Manuel Azaña, sin tomar partido, pero sí elementos de aquella gran masa liberal y esperanzada‖ (Aub, 2003: 159-160). 60 ―En torno a esos ―felices‖ años veinte nos cuenta Aub la imprecisa anécdota de unos escarceos amorosos entre ‗Pepe‘ Medina y la hija de la artista (y diputada del PSOE por Badajoz) Margarita Nelken, y las aventuras teatrales de ambos que dieron escaso fruto‖ (Callés, 2003a). Escribe Aub: ―Nos damos cuenta de lo absurdo de la situación y de que no tiene remedio. Nos apretamos los antebrazos. Cambiamos el rumbo. Medina, Chabas, Salas: la tortilla de patatas, la calle Escudillers, el Paralelo, las madrugadas…‖ (Aub, 2003: 141). 61 Carlos Clavería Lizana (1909-1974) fue un filólogo del exilio español. Es muy probable que Medina y Clavería estudiasen juntos en la Universidad de Marburgo en 1931, cuando ambos eran Lectores de Lengua española en esta universidad. Clavería luego pasó a Frankfurt en 1933 (Lapesa, 1997: 211). Lluis Montanyà i Angelet (Barcelona, 1903-Ginebra, 1985). Fue escritor y periodista catalán. Mantuvo amistad con Salvador Dalí y con Federico García Lorca. En 1928, suscribió, junto a Salvador Dalí y Sebastiá Gasch, el Manifest Groc (Manifiesto Amarillo), una de las primeras manifestaciones del surrealismo en Cataluña. Al finalizar la guerra civil española inició su exilio a Ginebra, donde fue traductor para las 71 1923 junto a su amigo Aub (Callés, 2003a). Seguramente el viaje había sido planeado desde la curiosidad literaria que ambos compartían, sumado al estímulo de conocer una ciudad tantas veces imaginada con sus cafés, sus calles, las tertulias, los cines, las luces, el gentío…La atracción por las grandes ciudades, como Madrid, Valencia o Barcelona, fue el sueño común para toda una generación de jóvenes vanguardistas que encontraron en la urbe un horizonte cultural desatado y libre para poder derramar su talento artístico y creativo. 62 La ciudad era sinónimo de libertad. Fue hallar un mundo nuevo de vanguardias, murmullos y movimientos literarios, plásticos, culturales, que tanto renovaron la cultura española anterior a la Guerra Civil. En Madrid conocería a María Zambrano, habitual de la tertulia de la Revista de Occidente. También entablaría amistad con Eugenio Ímaz, quien era secretario de la revista de vanguardias, Cruz y Raya, y que en México sería fiel compañero, como traductor y editor, en el Fondo de Cultura Económica. 63 En Madrid también trabaría amistad con Francisco Ayala. Estoy casi seguro que se conocieron por un amigo común y clave para ambos como lo fue Max Aub, un habitual de las tertulias vanguardistas de aquella época. 64 Quiero destacar aquí la amistad entre Ayala y Medina Echavarría, ya que ambos compartieron durante buena parte de su vida numerosos paralelismos. Los dos amigos son miembros de aquella generación de jóvenes nacidos a principios del siglo XX, en distintas capitales de provincias, Ayala en Granada en 1906 y Medina, recordémoslo, en Castellón en 1903 y que, por distintos motivos académicos, familiares o profesionales, coinciden en Madrid. Y en esta ciudad encuentran un mundo cultural e intelectual en ebullición. Es el Madrid de Azorín, de Manuel Azaña, de Américo Castro, de Unamuno, de García Lorca y Juan Ramón, de Ortega y Machado, del Ateneo y de la Biblioteca Nacional, de la Residencia de Estudiantes y del Centro de Estudios Históricos. Recorren el Madrid de las tertulias y de las librerías de viejo. Pertenecieron a una generación ávida de lecturas que dan con una ciudad con grandes posibilidades de interceder en la realidad social y cultural a través de los periódicos, las revistas o las editoriales. Ayala, por ejemplo, participó muy activamente en este Madrid de las vanguardias, en las tertulias de Ortega, en la Revista de Occidente, Naciones Unidas. Luys Santa Marina (Colindres, Cantabria, 1898-Barcelona, 1980), fue escritor y poeta falangista. Mantuvo amistad con Max Aub en Barcelona, con quién fundó la revista literaria Azor. 62 Los jóvenes intelectuales de provincia sintieron en la década de los años 20 una gran atracción por la metrópoli, destacando, en particular, Madrid. Esta ciudad contaba con varias tertulias, cafés y círculos intelectuales de renombre. Francisco Ayala, partícipe de esos movimientos vanguardistas, nos dejó en sus memorias la experiencia que le supuso descubrir a la imaginada Madrid: ―¡Con que avidez buscaban mis ojos, al desembarcar en la estación de Atocha, o aun ya antes de bajar del tren, esa Capital soñada!‖ (Ayala, 2006: 65). 63 El primer número de Cruz y Raya, dirigida por José Bergamín, apareció el 15 de abril de 1933 y el último, el 39, en junio de 1936 (Aub, 2003: 192). José Bergamín fue presidente de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, la organización unitaria de la intelectualidad antifascista española durante la Guerra Civil. Bergamín también dirigió la Junta de Cultura Española. 64 Francisco Ayala aparece citado en diversos lugares de los Diarios de Max Aub. Recojo la siguiente entrada del 12 de marzo de 1948 en la que Aub se ocupa de Ayala y Medina: ―Estímulo cuco de Paco Ayala en C[uadernos] A[mericanos] acerca de nuestro tiempo. Muy anti-masa, pero escurriendo el bulto en cuanto hay que pronunciarse sobre la otra mitad que no son los Estados Unidos. Bien mirado es la única solución cínica que cabe en la cuerda floja. Es su oficio: sociólogo. Por lo menos Medina se calla‖ (Aub, 1998: 141). Según Manuel Aznar Soler, Aub debe referirse al artículo de Ayala, ―Ojeada sobre este mundo‖, en Cuadernos Americanos, publicado en el nº 2 (VII) de la revista, correspondiente a los meses de marzo-abril de 1948, pp. 7-39. 72 publicando tempranamente en distintos diarios y recogiendo en diversas obras literarias esa modernidad y alumbramiento que encuentra en esta ciudad, como así recogería en sus libros Tragicomedia de un hombre sin espíritu, de 1924, El boxeador y un ángel, Indagación sobre el cinema, ambos de 1929, o Cazador en el alba, de 1930. El caso es que desde ese momento, las vidas de Ayala y de Medina se desdoblan: los dos estudiarían su Doctorado en Derecho en Madrid y gracias a Adolfo Posada se sintieron atraídos por los estudios sociológicos. En esos años fue muy importante para ambos la figura de este viejo profesor de la Universidad Central de Madrid. Ayala sería profesor auxiliar de Derecho Político y Derecho Municipal Comparado desde octubre de 1931, siendo citado como uno de sus discípulos predilectos (Posada, 1983: 347). Medina, por su parte, también fue ayudante de Posada en su cátedra de Derecho. Comenzaron casi a la par una decidida inclinación intelectual hacia la sociología. 3. Estancia en París. Hacia la tesis doctoral. Después de completar su Licenciatura en Derecho con excelentes calificaciones, nuestro autor decidió proseguir su carrera académica realizando un doctorado en Derecho en Madrid. Es muy probable que en la toma de esta decisión jugasen los intereses familiares, como la aspiración social de una familia pequeño-burguesa, y los personales, motivados por las inquietudes intelectuales. También es probable que Medina tuviera la voluntad de desprenderse del regazo familiar y abandonar Valencia y marchar a Madrid, centro de la intelectualidad española de la época. Medina vivirá en Madrid la vida precaria y libre del estudiante de provincias. Gestionará simultáneamente sus inquietudes intelectuales y el goce de la juvenil libertad con sus responsabilidades académicas y la vida recta del profesor en ciernes. Medina sintió en Madrid el clima de renovación cultural e intelectual que se estaba dando en España al calor de las vanguardias. Esto le animó, sin duda, a hacer las maletas y partir a Madrid junto a su hermano Remigio. En 1924 el joven Medina inició sus estudios de doctorado de Derecho en la Universidad de Madrid, cursando además algunas asignaturas en la Facultad de Filosofía, lo que indica su inclinación y gusto por temas filosóficos y su interés en estudiar la dimensión filosófica del Derecho. 65 Durante el curso académico 1925-1926 la Universidad de Valencia le concedió una pensión para disfrutar de una estancia de investigación doctoral en la Universidad de París. 66 En la Facultad de Derecho de esa universidad coincidió con el profesor Gilbert Gidel. Además tomaría contacto intelectual con Jacques Maritain en la Universidad Católica de París. 67 Lo cierto es que la influencia de estos dos profesores 65 Expediente JAE José Medina Echevarría. 66 En este apunte vemos lo difícil que es situar a un autor en aquella época ante la dificultad de precisar fechas. Tampoco ayudan mucho los expedientes. Por eso estimo que Medina no se separó totalmente de la Universidad de Valencia, compaginando sus estudios de doctorado en Madrid con algún tipo de vinculación académica con aquella universidad. 67 Expediente JAE José Medina Echevarría. Gilbert Gidel (1880-1954). Fue considerado en su época como maestro del derecho internacional marítimo (Valenzuela, 1957). Justamente cuando Medina realizó su estancia en París en 1925 Gidel impartía Derecho internacional comparado. Después de ser profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de París lo fue en la Ecole des Sciences politiques. Jacques Maritain (1882-1973). Fue un filósofo francés que se dedicó al estudio y a la divulgación de la escolástica tomista y que en su época tuvo una gran influencia dentro del pensamiento filosófico católico. 73 franceses fue más bien nula o escasa, ya que en su tesis doctoral no citaría ni a Gidel ni a Maritain. La memoria de pensionado que presentó Medina Echavarría a su regreso versó sobre Las garantías jurisdiccionales del individuo. 68 Fruto de aquellos estudios de investigación fue el trabajo ―La representación profesional en las Asambleas legislativas‖ publicado en los Anales de la Universidad de Valencia en 1927. En mayo de 1930 nuestro autor presentó ese trabajo como tesis doctoral en la Universidad Central de Madrid. Un mismo trabajo, para dos fines distintos, lo que nos indica la peculiaridad y la cierta confusión académica de aquellos años. A continuación nos detendremos en su tesis doctoral con la intención de rastrear, dentro de lo posible, las huellas sociológicas que pudiera haber en ese primer trabajo que publicó. Esta búsqueda nos llevará a ver sí ya aparece la ―tensión‖ entre filosofía y sociología, o, por el contrario, se mantiene intacto todavía la fidelidad a la filosofía jurídica por parte de nuestro autor. El objetivo no es otro que intentar saber sí Medina Echavarría se sentía atado al derecho, aunque su interés por la dimensión filosófica del derecho, como era seguir la filosofía del derecho, ya nos pone en aviso sobre la ―afinidad‖ o ―atracción‖ posible hacía la sociología. 69 No pretendo hacer una lectura intencionadamente sociológica de la tesis de nuestro autor, sino únicamente examinar si hay elementos que nos indiquen sí existía (o no) por su parte ya una voluntad de ―pensar sociológicamente‖; un cambio intelectual total que, como veremos más tarde, se producirá de manera decidida ya en nuestro autor alrededor de 1933. Pero no es hora de adelantar acontecimientos. 4. La tesis de Derecho. Estamos en 1930. Después de varios años de formación y de lectura de las corrientes de pensamiento europeo, José Medina consigue presentar su tesis doctoral de derecho, titulada La representación profesional en las asambleas legislativas, el 24 de mayo de 1930 en la Universidad Central de Madrid. 70 El tribunal de tesis estuvo compuesto por Adolfo Posada, Francisco Rivera Pastor, Nicolás Pérez Serrano y los señores Garzón y Azúa. 71 La composición del tribunal nos revela algunas claves: la herencia del krausismo todavía estaba vigente en el pensamiento social español y la presencia determinante de Posada para el futuro intelectual de Medina. El krausismo aún se respiraba dentro de las aulas universitarias, principalmente, insertado en el derecho y en la filosofía del derecho, ya que los viejos maestros de cátedras se habían formado bajo esa disciplina y bajo aquel espíritu renovador que se remontaba al institucionismo. 72 Rivera Pastor y Posada, ambos dedicados a la filosofía jurídico- política, eran unos buenos embajadores de esa tradición cultural. Justamente aquí, en 68 Expediente JAE José Medina Echevarría. Por desgracia para nuestros intereses no hemos podido hallar el trabajo de pensionado de nuestro autor. 69 En España fue habitual que llegar a la sociología desde los estudios de filosofía del derecho. Esta tradición se remonta a Adolfo Posada y fue continuada por Ayala, Recasens y el propio Medina. 70 Hay que decir que la obtención del título de Doctor en Derecho tenía para nuestro autor una valía doble; por un lado, era la llave para comenzar una carrera académica y, por otro, suponía su autorización y reconocimiento para ejercer la profesión de abogado. Vemos, por tanto, una tensión entre lo académico y lo profesional que caracterizaron la trayectoria de Medina durante los inicios de la década del 30. 71 Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. 72 Una vez más, mirando desde el exilio chileno a su pasado español, Medina observaba la influencia de esta corriente de pensamiento: ―Los sarcasmos de un Menéndez y Pelayo frente a los Krausistas eran injustos en la medida en que este grupo de hombres constituyó un conjunto de personalidades moralmente ejemplares y nadie pude negar cuál fue el influjo favorable que ejercieron en las maneras políticas y en los hábitos intelectuales de su momento y país‖ (Medina, 1963b: 111). 74 este tribunal, es la primera vez que encontramos la relación académica entre Posada y Medina. Si a partir de ese instante Posada participa apoyando a Medina en varios momentos claves de su vida académica e intelectual en España es porque desde entonces, si no antes, empezaron a mantener una correspondencia académica de maestro y discípulo. 73 Un encuentro que confirma la importancia de los lazos académicos y el trato personal. Por tal motivo, no creo que sea muy inoportuno considerar que tal vez fuera Posada el director de la tesis doctoral de Medina. 74 Sustento esta afirmación en dos motivos; en primer lugar, por la presencia de Posada en el tribunal y, en segundo lugar, porque Posada es citado por Medina en las páginas de su tesis doctoral. 75 Y cuando cita al profesor lo hace bajo unos intereses comunes compartidos de aquella época alrededor de las funciones sociales del Estado profesional. A continuación pasaremos a analizar algunas cuestiones centrales de la tesis doctoral de nuestro autor. 4.1. Dibujando el espíritu de la época. En su trabajo de investigación doctoral encontramos a un joven Medina Echavarría deudor de su tiempo. Su tesis respondía a un momento concreto y actual de la historia sociopolítica española y también quedaba atravesada por la primera crisis de la modernidad que recorrió la Europa de entreguerras. Bajo ese panorama intelectual e histórico hay que insertar la tesis de Medina. Aquellas páginas reflejaban un período de crisis social y política del que España fue un exponente más del malestar de la época. La democracia y los regímenes democráticos retrocedían ante el auge de los fascismos y del totalitarismo. La sociedad española no se vio exenta de este retroceso democrático. Desde 1923, con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, no había ni una representación democrática de partidos ni el sufragio universal individual estaba permitido y sí, por el contrario, existía una representación de grupos profesionales que se relacionaban con el Estado. La corriente ideológica española de la época además quedaba caracterizada por un conservadurismo que se distinguió por abrazar esta solución autoritaria con tal de frenar el auge del comunismo y la exaltación de las masas. En España el debate público en el período de la dictadura de Primo de Rivera giraba alrededor de los beneficios y las limitaciones que suponía la representación de grupos profesionales dentro del poder legislativo. Se debatía en aquel entonces sobre las relaciones entre el Estado y la sociedad bajo una dictadura. Este trabajo de Medina evoca esas preocupaciones de época y deja entrever ciertas reflexiones alrededor de los 73 Existen varios documentos en los que Adolfo G. Posada firma, como decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Central, a favor de Medina Echavarría para distintas oposiciones a cátedra en la Universidades de Granada y de Madrid entre 1934 y 1935. Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. 74 Por desgracia la tesis original de Medina, depositada en el Archivo de Tesis de la Universidad Complutense de Madrid, no indica quién fue el director de la misma. Únicamente nos habla del tribunal. 75 Estos son los siguientes títulos que Medina cita de Posada: Tratado de Derecho Político, Teoría social y jurídica del Estado (Buenos Aires, 1922) y Les functions sociales de l`Etat (Paris, Girard, 1930). Nuestro autor también cita a otros pensadores españoles de aquella tradición jurídica: Eduardo Aunos (Estudios corporativos, Reus, 1930; Las corporaciones del trabajo en el Estado moderno, 1928); Francisco Giner de los Ríos (Filosofía del Derecho, La persona social); Ángel Osorio y Gallardo (Prólogo de la obra de Muñoz Casillas, Los poderes del Estado, 1926); Nicolás Pérez Serrano (Constituciones de Europa y América, 1927, junto a Adolfo Posada); y Luis Recasens Siches (En torno al subsuelo filosófico de las ideologías políticas, 1928). 75 mecanismos de legitimación social del Estado. Un debate abierto también en otros países europeos, motivo por el que nuestro autor se fijó en la experiencia de Alemania, Francia e Italia, que estaban probando en aquella época nuevas formas corporativizadas de concebir las relaciones entre el Estado y la sociedad. 76 El objetivo aparente de la tesis de Medina era hacer un recorrido teórico sobre los diferentes modelos de representación de los grupos intermedios que se estaban dando en estos países, para, en último lugar, observar que España era una manifestación más de esa corriente autoritaria que irrumpía en Europa. Como comprobó nuestro autor, la dictadura de Primo de Rivera no hizo más que seguir el giro autoritario, autárquico y conservador de ese momento histórico. La idea central era examinar teóricamente cómo el individuo se relaciona con el Estado y su sociedad. En contra del formalismo jurídico, Medina sostenía que la representación profesional sí daba una forma al Estado y lo caracterizaba de una u otra manera. Sin embargo, lo relevante de su trabajo para nuestros intereses -a la hora de rastrear las ―huellas sociológicas‖- 77 es descubrir que la pregunta inicial de esta investigación era claramente sociológica: observar y analizar ―la importancia social de los grupos y la necesidad de su integración en el Estado‖ (Medina, 1930: 4). La pregunta concernida al derecho y a la filosofía jurídica pierde importancia a favor de la siguiente pregunta sociológica: ¿cómo se integra socialmente un individuo? Una pregunta de carácter normativo y que era un lugar más o menos común de la sociología de aquella época que tenía en Durkheim su máximo exponente. El clásico francés, como veremos a continuación, es fuente de estímulo e inspiración en diversos aspectos de esta tesis doctoral de Medina. 78 Además tenemos que tener muy presente que esta pregunta sociológica la formulaba nuestro autor desde una posición epistemológica que veía a la sociedad desde el Estado. La sociedad se pensaba desde el referente del Estado y no se veía fuera de él. Por tanto, era una pregunta situada, fijada y claramente moderna que emplazaba a reflexionar al individuo en relación a la analogía sociedad-Estado nacional. 76 Como bien indica Andrés Lira en la tesis doctoral de José Medina Echavarría hay una abundante bibliografía como muestra de sus variadas lecturas, donde expone las doctrinas en que sustenta su reflexión personal: ―Habría que entrar en detalles para percibir estas ideas suyas, pues las hay aquí y allá cuando trata de aclarar el caos de las corrientes corporativistas y los argumentos a favor de la acción directa de los cuerpos e intereses socio-económicos en el aparato del Estado, como los más fieles y adecuados representantes de la sociedad. Medina deshace estos argumentos al exponer la inconsistencia doctrinal del corporativismo y las dificultades de su funcionamiento, pues el voto corporativo-profesional no hace más que calificar una realidad cuantitativa –aparentemente rechazada- y llevarla muy lejos de la pretendida fidelidad representativa, como verdaderos nudos de intereses, al Estado, favoreciendo así la constitución de la autocracia‖ (Lira, 1990: 19). 77 Se me puede acusar de que únicamente mi interés en exceso es rastrear las huellas sociológicas que hay en las primeras obras jurídicas de Medina Echavarría, lo que podría significar desatender su aportación a la filosofía del derecho. Obviamente mi lectura es parcial porque estudio, observo y analizo la obra de nuestro autor desde la sociología, desde un enfoque sociológico y con un objetivo sociológico definido: afirmar que en España antes de la institucionalización (académica y profesional) de la sociología en los años 60-70 se pensaba sociologicámente, aunque fuera de forma aproximativa y tentativa y en condiciones no siempre fáciles. 78 La obra de Durkheim era claramente conocida e influyente en la universidad española. Se enseñaba en las cátedras de filosofía del derecho. Puede que Medina se familiarizase con este autor gracias a la influencia de Posada y su estancia en París puede que le facilitase un mayor contacto con el pensamiento durkheimiano. 76 4.2. Aproximándose al enfoque sociológico. La pregunta sociológica de cómo integrar socialmente a los individuos, entendido lo social como lo profesional, será el vehículo desde el que Medina va expresando sus ideas e intereses teóricos que le acercan de manera aproximativa al enfoque sociológico. Para tal fin, las páginas de la tesis se convierten en un recorrido por las corrientes europeas de la época que reflexionaban y/o legitimaban los florecientes Estados autárquicos. Nuestro autor da cuenta de las fuentes ideológicas que en cada país sustentan teóricamente esa relación individuo-Estado y de cómo el individuo se integra en ese cuerpo social. Otorgó mucha importancia a Alemania y a la República de Weimar, repasando autores y corrientes del pensamiento alemán contemporáneo. 79 Medina reconocía la gran influencia que tuvo el organicismo en Alemania a la hora de canalizar los intereses nacionales en su aspiración de una sociedad ideal. Analiza, en ese sentido, las dos escuelas orgánicas dentro de la tradición alemana: la vieja, reaccionaria y conservadora, representada por Dahrman, Sehloaser, Krause, Stahl y Eluntschl; y la nueva, progresista y democrática, formada por Levita, Chalybaus, Ahrens, Mohl, Planck (Medina, 1930: 9-12). Además reconoce la figura de Giner de los Ríos como el nexo entre el pensamiento germánico organicista y el pensamiento español que ―culmina en las doctrinas del Estado con la obra de Posada‖ (Medina, 1930: 6). Por último, destacará del pensamiento alemán de la época el desarrollo de la llamada ―sociología de los partidos‖, encabezada por autores como Bucher, Hasbach, Lother, Treit y Michels (Medina, 1930: 13). En este punto me permito lanzar algunas reflexiones biográficas e intelectuales de nuestro autor: aquí Medina ya pronunciaba una crítica a los partidos políticos alertando de que ―no expresan los verdaderos intereses de los ciudadanos; constituyen mundillos de palabrería e intriga que se integran entre el Gobierno y la Nación que trabaja y sufre‖ (Medina, 1930: 13). Esta cita explica, en mi opinión, muy bien el desinterés que demostró a la hora de militar en un partido político. Nunca militó ni hizo política, pero sí tuvo ideas políticas. Si se posicionó tiempo después a favor de la Segunda República fue por los valores que representó y promovió. Además esta cita, vista desde la perspectiva cronológica de toda su obra, conecta con la pretensión que pretendo responder en las páginas de este trabajo: ¿no será la sociología del desarrollo de Medina una verdadera sociología política? Una pregunta que, evidentemente, contestaremos más adelante pero que lanzamos ya y, sobre todo, vemos cómo comienza a formarse en nuestro autor en este momento biográfico una clara preocupación por los supuestos políticos de la sociología. A continuación Medina se centraría en el pensamiento francés. Lo más relevante de esas páginas es que acepta la invitación de interesarse por el cambio social y por la modernización social (Medina, 1930: 14-17). Toma de Saint-Simon la idea de tránsito de una sociedad feudal a una sociedad industrial y científica. Además se detendrá en 79 Sentimos esa atracción generacional por la cultura alemana que nuestro autor también vivió. A los pocos meses pudo ver compensado su deseo de estudiar en Alemania. Después depositaría toda su experiencia y posterior predilección por la sociología alemana en su libro Panorama de la sociología contemporánea, de 1940. Pensemos que Medina ya leía alemán en España y tenía conocimiento de lo que sucedía en aquella cultura gracias, sin duda, al clima intelectual de su época y a la mediación de sus maestros. 77 Fourier y Proudhon en cuanto el desarrollo social no deja de ser una cuestión de la actividad económica. Siguiendo con la situación de representación de los trabajadores en Francia nuestro autor se referirá al anarquismo y al sindicalismo (Medina, 1930: 22- 25). 80 Un apartado de la tesis doctoral clave para nuestro objetivo de encontrar las huellas sociológicas en el joven Medina es el que le dedicó al ―Sociologismo‖ (Medina, 1930: 31-38). En esas páginas reconocía la contribución de la sociología al estudio de los grupos profesionales. Aunque criticaba la excesiva acentuación que había hecho Durkheim sobre esta ciencia social -al haber afirmado que la vida social no puede explicarse por la conciencia individual-, le reconocía, sin embargo, el mérito de formular una ley sociológica fundamentada en una doctrina solidaria. Los trabajos de Durkheim constituían la base de la fundamentación jurídica de la representación profesional propuesta por Leon Duguit. La problemática estaba en cómo integrar socialmente a los individuos en una sociedad cada vez más diferenciada por el trabajo y su división: ―La división del trabajo es el hecho inicial de la vida en sociedad‖, afirmaba Medina (1930: 31-32). Entendía nuestro autor que la agrupación profesional era, en esa situación, la forma que mejor canalizaba la diferenciación social y la forma (grupo, institución) que mejor mediaba entre el individuo y la sociedad. Al Estado entonces le correspondía ser el integrador de la sociedad diferenciada y como aglutinador de individualidades representadas por los grupos profesionales. La relación y tensión entre individuo y sociedad tomaba así una orientación casi ―sociológica‖: ―Porque el problema, es integrar esas estructuras sociales en el Estado, que éste sea una expresión orgánica de la sociedad, que no sólo se base sobre los individuos, sino que recoja también a los grupos que cumplen una función social diferenciada. La agrupación profesional aparece como la forma más extensa de la diferenciación social, como constituyendo un centro de interés cuya mejor defensa está en la voz del grupo mismo‖ (Medina, 1930: 28). La importancia primera de Durkheim en Medina recayó, como estamos apreciando, en el papel concedido al Estado como integrador de una sociedad diferenciada económica y profesionalmente. Concedía toda la atención al Durkheim de La división social del trabajo. El Estado aparece como el mediador entre el individuo y la sociedad. Identifica los grupos intermedios con los grupos profesionales, como conciliadores de la vida social (y estatal-nacional) y de la vida individual. Reconoce que el individuo vive en sociedad, en asociación, en comunidad. Necesita del otro para tener una existencia social. La explicación sociológica de los grupos intermedios profesionales se fundamenta en ser el enlace entre el individuo –entendido como trabajador o persona que asume un rol social- y la sociedad –entendida como Estado. 80 En relación a los movimientos obreros franceses nombra a Karl Max: ―El poder político –había dicho Marx- es el poder organizado de una clase para la opresión de otra‖ (Medina, 1930: 22). Como apuntábamos en el inicio de este capítulo, Posada es una influencia significativa en Medina hacia la adquisición del enfoque sociológico. Le cita en esta tesis doctoral cuando nuestro autor se refiera al sindicalismo y a la huelga, recomendando el siguiente artículo de Adolfo Posada, ―Sindicalismo‖, Enciclopedia Española de Derecho Político, p. 247 (Medina, 1930: 25). También citará a Posada cuando se refiera a los ―impulsos creadores‖ de la acción grupal. En concreto cita al Posada del Tratado de Derecho Político (cap. VII, p. 246) en referencia a cómo los impulsos individuales unidos bajo el grupo tienen una potencialidad de transformación social. Esta idea reformista la encontraremos después, matizada y ampliada, en su sociología del desarrollo con la búsqueda de los elementos motores que pueden posibilitar el cambio social. 78 Medina irá matizando a lo largo de su trayectoria intelectual estas posturas teóricas sobre el papel sociológico del Estado y las funciones integradoras de los grupos intermedios. 81 Después de ese recorrido sobre las fuentes ideológicas de la representación profesional, Medina proseguía su estudio con la forma en que el pensamiento social y jurídico era recogido por la representación legislativa. Nuestro autor abandona el torbellino de las reflexiones sociológicas para centrarse en el análisis comparativo de las realizaciones legislativas de Alemania, Francia e Italia a través de las corrientes filosóficas contemporáneas de cada país. De Alemania destacó su representación económica insertada en las instituciones constitucionales abiertas por la llegada del materialismo simbólico. No obstante reconocía que la República de Weimar ha sido la culminación de la corriente orgánica del pueblo: el Volkstaat. Ni bolchevismo, ni democracia occidental, sino el triunfo del romanticismo y las ciencias del espíritu culminadas en el organicismo. Estamos en un momento histórico donde se habla del ―pueblo‖ y de la ―ascensión de las masas‖. 82 El estudio de Medina pretendía reflejar cómo las disputas ideológicas entre diferentes corrientes de pensamiento tienen su realización en el terreno social y político. De esta manera, acentuó la importancia que tuvo el marxismo a la hora de posicionar socialmente al individuo en términos de clase y de actividad económica, consumados en la representación profesional de las cámaras alemanas. Aunque, finalmente, había sido la corriente organicista la que había consumado políticamente la representación social con la República de Weimar. Ambas manifestaciones, sin embargo, encierran un peligro del que nuestro autor comprendió a lo largo de su vida: la segregación del individuo respecto al espíritu de la comunidad o del pueblo y respecto a la posición de clase. 83 Para el caso de Francia nuestro autor se detuvo en los órganos económicos que analizaban, aconsejaban y estudiaban la vida económica de aquel país. Nos habla de la analogía que puede haber entre la forma de ordenación jurídica y la forma de ordenación social, muy visible en este país dada su inclinación hacia la constante presencia del Estado. Apenas tratara las corrientes de pensamiento francés, porque, como vimos anteriormente, ya las había utilizado para sus reflexiones sociológicas. En Italia, en cambio, se adentró a estudiar con profundidad las características corporativas y de organización de la vida económica llevadas a cabo por la obra del fascismo italiano. Un fascismo que logró confundir el partido con el Estado. De la siguiente manera definió el estado fascista de Mussolini: ―Entrar en Italia es penetrar en el fascismo…Profesionalismo en Italia equivale al Estado corporativo y este es o pretende 81 En varios momentos de la obra de José Medina Echavarría aparece la reflexión sobre qué grupos intermedios ―median‖ o articulan la relación entre individuo y sociedad. Por ejemplo, en uno de sus últimos artículos, en 1977, encontramos esta ―vieja idea durkheimiana‖: ―la valorización, por ejemplo, de la vieja idea durkheimiana sobre la necesidad de ―corpes intermédiaires‖…para ―la necesaria ―articulación‖ y compensación de la multiplicidad de los intereses presentes en un momento dado de la vida social, de modo de hacerlos oportunamente viables‖ (Medina, 1977b: 123). 82 Aquí aprovecha a citar, nuevamente, al Marx de El Manifiesto comunista, aunque acaba reconociendo que ni la doctrina de Marx ni la de Lenin ―aportan nada original a la teoría de la representación de clases o profesiones que se encuentran en Proudhon, Saint-Simon y Engels‖ (Medina, 1930: 46). 83 Medina no utiliza, no conoce o no ha leído todavía a Weber, porque no habla del concepto de ―status‖ y sí, en cambio, utiliza los conceptos de clase o de profesión como conceptos vinculados a la actividad económica. 79 ser el meollo mismo de la obra fascista. Se trata, ahora, de encajar la doctrina corporativa en el conjunto de la llamada teoría fascista‖ (Medina, 1930: 89). En esas líneas nos habla de Gentile, de Maquiavelo, de Sorel, de Pareto, de D´Anunnzio o de Marinettiy de las corrientes ideológicas –como el futurismo- que alumbraron al Estado fascista como salvador de la nación italiana (Medina, 1930: 89- 96). Y ahí alertaba del peligro del fascismo como aglutinante eufórico de una nación disgregada: ―decir que el Estado es soberano, equivale a negar el liberalismo y la democracia para los cuales no existen fines del Estado superiores a los fines individuales. Pero, es precisamente por estos fines superiores del Estado, por lo que su inmensa fuerza no es injusta ni tiránica: está al servicio de una misión supraindividual‖ (Medina, 1930: 94). Se autolegitima así mismo el Estado fascista en su misión mesiánica de salvar al pueblo con la consecuencia de aniquilar toda manifestación individual. Los intereses políticos, económicos y corporativos del Estado quedaban por encima de cualquier interés individual. Para el Estado fascista no existía el individuo reconocido como tal. Una solución política y una doctrina ideológica en forma de ―transpersonalismo político‖ que rechazó el joven doctorando: ―la representación política es siempre expresión de intereses particulares enfrente de la aspiración unitaria y general del Estado‖ (Medina, 1930: 95). La debilidad de Medina comenzaba a pasar por la defensa de un individualismo político de corte liberal pero comprometido con una responsabilidad social. Empezaba a manejar una idea de sociedad dentro de unos fines comunes compartidos por los individuos. 4.3. La vinculación de la democracia y el desarrollo económico. El joven Medina anticipó en su tesis doctoral algunos temas que luego le tendrían ocupado en su madurez intelectual, cuando desarrollase junto a economistas de la CEPAL eso que se llamaría el ―pensamiento cepalino‖. La formación intelectual está registrada ya en la experiencia biográfica de nuestro autor durante el período de entreguerras. En aquel trabajo de su juventud ya existía una preocupación por la economía desde una lectura filosófica, política e incluso sociológica. Hay un interés manifiesto por la economía, por el desarrollo económico y por la actividad económica dentro de las diferentes expresiones políticas. Encontramos, efectivamente, preocupaciones recurrentes que quedan enfocadas de manera integral y convergente. Su postura, a la que siempre se mantendrá fiel, será la de entender las ciencias sociales desde un punto de vista amplio y complementario. En consecuencia, escribía en aquel entonces que ―la economía no es una asunto individual sino una cosa social‖ (Medina, 1930: 57). Nos habla de una ―economía social‖, elaborada por autores como Wiesel, Möllendorf o Rathenan, y posicionándose a favor de una ética compartida de los asuntos sociales. Aparece también una cierta idea de individuo consciente de la responsabilidad de sus actos –sean estos económicos o no- sobre su sociedad. En este sentido, podemos decir que el núcleo de ideas de su mapa teórico de la sociología del desarrollo estaba ahí, aún sin depurar, pero presente. Posteriormente lo iría perfilando a través de la gran influencia que le causaría los trabajos de Mannheim y de Weber sobre la relación entre economía y sociología y la relación entre el Estado y el mercado capitalista. Lo más notorio es que descubrimos en estas páginas las primeras huellas de su inclinación hacia la planificación democrática y hacia un pensamiento reformista. Se permitió la licencia de reproducir el Artículo 156 de la Constitución de Weimar, 80 utilizando por primera vez en su obra la expresión ―planificación‖ (Planwirtschft). 84 La planificación de la actividad económica quedaba distinguida como una cuestión política fundamentada en las lealtades de la esfera de las decisiones: ―Los intereses económicos no pueden suplantar a la política‖, escribía (Medina, 1930: 119). Otorgaba todo el peso de la política y de sus instrumentos reguladores y sus órganos institucionales y de decisión sobre la actividad económica. Además la concepción del Estado que tenía en aquel trabajo era la de un Estado responsable de que cada esfera –política, económica, judicial, social, cultural, etc.- tenía que estar absolutamente separada, si bien venía a recordar la importancia, como decimos, de la esfera política como garante de la estabilidad democrática. La planeación estaba sujeta a una conciencia de institucionalidad política y de responsabilidad social que permitían a su vez la garantía de los intereses y las libertades individuales. Esta postura, aparentemente contradictoria entre liberalismo y estatismo, la seguiría manteniendo nuestro autor para los proyectos económicos de desarrollo social para América Latina, no viendo ningún problema entre un Estado interventor en la esfera económica pero garante del individuo en la esfera política, confiando justamente en el valor de la democracia como aglutinador de intereses contrapuestos entre sí. Tenemos que pensar, si echamos la vista atrás, que Medina Echavarría estaba hablando de planificación democrática y soluciones políticas y racionales para la actividad económica en los márgenes de una economía capitalista muy diferente a la de hoy en día. El mercado mundial comenzaba a emerger y nuestro joven autor ya empezaba a reconocer el auge de la dimensión internacional y mundial que tomaría la economía a lo largo del siglo XX: ―Los fenómenos económicos son…por naturaleza, extranacionales‖ (Medina, 1930: 121). Lo que le preocupaba, desde el punto de vista del derecho, era el papel del Estado en estas nuevas condiciones económicas que se le escapaban de su soberanía nacional y territorial. Las soluciones que habían planteado estos Estados europeos descansaban en enmiendas corporativas que tenían como primer fin organizar la actividad económica y profesional dentro de cada país. ―La actividad económica tiende a realizarse en un plano internacional, mientras que la política del Estado se actúa esencialmente sobre un plano nacional‖ (Medina, 1930: 120). A los Estados se les escapaba la ordenación económica a nivel internacional, ya que todavía no se había creado el sistema financiero de Bretton Woods, instaurado más tarde en julio de 1944, ni había organismos como el Banco Mundial ni el Fondo Monetario Internacional. Lo que sí comenzaba a tener nuestro autor era una concepción global de los acontecimientos históricos de su tiempo. Volviendo a la tesis doctoral de Medina Echavarría observamos, sin duda, los problemas que para la soberanía del Estado implicaba esta separación entre una política de carácter nacional y una economía de amplitud internacional y su intento de racionalizarla. La postura de Medina estaba a favor de un Estado social, pero que debía entrometerse lo justo y necesario en los asuntos económicos. Aquí aparece su vena más 84 Actúo igual que hizo Medina ahora hace 80 años incluyendo el Artículo 156 de la Constitución de Weimar: ―Por lo mismo que la economía debe estar al servicio del interés general, debe ordenarse de modo que suponga un máximo aprovechamiento de fuerzas humanas y de materias. Todo despilfarro de energía debe ser cuidadosamente evitado y este es el único modo de intensificar la producción y de elevar el tono de vida de las clases trabajadoras. La economía tiene, pues, que sujetarse a un plan (Planwirtschft), ahora bien, este plan, esta ordenación no implica absorción por el Estado del organismo económico. Se trata precisamente de lograr la autonomía administrativa de los grupos económicos, en la que deben participar todos los elementos de la producción interesados en los mismos fines. Al Estado solo le incumbe el papel de vigilancia y de fijación de límites‖ (Medina, 1930: 57-58). 81 liberal al afirmar que ―la Economía en sí misma no es moral ni inmoral: se trata de producir, de dominar mercados, de obtener lucro, de satisfacer necesidades‖ (Medina, 1930: 31). Para él la intromisión del Estado en las esferas más individuales o libres de la sociedad, como esas soluciones corporativistas de corte fascista, tendría como consecuencia negativa una forma de Estado autocrático y autoritario, como así sucedió. ―La democracia sólo podrá admitir, pues, las formas puramente consultivas de la representación profesional. Cuando se trate de una elección entre la democracia y la autocracia, la negación enérgica de ésta será un voto en contra de una organización profesional que signifique su sustentáculo y máscara‖ (Lira, 1990: 20). Aparecía un temor a que el individuo quedase aniquilado. A una defensa del liberalismo –en ese ámbito individual y subjetivo-, también se unía en nuestro autor obviamente la defensa de la democracia y del parlamentarismo por encima de cualquier representación profesional (Medina, 1930: 142). Cabe decir que era una postura, por otra, muy compartida por los jóvenes intelectuales de la época, quienes habían leído con entusiasmo los libros de Kelsen, autor muy conocido en España. También comenzaba a estar en auge las formulas keynesianas tras el crack de 1929. Este contexto nos explica mucho mejor su identificación con un pensamiento reformista y liberal. Medina mantuvo una constante simpatía intelectual por la formula alemana de planeación para el desarrollo, no viendo incompatibilidades de un Estado regidor de la actividad económica y de la vida política y social. Las páginas de su tesis doctoral fueron más que unos apuntes de observaciones, fueron el inicio de temas y preocupaciones que abrieron su singular pensamiento. En esas páginas encontramos numerosos rasgos de lo que constituyó el grueso de su obra. Nos dejó, para empezar, un valiosísimo ejercicio metodológico a partir de un análisis empírico-comparativo del panorama sociopolítico europeo. El procedimiento explicativo de Medina, como pudimos comprobar, fue el de analizar el caso concreto de esos países europeos, incluido España, que atravesaban un momento crítico caracterizado por la construcción de los Estados-nación dentro de un contexto social y político no muchas veces sujeto a las aspiraciones de la modernidad. Por detrás de sus consideraciones estaban un clima de la época representado por el ascenso de las masas y su aspiración de convertirse en ―elemento motor‖ de cambios y transformaciones sociales de gran alcance. Esa apelación al presente y al realismo le llevaría posteriormente a decantarse por la sociología como ciencia de la actualidad en el intento de racionalizar órdenes sociales críticos y opacos. Sin ser aún sociólogo y sin la intención todavía de serlo, Medina en estos primeros apuntes teóricos y novísimos, propios de una tesis doctoral, comenzó a mirar los problemas de su tiempo bajo una ―mirada sociológica‖ que irá perfilando y agudizando con el tiempo. Por lo menos intuyó que la mirada sobre su tiempo ya no sería filosófica, sino más comprometida con la urgencia del presente. Esa urgencia por actuar, pensar y reflexionar sobre la realidad social se caracterizará desde entonces por la presencia concedida al valor de la democracia. Aquí ya va creciendo la figura del intelectual y del sociólogo que convivirán en armonía tanto en la vertiente política como en la teórica. Conocedor de los defectos de su tiempo, Medina Echavarría será consciente de su responsabilidad intelectual: ―De los valores que defiende, la democracia es, sin duda el principal y aglutinante; se trata de una democracia liberal, única capaz, en su opinión, de generar compromisos entre intereses contrapuestos y distensión, forma de vida modélica, tanto en lo interno como en lo 82 internacional‖ (Almoguera, 2008: 9). Son lineamientos y leves pinceladas de lo que se convertirá en una avenida fuerte de su obra: la vinculación de los valores de la racionalidad y de la democracia con el desarrollo económico como problema político y la negación, con ello, de soluciones autárquicas, espontáneas o voluntaristas –como queda manifiesto con su rechazo a la ―dictadura civil‖ de Primo de Rivera. En esta primeriza obra se aprecian, por tanto, algunos trazos que con los años serán rasgos distintivos de su producción sociológica como la búsqueda de la democracia y ese deseo de intervenir política y sociológicamente en su presente para poder conseguirla. Esta preocupación, que será manifestada abiertamente en su posterior sociología del desarrollo posterior, tiene aquí, en la España y en la Europa de entreguerras, un claro origen biográfico. Medina escribirá desde la experiencia de la piel, como hijo de su tiempo. Toda la inestabilidad personal que le tocó vivir en un momento histórico lleno de mudanzas, cambios y trasiegos abruptos que pervirtieron todo mensaje democrático y que dramáticamente convirtieron al siglo XX europeo en el siglo más violento y sanguinario de su historia harán que Medina Echavarría aprecie en la estabilidad democrática el mejor mecanismo de desarrollo económico, social, político y, por supuesto, humano. 5. Lector de español en Alemania. Corrientes de pensamiento filosófico y sociológico. Después de lograr el título de Doctor en Derecho en la primavera de 1930, José Medina se veía en la obligación de decidir sobre su carrera académica. Era frecuente entre los alumnos de educación superior continuar su formación en el extranjero como requisito previo de inserción académica en la Universidad española. ―Mas el ―estar al día‖ era imperativo singular para la intelectualidad española de los primeros decenios de este siglo‖, escribió José Gaos (1958: 31). Ese ―estar al día‖ era un ―ritual‖ que dotaba de prestigio intelectual y científico al viajero y que además casaba con los impulsos modernizadores de aquella España de principios del siglo XX. En toda esa actividad de acercar la ciencia española al pensamiento europeo contemporáneo fue muy importante la labor de instituciones de intercambio académico como el Centro de Intercambio Intelectual Germano-Español, o, por supuesto, la Junta para la Ampliación de Estudios. Medina se aprovecharía de esta red académica y de las becas ofrecidas por estas instituciones. Sin duda el haber sido pensionado de la JAE le influyó para tener una perspectiva amplia sobre el intercambio entre las disciplinas. No sólo viajaron los físicos, los científicos de las ciencias duras o los científicos naturales al extranjero para formarse, sino también, en el caso de Medina, es oportuno reclamar el lugar de los científicos sociales en la historia de España y en la Edad de Plata de la ciencia española. Medina Echavarría perteneció a toda una generación impregnada por la cultura científica, que tuvo muy presente en todo momento el papel transcendental de la ciencia en la sociedad. La atracción en las ciencias sociales por Alemania, en particular, venía desde los tiempos del krausismo español. Este rito intelectual se acrecentó gracias a la figura de Ortega y Gasset. 85 En toda la generación de Medina hubo una visible preocupación por 85 En una entrevista con su hijo José me comentaba que los viajes a Alemania durante los años 20 y principios de los 30 tenían mucho que ver por la impronta personal que Ortega y Gasset dio a toda la generación posterior, ya que casi todos eran ―orteguianos‖ y se veían atraídos por la vida mundana del 83 el sentido de lo actual y sobre todo por la novedad de la cultura alemana. Ayala y Recasens estuvieron en Alemania. También Ímaz y Gaos. A Medina, como un miembro más de esa generación, le sedujo la idea de viajar a Alemania. A pesar del ambiente enrarecido que encuentra –presintiendo el largo invierno del nazismo-, Alemania seguía siendo la guía intelectual de Europa. De esta manera, le tenemos en la Universidad de Marburgo durante el curso académico de 1930-1931, donde llegó en calidad de lector de español. Parece ser que fue becado por el Centro de Intercambio Intelectual germano- español. 86 En Marburgo, donde antes había estado Ortega, le deslumbrará el ambiente científico y cultural alemán. El viaje a Alemania le puso a Medina Echavarría en contacto con la cultura alemana y con la punta del pensamiento alemán contemporáneo. Fue una experiencia transcendental para su trayectoria académica marcándole intelectualmente para toda su vida. En Alemania encontró una fuente de estímulo intelectual al descubrir un nuevo mundo enriquecedor que explorar: universidades, librerías, profesores, seminarios, cursos, etc. Dispuso de libros, ideas y de un clima anterior al ascenso nazi favorable a la ciencia (Lepenies, 1994: 249-272). Al llegar de un país pobre a uno rico, como era Alemania, sufrió, como es normal, una especie de excitación intelectual. Fue a leer cosas nuevas, a aprender y a empaparse de las escuelas de pensamiento más novedosas. Nuestro autor no fue a Alemania –ni a Francia cuando estuvo en París- a leer autores y corrientes de un siglo atrás. Por eso conoció, aunque todavía no lo registrara en su obra, la sociología alemana contemporánea. Tuvo estrecho contacto con la sociología pero no la asumió como preocupación intelectual hasta un par de años más tarde. En aquella estancia Medina estuvo bajo la supervisión de Eric Auerbach, filólogo y romanista judeo-alemán nacido en Berlín en 1892 y que impartió clases en la Universidad de Magburgo hasta que la llegada del nacional-socialismo le llevo a tomar el camino del exilio en Estados Unidos, país en el que fallecería en 1952. Su obra más significativa fue Mimesis, libro sobre el exilio que fue traducida al castellano por Eugenio Ímaz para el Fondo de Cultura Económica en el año 1950 (Barck, 2009: 909- 917). 87 El papel de Medina en Alemania no era otro que impartir clases de doctorado de maestro. El viajar era asociado al conocer y al vivir y, a su vez, era una vía de escape de aquella España presionada por la Dictadura de Primo de Rivera. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. Se puede caracterizar a Medina como orteguiano, como ya apuntamos en otro pie de página, no tanto como deudor intelectual del filósofo madrileño, sino más bien como imitador de las andanzas mundanas del maestro. Porque, al fin y al cabo, Medina en su posicionamiento a favor de la sociología luchará por distinguirse y diferenciarse precisamente de los maestros de cátedra, Ortega incluido. 86 Consultando los expedientes de la JAE de Medina no aparece ningún documento que nos indique que fuera pensionado por esta institución para la estancia de Marburgo. Esto nos hace pensar que Medina pudo ir a Alemania o bien a través de alguna beca del Centro de intercambio intelectual germano-español o bien por cuenta ajena y lograr un puesto de profesor de español, como así parece que sucedió. Lo que sí encontramos en su expediente son referencias a su paso por Marburgo. Expediente JAE José Medina Echevarría. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 87 Los nombres, los temas y los círculos intelectuales se achican. Las transferencias y redes intelectuales entre la cultura alemana y la cultura española eran constantes. En ese intercambio hubo además muchas coincidencias. Por ejemplo, Medina fue alumno de Auerbach en Alemania, quienes ambos a su vez se exiliaron a América por el auge de los regímenes totalitarios en Europa. Otro exiliado y compañero de Medina en México, como era Ímaz, se encargaría de traducir la obra del profesor alemán. Otro caso relevante sería el de Herman Heller y Francisco Ayala, cuando el sociólogo español intercedió, desde su puesto de secretario de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, para que Heller llegue a la universidad madrileña una vez perseguido en la Alemania nazi por ser socialdemócrata. Estos hechos nos muestran la relevancia de los intercambios científicos e intelectuales entre Alemania y España 84 español. El llegar como lector de español era una fórmula habitual para acceder a la academia alemana y poder, de esta manera, tomar contacto con profesores afines a las inquietudes intelectuales de cada uno. Sus motivaciones continuaban estando impulsadas por la ciencia jurídica y, por tal motivo, el paso por Marburgo se debió a su interés intelectual de ―continuar y perfeccionar mis estudios en Filosofía y filosofía jurídica, preocupación central de mi vida intelectual desde la licenciatura‖. 88 Se encargó de preparar los trabajos propios del seminario de lengua española y dio dos cursillos de conferencias, uno por semestre, sobre ―Literatura española novísima‖ y ―Romanticismo español (Motivos de centenario)‖. 89 El contacto personal, por otro lado, con la filosofía jurídica y la filosofía alemana le vendría de la mano de Gerarhd Krüger y Karl Löwith. Tomó los cursos de estos dos ―privatdozent‖ con la voluntad de ampliar sus conocimientos en filosofía jurídica y descubrir nuevas corrientes y orientaciones filosóficas como la fenomenología: ―Durante mi doctorado de español en Magburgo tuve ocasión de seguir los cursos de los discípulos directos de Heidegger, Löwitz y Krüger, que me fueron muy favorables para mis estudios de la escuela fenomenológica‖. 90 Gerarhd Krüger (1902-1972), fue un filósofo alemán que se formó junto a Nicolai Hartmann y Martin Heidegger. Además fue amigo de Rudolf Bultmann, Hans- Georg Gadamer, Karl Löwith y Leo Strauss. Cuando Medina llegó a Magburgo, Krüger era ―privatdozent‖, enseñando, con casi seguridad, el neokantismo. Además es bastante probable que influyera, de una u otra manera, en nuestro autor hacia el interés que él mismo mantenía por el historicismo, ya que para Krüger la historia quedaba definida por las propias circunstancias y formas de pensarlas. Karl Löwith (1897-1973), por su parte, fue alumno de Martin Heidegger y Edmund Husserl. Muy probablemente este profesor acercó al joven estudiante español a las ideas de Max Weber en los cursos que tomó con él en Marburgo (Morcillo, 2008: 157). Medina reconocía haber leído el libro que Löwith publicó sobre Weber y Marx. 91 Pero también, acudiendo a su biblioteca personal, encontramos el libro monográfico que Jaspers dedicó al clásico alemán en 1932, Max Weber, aunque en edición de 1948. 92 En todo caso, pienso que Medina Echavarría recibió varias influencias que le incitaron a la lectura de este autor. Es más, en el clima intelectual germano de aquella época era difícil no saber quiénes eran Weber, Heidegger o Husserl. Lo que sí sabemos con seguridad es que ambos profesores despertaron en Medina Echavarría un creciente y relevante interés por la filosofía fenomenológica, escuela que comenzaba a tener bastante presencia dentro del campo filosófico y jurídico a partir de experiencias biográficas estrechamente relacionadas y marcadas, sin duda, por el auge del totalitarismo y la huella del exilio. 88 Solicitud JAE. 11 de diciembre de 1931. Expediente JAE José Medina Echevarría. 89 Solicitud JAE. 11 de diciembre de 1931. Expediente JAE José Medina Echevarría. A buen seguro la relación Max Aub y con la vanguardia literaria valenciana le sirvió de base para el primer trabajo sobre ―Literatura española novísima‖. 90 Solicitud JAE. 23 de febrero de 1932. Expediente JAE José Medina Echevarría. 91 Medina escribiría: ―el solo dato de esa exigencia nos explica a distancia la coincidencia en definitiva de dos hombres tan dispares como fueron Carlos Marx y Max Weber. Hace ya bastantes años que ese paralelismo fue expuesto y analizado brillantemente por un filósofo tan severo como Carlos Löwith‖ (Medina, 1965a: 258). 92 Karl Jaspers, Max Weber, Oldenburg, Stalling, 1932, e.o. Biblioteca personal de José Medina Echavarría. Como nos recuerda Lepenies, Jaspers ayudó a Marianne Weber a estilizar los escritos póstumos de su marido (Lepenies, 1994: 261). 85 alemán. 93 Nuestro autor reconoció explícitamente esta influencia en una solicitud a la Junta para Ampliación de Estudios en diciembre de 1931 con motivo de una postulación a una beca vacante para la Universidad de Munster: ―En la actualidad acabo un extenso trabajo sobre la escuela fenomenológica del derecho (Kaufmann, Schreir, Reinadr, Shaff, Husserl) para el que recibí vivas sugestiones de los privados-docentes de Marburgo Doctor Krüger y Löwitz, discípulos directos de Heidegger‖. 94 De aquella experiencia alemana también le vendría también el interés por Nicolai Hartmann, filósofo neokantiano de la llamada ―Escuela de Magburgo‖. 95 Medina Echavarría percibía que había una oportunidad de estudio dentro del campo jurídico español para la filosofía existencial y que le llevaría a ampliar estudios en esa dirección nuevamente en 1933. Su solicitud a la JAE de 1931 confirma sus preocupaciones filosófico-jurídicas de aquella época. Me permito transcribir algunas de esas líneas en las que se refiere al pensamiento fenomenológico alemán: ―La situación del movimiento filosófico general dominado por discípulos directos o indirectos de Husserl y Dilthey (Heidegger, Jaspers, Litt, Hartmann, Heinemann, Rothacker…) se concentra casi en las corrientes de la Filosofía existencial y la llegada del ―Vesterhen‖. Hay que añadir movimiento neohegeliano (Kroser, Cohn) y el católico con algunos grupos (Müller, grupo de Bonn). La especulación filosófica-jurídica siempre paralela, pero retardada con respecto a la filosofía general, no presentable en la superación del neokantismo más movimiento poderoso de grupo que el neohegeliano (Vinder, Shonfeld, Larentz…). Algunos por vías de Litt (Smand) y ciertas cabezas de la protesta antikelsiana suponen aplicaciones más o menos puras de las nuevas aspiraciones filosóficas. Queda el grupo de los fenomenólogos que ha sido objeto detenido de mis estudios. Que yo conozca ninguna aplicación ha nacido todavía de la llamada Filosofía existencial‖. 96 Sus intereses, de momento, no eran todavía puramente sociológicos, a pesar de su sensibilidad por la actualidad. Aún estaban relacionados con la filosofía del derecho y con su estrategia de inserción académica en el campo universitario español. Creo que no incorporó a los sociólogos alemanes en su pensamiento porque no le eran funcionales para su carrera académica, más aún cuando la sociología no estaba institucionalizada en España. Debemos tener en cuenta que no es lo mismo leer que estudiar un libro. Estudiar un libro es razonar y pensar lo qué nos dice el autor. Se necesita tiempo. Y Medina, cerca de los 30 años y lleno de expectativas académicas y 93 España empezaba a conocerse esta corriente filosófica gracias la traducción en 1929 del libro de Edmund Husserl Investigaciones lógicas, obra traducida por Manuel García Morente y José Gaos (Marías, 2000). 94 Solicitud JAE. 11 de diciembre de 1931. Expediente JAE José Medina Echevarría. El extenso trabajo al que se refiere nuestro autor es su obra La situación presente de la filosofía jurídica, texto publicado en 1935 por la editorial de la Revista de Derecho Privado de Madrid y que recoge su formación alemana. 95 En la Escuela de Marburgo no sólo había neokantismo, sino además socialismo neokantiano. Como cuenta José Gaos en sus memorias, ―de las lecturas que hice en los años de Valencia, antes de ir a Madrid, a continuar la carrera de Filosofía, que fue en septiembre del 21; y singularmente de los dos libritos de Morente, La filosofía de Kant y La filosofía de Bergson, y de la Historia de la Filosofía de Windelband, saqué la convicción de la filosofía del día era la filosofía alemana neokantiana‖ (Gaos, 1958: 33). Aunque tengan filias hacia ciertas corrientes, podemos ver que fueron autores abiertos a todo tipo de orientaciones y escuelas: desde la teoría del conocimiento neokantiana de Hartmann a Heidegger, a Husserl, a la fenomenología, al existencialismo, al neocriticismo o al historicismo. 96 Solicitud JAE. 11 de diciembre de 1931. Expediente JAE José Medina Echevarría. 86 profesionales, aún tardaría algún tiempo en incorporar resueltamente a los sociólogos alemanes contemporáneos. Ese interés sociológico, esas ―huellas sociológicas‖, las irá redescubriendo posteriormente cuando regrese a Alemania de nuevo en 1933. Sin embargo es sumamente necesario para esta biografía intelectual la búsqueda de estas fuentes, señalarlas, fecharlas, y ver cómo Medina tomó las ideas y las fue amoldando a sus inquietudes y pretensiones intelectuales de cada momento. En ese sentido, a la influencia de la fenomenología uniría el sentido positivista del neocriticismo, visible en sus trabajos de finales de los años 30 y principios de los años 40. Pero sería el historicismo la corriente filosófica que a la larga más influyó en los escritos sociológicos de nuestro autor. En todo caso, aquella primera experiencia en Alemania marcaría gran parte de su obra y de su disposición ética como intelectual y científico social. Su adscripción y pertenencia a las corrientes del pensamiento alemán lo mantendría intacto a lo largo de toda su vida. Alemania fue su referente intelectual, en cuanto a temas, escuelas y autores, pero también como sinónimo del trabajo disciplinado y riguroso. De esa cultura y de aquella experiencia aprendió el significado de la ciencia y de la Universidad. 97 Cultivó la disciplina y la moralidad estricta del germanismo y trató de conciliarlas con la contemplación y el gusto estético de la vida de su ―mediterranismo‖. Su vida intelectual será un esfuerzo por unificar esos dos modos de vida. 98 Para él el trabajo científico nunca fue una cuestión de improvisación, sino que lo entendió como un asunto responsable, razonado y meditado, tanto de una forma teórica como una de manera práctica. La ciencia, ante todo, era cuestión de método y de seriedad. 97 Por supuesto, para Medina Echavarría el contacto con la Universidad alemana fue muy importante hasta el punto que sus reflexiones sobre la Universidad están motivadas por esa experiencia: ―La generación a que pertenecemos apenas ha conocido alguna universidad en sus momentos saludables y quien esto escribe vio malogradas sus más caras ilusiones en los día en que al intentar laborar en la vieja universidad alemana –tan prestigiosa para el hispano- la encontró media desecha en la pugna cotidiana entre los puños cerrados y los erguidos brazos a la romana‖ (Medina, 1976a: 80). 98 A pesar de reconocer muchas veces su ―pereza intelectual‖, Medina tenía el hábito de estudiar –y no leer- a sus autores y libros todos los días durante dos horas, de 6 a 8 de la tarde. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 87 CAPÍTULO III. ESTRATEGIA DE INSERCIÓN ACADÉMICA. LA OPCIÓN POR LA SOCIOLOGÍA. El objetivo específico de este capítulo es investigar la de inserción académica de José Medina Echavarría en el campo universitario español durante la primera mitad de los años 30. Para ello pondremos especial atención a los mecanismos de consagración y de jerarquías académicas, como son los puestos docentes que ocupó, las oposiciones a Cátedra y las redes académicas. También nos detendremos en cómo tuvo latente además otra vía de inserción académica como fue la de continuar formándose en el extranjero como mecanismo de prestigio científico. Veremos cómo a este interés de formación también se le asocia la intención de hacerse un hueco en el campo científico español, al buscar temas no copados y que le permitieran abrirse paso en un campo de luchas y competencias, como es el campo académico. La búsqueda de la novedad intelectual en el exterior se asocia como llave de acceso a la academia. Además tendremos que tener muy en cuenta otra tensión, la profesional, que se une a las de formación en el extranjero y a la de inserción académica. Por tanto, observamos que ese período biográfico de nuestro autor, a punto de cumplir o ya cumplidos los 30 años –edad clave para definirse-, fue un período en el que se vio obligado a tomar decisiones sobre su trayectoria personal y profesional en el que intentó mantener latente estos tres intereses: profesión, formación e inserción académica. Este recorrido biográfico nos servirá además para reconstruir y revisar críticamente el proceso de institucionalización de la sociología española y, por lo que nos atañe a Medina, nos permitirá repasar su evolución teórica desde la filosofía del derecho hacia la sociología. 1. Regreso a España. Encuentro con el horizonte cultural de la Segunda República. José Medina regresó a España en 1931. Lo más probable es que llegase a principios de verano al término de las clases de la Universidad de Marburgo. Todavía estaba reciente el entusiasmo con el que se proclamó la Segunda República el 14 de abril. 99 Desde entonces serán unos años marcados por un espíritu renovador y modernizador; pero también fue un tiempo convulso, ajetreado y ciertamente contradictorio del que nuestro autor fue un espectador privilegiado. Le tocó vivir un momento histórico en el que se concentró un gran estallido de energía motivado por causas idealistas que compartieron millones de españoles. Había llegado la hora de que España escuchase ―un llamamiento a la libertad‖ (Juliá, 1990: 39). Se abrió un horizonte cultural caracterizado por la vía democrática, por el parlamentarismo pacifista y social (también laico), la soberanía popular y la confianza en un Estado de Derecho: ―Daba la impresión como si los nuevos regímenes políticos de corte republicano –en pocos años Alemania, Austria y España dejaron de ser monarquías con regusto imperial para convertirse en sistemas parlamentarios organizados democráticamente–, lo cual exigía la difusión y el establecimiento de una serie de valores que se desmarcaban tanto del viejo autoritarismo imperial como del materialismo derivado de la Revolución Soviética de 1917. Aparecía en el 99 La República española fue la última de las varias que se crearon en Europa desde 1910 (la primera en Portugal). Llegó cuando los vientos autoritarios y fascistas asolaban Europa, pero no llegó en peores condiciones que la de Weimar, que salió de una guerra y tuvo que sobrevivir en condiciones extremadamente adversas. La República acabó derribada y eso no es excepcional, porque todas, salvo la de Irlanda, lo fueron. Lo excepcional fue que el golpe militar que inició su derribo encontrara resistencia y abriera un escenario de Guerra Civil. 88 horizonte de la historia europea una tercera vía –democrática y republicana– que deseaba aunar los principios de la revolución francesa de 1789 (libertad, igualdad, fraternidad) con aquel mundo espiritual (Geist) que procedía del idealismo alemán (Lessing, Herder, Kant, Hegel, Dilthey). Se trataba de un idealismo de la libertad alejado de las pretensiones ultranacionalistas de Fichte y que, en último término, deseaba promover la idea de Humanidad, es decir, llevar al hombre a su máxima plenitud conciliando los ideales formativos (Bildung), con los valores del espíritu (Geist) y los deseos de libertad (Freiheit)‖ (Vilanou,2007). El liberalismo español nunca había echado raíces en la sociedad española. La Segunda República fue un esfuerzo para asimilar el pasado de España y elevar el nivel económico y cultural de la secularmente descuidada madre patria. ―Durante el medio siglo anterior a 1930, la clase media estuvo admirando la prosperidad de la Europa occidental y la clase obrera absorbiendo los conceptos de socialismo y anarquismo. Una generación de escritores y filósofos, partiendo de posiciones emocionales e ideológicas muy diferentes, intentó sintetizar lo mejor de la herencia española con lo mejor de la cultura europea del siglo XIX‖ (Jackson, 2005: 413). Son los herederos del 98, críticos de una herencia en la que se había dejado al margen el problema capital, el Estado. No estaban dispuestos a seguir llorando sobre los males de la patria ni a reducir ―el problema español‖ a una cuestión de carácter, a una idiosincrasia o a una esencia histórica. La raíz del problema estaba en el poder político o, más exactamente, en el divorcio que la vieja política había creado entre el Estado y el pueblo: ―Se produce así un fenómenos singular: la llegada en masa a la política de un grupo generacional caracterizado por la crítica a la anterior generación intelectual, la del 98, por la conciencia de representar algo nuevo en la sociedad y la vida política española, por su anterior apartidismo, su lejanía tanto de los partidos dinásticos como de los republicanos y socialista, y dispuesta, por tanto, y muy consciente de ello, a hacer una nueva política. Son, todos, intelectuales o profesionales, y constituyen la primera generación española ―plenamente universitaria‖, moderna y que tiene como norma ―la precisión intelectual‖. Forman también la primera generación intelectual deliberadamente política, que insiste, con Ortega, en la necesidad de la eficacia y la competencia técnica, aunque tal vez se preste a equívocos calificar a sus miembros de ―nuevos tecnócratas‖. (Juliá, 1990: 20-21). La Segunda República simbolizó ―la toma de poder‖ de la llamada ―Generación del 14‖ o ―generación de los intelectuales‖, caracterizada por unas nuevas orientaciones ideológicas, estéticas y reformistas, que ya no eran las del modernismo ni las de la ―Generación del 98‖ (Marichal, 1995: 242). El núcleo de esta generación estuvo representado por personalidades como las de Manuel Azaña, Eugenio D´Ors, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset, Salvador de Madariaga o Américo Castro. 100 Esta ―Generación del 14‖ identificó el problema español en el sentido que le había otorgado Ortega: esto es, como un ―problema pedagógico‖ (López-Ocón, 2010: 48). Fue también 100 ―Su representante, o más exactamente, su paradigma, es Ortega, que funda en octubre de 1913 y, muy propiamente, con un manifiesto, la Liga de Educación Política, ingresa también en el partido reformista y, meses después, expresa la sustancia de sus análisis y convicciones en una conferencia que se convertirá en una especie de manifiesto político de la generación del 14, ―Vieja y nueva política‖‖ (Juliá, 1990: 22). 89 el filósofo madrileño quien invitó a los intelectuales españoles a asumir la emoción liberal y el liberalismo. Y si Medina y sus compañeros de su generación, como Ayala o Gaos, fueron liberales; 101 lo fueron, sobre todo, por este ―talante‖ orteguiano que impregnaba el clima intelectual de la época y que les hacía partícipes de la tradición del liberalismo español y su conexión con el pensamiento occidental. 102 Nuestro autor tuvo conciencia de lo que significaba la tradición liberal española, que se remontaba a los ilustrados del siglo XVIII, a las Cortes de Cádiz, y que ahora se renovaba con la Segunda República al buscar una nueva sociedad en la que se pudiera vincular la justicia, la libertad y el progreso social. No dudó en adherirse a esos principios que para él, y como para tantos otros, representaba la República española. Un Estado que no quiso ser oligárquico sino nacional y que no podría ser ya monárquico sino republicano. Compartió aquel momento de entusiasmo por los valores modernos de cambio y transformación económica, cultural y social que representaba. Su apuesta fue decidida y abierta por el republicanismo. 103 La sensibilidad liberal es la que le hizo ―comprometerse‖ en ―la gran gesta histórica del cambio de régimen‖. 104 Esa fidelidad a los valores republicanos y liberales le llevaría al consabido exilio. 2. Asomándose en la Unión Soviética. El ambiente cultural e intelectual republicano le inoculó el interés por la política, el apego a las instituciones y al juego de la democracia plural junto con el respeto de la libertad de expresión. El componente ilustrado de su tiempo también le hizo interesarse por las experiencias políticas de su tiempo. En esos años siguió su contacto con la Europa de entreguerras. En 1933 hizo un viaje de juventud a la Unión Soviética junto a Max Aub y María Zambrano. Era un viaje de camaradas, porque a Max Aub le tocó la lotería y aprovechó a invitar a sus amigos. 105 Estuvieron en Rusia durante un mes, recorriendo Moscú y Leningrado, tiempo en el que Aub se dedicó a estudiar el nuevo teatro ruso. 106 101 Como escribía Max Aub: ―No. No todos éramos anarquistas, ni muchísimo menos. Pero evidentemente nada tiene peor prensa, en nuestro tiempo, que el liberalismo‖ (Aub, 2003: 181). 102 En Ortega encontraron a un referente que unía sus dos vocaciones, la filosófica y la política, con una resuelta actuación pública y siempre tratando de encontrar una fórmula para transformar y modernizar España. El aprendizaje fue la implicación de las minorías intelectuales en los asuntos públicos. Puede que en España, como asegura Juan Marichal en su libro El secreto de España. Ensayos de historia intelectual y política, que no haya habido un pensamiento liberal original, pero sí liberales enteros (Taurus, 1995, Madrid). 103 José Medina estuvo próximo a las ideas de Manuel Azaña, aunque no tenemos constancia de sí perteneció o no a la Izquierda Republicana. La fundación de Izquierda Republicana, en la botica de José Giral, en Atocha 35, lo cuenta Max Aub en su novela La calle de Valverde. 104 La posición política de nuestro autor fue similar a la que José Gaos manifestó en sus Confesiones profesionales: ―Pero con haberme hecho tales ideas (liberales, republicanas), no me movieron a intervenir en lo político más que cumpliendo con los deberes impuestos a todos los ciudadanos, ni siquiera a interesarme prácticamente por ella más que como lector del periódico diario y comentador con los amigos en las inevitables charlas de éstos sobre política, hasta que todos los españoles nos encontramos ―comprometidos‖ en la gran gesta histórica del cambio de régimen‖ (Gaos, 1958: 106). 105 Los tres amigos solían verse de vez en cuando en la tertulia dominical que celebraba María Zambrano en su casa madrileña de la plaza del Conde de Barajas del Madrid (Aub, 2003: 582). 106 Aub publicó, a raíz del viaje, una serie de trece artículos sobre ―El teatro en Rusia‖ en el diario madrileño Luz entre el 18 de julio y el 26 septiembre de ese mismo año y que Manuel Aznar Soler ha reproducido en su libro: Max Aub y la vanguardia teatral (Escritos sobre teatro, 1928-1938) (Valencia, 90 En ese viaje los tres amigos pudieron confirmar sus presagios sobre el régimen comunista. Aub dejó las siguientes impresiones, compartidas también por la actitud que conocemos de Medina Echavarría: ―A mí no me faltó de nada. Pero, desde luego, en general y en particular, no hay comparación posible. Han de pasar muchos años antes de que el régimen comunista ofrezca facilidades de vida semejantes a las del régimen capitalista…. -Por lo que usted me ha dicho, parece ser que el estado comunista tiene cierta relación con la manera fascista o hitleriana. -Desgraciadamente, sí. El concepto del estado en ―camino de perfección‖, con la necesidad de toda clase de sacrificios en la trayectoria, es muy semejante en los tres países. Y créame que se respira más fácilmente fuera de las fronteras de cualquiera de esos tres países‖ (Aub, 1993: 41 y 42). Las opiniones políticas de Aub vinculan la revolución soviética con el fascismo en Italia y con el nazismo alemán. La ―experiencia de lo vivido‖ de los tres amigos en estos países les hizo presenciar el auge del totalitarismo. Observan que el ambiente europeo es un ambiente de guerra caracterizado por el orgullo nacionalista de estos regímenes. 107 Por lo que respecta a Medina, no le convenció la distancia entre el marxismo real y el marxismo teórico. 108 Lo cierto es que el clima intelectual de su generación tampoco era marxista. Sus compañeros, Ayala y Recasens no fueron marxistas. Como tampoco lo fueron sus maestros Posada u Ortega. Es más, el marxismo aparece poco o casi nada en sus obras. De hecho la obra de Karl Marx no es recibida por las corrientes de pensamiento social español de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Y si es tomado el marxismo lo será en su sentido práctico por movimientos obreros y sindicatos y no tanto como fuente de inspiración teórica o corriente intelectual. Aparte el catolicismo social, corriente ideológica fuertemente asentada en el imaginario tradicional y conservador de las elites intelectuales, no fue socialista ni marxista. Esta escasa recepción de la teoría marxista se debe a que el pensamiento social dominante de esa época, asentado bajo el espíritu institucionista, se ligaba al krausismo y al positivismo. Un krausismo de tono liberal que casaba perfectamente con las corrientes positivistas dominantes de la República en su intento de modernizar y racionalizar España. Universidad de Valencia, 1993, pp. 37-87). En esos artículos Aub contaba sus experiencias con sus amigos: ―Salimos del teatro entre las luces suavísimas de una noche blanca. Verdadera luz de teatro; en ella, Leningrado parecía prolongar su gigantesco tablado donde un drama –realista o no, ahora dependía de los espectadores- se continuaba jugando. En las altas horas de una noche no noche las gentes deambulaban para nuestro asombro de público nuevo‖ (Aub, 1993: 84). Durante los años 20 y 30 la revolución soviética ejerció una gran influencia sobre los políticos e intelectuales antifascistas españoles. Como ejemplo, Mi viaje a la Rusia soviética, del socialista Fernando de los Ríos (Madrid, Caro, 1921). 107 ―Ha crecido de una manera exagerada el orgullo nacional, que nada tiene que envidiar a cualquier conocido chauvismo, aunque, hasta cierto punto, es explicable por el sencillo hecho de creer que viven en el mejor de los mundos. Se habla de un comunismo estrictamente ruso, se desliga ya el porvenir de la Repúblicas rusas del resto del mundo‖, escribiría Aub (1993: 39). 108 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid.Quizás hubo algo que no le gustó de aquella experiencia o no le acabaron de convencer las lecturas marxistas de aquellos años que le llevaron, en otro plano de análisis, a decantarse más por Weber que por Marx a lo hora de teorizar sobre el capitalismo moderno. También es cierto que en la teoría sociológica marxista no halló los fundamentos teóricos suficientes con los que iniciar el abordaje de edificar el estatus científico de la nueva ciencia social, que, por el contrario, sí encontraría en Augusto Comte o en el propio Max Weber. 91 Nuestro autor, como deudor de su tiempo, optó por ligarse a esa vía democrática y liberal que bebía de sus relaciones académicas y mundanas y que se respiraba, como estamos viendo, en el clima cultural y político de aquellos años. Además Medina había recibido una formación no marxista tanto en Alemania como en Francia. En España de la mano de Adolfo Posada, reconocido organicista, aprendió también el sentido liberal de la modernización sociológica y política. Su experiencia biográfica en los viajes a Alemania y a Rusia, países envueltos cada uno a su manera en los sueños totalitaristas, le sirvió para tomar conciencia del drama europeo que él identificó con el retroceso de la democracia. Por eso, participó activamente en el espíritu de la Segunda República, la República de las Letras, como la llamó Ayala. Estos jóvenes intelectuales -Aub, Ayala, Gaos, Medina, Recasens o Zambrano- fueron reformistas y entendieron que una manera de incidir en la sociedad será a través de las empresas académicas, intelectuales e institucionales. Durante ese período de tiempo, asumieron una conciencia de responsabilidad social e intelectual a favor de las mejoras democráticas para toda la sociedad. Concibieron que la responsabilidad del intelectual en relación a la política fuera una relación de significado y altura. 109 La adquisición del enfoque sociológico por parte de Ayala y Medina, por ejemplo, se explica por el interés que tenían de pensar y participar en la actualidad social. Sintieron que no era posible estar alejado de los acontecimientos históricos y concretos: la Europa de entreguerras, el auge del totalitarismo, el proyecto reformista de la Segunda República. La sociología para ellos sería una de las formas plausibles de participar en los acontecimientos sociales y políticos que estaban sucediendo. 3. Posicionándose en el campo académico español. Paisaje de la filosofía jurídica contemporánea. Durante el tiempo que duró la Segunda República convergieron momentos y actitudes ambiciosas y estimulantes, con otras llenas de agitaciones, convulsiones y vacilaciones. Fueron unos años de cambios y dudas. Nos encontramos con una trayectoria histórica y política de España que corre pareja a los acontecimientos biográficos de Medina Echavarría. Son años confusos también para la vida de nuestro protagonista, abocado a tomar decisiones biográficas acerca de su destino: ¿qué hacer? ¿Seguir formándose en el extranjero? ¿Tratar de lograr un puesto docente universitario? ¿Iniciar el ejercicio de la abogacía? Pronto va a cumplir 30 años y siente la obligación de ir definiendo su carrera académica o su trayectoria profesional. 109 La reflexión sobre el papel del intelectual en la sociedad es un tema que nuestro autor siempre consideró seriamente. Él concedió mucha importancia a la responsabilidad de la inteligencia y al intelectual como ese alguien que intenta ―explicarnos lo que nos está pasando en nuestras vidas‖, haciendo comprensible en cada situación ―esa crítica de conjunto de nuestro mundo y del destino en él de lo humano‖ (Medina, 1965a: 208). Incluso en un escrito llegó a referirse brevemente a ―la sociología de los intelectuales‖, aunque no llegase nunca a profundizar más en este asunto: ―Los loci clasici sobre la sociología de los intelectuales son en Europa las obras de Max Weber, Karl Mannheim, T. H. Geiger, Ortega y Gasset –todo el contenido por añadidura de la llamada sociología del conocimiento- y otros más, que no es necesario citar en la medida en que se recoge casi exhaustivamente en el libro de Heinrich Stieglitz, Der Soziale Aufttrag der freien Berufe, 1960. En la actualidad trabaja activamente sobre el tema el sociólogo norteamericano Edgard A. Shils, con la calidad que es de esperar corresponda al autor del excelente libro The Torment of Secrecy, 1956. No lo desmienten por el momento ni la obra Intellectuals between Tradition adn Modernity. The Indian Situation, ni otros artículos dispersos en distintas revistas, fragmentos posiblemente todos de un libro de conjunto que habrá de ser considerable‖ (Medina, 1976a: 205). Este tema lo desvió, en cambio, hacia las repercusiones y efectos que puede tener el discurso sociológico sobre la propia sociedad. 92 Regresó de Alemania interesado todavía en la ciencia jurídica y deseoso de proseguir además sus estudios en filosofía del derecho en aquel país, para lo que solicita el 11 de diciembre de 1931 una beca desierta de la Junta para la Ampliación de Estudios para la Universidad de Munster. 110 Ayuda que le será concedida el 21 de diciembre de 1931, pero que finalmente no podrá disfrutar al no ser ―económicamente efectiva dicha vacante pues seguía pagándose en otra Universidad‖. 111 Esta inoportunidad le llevará a nuestro autor a plantearse a comienzos de 1932 iniciar una estrategia profesional complementaria a la de seguir formándose en el extranjero. Aún así el 23 de febrero de 1932 Medina ―solicita ser pensionado por dos semestres en las Universidades Alemanas para proseguir sus estudios en Filosofía del Derecho‖. 112 Solicitará ser pensionado en las Universidades de Gottingen y Frankfurt, a razón de un semestre en cada Universidad. En las solicitudes que Medina Echavarría dirigió a la Junta para Ampliación de Estudios durante principios de los años 30 percibimos algunos cambios intelectuales más que significativos. Para empezar vemos que en 1931, a su regreso de Alemania, su verdadera intención seguía siendo ocupar una plaza docente en la Universidad Central de Madrid: ―oposiciones a Derecho Natural, cátedra a que aspiro‖. 113 Un interés intelectual todavía adscrito a la ciencia jurídica. Pero esta aspiración chocaba con las competencias propias del campo universitario. Los maestros de cátedra eran un obstáculo para los jóvenes aspirantes. Por tal motivo, una opción era continuar la formación en el extranjero y regresar a España con nuevas corrientes de pensamiento que podían ser la llave de acceso a una plaza docente. La accesibilidad al campo académico venía posibilidad por traer bajo el brazo la novedad de un tema y/o autor como transferencia de conocimiento científico. Estas competencias dentro del campo universitario de la filosofía y de la filosofía del derecho, al que Medina estaba intentando insertarse por aquel entonces, se aprecian en su solicitud del 23 de febrero de 1932. En dicho documento desvela su intención de formarse y mantener relación con el maestro Martin Heidegger: ―Según lo dicho y atenido al primer impulso, hubiera deseado trabajar en Friburgo con el citado filósofo, pero tengo en cuenta que dos profesores españoles los Señores Zubiri y Luna ya lo hicieron con él‖. 114 Su pretensión de estudiar con Heidegger le venía de su estancia en Marburgo junto a Krüger yLöwith, discípulos del gran maestro, y las ganas acumuladas de entablar contacto directo con él. Pero sabía que para sus intereses estratégicos, tanto de concesión de la beca como de inserción académica, era un obstáculo repetir una estancia ya realizada por Xavier Zubiri y Luna. 115 No podía repetir temas ya copados dentro del campo filosófico español. Nuestro autor también se quedaría con las ganas intelectuales de trabajar junto a Kelsen y Stamler, ya que ―otro competidor‖ de su generación, como era Luis Recasens Siches se había formado junto a los dos maestros. 110 Solicitud a la JAE del 11 de diciembre de 1931. Expediente JAE José Medina Echevarría. 111 Expediente JAE José Medina Echevarría. 112 Expediente JAE José Medina Echevarría. 113 Solicitud a la JAE del 11 de diciembre de 1931. Expediente JAE José Medina Echevarría. 114 Solicitud a la JAE del 23 de febrero de 1932. Expediente JAE José Medina Echevarría. 115 Medina coincidiría con Xavier Zubiri en El Colegio de México y con Luna en el tribunal de oposiciones de su Cátedra para la Universidad de Murcia. Estos datos confirman lo minúscula que era la comunidad científica española y de ahí la importancia de ofrecer temas novedosos o no trabajados. 93 A partir de esta decisión de formarse con un maestro extranjero, no ―trabajado‖ o ―transferido‖ por otro pensionado, se comprende mejor su afán por traer algo nuevo del exterior, distintivo y que, a la vez, le supusiese una manera de acceder al campo universitario -y también, a la par, un beneficio para la cultura nacional. En el caso de Medina Echavarría, sus intereses oscilaban desde la filosofía existencialista de Heidegger hasta la filosofía del Estado de Kelsen o Stamler. Una apertura de expectativas teóricas y de corrientes que deberían repercutirle en mayores oportunidades de acceso. Pero todavía estaba lleno de inquietudes y no se había decidido a desembarcar resueltamente por un tema. Tenía disciplina, la filosofía jurídica, pero no tenía tema. Andaba de puntillas entre la filosofía y el derecho en búsqueda de un motivo. Bajo esta presión por ―especializarse‖, propia del campo académico, resuelve decantarse por la filosofía jurídica y perfeccionar las enseñanzas recibidas en Marburgo. En concreto, se decide a estudiar el aporte de la fenomenología en la filosofía del derecho: ―he pensado concretar mi petición de dos semestres, uno en Gottingen con Binder y Larentz y otro en Frankfurt con Heinemann y Baungarten. En el primer centro para trabajar en pleno círculo neohegeliano y en el segundo para ponerme en contacto con uno de los filósofos más personales del movimiento existencial y de paso escuchar la docencia de Baungarten que intenta, como es sabido, una resurrección eudemonista que ahora no he de juzgar‖. 116 La solicitud evidencia, más que nada, el interés de conjunto de Medina por las escuelas y corrientes filosóficas y jurídicas alemanas. Obviamente había una presión por especializarse en la filosofía fenomenológica, pero también se observa un afán enciclopédico, propio de la herencia institucionista y deudor del pensamiento reformista de su tiempo: ―los fines que me mueven, que no son otros sino el procurar la mayor plenitud de la cultura occidental‖. 117 El objetivo último era tener un mayor conocimiento de la cultura occidental y la motivación añadida de poder encargarse del dibujo de las corrientes de pensamiento europeo y poder ofrecerlo a una sociedad ayuna de cultura en general. 4. La tensión entre la profesión y la formación. Espectador de su tiempo como Letrado de las Cortes. Nuevo viaje a Alemania. 4. 1. Las oposiciones de Letrado de las Cortes. Nuestro autor estaba buscando medios para ganarse buenamente la vida. El 7 marzo de 1932, a los pocos días de formalizar la pensión para estudiar en Alemania, Medina Echavarría presentó su solicitud para ser admitido a los ejercicios de oposición para plazas de Oficiales en la Secretaría de los Diputados, ofertadas el 21 de febrero en la Gaceta de Madrid. 118 Los profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, y demás miembros de la Secretaría de las Cortes, decididos a 116 Solicitud JAE 23 de febrero de 1932. Expediente JAE José Medina Echevarría. 117 Solicitud JAE 23 de febrero de 1932. Expediente JAE José Medina Echevarría. 118 Por aquel entonces nuestro autor vivía en Barcelona, en la calle Layetana 10, bis. Manifestaba en la misma solicitud ―que conoce los idiomas francés, alemán, inglés e italiano y señalando la lengua alemana para la parte segunda del ejercicio de idiomas‖. Expediente administrativo José Medina Echavarría Congreso de los Diputados. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. 94 mantener la alta calidad del personal asesor, estimularon a antiguos alumnos de doctorado, como Ayala y Medina, para que tomaran parte en estas oposiciones (Ayala, 2006: 181).―Y hay que tener en cuenta que se trataba de unas oposiciones dificilísimas y en las que el opositor debía mostrar una formación jurídica impresionante‖. 119 La primera parte del ejercicio constó de un examen escrito sobre dos temas seleccionados por sorteo. El primer tema (número 26) parece que versó, escribía Medina, sobre los ―derechos de profesión, comercio y enseñanza‖ contenidos en la ―mayor parte de las Constituciones vigentes‖. Si leemos atentamente esas 15 páginas encontramos algunos datos interesantes sobre las inquietudes de nuestro autor. En ese escrito Medina realiza una revisión desde una ―perspectiva general del sentido de los derechos fundamentales‖ que le lleva hasta una ―sociología del saber en lenguaje scheleriano‖ para referirse a ―las formas centrales de la actitud mental del hombre‖. Un tema análogo a la filosofía existencialista de Heinemann, autor que cita. De ahí pasa al ―homo faber‖ de Bacon para recordar algunas de las concepciones económicas más notables del pensamiento europeo. Pero nos interesa, sobre todo, su referencia a la ―concepción individualista capitalista, culminada en la cultura anglosajona y precisamente en contacto estrechísimo con una actitud religiosa, como ya desde Max Weber y luego Sombart viene siendo plenamente demostrado‖. 120 Esta referencia a Weber confirma el conocimiento que poseía Medina del clásico alemán. Completó la exposición de este primer tema con un asunto que había tratado en su tesis doctoral como era la relación entre individuo y Estado y su representación profesional. En esas líneas hayamos su vena más liberal junto con alguno de sus temas predilectos como era la relación entre el sistema político y el sistema económico. Reflexionó sobre la importancia de la ―Declaración francesa de 1789‖ en el constitucionalismo europeo, citando los trabajos de Carl Schmitt y su concepción ―jurídico-estatal, liberal, burguesa de la Constitución‖ francesa. Nuestro autor defendía el ―sentido ilimitado y primario frente al Estado de todo derecho fundamental‖. Para ello, recordaba que ―el derecho de libertad de profesión, es un derecho a la vocación‖ y que éste sancionaba jurídicamente todo el movimiento social y político producido por el ―gran capitalismo‖. Se acordaba de los trabajos de Adolfo Posada sobre las nuevas constituciones europeas al hilo de las transformaciones económicas. 121 Por esta razón, Medina expresaba cómo ―el proceso constitucional influido por las transformaciones de la estructura social y económica y en su más profundo aspecto por las variaciones en la concepción del mundo profesada, que en crisis hoy repercute muy especialmente de los derechos‖. Es representativa la forma en que relaciona la ordenación jurídica con los procesos socioeconómicos. El examen de Medina se explicaba, sin duda, por la ―situación constituyente‖ de la España republicana, muy influida por la Constitución de la Alemania de Weimar. La Constitución española de 1931 declaraba que España era un país de trabajadores y se debatía sobre el sentido que tomaría la relación economía-política y su forma jurídica: 119 Entrevista mantenida por el autor con Rafael Segovia, 23 de mayo de 2007, México. 120 Expediente de oposiciones a Letrado de las Cortes de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. En los anexos hemos reproducido los documentos de la oposición escrita de Medina Echavarría. 121 Expediente de oposiciones a Letrado de las Cortes de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. 95 ―desde una concepción socialista estricta, bien en las formas, de una economía planificada, racional o dirigida‖. 122 ―En este sentido –escribía- nuestra vigente Constitución no se ha podido substraer a todo este proceso y en ella queda reconocido el derecho de libertad profesional con las limitaciones que por ley se imponen y para fines de la posible racionalización de la economía nacional‖. Para nuestro autor la clave estaba en que el Estado de derecho garantizase constitucionalmente el equilibrio entre ―el interés de una economía nacional‖ con las distintas ramas de la actividad económica y la libertad de profesión sin olvidar de ―ofrecer a todos los ciudadanos condiciones mínimas de vida digna‖. 123 El segundo tema (el 171) trató sobre los ―ingresos públicos‖. Obviamente Medina contaba con menos experiencia en este asunto. Únicamente escribió tres páginas que se escapan de los intereses de este trabajo al referirse a cuestiones administrativas y tributarias de la gestión pública. 124 Aunque lo más importante, por supuesto, es recordar el espíritu palpable que rodeó a esta oposición y que Medina se ocupó de reflejar en su prueba escrita: la gestación del marco constitucional y jurídico de la Segunda República española. Él tuvo contacto directo con el proceso jurídico que convertiría a la democracia española en un campo de pruebas de políticas sociales que no sólo afectarían a la representación profesional de los individuos, sino que también tuvieron sus repercusiones en cuestiones, por ejemplo, como la libertad de enseñanza religiosa o la libertad de cátedra que tempranamente se aventuró a recoger en este examen. 125 4.2. Pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios para hacer estudios de filosofía en Alemania. El 24 de junio de 1932 Medina Echavarría recibió una notificación de la JAE que le indicaba la concesión de la beca que había solicitado en febrero para ampliar estudios en Alemania. Le fue otorgada ―una pensión de 10 meses a partir del 1º de octubre próximo para estudiar en Alemania Filosofía del Derecho, con la asignación de 600 ptas. mensuales y 600 para viajes de ida y vuelta‖. 126 Justamente al día siguiente la Comisión de Gobierno interior de las Cortes Constituyentes le nombraba, tras haber aprobado las oposiciones a Letrado, Jefe de Negociado de segunda clase, Tercer oficial 122 Expediente de oposiciones a Letrado de las Cortes de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. Durante el exilio y en su madurez Medina se acordará en numerosas ocasiones de su experiencia republicana: ―En la Constitución española del año 31, un artículo un poco inocente –como algunos otros de numerosas constituciones- declaraba que España era un país de trabajadores‖ (Medina, 1965a: 248). Medina decía socarrón que ―ingenuamente pusimos que España era una ―sociedad de trabajadores‖. En realidad sólo lo fue cuando produjo su propia revolución industrial‖ (De Imaz, 1978: 665). 123 Expediente de oposiciones a Letrado de las Cortes de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. 124 Expediente de oposiciones a Letrado de las Cortes de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. 125 Expediente de oposiciones a Letrado de las Cortes de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. 126 Expediente JAE José Medina Echevarría. 96 sexto de la Secretaría del Congreso de los Diputados con un sueldo anual de siete mil pesetas. 127 En apenas un par de días se le habían acumulado unas buenas noticias por las que tanto tiempo llevaba esforzándose. Pero justo fue un momento en que debía tomar una decisión importante: ¿estudiar en Alemania u ocupar su plaza de funcionario en Las Cortes? Antes de desentrañar los acontecimientos, debemos de ser conscientes de las dificultades que ha supuesto narrar este período de la biografía de Medina Echavarría, dada la confusión de los documentos que disponemos de distintos archivos. Tomó posesión de su puesto de funcionario de Las Cortes el 26 de junio de 1932. 128 Medina no renunció a la pensión otorgada por la JAE, sino que solicitó una prórroga para poder disfrutar más adelante la ayuda concedida. Bajo esta decisión jugó, sobre todo, las ―circunstancias de aquel momento‖ en Alemania. 129 La situación política era de completa inestabilidad tras las elecciones presidenciales de abril de 1932, con el ascenso del Partido nacionalsocialista. Al lograr la plaza de Letrado de las Cortes nuestro protagonista encontró una forma de ganarse la vida que le permitía no abandonar su disposición intelectual con el propósito de lograr una plaza docente. 130 Compaginó la investigación y la reflexión teórica con la vorágine de la política. Esto queda confirmado durante el curso académico de 1932-1933 cuando organizó su actividad de procurador del Estado con el puesto académico de Ayudante de la Cátedra de Filosofía del Derecho del Doctorado de Madrid, seguramente al lado de Adolfo Posada. 131 Había tomado un camino que le llevaría durante varios años a entrecruzar profesión y vocación. A partir de ese momento consideró la posibilidad de insertarse académicamente en España y lograr una cátedra. La experiencia de Medina Echavarría en la Secretaría General del Congreso de los Diputados también fue muy importante en cuanto a competencias intelectuales y profesionales. Aquel trabajo le sirvió para adquirir aptitudes en relación al asesoramiento jurídico y técnico a los diputados, apoyándoles en el desarrollo de sus tareas. Pero, sobre todo, como ha narrado Ayala en sus memorias, ―nuestro puesto en las Cortes nos permitía ser testigos privilegiados del acontecer político presenciando, 127 Expediente administrativo de José Medina Echavarría. Secretaría General del Congreso de los Diputados. La plaza de Medina como nuevo funcionario de las Cortes fue rubricada por Julián Besteiro, por aquel entonces Presidente de las Cortes Constituyentes. En su libro Responsabilidad de la inteligencia, recordara su experiencia ―no muy larga, como funcionario de la Cámara de Diputados de mi país‖ (Medina, 1987: 63). 128 Expediente administrativo de José Medina Echavarría. Secretaría General del Congreso de los Diputados (Madrid). 129 Expediente JAE José Medina Echevarría. ―Pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios para estudiar Filosofía del Derecho en 1932 (Pensión renunciada por circunstancias de aquel momento)‖. 130 El trabajo en las Cortes, recordaba Ayala, se trataba de ―estudiar una fórmula para resolver tal o cual problema, por lo regular estábamos asignados en calidad de secretarios técnicos a las varias comisiones parlamentarias, en cuyo seno nos tocaba a veces presenciar escenas bastante grotescas. En una ocasión, mi compañero Medina Echavarría, que actuaba en la Comisión de Marina, presidida por cierto almirante, caballero anciano, flaco, adornado de blanca perilla, que era diputado por Cádiz donde poseía extensas propiedades, me contó muerto de risa el paso de comedia a que él, Pepe Medina, tuvo que asistir cuando se discutía en la Comisión, no por cierto tema náutico, sino los asaltos de fincas rústicas por los campesinos soliviantados‖ (Ayala, 2006: 182-183). 131 Expediente JAE José Medina Echevarría. 97 sobre el hemiciclo, los hechos sensacionales que configuraban el destino trágico del país: los discursos famosos de los grandes oradores (piezas de primera calidad que hoy figuran en antologías, que pueden leerse en las ediciones de las obras completas de Ortega y Gasset, de Unamuno, de Azaña), las votaciones decisivas, las presentaciones de nuevos gobiernos, la destitución de un presidente de la República…‖ (Ayala, 2006: 184). Así es, en las Cortes los dos amigos fueron espectadores privilegiados de la política española y del laboratorio de la Segunda República. Se tomaron muy en serio esos tiempos, concienciados de que los problemas de España pasaban por una modernización cultural y educativa acorde a unos principios democráticos. Presenciaron distintos acontecimientos decisivos de la historia política española, como la Reforma Agraria, uno de los grandes caballos de batalla del proyecto modernizador republicano. Cuando Medina Echavarría se incorporó a las Cortes en 1932 se debatía arduamente la Ley de Reforma Agraria, aprobada en septiembre de ese año. La Reforma Agraria fue una de las propuestas fundamentales del Gobierno de Azaña para cambiar las relaciones en el agro español como un esfuerzo democrático de redistribución de la tierra. También con la modificación del agro español se pretendía la emergencia de una nueva clase social, de una nueva clase política: los ciudadanos del campo. 132 Fue, sin duda, un tema que estuvo de mucha actualidad durante el tiempo que nuestro autor permaneció en el Congreso y que más tarde le sería especialmente importante para su visión respecto al problema general de la tenencia de tierra en América Latina de la que él se ocuparía con su enunciación de la tesis de la hacienda. 133 Medina lograría el 1º de enero de 1933 la plaza de Jefe de Negociado de primera clase, oficial sexto de la Secretaría del Congreso de los Diputados con un sueldo anual de ocho mil pesetas. 134 Un par de días después, el 3 de enero, la JAE aprueba ―rehabilitar para 1933 la pensión que le fue concedida por acuerdo de 24 de junio último para estudiar en Alemania durante 10 meses Filosofía del Derecho, con la asignación de 132 La Ley de la Reforma Agraria, como ha descrito Edward Malefakis, ―se basó en dos supuestos fundamentales: que la burguesía ilustrada se comprometería firmemente en la reforma, y que el campesinado aceptaría la promesa de acción estatal y aguardaría pacientemente su cumplimiento. Ninguno de estos dos supuestos demostró ser válido. La reforma agraria es algo marginal y presenta un gran dilema para la filosofía liberal que ha inspirado tradicionalmente a la izquierda burguesa en las sociedades capitalistas. La izquierda burguesa se basa primariamente en las clases medias urbanas y en los intelectuales, cuya preocupación principal no ha sido históricamente la reforma agraria, sino la eliminación de los obstáculos a la libertad política y cultural. Así, en España, el derrocamiento de la monarquía, la supresión del apoyo del Estado a la Iglesia, la creación de un sistema laico de educación pública y la concesión de la autonomía regional constituyeron la motivación de Azaña y de sus seguidores, mucho más que las mejoras puramente sociales. Los republicanos de izquierda se vieron conducidos a adoptar la reforma agraria parcialmente para conseguir el apoyo de los socialistas para sus reformas políticas y culturales, en parte porque la consideraban necesaria para el mantenimiento del orden y en parte porque los instintos humanitarios de su filosofía liberal les dictaban la liberación del campesinado.‖ (Malefakis, 1970: 447-448). 133 Debemos tener en cuenta que en España una de las primeras tradiciones sociológicas venía de la sociología agraria de Joaquín Costa, figura y gran impulsor de esta materia. Los trabajos de Juan Díaz del Moral, sobre todo Historia de las Agitaciones Campesinas Andaluzas (1929) influyó en el gobierno republicano que comenzó a dar los pasos necesarios para llevar a cabo una reforma agraria, similar a las que se estaban produciendo en otros países de Europa central (Giner, 2007a: 737). 134 Expediente administrativo de José Medina Echavarría. Secretaría General del Congreso de los Diputados (Madrid). Medina Echavarría asciende en la Carrera de Cuerpos del Estado no por antigüedad, sino porque de cada tres vacantes una se provee por elección entre los individuos de clase inferior. 98 600 pesetas mensuales y 600 para viajes. Esta pensión deberá comenzar a disfrutarse el día 15 de abril próximo‖. 135 Tocaba decidir otra vez. Me inclino a pensar, cotejando distintos archivos, que nuestro autor finalmente aceptó y disfrutó de la beca. 136 Al no haber encontrado documentos, considero que solicitó una excedencia de su puesto en las Cortes para disfrutar de la licencia durante todo 1933. De la estancia sólo contamos con la comprobación empírica de la memoria - y de la bibliografía- que sería su obra La situación presente de la filosofía jurídica, publicada en 1935. 137 La confusión, sin embargo, está en el baile de fechas y en la Universidad de destino. Mi idea es que Medina Echavarría aprovechó a viajar primero a Rusia, como vimos, junto a sus amigos Aub y Zambrano para incorporarse de regreso a la Universidad de Munster entre abril y mayo de 1933. 138 En aquella Universidad tenía mucha importancia la Facultad de Teología, que había influido en los trabajos de Heidegger. Sin embargo, allí no había una figura esencialmente relevante que le influyera. Por tal motivo, pienso que nuestro autor se dedicó a estudiar el neocriticismo, el historicismo, pero, principalmente, la fenomenología. 139 5. La opción por la sociología. La situación presente de la filosofía jurídica. El pensamiento de José Medina Echavarría iría evolucionando, poco a poco, desde la filosofía del derecho –su inicial preocupación- a favor de la sociología. Regresaba a Alemania para estudiar temas filosóficos y jurídicos, pero acabó interesándose por la madura sociología alemana. Buscaba, como dijimos, un tema que le permitiera acceder a la academia española. Sabía que el campo universitario era un lugar de competencias, donde la accesibilidad estaba reconocida por la inclusión de corrientes. Esto mismo hicieron sus compañeros de generación Ayala o Recasens Siches, introduciendo en las ciencias sociales españolas a autores como Heller, Kelsen, Stamler o Scheler. 140 La opción de Medina Echavarría fue acercarse a la escuela 135 Expediente JAE José Medina Echavarría. Carta del 3 de enero de 1933, foja 13. 136 En su curriculum de la Universidad de Puerto Rico aparece como ―Pensionado por la ―Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas‖ de Madrid para hacer estudios de Filosofía (1933)‖.Expediente José Medina Universidad de Puerto Rico. Durante todo 1934 no encontramos ni un documento de su puesto en las Cortes. 137 Además en el expediente de la JAE de Medina Echavarría hay depositado un borrador de esta obra de 258 cuartillas como memoria de pensionado de una estancia de investigación. Expediente JAE José Medina Echavarría. 138 En distintas solicitudes a la JAE nuestro autor había solicitado pensión para estudiar en las Universidades de Gottingen, Frankfurt y Munster. Parece ser, según el testimonio de su hijo José, que en esta última disfrutaría de su estancia Medina Echavarría. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. Respecto a las fechas he tenido en cuenta los artículos de Max Aub sobre el viaje a Rusia, publicados entre julio y septiembre de 1933. 139 Su amigo y compañero de exilio Luis Recasens nos habla de un trabajo inédito de Medina Echavarría sobre Martin Heidegger del año 1934 en una reseña que dedicó en la Revista Mexicana de Sociología al Panorama de la sociología contemporánea de Medina: ―y otros inéditos, como su estudio sobre la relación entre Estado y Derecho, en el que propugna por articulación dialéctica, y en su ensayo de fundamentación de la Ontología Jurídica en la filosofía de Heidegger‖ (Recasens, 1940: 138). Este texto no he podido encontrarlo en ningún archivo documental. Es probable que nuestro biografiado perdiera ese manuscrito, como otros tantos escritos, en los múltiples trasiegos y viajes de aquellos años. 140 Es interesante observar cómo las transferencias de conocimiento y los viajes formativos de cada autor de la generación del exilio sociológico, Ayala, Medina y Recasens, les influyó de diferentes maneras según a qué autores habían leído y de qué debates o corrientes se hicieron eco. Así, por ejemplo, Recasens fue el más jurídico y filosófico de los tres; Ayala el más preocupado en temas sobre el poder, el Estado y la apertura global del mundo contemporáneo; mientras que Medina se interesó mayormente por el formalismo de la sociología y su carácter comprensivo e histórico. Pero tanto Ayala como Medina, en el 99 fenomenológica de la ciencia jurídica alemana. Pero durante ese reencuentro con la ciencia alemana terminaría, finalmente, por inclinarse por los estudios sociológicos. 141 El camino que recorrió desde la filosofía del derecho a la sociología está encerrado en La situación presente de la filosofía jurídica. Los apuntes llevaba preparándolos desde 1931, justo desde su vuelta de la Universidad de Marburgo, y fue terminado tras su nuevo regreso de tierras alemanas en 1934. Este trabajo se generó desde la excitación de un descubrimiento, dado que nuestro autor trató de situar las nuevas corrientes del pensamiento jurídico y social alemán en las circunstancias de su tiempo. Nuestra pretensión no pasa por realizar un análisis pormenorizado de los aspectos filosóficos y jurídicos de ese trabajo, aunque los tendremos en cuenta para el desarrollo del argumento. 142 La intención aquí es otra. Queremos reunir aquellas huellas e indicios textuales que nos hagan pensar y que confirmen que Medina Echavarría ya comenzaba a interesarse por la sociología tras aquel viaje. Fijaremos, por tanto, la atención en cuestiones de tipo sociológicas y relacionadas con esta disciplina y donde la importancia de estas herencias intelectuales fue sumando unos cuantos enteros con los años en su obra. La acusación que se suele hacer sobre su trayectoria de que se hizo sociólogo en América Latina la queremos contrarrestar con la palabra de su obra. En este trabajo se respira una crítica hacia la filosofía jurídica vigente de su época –Stammler, Kelsen- de corte idealista que tendía a situar las normas en el Estado y en el Derecho fuera de toda realidad social. Esto suponía que las normas quedasen aisladas y desconectadas de los cambios constantes del mundo. Para nuestro autor la situación ideal del conocimiento teórico de la filosofía jurídica debía yacer en que la idea y la realidad estuvieran en estrecha relación (Medina, 1935: 85). Por tal motivo, no dudaba en reconocer que la fenomenología representaba el ―movimiento filosófico más importante en el tránsito del siglo XIX al XX‖ (1935: 72). La escuela fenomenológica del derecho alemán quedaba representada por Kaufmann, Schreir, Reinadr, Shaff o Husserl, entre otros autores. Sin embargo, su exploración sobre estos autores y sobre las corrientes del panorama filosófico contemporáneo no era para él satisfactoria. Creía que no había ningún sistema dominante sobre los demás al no destacar ninguno en la resolución la problemática entre idea y realidad. Ni el idealismo de la libertad, ni el idealismo objetivo ni el naturalismo eran direcciones filosóficas preponderantes. Medina Echavarría entendía que esta apertura de voces también era un serio obstáculo para la enseñanza de la disciplina. Y ese apunte pedagógico sumado a la inoperancia metodológica de la filosofía jurídica de concretar su conocimiento con la realidad le llevó a un diagnóstico crítico (Medina, 1935: 9). La situación de la filosofía fondo, se posicionan en un sentido amplio de la sociología, como herederos de la sociología comprensiva alemana, del historicismo y del circunstancialismo, corrientes que se encargaron de difundir en lengua castellana. Precisamente a Ayala le ocurrió algo similar que a Medina: se fue a Alemania a estudiar temas constitucionales, pero se interesó por la sociología de la mano del profesor Herman Heller. 141 Era normal esta actitud a la hora de ir modificando y cambiando su discurso, porque aquello que le fue agitando era su propia transformación intelectual. No estaba interesado en pensar, escribir o leer casi siempre lo mismo. La mutación de uno mismo por el propio conocimiento es una de las experiencias que rigen la práctica académica. 142 Luis Recasens Siches reconoció a esta obra de Medina Echavarría como un aporte relevante dentro de la tradición del derecho español por haber incorporado la corriente fenomenológica (1961: 20). Por su parte, Sebastián Martín ha destacado recientemente su significado como una contribución importante en la renovación de la doctrina jurídica republicana a la hora de recomendar un dualismo mínimo entre lo real y lo positivo (2011: CLXIV). 100 jurídica contemporánea era para él crítica. Es más, su tiempo también quedaba sujeto a esta condición de crisis. La incapacidad de la filosofía moderna por explicar ese momento histórico provocaba el siguiente diagnóstico: ―La situación de crisis aparece ante el filósofo, bien dentro del desarrollo histórico-filosófico de los sistemas, ya dentro de una reflexión directa sobre la situación concreta del hombre y la sociedad contemporánea; en el primer caso aparece como el problema filosófico del historismo y de la necesidad de su superación; en el segundo, como el problema de una situación histórica que ve vacilante las construcciones espirituales y sociales que dominaron en esta época y que está necesitada de un nuevo orden. En realidad, ambos son aspectos de un problema único‖ (Medina, 1935: 9-10). Estamos ante un auténtico ejercicio de filosofía de la filosofía en donde nuestro autor reflexiona sobre las condiciones históricas de producción y generación de ese conocimiento filosófico. Le interesaba explicar la aparición de los diferentes sistemas filosóficos y su correspondencia con el hombre histórico de su tiempo. Aparecen citados toda una serie de autores ligados a la corriente historicista alemana que empapan sus reflexiones, como Dilthey o Troeltsch. La consideración sobre los aspectos históricos del conocimiento filosófico le lleva a relacionarlo con los aspectos metodológicos de la filosofía jurídica como expresiones que reflejan esa época. El apoyo radical entre idea y realidad histórica, como expresión de su tiempo, es el de una ―crisis total del mundo contemporáneo‖ (Medina, 1935: 14). La manifestación de ese período histórico condiciona a la filosofía. Medina Echavarría planteaba el problema de una cultura occidental carente de referentes y de valores, lo que conducía al relativismo. Estaba enfrentándose a la crisis de una civilización y a la de un tipo de hombre: ―Vitalmente es la crisis de un tipo de hombre, y, en consecuencia, la crisis de una filosofía‖ (Medina, 1935: 15). La visión unitaria de ese todo crítico hace que nuestro autor dialogase y compartiera toda esa serie de cuestionamientos –culturales, económicos, ideológicos, políticos- con un gran número de autores de su generación y de la generación precedente que trataron de dar con las claves de ese malestar de la cultura. En ese punto aparecen las citas a Ortega y Gasset, a Jaspers, a Heinemann, a Valery, a Fernando de los Ríos, a Vierkandt o Sombart, por apuntar algunos de esos nombres. 143 Había un sentido compartido en el clima intelectual de su tiempo por comprender ese desmoronamiento. Para Medina la vida social estaba perdiendo su forma jurídica. Y había que buscar entonces otras ―filosofías‖ para entender ese mundo ante la desaparición del derecho como forma de vida. 143 José Ortega, La rebelión de las masas, 1929; Karl Jaspers; Die geistige Situation der Zeit, 1931; Fritz Heinemanm, Neue Wege der Philosophie, 1929; Paul Valery, Regards sur le monde actuel; Alfred Vierkandt, Kultur der Gegenwart; Fernando de los Ríos, El sentido humanista del socialismo; Willhem Andrae, Kapitalismus, Bolchevismus, Fascismus, 1933; Werner Sombart, Deutscher Sozialismus (Medina, 1935: 14-15). Medina cita a autores que entendieron la situación concreta de la primera crisis de la modernidad desde diferentes causas, si bien, el espíritu compartido se centraba en ver las distintas expresiones políticas de ese tiempo revuelto. Jaspers y Heidegger, por ejemplo, fueron autores que le vinieron por Ortega, y que le influyeron mucho en su perspectiva humanista, existencialista y en el sentido de enfatizar la radicalidad de la vida. La vida como un proyecto de la vida del hombre. Medina nunca fue un pensador pesimista. Frente a ese pesimismo de otros sociólogos, pensadores y filósofos del siglo XX, él llegó a confiar en la razón, en la vitalidad y esperanza del hombre. 101 El desplazamiento teórico le llevó a desplazarse desde la filosofía jurídica hasta dar con la opción de la sociología. Para llegar allí Medina trazó un camino reflexivo en el que se permitió encontrar las concepciones políticas de las diferentes corrientes de la filosofía del derecho bajo un contexto caracterizado por la consabida crisis y por el ascenso de las masas. Empezaba a tener algo claro: la filosofía del derecho comenzaba a ser un ejercicio erudito –una ciencia erudita- y estéril que no respondía a las necesidades apremiantes de la sociedad. En ese recorrido epistemológico entendió que únicamente podía salvar a la corriente fenomenológica porque, más que una filosofía, era un método empírico. La fundamentación del método fenomenológico era la captación y descripción de esencias (Medina, 1935: 74). Él encuentra en esta corriente el último resquicio que se daba en el pensamiento filosófico y que permitía conectar al individuo en libertad con su existencia social. Esta postura estaba encerrada en autores como Kauffmann, Scheler o Heidegger que le ayudaron a forjar ese sentido concreto y circunstanciado de todo conocimiento social. 144 El conocimiento sociológico no se correspondía a un espacio concreto, a una materialidad, si no a un tiempo, a una situación característica. Además, si la ciencia jurídica estudiaba la relación entre hombres en el mundo de los hechos – como productores-, nada mejor que la sociología, en su aparición como nueva ciencia social, podía estar capacitada para interpretar esas relaciones sociales producidas por los fenómenos de cambio social (Medina, 1935: 88-89). Se imponía una nueva visión sobre ese tiempo histórico, de grandes y profundas transformaciones. El lenguaje jurídico y sus normas tradicionales y obsoletas no servían para la celeridad con la que comenzó el siglo XX. El subjetivismo individualista del mundo moderno tocaba a su fin, como el mismo idealismo hegeliano, pues resultaban insuficientes para explicar la situación del hombre en el juego de las nuevas fuerzas sociales, políticas y económicas (Lira, 1990: 21). La ascensión de ―lo social‖ en el tránsito de un siglo a otro sobrepasó toda explicación individualista del tiempo moderno. El individualismo jurídico no tenía la capacidad de situar a un individuo en relación a la nueva configuración de la sociedad y del Estado. El método fenomenológico era el único capaz de aventurarse a recoger esas relaciones entre lo individual y lo colectivo. Muy deudores de la corriente fenomenológica fue la primera gran sociología alemana con la que Medina tropezó: aparecen las primeras citas a Hans Freyer, Ferdinad Tönnies y Max Weber, quien aparece aquí citado únicamente dos veces. 145 Aunque está citado en un doble sentido, muy importante para entender el ascendente de este autor en la obra de Medina Echavarría: como teórico del capitalismo moderno y como teórico de la sociología. La primera citación se debe a una reflexión de Medina sobre la necesidad de equilibrio y armonía en una sociedad cambiante, donde debe haber mecanismos para su conservación. Se refiere a la estructura social como la ―expresión sociológica de un tipo de relaciones sociales concebidas desde el punto de vista de la relación de negocio‖. A continuación recoge la aportación de Weber sobre el proceso de racionalización de la vida social: ―No es otro el sentido de toda la obra de Max Weber: mostrar esa misma 144 Félix Kaufmann, Logik und Rechtswissenschaft, 1922, Die Kriterien des Rechts, 1924; Max Scheler, Wesen und Formen der Sympathie, 1933, Der Formalismus in der Ethik un die materiale Wertethik, 1927; El puesto del hombre en el Cosmos (Revista de Occidente); Martin Heidegger, Sein und Zein, 1927 (Medina, 1935: 75-77). 145 Medina cita al Ferdinand Tönnies de Comunidad y sociedad (Gemeinschaft und Gesellschaft, 1923); Hans Freyer, Soziologie als Wirklichkeitwissenschaft, 1930; y el Max Weber de Economía y Sociedad (Wirtschaft und Gesellschaft). (Medina, 1935: 30-31) 102 marcha de la racionalización del mundo encarnada en el nacimiento y transformación del capitalismo. La cual se refleja en las mismas formas de dominación, ya que el tipo de dominación racional –es decir, la dominación fundada en la legalidad y de tipo burocrático- es lo que constituye la forma típica de esta época‖ (Medina, 1935: 30-31). Hemos de avanzar aquí que la construcción del tipo ideal fue una herramienta teórica muy importante para nuestro autor en sus estudios sociológicos sobre el desarrollo económico latinoamericano. La segunda cita a Weber, dentro de una cita general de autores, es cuando Medina afirma que ―la Sociología señala la situación actual como una situación clasista‖ (Medina, 1935: 166). 146 Eso sí, en ambas ocasiones citaba al Weber de Wirtschaft und Gesellschaft. 147 Max Weber fue, sin duda, un punto de inflexión en el pensamiento europeo posterior a la Primera Guerra Mundial al esforzarse en construir un marco analítico y conceptual para la sociología. La sociología weberiana, aparte de su rigor esquemático, era una sociología comprensiva que privilegiaba el sentido subjetivo de la acción social. Medina traduciría posteriormente el primer tomo de Economía y Sociedad, estando dedicado su primer capítulo a la explicación de la conducta social. Weber descubrió la esencia social que describía a la sociedad occidental y este no será otro que el proceso de racionalización abierto en Occidente, lo que le hacía ser de una manera peculiar. El fin último de la sociología weberiana es la comprensión histórica de su época. En esas reflexiones sobre el tránsito societario y la emergencia de la razón autónoma brotaba también la figura de Freyer, ascendente destacadísimo para entender la inclinación hacia la sociología de Medina: ―Parecida es también la descripción de Freyer del tránsito de la Sociedad estamental a la Sociedad clasista. Es decir, lo que las transformaciones de la estructura social revelan, es la afirmación de la subjetividad como idea de la libertad, cuyo sujeto o soporte real y sus formas son diversos, pero implican siempre la autodecisión de la razón autónoma, y, en su forma más importante, la autolegislación de la conciencia moral del individuo‖ (Medina, 1935: 31). Freyer influyó mucho en nuestro autor a la hora de aprender a mirar la sociedad y el tiempo presente desde una perspectiva sociológica ligada a un sentido crítico. En relación a esta línea de pensamiento incluye a Tönnies. 148 Las orientaciones del conocimiento giraban alrededor de los problemas de la emancipación económica y de la transformación social en un escenario, como decimos, caracterizado por los regímenes de masas. 149 La ciencia sociológica posibilitaba posicionar al individuo en relación a la sociedad en un panorama cambiante y de transformación social a partir de concepciones también individualistas, como así recoge el binomio ―comunidad-asociación‖ del propio Tönnies. 146 Ese elenco de autores son V. Lukacs, F. Tönnies, O. Spann, P. Mombert, V. Wiese y H. Freyer. 147 Max Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, 1925. 148 Medina cita al H. Freyer de la Sociología como ciencia de la actualidad: Soziologie als Wirklinchkeitwissenschaft, 1930. De F. Tönnies Medina Echavarría cita su Comunidad y Asociación: Gemeinschaft und Gesellschaft, 1923. 149 En estos años no encontramos una definición o una sociología sobre la masa en Medina Echavarría, sin embargo, los trabajos de esta época respiran la problemática de ese tiempo. No será hasta los años de Chile cuando coincida su estancia en el continente latinoamericano con el auge de los populismos cuando realice una interpretación sociológica de ese fenómeno social. 103 Nuestro autor en esa tarea de recoger toda esa reacción suscitada por la sociología contra el formalismo y el idealismo en el campo de las ciencias sociales alemanas iba poco a poco posicionándose a favor de la sociología. En la interpretación de esa disputa y en su labor de transferir ese conocimiento extranjero a la cultura española, adivinaba que un tanto parecido sucedía en el campo académico español. También se localizaba una disputa entre disciplinas en tonos similares. Consciente o no de ello, Medina estaba desembarcando en la ciencia sociológica. Comprendió que, a pesar de que la nueva ciencia social estaba en una fase de crecimiento y desarrollo, a ella le correspondía el papel de relatar el discurso científico de la modernidad. La intención fue asumir el enfoque de una ciencia en construcción, aún desdibujada y rodeada de indeterminación. Lo sabía, pero asumió ese reto: ―se dijo Sociología entendida en amplio sentido, porque todo lo que con la palabra ―Sociología‖, en este tiempo, se encubre, carece de forma madura y de precisión científica, ya que corresponde, precisamente, a una época crítica de esta ciencia, en el camino de su constitución, con objeto propio y definido‖ (Medina, 1935: 90). La variedad de lo qué se entendía por la sociología –desde ―ensayismo social‖ a ―filosofía social‖- le llevó a interesarse sumariamente por sumergirse en asuntos propios de la epistemología de la sociología. En ese momento intuimos un período clave y decisivo del cambio de su pensamiento a la par, sin duda, de su vivo cuestionamiento sobre su trayectoria académica. En todo caso debemos entender esta etapa en el sentido de una ―transición a la sociología‖ como un proceso intelectual prolongado en el tiempo y que nuestro autor arrastró desde los años de formación en Alemania y que se extendió hasta los años de México. En esas páginas, precisamente, Medina Echavarría, ya en España, se estaba preguntando sobre los requisitos metodológicos de la construcción científica de la sociología: ―La Sociología se encontraba en el momento en que se renunciaba ya a la construcción de sistema enciclopédicos y empezaba a buscarse afanosamente el modo de llegar a una delimitación de su objeto propio, que la constituyese en una ciencia independiente y definida‖ (Medina, 1935: 91). De esta manera, aparte de los sociólogos alemanes, también aparecen citados Comte y Durkheim, si bien en relación a la constitución de la sociología y su correspondencia con el derecho (Medina, 1935: 93- 97). Todavía se intuye su aproximación tentativa a la sociología, lógicamente aún dentro de su formación filosófica y jurídica. Muchas de estas reflexiones transitaban y bordeaban lugares comunes del derecho, la filosofía del derecho o la sociología del derecho bajo el denominador común de lo ―social‖ –algunas veces entendido como Estado-. Hay que entender que esto era una práctica habitual en el campo de las ciencias sociales españolas de aquel entonces y que propició la incursión en la sociología de autores formados en el derecho o la filosofía: ―Debemos tener siempre presente que, en nuestros tiempos, los principales promotores de la sociología española son los juristas y los filósofos del derecho, y que por lo tanto, en ese país, la sociología jurídica es la rama más estudiada de todas‖ (Mendizábal, 1970: 344). 150 150 Si la sociología española de inicios de siglo se debe al derecho, también destaca por una lista de nombres que se encargaron de la criminología. De los autores que se adscribieron a esa corriente de sociología penal como campo de estudio sobresalen Pedro Dorado Montero, Rafael Salillas, Quintiliano Saldaña, Eugenio Cuello Calón, Constancio Bernardo de Quirós y Luis Jiménez de Asúa (Mendizábal, 1970: 353) 104 José Medina Echavarría terminaría por dar el salto a la sociología desde la filosofía del derecho como un miembro más de esa tradición del pensamiento social español. Pero, en cambio, no se detendría en los márgenes de la sociología jurídica. Su aspiración fue profundizar en asuntos más pertinentes a la elaboración conceptual, metodológica y teórica de la ciencia sociológica. Veía en la jurisprudencia una prolongación de lo social en forma de productos jurídicos, aunque no siempre con el suficiente apoyo en la realidad social. La exigencia, primero, por una sociología jurídica que conectase el hecho jurídico con lo social dio paso a la exigencia de una construcción rigurosa de una sociología general que interpretase la realidad social en conexión a ese momento histórico, surcado en algunos momentos por el auge del irracionalismo (Medina, 1935: 155 y ss). Además, detrás de esta opción por la sociología, Medina, como bien apunta Víctor Alarcón, también se cuestionaba ―si las direcciones ideológicas que están enfrente de los hombres harán factible la conservación o la destrucción de la Sociedad, con sus subsecuentes implicaciones políticas‖ (1997a: 202). Es decir, aparece la reclamación de la sociología como una opción práctica y, si se quiere, también política. Precisamente la sociología comienza a ser vista por todo una ―generación excepcional‖ de científicos sociales alemanes como la ciencia y conciencia que mejor podía penetrar e informar de la realidad en ese momento crítico. Medina y también su amigo Ayala, deudores de ese pensamiento, ―creían que podrían ser capaces de comprender y hacer frente a la crisis precisamente por la capacidad de observación que su posición permitía‖ (Ribes, 2011b: 14). La sociología aparecía entonces como la ―autoconciencia de un momento crítico‖, según la versión de Hans Freyer. Fuera de toda abstracción e idealismo filosófico, la mirada sociológica se imponía por su adaptación concreta a la hora de formular esquemas, categorías, teorías, que intentasen ordenar el caos: ―La Sociología actual como conciencia de una ―situación‖ determinada tiende a estudiar y darse cuenta de los movimientos que en esta situación tienen lugar: es decir, intenta conocer los gérmenes de una transformación de la estructura social imperante‖ (Medina, 1935: 166). El carácter concreto de la ciencia sociológica permitía escapar de ese idealismo para acentuar los aspectos relativos a la relación individuo-sociedad-tiempo histórico. Encontramos aquí una de las formulaciones epistemológicas características del pensamiento sociológico Medina Echavarría: ―la sociología como ciencia social de lo concreto‖. 151 En ese período complicado para la historia del siglo XX, la sociología alemana contemporánea había señalado cómo las fuerzas sociales pugnaban por el poder del Estado. Tanto la sociología marxista como la no marxista subrayaban el ―carácter clasista de la situación sociológica contemporánea‖. La sociología no podía ofrecer la 151 La primera referencia en su obra a la palabra ―concreto‖ la encontramos en las páginas de esta Situación presente de la filosofía jurídica. Medina advertía de la dispersión de significados de esta expresión según de qué corriente filosófica provenga: ―La palabra ―concreto‖, empleada repetidamente, traduce bien a las claras la aspiración conciliadora y armónica del idealismo objetivo. Otras veces, sin embargo, apunta a un plano filosófico distinto, y es un paso más hacia una filosofía existencial‖ (Medina, 1935: 119). Nuestro autor lo que hizo fue apropiarse de este término característico del campo filosófico y transferirlo al campo sociológico. Para ello, lo que hará fue apropiárselo desde el sentido de la filosofía existencial y fenomenológica, herederas del historicismo alemán, y conectarlo con la necesitada sociología, aún en tramo de concreción, para resolver el problema epistemológico de su abstracción teórica en relación a la conciliación entre la idea y la realidad. 105 solución política a ese problema sociológico de implicaciones políticas, pero sí que podría presentar algunas soluciones prácticas. ―En cuanto tal, la Sociología únicamente puede descubrir y dibujar la constelación de los distintos elementos de nuestro momento social; pero ahí termina su labor como ciencia, y queda a la vida, en su voluntad política, señalar, más que como teoría, como finalidades de acción las transformaciones que ha de sufrir la constelación de los elementos presentes‖. Porque ―las decisiones políticas empiezan donde la Sociología acaba, y ellas consisten en afirmar para el futuro la necesidad de una de las soluciones posibles‖ (Medina, 1935: 166-168). Pues bien, la sociología, como ciencia auxiliar y ciencia orientadora, debía ayudar a la política a ordenar ese mundo en desorden y amenazado por la disputa clasista bajo el marco de referencia de una sociedad de masas en claro auge. Porque según fuera la concepción sociológica asumida por el Estado, así sería la sociedad y su individuo. Las soluciones sociológicas que encontró nuestro autor en la realidad contemporánea para esa disputa de fuerzas sociales enfrentadas fueron las siguientes: ―1.ª La imposición de la clase ascendente sobre la clase en defensiva, con la transformación del Estado en Estado servidor de esa clase. 2.ª La posibilidad de que el Estado, apoyándose en fuerzas neutrales, realice la absorción y dominación de las fuerzas en pugna, dentro de su ámbito nacional. 3.ª La posibilidad de eliminar lentamente la pugna violenta de las clases opuestas, mediante la cooperación de todos los elementos intermedios, realmente existentes, de modo que se constituye la Sociedad como una ponderación de distintos grupos sociales‖ (Medina, 1935: 167-168)‖. De esta manera, la primera solución sociológica planteada era la del materialismo dialéctico, que como acción política era la adopción adoptada por el régimen soviético; la segunda correspondía al neohegelianismo, como ―filosofía del Estado totalitario‖, y a la economía como forma de vida de una comunidad integrada corporativamente, que era la del régimen fascista italiano y la variante totalitaria que se imponía en la Alemania nacional socialista. La tercera, obviamente, la aceptada por él, era la del Estado liberal de derecho (Medina, 1935: 169-170; Lira, 1990: 24). Entendía que la armonía social asegurada bajo un Estado de derecho comenzaba a quebrarse por la división clasista, amenazando con engullir al individuo y a la sociedad bajo una formula autoritaria y totalitaria de cualquier signo. Por tal motivo, Medina intencionadamente se desprende en su análisis sociológico del concepto de clase, no dándole relevancia teórica, con fin de salvaguardar la ―estructura social producida por el liberalismo‖ (Medina, 1935: 168). Creía necesario superar la dimensión clasista de la sociedad, porque privilegiando el análisis sociológico de la disputa entre las clases no favorecía el fortalecimiento de la integración social. 152 Este examen hay que entenderlo en clave histórica y biográfica: aunque nuestro autor no sea claro con los ejemplos, estaba situando a cada modelo sociológico con una representación política en el panorama europeo y en el marco de referencia de la Segunda República española. Eran tres movimientos localizados en el contexto político español: de tal manera que la primera opción se correspondería a los movimientos de la izquierda anarquista, sindicalista y socialista quienes contemplaban la destrucción de los 152 El concepto de clase, como concepto proveniente de la filosofía marxista, es un término que nuestro autor apenas integró en sus trabajos sociológicos. Nuestro autor no entendió a la sociedad como un sistema de clases, sino más bien como un sistema de libertades individuales. Es decir, una sociedad de individuos. 106 privilegios de las clases dominantes; la segunda opción desembocaba en el curso natural de la solución bélica, al apelar tanto los republicanos como los conservadores a fuerzas externas como mecanismo de pacificación de las contradicciones existentes (Franco con las potencias fascistas y los republicanos con la Unión Soviética y las democracias liberales en menor grado); mientras que la tercera opción consideraba la formación de un gobierno de unidad entre aquellas fuerzas políticas y sociales no ubicadas en los extremos, cuya representatividad iba más allá de la pugna mantenida por los sectores polares (Alarcón, 1997a: 203). Y esta última variante era la que Medina veía recogida por el espíritu de la República española que, como Estado de derecho, permitía la conciliación de intereses contrapuestos y discordantes. El Estado de derecho garantizaba una solución jurídica pacificadora, además de posibilitar, por ejemplo, la unión entre un liberalismo político y un socialismo económico. Medina comprendió que el futuro ideológico del Estado español dependía de una sociedad sostenida en un ethos liberal democrático (Alarcón, 1997a: 204). Él confiaba que el proyecto modernizador y racional de Segunda República española daría vía libre a la constitución de una ciudadanía plural, participativa e incluyente a través de la cultura, de la educación cívica y de una gradual igualación de derechos y deberes. Esta tercera opción, concordante con las ―direcciones filosófico-jurídicas del liberalismo‖, discriminaba las otras dos opciones ―transpersonalistas‖ a favor de un Estado integrador de la pluralidad y diversidad de individuos. Aquí encontramos uno de los hilos originales y conductores que tomaron mayor fuerza en la posterior sociología desarrollista de Medina al converger la sociología y de la democracia bajo una dimensión política: ―En esta dirección coinciden los intentos de transformación del liberalismo y del socialismo, que responden, como concepciones últimas sobre la Sociedad y el Derecho, a la pretensión de ponderar el valor de la personalidad con el valor y la necesidad del grupo: movimientos que nada mejor para caracterizarlos que el lema inglés de freedom and organization. Reconocimiento del individuo como valor moral, pero organización precisa y planificada de las necesidades sociales, cualesquiera que sean los medios necesarios para llegar a ella‖ (Medina, 1935: 171). Su preferencia por una sociedad democrática y moderna se vio interrumpida por las fuerzas conservadoras que acentuaron la polarización política española y que convulsionaron con el golpe de Estado franquista. En consecuencia, tuvo que vivir la experiencia de asumir la segunda solución que ya había previsto en las páginas de este libro al posicionarse con la causa republicana y servir como diplomático de la República en Polonia. Es de suponer que difícilmente pudo compartir esta medida teniendo claro su rechazo a las doctrinas materialistas. Por el contrario sí encontramos en este trabajo algunas constantes en la literatura sociológica de Medina como era su inclinación hacia la sociología como ciencia auxiliar a la acción política -en términos de ―conciencia ético sustituto‖ (Alarcón, 1997a: 2002)-, la unión entre liberalismo y socialismo o el contraste de posiciones y corrientes ideológicas para alcanzar posturas racionalistas y consistentes que facilitasen al individuo, a la sociedad y al Estado tomar la mejor opción posible en ese período crítico. 153 Esta línea de pensamiento –como un esfuerzo y proyecto 153 En la figura intelectual de José Medina Echavarría se unió el liberalismo como opción política y el socialismo como opción económica, porque tanto el liberalismo como el socialismo venían de la matriz del subjetivismo preservador de las libertades, algo que le atraía enormemente. Además la conciliación de 107 intelectual constante y prolongado- ya se encuentra en su tesis doctoral, lugar en el que había comenzado a desarrollar tímidamente alguno de estos puntos; prosiguió con La situación presente de la filosofía jurídica; y tuvo su mayor visibilidad durante su etapa cepalina, cuando nuestro autor entendió y defendió que la convivencia entre el liberalismo y el socialismo -bajo una forma de socialdemocracia- no era problemática con las políticas de planificación económica y social para América Latina. Muchas de las fórmulas planteadas allí, estaban presentes aquí. 154 Porque, como bien afirma Andrés Lira, ―la opción por la sociología como profesión intelectual descansaba en la posibilidad que Medina veía en esta ciencia como guía de la acción política‖ (1990: 25). Y esta posibilidad, como decimos, fue un patrón constante en el sociólogo español, ya que nunca declinó de sus valores heredados de la tradición republicana. 6. Las oposiciones a la Cátedra de Filosofía del Derecho de la Universidad de Murcia. Tras su paso por Alemania, Medina Echavarría fue situándose poco a poco en la punta del conocimiento sociológico español. Es difícil establecer la fecha de su regreso, pero imaginándonos las difíciles condiciones políticas de la Alemania nazi pienso que regresó, a más tardar, a comienzos de 1934. Se reincorporó a su labor profesional en las Cortes, pero sin descuidar sus inquietudes intelectuales, los lazos académicos y su deseo de obtener una plaza académica. Había crecido su interés en insertarse en la universidad, lo que le llevó a presentarse en ese año a diversas oposiciones para cátedras de Filosofía del Derecho en las universidades de Granada, Murcia, La Laguna y Sevilla. 155 Revisando su expediente del Archivo General de la Administración no hemos encontrado ninguna referencia a las oposiciones para las plazas de Granada y Sevilla, lo que nos hace pensar que finalmente desistió en el intento. Sí sabemos que se presentó, finalmente, a las oposiciones convocadas para cubrir las Cátedras de Filosofía del Derecho (Derecho natural) de la Facultad de Derecho de las Universidades de La Laguna y de Murcia. En ese momento, Medina Echavarría era Ayudante de Clases de Prácticas –período del Doctorado- adscrito a la cátedra de Filosofía del Derecho de Adolfo Posada, en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. 156 Incluso impartió un curso completo de Sociología en la cátedra de Posada: estas dos posturas casaba con la problemática constitutiva de la sociología de cómo mediar entre la personalidad (individuo) y la organización (sociedad). Esta relación sociológica fundamental entre individuo y sociedad la irá resolviendo nuestro autor de forma progresiva, aunque aquí ya la resuelve a favor del grupo por encima, como veíamos, de la clase social. Sin embargo, sí que podemos afirmar la existencia del individuo y sus posibilidades de libertad, primero, como asunto filosófico para ir orientándolo hacia el cuestionamiento sociológico. Sí hay, por tanto, una reflexión sobre el individuo. 154 En México, como veremos, no hay una presencia tan fuerte en su sociología por la prolongación política de la concepción de la sociedad. Esto se debía a que nuestro autor estaba inmerso en una etapa de fuerte cuestionamiento sobre su identidad de exiliado, en pleno proceso de duelo de ese trauma, además fruto de esta situación incómoda no se sentía ―autorizado‖ o ―legitimado‖ por la comunidad sociológica mexicana como para inmiscuirse en asuntos nacionales concretos. Sin embargo, con el tiempo y ya madurada su reflexión sobre el exilio, sí que asumió esta postura de unir democracia, desarrollo y sociología en aras de un progreso social que respetase la libertad individual. 155 La solicitud para la Universidad de Sevilla está fechada el 26 de abril de 1934 y para la de la Universidad de Granada el 25 de junio de 1934. Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. 156 Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. Este puesto de ayudante lo ocupó durante todo el curso académico 1934-1935. 108 ―La necesidad de superar el estado de una tradición académica y científica que cada vez me parecía más empobrecida y estéril, me fue llevando, con interés creciente, del campo de la filosofía jurídica –materia de mi profesión oficial-- al de la Sociología. Ya en el año 1934, por invitación y estímulo de don Adolfo Posada –quede aquí este recuerdo agradecido-- di un curso de Sociología en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid‖ (Medina, 2008: 78). La figura de Adolfo Posada fue clave para apoyar la candidatura de nuestro autor en distintos concursos de oposiciones. Medina volvió a España cargado de numerosas ideas y lecturas de la incipiente sociología alemana. Tenía fresco los trabajos de Simmel, Tönnies, Alfred y Max Weber, o Freyer. Lo más decisivo es que ahora encontró un clima institucional favorable para los estudios sociológicos en los que pudo ir difundiendo y compartiendo los contenidos sociológicos aprendidos en Alemania. Nuestro autor tenía claro que su inserción académica apuntaba hacia la introducción de los estudios sociológicos en los planes de estudios universitarios, aunque fueran en cursos de doctorados de derecho. Estos elementos son apreciables en sus oposiciones a la cátedra de Filosofía del Derecho de la Universidad de Murcia. Sus ejercicios fueron realmente significativos para confirmar sus evolución a la hora ir asumiendo progresivamente el enfoque sociológico. ―Redescubrió‖ a Max Weber de la mano de Fernando de los Ríos, presidente del Tribunal. Además asistiremos a cómo Medina se preocupó por conocer al clásico alemán incorporándolo en un posterior ejercicio y acabando por citarlo e introducirlo en el trabajo que presentó a la oposición, Introducción a la sociología contemporánea, que no eran sino los apuntes de clase del curso de sociología que había impartido en la cátedra de Posada. En toda esta oposición ―nuestro autor realizó disertaciones en las que articulaba con fluidez ideas provenientes de la filosofía del derecho, el derecho público y la sociología‖, para acabar decantándose, al final, por la ciencia sociológica como ciencia del mundo presente (Morales, 2008: 28). Entre los opositores admitidos, aparte del propio Medina, se encontraban Luis Legaz Lacambra, Epifanio Lorda y Roig, José Corts y Grau, José Mingarro y San Martín, Felipe González Vicen y José Viani Caballero. Luis Legaz (1906-1980) partía como el gran competidor que encontraba Medina en estas oposiciones. Legaz sentía predilección por Kelsen, traducido e introducido en España por Luis Recasens en 1928. A este autor le dedicó su tesis doctoral, Kelsen: estudio crítico de la teoría pura del derecho y del estado de la Escuela de Viena, dirigida por Alfredo Mendizábal y defendida en 1932 en la Universidad Central de Madrid. Esta tesis sería publicada al año siguiente con un prólogo de Recasens (Rivaya, 1998). El 7 de noviembre de de 1934 se constituyó el tribunal: la presidencia recayó, como apuntábamos, en Fernando de los Ríos y los vocales asignados fueron Blas Ramos Sobrino, Luis Recasens Siches, Antonio Luna y Miguel Sancho Izquierdo, quien sustituía a Luño Peña. 157 Las oposiciones constaron de 6 ejercicios. Sabemos que el quinto ejercicio consistió en un comentario escrito sobre un texto clásico y que en el sexto ejercicio los opositores debían redactar una memoria sobre un tema sacado a suerte. 157 Nuevamente aparecen en este momento biográfico de Medina dos ―personas enlace‖ y mediadores culturales de nuestro autor hacia la adquisición del enfoque sociológico como eran Recasens o de los Ríos. 109 6.1. Primer ejercicio de las oposiciones: la “vocación sociológica” y el olvido de Max Weber. El 21 de diciembre de 1934 comenzaron las oposiciones con la verificación del primer ejercicio. Parece ser que este primer ejercicio versaba sobre la exposición oral de un opositor y los posteriores comentarios y objeciones del resto de opositores. Los comentarios que tenemos por parte del Tribunal sobre el primer ejercicio nos ofrecen y reafirman algunos rasgos intelectuales de nuestro biografiado en aquel momento de su trayectoria española: su vasto conocimiento del pensamiento filosófico alemán, la posesión de grandes conocimientos en filosofía jurídica y derecho, la presencia de Ortega -reflejada en la importancia de la circunstancia cultural y vital del momento-, y el aumento de su preocupación por la sociología. El Sr. Luna comentaba lo siguiente sobre el primer ejercicio de Medina: ―Sr. Medina Echavarría, la primera parte de su ejercicio en que habló de la circunstancia cultural y vital que determinó su formación tuvo una gran elevación y belleza sin que menguara su mérito el ser hasta en la forma una repetición de ideas del Prof. Ortega y Gasset‖. 158 El sentir del clima intelectual español de aquellos años quedaba encerrado, como decíamos, en la siempre presente figura de Ortega. Como ya hemos dicho anteriormente, la generación de Medina, Ayala y Recasens fue orteguiana. Aunque su visión cultural y ética del momento fuera acorde al existencialismo y raciovitalismo del filósofo madrileño, Medina no escondía que la reflexión crítica sobre los tiempos reclamaba una actitud científica, racionalizadora y proyectiva que él encontraba en la sociología. Recasens Siches, ocupado más en la filosofía jurídica que en la sociología, le dedicaba al primer ejercicio de Medina los siguientes comentarios: ―el señor Medina demuestra cumplidamente una añeja vocación por los estudios filosóficos-jurídicos, desarrollada sobre la base de una triple formación –muy sólida y bien orientada- en las disciplinas jurídicas –singularmente en la rama del Derecho Público- en Filosofía y en Sociología…Destaca en el ejercicio del Sr. Medina el hecho de que ha seguido sus estudios de Filosofía del Derecho situándolo siempre en el plano de su radical entraña filosófica; y así mismo su exhaustiva información sociológica y la holgura con que se mueve en esta disciplina…(ofreciendo) con singular elegancia de exposición un ensayo interpretativo de Sociología de la cultura‖. 159 Recasens valoró muy positivamente la disposición de Medina en tres campos de conocimiento que se interrelacionaban como el derecho, la filosofía y la sociología. Había una cierta confusión sobre el objeto de conocimiento sociológico, ya que el estudio de la sociedad lo reclamaban estos tres pensamientos de frontera. 160 Es más que 158 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 159 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 160 Pensemos que tanto Ayala como Recasens y Medina provenían de la filosofía del derecho. Arribaron pues a la sociología desde el campo jurídico al sentir la necesidad de superar las direcciones formalistas neokantianas que presidieron su formación inicial. Querían lograr tanto una nueva postura epistemológica como ontológica. De la siguiente manera se refería Recasens a ese tránsito de disciplinas e intereses cuando reseñó en 1940 el libro de Medina Panorama de la sociología contemporánea para la Revista Mexicana de Sociología, palabras dominadas por un claro tono biográfico: ―A quien escribe estas líneas le ha ocurrido algo similar: se despertó en mí de manera auténtica el interés por los temas sociológicos fundamentales, a virtud de una íntima necesidad, surgida en el desarrollo de las meditaciones filosófico- jurídicas: caí en la cuenta de que algunas de las dimensiones esenciales del Derecho las posee el Derecho 110 probable que Medina en su disertación sobre la sociología de la cultura se refiriese a Alfred Weber, un autor que influyó mucho en toda esa generación de jóvenes intelectuales. Mientras nuestro autor iba acercándose, poco a poco, a la sociología, sintiendo fascinación por los cambios culturales de la civilización occidental, los cuáles encontraban todo su sentido y estudio por parte de la sociología alemana de carácter compresivo e histórico. Hay que pensar que era un tiempo caracterizado por la indefinición de la palabra ―sociología‖. No se sabía exactamente qué era la sociología. Esta pregunta merodeó en sus pensamientos durante todos esos años de formación y que se prolongó hasta bien entrada la década de los años 40. Medina recogería en un artículo posterior, ―¿Es la sociología simple manifestación de una época crítica?‖, de 1939, ya en el exilio mexicano, esa cuestión que estaba muy presente en sus reflexiones dentro del campo académico español: la indefinición del concepto sociología. No me resisto a reproducir la opinión del protagonista de estas páginas: ―La palabra sociología no nos ofrece por sí misma idea alguna precisa respecto al contenido de esa ciencia. Más tal vaguedad, producto de la gran abstracción que encierra, ha favorecido y estimulado tanto su rápida aceptación como su empleo más diverso. Como ocurre siempre con toda expresión simbólica cuyo contenido concreto no es de aprehensión inmediata, ha quedado flotante en el lenguaje popular y semicientífico dispuesta a cubrir los más arbitrarios contenidos y a proteger las más varias intenciones. En esto reside la raíz de su descrédito y explica en parte las resistencias que su estricto desarrollo científico ha encontrado en algunos medios‖ (Medina, 1939a: 69). Los límites eran borrosos entre las disciplinas y esa indeterminación lo comprobamos en las consideraciones dedicadas por Sancho Izquierdo a nuestro autor: ―queda plenamente manifiesta su vocación y su amplia cultura filosófica; sobre todo, su formación sociológica‖. 161 ¿Cómo definiríamos a aquel joven Medina? ¿Filósofo o sociólogo? Por lo que me toca, describiría a nuestro autor del revés: quedaba plenamente manifestada que su vocación sociológica era deudora de una amplia formación filosófica. Era desbordante la madurez de conocimientos filosóficos que poseía que le llevaban a manejar con soltura desde la fenomenología de Husserl, la revelación emocional de Scheler o la metafísica del ser de Heidegger. El rastreo de estas corrientes le llevó a topar con la sociología a partir de un tránsito desde lo más universal a lo concreto. Así lo confirma el presidente del Tribunal, Fernando de los Ríos, que ya hablaba de la ―vocación sociológica‖ de José Medina: ―El ejercicio sirve para ilustrar su vocación sociológica destacando más lo filosófico en sí y lo social que lo específicamente jurídico‖. Podemos decir que en sus años de formación Medina fue descuidando lo jurídico en beneficio de lo filosófico y que lo filosófico fue siendo abandonado a favor de lo sociológico. Había llegado a la sociología siendo infiel a su pasado intelectual a partir de ―una curiosidad intelectual que rebasaba el especialismo‖. 162 –no privativamente, sino en común con otras formas de vida social-; y entonces sentí la urgencia de proceder al ensayo de la elaboración de una ontología de lo colectivo como especial forma de vida humana objetivada‖ (Recasens, 1940: 138). 161 Aunque otro miembro del tribunal, el señor Corts, veía carencias formativas en Medina Echavarría: ―Creo que hay en este muchacho insuficientemente formado e informado, excelente material humano y profesoral para un mañana‖. Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 162 Palabras del señor Ramos al primer ejercicio de la oposición de José Medina. Archivo General de la Administración. 111 Resulta relevante para uno de nuestros propósitos -el rastreo de Max Weber en la obra de José Medina-, que Fernando de los Ríos le achacase la ausencia del clásico alemán en la exposición oral del primer ejercicio: ―Las indicaciones finales respecto a los caminos conducentes a la sociología jurídica fueron insuficientes, sorprendiéndome que –quizás por olvido- no utilizara a este fin los materiales abundantes y maravillosos aportados por Max Weber al que no citó‖. 163 Simplemente fue un olvido porque para Medina Echavarría el nombre de Max Weber le era familiar de las clases de Karl Löwith en Marburgo. 164 Recordemos también que en el pensamiento español del primer tercio del siglo XX hubo una doble recepción de Max Weber, como bien ha apuntado Yolanda Ruano: por un lado, hubo una recepción conservadora de la mano de Ramiro de Maeztu y, por el otro, una recepción liberal por parte de Fernando de los Ríos (Ruano, 2007: 554). En la misma dirección liberal también se sitúan las tempranas citas de Ortega y Gasset a Weber en los años 20. Esta doble recepción del pensamiento weberiano en las ciencias sociales españolas de aquella época confirma el conocimiento de este autor, aunque fuera de una manera singular y poco desarrollada. Esto explicaría la advertencia de Fernando de los Ríos a nuestro autor, recordándole, sin duda, la atención por uno de los padres fundadores de la sociología moderna. Medina Echavarría leería nuevamente a Weber para esta oposición. 6.2. Segundo ejercicio de las oposiciones: de la filosofía de la crisis a la sociología como ciencia de una época crítica. El segundo ejercicio, celebrado el 4 de enero de 1935, versó sobre las perspectivas contemporáneas de la filosofía del derecho. Los comentarios de los miembros del tribunal nuevamente son valiosísimos para ir completando, paso a paso, la trayectoria intelectual de Medina Echavarría en España. El Sr. Luna destacó de su exposición la analogía que hacía entre la filosofía actual como filosofía de la crisis, deudora del historicismo de Dilthey y que completó con Rothacker: ―Fue un ejercicio de un alto nivel, en que partiendo de que la Filosofía actual es una Filosofía de la crisis…Discrepamos además fundamentalmente del diagnóstico sobre la Filosofía actual que le sirvió de eje en su exposición: la disolución de lo absoluto, que si es exactamente en lo que se refiere a la actitud práctica de nuestra época no así a su actitud teórica‖. 165 Es interesante ver cómo era criticado por afirmar –así creemos- que la filosofía ya no era la ciencia de la crisis, sino que ese lugar le empezaba a corresponder a la sociología. Este desplazamiento a la sociología lo interpretamos de los comentarios de Luis Recasens al segundo ejercicio de José Medina: ―Asimismo muy bien el encaje del actual momento filosófico-jurídico, en las perspectivas del pasado desplazamiento filosófico y sociológico‖. 166 Medina se iba desprendiendo de las posiciones idealistas y metafísicas de la filosofía a favor de los ―supuestos filosóficos‖ y de las realidades concretas e históricas de la sociología. Como describía Sancho Izquierdo a Medina: ―el filósofo que eclipsa al 163 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 164 Veíamos que Medina, según los comentarios de Recasens, hablaba de sociología, pero de sociología de la cultura. Como decíamos tuvo una primera mayor recepción en esa generación Alfred que su hermano Max, aunque luego fuera el hermano mayor el que rebasó las páginas de Medina. 165 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 166 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 112 jurista‖. 167 Pero pronto fue el sociólogo que acabó por eclipsar al filósofo. Sus preocupaciones, como se lamentaba otra vez Sancho Izquierdo, eran ajenas a la ciencia jurídica: ―Es lástima que el Sr. Medina orientado hacia la sociología no haya prestado atención en su ejercicio a las transformaciones de la actual realidad jurídica‖. 168 Nuestro autor, como sabemos, determinado por la situación histórica, señalaba a la ciencia sociológica como la ciencia de esa época crítica por su capacidad de (auto)observación, debido a su aspecto contemplativo, y por su capacidad de previsión, fruto de su aspecto operativo. Cada vez concedía más importancia al hecho social, contrapunto, sin duda, del formalismo jurídico positivo español. En ese sentido, Fernando de los Ríos no se detuvo en el Medina jurista, ni en el Medina filósofo. Descubrió que tenía delante a un sociólogo: ―El naturalismo y el materialismo histórico lo caracterizó bien. La exposición adquirió su máxima relevancia al exponer la actitud del Sociologismo jurídico, y echar una ojeada sobre la posición actual de la Filosofía del Derecho en los distintos países. Firme la posición cuando destaca el momento sociológico como el corazón, la realidad vital del Derecho‖. 169 Estas palabras corroboran, una vez más, ese cambio en su trayectoria intelectual: el Medina conocedor de la filosofía del derecho europea daba el paso a un Medina preocupado por la dirección que estaban tomando las ciencias sociales occidentales en su labor de renovación y que apuntaban hacia la ciencia sociológica. Inmerso en un claro proceso de evolución intelectual, su desembarco en la sociología era ya inminente. 6.3. Tercer ejercicio: redescubriendo a Max Weber El tercer ejercicio tuvo lugar el 8 de enero de 1935. Se trataba de explicar una lección por sorteo. A Medina le tocó exponer oralmente la lección número 21: ―Estado y Derecho. 1) El interés permanente del problema. 2) Las soluciones existentes y sus representaciones típicas.3) La correlación dialéctica entre Estado y Derecho como formas de vida‖. Parece ser que nuestro autor quedó muy bien parado de la exposición. El señor Luna se mostró muy elogioso con nuestro biografiado: ―Difícilmente puede superarse la exposición que de las construcciones teóricas sobre las reclamaciones entre Estado y Derecho hizo el Sr. Medina en su ejercicio; demostró sobre todo una 167 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 168 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 169 Una de las tareas de esta tesis es rastrear las huellas de Max Weber en la obra intelectual de José Medina. A su vez también tratamos de explicar y comprender la ausencia de Karl Marx, como hemos venido haciendo hasta ahora. Por esas palabras de Fernando de los Ríos sabemos que Medina Echavarría poseía conocimientos sobre el materialismo histórico y el marxismo. Un conocimiento que no consideró incorporar en su pensamiento sociológico y que en su obra está prácticamente omitido. Surge una pregunta: ¿no vería Medina Echavarría a la sociología marxista como una sociología fuertemente ideológica que sacrificó la cientificidad a favor del compromiso político? La ausencia de la sociología marxista será más acusada en su posterior sociología del desarrollo, rozando únicamente temas comunes como la planeación bajo el socialismo. Me aventuro a pensar que Medina no incorporó Marx en su reflexión sociológica de la aquella época por varios motivos: primero, porque Marx no le ofrecía el rigor sistemático y conceptual para construir una ciencia sociológica racional, empírica y positiva, cosa que sí veía en autores como. Comte, Durkheim o Weber; y segundo, es más que probable que nuestro autor viera en la literatura marxista española de aquellos años, representada por autores como Luis Araquistain, un obstáculo en la pretensión científica de conocer y racionalizar la realidad social. José Medina Echavarría no fue un sociólogo ni un teórico marxista porque el componente ideológico del marxismo impedía a la nueva ciencia social el rigor científico en su aspiración de ciencia racional y no experimental. 113 magníficas dotes pedagógicas y una facilidad para la síntesis‖. 170 Hay que decir que esa facilidad de Medina por la síntesis es una característica general que dotó a toda su obra. Sobre la relación entre Estado y Derecho es preciso apreciar que el ambiente intelectual en el que se movía nuestro autor, junto a Posada y Ayala, le facilitó a buen seguro el manejo de la materia. El maestro Posada era un gran entendido sobre el tema, apostando por el Estado Social, mientras que Ayala estaba muy influido, como sabemos, por Herman Heller, quien vivía por aquellos años en España. Medina además había leído a autores como Stammler, Radbruch o Kelsen, renovadores de la teoría del derecho y que tenían mucho que ver con la dimensión social o sociológica de la práctica normativa. Recordemos, una vez más, la importancia del clima intelectual de la época respecto a la formación de un derecho político republicano fundamentado tanto en una teoría del Estado (o teoría de la sociedad) y en el derecho constitucional. Las aportaciones jurídicas de Medina se situaban en el lado de la teoría del Estado, reflexionando sobre su autonomía jurídica frente a la soberanía de la sociedad (su realidad, su cultura, sus normas sociales…). Es evidente que esas enseñanzas sobre el Estado le serían muy útiles en su etapa cepalina, cuando advierta la necesidad de edificar y construir jurídica, política y socialmente Estados en América Latina. Siguiendo con nuestra narración, tenemos a un Fernando de los Ríos quien se hace eco de estos legados intelectuales de los que bebió Medina Echavarría: ―Muy fino, agudo y acertado al examinar la realidad social del Derecho y la legitimación del Estado con la conciencia social. Max Weber de quien había permanecido alejado el Sr. Medina ha sido su mentor en esta lección; así como Heller, Schufdler y Horwarth Rechtesoziologie-1934. Juzgar en la dialéctica real, en la implicación de acción y unidad de ordenación, el enlace de Derecho y Estado paréceme la vía adecuada sociológicamente, pero evidentemente ello no es el problema teorético en plenitud‖. 171 Recasens continuó con los elogios a su compañero de generación: ―un magistral estudio rigurosamente sistematizado‖. Sin embargo Sancho Izquierdo le echaba en cara a la constante infidelidad respecto a la disciplina de la Cátedra: ―Únicamente alguna falta de claridad, quizás intencionada en algún punto en que no creyó prudente ahondar, fruto otras veces de la densidad de pensamiento y de una orientación filosófico- sociológica que ahoga lo jurídico‖. 172 Sí lo filosófico ahogó lo jurídico, lo sociológico acabará por ahogar a lo filosófico. 6.4. Cuarto ejercicio: la disputa con los viejos guardianes de la disciplina jurídica. El cuarto ejercicio de la oposición al que se enfrentó Medina el 11 de enero de 1935 se basó en escribir durante un tiempo máximo de 5 horas un tema elegido al azar. La lección sacada a suerte fue la número 46, la cual trataba sobre el ―Ideal-realismo francés. Significado filosófico, Hauriou, Renard, otros‖. 173 En este cuarto ejercicio 170 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 171 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 172 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 173 Hauriou autor conocido para toda la generación. Aparece presente en su tesis doctoral y en su libro La situación presente de la filosofía jurídica. Recasens le dedicó los siguientes comentarios: ―la parte central del tema, relativa a las teorías de Hauriou, tratada con formidable acierto lo mismo en su exposición que en el comentario crítico‖. 114 Medina volvió a cometer el mismo ―pecado intelectual‖ que en las anteriores pruebas: la infidelidad a lo jurídico. El Sr. Luna le achacó esta ausencia y le recriminaba su excesiva aplicación ―sólo en el terreno sociológico, no en el jurídico‖. El Sr. Ramos, en un tono similar, pensaba que el ejercicio escrito era ―bastante escaso de temas jurídicos‖. En cambio Recasens valoraba positivamente esa infidelidad porque Medina ―reveló superlativa fineza mental, pensamiento riguroso y esplendido conocimiento sobre los influjos sociológicos y filosóficos del actual pensamiento jurídico‖. Meritorias palabras le dedicó también el presidente del Tribunal, Fernando de los Ríos, reconociendo ese amplio conocimiento sociológico y filosófico: ―El Señor Medina hizo un ejercicio en que como siempre mostró una gran formación filosófica y sociológica y una no tan adecuada formación jurídica‖. Además se refiere a que Medina hizo ―muy bien la división Tarde-Durkheim‖, autores, por otra parte, incluidos en su texto Introducción a la sociología contemporánea. 174 En este punto nuestra atención se centra en las críticas que se llevó nuestro biografiado respecto a su falta de manejo en los temas jurídicos. Se comenzaba a producir un cambio de paradigma en las ciencias sociales occidentales en cuanto a mirar y conocer más de la realidad social y que no era recogido por la ciencia jurídica. La sociedad se comenzaba a mirar más desde la ciencia sociología que desde las leyes y el normativismo social del derecho. Medina Echavarría ―renunció‖ a lo jurídico porque observó que la perspectiva sociológica casaba mejor con las urgencias de su tiempo histórico. Aún no tenía ―tema‖, pero sí había encontrado a la ciencia sociológica. Por lo menos sabía que la sociología era la reflexión de la propia sociedad sobre sí misma. Las críticas que le hacen tanto el señor Luna como el señor Ramos manifestaban reticencias a ese giro sociológico. No era reconocido como un filósofo del derecho por los miembros de ese campo. Esos comentarios encerraban la disputa entre una vieja concepción de entender las ciencias sociales y una nueva de la que no era ajeno el campo académico español. La actitud de estos ―guardianes‖ de las fronteras disciplinarias simbolizaba un cierto obstáculo institucional para la incorporación de la sociología en los estudios universitarios, algo que podía amenazar la posición de poder del derecho o la filosofía dentro del campo académico de las ciencias sociales. No era mayoritaria todavía la intención por incorporar a la sociología como materia de enseñanza académica. Al contrario, aún se mantenía como ciencia secundaria de los currículos y de los idearios pedagógicos. Pero la disposición de nombres como los de Medina estaba en llenar esa laguna. Él no sólo fue un ―sociólogo sin sociedad‖, sino que también se sentía en aquel entonces como un sociólogo de una ―sociedad casi sin sociología‖. El que no hubiera cátedras de sociología no significaba que no hubiera propiamente una sociología como tal. 6.5. Quinto y sexto ejercicio. El agotamiento del tema jurídico. El quinto ejercicio se celebró el 18 de enero de 1935. Consistía en desarrollar por escrito el tema ―El sentido jurídico e histórico de los problemas contenidos en el párrafo de I de las Instituta de Gayo y en las definiciones de lex, plebe y plebiscito‖. 175 En palabras del Sr. Luna: ―fue el peor ejercicio de toda la oposición‖ por parte todos los aspirantes. Además su crítica fue severa hacia Medina: ―Elegante y clara introducción 174 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 175 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 115 haciendo resaltar la significación de Roma, pero no se enfrentó realmente con el texto, terminando el ejercicio cuando realmente comenzaba a hacerlo‖. 176 Parece ser que nuestro autor ya no pensaba en clave jurídica. El sexto, y último ejercicio, se realizó al día siguiente realizado por los aspirantes a las cátedras. Nuevamente tuvieron que dejar por escrito sus conocimientos sobre un tema jurídico. Si el día anterior el Sr. Luna criticaba a nuestro autor, al día siguiente le recibía en elogios: ―El mejor ejercicio de toda la oposición. Visión sintética y exacta, claridad y elegancia en la exposición. Si hay algo que destacar entre los muchos aciertos es la exposición sociológica del realismo y del nominalismo siguiendo a Tönnies‖. 177 Esta afirmación nos muestra otra huella sociológica. Son frecuentes las citas y referencias a sociólogos alemanes. Las enseñanzas de leer a Tönnies tuvieron que ser fuente de inspiración para nuestro autor en cuanto a encontrar una fuerte presencia del cambio social y la modificación estructural de la sociedad a partir de la instauración de nuevos valores y voluntades encerrados en esa transición de comunidad a sociedad. Recasens, por su parte, confirmó una cosa indiscutible de Medina: su gran conocimiento de de las corrientes filosóficas y sociológicas de la época, elogiándole por un ―trabajo elaborado no con fuentes primarias sino a base de los mejores estudios publicados sobre las cuestiones implicadas en el tema es realmente magistral‖. El Sr. Ramos expuso en sus comentarios tres cualidades de la personalidad intelectual de Medina Echavarría y que, de modo resumido, valen para describir su obra y su trabajo científico e intelectual: su capacidad de sistematización, la elegancia de estilo y la facilidad de exponer temas. De la siguiente manera lo exponía aquel profesor: ―El del Sr. Medina fue excelente no sólo por su redacción sencilla y precisa sino principalmente por haber tratado los problemas fundamentales a que se refería el tema con perfecta sistematización y singular maestría demostrando una vez mas ser un admirable expositor‖. 178 Resumiría esas tres cualidades en una frase que engloba la carrera académica de José Medina y que avanzamos anteriormente: su inteligencia a la hora de presentar y sistematizar elegantemente las corrientes sociológicas contemporáneas. Fue un gran sistematizador y conocedor, primero, de las corrientes jurídicas y filosóficas de su tiempo, y, posteriormente, de las escuelas sociológicas contemporáneas. Un cambio de intereses de conocimientos que se adivinó en esta oposición, como bien apuntó el Sr. Sancho Izquierdo: ―Que la Filosofía del Derecho sea una disciplina filosófica se desprende de su mismo enunciado. En ella, por tanto, la posición espiritual primaria es la del filósofo y no la del jurista‖. Para acabar diciendo Sancho Izquierdo que Medina ―presenta un esbozo de Sociología muy interesante‖. 179 6.6. Informes finales de los miembros del Tribunal sobre las memorias de Cátedra. Sociología y acceso al campo universitario. El 22 de enero de 1935 Medina recibió el veredicto de dos miembros del tribunal de oposiciones sobre las memorias de Cátedra que presentó. Para este concurso académico presentó los apuntes de clase que había impartido en la cátedra de Adolfo 176 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 177 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 178 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 179 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 116 Posada y que tituló Introducción a la sociología contemporánea. Este manual iba acompañado de otro trabajo sobre filosofía del derecho titulado Conceptos, métodos y fuentes de filosofía del derecho. Este último trabajo se trataba de la memoria de beca que Medina presentó a la Junta de Ampliación de Estudios a su regreso de Alemania. Lo único que hizo nuestro autor fue cambiar el título de La situación presente de la filosofía jurídica por el más académico y correcto de Conceptos, métodos y fuentes de filosofía del derecho manteniendo intacto el cuerpo del texto. Este trabajo, como vimos, fue justamente publicado ese mismo año, en la Revista de Derecho Privado, respetando el nombre original. Son textos que Medina reutilizó sin cambios para distintas prácticas y que era una práctica habitual en aquella época. Más allá de estas anécdotas, lo importante es el balance que recibió de sus trabajos académicos. El presidente del Tribunal, Fernando de los Ríos, regaló grandes elogios al manual sociológico de nuestro autor: ―El primero, un Manual de Sociología, va a significar una aportación valiosa para ciencia española, pues no hay nada, ni aún en Francia e Italia, en que con tanta seriedad y conocimiento directo se ofrezca una perspectiva de la Sociología moderna‖. 180 De los Ríos, cultivador también de la sociología, celebró la aparición de esta obra y estimaba que su futura publicación supondría un gran servicio a la ciencia española en general, al llenar un vacío en las ciencias sociales. Con esta obra entendía que la sociología en España empezaba a madurar como ciencia autónoma. Los comentarios de Recasens siguieron esta línea argumentativa al destacar la contribución y significado de esta obra para el desarrollo de la sociología española de aquellos años. Me tomo la licencia de reproducir las palabras de Luis Recasens, también cultivador de la sociología y compañero de esta ―generación sociológica‖: ―Su original mecanografiado de ―Introducción a la Sociología‖ constituye una óptima labor, en vista al fin que lo orienta. Difícilmente habrá, no ya en castellano, sino tampoco en otras lenguas cultas, compendio más completo, bien informado y objetivamente expuesto sobre la situación actual de la Sociología, los precedentes de ella, el estado presente de sus problemas y las diversas escuelas. Cuando se publique, rendirá un valiosísimo servicio a la cultura nacional y seguramente dará la ocasión para que se suscite en nuestra Patria el interés por los temas sociológicos tratados con el debido rigor: pues constituirá una certera guía de orientación y, al propio tiempo, fuente de innumeras incitaciones‖. 181 Desde nuestra óptica actual nos pueden parecer exageradas las palabras de Recasens al vincular una obra con la patria, pero hay que comprender aquel momento histórico, donde la Segunda República trataba de modernizar un país atrasado y sacarle del más oscuro ostracismo innovador y científico. Y además hay que pensar que no había casi ninguna obra sociológica hasta la fecha que ofreciera una visión panorámica de la sociología como la que había escrito y presentado Medina. Es por ello que la tarea de dotar de altura científica a España se convirtió en una cuestión nacional de primera magnitud. De esta manera, no sorprende tanto el sentir de estas palabras, ya que Luis Recasens, como Francisco Ayala o José Medina viajaron por Europa para rodearse del mejor pensamiento de su época. 180 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 181 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 117 El jurado evaluó sus trabajos presentados y los ejercicios que había realizado a lo largo de la oposición con rotunda unanimidad: el primer puesto de la oposición le correspondía a él. Así lo dictaminó el tribunal el día 23 de enero de 1935: ―El Secretario Sr. Luna, votó a Don José Medina Echavarría; el Vocal. Sr. Recasens, votó a Don José Medina Echavarría; el Vocal Sr. Sancho Izquierdo, votó a Don José Medina Echavarría; el Vocal Sr. Ramos, voto a Don José Medina Echavarría y el Sr. Presidente, votó a Don José Medina Echavarría. Resultando, por tanto, propuesto para ocupar el número uno el opositor Don José Medina Echavarría‖. 182 Eligió la cátedra de Filosofía del Derecho de la Universidad de Murcia. Legaz Lacambra, elegido en segundo lugar, consiguió la cátedra en la Universidad de La Laguna, aunque ese mismo año se trasladó a Santiago de Compostela, Universidad en la que permaneció veinticinco años y de la que fue Rector desde 1942 hasta 1947. 183 En 1960 se trasladó a la Universidad de Madrid, de cuya Facultad de Derecho fue Decano en 1976-1977, año en el que se jubiló. De 1962 a 1968 fue subsecretario del Ministerio de Educación Nacional, siendo ministro Manuel Lora-Tamayo Martín. Legaz Lacambra fue el impulsor y primer director de la Escuela de Sociología de la Universidad Complutense a partir del curso académico 1968-69, donde impartió Sociología del Conocimiento. Desde 1970 hasta 1974 fue director del Instituto de Estudios Políticos. Hay que destacar que Luis Legaz Lacambra se relacionó y perteneció al ―catolicismo social‖, al igual que Severino Aznar, aproximándose al régimen, aunque manteniendo posturas moderadas, confirmadas con la apertura del franquismo a finales de los años 60 y apostando por un reformismo social de raíces cristianas. Por lo que respecta a nuestro autor, nunca llegó a ocupar esa cátedra en Murcia. En esta decisión pesaron varios factores como seguir dedicado a sus tareas profesionales en las Cortes, el deseo de no marchar a una ciudad de provincias que le alejaba del clima intelectual de Madrid, más aún, cuando comenzaba a frecuentar amistades y entablar redes académicas. Su pretensión estaba en desarrollar su carrera académica en la capital del Estado. Encontramos a un Medina Echavarría que estaba pensando en lograr un puesto docente en la Universidad Central de Madrid. Tales eran sus esperanzas que la oportunidad le llegó con una cátedra vacante de Filosofía del Derecho (período licenciatura) a la que presentó su solicitud el día 8 de enero de 1935. 184 En esas 182 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 183 Benjamín Rivaya, estudioso de la filosofía del derecho y de la figura de L. Legaz Lacambra se refiere de la siguiente manera a aquellas oposiciones de la Cátedra de Murcia y La Laguna: ―Ya en España, Luis Legaz obtendría la plaza de catedrático en La Laguna, un año antes del estallido bélico. La oposición, una de las más interesantes de la etapa republicana, señala también a otros dos jóvenes iusfilósofos: José Medina Echevarría, que obtendría el primer puesto, y Felipe González Vicén, que no obtendría plaza y quedaría en espera de la siguiente vacante. El presidente del tribunal, en nombre de éste, lamentó ―profundamente, dado el nivel científico‖ con que la oposición se había desarrollado, ―no tener sino dos cátedras para proveer‖ (Rivaya, 1998: 38). Como principales obras de L. Legaz se pueden destacar: Kelsen: estudio crítico de la teoría pura del derecho y del estado de la Escuela de Viena, prólogo de Luis Recaséns Siches, Bosch, Barcelona 1933; Introducción a la ciencia del Derecho, Bosch, Barcelona,1943; Horizontes del pensamiento jurídico: estudios de filosofía del derecho, Bosch, Barcelona, 1947; Filosofía del Derecho, Bosch, Barcelona, 1953; Humanismo, Estado y Derecho, Bosch, Barcelona, 1960; Socialización, administración, desarrollo, Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1971. Sus principales traducciones en castellano son Teoría general del Estado, de Hans Kelsen y La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber. 184 Documento del 8 de enero de 1935. Firmado por Adolfo G. Posada y dirigido al rector de la Universidad Central de Madrid. ―Tengo el honor de remitir a V. I. para que sea cursada al Ilmo. Sr. 118 mismas fechas, exactamente a principios de febrero, Medina seguía interesado en seguir perfeccionando su conocimiento sociológico en Inglaterra y en Estados Unidos, solicitando una pensión en la JAE. Además considero que en su decisión de permanecer en Madrid se sumaba el importante proyecto editorial de la Revista de Derecho Privado para la publicación de libros de sociología. Las circunstancias de ese momento le ataban a esta ciudad y a sus oportunidades. También, como había dejado evidente en las oposiciones, sus conocimientos que iban, indistintamente, desde el derecho, la filosofía jurídica o la sociología, cada vez se iban decantando por esta última. 7. La adquisición del enfoque sociológico como aspiración de una época. Sobre el intento de constituir una “tradición sociológica”. José Medina Echavarría llevaba ya dando tiempo vueltas a esa idea compartida por su generación de ir institucionalizando una ciencia con poca tradición en nuestro país y con muy pocos soportes académicos, docentes y editoriales. Estamos delante de un tiempo histórico de cambios, de alteraciones sustantivas, pero también de retos intelectuales y colectivos estimulantes que Medina identificó, de una forma muy personal: la idea de sacar adelante a la sociología. Para él era también una manera de posicionarse críticamente frente a la generación anterior, en clara pugna con profesores de disciplinas dominantes e instaladas en el campo de las ciencias sociales como podían ser la filosofía o el derecho y que sucintamente vimos en sus oposiciones en Murcia. Estas intenciones las dejaba por escrito nuestro protagonista en febrero de 1936: ―Hace ya algunos años que mis estudios de Filosofía y Filosofía jurídica me llevaron a iniciarme en la literatura sociológica contemporánea. Con el tiempo esos trabajos sociológicos habían de ganar completamente mi atención. En esa variación de mi actividad fundamental quizá vino a añadirse en gran manera, a la coincidencia de la problemática de nuestro tiempo, la videncia de encontrarse en un terreno apenas cultivado en nuestro país y en donde, por tanto, mi modesta contribución podría ser socialmente más útil que en otras disciplinas más conocidas y mejor representadas‖. 185 El interés sociológico de Medina Echavarría iba acompañado, como se ve, por una estrategia de inserción académica evidente: quería evitar entrar a competir en una disciplina, como era la filosofía jurídica, colmada dentro del pensamiento social español. Hacer sociología era una manera de distinguirse en el campo académico tanto de los maestros de cátedra como de otros competidores, y era también una forma de diferenciarse de otras disciplinas. La aspiración por distanciarse intelectual y académicamente conduciría a nuestro biografiado a este deseo de perfilar su conocimiento sociológico en el mundo anglosajón. Por ese camino hacia la sociología la figura de Posada resultó, una vez más, valiosísima, apoyando a Medina, patrocinándole en varias iniciativas intelectuales y apareciendo en varios momentos de su carrera académica en España durante los años precedentes a la Guerra Civil: Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, la instancia del Ayudante de Clases de Prácticas de la asignatura de Filosofía del Derecho –período del Doctorado- Don José R. Medina Echavarría, que solicita tomar parte en las oposiciones a la cátedra de Filosofía del Derecho –período de la Licenciatura- vacante en la Universidad de Madrid‖. Archivo General UCM, Expediente José Medina Echavarría. Documento que confirma la importancia de la figura de Posada en los inicios intelectuales de Medina. 185 Solicitud JAE 5 de febrero de 1936, foja 17. 119 ―En el año 1934 Don Adolfo Posada –recordaba una vez más- patrocinó un cursillo, dado por mí en la Facultad de Derecho de esta Universidad, sobre los problemas fundamentales de la actual Sociología. Constituyó esto mi primera contribución a la propaganda e iniciación de los estudios sociológicos hoy renacientes. Redactado casi por completo aquel cursillo en forma de una introducción a la Sociología Contemporánea, las exigencias de unas oposiciones posteriores me obligaron a abandonar aquel trabajo que ahora, ligeramente modificado va a publicarse por la Editorial de Derecho Privado. En esa Editorial dirijo en este momento una colección de libros sociológicos de la que en este año aparecerán obras de los Mannheim, Tonnies, Weber, Michels, Ruggiero, Lazarsfeld, Jehodn y Burns‖. 186 Sabemos que entre los años 1933 y 1936 Medina fue encargado de la colección de Sociología de la Editorial de Derecho Privado, dirigida por Adolfo Posada. Esta editorial contaba con otras colecciones dedicadas al derecho en la que habían realizado sus primeras traducciones un buen número de jóvenes académicos. Por ejemplo, Medina Echavarría había traducido en 1933 el libro de Gustav Radbruch, Filosofía del derecho; 187 Luis Recasens Siches, por aquel entonces catedrático en la Universidad Central, tradujo Introducción a la ciencia del derecho, también de Gustav Radbruch; Eugenio Ímaz se ocupó de traducir la Teoría general del derecho administrativo, de Adolfo Merkel; Vicente Herrero La crisis de la democracia, de Harold Laski; Francisco Ayala tradujo en 1934 la Teoría de la constitución, de Carl Schmitt y en 1936 La opinión pública, de Ernst Manheim; o Wenceslao Roces se encargó de la traducción del libro de Sohm, Instituciones de derecho privado romano. Historia y sistema. Observamos cómo en los anteriores títulos había todavía un interés por las corrientes jurídicas europeas. Sin embargo, la idea que subyace para que Posada encargase a Medina la dirección de la colección de Sociología fue la de ir constituyendo una base para la institucionalización de la sociología. Tanto el maestro como el discípulo habían entendido que para institucionalizar la disciplina sociológica había que actuar en distintos frentes: la enseñanza de la sociología como disciplina académica en el espacio universitario, la traducción de obras sociológicas de autores extranjeros y la formación de un grupo de practicantes con tal de formar una ―tradición sociológica‖. Eran conscientes de la necesidad de acompañar las exposiciones doctrinales de la disciplina sociológica con sus correspondientes manuales y fuentes bibliográficas para atraer a los futuros alumnos. Por supuesto, el interés por la actualidad propiciaba un ambiente también propicio para llegar a un público más numeroso. Autores como Posada, Medina y Ayala -también partícipe de este proyecto sociológico- sintieron que la sociología encajaba con los desafíos de la primera crisis de 186 Solicitud JAE 5 de febrero de 1936, foja 18. 187 Medina cita en su curriculum personal de El Colegio de México la traducción del libro de Robert Michels, Las transformaciones sociales después de la guerra; acometida para la editorial de Derecho Privado pero quizás incompletada o perdida por el inicio de la Guerra Civil. Archivo Histórico de El Colegio de México. La visión crítica de la filosofía jurídica le venía a nuestro autor de Gustav Radbruch, autor del que tradujo su Filosofía del Derecho, para la editorial Revista de Derecho Privado en 1933. El ―relativismo valorativo‖ de Radbruch fue una postura que asumió como propia Medina a lo largo de su trayectoria intelectual y que manifestó en polémicas mantenidas con el referente intelectual de Max Weber sobre el aspecto neutral del hacer científico. La relación entre ciencia e ideología es recurrente en la literatura sociológica de José Medina. 120 la modernidad y que la filosofía jurídica ya no podía explicar el mundo contemporáneo. La ―adquisición del enfoque sociológico‖ conllevaba una pugna académica por limitar una disciplina aún incierta y desbordante. La sociología se hacía desde una manera aproximativa y tentativa y a partir de otras disciplinas, de ahí ese interés por trascender las fronteras del derecho. En ese sentido, fue muy importante la educación alemana que habían recibido tanto Medina como Ayala. El primer título que apareció en la ―Serie H. Obras de Sociología y Filosofía del derecho‖, de la Editorial Revista de Derecho Privado fue el libro de José Medina Echavarría, La situación presente de la Filosofía Jurídica, en 1935. Esa obra, como vimos, señala la transición hacia la sociología de nuestro autor, después de ofrecer una caracterización general y problemática sobre el pensamiento filosófico-jurídico. El segundo título que apareció en 1936 fue El hombre y la sociedad en la época de crisis, de Karl Mannheim, traducido por Francisco Ayala. Los dos amigos tenían un proyecto de investigación sociológica muy firme que apostó por generar interpretaciones y prácticas que se socializasen en los espacios académico y público. Necesitaban intervenir y pensar la sociedad que les rodeaba. Tenían una conciencia republicana y social que identificamos con su giro hacia la ciencia sociológica. 188 En el caso de Ayala y Medina no hubo una lejanía entre su vida y su obra, entre su biografía y entre su interés por participar en los asuntos y reformas sociales. No habrá posibilidad para ellos de distinguir entre el intelectual y el sociólogo. No hay desdoblamiento. Se quiso que la sociología, como la ciencia de la realidad, fuera capaz de intervenir de forma práctica en la sociedad (a lo Mannheim). Interpretaron que el enfoque sociológico era la forma adecuada y necesaria de asumir una conciencia de responsabilidad social con las mejoras democráticas para toda la sociedad española. El pensamiento renovador y reformador es bien visible en este proyecto. Me permito reproducir el fundamento de esta ―tradición sociológica‖ que trató de constituirse en las condiciones culturales e institucionales de la España republicana: ―Con esta nueva serie emprendemos una colección que faltaba aún por completo en la bibliografía española de nuestro tiempo. En ellas se publica un conjunto de obras de carácter sociológico sobre los problemas más vivos y urgentes de la sociedad contemporánea. Los problemas sociológicos han adquirido modernamente un relieve universal, produciendo una floración literaria de extraordinaria riqueza, tanto, que la sociología como ciencia ha llegado o está llegando en estos últimos años a su verdadera madurez y autonomía. Sin embargo, no pretendemos dar únicamente a conocer con esta colección, al público de habla castellana, los mejores resultados de la construcción sistemática de la sociología; más bien se propone esta nueva Serie cultivar lo que hoy día constituye una ramificación de la investigación sociológica: la sociografía y la llamada ―descripción de la actualidad‖. Una y otra, aunque pueden diferenciarse por sus modos de elaboración, coinciden en su interés por el conocimiento de nuestra moderna sociedad en sus más varios 188 Ayala y Medina conocieron a importantes republicanos como Luis Jiménez de Asúa o Fernando de los Ríos, que fueron sus profesores mientras estudiaron su doctorado en Madrid. Ayala además había militado con Manuel Azaña en Acción Republicana, a quien había conocido en 1925 en la tertulia literaria del café La Granja El Henar. En el caso del escritor granadino, los acontecimientos políticos y profesionales le alejaron de la escritura entre 1931 y 1939, entre los años de la República y la Guerra Civil, dedicándose más al ensayismo sociológico (García Montero, 2009: 112). 121 fenómenos. Cada vez es más urgente para el hombre moderno, sobre todo en las profesiones que supone una actividad social de cualquier tipo, un conocimiento, el más exacto posible, de la estructura de la sociedad en que vive y actúa. Pero, además, el interés general se ve solicitado singularmente por ciertas manifestaciones sociales que son peculiares de nuestra época o tienen en ella una determinada importancia, y que en este sentido son problemas de nuestra vida. Interesa, por eso, un conocimiento con base científica de las mismas, es decir, sujeto a ciertas garantías de objetividad y exactitud. Con esta colección queremos acudir, ante todo, a satisfacer aquella necesidad. Caracteres sociales de nuestra época: Racionalización y planificación; estratificación social y formas profesionales; familia y vida sexual; efectos sociales del paro; vida escolar; movimientos juveniles; sociología de las diversiones, de la propaganda, de las formas políticas y de la Prensa, etc., todas son cuestiones en las que va implicada de manera fundamental, y a veces sin darnos cuenta de ello, nuestra existencia. En esta colección se publicarán, además, algunas monografías de carácter teórico, dentro de la dirección de la sociología de la cultura, todas ellas de renombre universal hoy día. Con esta nueva Serie damos una prueba más de nuestro constante desvelo en contribuir, en la medida de nuestras fuerzas, al renacimiento de nuestro país, divulgando en obras de lectura atractiva y de solvencia científica mundialmente contrastada un ramo de la cultura cada días más necesario en el proceso de desarrollo y renovación de todos los países civilizados‖. 189 Visto lo anterior, se puede apreciar algunas líneas básicas sobre las que quiso asentarse esta tradición sociológica de corte reformista: desde la necesidad por incorporar en la lengua castellana el pensamiento sociológico europeo y anglosajón a partir de traducciones y trabajos originales; desde la necesidad de racionalizar y planificar la vida social bajo un espíritu aleccionador y educativo; y desde la sensibilidad por modernizar España a través del aporte práctico de la sociología. Se pensó que la sociología era una forma de contribuir a la transformación social. No había que cambiar España de forma drástica, pero sí ayudar a modificarla. La preocupación que Medina sintió -como algo propio de su generación- era la modernización del país para que saliera de su atraso y pudiera alcanzar un desarrollo científico, cultural, industrial, político y técnico a la par de los países más avanzados. Ese empeño reformista de aplicar la sociología como instrumento de mejora y de progreso social iba ligado al deseo de desarrollar científicamente a la disciplina. La sociedad española necesitaba saber más de sí misma, pero lo necesitaba a través del conocimiento científico. La consolidación de una sociología científica implicaba, por un lado, la superación de esquemas filosóficos y, por otro lado, la diferenciación con la corriente reformista del catolicismo social de Severino Aznar. La voluntad descansaba en pensar la sociología en otros términos: se pretendió que desempeñara y tuviera un papel relevante en el proceso modernizador -ponerla al servicio de la sociedad española- , pero siempre desde un estatus científico. Está claro que tanto Medina como Ayala son sociólogos difíciles de encajar y que escapan de las connotaciones más técnicas y empíricas que actualmente se manejan 189 Solapilla de El hombre y la sociedad en la época de crisis, Karl Mannheim, Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado, 1936. 122 sobre la profesión sociológica. Fueron intelectuales humanistas y reformistas, llenos de inquietudes y de experiencias recogidas en América, España y Europa, pero, sobre todo, quedaron muy influidos por el clima cultural de la Segunda República española. Aquel tiempo histórico marcaría a toda una generación que se sintió protagonista de su época y capacitada para cambiar a una sociedad que veían tradicional y retrasada, pero actuando siempre desde el lado de la ciencia. 8. Una Introducción a la sociología contemporánea. En el caso de la sociología, estamos viendo cómo se formó un círculo de afinidad y de practicantes alrededor de la traducción de obras del pensamiento alemán y de los novedosos estudios sociológicos que hubiera sido muy importante para el desarrollo de esta disciplina y de las ciencias sociales en lengua castellana. Medina y Ayala tenían un proyecto de investigación sociológica avanzado en la editorial de la Revista de Derecho Privado que el comienzo de la Guerra Civil truncó. Nuestro autor esperaba la traducción de libros de Ferdinand Tönnies, Max Weber o Paul Lazarsfeld y había pensado publicar su Introducción a la sociología contemporánea. 190 Como ya hemos indicado, eran los apuntes y notas del curso que dictó en la cátedra de Posada y que luego presentaría, como manuscrito, para las oposiciones a la cátedra de Derecho de Murcia en 1935. No sería hasta México cuando recuperaría una parte de la obra, la referida a la historia de la disciplina, casi en su totalidad y volvió a rescribir algunos capítulos. Finalmente pudo publicar su Panorama de la sociología contemporánea, en 1940 gracias a una edición conjunta de La Casa de España en México con el Fondo de Cultura Económica. 191 8.1. Un manuscrito sobre la actualidad sociológica de su tiempo. Siguiendo el enfoque de biografía, historia y sociedad, el propósito es presentar las reflexiones oportunas sobre Introducción a la sociología contemporánea, en las coordenadas de su tiempo. Su importancia radica en ser un libro original dentro de la historia de la disciplina. Es una prueba manifiesta de que en la España anterior a la Guerra Civil sí había sociología en sentido estricto. Otra cosa bien distinta es que hubiera una sociología institucionalizada, que no era el caso. Este manuscrito descuella por ser un recorrido intelectual por las diferentes escuelas sociológicas anglosajonas y europeas de su tiempo, ofreciendo la obra en su conjunto el verdadero formato de lo que 190 Nuestro autor tenía en marcha ciertas negociaciones editoriales para publicar La ética protestante de Max Weber. Es evidente que Medina en esos años estaba leyendo sociología y a numerosos sociólogos contemporáneos, sobre todo alemanes, pero también ya empezaba a interesarse por la sociología anglosajona. 191 Recientemente pude colaborar junto a la profesora Laura Angélica Moya, de la UAM de México, en la reedición conmemorativa de esta obra. En un capítulo introductorio de la obra hicimos una breve comparación de los motivos que llevaron a Medina a rescribir el texto (Morales, 2008: 55-70). Mi interés para esta tesis doctoral es la de aumentar lo ya dicho y no caer en repeticiones ya vertidas en aquel lugar. En el capítulo VII, cuando ya nuestro biografiado se encuentre en el exilio mexicano y en otra circunstancia biográfica e intelectual diferente nos detendremos en la reescritura de Panorama de la sociología contemporánea. Como veremos más adelante, Medina Echavarría retocó el texto de Introducción a la sociología contemporánea en su exilio mexicano. Para empezar cambió el título de la obra, sustituyendo Introducción por Panorama. Este cambio en el título original es muy significativo, porque Medina ya estaba alejado de su sociedad –España- y de su comunidad cultural de referencia – Europa-, por eso con Panorama creo que nuestro autor quería referirse más a una visión desde fuera, a repaso y no a integración, no hay implicación. Pero en ambas obras sí convive la idea de fondo de divulgar y difundir el conocimiento sociológico europeo contemporáneo. 123 entendemos hoy como manual de teoría sociológica, algo verdaderamente innovador para aquellos tiempos, aludiendo además a cuestiones de objeto y método sociológico. La novedad del libro queda reconocida por el propio autor en su introducción: ―Como esa parte tiene unidad y sentido por sí sola y no hay todavía en lengua española otra que haga sus veces, creo que es útil su publicación para aquellos, estudiantes o estudiosos, que quieran iniciarse en una de las ramas científicas que hoy en día tiene mayor porvenir. Y así lo hago, en espera de que con tiempo pueda reelaborar lo que el libro fue inicialmente, y a tenor ya de la experiencia ganada en el intervalo y de las nuevas aportaciones a una literatura que aumenta continuamente en volumen e interés‖ (Medina, 1934: 7). Podemos señalar a este libro como uno de los primeros manuales de teoría sociológica en castellano y, por tanto, de la sociología española. La literatura sociológica en lengua castellana era prácticamente escasa o casi inexistente. Había una necesidad de suministrar material bibliográfico a los alumnos que les acercase al conocimiento sociológico europeo. Esa carencia influyó en nuestro autor a la hora de redactar este libro de texto sociológico para luego poder compartirlo con sus alumnos. 192 Era un libro dirigido, por tanto, a una audiencia académica que empezaba a escuchar e interesarse sobre cuestiones y temas sociológicos. Por supuesto, esta obra vislumbra esa apertura al exterior para introducir en la tradición sociológica española nuevas direcciones y preocupaciones que ya venían siendo tratadas en la sociología europea y también en la anglosajona. El sentir de ese manuscrito es, justamente ese: el de ser, en cierto sentido, el diario de viajes intelectuales de José Medina Echavarría por el continente europeo donde tuvo contacto con las corrientes sociológicas de aquella época, principalmente, de Alemania, Francia o Italia. 193 Es un reflejo teórico y sociológico elaborado a partir de las experiencias biográficas. Además, el viaje como forma de conocimiento, el ir a las fuentes originales, se mantiene ahora en nuestra época, pero viene de esa vieja idea romántica de conocer en primera persona lo que inspira el pensamiento. Y el viaje significa retorno al país de origen con la introducción de todo lo aprendido, todo lo visto, todo lo experimentado. Por eso, Introducción a la sociología contemporánea fue una obra hija de su tiempo, de la España republicana que se interesó por la ciencia y por el avance social en aras de mejorar la educación de toda la sociedad. Introducción no 192 La transferencia de conocimiento se caracterizaba por una metodología pedagógica en la que el profesor, cultivado en los centros de conocimiento extranjeros, transmitía su conocimiento o bien oralmente o bien en forma de manuales didácticos. Medina lo que hizo con esta Introducción a la sociología contemporánea fue transferir el conocimiento sociológico europeo, principalmente el alemán, a la diminuta comunidad sociológica española, compuesta por otros profesores de materias circundantes como la filosofía o el derecho, sus alumnos o los cultivadores solitarios de la disciplina insertos o no en la academia. 193 Es importantísimo señalar que en esas fechas también aparece la obra de Raymond Aron, La sociología alemana contemporánea, con intenciones muy similares a las mantenidas por Medina en su manuscrito. Son dos obras parecidas y coetáneas: ambas tratan de algo similar: la influencia de la sociología alemana en cada sociología nacional. Aunque la diferencia mayor es que Medina no circunscribe su repaso de autores y escuelas únicamente a la sociología alemana. Destacamos del libro de Aron, sobre todo, su orden de autores, escuelas y enfoques de la rica sociología alemana de la época: la sociología alemana tiene dos corrientes dominantes, una sociología sistemática (relacionada con la metodología y la sociología del conocimiento) y otra sociología histórica: el sistematizador de ambas corrientes será Max Webe. 124 sólo es hacer repaso sumario de las corrientes sociológicas europeas, sino, principalmente, introducir significó lanzar, proponer y tratar de integrar en el pensamiento social español esas distintas maneras de pensar, esas expectativas que se abrían en el horizonte europeo y que en España, por lo menos, comenzaban a preguntarse si querían avanzar hacia la modernidad. En ese sentido, José Medina Echavarría inicia el texto argumentando que había dos formas de llegar a la nueva mirada sociológica: o a través del estudio de los hechos sociales o a través de la filosofía. Esta obra está inspirada en base a una fundamentación filosófica de la sociología, ya que él se propuso unir el destino del hombre, claramente metafísico, con el destino de la sociedad, apreciable teórica y empíricamente. De lo que se trata es de descubrir sí hay coincidencias entre el deseo individual y el camino que traza la sociedad, porque de lo social no nos podemos escapar. Medina sitúa la fundamentación filosófica de la sociología en tres momentos de la historia de la filosofía: primero, en Nietzsche (el hombre como protesta de lo absorbente racional); el segundo momento en Dilthey (la importancia de la época concreta, del mundo histórico), Simmel, Bergson (filosofía de la vida) y el tercer momento en autores como Scheler, Jaspers, Heinemann, Heidegger, Ortega (filosofía existencialista) (Medina, 1934: 7-9). Y a la sociología también se llegaba desde autores como Comte o Durkheim, para quienes la ciencia sociológica se ocupaba de los hechos sociales. En este sentido, la sociología era entendida como la ciencia de la modernidad, porque da cuenta del ―tránsito a las nuevas formas sociales‖, del paso de una época negativa a una actualidad en estado crítico pero donde se otea el vislumbrar una época positiva. La influencia de Comte es una influencia intelectual importante en nuestro autor y que muchas veces se tiende a olvidar a favor de la de Weber. Lo que proponía Medina era el tránsito de una sociedad sin apenas sociología a una sociedad y una época dominada por la sociología y la necesidad de asumir la actitud científica para aproximarse a lo social, al hecho social como hecho distinto del biológico, del filosófico y del psicológico (Medina, 1934: 6). Realizaba entonces una cartografía e historia de las ideas para ver cómo se ha ido evolucionando desde una época dominada por la filosofía a una época en la que ésta tiene que dar paso a la sociología, a la nueva ciencia social, capaz de explicar y comprender los nuevos fenómenos históricos y sociales. Estas páginas iniciales estaban enfocadas intencionadamente para enfatizar cómo la reflexión filosófica de una época conduce al fenómeno de lo social. Medina lo hace a través de una historia de las ideas que le lleva a presentar la importancia que tiene la historia para la sociología, encerrada en autores como Dilthey u Ortega, valorando de Heinemann el valor y el sentido histórico que reposa en categorías sociológicas tales como clases, grupos o pueblos. Y aprecia en Jaspers el concepto de ―situación sociológica‖ (Medina, 1934: 8) Es por ello que comience este libro detallando el trasvase de lo filosófico a lo social, resaltando que la preocupación sociológica que se inicia desde finales del siglo XIX y que repunta con el siglo XX no es azarosa ni fortuita, sino que es deudora de una reflexión filosófica sobre la situación crítica de la modernidad. Todo ese recorrido por la historia de las ideas le deja en disposición de entrar más detalladamente sobre las materias y problemas de la sociología, al presentar una ciencia social que se está institucionalizando en Europa y en Norteamérica con escuelas y líneas de trabajo. De forma particular, dejaba lanzado para 125 la sociología española un esquema general de la sociología, al presentar conceptos teóricos como el de comunidad, sociedad o sociedad de clases. Pero también es obligatorio que nos preguntemos qué era para Medina Echavarría en aquel momento la sociología. Muchas veces los cultivadores y practicantes de la sociología no se cuestionan qué entienden por sociología. Definición que dudosamente se da por descontada. Sin embargo, para autores clásicos, como el caso de José Medina Echavarría, era muy importante ofrecer una definición sobre qué entendían por su disciplina y también para saber cómo se veían a sí mismos como sociólogos en una sociedad casi sin sociología. Tomaba a Mannheim para responder a la pregunta sobre la definición de la sociología. Para ambos esta ciencia estudiaba los procesos, las relaciones y las instituciones que se ofrecen en la realidad social. Los procesos, además, atienden a la carga histórica de la estructura social. Los orígenes de la sociología para Medina, siguiendo a Mannheim, como ciencia especial se remontan a Tönnies y a Simmel, y a Tarde y Durkheim, ya que estudian la sociabilidad, la socialización: las fuerzas y las estructuras de la sociedad. Si para Mannheim la sociología da cuenta de los procesos sociales, las relaciones y las instituciones o relaciones sociales, para Medina la sociología se bifurca entre una teoría de las relaciones (Simmel) y una teoría de las estructuras (Durkheim) (Medina, 1934: 11-16). La teoría de las relaciones refleja el paso de lo individual a lo colectivo, suplementada por una teoría de las estructuras que da cuenta del paso de lo colectivo a lo individual. Ambas teorías son complementarias entre sí, como así entendía nuestro autor a la ciencia de la sociedad. La pregunta acerca de cómo se veía él mismo se puede contestar con el siguiente enunciado: ―La complejidad de la vida moderna ha hecho imposible que, a simple vista, se descubran las conexiones fundamentales que yacen en su seno‖ (Medina, 1934: 22). La modernidad trae consigo el que las sociedades se distingan por su complejidad y que la opacidad social sea su rasgo común, de ahí, que la sociología, como ciencia social de la modernidad, tiene como función primera el hacer más nítidos los órdenes sociales propios. La etnosociología ya no es suficiente en la sociedad compleja occidental, ya que los individuos comienzan a desconocer la realidad social en la que viven. Cada vez el hombre conoce menos de su propio orden societario. Se necesita del sociólogo y de su mirada. La sociología, por eso, nace con la modernidad para tratar de conocerse a sí misma. A través de la sociología las sociedades y sus gentes son capaces de mirarse a sí mismos, de reflexionarse. Por eso, cuando Medina, se refería a los ―social research‖ norteamericanos lo hacía para decir que la aproximación a la sociedad se ha de hacer con una actitud científica similar al de las ciencias naturales (Medina, 1934: 23-28). La sociedad moderna compleja aparece como laboratorio, como campo de investigación social, sin olvidar la parte teórica que siempre le precede. Encontramos, sin duda, algunos bosquejos que luego ampliaría y retomaría posteriormente en varios trabajos del exilio. Pero, como vemos, en su cabeza ya había una preocupación por la construcción epistemológica de esta ciencia social. 8.2. Las escuelas sociológicas contemporáneas. Las páginas dedicadas a las corrientes de pensamiento sociológico europeo delatan su profundo y amplísimo conocimiento. Comenzará con el desarrollo que la ciencia sociológica tuvo en Francia. Lo interesante es Medina, en ese año 1934, ya nos habla de ―sociología de la sociología‖ (Medina, 1934: 30). Nuestro autor más que realizar una 126 historia de las ideas sociológicas lo que está haciendo, en mi opinión, es reflexionar sociológicamente sobre las aportaciones de los pensadores franceses en esta ciencia social y bajo qué condiciones sociales e históricas evolucionó en Francia. La sociología de la sociología no es más que dar una explicación sociológica de la sociología. Es una sociología de la sociología que alcanza similitud con la sociología del conocimiento. Caracterizó a la sociología francesa en su conjunto como la manifestación de un espíritu nacional, como la expresión sociocultural de la época; el de la Tercera República. La sociología francesa, asimismo, quedaba definida por un realismo metodológico que la llevó a estudiar la sociedad desde posiciones generales para descender a casos más particulares. Esta manera de entender la sociología implica una concepción de los individuos como productos de la sociedad. Se parte teóricamente de la sociedad porque la sociedad produce a los individuos (son las fuerzas sociales personificadas, los hechos sociales personificados). Este procedimiento deductivo, como bien expresa Medina, parte de Comte y tendrá en Durkheim a su más fiel seguidor (1934: 30). Medina valoraba el papel del último en la institucionalización de la sociología en Francia matizando que con él la sociedad ya no es humanidad, sino que pasa a ser entendida como hecho social. Durkheim recogía el testigo racionalista de Descartes al valorar la actitud científica a la hora de encarar lo social en las sociedades complejas (Medina, 1934: 34). El sociólogo se encontraba ante nuevos órdenes sociales que le sorprenden y le desorientan. Si para Durkheim la sociedad es mucho más que los individuos, ya que produce a éstos, esta inicial posición teórica le permitirá la fundación epistemológica de una nueva ciencia poniendo de manifiesto una realidad nueva no estudiada: los hechos sociales. Esta actitud le dispondrá buscar reglas de unificación para poder considerar a la sociología como ciencia natural autónoma, porque los hechos sociales son distintos tanto de los hechos biológicos (Spencer) como de los hechos psicológicos (Tarde). Medina se hace eco del tránsito societario de Durkheim, reflejando que en las sociedades complejas se manifiesta la dependencia utilitaria de todos. Cuando Medina se centra en la sociología de la religión del francés lo haría para explicarnos el sentido colectivo de la religión (1934: 39). Da igual creer o no creer ya que lo importante es participar en manifestaciones colectivas. En esas páginas realiza un repaso a toda la escuela dejada por Durkheim: Hubert, Marcel Mauss, Davy, Fanconet, Bouglé, Simiand, Halbachs, o Levy Bruhl. Este repaso lo hacía para insistir en el peso que ha tenido la figura de Durkheim en la institucionalización de la sociología francesa del siglo XX desde posiciones teóricas positivistas (y que llegan hasta Levi-Strauss). Medina destacaba la huella de Durkheim en esos sucesores al abrir diversos campos de investigación, no sólo en la sociología, sino también en la antropología, la ciencia jurídica, o en la lingüística. Además reconocía la autonomía alcanzada por esta disciplina en aquel país, independiente de novedades o corrientes externas. La sociología durkhemiana, en definitiva, reafirma la validez de las normas colectivas que presionan socialmente al individuo y que se oponen en Francia a la sociología de Tarde quién entendía el orden social como proceso de imitación en el que prevalece el hecho psicológico por encima del hecho social y el organicismo de Espinas y Worns (Medina, 1934: 46-51). La postura teórica de Medina, sin embargo, quedaría más influida por Durkheim y su manera de estudiar los hechos sociales como. Las páginas de este manual encierran una gran riqueza de autores e ideas de la sociología alemana, en la que él se había formado y de la que siempre se sintió 127 heredero. 194 Este capítulo de la sociología alemana comienza con un análisis de las notas fundamentales sobre las que descansaba la sociología alemana contemporánea, identificándolas con la diversidad de direcciones que tomaba, las discusiones metodológicas y su fundamentación filosófica (Medina, 1934: 54). Situaba a Schäfle como el sociólogo de tránsito entra la vieja y la nueva sociología alemana. A este respecto hay que decir que Schäfle fue discípulo de Krause y como bien nos dice Medina, Schäfle fue introducido en España a través de Giner y a partir de su entrada se extendió el krausismo dentro del pensamiento español del siglo XIX bajo una orientación organicista que veía a la sociedad como un organismo de voluntad. Medina tildaba a Oppenheimer como ―la última gran manifestación de la Sociología enciclopédica‖ (Medina, 1934: 58); autor, por otra parte, al que recurrirán Medina y Ayala a la hora de inspirarles sobre una concepción socialista liberal del Estado. Cita también a Ferdinand Tönnies, un autor fundamental, como estamos viendo, para entender la primera obra sociológica de Medina Echavarría. El pensamiento de este clásico alemán fue una fuente de inspiración en cuanto a su manera de entender la sociología desde un sentido voluntarista en donde primaba el sentido psicológico del acto social y en cuanto a sus propuestas de acceder y transitar a un nuevo orden social. Medina no dudaba en reconocerle como el iniciador de la sociología alemana contemporánea (1934: 59). De Simmel diría que fue el iniciador de la sociología formal, indicando que el objeto de estudio sociológico será las socializaciones en base a una teoría de las relaciones humanas. De esta manera, la sociología era vista como la ciencia de las formas de socialización (Medina, 1934: 61-62). Por lo que respecta a Max Weber, escribía nuestro autor: ―Max Weber es una de las figuras más poderosas de la Sociología alemana. Proviniendo del campo de la economía y consagrado a investigaciones históricas, realiza en su obra inacabada ―Economía y Sociedad‖, uno de los mayores esfuerzos por lograr un sistema de conceptos sociológicos. Recoge de Rickert la teoría de las ciencias y de Dilthey algunos de los conceptos fundamentales de este filósofo. Su obra ha podido llamarse una Sociología de la comprensión, porque la base metódica de ella es la teoría de la comprensión, desarrollada, sin embargo, con arreglo a una interpretación original‖ (Medina, 1934: 64). Nos damos cuenta de que Medina citaba a Weber todavía sin haberse preocupado íntegramente de la sociología comprensiva y de la construcción científica y metodológica de la sociología. Para escribir este trabajo acumuló un bien número de lecturas, pero todavía le faltaba por profundizar mucho más en los aspectos teóricos. Su visión era todavía panorámica. Necesitaba tiempo para penetrar y reflexionar desde las 194 No sólo se acercó a la sociología clásica alemana, sino que Medina Echavarría fue continuador y conocedor durante toda su trayectoria académica de algunas de las corrientes de pensamiento sociológico alemán contemporáneo que le influyeron en algún momento de su trayectoria intelectual. Como, por ejemplo, la Escuela de Leipzig, formada por un sociólogo muy importante para Medina en sus primeros años dedicados a la sociología como era Hans Freyer, el antropólogo social Arnold Gehlen, y el también sociólogo y continuador de la escuela después de la Segunda Guerra Mundial como fue Helmut Schelsky. También tuvo conocimiento de la Escuela de Colonia, dominada por la figura clave del sociólogo René König. Además se interesaría también por los trabajos de la Escuela de Frankfurt, especialmente por los de Theodor Adorno y por los del miembro más destacado de la segunda generación como lo es Jurgen Habermas. 128 ideas de estos autores, Weber incluido. Uno de estos cambios lo podemos comprobar con el nuevo significado que le concederá al mismo Weber, interpretándole como teórico de la ciencia sociológica, en la reescritura de Panorama de la sociología contemporánea, del año 1940: ―Max Weber es una de las personalidades más vigorosas de la cultura alemana contemporánea. Economista, historiador, sociólogo y filósofo, es, además, una figura representativa de una época del pensamiento europeo. En su obra y en su persona juegan dramáticamente todas las contradicciones de nuestros días y trasparece la angustia de una situación crítica. Como filósofo, está penetrado por la conciencia aguda del historismo y del dualismo irreconciliable entre lo racional y lo irracional. En su obra de sociólogo se reflejan ambas cuestiones en formas distintas. Son los últimos interrogantes a que responde también el esfuerzo más considerable de Max Weber: la interpretación del sentido de nuestra cultura occidental. La consideración más a fondo de esa postura filosófica no cabe en este lugar. Pero toda otra exposición de la obra sociológica de Max Weber que no sea elemental no puede prescindir de hacerlo. Más que nada porque es el fundamento de su posición metodológica y de la construcción de la Sociología como ciencia de una realidad histórica‖ (Medina, 2008: 161). El ―proyecto weberiano‖ de Medina fue la consecuencia de un proceso intelectual que pasó de una primera lectura a una integración fundamental como referente teórico. Tenemos que pensar que la apropiación de la obra de un autor y la profundización en las claves de la misma es cuestión de tiempo, acorde a la maduración de este proyecto intelectual. Por ejemplo, en su Sociología, teoría y técnica, publicada en México en 1941, observamos el peso significativo que concede a Weber como teórico de la sociología; ese proceso continuará en Puerto Rico y terminaría por tener su definitiva proyección aplicada en su sociología desarrollista en los años de Chile. Pero todo ese proceso no se puede comprender sin varios motivos presentes en estos años de formación: la presencia de Max Weber en el pensamiento social español de las décadas de 1920 y 1930 y las estancias universitarias de nuestro autor que le permitieron entrar en contacto con la sociología alemana. Si la mediación de Karl Löwith fue importante, no menos lo sería la de los profesores Adolfo Posada y el mismo Fernando de los Ríos para que José Medina accediera resueltamente al pensamiento del economista y sociólogo alemán. Retomando las páginas de aquel manuscrito, Medina recordaba que la sociología del saber fue tratada por Scheler y continuada brillantemente por Mannheim, entendiéndola ya como sociología del conocimiento. Ambos autores le hicieron entender la penetración de la cultura y del conocimiento en las formas que toma la sociedad. Mientras que de Freyer tomó su manera de ver a la sociología como la ciencia de la realidad (de la actualidad). Por último, Medina acabó las páginas de este recorrido sobre la historia de las ideas sociológicas en Alemana refiriéndose al universalismo de Spann (Medina, 1934: 67-70). La influencia de la sociología alemana de los años 30 fue decisiva en nuestro autor a la hora de entender a la sociedad como una comunidad espiritual. Seguidamente Medina daba cuenta de la sociología anglosajona. El interés de Medina por esta sociología le venía de la mano de Posada y que le llevó a solicitar a la Junta para la Ampliación de Estudios becas para poder estudiar las nuevas técnicas de 129 investigación social en Inglaterra y Estados Unidos. Volviendo con esas páginas del manuscrito, observamos que nuestro autor concedía muy poca importancia a la sociología inglesa. Sobre esta sociología nacional es conveniente recordar que en Inglaterra no hubo cátedras de sociología hasta los años 30. El interés por esta ciencia social aumentó con los estudios empíricos del matrimonio Webb y el hecho de que Mannheim llegase en 1933 a la London School of Economics huyendo del régimen nazi, que le había separado de la Universidad de Frankfurt (Lepenies, 1994:348). Sin embargo, Medina sí que asignaba especial importancia a la sociología en los Estados Unidos, ―donde lo social desde su formación, ha tenido un desarrollo extraordinario‖. Daba cuenta del proceso de institucionalización de la sociología en las universidades americanas, desde que en 1876 se instalase el pensamiento sociológico en la John Hopkins Univesity, Albion Woodbury Small aceptase la cátedra de sociología de la Universidad de Chicago o Franklin Henry Giddings fuese nombrado profesor de sociología en la Universidad de Columbia (Medina, 1934: 76). Las características de la sociología norteamericana las entendía muy bien Medina al apreciar cómo esta disciplina siempre contó para su desarrollo de apoyo institucional, se especializó en ramas (sociología rural, sociología urbana, ecología, demografía, población) y tuvo en la creciente sociedad norteamericana con sus nuevos problemas sociales -boom demográfico, inmigración, racismo, alcoholismo, delincuencia, salubridad, desclasados, etc.- el mejor laboratorio de análisis sociológico, lo que incentivó el desarrollo de las técnicas de investigación social a la hora de descifrar y racionalizar los entramados de la realidad social. Para Medina fue Ward el iniciador de la sociología americana (1934: 78). Su sociología dinámica debía y mucho a Spencer. Entendía la sociedad moderna como una sociedad distinguida por el desarrollo industrial, siendo la base unitaria de la misma el contracto. Lo que une a los hombres es una voluntad artificial de hacer negocios, de entenderse a través del beneficio. Ward se preocupó de hacer una sociología aplicada, interesada en la mejora social, y no tanto en una sociología formal o teórica. Sobre este aspecto Medina empezaba a sentir especiales simpatías por la sociología aplicada y por las técnicas de investigación social a la hora de poder reconducir los problemas sociales y hacer una sociedad más justa y digna. Una concepción de la investigación social influida, como sabemos, por el espíritu reformista de su tiempo. Aparte nuestro autor se referirá también a Sorokin, autor que tendría bastante presencia en la sociología mexicana que se encontrase Medina a inicios de los años 40; en concreto en las páginas de la Revista Mexicana de Sociología, dirigida Lucio Mendieta y Núñez. Uno de los aspectos más destacados de este manual es la premura con la que José Medina Echavarría hacía referencia al estudio de la psicología social. El enfoque integral que mantenía sobre las ciencias sociales le llevaba a hablar de las relaciones mutuas entre la sociología, la psicología social y la psicología. 195 Nuestro autor hablaba de psicología social de una manera aún indefinida y tentativa, más citando fuentes que entrando directamente a debates y problemas de alcance teórico. En las páginas dedicadas a las corrientes de psicología social anglosajonas y europeas aparece un listado de pensadores sociales realmente asombroso: Helpach, Stoltenberg, Mc Dougall, Havelock, Ellis, Thomas, Westermack, Trotter, Veblen, Blüher, Sorokin, Tarde, Ross, Ward, Small, Ellwood, Sumner, Seller, Bushee, Thomas, Park, Burgees o Dewey 195 Señalemos en este punto que años más tarde Medina dictó en la UNAM de México un curso de Psicología social junto al también exiliado Juan Roura Parella, como veremos en el capítulo V. 130 (Medina, 1934: 82-88). En definitiva, una muestra más del vasto y asombroso conocimiento de las corrientes de autores y escuelas casi impensables para la época que se colaba en las páginas de Medina. Un hombre de ideas que fue tomando y profundizando en alguna de ellas, desechando otras, y, sobre todo, fue abandonando ese sentido enciclopédico y difuso de la visión que se tenía y se practicaba de la sociología como teoría social o historia de las ideas sociológicas para adentrarse en una verdadera teoría sociológica. Antes, en esas mismas páginas, Medina se atrevía, aunque de modo tímido, a teorizar sobre algunos aspectos fundamentales para la explicación de la ciencia sociológica como eran –y sigue siendo- el tránsito societario y la modificación estructural de la sociedad. Veámoslo con detenimiento. 8.3. Teoría de las estructuras: comunidad, sociedad, sociedad estamental y sociedad clasista. Las páginas que Medina dedicaba en su Introducción a la sociología contemporánea a lo que él llamó la ―Teoría de las estructuras‖ es un momento significativo, en mi opinión, de su trayectoria intelectual: ya piensa como un sociólogo porque se sintió capacitado por primera vez para problematizar sobre cuestiones de objeto y construcción de la sociología. Su intención en esas páginas era la de dotar de conceptos y de un esquema analítico a la sociología en lengua castellana, en general, y a la sociología española en concreto, debido a su estado de escaso desarrollo (Medina, 1934. 89-107). Quería ocupar una posición académica aún inexistente. No sucedía igual, nos recuerda Medina, en el caso de la sociología alemana, que gracias a los conceptos célebres de Tönnies de comunidad y sociedad la dotó de categorías con las que permitir el estudio científico de la sociedad y de su evolución. Dos conceptos que nos hablan de dos voluntades diferentes de convivencia por parte de los hombres. La voluntad de la sociedad sería finalista, caracterizada por la instrumentalizad. Una línea abierta por Tönnies que luego fue seguida por Max Weber. La sociedad remite a la socialidad esporádica, a una socialización intermitente. La sociedad –como asociación- quedaba manifestada por el contrato. 196 La asociación es interés, es cúmulo de intereses individuales que se vinculan esporádicamente cuando interesa. Y el contrato remite a promesas que cumplir. A pesar de su carácter instrumental el contrato se asienta bajo una voluntad subjetiva y pasional: la confianza. La influencia de Tönnies es importante en Medina a la hora de forjar esos primeros esbozos teóricos y sociológicos. Advertimos en estas páginas una cierta idea de transición societaria en base al proceso de racionalización sobre el que teorizaba este clásico alemán. 197 En todo caso, Medina iba acumulando distintos autores y escuelas de 196 La influencia decisiva del maestro Adolfo Posada en su discípulo Medina apuntó en muchas direcciones. También en estas reflexiones sobre el tránsito de la comunidad a la asociación podemos encontrar algunas huellas de la herencia krausista que le llegaron a nuestro autor de la mano del viejo profesor: ―Concebir la sociedad como a un organismo le sirve a Posada para mantener dos principios centrales al krausismo español: por un lado, que la sociedad es una entidad con realidad propia, de un orden superior a los individuos que la componen y, por lo tanto, explicable sin recurrir a soluciones contractualistas; por otro, que es un orden natural, que constituye una unidad integrada, ―un centro de energías funcionales‖, lo que le permite evitar las teorías conflictivas‖ (Gutiérrez, 2001: 96). La vida en sociedad, efectivamente, se encierra en un antagonismo representado por vivir entre, por un lado, la presión social, y, por el otro, la búsqueda de la autonomía y la libertad individual. 197 ―La voluntad racional es anterior a la actividad a la que se refiere y mantiene separada su identidad. Posee sólo existencia imaginaria, mientras que la actividad constituye su realización. El ego de ambas formas de voluntad ubica el cuerpo (de otro modo se concebirá como inmóvil) en el núcleo de la acción mediante el estímulo externo. Este ego es una abstracción. Es el ―yo‖ humano en cuanto que se concibe 131 pensamiento, desde Comte o Durkheim, hasta esta primera sociología comprensiva de Tönnies que apuntan a ese proceso de racionalización abierto con la modernidad en la sociedad occidental y que tanto le interesó. Aquí, sin duda, está la base teórica de un aspecto fundamental de su sociología del desarrollo y que también fue madurando a la sombra de Max Weber. Siguiendo con aquellas líneas, encontramos a un Medina que se quejaba del avance de formas de convivencia de tipo sociedad, en la que los lazos sociales se relajaban: son aspiraciones nostálgicas y románticas de comunidad que ya no pueden realizarse de un modo pleno (Medina, 1934: 107). Porque la previsión –el pensamiento anterior a la acción- se impone con el régimen de sociedad. Se instaura y se institucionaliza la previsión como racionalización de los modos de vida. La racionalidad empieza a asumirse como rasgo distintivo de vivir en sociedad: la autoimposición de la razón. El proceso de individuación y racionalización en Occidente provoca la emergencia de la autorregulación y el ordenamiento autoimpuesto. La razón instrumental, de forma positiva otea el destino de la sociedad, pero puede limitar y erosionar la libertad subjetiva y ahí el contrapeso de la razón sensible. Medina confiaba en la razón, pero también señalaba sus excesos. La comunidad privilegiaba un nosotros que disolvía lo individual; mientras que la sociedad premia el yo que disuelve lo colectivo. La comunidad era un mundo cultural horizontalmente construido, mientras que la sociedad pasó a ser un mundo cultural verticalmente construido, que permite la movilidad y el ascenso social. La sociedad transmite la sensación de horizontes abiertos y amplios; mientras que la comunidad limita esos horizontes bajo la ―fatalidad del espacio‖ (Medina, 1934: 100). La sociedad para Medina era lo impersonal social: ―la Sociedad supone una agregación de distintos mundos y destinos, independientes unos de otros; el individuo sólo participa con plenitud en el destino del grupo al que pertenece, pero el destino de los diversos grupos que forman la estructura Sociedad, no puede tener sino una relación muy remota‖ (Medina, 1934: 116). Además la sociedad suponía, para empezar, el desarrollo de la diferenciación social y la autonomía creciente de cada esfera social: ―La cultura, además, pierde el carácter instrumental y vital que poseía en la Comunidad, y se objetiva en una serie de formas culturales (arte, ciencia, religión, economía), que ya no son patrimonio de todos, ya que no sirven para resolver, como una prolongación de la propia personalidad, los inmediatos problemas espirituales que ésta se encuentra, sino que más bien se presentan con un carácter externo de cosas que han logrado una total independencia frente al individuo‖ (Medina, 1934: 117). Medina entendía también a la sociedad en un sentido parejo al ofrecido por el Durkheim de la División del trabajo social. La modernidad y su racionalización habían abierto el proceso de diferenciación social y el tránsito de un sistema social de comunidad a un sistema social de sociedad. De lo que se trataba era de comprender las consecuencias sociológicas de ese cambio social. Por eso nuestro autor se esforzaba en situar al grupo social como el marco de referencia de la sociedad. Junto con el grupo social aparecía tempranamente la categoría de ―clases medias‖: ―la clase despojado de todas las demás cualidades y como esencialmente pensante. Pensar, en este sentido, significa imaginar los resultados (probables o ciertos) de acciones posibles que uno va a emprender, así como medir tales acciones según un resultado final, cuya idea es tomada como modelo; las acciones son dispuestas y ordenadas a continuación para futuras realizaciones‖ (Tönnies, 1979: 116-117). 132 media…constituyen un punto medio entre la clase alta o capitalista, con grandes medios de capital industrial y territorial y las clases proletarias, sujetas a la forzosidad del salario‖ (Medina, 1934: 136). Él nos hablaba de clases medias cuando eran minoritarias en la sociedad española de los años 30. Pero ya las reservaba un papel protagónico de cara al futuro a la hora de ser la clase que tendría que conferir igualdad a la estructura social. Este concepto sería importantísimo para la literatura funcionalista y modernizadora posterior a la Segunda Guerra Mundial. La ―circunstancia sociedad‖ supone el paso de una sociedad estamental a una sociedad clasista. Este tránsito societario es de orden económico y conlleva la emergencia de una nueva estructura social: ―La transformación, por eso, del orden estamental en la Sociedad clasista, comienza cuando la propiedad y, sobre todo, la adquisición capitalista, van a constituir el fundamento de otra estructura social‖ (Medina, 1934: 129). En la sociedad de clases el elemento económico es el factor de ordenamiento social. Medina enfatiza, siguiendo a Max Weber como teórico del capitalismo, que la estructura social de la sociedad moderna viene determinada por la economía capitalista o lo que denomina como ―el contenido económico originador de la estructura social‖ (Medina, 1934: 132). La estructura de clases es el producto social de la economía capitalista. Si en la sociedad estamental el estatus social era de valor cultural o familiar, en la sociedad de clases el valor hegemónico es el económico: ―Así, pues, es primera afirmación de los sociólogos la del aspecto económico de la estructura clase, pero, además, el carácter poco fijo y compacto que esta forma social significa‖ (Medina, 1934: 131). Por eso, José Medina ya advertía a los sociólogos que tuvieran en cuenta el carácter económico que forja el tipo ideal de sociedad. El sociólogo tiene que saber de los aspectos económicos que caracterizan a una sociedad. Este trabajo de 1934 es un buen ejemplo, como venimos apuntando, de algunos temas que serían recurrentes en el conjunto de su obra: desde el transito comunidad- sociedad hasta propuestas teóricas que encierran el carácter concreto e histórico con el que entendía las situaciones sociológicas y las acciones sociales. 198 Si la sociología era para él la ciencia social de lo concreto es porque ésta representaba un estudio historificado de las categorías sociales. Medina sostiene cómo la historicidad de la estructura social hace que categorías culturales y sociales históricamente predominantes pervivan en el presente (1934: 98-99). La modernidad implica un tránsito de ―la circunstancia social de comunidad‖ a la ―circunstancia social de sociedad‖, lo cual supone un mundo cultural que favorece la movilidad y el ascenso social dada la diferenciación de la estructura social. Quizás sea necesario abrir más nuestra perspectiva y conocer las ―sociologías‖ que se hacían en esa época. Pero somos de la opinión de lo que él escribía aquí no difería mucho a lo escrito por estos contemporáneos suyos y que son sociólogos consolidados y reconocidos como clásicos por la propia sociología española. Tenía una 198 Por ejemplo, la manera que tenía Medina de penetrar en el hecho social desde esta perspectiva histórica la desplegó teóricamente, como veremos, en su sociología del desarrollo y en interpretaciones tan significativas para América Latina como el que representó en su momento el estudio de la hacienda. En ese estudio Medina comprobará que la diversa realidad latinoamericana demostraba al científico social que el esquema dicotómico sociedad tradicional-sociedad moderna quedaba invalidado por su divergente estructura social. Esta superposición de dos realidades bien diferenciadas no se da en estado puro, ya que son tipos ideales que se penetran mutuamente. Sin embargo, los orígenes y el ―sustrato sociológico‖ de esos estudios los encontramos en los años de España anteriores a la Guerra Civil, momento en el que Medina adquirió habilidades y herramientas teórico-metodológicas con las que pensar sociológicamente. 133 voluntad de pensar sociológicamente, lo que le emparenta con la raíz común de los clásicos de la sociología (Weffort, 1988: 130). Empezaba a reflexionar y trabajar cotidianamente como un verdadero sociólogo enfrentándose a los problemas metodológicos y teóricos de la disciplina. Es decir, pensaba desde la sociología. 9. El significado de la sección de Sociología de la Revista de Derecho Privado. Mi hipótesis es que Medina tuvo interés en formar un ―grupo de investigación‖ dentro de esta colección de Sociología de la Editorial de Derecho Privado, con los nombres de Ayala, Herrero, Ímaz y Recasens Siches; quienes aparecerán luego, como autores y traductores, en la colección de Sociología que dirija Medina en el Fondo de Cultura Económica de México. Sin la quiebra cultural producida por la guerra hubieran desarrollado a niveles más que aceptables el campo sociológico español y hubieran adelantado en decenios la recepción de corrientes sociológicas como la histórica- cultural o la empirista. Si Medina hubiera acometido la traducción de Max Weber en una España en condiciones democráticas y políticas normales hubiera anticipado la recepción de la sociología comprensiva y la hubiera puesto en una punta de conocimiento que, por ejemplo, no había en Estados Unidos, donde Weber era un autor aún casi por descubrir (Morcillo, 2008). Son cosas imposibles de saber, porque la historia fue otra. Lo que sí sabemos es que estos autores desarrollarían y completarían esta tarea editorial y pedagógica en el exilio latinoamericano desde distintos frentes y geografías, pero consolidando y manteniendo una importante red de colaboración entre científicos sociales y sociólogos que se originó durante estos años en Madrid. 199 También sabemos y hemos confirmado lo importante que fue la contribución de Posada en Medina Echavarría y en Ayala –como miembros representativos de esta generación ―sociológica‖- a la hora de infundirles ese ―estar al día‖ de las corrientes sociológicas contemporáneas junto con el sentido práctico de la ciencia de la sociedad. Esto es bien palmario, como veremos a continuación, en el deseo de nuestro autor por estudiar y especializarse en las nuevas técnicas de investigación social en Inglaterra y Estados Unidos. 200 Queda claro, en fin, que en una época de ―poca sociología española‖, hubo toda una serie de autores preocupados por los soportes institucionales de la disciplina. Por ejemplo, Medina cerraba su obra Introducción a la sociología contemporánea reflexionando sobre la enseñanza de la sociología y la necesidad de su institucionalización en las Universidades como paso a su reconocimiento como ciencia social plenamente autónoma (1934: 139-148). Escribía esto desde una sociología poco desarrollada, sin apoyo institucional y que tenía que mirar al exterior, como él mismo hacía, para pensar sociológicamente. Este subdesarrollo explica su propósito de dotar a la sociología en lengua castellana de reconocimiento y propensión científica, para que se emancipara de las influencias foráneas. Tal objetivo lo tomó como una verdadera aventura intelectual, precipitada con plena intencionalidad científica. Y vemos que lo hizo desde distintos ámbitos que fueron muy importantes para él en sus funciones de 199 La evidencia de esta relación fue la colaboración entre Ayala y Medina, quienes establecieron una red editorial entre Buenos Aires y México desde la editorial Losada y desde el Fondo de Cultura Económica, respectivamente. 200 ―Sin renunciar a lo español y al carácter de su inteligencia, aquella generación se impuso como tarea principal la construcción de un ambiente en el que la disciplina fuera antídoto de la precipitación y de la improvisación‖ (Lira, 1999: 28). En ese sentido, de saberse miembro de una generación encaminada hacia la especialización sociológica, Medina recordaba: ―Pertenezco a una generación –española claro está- seguramente destinada a ser rigurosamente especialista; los azares de la historia lo impidieron y sólo algunos de musculatura titánica lo han podido cumplir‖ (Medina, 1967: 4). 134 autor, editor y de traductor de libros sociológicos. Había aprendido que la forma de favorecer ese proceso de institucionalización de la sociología en lengua castellana se debía acometer desde distintas acciones académicas, docentes, editoriales o formativas. 10. El interés por la sociología anglosajona. Un primer intento por conocer de forma sistemática la sociología en Estados Unidos. El viento de la modernización regó el primer tercio del siglo XX español. Ese espíritu, por supuesto, también se aprecia en la solicitud que José Medina Echavarría presentó a la Junta de Ampliación de Estudios en febrero de 1935 para postular por una pensión para estudiar sociología en Inglaterra y en Estados Unidos. Ya había desembarcado en la sociología. Pensando en la circunstancia española anterior a 1939 nos puede extrañar que hubiera ya un interés sociológico por el mundo anglosajón. Resulta que era más frecuente de lo que creemos. Esta ignorancia sobre nuestra propia disciplina se debe a esa fatal fecha que aniquiló toda esperanza modernizadora y que arruinó todo el esfuerzo de institucionalizar esta ciencia social. El interés por la sociología norteamericana de Medina Echavarría no era algo novedoso dentro de la historia del pensamiento social español. Sí era novedoso, en cambio, su pretensión de querer ampliar conocimientos sociológicos en Estados Unidos. El tono manifiesto de estas páginas trata de distinguir entre ―conocer‖ y ―apropiarse‖ del pensamiento sociológico. Una cosa es la recepción del hacer sociológico norteamericano, tener conocimiento de qué se estaba haciendo en aquel país, de sus corrientes y líneas de pensamiento, y otra cosa muy distinta es la apropiación en el sentido de integrar un enfoque, los problemas y las teorías norteamericanas como punto de partida de hipótesis y de estudios. El conocer es propio de la tentativa sociológica española de principios del siglo XX. La segunda tarea no la hará la sociología española hasta principios de los años 60 cuando regresen los primeros doctorados que estudiaron en Estados Unidos y traigan bajo el brazo una sociología empírica de corte funcionalista y la integren en sus trabajos sociológicos. Adolfo Posada era un gran conocedor de la primera sociología académica norteamericana. En sus Principios de Sociología, de 1909, ya daba cuenta de esta incipiente sociología norteamericana, citando a autores como Lester Ward y Franklin Giddings. 201 Como vemos, a principios del siglo XX la fascinación ―sociológica‖ por los Estados Unidos no desapareció, a pesar del desastre del 98, sino que se mantuvo y se llegó a incrementar con las ―misiones pedagógicas‖ de la Junta de Ampliación de Estudios a la hora de apoyar los estudios, no solamente de sociología, sino de cualquier otra ciencia natural y social, en las universidades y centros académicos norteamericanos. Un total de 158 pensionistas de la JAE disfrutaron de estancias en aquel país, lo que presagiaba el prestigio y potencial de la academia norteamericana frente a la ―crisis‖ de la universidad europea. 202 El primer pensionado de la JAE que disfrutó de una beca para ampliar conocimientos en Sociología en el país americano fue Luis García Guijarro, profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Estuvo visitando 201 Junto a Small y Giddings se sitúan Sunner y Ward como fundadores de la disciplina en Estados Unidos; la cuál estaba muy influida por el evolucionismo de Comte, Stuart Mill o Spencer (Caplow, 2000: 62-63). 202 Expediente JAE José Medina Echevarría. 135 por dos años, entre 1909 y 1910, instituciones y universidades de los Estados Unidos. 203 Anotó y tomó apuntes de viaje para dar cuenta de las direcciones de la sociología norteamericana y de cuáles eran las preocupaciones sociológicas de ese país, como la inmigración, la pobreza, la opinión pública. 204 La motivación respondía al clima intelectual de la época, ya que la intención era ver qué se hacía fuera de España, en qué estaban por los Estados Unidos, qué problemas sociales tenían y cómo se trataban de resolver. Era un interés sociológico nacido de una clara preocupación por el reformismo social y de cómo integrar lo socialmente desviado o problemático dentro de una identidad nacional. Se puede decir que la ―sociología‖ de García Guijarro era una sociología de viajes, adquiriendo el diario de viajes la consideración de ―forma‖ o ―fuente de conocimiento sociológico‖, incidiendo más en la anotación de fenómenos sociales que en su posterior compresión sistemática. Este autor, más que realizar un mosaico de las corrientes sociológicas norteamericanas, acabó por hacer un panorama, como decíamos, de ―la primitiva sociología de la reforma‖ norteamericana (Wright Mills, 1999: 101). En los escritos depositados en el expediente de la JAE de este autor solamente encontramos algunas breves citas a Giddings y a su obra The province of sociology, donde el sociólogo norteamericano reclamaba por una distinción y separación científica entre la historia y la sociología. 205 Una breve reseña que evidencia, por lo menos, una cierta preocupación por la primera sociología académica norteamericana. Lo cierto es que García Guijarro, a diferencia de Posada, no influyó en la emergencia del campo sociológico español de principios del siglo XX, ya que acabaría abandonando estos primeros intereses sociológicos a favor de la carrera política. Posada, en cambio, fue una figura clave a lo largo de las décadas de los años 20 y de los años 30 por su labor como precursor de la ―incipiente sociología española‖ y también como intermediario del interés sociológico por los Estados Unidos. 206 El viejo profesor manifestó su sugestión por la sociología norteamericana a distintos alumnos que trataron de insertarla como corriente de pensamiento o herencia cultural dentro de la 203 ―Don Luis García Guijarro-Reales órdenes de I-XII- 1908, 26-I-1909 y 24-I-1910. Estados Unidos. Desarrollo y dirección de la Sociología. Llegó en enero de 1909 a Nueva York, donde estudió la inmigración, el pauperismo y las obras de asistencia social. Después se trasladó a New Haven, en cuya Universidad de Yale asistió a cursos de Ciencias sociales y se puso en relación con el profesor A. G. Keller. Además de esta Universidad visitó las de Harvard, Columbia (Nueva York), John Hopkins (Baltimore) y Washington; las escuelas elementales y superiores, los Kindergarten, la Escuela para maestros, de New Haven, el Instituto Tecnológico de Boston y los colegios femeninos de Wellesley y Vassar. Estudió la condición social del obrero del campo y de la ciudad, la vida intelectual, las cuestiones sociales de los franceses-canadienses en la Nueva Inglaterra, de los alemanes en San Luis y de las poblaciones negras en el Sur‖. Expediente de JAE de Luis García Guijarro, expediente 62-244, foja 42. 204 La solicitud de Luis García Guijarro del 1 de diciembre de 1908 recoge su interés en ―observar los fenómenos sociológicos más importantes…a) inmigración, b) el pauperismo, c) obras de asistencia social‖ de Estados Unidos y realizar un ―Estudio en los Estados Unidos del desarrollo y de las direcciones de la Sociología‖. Expediente de JAE de Luis García Guijarro, expediente 62-244. Rastreando su expediente de JAE he encontrado varias anotaciones y esquemas escritos a manos que dan constancia de dos trabajos que presentó, parece ser, a la Junta: 2 publicaciones: ―Notas americanas‖ y ―Las fuerzas sociales de América‖. Ambos trabajos son un bosquejo de notas que tratan sobre los medios físicos, las razas, la identidad nacional, la opinión pública, la propaganda y la demografía. Más que un pensamiento sociológico en sentido estricto son reflexiones sobre la realidad y la problemática social de Estados Unidos a principios del siglo XX. 205 Expediente de JAE de Luis García Guijarro, expediente 62-244, foja 15. 206 Incluso Ortega y Gasset en su célebre Rebelión de las masas daba cuenta del impresionante crecimiento tecnológico y civilizatorio de los Estados Unidos. 136 tradición sociológica española. En ese sentido, Medina Echavarría se interesó por el desarrollo que había tenido esta ciencia social en los Estados Unidos a partir de la mediación del maestro Posada. Esa solicitud de Medina a la JAE de febrero de 1935 estuvo apoyada por el propio Posada y además por Fernando de los Ríos y Luis Recasens Siches. 207 Aparecen tres nombres claves en la biografía intelectual de Medina en aquellos años de la Segunda República y que, de modo alguno, intercedieron por él en momentos estratégicos de acceso al campo sociológico; como pudieron ser la solicitud de becas, los concursos de cátedras, las ayudantías y que, de modo alguno, le facilitaron el acceso a temas e intereses sociológicos. Esa solicitud –apoyada por esos tres nombres importantes del campo académico- para estudiar sociología en Inglaterra y Estados Unidos fue, por desgracia, rechazada. Aún así, esta solicitud es un buen objeto para reflexionar sobre varias claves del campo sociológico español de aquellos años uniendo biografía, historia y sociedad: ―Desde hace algunos años el solicitante venía dedicado a estudios sociológicos, frutos de los cuales hasta el presente ha sido una introducción en la sociología contemporánea que se encuentra en vías de publicación. La formación en esta materia del solicitante ha sido preferentemente alemana, por lo cual se propone en la actualidad completar esa formación, primero, siguiendo un curso teórico en la Universidad de Londres con el Profesor Ginsberg, para adquirir un conocimiento mayor del pensamiento sociológico anglo-americano y segundo, realizando un aprendizaje especialmente en las Universidades de Columbia y de Chicago de los métodos prácticos de investigación sociológica (sociografía y Social Research), con los aparatos empleados para ello, a fin de introducir tales métodos más adelante en nuestro país. Este plan de trabajo expuesto en esquema podría ser explicado oralmente a requerimiento de la Junta. Para asesorar sobre esta materia y mi persona indico a los profesores señores Don Adolfo Posada, Don Fernando de los Ríos y Don Luis Recaséns‖. 208 Fijándonos en el análisis de este documento se confirma una vez más lo apuntado arriba: que Medina fue discípulo de Posada y que compartió con él el auge de la sociología norteamericana. También observamos que había un núcleo de nombres que sintieron la responsabilidad y la preocupación de tapar lagunas y crear nuevos horizontes dentro del pensamiento sociológico español, y nada mejor que completarlas yendo a los centros extranjeros de conocimiento. 209 Quizás este sentimiento fuera más agudo en Medina o Recasens por cuestiones de edad. Además se aprecia cómo Alemania iba perdiendo relevancia intelectual para los científicos sociales. En otras palabras, se veía agotada la perspectiva social de la filosofía del derecho alemán. A ello unió que la institucionalización de la sociología alemana no se había producido hasta después de la Primera Guerra Mundial, si bien la literatura sociológica de la época era más que abundante. Pero no era suficiente. 207 Solicitud 5 de febrero de 1935. Expediente JAE José Medina Echevarría. 208 Solicitud 5 de febrero de 1935. Expediente JAE José Medina Echevarría. 209 Fernando de los Ríos tuvo contacto posterior con el pensamiento sociológico norteamericano ya en el exilio al formar parte de la New School for Social Research. Institución en la que también enseñaría Luis Recasens Siches, también durante su exilio americano. 137 La atención por la sociología norteamericana representaba la búsqueda de nuevos límites y fuentes empíricas que dotasen de sentido práctico a un saber teórico aprehendido, fundamentalmente, de las fuentes alemanas. Se trataba ahora de abarcar el campo aplicado del conocimiento sociológico. El desplazamiento obligado era mirar hacia Estados Unidos. La sociología había tenido un extraordinario desarrollo en aquel país como disciplina universitaria. Como había señalado Medina en su manuscrito, en 1889 se había creado una cátedra en Columbia y en 1892 un Departamento de Sociología en la Universidad de Chicago en 1892. Estos dos centros universitarios fueron los elegidos por él para continuar su formación como sociólogo, lo que dice mucho del conocimiento que había en España sobre la experiencia sociológica en Estados Unidos y su avance en las técnicas de investigación social. Por otro lado, el interés de nuestro autor hacia Morris Ginsberg y hacia la sociología inglesa era más teórico y analítico, apuntando hacia la construcción, el sentido y el objeto de la sociología. 210 A diferencia, por ejemplo, de García Guijarro quien se interesó por Estados Unidos a principios del siglo XX a partir de un enfoque de reformismo social, Medina muestra ya, a mitad de los años 30, una nítida ―pretensión sociológica‖ –científica, podemos decir- en esta solicitud. El campo sociológico español empezaba a dar lentos pasos hacia su autonomía. Debemos tener en cuenta que bajo la manifestación intelectual de nuestro autor convergen diferentes factores que van desde el desarrollo de la propia ciencia social en el mundo anglosajón, su formación sociológica en Alemania, la relación académica y mundana con el maestro Posada y la necesidad de cubrir un hueco científico en la cultura española. Medina demostraba entonces su creencia por el aspecto analítico de la sociología, complementario para él, sin duda, del aspecto concreto y cultural que había recibido de la sociología alemana. Esto lo explicaba muy bien en su solicitud de pensión: ―La formación en esta materia del solicitante ha sido preferentemente alemana, por lo cual se propone en la actualidad completar esa formación, primero, siguiendo un curso teórico en la Universidad de Londres con el Profesor Ginsberg, para adquirir un conocimiento mayor del pensamiento sociológico anglo-americano y segundo, realizando un aprendizaje especialmente en las Universidades de Columbia y de Chicago de los métodos prácticos de investigación sociológica (sociografía y Social Research), con los aparatos empleados para ello, a fin de introducir tales métodos más adelante en nuestro país‖. 211 Medina había tenido conocimiento y había leído a los primeros grandes autores de la sociología alemana. Como estamos viendo, poco a poco fue incorporando a la sociología como preocupación intelectual de primer orden. Se iba despojando de la filosofía jurídica y ya empezaba a pensar en ―clave sociológica‖. Por tal motivo, nos interesa resaltar que su aproximación a la sociología anglosajona descansaba tanto en un interés estrictamente científico, dada su ambición teórica por formalizar una ciencia imprecisa y aún difusa, como en el análisis de los soportes institucionales de esta ciencia. Tenía claro que el desarrollo de la sociología como ciencia independiente y autónoma era mucho mayor en el mundo anglosajón que en Francia o Alemania, corrientes que ya conocía. Él ya había estado en Inglaterra a mitad de los años 30 en 210 Medina traduciría en 1942 para la editorial argentina Losada el Manual de Sociología de Ginsberg. 211 Expediente JAE José Medina Echevarría. fojas 14-15. 138 varios viajes que realizó como Letrado de Cortes, lo que hace suponer que tenía conocimiento del clima intelectual de aquel país, a la vez que conocía la sociología académica norteamericana de la mano de Posada. 212 Además en esta decisión también tendría mucho que ver la situación inestable a principios de los años 30 de la Vieja Europa. Empezaba a tener perfectamente claro la dirección que luego tomaría la sociología occidental tras la Segunda Guerra Mundial: junto con el marco teórico- metodológico, la sociología debía apoyarse necesariamente en las técnicas de investigación social. Los nuevos bríos por integrar el pensamiento sociológico anglosajón e incorporar el sentido práctico de las nuevas técnicas de investigación social suponían un esfuerzo claro por institucionalizar la sociología como ciencia autónoma en el campo académico español bajo el contexto cultural de la Segunda República. En efecto, estaba abriendo el juego de la ―construcción científica de la sociología‖ en España a partir de entrecruzar y apoyar mutuamente la corriente teórica de la sociología (Alemania, Morris Ginsberg, Comte, Durkheim, etc.) con la corriente más empírica (Estados Unidos). Veía que estas corrientes sociológicas se ajustaban mucho mejor a la pretensión de formalizar a la sociología dentro del campo científico español y darla de unos límites teóricos e institucionales que hasta entonces no tenía. Por supuesto, hay que pensar que en esa época existía la necesidad de dar una cierta especialización y generalización a lo que se denominaba sociología. La confusión sobre lo qué se entendía por sociología era absoluta en un clima de escasos practicantes. Resultaba un poco extraño hablar de sociología en la España de aquellos años. Esta imprecisión y el desconocimiento de lo que significaba la sociología pudo ser un motivo poderoso para que la Junta rechazase esta primera solicitud de Medina para ampliar conocimientos sociológicos en el ámbito anglosajón. 213 Estamos viendo cómo Medina, al mismo tiempo y en distintas direcciones, estaba apuntando hacia la institucionalización de la sociología en España dentro de un trabajo colectivo: Posada, Ayala, Recasens, la universidad, la Editorial de Revista de Derecho Privado, la JAE... Su deseo de perfilar el ―enfoque sociológico‖ en el mundo anglosajón escondía, además, la intención de reclamar la distinción autónoma de la sociología frente a otras ciencias sociales, principalmente la filosofía y el derecho. 214 Más aún cuando el debate en el campo de las ciencias sociales se centraba además sobre el estatus científico de la sociología. Había un cierto ambiente hostil dentro del campo académico español hacia la sociología: ―se miraba con recelo una ciencia social empírica que parecía minar el normativismo clásico iusnaturalista‖ (Lamo, 1992: 123). La filosofía del derecho, la filosofía y el propio derecho se veían amenazados por la 212 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 213 Expediente JAE José Medina Echevarría.Quizás la Junta también pudo considerar que era excesivo financiar una estancia de 6 meses en Inglaterra y luego otros 6 meses en Estados Unidos. Medina se mostraría mucho más flexible a estas cuestiones de índole económica en la segunda solicitud a la JAE. Se puede observar, en este caso concreto, cómo el interés científico queda muchas veces sujeto a la financiación de los poderes políticos y públicos, lo que reduce el interés científico a una lucha y pugna por la búsqueda de esos recursos económicos. 214 Sin duda que este fue un debate importante dentro de su generación. En el caso de Ayala, de Medina y de Recasens existía un afán personal de superar y diferenciarse de los maestros como sociólogos. Algunas veces esa disputa iba a dirigida a Ortega y Gasset. Escribía José Luis de Imaz que Medina Echavarría criticó a Ortega por haber tildado a Bergson de sociólogo: ―En otras palabras, que si el maestro con sus ―usos‖ había dado con el meollo de lo social, no distinguía quien era y quien no era practicante de esta profesión‖ (1978: 665). 139 emergencia de la una nueva ciencia social que entraba en competencia en el terreno de las ciencias sociales. La estrategia académica de estos autores era la de institucionalizar la sociología y la de formalizar a esta ciencia. A través del relato de la biografía de Medina Echavarría, estamos dando cuenta de que había un claro afán de seriedad y de rigor científico sobre la sociología, para diferenciarla del ―ensayismo social‖ y de una ―filosofía social‖ que se hacían de una manera intuitiva, desordenada y que en ocasiones caía en la espontaneidad. Estos practicantes comprendieron que la sociología en España necesitaba, por un lado, de una sistematización teórica y, por el otro, de un reflejo institucional en centros de investigación sociológica que aunaran la visión empírica y teórica que requiere esta ciencia social. Sintieron, como hemos apuntado, la responsabilidad y obligación de explicar científicamente los cambios y problemas adscritos a la modernización y al desarrollo cultural y económico de una sociedad que avanzaba lentamente. La excitación de este ―descubrimiento sociológico‖ nos hace dibujar a un Medina oriundo de su tiempo y de estas esperanzas modernizadoras. Recogió los frutos de este cambio y ascendió un peldaño más en su afán de adquirir el enfoque sociológico bajo el deseo de formarse como ―sociólogo profesional‖ en el mundo anglosajón. Asumió la tarea de integrar la sociología en la sociedad española a partir de un sentido instrumental y en clave nacional. Pero esta solicitud, como decíamos, fue rechazada. No había madurado el proyecto. Todavía faltaba el apoyo administrativo y económico para formalizar la sociología de unos pocos ―aficionados‖. 11. Insertándose en el campo académico. Nuevo intento por estudiar sociología en Estados Unidos. La Cátedra de Madrid. Durante el año 1935 y principios del año 1936 vemos en la biografía de Medina Echavarría la manifestación de las tres tensiones características de los años de la Segunda República: la carrera profesional, la necesidad de formarse en el extranjero como sociólogo y la aspiración académica de alcanzar una plaza como Catedrático en Madrid. Continuaba su particular lucha por definirse y por encontrar su posición académica. Es muy probable que las oposiciones para la plaza de Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Madrid ofertada en enero de 1935 se desarrollasen a lo largo de todo el año 1935. Esto se puede intuir por las excedencias que pidió a lo largo de 1935, quizás con la necesidad de disponer de tiempo para preparar las oposiciones. 215 Regresado a su puesto en Las Cortes, la Comisión de Gobierno interior del Congreso de los diputados le nombró el 21 de diciembre de 1935 para ocupar la plaza de Oficial quinto de la Secretaría del Congreso de los Diputados, Jefe de Administración Civil de tercera clase del Congreso de los Diputados dotada con 215 Estas bajas también podían estar relacionadas con las actividades diplomáticas en el extranjero en las que participó nuestro autor en esos años como representante del gobierno republicano. El 29 de julio de 1935 le fue concedida una baja de 30 días para ausentarse de Madrid ―necesitando por motivos de salud disfrutar de una temporada de descanso‖. El 4 de octubre de 1935 solicitó una excedencia de 3 meses para ausentarse de Madrid y de su puesto de trabajo en Las Cortes ―para resolver asuntos personales‖. Una licencia de baja sin sueldo que le fue concedida el 16 de octubre de 1935. El 2 de diciembre de 1935 solicitó a la Comisión de Gobierno interior del Congreso de los diputados su reintegro en su puesto de la Secretaría del Congreso de los diputados, renunciando a agotar el plazo de la licencia de 3 meses que le habían concedido. Expediente administrativo de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. Estas bajas también podían estar relacionadas con las actividades diplomáticas en el extranjero en las que participó nuestro autor en esos años. 140 el sueldo anual de diez mil pesetas. 216 Medina prosiguió su labor como letrado de Las Cortes, pero sin abandonar sus otras dos aspiraciones intelectuales: seguir formándose en los centros de conocimiento extranjeros y lograr ubicarse en el campo académico español. 11. 1. Nuevo intento por estudiar sociología en Estados Unidos. Madrid, 5 de febrero de 1936. José Medina presenta nuevamente otra solicitud a la Junta para Ampliación de Estudios para estudiar sociología en Inglaterra y en Estados Unidos. 217 Tenía bien claro que la sociología alemana empezaba a ser más o menos conocida dentro del campo académico español, lo que reducía futuros réditos en su estrategia de inserción académica. Tampoco ayudaba la inestabilidad política de la Alemania nazi, lo que hacía desechar cualquier idea de retornar a una cultura para él ya conocida. Su idea estaba en conocer el mundo anglosajón, más estable en términos políticos, e introducir su pensamiento sociológico en la tradición española: ―en efecto, nuestras Bibliotecas, abundantes en materiales alemanes, libros y revistas, carecen muy mucho de los productos del pensamiento anglo-sajón y muy especialmente en Sociología‖. 218 De ahí que la solicitud de 1936 descansase sobre idéntica pretensión que la de 1935: ―colmar la laguna del desconocimiento del pensamiento anglo- americano‖. 219 Sin embargo ahora no le acompañaba la recomendación de ningún profesor consolidado. Pesaba más lo biográfico. La petición estaba mucho más matizada y explicada que la anterior solicitud. Sabe que esta solicitud ―tropieza en la actualidad con dificultades de tipo material por la orientación hasta ahora predominante en el ambiente cultural español‖. 220 Era consciente del gran problema que ha arrastrado históricamente la ciencia española: la financiación económica. 221 Rebajaba su tono y su ambición. Aunque su deseo era pasar seis meses en Inglaterra y otros seis en Estados Unido, ahora se conformaba con pasar de cinco a seis meses en Inglaterra, para dedicarse a acabar ―un trabajo en preparación sobre la Sociología americana, que proyecto hacerlo, no como mera exposición doctrinal, sino señalando las relaciones y trabazón de ese pensamiento con la historia social y económica de los Estados Unidos en los últimos tiempos‖. 222 Aquí nos avanza que ya estaba escribiendo su célebre trabajo Sociología: teoría y técnica, libro que terminaría de redactar en México y que publicaría en 1941. 216 Expediente administrativo de José Medina Echavarría. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación. 217 Solicitud JAE, 5 de febrero de 1936. Expediente JAE José Medina Echevarría. 218 Solicitud JAE, 5 de febrero de 1936, foja 18. Expediente JAE José Medina Echevarría. 219 Solicitud JAE 5 de febrero de 1936, foja 18. Expediente JAE José Medina Echevarría. 220 Solicitud JAE 1936, foja 18. Expediente JAE José Medina Echevarría. 221 Anteriormente comprobamos cómo el deseo de Medina por estudiar en Alemania se debía a una estrategia académica e intelectual por ocuparse de autores y temas no copados por otros pensionados de la JAE (recordemos su clara referencia a Xavier Zubiri y A Luis Recasens). Pero junto a ello también se unía un interés económico manifiesto: que le concediesen la beca dependía mucho de la novedad y utilidad de la misma. Esta pugna por los recursos es perfectamente visible en esta solicitud para estudiar en Inglaterra y Estados Unidos al formular Medina su solicitud de pensión ajustando tanto más los intereses ajenos de la administración como los propios por lograr su consolidación académica en el campo universitario e intelectual español. 222 Solicitud JAE, 5 de febrero de 1936, foja 19. Expediente JAE José Medina Echevarría. 141 Estaba claramente interesado por los avances de las técnicas de investigación social de la sociología norteamericana y que anticiparía tempranamente en lengua castellana. 223 Su intención era acceder a los fondos bibliográficos de la Biblioteca de la London School of Economics. Añadía la posibilidad de ―conocer algunos de los profesores de la Escuela, como Ginsberg, Mannheim, Marshall y Malinowski, entre otros‖. 224 Aunque no fuera su intención fundamental, Medina dejaba entrever su voluntad por seguir formándose como sociólogo con sistematizadores de la disciplina como Ginsberg, Mannheim, Malinowski o T. H. Marshall, quienes coincidían en aquellas fechas en la London School of Economics. 225 Buscaba encontrar en ellos las fuentes teóricas de su idea de sociología. El enfoque sociológico que manejaba nuestro autor era -como lo sería a largo de toda su vida- ecléctico: pretendía formarse bajo el funcionalismo de Ginsberg y Malinowski, quien había publicado en 1922 su célebre Los argonautas del Pacífico Occidental, bajo la visión sintética y sistémica de la sociología que poseía T. H. Marshall y bajo la sociología del conocimiento Mannheim. 226 Pero todos estos autores, quizás un poco menos en Manhheim, tenían en común el compartir un programa fuerte de la sociología: todo orden social precisa de unas características estructurales básicas sin las cuales no se podría hablar de sociedad. Prima en ellos el hecho social, la estructura. Y también el normativismo teórico y conceptual. Debían más a Durkheim y a Weber que aMarx (aunque K. Mannheim estuvo muy influenciado por el pensamiento de Marx). 227 Aún así, esos profesores de la London School of Economics eran autores que reflejaban esa ―tensión‖ entre la ―dimensión estructural de la sociología‖ (Durkheim) y la ―dimensión comunitaria‖ (Weber) (Rodríguez Ibáñez, 2003). Si en Inglaterra pretendía encontrar la inspiración teórica, en Estados Unidos quería buscar el complemento técnico a su visión de la sociología. Sabemos que Medina se conformaba con estudiar sólo 5 o 6 meses en Inglaterra, como vimos arriba, pero su deseo, en el caso de haber fondos económicos suficientes, era pasar otros 6 meses en Estados Unidos: ―O bien, desde luego, una pensión en dos semestres: uno en Londres y otro en los Estados Unidos que, a mi parecer, debieran distribuirse en dos trimestres para cada uno de los laboratorios de investigación sociológica de las Universidades de Columbia y Chicago‖. 228 Para completar la adquisición de la perspectiva sociológica sabía de la necesidad de conocer y formarse bajo los procedimientos prácticos de la investigación social norteamericana. A la teoría había que sumarle aplicación: 223 En la misma solicitud vuelve a reiterar: ―En la actualidad vengo preparando dos trabajos de distinta naturaleza: una monografía sobre el sociologismo, materia sobre la que todavía falta un estudio que intente abarcarlo en su total extensión y un libro expositivo sobre la Sociología norteamericana‖. Solicitud JAE 5 de febrero de 1936, foja 18. Expediente JAE José Medina Echevarría. Medina se refería al citado Sociología: teoría y técnica, y a su Introducción de la sociología contemporánea, también publicado en el exilio mexicano. 224 Solicitud JAE, 5 de febrero de 1936, foja 20. Expediente JAE José Medina Echevarría. 225 Una gran concentración de pensadores sociológicos. Ginsberg llegó por la mediación de Malinowski. 226 Tomado de la breve reseña biográfica e intelectual de T. H. Marshall en la página web de la London School of Economics http://www.lse.ac.uk/resources/LSEHistory/marshall.htm 227 Aquí hayamos un primer interés manifiesto de Medina Echavarría por contactar con Karl Mannheim, autor al que recurrirá en varios momentos de su vida intelectual, traduciéndole, escribiéndole desde el Fondo de Cultura Económica en los años de México y, principalmente, acudiendo al clásico alemán como recurso teórico cuando tuvo que encarar los problemas y retos de la planificación democrática en América Latina en los años 60 desde la CEPAL y el ILPES de Santiago de Chile. 228 Solicitud 5 de febrero de 1936. foja 20. Expediente JAE José Medina Echevarría. 142 ―Pero si estas dificultades podrían irme venciendo poco a poco, hay algo que por mí o por otros creo que debe ser conocido y, en parte, asimilado. Me refiero al conjunto de instrumentos e instituciones dedicados en Norteamérica a la llamada Social Research Work: los procedimientos de las surveys, el instrumental estadístico y cartográfico, las formas de los Case Work, tipos de cuestionarios e interview, etc. No tengo que indicar a la Junta la significación y el valor de algunos Social Laboratorys en los Departamentos sociológicos de las Universidades norteamericanas, ni la importancia de determinadas fundaciones e instituciones privadas que sostienen y cooperan a las tareas de investigación social‖. 229 Frente a la oposición que supone un cultivo sociológico en esta época, Medina dibujaba en esta solicitud la intención que había en la sociología española por incorporar las técnicas de investigación social, que complementarían al conocimiento teórico en la producción del conocimiento sociológico como conocimiento científico. Nuestro autor, ya en 1936, se veía a sí mismo y pensaba como sociólogo. Como afirmamos anteriormente, sería un sociólogo difícilmente clasificable según las connotaciones más empíricas actuales, dada su preferencia por la teoría y por el sentido reformista que confirió a la ciencia, pero se comprueba que no dudó en inclinarse hacia la investigación. 230 Era consciente de que no se podía quedar en lo teórico y que para el bien de la construcción metodológica de la sociología (en lengua castellana) era necesario la incorporación en la misma de los métodos de investigación social, principalmente cuantitativos: ―no puede existir una ciencia sociológica sin una teoría y sin una teoría de investigación‖, afirmaría en las páginas de su Sociología: teoría y técnica, perfiladas durante su experiencia española. Sabía dónde había que focalizar la atención epistemológica. Como también reconocía lo fundamental que era el soporte institucional en el que apoyar el desarrollo de la investigación social. Esta solicitud simbolizaba, en todo caso y como hemos destacado en páginas anteriores, la existencia de una voluntad colectiva a favor de los estudios sociológicos. Pero esa aventura hacia la sociología científica fue interrumpida. La beca le fue concedida por Orden Ministerial 23-7 del 8 de julio de 1936. Le asignaron una mensualidad de 425 pesetas mensuales y 1.000 pesetas en viajes para 6 meses en Inglaterra y 6 meses en Estados Unidos, como así era su verdadera voluntad. 231 Nunca la llegó a disfrutar. Pocos días después, el 18 julio, comenzaba la contienda bélica española que puso fin a muchas expectativas e ilusiones depositadas en la modernización cultural y social de la República española. 11.2. La cátedra de Madrid. Medina tampoco podría disfrutar de la plaza docente que consiguió en Madrid. Parece ser que en los meses anteriores al inicio de la Guerra había obtenido la tan ansiada plaza de Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Central de 229 Solicitud 5 de febrero de 1936. foja 19. Expediente JAE José Medina Echevarría. 230 Medina no abandonaría nunca su interés por los métodos de investigación social. Así lo demuestran varios artículos que publicó en Chile. Pero lo cierto es que sus reflexiones sobre las técnicas de investigación social nunca fueron realmente culminadas en estudios estadísticos. Se dedicó por completo a la reflexión teórica. 231 Expediente JAE José Medina Echevarría. 143 Madrid. Hay muchas dudas sobre las fechas exactas de aquella oposición. Su hijo tenía el recuerdo de que la oposición tuvo lugar a principios de 1936. Sin embargo, rastreando la hemeroteca de los periódicos de la época, pudimos encontrar una noticia en el ABC, fechada el 13 de noviembre de 1935 que recogía la celebración de un banquete para homenajear a unos profesores que recientemente habían obtenido su correspondiente cátedra universitaria. Entre los profesores homenajeados se encontraba el joven José Medina Echavarría. La noticia decía así: ―Banquete a unos profesores. El homenaje que los amigos y los profesores de la Facultad de Derecho de Madrid ofrecen a D. Alfonso García Gallo, D. Ursicino Álvarez Suárez, D. Segismundo Royo y Fernández-Cavada, D. Manuel López-Rey y Arrojo y D. Medina Echavarría Echavarría, por sus recientes éxitos y el galardón que alcanzaron al ser ungidos para cátedras universitarias de sus disciplinas respectivas, consistirá en una comida que se celebrará el próximo sábado, día 16 del corriente, a las nueve y media de la noche, en el hotel París‖ 232 . Por desgracia es el único indicio documental que nos hace pensar que nuestro autor consiguió aquella famosa cátedra, la cual nunca llegaría a impartir. Da la casualidad que Medina junto a López-Rey fueron los únicos de aquellos jóvenes profesores homenajeados que tomaron el camino del exilio por tierras americanas llevando una carrera académica más o menos pareja. 233 Los otros tres profesores, en cambio, continuarían su docencia en la Universidad española durante la dictadura franquista. 234 Sobre aquella oposición a la plaza de Catedrático de Filosofía del Derecho en Madrid, como decimos, no hemos encontrado archivos y materiales que documenten quiénes eran los solicitantes y el jurado, cuáles fueron los ejercicios correspondientes y qué manuscritos presentaron los candidatos. Lo poco que podemos saber de ese concurso académico se debe a los testimonios de José Medina Rivaud y Salustiano del Campo: el presidente del Tribunal fue Miguel de Unamuno y uno de los candidatos fue Alfonso García Valdecasas, uno de los fundadores de la Falange. 235 Medina ganó la plaza en las oposiciones, pero la guerra le impidió, obviamente, tomar posesión de la misma. Después de la contienda bélica esa cátedra la ocuparía García Valdecasas. La Guerra Civil española quebró, entre otros muchos sueños e ilusiones, la estrategia de 232 La anecdótica noticia continúa recordando que las invitaciones al precio de 17 pesetas podían retirarse en la portería mayor de la Universidad Central de Madrid, situada en la Calle San Bernardo. ABC, miércoles 13 de noviembre de 1935, edición de la mañana, página 43. 233 Manuel López-Rey y Arrojo (1903-1987) fue un notable criminólogo del exilio científico español. Durante la Segunda República fue director general de Prisiones y jefe de Orden Público de Madrid. Con la llegada de la Guerra Civil tomó el camino del exilio a lo largo de diversos países latinoamericanos – Bolivia, Chile, Argentina y Perú. Regresó a España con la llegada del régimen democrático, dedicándose a la enseñanza en el Instituto Universitario de Criminología de la Universidad Complutense (El País, 19 de diciembre de 1987). 234 Alfonso García Gallo (1911-1992) fue uno de los historiadores del Derecho más importantes de la última mitad del siglo XX. Fue catedrático de Historia del Derecho en la Universidad de Valencia. Ursicino Álvarez Suárez (1907-1980) fue catedrático de Derecho Romano en la Universidad de Madrid desde 1941. Segismundo Royo y Fernández-Cavada (1919-1965) fue catedrático de Derecho Administrativo de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid tras la Guerra Civil, universidad en la que llegaría a ser rector entre 1956 y 1964. 235 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. Entrevista mantenida por el autor con Salustiano del Campo, 18 de junio de 2008, Madrid. 144 inserción académica de Medina en la Universidad Central de Madrid, como así parece ser que era su gran deseo. Porque a la vocación sociológica también se le unía en nuestro autor la clara vocación pedagógica. Ya no sería hasta casi 40 años después cuando José Medina Echavarría se reencuentre con la academia española y dictara unas breves clases en la Universidad Complutense de Madrid. Pero él mismo y los tiempos ya eran otros. 145 CAPÍTULO IV. LA GUERRA CIVIL. 1. La aventura interrumpida por institucionalizar una sociología científica. Los sucesos históricos caracterizan en muchas ocasiones, irremediablemente y de forma tan tremenda, las suertes individuales y las obras colectivas. Examinando la trayectoria de Medina Echavarría y su relación con la tradición sociológica en España, hayamos en la Guerra Civil el hecho clave, dramático y definitivo. La narración de la historia de la sociología española ha estado llena de algunas interrupciones y quiebras. Sin duda, la ruptura más pronunciada y la que tuvo mayores consecuencias para el proceso de autonomía, desarrollo e institucionalización del campo sociológico fue la producida por la guerra. Esta fractura supuso, para empezar, que la sociología en España acabó por institucionalizarse bajo el régimen franquista con lo que ello significó: la autonomía del campo sociológico se cimentó con la ausencia de la generación de sociólogos del exilio republicano. Somos conscientes de que este proceso de institucionalización ha quedado caracterizado y marcado por una discontinuidad originada por causas políticas que silenció a toda una serie de autores, obras y herencias de pensamiento. Por tal motivo, hemos señalado con insistencia la voluntad que había de establecer una sociología científica –y de sentido reformista- en lengua castellana que explicase los problemas y los cambios parejos a la modernización que sufrió la sociedad española durante la Segunda República. Hubo una demanda muy clara por hacer una sociología que se implicase en la construcción de los objetos de conocimiento sociológico. La decisión era superar el carácter experimental de esta ciencia y dotarla de un carácter empírico. Medina Echavarría expresó sucintamente ese deseo por institucionalizar una forma positiva de entender a la sociología: ―Seguramente no haría sino coincidir con la opinión de la Junta al creer en la urgente necesidad en nuestro país de algún instituto de investigaciones sociológicas, semejante a los citados americanos u otros europeos‖. 236 Su idea era que la sociología no se hiciera de forma improvisada, que tuviera apoyo institucional y que quedase sujeta a un método científico: unir teoría y técnica. Esto explica su deseo de fundar un instituto de investigaciones sociales en España a imagen y semejanza de los centros anglosajones, que para él representaban, en aquel entonces, el sentido práctico y técnico que concedía a la sociología. 237 Obviamente todas estas expectativas individuales y colectivas por una sociología científica se vieron aniquiladas. El núcleo del proyecto modernizador de esta ciencia se tuvo que ir al exilio, justo en el momento, como estamos viendo, en el que sus practicantes se iban distanciando del derecho y de la filosofía y trabajaban para superar el estado de una sociología ―preparadigmática‖ (Morente, 2000: 279; Rodríguez Ibáñez, 2004: 199). Los grupos de investigación sociológica que se iban a montar se decapitaron. El franquismo debilitó y cortó el desarrollo natural de la sociología en 236 Solicitud JAE. 5 de febrero de 1936. Expediente JAE José Medina Echevarría. 237 La tentación de Medina pasaba por la sociología científica. Esto había quedado demostrado, como vimos, por su interés en traducir a Lazarsfeld junto con los clásicos del pensamiento teórico (Weber, Mannheim, Tönnies). Lazarsfeld, por ejemplo, fundaría en 1941 y dirigiría el Bureau of Applied Social Research de la Universidad de Columbia (Picó, 1998: 19). Nuestro autor tendrá la oportunidad, como veremos más adelante, de poner en marcha un Centro de Estudios Sociales en México bajo este ideario. 146 España como el avance de cualquier disciplina (De Miguel, 1979: 5 y 16). 238 Se retrasó el camino iniciado hacia la sociología científica, motivado también por el monopolio del catolicismo social de Severino Aznar durante el período nacional-católico del régimen franquista (1939-1958). En una sociedad constituida desde dentro del Estado, como sucedió bajo el franquismo, difícilmente era posible la sociología (Ibáñez, 1992: 135). Pero la alusión a estos cortes no nos imposibilita trazar algunas continuidades sobre la historia de la disciplina. No debemos marcar una dicotomía demasiado rígida entre exilio e interior. Por ejemplo, si Posada jugó un papel determinante al ser la llave entre la vieja sociología del siglo XIX y la nueva sociología del XX, al anticipar direcciones y preocupaciones; a Gómez Arboleya le correspondió un papel similar como engarce entre la generación de Posada y la generación de 1903-1918 o la Generación de sociólogos de la Guerra Civil. Este autor se hizo cargo en España de la primera cátedra de sociología española en la posguerra y lo hizo desde la misma tradición germanizante en que sus predecesores exiliados - Ayala, Medina, Recasens- lo habían hecho. Además uno de sus mayores esfuerzos, hasta su muerte en 1959, fue mantener el interés por la sociología empírica anglosajona y por las nuevas técnicas de investigación social (Marsal, 1977: 113-114). 239 Con Arboleya continuó esa línea de pensamiento reformista, moderado, liberal y cosmopolita que había en la tradición de la disciplina y que unió tanto a los sociólogos del exilio como a los sociólogos del interior y a los pensadores que han tratado temas sociológicos. El mostrar los nexos de la disciplina permite, por tanto, inscribir a autores como Medina Echavarría, Ayala o Recasens en la misma generación que la de nombres como los de José Luis L. Aranguren, Julio Caro Baroja, Tierno Galván, Salvador Lisarrague, Julián Marías, José Antonio Maravall, Francisco Murillo Carlos Ollero, Antonio Perpiña, José Ros Jimeno, Luis Sánchez Agesta, Carmelo Viñas Mey y el propio Gómez Arboleya (Ribes, 2004: 71). La postura que mantenemos es la de reclamar a los autores del exilio sociológico español como sociólogos que ocupan un lugar destacado en la historia del la sociología en España. Les hubiera correspondido desarrollar y evolucionar el pensamiento sociológico español en condiciones históricas y democráticas normales, pero por causas políticas ajenas a su deseo no pudieron 238 Quiebras que también sufrió, por ejemplo, la filosofía española: ―Tiene el siglo XX español un corte neto en la Guerra Civil que interrumpe el desarrollo natural de la cultura. Hay un antes y un después que, en el caso de la filosofía, hace muy difícil, casi imposible, trazar continuidades que respondan a lo efectivamente acontecido‖ (Martín, 2009: 20). 239 Como obras fundamentales de Gómez Arbolyea se puede citar: Historia de la estructura y del pensamiento social (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1957) y Estudios de teoría de la sociedad y del estado (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962). Recientemente ha aparecido editado el libro José Enrique Rodríguez Ibáñez, Enrique Gómez Arboleya. Obra póstuma (CIS, Madrid, 2008). La influencia fundamental en Arboleya es la Herman Séller, a quién dedicó su tesis doctoral de 1935, y quien le hizo orientarse hacia un socialismo de corte humanista. Enrique Gómez Arboleya es el nexo de unión entre los sociólogos sin sociedad, los sociólogos de la guerra y la nueva sociología. Aunque se quitó la vida en 1959, dejó clara influencia en dos personalidades céntricas de la historia moderna de la sociología española: Salustiano del Campo y Salvador Giner., quienes son, además, dos maneras diferentes y diferenciadas de entender el hacer social; Del Campo, de corte analítico y empírico, de raíz funcionalista y Giner más crítico y dedicado al sentido teórico de la sociología. Los Estudios de Teoría de la Sociedad y del Estado de Arboleya no son propiamente una obra póstuma. Se trata de una recopilación de escritos ya publicados que aparecieron póstumamente en forma de libro. Lo único enteramente póstumo es mi reciente edición del CIS. 147 completar ni culminar la institucionalización y la modernización que deseaban para nuestra disciplina. 2. Los sueños rotos. La vida y la obra de José Medina Echavarría quedaron muy marcadas, como estamos viendo, por la Guerra Civil española. Perdió proyectos, retrasó otros; se rompieron muchos sueños. Pero todo lo que destaca de su pensamiento –epistemología sociológica, dimensión modernizadora y política, y preocupación por el ser humano- estaba ya en 1936. A Medina se le entiende mejor si uno le coloca en la España y en la Europa de principios del siglo XX. Desde ese lugar se asomó y reflexionó sobre su época y sobre una circunstancia que cambió su perspectiva del mundo. Si alguna vez sintió que podía cambiar su realidad siempre sería gracias a la formación vital y académica de este período de su vida, en el que participó y trabajó en una de las obras colectivas más importantes de la cultura española. Unió su destino biográfico al destino cultural, social y político de la República. Por eso, el golpe de Estado de Franco le sorprendió en Madrid, en su puesto en las Cortes. A partir de ahí su vida se jugó a favor de la libertad política, de la democracia y en contra de todos los totalitarismos. 240 Defendió posiciones moderadas en política y no revolucionarias. Tras el levantamiento golpista tomó partido por la República. No era militante de ningún partido, pero por ética y dignidad humana entendió que su lugar estaba ahí. Durante la contienda bélica dio muestras en distintas actividades de su compromiso con el proyecto ético, moral y político que representó la República española. Participó en misiones diplomáticas para buscar el apoyo de los gobiernos europeos. Era muy difícil para el gobierno republicano tirar por la borda la legalidad y la legitimidad. Medina presenció la negativa de las democracias europeas a respaldar al gobierno legítimo. A la vuelta de un viaje a Londres, seguramente para comprar armamento, hizo escala en París, conociendo a su futura esposa, Nieves Rivaud, en un congreso político al que ella había acudido como representante de las Juventudes Socialistas Unificadas. 241 Ayudó a resguardar, auxiliar y a preparar la evacuación de los intelectuales de Madrid ante los bombardeos y el sitio del ejército nacional. A José Luis de Imaz le recordó en una conversación: ―¡se da cuenta usted –me diría un día en Santiago-, pensar que hube de dar mi vida en defensa del parlamentarismo!‖ (De Imaz, 1978: 665). Lo más seguro es que colaborase en Valencia, capital de la República durante la Guerra Civil, con la Alianza de Intelectuales por la Defensa de la Cultura. 242 Enzo Faletto recordaba las palabras de Medina a raíz del golpe contra Allende en 1973: 240 Gracias a José Luis De Imaz sabemos que ese día Medina coincidió además con Ortega en las Cortes: ―El 18 de julio de 1936 lo encontró a José Medina Echavarría doblado sobre un texto de Descartes, y como Secretario de las Cortes‖ (De Imaz, 1978: 665). 241 ―Nieves Rivaud era una joven estudiante universitaria y se va a París. Los universitarios españoles que van a París iban recaudar fondos para la República. Hacen una serie de actos. Y él que les tenía que dar dinero para la supervivencia de los estudiantes universitarios era José Medina. Mi madre decía: ―Y llegó disfrazado de proletariado‖. Parece que no se cayeron mal. Él siguió que tenía alguna otra misión‖. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 242 La Asociación para la Defensa de la Cultura se creó el 24 de abril de 1936 en Valencia, fruto de la repercusión en España del Congreso de Escritores, celebrado en París en junio de 1935. El presidente de la Alianza fue José María Ots y Capdequí. El manifiesto originario lo firmaron el cuñado de Medina 148 ―Sin embargo, cuando aconteció el Golpe de Estado, me acordé de una cosa que Don José Medina me había contado sobre su experiencia en la Guerra Civil española. Él me contó que cuando la guerra comenzó, en 1936, la primera misión que tuvo que hacer fue preparar uno de esos aviones de tela, de tejido, o sea, antiguos aviones de guerra, para preparar el exilio de los intelectuales, pues sabían que iban a venir, o por lo menos se presumía fuertemente, que tenían que preparar el exilio de los intelectuales‖ (Rego, 2007: 213). Su adhesión a los movimientos antifascistas para la defensa de la cultura y de la República apuntaba a la convicción de sus ideales democráticos. Nuestro autor tuvo una actitud de manifestar en solitario sus posiciones políticas, más que firmar manifiestos. Sin embargo, tenemos constancia de que firmó, junto con otros catedráticos, intelectuales, artistas y hombres de ciencia, un manifiesto el 11 de febrero de 1937 en El Día Gráfico contra la condena a muerte de Leopoldo Alas, hijo de Clarín, catedrático de Derecho civil y rector de la Universidad de Oviedo. El nombre de nuestro autor aparece junto a nombres como los de Francisco Ayala (firmando como decano de la Facultad de Derecho de Madrid), Mario Pittaluga, Arturo Soria Espinosa, Rodolfo Halffter (compositor), Blas Cabrera Sánchez (médico), Manuel García Pelayo, Vicente Herrero, José Miranda, Gustavo Pittaluga, entre otros. Me permito reproducir un breve pasaje del manifiesto que evoca el contexto de persecución de los sublevados hacia el pensamiento, la educación y la Universidad: ―Contra ese odio al pensamiento, contra ese sañudo trato dado a la Universidad, hubimos de luchar como estudiantes, juntos con millares de compañeros de todas las regiones de España, los que firmamos este documento. Con él queremos llamar a la conciencia de aquellos universitarios del mundo en quienes no esté decaído el sentido de la universalidad. La condena simbólica del rector de Oviedo, pronunciada por los que se proponen violentar el decurso histórico, degradando a la Nación y al pueblo español a la condición de colonia, reclama la entrañable protesta de los que saben cuan esencial es para la vida del pensamiento, que es la de la Historia, la continuidad de un pueblo que tan enterizamente participa en ésta.‖ 243 Finalmente el hijo de Clarín fue vilmente ajusticiado el 20 de febrero de ese 1937. 244 El control de la enseñanza era considerado tan importante por parte del bando franquista que una práctica habitual fue la depuración y persecución de maestros de escuela y de institutos, y de profesores de universidad. Nuestro autor también padeció Echavarría, Juan Rivaud Valdés, y amigos suyos como Max Aub, los hermanos Gaos o Juan Gil-Albert (Aznar Soler, 1986: 117). 243 El día gráfico. Jueves, 11 de febrero de 1937. ―La vida del hijo de ―Clarín‖ en peligro. Un grupo de intelectuales, catedráticos, hombres de ciencia, artistas, etc., protesta ante la monstruosa condena del rector de la Universidad de Oviedo‖. El Día Gráfico fue un diario matinal escrito en castellano, de tendencia republicana, publicado en la ciudad de Barcelona, entre 1913 y 1939. Expediente José Medina Echavarría, Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca). 244 Llevaba ―en prisión desde el 30 de julio de 1936, y tras una parodia de juicio, el 20 de febrero de 1937, a las seis de la tarde, el hijo de Clarín era fusilado por los insurgentes y rematado con un tiro de gracia, al haber errado la primera descarga‖. Su ajusticiamiento se justificó por su asistencia a un mitin en que Azaña habló, y porque había ocupado la Subscretaría del Ministerio de Justicia y desde mayo de 1931 el rectorado de la Universidad de Oviedo, poco después de la proclamación de la Segunda República. Pero la evidencia es que le asesinaron por ser hijo del autor de La Regenta (Claret, 2006: 196). 149 estos métodos depuradores. Medina Echavarría había coincidido con Mariano Ruiz- Funes en la Universidad de Murcia y en las Cortes. 245 Después trabajarían en la Legación de España de Varsovia. Los dos formaban parte de los 13 catedráticos recogidos por escalafón de la Universidad de Murcia el 31 de agosto de 1935. Alfonso García Gallo, catedrático de Historia del derecho de aquella Universidad, no dudó durante la Guerra Civil en denunciarles como miembros del gobierno rojo (Claret, 2006: 332-333). La Comisión depuradora del Profesorado Universitario le abrió un expediente de depuración el 18 de junio de 1937. La comisión depuradora estuvo formada por Antonio de Gregorio Rocasolano (presidente), Lorenzo Torremocha Téllez, Teodoro Andrés Marcos, Isaías Sánchez y Sánchez Tejerina y Cándido A. González Palencia (secretario). El pliego de cargos, firmado en Zaragoza el 18 de junio de 1937 por el secretario de la comisión, señalaba: ―En vista de los informes recibidos, se formula el pliego de cargos, del que se da traslado a Don José Medina Echavarría, en la forma prescrita por las disposiciones reguladoras de esta Comisión, debiendo contestarlo en el improrrogable plazo de diez días, entregándolo al Sr. Presidente de la Comisión depuradora del Profesorado Universitario o enviándolo a la misma por correo certificado. Primero: Abandonó la Cátedra para ser oficial del Congreso de los Diputados. Segundo: Extremistas, protegido por el Frente Popular. Tercero: Al servicio del Gobierno rojo después del movimiento, y propagandista en la prensa roja‖. 246 Todos estos cargos le valieron para que fuera acusado por los golpistas y separado definitivamente del servicio como profesor universitario, ―debiendo ser dado de baja en su Escalafón, e inhabilitación para el desempeño de cargos directivos y de confianza en Instituciones Culturales y de Enseñanza‖. 247 En el momento de esta acusación, nuestro autor ya estaba cumpliendo destino político en representación del gobierno republicano en Varsovia. Posteriormente, en concreto el 22 junio de 1940, el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Madrid le separaría ―definitivamente de su cargo de catedrático por su desafección al Glorioso Movimiento Nacional‖. 248 Su lealtad y su honestidad personal le hicieron desempeñar con Mariano Ruiz Funes importantes labores de representación del bando republicano en la Legación española de Varsovia. Otros compañeros de Medina Echavarría, como Max Aub o José 245 Estimo que Medina coincidió con Ruiz Funes, principalmente, en Madrid, ya que como hemos indicado no llegó nunca a ocupar su puesto docente en Murcia. Mariano Ruiz Funes llegó a México en 1939 y murió en 1944. Se licenció y doctoró en la Universidad de Madrid, fue catedrático por oposición en la Universidad de Murcia, llegó a decano y vicerrector de estudios de esta universidad. Se dedicó a la política y fue diputado a Cortes por Murcia y Bilbao, tuvo a su cargo los ministerios de Agricultura y de Justicia, y desempeñó cargos diplomáticos en Polonia y Bélgica. Fue miembro de El Colegio de México, consejero de la Unión de Profesores Universitarios en el Extranjero (Reyes Nevares, 1982: 587-588). 246 Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 247 Documentos del 4 y del 16 de diciembre de 1937 del presidente de Junta Técnica del Estado, Comisión de Cultura y Enseñanza, Burgos. Archivo General de la Administración. Expediente José Medina Echevarría. 248 En la Audiencia Provincial de Madrid había un Expediente de José Medina Echavarría con sus ―responsabilidades políticas‖. El expediente fue creado en 1942 acorde al Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas y del auto con el que se expedientó a Medina Echavarría el 22 de junio de 1940. Rollo 394. Juzgado nº 6. Expediente de José Medina Echavarría es nº 9-942. Expediente José Medina Echavarría, Centro Documental de la Memoria Histórica. 150 Gaos, ocuparon cargos políticos e institucionales en la expansión cultural e internacional de la República. 249 Francisco Ayala y él, en cambio, tuvieron puestos diplomáticos en embajadas centroeuropeas, desempeñando funciones de información y de planificación de las relaciones internacionales a la hora de captar simpatías para el bando republicano. 250 Esta experiencia les sirvió para observar las posturas que iban adoptando las distintas potencias europeas respecto a la Guerra Civil española. Pudieron intuir el tablero internacional que se estaba gestando. Los dos eran de la opinión de que la Guerra Civil no era un conflicto español, sino que podría ser el prólogo de una nueva guerra mundial. 3. Destino político en Varsovia. Medina fue destinado por orden ministerial del 1º de febrero de 1937 a la Legación de España de Varsovia como ―Secretario de primera clase‖. 251 Antes de partir le dio tiempo a casarse con Nieves Rivaud en una Valencia asediada por los bombardeos nacionales. 252 Mariano Ruiz Funes certificó que Medina Echavarría tomó posesión de su destino el 1º de marzo. 253 Parece ser, según algunos certificados intercambiados en el verano de 1937 con el ministro del Estado José Giral, que se barajó la posibilidad de que Medina Echavarría fuera destinado a la Embajada de Bruselas. Finalmente se acordó que permaneciese en Varsovia. 254 Al año siguiente, en el 249 Max Aub fue agregado cultural de la embajada de París, cuando Luis Araquistáin fue embajador de la República española en París entre septiembre de 1936 y mayo de 1937 (Aub, 2003: 455). Aub también intervendría como Comisario General adjunto del Pabellón Español en la Exposición Internacional de París, colaborando en los trámites para la muestra del Guernica de Picasso. José Gaos, por su parte, fue Comisario General del Consejo para la Expansión de la Cultura Española en el Extranjero (Aznar Soler, 2003a: 28-29). 250 Francisco Ayala fue destinado en 1937 a Praga, como Jefe de Negocios, siendo el embajador Luis Jiménez de Asúa. 251 Orden ministerial del 1 de febrero de 1937, sellada en Valencia, en la que Julio Álvarez del Vayo, Ministro de Estado nombra a José Medina Echavarría, ―con carácter interino, Secretario de primera clase y destinarle a la Legación de España en Varsovia, donde deberá percibir el sueldo personal de doce mil pesetas anuales, más otras once mil en concepto de gastos de representación, cantidades asignadas a dicha categoría y destino en el Vigente Presupuesto‖. Expediente José Medina Echavarría, Signatura PG 0178, Expediente Nº 22514, Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. 252 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. Medina, según el testimonio de su hija, sintió alejar a su mujer de su familia y arrastrar a la incertidumbre a su joven esposa cuando tomaron esta decisión. 253 Documento de la Legación de España en Varsovia del 1 de marzo de 1937. ―Mariano Ruiz-Funes García, Ministro Plenipotenciario de segunda clase, Encargado de Negocios en la Legación de España en Varsovia, CERTIFICO: Que con esta fecha se ha posesionado de su cargo de Secretario de esta Legación para el que fue designado por Orden del Ministerio de Estado de la República Española de 1º de Febrero de esta año, José Medina Echavarría, Secretario de primera clase. Y para que pueda hacerlo consta donde le interese, libro la presente certificación con el sello de la Legación de España en Varsovia a primero de Marzo de mil novecientos treinta y siente‖. Expediente José Medina Echavarría, Signatura PG 0178, Expediente Nº 22514, Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. 254 Comunicado personal de José Giral, Valencia, 10 de julio de 1937. ―Por convenir así al mejor servicio, he dispuesto quede anulada la orden de fecha 27 de junio próximo pasado, por la que se trasladaba a V.S. a la Embajada de España en Bruselas, debiendo continuar prestando los suyos en la Legación de Varsovia‖. A Don José Medina Echavarría, Secretario de primera clase, interino, nombrado en la Embajada de España en Bruselas, sin efecto, continuó en Varsovia. La orden del 27 de junio le disponía a Medina Echavarría a continuar ―con la misma categoría que hoy tiene e igual carácter interino, a la Embajada de España en Bruselas, donde percibirá el sueldo de doce mil pesetas anuales, más otra diez mil en concepto de gastos de representación, cantidades asignadas a la plaza que va a ocupar en el Presupuesto vigente‖. Expediente José Medina Echavarría, Signatura PG 0178, Expediente Nº 22514, Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. 151 mes de julio, Medina Echavarría sustituiría a Ruiz Funes como Encargado de Negocios de la Legación de España en Varsovia. 255 En Polonia permaneció junto a su mujer y junto a su hijo, José, nacido en Varsovia en 1938, hasta la primavera de 1939, cuando tomen la decisión de probar fortuna en América Latina. La imposibilidad de regresar a España por los cargos que caían sobre él por parte del régimen franquista –una muerte casi segura- y la amenaza del nazismo alemán sobre Centroeuropa precipitaron los acontecimientos de esta familia. Porque el drama de nuestro autor también fue, por supuesto, el drama silencioso de su familia. Estas experiencias sufridas desde la piel, le hicieron entender qué significado y repercusión tan dramática tiene una guerra. Examinando la correspondencia que mantuvo durante aquel período con su cuñado José Rivaud, militar que permaneció fiel a la República, preso en el campo de refugiados de Argeles sur Mer (Francia), se puede comprender la importancia que tendrían las experiencias biográficas en su literatura sociológica del exilio latinoamericano. La idea de la crisis (existencial) comenzaba a tener mucha fuerza: ―En efecto, hemos pasado muy malos ratos en esta última crisis y nadie nos asegura que no los volvamos a pasar o aún peores…Nosotros seguimos nuestra vida monótona y con mejor o peor humor según noticias y circunstancias. Nieves ha resistido admirablemente este blanco destierro sobreponiéndose con su alegría natural a todas las contrariedades‖. 256 La crisis era el filtro descriptor de su situación personal y el de su familia. La época era crítica para el ser humano: guerras, éxodos, autoritarismos… Esa experiencia tan cercana y viva respecto al auge del comunismo y del fascismo marcaron, unido a su condición de exiliado, su rechazo a toda solución bélica y totalitaria. Era muy profunda, como para poder borrarla, esa huella dejada por las guerras que asolaron la Europa de la primera mitad del siglo XX y que condicionaron la existencia de millones de personas. Él y su familia fueron testigos de ese precipitado histórico, caracterizado por la crisis, la incertidumbre y la incoherencia. Estoy convencido de que Medina Echavarría reflexionó y mucho sobre sí mismo y el destino de los suyos ante una realidad social e histórica que se imponía dramáticamente. Buscaba respuestas a preguntas imposibles. Junto a esto, tenía que ir aceptando el hecho consumado de no poder regresar a España. Ante tal indecisión, lo que busca uno es el propio apaciguamiento de las circunstancias para iniciar un nuevo proyecto de vida. Había que buscar la serenidad y esa no pasaba por Polonia. El destino daba exactamente igual: ―Teniendo la suerte de que tu hermana mejore por sus pasos normales te repito que podremos salir de aquí hacia fines de este mes. Así mismo, si algo no imprevisible se interpone espero tener visado para México donde intentaremos hacer la nueva vida, al menos tener un punto de reposo para estudiar con más calma el sitio donde marchar definitivamente‖. 257 Él tenía en mente la idea de probar fortuna en 255 Certificado del Secretario General del Ministerio de Estado, Barcelona, 22 de agosto de 1938. Certificado en el que ―don José Medina Echavarría, Secretario de primera clase en la Legación de España en Varsovia, quedó Encargado de Negocios a. i. de la misma, el día diecisiete de julio próximo pasado, debiendo percibir mientras dure su gerencia un tercio de los gastos de representación asignados al Ministerio titular‖. Firmado por Pablo de Tremoya. Expediente José Medina Echavarría, Signatura PG 0178, Expediente Nº 22514, Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. 256 Carta de 1938 (sin fecha) de Nieves Rivaud y Pepe Medina a José Rivaud. Hotel Europejski, Varsovia, Polonia. Archivo personal de Amelia Rivaud Morayta. 257 Carta de Pepe Medina y Nieves Rivaud a José Rivaud (en papel membreteado del Hotel Europejski), 6 de marzo de 1939. Archivo personal de Amelia Rivaud Morayta. 152 México, momento que coincidía con las incesantes actividades del gobierno mexicano por reclutar a intelectuales españoles. Cuando se te ha impuesto romper un vínculo tan fundamental como es la cultura, uno, para sobrevivir, se elabora un discurso de expectativas. Es lo que hizo Medina en el instante que redactaba aquella correspondencia: trataba de autoconvencerse sobre su futuro. 258 Le escribía a su cuñado: ―Yo creo que algo podré obtener y también tú: son países en los que sobra con la voluntad de trabajar. Y en todo caso te repito veremos allí que horizontes hay en otras pequeñas repúblicas […] Una vez que pasemos estos trances amargos miraremos al futuro con más tranquilidad, paz y salud no nos faltará nada‖. 259 Antes de partir a México ya estaba elaborando y manejando esas posibilidades sobre su trayectoria humana e intelectual. Parece que le daba igual estar 3, 5 o 15 años en México o en cualquier otro lugar. No le importaba, sabía que aguantaría porque iba a volver. Saldría adelante. La idea de retorno todavía estaba muy presente. Y si las cosas no le iban tan bien como se pensaba, como más o menos así le fue, probaría suerte en otro destino. No había nada que perder. Era lo que tenía el estar despojado de su cultura, de su mundo y de su sociedad. Fueron momentos realmente amargos y complicados para él y para su familia. También para aquella que dejó en tierras españolas y no volvería a ver hasta casi 25 años después. La zozobra de los tiempos predecía un destino incierto. La búsqueda de ese horizonte de esperanza se convirtió en una tarea casi agónica y urgente. No quedaba más remedio que hacer la América y alejarse del convulso viejo continente. Necesitaba tranquilidad, relajo para pensar y explorar sobre las posibilidades del futuro. Daba igual el lugar donde arribar. En el destierro casi da igual el lugar de destino, lo que esencialmente le importaba era escapar de la amargura del desarraigo y dotar a la vida de una cierta calma para recomenzarla. La actitud asumida por él fue la de intentar sobreponerse a esas circunstancias convulsas, trágicas, manteniendo una actitud sosegada, como única forma de dar sentido a una vida acelerada e irracional. No había que destemplarse, ni desplomarse, ni perder los nervios, sino mantenerse confiados: ―En mi opinión –tal como veo las cosas-- veo que no obstante lo que aquí se haga, debes gestionar directamente tu visado y no sólo para un país, sino para varios al mismo tiempo, los más favorables por el momento son: México de preferencia, Colombia, Venezuela, Chile, Bolivia, Santo Domingo y quizá Costa Rica, los otros por el momento vedados[…] No te deprimas por nada. En determinados momentos somos totalmente impotentes contra las cosas que se nos escapan y hay que guardar, al menos, la serenidad‖. 260 Llamaba a la serenidad rodeado por una fuerte sensación de desamparo que llenaba esta primera crisis de la modernidad. El ser humano había abandonado al ser humano: ―Lo malo es que no somos los responsables de lo que está pasando y vemos con tristeza en el desamparo que hemos sido dejados‖. 261 Es lo que tiene la Historia. 258 Entrevista mantenida por el autor con Antonieta Cendoya, 27 de julio de 2009, Madrid. 259 Carta de Pepe Medina y Nieves Rivaud a José Rivaud (en papel membreteado del Hotel Europejski), 6 de marzo de 1939. Archivo personal de Amelia Rivaud Morayta. 260 Carta de Pepe Medina y Nieves Rivaud a su hermano José, en Argeles sur Mer. 11 de marzo de 1939. Archivo personal de Amelia Rivaud Morayta. 261 Carta de Pepe Medina y Nieves Rivaud a su hermano José, en Argeles sur Mer. 11 de marzo de 1939. Archivo personal de Amelia Rivaud Morayta. 153 Ahora -pensaba- era un momento de asumir la serenidad como meditación de esa época. Para Medina la serenidad fue un ejercicio autobiográfico de exploración sociológica. Muchas de las palabras que escriba en su exilio latinoamericano llevaban impresas su experiencia vital. Separar vida y obra resulta, muchas veces, tarea excesivamente inadecuada. Cosa, por otro lado, que no hacemos en este trabajo, dada la esencia tan subjetiva e íntima que rodeó la reflexión sociológica de José Medina Echavarría. En algunos momentos de su trayectoria intelectual por América Latina él sería su objeto de estudio. Durante toda una vida dedicada a la sociología una y otra vez aparecerá inconscientemente esa única pregunta por el ―ser‖ en un mundo crítico e injusto. El sentido de esa pregunta marcó prácticamente toda su obra, caracterizada, sin duda, por las catástrofes del ser humano y las grandes contradicciones del siglo XX. Sin sus hechos biográficos de la guerra, del destierro y del exilio no podemos entender esto. Por eso su sociología es parte de su vida, porque su vida fue vivida como sociología. 4. El adiós a la vieja Europa Había decidido, finalmente, que marcharían a México. Se iba el sociólogo. Ya partían al exilio. Tenía intención de salir a México vía París. Había iniciado contactos, ya avanzados, con la Legación de México en Francia. Pero viendo que la situación de salud de su mujer empeoraba –enferma de apendicitis aguda- y que la situación política en Europa –también enferma- tornaba crispada no decidió arriesgar. Como bien indicó en unas de esas cartas a su cuñado, reconocía que era una verdadera locura aventurarse a cruzar media Europa bajo la amenaza del nazismo. Tenemos que precisar mucho las gestiones de Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes junto con Narciso Bassols, entonces embajador de México en Francia, para que Medina pudiera incorporarse a La Casa de España en México. A este respecto hay que matizar que nuestro autor nunca se presentó en dicha legación mexicana para tramitar su llegada. Aunque hay que reconocer que sin el interés de estos intelectuales para traerlo a La Casa de España, es muy probable que el sociólogo español hubiera marchado rumbo a otro país latinoamericano. Medina estuvo sopesando también la posibilidad de salir a Estados Unidos, vía Vladivostock, pero parece ser que tampoco le llamaba mucho la atención hacer un viaje larguísimo con una mujer enferma y un niño de apenas un año. 262 Al final no le convenció ninguna de las dos opciones para llegar a México; ni la vía por París, ni llegar hasta Vladivostock. Esperó a la mejoría de su mujer y como ya tenía contactos diplomáticos con México, éstos parecen que continuaron con un embajador o ministro mexicano que residía en Suecia. Tomó la decisión de que llegarían a México desde Estocolmo. Salieron de Varsovia el 28 de marzo de 1939 rumbo a Estocolmo. En esa ciudad tomaron el 20 de abril un barco con destino a Nueva York, como así atestigua Nieves en una carta del 10 de abril a su hermano José: ―Nosotros salimos de aquí el día 20, vía N. York, pues no podemos continuar en Europa, pues la vida en estos países es muy cara y no hay que agotar el poco dinero que tenemos, además que hay que abrirse camino 262 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 154 cuanto antes en Méjico‖. 263 Testimonio que habla de la inquietud material y, en el fondo, del agotamiento personal de no poder seguir viviendo en una Europa que se desvanecía, que se derrumbaba. Y México aparecía en el imaginario como un horizonte incierto de vida en el que se echarán o no raíces. Es el retrato de una época cansada. Todo es extenuación, impotencia, ir y venir. Se busca el reposo. Vidas y cartas que nos hablan de soledad, de deambular, de trasiego. Son evidencias de la crisis de una modernidad dada a la estrepitosa y febril renuncia de ideales, de valores, de personas. Fueron vidas desperdiciadas por su comunidad de origen. Vidas que nos hablaron de un proyecto democrático y cívico que fue agotado y quebrado. Aparecen las imágenes de un mundo que ya no era, pero que tampoco Medina era capaz de intuirlo. En Estocolmo, entre lágrimas, se despidieron de Europa al tomar el barco que les llevaría a América. 264 Cruzaron el Atlántico e hicieron escala en Nueva York, ciudad que se encontraba alborotada por la Feria Mundial de ese año. Muchos de los viajeros del transatlántico iban a ver las exposiciones internacionales que justamente se celebraban bajo el lema de ―Construyendo el mundo del futuro‖. Parece ser que en Estados Unidos nadie se esperaba la debacle de la Segunda Guerra Mundial. La familia Medina Rivaud prosiguió su viaje por el Atlántico. Antes de llegar a México hicieron escala en La Habana. Por fin, el 10 de mayo de 1939 llegaban al puerto de Veracruz a bordo del Siboney empezando, en aquel entonces, su particular travesía por América Latina. 265 Desembarcaban, como todos los exiliados republicanos, para ganarse la vida. A pesar de las contrariedades, se puede decir que nuestro autor, en particular, tuvo suerte de llegar a México y ser reconocido al poco tiempo como sociólogo en La Casa de España. A otros les costó mucho más insertarse en sus diversas especialidades. Desde muy temprano pudo disfrutar de una confirmación que nunca tuvo en su país de origen. Fue, con todo, un afortunado dentro de lo desafortunado que es partir hacia el exilio. En México comenzaba su particular ―hacer la América‖. 263 Carta de Nieves Rivaud a su hermano José. 10 de abril de 1939. Estocolmo, Hotel Esplanade. Archivo personal de Amelia Rivaud Morayta. 264 José Medina, recordaba su hija, suspiró: ―¿Quizás cuando vamos a volver?‖ Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 265 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 6, foja 3. Por esas fechas llegó al puerto de Veracruz un barco lleno de republicanos españoles, el Sinaia. 155 PARTE SEGUNDA Teoría sociológica. La dimensión epistemológica. 156 CAPÍTULO V. EL SIGNIFICADO DE SER SOCIÓLOGO. LA SOCIOLOGÍA EN MÉXICO. 1. Exilio y sociología. La coherencia de ser sociólogo. José Medina Echavarría llegó a México como exiliado, pero también sabiéndose sociólogo. Sobradamente es conocida la importancia que tuvo el exilio republicano español para el desarrollo de las ciencias sociales y la cultura latinoamericana. Aquellos intelectuales que se vieron abocados a proyectar su obra al otro lado del Atlántico, difundieron en tierras americanas las corrientes de pensamiento que en Europa habían surgido después de la Primera Guerra Mundial. Principalmente, importaron el conocimiento de la cultura alemana en la que muchos se habían formado. México, en concreto, recibió con los brazos abiertos a estos exiliados que a la larga se implicaron en impulsar empresas intelectuales como El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica o la Universidad Autónoma de México. Un papel importante en este tipo de actividades lo tuvo nuestro autor, quien fue, de hecho, de los primeros intelectuales españoles en desembarcar en La Casa de España. En 1937, en vista de la avanzada franquista en la Guerra Civil, el presidente mexicano Lázaro Cárdenas encabezó personalmente el apoyo a las víctimas de la tragedia española y dictó las primeras medidas para abrirles las puertas de su país. Una de aquellas medidas fue la creación de La Casa de España en julio de 1938, la cual nacía para respaldar y dar acogida a una pléyade de profesionales, académicos y artistas exiliados por la barbarie e intolerancia franquista. El plan oficial del gobierno de México era el de proporcionarlos una situación en la que pudieran continuar las actividades a las que se venían dedicando mientras continuase la guerra. En marzo de 1939 Alfonso Reyes fue nombrado presidente del patronato de La Casa de España. El gran escritor mexicano encabezó esta institución hasta su muerte en 1959. En esta aventura intelectual le acompañará como secretario otro gran hombre de letras mexicano, Daniel Cosío Villegas. 266 A partir de 1940 La Casa de España se refunda y toma el nombre por el que actualmente es reconocido como uno de los centros de estudios superiores más excepcionales del mundo hispánico: El Colegio de México. En 1941se fundó el Centro de Estudios Históricos, el más antiguo de esta institución y años sucesivos se crearon el Centro de Estudios Filológicos y el Centro de Estudios Sociales. Con el paso del tiempo El Colegio de México no ha hecho sino crecer en intereses académicos como en prestigio. Aquella hazaña cultural nacida de la solidaridad del pueblo mexicano con la España peregrina es hoy una institución de estudios avanzados sin parangón en América Latina. Detrás de la llegada de Medina a México y a La Casa de España estuvieron las importantes gestiones acometidas por Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, y la generosa oferta de las distintas legaciones mexicanas hacia los intelectuales españoles. 267 También pudo ayudar la mediación de su amigo José Gaos, quien había recalado en tierras mexicanas meses antes y con el que había coincidido en las 266 Cosío Villegas influyó en la decisión del presidente Cárdenas de acoger a los republicanos españoles y gestionó la creación de La Casa de España en México. La Casa de España tuvo como modelo el Centro de Estudios Históricos de Madrid, que tanto Cosío como Reyes conocían bien. 267 Al poco tiempo de estar en México, Alfonso Reyes ayudó a José Medina Echavarría para que también viniera su suegra. El hermano de su mujer, Juan Rivaud Valdés, entonces exiliado en Portugal, no llegaría hasta 1941. 157 universidades de Valencia y Madrid, y también la de Luis Recasens, quien había llegado a México en 1938 y que, como hemos visto, había apoyado y aparecido en la vida intelectual de nuestro autor en varios momentos a lo largo de los años de la Segunda República. El exilio supuso para él, como para la mayoría de los españoles exiliados, el descubrimiento de una América hispánica inédita. Se miraba con otros ojos, con otra perspectiva distinta a la de la Conquista. Se manifestaba una nueva América Latina y se la contemplaba desde el exilio, con piel de extranjero y de foráneo. Su condición de exiliado fue una inmensa oportunidad de pensar sin apasionamiento una sociedad que, aún siendo familiar en algunos casos, le era ajena y ciertamente desconocida. Esta condición de exiliado le permitió, a la larga, una actitud favorable a realizar trabajos sociológicos sin demasiada excitación en unos momentos en los que la historia de América Latina se distinguió por ser nada comedida. Esta actitud fría frente al objeto de estudio con el que al final tuvo que familiarizarse –la sociedad latinoamericana en general y sus problemas de desarrollo-, le llevaron a hablar de la democracia cuando casi nadie lo hacía. Es lo que tenía ser extranjero y exiliado a la vez. Pero hasta que logró encontrar un ―tema latinoamericano‖ tuvieron que pasar muchos años. Fue un proceso lento, de maduración teórica, pero también de condicionantes históricos que le enfrentaron con una realidad: la imposibilidad de regresar a España tras la Segunda Guerra Mundial. Medina vivió su exilio por América Latina como un divorcio no superado. 268 Este trauma no cerrado condicionó gran parte de su literatura sociológica. Podemos encontrar diferentes posturas de vivir el exilio como experiencia biográfica significativa. La superación del mismo obedece a la capacidad psicológica de cada persona a la hora de asumirlo y de enfrentarse a esta difícil situación. El exilio puede ser un síntoma y una oportunidad de liberación, pero también puede suponer el cortar definitivamente la relación con la patria o, en cambio, puede estar muy presente y viva la idea del retorno. El exilio, evidentemente, depende de cómo se ha exiliado la persona que lo padece y, principalmente, de las expectativas que se crea sobre esta idea de retorno. Según Adolfo Sánchez Vázquez hay dos posturas existenciales de vivir el exilio: una es el destierro y otra el ―transtierro‖ (2001: 35). El destierro conlleva la no integración del hombre en la tierra de acogida. El ―transtierro‖, neologismo de José Gaos, supone la plena adaptación y apropiación de esa nueva realidad por parte del exiliado. Transterrado es aquel que se asimila, que se adapta y que se acaba identificando con la tierra de acogida. Esas son las actitudes fundamentales de cuándo uno tiene que irse radicalmente de su país: o cortas de raíz con todo o no acabas de cortar nunca con los lazos que te unen a él. Cuando uno parte al exilio nunca acaba de ser consciente de que puede llegar a prescindir de todo lo dejado. Uno acaba dándose cuenta de eso a posteriori. En el fondo uno siempre va viviendo y conviviendo con la idea de que va a volver a su país. De lo que depende, sin duda, es de cómo el exiliado gestiona para sí mismo la idea de retorno; cómo se apropia de ella, dialoga con ella y acaba tomando una decisión alrededor de ella. Por tal motivo, me atrevo a decir que José Medina fue un desterrado y nunca acabó de adaptarse a la tierra de acogida. Para nuestro autor el exilio fue un auténtico duelo. A lo largo de esta biografía intelectual iremos viendo cómo la idea de retorno siempre 268 Entrevista mantenida por el autor con Antonieta Cendoya, 27 de julio de 2009, Madrid. 158 estuvo latente en nuestro autor. Esta idea fue tomando en su destino biográfico mayor o menor fuerza dependiendo de cada momento personal y familiar y también, por supuesto, teniendo muy en cuenta la realidad histórica y política a la que se enfrentó. En diversas etapas de su vida se cuestionó el volver o no. Este cuestionamiento sobre el retorno a España se extrapola y se refleja nítidamente en su sociología y en su estrategia de inserción académica en América Latina. Su forma de ser le llevó a cuestionarse en varios momentos su trayectoria personal y el de su familia. Como también acabó por preguntarse sobre su destino intelectual y su carrera académica como exiliado en México y en América Latina. Sí, Medina fue un auténtico desterrado. Nunca cortó con España. Mantuvo vivos con dificultad los lazos familiares que le unían a España; a sus hermanos, a sus sobrinos y a su familia. Y encima fue un sociólogo preocupado por la crisis humana de su tiempo que le afectaba en primera persona como exiliado traumatizado. Por eso, como así veremos en su obra latinoamericana, nunca llegó a cortar con su mundo intelectual. No le costó mucho mantener intacto los lazos intelectuales que le recordaban su pasado en España y en Europa y que le remontaban a sus años de formación. ¿Cuál es la explicación de que mantuviera vivo ese canal con sus años de formación? ¿Cómo podemos explicar su fidelidad a la sociología alemana de los años 30? Siguió siendo fiel a sus autores, a sus lecturas, a sus hábitos, porque ello le producía coherencia en momentos difíciles e incoherentes como los que significaba el exilio voluntario. El exilio era una actitud de coherencia con sus valores; mientras que el refugio de sus autores y libros era una reafirmación de esa coherencia. Esto es un fenómeno del exilio. Un ser humano necesita de la coherencia. Cuando tú tienes coherencia necesitas explicarte a ti mismo tu vida. Todo ser humano necesita coherencia. No romper tajantemente con lo que tú has sido. Toda persona como unidad necesita explicarse a sí mismo su vida. Y eso es un discurso interno del cual a veces no se es consciente, no siempre. Cada uno de nosotros piensa un discurso interno sobre sí mismo. De ahí la importancia del pasado. José Medina no podía romper tajantemente con lo que había sido. 269 Y con lo que quería ser: sociólogo en una sociedad española libre y democrática. Por otra parte, es necesario que acabase por mantener un vínculo con su cultura. Lo tenía porque, de repente, uno no puede rechazar y negar de toda su socialización, de toda su formación académica. En otras palabras, no podía renunciar a todo su pasado social. No podía decir que su pasado como estudiante en Francia y Alemania, como letrado de Cortes, como profesor de Sociología en el curso de Posada, no existió. La relación tan viva, principalmente, con autores y lecturas de sus años de formación, era una manera de tener vivo ese pasado y de ser coherente consigo mismo en un momento delicado y de profundos cambios. Mantuvo siempre, en ese sentido, una relación intelectual intensa y presente con su pasado porque para él la filiación a la corriente de pensamiento de la sociología alemana era una garantía de coherencia en una situación biográfica cambiante. Con ello, Medina se autoconvencía de seguir siendo él mismo a pesar de los cambios. Encontró en la fidelidad a los clásicos alemanes, siguiendo sus temas y sus preocupaciones, su manera de ser coherente. Conociendo el mundo alemán se reconocía a sí mismo hablando de esos viejos temas. En esos autores y esas lecturas se encontraba consigo mismo. Unas preocupaciones intelectuales y teóricas que necesariamente no 269 Entrevista mantenida por el autor con Antonieta Cendoya, 27 de julio de 2009, Madrid. 159 fueron los temas dominantes de la sociología latinoamericana de la época. Ni de la sociología mexicana que se encontró en los años 40. José Medina, por ejemplo, nunca acabó por apropiarse de la realidad mexicana, como así demuestran sus obras, alejadas de la problemática tratada por la literatura sociológica mexicana de la época, como la identidad, el indigenismo y la cuestión nacional. Temas que le preocuparon poco o nada. Esos no eran sus temas. Su duelo y desubicación explica su predilección por la gran teoría y la abstracción sociológica. Su condición de exiliado le llevó irremediablemente a romper con la concepción de la sociología como estudio de la ciencia de una sociedad nacional o estatal. En su obra mexicana habrá una primera “dimensión epistemológica” que correspondió a la pregunta de cómo es posible el conocimiento científico de lo social. Como veremos en las páginas siguientes, fue el período en que Medina Echavarría se detuvo a problematizar sobre asuntos epistemológicos y metodológicos relativos a la construcción de la ciencia sociológica en lengua castellana y que habían aparecido en sus años de formación en España y en Alemania, cuando adquirió y maduró su enfoque sociológico. Este interés epistemológico lo prolongó hasta años más tarde, ya en Puerto Rico, cuando continuó escribiendo sobre estos asuntos metodológicos y teóricos de la sociología, como el objeto y el sujeto de conocimiento sociológico. Una dimensión epistemológica que cubre incluso algunos trabajos de su estancia chilena. La última obra que Medina se ocupó de esta parcela del conocimiento sociológico fue su Razón de la sociología, escrita en Chile en los años sesenta donde ―se ocupó de sus afanes y desengaños como profesor de sociología‖ (Lira: 1990: 16), y donde cierra una preocupación que se dilató durante más de treinta años en su producción intelectual. Fue en Chile donde Medina complementó y maduró esta dimensión epistemológica con otras dos dimensiones: una segunda “dimensión filosófica- política” y una tercera “dimensión sociológica-política”. La dimensión epistemológica asentada en el enfoque sociológico le valió para estudiar la relación entre sujeto y estructura en América Latina, uniendo una dimensión filosófica-política que respondía a la pregunta de cómo diseñar y vincular un proyecto político bajo la idea de individuos autónomos e independientes, más la tercera dimensión sociológica- política, la cual supondría la búsqueda de quiénes eran los actores sociales y las instituciones sociales llamadas a generar esa integración entre individuo y estructura social, política y económica. Será el momento en que podamos hablar de su proyecto modernizador como su ―tema latinoamericano‖. Pero hasta que realmente miró a América Latina como tema de preocupación sociológica tuvo que ordenar durante bastante tiempo la imagen que tenía sobre sí mismo como persona y como sociólogo. El proceso hacia una cierta asimilación fue complicado, duro y difícil. Durante su exilio latinoamericano pasó de ser un ―sociólogo sin sociedad propia‖ a sentirse como un sociólogo que se apropiaba de una realidad, aunque no fuera la ―suya‖. Esta experiencia fue fundamental a la hora de descubrir como propios esos órdenes ajenos que le resultaban inquietantes, inaccesibles, desorientadores. Además, con sus lecturas filosóficas, fenomenológicas y existencialistas, se generó un discurso interno sobre la sociedad occidental y su momento histórico. En fin, reflexionando sobre su destino biográfico reflexionaba sobre el destino del hombre en los avatares de los tiempos modernos marcados por la crisis. Era lo más importante para él como intelectual y como persona. Como decíamos, uno siempre intenta ser coherente para sí mismo. Esto implicó que tanto su obra, como 160 sus lecturas, fuesen consecuentes con su experiencia pasada. Esta coherencia cognitiva explica también su postura de definirse como sociólogo desde el momento en que llegó a México. Allí no tuvo que ir transitando de una disciplina a otra buscando su lugar, porque en España había terminado por verse sociólogo. Así se veía él mismo. El definirse e identificarse como sociólogo suponía dosis de equilibrio y de salud mental. 270 También era, en el fondo, un reto personal por demostrarse su capacidad de superación. Necesitaba dar estabilidad a sus emociones, a sus sentimientos y a su particular situación biográfica e intelectual. Precisó, como intelectual y como hombre, de un proceso de adaptación a la nueva realidad, más aún cuando la idea de retorno comience a difuminarse. Por tales motivos, en esta etapa mexicana de su vida encontramos a un José Medina Echavarría que no quiso ni podía romper radicalmente con su pasado y que, poco a poco, fue encontrando en el camino respuestas a sus preguntas existenciales sobre su destino y el de su familia. Su refugio intelectual lo halló en la sociología. En su maleta llevaba algunos libros, apuntes, unas pocas notas; pero, sobre todo, importantes temas sin perfilar que son un remoto pasado de la ―constelación original‖ de su pensamiento, distinguido por la sociología, la democracia y el individuo. Eran ―temas y asuntos propios‖, conocidos, como la crisis de la modernidad, el tema de la guerra y la paz, la construcción teórica y metodológica de la sociología. Únicamente se dejó guiar por las preocupaciones que le eran familiares. Fundamentalmente recurrió a su pasado más inmediato. 2. La sociología en México José Medina llegó a México definiéndose como sociólogo y desmarcándose definitivamente de la tradición del formalismo jurídico positivo español (Medina, 1987: 87). Pero dio con una sociedad mexicana escasa de sociología. La sociología mexicana tenía un nivel de subdesarrollo similar al de la sociología española que dejó, ya que aún estaba en una etapa inicial de formación. 271 Se encontró con un proceso abierto, pero lento, de la institucionalización de la sociología. El estudio de la sociología se inició en México con la fundación de la Escuela Nacional Preparatoria en el año de 1867. A pesar de estos impulsos modernizadores y pedagógicos lo cierto es que aún había una cierta insuficiencia a la hora de definir a la sociología. Nuestro autor topaba otra vez con los mismos problemas -tanto institucionales como los pertenecientes a la construcción de la ciencia sociológica- que había dejado atrás. Repasando brevemente la historia de la sociología mexicana de principios de siglo XX, se puede decir que ésta estaba muy salpicada por el positivismo de A. Comte. La sociología en México se había elaborado desde finales del siglo XIX de manera solitaria por un puñado de autores, muy influidos por este positivismo 270 Entrevista mantenida por el autor con Antonieta Cendoya, 27 de julio de 2009, Madrid. 271 El subdesarrollo de la sociología era un estado que se podía extender a toda la región latinoamericana dado el exiguo movimiento sociológico: ―Cierto que la Sociología propiamente dicha, es decir, como especulación constructiva de la ciencia, ha sido poco cultivada en España y en Indoamérica; pero no tan poco que ni siquiera merezcan mención aquellos escritores que a ella dedicaron sus mejores esfuerzos, aún cuando sólo haya sido, en algunos casos, para condensar y transmitir los conocimientos sociológicos europeos y norteamericanos. Adolfo Posada; Eugenio M. Hostos; Mariano H. Cornejo; José Ingenieros; Manuel Gamio; Antonio Caso; A. Venturino; G. de Azcárate; Ignacio A. Pane; Luis López de Meza: son algunos de los autores españoles y latinoamericanos que con sus obras, sus cátedras o sus investigaciones, habían contribuido a despertar en España y en Latinoamérica el interés por los estudios sociológicos‖ (Mendieta y Núñez, 1941: 141) 161 comteano, con el fin de abrir un proceso de modernización y secularización en la sociedad mexicana. El positivismo dominó claramente el campo de las ciencias sociales entre 1867 y 1910. Los autores de ese período que más se aproximaron a la sociología fueron Gabino Barreda, Justo Sierra, Porfirio Parra, A. Molina Enríquez, Manuel Gamio y Antonio Caso. Sin embargo, ninguno de ellos, desde el punto de vista metodológico, ―aportó ideas originales sobre la sociología‖ (González Navarro, 1970: 1 y 86). El período de dominio del positivismo lo podemos extender incluso hasta el año de 1914, ya que desde 1901 hasta ese año se divulgó asiduamente la filosofía positivista de A. Comte en la Revista Positiva dirigida por Agustín Aragón (Morales, 2008: 32-33). A pesar de esos esfuerzos, hubo una ausencia de sistematización de la sociología, lo que traía como consecuencia la indefinición de la disciplina sociológica y la vaguedad de su objeto de estudio. Otro paso hacia la institucionalización de la sociología moderna en México correspondió con la creación en 1907 de la cátedra de ―Principios de Sociología‖, impartida por Carlos Pereyra en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Posteriormente fue ocupada por Antonio Caso durante muchísimos años y también por Daniel Cosío Villegas. Como sucedió en España, el desarrollo de la disciplina sociológica estaba estrechamente ligado a la ciencia jurídica. ―La sociología como disciplina académica, llega a México a través de las escuelas de Jurisprudencia‖ (Mendieta y Núñez, 1965: 375). Se pensaba la sociología en relación al derecho y a la filosofía del derecho. En México ―esta concepción partía de la identificación que muchos abogados de finales del siglo XlX tenían con la escuela de antropología criminal, por el énfasis que le otorgaron al estudio de las ciencias sociales como la historia, la sociología, la psicología y la etnología‖ (Morales, 2008: 31). Había una divergencia de perspectivas que no aclaraba la limitación del estudio sociológico. Este hecho provocaba que se mirase a la sociedad bajo una perspectiva ―jurídica‖, ―criminalista‖ o ―penalista‖ incidiendo en cuestiones relativas a la desviación social y a las tendencias criminales presentes en ciertos individuos y grupos raciales (Urías, 2000: 150). Se reflexionaba sobre el individuo desde un enfoque sospechoso y que cuestionaba el estudio de los temperamentos, de las cualidades antropológicas y físicas de cada raza. Un hecho histórico con grandes consecuencias en el pensamiento social mexicano contemporáneo fue la Revolución mexicana de 1910-1917. ―El rasgo dominante de la sociología en México en esta etapa radicó en buscar soluciones a uno de los problemas planteados bajo la óptica positivista: lograr la integración de los pueblos indígenas a la llamada cultura nacional y resolver la cuestión campesina, ahora en el contexto de la reconstrucción nacional y la creación de nuevas instituciones‖ (Moya, 2006a: 858). La Revolución mexicana puso mucho acento en la reforma agraria, en la cuestión racial y en lo nacional. La sociología posterior a este acontecimiento histórico tornó y confundió lo social como preocupación nacional. Se entendió que la tarea de la sociología era descifrar la integración de las distintas comunidades indígenas en el proceso de modernización abierto por la Revolución. La sociología acabó, en algunos momentos, por ser una ―sociología de la raza‖. ―Patria y raza casi se confunden‖ (González Navarro, 1970: 73). De esta manera, apreciamos cómo el estudio de los fenómenos sociales se interpretaba con una óptica muy imprecisa. Donde mayor desorden había era cuando se reclamaban estudios específicos como sociología, cuando realmente eran aportaciones provenientes del campo de la antropología –disciplina con gran tradición en México-. Algunas ocasiones se identificaba el objeto de la sociología 162 con los problemas coloniales, otras veces con el indigenismo. En otras la sociología se confundía con asuntos pertenecientes a la historia y a la arqueología: ―En esos años, y bajo la intención de profundizar en el conocimiento de la población mexicana, se fundaron algunas instituciones oficiales como el Museo Nacional y la Dirección de Antropología, encabezada esta última hacia 1917 por el Dr. Manuel Gamio. Bajo una orientación arqueológica, antropológica e histórica, Gamio desarrolló un amplio sistema de investigación que comprendía el estudio de grupos raciales aborígenes, sus rasgos físicos, herencias culturales y materiales, su evolución histórica y su perfil actual. El producto más notorio de esta investigación su obra La población del valle de Teotihuacan (Morales, 2008:32)‖. Más que de sociología, lo correcto sería hablar, en un sentido amplio, de la existencia de una variada y enredada ―filosofía social‖ en las primeras décadas del siglo XX mexicano. De lo que se trataba con estas aportaciones era de ordenar toda una serie de acontecimientos históricos y de poder reflejar las representaciones sociales de una época clave en la historia mexicana. De cualquier modo, el resultado más evidente de la Revolución --como condicionante social y político en la producción de conocimiento sociológico- fue que la sociología acabó por asumir una fuerte carga nacional. La sociología en México será ―sociología nacional‖, muy apegada a la realidad concreta. Este carácter nacional (o nacionalista) también condicionó el posterior desarrollo del campo sociológico mexicano al quedar la tarea intelectual estrechamente ligada al campo de poder. 3. Posibles interlocutores. El ensimismamiento. Los primeros pasos hacia la institucionalización de las disciplinas científicas implica la generación de espacios físicos que reúnan los primeros grupos de investigadores y docentes, el reconocimiento entre pares, el establecimiento de un lenguaje y un discurso identificador en este caso de la sociología, así como el establecimiento de vínculos intergeneracionales. En otras palabras, para que se establezca una comunidad científica se tiene que abandonar la mera afición aislada por una rutina sistemática de carácter corporativo. El proceso de institucionalización de la sociología apela también a un estilo de trabajo colectivo: el sociólogo se dedica ya de forma constante y metódica al estudio y cultivo de su ciencia en un campo más abierto, en el que pueda compartir y discutir sus estudios científicos. Por desgracia, México no ofrecía todas estas condiciones. Aunque debemos destacar que la labor institucional de Medina Echavarría durante su estancia mexicana sí que se orientó hacia esta visión de las ciencias sociales y su impulso apuntó a tal dirección. Más adelante veremos sus actividades a la hora de desarrollar el campo sociológico mexicano. Lo que nos interesa ahora es destacar la escasez de sociología y de sociólogos en ese año de 1939. La sociología estaba representada en muy pocos nombres. El gran maestro de la sociología en México durante el primer tercio del siglo XX fue Antonio Caso, sociólogo, pero sobre todo filósofo. Fue el maestro por antonomasia en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde llegó a ser rector. Antes ostentó, como vimos, la Cátedra de ―Principios de Sociología‖ en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. También fue director de la Escuela de Altos Estudios (después 163 Facultad de Filosofía) de la UNAM y director de la Escuela Nacional Preparatoria. Caso conocía muy bien la sociología francesa y la sociología inglesa, dada la tradición de estas dos corrientes en la inicial sociología mexicana de finales del siglo XIX. Además tenía conocimientos sobre el organicismo de Spencer, sobre Stuart Mill o el darwinismo social (Moya, 2006b: 133). Pero a diferencia de Medina, Caso por formación no sabía sobre la sociología alemana. Este autor se había formado bajo el espíritu positivista dominante en las ciencias sociales mexicanas. Estaba tan enraizado en esta tradición positivista que acabó por convertirse en uno de sus críticos más acérrimos a partir de su formación humanista como miembro de El Ateneo de la Juventud. Ésta fue una asociación cultural de vanguardia, encabezada por Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos y el propio Antonio Caso, que en plena Revolución mexicana, se dedicó al estudio y difusión de los filósofos desde Platón hasta Kant y Schopenhauer, y a la reivindicación de la metafísica, en pleno desafío a su educación positivista. Antono Caso refutó la reflexión positivista desde una perspectiva neokantiana y su artículo más representativo sobre esta materia fue La existencia como economía, como desinterés y como caridad. Su filosofía de la historia encierra una importante influencia de filósofos alemanes como Windelbanb y Rickert. Posteriormente en sus cursos de Sociología en la Escuela Nacional de Jurisprudencia concibió a la sociología como una ciencia de la cultura y no como una ciencia natural. Su mayor aportación a la disciplina sociológica fue su obra Sociología, de 1927. Una obra escrita, seguramente, como manual para sus alumnos. La influencia personal de Antonio Caso y de este manual -dada la escasez ―sociólogos‖ y de literatura sociológica mexicana- lo reconocía Lucio Mendieta y Núñez en un clásico texto sobre la historia de la disciplina en México, dándonos a entender la labor aislada del ejercicio de la sociología: ―Don Antonio Caso en la cátedra de sociología que impartió durante muchos años en la Facultad Nacional de Jurisprudencia, de manera magistral, ejerció gran influencia en sus alumnos, inició a varias generaciones en la nueva disciplina…Fue adoptada esta obra como texto en diversas Universidades de la República‖ (Mendieta y Núñez, 1965: 378). En esa obra (y en sus posteriores reediciones hasta 1945) este autor mostró un profundo conocimiento de la sociología norteamericana (Giddings y L. Ward), de la sociología de Pareto, de la sociología francesa y de la filosofía de Bergson y Boutroux. Además desarrolló una sociología de corte naturalista que tendía a explicar lo social a partir de leyes biológicas; la sociedad era vista como si fuera un organismo (Hernández Prado, 1990:120). También en este libro estudió la cuestión de las razas, principalmente la del mestizaje con relación a las naciones iberoamericanas, por el problema que planteaba una adaptación recíproca de pueblos con muy diversos grados de cultura. En fin, Caso nunca fue positivista y era de los pocos autores que pudo haberse constituido en interlocutor de Medina. Lo cierto es que Caso representó una corriente minoritaria que en la sociología mexicana no definió una tradición de investigación antipositivista. Su influencia fundamental, sin embargo, fue en la filosofía. José Medina Echavarría -apartado de esa línea organicista- coincidió durante su época en El Colegio de México con Daniel Cosío Villegas, escritor, diplomático, economista, historiador y sociólogo mexicano. En 1918 Cosío Villegas ingresó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde fue alumno de Antonio Caso. Participó activamente en diferentes federaciones estudiantiles. Entre 1923 y 1924 impartió cursos de sociología y de ética en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y en la Escuela 164 Nacional Preparatoria. En esos años también impartió cátedra sobre doctrinas económicas en la Escuela de Altos Estudios. Las tareas docentes se vieron acompañadas de sus colaboraciones en Excélsior y México Moderno, donde fue redactor junto a figuras como Pedro Henríquez Ureña o Manuel Gómez Morín. También fue director de la Revista de Ciencias Sociales de la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Observamos que la sociología en México estaba ubicada en las cátedras de Filosofía del Derecho, al igual que sucedía en España. Al final de los años 20 Cosío Villegas continuó su formación académica en varias universidades norteamericanas. Estudió economía general en la Universidad de Harvard, en Wisconsin economía agrícola y en Cornell se especializó en avicultura. Posteriormente cursó estudios de economía en la London School of Economics y en la École Libre de Sciences Politiques. Toda esta vocación por la economía le llevó en 1929 a ser uno de los fundadores de la Escuela Nacional de Economía, auspiciada por la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que fue su director entre 1933 y 1934. Su impulso institucionalizador y su interés por proveer de un acervo bibliográfico a la disciplina económica lo llevaron a encabezar las fundaciones, junto con Eduardo Villaseñor, del Fondo de Cultura Económica y de la revista El trimestre económico, ambas en 1934. Ejerció como director del Fondo de Cultura Económica desde su creación hasta 1948, año en que fue sustituido por Arnaldo Orfila. Además fue director del Departamento de Estudios Económicos del Banco de México. Destacó su labor por ayudar a los exiliados de la Guerra Civil española. Fue uno de los principales fundadores de La Casa de España en México, posteriormente El Colegio de México, institución de la que fue presidente entre 1957 y 1963. Después se dedicaría a la actividad diplomática como representante de México en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. 272 Cosío Villegas había publicado en 1925 una obra titulada Sociología en México. Esta era su gran aportación a la disciplina sociológica. En este libro el autor seguía una metodología concreta y empírica analizando la peculiar realidad social mexicana, claramente distinguida por la variable identitaria y bajo el problema de cómo integrar nacionalmente a los indígenas en el proyecto de modernización de la República mexicana (Moya, 2006b). Tampoco podemos decir que Daniel Cosío Villegas llegase a ser interlocutor de José Medina durante aquellos años mexicanos. Aunque eran más o menos de la misma generación y coincidieron estrechamente en las actividades de El Colegio de México, lo cierto es que ambos autores chocaron en diferentes momentos de sus trayectorias académicas. Para empezar, les alejaba el sentido y la función de la sociología. Como acabó por distanciarles definitivamente la orientación que tomó El Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México, dirigido por Medina Echavarría entre 1943 y 1945. Más adelante veremos cómo el autor mexicano tenía una concepción de la sociología y de esta institución educativa apegada al servicio nacional, como herramienta de reclutamiento de los cuadros dirigentes de la sociedad mexicana, que le distanciaron de un Medina que se preocupó mucho más por formar antes sociólogos que políticos. Además era el momento en que nuestro autor estaba totalmente volcado en esa 272 Algunas de sus obras más importantes son: Sociología mexicana (3 tomos, Talleres Linotipográficos Carlos Rivadeneyra, De Juris, México, 1924-1925); Extremos de América (Tezontle, México, 1949); Porfirio Díaz en la revuelta de La Noria (Hermes, México, 1953), Historia moderna de México (9 volúmenes, 10 tomos, Hermes, México, 1955-1972); La Constitución de 1857 y sus críticos (Clío, México, 1957), El sistema político mexicano (Joaquín Moritz, México, 1972); El estilo personal de gobernar (Joaquín Moritz, México, 1974); y La sucesión presidencial (Joaquín Moritz, México, 1975). 165 dimensión epistemológica de la sociología a la hora de desarrollar y pensar esta ciencia en las propias claves de la cultura hispanoamericana. Otro de los sociólogos con los que topó Medina en México fue Lucio Mendieta y Núñez, quien desde finales de los años 30 estaba convirtiéndose en el gran renovador de esta disciplina. Este autor se encargó de re-fundar en 1939 el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Cabe recordar que este instituto fue originariamente creado por la Universidad Nacional en el año 1930. Su fundación respondía a la clara intención de equiparar lo nacional mexicano como lo social: ―Narciso Bassols, Vicente Lombardo Toledano, Luis Chico Roerme y Miguel Othón de Mendizábal –sus fundadores- confiaban en la contribución de las ciencias sociales para la formulación de soluciones a los grandes problemas nacionales‖ (Andrade Carreño, 1998:43). Se fundó con el claro objetivo de realizar estudios científicos de asuntos y problemas sociales, ―considerando de modo especial la Sociología Criminal y la Sociología Jurídica, los estudios etnológicos, etnográficos, estadísticos y democráficos, así como los relativos a los métodos sociológicos a fin de poder aplicarlos por el Instituto‖ (Valle, 1945: 439). La refundación del centro en 1939 coincidió con una etapa en la vida política mexicana absorta en un momento de racionalización y reconstrucción nacional. Al año siguiente también se terminó por cambiar el nombre de La Casa de España por el de El Colegio de México. Había un intenso momento de transición política en México ya que en 1940 fue sustituido Lazaro Cardenas por el militar M. Ávila Camacho. Muchas de las políticas reformistas durante la ―etapa cardenista‖ fueron abandonadas. Además México acabó por entrar en la Segunda Guerra Mundial en 1942 en el bando de los aliados. Después de estas pinceladas que nos ayudan a situar el clima intelectual y político, continuamos apuntando algunas características de la obra de Mendieta y Núñez, quien tuvo entre sus tareas primordiales hasta 1950, como director del Instituto, la investigación sobre el estudio de los núcleos de población indígena en todo el territorio nacional (Morales, 2008:34). Este sociólogo mexicano también ―concibió el trabajo sociológico como un proceso que involucraba fases diferenciadas: estudios teóricos y formación de planes de investigación; desarrollo de éstos en el terreno mismo de los hechos y, finalmente, análisis de los datos arrojados por la labor investigativa, de manera que sirviesen para derivar proposiciones y proyectos de acción‖ (Olvera, 2004: 90). Lucio Mendieta y Núñez tenía un ideal ilustrado de la sociología, muy sujeto al afán previsor y al realismo del positivismo. Era una sociología claramente condicionada por las transformaciones sociales de la sociedad mexicana. En parecidos términos podemos situar algunos textos de la obra mexicana de Medina Echavarría, también de corte positivista, como en Sociología: teoría y técnica, donde apostó también por un sentido práctico de la sociología. Si bien entre ambos autores había una gran distancia teórica. Medina colaboró tempranamente con varios artículos en la Revista Mexicana de Sociología, creada en 1939 por Mendieta y Núñez, pero las concepciones diferentes que ambos tenían sobre la disciplina y el hecho de que nuestro autor desde 1943 se dedicase exclusivamente al Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México, le alejaron definitivamente del sociólogo mexicano y de la sociología profesada en la UNAM. Una vez más José Medina se quedaba sin interlocutor. 166 4. Acceso al campo sociológico mexicano. Nuestro autor accedió a la pequeña comunidad sociológica mexicana a partir de El Colegio de México. El respaldo de esta institución le facilitó la entrada en un campo científico reducido y lleno de personalismos. Además era un campo que estaba en plena fase de institucionalización, ya que, como vimos anteriormente, en 1939 se había puesto en marcha el Instituto de investigaciones Sociales de la UNAM y posteriormente, en 1943, Medina dirigiría el Centro de Estudios Sociales de El Colegio. El progreso de este campo científico en México estuvo estrechamente cercado y ligado al campo del poder político: ―El desarrollo y la institucionalización de las ciencias sociales en México está fuertemente relacionado con el poder político. Las ciencias sociales nacieron en México porque el Estado las apoyó‖ (Reyna, 2005: 414). Este condicionamiento afectaría, a la larga, la carrera académica de Medina Echavarría en México. Si fue un tiempo de renovación en las ciencias sociales mexicanas, lo que abría muchas posibilidades de emprender una trayectoria académica y científica, también fue un tiempo de pugnas intelectuales e institucionales. Porque el campo científico como campo del poder igualmente es un lugar de disputas y enfrentamientos: ―El campo del poder es el espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que tienen en común el poseer el capital necesario para ocupar posiciones dominantes en los diferentes campos (económico y cultural en especial)‖ (Bourdieu, 2002:319-320). José Medina Echavarría se encontró en México con la gran oportunidad de acumular capital intelectual para poder ocupar una posición de prestigio científico en el campo sociológico mexicano. El Colegio de México ofreció numerosas de estas posibilidades a los intelectuales españoles en forma de docencia, cursos, seminarios, publicaciones, traducciones, etc. Llegando como un completo desconocido, Medina tenía que buscar su posición dentro de esta reducida comunidad. A la obtención de una posición institucional otorgada por El Colegio, se unía la búsqueda de una posición intelectual. El campo sociológico mexicano -como campo de competencias- ponía en juego su prestigio científico. Tenía que demostrar el porqué de su reclutamiento por parte de El Colegio. Tenía que dejar de manifiesto su valía intelectual que a priori se le suponía. Y también tuvo que aprender a saber cómo funcionaba esta nueva comunidad de acogida. Al acceder al campo sociológico mexicano tuvo que ―luchar‖ y entrar a competir por definir quién era o no sociólogo. Tenía que saber cómo se entendía la sociología en México, qué significaba el ser sociólogo en ese país. Este es uno de los requisitos fundamentales cuando uno accede a este campo de conocimiento y descubre las luchas por la definición: qué es la sociología, qué es el sociólogo. A las pugnas institucionales se les unían estas pugnas intelectuales. No hay que olvidar tampoco su condición de exiliado, de extranjero. Porque el exilio no fue únicamente un compartir armoniosamente entre los intelectuales mexicanos y los intelectuales españoles, sino que también hubo fricciones, disputas. Como bien nos dice Clara Lida tenemos que ―reflexionar acerca de las complejas relaciones entre el universo receptor y el del inmigrante que, en sus múltiples rangos de intersección, demuestran la riqueza y pluralidad de mundos y culturas en encuentro y -¡cómo no!- en conflicto‖ (Lida, 1997: 15). La imagen del ―exilio idílico‖ no vale para describir el paso de Medina por la sociología mexicana. Aunque todavía no es momento de adelantar acontecimientos. En verdad tenía que justificar ante esa comunidad de referencia su posición como sociólogo extranjero y su discurso respecto a la sociología. Era una práctica que, 167 por otro lado, encajó a la perfección con su estrategia de inserción académica y con su postura de ensimismamiento a lo largo de los años en México: Medina Echavarría se concentró en la epistemología de la sociología para ser capaz de definirse, de situarse y de posicionarse en el campo sociológico. Su ―tema‖ en México, su ―tema importado‖ de los años de formación, no fue otro que el de poner en práctica ese conocimiento sociológico adquirido en España y en Europa, principalmente a partir de de la sociología alemana, y reclamar a través de ese conocimiento la necesidad de construir epistemológicamente y pensar la ciencia sociológica en lengua castellana. Nuestro autor también quería demostrarse a sí mismo su posición de consagración científica. A su edad necesitaba ya poner a prueba sus conocimientos sociológicos. En México encontró esta posibilidad de promover la cultura científica de la sociología, porque recién estaba comenzando su carrera académica como sociólogo. Veámosla. 5. Primeras aportaciones en la Revista Mexicana de Sociología. La Revista Mexicana de Sociología fue fundada en 1939 por Lucio Mendieta y Núñez como órgano del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Dicha publicación añadió una perspectiva sociológica amplia al debate de las ciencias sociales mexicanas. Coincidió su aparición con ese impulso institucional que se le estaba dando a la sociología en las tareas de la modernización de la sociedad mexicana. Antes de que apareciese esta revista existían en México unas pocas publicaciones con temática sociales como, por ejemplo, la anteriormente citada Revista Positiva. La Revista Mexicana de Sociología era una publicación que heredó la tradición sociológica positivista mexicana del siglo XIX, la etnografía, los estudios agrarios y también recogió el interés por la antropología. En su primera década de vida, fue un claro retrato del estado que guardaba la sociología de aquellos años. Su rasgo fundamental eran los artículos sobre el objeto y métodos de la disciplina, la filosofía social y de la historia, las técnicas de investigación y la relación con otras ciencias sociales (Morales, 2008: 34). También se elaboraron tipologías y se analizaban temas como el conflicto social, las actitudes y los valores, la dinámica social, la familia, la delincuencia, o las tendencias de crecimiento de la población, entre muchos otros. Además de las reflexiones sobre la sociología como ciencia, en esta publicación tuvieron cabida otras preocupaciones fundamentales como la etnología, el indigenismo y la utopía americana (Sefchovich, 1989: 18 -25). En sus primeros diez años, la Revista Mexicana de Sociología, difundió algunos aspectos de las obras de Raymond Aron, Max Weber, Ferdinand Tönnies, George Simmel, Gabriel Tarde, Emile Durkheim, Talcott Parsons, Pitirim Sorokin, Rober Merton o Leolpod von Wiese, También se publicaron artículos de sociologías especializadas y se reseñaron y tradujeron importantes materiales que acercaron la sociología mexicana a la sociología norteamericana y europea de aquellos años. Es la revista de sociología más vieja de América Latina, publicándose todavía en la actualidad (Reyna, 2005: 431). En esta revista dieron sus primeros pasos de inserción académica muchos de los intelectuales españoles recién llegados. Las páginas de la Revista Mexicana de Sociología abrieron las puertas de la comunidad académica receptora a los científicos sociales recién llegados del exilio español. En ellas publicaron nombres como los de de Luis Recasens Siches, Eugenio Ímaz, Joan Roura Parella y José Medina Echavarría. La aportación de estos autores permitió abrir el espectro de conocimiento a la sociología mexicana, un tanto anclada en 168 la sociología positivista francesa y en el biologicismo spenceriano, al enriquecer el debate intelectual con la inclusión, principalmente, de la sociología alemana, la sociología inglesa y la primera y novedosa sociología norteamericana. 273 En el caso de Medina, Recasens, o Roura Parella, aportaron textos sobre el debate cultural europeo, la sociología comprensiva o la psicología social. Temas, por otra parte, desconocidos en las ciencias sociales mexicanas. Medina Echavarría inició su presentación en el campo académico mexicano publicando un artículo en la Revista Mexicana de Sociología en junio de 1939, al poco tiempo de llegar. Fue su manera de darse a conocer ante la nueva y desconocida comunidad de acogida. Nuestro biografiado, casi sin tiempo para adaptarse a la nueva realidad, ya se había puesto a trabajar. El primer artículo que publicó en el exilio mexicano -tras la catástrofe de España y su periplo del destierro- se tituló ―¿Es la sociología manifestación de una época crítica?‖. La importancia de este artículo radica en que es la primera vez que tuvo que escribir para una audiencia inédita, que le era ajena, y fue la primera vez que tuvo que hacer el esfuerzo de pensar sobre su condición de intelectual y sociólogo exiliado. Se veía sin un tema concreto respecto a esa audiencia. De esta manera, la actitud seguida por nuestro autor fue la de escribir sobre lo que conocía y le era familiar. Este primer escrito del exilio nos permite situar el punto de continuidad de la dimensión epistemológica de la obra que vagamente dejó atisbar en España. Aquellas preocupaciones sobre el sentido y la función de la sociología ya están aquí. Podemos afirmar que el ―teoreticismo‖ de su literatura sociológica durante la estancia mexicana fue una continuación y, sobre todo, una maduración de sus temas europeos. Frente a un público desconocido, la sociología de Medina se vuelve amplia, generalista, no centrada en situaciones sociales concretas y sí, más bien, destinada a teorizar sobre preocupaciones propias de la sociología como es el significado propio de esta ciencia, acerca de cuál es su objeto, cómo abordar su estudio, cuál es papel del sociólogo o qué significa ser sociólogo. Fue en México donde nuestro autor se adentró resueltamente a tratar cuestiones problemáticas sobre la construcción y metodología de la ciencia sociológica, además fue allí donde le situamos observando los acontecimientos críticos de su época y pensando que esas problemáticas estaban estrechamente relacionadas con la crisis de la sociología y su vaguedad por definirse como ciencia autónoma e independiente. Una situación crítica mucho más alarmante para la sociología en lengua castellana, poco o nada desarrollada, no así como en otros países, caso de Alemania, Inglaterra, Francia o Estados Unidos. Este subdesarrollo le motivó a la hora de divulgar –a través de la enseñanza, la escritura y la traducción como prácticas académicas-, la necesidad de autonomía, desarrollo y emancipación de la sociología en clave hispana con tal de su emancipación de las influencias foráneas. 273 Cabe destacar la grata aportación del otro ―sociólogo sin sociedad‖ residente en México, Luis Recasens Siches, quien en las páginas de la Revista Mexicana de Sociología colaboró enormemente con la introducción de la mejor sociología alemana: ―La actual revisión crítica de la sociología‖ (1939, vol. 1, nº 1), ―Fenomenología de las relaciones interhumanas‖ (1942, vol. 4, nº 2-4), ―La sociología formalista de Wiese‖ (1944, vol. 6, nº 2), ―Exposición y crítica de la teoría del obrar social de su comprensión según Max Weber‖ (1946, vol. 8, nº 2) o el artículo compendio ―La contribución alemana a la sociología‖ (1956, vol. 18, nº 2). 169 Tanto en ese primer trabajo como en los siguientes artículos que publicó nuestro autor en esta revista – ―La investigación social en los Estados Unidos‖; ―Las sociologías del conocimiento y de la cultura en la literatura alemana‖, ambos de 1939; ―Sobre la investigación social en nuestros días‖, de 1940 y ―Reconstrucción de la ciencia social‖, de 1941-, se pueden observar, como veremos más adelante de forma sistemática, algunos rasgos de la temática general de su obra mexicana y latinoamericana como son la crisis de la modernidad unida a la idea transitoriedad; la historicidad de las ciencias sociales; el interés por la sociología del conocimiento y la cultura; la defensa y reconocimiento del status científico de la sociología, a partir del casamiento de teoría y técnica; y la necesidad de la investigación social para la reforma y la reconducción de la sociedad. Nos dejó nuestro autor unos planteamientos que también pondría en práctica en sus programas docentes desde la UNAM o el Colegio de México, como en la Colección de Sociología del FCE, de la cual se ocuparía desde 1939 hasta 1955. 6. La Cátedra de Sociología en la Universidad Autónoma de México. Compilador de corrientes sociológicas. Si a los pocos días de su llegada empezó a colaborar en la Revista Mexicana de Sociología, nuestro autor comenzó a impartir clases en la Universidad Nacional Autónoma de México también de forma temprana. Medina Echavarría se incorporó a esta universidad el 24 de junio de 1939 gracias a los convenios de colaboración firmados con La Casa de España. 274 Primero fue nombrado, aunque sin efecto, Profesor Extraordinario de Sociología, para ser designado finalmente el 20 de julio de 1939 catedrático titular de Sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la UNAM. 275 También se desempeñaría como Profesor de Sociología en la Facultad de Economía de la Escuela Nacional de Economía de esta universidad. 276 El contraste de los documentos de su expediente académico ilustra las gestiones institucionales y burocráticas para ubicar al profesor español y para incorporar nuevas asignaturas en la malla curricular. 277 Tomando en cuenta estos datos, el historiador Andrés Lira considera a Medina Echavarría como el primer profesor que ocupó una cátedra de Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México. 278 Se creó una cátedra para llenar estas demandas universitarias, colectivas y también 274 Archivo Histórico UNAM-CESU. Expediente de José Medina Echavarría 25/131-5525. 275 Archivo Histórico UNAM-CESU. Expediente de José Medina Echavarría 25/131-5525. Expediente José Medina Universidad de Puerto Rico. Foja 2. Curriculum vitae de Medina Echavarría. Medina Echavarría coincidió con un buen número de intelectuales y exiliados españoles que ocuparon puestos de profesores ayudantes y auxiliares en la UNAM, como Laureano Sánchez Gallego, Wenceslao Roces, Felipe Sánchez-Román, Manuel Martínez Aguiar y de Pedroso (más conocido como Manuel Pedroso, quien había sido Catedrático de Derecho Político en la Universidad de Sevilla), Rafael de Pina Milán, Gabriel Bonilla Marín, Niceto Alcalá-Zamora, su jefe en la Legación de Polonia Mariano Ruiz-Funes, Antonio Sacristán, Joaquín Rodríguez, Luis Recasens Siches, Rafael Altamira o José Miranda (Llorens, 1976: 133). Pienso que esta red de intelectuales del exilio español fue importante para nuestro autor como red de solidaridad y como un lugar para intercambiar ideas. Se me ocurre, por ejemplo, la importancia de José Miranda, profesor de historia también en el Centro de Estudios Sociales, a la hora de introducir en Medina el estudio de la historia de América Latina y las lecturas de Céspedes del Castillo. 276 Archivo Histórico UNAM-CESU. Expediente de José Medina Echavarría 25/131-5525. 277 Medina Echavarría aparece en diversos documentos como Profesor de Sociología, como Profesor sustituto, como Profesor Extraordinario de Sociología, como Profesor Titular de Sociología y como catedrático titular de Sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la UNAM. Archivo Histórico UNAM-CESU. Expediente de José Medina Echavarría 25/131-5525. 278 Entrevista mantenida por el autor con Andrés Lira, 10 de mayo de 2007, México. 170 personales del propio Medina Echavarría, ya que su intención pasaba, como sabemos, por darse a conocer a la nueva comunidad intelectual y por insertarse académicamente a partir de una estrategia fijada en una fuerte reclamación del discurso sociológico. 279 Además, como exiliado ―privilegiado‖, sentía esa necesidad de devolver la confianza depositada en él por las autoridades mexicanas desde la mejor manera que conocía: el trabajo y la divulgación de la sociología en favor de su institucionalización. Nuestro autor sería catedrático y profesor de sociología de la UNAM hasta 1943. Entre junio y noviembre de 1939 se hizo cargo de dos cursos de temática social: ofreció un curso llamado ―Métodos de investigación social‖ en la Facultad de Economía y otro titulado ―Sociología‖ en la Facultad de Derecho, impartido los lunes, miércoles y viernes a las 7 de la mañana. 280 Asignaturas que nos permiten adivinar en nuestro autor un interés firme y decidido por el enfoque sociológico, adentrándose en aspectos metodológicos y teóricos que caracterizarían este período mexicano de su carrera intelectual. El programa del curso ―Sociología‖ fue publicado por La Casa de España en 1939, con el título de Cátedra de Sociología. En las 29 páginas del programa de la asignatura se puede apreciar su interés por sistematizar la sociología junto con su profundo y vasto conocimiento de las corrientes sociológicas contemporáneas. Estaba al día de las publicaciones sociológicas en diversas lenguas (alemán, francés, inglés, italiano, portugués), lo que nos dice mucho de sus conocimientos de las diferentes sociologías nacionales (Lira, 1990: 25). El programa es sumamente rico, como decíamos, en ese intento del sociólogo español de dotar a esta ciencia social de un reconocimiento científico establecido. Sus pensamientos por aquel entonces giraban alrededor de la construcción epistemológica de la ciencia sociológica. En esas páginas Medina elaboró un listado de los temas a ver durante el curso académico acompañados de una abundante bibliografía de la sociología contemporánea que él consideraba como fundamental para abarcar asuntos precisos y concretos de la ciencia sociológica. En esas páginas Medina señaló las parcelas sociológicas en las que se adentró con sus artículos y libros. Aquí únicamente avanzó y resumió unas preocupaciones sociológicas que casaban con el espíritu de esta etapa intelectual de nuestro autor a la hora de ocupar el vacío de una auténtica sociología científica en lengua castellana. El programa docente estaba dividido en 7 apartados y compuesto por 53 lecciones. Comienza con un primer apartado al que tituló ―La construcción de la Sociología‖, dividido en los siguientes temas: a) Sentido y función de la Sociología (lección 1); 281 b) 279 Como apuntamos en la introducción, José Medina llegó a México sintiéndose sociólogo después de dos años de exilio en Polonia donde es más que seguro que tuvo tiempo para leer, ordenar pensamientos y familiarizarse con ciertos autores sociológicos. Esto explica, sin duda, varias características de este período mexicano: desaparece la presencia de la filosofía jurídica -la filosofía únicamente aparece como reflexión de posibilidad de libertad para el hombre-, y la sociología sustituye las anteriores preocupaciones filosóficas del período español manifestándose en la articulación de un discurso sociológico conformado por prácticas docentes y divulgativas (clases, traducciones), así como textuales (publicación de artículos y libros). Esto lo visualizamos, por ejemplo, en la familiaridad con la que comienza a trabajar con la obra de sociólogos alemanes como Hans Freyer o, principalmente, Max Weber y Karl Mannheim. 280 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 6, foja 3. 281 Aunque el curso de ―Sociología‖ se impartió formalmente desde el primero de agosto de 1939, parece ser que esta lección inaugural fue impartida por Medina Echavarría el 3 de julio, dando inicio a sus actividades docentes en la UNAM. 171 Sociología abstracta y Sociología concreta (lecciones 2, 3, 4 y 5); c) Ley sociológica y correlación concreta (lección 6); d) La Sociología como ciencia sintética (lección 7, 8, 9, 10 y 11); y e) La sociología como disciplina académica (lección 12 y 13) (Medina, 1939b: 7-8). Medina trabajaba por delimitar el objeto de estudio de la sociología, por definir la sociología o relacionar la ciencia sociológica con otras ciencias sociales, como la historia o la economía. 282 Seguidamente vienen dos apartados más breves, ―Fundamentación filosófica de la Sociología‖ y ―La circunstancia natural‖, donde se adivinaba su interés por saber dónde posicionar y relacionar al hombre como objeto de estudio científico para la sociología. 283 El cuarto apartado se titula ―La circunstancia colectiva‖, el cual está dividido en dos grandes subapartados: ―Presión social y herencia cultural‖ y ―Estructura social‖. El primero de ellos a su vez queda partido en dos: ―Mentefacturas‖ y ―Manufacturas‖. Es una división que Medina utilizará con frecuencia en su literatura sociológica al dividir la práctica y las acciones del hombre en aquellas de forma y carácter simbólico y otras de forma y carácter material. Así para mentefacturas nuestro autor hablaba del lenguaje (lección 22), la ciencia (lección 23), las convicciones, creencias y actitudes (lección 24), los usos y las normas (lección 25) y la opinión pública, la educación y la propaganda (lección 26). Apreciamos, como vemos, su interés por los aspectos simbólicos, comunicativos y lingüísticos que conforman la esfera de las creencias y los valores de la sociedad. 284 Para manufacturas se referirá a la técnica (lección 27), a la economía (lección 28) y a la herencia material (lección 29). Son aspectos del mundo material que rodean al hombre y que completa esa visión espiritual o imaginaria de la vida social. El subapartado de ―Estructura social‖ queda también fraccionado en dos: ―Las configuraciones colectivas‖ y ―El poder‖. Medina entenderá como configuraciones colectivas a ―las relaciones sociales‖, a los ―grupos sociales‖, a los ―agregados sociales‖ 282 En la lección 5 nos habla ya de ―La Sociología como ciencia concreta‖, que es la postura que él tomó a la hora de definir a la sociología. En las lecciones 9, 10 y 11 relaciona a la sociología con otras ciencias sociales como la psicología, la historia, la economía y la estadística (Medina, 1939b: 7-8). 283 Es una pregunta, por otro lado, heredada de su formación filosófica. Así, por ejemplo, la Lección 14 se titula ―El hombre como ser social e histórico‖. En la lección 16 habla del hombre y ―su aspecto biológico‖, haciendo referencia a la raza. Además en la lección 17 habla de ―La llamada psicología de razas y pueblos‖ (Medina, 1939b: 8). Debemos tener presente el interés en la época por la psicología de las masas dentro de la tradición europea. En México no encontró con una preocupación por las masas – uno de sus temas europeos ligado a la crisis de la época-, pero sí en cambio halló una preocupación por las razas. 284 El interés por estos temas le venía de Ferdinand Tönnies. La distinción entre manufacturas y mentefacturas de Medina se corresponderían al binomio asociación-sociedad del sociólogo alemán y la forma en cómo se organiza el trabajo y la sociedad en la época moderna: ―En las fábricas de tipo más antiguo o premaquinista, el trabajo se encuentra unificado sólo por una meta común y el uso de métodos comunes de trabajo que, no obstante (puesto que representan productos cerebrales del hombre), pueden concebirse como productos y, por consiguiente, propiedad genuina del empresario. En la verdadera fábrica, la fuerza de trabajo aparece esencialmente unificada mediante esta relación común necesaria con la maquinaria que forma el cuerpo visible de la fábrica. En ambos casos, resulta claramente evidente que sólo la unidad del trabajo y el uso inteligente de los materiales, los proyectos y los instrumentos constituyen el principio productivo real‖ (Tönnies, 1979: 107). Este artilugio teórico lo utilizará con frecuencia nuestro autor en su sociología para explicar, aparte de la división social del trabajo, la diferencia entre las acciones sociales de carácter comunicativo y simbólico, con consecuencias en el mundo espiritual, y aquellas acciones materiales que convergen en el mundo de las formas y de la materialidad. 172 y a las ―estructuras sociales generales‖ (Medina, 1939b: 8-10). 285 Respecto al poder nuestro autor únicamente se referirá a la voluntad de poder en la sociedad y en la historia, dedicándole una sola lección (41). A continuación vienen los tres últimos apartados del programa académico. El apartado V referido a la ―La circunstancia temporal‖ consta de tres lecciones que confirman su enfoque concreto e histórico respecto a la sociología: la acción social como decisión (lección 42), la dinámica social y desarrollo histórico (lección 43) y la tradición y continuidad histórica (lección 44). En el siguiente apartado, ―Sociologías especiales‖, nos presenta las ramas de conocimiento sociológico que más le atraen en esa época: la sociología de la cultura (lección 46) y la sociología del conocimiento (lección 47). En el último apartado titulado como ―Reseña histórica‖ deja una revisión panorámica sobre los fundadores de la sociología y las respectivas sociologías nacionales: francesa, alemana, anglosajona, italiana e hispanoamericana (Medina, 1939b: 10-11). 286 Hemos repasado toda esta serie de encabezados de lecciones que nos sugieren su empeño por reclamar la sustantividad de la sociología. Para empezar, vemos cómo escribía sociología en mayúsculas, como reafirmación su profesión y su posición en el campo académico. Aparte podemos ver el interés creciente de Medina en conceptuar a la sociología y dotarla de un vocabulario; términos, por otro lado, que han acabado imponiéndose en la cotidianeidad y que son sumamente utilizados en el debate público, como herencia cultural, proceso social, acción social o estructura social. Ésta también es parte de su aportación a la sociología en lengua castellana y a la sociología mexicana. Además esta Cátedra de Sociología incluye una extensa bibliografía escogida en la que realiza un recorrido tanto de temas sociológicos como de escuelas sociológicas. Comenzaba Medina lamentándose por la escasa producción sociológica en lengua española. Además reconocía que ―la bibliografía anotada, aunque quizá no sea inmediatamente utilizable, puede servir de guía para ulteriores estudios, y lo que es más importante como estímulo e invitación a colmar la escasez aludida con traducciones y obras originales‖ (Medina, 1939b: 13). Señalaba la necesidad de pensar los problemas tanto sociales como sociológicos en clave propia. Todas estas referencias a autores extranjeros era una manera de acercar el conocimiento sociológico de sociologías más desarrolladas a la sociología hispanoamericana aún en fase de formación a través de traducciones y de aportaciones nuevas que deberían fortalecer la epistemología sociológica para su ulterior desarrollo. Algunos de los autores citados en esta bibliografía serán traducidos por el Fondo de Cultura Económica cuando Medina, en ese mismo años de 1939, se haga cargo de su Sección de Sociología. De esta manera, vieron luz en lengua castellana libros, por ejemplo, de L. L. Bernard, K. Mannheim, R. Linton, T. Veblen o el Economía y sociedad, de Max Weber, traducido años más tarde bajo su dirección personal. Además 285 Así, por ejemplo, cuando se refiere a las relaciones sociales nos habla ya de la acción social (lección 30), del proceso social (lección 31) y de la construcción sistemática de las relaciones sociales (lección 32) (Medina, 1939b: 9). Encontramos su interés, ya manifestado en sus trabajos españoles, por los grupos sociales como intermediarios entre el individuo y la sociedad. Medina no se refiere a las masas en plural, sino a la masa en singular, apuntando otra dirección con otras implicaciones teóricas y morales. 286 Medina aquí sustituye la referencia que tenía en su Introducción a la sociología contemporánea sobre la sociología española por el conjunto más amplio de la sociología hispanoamericana. Se advierte su necesidad por aclimatarse a su nueva realidad biográfica. 173 el listado bibliográfico de este programa también nos sitúa algunos nombres que aparecen e influyen en varios momentos en su trayectoria intelectual, caso de Znaniecki, quien luego colaboraría con un número en las Jornadas de El Colegio de México y del que se traduciría para el Fondo de Cultura Económica su libro El papel social del intelectual. Se asoman también en esas páginas la figura de Dewey, una influencia que sería visible en aquel tiempo, o la cita a Ortega y Gasset y su Rebelión de las masas. Además están recogidos algunos trabajos del sociólogo norteamericano Kimball Young, que fueron un estímulo inicial para el sociólogo español a la hora de concebir el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México con un enfoque multidisciplinar e integrado de la docencia de las ciencias sociales. En fin, autores, nombres y pensadores de la sociología y del pensamiento social que se asoman en uno u otro momento de su vida según intereses, ideas y posiciones en el campo académico; ya siendo profesor, traductor o simplemente escribiendo como sociólogo. 287 El anexo bibliográfico da comienzo con una sección dedicada a las obras de iniciación, manuales y diccionarios, donde encontramos la referencia de alguno de esos autores alemanes claves en su formación académica -y compañeros de travesía intelectual durante el exilio-, como Dünkman, Freyer, Menzel, Tönnies o Von Wiese (Medina, 1939b: 13). Medina demostraba un amplio conocimiento de la sociología francesa, italiana, americana o inglesa de su tiempo. 288 Nuestro autor cuando llegó a México en mayo de 1939 estaba al día sobre lo publicado en diversas lenguas y sumado a las lecturas inmediatas pudo preparar este programa del curso de ―Sociología‖ (Lira, 1990: 25). Respecto a América Latina Medina Echavarría distinguía según la lengua de los autores: castellano o portugués. Nos sorprende con las tempranas citas de autores hispanoamericanos como Roberto Agramonte, Antonio Caso, Raúl Orgaz o Alfredo Poviña. Mientras que de los autores brasileños cita a Acevedo o Ramos (Medina, 1939b: 14-15). 289 En esas mismas páginas sobre los libros de iniciación dentro de la sociología hispanoamericana, Medina Echavarría anunciaba la aparición de dos obras 287 Estos nombres citados arriba ejemplifican la forma amplia en la que José Medina Echavarría proyectaba hacia distintos ámbitos todas estas lecturas e influencias científicas, pues posteriormente publicará sus libros en la sección de sociología del Fondo de Cultura Económica, los invitaba a participar en Jornadas o le inspiraban, como veíamos con Kimball Young, la orientación integradora en ciencias sociales que posteriormente tomaría el Centro de Estudios Sociales. 288 Presenta, por ejemplo, la obra Sociology, de Ginsberg del año 1933, traducida por él mismo años más tarde para la Editorial Losada de Buenos Aires; una introducción a la sociología de Cuvillier de 1936 o la cita de otros autores franceses como Bouglé o Worms. Además recoge unos pocos manuales de sociología provenientes del campo académico norteamericano, como los escritos por Davis-Barnes An Introduction to Sociology, de 1931; R. M. Mac-Iver, Society: A Textbook of Sociology; o el manual de Robert Park Introduction to the Science of Sociology, de 1925. 289 De estos autores cita los siguientes trabajos: Roberto Agramonte, Tratado de Sociología, Habana, 1937; Antonio Caso, Sociología, México, 1939; Raúl Orgaz, La ciencia social contemporánea, Buenos Aires, 1932; Alfredo Poviña, Notas de Sociología, 1935; Fernando Azevedo, Principios de Sociología, Sao Paulo, 1935; A. Ramos, Introducçao a Psicología Social, 1936. Creo que Medina recogía la cita de estos autores latinoamericanos más como cortesía y como estrategia de inserción académica que como auténtico conocimiento. Aunque nuestro autor trabajó para construir un discurso sociológico en lengua castellana (o más amplio de sociología latinoamericana donde se incluiría el portugués) emancipado de las influencias extranjeras, lo cierto es que no fue muy dado a tener en consideración a los autores latinoamericanos de su época, apenas tenía cita alguna y en su biblioteca apenas tenía obra alguna. No estuvo, por tanto, ni mucho menos interesado en la sociología latinoamericana que se encontró a lo largo de su trayectoria académica. Este ―desinterés‖ no quita para que sí reclamara fuertemente la necesidad de cultivar y desarrollar una sociología latinoamericana autónoma. Una de las primeras –y pocas- muestras que tuvo por respecto a algún autor latinoamericano fue el prólogo dedicado a la obra de Alfredo Poviña sobre la sociología latinoamericana. 174 suyas: La Sociología ciencia concreta. Una Introducción a la Sociología y el Panorama de la Sociología contemporánea. El primero no pudo verlo publicado en vida, siendo su obra póstuma de 1980, titulada La sociología como ciencia social concreta. 290 Mientras que el Panorama apareció publicado por La Casa de España de México en 1940. Entre los diccionarios citaba uno de Vierkandt y otro de Seligman. Mientras que de los varios libros de consulta que recomendaba incluía uno de Sombart, otro de Menzel y uno de Sorokin (Medina, 1939b: 15-17).291 El manejo de estos libros y autores se correspondía más a los conocimientos y formación de Medina y a sus deseos de que por lo menos fueran escuchados por sus alumnos y colegas que al verdadero acceso que podían tener sus alumnos de estas obras en las distintas bibliotecas universitarias mexicanas.292 Algo verdaderamente difícil. La sección bibliográfica de la cátedra continúa con un compendio de obras recogidas según las lecciones y los temas expuestos en el programa. Nuevamente nos sorprendemos por el amplio listado de autores. Veamos con detalle alguna muestra de este conocimiento de corrientes, escuelas y problemas sociológicos. Para la primera lección sobre el sentido y la función de la sociología recomendaba cuatro libros de cuatro autores que nos dicen mucho de la línea de pensamiento de Medina Echavarría y de sus inclinaciones respecto a la manera que tenía de entender a la sociología: The Fields of Sociology (1934), de Bernard; Sociology and Human affaire (1937), de Ginsberg; Soziologie als Wirlichkeitwissenschaft (1930), de Freyer; y Die Gegenwartsaufgaben der Sociologie (s/f), de Mannheim (Medina, 1939b: 19). En las lecciones correspondientes al estudio de la sociología abstracta y de la sociología concreta vuelve a confiar la lectura de los libros anteriormente citados de Bernard y Freyer, y los acompaña por la referencia de obras de grandes clásicos de esta disciplina como, por ejemplo, Règles de la méthode sociologique (1894), de Durkheim; el Traité de Sociologie générale (1932), de Pareto; Soziologie (1908), de Simmel; Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftlehre (1922), de Max Weber; System der Allgemeinen Soziologie (1932), de Wiese; y The Method of Sociology (1934), del más contemporáneo Znaniecki. Para el estudio de la relación entre la sociología y la etnología hace referencia, entre otros libros, a los trabajos de Linton, The Study of Man (1936) y de Malinowsky, Anthropology as the basis of Social Science (1937). Para las lecciones sobre las convicciones, las creencias y las actitudes y la opinión pública, la educación y la propaganda citaba las siguientes obras: Human Nature and Conduct (1922), de Dewey; Public opinion, de Walter Lippman (1922); Ideologie und Utopie (s/f), de Karl Mannheim; La rebelión de las masas (s/f), de José Ortega y Gasset; Kritik der öffentlichen Meinung (1922), de Tönnies; Social attitudes (1931), de Kimball Young o Gesammelte Aufsätze zur Religionsociologie (1921), de Max Weber (Medina, 1939n: 26). De este último autor también recomienda la lectura de su Wirtschaft und 290 Éste fue un trabajo incompleto en el que trabajó a lo largo de toda su vida, como así atestigua su correspondencia con Francisco Giner de los Ríos y Arnaldo Orfila. 291 Vierkandt (edit.), Handwörterbuch der Soziologie, 1931; y Seligman (edit.), Encyclopedia of the Social Sciences, diccionario sociológico al que Medina distinguía como una obra ―singularmente valiosa para el estudio de la Sociología norteamericana y muy especialmente en su Psicología social y en los métodos de investigación‖ (1939a: 15). W. Sombart y Stoltemberg, Soziologie, 1923; A. Menzel, Griechische, 1936; P. Sorokin, Contemporary Sociological Theories, 1936. 292 Cabe pensar que parte de estos libros citados en esta extensa bibliografía los poseía el propio autor en su biblioteca personal. Otros llegó a tenerlos y tuvo que ir dejándolos en sus constantes viajes. A los libros norteamericanos accedió desde la UNAM, La Casa de España y el Fondo de Cultura Económica. 175 Gesellschaft (1925) para la lección sobre economía y manufactura, como asimismo cita De la division du travail social (s/f) de. Durkheim de (Medina, 1939b: 19-27). Para las lecciones dedicadas a las relaciones sociales (la acción social; el proceso social y sus formas; y la construcción sistemática de las relaciones sociales) se ocupaba de mencionar a varios miembros de la incipiente sociología académica norteamericana. Así encontramos en esas páginas las referencias bibliográficas a la Introduction to the Science of Sociology (1925), de Park y Burgess; el Talcott Parsons de Structure of Social Action (1937); y la obra Social Actions (1936), de Znaniecki. En la lección dedicada al poder en la sociedad cita el libro Mirabeau o el político (s/f), de Ortega y Gasset, o Power (1938), de Bertrand Russell. En las últimas lecciones dedicadas a la circunstancialidad de la ciencia sociológica observamos la combinación en las citas de autores provenientes de la sociología alemana y de la sociología norteamericana. Menciona a cultivadores de la sociología como F. S. Chapin, H. Freyer, W. F. Ogburn, P. A. Sorokin o Alfred Weber, entre otros (Medina, 1939b: 26-29). 293 Nuestro autor manejaba una idea de sociología que trataba de sintetizar y hacer converger en su epistemología sociológica la corriente alemana, más teórica, con la corriente norteamericana, aplicada y más empírica. En el programa de esa Cátedra de Sociología, en fin, se advierte la ―constelación de autores‖ que tiñeron los trabajos mexicanos de José Medina Echavarría a favor de la construcción de la ciencia sociológica en lengua castellana. La citación de todos aquellos nombres, recordando, por ejemplo, los de Dewey, Durkheim, Mannheim, Pareto, Parsons, Simmel, los hermanos Weber o Znaniecki, nos ofrece mucha información sobre sus lecturas, sus temas y su enfoque sociológico a la hora de caracterizar a la sociología como ciencia de la sociedad y tratar de lograr una síntesis entre distintas corrientes. Por tal motivo, podemos considerar a Medina Echavarría como un ―compilador‖ dentro de la historia de la sociología española y latinoamericana, en el sentido propuesto por Emilio Lamo de Espinosa, al vivir una época marcada por la crisis y por compartir las problemáticas típicas de su generación, como era esa reclamación de la ciencia sociológica y el afán de concreción: ―Los que estoy llamando ―compiladores‖ saben ya que son sociólogos y lo saben desde el principio, por formación o por vocación inicial, cosa que ignoraba por completo la generación de los fundadores y sabía sólo a medias la de los institucionalizadores, que llegaron a ser sociólogos sólo al final de sus vidas. Son además, por supuesto, académicos y profesores todos ellos. Y por ello intentan muy conscientemente hacer de esta disciplina, ya legitimada académicamente, un saber científico riguroso, ya sea de orientación crítica o conservadora. Creen pues, de una u otra forma, en una ciencia de la sociedad, y a todos ellos les une el objetivo de hacer de la sociología una ciencia. Y para ello, y este es un segundo rasgo que les identifica, tratan de buscar la síntesis o las convergencias de corrientes diversas que les han precedido, ya sea síntesis de pensadores conservadores o pensadores críticos‖ (Lamo, 2001). 293 F. S. Chapin, Cultural Change, 1928; H. Freyer, Typen und Stufen der Kultur (s/f) ; P. A. Sorokin, The Processes of History, 1918 y del mismo autor A Theory of History, 1925; A. Weber, Kulturgeschichte als Kultursoziologie, 1934. 176 Obviamente que Medina encaja en esta categoría de ―compilador‖ de la sociología en lengua castellana. Así lo entiendo por cómo él mismo se consideraba sociólogo ya en México, por su labor sistematizadora de autores y corrientes y su voluntad de difundir el pensamiento sociológico como profesor dedicado a la docencia de la disciplina. Sin embargo, también es una figura que podemos considerar, aparte de compilador, como institucionalizador de la sociología. Siguiendo su trayectoria académica por América Latina tenemos que pensar, en primer lugar, por situar el grado de subdesarrollo de la sociología en la región, menos avanzada académica e institucionalmente que las sociologías alemanas o norteamericanas a las que se refiere el profesor Lamo de Espinosa en su sugestivo trabajo sobre la sociología del siglo XX. Esta anacronía respecto a sociologías más desarrolladas explica que nuestro autor tuviera que asumir roles y funciones pertenecientes a la anterior generación de pensadores, la de los ―institucionalizdores‖, a la hora de lograr la aceptación y legitimación académica e institucional de la disciplina (Lamo, 2001). Este hecho explica que en su trayectoria se unan estas dos vías: por un lado, la práctica de escribir y de compilar un discurso científico de la sociología y, por el otro, la práctica académica de encabezar empresas institucionales. Por tanto, José Medina Echavarría es un personaje referente para la sociología hispanoamericana como institucionalizador y como compilador de la sociología. En su persona convergieron roles de dos generaciones de pensadores debido, sin duda, al retraso de esta ciencia en el continente. Su labor por hacer de la sociología un saber científico riguroso y reflejado en el campo académico latinoamericano hace que se le reconozca por las generaciones posteriores como un clásico de la sociología en lengua castellana (más en América Latina que en España). Esta Cátedra de Sociología nos permite además apuntar otro rasgo más sobre su literatura epistemológica de aquellos años: su inclinación por los autores más ―liberales‖ –o reformistas- que por los ―críticos‖. 294 Desde mi punto de vista, Medina llegaría a situarse, con los años, en una línea intermedia entre la sociología más liberal y la sociología crítica, realizando una sociología comprensiva de corte weberiana, sin ser funcionalista del todo, pero siendo en algunos aspectos crítica al mantener aspectos discordantes constantes como la reclamación continúa de la libertad individual y la aspiración política del sistema democrático. Podemos decir que realizó, sobre todo en su sociología del desarrollo, una sociología comprensiva crítica de corte culturalista e histórica, pero no marxista. Pero hasta aquel entonces -cuando nuestro autor se especializó en una temática concreta-, se ocupó de trabajar en la epistemología 294 Esta distinción la tomo del trabajo de Emilio Lamo de Espinosa sobre la sociología del siglo XX. En esas páginas afirma lo siguiente: ―Los primeros, los conservadores, con Parsons a la cabeza, se apoyaron en el pensamiento europeo de Durkheim, Weber, Marshall y, sobre todo, del último Pareto, con el claro y explícito intento de contrarrestar el avance marxista, muy marcado en Europa hasta 1968, pero también en los Estados Unidos a partir de la crisis de 1929. es muy significativo en este sentido que La estructura de la acción social, la gran síntesis parsoniana del pensamiento europeo, publicada nada menos que en 1937, en pleno auge del fascismo, cita a Marx sólo de pasada y en menos de una docena de ocasiones‖ (Lamo: 2001). Me parecía exagerado llamar a Medina ―conservador‖ por no incluir a Marx en su programa de sociología moderna. Esa etiqueta la hemos cambiado por la de ―liberal‖ o ―reformista‖, que más se ajusta a su biografía. Hay que decir que la publicación de El Capital por parte del Fondo de Cultura Económica se hizo en una colección de clásicos de la economía. Era lo más lógico, toda vez que la faceta fundamental de Marx es su teoría económica, mal que nos pese a los sociólogos, que siempre barremos para casa en contra de la voluntad explícita del autor. En general, la decantación de José Medina Echavarría por Max Weber no es una ―traición a Marx‖, sino más bien una preferencia del sociólogo español por un Weber al que tomó como un referente teórico para pensar la construcción de la sociología y para reflexionar la realidad latinoamericana bajo las condiciones del capitalismo moderno. 177 sociológica y en las labores de la divulgación y de la enseñanza de la disciplina sociológica en general, porque bajo todas esas prácticas conjuntas se adivinaba la imperiosa necesidad de descifrar y pensar la sociología de forma autónoma. 7. De la UNAM al Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México. La dificultad de enseñar sociología. Ya aclimatado a la realidad académica mexicana y asentado como profesor universitario, Medina Echavarría impartió en el año 40 dos cursos en la UNAM: el que desarrolló en la Facultad de Filosofía y Letras junto a Juan Roura Parella, profesor catalán exiliado y también miembro de El Colegio de México, recibió el nombre, innovador para las ciencias sociales en lengua castellana, dicho sea de paso, de ―Psicología social‖. 295 Mientras el curso académico que ofreció en la Facultad de Derecho le asignó el título de ―Sociología general‖. Además, también ofrecería ese mismo año dos cursos magistrales sobre las ciencias sociales y la sociología como miembro de El Colegio de México. Impartió uno en el Colegio del Estado de Guanajuato bajo título ―Reconstrucción de las ciencias sociales‖, publicado, como vimos, por la Revista Mexicana de Sociología. Y dictó otro en los cursos de primavera ―Vasco de Quiroga‖ de la Universidad Michoacana, en Morelia, entre el 27 y el 31 de mayo, titulado ―La nueva sociología‖. 296 Esta serie de conferencias dieron origen al libro publicado en el Fondo de Cultura Económica Sociología: teoría y técnica. 297 Por desgracia para nuestros intereses no hemos podido localizar los programas docentes de los anteriores cursos ni de los siguientes a los que haremos referencia en líneas posteriores. Únicamente se conserva la Cátedra de Sociología del año 1939 y que, como 295 Durante los años que impartieron juntos este curso hicieron uso común de la bibliografía solicitada a El Colegio de México: The Gestalt Theory (de Bruno Peterman), New Ways of Psicoanalisis (de Horney), Social Psychology (de La Piere), The Evolution of Modern Psychology (de Müller), Social Psychology (de Charles Bird, en 1941) (Moya, 2007: 779). Me permito incluir unos breves apuntes biográficos sobre Roura Parella, otro de los desconocidos de las ciencias sociales españolas: pedagogo y psicólogo, nacido en Tortell (Gerona) el 29 de junio de 1897; llegó a México en agosto de 1939 incorporándose con premura a las actividades de La Casa de España; desde ese año hasta 1945 fue profesor de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde impartió cursos de Pedagogía, Psicología y Ciencias del espíritu, destacando por seguir la huella dejada por Wilhelm Dilthey a favor de una pedagogía de la vida y por introducir en las ciencias sociales latinoamericanas la obra de Edward Spranger; en el invierno de 1945 marcha a Estados Unidos donde desarrollará casi toda su trayectoria académica en la Wesleyan University (Connectitcut); morirá en el país norteamericano el 26 de diciembre de 1983. 296 El programa universitario ―Vasco Quiroga‖ de la Universidad Michoacana de Morelia fue lugar de encuentro entre los intelectuales mexicanos y los intelectuales exiliados españoles. En ellos participaron nombres como los de Daniel Cosío Villegas, Alfonso Reyes, Jesús Silva Herzog, José Medina Echavarría, María Zambrano, José Gaos, Luis Recaséns Siches, Fernando de los Ríos, Enrique Díez Canedo, Manuel Pedroso o Joaquín Xirau (Sánchez, 2001: 287). Medina coincidió en México con su amiga y compañera de generación María Zambrano. La pensadora fue acogida por la Casa de España en el año 1939, después de una breve estancia en Nueva York y de impartir una serie de conferencias en La Habana. En México D. F. ejerció como profesora de filosofía, lo que levantó algunas críticas, por lo que tuvo que abandonar la ciudad y marchar a Morelia (Oviedo, 2007: 72-73). Allí fue profesora de la Universidad Michoacana, donde impartía clases de psicología, de sociología y de introducción a la filosofía, hasta que en febrero de 1940 regresa nuevamente a La Habana. Allí permaneció hasta 1942, trasladándose a Puerto Rico y luego regresando nuevamente a La Habana. 297 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 8, foja 28. Entre las obligaciones que Medina tenía como miembro de El Colegio de México se encontraba la realizar ―viajes pedagógicos‖ por diferentes universidades de capitales regionales para difundir y extender el conocimiento científico por todo el territorio mexicano. 178 pudimos comprobar, es un buen compendio de su sentido de la sociología en cuanto a autores y corrientes. En 1941 Medina prosiguió con su actividad docente en la UNAM como Profesor Conferencista de Sociología. 298 Ese año volvió a impartir en la Facultad de Derecho un curso titulado ―Sociología‖. Tuvo oportunidad de presentar en la Facultad de Filosofía y Letras el pragmatismo norteamericano en el curso ―Pragmatismo e instrumentalismo: la filosofía de John Dewey‖ y, aparte, en la Escuela de Economía dictó otro curso sobre ―Sociología general‖. 299 Hay que resaltar que Medina en ese mismo año tenía pensado la publicación de un libro sobre Max Weber, cosa que no logró finalmente. Aunque sí pudo al año siguiente impartir un curso semestral en la Escuela de Economía de la UNAM sobre el clásico germano. El curso llevaba el revelador nombre de ―Max Weber, metodología y sistema‖. En 1942 nuestro autor impartió varios seminarios en la UNAM. Dictó un curso anual, correspondiente a su cátedra de Sociología, en la Facultad de Derecho de la Escuela Nacional de Jurisprudencia titulado ―Sociología general‖. 300 Ofreció otro curso anual en la Facultad de Filosofía y Letras sobre ―Psicología social‖. También ese mismo año ofreció a los trabajadores sociales de la Secretaría de Asistencia Social un curso donde se trataron los ―Métodos de investigación y acción social‖. Esta actividad docente se vio completada con un curso de cinco lecciones sobre el tema ―La sociología en la crisis científica del siglo XX‖, en la Universidad Michoacana. 301 Medina, probablemente, dejaba ver el sentido crítico de los tiempos modernos y la necesidad de su reparación a través de la confianza en la razón y en la sociología. Desde el año 1943 hasta finales del año 1945 Medina Echavarría se dedicaría en cuerpo y alma al Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México, ocupando su dirección e impartiendo durante esos tres años diversos seminarios de temática social. 302 El Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México echó a andar el lunes 5 de abril de 1943 tras ser someramente publicitado en la prensa nacional el 12 de febrero anterior. La inspiración original del centro partió de un consenso entre Alfonso Reyes – presidente-, Daniel Cosío Villegas –secretario de El Colegio de México- y José Medina. Cosío Villegas mantuvo una concepción de esta institución académica como si fuera una herramienta de utilidad política, a la hora de formar y ofrecer capital social a las elites dirigentes, mientras que Medina manejó una visión del Centro de Estudios Sociales más enfocada hacia el área académica y hacia la formación integrada en ciencias sociales por parte del alumnado. Su deseo era el de formar profesionales de la sociología. Esta competencia por definir las prácticas académicas acabaría por tener 298 Archivo Histórico UNAM-CESU. Expediente de José Medina Echavarría 25/131-5525. 299 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 9, foja 2. 300 Archivo Histórico UNAM-CESU. Expediente de José Medina Echavarría 25/131-5525. 301 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 9, foja 3. La intervención de Medina, en mayo de 1942, en el programa ―Vasco de Quiroga‖ de la Universidad de la Universidad Michoacana fue recogida en Noticias Universitarias, Universidad Michoacana, vol. IV, nº 19, 1942, pp. 113. 302 El 1 de junio de 1943 le fue concedida una licencia sin goce de sueldo y por tiempo indefinido de su puesto de catedrático de Sociología de la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la UNAM. Se designó a Juan Pérez Abreu de la Torre como su sustituto. En memorándum del 22 de marzo de 1944 Medina Echavarría fue apartado del personal docente de la UNAM. Archivo Histórico UNAM-CESU. Expediente de José Medina Echavarría 25/131-5525. 179 consecuencias sobre la trayectoria académica de nuestro autor. Pero todavía no es momento de adelantar acontecimientos. El Centro de Estudios Sociales fue el primer lugar académico en México y en América Latina que definió un programa integral en el aprendizaje y en la investigación de las ciencias sociales (Reyna, 2005: 438). En 1945 se creó un centro de parecidas características en la Universidad de Sao Paulo dirigido por el sociólogo brasileño Florestan Fernandes. 303 Lo característico en aquel entonces, como venimos reflejando en estas páginas cuando nos referimos a la situación de la sociología latinoamericana, era la ausencia de la sociología en la vida académica como carrera universitaria. La sociología sí tenía una larga tradición en América Latina con un buen ―número de cátedras de sociología‖ y ―de obras sociológicas de mérito‖ (Poviña, 1941: 11). Sin embargo, la sociología no había llegado a la Universidad de una manera clara, legítima y consagrada, casi siempre quedando arrinconada en los cursos universitarios iniciales o en los preparatorios. Una de las causas, sin duda, era la falta de colaboración entre sus practicantes y la ausencia de una comunidad sociológica institucionalizada y reflejada en los planes de estudios universitarios. No había una carrera de sociología como tal. Por tal motivo, uno de los empeños de José Medina Echavarría dentro del campo académico mexicano fue el de vincular la sociología con su enseñanza académica en los más altos niveles. Así se explica su obstinación en ofrecer el primer Diplomado de Ciencias Sociales que se recuerda en América Latina desde este Centro de Estudios Sociales a partir de ese año de 1943. Nuestro autor se había quejado en varios textos de 1941 sobre los límites y las necesidades académicas e institucionales de la enseñanza de la sociología en la Universidad. Para él se debía a la ausencia de soportes académicos e institucionales en sus niveles superiores: ―El destino inmediato dependerá de que el cultivo académico de nuestra disciplina prosiga, bien extendiéndose a grados más elevados, o bien, que sería lo ideal, en formas especiales de curricula que permitan no sólo alcanzar el tono adecuado, imposible en grados iniciales de enseñanza, sino la ramificación y la especialización requeridas por el actual estado de la ciencia‖ (Medina, 1941a: 9). Medina sabía perfectamente, dada su experiencia en España, que para la enseñanza de la sociología era indispensable su institucionalización, como un proceso de colaboración entre los practicantes y abierto en diversos frentes, que iban desde la lectura y traducción de obras clásicas, hasta un modelo de aprendizaje. Era consciente de que sin esa ―especialización‖ –y autonomía del campo- los cultivadores de la sociología seguirían cayendo en una prolongada incomprensión. 303 La brasileña era de las pocas sociologías que estaban desarrolladas en América Latina en los años 30 y 40 del pasado siglo XX. Estaba incluso más desarrollada que la sociología española. Desde México, Medina indagó y adquirió conocimientos sobre el panorama sociológico latinoamericano. Tales eran sus impresiones sobre la sociología brasileña en su deseo de conocer la nueva realidad intelectual latinoamericana: ―Puede decirse sin miedo a incurrir en exageración, que el Brasil posee en la actualidad un equipo de sociólogos e investigadores sociales que por su número y calidad, se cuenta entre los mejores, no sólo de la América Latina, sino de los países latinos en general. Su aparición no es, desde luego, fortuita, depende al contrario, de causas fácilmente determinables. Por una parte, no hace sino continuar una tradición que remonta a los albores de la nacionalidad brasileña independiente y que va unida al poderoso influjo de Comte y el positivismo. Mas por otra parte, la más reciente floración corresponde, como siempre ocurre, al cultivo académico de la sociología, sobre todo desde que en 1925 se hizo obligatoria su enseñanza en los cursos complementarios, en las Universidades y en las escuelas normales‖ (Medina, 1940a: 159). 180 En ese momento estaba empezando a conocer las redes intelectuales latinoamericanas y las características de la sociología latinoamericana. Por tal motivo, no dudaba en llamar a sus compañeros sociólogos como ―colaboradores leales en una tarea común‖ para que se tomasen en serio ―la tarea de creación y continuación‖ de la enseñanza sociológica (Medina, 1941a: 7-8). Estaba reclamando, sin duda, un mayor contacto y colaboración entre los sociólogos latinoamericanos y, por supuesto, que acogieran, como era su caso, a los sociólogos llegados del exilio español. Había que incluir a la sociología en los planes de estudio como ciencia autónoma e independiente con tal de evitar su invisibilidad y su improvisación, pero también había que acoger a estos recién llegados para formar un ―pensamiento colectivo‖ o una ―comunidad intelectual‖ bajo esa tarea común. Medina reflexionaba a voz abierta sobre su propia labor pedagógica y sobre la dificultad de enseñar sociología: ―la casi imposibilidad de enseñar sociología en esos grados iniciales, si se quiere ser fiel a la actual altura científica. En realidad, el profesor se ve obligado a incurrir en una de estas dos cosas: ser totalmente ininteligible o lanzarse por el camino de las más lamentables banalidades. Si se atiene a lo que la Sociología es rigurosamente, ni su parte analítica ni menos la estructural e históricas se prestan a ser entendidas por muchachos en el comienzo de su formación. […] Lo cierto es que, al huir por exigencia pedagógica de producirnos en forma seguramente monstruosa y exotérica, caemos más de una vez los profesionales en conscientes superficialidades, no menos dañinas a la postre‖ (Medina, 1941b: 144). La aparición del Centro de Estudios Sociales no sirvió para concretar una carrera de sociología en México, pero sí que fue uno de los primeros pasos hacia la institucionalización definitiva de la disciplina en aquel país. Respecto a nuestro biografiado, podemos decir que la comprobación más notoria de este ímpetu pedagógico fue que Medina se sintió como un auténtico profesor de sociología. Se entregó a la docencia, a escribir artículos y manuscritos y también se dedicó a traducir obras clásicas para aportar una bibliografía suficiente a los alumnos del Diplomado. 304 Durante todo el año 1943 impartió el curso ―Introducción a las Ciencias Sociales‖. En el primer semestre de 1944 impartió el seminario ―Sociología analítica‖ y dejando para el segundo semestre la docencia del curso ―Max Weber. Introducción metodológica‖. Nuevamente la figura del clásico alemán destella sobre toda la concepción sociológica de nuestro autor. Weber es el hilo conductor que Medina halló para encarar los problemas metodológicos de pensar la sociología en clave propia. Como recordaba Moisés González Navarro, Max Weber fue el autor estudiado por antonomasia en los cursos de sociología del Centro de Estudios Sociales (1993: 210). Mientras que en economía lo fueron Keynes y en política lo fueron Harold Laski y Herman Heller. Las clases sobre sociología de Medina eran el corazón del programa del Centro. Él era el más cualificado en enseñar teoría weberiana. 305 Una perspectiva renovadora e 304 La lista de la primera y única promoción del diplomado de ciencias sociales del CES estaba compuesta por J. Jesús Domínguez, Dolores González Díaz Lombardo, Donaciano González Gómez, Moisés González Navarro, Héctor Hernández, Lucila Leal Carrillo, Estela Leal Carrillo, Baudelio López Sardaneta, Carlos Medina Martínez, José Montes de Oca, Ricardo Moreno Delgado, Carlos Muñoz Linares, Juan Francisco Noyola Vázquez, Rodolfo Sandoval, Catalina Sierra de Peimbert, Rafael Urrutia Millán y Enrique Vilar Munch. Entre estos alumnos destaca la figura de Juan Noyola, quien coincidió con Medina en diferentes momentos de su estancia en Puerto Rico y en la CEPAL de Santiago de Chile. 305 Entrevista mantenida por el autor con Moisés González Navarro, 24 de mayo de 2007, México. 181 innovadora para la sociología latinoamericana. Continuó enseñando la figura y la obra del sociólogo clásico alemán presentando en el curso académico de 1945 un seminario nombrado ―La Sociología de la religión de Max Weber‖. También ese mismo año se ocuparía de dirigir el seminario ―Sociología: Teoría del Cambio Social‖. 306 Además su enfoque integrador de las ciencias sociales y la unión de teoría sociológica e investigación empírica hacían de este lugar académico un centro de educación superior distinto a la Universidad de aquel entonces. 8. La Sección de Sociología del Fondo de Cultura Económica. Su labor como “pasador cultural”. El Fondo de Cultura Económica, creado, como vimos, en 1934 por Daniel Cosío Villegas, es sin ningún tipo de dudas una editorial de prestigio internacional ganado más allá de las fronteras de América Latina. Un prestigio alcanzado a lo largo de los años y en el que participaron en sus comienzos un buen puñado de exiliados españoles como Eugenio Ímaz, Ernestina de Champourcin, Vicente Herrero, Julián Calvo, Francisco Giner de los Ríos, José Gaos…Tenían conocimientos en idiomas, contaban con experiencia, traían nuevos autores e ideas. La traducción fue la manera más común que encontraron a la hora de ganarse la vida en una situación de emergencia como era el destierro. Se convirtió en su profesión –a veces mal pagada- y por la que fueron más reconocidos. Medina reflexionaba, de la forma que sigue, sobre la dificultad de traducir en lengua castellana la terminología sociológica de una lengua extranjera: ―Toda asimilación conceptual lleva consigo, necesariamente, allí donde hay recepción, una adecuada traducción de términos, de palabras. Pero las palabras y los términos se dan siempre a su vez dentro de una lengua que tiene una peculiar estructura y un espíritu propio. Nada más lejos, en este instante de toda pretensión de casticismo; los idiomas, quiérase o no necesitan evolucionar, renovarse y enriquecerse de un modo constante. Pero tanto esa renovación como ese enriquecimiento tienen que seguir la propia lógica de una lengua, que es al mismo tiempo una lógica espiritual. Estamos en toda recepción frente al problema —que no creo menor y desdeñable— de la traducción‖ (Medina, 1963b:109). La dificultad de la traducción parte de que el traductor tiene que conocer los entresijos gramaticales de dos lenguas. Además se le exige el conocimiento de la materia que se trata. Como bien advertía Medina, el traductor tiene que saber que toda publicación a traducir fue pensada para una realidad concreta, con lo que ciertas expresiones no coinciden con la sociedad donde se traduce y se recibe esa obra. El traductor de las ciencias sociales tiene que tener competencias sociológicas a la hora de saber de la procedencia social de la obra. En el caso de nuestro autor fueron significativas las enseñanzas biográficas en Alemania a la hora de adquirir competencias profesionales como traductor del conocimiento sociológico alemán. Ahora bien, la traducción para Medina era una tarea seria y responsable con la propia obra, con sus orígenes sociales y con los lectores que la recibían. La traducción era 306 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 9, foja 47. 182 fuente de conocimiento y una práctica decisiva para formar una tradición de conocimiento sociológico. 307 Obviamente el exilio mexicano marcó a Medina Echavarría como divulgador del conocimiento sociológico anglosajón y europeo contemporáneo a partir de su actividad como traductor y como encargado de la Sección de Sociología del Fondo de Cultura Económica. Su ocupación en esta editorial lo podemos entender como un momento biográfico en el que se convirtió en un ―proveedor‖ de conocimiento sociológico para una nueva audiencia (mexicana y latinoamericana) escasa de sociología. Actuó como ―pasador‖ o ―mediador cultural‖ de los autores y de las corrientes sociológicas más actuales, sobre todo la sociología alemana. Pero hay que huir, por supuesto, de todo individualismo metodológico. Ya que Medina fue un eslabón más de esta hazaña cultural en la que participaron numerosos intelectuales mexicanos y un buen número de colegas españoles. 308 Pensemos que esa posición de encargado y traductor de la Sección de Sociología del Fondo de Cultura Económica le concedió a Medina Echavarría un lugar privilegiado a la hora de establecer redes académicas. Para él no sólo representó un puesto de reconocimiento dentro del campo sociológico mexicano, sino que también le permitió abrirse a un contexto latinoamericano mucho más amplio. También fue una plataforma que permitió tejer una red de intercambio sociológico entre México y Buenos Aires. La correspondencia que se conserva entre Medina y su compañero Ayala, residente en Buenos Aires y encargado de la Sección de Sociología de la editorial Losada, refleja este intercambio intelectual y editorial. 309 Hubo un importante círculo de afinidades 307 Debemos relacionar a nuestro autor con toda la tradición de la traducción española que venía desde el krausismo y que quedó aumentada con Ortega y la Revista de Occidente a la hora de acceder directamente a las fuentes de conocimiento europeo, principalmente alemán. Bauman afirma que ―Europa fue y sigue siendo la patria de la traducción perpetua‖ (2006: 134). En Europa se integró como algo estructural y natural en el campo intelectual ese afán de conocer lo desconocido, de conocer al otro, lo lejano. Además, respecto a la labor de Medina como traductor tanto en España como en México no debemos olvidar el componente material. La realización de traducciones era una forma, como decíamos arriba, de sobrevivir y de adquirir un sueldo más o menos decente, pero incierto, que le tenía en contacto con libros, autores, la escritura. Era una forma de ganarse la vida para aquellos que tenían una posición más secundaria en el campo intelectual. También era una forma de estar en contacto con ese campo para lograr ocupar posiciones más centrales ya con obras propias. Ha habido pocas reflexiones desde la sociología sobre el oficio del sociólogo como traductor de manuales, libros y autores de esta disciplina. 308 El siguiente pasaje de Víctor Díaz Arciniega evoca a la perfección aquel clima intelectual: ―Algo que no se ha indicado, y que a la postre resultó fundamental para la consolidación del FCE, es el esprit de corps que se llegó a crear dentro de la editorial, el cual coincidió con el que identificaba a la Junta de Gobierno. Según los recuerdos de Max Aub –los más puntuales, amplios y generosos que sobre el particular se tiene noticia-, entre los exiliados que se incorporaron al FCE dentro de una especie de consejo editorial estaban José Gaos, Ramón Iglesia, José Medina Echavarría y Manuel Pedroso; dentro de un cuerpo técnico se contaban Sindulfo de la Fuente, Luis Alaminos, Vicente Herrero, Joaquín Díez- Canedo, Francisco Giner de los Ríos; dentro de un cuerpo de mando –subdirector-Javier Márquez, y en un puesto intermedio entre traductor, editor y consejero Eugenio Ímaz; dentro del trabajo de impresión en la Gráfica Panamericana Vicente Polo, Javier Márquez y el mexicano Raúl Fernando Cárdenas. A este grupo deberá agregarse un nutridísimo número de traductores, colaboradores, autores y, por si esto fuera poco, un sólido grupo de amigos que acudían al FCE sólo a conversar, a intercambiar ideas, a refrendar la amistad y a ampliar la inteligencia (esto fue frecuente durante los años cuarenta)‖ (1996: 78). La historia nos habla de numerosos exiliados que además pusieron en marcha numerosas editoriales. Recordemos, por ejemplo, a Joaquín Díez-Canedo, gerente del Fondo de Cultura Económica entre 1942 a 1961, y que en 1962 fundó la editorial Joaquín Moritz. 309 Las cartas se han editado recientemente en un libro dedicado a la correspondencia de José Medina Echavarría: José Medina Echavarría y México. José Medina Echavarría: correspondencia, introducción 183 entre estos exiliados que trataron de establecer diversas plataformas de colaboración, continuando, en cierto modo, el proyecto sociológico que habían compartido en España desde la Revista de Derecho Privado. Esta red actuó como un medio para compartir en el destierro sus problemas, intercambiar sus experiencias sobre la crisis contemporánea y las posibilidades de la libertad individual y de la democracia en ese contexto, reflexionar sobre el lugar de la cultura hispánica y, por supuesto, divulgar el conocimiento sociológico. 310 La relación entre Ayala y Medina estuvo forjada, en el fondo, por el interés consciente de generar un programa de investigación sociológico, científico y moderno. 311 8.1. Ayudando a pensar la sociología en clave propia. México le ofreció a Medina Echavarría, por lo demás, un lugar idóneo para desarrollar su programa de enseñanza, de divulgación y de investigación sociológica. 312 Para ello tenía que contar con ―aliados‖ respecto a su visión de la sociología y con el suficiente respaldo institucional para poder difundirla. Muy importante en este sentido fue la colaboración con Cosío Villegas, director del Fondo. El mexicano le dio la suficiente confianza como para encargarle, nada más llegar, la responsabilidad de la Sección de Sociología de esta casa editora. Ambos autores compartieron la necesidad de conformar un lenguaje básico necesario para aprender los fundamentos de las ciencias sociales en lengua castellana (Morales, 2008: 49). Pusieron en marcha una vasta labor editorial para pensar la sociología en clave propia. de Moisés González Navarro; selección y notas de Adolfo Castañón y Álvaro Morcillo Laiz, El Colegio de México, México, 2010. Ejemplos de la actividad de este intercambio fueron, por ejemplo, la traducción realizada de Medina para la editorial Losada del Manual de sociología, de Morris Ginsberg, en 1942. Ayala publicó también en 1942 su obra Oppenheimer, para el Fondo de Cultura Económica, publicó en Jornadas su Ensayo sobre la libertad; y publicaría también en esa revista Una doble experiencia política: España e Italia, junto a Renato Treves. En 1945, editaría su Ensayo sobre la libertad, en el Fondo de Cultura Económica. 310 España, para Ayala y Medina, pertenecía a un orbe de cultura propio, autónomo y diferenciado del resto de los pueblos occidentales. Matriz de la cultura hispánica y base de una tradición, pero con una sensibilidad y manera de estar en el mundo también diferente a la de los países hispanoamericanos. El mundo hispánico está formado por los pueblos de lenguas peninsulares, unidos por vínculos de cultura, esto es, unidos, pese a cualquier circunstancial desavenencia, en la misma ―entraña de la Historia‖, según expresión de Francisco Ayala. Esa peculiaridad de la cultura hispánica que mezcla la familiaridad con la sensación de extrañeza marcó su forma de vivir en América Latina. También habrá otros condicionantes, importantes claro está, que actuaron en su integración humana e intelectual, como su edad de llegada, su formación, el bagaje profesional y cultural previo, etc. 311 Los dos amigos estaban pensando en la enseñanza y en la pedagogía de la sociología. Esto es evidente en la labor de José Medina Echavarría desde el Centro de Estudios Sociales. Por lo que respecta a Francisco Ayala, este autor montó un grupo de investigación en la Universidad del Litoral de Santa Fe, en Argentina. Esta experiencia, desconocida hasta hace poco para la historia de la sociología hispanoamericana, ha sido recientemente descrita al detalle por Luis Alberto Escobar en su libro Francisco Ayala y la Universidad Nacional del Litoral. La construcción de una tradición sociológica (Fundación Francisco Ayala, Universidad de Granada, Granada, 2011). 312 Pero la experiencia del exilio no significaba dar conocimiento a esa sociedad, sino también el recibir conocimiento de ella. El destierro descubría una nueva realidad desconocida y abrió el tropezar con unas culturas híbridas. De lo que se trata es que nuestro autor, en esa faceta de divulgador de conocimiento sociológico, también recibió conocimiento de América Latina. Quizás no en forma de autores, libros, temas o conocimiento estrictamente sociológico. Porque la experiencia latinoamericana con sus gentes, su realidad, marcó su vida. Lo que pretendo apuntar es que toda su labor académica, pedagógica y divulgativa implicó, sin duda, un intercambio de conocimientos, algunas veces no visibles. 184 Durante el período que Medina permaneció en México, desde 1939 hasta el año 1946, se hizo responsable –en colaboración con Cosío- de algunas de las obras más importantes de la cultura occidental que se vieron publicadas al español tempranamente y que, de modo alguno, vinieron a tapar una laguna en las ciencias sociales hispanoamericanas. Su actividad en el FCE se prolongó más allá de los años mexicanos, ―sino que perduró a pesar suyo y sólo gracias a la persistencia, primero, de Cosío Villegas y Julián Calvo principalmente, y luego de Arnaldo Orfila Reynal, hasta 1959‖ (Moya, 2007: 775). También fue importante para que Medina siguiera colaborando en el FCE la mediación de Francisco Giner de los Ríos, técnico de la editorial, como así nos demuestra la correspondencia que durante años intercambiaron ambos amigos. 313 Es interesante remarcar cómo se conforma una tradición sociológica a partir de la elección de autores y libros para su divulgación editorial. Hay que recordar, en ese sentido, la experiencia de Medina Echavarría en el ámbito de la edición en la Revista de Derecho Privado cuando trató de introducir la literatura sociológica más actual en la sociología española anterior a la Guerra Civil. Lo más importante es que aquel grupo de autores formado por Ayala, Herrero, Ímaz, Recasens y el propio Medina vuelven a colaborar desde el FCE, y desde distintos puestos, para que se institucionalice la práctica del conocimiento sociológico. 314 En este sentido, estos autores conformaron un círculo de afinidad intelectual compartiendo un sentido reformista de la sociología y que en el exilio americano trataron de prolongar junto con otros colaboradores, como Cosío Villegas. 315 En el fondo, resultaba muy importante la idea que manejaban de la sociología como ciencia de la planificación. Querían establecer una íntima relación entre lo económico, lo político y lo sociológico. Además entre el listado de personas que trabajaron bajo las órdenes de Medina para esta Sección de Sociología del FCE, como traductores, encontramos a un distinguido número de exiliados republicanos con nombres como los de Francisco Giner de los Ríos, Ernestina de Champourcin, Vicente Herrero, Juan José Domenchina, Tomás Múñoz, Julián Calvo, Juan Roura Parella o José Ferrater Mora. 316 Podemos estimar que este equipo conformó un auténtico grupo de investigación sociológica. Por lo que respecta a nuestro autor, trataba de articular un discurso sociológico en lengua castellana concediendo mucha importancia a la traducción. Medina trasladó sus temarios y recomendaciones bibliográficas a su actividad profesional en el Fondo de Cultura, como encargado de las ediciones sociológicas. Para empezar, lo que quería era 313 Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 314 El departamento técnico del FCE a principios de los años 40 ejemplificaba estos vínculos entre los exiliados españoles: ―Entre los primeros que conformaron al Departamento Técnico estaba Vicente Herrero –ocupado, entre otras muchas más en las tareas que le asignaba Manuel Pedroso-, Julián Calvo – atareado en El Trimestre Económico y en la Colección de Economía, principalmente-, José Medina Echavarría y Ramón Iglesia –ambos repartidos entre sus ocupaciones en El Colegio de México y el FCE-. En la segunda mitad de 1941 ingresó al Departamento Técnico Eugenio Ímaz‖ (Díaz Arciniega, 1996: 96). Ayala colaboraría desde Buenos Aires con sus traducciones. Recasens también participó en el FCE como traductor. 315 Se configuran así algunas conexiones y redes que explicarían la impronta de autores como Heller, Keynes, Laski o Weber en el Centro de Estudios Sociales dirigido por Medina. Por ejemplo, Vicente Herrero había estudiado con Laski en la London School for Economics, autor al que ya tradujo para la editorial Revista de Derecho Privado de Madrid. Además Herrero fue profesor de sociología y ciencia política en el Centro de Estudios Sociales junto a Medina e Ímaz (Llorens, 1975: 79). Y el interés por Heller llegaba vía Ayala. El reformismo económico lo ponía, sin duda, Keynes, autor que había estudiado Cosío Villegas. También en la sociología comenzó a destacar Mannheim. 316 Archivo Histórico del FCE, catálogo de 1955. 185 proveer a sus alumnos de los libros que necesitaba para sus cursos. Necesitaba que esa nueva audiencia tomase contacto con la literatura sociológica de la que él hablaba en sus clases y bajo la que se había formado en sus años europeos. El receptor –su audiencia- tenía que saber de qué estaba hablando el profesor y debía conocer todos esos conceptos, temas y autores a los que nuestro biografiado se refería en sus lecciones, como pudimos ver, por ejemplo, con su Cátedra de Sociología de 1939. Como bien reconocía, esta tarea de divulgar obras maestras de la sociología, tanto de clásicos como de contemporáneos, chocaba con la práctica inexistencia de un público lector habituado a esta ciencia social, ya que ―la carencia de escuelas, de tradiciones científicas no dejaba de presentar un aspecto favorable‖. Este escollo fue superado con la ardua dedicación de una serie de hombres y mujeres que casi de forma anónima contribuyeron a la institucionalización de la sociología tanto en México como en América Latina a partir de la divulgación de esta ciencia social de una manera seria y decidida: ―La editorial pretendía, en efecto, poner a disposición del lector hispánico el núcleo de lo fundamental aportado por la Sociología en su reciente y complicada historia, e iniciarlo, asimismo, en los problemas más vivos de su desarrollo en statu nascendi‖ (Medina, 1955:98). Obviamente que tras la actividad traductora sobresalía esta tarea de ofrecer al lector en lengua castellana la mejor tradición de la sociología contemporánea. Pero, sin embargo, por detrás estaba la necesidad de construir un discurso sociológico integrado y unido en diversas facetas divulgativas: docencia, traducción y publicación de textos. La pretensión personal de Medina, durante aquellos años mexicanos, hacía que todas estas dimensiones convergieran en el afán de institucionalizar académicamente la ciencia sociológica. 317 Las traducciones fueron una pieza fundamental de aquel proyecto colectivo y pedagógico de la enseñanza de la sociología. La labor divulgativa y pedagógica –en el caso particular de Medina Echavarría como pasador cultural o intermediario de las sociologías extranjeras-, era la de transmitir el conocimiento sociológico tanto de forma oral (seminarios, docencia, conferencias, etc.) como de de forma escrita (traducciones, libros). Transmitir el pensamiento sociológico era una parte complementaria y sustancial de su pedagogía docente. El conocimiento sociológico tenía que integrar la transmisión oral y la transmisión escrita para poder formar un discurso de la sociología como ciencia y que éste fuera compartido por una escasa y reducida audiencia y comunidad académica. El objetivo pasaba por desarrollar ese discurso científico sobre la realidad social y poder extenderlo a una audiencia más amplia y, sobre todo, mejor formada y familiarizada en los asuntos sociológicos actuales. Era necesario instaurar prácticas colectivas sobre el significado de la sociología. Divulgando el conocimiento sociológico extranjero se ayudaba a formar sociológicamente a la audiencia y a que ésta pudiera lograr pensar en su lengua los entresijos de su realidad concreta. Con la traducción de la sociología contemporánea del mundo desarrollado se quería dispensar de literatura sociológica indispensable a México y a América Latina para la consolidación de esta ciencia social en toda la región. Era necesario formar una terminología sociológica para la educación de los alumnos. Pero también, por supuesto, había que reunir a practicantes y cultivadores. Había que ofrecer un lenguaje sociológico básico de referencias en lengua castellana y 317 Podemos decir, en clave actual, que José Medina Echavarría pretendía que el discurso sociológico a través de su enseñanza penetrase en lo social. La conciencia sociológica debía expandirse en la sociedad gracias a la labor divulgativa y pedagógica de los sociólogos como intelectuales de acción pública. 186 depurada de las vaguedades que le rodeaban. La calidad de la terminología sociológica en lengua castellana todavía era escasa. Esta generación se encontró con un vocabulario sociológico subdesarrollado, lleno de imprecisión y de confusión de los conceptos. Esto era un obstáculo para el conocimiento sociológico y para el desarrollo de la ciencia: ―Es propicio advertir que aquellos conceptos vagos y confusos tienden a obstaculizar de inmediato tanto la investigación científica eficaz como un logro de conocimiento riguroso. Ya que tales conceptos introducen un hueco entre la teoría y la observación empírica al no tener en cuenta una deducción rigurosa. La vaguedad del concepto quiere decir que uno no puede indicar de ningún modo claro los rasgos de la cosa a los cuales el concepto se refiere‖ (Blumer, 1940: 707). Buena parte de la responsabilidad de Medina, como traductor y encargado de dirigir un equipo de traductores, era de proveer de conceptos válidos y entendibles a la audiencia receptora, y que fueran además útiles tanto para los apartados teóricos como empíricos de la sociología en construcción. Los conceptos traducidos al castellano del alemán o del inglés, por ejemplo, tenían que encerrar una parte de la realidad concreta y ser exactos con su espíritu original. Nuestro protagonista siempre pensó que había distintas sociologías según cada idioma. La necesidad de matizar la sociología en lengua castellana, sin embargo, caía en la clara dificultad (y contradicción) de que las fuentes de conocimientos estaban en lenguas extranjeras, lo que convertía, sin duda, a la sociología hispanoamericana en desventajada y ciertamente abierta a la colonización y dominio de culturas científicamente más desarrolladas. El objetivo era como lograr una narración sociológica independiente de esas influencias extranjeras, necesarias para esa independencia. Se veía como una necesidad intelectual de primera mano el poder pensar la sociología en clave propia a partir de estos conceptos, palabras, términos y vocabularios válidos; porque la edición de literatura sociológica alimentaba la extensión del discurso sociológico y de su lenguaje científico -limitando sus temas, conceptos, problemas- y ayudaba a su vez a realizar ese proceso de institucionalización de la sociología a través de programas académicos y docentes. El paso era enseñar, hablar, escribir la sociología con los conceptos, términos y palabras de la lengua castellana con el fin de crear una comunidad académica y científica autónoma e independiente respecto a los influjos foráneos. 8.2. Orientación de la Sección de Sociología: autores, corrientes y temas. Durante los años en los que Medina estuvo al frente de la Sección de Sociología del Fondo, ésta tuvo una orientación muy estrecha y ligada al enfoque personal que el sociólogo español mantenía sobre esta disciplina. Aunque participó activamente en los primeros 6 años de la colección de sociología, esto no significa que él eligiera personalmente todas las obras, porque la elección de las mismas pasaba por un consejo editorial, siendo el director Daniel Cosío Villegas. La colaboración fue estrecha entre ambos. Nuestro autor participó con la traducción de cuatro obras para la Colección de Sociología: Economía y Sociedad, de Max Weber, traducida en cuatro tomos en 1944, mismo año en que se ocupó de traducir Diagnóstico de nuestro tiempo, de Karl Mannheim; al año siguiente se ocupó de traducir la biografía intelectual que HarryAlpert dedicó a Emile Durkheim; y ya en 1949, cuando estaba en Puerto Rico 187 colaboró con Julián Calvo y Tomás Muñoz en la traducción del Diccionario de sociología, de Fairchild. Cuatro obras que nos indican algunos rasgos y temas del perfil sociológico de José Medina: en aquellos años él tenía un gran interés por la metodología de la ciencia sociológica acorde a esa necesidad de hilar un discurso sociológico con terminología en lengua castellana y que cubriese cuestiones como la limitación del objeto de conocimiento, el aparato teórico y la carga operativa en aras de la acción social. Se puede decir que cuatro fueron las grandes características que definieron las obras publicadas durante este período concreto de 1939 y 1946. En primer lugar, aparecieron obras con la pretensión clara de enfatizar y subrayar el carácter y estatus de la sociología como ciencia. Para esta empresa, sujeta a la visión de Medina de la sociología como ciencia social de lo concreto, la cuál debía aunar una forma metodológica sustentada en la teoría y en la práctica empírica, se publicaron algunas de las grandes obras teóricas clásicas acompasadas por los nuevos enfoques metodológicos. Persiguiendo esta visión de ofrecer manuales básicos y fundamentales para entender la sociología vieron luz obras como Historia del pensamiento social, de Barnes y Becker, Primeros ensayos de Augusto Comte, Metodología de las ciencias sociales, de Félix Kaufmann, una Introducción a la Sociología de Adolfo Menzel, Principios de Sociología, de Ferdinand Tönnies, El papel social del intelectual de Florian Znaniecki o el mismo Sociología: teoría y técnica del propio José Medina Echavarría, que fue uno de los primeros textos en lengua castellana en acercarse a estos problemas epistemológicos de la ciencia sociológica. Además se inició una serie monográfica sobre los grandes sociólogos contemporáneos, reconociendo la significación científica de autores de la talla de Durkheim, escrita por Harry Alpert y traducida, como veíamos, por el propio Medina, Oppenheimer de Francisco Ayala, Veblen de J. A. Hobson o Pareto de Franz Borkenau. 318 Con estas monografías sobre los institucionalizadores de la sociología se pretendía acceder a las teorías precedentes y procedentes del campo sociológico europeo a la hora de formar un pensamiento sociológico de consideración científica. Para Medina Echavarría, como bien ha explicado Emilio Lamo, esa generación, la de los predecesores, era ―objeto de lecturas obligadas en la formación de cualquier sociólogo y ejemplos o modelos de buena sociología‖ (2001). Así es. Para nuestro autor la generación anterior era sinónimo de buena sociología, de ejemplo de la actividad y del oficio del sociólogo. Como segunda característica se puede decir que esas obras que trataron de dar un cuerpo teórico y metodológico a la sociología, se vieron acompañadas por la publicación de libros de materia antropológica, económica, filosófica, política o psicológica que ampliaban la perspectiva sociológica con el objetivo de forjar un planteamiento sintético y aglutinador de las ciencias sociales más allá de cualquier particularismo. Así descuellan obras como La riqueza tras el poder de Robert A. Brady, Raza: ciencia y política de Ruth Benedict, Psicología social de Louis Bernard, Teoría del Derecho escrita por Edgar Bodenheimer, 319 Vida humana, sociedad y derecho, del 318 Archivo Histórico del FCE, catálogo de 1955. 319 En una breve nota que Medina dedicó a este libro de Bodenheimer en Cuadernos Americanos en enero de 1943 reflexionaba, más que de filosofía o teoría del derecho, de un tema que unió a los intelectuales españoles y a los mexicanos y latinoamericanos como fue el de la responsabilidad de la inteligencia. Escribía nuestro autor, en esa búsqueda de interlocutores: ―Una de las cuestiones más intrigantes de 188 exiliado español Luis Recasens Siches, Yucatán: una cultura de transición, de Robert Redfield, El hombre y lo sagrado, del francés Roger Callois, La rama dorada. Magia y religión, de James George Frazer, El individuo y su sociedad de Abram Kardiner o las obras de Ralph Linton Estudio del hombre y Cultura y personalidad. A la sombra de este afán teórico también se divulgaron obras más especializadas de la sociología, como Sociología de la educación escrita por Fernando de Azevedo, Sociología del Renacimiento, de Alfred Von Martin o la Sociología de la religión de Joachim Wach. Siguiendo esta línea de acercar a la lengua española la literatura sociológica imprescindible, se encuadra la traducción de la titánica, Economía y sociedad, de Max Weber, que, sin duda alguna, ha sido y es el merito editorial más reconocido y logrado del sociólogo español. Otra característica que resalta en las obras de esta época es la puntualización minuciosa a la hora de descifrar la angustia y la complejidad del mundo contemporáneo, el cuál vive inmerso en un trance desestabilizador. De esta manera, se concibió la labor de la sociología como la reflexión crítica de la modernidad, la cual tenía que ofrecer propuestas orientadas a la acción y a la reforma social sin perder el sentido de la interpretación circunstancial. En este sentido, aparecieron las magnificas obras de Alfred Weber y Karl Mannheim, autores muy presentes en toda la obra de Medina, quienes conjugaban un sentido de la realidad muy fino. Alfred Weber, como reconocía Ímaz, tuvo ―éxito extraordinario entre nosotros‖ (1945: 112). Fue un autor muy influyente en toda esa generación de exiliados españoles formados al calor de la cultura alemana. La traducción de su Historia de la cultura dotó a la colección de Sociología del Fondo de un enfoque circunstancial, culto y elegante, que sirvió para abrir una ventana a la modernidad desde una visión desencantada de la realidad social ante la pérdida de espiritualidad de la cultura occidental. 320 Además, con la publicación de este autor y de las obras de Dilthey se ofreció al lector la mejor tradición historicista del pensamiento alemán. 321 Este enfoque reconocía a los fenómenos sociales como hechos históricos. Bajo esa línea de pensamiento se tradujeron las obras de Karl Mannheim. De este autor se publicaron entre 1939 y 1946 las siguientes obras: Diagnóstico de nuestro tiempo, traducido por Salvador Echavarría, Ideología y utopía, traducido por el mismo Medina y Libertad y planificación social, por Manuel Durán. 322 Se incluía a un autor mayor que supo descifrar tempranamente la crisis contemporánea, a la cuál ofreció teóricamente propuestas de reconducción y reforma social a partir de una sociología del conocimiento que confiaba y preveía la penetración del conocimiento científico en la sociedad (la planeación democrática). 323 Como sucedió al igual que la traducción de nuestros días ha sido la pérdida de prestigio ante las masas de los llamados intelectuales; cuestión que preocupa naturalmente no por el destino personal de esas personas sino por el destino de aquello que encarnan o pretenden encarnar: la inteligencia; pues la inteligencia sigue siendo en medio de todo lo único que nos ofrece comprobadas garantías de orientación y salvación colectiva‖ (Medina, 1943a: 112). 320 Traducido por Luis Recasens Siches. 321 Traducidas magistralmente por Eugenio Ímaz. 322 Como reconocía Aldo Solari: ―La traducción de Libertad y planificación y de Diagnóstico de nuestro tiempo, a comienzos de la década del 40, ofreció a los que no conocían el original, un pensamiento que se enfrenta con problemas que sienten como requiriendo urgente respuesta‖ (1976: 580). 323 Cabe añadir que Mannheim fue un autor que Medina y Ayala tomaron muy en serio para sus planteamientos sociológicos. A este respecto hay que señalar que el mismo Mannheim llegó a colaborar con el Fondo de Cultura Económica y su Sección de Sociología. Es más que probable que la idea de pedir consejo editorial al sociólogo alemán, por aquel entonces exiliado en Inglaterra, se debió a Cosío y a Medina. Lo cierto es que la relación entre Mannheim y la editorial mexicana se estableció a través de 189 Economía y sociedad, no apreciada justamente en su momento, Medina enfatizaba la valía de la publicación de Mannheim, un autor que pasado el tiempo se ha convertido en un clásico de la sociología al abrir vías intermedias de pensamiento y reflexión: ―Quizá también algún día pueda apreciarse en su justo valor lo que ha significado la publicación de la obra casi entera de Carlos Mannheim‖, escribía (Medina, 1955: 99). Un tono de pesar lanzado por Medina que recoge la soledad no compartida del traductor que, como se viene apuntando en estas líneas, se convierte en un naufrago por el desierto al no desistir de sus visiones imaginarias sobre la disciplina sociológica, su enseñanza y su recepción por la nueva sociedad. Y por último, la orientación de la Sección de Sociología no sólo fue la de traducir la gran literatura sociológica alemana, anglosajona o francesa, sino también se intentó colaborar con la institucionalización de esta ciencia social en América Latina contribuyendo con la publicación de obras de reconocidos científicos sociales hispanoamericanos y ponerlas al conocimiento del público lector. Quiso ser una puerta abierta a los autores y textos del continente que trabajaban en la formación de un campo autónomo aún escaso de conocimiento. Medina tenía como afán personal la instauración de una comunidad científica asentada que permitiera el debate abierto, la oportuna crítica y la pertinaz colaboración entre sus miembros. Pero la literatura sociológica latinoamericana de calidad era realmente escasa. No era abundante lo que él entendía como ejemplo de buena sociología. Aún así se publicaron algunas obras, destacando, principalmente, la aparición en 1941 de la Historia de la sociología latinoamericana, del sociólogo argentino Alfredo Poviña y prologada por José Medina. En este libro se hacía un repaso y recorrido sobre las diferentes sociologías latinoamericanas a través de sus autores, sus temas y sus textos. El paso por México y por el Fondo de Cultura Económica, a su vez, le permitió a José Medina acceder a la bibliografía sociológica latinoamericana. Esta inclinación por América Latina la tenemos que entender bajo la luz de su exilio. Nuestro autor tenía que ir poco a poco dándose a conocer a la nueva comunidad científica y él tenía igualmente que conocerla. No le quedaba más remedio que saber sobre el estado y el desarrollo de las ciencias sociales en el continente para desarrollar su trayectoria y su estrategia de inserción académica como nuevo miembro en un campo sociológico ajeno. 324 Cosío: ―A finales de 1939, Cosío Villegas le solicitó también algunas sugerencias de títulos para la Colección; el autor alemán pensó en la conveniencia de traducir Human Nature and Conduct, de John Dewey (1922), Mind, Self and Society, de G.H. Mead (1934), y de Lukács, Geschichte und Klassenbewusstsein (1923), dos ensayos de Max Weber, Politik als beruf (1921) y Wissenschaft als beruf (1922), y de A. von Martin, Sociologie der Renaissance (1932)‖ (Moya, 2007 : 779). Observamos cómo el alemán recomendó algunas obras centrales del pensamiento social contemporáneo, de las que únicamente se tradujo la de A. von Martin. Sin embargo, Medina sí que tomó en serio las recomendaciones de Karl Mannheim al adentrarse en la lectura de John Dewey, al que cita en diversas obras en México. Este trabajo de indagación de las fuentes de conocimiento nos permite afirmar entonces que Medina llegó al pragmatista norteamericano a través del sociólogo alemán, lo que le abrió un nuevo campo de exploración. También se aprecia en su Responsabilidad de la inteligencia el espíritu del libro de Max Weber Politik als beruf. 324 La atención por la ciencia social latinoamericana por parte del sociólogo español ya estaba en su Cátedra de Sociología de 1939, como pudimos comprobar, donde mostró un abierto y sincero interés – que no apropiación de ese conocimiento- por la producción sociológica del continente. Esta práctica de conocer el nuevo campo sociológico latinoamericano lo complementó nuestro autor con diferentes actividades, como la de realizar varias reseñas escritas sobre libros de autores latinos en la Revista Mexicana de Sociología, como las dedicadas, por ejemplo, al libro Fundamentos de Sociología, del brasileño A. Carneiro Leao o a La sociología como ciencia de la realidad, del argentino A. Poviña; la promoción de la ciencia social latinoamericana a través de Jornadas, publicación de El Colegio de 190 9. Sobre libros y lecturas. La traducción de Economía y Sociedad. Como pudimos comprobar, Medina comenzó a interesarse por Max Weber en sus años de formación en Alemania y en los años de la España de la Segunda República, donde había habido una recepción de la obra sociológica del clásico alemán a partir de dos corrientes, una conservadora y otra más liberal. Medina se fue interesando cada vez más por este autor desde la segunda mitad de los años 30 a la par que él iba perfilando su vocación sociológica y declinándose resueltamente por esta ciencia social. La estancia en Polonia la tenemos que entender como clave en su trayectoria intelectual porque, aunque alejado del mundo académico y centrado en asuntos diplomáticos, allí tuvo bastante tiempo para leer y para tomarse en serio la sociología comprensiva weberiana y los avatares de la sociología alemana moderna. Además se hizo con libros de la sociología alemana en la red de librerías existente entre Alemania y Polonia. 325 También se interesó en leer obras más actuales sobre la primera crisis de la modernidad. Mi impresión es que Medina aprovechó aquella estancia para proveerse de buenos libros sobre la sociología y el pensamiento social que le ayudasen a perfilar su enfoque sociológico y que le sirvieran para comprender una realidad en constante cambio. Los dos años que nuestro autor pasó en Polonia marcaron su trayectoria intelectual (y personal) al contemplar la experiencia de la crisis de la cultura occidental y al acercarse a las voces provenientes de la sociología y el pensamiento social que reflexionaban sobre ese tiempo. Fue un momento biográfico marcado por la incertidumbre. Pero también por la oportunidad de adentrarse nuevamente al centro de la sociología europea a través de sus libros. En el estudio y análisis de su biblioteca personal queda reflejado este momento biográfico. Tenemos que recordar, antes que nada, la importancia en aquella época de las bibliotecas personales, que nos dicen mucho de su propietario, de sus gustos, sus filias, sus temas. Una biblioteca, como la de Medina, nos habla sobre su constelación intelectual y sus autores de referencia. Además, en su caso concreto, nos ayuda aún más sobre aquellos libros antiguos que con mucho esfuerzo no quiso desprenderse nunca y le acompañaron en todos sus viajes y cambios de residencia durante su exilio. Era otra época, sin duda, en donde el intelectual viajaba a cuestas con sus libros. Había que seleccionar y la selección nos dice mucho de aquello que verdaderamente le interesaba y le resultaba emotivo, porque casi siempre son las primeras lecturas las que más apasionan, las que suelen dejar más huella y de una u otra manera, influyen. Investigando su biblioteca tenemos algunas pinceladas de esas lecturas en Polonia, que viajaron con él hasta México y culminaron, de una u otra manera, con la traducción de Economía y Sociedad, obra que sintetiza ese período de la cultura occidental. Así encontramos como referencias bibliográficas más significativas de aquellos años -bajo un proceso abierto en que Medina se cuestiona su destino y su profesión- los siguientes títulos: Emile Durkheim, Les Règles de la Méthode Sociologique, Librairie Félix Alcan, París, 1938; Norbert Elias, Über den Prozess der Zivilisation (I), Über den Prozess der Zivilisation (II), Haus Zum Falken, Basel, 1939; México, o de la celebración del Seminario Colectivo sobre América Latina en 1944 cuando él era director del Centro de Estudios Sociales de El Colegio. Medina tenía que darse a conocer si no quería ser un intelectual aislado y ajeno a la realidad. Y eso, por coherencia y salud psicológica, no era lo recomendable, al encontrarse en una edad en la que podía hacer muchas cosas. Y ganas no le faltaron. 325 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 191 Ernst Grünfeld, Die Peripheren , Noord-Hollandsche Uitgevers Mij, Amsterdam, 1939; Fritz Heinemann, Odysseus oder die zukunft der Philosophie, Bermann-Fischer, Estocolmo, 1939; Theodor Litt, Die Selbsterkenntnis des Menschen, Felix Meiner, Leipzig, 1938; Adolf Löwe, Economics and Sociology. A plea for cooperation in the social sciences, George Allen & Unwin, Londres, 1935; Bruno Petermann, Wesensfragen Seelischen Seins, Johann Ambrosius Barth, Leipzig, 1938; Erich Voegelin, Die politischen Religiones, Bermann-Fischer, Estocolmo, 1939; Alexander Von Schelting, Max Webers Wissenschaftslehre, J.C.B. Mohr, Tübingen, 1934; y de Max Weber, Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie (II), J.C.B. Mohr, Tübingen, 1923; Gesammelte Aufsätze zur Sozial und Wirtschaftsgeschichte, J.C.B. Mohr, Tübingen, 1924; Gesammelte Aufsätze zur Soziologie und Sozialpolitik, J.C.B. Mohr, Tübingen. 326 Podemos apuntar varias conclusiones de la interpretación de esta bibliografía y situarla en perspectiva del momento intelectual de nuestro autor. Medina trataba de sintetizar distintas corrientes, escuelas y visiones sociológicas a la hora de hilar un discurso sociológico: estaba presente la influencia inicial de la sociología positiva francesa canalizada a través de Emile Durkheim, siendo un autor importante para él junto con Augusto Comte a la hora de limitar la importancia del hecho social como objeto de estudio de la sociología. Observamos también la aparición de Norbert Elias, un autor que probablemente dejó huella en el sociólogo español a la hora de estudiar el origen y desarrollo de la sociedad occidental, y que le ayudó a dar forma, junto con las lecturas de Karl Mannheim, de la sociología weberiana de la que era deudor. 327 Además la presencia de estos autores, en forma de libros, traducciones o citas, nos advierte ya del sentido intermedio que tomaría la sociología de Medina frente al enfrentamiento marxismo-antimarxismo. En esa ―tercera vía‖ se sitúan, obviamente los libros de Max Weber, y la del resto de pensadores alemanes por los que se interesaba como, por ejemplo, Fritz Heinemann, filósofo neokantiano, introductor del término existencialismo. 328 Además, comenzamos a apreciar cómo va forjando un enfoque integrado de las ciencias sociales. Las referencias a Max Weber y a Adolf Löwe apuntan a esa línea de convergencia entre la disciplina sociológica y económica, a la que Medina iría sumando el interés por la historia. Lecturas que hacían ampliar su visión de la sociología en relación a las otras ciencias sociales y que le llevarían a mantener una postura flexible sobre los límites del conocimiento sociológico. La apertura de las fronteras de la sociología significaba entablar comunicación y cooperación con otras ciencias de lo 326 Biblioteca personal de José Medina Echavarría. Observamos cómo algunos libros están editados en Estocolmo, lo que confirma su salida al exilio mexicano desde aquella ciudad. 327 Las terceras vías de la sociología como bien apunta Emilio Lamo de Espinosa fueron marginadas en ese contraste y pugna mantenida en el campo de las ciencias sociales entre marxismo-antimarxismo después de la Segunda Guerra Mundial y que mantuvo en el olvido durante muchísimos años a autores como Elias, Mannheim, Simmel, etc (2001). Autores, por otro lado, que Medina tuvo muy presentes entre sus lecturas e influencias. 328 Apreciamos las huellas heredadas de la filosofía existencialista que Medina las encauzaría a favor de la sociología -a veces como sociología de la cultura- a la hora de comprender y dar respuestas racionales y científicas a la inestabilidad de su tiempo. Una inestabilidad del mundo contemporáneo que cobra un matiz muy interesante en esta serie de libros al observar cómo algunos de estos autores sufrieron el auge del totalitarismo nazi y también compartieron con nuestro autor la experiencia del exilio. Es sintomático, de esta manera, encontrarnos con el español en el exilio mexicano leyendo a autores del exilio alemán, víctimas como él del ascenso totalitario, y compartiendo visiones, experiencias, sobre una comunidad caída en el precipicio de la barbarie. 192 social que ayudarían a dar sentido y estabilidad a una sociedad con abismáticos cambios. El ―doble juego‖ estaba, por un lado, en apuntar la autonomía de la sociología y, por otro lado, esa aspiración no debía restar la consecución de un enfoque integral y colaborativo de las ciencias sociales. La gran síntesis de todas estas visiones conjuntas sobre ese presente de la Europa de entreguerras se concretaban en una única persona: Max Weber. Su obra recogía el espíritu de su época y respondía a los nuevos retos de las ciencias sociales, como la necesidad de estudiar las condiciones y los factores culturales y sociales que influyen en la actividad económica y en el comportamiento económico, dar sentido a la racionalidad occidental o como al mismo tiempo se preocupaba de la construcción metodológica de la ciencia sociológica. Entre los libros que poseía Medina del clásico alemán se encontraban los Ensayos sobre la sociología de la religión, la Historia económica y social y unos Ensayos sobre sociología y política social. De esos libros únicamente la Sección de Sociología del Fondo de Cultura Económica tradujo al castellano la Historia económica y social en el año 1942, de la que se hizo cargo el también exiliado español Manuel Sánchez Sarto. Además nuestro autor tenía el libro que Von Schelting le dedicó en 1934 a la metodología de las ciencias sociales y de la sociología del conocimiento de Weber. No es asunto menor dado que Von Schelting influyó de manera personal en el sociólogo más importante del núcleo central del siglo XX: Talcott Parsons. Porque, como bien escribía José Castillo, allá por finales de los años 60, el sociólogo norteamericano era ―el sociólogo contemporáneo más debatido‖ al girar la sociología sobre su figura (1968: 17). El intercambio de conocimiento del sociólogo alemán al sociólogo norteamericano vino a partir de la metodología weberiana del tipo ideal. Von Schelting, en esa obra que poseía Medina, había sido ―el primero en señalar que bajo el tipo ideal Weber intuía las dos categorías, muy heterogéneas, de conceptos generalizadores y de conceptos individualizadores‖ (Izquierdo Collado, 1991: 99). Parsons cita el libro de Von Schelting sobre la ciencia de Max Weber en varios momentos de su obra La estructura de la acción social, de 1937, concretamente cuando se refiere a los tipos ideales en la construcción metodológica de la sociología y a los procedimientos de los conocimientos válidos para esta ciencia (Parsons, 1968: 58, 742 y ss). Además, el sociólogo alemán, en su exilio norteamericano en la Universidad de Columbia, colaboró en 1947 junto a Shils, el propio Parsons y Henderson en la traducción de ―La teoría social y la organización económica‖, el primer volumen de la incompleta Economía y sociedad. Con estas conexiones entre autores, libros y problemas metodológicos, en cuanto a la consideración de los fundamentos generales y a la validez de las proposiciones científicas que rodeaban a la sociología en una época de cuestionamiento, he querido destacar cómo Medina se situaba en la misma línea de pensamiento de Parsons respecto a Max Weber. Sin embargo, el sociólogo norteamericano tenía mucho más avanzado su constelación teórica que el español al haber desarrollado toda una literatura desde finales de los años 20 y principios de los años 30 en el refinamiento teórico del análisis estructural-funcionalista de los sistemas sociales y al incorporar a la acción social en el marco de referencia básico de la estructura social. José Medina, en cambio, estaba comenzando a familiarizarse con el clásico alemán. Además, nuestro autor se encontraba con un problema que no tenía Parsons: el contexto sociológico hispánico estaba menos desarrollado que la sociología académica norteamericana. 193 En Estados Unidos había toda una red de conocimiento sociológico institucionalizado con universidades, revistas especializadas, estudiantes de postgrado, cátedras, títulos propios, profesores de sociología, etc., en los que las ideas sociológicas europeas estaban calando. Así encontramos a una sociología norteamericana que ya conocía a Weber, a Mannheim y, fundamentalmente, a Simmel, por poner un ejemplo. Además la llegada de los exiliados europeos, como Adorno, Gerth, Horkheimer, Neumann, Lazarsfeld, ayudó a fortalecer el pensamiento weberiano en Estados Unidos, traducido, estudiado y reflexionado por autores como Shils, Parsons, Merton, Bendix o Wright Mills (Morcillo, 2008: 152-156). Pero al hablar de Max Weber en relación a la historia de la sociología norteamericana, debemos de pensar que empezó a ser reconocido, sobre todo, después de la Segunda Guerra Mundial, más allá de la divulgación de Parsons. 329 El clásico alemán era relativamente conocido en Estados Unidos como en Francia o Inglaterra (Zabludovsky, 2005: 503). De hecho, en la sociología norteamericana solía citársele únicamente a partir de la antología de Gerth y Mills y Economía y sociedad apareció completa en inglés bastante después de la versión española. José Medina, en cambio, no podía decir que en España o en México encontrase una tradición de pensamiento sobre las ideas sociológicas de Max Weber o diera con otros sociólogos que trabajasen desde este autor para la institucionalización del pensamiento sociológico. Si había dado con Fernando de los Ríos, Posada u Ortega, pero éstos no habían ido más allá a la hora de reflexionar desde una teoría sociológica. En cambio, para Medina Echavarría la voluntad de interesarse en Max Weber respondía a una necesidad por evolucionar el pensamiento epistemológico de la sociología en lengua castellana. La traducción al castellano de Economía y sociedad descansaba en aportar a la sociología hispanoamericana de elementos metodológicos y teóricos claves sobre los que sentar una tradición propia. Y, como venimos apuntando, Medina encontró en México, por lo menos, la oportunidad de desplegar en distintos seminarios y cursos ese deseo suyo por institucionalizar las ideas de Weber en la sociología en lengua castellana. Nuestro autor, como intermediario de las ideas sociológicas de Weber, se encargó de encabezar el equipo de traductores que se ocupó de regalar a la lengua castellana la titánica Economía y sociedad. El equipo estuvo compuesto, bajo la dirección de José Medina, por Juan Roura Parella, Eduardo García Máynez, Eugenio Ímaz y José Ferrater. La traducción se prolongó durante cuatro años, desde 1940 hasta 1944, en unas condiciones nada cómodas: ―La tarea de dar a luz esa versión no fue cosa fácil, y lo que en otras partes hubiera tenido la ayuda eficaz de fundaciones y el apoyo dilatado de la colaboración especialista más adecuada, se hizo en México silenciosamente y demasiados aspavientos en espera de la gratitud silenciosa de nuestros mejores estudiosos‖ (Medina, 1955: 99). La primera versión en español constaba de cuatro volúmenes, a diferencia de la edición alemana original de 1922 que constaba de dos tomos. El primer volumen, ―Teoría de la organización social‖, fue traducido, con una nota preliminar, por Medina Echavarría. Este primer tomo recoge la metodología weberiana de los tipos de racionalidad y de los tipos ideal, muy relevantes en el conjunto de la obra de nuestro autor. La traducción de los volúmenes II y II, ―Tipos de comunidad y sociedad‖, corrió a cargo de Roura Parella, García Máynez e 329 En este aspecto hay que recordar que Parsons tradujo en 1930 La ética protestante. Hasta 1955 no se tradujo al castellano. Traducida en la Editorial de Derecho Privado por Luis Legaz Lacambra. 194 Ímaz; mientras que Ferrater Mora se haría cargo de la traducción del cuarto volumen, ―Tipos de dominación‖ (Zabludovsky, 2005: 505-508). La traducción de Economía y Sociedad fue un ―hito‖ de la historia de la sociología latinoamericana. 330 La aparición de esta obra tuvo una enorme influencia para los autores que ―trataron de renovar la sociología latinoamericana‖ (Solari, 1977: 7 poder y desarrollo). Como reconoció en su momento, para él esta tarea significó ―el mayor esfuerzo y la contribución más importante del Fondo al desarrollo del pensar sociológico‖, además resaltaba que ―a nadie medianamente iniciado se le oculta el valor todavía actual de esta obra, o, si no se quiere llegar a tanto, su profundo significado duradero como fuente de inspiración y estímulo‖ (Medina, 1955: 98-99). En similares términos se expresaba Eugenio Ímaz, colaborador en las labores de traducción, quien veía en el aporte de esta traducción ―la contribución mayor de estos últimos años al estudio de las ciencias sociales en los países de nuestra habla‖ (1945: 112). El asumir una empresa de tal magnitud se correspondió a unos intelectuales responsables con su tiempo y que, en el caso particular de Medina, Ímaz o Roura Parella, habían mantenido contacto personal con la cultura alemana, al haber estudiado en aquellas tierras. Es muy importante en esta tarea de provisión de conocimiento que uno o varios miembros de una comunidad sociológica mantengan una visión compartida e íntima sobre una tradición de conocimiento y sobre la obra de los autores a traducir. En el caso de Medina había un claro interés por institucionalizar las ideas sociológicas weberianas en la sociología hecha en lengua castellana. 331 El trabajo intelectual de nuestro autor con Max Weber que venía de años atrás fue dando forma en los años mexicanos. Esta relación íntima y personal con la obra de clásico alemán fue una fuente de estímulo intelectual que trató de manifestarla en diferentes expresiones durante la estancia en México, desde la docencia, impartiendo una clase titulada ―Max Weber‖, hasta la divulgación e interpretación de su pensamiento, en toda una serie de artículos, que como veíamos, publicó en la Revista Mexicana de Sociología. Incluso llegó a tener un inédito sobre el clásico alemán que nunca vio la luz. El tropiezo con Max Weber marcó sustancialmente la obra de José Medina. Fue un autor al que incorporó, revisó y visitó en sus distintos momentos biográficos a lo largo de su exilio sociológico por América Latina. 330 Entrevista mantenida por el autor con Enrique V. Iglesias (15-7-2009). 331 Max Weber fue un autor conocido por la intelectualidad del exilio español. Manuel Sánchez Sarto en una nota bibliográfica en Cuadernos Americanos, ―Max Weber y la victoria del racionalismo económico‖, de 1943 celebraba la aparición en el Fondo de Cultura Económica de Historia Económica General y la próxima publicación de Economía y Sociedad: ―No es propósito de la presente nota reseñar la ingente actividad de Max Weber como sociólogo de la Ética, de la Religión, de la Historia, de la Música, por la que es justamente conocido. El mismo ―Fondo de Cultura Económica‖ de México dará, pronto, motivo para ello, con la edición de la obra maestra weberiana, ECONOMÍA Y SOCIEDAD. Este comentario sólo se propone dar un cordial anuncio de la edición española de la HISTORIA ECONÓMICA GENERAL‖ (Sánchez Sarto, 1943: 121). Esta tradición sociológica alemana y weberiana también la compartió Francisco Ayala desde su exilio argentino. Este autor dedicó dos artículos en La Nación de Buenos Aires al significado de la traducción de Economía y Sociedad en lengua castellana: ―Max Weber‖, publicado el 12 de noviembre de 1944, e ―Historicismo y formalismo en la sociología de Max Weber‖, del 17 de diciembre de 1944. Este último artículo fue incluido textualmente, con un último párrafo agregado, en ―2. Construcción y aplicaciones del tipo ideal de Max Weber‖, del capítulo V (―La formación de los conceptos sociológicos, según exige la realidad esencial del objeto‖) de la parte primera de su Tratado de Sociología (Ayala, 1984: 209-211). Esta labor de divulgación de las ideas de Weber por parte de intelectuales y de los sociólogos del exilio favoreció, sin duda, la creación y autonomía del campo sociológico latinoamericano. 195 En México, nuestro autor insistió primeramente en cuestiones que concernían a la construcción del objeto de estudio de la sociología desde una postura abstracta –dada la ausencia de tema y audiencia-, como así hizo en su Sociología: teoría y técnica, de 1941. Su preocupación pasaba por construir científicamente la nueva ciencia de la sociedad: ―La significación metodológica de Max Weber ha consistido cabalmente en demostrar lo insostenible de esas posiciones. En su polémica contra los llamados objetivismo e intuicionismo metodológicos, al mantener la validez de un conocimiento científico de la historia, mostró al mismo tiempo la objetividad del conocimiento social‖ (Medina, 1982: 38). Posteriormente aprovechó el retiro de Puerto Rico para empaparse de la sociología y de la teoría comprensiva weberiana. En Chile fue donde José Medina ajustaría la pregunta weberiana de la racionalidad occidental a la realidad latinoamericana. Fueron aquellos años de la CEPAL en los que nuestro autor, en plena madurez intelectual, encontró una audiencia y un ―tema latinoamericano‖ al calor de las teorías del desarrollo y de la modernización. Antes Medina Echavarría y esos otros exiliados republicanos se adentraron en la traducción y difusión de una obra que abrió a nuestra cultura común un camino sin precedentes, aunque ya transitado por otras, como la sociología norteamericana. La majestuosa labor de presentar en lengua castellana la obra maestra de Max Weber, libro sociológico de valor universal y manual indispensable, se convirtió en una travesía por el desierto que, al final, tuvo su reconocimiento al prologar el discurrir que tomó la sociología entre los años 50 y 70 donde o, bien se hacía sociología weberiana, o bien se hacía desde su crítica marxista. 332 Un mérito indudable al posibilitar el conocimiento sociológico de Max Weber en la comunidad sociológica hispánica y dotarla de una necesitada modernidad. Porque, como bien decía Eugenio Ímaz sobre Max Weber, el sociólogo alemán era ―un clásico del que los estudios sociales se están y se estarán nutriendo durante mucho tiempo‖ (1945: 116). No es para menos, por tanto, que Economía y sociedad sea el texto más influyente de la sociología moderna. 333 Con esta traducción la sociología 332 Economía y sociedad, se publica en inglés en 1964, traducido por Talcott Parsons y A. M. Henderson, con el título de The Theory of Social and Economic Organiztion (New York, The Free Press); la edición completa aparecería en 1968 en tres volúmenes, preparada por Roth y Wittich (New York, Wedmister Press) (Zabludovsky, 2002: 169). En 1964 se editó nuevamente la edición castellana de Economía y Sociedad, para conmemorar los 100 años del nacimiento de Max Weber, pero esta vez con importantes diferencias y de acuerdo a la edición alemana de 1956 de James Winckelman. Tenía esta edición una disposición distinta, reducida a dos tomos, y con trabajos que no habían sido incluidos en las tres primeras ediciones alemanas. Mantenía, sin embargo, el prólogo de Medina y se incluía otro de Winckelman y Mariana Weber. Como bien nos recuerda Gina Zabludovsky en esta edición de los años 60 ―no aparece mención alguna a las tareas de Medina Echavarría como coordinador inicial de la colección de sociología ni como responsable de la subdivisión temática de la obra. Tampoco se publican los créditos específicos a los traductores de las distintas secciones‖ (2002: 184). Según la versión de Zabludovsky esta ausencia podía deberse a la latencia de las rivalidades que mantuvieron Cosío Villegas y Medina en El Colegio de México sobre el enfoque dispar que tuvieron sobre el Centro de Estudios Sociales, el mexicano, como sabemos, quería utilizarlo para reclutar a personal para desempeñar tareas prácticas en el gobierno mexicano; mientras que Medina, en contraste, tenía, como sabemos, una orientación más académica. 333 ―Si nos centramos en los top ten encontramos en primer lugar, con casi 100 menciones y muy por delante de cualquier otro libro, Economía y sociedad de Max Weber, libro publicado póstumamente en 1922 y que pasó casi desapercibido ante los años 50 (de hecho, en los 25 años transcurridos desde su publicación hasta 1947 se vendieron menos de 2.000 ejemplares), pero que se ha transformado en el texto más influyente de la sociología moderna. Parece pues claro que, si tuviéramos que elegir un solo libro 196 latinoamericana y en lengua castellana se acercó con un gran salto a la punta del conocimiento sociológico occidental y abrió nuevos caminos que debatir y reflexionar desde la perspectiva weberiana. Se abría un atisbo de posibilidades para pensar a Max Weber desde la óptica hispanoamericana y tratar de amoldar a la realidad concreta e histórica algunos de sus temas como, por ejemplo, de por qué sólo en el Occidente europeo se produjo el desarrollo del capitalismo industrial, por qué su racionalidad y cuáles eran los caminos futuros hacia la modernización y hacia la dominación científica de la sociedad. Esta travesía de hacer accesible el mejor conocimiento social contemporáneo y entregarlo a la cultura en lengua castellana que Medina Echavarría inició junto a su entusiasta grupo de colaboradores en el Fondo de Cultura Económica era una forma de ofrecer ejemplos de pensamiento para pensar, en ese caso particular, la realidad latinoamericana. 334 No es que Medina Echavarría tratase de imponer a Max Weber o la sociología alemana, sino que únicamente él entendía que con estas traducciones y reflexiones teóricas, también como intérprete de Max Weber en lengua castellana, se estaba dando un modelo teórico al que se podía tener en cuenta. De lo que se trataba no era únicamente el legitimar el pensamiento sociológico latinoamericano citando a Weber, sino que ese núcleo de conocimiento e ideas sociológicas era una valiosa fuente de hipótesis para comprender la sociedad. Más bien Medina lo ofreció como ejemplo para que los latinoamericanos hicieran otro tanto. Era una opción teórica más. Para él sinónimo de buena sociología. 10. El perfil empírico y práctico de la sociología. Esta aventura editorial emprendida por Medina Echavarría desde la distinguida tribuna que le ofrecía el Fondo de Cultura Económica le sirvió para regalar a nuestra lengua común una gran amplitud de obras que respiraban todas ellas conjuntamente la fidelidad del español a la hora de reflejar el mundo desde un grado insuperable. La huella más visible fue, sin duda, la apuesta por la sociología alemana culturalista e historicista y, en fin, decidirse por Max Weber a favor de Karl Marx. Debemos entender el campo de la traducción como un lugar en el que también se producen luchas simbólicas y fricciones por traducir unas obras y silenciar otras. 335 Como ya dijimos antes en una nota, el Fondo de Cultura Económica sí que divulgó ciertas obras de Marx, traducidas por parte de otro exiliado español, Wenceslao Roces, pero no dentro de su sección de sociología, si no en la de economía. Así por ejemplo, el Fondo publicó en 1945 Historia crítica de la plusvalía y dos años más tarde apareció publicado en tres volúmenes El Capital, edición en la que también colaboró D. Cosío Villegas. Esta inclinación de Medina hacia Weber se explicaba porque en él encontraba un enfoque integrado de las ciencias sociales, siendo la mejor respuesta a la representativo de la sociología del siglo XX según esta es percibida por los sociólogos de comienzos del XXI, este sería el resultado‖ (Lamo, 2001). http://www.isa-sociology.org/books/books10.htm 334 José Medina Echavarría en el Catalogo General del Fondo del año 1955 valoraba la impagable tarea de estos traductores casi anónimos. En su recuerdo, Eugenio Imaz: ―La tarea sociológica del Fondo –justo es decirlo- no hubiera sido posible sin un grupo de entusiastas traductores; pues algunas de las obras vertidas al castellano antes reseñadas se cuentan entre las más difíciles y espinosas de sus idiomas originales. Del grupo de ese tiempo vale recordar, por todos, la paciencia abnegada -pasión e inteligencia hasta en lo minúsculo- que encarnó día tras día Eugenio Imaz‖ (Medina, 1955: 101). 335 Entender el campo de la traducción como una prolongación del campo sociológico nos permite comprender las pugnas y luchas simbólicas a la hora de incorporar e institucionalizar unos conceptos, unas ideas sociológicas y unos temas en contraposición a otros. Que no se tradujera a Karl Marx dentro de la sección de sociología era una forma de no reconocerle como un sociólogo en sentido estricto. 197 hora de localizar una multiplicidad de motivos para explicar la realidad social y que también se ajustaba a esa idea que tenía el sociólogo de la sociología como ciencia social de lo concreto. Con Max Weber nuestro autor se alejaba del concepto de totalidad marxista y complementaba la pretendida objetividad de la sociología positivista. Medina rechazaba toda pretensión de reducir la complejidad social a una sola causa –ya sea cultural, económica, ideológica, política-. Él intuía que las concepciones teórico- metodológicas de Weber le permitirían realizar construcciones conceptuales de gran flexibilidad a la hora de estudiar lo social. Por tal motivo, el perfil empírico que el sociólogo español pretendía para la sociología en lengua castellana se orientaba hacia investigaciones concretas, ya que las investigaciones sociales nunca podrán abarcar la infinita realidad social. La única forma de comprender la sociedad era acotándola mediante la acentuación subjetiva de alguno de sus aspectos o causas y complementarla con otros estudios sobre otras dimensiones. La intención de divulgar, institucionalizar y transferir las ideas sociológicas weberianas se debía a que el sociólogo español encontraba en ellas una versión más acabada y completa de la sociología que en Karl Marx. Esto no quita para que José Medina fuera un conocedor de la sociología marxista y de Marx, como así atestigua su biblioteca personal con varias obras del clásico alemán. 336 Lo cierto es que nuestor autor hizo una lectura específica de Max Weber que fue variando durante el tiempo según iba profundizando en su obra. José Medina no hizo a Weber un pensador anti-marxista, como hizo parte de la sociología académica norteamericana con Talcott Parsons a la cabeza, en el sentido de convertir el núcleo central del siglo XX sociológico como un consenso escindido entre marxismo y antimarxismo (Lamo, 2001). Para el sociólogo español, sin embargo, Max Weber era el autor que mejor se ajustaba a su pretensión epistemológica. Además con el tiempo fue encontrando en la sociología comprensiva weberiana y en sus tipos ideales el modelo explicativo que más se ajustaba a su propósito subjetivo de explicar por qué es de esta manera peculiar la realidad histórica y social de América Latina y no de otra manera. Una idea de sociedad y de modernidad a la que el sociólogo español prestaría más atención en su posterior sociología desarrollista. La ausencia y silencio de Karl Marx -el otro gran teórico del capitalismo – a favor de Max Weber también se explica por otro motivo: Medina consideraba que la teoría del Estado de Weber era un modelo teórico que se ajustaba mejor a las condiciones de la realidad social de América Latina en un momento histórico en el que se cuestionaba y se debatía sobre la edificación del Estado moderno en el continente. El proceso de incorporar a Weber dentro de su pensamiento fue lento. No solamente había que leerle, sino también estudiarle. José Medina pasó de pensar como Weber hasta pensar a partir de Weber. Más allá de estos asuntos su gran logro en esta época biográfica como traductor y encargado de las publicaciones sociológicas del Fondo de Cultura Económica fue la introducción y acercamiento a la sociología latinoamericana de la mejor tradición sociológica europea, principalmente, la sociología alemana, dignamente encerrada y representada por Economía y sociedad. Cabe destacar que sería injusto recordar y 336 Medina en su biblioteca personal tenía 9 libros de Marx, destacando el siguiente título Capital, and other writings by Karl Marx, Max Eastman (Ed), Nueva York, 1932. La fecha de la obra nos da a entender que Medina Echavarría tuvo temprano conocimiento de Marx, pero, como bien afirmo arriba, encontró en la obra de Weber una fuente mayor de estímulos. Además, Medina no dudaba en reconocer que en Marx había una sociología derivada ―de la importancia asignada al factor económico‖ (Medina, 1939c: 404) 198 reducir la aportación de José Medina Echavarría, así como la de otros autores como Eugenio Ímaz, a las ciencias sociales de América Latina en su papel de traductores. 337 Aunque si bien esta visión ha sido dominante durante algún tiempo dentro de la sociología mexicana. 338 Detrás de este rol de traductores y divulgadores del conocimiento social, sin embargo, había una labor intelectual por incorporar teorías sociológicas y formas de conocimiento con los que poder pensar una realidad social de forma autónoma. Le faltaron algunos libros que publicar en el Fondo y que solicitó a El Colegio de México para sus reflexiones sobre la ciencia sociológica. En ellos se aprecia la visión que mantenía de esta ciencia como ciencia integradora de un aparato teórico y un aparato operativo, el cuál empezaba a estar más trabajado en el mundo anglosajón y más concretamente dentro de la sociología académica norteamericana. El listado de los siguientes libros que se encuentra en el acervo de El Colegio de México nos dice mucho sobre ese sentido práctico de la sociología como acción social: ―Scientific Social Surveys and Research (de Pauline Young, en julio de 1939), y de la misma autora (en 1940), Interviewing in Social Work, The Technique of Social Investigation (de Luther Fry), How to Interview (de Bingham y Moore, en julio de 1939), Methodology of the Social Science Research: a Bibliography, (de Culver, en julio de 1939), Methods of Social Study (de Webb), Social Science Research Organization in American Universities and Colleges (de Wilson Gee), Research studies in Contemporary Society (de Sullenger), TheMeasurement of Attitude (de Thurstone y Chave). Asimismo, Medina solicitó los siguientes títulos de teoría sociológica y teoría social: Society in Transition (de Harry Elmer Barnes), Handwörtenbuch der Soziologie (de Vierkandt), Gesammelte Aufsätze zur Wissenschafts (de Weber, en febrero de 1940), Gesammelte Aufsätze zur religions soziologie (también de Weber, en marzo de 1940), otro de Weber, titulado Jaspers, Social Actions (de Znaniecki)‖ (Moya, 2007: 778-779). Estos títulos confirman todo su interés en proveer de conocimiento sociológico a la sociología mexicana y latinoamericana a partir de una dimensión epistemológica de la sociología que le tuvo ocupado durante aquellos años. Ha llegado el momento de dar paso al análisis e interpretación teórica de José Medina Echavarría en este aspecto de nuestra ciencia social. 337 La obra de Imaz resuena con luz propia más allá de haber sido traductor de la obra completa de Dilthey y haber realizado traducciones de la literatura de Cassirer o Kant. Así resaltan sus libros, El pensamiento de Dilthey; evolución y sistema, de 1946 o Topia y utopia, también de ese mismo año. 338 Entrevista mantenida por el autor con Rafael Segovia, 23 de mayo de 2007, México. 199 CAPÍTULO VI. LA EPISTEMOLOGÍA DE LA CRISIS COMO EPISTEMOLOGÍA DE LA SOCIOLOGÍA. 1. La crisis como experiencia biográfica. El concepto teórico de crisis es clave para explicar la obra y la trayectoria intelectual de José Medina en México. Situando también su obra durante su exilio latinoamericano en una posición crítica nos permitirá comprender mejor los problemas epistemológicos que planteó desde esa estancia mexicana hasta los años en Chile. Es decir, veremos una latencia de la idea de crisis Eran unos momentos históricos en lo que se estaba produciendo un agotamiento, un cuestionamiento y un debilitamiento de los valores de la modernidad. Al ascenso y debilidad de las masas había una reflexión sobre el desencantamiento y la posición del individuo en un mundo desbordado por los acontecimientos. Problematizar sobre la crisis le sirvió para problematizar sobre la sociología y también, por su propia condición de exiliado: ―el hombre es un ser unido a su circunstancia, en el espacio y en el tiempo, que no puede ser dominada con instrumentos, mentales especialmente, originados en circunstancia distinta. Que la consecuencia de tan cómoda postura es el fracaso y el dolor, pues nada se consigue sin esfuerzo adaptativo. Y que mientras subsista el hecho –imposible prever por cuánto tiempo- de que la circunstancia demarcada por la comunidad nacional es aquella que más pesa en el destino del hombre, no es posible ninguna interpretación histórica –de la cual es simple fragmento de una teoría de la crisis- sino en función del juego peculiar de los factores generales de una época con los factores singulares que imperan en un pueblo determinado y que bien le son internos, ya impuestos desde fuera por el mero hecho de su coexistencia con otros pueblos en grados distintos de desarrollo y cultura‖ (Medina, 1939c: 403-404). Ese intento de comprender la sensación crítica que dominaba la vida moderna le llevó a comprender que la ciencia sociológica era la ciencia que mejor podía explicar esa realidad. Y la suya también, impuesta a ver ―desde fuera‖. Su condición de exiliado y de espectador se formula en su literatura sociológica con una transición desde una epistemología de la crisis hacia una epistemología de la sociología. Basta con aludir a que es un momento de abstracción, dado que su destino individual e intelectual ha sido apartado de su ―comunidad nacional‖. Medina, como no podía ser de otra manera, fue un autor imbuido por las ―problemáticas de la época‖ ligadas a la reflexión filosófica y sociológica del mundo. El tema de la crisis llegó a ser un tema muy característico para la generación de los ―sociólogos sin sociedad‖, principalmente porque sus vidas estaban marcadas por ese estado (Ribes, 2007: 40). Las experiencias personales para esta generación sí que tenían un reflejo en su literatura sociológica. Así tenemos, por ejemplo, a Luis Recasens escribiendo en el exilio mexicano sobre este problema de la época como problema de su generación: ―Una crisis histórica integral como la presente es una situación falta de seguridad en el mundo en que se vive, un no contar con el mínimum indispensable de las cosas firmes, un no saber a qué atenerse. Es la impresión de que nos falta un repertorio mínimo de convicciones vigentes que sirvan de base a nuestra existencia y de orientación a nuestra tarea. Es el hallarnos con que el sistema de creencias o de ideas sobre el mundo y la vida y de valoraciones, que 200 regían en el próximo pasado, han perdido prestigio y no influyen ya decisivamente en el presente; y con que todavía no se ha instalado un nuevo sistema de normas que organice con seguridad y confianza nuestra existencia‖ (Recasens, 1939: 33). Vivían un mundo que todavía no se desprendía del pasado, ni se percibía en el horizonte lo que aún sería el acontecer de esa sociedad. La crisis era entendida como una época transitoria en la que se estaban derrumbando patrones de comportamiento, valores, etc., que incapacitaba una visión unitaria sobre el futuro. 339 La importancia de la crisis como ―tema propio‖ –europeo y generacional- se explicaba también por esas ―transferencias del pasado‖ que ejercieron una decisiva influencia en Medina a la hora de acercarse a la realidad social. La experiencia biográfica como fuente de conocimiento le otorgaba, como científico social y como intelectual, la suficiente legitimidad para advertir de las consecuencias políticas del ascenso incontrolado de las masas, del avance de la racionalidad instrumental o del auge de los totalitarismos. En varios momentos en México su literatura se nos aparece como las reflexiones de un ―teórico de la crisis‖, que estaba evaluando las posibilidades del hombre libre en un mundo crecientemente dominado por la racionalidad técnica y por los autoritarismos. Su condición de exiliado le hacía conectar la pregunta de la crisis con su situación personal y sobre el estado de su libertad. Sin olvidar también que esa condición biográfica de exiliado republicano español no le eximía tener una sensibilidad socialmente compartida con los hombres y mujeres que quedaron en España: ―Y cualquiera entre los hombres que hablan español y portugués puede ya percibir, más o menos oscuramente, los límites de la totalidad de destino a que el suyo personal se encuentra inexorablemente ligado. El porvenir del cuerpo histórico y cultural de esa totalidad es ya la angustia y el cuidado de todo homo hispanicus no ensordecido por los ruidos inmediatos del instante. En la experiencia de esa preocupación vienen atenuándose las más cercanas y vitalmente más agudas de esa vinculación inmediata; pero no creo que para vivirla en igual medida sea necesario el exilio político, condición fortuita de este transterrarse fecundo‖ (Medina, 1942a: 39). La crisis dominaba su sociedad de referencia (España), su horizonte cultural (Europa), su campo científico de trabajo y su misma circunstancia vital. Su reflexión sobre la crisis la podemos entender, por tal motivo, desde tres motivaciones biográficas. En primer lugar, como ya indicábamos, la sensación que tenía nuestro autor de estar viviendo un mundo crítico. Lo que dejó al descubierto la Primera Guerra Mundial, acentuado posteriormente por los fascismos y la Guerra Civil española, y avecinándose la Segunda Guerra Mundial, era una terrible sensación de angustia vital. Medina Echavarría estaba viviendo en primera persona la primera crisis de la modernidad a la que definió como el reflejo de ―una situación general de desorganización y crisis‖ (Medina, 1939a: 71). Esta sensación de crisis, en segundo lugar, apelaba a una necesidad por racionalizar esa circunstancia histórica. 339 Esta sensación de entender la crisis como ―transición inconclusa‖ estuvo muy presente en la sociología del desarrollo de Medina cuando en su aportación teórica sobre la hacienda reflexione sobre cómo el entramado hacendístico no permite la modificación completa de una estructura social por lo que aún no se deja percibir completamente la estructura sustitutiva. 201 Aparecía una segunda motivación (teórica-epistemológica) de nuestro autor por la crisis: la preocupación por ―lo social‖ y por el ―estado crítico de la sociología‖. La crisis, en general, era percibida como crisis social: ―La crisis se manifiesta como crisis histórica, es decir social: como una terrible aventura que le ocurre a la sociedad de nuestro tiempo‖ (Recasens, 1939: 36). Surgía la reclamación por la ciencia en general y por la sociología en particular para comprender y explicar esa espeluznante aventura. Si Occidente caminaba hacia la aventura del terror, la intelectualidad tenía que contrarrestarla con la ―aventura de social‖ o la ―aventura de la razón‖. La aventura por ―lo social‖ de Medina convergía, por un lado, en la experiencia biográfica de haber vivido ese mundo crítico durante sus años europeos y, por otro lado, en la confirmación de la validez que otorga el análisis científico. Pero todo pasaba por sacar a las ciencias sociales de su situación crítica. Había una sensación sobre la ―inutilidad‖ de la sociología para resolver los problemas de la vida cotidiana (Medina, 1941c: 37). La sociología había pecado de vaguedad, de falta de profundidad, unas veces por predominar lo descriptivo y otras veces por confundirse con el objeto de otras disciplinas, como la filosofía, la ciencia económica o con el derecho. Este hecho provocaba un cuestionamiento pronunciado sobre el sentido práctico de las ciencias sociales y de la propia sociología. La crisis de las ciencias sociales –decía Medina- ―no la formula sólo el hombre de la calle, sino que son los propios profesionales los que empiezan a hacérsela a sí mismos. ¿Para qué sirve la ciencia social? ¿Qué es lo que aporta a al vida del hombre? ¿Qué le resuelve y en qué sentido es orientación y guía de sus perplejidades?‖ (1941c: 36). Estas preocupaciones sobre el estado de su disciplina en un mundo crítico, le llevaron a examinar a fondo el estado de su ciencia, a valorar las aportaciones teóricas y sus resultados obtenidos más relevantes hasta la fecha, estudiar los métodos empleados o su componente metodológico-teórico. En fin, el trabajo intelectual que realizó en México –y que quiero destacar- fue esta profunda auto-observación sobre el estado de la disciplina sociológica para ver su grado de coherencia científica y, de paso, desarrollar su aportación epistemológica a la misma. Comprendió que su tiempo era un momento de cambios muy profundos que provocaron un gran estremecimiento de desintegración en los individuos. La solución pasara por reclamar ―lo social‖, a la sociedad concreta, como sustento moral, capaz de ―autoafirmar‖ a los individuos Por último, la tercera motivación (política) será la de apuntar una realidad histórica y social vacía de referentes y de valores. El tema de la crisis como vacío político le preocupó siempre a José Medina. El vacío político y psicológico causado por una sociedad en transformación hará que nuestro autor acabe por insistir en que la mejor manera de recomponer la desorganización producida por el tránsito de un sistema tradicional a un sistema moderno será a través de la democracia. Medina aquí plantea un tema esencial para él cómo fue la dificultad de que coincidiesen social y estructuralmente los valores democráticos en las coordenadas históricas de los regímenes de masas. Escribía lo que sigue: ―Precisamente ante la presencia de este hecho del régimen de masas, es como mejor puede verse otro de los factores importantes del desequilibrio histórico: el producido por la existencia de ideologías inadecuadas a una determinada estructura real de la sociedad, por haber nacido, cabalmente como adecuadas a otra estructura ya inexistente. La hueca palabrería gastada inútilmente en la defensa de la Democracia y el Liberalismo ha sido estéril porque –con contadas 202 excepciones- no traducía un esfuerzo serio por resolver el problema de cómo es posible hacer funcionar sus ideas esenciales –flor del espíritu humano- dentro del ―facto‖ del régimen de masas‖ (Medina, 1939c: 411). A la coherencia científica de la sociología, buscaba también, podemos decir, una coherencia política, que para él pasaba entre una afinidad entre los valores democráticos y la ideología liberla con la correspondiente estructura social. Estas fueron sus ―notas para una sociología de la crisis‖ (Medina, 1939c). Para ello -antes de convertirse en un ―teórico de la democracia‖- la labor estaba en aventurarse a reconstruir y renovar a la sociología dada su imprecisión de significado y dada la primera crisis de la modernidad. Había que buscar teóricamente esos referentes sociales y estructurales que no dejasen en el vacío y en situación crítica a los individuos en ese tiempo trémulo. Nuestro autor encajaba con todo ese impulso europeo abierto durante el primer tercio del siglo XX por renovar la sociología contemporánea. En esta dimensión epistemológica depositó su esfuerzo. Era su tema. En ese panorama crítico él se centró en la labor de depurar la determinación del concepto de sociología y de adentrarse en cuestiones metodológicas y teóricas sobre la construcción de la esta ciencia. De lo que se trataba, como ya hicieron E. Durkheim, G. Simmel, L. Von Wiese o Max Weber era disolver toda substancialización de lo social y profundizar en sus componentes científicos (Recasens, 1939: 38). Ya tenía los caminos para llegar a la sociología: a partir de la reflexión directa sobre los hechos de la crisis; y por la vía indirecta de la reflexión sobre la relación entre el individuo y la sociedad, que es donde está el más grave problema de lo social (Medina, 2008; Recasens, 1940: 138). Esos caminos conducían a la meditación sociológica como la consideración racional de esa circunstancia histórica. Ahora toca el turno de adentrarse en ellos. 2. La sensación de vivir en un mundo crítico. Nuestro autor vivió aquella época de violencias y miserias humanas con especial curiosidad. El precipitado de los acontecimientos contagió en este intelectual la importancia de pensar la actualidad. Sus reflexiones sobre la crisis de la modernidad temprana apuntaban a esa inmediatez. Por tal motivo, podemos decir que su obra mexicana del exilio no estaba adscrita a una sociedad concreta. No eran reflexiones con el telón de fondo de la sociedad española. Más bien era una teoría sociológica y una sociología en general vinculada a un momento histórico, a un tiempo, a una problemática vigente: la de la crisis. En el sentido concreto y circunstancial de su obra habita una necesidad de ordenar una realidad social fragmentada, quebrada y rota. La crisis de inicios del siglo XX había tenido como gran consecuencia la fragmentación cultural de un todo: desde las ciencias sociales hasta la vida espiritual española y europea. El reflejo de ese período de grandes despropósitos fue la guerra. En este trabajo tendremos ocasión de ver su acercamiento teórico a la guerra. 340 Antes de dar más pistas avanzamos que su interés por este fenómeno se encuadraba en darle una explicación sociológica. Su pretensión era lograr un análisis de la significación histórica y cultural de la guerra como condicionamiento ligado a la vida 340 Medina se ocupó de la ―dimensión sociológica‖ de la guerra: comprender desde la sociología las causas y las consecuencias sociales de la guerra. Las consideraciones sociológicas de la guerra, como tema., estuvo estrechamente conectado con el tema de la crisis de la modernidad y de la sociología como ciencia de la actualidad. La voluntad era comprender los fenómenos sociales desde una dimensión integrada y global. 203 social del hombre. Su circunstancia vital –como el de la entera civilización - estaba arrastrado por una ―guerra total‖ (la Segunda Guerra Mundial) que había provocado un vacío de valores abismal. La guerra total aparece así como la causante de escisión y desarraigo en toda una sociedad, quedando ésta deshumanizada, y donde el exterminio del otro se toma como una única salida temeraria posible: ―Este enemigo abominable es, en una palabra, el enemigo total, que sólo merece exterminio o sometimiento sin condiciones. El carácter absoluto de este enemigo se extiende, en consecuencia, a las formas mismas de la lucha y su término. En este sentido, las guerras civiles suelen aproximarse al tipo puro de guerra absoluta y auténticamente totalitaria‖ (Medina, 1941d: 18). Las consecuencias culturales y sociales de esa guerra total, como contienda bélica absoluta y totalitaria, era la descomposición de la civilización occidental como ―agregado vital‖ (Medina, 1942a: 42). La guerra resquebrajó la unidad del proceso histórico de Occidente y de su cultura. La visión idílica tanto de una España personal como el de una Europa aglutinadora de toda una cultura representativa de unos valores humanistas universales se diluía. Se perdía la visión que manejaba y tendía de España como una nación artífice en la creación de los valores universales que Occidente había transmitido a todo el mundo. Unos valores que con la llegada de la Guerra Civil se vieron fracasados, inválidos, defenestrados injustamente y que con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, se vieron situados en el mayor de los ostracismos. Ese todo, el suyo, se derretía. No sorprende, por tanto, que definiese aquella circunstancia histórica que le tocó vivir como ―la crisis más grande sufrida en la historia humana, que empezó a apuntar en los albores de la guerra mundial y que después se ha desarrollado como profunda desmembración hasta los momentos álgidos de hoy en día‖ (Medina, 1941e: 148). Una crisis prolongada que caracterizó la primera mitad de la pasada centuria y en la que él fue privilegiado espectador. El intento de comprender su tiempo le llevó a acercarse a algunos de los autores alemanes que estaban preocupados por la crisis, como Karl Mannheim o Alfred Weber. 341 Había una preocupación de época de la que nuestro autor se hizo eco y, sobre todo, inclinó hacia su campo de estudio. La primera crisis de la modernidad era una crisis que tuvo como mayor característica la desconfianza en la razón, pero esta crisis de fe, había sido provocada justamente por la misma razón. Sus orígenes estaban causados por el desconcierto y distanciamiento entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del hombre, donde no se había alcanzado una armonía entre el mundo instrumental y el mundo del espíritu de la vida: ―Cierto, a la razón le debemos las condiciones de esta gran crisis. Pues han sido los triunfos logrados por ella en su tenaz enfrentarse con la naturaleza 341 Medina escribía lo siguiente sobre Mannheim: ―Posteriormente ha estudiado Mannheim, desde distintos aspectos, el fenómeno de la ―crisis‖ contemporánea en la obra titulada en su versión española: ―El hombre y la sociedad en la época de crisis‖. En ella reitera la posición de la Sociología del Conocimiento al analizar las características del pensamiento adecuado a la ―época de planificación‖‖ (Medina, 1939c: 15). También traduciría del mismo autor su Diagnóstico de nuestro tiempo para el Fondo de Cultura Económica, en 1994. Durante aquellos años mexicanos también tuvo mucha importancia entre la generación de exiliado españoles el libro Historia de la cultura, de Alfred Weber. Libro al que le dedicó las siguientes palabras: ―constituye un ensayo de interpretación sociológica de la historia universal de la cultura. […] Este es uno de los mejores libros engendrados por la crisis‖ (Medina, 1941e: 148). Tenemos a nuestro autor, en esos años de exilio mexicano, muy influido por la sociología alemana. Además es aprehensible la influencia ejercida en él tanto por Max Weber, como por su hermano Alfred, a la hora de entender el destino de la civilización occidental (Medina, 1942a: 40). Sin embargo, la influencia del mayor de los Weber fue superior en cuanto a la construcción teórica de la sociología. 204 implacable los que han hecho al hombre demasiado poderoso en un aspecto parcial de su vida, el más externo y quebradizo. Pero sólo la razón, a su vez, puede restablecer el equilibrio entre los resortes íntimos, rezagados, y los mecanismos producidos por una inventiva unilateral […] La inteligencia es lo único que nos permite operar con cierta previsión, pues sus instrumentos han sido refinados en un trabajo de centurias y cabe mejorarlos y transformarlos día a día a tenor de la eficacia que muestran en su funcionamiento‖ (Medina, 1987: 75). Pero en la razón también se encontraba depositada la salvación de ese tiempo. Su tarea durante algún tiempo pasó por formular una interpretación sociológica de un momento concreto de la historia española, europea y occidental. Los síntomas de desintegración fueron motivo ocasional para realizar un análisis sociológico de las causas y de la estructura de los acontecimientos y de la mentalidad colectiva contemporánea. No sólo era importante preguntarse sobre qué características del pensamiento o qué racionalidades han de ser adecuadas para la reconstrucción del mundo, sino también qué sociología científica se necesitaba para tal empresa intelectual. Medina interpretó que las pocas ilusiones y esperanzas de ese período concreto desfilaba por confiar en la razón y en las ciencias sociales. 3. El destape de “lo social”: el fracaso de las ciencias sociales. La inestabilidad del primer tercio del siglo XX levantó preocupaciones por lo social que antes no se habían tenido. Destapó importantes quiebras históricas y sociales. El resultado fue la emergencia de ―lo social‖: ―Nuestro tiempo es social por excelencia‖ (Medina, 1939a: 70). Lo social- y la sociología- comenzaba a distinguir la sociedad contemporánea. Se empezaba a tener una ―conciencia sociológica‖ o una ―conciencia social del mundo presente‖ (Medina, 1987: 89). 342 Además esa conciencia social –y encima crítica- repercutió en un cuestionamiento epistemológico acerca de la condición científica de las ciencias sociales. Se sacó a luz la inoperancia y frustración de las ciencias sociales a la hora de prever ese momento crítico. Se apuntaba, por ejemplo, la incapacidad de la teoría económica, de la ciencia política y de la historia al no poder obtener orientaciones sobre las tensiones internacionales (Medina, 1941c: 39-44, reconstrucción). Explicaba tal desengaño por la carencia del carácter científico de las ciencias sociales: ―El fracaso de las ciencias sociales –la necesidad de su reconstrucción- no ha dependido de su carácter científico, sino al contrario, de su carencia de él‖ (Medina, 1942b: 112). Había diversos problemas acumulados que apuntaban a esa necesidad de renovación del carácter científico de las ciencias sociales: desde el abandono de la teoría, la excesiva especialización, la confusión entre objetividad con neutralidad valorativa, la ausencia de consensos teóricos o su incapacidad práctica de ofrecer soluciones al hombre. 342 Medina avanzó el carácter eminentemente sociológico de la sociedad contemporánea y del triunfo posterior de la sociología: ―Pues la repetida aparición en artículos, libros y piezas oratorias de alusiones a la Sociología, de los adjetivos sociológicos y social, ha creado y mantiene una peculiar atmósfera en la que todos respiramos y que es lo nuevo y significativo […] Lo que importa es subrayar esa afanosa preocupación del hombre moderno por encontrar en ―lo social‖ la clave de su vida y sus aventuras‖ (Medina, 1987: 88). Su destino biográfico, como él bien sabía con estas notas casi autobiográficas, apuntaba ese aumento de lo social en la sociedad moderna. 205 Para adentrarse directamente a los problemas sociales se había prescindido de las teorías. Medina Echavarría señaló como una de las causas de esa incapacidad de las ciencias sociales fue el ―abandono de la teoría‖ (1941c: 48). La práctica científica en las ciencias sociales –y sobre todo en la sociología o en la teoría económica- había privilegiado el aspecto empírico y operativo acabando con las referencias teóricas: ―La purga empirista ha sido siempre habitual de todo exceso con la teoría‖ (Medina, 1941c: 48, reconstrucción). Lo importante eran los ―datos‖ y los ―problemas‖ y no tanto los hechos brutos de experiencias que son los propios de la teoría. El proceso de investigación mismo había tendido a situar a un segundo plano a la teoría. Esto hacía que las ciencias sociales desvirtuaran uno de los pilares sobre los que se construyen como ciencia: se abandonaba la teoría como aparato contemplativo lo que provocaba que las proyecciones sobre la realidad quedaban cojas. Se hacía ciencia únicamente desde el aparato operativo –la técnica, la práctica- sin tener en cuenta esas visiones teóricas panorámicas o generales que se necesitan para dar un mapa integrado de la realidad. Y cuando se hacía teoría no se lanzaban esas teorías de gran alcance. No se tenía una cartografía social abundante ni una perspectiva completa de ese entramado social. Se había caído en un ―especialismo miope‖ que disfrazaba al intelectual como experto de una parte de la realidad (Medina, 1941c: 46). De esta manera, los científicos sociales únicamente tenían una perspectiva útil, pero eso, sí, incompleta y no integrada de un todo. Medina Echavarría reclamaba, por tanto, unas visiones de conjunto que se proyectasen a un todo, a ese momento histórico como un proceso histórico y social de profundos cambios que necesitaba una explicación por parte de las ciencias sociales. Porque la crisis era de origen social y competía, por consiguiente, a las ciencias sociales su solución. Se necesitaba una gran teoría sociológica que fuera capaz de resistir todo lo que se venía encima en ese tiempo aciago y abandonado al extravío. Donde la aspiración de objetividad de las ciencias sociales las ha llevado en numerosas ocasiones a confundir esta capacidad con la neutralidad valorativa. Ser objetivas no significa abdicar de una carga valorativa, de una postura. Éste ha sido uno de los grandes errores de las ciencias sociales y del papel social de los científicos sociales. Nuestro autor reconocía que esta evasión en sus tareas de responsabilidad social es parte de su situación crítica, principalmente, porque se han dejado comer terreno y colonizar por parte del campo político y del campo del poder: ―Por una parte, la reiterada abstención de la inteligencia científica en ofrecer caminos y soluciones tenía que ser interpretada a la larga como su renuncia definitiva al ejercicio de derechos tenidos antes como indiscutibles […] Por otra parte, el ejercicio sistemático de la neutralidad, ya casi por la neutralidad misma o como encubierto medio de protección, iba a enraizar de tal manera esa actitud que los científicos se encontraron, en momentos decisivos, paralizados para defender su propio derecho a la existencia, es decir, el derecho a la verdad y a la libre investigación, que eran los valores que justificaban precisamente su parapetada defensa de la objetividad. Donde esto se produjo, por ejemplo en Alemania, se consumó en forma completa la ruina de la autoridad de los intelectuales como grupo, malográndose incluso las posibilidades de su actuación para un futuro inmediato‖ (Medina, 1941c: 45). Si los científicos sociales no asumieron su ―responsabilidad científica‖ y cayeron en discursos llenos de generalizaciones, imprecisiones y especulaciones que les alejaron de la auténtica práctica científica, la ―ciencia militante‖ igualmente alejaba al científico 206 social de su auténtico ejercicio científico (Medina, 1941: 48). Desde su experiencia biográfica nuestro autor entendía que a la actividad científica no le competía asumir una postura política (Weber, 2001). El científico social, como intelectual, tenía que aferrarse a las normas del campo científico, ligadas al prestigio científico y a la libertad de investigación; lo que no quitaba, por otro lado, para no abstenerse de opinar o referirse a situaciones propias del campo del poder. Medina no apuntaba la incompatibilidad entre ciencia y política, pero sí mantenía una saludable distancia. Cosa bien distinta era la militancia y la beligerancia política por parte de los científicos al asumir una postura clara y definida en el campo político que difuminaba los contornos y los límites del conocimiento científico. Un conocimiento que se terminaba de prescindir a favor de las ideologías políticas y las relaciones con el poder. La crisis contemporánea además había evidenciado la insolvencia de las ciencias sociales de no llegar a consensos teóricos sobre una visión unitaria de la historia, con lo que se veían sorprendidas por la celeridad de los tiempos. Habían manifestado un desajuste entre una realidad social que necesitaba la urgencia de definiciones, visiones de conjunto, en fin, explicaciones racionales, pero que tales no eran ofrecidas por las ciencias sociales al caer en especulaciones oportunistas ausentes de toda carga racional. Es lo que tenía la ausencia y retardo de las teorías y su falta de actitud científica: ―En las ciencias sociales ha habido siempre un retraso del planteamiento teórico con respecto a la transformación social; de esta suerte, la única peculiaridad que hoy puede señalarse es la de que el ritmo del cambio social es actualmente tan veloz que aquel rezagamiento aparece muchas veces como abismático. Seguramente esa distancia y ese ritmo acelerado son los causantes psicológicos del vértigo que acecha hoy al que contempla el panorama de la ciencia social‖ (Medina, 1941c: 37). Estos planteamientos teóricos –propios de la sociología del conocimiento- le venían a Medina, por supuesto, de la notable influencia de Karl Mannheim. 343 Este desequilibrio como síndrome de retardo suponía un desajuste entre la ciencia y la vida: ―El retraso de la ciencia social ante la vida es tanto más grave cuanto que lo es con respecto al tipo de pensamiento que exige la estructura social en que vivimos‖ (Medina, 1940b: 19). Ese mundo crítico necesitaba de explicaciones racionales, pero justamente las ciencias sociales no encontraron o no tenían la formula operativa adecuada para dar contestación a esos problemas mundanos del día a día. Estaban rezagadas en cavilaciones inoperantes que la desviaban de su dimensión práctica. Al desajuste entre ciencia y vida, se le unía el desajuste entre teoría y práctica. Las ciencias sociales adolecían a su vez de brindar soluciones al hombre en esos tiempos de incertidumbre: ―Si la vida real avanza en sus problemas más allá de donde ha llegado el campo limitado del interés científico, la ciencia queda rezagada ante la urgencia de la hora. Cabe suponer que tal ocurrirá cuando el proceso social sea muy veloz. No es otro, en efecto, el último fundamento de la situación crítica de la ciencia 343 Cita y le influye mucho el Mannheim de El hombre y la sociedad en época de crisis. El alemán escribiría: ―nuestras ciencias sociales están todavía rezagadas en el terreno del pensamiento parcial, mientras que la orientación vital práctica, precediendo a los verdaderos conflictos del acontecer social, cada vez con más frecuencia le obliga a tramitar sus problemas en el sentido del pensamiento con interdependencia‖ (Mannheim, 1958: 159). 207 social en nuestros días. El desequilibrio de ritmo entre la tradición científica y académica y el cambio social tienen al científico perplejo y al lego insatisfecho‖ (Medina, 1940b: 18). José Medina Echavarría, como intelectual responsable, estaba ciertamente perplejo por ese desequilibrio entre la ciencia y la vida. Esto podía causar desconfianza respecto a las ciencias sociales en la sociedad y en la opinión pública a la hora de pedirlas explicaciones por su falta de diagnóstico. Se había luchado tanto para la acumulación del conocimiento científico social que esta crisis iba a echar por tierra tanto sacrificio. Su juicio, pesimista, señalaba tajantemente que ―la ciencia social está(ba) pasando por uno de los momentos más penosos de su vida‖ (Medina, 1940b: 22). Era incapaz de comprender esa circunstancia vital. En similares términos se refería su compañero de exilio José Gaos a la situación crítica de estas disciplinas: ―las pobres ciencias sociales están en crisis, en bancarrota, han fracasado, no sirven para nada, necesitan urgentemente una reconstrucción‖ (Medina, 1942b: 105). Ante esta dificultad surgía, por otro lado, la esperanza de adentrarse a esta reconstrucción. Si José Gaos, por ejemplo, entendió que la renovación de las ciencias sociales tenía que ser encabezada por la filosofía, nuestro autor confió este papel protagónico a la sociología. Él entendió que en esa circunstancia la reorientación pasaba por racionalizar el mundo de la vida, ciencias sociales incluidas. Ante los problemas culturales, políticos y sociales que se manifestaban en ese mundo crítico era necesario desplegar una actitud científica. Había que racionalizar esa irracionalidad desmesurada que se había llevado por delante a las ciencias sociales. No quedaba más remedio que emprender una reconstrucción de estas ciencias depositando toda confianza en recobrar su talante científico. Estaba comenzando para Medina Echavarría su aventura por lo social y la sociología. 4. La renovación de las ciencias sociales y el camino hacia la sociología. Todo comenzaba por asumir una actitud racionalista entendida como ―conciencia reflexiva de propensión científica‖ (Medina, 1939a: 70). Racionalizar la vida al calor de la renovación de las ciencias sociales también era una invitación a la aventura intelectual: ―todas estas dificultades de orden intelectual en que se encuentra la investigación social en su necesidad de adaptarse a nuevas circunstancias no parecen, ni mucho menos, invencibles. Y esto, sin añadir que, por el contrario, incitan el espíritu de exploración y aventura del científico‖ (Medina, 1940b: 21). La emergencia de ―lo social‖ en ese mundo crítico suponía el mejor estímulo intelectual para las ciencias sociales y para la sociología. De esta manera, el acercamiento a la crisis de la modernidad y a la sociedad contemporánea sería a partir de un acercamiento científico para tratar de explicar y comprender el porqué de esa crisis sustancial. Por ello, el sentido de crisis y la crisis misma como concepto, fue tomado como un incentivo y estímulo para la propia sociología. La crisis como desorganización y descomposición del entramado social tradicional se ofrecía resueltamente a la sociología como objeto de estudio científico. La crisis capacitaba al hombre de ciencia para aproximarse a su tiempo con actitud reflexiva de propensión científica. La ciencia sociológica -como ciencia de la primera crisis de la modernidad- tenía ahora la oportunidad de reflexionar sobre la circunstancia histórica que la rodeaba, pero también sobre sus condiciones de posibilidad como ciencia en ese contenido histórico. Por tal motivo, la aventura de lo social la debemos de entender como la tarea a la que se enfrentaron los padres fundacionales -como Medina lo fue en América Latina- a la hora de pensar su tiempo como reflexión epistemológica sobre la disciplina sociológica. En el intento de 208 comprender su tiempo, nuestro autor entendió que podía encontrar las claves para comprender científicamente a la sociología. La reordenación del mundo crítico competía a la sociología por su capacidad de ajustar ese desequilibrio entre ciencia y urgencia de la vida. Nuestro autor, siguiendo a Hans Freyer, entendía que la sociología como ciencia de la realidad era la ciencia que mejor podía llegar a comprender esa primera crisis de la modernidad. La sociología era vista como la ―autoconciencia de una época crítica‖ (Medina, 1939a: 74). 344 Este punto de partida le permitía asumir y desplegar una visión práctica de la sociología, como herramienta al servicio de la sociedad, acercándose a Karl Mannheim y partiendo de Augusto Comte, para reclamar que ante los problemas sociales que penetraban hondamente en la estructura social había que desplegar una actitud científica como actitud sociológica. O lo que es lo mismo, ante las tormentas del mundo, tenía que ofrecerse la ―responsabilidad de la inteligencia‖ (Medina, 1987). Adentrarse en la sociología también significaba, siguiendo la sociología del conocimiento, introducirse a conocer esa estructura social penetrada por lo social y sus formas de conocimiento y pensamiento: ―De importancia mucho más considerable, sin embargo, es la penetración de la realidad social en la estructura y contenido del conocimiento, el aspecto ―constitutivo‖ de la influencia de la sociedad en el pensar, que vincula a éste, en más o menos, a la particularidad de un medio social determinado. Es ésta la especial conexión que plantea para las ciencias sociales, al menos, la necesidad de reelaborar una teoría del conocimiento basada de hecho, hasta ahora, únicamente, en las formas del conocer de las ciencias metafísicas‖ (Medina, 1939d: 14). La penetración y la importancia de lo social en la sociedad reclamaban a las ciencias sociales su renovación científica y la revisión del enfoque sociológico. Tenemos entonces una ciencia social ―desesperada‖ buscando su sitio (Medina, 1941c: 35). La preocupación por la realidad no escondía únicamente una reclamación por la metafísica del hombre y su sentido ontológico, si no también sobre la significación de cómo había que aproximarse a la realidad social. Ese afán de superación científica de la sociología para explicar el mundo crítico ya lo encontramos en las primeras formulaciones de la ―actitud sociológica‖ de L. von Stein y A. Comte (Medina, 1987: 94-95). El alemán habló de las sociedades ―abandonadas a sí misma‖ y Comte del tránsito de una época negativa a una época positiva a través de la confianza en la razón y en la sociología (Medina, 1939a: 74). 345 344 La sociología es la ciencia de la crisis. Cuanta más crisis mayor necesidad de la sociología para conocer los órdenes sociales propios. Medina, como estamos viendo, se hizo eco de la literatura y la corriente dominante de la sociología alemana de aquellos años 30: ―En este sentido es evidente que quizá lo mejor de la Sociología más última viene estimulado por la crisis que atravesamos. No es de extrañar, por tanto, que por su deslumbramiento ante lo contemporáneo se haya sostenido, especialmente en Alemania y por Freyer en forma aguda, que el sentido de la Sociología reside en ser ésta auténticamente la reflexión de una época crítica sobre sí misma, o dicho en otra forma, la autoconciencia de una época crítica‖ (Medina, 1987: 91). Nuestro autor citaba al Hans Freyer de Soziologie Acs Wirklichkeiswissenschaft. Con ello dibujaba un panorama desolador al despertar bruscamente el hombre contemporáneo del sueño de la razón. 345 A partir de la similitud de ambos autores, Medina entendió que la el carácter desorganizado de la sociedad necesitaba de una actitud y conciencia sociológica para organizar lo social. 209 Medina Echavarría asumió esa ―actitud sociológica‖ confiando en la capacidad que tendría la ciencia para explicar ese mundo crítico y dentro de sus posibilidades poder reconducirlo; acercándose nuevamente a Mannheim. El destino del hombre iba en ello. Esta aventura de lo social le llevó a confiar en la sociología como ciencia de la previsión, apropiándose de la práctica sociológica de Auguste Comte de ―Voir pour savoir, savoir pour prevóir‖: ―En este sentido, cualesquiera que puedan ser las variaciones de la moda o de la sucesión y antagonismo de las escuelas, no ha habido, ni puede haber Sociología auténtica que no conserve como una de sus intenciones, expresa o tácitamente, la pretensión concisamente formulada por el fundador del positivismo‖ (Medina, 1939a: 76). No había, por tanto, sociología sin previsión. 346 La reconducción de la sociedad contemporánea pasaba por confiar ciegamente en la capacidad racional de la sociología porque ―la inteligencia es lo único que nos permite operar con cierta precisión, pues sus instrumentos han sido refinados en un trabajo de centurias y cabe mejorarlos y transformarlos día a día a tenor de la eficacia que muestren en su funcionamiento‖ (Medina, 1941c: 51). Nuestro autor confiaba en las posibilidades racionales de las ciencias sociales, y sobre todo, de la sociología para reconducir su tiempo y, con ello, reajustar la vida del hombre en esa sensación de vacío: ―En la experiencia objetiva –incluso limitada de la ciencia- tendremos que encontrar, en definitiva, el criterio más seguro, imparcial, y general para la regulación de la conducta humana‖ (Medina, 1939e: 166). Había confianza aún de enderezar el rumbo a partir del conocimiento científico acumulado. El hombre, en un contexto de masas y rodeado por una modernidad en quiebra, tenía la posibilidad de escapar de todo ese irracionalismo y de ese pensamiento especulativo sin fundamento científico recuperando el valor de la razón positiva. Únicamente ella podía restablecer el equilibrio. Sí el tiempo era crítico, dependía de los hombres volver a la sociedad. Sí la sociedad estaba abandonada, el tiempo moderno era auténticamente social porque Josñe Medina veía en él la reconciliación del hombre con su tiempo y la reconducción de una etapa crítica hacia una etapa positiva. El propósito no era otro que proponer y lanzar – planificar- un mundo nuevo, una sociedad nueva. Desde que nació la ciencia sociológica estaba rodeada por la crisis: ―La Sociología nace, pues, en un mundo crítico, pero éste es a la vez mundo concluso y mundo histórico‖. Es un mundo histórico cada vez más dilatado por los acontecimientos históricos, desde la Revolución industrial, la Revoluciones políticas y las implicaciones culturales, económicas, sociales y políticas del ascenso de las masas. A todo esto se unía la sensación compartida de comenzar a vivir en una realidad social y política distinguida por una ―contracción de las dimensiones geográficas‖ (Medina, 1939: 75). 347 346 Aunque sin ser un ―tema mexicano‖, tenemos que recordar que el positivismo tenía, como vimos, gran difusión en México. Estas preocupaciones positivistas de Medina podrían agradar, más o menos, a sus (pocos) interlocutores. Aunque sigo manteniendo que en México escribió para él y sobre sus preocupaciones. 347 Medina sin utilizar la palabra globalización ya nos hablaba tempranamente de este concepto, de un mundo donde los acontecimientos históricos de escala global tienen repercusiones inmediatas en sociedades concretas y entornos locales: ―El desarrollo de las condiciones materiales de nuestra existencia, el resultado de la ciencia, de la técnica y de la expansión económica, las consecuencias de la racionalización de todas las formas de la vida, han transformado en una centuria la faz de la tierra, han encogido sus dimensiones y muestran por primera vez como posible la plena realización del principio de universalidad‖ (Medina, 1987: 255). Recordemos que también en Francisco Ayala se encuentra una cierta 210 Se tenía la sensación de vivir una vida en mutación continua, de ser miembro de una sociedad cada vez más opaca y de estar presenciando la expansión de un mundo que llevaba consigo la fusión de culturas dispares. Sí la sociología nació en un tiempo en descomposición se debía a que su deber científico era recomponer ese horizonte vital diseccionado. La tarea, como venimos apuntando, se situaba en renovar el enfoque de las ciencias sociales desde una perspectiva integrada. Se tenían que reconstruir sobre las herencias de conocimiento acumuladas y heredadas. Si la cultura moderna es científica, todo conocimiento es acumulación. Ningún conocimiento es nuevo. La ciencia es herencia. Como tal, la práctica de renovar las ciencias sociales y, con ello, la sociología empezaba por teorizar a partir de lo ya teorizado: ―Ningún hombre de ciencia, como ningún carpintero, es un ser adámico cuando se pone a su tarea; una larga experiencia histórica ha ido acumulando, con la colaboración de muchas, numerosas mentefacturas, bastantes de las cuales han resistido, victoriosas, pruebas repetidas‖ (Medina, 1941c: 55). Medina entendía a la razón en términos similares a los de Ortega y su razón histórica. De esta manera, el nivel cultural de una época no era algo que haya acaecido fortuitamente, sino que ha sido el resultado de largos esfuerzos, de una continuada acumulación de conquistas, logradas después de numerosos ensayos acompañados de fracasos y de éxitos. Además esa demanda sobre el conocimiento heredado escondía su propia reclamación como sociólogo. Él ya reflexionaba sobre el rol del sociólogo y sus funciones dentro de esa tradición científica a la que se adscribía: ―El investigador social forma parte necesariamente de una tradición científica y académica, en la que se hereda con el saber acumulado, la predilección por ciertos problemas que acotan los campos de investigación‖ (Medina, 1940b: 17). Era una manera también de reclamar su papel como sociólogo, de definirse y de identificarse a sí mismo, y que los otros –esa nueva comunidad científica- le identificara como tal. Nuestro autor, pensando ya como sociólogo, tenía que enfrentarse, por tanto, a unos ―problemas heredados‖ que iban insertos en la matriz de la propia disciplina y que en México trató de descifrar. Lo que tenía claro José Medina Echavarría es que la filosofía, por sí sola, no podía explicar su circunstancia histórica. La filosofía ya no ofrecía muchas posibilidades de esclarecer un panorama histórico cambiante, oscuro, diferente, técnico, moderno: ―Se habla de la necesidad de una nueva fe, de nuevas creencias. Estoy de acuerdo. Y creo que la filosofía respondiendo a lo que ha sido en sus épocas clásicas tiene hoy en esto su verdadera tarea. La filosofía es visión, iluminación, reconstrucción total. Pero dudo mucho que recupere ese papel, si en lo futuro se vuelve de espaldas a lo que la ciencia representa ya definitivamente para la vida humana y la política como destino colectivo‖ (Medina, 1942b: 113). La explicación concreta del mundo competía a la sociología y a su enfoque integrado de sus dos aspectos: el instrumental y el interpretativo. ―Saber como previsión, caro al positivismo francés, y saber como conciencia de una situación a que se inclinan el idealismo e historicismo alemanes; en realidad, fundados y fundidos ambos en la estructura misma de la vida (Caamaño, 2004: 22). El análisis sociológico tenía esa capacidad ecléctica de unir esos dos aspectos que al principio estuvieron separados en la práctica científico-social. Por tal motivo, nuestro autor entendía que la idea de globalización en su ―Ley de Unificación del Mundo‖ (Ribes, 2002). Vemos, por tanto, la actualidad de esas miradas 70 años después. 211 sociología era la ciencia protagónica capaz de encabezar la reconstrucción de las ciencias sociales como de ―dirigir‖ del destino colectivo. Medina, no hablaba en clave del destino del hombre, sino en clave del destino humano como colectividad, como comunidad, como sociedad, como un ―agregado vital‖ o cultural que a partir de la modernidad el conocimiento sociológico se iba imponiendo como cultura dominante. Su tiempo era sociológico por antonomasia. El siglo XX tenía que suponer la elevación de la sociología. Fue un siglo caracterizado por la irrupción de lo social; de ahí esa concepción de la sociedad como cambiante, modernizante y verdaderamente transformadora. Esto se debía a la ―penetración de lo social‖ en la ―estructura del aspecto‖ (Medina, 1939d: 14). Si la mirada al mundo era crítica, se necesitaba pensar sobre ese paisaje desolador. Y si los sociólogos como él tenían una imagen crítica del mundo es que la mentalidad de ese momento era crítica. La influencia recíproca entre las formas y procesos sociales de un lado, y los contenidos culturales de otro, abría la aplicación del método sociológico a lo que inicialmente se consideró como temas culturales -como sociología de la cultura-. Se comenzaba a reflexionar sobre el influjo de los actos individuales y las formas sociales (estructura social) sobre los contenidos de la vida humana. Aquel siglo con sus acontecimientos históricos, sociales y políticos estaba revelando la importancia de la reflexividad sociológica para comprender una realidad cambiante. Lo social acompañaría desde entonces nuestra existencia, constituyendo un testimonio de lo que se llama sociedad. Sin embargo, a pesar de esa notoriedad de lo social en nuestra experiencia cotidiana, ocurre que no resulta fácil definir lo social. Esta palabra, ―la sociedad‖, que a primera vista nos parece transparente y obvia, resulta que se nos escabulle cuando entramos a precisarla con el suficiente rigor. Medina era consciente de los problemas causados por esta ―indefinición‖ de la sociedad y de la sociología. A partir de ese punto inició sus propias ideas sobre nuestra disciplina. Explicando su tiempo explicaría el mundo, sus cambios, la sociología, y, de paso, lograría comprender su destino biográfico en la adversidad del exilio. 5. Sobre la indefinición de la sociología. José Medina Echavarría estaba pensando la sociología y no solamente lo social. Trataba de superar las influencias del tradicional ensayismo social latinoamericano al haber tropezado en México con el mismo problema que abandonó en España: la dificultad de pensar sociológicamente en una sociedad con poca sociología y en un claro estado de subdesarrollo –y encima colonizada-. 348 La competencia estaba por ver quién era capaz de definir legítimamente la palabra ―sociología‖ desde una estructura de pensamiento caracterizada por la ausencia de una sociología académica institucionalizada y su falta de normas, criterios, disposiciones. Los pocos cultivadores de la sociología en aquel país lo hacían, como vimos, de manera aislada. 349 No se 348 Una de las mayores aportaciones de Medina, no siempre reconocida, fue la de reclamar la originalidad de pensar la sociología en lengua castellana. Su faceta de traductor y de intérprete de los clásicos de la disciplina apuntaba a tal dirección: la necesidad de escapar de toda dependencia y de todo determinismo extranjero. Sí, había que tener en cuenta muy necesariamente la obra de los grandes pensadores de la sociología, pero el objetivo era transferirla a una realidad concreta e histórica en la que muchas veces algunos planteamientos no valían para sociedades y momentos distintos. Había que evitar esas modas foráneas que implantadas muchas veces no eran nada fructíferas. 349 Lo cierto es que no tuvo interlocutores en México. Una de las pocas polémicas intelectuales que mantuvo en su estancia mexicana fue con José Gaos. Esto demuestra, por un lado, el poco grado de integración en la comunidad científica receptora y, por el otro, Medina veía en el filósofo español a un interlocutor con quien poder debatir y polemizar sobre las competencias científicas de la sociología. 212 entendía muy bien qué era eso que se hacía llamar sociología. No había una manera unitaria y, por tal motivo, se caía en una completa difusión a la hora de saber definir qué era la sociología. Su aportación en México apuntó a tal dimensión: definir la sociología, delimitar los temas sociológicos y dotarla, en sí, de un status científico. Su discurso epistemológico trató de construir legítimamente esta ciencia social y a su vez conferir a su posición de sociólogo –como sujeto de conocimiento- de la misma legitimidad. Le preocupaba, por tanto, el carácter específico y existencial de la ciencia sociológica como ciencia: ―El problema de la substantividad de la Sociología como aparente preocupación de primer plano es, en efecto, derivado y secundario; puede relegarse por tanto a la penumbra como cuestión académica o disputa de profesionales‖ (Medina, 1942b: 109). Tal preocupación le condujo irremediablemente a la disputa entre conocimientos y disciplinas por definir a la sociología. La expresión fundamental de ese período intelectual de Medina Echavarría era deslindar a la sociología, como sociología general, por un lado, de la filosofía social y, por otro, de las ciencias especiales como la sociografía, etc. Su interés -que apreciamos en distintas manifestaciones- era señalar que las imprecisiones respecto a la sociología impedían un conocimiento sociológico de la realidad. Esto había quedado en evidencia por la descomposición de la sociedad occidental. Él buscaba la seriedad de método y objeto de estudio para la ciencia sociológica, para que su cultivo no se confundiera con cualquier otra cosa que no fuera ciencia. Esta tarea intelectual en la que nuestro autor se embarcó creo que hay destacarla como un punto importante dentro de su trayectoria porque si él quería señalar el status científico de la sociología, compete preguntarse cómo él comprendió lo social y luego cómo accedió a su conocimiento. En definitiva, cómo se adentró a conocer la realidad social. Por tal motivo, en las siguientes páginas cobrarán importancia las siguientes preguntas: ¿cómo uno accede a conocer lo social desde un punto de vista epistemológico? ¿Es posible conocer la realidad social? Más aún: ¿qué era la realidad social para José Medina Echavarría? Dilemas importantes de la sociología y que encierran esa relación entre estructura (sociedad) y acción (sujeto). Además en todo momento trataremos –esperamos conseguirlo- de relacionar estrechamente la dimensión epistemológica de su obra con su sociología en general y con su propia biografía, destacando también sus aportes a esta parcela de la ciencia social. Le movía a nuestro autor, en aquel entonces de México, el compromiso intelectual por entender la razón del mundo y de su ciencia. 6. La delimitación de los temas sociológicos. La sociología, en su pretensión de ser ciencia autónoma, tenía que limitar los temas sociológicos. Debía mantenerse independiente frente a la indagación filosófica de los ideales y de su especulación normativa. A la sociología le correspondía elaborarse con entera independencia de la teoría de los ideales sociales. Para ello, tenía que comenzar a definirse como ciencia dada su indeterminación. ―La palabra sociología no nos ofrece por sí misma idea alguna precisa respecto al contenido de esa ciencia‖ (Medina, 1939a: 69). La sociología se debatía en aquel entonces en su lucha por adquirir el estatus de ciencia en un momento en que la misma palabra sociología era empleada Podemos decir que esta polémica no dejaba de ser una disputa propia entre intelectuales que se conocían, como amigos, y sobre temas conocidos. 213 con tan diversos significados. José Medina, preocupado en aquel entonces por la construcción teórica de la sociología, temía que las imprecisiones dentro de la sociología produjeran su retroceso como ciencia. Así lo decía en una crítica al libro de Hans Freyer La sociología como ciencia de la realidad, sobre la ausencia empírica y metodológica de esta obra: ―De aquí el retroceso que su obra supone, y no sólo frente a los grandes sociólogos del XIX, sino respecto a los propios fundadores de la sociología con todos sus defectos y fallas. Esto es tanto más lamentable cuanto que la Sociología está expuesta continuamente, si no acentúa el rigor de sus métodos y las exigencias de contenido, al asalto de toda suerte de simuladores, tanto científicos como políticos‖ (Medina, 1940a: 148,). 350 Se sentía sociólogo y apuntaba a los que no eran: a los simuladores de la sociología que sembraban más vacilación. Si no se acumulaba el conocimiento sociólogo y no se podía perfilar su objeto de estudio, sus técnicas y sus teorías. El temor permanecía en que si no se seguía el método científico, cualquiera podía decir que estaba haciendo sociología, que lo que escribía era sociología. Esto era consecuencia de la vaguedad que rodeaba a esta ciencia social. La sociología era una ciencia en formación. Por el mismo hecho de ser una ciencia en período de crecimiento, cada una de las diversas escuelas sociológicas exponía una definición de la sociología de acuerdo a sus lineamientos fundamentales (Medina, 2008). Había casi tantas definiciones como cultivadores. La sociología estaba en un período de adolescencia. No así la doctrina jurídica o la doctrina económica, que contaban con una larguísima tradición. Es justo en ese momento cuando se debatía sobre la delimitación de su objeto con la pretensión de aclarar de modo suficiente sus supuestos más elementales. El propósito era poner fin a la tendencia especulativa de la sociología y a un empirismo de bajo vuelo, porque ―la enfermedad mortal de la sociología ha estado siempre en sus generalizaciones precipitadas‖ (Medina, 1940a: 148). El problema para delimitar los temas sociológicos aparecía cuando muchos de esas generalizaciones y de temas supuestamente sociológicos estaban relacionados con la vida humana y se hallaban entroncados con temas filosóficos. Medina advertía de la dificultad de la ciencia sociológica al estar el sujeto de conocimiento confundido con el objeto de estudio: ―por encontrarse el sujeto confundido ―existencialmente‖ con el objeto‖ (1940a: 146). Los datos sociológicos quedaban impregnados del carácter existencial del sujeto. Surgía entonces la dificultad de transitar desde la teoría del conocimiento sociológico a la metodología sociológica. Aquí es justo donde situamos la polémica mantenida entre José Gaos y José Medina Echavarría sobre los límites de la filosofía y de la sociología bajo el marco del exilio y de la Segunda Guerra Mundial. La disputa entre ambos autores se debió a la publicación en 1941 del libro de Medina, Sociología: teoría y técnica, en el que nuestro autor ofrecía las concepciones de esta ciencia joven y los contados logros obtenidos por ella. En este libro nuestro autor asumió el razonamiento de encuadrar a la sociología por su propio criterio – revisión- y por su método –observación y experimento- en el marco general de las demás ciencias dado su conocimiento positivo sobre la realidad. En cambio, Gaos reclamaba para la sociología un tratamiento especial por la especialidad de su objeto: el hombre. El filósofo español entendía a la sociología como ―ciencia del espíritu o cultural‖. Pensaba que la sociología debía llevar incluida una preocupación por el 350 Medina aprovecha una reseña a un libro sobre Freyer del sociólogo argentino Alfredo Poviña para, en vez de hacer la correspondiente nota bibliográfica, volcar sus preocupaciones epistemológicas sobre la construcción de la sociología. No estaba tan preocupado en dialogar con otros interlocutores latinoamericanos, sino más bien, escribir sobre lo que en ese momento le preocupaba. 214 hombre, si no, únicamente sería una mera ingeniería social y una ciencia deshumanizada, sin hombre: ―El sociólogo debiera manipular unos símbolos –y manejar, dominar a la sociedad, a los hombres. Se quisiera poder manejar y dominar a los hombres como se maneja y domina la naturaleza‖. Gaos se sentía preocupado por el afán de dominación sobre el destino del hombre que ocultaba la ciencia sociológica y a la que achacaba ―su fracaso por falta de una moral‖ (Medina, 1942b: 103-108). Para este filósofo la sociología, al fin y al cabo, no tenía que ser ciencia natural. Además parece que le chirriaba el concepto de ―técnica‖ del libro de Medina, cuando se refería a la operatividad de la nueva ciencia social. Gaos actuaba como guardián de la disciplina filosófica, sintiéndose capacitado para poder limitar lo qué era o no la sociología. En resumidas cuentas, para él la filosofía era la ciencia de la libertad del hombre y la sociología la ciencia de su dominación. José Medina en su contestación reconocía a José Gaos los temores por una ―vida automática‖, por la tecnificación del mundo de la vida y la pérdida de espontaneidad, de creatividad; en fin, por la ―deshumanización‖ del hombre: ―El problema de una vida automática te estremece con razón; afortunadamente es imposible por muy científico que llegue a ser nuestro conocimiento. Mas entre una vida automática y una vida caótica se encuentra la gama de situaciones intermedias que la ciencia puede y debe proporcionar‖ (Medina, 1942b: 110). A diferencia de Gaos, Medina no sentía miedo por la razón o por el avance de la ciencia. Nuestro autor confiaba en la capacidad de la ciencia para resolver los problemas del hombre sin que esto supusiera su aniquilación. Su apuesta por la ciencia se debía a la experiencia de ésta de prever situaciones futuras por su carga histórica. Además, con ello, reconocía a la sociología como ciencia porque para él la sociología aunaba tanto ―razón histórica‖ como ―razón experimental‖ (Medina, 1942b: 111). Mientras el filósofo se aferraba en reclamar el componente filosófico de la sociología, el sociólogo trataba de superar esos supuestos y deslindarse de la carga filosófica de la sociología a favor de su carga científica. Nuestro protagonista veía la disputa entre la filosofía y la sociología como una competencia entre el irracionalismo y el racionalismo. Muestra de ello era la actitud férrea de Gaos de situar a la sociología como ciencia del espíritu –sociología de la cultura-, mientras que Medina la situaba como algo más que una ciencia del espíritu. Además, en el filósofo se intuía, como custodio de la disciplina filosófica, su incapacidad para abrir las fronteras al conocimiento. El sociólogo, en cambio, se distinguió siempre por mantener una mirada amplia respecto a la sociología y a las ciencias sociales, porque ―son precisamente las cuestiones marginales y fronterizas entre dos o más ciencias las más fecundas para el desarrollo del conocimiento y en donde está la clave de muchas dificultades‖ (Medina, 1941c: 47). Es justo en las fronteras, en las fricciones entre disciplinas, donde son más fecundas las posibilidades de conocimiento. Se requiere la integración de perspectivas, con una integración común, que encuentren lugares comunes para todas las ciencias sociales. Nuestro autor no prescindió de la filosofía a lo largo de su trayectoria intelectual, pero sí sabía que para alcanzar la autonomía de la sociología tenía que empezar a andar por caminos que no pasaban por la ciencia filosófica: ―Este esfuerzo por deslindar los términos, innecesario hoy en otras ciencias, debe mantenernos despierto con respecto a la Sociología por ser ciencia que no acaba de encontrarse plenamente constituida. Se olvida con frecuencia que la Sociología no es, ni pretende ser, más que una ciencia que, como todas las 215 demás, construye su teoría por la experiencia de ciertos hechos, o sea de un modo empírico inductivo y analítico (cualquiera que sea la forma que en ella tomen la inducción y el análisis) y sujetando sus conceptos, hipótesis y generalizaciones a la confirmación de la prueba‖ (Medina, 1940a: 145). La imprecisión de los límites entre la filosofía y la sociología llevaba a la ciencia sociológica a no tener que discutir sobre supuestos de la filosofía que no le incumbían. La sociología tenía que centrarse –ensimismarse- 351 sobre sus propios problemas constitutivos: delimitar su objeto de estudio, superar la confusión entre conocimiento y metodología, asimilar el conocimiento a la voluntad (saber y querer), ofrecer un cuerpo conceptual sólido y, principalmente, dar consistencia a su contenido (Medina, 1940a: 145-148). El objetivo pasaba por superar su fragilidad a partir de la actitud científica. Si la sociología tenía que deslindarse de la filosofía, en cambio, para Medina la sociología sí que tenía que pasar por los caminos de la historia –y también de la economía-. 352 Su enfoque sociológico era deudor, como sabemos, del positivismo francés y de la sociología comprensiva histórica alemana. El afán empírico se complementaba con saber que el mundo que vive el hombre es un mundo histórico. Se debía pensar la sociología –ante la urgencia del mundo- de una manera racional, positiva y científica, pero también de un modo histórico y comprensivo. Porque ―la Sociología es fundamentalmente ciencia del presente y que sus categorías son históricas‖ (Medina, 1940a: 147). La sociología aparecía así como la reflexión del hombre sobre sí mismo y sobre su circunstancia histórica. Él creía que a esta ciencia social también la competía comprender las acciones y procesos sociales del presente a partir de las claves históricas. Por ello, esta ciencia tenía que encomendarse como ciencia social de lo concreto para descifrar la realidad que se imponía al hombre: ―El hombre arrojado en la circunstancia social y partícipe en ella desde con su acción más nimia, se da cuenta que la estructura social en la que se encuentra inmerso, no es obra suya en la mayor dimensión, ni tan siquiera de su época, pues que deriva de la actividad de generaciones anteriores en proporción más o menos determinable. Y aprende así la tremenda lección de que su destino individual, su biografía, es su mayor parte un fragmento intercambiable de un destino colectivo. Pero, la a veces trágica imposibilidad de remontar su circunstancia, fuerza, al menos, al hombre, al intento de comprenderla. ¿Cuáles son, dónde residen, y de dónde provienen estas fuerzas que pesan tan decididamente sobre mi vida? Cuando esta interrogación se eleva a conciencia teórica nace la actitud ―comprensiva‖ de la Sociología‖ (Medina, 1939a: 78). 353 351 En México Medina sigue enfrascado en su ―tema europeo‖. Podemos decir que detrás estaba la disputa con José Ortega y Gasset, quien acusaba a la sociología de no tener ideas claras sobre su objeto específico de estudio: lo social (Medina, 1982: 11 y 24). Citaba al Ortega y Gasset de Ensimismamiento y alteración. Una polémica heredada de España y que se prolonga al exilio para diferenciarse, principalmente, del gran filósofo español. La sociología aún era vista por la filosofía como una ciencia muy superficial. Esta polémica heredada también era una forma de conseguir equilibrio intelectual como sociólogo exiliado. 352 Una convergencia entre disciplinas que también apuntaba en sus años de México y que acabó interesándole sobremanera en los años de Chile fue la relación entre Historia y Economía que tradicionalmente se había dado en las ciencias sociales alemanas: ―Pero es otro tipo de confluencia el que más interesa en este punto y es el de la Economía con la Historia. Pues de esa unión y penetración recíproca, nace, cabalmente, la más auténtica sociología alemana, y en consecuencia tiene esta forma de sociología como problema central el de la comprensión‖ (Medina, 1939b: 77). 353 Observamos cómo Medina entendía la sociología desde un enfoque comprensivo en términos parejos a los de Max Weber: ―Debe entenderse por Sociología: una ciencia que pretende entender, interpretándola, 216 La penetración de la conciencia histórica en lo social era una manera simbólica de comenzar a recorrer la aventura sociológica. Detrás de la delimitación de la sociología y de la sociedad había una cierta carga responsable sobre las tragedias sufridas por la humanidad en ese corto siglo XX. Constituyéndose tales definiciones se podría determinar que ser pertenece y que ser tiene el conocimiento sociológico. Esto ayudaría a acabar con ciertas especulaciones teóricas y sobre todo, ayudaría a dotar de claridad mental a ese momento histórico. El destino individual del hombre resultaba mediado por su circunstancia histórica y también por la historicidad penetrada en la estructura social. El carácter de la sociología, diferente, por ejemplo al de la filosofía, era concreto. Medina entendió que la sociedad no era una realidad en sí y por sí, aparte e independiente de los sujetos individuales. Comprendió que la sociedad era una forma de vida y una organización de los individuos anclada en raíces históricas. Más allá de esos apuntes, lo importante es que siempre trató de evitar todo sociologismo que terminase por sacrificar a los individuos en homenaje a la sociedad y al Estado: ―el hombre puede ser triturado en esa planificación […] Aceptamos los hechos, pero percibimos con claridad cuál es, ante ellos, nuestra misión: salvar en la época de la regulación la herencia inapreciable de la libertad humana‖ (Medina, 1987: 167). En definitiva, para José Medina Echavarría la sociología se tenía que ocupar de las condiciones y los determinantes que enmarcan la vida social y que influyen sobre ella (la circunstancia) y tenía que tratar de conocer las formas fundamentales de la vida social (la estructura social) y los procesos sociales como movimientos, las formas colectivas y las acciones sociales. 354 7. Para construir la sociología: racionalización de la sociología y actitud científica. Su objetivo epistemológico pasaba por racionalizar la sociología en la pretensión de hacer los órdenes sociales más racionales, más nítidos y más comprensibles para el sujeto de conocimiento. De eso tenía que dar cuenta su proyecto ―racionalizador‖ para la sociología: racionalizar la realidad social (Medina, 1982: 10). Aparecía, por tal motivo, la ciencia sociológica como un proyecto racionalista. Dando orden a la ciencia que él cultivaba, nuestro autor ordenaría su tiempo y su destino. La reclamación por la ciencia era una manera de achacar a los irracionalismos su incoherencia y debilidad a la hora de dejarse arrastrar por los aires de los tiempos sin solución aparente –Gaos, por ejemplo, representaba para nuestro autor ese irracionalismo tradicional español-. La racionalización del mundo de la vida suponía el asumir, sin miedo, una actitud científica. Una condición que también competía a la sociología como ciencia de la sociedad en su tarea de explicar los acontecimientos históricos, culturales, sociales y estructurales del presente. Aceptar el valor experimental y de medición de la ciencia no la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos‖ (2002). Esta influencia le llevaría a nuestro autor a tener muy en cuenta la relación estructura-acción social en su construcción sociológica. A este respecto podemos decir que por acción debe entenderse una conducta humana siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La ―acción social‖ por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos, está referido a la conducta de otros orientándose por ella en su desarrollo. 354 ―Las formas sociales, es evidente, están mantenidas por la voluntad humana. Son producto, en efecto, de nuestra conducta‖. Medina comenzaba a estar preocupado por la conducta humana: por la acción social, por ese camino a la sociología que es la relación entre individuo y sociedad. Cita a John Dewey, Human Nature and Conduct (Medina, 1940a: 146-147). 217 tenía que –como nos decía Medina- conjeturar el exterminio de las pasiones subjetivas e irracionales del individuo: ―Ahora bien, la revitalización de la actitud científica –más que de los contenidos de la ciencia en un momento determinado- como la única actitud racional e inteligente no implica el retorno a viejos pecados. Lo racional no tiene imperio absoluto en la vida humana, pero aunque de ahora en adelante tengamos que contar con las fuerzas irracionales y las fuerzas emocionales del hombre, no ahogándolas y reprimiéndolas como en el viejo racionalismo, la inteligencia tiene que mantener su derecho a ser la válvula de la regulación‖ (Medina, 1942b: 113, polémica Gaos). Para cimentar el conocimiento sociológico como conocimiento racional de la sociedad se necesitaba, por tanto, de una actitud científica y también de una disciplina: ―Pero la construcción de la Sociología como tal, es decir, la teoría sociológica con sus categorías y generalizaciones es cosa que incumbe a la actitud y a la disciplina científica‖ (Medina, 1940a: 145). Para nuestro autor era muy importante asimismo la disciplina científica entendida como rutinización de la práctica científica. La disciplina científica es un estilo de trabajo. 355 Es una forma mecánica de adentrarse a la comprensión racional del objeto de estudio de la ciencia sociológica. Esta práctica científica debe tener como resultado una mayor predicción sobre los acontecimientos sociales futuros. Medina, en cambio, nunca creía que las ciencias sociales y la sociología alcanzasen algún día la capacidad de pronóstico de las ciencias naturales, pero sí que tenían que tener un método científico que las permitiese, por lo menos, predecir algo, síntomas, y hacer más o menos esquemas ulteriores: ―aun suponiendo –cosa al parecer fundadamente improbable- que la ciencia social alcance algún día la capacidad de predicción de que disponen las naturales, no por eso se convertirá el hombre en el sujeto mecánico que a todos nos repugna. Su mayor avance en aquella dirección no habrá de significar sino que quedará más reducido el círculo de nuestras alternativas, de las expectativas encerradas en una situación y de lo hacedero en ella; más precisamente por eso, serás más auténticamente libre el acto de decisión‖ (Medina, 1942b: 111-112). Asumir el método científico de las ciencias naturales por parte de las ciencias sociales no tenía que significar el aniquilamiento del hombre, si no, todo lo contrario, era la mejor manera, según él, de reconducir una situación crítica y hacerle, al fin y al cabo, libre. De lo que se trataba era de intentar conocer más sobre la propia realidad para tener más motivos de los que sospechar, de los que conocer, de los que prevenir. Destaca, sin duda, la preocupación que tenía en aquellos años sobre el destino del 355 El enfoque de mirar la práctica científica como rutinización de un estilo de trabajo (y de un discurso) lo veremos a lo largo de este trabajo en diversos momentos de la trayectoria de José Medina Echavarría: por ejemplo, en el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México cuando nuestro autor quiera formalizar una especie de centro de investigaciones sociológicas y luego en la CEPAL de Santiago de Chile, cuando trabaje como sociólogo en un organismo internacional rodeado de diferentes expertos en un ambiente propio de la tecno-burocracia o ―burocracia científica‖. Lo destacado es que él siempre entendió la disciplina científica como una práctica en la que convergía la experimentación de distintos conocimientos (sociología, historia, economía) para explicar lo social y la sociedad. Detrás de esa disciplina existe una pregunta macrosociológica para comprender los acontecimientos sociales: ¿por qué la sociedad provoca estas acciones sociales, estos procesos, estos hechos? 218 hombre, volcada en 1943 en su Responsabilidad de la inteligencia. 356 En la cabeza de nuestro autor merodeaba cómo mencionar la relevancia de la subjetividad del hombre en unos momentos necesitados de reconducción social. Aparece ya la pregunta esencial por la libertad como un rasgo distintivo de su obra sociológica. En aquel entonces, nuestro autor –abstraído en su tema europeo- se preguntaba en cómo mirar la sociedad, ordenarla, reconducirla y que ello no significara la ruina para el individuo. La pregunta que tenía nuestro autor en mente era la siguiente: ¿cómo aproximarse a la realidad social? Él sabía que aparte del problema de la indefinición del objeto de estudio sociológico se añadía el de la indeterminación de mirar al objeto de estudio sociológico. Y también sabía que la actitud científica de las ciencias naturales no valía del todo para conocer la sociedad, dada la peculiaridad de la sociología de formar parte el sujeto dentro del objeto de conocimiento: ―La actitud científica implica una aproximación a la realidad, sin ninguna idea previa. Significa un abandonarse a la misma para ver lo que ofrece, con el propósito de su traducción conceptual. En este sentido se afirma su carácter desinteresado, es decir, del acto cognoscitivo, lo cual para nada afecta, dicho sea de paso, el valor social de la ciencia. Ahora bien, el problema está en que esa actitud relativamente fácil en las ciencias naturales, no lo es en igual medida en las ciencias sociales. Porque la realidad social de que formamos parte nos carga, además de con intereses, con una variedad de contenidos emocionales muy resistentes a la depuración intelectual‖ (Medina, 1939f: 29). Por tal motivo, Medina Echavarría concederá, como veremos en el apartado dedicado al sujeto de conocimiento, mucha importancia a la esfera de los valores en relación con la práctica científica. El sociólogo español estará de acuerdo con Weber respecto a la neutralidad valorativa a la hora de investigar empíricamente la realidad social: ―no hay que olvidar que la actitud científica exige abstenerse de toda valoración. Tema, como es sabido, desarrollado magistralmente por Max Weber‖ (Medina, 1939f: 30). Aunque si bien, sí que manifestará que el científico tiene que tener, aparte de los principios de objetividad de la ciencia, el principio, como veíamos, de libertad de experimentación que entra en relación con los aspectos sociales y políticos de su práctica científica. Es decir, reclamó siempre nuestro autor las mejores condiciones para fomentar la ciencia acorde con los auténticos principios que deben regir las sociedades democráticas (Caamaño, 2004: 16). El origen de estas reclamaciones para el libre ejercicio de la ciencia está, sin duda, en su propia biografía. Por tal motivo, que en una situación democrática y política normal el científico social tiene que regirse por el principio de la neutralidad valorativa antes que caer en toda objetividad o militancia obsesiva. (Aquí entran en relación dos campos, el científico y el del poder, cada uno con sus reglas, posiciones, normas de acceso y de reconocimiento). Más allá de estas cuestiones sobre el ejercicio de la ciencia y su relación con el campo del poder, lo que nos interesa es ver cómo Medina Echavarría trazaba su discurso sobre la práctica científica. Antes de que él entrase decididamente en asuntos sobre la relación sociología-sociedad, como decíamos allá por 1943, primero se preocupó de resolver la relación sociología-ciencia. Es por eso que ya en 1939 356 Manuel Rodríguez Caamaño habla de una ―teoría del hombre‖ en José Medina Echavarría, desarrollada por el sociólogo del exilio en su libro Responsabilidad de la inteligencia (Caamaño, 2004: 17). Más adelante nos detendremos en el interesante artículo de este profesor para desarrollar el guante teórico que lanza sobre esta dimensión de la obra de nuestro autor. 219 reclamaba que la ciencia sociológica, a través de sus métodos científicos de investigación social, debía ser considerada como una ciencia más. Porque la sociología como ciencia seguía unos procedimientos científicos similares a los de cualquier otra ciencia: ―Los procedimientos científicos, en su sucesión peculiar, que debe aplicar el investigador de lo social, son los mismos, ni más ni menos, que los de toda investigación científica: 1) Un examen previo del objeto de la investigación que permita la formación de una hipótesis provisional (working hipothesis), o sea, un supuesto de trabajo que guíe, unifique y ordene la marcha de la investigación. 2) Acumulación de datos. 3) Clasificación y ordenación de los datos acumulados. 4) Interpretación de los mismos y verificación de la hipótesis inicial o de las sucesivas, en el caso en que por haberse demostrado negativa la primera, haya sido necesario postular nuevas hipótesis. 5) Formulación de las generalizaciones posibles: categorías, correlaciones, principios y leyes‖ (Medina, 1939f: 30). En ese período que va entre finales de 1939 y 1942, tenemos a nuestro autor trabajando en fundamentar la premisa básica de cómo él entendía la sociología. Estaba perfilando su enfoque sociológico a partir de la convergencia entre la teoría y la práctica. La forma esencial que él tenía de construir la dimensión epistemológica de la sociología debía privilegiar su dimensión contemplativa (teoría) y su dimensión operativa (práctica): la generación de ideas, conceptos, teorías sociológicas tiene que ser complementado o/y completado con la resolución de problemáticas sociales que ejecuten ese conocimiento teórico previo. El papel de este sociólogo, en ese momento, estaba implicado en dotar de nuevas prácticas y nuevos sentidos a la sociología. Su propuesta conllevaba una constante renovación de conceptos, de interpretaciones, de significados y de símbolos. La convergencia nueva entre ciencia y sociedad tenía como reto generar prácticas y conocimientos sociológicos divergentes, así como también suponía para el sociólogo tener a su alcance una ciencia como un nuevo lugar desde donde reflexionar su propia sociedad. 8. El divorcio entre teoría y praxis. Uno de los grandes motivos de la crisis de la sociología, como pudimos ver, aparte de su indefinición y de su incapacidad para comprender y resolver problemas sociales, fue el divorcio entre teoría y praxis: ―El principal reproche es el del divorcio entre la teoría y la acción‖ (Medina, 1941c: 38). Este hecho redundaba en los procedimientos científicos de la sociología. Medina Echavarría apuntaba a la arquitectura de la sociología como ciencia y a los problemas que el científico social se podía encontrar en esa tarea. Era, ciertamente, una invitación a su solución. Más aún, creo que estaba señalando la escisión de estas dos dimensiones de la sociología dentro de las sociologías latinas y la ausencia de estudios empíricos en sus respectivas tradiciones: ―las dos cuestiones más importantes de en el desarrollo de la sociología actual: la teoría y la técnica. Sin un cuadro categorial y un esquema teórico, la sociología no sólo deja de merecer al hombre de ciencia, sino que es totalmente infecunda para dirigir y orientar con fruto la investigación práctica y la resolución de las cuestiones sociales más urgentes. Sin una técnica de 220 investigación sometida a cánones rigurosos, la investigación social se convierte en punto de cita del charlatán y del audaz (Medina, 1940a: 161). En mi opinión, creo que nuestro autor estaba cansado de esos charlatanes que se disfrazaban de ―sociólogos‖ en las precarias comunidades científicas latinas –aún tenía reciente la experiencia española-. Rechazaba toda generalización infecunda y, por tal motivo, es más comprensible su insistencia de dotar a la sociología de un método científico. Él se veía a sí mismo como un científico. El objetivo para la sociología –su misión como sociólogo era indicarlo- comenzaba por reducir la distancia entre la teoría y la práctica. La ciencia sociológica debía observar la experiencia de las ciencias naturales que unieron estas dos propiedades de la práctica científica: ―Más hace ya tiempo que las ciencias de la naturaleza unieron, en el método experimental, lo anteriormente escindido, acabando con la distancia dominante entre la contemplación de la teoría y de la acción práctica‖ (Medina, 1941c: 53). Esta unión es la que no se había producido todavía con la sociología, siempre a vueltas acerca de su carácter científico. El objetivo para la sociología, por un lado, era el de alcanzar unas teorías que tuvieran un carácter hipotético, relativo y siempre abierto e imperfecto que luego, a partir de su contraste con la realidad pudieran adquirir un carácter estático y cerrado: ―En resumen: una ciencia social sin teoría es imposible, no es ciencia. Pero tampoco es ciencia si se muestra inoperante e ineficaz en la resolución de las situaciones vitales problemáticas que exigieron y exigen su nacimiento: será, todo lo más, una ilustre herencia verbal de la que es dable gozar, estética e intelectualmente, en sí misma. El futuro de la ciencia social y la fructificación de todo lo que ya tiene acumulado, el cumplimiento de su urgente destino, dependerá de que mantenga viva la conciencia de la naturaleza de los dos pilares fundamentales de su construcción teórica: su instrumentalidad y su circunstancialidad‖ (Medina, 1941c: 56). El ―método sociológico‖ pasaba por aunar la historicidad y el sentido concreto de su aparato contemplativo con el carácter instrumental de su aparato operativo. Ese era el camino que había sido trazado por las ciencias naturales durante años de experimentación hasta alcanzar teorías compartidas. No ocurría lo mismo en las ciencias sociales, rezagadas siempre por buscar unas esencias que le dieran seguridad epistemológica. Todo pasaba por encontrar para la sociología su método, su sujeto, su objeto, sus hechos, su propio conocimiento. En fin, lo que ya apuntaba Medina Echavarría era la máxima de que no puede haber ciencia sin teoría, como tampoco puede haber ciencia sin empiria. Y si esto no sucede estaremos escribiendo sobre cualquier cosa menos de sociología. 357 La sistemática de la sociología debía, como así recomendaba Medina, una teoría ligada con la base concreto-empírica de la realidad social, dado el ―condicionamiento recíproco‖ de la teoría y de la práctica (Medina, 1939f: 39). Tal disposición epistemológica y metodológica evitaría convertir a la sociología en una ciencia sin base, pues, si no, operaría en el más absoluto vacío. El conocimiento sociológico como conocimiento científico resultaba, por tanto, de la unión de estos dos factores íntimamente relacionados: el empírico (material) y el racional (formal). De la interrelación de estos dos factores –como aparato operativo y como aparato contemplativo o teórico- sería posible el conocimiento ordinario y organizado de la sociedad, ya que, no sólo se ha de describir sistemáticamente una realidad 357 Medina comienza sus lecturas en la teoría sociológica norteamericana, cita a Louis Wirth, Contemporary social problems, de 1940. 221 concreta, sino que también se han de lograr correlaciones sobre varios aspectos de esa realidad. 358 9. Hacia una “sociología reconstructiva”. 359 El gran inspirador para una sociología reconstructiva fue Karl Mannheim, quien apostaba, a partir de la planificación, de que el conocimiento en las ciencias sociales tenía que ser integrado y no fragmentario. Medina Echavarría, muy influido por este autor, tomó de él y del historicismo alemán el carácter concreto de la sociología, teniendo en cuenta la necesidad de mantener un enfoque integral de las distintas disciplinas sociales. La suma de perspectivas sobre un mismo fenómeno concreto redundaría en la capacidad de lanzar previsiones de cara al futuro. Pero nuestro autor, antes de adentrarse en las tareas planificadoras de la sociología puestas al servicio del desarrollo, tenía que reconstruir la propia sociología. Por tal motivo, considero también que la dimensión epistemológica de la obra de Medina Echavarría es una sociología reconstructiva, primero, para el beneficio de la propia disciplina en lengua castellana y, segundo, por las posibilidades que ofrece pensar la sociedad en clave científica. Hemos visto como nuestro autor observaba con importancia el método de las ciencias sociales. Detrás existía la discusión –su tema europeo como vimos con la disputa con Gaos- en qué rama encuadrar a la sociología: ¿ciencia del espíritu o ciencia natural? Se debatía alrededor de la distinción entre las ciencias naturales y las ciencias culturales o del espíritu cuando se trataba de encuadrar a la sociología en alguna de esas dos grandes ramas. La solución no era tan sencilla tratándose del carácter específico del objeto sociológico. Encuadrar en una u otra rama a la sociología implicaba, como bien sabía el sociólogo español, problemas epistemológicos y los consiguientes problemas metodológicos: ―Lo que importa por tanto es esto: ¿cuál es el carácter de esa teoría en ciencia social? Pues ni más ni menos que el que posee en la ciencia natural: el de ser una construcción, una hipótesis, que vale en la medida en que opera con eficacia en la resolución de una situación problemática. Por consiguiente, las teorías de las 358 Esta postura esta muy relacionado con la influencia de John Dewey en Medina sobre el control de las condiciones existenciales y la forma de acercarse al estudio de conocimiento: la actitud científica. Los elementos de la actitud científica que Medina cree la idónea los toma de J. Dewey, Freedom y Culture, p. 145: ―De esa actitud ―algunos de sus elementos más obvios son: una disposición favorable a conservar las creencias en suspenso y a mantener la duda hasta el logro de la evidencia; una disposición favorable a llegar hasta donde la evidencia apunta, en vez de quedarse en una conclusión dictada por una preferencia personal; capacidad de mantener en expectativas a las ideas, empleándolas como hipótesis sujetas a prueba y no como afirmaciones dogmáticas; y –quizá lo más significativo- goce de lo que son campos inexplorados y problemas nuevos‖ (Medina, 1982: 121). El método científico, como objetivo de la ciencia, es establecer este control sobre las condiciones de existencia en una sociedad. De modo que el hombre pueda dominar tanto su amiente físico como el socio-cultural. Para ello, su parte racional tiene que estar reajustada a una base concreta y empírica. En fin, la significación de la racionalización. 359 El concepto de ―sociología reconstructiva‖ lo he tomado de un artículo de Gino Germani sobre el estudio integral en las ciencias sociales (1950: 312). Este sociólogo nos dice que no hay un trabajo sistemático sobre la ―sociología reconstructiva‖, pero sí existen importantes trabajos como los de: ―K. Mannheim, Man and Society in an age of reconstruction. Nueva York, Harcourt and Brace, 1940, pp. 164, 172, 178. Morris Ginsberg, Manual de Sociología, Buenos Aires, Losada, p. 21 y s. A. Lowe, Economics and Sociology, London, Allen& Unwin, 1935, T. Parsons, The Structure of Social Action, New York, Mac Graw Hill, 1937, Medina Echavarría Echavarría, Sociología, Teoría y Técnica, México, Fondo de Cultura Económica, 1941, G. Germani, Sociología y Planificación, en Boletín de la Biblioteca del Congreso, números, 57, 58 y 59, julio-diciembre de 1946, G.Germani, Teoría e investigación en la Sociedad empírica, Buenos Aires, 1943‖ (Germani, 1950: 313). 222 ciencias sociales están sujetas a la prueba de la experiencia; de la que parten y a la que van, y son susceptibles lo mismo de anulación que de perfeccionamiento en el desarrollo de esa referencia continua. A ninguna teoría social puede ponérsele el marchamo de permanente y eterna; son todas ellas construcciones hipotéticas, relativas e inconclusas‖ (Medina, 1941c: 55). Medina apuntaba, de principio, dos cosas: primero, la prueba de la experiencia de la sociología era similar a la que poseían las ciencias naturales; y, segundo, dado el carácter específico de su objeto de estudio las teorías sociales únicamente ―servían‖ para un momento determinado, para un preciso instante de la realidad social. Entraba a reclamar la carga histórica de la teoría sociológica. Él entendía que una teoría sociológica tenía utilidad para ese momento, como también los métodos de investigación social tenían la función de reflejar ese mismo tiempo. 360 Porque la sociedad, como las teorías sociológicas, las percibía como cambiantes. De esta manera las teorías sociológicas son –como toda ciencia social- concretas: ―Las ciencias sociales son o deberían ser contextuales, situacionales o circunstanciales; es decir, concretas‖ (Medina, 1941c: 55). Si bien, lo más importante en ese minuto pasaba por situar a la sociología dentro del campo científico. La dicotomía entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales radicaba en que la hipótesis científica de las ciencias naturales no investigaba las causas ni el modo esencial de producción de los fenómenos, sino simplemente los explicaba. Medina encontró justo en Max Weber la ―tercera vía‖ o línea intermedia entre ciencias naturales y ciencias del espíritu dado la especificidad y peculiaridad de la ciencia sociológica en la relación objeto-sujeto de conocimiento: ―la ciencia social que queremos promover es una ciencia de la realidad. Pretendemos comprender la realidad de la vida que nos rodea y en la cual estamos inmersos, en su peculiaridad: por un lado, la conexión y significación cultural de los fenómenos singulares en su actual conformación; por otro, al fundamento de su precipitación histórica en cuanto son así y no de otra manera‖ (Weber, 2002). Con Max Weber nuestro autor, por lo pronto, ya había encontrado la forma de superar y quebrar ese dualismo entre naturaleza y espíritu –en cuanto la naturaleza del objeto de la sociología era la realidad vital-. Había una línea intermedia de conocimiento científico y esa la iba a ocupar la sociología. 361 De esta manera, la sociología –como ciencia híbrida- aplicaría los principios y métodos de experimentación de las ciencias naturales con el contrapeso del enfoque histórico-comprensivo alemán. Medina sabía que los fenómenos sociales no podían reducirse a las relaciones de causación y que todo conocimiento no se ceñía a los métodos adecuados para el método natural. El positivismo había pretendido subordinar toda clase de especulación filosófica o conocimiento social a la medición de las uniformidades científicas de las ciencias naturales. Él sabía que la dirección de la sociología estaba en integrar esa mirada positivista de Comte y complementarla con la perspectiva histórico-cultural de Weber. No era casual que Medina situase el inicio de la 360 Si bien señalaba el carácter perentorio de las teorías sociales, sus teorizaciones posteriores en su sociología del desarrollo pasó por aplicar las teorías sociales y sociológicas de algunos clásicos de la sociología a la luz del desarrollo. Es decir, las teorías sociológicas de treinta o cuarenta años las releyó al calor del debate económico del desarrollo. Es más, su aportación a la sociología del desarrollo en los años 50 y 60 no fue otra cosa, podemos avnzar, que volcar todo su conocimiento sociológico de los años 30, porque no veía mejores intérpretes para esa realidad que los grandes clásicos de la disciplina. 361 En esos años Medina comenzaba a considerar seriamente la obra de Max Weber. Le estudia, le lee, le cita y le traduce. Además, como en Sociología: teoría y técnica, el autor alemán es inicio de hipótesis sobre la epistemología de la sociología para nuestro autor. 223 sociología en Comte. 362 Además reconocía que no se podía hacer sociología si no se tenían en cuenta los trabajos de este autor. Comte básicamente reconocía en la sociología aquellas características reconocidas en la ciencia natural (2002). Lo que se exigía a la ciencia sociológica era una orientación científica. El intento de este clásico respecto a la sociología pasaba por reclamar a la sociología como una ciencia de igual carácter a las demás y la presunción de aplicar a dicha ciencia los métodos de observación, experimentación y comparación que son los de la ciencia positiva. Aunque también constató que el hecho sociológico tenía más de una dimensión que no era aprehensible por los métodos de la física o de la biología. Esa dimensión vital, histórica y cultural, que se le escapaba al clásico francés había sido cubierta y estudiada por el idealismo y el historicismo alemán. Por tal motivo, no extraña que José Medina Echavarría encontrase en la obra de Max Weber –heredero de esa tradición- el mejor complemento para el enfoque experimental y positivo de la ciencia sociológica. Por tal motivo, entendió que la sociología era la ciencia mejor capaz para explicar un mundo crítico porque reunía en sí misma, primero, un aparato contemplativo (teoría) que solicitaba al saber como una conciencia de una situación determinada. Aquí fueron decisivas las influencias del historicismo alemán, de la sociología de la cultura alemana y, por supuesto, de la sociología comprensiva de Max Weber. La misión de la sociología estaba en comprender ese mundo histórico porque las estructuras sociales llevaban encerradas la historia social. Y, segundo, la sociología a su vez requería de un aparato operativo (técnica) que permitía la previsión, el saber cómo. Recogía nuestro autor toda la herencia del positivismo francés de Augusto Comte. Una dimensión que sería completada con las indagaciones sobre los métodos y las técnicas de investigación social de origen anglosajón. Medina Echavarría entendía que estas técnicas de investigación eran para la sociología los métodos de experimentación de las ciencias naturales. 363 Sin embargo, como cultivador de la sociología, privilegió, principalmente, su carácter comprensivo: ―La ―comprensión‖ sociológica intenta la penetración lúcida de ese momento dinámico. Y es una visión totalitaria y analítica al mismo tiempo. Totalitaria porque lo que tiene delante es una figura, una estructura; y analítica porque trata de descomponerla en los factores y elementos que la integran y determinan. Pero al mismo tiempo es histórica porque se proyecta al pasado, remontando hacia los orígenes de esos elementos y factores, y buscando fijar el instante preciso en que quedó formada su peculiar constelación, y porque, por último, escruta en el futuro al intentar pronosticar su posible desarrollo‖ (Medina, 1939a: 78). En México, como se puede apreciar, tenemos a nuestro autor ya ocupado –y ensimismado- en construir la metodología analítica y teórica de la sociología. Escribiría 362 José Medina Echavarría, estudioso de la disciplina y de Augusto Comte, sabía que la sociología nació como propósito de ciencia autónoma en el primer tercio del siglo XIX. Nació en una etapa del declive del Antiguo Régimen. Debido al embate de la Revolución francesa se habían disuelto las viejas estructuras y se sentía la dificultad para establecer una nueva ordenación social. Este problema impresionó poderosamente a Comte, quien, por medio del estudio del funcionamiento de la sociedad, trató de reintegrar la política en un camino seguro y eficaz. Sobre él ejerció mucha influencia la desorganización de la sociedad y de la precisión de conocer si ésta se iba a organizar en una nueva acción efectiva, algo que heredó, sin duda, Medina Echavarría. 363 Aunque nuestro autor escribió sobre los métodos de investigación social y los necesarios que son para completar un enfoque sociológico integrado, lo cierto es que nunca realizó una investigación de estas características. Se guió más por la investigación empírica de carácter comparativo-histórica. 224 sobre cómo él entendía la función social de la sociología en ese instante. Posteriormente tendría la ocasión de poner en práctica toda esta metodología sustentada en el carácter histórico y comprensivo de los hechos sociales, principalmente, cuando se pregunte sobre la ―constelación original‖ de América Latina. Pero hasta entonces aún quedaban muchos años en los que tenía que dar forma a su armazón teórico, a su concepción de la sociología. Además él mismo tendría que madurar como intelectual y como sociólogo al igual que tenía que madurar su relación con esa nueva realidad social. Para empezar, aquí ya encontramos esfuerzos sobrados que confirman cómo la reflexión filosófica de una época crítica desemboca finalmente en el fenómeno de lo social, al hecho del hombre como ser social en alguno de los estadios de su propia marcha. Como aventuraba, ―la preocupación sociológica contemporánea, por tanto, no es azar fortuito, sino un producto necesario de nuestra propia situación‖ (Medina, 2008: 83). Había una clara necesidad de la sociología como ciencia de la modernidad. En consecuencia se había producido un tropiezo del hombre con el problema de lo social a la hora de comprender las relaciones del individuo con una sociedad cambiante y altamente transformadora. Por tal motivo, esta ―conciencia interrogativa del hombre‖ sobre su presente y su ―ser social‖ le conducía al estudio y al conocimiento de esa vida social (Medina, 2008: 79). Ese cuestionamiento sobre su tiempo social –la ―situación sociológica‖ en sentido de Jaspers- llevó a nuestro autor a intentar definir, pensar y renovar el estudio de la ciencia sociológica como la misión intelectual de una época. 225 CAPÍTULO VII. SENTIDO Y FUNCIÓN DE LA SOCIOLOGÍA. 1. Un esfuerzo de síntesis. Medina Echavarría compartió el espíritu general de una época como miembro de una generación intelectual de inicios del siglo XX que apostó por el conocimiento sociológico para interpretar ese mundo crítico. Por tal motivo, dos eran las grandes características compartidas por esas incipientes aportaciones sociológicas: por un lado, la sensación de un mundo crítico, de profundo y constante cambio social, dada la industrialización, los regímenes de masas, las migraciones y éxodos causados por las guerras europeas, etc. En segundo lugar, la segunda característica eran los esfuerzos sintéticos y las grandes teorías abarcadoras para interpretar ese mundo cambiante. A Medina, por tanto, le situamos en todo este horizonte de autores como Mannheim, Parsons, Ginsgberg o Germani. Hallamos todo un movimiento de estudiar, explicar y comprender la sociedad desde una perspectiva científica. Aparece, de esta manera, una reclamación del discurso sociológico como una perspectiva legítima más de poder estudiar científicamente ―lo social‖ junto a otras perspectivas –la histórica, la filosófica, la jurídica, etc.-. Justo en esas coordenadas históricas generales situamos a nuestro autor: Medina estaba tratando de dar sentido, función y significación a la sociología, a la par de dar sentido y coherencia a su experiencia vital. 364 En el momento en que Medina Echavarría estaba madurando y escribiendo su aportación epistemológica y teórica a la sociología en lengua castellana, como decimos, coincidía justamente con un período histórico de las ciencias sociales europeas y anglosajonas en el que se estaban produciendo distintos esfuerzos de síntesis o visiones generales de la sociología. Eran los tiempos de un gran desarrollo metateórico de la ciencia sociológica, donde casi todas las propuestas de la sociología eran propuestas sintéticas, generales, teóricas, epistemológicas, que giraban alrededor de la construcción de la ciencia sociológica y en la que se estaba definiendo y perfilando el objeto de estudio y el método. Medina compartía la problemática de esa época, heredada de sus años de formación europea y del espíritu sociológico de la generación anterior. Era la problemática de una generación de jóvenes pensadores que participaban en la construcción de la ciencia sociológica. Nuestro autor, como miembro de esa generación de pensadores anglosajones y europeos nacidos a inicios del siglo XX, quería insertarse en ese debate que se estaba produciendo en las ciencias sociales europeas. Y su manera de hacerlo era incorporar y transferir ese tema de época y de generación al núcleo de las ciencias sociales en lengua castellana. 364 Era un movimiento sociológico penetrado y caracterizado por la importancia del tiempo presente, como toda la sociología. Una sociología del tiempo. Toda una generación reunida en el intento de comprender su realidad social, por dotarla de comprensión, para entenderla, con el objetivo de responder a la siguiente pregunta: ¿por qué esta sociedad es de la siguiente forma? ¿Por qué esta época? No es únicamente una pregunta que se circunscriba al pasado, sino que además también estaba obligada a mirar al futuro, a pensarlo, a prevenirlo, a ver qué dirección toma el destino de la sociedad. Además nuestro autor, como hombre de su tiempo, tenía una gran preocupación biográfica sobre el futuro, sobre su destino biográfico. 226 2. De la reescritura de Panorama de sociología contemporánea a Sociología: teoría y técnica. Para pensar en clave propia. Pensar originalmente el inicio de la sociología es una de las manías del hacer sociológico. El que todo sociólogo o socióloga crea que con él o ella se inicia el pensamiento sociológico viene a ser una de las prácticas más habituales de los sociólogos (Ribes, 2008). 365 O como dice Boudon, esta manía se explica por la incansable e interminable búsqueda de la originalidad dentro de la comunidad sociológica por parte de los sociólogos; lugar de disputas, pugnas y luchas en el sentido de Pierre Bourdieu, en el que los sociólogos quieren lograr la diferenciación respecto a sus compañeros a través de los méritos y el reconocimiento que les supone presentar en sus trabajos la consideración de que con ellos empieza la sociología. Antes que ellos no ha habido ―auténtica sociología‖. Esta actitud, sin embargo, no fue la mantenida por nuestro biografiado en esta etapa epistemológica en la que reconocía que todo su esfuerzo sintético no eran original, sino deudor de otros autores clásicos. La ciencia sociológica aún siendo una ciencia nueva, reconocía Medina, había ido acumulando conocimientos durante su desarrollo científico. La sociología también era una ciencia histórica, acumulativa. En México, como ya sabemos, Medina confirmó la transición desde la ciencia jurídica hasta la perspectiva sociológica o el enfoque sociológico que había abierto en España. Además en esta etapa mexicana es evidente la progresiva maduración de su pensamiento, que le llevó desde actuar y escribir como pasador o divulgador de las corrientes sociológicas europeas contemporáneas a realizar aportaciones originales a la sociología en lengua castellana. Así, por ejemplo, observamos esta gestación teórica en el tiempo que va desde su libro Panorama de la sociología contemporánea, publicado en 1940, pero originalmente escrito entre 1934 y 1935, hasta Sociología: teoría y técnica, de 1941. Para empezar en el Panorama de 1940 ya hay una reescritura del texto de 1934. En este ejercicio teórico que le mantuvo ocupado durante estos años de México le llevó, primero, a recoger de forma panorámica todas esas aportaciones que había habido en la aún prematura e inmadura sociología occidental, con sus diversos desarrollos, escuelas, tiempos e institucionalización, para pasar, en un segundo momento, a pensar desde los autores que él consideraba que más habían aportado a la materialización epistemológica de la sociología, bajo un matiz peculiar: Medina acabó haciendo sociología sin la autorreferencia de una sociedad propia. Esta apreciación es importante, porque cabe recordar que el contexto de las ciencias sociales occidentales anterior a la Segunda Guerra Mundial era un escenario en 365 Uno de los ejemplos de esta práctica de la profesión sociológica lo podemos observar en el libro de Amando de Miguel Homo hispanicus, cuando no reconoce la tradición sociológica previa a la sociología española de los años 60 y 70 (1973). Este autor considera que el inicio de la sociología en España comienza con la importación del funcionalismo y de una sociología de carácter empírico. De esta manera todo el conocimiento sociológico anterior no se consideraría como tal, sino más bien como pensamiento social, filosofía social o ensayismo social. Hay que reconocer que está práctica, muy enraizada en el campo sociológico español, está relacionada también con la historia y la génesis de edificación de este campo, caracterizada por las quiebras de un proceso no lineal en el que se han desatendido tradiciones, herencias y autores previos, lo que redunda en que la acumulación del conocimiento sociológico previo sea más bien escaso. Esta práctica y este desconocimiento sobre el pasado del propio campo es manifiesto en nuestro campo académico de pertenencia, hasta el punto de convertirse en una rutina del hacer cotidiano. Es lo que trae como consecuencia el desatender las herencias pasadas y caer en la tentación de que siempre la sociología española empieza con uno mismo, lo que difícilmente otorga un sentido unitario al pasado de nuestra disciplina. 227 el que las narraciones sociológicas y teóricas se construían en referencia a los Estados- naciones, caracterizándose, principalmente, como aportaciones a la sociología nacional. El exilio en nuestro autor, como venimos insistiendo a lo largo de estas líneas, fue un punto de inflexión para matizar una construcción epistemológica difícil y peculiar para la sociología como es la relación entre el observador y lo observado. Seguro que fue complicada esa ruptura con el objeto de estudio que él debía estudiar y observar, como era la sociedad española. El exilio le supuso un replanteamiento de cómo acercarse al objeto de estudio sociológico, penalizando el pensar la sociología en clave nacional. El sentido de la sociología para él venía a ser algo más que una sociología referida a un Estado-nacional o a una sociedad nacional. Tanto la experiencia traumática del exilio como el conocimiento de la sociología alemana le llevaron a separar y no confundir sociedad con Estado: ―Una manifestación del mismo fenómeno es la oposición alemana entre sociedad y Estado. Traduce la conciencia científica de un momento en el que el Estado ha perdido su control absoluto sobre las fuerzas sociales‖ (Medina, 2008: 81). Una cosa era el Estado y otra la sociedad. El destierro le hizo amoldarse mucho más a estas concepciones teóricas que conocía. Para él, el exilio supuso una ruptura de esquemas mentales que tuvo repercusiones epistemológicas en su práctica intelectual a la hora de definir el objeto de estudio sociológico: él tuvo que renunciar a pensar sociologicámente la sociedad española. Por ejemplo, la omisión en la reescritura del Panorama de la sociología, de 1940, sobre la sociología española y la herencia krausista es explicable bajo el argumento del extravío de documentos, libros; sin embargo, es por lo menos sintomático el que no se volviera a referir al tema en sus escritos posteriores. Más que una explicación, lo que tenemos es una conjetura: si bien Medina Echavarría era razonablemente optimista en torno al papel de la educación, la democracia liberal y la razón como valores rescatables del proyecto de la modernidad, y que encaminó hacia el desarrollo de una disciplina como la sociología, su experiencia vital, muy dolorosa e inmediata, quizá le impidió cobrar una distancia mínima para enunciar explícitamente las tradiciones intelectuales que le eran más cercanas: las españolas. Sin embargo, la presencia de algunas ideas de Ortega y Gasset, y la influencia de Posada –a la hora de acercarse decididamente a la sociología norteamericana- entre otros, es constante, como telón de fondo perdurable de su reflexión (Morales, 2008: 70). Sus puntos de identificación con la sociología estaban puestos en otra parte: en la sociología alemana, en la sociología norteamericana, en el positivismo y, sobre todo, en tratar de es escribir y desarrollar un proyecto sociológico propio. El exilio le forzó a abandonar y desatender las herencias y tradiciones de la sociología española. Algo que paradójicamente le permitió desposeerse de las cargas que supone observar la sociedad en términos nacionales. De esta manera, tuvo que resignarse entonces a pensar en clave nacional, como decimos, por la cercanía de los acontecimientos. Además también modificó la reflexión que tenía de sí mismo como sociólogo y como observador externo de la realidad social. De esta manera, la relación observador-objeto observado no tiende a dominar la dimensión epistemológica que elaboró nuestro autor en México a favor, en cambio, de otros aspectos metodológicos y teóricos de la sociología como era, sobre todo, reflexionar sobre la ―constelación original de la sociología‖, o la acumulación y construcción del conocimiento sociológico. Y la apuesta, por tanto, de unas formulaciones teóricas de gran alcance y caracterizadas por el distanciamiento, la abstracción y la síntesis. Quería pensar la sociología, definirla. Sentía el interés que tiene todo sociólogo de alcanzar una 228 definición propia de la sociología en la que se sienta cómodo y desde la que se sienta identificado para hablar como sociólogo, dado que ―la sociología es el oficio de los sociólogos‖. Entonces, ¿cuál era el sentido y la función de la sociología para José Medina Echavarría en esta etapa teorética? Antes que nada tenía que justificar su adscripción a la sociología como ciencia crítica. Después le surgían las siguientes preguntas: ¿qué sentido y función tiene la sociología para el mundo contemporáneo? En la sociología veía una indicación que iluminaba el camino a seguir por esta ciencia que pretendía constituirse como respuesta veraz y fecunda a la crisis del mundo contemporáneo. La aspiración respecto a la ciencia sociológica que tenía Medina era que esta se constituyera como un saber práctico para el hombre. La sociología tenía que devenir en una ciencia al servicio del hombre. Un sentido práctico de la sociología que permitiera, por un lado, prever –A. Comte- y también entender la realidad social –la sociología comprensiva de Max Weber-. Esta fue la elaboración epistemológica y la aportación sintética original de José Medina a la hora de dotar de sentido y de función a la sociología: unir las aportaciones de estos dos clásicos de la sociología. Había, como sabemos, una imperiosa necesidad de explicar ese período histórico caracterizado por la primera crisis de la modernidad; pero, sobre todo, se necesitaba explicar científicamente esa crisis que circundaba ―lo social‖. Se estaba produciendo la transición desde un saber filosófico a un saber científico de la sociedad. La sociología como ciencia ya no quería ser entonces un saber filosófico sobre la sociedad que se ocupase de definir qué es la sociedad. Ni tampoco ya había lugar para un saber axiológico –valorativo- sobre la sociedad, ya que el saber axiológico de lo social se preocupaba de la conducta de los hombres y las mujeres en la vida en sociedad (Jiménez Blanco, 1975: 12-13). El sentido y la función de la sociología residía en aspirar a convertirse en el saber práctico y científico de la sociedad; un saber que ni es filosófico –no tiene que definir qué es la sociedad- ni tampoco axiológico o valorativo – qué conducta tienen que tener los hombres que viven en sociedad-; sino que se ha de ocupar de las relaciones de causa-efecto de los hechos sociales o de la relación individuo-sociedad: ―En consecuencia, o se llega a la sociología por la reflexión directa sobre los hechos sociales de una época, o por la vía indirecta de una meditación filosófica que tropiece en algún momento con el más grave problema de lo social: el de las relaciones del individuo con la sociedad‖ (Medina, 2008: 80). 366 Lo que proponía Medina con esta transición de saberes, desde el filosófico al sociológico, es que no haya confusión de términos. Había que precisar conceptualmente y saber distinguir los distintos significados y sentidos y las funciones de los distintos términos. Por eso, cuando él se estaba refiriendo a la sociología, se estaba refiriendo a un saber práctico, empírico y científico de la realidad social. Lo que proponía, por tanto, era una definición operativa, válida y legitima de la sociología, y no tanto una definición personal. Lo que quería es hacerse acopio de conceptos generales en lengua castellana desde los que poder pensar, acumular conocimiento y aunar perspectivas. Con sociología Medina aludía a una concepción empíricamente verificable de la realidad social que discriminase y penalizase toda concepción filosófica y mecanicista de la 366 La relación individuo-sociedad –reflexión originalmente filosófica- en mi opinión fue la que encaminó a Medina a la sociología, como hemos venido viendo a lo largo de esta trayectoria intelectual, al tropezar desde una meditación filosófica de lo social con el problema de cómo el individuo se relaciona, dialoga y negocia con lo social, entendido también como las circunstancias históricas de un momento concreto. 229 realidad social. Esta concepción de la sociología es el motivo de su libro Sociología: teoría y técnica, de 1941; siendo el espíritu de esta obra la búsqueda de las casualidades empíricas que permitan comprender la realidad social. Como decíamos anteriormente, la construcción original de José Medina Echavarría era alcanzar y consolidar un enfoque sintético entre el saber empírico y previsor de Augusto Comte con el saber comprensivo de Max Weber. 3. El enfoque sintético: Augusto Comte y Max Weber. Su pretensión epistemológica era articular un modo metodológicamente correcto entre la sociología positivista y la sociología comprensiva. No era una solución ecléctica, sino más bien era un intento y esfuerzo de síntesis en el cual planteó este recorrido teórico por diversas líneas maestras que veremos a continuación: el aparato operativo y el aparato metodológico de la sociología. Lo que José Medina Echavarría pretendía con esta síntesis teórica entre el positivismo comtiano y la sociología comprensiva weberiana –acompañado por las técnicas de investigación cuantitativa y cualitativa que se estaban desarrollando la sociología académica norteamericana- era dotar a la sociología, como hemos visto, de un sentido práctico, empírico y científico. El sentido y la función de la sociología era hacer explicable el mundo contemporáneo– atrapado en la crisis de la modernidad- a la hora de hacer los órdenes sociales más nítidos y más comprensibles posibles para el individuo: ―el carácter funcional, instrumental de la Sociología en cuanto ciencia, que persigue como tal ayudar al hombre en la adaptación a su medio y en la dirección y previsión de sus relaciones sociales, por otra parte, al no ser la materia de su objeto otra cosa que la misma vida humana, se convierte, en definitiva, en un saber del hombre en una de sus mayores dimensiones. Con ella logramos la proyección y comprensión de nuestro destino, inmersos como estamos en una determinada situación histórica‖ (Medina, 1987: 93). Además de reclamar este carácter instrumental y funcional de la sociología, nuestro autor también estaba especialmente interesado en hacer ver la peculiaridad de la sociología por su ―carácter híbrido‖. En Sociología: teoría y técnica aparece dicha justificación: la reclamación de la sociología como ciencia especial y sintética siendo su objeto de estudio lo concreto de lo social. ―Esto es lo que hace inevitable que la Sociología sea ciencia especial y sintética –enciclopédica, si se quiere- al mismo tiempo. Cuando estudia los elementos fundamentales de la sociedad –la acción social, por ejemplo-, lo relativamente constante en la variedad de los fenómenos sociales (Sociología analítica), es ciencia especial. Pero cuando estudia totalidades sociales – presentes o pasadas- en su estructura y dinamismo (Sociología estructural), es ciencia sintética en relación con las demás ciencias sociales, no porque las absorba o anule, sino en el sentido de tener que acudir al saber acumulado en ellas para utilizarlo en sus propias pesquisas‖ (Medina, 1982: 75). La sociología es una ciencia especial por la peculiaridad de su objeto de estudio y sintética o unitaria por su enfoque totalizador de ―lo social‖ respecto a otras ciencias sociales que también se ocupan de estudiar ―lo social‖: ―En una palabra, esa interdependencia de los elementos de la sociedad justifica e invoca la existencia de una ciencia especial, llámesele o no Sociología‖ (Medina, 1982: 16). 367 Sin embargo la sociología, en ese período de definición, estaba 367 El enfoque totalizador de otras ciencias sociales no amenazaría la existencia de la sociología, sino que justificaría la existencia de la misma al trabajar sobre supuestos sociológicos. Medina compartía con el 230 reclamando su sentido específico respecto a otras ciencias, por ocuparse de los fenómenos sociales fundamentales como son la acción social o los hechos sociales. Además el carácter específico de la sociología implicaba lo siguiente: la aplicación del método natural no vale para la sociedad. No se podía estudiar su evolución y cambio como un vegetal, porque fundamentalmente la sociedad está caracterizada por una realidad vital y por grandes estructuras sociales conformadas históricamente que caracterizan a los fenómenos sociales. 368 La sociología en su pretensión sintética y totalitaria necesitaba, por tanto, un enfoque integrado para estudiar lo social. Ese carácter híbrido –del que nos habla Medina (1982: 7)- entre ciencia natural y ciencia social la convertía en una ciencia especial con su carácter e identidad propia, pero necesitada de su legitimación científica. 369 Y es justamente en la convergencia entre Comte y Weber donde el sociólogo español logra puntos de encuentro a la hora de reclamar que la sociología también es una ciencia empírica y que el dato social –entendido como hecho social o como acción social- puede ser científicamente analizado. En Augusto Comte y en Max Weber nuestro autor halla la forma de analizar científicamente la sociedad: ―no deja de tener interés observar cómo coinciden dos pensamientos de trayectoria tan diferente como los de Comte y Weber. Comte, partiendo del paradigma de las ciencias físico-naturales en su intento de construir una ciencia positiva de la sociedad, tropieza con la naturaleza histórica del dato social, que altera, pero no menoscaba, la aplicación de los métodos generales de toda ciencia. Weber, partiendo del neokantismo y del historicismo, del reconocimiento explícito y previo de la historicidad de la realidad social, se esfuerza por demostrar la validez de su conocimiento objetivo, o dicho de otra forma, la validez del método científico en su aplicación al dato social. Es decir, Comte y Weber, tan lejanos en su punto de partida, coinciden en su intento en demostrar la posibilidad de la Sociología como ciencia empírica‖ (Medina, 1982: 19-20). 370 espíritu de su generación la necesidad de la sociología para explicar el siglo XX, y el ―problema científico compartido‖ de resolver cuanto antes sus cuestiones y problemas metodológicos. 368 De la siguiente manera se refería al ―problema metodológico‖ de la sociología: ―El que los fenómenos sociales sean formas de vida origina dos consecuencias fundamentales para nuestra ciencia: una, el que la Sociología sea una ciencia de la realidad, de una realidad que es distinta de la naturaleza y de los productos de la cultura, es decir, de una realidad vital; y otra, que el sistema mismo de la Sociología sea, en su parte central, un sistema de las grandes estructuras sociales que se han sucedido historicámente‖ (Medina, 2008: 222). 369 De las citas más importantes en estos aspectos Medina cita a autores como: Florian Znaniecki, The method of Sociology, de 1934, y a Morris Ginsberg, The problems and methods of Sociology, y The Study of Society, 1939. 370 ¿Qué cambio hay cuando Medina llega a México? En este apartado –de esfuerzo de síntesis entre A. Comte y Max Weber- quiero destacar que dentro de su etapa mexicana hay una inflexión con su libro Sociología: teoría y técnica. Esta obra es un punto de ruptura en su obra: estaba pensando desde todos los autores que había leído anteriormente en Europa y lo trata de hacerlo de manera original. Ante la ausencia de un tema concreto, él se dedicó a realizar abstracciones teóricas. Medina cuando llega a México lee poco o casi nada de México. Trae sus libros, sus autores. No creo que leyera a muchos autores mexicanos. Tuvieron que pasar años para que él empezase a preocuparse de lo latinoamericano. No había tema concreto. La construcción epistemológica de la ciencia sociológica es, así lo creo, una continuación de los intereses teóricos que había dejado en España, como era el haber estudiado también la sociología anglosajona. Centrarse en esta elaboración teórica de la sociología fue un paso que evidentemente hubiera dado en España, pero tal vez con otras matizaciones, perspectivas o enfoques. Lo cierto es que tanto Comte comoWeber eran dos autores familiares para él, sintiendo predilección al final por el alemán. 231 El paso no era menor porque nuestro autor sitúa en estos dos autores el inicio de la sociología empírica moderna. Es con ellos cuando la ciencia sociológica transita de un mero método descriptivo de la sociedad al método analítico. Ellos posibilitan la apertura de un nuevo paradigma epistemológico: la sociedad se puede estudiar científicamente a través del aparato operativo de la sociología. La reclamación de Comte como ―padre fundacional de la sociología‖ le viene de sus años de formación en España y Europa. Como ya dijimos, Augusto Comte era conocido en las ciencias sociales españolas de principios del siglo XX. A nuestro autor lo que le interesaba de Comte era ver cómo el método positivo de observación, experimento y comparación se podía aplicar al estudio de la sociedad: ―La validez de su posición –refiriéndose Medina a Comte- hay que buscarla en las líneas fundamentales de su planteamiento, y éstas fueron tan certeramente formuladas, que constituyen el único cuadro posible de toda discusión metodológica de la Sociología. Primero, la pretensión que con ésta nace: la de ser una ciencia de igual carácter que las demás. La Sociología es una ciencia positiva, o sea empírica e inductiva. Y segundo, la presunción de la aplicabilidad a esta nueva ciencia de los métodos que demostraron su fecundidad en la construcción de las otras ciencias: observación, experimento y comparación‖ (1982: 14-15). En Augusto Comte se halla la base de la sociología empírica y la maduración que sugiere Medina al incorporarla los métodos de investigación social. Sin embargo, lo original de la síntesis viene en compatibilizar el positivismo comtiano con la sociología comprensiva e historicista de Max Weber de forma no problemática. Nuestro autor al final acabó siendo más deudor de Weber que de Comte, inclinándose hacia el carácter histórico, concreto y estructural de la sociología, que hacia el carácter empírico. En su pretensión epistemológica de construir la sociología le acabo siendo más útil el clásico alemán. Nuestro autor se convenció –gracias a la mediación de la sociología weberiana-, en primer lugar, de la imperiosa necesidad para la ciencia sociológica de contar con un cuerpo general de conceptos que le permitieran comprender y explicar la acción social, lo que se tradujo en el desarrollo de la sociología analítica como a Medina le gustaba llamarla. En segundo lugar, la dimensión histórica del pensamiento sociológico, que llevó al sociólogo español a convencerse de la historicidad de los objetos de conocimiento de la disciplina y de la necesidad de escribir una sociología circunstanciada (Morales, 2008: 64). Y, por último, la reflexión weberiana sobre la racionalidad como cualidad cultural de Occidente, su centralidad para el desarrollo del capitalismo, así como los planteamientos metodológicos derivados de los tipos ideales históricos y sociológicos. Pero, sin duda, esta convergencia entre Comte y Weber ofrecida por el sociólogo español en su Sociología: teoría y técnica significó el inicio de un movimiento en las ciencias sociales latinoamericanas -y en la sociología en lengua castellana- que condujo hacia la reclamación de la sociología como ciencia empírica. Medina abrió –como bien indica Alejandro Blanco y recordando a Guno Germani- ―la ola de sociología científica en América Latina‖ (Blanco, 2005). En resumen, nuestro autor estaba fijando los límites de la disciplina sociológica en un momento de oscilación histórica. Nuestro autor se daba cuenta de que las construcciones sociológicas que entendían a la sociología como un sistema –como conjunto de categorías y conceptos permanentes- no se adecuaban a ese período dinámico de la sociedad contemporánea. Por tal motivo, la 232 sociología necesitaba un reajuste acorde a los desafíos de esa realidad vital. De tal modo que la sociología, entre otras cosas, debía tener un carácter instrumental: ―la ciencia tiene que ser instrumental para el hombre y esforzarse por acudir a aliviar a la vida humana de sus problemas más inmediatos, ofreciéndole medios de poder y regulación‖ (Medina, 1982: 54). Pero también la sociología era, como hemos venido observando, una ciencia híbrida –por estar a caballo entre las ciencias naturales y las ciencias sociales-, de ahí su carácter especial; la sociología era sintética porque unía diversos métodos de estudiar lo social –el método comprensivo con el método positivista; la teoría con la técnica; el aparato contemplativo con el aparato operativo-; la sociología tenía una pretensión integradora de ―lo social‖ –lo que la hacía aglutinar en la perspectiva sociológica otras perspectivas de lo social complementarias como la histórica, jurídica, económica o política-. En fin, la sociología para José Medina Echavarría era una perspectiva científica más que se ocupaba de estudiar y ordenar las formas particulares de eso tan abarcador que era ―lo social‖ y que en sentido más estricto llamamos sociedad. 4. El objeto de estudio de la sociología. Definiendo y perfilando la perspectiva sociológica. Toda la breve historia de la sociología hasta aquel entonces podía ser descrita y explicada por los sucesivos intentos de encontrar el objeto propio de la misma con el cual pudiera constituirse como ciencia independiente. Para los fundadores de la sociología el objeto de la sociología venía a ser la sociedad, confundida en numerosas ocasiones con humanidad. El inicial carácter enciclopédico de la sociología impedía una mayor precisión. Medina reconocía en los trabajos de Durkheim y Simmel los primeros pasos para eliminar aquellas pretensiones enciclopédicas de la ciencia sociológica a la hora de encontrar un objeto de estudio más restringido (Medina, 2008: 213). Estos dos autores plantearon ese problema central de la sociología con más rigor, si bien el sociólogo español prestó mayor atención a la sociología formal de George Simmel. La sociología enciclopédica, como sabemos, había penetrado y se había intrometido en el campo de estudio de diversas ciencias sociales (economía, demografía, etc.) dificultando e impidiendo una mayor claridad del conocimiento sociológico. Esto redundaba también el la condición fragmentaria del conocimiento sociológico, ya que toda expresión social podía abarcar desde formas sencillas hasta más complejas, desde grandes organizaciones sociales hasta un conjunto de acciones sociales recíprocas. En estas primeras aportaciones teóricas le vemos interesado en clarificar el objeto de estudio de la ciencia sociológica –preocupación de toda una época, como bien sabemos-. Reconoce a la realidad social como el objeto de la sociología (Medina, 2008: 223). Esta afirmación es deudora de la simpatía intelectual que nuestro autor tenía respecto a Hans Freyer: ―Las tres afirmaciones fundamentales de Freyer, que a través de distintas fuentes estaban ya en la atmósfera, son, en definitiva, éstas: que la Sociología tiene por objeto la realidad; que algunos de sus conceptos son de carácter histórico- estructural, y que (como las demás ciencias sociales) debe ayudarnos a una interpretación de nuestra propia vida (nuestro presente)‖ (Medina, 1982: 49). 371 371 Esta apreciación de la sociología como ciencia de la realidad suponía inicialmente la quiebra entre la naturaleza y el espíritu. El libro de Hans Freyer, Soziologie als Wirklichkeitwissenschaft, ejerció una notable influencia, como decimos, en la elaboración sociológica de Medina. Además, esta cita de Freyer recoge sucintamente este peso: la sociología es la expresión de una realidad social, los conceptos sociológicos son de carácter histórico-estructural (la importancia a lo histórico) y además la sociología es 233 Si la sociología para el sociólogo español también era la ciencia que se ocupaba de la realidad social, entonces, ¿qué entendía como realidad social? ¿De qué se componía esa realidad social? Para empezar, Medina avisaba de que toda realidad social está caracterizada por la fragmentación de perspectivas y enfoques, lo que la abría a múltiples interpretaciones y visiones a la hora de entender los hechos, los fenómenos o las formas sociales. Es decir, por conocimiento sociológico se pueden entender una multiplicidad de elementos y significados que hay en la realidad social, pero que no ayudan a una claridad de definiciones y de conceptos. Lo que pretendía nuestro autor, siguiendo ese afán de superación de la sociología enciclopédica, era lograr una posición unitaria desde la que observar y estudiar lo social. Se necesitaba un prisma más graduado y preciso que permitiese adentrarse científicamente en esa realidad social: ―Ahora, esto no significaba la imperiosidad de encontrar un objeto nuevo, antes no descubierto, sino, quizá, tratar aquellos ya investigados, sometiéndolos a una distinta abstracción que descubriera en ellos una perspectiva peculiar, y esto sería entonces lo que diera lugar al concepto unitario y ordenador de la nueva ciencia‖ (Medina, 2008: 214). Como bien decía nuestro autor, no había la urgencia de encontrar un objeto de estudio nuevo, dada la existencia de la realidad social, sino más bien había que refinar y precisar la perspectiva sociológica, dado un conocimiento sociológico disperso y carente de unidad. Él observaba que ese conocimiento sociológico estaba fragmentado por las distintas corrientes y autores que se daban en el campo sociológico, lo que dificultaba enormemente llegar a posiciones compartidas y generales de la práctica sociológica. Por tal motivo, al caracterizar nuestro autor la ―condición fragmentaria del conocimiento sociológico‖ –y de la realidad social- solicitaba una hipertrofia de esta ciencia social a partir de una concepción unitaria e independiente de los fenómenos sociales (Rodríguez Caamaño, 2004: 12). 372 Tal confusión, desorden y esparcimiento del conocimiento sociológico –que redundaba en una falta de concreción teórica- se debía a diversos motivos: desde la insuficiencia del método científico-natural al ser aplicado en las ciencias sociales hasta ese interés enciclopédico de la sociología, que no permitía la acumulación y sedimento del conocimiento sociológico. Se producía un interés por temas sociales que se escapaban de los límites de la ciencia sociológica. De tal modo, que si la sociología era la ciencia de la realidad social debía matizar qué entendía por realidad social y qué tipos de relaciones, instituciones o hechos sociales componían esa realidad social. Esto conduce a nuestro autor –para superar este conocimiento fragmentado y enciclopédico- a los factores subjetivos del conocimiento sociológico, apostando por una teoría sociológica que combinase la explicación y la comprensión de una herramienta de sentido para el hombre en una época crisis. A este respecto cabe recordar que Freyer fue el renovador de la tesis (inspirada en Dilthey) de que la sociología es la manifestación de una época crítica (Medina, 1982: 50). 372 Medina entendía que era necesario superar esa condición fragmentaria del conocimiento sociológico, algo que pasaba por la acumulación del conocimiento sociológico. Si bien, una de las propias características de la sociología, y que dificultaba esa acumulación, es la reflexividad sobre sí misma de la sociología –la sociología de la sociología-, lo que redunda, como bien sabía Medina, en que los avances científicos de esta ciencia social sean más lentos y menores que otros ciencias. Este es uno de los estatus característicos de esta ciencia social. Por tal motivo, nuestro autor descartaba la crisis de la sociología en cuanto a la delimitación de su ―verdadero objeto‖ de estudio porque los trabajos de Comte habían servido para dar continuidad y depuración a esta ciencia social. La crisis de la sociología era una crisis no tanto de objeto de conocimiento sino más bien de crecimiento (Medina, 1982: 12). En su fase de madurez la sociología tenía que perfilar y dar forma a su metodología. 234 esos factores subjetivos entendidos como acciones sociales. Es decir, una parte del interés sociológico se había de ocupar del estudio de los motivos, de los fines y de los propósitos de la acción social. El interés por la sociología formal de George Simmel le hacía reconocer la importancia que tiene para la sociología y su objeto de estudio la teoría de la socialización: ―la sociedad no se compone sólo de esas grandes organizaciones (iglesia, pueblos, estado), sino que comprende el conjunto enorme de los procesos menores de acción recíproca que todos los días tienen lugar entre los hombres y que no llegan a cristalizaciones tan evidentes‖. Lo importante era ese nexo social que daba forma a los fenómenos sociales y cuyo contenido era un material humano caracterizado por los impulsos, los intereses, las voluntades y los fines (Medina, 2008: 215-216). El estudio de la sociología para él tenía más que ver con la acción social que con el hecho social: ―La sociedad es cabalmente, en sus diversas formas, manifestación de la acción del hombre, trama de innumerables actividades, cristalización de incontables propósitos y fines. Y lo característico de la acción humana es su capacidad de trascender el puro transcurrir del instante, adelantando en su representación situaciones entonces inexistentes. El vehículo de esa trascendencia está en las previsiones que realiza y en los fines que persigue‖ (Medina, 1982: 34). Pero nuestro autor veía incompleta esa visión simmeliana –y parsoniana- de la sociología, ya que la atención del sociólogo alemán a los procesos infinitamente pequeños le llevaba a relegar a un segundo plano las estructuras sociológicas de más importancia, que también para el sociólogo español influían en la existencia del individuo. 373 Él daba más importancia a las situaciones simbólicas entre hombres que a las materiales. Concedió siempre mayor importancia a la estructrua social y al elemento histórico que penetra en el conocimiento sociológico. Este dar forma al objeto de estudio sociológico, le hacía ver que la sociología se tendría que ocupar de comprender el sentido de la acción recíproca entre los individuos dentro de un escenario de estructuras sociales de significación histórica y concreta. Medina Echavarría –inmerso en esta etapa biográfica en la que estaba perfilando sus primeros planteamientos teóricos y epistemológicos- intuía que la sociología debía alcanzar posturas convergentes entre las teorías de las relaciones sociales y las teorías de las estructuras sociales. De tal motivo, que el sociólogo español empezaba a observar que para comprender el mundo social se necesitaba un complemento entre estos enfoques opuestos: ―la teoría de las relaciones necesita ser complementada por las teorías de los grupos y de las estructuras histórico-sociológicas‖ (Medina, 2008: 218). Si nos atenemos a esta visión de la sociología podemos afirmar que para nuestro autor los fenómenos sociales susceptibles de ser calificados como materia de investigación sociológica, es decir, objetos de estudio sociológico, vendrían a ser las relaciones sociales como acción recíproca entre individuos, el estudio de las instituciones sociales como grupos sociales en los que forma parte el individuo (familia, profesión, nación, etc.), y el hecho social como un hecho histórico. 373 Nuestro autor entendía como base de la sociología el estudio de la acción social: ―La teoría de las acciones sociales tiene una tradición tan continuada dentro del moderno pensamiento sociológico, que justifica el ensayo de Talcott Parsons de exponer al hilo de esa teoría la obra de tres de los sociólogos más eminentes de la generación anterior. En efecto, una teoría de la acción social y de sus formas es la base de toda Sociología‖ (Medina, 1982: 109). Pero la sociología, como Medina sabía, tampoco se reducía a la acción social: base sí, pero fin único no. 235 Él concedía mucha importancia al componente histórico de la sociología. Un carácter esencial de la vida social –como realidad vital- era que ésta estaba formada en el transcurso de la historia, siendo penetrada por el avance del tiempo. La vida social no era sino la historicidad de las estructuras sociales en donde se dan las relaciones sociales: ―La esencia, pues, de las formas sociales como formas vitales es su historicidad‖ (Medina, 2008: 220). Todo el pasado histórico confluye en el estado actual de la realidad social y de sus formas. Ahora bien, durante este despliegue de la perspectiva sociológica, nuestro autor tropieza con un problema metodológico siempre presente en la sociología: las peculiaridades del objeto de estudio sociológico hacen que las delimitaciones conceptuales nunca puedan ser definitivas, lo que condiciona enormemente el estatus científico de la sociología. La sociología es una ciencia en constante transición y cambio, lo que hace que las hipótesis tiendan a ser relativas y movibles. El dinamismo y el cambio es un elemento característico de lo social, como también lo es el orden social. 374 Para Medina Echavarría toda producción humana, ya sea material o simbólica, se da en unas coordenadas históricas determinadas. Pero una situación social concreta no quiere decir ausencia de movilidad, de dinamismo, porque lo social es mutable y mudable. La realidad social tiene la gran paradoja de ser, al mismo tiempo, cambiante y estable, otorga estabilidad, como ofrece sensaciones y muestras de cambio. Las estructuras sociales estructuran y son estructurantes. Es por ello que dos elementos constitutivos de la sociología sean la estática social y la dinámica social. Medina define muy bien esta dualidad de la realidad social otorgando a la sociedad la particularidad de poseer estructuras en movimiento. 375 Las peculiaridades estructurales de una sociedad aparecen vestidas a la vez como reposo y obra del hacer histórico. Esto conduce a una redefinición continuada de la nueva sociedad por parte de la sociología: la sociedad no para de fluctuar y de modificarse pero en escenarios estructurados y consolidados lo que hace que las teorías sociológicas y sus conceptos siempre estén abiertos a la revisión. De tal modo, que la sociología siempre será una ciencia sujeta a la constante revisión dado la estrecha dependencia a la doblez de su peculiar objeto de estudio: una realidad social mutable, pero estática; rutinaria, pero innovadora; tradicional, pero moderna. En consecuencia, la ―situación sociológica‖ es también una situación histórica concreta (Medina, 2008: 221). En este sentido, la circunstancia histórica de una sociedad tiene como producto unas formas culturales y sociales típicas de la época, que se remontan a un pasado. 376 374 Otro aspecto más de la influencia de Comte en el sociólogo español es esta preocupación por señalar la tensión sociológica entre el orden y el progreso, entre la tradición y el cambio, la neofobia y la trasgresión. 375 Estamos antes las primeras teorizaciones de nuestro autor respecto al orden y cambio social. Además, como se aprecia, lo hace desde posturas moderadas que no tienen interés ni en la revolución social. Soluciones drásticas para él dada su experiencia vital, lo que le llevará a la larga a mantener posiciones moderadas (en el aspecto político) en cuanto a las reformas sociales, al entender que todo cambio social se ha de dar dentro de un orden social. Estas posturas teóricas si bien quedarán matizadas y perfeccionadas posteriormente cuando nos hable de la funcionalidad del ―conflicto‖ o del cambio social para el desarrollo económico, social y político de América Latina. 376 En la literatura sociológica de Medina es evidente la importancia que concedía a la naturaleza histórica del concepto sociológico, dada la influencia del historicismo alemán, de Hans Freyer y de Alfred Weber. La necesidad de estudiar el aspecto histórico de lo social, hace que el sociólogo en numerosas ocasiones se vista de historiador para dar cuenta del tránsito histórico de sociedades, de estadios sociales; en sí, de cambios sociales que modifican y alteran la realidad social. Además, a la carga histórica de lo social, Medina le añade la carga vital en lo social; deudora, sin duda, de la influencia de José Ortega y Gasset, ce la filosofía fenomenológica y de Martin Heidegger.La importancia de la ―realidad vital‖ como realidad 236 Si bien, Medina Echavarría no quería ahogar y hacer desaparecer en las estructuras sociales e históricas toda la capacidad del individuo, como tampoco quería eclipsar con las teorías de las relaciones sociales toda organización social forjada durante largo tiempo. Nuestro autor –en posiciones parecidas a las mantenidas posteriormente por Pierre Bourdieu- comenzaba a esbozar una teoría de la sociedad que luego desarrollaría durante sus años de Puerto Rico donde concedía una similar importancia a la capacidad de la acción del individuo de incidir y modificar la realidad social, como igualmente las estructuras sociales e históricas condicionan esa acción social y la forma que tiene el individuo de relacionarse con otros individuos. ―El acontecer social no se realiza sólo a través de grandes estructuras, sobre el telón de fondo de la Historia, sino que esas formas son, en sí mismas, un puro acontecer menos visible. Tal acontecer no es otro que el de la actividad psíquica de los hombres que las mantienen o que forman parte de ellas; en este sentido, la Sociología tiene que recoger las manifestaciones peculiares de esa actividad dentro de cada una de las estructuras sociales‖ (Medina, 2008: 225). Medina concedía igual importancia tanto a la estructura social como a la acción social, dada su mutua reciprocidad. 377 Nos ofrecía ya una preferencia de Simmel sobre Durkheim, complementada con Max Weber, el historicismo alemán y la incipiente psicología social. Es visible, a este respecto, la influencia que también le ejerce la sociología norteamericana y la incipiente psicología social que se estaba desarrollando en Estados Unidos (a la que el acceso se facilitaba desde México). Esto le llevaba a hablar de ―roles sociales‖- sin utilizar dicho término- para señalar las diferentes formas en que el individuo se relaciona con la realidad social dependiendo de los ―papeles sociales‖ que tiene que asumir en cada ―escenario social‖: ―en cada forma social, los hombres suelen poner una parte distinta de su personalidad, o sea, desarrollan una actividad anímica diferente. Piénsese en las actividades psíquicas, bien distintas, que el hombre despliega en la familia o en la profesión; de qué manera la ternura y la piedad, que en la familia dominan, invalidarían las exigencias de obra o de ganancia que la profesión lleva consigo‖ (Medina, 2008: 226). Medina se estaba enfrentando a unos de los problemas metodológicos y teóricos de nuestra ciencia social como era el de resolver la relación entre individuo y sociedad. La manera que tendrá nuestro autor de solventar este problema de la sociología es confiando en los grupos sociales como el nexo e intermediario entre el individuo (psicología) y la sociedad (sociología). 378 Aunque aquí, en México, sin todavía haber desarrollado su teoría de los grupos sociales, social que une situaciones sociológicas presentes y pasadas, también preocupó a historiadores como Américo Castro, afin a esta línea de pensamiento. 377 Sobre esta problemática central de la sociología –la forma qué tiene el individuo de relacionarse en sociedad- han dedicado trabajos todos los clásicos y contemporáneos de la sociología privilegiando unos la acción social sobre la estructura social, otros, en cambio, otorgando mayor importancia a la estructura social a la hora de conformar la realidad social. 378 Medina comienza a citar a John Dewey (como en Responsabilidad de la inteligencia). Estaba leyendo el pragmatismo americano. Estas lecturas complementarias le harán perfilar el objeto de estudio de la sociología y asumir lo que decía Dewey de lo qué es la óptica peculiar del sociólogo: ―En alguna ocasión el filósofo Dewey ha captado lo que es la óptica peculiar del sociólogo, aunque no se refiera a él en concreto; lo que importa, por ejemplo, no es discurrir en abstracto sobre el supuesto conflicto del individuo y la sociedad en general, sino analizar los conflictos concretos en un momento dado entre determinados individuos y determinados grupos‖ (Medina, 1982: 25). Nuestro autor, como decíamos arriba, en su tarea de ir dando forma a su peculiar manera de observar la sociedad, privilegiaba las posiciones intermedias entre el individuo y la sociedad. 237 sí que señalará la importancia que tiene para la teoría sociológica las conexiones entre individuo y sociedad, sus componentes psíquicos –como él los llama- y sus componentes históricos y estructurales. Pero deja abierto un punto clave: para él el objeto de estudio sociológico se tiene que ocupar más de las conexiones interindividuales –lazos, nexos, lo simbólico, lo psicológico- que las materialidades: ―los conceptos sociológicos de familia o de comunidad, por ejemplo, no estarían sociológicamente logrados si, a más de la estructura que ambos significan, no recogieran la especial actividad psíquica que en cada una de ellas desarrollan los individuos que las crean. Se trata siempre de lo que se ha llamado la coloración psíquica de las estructuras sociológicas‖ (Medina, 2008: 226). En fin, nuestro autor ya había reconocido uno de los temas principales de la ciencia y de la teoría sociológica como es el de la relación dialéctica entre la acción y su significación social. Todo el punto de vista que mantenía por aquel entonces respecto a la sociología era el de una ciencia ocupada de determinar, de ordenar de forma sistemática y de reconocer el componente psicológico y la evolución histórica de las formas puras de socialización. Por eso, esta exposición de la sociología la definía de la siguiente manera: ―La definición más amplia que puede darse de nuestra ciencia alude al hecho social como tejido de relaciones humanas interdependientes, las condiciones de esa trabazón y los efectos o resultados que de ellos derivan para la vida del hombre‖ (Medina, 1982: 20). Eso le hacía ver cómo en los procesos sociales de carácter histórico-psicológico, convergían, se negociaban y se relacionaban las formas mínimas de lo social –las acciones sociales- con las formas más abarcadoras de lo social –las estructuras sociales-. El objeto de estudio concreto, por tanto, de la sociología era la acción social a la hora de establecer las conexiones y significaciones entre el individuo y la sociedad a través de sus acciones mediadas por un medio social: ―en toda acción humana, sea en principio política o económica, gravita toda una personalidad indivisible y todo un medio social. O sea, que toda acción humana, cualquiera que sea el carácter peculiar que tome, está influida por la totalidad del contorno social que tome‖ (Medina, 1982: 74). Como vemos, nuestro autor creía que toda acción social debía estar encuadrada en un sistema independiente de conexiones; es decir, toda acción se relaciona con el marco simbólico de la cultura: ―los fenómenos objeto de la Sociología y de las demás ciencias sociales son formas de vida, o como también se ha dicho, formas de la cultura‖ (Medina, 1982: 48, técnica). La cultura es la unidad significativa, el código, el contexto. Nuestro autor se decanta por un sentido ―culturalista‖ de la acción social, que en cierto modo, le relaciona con Max Weber al prevalecer la acción sobre el acto. 379 El sociólogo español no separa entre acto y sentido, si no que van unidos, dando lugar a la necesidad de comprender toda acción social en su justo contexto: ―La realidad social no puede asimilarse a un mundo de sentidos, porque lo que más nos interesa de ella, precisamente, son los actos en que esos sentidos se crean‖; ―lo que interesa a la ciencia social es la relación entre actitud y valor y la situación concreta en que esos se encarnan en la vida‖ (Medina, 1982: 45-46). Con otras palabras, a nuestro autor le interesaba la capacidad que tiene la cultura –científica, moderna, sociológica- de generar sentidos a 379 Medina conocía y cita los tres tipos de acción: racional, tradicional y afectiva de Weber (1982: 75). 238 las relaciones sociales que se dan en una realidad social estructurante y estructurada. Verdadero objeto de estudio de la ciencia sociológica. 380 5. El aparato contemplativo de la sociología: la teoría. El enfoque histórico- estructural. Hemos visto cómo nuestro autor pensaba que sólo a partir de Augusto Comte existía o debía existir una ciencia sociológica. Esto era así desde el punto de vista de una epistemología que considerase que siempre ha habido, si no una sociología expresa, por lo menos algo así como una filosofía social. Porque muchos principios, conceptos, apreciaciones o juicios que pertenecen a la sociología –en forma intuitiva y embrionaria- habían sido formulados por el pensamiento filosófico antes de la creación de esta joven disciplina científica. Y también observamos la síntesis del pensamiento comtiano con Max Weber y la sociología alemana; una convergencia que al final hereda las aspiraciones científicas del positivismo pero también acaban por otorgar a la sociología un sentido concreto, culturalista e histórico. Este será, al fin y al cabo, el espíritu que domine la caracterización teórica de la sociología para nuestro autor cuando advierta que para la construcción de la sociología como ciencia social concreta necesite de un aparato contemplativo desde que la sociedad se vea a sí misma. Porque para él no podía haber ciencia sin teoría ni sociología sin teoría. 381 Además él –y su circunstancia- necesitaban de teoría –como esquemas o mapas cognitivos sólidos- para entender todo ese conjunto de procesos de cambio social desembocados en el umbral de la primera crisis de la modernidad. No será inoportuno recordar nuevamente los retos a los que se enfrentaban aquellos sociólogos: procesos de modernización económica y social; procesos de cambio entre el mundo antiguo y el mundo moderno; la crisis de un mundo bélico; la llegada de la nueva sociedad capitalista. Medina está inserto en un momento clave de la culminación de la teoría sociológica moderna; más aún, es en un momento único para las ciencias sociales en lengua española, porque la sociología moderna se está preguntando cómo organizar la nueva sociedad en el ámbito operativo de las ciencias sociales. Como podremos ver más adelante, las ciencias sociales se estaban cuestionando en aquel entonces su utilidad, su sentido práctico. Había ya una urgencia por explicar el presente social de manera científica. 380 Esta postura, a favor del sentido ―culturalista‖, peculiar y propio de la sociología, es la que le hace relacionarse con los grandes clásicos de la sociología: ―la discusión no se presenta con ese carácter en ninguno de los grandes sociólogos de la generación anterior (Durkheim, Weber, Pareto incluso). Todos han percibido que el objeto que tratan entre manos no podía ser fácilmente clasificado en ninguno de esos dos reinos –ciencias de la naturaleza y del espíritu)‖ (Medina, 1982: 29). Como igual, le hace relacionarse con estos clásicos la importancia que concede a la acción social como centro del conocimiento sociológico. Al igual que estaba haciendo Parsons, Medina descubre que estos clásicos de la sociología, a pesar de las diferencias propias de la situación en que escribe cada uno, tienen en sus planteamientos un punto de convergencia: ―la postulación del concepto de ―acción social‖ como fundamento de la nueva disciplina sociológica‖ (Morandé, 1984: 37). 381 De la siguiente manera define nuestro autor el sentido y la función de la teoría: ―la observación ha de estar dirigida y guiada por la teoría, si quiere ver algo en esos hechos y no perderse infructuosamente en ellos‖…;―la ciencia aparece como una teoría que emplea un simbolismo conscientemente construido y continuamente controlado por la experiencia. Como teoría es un conjunto de postulados, conceptos, hipótesis y leyes, como el que se pretende no sólo comprender, sino también prever determinados comportamientos del mundo en torno‖ (Medina, 1982: 18 y 87). 239 Encontró en la sociología alemana clásica los fundamentos teóricos para identificar la teoría sociológica más adecuada para contemplar e interpretar la realidad social contemporánea. Para empezar, él había hallado en Max Weber el reconocimiento de la particularidad de los fenómenos sociales y el carácter especial de la sociología como ciencia de la realidad. 382 Veía en el clásico alemán la resolución de uno de los problemas claves de la ciencia social del siglo XIX: el tránsito de la naturaleza a la cultura. Además se vio fuertemente seducido por el cometido de la aventura que anunciaba Max Weber para la sociología: la comprensión de esa específica realidad. Weber aspiraba, así, a un análisis comprensivo de la sociedad como realidad en tanto que permitiera al observador –involucrado en la realidad que observa- racionalizar aquellos fenómenos singulares: ―No puedo menos de transcribir la siguiente: ―Die Socialwissenschaft, die wir treiben, ist eine Wirklich keitwissenschaft. Wir wollen die uns umgebende Wirklich keit des Lebens, in welches wir hineingestelt sind, in inhe Eigenart verstehen –den Susammenhang und die Kulturbedentung ihrer geschichtlichen So- und-nich-anders-Gewordenseins andererseirs‖ –Gesammelte Aufratze zur Wissenschaftlehre, p. 170-subrayado de Weber-―La ciencia social que queremos promover es una ciencia de la realidad. Pretendemos comprender la realidad de la vida que nos rodea y en la cual estamos inmersos, en su peculiaridad; por un lado la conexión y significación cultural de sus fenómenos singulares en su actual conformación; por otro, el fundamento de su precipitación histórica en cuanto son así y no de otra manera‖ (Medina, 1940a: 144). 383 La realidad -grosso modo vestida aquí como objeto de estudio de la sociología- provoca esa quiebra de la dualidad entre naturaleza y espíritu: ―El problema surge cuando alguien se plantea qué se entiende por ―realidad‖; cuestión, como es sabido, punto central de toda filosofía‖. Siendo toda realidad ―un producto de acción práctica y simbolismo‖ (Medina, 1982: 80-81). La realidad social es praxis. 384 Ha sido originada por la actividad práctica del ser humano a lo largo de la historia. Por eso, también es una realidad histórica. Esto hace que la situación social o ―situación sociológica‖ sea una 382 José Medina hablaba de Max Weber en los siguientes términos: ―Y por lo que respecta al segundo punto, el de la ciencia social como ciencia real, se encuentra, por lo menos y repetidamente en Max Weber en fórmulas notables con su rigor y precisión‖ (1940a: 144). 383 Medina citará nuevamente este mismo párrafo de Max Weber en su Sociología: teoría y técnica (1982: 50). Nuestro autor ya estaba dando forma, a comienzos de 1940, de su programa de investigación weberiano. Estaba leyendo a Weber de forma sistemática. 384 La realidad social es realidad vital. Encontramos esta interpretación en los miembros de su generación, en Ayala o Recasens. Tomamos como ejemplo unas palabras de este último: ―El que los fenómenos sociales sean formas de vida origina dos consecuencias fundamentales para nuestra ciencia: una, el que la Sociología sea una ciencia de la realidad, de una realidad que es distinta de la de la naturaleza y de la de los productos de la cultura, es decir, de una realidad vital; y otra, el que el sistema mismo de la Sociología sea, en su parte central, un sistema de las grandes estructuras sociales que se han sucedido históricamente‖ (Recasens, 1940: 141). Medina comparte, como decimos, esta visión de que la realidad social es una realidad distinta a la naturaleza ya que está conformada por estructuras sociales de conformación histórica, lo que él llama ―la particular fisonomía de una cultura determinada‖ (1939c: 19). Con realidad vital estos autores están caracterizando la originalidad social de la condición moderna y la manera que tiene cada pueblo de encaminarse hacia la modernidad: ―El proceso social y el civilizatorio, en su penetración recíproca, forman en un momento dado el ―agregado vital‖, la conformación vital, con que las tendencias espirituales se enfrentan, y de cuya labor resulta la fisonomía cultural del pueblo en cuestión. Con esto, se indica el tercer factor que hay que tener en cuenta, el del proceso cultural. Que es un movimiento de penetración, desde dentro, del agregado vital, tiñéndolo, por decirlo así, en todos sus aspectos con el color de su privativo carácter‖ (Medina, 1939c: 18). 240 ―circunstancia simbólica‖ siempre abierta a múltiples interpretaciones, dado su carácter inconcluso e indeterminado (Medina, 1982: 84). Además, como insiste el sociólogo español, no puede haber ciencia sin teoría, ya que ésta última es formulada por el científico por su carácter hipotético, por tal motivo la realidad no es absoluta, sino relativa. Aunque se confirme en un momento concreto por la experiencia actual (empírica), la realidad social está abierta a la posibilidad de nuevas reinterpretaciones dado su dinamismo. En la realidad social encontramos, sin embargo, una tensión de ―realidades‖: entre la realidad natural y la realidad simbólica. El hombre vive a caballo entre las dos. Sin embargo, quien media socialmente es la realidad simbólica vista como cultura, estructura o historia. El medio natural no influye como determinismo absoluto en la conducta del hombre. ―El mérito de Max Weber primero, y de Znaniecki después, ha consistido en demostrar la posibilidad de una ciencia empírica de esa actividad simbólica; ambos, empero, eliminan, por lo menos de la Sociología teórica, todo el aspecto natural de la conducta‖ (Medina, 1982: 91). Si no más bien es el medio simbólico quien condiciona las motivaciones de los actores. Medina se apoya en Weber y en Znaniecki para contrarrestar la irracionalidad de Freyer cuando formuló su teoría de la sociología como ciencia de la realidad. Con estos dos autores lo que hace Medina es demostrar la posibilidad de un conocimiento objetivo de la realidad histórico-social, privilegiando el enfoque histórico-estructural, reconociendo al individuo como heredero de un sistema cultural. Lo que se pretende es eliminar algunos de los componentes naturalistas de la teoría sociológica y depurar y perfilar más si cabe el conocimiento sociológico y la teoría desde la que poder mirar la sociedad. De esta manera, la teoría debía ser la guía de esa observación que permitiera la racionalización –como ―vestehen‖- de los fenómenos sociales dentro de su significación cultural y del precipitado de la historia. Para desarrollar el concepto de ―verstehen‖, Medina acude a distintas interpretaciones que había de este concepto dentro de la sociología alemana. 385 ―Vestehen‖ nos habla de la peculiaridad humana, de la importancia de la cultura, del mundo social que nos rodea, del comportamiento del individuo en sociedad. Comprender apela también a encontrar sentidos y significados de la acción social del hombre en una realidad social que se impone, con sus estructuras, normas, instituciones, etc., forjadas a lo largo de la historia. Al aparato contemplativo de la sociología se le presenta, entonces, la posibilidad de construir una ―taxonomía‖ que permita analizar la ―acción social‖ de cualquier actor en cualquier situación específica, independientemente de los motivos personales del investigador como de los propios actores involucrados en la observación de sus conductas (Morandé, 1984: 37). Desde este punto de vista, la preocupación del sociólogo –como observador implicado- es racionalizar la vida social. Pero para ello tendrá que tener en cuenta, como decimos, el carácter cultural, estructural e histórico de la realidad social. De tal suerte que la comprensión sociológica, como nos apunta Medina, es una tensión permanente entre estructura, acción, historia y análisis: 385 Junto las referencias a Max Weber el sociólogo español cita al Werner Sombart de Soziologie y a Marcus Adler, Die Rastel der Gesellschaft. En palabras de Sombart: ―comprender (verstehen) es un concepto central de nuestra ciencia. Todo el esfuerzo de la ciencia cultural está dirigido a la intelección; es decir, a un conocimiento que va de dentro a fuera, en contraposición a la ciencia natural, que sólo puede concebir; es decir, conocer de fuera a dentro‖ (Medina, 1982: 40). 241 ―La comprensión sociológica intenta la penetración inteligente de ese momento dinámico. Y es una visión totalitaria y analítica al mismo tiempo. Totalitaria porque lo que tiene delante es una figura, una estructura; y analítica porque trata de descomponerla en los factores y elementos que la integran y la determinan. Pero al mismo tiempo es histórica porque se proyecta en el pasado, remontando hacia los orígenes de esos elementos y factores, buscando fijar el instante preciso en que quedó formulada su peculiar constelación, y porque, por último, escruta en el futuro al intentar pronosticar su posible desarrollo‖ (Medina, 1987: 102). El anterior párrafo nos permite observar su posicionamiento teórico en referencia al aparato contemplativo de la sociología. De esta manera, para él la teoría sociológica que conforme toda observación sociológica ha de ser una sociología totalitaria, porque se ocupa de las estructuras; una sociología analítica, porque permite a la vez descomponer los elementos y los factores que integran esa estructura; y también es una sociología histórica porque la óptica de la historia permite observar los procesos sociales en perspectiva. Esto hace que la sociología adquiera un carácter sintético que permite ver las acciones, los fenómenos y las relaciones sociales en forma no aislada, sino relacional. La opción metodológica de Medina, por tanto, es continuar el camino abierto por la corriente histórico-estructural alemana, que combina la observación de múltiples factores –análisis de la estructura- sin renunciar a un análisis de la realidad social en función de los caracteres diferenciales y las relaciones que lo definen –análisis de la acción social-. La tarea de la teoría sociológica, como aparato contemplativo de la sociología, es comprender la oposición y relación entre la estructura social y los acontecimientos sociales, que supone siempre privilegiar el análisis de las motivaciones de los actores en relación al sistema cultural que los orienta. Lo que nos está proponiendo sugestivamente Medina Echavarría, en fin, es una manera concreta de mirar: la perspectiva sociológica. a. El carácter concreto de la sociología. Ahora bien, esta perspectiva sociológica tiene límites; no llega ni ocupa todas las cuadraturas de lo social. Medina Echavarría tenía en mente en México su obra La sociología como ciencia social concreta, que posteriormente daría forma en Puerto Rico –síntoma de su madurez teorética, pero que no vería luz hasta después de su fallecimiento-. Nos aventuramos a decir que esta obra póstuma estaba en clara fase de elaboración; por lo menos, nuestro autor tenía una idea fija en su mente: el carácter concreto de la sociología. 386 Él prosigue en la línea metodológica, como vimos anteriormente, abierta por Max Weber a la hora de enfrentarse con algunos problemas metodológicos no resueltos de la ciencia sociológica. Principalmente nuestro autor tropieza con uno de los problemas matrices de esta ciencia: su ―autolimitación‖. Se da cuenta de la incapacidad de la ciencia sociológica por poder abarcar todo ―lo social‖, hecho que limita profundamente la tarea del sociólogo a la hora de observar su objeto de estudio. El científico social se ve desbordado a la hora de comprender la totalidad del 386 Tenemos documentos que atestiguan la intención de Medina Echavrría de publicar este trabajo en México: ―El señor Medina Echavarría anuncia la próxima publicación de dos libros suyos: ―Panorama de la Sociología Contemporánea‖ y ―La Sociología, ciencia concreta. Una introducción a la sociología‖‖ (Valle, 1939: 161). De las dos obras únicamente publicó Panorama de la sociología contemporánea. Ambos libros son manuales de texto de sociología en lengua castellana. Estaba en esa fase de construir la ciencia sociológica y pensarla en clave propia. No sabemos cuáles son los motivos que hicieron que desistiera en publicar esta obra en México. 242 mundo social; se le escapa de las manos. Este desbordamiento de lo social hace que sancione y penalice su práctica científica poniendo límites a su actividad observadora: tiene que limitar el objeto de conocimiento sociológico –algo que ya vimos en apartados anteriores-. En otras palabras, la insuficiencia de la perspectiva sociológica lleva a concretizar qué es lo auténticamente válido, útil y observable para la sociología, dado el carácter peculiar de lo social: ―Si la comprensión y resolución de los problemas del presente interesan en primera línea a la Sociología, su contenido teórico, y el modo de llegar a él, pertenecen a un plano completamente distinto al de ese interés. […] la posibilidad de un conocimiento científico de una circunstancia concreta del presente, presupone estar ya en posesión de una teoría de un saber abstracto de la realidad social, o sea, de un cuadro más o menos amplio, de conceptos, principios o hipótesis generales. El innegable carácter concreto de la Sociología, es, precisamente, el punto más difícil de su metodología y no está aún satisfactoriamente resuelto‖ (Medina, 1940a: 147). Medina resuelve esta insuficiencia de la práctica sociológica reconociendo que la sociología debe tener un conocimiento concreto y preciso de lo social. Para él el deber de la sociología, en primer lugar, es explicar en su totalidad las situaciones sociales concretas, formemos o no parte de ellas –el sentido totalitario de la sociología al que se refería anteriormente que conecta con la urgencia de comprender el momento histórico-; en segundo lugar, la sociología se ha de interesar por lo cualitativo, lo que incluiría la comprensión de los efectos de las actividades ―espirituales‖ e individuales. Y, en tercer lugar, no obstante el interés de lo concreto, la sociología no puede prescindir de leyes y de conceptos generales (Medina, 1982: 62). Es decir, debe aspirar a una pretensión analítica. La aparición del mundo moderno, su desarrollo, junto con el problema del límite social, sintetiza esta determinación por racionalizar la realidad presente. Surge entonces la formulación weberiana para comprender la modernidad occidental: ¿por qué somos así y no de otra manera? 387 La respuesta a esta interrogante supone para nuestro autor la exigencia de un conocimiento sociológico comprensivo de la situación social, que profundice en el análisis y en las relaciones de los fenómenos sociales, y que a la vez no desdeñe en ofrecer una seguridad ontológica al ser humano. El individuo necesita caminar sobre suelo firme. La sociología, como ciencia nacida en la primera crisis de la modernidad, se enfrenta al problema del ―sentido‖ de la vida humana y social. Por tal motivo, todo esfuerzo epistemológico y teórico gira alrededor de dotarla de eficacia, al nivel del discurso racional, para comprender todas esas contradicciones culturales, sociales, políticas que forman parte de la vida colectiva: ―la Sociología nos interesa muy en particular en la medida en que nos ayude a comprender la peculiar situación social en que nos hallamos y dé un poco de seguridad a nuestros movimientos en ella. Tal situación aparece como un todo concreto que hoy, por nuestra conciencia histórica, sospechamos razonadamente posee caracteres peculiares que le diferencian tanto de 387 Medina cita, junto a Max Weber, al Talcott Parsons, de The Structure of Social Action, pp. 591. No me resisto a incluir la forma en que el sociólogo chileno Pedro Morandé se refiere a esta aportación de Parsons: ―Es ésta la formulación más acabada que nunca se haya hecho en ciencias sociales sobre el primado de la racionalidad formal en el estudio del comportamiento humano‖ (Morandé, 1984: 38). Medina comparte, en cierto sentido, la línea apuntada por Max Weber y continuada por Talcott Parsons de la tendencia generalizada a la racionalidad formal de las sociedades modernas. 243 otras situaciones pasadas como de las posibles venideras. Lo que interesa, por tanto, es la comprensión de esa situación en su peculiaridad‖ (Medina, 1982: 59). Esta indeterminación del mundo moderno es lo que provoca su explicación sociológica. Así, junto al ensanchamiento del mundo urge la concreción de los límites del conocimiento sociológico, resuelto en algunas ocasiones en forma individual –las acciones sociales- o por medio de los llamados grupos intermedios. También podemos pensar, sin embargo, que junto con el carácter concreto de la sociología que reclama, él apelaba a su vez al carácter nacional de la sociología. Observamos cómo la sociología tiene esta capacidad de tener una idea de la totalidad, de la ―circunstancia‖ mundo –hoy globalización-, y luego a la vez ser complementaria con una idea de circunstancialidad histórica. Apreciamos cómo nuestro autor maneja esa idea de totalidad sociológica, de gran teoría, de esquemas para explicar el mundo y su tiempo, pero que, en el fondo, le llevan irremediablemente a espacios más reducidos: las sociologías nacionales. Pienso que este es el marco de referencia desde que escribe nuestro autor, porque, según sus palabras, ―la circunstancia nacional es […] la estructura sociológica más importante para la vida humana‖ (Medina, 1940: 20 días). Se puede hablar también de circunstancia grupal, familiar, pero la circunstancia más amplia de la que forma parte el individuo es la circunstancia sociedad entendida como Estado- nación. 388 Pero este marco de referencia ha resultado ser problemático para nuestro autor, formado en patrones teóricos modernos, dada su condición de exiliado. Un problema que no ha sido un inconveniente a la hora de ampliar los límites de su perspectiva sociológica. Son algunas fronteras del conocimiento sociológico en las que se sitúan todas esas tensiones de las que venimos dando cuenta: entre abstracción o conocimiento concreto, entre ensanchamiento del mundo y espacios sociales más reducidos, entre comprensión o previsión. 389 b. El enfoque histórico-estructural. A modo de una sociología de la cultura. La sociología alemana clásica alberga un planteamiento de síntesis social: entender la cultura moderna. Nuestro autor toma el testigo de esta tradición sociológica en su caracterización de la sociología como ciencia social concreta al reconocer la importancia de la metodología sistemático-estructural. De esta manera, el método histórico-cultural será el elegido por Medina para comprender aquellas ―totalidades‖ 388 Observamos un cierto nacionalismo metodológico por parte de José Medina Echavarría en las que el sociólogo se ocupa de conocer su sociedad, de entenderla, para luego poder compararla, si así precisa, de otras sociedades o del entorno mundial. No habían surgido todavía las teorías de Niklas Luhmann acerca del universal investigador, que sitúan al sociólogo en un plano más allá de los límites de las sociologías nacionales. 389 ―El problema en este punto está en si la Sociología –como ciencia- tiene que contentarse con iluminar las condiciones de la acción o puede infiltrarse en la decisión misma‖ (Medina, 1982: 57). La tensión entre la función de la sociología como comprensión o como previsión –entre describir la acción social o dirigir la acción social-, es un tema que interesaba especialmente a Medina desde sus años de España. Lo que podemos interpretar de estas palabras es el establecimiento y el cuestionamiento de los límites que la sociología debe tener en las esferas de la actividad política. Es decir, la posición que la sociología debe ocupar en relación a los órganos e instrumentos de decisión política, convirtiéndose esta ciencia social en una herramienta más al servicio de la planificación social; o bien, la sociología ha de mantener una posición contemplativa y de neutralidad respecto a la esfera política. Su posición en esta tensión siempre estuvo a favor de convertir a la sociología en un útil al servicio de las personas o instituciones que están en condiciones de decidir con eficacia con tal de ver la vida social como un objeto de racionalización. Si bien, a sabiendas, de que esa postura podría sobrellevar un exceso de racionalidad instrumental y convertir a la sociología en mera tecnología burocrática, en tecnocracia o en ingeniería social. 244 que emergen de la vida social en forma de procesos históricos y culturales. ―Este análisis sistemático-estructural del proceso histórico en su conjunto, nos ofrece los instrumentos de interpretación de una circunstancia histórica concreta. La peculiar constelación de los procesos social y civilizatorio y cultural, o sea su juego en un momento dado, es aquello que al sociólogo de la cultura le permite la comprensión del estado en que se presente un pueblo o cultura determinados‖ (Medina, 1939d: 19). Basta observar la forma en que él se autodefine como sociólogo de la cultura. Sabemos además la influencia que causó en estos planteamientos el hermano de Max Weber, Alfred, a la hora de entender los componentes estructurales del proceso histórico y estudiarlos como fenómenos culturales: ―La sociología de la Cultura que A. Weber propone […] busca encontrar, mediante una análisis sistemático-estructural del proceso histórico en su conjunto, aquellos elementos siempre presentes, que en su juego concreto, es decir, en su singular configuración, nos permitan la interpretación de una determinada circunstancia histórica. Como Sociología de la cultura pretende descubrir la peculiar ―fisonomía‖ de ésta en un pueblo y tiempo determinado‖ (Medina, 1939d: 17). La cultura de un momento concreto es deudora de todo un proceso histórico. El contenido de la cultura se debe a su propia trama histórica. Para Medina, siguiendo a Alfred Weber, los componentes estructurales del proceso histórico serían el proceso civilizatorio, el proceso social y el proceso o ímpetu cultural (Medina, 1939d: 17). Queda caracterizado el proceso civilizatorio por el avance científico y la racionalidad formal que permitió la organización de la nueva sociedad, capitalista, moderna, pero, también, violenta, que definirían los respectivos procesos sociales y culturales. Nuestro autor, por tanto, se encuadra como vivo continuador e intérprete de la corriente sociológica que había dentro de la sociología alemana –con autores como H. Freyer, M. y A. Weber, F. Tönnies o F. Oppenheimer-, ocupada en crear un nuevo ethos moral o una nueva conciencia moral (Medina, 1982: 50). Porque la teoría sociológica, en el sentido que le concede Medina, es una sociología de la cultura que ha de interpretar (y comprender, y analizar) la vida social en ese mundo moderno. Visualizando el carácter histórico de la sociología acaba evolucionando, en su análisis de la sociología como conciencia del tiempo presente, hasta una sociología comprensiva de clara influencia weberiana. Para llegar aquí comenzó, como sabemos, influenciado por la concepción de la sociología de Hans Freyer como autoconciencia de una época. Más el ascendiente de todos los autores que acabamos de ver en esa línea histórica y culturalista, que no miró al presente, si no al pasado, al nacimiento de la sociología y a su evolución. En esta corriente sociológica encontramos cómo a la sociología se le unió una óptica evolucionista; cómo la conciencia histórica se introdujo en las ciencias sociales, para acabar distinguiendo a la sociología por sus circunstancialidad, por ser ―sociología comprensiva‖. Por convertirse en una sociología que comprende (razón experimental) y dota de sentido histórico (razón histórica) a esa realidad concreta. Pero todo este sesgo histórico, ansioso por explicar la totalidad de procesos sociales y culturales de carácter histórico, estaba todavía, según Medina, ―bastante lejos de la Sociología propiamente dicha‖ (1982: 52). Había que descender desde los análisis circunstanciales y concretos hasta la sociología analítica propiamente dicha, más encargada en la elaboración de categorías sociológicas y conceptos analíticos 245 conscientes también de este mismo sesgo histórico (como él haría con su estudio de la hacienda). Es justo cuando en la sociología se produce un desplazamiento del problema de interpretar los rasgos de la cultura moderna desde el ámbito histórico al analítico. Nos referimos al tránsito que está dando la sociología para convertirse en ciencia empírica vinculada a categorías analíticas que den cuenta tanto de los actores sociales observados como de sus respectivas situaciones sociales. Este desplazamiento también lo relata Medina como consecuencia de la aparición en su obra de Mannheim. Este clásico alemán distingue, según la lectura que hacía de él nuestro autor, entre sociología sistemática y sociología estructural. Por sociología sistemática entiende aquella teoría que se encarga de los elementos relativamente permanentes del hecho social. Mientras que sociología estructural es la teoría de los complejos sociales concretos y el estudio de su dinamismo. 390 (Medina, 1982: 106). Podemos decir que son dos maneras de acercarse a la realidad social bajo el enfoque sociológico: la primera, tiene más en cuenta el hecho social (relación individuo-sociedad), mientras que la segunda prima la relación acción social-estructura social. Antes de pronunciarse por alguno de los dos enfoques, Medina recoge tanto las aportaciones a la sociología sistemática realizados por F. Znaniecki con su teoría de los sistemas sociales, como los aportados por T. Parsons con sus formulaciones alrededor del sistema normativo que regula la acción y la conducta individual. 391 Esto hará que nuestro autor examine el sistema social como una estructura de relaciones estrechas entre los elementos que lo componen (Medina, 1982: 108 y 110-112). La sociología de los sistemas sociales le llevará a considerar este método teórico que descompone la realidad social por sus posibilidades analíticas. Es decir, la sociología sistémica ayuda a perfilar el conocimiento sociológico en cuanto analiza las relaciones específicas que se dan dentro del sistema social; como son, por ejemplo, las teorías de las relaciones sociales, la teoría de los grupos sociales, la teoría de las personas sociales, la teoría de las instituciones o la teoría del estatus social. 392 El sociólogo español reconoce como autores que han aportado teorías en la línea de este enfoque sistémico a los siguientes sociólogos clásicos: Durkheim, Pareto, Oppenheimer, los hermanos Weber, Tönnies, Freyer, Mannheim, Hobhouse, Ginsberg, Thomas, Mac Iver, H. Becker, Chapin y Ogburn (Medina, 1982: 114, técnica). Mientras que destaca a Mannheim como el autor que mejor ha desarrollado el enfoque estructural de la sociología contemporánea: ―La Sociología estructural, según él, consta de dos partes: estática y dinámica. La teoría de la estática ―trata del problema del equilibrio de todos los factores sociales (no sólo económicos) en una estructura social dada. La teoría de la dinámica trata de la ruptura de ese equilibrio y de los movimientos o tendencias que llevan a ella, así como de sus consecuencias y de los movimientos que se originan en ese desequilibrio. En una palabra, el problema del cambio social‖ (Medina, 1982: 114). 393 390 División que nuestro autor hace a partir de la lectura de Karl Mannheim The Social Sciences. Their relations in theory and in teachin, de 1936. 391 Znaniecki estudia en la sociología los ―sistema cerrados‖. Nuestro autor cita su libro The Method of Sociology, de 1934. 392 Medina utiliza y cita un artículo de Talcott Parsons para estas reflexiones teóricas, ―An analitical theory of social status‖, The American Journal of Sociology, XLV, núm. 6, p. 841. 393 Cita a Karl Mannheim, The Place of Sociology, en The Social Sciences, 1936, p. 184. 246 Gracias a estas referencias podemos observar cómo en la dimensión epistemológica de la literaura de José Medina Echavarría hay una voluntad más de síntesis; ahora entre la sociología alemana y la sociología anglosajona –aparte de Durkheim y de Pareto. Todos estos autores han compartido, en cierto modo, una de las grandes problemáticas que también le interesó y que recorre todo el pensamiento sociológico contemporáneo como fue el análisis de los elementos racionales e irracionales de la estructura social (Medina, 2008: 206). La significación de estos sociólogos, desde Hobhouse, Pareto o Weber, fue exaltar unos u otros elementos de la vida social. Weber, por ejemplo, se decantó por explicar la racionalidad de la vida moderna; mientras que Pareto se ocupó de abordar los elementos irracionales de la vida social, a los que denominó ―residuos‖. La traducción sociológica de estos autores la podemos entender dentro de las consideraciones de aquella época sociológica, en la que se trataba de buscar exposiciones teóricas tanto sobre las acciones lógicas –aquellas dirigidas por un interés, principalmente, las acciones científicas y económicas- y las acciones no lógicas, dirigidas por elementos psíquicos fundamentales (Medina, 2008: 209); al no haber todavía un sentimiento compartido por estos autores de que la racionalidad formal fuera a ser el comportamiento generalizado de la vida moderna. Para todos ellos, la racionalidad formal era un rasgo más de la nueva sociedad y no el ethos cultural de vivir en esa sociedad. Fiel a la tradición sociológica de su tiempo, el sociólogo español, en esa voluntad de síntesis que anteriormente decíamos, también busca una cierta afinidad entre el enfoque sistémico y el enfoque estructural. Desde mi punto de vista, estimo que la perspectiva que tenía Medina Echavarría respecto a la sociología era más amplia como para ser sistémica. Por tal motivo, su postura fue la de acercar y combinar el aspecto sistémico de la sociología –los grandes procesos- con los problemas de cambio y equilibrio social. En otras palabras, su apuesta fue la de disponer conjuntamente las respectivas aportaciones teóricas de K. Mannheim y Max Weber; referentes, sin duda, para la visión que tiene nuestro autor sobre la dimensión epistemológica de la sociología y su aparato contemplativo. Recoge de esta amanera los problemas metodológicos de la sociología sistémica expuestos por Weber –la teoría del tipo ideal y la teoría del imputación concreta- (Medina, 2008: 162); junto a los problemas que se ofrece en la elaboración de la sociología en su parte estructural, a saber: los modos o procedimientos para apresar la interdependencia de los distintos elementos y factores existentes en un momento dado y la mayor significación dinámica de uno o varios de entre ellos a través del análisis cualitativo (Medina, 1982: 114-115). Una de las mayores consecuencias de combinar estos dos autores en su estudio será, sin duda, el interés creciente por el carácter histórico del conocimiento sociológico. De esta manera, con Max Weber nuestro autor tratará de captar la irracionalidad de la vida a través de lo racional en los tipos ideales conformados históricamente (teoría de los tipos ideales), como igualmente tendrá en cuenta la aprehensión de la individualidad de los fenómenos sociales en cuanto históricos (teoría de la imputación concreta). Mientras que en Karl Mannheim halló la penetración de lo social en las ―estructuras del aspecto‖ -estructuras sociales conformadas a lo largo de la historia- que según qué momentos y circunstancias cobran el empleo para el sociólogo de determinados conceptos, categorías, modelos mentales, procedimientos de generalización y fundamentaciones ontológicas (Medina, 2008: 162 y 172). En suma, el aspecto histórico de la sociología encomienda captar lo singular, lo individual. Es la 247 meta última de la práctica sociológica; no tanto en el desarrollo de uniformidades abstractas, sino más bien lograr alcanzar un sentido último de una acción social, de un proceso social, de una estructura social. De esto se trata: lograr el sentido histórico de lo social. El método histórico aplicado a la investigación sociológica pretende la comprensión concreta de las manifestaciones sociales en la perspectiva del tiempo – pasado y presente-. Medina reconoce con ello la necesidad de acudir ―a la historia para comprender fundamentalmente la actualidad‖ (1942a: 40). Las claves del presente las encontramos, entonces, en el pasado: en la conformación de las estructuras sociales, en los procesos culturales y en la reproducción de éstos en las prácticas sociales e individuales. Porque, como bien nos advierte nuestro autor, la materia de la sociología es de naturaleza histórica (Medina, 1982: 37). Frente a la racionalidad instrumental de las ciencias naturales, Max Weber, sobre todo, contrapone la racionalidad histórica, la circunstancialidad concreta de la acción, del momento histórico concreto (Medina, 1982: 38). 394 La ciencia social, la sociología, es histórica no sólo porque su objeto sea una sociedad circunscrita, sino porque también su objeto de estudio está asentado en su carácter histórico. Se necesita la razón experimental -la experiencia, la tradición-, pero la aplicación del método histórico no es del todo suficiente para explicar lo social. Hace falta, en tal caso, completar las herramientas metodológicas que aporta el enfoque histórico-estructural con la sociología analítica, con tal de poder hacer ―comprensible‖ lo social (―verstehen‖). Lo histórico abre en la sociología el interés por el pretérito, por los matices culturales y estructurales. De ahí que la sociología histórica, como así la entendía Medina Echavarría, también se proyectase como sociología de la cultura. Sin embargo, estas apreciaciones son insuficientes. Es necesario completar el enfoque proveniente de la sociología cultural e histórica con las aportaciones metodológicas del enfoque analítico con tal de que la realidad social supere la frontera de lo ―explicable‖ y el conocimiento sociológico logre, de esta manera, la validez de un conocimiento científico de carácter comprensivo. 5.1. Originales apuntes sobre la sociología analítica. Esta apuesta por la sociología comprensiva e histórica sumada a la adopción de un enfoque y una metodología analítica tiene evidentes consecuencias en el diagnóstico teórico del sociólogo español. El resultado más característico es el progresivo abandono y renuncia del pensamiento comtiano a favor, como venimos viendo, del pensamiento weberiano. Fruto de estas elecciones es la opción por una teoría de la sociedad más precisa en su construcción al considerar que la vocación de la sociología es convertirse en una disciplina científica. Por un lado, había que limitar o minimizar las influencias en el campo sociológico del ensayismo social circundante, de la literatura social e incluso de la literatura de anticipación; por otro, era necesaria una mayor precisión de los términos y de los conceptos sociológicos. El uso inapropiado e inadecuado de vocablos sociológicos redunda en la lentitud del avance y de la acumulación del conocimiento sociológico. Esto tiene mucho que ver, sin duda, con la dependencia de este conocimiento científico respecto a la práctica personal de todo sociólogo. Nos estamos refiriendo a uno de los rasgos distintivos de la disciplina sociológica: no hay una unanimidad sobre los conceptos, los términos o los vocablos dentro del campo y de la comunidad sociológica. 394 Medina cita a Max Weber: ―Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre‖, y A. Von Schelting, Max Webers Wissenschaftslehre, de 1934. 248 La interpretación de un concepto sociológico está expuesta siempre al sentido que quiera dar cada sociólogo. Medina lo que apuntaba entonces, con la sociología analítica, era, en primer lugar, esta problemática del hacer sociológico y, en segundo lugar, cómo la metodología analítica ayudaría, sin duda, a diseccionar los procesos sociales más complejos. La sociología analítica, según él, era un enfoque absolutamente complementario y necesario tanto para el enfoque histórico como para el estructural a la hora de buscar la ―comprensión‖ sociológica de estos procesos. El desarrollo posterior del enfoque analítico dentro de la sociología moderna ha llevado consigo incluso la inserción en el campo sociológico de una nueva materia como la sociología analítica. Aunque es más correcto hablar de perspectiva o enfoque que de disciplina. La sociología analítica no es una teoría única ni un conjunto cerrado de teorías, sino más bien un enfoque general para las ciencias sociales lo suficientemente abierto como para dar cabida a teorías de diferente alcance y para aceptar un razonable pluralismo metodológico, pero reconocible por la precisión conceptual, el rigor lógico, la apuesta por la construcción teórica y la contrastación empírica de las teorías (Aguiar, 2009: 441). Sin llegar a tales supuestos, sí que encontramos en Medina una predilección por la sociología analítica como una manera peculiar de hacer sociología –y de estar en la sociología por parte del sociólogo- a la hora de precisar las definiciones sociológicas con tal de reducir la ambigüedad de la literatura y terminología sociológica. Visto con una cierta distancia, observamos cómo él estaba apostando por el enfoque analítico de la sociología en un momento que él entendía como clave para el crecimiento y la consolidación de la sociología. Para él toda ciencia era analítica por definición. El poder explicativo de la sociología pasaba por lograr un repertorio conceptual compartido y aceptado por los sociólogos. Este poder de explicación de la sociología tenía que redundar en el estudio de las variables históricas y sociales que componían y habían estructurado la estructura social. De esta manera, el enfoque histórico-estructural casaba perfectamente con el enfoque analítico, lo que valida la pretensión pluralista de la sociología analítica. Esto permite a todo sociólogo toda una serie de aproximaciones metodológicas útiles dada su combinación; por ejemplo, la utilización del método comparativo de la sociología histórica con el uso de las técnicas de investigación social cuantitativa o cualitativa. Con todo, el aparato contemplativo de la sociología para Medina –la teoría- es claramente de orientación comprensiva y de formulación weberiana, guiado por una metodología teórica que suma el enfoque histórico-estructural más el enfoque analítico a la hora de diseccionar procesos sociales, con sus diferentes acontecimientos, con sus relaciones, con las acciones sociales que de él derivan, con causas intencionadas y no intencionadas, etc. En cualquier caso, un análisis histórico-sociológico de un fenómeno social concreto es obligatorio para estudiar su formación (a partir de la estructura social) como el impacto que pueda tener sobre esa misma estructura social. 395 Decididamente, 395 Por ejemplo, uno de los términos más recurridos por los sociólogos y que más llevan a la confusión por su variedad en el uso es el concepto sociológico de ―estructura social‖. Podemos anticipar que Medina utiliza preferentemente el concepto de ―estructura social‖ antes que el de ―estratificación social‖. Como bien reconocen en un artículo José Adelantado y José Antonio Noguera ―el concepto de estratificación social tiene connotaciones funcionalistas, presupone que los grupos sociales se configuran como ―estratos‖, y que su clasificación teórica como tales responde a criterios arbitrarios del teórico o investigador, no a divisorias o contradicciones reales, existentes en la propia sociedad‖ (1999: 73). Medina entiende el concepto sociológico de ―estructura social‖ no como estratificación social, ni como estructura de clases –en el sentido de la teoría marxista-, sino más bien como estructura histórica en la que 249 Medina advierte la importancia de las conexiones históricas para el enfoque analítico de la sociología. Esto nos hace pensar en una perspectiva sociológica convergente que pretende desvelar las conexiones históricas –cambiantes y contingentes-, como contextos de actividad históricos que son, más distinguibles en el plano analítico que en la actividad cotidiana de los individuos (Adelantado, 1999: 76). Aunque en última instancia, el interés máximo de esta manera de hacer la sociología sea el de entender e interpretar la acción social en relación a su desarrollo causal y a sus efectos. Para José Medina Echavarría –en sintonía con Max Weber- éste y no otro era el objetivo de la sociología en su parcela teórica. La sociología, como toda ciencia social, debe aspirar a explicar positivamente hechos y procesos sociales y generar un conocimiento objetivo. Pero además, la sociología, aparte de hacer un diagnóstico social apoyándose en el aparato contemplativo, debe desear, según Medina, la intervención en lo social. La sociología para él también era acción práctica basada en el conocimiento teórico. Como saber práctico la ciencia sociológica tenía que unir la dimensión contemplativa con un aparato operativo que permitiese operacionalizar toda esa carga teórica: la sociología es teoría y técnica. El aparato operativo de la sociología ha de validar, desarrollar y operacionalizar todo el conocimiento teórico previo a la hora de poseer un conocimiento más amplio y conciso de la realidad social. Se tiene que evitar toda fuga de conocimiento sobre la sociedad. Cuanto más conocimiento sociológico mejor para la propia sociedad. 396 Nuestro autor se ocupará, en esta tarea de construir epistemologicámente a la sociología, de establecer los contenidos del aparato operativo de la sociología. Para ello, como veremos a continuación, se detendrá en los métodos y técnicas de investigación. Con todo, promueve el diálogo entre teoría y técnica, entre comprensión y conocimiento empírico, pero también suscita el entendimiento entre el pensamiento social europeo y la tradición sociológica anglosajona, más preocupada por la investigación social. Demos paso ahora a las aportaciones del sociólogo español sobre el aparato operativo de la sociología. 6. El aparato operativo de la sociología: la técnica. Por aparato operativo de la sociología –como investigación social en un amplio sentido- ―debe entenderse el conjunto de métodos y técnicas aplicadas al estudio de la realidad social, principalmente contemporánea…Lo que la investigación social pretende es una descripción rigurosa y objetiva, es decir, científica, de la realidad social presente‖ (Medina, 1939f: 17). La argumentación de nuestro autor a favor de la unión de teoría sociológica y técnica sociológica redundaba en mantenerse fiel al procedimiento científico: toda ciencia exige atenerse a una técnica de investigación. Para él era se concentran todos los imperativos y designios culturales, tradicionales y sociales sobre las personas: es decir, contextos de acción estructurados, en cuanto lugares que van más allá que el contexto de situación de los individuos. Lo entiende así porque para él uno de los asuntos centrales de la sociología era establecer las conexiones y relaciones sociales dentro de estos contextos estructurados. 396 Un mejor y mayor conocimiento de la sociedad es el fin de la sociología. Esto lo relacionamos igualmente con el sentido práctico que Medina dota a esta ciencia. A él le interesaba sumamente la conexión institucional entre sociología y utilidad política y social. La dimensión práctica de la sociología para nuestro autor tenía que tener una prolongación en aquellos cuadros dirigentes de la sociedad. Una de las mayores muestras de la utilidad de la sociología es cuando se aplica por los órganos directores de la sociedad. La evidencia más fuerte de que la sociología es útil se produce cuando penetra en la esfera política que tiene la capacidad de decidir sobre la propia sociedad. De esta manera, el conocimiento sociológico también toma una posición normativa. 250 impensable la sociología sin su aparato operativo. La sociología en su aspiración a institucionalizarse como ciencia de la sociedad tenía que asumir un conjunto de técnicas de investigación como un procedimiento riguroso para la búsqueda, selección y ordenación de los datos sociales necesarios (Medina, 1982: 117 y 120). Pero investigar no sólo es aplicar unas técnicas de investigación social, sino también exige atenerse a ciertas normas de rigor y seriedad propias de la actitud científica. Más aún dada la peculiaridad de la ciencia sociológica. La posibilidad de un conocimiento sociológico científico pasaba entonces por ir más allá de la dimensión teórica y complementar a ésta con la dimensión empírica. En aquella época había un juicio dentro de las ciencias sociales, más o menos generalizado, que tendía a confundir sociología únicamente con teoría. Estas notas a favor de la actividad sociológica vista como teoría sociológica apoyada en las técnicas de investigación, tienen una raíz clara, que es la reclamación de la condición científica de la sociología. ―A la improvisación, a la investigación de aficionados –decía Medina-, debe oponerse cada día con mayor rigor la investigación científicamente dirigida y controlada‖ (1982: 120). La oposición a todos esos ―aficionados‖ a la sociología descansaba, efectivamente, en asumir una ―capacidad científica‖ tanto por parte del sociólogo como de la propia disciplina. Esto, lógicamente, significa que la investigación en la sociología es una disposición hacia un conocimiento científico de la realidad social en el cuál ha de existir un diálogo con el impulso teórico. Se entiende, por tanto, estas aportaciones como un decidido esfuerzo ―por conocer y describir la vida social en la forma más científicamente posible‖ (Medina, 1939f: 17). Su reflexión epistemológica sobre la sociología demanda, en fin, la aplicación de la racionalidad científica en el estudio de la realidad social para dejar fuera a todo diletantismo que nada beneficia al desarrollo de la sociología como disciplina científica. 397 La consolidación y renovación de la sociología pasaba por la incorporación, como vemos, de un aparato operativo a la teoría sociológica. La investigación social suponía descender del plano teórico, desde ese ―alpinismo intelectual‖ que siempre criticaba, a la ―mirada de la realidad‖. Con todo lo cuál, confirma su actitud de desmarcarse de los dos extremos peligrosos de la investigación social: ―la especulación sin base y el puro coleccionismo de datos sin tasa y sin guía‖ (Medina, 1982: 125). Él ya tenía tempranamente esta idea de la sociología; como bien pudimos constatar en la solicitud como pensionado a la Junta para la Ampliación de Estudios para poder estudiar en Inglaterra y en Estados Unidos. El sociólogo español llevaba desde hace tiempo interesado sobre el giro empírico que caracterizaba a la sociología anglosajona, principalmente, a la sociología norteamericana. Esta apreciación le llevó a estudiar y a comprender la experiencia norteamericana en la investigación social. Para empezar, lo que hizo nuestro autor en diversos trabajos en México fue una evaluación de las técnicas de investigación social que había en su momento. 398 Esta tarea le condujo 397 Su actitud de rechazar todo diletantismo le viene, con casi total seguridad, de la influencia metodológica de Max Weber: ―Casi todas las ciencias deben algo a los diletantes, muchas veces valiosos puntos de vista. Pero el diletantismo como principio de la ciencia sería su fin. Quien quiera ver ―panoramas‖ que vaya al cine‖ (Aguiar, 2009: 439). 398 El primer trabajo del exilio en el que nos habla de las técnicas de investigación social es: ―La investigación social en los Estados Unidos‖, Revista Mexicana de Sociología, Año I, Vol.I, nº 3, 1939. Luego le sigue otro artículo, también publicado en la Revista Mexicana de Sociología, titulado: ―Sobre la investigación social en nuestros días‖, año II, vol. II, nº4, 1940, pp.17-22. Estos trabajos fueron un preámbulo, como vvimos, de las conferencias que dio en Morelia en 1941 sobre la los problemas de la construcción sociológica que después se volcaron en su libro Sociología: teoría y técnica. Debemos 251 irremediablemente a diversos autores, metodologías y problemas. 399 Él estaba ayudando a transferir y a introducir en la sociología mexicana e hispanoamericana –la sociología en lengua castellana a uno y otro lado del Atlántico- un nuevo campo de estudio desarrollado por la sociología anglosajona: los métodos de investigación social. 400 Importó de fuera ese conocimiento sociológico que coincidía con su interés sobre la practicidad de la sociología para la prevención y la resolución de problemas sociales. 6.1. Nacimiento y desarrollo de las técnicas de investigación social. En sus trabajos dedicados a la investigación social, Medina Echavarría realizó una explicación sociológica del nacimiento, desarrollo y refinamiento de las técnicas de investigación. Estos instrumentos de conocimiento, en su mayor parte, tuvieron su origen en los Estados Unidos. Nuestro autor, de esta manera, se preguntó porqué han tenido un crecimiento tan deslumbrante las técnicas de investigación social en este país. Su respuesta, apoyada en el enfoque sociológico, apunta a que detrás de toda técnica, de todo desarrollo científico, hay en su inicio una ideología dominante: en Estados Unidos fue la idea de ―progreso‖. El nacimiento de las técnicas de investigación social responden a un momento histórico determinado de la sociedad norteamericana: el crecimiento urbano y económico capitalista sustentado en la idea de progreso y en las posteriores consecuencias sociales que tuvo este desarrollo. 401 Fueron unos momentos de cambio social acelerados en los que las instituciones públicas, principalmente, trataron de encontrar respuestas a lo que sucedía en la ―gran ciudad‖ (Medina, 1939f: 19). Se produjo una expansión de la investigación social dentro de la propia sociedad, primero en círculos filantrópicos, para posteriormente introducirse en el ámbito universitario y privado. Frente a la ideología dominante de la época, del progreso como señalar que el artículo de 1939 forma parte íntegro de este libro (1982: 125-148), si bien Medina añadió unas valoraciones finales sobre la experiencia y las dificultades de la investigación social (1982: 148- 158). Opiniones que he tenido en cuenta en la escritura de este apartado. 399 Una de las mejores formas de observar la transferencia del conocimiento sociológico es acudir a las citas bibliográficas, que también son reflejos de problemas y de preocupaciones científicas. Por ejemplo, en la bibliografia del artículo de 1939 La investigación social en los Estados Unidos‖, Revista Mexicana de Sociología, V. I, número 3, julio-agosto nuestro autor incluye los siguientes trabajos: ―Bogardus, E., Introduction to Social Reserach, 1936; Brandford, S. and Farqhuarson A., An Introduction to Regional Surveys, 1924; Burgess, E. W., The Sources and Methods of Family Study, en Bernard (Edit.) The Field and Methods of Sociology, 1930; Elmer, M. C., Social Research, 1933; Fry, C. L., The Technique of Social Investigation, 1934; Heberle, Soziographie, H. W. B. Soziologie; House, Development of Socioloy, 1936; Lazarsfeld, P., Jahoda M., y Zeisl, H., Die Arbeitslosen von Marienthal, 1933; Lynd, E. S. y Lynd H. M., Middletown; Lundberg, G. A., Social Reserach. A Study in Methods of Gathering Data, 1929; Ross, F. A., The Use of Statistical Data and Techniques in Sociology. En Bernard, obra citada; Steiner, J. F., The Source and Methods of Community Study. En Bernard (edit.), obr. cit.; Young, P. Scientific Social Surveys and Research, 1939; Webb, Sidney y Beatriz, Method of Social Study, 1932; Wells, A. F., The Local Social Survey in Great Britain, 1935; Wells, A. F., Social Surveys. En Study of Society, 1939‖ (Medina, 1939e: 39). Cita, como se puede apreciar, incluso trabajos de 1939, lo que nos hace pensar que desde México pudo acceder más fácilmente a la literatura norteamericana actual. 400 Debemos de pensar que estos trabajos sobre la metodología empírica de la sociología y la investigación social abrieron un conocimiento que hasta entonces no había tenido presencia en la sociología española ni en la sociología latinoamericana. Sí fue lugar común en los primeros textos sociológicos en lengua castellana ocuparse de la construcción metodológica de las ciencias sociales, pero quedaron lejos de aproximarse a las técnicas de investigación social y los requisito para un análisis empírico de la realidad social. 401 Si bien también encontramos en la Inglaterra de fines del siglo XIX los antecedentes de la investigación social, en las aproximaciones empíricas y cuantitativas de Charles Booth y el matrimonio Webb a la realidad social inglesa bajo una mirada compartida de reforma y de reconstrucción social (Lepenies, 1994: 121-131). 252 destino único del hombre, se elevó la filantropía como contrapeso de los descarrilamientos sociales que esta corriente de pensamiento motivaba. Aparece así la filantropía como institución de beneficencia y reforma social preocupada por los problemas sociales causados por una estructura social estrictamente individualizada. Medina nos habla, por ejemplo, del ―origen filantrópico de la Survey‖ (1939f: 22). Brota igualmente el ―social work‖ como contrapeso que trata de reducir los estragos sociales originados por el darwinismo social y que, como decimos, tuvieron su repercusión social en el proceso de urbanización y de industrialización capitalista al que se vio expuesto Estados Unidos a finales del siglo XIX. Unas consecuencias sociales del desarrollo económico que empezaron a florecer a principios del siglo XX en las grandes urbes norteamericanas. Se imponía al científico social, por tanto, la urgencia de descifrar qué ocurría y de explicar las causas de un progreso humano que no era completo dado los desajustes estructurales de la sociedad. El crecimiento de las técnicas de investigación social en Estados Unidos es consecuencia, según Medina, de toda una serie de factores sociales y políticos mutuamente implicados y a la vez relacionados con esa responsabilidad por conocer mejor los problemas de la sociedad industrial norteamericana. La proliferación de investigaciones y de investigadores sociales fue considerable en Estados Unidos a principios del siglo XX, como resultado de la consolidación de la sociología en aquel país y de la aparición de peticiones concretas de estudios sociológicos. Había una demanda social por la sociología y por los estudios sociales que permitieran saber más y mejor sobre la realidad social. A ello, ayudaba, como hemos podido ver, el crecimiento urbano y la transformación social producto de la ideología desarrollista, la peculiaridad de la estructura social norteamericana, la incorporación de la actitud científica para comprender estos hechos sociales y, por último, la disposición de fondos económicos y apoyo institucional para la investigación. El efecto de todas estas actuaciones fue el refinamiento y la mejora del aparato operativo de la ciencia sociológica en aquel país. Medina Echavarría destacaba en su explicación sociológica, principalmente, los condicionamientos históricos y estructurales de la sociedad norteamericana, lo que había permitido a todo sociólogo tener ―a su disposición un verdadero laboratorio de experimentación social, como no ha dispuesto el investigador social‖ (1939f: 19-20). La realidad social norteamericana, en ese proceso de modernización económica, se convirtió en un cúmulo de información social que necesitaba ser procesada por la óptica sociológica. Habían emergido nuevos problemas sociales como la salubridad, la miseria, la criminalidad, la inmigración. Ante todo ese caudal de información se exigía el oficio del sociólogo, capaz de producir una racionalización de una ―sociedad en crisis‖. En el lenguaje sociológico de la época, influido por las corrientes organicistas y darwinistas, se hablaba de ―patologías sociales‖ como síntomas de una sociedad en crisis. 402 (Este tema será reconvertido por la sociología funcionalista posterior en la preocupación por la ―cohesión social‖). La aparición de estas técnicas de investigación social se debía, en parte, a estos problemas de ―desintegración social‖. A la sensación de vacío histórico, se le sumaba también una sensación de ―vacío social‖: ―En la expresión analógica de la patología social se comprenden todos los fenómenos de desintegración y todas las manifestaciones negativas de la estructura social contemporánea‖ (Medina, 1939f: 32-33). Era un vacío provocado por un mundo moderno desarraigado, crítico y 402 Igual advertimos en el ensayismo social latinoamericano de principios del siglo XX una similar prospectiva hacia la desviación social, aunque más bien desde posturas que tenían más en cuenta el tema de la ―raza‖. 253 penetrante en la estructura social (era un vacío distinto a la anomia de Durkheim, ya que los factores sociales estaban caracterizados por un todo cultural en descomposición). Esto hacía que la metodología empírica tuviera como objeto de estudio a comunidades, grupos y tipos sociales, instituciones y fenómenos de patología social a los que se les aplicaba la investigación social. Una de las primeras técnicas de investigación sociológica que más auge tuvo en la sociología norteamericana fue la ―survey‖ –o encuesta-, 403 que ayudó en la comprensión de algunos fenómenos sociales. Medina definía de la siguiente manera la ―social survey‖: ―La social survey implica la investigación total o fragmentaria de una comunidad o de una institución social con propósitos inmediatos de reforma, mejora o reconstrucción. […] en el propósito, se trata de llegar a una descripción objetiva, particularizada y lo más exacta posible, de todos los factores y elementos que integran una estructura social determinada, y que en su interdependencia y acción recíproca afectan, de una u otra forma, las condiciones de vida de los grupos y personas comprendidos en aquella estructura‖ (Medina, 1939f: 24). Primero había que atender a las causas específicas de la anomalía –en relación con la sociología analítica- para después tener un panorama amplio de la red de conexiones de esos síntomas con el todo social –con la estructura-. El fin último de la ―social survey‖ era la formulación de un plan de acción social: su trabajo tenía como consecuencia el de concienciar a la sociedad de los problemas sociales. ―Los datos que reúne, los conocimientos que trata de deducir de su interpretación, no tienen más finalidad que la de permitir la formulación de un plan de acción social‖ (Medina, 1939f: 27). La survey permitía tener, en primer lugar, ―un conocimiento social‖ de los problemas de la misma sociedad y, en segundo lugar, posibilitaba el establecimiento y la coordinación de programas de acción social: de práctica. La aproximación cuantitativa a la realidad social no se detenía únicamente en una comprensión cualitativa, sino que había que instaurar medidas de reforma social. Dentro de las ciencias sociales norteamericanas –y anglosajonas- había una predilección muy poderosa por la sociología aplicada y la acción social. La desviación de la sociedad – como patología- y el comportamiento anómalo de los individuos alertaba sobre esta urgencia por reconducir la vida social. Y aquí el papel de la sociología, de los sociólogos, de los investigadores y de las técnicas de investigación sociológica eran determinantes: ―La survey científicamente dirigida, es aquella que no sólo ha existido una rigurosa delimitación de su objeto y de sus métodos con arreglo al estado actual de la ciencia, sino que en su ejecución se lleva a cabo por especialistas autorizados, como directores de cada una de las partes de que la misma se compone. Ahora bien, la razón de ser de la survey, cualquiera que sea su clase, es su intención la utilidad social, su tendencia a ser mera preparación de una acción social posterior y derivada de la misma‖ (Medina, 1939f: 28). A la pretensión de conocimiento social, se le unía la utilidad social. Esta es la gran característica de las técnicas de investigación social originadas en el campo 403 Hallamos en este texto de 1939 la primera cita de Medina Echavarría de un latinoamericano. Cita a Daniel Cosío Villegas cuando dice que no es fácil definir al castellano estos conceptos anglosajones, como el de ―social survey‖. Cosío los llama como ―sociomensura‖. Daniel Cosío Villegas, ―La técnica de la Investigación Social‖, Revista de Economía y Estadística, IV, 27, 1936. 254 sociológico anglosajón y que, de modo alguno, define el saber práctico de esta sociología. Naturalmente que nuestro autor no se detuvo únicamente en el método cuantitativo de la survey, sino que también se dedicó a diseccionar las técnicas cualitativas de investigación social, muchas de ellas desarrolladas por la Escuela de Chicago. 404 Por ejemplo, nos habla del ―case method‖ siguiendo una argumentación psicologista, en la que señala cómo los condicionamientos externos (la sociedad) afectan a las personas individuales: ―lo único que hay que tener en cuenta es que los métodos cualitativos predominan en la medida en que nos alejamos de los aspectos exteriores y ―naturales‖ de la realidad social para adentrarnos en su más íntima textura psíquica‖ (Medina, 1939f: 34). La atracción también por el desarrollo de la psicología social en Estados Unidos es una muestra más de cómo al sociólogo español le atraían todos aquellos movimientos intelectuales que se estaban dando en la sociología académica norteamericana y que, en mayor o menor medida, incorporaba en sus reflexiones sociológicas. 405 Continuando con lo anterior, Medina distingue, dentro de los case method, entre la historia de vida (―life history‖) y la entrevista en profundidad (―interview‖). Los nombra en inglés todavía sin saber cómo denominarlos en lengua castellana (su critica y trabajo siempre iba dirigido hacia la imprecisión de conceptos y la ausencia de una terminología fructífera dentro de la sociología hecha en lengua castellana). Nuestro autor, dada la indefinición de interview en castellano, se atreve a definirla como ―un acto de experiencia creadora‖, siendo la visión o percepción recíproca que se tiene del otro. En ese sentido, ―la entrevista es una ―proceso social‖‖. 406 Mientras que de la life history nos dice que trata de ―captar las reacciones espontáneas de un sujeto ante determinados acontecimientos fundamentales de su vida. Es decir, aprehender una experiencia individual en la forma más natural e íntima posible. En una palabra, el objeto de la life history es una vivencia o serie de vivencias‖ (Medina, 1939f: 36). De forma aproximativa y elemental, José Medina Echavarría, sin experiencia y contacto en estos asuntos -dado el subdesarrollo de los métodos de investigación social de la ciencia española-, trató de intuir la utilidad de estos métodos y su aplicación. Y lo hace desde una valoración positiva para la evolución de la ciencia sociológica. Sobre todo le seduce la metodología cualitativa. El objetivo de las técnicas cualitativas, según sus palabras, era ―comprender la persona, grupo o comunidad de que se trate en plenitud de sus relaciones internas y externas, que destacan en una circunstancia determinada‖ (Medina, 1939f: 35). En la metodología cualitativa halló un punto de encuentro con el centro de toda teoría sociológica: ambas resaltan la importancia de las relaciones sociales. Una comprensión cualitativa sobre la realidad social que tiene igualmente su 404 Medina sumerge al lector en las aportaciones de la ―Escuela de Chicago‖ en ese gusto por la sociología cualitativa que mantenía este grupo: ―La llamada escuela de Chicago es la que más ha trabajado en esta dirección, y uno de sus miembros más autorizados es el criminalista C. R.Shaw (Delinquency Area, 1938, entre otras)‖ (Medina, 1939e: 33). Nuestro autor también cita a otros autores de esta corriente sociológica norteamericana, como a R. E. Park, su figura central, en la que reconoce sus estudios sobre la población negra, sobre los movimientos migratorios, los procesos de asimilación e integración culturales, la sociología urbana, como un programa de reconstrucción social; y a otros autores como T. V. Smith y L. D. White, Chicago: An Experiment in Social Science Research (1929) ; o Robert y Hellen Lynd, Middletown: a Study in American Culture (1929), Nels Anderson, The Hobo: The Sociology of the Homeless Man. 405 Podemos pensar que el interés por la psicología social norteamericana estaba en relación a la hora de explicar sociologicámente las sensaciones de vacío social; en relación también con su propia situación de vacío, dada su trayectoria biográfica en el exilio. 406 Cita los libros de P. Young, Interview in social Works, y de Bingham y Moore, How to interview. 255 proyección en la metodología de la observación participante de la que igualmente Meidna nos habla de manera precoz: la técnica del ―observador partícipe, que es aquella en que el investigador aparece como miembro más o menos activo del grupo observado, exige el complemento de una observación exterior. De esta manera, se unen en una misma síntesis final los dos puntos de vista, externo e interno sobre un mismo fenómeno‖ (Medina, 1939f: 38). En fin, eran aproximaciones a la metodología cuantitativa y cualitativa que se estaba desarrollando en la sociología norteamericana y que ponen de manifiesto su esfuerzo por estar al tanto de las corrientes sociológicas más punteras, como de superar toda sensibilidad teórica que le alejase de un sentido más práctico de la ciencia sociológica. Esto a su vez le permitía reflexionar sobre las carencias y los procedimientos de las técnicas de investigación social y sus objetivos: en primer lugar, entendía que toda investigación social, ya fuera cuantitativa o cualitativa, tenía que estar estrechamente relacionada con su contexto social –la conéctica de la investigación con otros fenómenos sociales- 407 y su tiempo histórico: ―toda investigación ha de tener en cuenta que el problema estudiado no se da aislado, sino en conexión con una serie mayor o menor de otros fenómenos, y que hay que seguir las líneas causales hasta el límite que pueda parecer suficiente. En una palabra, hay que investigar el problema en su circunstancialidad‖. El empleo de las técnicas de investigación social debía responder a la comprensión de un auténtico problema acorde a sus márgenes sociales, culturales e históricos. En segundo lugar, nuestro autor ya advertía el ―fetichismo de las técnicas cuantitativas‖ (Medina, 1982: 149), no haciendo si no avanzar el giro cuantitativista de las ciencias sociales occidentales que fue dominante con el empirismo abstracto después de la Segunda Guerra Mundial. Para él todo estudio cuantitativo de una situación social debía anteponer un estudio cualitativo de esa misma situación problemática: ―el empleo del análisis cuantitativo tiene que estar dictado las más de las veces por lo que haya descubierto o entrevisto un análisis cualitativo previo‖ (Medina, 1982: 149). Aunque el objetivo de un estudio sea la cuantificación, no se debía caer sin más en la generación de miles de datos sin un sentido teórico y sin una conexión sensata con la realidad social. Por tal motivo, y en tercer lugar, Medina recomendaba a todo científico social que no olvidase que toda investigación social es una técnica controlable de observación y que la comprobación de los análisis de la misma responde a factores subjetivos, como el punto de vista del observador y su formación teórica. Le interesaba sobremanera no perder el sentido teórico del estudio de la realidad por el gusto del dato sin más; como toda cavilación teórica sin la seriedad de las técnicas adecuadas al caso constituía una ―pseudoinvestigación‖. Había que encontrar, por tanto, un equilibro entre el plano teórico y la investigación social en ese descenso compartido hacia la ―mirada de la realidad‖ (Medina, 1982: 151). Es por ello, y en cuarto lugar, que el elemento más decisivo de toda investigación sociológica sea la convergencia entre teoría y técnica: ―Teoría e investigación mantienen un juego de recíprocos servicios y una relación de 407 Medina estaba pensando la investigación social en relación a los contextos históricos y sociológicos. Nos habla de la importancia de las relaciones sociales que hay detrás de la investigación social. Posturas teóricas que han sido superadas y matizadas con aportaciones posteriores como la de Bruno Latour y su aportación a la conéctica de la investigación social, como un juego de relaciones, acontecimientos, datos, instituciones: ―la conéctica que une ese lugar con todos los demás, por la intromisión de expediciones, viajes, coloquios, academias, por la mediación de las vías comerciales trazadas a fuego y sangre, y de las puras matemáticas que permiten ensayar varios sistemas de proyección, y por mediación también de los grabadores e impresores‖ (Latour, 1999 : 168). 256 exigencia mutua. La investigación empírica comprueba y frena la construcción teórica; la teoría da a la investigación su verdadero sentido. Como en la conexión de observación e hipótesis, no se trata aquí de relaciones de prioridad, sino de entrelazamiento dialéctico‖ (Medina, 1982: 150). El rigor de toda investigación empírica debe estar canalizado y dirigido por un pensamiento teórico sólido que lleve al entendimiento, al diálogo y a la colaboración de ambas metodologías a la hora de obtener un conocimiento científico válido y fecundo sobre la realidad social. Además esa colaboración de reciprocidad entre teoría y técnica permite establecer límites y nuevos problemas a ambas perspectivas en el trabajo práctico; lo que ayuda al refinamiento de ambas miradas sociológicas y ayuda a reducir la distancia entre ellas a favor de lo que verdaderamente las une: observando la realidad social de manera científica y conjunta tratan de darla más nitidez, mayor claridad. 6.2. La dificultad de la investigación social. La soledad del sociólogo en las ciencias sociales periféricas. El tema de la crisis vuelve a aparecer cuando Medina realiza un diagnóstico sobre la investigación social de su tiempo: ―la situación presente de la investigación social no puede ser más precaria, difícil y de horizontes turbios‖ (1940b: 17). Como científico social continúa preocupado por la imposibilidad que ha tenido la ciencia social europea, principalmente, por haber fracasado a la hora de predecir la primera crisis de la modernidad. Se siente responsable de esta falta. Le tiene ocupado la meditación alrededor de cómo puede el conocimiento sociológico introducirse en la sociedad. Es decir, cómo toda la producción científica de la sociología puede ser tenida en cuenta por la sociedad, entendida como esfera política y civil. Se plantea seriamente la problemática de la incapacidad de diagnóstico de las ciencias sociales y su incompetencia de incidir en lo social, porque se sabe culpable de esta gran desilusión que ha arrastrado a Europa a lo peor de sí misma: ―El hombre de ciencia, rico en conceptos y manipulador brillante de depuradas teorías, fracasa en la resolución de los problemas que apremian. Se imputa al economista el no haber previsto las crisis últimas que más nos azotaron, ni haber dado a tiempo un remedio eficaz. Quedan escarnecidos el sociólogo y el psicólogo social, que nada práctico han ofrecido para contener la ola irracional que nos envuelve. Se acusa también a los teóricos de la política, mostrándoles la fuerza desatada en las luchas civiles y las contiendas internacionales que no pudieron impedir‖ (Medina, 1982: 152). Es, por ello, que una de las explicaciones que encuentra en esta incapacidad de diagnóstico de las ciencias sociales europeas ha sido su desequilibrio entre teoría y praxis. 408 Situación que, por otro lado, no se ha dado en las ciencias sociales anglosajonas. Además la crisis europea ha puesto al descubierto la lentitud de la 408 Por ejemplo, respecto al estado de la ciencia en España, Medina se mostraba descontento con algunos de los resultados de la Junta para la Ampliación de Estudios en la inoperancia a la hora de importar teorías sociales extranjeras que no tienen en cuenta la realidad concreta española ni cuentan con un aparato operativo que las ponga en marcha: ―Es decir, que la importación de una teoría jurídica, económica y política, etc., era mucho menos valiosa y útil, si no perturbadora, que la de una teoría química, física, etc. […] (dada) la falta de una experiencia de la realidad social concreta española, sin la cual aquellas teorías quedaban, por lo menos, inoperantes y en el aire‖ (Medina, 1982: 64). Estos trasplantes teóricos podían tener, en su opinión, resultados a veces catastróficos. Un desajuste entre teoría y praxis que a su vez es un desajuste entre teoría y realidad social. 257 acumulación del conocimiento sociológico -lo tardío de encontrar consensos en el conocimiento sociológico-, sumado con una cierta desconfianza hacia las ciencias sociales. Lo que promulga Medina es que el sociólogo –como intelectual público- debe salir de su claustro y promover la ciencia sociológica; ha de desplegar y difundir a la sociedad el conocimiento sociológico: ―el hombre de ciencia abra de par en par las puertas de su claustro a los ―ruidos de la historia‖‖ (Medina, 1982: 153). No le queda otra que preocuparse en ocupar una posición más central en la estructura social. Ahí estaba el problema: la posición que ocupa la ciencia como institución en relación a la estructura social. Y, obviamente, que el sentido práctico que tenga esa sociedad respecto al conocimiento sociológico como un recurso y un instrumento al que recurrir frecuentemente y de forma habitual, redunda en la responsabilidad sobre la realidad social y sobre el futuro. Y esto Estados Unidos lo sabía perfectamente, ya que como sociedad –como un todo- hacía sentir partícipe del desafío científico y reconocía la labor de aquellos que contribuían a llevarlos a cabo: profesores, científicos, políticos, empresarios, filántropos. La ciencia era una cuestión de supervivencia. Fiel al sentido de su empeño, José Medina Echavarría, aunque de forma rudimentaria y sin profundizar, nos apunta las técnicas cuantitativas y cualitativas de investigación social que se estaban perfeccionando en Estados Unidos, principalmente, y en Inglaterra. En aquellos años observamos la profunda inquietud que le causaba los Estados Unidos, reconociendo en aquel país un lugar propicio para la dimensión práctica de la sociología y su aplicación en la sociedad. Un espejo en el que debían mirarse la sociología hispanoamericana en ese camino abierto entre la institucionalización y la penetración de la sociología y de la ciencia como institución en el centro de la estructura de la sociedad. De la siguiente manera, recogía nuestro autor las características más destacadas de la investigación social norteamericana de su tiempo: ―Es la primera, el aspecto colectivo de esa investigación; su predominante carácter de equipo. Pues en efecto, la multiplicidad de aspectos de la vida social y la especialización cada día más detallada de las técnicas científicas, exige una cooperación en la tarea investigadora que supere y complemente las limitaciones individuales. Consecuencia de ello, es otra nueva técnica, y no poco importante, la referente a la organización de la acción cooperativa. Una segunda característica de la investigación social es su reflejo en la enseñanza de Universidades y Colleges […] Prueba de ello también, es el número creciente de textos destinados a iniciar a los alumnos en las técnicas y métodos de la misma. En fin, una tercera nota es su precipitado en nuevas especializaciones teóricas de la Sociología General. Las Sociologías Urbana y Rural, la naciente Ecología, son una muestra entre otras, de esa relación. Ejemplo, por otra parte, representativo de las fecundas relaciones entre la teoría y la práctica, cuando una y otra no pierden de vista su condicionamiento recíproco‖ (Medina, 1939f: 38-39). Sobre todo, lo que registraba el sociólogo español era el carácter científico de la sociología anglosajona, su autonomía como campo autónomo, su inserción académica en la Universidad; y también, como no podía ser de otra manera, reconocía como sobresaliente la cooperación de investigadores en una comunidad científica: ―aparece cada día como más necesario el tipo de la investigación cooperativa o por equipos‖ (Medina, 1982: 156). Estaba insinuándonos que no estaría mal que las ciencias sociales aprendieran y observaran el trabajo colectivo y en equipo de las ciencias naturales. La 258 soledad del investigador social, por desgracia, es una de las manías más enraizadas en la sociología periférica, como la española y la latinoamericana, por diversos motivos. 409 Medina prestaba atención la soledad del cultivador de la sociología en estas sociologías subdesarrolladas, en las que no existía un trabajo cooperativo y multidisciplinar. Porque la sociología, el hacer ciencia sociológica, también, aunque se nos olvide, es un estilo de trabajo. Además nos hablaba de las nuevas especialidades que se estaba dando en la sociología norteamericana, lo que indicaba la superación de cuestiones generales ya debatidas, como el carácter científico de la sociología, y se pasaba a cuestiones más específicas, concretas y puntuales del conocimiento científico. Había un claro avance científico de la sociología en estos países que todavía no se daba en las ciencias sociales hispanoamericanas, colonizadas, subdesarrolladas y frenadas en debatir la dimensión epistemológica de la sociología. Manifestaciones, sin duda, de su condición periférica. Pero, principalmente, el mayor rasgo que Medina advertía en la sociedad norteamericana era tanto el apoyo social e institucional como la inserción social de las ciencias sociales. En otras palabras, reconocía la estima social por la ciencia y la buena posición que el conocimiento sociológico tenía en la estructura social de Estados Unidos. A nuestro autor le importó siempre la participación social entendida como concienciación y responsabilidad compartida sobre los problemas sociales, ligadas irremediablemente a la labor del sociólogo y del investigador social: ―tal como han sido llevadas a cabo la mayor parte de estas surveys en Norteamérica, han servido para provocar el interés en el público por los problemas comunes, despertando la conciencia de la responsabilidad de todos, y fomentando la cooperación necesaria para llevar a término las reformas propuestas‖ (Medina, 1939f: 27). La inserción de la sociología en la sociedad no terminaba únicamente en el reconocimiento de los problemas o desviaciones sociales. Sino que la sociología iba más allá convirtiéndose en el ―sistema institucionalizado de autoobservación‖ de la sociedad (Lamo, 1992). La disposición al conocimiento sociológico suponía, en primer lugar, el establecimiento de un lugar institucionalizado donde la sociedad se estudia, se analiza y se observa constantemente. En segundo lugar, esas observaciones permitían albergar previsiones y tendencias sobre el fututo. Y, por último, la autobservación de la sociedad posibilita -y esto es muy importante-, la incorporación de lo social en la administración pública, en los órganos de decisión política y en la propia cultura de la sociedad (a través de universidades, prensa escrita, etc). El conocimiento sociológico, favorecido por la aplicación de los métodos de investigación social, desembarcaba en la sociedad. Basta imaginar el contexto en el que nuestro autor lanzaba estas reflexiones sobre la sociología norteamericana y sus técnicas de investigación social. Ayudándose de este ejercicio de la sociología de la sociología pensaba a su vez en la repercusión social de las ciencias sociales latinoamericanas y, de paso, en su situación biográfica. Lo suyo fue señalar el impulso que estaba recibiendo la ciencia sociológica en Estados Unidos por los organismos públicos y privados, la universidad, la enseñanza, etc; como ver la capacidad que poseían las técnicas de investigación social de reformar 409 Esta práctica se explica, en parte, por las herencias y los procesos de institucionalización de la ciencia sociológica, por la forma en que se ha organizado académicamente la sociología y por la posición más o menos distante de la sociología respecto a la sociedad. Además también ha ayudado la disposición de todo sociólogo hispanoamericano a reproducir las estructuras académicas y científicas dadas, lo que ha terminado por penalizar el trabajo colectivo; ya que parece que siempre te sancionan o pierde prestigio el escribir artículos con otras personas. Tiene que ver mucho con el sentido original, distintivo y diferenciador que los sociólogos damos a la práctica sociológica. 259 sustancialmente la estructura de la realidad social. Le sorprendía la capacidad práctica de la sociología; la cual podría rendir un servicio a la sociedad. Esto le invitó a hablar de la posibilidad de desarrollar esta dimensión práctica en la sociología latinoamericana (dimensión que no había potenciado las ciencias sociales europeas y que él distingue por su incapacidad de no pronosticar la crisis del mundo contemporáneo). Tendrán su importancia estas aportaciones –principalmente su libro Sociología: teoría y técnica- para el posterior desarrollo de esta clase de textos, ya que menudeaban los trabajos sociológicos que se ocuparan de la metodología sociológica. Era un momento en el que dentro de la sociología latinoamericana apenas había investigación aplicada de forma regular y creciente, por no decir directamente que no había. Además la posición del sociólogo en relación a la sociedad era bastante limítrofe, dada la carencia, como ya advertimos, de una comunidad científica instalada y sólida. El síntoma más claro era, por tanto, el carácter aislado de la investigación social. Medina Echavarría, como sociólogo intranquilo por estas cuestiones, se propuso acortar esa distancia entre sociología y sociedad, contribuyendo al desarrollo de la institucionalización y de la investigación social aplicada; labor posibilitada, con grandes limitaciones, por El Colegio de México. No obstante la sociología ya comenzaba a dar pequeños pasos en América Latina y en México, donde había personas como él que comenzaban a interesarse por lo social de una manera objetiva y concreta. Pero, de alguna manera, el sociólogo español ya había señalado los puntos centrales en los que había que trabajar para crear el ambiente propicio para la labor sociológica: lograr el apoyo de las instituciones académicas, instituciones públicas y privadas para impulsar – y financiar- la investigación social y el conocimiento sociológico. El sociólogo podía llegar a un público más amplio. La sociología podía llegar a la calle, podía conectarse con la realidad. 7. El sujeto observador. Acabamos de ver lo esencial de la construcción metodológica de la sociología que proponía Medina durante los años en México. Sobre la vastedad de esos intereses – que van desde la epistemología, la unión de la teoría con la práctica o el origen y desarrollo de las técnicas de investigación social -, no hará falta insistir nuevamente demasiado. Pero sí convendría hacerlo sobre el papel del sociólogo como sujeto observador de la realidad social. Estamos ante una de las reflexiones más personales del sociólogo español, desarrollada hasta consumarla en una postura ética muy íntima. Participaba él mismo en esa tarea de llenar de contenido la identidad del sociólogo, dado, como ya advertía nuestro autor, la confusión que había alrededor de este concepto: ―El título de sociólogo se ha otorgado con generosidad sin límites y a falta de otros a todo el que de cerca o de lejos, en forma teórica o práctica, tenía que ver con cualquier fragmento de la realidad: desde el periodista aficionado a los ―temas sociales‖, hasta el hombre práctico entregado a la acción generosa de la política social o la beneficencia‖ (Medina, 1982: 119). No había un consenso sobre lo qué se entendía por sociólogo. Como ya sabemos, eran tiempos estériles e imprecisos para la ciencia sociológica en lengua castellana. Detrás había una fuerte reclamación personal por considerarse a sí mismo como auténtico sociólogo y sentirse capacitado a ser llamado como tal. 410 Más bien sentía como necesario una interpretación rigurosa y seria del 410 Esta reflexión sobre el sociólogo es, en buena medida, una reflexión sobre sí mismo. Es síntoma del refuerzo de una faceta de su vida: Medina se ve a sí mismo como un profesional de la sociología en un contexto social sin sociólogos y con poca estima respecto a esta ciencia nueva. Asistimos a un período 260 científico profesional que se ocupaba de la ciencia sociológica, ya que de ella dependía su credibilidad. Podemos decir que desde la parcela autobiográfica quería alcanzar una definición de sociólogo, como sujeto observador y sujeto de conocimiento, que requería un tratamiento de absoluta precisión. Por tal motivo, sugería y defendía la siguiente definición del sociólogo: ―es posible y necesario que alguien estudie la acción social en sí y construya su teoría. Pero, además, que cuando nos enfrentamos con una circunstancia social concreta, alguien estudie también ese complejo total formado por los distintos tipos y clases de acción, en entrelazamiento e influencia recíproca, que, cristalizadas ahora en instituciones y fuerzas, dibujar en su peculiar constelación la estructura o forma de esa circunstancia. Y que este alguien haga también, si le es posible, ―una teoría completa de la totalidad del proceso social‖ (Mannheim). Pues bien, ese alguien es en ambos casos el mismo, y habrá que seguir llamándole ―el sociólogo‖‖ (Medina, 1982: 75). A grandes rasgos, esta definición de las funciones del sociólogo se refiere, como ya vimos en apartados anteriores, a la necesidad de abordar científicamente el estudio de las acciones sociales –objeto específico de la sociología, junto a la realidad social-, a las conexiones de estas acciones, a su relación dentro de la estructura social y al análisis de los procesos sociales como procesos históricos. El sociólogo, como sujeto observador, tiene que valerse de la perspectiva sociológica -ese enfoque integrado y global que concede la sociología-, para analizar las partes de todo proceso histórico-social con visión unitaria. Se trata de ver el todo pero también las cualidades de las partes, de las acciones sociales. ―Es, en una palabra, la tarea del hombre teórico: en extremo abstracta, pero indispensable para el progreso de la ciencia‖ (Medina, 1982: 124). La acumulación y evolución del conocimiento sociológico depende, sin duda, de la capacidad de abstracción del sociólogo, pero también de su capacidad práctica a partir de la investigación empírica. 411 El sociólogo, a fin de cuentas, tiene que considerar en todo caso las conexiones lógicas y su consistencia interna, además de analizar de forma intensiva todos los supuestos sociales, como igualmente debe tener en mente los métodos empleados. Medina, obviamente, se dejaba llevar por el estímulo que suponía alcanzar una definición práctica del sociólogo como sujeto del conocimiento sociológico. Pero este no era su principal afán. Principalmente le interesaba más reflexionar alrededor del papel social del sociólogo. O dicho de otra manera, la posición del sociólogo en la estructura de la sociedad y su funcionalidad para la misma. muy importante para el reforzamiento de aquella voluntad por convertirse en un auténtico sociólogo mediante un expediente relativamente complicado: explorar la dimensión epistemológica de la sociología. Esta tarea evidencia el cierre de un ciclo –su transición hacia la sociología desde el derecho- iniciado en Alemania (1930), proseguido en España con su libro Introducción a la sociología (1935-1936) y confirmado con su Sociología: teoría y técnica (1942), también manifestado abiertamente con la polémica suscitada con Gaos con motivo de la aparición de ese libro, lo que le sirve para distanciarse de la filosofía y reclamar el valor de la sociología, haciendo de su ―yo sociólogico‖ un verdadero ejercicio de su identidad social y profesional. 411 Medina se considera, principalmente como sociólogo teórico. Fue un teórico de la sociología. Recorriendo su trayectoria académica vemos cómo le falto completar sus aportaciones teóricas con sociología práctica y con investigación social. Hizo estudios empíricos pero de otra forma, como su análisis histórico-estructural sobre la hacienda. 261 7.1. El sociólogo como intelectual de su tiempo. La responsabilidad de la inteligencia frente a la neutralidad valorativa. Dicho lo anterior, la reflexión quedaba matizada por la distancia que mantiene el sujeto observador respecto a su objeto de estudio. Su trabajo quedaba dividido en dos vertientes: una la de su propio imaginario y por otra, el imaginario de otros sociólogos. Estaba reflexionando, una vez más, sobre sí mismo, como sociólogo e intelectual – alejado de la sociedad española-, pero, por encima de todo, sobre la ética en el oficio de la sociología (la pregunta podía ser la siguiente: ¿qué valores y qué ética ha de conducir la actividad del sociólogo?). 412 Esto le llevaba a profundizar en una epistemología nueva sobre la que mirar la posición del sociólogo en la sociedad: él, como observador externo de la sociedad española y la sociedad europea, estaba intentando considerar unos valores compartidos por los sociólogos más allá de cualquier nacionalismo metodológico. Es decir, estaba realizando un ejercicio ontológico por alcanzar los valores que deben guiar la práctica y la actividad sociológica. En esta ocasión nuestro autor se guiaba a considerar la posición social del sociólogo, su capacidad de práctica y pronóstico, como asimismo las consecuencias sociales de las acciones del científico social. Hemos de pensar que Medina estaba preocupado por la situación de la ciencia y de la sociología en ese momento de crisis para la sociedad occidental, inmersa en la Segunda Guerra Mundial. De tal manera que su discurso teórico y epistemológico sobre el sociólogo estaba centrado en aquel contexto histórico. Estaba, más que nada, muy preocupado por la incapacidad de vaticinio del sociólogo, lo que ocasionaba ―el desprestigio contemporáneo del intelectual‖ (Medina, 1944: 41). El científico social, como intelectual integrado en la estructura social y como un miembro más de la sociedad, no podía renunciar a su capacidad de crítica, de juicio y de pronóstico. Porque como bien apuntaba el sociólogo español, no debía despreocuparse de problemas centrales que así eran vividos, sentidos y percibidos por los miembros de su sociedad: ―El respeto a la función de la inteligencia se pierde cuando su declarado titular no resuelve con ella nada de lo que los demás consideran como su problema: si esa inteligencia sólo sirve para mostrar con singular profundidad uno por uno de los elementos de la situación problemática y todas sus alternativas posibles sin arriesgarse más allá se comprende la vuelta de espaldas‖ (Medina, 1944: 42). Medina criticaba cómo el intelectual olvidaba que él también era miembro de una sociedad, y a ella se debía. Le preocupaba sobre manera esa incapacidad práctica, motivada, según él, por el divorcio entre teoría e investigación social. Ahí nacía el descrédito de la intelectualidad. Todo ello suponía una pérdida de confianza por parte de las masas; hecho que aprovecharon especialmente los regímenes totalitarios. ―Es, por consiguiente, perfectamente lógico que, perdida la confianza en las capacidades constructivas de la inteligencia, se entregaran a las masas, en circunstancias de alta tensión, a la atracción emocional de las soluciones prontas y milagrosas‖ (Medina, 1987: 58). Si se parte de que la vida es acción y no contemplación; la labor del científico social, como elite minoritaria, no ha de ser reducto social que se autoexcluye, sino la de aportar soluciones prácticas al conjunto de la sociedad. Debe producir ideas. O ―mentefacturas‖, como así 412 Nuestro autor fue un intelectual desvinculado de México y de su realidad social, lo que podría conllevar un cierto ―peligro‖ o ―malestar‖ por tal alejamiento sobre la realidad. Se sentía como un intelectual alejado de una sociedad, que también tendía a excluir a los intelectuales. Además caía sobre él, de manera directa o indirecta, el hecho se ser extranjero. 262 las llamaba él. La producción de ideas ha de ser operativizado. Se necesita, entonces, un apoyo institucional y social que permita poner en marcha todas esas ideas que sean útiles para la sociedad, como así ocurría en Estados Unidos. De qué sirven tener muchas ideas si luego no son puestas en práctica. Esa falta de respaldo institucional en la investigación social repercutió igualmente en el aislamiento del científico social. Algo que le hacía ser incapaz con su rol social. El sentido y la función social del sociólogo, entonces, quedaba caracterizada a la fidelidad de la práctica social en el intento de diagnosticar y resolver los problemas sociales; y no el ―alpinismo intelectual‖ creciente que había ocasionado un descrédito por el intelectual, que encerrado en su torre de marfil no quiso saber de ―lo social‖ (Medina, 1987: 29). Las consecuencias de esta infidelidad científica -sumadas a esa desconexión entre teoría y práctica y a la ausencia de apoyo institucional de la investigación social-, las observó nuestro autor a lo largo de su vida; en el ascenso de los totalitarismos y los regímenes de masas, la Guerra civil española o en la ausencia del tema de la democracia en la ciencia social latinoamericana en los años 60 y 70 del pasado siglo XX. 413 Pero fue en ese momento del exilio mexicano cuando él más reflexionó sobre las secuelas de la actividad científica y su responsabilidad social y política: ―Pesa sobre nosotros la obligación de reavivar la fe en la inteligencia y de ponerla sin demora a prueba, mientras dura el respiro en esta zona inmune‖ (Medina, 1941c: 50). No en vano, tenemos a nuestro autor expectante sobre el desarrollo de la contienda bélica mundial y la resolución de las potencias aliadas de liberar España del régimen franquista. Es más que probable, como así apreciamos en su cambiante posición respecto a los intelectuales, la amargura causada por el mantenimiento de la dictadura de Franco, lo que le llevó a un desengaño con la clase intelectual. (Lo que él ponía en tela de juicio era el tema de la responsabilidad del sociólogo como un intelectual público más. Si bien su ataque estaba más dirigido hacia otros científicos sociales, como filósofos, economistas o juristas). Por eso, en un primer momento en México, tenemos a un José Medina, aunque no compartía íntegramente la tesis de la neutralidad valorativa, 414 aún confiaba en la indulgencia objetiva del conocimiento sociológico: ―la Sociología, como ciencia, comparte o debe compartir con todas las demás la neutralidad valorativa. Le incumbe determinar lo que la realidad presenta, los caracteres y conexiones de los fenómenos estudiados, absteniéndose de todo juicio de valor. Tiene que declarar lo que es y cómo es, pero nada puede decirnos sobre lo que debería ser […] En una palabra, tarea de la Sociología, como de toda ciencia, es simplemente la de conocer, quedando así para otras disciplinas el ofrecer al hombre juicios de valor y normas de conducta‖ (Medina, 1982: 22). Sin embargo, el transcurso de la contienda bélica mundial y el cada vez más lejano sueño de la liberación democrática de la España franquista le llevó, en mi opinión, a una desconfianza hacia la neutralidad ética del conocimiento científico. Estos acontecimientos políticos están detrás de sus reflexiones encerradas en el libro de 1943, 413 Su fascinación por Alemania también encerraba un tormento: el de la neutralidad valorativa. Para él la irresponsabilidad de la inteligencia había posibilitado que una sociedad tan culta y rica en conocimiento permitiese el ascenso de la brutalidad y de la destrucción del proyecto humanista. 414 Nuestro autor citaba, nuevamente, a dos autores que habían escrito sobre el conocimiento y los valores, Dewey y Weber; principalmente, tenía en mente la tesis de la neutralidad ética del conocimiento científico del clásico alemán. John Dewey, Human nature and Conduct; Max Weber, ―Der Sinn der ―Wertfreihei‖ der soziologischen und ökonomischen Wissenchaftslehre‖, Gesammelte Aufsaetze zur Wissenchaftslehre. 263 Responsabilidad de la inteligencia, donde matiza la crisis de valores que ha atravesado el campo científico acaecido en la sociedad occidental: ―la reiterada abstención de la inteligencia científica en ofrecer caminos y soluciones tenía que ser interpretada a la larga como su renuncia definitiva al ejercicio de derechos tenidos antes como indiscutibles‖ (Medina, 1987: 67). La objetividad y la neutralidad valorativa son vistas ahora por nuestro autor como una ideología que no considera un comportamiento sujeto a valores o derechos irrefutables. El aspecto de la objetividad con el que se cubre el científico social, no era más que, según su sentir, una renuncia a la búsqueda de la verdad, y una abdicación tanto al derecho de investigar libremente sin condicionante alguno como a la posibilidad de cambio y mejora social, despojándose el científico social de una decisión o de una postura que de todas maneras debía ser tomada. Abandona Medina, de esta manera, ese sentido del conocer por conocer que había mantenido respecto a la sociología en esos primeros momentos de construcción epistemológica, para pasar a llenar el componente valorativo de la sociología. Tenía que encontrar los límites del conocimiento sociológico en relación al comportamiento ético del sociólogo: ―Más entre los extremos de la abstención y la beligerancia no está el camino exento de peligros […] La negación de la neutralidad valorativa no equivale a proclamar el dominio sin freno de los intereses partidistas, sino, al contrario, la posibilidad de encontrarle un límite. Pero para ello es necesario en todo instante impere una conciencia clara de lo que es el método científico y de cómo funciona aplicado a la realidad social‖ (Medina, 1987: 71). Los criterios de objetividad de la sociología estaban en su propio método. La ciencia social para él tenía como máxima aspiración una pretensión de objetividad científica, pero también albergaba una aspiración preformativa de cambio social. Sin embargo la actitud generalizada de los científicos sociales fue seguir una posición de neutralidad valorativa que les había eximido de posicionarse en cuestiones políticas o sociales de gran alcance. El diagnóstico generalizado que hace de la ciencia social contemporánea era que ésta realmente había sido imprudente con su situación histórica concreta. Por tal motivo no podía ser más tajante en su crítica: los intelectuales debían quitarse ese ―manto de objetividad y de neutralidad valorativa‖ (Medina, 1987: 33). Todo pasaba por recuperar la carga moral en la tarea científica, algo absolutamente compatible con la actividad de la ciencia. Si nuestro autor se había despojado de la filosofía a favor de la sociología en el plano epistemológico, teórico y práctico –en ese afán de reclamar la ciencia nueva y el papel protagónico del sociólogo-, recuperaba ahora, no obstante, el aspecto normativo y valorativo de la filosofía social para la práctica sociológica (más aún dada su formación filosófica): y ello pasaba, no en vano, por la reclamación del valor de la democracia: ―La democracia nació favorecida por circunstancias excepcionales; más una vez adquirido el valor humanista, nuestro deber está en velar porque esas condiciones se mantengan a través de las transformaciones que opera el decurso histórico. Pero esto con la conciencia de que el camino democrático es el más duro de todos, pues es aquél que impone mayor número de responsabilidades a mayor número de hombres y también de que sin responsabilidad no hay libertad‖ (Medina, 1987: 281). 264 Detrás de toda sociología, como decimos, hay una moral. Algo muy claro en los supuestos filosóficos que acompañan la propuesta sociológica de José Medina Echavaría: para él la ciencia sociológica se tenía que ocupar también de estudiar al hombre en sus condiciones de posibilidad y libertad. Y para él esto ya había dejado de ser problemático: ―Creo pues que la auténtica misión política del intelectual es la de ofrecer ideas políticas…pero con una condición la de tener talento y la de que acepte su propia y peculiar responsabilidad […] No encuentro otro camino de salvación temporal que el de la humildad (Picón Salas) y el ascetismo‖ (Medina, 1944: 44). La ciencia no era cuestión de militancia ideológica, no era una ciencia de bandera y trapo. Si no que su postura era, en este caso, a favor de una ciencia militante, en el sentido de Karl Mannheim. Esta empresa de ―responsabilidad de la inteligencia‖ responde a problemas de origen orteguiano, pero dados la vuelta -algo que hizo Christopher Lasch años más tarde en su Rebelión de las elites (1995). Para nuestro autor el ascenso de los regímenes totalitarios no se debió tanto a una atracción manifiesta de las masas por el carisma del líder (aquí parece que José Medina habla y discute con Max Weber y su visión del líder carismático), si no más bien se debió a la renuncia de las minorías, en este caso, apuntando directamente a la elite intelectual, a la hora de renunciar a su responsabilidad de gobernar el mundo, de ofrecer soluciones prácticas a los designios de lo social. Él, sin embargo, confiaba que la sociología, gracias a esa unión teórica y práctica, era la ciencia que mejor podía encauzar la reordenación racional de ese tiempo, ya que al sociólogo no le quedaba otra que guiarse y ser probo con el original sentido de la sociología: diagnóstico y reforma social. Porque el sociólogo forma parte de la realidad social que estudia, algo que le otorga más obligación si cabe a la hora de reflexionar sobre el estado de la sociedad, sus problemas, su entramado social o las condiciones políticas de lo social, pero también a la hora de posicionarse sobre esta realidad social. Postura no sólo compatible con la actividad científica, sino más aún, absolutamente necesaria en aquel tiempo de catástrofe y de incertidumbre. 265 CAPÍTULO VIII. LA DIMENSIÓN SOCIOLÓGICA DE LA GUERRA Y EL ALCANCE SOCIAL DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES. 1. Biografía, guerra y sociedad. Testigo y protagonista de su tiempo, José Medina abordó varias líneas de pensamiento relacionadas entre sí. La estancia en México le llevó a ocuparse mayormente de la dimensión epistemológica de la ciencia sociológica, pero tampoco descuidó interés alguno por la importancia de los acontecimientos históricos reflejados en esa preocupación por la crisis de la modernidad. De esta manera, su obra sociológica, teórica y más ensayística de este período muestra un empeño en buscar conexiones entre la cultura, el exilio, la guerra, la sociedad, la política, la mundialización, la ciencia o el papel de la inteligencia. Un autor, por tanto, no desprendido de la actualidad. En este capítulo veremos las influencias mutuas entre esos aspectos culturales, sociales y políticos que analizó entonces desde la peculiaridad de aquel período histórico, crucial para el devenir de la humanidad del siglo XX. Las motivaciones de este ―paréntesis‖, dada la celeridad y urgencia de los acontecimientos, lo hallamos en su propia biografía: ―¿Qué significa este momento de mi vida? ¿Qué lo explica y de qué deriva? ¿En qué forma gravita sobre la decisión que voy a tomar ahora mismo? El hombre arrojado en la situación social y partícipe en ella desde su acción más nimia, se da cuenta de que la estructura social en la que se encuentra inmerso no es la obra suya en la mayor dimensión, ni tan siquiera de su época, pues que deriva de la actividad de generaciones anteriores en proporción más o menos determinable. Y aprende así la seria lección de que su destino individual, su biografía, es en su mayor parte un fragmento intercambiable de un destino colectivo‖ (Medina, 1987). Advertimos que estas reflexiones son, en cierto modo, parte de unas memorias culturales, históricas y sociológicas, que se erigen sin dificultad en crónica vivida de todo un período histórico que arrastró a nuestro autor. Se percibe la amargura de estas notas. La actitud que se esconde por detrás es la de un fuerte cuestionamiento sobre su condición de sociólogo y de intelectual exiliado. La sensación que tenemos es que vida y obra caminan aquí más juntas que nunca. En este trabajo retrospectivo sobre Medina es conveniente marcar algunas obras –como Prólogo al estudio de la guerra, Consideraciones sobre el tema de la Paz o Responsabilidad de la inteligencia- y reflexiones sobre temas que han pasado desapercibidos para la mayoría de autores que se han ocupado de su obra. Sin embargo, creemos que sus aportaciones sobre la guerra como una experiencia contemporánea, la debilidad democrática de su tiempo y el Estado de masas, la integración mundial, la planeación democrática o el sentido de la libertad, son hitos a destacar dentro de su trayectoria intelectual. Todas estas aportaciones alrededor de un mundo que aparece atascado en un callejón sin salida, nos ayudan a comprender las motivaciones autobiográficas y el sentido profundo de un ensamblaje teórico que iba construyendo alrededor de la sociología y que encerraba la aspiración de una sociedad mejor, más libre y justa. A ―la experiencia vivida‖ se le unía ―la perspectiva sociológica‖ (Medina, 1943b: 8). No resulta complicado, entonces, encontrar en sus trabajos referencias a su experiencia personal, ya que fue dejando algunos botones biográficos que nos detallan algunas aproximaciones de las cuestiones realmente importantes para él. Por ejemplo, su intento de buscar el origen de la primera 266 crisis de la modernidad acabó por convertirlo con el tiempo en un teórico de la democracia. En México ya advertimos esta evolución de pensamiento. No sólo hay una reclamación fuerte por la sociología, sino también por la democracia. Aún siendo esta estancia una etapa netamente teórica en su trayectoria biográfica, advertimos, efectivamente, cómo José Medina Echavarría pasó de contestar la pregunta por la crisis contemporánea a partir de una epistemología de la ciencia sociológica, a terminar de fundamentar esa postura con una epistemología de la democracia. Este tránsito no fue casual, si no más bien se explica por un momento de inflexión en su vida intelectual y personal acorde a los acontecimientos históricos: se tuvo que ir haciendo a la idea de no volver a España tras el final de la Segunda Guerra Mundial. 415 Seguro que fue sumamente difícil aceptar esa situación. Pero, sobre todo, más complicado aún fue seguir siendo fiel a los valores de la democracia en un momento en que la solución democrática para España se diluía. Contra ese trasfondo socio-cultural abierto por la última guerra mundial transcurren estas aportaciones que invitan al intelectual, desde su responsabilidad, a moverse en la escala de lo humano y no en el nivel de las grandes abstracciones. Aquí, junto al sociólogo, aparece el pensador. 2. La preocupación por la actualidad. Esa mirada sobre lo cotidiano le hace asumir su responsabilidad como un intelectual público que no elude de participar en la tarea a la que se debe en ese momento borroso: dotar de sentido a una realidad social taimada por la guerra mundial. ―Está bien que los hombres de ciencia se apresten al análisis de lo real, pero quizá la tarea más urgente, de ellos con todos los demás, esté en acabar con la tremenda confusión en que vivimos‖. Medina no escatima en tratar de definir aquella ―situación social‖ con las herramientas y metodologías que le aporta la perspectiva sociológica: ―En una palabra, ―definir‖ una situación consiste en realizar imaginativamente una conexión determinada entre las condiciones, los medios y los fines que aparecen dados dentro de ella‖ (Medina, 1943b: 78 y 53). 416 Lo que se escapa de la realidad es, precisamente, lo que se esconde tras el ensordecedor ruido bélico; y tarea de la sociología es convertir esa tragedia en un hecho social reconocible. La guerra pasa así a ser sociologizada y racionalizada. Medina Echavarría es proclive a comprender sus conexiones recíprocas con la sociedad y con su sistema de valores. 417 La experiencia 415 Recasens en un artículo publicado en México en 1939 incluyó a José Medina como uno de los cultivadores de la sociología política junto a los nombres de Max y Alfred Weber, H. Laski, Giddings, Posada, Michels, Hauriou, etc (Recasens, 1939: 42-43). No sorprende, por tanto, esa transición. Que a lo mejor fue menos porque él, como así nos reconoce, se mantuvo fiel a las corrientes intelectuales en las que se había formado, donde el tema del Estado, la democracia y la organización social eran frecuentes: ―De ahí la confesión aludida: en mis reflexiones sobre este tema (la paz mundial) no he querido engañarme sobre el ángulo particular de mi punto de vista. Y sigo en él con mis propios prejuicios, los que derivan de mi formación e inclinaciones intelectuales y los que provienen de las raíces nacionales y culturales que me nutren y sostienen‖ (Medina, 1945a: 140). Es por eso que son temas que conocía inicialmente, pero que no le interesó formalmente hasta tiempo después. Las ideas están, aparecen y desaparecen, acorde a las experiencias biográficas. 416 Nos advierte que usa el término ―definición de la situación‖ en el sentido que tiene desde Thomas, cómo lo utiliza este sociólogo. 417 A Medina le preocupaba el sistema de valores de la sociedad: ―El sociólogo tiene que usar constantemente esta palabra. No por eso puede confundírsele con el filósofo, con el moralista o con el predicador. En principio al menos. El análisis sociológico tiene que decir, por ejemplo, si una sociedad está integrada o no con relación a unas cosas llamadas valores‖ (1943b: 53). No se puede prescindir en un 267 bélica no deja de ser un producto social más. Para empezar él se siente competente (y comprometido) para escribir y pensar sobre un conflicto bélico mundial que, visto desde la intelectualidad mexicana, podría parecer un tema anglosajón o europeo, bastante lejano. (Pero para él era un tema cercano; de su pertenencia). 418 Sin embargo, se esforzó por introducir en ese debate académico y público –principalmente de dominio anglosajón - la aportación o la visión hispanoamericana de la contienda bélica, excluida hasta ese momento, dada la ausencia de tradición académica e institucional en estos temas: ―Todo el que haga la experiencia de dedicar algunas horas a la literatura sobre la paz, que nos ocupa, percibirá en qué escasa medida contribuimos a ella los pueblos en lengua española. […]¿Cuál es la causa de esa escasez? ¿Vivimos quizá desinteresados ante lo que pueda ocurrir? Una primera respuesta se ofrece en seguida. Se trataría de un fenómeno de densidad cultural: es natural que la mayor abundancia de esa literatura corresponda a aquellos países en donde la producción intelectual es también a todos los órdenes cuantitativamente superior. […] Pero hay otra razón de carácter más amplio, que quizá coadyuve a reforzar los efectos de la anterior, y que consiste en una confusión muy generalizada. La de creer que la llamada política internacional es algo que sólo atañe a las grandes potencias‖ (Medina, 1945a: 33). A esa dificultad se le añadía innegablemente el acceso a la bibliografía, ―porque la única literatura –fuera de la escrita en español- hoy a nuestro alcance, es la publicada en lengua inglesa y porque ésta será en el día de mañana la expresión del vencedor‖ (Medina, 1945a: 20). Rápidamente quedaban claro los límites de repercusión del conocimiento producido en la cultura hispanoamericana sobre los centros de conocimiento del mundo anglosajón. Si bien Medina reclamaba su sitio y el de la intelectualidad hispanoamericana en aquellos debates abiertos. Ante la falta de antecedentes en estos temas el sociólogo español quería hacer ver que desde la periferia había reflexiones válidas sobre ese período histórico. Algo que servía también para anunciar la identidad y el papel de las potencias menores –caso de España y de América Latina- en el futuro de la organización internacional. Él, sin ser, un intelectual revolucionario, sabía que el mundo se encaminaba a marchas forzadas hacia la globalización y que en Occidente se haría esencial un replanteamiento de la alteridad y de la inclusión. 419 análisis sociológico, cualquiera que sea su tipo, de las ideas y de los valores que tienen los hombres, más aún cuando contemplan la posibilidad de una guerra y deben ordenar racionalmente los factores y materiales que podrán contar en una guerra. 418 Dada su formación jurídica y dada su experiencia como diplomático en la Embajada española en Polonia. La faceta pública del intelectual que está abierto a discutir y a reflexionar sobre los temas actuales de su tiempo, más aún teniendo en cuenta la urgencia de la actualidad de la Segunda Guerra Mundial. Además ya había tratado temas con las teorías del Estado. Experiencia que había depositado en su tesis doctoral sobre la organización corporativa. Además el ser un exiliado en México con esos conocimientos sobre la realidad internacional europea le hacía ser experto para estos temas. 419 Este capítulo lo protagonizaran en el pensamiento contemporáneo de la segunda mitad del siglo XX los estudios poscoloniales, iniciados por Edward Saïd, Homi Bhaba o Stuart Hall. Las pretensiones de Medina en este momento de su biografía eran otras: su inquietud pasaba por encontrar el lugar de España y de América Latina en la organización internacional y no tanto en reclamar las teorías producidas fueras del centro. Aunque más adelante sí que encontramos en su obra una reclamación por la validez, originalidad y calidad del pensamiento sociológico latinoamericano. 268 3. La experiencia contemporánea de la guerra. No podía permanecer indiferente ante el acontecimiento de la guerra, ya que como fenómeno social formaba parte integrante de su vida y de su tiempo. La guerra era una experiencia absolutamente contemporánea. Su iniciativa pasaba por explicar las condiciones sociológicas de la Segunda Guerra Mundial: ―Con respecto a la guerra, es preciso investigar las causas, analizar objetivamente los efectos, calcular los costos materiales y morales, para poder participar, a pesar de desilusiones y retrocesos, en la larga lucha que abrieron hace tiempo los mejores espíritus con el ánimo de desterrar por completo esta dolencia‖ (Medina, 1943b: 1). Con ese fin asumió una postura neokantiana -acorde a su formación alemana- a la hora de colaborar desde la ciencia en el intento de desterrar esa dolencia de la sociedad contemporánea. Nuestro autor no pretendía ser un moralista, sino un intelectual inconformista y consecuente que asumía como algo casi obligatorio el ―comprender‖ desde la sociología el fenómeno de la guerra (Medina, 1941d: 15). De esta manera, denunciaba cómo la clave explicativa de esa guerra pasaba por la clase de sociedad en la que se basaba: ―Y en este sentido la hipótesis sociológica más general que cabe formular es la de que el espíritu y las formas de la guerra dependen del espíritu y las formas de la sociedad‖ (Medina, 1943b: 9). Y, efectivamente, ésta es la problemática que tratan sus aportaciones alrededor de la guerra –y de las posibilidades sociales y políticas de la paz-. En primer lugar había que situar el tipo de la guerra del que se estaba hablando: ―¿A qué tipo pertenece la guerra actual? Ella comenzó como lucha civil en la entraña española y mostró luego la faz totalitaria en su despiadada e inexorable marcha, ¿sigue siendo una guerra absoluta? ¿Ha podido dejar de serlo aun a pesar de las apariencias?‖ (Medina, 1943b: 25). Acaso la experiencia biográfica sigue aquí el hilo conductor de la contribución teórica. La experiencia aparece así como forma de conocimiento y también como aliento sociológico. Esas vivencias, casi emociones, son racionalizadas para que el lector se haga una idea de lo que significó para José Medina la guerra civil española: ―Sabemos, sin necesidad que nos lo cuenten, que una guerra civil es, por una parte, la ruptura de una comunidad, escindida en partes abismáticamente separadas, que se traduce, por otra, en una lucha implacable y sin control. La comunidad se ha roto cuando ha dejado de existir una lealtad común; no hay nada, temporalmente al menos, que esté por encima de los combatientes, ni nada que los una; ha dejado de vivir el núcleo mínimo de creencias y valores compartidos‖ (Medina, 1987: 200). Y esa misma sensación de guerra civil que él padeció en España la hace extensible a su visión sobre el conflicto mundial iniciado en 1939: ―Nuestra experiencia es la de una guerra civil no propiamente la de una guerra internacional, pero son los caracteres de aquélla donde está la clave para comprender la internacional que la continúa‖. (Medina, 1941d: 17). Abordó intelectualmente esta guerra ofreciéndonos su plano teórico y su contraplano biográfico: tanto el del sociólogo que reflexiona sobre las raíces sociológicas de la guerra como el del hombre que después de varios años de exilio no se desprende del dolor. 420 Sin embargo, como fino intelectual, el dolor no 420 Obviamente que la ―mirada española‖ de Medina no modificó en gran manera el paradigma de interpretación de la Segunda Guerra Mundial, pero sí se atrevió a avanzar cómo la Guerra Civil española había sido la antesala y el laboratorio de pruebas de aquella guerra. 269 satura el relato sociológico. De este modo, esa ruptura de la comunidad mundial – entendida como sociedad- y su desvinculación moral pasaron necesariamente por su pátina sociológica. Para afrontar la respuesta de qué tipo de guerra era aquella encuentra respuesta en la tradición sociológica: ―Para los sociólogos la guerra es una forma especial del conflicto…El conflicto y la competencia son hechos socio-culturales y no meramente naturales o ecológicamente determinados como ha sostenido conocida escuela. La competencia supone una pugna de intereses enmarcados por ciertos valores comunes; el conflicto es, en cambio, una pugna de valores, un deseo de imponer los propios o de destruir los ajenos‖ (Medina, 1943b: 24). 421 Nuestro autor, con ello, continúa su análisis siguiendo una explicación culturalista de la guerra, diagnosticándolo como un fenómeno cultural y social que está sujeto a una competencia entre diferentes sistemas de valores (siendo la paz el entendimiento entre ellos, lo que lleva a asumir el punto de vista del otro). Su pulso con la memoria cotidiana de la experiencia española y la presencia inmediata de aquella actualidad le hacían pensar en el final de una comunidad espiritual y de unos valores compartidos que se escindían del cuerpo histórico de Occidente: ―Sí que sería trágico que se olvidara su significación histórica (la de la II Guerra Mundial). Viejos valores tradicionales de nuestra civilización habían perdido en la rutina, la transgresión y el cinismo su fuerza aglutinante y no eran ya compartidos con conciencia ni entusiasmo. En realidad, la comunidad de los hombres de occidente vivía un doloroso proceso de desintegración. Los nuevos valores que pretendieron desterrarlos no quedarán vencidos solamente por el triunfo militar si no vuelve con la vigencia efectiva, vigorizada y plena del universalismo humanista la reintegración moral de una civilización a la deriva. Es la paz futura la que exige mantener despierta la conciencia de la naturaleza de este conflicto de que hemos sido testigos o protagonistas‖ (Medina, 1943b: 26). El antagonismo entre los nuevos y viejos valores estaba detrás de esa guerra devastadora. No encuentra nuestro autor elemento alguno de cohesión en la comunidad occidental que pudiera frenar el desenlace. Ese es su primer juicio. El sentido neokantianao de esa confianza en la posibilidad de una ―paz futura‖, reforzado también por la conciencia histórica, pretende evitar la pérdida en el horizonte de la experiencia de este drama. La cadena de la mortalidad confinada en las entrañas de la modernidad se ve aquí convertida en una llamada hacia la nostalgia y hacia la tradición de aquellos valores comunes que hicieron a Europa ser lo que fue: la tradición de la modernidad. Comenzaba a diluirse en su imaginario la visión idílica tanto de una España personal como el de una Europa aglutinadora de una cultura representativa de unos valores humanistas universales. 422 Al recorrer ese presente advertía, como observamos, el 421 Debemos matizar que en su análisis sociológico de la guerra no se detiene en los efectos demográficos de la misma, ni en las razones económicas de la misma, aunque sí las tienes en cuenta en diferentes lugares de su exposición (Medina, 1943b: 47 y 60). Cita diversos autores que reflexionaron sobre las razones económicas que estaban detrás de las guerras: J. A. Schumpeter, Capitalism, socialism and democracy, 1942; Arthur Feiler, ―The Economic Meaning of Conquest‖, incluido en el volumen colectivo War in our Time, 1939 (editado por Speier y Kähler). A nuestro autor le interesaba mucho más los efectos socio-culturales de la guerra. 422 Medina tenía una visión de España como una nación artífice en la creación de los valores universales que Occidente había transmitido a todo el mundo, unos valores que con la llegada de la Guerra Civil se vieron trágicamente fracasados, invalidados, defenestrados injustamente y que con la llegada de la 2ª Guerra Mundial, se vieron situados en el mayor de los ostracismos: ―Leía en estos días en nuestro Saavedra Fajardo una de las últimas y más bellas defensas del Estado moral. España, con todas sus faltas, 270 desmembramiento de la civilización occidental: ―lo que llamamos civilización anda en peligro de desaparecer un buen día de raíz si se repiten aventuras bélicas como la presente‖ (Medina, 1945a: 19). Si bien aún confiaba en la reconducción de esa civilización a través de la fuerza creadora de la inteligencia. Su actitud ante ese presente era asumir su responsabilidad sociológica en esa tentativa de esclarecimiento de la realidad social y también reclamando a su vez el dominio de la conciencia. No había que perder el sentido y el carácter de esa gran crisis. Es por ello que en su respuesta a la pregunta de qué tipo de guerra se enfrentaba el hombre contemporáneo, Medina se aferró a la metodología weberiana de los tipos de ideales como construcción sociológica ideal para dar sentido a una sociedad y a una cultura en declive: ―El problema a que aludo es el de una posible tipología de la guerra, que puede ser afrontado, no obstante esa su variabilidad histórica, si los tipos, dentro de la tradición weberiana, se aceptan sólo como construcciones ideales que nos ayudan a comprender la realidad…Naturalmente, ninguno de esos tipos ha encarnado nunca en la realidad en forma precisa, ya lo dijimos; pero quizás se aproxima a ellos en más o en menos‖. Los tipos ideales de guerra que propondrá el sociólogo español fueron los de guerra o lucha agonista, la guerra instrumental o la guerra absoluta. Por lucha agónica entendía la lucha característica del juego y del deporte que expresaba una acción orientada por valores comunes a los combatientes, mientras que a la guerra instrumental la distingue como la expresión de una acción racional y calculadora, propia de una situación conflictiva entre intereses (Medina, 1943b: 23-25). 423 Más preciso, sin embargo, se muestra nuestro autor a la hora de definir a la guerra absoluta: ―No hay límites, ni puede haberlo; toda debilidad es un compromiso contaminador. Es la forma de lucha que se ofrece en los momentos de tensiones polares, inconciliables, cuya poderosa fuerza hace imposibles las posiciones intermedias. Es el tipo que encarna en las luchas civiles inexorables y bárbaras. Y a él se aproximan, las luchas internacionales en los momentos críticos de la civilización, cuando se juega el destino de los valores que la informan‖ (Medina, 1943b: 25). Reconocemos la exagerada importancia que nuestro autor concedía a la situación y posición de los valores en la sociedad. Subrayamos nuevamente que él, sin ser una moralista, sí le preocupaba la esfera de los valores respecto al sistema social, desempeñándose éstos como significantes culturales, como ideas plegables a la acción, ideas consistentes a los propósitos y fines, ya que en los valores que se consideran vigentes y que orientan la modificación efectiva se intenta producir y reproducir la realidad. No es de extrañar que él reconociera a la Segunda Guerra Mundial como una ―guerra absoluta‖, provocada en mayor o menor medida por ese vacío moral. Esa última gran guerra dejó una herida abierta en la sociedad contemporánea, cuando los ideales chocaron con la realidad en toda su crudeza, mientras la vuelta a la normalidad se veía amenazada por numerosas miserias y por los residuos de los totalitarismos. Estaba percibiendo que la Segunda Guerra Mundial era la guerra civil europea; la guerra civil de la cultura europea y occidental. José Medina tenía la hipótesis de que la Segunda quedará siempre reivindicada, porque fue el sostén obcecado y tardío de esa idea universal donde quebró su destino‖ (Medina, 1941: 23). 423 H. Speier, ―The Social Types of War‖, The American Journal of Sociology, XLVI, 4, p. 445. Toma este artículo para definir los tipos ideales de la guerra: lo que hay que observar es sí él alcanza una definición o una característica de ese momento. 271 Guerra Mundial era una guerra civil internacional, lo que significaba que el enemigo era absoluto o total: ―Lo que nos importaba era su condicionamiento social, y en ese plano guerra totalitaria equivale a guerra civil. La hipótesis, pues, es que nos encontramos en presencia de una guerra civil internacional. O más precisamente de una contienda civil de la comunidad europea, que pudiera extenderse a la gran comunidad occidental‖ (1941d: 18). Una auténtica crisis, de valores y de cultura, que arrastraba a una civilización entera a la ―guerra absoluta‖ o la ―guerra total‖. 424 La guerra total aparece así como la causante de escisión y desarraigo en toda una sociedad, quedando ésta deshumanizada, y donde el exterminio del otro se percibía con temor como la única salida temeraria posible: ―Este enemigo abominable es, en una palabra, el enemigo total, que sólo merece exterminio o sometimiento sin condiciones. El carácter absoluto de este enemigo se extiende, en consecuencia, a las formas mismas de la lucha y su término. En este sentido, las guerras civiles suelen aproximarse al tipo puro de guerra absoluta y auténticamente totalitaria‖ (Medina, 1941d: 18). Nuestro autor asistía con pavor a una resolución extremista del conflicto, dado las ansias de dominación mundial de la Alemania nazi. Además advertía el estremecedor fin que oculta toda guerra civil: el genocidio, el cual consiste en una ―auténtica eliminación de la población orgánica‖ (Medina, 1941d: 26-27). En consecuencia, percibía que todo su anhelo a favor de una paz futura –utópica- era arrancada por unos límites reales que bordeaban el pánico humano: la resolución del conflicto pasaba por la aniquilación del otro. Así se las gastaba la guerra total, la nueva guerra contemporánea. El testimonio de la ―guerra total‖ está entrelazado con las características ―exitosas‖ de la sociedad contemporánea avanzada: el triunfo de la técnica y de la ciencia, de la racionalidad instrumental, de la capacidad inventiva del hombre. ―Tenemos ahora las consecuencias de una de las revoluciones auténticas de la historia, la que inician sobre la tierra la ciencia y la técnica‖ (Medina, 1941d: 35, artículo guerra). Sobre esa imagen de guerra total suma también el sociólogo español la etiqueta de ―guerra mecanizada contemporánea‖, dado ―el predominio del avión, del tanque y de las tropas motorizadas (lo que) constituye la nota característica y definitoria de este tipo de guerra‖ (Medina, 1943b: 11). ¿Qué significa sociológicamente hablar de guerra mecanizada contemporánea? En este caso, hablar del tipo de guerra total como una guerra mecanizada implica la aplicación de las técnicas, de los métodos, de la maquinaria y de los fundamentos de la sociedad industrial. Guerra mecanizada equivale, en pocas palabras, a guerra industrializada. La guerra mecanizada exigía un tipo de sociedad industrial, moderna y científica. Para su comprensión había que pensar en la dependencia social a una organización y una estructura social relacionada con el proceso industrial y su economía capitalista –hay que recordar que en aquella época las potencias occidentales estaban en plena fase de crecimiento de la industrialización-. Esto suponía una demanda creciente 424 Medina utiliza indistintamente para definir a la Segunda Guerra Mundial los calificativos de ―guerra absoluta‖ o ―guerra total‖. El concepto de ―guerra total‖ era un concepto común en la literatura de esa época. Puede ser que lo tomase de Bronislaw Malinowski: ―La Guerra Mundial, o lo que es lo mismo la guerra total, es a la luz de nuestro criterio antropológico tan distinta de las guerras históricas anteriores a 1914, como éstas a su vez lo fueron de las luchas entre salvajes. La influencia de la presente guerra sobre la cultura es tan compleja que crea el problema de si la organización integral para la violencia efectiva – que nosotros llamamos totalitarismo- es compatible con la sobrevivencia de la cultura‖ (Malinowski, 1941: 143). En todo caso, Medina compartía con Malinowski –y muchos más intelectuales- esa sensación de estar presenciando una guerra distinta a todas las anteriores. 272 de obreros calificados, de técnicos, de industriales, de hombres de ciencia. ―Hasta el catorce, las guerras gravitaban sobre las capas campesinas, que podían ofrecer una carne de cañón abundante y poco calificada; hoy las armas principales y con mayor porcentaje de mortandad para sus servidores exigen un material humano relativamente selecto y preparado que va desde el tipo del obrero calificado al del técnico y el intelectual‖ (Medina, 1943b: 12). Veinticinco años más tarde, Medina contemplaba la Segunda Guerra Mundial como la confirmación de una sociedad industrializada, principalmente la desarrollista norteamericana, que estaba alejándose de su pasado rural y tradicional. El añadido vital de esa época que se abría a oscuras era el hombre científico y la participación social de esa creencia. Esa diferencia entre las dos grandes guerras del siglo XX apelaba a distintos apoyos sociales, a diferentes estructuras sociales y también económicas. La mirada sociológica le aportaba observar con sorpresa toda la capacidad de movilización social y de mano de obra industrial en una lealtad común como era la de producir maquinaria, artilugios, bombas, etc. para la actividad bélica, lo que a su vez conducía al avance científico. 425 O como diría Medina, sobre el desarrollo industrial de la Alemania nazi: ―la más refinada racionalidad humana al servicio de los impulsos irracionales‖. 426 Sin el soporte de una sociedad desarrollada industrialmente era impensable asumir los costos económicos y sociales de una guerra total, absoluta y mecanizada. A partir de entonces, la nueva referencia cultural y social era por fuerza la sociedad industrial. 427 4. La debilidad democrática: Estado de masas y totalitarismo. La explicación sociológica de su tiempo. Vimos anteriormente cómo Medina se esforzaba por describir los rasgos sociológicos característicos de la guerra absoluta, como guerra mecanizada de la época contemporánea. Estando su vida pautada por ese conflicto que él iniciaba en la contienda española, no podía ser menos su actitud de no darlo la espalda, como tantos otros pensadores e intelectuales de su generación. En este sentido, le preocupó de igual manera encontrar la raíz que había generado la segunda gran guerra y que había ocasionado, como así él lo creía, la escisión de la cultura occidental. La respuesta a la 425 ―Es un hecho comprobado hasta la saciedad la influencia positiva de la guerra en la invención técnica y en la investigación científica‖ (Medina, 1943b: 13). El estímulo y fomento de la investigación en relación a la guerra. Autores que cita. Bernal, The Social Function of Science, W. Kaempffert, War and Tecnhology, American Journal of Sociology. 426 Esta línea de pensamiento alrededor de cómo la racionalidad humana puede cometer traumas y siniestros tan aparentemente irracionales, como el Holocausto, fue seguida por Zygmunt Bauman. Nuestro autor, tras su experiencia en Polonia, se interesó por las técnicas psicológicas de manipulación del hombre que investigó y propulsó el Instituto Alemán de Psicología militar de Haushofer: ―En los días inmediatamente anteriores a esta guerra y todavía en tierras polacas, tuve ocasión de hojear algunos de los primeros Hefte del mencionado Instituto alemán, y si bien no conservo ni fichas ni extractos, tengo el recuerdo deprimente de algunos de sus temas y la obsesionante impresión de hasta dónde puede llegar la más refinada racionalidad humana al servicio de los impulsos irracionales‖ (Medina, 1943b: 17). Ello remite a lo difícilmente compresible que resulta observar cómo la inventiva humana se moviliza en pasiones tan bajas como la guerra y la eliminación del otro. Medina se preguntaba qué pasaría con la inventiva humana si no hubiera guerra y qué sería de la vida humana si esos esfuerzos se dedicasen al bienestar humano y social. 427 Debemos de tener en cuenta que Medina estaba también pensando sobre los ―requisitos sociales‖ de la nueva guerra. Es decir, ni América Latina ni España tenían el suficiente desarrollo como para participar de las exigencias materiales, industriales, económicas y de capital humano que exigía la guerra total y su paisaje de devastación. Porque la guerra total y absoluta no significaba únicamente lograr la rendición del enemigo, sino, asimismo imponía la total y absoluta movilización de todas las capas sociales en un único objetivo de lealtad común: la eliminación del otro. 273 causa sociológica, cultural y política la encontró en la debilidad democrática de Europa y en el pináculo del totalitarismo: ―el conflicto actual ha sido consecuencia de la debilidad democrática ante el ataque premeditado de los enemigos totalitarios‖ (Medina, 1945b: 34). Más bien Medina optó por denunciar la fragilidad, la inconsistencia y la lasitud de las democracias europeas como las grandes responsables y culpables del desencadenamiento de la contienda bélica, antes que privilegiar la hostilidad del totalitarismo. Él entendió que ―el desarme moral de las democracias fue así más decisivo para los comienzos catastróficos de la presente guerra que su relativa impreparación material‖. La tesis que plantea nuestro autor en su argumentación se sustenta, para empezar, en un principio sociológico clave como es el de legitimidad: ―las grandes crisis en la convivencia de los pueblos coinciden con la ausencia de un auténtico poder legítimo o con los síntomas agónicos de su debilidad efectiva‖ (Medina, 1945a: 103 y 131). Esta constatación de la debilidad de la legitimidad (democrática), y también de su legalidad, implicó necesariamente la caracterización de una época sombría de la historia europea en la que el fascismo y el fundamentalismo totalitario camparon a sus anchas en el universo democrático, aprovechándose de sus herramientas, instituciones y métodos, y convirtiendo la ley en un instrumento para el beneficio de sus intereses particulares. La disolución de la idea de legitimidad democrática fue consecuencia, según Medina, del predominio de un tipo de ―sociedad anómica‖ desde principios del siglo XX, hecho que aprovecharon las soluciones fascistas y totalitarias en su camino hacia el poder. 428 Aquella Europa de entreguerras era retratada precisamente en dos esferas superpuestas de difícil análisis sociológico: cómo definir los valores de la cultura moderna en una democracia desdibujada y seducida por las soluciones antimodernas. Además había un elemento añadido como es, según palabras de Medina, ―la persistencia de la fe en la violencia‖ (1943: 58). El hombre de inicios del siglo XX se acostumbró demasiado a las situaciones de violencia latente. (Piénsese, por ejemplo, en todas aquellas reclamaciones étnico-culturales, del predomino de la raza, de la construcción de un ―nosotros‖ poderoso y resistente, o de la superioridad de unos pueblos sobre otros). Una de las características de estar en la modernidad era asumir su condición violenta y sus implicaciones sociológicas. La inseguridad y la violencia disolvían los vínculos sociales y fortalecían, por el contrario, la desconfianza: ―La impresión de seguridad corresponde a la presencia de un poder legítimo, de igual manera como la inseguridad –angustia de una sociedad ―anómica‖- refleja el predominio puro de la violencia, la ausencia de un poder legítimamente establecido‖ (Medina, 1945a: 132). En esas líneas observamos cómo asume las posturas de E. Durkheim sobre la desviación societaria, su desmembración y cómo la sociedad industrial ―producía‖ individuos aislados socialmente. Nuestro autor reclamaba entonces un ideal de sociedad como participación social y cúmulo de voluntades y lealtades. Justamente en esa mirada a la problemática de su época encontramos una de las definiciones de sociedad más idóneas y sucintas formuladas por Medina: ―La sociedad como forma de convivencia de 428 José Medina rastrea la pax britannica del siglo XIX en relación con una política de equilibrio. Cita a K. Polanyi, The Great Transformation, 1944, cap. I. la tesis de Polanyi vendría a ser que durante el siglo XIX hubo diversas instituciones y estructuras de poder legítimo, como las dinastías, las capas tradicionales y la Iglesia; las fuerzas sostenidas por la Santa Alianza. Pero, en la segunda mitad del sg. XIX, siendo triunfadora la burguesía, el elemento intermediario será el económico, entonces en su fase expansiva. De esta manera, hay un déficit de los poderes benéficos, provocados por la artificialidad del sistema económico (Medina, 1945a: 126). 274 personas capaces de creación y superación es algo más amplio y fundante que los modos de organización política y económica…Una sociedad es un sistema de participación que tiene como su base un mínimo indispensable de afirmaciones comunes‖ (1945a: 152). Me atrevo a decir, con las distancia de su obra, que es una de las interpretaciones más firmes y sinceras por su parte. A este respecto, asistimos ante un intento de ―reconstrucción moral del hombre‖, y de una sociedad enferma; precisamente para dotarla de estabilidad, de recorrido (Medina, 1941d: 34). De esta manera, recuerda que el acto social por excelencia es la alteridad, esa capacidad de ponerse en lugar del otro; inicio de toda participación y de colaboración en común: ―En una sociedad anómica, sin norma, no es posible que se organice nada de modo duradero, ni en lo político ni en lo económico, porque su anomia profunda infecta toda área de actividad. Cuando no hay nada común, cuando las cosas significan algo distinto para cada cual, es imposible ese esfuerzo por ponerse en el lugar del otro, que es el acto social por excelencia‖ (Medina, 1945a: 152). Estas apreciaciones no impiden apreciar nuevamente la herencia de Durkheim. Debemos recordar que para este clásico de la sociología, preocupado como estuvo por la salud moral de Francia, pero cuidadoso de evitar idealismos, no era posible otro nivel de moralidad que aquel que hiciese posible la estructura social (Rodríguez Zúñiga, 1991). Medina puso igualmente su énfasis en la explicación sociológica del hecho bélico a partir del conocimiento exacto de la estructura social que lo produce. Ambos autores comparten esa visión de la estructura social como generadora de las representaciones colectivas además de los esquemas de pensamiento, percepciones y apreciación. En la lógica de este punto, observamos el paralelismo de fondo entre la visión de Medina y de Durkheim, al compartir la posición central de la moralidad en la estructura social. Siguiendo al sociólogo francés, vemos según su explicación, cómo la religión era el fenómeno social primitivo, en cierto modo la matriz misma de la sociedad. El totemismo es la religión de las sociedades segmentarias de la solidaridad mecánica, es decir, los clanes amorfos en que la dominación de la conciencia colectiva reducía al máximo la capacidad de la conciencia y de la acción individual. Con el avance de la evolución, tal como la observaba el propio Durkheim en su época, el campo cognitivo y legitimador de la religión se iba reduciendo progresivamente en la sociedad diferenciada e interdependiente de la solidaridad orgánica. Se ampliaba, en cambio, el de la ciencia y el de la autonomía individual, con consecuencias de menor cohesión social e incluso de anomia, que él trató de remediar mediante sus aportaciones a la sociología de la educación y su intento fallido de una ciencia social de la moral (Rodríguez Zúñiga, 1991). El hecho significativo es que en las sociedades avanzadas, en clara diferencia de las sociedades tradicionales donde había una moralidad universalmente aceptada, disminuye la intensidad de la conciencia colectiva y crece la anomia como consecuencia de la disparidad de valores de los distintos grupos que la integran. 429 429 Nuestro autor advertía de la necesidad psicológica para el individuo de tener un referente social. Algo que convertía además a la sociedad en un sustento moral. Es la ―autoafirmación del individuo‖ en relación a esta estructura social. Esta insistencia en aspectos afines a la psicología social señalan los desequilibrios psicológicos que ejerce en el individuo todo vacío social. Por ejemplo, el riesgo de los nacionalismos, fascismos y populismos que se encontró a lo largo de su vida, no estaba tanto en el sistema político, sino más bien en la desorganización de un sistema social (y su sistema de valores) que generaba una situación psicológica insostenible. 275 Justamente la ausencia de cohesión social fue el problema sociológico que encontró Medina Echavarría detrás de la desmembración cultural, social y política de Europa. La creciente diferenciación de las sociedades complejas erosionó una posible conciencia democrática compartida, a favor de toda una variedad de movimientos nacionalistas y étnicos que trataron de redefinir las identidades individuales y colectivas y que reforzaron particularismos más o menos excluyentes, convirtiéndolos en sus soluciones fascistas y totalitarias. Nuestro autor intuía que el ideal de ―comunidad‖, en el sentido de Ferdinand Tönnies, tampoco se correspondía con la emergencia social del Estado de masas, el cuál quedaba asentado por la desconfianza en el otro y, principalmente, en un sistema centralizado de autoridad carismática. El tránsito social de comunidad a sociedad había ocasionado inconscientemente –como consecuencia no deseada- la reducción de elementos cohesivos (y un enfriamiento de los lazos sociales). La relación de este proceso social conllevó la desactivación moral de la sociedad y la pérdida de la resistencia civil ante esas escenas fanáticas o delirantes. El miedo a una paz débil tras la Primera Guerra Mundial hizo que quedase muy presente la amenaza de la violencia para una fecha más o menos reciente. La amenaza de una nueva guerra expresaba, sin duda, una psicología de inseguridad de la que se podían aprovechar y beneficiar políticamente todas esas corrientes irracionalistas: ―El estado de inseguridad, cualquiera que sea su raíz, es algo que el hombre no puede soportar permanentemente y que en nuestras sociedades complejas tiene consecuencias gravísimas. Hoy se sabe con completo acuerdo que ese estado es el soporte de todos los fenómenos de masa y de todos los abandonos de la libertad y la responsabilidad propias. Por tanto, no sólo favorece la aventura bélica, sino la aparición de los regímenes políticos y sociales que descargan al hombre del peso de una decisión que se le escapa, permitiéndole la huída de su libertad‖ (Medina, 1943b: 62). 430 Para Medina Echavarría la reflexión alrededor del Estado de las masas no implicaba de por sí una concepción peyorativa de la noción ―sociedad masa‖ - dominante, sin embargo, en las comunidades intelectuales conservadoras anteriores a la Segunda Guerra Mundial (Giner, 1971: 12)-. No encontramos, por tanto, una raíz ideológica conservadora en su análisis, si no más bien hayamos una interpretación liberal, caracterizada por describir ese momento de las masas como un estado sociológico absoluto que conlleva la destrucción de la sociedad civil y la aniquilación de la capacidad individual: ―El Estado de masas, en el sentido de Emil Lederer, es aquel en que la sociedad –que es siempre diversidad de grupos, de personalidades y de opiniones- se ha convertido en masa. Y ésta, tal como la entiende la psicología, como un agregado de predominante carácter emocional‖ (Medina, 1987: 219). Consecuencia de ellos es el ahogo y el aniquilamiento del individuo, de su capacidad, su libertad y personalidad, por la masa, como también la sociedad -vista como participación- acaba por desaparecer: ―Tampoco puede subsistir indefinidamente el Estado de masas, porque en él está anulada la sociedad, y sin ésta, que es vida elástica y varia, inventiva y crítica, orden y movimiento, no puede darse ni continuidad histórica ni existencia individual 430 Cita nuevamente a Harold Laswell. Medina nos recuerda en esta postura a las mantenidas por E. Fromm: Escape from Fredom, 1941. El miedo a la libertad. ―La persona que se despoja de su yo individual y se transforma en un autómata, idéntico a los millones de otros autómatas que lo circundan, ya no tiene por qué sentirse solo y angustiado. Sin embargo, el precio que paga por ello es muy alto: nada menos que la pérdida de su personalidad‖ (Fromm, 2002: 184). Cierto es que Medina se dejó llevar en algunas reflexiones sobre las masas de la moda psicológica. 276 decente y estable‖ (Medina, 1941d: 33). La masa termina por engullir la potencialidad individual y social. Nuestro autor se apoya en la teoría de la política de masas totalitarias, iniciada por Buckhart y expuesta por el citado Lederer, la cuál estriba en que la masificación aumenta considerablemente las posibilidades de regimentación de la población y su sumisión subsiguiente al aparato político. La idea de Lederer estaba, según Salvador Giner, íntimamente ligada a la etimología misma de la palabra ―masa‖, la cual significa originariamente pasta harinácea, materia a la que puede darse una u otra forma, a voluntad (1971: 109). De esta manera, el rasgo principal que encuentra Medina en ese fenómeno sociológico de ―masa‖ es la volubilidad de la población y su manipulabilidad. Una de las razones que le inquietaba era el manejo que podía hacer toda organización política totalitaria o pseudodemocrática para transformar la estructura social y política de un país. Ya que el objetivo de toda maquinaria totalitaria es movilizar a toda la población bajo una conciencia colectiva en la consecución de un fin, a priori, común. La base del Estado de masas –o Estado totalitario- se sustenta en un aparato propagandístico que satisface las necesidades ideológicas, simbólicas y cognitivas de una sociedad anómica, no cohesionada y falta de creencias sólidas. 431 El Estado de masas es una dominación social de base irracional. Es la ―rutinización del carisma‖. O la ―dominación carismática‖, según expresión de Max Weber, la cual ―significa que la relación de mando, médula de toda dominación tiene en este caso una base irracional: la carisma, la ―gracia‖. El imperante, el jefe, es una personalidad en posesión de una potencia extraordinaria y extrahumana, lo que es la gracia en su sentido religioso; y los seguidores son los individuos vinculados a él personalmente en méritos de esa capacidad, por la creencia en su carisma‖ (Medina, 1941d: 31 y 30). La exaltación del pueblo, de la masa, es de donde emerge un poder que se encarna en el líder, al que le reconoce dotes extraordinarios. En Max Weber el concepto de ―carisma‖ debe ser constantemente actuado para que pueda ser reconocido y confirmado como hecho extraordinario, ya que el carisma no siempre se da ni en todas las sociedades ni en todos los momentos. Por este motivo, la base irracional del Estado de masas apela a la continua dinámica e invención; se necesita una constante tarea de movilización de la población y eso se consigue a través de la propaganda. El juego de la guerra es aplicado a la organización de la sociedad. Mejor dicho, a la organización del pueblo, de la nación. La guerra, el valor de transferencia del odio por el extranjero y el estado de alerta actuaron como factor cohesivo y como función constitutiva de ese Estado de masas, convirtiendo la ―inseguridad inorganizada‖ en la ―inseguridad organizada‖ y explotada (Medina, 1943b: 21). Mediante la invención de enemigos se une el pueblo bajo la guía profética del líder. El Estado de masas, de este modo, se encarga de construir simbólicamente un ―nosotros‖ aglutinador y movilizador, enemigo del pluralismo. Esto hace que la movilización militar se haga extensible al resto de la población, convirtiendo la política totalitaria en una auténtica política militar. No duda nuestro autor en señalar a este proceso totalitario y ―masificador‖ como una extensión de las estrategias maquiavélicas y bélicas aplicadas al dominio del terreno 431 Nuestro autor recurre a la memoria para ver los disparates propagandísticos y los fines tan grotescos que publicitaban: ―Es típico de esa época confusa y alucinada, la propaganda en Polonia –de que fui testigo- en pro de un mayor poderío naval -¡con un solo puerto!- y de una expansión colonial. Esto en un país que, por razones tecnológicas y militares, no pudo resistir unas semanas al empuje enemigo, no obstante el heroísmo magnífico de un pueblo inocente de las anteriores majaderías‖ (Medina, 1943b: 40). 277 político: ―Con la irrupción del Estado de masas, un ultra-maquiavelismo sin restricciones domina como el criterio único de la acción política, nacional e internacional: invade y tiñe la estrategia militar, el juego de las cancillerías y aún las fórmulas propuestas de un supuesto y nuevo derecho internacional‖. La consecuencia de ello es lo que Medina llama como ―Estado democrático rezagado‖ o ―democracia rezagada‖ (1941d: 23 y 31). Con democracia rezagada nos hace ver que el Estado democrático moderno está limitado en su base: en la participación individual igualitaria. Se ha producido la desintegración de sus funciones, acrecentado por la vulnerabilidad de sus instituciones y de los individuos. El totalitarismo, en su forma de masa, termina con toda opción pluralista. Más aún si pensamos que el Estado de masas se agrupó bajo la construcción simbólica de la nación. ―La plenitud de la idea nacional se realiza en la inspiración wilsoniana de la paz de Versalles; su apoteosis teatral y sangrienta en el totalitarismo‖ (Medina, 1943b: 37). La paz infecunda del Tratado de Versalles, como advierte Medina, aumentó la vinculación entre nacionalismo y totalitarismo, teniendo su mayor representación en la Alemania nazi. Ese fue otro de los puntos centrales que explican el desenlace bélico. Para él todo nacionalismo encierra una voluntad de poderío, de imposición y de una legitimidad auto-construida y excluyente de por sí. Medina llega a definir al nacionalismo como una patología social de la época moderna: ―La enfermedad del nacionalismo es su irracionalidad‖ (1943b: 36). La base irracional del nacionalismo se encuentra en la masa, amparada por una constelación ideológica exaltadora de una lucha por el pueblo. De esta manera, la idea de soberanía se confunde y se mezcla con la idea de nacionalidad, ―constructivas al principio, son hoy destructivas y desintegradoras‖ (Medina, 1943b: 31). El nacionalismo se apropia de la idea de soberanía, mezclando ese concepto racional y jurídico con el sentimiento y el calor romántico, teniendo consecuencias explosivas y perturbadoras. Las secuelas de este maridaje el empeño en destruir al sujeto en beneficio del pueblo, de la masa. El concepto sociológico de pueblo es algo distinto al de ciudadano, o población, cuya voluntad no es cuantificable, ni atiende a medición, y, por lo tanto, la democracia igualitaria es tomada por el nacionalismo totalitario como un error a descartar. Nuestro autor contemplaba cómo algunos valores para él comunes e irrenunciables como la democracia, la justicia o legalidad, o la integridad del individuo, no estaban aseguradas en ese fervor de la masa. 432 El juicio de Medina situaba en el período de entreguerras el origen de todo un movimiento irracional en Europa: fascismos, industrialización, nacionalismos, sociedad masa, totalitarismos, etc. En ese momento concreto está el origen de la convulsión posterior. Trató de ordenar, dentro de lo que pudo, lo que surgió ahí. Pero, sin duda, se esforzó por señalar aquellos síntomas sociales que luego transitarían, con mayores o menores secuelas, durante la segunda mitad del siglo XX. Para él la mejora del conflicto moral de la sociedad contemporánea comenzaba por recuperar aquellos valores que habían sido cuestionados (democracia, justicia, libertad). Colocaba en primer plano el apremio de que ―el mundo vuelva a estar integrado en un mínimo de valores comunes que sostenga una fuerte conciencia universal‖ (Medina, 1943b: 32). Frente a esos particularismos nacionales y frente a ―la experiencia del desenfreno totalitario‖ todavía albergaba una cierta esperanza en recuperar aquellos valores comunes. La destrucción, 432 En México llega donde hay un hipernacionalismo, cosa que el intelectual sospecha. Meina Echavarría llegaba exiliado por un hipernacionalismo que le había provocado esa condición. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 278 la guerra o la crisis, aún así podían tener efectos saludables sí ello condujese a una mayor concienciación del horror y de la debilidad humana a favor de ―un nuevo poder legítimo que pueda hacer duradera la convivencia pacífica de las naciones al poner su fuerza en la defensa de los valores supremos de todos‖ (Medina, 1945a: 134 y 135 consideraciones paz). 433 Estaba ya pensando en explorar las posibilidades futuras del nuevo panorama internacional. 5. La ordenación del panorama internacional: Estados, federaciones y nacionalismo. El debate alrededor de las posibilidades futuras del nuevo panorama internacional estaba más encendido que nunca. En plena Segunda Guerra Mundial surgían numerosas voces, principalmente desde las tradiciones anglosajonas, a la hora de cómo ordenar las relaciones internacionales. Antes de que se acabase la guerra, ya se estaba pensando en la forma de la paz futura y en la manera de organizarla. En este contexto, hallamos a nuestro autor pensando en cómo alcanzar ―los fines duraderos de la organización mundial‖ y ―la esperanza en una paz prolongada‖ (Medina, 1943b: 35). Medina, en este punto, se mantuvo fiel a sus planteamientos morales y teóricos bajo el estímulo, el ensueño y la voluntad de la ―paz perpetua‖ (Medina, 1945a: 13). No es nada complicado encontrar el ideal humanista encerrado en ese anhelo por la paz. Sin embargo, él tenía también un arresto intelectual de reflexionar acerca de encarnar de forma institucional y política esa voluntad de paz. Había una respuesta mayoritaria caracterizada por un realismo cínico que trataba de componer un marco unitario ante una realidad fragmentada y violentada por el gran acontecimiento bélico. Medina apostó, sin embargo, por una postura intermedia entre ese ―realismo cínico‖ y el ―utopismo infantil‖, la otra postura en disputa (1945a: 23). Es un buen ejemplo, en el sentido de E. Morin, de la crítica de la utopía y de la crítica del realismo. La crítica de la utopía consiste en no dejarse cegar por la búsqueda de la perfección, de la armonía absoluta o la paz perpetua, algo casi imposible de alcanzar, pero a la vez jamás se debe renunciar a lograr un mundo mejor. Mientras que la crítica al realismo consiste en huir de cualquier actitud inmovilista y sí en cambio en estar preparados para la acción y comenzar lo inesperado. Esta conexión guarda en el fondo el valor por cambiar las cosas, por transformar la mirada con que se ve la realidad, además de hacer posible una nueva realidad como una nueva esperanza y estímulo. A todo ese cúmulo de fascismo, nacionalismo o totalitarismo, desarrollado en la Europa de entreguerras, él le encontró una explicación política: el fracaso de la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial: ―la acusación de más peso es que fue incapaz no sólo de prevenir y evitar la catástrofe contemporánea, sino el rosario 433 Paradójicamente Medina Echavarría realiza el mismo ejercicio que encierra la propuesta filosófica posibilidad-destrucción de M. Heidegger, vinculado, como sabemos, a la política hitleriana. Esta dualidad de posibilidad-destrucción -realizada con posterioridad a la Segunda Guerra mundial en obras como Filosofía, ciencia y técnica, Meditación de la técnica o Serenidad- deja al descubierto cómo la ciencia, la técnica o la inventiva humana pueden ser sumamente beneficiosas para el ser humano, pero también puede provocar barbaries y desatar iras. Si la antología moral de M. Heidegger se distinguía de una reacción antimoderna frente a la tecnología o la democracia, sin embargo, en Medina Echavarría encontramos una apuesta por recuperar justamente los valores modernos, principalmente, los democráticos. Además la ontología moral del sociólogo en español, en aquella fecha, se caracterizaba por un optimismo confiando en el hombre y en sus capacidades racionales. 279 de conflictos que la precedieron‖ (Medina, 1945a: 92). 434 Una postura, por cierto, nada novedosa y sí muy habitual por la clase política e intelectual anglosajona y europea. Conviene recordar que la Sociedad de Naciones tuvo como objetivo esencial el mantenimiento de la paz y que trató de garantizar tanto la protección de los pequeños países ante las grandes potencias como se propuso crear un nuevo orden internacional basado en el principio de la seguridad colectiva. Sin embargo, la Sociedad de Naciones fue un auténtico fracaso, principalmente por las ausencias de las potencias claves en el concierto mundial y por la escasez de medios económicos o militares para imponer sus resoluciones. 435 Muestra de su inoperancia fue el fiasco de la Conferencia Económica Internacional de junio de 1933, celebrada en Londres, y que escenificó la disparidad de posturas entre Alemania, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. A partir de entonces las potencias se embarcaron en políticas de nacionalismo económico dentro de un desorden monetario general. Todavía estaba reciente la crisis de 1929 que arrasó cualquier idea de cooperación y solidaridad económica. Cuando nuestro autor advierte sobre la condición de ―organizar relaciones específicas entre países de muy variada estructura social y en ordenar lo mejor posible el funcionamiento de la economía mundial, sobre la base de economías nacionales de muy distinto carácter‖ (Medina, 1945a: 28), estaba haciendo un llamamiento a recuperar para el futuro una voluntad de cooperación y de solidaridad internacional que desde 1933 había erosionado el principio de seguridad colectiva. Desde entonces, el panorama internacional había quedado compuesto por la actitud independiente que tomaron las distintas potencias, asumiendo perspectivas ideológicas bien diferentes: así, por ejemplo, Gran Bretaña se replegó en su Imperio colonial adoptando una política de preferencia imperial y poniendo fin a una larga tradición librecambista; Estado Unidos se confinó al aislacionista New Deal de Roosevelt; mientras que en Alemania se aplicó una decidida política nacionalista de autarquía y rearme. Toda esta generalización de posturas insolidarias dentro del concierto (económico y político) internacional se manifestaron en el cambio que estaba empezando a despuntar según avanzaba la Segunda Guerra Mundial hacia el lado de los aliados en dos temas superpuestos; como eran, por un lado, la tendencia hacia un nuevo mapa internacional basado en el equilibrio de poderes y, por otro, la dificultad de construir una nueva organización política internacional que sustituyese a la Sociedad de Naciones. (Posturas insolidarias que nuestro autor también reconocía en el abandono sufrido por la República española). Sus propuestas alrededor de estos dos asuntos respondían a la búsqueda de un sentido que justificase las nuevas formas en las que muy 434 Percibimos un cierto resentimiento de nuestro autor respecto a la Sociedad de Naciones y también respecto a las democracias occidentales que no socorrieron a la Segunda República española del embate fascista. ―No se concibe, por ejemplo, porqué un país como España aparece contaminado de un fascismo sustancial, cuando ese pueblo pocos años antes era abandonado por los grandes santones de la idea‖ (Medina, 1945: 35). O también escribirá: ―La República Española mantuvo una romántica postura de defensa del Pacto y una decidida aceptación del mecanismo de sanciones, que le valió en recompensa el quedar abandonada en la agresión‖ (Medina, 1987: 235). Podemos pensar que se siente, en su exilio, víctima tanto de la rebelión de las masas como de la incompetencia de la comunidad internacional. Sin embargo, nos sorprende su fidelidad y altura respecto a los valores democráticos, convirtiendo la causa democrática en una cuestión personal, trasladada luego a la realidad latinoamericana. 435 Estados Unidos se negó a entrar en 1920 y nunca participó. Alemania se adhirió tras el Tratado de Locarno de 1926, para salir definitivamente en 1933 tras la llegada al poder de Hitler. A la U.R.S.S. se la negó el acceso inicialmente, accedió finalmente en 1934 y fue expulsada en 1939. Japón salió de la Sociedad de Naciones en 1933 e Italia en 1936. 280 probablemente quedaría dibujado el nuevo tablero del mundo. Además, como tendremos ocasión de ver más adelante, a ello se le sumaba su percepción sociológica sobre el aumento del proceso de integración mundial –lo que hoy en día llamamos globalización-. Para empezar, el sociólogo español intuía que el precipitado de la guerra evocaba ―el retorno a una política de poder‖. Su diagnóstico se resolvía en un nuevo mapa mundial edificado en una política de equilibrio entre los Estados Unidos y la Unión Soviética: ―La política de equilibrio toma ahora más marcadamente que nunca el carácter de una partición de zonas de influencia. Pues tales zonas son simplemente las avanzadas de la propia seguridad, el límite de radiación de los intereses propios que deben ser protegidos‖ (Medina, 1945a: 119). Podemos decir que nuestro autor anticipó, aunque fuera con otras palabras, la posterior Guerra Fría. Pero ya tenía una idea sobre el reparto y la división del mapa mundial. (Estaba advirtiendo que la organización de la paz terminaría por convertirse en un proceso anárquico al desencadenar un conflicto de intereses). El motivo de esta postura la encontró en el cambio de la estrategia de Estados Unidos, que entendió que la ampliación de su espacio de actuación exterior estribaba en la seguridad de la nación. El fin de su política internacional comenzó a ser relacionado con la política interior. De esta manera, los intereses nacionales norteamericanos chocarían con los intereses ajenos, principalmente, con los de la Unión Soviética que también comenzaba a extender su espacio de influencia económica y política. Este nuevo enfoque sobre las relaciones exteriores de ambas potencias era motivado, según Medina, por sus pretensiones egoístas (1945a: 118). Temía nuestro autor que esta política de equilibrio, que ya se oteaba en el horizonte, dificultase la forma de encontrar un nuevo sistema de organización político-económica que posibilitase un mínimo de coexistencia pacífica entre las naciones. 436 Su desconfianza apuntaba hacia una ―mayor uniformidad‖ mundial, ya que esta división en bloques de influencia suponía para las potencias menores el posicionamiento hacia una u otra potencia (Medina, 1945a: 157). Resultan, en este sentido, interesantes sus reflexiones acerca de la posición de Europa y de China ante este nuevo ordenamiento internacional. Medina observaba la sombra que una Europa unida le podía hacer a Estados Unidos; ―dada su densidad de población, su capacidad industrial y técnica, su inventiva científica y su innegable experiencia militar, constituiría el enemigo potencial más poderoso que pudieran tener los Estados Unidos tanto en la paz como en la guerra‖ (Medina, 1945b: 43). Sobre la posibilidad de un marco europeo común nuestro autor se mostraba especialmente optimista. 437 Sí que veía viable una federación europea por los valores y la racionalidad que comparte este cuerpo histórico -en el sentido de Alfred y 436 Debemos recordar que los trabajos de Medina sobre las relaciones internacionales fueron escritos y publicados entre 1941 y 1945. El prólogo de Consideraciones de la paz, está firmado en diciembre de 1944. En esa franja de tiempo se fueron configurando la política bélica aliada y el posterior mapa internacional. Los tres grandes dirigentes aliados -Franklin D. Roosvelt, Winston Churchill y Jospeh Stalin- se reunieron por primera vez en la Conferencia de Teherán, celebrada entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre de 1943. Era la primera conferencia a la que asistía Stalin, ausente en la Conferencia de El Cairo. A continuación sucederían las Conferencias de Yalta y Potsdam. La Conferencia de Teherán sentó las bases de la cooperación aliada y confeccionó las estrategias militares que cambiaron el curso de la Segunda Guerra Mundial, una vez elegido el norte de Francia para llevar a cabo el desembarco aliado. 437 Debemos de pensar que el tema de la unificación europea era común en el ambiente intelectual europeo del primer tercio de siglo: el socialista francés Aristide Briand propuso en la Sociedad de Naciones un ambicioso proyecto de unidad europea. En España destacó la postura europeísta mantenida por Ortega y Gasset, algo que influyó en la generación de Medina. 281 Max Weber-: ―En ningún sitio se muestra mejor que en ese continente el efecto contractivo de la técnica y la alteración del valor de ciertas instituciones por efecto de las necesidades materiales de los hombres‖ (Medina, 1945b: 40). Nos une la historia del capitalismo, el proceso de industrialización y el proceso de racionalización de la vida moderna (ese ―desencantamiento del mundo‖, según Max Weber). Aparte podríamos decir que también el matiz del programa cultural de la modernidad tiñe las relaciones sociales, la sociedad y la manera que tiene Europa de estar en el mundo. 438 Sin embargo, nuestro autor no contemplaba con igual entusiasmo la posibilidad de una ―comunidad atlántica‖, ya que entendía que era ―un simple nombre para un mero agregado de fuerzas, militares y económicas, dentro de un juego mecánico de equilibrio de poder‖ (Medina, 1945a: 171). 439 Para él el futuro de Europa pasaba primero por refortalecer esa manera suya de estar en la modernidad a partir de su unificación. Podría decirse que Medina privilegiaba, en este punto, el aspecto cultural de la tradición europea, dándolo forma bajo una organización política-económica como garante de la paz futura. Si Europa había ocasionado tantos desastres y tan recientes para la humanidad, en ella estaba la salvación. Respecto a China, nuestro autor aventuraba el auge político, cultural y económico de este país asiático, confirmado tras la Segunda Guerra mundial. Veía una potencia en ciernes que, de una u otra manera, podría trastocar el tablero internacional. Pero, sobre todo, admitía entonces la gran significación cultural de esta nación: ―La existencia de una cultura china actual, como reconocida realidad viva y no arqueológica, ha recordado al presuntuoso hombre de Occidente que la suya tiene ciertos límites y que en lo sucesivo ha de ser partícipe de un esfuerzo común y consciente por resolver el problema que plantea la diversidad cultural‖ (Medina, 1945a: 154). El objetivo de sus palabras era reconocer los límites del pensamiento occidental y de su etnocentrismo. Estaba haciendo un esfuerzo por pensar en esos otros lugares y culturas existentes del mundo que muchas veces quedan excluidos en los debates teóricos de las relaciones internacionales. Como también encontramos un mensaje hacia a la alteridad. Reclamaba un enfoque que, ya sea en la sociología, en el derecho o en la ciencia política, tenga en cuenta al otro. 438 Nuestro autor, después de 6 años en México, seguía pensando en clave propia. Europa y su interpretación política era una forma de manifestar el conocimiento de un tema propio. Estaba reflexionando, en mi opinión, bajo un enfoque que veía viable la recuperación del programa cultural de la modernidad para Europa como la encarnación de su salvación: ―Quizás sea posible mostrar –por bajo de esa aparente diversidad- una homogeneidad fundamental encarnada en ciertas ideas comunes que informan tanto de la cultura como de la forma de vida de Europa‖ (Medina, 1945b: 41). El futuro de Europa pasaba por su unificación y por el rescate de unos principios comunes encerrados en una tradición (humanista, greco-latina). Había un proyecto de modernidad en común: ―pues la existencia de esa conciencia es una condición tan necesaria para todo intento de unificación europea como de la base técnico-económica sobre las que ha de apoyarse‖ (Medina, 1945b: 41). 439 Cosa que sucedió posteriormente en 1949 con la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), propulsada por Estados Unidos para frenar la política expansionista de la Unión Soviética. Nuestro autor ocupó una idea que había dentro del campo intelectual europeo y anglosajón: ―Quiero tomar en esta conexión como una hipótesis de trabajo a esa posible entidad que ya circula por ahí bajo el nombre de comunidad atlántica‖ (Medina, 1945a: 169). En esta postura me aventuro a decir que Medina Echavarría, más que atlantista, era, por encima de todo, un convencido europeísta y de su cultura. A pesar de la fascinación que podía tener de Estados Unidos en su avance científico y en su modelo social de desarrollo, creo, está es mi opinión, que la postura interesada de este país en las relaciones internacionales le alejaba de sus elogios. 282 Lo que le condujo a reclamar la cuestión de la alteridad eran aquellas tensiones del momento respecto a la forma y a la posibilidad de una organización internacional que tras la posguerra sustituyera a la Sociedad de Naciones bajo una formula no centralizada en alguna potencia y sí abierta al espectro de la diversidad de naciones e intereses. Sin embargo, con la distancia, podemos decir que nuestro autor se mantuvo escéptico respecto a esta posibilidad (Medina, 1945a: 28-29). Su pretensión, en este punto, era analizar qué posibilidades reales había en relación a esa visión utópica del mundo. Para empezar, él reconocía el supuesto weberiano de que toda organización política ostenta el monopolio de la fuerza. El argumento visto en clave internacional advertía la dificultad de establecer una comunidad política que legítimamente pudiera hacer uso de la fuerza (e impusiera sanciones): ―no es posible comunidad política alguna sin la presencia real o potencial de la fuerza, pero siempre que su aplicación efectiva o posible esté reconocida como legítima. Y éste es un hecho en donde se estrellan por igual tanto los pacifismos ingenuos como los maquiavelistas extremosos‖ (Medina, 1945a: 130). El problema apuntado por nuestro autor iba dirigido a lo más preciado por el Estado-nación: su soberanía como capacidad de decidir autónomamente. Así decía Medina: ―la concepción de la soberanía es el obstáculo mayor con que tropezamos hoy en el camino de una auténtica organización mundial‖ (1945a: 98). Ese ideal de universalidad chocaba con los intereses nacionales de cada país. Él pensaba que toda federación, por muy universal que quisiera ser, tendía al final hacía alguna centralización, acabando como artilugio de alguna potencia dominante. Así se lo dictaba su experiencia, como había sucedido con la Sociedad de Naciones, donde no todos los países cedieron su soberanía nacional a favor de una legitimidad y unos intereses universales. Medina reconocía además que el proceso de construcción de estados aún no había terminado (incrementado con la descolonización), a pesar de que se cuestionase su pequeñez y su torpeza para ordenar aspectos más amplios de la vida política (Medina, 1943b: 22). En su crónica notamos esta ambivalencia y tensión entre, por un lado, los procesos de integración nacional en forma de Estados y, por otro, la necesidad de organismos internacionales que asegurasen una paz perpetua. Esto le hacía asumir una postura intermedia. Es por ello que se inclinase más por un nuevo mapa internacional dividido en federaciones menores, continentales o subcontinentales, que tuvieran en cuenta las distintas tradiciones de pensamiento (Medina, 1945b: 39). Esta opción le hacía pensar en la posibilidad de una federación europea, como vimos. (Tanto por cuestiones culturales como por cuestiones técnicas y operativas). Veía que el compartir un pasado cultural y una tradición de pensamiento ayudaba a superar el mayor obstáculo al que todo país se enfrenta en una integración suprapolítica: la cesión de sus intereses nacionales y de parte de su soberanía nacional. La idea de una auténtica federación universal quedaba para él matizada, por tanto, por el auge del nacionalismo y su reclamación del Estado-nación. 440 Sin quererlo, sus apuntes sirven para dibujar la 440 A José Medina le interesaba la fuerza cohesiva del Estado. Por un lado, le llamaba la atención cómo esa fuerza cohesiva, potenciada por el nacionalismo, la transformaba en fuerza centrípeta a favor de una integración y una cohesión nacional. (La guerra actúa como una gran fuerza centrípeta). Pero, por otro lado, esa fuerza cohesiva también repercutía en una fuerza centrífuga que aislaba o alejaba al Estado- nación de todo interés de integración supranacional e igualmente dificultaba toda postura de entendimiento o cooperación en el marco internacional. Como no podía ser de otra manera, nuestro autor no evita tratar otro tema que recorrió el siglo XX como fue el del nacionalismo. No obstante, la sinceridad teórica de nuestro autor nos hace reconocer su animadversión hacia todo nacionalismo: ―la existencia del llamado ―nacionalismo‖ constituye el problema central del mundo contemporáneo‖ (Medina, 1945a: 149). 283 Europa de hoy, caracterizada por esa pulsión entre impulsos nacionales y supranacionales todavía no resuelta. 6. Hacia la integración mundial: pinceladas sobre la globalización. El análisis José Medina Echavarría parte de la aceptación de un proceso cultural que llevaba desarrollándose desde siglos atrás pero que se había visto acelerado desde los inicios del siglo XX: se trataba de la integración mundial –lo que hoy llamaríamos globalización- o lo que nuestro autor denomina como ―la contracción del mundo‖. ―En la época del teléfono, del avión y de la radio, etc., el mundo se ha contraído y nos encontramos hoy como sardinas en banasta, al menos en los mapas construidos al efecto de demostrarlo‖ (Medina, 1945a: 42 y 41). Él manejaba la idea de globalización bajo un enfoque mayormente cultural, observando cómo esa contracción del mundo se había producido gracias a las bases técnicas, económicas y culturales de la vida occidental proyectadas hacia el resto del mundo: ―Las condiciones materiales de vida, casi uniformes por todo el mundo penetrado por la técnica y la economía de Occidente, justifican la creencia de una progresiva unificación en todos los ámbitos de la cultura‖. Nuestro autor reconocía que el nuevo mundo quedó matizado por el predominio de la cultura occidental y su capacidad de moldear y penetrar en otras culturas. 441 Sin embargo, también reconocía que desde un tiempo a esa parte la influencia del mundo soviético iba forjando otra transculturación antagónica respecto a la transculturación occidental, pero bajo un matiz más ideológico (Medina, 1943b: 65). (Este era su diagnóstico, como vimos, sobre el posible nuevo mundo bipolar). Más allá de eso, su mayor reconocimiento, por tanto, era que la contracción cultural del mundo apelaba a la exportación del proceso de modernización de la cultura occidental, el cual había logrado establecer las bases técnicas, científicas, racionales o materiales de la vida moderna, pero que ello no implicaba necesariamente la unificación política del mundo. 442 Para él era una ―falacia‖ que ―esa unificación operada por la técnica‖ desembocará forzosamente en un gobierno mundial (Medina, 1945a: 41). Lo que sí reconoce nuestro autor, en línea similar a la mantenida por Francisco Ayala en aquella época, era el desfase entre las posibilidades técnicas y la organización política del mundo (Ribes, 2002: 108). Esta reflexión indicaba la dificultad de integrar aquellas culturas no occidentales bajo la tendencia característica del mundo occidental que es justamente la unificación o la contracción mundial. De esta manera, José Medina estaba reconociendo dos factores que son parte del mismo proceso: por un lado, la integración mundial impulsada por la capacidad modernizadora de Occidente y, por otro lado, la desintegración motivada por otras culturas y otras formas de entender la vida. Igual de predominante era la tendencia técnica-económica hacia la integración del mundo que la tendencia cultural-nacional hacia la descomposición del mundo o, mejor dicho, hacia la reclamación legítima de ser diferente. Lo que le preocupaba, en el fondo, era el determinismo cultural de Occidente y la amenaza de una vida uniformada: ―Todo intento de imposición cultural o aun de propaganda indiscreta es un pecado torpe contra la riqueza y variedad del espíritu y de 441 No es explícito en señalar el punto de inicio de este predominio cultural. Si bien lo podemos situar con el Descubrimiento de América, en 1492, fecha en la que surgió un nuevo modelo convergente bajo el predominio de la cultura occidental, porque hasta entonces era China el gran forjador del mundo y cuya influencia moldeaba la cultura de otras civilizaciones. 442 En este punto nuestro autor distingue entre proceso cultural, social y de civilización. 284 la vida. Entre dos unidades culturales de fisonomía diferente, malogra en flor toda posibilidad –siempre necesaria- de fecundación recíproca‖ (Medina, 1945a: 176). Esta iniciativa de pensamiento tiene en consideración los límites del pensamiento occidental al confundir frecuentemente universalismo con occidentalismo. Es cierto, como Medina reconoce, el valor de la tradición humanista occidental y su toque utópico: ―Formados en la tradición del humanismo helénico-cristiano, hay en nuestra cultura occidental elementos bastantes para elevarnos en momentos de conciencia aguda a una visión universal del hombre‖ (1945a: 44). Pero esta visión, como señala nuestro autor, puede chocar con otras tradiciones y modos de vida y pensamiento. Hay otras maneras de entender la vida, de pensarla y otros sistemas de valores que sorprendían al espectador y al intelectual occidental: ―Esta sorpresa irá en aumento y una de las claves del futuro del mundo está en ese contacto entre Oriente y Occidente en condiciones ya definitivamente distintas de las que prevalecieron en los dos últimos siglos. El fondo común de las grandes religiones y éticas universales no hace en modo alguno insoluble el problema, pero hoy por hoy nuestra visión universal está encogida y no sospechamos todavía los esfuerzos que habrán de realizarse antes de que pueda considerarse existente, por fusión creadora, ese humanismo pleno que pueda ser la sustancia de la comunidad universal‖ (Medina, 1945a: 44-45). Es cierto que desde entonces se abrió el debate en las ciencias sociales de un mundo que se encaminaba a marchas forzadas hacia la globalización, pero también desde Occidente se comenzaba a ver como esencial un replanteamiento de la alteridad y de la inclusión. Me parece que esta postura asumida por Medina está íntimamente relacionada con su exilio, ya que esta experiencia le hizo tener otra óptica desde donde observar la cultura occidental, lo que le hacía denunciar sus abusos etnocéntricos y también le permitió descubrir una América Latina diferente a la de los conquistadores. 443 Esto le hacía preguntarse sobre el papel de España, América Latina y la cultura hispánica en ese nuevo mapa mundial. Era inevitable para él pensar cuál sería el destino del cuerpo histórico de Iberoamérica en esa nueva realidad que comenzaba a abrirse: ―lo que nos preguntamos y nos importa de modo vital es lo que podemos y debemos hacer ―nosotros‖ en la presente coyuntura. ¿Tenemos todavía algún papel que jugar en el mundo? ¿Pretendemos subsistir en él como lo que somos? ¿Qué puede guiarnos en una acción común?‖ (Medina, 1945a: 142). Nuestro autor otorgaba a ese diagnóstico un acento pesimista ante el empuje expansivo de Estados Unidos y sus ambiciones de dominio cultural, técnico y económico sobre esas potencias menores: ―En la coyuntura que se viene imaginando quedaríamos todos los pueblos iberoamericanos en la órbita de las potencias anglosajonas. ¿Es posible la aceptación satisfecha de esa situación, alegrarnos de que las cosas nos permitan marchar juntos, a pesar de los resentimientos históricos y de los antagonismos emocionales que todavía circulan entre nosotros?‖ (Medina, 1945a: 169). 443 El proceso de integración mundial –lo que hoy llamamos globalización o lo que Ayala llamó, como dijimos, ―Ley de Unificación del Mundo‖ en aquel entonces - tendrá consecuencias epistemológicas a la hora de interpretar la realidad social. En primer lugar, todo conocimiento comenzó a ser visto como autoconocimiento, ya que el observador forma parte de lo observado y lo ve desde dentro. Y, en segundo lugar, todo conocimiento es distinguido como acción. Todo conocimiento se aplica para modificar las condiciones de lo observado. Nada está aislado. La integración del mundo, entonces, acentuó las consecuencias no intencionadas de la acción social, como también condicionó epistemológicamente el lugar desde dónde Medina Echavarría trató de ver y comprender esos hechos históricos y sociales. 285 De ahí que pensara que la autonomía regional de Iberoamérica, en vez de debilitar, la fortalecería en la tarea de recomponer ―un cuerpo dislocado‖, lo que incrementaría su peso en un tablero internacional dominado por el equilibrio de poder. Encontramos una reclamación por la cultura hispánica como única forma de escapar de todo determinismo exterior: ―nuestra comunidad de pueblos de lengua española está ya de hecho medio resuelto ha de ser conscientemente perseguido‖ (Medina, 1945a: 151). Sin embargo, Medina topa en la construcción de la federación o la integración regional latinoamericana con el mismo obstáculo con el que había tropezado en sus reflexiones sobre la federación europea: el nacionalismo. El gran dilema era construir ese ―nosotros‖, que recordaba nuestro autor, en países caracterizados por una profunda diferenciación económica, cultural, política y regional. A la heterogeneidad social se le unía un fuerte nacionalismo en los respectivos países que era utilizado justamente para crear Estados-nación. Las connotaciones de esta disyuntiva, por tanto, señalan la dificultad de pensar en un proceso de integración regional latinoamericano cuando la mayoría de las repúblicas de América Latina no habían resuelto su integración nacional ni habían construido auténticas ciudadanías tras la Independencia. En los siguientes términos definía nuestro autor aquella situación paradójica: ―Hoy, por ejemplo, es insuficiente la solución ―cosmopolita‖ del siglo XVIII, encarnada por individualidades poderosas pertenecientes a una minoría social que tenía sus representantes en todos los países civilizados. En una situación de masas y después del siglo y medio de conformación nacionalista, el problema requiere otras soluciones lentas y trabajosas…En la actualidad, todos los países de lengua española se encuentran en esta situación contradictoria. Necesitan, por una parte, acentuar una conciencia nacional que dé sentido a la reciente incorporación de las masas populares a la vida política y cultural. Mas por otra, sus minorías más preparadas no sólo se dan cuenta de que, de facto, toda creación espiritual transciende en seguida el ámbito de la nación para insertarse por derecho propio en una unidad cultural mucho más amplia, destacada como realidad orgánica en el conjunto de la cultura, sino que en el campo de la organización material y del peso político es también necesario superar unas delimitaciones nacionales que por su atomizante separación ponen en peligro la propia subsistencia frente a las gigantescas unidades que juegan ahora en el tablero político. Y esto lo mismo vale para España que para el Ecuador‖ (Medina, 1945a: 150-151). Aunque el fin de este regionalismo latinoamericano era favorecer, principalmente, ―las posibilidades de una postura política propia‖, este movimiento también podría beneficiar, como ya apuntamos anteriormente, la constitución de ciudadanías modernas. 444 Esta exposición era otro llamamiento hacia una visión de conjunto que dejará de lado los intereses y las inquietudes particulares. El momento exigía ―una conciencia común de responsabilidad‖ (Medina, 1945a: 136 y 161). Se trataba, sin duda, de recordar nuevamente el punto de vista de la alteridad, en la medida 444 El movimiento regional latinoamericano lo encontramos en algunos de los fundadores de las primeras repúblicas hispanoamericanas como Simón Bolívar, Andrés Bello, Lorenzo de Zavala o Vicente Rocafuerte (Rojas, 2009). Podemos decir que, aunque Medina tenga en mente el tema europeo-español, según avanzaba la guerra iba decreciendo a favor de pensar en clave latinoamericana. Esta es una de las primeras muestras en las que manifiesta un cierto interés sobre el futuro de América Latina tras la Segunda Guerra Mundial. 286 de que la inclusión no es el resultado de una entidad, sino que se debía realizarse por la suma de energías. ―Sólo esta conciencia de responsabilidad induce a ese acto de sociabilidad que es ponerse en el lugar del otro, apenas dado entre naciones, y que es la garantía del recíproco respeto de las personalidad y de los derechos legítimos de todos‖ (Medina, 1945a: 161). Un verdadero trabajo de colaboración a favor de intereses comunes permitiría también el desarrollo de una dinámica de visibilidad y respeto de identidades propias. Estas aportaciones teóricas han sido continuadas, matizadas y superadas, en cualquier caso, por las ciencias sociales latinoamericanas durante los últimos años. Pero ahí queda la importancia de este enfoque sobre la alteridad, lo que hoy permite reclamar teóricamente desde la sociología la manera peculiar y específica que tiene América Latina de estar en la modernidad; una perspectiva que enfatiza ―la trayectoria latinoamericana a la modernidad‖ (Larraín, 1997: 319). Un enfoque que comprende y entiende la modernidad latinoamericana en clave propia, siendo fiel a su proceso histórico y a sus determinantes culturales, económicos, políticos y sociales (Larraín, 2005: 33-60). Una modernidad latinoamericana heterogénea y siempre ―en vías de hacerse y deshacerse‖ (Brunner, 1987: 18). Todas estas lecturas teóricas y sociológicas nos hacen pensar en ―otra modernidad‖ para América Latina (Marín, 2010). Y eso era algo que Medina ya intuía hace más de 60 años; pero aún tenía que dar forma a esa idea. 7. Primeras notas sobre desarrollo y economía. El caso de América Latina. José Medina Echavarría se fue familiarizando con la realidad social latinoamericana. En México ya encontramos algunas muestras del que sería su ―tema latinoamericano‖. Por esa época, el sociólogo español ofrecía toda una serie de conceptos, ideas y reflexiones que conforman el inicio de la que fue su original aportación a la sociología en lengua castellana; economía y sociología, planeación democrática, estructura social, libertad y valores, constituyen algunos de los apuntes de su narración sociológica más importante. Aquí ya estuvieron presentes de una forma inconclusa, falta de un orden sistemático, pero apuntando hacia una dirección que posteriormente le llevaría hacia esta nueva travesía teórica: la de la convergencia de la teoría de la modernización con una teoría de la democracia. De manera que en este período mexicano de Medina, caracterizado por su teoreticismo, hallamos la anticipación de lo que sería su proyecto cultural y político de la modernidad para América Latina (Morales, 2010: 139). Porque él, desde sus años de formación, siempre estuvo consciente que todo desarrollo debía aspirar a una afinidad entre el desarrollo material –modernización económica- con el desarrollo post-materialista –modernización política y cultural-. Si bien, en México tuvo la primera oportunidad de trabajar, discutir, hablar, conversar y escuchar a economistas. El trabajo en equipo y la colaboración con economistas mexicanos, tales como Víctor Urquidi, profesor de El Colegio de México y economista en el Departamento de Estudios Económicos del Banco de México, 445 o 445 Consideraciones sobre el tema de la paz fue un libro encargado por la Dirección General del Banco de México. Había un interés sobre las repercusiones económicas y sociales de la guerra, y para ello se consultó a un sociólogo. Nuestro autor era reconocido por los economistas mexicanos como un especialista de la materia. (Es un síntoma de que Medina Echavarría era un auténtico sociólogo, consolidado). Como hemos visto, Medina Echavarría se encargó de estudiar esos posibles marcos de la futura organización internacional, dentro de los cuáles se pudieran situar muchos de los problemas económicos de la post-guerra. Principalmente la reflexión giraba ya sobre la complejidad de los problemas que se avecinaban, bajo una óptica sociológica que tendría, evidentemente, repercusiones económicas, políticas y sociales. En el prefacio del libro agradece a los economistas del Banco de México 287 Juan Noyola, alumno y también miembro de El Colegio de México, le hicieron conocer los vericuetos tanto de la economía latinoamericana como de la ciencia económica. Este contacto con los economistas mexicanos le permitió a Medina entender que una de las aspiraciones prácticas de la sociología, como era el diagnóstico y la mejora de la prosperidad social, iba enlazada irremediablemente con la óptica de la ciencia económica. De esta manera, la economía y la sociología se necesitaban recíprocamente a la hora de ofrecer análisis de la situación económica y social de los países de la región latinoamericana, para conocer y afrontar sus graves problemas económicos, y después combatirlos a través de medidas políticas coherentes. La idea que Medina tenía de la sociología como un instrumento para el cambio se vio confirmada a través de esta relación práctica con la economía. La resolución de los problemas económicos y sus repercusiones sociales también era competencia de la sociología. Así cuestiones aparentemente económicas como la confianza, la credibilidad o la percepción de la situación económica debían ser elementos de reflexión para la sociología. Esta primera experiencia, por ejemplo, le llevó a responder sobre la proyección económica, social y política de América Latina en los márgenes futuros, lo que abrió paso a sus primeras ideas sobre la planeación económica y social: ―la pérdida de confianza en el automatismo del sistema, y en consecuencia, la exigencia de una intervención consciente, cualquiera que sea el nombre que ésta reciba. Ahora bien, esta intervención es una acción más o menos libre que ha dejado de ser puramente económica. En primer lugar, política, pero al mismo tiempo social en su amplio sentido, o sea con determinados contenidos y orientaciones valorativos. Del supuesto económico pasamos así a otros más amplios y fundantes‖ (Medina, 1945a: 147). Aquí, por ejemplo, cita uno de los temas que preocuparon al campo de poder latinoamericano y a las ciencias sociales de la región en los años posteriores a la guerra mundial como fue la pérdida de automatismo de la actividad económica. En efecto, mientras las tendencias del pensamiento social anglosajón y europeo se centraría en contrarrestar los efectos de la mecánica autorreguladora del mercado (con iniciativas como la del Estado de bienestar), en América Latina, en cambio, ―la preocupación fue cómo alterar la sociedad para adecuarla a un modelo imaginado de instituciones modernizadas‖ (Morandé, 1984: 47). Esta es la base de la mentalidad desarrollista de los años siguientes. Aquella perspectiva implicaba un punto de vista diferente por parte del sociólogo a la hora de entender el fenómeno económico: la intelectualidad latinoamericana pensó que la crisis económica se debía a que el mecanismo autorregulador no se había impuesto socialmente como debería. Esta postura la comprendió perfectamente Medina Echavarría, definiendo la capacidad de la sociología esta colaboración: ―Agradezco muy sinceramente al Departamento de Estudios Económicos del Banco de México, las facilidades concedidas y sobre todo, la ocasión que me brindó de poner un poco de orden en mi cabeza. Que en lo que he podido conseguir, más que a mi esfuerzo se debe al contacto inapreciable de un grupo de hombres cuya preparación y labor callada es una garantía de futuro de este país. Queden así estas consideraciones como sincero atributo a su amistad‖ (Medina, 1945a: 10). ―A resultas de Bretón Woods, el Banco de México decidió convocar en 1946 a una primera Reunión de Técnicos de Banca Central del Continente Americano (incluidos Canadá y los Estados Unidos), cuya organización corrió a mi cargo. Participó Raúl Prebisch como invitado especial. En ésta conocimos la problemática latinoamericana de la posguerra y la del período que se avecinaba…Se creó en el banco (de México), además, un pequeño grupo de estudios sobre la posguerra, con la participación de José Medina Echavarría‖ (Urquidi, 2005: 15). 288 por su propuesta de alternativas futuras de organización social que posibilitasen el estímulo económico: ―La planificación es algo que está convirtiendo en un mito de nuestro tiempo y que la mentalidad adulta tiene que examinar con cuidado, si prefiere el camino de la verdad…La planificación responde a una tendencia auténtica, si por ella se entiende que no podemos abandonarnos en lo sucesivo al automatismo de los hechos y que cada vez tenga que ser más amplio el ámbito del análisis intelectual preparatorio de la acción‖ (Medina, 1943b: 75). En este sentido, el sociólogo español estaba anticipando el tema dominante de las ciencias sociales latinoamericanas como fue la sociología del desarrollo, al señalar algunos de los que serían sus puntos centrales: el tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad moderna, los componentes irracionales de la vida social, la aplicación del método científico para aumentar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida, la aplicación de la racionalidad técnica a las decisiones políticas o la participación democrática como aspiración de la modernidad en América Latina. Él veía el desarrollo, en ese momento, como una sucesión de fases: de una fase atrasada a una fase de desarrollo económico: ―Consiste en afirmar el derecho de nuestros pueblos a salir lo más rápidamente que puedan de la fase económica retrasada en que se encuentran‖ (Medina, 1945a: 176). Obviamente que con el tiempo iría perfilando su punto de vista desarrollista, en aquel entonces sujeto a matices funcionalistas bastante simples. Pero, sin embargo, como decimos, se dio cuenta de que la relación economía-sociología pasaba porque la ciencia sociológica asumiera el paradigma modernizador de la ciencia económica. 446 Algo que ya estaba en los trabajos de Max Weber o F. Tönnies sobre los componentes racionales que caracterizan la actividad económica de la vida moderna. En fin, la acción económica había que estudiarla como una acción social más. Así el planteamiento sociológico de la racionalización de actividad económica llevado al terreno de la economía (política) aludía necesariamente a tres cosas: ―saber lo que se quiere, conocer el precio que se ha de pagar por obtener lo querido y tener conciencia de la relación que guardan los medios y los fines‖ (Medina, 1943b: 77). En este plano, naturalmente, se encuentra la base de la planificación económica. La llamada a la acción y a la iniciativa económica se asienta sobre una acción intelectual previsora y previa: la idea de la sociología como técnica o ingeniería social en su papel modernizante. La problemática del desarrollo económico comienza a ser concebida como una cuestión de 446 A este respecto el sociólogo chileno Pedro Morandé apunta lo siguiente: ―No es una casualidad que la sociología latinoamericana de mentalidad desarrollista le vuelva la espalda a la historia y a la antropología, como disciplinas más afines a ella, y se entregue en brazos de la economía. Es justamente ésta última la ciencia social que sólo puede concebir la totalidad como equilibrio de contraposiciones, de modo que la sociología comenzó a ver en ella su propio paradigma de modernización‖ (Morandé, 1984: 49-50). Sin embargo, Medina sí que entendió que la sociología no pasaba únicamente por la economía, sino también por la historia, dado el carácter concreto de su objeto de estudio. Estos vínculos entre economía, historia y sociología hicieron que posteriormente Medina fuera reconocido como uno de los máximos exponentes del estructuralismo latinoamericano. En México encontramos también testimonios en su obra sobre este aspecto: ―La Sociología estructural, como ciencia concreta, trata de comprender una circunstancia histórica determinada, presente o pasada, penetrando en la peculiar constelación de sus factores y de sus tendencias; es decir, de interpretarla en su estructura y su movimiento. El economista le presta aquí ayuda indispensable al ofrecerle elaborados los datos necesarios sobre le proceso económico: la composición y el dinamismo del ―sistema‖ económico del momento de que se trate. La necesidad, por eso, de un mínimo de saber económico por parte del sociólogo es indispensable y contribuye, con otras causas, a las dificultades de enseñanza y cultivo de esta disciplina‖ (Medina, 1987: 133). 289 competencias y responsabilidades técnicas. Y también sociológicas. De esta manera, es tarea de la sociología, como ciencia de la conducta, la conducción de la actividad humana, ya sean las acciones económicas, políticas, sociales, etc: ―El sentido último, pues de la ciencia del control social, como en toda ciencia reside en su instrumentalidad para la vida. […] En consecuencia, la ciencia del control social no puede estar, ni está al servicio de ningún interés parcial, ni de ninguna particular institución. Le interesa el mayor bienestar posible de la vida humana con arreglo a principios científicos, es decir, racionales y posibles. […] Pues la civilización no habrá alcanzado plenamente su madurez, hasta que la conducta humana no se regule enteramente por criterios éticos, racionalmente fundados en los datos de la ciencia, como experiencia progresivamente adaptativa‖ (Medina, 1939e: 165). En este punto el sociólogo español tiene en cuenta el creciente papel de la ciencia sociológica como ciencia del control social. Por cierto, era un debate que se estaba dando en la sociología académica norteamericana en toda su plenitud. Pero él, en cambio, prefería hablar de las posibilidades de la planificación no tanto como control social, pero sí como una acción sujeta a los criterios de la racionalidad. También, en mi opinión, le surgió la duda a nuestro autor sobre la posibilidad totalitaria de este determinismo racionalista y sus excesos. (Como temía igualmente todo determinismo autoritario). La compensación la encontró en la dimensión moral que encierra toda actividad científica e intelectual: en la responsabilidad de la inteligencia. Si los fundamentos técnicos de la planificación debían ser científicos, los fundamentos éticos de la actividad planificadora del sociólogo se correspondían con arreglo a valores como la libertad o la democracia. En este sentido, la planificación era una convergencia de acción (económica), de democracia, de libertad individual y de ciencia (sociológica). Estos planteamientos tienen bastante parecido con aquellos planteados por Karl Mannheim sobre la planificación democrática en la esfera de las valoraciones (1966: 42 diagnóstico de nuestro tiempo). De esta manera, nuestro autor entendió que la introducción de la actividad económica y empresarial a partir de la ingeniería social, puesta al servicio de la planeación, habría de operar con dependencia de valores subjetivos y participativos que atesora la democracia. Esta perspectiva desarrollista fijará entonces sus aspiraciones tanto en el crecimiento económico como en el desarrollo cultural, cívico, social y político. Porque para José Medina Echavarría la planeación democrática no será únicamente una cuestión de dimensión material, sino también un asunto de dimensión moral: ―La democracia es un problema moral porque implica fe en las potencialidades variadas de la naturaleza humana; porque afirma el valor y el respeto de la personalidad; y porque mantiene que una cultura humanista es la que debe prevalecer. Pero es también cuestión de sociología, de ciencia, porque impone el examen objetivo de los factores reales que la hacen posible, y no en abstracto, sino aquí y ahora. Y es, por último, un problema de acción en la medida en que mediante ella sea posible la introducción de modificaciones en esos factores de un momento concreto, de la trama de las cuales depende la vida de la libertad‖ (Medina, 1987: 269-270). Ya en México, por tanto, vemos en el pensamiento de Medina las siguientes dimensiones: primero, la democracia como un problema moral; segundo, la democracia 290 también es cuestión de la sociología, siendo una de las funciones de esta ciencia el estudio y diagnóstico estructural de la realidad social; y tercero, la democracia es también cuestión de acción, de modificación planificada de la realidad social acorde a una cultura democrática que ha de penetrar en la estructura social. El enfoque que abrió nuestro autor, al que volvería a recurrir en Chile, fue esta síntesis entre sociología, planeación y desarrollo económico, siendo la democracia el elemento unificador e integrador de toda actividad humana, ya sea ésta científica, modernizadora o económica. La defensa de la democracia permitía, para empezar, afirmar el valor de la libertad individual y el respeto por la alteridad, como también incluía una llamada a la acción. Porqué para él la base del Estado democrático moderno era la participación individual igualitaria (Medina, 1945b: 38). 447 La democracia es estímulo y, por ello, Medina reclamaba el principio democrático como un principio integrado en todas las manifestaciones de la vida (Medina, 1987: 280). No extraña, por tanto, que la planeación democrática constituyese tanto una aspiración, un ideal, como un paradigma a la hora de definir el objeto propio del estudio sociológico. De este modo, la planeación democrática no fue para Medina un acto puramente técnico bajo el afán de conseguir mejora económica sin tener en cuenta los costos sociales o políticos, sino más bien fue una voluntad de intervenir desde la confianza en la razón y según a esos valores. El desarrollismo modernizador trató de racionalizar la vida cultural y social de América Latina, pero también se propuso eliminar la incertidumbre, el caos, la indeterminación. Conocemos el contexto histórico en el que escribía esto; de muerte y guerra, de autoritarismos y de totalitarismos, de masa y de crisis del Estado. 448 Es fácil comprender, desde su perspectiva, por qué el futuro de aquella región pasaba por la planeación democrática: el reestablecimiento del orden social implicaba el mantenimiento de la democracia dentro de una nueva situación de masas, mediante una reorganización que hiciera posible la compatibilidad de las exigencias de la ―sociedad masa‖ con los principios democráticos. (La experiencia biográfica –como fuente conocimiento- le otorgaba la suficiente legitimidad como para advertir de las consecuencias sociales y políticas del ascenso incontrolado de las masas). El intento, en fin, tamizaba por resolver racionalmente los conflictos sociales y por salvaguardar la libertad individual sin comprometer el bienestar colectivo. 447 Medina se siente competente a escribir sobre la teoría de la democracia y la teoría del Estado dada su formación jurídica y su experiencia política y personal. Es la faceta pública del intelectual que está abierto a discutir y a reflexionar sobre los temas actuales de su tiempo. Más aún teniendo en cuenta el destino de la América Latina tras la Segunda Guerra mundial. 448 Se estaba derrumbando una estructura social y todavía no había sido sustituida por otra. Justo se empezaba a percibir lo que sería el futuro: la ―sociedad masa‖. Estas nuevas coordenadas, de algún modo, imponían una actitud científica y racional para volver a construir una representación sobre el mundo, sobre los valores, las creencias. La reconstrucción de un nuevo orden social pasaba también por una reconstrucción moral de la sociedad: ―el pretendido nuevo orden sólo podrá consolidarse y valer como orden cuando deje de ser lo que hoy es y aparezca como nuevo en su sentido auténtico, es decir, que incorpore en esfuerzo original a los moldes de los nuevos hechos, los valores permanentes de la tradición europea, y entre los cuales se cuenta en la libertad, en una u otra forma la dignidad de la persona humana‖ (Medina, 1941d: 34). 291 CAPÍTULO IX. EL CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES. DEL ENTUSIASMO A LAS ILUSIONES PERDIDAS. 1. La institucionalización de los estudios sociológicos. El Colegio de México fue un lugar restringido y exclusivo para los intelectuales del exilio republicano español. La pretensión de las autoridades mexicanas era convertirlo en un centro intelectual parecido a la New School for Social Research a la hora de reclutar académicos y profesores de la diáspora europea. 449 En esa sintonía, El Colegio de México se encargó de atraer a la inteligencia española que fue perseguida por el franquismo. La absorción de pensadores del exilio español se estimaba como una grata oportunidad ofrecida a estos intelectuales desplazados por el auge totalitario a la hora de que pudieran desarrollar su trayectoria académica, como a la vez su llegada traía consigo un incremento cultural de la sociedad receptora en su labor de transferir el conocimiento europeo del que eran deudores. Por tal motivo, El Colegio de México fue un mundo cerrado para la intelectualidad española dónde las posibilidades de hacer cosas eran muy grandes. En ese espíritu de aportar al desarrollo académico, cultural y educativo de la sociedad mexicana se inscribe el intento de José Medina Echavarría como director de su Centro de Estudios Sociales. Su deseo en esta experiencia pedagógica era poner en marcha, como vimos, el primer Diplomado de Ciencias Sociales en América Latina. Además será un momento biográfico en su trayectoria profesional en el que le encontramos entregado como nunca a la vida académica. Entre 1943 y 1945 fueron los años en que más se interesó y trabajó de manera directa sobre el proceso educativo y formativo del alumnado. La historia de esos tres años del Centro de Estudio Sociales la debemos estudiar en clave de luchas y competencias por definir ese Diplomado de Ciencias Sociales: ¿qué se quería estudiar?, ¿qué curriculum se quería ofrecer al alumnado?, ¿qué ―utilidad‖ tendría este diplomado? Estas son algunas preguntas que nos hacemos y que competen a varios aspectos de la sociología de la educación y que trataremos de desvelar resumidamente a partir de las relaciones académicas de sus fundadores originales: Daniel Cosío Villegas y José Medina Echavarría. Nuestra obligación es examinar ese pacto entre ambos a la hora de ordenar esa propuesta de conocimiento como a la vez debemos interpretar las visiones de estos protagonistas sobre la relación entre educación y sociedad. Pero, por encima de todo, nos centraremos en definir y estudiar el trabajo de Medina Echavarría en esta institución académica y su versión de la representación institucional que debía tener la ciencia sociológica. El Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México se creó en la primavera de 1943 bajo la dirección de José Medina Echavarría para satisfacer dos propósitos principales: proporcionar en México una enseñanza integral de las ciencias sociales y formar investigadores, con bases teóricas y prácticas en los métodos de investigación, aptos para estudiar a fondo los problemas sociales de aquel país. Este Centro se nutrió de una excelente pléyade de profesores mexicanos, latinoamericanos y de los españoles provenientes del exilio. Allí impartieron magisterio, entre otros nombres, Daniel Cosío Villegas, Miguel Gleason Álvarez, Gilberto Loyo, Leopoldo Zea, Víctor Urquidi, Javier Márquez, Vicente Herrero, Manuel Pedroso, José Miranda, José Antonio Portuondo o José Medina Echavarría. El Centro de Estudios Sociales finalizó su actividad en 1946, 449 Por ejemplo, El Colegio de México intentó reclutar aunque sin éxito a Ernest Cassirer. 292 formando únicamente una promoción de 18 alumnos de su Diplomado de Ciencias Sociales, aunque quedó para la historia de las ciencias sociales latinoamericanas como un espléndido y primer intento de modernidad interdisciplinaria. 1.1. Definiciones, posiciones, competencias. El énfasis de Cosío Villegas respecto a este Diplomado se alineaba hacia una transmisión de las habilidades requeridas para los empleos modernos como los de técnico, administrativo, profesional o consultor. El economista y sociólogo mexicano quería dar a los estudios ofrecidos un planteamiento más dirigido hacia la utilidad política y técnica en el sentido de ofrecer capital social y cuadros técnicos y dirigentes para la sociedad mexicana. Cosío era consciente de la necesidad del desarrollo del Estado mexicano. Su interés estaba en que el Centro de Estudios Sociales acabase proporcionando funcionarios técnicos al Estado mexicano en sus labores de fomento y desarrollo de las actividades modernizadoras. En una carta enviada a Gustavo Baz dejaba entrever su personal visión sobre el Centro: ―con el ánimo de preparar en el campo de la teoría y de la investigación de las Ciencias Sociales a personas que puedan el día de mañana desempeñar tareas prácticas que habrá de encomendarles en la inmensa mayoría de los casos al propio Gobierno Mexicano‖ (Lida, 1990: 206). El deseo del mexicano era, por tanto, formar a un número de alumnos que posteriormente pasasen a la acción práctica desde posiciones políticas o burócratas. 450 Sin embargo, en José Medina el acento era otro. Su aventura común le llevaba a reclamar un proyecto sociológico que todavía no estaba puesto en marcha en la sociología latinoamericana, como era el de institucionalizar académicamente los estudios de la sociología: ―La enseñanza de las ciencias sociales, en los mejores casos aparece hasta hoy repartida en distintos departamentos y escuelas, sin que se la haya organizado en un mismo curriculum. Desde hace algunos años se vienen sintiendo los peligros de esta segmentación y se ensayan medios para evitarlos. Un ejemplo, entre otros, es la reciente creación, en Estados Unidos, de cursos de Introducción General a las Ciencias Sociales. El Centro de Estudios Sociales intenta una solución a este problema en forma no ensayada aún en los países de nuestra habla‖. 451 Bajo esta tensión entre la profesionalización y la institucionalización de las ciencias sociales él se decantaba por su particular vocación por desarrollar el cultivo de las ciencias sociales en el campo académico mexicano y latinoamericano. El énfasis se situaba en el área académica e integrada del alumnado. No quería que los estudios cayesen en una especialización profesional que lastrase un enfoque multidisciplinar. No pretendía tampoco que el Centro de Estudios Sociales terminase por convertirse en un lugar de entrenamiento y reclutamiento para los profesionales del Estado mexicano. Los estudios académicos en ciencias sociales y sociología tenían que formar, antes que profesionales, a hombres y mujeres que tuvieran las suficientes herramientas y 450 La lista de la primera y única promoción del diplomado de ciencias sociales del CES estaba compuesta por J. Jesús Domínguez, Dolores González Díaz Lombardo, Donaciano González Gómez, Moisés González Navarro, Héctor Hernández, Lucila Leal Carrillo, Estela Leal Carrillo, Baudelio López Sardaneta, Carlos Medina Martínez, José Montes de Oca, Ricardo Moreno Delgado, Carlos Muñoz Linares, Juan Francisco Noyola Vázquez, Rodolfo Sandoval, Catalina Sierra de Peimbert, Rafael Urrutia Millán y Enrique Vilar Munch. 451 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Centro de Estudios Sociales, Caja 2, Expediente CES 1943, Fojas 2 y 3. 293 metodologías como para entender la circunstancia vital en la que vivían. El ejemplo estaba en Estados Unidos. Por tal motivo, el enfoque de Medina sobre ese Diplomado privilegiaba la transmisión de habilidades para el enriquecimiento cultural del alumnado, sin obviar que esta pedagogía también podría aportar instrumentos prácticos a los alumnos. Para él había que educar a científicos sociales, a profesores y a investigadores en ciencias sociales que desarrollasen el discurso sociológico. Esta empresa intelectual del Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México la debemos de entender en términos de oposición de enfoques y perspectivas entre D. Cosío y Medina Echavarría. Había una lucha por concretar y delimitar el Diplomado de Ciencias Sociales y la orientación pedagógica de esta institución educativa. Era un lugar de competencias por definir a la sociología, por definir qué se entendía por sociólogo y por definir quién era o no sociólogo (Bourdieu, 2002: 332). Además el problema también se situaba en controlar el acceso a ese Diplomado: quien estudiaría en él y qué clase o expertos controlarían las normas de ese acceso. Todo ello coincidió con un momento, como sabemos, en el que Medina Echavarría estaba concentrado en la epistemología de la sociología como estrategia para insertarse académicamente en México. El ―tema mexicano‖ que preocupó a nuestro autor era posicionarse en ese campo y lograr a través de sus actividades sociológicas –artículos, libros, traducción, docencia, puestos institucionales- una consagración interna en forma de prestigio científico e intelectual. No le interesaba tanto la consagración externa del campo de poder. En ese análisis de las relaciones subjetivas entre campo académico y campo de poder observamos cómo Daniel Cosío, en cambio, se situaba más cercano a posiciones del campo del poder, ya que como secretario de El Colegio de México establecía un buen número de relaciones con la esfera de la política, principalmente cuando se encargaba de la búsqueda de financiación para el centro. Entendemos, por tanto, la preocupación práctica del mexicano y la especialización profesional que quería instaurar en esta novedosa fórmula pedagógica. Su toma de posición estaba más cercana al campo del poder. En cambio, Medina se inclinaba más por el prestigio científico que era la toma de posición legítima del campo académico. Su lugar estaba en la academia y en el fomento del discurso sociológico en lengua castellana. 1.2. La posición de las ciencias sociales y de la sociología en la sociedad: educación multidisciplinar, ética y participación pública. Si afinamos un poco más la mirada sobre aquel hito en la trayectoria biográfica de Medina, descubrimos que su proyecto intelectual en el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México estuvo caracterizado por establecer vías de conocimiento y de colaboración entre la sociedad y las ciencias sociales. Fue una empresa intelectual identificada con proveer a la sociología mexicana y a la sociología latinoamericana de espacios de intercambio y de diálogo continuado entre conocimiento social y sociedad. Aparte esa reciprocidad también significaba la formación de un alumnado, visto como capital social. En este sentido nuestro autor se asentaba sobre una tradición intelectual, inserta en los trabajos de Karl Mannheim, que tenía muy en cuenta la posición del sociólogo como intelectual público y que privilegiaba su relación y servicio con la sociedad. De esta manera, tres fueron las líneas de trabajo en este sentido: en primer lugar, la necesidad de un modelo educativo integrado y multidisciplinar (la ciencia como utilidad para la vida); en segundo lugar, la solidaridad y responsabilidad del científico social (la integración de las distintas disciplinas sociales); y, por último, la inserción del científico en la estructura social (las relaciones entre campo científico y 294 campo del poder) (Medina, 1987: 77). Tres argumentaciones epistemológicas y teóricas que definen la disposición del sociólogo respecto a la sociedad; que nos hablan de la posición del sociólogo tanto en su propia disciplina como en relación a otras disciplinas; que nos dice de la relación de la sociología respecto a otras disciplinas; y también del lugar que ocupan la sociología y las ciencias sociales en la sociedad. Al fin y al cabo es una cuestión de distancias, ofrecidas tanto por las condiciones sociales de la producción del conocimiento sociológico, como de las posibilidades que ofrece la sociedad para que la práctica investigadora y pedagógica de la ciencia social redunde en un conocimiento útil para la vida social. El primer ámbito que era necesario modificar para dotar de sentido a esa relación sociedad-ciencias sociales residía en lo educativo. Se necesitaba de una metodología pedagógica fundamentada en la base de un trabajo colaborativo que integrase a profesores, a investigadores y a docentes de distintas disciplinas de conocimiento. Una vez que se asuma ese modo de pensar y de trabajar, que hace ver al alumno la complejidad del mundo social, se debe pasar a un segundo ámbito: el de la ética de la actividad científica. Medina Echavarría estaba reflexionando alrededor del sentido de la acción científica y de las consecuencias no deseadas de la acción social. Las acciones científicas de la sociología deben estar dotadas de dos fuentes éticas fundamentales: la solidaridad y la responsabilidad. En unas condiciones sociales dominadas por las masas no servían posturas aisladas: ―En el régimen de masas, que, querámoslo o no, representa el estado actual de nuestra civilización, no caben posturas recoletas y aisladas de las minorías selectas‖ (Medina, 1987: 46). Se debía sacar al sociólogo de su aislamiento para que, de esta manera, asumiera su responsabilidad en su acción práctica y en las secuelas sociales que podría derivar de su actividad intelectual. Lo mejor era integrarlo tanto socialmente como en una comunidad científica. Por tal motivo, el mejor camino era el trabajo interdisciplinar. Ahí estaba la salvación metodológica para las ciencias sociales. Para nuestro protagonista la ciencia era estímulo, para comunicar y compartir diferentes puntos de vista y perspectivas. La ciencia es foro abierto y no cabe más ciencia, en cierto sentido, que la ciencia democrática. Ya que sus condiciones favorables son las de libertad y las de democracia. Porque la ciencia también es participación, comunicación y crítica. Este era su ideal respecto a la ciencia como un estilo de trabajo multidisciplinar y abierto. En fin, el científico social, ya sea éste sociólogo o economista, tenía que abandonar su soledad, ―en donde teje con excesiva pureza palabras y conceptos infecundos‖ (Medina, 1982: 56). 452 El tercer paso, tras modificar pensamiento y ética, era cambiar la manera que tiene el campo de conocimiento de las ciencias sociales de relacionarse con el campo de poder. Detrás hallamos su clara inclinación democrática. Es la introducción de la sociología en la vida pública (y política). Tenía nuestro autor, como sabemos, una original aspiración a que la perspectiva sociológica orientase o fuera, por lo menos, tenida en cuenta por las decisiones de la clase política. (Pero, a diferencia de Cosío, Medina entendía que la 452 Como vimos en las páginas precedentes, había un debate sobre si el científico social debía construir sus conceptos como los construye el científico natural. Se cuestionaba también tanto la operatividad de las ciencias sociales como la práctica del investigador social: ¿desde dónde estudiar la realidad social?, ¿desde lo cualitativo, lo cuantitativo, etc.? Preguntas transferidas a la sociología en lengua castellana, según mi opinión, por la influencia que tenían las lecturas sobre la institucionalización de la sociología académica norteamericana y su relación respecto a la sociedad. Todo ello se relacionaba con lo del foro abierto, con la posición del sociólogo en la sociedad, con su disciplina, respecto a la ciencia, respecto al poder. 295 pedagogía sociológica no debía de formar cuadros dirigentes, sino más bien consejeros, porque la ciencia sociológica es una ciencia instrumental y técnica). Era la ilusión por interceder en la modificación social, de una manera auténtica y real. Una ilusión por el futuro, no como revolución (porque siempre que se pronunciaba la palabra revolución en aquellos años aparecía la violencia), pero sí como un cambio social o como una metamorfosis para optar a mejorar las condiciones de la vida en sociedad. Otro desafío más, como él lo entendía, para la razón. En fin, diferentes problemas, distintas soluciones metodológicas y pedagógicas, pero siempre los mismos principios. 2. Teoría, investigación y el enfoque integrado del Diplomado de Ciencias Sociales. El Centro de Estudios Sociales nació en la cabeza de José Medina Echavaria con la idea de fomentar el desarrollo de la producción sociológica en lengua castellana. La intención del sociólogo exiliado era que la disciplina sociológica alcanzase una significación positiva en la cultura y en la educación tanto mexicana como hispanoamericana. Era un experimento pedagógico que quería salvar la ausencia de la hermandad entre la sociología y la universidad que sí se había producido en la trayectoria de la sociología norteamericana. Nuestro autor estaba informado y al día de esta sociología y de su relación y conexión con la sociedad norteamericana, lo que le había servido para su desarrollo empírico, metodológico y teórico a la hora de realizar tanto investigaciones concretas como aplicar prácticamente sus conocimientos obtenidos (Medina, 2008: 189). En ese mismo tono reivindicaba la opinión del sociólogo norteamericano Kimball Young quien, al estudiar las tendencias de la investigación social en Estados Unidos, mostraba cómo las relaciones interdisciplinarias serían más íntimas en el desarrollo presente y futuro de las ciencias sociales (1945: 493- 501). 453 Nuestro autor compartía ―la convicción de que no es posible captar el complejo mundo social sin una cooperación y ayuda consciente de todas las ciencias sociales‖ (Medina, 2008: 194). La opción por la enseñanza de la sociología –rodeada de la ciencia política, la economía, la historia o la psicología- descansaba en la necesidad de conocer un poco más la propia sociedad a partir de teorías generales, el fomento de la investigación social o la aplicación de la sociología como instrumento de reforma social. Había que establecer un camino de doble sentido entre la sociología académica y su servicio hacia la sociedad. De nada servía el alpinismo intelectual, el ensayismo social o las teorías abstractas si la disciplina sociológica seguía estando desconectada de la sociedad y de las otras ciencias sociales. 454 La aportación metodológica más importante de Medina Echavarría en este Centro de Estudios Sociales fue, efectivamente, el reconocimiento de la sociología con las demás ciencias sociales y de éstas entre sí. Esta posición le llevaba a profundizar 453 Esta visión sintética de las ciencias sociales, multidisciplinar y complementaria, le venía a Medina de su perfecto conocimiento de la sociología norteamericana que a partir de teóricos como Kimball Young profetizaban la mutua vinculación entre las ciencias de lo social: ―Hace poco Kimball Young afirmaba, al estudiar las tendencias de la investigación social en los Estados Unidos, que las relaciones interdisciplinarias serán más íntimas que en el pasado, muy en especial en aquellas áreas del conocimiento en donde el interés y el punto de vista sociológico se reconocen en cada vez mayor plenitud‖. Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 48, Centro de Estudios Sociales, Informe, foja 1. 454 Medina conectaba el desarrollo de la sociología académica norteamericana con el desarrollo y evolución del capitalismo en aquella sociedad, lo que había provocado la protección social e institucional de las investigaciones sociológicas, como la importancia universitaria de la enseñanza sociológica y si infiltración en los grados inferiores de la educación (2008: 202 y 204). 296 tanto en la fundamentación teórica de la sociología como en sus aspectos empíricos. La cuestión primordial era lograr un enfoque integrador de las disciplinas, acompañado y conjugado por una orientación práctica. 455 (Su libro Sociología: teoría y técnica, como ya pudimos ver, era propiamente una exposición de esta visión sociológica). El programa de estudios de este centro académico continuaba esta dirección de la acción recíproca entre las distintas disciplinas sociales, en contra de la fragmentación y especialización de las mismas, 456 y abriendo una parte práctica que a partir de la investigación pudiera resolver problemas sociales: ―Con la creación del Centro de Estudios Sociales, El Colegio de México se propone emprender un ensayo educativo de importancia científica y nacional. Dos ideas principales lo han inspirado: la creciente necesidad de ofrecer el aprendizaje de la ciencia social en forma no fraccionada, sino en un conjunto que abarque las complejidades de la sociedad contemporánea y la integración de su funcionamiento; y la necesidad no menor de ofrecer a los investigadores de mañana un plan de preparación que les evite los actuales escollos de la improvisación y el diletantismo‖. 457 Medina, como director del Centro de Estudios Sociales, plasmó en el plan de estudios todo el ideario integrador de las ciencias sociales que estamos observando: ―lo que se requiere es la integración de las distintas especialidades por medio de una fundamentación común que les ofrezca puntos de vista homogéneos y válidos para todos ellas‖ (Medina, 1987: 70). Él defendió la necesidad de un conocimiento aglutinador y complementario entre distintos puntos de vista científicos: ―el investigador social está obligado, por la naturaleza misma del objeto que estudia, a reincorporarse a la perspectiva circunstancial y a la idea de totalidad que fueron difuminadas en el desarrollo del especialismo‖ (Medina, 1940b: 19). Comprendió que el origen de la crisis de las ciencias sociales justamente estaba en ese especialismo, acompañado también del ensanchamiento de la realidad. La recuperación y reconstrucción de las ciencias sociales pasaba por esa idea de totalidad, para que, de esa manera, fueran fiel a su función social prioritaria que no era otra que la de explicar el mundo. Entendió, efectivamente, que las distintas disciplinas sociales se necesitaban recíprocamente porque participaban de una preocupación común por ―lo social‖; no son ciencias cerradas, limitadas y sin conexión, sino justamente todo lo contrario, compartían ―elementos estructurales de un mismo edificio‖ (Medina, 1987: 108). La cuestión central era asumir esfuerzos metodológicos conjuntos y fomentar espacios institucionalizados en la sociedad de diálogo interdisciplinario y complementario entre las diferentes ciencia sociales: ―el científico y el investigador social deben esforzarse por situar sus problemas en la sociedad como un todo, procurando el desarrollo de un pensar con interdependencia; la ramificación especialista debe ser completada con disciplinas de carácter sintético, que pongan en relación –en conexiones más o menos 455 Además en el Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Centro de Estudios Sociales, en la Caja 2, expediente 41, CES 1º y 2º semestre 1944, fojas 1-4, se pueden encontrar los programas de estudios escritos por la letra de José Medina Echavarría. 456 Este planteamiento le alejaba otro poco más de la posición de Daniel Cosío Villegas respecto al sentido y función de la sociología. 457 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Centro de Estudios Sociales, Caja 2, Expediente CES 1943, Foja 2. 297 amplias- los resultados adquiridos por algunas o la totalidad de las ciencias humanas‖ (Medina, 1940b: 20). Por tal motivo, podemos entender que el enfoque integrado que él quería para la sociología significaba el estudio de un objeto sociológico desde un punto de vista sintético (y funcional), en el que el análisis de las partes no puede ser llevado a cabo de una manera aislada, sino que siempre se ha de mantener un nexo de interrelaciones entre ellas y entre la estructura social de referencia. De esta manera, el enfoque sociológico es el principio unificador, en cuanto a método y en cuanto a la actitud que tiene que mantener el investigador a la hora de formular hipótesis, de presentar y resolver problemas. El criterio tiene que ser el de la unidad, atributo que Medina concedía a la sociología. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de la posibilidad de conocer un hecho concreto, y evitar caer en teorizaciones aisladas y excluyentes entre sí. No bastaba con que un mismo fenómeno social fuese estudiado por la economía, la psicología o la sociología y cada uno de estos estudios permaneciese aislado. El objetivo era alcanzar lugares comunes de síntesis, en esas fronteras disciplinares de fricción y conocimiento, a partir de una cooperación científica entre disciplinas. El trabajo aislado del intelectual, como por ejemplo el del cultivador solitario de la sociología, no se correspondía con unos tiempos que necesitaban un trabajo cooperativo; ya que con la exigencia de un conocimiento sociológico reconstructivo surgían nuevos problemas epistemológicos, metodológicos y operativos compartidos por las distintas ciencias sociales. El enfoque sintético posibilitaba, en primer lugar, un trabajo multidisciplinar, pero, en segundo lugar, a la larga supondría también, según lo concebía nuestro autor, una acumulación de conocimiento social (conjunto entre todas las disciplinas, pero también específico para cada ciencia social). Por tal motivo, Medina Echavarría fue de los pocos intelectuales hispanoamericanos que entendió que el desarrollo de las ciencias sociales y de la sociología, en el umbral de la segunda mitad del siglo XX, pasaba por un nuevo estilo de trabajo: los grupos de investigación multidisciplinares. Nuestro autor supo ver que el futuro de las ciencias sociales estaba iniciándose en la sociología académica norteamericana con aquella figura que Kimball Young llamaba ―trabajador de investigación social‖ (1945: 496). Desde esa premisa, su ambición fue la de concebir un Centro de Estudios Sociales que, aparte de la parcela docente, se consolidase como un centro de investigación social. En cierto modo su idea fue concebir un laboratorio de ciencias sociales –imitando el estilo de trabajo corporativo de los laboratorios de ciencias naturales- que estuviera asentado, a su vez, sobre la unión de la dimensión teórica con la dimensión práctica: la generación de ideas o la resolución de problemas sociales se sustentaría desde un trabajo teórico de los distintos enfoques que luego sería complementado y completado por la metodología sociológica en forma de investigaciones sociales, encuestas, estudios, análisis de datos, etc. Su propuesta iba dirigida, principalmente, a la convergencia entre ciencia y sociedad: ―el científico y el investigador social deben esforzarse por situar sus problemas en la sociedad como un todo, procurando el desarrollo de un pensar con interdependencia; la ramificación especialista debe ser completada con disciplinas de carácter sintético, que pongan en relación –en conexiones más o menos amplias- los resultados adquiridos por algunas o la totalidad de las ciencias humanas; se requiere para ello el cultivo de la mentalidad adecuada y el estímulo y protección académicos necesarios‖ (Medina, 1982: 156). 298 Como decíamos anteriormente, el objetivo era que las ciencias sociales, como herramienta de reflexión y de experimentación, adquiriesen una dimensión pública (de respaldo institucional y social). Pero, como veremos más adelante, en el Centro de Estudios Sociales esta unión entre teoría y práctica fue inexistente, motivada, principalmente, por la incapacidad financiera de la institución. 458 Eran aún tiempos de titubeos para las ciencias sociales mexicanas y latinoamericanas. Sin embargo, la palabra que mejor resume el rasgo de aquel período de su vida, sería innovación. Él, antes que nada, fue un innovador para las ciencias sociales en lengua castellana. Se dio cuenta, como decimos, que la innovación sociológica pasaba por el trabajo interdisciplinar en equipo y por un enfoque integrado de las ciencias sociales. Fue una forma de concebir la práctica sociológica basada en y desde el conocimiento. Porque, en efecto, para él la ciencia era la característica esencial y primordial de la cultura moderna. 2.1. El Diplomado de Ciencias Sociales: la puesta en práctica de un conocimiento multidisciplinar. Dicho lo anterior, una de las puestas en práctica de esa innovación sociológica fue el programa académico del Diplomado de Estudios Sociales ofrecido por el Centro de Estudios Sociales entre 1943 y 1945. Aquí apreciamos la administración y la organización de las ciencias sociales como ideario curricular. Nuestro autor no dudó, por ejemplo, en situar conjuntamente la economía con la sociología, la historia con la psicología, el inglés con la estadística. Esta invitación a las conexiones entre materias aparentemente dispares era, para él, la mejor forma de ofrecer al alumno un conocimiento amplio, pero a la vez concreto y preciso. El programa de aquel diplomado estaba inicialmente pensado para cubrir un tramo formativo de cuatro años, aunque finalmente duró tres. Cada año académico se dividió en dos semestres con una media de 7 asignaturas y un seminario por semestre. Como avanzamos anteriormente, el diplomado contó con la experiencia y el nivel de profesores del exilio español como Manuel Pedroso, Juan Roura Parella, Juan de la Encina, Eugenio Ímaz, Vicente Herrero y José Gaos; y de profesores mexicanos como Daniel Cosío Villegas, Víctor L. Urquidi o Leopoldo Zea, entre otros. 459 Sobre tres disciplinas pivotaron los cursos académicos: la ciencia política, la economía, y la sociología. 458 Porque la ciencia también es administración. Las instituciones científicas se gestionan como empresa. Hoy sabemos, mejor que nunca, que para la innovación científica y para la generación de conocimiento se necesita una buena capacidad administrativa y financiera. La ciencia fabrica más ciencia. Es una de las máximas de la sociedad del conocimiento. Sin embargo, nuestro autor se enfrentó con una realidad caracterizada por una precariedad de recursos que imposibilitaron poner en marcha todo este ideario. Aunque demasiado se hizo. Esa falta de recursos económicos en el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México fue justamente uno de los puntos débiles: no hubo recursos para la investigación social. 459 El CES contó con un excelente ramillete de profesores, como hace notar Moisés González Navarro, alumno de la primera y única promoción del centro: Manuel Bravo Jiménez (estadística), Mario de la Cueva (ciencia política), Miguel Gleason Álvarez (estadística), Vicente Herrero (ciencia política), Gilberto Loyo (problemas sociales), Manuel Martínez Báez (problemas sociales), Manuel Mesa (problemas sociales), Alfred Métraux (antropología), Manuel Pedroso (ciencia política), Víctor L. Urquidi (economía), Agustín Yánez (literatura iberoamericana), José Gaos (filosofía), Leopoldo Zea (filosofía), Daniel Cosío Villegas (problemas sociales), Josué Sáenz (economía), Antonio Martínez Báez (ciencia política), José Miranda (historia), y Arturo Arnáiz y Freg (historia) (Lida, 1990: 203-228). Medina coincidiría a finales de los años 50 con el suizo Alfred Métraux en la FLACSO de Santiago de Chile. 299 ―La idea que orientaba el nacimiento del Centro era la de formar íntegramente al educando en ciencia social por el cultivo paralelo y con semejante intensidad de las tres ciencias fundamentales del conocimiento social: la economía, la sociología y la ciencia política, sin olvidar otras disciplinas conexas que también tenían que ser profesadas aunque con una intensidad menor, como son la historia, la etnología y la psicología social, etc. La idea de esta formación, que persigue una visión sintética y con las menores lagunas posibles, hace años que viene siendo recomendada como una actitud metodológica cada vez más indispensable y que con el tiempo se afirma con mayor vigor‖. 460 Los estudios eran completados cuidadosamente con las aportaciones auxiliares de otras ciencias sociales, como la antropología, la estadística, la filosofía, la historia, la literatura o la psicología social. 461 Sin embargo, casi todo el protagonismo de la enseñanza de la disciplina sociológica recayó en José Medina. Como ya tuvimos ocasión de ver, nuestro autor impartió todas las asignaturas relacionadas con la materia sociológica. Principalmente, sesgadas por el protagonismo que tenía para él la figura de Max Weber. Las clases sobre sociología de Medina eran el corazón del programa del Centro. Él era el más cualificado en enseñar teoría weberiana. 462 Una perspectiva aún desconocida para la sociología latinoamericana. En cuanto a las otras disciplinas, por poner un ejemplo, durante esos tres años se impartieron asignaturas como las siguientes: ―Teoría económica‖ (Víctor Urquidi), ―Inglés‖ (Vicente Herrero), ―Teoría general del Estado‖ (Mario de la Cueva), ―Estadística‖ (Miguel Gleason Álvarez y Manuel Bravo Jiménez), ―El ciclo económico‖ (Josué Sáenz), ―Democracia: principios e instituciones‖ (Antonio Martínez Báez), ―Política internacional‖ (Vicente Herrero), ―Problemas económicos de México‖ (Víctor Urquidi), ―Relaciones Internacionales de América‖ (Daniel Cossío Villegas), ―Los estados totalitarios‖ (diversos profesores), ―Grandes etapas del pensamiento económico‖ (Jesús Silva Herzog), ―Creadores del pensamiento político‖ (Manuel Pedroso), ―Introducción a la Historia de la filosofía‖ (Leopoldo Zea), ―El derecho constitucional anglo-americano‖ (Vicente Herrero) o ―La escuela clásica de la Economía‖ (Javier Vázquez, Manuel Cavaría). 463 Nos podemos imaginar, sin duda, las exigencias y la carga curricular de este diplomado a la altura de algunos centros de formación superior norteamericana (y tal vez europea) de aquella época. Incluso ese esquema académico tendría toda su validez hoy en día y sería buen ejemplo de muchos programas de estudios en ciencias sociales en América Latina o España. Sólo con echar un vistazo a toda esa plantilla de profesores y a la diversidad y riqueza de materias nos damos cuenta de la red de conocimiento tejida alrededor de este centro académico. El estilo de trabajo del Centro descansaba, por tanto, en el sentido multidisciplinar que Medina también trataba de impregnar a la práctica docente. La acumulación de distintas perspectivas redundaba en construir un conocimiento integrado de la sociedad contemporánea. 460 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 48, Centro de Estudios Sociales, Informe, foja 1. 461 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Centro de Estudios Sociales, Caja 2, Expediente CES 1943, Fojas 2. 462 Entrevista mantenida por el autor con Moisés González Navarro, 24 de mayo de 2007, México. 463 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Centro de Estudios Sociales, Caja 2, Expediente 39, Segundo Semestre, 1943, Foja 1 y Expediente 41. CES 1º y 2º semestre de 1944, Fojas 1y 2 Programa de estudio realizado a mano por José Medina Echavarría. 300 3. La metodología pedagógica del foro abierto: el Seminario sobre la guerra y el Seminario colectivo sobre América Latina. Hay que hablar, también, de cómo ese trabajo integrado y multidisciplinar tenía su prolongación en los dos seminarios que organizó el Centro de Estudios Sociales en los años en que Medina fue su director. De esta manera, se celebraron un ―Seminario sobre la guerra‖ en el curso académico de 1943 y otro ―Seminario colectivo sobre América Latina‖, impartido al año siguiente. Para empezar, los seminarios se idearon como herramienta pedagógica que complementase la formación curricular del alumnado. Era una buena forma de poner al día a los alumnos sobre cuestiones de dominio público que impregnaban la realidad social. Además la motivación de estos seminarios iba más allá de su carácter formativo no curricular, ya que también eran identificados por el Centro de Estudios Sociales y El Colegio de México como una buena forma de abrir esta institución académica a la sociedad civil mexicana. Se trataba de acercar las ciencias sociales a la sociedad. En todas las actividades del Centro se ve la mano de Daniel Cosío y de Alfonso Reyes para reclutar el apoyo de personalidades muy solventes de la vida académica y de la administración pública mexicanas. Medina contó con el estímulo y compromiso de estos dos mexicanos. Este apoyo fue importante para que pudiera organizar reuniones académicas y científicas como lugares de intercambio de conocimiento. En todo caso, un conocimiento que debe ser trasladado y compartido con la sociedad y con la opinión pública. 464 (A ello se le sumaba también toda su experiencia biográfica en este tipo de eventos. Sobre todo si recordamos, su participación en seminarios universitarios en Alemania; o lo común que era en España las tertulias de café. En aquel entonces el debate era una forma común y corriente de expresar la opinión). Y así entendió Medina al debate académico como un foro abierto a la sociedad, en el que se produce una simbiosis entre el conocimiento intelectual y el conocimiento extraacadémico o etnosociológico. Porque el foro abierto es intercambio; aprendizaje. Y también es cuestión de democracia (porque únicamente la estructura de la ciencia puede ser democrática). No extraña, por tanto, que detrás del espíritu de estos seminarios situemos la figura de Medina. Así decía nuestro autor sobre la orientación de estos debates: ―El valor de las reuniones de ese tipo en una democracia –y sólo en ella son posibles- consiste, pues, en crear núcleos de orientación que al ampliarse y fundirse unos con otros acaban por abarcar el conjunto de todos los ciudadanos libres‖. 465 Esta fue la otra razón que guió durante meses a esos seminarios: forjar un pensamiento libre trufado de esa colaboración entre las ciencias sociales y entre la sociedad. 466 464 ―Los hombres han aprendido que reuniéndose con otros, para un fin común, adquieren una nueva fuerza y que ésta tiene derecho a un puesto en el conjunto de las demás fuerzas sociales‖, había dejado escrito en su tesis doctoral (Medina, 1930: 28). 465 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Alfonso Reyes, Sección documental Seminario sobre la guerra, caja 4, expediente 15, foja 7. 466 Una tarea realmente difícil en el contexto de la Ciudad de México, porque los asistentes a los seminarios pertenecían principalmente a una élite intelectual y profesional alejada de la mayoría de la población. Aparte, los medios de comunicación, sobre todo la prensa, contaban una difusión minoritaria y selecta. El objetivo explícito era que esta clase política dirigente de México tuviera acceso a unas ideas y valoraciones que pudieran motivar discusiones y, sobre todo, acciones de reforma y modernización social. Porque la dimensión social del foro académico abierto también era la movilización. Aparte de la dimensión pedagógica, también se observaba este interés por parte de Medina a lo Mannheim de que las ciencias sociales penetrarán en los órganos directivos de la sociedad. Sin embargo, el Centro de Estudios Sociales nunca pudo dialogar abiertamente con las capas dirigentes, dado las peculiares características conservadoras de la estructura social mexicana y de sus élites. 301 3.1. El Seminario sobre la guerra. Sobre el tema de la guerra giró el primer seminario organizado por el Centro de Estudios Sociales. La Segunda Guerra Mundial seguía su curso y seguía dominando la actualidad y el debate público internacional. El impacto de este hecho en la realidad de su tiempo lo convertían en un objeto de estudio. Porque la guerra describió aquella época y terminó por marcar el destino posterior de la modernidad occidental en sus múltiples variables (culturales, demográficas, económicas, políticas y sociales). Además, como hemos tenido ocasión de ver anteriormente, la guerra fue una característica descriptora de la vida de Medina Echavarría y de su obra sociológica. 467 En cualquier caso, fue el gran tema dominante para toda una generación. En este seminario se apostó por la metodología y la perspectiva multidisciplinar desde dónde los hombres de ciencia reflexionaron abiertamente sobre el gran tema de la época. El fin, como sabemos, era analizar y estudiar la guerra desde variados enfoques. Así lo recordaba José Medina en la última sesión del seminario: ―nos hemos esforzado por ser lo más completos que nos era dable. Hemos examinado la guerra por múltiples lados; sus causas; sus variados efectos, que van desde la economía al arte; lo realizado hasta hoy para prevenirla y qué es lo que hacerse en el futuro. Intervinieron juristas, filósofos, hombres de letras, expertos en economía y filosofía, demógrafos y hasta esos seres que la gente bautiza con el extraño nombre de sociólogos‖. 468 Cabría añadir cómo nuestro autor no perdía el tiempo en reclamar la perspectiva sociológica y la valía de la ciencia sociológica, por si alguien aún dudaba de ella. También era una manera de autorreconocerse como sociólogo y de posicionarse en el campo intelectual de una manera legítima. Continuando con el seminario, recordamos que la ponencia inaugural fue el martes 3 de agosto de 1943 y corrió a cargo de Medina con una ―Presentación general de los problemas de la guerra‖. 469 El listado de ponentes en las siguientes sesiones fue exquisito y la temática que trataron enriquecedoramente variada. Así, por ejemplo, la segunda sesión contó con la presencia del General Tomás Sánchez Hernández, quien trató ―Los principios de la guerra desde los puntos de vista táctico y estratégico en relación con los progresos de la ciencia‖, en la sexta sesión se tocaron ―Los efectos sociales de la guerra”, siendo Vicente Herrero el expositor o, como en la séptima sesión, donde se discutieron ―Los efectos económicos de la guerra‖, realizando Josué Saénz dicha presentación. 470 La dinámica del seminario giraba en torno a la introducción de un tema relacionado con la guerra por parte del conferenciante y una posterior discusión entre los asistentes. Para las últimas sesiones del seminario Medina elaboró un cuestionario para que la participación de profesores, alumnos e invitados fuera viva. 471 Con el apoyo de cuestionarios se pretendía facilitar el debate crítico entre estos hombres de ciencia. 467 Sin ir más lejos, en el folleto de presentación del seminario podemos encontrar el sentido que tenía nuestro autor de referirse a la Segunda Guerra Mundial como guerra total o guerra absoluta de profundas consecuencias sociales: ―Se sospecha que otro conflicto como el presente podría acabar por completo con lo que todavía consideramos una vida decente y civilizada, o retardar por muy largo tiempo de nuestras formas sociales‖ (Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Alfonso Reyes, Caja 8, expediente 37, foja 16). 468 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Alfonso Reyes, Caja 4, expediente 15, foja 8. 469 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Alfonso Reyes, Caja 8, expediente 37, foja 21. 470 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Alfonso Reyes, Caja 8, expediente 37, fojas 21-22. 471 Este cuestionario lo hemos recogido en los anexos de este trabajo. 302 Es notable resaltar, a este respecto, que la polémica mantenida entre Gaos y Medina en Cuadernos Americanos en marzo-abril de 1942, a raíz de la aparición de la obra Sociología: teoría y técnica, donde el último manifestaba la valía de la sociología por encima de la filosofía, continuó durante una sesión de este Seminario de la guerra. En la ponencia de Antonio Caso acerca de ―Las causas humanas de la guerra‖, 472 Gaos y nuestro autor mantuvieron una disputa dialéctica, en la que el sociólogo no dudó, una vez más, en definirse como tal y en destacar que la resolución practica de los problemas contemporáneos recaían sobre la sociología, dada su utilidad práctica como ciencia para la vida humana por su capacidad de diagnóstico, de pronóstico y de acción social. Según Medina esto no ocurría con la filosofía, ciencia para él en crisis, porque no supo pronosticar esa época crítica, alejándose del hombre del hombre y condicionando las posibilidades de libertad de éste. 473 En todas estas reflexiones de nuestro autor como en el espíritu general del seminario hubo un anhelo indisimulado por reconducir la situación moral de ese mundo en destrucción. A la voluntad de constatar la repercusión de la guerra en sus diferentes manifestaciones se le unía ese interés por situar al hombre en el tiempo presente y en su futuro más próximo. Era una forma genuina y peculiar de estudiar y pensar lo social y al individuo más allá de los límites académicos formales, un tanto previsibles. 3.2. El Seminario colectivo sobre América Latina. La otra gran actividad del Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México fue la organización del ―Seminario colectivo sobre América Latina‖, celebrado entre el 30 de marzo y el 15 de junio de 1944. Aunque la pretensión del mismo era de carácter abierto al público general, parece ser que tuvo, según la lista de invitados, un carácter más exclusivo y cerrado a la pequeña comunidad académica e intelectual mexicana al contar con científicos sociales llegados de distintos países de América Latina. Fue más bien un debate académico y científico entre expertos. Este seminario tuvo como propósito firme ―la investigación continuada y sistemática de la realidad social americana‖, 474 siguiendo ese enfoque multidisciplinar, pero centrándose, en este caso, en la situación futura de América Latina en los escenarios posibles de desarrollo y de modernización, dado el previsible fin de la contienda mundial. En el programa de presentación del seminario se vuelve a apreciar la pluma de Medina en la tarea de descifrar y describir a su momento histórico contemporáneo como ―una coyuntura 472 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Alfonso Reyes, Caja 8, expediente 37, foja 8. 473 En los siguientes términos se refería nuestro autor a esta polémica entre ciencia filosófica y ciencia sociológica: ―Pero volviendo a la contraposición de filósofos y sociólogos, quisiera meramente hacer una pregunta. Estoy conforme en definitiva con la fórmula de personalismo, por lo que creo que el filósofo hace bien en considerar el personalismo que representa la relación entre persona humana, hace bien en seguridad como ideal para la humanidad éste personalismo. Pero yo veo el problema más grave. Cuáles son las condiciones que hacen posible o harán posible el personalismo. No nos importa afirmar esto si no indagamos cuáles son las condiciones muy precisas que hacen posible el desarrollo del personalismo. En definitiva, creo que la crisis por la que está pasando la filosofía es que, alejada por los problemas por los que estamos luchando los hombres, no se para a examinar las condiciones reales del mundo que los hacen posibles y, no parándose, no penetrando en esta realidad tal como ésta es, los demás hombres no filósofos se sienten un poco aplastados ante las ideas que les ofrece la filosofía. Yo estaría conforme si se les pudiera demostrar que hay sistemas sociales que hacen posible el personalismo y que los hay que lo hacen posible‖. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Alfonso Reyes, Caja 8, expediente 8, foja 24. 474 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 60, Seminario colectivo sobre América Latina, foja 3. 303 única‖ en la que vivía inserto el hombre moderno. Además, siguiendo su descripción, indicaba nuestro autor que en aquella circunstancia concreta confluían ―un estado de conciencia cada vez más agudo y una situación real que en su plasticidad ―transitoria‖ favorece el comienzo de una acción firme y bien orientada‖. La mezcla de vida y obra resaltan otra vez más en estas líneas, tomándose el propio José Medina como objeto y sujeto de reflexión de su época al sobresalir, nuevamente, la transitoriedad como rasgo definidor de una modernidad en crisis. La reconducción del hombre y de la sociedad recaía para él en los hombros de las ciencias sociales. Esta dimensión tan subjetiva, característica de aquellos años, le hacía depositar toda su confianza en la racionalidad y en el conocimiento científico de la sociología. Este seminario parte de esa recontextualización metafísica, de sus finalidades, de sus objetivos, para que sirva como un lugar de reflexión sobre las miserias que condenaban al hombre y a la sociedad latinoamericana. Además, hay, en todo ello, una clara reclamación por las ciencias sociales latinoamericanas en general, y por la sociología en particular. La contemporaneidad, según el punto de vista de nuestro autor, necesitaba de los sociólogos y de la mirada sociológica por sus capacidades teóricas e históricas y su acción práctica. El verdadero valor estribaba en plantear desde la sociología (y también desde el resto de las ciencias sociales) un programa teórico y práctico de reajuste y de reorganización de esos ―cuerpos históricos‖, como el cuerpo histórico que conformaba América Latina y el mundo hispánico. Esta reflexión panorámica sobre una época espiritual en decadencia, le sirve para reafirmase en su condición de sociólogo. Nos topamos otra vez con el hombre y con el intelectual que busca en su definición profesional un rasgo aún no definido y débil, inseguro e incierto, de desterrado. Como lo era la sociología en América Latina, precaria y residual. Se me antoja esta reclamación excesivamente repetitiva, aún así hay que comprender su esfuerzo en asimilarse, primero, como hombre, y luego como sociólogo. Es por ello que su acervo en marcar su condición de sociólogo le valió a nuestro autor como un refuerzo indentitario ante una situación existencial liviana y claramente transitoria que no sólo vivió en sus carnes, sino que era el reflejo de una cultura occidental levantada históricamente que se desvanecía y se diluía ante un mundo distorsionado. La crisis y la transitoriedad de la modernidad las tomó él como rasgos definidores de su existencia y que le condujeron, como recogió en el folleto del Seminario sobre América Latina, al ―examen de nuestro espíritu y cultura y de nuestra estructura económica, política y social en puntos clave y significativos‖. 475 Una muestra más, en definitiva, de cómo toda actividad académica desarrollada en México, como fue este particular seminario, llevaba impreso el sello innegable de su persona, como reflejo vivo de una época en extinción y en decadencia. Y en este contexto de desencanto, surgía la necesidad de pensar en el futuro económico, social y político de América Latina ante el nuevo orden mundial que ya se intuía. En ese mundo sobresaturado de imágenes bélicas y de emergentes potencias militares y económicas, como Estados Unidos y la Unión Soviética, había que analizar que escondía la debilidad de América Latina. Este seminario se desarrolló en doce fechas y contó con la participación, entre otros, de Raúl Prebisch, quien en la sesión inaugural se centró en ―El patrón oro y la vulnerabilidad económica de nuestros 475 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 60, Seminario colectivo sobre América Latina, fojas 4-6. 304 países‖ 476 ; de Alfonso Reyes; de José Gaos, con la ponencia ―El pensamiento hispanoamericano‖; del brasileño R. de Mendonça; de Vicente Herrero y del sociólogo mexicano Antonio Caso. 477 Más allá de las reflexiones y opiniones que se vertieron en aquel seminario, que desconocemos, sÍ sabemos, en cambio, que la celebración de este seminario sobre América Latina y la publicación de Jornadas, revista del Centro de Estudios Sociales, sirvieron para que Medina se presentase y se diese a conocer ante una comunidad científica más extensa que la mexicana, como era la latinoamericana. Este seminario le permitió entablar y extender una red de contactos claves en su posterior desarrollo profesional. Medina tuvo la oportunidad de tomar relación con Prebisch, con quien años más tarde coincidiría en la CEPAL de Santiago de Chile. 478 Finalmente, podemos decir que este Seminario colectivo sobre América Latina destacó por tres cosas en la trayectoria académica y profesional de José Medina: la primera, este seminario trató de fortalecer un circuito de ideas entre científicos latinoamericanos que hasta ese momento era más bien escaso y reducido. Nuestro autor entendió que la mirada sobre la realidad social latinoamericana debía ser global y se necesitaba, por tanto, de un esfuerzo de integrar las diferentes realidades regionales y nacionales de la región. También comprendió que la formación de esa mirada global sobre América Latina necesitaba de una colaboración y cooperación entre intelectuales latinoamericanos de distinta disciplinas, pero, sobre todo, de una contribución común entre instituciones académicas y universitarias. Sabía que el futuro de las ciencias sociales y de su capacidad de introducirse en el debate social y público pasaba por desarrollar ese tipo de trabajo cooperativo. En segundo lugar, este seminario, desde mi punto de vista, le permitió a nuestro autor adquirir una mayor conciencia sobre la realidad social y política latinoamericana que le rodeaba. Fue una manera de ir acercándose a ―lo latinoamericano‖ y a los problemas de emancipación económica y de transformación social de América Latina. Y, en tercer lugar, el seminario, como vimos arriba, fue también una ocasión de forjar relaciones intelectuales con otros científicos sociales que le ayudaron a ir dando forma a esa idea sobre América Latina, como le ayudaron en diferentes momentos de su carrera como sociólogo. 476 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 60, Seminario colectivo sobre América Latina, foja 10. 477 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 60, Seminario colectivo sobre América Latina, foja 10. 478 Según el recuerdo de Víctor Urquidi, Raúl Prebisch fue invitado por el Banco de México para ofrecer un curso a funcionarios, economistas, financieros y personal de la banca. El economista argentino aprovechó esa estancia para presentar en ese Seminario de El Colegio de México su trabajo sobre la vulnerabilidad económica de los países de América Latina (Urquidi, 1998: 261). Prebisch recordaba en 1982 aquel primer encuentro con Medina Echavarría: ―Tuve el privilegio de conocer a don José Medina en México, en el año 1944. Se había exiliado, acogiéndose a la hospitalidad de ese país y yo estaba también al borde de la dura necesidad de exiliarme. En seguida me cautivó su personalidad por la profundidad de su pensamiento, por la diafanidad de su expresión, por la fuerza y el vigor que tenía, porque encontraba siempre la forma cabal de expresar su pensamiento, y, además, por su modestia y por su bonhomía. Me resultó una figura muy atrayente que me hizo profunda impresión‖ (1982: 15). Sabemos que Prebisch y Urquidi coincidieron después en México en varias ocasiones cuando el argentino, ya como secretario de la CEPAL, proyectaba una oficinal regional en México de la que se debía ocupar Urquidi y ahí volvieron a hablar de Medina y la posibilidad de reclutarle para este organismo internacional (Urquidi, 1998: 261). 305 4. Las Jornadas. Las Jornadas nacieron con el objeto de servir como órgano expresivo de las actividades de este Centro de Estudios Sociales. Los resultados del ―Seminario colectivo sobre la guerra‖ inauguraron la colección de esta especie de revista sin fecha periódica de aparición. El primer número publicado fue un ensayo de José Medina Echavarría sobre. Cada Jornada publicó investigaciones y ensayos de una extensión intermedia entre el artículo usual y el pequeño libro. La colección fue dirigida por el propio Medina y se pudo publicar gracias a la plataforma del Fondo de Cultura Económica. 479 Durante los escasos cuatro años que duró el Centro, de 1943 a 1946, Jornadas logró publicar 56 números. Una ojeada a los autores que participaron en Jornadas sugiere la participación intelectual de los más granado entre los pensadores hispanoamericanos del momento. Además de Medina Echavarría, escribieron, entre otros: Francisco Ayala, Renato Treves, José Gaos, Max Aub, José Miranda, Eugenio Ímaz, Alfonso Reyes, Leopoldo Zea, José Ferrater Mora, José María Ots Capdequí, Silvio Zavala, José Miranda, Josué Sáenz, Gilberto Loyo, Raúl Prebisch, Víctor Urquidi o Javier Márquez.480 El estilo característico y personal de aquellas primeras Jornadas, como ―un tipo especial de revista, que sin el formato habitual ni fecha periódica, permite, sin embargo, la publicación de investigaciones y ensayos que por su tamaño intermedio entre el artículo usual y el pequeño libro‖, 481 recuerda en inspiración a la Revista de Occidente de Ortega y Gasset. Compartía nuestro autor el contrapunto del gran filósofo español hacia el ensayo como mejor instrumento académico y literario para recoger las vicisitudes intermitentes de la época. Y Medina, gran conocedor de Ortega y del círculo de la Revista de Occidente, trasladó ese mismo espíritu a Jornadas, ya que ―la inteligencia académica se da cuenta de que no es el tratado precisamente el medio para llegar a un público general. Y es que a su vez no puede olvidar o dejar de buscar a ese público si quiere influir de algún modo en la orientación de un destino colectivo que es el tuyo propio‖ (Medina, 1953: 45). Detrás de este proyecto editorial y difusor de la cultura latinoamericana se encontraba la afanosa búsqueda de audiencia, de lectores y de cómo poder penetrar las ciencias sociales en la sociedad; eso a lo que Medina Echavarría le llamaría más tarde como la ―preformación científica de la vida‖, acorde a la tarea de promover un lenguaje sociológico conocido por la propia sociedad y de que ésta conociera más de sí misma. Resulta otra vez reconocible esta aspiración de la responsabilidad de las palabras, de la inteligencia, bajo la esperanza de una sociedad 479 Daniel Cosío Villegas, como hemos visto, fue secretario de El Colegio de México y director del Fondo de Cultura Económica en el tiempo que José Medina Echavarría se desempeñó como director del Centro de Estudios Sociales, esto explica que la edición y distribución de Jornadas corriera a cargo del Fondo de Cultura Económica. Además desde su refundación El Colegio de México vino a ocupar el mismo domicilio social que la sede del Fondo de Cultura Económica: Pánuco, 63. De esta manera, observamos los vínculos personales y asociativos entre estas dos instituciones gemelas, que a lo largo de dos décadas mantendrían una estrecha relación bajo el binomio formado por Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas. 480 Medina había coincidido con Ots de Capdequí en Valencia. Entre los exiliados españoles que se encontraban en Colombia estaban Luis Zulueta, José Ots Capdequí (profesor de Derecho Indiano, en la Universidad de Valencia), Juan María Aguilar, José de Benito (Malagón, 1991: 37). Eduardo Santos era en aquel entonces presidente de Colombia, perteneciente al partido liberal. 481 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 11, foja 5. 306 guiada por la razón. Este principio dominaba el catálogo de Jornadas de 1945, reflejo de la correspondencia de ciencia y sociedad que tanto interesó a Medina: ―Es un tópico que nuestro siglo ha llegado ya de los círculos científicos a los medios populares, que nuestro siglo es o deber ser el siglo de la ciencia social, por razón del desequilibrio hoy existente entre nuestro saber científico sobre la naturaleza y nuestro saber científico sobre el hombre y su actividad…Nada más necesario hoy que el tratamiento científico, es decir, racional y objetivo, de las cuestiones humanas, pues el futuro de nuestra civilización, de toda posible civilización, en las presentes circunstancias, dependen de que se puedan dominar, o no, la naturaleza humana en un grado semejante a como nos es dado regular la naturaleza física‖. 482 El paisaje persiste en esa tarea de incrementar la cultura en la sociedad como una forma de no mantener aislado al intelectual. Porque el otro principio dominante de Jornadas era desarrollar una atmósfera específica para las ciencias sociales en América Latina. Es por ello que a partir de la Jornada número 21 el deseo editorial se orientase a fomentar el debate académico entre los científicos sociales latinoamericanos, en aras de crear una comunidad científica plenamente asentada e integrada, como bien demuestran las cartas enviadas por Medina Echavarría a los futuros colaboradores: ―Jornadas aspira a constar entre sus colaboradores, y cree ya tenerlos, a los hombres más representativos del pensamiento social en todo el continente americano; pretende además con esto fomentar un mejor conocimiento recíproco‖. 483 Uno de los intereses manifiestos de nuestro autor, como ya habíamos advertido, era contribuir al desarrollo de un circuito de ideas y de intercambio de conocimiento que sirviese para conformar una mirada integral sobre la realidad social de América Latina. Aparte se contó con la participación especial de pensadores del viejo continente, viéndose Jornadas vestida con nombres como el de Florian Znaniecki o Roger Caillois. 484 La actividad intensa de Medina Echavarría al frente de Jornadas durante esos años permitió que se publicaran 57 ejemplares; todo con un esfuerzo y una dedicación impagable en aras de conseguir la autonomía del campo de las ciencias sociales y de la sociología latinoamericana como lugar de intercambio de ideas y de transferencias culturales. En ese sentido, estas son las palabras que nuestro autor escribía en el catálogo de Jornadas de 1945: ―Y pensando muy en particular en nuestra América, de que ésta ha de ponerse enérgicamente a pensar por sí misma en su propio destino y a aprovechar lo que es un triste momento para conquistar definitivamente, sin renunciar a ninguna herencia valiosa, su autonomía cultural‖. 485 La sugerencia de José Medina, en esta faceta de director y divulgador del pensamiento latinoamericano, era hacer de Jornadas un elemento de cohesión, aunque variado y dispar, sobre la realidad de América Latina y también convertir a esta revista en un activo importante en la labor de 482 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 11, fojas 15-16. 483 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, Caja 15, expediente 11, foja 5. 484 Algunas cartas relacionadas con Jornadas están aún sin clasificar en el Archivo Histórico de El Colegio de México. Tampoco aportan información nueva fundamental, pero dan una idea de cuán ambicioso fue el proyecto: entre otros autores, contactaron con George Sabine, con Levi-Strauss o con Robert K. Merton. 485 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, Sección documental Correspondencia institucional y documentos de trabajo, caja 15, expediente 11, foja 17. 307 autonomía del campo de las ciencias sociales latinoamericanas. El esfuerzo pasaba, por un lado, por fortalecer con propuestas, ideas, ensayos, la ausencia de una comunidad científica latinoamericana y, por el otro, por generar una correspondencia social entre ciencia y sociedad. Pero además Jornadas constituyó, sobre todo, un valioso medio que sirvió para vehicular las relaciones intelectuales y personales entre el pensamiento español del exilio y el pensamiento latinoamericano. Fue una plataforma en la que dialogaron los propios exiliados españoles y desde la que se adentraron a conocer y dialogar con los intelectuales mexicanos y latinoamericanos, además de compartir la experiencia del destierro con otros exiliados europeos. 486 El propósito último de esta publicación era potenciar y posibilitar un pensamiento social propio dentro de una tradición democrática y liberal. Se buscaba la consolidación de una ciencia autónoma e independiente que explicase desde la razón toda arbitrariedad social. Por ello, Jornadas, aunque hoy siga publicándose como una colección de libros monográficos, ha mantenido a lo largo de sus más de 60 años aquella original personalidad que le dio José Medina Echavarría: un carácter silencioso, pero diligente, unido a una sensación de intemporalidad que pervive sin nostalgia alguna. 5. El fracaso del Centro de Estudios Sociales. Una interpretación. Diversos son los motivos que hubo detrás de la marcha de José Medina Echavarría de El Colegio de México; desde un más que probable desencuentro con Daniel Cosío Villegas, la lenta edición de Jornadas o la inquietante situación económica de la institución, hecho que impidió contratar como profesor a su amigo y compañero de exilio Francisco Ayala. Pero su salida de México se debió, también, a la frustración personal, como director del Centro de Estudios Sociales, al ver cómo las ilusiones depositadas en el programa académico no se vieron cumplidas. En mi opinión, considero que su decisión de abandonar México fue todo este cúmulo de circunstancias negativas dentro de El Colegio de México y coincidentes en el tiempo. Pero además, a todo ello, se une el hecho de que Medina había sobrepasado los 40 años de edad y fue un momento en el que se cuestionó su destino. Estaba en una edad clave para todo intelectual, haciendo balance y evaluación sobre qué había hecho hasta entonces en su trayectoria intelectual. A este balance intelectual, se unía también la obligación, como exiliado, de hacer balance sobre su situación personal y el de su familia: la idea de retorno, como bien sabemos, se esfumó ante la continuidad del régimen franquista. Asimismo nuestro autor, después de 6 años en México, tenía la suficiente distancia y perspectiva para verse a sí mismo en relación a ese nuevo entorno académico y científico. Puesto que la trayectoria depende de la génesis y desarrollo del propio campo sociológico mexicano que fue conociendo de forma progresiva. Al balance de los logros intelectuales y profesionales, aparecía ahora un recuento de los propósitos futuros de su trayectoria profesional, pero con la referencia de haber conocido ya a la comunidad 486 La aparición de Jornadas se circunscribe a un momento de crecimiento y de expansión de las tareas editoriales en México, en Argentina o en Chile, debido a la presencia de numerosos exiliados españoles que trabajaban en editoriales como Grijalbo, Atlante, Losada o el Fondo de Cultura Económica. Las posibilidades de dialogar entre los exiliados fue llevar a cabo empresas colectivas desde los canales formados por estas editoriales junto a revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, Sur, Realidad, e instituciones como El Colegio de México y su Centro de Estudios Sociales o el Instituto Cultural Argentino-Mexicano. Fue una etapa de florecimiento de la cultura hispánica y donde Jornadas trató de articular una importante red de conocimiento social y sociológico en América Latina. 308 científica latinoamericana y haber establecido las suficientes redes académicas y científicas. 5.1. Ayala, Jornadas, los problemas de viabilidad económica. El descontento ante la incertidumbre económica del El Colegio de México empezó a apoderarse de nuestro autor a partir del año 1944, cuando no pudo reclutar como profesor de sociología para el Centro de Estudios Sociales a su amigo y compañero de generación Francisco Ayala, quien por aquel entonces se encontraba, como sabemos, en Argentina. Recasens Siches había sido dado de baja en el año 43, mientras que Gaos y el propio Medina tuvieron que reducir sus honorarios (Lida, 2000: 154-156). Esta crisis económica se había mitigado levemente en 1943 con una ayuda de la Fundación Rockefeller. Pero parece ser, según nos cuenta el propio Medina, que este socorro económico fue interrumpido en 1944, con lo que no pudo contratar a Francisco Ayala para esta institución académica. En una carta se disculpaba ante su amigo por esta imposibilidad: ―Cuando hace meses me planteaste una cuestión de tipo viajero, traté de resolverla inmediatamente, pero lo que entonces te hubiera podido decir pendía de una donación norteamericana que meses después fue denegada. Así es que entramos en un período de modestia económica harto penosa, que puso en peligro, como en otras ocasiones, las actividades de la casa. Era imposible pensar por consiguiente en poder ofrecerte lo que querías y era de nuestro gusto… Como ves, estamos próximos a posibilidades que en este momento desconozco y que en cierta manera temo, pues lo que ofrece el horizonte inmediato que aquí tengo, no es nada alentador‖. 487 Sus palabras sonaban a despedida, al dejarle caer a su amigo, desde la confianza, un futuro personal y profesional incierto dada la dificultad económica de la institución. Medina buscaba en Ayala a un aliado con el que proseguir su programa de investigación sociológica. El impedimento de contar con su compañero aumentó su amargura y descontento. Este hecho confirmaba los problemas de financiación de El Colegio de México, dependiente de las ayudas del Gobierno mexicano y de la Fundación Rockefeller, y le hacía presagiar un desenlace inmediato. El proyecto académico y docente del Centro de Estudios Sociales, como así lo temía Medina, empezaba a no ser viable. Cosío Villegas buscó apoyo financiero para el Centro de Estudios Sociales por parte de la Fundación Rockefeller. A pesar de los malos resultados obtenidos en la titulación del diplomado, Medina consideraba que esta fundación podía contribuir al sostenimiento de profesores norteamericanos, especialistas en métodos de investigación social, podía otorgar becas para estudios especializados a alumnos y profesores del Centro en Estados Unidos, podía ayudar específicamente en investigaciones proyectadas y podía asimismo cooperar con el mantenimiento de Jornadas. En diferentes documentos consultados, queda claro que El Colegio de México y la Fundación Rockefeller hablaron, además favorablemente, del Centro de Estudios 487 Carta de José Medina a Francisco Ayala fechada el 5 de julio de 1944, México D.F. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, caja 2, expediente 9, foja 2. 309 Sociales dirigido por Medina Echavarría. 488 Pero por distintos motivos que veremos a continuación, nuestro autor no se benefició –o no quiso beneficiarse- de ninguna ayuda para investigar y trasladarse a Estados Unidos. Aunque es más quue probable que valorara esta opción profesional dadas las circunstancias que le rodeaban en el Centro de Estudios Sociales. En una carta dirigida al antropólogo y sociólogo francés Roger Bastide acerca de la publicación de su obra Arte y sociedade en Jornadas, Medina Echavarría nos ofrece una muestra de su recelo respecto a los colegas que trabajaban junto con él: ―La traducción la voy a hacer yo mismo porque cada vez tengo menos confianza en los demás y aunque el señor Cosío le ha pedido el texto en francés, voy a comenzarlo, para no perder tiempo, sobre el portugués…En cuanto a ―Jornadas‖, al volver a ellas me encuentro con que una situación financiera que esperamos sea pasajera, nos ha impuesto un ritmo más lento de publicación. El traductor a quién encargué la versión de su trabajo, también se me había dormido y no la tiene en esta fecha acabada. No obstante estos contratiempos, espero que salga en estos primeros meses del corriente año.‖ 489 . Estas palabras eran sinónimo de que estaba perdiendo confianza en la institución y en los miembros de la misma. Medina llegó a México sin haber tenido una posición estable ni definida en la sociología española, pero en aquel país americano buscó un lugar para que sus ideas y sus proyectos fuesen respetados. Como él mismo, como sociólogo y como director, en este caso del Centro de Estudios Sociales, fuese considerado. Es muy importante, en este punto, traducir la trayectoria de nuestro autor en términos de reconocimiento científico por la comunidad científica de acogida. De ese respeto dependió también su autonomía para desarrollar sus actividades académicas, intelectuales e investigadoras en esta institución. Porque dependiendo del grado de autonomía que el científico social tenga en su actividad cotidiana así dependerán las relaciones sociales, el capital simbólico y social. De hecho, la autonomía en el campo intelectual esconde una lucha por la consagración en el campo, y una lucha por ocupar posiciones de prestigio científico, como también oculta una competencia por las fuentes de financiación (Bourdieu, 2002: 325-327). Medina, en mi opinión, no pudo desarrollar los cambios que el Centro de Estudios Sociales exigía, en su ámbito docente y empírico, de una manera fluida, fácil y natural. La dirección de los cambios no los pudo gestionar a su gusto, ya que él no podía trabajar contra el poder del Secretario de la institución. Pienso que nuestro autor se cuestionó muy profundamente su situación profesional en El Colegio de México, ya que era imprescindible que él supiera para qué había sido contratado, qué es lo que se 488 En esos documentos hay un informe de la Fundación Rockefeller de mayo de 1945 que valoraba positivamente la actividad de Medina Echavarría. Traduzco al castellano un pasaje de dicho escrito: ―Este director español del programa de estudios sociales forjó su reputación antes de llegar a México, y ahora como ciudadano mexicano está presumiblemente en el comienzo de un importante programa. Los 32 títulos listados en el documento adjunto de su serie de publicaciones ilustran el rango de sus intereses y la calidad de sus colaboradores‖. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo El Colegio de México, Archivos Institucionales. Hay que aclarar que Medina Echavarría nunca poseyó la nacionalidad mexicana. El documento reconocía, en todo caso, la importante labor de las Jornadas del Centro de Estudios Sociales. 489 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 1, expediente Bastide, Roger, foja 4. 310 esperaba de él, qué objetivos necesariamente debía lograr, qué se le iba a permitir hacer y qué no. Uno vale según el reconocimiento social de los otros. Como también, en la carrera académica, uno vale según los recursos económicos y fuentes de financiación que le concedan para sus proyectos y empresas intelectuales. Nuestro autor adivinó que la profesionalización de la sociología pasaba, en aquel momento, por la necesidad de formarse como sociólogos en Estados Unidos, o por lo menos bajo la perspectiva de la sociología académica norteamericana. Sin embargo, nuestro autor también se dio cuenta que para la organización directiva de un instituto académico de ciencias sociales se necesitaba gestionar los presupuestos financieros. La escasez de los recursos financieros con los que contaba El Colegio de México fue otra de las condenas del Centro de Estudios Sociales. Al final se acabó aplicando la lógica empresarial a la gestión del conocimiento académico. El mercado del conocimiento no sólo es un mercado de ideas, sino también del prestigio científico: se paga por el conocimiento que posees, que tienes. No se buscaba desde la dirección de El Colegio de México aumentar el potencial académico de El Colegio de México, sino la viabilidad económica. Es por ello que los costes de la plantilla del Centro de Estudios Sociales terminaron por acabar con esta experiencia académica y docente. La mayoría de los gastos de la institución eran los sueldos de los profesores, pagados a dedicación exclusiva. No había suficiente dinero para mantener a profesores como Juan Roura Parella, quien terminó por emigrar a los Estados Unidos, ni como para traer a Francisco Ayala. Esta inestabilidad material, como decimos, también pesó en la decisión de Medina de encontrar fuera de México un ambiente de mayor estabilidad profesional. Además, si al malestar biográfico de una España que no se liberaba de las cadenas franquistas, se le sumaba el desaliento profesional al ser la presión económica sobre la actividad intelectual muy grande, la suerte estaba echada: nuevamente aparecía el cuestionamiento propio como desterrado. En ese instante en que el malestar se apodera de un desterrado, separado cruelmente de su tierra y todavía sin asimilar la nueva, le cuesta menos buscar nuevas destinos vitales que le colmen. No habría nada que perder, pensaría nuestro autor. La fortuna le esperaba lejos de México. 5.2. La desilusión académica. La presunta disputa entre Cosío Villegas y Medina la podemos observar desde las claves que nos ofrece Bourdieu entre la competencia entre el poder académico y el prestigio científico (1983). Fue cuestión de pactos y negociaciones que parece ser que acabaron por quebrarse. Probablemente José Medina Echavarría no supo negociar el cambio necesario para la institución después de tres años de experimento académico, porque o no lo pudieron ver o no llegaron a apreciar lo que su modelo integrado de las ciencias sociales proponía. Y si los demás no perciben ese modelo, uno fracasa. Tal vez porque las ideas de Medina sobre la estructura académica y pedagógica que él quería para el Centro de Estudios Sociales estaban desencajadas de la visión de su tiempo, de las tradiciones del campo sociológico mexicanas o de otras visiones dentro de El Colegio de México. O tal vez él no supo comprender a la sociología y a la sociedad mexicana. Sin embargo, parece que detrás hubo una pugna de posiciones, de posturas y de maneras de entender al Centro de Estudios Sociales y también hubo una competencia a la hora de comprender qué era la práctica académica y científica. La distancia que se percibe entre ambos autores fue una disputa por entender la definición de la sociología, sus competencias, sus capacidades y su enseñanza. Pero también fue una lucha por el liderazgo dentro de la institución (en términos de poder científico), a la hora de 311 consagrarse dentro de la misma (Bourdieu, 2002: 436). Estaba en juego la posición de quién decía qué se estudiaba, cómo se estudiaba, quién lo estudiaba y quién lo enseñaba. 490 El informe valorativo sobre la actividad realizada por el Centro de Estudios Sociales en sus tres años de vida fue redactado por el propio Medina Echavarría a finales de 1945 y en él reflejaba su amargura al no haber logrado unas expectativas quizás demasiado exigentes en sus orígenes. (Quizá fue muy riguroso con los alumnos y con los demás académicos, como lo era con él mismo). La ambición para la época, tal vez, pudo ser desmesurada, como así reconocía: ―El Centro termina este año la primera fase de su experiencia. Juzgada con severidad imparcial no puede considerarse frustrada en modo alguno. Terminan sus estudios un grupo de alumnos que en su conjunto alcanzan un nivel muy superior al que ofrece el promedio de otras instituciones. Y por lo que respecta al margen de insatisfacción existente, tiene su origen en lo que fue un error inicial de perspectiva. El plan de estudios para los tres años de enseñanza del Centro se concibió un poco por lo alto y con excesiva variedad de temas, ya que finalmente los alumnos que llegaron al Centro tenían una preparación inadecuada‖. 491 Medina reconoció su error en el reclutamiento de estudiantes. En los tres años de existencia del Centro de Estudios Sociales únicamente dos alumnos de los doce iniciales finalizaron sus estudios (Moisés González Navarro y Catalina Sierra de Peimbert). Además no se llevó a cabo ninguna investigación social: ―El Centro –como reconocía nuestro autor- no ha podido hasta el presente proyectar ninguna investigación de largo alcance‖. 492 Aquel deseo original de Medina de aunar en esta institución científica una visión sintética de las ciencias sociales, multidisciplinar y complementaria, donde hubiera cabida tanto para la teoría como para la investigación, no se pudo llevar a la práctica. No cuajó la investigación empírica en el Centro de Estudios Sociales porque tampoco había cuajado en ninguna otra institución académica de México, al no haberse producido en este país un crecimiento y desarrollo económico o industrial que hubiera provocado un mayor interés por la sociología (porque los problemas sociales acordes con el crecimiento económico suelen producir la emergencia del interés sociológico). Sí apenas estaba comenzando a institucionalizarse la sociología en México, aún no se 490 Las luchas por la definición: qué es la sociología, qué es el sociólogo. Unas luchas que también encajaban con la postura de ensimismamiento de Medina: él se concentraba en la epistemología de la sociología, también como estrategia para definirse, para situarse, para posicionarse. Y distinguirse de los que no eran sociólogos. Uno de los grandes asuntos personales de Medina en México no fue otro que la lucha por encontrar su lugar en el campo sociológico y definir fronteras científicas. 491 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 48, Centro de Estudios Sociales, Informe, foja 2. 492 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 48, Centro de Estudios Sociales, Informe, foja 3. No comparto, en este punto, las palabras de la socióloga mexicana L. Moya, quien afirma que ―El Centro había formado un sólido cuerpo de investigadores con conocimientos teóricos y métodos de investigación cualitativos y cuantitativos‖ (Moya, 2007: 783, FCE). Consultando los archivos de El Colegio de México citados en este trabajo y siguiendo las palabras de arriba de Medina, lo que más se ajusta con la realidad es que el Centro de Estudios Sociales no formó un cuerpo cualificado de investigadores en ciencias sociales. Aparte hay otros dos elementos explicativos: por un lado, las ciencias sociales se desarrollaron fuera de El Colegio de México y, por otro lado, las investigaciones empíricas no se desarrollaron en aquel país hasta los años 50, con la creación del Instituto de Investigaciones Sociológica de la UNAM. 312 habían dado los primeros pasos de la institucionalización de la investigación sociológica. Aunque, sin duda, toda esta labor realizada fue un precedente y un estímulo para la producción de posteriores estudios empíricos. A pesar de todo, tampoco hay tampoco restar méritos a Medina Echavarría, ya que el enfoque integrador que quiso establecer en el Centro de Estudios Sociales ha sido después normalizado por las universidades mexicanas y latinoamericanas en sus programas de ciencias sociales. Se debe valorar, por tanto, en justa medida la labor pedagógica e institucional de este exiliado español a la hora de abrir caminos académicos y docentes. 493 Aquella tensión entre profesionalización e institucionalización sobre la enseñanza académica del Centro de Estudios Sociales desembocó en la marcha de Medina, haciéndose responsable del fracaso de aquel proyecto educativo. Mientras la consagración refuerza y libera las ambiciones iniciales, el fracaso propicia la renovación o la retirada (Bourdieu, 2002: 386). Nuestro autor optó por este último camino, visto que no se sentía lo suficientemente reforzado o legitimado como para conducir el cambio académico que necesitaba el Centro de Estudios Sociales. El forcejeo institucional e intelectual con Daniel Cosío Villegas encerró esa disputa entre optar por haber hecho del Centro de Estudios Sociales un lugar en el que reclutar profesionales de los diversos grupos de empleo o técnicos para el Estado. U optar por convertirse en un lugar que digiriese las nuevas disciplinas académicas, como la sociología, y se consolidase como centro no profesional que proporcionase al país profesores e investigadores más propicios a la hora de avanzar la ciencia y difundirla en todos los niveles del sistema educativo. Al final no ocurrió ni lo uno ni lo otro. Desapareció el centro, porque habría otras escuelas de preparación de cuadros técnicos como la Escuela Preparatoria y la sociología terminó por enseñarse en México fuera de El Colegio, perdiéndose durante algún tiempo la huella de Max Weber. 6. El adiós. La cuestión es que Cosío quería que el Centro de Estudios Sociales se guiase por la verdadera función tradicional de crear líderes sociales y políticos, mientras que Medina creía que lo necesario, siguiendo su ideal liberal-reformista, era que esta institución de enseñanza formara a profesionales de las ciencias sociales. Que a Daniel Cosío Villegas le preocupara que El Colegio de México estuviera a bien con el gobierno mexicano era natural, siendo el Secretario de una institución pública cuyo presupuesto lo asignaba el propio gobierno. Está claro que en las actividades que Medina acometió en el Centro de Estudios Sociales, especialmente los seminarios públicos, se ve la mano de Cosío y Reyes para reclutar el apoyo de personalidades muy solventes de la vida académica y de la administración pública mexicanas. Por supuesto, Cosío y Medina compartieron muchos intereses y objetivos comunes, no solo por la sociología, sino también por la economía y los estudios de política. Pero, al final, pesó la falta de entendimiento entre los dos. La decisión de Medina Echavarría de abandonar El Colegio de México y su Centro de Estudios Sociales empezó a ser visible cuando en el otoño de 1945 fue 493 Un reconocimiento, por ejemplo, que sí tuvo de compañeros de la reducida comunidad científica latinoamericana. Como aquellas palabras que le dedicó Alfredo Poviña: ―En México está seguramente hoy el centro más importante de la investigación y producción sociológica americana, debido a que sus propios valores se han agregado algunos pensadores españoles del prestigio de Luis Recaséns Siches y José Medina Echavarría, que acaban de publicar trabajos importantes‖ (1941: 144-145). 313 invitado a dar unas clases magistrales en la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). 494 Nuestro autor, después de pasar brevemente por aquel país, regresó a México, pero su decisión de abandonarlo ya estaba seriamente tomada. Las competencias y los desacuerdos no quitaron para que Cosío Villegas escribiese a William Berrien, representante de la Fundación Rockefeller y profesor de Harvard, a principios de 1946 informándole sobre las actividades y gestiones de Medina Echavarría en el Centro de Estudios Sociales. 495 Como dijimos anteriormente, parece que había un interés de la Fundación Rockefeller por becarle estudios de sociología en Estados Unidos. Sin embargo, esta opción no ocurrió. En cambio, José Medina sí que aceptó el ofrecimiento de Jaime Benítez y de Antonio J. Colorado, rector y Decano de la Facultad de Ciencias Sociales respectivamente, por acudir como profesor invitado a la Universidad de Puerto Rico. En una carta de marzo de 1946, Jaime Benítez se refería a esta oferta realizada al sociólogo español: ―Me parece muy bien la posible invitación al señor Medina Echavarría para que venga a profesar cursos en sociología. Creo, sin embargo, que debe formularse en forma más o menos definitiva su programa de enseñanza, con arreglo a ciertos principios generales. Los principios deben ser, a mi juicio, lo siguientes: (1) Trabajo en ningún caso inferior a 9 horas de clase a la semana. (2) Enseñanza de por lo menos un curso fundamental de introducción a la sociología. Considero que este curso puede enseñarse con la colaboración de 1 o 2 de los maestros jóvenes que vayan a profesarlo posteriormente. En esta conexión me parece deseable que los profesores visitantes tengan un instructor auxiliar colaborando con ellos cuando estén enseñando algún curso primario, a fin de que pueda sustituirle luego y retenerse la tradición de su enseñanza. (3) Debe considerarse también la posibilidad de que Medina Echavarría dirija un seminario con la facultad de ciencias sociales‖. 496 Ni la insistencia conciliadora ni las gestiones mundanas de Alfonso Reyes frenaron la marcha del profesor español. En sendas cartas de mayo de 1947 le ofrecía a Medina Echavarría –estando éste ya en Puerto Rico-todas las garantías a futuro para renovar la experiencia del Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México: ―Esperaba la menor insinuación de usted para mover aquí mis resortes en vista de su regreso, pues lo deseo siempre junto a nosotros y con nosotros. Hoy mismo 494 Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, caja 15, expediente 9, foja 55. 495 Cosío escribió lo que sigue: ―(…) de conformidad con lo que hablamos aquí en México, le envío adjunta una noticia universitaria sobre José Medina Echavarría. Por correo separado le mando a usted un ejemplar de las dos obras que ha publicado.Supongo que antes de hacer una solicitud formal, nos tendrá usted que ilustrar acerca del posible tema de la investigación de Medina, o al menos de cómo debía presentarse.‖ Carta de Cosío Villegas a William Berrien, 31 de enero de 1946, México. Archivo Histórico de El Colegio de México. 496 Carta de Jaime Benítez a Antonio J. Colorado, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, 18 de marzo de 1946. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. Antonio J. Colorado fue quien propuso la contratación de José Medina Echavarría para la Universidad de Puerto Rico. Colorado se había doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid en 1934 y allí es más que probable que conociera a Medina. En la década de 1940 trabajó como profesor y decano en la recién creada Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Fue director de la editorial de la Universidad en la que Medina colaboró junto a él. Luego fue Director de la Oficina de publicaciones del Departamento de Instrucción Pública, donde se publicaban documentos y libros para toda la red educativa de Puerto Rico. 314 hablo con los Danieles y ya recibirá usted noticias‖ 497 …―quiero que usted mismo defina sus deseos, sus propósitos, sus ofrecimientos, para que no nos encontremos luego con aquellas nebulosidades que lo hicieron sufrir. Creo que hay tiempo para pensar en todo…El Dr. Rubín de la Borbolla y yo queremos organizar al gusto de usted lo que usted quiera. Creo que nuestro ensayo anterior pereció por reclutar gente de la calle en vez de escoger la crema de ciertas Facultades universitarias, y por querer convertir en plan escolar lo que acaso puede ser seminario único al comando de usted y a su leal saber y entender‖. 498 José Medina no aceptó la oferta de Alfonso Reyes, principalmente por las coyunturas complejas del momento: los sueldos bajos, las competencias y dificultades académicas, y la inseguridad de la institución a futuro. Tuvo poderosas razones para salir de México. Él, que se había preocupado por concentrar a la familia de su mujer en aquel país, entendió que su lugar no estaba allí. Vuelto de Colombia y tras una breve estancia en México, nuestro autor se incorporó en calidad de Profesor visitante a la Universidad de Puerto Rico en el verano de 1946. Allí permaneció hasta 1952. El hecho definitivo es que Medina nunca más regresó como docente a El Colegio de México, una institución ―tan enlazada en su vida‖, como llegó a reconocer en alguna ocasión a Consuelo Meyer, cuando ésta le propuso regresar a México para incorporarse a la plantilla del recién creado Centro de Estudios Económicos y Demográficos. 499 Únicamente volvió a las aulas de El Colegio para dar una conferencia sobre ―Sociología del desarrollo‖ en 1966. 500 Aunque habían pasado casi veinte años de su marcha, aún se le recordaba. Si bien no hubo un sentido de permanencia intacto de Medina Echavarría dentro de la sociología mexicana. En realidad era un autor al que se le conocía fundamentalmente como traductor, a pesar de su trabajo en la epistemología y en la teoría sociológica en lengua castellana. Le faltaron interlocutores, como le faltó concretar un proyecto de 497 Carta de Alfonso Reyes a José Medina, 17 de mayo de 1947, México D.F. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, caja 15, expediente 6, foja 17. 498 Carta de Alfonso Reyes a José Medina, 23 de mayo de 1947, México D.F. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, caja 15, expediente 6, foja 17. Lo cierto es que Medina nunca contestó la oferta de Reyes. Sin embargo, estas cartas son testimonio de la disputa que pudo haber por el liderazgo académico en el Centro de Estudios Sociales entre el sociólogo español y Cosío Villegas en términos de definición de lo que se quería para esta institución académica. 499 Carta de José Medina Echavarría a Consuelo Meyer, Directora del Centro de Estudios Económicos y Demográficos de El Colegio de México, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1964. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, caja 15, expediente 6, foja 27. 500 En la correspondencia de Medina con Giner de los Ríos se detalla la tramitación de la vuelta de nuestro autor: ―Recibía hace poco una invitación del Colegio de México para profesar una cátedra de Sociología del Desarrollo de febrero a junio de 1965. No pude menos de aceptar enseguida- por muchos motivos y por encima el sentimental- pero su realización depende del tacto que todos tengamos para encontrar aquí la fórmula que me permita la ausencia‖. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, 1 de abril de 1964. Documento 29. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. Sin embargo los reglamentos laborales de la CEPAL dificultaban encontrar una fórmula para esta ausencia. Después de distintos trámites, parece ser que sólo pudo ausentarse de Chile para dar de una conferencia sobre sociología del desarrollo el 31 de agosto de 1966. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, caja 15, expediente 6, foja 33. A la vuelta de ese viaje, Medina confesaba a su amigo Francisco Giner de los Ríos la sensación de ese viaje: ―Sentí que mi estado de ánimo en México no me permitiera gozar más de los encuentros. Y creo que hice todo lo posible por no traslucir demasiado mi crisis de ese viaje hacia el pasado‖. Carta de José Medina Echavarría a Francisco Giner de los Ríos, 10 de octubre de 1966. Documentos 10, 11 y 12. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 315 participación pública, social y política de la sociología, confirmado por el desenlace irrevocable del Centro de Estudios Sociales. La conclusión de este proyecto académico significó el final de su estrategia de inserción académica en México. Aunque Medina Echavarría sintiera esto como un fracaso, aquella experiencia le valió para poner en práctica sus ideas de reformismo social y de apoyo institucional de la práctica sociológica. El Centro de Estudios Sociales fue un nódulo importante de la red de científicos sociales del exilio español y de toda la red institucional en América Latina que trató de generar un pensamiento social en lengua castellana. 501 Su paso por México fue decisivo a la hora de relacionarse con importantes redes intelectuales. Consiguió enraizarse y contactar con la corriente reformista liberal latinoamericana, entablando diálogo y compartiendo temas con intelectuales como Cosío o Reyes y con economistas como Prebisch o Urquidi, que le hicieron ver tempranamente la conciencia del desarrollo que distinguiría a la región después de la Segunda Guerra Mundial y que fueron decisivos en su trayectoria profesional. 502 Desde la Sección de Sociología del Fondo de Cultura Económica y desde Jornadas extendió redes de intercambio sociológico. Compartió con Francisco Ayala, como vimos, un esfuerzo por divulgar y validar el conocimiento sociológico. Y fue precisamente Ayala quien divulgó en prensa sus obras y quien le contactó con otros nombres decisivos en la renovación de la sociología latinoamericana, como Gilberto Freyre o Gino Germani. 503 Medina no rompería los lazos con México. Se fue, pero dejo vínculos activos, porque le interesaba mantener el contacto con este centro editorial de la cultura hispánica y epicentro intelectual del exilio español en América Latina. En ese sentido, siguió colaborando con el Fondo de Cultura Económica, publicó en 1953 sus Presentaciones y Planteos en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, aparecieron artículos suyos en la Revista Mexicana de Sociología o en Cuadernos Americanos, participaría en algún que otro congreso y mantendría relaciones epistolares con Daniel Cosío Villegas y con Alfonso Reyes. 504 Además en México vivían su familia 501 Me refiero aquí nuevamente al intercambio entre México y Buenos Aires, en concreto al Centro de Estudios Sociales y al Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Este instituto, fundado en 1941, estaba dirigido desde sus inicios por Ricardo Levene e integrado por Francisco Ayala, Alberto Baldrich, Jordán B. Genta, Raúl Orgaz, Alfredo Poviña y Renato Treves. Entre los adscritos honorarios figuraban Gilberto Freyre, Antonio Carneiro Leao, José Medina Echavarría, Lucio Mendieta y Núñez, y Justo Prieto. Gino Germani era colaborador ad honorem en este Instituto de Sociología (Germani, 2004: 298). 502 ―Cosmopolita fue la figura de Alfonso Reyes, abierto a todos los rumbos de la rosa de los vientos de la vida universal, y sin embargo, mexicano hasta las cachas‖, escribió Medina (1976: 73). 503 En el primer número del Boletín del Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires coinciden nombres importantes de la sociología latinoamericana y que aparecen en algún momento en la biografía de Medina Echavarría: Gilberto Freyre, Renato Treves, Francisco Ayala, Gino Germani o Alfredo Poviña. Germani escribió un ―Comentario crítico‖ del Seminario colectivo sobre la guerra, en el Boletín del Instituto de Sociología, Vol. III, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1944, pp. 361- 363. ―Alguno de los estudios sobre la Argentina contemporánea llamaron la atención del sociólogo Medina Echavarría Echavarría, a quien Germani consideraba un maestro, y a partir de 1944 fue invitado a publicar en la revista Jornadas‖ (Germani, 2004: 85). Germani no publicó en Jornadas, pero este dato confirma cómo Medina utilizó esta publicación como una plataforma desde la que abrirse al campo sociológico latinoamericano. Germani y Medina coincidieron años más tarde, en diversos momentos. Por ejemplo, sabemos que José Medina Echavarría enseñó diferentes cursos en el Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires mientras Gino Germani estuvo allí (1955-1966) (Germani, 2004: 185). 504 Medina Echavarría estuvo en un ―Congreso Científico organizado en conmemoración del Cuarto Centenario de la fundación de la Universidad Nacional de México‖, entre el 24 y el 20 de septiembre de 1951. Carta de Ramón Mellado, Decano de Administración a Pedro Muñoz Amato, Decano de Ciencias 316 y sus amigos cercanos, caso de Max Aub, Julián Calvo o Francisco Giner de los Ríos. Le interesaba mantener los contactos latentes por si tenía que volver de Puerto Rico. Como siempre, marchó a probar, no cerrando la puerta y dejándola entreabierta. Medina había arribado a México casi sin haber destacado antes en España, pero se marchaba, en cambio, con un merecido prestigio científico y social reconocido más allá de la comunidad sociológica mexicana. La generación con la que más trató, Cosío, Urquidi, o Silva-Herzog, eran menores que él, con lo cual aquéllos no podían ser maestros. Mientras que tampoco podían ser interlocutores para él ni Antonio Caso ni Lucio Mendieta Núñez, ya que la extensa formación alemana de Medina le alejaba de estos dos autores, más anclados en la sociología francesa. No tuvo especial afinidad con estos sociólogos ya formados. Las únicas polémicas intelectuales que Medina mantuvo en su estancia mexicana fueron con Gaos, otro exiliado. Y cuando tuvo las polémicas con Cosío fueron alrededor de temas y cuestiones más personales y de política académica y de poder institucional. 505 Las dificultades personales y organizacionales hicieron difícil el intercambio entre los sociólogos locales y los foráneos y con ello la institucionalización de la propuesta weberiana que proyectaba Medina Echavarría (Morcillo, 2010: 365). El ―olvido‖ temporal de Max Weber en la sociología mexicana se debió a estos problemas personales, burocráticos y financieros, que son propios de las instituciones que hacen ciencia y que en el caso del Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México llevaron a su fin. La reflexión gira alrededor de si la recepción de una corriente de pensamiento se debe más a la circulación de las ideas (traducciones, publicaciones) o a la circulación de las personas. En el caso de la biografía de Medina Echavarría, esta última opción es la que toma más peso. Lo que refuerza la idea de que lo importante es la presencia de una persona en un sitio. A pesar de los libros y las traducciones que dejó, le faltó tiempo para formar a jóvenes sociólogos con los que trabajar sobre teorías sociológicas de forma sistemática. Las ideas viajaron en su maleta. Este proyecto de investigación weberiana no lo conseguiría hasta los años de Chile, cuando logró establecer una escuela sociológica y alcanzó una síntesis teórica de las ideas del clásico alemán en su sociología desarrollista. El exilio le había dado la oportunidad de confirmar sus conocimientos, como le proporcionó la ocasión de enfrentarse a su capacidad de sociólogo, a su capacidad docente y a su capacidad de director de una institución académica. Se sintió competente para construir una epistemología de la sociología en lengua castellana como una aspiración legítima. En su etapa mexicana se reconoce este intento por institucionalizar Sociales, 29 de septiembre de 1951. Foja 15. Certificado de Sara A. Cobas, Directora de la Oficina de Personal Docente, 16 de enero de 1952. Foja 44. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. En ese congreso presentó su trabajo ―La vida académica y la sociedad‖, y publicado luego en Cuadernos Americanos, año XI, Vol. LXII, marzo-abril 1952, pp. 7-29. Además nuestro autor participó en varios congresos de la Asociación Mexicana de Sociología, de la que fue miembro. Archivo Francisco Giner de los Ríos. Biblioteca Generación del 27. 505 Años después Medina y Cosío coincidirán en varios momentos de su vida. En ocasión de un seminario en la Universidad de Bahía en 1963, nuestro autor escribió lo siguiente en referencia a su relación con Cosío: ―Comentar el trabajo de Cosío supone dialogar de nuevo, como dije, con el amigo. Y la amistad –esa humana relación cada vez más difícil en nuestros días- está hecha, como se sabe, por aproximaciones y distancias, reservas y efusiones, y alguna que otra cicatriz de pequeños arañazos. Se trata, en suma, en la amistad, de un esfuerzo de comunicación, logrado sólo de cuando en cuando‖ (Medina, 1963a: 333-334). 317 la sociología en México y dotarla de un carácter sistemático a través de programas de estudio y cursos académicos distinguidos por una concepción científica de la sociología, en base a su conceptuación teórica y su practicidad social. La abstracción teórica de este período intelectual le alejó de una sociología mexicana muy particular y apegada a la realidad social mexicana posterior a la Revolución. Aunque esto no quita para que Medina tomase sentido de la realidad social latinoamericana, aunque sin tener todavía un tema concreto. Quizás esa abstracción desencadenó problemas de audiencias, de discursos, de público, pero también de competencias y de posiciones académicas. 506 Como hemos tenido ocasión de ver, nuestro autor no encontró su lugar en el campo sociológico mexicano. Medina no fue una figura clave en la culminación del proceso de institucionalización de la sociología mexicana, cerrado durante los años 70 y 80 del pasado siglo. En 1973 El Colegio de México refundó el Centro de Estudios Sociales con una nueva generación de sociólogos mexicanos formados en diversos países, incluso en la FLACSO de Santiago de Chile, donde tuvieron contacto con Medina. 507 Fue a partir de entonces cuando se comenzó a hablar de este sociólogo español como una figura central en la historia de la sociología y de las ciencias sociales mexicanas con la aparición de trabajos sobre su obra y con la reedición de varios de sus libros por parte del Fondo de Cultura Económica (Lira, 1983, 1986, 1989; Medina, 1982, 1987). Su restitución coincidió justamente cuando en México se inició un proceso de auto-observación sobre el desarrollo e historia de la sociología, de recuperación de tradiciones de investigación, en el marco de la crisis de paradigmas y que, de modo alguno, reveló la cierta autonomía del campo sociológico mexicano (Castañeda, 1990). En ese momento es cuando se empezó a recordar a Medina Echavarría legítimamente, no sólo como traductor, sino como un sociólogo consagrado con una obra y trayectoria propia, siendo un precursor para la sociología mexicana al haber dejado una herencia de sociología comprensiva e historicista, que no había sido dominante en los años cincuenta o sesenta, ya que ésta permaneció al margen del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM (Reyna, 2005: 436; Zabludosky, 2005: 508). En 1951 se había fundado la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, siendo la primera vez que en México se enseñaba la sociología de manera autónoma e independiente bajo una Licenciatura en Ciencias Sociales. Años después, en 1957, Pablo González Casanova era elegido como el primer director de esa institución al tener un doctorado en Sociología, obtenido en Francia. La sociología empezó así a gozar de una gran demanda en el currículo académico a la par que se apostaba por una mayor profesionalización de la ciencia sociológica y de la aplicación de las técnicas de investigación social, dada la influencia del funcionalismo. En cierto modo, estos hechos no se podrían explicar sin la huella dejada por el Centro de Estudios Sociales dirigido por Medina, pionero en su momento a la hora de 506 Otros autores del exilio español, como Gaos y como Recasens, en cambio, sí que encontraron su hueco en el campo académico mexicano. Esto se puede explicar, en primer lugar, porque no compitieron. O tal vez al estar más desarrollado el campo de la filosofía y del derecho en México pudieron encajar mejor en estas disciplinas de las que eran auténticos expertos. Algo parecido les pasó a los antropólogos Ángel Palerm y Claudio Esteva-Fabregat, dada la extensa tradición de esta disciplina en aquel país. Sin embargo, Medina Echavarría se encontró con un campo sociológico en plena fase de construcción, con todo lo que ello significaba a la hora de tropezarse con liderazgos y protagonismos. Era un auténtico campo de competencias, por los significados y por las posiciones. 507 Entrevista mantenida por el autor con José Luis Reyna, 31 de mayo de 2007, México. 318 intentar institucionalizar un programa multidisciplinar y empírico de ciencias sociales. Herencias y perspectivas sociológicas que la sociología mexicana se ha encargado de ir incorporando con los años y que revelan la importancia adquirida en aquel campo tanto de Max Weber y de la clásica sociología alemana como del avance del empirismo norteamericano (Zabludovsky, 1997, 2005). Hoy día la sociología mexicana no duda en reconocer a José Medina Echavarría como uno de sus clásicos y como uno de los personajes clave e indispensable para entender su historia y los orígenes de su proceso de institucionalización. Aunque su obra no hiciese mucho ruido en su momento, la sociología mexicana ha sabido devolverle con el tiempo aquella enorme deuda contraída. 319 CAPÍTULO X. EN LA UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO. EL PROFESOR DE SOCIOLOGÍA. 1. La llegada a Río Piedras. La coherencia de definirse como sociólogo. A mediados de 1946 Medina llegó a Puerto Rico junto a su mujer Nieves, su hijo José y su hija pequeña Nieves, nacida en México en 1942. 508 Es bastante probable que llegase al campus universitario de Río Piedras decepcionado con su primera experiencia en México. Y encima con la certeza de que regresar a España era imposible. Padeció en primera persona este desencanto: ―El futuro político de España está hoy en el regazo de los dioses‖, había dejado escrito. Del futuro de los problemas españoles dependía también su futuro y el de su familia. Intuía que los años inmediatos para la España franquista supondrían un auténtico retroceso cultural ante una modernización no democrática: ―Aunque la inteligencia triunfe de la pasión, de la imitación y del anacronismo –y entonces los problemas, si difíciles, no son insolubles- pasarán algunos años antes de que la capacidad creadora de la nación española pueda trabajar a pleno rendimiento‖ (Medina, 1953: 122). Como espectador contempló la tragedia de España con distancia y sin dejarse llevar por el apasionamiento, puesto que él mismo estaba también en un período comprometido de su vida. La época de hacer balance a José Medina Echavarría le cogió en un momento terrible de su biografía, porque además le venía superpuesto a la crisis de un segundo exilio. Fue justamente en esta etapa puertorriqueña cuando encontramos mezclada la parte más íntima y personal de su obra con lo estrictamente sociológico. En Puerto Rico hallamos huellas autobiográficas que fue dejando en sus textos sociológicos sobre su vida y su pulso intelectual de largo recorrido. Fue un momento en el que él reflexionó, y mucho, sobre sí mismo, sobre su condición de sociólogo y de exiliado. Sobre su destino cercano incluso. Es por ello que en esta etapa hemos hecho el esfuerzo de interiorizar algunos de sus textos para entrar no sólo en lo referente al sociólogo sino también para convertirlo en persona. Porque esta biografía intelectual es también una narración. Nuestro autor había aceptado la invitación de Jaime Benítez y Antonio J. Colorado para incorporarse a la Universidad de Puerto Rico como ―Profesor Visitante de Sociología‖ para el curso académico de 1946-1947. 509 Allí se iba a ocupar de un ―Curso básico de ciencias sociales‖, que son sus Lecciones de Puerto Rico, publicadas póstumamente en La sociología como ciencia social concreta, matriz de su pensamiento epistemológico sobre la sociología. 510 Además Medina se comprometió a dar unas conferencias adicionales de sociología como compensación adicional al adelanto del 508 Ambos hermanos comparten recuerdos de aquel viaje de México a Puerto Rico. Hicieron escala en La Habana y allí coincidieron con María Zambrano. Tienen todavía aquel infantil recuerdo de la maravillosa luz con que les recibió la capital de Cuba. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 509 ―Fue para nuestra Universidad gran satisfacción recibir su carta en la cual nos informa que se siente usted dispuesto a considerar la invitación que le hicimos.‖, le escribió Colorado. Carta de Antonio J. Colorado, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales a José Medina Echavarría, 25 de abril de 1946. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 510 En su historial de servicios prestados a la Universidad de Puerto Rico figura también con el rango de ―Conferenciante con compensación adicional‖ por motivo de estas lecciones. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. Foja 1. 320 pago del viaje. 511 Más adelante volveremos sobre esto. Ahora es oportuno dejar apuntados algunos de los motivos que le llevaron a quedarse en la isla. La idea era establecerse por un año, pero al final nuestro autor y su familia permanecieron en la isla hasta el verano de 1952. 512 Como me recordaba su hijo José, los viajes familiares eran temporales: ―Siempre los viajes eran por un año y después han durado 25 en Chile, 6 en Puerto Rico‖. 513 Acaso es lo que tiene la vida provisional del exilio. Uno nunca sabe dónde echará raíces, si es que las echará. José Medina y su mujer Nieves sabían que tenían que probar suerte en Puerto Rico y ver qué sucedía respecto a la carrera académica del sociólogo como a su vida personal junto a sus hijos. Probablemente una tentadora oferta económica de la Universidad de Puerto Rico, más las correspondientes estrategias familiares, facilitaron su decisión de establecerse junto a los suyos en la isla caribeña. Puede que encontrase la estabilidad y tranquilidad que le habían faltado últimamente en México. También debemos de tener en cuenta que esta isla representó para la intelectualidad española una atracción por un ―pensamiento bisagra‖ entre la cultura hispánica y la cultura anglosajona. En marzo de 1947 Medina Echavarría había aceptado continuar en la Universidad de Puerto Rico en calidad de Profesor de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales. 514 Es en este momento de la biografía de nuestro autor en el que más estrechamente podemos observar cómo él trató de conciliar su destino profesional junto al crecimiento y la educación de sus hijos. Se nos olvida muchas veces que el sociólogo tiene responsabilidades que van más allá de las meramente académicas como es la de ser padre, sin duda una de las decisiones más importantes a las que se enfrenta una persona. Por tal motivo, tenemos que pensar que la biografía intelectual de Medina Echavarría es también en algunos aspectos la trayectoria vital de una familia, con sus decisiones y sus tiempos. De esta manera, en Puerto Rico encontramos al profesor de sociología, a un sociólogo ya hecho y maduro, pero también hallamos al marido y al padre, siempre atento a los asuntos y a las necesidades familiares. Llegó a una sociedad sin apenas sociología, con pocos interlocutores, pero sintiendo la necesidad de consolidar en ese período de su vida lo que era: sociólogo y 511 ―Recibí su carta del 15 de mayo sobre el caso del señor Medina Echavarría. De acuerdo con sus instrucciones escribí al señor Medina Echavarría explicándole la posibilidad de acceder a su indicación abonándole una cantidad por las conferencias señaladas, con lo que él podría ayudarse para su viaje. Me enteré que el viaje a Méjico viene a costar unos $ (cifra borrada). Me permití, pues, ofrecer esa cantidad al señor Medina Echavarría al mismo tiempo que le indiqué, de acuerdo con la conversación que tuvimos usted y yo, que en caso necesario la Universidad podría hacerle un pequeño adelanto sobre su sueldo para que pudiera trasladarse a Puerto Rico. Estoy esperando contestación a esa carta‖. Carta de Antonio J. Colorado, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales al rector Jaime Benítez. 21 de mayo de 1946. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. Foja 25. 512 A pesar del ―aburrido‖ ritmo de clases que imponía la universidad, según aseguró en una carta a D. F. Rubin de la Borbolla, miembro del Colegio de México, nuestro autor permaneció hasta ese año de 1952 en la isla de Puerto Rico. Carta de José Medina a Daniel F. Rubin de la Borbolla, 5 de diciembre de 1946, Puerto Rico. Archivo Histórico de El Colegio de México, Fondo Antiguo, caja 15, expediente 9, foja 51. 513 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 514 Sobre esta noticia escribía Jaime Benítez a Antonio J. Colorado lo que sigue: ―Me alegra mucho saber que el Sr. José Medina Echavarría haya aceptado definitivamente nuestra invitación a continuar en la Universidad de Puerto Rico en calidad de Profesor de Sociología…Convengo con usted en que la adquisición de los servicios del Profesor Medina Echavarría fortalece y prestigia notablemente la enseñanza de las Ciencias Sociales en esta Universidad‖. Carta de Jaime Benítez a Antonio J. Colorado, 3 de marzo de 1947, Río Piedras. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 321 profesor de sociología. Nuevamente le resultaba problemático empezar el diálogo sociológico con otros pares, como ya le había sucedido en México. Además estaba en esa edad de los cuarenta años (exactamente 42), que precisamente es una etapa biográfica muy importante para un trabajador intelectual. Acaba uno de pasar su período de formación, está teniendo sus primeras experiencias académicas y docentes, comienza a publicar con asiduidad y es cuando surge, de una u otra manera, el afán de ser alguien dentro del campo profesional en el que se está inmerso. Es una etapa fundamental para la vida de una persona porque, entre otras cosas, es el momento biográfico en el que uno se cuestiona hacía dónde quiere encaminar su trayectoria profesional. Y esto, sin duda, le ocurrió a nuestro autor entonces. Fue un momento en el que seguramente comenzó a hacer un balance de lo que había hecho hasta entonces: qué había escrito, qué no había escrito, qué le apetecía escribir, leer, qué libro le gustaría publicar, etc. Es un balance personal distintivo y significativo sobre lo que has leído y no leído, lo que has escrito y no has escrito. Se enfrentó a una etapa de replanteamientos, de cuestionamientos propios y también de verse a sí mismo reflejado en el mundo intelectual que le rodeaba. Y Puerto Rico estaba lleno de novelistas, poetas, artistas, músicos, pero no de sociólogos. En cierto sentido, Puerto Rico fue un apartarse. Quizás esto se debió a que no tuvo un reflejo o un interlocutor claro (porque las mejores reflexiones se hacen con alguien o se pueden contrastar con otros). De esta manera, nuestro autor escribió sociología sin tener una comunidad sociológica de referencia y sin poder participar activamente en ella. La cuestión es que Medina, tanto en México como en Puerto Rico, contrastó sus ideas casi siempre con exiliados. Pero su evolución personal en Puerto Rico le permitió compartir sus ideas con latinoamericanos y no sólo con exiliados españoles. Al trauma de este segundo exilio se le sumaba esta otra crisis profesional como era la de examinar y confirmar legítimamente su obra con la de otros autores. Una vez más tuvo que darse a sí mismo coherencia y tiempo para su edad, para su obra sociológica anterior y para lo que hacía. Le tocaba preservar su individualidad y su equilibrio intelectual después del ajetreo padecido en El Colegio de México. Tenía que ser responsable consigo mismo y con el destino de su familia. Porque Medina estaba en Puerto Rico en otro hito bien diferente de su vida. Estaba pensando y reflexionando tanto en su trayectoria personal como en la profesional. Debía ajustar y conciliar la tarea profesional con las obligaciones personales de ser padre de familia. Por este motivo, uno de los hilos conductores de este trabajo sugiere tener siempre presente la unión entre las decisiones biográficas y las decisiones académicas. (Incluso nos atrevemos a decir que las decisiones biográficas son tan importantes o más que las propias decisiones académicas). A esto se une el hecho de que él fue contratado, principalmente, para dar clases de sociología en la Universidad de Puerto Rico. (Siendo uno de los objetivos más importantes de esta institución universitaria el de formar a las clases altas y a los cuadros dirigentes de la reducida sociedad puertorriqueña). No cabe duda que Puerto Rico fue la etapa biográfica en que Medina se dedicó más auténticamente a la experiencia universitaria como profesor de sociología. Fue vida académica completa y llena, viviendo en el campus universitario de Río Piedras, en una isla, aislado en su mundo, en sus lecturas, y fuera de una comunidad científica más grande. Se dedicó responsablemente a la docencia, que era, como se jactó de decir alguna vez, lo que más le gustaba. 515 515 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. Se entregó, como ya vimos anteriormente, a la vida académica con todo lo que ello significaba para 322 Todo este contexto académico y biográfico ofrecía las posibilidades más idóneas para que el sociólogo español se entregase a la vida académica. Pero también fue entonces, no obstante, cuando se dedicó a madurar su formación sociológica y a terminar de perfilar su pensamiento epistemológico para la ciencia sociológica, como así hizo. Porque una vez más Medina estaba desconectado de una realidad social que le resultaba ajena, sintiendo que no hallaba la audiencia correspondiente para sus preocupaciones, para sus temas, para su conocimiento. Aunque descubrió en Puerto Rico una nueva América Latina, recuperó temas viejos y encontró orientaciones futuras (como la sociología norteamericana de la posguerra), al principio no le resultó fácil recomenzar otra aventura en el destierro. De todo ello nacieron nuevos ajustes biográficos y sociológicos en esta su evolución como sociólogo y como persona. Y ese apartarse hacía sí mismo, hacía su mundo de referencia intelectual, coincidió con el período menos productivo de su trayectoria intelectual, si nos referimos únicamente a publicación de libros y de artículos. Medina sí tuvo en México esa excitación necesaria para encabezar y dirigir diversas empresas científicas y educativas que finalmente fracasaron. La historia de las decisiones de Medina Echavarría y su paso por la sociología mexicana no se pueden resumir únicamente con la palabra fracaso, pero lo que resulta indudable es que el desengaño causado por el final del Centro de Estudios Sociales y su Diplomado de Ciencia Sociales y la falta de confianza fueron, como vimos, unos de los desencadenantes de su marcha. Esa decepción que se apoderó de él le hizo enfrentarse con una realidad incontestable: la precariedad que encontró en América Latina en cuanto a oferta y motivación académica, sensación que apareció en algún momento en la isla caribeña. Allí descubrimos a un Medina más apartado de la vorágine de publicar. Entre otras razones podemos aducir que nuestro autor no tenía grandes estímulos, porque no tenía un trabajo que se lo exigiera y porque tampoco contaba con interlocutores con los que debatir. Si uno va de un país pobre al rico descubre un nuevo mundo enriquecedor que explorar; bibliotecas, librerías, libros, profesores, universidades, etc. Parece que sufre una especie de excitación intelectual. En cambio si es al revés, o eres un especialista de algún matiz concreto de la sociedad que te recibe (como la emigración de trabajadores puertorriqueños), o la desidia actúa en tu contra. Además después de diez años trabajando intelectualmente fuera de España, podía estar cansado. Lo que es evidente es que nuestro autor ya no se estaba formando y como intelectual en plena fase de madurez necesitaba temas (y audiencia). Resaltamos de este ―paréntesis intelectual‖, por tanto, lo complicado que consistía recomenzar una nueva vida en el exilio sociológico buscando nuevas ideas y temas sobre los que escribir y publicar ante el desconocimiento de la nueva sociedad de acogida. A ello se le unía que lo que estaba leyendo en aquel entonces le interesaba sobremanera. 516 Lo poco que publicó y escribió, como sus Lecciones, estaban dirigidas a sus alumnos. él. Así entendía el trabajo intelectual en la Universidad: ―Sin duda, excepcionales cualidades de inteligencia y de energía de trabajo; el planteamiento mismo de la investigación, la hipótesis perseguida, el plan que se traza y desarrolla, suponen, claro está, capacidades intelectuales fuera de lo común, más luego viene la incansable suma del trabajo diario, las lecturas y experiencias metódicas, el amontonamiento dentro de las cuartillas‖ (Medina, 1953: 38). 516 Por ejemplo, los recuerdos que su hijo José mantiene de su padre en aquellos años le dibujan leyendo y estudiando a Max Weber. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid.En este punto aprovecho a recordar las palabras que Medina le dedicó a José Luis Reyna cuando decía que en el trabajo intelectual hay momentos de gran inspiración y otras veces uno puede pasarse días 323 Como ya dijimos, Medina no perdió el contacto con el ámbito editorial mexicano. En aquel país publicaría sus artículos ―La Ciencia Social en la Sociedad Contemporánea‖, de 1951, aparecido en la Revista Mexicana de Sociología y ―La vida académica y la sociedad‖, publicado en Cuadernos Americanos en 1952. En 1953 aparecería su Presentaciones y planteos. Papeles de sociología, libro que recoge ensayos escritos entre 1943 y 1952. 517 Todos estos trabajos se corresponden a ―la continuidad de un esfuerzo‖ por redondear y cerrar ese período epistemológico de su obra (Lira, 1990: 10). Algo que no le suponía una auténtica ruptura intelectual, sino más bien constituía la prolongación de una preocupación, de unos autores y de sus inquietudes particulares. Aunque debemos distinguir, obviamente, entre publicar poco con el trabajo intelectual invisible que es leer, escribir y pensar en aquellos asuntos sociológicos que realmente le preocupaban. Por tal motivo, este capítulo tiene su importancia en el conjunto de este trabajo y también, como no podía ser de otra manera, en la totalidad de toda su obra al subrayar que esta estancia fue verdaderamente fructífera para el sociólogo español, empezando por la valía de los textos que publicó y, sobre todo, por toda esa acumulación de lecturas y de ideas que posteriormente tendrían su máxima expresión. Su imaginario era tan personal como sugerente, por lo que se concedió tiempo y distancia. Esto, desde mi punto de vista, le permitió trabajar con tranquilidad, sosiego y equilibrio, como le facilitó reflexionar sobre aquellas ideas sociológicas, justamente porque él pensaba que era el momento necesario para hacerlo. Teniendo tal vez en cuenta las circunstancias cruciales para América Latina en lo económico, en lo social y en lo político. Fue un momento en perfecta evolución de su trayectoria intelectual para buscar la novedad en algunos de los asuntos sociológicos que ya había iniciado a pensar y a escribir en México. Puerto Rico supuso cerrar un período de dominio teórico, pero fue clave para abrir su última y gran fase de creación intelectual, cuando ofrezca a la sociología latinoamericana la muestra de su propia innovación: la sociología del desarrollo. 2. Contexto histórico e intelectual. El contexto histórico, intelectual y social que encontró nuestro autor en Puerto Rico estaba distinguido por el movimiento modernizador en lo cultural, en lo económico y en lo político que se estaba impulsando desde 1938, año en que Luis pensando en las musarañas o viviendo en la luna. Entrevista mantenida por el autor con José Luis Reyna, 31 de mayo de 2007, México. Un ejemplo de este estilo de trabajo intelectual lo encontramos en una nota de edición de Jorge Graciarena a La sociología como ciencia social concreta: ―Entre sus muchas virtudes intelectuales tenía Medina la de un extremado rigor para su propio trabajo. Su capacidad de autocrítica era inagotable, y así encontramos en sus notas manuscritas sobre la redacción de este libro numerosas observaciones para cada capítulo: ―reelaboración total‖, ―pasadera‖, ―pasadera-ampliable‖, ―notoriamente insuficiente‖, ―buen planteamiento; falta un punto‖, etcétera, demostrativas de la probidad intelectual que regía su pensar y su elaboración de pensamiento‖ (Medina, 1980: 82). Ello nos dice mucho de su capacidad y de su esfuerzo. Tenía un método de trabajo y era fiel a él. Sus pensamientos podían ser más lentos porque necesitaba más profundidad para sus reflexiones. Sin embargo Medina era un autor que, a falta de motivación (como le ocurría en Puerto Rico), combinaba muy bien la constancia, la rutina y la voluntad. 517 Contiene los siguientes ensayos: ―Vida académica y sociedad‖ (1952), ―La ciencia social en la encrucijada‖(¿?), ―Acerca de los tipos de inteligencia‖(¿?), ―La política y la tierra‖ (1943), ―Tránsito de Europa‖(1945), ―Reeducación alemana‖(1945), ―¿Filosofía del derecho?‖(1943), ―El hábito y el monje‖(1946), ―El sociólogo y el arte‖(1946?), ―Max Weber‖(1944?), ―Concepto y temas de la sociología‖ (1946) y ―Proyecto de un curso‖ (1946). 324 Muñoz Marín funda el Partido Popular Democrático y que ve cómo T. Piñero, miembro de este partido, es elegido Comisionado Residente de la Isla. Debemos recordar que esta isla fue anexionada por los Estados Unidos en 1898 tras la victoria norteamericana en la Guerra Hispano-Estadounidense, poniendo fin a más de 400 años de posesión colonial de España. Esta anexión por parte de Estados Unidos, junto a la de Cuba, abrió ―una etapa en que la hegemonía norteamericana se afirmaba en casi toda Latinoamérica con vigor sin precedentes, y en Centroamérica y el Caribe se desplegaba como un casi desembozado dominio‖ (Halperin, 1997: 523). Uno de los ejemplos más característicos de la política de dominio cultural impuesta por los Estados Unidos en la isla puertorriqueña fue la creación en 1903 de la Universidad de Puerto Rico, lugar en que se empezó a impartir las clases en inglés con el objetivo de imponerlo como idioma de la isla. Esto provocó una tersa disputa cultural, identitaria y política entre la herencia española y el intento de asimilación anglosajón a través de la educación. Conviene tener presente, en este punto, la importancia adquirida por la Universidad de Puerto Rico como aparato de modernización cultural y social bajo esa dicotomía mantenida entre el ―ethos cultural norteamericano‖ y el ―ethos cultural español‖, resuelto a favor de mantener latente la tradición cultural hispánica (Quintero Rivera, 1993). De esta manera, uno de los vehículos que se utilizó para el reforzamiento cultural fue recuperar la tradición española a partir de una apertura de Puerto Rico a la que había sido su comunidad tradicional más amplia, como era la hispanoamericana. Algo que ya se había hecho en la década del 20 y del 30 del siglo XX invitando a profesores españoles que colaborasen y sentasen cátedra en la Universidad de Puerto Rico, ya fuera en cursos de verano o bien durante el año escolar. Cabe mencionar el paso por sus aulas de figuras de la talla de Amando Alonso, Fernando de los Ríos, Federico de Onís, Américo Castro o Ramón Menéndez Pidal. Fruto de este enfoque fue la creación en esta universidad de un Departamento de Estudios Hispánicos gracias a la ayuda del Centro de Estudios Históricos de Madrid y al Departamento de Español de la Universidad de Columbia, dirigido por Federico de Onís (Benítez, 1981). Esta colaboración permitió el intercambio cultural entre la isla y la península a través de la visita de profesores y alumnos a uno y otro lado del Atlántico. Era un lugar atrayente para la intelectualidad española. Puerto Rico, país hispano por tradición, cultura e historia no tuvo que dejar de serlo a la hora de ser un Estado Libre Asociado a los Estados Unidos. Es una forma singular de convivencia entre el país rico y poderoso y el país pobre, no perfecta, pero sí susceptible de mejora. La Universidad de Puerto Rico era un lugar del diálogo cultural que se produjo entre Puerto Rico y España a lo largo del siglo XX, en el cual la creación y el desarrollo del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico ocupa un lugar destacado. También la influencia que dejó Ortega y Gasset por varias décadas en torno al fortalecimiento y al desarrollo de la educación en general, que influyó en el rector Jaime Benítez. Ortega influyó en la creación, concretamente, de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico. Influyó en Benítez la obra de Ortega Misión de la Universidad (Rivera, 2002: 234-235). La difusión cultural de la herencia hispánica se vio aumentada en los años 40, momento en el que coinciden las voluntades de Luis Muñoz Marín, quien en 1948 había sido elegido Gobernador de la Isla, y de Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico desde 1942. En esa década hubo un fuerte debate en Puerto Rico sobre la forma de relacionarse económica y políticamente con los Estados Unidos. Ese movimiento, que no era ni anexionista ni independista, tomó el camino del medio, que 325 fue el de Estado Libre Asociado. El modelo puertorriqueño de modernización ―asociada‖ a los Estados Unidos, sin embargo, tenía también como uno de sus contrapuntos, como anteriormente advertíamos, el dilatar y afianzar la identidad hispánica y la lengua española que se estaba perdiendo como sentido de identidad. Pero no como una identidad para lograr una independencia política, sino para asumir una identidad propia con tal de lograr una postura frente a la metrópoli. La resolución de esta encrucijada terminó por una salida económica y política a favor de Estados Unidos, mientras que en el terreno cultural e intelectual se apostó por mantener latente la tradición hispánica. A este respecto, la Universidad de Puerto Rico reclutó a científicos, intelectuales y pensadores del éxodo español, quienes se estimaban capaces de elevar y modernizar el nivel cultural del país. La modernización de esta universidad la asumió Jaime Benítez quien a partir del curso académico de 1943-1944 comenzó a aplicar las teorías educativas de José Ortega y Gasset, recogidas en sus lecciones Misión de la Universidad (Ortega Spottorno, 2001). La consecuencia mayor de esta reforma educativa sustentada en la teoría educativa orteguiana fue la creación de una Facultad de Estudios Generales, todavía vigente, además de la fundación de otras facultades como la de Humanidades, la de Ciencias Naturales y la de Ciencias Sociales. Se formularon nuevos programas y nuevas estructuras llamadas a servir de la manera más eficaz posible no sólo al desarrollo de nuevas actitudes, profesiones y destrezas, sino a la formación integral del estudiante. 3. La importancia de las redes intelectuales. La Universidad de Puerto Rico se convirtió en pocos años en una institución universitaria de reconocido nivel intelectual para América Latina y Centroamérica. En ese crecimiento ayudaron muchos españoles del destierro de la Guerra Civil que colaboraron tan enérgicamente. En cierto modo, Puerto Rico representó entonces un segundo lugar de exilio, como México fue el primero y más importante (Ortega Spottorno, 2001). Por citar algunos de estos ―transterrados‖ menciono los nombres de Francisco Ayala, Pau Casals, José Ferrater Mora, Manuel García Pelayo, Eugenio Granell, Jorge Guillén, Vicente Herrero, Vicente Lloréns, Juan Marichal, Juan Ramón Jiménez o Pedro Salinas (Benítez, 1981). Nuestro autor coincidió y mantuvo amistad con algunos de estos exiliados, sobre todo con Francisco Ayala, 518 que había llegado a la universidad puertorriqueña por mediación suya, con Juan Ramón Jiménez, con Vicente Llorens, con quien le unía un apego desde los años de juventud en Valencia, 519 y con Euegenio Granell, quien enseñaba arte y era muy querido por la familia del sociólogo español. 520 518 Ayala en sus memorias, Recuerdos y olvidos, recoge ciertos pasajes de Puerto Rico en los que evoca la figura de José Medina: ―Ahora, en la Universidad de Puerto Rico, la gran figura cortejada y disciplente, de la Facultad de Ciencias Sociales era Pepe- Don Pepe, pues por si fuera poco el respeto que inspiraba su estatura intelectual, su prudencia y la reserva distante de su carácter, Medina era de esas personas que, en lo físico, representan bastante más edad de la que en realidad tienen‖ (Ayala, 2006: 357). 519 Entre 1945 y 1947 Vicente Llorens ejerció de profesor de Literatura Española en la Universidad de Río Piedras (Assistant Professor) (2006: 39). Llorens había traducido para el Fondo de Cultura Económica el texto clásico de Ferdinand önnies, Gemeinschaft und Gesellschaft (1887), que apareció bajo el título de Principios de sociología (1942) (Clara Lida, 2002: 155). Medina conocía a Llorens, como decíamos, de los años de Valencia, cuando compartieron juventud junto a los hermanos Gaos, Juan Gil- Albert y Max Aub, del que se acordaron alguna que otra vez en Puerto Rico (Llorens, 2006: 18 y 59). 520 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 326 Además Medina tuvo la oportunidad de entablar relación con algunos pensadores latinoamericanos, porque Benítez no se conformó con obtener el mejor profesorado entre los valores españoles, sino que también reclutó a valiosos científicos e intelectuales de América Latina. Precisamente nuestro autor se relacionó en la Universidad de Puerto Rico con el gran filósofo argentino Risieri Frondizi, que fue invitado a dar clases en 1949, y con los chilenos Jorge Ahumada, economista, y Jorge Millás, filósofo. Con Ahumada estableció una estrecha amistad intelectual y personal que años más tarde le permitiría a Medina articular una red intelectual para llegar a la CEPAL de Santiago de Chile. Hasta llegar a ese momento de su biografía tenemos que pensar en todo este contexto histórico e intelectual que rodeó a nuestro autor en Puerto Rico durante 6 años de su trayectoria académica y que, de modo alguno, influyó en el fondo de algunos de los temas que trató durante aquella estancia. Acaso es obligado reflexionar sobre la decisión profesional y académica que le llevó a Puerto Rico. Como decíamos arriba, esta isla del Caribe se convirtió en un segundo refugio para alguno de los miembros del exilio español. Es por tanto coherente y lógico que nuestro autor siguiera el camino dejado de esa red de exiliados. En este sentido, Medina no se guió por una red análoga de pensamiento y de preocupaciones intelectuales, que le hubiera conducido muy probablemente a los Estados Unidos, 521 sino que se sumó a una red de de miembros que compartían la experiencia del exilio de la Guerra Civil española. Tras el fracaso de inserción académica en México, encontró en Puerto Rico otra comunidad académica más afín, quizás no tanto en inquietudes sociológicas de gran calado, pero si en consonancia, principalmente, en cuanto a la huella de lo vivido. Lo que quiero destacar en esta tarea de reconstrucción del contexto y de la presencia de las redes intelectuales es que José Medina concurrió en un Puerto Rico rodeado de exiliados como él y de otros pensadores latinoamericanos, como el propio Jaime Benítez y del economista chileno Jorge Ahumada. 522 Se encontró un Puerto Rico en el que se concentraron tanto pensamientos parecidos, lo que pone de manifiesto que nuestro autor pudo compartir algunos planteamientos comunes con otros residentes de la isla durante aquel período de tiempo, como pudo ser, por ejemplo, la teoría educativa orteguiana en J. Benítez, que es más que probable que le hiciera a Medina recuperar la pasión por Ortega y adentrarse en la sociología de la educación, 523 el compartir con 521 Fue común entre los intelectuales exiliados probar segunda fortuna en los Estados Unidos, cuya universidad ofrecía mejoras económicas y materiales sustanciales respecto a la universidad y centros de investigación mexicanos. Este recorrido profesional lo siguieron personajes como Juan David García Bacca, Juan Roura Parella o Francisco Ayala. 522 En Puerto Rico mantuvo contacto epistolar con Francisco Giner de los Ríos, un activo importante de la red intelectual de la UNESCO: ―Le presento a usted a Paul Mathiud, alfo funcionario de la UNESCO, que marcha a esa para organizar la conferencia de este año. Al preguntarme de nombres de españoles que pudieran colaborar en la obra de esta Institución, he pensado enseguida en el suyo. El le hablará de todo y estoy seguro que usted sabrá atenderle con ese sentido de eficacia que yo supe apreciar en usted cuando hacíamos juntos las Jornadas. Le debo a usted, hace mucho tiempo, una larga carta. Recuerdo a Nieves y un abrazo de su amigo!‖. Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina Echavarría, 26 de febrero de 1947, París. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. Foja 2. 523 Por ejemplo, gracias a los testimonios de José y Nieves Medina podemos saber que nuestro autor participó de la vida social de la isla y de la Universidad de Puerto Rico. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid, y entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. Medina era invitado a cenas y actos por Luis Muñoz Marín o Jaime Benítez, donde en algunas ocasiones el tema de fondo era la política. Tenemos que 327 Francisco Ayala la construcción problemática de la sociología, pero también se encontró con el reforzamiento de perspectivas más novedosas. En efecto, la experiencia adquirida por nuestro autor en el Colegio de México a través de Jornadas y de los seminarios celebrados en el Centro de Estudios Sociales ya le había permitido tener una visión más generalizada de América Latina y, como ya pudimos observar, significó su contacto con una red intelectual más amplia que la mexicana. Por ejemplo, con Ahumada no sólo pudo retomar el contacto que ya había iniciado en México con el desarrollo económico y social latinoamericano, sino que además esta correspondencia intelectual le acercó a la América del Sur, una América distinta a la que nuestro autor había conocido en Centroamérica, en México, en Colombia o en el mismo Puerto Rico. Esto pone de manifiesto que el paso de José Medina Echavarría por esta isla caribeña quizás sea más importante y definitivo para el devenir de su carrera académica de lo que podríamos creer, puesto que este período de su vida le permitió integrarse en un circuito de conocimiento y de promoción académico. Esta perspectiva que manejamos obviamente quiere reclamar la importancia de esta etapa puertorriqueña del sociólogo español de una manera sistemática y hasta ahora no atendida por la sociología latinoamericana o española con el suficiente detalle. 524 Este trabajo quiere cubrir, entre otras muchas cosas, ese hueco. Porque contrariamente a lo que podíamos pensar, Medina encontró en Puerto Rico un lugar propicio para reverdecer viejos temas y adentrarse en nuevos retos intelectuales que con el tiempo desembocarían en su mayor aportación sociológica al gran pensamiento propio de América Latina como fue la sociología desarrollista. 4. Estado y desarrollo de las ciencias sociales en Puerto Rico. El profesor de sociología. Resulta común en la biografía de Medina la significación que tuvo para su trayectoria intelectual el hecho de encontrarse en América Latina con sociologías estructuralmente rudimentarias. 525 Ya le había sucedido de forma alguna en México y pensar que era una sociedad pequeña y en la que acumulación de reflexiones y esfuerzos sobre la modernización educativa y política era más efectiva de ver. Toda esta estrecha relación entre sociedad, política y mundo universitario que vivió nuestro autor seguro que explican algunas de sus reflexiones sobre la vida académica y sus posteriores aportaciones a la teoría desarrollista en las que la educación asumiría un papel central como factor de modernización. Puerto Rico, en este aspecto, fue una oportunidad para Medina de observar la experiencia y la práctica de la integración entre sociedad y universidad, un consenso que en México no fue capaz de impulsar. 524 La etapa puertorriqueña de Medina ha tenido poca atención dentro de la sociología latinoamericana y española. En América Latina encontramos algunos trabajos de Andrés Lira sobre sus reflexiones alrededor de la vida académica y el trabajo de Adolfo Gurrieri sobre la teoría sociológica de aquellos años. Tenemos en España los trabajos de José Castillo, en el que trata brevemente una incursión de Medina en la sociología del arte, y, principalmente, el trabajo de Manuel Rodríguez Caamaño, que sin detenerse en la etapa puertorriqueña de nuestro autor, sí que podemos decir que es el texto más acabado sobre la aportación teórica a la sociología realizada por el exiliado español en aquellos años. Obviamente esta tesis nos permite tener una forma de concebir la obra sociológica de Medina de forma más amplia y relacionando sus diferentes etapas bajo una visión de conjunto. 525 En Puerto Rico observó que una de las cuestiones que han caracterizado a las ciencias sociales iberoamericanas ha sido el convertir la ciencia en cuestión de burocracia, siempre sujeta a la financiación pública: ―nadie puede disponer hoy de los laboratorios y medios de investigación necesarios sin ayuda pública‖ (Medina, 1953: 41). Él sabía de estos problemas de financiación desde los años de España y los había sufrido seriamente en México. Sabía de lo que hablaba. En el campo sociológico hispanoamericano no había, como en el caso norteamericano, la ayuda privada a la investigación social. Aunque Medina Echavarría en algunos puntos sea un auténtico romántico, hablándonos del trabajo intelectual, también 328 volvió a repetirse en Puerto Rico, una sociedad que no tenía una tradición intelectual y universitaria parecida a Alemania o a la España de la Segunda República. Nuestro autor se topó otra vez más con una sociedad sin sociología. Puerto Rico ocupaba, y ocupa, sin embargo un lugar valioso en la historia de la cultura española y latinoamericana por su tradición en la literatura (máxime si recordamos las figuras de Juan Ramón Jiménez y el poeta de la generación del 27 Pedro Salinas). Pero no así en la tradición sociológica. En cambio, nuestro autor dio con una sociedad en la que muy recientemente se comenzaba a interesar por las ciencias sociales y la sociología. El sistema universitario puertorriqueño, a través de su Universidad, no comenzó a abordar el proceso de institucionalización de la sociología hasta principios de los años 40, como tuvimos oportunidad de ver anteriormente. En ese proceso de formación y modernización de la estructura universitaria se corresponde la creación en 1945 del Centro de Investigaciones Sociales adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras (Quintero Rivera, 1993: 139-142). Medina acabaría dando clases en aquella facultad y en su centro de investigaciones, de claro ascendente norteamericano. Por otro lado, en la Facultad de Estudios Generales, pesaba más el exilio español y la huella dejada por José Ortega y Gasset. 526 Destacamos, en este punto, que lo interesante es que José Medina arribó a Puerto Rico como un sociólogo reconocido y en cierto modo consagrado. Esta retrospectiva nos permite pensar que ya no era un autor desconocido, sino que con su responsabilidad directiva y académica sumada a su obra sociológica en México le había hecho añadir réditos y méritos como para insertarse en la estructura de consagraciones del circuito de intelectuales latinoamericanos. En otras palabras, él se dio a conocer y fue reconocido por la red de conocimiento latinoamericano tras su paso por México y su labor para institucionalizar la sociología en aquel país. Por ejemplo, el sociólogo argentino Alfredo Poviña ya había dicho que su trabajo en el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México era uno de los mayores esfuerzos para implantar y desarrollar tanto la docencia como la investigación sociológica en la región. Otro miembro del exilio español, Alfredo Mendizábal, en el capítulo que escribió de sociología en España para el libro de Gurvitch y Moore sobre sociología del siglo XX destacó a José Medina Echavarría como el gran sociólogo de su generación. Alfredo Mendizábal afirmaba que hasta 1918 en España apenas había meros aficionados a la sociología, pero con Medina la sociología alcanzó unas cotas científicas y teóricas sobresalientes, ya que era ―un sociólogo que es más que un simple sociólogo‖ (1970: 356). 527 Por así decirlo, Mendizábal estaba reconociendo a nuestro autor como el miembro más cualificado entre los emigrantes españoles para enriquecer y desarrollar la sociología latinoamericana. Un reconocimiento que también le llegaba de la sociología académica norteamericana. Me refiero al artículo que Stewart A. Queen le eso no deja que fuese realista y supiese ver con perspectiva el lento y dificultoso desarrollo de la sociología en lengua castellana. 526 Allí impartió sus citadas Lecciones de Puerto Rico. ―La Facultad de Estudios Generales y los denominados cursos básicos, de los que el de Ciencias Sociales forma parte, representan uno de los aspectos más generosos y originales de esta Universidad‖ (Medina, 1953: 219). 527 En esas líneas apenas tiene cabida Recasens, y Ayala, por su parte, no es citado. Hasta ese tiempo, año 1945, JMedina ya había escrito una obra sociológica caracterizada por una sistematización y un rigor metódico difícilmente apuntado antes por la sociología española y que sus compañeros de generación, caso de Luis Recasens y Francisco Ayala, lograrían años más tarde. Por ejemplo, Francisco Ayala no publicaría su Tratado de sociología hasta el año 1947 y Luis Recasens no presentaría su Sociología hasta 1956. 329 dedicó en la revista Social Forces en 1948 bajo el esclarecedor título ―The sociology of José Medina Echavarría‖. En ese texto el profesor de sociología de la Universidad de Washington -quien había sido presidente de la American Sociological Association en 1941-destacaba alguno de los aspectos epistemológicos y teóricos de la sociología del sociólogo español incluida en tres obras mexicanas: Panorama de la sociología contemporánea (1940), Sociología, teoría y técnica (19419, y Responsabilidad de la inteligencia (1943). Sus palabras son muy reveladoras sobre la talla intelectual de nuestro autor‖: ―Medina Echavarría prefiere asumir los riesgos de envolverse con las cuestiones prácticas…Sugiere que los sociólogos deben comenzar a trabajar sobre las necesidades diarias como problemas fundamentalmente científicos al igual que éstas han de proporcionar un terreno de pruebas para hipótesis más generales…Espero que muchos de mis colegas se puedan beneficiar de estudiar los trabajos de este brillante español‖ (Queen, 1948: 380-381). El profesor norteamericano reconocía, de esta manera, la importancia de la sociología aplicada o empírica que proponía Medina como instrumento científico al servicio de los problemas sociales cotidianos y como mecanismo de su resolución. Stewart Queen había conocido a Medina Echavarría en un seminario organizado por el Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico en verano de 1948 sobre ―Integración de las ciencias sociales‖, lo que explicaría este favorable artículo de presentación. 528 Con estas declaraciones podemos apuntar que Medina estaba siendo reconocido internacionalmente en el campo de la sociología desde tres posiciones distintas: desde la red del conocimiento sociológico latinoamericano (A. Poviña), desde la red intelectual formada alrededor de la emigración española (A. Mendizábal) y, finalmente, desde la red de conocimiento sociológico norteamericano (S. A. Queen). Observamos que son tres redes intelectuales que traducidas a la biografía de nuestro autor fueron también tres posibles estrategias de inserción académica que él manejó en algún momento tras su salida de México. Así, de esta manera, Medina desechó la incorporación a la sociología norteamericana para priorizar, en un primer momento, la red intelectual del exilio republicano en Puerto Rico, aunque ello significase su retraso de ser miembro de una auténtica comunidad sociológica, hecho que ya se produciría cuando se sumó a la red de conocimiento sociológico latinoamericano en un momento en que la importancia de las ciencias sociales y de la sociología en América Latina propició la internacionalización de la educación superior y la transferencia de científicos sociales a lo largo del continente. Pero no adelantemos acontecimientos ni nos desviemos de lo que realmente nos interesa en este punto, que es resaltar la comparecencia de Meidna Echavarría en la Universidad de Puerto Rico como un sociólogo y como un profesor de sociología con los suficientes conocimientos y experiencias como para ser reconocido por otros sociólogos. 4.1. El profesor de sociología. Aunque él llegase a una universidad alejada de lo que hoy llamaríamos la ―excelencia universitaria‖, en plena fase de crecimiento organizativo, pienso que Medina en esta etapa de su itinerario profesional sí que se adentró en una permanente búsqueda de la excelencia, tanto en la continuación de su obra sociológica iniciada en 528 Carta de Millard Hansen a Clarence Faust, Ford Foundation, Pasadena California. 3 de abril de 1952. Foja 35. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. Parece ser que ambos también coincidieron en México en el Segundo Congreso Nacional de Sociología celebrado en la Universidad de Guadalajara en 1951 (Tierno, 1954: 166). 330 México, como en desempeñar lo más fiel y seriamente posible su papel académico y docente. Porque para eso se le había contratado. Había llegado como visitante, pero ya durante el curso de 1947-1948 se le concedió una Cátedra de Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales con carácter probatorio hasta que en el curso de 1949-1950 le fue asignada esta misma cátedra pero con carácter permanente. También le asignaron el puesto de ―Editor asociado‖ de las ediciones internas de la Facultad de Ciencias Sociales. 529 Fue miembro del Comité de Integración de la Facultad de Ciencias Sociales. 530 Y además, según nos cuenta Andrés Lira, parece ser que Medina ayudó en la reforma del plan de estudios de la Facultad de Estudios Superiores de la Universidad de Puerto Rico. 531 Nuestro autor pudo renovar su desempeño en las tareas organizativas e institucionales de los estudios sociológicos y sociales, pero en Puerto Rico, sobre todo, fue más que nunca profesor de sociología. Junto con sus lecciones de las clases dictadas en 1946, Medina Echavarría además impartió otra serie de conferencias, seminarios y cursos. En abril de 1947 impartió una serie de conferencias para los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales bajo el título de ―La Ciencia Social en la Sociedad Contemporánea‖, comprendida por las siguientes partes: ―Naturaleza de la Ciencias Social‖ (miércoles, 9 de abril); ―Validez de la Ciencias Social‖ (martes 15 de abril); ―Supuestos de la Ciencia Social (viernes, 18 de abril); e ―Integración de la Ciencia Social‖ (miércoles, 23 de abril). 532 Durante el primer semestre del curso académico 1949-1950, impartió los siguientes cursos en los diversos programas de Ciencias Sociales: ―Introducción a la Sociología‖, ―Organización social‖ y ―Sociología Contemporánea‖. 533 En el curso 1950- 1951 dictaba 8 horas semanales del curso introductorio, ―Introducción a la Sociología‖, que tenía una matrícula de 230 estudiantes. Además dirigía a los profesores que estaban 529 Historial de Servicios prestados por el señor José Medina Echavarría a la Universidad de Puerto Rico. Foja 1. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 530 José Medina colaboraba en las recomendaciones del catálogo editorial junto a E. Augusto Bird, catedrático Asociado de Economía, Millard Hansen, Director del Centro de Investigaciones Sociales, Carlos Hernández, Instructor de Psicología, John J. Kennedy, Director de la Escuela de Administración Pública, Adriana Ramú de Guzmán, Directora de la Escuela de Trabajo Social, Simon Rottenberg, Director del Instituto de Relaciones del Trabajo, Luz María Torruellas, Catedrática Asociada de Economía y Pedro Muñoz Amato, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales. Documento del 30 de junio de 1950. Foja 7. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 531 Entrevista mantenida por el autor con Andrés Lira, 10 de mayo de 2007, México. 532 Isabel Ortiz Espéndez. Secretaria del Rector de la Universidad de Puerto Rico. Certificado del pago de un ―ciclo de conferencias sobre la Ciencia Social en la Sociedad Contemporánea‖. 9 de abril de 1947. Foja 19. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. Las conferencias comenzaban a las 20: 15 de la tarde y se impartieron, según confirma en una carta Antonio J. Colorado, en el salón de Estudios Generales I. Estas conferencias eran compromiso de Medina respecto a la Universidad, pues como vimos le adelantó una cantidad de dinero para realizar el viaje desde México. Luego Medina fue pagando a plazos la cantidad recibida, pero una vez ―dadas las conferencias habrá que pagarle esa cantidad al señor Medina‖, le reconocía Colorado a Jaime Benítez. Carta de Antonio J. Colorado, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales a Jaime Benítez, 26 de marzo de 1947. Foja 33. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 533 Medina impartía ―Introducción a la Sociología‖ los viernes y sábado, de 11-12 hrs, de la mañana, ―Organización social‖ los miércoles jueves y sábado, a las 9 hrs. y ―Sociología Contemporánea‖, los lunes, martes, y viernes a las 10 hrs. Documento de Pedro Muñoz Amato, Decano de Ciencias Sociales, sobre las asignaturas asignadas a José Medina Echavarría, 7 de agosto de 1949. Foja 16. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. Es una muestra del ritmo de clases al que se vio sometido nuestro autor durante este tiempo, preparándolas con lecturas, escritos, apuntes y los correspondientes programas de las asignaturas. Toda esta carga docente explicaría, en cierto sentido, su pereza a la hora de publicar trabajos académicos. 331 a cargo de las secciones de discusión de este curso. Además impartió otros dos cursos distintos por semestre: en el primer semestre, ―Organización Social‖ y ―Sociología Contemporánea‖. Y en el segundo trimestre: ―Cambio Social‖ y ―Sociología de la Cultura‖. 534 Durante el primer semestre del año académico 1951-1952 se encargó de tres asignaturas: ―Introducción a la Sociología‖, ―Organización Social‖ y ―Sociología Contemporánea‖. 535 Por último, señalar que entre la documentación consultad hemos encontrado la referencia a un ―Curso de Diez Lecciones sobre la Filosofía de Karl Jaspers‖, que Medina dictó en la Facultad de Humanidades. 536 Sin embargo no estaba fechada. Más allá de esta referencia filosófica, es interesante comprobar su faceta como profesor de sociología, reflexionando desde una sociología sistemática sobre cuestiones relativas al objeto, la historia o el método sociológico. 4.2. La sociología en Puerto Rico. Como decíamos anteriormente, nuestro autor se instaló en una sociedad con muy poca sociología. Cabe destacar la figura de Eugenio María de Hostos, continuador del positivismo decimonónico, autor del primer Tratado de Sociología de América Latina, publicado en 1903 y por el que se le considera como uno de los fundadores de la sociología latinoamericana (Méndez, 2007: 43). Eugenio M. de Hostos también se interesó por la antropología, la historia, la economía, la pedagogía, el derecho y la ciencia política, si bien su aportación dilatada por toda la región, ya que fue profesor en Chile o la República Dominicana, no tuvo una continuidad en forma de institucionalización de la sociología en Puerto Rico, ya que su atención a las ciencias sociales no se justificaba en intereses puramente científicos, sino más bien le inquietaba abrir un proceso de modernización política y social para América Latina. 537 La sociología latinoamericana de principios del siglo XX, como sabemos, era cosa de autores más bien aislados que de integrantes de una auténtica comunidad científica. La tradición sociológica más reciente en Puerto Rico se encontraba precisamente en la literatura, algo que nos dice mucho sobre la condición embrionaria del campo sociológico en aquel país: ―Después de 1942 las ciencias sociales de distanciaron de aquellos estudios realizados primeramente por escritores puertorriqueños que 534 Carta de Pedro Muñoz Amato, dirigida a Ramón Mellado, Decano de Administración, 6 de diciembre de 1950. Foja 8. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 535 Documento con las asignaturas de Medina para primer semestre del curso académico 1951-1952. Firmada por Enrique Bird Piñero, Ayudante del Decano, 1 de junio de 1951. Foja 9. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 536 ―Curso de Diez Lecciones sobre la Filosofía de Karl Jaspers‖, Universidad de Puerto Rico, Facultad de Humanidades. Del 24 de febrero al 5 de mayo los viernes a las 16: 30 de la tarde. Foja 17. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 537 ―El interés de Hostos por las ciencias sociales no tenía, sin embargo, motivaciones exclusivamente científicas. Todo lo contrario, su concepción científica del mundo fue parte del proyecto político de un grupo social que aspiraba en América Latina a: 1) la modernización de la sociedad; 2) la secularización del pensamiento; 3) la búsqueda de la cohesión tanto política como social; 4) el logro de un desarrollo sostenido; 5) el establecimiento de un orden democrático; 6) la adopción de una nueva lógica definida como científica, para la comprensión y explicación de los problemas históricos y sociales; y 7) la utilización de esa lógica científica en las proyecciones de cambio o de ajuste revolucionario y en la conducción política de las sociedades‖ (Méndez, 2007: 43). Los esfuerzos políticos de E. M. de Hostos se concentraron, principalmente, en lograr la independencia de Cuba y Puerto Rico, además durante sus viajes por América Latina intento de extender el valor disciplinario de la educación y sus ideales sociales de justicia. Para tener una visión más completa de la figura del intelectual puertorriqueño y su faceta como sociólogo se puede consultar, Eugenio María de Hostos: Sociólogo y maestro. Selección, introducción y bibliografía de Manuel Maldonado-Denis, Antillana, Río Piedras, 1981. 332 reflexionaban acerca de los cambios del país, norteamericanos asociados a los grandes intereses azucareros o gubernamentales, o militantes obreros‖ (Meléndez, 2007: 29). No fue hasta el impulso modernizador de la Universidad de Puerto Rico, y el rol que jugó la Facultad de Ciencias Sociales y su Centro de Investigaciones Sociales, a mitad de lo años 40 lo que permitió, por un lado, el inicio del proceso de institucionalización de las ciencias sociales y de la sociología y, por otro lado, posibilitó la conexión hasta los años sesenta del campo universitario con la sociedad (sobre todo con la elite modernizadora). Se siguió en los años de la posguerra un modelo académico que también contó, a parte de los profesores españoles y latinoamericanos, con un buen número de docentes provenientes de los Estados Unidos. No se nos puede olvidar que estamos en plena Guerra Fría y que además Puerto Rico estaba inmerso en el debate sobre su Constitución política, finalmente promulgada en el año 1952. La isla recibió un buen número de científicos sociales y de recursos norteamericanos que no tenían como único objetivo asesorar y dar legitimidad científica al proceso político puertorriqueño o suscitar el estudio científico de la sociedad, que también, sino, sobre todo, la experiencia en Puerto Rico tenía el propósito de suministrar a los Estados Unidos de un marco de referencia y de un modelo para los países emergentes y de América Latina en el fomento del cambio social, la modernización, la industrialización, la administración pública (Méndez, 2007: 50). En otras palabras, Puerto Rico significó para los Estados Unidos un primer ―laboratorio social‖ en el que promover con el apoyo de las ciencias sociales un modelo particular de desarrollo capitalista para América Latina. Es por ello que durante el período en que esta política estuvo vigente, desde finales de los 40 y principios de los años 50 hasta bien entrada la década de los 60, el Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico ―estuvo dirigido por científicos sociales estadounidenses y adoptó la misma orientación funcionalista que prevalecía en ese momento en los Estados Unidos. Las investigaciones realizadas durante esos años utilizaron ampliamente las encuestas, los análisis de datos y la metodología cuantitativa‖ (Méndez, 2007: 50). Durante ese tiempo encontramos a antropólogos, politólogos y sociólogos norteamericanos que residieron en la Isla o bien publicaron investigaciones sobre la realidad social de Puerto Rico. Los estudios versaban mayormente sobre la emigración de los trabajadores puertorriqueños al país norteamericano. Debemos de pensar que era una etapa en que los Estados Unidos estaban en pleno desarrollo industrial y de crecimiento económico tras la posguerra en el cual necesitaba mucha mano de obra para mantener su dominio económico, geoestratégico y político. Con estos estudios sociales se pretendía saber acerca de la idoneidad y del éxito de entablar políticas migratorias con países que exportaran mano de obra para sostener un modelo capitalista de desarrollo industrial. Además se pretendía investigar y cuantificar el fenómeno migratorio y sus características, como también el impacto y las repercusiones sociales en las ciudades norteamericanas. De esa época podemos destacar los siguientes trabajos: Puerto Rico’s Economic Future. A Study in Planned Development, de H. Perloff (1950); 538 The Puerto Rican Journey: New York’ Newest Migrants, de C. Wright Mills, C. Senior y R. K. Goldsen (1950); Family and Fertility in 538 Harvey Perloff, fue miembro del Comité de los 9 establecido por el presidente Kennedy para la Alianza para el progreso en la década de los 60, experto en planificación urbana y desarrollo económico. ―Harvey Perloff, U.C.L.A. Dean and Aide to John F. Kennedy‖, The New York Times, 31 de julio de 1983. 333 Puerto Rico: A Study of the Lower Income Group, de J. Mayone Stycos (1955); The People of Puerto Rico, de J. Steward (1956); Puerto Rico: Middle Road Freedom, de C. J. Friedrich (1959); Worker in the Cane, de S. Mintz (1960); o La Vida: A Puerto Rican Family in the Culture of Poverty, de O. Lewis (1966) (Méndez, 2007: 51). En este contexto resulta esencial asumir toda una red de personas, de instituciones públicas y académicas que interfirieron y promovieron algunos de estos estudios. La financiación a la investigación, en este ámbito universitario puertorriqueño, resultó esencial. Por ejemplo, el libro de C. Wright Mills, junto a R. K. Godsen y C. Senior, The Puerto Rican Journey: New York’ Newest Migrants (1950), nos permite verificar algunas de estas asociaciones. La investigación dirigida por C. W. Mills contó con la participación del Bureau of Applied Social Research de la Universidad de Columbia, de la Universidad de Puerto Rico, del gobierno federal norteamericano y del Departamento de Salud Pública del Ayuntamiento de Nueva York (Meléndez, 2005: 198). 539 Se realizó una encuesta sobre la población emigrante puertorriqueña en la ciudad de Nueva York, siendo uno de los trabajos más influyentes sobre la emigración puertorriqueña en Estados Unidos y la primera gran investigación empírica sobre la migración puertorriqueña tras la Segunda Guerra Mundial (Meléndez, 2005: 194). Los resultados obtenidos por la investigación terminaron por ofrecer un patrón migratorio en la población puertorriqueña de Nueva York caracterizado por la marginalidad, la alienación y la pobreza. Lo que quiero manifestar con este ejemplo es todo el rango de posibilidades que hay entre las conexiones institucionales e intelectuales como entre los diversos métodos y teorías. En principio parece ser que José Medina Echavarría se fue antes de que el movimiento migratorio de los científicos norteamericanos fuera dominante en la Universidad de Puerto Rico. Sin embargo, durante su estancia en la isla tuvo contacto directo y cercano con toda esta circulación de red de personas y de ideas que llegaban de Estados Unidos. Como vimos, Medina estableció en Puerto Rico contactos con Stewart A. Queen y además compartió laborales académicas y profesionales con Millard Hansen, entonces Director del Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico, quien intercedió para que nuestro autor disfrutase de su año sabático de 1952 de una estancia en la Universidad de Chicago. En una carta de Hansen dirigida a Clarence Faust, de la Fundación Ford, aparece registrada esta latencia de las redes establecidas con profesores de Estados Unidos: ―José Medina Echavarría…está planeando disfrutar de su año sabático en los Estados Unidos. Chicago puede ser su destino porque le proporciona las necesarias oportunidades a Don José de participar provechosamente en el desarrollo de las ciencias sociales. Él mantendría su salario durante el año, pero con su mujer y sus dos hijos, las ayudas son esenciales para el transporte y para ayudarle un poco en los costes adicionales de encontrar una localización durante este período. ¿Existe la posibilidad de obtener la ayuda necesaria, a 539 Sabemos que C. Wright Mills no estuvo en Puerto Rico para realizar la investigación a la que anteriormente nos referíamos (Sterne, 2005: 76). En cambio, uno de los autores que firmaron ese trabajo, C. Senior, sí que había estado colaborando con la Universidad de Puerto Rico desde finales de los años 40 y era quien tenía conocimiento sobre la realidad social puertorriqueña, a la que había dedicado diversos libros (Sterne, 2005: 76). Senior era xperto en la emigración de trabajadores puertorriqueños a los Estados Unidos. Fue profesor de la Universidad de Kansas City. Rose Goldsen, al igual que Mills, era investigadora del Bureau of Applied Social Research de la Universidad de Columbia. 334 pesar de la aprobación de la fecha límite de inscripción, de la Comisión de Becas del Fondo para la Promoción de la Educación? Recuerde, sin duda, la calidad académica de Don José. Llamó a la fuerza mi atención el verano pasado en St. Louis por Stewart Queen, Jefe del Departamento de Sociología de Washington, quien me dijo con entusiasmo de su ―descubrimiento‖ de este eminente sociólogo español, sobre quien escribió un buen artículo. Un año en Chicago beneficiaría enormemente a Medina y le permitiría hacer buenas contribuciones al trabajo que se realiza allí‖. 540 Observamos cómo Medina estuvo pensando qué hacer sobre su futuro profesional y familiar durante su estancia puertorriqueña. Como explicaremos más adelante, nuestro autor terminaría por disfrutar su año sabático en la CEPAL de Santiago de Chile. Nuevamente la posibilidad de estudiar sociología en Estados Unidos se esfumaba. Sin embargo, en Puerto Rico terminó por acercarse y por conocer la sociología académica norteamericana que iba llegando a la isla, a pesar de las diferencias. Para empezar, si la sociología que empezaba a despuntar en Estados Unidos era cuantitativista, él siguió pensando, principalmente, desde Max Weber y desde la sociología alemana comprensiva. Investigar empíricamente una sociedad desconocida era una cuestión realmente poco atrayente para nuestro autor, más interesado en el saber teórico de la sociología. Para él estudiar empíricamente una sociedad significaba otra cosa. (Aunque ya había escrito en México sobre la necesidad de unir teoría e investigación social, lo cierto es que nuestro autor nunca fue muy dado a participar en investigaciones sociales). 541 Pero esta postura no significa que Medina rechazase todo aquello que venía de la sociología académica norteamericana, a la que conocía bien, sino que únicamente seleccionó aquella sociología que mejor se adecuaba a sus intereses. Y entre ellos no estaba la sociología cuantitativa. En cambio, la orientación norteamericana del Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico fue una oportunidad de conocer la teoría sociológica que se estaba desarrollando en el campo sociológico estadounidense (especialmente la que se hacía en la Universidad de Columbia y en la Universidad de Chicago, centros de conocimiento sociológico). Allí empezó a saber de Charles Wright Mills, de Robert K. Merton y de los primeros escritos de estratificación social que se estaban dando en la teoría funcionalista. 542 Puede que la originalidad de José Medina Echavarría en este momento biográfico no fuera su principal valor, pero sin duda es manifiesta su continuación de pasador cultural de los problemas que estaba encarando la sociología 540 Carta de Millard Hansen a Clarence Faust, Ford Foundation, Pasadena California. 3 de abril de 1952. Foja 35. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 541 En Puerto Rico Medina tuvo contacto con la sociología empírica norteamericana y aunque, como decimos, no fue muy ducho en estos asuntos, eso no quita para que cuando años después, en la CEPAL de Santiago, recomendase la investigación social y la necesidad de obtener datos sociológicos de una realidad social latinoamericana sin apenas estadísticas y mediciones. 542 Como vimos, nuestro autor ya citó en México trabajos de Parsons y contactó con Merton para que colaborase en Jornadas. Por tanto, fue coherente su inclinación hacia Merton, que por aquel entonces era director del Bureau of Applied Social Research de la Universidad de Columbia. Se identificaba más con la teoría sociológica de este autor, continuador de la obra de Parsons, que con la investigación empírica que estaba desarrollando el metodólogo, también de Columbia, Paul Lazarsfeld. Además en aquel entonces C. Wright Mills ya había publicado alguno de sus trabajos más importantes, como The New Men of Power (1948) y White Collar (1951). Por otro lado, su preferencia hacia Charle Wright Mills la manifestó en la recomendación que nuestro autor realizó a Arnaldo Orfila para que la editorial Siglo XXI tradujera al castellano La imaginación sociológica. Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. 335 académica norteamericana a la sociología en lengua castellana, hasta desembocar en su propia expresión en un inconfundible estilo de asociar sociología, desarrollo económico y modernización. Sin embargo, antes de eso, el sociólogo español estuvo al día de los primeros debates entre los científicos sociales norteamericanos, en cuanto a problemas teórico-metodológicos, temas, ideas; como también en Puerto Rico se acercó a la necesidad de poner en una nueva perspectiva la vinculación real de América Latina con la cultura occidental. 5. La vida como limitación. La obsesión por el público. La literatura sociológica de ese período reúne algunos pasajes en los que coinciden tres aspectos biográficos relacionados entre sí: la experiencia migratoria, la búsqueda de una audiencia y la necesidad de actuar políticamente. Dentro de ese círculo se concentraba una situación profesional (y personal) que le atormentaba. El mejor análisis de esa nueva circunstancia quizá lo hizo él mismo: ―lo que ahora me interesa es en qué forma puede traducirse esa experiencia de vacío en la conciencia de un intelectual‖ (Medina, 1953: 68-69 planteos). Le estaba costando asumir el destino de otro desconocido destierro. No cabe duda de que una de las cosas que más echó en falta como científico social y como intelectual desplazado fuese, precisamente, un público concreto: ―¿Qué es lo que aquí se interpone? Una entidad llamada público, que me presiona a través de un órgano. El tipo de la revista, como reflejo e instrumento de él, no sólo me permite tales o cuales formas expresivas, sino que me estimula o fuerza a adoptarlas y de esa suerte influye de cierta manera hasta en su contenido‖ (Medina, 1953: 168). Esta obsesión por la audiencia se convirtió entonces en uno de las preocupaciones principales respecto al sentido de su profesión: ―Todo escritor se pregunta hoy afanosamente por las razones de su actividad, por qué escribe y para quién lo hace. ¿Cuál es mi público? ¿Qué medios de expresión emplear? Es muy posible, en efecto, que para ciertos momentos y situaciones sólo sea eficaz determinado medio de expresión y no otros. ¿Cuál es el más adecuado en los actuales? ¿Es el panfleto? ¿La sátira? ¿El teatro? ¿La novela?‖ (Medina, 1953: 45). 543 De esta manera, la literatura que escribió nuestro autor en Puerto Rico viene a articularse así en una sucesión de influencias ejercidas por la presión del público, que va desde el tipo de soporte (revista, libro, editorial), las formas expresivas (artículo, ensayo, libro) y al igual que influye el público en el contenido del libro, del artículo: ―La inteligencia académica se da cuenta de que no es el tratado precisamente el medio para llegar a un público general‖. La pregunta que sobrevuela en estos pensamientos –y que en cierto modo le persigue- es cómo puede llegar el intelectual o el sociólogo a un cierto público para interferir en la sociedad: ―Y que a su vez no puede olvidar o dejar de buscar a ese público si quiere influir de algún modo en la orientación de un destino colectivo que es el suyo propio‖ (Medina, 1953: 45. En este sentido, nuestro autor entendió que para superar el obstáculo de la audiencia pasaba, en primer lugar, por aceptar su condición de sociólogo e intelectual emigrado: 543 Tenemos muy en cuenta, o hemos considerado como un tema realmente importante para nuestro trabajo de investigación el problema de la relación entre el público y el exilio. Es un asunto que preocupó mucho a Medina y a casi todos los miembros de su generación, como Francisco Ayala (recordamos su célebre artículo: ―¿Para quién escribimos nosotros?‖, en Los ensayos: crítica y teoría literaria, Aguilar, Madrid, 1972). Ambos amigos compartieron un lenguaje y una problemática común: responsabilidad de la inteligencia a la hora para quién escribir. 336 ―Mas este asunto en torno a la vida intelectual me ha venido acuciando de un modo particular en virtud de experiencias personales, que si no son raras en nuestros días, dentro de los horizontes limitados de una vida individual pueden valer como una revelación. Me refiero a las experiencias que constituyen la trama cotidiana del vivir para un intelectual en la emigración. Pues ésta significa, cuando es suficientemente prolongada, la pérdida de toda participación en los asuntos inmediatos y concretos de la comunidad originaria. Ahora bien, dado que la posible vinculación en otra comunidad es, en el caso más favorable, un proceso lento y en ciertos aspectos algo incluso vedado de modo explícito por la ley y las convenciones, tiende a abrirse fatalmente un vacío en toda existencia personal, que se percibe más o menos según sean las condiciones en que transcurra. Con la emigración han desaparecido amistades, apoyos familiares, arraigos locales, asociaciones de profesión y recreo, perspectivas de carrera y ascenso y no menos intereses políticos concretos, alimentados y modificados día a día. El sentido, en una palabra, de la continuidad y del desarrollo. En esto se encuentra la clave de muchos fenómenos de toda emigración que no han sido examinados como se merecen‖ (Medina, 1953: 68). La experiencia migratoria marcó vigorosamente su obra de México y de Puerto Rico. Fue, sin duda alguna, un capítulo no cerrado de su vida, ya que tampoco pudo recuperarse de la experiencia migratoria en aquella isla. De esta manera, como bien apunta Andrés Lira, José Medina fue un intelectual auténticamente frustrado por no participar resueltamente en la vida política: ―El trabajo constante en la epistemología sociológica y las labores de enseñanza, nos parece a simple vista, debieron satisfacer el ejercicio del talento de Medina Echavarría; pero, como hemos visto, ese talento se nutría de una vocación política y, por ello reclamaba la dedicación a una ciencia –la sociología como ciencia concreta- orientada a la acción. Lo que no condujera a esta acción, por bien elaborado y entretenido que resultara, produciría, tarde o temprano, una frustración‖ (Lira, 1990: 28). A la vocación sociológica, como sabemos, nuestro autor le sumaba una vocación política. En mi opinión esta vocación política fue creciendo según Max Weber se fue haciendo más visible en su obra: ―Como filósofo es político, y como político, investigador‖ (Medina, 1953: 183). Para él, Weber era un ―político‖ porque tenía una preocupación activa por la acción y la participación política dentro de una sociedad (comunidad) concreta: ―Si concebimos la política en su más noble sentido, como una preocupación activa y sin tregua por el destino de la propia comunidad dentro de una determinada constelación de fuerzas mundiales, Max Weber fue desde siempre y ante todo un político…Hoy sólo puede darse la acción responsable si consideramos posible el conocimiento racional. Su concepto de la ―ética de responsabilidad‖ antes aludido es el supuesto de sentido de una compleja metodología‖ (Medina, 1953: 185). Por tanto, un rasgo argumental será esta reciprocidad entre ciencia sociológica y acción política. 544 O, mejor dicho, que la utilidad práctica de la sociología estuviera al servicio 544 ―De los hombres de esa emigración…quizá han percibido todos, más o menos oscuramente, esa marcha profunda del proceso histórico y de ellos será la palabra cuando vuelvan al viejo hogar; los que se dieron, en cambio, al bullicio, obtusos a aprender de la experiencia, apenas dejaron la huella efímera de un sonido que se desvanece y nada tendrán en la otra orilla podemos contemplar las pretensiones políticas de Weber y su fracaso desde diversos ángulos‖ (Medina, 1953: 183). De hecho, una de las influencias weberianas que irá aumentando y desarrollando Medina será el cuestionamiento de la capacidad política 337 del poder político en aras de una mejora socialmente compartida. Porque para él la sociología –como también la democracia- era cuestión de participación. Si bien, desde mi punto de vista, creo que José Medina en Puerto Rico fue madurando y ponderando su condición de intelectual emigrado, asumiendo su responsabilidad intelectual, como docente, y relegando a un segundo plano la vocación política. 6. La participación del sociólogo en los asuntos políticos. La redacción de la Constitución de Puerto Rico. La importancia de las redes intelectuales entre los exiliados españoles permitió que Medina Echavarría, ya como catedrático en la Universidad de Puerto Rico, mediara para la llegada de Francisco Ayala. Ambos coincidieron durante 2 años en la isla, tiempo en el que Ayala fue profesor de Curso Básico de Ciencias Sociales. Allí inició La Torre. Los dos habían ayudado al desarrollo de la sociología latinoamericana, en los inicios de ese movimiento de renovación sociológica que se produjo en América Latina durante y después de la Segunda Guerra Mundial, con sus traducciones, ediciones y libros publicados desde Buenos Aires o México. Trabajaron para que el campo sociológico latinoamericano recibiera elementos de la sociología europea y alemana. Y, por fin, pudieron coincidir en Puerto Rico. Allí entraron en contacto con distintas redes académicas e intelectuales norteamericanas y latinoamericanas. Podemos decir también que Puerto Rico es el punto de inflexión de esta amistad: Medina se vuelca con la sociología, mientras que Ayala se dedica más a las cuestiones literarias y ensayísticas, a la ―sociología difusa‖, como bien ha expresado Alberto Ribes (2007). Ayala tomó el horizonte de la universidad norteamericana, mientras que Medina se irá a la CEPAL a los temas del desarrollo latinoamericano. No volverían a coincidir hasta 1961, en Alemania, en un encuentro con el sociólogo Hans Freyer. 545 Sin embargo, antes de estos hechos, los dos amigos colaboraron en las tareas de redacción de la Constitución de Puerto Rico como Estado Libre Asociado entre finales de 1951 y comienzos de 1952. Esta idea del Estado Libre Asociado con los Estados Unidos fue originalmente un proyecto del Centro de Investigaciones Sociales y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico para democratizar la estructura política del país. 546 Ayala y Medina trabajaron como ―Investigadores de la sociología: ―la conexión que tiene en Weber ésta su pasión ―política‖ con su concepción de la ciencia. Para él la acción y la ciencia se exigen recíprocamente. Es decir, la justificación de la ciencia se encuentra en las posibilidades de la acción racional, de igual manera a como sólo puede darse la acción responsable si consideramos posible el conocimiento racional. Su concepto de la ―ética de responsabilidad‖ antes aludido es el supuesto de sentido de una compleja metodología‖ (Medina, 1953: 185). Por tanto, un rasgo argumental será esta reciprocidad entre ciencia sociológica y acción política. 545 Del 6 al 20 de noviembre de 1961 se celebró en Münster el ―Primer Coloquio Científico de Ultramar‖, centrado en América Latina, convocado por la Rektorenkonferez de la República Federal Alemana. Entre los participantes se encuentran los profesores Richard F. Behrendt, L. Heundörfer y Otto Schiller, José Medina Echavarría, el sociólogo brasileño Gilberto Freyre, o el maestro Hans Freyer. Francisco Ayala asiste y deja constancia de este encuentro en su artículo ―Alemania y el desarrollo latinoamericano: un coloquio‖, publicado en La Nación del 14 enero de 1962. 546 ―El Estado Libre Asociado es una forma singular de gobierno y de convivencia entre Puerto Rico y los Estados Unidos, que el primero ha creado de la necesidad de su desarrollo histórico, de su situación y condición geográficas, de sus condiciones económicas, de sus maneras sociales, y hasta de su adversidad‖ (Colorado, 1955: 111). Es, en resumen, una independencia política con condiciones económicas y sociales, sobre todo, para luchar contra la insuficiencia económica del pueblo puertorriqueño. 338 Asociados‖ en este ―Proyecto sobre la Reforma Constitucional de Puerto Rico‖. 547 Este proyecto era dependiente de la Comisión Constituyente del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, presidida por Antonio Fernós Isern (1966). Entre las tareas acometidas estaban la revisión de ―los informes para publicarlos en español‖, su traducción al inglés y la preparación de ―un comentario cuidadoso, en inglés, de todas las deliberaciones y el texto de la Constitución según quedará finalmente aprobado‖. 548 La Constitución se terminó de redactar el 6 de febrero de 1952 y entró en vigor el 2 de enero de 1953 (Colorado, 1955: 153). Los dos participaron en el movimiento constituyente y republicano puertorriqueño, dadas su formación jurídica y su experiencia en Las Cortes republicanas españolas. 549 Recordemos que en España habían desempeñado asesoría jurídica y técnica en la Secretaría General del Congreso de los Diputados. Por supuesto, este trabajo, distinto al que hacían en la universidad, les permitió sumarse a una empresa colectiva y afín a sus ideales republicanos. 550 Coincidieron con acontecimientos importantes que estaban planteando el futuro político de Puerto Rico y que, en el caso particular de Medina Echavarría, le familiarizaron con el proyecto modernizador latinoamericano. En concreto, este contacto directo con los políticos y la política lo volvería a renovar, aunque en distintos términos, en el ILPES de Santiago de Chile. Esta experiencia, de todos modos, le valió para seguir reflexionando sobre la distancia entre la ciencia y la política. Supo apreciar y valorar cuál es la posición del sociólogo y su lugar en relación a la política. Entendió que la participación del científico social en los asuntos públicos y en las decisiones colectivas únicamente recompensa si eso significa una mejora democrática profunda de toda la sociedad. Razonablemente sabía que su sitio estaba en la actividad académica. Porque Puerto Rico 547 Medina colaboró, en concreto, entre octubre de 1951 hasta marzo de 1952. Diversos documentos: Certificación firmada por Sara A. Cobas, Directora de la Oficina de Personal Docente, 10 de diciembre de 1951. Foja 5. Certificación Nº 571 para el pago. 30 de noviembre de 1951. Foja 13. Memorandum de Antonio J. González a Dr. Ramón Mellado, Decano de Administración, con copia a Pedro Muñoz Amato, Decano de Facultad de Ciencias Sociales. 31 de enero de 1952, Río Piedras, Foja 12. Certificación firmada por Sara A. Cobas. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 548 Memorandum de Pedro Muñoz Amato, Decano de Facultad de Ciencias Sociales, a Dr. Ramón Mellado, Decano de Administración, sobre el ―Estudio de la Constitución‖. 25 de enero de 1952. Foja 14. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. En ese grupo, aparte de Ayala y Medina, participaron nombres como los Pedro Muñoz Amato, Enrique Bird, Gordon Lewis, Henry Wells, José Villaronga o Raúl Serrano. 549 Puerto Rico se encontraba en una disyuntiva crucial para afirmar la función representativa de su propia identidad y ahí fue importante la intelectualidad del exilio español: ―De tal suerte que el determinante social de la II Guerra Mundial y del vencido republicanismo español trajo como resultado un renovado cambio formal y cultural en su encuentro con una ―otredad‖ común y compartida‖ (Zavala, 1991: 190). 550 Reproducimos brevemente una parte del preámbulo de la Constitución puertorriqueña que muestra algunos de los ideales republicanos a los que Ayala y Medina se sumaban: ―Nosotros, el pueblo de Puerto Rico, al fin de organizarnos políticamente sobre una base plenamente democrática, promover el bienestar general y asegurar para nosotros y nuestra posteridad el goce cabal de los derechos humanos…Que el sistema democrático es fundamental para la vida de la comunidad puertorriqueña; Que entendemos por sistema democrático aquél donde la voluntad del pueblo es la fuente del poder público, donde el orden político está subordinado a los derechos del hombre y donde se asegura la libre participación del ciudadano en las decisiones colectivas; Que consideramos factores determinantes en nuestra vida la ciudadanía…(como) el afán por la educación; la fe en la justicia; la devoción por la vida esforzada, laboriosa y pacífica; la fidelidad a los valores del ser humano por encima de posiciones sociales, diferencias raciales e intereses económicos; y la esperanza de un mundo mejor basado en estos principios‖ (Colorado, 1955: 133). 339 fue para él, sobre todo, vida universitaria. 551 Desde luego, también estaba aprendiendo de esa experiencia y de qué actitud tomar ante el exilio. 552 En efecto, él se estaba cuestionando a sí mismo sobre ―en qué medida la propia obra –la suya- se encuentra funcionalmente desvinculada de la vida concreta de una comunidad‖. Nuestro autor sentía fuertemente que su literatura y su reflexión sociológicas estaban emancipadas de esa realidad social. ―No me cabe duda que esta circunstancias favorecen en todo intelectual sincero planteamientos renovados de cuál sea el sentido y función de la vida intelectual misma….¿A qué contribuyo aquí y ahora con lo que pienso y teorizo en este instante?‖ (Medina, 1953: 69). Esto hacía que sus reclamaciones justamente abogaran por una sociología y teoría sociológica ligadas con una realidad concreta. Una de sus señas de identidad intelectual fue justamente ese carácter utilitario que otorgaba a la ciencia sociológica y al papel social del sociólogo. No encontró motivos suficientes como para influir públicamente desde la sociología, a pesar de participar en esas tareas de asesoría política. De ahí se desprende toda la aceptación personal de su ―existencia vicaria‖, como él mismo denominó la experiencia de la vida intelectual desde el exilio. En los siguientes términos Medina definió esta vida sustituta: ―Por ella debemos entender una forma de vida en la que no se participa directamente sino de modo sustituto y ficticio en las actividades por cuya virtud se mantiene día a día una comunidad. Sus representantes no se encuentran en los puestos inmediatamente responsables del engranaje social, ni viven cara a cara muchos de los problemas cuya solución es implacable…De esta suerte, el tipo de existencia sustituta o vicaria, se llama así porque sólo imaginativamente puede ponerse en la situación de otro, y por eso, aunque en ella se conocen muchas cosas y a veces profundamente hay siempre la posibilidad de que la situación imaginada no corresponda con lo real por no ser un saber vivido y que brote de las urgencias que plantean los problemas inmediatos‖ (Medina, 1953: 70-71). 7. La vida sustituta. Era una vida sustituta, que no le correspondía, puesto que él tenía que haber desarrollado su carrera y su vida académica en una España en condiciones políticas y democráticas normales. Pero la historia no fue así. Por tal motivo, su propia experiencia biográfica, como sociólogo exiliado, le llevó a pensar que el sociólogo es sociólogo de una sociedad concreta, la suya y la particular, porque ha participado de ese saber vivido. Aunque la perspectiva sociológica hable del foráneo de George Simmel, de que lo mejor es el distanciamiento y la objetividad para el conocimiento de una sociedad, nuestro autor considera que la precisión del enfoque sociológico no está en ser forastero en una 551 ―Si lo que aquí hacemos todos los días: dar clases, escucharlas, tomar notas, afanarnos por saber leyendo libros y revistas, dejara un día de llevarse a cabo desaparecería esta Universidad aunque subsistieran sus edificios y todos los demás soportes materiales de semejante actividad‖, escribió Medina (1980: 20). 552 ―De los hombres de esa emigración…quizá han percibido todos, más o menos oscuramente, esa marcha profunda del proceso histórico y de ellos será la palabra cuando vuelvan al viejo hogar; los que se dieron, en cambio, al bullicio, obtusos a aprender de la experiencia, apenas dejaron la huella efímera de un sonido que se desvanece y nada tendrán en la otra orilla que hacer ni decir‖ (Medina, 1953: 120-121). Nuestro autor comenzó a ver la significación de la emigración intelectual como la aceptación de un destino. A diferencia de otros emigrantes que tomaron posiciones ideológicas más definidas y extremas, la postura de Medina respecto al exilio fue la de revisar críticamente su responsabilidad como intelectual. 340 sociedad, si no mirar la propia sociedad como ojos de forastero. Sin embargo, José Medina Echavarría se encontró con que obligatoriamente tenía que mirar con ojos de forastero una nueva realidad social y que, a pesar de ello, no acababa de entenderla completamente. Por tal motivo, el enfoque sociológico que reclama es el correspondiente a mirar la propia sociedad con ojos de extranjero para tener la suficiente capacidad, no solamente de sorprenderse de lo que nos rodea, sino también de ponerse en el otro social. El peligro del sociólogo desplazado, como era su caso, no era otro que el de alejarse progresivamente de lo real (Medina, 1953: 71). Porque la abstracción sociológica puede ser muy útil para construir conceptos, teorías, pero quizás sea insuficiente para ponerse en el lugar del otro De esta manera, observamos cómo asumió la reflexión de la vida académica y la posición social del intelectual desde el ensayo, mientras que para elaborar luego una síntesis poderosamente original de teoría sociológica en lengua castellana adoptó el estilo abstracto, analítico y sintético de una gran teoría. 553 Más que nada lo que aflora de esta etapa biográfica es la ausencia de una audiencia definida y su propia renuncia en la aspiración del sociólogo como intelectual público. De hecho, está reconociendo y reclamando el valor de su marginalidad: ―El hombre marginal es siempre, por naturaleza, un extravagante, mas en esa extravagancia…Gracias al hecho de que el hombre marginal no participa de determinados preconceptos, se encuentra capacitado para contemplar la realidad desde ángulos distintos y con ojos diferentes. Por eso, desde el punto de vista de la cultura dominante casi nunca puede ser considerado como una inteligencia refinada; pero, en cambio, casi siempre es capaz de dar una nota de originalidad más o menos profunda‖ (Medina, 1953: 81-82). No sólo se está definiendo así mismo como intelectual ―outsider‖, sino también, con ello, lo que está es solicitando que su aportación sociológica, su obra, aunque parezca alejada por su condición de intelectual exiliado sí que recoge temas profundos y de gran calado precisamente por esa perspectiva que le abre el exilio y la falta de vinculación. Por eso tanto interés tiene para nuestro autor la idea de ―participación social‖: ―Participar de su mantenimiento significa que el individuo tiene conciencia del papel que en ella le corresponde y que mediante esa su función contribuye de modo eficaz a su desarrollo y continuidad. Y no menos también que por el cumplimiento de ese papel, se encuentra retribuido y honrado de modo satisfactorio. Participar, en el sentido de un sistema social, quiere decir que el 553 El ensayo académico fue uno de los medios de publicación que utilizó en Puerto Rico. Creo que él lo consideró como la mejor manera de no caer en generalizaciones precipitadas y a su vez le sirvió para ofrecer libremente su propia postura sobre aquello que le apetecía escribir ante el desconocimiento de la audiencia. El ensayo también era para nuestro autor esfuerzo sintético y riguroso: ―Se trata de un esfuerzo de síntesis pocas veces igualado, pues en relativas pocas páginas comprime, ordena y aclara un tema que por su extensión y por el estado fragmentario de su desarrollo desafía las mejores fuerzas. Existen muchos materiales dispersos, pero, en cambio, son pocos los ensayos de conjunto, y menos aún los que pueden considerarse medianamente satisfactorios… Por eso, la síntesis, tanto para su autor como para el que de ella disfruta, no es un término final sino un nuevo punto de partida‖ (Medina, 1953: 173-174 planteos). El ensayo iba más allá de los formalismos académicos siendo la forma más directa de llegar hacia el público. Y concretiza libertad y responsabilidad: ―El ensayo académico busca un radio más extenso de lectores, pero quiere acercarse a ellos –y ésta es su nota esencial- con la mayor responsabilidad posible…El hecho es que el ensayo académico, allí donde todavía es posible, constituye un medio de expresión típico del momento y un exponente de libertad intelectual‖ (Medina, 1953: 46-47 planteos). En fin, pinceladas que nos ayudan a pintar un contexto biográfico caracterizado por un autor en búsqueda de lectores, pero que también nos presentan un momento de libertad personal. En los textos se aprecia ese desahogo después del paso por México. 341 individuo posee una idea más o menos cabal de lo que es esa sociedad en su conjunto y de los valores que la articulan‖ (Medina, 1953: 85). De todos modos, Medina necesitaba todavía tiempo, como él mismo sabía, para poseer esa idea más o menos cabal de los valores y significados de la sociedad latinoamericana, como le faltaba dar sentido a la inercia del aislamiento. 554 Todo ello se traduce, como advertíamos, en un lenguaje sociológico basado en la sensación de inmovilidad, al no tener nada claro a quién va dirigido el texto. 555 Por su parte, podemos decir que el sociólogo español terminó por escribir para sí mismo. Tal vez ahí resida en parte la razón que le llevó a aceptar su condición personal y a asumir ―el drama de la vida como limitación‖ (Medina, 1953: 154). No era una elección personal, sino las circunstancias le condujeron a esa actitud de distanciamiento. Si nos apoderamos de esta perspectiva, seremos capaces de entender la fisonomía fundamental de su lenguaje sociológico, lo que nos ayudará a continuar delineando su mapa teórico, con sus autores, libros y preocupaciones. 554 Como decíamos arriba, él estaba ponderando el valor de su participación social en la sociedad puertorriqueña (y en la sociedad latinoamericana). Justamente escribía en aquel entonces sobre aquello que le faltaba: la participación social efectiva y legítima. Porque aunque José Medina sea un intelectual, sus intereses personales no se confunden con el rol o papel de intelectual para la sociedad latinoamericana, su participación viene forzada por el avance de su carrera. Pero no es algo espontáneo: en las situaciones de participación los intereses de la persona se confunden con las exigencias de su papel. 555 Otro ejemplo más de un autor en búsqueda de su audiencia. Nos recuerda Medina que la nota bibliográfica es un género literario menor. ―La forma en que vaya a quedar depende de mis cualidades y experiencias personales, pero no menos del público a quien me dirijo. ¿Qué público es éste y en qué forma me pensaría?‖ (Medina, 1953: 165). Para él la nota bibliográfica era sumamente importante en el campo sociológico ante el alto grado de especialización académica y profesional y, sobre todo, ante la acumulación y gran número de publicaciones. Cuantos más libros más necesidad de la nota bibliográfica para ayudar a seleccionar literaturas sociológicas: ―la importancia de la nota bibliográfica viene a medida que aumenta la producción editorial, manifestación, por lo menos, de un triple fenómeno: el de especialización científico-literario, el del carácter heterogéneo de la cultura y la sociedad, y el de la publicación de libros como medios de vida. La inevitable especialización ha resultado, como es sabido, en nuestra ignorancia cada vez mayor…la producción es a veces de tal volumen que la orientación es necesaria para evitar lamentables pérdidas de tiempo‖ (Medina, 1953: 166). 342 CAPÍTULO XI. TEORÍA SOCIAL Y CONSTRUCCIÓN DE CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS. 1. Continuación de la dimensión epistemológica. Cabe reseñar, con todo lo que hemos visto hasta ahora, que en Puerto Rico advertimos un período en la biografía de José Medina Echavarría en el que él se encuentra definiendo su situación intelectual y personal. A su edad le empezaba a resultar muy complicado reciclarse intelectualmente. Al final uno termina por aguantarse y admitir, como era su caso, la situación que vivía. Sumándose a todo ello la retahíla de autores, lecturas y preocupaciones a las que uno terminaba por ser fiel en momentos de crisis. Sin embargo, ello no quita para que fuera ―uno de los momentos más creativos de su vida intelectual‖ (Graciarena: 1980: 7). Nuestro autor prosiguió durante estos años con su esfuerzo fundacional para pensar en clave propia la sociología en lengua española. De este tiempo se corresponde, principalmente, sus Lecciones de Sociología, de 1946, publicadas póstumamente bajo el título de La sociología como ciencia social concreta. 556 Por tal motivo, esta etapa intelectual puertorriqueña, más que nada, fue una prolongación de la etapa mexicana, dando nuestro autor continuidad a la epistemología sociológica que le preocupó durante largo tiempo. 557 En esta obra, por ejemplo, Medina plasmó de manera definitiva su perspectiva sociológica, a pesar de ser un texto inconcluso. Comparto la opinión de Jorge Graciarena y Adolfo Gurrieri de que estas lecciones de sociología dictadas en la Universidad de Puerto Rico son el texto más sistemático y teórico de la sociología de nuestro autor. Es a la vez continuación de su concepción de la sociología, pero también es la expresión más lograda de la misma. ―En sus Lecciones de Sociología, Medina construye, por tanto, el complejo edificio analítico que se fundamenta en la acción social y culmina en la estructura social. Esta analítica sociológica es un medio imprescindible para conocer cualquier sociedad, pues brinda el ―armazón de conceptos‖ que permite ―apresar la realidad‖.‖ (Gurrieri, 1980: 69). Como decimos, es la maduración de su proyecto respecto a la teoría sociológica en el que 556 Estas lecciones de sociología profesadas en la Universidad de Puerto Rico fueron publicadas en 1980 con prólogo y edición de Jorge Graciarena en el libro La sociología como ciencia social concreta (XVIII capítulos). Este libro continúa el tono de Panorama de la sociología contemporánea; manual, como vimos, de autores, corrientes y escuelas sociológicas. Si bien La sociología como ciencia social concreta constituye otro auténtico manual de clase, más centrado, sin embargo, en presentar al alumno conceptos y temas específicos de la sociología. Y si Medina no quiso publicarlo en vida, tal vez fuera por eso mismo, porque entendía que su valía únicamente encontraba su expresión en la resonancia de las aulas universitarias. Tenemos que pensar porqué no quiso publicar el libro: quizás él lo viera demasiado simple, muy divulgativo y no tan preciso y riguroso como era, a su entender, un libro académico o científico. No obstante encontramos pruebas de que fue un manuscrito al que nuestro autor acudió durante largo tiempo. Por ejemplo, en la página 63 cuando se refiere a la distinción entre comunidad y sociedad y la actitud romántica y nostálgica que se tiene hacia la comunidad cita el libro de M. R. Stein, The Eclipse of Community, de 1960 (Medina, 1980: 63). Fue un escrito inacabado, al que nunca encontró el tono, pero no menos valioso como tendremos ocasión de ver más adelante. 557 Una dimensión epistemológica que cubre incluso algunos trabajos de su estancia chilena, pero ya no están a la altura sistemática de estas lecciones de Puerto Rico. La última obra en la que se ocupó de esta parcela del conocimiento sociológico fue su Razón de la sociología, escrita en Chile en los años sesenta donde ―se ocupó de sus afanes y desengaños como profesor de sociología‖ (Lira: 1990: 16), y donde cierra una preocupación que se dilató durante más de treinta años en su producción intelectual. 343 concluye por forjar todo un modelo teórico desde que pensar la realidad social. 558 En esta tarea le ayudó mucho la experiencia del exilio, porque básicamente reclamó la particularidad del enfoque sociológico respecto a una sociedad concreta e histórica, justamente lo que él anhelaba. Esta construcción teórica le servía también para superar la visión particularista en la que había desarrollado la sociología. Los discursos sociológicos se articulaban generalmente desde las perspectivas nacionales, lo que contradecía las pretensiones de universalidad del conocimiento científico. Su pretensión era tener una perspectiva abarcadora y amplia como concreta y sintética. Encontramos, aparte de esto, otros aspectos representativos de su obra, como sus primeras aproximaciones a la vida académica y a la sociología de la educación por la que se decantaría alguna de las páginas de su posterior sociología desarrollista, que nos hablan de un esfuerzo personal por innovar en términos intelectuales. Estos temas tienen un gran valor dentro de su trayectoria, a pesar de que a primera vista la estancia en Puerto Rico sea la menos conocida de su vida. Se aprecia, por ejemplo, cómo el sociólogo español exprimió su ingenio para plasmar en estos ensayos y bocetos una idea de la sociología que combinaba su sentido analítico y su dimensión histórica. Desde luego que José Medina se estaba tomando en serio su tarea de construcción epistemológica. Sencillamente porque era una forma de reclamar lo que él consideraba como ―buena sociología‖ y a su vez le servía para identificarse y reconocerse como un auténtico profesor de sociología. 559 De ahí se deriva su dedicación a la enseñanza y a la pedagogía de la sociología como una invitación a superar los límites decimonónicos e ilustrados de esta disciplina que reflejó en sus textos proyectados en Puerto Rico. Porque este esfuerzo también equivalía a modernizar esta ciencia social. Por tal motivo, las páginas escritas durante este período no son menores en su obra porque acreditan además la inspiración temática que la teoría funcionalista y las corrientes sociológicas posteriores a la Segunda Guerra Mundial provocaron en nuestro autor. Son muchos los indicios que evidencian la diversa y variada influencia que recibió con provecho. 560 De estos años tiene interés subrayar, sobre todo, la asociación 558 De la siguiente manera definió Medina Echavarría el sentido de sus lecciones de sociología: ―Todo lo que en estas lecciones se trata de poner de manifiesto –recordémoslo- es la existencia en la vida social de ciertos fenómenos relativamente constantes, de algunos procesos y configuraciones que se reiteran semejantes una y otra vez‖ (Medina, 1980: 90). 559 Medina Echavarría estaba hablando de la dificultad de enseñar la sociología, continuando su debate epistemológico de qué es la sociología y quién puede considerarse profesor de sociología. Siempre le preocupó de manera consciente los simuladores de sociología que tanto daño habían hecho al desarrollo de esta disciplina científica: ―Ni siquiera una ―sociología de la simulación sociológica‖ acabaría con la plaga, pues ésta, camaleónica, cambia de colores en cada instante‖ (Medina, 1953: 158). 560 Entre las influencias más evidentes de estos años encontramos a los autores clásicos recurrentes en su obra -alemanes (Max Weber, K. Mannheim, H. Freyer), franceses (A. Comte y E. Durkheim), ingleses (H. Spencer y M. Ginsberg) y norteamericanos (J. Dewey) - con la incorporación de los contemporáneos norteamericanos (F. Znaniecki y T. Parsons) y la cita de algún nuevo autor, como la de A. Gehlen (Medina, 1980: 128). En los siguientes términos se refería él mismo respecto a sus sus preferencias intelectuales y la peculiaridad de cada escuela: ―En cuestiones de sociología, entre el rigor categorial de los alemanes y la invertebración teórica anglosajona, compensada por sutiles análisis de detalle, ocupa una posición intermedia la modalidad francesa, en donde el impulso hacia el concepto –nunca llevado a sus extremos- se esfuerza por apoyarse en una rica experiencia, lindante a veces con el amor a lo puritano. Por eso cualquiera que sean mis preferencias vuelvo de cuando en cuando a lo francés como a un descanso merecido‖ (Medina, 1953: 176). Como también sorprende la vuelta a Ortega. Es un momento en que nuestro autor cita con frecuencia en sus escritos al filósofo madrileño. Decíamos que la influencia de Posada fue mayor que la de Ortega para nuestro biografiado durante sus años de juventud en España. Pero, sin embargo, la conversación mantenida alrededor de la obra y de la figura del gran pensador en un 344 en su obra de varias corrientes europeas, especialmente la weberiana, con los aportes de la sociología norteamericana de la que, como decimos, se empapó con ocasión de su estancia en Puerto Rico. Como bien apunta Adolfo Gurrieri, este maridaje teórico no es exclusivo en Medina Echavarría, ya que entre los ejemplos más notables de esta combinación teórica se deben citar en Estados Unidos las aportaciones de T. Parsons, C. W. Mills y R. Bendix (1980: 51-52). El acento principal es la afinidad y coincidencia de quienes participaron en una misma corriente de pensamiento. 561 Aunque al hablar de Max Weber debemos advertir que no era tan conocido en Estados Unidos hacia la Segunda Guerra Mundial como se podría pensar, más allá de la divulgación de T. Parsons. 562 De hecho, solía citársele únicamente a partir de la antología de Gerth y Mills. Mientras que ―Economía y sociedad‖ apareció completa en inglés bastante después de la versión española. (Más influencia ejercía sobre la sociología académica norteamericana la figura, por ejemplo, de George Simmel; sociólogo que también está presente en la constelación intelectual de nuestro autor, sobre todo en su visión sobre la objetivación e instrumentalización de la vida social del mundo moderno). 563 En este punto, es interesante observar cómo Medina reivindicó un análisis más profundo de la obra weberiana, sobre todo su metodología para la sociología y su enfoque transitorio del mundo moderno. Para empezar, nuestro autor aseguraba que hasta entonces el estudio académico sobre Max Weber siempre había estado particularizado y caracterizado por su Ética protestante y los orígenes del capitalismo moderno: ―El nombre de Weber tiene hoy un prestigio universal…lo que de su obra ha pasado al público y se repite en las aulas no deja de ser una deformación o caricatura de su propio pensamiento. Exceptuados los contados estudiosos de su obra completa, para los demás el nombre de Max Weber suele ir unido casi con exclusividad al esquema de ámbito intelectual propicio con orteguianos reconocidos como Francisco Ayala y el rector Jaime Benítez propiciaron, sin duda, este recuerdo e interés. 561 ―Es clara y manifiesta la influencia de Parsons sobre Medina –por lo menos en los años 50-, pero respecto de los otros, más que un influjo directo parece haber existido la afinidad propia de quienes participan en una misma corriente de pensamiento‖ (Gurrieri, 1980: 51-52). Más que nada, puntualizaría que Medina Echavarría participó sobre todo en una misma corriente de pensamiento, aunque estuviese interesado en Parsons durante algunos años. A Medina no le podemos considerar como un estructural funcionalista en estricto sentido, aunque el lenguaje sociológico de sus Lecciones de Puerto Rico tomará ese tinte. Más que nada fue una obra en la que ―Medina construye, por tanto, el complejo edificio analítico que se fundamenta en la acción social y culmina en la estructura social‖ (Gurrieri, 1980: 69). Temas con una clara orientación funcionalista. El mismo sociólogo español reconocía el motivo de estas lecciones: ―aprovecharé el momento para hacer un ensayo de sociología funcional y mostrar quizá y en consecuencia sus posibles limitaciones‖ (Medina, 1980: 105). Y esas limitaciones teóricas a las que se refería eran las insuficiencias que él reconocía en la sociología funcionalista dada su ausencia de perspectiva histórica. Por tanto, la imagen de nuestro autor no se corresponde en totalidad a la de un sociólogo funcionalista. En el fondo, pensó desde la teoría funcionalista para ir más allá de sus propios límites. 562 Recordemos que Talcott Parsons tradujo al inglés La ética protestante. Medina dice que el estudio de la ética protestante debía estar completado por los estudios que Weber dedicó a la moral económica en las religiones universales, recogido en su Gesammmelte Aufratze zur Religiomsoziologie. 563 Manuel Rodríguez Caamaño ha demostrado cómo Medina compartía con Simmel una perspectiva sobre la modernidad infundada en el primado de la función por sobre el valor: ―De igual manera que G. Simmel, Medina Echavarría observó que la objetivación de los productos derivados de la actividad humana –cultura objetiva- se iban imponiendo, de forma significativa, en todas las esferas de la existencia vital‖ (Rodríguez Caamaño, 2004: 26). Lo que quiero matizar con ello es que el programa cultural de la modernidad quedaba justificado por la subordinación de los valores a su definición funcional como exigencia de modernización. 345 su interpretación de los orígenes del capitalismo‖ (Medina, 1953: 177). 564 Lo que sugería era un análisis más preciso sobre su obra, que él, como traductor e intérprete de Max Weber, localizaba sucintamente recogido en Economía y Sociedad que ―con ser todavía un libro inacabado, recoge y concentra el esfuerzo integro de la vida de Weber y en él se hallaban todos los temas de sus preocupaciones centrales‖ (Medina, 1953: 179). Allí se encontraban todas sus herramientas analíticas, conceptuales y metodológicas para la sociología. Pero fundamentalmente estaba el saber empírico de la historia que, como decíamos, le faltaba a la teoría funcionalista. Porque para Medina los estudios empíricos de la sociología no eran cuantitativos, sino comparativos. Eran de otro tipo. A la par que Max Weber, nuestro autor también indagaba el fundamento del conocimiento sociológico en la objetividad del conocimiento histórico social: ―Weber buscaba el conocimiento del hombre y de unas cuantas verdades esenciales con medios distintos a los especulativos, con el instrumento del saber empírico de la historia‖. Como nos parece, lo que empezó por un interés metodológico terminó por convertirse en la afiliación a un ―paradigma modernizador‖. Medina recogió el testigo argumental de Max Weber alrededor del advenimiento de la racionalidad formal del mundo: ―(Weber) se impone averiguar el origen y el desarrollo progresivo del predominio de lo racional en todos los aspectos del espíritu y de la cultura. El proceso de racionalización, como decía Weber, que llega hasta nosotros cargados de destino‖ (Medina, 1953: 185 y 186). Nuestro autor discriminó, en cierto sentido, el tema más conocido de las investigaciones weberianas como era el de la formación y peculiaridad del capitalismo occidental para, en cambio, adentrarse en el horizonte más profundo de sus pesquisas como era un análisis sociológico completo del mundo antiguo e histórico contemplado desde la perspectiva de los problemas sociales básicos del presente inmediato: ―toda la investigación de Weber está orientada por un solo motivo: el de comprender su propia época en su pleno significado, actual e histórico. Su afán de comprensión, que es al mismo tiempo de orientación –o mejor, fundado en éste-, se traduce en su extremo rigor en una pregunta que abarca en sí cuajadas posibilidades de ramificación: ¿qué es lo contradictorio y peculiar de la civilización occidental? Desde la música al partido político, pasando por otros fenómenos al parecer muy heterogéneos, nos encontramos con una serie de cosas que sólo en Occidente se ofrecen en su forma cabal. ¿Por qué aquí y no en otras partes? ¿Qué consecuencias tiene para nuestra vida este hecho singular?‖ (Medina, 1953: 186). De modo que si tomamos con la suficiente distancia las anteriores palabras que dedica al clásico alemán, podremos afirmar que el sociólogo español fue amoldando la pregunta por la racionalidad occidental a la pregunta por la situación de la racionalidad en América Latina. Todavía estamos a las puertas del problema central de la sociología de José Medina Echavarría, dedicada a comprender la peculiaridad cultural y social latinoamericana ante el reto de la modernización económica. Lo que distingue este instante intelectual de otros es el ascendente weberiano en sus reflexiones. Max Weber supone para nuestro autor una invitación tanto para reflexionar sobre el mundo 564 Entre los textos más representativos de Medina sobre el clásico alemán está su ensayo ―Max Weber‖, de 1944, recogido en 1953 en Presentaciones y planteos. A este respecto es preciso recordar que en 1944, aún en México, nuestro autor estaba volcado en la obra de Weber en múltiples dimensiones: traducción de Economía y Sociedad, clases magistrales, epistmeología de la sociología, etc. Un itinerario sociológico continuado como sabemos en la isla puertorriqueña. 346 contemporáneo como para intentar resolver algunos escenarios contradictorios que se presentan en la modernidad: ―la lucidez intelectual con que Max Weber percibió el carácter transitorio de la realidad en que vivía, y en la fuerza con que apresó, en el análisis de su propia sociedad, algunas de las tendencias que en ella se proyectaban ya hacia el futuro‖ (Medina, 1953: 182). Este fue el sentido de la tarea intelectual de Max Weber respecto al cuerpo histórico de Occidente, como también lo fue de José Medina respecto a América Latina: identificar y dar sentido al carácter transitorio de la modernidad. Al igual que descubrir las características, los límites y las metas del programa cultural de la modernidad para aquella región. Como fuere, José Meidna Echavarría formó parte en esos años de toda esa circulación de ideas sociológicas funcionalistas de inspiración weberiana. En este caso, su rol intelectual fue el de ser ―pasador cultural‖ de parte de la sociología académica norteamericana a la sociología latinoamericana y a la sociología en lengua castellana (como ya antes lo había sido de la sociología alemana en México). Principalmente de lo que se encargó nuestro autor fue de transferir la teoría funcionalista norteamericana que se ocupaba de Max Weber para luego él debatirla, matizarlas y adaptarla a la realidad concreta de América Latina. Este movimiento que encabezó el sociólogo español sería continuado posteriormente en la sociología latinoamericana por las aportaciones de Gino Germani y Florestan Fernandes. 565 No obstante, nuestro autor amoldó la teoría funcionalista a su analítica, a sus conceptos y a su formación sociológica. Por tal motivo, su mayor importancia, en mi opinión, fue desplazar la pregunta sobre la funcionalidad social que había en el estructural-funcionalismo a favor de la historicidad de lo social. Era una forma de reclamar la perspectiva histórica que por tradición no poseía la teoría funcionalista norteamericana. El trabajo teórico de Medina, iniciado en México y prolongado ahora en Puerto Rico, supuso la apertura de una perspectiva histórico-cultural vinculada a la sociología comprensiva weberiana que desde entonces se ha mantenido dentro del campo sociológico latinoamericano como una alternativa a la sociología funcionalista y a la sociología marxista. 566 Su logro fue iniciar un camino y un espacio alterno desde donde pensar teóricamente la realidad social de América Latina. El hecho, en fin, es que José Medina Echavarría fue partícipe de un proceso clave y generalizado dentro de la sociología contemporánea: el momento en que la teoría sociológica se volvió reflexiva. Fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando la teoría sociológica comenzó a dar forma a lo que con el tiempo se llamaría ―modernidad reflexiva‖ (Rodríguez Ibáñez, 1999). A diferencia de otras fases históricas, la mirada sociológica comienza a observar la rapidez en que las rutinas y las tradiciones sociales se quiebran. Se inicia una autoobservación sobre la propia actividad de la 565 En el artículo de Alejandro Blanco sobre la presencia de Max Weber en la sociología argentina entre 1930 y 1950 encontramos una amplia panoplia de autores argentinos que se interesaron tempranamente por el sociólogo alemán; caso de Raúl Orgaz, quien le dedicaría un capítulo en su obra La Ciencia Social Contemporánea, de 1932; de Alfredo Poviña, quien publicó en 1941 el libro La Metodología Sociológica de Max Weber; o de Renato Treves, quien se ocuparía del clásico teutón en su Sociología y Filosofía Social, también del año de 1941 (Blanco, 2004). Sin embargo, esta recepción no significó la apertura de hipótesis y líneas de trabajo que sí que serían desarrolladas por la sociología de Germani, Fernandes o Medina. Fue una recepción más literal y autologetimadora que un auténtico estímulo de iniciar estudios empíricos de corte weberiano. Añádase que Max Weber dedicó un artículo a los cereales argentinos que ponían en peligro los intereses nacionales alemanes allá por finales del siglo XIX; trabajo que sería preludio de su estudio sobre los trabajadores agrícolas al Este del Elba (Sidicaro, 2000) 566 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 347 sociología, sobre el hacer del sociólogo y sobre las consecuencias sociales de la teoría sociológica. De tal manera, que el teórico social empieza a reflexionar sobre las repercusiones de sus teorías. Esta es una línea de pensamiento –auténticamente moderna- que también encontramos durante estos años en nuestro autor. Medina Echavarría decía, escribía y reflexionaba sobre esto porque estaba haciendo un trabajo y una teoría sociológica en la que él mismo se reconociese con lo que escribía. Planteó, con ello, las dificultades que se encuentra el sociólogo a la hora de realizar teoría sociológica: la contradicción entre la lógica estática de la ciencia y de la teoría y la dinámica de la realidad social. El reto al que se enfrentaba el sociólogo era cómo ajustar la teoría sociológica con una sociedad cambiante. La dificultad para él era escribir teorías con aspiraciones perennes. Más encima sabiendo que unas de sus obsesiones, como sociólogo de formación comtiana, era la estabilidad social, el orden y la previsión. Obsesión, sin embargo, atemperada con la influencia weberiana que le valía para tener siempre presente que las variables en las ciencias sociales no son fijas ni inmutables. Por tal motivo, el nuevo tiempo social que se abría era una alusión a la capacidad del sociólogo para codificar y descodificar los retos de la modernización y de la modernidad en un mundo en evolución. Sin aún ponerle nombre, estaba hablando del carácter reflexivo de la teoría sociológica y de la sociología. La reclamación de la historia conecta con un cambio predominante en las ciencias sociales, ya que se había pasado del evolucionismo decimonónico, fundamentando en el desarrollo lineal, a nuevas doctrinas faseológicas que incorporaron el cambio a través de ciclos, fases (algo que ya había en la sociología con la transición de una sociedad a otra: A. Comte, K. Marx, F. Tönnies, E. Durkheim). Lo que estaba señalando nuestro autor era la evolución y descenso del enfoque sociológico desde los grandes procesos sociales e históricos y aproximándose cada vez más a observar lo próximo. De ahí, su reclamación por la sociología concreta. La ―nueva óptica sociológica‖ había reducido su ángulo de visión, teniendo ya la facultad necesaria como para descomponer los procesos históricos (Medina, 1980: 73). Por la naturaleza inestable y compulsiva de su objeto de estudio la perspectiva sociológica que se abría en los años 40 y 50 necesitaba de estabilidad dentro del desorden y de flexibilidad dentro de la rigidez teórica. Y nuestro autor encontraba todo ello en la complementariedad del enfoque histórico con la mirada sociológica. Dejando, como tuvimos ocasión de escribir, toda una herencia de ideas sociológicas de corte culturalista e historicista novedoso para las ciencias sociales latinoamericanas. En estas coordenadas acotamos, por tanto, las contribuciones sociológicas más destacadas de este período biográfico de su vida. Lo notable aquí, desde mi punto de vista, son sus reflexiones sobre la construcción conceptual y metodológica de una teoría sociológica, su bosquejo de una teoría de las categorías sociológicas, en la que se incluye una teoría de la acción social, y también, por supuesto, sus reflexiones sobre la sociedad contemporánea y su esbozo sobre una teoría del hombre y de la sociedad liberal que veremos a continuación con el suficiente detalle. 2. Modernidad y discurso sociológico. A partir del avance de la modernidad se va imponiendo, cada vez en mayor medida, el conocimiento sociológico como cultura dominante de unas sociedades donde la ciencia se ha convertido en la fuerza principal de transformación y en el marco referencial por excelencia. La sociología ayuda, dentro de sus límites, a plasmar en la 348 realidad social el programa cultural que lleva inserto la modernidad; pero también, por supuesto, trata de auxiliar a ―una sociedad sujeta a un proceso de cambio acelerado‖ (Medina, 1951: 352). De esta manera, el discurso sociológico de la modernidad es un discurso que trata de ofrecer las claves y el significado de las transformaciones sociales que se están dando a tal velocidad que resulta complicado contemplar la realidad en su conjunto e intentar cierta previsión. Es por ello que la sociología se proyecta como una perspectiva más de mirar esa realidad cambiante. ―La sociología es una perspectiva o punto de vista sobre la realidad entera de lo social que destaca algunos de sus aspectos, ni más ni menos que lo son la ciencia política, la etnología o la psicología social‖ (Medina, 1953:). Pero, principalmente, es una perspectiva autónoma e independiente porque observa aspectos de la realidad social de los que no se ocupa ninguna otra ciencia constituida, aunque a todas ellas las pueda interesar en igual medida algunos conocimientos que ella proporciona o estén las demás ciencias sociales interesadas en lo social. 567 Nuestro autor, en su continuación del proyecto epistemológico para la sociología, pone el acento en que la perspectiva sociológica es signo de la identidad del mundo moderno. Con ello lo que está reclamando es el lugar de la sociología en esa labor de dar sentido a ese ―momento contractivo‖ de la civilización occidental (Medina, 1951: 354 ciencia soc. contemporánea). La idea de nuestro autor, en este punto, era mantener su reflexión alrededor de las necesidades y carencias de la perspectiva sociológica en un momento en que esa contracción del mundo –llamémosla globalización- también significaba la apertura de nuevas dinámicas y expresiones culturales. El discurso sociológico tenía ante sí el reto de atrapar esa situación, de pretensión moderna pero ambivalente a la vez. Nada mejor que las palabras de José Medina para ilustrar ese contexto histórico y sociológico abierto tras la posguerra mundial: ―Pues la sociedad a la que debe aplicársele nuestra ciencia social no sólo es crítica sino marcadamente heterogénea. Es evidente que hoy más que en cualquier otro momento histórico todos los pueblos de la tierra se encuentran sometidos a influencias homogéneas que tienden a producir cierta uniformidad, notoria, al menos, en la superficie. Pero tampoco nadie puede negar, por debajo de ella, la presencia de corrientes semejantes en la vida social y cultural que pugnan por una uniformidad más profunda‖ (Medina, 1951: 354). El argumento sociológico que nos ofrece el sociólogo español estaba taimado por la era de la descolonización, la expansión demográfica y el crecimiento urbano. 568 Además fue un momento en que hubo un cuestionamiento muy importante sobre el futuro del capitalismo occidental y sus conquistas. América Latina no fue ajena a todo 567 Encontramos en Puerto Rico aquel referente sociológico que le había tenido ocupado en México como era de la reclamación de la autonomía e independencia de la sociología respecto a otras ciencias sociales por ser diferente su objeto de estudio: ―La historia de esta disciplina ha mostrado, en efecto, esfuerzos sucesivos y diversos por lograr su construcción en forma que no dejara dudas sobre su carácter sustantivo, es decir, sobre su naturaleza de ciencia social con su objeto propio y exclusivo del de las otras ciencias sociales‖ (Medina, 1953: 210). Nuevamente hallamos ese guiño hacia la dificultad de establecer fronteras entre las disciplinas científicas. 568 Nuestro autor se refería a la descolonización como contracolonización, ya que no había todavía un término que apresara esa realidad social: ―Si entramos, en efecto, en una era de ―contracolonización‖, quiere esto decir que no son las tendencias todavía aparentemente dinámicas las que hay que tomar en cuenta, sino las contractivas y estabilizadoras; y que en lo sucesivo van a imperar de nuevo, aunque con supuestos distintos, las preocupaciones por el equilibrio y el crecimiento orgánico‖ (Medina, 1951: 354). 349 este debate al dar luz a todo un examen alrededor de las teorías desarrollistas y modernizadoras para la región. Antes de que nuestro autor se sumara plenamente a esa discusión, estaba él, para ser más precisos, sumergido en otras preocupaciones intelectuales que tampoco desdeñaban del todo el ―tema latinoamericano‖. Como estamos teniendo oportunidad de ver a lo largo de este trabajo, lo latinoamericano estaba presente en su vida y en su circunstancia, pero todavía no era algo central en su sociología. Sin embargo, sabemos que Medina Echavarría estaba dando vueltas a cómo poder ajustar la teoría weberiana a la realidad concreta, histórica y cultural de América Latina, aunque fuera de una forma plenamente abstracta y todavía nada clara: ―Y esta heterogeneidad depende siempre de una peculiar constelación. Por una parte, el desarrollo económico-social, aún marchando dentro de una misma dirección, es muy diverso en los diferentes pueblos. Y, por otra parte, ese desarrollo acontece siempre dentro de configuraciones culturales muy peculiares que lo moldean en alguna forma‖ (1951: 355). El primer aspecto que reconoció nuestro autor fue la influencia de los factores culturales sobre la actividad económica. Ello abriría paso a toda una serie de preguntas que irían, con el tiempo, dando forma y ajuste al discurso sociológico de la modernidad para América Latina -auténtico reto de la sociología desarrollista elaborado por este exiliado español-. En este período de maduración y reflexión -caracterizado por la lectura y el pensamiento alrededor de Max Weber- se añadía la experiencia personal en la elaboración teórica. Habíamos advertido ya que a nuestro autor todavía le faltaban mayor proximidad y estímulos para motivarse a escribir sobre temas propios de la actualidad latinoamericana, aunque ya había tenido contacto con la realidad social de México, Colombia, Cuba y Puerto Rico. Sabía de la diversidad cultural que encierra América Latina bajo distintas culturas con sus respectivos matices y compartiendo un mismo cuerpo histórico desde la colonización. Pero aún su teoría respecto a América Latina todavía era tentativa. Aunque eso sí, nuestro autor sabía que toda teoría sociológica (latinoamericana) tenía que estar conectada con una realidad concreta; es decir, con una realidad cultural específica conformada históricamente. Por tal motivo, nuestro autor asumió, esta es mi idea, la tarea de ir ajustando de a poco la teoría weberiana respecto a una heterogeneidad cultural y social con encima distintos ritmos de crecimiento económico. Se había dado cuenta de lo problemático, inoportuno e irresponsable que podría llegar a ser los trasplantes teóricos: ―Tuvimos, por ejemplo, sociólogos empeñados en interpretar la vida de nuestros medios con teorías elaboradas en la Soborna por personas que nada conocían de la realidad americana o, lo que es peor, con tenaces prejuicios acerca de ella‖ (Medina, 1951: 355). 569 Era la condición que imponía aquel panorama sociológico. La realidad sociológica era, al fin y al cabo, la que invalidaba (o confirmaba) las teorías sociológicas para esa región, por mucho que uno quisiera adoptar una teoría a capricho. 570 Él se fue enfrentando desde su 569 A esto nos referíamos cuando, sin ponerle nombre y casi sin saberlo, Medina escribía sobre las repercusiones sociales de la teoría sociológica: ―sus errores pueden recaer sobre las vidas de un buen número de gentes‖ (1951: 355). Se iniciaba, de esta manera, el período de modernidad reflexiva y en el que algunos intelectuales, los menos, reflexionaban sobre los daños que puede ocasionar el hacer ciencia y la práctica científica. Porque la actividad intelectual es una acción social más con repercusiones sociales, aunque algunas veces se nos olvide. 570 En ese punto, nuestro autor opinaba que las teorías pensadas en el extranjero se invalidaban con la realidad social latinoamericana, si no había un trabajo posterior de reajuste: ―Pues, mientras no se demuestre en el caso concreto lo contrario, hay que suponer que en ciencia social la transferencia a una sociedad de teorías o generalizaciones provenientes de otras distintas las invalida de modo fatal‖ (Medina, 350 manera particular de ver la teoría sociológica a esos condicionantes estructurales que le hicieron descubrir que el ―ethos cultural latinoamericano‖ no concordaría tan sencillamente con los requisitos culturales del capitalismo moderno y con la interpretación del mundo occidental que había elaborado Max Weber. Entre sus retos estaba justamente hacer coincidir sin sobresaltos la sociología comprensiva, culturalista e histórica con los intereses de aquel contexto. Aunque, para empezar, la aplicación de esa teoría no se podía hacer de espaldas a una realidad social. Este era el contexto intelectual y social que combinaba teoría sociológica y heterogeneidad social, desafío e invitación al sociólogo para adecuar las teorías sociológicas elaboradas en los centros sociológicos a esa realidad diversa: ―la heterogeneidad social y cultural es un constante reto a la originalidad del investigador y que plantea, tanto para la teoría como para la práctica, problemas que han de ser afrontados sin andaderas‖ (Medina, 1951: 356). Hecho este reconocimiento de lo social, el siguiente enfrentamiento para nuestro autor era dar cuenta de lo externo en su materialidad, con la comprensión que capta en su interioridad el sentido propio y circunstancial de cada situación social (Rodríguez Caamaño, 2004: 14). A esto se corresponde su incentivo en continuar dando forma a su teoría sociológica, con su intento de renovación del lenguaje sociológico en base a la construcción de nuevos conceptos sociológicos y tratando de elaborar teorías abiertas y flexibles a esa realidad. Porque las variaciones y las mudanzas sociales han de tener su reflejo en la terminología sociológica. (Este era el objetivo de su pretensión analítica para la sociología, ya que la analítica en la sociología no sólo se refiere al uso de los términos sociológicos exactos, sino también a enfocar qué es lo que se tiene que ocupar con exactitud la sociología). Sin olvidar también el carácter crítico e instrumental que define a la sociología de Medina (Rodríguez Caamaño, 2004: 11). Nuestro autor, por aquel entonces, era optimista en el potencial reconductor de la vida en sociedad. No había que perder la fe en la ciencia social: ―Si perdemos toda esperanza en el valor orientador de la ciencia social, no sólo sobramos cada uno de sus cultivadores, sino que todos, nosotros y los demás, como simples hombres y ciudadanos, hemos de renunciar a cualquier propósito de dirigir racionalmente nuestra conducta política y social‖ (Medina, 1951: 349). Aunque fueran tiempos difíciles él seguía fiel a la capacidad orientadora de la razón, base de la modernidad y del discurso sociológico. 3. El carácter concreto de la sociología. El sociólogo español siguió esforzándose en dar continuidad y madurez a su proyecto epistemológico para la sociología. Entre las viejas preocupaciones estaba la de mantener los límites del conocimiento sociológico. Su meta seguía siendo encontrar la distinción disciplinaria para la sociología. Por este motivo, para él no era sociología ni la filosofía social, ni la metafísica, ni la ontología de lo social, ni la fenomenología de lo social, ni la política social, ni la expansión de doctrinas sociales o sociológicas (Medina, 1953: 208-209 planteos). El ―elemento histórico‖ era el diferenciador que nuestro autor encontraba para poder limitar la disciplina sociológica. Aunque fuera un elemento 1951: 356). Este era el problema teórico que se encontraba, con el que chocaba y, como decimos, con el que reflexionó y se enfrentó durante varios años a la hora de ajustar teorías y pensamientos transferidos de los centros sociológicos (Alemania, Estados Unidos) a la sociedad y sociología latinoamericana. Sabía que no se podían abandonar sin más las teorías sociológicas importadas, pues éstas podían causar efectos devastadores para la región. 351 también compartido por otras ciencias sociales: ―El carácter concreto de la sociología, como toda ciencia social, es una consecuencia de la historicidad de su materia; naturaleza que no rechaza, sino más bien exige, que nos acerquemos a ella con la ayuda de soportes teóricos con un mínimo de constancia y continuidad‖ (Medina, 1953: 208). Con la ―historicidad de lo social‖ Medina Echavarría reclamaba lo específico del conocimiento sociológico y del conocimiento de otras materias sociales. Lo social es, ante todo, histórico. ¿Qué significaba para él en ese momento la historicidad de lo social? Éstas eran sus claves: ―En primer lugar, la historicidad de lo social significa que las formaciones sociales, tema de nuestro estudio, tienen su lugar en la historia, es decir, que las encontramos formando parte de la realidad más amplia de la historia concebida como la totalidad de los aconteceres humanos…En segundo lugar, la historicidad de lo social significa también que todas las configuraciones sociales tienen su propia historia, que son en sí mismas un acontecer…Por último, la historicidad de la sociedad se interpreta también como consecuencia necesaria de que el hombre que la hace es por esencia ser histórico‖ (Medina, 1980: 145-146). El carácter concreto de la sociología, como aseguraba Medina, era consecuencia de procesos de continuidad y de la persistencia de lo pretérito en las estructuras sociales. La sociedad es en una parte producto de la historia como igualmente sus instituciones o formaciones sociales tienen su particular y peculiar historia. (Por ejemplo, la universidad como idea abstracta tiene su propia historia, su filosofía educativa, etc.). Y bajo esta línea de pensamiento el hombre no tiene naturaleza, sino historia. El hombre es un ser históricamente constituido. 571 Su reclamación de la historia nacía de la pretensión de completar y complementar la mirada histórica que le falta a la teoría funcionalista (y que muy pocas veces tuvo o ha tenido). Esta línea de pensamiento de corte histórico-culturalista nutrió de dos cosas a la sociología latinoamericana. 572 En primer lugar, como decíamos anteriormente, ofreció una perspectiva histórica que la sociología norteamericana casi nunca ha tenido, ni ha entendido. En segundo lugar, criticaba la aspiración universalista del funcionalismo como la sociología con las categorías universalmente válidas. Su encuentro con el ―ethos cultural latinoamericano‖ le hizo apostar decididamente por la sociología concreta. 573 Expresado de esa forma, su objetivo era salvar la distancia entre realidad y abstracción teórica: ―De la construcción teórica, en extremo abstracta y lejana, a la comprensión de la realidad social ―histórica‖ hay una distancia que la sociología se esfuerza en los momentos actuales por vencer de alguna manera…La sociología es, en este sentido, una disciplina que busca la comprensión de situaciones sociales totales y la orientación en ellas cuando se trata de situaciones presentes. Por eso la sociología es ciencia concreta al mismo tiempo que teoría o construcción sistemática. De los datos de la experiencia social extrae sus conceptos más generales, pero éstos le sirven como un cuadro de referencias cuando trata de 571 Alude a José Ortega y Gasset, a Heidegger y a Jaspers. 572 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 573 Dentro del panorama sociológico actual y más concretamente en el campo sociológico latinoamericano, esta perspectiva concreta está siendo rebatida por los sistémicos, que justamente quieren todo lo contrario: un único paradigma sociológico universalmente válido. Estos debates reflejan el auge y desarrollo que ha tenido la teoría de sistemas y la figura de Niklas Luhmann en aquella región. 352 penetrar en las peculiaridades de su realidad, por esencia histórica y cambiante‖ (Medina, 1953: 207). Por encima de todo, Medina planteaba –con su apuesta por el carácter concreto de la sociología- un tránsito desde la experiencia sistemática más central (las ―situaciones sociales totales‖) a las peculiaridades más abreviadas y reducidas de la realidad social. (Es fácil pensar en el clásico representante de este desplazamiento de lo macro a lo micro que fue George Simmel). 574 Nuestro autor estaba recogiendo la argumentación teórica abierta en el seno de la sociología alemana de principios del siglo XX, ocupada de la reducción de la perspectiva sociológica desde los procesos sociales hasta las acciones sociales. La tendencia sociológica que se abría entonces iba imponiendo una creciente atención hacia los fenómenos micro-sociales. Esta reducción del enfoque sociológico no suponía un rechazo, obviamente, de esos grandes procesos, porque la vida social ponía de manifiesto la existencia de ciertos fenómenos constantes y de configuraciones semejantes constituidas a lo largo del tiempo (Medina Echavarría, 1980: 90); sino más bien era una penalización hacia una forma de hacer sociología que únicamente tenía en consideración las grandes abstracciones. Por este motivo, la teoría sociológica que nos presenta Medina en Puerto Rico es una sociología comprensiva e histórica, que camina entre los grandes procesos sociales y las relaciones interhumanas. Para ser más certeros, en expresión suya, la sociología se ocupa también de las formas de la convivencia humana: ―Pues ¿qué se nos aclara cuando se dice de ella que es la ciencia de la sociedad?...Y bien ¿qué es esto de la sociedad?...Tomemos una definición más precisa y que aceptarse como más rigurosa: la sociología es la ciencia que estudia las formas de convivencia humana, sus causas y sus resultados‖ (Medina, 1953: 192). Y entre esas causas y resultados juega una parte importante el contexto histórico. Observamos, en todo caso, cómo estaba buscando nuevas formas teóricas para amoldar una de las ambivalencias definitorias de la ciencia sociológica como es la relación entre individuo y sociedad, ahora vestidos en forma de acción social y proceso social. En ese intento se suscribe su interés en perfilar y pulir el lenguaje sociológico como sinónimo de depuración teórica y de racionalización de la realidad social. Parte esencial de esta tarea reside en la elaboración de una teoría sociológica que recoja todos esos conceptos precisos para sintetizar y analizar una sociedad histórica. Medina lo explicaba con las siguientes palabras: ―Entendemos por teoría social el conjunto sistemático de conceptos que nos son necesarios para entender la sociedad, es decir toda sociedad o una sociedad histórica particular en sus aspectos generales‖ (1980: 11). Incluso lo precisaba de forma más sucinta: ―La teoría sociológica es así el sistema de conceptos con que pretendemos entender, interpretar y utilizar la realidad social‖ (Medina, 1953: 206). Precisamente esto, teorizar y revisar sobre un conjunto de sistemático de conceptos, es lo que hizo en su construcción epistemológica de la sociología –como ciencia comprensiva y concreta, pero también caracterizada, como 574 La influencia de Simmel en el sociólogo español, como reconoce Manuel Rodríguez Caamaño, va mucho más allá del tránsito de la macro a la microsociología. El clásico alemán tiene mucho que ver con las reflexiones sobre la objetividad y la instrumentalidad de la vida social en el mundo moderno: ―De igual manera que G. Simmel, Medina Echavarría observó que la objetivación de los productos derivados de la actividad humana –cultura objetiva- se iban imponiendo, de forma significativa, en todas las esferas de la existencia vital‖ (Rodríguez Caamaño, 2004: 26). 353 vimos, como ciencia empírica-. 575 A través de ese ejercicio analítico y conceptual teorizó sobre distintos temas y conceptos que son centrales en la tradición sociológica (y que además son de enorme actualidad) como la acción social, la autoridad, el cambio social, la causación social, la cohesión social, la competencia, el control social, la cultura, el estatus social, el grupo social, las instituciones sociales, la persona social, la personalidad, el poder y sus formas, la presión social, los procesos sociales, etc. Su propuesta teórica contiene, como punto de partida, una reclamación por lo concreto como la necesidad de mantener el equilibrio entre la abstracción teórica y el carácter próximo de la actividad humana; y además justifica, como veremos a continuación, la renovación de la gramática sociológica en lengua castellana por la importancia que tiene apresar la realidad social de una manera precisa a partir de las herramientas terminológicas y los mapas cognitivos que ofrece un leguaje sociológico articulado en una teoría sociológica. 4. Renovación del lenguaje sociológico. Construcción conceptual de la sociología: conceptos sociológicos y teoría social. En concreto, lo que llamamos ―renovación del lenguaje sociológico‖ casa sucintamente con la idea que tenía Medina, como acabamos de ver, de construir conceptos sociológicos que apresaran una realidad cambiante y diversa. Principalmente porque la nueva realidad social e histórica del moderno siglo XX no podía ser pensada y definida desde conceptos que se remontaban al siglo XIX. Esta dificultad provenía de la propia realidad social y de su definición. Pero detrás de esa tarea también había un interés en avanzar y en depurar la gramática sociológica en lengua castellana como una apertura hacia nuevos problemas teóricos y metodológicos. Además había que ajustar el consenso del tradicional lenguaje sociológico -de herencia anglosajona, alemana y francesa- a una nueva gramática sociológica, interpretada ahora desde la realidad latinoamericana o hispánica. Porque, como bien señalaba, ―el profesor tiene que enseñar siempre ―una gramática‖, algo estabilizado, fijo, ordenado‖ (Medina, 1953: 159). El lenguaje sociológico tiene que ofrecer una certidumbre y claridad al profesor, al sociólogo o al investigador, a la hora de representar los esquemas conceptuales y teóricos de una sociedad concreta e histórica. Porque el lenguaje sociológico lo que hace es encerrar rasgos de esa realidad social: ―Todo idioma representa un gran acopio de conceptos, cristalizados de manera diversa en sus términos y vocablos y no sin orden ni 575 La sociología, en su carácter concreto, mezcla las generalizaciones formuladas en la teoría sociológica con las peculiaridades características e históricas de cada circunstancia social. La comprobación de esas generalidades en la circunstancia social concreta -ver sí se cumplen o no- es cuestión de la sociología en su carácter empírico. Es, por ello, que las generalizaciones de la teoría sociológica se han de concretar en la confirmación de los hechos y de las acciones sociales, ahora en su carácter comprensivo. Este triple sentido de sociología concreta, comprensiva y empírica, según la entiende Medina, encierra esa distancia de la que nos advertía entre la teoría sociológica y la realidad específica. Después de esta justificación, podemos añadir que en esta etapa intelectual encontramos igualmente la reclamación por ese carácter empírico de la sociología, nota común en sus años de México: ―La sociología no es ni pretende ser más que una ciencia empírica, atenida a los principios generales del método y la actitud científica y cuyos resultados deja, por tanto, al examen y crítica de los competentes. La prueba y el consenso científicos determinarán en cada caso hasta qué punto se aproximan sus resultados a sus pretensiones sociales‖ (Medina, 1953: 196). Esto nos confirma, que Puerto Rico viene a ser, en principio, una etapa de prolongación de la temática de la etapa anterior, hasta que afloren innovaciones teóricas posteriores. Una de esas prolongaciones teóricas también es, por supuesto, su énfasis en la unión de teoría y técnica: ―La sociología, por tanto, no puede pretender el valor de ciencia empírica si sus datos no están ordenados y articulados con arreglo a una teoría, merced a una construcción que dé sentido a la aparente multiplicidad inconexa de los mismos datos‖ (Medina, 1953: 205). 354 concierto, sino trabados por un sistema, el de su gramática. Por eso todo lenguaje es ya una ordenación de la realidad, una ―presciencia‖ y participamos de ese saber por el simple hecho de manejarlo‖ (Medina, 1980: 13). Además de recoger perspectivas, el lenguaje sociológico también abre hipótesis de trabajos, investigaciones. Su experiencia como traductor y editor de sociología le competía a señalar la insuficiencia y falta de rigor de una terminología sociológica en castellano. Medina, a pesar de los roces mantenidos con Cosío Villegas, continuó colaborando como coordinador de la colección de Sociología en el Fondo de Cultura Económica hasta el año de 1959. 576 Es cierto que esta colaboración disminuyó en intensidad tras la salida de México. Si bien, como apunta con detalle Laura Moya, el restablecimiento de la relación del sociólogo español con el Fondo de Cultura Económica tuvo lugar a partir de la muerte de Eugenio Ímaz en 1951 y a gracias a la mediación de su amigo Julián Calvo (2007: 787). 577 Con él y con Tomás Muñoz habían colaborado en la traducción del Diccionario de sociología, de Fairchild para el Fondo de Cultura Económica en el año de 1949 (Moya, 2007: 776). Es una de las pocas colaboraciones con la editorial en aquellos años. Parece ser que por aquellos años nuestro autor también intentó elaborar un diccionario de ciencias sociales en lengua española, si bien solamente quedó en un proyecto (Beigel, 2007). De todos modos, estas muestras dejan claro su interés creciente por la renovación de la gramática sociológica (anticipando, de modo alguno, el giro lingüístico de la sociología. Aunque más que giro, para la sociología en lengua castellana era una necesidad su renovación terminológica). Toda la obra escrita en Puerto Rico recoge esa sensación de depuración de términos sociológicos. A lo largo de este capítulo tendremos oportunidad de ver la riqueza conceptual que manejaba nuestro autor. Como decíamos arriba, todo lo monumental del vocabulario sociológico le llevaba, según él, al siglo XIX. Pero en su tiempo surgía la oportunidad de renovarlo y cuestionarlo acorde a un nuevo tiempo social. Por ejemplo, con el binomio actor-situación nuestro autor sustituía al binomio organismo-medio que predominó en las ciencias sociales del siglo XIX y principios del siglo XX. 578 La importancia que reclamaba Medina en el aspecto gramatical de la 576 De la siguiente manera nuestro autor reconocía a Daniel Cosío su voluntad de seguir colaborando con esta editorial: ―Puede imaginar que por mi parte no tengo inconveniente alguno en seguir vinculado a la sección de sociología de esa editorial. Espero sus sugerencias en cuanto a la forma de llevarlo a cabo en las variadas circunstancias‖. Archivo Histórico del Fondo de Cultura Económica, correspondencia Medina Echavarría-Cosío Villegas, 23 se septiembre, 1946. 577 Como ya se ha comentado, estos acontecimientos biográficos influyen de cierto modo en las tareas intelectuales. Más encima si pensamos la estrechez de la red social del exilio español en la que participó nuestro autor. Parece ser que a Medina le afectó bastante la muerte de Eugenio Ímaz, amigo y compañero de exilio. Además aparece la figura de Calvo, también exiliado y amigo de la familia desde los primeros años en México, quien escribía a Medina con gratitud, pues gracias a su mediación había comenzado su labor en el Fondo de Cultura Económica a partir de 1940. Le asaltaban la nostalgia y el recuerdo de lo que habían sido y habían hecho aquellos exiliados españoles en tierras mexicanas ahora que se iban quedando miembros en el camino y la distancia les separaba: ―Me apesadumbra esa misma observación suya relativa a la terrible dispersión del grupo inicial. Usted, Herrero y Márquez cada uno por su lado; Ramón Iglesia y Eugenio Ímaz para siempre, y ahora Joaquín Diez-Canedo que también nos deja. Créame usted que soy sensible a estas razones del sentimiento. Daría cualquier cosa porque nos volviéramos a reunir todos, y ello imposible con respecto a algunos. Archivo Histórico del Fondo de Cultura Económica, correspondencia Julián Calvo-Medina Echavarría, 16 de abril, 1951. 578 Nuestro autor decía literalmente: ―Toda acción humana complica a quien la lleva a cabo en las circunstancias dentro de las cuales se realiza…Pero estos conceptos así separados se refieren a algo que se da entrelazado y conjunto en la realidad: el agente en su situación, formando parte de ella‖ (Medina, 1980: 21). 355 sociología es mayor de lo que podemos pensar a simple vista. No se trataba únicamente de producir vocablos sociológicos en lengua castellana, sino, principalmente, de anclar esa gramática dentro de unas problemáticas teóricas. Es decir, la sustitución del binomio organismo-medio por el de actor-situación implica una perspectiva diferente para la teoría sociológica. Nuestro autor estaba señalando nuevos problemas teóricos a los que se tenía que enfrentar la sociología en lengua castellana con sus propias claves y herramientas analíticas, conceptuales y metodológicas. Medina advertía, con ello, que la discusión no estaba en las palabras, sino en el fondo del asunto: ―un mundo derruido y espectral de conceptos difíciles, falsamente profundos, de sutilezas sin sentido y de simples e inacabables tautologías. Dicho en otra forma, un puro amontonamiento verbal, confluencia confusa con frecuencia de terminologías de la más variada procedencia‖ (Medina, 1953: 144). Sí que había que crear conceptos sociológicos útiles y serios, pero, por encima de todo, localizar temas a investigar, vincular el lenguaje sociológico con la teoría sociológica, como igualmente enlazar esa teoría con una realidad social determinada. Un primer paso para la articulación de un discurso sociológico a la vez riguroso que concreto era el de depurar los términos sociológicos de su carga ideológica. De esta manera, y por poner una muestra, Medina reclamaba la pureza terminológica del concepto cambio social: ―conviene que siga intacta la aceptación unánime del término cambio social, depurado como está de todas las implicaciones sean doctrinales o rigurosamente teóricas que arrastran otros términos como evolución o progreso de uso tan frecuente en la centuria anterior‖ (1980: 149). Depuración sociológica era sinónimo entonces de depuración ideológica. Lo que señala el sociólogo español es que la historia del campo sociológico occidental ha estado caracterizada por vocablos sociológicos aparentemente científicos pero de clara ascendencia ideológica. Como también no deja de preocuparle la representación social y política que han tenido tanto conceptos como teorías sociológicas. Nuestro autor, en este punto, hace una presentación de la canalización que han tenido las ideas de A. Comte en distintos grupos dominantes, portadores de estas ideas. Por ejemplo, el catolicismo secularizado del fundador del positivismo otorga una gran importancia al tema de la concordia y del amor; si bien, en la bandera brasileña, destaca únicamente el lema positivista de orden y progreso, sin mencionar el tercer elemento que era el amor (Medina, 1980: 66). Si Comte concedió un lugar importantísimo hacia ese sentimiento, observamos cómo los conceptos sociológicos son apropiados según intereses de posición y de dominación. Medina nos hace ver que el tema del amor no fue olvidado durante décadas por el pensamiento social europeo, recogido por las corrientes progresistas y por el socialismo utópico. Sin embargo estas ideas han ido perdiendo fuelle con la llegada del darwinismo social, que ha ido minando el pensamiento contemporáneo y los conceptos sociológicos que de él derivan como el conflicto social o el antagonismo social. 579 De esta manera, ―el siglo XX –según 579 ―El darwinismo social, una dirección muy difundida desde finales del siglo XIX, abre una larga época en que el centro de la preocupación social no es el amor ni la cooperación espontánea, sino el antagonismo. El conflicto –una lucha ineludible e incesante- se convierte en el núcleo mismo de la vida y de la historia; se descubre por todas partes un implacable combate por la existencia y los sociólogos analizan sus diversas manifestaciones: luchas de razas y de pueblos, de clases y de naciones‖ (Medina, 1980: 67). 356 Medina- entra en la historia universal bajo el signo de una extraña mezcla de progresismo y de darwinismo sin ilusiones‖ (Medina, 1980: 67). A él más que nada le interesa que el lenguaje sociológico se desprenda de esa herencia que lastra del siglo XIX y que el se convierta en lo que real y auténticamente tiene que ser: una herramienta al servicio del sociólogo y de su interpretación de la vida social sin más. Aunque ciertamente ese rigorismo metodológico no deja de ser también una postura por parte de nuestro autor. 580 Él consideraba que la única manera para pensar la sociedad era a través de los conceptos; las herramientas metodológicas de la ciencia sociológica. Pero, para empezar, los conceptos tenían que estar trabados por el sistema que ofrece una teoría sociológica. Como vimos, el lenguaje sociológico era una ordenación de la sociedad, con su gramática conceptual y, por supuesto, con su arquitectura teórica. Toda teoría sociológica tiene una pretensión de generalidad. Se trata así de una interpretación que pretende ser generalizable. En este caso teorizar equivale a ―contemplar‖. Desde la teoría interpretamos y vemos la realidad social. Porque la teoría no es la realidad, sino una interpretación de ella. Es una interpretación con intención de generalización, de comprensión, de entendimiento, pero no es la realidad como nos sugiere nuestro biografiado: ―Advirtamos de nuevo que la teoría no es, sin embargo, la realidad‖ (Medina, 1980: 12 y 14). 581 Ahora bien, ¿qué suponía para nuestro autor la teoría social? ¿Qué implicaciones tenía para él el teorizar? De la siguiente manera reconocía su valoración sobre el significado de la teoría social: ―Entendemos por teoría social el conjunto sistemático de conceptos que nos son necesarios para entender la sociedad, es decir toda sociedad o una sociedad histórica particular en sus aspectos generales. Los conceptos que se articulan en la teoría social corresponden a ciertos fenómenos de repetición, o sea determinados hechos que se ofrecen de una manera relativamente constante allí donde tengamos una sociedad humana. Valen por consiguiente para toda sociedad concreta, cualquiera que sean además sus peculiares características. Son, por tanto, conceptos que debemos poseer de modo previo a todo estudio social particularizado‖ (Medina, 1980: 11). De acuerdo con esto, la teoría para José Medina Echavarría era un sistema de conceptos que estaban integrados y que se referían a una determinada parcela de la realidad social. ―No se trata de una mera descripción, ni tampoco de un conjunto o simple repertorio de conceptos, sino de conceptos relacionados entre sí en cierta forma‖ (Medina, 1980: 12). En este sentido para él el teorizar implicaba un procedimiento combinado entre historia y teoría: ―El ideal sería poder unir estos dos procedimientos: es decir, enfrentarnos con la materia de tal manera que viéndolo todo históricamente, en 580 A continuación recogemos una muestra de esta depuración terminológica: ―Con la palabra cambio sólo se indica el paso de un fenómeno o conjunto de fenómenos, de un estado a otro, nada más pero tampoco nada menos. Hemos eliminado casi por completo el uso del término progreso, que lleva consigo un juicio de valor, una afirmación de mejora o marcha hacia lo mejor; y esto no sólo por causa de la crisis de la fe progresista en la conciencia contemporánea –aunque no deje de tener importancia- sino por puras razones de exigencia metodológica‖ (Medina, 1980: 144). El rigorismo metodológico, como podemos apreciar con este ejemplo que nos ofrece Medina acerca del cambio social, se ha ido imponiendo por la propia práctica sociológica, que ha ido acoplando a los intereses estrictamente científicos su armazón conceptual. 581 En este punto Medina cita a Whitehead y la falacia de la ―concreción fuera de lugar‖. Medina Echavarría nos está hablando de la distancia entre la teoría y la realidad. De la coherencia y la articulación de la teoría respecto a la realidad social. 357 sus orígenes y desarrollo, pudiéramos, al mismo tiempo, ir depurando los conceptos necesarios para apresar esa realidad‖ (Medina, 1953: 224). Llama la atención una vez más la preferencia que tiene el sociólogo español de confesarnos su predilección por la sociología culturalista e historicista. En esa tradición sociológica encuentra la mejor manera de que los conceptos queden integrados en una teoría social concreta –dado el carácter histórico de la sociología- en el que adquieren el pleno significado de cada uno de ellos y el de la totalidad de que forma parte. ―Este apoyo y fundamentación recíproca de unos cuantos conceptos es lo que constituye el sistema‖. Un sistema teórico que no deja de ser, en su conjunto, una abstracción de la realidad social –―un recorte en un fragmento de lo real‖- que convierte a la sociología, por tanto, en una perspectiva más. Porque los conceptos son igualmente abstracciones de esa misma realidad: ―el concepto es la abreviatura de algo real. Con ello se indica que trata de describir cosas dadas en la realidad; pero en forma abreviada, sucinta. No reproduce o copia exactamente la realidad, sino que elige de ella ciertas notas. Esta descripción selectiva, abreviada es lo que en términos técnicos se llama abstracción‖ (Medina, 1980: 12-15). El concepto, por tanto, es únicamente una descripción selectiva de una porción de la realidad, siendo ésta inagotable para la mirada sociológica. Los conceptos lo que hacen es ordenar esa realidad social a partir de pequeñas porciones. La teoría social, como nos dice Medina, viene a ser un cuadro en el que encajan todos esos conceptos previos que nos ayudan a dar un cierto sentido y sirven para comprender una realidad social que se presenta inabarcable. Es por ello que la definición de teoría que maneja nuestro autor sea la de ―sistema de conceptos integrados‖, que parten de la experiencia y que tratan de parcelar un fragmento de la realidad. Nuestra experiencia y la observación sobre la realidad social no nos permiten conocer todos los rasgos de ―lo social‖. Si el concepto es una abstracción de una porción de la realidad social, la teoría pretende ser una integración de conceptos que posibilite una visión más o menos completa sobre esa misma realidad social. Con estos antecedentes, no es exagerado augurar que la construcción de conceptos sociológicos sea clave para poder entender su definición acerca de la sociología como ciencia social concreta. Efectivamente, ciencia de lo concreto, de una sociedad humana histórica, pero también una ciencia que debe articularse a partir de conceptos concretos que se refieren a esa misma realidad. La aventura epistemológica de nuestro autor es pues una sólida y organizada teoría que concede toda su importancia al concepto y al lenguaje sociológico, porque gracias a ellos, aunque no conozcamos la totalidad de los rasgos del objeto de estudio sociológico –―lo social‖-, podemos reconocerlo de alguna manera, además de entendernos y compartir problemas con otros sujetos de conocimiento. Únicamente en nuestra práctica sociológica manejamos fragmentos de la realidad que nos son dados por la experiencia social vivida. Esta experiencia social vivida y recogida en la gramática, en el lenguaje, nos aporta un sistema de conceptos integrados y representados a través del sistema especial y organizador de nuestra realidad: el lenguaje. Por tal motivo, el lenguaje es el sistema organizador de la realidad social. O, como nos decía anteriormente Medina, el lenguaje sociológico es una ordenación de la realidad, como también impregna la teoría social. 358 La versatilidad del lenguaje sociológico se escenifica en su presentación como una guía o diccionario a la hora de orientarnos, pero también recoge experiencias históricas y socialmente compartidas. Porque la gramática sociológica también depende de las circunstancias sociales y de las experiencias a las que esté expuesto ese lenguaje, esa palabra, ese vocablo, ese concepto. De esta manera, para José Medina Echavarría los conceptos sociológicos incluyen estos aspectos circunstanciales, históricos y sociales. Y en lo referente a una posible clasificación de conceptos, distingue entre conceptos generales, entre conceptos históricos relativos y, por último, entre conceptos históricos individuales. En cuanto a conceptos generales, se está refiriendo a todos aquellos conceptos que deben estar presentes e incorporados en una teoría de la sociedad, tales como status, autoridad, competencia, movilidad, conflicto, etc. Son conceptos, por tanto, ―que tratan de apresar fenómenos que se ofrecen reiterados en cualquier sociedad. Como lo que importa son las características más típicas de esos hechos de repetición, la configuración relativamente constante que toman, los conceptos a que nos referimos son tan generales en su validez como sobrios en su contenido. O sea, son los más abstractos de todos‖. Los conceptos generales nos hablan de rasgos reiterados y repetitivos que aparecen y se dan en la sociedad moderna contemporánea. Mientras que los conceptos históricos relativos son aquellos ―que tienen un mayor contenido histórico y que, sin embargo, pretenden cierta generalidad. El concepto de feudalismo, por ejemplo, apresa las características típicas de una realidad histórica, pero no describe ninguna sociedad feudal en particular, que pueden diferir entre sí de modo considerable. Estos conceptos constituyen quizá el armazón categorial característico de la historia y de las ciencias sociales. Es decir, de todas las ciencias que se refieren al hombre, ser histórico en diversos sentidos‖. Con estos conceptos lo que entiende nuestro autor es que hay categorías analíticas que comparten un momento histórico con otra sociedad, pero que tienen particularidades que terminan por diferenciarla de otra. Al igual que son conceptos históricos que también actúan como ideales al no darse plenamente en una sociedad. 582 En último lugar, nuestro autor nos habla de los conceptos históricos individuales, que a diferencia de los otros únicamente les importa apresar lo típico y singular de cada momento o suceso histórico: ―Con ellos se procura captar lo singular, lo que sólo se da una vez y no se repite, lo mismo si se trata de un hombre que de un transcurso histórico con individualidad definida, es decir, con unidad y fisonomía singulares: el renacimiento italiano, el barroco español, la sociedad colonial hispano-americana, el Puerto Rico de 1948‖ (Medina, 1980: 17). Estos conceptos, por tanto, recogen la singularidad de un momento único e irrepetible que es visto como un transcurso histórico de individualidad definida y finita. En fin, en esa tarea epistemológica de construcción analítica y conceptual de la sociología se encuentran, sin duda, restos del legado alemán. Una perspectiva que atiende, como bien sabemos, al sentido histórico y a ―las tendencias reales‖ del tiempo contemporáneo: ―lo que a nosotros nos interesa –y esa es nuestra tarea- no es evitar el futuro, sino comprender el futuro y el pasado inmediato de que deriva. No se trata de tomar posiciones, sino de entender y explicar. ¿Qué es lo ocurrido? ¿En dónde está la razón de las mudanzas habidas en las ideas, en las instituciones económicas, en la organización política, en los sistemas educativos, etc.? ¿Cuáles son y de dónde 582 En este sentido, Medina nos pone el ilustrativo ejemplo de la sociedad liberal: ―Lo mismo, cabalmente, con el concepto de liberalismo o de sociedad liberal, que no ha existido con idénticos caracteres en los diversos países que lo vivieron y en sus diversos momentos, y que por eso nos exigirá no olvidar nunca que sólo se trata de un esquema ideal‖ (1980: 17). 359 provienen las tendencias reales de nuestro tiempo?‖ (Medina, 1953: 233). Optó a la hora de construir sus conceptos sociológicos por la manera de entender la sociología que se encontraba en la matriz de la sociología alemana. Una sociología, según explica Pedro Morandé, que nunca ha tenido, a diferencia de la sociología norteamericana, esa pretensión de crear categorías analíticas de pretensión universal y después clasificar dentro de esas categorías universales. 583 La sociología alemana es de carácter más concreto. Es otro tipo de empiria. Sin duda, Alemania ha entendido siempre la sociología desde los contextos históricos que se van produciendo en las situaciones. El alcance de Medina influyó mucho con la introducción de esa metodología, que se encontraba en autores como Max Weber, K. Mannheim o H. Freyer, quienes siempre trataron de reflexionar sobre su época elaborando tipologías pero acotadas históricamente. Mismo objetivo es el que nuestro autor se había fijado en esta continuación de su trabajo epistemológico respecto a la sociología en lengua castellana. Ese será el resultado final de todos esos años de trabajo y de maduración teórica e intelectual. Pero antes nuestro autor había dejado trazado todo un ejercicio de sociología de la sociología y de sociología del conocimiento que le llevó a reflexionar, por debajo, sobre la práctica sociológica de los sociólogos contemporáneos. Su obsesiva fijación por la posición de la teoría social en el campo sociológico de su tiempo le hace observar cómo la teoría sociológica no es muy utilizada por los investigadores sociales de su tiempo. ―La ciencia social en general o las ciencias sociales en particular, han de ofrecer también una teoría, es decir, un cuerpo sistemático de conceptos sobre la realidad social o un sector determinado de ella. Necesitan presentar una teoría que sirva como guía de la investigación. Suceden, sin embargo, dos cosas. Por un lado, el hecho de la pobreza teórica en la ciencia social. Por otro, el hecho de la renuncia por parte de algunos de sus cultivadores a toda teoría, a toda pretensión teórica‖ (Medina, 1980: 15). Medina Echavarría señala, principalmente, todo el movimiento y la tendencia generalizada que hay en Estados Unidos a prescindir de la teoría y a atenerse únicamente a lo que llaman los hechos a través de las técnicas de investigación social. Nuestro autor observaba cómo ese movimiento, el empirismo abstracto, prescindía de la parcela teórica volcándose únicamente en la parcela técnica o empírica. ―No más teorías, hechos y nada más que hechos; técnicas y nada más que técnicas. Estadística, por ejemplo, y sólo estadística‖ (Medina, 1980: 16). Esto, desde su punto de vista, redundaba en una ausencia generalizada de teoría. Algo que podría lastrar el desarrollo del campo sociológico latinoamericano en un momento en el que se trataba de consolidar una sociología científica propia, amenazada por las transferencias de ideas y teorías provenientes de la sociología norteamericana. Él, como máximo representante de aquella primera sociología científica producida en la región, aprovechaba su posición legítima para continuar con ese movimiento sociológico, que, por lo menos para él, trataba de diferenciarse del empirismo abstracto norteamericano e incluso de la teoría funcionalista a partir del sentido concreto e histórico de los conceptos sociológicos con una teoría sociológica de corte culturalista e historicista. 583 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 360 5. El papel de la teoría sociológica: entre el dinamismo y la reflexividad. Anteriormente tuvimos ocasión de detenernos en cómo el sociólogo español estaba observando el panorama de la sociología contemporánea. Este análisis sobre el papel de la teoría sociológica y su función social constituyen algunas de las claves de este período biográfico, aún siendo una nota común durante todo su itinerario intelectual. No ponemos en duda, obviamente, que Medina estaba teorizando sociológicamente dentro de un campo sociológico como el latinoamericano todavía con escasas propuestas en este sentido. Nuestro autor estaba tratando de vertebrar la teoría sociológica con la realidad concreta que se encontraba en América Latina. Ya sabemos el interés que tenía por convertir la teoría social en acto social. Sin embargo, todavía ni de lejos podía encontrar esta repercusión institucional o social para la teoría sociológica en la región, aunque paradójicamente América Latina necesitaba auténticas teorías que escaparan de ―la especulación sin base en que se incurre con tanta frecuencia en ciencia social‖ (Medina, 1951: 351). Se abrió tras la Segunda Guerra Mundial en la sociología latinoamericana la anunciada recepción de teorías funcionalistas provenientes de los Estados Unidos. Medina rechazaba estos intercambios de conocimiento sin pagar peaje teórico: ―hay que suponer que en la ciencia social la transferencia a una sociedad de teorías o generalizaciones provenientes de otras distintas las invalida de modo fatal‖ (1953: 61). Las generalizaciones empíricas y las transferencias teóricas únicamente se podían hacer de un modo condicionado. Es decir, si se ajustan algunas de sus supuestos o principios a la realidad concreta. (Justamente esto es lo que realizó Medina Echavarría con la transferencia de la sociología alemana weberiana e historicista como con algunos temas y conceptos provenientes de la teoría funcionalista). Para él la teoría sociológica era otra cosa. Significaba mucho más que calcar o copiar teorías ajenas sin más. Su empeño comenzaba en la posición que el teórico social o el sociólogo ocupa en una sociedad (Medina, 1953: 67). Esto ya condicionaba de principio la observación y la experiencia respecto al objeto de conocimiento. De esta manera, nuestro autor insistía en que la teoría quedaba determinada por la sociedad en su carácter concreto e histórico. (Una teoría específica para una sociedad específica). Se empeñó en señalar y privilegiar las circunstancias que determinan la validez de una teoría sociológica. No se podía exigir el acoplamiento de una teoría con una realidad social que no le correspondía y para la que no estaba pensada. De ahí la resonancia de sus palabras al respecto: ―La teoría tiene forzosamente que fracasar cuando brotada de la experiencia y de la vida de una sociedad estática o relativamente estable, se la intenta aplicar a otra sociedad que es radicalmente dinámica‖ (Medina, 1953: 55). Esta expresiva afirmación apuntaba a aquellos teóricos y sociólogos latinoamericanos que comenzaron a importar las teorías funcionalistas como objetos de consumo intelectual sin tener en consideración que eran teorías acotadas a una sociedad más o menos estable y realmente diferente a América Latina. Responsabilidad del teórico era, por tanto, evitar estos procedimientos. Él observa que las teorías, muchas veces, acaban como objetos de consumo intelectual y no tienen repercusión social y cuando lo tienen muchas veces con efectos desastrosos. 584 584 Un tema recurrente para José Medina era el (auto) cuestionamiento de la utilidad social de la teoría sociológica. Ello tenía mucho que ver, sin duda, por su condición de teórico exiliado y desplazado. Pero también situaba un problema que encontramos en la actual teoría sociológica como es el predomino de la teoría exclusiva para el consumo de teóricos, es decir, predomina la teoría reflexiva (Noya, 2004: 173). 361 Para él las teorías no eran transportables de una sociedad a otra. He aquí, pues, cómo la práctica sociológica de pensar modelos teóricos estaba limitada por la distancia que hay entre la realidad y la propia teoría. El reto que se encontraba nuestro autor – como todo teórico social- era moldear una construcción teórica fija y estática, mientras que la realidad siempre es fluida, cambiante y dinámica. (Condiciones incrementadas por la diversidad cultural de América Latina). Se enfrentaba, por tanto, con uno de los dilemas de las ciencias sociales: ―la teoría va también a la zaga de las mudanzas de lo real‖ (Medina, 1953: 55). Siempre la teoría queda rezagada ante los imprevistos de lo social. Además en la práctica sociológica, como bien señalaba, se superponen tanto las transformaciones sociales de las que uno es testigo, dando una impresión al observador de que ningún lugar es estable desde dónde poder contemplar la realidad en su conjunto, como también los cambios que se producen dentro del campo sociológico con nuevas teorías, visiones, recepciones, temas o conceptos. Todo ello perturba la mirada del sociólogo que, por un lado, tiene que comprender la realidad social e intentar cierta previsión, mientras que, por otro lado, al mismo tiempo se debe a la posición que ocupa y que, en principio, se le exige esta atención a su comunidad científica. El primer obstáculo, el puramente teórico, nuestro autor lo resolverá con la apuesta por una ―teoría dinámica‖. Aquella situación social del avance del mundo moderno compelía, según él, a una teoría social que en su seno acogiera tanto la explicación del dinamismo de esa realidad como una orientación ante el presente inmediato: ―La sociedad del cambio sin reposo en que vivimos nos exige, para entenderla y dominarla, una teoría que sea por sí misma la explicación y previsión de ese cambio‖ (Medina, 1951: 352-353). Las teorías sociológicas –más aún si pensamos en la posición del sociólogo en una sociedad como la latinoamericana- debían ser dinámicas, cambiantes. Se han de renovar y de validar constantemente ante el cambio constante de la realidad social concreta. Esto es el carácter heurístico y relativo de la teoría social. ―La teoría en las ciencias sociales es, pues, un conjunto de hipótesis utilizables en la interpretación de los fenómenos de nuestra existencia social; hipótesis que significan quizás verdades válidas para un momento; es decir, relativas, pero que nunca pueden pretender el carácter de verdades permanentes e inamovibles‖, escribía Medina (1953: 205). Mientras que el segundo obstáculo, la integración a un campo sociológico o comunidad científica, lo irá superando el sociólogo español a partir de los años transcurridos en su experiencia migratoria y, sobre todo, afiliándose a las líneas de pensamiento sociológico generales abiertas tras la Segunda Guerra Mundial. Por debajo hay, por supuesto, una reclamación personal por integrarse a una comunidad científica, la latinoamericana, al igual que reclamar la consolidación y la constitución de la misma. Más encima sucedía, como advertía nuestro autor, cómo se iba imponiendo en la sociología contemporánea el trabajo colectivo sobre las aportaciones individuales: ―el hecho decisivo respecto de la sociología es que esta Observamos cómo debates actuales que se dan en la teoría sociológica encuentran su antecedente en los años 40 o 50, por no decir que el ensimismamiento de la teoría social y su incapacidad de pronóstico esté en la matriz original de esta ciencia social. De manera muy concisa Javier Noya presenta esos síntomas que se dan en la teoría sociológica contemporánea: ―La teoría, replegada sobre sí misma, no satisface las ―necesidades analíticas‖, la urgencia que obliga a las personas a reflexionar sobre la vida social. Se despreocupa de las cuestiones que causan perplejidad a la mayoría de los mortales, y que estos necesitan e intentan entender. La teoría, al convertirse en un fin en sí mismo, deja de ser lo que era en su origen: un medio para afrontar las constricciones impuestas por las fuerzas y los procesos sociales, los dilemas prácticos de la vida social.‖ (2004: 165). 362 disciplina ha pasado definitivamente de la fase en que su construcción era la tarea de un hombre aislado más o menos genial y ha entrado ya en ese período de normalidad y madurez en que domina la cooperación y el consenso colectivo‖ (Medina, 1953: 206). De esta manera, la construcción teórica de la sociología parte de los conocimientos adquiridos en la experiencia común de un grupo de hombres que reconocen en esa ordenación o construcción teórica un instrumento eficaz y comprobado, lo que quiere decir, sujeto a modificación inmediata siempre que algún miembro de la comunidad científica demuestre su validez en todo o en parte. Ya hemos anunciado, con todo ello, las coordenadas históricas y teóricas con las que conviven las aportaciones epistemológicas de José Medina Echavarría. 363 CAPÍTULO XII. TEORÍA DE LAS CATEGORÍAS SOCIOLÓCIAS. 1. Sobre las categorías sociológicas esenciales. 585 Toda la sociedad necesita de un mínimo de conceptos para comprenderla. Si algo abunda de este período intelectual en la obra de nuestro autor es justamente esta faceta de construir conceptualmente la sociología. José Medina Echavarría fue un hombre de fidelidades, y aquí lo demostró continuando su pulso con la sociología comprensiva de orientación weberiana y de corte culturalista e historicista (completado también con las nuevas aportaciones de la teoría funcionalista) a la hora de elaborar las que para él eran las categorías sociológicas esenciales para toda teoría sociológica y toda teoría de la sociedad. Y esto era así porque para él ―en cualquiera sociedad, en toda organización social, sea del tipo que sea, se ofrecen ciertos fenómenos con relativa constancia, es decir, algunos hechos que se repiten, nunca con identidad pero sí con semejanza mayor o menor, y son esos hechos los que dan lugar, cuando se les ordena e interpreta conceptualmente, a lo que llamamos teoría de la sociedad‖ (Medina, 1953: 228-229). Precisamente es en esta estancia puertorriqueña cuando elabora su teoría sociológica más sistemática con sus categorías exactas y con una idea de fondo: toda teoría sociológica y toda teoría de la sociedad necesita de conceptos que ayuden a pensar la sociedad misma. La imagen que tenemos de él es la de un sociólogo atado al ejercicio diario de la sociología, buscando las claves para comprender los matices de la sociedad contemporánea. Esta querencia de entonces, sin embargo, no ha cambiado en el ejercicio actual de la sociología en lengua castellana. El paralelismo se encuentra en que seguimos necesitando de conceptos para descifrar la actualidad de la realidad social. Pero basta repasar los textos de Medina, basta con volver a estas categorías sociológicas, para darnos cuenta de la valía y de la precisión de muchos de sus conceptos que a pesar del paso del tiempo siguen manteniendo una vigencia muy loable. Algo que nos dice mucho sobre la clarividencia de nuestro autor, su total actualidad, y que también insinúa, por otro lado, lo poco que ha cambiado en todo este tiempo la sociología en lengua castellana -española o latinoamericana- en cuanto a su pensamiento, sus temas. Su mérito radica, por tanto, en cómo algunas de estas categorías sociológicas siguen siendo unos útiles metodológicos muy valiosos para pensar la realidad social latinoamericana y española. Veamos entonces su manera personal de comprender y aprehender la realidad convirtiéndola en conceptos sociológicos. 2. Definición de “sociedad”. En el análisis exhaustivo de su obra de aquel período observamos dos definiciones de la categoría sociológica ―sociedad‖. En las primera de ellas, nos dice lo siguiente: ―Podía sostenerse, en efecto, que toda sociedad, cualquiera que pueden ser todavía sus demás ingredientes, es por lo pronto el resultado innegable de las infinitas acciones recíprocas que todos los días, en renovación sin tregua, ocurren entre los individuos que la componen. La metáfora del tejido se descubre aquí con sencilla evidencia. La sociedad se manifiesta desde esta perspectiva claro es como la textura – 585 El título de este apartado lo tomamos de la Primera Parte de Economía y Sociedad de Max Weber, según la segunda edición en español de la cuarta en alemán de 1964 (2002), donde se recogen los conceptos sociológicos fundamentales clasificados por el sociólogo alemán. 364 cambiante- de los incontables hilos que son las relaciones cotidianas de hombre a hombre, de persona a persona‖ (Medina, 1980: 73). En similar tono se inscribe la segunda definición: ―Lo que llamamos sociedad se nos presenta por lo pronto como un tejido complicado de relaciones y nexos entre los seres humanos…Todo hecho social puede descomponerse en una determinada serie de acciones y reacciones entre individuos; constituye así una textura de acciones recíprocas en que la conducta de uno está influida o determinada por los demás…Las relaciones entre los hombres interesan, en consecuencia, por lo que son ellas mismas y por sus efectos en la vida concreta de sus partícipes; así, mi comportamiento será distinto según me encuentre en el hogar, en el cuartel o en la oficina‖ (Medina, 1953: 193). En ambas definiciones encontramos ciertas pautas constantes en las que, sobre todo, se prima la acción social como el elemento nuclear de la sociedad y, por consiguiente, como el objeto de estudio de la sociología. Las acciones sociales son las que dan forma a la sociedad. Manifestándose en esa textura de hilos sociales. La sociedad, de esta manera, es una malla que teje incontables acciones recíprocas y relaciones sociales entre los individuos, siendo resultado de las mismas. Estos lineamientos ya los había explorado nuestro autor anteriormente en México, si bien, como nos reconoce, ha ido incorporando a la actividad impulsada por la sociología formalista de G. Simmel y L. Von Wiese las nuevas aportaciones de la escuela interaccionista norteamericana, con autores como R. E. Park, E. W. Burgess o H. Becker (Medina, 1980: 74). 586 Esto le sirve a nuestro autor para abordar la relación individuo-sociedad a partir de la persistencia en las relaciones humanas y en las interacciones entre los individuos. Algo que le aleja, por ejemplo, de la coacción de lo social sobre lo individual mantenida por autores como Comte o Durkheim. Su perspectiva está más orientada hacia la sociedad que al individuo. Si bien desde un lugar de entendimiento recíproco. Ello lo achaca al impacto de la socialización y de la estructura social en la conformación de la personalidad, como los aspectos culturales subyacentes a toda sociedad. Aunque pueda parecer paradójico una de las formas de socialización que apunta nuestro autor es el conflicto y la disputa. O lo que el denomina como ―antagonismo o antipatía social‖. Medina, en este caso, se refiere principalmente a G. Simmel y a F. Znaniecki, como aquellos autores que han demostrado en sus teorías que el antagonismo tiene efectos socializadores (1980: 69). La antipatía mantiene la defensa individual como permite la originalidad heterogénea. Digamos que es un escape a la imposición socializadora y que posteriormente reafirmada ofrece beneficios tanto al individuo como a la sociedad. Desde el punto de vista individual la antipatía es y puede ser un mecanismo de defensa de la propia personalidad, una resistencia a la absorción por la persona ajena, un amparo a las tentaciones que los demás nos ofrecen (Medina, 1980: 69). La antipatía sirve para resguardarse de personalidades más vigorosas, agresivas o prestigiosas. Con ello discierne cómo actitudes individualistas, egoístas y aparentemente conflictivas llevan el sello de lo social, ya que pueden terminar por ser funcionalmente útiles y beneficiosas para la sociedad. 586 Lo que es común de estos autores es el estudio de lo interpersonal y de lo intersubjetivo, aunque sus criterios metódicos no sean los mismos. Para Medina Echavarría siempre fue muy estimulante la sociología formal de Simmel sobre las relaciones humanas. 365 3. La sociedad como sistema social. Uno de los conceptos sociológicos de mayor notoriedad en la sociología contemporánea ha sido, sin duda, el de sistema social. En la literatura sociológica de José Medina de estos años podemos observar cómo este concepto va teniendo un cierto protagonismo a la par que la impronta de la teoría funcionalista se va haciendo más visible en su obra. Justo es el momento en que se estaba empapando de la sociología funcionalista norteamericana, lo que se refleja en las frecuentes citas a Parsons y a Merton, por poner un ejemplo. Es un concepto arbitrario donde los haya, pero que en este caso particular proyecta el tono dominante que iba adquiriendo la sociología académica norteamericana. Encontramos en algunos momentos el tinte más funcionalista de nuestro autor cuando a partir del sistema social trata de explicar la estructura de contenidos en la que interactúan los consiguientes sub-sistemas. ―La tendencia ha sido considerar la unidad institucional como subsistema –el sistema económico, el sistema político, etc.- dentro del sistema total o con mayúscula que es una determinada sociedad. La función entonces de cada subsistema consiste en su efectiva contribución al funcionamiento del sistema total‖, añade. Además se atreve a señalar uno de los principales ejes sobre los que evolucionaría la teoría funcionalista y la sociología nómica –aquella preocupada por el orden social-, como es el de la integración de los sistemas sociales, superando, con ello, el anterior problema de la interdependencia de sistemas (Medina, 1980: 136). La interpretación de sistema social de nuestro autor concede importancia, en concordancia con esa línea de pensamiento, a las categorías sociológicas de consenso, equilibrio y orden social entre los procesos sociales, como entre los actores sociales, sus relaciones y sus formas de vincularse: ―Las actividades económicas, las políticas, etc., tienden a organizarse de forma integrada. Son para algunos efectivos sistemas. Pero en segundo lugar guardan entre sí determinadas conexiones que algunos en forma extrema puedan pensar en parentesco; por lo menos se influyen aun sin quererlo. Los ―sistema educativos‖, por ejemplo, no son inmunes frente a lo que ocurre en los sistemas económicos. Y, por último, no es una hipótesis disparatada pensar que la fisonomía –los caracteres peculiares- de una sociedad total –global, como se dice ahora- dependa –no sabemos por el momento cómo- de la manera como encajan entre sí esos diferentes conjuntos sistemáticos. O dicho en su más cerrada expresión lógica, de cómo se integre el sistema social en el juego de sus sistemas menores o subsistemas‖ (Medina, 1980: 129). Cabe en esta descripción de sistema social una analogía al concepto sociológico de estructura social. Observamos cómo nuestro autor se queda a medio camino entre la estructura y el sistema para recomendarnos cómo las acciones sociales, ya sean éstas económicas, políticas, educativas, etc., están integradas en una red o malla que las relacionan unas con otras. El interés del propio Medina es indicar cómo las acciones se penetran recíprocamente, ya representen a un sub-sistema social u otro. Nuestro autor no pierde de vista cómo las actividades del ser humano en esos ―diferentes conjuntos sistemáticos‖ se repliegan y proyectan de una manera global. Sin embargo, considero que rechaza el determinismo biológico que había en algunos sociólogos funcionalistas, caso de Bennet, Tumin, cuando hablaban del ―mantenimiento‖ de un sistema social, medido por su capacidad de lograr la supervivencia de todos sus miembros (criterio individualista) (Medina, 1980: 137). Nuestro autor apunta, con ello, alguno de los puntos clave de la teoría funcionalista y su orientación sistémica como será la 366 preocupación por el orden, por el mantenimiento de la estabilidad social, por la producción y distribución de bienes, por la reproducción de nuevos miembros y por el sostenimiento de las motivaciones psicológicas necesarias para esa estabilidad social (lealtades y cultura política). Nos habla de eso que podríamos llamar ―los requisitos funcionales del sistema social‖. Este análisis es el que lleva al sociólogo español a continuar con la tautología sobre la teoría funcionalista en dos aspectos claves: los requisitos y los pre-requisitos funcionales para la supervivencia del sistema. En los siguientes términos se refiere nuestro autor: ―en definitiva siempre es necesaria una definición de los denominados ―requisitos‖ y ―pre-requisitos‖ funcionales de un sistema (los primeros referidos a la existencia, los segundos a su continuidad)‖ (Medina, 1980: 137). Apunta que el desarrollo de estos supuestos teóricos están en las teorías de T. Parsons, en una forma más extrema, mientras que la versión de R. K. Merton es mucho más flexible. En esta ocasión, nuestro autor recoge una de las discusiones tradicionales que se ha dado dentro de la teoría funcionalista como es la que plantea los problemas del cambio social, según si el cambio social únicamente interesa integrarlo dentro de todo el sistema social o, por el contrario, si solo interesa integrarlo en la transformación de los sistemas mismos. De lo que se trata, en fin, es analizar cómo se puede mantener, en primer lugar, la existencia del sistema social y, en segundo lugar, prolongar la continuidad del mismo sin que ningún cambio social suponga ninguna quiebra traumática. De momento, José Medina no nos habla de lealtades, cultura política o participación social, pero con el tiempo observará cómo esos requisitos serán funcionales para la estabilidad y el desarrollo democrático en América Latina. 4. Sociedad tradicional y sociedad moderna. La clásica distinción entre ―comunidad‖ y ―asociación‖ es una metodología sociológica muy útil para describir y teorizar esa transición entre el mundo tradicional y el mundo moderno, con todas las dificultades e imprecisiones que esa tarea intelectual encierra. Más aún cuando en esa ―pretensión metodológica se infiltran también de modo inevitable las experiencias dolorosamente punzantes de nuestros días‖ (Medina, 1980: 61). La clasificación metodológica de las categorías sociológicas de comunidad y sociedad son categorías de carácter formal, ahistóricas, que se refieren, más que nada, a tendencias sociales hacia una u otra dirección. No se dan en toda su pureza al ser tipos ideales abstractos. Como bien asegura Medina, ―podemos mantener y mantenemos, en efecto, al mismo tiempo, lo mismo relaciones ―comunitarias‖ como ―societarias‖‖. La clave es que son tipos de relaciones sociales que coexisten al mismo tiempo y en el mismo lugar en la estructura social: ―En este sentido declara Max Weber que ―la mayoría de las relaciones sociales participan en parte de la ―comunidad‖ y en parte de la ―sociedad‖. Tesis tanto más que comprensible cuanto que para este sociólogo se trata en realidad de procesos o tendencias hacia la comunidad o la sociedad‖ (Medina, 1980: 62). 587 En realidad, en una sociedad puede haber tanto relaciones comunitarias como relaciones societarias. Y nuestro autor, siguiendo a Max Weber, entenderá la sociedad como una estructura que integra tanto posos de tradición como de modernidad. Sin embargo, nos dice Medina, conocedor de la sociología alemana, que la sociología historicista anterior ha tendido a tratar estos dos conceptos sociológicos 587 Lo que Max Weber denomina como: Vergesellschagtung y Vergemeinschagtung. 367 como fases sucesivas, siendo la comunidad el momento histórico que procede a la época ―societaria‖ en la que se disuelve. De ahí la citas a A. Vierkandt, a G. Simmel y, sobre todo, F. Tönnies y su libro Gemeinschaft und Gesellschaft: ―Tönnies alcanzó la distinción entre las dos categorías mencionadas no por la vía directa de la experiencia histórica, según pensaba, sino a través de un dificultoso análisis de las formas del querer, de la voluntad. La estructura social ―comunidad‖ se explica por el predominio de la denominada voluntad natural o esencial, mientras que la ―sociedad‖ es un resultado de la voluntad de elección o de ―arbitrio‖ (Medina, 1980: 59-60). Reconoce, como decíamos arriba, que lo que se da en la realidad social es la combinación recíproca entre tendencias comunitarias y societarias, aunque la tendencia fundamental para él sea mayormente societaria: ―Como totalidad la estructura en que vivimos es notoriamente de tipo societario, se trata de sociedades que giran en torno del sistema económico y esto basta para darles semejante carácter‖ (Medina, 1980: 62-63). Aunque ello no signifique la completa eliminación de relaciones comunitarias. Además Medina Echavarría observa otras aportaciones sociológicas más relevantes y actuales que tratan de describir aquellas características y lo que significa sociológicamente el mundo moderno en relación a esa dicotomía de comunidad y asociación. Así se detiene desde la división del historiador inglés W. G. Summer Maine, del régimen jurídico de status al régimen legal del contrato. En esa línea cita también a H. Spencer, la separación entre los dos tipos fundamentales de sociedad, la militar y la industrial, ambas fases ineludibles de un desarrollo evolutivo. Próxima a la formulación de F. Tönnies se sitúa la distinción de E. Durkheim entre las dos formas de solidaridad: ―La mecánica dominada por una visión del trabajo por semejanza y la orgánica, propia de sociedades muy diferenciadas, en donde la división ―funcional‖ del trabajo enlaza a los hombres en numerosas y sutiles dependencias, obligándolos a una colaboración de carácter racional‖ (Medina, 1980: 60). De esta manera, la comunidad es obra y creación orgánica y espontánea, mientras que la asociación es construcción mecánica y artificiosa. Es la contraposición clásica de los conceptos de ―comunidad‖ y ―asociación‖, los cuáles dan cuenta, sobre todo el último, a una división social del trabajo, a una distribución de roles y papeles sociales. En la sociedad el trabajo queda mediado por el contrato. En la sociología norteamericana destaca las aportaciones de C. M. Cooley sobre las formas de contacto primarias y secundarias. De Norteamérica también nombra a R. Redfield y su categoría de ―folk society‖, a H. Becker y su distinción entre sociedades sacras y seculares. Además distingue el auge que dentro del campo académico norteamericano estaba teniendo Parsons: ―Ahora la estrella rutilante de Talcott Parsons defiende, con la construcción de sus pattern variables, la clásica distinción, que también repercute por ese camino –nada sencillo- en otros especialistas de la ciencia social, los llamados ―politólogos‖ cuando persiguen en particular el tema de la ―modernización‖‖ (Medina, 1980: 60-61). La clásica distinción entre comunidad y sociedad encierra, sin duda, el tema de la modernización. Además nuestro autor dice que el binomio tradición- modernidad ha sido roto por otros sociólogos que prefieren hablar de una trilogía de conceptos: caso de Herman Schmalenbach y Jules Monnerot, que añade la banda, cuya acción es marcadamente afectiva o emocional. También Pitrim Sorokin añade a los tipos de estructura familista (comunidad) y contractual (asociación), el de estructura coactiva. Su generalización supondría una sociedad mantenida por un poder únicamente al servicio de la fracción dominante. Una sociedad puramente policíaca. (Medina, 1980: 61). Por otra parte, y en relación a este repaso de la teoría de la sociedad moderna, 368 añade la aportación de Norbert Elias y el proceso de civilización. (De hecho, sorprende la cita a este autor, no tenido en cuenta por la sociología occidental hasta los años 70, si no fuera por la actualización constante de Medina Echavarría en cuanto a autores y lecturas del panorama sociológico internacional). 588 En este sentido, el proceso de civilización ha tenido una gestación lenta y costosa. Ha sido un proceso de sociabilidad convencional, que no constituye ni mucho menos una manera auténtica y profunda de cohesión social. Está claro que los hombres están lejos de la auténtica comunicación (y sinceridad) a la que aspiran: ―Este es sin duda el mayor servicio que el sentimiento de la antipatía o mejor la conciencia de sus efectos, ha prestado a la tarea en todo momento frágil de socialización‖ (Medina, 1980: 71). El proceso de civilización ha ido incorporando progresivamente el respeto por la formalidad y por las convenciones sociales. O como argumenta nuestro autor, según ha avanzado la modernidad se ha hecho más necesario y presente la socialización de la antipatía y de la falsedad: lo que llamamos buenas maneras, cortesía, modales y también –expresión significativa- urbanidad, no son otra cosa que la socialización de esta experiencia, su manejo depurado y metódico‖ (Medina, 1980: 70). Algo muy característico, por su parte, del tipo ideal de ―asociación‖ o, si preferimos, de la ―sociedad moderna‖. Además, nuestro autor, siguiendo a Elias, sitúa el proceso de civilización acorde al progreso y al desarrollo del programa cultural de la modernidad. Esta dicotomía no debe ir más allá de su clara condición de tipos ideales que emplea nuestro autor como herramienta metodológica. Ello le impele a teorizar sobre las características más relevantes de ambos órdenes sociales. Si en la sociedad moderna la organización clave es la asociación mercantil, en la sociedad tradicional era la familia: ―la familia como el modelo de la formación tradicional, de las comunidades de destino, como el contrapolo, por lo tanto, de la compañía mercantil‖. Lo que se discute entre uno y otro modelo de sociedad son las diferentes relaciones sociales que se mantienen en ellos. Y, principalmente, la intensidad en que se manifiestan estas relaciones: ―el grado máximo de esa intensidad parece manifiesta en aquella formación en que según se dijo los hombres se encuentran vinculados con la totalidad de su vida y de sus personalidades y en donde los lazos que los unen son de la más diversa naturaleza: intelectuales y afectivos, modos de querer y sentir, recuerdos y proyectos. El grado mínimo de esa intensidad se ofrece, por el contrario, donde un solo singular interés vincula a los individuos en una parcela nada más, por importante que parezca, de su existencia‖ (Medina, 1980: 58). La forma de vinculación fuerte sería la forma de comunidad, que es la forma de vida social más estrecha y auténtica, ―pues en ella es únicamente donde se da la ampliación de la conciencia del yo más allá de los límites de la persona, hasta fundirla con todos los demás en la experiencia del nosotros‖ (Medina, 1980: 58). Mientras que en la asociación, más débil, las relaciones están reguladas por el orden económico – capitalista e industrial- externo. En la sociedad tradicional habría una relación definida entre persona y persona, mientras que en la sociedad moderna la relación entre hombres, 588 ―Norbert Elías nos informaba hace poco (1939), en un libro tan lleno de ideas como de erudición, sobre el costoso esfuerzo gastado en la tradición europea para hacer socialmente tolerables el desahogo de muchos impulsos‖ (Medina, 1980: 71). 369 mediada por el contrato, se da entre el individuo y el sistema. La relación es completamente abstracta porque así lo exige el sistema económico, institucionalizado por el contrato. Por tal motivo, la significación de ese tránsito la debemos entender en la forma en cómo cambian los vínculos sociales. Al igual que hay que analizarlos como dos formas de cohesión social que no se anulan y que pueden coexistir en la realidad social sin ser contradictorias entre sí. En fin, este recorrido teórico le sirve a nuestro autor para ver cómo se ha utilizado en la tradición sociológica ese par de conceptos; si como fases sucesivas o, por el contrario, como tendencias y procesos sociales que coexisten. Medina claramente se decanta por lo segundo, por la concordancia y coincidencia de procesos de comunidad con procesos de sociedad. De momento no observamos en nuestro autor, como ya hemos tenido ocasión de avanzar, una gran innovación teórica. Así nos lo reconoce con su modestia intelectual, ―la distinción bosquejada entre las dos formas de cohesión social no sólo no es original desde luego ni cosa novedosa, por lo tanto, sino que tampoco constituye el patrimonio teórico de un solo pensador‖ (Medina, 1980: 59). Esta cita evidencia que en aquellos momentos únicamente estaba realizando un trabajo intelectual sobre unas ideas sociológicas heredadas de la sociología alemana y recogidas por la sociología anglosajona. Lo que él realiza es un estudio acorde a una teoría de las ideas sociológicas, refiriéndose, por lo general, a autores ya leídos, trabajados y pensados. Únicamente incorpora los autores punteros de la emergente sociología norteamericana. Si bien, su afinidad y preferencia por Max Weber demuestra su inclinación hacia desarrollar temas viejos desde la óptica y la metodología que le ofrecía la sociología comprensiva de aquel autor. 5. La teoría de la acción social como fundamento de la teoría sociológica. Para tener una visión completa de la aportación de Medina Echavarría respecto a la teoría de la acción social, es necesario recordar los basamentos teóricos de los que se nutrió nuestro autor. Como tuvimos ocasión de ver en este trabajo, sabemos que el sociólogo español se apoyó, ente otros autores, en Durkheim para fundamentar la construcción epistemológica de la ciencia sociológica. Al igual que el clásico francés, asumió la especificidad de los hechos sociales. Sin embargo, para él las acciones sociales serán el objeto de estudio sociológico. ―La acción social –nos dice nuestro autor- representa para el sociólogo lo que la célula es para el biólogo, la molécula para el químico, etc.‖ (Medina, 1980: 27). La acción social es la base sobre la que se apoya y se levanta el edificio de la sociología. Nuestro autor se enmarca, con esta postura, en la misma línea de pensamiento que ha agregado Max Weber alrededor de la teoría de la acción social. Él recurre, principalmente, al clásico alemán para argumentar sus aportaciones sobre esta cuestión central de la sociología. Gran parte de la teoría de la acción social formulada por nuestro autor en Puerto Rico es de clara inspiración weberiana, tanto en sus fundamentos básicos como en su terminología y en su tipología. Es un ejemplo claro, en fin, de un trabajo teórico que se inscribe en toda una tradición sociológica que, justo en aquel tiempo, como venimos diciendo, también estaba siendo continuada por los trabajos fundamentales de Talcott Parsons. Podemos afirmar que la aportación de Medina Echavarría no es lo suficientemente personal, pero sí, por el contrario, es una respuesta teórica ligada a una época determinada de la historia del pensamiento sociológico occidental. Puesto que nuestro autor participó en toda una serie de corrientes e ideas generales de aquel período 370 clave. Aparte podemos caracterizar su aportación como un trasvase de temas enriquecedores para la sociología latinoamericana, principalmente, a la hora de considerar a la teoría de la acción social como el fundamento de toda teoría sociológica, al ser el lugar o el elemento organizador que permite ayudar a analizar recíprocamente otras categorías sociológicas esenciales para el entendimiento de la sociedad. Desde esta perspectiva estimo que se debe de entender la aportación de Medina Echavarría sobre la teoría de la acción social. 5.1. La teoría de la acción social de Max Weber. Medina recurre exactamente, como ya habíamos anunciado, al modo de pensar sociológico comprensivo de Max Weber para formular sus reflexiones alrededor de la acción social. La sociología weberiana es la base de la sociología de la comprensión (verstehen), una sociología que como su nombre indica se propone hacer comprender su objeto de estudio. De esta definición se desprende que la sociología como ciencia de lo social quiere comprender el sentido de los actos sociales y explicar también las causas de su desarrollo y de sus consecuencias. La sociología comprensiva de Max Weber es, ante todo, un programa de investigación que pretende comprender, pero también explicar. Desde esta perspectiva es justamente desde dónde piensa y escribe nuestro autor: ―Weber mantenía que el sociólogo debe esforzarse por comprender el sentido de la acción social, es decir, su aspecto subjetivo, pero que esa comprensión, lejos de ser una fantasía, habrá de estar controlada por el freno objetivo de la interpretación causal‖ (Medina, 1953: 201-202). Con ello además observamos que lo interesante de la realidad social no es tanto las conexiones causales que poseen un sentido explícito (Dilthey), sino lo intencional como significado del acontecer social. El conocimiento de la acción social, por tanto, no es simple observación, sino también de lo que se trata es de alcanzar a comprender el sentido subjetivo de la acción social. Pues bien, para Medina Echavarría el gran reto del conocimiento sociológico de la acción social es justamente su estudio con la mayor objetividad posible. Es decir, es un problema de actitud científica: ―El problema no consiste en si las ciencias sociales pueden o no prescindir de ese elemento subjetivo, sino en que sean capaces de estudiarlo con objetividad, de modo que eliminen de sus métodos toda perspectiva errónea‖ (Medina, 1953: 201). En su concepción, sujeto y objeto forman un todo, una unidad de carácter dialéctico, que es la realidad histórica. De tal manera que el sujeto no puede pensar el objeto sino es por medio de la abstracción, donde el sociólogo se ha de situar en el punto de vista del otro, en la interpretación del mundo que maneja el otro social, que a la vez también es su mundo, su realidad. Ante todo el sociólogo tiene que ―eliminar‖ sus juicios previos y sus experiencias sobre esa realidad para ser capaz de conocer el elemento subjetivo que caracteriza a toda acción social. De tal manera que el sujeto no puede pensar el objeto sino es por medio de la abstracción, donde el sociólogo se ha de situar en el punto de vista del otro, en la interpretación del mundo que maneja el otro social, que a la vez también es su mundo y su realidad social particular. Por tal motivo, Medina exige al sociólogo esa capacidad necesaria de empatía y de actitud científica para que tenga en cuenta el sentido que para el actor social tiene su acto social: ―El factor subjetivo de que tratamos supone que en la mayoría de las veces el investigador ha de tener en cuenta la interpretación que de los fenómenos estudiados tienen sus propios agentes individuales y que muchos de ellos sólo existen en la medida en que se encuentran mantenidos por esas interpretaciones o 371 definiciones dentro de un grupo de hombres mayor o menor‖ (, 1953: 201). Porque, como bien nos dice nuestro autor, el factor subjetivo es lo que diferencia una u otra acción social aunque aparentemente sean idénticas o similares. Los motivos de los actores sociales pueden ser diametralmente diferentes y variados. Al punto que una acción social aparentemente ilógica o irracional puede tener su propia lógica y racionalidad, aunque a ojos del investigador no sea así. En este sentido, el sociólogo tiene que ―eliminar‖ sus juicios previos y sus experiencias –su lado más subjetivo- sobre esa realidad para ser capaz de conocer el elemento subjetivo que caracteriza a toda acción social. Porque los datos empíricos que la sociología ha de manejar son las acciones sociales, tal como los entiende José Medina Echavarría y Max Weber. Al lado más subjetivo de los datos se les ha de dotar de sentido, se les ha de objetivar. En una palabra, racionalizar. La lucha por la objetividad, al fin y al cabo, remite a la responsabilidad y al sentido que el investigador social quiera dar a la acción social: ―Nos encontramos, en una palabra, con el factor subjetivo; o dicho de otra forma, con ese ingrediente llamado sentido o valor, que ha sido siempre el caballo de batalla en las discusiones metodológicas de la ciencia social‖. Con todo ello, nuestro autor nos viene a decir que el conocimiento sociológico no puede prescindir del sentido subjetivo que el sujeto concede a su acción social: ―los fenómenos sociales no se pueden entender la mayor parte de las veces sino a través de factores subjetivos que no siempre se muestran por datos externos: motivos, fines, propósitos, etc.‖ (Medina, 1953: 200). Para racionalizar la realidad social hay que considera como fundamental aquellos aspectos y ―factores subjetivos‖ que en ocasiones nos pueden parecer irracionales, emocionales y emotivos; lejos de la razón. En este caso el sociólogo tiene que hacer el esfuerzo de no pensar desde sus claves, dejar de lado su punto de vista y, por tanto, hacer ese esfuerzo de situarse en el lugar del otro que, al fin y al cabo, es la posición que se exige en el sistema sociológico comprensivo. 5.2. La definición de acción social. Las condiciones circunstanciales de la acción social. Sobre los papeles sociales: personalidad, sociedad y cultura. ¿Qué significado tiene para Medina Echavarría la categoría sociológica de acción social? Nuestro autor define la acción social como una ―acción que busca una respuesta, una reacción de otro y que en sus motivos y sentido tiene en cuenta un hacer u omitir de otra persona es la denominada acción social en estricto sentido‖ (Medina, 1980: 27). 589 Para él la acción social es un vínculo interno de referencia al tener dos actores implicados en la misma y al haber, con ello, dos puntos de vista sobre el sentido de la acción. La acción social, por tanto, consta de dos perspectivas, la del sujeto y la del objeto de la misma: ―Se trata, en efecto, de una acción en que el ser humano se encuentra con el otro, con un ser humano distinto de él. Pero no así como por tropiezo, sino con el vínculo interno de una referencia. En ella un hombre se dirige, se refiere a otro, y esa referencia es lo que la justicia o explica, es decir, le da su sentido. En la acción social se traban dos individuos en calidad de sujeto y objeto de la misma, pues que 589 También encontramos en nuestro autor una definición de interacción social situando esta categoría sociológica en el mismo nivel que la acción social: ―háblese de relaciones interhumanas o de acción social simplemente, aquello a que se refieren esos distintos términos es siempre el hecho de la interacción‖ (Medina, 1953: 194). 372 objeto es aquí la persona a quien el agente se dirige o refiere. Sin este componente la acción es puramente individual y sólo social en apariencia. Ahora bien, como el objeto de la acción social es un ser humano, lo que siempre pretende es una respuesta, una determinada reacción. Que aquel a quien se refiere haga o deje hacer algo, es decir, una acción o una omisión‖ (Medina, 1980: 21). Ello quiere decir que el sociólogo se debe ocupar de las dos significaciones subjetivas sobre un acto social. Ya que estas perspectivas no siempre serán coincidentes y los protagonistas de la acción social no compartirán el sentido de la misma. El sociólogo ha de tener en cuenta estas dos maneras distintas de entender ese acto, además tiene que considerar que toda acción social, ―no se ofrece en el vacío, en un campo abstracto, sino dentro de circunstancias definidas de lugar y tiempo. El hombre actúa siempre en una situación, en la que al lado de otros seres humanos se encuentra con las condiciones de su actuar y con posibles orientaciones normativas‖ (Medina, 1980: 27). Durante esos años fue importante, como sabemos, la presencia de José Ortega y Gasset como la de Max Weber en el tratamiento y la perspectiva de algunos de los temas sociológicos tratados por nuestro autor. Uno de los ejemplos de esta original síntesis lo encontramos en las condiciones ―circunstanciales‖ de la acción social. Es un ejemplo claro de la elaboración de conceptos sociológicos ligados a una época determinada como exige la sociología culturalista e historicista, que es la que profesaba Medina Echavarría. Si nuestro autor entendía la situación social (Thomas) como las condiciones sociales del acto social, la ―circunstancia‖ orteguiana le permite una mayor riqueza cultural y contextual. Además podemos afirmar que la teoría de la acción social de Medina Echavarría encierra también una teoría del individuo (como forma de solucionar la relación individuo-sociedad). Hay una reflexión sobre el individuo, ya que éste no actúa en el vacío, sino que sus actos quedan conformados dentro de una circunstancia o situación social: ―hemos hablado del sujeto de la acción como de un individuo que no actúa en el vacío, sin conexión alguna con su contorno, sino dentro de su situación, formando parte de su circunstancia social. Pues bien, este ser humano contemplado desde la situación social y en la medida en que está determinado por ella, es lo que, en la perspectiva sociológica, se denomina persona. Puede tomarse aquí el término actor en uno de sus sentidos más conocidos. El individuo actúa, en efecto, en su situación las más de las veces como actor, como alguien que representa un papel. No con la totalidad compleja de su ser, sino con un aspecto quizá insignificante de su ―personalidad social‖‖. (Medina, 1980: 23). Por tanto, toda acción social tiene un contexto, una circunstancia: ―Toda acción humana complica a quien la lleva a cabo en las circunstancias dentro de las cuales se realiza…Pero estos conceptos así separados se refieren a algo que se da entrelazado y conjunto en la realidad: el agente en su situación, formando parte de ella‖ (Medina, 1980: 21). Y en esa circunstancia, de la que el individuo forma parte de ella, interpreta su papel social. (Es un actor social en el sentido de G. H. Mead, cuya influencia se percibe en estos apuntes de nuestro autor). Con la categoría sociológica de papel social Medina Echavarría nos estaba hablando de un conjunto de orientaciones que dirigen el acto individual, al igual que este concepto también se refiere, desde la perspectiva abstracta de la sociedad, al conjunto de actitudes y acciones que ella espera del individuo. Precisa nuestro autor que esas condiciones de la acción social son las ligadas a los papeles sociales. De esta manera, como bien apunta, quedan unidos otra pareja de 373 conceptos sociológicos imprescindibles para toda teoría de la acción social y toda teoría sociológica como son el de papel social y el concepto de personalidad social. Nuestra personalidad social sería toda esa serie de papeles sociales que interpretamos en la sociedad. Además ―el concepto de papel social apunta a otro complejos superiores que son las instituciones –como sistemas de organización-y a la cultura como conjunto de sistemas espirituales‖. Las acciones sociales se ofrecen, por supuesto, en unas condiciones circunstanciales y concretas, pero, también, en referencia a instituciones sociales: ―En toda institución, en efecto, se coordina un complejo de muy diversos papeles y normas, y gracias a ellas se canaliza el actuar humano en el logro de importantes finalidades‖, nos asegura Medina (1980: 23y 27). Este aspecto confirma que las acciones sociales quedan expresadas por las instituciones sociales como un sistema de convenciones sociales y culturales duraderas y organizadas, dirigidas, como sabemos, a mantener en el tiempo una estructura social dentro de la sociedad. El rasgo fundamental es que ―la sociedad no es otra cosa que un conjunto de papeles sociales, frente a los cuales el individuo como tal se siente sobrecogido e insignificante‖. En resumen, el papel social es lo que la sociedad espera que un individuo cumpla en una situación determinada. Y la sociedad, en este sentido, no sería otra cosa que un repertorio y reparto de papeles. El esquema teórico, efectivamente, sería el siguiente: el hombre como persona y como actor social interpreta papeles sociales, mientras que la sociedad queda constituida como una presencia colectiva que reparte esos papeles sociales y que crea instituciones, teniendo, todo ello, como trasfondo el contexto de la circunstancia cultural. ―Estos tres conceptos, personalidad, sociedad y cultura, se implican mutuamente, y cuando se examina la realidad que cada uno de ellos encubre se considera también por necesidad y como de soslayo los demás‖, como nos asegura José Medina (1980: 25 y 27). Nuestro autor señala, con razón, cómo el acto social y la personalidad social vienen caracterizados por el dominio de lo social, de lo histórico y de lo cultural. La voluntad del individuo, en esta última síntesis, queda reducida al carácter rigurosamente estructural de lo social. En otras palabras, si la sociedad es la que distribuye los papeles sociales, al individuo, a priori, no le queda más remedio que ser fiel a las exigencias que exige ese papel. Consecuencia de ello es la presión que la sociedad ejerce sobre el individuo y que éste acaba de apropiársela –y de padecerla- para el desempeño de las acciones y funciones sociales que se estiman como esperadas respecto a su papel: ―El papel social está ahí en nuestra situación y nos esforzamos por encajar dentro de él nuestras acciones cuando queremos verlas aceptadas por nuestra sociedad‖. Está fuera de duda, según esta interpretación, que la estructuración social apresa al individuo: lo conforma y le da forma. De esta manera, nuestro autor afirma que ―los hombres sólo pueden encontrarse en cuanto personas‖ (Medina, 1980: 27 y 79). Con ello nos quiere decir que somos ―personas sociales‖ tanto en cuanto al contacto con el otro social y todas las posibilidades que se abren como miembros de una sociedad. Papeles sociales, incluidos. El papel social no es más que nuestro acomodo a esas orientaciones normativas que se requiere en cada espacio y tiempo. Es lo que se espera que hagamos respecto a ese papel y a las normas que lleva implícito. Todavía Medina Echavarría no nos habla de socialización pero sus argumentos se parecen al proceso de socialización de los valores sociales de Talcott Parsons, según el cual el equilibrio sociológico estaría dado por la total coincidencia entre las expectativas de comportamiento cristalizadas en torno a un rol y las motivaciones del actor individual para el desempeño del mismo (Morandé, 1984: 102). Los papeles sociales son conductas uniformes constitutivas de la trama de 374 formaciones sociales. La cohesión social, por tanto, es esa trama de formaciones sociales compuestas por acciones sociales, por actores y papeles sociales, por situaciones sociales y circunstancias, y por instituciones sociales y sus normas. 6. Tipología de la acción social. La metodología comprensiva del tipo ideal. Nuestro autor reconoce que los distintos tipos de acción social que él maneja tienen como referencia concreta la tipología clásica de Weber: ―estos tipos de acción tal como se formularon por Max Weber (son): la acción racional con arreglo a fines, la racional con arreglo a valores, la afectiva y la tradicional‖ (Medina, 1980: 55). Si toda teoría sociológica necesita de una tipología de la acción social, para él ésta se encuentra en la clasificación ofrecida por Max Weber. Entiende que esta clasificación de las acciones sociales responde a los criterios de los medios y de los fines de la misma. Para empezar, Medina distingue entre acciones racionales, acciones irracionales y acciones tradicionales (1980: 24). (Podemos decir que era una clasificación simple de la tipología del sociólogo alemán con el fin de ser enseñada a su alumnado). Sin embargo, estaba advirtiéndonos del método característico que encierra la sociología de Max Weber como es el ofrecido por el tipo ideal y del que él también se apropiaría para su esquema teórico de la acción de la acción social: ―En primer lugar, que la realidad ofrece muchas acciones intermedias, mezcladas. En segundo lugar, que, en consecuencia, casi nunca se encuentran en la vida acciones de una u otra clase en su pura forma. Y en tercer lugar, que a pesar de esto o cabalmente por eso, es por lo que necesitamos del esquema teórico‖ (Medina, 1980: 25 sociología concreta). Ese esquema teórico al que se refiere es la concepción metodológica de ―noción ideal-típica‖ (―ideal- typischer begriff‖) de Max Weber (una metodología originaria en F. Tönnies y sus nociones de comunidad y asociación). El tipo ideal se refiere exclusivamente a las formas de obrar, que deben resultar racionalmente bajo el presupuesto de un fin voluntario determinado (Poviña, 1958: 192). Por tanto, el sentido de la acción social - como un fenómeno característico de la vida en sociedad- únicamente puede ser alcanzada a conocerse mediante un procedimiento particular que es la formación del tipo ideal. De la siguiente manera el sociólogo español expresa su descripción respecto al tipo ideal weberiano: ―Los tipos no son más que construcciones conceptuales realizadas con el propósito de entender una realidad siempre insumisa en definitiva a ese apresamiento, nunca patente con la misma pureza y claridad del concepto; la realidad se ofrece siempre en su terquedad irracional de manera mezclada, confusa y fluida, sólo se aproxima, por tanto, en más o en menos a lo formulado por el tipo‖ (Medina, 1980: 55). El tipo ideal, en este sentido, es una imagen abstracta, estilizada y llevada a un grado superior de intensidad de un aspecto de la realidad social. En sí lo que hace es conservar un rasgo social en toda su claridad, aunque no se presente justamente así en la realidad social. No es el tipo ideal una descripción de la realidad, sino una ficción lógica –o ―construcción conceptual‖ en terminología de Medina Echavarría- dotada de cierto grado de probabilidad. Nunca, como bien nos dices nuestro autor, se podrá expresar en un grado absoluto de pureza, sino más bien se presentará con una o algunas cualidades. Porque la tarea metodológica del tipo ideal es comparar y medir los fenómenos concretos, aplicándose tanto a hechos históricos, como lo hizo Max Weber en cuanto al espíritu del capitalismo y la ética protestante, como cuanto a los hechos sociales, como hizo a su vez analizando los tipos de dominación. Nuestro autor toma por tanto el 375 método comprensivo de la sociología weberiana –y su metodología del tipo ideal- como un programa de investigación, como decíamos anteriormente, que le permite el conocimiento de la realidad cultural en tanto en cuanto ―historiador‖ e investigador social. No es la explicación, sino la comprensión lo que permite al científico social alcanzar su elemento originario, que es el sentido y el significado vital –o espiritual- del acto social. Es la sociología comprensiva (―verstehende Soziologie‖), que expresa tanto la filosofía de los valores en el mundo social como apunta el sentido subjetivamente imaginado de la acción social. Pienso que la revisión del aspecto metodológico fundamental del tipo ideal nos sirve para tener en mente la elaboración de estas categorías sociológicas básicas como son las propias de la acción social. Vimos cómo nuestro autor concebía un amplio abanico de posibilidades de la acción social al situar acciones intermedias entre la racionalidad y la irracionalidad, mezcladas, difusas; porque el acto social, como nos advertía, no se da de una forma pura y plenamente definida. Es ahora, por tanto, cuando ha llegado el momento de precisar la tipología de la acción social de Medina para tipificar los actos sociales más característicos o frecuentes de la vida en sociedad y que se dan dentro de ―las formas fundamentales de estructura social‖ (1980: 55). Decíamos arriba que nuestro autor distinguía entre acciones racionales, acciones irracionales y acciones tradiciones como acciones típicas. Ahora bien, ¿qué entendía José Medina por estas acciones? En primer lugar, la acción racional, sería la acción con arreglo a fines de Max Weber: ―Los fines perseguidos han sido objeto de un examen detenido, se los ha mirado por decirlo así por todos sus lados, se ha hecho un esfuerzo por adelantar imaginativamente las consecuencias que cada uno conlleva. Son producto de una decisión racional, consciente tanto de sus supuestos como de sus posibles efectos. Los medios han sido luego elegidos con igual cuidado; parecen los más adecuados, los que con mayor economía conducen al fin propuesto. También han sido resultado de una selección racional. Este tipo de acción, en consecuencia, incluye una máxima racionalidad; es, por tanto, coherente, clara, en extremo inteligible‖ (Medina, 1980: 24). También caracteriza a la acción racional con arreglo a fines como la acción instrumental: ―la denominaremos en lo sucesivo instrumental…Es, ya lo sabemos, plenamente racional y con ella se persigue un fin cuidadosamente elegido como el mejor o más conveniente…se trata de obtener cierto resultado de la manera más eficaz y de ser posible con la máxima economía de esfuerzo. La acción racional, tal como la entiende Medina Echavarría, es una acción teleológica. La acción irracional, en segundo lugar, se diferencia porque el ―agente no lleva a cabo ese sopesamiento cuidadoso de fines y medios, no se ofrece, sino tal vez por azar, la mejor adecuación entre unos y otros. El agente se ha disparado en su acción o ha aceptado los fines y medios tal como se le ofrecían, como datos que no se examinan, indiscutibles…la acción dictada por la pasión, por la emoción, es plenamente irracional en su sentido psicológico‖ (Medina, 1980: 55 y 24). La acción irracional es la acción emotiva, que no considera los elementos racionales de la conducta y el individuo se guía por su pasión. Por último, y en tercer lugar, nuestro autor nos habla de la acción tradicional como una acción habitual, rutinizada: ―la acción habitual, usual, tradicional, el individuo hace simplemente lo que siempre ha hecho, lo que todos hacen, lo que encuentra sin más y completo en su medio social. Los medios y los fines no sólo están ahí dados ambos, 376 sino que también lo está su peculiar relación‖ (Medina, 1980: 24). Podemos afirmar que es una acción en la que el actor no se cuestiona el fundamento de su acto y que la reitera y repite por la costumbre, por la rutina. Es una acción típica. El actor acepta sin más la repetición del acto: ―La acción usual o tradicional, por el contrario, es aquella en donde el agente reproduce en bloque, aceptándola como modelo indiscutido, la cadena usual de la actividad, sin que haya intervención reflexiva por su parte ni siquiera en la elección de los medios; el carácter compacto en el desarrollo efectivo, causal, de esta acción consiste en que medios y fines se presentan inseparables, y en que, por lo tanto, no existe la posibilidad de elegir otros medios que se parezcan más racionales…no se trata de perseguir una utilidad o de satisfacer un interés individual, sino de reiterar un uso que todos cumplen o de mantener una tradición que casi tiene valor religioso‖ (Medina, 1980: 56). Nuestro autor sitúa entre esta categoría de acción tradicional y aquella de la categoría de acción irracional los usos de José Ortega y Gasset. El principio de los usos orteguianos, como bien nos apunta Medina Echavarría, es el carácter intermedio, al no estar distinguidos por la racionalidad y conformados por elementos emotivos, religiosos, simbólicos y rutinarios: ―ni los usos ni las tradiciones no se forman por exclusiva vía racional, sino por sedimentación de elementos muy complejos, en donde no falta una intensa carga afectiva; afectos y recuerdos, principios morales y religiosos, exigencias ceremoniales y simbólicas, interés por la persona en su totalidad y consideración de su status, todo se mezcla en forma indisoluble en la acción tradicional, a la que repugna por esencia el cálculo utilitario y la fría separación racional de medios y fines‖ (Medina, 1980: 56). Los usos de Ortega son actos tradicionales, pero esencialmente irracionales. 7. De la conformidad social a la cohesión social. Apuntes sobre el control social. José Medina continúa con uno de los problemas ontológicos más sobresalientes de la ciencia sociológica cómo es el de determinar qué clase de relaciones mantiene el individuo respecto a la sociedad. En una palabra, se trata de ver si lo colectivo es o no una realidad. Las posiciones clásicas mantenidas en la tradición sociológica se han manifestado bajo la disputa entre el nonimalismo y el realismo social. ―La posición nominalista afirma que la sociedad no es nada más que la simple suma, la mera adición de hombres yuxtapuestos, y que, fuera de las conciencias y de los espíritus de los individuos, aisladamente considerados, no existe ninguna realidad‖. La tendencia nominalista social tendría por su primer representante a Platón, siendo G. Tarde su autor más moderno. Por el otro lado, el realismo social ―sostiene que hay algo fuera de los individuos mismos, es decir, que existen elementos sociales que no resultan de la simple suma de sus componentes‖ (Poviña, 1958: 242-243). Por su parte, los máximos representantes de esta corriente serían Aristóteles, A. Comte y E. Durkheim. Conviene destacar, debido a nuestros intereses particulares, que Medina Echavarría trata de explicar sucintamente esas fuerzas integradoras y esas necesidades sociales del hombre sin restar importancia, como veremos más adelante, al desenvolvimiento individual. (La presión de lo social es temperada para él por la acción social). Nuestro autor, de esta manera, se sitúa momentáneamente dibujando las características de esta línea realista, en la cual los fenómenos sociales toman una decidida y especial objetividad. De la siguiente forma nos habla de la autonomía de los hechos sociales y de cómo la sociedad 377 otorga la conciencia común a los individuos. A este desbordamiento de lo social nuestro autor lo define como ―conformidad social‖: ―La conformidad significa ante todo que el hombre ha sido modelado y hecho entre sus semejantes, de los cuales ha recibido de distintas maneras todo el contenido de lo que se denomina herencia cultural, es decir el conjunto de los modos de pensar y sentir que la constituyen. Empezando por el lenguaje mismo y acabando con las ideas científicas más abstractas nada poseemos que no se deba de alguna manera a las aportaciones de otros hombres con los que hemos convivido o que existieron en algún momento antes que nosotros…Conformidad que, por otro parte, y en segundo lugar, nos denota un estado de conciencia. El ser humano se encuentra por lo común conforme con esa realidad que es él y que en buena parte hicieron los demás. Es decir, se encuentra satisfecho con esa su apariencia del momento, que no pone en duda ni en su efectividad ni en su valor‖ (Medina, 1980: 30) De esta afirmación se desprenden dos cosas, como bien nos resume el propio Medina Echavarría: ―El hombre es, en efecto, desde esta perspectiva, un ser conformado y conforme, ambas cosas igualmente necesarias en la cohesión social. Es un ser conformado porque está formado con los demás individuos con quien convive, y por lo general es también un ser conforme con lo que de él se hizo de esa manera‖. Si contemplamos a fondo estas citas de nuestro autor observamos que detrás podemos bosquejar una teoría del hombre. O cuanto menos hay una reflexión seria y rigurosa sobre esa tensión antes aludida entre individuo y sociedad. Si lo social es la forma de vida preferente, el hombre está conformado por la sociedad. Principalmente, porque las formaciones sociales no son separables de los individuos. Son sus formas de vida. La sociedad no es una forma desprendida del hombre, sino, todo lo contrario, ―la sociedad se manifiesta ante el individuo como una enorme y permanente presión‖ (Medina, 1980: 30 y 36). Hasta el punto que, como afirma Medina Echavarría, ―el ser humano no tiene escape frente a lo social y la presión que éste ejerce está siempre presente, aunque a veces por su sutileza puede pasar inadvertida‖ (Medina, 1953: 195). Por consiguiente, la vida social conforma y fragua los destinos individuales. (Incluso hasta las decisiones más íntimas y biográficas vienen condicionadas por lo social). Por un lado, la conformidad social alude a la herencia social y cultural. (Nuevamente encontramos una clara reclamación por el componente concreto e histórico de la sociología). Toda formación social tiene un origen histórico y no puede ser desprendida del tiempo concreto. Pero en cambio, aunque seamos herederos de una cultura, también vamos dando forma a esa misma herencia: ―En una palabra, hemos sido así formados con los demás y por ellos, conformados por la convivencia y gracias a ella‖ (Medina, 1980: 30). El fundamento básico es que la sociedad y toda formación social no terminan nunca propiamente de hacerse. Son manifestaciones subordinadas a las circunstancias de la vida y al acto de los hombres que las adaptan, las modifican o las transforman. Es un hacer inconcluso: ―No hay, pues, misterio ni soberbia ninguna cuando se declara a la sociedad y a todas sus formaciones como obra del hombre, como producto o resultado de su acción. Detrás de la familia, la firma comercial o el Ayuntamiento no hay otra cosa que la voluntad humana, ella los crea y los sostiene. Ahora bien, son productos de carácter especial, siempre en acto, in fieri, nunca definitivamente conclusos. Es decir, el modo del hacer humano que ahora describimos consiste en 378 su continuidad, en su reiteración. Las ―cosas sociales‖ –para emplear el lenguaje caro a Durkheim- las hace el hombre, pero en forma distinta como hace otras, sean materiales como el martillo o espirituales como el soneto‖ (Medina, 1980: 20). Vamos así perfilando la configuración lógica de la conformidad social como un complejo de la vida social que efectivamente se da en la realidad social y que resulta inseparable del acontecer histórico realizado por los individuos y que, a su vez, lo mantienen, lo reproducen o, como decíamos, lo cambian o lo alteran. Detrás de estas líneas hallamos sustratos de la teoría de la conformidad social elaborada por E. Durkheim. No extraña el salto que realiza nuestro autor hacia la cohesión social. Una categoría sociológica que define como el ―resultado o producto de la conformidad, es decir, de la existencia de un conjunto de conductas uniformes impuestas por los patrones o modelos vigentes de una sociedad‖ (Medina, 1980: 32). La cohesión social nos remite a algunas de las contradicciones centrales del pensamiento social moderno: la contradicción entre ―nomia/anomia‖, entre ―orden‖ y ―caos‖, o crisis como diría Medina Echavarría. Lo que encontramos detrás de estas oposiciones es la intencionalidad de la sociedad moderna de constituir colectivamente su sentido en cuanto es capaz de construir un orden que escape de la crisis, de la indeterminación, de la ausencia de normas (Morandé, 1984: 80-81). Precisamente una de las búsquedas del discurso sociológico de la modernidad es establecer las posibilidades de un orden social estable, cohesionado, equilibrado. Bajo esta tarea se sitúan precisamente algunas de las aportaciones relevantes de la sociología moderna, caso de la teoría funcionalista. En esa línea situamos algunos temas recogidos por Medina Echavarría, como el control social, al que entiende como ―una regulación deliberada puesta por la sociedad a través de sus representantes, su naturaleza dependerá, por tanto, de quiénes sean éstos y de cómo estén organizados. Dicho en otra forma, las estructuras de control se insertan en las configuraciones más amplias de dominación y en ellas se encuentran prefiguradas sus tendencias‖ (Medina, 1980: 43). Si el carácter de la conformidad social como presión social es espontánea, en cambio, el control social nos habla de un orden social impuesto y proyectado ante la ausencia de esta conformación social. Ello es síntoma de sociedades con un mínimo de complejidad, donde el control social va creciendo según aumenta el volumen e importancia de esta complejidad social. En otros términos, el control social es manifestación de las sociedades complejas y avanzadas. De lo dicho se deduce que nuestro autor está señalando directamente hacia quién es el que determina el modo preciso de lo que ha de hacerse en cada caso. Apunta directamente hacia esas ―estructuras de control‖ que tratan de organizar intencionalmente la sociedad, para reproducir y mantener intacta la legitimidad del orden. El propósito es evitar situaciones anómicas y, también, situaciones críticas y conflictivas. Medina advierte con claridad la tensión que produce la capacidad conductora y organizadora de los órganos e instituciones políticas que deciden el destino social. Aunque, como nos dice, ―lo que verdaderamente importa desde un punto de vista sociológico es conocer el tipo de estructura que crean o fomentan las diferencias de control. Conviene distinguir en este sentido entre los dos extremos de un control social que sólo determine un campo de represiones, o sea de emisiones o conductas negativas, y otro que meramente constituya, por el contrario, un campo de estímulos en donde el individuo se sienta incitado a la aportación de actos positivos‖ (Medina, 1980: 42). En estas circunstancias, la conducción racional de los asuntos humanos debe limitarse a una ingeniería social basada en la razón formal y en las doctrinas políticas moderadas 379 (Gurrieri, 1980: 45). Nuestro autor manifiesta, con esta concepción, su adhesión a la verdad provisional que brinda la razón científica, en este caso sociológica, y que sirve como contrapunto o límite de la acción política que puede terminar ahogando la acción individual. (Una postura claramente acorde con el liberalismo moderno). En este sentido, deja planteado un tema importante como es el de la regresión social, lo que puede provocar procesos de aturdimiento colectivo y de anomia social. Si bien, en este nivel de análisis podemos evidenciar cómo una parte de la sociología moderna concede una enorme importancia en dilucidar el carácter del orden nómico de la sociedad. Por tal motivo, es cuestión de la sociología definir como su objeto de estudio las acciones sociales dentro de un marco referencial compuesto por las instituciones sociales, como tuvimos ocasión de ver. Porque las instituciones sociales ―son precisamente las instancias de definición del sentido ―nómico‖ y, por tanto, el fundamento del orden que escapa a la indeterminación‖ (Morandé, 1984: 81). De esta manera, la lectura que hacemos de estas reflexiones concede una imagen del sociólogo español en concordancia con una de las matrices del pensamiento sociológico contemporáneo, como es aquella que se interesa por la anomia, la disolución de las normas o el cuestionamiento del orden social constituido, pero su impronta personal representa un esfuerzo por limitar los efectos políticos nefastos y su intervención deliberada en la sociedad con la consabida capacidad regresiva que pueden tener sobre la iniciativa individual. Nos faltaba, por otro lado, reflexionar sobre el significado de la conformidad en cuanto a generación de hombres y mujeres conformes. El individuo se va conformando y haciendo como sujeto social. Va haciéndose a sí mismo a partir y a través de todas las experiencias en la vida social con otros hombres y mujeres. Pero también, por lo general, se encuentra conforme y satisfecho con esa apariencia del momento. Es decir, los individuos pueden llegar a conocer toda la formación y realidad social en la que viven –etnosociología-, con sus normas, funciones, códigos, instituciones, etc., pero no se preguntan y cuestionan el porqué de esa realidad social. No ponen en duda la efectividad y el valor de esa realidad social. Es por ello que se necesite de una alta reflexión para examinar esa misma realidad. Este ejercicio estaría destinado para el conocimiento sociológico, heredero del pensamiento racional-iluminista de la modernidad. La valoración de Medina Echavarría, expuesta así, tiende a privilegiar más el determinismo de lo social y de lo cultural que de las posibilidades de cambio individualistas. Desde su punto de vista creía que el cuestionamiento de la legitimidad del orden social era más bien empresa de los grupos sociales y de movimientos sociales coordinados, que de la capacidad de cambio de individuos. Creo que nuestro autor en este aspecto tenía en mente la teoría de la determinación sociológica del pensamiento de Karl Mannheim. 590 590 Está hablando Medina Echavarría de la ―intelligentsia‖ de K. Mannheim. La intelligentsia es una capa propia, al margen de la determinación de las clases sociales. Privilegiaba Mannheim a un grupo social. A nuestro autor le interesaba personalmente la participación social y, sobre todo, la posición que ocupan los sociólogos en ella. Con el concepto ―despolitización‖, Medina Echavarría no se refiere a una despolitización en clave ideológica o partidista, sino, principalmente, a la no participación de los individuos –y de los sociólogos- en los asuntos públicos y las tareas particulares de la sociedad civil: ―Por eso la ―despolitización‖ quizá sea el hecho clave para entender las conexiones de las formas de la inteligencia con la sociedad. Allí donde se encuentran tendencias de inteligencia ociosa o marginal cabe sospechar que sus soportes, por una u otras razones, no participan de modo activo y cotidiano en la orientación y dirección política de su comunidad‖ (Medina, 1953: 88-89). La inteligencia desvinculada se corresponde a las clases o capas sociales aristocráticas, mientras que la inteligencia marginal corresponde 380 Sin embargo, Medina contempla otro aspecto de la conformidad social como es, justamente, su opuesto: la disconformidad social. No se puede hablar de la conformidad social sin tener en cuenta aquellos elementos críticos y contrarios a la capacidad moldeadora de lo social. La relación del individuo con la sociedad no es una cuestión que pueda resolverse con un fallo a favor o en contra de alguno de los dos, sino que es un problema que debe contemplar la realidad de dos aspectos diferentes que no pueden desaparecer y que, por tanto, es preciso considerarlos desde una perspectiva recíproca. Como así realiza nuestro autor: ―Conformidad y disconformidad como tendencias contrarias se encuentran siempre y cada una de ellas se inclina por sí misma a imponerse o realizarse de manera total…La sociedad no es posible sin un núcleo mínimo de efectiva conformidad, pero el conformismo absoluto lleva consigo su disolución por un exceso de rigidez que la hace inadaptable…Pero si la disconformidad es en consecuencia imprescindible para su buena salud, cuando la disidencia es excesiva y afecta sobre todo a su núcleo esencial se deshace sin remedio su vertebración‖ (Medina, 1980: 31). Con ello, apunta que el desequilibrio social viene a ser funcional para el mantenimiento del orden social. O mejor dicho, la tensión entre conformidad e inconformidad es funcional siempre que mantenga la estabilidad social y no se ponga en peligro la continuidad y la permanencia de la sociedad. 591 Ahora bien, a nuestro modo de ver, consideramos que el sociólogo español, en este punto, trata de buscar una postura intermedia entre el determinismo del nominalismo y del realismo sociológico. Pensamos que su solución teórica, desde un enfoque claramente ecléctico, afirma que la sociedad es una pluralidad de individuos que están relacionados recíprocamente, si bien, aunque considere la individualidad del ser humano, la existencia de éstos es claramente social. (Más aún si tenemos en cuenta la idea de totalidad de la estructura social). No encontramos, por tanto, una solución finalista. Si no más bien aperturas teóricas que, desde nuestro punto de vista, terminan por inclinarle definitivamente hacia la fuerza de lo social. Por encima de todo, lo que busca Medina Echavarría Echavarría es el equilibrio o la cohesión social. Privilegia a la sociedad como la distribuidora de papeles sociales, pero también de normas. La sociedad es la que define las situaciones sociales: ―la conducta social es uniforme porque el individuo sólo actúa en situaciones definidas por la sociedad‖. Esto equivale a decir que la sociedad, como definidora de situaciones y distribuidora de papeles, tiene la capacidad inseparable de sancionar: ―La sociedad, al definirse sobre una situación, declara por implicación, lo quiera o no, lo que es adecuado o inadecuado, correcto o incorrecto‖ (Medina, 1980: 29). Ya podemos comprender mejor, con todo ello, su posición respecto al hombre como un ser social conformado por la herencia cultural realizada por otros hombres y conforme con la a las clases o capas sociales excluidas, que ello necesariamente no significa menor posición económica, sino, por ejemplo, en el caso de Medina Echavarría la exclusión como inmigrante. La despolitización, en este sentido, toma el aspecto de una evasión de las realidades contemporáneas y la renuncia a las actividades políticas. 591 Sin duda, la discordia o la inconformidad social, llámese desequilibrio social, es buena, sobre todo, en épocas de estables o estacionarias: ―En períodos de gran estabilidad funciona efectivamente el mecanismo habitual de corrección del desequilibrio funcional pero sólo porque se trata de una amenaza atmizada y particularizada frente al orden‖ (Morandé, 1984: 84). 381 situación dada. No estoy de acuerdo con la solución que alcanza Medina Echavarría, más cerca obviamente de las posturas realistas y con un sujeto muy moderno, que queda atrapado por los comportamientos definidos, insertos en la tradición y en la cultura. Pero tampoco le quito méritos de su esfuerzo por encontrar una salida más flexible que no termine por aniquilar al individuo en la sociedad. Porque, como él bien sabía, la vida en sociedad no es tan groseramente rígida. 8. La socialización. Es preciso reconocer, antes de nada, que no encontramos una auténtica teoría de la socialización en la obra de Medina Echavarría en este período intelectual –ni en otros momentos de su trayectoria-. Hallamos sino más bien punzadas generales relacionadas, por ejemplo, con la conformidad social o los grupos sociales. A pesar de estas limitaciones me atrevo a recoger una serie de estas aportaciones que determinan, aunque sea de una forma incompleta, una visión tentativa y aproximativa de lo que pudo significar para nuestro autor la categoría sociológica ―socialización‖. De acuerdo con ella, para nuestro autor la socialización vendría a significar que un individuo ―ha asimilado los valores de su sociedad‖ (Medina, 1980: 46). La cuestión fundamental analizada en los precedentes apartados ha ido girando alrededor del dualismo individuo- sociedad, para determinar qué sentido y validez tiene cada uno de estos aspectos en relación al otro. Ahora bien, el estudio de la socialización desde la perspectiva de nuestro autor nos proyecta, efectivamente, hacia el predominio moldeador de la sociedad sobre el individuo. ―La persona es un mero precipitado de semejante estructura‖, explica Medina (1980: 45). Por tal motivo, reconoce que ―el sociólogo tiende a contemplar al hombre como un ―producto‖ de la sociedad –de su particular sociedad- y toda su terminología se encuentra impregnada como es natural por semejante inclinación. Desde su perspectiva la persona no puede menos de reflejar de alguna manera las peculiaridades del medio social en que ha crecido, y no sólo de sus relieves más superficiales y externos, sino de la capa más profunda de la diversa naturaleza de la cohesión social que la mantiene‖ (Medina, 1980: 45). Su consideración trata de fijar una serie de caracteres específicos del individuo como contribución de la sociedad. El punto de partida es que el individuo es producto de la sociedad. Y la socialización, por tanto, es el proceso en el que la sociedad va dando y definiendo la forma del individuo como ser social a través de papeles, roles, normas y obligaciones. Nuevamente encontramos cuestiones sociológicas –incluso meta-sociales- que pertenecen al dominio de una teoría de la sociedad y del hombre. Afirmábamos que la conformidad social tiene que ver con el proceso de socialización. De la siguiente manera nos lo confirma nuestro autor: ―el hecho de la modelación del hombre por su convivencia con los demás, su ineludible ―estar conformado‖. Por otro, el dato efectivo de la participación en cosas comunes, es decir, de su aceptación más o menos completa por parte del individuo, que lleva consigo de modo necesario ese sostenido esfuerzo de interiorización que cristaliza más tarde en un hallarse conforme. Ambos aspectos se recogen por la teoría sociológica en su tesis fundamental de que la persona es siempre el resultado de un proceso de socialización‖ (Medina, 1980: 45-46). Esta posición tiene su fundamento en la deliberación sobre la esencia del ser humano, como elemento constitutivo de lo social. ―Dentro de ese lenguaje (de la psicología social norteamericana) la afirmación de que un individuo se 382 encuentra ya socializado equivale, por lo tanto, a declarar que se comporta de hecho aproximadamente como de él se esperaba‖. A raíz de esto podemos decir, siguiendo a nuestro autor, que si el observador externo –el sociólogo- reconoce que el individuo ha cumplido las expectativas de rol, de los diferentes papeles que la sociedad le ha entregado, es que la sociedad ha sabido cumplir con su función moldeadora. Esta es la base finalista de la acción socializadora: que la propia sociedad se reconozca en sus individuos sociales. Pero hasta llegar a ese punto, como reconoce Medina Echavarría, los contenidos sociales y culturales de la sociedad los asimila el individuo a través del grupo social (o de sus grupos de referencia) (1980: 46). La relación individuo-sociedad está intermediada por la intervención del grupo social. La socialización termina por aparecer como la etapa de formación social en la que el individuo acaba por aceptar y por hacer suyas las vigencias externas tanto sociales como culturales del mundo que lo rodea a través de la mediación, principalmente, del grupo social. Gracias a él el individuo interioriza esas pautas sociales, las deja de percibir como un signo de exterioridad y lo toma como evidente por sí misma. El individuo, al final, absorbe la cultura, las normas y los valores de la sociedad por esa acción intermediaria que ejerce, cual presión social, el grupo social. No extraña por tanto la afinidad que pueda tener Medina Echavarría Echavarría respecto a este psicólogo social norteamericano, porque, como él, entiende el yo como resultado de la acción social. Ha visto así nuestro autor, en todo su valor, la capacidad moldeadora de la sociedad. Por tal motivo, también se detiene en observar los fenómenos anómicos desde esta perspectiva. Su concepción es que los desequilibrios psicológicos son producto de los desajustes sociales en el proceso de socialización: ―Los más típicos trastornos a este respecto y los de mayor interés para el sociólogo residen en el hecho de que esa socialización suele ser insuficiente en uno u otros momentos‖ (Medina, 1980: 51). Advierte, con ello, que el sociólogo tiene que atender aquellos trastornos de origen social y los convergentes con los de origen biológico, si bien, estos últimos son tarea de la psicología y de la psiquiatría. Sea como fuere, la socialización no siempre prepara adecuadamente a los individuos para vivir en sociedad, según las circunstancias y los momentos concretos. Hay veces en que las fuerzas externas de lo social, aquellas exterioridades de las que nos habla Medina Echavarría, no penetran en el individuo: ―El desgarramiento en semejante condición, la dificultad de alcanzar un mínimo de equilibrio interior, es consecuencia notoria del previo desequilibrio y ―desajuste‖ externo en la serie exterior de los papeles y funciones sociales‖, asegura (1980: 50). El acontecer externo de lo social se entrecruza con lo más íntimo y personal como son para nosotros las emociones, las motivaciones, los sentimientos o los pensamientos. En fin, nuestro autor nos habla de la socialización y de lo emotivo con un claro propósito científico, observando las influencias estructurales en la personalidad, si bien será una línea de trabajo que le interesó de manera privada, pero no tuvo continuidad en su obra. Más que nada fue un interés particular. 9. La teoría de los grupos sociales. Una de las categorías sociológicas y unidades sociales más importantes son los grupos. Para Medina ―una sociedad se compone de individuos y de grupos‖. Ahora bien, el grupo aparece ―como una entidad diferente de la del ser individual, con atributos y características peculiares‖. Por tal motivo, toda teoría sociológica debe también incluir una teoría de los grupos sociales, pues ―la fisonomía de una determinada sociedad depende del carácter de sus grupos predominantes‖. Según sea el carácter 383 preponderante de los grupos sociales, sean estos familias, sindicatos, empresas económicas, ayuntamientos, cofradías, órdenes religiosas, etc., así será la estructura social (Medina, 1980: 118-120). Porque los grupos actúan como engranajes de la organización social. Son sustancias aditivas hacia lo social, ya que a partir de ellos los individuos se vinculan y establecen relaciones sociales. Actúan de mediadores entre hombres y mujeres a partir de afiliaciones y membresías. Los grupos sociales vienen a ser complementos de la actividad individual, ya que muchas de las cosas que el individuo pretende no lo puede obtener de manera solitaria. De esta afirmación se desprende que los grupos actúan como prolongación de una acción individual a una acción colectiva. O como afirma el sociólogo español, ―el grupo es una unidad colectiva de acción‖ (Medina, 1980: 122). Además los grupos sociales son por sí mismos una estructura social, que a parte de incluir a los individuos en la sociedad, permite que éstos se organicen y que entren en una relación recíproca: ―un conjunto de diversas actividades en trabazón recíproca, coordinadas e integradas por lo tanto…un conjunto de personas capaces de cooperar en propósitos comunes, en la consecución de un objetivo en el que participan no sólo con sus actos sino con sus representaciones y sentimientos‖ (Medina, 1980: 121). La realidad del grupo se manifiesta, por tanto, en su sociabilidad, ya que actúa como actor ejecutivo o mediador entre los intereses individuales y los intereses sociales. El grupo social es una manifestación más de la sociabilidad. Pero, en cambio, logra a establecerse como un actor social con su propia individualidad. 592 Medina esboza una breve teoría de los grupos sociales, hablándonos de su duración, de sus valores o normas, de su distribución de funciones o de papeles sociales. El grupo se caracteriza, como ya avanzábamos, por su individualidad (Medina, 1980: 124). La esencia del grupo, en este aspecto, es que son formas de vida propia dentro de la vida social. Es decir, los grupos sociales se establecen como formas de sociabilidad alternativas, que no excluyentes, de la sociedad. Conviven a la par que la sociedad. Esto explica, por ejemplo, que, al igual que una organización social, tengan elementos de liderazgo y de jefatura, de jerarquía social, con dirigentes y dirigidos. El grupo, en resumen, viene a ser una conciencia del ―nosotros‖: ―El grupo visto desde dentro, es decir, por sus miembros, origina en ciertos momentos ese estado de conciencia en que una persona al pronunciar la palabra nosotros sumerge la captación de su propio yo en una totalidad más amplia, de la que cree ser fragmento y representación al mismo tiempo. En el ―nosotros‖ se expresa pertenencia e identificación‖ (Medina, 1980: 125). Esto le lleva a afirmar a nuestro autor, siguiendo a Vierkandt, que el grupo social, en su aspecto espiritual, conlleva una ―dilatación del yo‖. Sería el grupo, desde este punto de vista, una formación también espiritual en la que el individuo prolonga su yo hacia los intereses colectivos. Y el grupo los modifica, los adapta, los transforma, ya que ―según sean las relaciones que mantenga el individuo así será su yo, pobre o rico, fuerte o débil‖ (Medina, 1980: 125 sociología concreta). Porque la categoría sociológica de grupo social también incluye, como decíamos anteriormente, una significación de sociabilidad. En otras palabras, el grupo social apela a experiencias de contacto social (y de aislamiento social). En este sentido, Medina Echavarría nos habla de las relaciones 592 Esta posición mantenida por parte de nuestro autor no es nada novedosa, porque, como él reconoce, ya hay una larga tradición sobre la teoría de los grupos sociales dentro de la sociología alemana. Esta parte del grupo, por las citas, diría yo que es la más antigua: O. Spann o Vierkandt. 384 humanas más arbitrarias y básicas que son, siguiendo las distinciones de Cooley –y citando también a L. V. Wiese-, los contactos primarios y los contactos secundarios, que encierran a su vez una diferenciación entre grupos primarios y grupos secundarios: ―la importancia sociológica del llamado grupo primario, el constituido por relaciones de presencia o cara a cara. Al definir semejante grupo por la naturaleza de sus contactos los demás venían a ser caracterizados por una forma distinta de los mismos que en definitiva no era otra que el no ser primarios. Se les llamó secundarios y tenían ese carácter todos aquellos que en virtud de un elemento mediador permitían prescindir de la presencia mutua y directa, del face to face. Pero este carácter residual no sólo compromete la caracterización de los grupos secundarios, sino que introduce en el tema del contacto la presencia superflua y perturbadora de los medios de comunicación‖ (Medina, 1980: 78). El aspecto característico del grupo primario, en consecuencia, sería el contacto presencial de cara a cara. Mientras la característica del grupo secundario sería la ausencia de todo contacto presencial, pero que, paradójicamente, ello no significa, como el caso de la relación individuo-medios de comunicación, una situación de aislamiento social. 593 El grupo puede ser un complejo de conexión para el hombre, pero también, puede convertirse, como temía Medina Echavarría, en un lugar en el que se el yo se disuelva ante el empuje del nosotros. Nuestro autor volvía así a mirar hacia una consideración que le atormentaba desde hace mucho tiempo como era, ciertamente, el ascenso de las masas y lo que llamó como ―orgía totalitaria‖: ―¿Qué mejor justificación, en efecto, de la completa entrega de una vida personal a una entidad colectiva, que la certeza ofrecida de poder trascender de esa manera la mediocridad y limitaciones de su horizonte individual? Las dolorosas ―orgías‖ totalitarias de nuestro tiempo se alimentan sin medida de los jugos de la conciencia del nosotros‖ (Medina, 1980: 125). El punto de partida que marca su postura, como hemos tenido ocasión de ir viendo a lo largo de este trabajo, es su postura contraria a entregar el yo y la individualidad a una idea, a una ideología o a un conjunto político de una manera inmadura e irresponsable. 594 Principalmente, porque la conciencia del nosotros no es fija, como los atributos esenciales del individuo igual cambian con el paso del tiempo. (Y terminan, en ocasiones, por desprenderle de una formación social a la que creía con fidelidad eterna). La característica esencial es que los grupos, como las personas y la misma sociedad, cambian. Los grupos sociales actúan como estructuras dinámicas y que, por tanto, pueden distenderse, disolverse o, en fin, perecer. Como las ideas y las filiaciones. 10. Instituciones sociales. Para entender la estructura social. Medina, en este caso, se detiene en el estudio de las instituciones sociales en línea a sus intereses de organizar conceptualmente la sociedad. Se nota, por supuesto, su 593 Medina Echavarría habla de diversos tipos de relaciones humanas, y de la importancia de la comunicación en la sociología. Todavía no se ha producido el giro lingüista, porque la ciencia sociológica estaba en plena fase de crecimiento: ―El análisis de las formas de comunicación –no de sus medios mecánicos, entiéndase bien- es por sí misma una posibilidad de la sociología, quien quiera que sea el que lo lleve a cabo‖ (Medina, 1980: 80). 594 Medina Echavarría entiende que el fundamento de la existencia social, desde la perspectiva individual, no es la total entrega de la personalidad o individualidad a lo colectivo, al grupo. Por tal motivo le chirriaba todas aquellas manifestaciones patrióticas que groseramente se creían legitimadas para dirigir el destino de todos los individuos: ―La simple conciencia del nosotros, repito, no basta; ésta es la nota típica de un frecuente patriotismo enfermizo en que la busca obsesiva y lánguida de lo propio pone en peligro la tarea de su posible creación despreocupada‖ (Medina, 1980: 126). 385 condición de sociólogo centrado en buscar el equilibrio social. De ahí su tendencia a analizar aquellas categorías sociológicas que tengan que ver con la estructura social. La teoría de las instituciones sociales requiere mayor abstracción que la teoría de los grupos sociales. Las instituciones sociales más conocidas son las familiares, las educativas, las políticas, las religiosas, las científicas o las económicas. 595 Cabe recordar que la teoría de las instituciones sociales era habitual en toda sociología preocupada por lo estructurante. Un tema que se remonta a los trabajos de H. Spencer y que nuestro autor también sitúa en la herencia dejada por la escuela francesa. Esta línea de pensamiento sociológico ha sido trabajada por la sociología norteamericana, especialmente por la teoría funcionalista (Medina, 1980: 135 y 128). En este aspecto Medina Echavarría cita a B. Malinowski, padre de la antropología estructural. Nuestro autor señala que uno de los temas fetiches de la teoría funcionalista ha sido el estudio de las instituciones sociales. Pero, sin embargo, la correlación clásica del funcionalismo con las constantes de la naturaleza humana en el estudio de las instituciones sociales, a partir de un cuadro de necesidades y urgencias biológicas, y utilizando conceptos conceptos como los de bienestar corporal, desarrollo, metabolismo, movimiento, reproducción, salud y seguridad, no son suficientes para la teoría sociológica moderna. En su opinión, nuestro autor apunta que ―del impulso biológico al complejo normativo de la institución hay una enorme distancia‖ (Medina, 1980: 133). Por tal motivo, observa cómo las teorizaciones de B. Malinowski y la veta organicista del funcionalismo son teorías pensadas para una sociedad más tradicional. Él considera que es necesario que la teoría funcionalista abandone la rigidez de la pista biológica a favor de caminos más flexibles acordes a una realidad social más diversa y heterogénea. Hacia esta dirección apunta su definición sobre las instituciones sociales: ―Las instituciones abarcan dilatados complejos de conductas más o menos diferenciadas pero en todo caso coordinadas entre sí; en esa coordinación reside precisamente su naturaleza o consistencia. No son otra cosa que unidades de coordinación, configuraciones que se manifiestan a través de los efectos de un doble movimiento de diferenciación y de integración observable en cualquier tipo de sociedad concreta‖ (Medina, 1980: 130). Las instituciones sociales son las que ayudan a mantener el orden estructural de la sociedad, pero también las que abren el camino de las posibilidades de la acción social. Más aún, conforman una de las bases sociales y culturales más importantes para la conducta humana (Álvarez-Uria, 2009). Se manejan como el marco en el que los individuos y los grupos sociales actúan. La ambivalencia –o flexibilidad- de las instituciones sociales se explica porque a la vez que estructuran la acción social ellas mismas son estructuradas. Es decir, son inicio de la acción, pero también son resultado de las acciones sociales. De ahí que entendamos a las estructuras tanto como estructurantes que como estructuradas. O en las palabras exactas de Medina Echavarría: ―las instituciones no son nunca sujetos de un hacer sino el orden en que se encaja y lo hace posible‖. Además las instituciones sociales, como formas históricamente estructuradas, varían de una cultura a otra, de una época a otra, pero aunque sea una mudanza permanente, hay elementos que permanecen intactos. Encontramos ―permanencia a través de su mutabilidad‖ (Medina, 1980: 130 y 132). Y esto es así porque, como bien nos aventura nuestro autor, la realidad social es ante todo histórica. 595 P. Sorokin y F. Znaniecki son autores que en sus teorías sociales, según nuestro autor, llevan integrados una teoría de las instituciones sociales (Medina, 1980: 132). Medina Echavarría, en su caso, realiza una teoría sociológica en la que la teoría de las instituciones sociales está fundamentada, principalmente, por la institución educativa de la universidad y, sobre todo, por la hacienda, la institución que para él estructura la realidad social latinoamericana. 386 11. La teoría de la estructuración social. De la estratificación social a la movilidad social. Sobre mentefacturas, manufacturas y sociofacturas. La relación del individuo con la sociedad recorre, como venimos insistiendo, el tono de estas páginas. Ya habíamos advertido que no es una cuestión que pueda resolverse fácilmente a favor de uno u otro. No hay sociedad sin la existencia del individuo y, como es innegable, tampoco se concibe al individuo sin una mediación de lo social. Más bien es preciso un análisis prolijo a partir de una concepción recíproca y mutua de ambos elementos. En esta posición se sitúan los apuntes de Medina Echavarría sobre la estructuración social: ―La tensión descrita no sería sino una de las manifestaciones del antagonismo inevitable y perenne entre lo social y lo individual‖ (1980: 109). Este antagonismo queda recogido y representado en la estructura social. La categoría sociológica de estructura social nos habla de totalidad. Como categoría general remite a una explicación de la sociedad en su conjunto. Mientras que desde la perspectiva del individuo, la estructura es el modo particular que tiene el individuo de insertarse en ella. La estructura social resulta así, como nos dice Medina Echavarría, un cúmulo de tendencias a la fijación, hacia el mantenimiento de la sociedad, pero que también recoge las voluntades humanas: ―La sociedad, en efecto, tiene por modo necesario que impulsar las tendencias a la fijación en la medida en que el suyo es un problema de estabilidad; lo que le interesa ante todo es el cumplimiento de las tareas que son indispensables para su continuación, el mantenimiento por consiguiente de la relación objetiva entre los diversos papeles sociales, tanto por lo que a través de ello se lleva a cabo como por su carácter de modelo respecto de la conducta individual. A los individuos, por el contrario, sólo les importa en principio su carrera personal, los éxitos y logros de su vida; favorecen, por tanto, la movilidad, la facilidad de ascenso, la eliminación de todos los obstáculos‖ (Medina, 1980: 109). El análisis de toda estructura social supone, bajo este aspecto, la existencia de dos condiciones esenciales: por un lado, una reunión de unas partes y, por otro, un principio organizador de esas mismas partes. Podemos decir, con ello, que la estructura social –como sociedad- es el sistema que recoge las formas de vinculación en que se integran las relaciones de los individuos. Desde la abstracción, estas relaciones sociales, en forma de papeles sociales, pueden considerarse como integradas dentro de una unidad. La estructura social supone un todo formado a su vez de todos. Nos movemos dentro de lo complejo y en ningún instante obramos con lo singular. La sociedad, aunque esté formada de individuos, es algo más que ellos, pues los supera en duración y en extensión. La gente vive en sociedad, en ella agregados, sin perder su propia vida y sus intereses más personales e íntimos. Uno de los problemas tradicionales de la disciplina, como sabemos, ha sido concebir consensuadamente la categoría de estructura social. Nuestro autor, en cambio, cuando habla de la estructura social como principio de organización social está remitiéndonos hacia la estratificación social. En ese momento, más que de estructura social, nos está hablando de status y de estructura de status: ―se entiende aquí por status la posición que dentro de cierta escala ocupa un individuo dentro de una sociedad concreta, total. Y se entenderá por estructura –sistema para algunos- de status el complejo de estimación prevaleciente en esa sociedad, la 387 configuración efectiva e un momento dado de sus distintas posiciones sociales‖. Medina lo define de una manera sencilla, recordándonos las sugestiones de Max Weber sobre el orden social como la forma en que se encuentra distribuido el honor dentro de una comunidad. Una estructura de status tiene que darse dentro de una estructura de poder. Es preciso que haya, por consiguiente, una jerarquía social: ―La otra palabra –jerarquía- nos dice claramente por sí misma que se trata de un orden compuesto de rangos, de posiciones superpuestas en diversas series posibles de estimación‖ (Medina, 1980: 105- 106). Los rasgos fundamentales de la estructuración social son, por consiguiente, la conformación de una desigualdad social, con grupos verticales socialmente valorados y definidos. Además la categoría sociológica de estratificación social implica la existencia necesaria de un orden según criterios de estimación social. Cada sociedad se configura, de esta manera, acorde a una estructura de status. Conviene destacar también, una tercera condición, que aunque, parezca contradictoria, resulta fundamental para entender la categoría sociológica de estructura social. Nos referimos al concepto de movilidad social: ―Con este término se refieren los sociólogos al grado mayor o menor de facilidad y de frecuencia con que los hombres se mueven dentro de un determinado espacio social‖ (Medina, 1980: 107). Nuestro autor distingue además entre movilidad horizontal y movilidad vertical. Con movilidad horizontal se refiere al desplazamiento geográfico de los individuos, las migraciones internas o externas. Mientras que con la denominada movilidad vertical Medina Echavarría apunta el ascenso y descenso de los individuos en la escala de los diversos estratos sociales. En este aspecto, más que nada, cita y hace referencia a Vilfredo Pareto y a su teoría de la circulación de las elites: ―desde esa perspectiva la movilidad social se concentra en el problema de la renovación de los grupos dirigentes y en la posibilidad de encontrar las leyes que rigen sus movimientos‖. Aunque, sin embargo, el punto sobre el que gira su argumentación -respecto a la movilidad social dentro de unas condiciones estructurales- sea el discernir sobre cómo―los intereses individuales favorecen en principio la máxima movilidad, mientras que los intereses colectivos tienden en principio a limitarla o restringirla‖ (Medina, 1980: 108 y 110). Está apuntado, una vez más, hacia el condicionamiento recíproco y tenso entre las voluntades individuales y las voluntades colectivas. Nuestro autor reconoce que las reflexiones sociológicas sobre la estructuración social tienen que analizar, o por lo menos tener en cuenta, si una sociedad tiene más o menos tendencias hacia la fijación o hacia la fluidez social: ―En esta nueva concreción se trata de las tendencias o fuerzas que pugnan por la fluidez en antagonismo con las que quisieran la fijación y la rigidez de los cuadros sociales‖ (Medina, 1980: 108). Con ello, lo que nos viene a decir es que la estructura pierde su idea estática, y se transforma en una idea dinámica, esencialmente vital, como expresión del movimiento social e histórico. (Algo que, por otro lado, ya tuvimos ocasión de ver anteriormente cuando Medina Echavarría nos hablaba de la ―estructura en movimiento‖). Así aparecen las citas de nuestro autor a K. Davis y a W. Moore en relación a sus trabajos teóricos y analíticos sobre los elementos variables de la estructura social y de la estructura de status: grado de especialización, naturaleza de la acentuación funcional, magnitud de la distancia social, grado de oportunidad y grado de solidaridad entre los estratos (Medina, 1980: 110). Se sirve de estos autores para tener una fundamentación flexible y dinámica de la estructura social. Aunque, sin embargo, para Medina Echavarría la estructura social es necesaria, no sólo para la organización de la vida sociedad, sino, principalmente, para servir de referencia a la vida individual. ―La fluidez absoluta, la 388 movilidad extrema disolvería en efecto la estructura social; la sociedad tendería a convertirse en un agregado informe sin figura ni orientación interna. Pero además un campo social sin contorno –empleando por un instante el lenguaje de la psicología topológica- anularía los perfiles del campo psíquico con grave daño en consecuencia para el equilibrio de la personalidad‖ (Medina, 1980: 108). 596 Es preciso comprender, no puede olvidarse esto, que nuestro autor -preocupado como estaba por el aspecto nómico de la sociedad- entendía que el individuo únicamente podría sentirse realizado dentro de la forma de vida en sociedad. Su punto de partida está en que la sociedad vive en cada uno de nosotros, actúa como una conciencia colectiva que repercute en nuestras acciones, decisiones, relaciones, etc. Su propósito no termina por reconocer la necesidad funcional de la estructura social, sino que llega mucho más allá, hasta poner el acento histórico en los elementos estructurales de la sociedad: ―El carácter histórico de las estructuras de status hace posible además su filiación en la medida en que siempre la estructura de status del presente está influida de alguna manera por la estructura del pasado y que puede contener todavía en formas residuales de algún vigor‖ (Medina, 1980: 110). La estructura social, como las estructuras de status a las que él se refiere, al fin y al cabo, son resultados de un proceso histórico que repercuten todavía en el presente inmediato. Sobre este aspecto formula una idea a la que denominamos como ―la estructura fundamental del proceso histórico‖, bajo la que él conecta la estructura social con un proceso social desplegado ―dentro de la unidad constituida por un pueblo o nación con vida propia‖. La estructura social es esencialmente estructura histórica porque ―los individuos de ese pueblo participan en un determinado acopio de mentefacturas, de manufacturas y de sociofacturas que son su patrimonio común; las ideas que manejan, colectivas o individuales, son de las tres clases que conocemos: ideas empíricas acerca de cosas y de procedimientos, ideas normativas que postulan un deber ser e ideas relativas a lo que el mundo vale y significa‖ (Medina, 1980: 164). Ahí encontramos, por otra parte, algunas de las categorías más importantes de la sociología de Medina Echavarría como son estos conceptos de mentefacturas, de manufacturas y de sociofacturas: ―Las mentefacturas son los productos del pensamiento –el mundo de las ideas entre otros- y nos llegan en forma de símbolos., entidades objetivadas e instrumentales. Las manufacturas consisten evidentemente en todo lo que el hombre ha hecho con su mano, todo lo ―manuable‖, por lo tanto, desde el artefacto o instrumento más elemental hasta los más complicados aparatos…Las sociofacturas son las ―construcciones‖ de la convivencia social. Todo lo que obliga a conducirse de cierta manera respecto de los demás‖ (Medina, 1980: 38). Con estos conceptos sociológicos, Medina Echavarría nos estaba hablando de las mentefacturas como los productos del pensamiento, en especial de las ideas, que aparecen en forma de símbolos objetivados e instrumentales; de las manufacturas como 596 Medina Echavarría estaba hablando hace 50 años de fluidez social, aunque apuntando, evidentemente, hacia otras direcciones distintas a las que actualmente enfoca la teoría de la fluidez social. Quizá comenzaba a observar los daños sociales que tendría la excesiva fluidez social. Testigo como era de lo que se estaba iniciando por aquel entonces y que luego, la teoría sociológica contemporánea, denominaría como la segunda crisis de la modernidad. Aun que él lo hacía con las claves de la primera crisis de la modernidad. 389 todas aquellas cosas que el hombre ha elaborado con sus manos, desde las herramientas más simples hasta los aparatos más sofisticados, siendo, por tanto, los productos del medio artificial de la técnica.; mientras que con las sociofacturas nos está sugiriendo aquellas construcciones de la convivencia social, todo lo que obliga al comportamiento, desde los usos más elementales hasta las instituciones más complejas (Gurrieri, 1980: 57). El lenguaje sociológico moderno le permite realizar esta división entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, que define, sin duda, un nuevo tipo de organización social: el tránsito de la comunidad a la sociedad. El trabajador deja de ser dueño de sus medios de producción y se ofrece a otro como fuerza de trabajo. Una relación mediada por el contrato. Pero lo que más le interesaba eran las mentefacturas, donde se ubica la contraposición orteguiana entre ideas y creencias. Destaca, junto con Ortega y Gasset, la importancia moldeadora de las creencias: ―Tenemos ideas, mientras que las creencias nos tienen. Son en este sentido el ingrediente más decisivo de lo que denominábamos atmósfera social, y encarnan lo colectivo por excelencia‖ (Medina, 1980: 39). El sociólogo observa en la vida social que tanto las ideas como las creencias actúan de manera efectiva en la vida social. Las ideas no interesan tanto al sociólogo, porque son cuestión de la filosofía. Lo que le atañe estudiar al sociólogo son las creencias. La cultura. Le tiene que interesar analizar cómo cambian las creencias en la transición histórica de un tipo de sociedad a otra. Este es el clásico tema de Max Weber –y de la sociología alemana clásica- alrededor de cómo desde las realidades espirituales surgen las formas de voluntad humana y su representación estructural. 597 En una palabra, con el término de sociofacturas, Medina Echavarría nos está diciendo que son las nuevas creencias sociales y culturales del mundo moderno, son las normas sociales, sus formas de voluntad humana, de pensar la modernidad y que, por tanto, sustituyen a los ritos, a la religión, a las figuras clásicas del mundo antiguo. En fin, todas estas creaciones culturales, materiales y sociales del hombre moderno que ejercen una influencia difusa, cambiante y omnipotente sobre su conducta, se dan en el sistema propiamente dicho que representa la estructura social. Son conductas y modos determinados de actuar que se han ido reproduciendo, repitiendo y renovando, más o menos con algunas fijaciones, a lo largo del tiempo. De cualquier modo, la estructura social no se puede separar de la estructura de la Historia. Porque estas conductas, como la fisonomía de una sociedad, son resultado del ―agregado vital‖ del que nos hablaba Alfred Weber y que recoge José Medina (1980: 165). Las condiciones materiales, los usos, las tradiciones, las técnicas y los conocimientos adquiridos, como las formas de vincularse y relacionarse socialmente se circunscriben, en definitiva, dentro de una estructura social concreta. No sólo son posibilidades de convivencia social, sino, principalmente, etapas y evoluciones del proceso social. 597 Nuestro autor se refiere, principalmente, a los trabajos de Max Weber sobre la sociología de la religión es los que recoge esta formulación sobre el desarrollo histórico de la sociedad: ―en los límites relativamente aceptables de la comparación histórica, fue el gran aporte interpretativo de Max Weber y su sociología de la religión‖ (Medina, 1980: 40). 390 12. Estática y dinámica social. El horizonte del cambio social y de la “estructura en movimiento”. La distinción entre la estática y la dinámica sociales son términos y articulaciones sociológicas que se remontan a Comte. (La estática social sería el estudio de la sociedad en reposo, teniendo en cuenta aquellos elementos permanentes; mientras que la dinámica –o cambio- social analizaría cómo se produce la permuta dentro de la sociedad). El cambio social no deja de ser uno de los temas predilectos de otros padres fundadores de la sociología, como Durkheim, Tönnies, Spencer o Weber, que estaban convencidos que su estudio requería de una análisis empírico y un marco teórico para tener en cuenta y entender la complejidad de las relaciones sociales abiertas por el mundo moderno. La argumentación de nuestro autor está enclavada en esta tradición sociológica, al reconocer que ―cualquier estudio de lo social ha tener en cuenta, quiéralo o no, su aspecto dinámico‖ (Medina, 1980: 140). Reconoce, con ello, que toda teoría de la sociedad debe incluir una teoría de la dinámica social o del cambio social. Se trata de explicar cuáles son aquellos procedimientos que producen el cambio social. Hasta este momento él se ha ocupado más de analizar conceptualmente los momentos de la estática social. No obstante, ahonda en el estudio del cambio social sabiendo que las nuevas dimensiones de la evolución de la sociedad moderna se han hecho más pertinentes. Asimismo, se hace más perceptible en nuestro autor una de sus grandes preocupaciones como será la importancia para el análisis sociológico de atender, estudiar y comprender las mudanzas de lo social. De esta manera, nuestro autor afirma rotundamente que ―todas las formaciones sociales son configuraciones dinámicas, estructuras en movimiento‖ (Medina, 1980: 140). Por su parte, aborda con esta categoría sociológica de ―estructura en movimiento‖ el reto del cambio social dentro de las pretensiones nómicas de toda sociología del orden. Medina Echavarría se pregunta, en mi opinión, por la vigencia de la noción de la dinámica social y la forma que adquiere en las nuevas condiciones sociales. Con su habitual lenguaje registra la profunda mudanza del tiempo moderno: ―desde la perspectiva de la sociología concreta el análisis de nuestro mundo contemporáneo sólo puede hacerse con éxito cuando se logra entender de alguna manera –aunque nos sea ingrato- el tremendo dinamismo de su estructura social‖ (Medina, 1980: 147). Nos ofrece una interesante reflexión de cómo la estructura social recoge a la vez elementos de tradición y elementos de modernidad. O como nos dice él mismo, la estructura social contemporánea se caracteriza por su renovación y por su persistencia: ―se mantienen y renuevan actividades definidas, las cuales, en su renovación y persistencia, se apoyan en los resultados de otras actividades precedentes, prolongándose así, con frecuencia, en largas cadenas…lo que importa por el momento es subrayar el carácter dinámico de la textura social y el hecho de que la interacción se manifiesta de esta suerte como un proceso de repetición a la par que de renovación y cambio‖ (Medina, 1953: 194). Si la estructura social históricamente ha sido poso de rutina y cambio, con las fuerzas modernizadoras esta ambivalencia se hace más extensible. La tesis aquí sostenida es que no hay un ocaso de las fuerzas tradicionales y que éstas coexisten con las tendencias modernizadoras. La singularidad es que las acciones, fenómenos y procesos sociales son dinámicos dentro, claro está, de unas coordenadas estructurantes. Nuestro autor no distingue tanto entre sociedades estacionarias y sociedades dinámicas, 391 sino más bien, como hemos apuntado, el aspecto más notable es la permeabilidad y resistencia al cambio de la estructura social, gracias a todas esas repeticiones y rutinas sociales que se remontan en el tiempo. No es menor su intención de señalar todas aquellas acciones sociales que, de una forma silenciosa, fraguan sin ruido auténticas transformaciones sociales, a diferencia de otras revoluciones –económicas o políticas- acontecidas a lo largo de la historia, como nos advierte cuando nos habla de los factores que producen el cambio social. Lo que hace Medina Echavarría en su explicación del cambio social es escapar del monismo sociológico que llevaba inserto consigo una teoría monocausal (geografismo, racismo, biologismo, economismo, espiritualismo). Porque la tarea de la sociología es dar prioridad desde su enfoque integrado y múltiple a algunos de los factores de explicación histórico-social dentro de una realidad múltiple y en relación a algún otro factor. Es decir, gracias a la perspectiva sociológica e histórica se pueden relacionar diversos factores que producen el cambio social. La explicación de la dinámica y del cambio social, por tanto, se sitúa ante todo en unas coordenadas de causación histórico-social. De esta manera, nos distingue entre cambios nucleares y cambios periféricos. ―Todo cambio nuclear es siempre revolucionario en su más auténtico y general sentido; por consiguiente, los cambios periféricos son en la historia tan numerosas como escasos por lo común los verdaderamente nucleares‖. Por cambio nuclear entiende aquellos cambios convulsos y radicales en el orden social, como, por ejemplo, el tránsito desde una democracia a una dictadura. También, en términos económicos, reconoce que otro cambio nuclear también sería ―el paso de una economía de tráfico a una economía planificada‖ (Medina, 1980: 157). Por otro lado, un ejemplo de cambio periférico sería el paso de un sistema parlamentario a un sistema presidencial. Estas categorías de cambio nuclear y cambio periférico tienen en consideración la intensidad y profundidad de la modificación estructural de la sociedad. El cambio periférico produce alteraciones o mudanzas dentro de alguno de los sistemas sociales que conforman la sociedad –como el sistema político- sin repercutir forzosamente en lo demás. Como bien dice su nombre, son cambios producidos en la periferia del sistema que no comprometen su estabilidad y continuidad. Por el contrario, el cambio nuclear atenta contra el eje central de la sociedad y en esta ocasión sí que queda comprometido la estabilidad y continuidad de la sociedad. Desde mi punto de vista, aquí intuyo que Medina Echavarría no tiene especial interés en los grandes y drásticos cambios sociales, sino más bien advierte una tendencia hacia la individualización del cambio social. La altura de su perspectiva sociológica le lleva a señalar cómo las transformaciones, mutaciones y mudanzas de lo social es preferible que tengan lugar, principal y simmelianamente, en el nivel micro, sin producir grandes sobresaltos y tensiones. Pienso que está es su postura inicial a tenor de su experiencia biográfica, sin embargo, la realidad latinoamericana le hará enfrentarse con el reto de los cambios nucleares, como bien avanzaba él mismo al hablarnos del paso de una economía librecambista a una economía planificada. La tarea será cómo combinar esos cambios nucleares con los cambios periféricos y la participación de los individuos en la generación, producción y reproducción de esos cambios. Porque una de las consecuencias de la vida moderna es justamente esa relación y tensión entre la coexistencia de diversos cambios sociales. Lo que evidencia las ambivalencias de los ritmos de cambio social y, sobre todo, cómo las acciones sociales reproducen el orden social, pero también, a su vez, lo modifican. En este sentido, el 392 carácter concreto de los hechos sociales se deriva de la obligación de la sociología de tratarlos no como formas estáticas, separadas del tiempo, sino que, por el contrario, debe incluir, en todos sus conceptos, las fuerzas de cambio que obran en ellos (Poviña, 1958: 164). Un problema teórico que creo que Medina Echavarría resuelve sustancialmente con esa categoría sociológica de ―estructura en movimiento‖. Éste es, sin duda, un concepto muy interesante. Y es que la estática y la dinámica social van juntas. Todo lo que ocurre en relación al mantenimiento del orden influye en el cambio social y todo lo que ocurre en la mudanza influye en la estática social. Son dos situaciones totalmente complementarias que no se pueden estudiar por separado. 13. La concepción sociológica del poder. Una de las reiteraciones o fenómenos sociales más constantes, típicos y notorios, son las relaciones de poder, de mando y de obediencia. ―En toda sociedad encontramos, en efecto, el fenómeno del poder: personas que mandan e individuos que obedecen‖ (Medina, 1980: 90-91 sociología concreta). Por consiguiente, toda teoría sociológica ha de incluir también una concepción sociológica sobre el poder. Principalmente porque ―no hay sociedad posible si no existe en ella una estructura de dominación definida, una autoridad, un sistema, por tanto, de poder, pero que al mismo tiempo todo lo que roza a ese poder puede convertirse en centro potencial de innumerables lesiones y trastornos para la sociedad y la vida individual‖ (Medina, 1980: 94). Podemos decir, en relación de esta impresión, que el poder social es un problema eminentemente social, pero que atañe y repercute en cuestiones capitales de la vida individual, como decía Medina. Los vínculos de dominación y de poder se extienden por todo el entresijo social, constituyendo un manifiesto de la investigación sociológica, aunque nuestro autor se queja precisamente de ―la eliminación casi total del estudio del poder en la sociología académica y a su injustificada despreocupación por las formas del poder social distintas de las políticas‖ (Medina, 1980: 97). Sin embargo, él no escatima en analizar el taimado social del poder, sus repercusiones individuales y sus manifestaciones políticas. Al sociólogo le debe de interesar, a parte de las relaciones de obediencia y de dominación entre los individuos, la forma política y social que el poder toma. Expresa nuestro autor que la manifestación social del poder presenta tres paradojas dominadas por extrañas contradicciones. La primera paradoja, nos dice, es que a ningún hombre le place en principio ser mandado y que ninguno, sin embargo, puede vivir sino en la obediencia (E. Fromm). La segunda se refiere a que el afán de mando, la voluntad de poder, no parece saciarse con facilidad (T. Adorno). 598 Las grandes apetencias del poder acaban conduciendo, desde su punto de vista, hacia el abuso totalitario y sádico. Y, por último, con la tercera paradoja el sociólogo español afirma que no hay sociedad posible sin que en ella exista una estructura de poder. (Medina, 1980: 90-94). En consecuencia podemos decir, junto a lo expresado por nuestro autor, que la dominación caracteriza la vida social. El poder, con estas paradojas, surca desde las exigencias impersonales hasta las apetencias íntimas de la persona. La sociedad se ofrece en sus diversos momentos como un tejido complejísimo de estructuras muy variadas de poder: ―El poder es un hecho constante de la vida social no sólo como peculiar forma de relación –mando y obediencia-, sino en algunas de sus estructuras típicas no 598 Como cita de la primera paradoja se refiere al trabajo de Erich Fromm, El miedo a la libertad. Como cita de la segunda paradoja se apoya en el libro de Theodor Adorno, La personalidad autoritaria. 393 meramente políticas. Pero a su vez se encuentra sujeto a una gran mutabilidad. Las estructuras de poder son diversas en un doble sentido: por un lado en virtud de las variaciones de su contenido en cada una de ellas, y por otro como resultado de las alteraciones históricas de ese contenido dentro de unas y otras‖ (Medina, 1980: 100). Una de las características más notables de la vida social es, por tanto, esta presencia permanente del mando y de la obediencia, de cómo los hombres nos relacionamos con el poder de diferentes maneras; desde descargando el peso de la responsabilidad y de la decisión, teniendo unas ansias de poder que no parecen tener límites, abusando de él, hasta términos crueles y sádicos. Son las contradicciones del poder: acatar la voluntad del otro, ceder, no ceder, competir, o entregarse sin más. Algo que tiene drásticas consecuencias en los conflictos de rol o en el desenvolvimiento de los papeles sociales, lo que Medina Echavarría llama, siguiendo a N. S. Timasheff, ―las colisiones de obediencia. Con este término se está refiriendo a la diversidad de estructuras de poder y a sus respectivas demandas en un momento dado, lo que puede significar para un individuo una situación en la que colisionan sus roles sociales al ser miembro de diversos grupos con distinta moral o distintos valores (Medina, 1980: 101). En este supuesto, estas estructuras de poder social pueden causar en el individuo conflictos de rol y tensiones en el desempeño de sus respectivos sociales. Siendo una de sus consecuencias más extremas los desequilibrios psicológicos y sociales que puede padecer la persona social, como también, en el sentido nómico, pueden provocar desajustes en el orden de la sociedad. Si queremos entender la concepción sociológica -y política- del poder que maneja Medina Echavarría, también es necesario pensar que detrás se sitúa la idea de poder de Max Weber alrededor del Estado como ostentador del monopolio de la violencia. Se nota la influencia y la ambivalencia de estas dos líneas de pensamiento que una, por un lado, considera como nocivo y regresivo el poder, preocupado de sus excesos aunque éste sea legítimo (T. Adorno, E. Fromm) y que la otra, por otro lado, comprende el poder como parte de la existencia vital del hombre (Max Weber). Desde esa ―tensión sociológica fundamental‖, que es la tensión entre libertad y autoridad, es desde dónde escribe Medina (1980: 95). Es una tensión polar en toda estructura de poder. En la sociedad no sólo hay un poder constante, con sus estructuras o representaciones, como vimos antes, sino que además ella queda caracterizada por fuerzas espontáneas de libertad y por fuerzas de autoridad. Lo ideal para la sociedad es conseguir un equilibrio entre ambas fuerzas sociales. Según el pensamiento de nuestro autor, el ámbito de la libertad se corresponde al ámbito de la espontaneidad, ocupado por el individuo y los grupos sociales. Mientras que el ámbito de la autoridad está ocupado por la sociedad. Sin embargo, en esta tensión sociológica él se mantiene interesado en reavivar las competencias y capacidades individuales. Se decanta decididamente por el ámbito de la libertad. Principalmente, porque ―el funcionamiento de la sociedad requiere iniciativas constantes y fuerzas espontáneas, que sólo pueden aportar sus individuos y sus grupos componentes cuando tienen para alimentarlas su propio campo de movimiento‖ (Medina, 1980: 96). Lo interesante es observar cómo nuestro autor entiende que el equilibrio entre la autoridad y la libertad se puede conseguir a través de la ―competencia legal‖. Es decir, cada campo –o subsistema- social es competente para legislar sus asuntos a través del derecho: 394 ―El problema de la tensión permanente entre autoridad y libertad nunca resuelto por completo y de una vez por todas, lleva implícita, sin embargo, cierta tendencia a la conciliación en la medida en que ambos extremos se exigen mutuamente; pues la autoridad sólo existe…si se trata de un poder reconocido y limitado en consecuencia –poco o mucho- por ese mismo reconocimiento, y la libertad por otra parte sólo es posible dentro de los límites del derecho, es decir, dentro del marco de la autoridad. Más allá de sus confines están la tiranía o el libertinaje, el despotismo o la anarquía‖ (Medina, 1980: 97). Esta noción de ―competencia legal‖ lleva consigo una doble limitación, por un lado, señala una frontera de autoridad, pero, por el otro, enmarca también el ámbito o espacio de la libertad (Medina, 1980: 96). (Del mismo modo que esta noción tiene como referencia la diferenciación sistémica que se está produciendo en la sociedad moderna). Lo que propone Medina Echavarría, de algún modo, es una confrontación entre las estructuras de poder y la estructura constitucional, que vine a ser el sistema de normas que ordena el político en una jerarquía de competencias. Ese sistema escalonado de normas viene a significar que la libertad (individual) únicamente es posible dentro de la sociedad siempre que haya un pluralismo de poderes. Mientras que solamente hay un único poder estamos ante poder absoluto o totalitario. El poder monolítico se da en el Estado totalitario contemporáneo. La sociedad liberal o el ―Estado liberal‖, como lo denomina nuestro autor, en cambio, se da un pluralismo de poderes en donde existe un esfuerzo por respetar al máximo los diversos ámbitos del poder social (Medina, 1980: 103). Su punto de vista, obviamente, es el de una víctima del poder totalitario. De esta manera, nuestro autor se siente obligado a reflexionar sobre la arbitrariedad del uso del poder y sobre las raíces violentas del poder, desembocadas por los totalitarismos. ―Hay, pues, en las raíces mismas del poder, con la perspectiva eventual de su plena insatisfacción, la tragedia secreta de una radical impotencia. Cuando el afán de poder llega a esos límites, cuando frente a él se levantan el mártir o el estoico, puede desembocar envenenado en una entrega a los peores excesos. La presencia en nuestro pasado inmediato de poderes absolutos –totalitarios- se ha traducido en numerosos actos de sádica crueldad‖ (Medina, 1980: 93). Tiene mucha importancia esta visión porque nuestro autor está apuntando al origen de los excesos de poder y lo encuentra en el mal uso del poder legítimo. Entiende que una de las consecuencias (no) deseadas del poder legítimo ha sido su deriva hacia el sadismo del poder totalitario, porque el poder encierra en sí mismo la semilla de la violencia: ―El hecho de que el poder contenga siempre a la violencia como última ratio política, explica la cantidad de perjuicios y amenazas eventuales que encierra para los seres humanos menos interesados en él‖ (Medina, 1980: 94). Nuestro autor, a partir de este ejercicio reflexivo, profundiza en cómo un uso arbitrario e irresponsable del poder puede generar graves trastornos sociales, políticos y, por supuesto, psicológicos. En este sentido, entiende que el poder condicione la vida social como una ley general, pero, aunque esa sea su carga impersonal, el poder se ejerce, se divide, se realiza, se produce y se manifiesta a partir de decisiones personales o sociales. El poder tiene nombre y, por tanto, obedece a sus formas de representación social. La razón a favor del ámbito individual y del pluralismo de poderes es fácil de adivinar. José Medina estaba destacando algunas de las condiciones sociológicas del poder en la sociedad contemporánea, como eran el aumento del poder político, los límites sociales de la ingeniería social, el desarrollo tecnológico o la mayor complejidad social de una economía industrializada. 395 14. Anomia social. Adelantábamos la preferencia por el orden social de nuestro autor. Sólo esta preocupación le permite atender aquél fenómeno social que habla de la desvinculación y de la falta de cohesión social como es el concepto sociológico de anomia. Frente a la ―sociedad nómica‖ aparece también la ―sociedad anómica‖, no tanto como categorías absolutas, sino más bien en el sentido que manejaba Medina de tipos ideales que se dan en la realidad social sin plenitud. De esta manera, pueden aparecer unas u otras situaciones sociales, de estabilidad o desvinculación social, con mayor o menor perdurabilidad en el tiempo. En este sentido, anomia significa lo siguiente: una sociedad anómica es una sociedad que excluye de toda participación social a un determinado grupo de individuos numéricamente importantes. Porque debemos recordar que para él la categoría sociológica de participación equivale a participación social y participación política, pública, visible, en los asuntos públicos y cotidianos: ―Se trata de participación política…La exclusión de una participación semejante es sin duda la más grave, pues por ella se priva radicalmente al individuo del sentido de la sociedad en su conjunto, de la visión totalizadora que integra y porta significado a las tareas particulares y cotidianas‖ (Medina, 1953: 88). Anomia es tanto la exclusión del individuo en los asuntos sociales como su exclusión de los asuntos políticos. Esta línea de pensamiento se alarga, como reconoce nuestro autor, a las ―denominadas situaciones de ―anomia‖ analizadas debidamente por E. Durkheim, y que hoy con ese mismo término aparecen reiteradamente en el foco del interés sociológico (a partir de R. K. Merton sobre todo) pueden considerarse en una considerable fracción como problemas planteados por un sistema de status vacilante‖ (Medina, 1980: 106). Lo que está planteando, al hilo de la anomia, es que la estructura social también produce aislamientos forzosos, como la exclusión y la marginalidad social. 599 La sociedad moderna, quiera o no quiera, produce fenómenos que aíslan de la sociedad a numerosos individuos. De esta manera, la desvinculación social aparece como uno de los fenómenos –y productos- de la modernidad. Nos habla, en este sentido, de distintos tipos de soledad: ―la soledad como estructura de la vida humana‖, la ―soledad psicológica‖, la ―soledad espiritual‖ y la ―soledad sociológica‖ (Medina, 1980: 81-82). La soledad sociológica, y también espiritual, del ser anómico será la del extranjero. La sensación de vivir en el mundo moderno será la de sentirnos como foráneos dentro de nuestra propia sociedad. Podría decirse que vivimos como extranjeros y que cuando sentimos o descubrimos esa sensación de soledad –en todas las manifestaciones que nos recuerda Medina Echavarría-, la realidad social se nos aparece como vacía, desencantada. Como bien reconoce Medina Echavarría, este es un tema poco ortodoxo para la sociología académica. Si bien la soledad no es algo que la sociología deba de desprestigiar: ―¿Hay algún sociólogo contemporáneo que pueda considerar sin importancia la distinción de las sociedades según sea el tipo de soledad que toleran o que imponen?‖ (Medina, 1980: 82). No obstante, este tema de la anomia social y las diversas ―soledades sociales‖ explica, en mi opinión, la necesidad de nuestro autor de autoafirmarse y de no caer en la desesperación psicológica producida por este segundo exilio y demás frustraciones profesionales. Aparte de ser temas recurrentes en la 599 Podemos decir que nuestro autor, sin quererlo, fue uno de los primeros sociólogos latinoamericanos, si le consideramos como tal, en tratar el tema sociológico de la marginalidad social. Una línea de pensamiento que sería abundante y dominante en la sociología latinoamericana de los años 60 y 70. 396 sociología, era también una cuestión biográfica el tratar estos asuntos. Pero lo más interesante es que Medina Echavarría nos adelanta uno de los fenómenos de la vida contemporánea como es el de la soledad del exilado. Nos quiere mostrar que el exilio es también una condición de la vida moderna. ―No se trata para nada de negar la naturaleza social del hombre, sino de mostrar de que manera arrastra éste consigo una soledad irreducible que lo mismo se esfuerza por romper en vano una y otra vez, como de volver a ella siempre que pretende realizarse en plenitud. La soledad es algo que pesa en el hombre como una fatalidad al mismo tiempo que se la percibe como una necesidad o requisito‖ (Medina, 1980: 81). Es una expresión de su perplejidad ante los condicionantes sociológicos de la modernidad, pero también, como anunciábamos, la soledad era expresión de su desconcierto sin llegar a la desesperación. Retomando el hilo de lo anterior, también observamos aquí la filiación hacia temas de orientación funcionalista como es la sensación de inestabilidad, de zozobra y de provisionalidad en la estructura social. Algo, por otra parte, consustancial al mundo moderno. Esto le vale a nuestro autor para pensar, por ejemplo, el tema de la crisis social y contemporánea desde una perspectiva auténticamente sociológica. Si ya se había ocupado inicialmente de la crisis desde la epistemología de la sociología, ahora la crisis pasa a ser una referencia que carga sustancialmente aquellas categorías sociológicas preocupadas por la desvinculación o desmembración social. ―Hablar de una sociedad crítica equivale a hablar de una sociedad desorientada, la cual presenta esa fisonomía porque las normas y modelos para la acción son confusos‖ (Medina, 1951: 350). En este sentido observamos cómo la sociedad crítica de antes es ahora, según el lenguaje sociológico funcionalista, la sociedad desorganizada, desorientada o desmembrada. Esto le lleva a preguntarse ―por qué algunas sociedades ofrecen un campo propicio a la posibilidad del encuentro decisivo, mientras que otras casi condenan a sus miembros a la forzosidad del roce fugaz: sociedades de contacto, vida sin encuentros‖ (Medina, 1980: 80). La poética de sus palabras apela, como decíamos, a la sensación de descomposición e inestabilidad de la primera crisis de la modernidad. Y, sobre todo, es una llamada a la tarea del sociólogo de detenerse en las formas que tienen los hombres y mujeres de relacionarse y de vincularse en la sociedad moderna. (Tema recurrente, por otra parte, para la sociología actual en cuanto dedicada a estudiar la fragmentación de los vínculos sociales). Está apuntando, como sabemos, al objeto de estudio sociológico central como es el de la acción social. Pero también a las formas de vinculación social y a los tipos de acción social predominantes en un panorama transido por el paso del mundo tradicional al mundo moderno. Asimismo, resulta que Medina trata de evitar ser un moralista con sus juicios. Pretende, ante todo, analizar desde la perspectiva sociológica esas tensiones entre las fuerzas integradoras y las fuerzas desintegradoras de lo social, incluidas dentro de su teoría sobre la cohesión social. Lo que hace es apropiarse aquella expresión de L. Vives, ―De Concordia y Discordia‖ para tratar de comprender aquellos fenómenos sociales que unen y que dividen o separan a los individuos: ―El delicado valenciano universal nos dice, en efecto, al comentar el aspecto demoníaco del odio y la división, que ―la concordia mutua de los hombres es una imagen de la ciudad divina y la discordia un sabor de infierno‖ (Medina, 1980: 65). 600 600 El erudito valenciano tendrá presencia no sólo en la vida de Medina, al cursar estudios en el Instituto Luis Vives de Valencia, sino porque será fuente de inspiración en su obra sociológica, concretamente en las páginas de ―La sociología como ciencia social concreta‖, donde Medina, en el capítulo VII de dicho libro, parte de la concepción dual de la sociedad que manifestaba Vives en base a la oposición entre la 397 Obviamente hay que entender esta cita en el régimen de la primera crisis de la modernidad. Siguiendo con esta dicotomía entre concordia y discordia, recojo estas otras palabras de nuestro autor: ―Toda sociedad se encuentra, por lo tanto, distendida entre ambas, esforzándose por la paz dentro de la guerra y extrañamente seducida por impulsos de guerra dentro de la paz‖ (Medina, 1980: 65). Hay que aclarar que esta metáfora sobre la paz y la guerra es aplicada, como decimos, a esos hechos, fenómenos o relaciones sociales que vinculan y a aquellas otras que separan a los individuos y que producen situaciones anómicas y de ―anormalidad‖ social. Nuestro autor se sitúa inequívocamente en un pensamiento sociológico caracterizado por atender y comprender aquellas situaciones que pueden romper la armonía social. Por encima de todo, nos demuestra que el horizonte teórico para pensar la modernidad está integrado por conceptos sociológicos recíprocamente dependientes entre sí. Pensar la realidad social desde una altura nómica (o anómica) compete a reflexionar con una teoría sociológica que recorra la acción social, la anomia, la cohesión social, la conformidad y disconformidad social, la estructura, el sistema social, etc. Son conceptos o categorías sociológicas conectadas entre sí y que se refieren a una imagen única: la sociedad moderna. 15. El hacerse continúo de la sociedad. A lo largo de las páginas anteriores hemos ideo desgranando algunos de los conceptos sociológicos que constituyen el esquema teórico de Medina Echavarría, fundamentales para saber el punto desde dónde él piensa la propia ciencia sociológica y parte su mirada sobre la sociedad contemporánea. Nuestro autor conserva el carácter histórico y estructural de su organización conceptual y de la forma de su sistema teórico, siendo unas de las características más importantes de su sociología y que él encuentra, como hemos insistido, en Max Weber. Algo que le permitirá asumir una libertad metodológica frente al esquematismo metodológico dualista de la teoría funcionalista y de la teoría de la modernización. Al igual que hiciera Weber, Medina Echavarría mantendrá un sistema de conceptos que seguirá el movimiento histórico. Por tal motivo, para nuestro autor la sociedad y sus formaciones sociales siempre serán inconclusas. La sociedad se sigue haciendo en el tiempo y en el espacio a través de las acciones sociales y de sus ―estructuras en movimientos‖, como tuvimos ocasión de ver. Son estructuras sociológicas con un claro componente histórico. Así pues, tanto la dinámica social como la estática social no aparecen como dos unidades separadas para el análisis sociológico, sino como una unidad dialéctica. Este contenido estructural y el aspecto histórico de los hechos, de las formaciones y de las acciones sociales distinguen la teoría sociológica general que manejó el sociólogo español. La sociedad, de esta concordia y la discordia. La sociedad aparece como un conglomerado social en el que conviven fuerzas que apelan a la unión social y otras que remiten a la desmembración, al conflicto, pero ambas se necesitan recíprocamente, sobresaliendo, además, el antagonismo por su función social al preservar el orden societario (Medina 1980: 64-67). Estas citas de Medina a Luis Vives son un guiño a sus años de Valencia. Esta dicotomía de Vives nos recuerda, con algunas matizaciones, la dicotomía de Medina Echavarría en torno a la concepción de la sociología por su capacidad racional a partir de una base empírica. Ambos s por ello que no es descabellado situar a Medina como un prolongador de la obra filosófica de Vives, porque en Medina también encontramos preocupaciones humanistas y éticas, aparte de un interés por la psicología y la pedagogía, que nos recuerdan el papel de Vives como uno de los iniciadores de la psicología moderna, incluso antes que Descartes. 398 manera, siempre quedará abierta a definirse, porque la voluntad del hombre no es un acto o una acción cerrada, terminada, sino que éstas son inconclusas: ―La familia se hace, la hacen sus miembros, pero con un hacer que no termina nunca propiamente. El grupo familiar es en la medida que se hace. Y lo mismo con todas las formaciones sociales, desde la sencilla pareja amorosa al más complicado organismo internacional‖ (Medina, 1980: 19- 20). Ello implica que el sociólogo no pueda ver la sociedad como algo definitivamente concluido, por el simple motivo de que la interpretación y el sentido de las acciones sociales cambian, mutan. Únicamente podrá proponerse como fin de su investigación las acciones recíprocas, sistematizadas al punto de vista metódico y unitario que ofrece la sociología: ―En el cambio histórico-social la causa es siempre, repetimos, la decisión del hombre; decisiones individuales, plenas de sentido, que interesan al historiador o decisiones generalizadas o socializadas, anónimas, por tanto, de que se ocupan con preferencia sociólogos y economistas. Entre ambos extremos se sitúa toda la variedad de la acción humana que se entrelaza en los fenómenos sociales‖ (Medina, 1980: 161-162). A partir de aquí se constituye la base y el vértice de lo que hemos tratado de sintetizar con su aportación a la teoría de la acción social. 399 CAPÍTULO XIII. TEORÍA DEL HOMBRE Y DE LA SOCIEDAD. 1. Bosquejo de una teoría del hombre y de la sociedad. Ya nos hemos ocupado de los procesos y relaciones sociales en su tejer y destejer continuado que, como diría Medina Echavarría, ―constituyen el fundamento, el último soporte, de la vida social‖ (Medina, 1980: 117). También hemos apreciado el valor que nuestro autor concedió a las configuraciones e instituciones sociales, a la estructura social y a las articulaciones recíprocas de la acción social. Sin embargo, nos queda el examen de su teoría de la sociedad y del hombre. Tuvimos ocasión de avanzar en las anteriores páginas que tanto su teoría de la sociedad y del hombre se nos ha aparecido en diversos momentos del análisis de su obra de una forma que rebosaba los límites del propio objeto de estudio. Es decir, el aspecto característico es que, por ejemplo, sus reflexiones teóricas sobre la teoría de la acción social llevan incluidas unas reflexiones sobre la sociedad y el individuo o por no decir de sus aportaciones teóricas a la conformidad social y a la estructuración social en la que también hayamos esta problemática. De esta manera, se entiende mejor que a través de una abstracción teórica demos forma más o menos convincente a lo que entendemos que puede ser una teoría de la sociedad y del hombre en la sociología de Medina Echavarría. Él ya apuntó que su aspiración era, más que nada, perfilar un esbozo y dejar lanzadas algunas aperturas teóricas: ―Se pretende –y no es poca la ambición- trazar un bosquejo lo más completo posible de una teoría de la sociedad‖ (Medina, 1980: 117). Nuestra tarea, en cambio, es componer las piezas del esquema teórico que nos dejó Medina Echavarría. Seguiremos la voluntad de nuestro autor, avanzada en Presentaciones y planteos, donde proporcionaba un esquema teórico según su forma de entender la teoría de la sociedad –y del hombre- de una manera tridimensional: en primer lugar, toda teoría sociológica incluye una teoría de la sociedad, donde se analiza la relación fundamental entre el individuo y la sociedad. En segundo lugar, su propósito era estudiar a la sociedad liberal, de presentarla en su gran contorno y fisonomía. Y en tercer lugar, se añadía el estudio de la sociedad contemporánea (Medina, 1953: 230). Precisadas ya las líneas generales que recorren la teoría de la sociedad y del hombre en Medina, debo reconocer la importante influencia que ha ejercido en esta parte del trabajo el artículo de Manuel Rodríguez Caamaño sobre este sociólogo español, que de forma sintética se ocupa de estos aspectos de su obra (2004: 17-20). Lo que se dice allí, ha sido ampliado aquí según los intereses particulares de esta investigación. Pero comparto con Rodríguez Caamaño el mismo propósito de estudiar la forma original que tiene el contenido de la teoría de la sociedad y del hombre en Medina Echavarría, en donde nos presenta cómo la naturaleza del ser del hombre es en la sociedad. Más aún: es en una sociedad democrática donde el hombre puede dominar y alcanzar su destino. 2. Síntesis de la teoría de la sociedad y del hombre. En principio, el tema de la relación individuo-sociedad ya fue tratado en apartados anteriores, sin embargo ahora le damos una forma efectivamente sistemática a modo de síntesis. Tenemos los conocimientos generales para saber que es un aspecto básico e imprescindible en la teoría sociológica de Medina Echavarría. 601 Su postura es 601 De la siguiente forma justificaba el sociólogo español la inclusión de una teoría del hombre y de la sociedad en su sociología sistemática: ―Los grandes hombres de la filosofía del derecho –que dicho sea de paso, pues no deja de ser significativa, pocas veces publican sus libros con ese título- representan 400 la de admitir la perspectiva sociológica que defienda la interacción, productora y reproductora, entre sociedad e individuo. Opta por la opción social que favorezca el pleno desarrollo de la dignidad y de las facultades humanas (Rodríguez Caamaño, 2004: 18). De esta manera, la sociedad aparece como medio al servicio del hombre como fin. Pero obviamente la actividad de los hombres produce, mantiene y reproduce la sociedad, erigiéndose como resultado de la acción de los individuos. De este modo, ―la sociedad se nos aparece como resultado y actualidad al mismo tiempo de la actividad del hombre‖ (Medina, 1953: 194). La sociedad es tanto renovación como persistencia de las acciones de los hombres y de las mujeres que la componen. Por tal motivo, el mayor logro interpretativo de nuestro autor, de importancia fundamental para esta relación entre individuo y sociedad, es la distinción que realiza entre los rasgos activos de los individuos que producen y modifican la sociedad y los rasgos pasivos de los individuos que reproducen y mantienen estable la sociedad. Algo manifestado por nuestro autor, como vimos, en parejas de conceptos tales como conformidad-disconformidad o estática-dinámica social. Resulta importante constatar esta tensión como constitutiva en toda organización social. A partir de esta idea, Medina afirma que ―los seres humanos tienden por lo común a la conformidad, es decir, a la aceptación del sistema social en que se nace y se continúa viviendo, y esto por motivos dobles que afectan tanto a su egoísmo como a su satisfacción interior. La aceptación de lo conocido es siempre más cómoda que el esfuerzo por alumbrar algo nuevo‖ (1953: 84). Sin embargo, a esa tendencia conformista –fruto de lo social (auto) impuesto- se le une la necesidad de una ―libertad creadora‖ que acompaña a todo destino individual: ―La necesidad surge de esta manera nuevamente y toma aquí el carácter de destino; todo con lo que nos hemos encontrado y hemos de aceptar, todo lo que no hemos elegido y pesa, sin embargo, en nuestras vidas de modo inexorable, con carácter fatal. En los límites de ese destino, en el marco de esa situación, opera, sin embargo, la libertad que nos hace a nosotros mismos y configura y modifica la situación misma. Es una libertad creadora, ella hace nuestra persona, la sociedad, la historia; pero no es una libertad ilimitada u omnipotente, pues no puede ir más allá de su situación. Destino, tradición, pasado y herencia son aquí los nombres que toma la necesidad histórica; la libertad de formación e integración no es ni más ni menos que nuestra propia existencia y se manifiesta lo mismo en la decisión política como en el esfuerzo cultural‖ (Medina, 1980: 163). Con semejante interpretación Medina Echavarría presenta una imagen transcendental de la vida humana en sociedad: en los límites marcados del destino y de la situación social aún quedan todavía márgenes para la capacidad creadora del individuo. La libertad creadora del individuo es la que le permite a través de la interacción social la modificación de la sociedad. La forma adecuada, según nuestro autor, de desarrollar la individualidad es efectivamente a través de la participación en los asuntos sociales y políticos. Para él los hombres y mujeres únicamente podían desarrollarse en cuanto a seres sociales. De esta manera, observamos también cómo el condicionante contextual e histórico de la situación social limita a su vez la libertad sistemas de vida práctica entera y todos han traído una doctrina del hombre y una teoría de la sociedad; es decir, una visión de la existencia y una iluminación de la acción‖ (Medina, 1953: 148-149). En esta cita podemos advertir que una teoría del hombre se ocupa de la existencia individual en las condiciones dadas por la sociedad, mientras que la teoría de la sociedad debe analizar los elementos que permiten la acción individual. Algo que veremos a lo largo de estas páginas. 401 creadora del individuo. En consecuencia podemos afirmar que el individuo que piensa José Medina es un sujeto sujetado por las circunstancias sociales y concretas. Este examen sumario expresa un doble juego ambivalente ya que, por un lado, la sociedad define y limita la acción social del individuo, ya que éste únicamente puede admitir el desarrollo de su personalidad a través del contacto con otros en la vida colectiva y, por otro lado, la sociedad también aparece como una oportunidad, ya que todavía permite un margen de libertad en el que el individuo puede desarrollar toda su capacidad individual. Sin la libertad no habría contraposiciones entre conformidad y disconformidad, no habría ni el hereje, ni el inventor, ni el marginal y sin ella ―no hubiera surgido nunca la resistencia permanente que encuentra el ejercicio del poder‖ (Medina, 1980: 163). Por eso, como decíamos arriba, la sociedad es medio al servicio del hombre como fin. La sociedad debe de potenciar la libertad individual. Si bien el hombre ha de aceptar el determinismo de lo social que limita su libertad creadora. El hombre –parafraseando las palabras de nuestro autor- no puede ir más allá de su situación social, de su circunstancia. (Se supone que lo ideal sería que el hombre tuviera las herramientas cognitivas suficientes como para conocer y ajustarse a su circunstancia social e histórica en la práctica social del día a día sin desajustes y sin desequilibrios psicológicos). 602 Medina Echavarría comparte con Durkheim la ―fuerza impositiva‖ de lo social. Algo a lo que él denominaba ―el carácter coactivo de los sistemas sociales‖ (Medina, 1980: 36). Expresa también una sintonía con Ortega y con Weber sobre la presión social en la modelación de la actividad humana: ―Igual carácter de objetividad impositiva tenían para Max Weber las instituciones sociales, no siempre de acuerdo con las aspiraciones de lo humano en sus valores permanentes. El individuo sometido a lo largo de su vida a la fuerza impositiva de las vigencias sociales (Ortega) pasa casi sin escape alguno por un proceso modelador, más intenso sin duda en los años formativos. Buena parte de lo que vamos siendo es lo que hicieron de nosotros esas pautas exteriores con su insistente ―forzosidad‖ ―(Medina, 1980: 36). Con esta descripción observamos, por tanto, cómo nuestro autor señala el carácter coactivo de la sociedad sobre el individuo. El hecho social de Emile Durkheim le atrae a Medina Echavarría, no porque sea observable, sino porque esa definición del sociólogo francés sobre el hecho social 602 Esta necesidad de ajuste y de molde a las situaciones cotidianas e inesperadas de la vida social despertó en nuestro autor, como hemos venido exponiendo hasta ahora, un interés por otras disciplinas sociales como la psicología o la psiquiatría. Le preocupaba cómo el carácter impositivo de la sociedad puede afectar al destino biográfico y limitar la capacidad individual. Es decir, cómo los excesos de la presión social pueden agotar y asfixiar al individuo, sobre todo cuando la sociedad ―impone asimismo lentamente el ejercicio de un determinado papel‖ (Medina, 1980: 47). Medina Echavarría, en este sentido, cuando reflexiona sobre la persona, se da cuenta que la perspectiva sociológica únicamente llega a explicar las relaciones y mediaciones entre sociedad e individuo. Sin embargo la sociología no puede explicar otros aspectos de la vida psíquica del individuo. De ahí la necesidad de la psicología social para comprender esos momentos o estados de desequilibrio que no se pueden estudiar sociológicamente. Nos damos cuenta cómo lo psicológico está penetrando en temas sociológicos principales como el orden nómico, los desequilibrios sociales o los desequilibrios de la personalidad en una sociedad anómica. Era un momento en que la sociología contemporánea perseguía ―la ilusión del equilibrio‖. Medina incluso nos habla de Freud y de cómo las doctrinas freudianas influyen y penetran en lo social: ―En términos generales el punto de vista sociológico fue aceptado por algunos discípulos de Freud, atenuando y complementando el riguroso naturalismo del maestro en la interpretación de ciertas neurosis. Nuestra cultura se encuentra hoy tan penetrada por esos puntos de vista que se imponen en la interpretación cotidiana y vulgar de nuestros ―desajustes‖‖. (Medina, 1980: 49). Nuestro autor, ya a finales de los años 40 y principios de los 50 se estaba haciendo eco de algunos de los temas que comenzaba a ser tratados por la Escuela de Frankfurt. 402 encierra ese lado impositivo, nómico, que caracteriza a la sociedad. Mientras que para él las vigencias sociales orteguianas equivaldrían a la jaula de hierro de Max Weber. Es la rutinización de las creencias, de las costumbres. La rutina, en el sentido del clásico alemán, significa la presencia inadvertida de la presión social que envuelve a la personalidad individual. Situación típica de la sociedad moderna. Por tal motivo, el individuo como ser social se encuentra con una vida que está realizándose, que todavía está inacabada y que él mismo hace en su obrar individual, pero también topa con una vida social objetivada, cristalizada y ya fijada en la cultura, en la civilización y en la propia historia. La sociedad es un hacer, pero también es una cosa: la vida externa que rodea al individuo. Existe así, por tanto, una vida individual fundada en una objetivación concreta e histórica de la vida colectiva, en la que aparecen mecanismos externos que permiten la interiorización al individuo de esa vida externa –la socialización-. En todo caso el individuo puede participar de esa realidad objetivada con su actividad, incluso pudiendo el sentido concreto de la sociedad. 603 Los hombres son tanto productos sociales como productores de la sociedad. Es lo que traducimos del pensamiento de Medina Echavarría: ―hemos venido repitiendo hasta el cansancio que la sociedad consiste en un hacer del hombre y considerábamos asimismo a la historia como la sucesión de los trabajos y los días, como ergon o tarea del ser humano, único entre todos los demás seres que la tiene propiamente. Lo que quiere decir que todo sujeto histórico y toda realización son imputables en definitiva a una decisión humana. Ahora bien, la decisión transcurre en la conciencia tras un proceso más o menos penoso de interpretación y estimación de lo objetivamente dado en la realidad desde la perspectiva de los elementos subjetivos del deseo, del fin y del valor‖ (Medina, 1980: 161). Nuestro autor con estas palabras se está refiriendo a una forma de vida de carácter claramente social. Al igual que nos está advirtiendo que ―el sustraer del objeto de la sociología el aspecto emocional, afectivo o irracional presente en todo ser humano supone mermar las posibilidades del análisis sociológico‖ (Rodríguez Caamaño, 2004: 18). Al sociólogo no le queda otra opción que comprender los fenómenos singulares que conforman la realidad social, buscando sus conexiones y sus significados culturales e individuales, como teniendo en cuenta el fundamento del precipitado de la historia, como sugiere Max Weber. Por un lado, la vida exterior del hombre ha sido producida históricamente a partir de los actos sociales de otros hombres. Porque el individuo actúa como un miembro de un grupo social, de una clase social, etc., acorde a un papel social distribuido por la sociedad y que repite y mantiene en el tiempo. Sin embargo, por otra parte, esa acción social también es fruto de una influencia de carácter individual que tiene consecuencias sociales. Hasta el punto que logramos, como seres sociales, cambiar y producir la sociedad que nos produce: ―es un momento de la historia en que estamos y de la que procedemos, pero es además algo abierto e inconcluso, movimiento dentro del movimiento, momento ahora de la historia que somos. Hacemos así nuestra historia dentro de la historia que nos han hecho‖ (Medina, 1980: 163). Porque el individuo es un sujeto histórico, hecho por la historia y que hace historia con sus actos. Ello explica su condición de seres inacabados: ―La persona, en una palabra, no tiene carácter sustancial, 603 Este aspecto de cómo el individuo participa en su circunstancia vital de un modo efectivo y directo lo encontramos también, aunque menos desarrollado, en su etapa mexicana, concretamente en su libro Sociología: teoría y técnica (Medina, 1982: 113). 403 sino funcional; no acaba de hacerse nunca‖ (Medina, 1980: 50). Los productos de esta actividad adquieren un significado social y autónomo respecto a los hombres en forma de hechos, formaciones, instituciones y estructuras sociales que, a su vez, condicionan y determinan tanto la conducta social como la vida en sociedad. Pero hay, por otra parte, todos esos elementos subjetivos de la acción social en forma de deseos, motivos, fines y valores que modifican la realidad social y que escapan de los aspectos genéricos, impersonales y socializados de la vida social. En ese sentido, a José Medina Echavarría le interesa la forma de vida humana individual. Es decir, en la realidad social conviven elementos de formas de vida colectiva, pero también elementos de vida individual. No quiere aniquilar al individuo, aún sabiendo lo despersonalizado que resulta la vida en la sociedad moderna. Lo que destacaba nuestro autor era el grado de fusión y la profundidad de penetración entre la conciencia individual y la conciencia social. Podemos decir, junto a Manuel Rodríguez Caamaño, que ―la relación entre el hombre –individuo- y la sociedad es de pura reciprocidad, sin que quepan separaciones entre estos elementos que se nutren entre sí. El hombre como individuo refleja fielmente las características del grupo o sociedad a que pertenece y la sociedad se mantiene y transforma por medio de las acciones de los individuos que la integran‖ (2004: 19). El punto de partida de Medina Echavarría está en que la conciencia social vive en cada uno de nosotros y cada uno de nosotros, a través de sus papeles sociales y de sus acciones –de ese carácter funcional al que antes se refería Medina-, está inmerso en la conciencia colectiva. Se trata, en fin, de una solución dialéctica que sitúa a un individuo como producto de una sociedad histórica, que forma parte de una vida claramente colectiva, cumpliendo con sus conductas y obligaciones sociales, pero que la carga emotiva de sus actos sociales le permite estar por encima de toda objetivación despersonalizada, modificando la historia y la vida en sociedad, gracias a su capacidad creadora. 3. Una teoría de la sociedad contemporánea. Visto lo anterior, pensamos que Medina Echavarría nos estaba advirtiendo de las consecuencias individuales y colectivas que significaba la transición de una sociedad tradicional a una sociedad moderna. Ahí están todas esas categorías sociológicas que analizamos precedentemente y que polemizaban sobre el individualismo, el papel de los grupos secundarios y la vida colectiva, el determinismo y los márgenes de la acción individual, la coerción social y la libertad individual, la acción social y sus diferentes roles, la interacción social y la participación social como participación democrática efectiva. En fin, toda una serie de reflexiones teóricas que son temas presentes en varios clásicos de la sociología y que el sociólogo español trató de dar continuidad. Una aportación adicional fue el culturalismo, recuperado de F. Znaniecki, y que rebosa el sentido de lo escrito en aquellos años, junto a la siempre presencia del historicismo germano. Así también se hizo eco de la crítica a la modernidad que recoge la literatura sociológica de Simmel en torno a la diferenciación entre cultura objetiva y cultura subjetiva, el desencantamiento y la burocratización del mundo de Weber o la crítica a la racionalidad instrumental de Mannheim (Zabludosky, 1998: 9). En ese punto parte lo que hemos caracterizado como sus reflexiones sobre la sociedad contemporánea. Desde su particular enfoque, el cuestionamiento de la modernidad también es desarrollado por Medina Echavarría quien a través de sus críticas a la racionalidad instrumental se interesa por las condiciones específicas de la modernidad. Así podemos 404 señalar que esta posición teórica y política, un tanto pesimista como vimos en capítulos anteriores respecto a lo que se perfilaba como la naciente sociedad de masas, se manifiesta como una preocupación esencial ante la forma que estaba adquiriendo la sociedad contemporánea. A esta inquietud se corresponden las siguientes preguntas que nuestro autor hacía en voz alta, pero que también era una manera de asumirlas y encararlas personalmente a partir de sus reflexiones sobre la sociedad moderna, la teoría de la sociedad y la teoría de la sociedad liberal: ―¿Cómo es nuestra vida social? ¿Cuáles son los problemas más importantes que encontramos en ella?...¿Cuáles son las modificaciones de la estructura liberal que más directamente nos afectan? ¿Cómo se produjeron?‖ (Medina, 1953: 232). Preguntas nucleares, en fin, sobre el oficio del sociólogo. Cuando menos le servían para estar permanentemente en un estado de alerta, no confiarse, estar atento a los retos y a los problemas de la sociedad contemporánea, para una vez identificados, intentar resolverlos desde la perspectiva sociológica. Como Medina trató siempre de hacer con su trabajo sociológico. Para él la sociedad contemporánea, en la forma racionalizadora que está tomando, es una sociedad caracterizada principalmente por la asociación y por las relaciones de naturaleza económica. La racionalidad penetra en la estructura social hasta formar un tejido más o menos denso de acciones racionales. Siendo un tipo de cohesión social marcadamente contractual y utilitario. ―Semejante sociedad, en la medida que se mantiene cabalmente por el cálculo de intereses de sus miembros, constituye en su situación límite una pura agrupación de egoísmos: el egoísmo de cada cual es en ese caso extremo el único elemento de cohesión; la cual, en contra de lo que pudiera pensarse por las apariencias, puede ser muy vigorosa, cuando impera la conciencia naturalmente de que la única manera de satisfacer los propios intereses consiste en no impedir ni lesionar la satisfacción de los intereses ajenos‖ (Medina, 1980: 57). Tal es, con este ejemplo, la noción de sociedad que maneja Medina Echavarría, como suma de egoísmos, recordando en alguna de sus notas los trabajos de H. Spencer y F. Tönnies sobre la compañía mercantil como la asociación característica del mundo moderno y el contrato como la relación social típica de ese mismo mundo: ―el contrato es, desde luego, la forma más clara y sencilla de trabar dos voluntades; y es también la más racional, porque las partes sólo convienen en lo que es estrictamente necesario para alcanzar lo perseguido en el contrato de tal manera que las prestaciones y las contraprestaciones se encuentran rigurosamente definidas y limitadas‖ (Medina, 1980: 56). De esa manera, el dominio de la mentalidad instrumental se introduce en las relaciones y vinculaciones sociales, evidenciándose sobre todo en la acción económica. Es en el campo económico de los intereses materiales –egoístas- donde más logrado se ha desarrollado este tipo de relación, institucionalizado y legalizado a través de la compañía mercantil. Como bien nos dice nuestro autor, ―la compañía mercantil constituye de este modo el modelo de la asociación racional utilitaria; lo decisivo en ella desde nuestro punto de vista es la eliminación rigurosa de todo lo que sea contrario o simplemente superfluo para la buena conducción de la empresa: el negocio es el negocio…toda intervención de otros elementos es perjudicial para el propósito perseguido…todo lo que no convenga con los fines perseguidos se considera extraño y debe ser eliminado. 405 Consideraciones de eficacia y economía determinan en cada caso lo que debe suprimirse o evitarse: sentimientos, relaciones de parentesco o amistad, vínculos tradicionales, etc.‖ (Medina, 1980: 57). Lo principal de este apunte es que la compañía mercantil simboliza, por un lado, la objetivación de la racionalidad instrumental y su reconocimiento social y legítimo al ser registrada en su forma jurídica y, por otro, esta institución social simboliza el presunto interés por eliminar aquellos elementos irracionales y emotivos de la conducta humana –algunos de ellos que remiten al mundo tradicional- que se suponen obstáculos para el desarrollo y la efectividad de la actividad económica. 604 Pero, como bien apunta nuestro autor, esa objetivación de la acción económica no se detiene en el campo económico, sino que también atraviesa otros campos sociales y la consideración de la eficacia y de la economía se convierte en un principio integrador que regula las relaciones humanas de otros campos adyacentes. Esta es una de las consecuencias más notables del tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad industrial: la mentalidad instrumental de la actividad económica comienza a regir aspectos extraeconómicos de la vida en sociedad. En este aspecto, nuestro autor está señalando cómo las formas de relacionarse típicas de la actividad económica, con sus formalidades, convenciones y estrategias, son asumidas y terminan por imponerse como paradigma de comportamientos en parcelas de lo social que nada tienen que ver con esa actividad económica. Medina Echavarría se pronuncia, con ello, a favor de la tendencia hacia la racionalización de la vida contemporánea expuesta con brillantez por Max Weber. De esta manera, la actividad económica y la cooperación voluntaria entre personas –regulada por el contrato- se convierte en el centro sobre el que gira la participación y la movilidad social. La racionalidad instrumental original del campo económico, con el auge y crecimiento del capitalismo, regula otros aspectos de la vida social y sobre ella se articula el sistema social. Las observaciones de nuestro autor en este punto transitan desde una inicial sociología estructural e histórica hacia una sociología sistémica. De esta manera, aunque la centralidad de la vida contemporánea sea la racionalización, presente con más fuerza en el sistema económico, reconoce que no hay una dependencia exclusiva sobre este centro por parte de otros sistemas sociales. Pero con los matices que veremos a continuación. Porque más que dependencia, hay afinidades y trasvases de creencias de uno a otro sistema social. Con respecto a este caso particular, Medina Echavarría se está haciendo eco de la metodología teórica desarrollada por el funcionalismo y representada sucintamente por el concepto de ―interdependencia‖: ―En realidad la polémica en torno al funcionalismo no ha dejado de ser estéril; resulta, en efecto, que todos los sociólogos 604 Serán numerosos, a partir de entonces, los estudios de la modernización que señalarán a la religión como un obstáculo o barrera para el acceso de la modernidad. Sin embargo, nuestro auto hace excepción a esta regla, quien seguramente influenciado en este tema por Max Weber, no se oponía a los elementos irracionales de la vida moderna, sino que serán un elemento más de la vida en sociedad. Es justamente en estas Lecciones de Puerto Rico donde encontramos uno de los pocos ejemplos en los que Medina Echavarría habla abiertamente de religión:―el moderno hombre de occidente sigue viviendo todavía, aunque no lo declare o no lo sepa, dentro de la transformación espiritual aportada por el cristianismo. Su posición ante la historia y el futuro y los conceptos que se emplea este respecto sólo se entienden desde el cristianismo; sin la idea de creación no comprenderíamos el tiempo histórico tal como hoy lo hacemos y sin la idea de consumación y plenitud de los tiempos no nos hubiéramos preguntado por el sentido de la historia, ni por la continua proyección hacia el futuro hubiera sido nuestra experiencia cotidiana en la forma en que lo fue‖ (Medina, 1980: 167). Reconoce con estas palabras la influencia cultural de la religión cristiana en el desarrollo de Occidente. 406 son funcionalistas –aunque lo nieguen- en una medida mayor o menor, pues todos se han enfrentado con las realidades o mejor explicadas de la interdependencia no sólo de las instituciones sino de otros ingredientes de la vida social‖. Sin embargo, avisa, junto con Max Weber, que la mejor metodología para realizar el análisis de la sociedad contemporánea no es el determinismo de un sistema social sobre todo el conjunto – como realizaba la interpretación marxista en donde el ―sistema‖ económico determinaba en su último extremo las formas de los demás sistemas institucionales-, sino que a través de las ―afinidades electivas‖, la conexión entre la economía y las estructuras sociales se dibuja mejor como una relación recíproca que como una relación totalmente condicional o unívoca (Medina, 1980: 137 y 138). 605 Medina Echavarría asume, por tanto, la interpretación weberiana respecto a la incapacidad que tiene un sistema social de determinar en total extremo otros sistemas sociales. Más que nada reconoce que en condiciones de afinidad electiva sí que puede haber una interdependencia grande sin llegar a un extremo de condicionamiento a toda la sociedad. Pese a su pesimismo, nuestro autor considera que la vida social contemporánea aún tiene escapes frente al avance de la racionalidad instrumental y los comportamientos egoístas. Volviendo al tema de la competencia, nuestro autor nos habla, sobre todo, de creencias y de valores. Sitúa entonces al valor de la competitividad como el claro ejemplo de esa interdependencia. La aplicación de las técnicas de la competencia a la organización del trabajo se trasladan a otros campos de la sociedad en forma de control y dominio social: ―la formación de las sociedades de competencia puede seguirse al hilo de lo que constituye una expansión sucesiva de la competencia como técnica de organización del trabajo; la competencia económica toma de esa manera un carácter nuclear y difunde desde su centro, generalizándola, una misma técnica de control social‖ (Medina, 1980: 87-88). De esta manera, la sociedad moderna económicamente organizada es una sociedad competitiva en todos sus aspectos al seguir ese patrón del cálculo racional o de la racionalidad instrumental, si así lo queremos llamar. Esto condiciona y determina las acciones y las relaciones entre los individuos, ya que ―los hombres se encuentran unidos en tales asociaciones (económicas) no con la totalidad de su persona y su destino, sino de manera tangencial, en el punto de intersección de sus intereses o de sus fines‖ (Medina, 1980: 57). Los individuos aparecen así anclados, limitados; lo que repercute en que no actúen con total autenticidad, escondiendo los fines o motivos que les hacen obrar. Este matiz de Medina no se queda únicamente en que la competencia económica se traspase a otras actividades colectivas y humanas por su difusión y generalización, sino lo que principalmente quiere acentuar es que la competencia se convierte en una creencia y en un valor que es interiorizado como pauta de comportamiento legítimo (1980: 88). En este aspecto, cita a C. Wright Mills, refiriéndose a que la competencia era una manera de producir individuos libres como guía del sueño americano, pero la realidad ha sido otra, manifestándose al final como una ideología dominante de toda una sociedad. 606 605 ―Constituye…un prejuicio histórico, pues no puede demostrarse de una manera general, suponer que se da una conexión ―funcional‖ entre la economía y las estructuras sociales, si es que entendemos con eso una condicionalidad recíproca y unívoca‖ (Max Weber, Economía y Sociedad, p. 275, en Medina, 1980: 138 a). 606 La competencia es un valor económico que, como hemos apreciado arriba, se convierte al final en una creencia social y en un comportamiento colectivo. La competencia obviamente es la base de muchas teorías económicas del libre mercado, apareciendo así como el valor que sintetiza al mercado como mecanismo autorregulador que funciona por sí solo. Sin embargo, esto no es del todo cierto, sobre todo en América Latina, porque el mercado no funciona de por sí. Al revés, hay que estimularlo. En ese sentido, la competencia se convierte en un concepto sociológico fundamental que acompañará a la teoría 407 La sociedad contemporánea está en crisis en la medida en que se halla atrapada en las formas. Se mantenía que la competencia era algo impersonal e inconsciente. Pero el contexto dibujado por el lado oscuro de la modernidad y el dominio de la racionalidad instrumental dibuja una situación social totalmente diferente para el sentido que toman las relaciones humanas. La sociedad moderna organiza y prima –de manera consciente- a la competitividad como la capacidad que tiene el hombre de competir con otro u otros hombres por algo. Resume nuestro autor que esta generalización de ―la competencia no es otra cosa que una particularización dentro de la vida humana del fenómeno general de la lucha por la existencia manifiesto por igual en todas las especies vivas‖ (Medina, 1980: 83). Sin embargo, nos dice también que esta lucha por la competencia, gracias a la dimensión sociológica de ideologías como el darwinismo social, termina por convertirse en un factor cultural que caracteriza y analiza las relaciones y las acciones sociales desde el conflicto y la pugna. Nuestro autor, siguiendo a Max Weber, nos dirá: ―La interposición de los fines y de los valores, de los motivos y sentidos de la acción humana, modifica por completo la situación originaria…La competencia entre los hombres es desde luego una forma de lucha y selección, pero aparte de su carácter pacífico –que puede darse también en la interacción ecológica natural- posee esta nota que la distingue radicalmente de cualquier otra, su carácter de lucha regular y legalizada. Es decir, que sólo existe ―en la medida en que esté orientada, en sus fines y medios, por un orden determinado‖ (Weber). Ahora bien, este y no otro es el verdadero campo de la sociología‖ (Medina, 1980: 85). Se ha pasado de una época donde primaba la solidaridad mecánica a una época en la que prima la competencia individual. Las acciones económicas y no económicas se dan en un medio social nuevo y diferente, moderno, desencantado; pero, aunque sea de forma amistosa, el hombre sigue compitiendo. Vivir en la formalidad es una de las consecuencias no deseadas del programa cultural de la modernidad alumbrado por la Ilustración europea que los individuos tienen que asumir. 607 Precisa nuestro autor que ese proyecto moderno, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, ni mucho menos ha acabado, sino que aún pervive más allá de las fronteras de la civilización occidental europea y se abre con fuerza en regiones como América Latina: ―No se trata, pues, de su ocaso, de su dramático hundimiento, sino de una transferencia de sus soportes activos y de una modificación, en consecuencia, de algunos de sus caracteres‖ (Medina, 1953: 110). Tarea de la sociología, en cambio, es ofrecer las claves y el modo en que se presenta esa transferencia del discurso de la modernidad a otros centros culturales, como es la región latinoamericana, con lo que ello implica: desintegración social, el descubrimiento de nuevas técnicas, formas e ideas que llevan consigo la diferenciación y, por supuesto, asumir la tendencia hacia la racionalización. En fin, la perspectiva sociológica ha de asumir como algo propio, particular y característico aquellos nuevos retos, compromisos y desafíos que significa vivir en la modernidad. desarrollista y a la teoría modernizadora: para ser desarrollados, habrá que ser competitivos. Convirtiéndose al final tanto en creencia como en pauta de comportamiento. 607 Nuestro autor se refiere en los siguientes términos al proyecto de la modernidad alumbrado en Europa: ―La situación europea estrictamente ―moderna‖ –la caracterización es correcta- nace con la Ilustración. Nos acercamos así al momento crítico de su tercera centuria‖ (Medina, 1953: 112). 408 4. Teoría de la sociedad liberal o de la sociedad democrática. Aún nos queda por vindicar lo que hemos distinguido en la teoría sociológica de Medina Echavarría como ―teoría de la sociedad liberal‖. Más que una teorización en sentido estricto, lo más justo sería hablar de cómo nuestro autor maneja el concepto de democracia tanto en su teoría del hombre como en su teoría de la sociedad. Ahí insertamos, sin duda, esta aportación suya sobre la sociedad liberal. Consideramos, bajo este aspecto, que cuando Medina Echavarría piensa en el significado de sociedad lo hace desde el convencimiento de las posibilidades de desarrollo vital y social que puede ofrecer una sociedad conducida y guiada por la democracia. De esta manera, nos traslada a la representación de ―una sociedad democrática donde el hombre puede alcanzar el dominio y la autoría de su propio destino en armónica convivencia con los demás‖ (Rodríguez Caamaño, 2004: 19). Nada más cierto si nos referimos al sentido de la democracia que toma en la obra de este sociólogo como un ideal integrador de la vida humana. No sólo es una aspiración, sino, más bien, es toda una realidad que se ha de abrir como cambio de paradigma. Sobre todo si pensamos en aquellas monstruosas tempestades que amenazaron al mundo durante la primera mitad del siglo XX. Por tal motivo, la constatación de Medina Echavarría de que la democracia –al igual que sucede con la modernidad- es una posibilidad seria y necesaria para América Latina. Observemos, por ejemplo, que en nuestro autor modernidad y democracia van unidas de la mano y no se pueden entender la una sin la otra. Cuando Medina Echavarría se refirió a los ―nuevos tipos de civilización occidental extra-europea‖ (1953: 113), estaba pensando en la posibilidad de transferir el programa cultural de la modernidad europeo a otras partes del mundo. Se trataba de encontrar la viabilidad del proyecto modernizador en una región como la latinoamericana. De esa creencia partirán futuros trabajos que tratarán de buscar un nuevo contexto y escenario social para América Latina, al margen de una sociedad rural aplicada a prolongar el caciquismo y autoritarismo político bajo la versión del caudillaje y del populismo. El reto, con el tiempo, le llevó a comprender la manera específica que tiene América Latina de estar en la modernidad. Pero ya en Presentaciones y planteos, evoca el panorama internacional y las nuevas tendencias sociales que se va a encontrar aquella región en su inmersión en el proceso de integración mundial: ―Los días de las postguerra anterior significan el momento en los pueblos de Iberoamérica rompen públicamente su aislamiento, verdadero sueño de olvido, que había durado medio siglo, y con su incorporación al mundo empiezan a influir en él y a vivir más conscientes de sus peligros‖. Unos peligros que tienen que ver con el creciente proceso de racionalización y de tecnificación del mundo de la vida, ―seamos o no conscientes‖, como aseguraba el propio Medina (1953: 118). Era una más de esas consecuencias de adentrarse en ese territorio resbaladizo de lo que hoy llamamos globalización y que en aquel entonces supuso para América Latina un serio esfuerzo a la hora de incorporarse a un mapa internacional dominado tanto por esas ―tendencias modernizadoras‖ como por las dos potencias contrincantes de la Guerra Fría. Para la región, los términos de este debate se habían reducido ya a una simple ecuación: ser modernos significaba ser productivos, eficientes. En una palabra, desarrollados. La calidad de esa adhesión se había producido, como sabemos, en una situación de dependencia económica. Sin embargo, adherirse a ese proceso inevitable de ensanchamiento del mundo no tenía que significar, como lo preveía Medina Echavarría, una dificultad o un problema únicamente económico, sino más bien una oportunidad de 409 desarrollo cultural, social y político. El desafío no se concentraba exclusivamente en enfrentar su capacidad económica y técnica, o su capacidad de organización, de espíritu de empresa y de superación nacional (Medina, 1953: 119). Porque la prolongación del contacto con el ―otro cultural‖ occidental –abierto a partir de la colonización de los países ibéricos y sus peculiaridades occidentales- debería suponer para América Latina la continuación del proyecto de la modernidad por encontrarse éste inacabado, inconcluso, sobre todo en la materialización de su programa cultural y político. En consecuencia, lo que prima en las orientaciones de José Medina Echavarría es la teoría de la modernidad por encima de la teoría modernización. Sobre todo si entendemos que el concepto de modernización se refiere, principalmente, al desarrollo de la racionalidad instrumental, a la calculabilidad y al control de los procesos sociales y naturales, lo que trae consigo la implementación del progreso técnico y tecnológico por parte de la racionalidad científica. Sin embargo, frente a esos requisitos para ser modernos, halla nuestro autor en los elementos culturales y políticos, representados por la democracia como valor, el exacto contrapunto desde el que pensar la modernidad para la región. Muy adecuadamente nuestro autor encuentra en la modernidad el proyecto de regulación y ordenamiento racional de la sociedad, que debe privilegiar y preservar el desarrollo autónomo e independiente de la razón subjetiva, además de sus posibilidades de representación social y política (Marín, 2010). Por tal motivo, Medina pensó que la modernidad para la región latinoamericana siempre fue un proyecto válido y viable, pero que debía tomar una dimensión propia. Él se topó con una modernidad específica aún por definir y desarrollar. Sin saberlo nos habló hace más de 50 años de lo que hoy se denomina en la teoría sociológica como el enfoque de ―modernidades múltiples‖. Su propósito, dadas sus herramientas, su formación teórica y el paradigma desde que se miraba en aquel entonces, le impidieron pensar en ―otra modernidad‖ para América Latina. 608 Si bien supo apuntar las claves sociológicas principales para entender la ―modernidad latinoamericana‖ como un proceso histórico lleno de determinantes y matices culturales, económicos, políticos y sociales. 609 Justo en ese punto, es donde nuestro autor explore hasta el final de sus días la posibilidad real de la modernidad, con sus características, sus logros, sus carencias, sus fallas y, sobre todo, sus aspiraciones. 608 Medina comenzaba a pensar en la modernidad en América Latina como posibilidad. Algo que ha sido desarrollado por las ciencias sociales latinoamericanas, sobre todo, a partir de los años 80 y 90 con autores como José Joaquín Brunner, Jorge Larraín o Pedro Morandé. Destaco los trabajos de J. Larraín a la hora de elaborar una perspectiva sobre ―la trayectoria latinoamericana a la modernidad‖ (1997: 319). Y los de J. J. Brunner a la hora de matizar y perfilar la modernidad latinoamericana como una ―modernidad heterogénea, fluida y en vías de hacerse y deshacerse‖ (Brunner, 1987: 18). 609 Medina Echavarría nos coloca en un punto de vista tratado por la teoría sociológica posterior en cuanto a las ambivalencias y contradicciones del proyecto moderno: primero nos avisa de la integración mundial, pero, en segundo lugar, a la vez de esa tendencia hay otra tendencia hacia la diferenciación. No faltan en nuestro autor, por tanto, pinceladas que se dirigen hacia ese paradigma de ―modernidad latinoamericana‖. Incluso hispánica. Nada mejor que sus pertinentes reflexiones: ―ha habido una transferencia de los centros de creación cultural y que hoy nos encontramos dentro de una determinada unidad de civilización sostenida por diversos focos autónomos de irradiación. Madrid, Lisboa, Barcelona, etc., subsisten, pero al lado de ellas, en un plano de igualdad, se encuentran Buenos Aires y México, San Pablo y Río, Bogotá y Santiago, Lima y La Habana, etc. Y no es incorrecto aceptar la expresión ―una cultura in the making‖, si por ello se entiende que en su conjunto va a formarse necesariamente un tipo de cultura y de vida, que sin perder conexión con su herencia sea algo distinto en sus matices y en su orientación cultural‖ (Medina, 1953: 118). Era una forma, desde mi punto de vista, de reclamar la riqueza cultural del mundo hispánico frente a la creciente influencia económica, política y también cultural de los Estados Unidos en toda la región que, como decía Medina, ―ahora comienza a hacerse presente, aunque todavía en forma incompleta‖ (1953: 114). 410 Convirtiéndose la democracia, por tanto, en piedra fundamental de su proyecto teórico (y político) para la realidad social latinoamericana. De tal manera, que Medina Echavarría, con el estudio de la sociedad liberal –o la sociedad democrática-, busca la conexión entre las ideas y las formas de vida. 610 El recíproco enlace entre ideas y sociedad: ―Hay algo más y sobre ello volveremos a insistir en su día y es que cuando se estudia una sociedad no basta con examinar sus instituciones, por fundamentales que sean, sino que es menester analizar las ideas que acerca de las mismas tuvieron los hombres que la vivieron‖ (Medina, 1953: 231). Esta elaboración de Medina Echavarría, en la que se une ideas y sociedad, conocimiento y sociología, coincide con los planteamientos formulados, como hemos visto a lo largo de este trabajo, de Karl Mannheim y su sociología del conocimiento. Nos viene a la mente, sin duda, la aportación del clásico alemán sobre esa fuerte vinculación. Bajo ese postulado encontramos una de las mejores formulaciones del sociólogo español sobre la sociedad liberal: ―lo que los hombres de la época liberal pensaban y creían respecto a su sociedad ¿era una simple ideología, como hoy se dice? ¿Las ideas del liberalismo nos llegan hoy con igual validez? En una palabra, hay una conexión entre las ideas y las formas de vida social de la que no puede prescindirse, aunque plantea difíciles problemas de exposición en este nivel elemental‖ (Medina, 1953: 231). La resonancia no termina aquí. Pues para Medina Echavarría la importancia sociológica reside en enfocar cómo esas ideas (democráticas y liberales) pueden penetrar en la conciencia de toda una sociedad bajo lo que Mannheim denominó ―la democratización de la vida política‖ (1963: 248). La labor del sociólogo, en este sentido, consiste en desentrañar las diferencias estructurales fundamentales entre una estructura social de cultura aristocrática, autoritaria o, en su caso democrática. Para nuestro autor al igual que lo fue para este clásico alemán, la democracia es ante todo un problema sociológico, formal: ―Nuestra tarea inmediata estriba, pues en demostrar la naturaleza de la democracia como fenómeno sociológico, estructural, un fenómeno que puede ser estudiado tanto en la estrecha esfera de la política como en el vasto contexto del conjunto del proceso cultural‖ (Mannheim, 1963: 250). 611 La ―sociologización‖ de la democracia implica una actitud básica de atender las manifestaciones culturales democráticas como fenómenos sociológicos que se dan en la estructura social. Se parte de que la democracia es, ante todo, cultura política que emana del pueblo y alcanza al poder del gobierno. El sociólogo tiene que localizar y analizar en la estructura de una sociedad si se cumplen ―los tres principios democráticos fundamentales‖: la igualdad potencial ontológica de todos los miembros individuales de la sociedad; el reconocimiento del ―yo vital‖ de cada uno de los componentes de la sociedad; y la existencia de minorías en la sociedad democrática, junto con nuevos métodos de selección de minorías (Mannheim, 1963: 255). De aquí se desprende que el enfoque sociológico haya de atender los condicionantes estructurales que posibilitan el auténtico ejercicio y desarrollo de los principios democráticos. El problema de la democracia, por tal motivo, no es histórico, 610 Lo que tenemos claro es, por un lado, el ―tema latinoamericano‖ comienza a despuntar: uniendo nuestro autor sociología, democracia y modernidad. Y, por otro lado, esas conexiones nos desvelan también las íntimas preocupaciones y reservas hacia el papel de las masas en una futura sociedad democrática. Ver si ampliamos, quitamos, o matizamos. 611 La preferencia de Medina Echavarría por Karl Mannheim en estos postulados a favor, en cambio, de Max Weber se debe, como ya avisamos, a que en la obra del primero hay una reflexión continuada sobre la ―democratización de la cultura‖ y de la democracia como problema y fundamento sociológico; mientras que en el segundo no hay tales reflexiones sobre la democracia como aspiración social. 411 sino estructural, formal y sociológico. Lo que se pretende analizar son las condiciones y rasgos esenciales que diferencian a toda democracia de cualquier otra ordenación social no democrática. Aquí ya quedan planteados algunos fundamentos básicos de la dimensión ―filosófica-política‖ de la obra sociológica de nuestro biografiado. Las cualidades de esta dimensión nos hablan, fundamentalmente, de cómo el principio de igualdad esencial de todos los hombres se refleja en la sociedad bajo dos formas: una ideológica y otra sociológica. Asimismo, la creencia en la igualdad de los hombres, de clara raíz ideológica cristiana, ha traspasado los límites de la ideología para convertirse con el tiempo en característica fundamental de la vida moderna. Este principio democrático de la igualdad abre paso al siguiente principio, como vimos, el del reconocimiento de la autonomía del individuo. Y aquí encontramos, sin duda, la mayor reclamación política en la sociología de Medina Echavarría, sobre todo si pensamos que el principio de la democracia fue desterrado en América Latina durante años de la reflexión sociológica: la democracia como participación política y, sobre todo, social. De esta manera, la democracia actúa como movilización de los individuos, los activa, los potencia, les posibilita ―la liberación de sus energías vitales‖. Es la ―función creadora‖ de la democracia en el sentido que le da K. Mannheim (1963: 252). Ahí se abre la parcela de la potencialidad del individuo. Esto significa que la sociedad liberal o democrática es aquella que permite la potenciación y el crecimiento personal – el ―yo vital‖- dentro de los límites dados por la situación social. Todo esto significa, desde la mirada sociológica, que la tensión individuo-sociedad se resuelve a favor del desarrollo de las ―condiciones sociales favorables‖ para ―el papel de la capacidad individual‖ (Medina, 1980: 152). La clave está en que una sociedad, fundamentada en una cultura democrática, ha de potenciar al individuo. Siguiendo con Mannheim, diremos que ―la democracia debe movilizar las energías vitales de todo individuo‖ (1963: 253). La sociedad y la democracia se involucran y se envuelven recíprocamente, como participación y como posibilidad de desarrollo tanto de la dignidad como de las facultades humanas. En este sentido, como muy bien apuntó Manuel Rodríguez Caamaño refiriéndose a este aspecto del pensamiento de Medina, la democracia para este clásico español fue más que una forma de gobierno, la entendió como ―una forma de ser, de pensar, de hacer y de sentir‖ (2004: 18). Para Medina fue, al fin y al cabo, una manera de estar en el mundo. Los reflejos de Alexis de Tocqueville aquí están claramente presentes, en el sentido de que la democracia para nuestro autor representaba también un tipo de sociedad. Quizá por ello tuvo siempre la convicción de que vivir en una sociedad liberal o sociedad democrática debía suponer una convivencia democrática extendida a todos los rincones de lo social. 612 Con ello salvaba esa simple reducción de elegir mediante votación a los que otros designan –el poder-. El día a día ha de suponer un auténtico ejercicio de democracia. Sobre todo, si pensamos que nuestro autor nunca renunció a separar la política del contexto de la vida cotidiana, con lo que remitía a la vieja aspiración de la funcionalidad social del conocimiento: la intelligentsia. A continuación, en el apartado siguiente, veremos buena parte de estas preocupaciones, las cuales las encontramos en 612 Sin embargo, al igual de Karl Mannheim, nuestro autor entendió que la sociedad democrática a la vez que posibilita la acción individual también puede constreñir. La democracia tiene sus propios dispositivos de selección que han de prevenir o neutralizar aquellas posibilidades antidemocráticas o no democráticas. Sobre todo si pensamos en una sociedad de masas, que siempre forzará al poder a tomar decisiones en interés de la mayoría. En este sentido, la dialéctica se vuelve en un diálogo –por no decir disputa- entre las minorías (la intelligentsia) y las mayorías. 412 sus reflexiones sobre la vida académica, la Universidad o el papel social del intelectual. Con ello Medina Echavarría nos advirtió de cómo la democracia no implica la inexistencia de minorías, sino más bien implica un determinado principio de formación de las minorías. Porque él se siente como parte de una minoría intelectual que, de una u otra forma, puede influir en las decisiones arbitrarias de la política. 413 CAPÍTULO XIV. EL INTELECTUAL Y LA VIDA ACADÉMICA. OTRAS PREOCUPACIONES SOCIOLÓGICAS. No toda la producción sociológica de José Medina Echavarría en Puerto Rico tuvo que ver con la epistemología de la sociología o con la teoría sociológica. Si en la escritura sociológica de nuestro autor de aquellos años tuvo acusado protagonismo la construcción de la ciencia sociológica o también, como recientemente pudimos comprobar, la inclusión de una teoría de la sociedad y del individuo, ello no quita para que él a su vez se interesase más escuetamente por otros aspectos sociológicos. Son reflexiones que el sociólogo español iba insertando en su obra, dejando aquí y allá, y cuyos fragmentos vienen a completar, sin duda, todo su mundo intelectual. Aunque sean punzadas y lineamientos que en la mayoría de las ocasiones se quedaban sin desarrollar teóricamente, al menos evidencian la amplitud de sus intereses y fascinaciones intelectuales. Podemos decir, para describir ese estilo, que sobre estas reflexiones gravitaba un único acorde: el impulso de conocer. Nuestro autor, como no podía ser menos, se mostraba fiel intérprete de los ideales de la Ilustración en ese afán de ir más allá, de acumular conocimiento de una forma ininterrumpida. 1. Sobre lo que hacen los sociólogos: sociología de la sociología. Descubriendo a otros sociólogos. Entre estas muestras –o preocupaciones sociológicas- observamos su incursión en la sociología de la sociología. Medina Echavarría durante este período de ―aislamiento‖ en Puerto Rico continúa leyendo a otros sociólogos latinoamericanos, caso de Gilberto Freyre, y también a ―europeos latinoamericanos‖, caso de Roger Bastide. Nuestro autor se interesa por lo que hacen los sociólogos de América Latina. Cabe recordar que en México, cuando fue director de Jornadas ya se ocupó de recibir manuscritos que le enviaban profesores de sociología para su publicación. Al igual que durante su labor editorial en el Fondo de Cultura Económica, siempre estuvo rodeado de obras de autores latinoamericanos, aunque cosa distinta es que luego los incluyera en su obra sociológica. De todas maneras, tenemos a nuestro autor leyendo sus libros, sus teorías, sus hipótesis, sus investigaciones. Y reflexiona sobre sus prácticas, actitudes y posiciones en el campo sociológico. Manifiesta, por lo menos, una atención continua hacia cierta producción sociológica en América Latina. El registro en el que encontramos estos intereses son, como decíamos, sus testimonios escritos, fundamentalmente manifestados en Presentaciones y planteos. Allí, por ejemplo, reflexiona sobre la utilidad de las notas bibliográficas –acorde a su experiencia editorial- 613 para ofrecernos la significación de ésta como sociología de la sociología: ―esto que se ha desarrollado con una nota sobre la nota –sociología de la sociología y filosofía de la filosofía- le ha dado al fin una factura extraña que me hace dudar dónde encajarla con propiedad dentro de la tipología bosquejada‖ (Medina, 1953: 171). Más allá de eso, lo que realmente motivaba a nuestro autor era comentar las obras de otros sociólogos y profesores de sociología. Estaba observando lo que hacían, en qué estaban y qué leían aquellos sociólogos que le rodeaban. Muy sugerentes son los 613 De ella nos dirá Medina que ―los juicios de valor contenidos en una nota bibliográfica debe ser sinceros, auténticos‖ (Medina, 1953: 169). Y dice esto porque lo que uno se propone cuando escribe una reseña bibliográfica no es únicamente llamar la atención sobe algunos contenidos del texto, sino sobre todo crear al lector un interés de abrazar el libro y continuar leyendo. De ahí la credibilidad con la que el escritor ha de escribirla. 414 comentarios que dedica a G. Freyre. No es menor que se detenga en el sociólogo brasileño, puesto que en su tiempo fue el más destacado de Brasil y uno de los más importantes de América Latina. Además realiza un ejercicio poco habitual en la sociología en lengua castellana: mirar a la sociología en lengua portuguesa. Tan próximas en las fronteras, pero lejos una de otra. Y en esa aventura descubre toda una riqueza intelectual personificada en la figura de Freyre: ―¿Profesor? ¿Marginal? ¿Gran burgués? ¿Pequeño burgués? Sociólogo a secas y a fe que de ley. Como siempre ocurre con todas las mentes creadoras, con su ―Sociología‖ no hace sino dar luz a la teoría o el envés, si se quiere, de su tarea investigadora…Lo que se ha llamado su trilogía: ―Casa Grande y Senzala‖, ―Sobrados e Mucambos‖ y ―Nordeste‖, representa uno de los ensayos más sugestivos y originales del pensamiento social entre nosotros. Siempre he creído que ―Casa Grande y Senzala‖ constituye el mejor estímulo que tenemos en Hispanoamérica para que la gente joven salga del tópico y de la rutina en la interpretación de nuestra historia…El hecho, empero, de que el escritor de Recife me cautivara desde la primera lectura de su ―Casa-Grande y Senzala‖ (obra de 1933, y traducida al español en 1943), y de que ahora no vea tampoco motivos profundos de discrepancia ante su nuevo libro, me fuerza a sospechar, o bien que Freyre es más profesional de lo que supone, o que yo soy más marginal, por fortuna, de lo que creía. Elijo por el momento esto último, ya que me ofrece la garantía mínima de que no estoy todavía del todo amaniado‖ (Medina, 1953: 156 y 164). Grandes elogios y reconocimientos de Medina Echavarría a un autor que desconocía, pero por el que se interesó y por el que demostró admiración al convencerle su lectura. (Al igual que se sintió identificado con él). 614 En G. Freyre encontró todo un caudal argumentativo y toda una variedad interpretativa difícilmente imaginable en la sociología española, europea o norteamericana. Este feliz encuentro –de un sociólogo exiliado que descubre a un sociólogo ―desconocido‖- abre el abanico de las sugestiones en Medina Echavarría: la lectura del sociólogo brasileño, para empezar, le hace ver otra realidad diferente a la del mundo latinoamericano de herencia española. Pero descubre, ante todo, una interpretación de la herencia colonial portuguesa, de la hacienda y de las relaciones sociales que esta institución social escondía. Porque en Casa-Grande e Senzala, Freyre nos habla de las características de la colonización portuguesa, del colonizador portugués, del papel del indígena en la formación de la familia brasileña y del papel del esclavo negro en la vida sexual y en la familia del brasileño (2004). Son referencias de un trabajo interpretativo que a través de la mirada sociológica muestra cómo la vida brasileña colonial se organizaba en las casas-grandes, y se contraponían a las senzalas, a las viviendas humildes de los esclavos. Como reconoce Medina Echavarría, le atraía del sociólogo brasileño el concepto teórico de ―situación social‖ desde el que éste traza todos los hilos argumentativos de su Casa- 614 Valga el tono sincero y reposado de las notas reproducidas arriba donde Medina Echavarría aprovecha para reconocerse a sí mismo como un sociólogo marginado. Está escribiendo para sí mismo. Para dar coherencia, como hemos visto, a su situación de aislamiento. Está reflexionando sobre la vida académica, sobre el profesor de sociología desplazado de su sociedad, sí es o no marginal, si llega o no la audiencia. Y por eso se siente identificado con G. Freyre, ya que su marginalidad le viene por su origen brasileño: ya que Brasil es en sí mismo todo un continente. Esta marginalidad indica una posición relativa en el campo sociológico latinoamericano. 415 Grande e Senzala: ―Pues esa sociología general o coordinadora se perfila con rigor como una de situaciones, es decir, como una cuyo concepto básico es el de ―situación social‖. Freyre presencia que a través del ―estudio rigurosamente sociológico de las situaciones sociales‖, se abren para la sociología perspectivas nuevas y posibilidades de construcción con mayor firmeza que antes sobe un plano distinto del biológico y del histórico…Mi cercanía a Freyre en este punto es tal, que el no caer en comentario y confrontación no deja de ser un buen sacrificio‖ (Medina, 1953: 163). Ese concepto de ―situación social‖ -también presente, como pudimos ver, en el aparato epistemológico del sociólogo español- es el que sirve como anclaje para todas las relaciones y representaciones sociales que están ligadas a una estructura social, la cuál, como sabemos, remite a una historia, a un proceso. Así nos los explica Medina Echavarría refiriéndose a la obra del sociólogo brasileño: ―Al autoanálisis de Freyre ha correspondido el socio-análisis de todo un pueblo que se está liberando, de esta suerte, de inútiles telarañas dolorosas. El aguijón del prejuicio fue el impulso que llevó a confirmar en la ciencia la capacidad al igual al blanco, de mestizos y africanos... Y a comprobar luego con detención en la historia cómo la cultura no es cosa de color, sino resultado de constelaciones sociales definidas y de herencias socio-culturales que se combinan de continuo en renovadas creaciones. Hasta donde se me alcanza, Freyre es el primer sociólogo iberoamericano que…emplea el término de hombre marginal para situar con justeza definitiva el problema del mestizaje como un sociólogo estricto, es decir, histórico social‖ (Medina, 1953: 161). El concepto de ―situación social‖ permite realizar todo un diagnóstico de las interacciones sociales de dominación, de dependencia, de intercambio económico, etc. También se refiere, por supuesto, a las actitudes y prácticas políticas. Pero, sobre todo, apunta a las situaciones sociales que causan y provocan marginalidad. Este tema lo abrió Freyre en los años 30 y 40 del siglo XX, convirtiéndose en dominante para las ciencias sociales latinoamericanas en las posteriores décadas de los 60 y de los 70 (Weffort, 1968). En fin, de lo que se trata es de analizar sociológicamente aquellas formas sociales y culturales que están en un contexto histórico y que a lo largo del tiempo se han ido produciendo y reproduciendo, caso de la marginalidad. Se trata de encontrar la raíz del problema social en su origen histórico. Encontramos en ambos autores una clara sintonía entre una forma particular de hacer, escribir y entender la sociología como ciencia simbólica, a caballo entre las ciencias de la naturaleza y del espíritu. Así nos lo aseguraba el propio Medina: ―como también aplaudo su decisión de abandonar la equivocada y estéril dicotomía metodológica entre ciencias naturales y culturales, declarando llanamente a la sociología ciencia mixta o anfibia‖ (Medina, 1953: 163-164). Todos estos antecedentes nos obligan a valorar, sin duda, la gran importancia que pudo tener la aportación sociológica de Gilberto Freyre, sobre todo con su obra Casa-Grande e Senzala, en el análisis de la hacienda de Medina Echavarría. Creo que el paisaje dibujado alrededor de la situación social brasileña, caracterizada por la dominación y la exclusión social, unido a los retratos humanos del colono, del esclavo y del negro, encuentran toda su repercusión en la construcción teórica de nuestro autor cuando trate de explicar el subdesarrollo de América Latina. Y para tal propósito se valga de la hacienda como tipo-ideal sociológico sobre el que se concentran y se explican buena parte de las relaciones sociales y de los problemas que conciernen a la 416 vida moderna, como, a su vez, se impresiona el tipo humano que genera dicho tipo de sistema social. Básicamente lo que hizo Medina Echavarría fue apreciar toda la herencia de la tradición sociológica latinoamericana, con su densidad y riqueza, encerrada en la portentosa figura de Freyre. 2. Sobre la esencialidad social del hecho artístico. Apuntes sobre la sociología del arte. En Presentaciones y planteos, Medina Echavarría no duda en comentar el libro Arte e sociedade, cuyo autor es el sociólogo francés, pero residente en Sao Paulo desde 1938, Roger Bastide. 615 A tales efectos le dedica todo un capítulo titulado ―El sociólogo y el arte‖, donde pone en práctica lo analizado anteriormente respecto a la nota bibliográfica. Creo que este capítulo tiene su punto de partida en una carta enviada por Medina Echavarría a Bastide cuando el sociólogo español era director de Jornadas. 616 Allí le comentó, como ya tuvimos ocasión de ver, la dificultad de publicar ese libro debido a la ausencia de traductores y a la precariedad económica de El Colegio de México. Para dicha traducción del manuscrito se comprometió personalmente el propio Medina, pero que finalmente, por su marcha de la institución académica mexicana, tuvo que abortar. Ese original aparecería publicado en Brasil en el año 1945. Sin embargo, parece que nuestro autor quedo cautivado por la lectura de ese documento, como así indica el rescate de esas notas para su publicación años después en Presentaciones y planteos. No me resisto a transcribir algunas palabras dedicadas por nuestro autor al libro del sociólogo francés y que expresan sucintamente lo condensado y preciso que tiene que ser una reseña bibliográfica: ―Se trata de un esfuerzo de síntesis pocas veces igualado, pues en relativas pocas páginas comprime, ordena y aclara un tema que por su extensión y por el estado fragmentario de su desarrollo desafía las mejores fuerzas. Existen muchos materiales dispersos, pero, en cambio, son pocos los ensayos de conjunto, y menos aun los que pueden considerarse medianamente satisfactorios. La mayoría peca de generalizaciones precipitadas, unilaterales y caprichosas, y más que nada, de la ausencia de planteamientos rigurosos acerca de lo que cabe decir del arte –que no es todo- desde el punto de vista sociológico. Bastide, por lo pronto conoce cuáles son las preguntas posibles y cuáles también sus límites‖ (Medina, 1953: 173). Medina, sin embargo, no expone en este capítulo esos planteamientos rigurosos sobre el arte desde la mirada sociológica. Como lector, nos queda ese vacío. A esos aspectos ya se había dedicado en México, publicando en Responsabilidad de la inteligencia un breve ensayo escrito en 1942 al que tituló ―Arte y sociedad‖. Creo que para los intereses de este trabajo estaría mejor que bien recuperar aquella inmersión del sociólogo español a esas otras parcelas de la vida social como son las pertinentes a la producción artística. Siguiendo su forma de escribir, a modo de ensayo académico, allí nos dejó una pequeña pero vistosa intervención sobre el campo de la sociología del arte. Su repaso nos ayuda, de tal forma, a completar acabadamente la obra sociológica de Medina Echavarría. Repleta ella, como sabemos, de atractivas inquietudes, con una atención continua hacia toda producción sociológica y sujeta a una voluntad de estilo de 615 Arte e sociedade, Livraria Martins, Sao Paulo, 1945. 616 Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. 417 notable expresividad. Bajo estas coordenadas, se inscribe su aportación a la sociología del arte. De esta manera, para nuestro biografiado la experiencia artística vista desde el enfoque sociológico toma a la esencialidad social como el gran referente que hay detrás de toda manifestación artística. Algo a lo que Medina Echavarría denomina como ―la esencialidad social del hecho artístico‖ (1987: 138). Detrás de la expresión artística se oculta una sociabilidad: la obra de arte es un hecho social, en el sentido de Durkheim (2002: 37-46). Esto implica que la obra de arte sea resultado de un tipo de relaciones sociales y culturales. Por tal motivo, la obra de arte es revelación de un tipo de sociedad. Una obra de arte, siguiendo este argumento, viene a ser producto de unas vinculaciones e interacciones sociales específicas que se dan en una sociedad concreta. Además también tenemos que pensar que el artista es un hombre social. El artista, por más independiente que pretenda ser, no vive ajeno a la sociedad. La sociedad provoca de forma objetiva un tipo de artista en cada momento histórico concreto: según qué técnicas, tendencias, culturas, modas, ciencias, etc., así será el artista. El artista es la evocación objetiva del hecho artístico en sus condiciones objetivas de producción. Puede decirse que Medina Echavarría lo que hace es desmontar esa creencia renacentista del artista como genial creador solitario, alejado de todo lo social. Nada más lejos de la realidad, porque, como así nos hace ver el sociólogo español, el artista no deja de ser un cautivo más de lo social, a pesar de sus esfuerzos de subjetividad, de distinción individual, de creatividad. ―El artista, aun en los momentos más vigorosamente individuales de su esfuerzo, es un socius, un prisionero del contorno de los demás, puesto que sólo por ellos, referido a ellos tiene sentido su obra. Estos otros pueden constituir meramente para el artista una vaga presencia referencial, pero la sociedad que con ellos forma es irrompible e insuperable‖ (Medina, 1987: 140). Aunque el artista no piense en la sociedad, intente distanciarse de ella, lo social impregna tanto el proceso como el reconocimiento de esa obra. El ascendente de una obra arte es un mecanismo objetivamente social. Al igual que sin la presencia de lo social no hay distinción, no hay prestigio. 617 Ello se debe, principalmente, a que la creatividad individual también es una forma de reconocimiento social hacia unas aptitudes individuales o colectivas. La creatividad y la personalidad artística están favorecidas por la estructura social que en ese momento concreto tiene la capacidad de registrar –y favorecer- a ese individuo social sus dotes de artista. La determinación de lo social, en el sentido que maneja Medina Echavarría, es clave para el reconocimiento de esas aptitudes y de esas capacidades artísticas. En otras palabras, el componente social y los ―otros sociales‖ beneficiaron y auxiliaron el desarrollo de unas capacidades individuales. Lo social va inserto en la obra de arte a través del componente técnico que vincula a esa obra con toda una evolución histórica del proceso de civilización occidental en el sentido de Alfred Weber (1991). La obra artística no es una pugna antagónica entre lo individual y lo social, entre la individualidad del artista y su sociedad, sino, más que nada, es una deudora de ―otros sociales‖. La obra artística es dependiente de una sociedad 617 Estas pequeñas e incompletas reflexiones que lanza JMedina sobre el reconocimiento social evocan, por lo menos a mí me lo parece, las magistrales teorías sobre el campo del arte de Bourdieu, siendo claves en este punto su teoría sobre las tomas de adquisición de prestigio. La gratificación social viene condicionada por las posiciones que el artista ocupa en el campo artístico, donde pugnan los condicionantes y reconocimientos tanto simbólicos como materiales. El artista, siguiendo una estrategia de inserción, lo que busca es la consagración en el propio campo del arte (Bourdieu, 2002: 496-499). Aunque toda estrategia de inserción en cualquier campo está sujeta y condicionada por las normas y reglas del propio campo (Bourdieu, 1987: 67-82). 418 determinada y, principalmente, dependiente de la técnica (acumulativa) de esa sociedad. Podemos afirmar, siguiendo a nuestro autor, que la obra de arte es un cofre que encierra lo social. Y así en ella aparecen todas las repercusiones de la herencia social: desde los valores y el desarrollo tecnológico hasta la experiencia histórica. ―Lo individual, lo social y lo histórico, se nos muestran, en efecto, plenamente fundidos en toda experiencia artística, tanto en el lado de la creación como en el del goce y en una forma ejemplar por su carácter complejo y delimitado, o sea concluso y asequible‖ (Medina, 1987: 141). La obra artística como fenómeno objetivo expresa de por sí toda una experiencia de su momento y del pasado. Al mismo tiempo, la obra de arte funde lo individual, lo social y lo histórico desde el origen de su creación hasta el fin del goce. La experiencia artística es, por ello, un proceso social complejo en el que se entrecruza lo individual, lo social, lo histórico y también lo tecnológico. La obra artística es histórica en un doble sentido: no es creación de un día y en ella se vuelcan las experiencias estéticas (los cánones estéticos). Por tal motivo la obra artística es procesal. O como nos dice Medina, la obra de arte encierra un ―modelo de continuidad‖, respecto a ella misma y respecto al arte de su tiempo (1987: 143). Es heredera de las posibilidades artísticas y técnicas acumuladas a lo largo de la historia por su sociedad. Por tal motivo, toda obra artística suma a su propio tiempo –su trayectoria biográfica- 618 , el tiempo social que le ha tocado ―vivir‖. Medina Echavarría en este breve ensayo no se propuso responder qué es el arte, preocupación filosófica y ocupación de la crítica del arte para la que no se veía lo suficientemente motivado. En cambio, se sentía más cómodo pensando sobre las coordenadas históricas y sociales concretas desde dónde se produce y se piensa el arte. La lectura del arte en clave puramente sociológica le llevó a reflexionar, como vimos, en base a tres parcelas: las condiciones sociales de producción artística; la personalidad creadora (el artista) bajo la tensión subjetividad individual- objetividad social; y, por último, la estima y goce social del arte en la sociedad contemporánea (la posición social que ocupa un determinado arte y sus productores en la escala de reconocimientos sociales). En fin, esta perspectiva de nuestro autor, que peca de sociologismo, comprende el arte siempre y únicamente a partir de su ―correspondencia por lo social‖, siendo los objetos artísticos portadores de diálogo social y desde los cuáles se pueden percibir algunos rasgos de la sociedad contemporánea. 3. Pedagogía y sociología. La Universidad. El intelectual marginal y la vida vicaria. A través de esta revisión pretendo seguir profundizando en unas de las facetas menos conocidas de nuestro autor como es su aportación al campo de la sociología de la educación. Este ejercicio a su vez nos permitirá seguir analizando cómo algunas de sus ideas en esta materia todavía siguen plenamente vigentes. Para describir las primeras aportaciones que durante esos años dedica al pensamiento educativo, hemos de tener muy presentes toda su biografía anterior y las profundas experiencias vividas en el exilio como profesor y sociólogo desplazado. Por tal motivo, debemos considerar tanto 618 Actualmente se está produciendo un cambio radical en la relación arte, ciencias sociales y sociedad a partir de una nueva epistemología que piensa toda obra artística como una individualidad, con su particular cronología o trayectoria biográfica. Para tener una idea de esta epistemología que entiende toda representación artística, ya sea un cuadro, una cultura, etc., como un ser cronológico, con su propia historia y trayectoria, se puede consultar el trabajo de Bruno Latour y Adam Lowe, ―The migration of the aura, or how to explore the original through its facsimiles‖, en Thomas Bartscherer (Ed.), Switching Codes, University of Chicago Press, 2008. 419 sus influencias intelectuales como el contexto cultural, histórico y social que vivió. En este apartado pretendo recoger algunas de sus fundamentales proposiciones respecto a la problemática educativa y que, a buen seguro, iniciaron e ilustraron planteamientos posteriores que nuestro autor ampliaría y maduraría en su reflexión sobre los sistemas educativos y, sobre todo, cuando se dedique a recapacitar serenamente acerca del papel de las universidades en el desarrollo social y económico para América Latina. En consecuencia, aquí ya están las raíces de lo que escribiría más tarde, allí, en los años de la CEPAL. 3.1. Pedagogía sociológica y humanística. Nuestro autor se interesó por la sociología de la educación sin ser un experto en ese campo científico. Una muestra más de su rico y variado universo creativo. Puede parecer raro que un sociólogo dedicado durante largo tiempo a la epistemología de la sociología y a la teoría sociológica se inmiscuya en el estudio del hecho educativo desde su perspectiva sociológica. Sin embargo, como ya advertíamos antes, hay que rebuscar en su propia trayectoria biográfica. La monotonía de la vida cotidiana y el sentimiento de ser un profesor desplazado están detrás de estas reflexiones. Su consuelo, en mi opinión, fue escribir con regularidad sobre la vida académica. Estamos, sin duda, ante uno de los aspectos más íntimos de nuestro biografiado. Son temas que le ayudaron a delimitar las costuras sobre las que se asentaron sus planteamientos sobre el papel de la educación y del educador en la vida social moderna. Entre éstos encontramos a su recurrente y perenne enfoque integrado de las ciencias sociales y también su reclamación de la sociología como ciencia sintética. Sostenía Medina que ―la ciencia social por su carácter positivo ha tenido que obedecer al proceso general de especialización y fragmentación y de esa manera no tenemos hoy una ciencia social sino un conjunto de disciplinas separadas, de campos de investigación cada vez más reducidos e intensivamente explorados, sin más relación entre sí‖ (1953: 32-33 planteos). Por tal motivo, ante este desgarramiento de las disciplinas científicas, nuestro autor entendía la necesidad de una pedagogía que ofreciera una idea clara de en qué sociedad vive uno. Más aún cuando ésta se encontraba, como bien sabemos, en una situación crítica. De esta manera, la pretensión sociológica que había detrás de este enfoque y de esta pedagogía sintética era fijar al hombre en una sociedad concreta. Medina Echavarría se muestra partidario, con ello, de que el alumno debía de tener las suficientes herramientas posibles –científicas- para saber en qué mundo vive. Detrás encontramos un fuerte sentido por el deber de informar sobre una realidad social en constante cambio. La lectura que hizo Medina Echavarría respecto a la sociedad de su tiempo le llevó, primero, a los cambios sociales que se estaba produciendo en la moderna sociedad industrial y, segundo, las repercusiones que ello tendría en la función social del profesor y de la Universidad. Aún eran muy recientes estos cambios, pero nuestro autor ya comenzaba a ver cómo la tarea del profesor, ya fuera de sociología o de cualquier otra materia, pasaba por que éste manejase o tuviese una idea clara de qué contexto social e histórico le rodeaba. Quizá por eso Medina Echavarría se sitúa en unas coordenadas paralelas a sus postulados epistemológicos: el hecho educativo no debe separarse de la sociedad. Y, para ello, es necesario y útil tener una firme y nítida idea de la realidad social circundante. 420 La sociología de la educación, como sub-disciplina particular de la ciencia sociológica –o ―sociología especial‖ (Quintana, 1989: 30)- trata de esclarecer las relaciones sociales que se producen con ocasión del fenómeno educativo. No sólo atiende a los profesores y alumnos, sino también a las distintas clases de personas e instituciones que tratan de hacer prevalecer sus puntos de vistas para diversos propósitos, ya sean políticos, ideológicos, eclesiásticos o pedagógicos. Porque la educación es reflejo de la sociedad y de sus grupos sociales (Moncada, 1976: 130). Forma parte del sociólogo explicar que por encima de las expectativas ciudadanas sobre la educación está la estructura básica de una sociedad, sus pactos esenciales, sus vínculos, interacciones y pugnas. En esas coordenadas se sitúa la aportación de J Medina: primero, anunciando las transformaciones sociales y culturales que se venían encima debido al empuje de la moderna sociedad industrial que afectarían, sin duda, a la experiencia educativa. En segundo lugar, a partir de sus propias experiencias como profesor universitario reclama el papel futuro de la Universidad (latinoamericana) como garante del desarrollo humano a través del conocimiento. Detrás de estos diagnósticos y reclamaciones se halla la fidelidad de nuestro autor por los ideales humanistas de la educación. Su defensa de ellos estaba trenzada en cómo poder ajustarlos ante los requisitos de la nueva situación social abierta tras la Segunda Guerra Mundial; como decíamos, la moderna sociedad industrial y la sociedad de masas. Planteaba entonces nuestro autor esta nueva relación: educación humanística y un emergente contexto social. En este sentido, el paisaje social que dibuja nuestro autor quedaba definido por ―una educación en regímenes de masas y (en) una época de tecnicismo y especialización‖. La educación comenzaba a estar caracterizada por el aumento de la población escolar, por la diversidad social de los estudiantes, la celeridad de los rendimientos y la urgencia de la profesionalización. Exigencias, según Medina, que se derivaban ―de la división del trabajo social y de la misma especialización científica‖ (1953: 12-14). (Es inevitable recordar aquí la combinación en la teoría educativa de Medina Echavarría de la tesis expuesta por Durkheim sobre la educación y la especialización como motor del avance y desarrollo de la sociedad industrial, junto con la teoría de las masas de Ortega y Gasset). Medina Echavarría lo que estaba realizando en su análisis –a la manera de Mannheim- era encontrar las conexiones entre la educación y la estructura social real, junto con los ideales potenciales sobre la educación que mantienen esa sociedad. O por decirlo con otras palabras: qué condiciones educativas serían necesarias para afrontar los requisitos de la modernización. 619 Es por ello que toda política educativa debe tener en cuenta la estructura social real y unos ciertos ideales o valores educativos. Nuestro autor se preocupa del tema de la educación porque la educación es cohesión e integración social, pero también posibilita educar a la sociedad con arreglo a unos valores. Lo que sucedía en su momento era que los valores humanísticos se veían poco originales para una sociedad 619 Medina Echavarría propone en su análisis del hecho educativo las pulsiones sociales entre la herencia ilustrada y las condiciones actuales de la modernización. Su pensamiento, como estamos viendo, trata de ajustar ese ideal ilustrado, que se remonta a Kant, a los requisitos inherentes de la modernización social. Considera entonces que ―toda la ilusión del progresismo educativo está contenido en la definición misma de la Ilustración dada por Kant: sacar al hombre de su ―curiosidad culpable‖ para conducirlo a la edad adulta de la razón‖ (Medina, 1953: 8). Defiende ese progresismo educativo como un fin determinante para la operacionalización del programa cultural y político de la modernidad. Es decir, para que la democracia sea practicable se necesita educación. Algo que también casa con los postulados de la teoría funcionalista, la cuál estima a la educación como un elemento central para la cohesión social. 421 moderna, industrial, avanzada. Lejos de rigideces, se pregunta sobre qué tipo de educación necesita esa sociedad tras la debacle sufrida por la primera crisis de la modernidad: ―¿Cuál es el tipo de educación que puede sustituir en nuestro tiempo a la que se realizaba por el humanismo?‖ (Medina, 1953: 13). ¿Existe realmente esa educación que sustituya al humanismo? Medina cree que no. Aún piensa que es válido el humanismo en aquellas condiciones sociales e históricas. Se encomienda entonces, como intelectual, teórico y profesor, a lograr mantener latentes y presentes en sus reflexiones los ideales humanistas –que remiten al programa cultural de la modernidad- en esas nuevas condiciones sociales que modifican y exigen diferentes patrones educativos, pues ―la educación -como él decía- se realiza hoy en masa, para beneficio de las grandes mayorías y no de pequeños grupos minoritarios‖ (Medina, 1953: 13). Prueba más concluyente de ese cambio educativo nos lo ofrece las siguientes palabras de Alberto Moncada: ―La sociedad industrial entiende la educación como un proceso de constitución y mejora del capital humano y acepta la necesidad de establecer y financiar un sector educativo responsable de tal proceso, en cuya virtud cada persona nacida es encarrilada hacia un puesto de trabajo del que se derivará su status social‖ (1976: 12). Porque la sociedad industrial abrió otra narrativa divergente sobre el hecho educativo: los jóvenes gracias al medio educativo se socializan, se incorporan a la vida activa, a las relaciones de escolaridad, de empleo y de ciudadanía, manteniendo a su vez cohesionada a la propia sociedad industrial. La educación reproduce a la propia sociedad y a sus estructuras de estatus y de estratificación. Sin embargo, los problemas podían surgir a la hora de gestionar ese acceso universal a la educación –gran reto de América Latina- sin renunciar a cumplir esas promesas de crecimiento y mejora cultural: ―Poco a poco se van otorgando a todas las capas sociales iguales facilidades educativas, se destruyen uno a uno los privilegios culturales y se espera con la incorporación de todos a una saber común la mejora moral y espiritual de los pueblos, el incremento de un sentido de responsabilidad social y política y la elevación de la cultura misma, tanto en los grupos creadores como en la capa más extensa de sus beneficiarios‖ (Medina, 1953: 8). La opinión temprana de Medina Echavarría apuntaba hacia la dificultad de cumplir esa promesa de educación universal, sobre todo a la hora de que esta prosperidad –cultural y política- se viera acompañada a larga de posicionamiento e inserción laboral. Sin querer usurpar esas fantasías socialmente generalizadas de educación como mejora social, Medina Echavarría, en cierta medida, se atrincheró en su idealismo humanista para salvaguardar la distinción de conocer por conocer, de una educación no instrumentalizada y que en el fondo de su fin estuviera el ser humano. (Y no tanto el mercado de trabajo). En otras palabras, ―¿cómo crear ―hombres‖ en una sociedad de afanosos obreros de ésta o aquella cualificación? ¿Cómo transmitir la visión de conjunto, desde cuyo centro pueda el individuo alcanzar la perspectiva y la distancia, la serenidad y la paciencia que hacen del hombre una persona cabal y responsable?‖ (Medina, 1953: 14). Fue ésta la razón lo que le llevó a mirar a la identidad de la Universidad y a su significado en la conformación de la civilización occidental, reclamando su valor frente al alcance de la sociedad de masas. ―Resulta, pues, indispensable la universidad como institución, es decir, como un ámbito propio donde lo decisivo es, precisamente, el ejercicio del entendimiento, de la capacidad de identificación de los problemas y el discernimiento de alternativas, para no sucumbir ante la violencia de la precipitación de los tiempos sociales y del uso desesperado de la 422 fuerza‖ (Lira, 1999: 13-14). Además debe reconocerse también la implicación extraordinaria que para Medina Echavarría tenía el profesor universitario como vehículo transmisor de esos conocimientos y de esa manera particular de ver el mundo, juiciosa y crítica, que tiene la institución universitaria. Queriendo o sin querer, nuestro autor siempre nos invita a utilizar la inteligencia desde la responsabilidad. Una muestra de esta preocupación vital la encontramos en la presentación en 1946 de su curso básico de Ciencias Sociales en la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico. Visto lo anterior, no son nada sorprendentes las palabras que Medina Echavarría dedica a los alumnos: ―Invitarles, en primer término, a que tengan conciencia del mundo en que viven. Lo cual significa que puedan hacerse cargo de la realidad social que los rodea, aquélla en que han nacido y de que se nutren…En segundo lugar, que esta toma de conciencia pueda constituir el punto de partida en el desarrollo de su personalidad, de su sustancia de hombres y profesionales…Su finalidad es modelar a los alumnos buscando lo que puedan ser como personas‖ (Medina, 1953: 220). Allí nuestro autor expone esos dos fundamentos que han de acompañar a la educación (universitaria) y que la dan todo su sentido: debe proporcionar al alumno todo el conocimiento necesario para que éste posea la suficiente conciencia sobre la realidad social de la que es parte y, a su vez, esta función de vincular al alumno a su tiempo lleva implícito su desarrollo y formación como persona. De esta manera, para Medina Echavarría el sentido y función de la educación no es otro que el de la formación de personas íntegras. Porque ―en esto consiste la esencia de la educación y nada mejor puede sustituirlo: ayudar a formar una personalidad cabal con una visión clara del mundo humano en que existe‖ (Medina, 1953: 221). Esta exposición es todo un ejercicio de reclamar, como vimos, una pedagogía amplia de horizontes, llámese sociológica, pedagogía de ciencias sociales o humanística. 620 La pretensión es disuadir a todo aquel discurso educativo o pedagógico que reduzca la riqueza del mundo social en la mera especialización o profesionalización técnica. No era tiempo, como así sabía nuestro autor, para una mirada parcelada o fragmentada sobre un mundo crítico que necesitaba –y sigue necesitando- de conocimientos desbordantes. 3.2. La Universidad en su tiempo. En un paisaje de creciente industrialización y apertura de la sociedad a la economía de consumo y de masas, la Universidad se enfrentó, como veíamos, al reto de 620 Incluso podemos hablar de una ―pedagogía democrática‖. Nuestro autor toma esta idea del filósofo alemán R. Ulich (Medina, 1953: 129). Allí se refiere a la necesidad de una reeducación pacífica para la sociedad alemana tras la Segunda Guerra Mundial. La reconstrucción de la sociedad alemana fue un tema que apasionó a Medina Echavarría (como así se aprecia en su biblioteca personal). Le interesó la génesis de la experiencia alemana hacia la nueva construcción política y económica tras la pesadilla nazi como un ejemplo de reintegración a la civilización occidental. La educación, de esta manera, pasó a jugar un papel fundamental en el desarrollo de la base cultural y política que hubo de sostener a la futura sociedad democrática alemana. En mi opinión, nuestro biografiado tuvo muy en cuenta la singularidad del caso alemán para reincorporarlo posteriormente a sus reflexiones sobre América Latina y la necesidad de educar a la sociedad latinoamericana en base a los principios democráticos. Es por ello que nuestro autor encontrará en la literatura alemana del desarrollo una clara fuente de inspiración. Aunque, obviamente, salvando las distancias y las diferencias, porque, como reconocía Medina Echavarría, un modelo de un país europeo no es completamente válido para un país latinoamericano. Distancias concedidas, como tendremos ocasión de ver más adelante, por la perspectiva sociológica y su sentido de lo concreto. 423 abrir sus aulas masivamente, con las implicaciones sociológicas que ello significó: ingreso de seleccionados provenientes de capas sociales sin ninguna tradición académica familiar y ávidas, en sí, de ascenso social más que de saber. La Universidad fue –y sigue siendo apropiada- como un instrumento de estratificación social y de elevación social. ―Ante esa nueva situación -nos decía Medina- se abre a la enseñanza superior el examen de su propia funcionalidad: qué es lo que se propone, para qué educa y cuáles son los tipos de dirigentes que pretende formar‖ (1953: 19). Es en ese contexto en el que la Universidad tiene que plantearse sus estrategias de futuro, su sentido y responsabilidad. Ya advertía nuestro autor de que ―la producción de titulados no puede ser enteramente libre, sino que debe regularse según las necesidades sociales y las posibilidades de su satisfacción‖ (Medina, 1953: 138). En este sentido, siempre comprendió que era ―necesario fomentar un tipo de institución universitaria que asumiendo, adaptativa y sincrónicamente, la compleja realidad de su propia ubicación social tenga como misión la elaboración de todos aquellos procedentes y oportunos proyectos que permitan dar cuenta, de manera satisfactoria y en la medida de sus posibilidades, de las necesidades y demandas tanto de los individuos, como de la sociedad en general‖ (Rodríguez Caamaño, 2004: 26). Sabía nuestro biografiado de los problemas que implicaba el incremento de alumnos ante la justa y precisa demanda social de educación universitaria. Incluso previó que la producción excesiva de titulados podría traer como consecuencia la aparición de un ―proletariado intelectual‖ y al no ser engullidos por el mercado laboral o bien ocupar trabajos de menor cualificación podría generar ―seres humanos frustrados e insatisfechos‖ (Medina, 1953: 19). En relación a la educación universitaria –y su acceso universal-, él destacó la trascendental importancia que tal actividad tenía que desempeñar en las sociedades avanzadas, pero siempre desde la coherencia y la razón, con tal de evitar esos sentimientos de fracaso y desengaño en los jóvenes. No extraña entonces que nuestro autor manifestase su preocupación sobre cómo tendría que hacer frente la institución universitaria a estos cambios y necesidades de educación por parte de un mayor número de personas: ―¿Cómo puede comportarse la Universidad en tales circunstancias? Una Universidad, sobre todo, que no renuncie a su vocación auténtica: la investigación de la verdad, la ampliación y conservación del saber‖ (Medina, 1953: 21). Ante esa enorme demanda de educación superior que se pronosticaba –lo que se llamó posteriormente como la ―democratización de la educación‖-, la cual estimaba que la educación constituye el modo más regular, seguro y común para una ansiada promoción social personal (Quintana, 1989: 216); la Universidad, para nuestro autor, tendría que ser fiel a esos postulados de investigación, desarrollo y transmisión del conocimiento. Con todo, el sociólogo español ya situaba una de las tensiones mayores que se presentaban en el campo universitario: cómo podría la Universidad hacer frente a toda esa demanda social de educación superior –bajo una aparente igualdad de oportunidades-, en un contexto cada vez más caracterizado por las exigencias de conocimiento técnico, especializado y profesional, sin que perdiera, por ello, su tradicional espíritu de atenerse al justo medio de una actividad investigadora, al pensamiento y a la docencia que tengan por objeto hacer frente a los problemas, en general, planteados por la circunstancia histórica y social concreta, y requerientes de una solución científica. En ese mundo de profundos cambios había que mantener al máximo ese ideal que simboliza la Universidad. Así, por lo menos, lo creía José Medina Echavarría. 424 3.3. Tipología de la universidad. El ensayo de actualidad sobre la Universidad se prodigo bastante en las ciencias sociales españolas a principios del siglo XX, sobre todo, a partir de la publicación de Misión de la universidad, de José Ortega y Gasset. Este escrito influyó sobremanera en la generación posterior, la de Medina Echavarría, principalmente a la hora de encontrar una preocupación y un objeto de estudio al que consideran de la mayor novedad al converger su problemática con la consabida crisis de la cultura occidental. Esta generación de pensadores sociales compartió con Ortega su visión sobre la identidad crítica de la Universidad, a la que también añadió un interés especial por los elementos de la historia sociológica circundante (Lira, 1999: 13). No extraña, en este sentido, el fresco que traza nuestro autor sobre la Universidad, a la cual, cómo no podía ser de otra manera, considera como una institución en crisis: ―Puede afirmarse, por lo pronto, que la Universidad navega en nuestros días con vientos desfavorables y que casi parece cumplida en su conjunto una entre las varias profecías orteguianas‖ (Medina, 1953: 18). Medina, junto con Ortega, observa cómo la libertad de expresión y de investigación científica que caracteriza a la Universidad se encuentran amenazados ante la utilización política o partidista que se puede hacer de ella, como instrumento de poder y como herramienta de propaganda política. ―La Universidad de nuestros días vive en un mundo desgarrado por tensiones profundas y por oposiciones ideológicas que no pueden quedar detenidas ante sus muros‖, decía. En este punto, nuestro autor persevera en los valores que han de sustentar e identificar a la institución universitaria, para ―que no renuncie a su vocación auténtica: la investigación de la verdad, la ampliación y conservación del saber‖ (Medina, 1953: 21). Y cuando él se refiere a la vocación de la Universidad se está refiriendo a la implicación o función social de la tarea universitaria: su acercamiento a la sociedad, su descenso a la calle, a las realidades sociales concretas y circunstanciales. Una vocación social de la Universidad que, como así la describe, está en una situación crítica dada la singularidad del momento. Es a partir de esa tesis central cuando nuestro autor ilustra algunos aspectos concretos: cómo los tipos de Universidad que se dan o pueden surgir en la sociedad contemporánea; cómo su preferencia por una universidad partícipe y abierta a la sociedad; cómo la libertad de cátedra y la responsabilidad de la inteligencia. José Medina, valiéndose una vez más del tipo ideal de la metodología weberiana, nos presenta una tipología de Universidades que él percibe en su realidad contemporánea. La atención de Medina Echavarría se dirige hacia ―la universidad aislada‖, hacia ―la universidad militante‖, ―partidista‖ o ―totalitaria‖ y hacia ―la universidad partícipe‖. No es nada casual que en esa mirada sobre el paisaje universitario la proyecte hacia la sociología del conocimiento: según sea la estructura social de una sociedad y sus ideas dominantes, así será su tipo de universidad dominante y, también, su tipo de intelectual característico. De esta manera, la desvinculación social es el rasgo que caracteriza al intelectual aristócrata, propio de la sociedad tradicional. Por su parte, la masificación devendría en el intelectual –o académico- partidista, vocero de una sociedad totalitaria o de una sociedad de masas. Mientras que la participación y vinculación de intelectual con su sociedad –como científico-, únicamente se puede producir en una sociedad democrática y liberal. Todo este análisis surge de una mirada reflexiva que estudia lo que ve para poder construirlo, diseccionarlo y a la vez opinar desde la ciencia sociológica sobre ello. Ese el camino de la observación que sigue nuestro autor: él vio lo sucedido en las universidades alemanas y españolas, que, unas 425 por su exceso de nihilismo y otras por su fervor militante, pervirtieron el verdadero significado de la Universidad como una institución garante de un conocimiento auténtico, crítico y verdadero, justo en una situación concreta que desencadenaría con el posterior ascenso totalitario de ambos países. 621 En ese examen sitúa a la institución universitaria en unas coordenadas históricas preocupantes en su tiempo como son las referidas a las de la sociedad de masas. Con ello cuadran sus ideas sobre la ―Universidad aislada‖, apreciando cómo la actitudes nihilistas, irresponsables y la tendencia a la dejadez comienzan a caracterizar al mundo universitario. No sorprende, por tanto, que Medina rehuya del nihilismo y, también, de la pasión exacerbada en los juicios de valor que toman los académicos, los científicos sociales y los profesores universitarios: ―El nihilismo es, así, una postura de negación radical, de plena desesperanza…Es en este punto bien significativo que la ciencia social contemporánea haya oscilado y siga oscilando entre el postulado de la wertfreiheit, de la eliminación de todo juicio de valor, y la tesis que hace depender su propia posibilidad nada menos que de la existencia de valores proyectados por la misma existencia limitada del investigador‖ (1951: 357). De hecho, escribe nuestro autor sobre lo desconcertante del postulado weberiano de la neutralidad valorativa, que ha tenido como consecuencia la ―desaparición‖ del profesor y del científico social en las preocupaciones sociales que acontecen (Medina, 1953: 37). Se han escondido, dando paso a una universidad incomunicada y encerrada en sí misma, alejada de la sociedad. Se queja de que estos profesores y científicos sociales, amparados en una neutralidad confundida con objetividad, no han hecho uso de sus opiniones, de sus posturas críticas y, sobre todo, de esa búsqueda de la verdad que distingue a la actividad científica y universitaria. Abdicaron de su responsabilidad científica y social. Y, en cambio, cuando ha predominado la opinión de profesores y de científicos, se ha hecho desobedeciendo al principio de la verdad, asumiendo posturas ideológicas que nada tienen que ver con el deber de la responsabilidad. Las aulas no deben ni producir ni reproducir las pugnas ideológicas que se dan en la estructura social, algo que llevaría a la sociedad hacia un predominio de una ―universidad totalitaria‖ (Medina, 1953: 24). La universidad no es un campo de batalla de partidos e ideologías. O como decía Max Weber, ―las aulas no son el lugar adecuado para la política‖ (1985: 100). Nuestro biografiado sabía que el profesor o científico social nunca podría ser objetivo, porque, para empezar, forma parte de una clase social, de una estructura social, de unos grupos sociales y la mediación de lo social es algo de lo que uno no se puede 621 A nuestro autor todavía le duraba la conmoción causada por el nazismo, por cómo uno de los pueblos más cultos de la tierra, el alemán, ha sido protagonista de una de las barbaries jamás imaginada. Él vio que el ascenso del nazismo también estuvo relacionado con un fallo de la educación alemana y su desconexión respecto a la realidad social: ―La falla mayor de la reforma educativa de la primera república alemana, consistió en no enterarse a tiempo de cuáles eran sus peores enemigos, o sea las tendencias reales que operaban en la estructura de la sociedad‖ (Medina, 1953: 133). De ahí su existencia en las ideas mannheimianas de conectar la educación a las auténticas condiciones y necesidades sociales. Aquí se desprende igualmente su amargura ante la cara perversa de la modernidad. Sus palabras sobre este sentimiento le acercan a una valoración mantenida por otros autores como T. Adorno o M. Horkheimer: ―Se ha discutido en abundancia y se discutirá más todavía sobre ese hecho, pero cualesquiera que sean las explicaciones que se le encuentren ya no es posible recuperar la inocencia perdida‖ (Medina, 1953: 9). La primera crisis de la modernidad, canalizada por los movimientos totalitarios y fascistas, escenifica la perdida de la fe depositada en la educación. Esto, él puede afirmarlo, fue una auténtica decepción y verdadero fracaso para el programa cultural de la modernidad. Sin embargo, Medina Echavarría, optimista aún, se deja llevar por el deseo de hacer el presente y el futuro más inteligible devolviendo toda la confianza a las posibilidades que ofrece el hecho educativo. 426 desprender. Por tal motivo, reprocha tanto las actitudes personales que oscilan entre una dejadez permisiva (la ―universidad aislada‖) como una militancia obsesiva (la ―universidad totalitaria‖). Tanto la neutralidad valorativa como el partidismo ideológico son posturas científicas, ideológicas y políticas que él entiende como desaforadas. Pero no sólo eso, sino que también comprende que son posiciones inapropiadas para la actividad docente, para el cuestionamiento científico y para el libre ejercicio de la ciencia. Por supuesto, el profesor, el científico social, incluso el intelectual, al asumir algunas de estas posiciones extremas, pierde la conciencia de su labor, de sus diagnósticos, de sus teorías y, fundamentalmente, olvida las consecuencias sociales de sus actos más individuales: recordemos, el profesor, al igual que el artista, es un ―socius‖, un ser social. De esta manera, la actividad más íntima y personal, como son el educar, el escribir un libro o el dictar una clase magistral, tienen repercusiones sobre los otros sociales. Resultaría tremendamente llamativo, si desconociéramos la biografía de nuestro autor, la insistencia de Medina Echavarría a tan delicado tema: toda actividad es social y, por tanto, tiene efectos sociales sobre su realidad. Hagamos lo que hagamos, digamos lo que digamos, escribamos lo que escribamos, siempre estaremos expuestos a lo social. De tal suerte que el profesor de sociología, por ejemplo, como ser social –e intelectual público- debe saber a quién escribe, cómo escribe, el qué escribe, qué dice; en sí, se ha de responsabilizar de sus palabras porque ante todo ha de saber que sus palabras, ya sean escritas u orales, tienen efectos sobre su realidad social, sobre su público, su audiencia. (Y justamente él lo está escribiendo desde su actitud pasiva, humilde, y sin apenas una audiencia propia). Plantea, ante todo, cómo el lenguaje sociológico, junto con la ciencia social, se inmiscuyen y van caracterizando parcelas o ámbitos de la realidad social moderna. Y, en cierta manera, la distinguen, la diferencian y la influyen: ―Y es el de la distinción que debe hacerse entre el contenido de verdad, mayor o menor, de una doctrina y sus efectos sociales, cuando ésta desciende de la discusión entre un grupo de inteligencias superiores y pasa a ser lugar común de hombres más mediocres. La distinción, en una palabra, de una doctrina como teoría y como movimiento social‖ (Medina, 1951: 358). Muestra, con ello, el salto que la teoría sociológica -con su carácter abstracto y especializado- da desde el campo sociológico y universitario hasta penetrar y repercutir en la sociedad como ―movimiento social‖. 622 Por tanto, los científicos sociales, como miembros de la comunidad universitaria, cuando participan dialécticamente con su sociedad, con su circunstancia histórica concreta, se han de cerciorar de antemano de lo reflejo que puede ser su teoría o su investigación. Porque también forman parte de esa misma sociedad. Toda teoría sociológica como toda actividad académica, científica o universitaria tiene efectos sobre la sociedad. Por tal motivo, Medina considera fehacientemente que la esencia intemporal de la ciencia como búsqueda de la verdad, como libertad docente e investigadora, únicamente es posible en la medida en que la Universidad es una institución libre e independiente. Y esta posibilidad sólo se puede 622 A este postulado se referirá posteriormente cuando tomé de Helmut Schelky la performatividad del discurso científico; de cómo el discurso científico –y también racional- penetra en la sociedad (occidental) y va caracterizando lo social. Lo que podemos apreciar, sin duda, es cómo Medina Echavarría refleja en sus escritos sobre la función social de la ciencia sociológica eso que Emilio Lamo de Espinosa ha llamado ―la sociología como el proyecto modernizador‖ (1999: 148). En consecuencia, el discurso científico y racional de la sociología escenifica el triunfo del pensamiento científico acumulativo, de la innovación social constante y del cambio. Porque ―la modernidad es el triunfo del proyecto de modernización‖ (Lamo, 1999: 151). 427 dar en una sociedad liberal que democratiza a la ciencia y que permite, a su vez, la difusión del conocimiento auténtico, científico y verdadero. Momento en que la Universidad entrega y devuelve a su sociedad el conocimiento abstraído de ella. Nuestro autor se pone de parte, sin duda, de la ―universidad partícipe‖, cuya ―participación consiste en el examen riguroso, en el análisis más completo y a fondo posible‖ de la realidad social. ―Partícipe –nos dice Medina- en la medida en que no puede volverse de espaldas a la realidad de su tiempo y negarse a ver lo que en ella ocurre‖ (1953: 25 planteos). Esta construcción tipo-ideal, por supuesto, se corresponde a la sociedad democrática o liberal, ya que es la organización social que traduce la naturaleza misma de la ciencia y en la que adquiere todo su auténtico sentido la libertad de cátedra (Medina, 1953: 26). Su firme convicción se asienta en que el auténtico ejercicio de la ciencia –la búsqueda de la verdad- únicamente puede suceder en una sociedad que la institucionaliza y que la garantiza en forma de libre docencia, investigación; con sus respectivas críticas, sus debates, sus disputas y sus contestaciones. 623 La ciencia, de esta forma, dejaría de ser una posibilidad teórica o abstracta para convertirse, como así pretendía Medina Echavarría, en un movimiento social: como práctica diaria, cotidiana, rutinaria. 624 El camino que marcaba no era otro que el entendimiento recíproco entre Universidad y sociedad a partir de las condiciones y posibilidades que ofrece la democracia. 3.4. La responsabilidad del profesor universitario. La libertad de cátedra. Pensemos que algunas de estas reflexiones sobre la vida académica y la responsabilidad del profesor universitario tienen claros tintes biográficos. Medina Echavarría utiliza estos escritos como una ventana con la que pueda acercarse al particular ámbito universitario y a la vez verse así mismo como profesor de sociología y también como intelectual. Quiere comprender de cerca la impresión que le causa el 623 El apoyo estatal a la Universidad significa también financiación a la docencia y a la investigación. Nuestro autor tuvo en cuenta las condiciones materiales y económicas en las que el hecho educativo se produce: ―El aseguramiento de las condiciones de estabilidad material de la vida académica ha de ir mano a mano con la garantía y defensa de su libertad creadora; y el apoyo de la investigación por parte del Estado sólo puede hacerse con éxito a través de instituciones políticamente independientes, autónomas en su orientación, generosamente abiertas, por tanto, a todo afán personal‖ (Medina, 1953: 42). Con ello, Medina apuntó entonces a un debate que hoy particularmente es de plena actualidad en el campo científico y universitario español. Él consideraba que el camino que conduciría a los países latinoamericanos a convertirse en desarrollados era el del conocimiento. Lo que implicaba una responsabilidad política para apostar –o no- por la investigación y el conocimiento científico. 624 Estas travesías que indaga Medina Echavarría le conducen a terrenos de la sociedad y de la sociología del conocimiento. Su mérito está en su capacidad de advertir la creciente paridad de conocimientos entre el observador (científico social) y lo observado (el actor y la propia sociedad) (Lamo, 1999: 157). Algo que él caracterizó como un movimiento social que debía extrapolarse de la Universidad y del campo académico y científico hacia la sociedad. Él mantuvo una alta estima y fe en la ciencia y su capacidad de dirigir racionalmente la sociedad. Y no sólo eso, sino que las propias personas se educasen y se formasen en una cultura científica que les sirviera para su devenir cotidiano. Sobre todo en ese contexto de sociedad de masas, o mejor dicho, sociedad masificada. Él intuyó que el ejercicio de la ciencia pasaba por la profesionalización del científico social y de la Universidad, lo que a la larga debería significar la llegada de la ciencia social a la vida cotidiana. Algo que en la sociología llamamos ―etnosociología‖. De ahí la importancia que concedía a la responsabilidad social del científico, del profesor, del académico o del intelectual, porque la ciencia ya no es una cuestión solitaria o aristocrática, como lo pudo ser en la sociedad tradicional, sino era un principio abierto, democrático, más accesible a un mayor número de personas. La ciencia, como él apreció, se había socializado en forma de instituciones, redes académicas, revistas, debates, congresos, escritos en periódicos, etc. 428 ejercicio de su profesión como, a su vez, reflexionar sobre el papel social del intelectual. Ese afán que tiene el sociólogo de conocer las vidas ajenas que viven en sociedad, él lo traslada a su actividad personal. Estos comentarios se apoyan, por tanto, en el valioso y lúcido testimonio, nada complaciente, que nuestro autor nos dejó de su experiencia vital. Ello se nota, para empezar, cuando apunta al problema de la libertad de cátedra en ese contexto social; moderno, industrial, masificado. Uno de los símbolos mayores de la Universidad es justamente la libertad docente, ya que esta institución social tiene la difícil labor de representar magistralmente la pluralidad y diversidad de ideas, trabajos y opiniones que la componen. Así nuestro autor viene a reconocer que tanto el profesor como la Universidad se deben a la responsabilidad (de la inteligencia): ―En ella sus principios coinciden plenamente con los de la universidad misma, como centro de libre investigación y de libre cátedra; pero la posibilidad de perversión de estos últimos con fines políticos, plantea de nuevo en este punto la cuestión esencial de toda democracia y de todo liberalismo. ¿Hasta dónde la tolerancia?‖ (Medina, 1953: 136). Nuestro autor poseía un serio concepto de lo que significaba ser profesor universitario. Sabía que se debía a la Universidad, pero, sobre todo, al alumno. Él temía que las aulas universitarias se convirtieran en auditorios, donde en vez de asistir a clases docentes, los alumnos concurrieran a mítines ideológicos. 625 Su compromiso estaba en ayudar y contribuir en la formación de los alumnos. Porque, no hay que olvidar, el fin último de la educación es el beneficio del alumno. Y no el del profesor o el de la propia Universidad. Esa era la manera que tenía de entender su profesión: él se encontraba en Puerto Rico, dando clases, porque se lo debía a los alumnos. Era una de las pocas motivaciones que Medina Echavarría encontraba para dar pleno sentido a su situación de aislamiento. Y la única forma que le hacía sentir reconfortado con su vocación pedagógica era ser los más fiel posible a ese principio de libertad de cátedra; bajo el cual el profesor tiene el derecho a enseñar según sus propios puntos de vista, sin coacción alguna por parte de los intereses de los alumnos o de sus padres, ni de la institución, sino del propio enseñante, ya que es su deber explicar lo que él considera como verdadero acorde al rigor científico, sin otro límite que el respeto debido a todas las doctrinas y a la conciencia del alumno (Quintana, 1989: 320-321). Resulta imposible reflejar toda la personalidad del Medina Echavarría profesor en una sola idea. Pero si tuviéramos que escoger una esa sería la responsabilidad de la inteligencia. ―¿Qué es lo que puede decirme y qué es lo que debe callarme en un momento dado? ¿Qué conciencia tengo de la responsabilidad de mis palabras?‖ (Medina, 1953: 29). Difícilmente puedo imaginármele obligado a enseñar lo que no creía o sentía. Al igual que es complicado encontrarle impedido a expresar sus convicciones o manifestar opiniones juiciosas que hiriesen otras sensibilidades. Porque justamente él siempre buscó en ese variado y plural mundo universitario su auténtica 625 Como decíamos arriba, hemos de pensar que Medina estaba haciendo su balance, en este caso particular, como profesor universitario. Ahora en Puerto Rico, después de haber consumado experiencias en las universidades alemanas, españolas y mexicanas. En la isla caribeña, como vimos al principio de este capítulo del trabajo, topó con un campo universitario en el que habían pugnas y manifestaciones políticas que él, desde el inicio, desistió para respaldar la única acción coherente con su situación personal: ser profesor universitario. Sabía que por encima de las posturas ideológicas estaba la libertad de cátedra, junto a otros valores y formas. Como el de la responsabilidad, que él asumía como una forma de posicionarse. Sobre todo, por respeto a los alumnos. 429 esencia: la inteligencia responsable y respetuosa que sabe de las consecuencias sociales del hablar, del enseñar o del educar. 626 Nos deja dibujado, de tal modo, un retrato sobre él mismo como profesor de sociología. Preocupado, como vimos, por los valores que acompañan a la docencia universitaria pero, también, por el impulso de lograr integrar la educación sociológica en un plan de estudios. ―Mi insistencia sólo se debe a una debilidad, a que nunca por mi cuenta pude encontrar solución satisfactoria a este problema, que tampoco he hallado en otros. Y así sigue vivo mientras la ―asignatura‖ sociología continúe su desafío pedagógico‖ (Medina, 1953: 159-160). Su deseo, en este otro aspecto, fue institucionalizar la sociología como una carrera o titulación académica superior. Porque, como sabemos, hasta entonces era una asignatura complementaria o auxiliar en las ciencias sociales españolas y latinoamericanas. (Además el ejercicio de la sociología contaba en aquella época con cierto desprestigio al cargar con las dudas sobre su rigor científico y metodológico). Basta para entender que esta insatisfacción cruzaba su existencia desde el fracaso del Diplomado de Ciencias Sociales en el Colegio de México y ahora se extendía también hasta Puerto Rico. Y cuando él decía que no había hallado en otros sociólogos esa satisfacción pedagógica se estaba refiriendo en concreto a Max Weber, quien ―rehuía siempre (d)el título de profesor de sociología. Lo que deja entender que si bien creía en la posibilidad de formar sociólogos, no veía de modo tan fácil el modo de enseñar la disciplina como tal‖ (Medina, 1953: 158-159). Nuestro autor, en cambio, siempre consideró que la sociología debía alcanzar ese estatus académico, porque era ciencia central y necesaria para dotar de sentido a la complejidad del mundo social, ya que, junto con Mannheim, pensaba que no había nada más obvio que ―la necesidad de un panorama objetivo y coherente de la sociedad y de sus posibilidades actuales y futuras‖ (1944: 87). Por tal motivo, nunca renunció, a diferencia de Max Weber, del nombre de sociólogo. Él no se resignaba a ser llamado por el título de su cátedra. Sin embargo, pese a esas diferencias respecto a ese gran sociólogo alemán, entendió junto con él que ―la ética de la responsabilidad es la ética correspondiente a esa razón individual radicalmente desmitificadora y a esa decisión individual consciente de su imposible salvación colectiva‖ (Moya, 1970: 138). La postura aquí asumida por Medina Echavarría, como profesor universitario, fue la opción de la sociología como vocación, ya que para él la única virtud válida fue, en palabras de Max Weber, ―la simple integridad intelectual‖ (Weber, 1985: 114. Su actitud fue limitarse al trabajo profesional y estar a la altura de sus actos, renunciando al deseo faústico de imponer o sugerir personalmente a su auditorio o a su público. Fue su condición de obrar en el mundo social. Se puso al servicio de lo que el clásico alemán había descrito como las ―fuerzas morales‖ que obligan, o al menos ayudan, al profesor a cumplir con el deber de aportar autoclarificación y un sentido de responsabilidad a sus acciones (Weber, 1985: 109. Donde se apuntaba en Medina Echavarría un resentimiento hacia Weber por no haber luchado por la institucionalización de la carrera sociológica; le reconoce ahora, sin embargo, toda su capacidad de confiar en la razón como órgano de la libertad del hombre frente a la historia, frente a la naturaleza y frente a la fatalidad del destino colectivo. Aprendió de Max Weber la lección de tratar de transcender los límites de la 626 Estas tensiones que brotan en la actitud de Medina Echavarría nos remite, sin duda, al Emilio de Rousseau y a su doble ética: la del que educa y la del que enseña. El educado requiere de educación para salir de su naturaleza original mediante una tutoría que potencie su virtud. Y ahí está la responsabilidad del educador. 430 sociedad moderna (capitalista) en búsqueda de una razón individual digna y edificante. Porque, como dijo Carlos Moya, ―en esa transcendencia se sitúa la vocación actual de la Sociología, como ciencia de la libertad‖ (1970: 143). 3.5. El intelectual marginal y la vida vicaria. Al igual que hizo Max Weber, él también puso de manifiesto que aquellos que politizan la vida académica, pervierten los fines de la misma. José Medina señaló los alcances concretos de este tema con su tipología de la universidad, pero también reflexionando sobre los tipos de inteligencia presentes en la vida contemporánea. De esta manera, distingue los distintos tipos de intelectuales que pueden darse en una sociedad. Hay varias maneras de clasificar las formas de la inteligencia, cada una de las cuales tiene su utilidad. Pero será necesario recordar que la principal causa de cambio en el mundo moderno es el creciente poder e influencia política que rodea a la ciencia. Así se explica, sin duda, el sobresaliente interés que Medina Echavarría sentía hacia el estudio del intelectual, ya que en este tipo humano reconocía su capacidad de influir en los individuos y en la organización social. Con su estudio observaba, siguiendo a K. Mannheim, cómo ―determinados tipos de estructura social constituyen medios favorables para el desarrollo de formas específicas de inteligencia‖ (Medina, 1953: 84). ¿Cuáles son los soportes sociales (capas o clase sociales) de cada tipo de inteligencia y cuáles son las condiciones sociales que estimulan la aparición y desarrollo de cada tipo de inteligencia? (Medina, 1953: 75-76). Una vez más se vale de la herramienta metodológica del tipo ideal weberiano para realizar esta clasificación y, además, responder a la anterior pregunta. Así, por ejemplo, nos habla de una ―inteligencia funcional‖ –los saberes establecidos y aprobados de la sociedad-, de una ―inteligencia desvinculada‖ o ―distante‖ –que encarna la visión aristocrática de la vida-, y, finalmente, de una ―inteligencia marginal‖- aquellos personajes críticos del acontecer históricos, el líder carismático o el sabio extraordinario‖. Como decíamos, la ―inteligencia funcional‖ es la inteligencia ordinaria o rutinaria, del sentido común y del sentido práctico, la del ingeniero, la del padre de familia o la del hombre del Estado. Es la inteligencia que sirve para satisfacer las necesidades de la sociedad, por ello que sus caracteres sean lo utilitario, lo tecnológico y lo racional. Es la inteligencia de las actividades económicas, profesionales y políticas de la sociedad. Se guía hacia por el presente. Por su parte, la ―inteligencia desvinculada‖ o ―distante‖ se ocupa de los aspectos simbólicos de la cultura, ya que de ella ―no depende la continuidad de la existencia individual o social en su paso inmediato, aunque sea capaz de influir sobre sus horizontes lejanos. Para que puedan darse tales problemas se requiere un grado determinado de desarrollo en la cultura‖ (Medina, 1953: 72-74). La inteligencia desvinculada se ocupa de tareas de carácter espiritual, negando por esencia lo inmediato, al estar atareada en cavilaciones más profundas. Mientras que, por último, con ―inteligencia marginal‖ nuestro autor se refiere a la inteligencia de la inteligencia. A la inteligencia de los intelectuales: ―El soporte, por último, de la inteligencia marginal lo encontramos en aquellos individuos o capas que, por una u otra razón, no participan de modo pleno de los valores y creencias que articulan un determinado sistema social. Lo cual no significa en absoluto que dichos individuos o capas no cumplan determinadas tareas dentro de ese sistema no menos que sean indiferentes ante las formas de existencia actual…Ya que, de un lado, sucede que los mismos perciben el sentido 431 de las funciones que llenan en forma muy distinta de cómo las consideran los demás miembros de su sociedad, por encontrarse éstos totalmente conformados por ella y en tal sentido íntimamente conformes. Y, por otro lado, lejos de ser indiferentes a las condiciones contemporáneas, a las formas de su presente, tienen en ellas el principal objeto de su atención y de su pasión‖ (Medina, 1953: 81). Me detengo en el párrafo anterior porque, desde mi punto de vista, Medina Echavarría anda caminando por las distintas reflexiones autobiográficas que marcan mucho este período de su vida: fundamentalmente, como profesor universitario, de sociología además, y también como un intelectual desvinculado de su sociedad original, debido al exilio forzoso. Para empezar, nuestro autor observó cómo la sociedad contemporánea y sus medios de comunicación masivos habían convertido al profesor universitario en un intelectual de dominio público. La dimensión social del profesor se había traspasado más allá de las aulas. Porque no sólo se ocupaba del medio académico y de dar clases o de escribir libros científicos, sino que había topado con una nueva preocupación que le seducía: la posibilidad de agrandar su público en la edad de las masas. De esta manera, por ejemplo, éstos empiezan a escribir en periódicos, en revistas literarias y publican ensayos. 627 Comparte Medina ese interés por la audiencia, por su conocimiento y, sobre todo, se cuestiona hasta dónde puede llegar el eco de sus palabras. Él no veía mal este cambio de contexto si a ello se le unía responsabilidad (democrática y política). Sin embargo, las consecuencias palpables tras la irrupción de los fascismos había provocado, en su opinión, ―la pérdida de prestigio ante las masas de los llamados intelectuales‖ (Medina, 1953: 141). 628 Lo que nuestro autor reclama, al fin y al cabo, es que la inteligencia (sociológica), que él sitúa como marginal, debería de ser funcional. Esta condición únicamente se da, en su opinión, en situaciones democráticas y políticas favorables que permiten el libre desarrollo, en su caso concreto, de la sociología. Porque como él manifiesta en esta teoría interpretativa ―todas las situaciones sociales de participación fomentan o son favorables a la inteligencia de tipo funcional; en cambio, las situaciones sociales de exclusión estimulan, según sea su tono afectivo (motivos de superioridad o inferioridad), sea la inteligencia desvinculada (aristócrata), sea la inteligencia marginal (plebeya)‖ (Medina, 1953: 84). Él dudaba, con ello, de que toda actividad pública del intelectual fuera acompañada de responsabilidad. Su experiencia le había enseñado que no siempre era así. Se remitía a los hechos. Por tal motivo, entendió que la distancia y la posición social y política del intelectual –como profesor de sociología- tenía que ser marginal (pero superando, claro está, una actitud de vasallaje político). No negaba, con ello, la intervención del intelectual en los asuntos públicos, pero sí entendía que éste tenía que imponerse sus propios límites, los cuales estaban en los márgenes. Debía posicionarse 627 Un ejemplo de cómo penetra la mentalidad de la sociedad industrial moderna y de la sociedad de masas en el campo intelectual es la ―obsesión por publicar‖, tanto por ese afán de conquistar al público al igual que la Universidad se convierte en un lugar de funcionamiento burocrático (Medina, 1953: 40). Todo campo de conocimiento termina por convertirse, siguiendo a Bourdieu en un campo de tensiones, de pugnas por el prestigio y por el reconocimiento. Algo que expresó con otros términos nuestro autor: ―Socialmente, manifiesta el carácter desigual de la lucha por el prestigio y por la conquista del público, pues las armas son por necesidad muy diferentes‖ (Medina, 1953: 154). 628 Es una preocupación particular de su generación. Pero se debe a la evasión de las masas: ―Veo ahora que mi amigo Francisco Ayala, desde el otro extremo de América, aprovechando un prefacio a un excelente estudio de Lampay, un libro con sangre en las venas, desenmascarase agudamente a la especie de aquellos que por huir del caos buscan su refugio en puras logomaquias ―cuya perfección formal no consigue sino poner más relieve su carácter de evasión respecto a la vida‖‖ (Medina, 1953: 142). 432 en la periferia, porque si se torna dominante o hegemónica su posición –confundiéndose con el poder político-, pierde toda su capacidad de crítica, de contestación. Desaprovecha su auténtico sentido: ―Los individuos marginales dejan de serlo y pierden así, con lo que fue ventajosa posición para determinadas percepciones, su predominante función crítica‖ (Medina, 1953: 91-92). La mirada que vio ese presente cambiante y crítico vio sus posibilidades, pero, también sus penurias y debilidades. Nuestro autor negaba esa tentación reclamando, en fin, la distancia ventajosa que le ofrecía la crítica y la perspectiva de la sociedad. Porque desde esa altura de miras – ese ―alpinismo intelectual‖- él podría ―poseer una perspectiva que no suele ser la común‖, además se enfrentaría ―con cuestiones de la existencia diaria, pero en una forma que todavía no son percibidas por los demás‖ (Medina, 1953: 75). 629 Ya que la proyección sobre el futuro comenzaba tomando una conciencia del presente o, como mínimo, teniendo una precisa conciencia de su situación social (Mannheim, 1944: 90). En esta postura toman toda su fuerza las palabras de Mannheim sobre la posición que el sociólogo ha de mantener como intelectual –y como militante democrático-: ―Por ―conciencia‖ no entiendo la mera acumulación de conocimientos racionales. Conciencia, tanto en la vida del individuo como en la de la comunidad, significa una disposición activa a ver la totalidad de la situación en la que uno se encuentra y a no orientar tan sólo nuestras acciones de acuerdo con propósitos y tareas inmediatas, sino sobre la base de una visión más amplia‖ (1944: 87-88). Y esa forma de mirar el mundo, de intuir lo que aún no ha sucedido, tiene su inmediatez en Medina Echavarría, que al igual que el clásico alemán, compartieron las vivencias del exilio. 630 Ese suceso biográfico explica, tal vez, la agudeza visual y sociológica de ambos. (Además de su filiación democrática). Una cualidad adquirida durante esa vida errante, como forasteros de tránsito que no tienen más remedio que fijarse en todo porque son unos extraños. Esa imposibilidad de poder participar en su sociedad, se convierte, por otro lado, en una situación hartamente difícil en lo personal, pero ventajosa para mirar lo social con el suficiente distanciamiento desapasionado. La vocación sociológica de Medina Echavarría se transformó, con el tiempo, en una pasión desapasionada. Pues como bien apuntó Andrés Lira, el meollo de todas esas líneas que Medina Echavarría escribió durante aquellos años ―era el señalamiento de los peligros de la ―vida vicaria‖ en la que había ido cayendo el intelectual: ese hombre que disertaba sobre lo que ocurría o debía ocurrir en distintos ámbitos de la vida social, pero que no era capaz de participar en ellos y de pagar el precio de la responsabilidad‖ (1986: 19). Era el peligro, al fin y al cabo, de la vida vicaria como una ―vida sustituta‖. ―Medina trataba de asimilar la 629 La proyección futura está en la matriz de la sociología desde su nacimiento como disciplina científica, sin embargo, ha sido tema más o menos recurrente según escuelas y autores. Podemos decir que en el caso de José Medina Echavarría la proyección futura de la sociología es cuestión de epistemología, de supervivencia de la propia disciplina científica, pero también es un asunto personal, biográfico. Por tal motivo, la madurez de Medina en ese momento es un esfuerzo de poder mirar desde la altura, con perspectiva, el diagnóstico de su tiempo y de su vida. Es por ello que sea una sociología marginal, pero también proyectiva. 630 La influencia en este punto de Karl Mannheim es sobresaliente en nuestro autor. Hay una fuerte identificación personal –que no únicamente sociológica- en lo que escribió Mannheim sobre la vida académica y la posición social del intelectual. También es importante, como venimos viendo en estas páginas, la distinción que realizó Max Weber sobre la vocación del científico y la vocación política. Distinción sucintamente resumida en las siguientes palabras de Andrés Lira: ―Las ideas debían entregarse a quien estuviera en condiciones de llevarlas a la práctica. El intelectual encontraba su satisfacción en idearlas y compartirlas. El político –como profesional del poder- hallaba la suya en ejercer el poder, y el poder no se comunica ni comparte‖ (Lira, 1986: 20). 433 situación que se le imponía por la pérdida de su suelo natal, y con esto, de la posibilidad de la participación política; asumía la responsabilidad que en esa penosa circunstancia podía y debía asumir: la de la inteligencia crítica. Esta le permitiría lograr la recuperación‖ (Lira, 1990: 28-29). De esta manera, nuestro autor se asomó al mundo desde esa facultad de poder vivir una vida que no le correspondía, como intelectual y profesor universitario desplazado forzosamente. Se aprovechó de ese rasgo de su personalidad, para consagrarse al conocimiento, caminando y apreciando todos los sucesos que venían hacia él, casi sin elegir y casi sin juzgar, poniendo oído y prestando atención, en vez de exigirla. Esa fue una actitud que forjó con el paso del tiempo. Pues a pesar de tener esas deudas intelectuales con sus clásicos alemanes, al escribir ―lo que importa no es aprender ideas, sino revivirlas, repensarlas, hacerlas propias‖ (1953: 234-235), hasta el punto de vivirlas fielmente; ello no significó, para bien, una completa ―renuncia teórica‖ de todo lo que en América Latina se escribía (Medina, 1980: 18). Porque allí se entregó a presenciar una realidad extraordinaria que se presentaba ante él. 434 CAPÍTULO XV. DECISIONES BIOGRÁFICAS Y REDES ACADÉMICAS. 1. Tiempo de destierro: construir la sociología en lengua castellana. Una de las formas habituales de contextualizar las aportaciones de José Medina Echavarría es dibujar el panorama de autores, corrientes y escuelas coincidentes en su tiempo. Es éste un aspecto clave para los intereses de este trabajo. Aunque algunas veces esto suponga realizar una especie de historia de las ideas sociológicas. Si bien necesaria en este punto de su biografía. Por ello nos hemos ocupado de diversos asuntos que ahora resumimos de forma sucinta. En primer lugar, la aportación de Medina Echavarría fue coincidente con la teoría funcionalista norteamericana como corriente internacional dominante de su tiempo. Si bien destacó el sentido concreto, cultural e histórico que ésta no tenía. En segundo lugar, nuestro autor se encargó de abrir todo un movimiento sociológico que sería dominante durante algún tiempo en las ciencias sociales latinoamericanas como fue la sociología científica y lo que también sería el auge del ―estructuralismo latinoamericano‖. En tercer lugar, durante ese período que va entre 1946 y 1952 sus compañeros de exilio sociológico escriben sus mayores obras sobre teoría sociológica. Aunque, en el caso de Francisco Ayala, éste no se convierte en un interlocutor de Medina Echavarría. Y, en cuarto y último lugar, todavía la presencia de Medina Echavarría respecto a la sociología del interior es testimonial. Si nuestro autor estaba transfiriendo la sociología académica norteamericana a la sociología latinoamericana, y también en lengua castellana, sin embargo esta transferencia no se estaba produciendo todavía, por razones políticas, a la sociología española (sería posterior). La situación política de España además condicionaba y dificultaba su itinerario profesional. De ahí su preferencia por insertarse académicamente en América Latina. Con todo podemos pensar, teniendo como referencia la historia de la sociología española, que la obra escrita que tenía Medina Echavarría hasta aquel entonces puede ser considerada como una de las primeras reflexiones más maduras sobre teoría sociológica dentro de la tradición de la sociología española. Sustentamos esta idea en que su aportación sociológica, aún siendo elaborada desde el exilio, no era tan estéril como para no considerarla como central y clave en la evolución de la sociología en lengua castellana. Su construcción epistemológica de la ciencia sociológica responde a este esfuerzo. Para nuestro autor pensar en clave sociológica respondía a una necesidad de documentar la realidad social. Desde lo instantáneo y modificable, a lo perdurable. Construir la sociología. Ahí estaba la clave para Medina Echavarría, construir la sociología al ritmo de la teoría de la sociedad y del hombre, de la teoría sociológica y de las categorías sociológicas, para acercarse lo mejor posible a una realidad social cambiante que se abría en esos momentos críticos del siglo XX. Nuestro autor terminó por rellenar los cimientos epistemológicos que había ido elaborando durante los últimos años. Su imperiosa necesidad por conocer le hizo no escatimar en perfilar tanto un vocabulario conceptual sociológico en lengua castellana como todo un sistema teórico de carácter comprensivo e histórico-cultural. Aquí dio forma a todo ese cuerpo teórico que posteriormente le sería de gran utilidad cuando tenga que enfrentarse a los problemas del desarrollo. Encontramos un buen número de temas y preocupaciones que se abrirán con total innovación en aquel período. Empezando, por ejemplo, desde la mutabilidad social de la que nos ha hablado, teniendo en cuenta su idea de la institución 435 social de la hacienda, y, por ejemplo, la transición de la comunidad a la sociedad. Daba cuenta ya de la importancia de promover el cambio social planificado en América Latina, como al mismo tiempo advertía de la necesidad que tenía la sociología de superar toda esterilidad científica, para que ni fuera exclusivamente teórica, ni exclusivamente empirista o demasiado abstracta, y asumiera su responsabilidad práctica en forma de asesorar e interceder en los aspectos políticos de la sociedad. En cualquier caso, la teoría sociológica concreta que nuestro autor elaboró en Puerto Rico representa la permanente recreación de sus intereses sociológicos a través de un diálogo entre su forma personal de entender la sociología y aquellos autores que sustentaron su obra. Fue su indiscutible manera de hacer sociología desde los clásicos para comprender las profundas transformaciones del mundo moderno. Simmel, Tönnies, Weber, Durkheim, Znaniecki, Mannheim, la línea que marca el discurso de la modernidad sociológica. Ahí es donde hay que situar a José Medina Echavarría. La influencia que ejercieron sobre él no fue sólo sociológica, sino mucho más profunda, vital, política, vocacional. A través de sus textos el sociólogo español fue encontrando maneras cómplices de pensar la sociedad contemporánea. En las claves del pasado, encontraba las preguntas del presente. Había en él una identificación con toda la etapa anterior de la sociología porque ahí se encontraba el mainstream de la ciencia sociológica. Tiró de ellos en este momento para ajustarlos e incorporarlos al mundo crítico que se abrió tras la Segunda Guerra Mundial. En esta manera de mostrarse, tan apegado a sus fidelidades, hemos encontrado su estilo sociológico y, por supuesto, su imagen como sociólogo exiliado, desvinculado con la situación académica, profesional y personal que vivió en Puerto Rico. Principalmente porque, como sabemos, apenas tuvo interlocutores. Pienso que Medina se tomó el ―destierro‖ de Puerto Rico como una etapa de reflexión intelectual y biográfica. En algunos momentos creo que llegó a sentirse incómodo con la colonia de intelectuales españoles, pues era más literaria que sociológica, como vimos al principio de esta parte del trabajo. Incluso Ayala ya comenzaba a dedicarse más seriamente a la literatura y al ensayo social que a lo estrictamente sociológico. Se acomodó lo mejor que pudo a aquella situación, pero, desde la distancia que nos ofrecen los hechos posteriores, considero que Medina Echavarría luchó por no formar parte de un grupo de poetas o literatos; un mundo cerrado que, valga la redundancia, le cerraba su afán de desarrollo profesional en el campo sociológico latinoamericano. ―Durante su estadía en Puerto Rico, Medina y yo nos carteamos. No parecía estar muy contento en ese ambiente y anhelaba algo ―más latinoamericano‖, reconocía Víctor Urquidi (1986: 8). Eran las sensaciones que tenía nuestro autor cerca de cumplir los 50 años. Nuevamente se hallaba inmerso en otra etapa biográfica de profundo balance intelectual y personal. Sabía que no tenía interlocutores, como también sabía que estaba perdiendo el contacto con el lector. Únicamente tenía a alumnos como audiencia. Necesitaba estímulos. 631 631 El análisis grafológico de sus años de madurez (1937-1961) nos indica justamente la necesidad de reflexión y de poner orden interior durante esta etapa de su vida. Aparte hay otros datos más que nos permiten ilustrar a este sociólogo durante su madurez: la letra es más proporcionada, lo que nos dice que intelectualmente era una persona con claridad de ideas, objetiva y capaz de hacer síntesis. Poseía buen nivel de inteligencia, con predominio de la razón y el pensamiento lógico. Tenía una gran capacidad crítica y de observación. Sabía adaptarse mejor a su entorno social y cumplir con sus deberes, con un mayor dominio de sí mismo, siendo sobrio y equilibrado. Los márgenes de su letra muestran cortesía y 436 2. El reclutamiento del sociólogo y su incorporación al circuito de economistas latinoamericanos de la CEPAL. Ese malestar intelectual respecto a la vida académica en San Juan, coincidió en el tiempo con la propuesta que le llegó a Medina de poder incorporarse y trabajar en la CEPAL de Santiago de Chile. Parece ser que la ayuda económica solicitada por Millard Hansen a la Fundación Ford para la Universidad de Chicago no prosperó. Nuestro autor había manejado, como así comprobamos, distintas opciones sobre su futuro profesional. Tenía claro que su tiempo en la isla llegaba a su conclusión. Había decidido disfrutar de su licencia sin sueldo correspondiente al período del 18 de agosto de 1952 al 30 de junio de 1953 para ―desempeñar una misión por encomienda de la Comisión Económica para la América Latina, Naciones Unidas‖.632 La llegada de nuestro autor a aquel organismo internacional se debió a la mediación de varios personajes, claves en su trayectoria biográfica y personal. Si recordamos el mapa de las amistades que mantuvo en Puerto Rico, encontramos los nombres de Jorge Ahumada y Jorge Millás. 633 Ambos chilenos, el primero economista y el segundo filósofo, quien años más tarde sería profesor en la Universidad de Chile. De ellos fue Ahumada el que intercedió inicialmente en el itinerario profesional del sociólogo español. Fue en el Campus de Ríopiedras donde Medina entabló relación con este economista chileno, que por aquellas fechas también era docente en la Universidad de Puerto Rico, y que en el año 1952, cuando ya era encargado de selección en la CEPAL de Santiago de Chile, seguramente mucho tuvo que ver en los trámites de reclutamiento del sociólogo español. 634 Así lo recordaba Víctor Urquidi: ―Un chileno, Jorge Ahumada, economista y medio sociólogo lo había conocido, y posteriormente le propuso fuera a trabajar a Santiago. De esto me enteré y creo haber escrito a Raúl Prebisch sobre el particular‖ (1986: 8). 635 Sin embargo, las imprecisiones de Urquidi sobre este suceso son resueltas por los recuerdos más certeros de Celso Furtado, otro de los personajes principales que intercedieron a favor de Medina. Según nos cuenta, este corrección en las formas externas. La cortesía y extraversión era su forma personal de construir una barrera respecto a su historia pasada, donde sin duda había sufrido mucho y de la cual estaba ansioso por escapar. En su escritura además expresaba deseo de originalidad, de distinguirse, gustos poéticos y delicadeza. Utilizaba letras pequeñas, lo que nos indica sentimiento modesto respecto de la verdadera importancia, sinónimo de una actitud prudente y sencilla La verticalidad más acusada en sus escritos refleja una persona psíquicamente fuerte y con coraje en las decisiones y actitudes. Las líneas horizontales de su escritura muestran la búsqueda de la armonía y del equilibrio entre lo físico y lo moral. Abundan las letras disociadas y las escasas agrupaciones de 2-3 letras, propias de personas con independencia intelectual y a quienes les espanta la rutina y lo mecánico. Se le puede distinguir a José Medina Echavarría en su madurez intelectual como una persona de juicio sereno y reflexivo, con firmeza de carácter y con dominio de sí mismo. 632 Certificado de Sara A. Cobas, Directora de la Oficina de Personal Docente. 21 de julio de 1952. Foja 45. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 633 De hecho los hijos de la familia Ahumada fueron de los primeros amigos que tuvo Nieves. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 634 Jorge Ahumada llevaba en la CEPAL de Santiago de Chile desde el año 1950, cuando regresó a Chile para formar parte del personal técnico de la CEPAL. Posteriormente sería jefe de la División de Desarrollo Económico, siendo uno de los primeros autores latinoamericanos que habló de las entonces llamadas ―técnicas de programación del desarrollo‖ (Urquidi, 1967: 4). 635 Aprovecho este otro recuerdo de Urquidi que nos ayuda a ilustrar aquel pequeño circuito de economistas latinoamericanos: ―Coincidieron conmigo en Washington varios economistas de la región latinoamericana contratados por el Fondo Monetario Internacional, con quienes el contacto frecuente, tanto profesional como social, fortalecía el interés de los problemas del momento y en las perspectivas. Entre ellos estaban…Juan F. Noyola (México), Jorge Ahumada (Chile)‖ (Urquidi, 2005: 16-17). 437 gran economista brasileño viajó a San Juan para entrevistarse personalmente con Medina y hacerle llegar esta oferta profesional: ―Luego fui informado por el economista mexicano Juan Noyola Vázquez, que acababa de incorporarse a nuestro staff y que había sido alumno de José Medina en la antigua Casa de España (después transformada en el Colegio de México), que el maestro, como lo calificaba, ya hacía algunos años que vivía en Puerto Rico, con cuya universidad se había vinculado. Pero no me desanimé, y me decidí a visitarlo en su refugio. Llegué a San Juan y sin trámite previo me presenté a la Universidad, donde fui recibido por el propio rector, que después de conversar conmigo pareció desconfiar de mis ―malas intenciones‖. Se comunicó por teléfono con José Medina y se ofreció a conducirme hasta su casa. Cuando llegamos me sentí constreñido, sin querer hablar con Medina delante del curioso rector. Le hablé a Medina sobre algunos de sus trabajos, también conversamos sobre el reciente interés francés por Max Weber, hablamos de Juan Noyola y me despedí. Desde el hotel nuevamente lo llamé y volví a verlo. Era un hombre de baja estatura, de extrema afabilidad y una mal disfrazada timidez: lo contrario del estereotipo español. Me habló sobre la pobreza de la vida intelectual, en San Juan, cuya Universidad era un college norteamericano, con sus cualidades y defectos. Pero aún así, tenía más tiempo para estudiar y escribir que en México, donde vivir como un intelectual, sin ocupar ningún cargo público, era extremadamente penoso…Le expuse el alcance y la orientación de nuestros trabajos; el interés personal de aproximar la economía a la historia; lo importante que sería la constitución, en la CEPAL, de un núcleo de estudios sociológicos; la penetración que comenzaban a tener nuestros trabajos en el mundo universitario latinoamericano; lo agradable que es el clima de Santiago, esa miniatura de metrópoli…Me dijo que lo iba a pensar y que escribiría a Santiago‖ (Furtado, 1988: 101-102). La contestación de nuestro autor, como sabemos, fue afirmativa. Esta decisión le permitió abrir un abanico de redes y de inquietudes intelectuales que no tenía y ni hubiera tenido en Puerto Rico. Las anteriores palabras de Furtado nos permiten analizar varios elementos descriptivos de aquel circuito y contexto intelectual en el que Medina pasaría a incorporarse: desde un organismo internacional como la CEPAL hubo un interés creciente por comprender la situación sociológica del desarrollo económico; la amplitud de perspectivas de Furtado y Prebisch posibilitaron esa recepción de la sociología en los estudios del desarrollo; nuestro autor tuvo un reconocimiento profesional por parte de los economistas latinoamericanos, más concretamente por los economistas de la CEPAL; esa valoración, en gran parte, venía por las experiencias personales con estos economistas de la CEPAL, caso de Ahumada, Urquidi y Noyola, reconociéndole estos dos últimos como maestros; a ello se unía, sobre todo, el manejo de Medina con Max Weber y la familiaridad de estos economistas con el clásico alemán, lo que posibilitó una afinidad entre economía y sociología bajo el contexto institucional de la CEPAL; también es importante reconocer que el prestigio de Medina se fraguó en México y en el Colegio de México, intercediendo por él Alfonso Reyes y Daniel Cossío Villegas. Además fue en México donde nuestro autor coincidió con Raúl Prebisch gracias al seminario del Centro de Estudios Sociales sobre América Latina. Todos estos personajes intervinieron decisivamente en la trayectoria profesional de Medina dentro de este circuito académico reducido, pero en el que compartieron imágenes e ideas sobre América Latina. 438 La perspectiva de los estudios de las redes intelectuales nos permite observar algunas de las claves anunciadas de la inserción académica de José Medina en el circuito latinoamericano: su incorporación en Chile no fue propiamente gracias a las redes forjadas con sociólogos, sino concretamente con las relaciones establecidas con los economistas latinoamericanos de la CEPAL. Además este suceso muestra la importancia de las relaciones personales y mundanas que se dan dentro de la comunidad científica para el desarrollo de una carrera profesional y la vital trascendencia que tiene la movilidad geográfica para lograr una posición de prestigio científico dentro de un campo de conocimiento. 636 Fue un momento, como veremos más adelante, en el que se estaba potenciando el desarrollo económico en la región a partir de instituciones internacionales como la CEPAL, con su sede central en Santiago, dirigida por Raúl Prebisch y con la oficina regional de México, creada en 1951, y dirigida por Víctor Urquidi (2005: 17). También es cierto que la ciencia económica era una disciplina con tradición en la región, a diferencia de la sociología, que era una ciencia aún emergente, pero que, sin embargo, viviría su ―boom‖ junto con el resto de ciencias sociales durante las décadas de los años 60 y los años 70, cuando Santiago de Chile se convirtió en el centro académico e intelectual del continente al concentrar instituciones de prestigio como la propia CEPAL, FLACSO o el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES). Aunque para él fue otro exilio más dentro del exilio, con la apremiante necesidad de recomenzar su vida académica, su elección biográfica anticipó ese movimiento posterior de alumnos, académicos, profesores o técnicos que se desplazarían a Chile. A ello se le uniría la estabilidad democrática del país, erigiéndose como una isla solitaria bajo un océano de circundantes dictaduras. Lo cierto es que Medina Echavarría ya no volvería a integrar la plantilla de una Universidad, aunque sí se ocuparía de actividades académicas y docentes como profesor en la FLACSO y como conferenciante en diferentes Universidades latinoamericanas. Pero, sobre todo, su futuro quedaría ligado a los organismos latinoamericanos dedicados al desarrollon económico como la CEPAL o el ILPES. Todas estas coordenadas institucionales e históricas influirán concluyentemente en el color que tomaría la etapa intelectual más decisiva e innovadora de José Medina, cuando hará suya esa preocupación regional. En fin, gracias a todas esas contribuciones y mediaciones de Jorge Ahumada, Celso Furtado, Juan Noyola, Raúl Prebisch y Víctor Urquidi, nuestro autor comenzó a trabajar en la CEPAL el primero de agosto de 1952, aprovechando ese año sabático concedido por la Universidad de Puerto Rico. 637 636 Hechos que nos hacen reflexionar, nuevamente, sobre la disyuntiva en torno a la apropiación del pensamiento y a las transferencias culturales; ¿se debe la apropiación social del conocimiento a la circulación de las ideas o bien a la circulación de los científicos? 637 En carta a Ramón Mellado, Decano de Administración, Medina le confirmaba su marcha: ―…el día 30 de julio salgo para Chile, en donde permaneceré durante el año 1952-1953 en uso de licencia‖. Carta de José Medina Echavarría a Ramón Mellado, Decano de Administración. 24 de julio de 1952. Foja 42. Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. Por otra parte, también es significativo tener presente la importancia de mantener latente las redes académicas. Una prueba del interés de Medina de insertarse académicamente en un centro académico de América Latina lo encontramos con su regreso como colaborador al Fondo de Cultura Económica en el año 1951. Aunque solo fuera de una manera testimonial, nos dice su intención de recuperar la vigencia de las redes establecidas anteriormente. En su regreso, por cierto, tuvo mucho que ver Julián Calvo, amigo de Medina Echavarría y también colaborador en el Fondo de Cultura Económica y con el que también coincidiría en la CEPAL de Santiago de Chile. Me permito también la licencia de recoger algunos testimonios escritos del propio Medina sobre la actividad editorial: ―nada hay más 439 3. Los estímulos profesionales e intelectuales. Los motivos familiares y personales. El ir de Puerto Rico a Chile significó en la trayectoria académica e intelectual de José Medina Echavarría el abandonar un mundo universitario al que estaba acostumbrado, para entrar en un mundo con una libertad intelectual muy importante. Nuestro autor encontró en la CEPAL la posibilidad de hacer una vida intelectual absolutamente libre dentro de una institución muy respetada y dónde tenía muchas posibilidades de desarrollarse y de hacer grandes cosas. Además era una manera de insertarse en una estructura de conocimiento institucionalizado, donde se promovía la investigación social. Por supuesto, también suponía una gran mejora económica. Como profesor de la Universidad de Puerto Rico, Medina ganaba 600 dólares al mes –que dicho sea de paso era un gran sueldo para la época-. Pero cuando llega a Chile, a la CEPAL, ya ganaba más que eso. Era pagado como un experto, aunque formalmente su contrato era como editor, ocupación a la que se dedicó hasta el año 1955. 638 Se inventaron el puesto para que Medina Echavarría se quedase. Era por sacarlo de un encasillamiento dentro de la estructura burocrática de sueldos. No era un problema de mayor o menos libertad intelectual, sino que fue un problema de sueldo. El caso es que nuestro autor pudo lograr dentro de la CEPAL el lugar donde expresar sus conocimientos y sus inquietudes de una forma estable y duradera. En fin, pudo disfrutar de un gran sueldo en la CEPAL y de los beneficios que significaba ser funcionario de Naciones Unidas. Lo cierto es que jamás hubiese logrado esa remuneración en ninguna universidad latinoamericana. Además tenía grandes recursos -personal, administrativos, secretarias, biblioteca- para el ejercicio de su profesión, que repercuten indudablemente en lo que uno leía y escribía. La tranquilidad material influyó, sin duda, en su vida intelectual. No competía por los recursos académicos. Pasó a ser, ciertamente, un sociólogo privilegiado. Para empezar, sabía que estaba en una elite intelectual y social dentro de un país y una sociedad desigual. Pero, aparte de la comodidad y del reconocimiento de su cargo, tenía también la responsabilidad de ser fiel a sí mismo y cumplir con las obligaciones y requisitos para el que se le había contratado: insertar el discurso sociológico en el debate del desarrollo económico. Además el contexto institucional, intelectual y profesional que le rodeaba determinó claramente el sesgo desarrollista de su obra sociológica en cuanto a temas y audiencias. Sin embargo, esta responsabilidad intelectual se traduce en José Medina en una clara innovación teórica. Su mayor logro fue, entre otros, la inserción de la sociología en un medio estrictamente económico como su capacidad de encontrar en Max Weber a un igual que le permitió tanto dialogar con los economistas como, a su vez, él mismo pudo reinventarse. Ya que a partir de Weber él encontró su particular manera de asomarse a la intelectualidad latinoamericana. Asumió el reto de unir economía y sociología desde la preocupación por el desarrollo y la modernización en América Latina. significativo que el repentino aflorar en estos años de dos o tres núcleos editoriales de gran impulso. México y Buenos Aires se ponen de pronto al lado de Madrid y Barcelona y superan en estos momentos en cantidad y calidad a lo que nos llega de la península‖ (Medina, 1953: 119). Fragmento que viene a completar la imagen que sabemos del sociólogo español: como buen lector, siempre estuvo atento al campo editorial, en este caso, latinoamericano, del que también hizo su profesión. 638 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 440 A estos estímulos intelectuales y profesionales, le unimos, evidentemente, los motivos personales y familiares que estaban detrás de su decisión, compartida con su mujer, de partir hacia Chile y no hacía Estados Unidps, por ejemplo. Casi siempre estas motivaciones son mucho más importantes que las materiales. En Puerto Rico, al igual que ya hizo en México, Medina pasó otro momento de cuestionamiento. Pero a lo estrictamente académico y profesional se le sumaba ahora las cuestiones familiares. Para empezar, a la mujer de Josñe Medina, Nieves, le sentaba mal el calor y después ellos dos estaban preocupados por la educación que iban a recibir sus hijos. Quería como padre y marido buscar el mejor destino para los suyos. Chile en esos momentos tenía el lustre de ser un país con una educación demostrada y con una democracia asentada, toda una excepción en la región. Precisamente, como era habitual hasta entonces, José Medina fue a probar suerte y terminó por quedarse con su familia en Santiago de Chile. Ya no volvería a la isla caribeña hasta 1958. Incluso nuestro autor ya había tenido antes la oportunidad de hacerse norteamericano en Puerto Rico, con lo que se le abría la posibilidad de marchar a Estados Unidos a alguna de sus prestigiosas Universidades, opción que finalmente rechazó. 639 Llegó a expresar, según recordaba su hija Nieves, que ―ni hablar, que era español y que iba a morir español‖. 640 Palabras, en fin, que nos hablan del sentimiento de desarraigo de nuestro autor, de la presencia todavía constante de la idea de retorno y que compartía con su familia. Son aspectos que recorrieron la semblanza de su familia en ese vivir en la provisionalidad. Porque junto a la trayectoria intelectual de este sociólogo y hombre hay una biografía paralela, no escrita pero presente, de su mujer e hijos. Hasta cierto punto la vida de ellos cuatro fue un desarraigo. Con el tiempo el matrimonio Medina se sentiría muy a gusto en Chile. De este modo, sin embargo, podemos decir que quedan ya vistos aquellos aspectos que encarnaban el carácter de Medina: su familia, la incertidumbre en el exilio y la vocación sociológica. 641 Es la valoración que podemos hacer de la estela que dejó como hombre, como intelectual y como sociólogo. Impresiona, en definitiva, cómo las estrategias de inserción académica se deben a un cúmulo de factores coincidentes en el tiempo que tienen que ver desde el desarrollo y reconocimiento profesional, la búsqueda de la estabilidad intelectual, la 639 Medina, como vimos arriba con las palabras de Urquidi, prefería lo latinoamericano por encima de lo norteamericano, principalmente, por cuestiones culturales e identitarias. El ethos cultural latinoamericano se asemejaba al carácter hispánico. Una misma lengua, una historia en común. Es la forma en que nuestro autor gestionó su destierro: aunque sentía esta cercanía cultural con América Latina, nunca llegó a ser un transterrado en sentido estricto, sino más bien un desterrado que, aunque sobrellevaba su exilio, siempre anheló la vuelta a España. 640 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 641 Exilio y sociología, como hemos ido viendo a lo largo de estas páginas, convergen recíprocamente en la vida de Medina. A estos dos aspectos de su biografía les une la incertidumbre de la vida. Cuanta más incertidumbre y mayor sensación de caos, más necesidad de ciencia y de sociología. Porque resulta que la sociología sólo es necesaria cuando hay una verdadera sensación de incertidumbre. En el supuesto improbable que todos y cada unos entendiéramos y comprendiéramos la sociedad, sin cuestionarla, no necesitaríamos la sociología. Pero esto no es así. La sociedad necesita de sociología, como Medina necesitó de sociología para comprender su condición de exiliado y su circunstancia biográfica, concreta e histórica rodeado por la incertidumbre vital del destino incierto. Una muestra de la condición provisional de la vida del exiliado es lo itinerante de sus bibliotecas. Se empaquetan libros, se envían al destino, unos cuantos se pierden, otros llegan o incluso se arruinan bibliotecas enteras por el camino. José Medina Rivaud se recuerda rodeado de los libros de su padre en Puerto Rico y acompañándole a correos a enviarlos en cajas a Chile. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 441 huida de un contexto esquivo y, como fue el caso de Medina, la importancia en todo ello de la armonía y mejora de la vida familiar. 442 PARTE TERCERA. Sociología del desarrollo. Las dimensiones filosóficas y políticas. 443 CAPÍTULO XVI. SOBRE EL “MOVIMIENTO SOCIOLÓGICO FUNDACIONAL: LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA EN AMÉRICA LATINA. DESARROLLO, MODERNIZACIÓN Y PROBLEMAS SOCIALES. Después de la Segunda Guerra Mundial, algunos sociólogos en América Latina, entre los que se encontraba José Medina Echavarría, no sólo quisieron utilizar la ciencia sociológica para pensar el mundo contemporáneo, también querían reinventar la idea misma de sociología. Algo que era complicado y difícil, pero que abrió numerosas posibilidades teóricas. Las cuales en nuestro autor se abrieron vigorosamente en Chile. Esta etapa de su trayectoria intelectual no es posible pensarla de forma aislada a las anteriores, pues sobre todo debemos de tener en mente cómo toda la dimensión epistemológica de su obra encaja con su aportación innovadora de la sociología del desarrollo y su voluntad de incluir los aspectos sociales en ese debate teórico de claro ascendente economicista. En este sentido, nos encontramos frente a su tributo más personal, en el que Medina Echavarría se ocupó y se preocupó de buscar nuevos horizontes teóricos, sociológicos y también políticos. A lo largo de este período, conocido como sus años cepalinos, nuestro autor se distinguirá por ofrecer una sociología desarrollista de corte reformista y claramente fundamentada en la democracia. Más tarde que él, llegaron otras aportaciones decisivas para la sociología latinoamericana y occidental, como fue la ofrecida por la teoría de la dependencia, magistralmente representada por sus discípulos de la CEPAL de Santiago de Chile, Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto. En ese organismo internacional durante algunos años surgieron algunas de las tendencias más rompedoras del siglo pasado dentro de las ciencias sociales latinoamericanas. Allí se situó, sin duda, un foco activo e importante de creación teórica, tanto en el campo económico, sociológico y político, en el que Medina Echavarría tuvo, a pesar de su personalidad reservada, un papel más que destacado. José Medina, casi sin proponérselo, acabó siendo uno de los fundadores de la sociología científica latinoamericana. Su herencia sociológica de los años cepalinos marcó a toda una serie de investigadores y científicos sociales. Si ya había sido destacada su labor en México, en Chile sus aportes y observaciones alcanzaron una dimensión plenamente latinoamericana. Por tal motivo, en este capítulo introductorio pretendemos realizar una génesis intelectual del proceso de institucionalización de la sociología latinoamericana y de la constitución del desarrollo como objeto de análisis sociológico. Creemos adecuado enriquecer la mirada para tener la suficiente perspectiva respecto a la sociología del desarrollo que profesó nuestro autor. Sobre todo si pensamos que esa temática fue parte nuclear de la propia consolidación y crecimiento de la sociología en América Latina en los años 60 y 70. Y más que eso: fue uno de los aportes de la región latinoamericana a las ciencias sociales universales. De esta manera, daremos relevancia a la pluralidad de enfoques y a la fuerte interacción ciencia- modernización en esta etapa fundacional de la sociología en América Latina. Complementariamente queremos mostrar los distintos niveles de análisis en los que José Medina Echavarría forjó su peculiar enfoque sobre el desarrollo social para aquella región: nos ocuparemos del contexto político chileno, de la sociología científica latinoamericana, de la teoría de la modernización, del ambiente institucional de la CEPAL y de los organismos internacionales en Santiago de Chile. Creemos, por tanto, 444 que resulta muy pertinente este acercamiento biográfico, contextualizado y teórico sobre un período decisivo en la historia del pensamiento sociológico latinoamericano. 1. La llegada a Chile. El contexto político chileno. José Medina Echavarría llegó junto a su familia a Santiago de Chile a mitad de 1952 y, salvo un breve paso por España en los años 70, ya no se movería más de aquel país. Allí pudo frecuentar diversos acontecimientos de la historia social y política de Chile y de América Latina. En esa época en Chile gobernaba con un toque populista el General Ibáñez del Campo (1952-1958). 642 Le siguió el régimen liberal de Jorge Alessandri (1958-1964), seguido del modelo democratacristiano de Eduardo Frei (1964- 1970), después sucedido por la ―vía chilena al socialismo‖ de Salvador Allende (1970- 1973), truncada por el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que desembocó en una dictadura militar (Godoy, 1977: 33). Nuestro autor dio con un país que contaba con una larga tradición reformista y democrática, iniciada en 1938 por un gobierno de Frente Popular, siendo el primer ensayo de este tipo en América Latina. 643 Desde entonces en adelante el estado chileno combinó las políticas de fomento de la industrialización con medidas a favor de una progresiva democratización económica y social (Vergara, 1985: 23). Sólo cuando un país va adquiriendo un desarrollo cultural, económico y político suficiente, la contemplación de la vida social es examinada por los sociólogos. Este escenario favoreció durante años el entronque entre política y modernización, sentando una sólida base institucional sobre la que se fundamentó la articulación entre producción de conocimientos sociales y la acción social transformadora que se iniciaba, particularmente, desde los organismos internacionales sitos en Santiago de Chile. La llegada de Medina coincidió exactamente con todo ese movimiento institucional comprometido a favor de las ciencias sociales. Nuestro autor, al igual que le había sucedido en México y en Puerto Rico, topó con un país en el que la sociología era una disciplina científica aún joven. Pero a diferencia de las experiencias anteriores, en Chile hubo un clima favorable y propicio para el desarrollo de la sociología y de las demás ciencias sociales. Se sintió en el campo del saber científico chileno y latinoamericano todo ese impulso modernizador posterior a la Segunda Guerra Mundial. Afortunadamente para Medina era otro tiempo. La sociología latinoamericana estaba apenas comenzando a tomar su dimensión regional, porque hasta entonces ―había habido una comunicación precaria entre los sociólogos‖ (Solari, 1969: 449). Fue una época con muchos límites, en que la biblioteca, la revista profesional o el trabajo en equipo todavía no eran muy vivos. Pero fue el 642 No es lugar para valorar la historia política chilena, pero debemos precisar que Ibáñez del Campo fue un gobernante con un claro perfil autoritario y populista. Hay una cierta mitificación sobre Chile como país históricamente demócrata. Es cierto que Chile fue el primer país latinoamericano en proclamar en 1810 la independencia política, pero buena parte de su transición política posterior ha estado caracterizada por una fuerte presencia del poder establecido, asentado, sobre todo, en los líderes provincianos y las grandes familias terratenientes. Es oportuno recordar también que toda la política chilena del siglo XIX fue una política de corrientes duras, además con un claro componente bélico. Chile tuvo una guerra contra Perú en el Pacífico absolutamente capitalista, de anexión del territorio y apropiación de riqueza. Además, Chile vivió una guerra civil en 1891, ganada por los sectores más conservadores y reaccionarios, apoyados en los terratenientes y en la presencia del ejército, que desde entonces rodeó y vigiló el marco institucional y gubernamental. 643 El gobierno de la Unidad Popular de 1938 fue un gobierno de izquierdas encabezado por Pedro Aguirre Cerdá, que apoyó a la República española y a la Internacional durante la Guerra Civil española. En 1945 pierden después de la Guerra Mundial, siendo presidente González Videla, que lo primero que hizo fue seguir al Departamento del Estado y prohibir al Partido Comunista. 445 comienzo de un tiempo, ante todo, de grandes posibilidades para el oficio del sociólogo. De esta manera, la sociología y las ciencias sociales adquirieron una gran valoración administrativa, gubernamental e institucional por su capacidad práctica. Incluso podemos observar en el itinerario académico de Medina Echavarría este cambio de paradigma: limitémonos a constatar aquí que nuestro autor pasó de ser catedrático de sociología de universidad a convertirse en un experto de la sociología afincado en un organismo internacional. En el fondo, por simple o trivial que pueda parecer el caso, resultó un proceso complejo, de larga maduración del campo sociológico latinoamericano en relación con la esfera pública, pero que terminó por ofrecer a los sociólogos y demás científicos sociales un escenario propicio desde el que desarrollar su actividad profesional y, en algunos casos, dialogar con el campo de poder. 2. Los orígenes de la sociología científica en América Latina. Desgraciadamente nos hallamos lejos de hacer un recorrido sobre la evolución de la sociología en América Latina. Si bien queremos dejar señaladas, por lo menos, las diferentes etapas en el desarrollo de la sociología en aquel continente. La primera fase sería la del pensamiento pre-sociológico latinoamericano, iniciada en las épocas de las revoluciones a través de la Independencia y que llega hasta la creación de las primeras cátedras a comienzos del siglo XX. Hasta entonces se maneja la concepción de una ―sociología nacional‖ -más cerca del ensayismo y del pensamiento social-, fundamentada principalmente en el positivismo, en el idealismo y también en el historicismo. Entre sus cultivadores destacaron Echevarría, Alberdi y Sarmiento en Argentina o Lastarria en Chile. El inicio de una segunda etapa, todavía rudimentaria, se verifica con la incorporación de la disciplina sociológica a la enseñanza superior. Ya en 1877 se crea en Caracas un Instituto de Ciencias Sociales, con Hostos; desde 1882 funciona una cátedra de sociología en la Universidad de Bogotá, en 1896 en Buenos Aires, en 1900 en Asunción y 1906 en Ecuador (Germani, 1959a: 439-440). El final de esta etapa rudimentaria, que Medina vivió en México y en Puerto Rico, no se produce hasta el inicio de la ―sociología científica‖, de naturaleza empírica y especializada, ya entrada la década de los años 50 (Germani, 1959a: 449; Williamson, 1956: 46). Sin embargo se ha dicho, y con razón, que la sociología científica latinoamericana tiene su origen en Medina Echavarría. Antes de que se generalice el ―proyecto de renovación de la sociología latinoamericana‖, él ya había iniciado esa labor en tierras mexicanas en los años 40. 644 Tal afirmación proviene de los propios estudiosos del campo sociológico latinoamericano: la sociología científica se inicia en América Latina con Sociología: teoría y técnica, de 1942, siendo el sociólogo español el responsable inicial de todo este movimiento sociológico (Franco, 1974a, 2007; 644 La labor académica y profesional de Medina cumple con las cuatros fuentes prácticas de las que habla Aldo Solari para que se pueda implantar el proyecto de renovación de la sociología en América Latina: ―El proyecto de renovación de la sociología y de su implantación como ciencia empírica se desdobla en cuatro fuentes principales: 1) obtener el reconocimiento del estatuto teórico de la sociología como ciencia empírica, sometida a reglas análogas a las otras ciencias; 2) crear instituciones cuyo objetivo esencial fuera la formación de sociólogos profesionales; 3) crear organizaciones que propulsaran la investigación empírica en forma permanente y 4) modernizar la enseñanza de la sociología‖ (Solari, 1976: 71). De esta manera, Medina Echavarría recoge en su obra un estatuto teórico y epistemológico por la sociología (1), impulsó el Centro de Estudios Sociales del Colegio de México y la FLACSO (2), trabajó en la CEPAL, una organización que promovió la investigación empírica (3), tanto en el Colegio de México como en FLACSO trató de modernizar la enseñanza de la ciencia sociológica (4). 446 Germani, 1956, 1959; 645 1964; Solari, 1969, 1977). Parece que hay un antes y un después de esa obra dentro de aquel campo de conocimiento. Así, por ejemplo, lo reconoce Rolando Franco: ―el análisis de la historia de la disciplina en la región muestra que en su reorientación ―científica‖ tiene como hito demarcatorio la aparición del trabajo de José Medina Echavarría, Sociología: teoría y técnica‖. Aunque, como nos dice este autor, Medina tuvo el honor de ―haber sido pionero de la nueva concepción‖ de la sociología moderna latinoamericana, a pesar de ―que su obra no produjo, pese a la difusión, sus frutos inmediatamente‖ (Franco, 1974a: 60). 646 Una historia que venía de antes, pero no es hasta en Santiago de Chile cuando nuestro autor y su obra alcanzan una dimensión regional. Que quede claro, por tanto, esta afirmación: ―Medina Echavarría Echavarría, en un libro publicado hace veinte años, Sociología: teoría y técnica…pero que posee extraordinaria actualidad, realizó un análisis exhaustivo de las condiciones y posibilidades de esa síntesis‖ (entre tradición sociológica y nuevas tendencias sociológicas)…―Quisiéramos terminar con una cita tomada de un libro que probablemente inició hace más de veinte años, la ola de la sociología científica en América Latina y que, a propósito de estas discusiones sobre métodos, es tan válida hoy como ayer‖ (Germani, 1964: 134 y 148). Por supuesto, es la respuesta de Gino Germani, para algunos el sociólogo latinoamericano más importante del siglo XX (Blanco, 2005; Devés, 2004), quien reclamó en varios lugares la importancia de la personalidad sociológica de Medina y su ―Sociología: teoría y técnica” como obra pionera para la sociología en lengua castellana, al abordar, con enorme celeridad, la cuestión de la metodología y las técnicas de investigación social (Germani, 1956: 8; 1964). Germani otorga tal reconocimiento al sociólogo español -que como él fue tomado como un latinoamericano más-, porque en algunos momentos vio en Medina a un par de la profesión sociológica en el sentido estricto y científico que ambos compartían. El italo-argentino reconoció en el sociólogo español el inicio de la revisión crítica del antipositivismo (Germani, 1964: 138). Medina en aquella obra realizó una distinción entre hecho y valor, entre ciencia e ideología, muy del agrado de Gino Germani en cuanto a ―la legitimidad y la necesidad de una actitud científica como esencial e irrenunciable para la investigación social‖ en América Latina (1964: 147). Germani se atreve, efectivamente, a indicar que la actitud científica de la sociología en América Latina comienza con esa obra de Medina Echavarría y ése es el camino que hay que seguir para su desarrollo, institucionalización y 645 Gino Germani en en el prólogo de la Imaginación sociológica, de C. Wright Mills llamó la la atención sobre los intentos de la constituir la sociología científica por parte de José Medina (1999: 20). 646 En este trabajo hemos analizado porqué la obra de Medina no produjo esos frutos inmediatos: en México, como vimos, porque su proyecto alrededor del Centro de Estudios Sociales no cuajó con la institucionalización de una sociología científica de ascendente weberiano; mientras que en Puerto Rico nuestro autor casi de forma exclusiva se dedicó a la docencia en un contexto al que no podemos definir como una comunidad sociológica. Fue en Chile, como tendremos ocasión de ver en las páginas que siguen, donde nuestro autor desarrolló su actividad más elaborada e innovadora, encontrando difusión, interlocutores y seguidores, entre los primeros destacaron Gino Germani o Florestán Fernández. Esto nos hace reflexionar también sobre la importancia que tiene el movimiento de los científicos sociales en algunos momentos por encima de la circulación de las ideas. Creo que Chile le propició a Medina todos los elementos institucionales, intelectuales, para que su obra tomará un mayor vigor y una mayor difusión regional. 447 profesionalización. 647 En parecidos términos se expresó Aldo Solari. La recepción de esta obra supuso, según este sociólogo uruguayo, un cambio a la hora de concebir a la sociología en América Latina, catapultando al enfoque sociológico como forma científica de abordar los problemas sociales (Solari, 1969: 445). Estas opiniones coincidentes sobre la significación y valoración de la obra epistemológica de Medina Echavarría nos emplazan a pensar en un clima intelectual favorable para el cultivo de la sociología y de las ciencias sociales en general. El mayor conocimiento y repercusión de los libros mexicanos de Medina a partir de los años 50 fue producto de esa formidable experimentación dentro del campo sociológico latinoamericano posibilitada por todo un proyecto renovador de la sociología, en la que él fue uno de los autores fundacionales. 3. Significado de la renovación sociológica latinoamericana. La aparición de un “nuevo sociólogo” como cambio de paradigma. La orientación científica de la sociología en América Latina sólo adquiere un dinamismo considerable en la segunda mitad del siglo XX. Se generó todo un clima favorable para la institucionalización académica, profesional y universitaria de la sociología, principalmente, porque la necesidad de actualizar las sociologías nacionales casó con todo un vasto proceso de industrialización y modernización de las sociedades latinoamericanas, comandado por los Estados y por algunos organismos internacionales. Creció el interés por la sociología acorde a esa ―pretensión de dar una respuesta racional a los problemas planteados por el proceso histórico-social‖ (Germani, 1964: 104). Este movimiento de renovación sociológica latinoamericana significó dentro del campo sociológico la voluntad de superación de la anterior ―sociología académica‖, más ensayística y vinculada a las humanidades, en un sentido amplio de la palabra, a favor de una ―sociología científica‖, moderna, profesional. Los practicantes de las disciplinas sociales de aquella región se dividieron entre tradicionalistas y renovadores, enfrentados en un largo conflicto sobre la propiedad exclusiva de la patente sociológica y el eterno alumbramiento de la sociología, en el sentido que le otorga Alberto Ribes (2008). Ellos representaron dos momentos de la disciplina sociológica: ―El primero dominado por los llamados pensadores y más tarde por los profesores de Sociología o ―sociólogos de cátedra‖; el segundo, marcado por quienes buscaron la profesionalización de estas disciplinas, sobre la base de dotarlas de una lógica teórica y metodológica presumiblemente científica‖ (Franco, 2007: 15). Se produjo el tránsito, como dijo Gino Germani, de la ―sociología en las universidades‖ a ―los comienzos de la sociología científica en América Latina‖ (1959: 449). Ha sido este sociólogo quien mejor ha documentado ese estreno de la fase científica de la sociología en América Latina: ―ha aparecido un nuevo tipo de sociólogo, un ―científico‖ social como dicen algunos, formado en escuelas universitarias especializadas, dedicado de manera exclusiva al cultivo de su disciplina, en íntimo contacto con el desarrollo científico en los centros más avanzados, y que contribuye con su propia obra a ese progreso. Este nuevo sociólogo ha comenzado a reemplazar en las universidades más importantes del continente al antiguo profesor, abogado, político, administrador, para quien la cátedra universitaria era el apéndice honorífico de su profesión principal, en el mejor de los casos fecundo ensayista, capaz de incursionar con 647 Una forma de buscar aliado en su proyecto de sociología científica en América Latina. Germani también trabajó en 1966 en la esfera de las Naciones Unidas, pero en Ginebra, después del Golpe de Estado del general Onganía (Germani, 2004: 279). 448 desenvoltura en el campo de la literatura, la filosofía, la historia, el derecho o la sociología, mediocre aficionado la mayoría de las veces‖ (Germani, 1964: 1). La ―nueva sociología‖ constituía un quiebre epistemológico radical. La sociología científica admitía un cambio de paradigma al abandonarse la fase meramente teórica o reflexiva sobre la propia ciencia sociológica, a pasar a una fase en la que se unía teoría y práctica sobre demandas sociales concretas, ligadas al tema del desarrollo económico, primero, y desarrollo social, después. En América Latina fue visible este cambio a partir de mitad de los años 50, principalmente en Chile, bajo la concentración de los organismos internacionales que cambiaron el contexto social de producción de conocimiento sociológico. Hubo un gran valor civil y social por la sociología y por las ciencias sociales, adquiriendo una posición más favorables y central en la estructura social. La clásica figura del sociólogo como un académico encerrado en los límites de su oficina, rodeado de libros y dedicado exclusivamente al estudio y a la docencia, dejó paso a una nueva figura del científico social como ―experto‖, atendiendo las nuevas demandas gubernamentales y sociales. Consecuencia de ello, Medina terminó por ser considerado como un experto de la sociología dentro y fuera de la CEPAL. Pero no sólo eso, también ejerció de investigador, teórico, docente, viajó dentro y fuera de Chile, concurrió a reuniones internacionales y ministeriales, realizó seminarios, actuó como consultor, asesor, y como fuente de información dentro de una comunidad de ideas más grande. Las puertas de su oficina estaban abiertas, convirtiéndose en un espacio multidisciplinar. Su trabajo era respetado y leído. En otras palabras, hubo una incorporación práctica de las ciencias sociales a los procesos de racionalización de la sociedad (Brunner, 1993: 35). Se unió también la aspiración de una enseñanza metódica y rigurosa de la disciplina, como hubo igualmente una clara voluntad de superar la vulnerabilidad de la sociología ante cualquier atracción ideológica, como demostraba Germani con su interés por Medina. Fue éste uno de los aspectos más evidentes de aquella etapa de renovación de la sociología latinoamericana: la diferenciación entre lo que era sociología y lo que no era sociología a partir de criterios y competencias puramente científicas, tanto en su construcción epistemológica, en su enseñanza, en sus procedimientos metodológicos y en sus prácticas. Se discutió, y mucho, la diferencia entre ciencia e ideología. 648 Los términos de este movimiento de renovación los podemos resumir como un freno a las tradicionales posturas irracionalistas: ―La tarea de la sociología científica en América Latina es precisamente la de superar estas deformaciones ideológicas y emocionales en el proceso de recepción de los aportes de la sociología universal, cualesquiera que sean sus orígenes geográficos o históricos. Es la misma tarea de construcción de la ciencia la 648 Exactamente uno de los rasgos que más han distinguido a las ciencias sociales y a la sociología latinoamericana ha sido la presencia de la carga ideológica. En ciertos momentos de su historia ha habido momentos en los que el interés por la verificación empírica y una postura científica fue sustituido por una especulación teórica y una toma de posturas políticas. Una postura que siguieron muchos científicos latinoamericanos de aquel entonces fue asumir una sociología comprometida con el cambio político y social de las sociedades periféricas. Con el avance de la profesionalización de la sociología en América Latina, el sociólogo, como experto y profesional, se ha encontrado con otros problemas: ―El entorno que lo rodea (al sociólogo), en función del cual él trabaja, le exige ahora, además, difundir y promover esos conocimientos, aplicarlos allí donde sea posible y, en cualquier caso, ponerlos a disposición de los potenciales usuarios. Su existencia se ha vuelto así menos tranquila y protegida; sus valores – tradicionalmente aquellos propios del ethos académico- se han visto invadidos por consideraciones utilitarias y de mercado y, su participación en la política ha cambiado desde el rol del ideólogo al rol del experto o especialista que presta su apoyo a decisiones que otros hacen en las esferas de su competencia‖ (Brunner, 1993: 10). 449 que determinará lo aceptable o no aceptable en esos aportes‖ (Germani, 1964: 8). En efecto, se abrió un período de intensa ―sociologización‖ o racionalización de la sociología y de la sociedad, pero también ello acarreó los consiguientes excesos y abusos del sociologismo. Al igual que mucha de la crítica a esta forma de hacer y entender la sociología simplificó a la sociología científica latinoamericana como mera recepción de la sociología funcionalista norteamericana. 649 4. Florestan Fernandes, Gino Germani, José Medina Echavarría o la construcción de la sociología científica. Precisamente todo ese movimiento sociológico se solapa con la estrategia de inserción académica y profesional de José Medina Echavarría en Santiago de Chile. Será entonces cuando nuestro autor alcance a ser uno de los protagonistas del ―proyecto de renovación de la sociología‖ en América Latina desde tierras chilenas. Mientras que Florestan Fernandes (1920-1995) lo será desde Brasil y Gino Germani (1911-1979) lo hará desde Argentina. Fijándonos en F. Fernandes, podemos decir que su obra combina la intención de generar una sociología rigurosa y científica –en el contexto de una sociología brasileña incipiente, similar a la sociología argentina que miraba Germani- con una sociología profundamente crítica. Esta combinación se refleja de modo curioso en los aportes que realiza a la temática de la inducción en sociología. En su obra, este sociólogo brasileño dialogó con diversas corrientes de la sociología clásica y moderna pasando por autores tan diversos como Comte, Durkheim, Le Play, Gurvitch y Bastide; Weber, Sombart, Pareto, Simmel, Tönnies, Wiese, Freyer y Mannheim; Spencer, Hobhouse, Malinowski, Radcliffe-Brown y Ginsgerg; Cooley, Merton o Wright Mills. También tendrá ocasión de dialogar con autores del pensamiento marxista, caso de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Gramsci. Este diálogo se intensifica progresivamente a lo largo de su obra, ya que cada vez más integra a ésta el marxismo y el método dialéctico. Así mismo, dialoga con la corriente crítica del pensamiento brasileño, representada por autores como Euclides de Cunha, Lima Barreto, Manuel Bonfim, Astrojildo Pereira, Graciliano Ramos, Caio Prado Junior, entre otros (Ianni, 1965; Panagua, 2004). En fin, realizó un balance crítico de las distintas contribuciones de estos autores, generando un aporte original y ecléctico. Sus principales libros teóricos-metodológicos, por lo que es reconocido como uno de los fundadores de la sociología científica latinoamericana, son: ―Fundamentos empíricos de la explicación sociológica‖, ―Ensayos de sociología general y aplicada‖ y ―La naturaleza sociológica‖. No debemos olvidar, por último, que F. Fernandes inauguró además una nueva interpretación de Brasil, que reveló la formación, las luchas y las perspectivas del pueblo brasileño. Particularmente, descubrió un panorama social e histórico en Brasil más largo de aquél que aparecía en el pensamiento producido desde la perspectiva de los grupos y clases dominantes, rescatando figuras como la del esclavo negro. Estas contribuciones se encuentran en libros como ―La organización social de 649 Como dejó escrito Juan Francisco Marsal, no todo el renovador de la sociología científica en América Latina fue una mera copia de la sociología norteamericana, aunque fuera una de sus fuentes más importantes: ―Pues en primer lugar hay que afirmar que la ―recepción de la sociología científica‖ tanto en América Latina como en Europa es un eufemismo por la recepción de la sociología empírica y funcionalista norteamericana…Esto quiere decir que se simplifican mucho las cosas aceptando que los modelos predominantes que se reciben en la postguerra son norteamericanos aunque haya también otras influencias como las de Max Weber o Mannhein particularmente en los sociólogos latinoamericanos de origen europeo como Medina Echavarría y Germani‖ (Marsal, 1979: 31). 450 los Tupinambá, ―La integración del negro a la sociedad de clases‖ ―El negro en el mundo de blancos‖, ―Cambios sociales en Brasil‖ y ―La revolución burguesa en Brasil‖. La figura de Gino Germani es sumamente compleja y controvertida dentro de la sociología argentina. Su rol en torno a la institucionalización de la sociología le mereció tanto aplausos como desprecios. Cuando su nombre se hizo conocido en los años 50, fue tachado de marxista por las elites conservadoras y religiosas argentinas, que veían en su proyecto cientificista una amenaza. Con el advenimiento de los años 60, sin embargo, fue tildado de funcionalista por los estudiantes, y muchos de sus discípulos se distanciaron de sus planteamientos. 650 Particularmente, se le criticó haber fundado la sociología científica en un ―vacío cultural‖, sin rescatar lo que había de fructífero en las ciencias sociales argentinas previo a los cincuenta. Con respecto a sus influencias intelectuales, destacamos en Germani la presencia de autores como Pareto, Durkheim, Karl Mannheim, Erich Fromm, Gerge Herbert Mead y la corriente interaccionista de la psicología social norteamericana. Su obra es una síntesis creativa de dos tradiciones: la tradición europea (Weber, Durkheim, Pareto, Mannheim, Simmel) y la norteamericana (Dewey, Mead, Parsons, Merton), aunque estuvo también abierto a otras (casi todas) corrientes: teoría crítica, radical sogiology, neopositivismo, estructural funcionalismo, gestalttheorie, psicoanálisis reformista, antropología cultural, sociología norteamericana, Escuela de Chicago (Blanco, 2004a; 2004b; 2005; y 2006). Según Ana Germani, existen cuatro períodos en la obra de Gino Germani (2004). El primero de ellos (1938-1955) es el período en el que realiza sus estudios universitarios y se desempeña como traductor y editor de textos de ciencias sociales. En esta primera etapa, predominan los estudios históricos, filosóficos, y los intereses psicológicos y psicoanalíticos, como también elabora sus primeras reflexiones metodológicas y epistemológicas sobre la sociología. Así mismo, realiza estudios sobre la realidad social Argentina. Sus libros más importantes de este período son La estructura social de la Argentina, de 1955 y La sociología científica, de 1956. El segundo período (1955-1966) coincide con el momento en que funda y dirige el Departamento de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, y se convierte en protagonista de la vida académica nacional y latinoamericana. Su trabajo se aboca al proceso de regionalización e internacionalización de la disciplina. Durante este tiempo su obra es sumamente fecunda. Por un lado, realiza múltiples trabajos de teoría sociológica (no publicados, asociados a su trabajo docente) como numerosas investigaciones asociadas a las clases sociales, a la estructura social, al proceso de movilización y estratificación o al autoritarismo. El libro que más destaca de esta época es ―Política y sociedad en una época de transición‖, 1962. Su tercer período (1966- 1975) es el del auto-exilio en la Universidad de Harvard. Su actividad sigue siendo fecunda en términos de investigación y de publicaciones. Retorna a los estudios históricos y muestra un interés creciente por la psicología social. Además profundiza en temas ligados a la teoría de la modernización como la marginalidad, los procesos de secularización e individuación, o la democratización. Podemos decir que ―Sociología de la modernización‖, de 1967, es su texto más representativo de este período. Por último, el cuarto período (1976-1979) significa su retorno a Italia. Allí continuará desarrollando varios estudios sobre los procesos de individualización y secularización en el mundo 650 Discípulos de Germani son (primera generación formada por él): Torcuato Di Tella, Jorge Graciarena, Miguel Murmis, Ruth Sautu, Inés Izaguirre, Juan Carlos Marín, Eliseo Verón, Juan Francisco Marsal. Germani dejó Argentina muy cansado y decepcionado cuando en los sesenta perdió el apoyo de los estudiantes. 451 occidental, tanto así, que introduce en Harvard un seminario experimental e innovador titulado ―Individuation as an historical process‖. También produce investigaciones sobre la realidad social italiana. 4.1. Fundamentos e interpretaciones sobre la sociología científica. Fernandes, Germani y Medina ejercieron de maestros de las nuevas generaciones de sociólogos latinoamericanos. A los tres podemos considerarlos como clásicos de aquel período, no obstante se esforzaron en superar las perspectivas sociológicas nacionales a favor, en todo momento, de una dimensión latinoamericana de la sociología. Como también coinciden en la posibilidad de construir y difundir una sociología científica, aunque, eso sí, con algunos matices y con diferentes perspectivas. Fundamentalmente, lo que varía de Medina respecto a Germani y a Fernandes es su filiación por una sociología de corte culturalista e histórica. ―Germani reconoce que la implantación de la sociología científica en el continente es un producto de influencias procedentes de los países desarrollados y sostiene que no podría haber sido de otro modo tanto porque América Latina siempre fue una parte de la cultura europea, como por el carácter transnacional de la ciencia‖ (Franco, 1974a: 63). Por su parte, Fernandes estima que el estructural funcionalismo es útil frente a ciertos problemas sociológicos, mientras que el método dialéctico permite, por su parte, enfrentar otros (Franco, 1974a: 64). El caso es que José Medina Echavarría fue también un sociólogo firme en la adhesión inquebrantable al espíritu científico de su generación, sin embargo no se conformó con recibir pasivamente el estructural funcionalismo o el empirismo abstracto. En la sociología del español había algo más. Para Medina, como venimos insistiendo en este trabajo, la sociología era, ante todo, una ciencia concreta, histórica. Su sociología supera cualquier encasillamiento superficial. Algo que pasa también con Fernandes. No así con Germani, que fue, de los tres, el más funcionalista. El llamado que realiza Germani al cientificismo de la sociología, está asociado a la función que le otorga a la disciplina en el contexto de las problemáticas abordadas anteriormente. En efecto, plantea que la sociología surge como una necesidad del mundo moderno, ante la expansión de la racionalidad, y por tanto, de la necesidad de elegir. Por eso debe ser empírica e inductiva, pues se requiere un conocimiento de las fuerzas colectivas que obran como contexto de la acción. Es decir, la sociología surge para guiar la planificación 651 . A pesar de las diferencias, encontramos algunas similitudes entre estos sociólogos. En primer lugar, podemos llamarlos como autores ―refundacionales‖. Están pensando ―la sociología‖ y no sólo lo social. Esto hace que la reflexión epistemológica tenga un lugar relevante en el interior de su trabajo. 652 En segundo lugar, podemos 651 Como bien nota Blanco, este reclamo de Germani también tienen una connotación política: preocupación de los intelectuales antifascistas –dado el nazismo, y la persecución del nazismo contra la ciencia- de demostrar la afinidad entre ethos científico y democracia (la idea de que una posibilita a la otra, y ambas comparten los mismos valores antiautoritarios, respeto de la libertad y la dignidad). De ahí también su crítica a los métodos intuicionistas, que calificaba de irracionales, pues desincentivaban el proceso de verificación cuyo rasgo central era su alcance intersubjetivo. 652 Seminario PNUD, 2008, Santiago de Chile. Colaboración del autor junto con Pedro Güell (director), Macarena Orchard y Stefano Pallestini. Investigación sobre el individuo. En este seminario nos propusimos investigar si en estos autores fundacionales de la sociología científica latinoamericana había una reflexión por el individuo. Lo que encontramos, por lo general, es la gran importancia que conceden a la psicología social o a la psicología como complemento de la sociología: tanto en la obra de Germani, 452 subrayar que son autores imbuidos de ciertas ―problemáticas de época‖, problemáticas ligadas a la reflexión filosófica, no sólo sociológica. Esto es evidente en los dos autores exiliados, caso de Germani y de Medina: ambos son teóricos de la crisis, están tematizando las posibilidades del hombre libre en un mundo crecientemente dominado por la racionalidad técnica, por la planificación del desarrollo económico, por el fascismo. Esto hace que en ellos la reflexión sobre el individuo se ligue a lo político, no sólo a lo sociológico: hay una apelación política al individuo, a la libertad, al ―tipo‖ de hombre necesario para producir el cambio o para sobrellevar la crisis, a lo que ―debiese ser‖ una persona. Es el elemento normativo de su teorización. Y, en tercer lugar, son autores cuyos problemas sociológicos fundamentales tratan sobre problemáticas concretas de América Latina. A este respecto, el concepto que pareciera unir sus teorizaciones (en lo que respecta a su reflexión sobre el individuo) es el concepto de ―integración‖. Ya sea en términos políticos (la pregunta por la integración de las masas, el populismo) como en términos sociales (la pregunta por la integración de los marginales). Aquí destacará, sobre todo en Medina, el diálogo con Mannheim en términos de la democratización. Naturalmente, estas tres características no están presentes con la misma intensidad en todos los autores. Germani y Medina Echavarría son, sin duda, quienes poseen las tres características con más fuerza. Ambos unen la pregunta esencial por la libertad, la inquietud epistemológica que releva lo psicosocial y la reflexión en torno a la relación individuo-masa. Ambos tienen lo que hemos denominado como la ―constelación teórico-normativa del individuo‖ en su obra. 653 Principalmente la causa de esta reflexión epistemológica, filosófica y política es motivada por lo más evidente e inmediato: el origen. Tanto Germani como Medina proceden de Europa, por lo que su contacto con la filosofía y la sociología europea es mayor, pero sobre todo, más biográfico. 654 En efecto, no sólo tienen mayor cercanía con la filosofía y la sociología europea –cosa que también sucede con los teóricos latinoamericanos en el contexto de una sociología ―dependiente‖- sino que con la ―sociedad europea‖. Además, los dos son extranjeros de sus sociedades, lo que les permite tener un menor apasionamiento respecto al objeto de estudio. El uno y el otro han vivido, viajado y observado sociedades modernas, sociedades que han salido del estadio de ―comunidad‖ y se han convertido, dentro de lo posible, en ―sociedades de individuos‖. Además pensemos que el par comunidad / sociedad es fundante dentro la sociología clásica europea, y tanto Medina como Germani lo tienen en el centro de sus preocupaciones normativas, lo que les vincula inevitablemente con pensadores como Elias, Adorno, y también Parsons, para quien, desde otro paradigma, la tensión libertad / orden fue fundamental. 655 como en la de Medina Echavarría y en la de Fernandes hay menciones a que estudiar lo psicosocial es fundamental, ya sea para entender los procesos de cambio o para explicar los procesos sociales en general. Más que al ―individuo‖ aquí hay una mención a la relevancia de la ―subjetividad‖. 653 Seminario PNUD, 2008, Santiago de Chile. Colaboración del autor junto con Pedro Güell (director), Macarena Orchard y Stefano Pallestini. Investigación sobre el individuo. 654 En palabras de Irving Horowitz, ―Gino Germani es una de esas figuras en la sociología contemporánea de quien no es exagerado decir: quien comprende al sociólogo, comprende al hombre. Igualmente cierto, comprender al hombre es comprender al sociólogo. La interacción entre la historia personal de vida y el análisis social, muy difícilmente podría ser más evidente que en este renuente cosmopolita‖ (1992: 41). Palabras igualmente válidas y extensibles para Medina. 655 Seminario PNUD, 2008, Santiago de Chile. Colaboración del autor junto con Pedro Güell (director), Macarena Orchard y Stefano Pallestini. Investigación sobre el individuo. 453 Cuando Germani y Medina analizan los procesos de modernización en América Latina, se preguntan por las posibilidades de que surja una sociedad de individuos en la misma, dificultad adicional porque allí nunca la hubo. Por el contrario, esta pregunta no está presente en los autores latinoamericanos cuando se preguntan por los mismos procesos de modernización. El discurso filosófico de la modernidad es más débil en autores de aquella época, como Sergio Bagú, Eduardo Hamuy y en el propio Florestán Fernades. Hay que añadir también que la sociología dominante que ellos tienen a la vista no es ya la sociología clásica que fascinaba a Germani y a Medina. La sociología europea de los años 50 y 60 es mucho menos apegada a la noción de ―sociedad-de- individuos-libres‖, de lo que fuera para un Weber, un Simmel o un Mannheim. Es natural que estos autores hayan tenido a la vista categorías como clase, pueblo o sistema donde las distinciones son otras (capital/trabajo; pueblo/elite; centro/periferia). Mientras que para Germani o Medina fueron mucho más importantes nociones como sociedad/comunidad, a las que se puede asociar libertad/igualdad. 656 Es por este motivo, por la supervivencia de la tradición sociológica europea, que sí encontramos en Medina Echavarría una pregunta por la modernidad y las posibilidades reales de la democracia, principalmente, en sus reflexiones sobre la hacienda, donde realiza una cartografía de las sociedades latinoamericanas cuya estructura social (de origen colonial, hacendístico, patronal, rural, etc.) está en proceso de disolución, aludiendo al concepto de ―vacío político‖. De esta manera, no dejaba de ser bastante inusual y poco frecuente aquella pregunta por la democracia en la América Latina de aquellos años. Cuestión, en cambio, que para Medina Echavarría fue casi una obsesión, literalmente utópica, sobre la que reflexionó a partir de las condiciones estructurales y sociales para que emergiera una sociedad democrática sobre las ruinas de una estructura hacendística y de fisonomía autoritaria. En parecidos términos se explica la preocupación de Germani por fenómenos como el populismo. Tanto la mirada de Germani como la Medina están mucho más imbuidas por las preocupaciones esenciales de la sociología clásica europea, en la que hay fijada una pregunta y una promesa por la modernidad, y en donde la emergencia del individuo es una dimensión esencial. Esto lo podremos apreciar de manera clara, como exponemos, en la sociología del desarrollo del sociólogo español, lugar en el que Medina traslada al escenario latinoamericano –como ―pasador de conocimiento‖ o como ―pasador cultural‖ -esas preguntas fundacionales de la sociología europea, caso de la emergencia del individuo activo que va a construir la sociedad y las posibilidades de la democracia como una aspiración utópica. Inmiscuyéndose en los clásicos europeos de la disciplina encontró preguntas y algunas respuestas teóricas para aquella realidad social. Luego, nuestro autor durante aquellos años de la CEPAL no hizo sino volcar y poner en práctica toda su formación académica recibida en España y Europa durante los años 30, como derrama todo el trabajo epistemológico desarrollado en México y Puerto Rico. En los problemas del desarrollo para América Latina encontró su verdadero ―tema latinoamericano‖: ―El conocimiento de una sociedad contemporánea –la de América 656 Medina o Germani no es que sean unos autores que desatiendan las nuevas corrientes intelectuales, sino que ven en los sociólogos clásicos, principalmente los de la sociología alemana (Weber, Mannheim, Simmel, Freyer), las mejores referencias teóricas para abordar la crisis latinoamericana, que no es otra, al fin y al cabo, de cómo entra América Latina en la modernidad. Seminario PNUD, 2008, Santiago de Chile. Colaboración del autor junto con Pedro Güell (director), Macarena Orchard y Stefano Pallestini. Investigación sobre el individuo. 454 Latina en este caso- es quizás el objeto verdadero de la sociología‖, reconoció el propio Medina (1976a: 43). Ya tenía una experiencia personal sobre la realidad latinoamericana. Tras largos años de exilio, y de abstracción teórica, había hallado un tema concreto con el que se sentía identificado y a través del cual podía aplicar todo su conocimiento sociológico. Fue abandonando paulatinamente su inicial teoreticismo por una creciente preocupación por los problemas del desarrollo, de la modernización democrática y de la cooperación trasnacional en la región latinoamericana. Este tránsito se puede leer, no tanto como un cambio de intereses, sino más bien como una aplicación de las bases epistemológicas elaboradas hasta entonces. No en vano, su obra sociológica podemos considerarla como un programa de investigación teórico continuado y permanente. Por tal motivo, la pericia teórica, sociológica y filosófica de Medina Echavarría Echavarría durante aquel período será enfocar los problemas concretos latinoamericanos desde la tradición sociológica europea, incluso bajo una apelación política al individuo en el tema de la democracia. El resultado de esto será que a pesar de encontrar en el desarrollo su ―tema latinoamericano‖, nuestro autor se mantendrá fiel a su enfoque sociológico original, pues como asegura Alberto Ribes, ―parece imprescindible para todos los autores que son considerados sociólogos, o pueden llegar a serlo, adquirir un ―enfoque sociológico‖ en la tradición sociológica, y utilizarlo para investigar cualquier problema: deben, pues, hacer referencia a los autores que forman parte de la tradición‖ (2005: 107). Por lo cual, Medina siguió el enfoque bajo el que se había formado para observar la sociedad latinoamericana desde esa manera rutinaria y científica que le confería la perspectiva sociológica de origen europeo. 5. Santiago de Chile, el nuevo centro sociológico de América Latina. La capital de Chile tuvo una cualidad específica en el desarrollo de la sociología a nivel nacional, regional e internacional: Santiago presumió de ser centro de la sociología latinoamericana por 25 años, desde que la CEPAL se instauró en 1948 hasta el golpe militar contra Salvador Allende en 1973. Los argumentos democráticos y la estabilidad política del país atrajeron a un gran número de organismos internacionales que iniciaron una nueva escena intelectual en ese proceso de despunte e institucionalización de la sociología latinoamericana. Durante aquel tiempo Santiago de Chile vivió algo parecido a una ―moda‖ o ―movida sociológica‖, con todo ese ajetreo de intelectuales, sociólogos, profesores, alumnos, convirtiéndose en la sede principal de la sociología y de las ciencias sociales en América Latina (Godoy, 1977: 52). Éstas terminaron incluso por erigirse en las ciencias dominantes del campo académico y universitario latinoamericano. Muchos de las personas que llegaban venían como exiliadas, escapando de las dictaduras de los países vecinos, otras como funcionarios de los nuevos organismos internacionales y algunas seducidas por ese clima de estímulo para el ejercicio de las ciencias sociales (Urquidi, 1967: 5). Digámoslo cuanto antes: Santiago de Chile se convirtió en un punto de encuentro que ayudó a forjar una ―perspectiva latinoamericana‖. 657 Estos organismos, 657 ―Los golpes de Estado de Brasil en 1964, de Argentina en 1966, de Perú y Panamá en 1968, y el deterioro de las condiciones políticas y profesionales en varios países latinoamericanos, y las interminables dictaduras militares en América Latina y el Caribe, hicieron de Santiago un punto de encuentro. Había exiliados, autoexiliados y otros que no tenían participación política. Unos fueron allí a 455 caso de la CEPAL, FLACSO, o el ILPES, asumieron la tarea de promover la docencia y la investigación social, sustituyendo inicialmente la tarea que le correspondía a las universidades. Contaron también con el apoyo de los gobiernos latinoamericanos para hacerlo, al coincidir la ideología desarrollista de estos gobiernos con las posibilidades de modernización depositadas en los diagnósticos, en los trabajos y en la perspectiva de las ciencias sociales. Desde luego, el impulso fundamental de las ciencias sociales, en general, y de la sociología, en particular, fue motivado por todas esas entidades internacionales radicadas en Santiago de Chile, las cuales tuvieron como tema sustantivo el estudio del desarrollo y el cambio social para las sociedades latinoamericanas, particularmente, en sus aspectos sociales, así como en las interpretaciones sociológicas del subdesarrollo. Si bien toda esta política conjunta y sostenida de modernización del sistema científico durante años favoreció todo el proceso de institucionalización de las ciencias sociales en América Latina (Beigel, 2009: 323). La particularidad de estos organismos internacionales fue, sobre todo, el haber logrado reclutar a un buen número de estudiantes, técnicos, expertos latinoamericanos, lo que proporcionaba en la región un escenario propicio para el intercambio intelectual, tanto al nivel de pensamientos como al nivel de experiencias político-sociales. Santiago fue el centro regional de toda una circulación de científicos, de ideas y de nuevas tendencias y teorías sociológicas que se expandieron por toda la región (Beigel, 2009: 346). 658 En aquella ciudad se entrelazaron dos dinámicas que terminaron por diseminarse en múltiples espacios académicos y extra-académicos: las redes intelectuales articuladas a partir de los organismos internacionales y la circulación de las ideas en el mundo periférico. Así explicaba aquella situación y lo recordaba hace algunos años Glaucio Soares. Creo que sus palabras ayudan a completar esa mirada histórica y nostálgica sobre Santiago de Chile en su papel central en la difusión y en la producción de las ciencias sociales bajo una perspectiva latinoamericana: ―Hay en la vida de muchos científicos políticos y sociales latinoamericanos un recuerdo nostálgico de los ―años de Santiago‖. El Santiago de Chile de fines de los años cincuenta e inicios de los sesenta fue la Meca de más de una generación de sociólogos, politólogos, demógrafos y economistas latinoamericanos. En verdad, estos títulos profesionales eran menos significativos que hoy, porque todos trabajaban libremente, con variables de todo tipo, sin preocuparse de su filiación disciplinaria. Las investigaciones eran claramente interdisciplinarias, porque sus autores pensaban de esa manera y porque los grupos de investigación eran pluridisciplinarios, todo lo que facilitaba la interacción continua entre personas investigar y enseñar, otros simplemente a trabajar en una organización internacional y muchos, a estudiar. Todos aprendieron‖ (Soares, 2001: 129). 658 Eduardo Devés ha explicado más detalladamente los motivos de porqué Chile se convirtió en centro geográfico de las ciencias sociales de la región sudamericana: 1. La existencia de una intelectualidad con un carácter ―periférico‖ notable: cosmopolita, conocedora de idiomas, viajada, con estudios en universidades del primer mundo a la vez que con un sentimiento muy claro de su diferencia, de su marginalidad. 2. La existencia de una intelectualidad con apoyos en el Estado, en la sociedad civil (Iglesia Católica, masonería, partidos y agrupaciones) y en organismos internacionales (ONU, OEA), cosa que permitió la circulación abundante de ideas y personas. 3. La existencia de una política estable capaz de dar espacios a la intelectualidad chilena o residente tanto como de atraer intelectuales extranjeros, a la vez que marcada por un amplio juego político, con un sesgo de centro-izquierda, que concita confianza e interés en el país. 4. La existencia de un Estado fuerte y estable con políticas económicas razonablemente nítidas, focalizadas y planificadas hacia el desarrollo (2004: 349-350). 456 con formación en diferentes disciplinas, de distintas ideologías, y procedentes de casi todos los países latinoamericanos. Aprendimos, todos, de los otros. La verdad es que antes de llegar a Santiago, sabíamos bastante respecto de nuestros propios países, pero poco sobre los demás. Aprendimos sobre América Latina y expandimos considerablemente este conocimiento por medio de investigaciones. Cursos como los ofrecidos por CEPAL, CELADE, ILPES, Escolatina o FLACSO sistematizaron y divulgaron este conocimiento‖ (Soares, 2001: 129). Desde la CEPAL, en concreto, se empezó a producir teoría económica del desarrollo y teoría sociológica para toda América Latina. En casi todos los países se impulsaron estudios o centros de planificación sobre problemas de desarrollo económico. Nunca antes estuvieron tan en boga conceptos ligados a la economía o a la sociología. Hubo básicamente un compromiso por interpretar de forma coherente y fundada la naturaleza y los problemas del desarrollo latinoamericano. Se consumó en suelo chileno, sin duda, uno de los momentos más idóneos para las ciencias sociales latinoamericanas y para su acercamiento a la práctica política, algo ―que no era muy común al conjunto de los países latinoamericanos‖ (Faletto, 1999a: 121). Fue un momento ―histórico‖ en que fue posible una suerte de virtual fusión entre el científico social y su objeto de estudio. El sociólogo de aquella época percibió como factible la posibilidad de entregarse a los procesos sociales y junto con los actores sociales; fusionándose como sus objetos-sujetos hacia una misma dirección; ya fuera esta la planificación democrática, el socialismo, la revolución marxista o la ―revolución neoliberal‖. 659 Como decimos, el sociólogo contribuyó a la conciencia crítica del actor para que éste expandiese sus potencialidades de participación en los procesos de emancipación (Hopenhayn, 1993: 240). El sociólogo sintió que podía intervenir en esa misma realidad social. Fue un momento, al calor del desarrollo y de la modernización, que terminó por profesionalizar la sociología en toda la región latinoamericana y claramente en Chile. América Latina, toda ella, se convirtió, de esta manera, en campo de conocimiento y de práctica sociológica. Además durante ese tiempo hubo un discurso muy marcado sobre el sociólogo como individuo, como ciudadano, como intelectual público y, también, alrededor de su compromiso político. Como consecuencia de todo ese movimiento, se habla de aquel entonces como del ―laboratorio chileno‖ (Beigel, 2007). Las ciencias sociales y la sociología se acercaron a la sociedad y a la esfera política, asesorando, diagnosticando y, dentro de lo posible, influyendo. Medina participó, a su manera, dentro de ese contexto cultural, político y sociológico. Esta interesante relación entre ciencia y política es un elemento constitutivo, sin duda, de la institucionalización de la sociología chilena y también de la sociología latinoamericana. En coherencia con lo anterior, la sociología adquirió entonces una dimensión y repercusión pública sin precedentes. Hubo un deslumbramiento intelectual por la sociología, como una gran promesa de cambio y transformación social. En gran parte motivado, como decíamos, porque se acrecentó en los sectores más responsables el interés por las ciencias sociales y por el papel que éstas pudieran desempeñar ante la acelerada y particular transformación de las sociedades de América Latina. Los estudios sociológicos se pusieron de actualidad, revelando a la sociedad como un mundo inédito, antes desconocido, pero que ahora resultaba comprensible e inteligible y, sobre todo, se 659 Así definió Tomás Moulian a los grupos neoliberales que dieron legitimidad al gobierno de Augusto Pinochet (1993). 457 podía cambiar. ―Se vio en la Sociología una herramienta eficaz para procurar el desarrollo de nuestros países y resolver sus agudos problemas sociales. El futuro profesional del sociólogo fue mirado con tanto optimismo que dispensó cualquier estudio y prospección de su mercado ocupacional‖ (Godoy, 1977: 41). Y además también destacaron esos años por haber propiciado una ―herencia académica común‖ que marcó a toda una generación de científicos sociales latinoamericanos (Soares, 2001: 129). Se destacó la interdisciplinariedad, el eclecticismo teórico y metodológico, y el énfasis en los factores estructurales y en los factores externos del desarrollo, junto a la perspectiva histórica y decididamente latinoamericana. Se celebraron multitud de congresos, reuniones, seminarios. Ante la escasez de literatura sociológica en castellano, emergieron nuevas revistas científicas y se acometieron empresas editoriales. Buena parte de toda esta génesis dio forma a lo que denominamos como ―pensamiento latinoamericano propio‖, ligado al desarrollismo y a la sociología del desarrollo, principalmente porque se constituyó ―un espacio intelectual, institucional y epistemológico autónomo, de enorme vitalidad‖ (Devés, 2000: 309). El desarrollo fue la conciencia que marco a esa época y a Santiago de Chile como centro de académicos, científicos sociales y organismos internacionales. La sociología del desarrollo, como pensamiento estrictamente regional, se erigió al final como la aportación más importante de América Latina a las ciencias sociales universales. La importancia del desarrollo y del cambio social resultó indiscutible, ya que fueron justamente los problemas de la dinámica social lo que de manera más directa tuvieron que ver con la nueva ubicación de la sociología y de las ciencias sociales latinoamericanas. 6. Institucionalización nacional, regional e internacional de las ciencias sociales latinoamericanas. El caso es que la llegada de José Medina Echavarría a la CEPAL coincidió con todo ese movimiento de científicos sociales y esa ola de atracción por la sociología. En esa época, en Santiago de Chile, se simultanearon tres procesos recíprocos entre sí: la institucionalización de la sociología chilena, el logro de una dimensión y perspectiva regional de la sociología y, por último, una internacionalización de las ciencias sociales latinoamericanas. Nuestro autor participó, de modo alguno, en esos tres procesos. Medina, para empezar, fue representante de toda esa circulación de sociólogos e ideas sociológicas canalizadas desde Chile. En primer lugar, su labor en la FLACSO supuso una piedra más para edificar la sociología en aquel país. En segundo lugar, su trabajo desde la CEPAL y el ILPES ayudó a enfrentar los problemas del desarrollo económico desde una perspectiva latinoamericana, en el marco de una sociología latinoamericana y de clara aspiración latinoamericanista. Además, por su condición de europeo participó en la internacionalización de la sociología y de las ciencias sociales latinoamericanas, ya que fue un período en el que buena parte de la enseñanza y de la teoría sociológica desarrollada en Chile, y en otros países, caso de Argentina con Gino Germani, fue profesada por extranjeros. 660 Se forjó en la capital chilena una situación realmente propicia para el ejercicio de la ciencia social, hecho que terminó por forjar una comunidad científica latinoamericana, con lo que ello supuso: el establecimiento de una red de ideas y corrientes sociológicas, instituciones y personas que terminó por extenderse a otros 660 Incluso Manuel Castells fue profesor en FLACSO en el año de 1968, coincidiendo con Alain Touraine (Franco, 2007: 97). 458 centros regionales. En aquella ciudad se concentraron científicos sociales de toda América Latina constituyendo, de alguna forma, una conciencia latinoamericana. 661 Basta recordar algunos de aquellos nombres para poder hacerse una idea de la magnitud y la dimensión de aquel proceso colectivo: así, por ejemplo, llegaron los brasileños Fernando H. Cardoso, Theotonio Dos Santos, Vania Bambirra, Francisco Weffort, Ayrton Fausto, Glaucio Soares, José Serra, Maria da Conceicao Tavares; los argentinos, Sergio Bagú, José Nun, Juan Carlos Agulla, Raúl Prebisch, Alfredo Gurrieri, Jorge Graciarena, Armando Di Filippo; los mexicanos, Pablo González Casanova, Juan Noyola; los uruguayos, Aldo Solari, Rolando Franco; o el peruano, Aníbal Quijano. También hubo un ramillete de estudiosos y profesores extranjeros que se sintieron atraídos por lo que estaba sucediendo en el panorama sociológico chileno. Así, por ejemplo, llegaron autores como el suizo Peter Heintz, el padre belga Roger Vekemans, los franceses Christian Lalive, 662 Regis Debray o Armand Mattelart, 663 el italo-argentino Gino Germani, 664 el norteamericano Marshall Wolfe. Es más que obligatorio mencionar que los anteriores nombres de científicos sociales evocan, indudablemente, a la etapa dorada de la sociología latinoamericana, donde aparte del prestigio de esta ciencia social, el sociólogo, en su dimensión pública, era reconocido por la opinión de los medios y las esferas culturales, políticas, en su condición de intelectual. Además todos estos sociólogos sintetizan un debate sociológico profundamente enriquecedor por las disputas mantenidas entre el neomarxismo y el neoweberianismo, la teoría de la dependencia y la teoría de la modernización, por ejemplo. El estruendo de ese impulso sociológico se derramó en otros lugares como el Centro Latino Americano de Pesquisas em Ciências Sociais de Río de Janeiro, el Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de San Pablo, el Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, o la Universidad de Colombian en Bogotá, fueron algunas de las instituciones académicas y 661 Uno de los primeros pasos o antecedentes hacia la regionalización de la sociología latinoamericana fue la creación en 1950 de la Asociación Latinoamericana de Sociología, siendo la primera asociación regional en el mundo (Germani, 1964: 90; Blanco, 2005). Esta asociación surgió para establecer un lugar de encuentro y comunicación entre los sociólogos latinoamericanos. En medio de esa creciente regionalización de la sociología en América Latina, se realizaron, bajo los auspicios de la UNESCO, varios seminarios sobre enseñanza e investigación en ciencia sociales: Primer Seminario Sul-Americano para o ensino universitario das ciencias sociais, Río de Janeiro, 1956; Seminario Latino Americano sobre metodología de la enseñanza y la investigación en Sociología, Ciencia Política y Economía en Latinoamérica, Santiago de Chile, 1958 (Germani, 1959: 430). También hubo una Conferencia Interamericana sobre Investigación y Enseñanza de la Sociología, conocida como Reunión de Palo Alto (California), celebrada en agosto 1961 y en la que participaron sociólogos latinoamericanos de la talla de Gino Germani, Torcuato Di Tella, Jorge Graciarena, Florestán Fernandes, Orlando Fals Borda, Pablo González Casanova, Peter Heintz. Esta reunión estuvo dedicada a los estudios comparativos en América Latina (Germani, 1964: 101). 662 El refugio de las masas. Estudio sociológico del protestantismo chileno (1968), de Christian Lalive 663 Los medios de comunicación de masas. La ideología de la prensa liberal en Chile (1970), de Armand Mattelart y otros. 664 Aunque, por supuesto, la huella dejada por Germani fue decisiva y fundamental en la sociología argentina. En 1955 creó las carreras de sociología y psicología en la Universidad de Buenos Aires. Posteriormente, en 1957, dirigiría el recién creado Departamento de Sociología de la Universidad de Buenos Aires (Germani, 1968: 404 y ss.). 459 de investigación social que también estaban estudiando en ese tiempo temas fundamentales, tanto teóricos como prácticos, de la sociedad latinoamericana, como las estructuras de dominación, las condiciones sociales de industrialización, la rigidez y las modificaciones de la estructura agraria, las relaciones de clase y desarrollo económico, el poder político y el poder económico, la formación y estructura de las clases asalariadas, la formación de las ideologías de las clases empresariales, etc.. (Ianni, 1965: 425). Son temas que se compartían desde esa perspectiva latinoamericana y también, podemos decir, que se imponían puesto que resultaban de la propia dinámica y peculiaridad de la realidad social de América Latina, posibilitando para su comprensión, estudio y su posible solución el ejercicio científico de la imaginación sociológica, en el sentido de C. Wright Mills. En ese contexto de creciente regionalización e internacionalización, José Medina Echavarría logró ser partícipe y referente de esa época dorada de la sociología chilena y de la sociología latinoamericana dentro de ese vasto campo del saber que fue el del desarrollo. Según un estudio de Eduardo Devés sobre redes intelectuales en América Latina, elaborado a partir de biografías intelectuales, publicación de revistas, noticias de actividades académicas, y participación en comités editoriales, etc., destaca a José Medina como uno de los científicos sociales con mayor presencia e inserción metanacional en América Latina, junto a los chilenos Jorge Ahumada, Guillermo Briones, Felipe Herrera, Osvaldo Sunkel y Aníbal Pinto y junto a otros cuatro extranjeros que residieron en Chile, los brasileños, Fernando H. Cardoso, Celso Furtado, el argentino Raúl Prebisch y el alemán André Gunder Frank (Devés, 2004: 346). 665 Incluso podemos decir de Medina que fue uno de los autores de más nombre internacional, a la par que el tema del desarrollo superaba las fronteras regionales. Para entender correctamente las implicaciones y derivas surgidas de su labor resulta imprescindible tener en consideración sus circunstancias profesionales y las del tema que profesó, la sociología del desarrollo. Asistió de manera asidua, como funcionario y experto de la CEPAL, a numerosos congresos internacionales en América Latina, Europa y Estados Unidos. También realizó viajes de formación y de trabajo, especialmente, a Bolivia, Alemania y a Italia. Creo que uno de los primeros hechos que marcan la inmersión internacional de Medina, como un protagonista más de la escena sociológica, fue la ―Conferencia sobre Aspectos Sociales del Desarrollo Económico de América Latina‖, celebrada en México D. F. entre el 12 y el 21 de diciembre de 1960, en la que nuestro autor, junto a Egbert De Vries, profesor del Instituto de Estudios Sociales de la Haya (Holanda), fue uno de los responsables de este grupo de trabajo de expertos mundiales en desarrollo. 666 El 665 Este interesante estudio del profesor Eduardo Devés confirma empíricamente algo que ya presuponíamos: la dimensión internacional de Medina Echavarría y la proyección latinoamericana que tomó su trayectoria profesional terminó por consolidarse en Chile. Gracias a su ascendente cepalino, Medina participó en los consejos editoriales de las siguientes revistas: la Revista Latinoamericana de Sociología del Centro de Sociología Comparada del Instituto Torcuato di Tella de Buenos Aires, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales editada en Bueno Aires (Devés, 2004: 343). Además contamos con otros datos que confirman la posición de nuestro autor en la estructura de reconocimiento del campo sociológico chileno, mexicano y latinoamericano. De esta manera, sabemos que Medina fue invitado de Honor al Centenario de la Universidad de México en 1953. En ese mismo año fue nombrado Miembro de Honor de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Además fue Miembro Honorífico de la Asociación Mexicana y Chilena de Sociología. (Diccionario biográfico de Chile, Duodécima edición, 1962-1964, p. 854. Diccionario biográfico de Chile, Décimo quinta edición, 1972-1974, p. 760.). 666 Esta es la lista de participantes de aquel congreso internacional sobre desarrollo: James C. Abegglen, psicólogo social norteamericano y autor de varias obras sobre el capitalismo japonés; Jorge Ahumada, 460 objetivo de aquella conferencia, patrocinada por la UNESCO, la CEPAL y la Organización de Estados Americanos, era analizar y estudiar el desarrollo latinoamericano desde diferentes perspectivas: desde la sociología, la economía y la política. Esta conferencia, según Rolando Franco, ―constituyó un hito importante en el desarrollo de la sociología latinoamericana, por cuanto permitió que especialistas latinoamericanos y de otras regiones analizaron la situación de América Latina, estudiando los que se consideraban prerrequisitos para un desarrollo más rápido de la región. La revisión de los trabajos incluidos en los dos volúmenes con los resultados de la conferencia constituyen, a no dudar, una suma del conocimiento sociológico acumulado hasta entonces sobre el continente‖ (1974a: 67). En aquel encuentro participaron algunos de los referentes de la sociología latinoamericana, los que formaron el núcleo fundacional de la sociología y/o de la teoría de la modernización, caso de Medina, Gino Germani y Florestan Fernades, representantes de un estilo de hacer sociología, la sociología científica, que en pocos años comenzarían a ser puestos en cuestión. Aquella conferencia sirvió de puente entre distintas perspectivas de concebir el desarrollo y entre diversas experiencias y realidades sociales a la hora de enfocarlo y encararlo. Por ejemplo, encontramos algunas significaciones interesantes sobre el circuito internacional en el que se movía Medina, lo que nos permite añadir más elementos a la cartografía de las ideas que nuestro autor manejaba, introducía o procesaba; a las ya referidas arriba de la modernización, junto Germani y Fernandes, se añadía también el toque de la sociología funcionalista con la presencia de Wilbert E. Moore. Lo cierto es que el sociólogo español se aprovechó de la red intelectual de carácter internacional que le proporcionaba la CEPAL. La red de la CEPAL actuó como un agente exportador de ideas y teorías, pero también importaba las de fuera. De esta manera, esta red de conocimiento permitía a sus actores, caso de Medina, participar en los procesos de integración regional, a la vez que podían asistir a congresos internacionales difundiendo el conocimiento sociológico producido desde la periferia. Así, por ejemplo, encontramos a nuestro autor asistiendo a dos congresos mundiales de sociología en los años 60: el V congreso celebrado en Washington, entre el 2 y el 8 de septiembre de 1962, y el VI congreso que tuvo lugar en Evian (Francia) entre el 4 y el 11 de septiembre de 1966. 667 En este último participó como presidente de la segunda sesión del Comité de Investigaciones de Sociología Urbana, en el que presentó un trabajo colectivo del ILPES sobre ―Las élites urbanas en América Latina‖ (p. 445). 668 El protagonismo de la red internacional de la CEPAL compitió años más economista chileno de la CEPAL, desarrollo económico; Waldemiro Bazzanella, científico social brasileño; Daniel Cosío Villegas, Colegio de México; Herbert Emmerich, asuntos económicos de Naciones Unidas; Florestan Fernandes, Universidad de San Pablo; Gino Germani, Director del departamento de sociología de la Universidad de Buenos Aires; David Glass, demógrafo y sociólogo británico, London School of Economics; Benjamín Higgins, economista norteamericano, Universidad de Texas; Jacques Lambert, Universidad de Lyon; José Medina Echavarría, División de Asuntos Sociales, CEPAL; Wilbert E. Moore, sociólogo norteamericano, Universidad de Princeton; J. Roberto Moreira, Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales, Río de Janeiro; Felipe Pazos, economista cubano; Padre Juan Luí Segundo, jesuita uruguayo; Padre Roger Vekemans, jesuita belga, Universidad Católica de Chile; Oscar Vera, pedagogo chileno de la UNESCO; Egbert De Vries, Instituto de Estudios Sociales, La Haya (Holanda). 667 Entrevista mantenida por el autor con Salustiano del Campo, 18 de junio de 2008, Madrid. 668 A la presentación de Medina se sumaron las de F. H. Cardoso ―Las elites empresarias‖, E. Faletto presentó ―La ciudad colonial y los grupos sociales‖, A. Gurrieri, ―Elites obreras en América Latina‖, Susana Prates, ―Las elites intelectuales‖ (444-445). Todos ellos colaboradores y miembros de esa 461 tarde con la eclosión de la teoría de la dependencia y su dimensión internacional, la cual influyó en África (Samir Amin), Estados Unidos (Frank Bonilla, Immanuel Wallerstein) e incluso en algunos centros especializados de Europa como el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín. Terminamos este apartado, precisamente, recordando la importancia que tuvo la conformación de toda esta red internacional de la sociología latinoamericana y su repercusión en la trayectoria de José Medina Echavarría, al poder desplegar en ella su actividad profesional y teórica por muchos años. Un hecho que le ayudó a consolidar su posición académica, de prestigio y reconocimiento, dentro de la sociología de América Latina. 7. La formación de una comunidad sociológica en América Latina. El establecimiento de una ―comunidad sociológica latinoamericana‖ envolvió, como reconocía Germani, ―la existencia de un grupo de referencia común de alcance internacional del que participarían los sociólogos de los países latinoamericanos‖ (Germani, 1959b: 3). La unión de instituciones y científicos sociales sobrelleva la instauración de una ―comunidad de significación‖, en donde se comparten, se debaten, se promocionan y se extienden ideas, conceptos, temas, teorías, metodologías, problemas y controversias a través de la enseñanza sociológica en cursos de especialización, grados, licenciaturas o maestrías, a partir de revistas, editoriales, seminarios, intercambios de alumnos y profesores, periódicos, viajes, etc. Hubo una labor tremenda por parte de las entidades internacionales y los nuevos centros académicos en la promoción de ese ―mainstream‖ sociológico y de los propios sociólogos. Fue el período en el que se gestó una noción de ―comunidad sociológica latinoamericana‖, superando las sociologías nacionales, 669 a través de una regionalización de todas esas enseñanzas, comunicaciones, temas o métodos. Todo ese proceso dio frutos a los que se llamó (y se llama) ―sociología latinoamericana‖ en un sentido general: ―se entiende por sociología latinoamericana al conjunto de teorías e hipótesis elaboradas para explicar situaciones de la región, por autores que, habiendo nacido en la región o fuera de ella, participan de la comunidad sociológica latinoamericana‖ (Franco, 1974a: 59). Se insistió por fomentar una sociología latinoamericana original (Germani, 1964: 5), planteada como un nuevo modo de la actualizar y pensar la sociedad, estableciendo, en primer lugar, el rigor de la ciencia y el investigación de la CEPAL. En ese mismo congreso encontramos más participantes latinoamericanos como una muestra más del proceso de internacionalización de la sociología latinoamericana: Torcuato S. Di Tella (Departamento de sociología, Buenos Aires), Orlando Fals Borda (Universidad Nacional de Bogotá), Gino Germani (Universidad de Harvard), Peter Heintz (Universidad de Zürich), Juan Francisco Marsal (Instituto Torcuato Di Tella, Buenos Aires), José Medina Echavarría, Susana Prates (ILPES), Luis Ratinoff (Universidad Nacional de Bogotá), Aldo E. Solari (Instituto de Ciencias Sociales, Montevideo), Rodolfo Stavenhagen (Centro de Investigaciones Agrarias, México), Elíseo Verón (Instituto de Sociología, Universidad de Buenos Aires), Francisco Weffort (ILPES), Marshall Wolfe (CEPAL). P. 444- 446. ―América Latina en el Sexto Congreso Mundial de Sociología‖, Revista Latinoamericana de Sociología, Vol. II, Nº 3, 1966, pp. 443-446. 669 La historia de la sociología de cada país es distinta. La peculiaridad del desarrollo de cada campo sociológico nacional, en cierto sentido, alimentó y determinó en algún momento las preocupaciones teóricas de Medina Echavarría, como hemos venido observando a lo largo de este trabajo de investigación. Por ejemplo, en España la sociología provenía del campo del derecho; en México se llegó a la sociología desde la antropología; y en Chile se llegó a la sociología desde la pedagogía y desde la economía. 462 valor de la comunicación, para compartir, como decíamos, teorías, metodologías, preocupaciones y temas. 670 Ganó puntos esta comunidad sociológica a fuerza también de completar una infraestructura institucional junto con la práctica de los individuos que participan en ese proceso a través, por supuesto, de lo simbólico y lo comunicativo. Porque el crecimiento de esta comunidad sociológica en América Latina vino motivado, principalmente, por un aumento de las posibilidades de comunicación entre los sociólogos y entre las propias instituciones dedicadas a la sociología. Puesto que la comunicación científica en el campo sociológico, siguiendo con Germani, ―implica una información recíproca suficientemente amplia, precisa y exacta de la actividad sociológica que se realiza en las áreas consideradas y en particular información acerca de las personas y entidades que la realizan‖ (Germani, 1959b: 3). Se estableció una comunicación académica en todo el continente. Ésta ya se había iniciado y garantizado, desde la sociología, con iniciativas como las de Medina Echavarría y Cossio Villegas en el Fondo de Cultura Económica, que rompió el tradicional aislamiento de los sociólogos latinoamericanos, ―acercando las obras más importantes de la literatura sociológica universal a sus lectores‖ (Franco, 1974a: 91). La comunicación, como conexión recíproca entre sociólogos y entidades, asegura tejer una red de conocimiento que interviene y repercute, al final, en la actividad científica. 671 Todo este proceso puso la sociología latinoamericana en hora como trató por terminar la antigua imagen del cultivador de la sociología aislado y solitario. En última instancia, de lo que se trataba era de favorecer las condiciones objetivas del conocimiento sociológico y elevar el nivel científico y el grado de profesionalización de los sociólogos latinoamericanos. De que aquel interés real por la sociología se hiciese rutina, se solidificase como ―tradición‖, como ―la práctica regular y sistemática de la crítica‖ del conocimiento sociológico (Germani, 1964: 73). El asunto de fondo era fomentar, como decíamos, la colaboración entre los sociólogos y las instituciones, rodeando la práctica sociológica de una infraestructura material y organizativa, profesionalizando la sociología, dotándola también de un sistema normativo y valorativo, sobre todo, para convertirla en una práctica científica rigurosa 670 Me permito brevemente resumir, a modo de panorámica, algunos de los temas principales de la sociología latinoamericana con sus cultivadores: la industrialización (CEPAL, Prebisch y Furtado, Gino Germani), las clases medias (Tomás Moulian, Torcuato Di Tella, Raúl Urzúa, José Medina), las elites latinoamericanas (Gurrieri, Cardoso, Solari), la marginalidad (Germani, González Casanova, José Nun, Medina, Furtado), el nacionalismo (Francisco Weffort, Helio Jaguaribe, Octavio Ianni), la planificación (CEPAL, Furtado, Prebisch, ILPES, Medina), los factores externos del subdesarrollo (Cardoso, Faletto, la teoría de la dependencia, González Casanova), la integración latinoamericana (CEPAL, Prebisch, Víctor Urquidi, Medina). 671 Una muestra de la objetivación de una comunidad científica es la publicación de libros colectivos en el que se integran mismos problemas pero desde distintas perspectivas. Entre toda la literatura abundante de la época, por poner un ejemplo, quiero resaltar el siguiente libro que materializa lo que hemos denominado como comunidad sociológica latinoamericana: en el libro América Latina. Ensayos de Interpretación sociológico-política, editado por Fernando H. Cardoso, Aníbal Pinto y Osvaldo Sunkel (1970, Santiago de Chile, Editorial Universitaria) escriben los ―padres fundadores‖ de la sociología científica latinoamericana, caso de Medina, Germani y Fernandes, junto con los representantes de la ―nueva sociología latinoamericana‖ (Bonfil, 1969: 441), como Francisco Weffort, Rodolfo Stavenhagen, Pablo González Casanova, Aníbal Qujinao o Jorge Graciarena, escenificando, de modo alguno, lo que fundamenta a una comunidad científica: el conocimiento acumulado y la superación, dentro de lo que cabe, de los postulados de los maestros por los discípulos. La nueva sociología se distinguió, sobre todo, por su compromiso inmediato con el conocimiento adquirido y que se pudiese alcanzar paulatinamente la tarea de impulsar los grandes cambios sociales que las sociedades latinoamericanas demandaban. 463 (quitándola el velo de la ideología y del ensayismo). Todo el voluntarismo en aquel tiempo iba encaminado a posibilitar las estrategias colectivas por encima de las actividades individuales, para que el sociólogo latinoamericano tuviera presente la existencia de un grupo de referencia común de alcance internacional del que pudiese participar bajo todas las implicaciones académicas, científicas, formativas o profesionales que ello significa. 8. Algunos elementos sobre la participación de Medina Echavarría en la comunidad sociológica latinoamericana. 8.1. De la sociología científica a la sociología de la modernización. El movimiento de la sociología científica latinoamericana abrió la veta de la sociología de la modernización y de la teoría de la modernización. Es necesario contextualizar y precisar que la teoría de la modernización tuvo un origen claramente norteamericano, adscrito a la escuela funcionalista de finales de los años 40 y principios de los años 50 del siglo XX. Los iniciales exponentes de este paradigma fueron, entre otros, David E. Apter, Samuel N. Eisenstadt, Samuel P. Huntington, Seymour Lipset y Talcott Parsons. Los supuestos sobre los que se asienta la teoría de la modernización provienen de la teoría del estructural funcionalismo. La modernización vendría a ser entendida como un proceso transformativo de la sociedad encaminado hacia el reemplazo de estructuras sociales y valores tradicionales por otros entendidos como modernos. Asimismo, la sociología de la modernización enfatizó el cambio social desde dentro del propio sistema social. 672 El modelo asumido primaba los factores endógenos a los exógenos, concediendo una gran importancia en su análisis a la interdependencia de las instituciones sociales, a las variables estructurales y a la esfera de los valores y al ámbito cultural y de la sociedad civil. Estos planteamientos trasladados a la realidad latinoamericana sufrieron severas críticas por parte de la teoría de la dependencia al considerar a la sociología de la modernización como etnocéntrica y acrítica. Aún así, esta corriente modernizadora disfrutó de una gran recepción en América Latina de la mano, fundamentalmente, de Gino Germani (González Casanova, 1981: 83). 673 También Florestan Fernandes y José Medina Echavarría son reconocidos como autores de este paradigma (Alarcón, 1997b). 674 Esta teoría tuvo una fuerte repercusión durante los años 60 en la región porque coincidió con todo ese período de importante comunión entre el empuje modernizador de los gobiernos y el movimiento de renovación científica de la 672 Para ampliar información sobre la teoría de la modernización y su corriente funcionalista, véase el libro de Carlota Solé, “Modernización. Un análisis sociológico”, págs81-113, Barcelona, Ediciones Península, 1976. 673 El auge y la crítica a la teoría de la modernización en América Latina se sitúan en aquellos innovadores y convulsos años: aquel episodio de la tradición sociológica latinoamericana fue el relato mismo de la trama, a escala internacional, del eje este-oeste, del capitalismo versus comunismo, que terminó por sustituir y eclipsar al eje más teórico, pero inicialmente menos ideológico, del centro- periferia. 674 Incluso el español Juan José Linz se ha interesado por la teoría de la modernización, influencia que le viene de sus primeros años en Estados Unidos junto a Bendix y Lipset. Los trabajos de Linz sobre la teoría de la modernización se centran, principalmente, en las quiebras democráticas y las posteriores transiciones desde las dictaduras hacia las democracias: con A. Stepan, “La quiebra de las democracias”, Madrid, Alianza, 1987; con Seymour Lipset, “Democracy in developing countries”, (3 vol.), Boulder, Lynne Rienner, 1988; ―The problems of democratic transition and consolidation. Southern Europe, Souht America, and post-comunist Europe”, John Hopkins University Press, Baltimore,1996. 464 sociología. Según avanzaba la modernización de la sociedad latinoamericana, se hizo indispensable la sociología para conocer la profundidad de esos cambios sociales. Fue ese afán modernizador acorde a la necesidad de un cambio social dirigido y programado lo que motivó un deseo de la sociedad por auto-conocerse, por auto-observarse. Se empezó a rutinizar el conocimiento sociológico, convirtiéndose, de este modo, la sociología en la auto-conciencia de la sociedad (Devés, 2003: 52). Al componente modernizante de la sociología se le otorgó una posición privilegiada. De esta manera, la sociología científica terminó confundiéndose con la envoltura de la sociología modernizadora. En este sentido, hay que señalar que las posibilidades y alternativas del desarrollo latinoamericano desempeñaron un papel muy importante en las construcciones analíticas de la sociología, principalmente desde que ésta reclamó su sitio dentro del debate teórico-práctico sobre la planeación hacia el desarrollo. 675 La sociología reivindicó su status científico para socializar el desarrollo, dotarlo de sentido social y demandar a través de su metodología, de su teoría y de sus técnicas de investigación social una manera fiable de acercarse y adentrarse en una realidad social ávida de diagnósticos sociales. Es más, pareció que la única sociología científica ―legítima‖ era aquella realizada en base a la modernización social. Sobre todo porque sus cultivadores se preocuparon de temas particulares del proceso modernizador en aquella región. Los teóricos de la modernización, caso de Germani, Fernandes y Medina, reclamaron la reflexividad de la sociología para enfatizar su importancia tanto teórica como práctica, incidiendo en la metodología de la investigación sociológica como manera de encarar los problemas y las perspectivas que el desarrollo latinoamericano solicitaba. La sociología científica de estos autores conectó perfectamente con este nuevo marco metateórico dentro de las ciencias sociales latinoamericanas, el cuál posibilitó la elaboración de cuadros teóricos más completos, la aplicación de categorías y de conceptos científicos y la puesta en marcha de una sociología de corte empírico, sobre todo en el caso de Germani y Ferandes. De esta manera, hubo toda una serie de instrumental analítico sociológico que se generó a la luz de la modernización. Adquirieron también gran envergadura en la tradición sociológica latinoamericana los estudios sobre estratificación social, más destacados en la parte teórica que en la empírica. Estos ―padres fundadores‖ de la moderna disciplina en América Latina dedicaron a la cuestión una parte sustantiva de sus obras, y algunos de sus conceptos hoy se encuentran incorporadas al instrumental analítico básico de los científicos sociales de la región. 676 Es lo que acontece, entre otras, con nociones como las referidas 675 Antes que nada aclarar, como sugiere Eduardo Devés, que ―para muchos efectos desarrollo y modernización son sinónimos, para otros no; el énfasis más económico, más ligado a la idea de crecimiento económico, diferencia en esos años el ―desarrollo‖ de la ―modernización‖, que aparece ligada más bien a la puesta al día en las pautas tecnológicas, políticas, sociales y hasta culturales. Gino Germani fue el autor que con más fuerza se refirió a la ―sociología de la modernización‖, fijando una serie de criterios para definir su propuesta teórica‖ (2003: 56 2). Aquí utilizaremos indistintamente en algunas ocasiones desarrollo y modernización, porque, tomamos de Medina el sentido amplio que le daba al desarrollo, más cercano a la idea de modernización que maneja Eduardo Devés, desde un aspecto político, social y cultural. 676 De la extensa bibliografía de estos teóricos de la modernización destaco las siguientes obras que aúnan sus propuestas teóricas sobre América Latina y que, además, son claras muestras de sociología empírica y análisis estructural de sociedades cambiantes. José Medina Echavarría, Aspectos sociales del desarrollo económico en América Latina‖, Unesco, París, 1962; Gino Germani Política y sociedad en una época de transición. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas, Paidós, Buenos Aires, 1974, Sociología de la modernización: estudios teóricos, metodológicos y aplicados a América Latina”, Paidós, Buenos 465 a la ―permeabilidad al cambio y la flexibilidad distorsionadora de las elites‖ de Medina; a los ―no poseedores excluidos del sistema de clases‖ de Fernandes; o a la clasificación cuatripartita de clases altas, medias, bajas estructuradas y no estructuradas, y a la conceptualización sobre las ―oligarquías modernizadoras‖, de Germani (Solari, 1978). Los trabajos desarrollistas o modernizadores de estos tres autores ejercieron una influencia significativa para el desarrollo de la sociología científica posterior. Así también lo reconoce Juan Maestre Alfonso: ―A ellos se deben los análisis sobre sus respectivas realidades nacionales y los fenómenos políticos o sociales más importantes que surgieron en aquellos tiempos, el populismo, su versión peronista, el autoritarismo, las consecuencias de la industrialización, o del proceso de urbanización, la aparición de nuevos grupos sociales, los efectos de la inmigración, etc. Pero mucho más importante ha sido que han adecuado la sociología de otras partes, la europea y la norteamericana, al medio socio-cultural en el que tenían que desenvolverse, y, sobre todo, que ofrecieron una serie de categorías de análisis muy acertadas para la realidad latinoamericana‖ (1991: 15-16). A pesar de ese trabajo fecundo a la hora de adecuar la sociología extranjera a la problemática latinoamericana, hay notables diferencias entre estos autores en el grado en el que conceptualizaron esas teorías con la realidad social de América Latina, como objeto de estudio sociológico. Estos autores, sobre todo Germani y Medina, aceptaron con mucha validez el conocimiento originado en los centros de conocimiento –Europa, Estados Unidos-, incluso pudiendo llegar a ser considerado como aplicable en la región latinoamericana. Germani decantándose por los modelos de Parsons y Medina por su preferencia hacia Max Weber. Uno de los problemas de América Latina ha sido la gran transferencia de conocimiento del centro a la periferia, que al final tuvo como consecuencia la generación de un patrón mundial de comparación de países en virtud del desarrollo económico y social. Esto ocurrió así con la sociología de mayor orientación funcionalista. Caso, como se ha afirmado anteriormente, de Gino Germani. El sociólogo italo-argentino se apoyó en modelos del incipiente estructural-funcionalismo, privilegiando la aplicación de categorías duales para categorizar la realidad social latinoamericana. De ahí que en sus elaboraciones teóricas cobren protagonismo binomios como modernidad/ tradicionalismo, racionalidad/irracionalidad, desarrollo/dependencia económica y científica, integración/fragmentación social, unidad/dispersión territorial, estado democrático/sociedad de masas. 677 Aires, 1971, Sociología en la América Latina. Problemas y perspectivas, Eudeba, Buenos Aires, 1964; Florestan Fernandes, Fundamentos empíricos da explicaçao sociologica, Sao Paulo, 1967. 677 ―Con fines expositivos, Germani contrastaba dos tipos de sociedad: una de carácter tradicional, en donde los estratos sociales correspondían a formas estamentales claramente diferanciadas, la movilidad social tendia a ser casi inexistente o muy escasa y regía para los individuos el principio de adscripción; en lo fundamental, el status social quedaba determinado por el nacimiento. En contraste, la sociedad moderna presentaba pluralidad de estratos —fenómeno que también podía darse en las sociedades tradicionales, por ejemplo en un sistema de castas—, pero lo más importante era que las fronteras entre los diversos estratos tendían a difuminarse, y el conjunto de la sociedad adquiría el carácter de un continuo. Por otra parte, Germani suponía una alta movilidad social, a la que contribuían los procesos de migraciones geográficas. En este tipo de sociedad, el criterio de adscripción en la definición del status y en la asignación de los roles sociales era reemplazado por el desempeño o el logro individual, debido a la importancia que estaban adquiriendo. Los dos tipos de sociedad señalados constituían, por cierto, 466 Germani manejó el paradigma modernizador occidental como el modelo dominante sobre el que debería compararse los logros sociales y políticos de América Latina, confundiendo modernización por occidentalización, lo que borraba el sentido de la historia y de las sociologías nacionales concretas: ―la creciente interpenetración entre la sociología europea y la norteamericana, iniciada desde la década de los treinta e intensificada bajo el impacto de la segunda guerra mundial, implicó modificaciones profundas y marcó probablemente los albores de una ―sociología mundial‖, es decir, el comienzo de la superación de las connotaciones nacionales que habían caracterizado su desarrollo hasta ese momento‖ (Germani, 1959: 448). 678 En otro lugar encontramos una referencia de este sociólogo al funcionalismo como un movimiento general dentro de las ciencias sociales (latinoamericanas): ―El funcionalismo no es otra cosa que una expresión de un movimiento general en el campo de los estudios sociales, en contra del atomismo y el mecanicismo, para asumir en lugar del elemento artificialmente aislado, la gestalt, la forma o configuración en la que las partes adquieren su significado tan sólo en relación al todo, cuyo estudio se presenta como previo a la atención del investigador‖ (Germani, 1950: 31). Asimismo los esquemas funcionalistas y cuantitativistas de Germani para la modernización estaban conceptualizados en una serie de pautas relativas a la población, a la demografía, a la urbanización que, en algunas ocasiones, nos recuerdan las pattern variables de Parsons. ―A partir de una conceptualización de lo que es la modernización en el sentido económico, político y social, estableciendo una serie de indicadores mensurables, le interesa fijar las etapas de ese proceso en América Latina‖ (Devés, 2003: 56). Es un método diferente el de Germani que al histórico estructural de Medina, sobre todo porque fijó una serie de criterios para definir su propuesta teórica. Por lo pronto, este autor realizó un diagnóstico sociológico sobre una América Latina a la que caracterizó como una sociedad inmersa en un proceso de industrialización abierto, dentro del que distinguía un régimen de masas incuestionable, que con su sola presencia reclamaba la atención sobre qué significaba el Estado, la nación o la ciudadanía en todo ese transcurso de cambio socio-político. Estos rasgos fueron considerados por Germani como la existencia de una estructura dual que determinaba esquematizaciones que en algún sentido cumplían funciones heurísticas semejantes a los tipos ideales, en donde la realidad podía presentar aproximaciones mayores o menores.‖ (Faletto, 1993: 164). 678 Según Horowitz, los 3 pivotes teóricos de la obra de Germani son los conceptos de modernización, movilización y marginalidad. Concibió a la modernización como la piedra de toque del siglo XX. Su noción es mucho más amplia y política, no sólo económica, pues está conectada con su reflexión sobre el ―autoritarismo burocrático‖: ―La modernización para Germani fue un problema de sistemas políticos no de atraso económico. Argentina tenía en común con Italia la movilización de un sistema político con fines modernizantes. Mussolini utilizó el futurismo como una ideología del fascismo temprano. Perón usó el folclorismo como creencia de que conducir era el único destino de Argentina en un hemisferio atrasado‖. La noción de movilización también deriva de la experiencia de Italia y Argentina, donde la movilización de masas fue un signo de la sociedad de aquel tiempo. ―Cómo la modernización alimenta a la movilización y, a su vez, cómo la movilización provee estímulos al proceso de modernización, constituye la interacción básica en el núcleo de la sociología política… de Germani‖ (Horowitz, 1992: 44-45). Los casos de Italia y Argentina eran singulares, porque no se trataba de la difundida noción de masa como vanguardia socialista o de proletariado con conciencia de clase, eran masas conservadoras inspirando a elites innovadoras. De ahí que Germani mirara el fenómeno precavidamente, porque la movilización podía llevar a una teoría del socialismo revolucionario o a explicar el fascismo reaccionario. Por último, Germani utiliza la marginalidad en un sentido muy especial, al no entenderlo como un rasgo sólo de los individuos que están fuera de las actividades ocupacionales principales de la civilización industrial moderna. La marginalidad es típica de la sociedad moderna, la expresión de cómo la movilización –que devino la expresión pública del síndrome autoritario- cedió su identidad privada al control público. 467 inexorablemente a la sociedad latinoamericana bajo esa tensión fundamental entre la modernidad y el tradicionalismo. A pesar de las variadas diferencias entre estos autores fundacionales, vimos cómo había elementos convergentes entre ellos, principalmente porque transitaron en sus teorizaciones en ese lugar común y habitual que fue la modernización y la modernidad en América Latina. Bajo esa ―problemática de época‖, compartieron conceptos y preocupaciones como la movilización –un concepto sociológico muy latino-, el rol de las masas en la sociedad moderna, el autoritarismo, la representación política sin participación, etc. Temas recurrentes en Fernandes, Germani y Medina a los que cada uno aplicó su personal sentido de la sociología. Si en Fernandes, por ejemplo, la marginalidad es un concepto ligado a la negritud y a la esclavitud del Brasil, en Germani esta pregunta la abordará desde las condiciones sociales que requieren los individuos para integrarse en la sociedad argentina, un nexo parecido a la postura de Medina, sobre todo cuando éste entiende la marginalidad como el hecho de quedar excluido de la participación democrática, social y política. Líneas magistrales, sin duda, de un movimiento de renovación sociológica que anudó análisis, paradigmas, temas y teorías en un plano regional, a pesar de las variaciones biográficas y nacionales de cada uno de estos autores. 8.2. La particularidad de Medina Echavarría: el enfoque histórico-estructural del desarrollo. Entre la teoría de la dependencia y la teoría de la modernización. El caso de Medina Echavarría es, una vez más, particular. Entre los sociólogos latinoamericanos fue el primero en integrar el análisis sociológico dentro del debate del desarrollo, hegemónicamente economicista. ―José Medina Echavarría…no sólo fue(ra) el primero que encaró en la CEPAL los aspectos sociales y políticos del desarrollo, sino que mediante su obra fecunda y su influencia en varias generaciones se constituyó en la personalidad más relevante que ha tenido la CEPAL en este campo y en uno de los más brillantes sociólogos de América Latina‖ (CEPAL, 1988: 65). Por tal motivo, es considerado como uno de los autores fundacionales de la sociología del desarrollo, junto a los aportes modernizadores de Germani y junto a la perspectiva de la dependencia de Cardoso y Faletto. 679 El hecho es que el pensamiento latinoamericano adoptó el tema del desarrollo como referencia central, teniendo entonces su época de gloria (Franco, 2001a: 41). Fue producto también de una comunidad científica en crecimiento, donde había interlocutores y audiencias que posibilitaron el mantenimiento de un debate abierto, crítico, institucional, de dimensión regional. La ―preocupación iberoamericana‖ constituyó el principal tema de trabajo de Medina Echavarría durante los últimos 25 años de su vida. Fue una preocupación centrada en los problemas de la emancipación económica y la transformación social producidos por el desarrollo económico en América Latina. Su proyecto modernizador para la región latinoamericana pasaba por una análisis sociológico de los aspectos, orígenes y de las consecuencias sociales del desarrollo económico como posibilidad de un mayor conocimiento y racionalización de la realidad social para su transformación 679 La siguiente cita de Enzo Faletto reconoce a Medina como introductor de la sociología del desarrollo en América Latina: ―En la búsqueda de la adecuación de la teoría sociológica a los problemas del desarrollo económico latinoamericano no puede dejar de mencionarse, tanto por su labor pionera como por su influjo permanente, la obra que llevó a cabo en la CEPAL don José Medina Echavarría. Su referente teórico fue Max Weber‖ (Faletto, 1996: 193). 468 social. Un proyecto modernizador planteado a favor de una ―planeación democrática comprensiva‖ (Almoguera, 2008: 9), atenta a la comprensión de las condiciones sociales del desarrollo económico y sujeta a la aspiración fundamental de la democracia. La postura intelectual de Medina estuvo orientada a advertir de que el desarrollo no implica únicamente el logro de metas económicas, sino también ha de suponer la consecución de fines democráticos. Demuestra que en ese terreno abonado al economista era también posible la mirada del sociólogo, sobre todo, como sabemos, con su programa de investigación alrededor de Max Weber. Así nos lo confirma Pedro Morandé: ―Fue muy importante la aportación de José Medina al incorporar en el debate de los años 50 y 60 de la modernización el componente histórico-culturalista. Y más aún dentro de la CEPAL, porque la mayoría de las aportaciones venía del área económica‖. 680 De esta manera, uno de los aportes fundamentales en ese debate de la modernización y el desarrollismo serán sus análisis sobre las perspectivas históricas del cambio social y los procesos de transición en los que el continente conjuga en un mismo tiempo, el desarrollo y el atraso, la modernización y el tradicionalismo, el progreso y el estancamiento. Ante tales condiciones se deriva su atención hacia procesos estructurales más profundos, tratando de adaptar –dentro de lo posible- el paradigma weberiano para aquella realidad, a partir de la relación recíproca entre las acciones sociales y su cultura específica. A partir de su enfoque histórico-estructural Medina señaló esas tensiones entre mentalidades y estructuras sociales, sabiendo descifrar las disputas entre la modernidad y la modernización. Es justo esta inclinación por el enfoque histórico-estructural lo que nos impide retenerle como teórico de la modernización. Como bien señala Maestre Alfonso, Medina Echavarría, pese a tratar temas relativos a la racionalidad y a la modernidad, no es un autor encajable fácilmente en la corriente modernizante, como tampoco lo es en la teoría de la dependencia (1991: 18). 681 Sucede que aquel episodio de la tradición sociológica latinoamericana, trazado durante los años 60, fue el relato mismo de la trama, a escala internacional, del eje este-oeste, del capitalismo versus comunismo, que terminó por sustituir y eclipsar al eje más teórico, pero inicialmente menos ideológico, del centro-periferia. Este cambio de escenario provocó, sin duda, posicionamientos bastante radicales por parte de los científicos sociales. En este contexto, la línea de pensamiento histórico-estructural de Medina Echavarría -y de la CEPAL- quedó entre medias de dos pensamientos que al final fueron dos maneras dominantes de entender la sociología y de posicionarse ideológicamente en la región: el modernizante de ascendencia funcionalista (Germani, Solari) y la teoría de la dependencia (el de la izquierda marxista, al estilo de André Gunder Frank o Theotonio Dos Santos, y desde el polo más crítico y neoweberiano Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto). Fue, por así decirlo, una tercera vía de entender el hecho social. El pensamiento de la CEPAL, como el de Medina Echavarría, se caracterizó por su reformismo social. 680 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 681 Algo parecido le sucede a Florestan Fernandes. La magnitud y complejidad de su obra lo transforma en un autor de difícil clasificación. De hecho, una de las tensiones más importantes que cruzan su obra, y que ha suscitado diversos debates en el interior de la sociología latinoamericana, es la posibilidad de considerarlo un representante del período de la sociología científica, adepto al funcionalismo, o, en cambio, como uno de los mejores representantes del proyecto crítico de la sociología, adepto al marxismo. En este trabajo hemos preferido hacerlo por la primera opción, como un integrante de la generación fundadora de la sociología científica, aunque en absoluto pueda ser tenido como un representante ejemplar de la sociología funcionalista en América Latina. 469 Si es cierto que Medina participa de muchos de los rasgos formales de la sociología de la modernización, pero él, fundamentalmente, fue un sociólogo teórico, incluso también, porqué no, un teórico de la democracia social. Además de tener otras cualidades como la de ser un ―profesional‖ o ―experto‖ de la sociología (Maestre Alfonso, 1991: 18). En su análisis sociológico, confiando en abrir un proceso de racionalización para América Latina similar al suscitado en Europa al calor de la modernidad, Medina Echavarría separó este camino hacia la transición democrática y desarrollista para la región latinoamericana en dos procesos convergentes: el económico y el político (Medina, 1967: 269). Acompañados ambos por la mirada sociológica que permite un mayor conocimiento de las circunstancias y contingencias reales de este proyecto modernizador. Su trabajo sociológico, influido por las corrientes económicas de la CEPAL, afirmó la necesidad de que a la creación de una estructura económica con sus instituciones y organismos se le ha de acompañar de otra estructura democrática que permita legitimar, dar estabilidad y generar confianza para un proceso histórico encaminado a mejorar las condiciones culturales, económicas, políticas y sociales de la ciudadanía latinoamericana. Ello explica su afán en investigar qué condiciones sociales determinan el desarrollo económico y en qué medida la estructura social establecía la orientación económica y política de una sociedad. Este interés de José Medina por la relevancia de la estructura social le hace ser también reconocido como destacado miembro del ―estructuralismo latinoamericano‖ o de la ―escuela latinoamericana del desarrollo‖ junto a autores como Raúl Prebisch, Celso Furtado o Anibal Pinto (Di Filippo, 2007). El triunfo de este proyecto modernizador de carácter económico pasaba antes, sin duda, por la construcción de una arquitectura política y social -en forma de valores socialmente compartidos- de la nueva sociedad. A nuestro autor se le adscribió ese carácter de sociólogo de la modernización, porque su postura liberal y democrática se encuentra implícito en la sociología de la modernización, pero, en cambio, no fue una postura mantenida por la teoría de la dependencia, para la cual tal meta, que no es rechazada en modo alguno, si en cambio es relegada por otras necesidades más perentorias y ligadas a un proyecto ambicioso de reforma social; a veces revolucionario. Medina Echavarría articuló la problemática del desarrollo y de la modernización desde una perspectiva histórico-estructural sumamente diferente a los paradigmas funcionalistas cuantitativistas. No fue un sociólogo de la modernización en sentido estricto, porque su pensamiento del desarrollo participó de un elevando nivel de abstracción teórica. Con la única excepción cuantitativa de su trabajo El problema social en el desarrollo económica de Bolivia, los demás trabajos siguen líneas y enfoques metodológicos histórico-estructurales más defendidos, en cambio, por la sociología de la dependencia. Incluso su postura de no considerar como neutral a la sociología se alinea más con los presupuestos de la escuela dependentista. Su perspectiva, como decíamos, poseía una mayor relevancia por este componente histórico, lo que le permitía manejar una mayor riqueza metodológica que, por ejemplo, los modelos duales y transicionales de ascendencia funcionalista de Germani no tenían. A colación de esto, aprovecho a enumerar un par de oposiciones teóricas entre Medina y Germani. La primera de ellas es, por tanto, la perspectiva histórica de los análisis sociológicos. Para Medina, los marcos de referencia científicos 470 se inspiran y fundamentan en contextos geográficos concretos. 682 Nuestro autor comprendió que toda teoría está pensada para una realidad propia en forma de explicaciones, interpretaciones, modelos o tipos ideales y que en otra realidad no se pueden ajustar, quedando invalidados. La segunda diferencia entre Medina y Germani estriba en que el sociólogo español no pretendió buscar los factores de modernización en América Latina, cosa que sí distinguió al sociólogo italo-argentino, sino la pretensión principal de nuestro autor fue encontrar los factores históricos que unían a América Latina con el destino de la cultura occidental trazado por las aspiraciones de la modernidad. Más que detenerse en los factores de modernización futuros, se preguntó por las claves históricas de ese proceso modernizador en la región (la hacienda, el liberalismo, la estructura social, etc.). Por tal motivo, como tendremos ocasión de ver en las páginas que siguen, la hipótesis de la sociología modernizadora de Medina será comprobar empíricamente, a través del método histórico-estructural, si América Latina puede ser considerada o no como parte de la historia occidental, defendiendo el valor de la democracia como aspiración. Y ése será el otro gran aporte sociológico clave de nuestro autor. En fin, Medina tuvo puntos en su propia obra para ser contrarrestado por uno u otro lado, moviéndose en una posición intermedia, ente las dos aguas de esas escuelas: nunca habló del imperialismo (casi una obsesión para la escuela dependentista), pero sí que habló de las características específicas y concretas de la realidad histórica y social de América Latina. Su tesis de la porosidad estructural y de la realidad específica de aquella región le hizo discrepar abiertamente con los sociólogos de la modernización y su enfoque dualista. Pero también se mantuvo alejado frente a la otra gran oleada teórico-ideológica como fue la protagonizada por el marxismo. Es por ello que nos llega la percepción de un sociólogo sereno y crítico, firme, como sabemos, en sus fidelidades teóricas y por encima de todas las modas teóricas y sociológicas. Hecha esta presentación contextual, histórica y temática, es hora de pasar a desgranar el contexto intelectual e institucional de la CEPAL como también atender algunos de los puntos fundamentales de este proyecto modernizador de Medina Echavarría. 682 Paradójicamente la sociología concreta que Medina Echavarría reclamaba para América Latina tiene mucho que ver con las teorías actuales del poscolianilismo, que exigen una manera propia de pensar la realidad social latinoamericana. 471 CAPÍTULO XVII. LA ESCUELA DE PENSAMIENTO DE LA CEPAL: ENFOQUE MULTIDISCIPLINAR, TEMAS DEL DESARROLLO Y REDES DE CONOCIMIENTO REGIONAL. El objetivo fundamental de este capítulo es presentar una síntesis del pensamiento de la CEPAL, poniendo de manifiesto sus rasgos más destacados. Mostrar dicho pensamiento nos servirá para situar en su particular contexto las aportaciones iniciales de José Medina Echavarría en el tema del desarrollo. Este ejercicio epistemológico y teórico examinará las principales afinidades y diferencias entre las ideas de Medina y la corriente económica del pensamiento cepalino, observando cómo nuestro autor pudo influir en otros economistas y sociólogos que le rodeaban, a la vez que en su obra también se puede reflejar la influencia de sus compañeros. El enfoque que privilegiamos, por tanto, hace visible la interacción recíproca entre nuestro autor y otros intelectuales, dialogando desde distintas disciplinas y forjando, entre todos ellos, lo que aquí llamamos como ―escuela de pensamiento de la CEPAL‖, sinónimo del pensamiento cepalino original o clásico. Asimismo, en este capítulo iremos desentrañando la carrera institucional de Medina dentro de la CEPAL, donde llegó como editor y tuvo que ir habituándose con aquella nueva familia académica, hasta que pudo apegarse al tema del desarrollo y a los procesos de producción de conocimiento que exigía aquella institución. 1. La creación de la CEPAL: América Latina tras la Segunda Guerra. El contexto económico y socio-histórico. La mayoría de los autores consultados coincide en que la Gran Depresión de los años 30, a partir del desplome de la Bolsa de Nueva York en 1929, tuvo un gran efecto en la economía latinoamericana como para tomar en consideración el problema del desarrollo económico. No se pretende analizar aquí las causas y la naturaleza de esa crisis mundial, pero, en cambio, se quiere señalar que en ese hecho se puede comenzar a hilvanar el hilo de una crisis económica que influyó profundamente en la región latinoamericana durante décadas, prolongada por la guerra mundial, y que, al final, terminó por encontrar algunas de sus respuestas en el pensamiento de la CEPAL, irradiándose desde la periferia formas alternativas del desarrollo que denunciaron, en cierto modo, una modernización económica que era expresión de un orden económico internacional injusto. Éste será el recorrido de este apartado, sirviendo al lector y a los propósitos de este trabajo como marco contextual, histórico e intelectual de referencia. Y por tal motivo, como decíamos, la crisis económica agudizada por la Segunda Guerra Mundial puso al descubierto los desequilibrios de la industrialización exterior y promovió un examen de conciencia en torno a las desdichas de América Latina, su esencia, la causa de sus males y las medicinas a tomar. En efecto, en plena contienda bélica, la Conferencia de Bretton Woods de 1944 -que creó el Banco Mundial y abrió paso a un nuevo sistema económico mundial que caracterizó las actividades y relaciones económicas del cuarto de siglo comprendido entre 1948-1973 (Furtado, 1983: 170)-, no se detuvo a atender las reclamaciones económicas de la región: no hubo un Plan Marshall para América Latina. Pero en cambio, en el caso de los países latinoamericanos, sí que hubo una toma de conciencia generalizada sobre las desigualdades internacionales y sobre el atraso acumulado en su condición de países periféricos, hasta el punto que ―la presión por modernizarse‖ se ejerció sobre América Latina de manera muy especial desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (Quijano, 1988: 101). 472 La reflexión sobre el desarrollo, más que un tema académico, se convirtió en América Latina en un auténtico debate político tras las profundas transformaciones producidas por esta guerra mundial, tales como el desmantelamiento de las estructuras coloniales y la emergencia de nuevas formas de hegemonía internacional basadas en el control de la tecnología y de la información y en la manipulación ideológica (Furtado, 1983: 33). 683 Las ideas sobre la necesidad de industrialización de los países latinoamericanos y sobre los factores que impulsasen la expansión industrial surgieron, principalmente, durante este período (Rodríguez, 1988: 21). Se empezó a valorar explícitamente la adopción de una política de industrialización deliberada, capaz de hacer frente con soluciones a los problemas de fondo arrastrados por la balanza de pagos. Dicha propuesta contemplaba el impulso y aumento sustancial de las reducciones de importaciones, lo que se llamó ―industrialización por sustitución de importaciones‖. Eso sí, un proyecto industrial que comenzaba y se desarrollaría desde el atraso propio de la periferia. Fue la hora punta del desarrollismo, un tiempo de ruido que empujó la voz para abrirse a otros horizontes. Tiempo (1950-1970) al que Víctor Urquidi caracterizó como ―la edad del oro del desarrollo‖ (2005: 185). Una época conducida por el curso y el esplendor intelectual de querer renovar las tradicionales sociedades latinoamericanas, acompañada por el calor de un ―giro modernizador‖, encabezado por las ciencias sociales, el desarrollo, la industrialización, la modernización y el cambio social, que terminaron por impregnar la realidad social latinoamericana (Devés, 2003: 45). De una manera general, hubo toda una convergencia de ideas, temas, problemas que venían de lejos y que terminaron por convertirse en una reacción provechosa que también quería ir lejos. A la crisis de la modernización de América Latina se la trató de aliviar, ayudar y remediar con la emergencia de un nuevo agente social: el organismo internacional. Se establecieron en la región nuevas instituciones internacionales como las Naciones Unidas, con su respectiva comisión regional, la CEPAL (Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas) y sus agencias especializadas. De esta manera, previa recomendación de la Asamblea General en diciembre de 1947, el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas aprobó, el 25 de febrero de 1948, una resolución por medio de la cual se creó la CEPAL. Poco antes se habían creado la Comisión Económica para Europa y la Comisión Económica para Asia y el Lejano Oriente. Uno de los mayores impulsores para la creación de este nuevo organismo fue Hernán Santa Cruz, representante de Chile ante las Naciones Unidas, que apoyado por el delegado cubano Eugenio Castillo, desempeñó un papel fundamental en la creación de la CEPAL (Urquidi, 2005: 119-120). Su idea era que este organismo para la región latinoamericana se asemejara a la Comisión Económica para Europa que encabezó Gunnar Myrdal. Esto es, que dentro de la esfera de las Naciones Unidas hubiera una comisión exclusivamente latinoamericana, con su propio secretariado independiente. Este organismo internacional –una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas- se fundó para contribuir al desarrollo económico de América Latina, coordinar las acciones encaminadas a su promoción y reforzar las relaciones económicas de los países entre sí y con las demás naciones del mundo. Así lo recordaba 683 No olvidemos que Medina ya había participado de este debate político y de estas preocupaciones en el Colegio de México cuando organizó el seminario colectivo sobre América Latina. Detrás del subdesarrollo hubo implicaciones políticas e ideológicas. 473 uno de sus secretarios generales: ―Su creación (de la CEPAL), en el seno de las Naciones Unidas, fue parte de una activa etapa de construcción de una apropiada institucionalidad internacional en las postrimerías de la segunda guerra mundial y en los años siguientes. Partió de la profunda convicción de los líderes de aquellos años de que era necesaria esa institucionalidad como elemento fundamental para la construcción de la paz y el desarrollo mundiales‖ (Ocampo, 1998: 11). Sin embargo, en sus inicios la propuesta de la CEPAL tropezó con obstáculos, ya que la Unión Panamericana estaba próxima de convertirse en 1948 en el Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) de la Organización de Estados Americanos (OEA). A ello se unía la fuerte oposición de los países industrializados, sobre todo de Estados Unidos (Urquidi, 2005: 120). Aprobada finalmente la creación de la CEPAL, se decidió fijar su sede en Santiago de Chile. El empuje de H. Santa Cruz y del gobierno de Chile favoreció el establecimiento de la sede regional en aquella ciudad. También pensamos que las condiciones de estabilidad democrática y política que ofrecía Chile para la región desde los años 30 fueron claves para la decisión. Además aquel país contaba con una larga tradición de ligar el desarrollo económico al desarrollo democrático a favor de políticas de claro reformismo social. 684 Justamente en Santiago de Chile se celebró el primer período de sesiones de la CEPAL, ya nombrado secretario ejecutivo Gustavo Martínez Cañas. Pasaron a ser miembros de este organismo regional los veinte países latinoamericanos, los Estados Unidos y los tres países europeos con posesiones en la región (Gran Bretaña, Holanda y Francia). En el segundo período de sesiones, convocado en mayo de 1949, Raúl Prebisch, en aquel entonces consultor de la Secretaría, presentó su célebre informe con su visión personal sobre la problemática del desarrollo latinoamericano (Urquidi, 2005: 15-16). Dicho documento constituyó la base de lo que más tarde vendría a conocerse como la ―tesis de Prebisch‖ alrededor de su esquema teórico del centro-periferia. 685 Posteriormente, en el tercer período de sesiones celebrado en Montevideo en 1950, Raúl Prebisch asumiría la Secretaría Ejecutiva de la CEPAL cuando Martínez Cabañas pasó a un puesto destacado en la Administración de Asistencia Técnica de las Naciones Unidas 684 El proyecto modernizador en Chile lo podemos remontar hasta Pedro Aguirre Cerdá, quien en 1938 llegó a ser presidente de Chile y en 1933 en su obra El problema industrial, había expresado el resurgimiento de un proyecto modernizador que había estado sumergido durante un tiempo. Gracias a Aguirre Cerdá, se creó en 1939 la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), a raíz del terremoto del 24 de enero de 1939, que dio comienzo a poner en marcha una serie de programas para el desarrollo. Con estos ejemplos se destaca la afinidad entre Chile y la CEPAL a partir del manejo de la idea de ―modernización‖ (Devés, 2000: 287-304). La idea de la modernización estaba inserta en el campo intelectual latinoamericano, en autores como Rómulo Betancourt, Pedro Aguirre Cerdá o Azevedo Amaral. Eduardo Devés trata de demostrar ―cómo el cepalismo es una formulación que se encuentra claramente interconectada con una tradición de ideas que debe ser incorporada cabalmente a nuestra historia del pensamiento‖ (latinoamericano) (2000: 293). Además, la CEPAL era una institución que desde su nacimiento estuvo concienciada por la catástrofe económica y social de América Latina de los años 20 y 30. Estaba muy influida por eso que se llama o se llamaba por aquel entonces como el ―librecambismo‖ (hoy neoliberalismo), por todo el daño que éste había ejercido en la región, dejando desprotegidos y sin protección en el sistema económico mundial a los débiles estados latinoamericanos. Frente a este ―librecambismo‖ que actuaba a favor de las potencias económicas centrales, se erigieron en América Latina dos posiciones: una, seguir el modelo fascista europeo, que en América Latina derivó en populismo; o un frente populista, de reforma social que en Chile triunfó continuamente desde 1938. 685 ―Quizás ninguna idea haya tenido tanta significación en la formación de una visión nueva del desarrollo como la de estructura centro-periferia, formulada por Raúl Prebisch…La profundización de esa idea por el propio Prebisch y por el grupo de científicos sociales reunidos en la CEPAL –conocidos posteriormente como escuela estructuralista latinoamericana- dio origen a la corriente de pensamiento de influencia más amplia y permanente en los estudios de desarrollo‖ (Furtado, 1983: 51). 474 en Nueva York (Urquidi, 2005: 121; Franco, 2007: 33). Muchos de los trabajos que se elaboraron posteriormente a partir del documento de Prebisch pasaron a conformar la base de la visión de la CEPAL para el desarrollo de la región latinoamericana, con fuerte influencia en algunos gobiernos y en general en el pensamiento económico y en las políticas de desarrollo de la región. Quedó abierto en aquel entonces un período al que denominamos como ―la CEPAL clásica‖, en el que a partir de esos trabajos fundacionales de Prebisch se inició toda una escuela de pensamiento originalmente económico, decisiva para la región. La elegida expresión de ―la CEPAL clásica‖ nos ayuda a construir y a reconocer un período de tiempo en el que poder inscribir la trayectoria intelectual de Medina Echavarría en su contexto intelectual e institucional. Por tal motivo, caracterizamos a ―la CEPAL clásica‖ como el espacio de tiempo que va desde su creación en 1948 hasta el año de 1973, fecha del golpe militar de Augusto Pinochet en Chile y que simboliza el final del dominio de esta corriente intelectual dentro del campo de las ciencias sociales en América Latina. 686 Momento en el que además se inicia el declive de la sociología latinoamericana. Este período consigna una decidida voluntad de un grupo de científicos sociales por dar forma al argumento del desarrollo bajo lo que se llamó ―pensamiento cepalino‖. Aunque en la CEPAL, como reconoce Raúl Prebisch, no hubo un interés de crear ―un pensamiento monolítico‖ (1988: XIII), sí encontramos, sin embargo, abundancia de rasgos compartidos que dan regularidad a ese tiempo en cuanto a temas, conceptos, teorías, metodologías, enfoques, etc. Además podemos dividir esa etapa de ―la CEPAL clásica‖ en tres períodos en los que hay una preponderancia de una corriente de ideas: ―cepalismo clásico‖ (1948-1960, pensamiento económico), ―cepalismo social‖ (1960- 1967, pensamiento social y aspectos sociales desarrollo) y ―cepalismo dependentista‖ (1967-1973, teoría de la dependencia). La primera etapa es la que denominamos como el ―cepalismo clásico‖, en la que se concibió el desarrollo originalmente como un fenómeno eminentemente económico (Devés, 2003: 35). ―Aquella primera etapa fue la que ya casi puede llamarse clásica de la CEPAL, en que economistas de la talla de Furtado, Noyola, Ganz, Boti, Mayobre, Ahumada y otros, dirigidos por Raúl Prebisch, veían más allá de los problemas del momento y buscaban la forma de influir con una metodología adecuada en el desarrollo económico futuro de América Latina‖ (Urquidi, 1967: 4). Sin embargo, con la llegada de Medina cambió esta concepción: ―hacia 1960 se abre un segundo período en el que los factores sociales pasan a ser decisivos. José Medina Echavarría tuvo una importante influencia en el tránsito, sea como gestor principal, sea como formulador‖ (Devés, 2003: 35-36). De esta manera, el pensamiento cepalino evolucionó desde un pensamiento clásico, que era el original economicista, a un pensamiento cepalino social, muy influido por la aportación sociológica de Medina Echavarría. A esta segunda etapa la caracterizamos como ―cepalismo social‖. Después encontramos una tercera etapa histórica de la CEPAL como fue el ―cepalismo dependentista‖, que se inicia en 1967, con el trabajo Desarrollo y dependencia en América Latina, de Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, posteriormente publicado en 1969, donde se introduce la teoría de la dependencia en la matriz del pensamiento cepalino. No hay duda de que nuestro autor transitó por estas tres etapas de la ―CEPAL clásica‖ con mayor o menor protagonismo en cada una de ellas. Por tal motivo, 686 O como diría Medina, aquellos ―años heroicos‖ de la CEPAL (1976a: 206). 475 reconocemos que el ascendente de Medina fue decisivo en las transiciones intelectuales que acometió esta institución durante aquella época. Pues junto con él se evolucionó desde el inicial economicismo a un pensamiento social más abierto; y su prospección fue decisiva en la línea posterior del dependentismo. El caso es que el sociólogo español fue un ―autor bisagra‖, situándose como punto de referencia y de enlace para dos generaciones distintas de economistas y sociólogos latinoamericanos. Uno termina por pensar que ese papel de enganche es una de las explicaciones del reconocimiento que recibe nuestro autor en el campo intelectual latinoamericano. Sea como fuere, él participó, en palabras de Aníbal Pinto, de ―una de las épocas más significativas y fecundas de la historia de la CEPAL‖ (1988: 93). En la que hubo un gran ―entusiasmo intelectual‖ (Prebisch, 1988: VII) y en la que este organismo regional fue creciendo en protagonismo, por convertirse en un centro de referencia por su pensamiento crítico y reformador. No es casualidad tampoco que Medina Echavarría, pensador de gran compromiso moral, se adhiriese a esa constelación de pensamiento reformista social, que en América Latina se había impuesto desde finales de los años 30 en Chile y que se extendió posteriormente por toda la región gracias a la CEPAL. 2. Ideas, conceptos y teorías centrales de la “CEPAL clásica”. Las obras de Raúl Prebisch plantearon un nuevo modo de enfocar el problema del desarrollo económico de América Latina.687 El economista argentino fue innovador para la región. Se adscribió a los teóricos de la corriente del desarrollo económico, pero tomando distancia de los neoclásicos para referirse a una sociedad concreta, histórica. Armó Prebisch un esquema de pensamiento que tampoco surgió de cero. Los países ya venían realizando sustitución de importaciones, puesto que la crisis de 1929-1930 obligó a intervenir a los mercados. Lo que hizo R. Prebisch fue racionalizar los acontecimientos económicos de la realidad latinoamericana y los incorporó en conceptos y teorías importantes como: la idea del centro-periferia, la idea del retraso tecnológico, la idea del deterioro de los términos de intercambio. Ideas y temas sobre las que trabajaron los economistas -y los sociólogos- de la CEPAL y que brotaron, como reconoce Prebisch, según iban abordando los problemas concretos de la realidad latinoamericana: ―Fueron surgiendo con el andar de los años, a medida que íbamos avanzando en el conocimiento del desarrollo latinoamericano y de su vinculación con los grandes centros industriales‖ (Prebisch, 1988: VII). Las ideas de la CEPAL evolucionaron en dirección de los acontecimientos históricos. El pensamiento cepalino clásico se inscribió también dentro de la teoría de la modernización, pero siendo absolutamente crítico.688 Aunque en algunos puntos siga aportes, temas y conceptos del estructural-funcionalismo, creyendo en el afán industrial, sin embargo, considera que el desarrollo es ―hacia adentro‖. Mirado con perspectiva, esta corriente intelectual no se propuso ofrecer alternativas económicas al capitalismo a modo de otros sistemas económicos, ni asumió posturas revolucionarias. Lo que sí 687 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 688 La CEPAL fue protagonista de la difusión de la ―tercera ola modernizadora‖ en América Latina: la de la industrialización. La primera ola modernizadora fue la de la cultura barroca: La colonia hispánica fue una colonia dura, de fundamentalismo católico. América Latina quedó, para empezar, occidentalizada por una religión y por una lengua, por una cultura barroca. La segunda ola modernizadora fue la de la independencia política, en la que se extienden las ideas positivistas de Augusto Comte, pero también el pensamiento liberal de David Ricardo y Adam Smith. Entrevista mantenida por el autor con Eduardo Devés, 3 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 476 pretendió la CEPAL fue alterar las reglas de juego del capitalismo y su irradiación en la periferia: ―Hemos definido el desarrollo económico de la América Latina como una nueva etapa en la propagación universal de la técnica capitalista de producción. En cierto sentido, se repite ahora un proceso similar al del siglo XIX, cuando se desarrollaron industrialmente países que hoy son grandes centros‖ (Prebisch, 1973: 66). Se apostó, como sabemos, por otra perspectiva de enfocar el capitalismo, el desarrollo y la modernización a partir del enfoque histórico-estructural. Prebisch tomó como punto de partida la historia. Al economista argentino no le preocupaba tanto las ciencias sociales en sí, lo que le preocupaba era fundamentalmente el desarrollo.689 Y ahí focalizado en el desarrollo económico. En Raúl Prebisch el punto de partida histórico es la Revolución industrial británica, y cómo esa revolución industrial articula el mundo en un sistema de relaciones económicas internacionales que él va a llamar centro-periferia, lugar en el que han transitado los grandes centros y la periferia de la economía mundial según las secuencias del progreso técnico. El primer centro económico fue Gran Bretaña tras la Revolución industrial (carbón, acero, hierro, ferrocarril). El segundo centro histórico se fijó a partir de la Revolución industrial americana, en el siglo XIX (motor de combustión interna, la petroquímica, electrónica). En ese momento empiezan a emerger los Estados Unidos y alcanza su punto álgido al final de la 2ª Guerra Mundial, que confirma a Estados Unidos como sustituto en la hegemonía de Gran Bretaña, aunque su ascendencia ya se adivinó durante toda la primera mitad del siglo XX. El hilo del razonamiento de Prebisch queda perfectamente expresado en esta teoría del desarrollo periférico, dedicada a analizar cómo América Latina, en su condición periférica, se ha relacionado históricamente con los centros económicos internacionales. En este punto, la aportación al enfoque histórico- estructural de Celso Furtado también fue importante. El economista brasileño dio igualmente mucha fuerza a la parte histórica, rastreando principalmente el pasado colonial de la región, escribiendo uno de los grandes clásicos de esta corriente intelectual como es su Formación económica de Brasil. Además, como nos recuerda V. Urquidi, la parte estructural del pensamiento cepalino es sustancial a la propia teoría económica del (sub)desarrollo latinoamericano: ―Los problemas estructurales son, por su propia naturaleza, la sustancia del desarrollo‖ (Urquidi, 2005: 186). Así pues la idea estructural está en la base del pensamiento de los economistas de la CEPAL, quienes dejaron abierta la puerta a la preocupación de lo social. Ante tal contexto intelectual, la formulación teórica del esquema centro-periferia constituyó, sin duda, el núcleo inicial de las ideas generales e hipótesis básicas a partir del cuál evolucionó el pensamiento cepalino.690 ―La unidad del pensamiento de la CEPAL depende del temprano planteo de la concepción del sistema centro-periferia, presente ya en sus documentos iniciales. Es el punto de partida y a la vez la visión del acontecer económico peculiar y distinta de dicho pensamiento‖. Es la base y el origen 689 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 690 Como ya hemos apuntado, la concepción del esquema teórico centro-periferia se encuentran en ciertos documentos claves elaborados por la CEPAL durante el segundo semestre de 1949 y el primero de 1950, dando fundación original a lo que sería la matriz de pensamiento del organismo internacional. Estos trabajos de Raúl Prebisch son: El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas y el Estudio económico de América Latina, 1949. ―El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas‖, Boletín Económico de América Latina, vol. VII, No. 1, 1962; Interpretación del proceso de desarrollo latinoamericano en 1949, Santiago, Naciones Unidas, serie conmemorativa de la CEPAL, 1973. 477 de lo que vino a ser ―una teoría de la economía periférica‖ desarrollada posteriormente por el propio autor y por otros economistas de la CEPAL (Rodríguez, 1988: 5-6). Caso, por ejemplo, de Celso Furtado, quien reconocía que la evolución estructural de los países céntricos repercutía necesariamente en las relaciones económicas internacionales (1985: 36). La tesis centro-periferia exponía, a grandes rasgos, cómo la decisiva especialización de las economías periféricas en la producción y exportación de bienes primarios les hace ―depender‖ en exceso y en alto grado de las economías del centro. Las economías de la región viven expuestas a los influjos expansivos o depresivos de las fluctuaciones de la actividad económica de los países centrales. Disfrutan de una independencia política, pero son países que quedan determinados por su dependencia económica respecto al centro económico internacional. De tal manera, que ante esta incertidumbre y dependencia, fue creciendo la idea de sustituir las importaciones –al mismo tiempo que se trataría de mantener el nivel de las exportaciones- para controlar el proceso económico nacional como a su vez completar la producción de productos primarios y ajustar las balanzas de pagos. Es por ello que, en un primer momento, la industrialización pasó a ser la forma necesaria y espontánea del desarrollo de la periferia en el período de entreguerras y durante la gran depresión (Rodríguez, 1988: 59-60). Después de la Segunda Guerra Mundial, con el precipitado de los hechos, se comprobó que una industrialización espontánea no era posible en la región latinoamericana porque, entre sus consecuencias no deseadas, se prolongó la situación de precariedad, desigualdad y dependencia. (En parte también motivadas por el ―nuevo centro económico‖, los Estados Unidos, que crecieron cerrándose de forma gradual en sus políticas proteccionistas, lo que limitó las exportaciones de la región latinoamericana). Precisamente, la CEPAL jugó un papel fundamental en la sustentación teórica de los procesos desarrollistas, mediante esta perspectiva sobre el funcionamiento del sistema capitalista internacional, con esa tesis de centro-periferia y del deterioro de los términos de intercambio, que le permitieron insistir en la necesidad de avanzar en el proceso de industrialización por la vía sustitutiva de importaciones e incorporando progreso técnico, como única manera de acumular excedente y crecer. Para todo ello propugnaba en aquel entonces un activo papel del Estado que debía recurrir a la planeación (Franco, 2007: 154). El impulso a la industrialización deliberada en base a la sustitución de importaciones nacía de una consideración objetiva sobre las posibilidades reales de crecimiento económico, teniendo en cuenta los recursos naturales no aprovechados –las grandes hectáreas de las haciendas sin explotar, entre otros-, una población en rápido crecimiento y el conocimiento de las técnicas de los centros industriales. No hay duda, como reconoce R. Prebisch, que los estudios de la CEPAL ayudaron a fomentar esa línea de actuación en los gobiernos latinoamericanos: ―Cuando escribimos nuestros primeros trabajos, ese concepto estaba muy lejos de haber penetrado con profundidad. De ahí nuestro empeño en demostrar que la industrialización era una exigencia ineludible al desarrollo. Y además que, frente a la superioridad técnica y económica de los centros, se necesitaba una protección razonable‖ (Prebisch, 1988: VII-VIII). Hubo también un gran optimismo sobre las posibilidades de incrementar la productividad del trabajo que supondría a medio o largo plazo un crecimiento de la actividad económica, que estimularía la acumulación de capital, el crecimiento del ingreso y también su reinversión en las economías nacionales. 478 En parte, mucho de este relato no sucedió, porque la sustitución de importaciones trajo consigo una industrialización que llevó a la industria periférica hacia el desequilibrio externo. La razón fundamental que manejó la CEPAL fue que la espontaneidad económica en América Latina provoca desequilibrios y desajustes. El proceso histórico del capitalismo en la periferia no es similar al desencadenado en los centros económicos internacionales (tesis centro-periferia). En América Latina no se dan las mismas condiciones históricas y estructurales para su surgimiento. El capitalismo no es un fenómeno de construcciones más o menos universales: ―El fenómeno no es idéntico, pues presenta (….) características peculiares que no tenían por qué haber aparecido, al menos en forma tan manifiesta, en el desarrollo de aquellos países‖ (Prebisch, 1973: 66). Las manifestaciones del capitalismo en América Latina encierran contradicciones culturales y sociológicas. También porque, según algunas de las formulaciones teóricas recogidas por Medina, la expansión de la industria y de la actividad económica –el capitalismo inducido en América Latina- no trajo consigo acciones sociales acumulativas espontáneas, ni prácticas culturales fundadas en una racionalidad económica. La modernización económica no supuso un cambio de actitudes respecto a la actividad económica. De todos modos, la explicación de estas ideas fundamentales del pensamiento cepalino nos sirve para detectar el ―background‖ teórico del contexto intelectual e institucional del que participó Medina Echavarría. El objetivo es observar cómo hubo conceptos, planteamientos, teorías, etc., que habitaron en ese clima y que fueron apropiadas por aquellos científicos sociales. Por ejemplo, la política económica de la CEPAL sustentada en un capitalismo políticamente dirigido fue una idea y una línea de actuación muy importante. Los autores cepalinos promovieron un capitalismo desarrollista al que no encontraron contradicciones internas entre sus posiciones de corte liberal y la trascendental presencia del Estado. Principalmente, porque les interesó mucho la planificación. Dieron un rol cardinal al Estado. Ello se debe además a que la CEPAL fundamentó su asesoría a los países latinoamericanos bajo la convicción de aunar la reflexión teórica con la acción práctica: ―En la CEPAL había siempre el convencimiento de que ninguna idea y ninguna acción práctica eran posibles sin estudios a fondo que analizaran el problema, lo explicaron en todos sus alcances y dieran a los gobiernos las bases de los elementos para tomar decisiones‖ (Urquidi, 1967: 7). De esta manera, la acción planificadora se trabajó sobre diversos ámbitos: la política de desarrollo (industrialización, reforma agraria, metodología de la planificación, el papel del estado, etc.), las políticas en materias de relaciones económicas internacionales (protección del mercado interno, integración latinoamericana, financiación externa, exportación de manufacturas, etc.), la política agraria (tributación y reforma agraria, investigación y extensión, etc.), las políticas en materia social, laboral y de ingresos (vivienda, salud, educación, empleo), las políticas de corto plazo (políticas anti-inflacionarias) (Rodríguez, 1988: 2-3). El efecto de estas actuaciones, unido al pensamiento cepalino, fomentó una visión latinoamericana del desarrollo que hilvanó en una de las ideas o temas más conocidos de aquella época, como fue la ―integración latinoamericana‖: ―En los años cincuenta empezó a considerarse la posibilidad de una integración económica de la región latinoamericana, con apoyo de la CEPAL‖ (Urquidi, 2005: 52). Un relato sobre la unión latinoamericana que recorre la sensibilidad de la región desde la Independencia. Lo cierto es que la integración regional ha progresado muy poco, siendo un tema más o menos presente en la agenda política. 479 3. De las tareas editoriales a la incorporación de la perspectiva sociológica en los asuntos del desarrollo. Raúl Prebisch quería mejorar la calidad expresiva y la redacción de los trabajos de la CEPAL, reclutando para tales funciones a varios exiliados españoles que estaban dispersos por América Latina: el propio José Medina Echavarría, Francisco Giner de los Ríos, el hijo de Enrique Díez Canedo que estaba en México, Julián Calvo y Cristóbal Lara. 691 La tarea era cuidar el español escrito de unos textos algunas veces demasiado burocráticos y que, según Vícgtor Urquidi, ―distan muchísimo de servir como libros de texto y de información general por ser farragosos‖ (2005: 21). Aunque, sin embargo, el caso de Medina Echavarría era bien diferente, como así dejó constancia Celso Furtado: con él se quería abrir el tema del desarrollo a la perspectiva sociológica. Pero por problemas de cargos administrativos, se le incorporó como editor, dada su experiencia en esta tarea. No existía ―oficialmente‖ el puesto de sociólogo y se inventaron una argucia burocrática para incorporarle. Prebisch, como recordaba, no tuvo otra manera de traerlo: ―Pasaron algunos años, se creó la Comisión Económica para América Latina, y un buen día mi viejo y querido amigo Víctor Urquidi, me dijo: ―Creo que si Ud. le ofrece a don José Medina ir a Santiago, aceptará‖. Le ofrecí y aceptó. Tuvimos un pequeño problema, que no tardó en superarse. ¿Cómo llevar un sociólogo eminente a esta Comisión Económica, en épocas en que se vigilaba celosamente cualquier tentativa nuestra de extralimitarnos? Inventamos la fórmula de ocuparnos de los aspectos sociales del desarrollo económico y bajo esa fórmula empezó don José Medina a trabajar entre nosotros‖ (Prebisch, 1982: 15). José Medina Echavarría pasó, de esta manera, a formar parte del plantel de la CEPAL como editor. Arribó precisamente en un momento clave dentro de la historia de este organismo internacional: justamente un año antes de su llegada había sobrevivido a su desaparición. En 1951, la CEPAL sufrió un crítico cuestionamiento sobre su viabilidad, ya que durante el Cuarto Período de Sesiones, celebrado en la Ciudad de 691 Medina fue una célula activa de ese tejido de exiliados españoles y fue el encargado de reclutar a sus dos amigos, Calvo y Giner de los Ríos, para la CEPAL. Julián Calvo llegó a la CEPAL en 1955, cuando renunció de su puesto en el Departamento Técnico de El Trimestre Económico (Díaz Arciniega, 1996: 118). En México, Calvo había trabajado en el Fondo de Cultura Económica, haciendo numerosas traducciones para esta editorial y para El Colegio de México, había sido secretario de la revista Litoral, colaborador de las revistas Ultramar y Las Españas, funcionario de la CEPAL. (Mantecón, 1982: 749). Una muestra de la amistad entre Medina y Calvo son las palabras de agradecimiento que nuestro autor le dedicó en las páginas finales de su Discurso, política y planeación: ―No quiero terminar estas páginas sin decir mi gratitud a Julián Calvo por haber sacrificado su vieja amistad, en esta como en otras ocasiones, en el afán común por conseguir la mayor claridad posible aun allí donde la frase se pasa al pensamiento mismo‖ (Medina, 1972: 231). Francisco Giner de los Ríos, como ya dijimos, trabajó en El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica y la Librería Universitaria. En la CEPAL se desempeñaría como editor, corrector y, sobre todo, como traductor (Mantecón, 1982: 782). Con estos damos vemos cómo nuestro autor era reconocido como miembro de otra red de pertenencia: la de los exiliados españoles que en América Latina alcanzaron reconocimiento y prestigio dentro de la comunidad intelectual como traductores. La pertenencia de Medina a esta red también era complementada, como vimos, por su adscripción a la red de economistas latinoamericanos, que al final fue la que actuó poderosamente para su incorporación en la CEPAL. De todos modos, en la trayectoria profesional de nuestro autor sobrevuelan todas estas dimensiones que configuraron su identidad e imagen dentro del amplio universo académico e intelectual latinoamericano (como exiliado republicano, como traductor en México, como divulgador del conocimiento sociológico, como sociólogo rodeado por economistas, como intelectual aislado en Puerto Rico, etc.). 480 México, el mandato inicial de tres años estuvo a punto de no renovarse. Los Estados Unidos, con el apoyo ambiguo de México y otros países latinoamericanos, argumentaron que no había necesidad de duplicar los trabajos encomendados al CIES de la OEA. Desde luego, los Estados Unidos no sentían ninguna simpatía por la CEPAL y por las ideas de Prebisch y sus propuestas para articular un proceso de industrialización y de sustitución de importaciones (Urquidi, 2005: 509). Esto se debía a que la CEPAL, teniendo como originales y principales funciones el asesoramiento a los gobiernos latinoamericanos y la formación de técnicos latinoamericanos para el desarrollo de sus países, se convirtió principalmente en un nido de pensamiento crítico. Se abrió entonces una cierta pugna regional entre la OEA y la CEPAL, con claras connotaciones ideológicas e intereses dispares. Por un lado, la OEA, de claro ascendente norteamericano, dibujaba una América Latina orientada hacia la captación de inversiones extranjeras directas, según había afirmado el mismísimo general Marshall (Urquidi, 2005: 124). A falta de un plan Marshall, la región latinoamericana debía entregarse a las fuerzas del mercado sin más. Y en el otro lado estaba la CEPAL que, en cambio, propugnaba la intervención estatal para reconducir esas fuerzas del mercado que estaban detrás de algunos desajustes y desequilibrios económicos y sociales de la región. Sólo Chile y Brasil apoyaron la continuidad de la CEPAL. Finalmente, la decidida postura de Getulio Vargas, presidente de Brasil, inclinó la balanza a favor de la permanencia de esta institución (Franco, 2007: 34). Salvada su existencia, a partir de entonces la CEPAL se fortaleció y pudo ampliar sus actividades con base a las ideas de Prebisch y sus colaboradores (Urquidi, 2005: 509), logrando mantener su autonomía relativa al formar parte del sistema de las Naciones Unidas y de reportar al Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, aparte de contar con un secretario independiente (a diferencia de la OEA). Y lo hizo porque sus ideas y formulaciones, a diferencia del CIES, eran realmente latinoamericanas (Urquidi, 2005: 124-126). Dicho esto, tenemos que pensar que Medina dio con una institución que había salvado su viabilidad y que se estaba consolidando como centro de referencia para la región. Sobre todo, la CEPAL se erigió en un foco de un pensamiento netamente latinoamericano, como fuente de análisis, ideas y recomendaciones para las políticas de desarrollo en América Latina: ―La ―doctrina de la CEPAL‖ fue invocada por algunos gobiernos como base para una estrategia de desarrollo, y el secretariado de la CEPAL pudo aportar el trabajo de investigación para países específicos y los conocimientos técnicos en materia de metodología de la ―programación‖, así como el marco general de ideas. Para 1952 dicha tendencia empezó a consolidarse, y el nombre y el prestigio de la CEPAL ascendieron en la región conforme algunos gobiernos empezaron a adoptar políticas de desarrollo más explícitas y congruentes‖ (Urquidi, 2005: 126). Ese año de 1952 no es una fecha baladí ni para Medina ni para la CEPAL, porque convergió el tiempo de florecimiento de un organismo internacional en su propósito de generar conocimiento desde la región, con el tiempo de madurez de un sociólogo e intelectual como Medina. Hay que admitir que la estrategia de inserción profesional de nuestro autor coincidió con esa fase de crecimiento y afianzamiento de este organismo internacional, con todo lo que ello representaba para él en términos de prestigio dentro del circuito intelectual latinoamericano. Porque este paso significaba, principalmente, una gran oportunidad de desarrollo profesional y personal en términos de innovaciones teóricas, de la posibilidad que se le ofrecía de trabajar con compañeros de otras 481 disciplinas sociales, de poder conocer mejor la realidad social latinoamericana e incluso se abría la puerta de dialogar con la esfera política. 4. Valorando los aspectos sociales de la teoría económica. En Santiago de Chile, Medina Echavarría, como corrector y editor de publicaciones de la CEPAL, pudo apreciar durante algún tiempo la obra de los economistas que trabajaban en los programas de la planeación. 692 Fue a probar suerte y tuvo que decidir si regresaba o no a Puerto Rico tras este año sabático. Otra vez más debía decidir entre la perspectiva profesional y las expectativas familiares que se abrían en Chile. Terminó por renunciar a su cátedra de Sociología. En julio de 1953 escribió una carta a Adriana Ramú, secretaria del Decanato de la Facultad de Ciencias Sociales anunciándole los motivos de su decisión: ―Con verdadera pena siento que sea V. la primera persona a quien tenga que hacer lo que es para mí una dolorosa comunicación. Se trata, en efecto, de que en contra de lo que esperábamos no podré estar con Vds. en las inmediatas tareas escolares. Por consejo médico ante la situación de salud de mi mujer me será imposible por largo tiempo someterla a los efectos del clima tropical. En este trance no tendré más remedio que solicitar de esa administración la aceptación de la renuncia de mi cátedra…La decisión a que me veo obligado supone para mí un verdadero desgarre, tras del cual van a quedar muchos años y muchos buenos y bellos recuerdos‖. 693 En otra carta dirigida a Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico, le reconocía el profundo sentimiento causado por esa renuncia: ―Me he honrado, muy de verdad, con pertenecer a ese Claustro durante seis años y solo guardo gratos recuerdos personales de todo ese tiempo, así como la más sincera gratitud por todas las atenciones recibidas. Estoy seguro, Sr. Rector, que ha de comprender mis sentimientos al escribirle estas líneas, que solo pueden acabar con mis más sinceros y mejores deseos tanto por su éxito personal como por el futuro de esa Universidad‖.694 692 Según Armando Di Filippo, Medina tenía un profundo respeto por sus compañeros de la CEPAL, caso de Raúl Prebisch, de Celso Furtado o Jorge Ahumada. Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Una muestra de su trabajo como editor y de su proceso de tomar familiaridad con el desarrollo lo hallé en el testimonio de Osvaldo Sunkel. Este economista chileno me recordaba a Medina en el año 1952 editándole uno de sus primeros trabajos académicos: ―Yo llegué a la CEPAL como estudiante de la Universidad Chile, de un curso de desarrollo económico, el primer curso de desarrollo económico que hizo Jorge Ahumada, durante los años 1951- 1952. El curso se llamaba Problemas de desarrollo económico. Yo estaba escribiendo mi tesis para mi licenciatura, que fue una tesis con una parte sobre el modelo de crecimiento global. Esa tesis la dirigió Jorge Ahumada, Don José Medina la editó‖. Entrevista mantenida por el autor con Osvaldo Sunkel, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 693 Carta de José Medina Echavarría a Adriana Ramú de Guzmán, Decanato de Ciencias Sociales. 16 de julio de 1953. Foja 26. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 694 Carta de José Medina Echavarría a Jaime Benítez, Rector de la Universidad de Puerto Rico. 18 de agosto de 1953. Foja 26. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 482 La renuncia de su cátedra de Sociología fue aceptada por Jaime Benítez en certificado del 20 de agosto de 1953. 695 Medina, el profesor, había dejado una profunda huella entre sus alumnos y sus compañeros de Puerto Rico. 696 En Chile, en cambio, se le abría un nuevo horizonte biográfico y profesional. Al principio tuvo problemas de adaptación. 697 Tardó tiempo hasta que él se sintió con suficientes competencias para escribir de forma sistemática sobre los problemas sociales del desarrollo económicos. 698 En parte por su propia forma de ser, cuidadoso y prudente, nada estridente, ni sonoro, pero también conforme a ese sentido de la responsabilidad, de medir cada palabra que uno dice o escribe. Al principio corrigió el estilo y glosó esos programas puramente económicos, pero con el tiempo sería capaz de señalar los aspectos sociales del desarrollo económico. ―Para hacerlo tenía elementos teóricos de primer orden; la planeación social la había considerado mucho antes durante los años cuarenta en sus estudios sobre la guerra, sobre el tema de la paz y al traducir e impulsar la traducción de obras como las de Karl Mannheim, a quien revaloró a la luz de las nuevas experiencias‖ (Lira, 1983 :75). Como bien apunta Andrés Lira, nuestro autor contaba con textos anteriores en los que había tratado el tema de la planificación, admitiendo una perspectiva que luego sería integrada en la CEPAL: ―En el tema, tan ligeramente tratado a veces, de la planificación, las cuestiones humanas, los efectos humanos de ese tipo 695 Certificado Nº 250 que certifica que ―el rector de la Universidad de Puerto Rico ha aceptado la renuncia del Sr. José Medina Echavarría, Catedrático de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Plaza Núm. 681, para tener efecto a partir del día 1 de julio de 1953‖. Certificado de José Ramón Ortiz, Director de la Oficina de Personal Docente. 20 de agosto de 1953. Foja 43 Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 696 Adriana Ramú de Guzmán le escribió: ―Está de más decirle que todos sentimos que usted haya tenido que tomar esta decisión. Todos los estudiantes estaban muy esperanzados de que usted regresara y estaban muy ansiosos de tomar nuevamente cursos con usted.‖ Carta de Adriana Ramú de Guzmán a José Medina Echavarría. 4 de agosto de 1953. Foja 37. .Ramón Mellado, Decano de Administración y Rector Interino, le dedicó las siguientes palabras a Medina: ―Puede usted estar seguro que siempre lo recordaremos en la Universidad como uno de los profesores más competentes que esta Institución ha tenido‖. Carta de Ramón Mellado a José Medina Echavarría. 25 de agosto de 1953. Foja 38. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Expediente Oficial de José Medina Echavarría. 697 Medina Echavarría escribió el 15 de julio a Arnaldo Orfila señalándole que el último año había sido uno de los más estériles y penosos de su vida por las dificultades de adaptación, la tensión de decisiones graves, y ―por crisis de edad o por pura neurastenia quizá‖. Carta de José Medina Echavarría a Arnaldo Orfila, 15 de julio de 1953, Santiago de Chile. Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. Su renuncia de la cátedra de Puerto Rico y su complicado acomodo en la vida santiaguina tuvo incluso resonancia en el exilio español: ―Noticias del chismógrafo local, muy pocas. Ayala anda por New York (ya lo sabrá Vd., quizá) y pienso que hay bastantes posibilidades de que se quede allá. Lo siento mucho porque era el amigo más afín por estas latitudes. Ha renunciado a su cátedra Medina Echavarría para quedarse en Chile, en un puesto que no le gusta nada, pero tales son las incongruencias propias del hombre y lo que concede al sin sentido de la vida un cierto sentido‖. Carta de Segundo Serrano Poncela a José Ferrater Mora, 21 de agosto de 1953, p. 3, Puerto Rico. Archivo de la Cátedra Ferrater Mora de la Universidad de Girona. 698 Pensemos que cambiar de un país a otro, de un clima intelectual a otro, siempre es difícil, por más desarrollado que fuera Chile en relación con Puerto Rico. Por eso, en mi opinión, creo que Medina se mantuvo distante durante un tiempo de la escritura, leyendo trabajos de sus compañeros economistas, lo que le permitió formar una idea de América Latina y de su problemática. Aunque luego no citase tales trabajos, son influencias no citadas, implícitas, que se mantienen en sintonía con el pensamiento de la CEPAL. Nuevamente topamos con la influencia de los climas intelectuales y las audiencias, que tanto repercutieron en la obra de nuestro autor. Aprovecho a recordar, al hilo de esta discusión, cómo Medina rechazó intelectualmente la sociedad mexicana, muy caracterizada por el nacionalismo, por la revolución mexicana, la antropología, el tema de la raza y el indigenismo. No escribió sobre estos temas, como vimos. En Puerto Rico Medina se encuentra con un clima literario del que no participa. En cambio, en Chile, sí encontró un campo intelectual emergente que le permitió actuar como era él, desde la discreción y desde la lejanía, y pudiendo volcar sus reflexiones más personales. 483 social, son mucho más graves e importantes que los problemas de calculabilidad o de pura técnica económica‖ (Medina, 1987: 123). Medina ya había apuntado con anterioridad cómo los aspectos aparentemente económicos como los de la planeación al final estaban estrechamente relacionados con la realidad social y con los aspectos sociales y sociológicos. Pero no solamente se había ocupado de la planificación económica. Sino que él agregó en sus escritos un rasgo característico a la ciencia económica: la economía encierra su propia sociología. Este principio lo había dejado escrito en 1942 en un ensayo titulado ―Economía y Sociología‖ que publicó en la revista Investigación Económica y que posteriormente apareció en el libro Responsabilidad de la inteligencia. En ese texto encontramos los supuestos fundamentales de Medina respecto a la relación economía-sociología: ―caben dos posiciones, en mi concepto, no excluyentes. Una donde el acento se pone en subrayar el componente sociológico de la teoría económica misma, su penetración por la base, dinámica. Y otra, en donde se trata de afirmar tanto la autonomía como el carácter complementario de las dos teorías: la economía y la sociología. Estas posiciones me parecen típicamente representadas respectivamente por los trabajos sobre este asunto de Löwe y Parsons‖ (Medina, 1987: 124). Medina intentó establecer una base cooperativa entre estas dos ciencias, sin que ello las restara independencia, y en beneficio de una reconstrucción de las ciencias sociales, pues la economía siempre ha mirado o ha tenido una orientación compartida, unitaria, mientras que la sociología casi siempre ha estado caracterizada por ―el desacuerdo y la discordia‖ (Medina, 1987: 111). Estimaba que tanto la sociología como la economía son disciplinas autónomas, aunque lo suficientemente complementarias entre sí. ―La teoría sociológica viene a complementar a la teoría económica sin que la última tenga por eso que desaparecer‖, decía Medina. Observó que ambas ciencias comparten lo que Max Weber apuntó originariamente y autores como Löwe y Parsons continuaron en sus trabajos sociológicos: la acción económica es una acción social más. 699 Como tal, escribía el sociólogo español: ―La Sociología aparece fundamentalmente como una teoría analítica de la acción social en general […] La acción económica no es sino una forma posible de la acción social en general; propiamente una clase de la llamada acción racional‖ (Medina, 1987: 129-130). 700 Por tal motivo, los supuestos sociológicos de una teoría económica –en el sentido de Heimann- 701 están relacionados con la acción económica como acción racional en las tareas de la planificación. La penetración del componente sociológico en la teoría económica sirve para descifrar los tipos característicos de acción social y de racionalidad económica de una sociedad. Ya que las acciones y relaciones económicas típicas de una sociedad forjan un tipo específico de sociedad. Pero a la vez los supuestos 699 La acción social es un tema sociológico fundamental para la propia disciplina. Medina siguió a los autores que se han ocupado de este tema dentro de la tradición sociológica, caso de Max Weber y de T. Parsons. Con este último, sin embargo, encontramos algunas diferencias: Parsons separó los distintos sistemas dentro de un sistema social total, que viene a ser un conglomerado de diferentes tipos de acciones, siendo una de ellas las acciones económicas (autónomas e interdependientes), mientras Medina entendía las acciones económicas como otra acción social más. Parsons se concentró en la autonomía económica y de lo social, mientras que Medina no fue funcionalista en sentido estricto, si no que leyó a Parsons como orientador de su enfoque sociológico, para completarlo, madurarlo y poder hablar con propiedad sobre la acción económica en América Latina. 700 Löwe, Economics and Sociology, 1935. (P. 124) Referencias sobre Parsons (Medina, 1987: 127-128). 701 Heimann, ―Los supuestos sociológicos en la teoría económica‖ (Social Research, vol. I, nº II). (Medina, 1987: 125). 484 sociológicos de una teoría económica van de la mano justamente en esa tarea racionalizadora como es la planificación. De esta manera, economía y sociología participan conjuntamente de un proyecto modernizador a la hora de integrar una racionalidad económica específica -la capitalista- en la sociedad. Nuestro autor consideraba que ―la penetración de la ciencia económica por la Sociología parece una tendencia necesaria e inevitable‖ (Medina, 1987: 123). Por tanto, Medina manejaba un enfoque integrado de la economía, la sociología y la planificación que, como sabemos, casaba sucintamente con las líneas maestras que quería la CEPAL clásica y su teoría económica acorde a una planificación de corte socialdemócrata. 702 Además en ese texto trataba de aclarar cómo dos direcciones económicas, la escuela histórica alemana y la institucionista norteamericana, ofrecían ―tipos distintos de una investigación económica fuertemente saturada de contenidos sociológicos‖ (Medina, 1987:110 responsabilidad inteligencia). Medina lo que afirmaba al final es que toda economía lleva implícito una sociología, como para todo sistema económico era necesario una sociología (Medina, 1987: 112). Alude en esas páginas a Max Weber y a su Economía y Sociedad, apuntando que todo conocimiento social es incompleto sino son proyectadas las leyes estructurales de los distintos sistemas, económicos y sociales. Esta alusión le sirve a nuestro autor para percibir lo que llama como la ―fusión de la Economía con la Sociología y la Historia…Y es que esta dirección disuelve de tal manera lo económico en lo sociológico e histórico que no queda Economía propiamente dicha‖ (Medina, 1987: 115). Justamente esta dirección es la que tomaran sus escritos sobre el desarrollo, bajo ese esquema histórico-estructural, en el que se mezclan la perspectiva histórica y sociológica para tratar completar los asuntos económicos. De esta manera, nuestro autor seguirá unos presupuestos metodológicos que encuentra en Max Weber y en toda la escuela historicista alemana, que disuelve lo propiamente económico con lo social e histórico. Planteamientos que, por otro lado, encajaron oportunamente en el clima intelectual de la CEPAL, en el momento en que este organismo regional decidió dar un giro epistemológico a la hora de dejar de pensar el desarrollo como un fenómeno puramente económico y relacionarlo con los factores sociales. Sobre todo si consideramos que los primeros años de la CEPAL, en la década de los años 50, estuvieron muy caracterizados por la importancia de la ciencia económica y por el primer gran modelo de desarrollo económico para América Latina (la tesis centro-periferia), expuesto por Prebisch en 1949. Fueron años de mucha fertilidad económica, no así de los temas sociales. Cuando Medina Echavarría llegó a la CEPAL la discusión dominante dentro del campo de las ciencias sociales eran los modelos económicos que rigieron en América Latina antes de la Segunda Guerra Mundial y que tras ese acontecimiento clave para la segunda mitad del siglo XX, reclamaba nuevas formas de pensar la realidad y exigía la reflexión sobre el destino de la región en un nuevo panorama histórico. Raúl Prebisch estaba interesado en dotar de carga histórica y de enfoque estructural a lo que se estaba discutiendo en el terreno de la ciencia económica. 703 702 En ese trabajo Medina hablaba de los distintos modelos económicos dominantes, hablando, ya de ese ―capitalismo de Estado‖, que fue la fórmula escogida por la CEPAL para fomentar el desarrollo económico y la industrialización en América Latina. También nos habla de otros sistemas económicos internacionales a los que definía como ―capitalismo administrativo‖, ―colectivismo burocrático‖, ―neomercantilismo‖, ―dominación de los gerentes‖ (manageral society) (Medina, 1987: 123). 703 Entrevistas mantenidas por el autor con Armando Di Filippo (15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile), con Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile) y con Enrique V. Iglesias (15 de julio de 2009, Madrid). 485 Se eligió a la perspectiva sociológica como el mejor complemento de la economía. Esta apuesta avanzó, como ya vimos anteriormente, lo que sería la etapa dorada de la sociología latinoamericana en la década de los años 60 y los años 70, cuando la sociología compartiría igual status de reconocimiento social que la economía. Por tal motivo, Andrés Lira opina que ―la presencia de Medina se impuso en aquel medio; economistas como Raúl Prebisch buscaron el diálogo con el sociólogo y se abrieron espacio para que lo sugerido en las glosas se hiciera programa de estudio y ámbito de investigación‖ (1983:75). Por mi parte, abundo más en la visión de que la incorporación de la sociología en los estudios del desarrollo estuvo originada por varias motivaciones: a la brillantez de una persona, que supo elevar y sintetizar los problemas del desarrollo desde un punto de vista sociológico, se le sumaba la voluntad de un colectivo intelectual, encabezado por Prebisch, que siguiendo sus intereses intelectuales reconocieron en el sociólogo español la persona más capacitada para colmar el enfoque económico dominante de la institución con la perspectiva complementaria de la sociología. Conviene tener en cuenta también, que la CEPAL, como organismo de las Naciones Unidas, pudo seguir indicaciones de la sede central de Nueva York. 704 Sea que Raúl Prebisch descubrió que había algo más que lo económico, sea que venía aconsejado desde Nueva York, lo cierto es que Medina Echavarría comenzó a incorporar el enfoque sociológico en la CEPAL mucho antes que el giro posterior que tomaría las Naciones Unidas con la creación en 1963 del UNRISD (United Nations Institute for Social Development) en la ciudad suiza de Ginebra. En Santiago de Chile, bajo la dirección de Prebisch, la ―CEPAL clásica‖ ya había comenzado de una manera más o menos espontánea y autónoma a incorporar a la sociología en los asuntos de desarrollo económico, anticipando el desarrollo social posterior de este organismo internacional. La confirmación institucional de este giro epistemológico fue la creación en 1956 de su División de Asuntos Sociales. 705 704 Por ejemplo, Medina Echavarría, interesado al apoyo institucional del conocimiento, dejaba estas reflexiones en su trabajo sobre las directrices de las Naciones Unidas en el tema del desarrollo: ―La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su sexto período de sesiones, aprobó una resolución en que se traduce de modo bien expresivo ese estado de opinión, pues se reconoce que para acelerar la realización de los diversos planes y programas, es necesario un ―estudio continuado, completo y metódico de cada uno de los aspectos del desarrollo económico...En esa lista aparecen algunos de los temas que luego se indican en el presente trabajo y que pertenecen al campo de los aspectos sociales y humanos del desarrollo económico‖ (Medina, 1973: 8). Los problemas de carácter social relacionados con la economía empezaba en aquel momento a ser investigados por diversos organismos de la Naciones Unidas: desarrollo de la comunidad (UNESCO), reforma agraria (FAO, UN, UNESCO), formación profesional en la agricultura (OIT), movimientos migratorios internos (UN), urbanización (UNESCO), factores psicológicos que afectan a la productividad (OIT-UNESCO), educación obrera (UNESCO, OIT), relaciones humanas en la industria (OIT); política social respecto a los problemas indígenas (OIT- UNESCO), niveles de vida (OIT) (Medina, 1973: 11). Advertimos la existencia de trabajos prácticos sobre el desarrollo social, pero faltaba, como así observó Medina, una formulación teórica sobre el mismo. Departamento de la Sede de la Secretaría ejecutiva de Nueva York se llama en la actualidad ―Departamento de asuntos económicos y sociales‖: está unida la ciencia económica y la sociología. Encargándose la División de Política y Desarrollo Social. 705 Según palabras de Enrique V. Iglesias, quien fue secretario de este organismo, ―la CEPAL fue la comisión más autónoma y creativa de las Naciones Unidas‖. Entrevista mantenida por el autor con Enrique V. Iglesias, 15 de julio de 2009, Madrid.En esencia podemos decir incluso que aquel período clásico estuvo dominado por esa autonomía que venía de la dirección personal de su secretario, Raúl Prebisch. Fue éste quién iba incorporando los distintos científicos sociales para darle un empaque intelectual a la organización. Después de Medina Echavarría, llega el grupo de sociólogos brasileños (en 1964), encabezados por F. H. Cardoso, Lesa, Francisco Weffort, Pedro Paz. Con estas incorporaciones fue creciendo la visión y la dimensión política y sociológica de la CEPAL. Los economistas cada vez más se veían influidos por estas otras ciencias sociales. 486 Este recorrido sobre aquella constelación institucional e intelectual constituye un estupendo vehículo para trazar cómo se mezclan, se solapan y se sobreponen los intereses académicos personales, las inquietudes profesionales, las voluntades colectivas y también las directivas institucionales, que al final conjuntamente terminan brotando en los trabajos sociológicos de Medina. El caso es que nuestro autor se contagió por ese ambiente reducido y rudimentario de la ―CEPAL clásica‖, como por la actividad de sus compañeros de trabajo y la necesidad cada vez mayor de incorporar un enfoque multidisciplinar para comprender los fenómenos sociales. 706 Pienso que el trabajar con economistas le estimuló enormemente. A la postre, el llegar a Chile se reveló como la etapa intelectual más innovadora de Medina Echavarría, período en el que incentivó su creatividad, suscitándole nuevas ideas y acometiendo nuevos retos intelectuales para los que tuvo que trabajar duro para avanzar. 707 (Parece que la trayectoria de Medina confirma esa regla de que el científico tiene que moverse de vez en cuando, para conocer nuevos ambientes intelectuales que estimulan su creatividad y producen nuevas ideas, además de tener que demostrar el porqué fue contratado. Aunque también es cierto que en la CEPAL encontró una estabilidad profesional, como funcionario de las Naciones Unidas, poniendo fin a la provisionalidad del exilio, que también repercute en esa obra más reposada). Fue su etapa de madurez intelectual y personal, en la que Medina Echavarría se encontró con un tema latinoamericano que le atrajo enormemente: el desarrollo desde su perspectiva sociológica. Como bien reconoce Pedro Morandé, ―José Medina se entusiasmó mucho con eso porque estaba en sintonía con la formación que él había recibido‖ y también porque le entroncaba con una tradición de ensayistas sociales que no eran sociólogos en sentido estricto, pero que tenían formulaciones sobre el origen de los problemas sociales 706 Hay que fijarse en que la primera sede de la CEPAL era un piso de la calle Providencia (nº 6), en una de las arterias principales de Santiago de Chile. En ese piso trabajaban codo a codo el propio Medina, Prebisch, Furtado, Ahumada, Noyola, Regino Botti, otros expertos, más los correctores, las secretarias, etc. ―Durante sus primeros dos años, la CEPAL adquirió un pequeño plantel de personal experto y desempeñó actividades de carácter más bien rutinario de recopilación de datos y contacto con los gobiernos‖ (Urquidi, 2005: 120). Era una reducida institución que comenzó en ese piso, que con el tiempo iría creciendo hasta abarcar todo el edificio para terminar en su sede actual. Sin la formación de esa planta académica inicial, de expertos, economistas y sociólogos, sería impensable el espectacular desarrollo posterior que tuvo la CEPAL, tanto en su tamaño, en su calidad científica, como en la diversificación de sus servicios, todo lo cual la condujo a asumir un liderazgo, algunas veces discutido, en la producción de conocimiento (sociológico) en América Latina. Este relato arquitectónico nos sirve para simbolizar cómo crecen las ideas y toman su fisonomía arquitectónica, se burocratizan, se institucionalizan, hasta convertirse en una auténtica tecno-burocracia. La CEPAL de hoy nada tiene que ver con la CEPAL originaria, conformada por aquel pequeño grupo de personas. Esta metáfora también nos sirve para ilustrar cómo las personas construyen y tejen el espíritu de una institución y cómo, en el caso de Medina, su trayectoria fue pareja a la historia de ese importante organismo regional. Pensemos en cómo fue variando su posición dentro de esta institución: editor, sociólogo dedicado a las tareas del desarrollo, director de la División de Planificación Social del ILPES, consultor externo en su vejez. 707 ―José Medina era un hombre muy metódico. todos los días a las 6 de la tarde se encerraba en la habitación y leía, estudiaba y escribía 2 horas. Todos los días, de codos en la mesa, como decía él. Sistemáticamente y disciplinadamente. Iba por la mañana al trabajo, almorzaba, dormía su siesta, pero de 6 hasta las 8 eran sus dos horas sagradas de estudio‖. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. Sobre el trabajo intelectual Medina escribió lo que sigue: ―Todo trabajo intelectual acaba –como es sabido- por ser apasionante. El autor de las anteriores líneas, tan breves en sus resultados, pasó unos meses absorbido por numerosas lecturas –libros, folletos, proclamas, etc.- que si bien le entusiasmaron más de una vez por la gracia literaria o el dramatismo de los hechos humanos recogidos, sólo en muy contadas ocasiones le permitieron articular un repertorio de ideas claras, un precipitado cristalino de unos pocos consejos sencillos y eficaces‖ (1976a: 93). 487 de América Latina, el tema de la independencia, el pasado colonial y el desarrollo en los siglos XIX y XX. 708 Y a Medina le atraía, sin duda, poder ordenar, sistematizar y sintentizar un esquema histórico y teórico sobre el desarrollo en aquella región. Investigando esperaba encontrar algo magnífico, interesante. Se obligó a abordar temas ―que, como la planificación para el desarrollo, rara vez habían sido tratados desde tan amplia perspectiva sociológica y filosófica‖ (Wolfe, 1979: 194). La silueta del editor, como no podía ser de otra manera, dejó paso a la del sociólogo, porque para él la sociología era su oficio, su manera de estar en la tierra. 5. La interacción entre la economía y la sociología. La importancia de lo histórico. Las líneas magistrales. Los economistas de la CEPAL tuvieron que echar mano de la sociología y de los sociólogos para avanzar en sus estudios sobre el desarrollo económico de América Latina. El panorama internacional comenzaba a estar dominado por la eclosión de la economía de mercado y los países latinoamericanos sintieron tanto la necesidad de insertarse en esos mercados como la necesidad de fomentar el desarrollo económico en sus propios países. Se discutió internamente en cada país sobre la viabilidad del modelo económico de sustitución de importaciones y la introducción de modelos más accesibles a la apertura económica. No faltaron los programas asesorados por este organismo regional. Sin embargo, tenemos que pensar que un programa de estabilización económica es mucho más que un ajuste fiscal; requiere de reformas estructurales que posibiliten el crecimiento económico. El objetivo era hacer competitivo a los países latinoamericanos dentro de la economía internacional. Pero ante tales acciones de gestión económica y política, se necesitaban saber los costes sociales a la hora de asumir esa racionalidad económica. Pero, ¿qué podía ofrecer el sociólogo ante un debate casi en exclusiva económico? ¿Qué puede ofrecer el sociólogo al economista? Se precisaba ahora la opinión del sociólogo respecto a estos temas económicos que tendrían sus oportunas consecuencias sociales. Lo que estaba verdaderamente en discusión era si América Latina podría crecer; pero qué significaba ese crecimiento económico y qué causas lo habían impedido hasta entonces. Al mismo tiempo ello implicaba una toma de conciencia sobre la dimensión social y sociológica de esas reformas económicas, algunas veces drásticas y duras. Por tal motivo, la perspectiva sociológica al servicio de la economía ofreció una suficiente altura de miras acerca de la racionalidad económica que necesitaban los países latinoamericanos. Concretamente había un respeto hacia la sociología manifiesto por parte de los economistas. La sociología era vista como una ciencia respetable y útil que podía proporcionar conocimientos para la acción práctica. Al fin y al cabo tanto el conocimiento sociológico como el conocimiento económico participaban conjuntamente dentro de la misma realidad. Con motivo de la incorporación del enfoque sociológico, la CEPAL asumió la interacción entre la ciencia económica y la ciencia sociológica como una norma habitual de su labor científica. El trabajo multidisciplinar que combinaba economía, sociología, pero también historia, demografía y ciencia política, creó lugares de paso obligatorio. Aunque cada disciplina pudiese transitar de forma autónoma en sus territorios, hubo espacios de encuentro para todas estas ciencias sociales. Para interpretar el desarrollo desde una visión amplia y general se prefirió contar con todas las ramas de conocimiento social. De esta manera, el desarrollo dejó de ser pensado 708 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 488 únicamente como un fenómeno económico. En ello tuvo que ver los esfuerzos de Prebisch y Furtado, quienes poseían una visión multidisciplinar de las ciencias sociales y estaban interesados por la particularidad histórica de América Latina. ―La reflexión sobre el desarrollo, al provocar una progresiva aproximación de la teoría de la acumulación a la teoría de la estratificación social y a la teoría del poder, se constituyó en punto de convergencia de las distintas ciencias sociales‖, explicaba Celso Furtado (1983: 39). Estas palabras ilustran la evolución que tuvo el pensamiento cepalino hacia la multidisciplinariedad: se pasó de los problemas elementales de la economía a los problemas sociales, incluso a la problemática del poder. Uno de los méritos de la CEPAL –y también de Medina Echavarría- fue ampliar el horizonte de sentido del concepto desarrollo. La aportación más reconocida que tiene la obra de Medina es el hecho de introducir el enfoque sociológico en el debate del desarrollo económico. Ofreció al economista un enfoque complementario a su formación económica. El primero en hablar de los aspectos sociales del desarrollo económico fue él. Antes solo había elucubraciones, presentimientos. Pero con Medina se llega a formulación teórica y sistemática sobre las consecuencias sociales que causa y puede causar el desarrollo económico. Con el sociólogo español se abrió paso a una tradición que distingue a la CEPAL hasta el día de hoy: ―lo social‖, en un sentido amplio y abarcador, es el referente temático de gran parte de las investigaciones empíricas y de los trabajos de este organismo. Esta ampliación sociológica del desarrollo reconocía asimismo la importancia de la historia, introduciendo en el análisis elementos que reflejan el alcance de las limitaciones modernizadoras de América Latina: la superación del sub-desarrollo económico lleva implícitamente encerrada una pregunta por los aspectos culturales, estructurales, sociológicos y políticos. En particular se produjo una fructífera afinidad entre la economía y la sociología, gracias a la revalorización de las grandes teorías explicativas sujetas al enfoque histórico-estructural que guió a la CEPAL. Por ejemplo, el análisis de Celso Furtado sobre ―la condición subdesarrollada‖ de América Latina destaca cuestiones básicas de profundas implicaciones históricas y estructurales internas e internacionales: ―El subdesarrollo tiene sus raíces en una conexión precisa, surgida en ciertas condiciones históricas, entre el proceso interno de explotación y el proceso externo de dependencia‖ (1985: 113-114). Lo mismo sucede con la tesis centro-periferia de Raúl Prebisch, fundamentada en un examen histórico de los elementos determinantes de la coyuntura económica de América Latina antes y después de la Segunda Guerra Mundial: ―Sostengo, por ello, que es imposible aplicar una política uniforme para abordar los problemas emergentes del ciclo económico. No es posible usar en la periferia las mismas armas de intervención y regulación monetaria que se usan en el centro cíclico‖ (en Rodríguez, 1988: 22). 709 La peculiaridad histórica de América Latina unió a los economistas y a los sociólogos de la CEPAL: ―el descubrimiento de la especificidad y unidad de la realidad histórica latinoamericana, que posibilitaba un diálogo y una implícita colaboración entre diferentes vertientes interpretativas. Ambos enfoques conocieron, aceptaron y adaptaron en sus contribuciones intelectuales el lenguaje de los economistas estructuralistas de CEPAL en el marco de la visión centro- periferia‖ (Di Filippo, 2007: 135). Por tal motivo, estos autores destacaron la importancia del factor cultural, histórico y sociológico en la configuración económica 709 Palabras de Raúl Prebisch pronunciadas en el Banco de México, Memoria: Primera reunión de técnicos sobre problemas de banca central del continente americano, Banco de México, México, 1946, pp. 26. 489 de aquella región. Sobre todo exponen en sus trabajos que ante la urgencia de desarrollo no es posible eliminar al tiempo de los procesos económicos y sociales. La perspectiva concreta e histórica que propone Medina para el estudio del cambio social estuvo en sintonía y se asemejó mucho al punto de mira que utilizaron Furtado y Prebisch para el examen del desarrollo económico (Gurrieri, 1980: 28). Estos autores, cada a uno a su manera, remaron en una única dirección: cuestionar los modelos abstractos (económicos y sociológicos) de validez universal. La modernización en América Latina y su incorporación al sistema económico mundial se constituyó en una génesis particular de la que participaron distintos componentes culturales, económicos, estructurales, políticos, etc. La simultaneidad de las dimensiones estudiadas se expresaba asimismo en una postura crítico-ideológica: la convergencia del desarrollo económico (modernización) con su programa cultural y político (modernidad). En este caso, la transformación de la realidad social ocupó por igual a economistas y a sociólogos, compartiendo criterios comunes sobre la orientación que tenía que tomar el cambio social hacia un orden social más justo: la planificación democrática. ―Cuando Prebisch y Furtado, en la década de los cincuenta del siglo XX, pusieron las piedras fundacionales del, así denominado, ―estructuralismo latinoamericano‖ lo hicieron considerando de manera implícita o explícita que los principios, prácticas e instituciones de la democracia eran un dato indiscutible del ordenamiento permanente de las sociedades latinoamericanas, y las transformaciones orientadas hacia el desarrollo suponían transitar a través de las reglas de juego democráticas o acercarse a ellas como ideal irrenunciable‖ (Di Filippo, 2007: 145). Esta línea magistral de la ―CEPAL clásica‖, presente en Prebisch y Furtado, aparece también en Medina bajo la dimensión socio-política de su obra desarrollista. Acabó sucediendo algo curioso: no sólo los sociólogos, como Medina, hicieron sociología y reflexionaron sobre el programa cultural de la modernidad o sobre la modernización política en América, sino que los economistas cepalinos terminaron por volcar en sus trabajos sus reflexiones socio-políticas sobre aquella misma realidad. Esta línea de trazo grueso descansaba sobre un argumento común: el desarrollo económico sustentado en la democracia. Los economistas y los sociólogos de la CEPAL confiaron el desarrollo a la planificación democrática. Estimaron que había que alcanzar un ―desarrollo social‖ como bienestar general de la sociedad. 710 Igualmente fue el resultado de cooperar en un trabajo interdependiente, participando de los mismos conceptos, de las mismas hipótesis de trabajo, ideas, paradigmas, lecturas y de autores 710 En la CEPAL se instaló una visión socialdemócrata del desarrollo, dominada por la aspiración para los países latinoamericanos de un estado de bienestar de corte keynesiano. Desde sus orígenes, los trabajos de la CEPAL se centraron en las orientaciones políticas (policy oriented): ―La acción estatal en apoyo del proceso de desarrollo aparece en el pensamiento cepalino como corolario natural del diagnóstico de problemas estructurales en materia de producción, empleo y distribución del ingreso en las condiciones específicas de la periferia subdesarrollada‖. En 1953 se había divulgado un ―Estudio preliminar sobre la técnica de programación del desarrollo económico‖, revisado posteriormente en el documento Introducción a la técnica de programación (CEPAL, 1955). Celso Furtado iniciaba esta tradición (autor de la parte conceptual de aquel trabajo, y luego ministro de planificación en el Brasil), que fue continuada por otros autores como Jorge Ahumada, Pedro Vuskovic, Regino Botti, Carlos Matus y otros economistas y sociólogos (Bielschowsky, 1998: 29). 490 como Keynes, Schumpeter, Perroux o Weber. 711 Se confirmó algo que había escrito tiempo atrás Medina: ―los especialistas de las distintas disciplinas sociales vienen dándose cuenta desde hace algún tiempo, de los peligros que implica un trabajo aislado y apenas sin contacto con los resultados alcanzados por las demás especialidades, precisamente cuando todas ellas no son sino distintos aspectos de una misma realidad‖ (Medina, 1987: 121). La tradicional dificultad de establecer consensos entre las disciplinas sociales dio paso a la convicción de participar conjuntamente en un proyecto teórico y práctico que desde el conocimiento científico se impuso ofrecer soluciones sobre la crisis latinoamericana de mitad del siglo XX. Es evidente que esta relación entre los economistas y los sociólogos de la CEPAL no fue siempre armónica. Como cualquier campo intelectual hubo sus competencias y sus pugnas internas, aunque creemos que las afinidades y coincidencias estuvieron por encima de las diferencias. Los economistas siempre se han considerado serios. Porque ellos planifican, tienen un modelo, hacen las cosas ordenadamente. Mientras que los sociólogos usan un lenguaje más difuso, con un componente filosófico, ideológico. Incluso tienen un lenguaje abstracto. Pensamos que la presencia e influencia de Medina favoreció mucho la perspectiva integradora fomentada por Prebisch y Furtado, equilibrando las relaciones entre la ciencia económica y la ciencia sociológica. Nuestro autor contribuyó a que la perspectiva económica comenzase a interpretar el desarrollo periférico como un complejo fenómeno de carácter dinámico que abarca elementos técnicos, económicos, sociales, políticos, culturales e históricos. La interdisciplinariedad de Medina Echavarría si bien no era un valor ético, sino epistemológico o metodológico, también podía cobrar por momentos algún ribete ético. Me explico: esto ocurre cuando se sostiene que el reduccionismo de las perspectivas puede conllevar a visiones reducidas y totalitarias de la realidad social donde los sujetos sociales son únicamente construidos o pensados de una forma unilateral (economicismo, sociologismo, etc.). La interdisciplinareidad aplicada al enfoque del desarrollo sería, en consecuencia, una especie del correlato del pluralismo (democrático) aplicado al campo de la investigación social en un fenómeno tan importante por sus implicaciones como el desarrollo. Por tal motivo, no extraña que los economistas de la CEPAL tratasen los fenómenos del desarrollo y sub-desarrollo desde un enfoque más amplio, integral y social. La introducción de la temática social en la visión de los problemas de desarrollo económico contagió y preocupó a los economistas, que también hicieron sociología económica y política. Refiriéndose a la sociología de los economistas de la CEPAL, Medina escribía en 1973 el recuerdo de aquellos primeros años: ―cabe decir que el logro se tradujo en la aceptación por mis colegas economistas de las perspectivas sociológicas que se les brindaban, al punto de que con el andar del tiempo algunos mostraron un entusiasmo sociológico que casi excedía al de los mismos sedicentes profesionales‖ (Medina, 1973: XI). Así lo reconocemos en las obras de Aníbal Pinto, Juan Noyola, Jorge Ahumada, Celso Furtado, Osvaldo Sunkel, Raúl Prebisch o Víctor Urquidi. 711 Eduardo Devés se ha detenido en construir las corrientes intelectuales que confluyen en Raúl Prebisch. Keynes fue un autor fundamental para las concepciones teóricas del economista argentino: ―se apoyó en primer lugar en las ideas de J. M. Keynes. Keynes fue releído y reelaborado a la luz de las nuevas ideas sobre crecimiento y desarrollo en boga en la inmediata segunda postguerra e hibridando esto con las ideas muy difundidas y por ello algo vagas del aprismo‖. (Devés, 2004: 348). La incorporación de Keynes en el pensamiento CEPAL, según Celso Furtado, significó establecer la primacía de lo político sobre lo económico (Furtado, 1983: 41). 491 (Llama poderosamente la atención que todos estos economistas de la CEPAL tuvieron como compañero o maestro a Medina Echavarría Echavarría). En algún momento de su trabajo tuvieron presente la sociología como método de trabajo y de análisis de sus estudios económicos. Y ahí la figura de Medina fue importantísima para los economistas. 712 Como reconoce Armando Di Filippo: ―Más allá de su background teórico y filosófico, la cosa europea que trajo: civilizó a los economistas latinoamericanos. Medina tenía una visión universalista y filosófica de los problemas económicos. Veía los asuntos sociales y económicos con gran capacidad de distanciamiento. José Medina representó para la CEPAL la gran visión social y política de los hechos que tenían que evaluar los economistas‖. 713 Que estos economistas hicieran sociología confirmaba el principio epistemológico de Medina Echavarría sobre la relación economía-sociología: toda teoría económica encierra su teoría sociológica. 6. La Escuela de pensamiento de la CEPAL. Aporte empírico y teórico. 6.1. La institucionalización de la investigación social: el aporte empírico de la CEPAL. El estado del conocimiento sociológico de la sociedad latinoamericana –como objeto de estudio- distaba mucho de contar con diagnósticos generales que permitiesen identificar y medir los ―grandes problemas regionales‖. En América Latina el gran crecimiento y enriquecimiento de la sociología cuantificada vino por parte de la CEPAL. Una de sus funciones más importantes –y también del ILPES- fue exactamente la producción de estadísticas. Este organismo se constituyó como ―una fuente insustituible y periódica de información económica y social actualizada referida al conjunto de la región‖ (Di Filippo, 2007: 125). Hasta entonces en aquella región no había datos ni estadísticas, únicamente percepciones. Asomaron sectores concretos de la sociedad –gobiernos, elites modernidernizadoras, etc- que empiezan a interrogarse por los nuevos problemas sociales que se vislumbran, como la desigualdad social, las migraciones, las condiciones de vida, la urbanización y las actitudes y opiniones políticas. Se concentró en la sociedad latinoamericana una reivindicación por el conocimiento sociológico y la investigación empírica que la CEPAL supo canalizar muy bien. Así atendió lo que estaba sucediendo en el interior de los países, desde las preocupaciones más técnicas y numéricas, hasta las más abiertas a cambios sociales, culturales y políticos. Antes de adentrarse en el conocimiento sociológico, la CEPAL ya había favorecido los estudios empíricos para la ciencia económica. En sus primeros años construyó un buen edificio empírico sobre las cuentas nacionales de los países, sobre las balanzas de pagos, sobre el deterioro en términos de intercambio o la devaluación de 712 ―Pronto encontramos un punto de coincidencia: Medina nos hablaba de la crisis y esterilidad de las ciencias sociales, que no permitían actuar con eficacia y deliberadamente sobre la organización social, sobre la vida de la sociedad. Y en ese punto nos encontramos. ¿Por qué razón? Porque estábamos nosotros, el grupo de economistas iniciales, también persuadidos de la ineficacia de las teorías económicas convencionales, de las teorías neoclásicas‖ (Prebisch, 1982: 15). 713 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 492 precios. 714 Aquellos primeros trabajos basados en las estadísticas económicas fueron muy importantes porque generaron una red de información, de conocimiento y, sobre todo, permitieron comparar, medir y observar la evolución histórica de las realidades nacionales. Esa fuente de datos económicos también posibilitó manejar y tener una visión regional sobre el impulso de las políticas de industrialización y de desarrollo y también sobre la adopción del modelo de economía capitalista con el Estado como el principal regulador de la actividad económica. Desde entonces, la CEPAL cubrió esa carencia de recursos estadísticos y empíricos, dando forma asimismo a ese proyecto de generar conocimiento y de poder recomendar y asesorar a los gobiernos en las tareas de la planificación económica. Se produjo un conocimiento que se sirvió a los Estados para que éstos pusieran en marcha sus programas de desarrollo. A ese nivel la CEPAL cumplió la función original para la que había sido creada como órgano consultivo que recomienda a los gobiernos latinoamericanos. Muchos de ellos aplicaron sus políticas económicas y sus recomendaciones, porque encontraron en ellas una coincidencia con sus puntos de vista o se inspiraron en ellas para definir una mejor formulación de sus políticas de desarrollo (Urquidi, 2005: 137). 715 Gracias a la original investigación económica de este organismo se avanzó muchísimo en la evaluación y en la medición de los hechos sociales. A esa demanda social –junto a la demanda particular de los gobiernos latinoamericanos por encontrar soluciones a las dificultades de sus sociedades-, se añadía la iniciativa de un grupo de científicos, intelectuales e investigadores, dedicados al estudio de los aspectos y de los problemas sociales, que promovieron, fortalecieron y apoyaron la investigación social, local, regional e internacional. Ellos mismos demandaban esos datos, porque los necesitaban para su actividad científica cotidiana, para comprobar sus hipótesis de trabajo, para la redacción de informes, para pedir subvenciones a nuevos proyectos de investigación, etc. Se instauró dentro de la CEPAL un nuevo método de trabajo para el sociólogo: éste ya no se limitaba a utilizar únicamente datos preexistentes, sino que ahora disponía de técnicas de investigación social que ampliaron de manera insospechable las posibilidades de observación y de experimentación en el campo de los hechos sociales (Germani, 1964: 119). Esto provocó una creciente ―tecnificación‖ de la sociología cepalina, siendo las técnicas de investigación social aprovechadas en diversas direcciones. Se comenzó, como decimos, a generar datos, estadísticas sociales y a crear informes económico-sociales, como el Panorama social de América Latina. Se empezó a manejar encuestas de forma sistemática, a producir trabajos técnicos, empíricos e interpretativos ajustados a la nueva problemática del desarrollo. Fue un momento en el que se inició a cuantificar la pobreza, pasaron a medirse los movimientos de la opinión pública y los problemas de la sociedad comienzan a ser identificados por la investigación social. La gradual ampliación de estos problemas sociales hace, por ejemplo, que en el año 1957 se crease el CELADE (Centro Latinoamericano de Demografía), mediante un convenio entre Naciones Unidas y el Gobierno de Chile, más tarde integrado en la CEPAL. 716 Se puso en marcha este centro de formación de 714 Entrevistas mantenidas por el autor con Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile) y con Armando di Filippo (15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile). 715 Por ejemplo, algunas de las políticas desarrollistas de la CEPAL fueron puestas en práctica, principalmente, en México, Colombia, Brasil, Argentina y Chile, como respuestas nacionales a la presión de las crecientes masas urbanas (Ianni, 1971: 20). 716 A lo largo de los años se irán instalando en Santiago de Chile diversas agencias especializadas de Naciones Unidas (FAO, OIT, UNICEF, etc.). 493 demógrafos, que también investigó y generó datos demográficos importantes para la región, apremiada por la aceleración del crecimiento de la población y la migración del campo a la ciudad (Franco, 2007: 35-36). Una de las consecuencias de este proceso modernizador latinoamericano fue la necesidad de satisfacer esa demanda de conocimiento demográfico, empírico y sociológico sobre la realidad social. Hubo un propósito práctico por tener información social, lo que permite, a fin de cuentas, una ―contabilidad social‖ sobre características, rasgos y problemas de las sociedades latinoamericanas. La actividad empírica de la CEPAL ayudó, efectivamente, a institucionalizar la sociología aplicada en el campo sociológico bajo una clara perspectiva regional. 6.2. La producción de un pensamiento. El aporte teórico de la CEPAL. ―Ninguna universidad latinoamericana proporcionó tanta información comparada para la región, como ninguna universidad aportó tanto conocimiento y discusión teórica y sociológica como la CEPAL‖, afirmaba el profesor Pedro Morandé. 717 Sus palabras encuentran unanimidad en otros entrevistados y en las fuentes consultadas (Bielschowsky, 1998; Devés, 2003; Franco, 2007). 718 La CEPAL, aparte de promover una línea empírica, también suscitó debate teórico y generó pensamiento. El impulso cuantitativo y práctico fue acompañado de la orientación y la guía teórica. A estas tareas se dedicó más nuestro autor. El perfil de Medina Echavarría era más teórico que empírico, aunque también se incursionó en esa parcela con sus reflexiones sobre Bolivia. El carácter teórico que imprimió Raúl Prebisch a la CEPAL fue el que dominó durante la etapa clásica. La línea teórica fundacional quedó abierta por la tesis centro- periferia del economista argentino. Hubo datos, pero, sobre todo, éstos iban acompañados de teorías y de propuestas más conceptuales. Hasta el punto que las contribuciones teóricas, los paradigmas y las posturas primaban sobre el clima intelectual: el resultado fue la elaboración de un proyecto de sociedad basado en el análisis científico de la realidad social. La disertación teórica sobre un modelo de desarrollo económico, social y político para la región copó los trabajos, los documentos, las investigaciones y las publicaciones. Al final, fue ésta la función más importante de la CEPAL: generar un modelo teórico del desarrollo con el que se identificase la institución. El pensamiento creaba una manera de reconocimiento, de fomentar institucionalidad, de proyectar un pensamiento distintivo y reconocible. La institucionalidad suponía formar capital social (otra función de este organismo): había que capacitar a los funcionarios de los estados latinoamericanos –una nueva audiencia para Medina-, para que conocieran, se familiarizasen y estudiasen la teoría cepalina, además de ofrecerles el conocimiento de los datos empíricos de la realidad latinoamericana. 719 Esto significó un gran intento de la CEPAL por integrar la ciencia social latinoamericana en los procesos de cambio social y por tratar de combinar, dentro de lo posible, el conocimiento científico con la asesoría política y con la formación de funcionarios. Porque estos últimos serían los encargados de transportar las ideas y el pensamiento regional de la institución. 717 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 718 Entrevistas mantenidas por el autor con Armando Di Filippo (15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile), con Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile), con Enrique V. Iglesias (15 de julio de 2009, Madrid), con José Luis Reyna (31 de mayo de 2007, México) y con Osvaldo Sunkel (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile). 719 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 494 Como recalca Eduardo Devés ―la red cepalina fue la más exitosa‖, alcanzando a comienzos de los años 60 una irradiación continental similar a la del positivismo en su mejor época (2003: 66). Por ello, todo ese esfuerzo de formular propuestas generales sobre América Latina, a modo de grandes teorías, terminó por constituirse como una escuela de pensamiento, denominada por algunos autores como pensamiento cepalino (Devés), o ―estructuralismo latinoamericano‖ (Casas Gragea, 2006: 27). 720 Fue una escuela de pensamiento latinoamericano porque las ideas cepalinas tuvieron una gran proyección e impacto durante años y a lo largo de toda América Latina, influyendo en autores, en temas, en conceptos, en visiones, en posturas políticas, etc. La primera visión sistemática económica –y sociológica- de América Latina la produjo la CEPAL. Se creó un marco conceptual, epistemológico y teórico –el paradigma modernizador- en el que se favoreció estas determinaciones recíprocas entre pensamiento científico, política, desarrollo y configuraciones sociales de la vida. Por lo que respecta a la sociología, la CEPAL tuvo un papel especialmente relevante en los primeros pasos de la institucionalización de la sociología latinoamericana, ya que ―fue la fuerza centrípeta que fijó los problemas relevantes para América Latina‖ (Franco, 1974a: 90). Fue una fuente constante de generación de ideas y un centro de discusión muy importante para la región, desarrollando varias líneas de investigación (marginalidad, pobreza, desigualdad, democracia, etc.). Se recurrió a los sociólogos para ―validar‖ o ―invalidar‖ una dada configuración social presente, como para encontrar interpretaciones del proceso histórico de la formación económica de la región (Ianni, 1965: 420). De esta manera, la sociología permitió narrar y observar los acontecimientos significativos de ese proceso de modernización en América Latina, a la vez que ello supuso un considerable avance epistemológico, metodológico y teórico para la sociología de la región. Ése es el balance que hace Pedro Morandé: ―Por eso, yo me atrevo a decir que la CEPAL ha sido la única gran escuela de sociología que hemos tenido en América Latina. Escuela en el sentido de una fuente de conocimiento y de discusión muy importante para toda la región‖. 721 La universidad no supo ser un punto de referencia alternativo a la sociología o a las propuestas sociológicas formuladas por la CEPAL. Es por ello que este organismo regional cumplió una importante labor en la consolidación y maduración de la sociología latinoamericana, tanto desde la parcela empírica como desde la parcela teórica. Obviamente que Medina tuvo su pequeña parte de culpa. Principalmente porque su aliento inicial de la disciplina sociológica –con sus propuestas de gran alcance- dejó una línea de continuidad que fue recogida en distintos programas de investigación teórico y metodológico, como el de la teoría de la dependencia. En este apartado queremos destacar que la presencia de Medina supuso un cambio en la manera de hacer investigación y pensamiento en la CEPAL. El riesgo inicial de que únicamente fueran relaciones cuantitativas, numéricas, se fue consiguiendo con la presencia de José Medina Echavarría. 722 Con él cobro sentido su famoso lema de la armonía entre ―teoría y práctica‖. Nuestro autor equilibró la naciente escuela sociológica en América Latina 720 Hoy, en contraste, la CEPAL se guía más por el enfoque empírico. El ambiente está dominado por el dato y por la ingeniería social, con estadísticos, funcionarios y técnicos formados en Estados Unidos. Hay una menor propuesta teórica. Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 721 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 722 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 495 que fue la CEPAL. La disputa interna dentro de la sociología latinoamericana ha sido, tradicionalmente, una pugna entre una vertiente más empirista, de orientación norteamericana, de atenerse sólo a las cifras, y otra de orientación europea, particularmente alemana, que trata de reconstruir históricamente los problemas que se han generado. Y justamente este fue el aporte y el tratamiento de Medina a los fenómenos culturales y sociales del desarrollo, desde una perspectiva más comprensiva e histórica. Esta línea histórico-estructural distinguió durante algún tiempo a la CEPAL, cuando todavía no tenía el riesgo de convertirse en una gran oficina estadística de los países de la región. El núcleo original del pensamiento cepalino clásico fue, por tanto, interpretar históricamente la estructura económica de América Latina en su proceso de formación, quedando ampliado posteriormente por la aportación sociológica. Toda esa visión es el fundamento del ―estructuralismo latinoamericano‖. Por tal motivo, hablamos de un ―pensamiento latinoamericano propio‖ que se gestó durante aquella época de la CEPAL clásica, que nace y se origina en Prebisch y que se va enriqueciendo con distintas contribuciones (Furtado, Pinto, Cardoso, Faletto, Gurrieri, Ahumada, Graciarena, Wolfe, Solari, Franco, Sunkel, etc.), siendo la más importante en materia social y sociológica la de José Medina. 723 ―El pensamiento latinoamericano propio había arrancado con el desarrollismo, pero el desarrollismo aparece muy vinculado inicialmente a la sociología norteamericana y a la teoría de la modernización. El salto real en términos de generar un pensamiento propio se dio con la teoría de la dependencia. En el fondo lo que discutía el desarrollismo era cómo transformar en modernos a los países tradicionales, exagerando un poco nuestro análisis. Todavía los economistas seguían pensando en las etapas de Rostow, en los puntos de despegue, en los modelos duales‖. 724 Lo que sí es interesante es que empieza a agruparse una cierta preocupación histórica desde la CEPAL. Una cierta preocupación de cómo se ha ido desarrollando la situación de dependencia de América Latina respecto a los centros económicos internacionales. Se trata de responder por qué no se pudo lograr el desarrollo, porqué se produce una cierta frustración. ―Cuando hablamos de un pensamiento latinoamericano propio no estamos hablando de un pensamiento que se originó 100% en América Latina. Lo que sí es original es la síntesis. No todos los elementos son de origen latinoamericano‖. 725 De esta suerte, podemos afirmar que no estamos ante un pensamiento propiamente original, pero sí que las teorías cepalinas tienen una cierta originalidad, con mayor o menor influencia de los teóricos del capitalismo y de autores como Keynes, Weber, Gramsci también, incluso Marx. La singularidad es que se alcanzaron síntesis, que se plantearon problemas distintos, que se hicieron algunos aportes de invenciones y descubrimientos teóricos y epistemológicos (centro-periferia, aspectos sociales del desarrollo económico, etc.). Esto significa que esta síntesis no la había hecho o dicho otra persona o escuela antes y que tiene además una dimensión latinoamericana. ―El alcance latinoamericano de los estudios e informes de CEPAL, permitió considerar, implícita o explícitamente, a América Latina como una unidad susceptibles de ser analizada de manera conjunta‖ (Di Filippo, 2007: 125). Fue un pensamiento 723 Entrevista mantenida por el autor con Enrique V. Iglesias, 15 de julio de 2009, Madrid. 724 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 725 Entrevista mantenida por el autor con Eduardo Devés, 3 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 496 realizado desde la periferia y para la periferia: esto modificó las estructuras de producción de conocimiento de los campos sociológicos nacionales, el objeto de estudio era otro de más alcance: toda la región. ―Antes de la CEPAL, cada sociólogo se enfrentaba a su propio país, después de la difusión del pensamiento cepalino, si bien no se pierde el interés por explicarse la realidad más próxima, se presta atención a los rasgos comunes que esa situación mantiene con sus similares latinoamericanas y que fueron destacados especialmente por la CEPAL, en especial a través de sus teorías sobre las relaciones centro periferia y el deterioro de los términos del intercambio‖ (Franco, 1974a: 67). La dimensión regional del pensamiento cepalino expandió la conciencia del desarrollo, como problema y como oportunidad de realizar contribuciones teóricas, epistemológicas y metodológicas que tuvieran como referente a toda la región latinoamericana. Se alcanzó un gran grado de unidad que ayudó a forjar una estructura conceptual, perfeccionada y superada con el tiempo. Y ese elemento unitario de perspectivas científicas fue ―América Latina como problema‖. Por ello, también fue un pensamiento original en términos de ligar la sociología, la política y la economía, cuando no les competía, al ser un organismo internacional y dependiente de los gobiernos latinoamericanos: la CEPAL fue ―generadora de una especie de praxis institucional que elaboró un tipo de pensamiento, conjuntado de análisis interpretativo de la realidad económica latinoamericana –conectada con la problemática social- y propuestas dirigidas al desarrollo de la región del modo más independiente posible. América Latina logró, de la mano de la CEPAL, algo que difícilmente puede atribuirse a otra región: la existencia de un pensamiento por y para la región y sus habitantes‖ (Maestre Alfonso, 2006: 16). Desde su fundación, este organismo internacional amplió sus horizontes de la investigación y del análisis de la situación social, económica y política de América Latina, asesorando a los países latinoamericanos en términos de política económica. Pero además, como acabamos de ver, terminó produciendo un pensamiento en clave latinoamericana y para toda la región, reivindicando una identidad propia. Esta institución representó, al fin y al cabo, un paradigma modernizador sintetizado en su concepto de ―desarrollo‖. Por tal motivo hay unanimidad en destacar al cepalismo como ―la escuela de mayor influencia sobre el pensamiento latinoamericano de la segunda mitad del siglo‖ XX (Devés, 2000: 307). A pesar de todas sus variantes –teoría de la dependencia incluida- el pensamiento cepalino desarrolló una visión unitaria e interna sobre los problemas económicos, estructurales, sociales y políticos (Di Filippo, 2007: 124-125). En fin, el cepalismo fue la corriente de ideas más importante de América Latina durante muchos años al ser capaz de conceptualizar problemas regionales y englobarlos a través de teorías concretas. 6. 3. Creación de un lenguaje científico. Podemos considerar que las ideas, los temas y los trabajos de la CEPAL dispusieron un lenguaje que se sumó al vocabulario común de otros compañeros, científicos sociales y profesores latinoamericanos. Los economistas cepalinos ―configuraron un nuevo léxico económico y pusieron en el tapete la idea de una economía de desarrollo. Estos conceptos se configuraron en una propuesta que llegó a constituirse incluso en una ideología‖ (Devés, 2000: 292). El conjunto de estas categorías quedó acoplado a un marco histórico y estructural que les otorgaba inteligibilidad y articulación recíproca, ese marco fue precisamente el de la visión centro-periferia y las sucesivas formulaciones sobre la génesis del capitalismo y del desarrollo en América Latina (Di Filippo, 2007: 125). El concepto del desarrollo fue ―el 497 más importante en la segunda mitad del siglo XX en las ciencias económico-sociales y en el discurso político en América Latina‖ (Devés, 2004: 355). El desarrollo económico se expresa en el aumento del bienestar material, normalmente reflejado en el alza del ingreso real por habitante, y condicionado por el incremento de la productividad media del trabajo. Las ideas cepalinas sobre el desarrollo económico coinciden con las contenidas en líneas generales en las teorías del crecimiento de origen neoclásico y keynesiano, que lo conciben como un proceso de acumulación de capital – estrechamente ligado al progreso tecnológico- mediante el cual se logra la elevación gradual de la densidad de capital y el aumento de la productividad del trabajo y del nivel medio de vida (Rodríguez, 1988: 25). La aparición de este concepto y su rápida instalación está articulada a la creación de la CEPAL. El desarrollo sobresalió como un amplio y atractivo campo de estudio, enfocado desde distintas perspectivas. Como la mirada sociológica de Medina Echavarría, quien se propuso terminar con la rigidez con las que los economistas definían el desarrollo económico. (Él manejaba, en mi opinión, una visión más amplia del concepto de desarrollo, como lo que hoy podemos entender como desarrollo social). En este sentido, el concepto desarrollo evolucionó intelectualmente y fue determinado también como un hecho social e histórico. A este respecto reflexiona Celso Furtado sobre el subdesarrollo como un concepto económico que compete a un proceso histórico: ―el subdesarrollo debe ser entendido como un proceso, vale decir, como un conjunto de fuerzas en interacción y capaces de reproducirse en el tiempo‖ (1985: 114). Por último, el concepto ―desarrollo‖ –ligado al de subdesarrollo- dio forma a una parte sustancial de lo que actualmente se entiende por pensamiento latinoamericano (Devés, 2003: 21). Sin duda el desarrollo, inicialmente como desarrollo económico, fue el concepto de mayor trascendencia de ese período, que como bien indicaba Eduaardo Devés, instauró una ideología o una corriente de pensamiento que a lo largo del tiempo fue incorporando la carga histórica y su sentido sociológico. Además del concepto desarrollo, existen otros grandes conceptos que recorren el pensamiento latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX: modernización, identidad, revolución, democracia, integración, dependencia, nacionalismo (Devés, 2003: 21). Algunos de ellos, caso de modernización, integración o dependencia llevan la impronta decisiva de la CEPAL. Este organismo internacional ayudó a configurar una tradición disciplinaria, en la economía y en la sociología en particular, y en las ciencias sociales en general. La CEPAL fortaleció el trabajo colectivo de la comunidad científica latinoamericana, permitiéndonos hablar de una herencia histórica común, en la que se utiliza un lenguaje propio rápidamente adoptado y popularizado en estudios académicos diversos. Hubo un interés no sólo por estos conceptos, sino también, como vimos anteriormente por ideas y temas, que apelaban a escenarios de ―crecimiento hacia fuera‖, ―de economías primario-exportadoras‖, de ―industrialización sustitutiva de importaciones‖, de ―desarrollo desde dentro‖ o ―hacia dentro‖, etc. La CEPAL también elaboró ―hipótesis que englobaban a la mayoría de las naciones latinoamericanas en materia de comercio exterior, diversificación productiva, tipología de productos exportables, o, en un plano con mayores implicaciones socioculturales, de haciendas señoriales, plantaciones tropicales, complejos latifundio- minifundio, etc‖ (Di Filippo, 2007: 125). Su contribución descansa, por tanto, en categorías de análisis referidas a la situación social concreta de América Latina. Aunque algunas de ellas fueran originarias de las ciencias sociales occidentales, fueron 498 aprovechadas y reformuladas para aquella realidad, no haciendo transplantes acríticos de teorías o paradigmas foráneos. La introducción del elemento histórico fue lo distintivo. Con todo lo visto hasta ahora, consideramos que las orientaciones conceptuales, epistemológicas, teóricas y metodológicas de la CEPAL promovieron y apoyaron la investigación social regional, constituyendo un espacio académico que creó las condiciones y los recursos necesarios para el desarrollo de una comunidad de investigadores. Este avance lingüístico moduló un espacio de debate y crítica a través de la divulgación y las publicaciones de un pensamiento en clave latinoamericana. 499 CAPÍTULO XVIII. LOS COMIENZOS DE LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO. EL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN WEBERIANO. 1. El sociólogo dedicado a las tareas del desarrollo. Una vez visto el contexto intelectual e institucional de la CEPAL, es obligado ir a los primeros textos desarrollistas de Medina. Ya tenemos definida su situación, dependiente de las estructuras de conocimiento que determinaron, como así creemos, las características de aquellas iniciales obras. Sus textos se constituyen como objetivación de su nueva posición institucional, en la que ya no figura como editor, sino que, por fin, trabaja como sociólogo. 726 Hay un cambio en la carrera profesional de nuestro autor, que tras varios años dedicado a las tareas editoriales de la CEPAL, cuenta con la experiencia para desenvolverse con competencias en el tema del desarrollo. No en vano, tiene las herramientas teóricas suficientes como para poder profundizar en él desde la perspectiva sociológica. Sea por las competencias profesionales ligadas a su nuevo puesto, sea, como vimos, por las directrices de la ONU, sea por las exigencias de Raúl Prebisch, el caso es que José Medina Echavarría encontró en el desarrollo su ―tema latinoamericano‖. Lo importante para él es que había dado con un tema en el que podía lanzar sus preocupaciones epistemológicas (los aspectos sociales del desarrollo), filosóficas (la reflexión sobre el individuo) y políticas (la democracia). Que hallase un tema intelectual también significaba que nuestro autor, en un centro preferentemente económico, se había hecho un hueco profesional, lo que era sinónimo de que la sociología también había encontrado su hueco institucional. Si encajó Medina en la CEPAL se debió a diversas voluntades institucionales y afinidades intelectuales: la necesidad de este organismo regional de contar con un marco teórico adecuado, capaz de servir de fundamento a la acción práctica, 727 que ligaba justamente con el sentimiento pragmático de Medina hacia las ciencias sociales y su perspectiva multidisciplinar; el desempeño de sus oportunas tareas profesionales en las pertinentes recomendaciones de política económica y desarrollo (que él inicia en su estudio empírico y teórico de la sociedad 726 Así se refería Medina Echavarría en una carta dirigida a Arnaldo Orfila sobre su nueva ocupación profesional como sociólogo en la CEPAL: ―Yo sigo poco más o menos igual. Aunque la situación ha mejorado bastante, por la creación aquí de una División de Asuntos Sociales. Así es que psicológicamente estoy más tranquilo. Sin embargo, la ocupación burocrática sigue la misma; lo que digo por su alusión a mis proyectos de autor‖. Carta a Arnaldo Orfila, Santiago, 26 de marzo de 1956. Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. 727 La CEPAL, ante todo, fue un lugar de muchas posibilidades intelectuales y con plena libertad. De la siguiente formaba lo expresaba Medina Echavarría al referirse a las directrices de la ONU sobre su programa ―Internacional Survey of Programmes od Social Development‖: ―este excelente trabajo está concebido desde el punto de vista de la acción y de la política sociales, que no coincide exactamente con la perspectiva que aquí se mantiene dictada por las exigencias de un programa y de una política de desarrollo económico. En cualquier caso hay que congratularse de la aparición de este compendio, no sólo por la riqueza de su contenido –siempre aprovechable desde nuestra perspectiva-, sino por la idea, subyacente en él y claramente expresada en su introducción, de que el desarrollo económico y el desarrollo social no son sino dos caras del mismo fenómeno‖ (Medina, 1973: 11). Aunque en el fondo ONU y CEPAL compartieran esa idea subyacente de expresar conjuntamente desarrollo económico y desarrollo social, Medina observa como había muchos matices respecto a la acción práctica entre una y otra institución. El hecho característico es que la CEPAL fue un organismo muy independiente respecto a las Naciones Unidas y eso redundó también en el trabajo intelectual de nuestro biografiado. 500 boliviana); y, como ya hemos tenido ocasión de ver, el poder compartir un enfoque histórico con sus compañeros economistas. La concepción de los aspectos sociales del desarrollo significó, en consecuencia, la aportación intelectual de una personalidad talentosa que contó con el apoyo y respaldo institucional de una burocracia personificada en unos dirigentes que pensaron en la necesidad de incorporar la sociología al debate del desarrollo económico. El caso de Medina Echavarría dentro de la historia de la CEPAL está firmado bajo la experiencia de una aportación a un pensamiento colectivo. Su éxito personal también se produjo en un clima con un nivel de competencias bajo. Medina Echavarría cuando llegó a la CEPAL ocupaba una posición de autoridad y de privilegio en cuanto a formación de capital social. Tenía muchas competencias intelectuales que le hacían ser competitivo y, a su vez, distintivo. Su expresión sociológica del desarrollo como un asunto que había que observar desde distintas perspectivas ligaba con la visión de esos nombres, Prebisch, Furtado, Ahumada, etc., y que acabó configurándose como la expresión y lenguaje de un proyecto corporativo: la identificación de la CEPAL como la institución encargada de estudiar el desarrollo económico desde diversas dimensiones, algo que le permitió mantener –bajo eso que se llamó ―pensamiento cepalino‖- una influencia notable en la sociología latinoamericana contemporánea. Se consideró, en resumen, que aquel tiempo histórico y aquella institución necesitaba de sociología, y ésta última la halló concretamente en Medina Echavarría. Dentro de aquel organismo se produjo un claro giro epistemológico a favor de lo social y de lo sociológico. Fue además un tiempo más que propicio para la sociología, la cual dejó de ser especulación académica y se transformó en investigación rigurosa, orientada hacia la explicación de problemas reales que preocupan a la clase política y también a la sociedad en general. En ese período de deseos de modernización y de ―urgencias del desarrollo económico‖ (Medina, 1973: 109 aspectos sociales), no se podía permanecer sin algún tipo de visión global respecto a las sociedades latinoamericanas. En consecuencia, él, desde la CEPAL, fue el primero en hablar de sociología y de los aspectos sociales del desarrollo económico en América Latina. Medina Echavarría relaciona a la economía con la sociología cuando había únicamente algunas divagaciones sobre el asunto. Antes solo había elucubraciones, presentimientos. Pero con él se alcanza una sistematicidad y una formulación teórica sobre las consecuencias sociales que causa y puede causar el desarrollo económico en aquella región. 728 Los primeros textos de Medina Echavarría fueron realmente importantes para la historia intelectual de la propia CEPAL y también para el desarrollo posterior del campo sociológico latinoamericano. Aquellos trabajos sentaron ―las bases de la sociología del desarrollo económico o, más genéricamente, de una concepción integrada del desarrollo‖ (Prebisch, 1980: 12). A partir de ahí se pensará como algo que también tiene que ver con lo social. No sólo se atenderá desde la economía, sino desde la sociología e 728 José Medina Echavarría en el prólogo de Aspectos sociales del desarrollo económico, de la edición conmemorativa de 1973, aprovecha a reflexionar, a modo de ejercicio autobiográfico, sobre su labor de de síntesis sociológica en la CEPAL, destacando que con sus primeros trabajos se pudo dar un ―cultivo sostenido‖ para la investigación sociológica en unas condiciones iniciales a las que llamó como ―investigación de gabinete‖. Decía así nuestro autor: ―me refiero a la labor de ordenar e interpretar de modo sistemático los materiales con que ya se contaba en algunos terrenos (cuestiones agrarias, educativas, demográficas y otras más), pues casi nadie se cuidó a su tiempo en proponer y organizar semejantes trabajos de síntesis, que una persona o grupo podía realizar sin grandes dificultades en un plazo razonable‖ (Medina, 1973: XIV). 501 incluso desde la ciencia política. Hasta entonces el desarrollo tenía una visión muy modélica y dirigida exclusivamente a los parámetros económicos (Devés, 2003: 23-29). José Medina amplió esa percepción con un enfoque mayor e integral de las ciencias sociales en su trabajo cotidiano con los economistas de la CEPAL. El riesgo inicial de que la CEPAL únicamente estableciera un conocimiento económico de la realidad latinoamericana a partir de las estadísticas, las relaciones cuantitativas o numéricas, se fue limitando con la presencia de Medina, quien dio equilibrio entre la teoría sociológica y la práctica, y pasó a analizar y a estudiar los fenómenos económicos como fenómenos sociales e históricos. 729 Además, aquella institución necesitaba hipótesis, conceptos, teorías; es decir, un programa de investigación y un aparato conceptual y teórico mínimo para llevarlo a cabo, que permitiese analizar una realidad social como la latinoamericana en todo su conjunto (Rodríguez, 1988: 151). Al programa de investigación propuesto por los economistas, tejido bajo la hipótesis centro-periferia, se le sumaba y le complementaba ahora el programa de investigación propuesto por Medina Echavarría alrededor de la hipótesis weberiana de qué condiciones sociales debía haber para el desarrollo capitalista y liberal. Su visión integrada de las ciencias sociales, como sabemos, facilitó esta combinación entre desarrollo y sociología. Aparte su trabajo intelectual también otorgó una legitimidad intelectual e institucional a la CEPAL (en el sentido de Pierre Bourdieu) al defender una visión histórica y cultural sobre el fenómeno del desarrollo y del capitalismo pensado desde y para América Latina. Podemos afirmar, por tanto, que Medina Echavarría es el pórtico de entrada de la sociología en la CEPAL y en el tema del desarrollo latinoamericano. Él fue su primera influencia extranjera y con él se inicio lo que hemos llamado la etapa del ―cepalismo social‖. En palabras de Enrique V. Iglesias, Medina estuvo detrás de grandes ideas, ―y significó una fuerza nueva y renovada en el pensamiento de la CEPAL, que contribuyó a crear una sensibilidad frente a los problemas sociales, que guió a muchos en esta institución, dándole así a nuestra presencia en América Latina algo más que un mero economicismo, y llevando al tema del desarrollo sus profundas connotaciones humanas y sociales.‖ (Iglesias, 1979: 199). A partir de dicha perspectiva, construyó su particular ―teoría sociológica del desarrollo económico‖ para América Latina o, como él decía, una ―sociología del saber económico‖ (Medina, 1973: 101). 2. Entre la innovación teórica y la tradición sociológica. Los aspectos sociales del desarrollo económico. 2. 1. La (primera) innovación teórica: la sociología del desarrollo. 730 La hipótesis de trabajo que planteamos trata de validar cómo en este nuevo período de la trayectoria de Medina Echavarría se produce una (primera) innovación teórica, en la que creemos que nuestro autor alcanza un mayor grado de síntesis y una mayor sistematización teórica sobre el estudio de la realidad sociológica de América 729 Entrevistas mantenidas por el autor con Rodrigo Baño (10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile) y con Pedro Morandé (16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile). 730 Como veremos más adelante, en este trabajo de investigación destacamos dos innovaciones teóricas como dos períodos diferenciados en la etapa cepalina de Medina: la primera, sería ésta dedicada a formular una teoría sociológica del desarrollo latinoamericano y, la segunda, sería a mitad de los años 60 cuando la obra de nuestro autor se inclina descaradamente hacia el tema de la democracia y de la planificación democrática. 502 Latina y que se centra tanto en la elaboración de conceptos teóricos sociológicos (dimensión epistemológica) como en la formulación de planes de investigación y modelos teóricos (dimensión socio-política y dimensión filosófica). Entendemos por innovación teórica el momento en que Medina elabora una teoría sociológica original. En esta tarea estuvo ocupado durante varios años y en la que intentó establecer las bases de una teoría sobre la génesis histórica del capitalismo periférico. Como decíamos, nuestro autor encontró, por fin, en los problemas del desarrollo para América Latina su verdadero ―tema latinoamericano‖. Por tanto, innovación también es sinónimo de evolución intelectual. Nuestro autor ya tenía una pregunta propia sobre la realidad latinoamericana y se identificó, en consecuencia, con el gran tema de su circunstancia histórica como era el desarrollo económico, que fue, como bien sabemos, la gran ―preocupación de la postguerra‖ en América Latina y que empezó a ser concebido desde su ―carácter necesario‖ (Medina, 1973: 98-99). Esta necesidad social, a modo de ―conciencia generalizada‖, explica la responsabilidad intelectual y profesional de Medina. Tras largos años de exilio, y de abstracción teórica, había hallado un tema concreto con el que se sentía identificado, con el que se sentía responsable como intelectual y ciudadano, y con el que podía volcar todo su conocimiento sociológico en conseguir un ―aporte real‖. 731 También fue el momento en que aproveche a aplicar los modelos teóricos de Max Weber. En este período, por tales motivos, se aprecia una evolución en el pensamiento de Medina Echavarría, ya que el inicial teoreticismo de su estancia mexicana dejó paso a una creciente preocupación por los problemas del desarrollo, de la modernización democrática y de la cooperación trasnacional en la región latinoamericana. De esta manera, lo importante para nuestros intereses es poder registrar estos cambios en la obra de nuestro autor: a qué se deben, cuándo se producen, de qué intensidad son y si realmente esta innovación teórica significa una ruptura con su obra anterior o, por el contrario, es una prolongación de su trabajo pretérito pero con diferentes matices. Éstas son algunas de las cuestiones que trataremos de responder en las siguientes páginas. 2. 2. Registrando empíricamente la innovación teórica. En estos primeros años en Santiago de Chile encontramos motivos empíricos más que suficientes para poder afirmar que estamos ante un momento de creación teórica y epistemológica por parte de nuestro biografiado. La innovación teórica de José Medina Echavarría la podemos datar con exactitud con la presentación de dos trabajos al Sexto Período de Sesiones de la CEPAL, celebrado el 29 de agosto de 1955 en Bogotá, Colombia. Estos dos trabajos son: el estudio ―Las condiciones sociales del desarrollo económico‖, que apareció como un informe preliminar, entregado el 15 de julio de 1955, y el trabajo ―Tres aspectos sociológicos del desarrollo económico‖, que apareció publicado en un número especial de la Revista de la CEPAL, en agosto de 1955, a raíz de este sexto período de sesiones. Ambos trabajos, como ya apuntábamos 731 Como recordaba A. Solari, ―una de las constantes preocupaciones de don José era la de la dificultad de decir algo que tuviera algún sentido innovador, que significara algún aporte real; preocupación muy explicable cuando se tiene, como él tenía, plena conciencia de la enorme acumulación de pensamiento sobre las más variadas materias‖ (Solari, 1979: 194). Eso mismo me confirmaba en una entrevista José Luis Reyna, quien coincidió con Medina en el ILPES, y que decía a sus colaboradores que lo importante no era publicar por publicar, sino escribir algo que mereciera la pena. Entrevista mantenida por el autor con José Luis Reyna, 31 de mayo de 2007, México. 503 arriba, significaron varias cosas: (en lo biográfico) el comienzo de la innovación teórica en la trayectoria personal de nuestro autor; (en el plano institucional) al ser publicado bajo nombre de la Secretaria de la CEPAL, simboliza en este organismo la apertura de la sociología a los temas económicos; y (dentro del campo sociológico latinoamericano) estos trabajos suponen el punto de partida de una especialidad muy importante para la región como fue la sociología del desarrollo. Posteriormente escribiría otros dos trabajos que cierran, en mi opinión, este período inaugural de su obra desarrollista: ―El papel del sociólogo en las tareas del desarrollo económico‖, trabajo presentado en el ―Seminario Latinoamericano sobre Metodología de la Enseñanza y de la Investigación de las Ciencias Sociales‖, auspiciado por la UNESCO, la FLACSO y el Centro de Pesquisas Sociales de Río de Janeiro, y celebrado en Santiago de Chile del 22 al 29 de septiembre de 1958; y ―El problema social en el desarrollo económico de Bolivia‖, de 1958, publicado como capítulo del estudio El desarrollo económico de Bolivia, de la CEPAL, y que recoge un estudio de campo de noviembre de 1956. De esta manera, estos cuatro trabajos inician una tradición de estudio sobre las relaciones profundas entre economía y sociología. Es un momento biográfico e intelectual en el que nuestro autor pudo empezar a modelar su propio pensamiento teórico, donde el punto de fuga es el tema del desarrollo. En verdad estos primeros trabajos son una primera formalización tentativa y conceptual del propio Medina Echavarría sobre aquel tema. Con anterioridad, como vimos, ya había tenido una preocupación abstracta sobre las relaciones entre la economía y la sociología, pero ahora el estudio de esta relación se orientó hacia una formulación programática y empírica. Nuestro autor tuvo entre sus variadas referencias a los clásicos de la sociología (Comte) y a los maestros fundacionales de la sociología alemana y europea (Pareto, Durkheim, Tönnies, Simmel, Weber, etc.), sin embargo, en este período hallamos nuevas referencias bibliográficas y nuevas metodologías que anteriormente no habían sido tratadas en su obra. Creemos que una de las formas más adecuadas de comprobar empíricamente la innovación teórica de un autor es descubrir nuevas citas, nuevos argumentos, conceptos, etc. De este modo, encontramos en estos primeros trabajos desarrollistas de Medina la referencia a autores contemporáneos como, por ejemplo, David Riesman, Eduard Heimann, Louis Wirth, Edgar Salin, James Duesenberry, Ragnar Nurkse, René König, Gottfried Haberler, Milton Friedman, Walter W. Rostow, Wilbert E. Moore, Alexander Gerschenkron, William Arthur Lewis, Ralf Dahrendorf, Theodore Caplow, Helmut Schelsky, C. Wright Mills, Robert Lynd, Karl Renner, Theodor Geiger, Harold Laswell, Reinhard Bendix o Bert Hoselitz. 732 También hallamos la citación a autores que Medina 732 A continuación recojo la información de las citas explícitas: Ragnar Nurkse, Problems of capital formation in underdeveloped countries, Oxford, 1953; René König, ―Einleitung zu einer Soziologie der sogennanten Rückständigen Gebiete‖, Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie 7, Jahrg, 1955; Gottfried Haberler, ―Critical observations on some currant notions in the Theory of Economic Development‖, en L´Industria, Nº 2, 1957; Rostov, The Process of Economics Growth, 1952; A. Gerschenkron , ―Reflections on the concept of ―Prerequisites of Modern Industrialization‖, L´Industria, 1957‖; W.A. Lewis, The Theory of Economic Growth, 1955; Ralf Dahrendorf, Soziale Klassen und Klassen-konflikt, 1957, (Medina, 1973: 107); Reinhard Bendix, Work and Authority in Industry. Ideologies of Managament in the Course of Industrialization, 1956; ―Patterns of Economic Growth‖, en The Canadian Journal of Economics and Political Science, Vol. XXI, Nº 4, 1955; H. Lasswell, D. Lerner, The Policy Sciences, 1951. Aparte Medina Echavarría también cita a otros autores que no he podido localizar biográfica o intelectualmente: J. Broten, Denhof, Cole, Löwe, Abramowitz; H. F. Williamson y Buttrick, Economic Development: principles and patterns, 1959; G. M. Meier, y R. E. Baldwin, Economic Developments.Theory, History, Policy, 1957; N. S. Buchanan, H. S. Ellis, Approaches to 504 ya conocía y había citado con anterioridad como Talcott Parsons, Hans Freyer, Alfred Weber, Alfred Von Martin, Arnold Gehlen, Theodor Adorno, Karl Mannheim Florian Znaniecki o José Ortega y Gasset. 733 Entre los autores latinoamericanos únicamente aparece citado su compañero de la CEPAL, el economista brasileño Celso Furtado. 734 ¿Qué significado podemos dar a estas referencias bibliográficas y de autores? ¿Qué sentido tienen respecto a la obra de nuestro autor? En primer lugar, debemos pensar en el contexto objetivo de producción de estos textos: Medina tiene al alcance la biblioteca de la CEPAL, con sus recursos bibliográficos, muchos mayores seguro que los que anteriormente pudo tener en México y en Puerto Rico. Tiene a su disposición libros contemporáneos de economía y los comienza a leer. Es su trabajo. Allí también lee a sus compañeros economistas de la CEPAL. Discute y comparte con ellos. También es seguro que leyera muchos libros sobre América Latina que no conocía. En segundo lugar, el registro de estas citas nos permite elaborar una ―cartografía intelectual‖ de aquellos primeros trabajos de Medina Echavarría. 735 Esto es lo realmente importante de esta tarea empírica. De esta manera, podemos observar cómo nuestro autor articula distintas corrientes de pensamiento bajo el interés de poder formular una teoría sociológica del desarrollo latinoamericano. Para iniciar ese recorrido teórico, Medina combina y recoge ideas provenientes de distintas escuelas económicas y sociológicas bajo un claro fin: estudiar el proceso histórico del capitalismo en América Latina y formular una teoría sobre el desarrollo latinoamericano. De tal suerte que nuestro autor maneja, junto con los antecedentes que ya conocemos de su pensamiento (como son los autores clásicos, los sociólogos alemanes y, fundamentalmente Max Weber), nuevas fuentes y referencias bibliográficas que sintetizan diversas ideas, temas y también metodologías sobre las ciencias sociales. Entre el pensamiento económico destacamos la influencia de la Escuela de Manchester (W. A. Lewis), de la Escuela económica de Chicago y su ―Research Center in Economic Development and Cultural Change‖ (B. Hoselitz), del ―Research Center in Entrepreneurial History‖ de la Universidad de Harvard (J. Schumpeter, A. Chandler, A. Cole), 736 del pensamiento neokeynesiano (Duesenberry), y el trabajo de diversos historiadores económicos (E. Heimann, A. Gerschenkron, R. Nurkse, E. Salin). Entre las corrientes y escuelas sociológicas distinguimos a la Escuela de Chicago (Bendix, Wirth), la ―escuela‖ de T. Parsons y sus discípulos de Harvard, la ―sociología reformista anglosajona‖ representada por R. Dahrendorf y R. König (Picó, 2003: 239), y la sociología crítica de C. Wright Mills. Estas influencias son recibidas por Medina Echavarría para distintos motivos y propósitos metodológicos y teóricos. Economic Development, 1955. H. Shoek, ―Das Problem des Neides in der Massen-demokratie‖, en Masse und Demokratie (Edit. por A. Hunold), 1957. (Medina, 1973: 100). 733 A la mayoría de estos autores los cita en el texto sin referirse a ninguna obra concreta. Únicamente se encarga de citar explícitamente las siguientes referencias bibliográficas: T. Parsons y N. J. Smelser, Economy and Society, 1956, p. 41; Alfred von Martin, Ordnung und Freiheit, 1956; K. Mannheim, ―On the nature of Economic Ambition‖, en Essays on the Sociology of Knowledge, 1952. 734 Celso Furtado, ―Capital formation and economic development‖, Internacional Economic Papers, Nº 4, p. 124. 735 Entrevista mantenida por el autor con Eduardo Devés. 736 Esto es un ejemplo de que Medina estaba al día sobre el debate del desarrollo y analizaba en qué estaban los centros de conocimiento sobre ese tema: Como no se trata de una reseña exhaustiva, baste con recordar ante todo la labor del Research Center in Economic Development and Cultural Change, con sus conocidos cuadernos del mismo título, y el programa de trabajos del Research Center in Entrepreneurial History de Harvard, que es una fuente de permanente inspiración para todos‖ (Medina, 1973: 9). 505 Nuestro autor tomó muy en serio los trabajos que se estaban realizando en Estados Unidos donde se combinaba economía y sociología desde la teoría funcionalista y bajo el paradigma modernizador. En esa línea destacaban los estudios provenientes de la Escuela de Chicago, tanto en su vertiente económica como sociológica, y de los trabajos de T. Parsons y sus seguidores, caso de Wilbert E. Moore. Había varios elementos y temas comunes en esta corriente modernizadora que interesaron especialmente a Medina: la investigación sobre el funcionamiento de los sistemas social y económico; los estudios sobre la estratificación social; la complejidad del proceso de urbanización contemporáneo; la integración cultural y las relaciones interpersonales en las sociedades modernas; la asociación del cambio económico con el cambio de los comportamientos sociales; y, por supuesto, el peso en estos trabajos de la huella de Max Weber. El clásico alemán estaba muy presente en toda esta corriente modernizadora. (Fue, sin duda, una rica fuente de conceptos e ideas sociológicas para la sociología académica norteamericana de aquellos años). Parsons había valorado la forma en que Max Weber era capaz de describir la actividad económica de las sociedades modernas dentro una complejidad de relaciones entre las estructuras económicas, políticas y sociales, y también estimaba cómo había sido capaz de explicar la racionalidad del capitalismo como una forma racional de producción y, por tanto, de organización social eficiente (Picó, 2003: 214-215). Bendix, por su parte, fue un gran continuador de la obra de Max Weber y estudioso de ella en el contexto intelectual norteamericano (Oltra, 2004: 331). Wirth también aplicó la metodología y las tesis weberianas en la realidad social de Estados Unidos, basándose, principalmente, en la transformación de los sistemas de relaciones sociales desde las formas tradicionales de comunidad a las formas nuevas de sociedad (Oltra, 2004: 316). De esta serie de influencias teóricas Medina será consciente de la importancia que tiene la acción social en todo sistema social y, sobre todo, cuándo ésta esté relacionada con la actividad, la estructura y la iniciativa económica. La importancia de las actitudes capitalistas o las disposiciones sociales al capitalismo explica la presencia en la cartografía intelectual de José Medina de otros autores europeos que también trabajaron sobre el programa de investigación weberiano, caso de R. König, o A. Von Martin, que en su Sociología del Renacimiento, describe a la burguesía como la clase principal del desarrollo económico de aquel período. Max Weber también enlaza con otros dos autores críticos con el funcionalismo y especialmente con las teorías de T. Parsons, me refiero a R. Dahrendorf, uno de los teóricos pioneros del conflicto social, y a C. Wright Mills, quien había formulado en 1956, en su libro La élite del poder, una teoría sociológica sobre las élites de poder en las sociedades industriales avanzadas. Creo que estos dos autores tuvieron una importancia relevante en las consideraciones de Medina sobre el cambio social, los estudios de estratificación social, los conflictos de clase en la sociedad moderna y la disociación teórica entre elites y clases. En conjunto, tanto R. Dahrendorf como C. W. Mills aportaron a nuestro autor una perspectiva crítica sobre los modelos universales de Parsons, y sobre la cohesión y el orden social en las sociedades modernas, y además le hicieron forjar una visión moderada sobre el conflicto social como cambio estructural y social. En estos dos sociólogos Medina atrapó, sin duda, la idea del conflicto social porque justamente la sociedad latinoamericana se adecuaba más a estos modelos conflictivos que a los elementos cohesionadores de Parsons. 506 Algo similar le sucedía respecto a la economía. Su preocupación intelectual fundamental en esta materia se centró en buscar modelos de trabajo y teorías operativas que le ayudasen a formular una visión del desarrollo latinoamericano como un proceso histórico, peculiar y específico. A este respecto debemos de pensar que es un momento en que se discute mucho, sobre todo dentro de las ciencias sociales norteamericanas, sobre el desarrollo como una sucesión de etapas. Dentro del paradigma modernizador eran dominantes las posiciones epistemológicas que dividían a las sociedades en tradicionales y modernas. Nuestro autor recogió en sus citas este debate. Por tal motivo, no sería completo este cuadro de referencias intelectuales si no mencionáramos aquellas que actúan de contrapunto respecto a la perspectiva teórica e ideológica de nuestro autor. La posición de dominio la sustentaba el modelo de W. M. Rostow recogido en su obra de 1952, Las etapas del crecimiento económico, donde mencionaba 5 etapas del desarrollo económico que iban desde la economía de subsistencia de las sociedades más tradicionales hasta la economía de escala de la sociedades más desarrolladas. Sin embargo, Medina Echavarría Echavarría no parecía compartir este modelo de desarrollo económico: ―El ensayo más acabado emprendido hasta hoy en ese sentido, el del historiador económico W. M. Rostov no parece satisfactorio‖ (Medina, 1973: 103). El modelo del economista de Chicago, B. Hoselitz, estaba basado en las variables de T. Parsons, referidas, principalmente, al particularismo-universalismo para explicar los problemas del desarrollo y del subdesarrollo. De esta manera, el desarrollo o la modernización únicamente se alcanzarían cuando el particularismo fuera sustituido por el universalismo. Sin embargo, aquí la idea de modernización equivaldría a occidentalización, aunque el modelo contiene algunos aspectos que seguramente pudieron interesar a Medina Echavarría como eran la visión de Hoselitz sobre los obstáculos al desarrollo de índole ideológica, motivacional e institucional, temas que están presentes en los trabajos de nuestro autor. Por último, si bien cita a M. Friedman, hay una distancia ideológica muy grande entre ambos autores, ya que el carácter reformista de Medina Echavarría -aunque liberal en lo político-, le hacía oponerse a la teoría económica neoliberal que profesaba el economista de la Universidad de Chicago. José Medina Echavarría se inclinaba por otro tipo de perspectivas económicas. Entre sus preferencias hallamos a historiadores económicos que se habían ocupado de estudiar la génesis del capitalismo mundial. Por ejemplo, nuestro autor vuelve a referirse a E. Heimann, al que ya había citado anteriormente en Responsabilidad de la inteligencia, y quien se había interesado por los estudios económicos de Max Weber y había formulado aquella hipótesis sobre ―los supuestos sociológicos de una teoría económica‖; incluye aspectos de J. Schumpeter y sus estudios sobre los ciclos económicos y la importancia vital del empresariado en el desarrollo capitalista; E. Salin había estudiado la combinación de las fuerzas sociales y la voluntad política en el terreno económico; R. Nurkse había escrito sobre el círculo vicioso de la pobreza y había desarrollado la teoría económica del ―big push‖, en la que enfatizaba la importancia que tienen los ahorros y la formación de capital en los países subdesarrollados para su crecimiento económico; o A. Gerschenkron, quien había desarrollado un concepto de ―prerrequisitos de la industrialización moderna‖. Se interesó por autores que entendieron el capitalismo y el desarrollo económico como un proceso evolutivo e histórico y no como una sucesión de etapas. En esta línea de pensamiento se insertaban asimismo los trabajos de la Escuela de Manchester. Nuestro autor cita a uno de sus miembros, W. A. Lewis, quien se encargó de analizar la 507 experiencia histórica de los países desarrollados y observó cómo en los inicios de ese proceso convivieron sectores desarrollados capitalistas con sectores no capitalistas de subsistencia, sin duda, una de las grandes hipótesis de trabajo en las que se apoyará Medina al señalar en sus estudios históricos sobre América Latina la convivencia de núcleos económicos capitalistas con núcleos tradicionales. Por supuesto, también utiliza los términos centro-periferia de Raúl Prebisch. Aunque no cite explícitamente al economista argentino, esta teoría y terminología era familiar y cotidiana para Medina. Como decíamos, él trabaja, conversa y discute con los economistas de la CEPAL e introduce en su teoría sociológica aspectos de la teoría y terminología económica de éstos: ―Los países periféricos representan una situación nueva frente a los centros dinámicos de la economía, y ello hace que, si bien tienen la ventaja de poder utilizar préstamos de capitales y de técnica, no quedan eximidos por eso del ejercicio continuado de su inventiva‖ (Medina, 1973: 4). Si bien creo que él únicamente recogió en sus escritos una parte muy pequeña de la explicación de la teoría centro-periferia sobre el origen del subdesarrollo en América Latina. Para él, sin embargo, la comprensión de este hecho social e histórico tenía mucho más que ver con sus peculiaridades culturales y sociales que con situaciones motivadas por las potencias extranjeras y el comercio internacional: ―El desarrollo en América Latina se debe a las ―exigencias de la constelación internacional‖, pero ―también se debe a las peculiaridades de la situación de América Latina, que puede desorientar a los que no tienen de ella un conocimiento íntimo. Su unidad y diversidad, al mismo tiempo, desde el punto de vista socio-cultural, los contrastes entre sus grandes masas agrarias y sus vigorosos centros de progreso industrial y, sobre todo, el hecho de su pertenencia a una cultura que en cierto sentido ha constituido una forma periférica de la occidental, presenta un cuadro no siempre fácilmente inteligible y al que no son aplicables los patrones recortados en otras partes. Los problemas socio-culturales que plantea su desarrollo económico sólo pueden ser vistos desde dentro de esta peculiaridad‖ (Medina, 1973: 14). Medina podría reconocer los efectos de esa ―constelación internacional‖ sobre las economías nacionales, pero más importante y acorde a su perspectiva sociológica eran los aspectos estructurales de toda sociedad que influían en ellas. Su teoría sociológica era una especie de contrapeso a la explicación exógena del desarrollo de la teoría centro-periferia y, en cambio, recordaba a los economistas de la CEPAL la importancia de los aspectos endógenos e internos que podrían explicar el subdesarrollo de la región. De aquellos el más culturalista fue Celso Furtado, a quien cita. Estas son las pocas referencias que nuestro autor hace a los autores latinoamericanos en estos primeros trabajos. Esto quiere decir que sigue bebiendo de las fuentes extranjeras, principalmente porque la literatura sobre el desarrollo es mucho más abundante que en lengua castellana. Puede que, a excepción de sus compañeros de la CEPAL, no encontrase ningún trabajo latinoamericano que le llamase la atención. 737 Veremos si 737 Por ejemplo, Medina no cita al sociólogo e historiador argentino Sergio Bagú quien había publicado dos libros que tuvieron mucho impacto en las ciencias sociales latinoamericanas, como era Economía de la sociedad colonial, de 1949, y Estructura social de la Colonia, de 1952, en los que se aparte de la interpretación clásica de la historia colonial de América Latina y pasa a analizarla en el marco de su inserción al sistema capitalista mundial. Quizás a Medina no le hiciera falta estas lecturas porque a su lado estaban tanto Prebisch como Furtado que compartían, en el fondo, la misma visión que Bagú. O, al 508 esta tendencia continúa o no en los próximos años en nuestro autor y sí ya tuvo tiempo de conocer y familiarizarse con la literatura económica y sociológica latinoamericana. O, por el contrario, siguió fiel a los autores y libros extranjeros. Visto lo anterior, este complejo de corrientes y de escuelas económicas y sociológicas desembocara en algunos puntos socioeconómicos fuertes del pensamiento desarrollista de Medina como fueron la transición social hacia una economía industrial y moderna, la unión de capitalismo y Estado bajo los programas de planificación, el manejo de una visión global sobre el curso de las sociedades capitalistas y de los procesos históricos de desarrollo, la identificación de las clases y fuerzas sociales que controlan las decisiones económicas y estratégicas de una sociedad, y, entre otras más, la comprensión de las estructuras sociales que entran en relación con el capitalismo industrial. Este registro de citas bibliográficas nos debe servir para tratar de responder a la hipótesis que habíamos formulado anteriormente sobre sí realmente es un período de innovación teórica en la trayectoria biográfica de José Medina Echavarría. Mi respuesta es que sí, pero con algunos matices. Estamos ante un momento en el que el sociólogo español puede aplicar y sintetizar el conocimiento económico con el conocimiento sociológico en las tareas del desarrollo. Después de haber reflexionado sobre las relaciones entre estas ciencias sociales tiene ahora la oportunidad de proyectar sus teorías, conceptos e ideas sobre una realidad social concreta. Por tanto, esta aplicación metodológica es una novedad para él. También lo es, por supuesto, los nuevos elementos teóricos que encuentra en los nuevos debates sociológicos, en las nuevas lecturas de los economistas y en el clima intelectual de la CEPAL. El matiz, sin embargo, está en que este trabajo intelectual de Medina es una preocupación continuada sobre sus temas europeos. Es decir, en su tema latinoamericano del desarrollo encuentra un espacio para sus inclinaciones teóricas de siempre, como es la referencia a los clásicos y a Max Weber. Podemos decir que para él se abrió un período biográfico de innovación y evolución teórica pero dentro de un escenario de continuidad. 2. 3. Los aspectos sociales del desarrollo económico. Anteriormente dijimos que la innovación teórica de José Medina Echavarría se registra en que él fue el primero en hablar en América Latina de los aspectos sociales del desarrollo económico. Ahora bien, ¿qué entendía él por estos aspectos sociales del desarrollo económico? ¿Qué significado o sentido dio a este concepto sociológico? Según nuestro autor, hablar de aspectos sociales del desarrollo económico era adentrarse, antes que nada, en el terreno particular del economista: el ―hecho que interesa poner de relieve concierne al carácter prevenido con que aparecían estas primeras aportaciones, cautela que hoy pudiera juzgarse excesiva y que delataba el mismo término de ―aspecto‖, preferido notoriamente por aquel entonces. Puede ahora declararse sin apocamiento que tales cautelas o prudencias obedecían a la exigencia táctica de penetrar en lo que aparecía como el coto cerrado de los economistas‖ (Medina, 1973: XI). Medina Echavarría tuvo que buscarse una manera prudente de poder introducirse intelectual y científicamente en el objeto y campo de estudio de los economistas de la CEPAL. A modo de un ejercicio autobiográfico (de sociología de la contrario, ya con 50 años era muy difícil que cambiará sus esquemas cognitivos y seguía siendo fiel a sus preferencias intelectuales. Entrevista mantenida por el autor con Eduardo Devés, 3 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 509 sociología), nos reconoce que utilizó primeramente este concepto con la precaución necesaria de saberse que, como ajeno a ese campo, accedía a un terreno restringido y reglado por las actividades y normas de los economistas. Esta forma de hacer se debía, por supuesto, a la distinción que siempre tuvo la economía de considerarse ciencia natural y a su inclinación para desvincularse de las ciencias sociales y la sociología. Nuestro autor, en cambio, admitía ―que junto con el proceso económico de desarrollo se ofrece otro de carácter social‖ (Medina, 1973: 37). El desarrollo para él no era un hecho económico en sentido restringido. Medina trató de demostrar esta hipótesis desde la diversidad de situaciones sociales y actitudes culturales posibles. Para él la relación entre cultura, sociedad y desarrollo era sustancial. Su labor intelectual y profesional pasaba entonces porque los economistas comprendieran y vieran que la sociología era una ciencia útil y práctica para las tareas del desarrollo, y que tanto lo económico y lo social iban de la mano en el proceso de modernización y desarrollo. Se esforzó por alcanzar una formulación común, ―que por sí misma implique la aceptación de los distintos métodos –científicos- y fuerce sin remedio a adoptar una posición crítica, es decir, a explicitar sin embozo la última posición de valor‖ (Medina, 1973: 98). Para ello necesitaba la colaboración del economista: ―En el estudio del desarrollo económico como fenómeno total, se reconoce por todos sin dificultad y como algo evidente el papel decisivo y nuclear que en esa colaboración ―interdisciplinaria‖ corresponde al economista‖ (Medina, 1973: 16). De esta manera, quiso impulsar un nuevo horizonte de trabajo que con el tiempo terminaría por despuntar en la CEPAL y que abriría ―el campo de la colaboración del sociólogo en las tareas del desarrollo económico‖ (Medina, 1973: 97). Además ―la sociología económica era una disciplina que todavía esperaba el esfuerzo de una adecuada elaboración sistemática‖ (González Navarro, 2010: 72). Por tal motivo, esa inicial reserva hacia los economistas es la que le hace privilegiar ―lo social‖ como los elementos o matices que también se deben de tener en cuenta en todo estudio económico. Era una forma de sugerencia. Más tarde, una vez que tenga ganada la confianza de los economistas de la CEPAL, José Medina Echavarría dejará de lado esta primera sutileza terminológica de ―aspectos sociales‖ y hablará no de lo social en términos generales, sino ya más específicamente de ―consideraciones sociológicas‖ y de ―consideraciones sociales‖ del desarrollo económico. Lo que era una recomendación pasaría a ser entonces un asunto o una materia sobre la que se debía necesariamente reflexionar y meditar. Medina, en aquel primer momento, identificó a los ―aspectos socio-culturales del desarrollo económico‖ como los componentes culturales y sociales que apuntaban ―más allá de las fronteras de la preocupación habitual del economista y de sus instrumentos conceptuales‖ (Medina, 1973: 2 y 5). 738 Es por ello que presentase a los economistas de la CEPAL los aspectos sociales como los ―obstáculos culturales y sociales‖ al desarrollo económico: ―Cuando se señalan como poderosos obstáculos al desarrollo económico la vigencia de determinados valores y la existencia de ciertas actitudes, usos y tradiciones, 738 Es importante señalar la dificultad para precisar el concepto sociológico ―aspectos sociales del desarrollo económico‖, puesto que Medina también los denomina como ―los factores político-sociales más importantes que intervienen en el desarrollo económico‖ (1973: 17), como ―las cuestiones socio- culturales más importantes que acompañan al desarrollo económico‖ (1973: 37) o como ―los supuestos sociales del desarrollo económico‖ (1973: 39). 510 no se está frente a entidades misteriosas ante las que nada quepa hacer. Es necesario ante todo conocerlas, saber cómo operan y cuáles son sus efectos, pero también es posible modificarlas en la dirección deseada, aunque sea con lentitud‖ (Medina, 1973: 3). Sabía Medina que emparejando aspectos sociales con obstáculos sociales del desarrollo económico podría entrar de lleno en el terreno de la ciencia económica (y también en el campo de la acción práctica y de la programación política). Reconocía que tanto el sociólogo como el economista compartían en el fondo un compromiso tácito para analizar y estudiar ―los estímulos o incentivos y otras cuestiones de motivación para la actividad económica‖. Ello hace que Medina también se refiera a los aspectos sociales como las ―condiciones sociales‖ que se han de dar para desencadenar el desarrollo económico en América Latina. A diferencia de cualquier sociólogo anglosajón que estudia ―los efectos sobre la persona humana de la ambición alimentada por el sistema económico‖, el sociólogo latinoamericano, en cambio, tiene que ―averiguar cómo se pone en marcha y funciona un sistema económico según sea el tipo de ambición que sea dable propicia‖ (Medina, 1973: 113). En América Latina la perspectiva es la opuesta respecto a la sociología anglosajona y también respecto a los clásicos de la sociología. La tarea del sociólogo latinoamericano, ya fuera ésta atender los aspectos, las condiciones o los obstáculos al desarrollo, estaba al final, como reconocía Medina, motivada por encontrar un modelo de desarrollo para América Latina que pudiera alterar la sociedad y crear una disposición económica de los individuos. Este hecho lo explica muy bien Pedro Morandé: ―Mientras para los fundadores de la sociología la crisis se había producido por la aparición no prevista de un mecanismo autorregulador de la división social del trabajo que escapaba a todas las instancias de control social fundadas en el orden moral institucionalizado, los latinoamericanos piensan más bien que la crisis se debe a que este nuevo mecanismo autorregulador no se ha impuesto en la sociedad como debería. Es decir, el punto de vista es justamente el contrario. Mientras en un caso se trata de comprender un proceso no controlado, en el otro se trata de inducirlo‖ (1984: 46-47). Según confirmaba Medina, ―la tarea del sociólogo consistiría, en consecuencia, en poner en juego los medios científicos a su alcance para contribuir a aclarar en cada caso estas dos cuestiones previas o fundamentales: quién quiere propiamente el desarrollo económico y cómo se quiere en realidad, cosas ambas muchas veces confusas‖ (Medina, 1973: 113). Las funciones del sociólogo (latinoamericano) pasaban, obviamente, por buscar regularidades reiteradas en esos procesos de industrialización y darlos una forma conceptual. El sociólogo debía también ―analizar las implicaciones sociales de las distintas velocidades de desarrollo, sea en general o en cada caso concreto en particular‖ (Medina, 1973: 105). Pero, principalmente, lo importante de su ―servicio‖ para el análisis y estudio del desarrollo era, ante todo, construir modelos teóricos sobre los que poder llevar a cabo las necesarias modificaciones económicas (capitalistas) y modernizadoras (políticas y sociales) sobre la sociedad. En otras palabras, junto al examen y diagnóstico social se necesitaba la aplicación social del pensamiento sociológico, resultando así un ―permanente desafío tanto para la teoría como para la acción práctica‖ (Medina, 1973: 38). En efecto, Medina encontró en ese nuevo desafío teórico y profesional su ―tema latinoamericano‖, su capacidad de innovación teórica pero, como decíamos, siguiendo una continuidad como es la propia de la tradición sociológica. Para formular un intento de teoría sociológica del desarrollo 511 latinoamericano recogió las claves teóricas de la tradición sociológica anterior, especialmente la sociología comprensiva e histórica inaugurada por Max Weber: ―la actividad económica en sus relaciones con los caracteres y motivaciones humanos y con los usos, tradiciones y vigencias de una sociedad, equivalía a plantear en forma inversa, y a veces puramente descriptiva, el tema que hizo clásico la investigación weberiana con referencia al capitalismo. ¿Cuáles son las condiciones sociales que hacen posible el funcionamiento de este sistema? Reiterar la misma pregunta desde el punto de vista del desarrollo económico de nuestros días supone continuar una tradición de rigurosa precisión conceptual‖ (Medina, 1973: 12-13). Desde el punto de vista del desarrollo latinoamericano, José Medina Echavarría recogió el tema de investigación weberiano sobre la génesis del capitalismo pero a la inversa, como bien había apuntado Pedro Morandé: ¿cómo hacer posible el funcionamiento social del sistema capitalista en América Latina? ¿Cómo se puede inducir el espíritu capitalista? Son algunas preguntas que estarán muy presentes en su trabajo desarrollista. Como también lo estará, como aquí hemos visto, su continuada reflexión sobre la posición del sociólogo en las tareas del desarrollo económico y su papel en la generación de conocimiento sobre este asunto. Nuestro biografiado siempre otorgó al sociólogo un papel analítico cultural muy importante en virtud de estudiar los procesos que forman la realidad social y en función de las características de la sociedad de la que cada individuo forma parte. Por ello observó que estudiar el desarrollo en sus niveles históricos de formación ―en nuestros países, constituye sin duda una tarea intelectual tan ambiciosa como fecunda, que demanda las mayores energías de las nuevas generaciones de sociólogos latinoamericanos‖ (Medina, 1973: 110). 739 Sin embargo, Medina no sabía que aquella tarea intelectual tan ambiciosa como fecunda le tendría ocupado por más de 20 años. 740 739 Podemos observar cómo nuestro autor se refiere a América Latina utilizando la expresión ―nuestros países‖, hecho que confirma la apropiación de aquella realidad tanto en lo biográfico como en lo profesional: es su ―tema latinoamericano‖ por las demandas y obligaciones profesionales y también, obviamente, porque no podía ni quería regresar a la España franquista. La idea de retorno ha ido desapareciendo poco a poco en nuestro autor, entregado a la ―causa desarrollista‖. 740 José Medina Echavarría en las últimas páginas de ―Las condiciones sociales del desarrollo económico‖, de 1955, dejó bosquejado una serie de temas que la sociología debería ocuparse en las tareas del desarrollo. Él, por su parte, iría trabajando sobre algunos de estos temas durante su etapa cepalina: (tema 1) El concepto total de desarrollo: habla por el interés por los aspectos sociales del desarrollo económico, la perspectiva del economista, la inserción de lo social en la teoría del desarrollo. Fijar un programa de investigación de corto y largo plazo. El papel de la CEPAL en la formación de una conciencia pública, investigación metódica y posible formación de especialistas. (tema 2). La perspectiva sociológica y la tipología analítica: el punto de vista sociológico, el desarrollo económico como fenómeno de cambio. (tema 3). El factor demográfico: la aportación de la teoría demográfica y los límites del demografismo. (tema 4). Estructuras sociales concretas: las estructuras concretas, estratificación social, sistema de status, valores dominantes y formas de prestigio; movilidad social y profesional; estructura familiar y relaciones familísticas; las relaciones entre la ciudad y el campo; el éxodo rural. (tema 5) condiciones culturales: los supuestos intelectuales de la economía moderna; la ciencia como institución, la invención técnica y la educación tecnológica; (tema 6) el empresario: la evolución histórica de la empresa y los modelos contemporáneos, la empresa como institución social. (tema 7) la mano de obra; la moral del trabajo, la adaptación tecnológica y el problema de la calificación. (tema 8) función del Estado; la acción del estado en la historia económica; el papel del estado en los países subdesarrollados, el estado y la programación del desarrollo, la significación de la burocracia, la burocracia económica; (tema 9) política y desarrollo: ¿Es compatible la racionalidad económica con la irracionalidad política? Las enseñanzas de la historia en los países más desarrollados. Intelectuales y vida económica. (tema 10) efectos previsibles del desarrollo económico: el proceso general de racionalización, sobre la necesidad y 512 3. El programa de investigación weberiano. El análisis sobre los fundamentos sociológicos y teóricos weberianos en la obra de José Medina Echavarría me ha llevado a revisar esta vinculación. A tales efectos creo que es necesario distinguir entre los siguientes términos para ilustrar la forma gradual de cómo una recepción de una corriente sociológica termina por integrarse en todo el pensamiento de un autor. Así quiero diferenciar entre ―recibir a Max Weber‖, ―incorporar a Max Weber‖ e ―integrar a Max Weber‖ en el pensamiento sociológico de José Medina Echavarría. En primer lugar, Medina ―recibió‖ a Weber durante sus años de formación académica en Alemania y en España. Es decir, le leyó y se interesó por su obra. Posteriormente, durante los años de México, sobre todo, nuestro autor se sintió muy atraído por ―incorporar‖ a Max Weber en la sociología en lengua castellana a través de clases, traducciones y programas de estudios. También es el momento en que Medina, en plena etapa epistemológica, le estudia y va agregando importantes elementos weberianos para construir la sociología científica. Por último, Medina Echavarría empieza a ―integrar‖ a Weber a partir de Puerto Rico, cuando aparecen junto a las anotaciones epistemológicas reflexiones más concretas sobre presupuestos teóricos (estructura social, estratificación social, la sociedad contemporánea, por ejemplo). Esta evolución teórica de continuidad sobre la obra de Max Weber tendrá su culminación original durante la etapa chilena, cuando José Medina sea capaz de sintetizar y aplicar en problemas particulares del desarrollo orientaciones conceptuales, premisas teórico-metodológicas, planteamientos de problemas y de hipótesis, empleo de categorías, formas de construcción empírica y, por supuesto, sustentar nuevas investigaciones en el marco conceptual ofrecido por Max Weber. De esta manera, observamos cómo nuestro autor se movió en dos frentes intelectuales: por un lado, el tratamiento teórico-epistemológico de los temas weberianos y, por el otro, su aplicación en la investigación empírica. Por tales motivos, estos primeros trabajos desarrollistas de Medina Echavarría dan comienzo a lo que hemos llamado ―el programa de investigación weberiano‖. Rolando Franco, en su opinión, considera que la obra desarrollista de Medina tuvo su importancia más como problematizadora que como un paradigma de investigación (1974: 67). Desde mi punto de vista, considero que el sociólogo español sí que planteó todo un programa de investigación sobre el desarrollo latinoamericano fundamentado en las ideas de Max Weber. Un programa de investigación que se asentó y distinguió durante algún tiempo a la CEPAL, como bien nos recuerda Pedro Morandé: ―Sea como fuere, si hay algún sociólogo que haya tenido una influencia decisiva en la CEPAL –y recuérdese que no sólo se recibieron influencias sociológicas- ese fue Max Weber‖ (1984: 165). Para comprender esta autoridad intelectual de Max Weber en este organismo internacional es necesario estudiar la forma en que Medina Echavarría fue capaz de integrar el pensamiento del clásico alemán. Esta tarea se nos ofrece como una magnífica oportunidad de reflexionar la posibilidad de prever determinados efectos; la repercusión en los modos de vida; (tema 11) La coyuntura histórica: los problemas del desarrollo en el momento actual (Medina, 1973: 30-36). También nuestro autor nos hablará de la necesidad de acometer en América Latina las siguientes investigaciones empíricas: ―1) Estudios sobre el estado de la opinión pública; 2) Estudios sobre la composición y posición de las denominadas élites o grupos dirigentes; 3) Estudios sobre la posición de los partidos y acerca del contenido de las ideologías políticas; 4) Estudios, por último, sobre la situación de los intelectuales tanto social como espiritualmente‖ (Medina, 1973: 114). Medina se encargaría de trabajar sobre los tres últimos ámbitos, principalmente. 513 sobre uno de los aspectos fundamentales de la obra desarrollista de nuestro biografiado y su trabajo intelectual por adaptar el paradigma weberiano dentro de la problemática económica y sociopolítica de América Latina. 4. La hipótesis de trabajo: acerca de las condiciones sociales de la economía liberal. Racionalidad y desarrollo. El programa de investigación weberiano planteado por Medina Echavarría comenzó, como tuvimos ocasión de ver, desde la pregunta-hipótesis acerca de qué condiciones sociales hacen posible el funcionamiento del sistema capitalista. Pregunta que aplicada al contexto latinoamericano se interpretaría como qué condiciones y requisitos sociales harían posible el funcionamiento del sistema capitalista o de la ―economía liberal‖, según las palabras de Medina, en aquella realidad social. A continuación me permito incluir la siguiente cita de nuestro autor en la que se expresa sucintamente su interés weberiano y también, por supuesto, su innovación teórica con la cita de nuevos autores que comparten la discusión por la teoría sociológica de Max Weber: ―Una obra como la de Lewis, la más cuidadosa y completa en sus análisis sociológicos, podría examinarse con fruto a la luz de la anterior afirmación. Y lo mismo cabría sostener de otros trabajos de mayor pretensión teórica, como los de Parsons o Moore, que reiteran en forma más complicada o más sencilla, el modelo que para otros fines de conocimiento construyera Max Weber para responder con todo rigor a esta pregunta inexpresa: ¿cuáles son las condiciones sociales de la economía liberal? La labor del sociólogo en estas fechas y desde la realidad concreta que encara en nuestros países, consiste por tanto en preguntarse por la validez de aquel ―modelo social‖, así como por la de las recomendaciones implícitamente contenidas en el mismo‖ (Medina, 1973: 106). 741 Esta pregunta-hipótesis había sido formulada por Max Weber en su Ética protestante, donde pone ―el énfasis en esas condiciones sociales y económicas que también influyeron en el proceso del desarrollo del capitalismo moderno‖ (Gil Villegas, 2003: 12). Más concretamente Weber se preocupó en esa obra de ―las raíces espirituales de la economía moderna‖ (Medina, 1973: 23). Las raíces espirituales del capitalismo también las recogerá en la introducción de sus Ensayos de sociología de la religión. 742 741 Medina también cita a A. Gerschenkron por su concepto de ―prerrequisitos de la industrialización moderna‖, ―Reflections on the concept of ―Prerequisites of Modern Industrialization‖, L´Industria, 1957‖ (Medina, 1973: 106). 742 Son obras que Medina conocía perfectamente, como estudioso, profesor e investigador. Un ejemplo de la ―continuidad weberiana‖ en la trayectoria intelectual de Medina Echavarría lo apreciamos en su interés por proseguir las traducciones de Max Weber comenzadas por el Fondo de Cultura Económica. Entendía, como asesor de Arnaldo Orfila, que todavía quedaba mucho por hacer para acercar al clásico alemán al pensamiento en lengua española. Esto lo podemos registrar en una serie de cartas que intercambiaron ambos. Orfila escribió el 2 de marzo de 1956 una carta a Medina en la que le pedía la recomendación sobre la edición de nuevas obras de Max Weber y la publicación de Die Protestantische Ethik und Der Gest des Kapitalismus (La ética protestante y el espíritu del capitalismo). Medina le respondió el 26 de marzo de 1956 que no sólo debería publicarse ese libro sino la sociología religiosa entera de Max Weber: ―Mi querido amigo. La noticia weberiana que V. me da me parece excelente. En mi opinión no debería publicarse solamente el tomo del Protestantismo y capitalismo, sino la obra entera de Sociología religiosa en títulos separados (China, India, Israel). Hay ya la gran ventaja de poder tener a la vista las traducciones inglesas (Glencoe, The Free Press) que han puesto su punto de vista de acuerdo con el gusto anglosajón muy útiles por cierto. Yo no sé si una empresa como el Fondo, no debería emprender la traducción del 514 En cambio, el clásico alemán ofrecerá una versión materialista del desarrollo capitalista en el capítulo sobre ―La ciudad‖, de Economía y sociedad, a partir de un minucioso estudio sobre la baja Edad Media. En resumen, lo que Weber ofreció a Medina fue, principalmente, un modelo teórico sobre la génesis y comprensión del desarrollo del capitalismo moderno. El clásico alemán sirvió a nuestro autor de base teórica para formular una teoría sociológica sobre el proceso histórico del capitalismo en América Latina bajo el problema inmediato del desarrollo económico. Una finalidad teórica a la que nuestro autor definió como la ―construcción de un ―modelo social‖ del desarrollo económico‖ (Medina, 1973: 106). La expresión de este interés, como reconocía Medina, era preguntarse por la validez del modelo teórico de Max Weber para aquella realidad concreta e igualmente comprobar empíricamente si aquellas recomendaciones se podrían cumplir. De esta manera, se trataría de analizar determinados aspectos sociales y culturales que sirvieron para catalizar el proceso económico de países que los han calificado como naciones desarrolladas. La visión histórico-cultural que defendía Medina Echavarría quería hacer posible una perspectiva desde América Latina sobre el fenómeno del desarrollo económico y del capitalismo. Como bien afirma Álvaro Morcillo, ―mientras que Weber se pregunta por las peculiaridades del desarrollo de Occidente comparado con el de otras civilizaciones, Medina se pregunta por las diferencias entre el desarrollo latinoamericano y el resto de Occidente‖ (2010: 359). A tales efectos, la hipótesis de trabajo weberiana terminó siendo reajustada y reformulada por Medina Echavarría para que pudiera encajar con la realidad concreta latinoamericana: la ausencia de fuerzas capitalistas espontáneas le llevaba a cuestionarse porqué aquella región era de esa manera y no de otra. La falta de un espíritu capitalista en América Latina le llevó a Medina a concebir una tesis capitalista ―al revés‖ para aquella región, como ya mencionamos anteriormente: ―si las condiciones sociales y culturales que hicieron posible la aparición y el despliegue del moderno capitalismo, fueron tales o cuales y siguieron esta u otra línea en su interna mudanza, habrá que esperar que se den de nuevo por sí mismas o, en el mejor de los casos, provocar su repetición en forma más rápida y comprimida‖ (Medina, 1973: 4). Esto suponía una perspectiva de trabajo completamente distinta sobre los estudios de Max Weber que se estaban realizando, sobre todo, dentro de la sociología norteamericana. Por ejemplo, si los trabajos teóricos de Talcott Parsons se imponían en la vida real de la sociedad norteamericana, en cambio, frente a las sociedades latinoamericanas, el modelo teórico weberiano ofrecido por Medina Echavarría era un ―modelo deseable‖, como diría Pedro Morandé (1984: 50). Incluso el modelo clásico de Max Weber, validado por la realidad social, comenzaba, según nuestro autor, a ser superado y reemplazado en la vida social de las sociedades más avanzadas por otras nuevas formas sociales: ―Todo lo ocurrido en los países industriales en la media centuria transcurrida desde el momento de la plena validez del modelo hasta hoy, fuerza a sospechar a Handwörkterbuch der Sozialwissenschaften. Van den Hoeck & Ruprecht Polithiquen Göttingen. 6 Lexikon Bände en proyecto. Sería una obra de aliento, pero de gran servicio para nuestros pueblos. Como V. sabe sólo llevan publicadas en unas cuantas entregas. La obra casi podría salir al mismo ritmo de la alemana.‖ Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. 515 priori la sustitución de aquellos tipos por otros más o menos diferentes y que son con los que hay que contar de modo necesario en nuestra presente experiencia vital. Pues no en balde parecen haber ocurrido los siguientes cambios, entre otros, en decisivos aspectos de la estructura social: la denominada separación entre la propiedad y el control de las empresas; los cambios operados en las calificaciones requeridas de los trabajadores, así como en su propia estratificación interna; la aparición de la nueva clase media; la mayor movilidad social; las nivelaciones aportadas por la educación y por los derechos políticos y sociales, y la ―institucionalización‖ de las contraposiciones clasistas‖ (Medina, 1973: 107). 743 Pero para Medina el modelo weberiano acerca de la génesis de la sociedad capitalista moderna aún era válido y deseable para la realidad social latinoamericana, porque exactamente eso era lo que necesitaba la región en ese momento histórico: el desarrollo capitalista (y el acceso a la modernidad). Lo que estaba haciendo nuestro autor era averiguar la distancia exacta entre los distintos modelos teóricos y la realidad concreta. Buscaba el modelo que mejor se ajustase en aquellas condiciones sociales. Y, en su opinión, la teoría sociológica de Max Weber sería la herramienta más útil para construir un modelo teórico sobre el desarrollo latinoamericano. En su análisis Medina se decantó por este estudioso del capitalismo y desechó, en cambio, otros modelos que él creía que no se adecuaban a aquella realidad ni a aquel tiempo histórico, como el modelo marxista o los modelos funcionalistas sobre la sociedad industrial. En la teoría sociológica weberiana él consideraba que se podrían encontrar las claves que explicaban mejor el proceso de transición hacia la economía capitalista, porque era un modelo pensado para un tiempo histórico que él creía que empezaba justamente a despuntar en América Latina. (Además ya hemos dejado apuntado que Max Weber es un autor que los economistas de la CEPAL conocían y respetaban). Por tal motivo, nuestro autor no creía, en efecto, ―agotada la inventiva creadora de nuevas formas socio-culturales en la tarea de generalizar la civilización industrial‖ (Medina, 1973: 5 aspectos sociales). Es decir, estimaba como posible un proyecto de modernización y de desarrollo capitalista en América Latina ajustado a las ideas weberianas, aunque éste fuera completamente distinto al que hubo en los países más avanzados. Aunque, por lo menos, Medina sabía que contaba con la experiencia narrada por Weber. Esta concepción sobre la génesis del capitalismo en América Latina, condujo forzosamente a Medina a otra de las hipótesis centrales de Max Weber como es la que formula sobre la racionalidad occidental: ¿por qué Occidente se define por su racionalidad? ¿A qué se debe la racionalidad occidental? Medina Echavarría, en cambio, se preguntará porqué América Latina, compartiendo un pasado reciente con Occidente, no se distingue por la confianza en la razón y sus sociedades no se organizan racionalmente. Como un fragmento de Occidente (Alfred Weber), así la entendía el autor que nos preocupa; si América Latina forma parte de la historia occidental porqué no tiene una racionalidad establecida socialmente, acorde con la modernidad, con el desarrollo o con el cambio social. ¿Hasta dónde ha llegado la transculturación con Occidente? -se preguntaba Medina. Justamente el tema de la racionalidad y también el tema del proceso social de burocratización eran otros asuntos de los que Parsons se estaba ocupando al mismo tiempo. Otra vez la orientación de Medina Echavarría será al revés de Parsons: si Weber y el sociólogo norteamericano se preocuparon por estudiar 743 Cita aquí a Ralf Dahrendorf, Soziale Klassen und Klassen-konflikt, 1957, cap. II (Medina, 1973: 107). Incluso el texto de Medina arriba nos recuerda mucho al trabajo de Daniel Bell sobre la sociedad post- industrial. 516 cuáles fueron los procesos de racionalización y burocratización acaecidos en las sociedades desarrolladas, Medina, en cambio, tratará de descubrir porqué estos procesos sociales han sido impedidos en las sociedades latinoamericanas. De todo esto se deduce el interés de nuestro autor por observar cómo el tránsito a la modernidad en América Latina había sido un proceso obstaculizado por distintos motivos culturales, históricos y sociales y que para él, según entendemos, aún era incompleto e inacabado. 5. Premisas teórico-metodológicas. Debemos detenernos ahora en apuntar brevemente las premisas teórico- metodológicas por las que se guía nuestro autor. Medina Echavarría Echavarría se propuso estudiar el desarrollo desde su perspectiva histórica. Para nuestro autor el desarrollo era fundamentalmente un hecho histórico, una tendencia concreta de aquel tiempo. No le faltaban razones y argumentos para aplicar el método histórico-estructural que profesaba y que rescata de Max Weber. No es de extrañar, pues, que el sociólogo español se preguntara sobe qué había sucedido en los países más avanzados para que fueran, justamente eso, avanzados, modernos, capitalistas. Es por ello que Medina se basa en un método histórico y comparativo: ―¿Cómo ha tenido lugar el desarrollo económico en los países que representan el punto más avanzado del mismo? En otras palabras, ¿cómo se ha formado el tipo concreto de sociedad que hoy llamamos industrial?‖, se preguntaba Medina (1973: 105). De esta manera nuestro autor resaltó un aspecto fundamental, como es la historia, que encuentra en la tradición sociológica alemana y sin el cual no se puede entender en un sentido profundo los procesos sociales. A la genealogía del capitalismo de Max Weber, Medina añade la importancia del proceso civilizador que encuentra en la obra de su hermano Alfred. Su pretensión, por tanto, es estudiar la evolución del desarrollo económico como un elemento incluido en una tendencia histórica mayor como era el proceso de civilización: ―En todo momento de los cuerpos históricos en que transcurre la existencia del hombre, nos dice Alfredo Weber, confluyen dos procesos cargados de mayor o menor imperiosidad frente a la vida de cada cual. Derivan por una parte del crecimiento paulatino de la conciencia, del saber científico y de la técnica y, por otra, de las formaciones y vigencias colectivas que se fueron formando en el pasado; esos dos procesos, el civilizador y el social, forman en cada instante el agregado vital que nos rodea y enfrenta, es decir, lo dado como tal y con que hay que contar. Pero con lo que hay que contar para moldearlo en lo posible a la medida de otras aspiraciones humanas. La respuesta mejor o peor, a veces total fracaso, a ese desafío del agregado vital es lo que se conoce con el nombre de proceso cultural. Ahora bien, importa subrayar que semejante respuesta supone siempre de modo necesario una posibilidad de preferencia y de selección, de creación y de libertad. El desarrollo económico –decisivo hoy a todas luces- es sólo un fragmento del proceso histórico total y es analizable en consecuencia a tenor de sus mismos componentes. Se han destacado hasta aquí los elementos de necesidad y regularidad que constituyen la fuerza compulsiva de su tendencia‖ (Medina, 1973: 111). De esta manera, la civilización o sociedad industrial a la que se aspira es una tendencia histórica general. Tarea de la sociología y del sociólogo es analizar aquellas ―constelaciones históricas‖ y examinarlas en todo su rigor (Medina, 1973: 115). Llegados a este punto, apreciamos que Medina Echavarría entiende la metodología 517 sociológica dedicada al desarrollo en base a dos aspectos fundamentales de la tradición sociológica contemporánea: por un lado, debe apoyarse en los instrumentos y conceptos de la sociología analítica (tradición positivista, A. Comte, sociología académica francesa y norteamericana) y, por otro lado, debe encajar esos conceptos en un contexto histórico más amplio (tradición comprensiva, Max Weber, sociología historicista alemana). Pensemos que la sociología demandaba su legitimidad como ciencia capaz de ayudar a las tareas del desarrollo. Él reivindicó, en este sentido, un enfoque concreto, histórico y sincrónico de la sociología que retiene la correspondencia temporal de los procesos y que trata de analizar su estructura interna y compararla con el ámbito del desarrollo latinoamericano. También se ayudó del método de la sociología analítica, aunque la sociología analítica de aquel entonces únicamente hablaba del desarrollo económico como un fenómeno independiente. De todos modos, él reconoce que ambos enfoques son complementarios y muy útiles para analizar el objeto de estudio que le ocupaba, ya que cada uno se encarga de distintas tareas de la sociología. 744 Por tal motivo, afirmaba que ―el tema de la sociología consiste entonces en investigar la existencia y la figura de esas regularidades (sociología concreta), es decir, si se dieron en la realidad y cómo apresarlas conceptualmente (sociología analítica)‖ (Medina, 1973: 105). Y, por supuesto, los trabajos teórico-metodológicos de Max Weber en este sentido eran muy clarificadores para él, ya que el clásico alemán fue capaz de elaborar ―un vasto y complejo cuadro de argumentos basados en la investigación y en una excepcional cultura y capacidad de formar conceptos científicos, así como un auténtico sistema de trabajo investigador‖ (Oltra, 2004: 272). Estos mismos propósitos fueron los que se planteó Medina para su actividad empírica sobre la realidad social latinoamericana. 6. Marco conceptual. Planteamiento de temas y problemas sociológicos. El interés en este momento de José Medina por la obra de Max Weber se centraba en ampliar el significado conceptual y epistemológico de los argumentos y de las propuestas del sociólogo alemán. Por supuesto, muchos de estos asuntos también entran en debate con las aportaciones de otros autores posteriores que prosiguieron con los razonamientos del sociólogo germano. A continuación veremos una serie de conceptos y temas que están presentes en estos primeros trabajos de Medina y que nos revelan un tratamiento teórico que procura pasar de lo puramente especulativo a su aplicación a la realidad social latinoamericana. Nuestro autor quería determinar la validez de los conceptos y categorías weberianos una vez contrastados y examinados a partir de las circunstancias sociales; y de las exigencias del desarrollo, no lo olvidemos. El conjunto de este trabajo evidencia una actitud analítica por parte de Medina, quien primero apunta y señala problemas encerrados en conceptos y categorías, para después pasar a la reflexión sociológica en sus distintas dimensiones (política y filosófica). La implicación metodológica de este programa de investigación se asienta, por tanto, en verificar empíricamente la correspondencia entre aspectos de la teoría weberiana y los hechos. Los estudios de Medina Echavarría sobre el pensamiento weberiano y su terminología científica aglutinan conceptos y temas como los siguientes: la burocracia, el 744 Nuestro autor no desechó cualquier fuente de conocimiento sociológico. Aunque su inclinación era más por la sociología concreta y la metodología concreta. Por eso reconoce que, tanto la sociología analítica como la sociología concreta ―Representan por eso distintos tipos de enfoque de la tarea sociológica, que van desde el puramente analítico hasta el más histórico y concreto‖ (Medina, 1973: XII). 518 empresariado, la estratificación social, la disposición y la tendencia económica general o el proceso de racionalización. 1. La burocracia. José Medina analizó la situación social de la burocracia en América Latina al entender que el proceso de ―burocratización del mundo contemporáneo‖ va ligado al de racionalización y al del surgimiento del capitalismo, según la fórmula de Max Weber de unir burocracia, capitalismo y racionalización (Medina, 1973: 108). Nuestro autor aborda la forma en que Weber analizó la transición del feudalismo al capitalismo: ―Ya se sabe, por lo pronto, la significación que han tenido en el desarrollo del capitalismo la seguridad jurídica y la racionalización administrativa‖. La categoría sociológica ―burocracia‖ aplicada a la realidad latinoamericana determina un proceso de racionalización problemático. Nuestro autor señala la precariedad de la base y del orden racional regulado por normas en los países latinoamericanos. Él concede un papel muy importante a la burocracia porque de ella depende la distribución y gestión de los asuntos propios de la actividad económica. Por tal motivo, resolvía como necesario el fortalecimiento de las burocracias ―en su papel de auxiliares indispensables del desarrollo económico‖ (Medina, 1973: 28- 29). Este diagnóstico sociológico casaba con un compromiso teórico y político asumido por la CEPAL a la hora de ―formar las promociones de funcionarios que necesitan nuestras administraciones públicas para llevar a cabo con eficacia las nuevas actividades impuestas por las urgencias del desarrollo económico‖ (Medina, 1973: 108-109). 745 2. Capitalismo. Para Max Weber el capitalismo fue una tendencia económica general de las sociedades más modernas y avanzadas. Para Medina esta tendencia también es visible en los países menos desarrollados como una parte más del proceso de racionalización del mundo, bien sea burocratización, bien sea desarrollo económico o industrialización: ―el carácter necesario del desarrollo económico equivale a su significado de tendencia universal de nuestro tiempo…como fragmento o parte de otra mucho más amplia, sea cual fuere el nombre con que se aluda a ella, proceso general de racionalización si se quiere. Pero de un modo más riguroso se trataría de una tendencia derivada de los efectos concluyentes del poder técnico y del saber científico. Por tanto, con iguales caracteres a los asignados al denominado proceso civilizador dentro de la historia‖ (Medina, 1973: 99). Esta visión de nuestro autor creemos que sí que fue una renovación teórica en toda regla al mostrar el desarrollo como una temática ligada a un proceso de civilización mucho más amplio y abarcador que unía los tres elementos weberianos fundamentales: burocratización, capitalismo y racionalización. No se trataba únicamente de entender el fenómeno en términos puramente económicos, sino que el desarrollo –equivalente a 745 En el tema de la burocracia encontramos un claro ejemplo del ajuste teórico que hace Medina de Weber en la realidad latinoamericana. Nuestro autor explora la literatura sociológica americana y alemana que a mitad de los años 50 ya hablaba de la superación del entramado burocrático que conoció Max Weber y así se dedican a reflexionar sobre la nueva imagen del obrero en ―la época de la mecanización preautomática‖ (A. Weber), el ―organization man‖ (Bendix), ―la imagen del funcionario en la época de una sociedad de empleados (C. Wright Mills), ―la imagen del hombre en la época de los sistemas secundarios‖ (Freyer)‖ (Medina, 1973: 108-109). Medina no ignoró la ―jaula de hierro‖ weberiana y el control legal-racional del que Max Weber habla en Economía y sociedad, porque entendió, principalmente, que la racionalización creciente de la vida humana en América Latina más que una dificultad o problema era una necesidad deseable. Había que racionalizar imperiosamente esa realidad social. 519 capitalismo o industrialización- implicaba otros aspectos culturales y sociales. Según la versión de Medina, el capitalismo o desarrollo aparece, principalmente, como una idea económica que ha de orientar la acción económica hacia una determinada dirección que en aquellos momentos se entiende como la sociedad industrial: ―La tendencia lleva al predominio generalizado de la llamada sociedad industrial‖. La industrialización era observada como la tendencia económica de las sociedades contemporáneas, ―el horizonte todo de nuestro globo‖, decía nuestro biografiado (Medina, 1973: 112 y 115). 746 No es de extrañar que Medina Echavarría conceda tanta importancia a las ―resistencias‖ o ―disposiciones favorables‖ hacia la actividad económica moderna. Él entiende, junto con Weber, que la voluntad hacia la acción y la actividad económica es trascendental para traspasar las formas sociales del tradicionalismo hacia la contemporaneidad. Por tal motivo reconoce que ―el ethos o moral del trabajo en un momento dado de una sociedad está condicionado por complejos factores que es necesario analizar y conocer en detalle‖ (Medina, 1973: 27). Entre esos factores se encontrarán, por supuesto, toda la temática weberiana que el aplicará en la búsqueda de las raíces culturales y espirituales de la economía latinoamericana. Porque ambos compartían que la cultura influye en la productividad y en el éxito económico. De hecho, unas de las graves carencias de la sociedad latinoamericana era su incapacidad de fomentar el espíritu emprendedor. 3. La empresa y el empresario. Medina siente también la necesidad de investigar al empresariado latinoamericano, la evolución histórica de la empresa y de los modelos que de ella ofrece al mundo contemporáneo. No en vano, formuló las siguientes preguntas: ―¿Cuál es el papel social de empresario? ¿Cuáles son sus principales tipos desde un punto de vista analítico? ¿Cuáles son las características internas de la empresa? ¿Cuáles las actitudes sociales dominantes frente a ella?‖. Siguiendo a Max Weber, reconoce a la empresa como una institución social que mantiene una relación recíproca con otras instituciones sociales (como la burocracia). Sin embargo, en este punto, las formulas weberianas manifiestas que tienen que ver con ―las actitudes económicas y los ideales de los empresarios‖ o con ―la clásica acción innovadora del empresario‖ se completan con las teorías sobre el empresario de J. Schumpeter (Medina, 1973: 25-28). De esta forma nuestro autor recoge una de las tesis más difundidas de su época en la que Schumpeter atribuía a un cierto tipo de empresarios –que pueden ser privados, pero también públicos- la capacidad de poner en marcha los procesos de transformación y de modernización económica. Decía Medina a este respecto, que ―la fisonomía de la capa empresaria de un país en un determinado momento dependerá del tipo concreto de empresario que en ella predomine‖ (1973: 26). En rigor, la tesis de Schumpeter que aplica Medina a la realidad social latinoamericana debe interpretarse como la formalización de unos rasgos que debe reunir el empresario innovador: capacidad de riesgo, innovación o iniciativa. De esta manera, la existencia de empresarios que tengan estas capacidades fomenta los procesos de innovación. Medina Echavarría compartió con Schumpeter la visión de que los empresarios son los representantes de la innovación, ya que ésta es su función social principal. Sin embargo, la realidad social latinoamericana confirma que las cualidades personales del empresariado latinoamericano han sido diferentes a las del empresario schumpeteriano. No 746 Medina ahí entiende en algunos momentos el proceso de industrialización como globalización. Cita a H. Lasswell, D. Lerner, The Policy Sciences, 1951. 520 han sido hombres de acción o de innovación: ―¿Qué motivos han tenido estos distintos hombres para no hacer lo que de ellos se esperaba?‖, se preguntaba Medina (1973: 3). La respuesta la encuentra en ―los ideales‖ económicos y sociales que se han manejado históricamente y que han fomentado un tipo peculiar de empresa y empresario. 747 De modo que nuestro autor vuelve a recurrir a Max Weber: la capacidad de innovación puede ser cumplida por otros agentes sociales distintos a los empresarios, ya sea el Estado o la invención científica. El caso es que la innovación no es únicamente una acción social que compete al campo económico, sino que además es una acción social que está presente en otros campos sociales como el político, el académico, el científico o el universitario. El diagnóstico que hace Medina es que la actividad económica modernizadora parece que sólo puede llegar en los países subdesarrollados por la iniciativa de los gobiernos -aunque éstos todavía tengan grandes deficiencias burocráticas- y por una acción social conjunta con otros grupos sociales. Para Medina resultaba difícil seguir pensando la innovación económica para América Latina en términos individuales. En cambio sí consideraba que ésta tenía mucho más que ver como un proceso de participación social en el que tendría un gran protagonismo los programas de planificación de la CEPAL a la hora de asesorar y ayudar a racionalizar la actividad económica de los Estados y gobiernos latinoamericanos. 4. La racionalización. El concepto de racionalización de Max Weber hace referencia al modo en que las sociedades occidentales más avanzadas –y en menor medida todas las sociedades- se han visto subordinadas a un proceso histórico de ordenamiento y sistematización de la vida social a través de normas y prácticas regulares que hacen más predecible la acción social del hombre. Max Weber estima que este proceso de racionalización se ha manifestado en por lo menos tres ámbitos de la sociedad: a nivel de los símbolos e imágenes del mundo, produciéndose un ―desencantamiento del mundo‖, es decir, una pérdida de la centralidad de las creencias y valores místicos y religiosos; a nivel de la acción colectiva, en donde el derecho, la economía, la política y demás instituciones sociales se han convertido, como vimos anteriormente, en organizaciones burocráticas y tecnocráticas, legalmente ordenadas a través de normas y conceptos racionales; y, por último, a nivel de la acción individual, en donde la vida personal cada vez está más organizada de acuerdo a patrones funcionales de la actividad económica e industrial. Como tuvimos ocasión de ver, Medina formuló a la inversa la hipótesis de Weber sobre el proceso de racionalización en Occidente: ¿por qué no se dio en América Latina un proceso de racionalización similar al de los países europeos y occidentales más desarrollados? O en con sus propias palabras: ―¿Por qué se ofrecen en una sociedad formas reiteradas de conducta racional que sólo con dificultad se dan en otras?...¿Por qué razón?‖ (Medina, 1973: 19). A nuestro autor, por tal motivo, le interesó analizar cuál había sido la relación histórica de América Latina con la racionalización, entendida en sentido weberiano como una tendencia universal: ―en todo caso y al hilo de una interpretación formal tan sencilla como la que 747 En forma de preguntas nuestro autor siguió exponiendo este asunto: ―¿Cómo se recluta y se forma la capa empresaria? ¿Es de carácter abierto o cerrado? ¿Impera la formación por la experiencia o contribuye a ella una preparación profesional? ¿En qué consiste ésta y por quién se ofrece? ¿Cuál es el status social de esa capa empresaria? Dicho de otra manera, ¿forma o no parte la élite dirigente?‖ (Medina, 1973: 26- 27). Nuestro trata de observar cómo los condicionantes sociológicos repercuten en los procedimientos económicos. 521 supone el proceso general de racionalización en la historia, podrían verse las peripecias de los países en desarrollo como simples fenómenos de rezago dentro de esa universal y arrolladora tendencia. Las enseñanzas del pasado histórico en la economía de tales o cuales países no son en modo alguno desdeñables, pero de seguro son insuficientes en su tenor literal y sin ir más allá de sus datos externos. No bastan tampoco puntos de vista muy generales, como el antes indicado, por luminosos que puedan ser. Es necesario, pues, ceñir el problema con mayor precisión‖ (Medina, 1973: 18-19). Nuestro autor consideró que en América Latina el proceso de racionalización no fue una tendencia histórica generalizada y completada, dada la coexistencia de elementos y focos racionales con otros elementos y patrones de comportamiento de carácter emotivo. Medina Echavarría identifica el mundo urbano –―el urbanismo como forma de vida‖, dirá- como el proceso que ha ido en paralelo al desarrollo de la civilización moderna, técnica e industrial (1973: 22-23). Por ello reconocía ―el influjo de la estructura familiar y de las relaciones a que da lugar, como ―obstáculo‖ a la actual racionalización económica es cosa tan conocida como el peligro de una rápida transformación‖ (Medina, 1973: 202). O hablaba también de los ―residuos familísticos como el compadrazgo o las condiciones vigentes acerca del trabajo de la mujer‖. A su juicio, el mundo rural, su estructura social y su peculiar cultura suponían un freno para la racionalización económica y social. En consecuencia, observaba la dificultad de establecer consensos teóricos alrededor de este tema. Las paradojas sociales de ese fenómeno estaban dando lugar al surgimiento de diferentes tipologías analíticas heredadas de Max Weber, como la de T. Parsons, sustentada en conceptos como los de racionalidad, universalidad o particularismo, que examinados en la realidad social latinoamericana dificultaban su realización concreta (Medina, 1973: 19-22). En este sentido, Medina encuentra como más valioso el enfoque histórico- estructural que le permitirá, en consecuencia, examinar la forma en que el proceso de racionalización se ha dado y producido en América Latina. De esta suerte, nuestro autor corrigió y rebatió planteamientos de estos dos grandes pensadores. 5. La ciencia. La ciencia fue un concepto y un tema muy importante para Max Weber. Para ambos autores la ciencia es un valor contemporáneo fundamental que tiene mucho que ver con el proceso de racionalización y la forma de organizar racionalmente las sociedades desarrolladas. La posición social de la ciencia era esencial, según las palabras de Medina, para la modernización de las sociedades latinoamericanas: ―hoy es un hecho central la posición que la ciencia ocupa en una determinada sociedad. Desde la perspectiva del desarrollo económico es necesario averiguar el prestigio logrado por la ciencia –o más aún por la actitud científica- en un país y, sobre todo –cosa más fácil-, lo que se denomina en la actualidad ―organización social‖ de la ciencia.‖ (Medina, 1973: 24). En mi opinión, a Medina siempre le interesó el tratamiento que el sociólogo alemán había hecho sobre la relación entre ciencia y política, principalmente, porque en el contexto latinoamericano él entendió que esta relación tenía que estrecharse aún más por las urgencias del desarrollo económico. De esta manera, la ética de la responsabilidad científica tenía que servir a la ética del político en las tareas de la planificación. Medina consideró que el papel de la ciencia tenía que ayudar y auxiliar al político, como hombre de acción, porque el desarrollo dependía en definitiva de una decisión política: ―Yendo ya al paso de carrera que la premura del tiempo impone, sólo cabe recordar que la viabilidad de esa 522 decisión depende: 1) de la corrección objetiva en el análisis de una situación concreta, claramente determinable, y 2) de que las medidas políticas en juego estén en armonía con los objetivos económicos perseguidos‖ (Medina, 1973: 114). 6. La estratificación social. Para Max Weber la estratificación social, como distribución del poder, tenía lugar en tres dimensiones diferentes (económica, social y política) y ocupaba a distintos actores sociales (las clases, los estamentos y los partidos políticos) (2002). José Medina Echavarría, aún reconociendo la importancia que tenían en la estratificación ―factores de índole varia, como son el status, el ingreso, la ocupación, y el poder‖ (Medina, 1973: 58), se ocupó de estudiar en estos primeros trabajos el aspecto más materialista de la estratificación y considerando a la clase social como el elemento de más importancia. Las clases sociales, según la óptica weberiana, constituyen la jerarquía del orden económico y están ligadas a las posibilidades que tienen los individuos en el mercado. Sin embargo, en América Latina era mucho más complicado establecer un sistema de estratificación social integrada y común, dadas las deficiencias en términos cuantitativos y cualitativos por las dificultades que tienen los individuos de adaptarse a las nuevas condiciones económicas y a la desintegración económica de estos países (Medina, 1973: 63). Medina señala que ―en los países poco desarrollados coexisten tres sistemas paralelos de estratificación social: a) las viejas formas residuales, que en los países de América Latina pueden ser primitivas o producto del período colonial; b) las formas intermedias de origen reciente, condenadas a desaparecer en las condiciones de la vida moderna, y c) las nuevas formas emergentes, ya a tono con esas condiciones‖ (1973: 59). 748 En un mismo espacio de tiempo se dan diversos momentos económicos que en su organización interna nada tiene que ver entre sí. Medina abordó en sus reflexiones sobre la estratificación dos temas que estaban presentes en la teoría weberiana y que también tuvieron su importancia en la corriente del pensamiento cepalino: por un lado, el ya indicado asunto de integración económica nacional en forma de mercados modernos y, por otro, la importancia de la clase media como el principal grupo económico de la Europa desarrollada (cita Economía y sociedad). Sin embargo, en América Latina la existencia de estos dos elementos es problemática: ―primero, que en ellos la estratificación social tiende a no estar integrada económicamente en un plano nacional; y segundo, que falta por completo –o sólo se encuentra en sus comienzos- la capa social hoy decisiva en los grandes países industriales, la denominada nueva clase media, caracterizada por su diversidad funcional, por su dependencia de los ingresos de una ocupación, y por la naturaleza de su trabajo, referido a símbolos o a la coordinación de las actividades de otros hombres‖. A Medina le preocupaba especialmente la ―extrema debilidad de las clases medias‖ y, por tal motivo, no consideraba que ―la clase media latinoamericana en su 748 Medina todavía no ha enunciado su hipótesis sobre la hacienda ni tampoco sobre la porosidad estructural. A falta de esta formulación conceptual y teórica podemos observar que tiene muy claro el dibujo económico y social de América Latina, donde, utilizando sus términos, conviven formas residuales de la colonia (la hacienda), formas intermedias de origen recientes y nuevas formas emergentes: ―el sector agrícola está todavía muy influido por la inercia del pasado colonial en lo que atañe a su estructura que se caracteriza, como es sabido, por la coexistencia de grandes propiedades territoriales, trabajadas por numerosos obreros asalariados, y de pequeñas parcelas cuyos cultivadores –sean propietarios, arrendatarios, o aparceros- no pueden permitirse, a causa del tamaño de las mismas, sino un nivel de vida que sólo cubre las necesidades de subsistencia‖ (Medina, 1973: 61). Le interesaba cómo las formas culturales de la vida social influyen y organizan la actividad económica. 523 estructura actual, pueda ser capaz de dar una respuesta óptima en la medida requerida por el desarrollo económico que hoy se pretende‖ (Medina, 1973: 59- 63). Nuestro autor, en términos weberianos, reconocía que esta debilidad estructural de la clase media latinoamericana la impedía ser la clase social que protagonizase el cambio social modernizador que requería el desarrollo económico. 7. La estructura social. Nuestro autor concedió mucha importancia a este concepto sociológico y lo utilizó desde distintos registros. Para él la tipología analítica de la estructura social ―ofrece el instrumento conceptual imprescindible en qué poder interrogar a esa realidad con pleno sentido‖. Incluso reconoce que ―la tipología analítica de la estructura social constituye el intento más considerable y prometedor de la teoría sociológica de nuestros días‖. 749 Para Medina, como vemos, la estructura social no sólo es un concepto sociológico y una tipología sociológica, sino que, fundamentalmente, es una categoría y un instrumento analítico muy preciado. Y lo utiliza como premisa teórico- metodológica para comprender y apresar la realidad social de América Latina: ―¿a qué tipo de estructura pertenecen los países latinoamericanos?‖ (Medina, 1973: 20). Para responder a esta pregunta, sin embargo, nuestro autor maneja una visión complementaria sobre la estructura social: no sólo es un instrumento conceptual, sino que también es un instrumento concreto, histórico. Ésta es la aproximación que más nos interesa de él. Medina Echavarría entendió a la estructura social como ―estructura histórica‖: ―Se ha advertido en efecto que, por bajo de la diversidad de las estructuras concretas o históricas de las diversas sociedades, hay ciertos esquematismos en las actitudes y en las relaciones más elementales que no sólo permiten agruparlas de una u otra manera, sino que constituyen el supuesto fundamental o fundante de todas sus manifestaciones‖ (Medina, 1973: 19). Remitiéndonos a sus trabajos epistemológicos, a Medina le interesó comprender los elementos ―fundantes‖ que componen el estudio de la cultura de una sociedad y que están depositados en la estructura social en forma de valores, actitudes, disposiciones. La estructura social es sinónimo para él de un condicionante histórico que crea (o no) las condiciones indispensables para la ocupación profesional, la actividad económica y científica, o la implicación política de una sociedad. Desde su punto de vista es un concepto pleno y totalizante. 7. La operatividad de los modelos weberianos. Las formas de construcción empírica. Reconocemos que toda esta plantilla teórica elaborada por José Medina a partir de la influencia fundamental de Max Weber estaba destinada a servir de medio práctico para resolver la complicada tarea del desarrollo económico y el advenimiento de la futura sociedad. Este ejercicio teórico se puede definir, en concreto, como una mezcla de instrucciones para la ejecución de un programa de cambio social. El fundamento sobre el que está construido es la existencia de un mínimo de categorías y conceptos sociológicos que ayuden a hacer visibles la transformación de las sociedades latinoamericanas, sobre todo, si tenemos en cuenta que el desarrollo económico, como reconocía Medina Echavarría, no era más que ―un fenómeno de cambio social‖ (Medina, 1973: 18 y 41). Desde este punto de vista, nuestro autor estaba interesado, 749 En ese momento las teorías sociológicas sobre la estructura social se estaban desarrollando en la sociología académica norteamericana bajo los nombres de Parsons, Merton, o Sorokin. 524 como ya advertíamos, en generar las expectativas teóricas necesarias sobre lo ―deseable‖. ¿Qué es lo que cambia?, ¿cómo cambia?, ¿en qué dirección lo hace?, ¿con qué ritmo?, ¿cuál es la naturaleza de esa mudanza?, son preguntas que se formulaba (Medina, 1973: 18). Por tanto, esta elaboración responde a ese fin: establecer metas y objetivos que orienten la acción social en el marco de una futura sociedad industrial. ―Si el desarrollo económico se muestra en un primer plano como una continua formación de papeles y funciones, en un nivel más complejo constituye asimismo una creación de nuevas formas de vida‖, decía Medina (1973: 48). Estas nuevas formas de vida, desde esa perspectiva weberiana, supondrían la modificación y edificación de una nueva clasificación de ocupaciones, lo que constituiría un acontecimiento decisivo para la estructura social, para la estructura ocupacional y también para el papel de las clases sociales y sus nuevas prácticas sociales (vida urbana, consumo, etc.). Medina, en este aspecto, nos habla en términos de lo que sería una sociedad moderna integrada económicamente: ―Recuérdese que la sociedad moderna se integra de este modo: primero, por la formación de un mercado de bienes y servicios de amplitud nacional, que estimula la formación de un sistema común de preferencias y gustos; segundo, por la formación de un mercado de trabajo, en el caso límite asimismo nacional, en virtud de una intensa movilidad de mano de obra; y tercero, por la formación de una estratificación de acuerdo con los ingresos y el nivel de vida que lleven consigo las distintas ocupaciones‖ (Medina, 1973: 60). Estos tres aspectos materiales tienen mucho que ver con los tres aspectos sociales del desarrollo económico que Medina consideró en su trabajo homónimo de 1955: a) ―la adaptación de una sociedad a nuevas funciones‖; b) ―la creación en esa sociedad de nuevas formas de vida‖, y c) ―la formación en ella de una nueva estratificación social‖ (Medina, 1973: 40). De esta manera, el desarrollo económico y sus requisitos estructurales y sociales repercuten en la formación continuada de papeles y funciones antes inexistentes; en la creación de nuevas formas de vida en que se integra; y en una nueva estratificación social que vendría a ser una distinta ordenación de de las capas sociales. Todo ello, en conjunto, supone la transformación del complejo entramado de las instituciones sociales que componen, en última instancia, la estructura social (Medina, 1973: 3). La dificultad que encuentra Medina está en la adaptación de las exigencias estructurales que necesita una economía capitalista con las condiciones culturales y estructurales de las sociedades latinoamericanas. Es decir, se han de dar unas condiciones estructurales adecuadas para la actividad económica moderna: ―La economía moderna no sólo exige un mínimo de apertura y movilidad general en sus sistema de estratificación, sino movilidades específicas dentro de sus diversos grupos – empresarios, profesionales, mano de obra-, y la existencia de las formas de prestigio y de los niveles de aspiración adecuados‖ (Medina, 1973: 22). El objetivo, de esta manera, será poder establecer una estructura social con ―los tipos concretos de papeles, caracteres y funciones realmente existentes en los países económicamente más avanzados‖, aunque en los países en vías de desarrollo, como en América Latina, sea siempre necesario hacerlo ―desde la perspectiva distinta de su propio y determinable nivel histórico‖ (Medina, 1973: 107). Establecer en América Latina una burocracia, el capitalismo, el racionalismo y la modernidad como nuevas formas de vida – representadas en nuevos papeles y funciones sociales- es, en fin, una tarea de asimilación que, según nuestro autor, ―tiende a ser relativamente lenta‖ (Medina, 1973: 49). Principalmente porque los elementos que conforman la vida social –o las ―formas de vida‖ según expresión de Medina- no solamente tienen que ver con los aspectos 525 materiales-económicos, sino también con aspectos culturales, sociales y psicológicos que son mucho más complicados de cambiar. Sobre todo si pensamos que el individuo está inserto en una forma de vida concreta. Por supuesto, la reflexión sobre el destino del individuo en la sociedad moderna es muy importante para Medina: ―Para la consideración sociológica, y en su nivel más abstracto, la sociedad no es otra cosa que ese conjunto sistematizado de papeles y funciones cuyo cumplimiento requiere de modo inexorable para poder subsistir. Y es también un lugar común dentro de ella que semejantes papeles preceden al individuo, al que se le imponen a menudo con fría indiferencia para las singularidades de su destino personal‖ (Medina, 1973: 42). 750 Nuestro autor siente la ―preocupación por lo que va a ser del hombre en la futura estructura social‖ (Medina, 1973: 115). En sus reflexiones encontramos una urgencia por encontrar o construir unos valores que fundamenten su vida dentro de un nuevo entorno social que, probablemente, le pueda perturbar e inquietar. Le hallamos cuestionándose sobre el lugar y la posición del individuo en esas tendencias ―modernizantes‖ como son la industrialización, la programación o el progreso técnico. Desde su posición intelectual y profesional, Medina Echavarría siente ―la impaciencia que domina en los países de insuficiente desarrollo‖ y teme por las ―razones técnicas y económicas que obligan a acortar hoy distancias que el tiempo hará mañana por completo insalvables‖ (Medina, 1973: 104). Es consciente del esfuerzo de adaptación que necesitarán los individuos para esos requisitos sociales que se le imponen desde los proyectos desarrollistas. 751 Incluso lo hace desde una perspectiva psico-social, observando los ―sutiles procesos psicológicos que influyen en la apreciación de las circunstancias por los interesados‖ (Medina, 1973: 22). Cuando Medina Echavarría reconoce que la moderna estructura social alcance su ―plena integración funcional‖ , no se estaba dirigiendo exclusivamente a la modificación de instituciones sociales como el mercado, la empresa, o a temas como la estratificación social, el reparto de funciones sociales, etc.; sino que lo hacía refiriéndose a un cambio social total, en el que un papel importante lo jugarían los aspectos culturales y sociales y, por tanto, la voluntad al cambio de los individuos y su capacidad de acomodo a las nuevas condiciones de su existencia. 752 ―La adaptación social exigida en este caso es 750 Ocurre que José Medina también aprovechaba su literatura desarrollista para incluir sus reflexiones epistemológicas. En este sentido es muy interesante observar varios aspectos. Por un lado, vemos cómo nuestro autor maneja un concepto sociológico bastante difuso de sistema social: ―la sociedad no es nunca un mero conglomerado de acciones y procesos, sino que tiende a ser o realizar un sistema, aunque quizá jamás lo alcance de modo completo‖ (Medina, 1973: 38); por otro, podemos ver cómo Medina tiende a manejar una imagen sociologista sobre el individuo en el sentido de Durkheim y Ortega, donde lo social se le acaba imponiendo: ―El individuo inserto en su forma de vida y obediente al ―mandato‖ de sus usos acepta ciertas creencias –modos de ver y de sentir el mundo, o trozos mayores o menores de su realidad-, entra en ciertos tratos personales –las denominadas relaciones humanas- y emplea estos o los otros objetos materiales, es decir, bienes producidos y medios materiales de producción‖ (Medina, 1973: 51). 751 Nuestro autor también tiene muy presente los modelos teóricos de Talcott Parsons sobre la adaptación de las acciones sociales a los requisitos funcionales del sistema social (económico): ―Parsons habla a este respecto de los economics conmittments existentes de una sociedad, ―los cuales reflejan directamente las implicaciones del sistema de valores de la misma para el cumplimiento de la función económica o adaptativa‖. Medina interpreta esos economics conmittments como ―los compromisos tácitos, previos por tanto a la actividad económica misma, que derivan del repertorio de preferencias en que en último extremo consiste la sociedad‖ (Medina, 1973: 112-113). Cita a T. Parsons y N. J. Smelser, Economy and Society, 1956, p. 41. 752 Medina Echavarría realizó un listado de distintas funcionales sociales (económicas) que debía cubrir la nueva estratificación social. ¿Qué funciones sociales hay que crear?: a), ―la formación de una clase empresaria moderna en las principales ramas de la actividad económica‖ (cumplir la función de 526 mucho más amplia que las anteriores, pues representa no sólo el traslado a un nuevo medio, sino la transformación total en las actividades materiales y en la naturaleza de las relaciones personales‖, argumentaba nuestro autor (Medina, 1973: 46). Si a los economistas de la CEPAL les preocupó cómo incentivar la actividad económica capitalista en América Latina; el sociólogo español, por su parte, compartió esa preocupación, pero la observó como un reto mucho mayor: la ―adaptación de una sociedad a las nuevas formas de vida‖ (Medina, 1973: 57). Para nuestro autor el cambio del sistema económico conllevaba el cambio de toda una sociedad y lo que ello significaba: modificación de actitudes, comportamientos, instituciones, valores, usos, tradiciones y estructuras sociales. Tarea nada fácil. Ante cambios tan drásticos y abruptos, Medina aconsejaba una ―simple modernización de actividades ya existentes‖. Lo hacía, como decimos, pensando en el individuo: ―En este punto no se trata en realidad de la formación de nuevos papeles o de actividades del todo desconocidas, sino de modificaciones en la manera de llevarlas a cabo, que en todo caso exigen del individuo un acomodo, es decir, la formación de nuevos hábitos y automatismos‖ (Medina, 1973: 43). Nuestro autor no fue amigo de las modificaciones revolucionarias o sustanciales de la sociedad. Su responsabilidad intelectual y su experiencia biográfica le hacían posicionarse a favor de posturas reformistas. En un momento en el que los gobernantes debatían sobre ―la teoría del big push‖ del desarrollo económico o sobre dar ―saltos en la historia‖, Medina recordaba que al sociólogo le correspondía el deber de analizar las distintas implicaciones sociales de los ritmos y velocidades de estos ―saltos‖, preguntándose sobre todo, ―no sólo por los efectos primarios o queridos, sino asimismo por los secundarios o imprevistos‖ (1973: 12). En sus reflexiones situaba un grave problema práctico que se le planteaba al sociólogo al encontrarse entre medias de la racionalidad económica y la racionalidad política (Medina, 1973: 114). 753 Ante ese contexto de cambio inducido y necesario, emprender, innovar), b) ―la formación de una capa profesional‖ (de profesionales, directores, gerentes) (cumplir función de dirección), que está en sintonía a ―la preparación de una burocracia para que sea capaz de enfrentarse con las cuestiones de la economía contemporánea y con los rápidos cambios que se producen en la sociedad‖, c) ―la gran variedad de técnicos y especialistas en un nivel intermedio‖ con los que hay que contar en grandes números (función de coordinación y control) y d) ―en el plano del trabajo manual, obreros especialistas, sobre todo en procesos o en el manejo de maquinaria especial, y artesanos altamente calificados‖ (función práctica) (Medina, 1973: 47-48). 753 Nuestro autor sabía que la discusión final del debate del desarrollo económico conducía irremediablemente a la pregunta sobre qué tipo de desarrollo: capitalista o socialista. Es un tema latente, biográfico, personal. Le preocupaba cómo la élite política buscaba la adhesión de los científicos sociales a las esferas de poder según su ideología y no según su valor científico. La clase política buscaba la legitimación de sus proyectos desarrollistas en los científicos sociales. De esta manera, Medina siempre entendió que esto era una lucha vacía de sentido científico y sí, en cambio, era una discusión acerca de los fines: una pugna ideológica. Se discute desde la ideología y no tanto desde los resultados de la aplicación del método científico. Medina Echavarría será testigo de este hecho cuando en los años 60 y 70 el auge de las teorías de la dependencia se incline el debate del campo sociológico hacia las posturas ideológicas. Esto le hizo hablar entonces de un concepto más amplio y al que se necesitaba dar forma: el desarrollo social. Aquí en estos primeros trabajos ya encontramos sus primeros matices. La siguiente cita ilustra sucintamente esa responsabilidad del científico social que ha de tomarse su tiempo para elaborar sus teorías, sus diagnósticos, sus conceptos, sobre todo cuando estos son validados y aplicados en la realidad social: ―La utilización de un concepto económico con un nuevo contenido y dentro de un contexto social no obedece a un deseo banal de simple invención imitativa. Responde, por el contrario, a un afán de rigor, pues ese concepto, como se verá, es de alcance operativo. Ante las urgencias de la acción político- económica, ciertas facetas sociales pueden aparecer como obstáculos con los que se topa y que es necesario vencer. Ante el mayor reposo de la teoría, esas mismas facetas quedan disueltas en la serie, ciertamente numerosa, de condiciones que se ve forzada a analizar y sistematizar cuando se enfrenta con los supuestos sociales del desarrollo económico. Pero cuando se trata de una programación concreta en 527 aparecían voces como las de Medina, que se inclinaban por la cordura y la sensatez para evitar todo tipo de ―estrangulaciones‖ sociales e individuales (1973: 104). Si había que estrechar la relación ciencia-política en las tareas del desarrollo, le pertenecía al científico social asumir la ética de la responsabilidad, porque a su cuidado, como así reconocía Max Weber, estaban los valores morales de la sociedad. 8. La aplicación empírica del modelo weberiano: el estudio de Bolivia. Entre la modernización y el vacío estructural. 8. 1. La necesidad del conocimiento empírico de la realidad social latinoamericana. Hacia finales de los años cuarenta la CEPAL comenzó a interesarse empíricamente por la realidad social latinoamericana. Este organismo internacional había iniciado sus estudios de carácter empírico y teórico, como vimos, en el área de la economía, pero los aspectos sociales del desarrollo económico, como la llegada de inmigrantes del campo a la ciudad, los procesos de industrialización, los problemas de desarrollo urbano y rural, de vivienda, de educación, representación política y salud, la situación de complejidad y de marginalidad de la ciudad, etc., hacían de la América Latina en la postguerra un lugar ideal para la indagación sociológica. La CEPAL estimó como necesario llevar a cabo estudios por países para ilustrar las dificultades económicas, estructurales y sociales que afligían a la región, así como sumar experiencias y visiones capaces de orientar sus planes de desarrollo (Urquidi, 2005: 129). En ese momento también adquirió conciencia de la importancia que tendría la reforma agraria en las políticas de desarrollo de los países latinoamericanos. De esta manera, Medina llegó a finales de 1956 a Bolivia como representante de las Naciones Unidas para observar la situación social de aquel país. El fin era estudiar empírica y teóricamente las consecuencias estructurales y sociales de la Revolución de 1952. A su vuelta de aquel viaje publicará su estudio ―El problema social en el desarrollo económico de Bolivia‖. 754 Es muy probable que Medina fuera enviado a realizar este estudio de campo por su experiencia en la reforma agraria de la Segunda República española. Considero además que este viaje fue muy útil para nuestro autor como primera visión y contacto con el problema rural de la región, algo que le ayudaría con el tiempo a moldear y madurar sus hipótesis sobre el desarrollo histórico y sociológico de América Latina, encerrado en formulaciones como las de la hacienda, la porosidad estructural y el vacío estructural. Pero también este viaje es el momento en que Medina Echavarría tiene la primera oportunidad de aplicar y validar empíricamente el modelo weberiano con la realidad social de Bolivia. (Como veremos adelante, también se valdrá de otro modelo ofrecido por la UNESCO, el de Wilbert E. Moore). Fue una ocasión más que propicia para que pudiera comprobar, según sus propias palabras, ―la distancia que separa la abstracción del modelo de la realidad concreta a que se aplica‖ (Medina, 1973: 103). El principal objetivo de nuestro autor fue abstraer como tipo ideal las fisonomías que las necesidades de la práctica concurren con los consejos racionales de la teoría, conviene poseer un concepto que dé a esas facetas no sólo un contorno preciso, de algunos elementos definidos, sino en lo posible mensurable o susceptible al menos de estimaciones aproximadas‖ (Medina, 1973: 39). 754 El trabajo formaba parte del Capítulo V del estudio El desarrollo económico de Bolivia, de la CEPAL. Este trabajo también apareció publicado en dos entregas como ―El desarrollo económico boliviano y el problema social‖, en Panorama Económico, Año XI, Santiago de Chile, 1958, nº 188, pp. 184-190 y en Nº 190, pp. 252-254. Aquí utilizaremos la versión de Aspectos sociales del desarrollo económico, de la edición de 1973. 528 generales de los países occidentales, económicamente adelantados, y compararlos con los semblantes estructurales de una sociedad económicamente atrasada. Aunque el desarrollo se simplifique entendiéndose como el paso de un tipo ideal pobre a un tipo ideal avanzado y moderno, nuestro autor plateará, como veremos, la cuestión del desarrollo desde condiciones históricas estructurantes que han de ser alcanzadas, no de similar forma y a imagen y semejanza de los países occidentales, pero sí adoptando estrategias que partan de las experiencias de estos países. Por último, el estudio de Bolivia es un contrapunto en la trayectoria intelectual de Medina al ser uno de los pocos trabajos en los que nuestro autor se apoya en datos estadísticos para sustentar sus formulaciones teóricas sobre una realidad concreta. De hecho, ya no volvería a repetir un estudio que se aproximase en sus características. 755 No fue un trabajo menor ni para él ni para la CEPAL porque la Revolución Boliviana tuvo mucha importancia en la región, ya que fue un primer aviso de la insostenible desigualdad social rural en América Latina (Di Filippo, 2007: 131). El segundo gran aviso ya sería la Revolución Cubana de finales de la década de los años cincuenta. Recordar, por otra parte, que asistimos a un período dentro de la sociología latinoamericana en el que se concentran algunos de los análisis más importantes de los procesos de modernización de las sociedades en América Latina, llevados a cabo por los miembros fundacionales de la sociología científica, caso de G. Germani, F. Fernandes y Medina Echavarría. La aportación de estos científicos sociales también sobresalió en la tradición sociológica latinoamericana por introducir estudios de estratificación social, dedicados tanto a la investigación teórica como aplicada de una sociedad concreta. El ―case-study‖ de Bolivia es, sin duda, una muestra de aquellas primeras investigaciones estructurales realizadas en América Latina. 756 8.2. El contexto histórico de Bolivia. Nuestro autor fue testigo de las consecuencias sociales llevadas a cabo tras la Revolución desarrollista de 1952. En ese año el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) puso en práctica distintas políticas que transformaron la participación ciudadana, la distribución de tierras, el control del Estado sobre los recursos naturales y la economía boliviana. Se aprobó el voto universal, la educación gratuita universal, y la reforma agraria -propiciada por toda esta nueva legislación- acabó con el latifundio en el altiplano y los valles. El ideario del nacionalismo revolucionario ―envolvió buena parte del imaginario de las comunidades campesinas que hallaron en este modo de ciudadanización, de reconocimiento y movilidad social, una convocatoria 755 Nuestro autor dirigió, como veremos adelante, otro estudio con datos empíricos, El desarrollo social de América Latina en la postguerra, de 1963. Pero las estadísticas que hay aparecen en los textos de sus colaboradores Enzo Faletto y Luis Ratinoff. Por cierto, en aquel texto Medina formuló una hipótesis general sobre América Latina y no sobre el desarrollo histórico en una sociedad concreta como era el caso de Bolivia. Con todo, estamos delante de un trabajo importante dentro de la trayectoria intelectual de Medina Echavarría porque encierra, a parte de esa aspiración práctica, las tres dimensiones de su pensamiento: hay una reflexión teórica y epistemológica muy presente, volcada sobre todo en conceptos sociológicos clásicos (sociedad, comunidad, estructura, individuo) y en temas fundamentales de la sociología de la época (modernización, urbanización, industrialización, desarrollo); hay una fuerte reflexión sobre el individuo (como campesino, su destino como hombre); y hallamos una preocupación por la democracia y la implicación mutua entre sistema político y sistema económico. 756 Recordar que Germani tiene diversos estudios empíricos sobre Argentina. Quiero, asimismo, recordar un estudio estructural de Fernandes sobre Brasil en el que destacaba que la discriminación racial sobre la población negra servía para fortalecer la estructura de clases dominantes blancas: A entregaçao do negro na sociedade de classes, Sao Paulo, 1965. 529 nacionalizadora y culturalmente homogeneizante, capaz de desplegar y diluir el programa nacional étnico de resistencia gestado décadas atrás‖. Fue un momento en que se apostó por políticas modernizadoras, sustentadas en un proyecto de cohesión cultural mestizo, irradiado desde el Estado. En Bolivia se abrió un período ―democrático de masas‖ que finalizó en 1964 con el golpe de Estado y la posterior dictadura militar del General René Barrientos (García Linera, 2008: 27-28). Hasta entonces, la base social del Estado nacionalista y revolucionario serían los nacientes sindicatos campesinos, que muy bien observa Medina en su estudio. Se encuentra en noviembre de 1956 con un país rural y atrasado, donde apenas son visibles los recientes efectos de la Revolución desarrollista. Nuestro autor observa cómo algunas de estas políticas y medidas modernizadoras a favor de una sociedad democrática (de masas) no se hacen efectivas ante los límites u ―obstáculos sociales‖ que impone la estructura minera, la estructura agraria y hacendística y el tipo de actitudes hacia el trabajo (Medina, 1973: 73). Por tal motivo, el hilo conductor de este trabajo de investigación se sustenta en la tesis weberiana del desarrollo económico como el desarrollo ―liberal-capitalista‖. Como bien nos recuerda Adofo Gurrieri, esta tesis era en el centro de las teorías sociológicas más destacadas en aquellos años, como las de T. Parsons y W. Moore (1980: 87). Medina, en concreto, utilizó en este estudio sobre Bolivia el marco de referencia social del desarrollo social elaborado por Moore. A partir de estas coordenadas teóricas, nuestro autor pretende analizar t las relaciones sociales que ligan a los actores sociales, individuales y colectivos, con la sociedad boliviana y que la perfila estructuralmente. De esta manera, se interesó por la dinámica de los movimientos sociales, la estructura y cambio de las clases sociales y la evolución del sistema social boliviano. Mediante esta perspectiva teórica, Medina Echavarría observa cómo el mundo rural encuentra muchas dificultades para su integración con la esfera urbana y los requisitos de la modernización económica, debido a una población hegemónicamente campesina, bastante ideologizada por la acción de los sindicatos y sumida a altas cotas de analfabetismo. 8.3. Análisis estructural de la realidad social boliviana. Los supuestos sociales del desarrollo económico. El estudio de la estratificación social de Bolivia descansa también en el esquema estructural-funcional de Wilbert E. Moore sobre los requisitos o supuestos sociales necesarios en América Latina para alcanzar el desarrollo económico. 757 En consecuencia, este sociólogo norteamericano enumera en su trabajo doce factores sociales –o ―standard variables‖ - que definen y determinan, en su opinión, la modernización –y modernidad- de una sociedad: 1) la propiedad, 2) las características del trabajo en los países modernos (movilidad y diversificación), 3) la reforma agraria, 4) las características mano de obra, 5) las características del mercado, 6) las instituciones económicas, 7) la ciencia y la técnica, 8) la estratificación social, 9) la 757 Aquí Medina reconoce que abandona los propios antecedentes teóricos de los dos anteriores trabajos y se acoge a este esquema del pensamiento norteamericano, aunque reconociendo alguna reticencia terminológica: ―Al aceptar la clasificación sistemática ofrecida por W. E. Moore a petición de la UNESCO, no sólo se busca el amparo de una autoridad reconocida, sino mostrar al mismo tiempo una prueba de la concordancia antes mencionada que se ofrece en forma palmaria a pesar de las diferencias terminológicas o de las discrepancias de detalle‖ (Medina, 1973: 70). Estas citas confirma algo que hemos dejado apuntado: la innovación teórica de Medina, su actualidad en cuanto a lecturas y autores, la adopción de la CEPAL de la perspectiva sociológica y la importancia que concedían los organismos internacionales como la CEPAL y la UNESCO a la modernización. 530 organización productiva de carácter racional y la actividad empresarial, 10) la organización racional de la administración pública, 11) las demás organizaciones del desarrollo económico (organizaciones bancarias, de comercio, de servicios públicos y de transportes), y 12) las organizaciones sindicales. El objetivo de este modelo teórico no es otro que el de analizar las sociedades latinoamericanas según los rasgos sociológicos de las sociedades tipificadas como modernas (las anglosajonas). Es un modelo propuesto por la UNESCO para hacer comparaciones y que se pretende utilizar como plantilla teórica en los países latinoamericanos en un momento histórico dominado por la conciencia de la modernización y del ―desarrollo rápido‖ (Moore, 1956: 4-25). En ese documento Moore da importancia, sobre todo, a las ―condiciones y el rol en América Latina de la educación, la ciencia y la cultura en el desarrollo económico‖ (Moore, 1956: 2). De esta manera, en su análisis habla de la importancia que tienen los ―factores culturales y sociales‖ del crecimiento económico, privilegiando sobre todo las actitudes, normas y valores que definen las características generales de las sociedades modernas y avanzadas, todos ellos estratégicos para el desarrollo económico y modernizador de una sociedad. Medina Echavarría lo que hizo, en su caso, fue adaptar a la realidad boliviana el esquema teórico y conceptual del profesor de Princeton, heredero de las teorías de T. Parsons (Oltra, 2004: 426). El cotejo de ambos trabajos nos permite observar cómo Medina Echavarría siguió algunos de los argumentos teóricos más importantes de W. E. Moore, nada extraño vista la coincidencia de los dos con Max Weber. El sociólogo español asume, siguiendo al sociólogo norteamericano, que la organización productiva de carácter racional es frecuente en las sociedades pre- industriales, pero es la característica central y generalizada de las sociedades económicamente avanzadas (Medina, 1973: 88). Ambos autores entienden, en sintonía con Max Weber, que la actividad económica moderna necesita de tres variables complejas en el estudio de la acción social, en la economía y en la sociedad: los valores que forman el interés material, los sentimientos de afinidad entre creencias y prácticas sociales, y el papel de la autoridad en la sociedad. Medina Echavarría aplicó en Bolivia los 12 universales evolutivos de W. E. Moore, entendidos, como decíamos, como los requisitos estructurales que necesita cumplir una sociedad para ser considerada como moderna. A continuación hemos resumido la adaptación del modelo de desarrollo económico de Moore y sus ―standard variables‖ realizado por Medina en su análisis estructural de la sociedad boliviana de 1956: 1. Estructura social de Bolivia en 1956. Sociología circunstanciada de un momento histórico determinado. Las características estructurales (ayllu, hacienda, minas) determinan lo social de una forma determinada y despliega una maneras arquetípicas de entender a la sociedad y de relacionarse en ésta. 2. Características estructurales de América Latina. Predominio de la población rural en la región, con una agricultura de carácter primitivo, acorde a una cultura tradicional e indígena. 3. Situación del campesinado después de la Reforma Agraria acometida por la Revolución desarrollista de Bolivia en 1952. Adaptación del modelo weberiano acerca de qué clase se puede erigir en fuerza motivadora del cambio social. Análisis psicosocial de las fuerzas emotivas del campesinado. 4. Examen de la mano de obra industrial, la cuál se resuelve como un obstáculo para el desarrollo de una ética de la responsabilidad y la aspiración de la modificación social como deber de clase. 531 5. La economía productiva, su mercado y organización, moldean un tipo de relaciones sociales. 6. La estabilidad institucional y política como requisito para el desarrollo socioeconómico. 7. El significado de la ciencia y de la técnica para el desarrollo. La sociología científica ha de estar al servicio de la planificación. Sociología científica de Medina. 8. Bolivia como campo de estudio sociohistórico y empírico. Análisis estructural de una sociedad en un período histórico concreto. 9. Ausencia de una verdadera mentalidad empresarial. 10. Necesidad de organizar racionalmente la administración pública. Necesidad no sólo de una burocracia, sino, principalmente, la construcción de un Estado, que choca con estructuras de poder autoritario que se oponen a un poder impersonal, legal y racional. 11. La urbanización y el crecimiento demográfico. La educación y el analfabetismo. La necesidad de crear cuadros superiores de técnicos. 12. La organización sindical y la excesiva ideologización de las masas. Como consecuencia de la aplicación práctica del modelo de W. E. Moore, nuestro autor encontró en la sociedad boliviana una serie de ―obstáculos‖ culturales, sociales y psicológicos (las actitudes) que impedían la formación de una sociedad avanzada y el funcionamiento de un mercado capitalista moderno, ―supuesto social ineludible de todo desarrollo económico‖ (Medina, 1973: 82). El objetivo era señalar el tipo de relaciones humanas y de conductas que hacen posible el ejercicio y la organización de una sociedad moderna. En este sentido, es reseñable la observación de Medina Echavarría sobre el efecto de la estructura tradicional sobre los nuevos condicionantes modernizadores, porque el mayor rasgo de esta estructura es una cierta permisividad a los cambios, lo que hace que coexistan instituciones sociales modernas (el Estado, el sindicato, etc.) con formas típicas de referencia autoritaria que rememoran al pasado latifundista. A pesar de los esfuerzos desarrollistas y modernizadores de la Revolución Boliviana, los elementos culturales tradicionales se mezclaban con la nueva organización racional del Estado y del mercado de trabajo, algo incompatible con la aspiración de ser una sociedad racional, organizada y moderna, acorde a la división social del trabajo y a la división funcional de tareas. Estos viejos residuos estructurales actúan como auténticas resistencias mentales contra el cambio social, cuando justamente lo que necesitaban los países subdesarrollados era la creación de una ―nueva cultura común‖ y de un nuevo ―estilo de vida‖. La inicial formulación sociológica del desarrollo económico, de clara inspiración funcionalista y norteamericana, consideraba de vital importancia la modificación de las ―actitudes sociales‖ (Moore, 1956: 23-24). Porque las relaciones sociales de la moderna sociedad industrial estaban particularmente relacionadas con la producción y distribución de los bienes, las funciones específicas, lo impersonal, y la neutralidad afectiva de las relaciones sociales. Era preciso, pues, asumir unas actitudes y disposiciones sociales comunes a las exigencias de la ―moderna sociedad industrial‖. Los sociólogos de la escuela funcionalista se preocuparon por analizar los requisitos funcionales de todo sistema social, como eran la personalidad, la sociedad y la cultura. Daban mucha importancia a las normas y a los valores que rigen las acciones de los actores sociales. Corolario de este discurso es la caracterización de la teoría sociológica como teoría del sistema social (Oltra, 2004: 432). De la siguiente forma se refería T. Parsons a esta identificación (la cual ayuda también a nuestros intereses a la 532 hora de identificar el trabajo de Medina como un análisis de las motivaciones que permiten el desarrollo económico): ―Por tanto, la teoría sociológica es para nosotros aquel aspecto de la teoría de los sistemas sociales que se ocupa de los fenómenos de la institucionalización de las pautas de orientación de valores en el sistema social, de las condiciones de esa institucionalización y de los cambios en las pautas, de las condiciones de la conformidad y desviación respecto de esas pautas, y de los proceso motivacionales en la medida en que están implicados en todos ellos‖ (Parsons, 1988: 507). En este sentido, lo que le atraía a José Medina Echavarría, siguiendo los presupuestos funcionalistas (y weberianos) de W. E. Moore y también de T. Parsons, era esa ―institucionalización de las pautas de orientación de valores‖, de la conducta, de las actitudes. 758 Su pregunta giraba alrededor de cómo integrar y/o encajar una cultura racional (instrumental) y organizada, con todo lo que ello significaba (sistema legal- racional, mercado capitalista, etc.) en una sociedad constituida históricamente bajo una base cultural autoritaria, tradicional y, si se quiere, más irracional. En otras palabras, cómo sería posible asumir pautas de comportamiento ―moderno‖ sobre una estructura ―tradicional‖. El núcleo central de la teoría sociológica funcionalista era modelizar el proceso de causación de la acción social encajonándolo en estos tres planos o niveles: ―el de las instituciones, el de la organización y el psico-social de los motivos o estímulos‖ (Medina, 1973: 70). 759 Son los tres niveles de análisis de la teoría del sistema social de T. Parsons (1988: 15-16). Son tres sistemas independientes pero que están relacionados entre sí y que forjan la adaptación, integración o ajuste de los actores a determinadas estructuras sociales. Este esquema teórico constituye, en última instancia, la guía sobre la que se orienta la acción racional. Este esquema parsoniano trasladado a la sociedad latinoamericana, como así hace W. E. Moore, exige ―nuevas formas de asociación voluntaria‖. Para que el esquema parsoniano de la sociedad moderna sea validado en América Latina se necesitaba más que un cambio histórico: se requería un cambio social y cultural que atañía a nuevas formas de comportamiento, nuevas normas sociales, de relaciones y acciones sociales (Moore, 1956: 16 y19). La modernización para América Latina, desde el enfoque funcionalista, significaba, por tanto, transformar actitudes, creencias e imágenes del mundo que no casaban con los requisitos racionales del desarrollo económico. Esta perspectiva acentuó, sobre todo, la modernización económica y capitalista. (Aunque, con el tiempo, como fue el caso de Medina Echavarría, éste ahondará en la modernización política y democrática para América Latina. Es algo que hizo nuestro autor al apuntar la necesidad de poner en marcha en aquella región el programa cultural de la modernidad). En aquel momento el interés en América Latina estaba puesto en los logros materiales de la modernización, lo que detenía a la reflexión sociológica, principalmente, ante un cambio de las formas de socialización, en las nuevas formas de comportamiento y en las motivaciones económicas y no económicas de la acción social (Moore, 1956: 21). En fin, era sumamente importante incentivar, organizar y racionalizar la participación social en el desarrollo económico bajo un proyecto de una nueva sociedad y una nueva cultura común. 758 Medina cita a Parsons bajo el matiz de cómo el elemento empresarial constituye un modo de participación en el subsistema integrador de toda economía (Medina, 1973: 90). T. Parsons y Neil. J. Smelsee, ―A Sociological Model for Economic Development‖, en Explorations in Entrepreneurial History, Vol. 8, Nº4, p. 195. 759 Medina no utiliza la terminología funcionalista de W. E. Moore, quien nos habla de sistemas sociales. Nuestro autor prefiere hablar de de planos o indicadores. 533 Para el teórico, como era el caso de Medina Echavarría, era todo un reto poder reflexionar sobre el complejo mundo social boliviano –y latinoamericano- sobre el que se debían adoptar y adaptar estos ―patrones normativos‖ (Moore, 1956: 13). Además no olvidemos que era una perspectiva sociológica que pensaba la modernidad –después de las dos guerras mundiales- como la posibilidad de un sistema de vida social que condujera a una sociedad más ordenada, igualitaria e integrada. 760 La teoría funcionalista fue muy útil para Medina Echavarría porque en esta corriente sociológica se hallaba la raíz de los problemas a los que él se tenía que enfrentar desde la CEPAL como eran la modernización y el desarrollo económico capitalista. En concreto, podemos decir que nuestro autor se valió de sus formulaciones teóricas y analíticas, y de los problemas que esta teoría identificaba. Así puede decirse que algunos de los obstáculos al desarrollo económico señalados por W. E. Moore fueron muy valiosos para el trabajo de Medina sobre Bolivia y sus futuras reflexiones teóricas. Por ejemplo, el sociólogo norteamericano hablaba de la dificultad de introducir en América Latina una cultura ―impersonal‖; y de la ausencia de una ―ética capitalista‖ en América Latina, debido al predominio de la religión católica en aquella región. Ello hizo que predominasen comportamientos ―ociosos‖ dentro de las clases dirigentes, quienes frecuentemente se decantaron por el consumo lujos y ostentoso y no por la re-inversión y la expansión productiva (Moore, 1956: 9-10). El sociólogo español lo que hizo entonces fue utilizar la plantilla teórica facilitada por estos autores del estructural funcionalismo, mirar desde ella y ver si se correspondía o no con aquella realidad. Aparte podía ajustarla a sus propias inclinaciones teóricas, como era el enfoque histórico estructural. No fue, en todo caso, Medina un sociólogo funcionalista, pero sí compartió con aquella corriente muchas elaboraciones teóricas sobre la estratificación social y, como decíamos, se interesó por la institucionalización de una cultura que oriente los procesos de acción correspondientes a una sociedad moderna. De esta manera, Medina pudo comprobar algunos de los supuestos de W. E. Moore. Observó, como ya dejamos apuntado, la dificultad de implantar en Bolivia un mercado que organizase la actividad económica de forma racional, ―regido por los mecanismos impersonales de la oferta y la demanda –precios, salarios y beneficios‖, puesto que el mercado boliviano se orientaba por ―la costumbre, el status, el parentesco o los valores locales‖ (Medina, 1973: 82). Las teorías desarrollistas y funcionalistas daban importancia al mercado como un índice del predominio de una conducta económica racional desligada de otras formas de orientación (no racionales). En el caso de Bolivia, sin embargo, el mercado estaba inserto dentro de otras formas culturales y tradicionales de orientación construidas históricamente (como el parentesco, el compadrazgo o el personalismo del patrón), lo que impedía la inserción de una cultura impersonal y racional. A ello se le añadía también el problema étnico: ―el ―aislamiento‖ lingüístico y cultural de una gran parte de esa población. La persistencia del monolingüismo aymará y quechua en elevadas proporciones hace imposible toda apertura de esos grupos a la comunicación del simbolismo universal –ideas, valores y técnicas- en que se basa el funcionamiento económico del mundo moderno‖ (Medina, 760 En América Latina, como decíamos arriba, se pensaba más en términos de modernización económica y material que en términos de modernización política y ―operativización‖ del proyecto de la modernidad. Caso distinto sucedía en Estados Unidos, donde había una convergencia recíproca entre el proceso de modernización política (modernidad, sociedad civil, democracia) y modernización económica y material (capitalismo, cultura científica). 534 1973: 74 La conclusión de José Medina Echavarría se aproximaba a la de W. E. Moore: la inexistencia de una ética capitalista. En la sociedad boliviana no hallaba un sistema económico ―basado en el mérito y esfuerzo propios que acompaña a la economía moderna‖. En su exhaustivo análisis sociológico, histórico y cultural confirmaba que la presencia de los ―residuos del paternalismo autoritario‖ había impedido ―una actitud más favorable y abierta a la implantación de la corresponsabilidad y de sanas relaciones humanas‖ (Medina, 1973: 87 y 90). La disciplina económica había sido, ante todo, autoritaria y tradicional. No había sido una disciplina ascética caracterizada por la re- inversión, ni, por supuesto, por el trabajo independiente y libre. Podíamos decir que se estableció en Bolivia (y en el resto de América Latina) una economía dependiente de la autoridad. Los impedimentos de una integración económica en aquel país descansaban sobre todo en los factores de tipo cultural y en las rutinización de las prácticas sociales asentadas en un sistema social autoritario, que Medina reconocía en la hacienda. 8. 4. La aplicación del modelo de Wilbert E. Moore. La apuesta por los clásicos de la sociología contemporánea. El recurso teórico de Max Weber. Medina abstrae en la sociedad boliviana, como tipo ideal, algunos de los problemas sociológicos recogidos en el modelo de Moore sobre América Latina. Una vez aplicado en la realidad el modelo de Wilbert E. Moore, continuó su minuciosa investigación empírica con la evaluación de los problemas sociales de la estructura y la sociedad boliviana. Algunos de ellos ya quedaron avanzados anteriormente. El caso es que nuestro autor, a diferencia de Moore, quien no pretendía llegar a ninguna conclusión evaluativa sobre América Latina, él, en cambio, sí que valoró la situación social de Bolivia. La indagación sociológica le llevó a explorar los fenómenos sociales, las normas sociales, las instituciones y organizaciones, y los valores. Este ejercicio teórico-práctico le valió para estudiar el caso concreto boliviano y también, principalmente, para ir madurando una visión general sobre el desarrollo latinoamericano. Esa evaluación a partir de la metodología social le sirvió para formular distintas hipótesis de trabajo y categorías conceptuales sobre las fases del proceso de desarrollo histórico de una sociedad y de sus condicionantes y elementos estructurales. Por ejemplo, en el fondo de sus reflexiones aparecen, sobre todo, las ideas de Max Weber, aunque algunas de ellas también nos recuerdan los tipos ideales de sociedad establecidos por F. Tönnies y su distinción entre los factores comunitarios y afectivos y los factores racionales. 761 La aplicación de la teoría weberiana se aprecia sucintamente en el traslado al plano de lo concreto de la hipótesis de la ―wahlverbandschaft‖, o afinidad electiva entre la ética puritana calvinista y la ideología capitalista (Weber, 2003). Hecho que nuestro autor entiende como imperativo necesario para crear una ética del trabajo y de la responsabilidad afín a las exigencias del desarrollo socioeconómico. En todo caso, el fundamento central es la disposición social hacia unas metas económicas y racionales que lleva consigo ese deseo de desarrollo y modernización económica. La importancia de esta investigación reside en encontrar las bases culturales y éticas de la sociedad boliviana y ver si éstas se corresponden a los elementos constitutivos de la vida moderna expresados por Max Weber: ―la racionalización de la conducta sobre la base de la idea profesional‖ (2003: 257). De esta manera, nuestro autor, al privilegiar los elementos esenciales de la mentalidad 761 Observamos cómo Medina Echavarría, en esta época de innovación teórica y temática, en la que incluye temas y autores nuevos, recurre siempre a los clásicos, porque, como ya hemos apuntado, en ellos encuentra mejores claves teóricas para explicar la realidad social latinoamericana. 535 capitalista, trata de encontrar qué camino ha de transitar una sociedad sumamente tradicional y comunitaria para convertirse en una sociedad industrial y conforme a unas nuevas maneras de socialidad basadas en la asociación. Y en esa búsqueda aparece la importancia del factor cultural. Es un hecho que a nuestro autor le parece fundamental el reconocimiento de la cultura como ―agregado vital‖ que otorga unidad y sentido a una sociedad. Se detiene, en otras palabras, en la fisonomía particular de una cultura, reflejada en sus manifestaciones cotidianas, en el funcionamiento de sus instituciones sociales y en su estructura social. Ésta, al fin y al cabo, es reflejo de un tipo de cultura. Por tal motivo, su interés estriba en canalizar la actual tendencia general del desarrollo económico -en el sentido que confiere Alfred Weber al proceso de civilización-, con sus respectivas normas y arreglos, junto con los condicionantes estructurales de una sociedad, los cuales vienen impuestos por su particular historia. ―Para quien acepte la historia como lo que fue realmente y no pudo ser de otro modo, quizá cada una de las fases de la historia boliviana cumplió su propia misión, aunque fuera en la forma deficiente, incompleta y parcial de toda obra humana. La realidad actual de Bolivia es el resultado de esas etapas y no hay otra de la que partir; es el producto tanto del ayllu, como de la hacienda y del campo minero, si es que interesa verlas ahora por el núcleo de su respectiva configuración económica, y lo que fueron sus logros continuarán transfigurados en el futuro‖ (Medina, 1973: 64). En consecuencia, la estructura de la sociedad boliviana representaba la persistencia de un tipo de cultura y de tradición predominantemente rural, a modo de una ―continuidad histórica‖. Nuestro autor señala, a este respecto, que la urbanización en Bolivia no había ido en paralelo al proceso industrial y no ha seguido un propósito particular de racionalización, que ha terminado, al final, por provocar la marginalidad social: ―A tenor de la política ―fundacional‖ de la dominación española, Bolivia ha poseído ciudades desde los comienzos de su nueva historia, creadas todas de acuerdo con los requisitos estratégicos y económicos de la época y destinada alguna, como Potosí, a quedar para siempre en la leyenda universal. En esas ciudades se hizo la historia cultural y política del país durante la colonia y la independencia, con vaivenes en su prestigio y atracción, según las cambiantes circunstancias. Pero esa historia urbana sólo es un prólogo al planteamiento del problema de nuestra época sobre las relaciones entre urbanización y desarrollo económico. Y, sin embargo, con el suficiente peso para que no pueda afirmarse que exista todavía hoy en Bolivia la correlación estrecha ofrecida en los países más avanzados entre urbanización e industrialización‖ (Medina, 1973: 93). Él reconoce que en Bolivia no ha existido la correlación entre urbanización e industrialización que explica los procesos modernizadores de las sociedades avanzadas. 762 Por el contrario, ha habido urbanización sin industrialización. En cierto modo, observa cómo el sistema social de la ―comunidad‖, en el sentido de F. Tönnies, ha penetrado en la ciudad -el espacio físico que le corresponde a la ―sociedad‖-. Se han trasladado al mundo urbano orientaciones y acciones sociales correspondientes a un sistema social comunitario y que han redundado en actitudes económicas de 762 Una de las ideas centrales de la teoría de la modernización y de la sociología funcionalista era la unión entre industrialización y urbanización. Esta idea aparece en trabajos como el de Kingsley Davis, Urbanization in Latin America, 1946. Se seguían modelos teóricos dicotómicos que describían una realidad social separada por dos mundos: el urbano, sujeto a la modernidad, y el rural, anclado en la tradición. Aparecían como dos mundos contrapuestos y que chocaban entre sí. 536 subsistencia (y no basadas en fines), orientadas por el particularismo y sustentadas en una economía de subsistencia. Nuestro autor, obviamente, observaba que la cultura y la estructura social no eran las más adecuadas para los requisitos de modernización que planteaba la Revolución boliviana de 1952. 8.5. Vacío estructural. Pseudo estructuras y residuos tradicionales. Diagnostica en Bolivia un hecho social que denomina como ―vacío institucional‖, debido al agotamiento de un sistema socio-económico (el minero y el de la hacienda) y a una élite dirigente, consolidada, que no adoptó el cambio. ―Dos perspectiva parecen coincidir: la del agotamiento interno de las posibilidades de un sistema socioeconómico, y la de la osificación de una ―élite‖ que no pudo adoptarse a tiempo a las nuevas necesidades por falta de capacidad o voluntad de renovación‖ (Medina, 1973: 66). Se inspira en la premisa weberiana de que para sustituir una estructura social debe haber otra disponible. Está claro, como apunta Medina, que en Bolivia ante el desgaste de una estructura socioeconómica concreta faltó su sustitución por otra: ―Huelga repetir que toda sociedad no es otra cosa que un sistema de instituciones y que sólo existe mientras ese sistema funciona, cualquiera que esto sea y nos plazca o no. En Bolivia perduraba un sistema que quebró en forma brusca su reciente revolución. De esa ruptura surgió un vacío, cubierto temporalmente por una pseudo estructura, y la urgencia de una inmediata reconstrucción. Las instituciones predominantemente económicas –propiedad, trabajo y relaciones de cambio- no sólo corrieron la suerte de las otras en esa conmoción, sino que fueron las más directamente afectadas y el comienzo propiamente de aquélla‖ (Medina, 1973: 70-71). Y añade: ―ninguna sociedad puede pervivir, sin disgregarse, en un vacío institucional, tiende a llenarlo temporalmente con pseudos estructuras, disfuncionales a la larga, pero que por el momento le permiten mantenerse en pie. Esto es lo ocurrido en Bolivia en los últimos años‖ (Medina, 1973: 68). 763 Medina observa cómo las ―pseudos estructuras‖ cumplieron originalmente una función integradora en un momento de la historia boliviana, aunque posteriormente no serán funcionales para la sociedad boliviana en el momento en que se decidió acometer diversas metas económicas, políticas o laborales. Aquellas pseudos estructuras configuraron la sociedad en un tiempo preciso, pero cuyas consecuencias son funciones manifiestas negativas para el proceso de modernización y desarrollo económico. El vacío estructural, además, significa una ausencia de medios disponibles para lograr aquellas metas modernizadoras. Un vacío que afecta tanto a los tipos de organización social y repercute en la personalidad. Nuestro autor concedió mucha importancia a las implicaciones que tiene la ausencia de referentes sociales sobre el individuo. Por ejemplo, le interesó analizar cómo respondían los individuos a los ambientes sociales y culturales en los que convergía un proceso de sustitución incompleto de estructuras sociales: 763 Observamos, por ejemplo, que Medina utiliza una terminología funcionalista. Concretamente la palabra ―disfuncionales‖ nos recuerda la clasificación de Robert K. Merton de las estructuras y funciones de la acción social en su libro Teoría y estructuras sociales, donde nos habla de cuatro categorías: funciones manifiestas o latentes, funcionales o positivas y disfuncionales o positivas (1964: 419-421). 537 ―La desaparición del propietario crea un vacío de autoridad psicológicamente peligroso para los que fueron sus colonos. Y de que pueda llenarse adecuadamente depende el éxito ―social‖ de la reforma agraria. Cuando un sociólogo contemporáneo (Gehlen) trata de explicar todas las dificultades del poder en el mundo actual por la pérdida irremediable de sus orígenes patriarcales, nada tiene de extraño que señale el peligro que encierra para un mundo casi primitivo la desaparición súbita de su paternalismo tradicional. ¿Cómo y con qué sustituir las dos funciones antes indicadas?‖ (Medina, 1973: 79). Aquellas pseudos estructuras configuraron la sociedad en un tiempo preciso, pero cuyas consecuencias son manifiestamente negativas para el proceso de modernización industrial y desarrollo económico capitalista. Sobre todo porque las pseudo estructuras permitieron la existencia de residuos tradicionales y autoritarios. Medina Echavarría explora aquí las conductas de los individuos ante tales situaciones sociales de pseudos estructuras o de vacío estructural. Le preocupa cómo estas situaciones disfuncionales, aparte de limitar los medios disponibles para las metas modernizadoras, afectan a los tipos de organización social y a las relacione sociales, y repercuten también en la personalidad individual. Nuestro autor concedió mucha importancia a las implicaciones que tiene la ausencia de referentes sociales sobre el individuo. Algo que observó, por ejemplo, en el tránsito que hacía el campesino del campo a la ciudad, cuando perdía el referente psicológico del patrón. Las funciones sociales del patrón eran consejo técnico, ayuda económica y profesional, apoyo personal y ayuda amistosa, ―que en diversos grados podía llegar hasta la relación de parentesco del compadrazgo‖ (Medina, 1973: 79). La relación campesino-patrón estaba cimentada en lazos autoritarios, tradicionales y emocionales. Una vez liberado del patrón, el campesino sentía miedo a esa libertad conquistada. Medina Echavarría señalaba cómo esa dependencia psicológica hacia la autoridad explicaba nuevos comportamientos en el campesinado boliviano. La reforma agraria en Bolivia y la mayor o menor degradación de la estructura hacendística habían hecho que los campesinos perdieran su antigua autoridad de referencia (el patrón), aunque en poco tiempo encontraron su sustituto en unos sindicatos fuertemente ideologizados. La libertad no ejerció de estímulo para el campesino. Tras la reforma del agro, ya como propietario de pequeñas tierras, padeció sensaciones desestabilizadoras y ajenas a su voluntad, de frustraciones, al depender de un mercado nacional sobre el que no tenía capacidad de interferir en los precios de los productos. El campesino ya tenía que vérselas el sólo con un mercado agrario cada vez más internacional en el que ya no contaba con la protección del hacendado. Esta sensación de falta de dominio sobre la propia vida (sensación, por otro lado, típicamente moderna), era el preludio de una cierta nostalgia por el viejo orden de la hacienda, donde la existencia estaba acabada y la toma de decisiones resuelta. En fin, nuevamente se sintieron atraídos por unas actitudes y unos comportamientos más proteccionistas pero ahora afiliados a los sindicatos, institución moderna, pero que para los campesinos evocaba el espíritu de la antigua hacienda. 764 764 Como decíamos arriba, Medina Echavarría otorgó mucha importancia a las funciones y tareas que cumplen las instituciones sociales en el desarrollo económico. Junto con el estudio del mercado, nuestro autor también se detuvo en los sindicatos bolivianos, a los que concedía una gran importancia como la que habían tenido en las sociedades desarrolladas: ―La transformación económica de los países más avanzados ha estado unida a la operada al mismo tiempo en el campo del trabajo y al esfuerzo de los 538 Había una ausencia de atracción psicológica por la libertad individual. 765 El deseo de seguridad pesaba entre estos campesinos una vez consumada su independencia. Sentían, acorde a la interpretación de Medina Echavarría, una sensación psicológica de angustia y de incontrolabilidad sobre su destino social. La negación de la libertad y de la razón individual hace que la autoridad entendida, valga la redundancia, en su sentido más autoritario, más estricto, se resolviese como la forma original de las cosas y como el ordenamiento natural de la sociedad. No encontró nuestro autor un ―afán de (que) lo nuevo quiebre (quebrase) el dominio absorbente del deseo de seguridad arraigado en la tradición‖ (Medina, 1973: 77). Era complicado limitar la dimensión cultural y psicosocial de una tradición rutinizada a base de fuertes y estrechos lazos de socialidad. La consecuencia no intencionada de ello suponía la persistencia de actitudes y prácticas correspondientes a lo que Gino Germani denominó como ―tradicionalismo ideológico‖ (1969). Por su parte, Medina Echavarría mantenía una visión muy pareja a la del sociólogo italo-argentino, aunque sin una formalización conceptual original. Nuestro autor estimaba que ese vacío de autoridad estructural y psicológica de los campesinos libres podía ser sustituida por otras formas autoritarias de poder como era en aquel momento el sindicalismo excluyente o como podían ser las dictaduras carismáticas o el populismo. Estos temores del sociólogo español sobre el atractivo de la dominación autoritaria y carismática se vieron de sobra confirmados en los años posteriores como profecía que se cumple a sí misma. En su visión, se acababa por reproducir la estructura social autoritaria y tradicional, aunque bajo una apariencia y fisonomía de modernidad. Veía en esa problemática sociológica un elemento indispensable capaz de explicar pautas de comportamientos singulares, tendencias políticas, orientaciones económicas y la complejidad del mundo social latinoamericano. Aunque todavía lo expresaba en términos de la categoría fundamental de la sociología funcionalista y de la teoría de la modernización como era la dicotomía modernidad/tradición, el sociólogo español tenía muy presente, en realidad, esa diferenciación entre racionalidades y voluntades. Vale la pena recordar sus ideas: ―El paso del trabajo servil al libre y asalariado no puede hacerse sin que pesen por algún tiempo inercias y apatías; los estímulos a la acción política no suelen coincidir en modo alguno con los que sostienen la conducta económica cotidiana‖ (Medina, 1973: 75). En esta breve cita nuestro autor distinguía cómo en un problema sociológico clave, como era la transición al trabajo libre y asalariado, aún pervivían estructuras de dominación que limitaban la actividad económica. Ello se debía a la existencia en la realidad social de distintas racionalidades que actuaban bajo distintas voluntades: una cosa era la racionalidad política, otra cosa la racionalidad económica y algo muy distinto la cultura y su manera específica de entender el mundo. obreros por crear sus propias organizaciones de defensa y sostén. Hoy es inconcebible la vida económica en esos países sin la existencia de organizaciones sindicales de uno u otro tipo‖. Sin embargo, los sindicatos no cumplieron en Bolivia una función modernizadora, porque, en su opinión, la acción sindical había entorpecido el desarrollo económico, pues se había tendido a utilizar como ―instrumento de un prebendalismo evidente‖ (Medina, 1973: 95). Nuestro autor se encontraba como otro elemento de modernización económica era inoperante para los requisitos del desarrollo. 765 Reconocemos en Medina Echavarría una preocupación psicológica por el individuo. Por ejemplo, nuestro autor se preguntaba ―qué es lo que ha ocurrido realmente en la conciencia del campesino‖ (Medina, 1973: 77). 539 8.6. Modernización económica y política como racionalización de la vida social. Tenía el deseo de aclarar las metas ideológicas de la sociedad boliviana. No elaboró todavía su concepto teórico sobre la porosidad estructural de América Latina, pero la idea ya estaba presente gracias a su investigación en Bolivia. La estructura de este país permitía entonces la convergencia simultánea de economías agotadas (la de la hacienda y la de la explotación minera) aún no sustituidas y de racionalidades contradictorias entre sí. A ello se unían unas elites dirigentes, inadaptadas a las encomiendas del mundo industrial, que tampoco asumieron su responsabilidad en la organización de una sociedad legal-racional. Aún no existía un auténtico proyecto de desarrollo de capitalismo nacional, dinámico y emprendedor. Las elites dirigentes y la clase terrateniente se conformaban perezosamente con los dividendos y recursos sacados del suelo –agricultura y minería-, destinados prioritariamente al Estado para reforzar su estructura centralizadora y de privilegio. Es entonces cuando nuestro autor señala la ausencia de emprendedores dentro de la estructura social boliviana, ya que aquellos que estaban destinados a cumplir esta función se comportaron como una clase ociosa. ―¿Cuáles han sido en Bolivia los tipos de empresarios dominantes? ¿Cuáles las características generales de la empresa? ¿A qué ideas económicas y sociales respondían los empresarios? ¿Cuáles fueron y cuáles son las actitudes sociales frente a la empresa? ¿Cómo se ofrecieron las relaciones humanas dentro de ella?‖, se preguntaba Medina (Medina, 1973: 88). Como decíamos, él no encuentra que las clases dirigentes bolivianas hayan adoptado una actitud favorable a la empresa y al lucro, sino más bien tanto la hacienda como las propiedades mineras se han caracterizado por una producción de supervivencia, dada la ausencia en sus propietarios de estímulos y afanes de inversión futura acordes a la racionalidad capitalista. Esta falta de motivaciones económicas trasladadas al plano del sistema político había supuesto una facilidad de adaptación a los cambios sin erosión de su dominación autoritaria. Las resistencias al cambio y a adoptar comportamientos modernos eran, ante todo, de origen cultural. Pero además esas resistencias culturales y sociales al cambio no sólo se proyectaban hacía el campo económico, sino también hacia el campo político, lo que afectaba la integración nacional. Nuestro autor observaba una tensión no resuelta entre lo tradicional y lo moderno. No como dos mundos contrapuestos, sino más bien como dos sistemas sociales (creencias, prácticas, etc.) que conviven superpuestos, como así indicaba W. E. Moore: ―La mayoría de los países latinoamericanos presentan actualmente varias mezclas de ―tradicionales‖ y ―modernos‖ sistemas sociales‖ (Moore, 1956: 25). 766 Esta superposición impedía la desaparición de lo que Medina Echavarría llamaba, como vimos, los ―residuos del paternalismo autoritario‖, heredados de otros tiempos, y que no posibilitaban ―un nuevo clima tanto económico como social‖ (Medina, 1973: 90). 767 La convivencia de distintas racionalidades en una misma sociedad fue un asunto que preocupó sobremanera a Medina Echavarría en aquellos años, pero que aquí únicamente está expresado de manera tentativa. 766 Wilbert E. Moore planteaba uno de los más relevantes problemas de la sociología latinoamericana como fue la convivencia en la sociedad de elementos tradicionales y elementos modernos. José Medina, por su parte, se esforzó en sintetizar y encerrar en una teoría la explicación sociológica de ese fenómeno social distintivo de aquellas sociedades. 767 Medina Echavarría cuando piensa en la nueva sociedad tiene en mente a la sociedad industrial occidental, pero ésta en América Latina no se ha de trasplantar o copiar, sino, más bien, estos países han de adoptar sus propias estrategias hacia el capitalismo o la economía moderna conforme a sus propias y peculiares realidades sociales. 540 Se interesó profundamente por la complejidad ideológica de una sociedad y cómo ésta puede redundar en la organización que necesita todo programa de desarrollo económico: ―Vehemencias implícitas en todo nacionalismo joven, residuos de ciertas influencias alemanas, aseveraciones doctrinales marxistas de toda clase y matiz, más elementos liberales y metas tecnológicas comunes a todos los pueblos de esta época, formaban una trama mental difícil de ordenar en decisiones claras, sostenidas y factibles‖. Ponía de relieve, de esta manera, el mal funcionamiento de todo proyecto modernizador cuando existen en una sociedad racionalidades, ideologías y mentalidades contradictorias entre sí. A lo que se añadían, como vimos, los elementos sentimentales y emocionales del ―tradicionalismo ideológico‖. Este hecho social complejo lo percibía en Bolivia, sociedad caracterizada por ―elementos inconexos y contradictorios‖ que en ocasiones se traducían como ―acciones incompatibles…que escapan al análisis racional‖ (Medina, 1973: 67). Medina sostiene en su trabajo, en mi opinión, la necesidad de organización, de disciplina y de un método de trabajo para llevar a cabo los mecanismos modernizadores (mercado, burocracia, democracia, sistema jurídico). El objetivo, según él, era racionalizar los programas de desarrollo para hacer más comprensibles los problemas sociales y así poder cambiar. En consecuencia, a la pregunta de qué tipo de empresario había en Bolivia, le seguía ahora la pregunta de qué clase social se encargaría de dirigir el período transformador que se abría. En otras palabras, quién sería el agente del desarrollo principal, comprometido en el logro de las metas colectivas y nacionales, y no en las particulares y egoístas. 768 Y nuestro autor respondía que ese papel le correspondía al Estado boliviano. Hemos de decir que Medina Echavarría Echavarría veía en el Estado (democrático) la institución social capaz de aunar bajo un proyecto desarrollista y modernizador todo esa complejidad de racionalidades, motivaciones y actitudes, en aras de un único proyecto socialmente compartido. El Estado debía ser el agente encargado de racionalizar y perseguir esas metas nacionales. Por tal motivo, José Medina, al igual que hiciera Max Weber en su obra acerca de los trabajadores agrícolas del Elba, 769 insertó conjuntamente la integración 768 Nuestro autor reconocía la dificultad de anteponer los intereses colectivos a los intereses individuales. Era difícil hacer creer a la gente que su acción individual beneficiará al colectivo. La desconfianza social, el miedo, la ausencia de autonomía y decisión individual son problemas estructurales y culturales forjados históricamente. 769 Si los junkers alemanes sintieron la necesidad de adoptar el afán de lucro capitalista, dada la envidia que padecían hacia la clase burguesa y debido a factores externos como la desestabilización del mercado mundial de los cereales; se puede decir que los terratenientes bolivianos, como estudio de caso y tipo ideal latinoamericano, nunca se vieron atraídos hacia la inversión capitalista, puesto que su situación de privilegio era heredera desde tiempos coloniales, disfrutando de una relativa comodidad en lo material, como en lo político. Además los terratenientes prusianos fueron la clase capaz de lograr la unificación política de Alemania en 1870 por su hábito a las en las tareas nacionales (Weber, 1990). Mientras que los terratenientes bolivianos muy difícilmente tuvieron aspiraciones de responsabilidad política nacional, dada la inexistencia de un auténtico Estado, al igual que tampoco se sintieron atraídos para edificarlo. Por último, encontramos otra diferencia en el estudio de Weber y en el trabajo de Medina sobre el campesinado: Weber tenía ciertas simpatías cuando los trabajadores agrícolas del Elba se veían deslumbrados por la fuerza atrayente de la ciudad y de la libertad cosmopolita; Medina, en cambio, no podía decir lo mismo de los campesinos agrícolas de Bolivia, dado el apego de éstos a un sindicalismo excesivo que se ofrecía como sustitutivo del paternalismo del compadre y del hacendado. Muchos campesinos bolivianos, como así reconoce nuestro autor, encontraron estímulos para ir a la ciudad, pero allí no encontraron las oportunidades laborales necesarias, dada la precariedad del tejido laboral. Medina señalaba un nuevo fenómeno sociológico que empezó a emerger en América Latina tras la Segunda 541 económica con la integración nacional en un plano extraeconómico, concretamente en el terreno de los valores y de la ética, porque ―(la) integración nacional y (el) desarrollo económico se encuentran en una relación permanente de acción recíproca…(ya que) el desarrollo económico, en los momentos actuales del mundo, necesita de una conciencia nacional que discipline la responsabilidad y ofrezca buena parte de los motivos y estímulos imprescindibles para sostener el esfuerzo requerido‖ (Medina, 1973: 65). De esta manera, Medina hace converger en el Estado el proceso económico al lado del proceso político. Tanto uno como otro van de la mano: ―La organización racional de la administración pública ha marchado paralela con la de la empresa en todos los países más avanzados, en la medida en que ambas responden a los mismos principios‖. Esto significaba que la acumulación y el avance de la racionalización implicaban todos los aspectos de la vida social occidental (desde el mercado hasta la política) (Max Weber). ―Toda la actividad económica moderna está incluida desde luego en esta zona de la actividad racional, o que pretende serlo‖ (Medina, 1973: 90 y 84). En su conjunto, la ciencia, la razón y la técnica habían guiado ese proceso civilizatorio que se extendía en la cultura (científica) que domina y organiza a esas sociedades (el proceso social) (Alfred Weber). 770 Quedaban, por supuesto, problemas pendientes y cuestiones abiertas relacionadas con la construcción de un moderno Estado. Una de ellas era crear un régimen jurídico que otorgara seguridad jurídica y dispusiera las instituciones de propiedad, tanto en el campo como en las empresas rurales y urbanas. Otra era dar continuidad a una ―burocracia responsable‖. La mutua atracción entre desarrollo y administración pública esconde un dilema de difícil solución, pues ―el desarrollo supone y necesita apoyarse en una administración pública eficaz, pero a su vez ésta sólo puede sostenerse si existe el grado de desarrollo suficiente para proporcionar los recursos financieros requeridos‖ (Medina, 1973: 91-92 aspectos sociales). Nuestro autor, en cambio, tenía claro que la sociedad futura en Bolivia debía descansar sobre un tipo de autoridad y legitimidad legal-racional, en el sentido expuesto por Max Weber (2002). Aquí Medina se guía por una cadena de conceptos y modelos del clásico alemán: la burocracia como nueva clase del Estado; la relación dominio/obediencia; el Estado como monopolio de la fuerza y de la violencia; y la centralidad significativa de la racionalización. Medina Echavarría, evidentemente, estaba planteando teóricamente la necesidad de sustituir una estructura de poder autoritaria por otra estructura de carácter legal y racional que organizase toda la vida social. La dificultad pasaba por reconstruir un Estado democrático y todo un sistema de administración burocratizada. Esta nueva organización estatal era considerada como un factor determinante para constituir nuevas acciones y relaciones sociales caracterizadas por la racionalidad tanto en la participación política como en la actividad económica. (El Estado debía generar una disposición social al trabajo; crear las condiciones necesarias para el trabajo libre; fomentar una cultura del trabajo en unas condiciones históricas recias; asumir la Guerra Mundial: la marginalidad urbana. Decía así nuestro autor: ―los problemas típicos del desarrollo urbano empiezan a hacerse notar en los deterioros de algunos de sus barrios y en los hacinamientos de tugurios de la población marginal que la rodea‖ (Medina, 1973: 94). 770 Medina realizaba un análisis sistemático-estructural del proceso histórico occidental, reconociéndose en esta tarea la influencia tanto de Alfred como de Max Weber: la peculiar constelación de los procesos social, civilizatorio y cultural, en un momento dado, es aquello que permite al sociólogo la comprensión de una sociedad. 542 responsabilidad política de la modernización; y desarrollar una cultura social del deber en una sociedad que históricamente ha sido reacia a las obligaciones individuales). Bajo esa premisa, aparece destilada una idea esencial de Max Weber: la diferencia entre la ética de la responsabilidad (de los políticos, del poder) y la ética de los principios y de la convicción (del científico y del intelectual). Nuestro protagonista entiende que la racionalización de los programas del desarrollo acometidos por el Estado es una tarea científica, pero que descansa sobre una voluntad política. Si Max Weber observó que había una cierta incompatibilidad entre la ética del político y la ética del científico, José Medina Echavarría, por su parte, creyó que en el caso concreto de las tareas del desarrollo económico para Bolivia (y América Latina) se necesitaba una mutua correspondencia de estas dos éticas. Encontramos en este texto una conclusión intelectual y moral: a la luz de la complejidad de aquella época, el ethos del conocimiento y del análisis científico riguroso y el ethos de la responsabilidad ciudadana debían estar emparejados por el bien público y por el saber, ambos más necesarios que nunca. 771 8.7. Significado del estudio de Bolivia. La experiencia boliviana fue muy importante para la CEPAL a la hora de ver las consecuencias de la planificación estatal. El análisis empírico y estructural de Bolivia no fue un cometido casual para la CEPAL, dadas las tensiones que este país padecía entre unas fuerzas mantenedoras de un orden establecido y las fuerzas disidentes o de ruptura de ese orden. La principal característica de la Revolución de 1952 fue que el Estado boliviano se convirtió en el encargado de acometer e impulsar los cambios sociales y políticos modernizadores. No fueron unos cambios espontáneos. El Estado asumió la reforma agraria, la nacionalización de las minas o la abolición del ejército. (Pensemos que uno de los puntos centrales del pensamiento cepalino era el papel que le encomendaba al Estado como elemento motor del desarrollo económico, del cambio social y de la organización legal-racional de la sociedad). Efectivamente, la Revolución boliviana tuvo un éxito social, pero fracasó en lo económico. Según sus propias palabras: ―El verdadero éxito social de la reforma agraria depende al contrario de su logro económico y si éste se frustra, no podrá fructificar aquél‖ (Medina, 1973: 80). En este sentido, aquella observación participante de Medina le fue clave y decisiva para sus posteriores observaciones desarrollistas. Por ejemplo, entendió que el desarrollo económico en Bolivia y en América Latina no podía ser el resultado de la acción de las leyes del mercado, sino que era un proceso de transformación de las estructuras sociales, lo que implicaba la creación de una estructura productiva (un mercado, un sistema productivo), que asegurará un desarrollo económico y social autónomo, endógeno e independiente. Por tal motivo, era sumamente importante entender la planificación como un proyecto cultural y social constituido sobre una base institucional democrática. Porque sin desarrollo económico, cultural y social la democracia no se consolida. Medina Echavarría fue consciente de que uno de los males de la región era el régimen de alianzas entre las distintas clases dirigentes y burguesas 771 Medina Echavarría exigía, en el fondo, un clima propicio para la ciencia. Esto significaba actuar en distintos frentes según el programa modernizador: formación de nuevos cuadros dirigentes; educación universal; el papel protagónico de la Universidad. Él consideraba muy importante el papel de la ciencia, de la educación y de la pedagogía en las tareas del desarrollo como factores de cambio social. 543 (industriales, terratenientes, militares). 772 El objetivo estratégico de todo programa desarrollista era, por tanto, establecer unas estructuras sociales que permitieran el establecimiento de un sistema productivo eficiente y a su vez que impidiera la excesiva concentración del poder. Desde su perspectiva, como vimos anteriormente, desarrollo y democracia eran parte del mismo proceso. Este viaje le acercó además al mundo andino. Allí pudo comprobar lo diferente que pueden llegar a ser los países latinoamericanos. (Al viajar por toda América Latina, como parte de sus responsabilidades profesionales, tuvo conocimiento de toda aquella divergente región). Entrando en detalle, creo que esta experiencia de campo le sirvió mucho a Medina para reflexionar sobre su propio papel como teórico, en una especie de sociología de la sociología: ¿hasta qué punto se pueden adaptar teorías en América Latina pensadas para y desde otra sociedad? ¿Qué distancia hay entre la realidad y la teoría? En mi opinión, aquel viaje le hizo reafirmarse en su método histórico-estructural y, sobre todo, en el valor sociológico de la democracia. Medina Echavarría irá fortaleciendo la idea pensar en clave propia la sociedad latinoamericana, ya que comprobó que algunos puntos del funcionalismo norteamericano no valen para América Latina como modelo de desarrollo. Al mismo tiempo en Bolivia observó las consecuencias socio-políticas de la Revolución de 1952, que, añadida a su experiencia europea, le hizo mirar con distancia las revoluciones posteriores, como la de Cuba en 1959, hecho clave para la historia reciente latinoamericana. El desarrollo se resume como tipo ideal en dos posiciones dominantes más allá de todas las escuelas, teorías, debates: o bien un desarrollo encabezado por los esfuerzos democráticos o bien un desarrollo a partir de la revolución sea del signo que sea. Él, sin duda, se sumó a la primera manera de entender el desarrollo. Sus propuestas entorno a la planeación democrática supeditaron todo desarrollo económico y social necesariamente al desarrollo político democrático. De ahí su insistencia en pensar cómo construir una sociedad democrática sobre una estructura histórica autoritaria y tradicional. 9. Significado e importancia de los primeros trabajos desarrollistas. Podemos decir, con todo lo visto hasta ahora, que estos primeros trabajos desarrollistas de José Medina Echavarría fueron importantes, según mencionamos anteriormente, desde tres ámbitos: el institucional de la CEPAL, el campo sociológico y el biográfico. Estos trabajos abrieron la veta del conocimiento sociológico en aquel organismo regional. Como reconoce Enrique Iglesias, ―fue una experiencia muy importante para la CEPAL la incorporación del pensamiento sociológico, realizada en la mitad de los años cincuenta con la figura de Medina Echavarría y que se continuó posteriormente con el aporte de otros distinguidos pensadores a los análisis de la realidad latinoamericana‖ (Iglesias, 2001: 16). La repercusión inicial de estos trabajos, como sabemos, permitió considerar al desarrollo desde otros factores sociales y no únicamente desde una perspectiva económica. Se tuvo la impresión entonces que la comprensión de los fenómenos económicos del continente también pasaba por el manejo de la sociología y de otras ciencias sociales. Además, en opinión de Eduardo Devés, estos trabajos comenzaron el viraje hacia lo social que el pensamiento latinoamericano iniciaría en la década de los años 60 (2003: 35). Creo no equivocarme al afirmar que estos textos fueron, como ya hemos comentado, muy significativos para la trayectoria de Medina Echavarría. Después de varios años de ejercicio profesional en 772 Medina ya había estudiado la resistencia de las elites a la apertura del espectro del poder y a compartir el poder porque había estudiado a Pareto, autor que cita en Panorama de la sociología contemporánea. 544 la CEPAL, contempló las posibilidades intelectuales que se le presentaba. No estuvo preocupado por la aplicación inmediata de sus teorías. En cambio, sí que le interesó más abrir las posibilidades de un trabajo satisfactorio con los economistas. Sobre todo a la hora de que la programación del desarrollo económico poseyera un ―mínimo indispensable de programación sociológica requerido para prever y anular en lo posible las estrangulaciones de tipo social que amenazan detenerlo‖ (Medina, 1973: 43). 773 La fórmula de la sociología del desarrollo ya había sido planteada, únicamente había que seguir trabajando sobre ella, mejorarla. Los horizontes de trabajo quedaban abiertos para futuras reflexiones más profundas y logradas en las que nuestro autor buscaría la manera de integrar la democracia, como modo de convivencia y de participación social, en las coordenadas de la necesidad de modernización económica y social. Son contenidos que irá dando forma en los sucesivos años. A continuación nos detendremos en uno de los episodios académicos más importantes de la biografía intelectual de José Medina Echavarría como fue su paso por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), donde ayudó a impulsar la institucionalización de la sociología chilena y latinoamericana. Ahí contemplaremos los avatares del sociólogo y del hombre, con su inteligencia aguda y su lucha permanente por la perfección del estudio y de la enseñanza sociológica, pero también reflejaremos sus problemas y sus profundos desengaños en el medio académico. 773 A mitad de los años 50 se empezó a cuestionar la doctrina económica de la CEPAL. Surgen algunas voces críticas y nuevas perspectivas dentro de este organismo, como la mantenida por Medina Echavarría Echavarría. Se empezaba, en primer lugar, a pensar que el desarrollo no bastaba con una redistribución del ingreso para elevar el nivel medio de la población, sino que la solución pasaba por un aumento del producto medio por persona; segundo; ese crecimiento pasaba por una enérgica política de desarrollo, ―orientada con el máximo posible de previsión y mantenida con una flexible continuidad‖; y tercero, en consecuencia, ―esa política necesita apoyarse sobre los lineamientos firmes de una programación‖ donde el papel previsor de la sociología debía ser considerado (Medina, 1973: 1). 545 CAPÍTULO XIX. LA SOCIOLOGÍA EN CHILE: PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN Y PARADIGMAS DE CONOCIMIENTO SOCIOLÓGICO. LA ESCUELA LATINOAMERICANA DE SOCIOLOGÍA. 1. El proceso de institucionalización de la sociología en Chile. La tradición sociológica en Chile se ha configurado desde la estrecha relación e influencia entre el campo sociológico y el campo del poder. La producción de conocimientos sociológicos estuvo afectada en la segunda mitad del siglo XX, sustancialmente, por los procesos ―políticos de modernización y democratización, con una fuerte presencia del Estado, en un marco democrático y de progresiva polarización política‖ (Garretón, 1989: 3-4). Si es verdad que existe correspondencia entre el pensamiento científico y las configuraciones sociales, este principio es especialmente válido para el proceso de desarrollo e institucionalización de la sociología chilena. H. Godoy en un texto sobre el desarrollo de la sociología chilena en el cuarto de siglo correspondiente al período que va desde 1950 hasta 1973, sintetiza en 5 fases la génesis de la sociología y su vinculación a las características de los diversos regímenes políticos (Godoy, 1977: 34). Este análisis muestra, evidentemente, cómo la sociología en Chile se desarrolló vinculada al campo político. De esta manera, queremos aprovechar ese esquema interpretativo para incluir una variable más: el papel que tuvo Medina Echavarría en esas distintas fases de la sociología chilena. Para redondear esa crónica biográfica, conviene bosquejar los rasgos más generales y relevantes de la sociología en Chile. Este ejercicio teórico nos servirá para caracterizar el desarrollo sociológico predominante, su conexión con el proceso social y político, y, principalmente, situar adecuadamente en su contexto histórico y social los estudios sociológicos de nuestro autor, quien encontró en el desarrollo su ―tema latinoamericano‖, con una concepción abierta y de dimensión regional, pero su obra sociológica también estuvo muy conectada con los acontecimientos y vaivenes concretos de la vida política chilena. La primera etapa se corresponde a la transición de la ―sociología de cátedra‖ a la ―sociología científica‖, que comprende los últimos años del gobierno radical de Ibáñez (1950-1954) y que coincide con la llegada a Chile de Medina Echavarría Echavarría, como renovador de la ciencia sociológica, y su inserción laboral en la CEPAL de Santiago. En aquel país latinoamericano, hasta los años 30 del siglo XX, hubo solamente aficionados a la sociología, siendo las figuras más relevantes Agustín Venturino y Moisés Pobrete Troncoso (Williamson, 1956: 148). 774 Se enseñaba en las Universidades chilenas esta ―sociología de cátedra‖, especulativa y literaria cultivada por profesores aficionados a ella (Krebs, 1994: 537). En 1946 se creó un Instituto de Investigaciones Sociológicas, en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, al frente del cual se designa, en 1951, a Eduardo Hamuy, quien había realizado estudios de Sociología en la Universidad de Columbia y había trabajado en investigaciones y en tareas docentes en Nueva York (Brunner, 1988: 222). Sabemos que 774 ―A pesar de que la tradición democrática y educacional chilena podría hacer pensar en un brillante futuro para la Sociología, la figura relevante sigue siendo Agustín Venturino, cuya Sociología Chilena, examina el cambio social en una comunidad histórica y geográfica. Moisés Pobrete Troncoso, en su calidad de economista, se ha destacado en la sociología del trabajo y en los campos relacionados con ésta‖ (Williamson, 1956: 148). Sociología Chilena, es un libro de 1929. Otras obras de Agustín Venturino de los años 30 fueron las siguientes: Sociología general americana, de 1930; y Sociología general: la interdependencia, de 1935 (Valle, 1945: 440). 546 nuestro autor pudo disfrutar en la Universidad de Chile de uno de sus mayores estímulos intelectuales como era la docencia académica, interrumpida desde su llegada de Puerto Rico. De esta manera, durante el año 1954 impartió clases de sociología para la formación de profesores universitarios en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, como profesor ad honorem. 775 Esta iniciativa se enmarcaba en los cursos generales que ofrecía la Universidad de Chile para sus docentes, antes que hubiera una carrera de sociología. Allí Medina entabló contacto con Hamuy, quien medió para que nuestro autor pudiera acceder a la dirección de la escuela de sociología de la FLACSO. La segunda fase es la denominada como la ―fase fundacional‖ o de ―institucionalización de la sociología‖ que tiene lugar bajo el régimen populista de Ibáñez (1955-1959). Es ampliamente reconocido que el estudio de la sociología científica en Chile parte del proyecto modernizador acometido por los organismos internacionales, caso de la CEPAL, que impulsó la ampliación del campo sociológico chileno a las Universidades y favoreció el proceso de institucionalización de la sociología. Es el momento en el que se concentran los iniciales pasos institucionalizadores, creándose los primeros centros universitarios y docentes dedicados a la enseñanza e investigación sociológica, como la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile, inaugurada en 1957 en el seno de la Facultad de Filosofía y Educación; la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), creada en ese mismo año por la UNESCO y cuya Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS) sería dirigida durante un par de años por Medina Echavarría Echavarrría; o el Instituto de Sociología de la Universidad Católica, fundado en 1958 y dirigido por el padre belga Roger Vekemans. En esta última, se puso en marcha esta escuela de sociología como un medio para poner en práctica la doctrina social de la Iglesia, puesto que ―también en los ambientes católicos se sintió la necesidad de disponer de una herramienta científica para abordar los apremiantes problemas sociales‖ (Krebs, 1994: 537). Contó con el apoyo de la Iglesia católica y, en especial, de la orden jesuita. Comenzó sus cursos en 1959, con profesores procedentes de Bélgica, de la Universidad de Lovaina, Holanda y Francia. En 1961 se creó el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Católica para dar cuerpo a los estudios empíricos del Instituto de Sociología. También se estableció en la Universidad de Concepción el Instituto Central de Sociología, fundado por el profesor Raúl Samuel y posteriormente reorganizado por Guillermo Briones (Godoy, 1977: 40). Estas escuelas de sociología debieron enfrentar difíciles problemas como la escasez de docentes con visión sistemática, dado el predominio del ―amateurismo‖; la carencia de textos y material bibliográfico; el déficit de investigación sociológica y la insuficiencia de datos (Godoy, 1977: 39 sociología en Chile). Estas dificultades se fueron resolviendo de a poco: se enviaron al extranjero a los primeros alumnos para recibir formación en Estados Unidos o en Europa; llegaron de países europeos y de otros países latinoamericanos sociólogos bien formados, como los brasileños; se fueron formando bibliotecas, como en FLACSO y en la CEPAL; y ante la carencia de datos, la CEPAL, como tuvimos ocasión de ver, comenzó a 775 Medina no recibió ninguna retribución económica por estas clases. Sin embargo le sirvieron para encontrarse con la docencia y también para poder entablar relación con otros sociólogos, como decíamos arriba, con Eduardo Hamuy. También con Gonzlo Briones. Puede que nuestro autor diera estas clases por la mediación de Jorge Millas o Jorge Ahumada, quienes impartían clases en la Universidad de Chile y con los que Medina, como sabemos, coincidió y entabló amistad en Puerto Rico. (Diccionario biográfico de Chile, Duodécima edición, 1962-1964, p. 854. Diccionario biográfico de Chile, Décimo quinta edición, 1972-1974, p. 760). Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 547 proporcionar los primeros datos sobre la realidad social chilena y latinoamericana. Podemos decir que empezó a formarse la base institucional de una comunidad sociológica chilena. El tercer período es el de formación docente en las escuelas de Sociología, que domina en el gobierno liberal de Jorge Alessandri (1960-1964). Se amplió la estructura universitaria a nivel nacional y se generó un contexto institucional e intelectual favorable al desarrollo de la disciplina. En 1961 se creó el Centro de Estudios Económicos (CESO), fundado en la Universidad de Chile por Eduardo Hamuy. Al año siguiente se estableció en Santiago de Chile el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), patrocinado por la CEPAL y con la función de capacitar y formar a técnicos chilenos y latinoamericanos en las tareas del desarrollo. Casi al mismo tiempo empezó a funcionar el Centro para Desarrollo Económico y Social para América Latina (DESAL), fundado también por Roger Vekemans. De modo alguno, la moda por la sociología en los años 60 en aquel país fue estimulada por el optimismo de los sociólogos promotores de los nuevos centros y escuelas de sociología. A ello se unió que la sociología y las ciencias sociales en Europa y sobre todo en Estados Unidos adquirieron un prestigio e importancia mayor que otras disciplinas, caso de la Historia o el Derecho, coincidiendo, como vimos, con el proceso de reginonalización e internacionalización de la sociología latinoamericana, al convertirse Chile en foco de desarrollo de las ciencias sociales. Ahora, en cambio, se instituyó una sociología científica, impartida por especialistas extranjeros o por profesores chilenos que se especializaron en las Universidades norteamericanas y europeas. En esa línea se enmarca la presencia y la labor de José Medina desde el ILPES. La cuarta etapa es la que Hoacio Godoy denomina como la de ―profesionalización del sociólogo‖, que ocurre bajo el gobierno democratacristiano de Eduardo Frei Montalva (1965-1969) y en la que nuestro autor es considerado, como veremos más adelante, como un ―experto‖ en las tareas de la planificación. Fue el momento en el que los científicos sociales trabajaron como expertos al servicio del Estado interventor y sus programas de desarrollo. ―Los sociólogos chilenos hacen su estreno en las esferas gubernamental y administrativa‖ (Godoy, 1977: 45). La sociología se perfiló como una ciencia capaz de precisar las leyes del desarrollo social y de preparar a los hombres a la acción política. Los grandes cambios modernizadores que se produjeron en Chile hicieron surgir un fuerte interés por las ciencias sociales y, en particular, por la sociología (Krebs, 1994: 537). Sin duda, fue un momento expansivo y de prestigio social de las ciencias sociales y de la sociología, pero también se inició la fase de más ideologización y polarización de las ciencias sociales, en tanto que se volvieron dependientes del proceso político nacional (Garretón, 1989: 4). Por ejemplo, en esa etapa tuvo mucha relevancia el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN), inaugurado en la Universidad Católica a finales de los años 60, y en el que se formó una generación de sociólogos chilenos, como José Joaquín Brunner, o Manuel Antonio Garretón, quienes tuvieron mucha presencia política en movimientos de izquierdas como el MAPU y que coparon el campo sociológico chileno desde finales de los años 60 y principios de los años 70. En esos días también adquirió protagonismo el Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO), de la Universidad de Chile, que contando con la presencia de Theotonio dos Santos, Vania Bambirra, Orlando Caputo o Sergio Pizarro, se dedicó a los estudios del desarrollo y la dependencia (Franco, 2007: 37-38). Por último, la quinta etapa, de crítica y de 548 reorientación de la sociología, coincide con la transición al socialismo ensayada por Salvador Allende (1970-1973). Igualmente será una etapa crítica por parte de Medina Echavarría, con su sociología más comprometida en el tema de la democracia. 2. Tradición positiva e investigación: Eduardo Hamuy, José Medina Echavarría y Roger Vekemans. La fase fundacional de la sociología chilena. La anterior revisión histórica nos permite ahora adentrarnos en los paradigmas de conocimiento sociológico y en los programas de investigación sociológica que se constituyeron bajo esa inicial acción institucionalizadora. El concepto de ―comunidades de productores de las ciencias sociales‖, en el sentido que le da Martín Hopenhayn, sirve para ubicar y referir a un conjunto de investigadores sociales que están o estuvieron adscritos, explícita o implícitamente, a alguna de las grandes tradiciones de la investigación social en Chile, trátese de la investigación positiva funcionalista, la marxista, la liberal o la humanista-crítica (1993: 203). Estas fueron algunas de las tradiciones o paradigmas de conocimiento sociológico que Medina Echavarría se encontró a lo largo de los 25 años en los que estuvo en aquel país y que se desarrollaron desde distintas universidades, organismos internacionales o institutos académicos. José Joaquín Brunner, quien ha atendido la historia de la disciplina en Chile en varios trabajos, adscribe a nuestro autor en el programa de investigación positivo-funcionalista que desarrollaría desde la CEPAL y la FLACSO (1988; 1993). Aunque a nuestro juicio esta adscripción parece limitada sobre la trayectoria académica de Medina. Es más correcto situarle como el introductor de la corriente histórico-estructural de la sociología. Si bien entendemos que bajo esa idea de ―sistema de investigación social positiva‖, Brunner se está refiriendo a la aparición de la sociología científica y a su organización como investigación profesionalizada. Hecho que en Chile se produciría durante la década de 1950 y en donde la labor de Medina en la FLACSO sería trascendental para el desarrollo nacional de este campo de conocimiento. Es en esos años cuando, efectivamente, comenzó a instalarse en las universidades chilenas y en algunos centros localizados en Santiago esa tradición positiva, proceso que tomó la forma generalizada de una ―recepción de la sociología norteamericana‖, siendo la sociología de tipo funcionalista la matriz desde que se desarrolló y se estableció disciplinaria y profesionalmente la sociología en Chile. ―En torno de ese movimiento de recepción se organizará, asimismo, el núcleo originante de la base profesional del sistema de investigación social positiva, en torno a las figuras- líderes de José Medina Echavarría (CEPAL y FLACSO), Eduardo Hamuy (Universidad de Chile) y Roger Vekemans (Universidad Católica de Chile)‖ (Brunner, 1993: 39-40). Como ya le sucediera en México, nuevamente encontramos a Medina protagonizando el desarrollo de una sociología nacional, en este caso en Chile. Aquí encontramos una muestra de reconocimiento a Medina Echavarría como figura clave en el proceso inicial de la institucionalización de la sociología chilena. Nuestro autor, según José Joaquín Brunner, destacó como divulgador de la sociología funcionalista, abriendo la recepción de esta corriente para la sociología chilena, junto a las otras dos ―figuras líderes‖, caso de E. Hamuy y R. Vekemans. Aunque en el caso del sociólogo español fue una recepción crítica, matizada y ciertamente relativa de la sociología norteamericana, aunque ligada a la idea de que las ciencias sociales, como ya nos había expuesto en México en su Sociología: teoría y técnica, tienen que servir a la resolución práctica de problemas sociales. En otras 549 palabras, la aspiración de toda ciencia social es poder ser aplicable en la realidad social y que, en este sentido, pueda regular la vida social de una forma racional (Medina, 1982: 54). ―No fue Medina, pues, un asimilador puro y simple de la tradición de la ingeniería social que venía ligada a la recepción del sistema de investigación social positiva; hizo suya, en cambio, esa tensión entre ciencia y acción y la desarrolló en direcciones múltiples, en lo que seguramente es el aspecto más valiosos de su obra‖ nos dice nuevamente Brunner (1993: 45). En este sentido, Medina Echavarría creyó en la necesidad de conjugar en el pensamiento sociológico tanto el racionalismo (conocimiento positivo) como el historicismo (conocimiento concreto). Desde estos postulados, podemos decir que sus aportaciones destacarían por abrir al campo sociológico chileno a una recepción original del paradigma histórico-estructural. Un programa de investigación sociológica que coincidiría también con la tradición de investigación social liberal (Hopenhayn, 1993: 203). Este enfoque sociológico particular de Medina será el percutor desde el que se disparó la actividad institucional de la FLACSO. Más adelante nos detendremos en los matices y en la forma en que nuestro autor se involucró en ese proyecto académico y pedagógico. Los tres autores pensaron la sociología desde la conexión entre teoría y práctica, entre conocimiento científico e investigación social. La visión de este terceto de sociólogos entronca, en ese momento, con una de las mayores preocupaciones del pensamiento social contemporáneo como fue el de la modernización. Para entender la recepción de este paradigma debemos de pensar que Estados Unidos, tras la Segunda Guerra Mundial, fue el principal centro difusor de un determinado tipo de sociología: la sociología funcionalista vinculada a la aplicación y a la investigación empírica. Sin embargo, este proceso de instauración del paradigma funcionalista en Chile y de su programa de investigación social fue mediado de una manera desigual según cada autor y cada institución que lo apoyó. De esta manera, encontramos diferencias visibles en la forma en que esta corriente sociológica echó raíces en el campo sociológico chileno y que al final llegaron a direcciones, en algunos casos, opuestas. Tanto Hamuy, Medina y Vekemans fueron miembros de la tradición positiva, pero cada uno la desarrolló desde una perspectiva distinta y también en distintos contextos colectivos, dejando diversas influencias en autores y escuelas. La FLACSO, con Medina Echavarría a la cabeza, representaba a finales de los años 50 a la tradición alemana; la Universidad de Chile al empirismo norteamericano, gracias a los trabajos de E. Hamuy; y la Universidad Católica a través de R. Vekemans se orientó hacia el normativismo francés. Al introducir las novedosas técnicas de investigación social, se considera a Eduardo Hamuy como el representante chileno del proyecto de sociología científica y como el principal organizador de la base profesional de la sociología chilena de los años 50 a través de su labor en la Universidad de Chile y en conexión con la FLACSO. E. Hamuy fue el primer sociólogo chileno formado en Estados Unidos. Allí había estudiado junto a Paul Lazarsfeld. Su inclinación positivista se traducía en una preferencia por el componente práctico de la sociología, al estar ―convencido de que la investigación social necesitaba institucionalizarse y convertirse en una empresa académica, que combinara a la vez la investigación desarrollada dentro de la tradición de sus maestros y la docencia de la teoría sistemática de la sociología y de los métodos y técnicas que había recogido de su paso por los Estados Unidos‖ (Brunner, 1993: 47). Logró reunir a jóvenes investigadores en el Instituto de Sociología de la Universidad de Chile, abriendo la veta más empírica y metodológica del campo sociológico chileno. Dirigió en 1958, junto con Danilo Salcedo y Orlando Sepúlveda, la primera 550 investigación empírica en aquel país, titulada ―El primer satélite artificial y sus efectos en la opinión pública‖, en la que se preguntaba a la ciudadanía chilena sobre el lanzamiento del satélite artificial Sputnik, que Rusia mandó al espacio en 1957 (Godoy, 1977: 38). De los tres autores principales de esa época, fue Hamuy el más empírico. Realizó numerosas investigaciones cuantitativas sobre la realidad social de Chile, particularmente en torno al problema educacional de aquel país. Su pensamiento no se caracteriza por planteamientos teóricos o epistemológicos propios, aunque cuenta con un trabajo de 1967, titulado Chile: el proceso de democratización fundamental, en el que mira desde la sociología científica el estado y desarrollo de la democracia chilena bajo el temor de los efectos políticos que puede provocar una masa irracional en el curso de la historia democrática nacional. La orientación de sus trabajos empíricos fueron seguidos en el CESO y también marcaron la línea metodológica de la Escuela de Sociología de la FLACSO, cuando Medina Echavarría Echavarría fue sustituido por Peter Heintz, sociólogo suizo de corte más empirista. La veta dejada por Hamuy en la sociología chilena es más visible en el campo profesional y privado que en la carrera de sociología de la Universidad de Chile, la cual ya no se liga tanto hacia esa inclinación empirista y cuantitativista y es vista más como una ciencia sintética que aglutina saberes de otras disciplinas. 776 Roger Vekemans es reconocido en la sociología chilena, sobre todo, por su vasta actividad intelectual y su gestión universitaria destinada a elaborar un modelo para el desarrollo latinoamericano en general y para el desarrollo chileno en particular. La Escuela de Sociología en la Universidad Católica, dirigida por el padre Vekemans desde su llegada a Chile en 1957, tenía dos fines claramente definidos: por un lado, debía formar a sociólogos orientados hacia la investigación científica y capacitados para poder realizar trabajos de investigación y, por otro lado, debía proporcionar asistencia docente en sociología a otros centros y departamentos de la Universidad. 777 Ello se debía, en gran parte, al enfoque multidisciplinar que tenía este sociólogo belga, quien entendía el desarrollo como ―un fenómeno complejo, de múltiples matices tanto sociológicos como psicológicos y que, en consecuencia, debía ser encarado por sociólogos, antropólogos sociales y psicólogos sociales‖. El desarrollo de la Escuela de Sociología y su Instituto de Investigaciones Sociológicas se realizó en estrecha interrelación con los acelerados cambios que se produjeron en Chile en la década de los años 60, al ser el padre Vekemans uno de los grandes promotores y teóricos de la ―Revolución en libertad‖ del gobierno de la Democracia Cristiana de Eduardo Frei (Krebs, 1994: 538-539). Tuvo así la ocasión de vincular teoría y acción social en las tareas de la planificación política en Chile, bajo un programa de modernización que constituía ―el fruto más maduro y acabado del sistema de investigación social positiva en América Latina‖ (Brunner, 1993: 49). De esta manera, este modelo de planeación desbordó con mucho la noción norteamericana del ―social engineering‖. Se pretendió modificar sustancialmente la realidad social a través de los instrumentos que proporcionaban la técnica y la práctica 776 La carrera de sociología en la Universidad de Chile se sostiene en tres patas: filosofía, historia y economía. Desde aquí se enseña y se investiga actualmente la sociología de aquella universidad. Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 777 Lo que distinguió a la Escuela de Sociología fue su alta exigencia académica a los alumnos en los cinco años que duraban los estudios de sociología: debían presentar una tesis y realizar un examen final, además a lo largo de ese tiempo debían haber alcanzado conocimientos de alemán, francés e inglés (Krebs, 1994: 538). 551 sociológica. Para acometer la reforma agraria y otras reformas estructurales que demandaba la sociedad chilena se elaboraron estudios sobre la marginalidad y se planteó un modelo de integración social basado en la ―promoción popular‖ (Godoy, 1977: 55). Acorde a ese proyecto estratégico, es necesario contextualizar que el Chile de Eduardo Frei fue elegido por la ―Alianza para el progreso‖ de John F. Kennedy como el país satélite de aquel programa de desarrollo democrático y progresista para América Latina como contrapeso a la Cuba de Fidel Castro. El trabajo teórico y práctico de Vekemans ha quedado aglutinado en diferentes focos del campo sociológico chileno. El grupo de la Universidad Católica tuvo mucho peso en la institucionalización de la sociología chilena. Sobre todo porque sus máximos exponentes ocuparon puestos de elites dirigentes. Ello se debe a que influyó, como vimos anteriormente, en la concepción de las profundas reformas sociales y políticas que inspiraron los programas de la Democracia Cristiana en la década del 60. La sociología del padre belga, en fin, apostaba por la aplicación de la doctrina social de la Iglesia y de la Compañía de Jesús. Una institución continuadora de aquel pensamiento jesuítico fue el Centro Bellarmino -hoy Universidad Alberto Hurtado-, en la que Roger Vekemans inspiró la revista ―Mensaje‖, donde se planteó un modelo revolucionario a partir de cero, siendo profundamente influyente en el pensamiento reformista de un sector de la Iglesia Católica. También la huella de Vekemans se nota todavía en el Instituto de Sociología de la Universidad Católica, que representó en aquel tiempo a la tradición francesa de la sociología (normativismo, empiria) y que mantiene hasta el día de hoy un tono más cuantitativista. 778 La veta técnica de la sociología, que resuelve pragmáticamente en los planes de estudios la formación cuantitativa y la formación cualitativa, es la que dejó este sociólogo en la Universidad Católica. Esta visión global de la génesis del campo sociológico chileno nos ha permitido observar cómo se fueron mezclando empresas académicas, paradigmas de pensamiento y hechos políticos desde su etapa fundacional. Son los tres elementos que han confluido históricamente en el desarrollo particular de esta disciplina científica en Chile (y que también condicionaron la obra sociológica de Medina Echavarría). En aquel momento inicial, a finales de los años 50, coincidieron varias corrientes en el campo sociológico, reunidas en estos tres autores bajo un espíritu modernizador y una visión pragmática de la sociología. Una reacción, por otro lado, normal, en tanto en cuanto se estaban dando los primeros pasos de una comunidad científica en plena fase de construcción. Sin embargo, según el avance y crecimiento de la sociología, junto a la vida política de la sociedad chilena, se fueron privilegiando y combinando otros enfoques teóricos que formaron un campo sociológico más complejo y politizado. En todo caso, en esa ―fase fundacional‖, en términos de H. Godoy, nuestro autor entabló relación con los otros dos autores que la protagonizaron. Ya avanzamos que E. Hamuy intercedió para que Medina llegase a la FLACSO. También sabemos que Medina tuvo amistad con el padre Vekemans. 779 Mirado desde el escenario chileno, nuestro autor encontró interlocutores y 778 ―En nuestro plan de estudios tratamos de conciliar una muy buena formación teórica con una muy buena formación numérica‖, son palabras de Pedro Morandé, director del Instituto de Sociología d ela Universidad Católica de Chile. Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 779 De vez en cuando R. Vekemans visitaba a Medina Echavarría en la CEPAL, donde conversaban en la biblioteca sobre temas sociológicos e intelectuales. Entrevista mantenida por el autor con José Besa (6 de noviembre de 2008, Santiago de Chile). Parece ser que Medina también dio algunas clases en el Centro Bellarmino en los años 60 y 70. Entrevistas mantenidas por el autor con Armando Di Filippo (15 de 552 posibilidades de influir en el campo sociológico –y político-, en consonancia a una época prominentemente modernizadora. 3. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS). José Medina Echavarría tuvo un papel destacado en el proceso de institucionalización de la sociología en Chile. Es reconocido su alcance teórico, sobre todo, en sus años de la CEPAL y del ILPES durante la década de los 60 y principios de los 70. Sin embargo, fue muy importante para la sociología chilena el inicial empuje directivo y organizativo de este sociólogo español desde la FLACSO de Santiago de Chile a finales de los años 50. Sin perder interés por la actividad intelectual, nuestro autor se dedicó entre 1957 y 1959 a una de sus últimas empresas académicas: la Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS) de la FLACSO, que representó en aquellos días un proyecto académico innovador para el campo universitario chileno al ofrecer un postgrado de sociología antes de que hubiera carreras de sociología en las universidades de este país. Nuevamente se le presentó a Medina Echavarría la oportunidad de dirigir y de coordinar unos estudios superiores en sociología tras la experiencia del Centro de Estudios en México. 3. 1. Sobre los orígenes de la FLACSO. La profesionalización de las ciencias sociales era una tendencia internacional tras la Segunda Guerra Mundial, espoleada desde la academia norteamericana, y estimulada en América Latina por los organismos internacionales. En la UNESCO también se compartió aquel interés profesional por las ciencias sociales y por la sociología, dada la presencia del sociólogo británico Thomas H. Marshall en la dirección del departamento de ciencias sociales. El objetivo principal de este organismo era crear en la región latinoamericana un centro de investigación y de enseñanza de ciencias sociales, a semejanza del Centro de Investigaciones sobre los Problemas del Desarrollo Económico y Social en el Asia Meridional de Nueva Delhi (Franco, 2007: 29). De esta manera, en 1957 la UNESCO y los gobiernos latinoamericanos acordaron la creación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), que gracias a la insistencia del gobierno chileno y a la Universidad de Chile se radicó en Santiago. En ese mismo años la UNESCO también colaboró en la fundación del Centro Latinoamericano de Pesquisas em Ciencias Sociais, dedicado a la investigación sociológica. Posteriormente la UNESCO abriría centros similares para Europa en Viena, en 1963 y en África en 1964. En sus inicios la FLACSO tuvo que hacer frente a dos de los obstáculos que Gino Germani reconocía para la enseñanza y la investigación social en América Latina, como eran la disponibilidad insuficiente de personal científico y de recursos materiales (Germani, 1964: 43). Estos problemas se fueron solucionando con la ayuda económica de la UNESCO, de los gobiernos latinoamericanos y de la Universidad Chile. Desde sus orígenes fue un organismo dependiente de la UNESCO, aunque desde el primer momento la Universidad de Chile participó activamente, ofreciendo las condiciones diciembre de 2008, Santiago de Chile) y con Nieves Medina Rivaud (11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile). 553 edilicias y económicas básicas para su instalación, 780 aportando personal administrativo, profesores de lengua y dos profesores del Instituto de Investigaciones Sociológicas: Eduardo Hamuy y Guillermo Briones (Beigel, 2009: 327). Asimismo se recibió el apoyo docente de la misión francesa, que actuaba en el marco del convenio establecido con la École Pratique des Hautes Études en Sciences Sociales de la Universidad de París. También llegaron otros tres expertos de la UNESCO en 1957, entre ellos, José Medina (Franco, 2007: 57-60). 781 Justo en aquel año le habían ofrecido a nuestro autor ir a Estados Unidos, a Nueva York, para un puesto de trabajo en las Naciones Unidas que finalmente rechazó. 782 En mi opinión, creo que él todavía sentía tener una cuenta pendiente con la docencia y la actividad académica, porque él siempre se vio a sí mismo como profesor de sociología. Una vez en FLACSO fue E. Hamuy quien recomendó a Gustavo Lagos Matus, primer secretario general de la FLACSO entre 1957 y 1961, la designación de Medina Echavarría Echavarría como primer director de la Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS). Parecer ser que el sociólogo chileno tuvo que insistir con Medina para convencerle de que ocupara este cargo (Franco, 2007: 60; Fuenzalida, 1983: 100). 783 Finalmente accedió y, de esta manera, en 1958 comenzó a funcionar la ELAS bajo la dirección académica de Medina. Años más tarde, en 1964, se crearía la Escuela Latinoamericana de Ciencia Política y Administración Pública (ELACP) al calor de la expansión de las ciencias sociales latinoamericanas. 3. 2. El impulso de la investigación y de la profesionalización sociológica desde la Escuela Latinoamericana de Sociología. La formación de profesores de sociología. La Escuela Latinoamericana de Sociología de la FLACSO nació dentro de una sociología que en aquel entonces todavía tenía una baja profesionalización. No había profesores de sociología a tiempo completo y de forma sistemática. La enseñanza de la sociología en Chile y en América Latina era impartida a través de cursos aislados pertenecientes al currículo de otras carreras. Este carácter secundario y auxiliar de la sociología no favorecía la investigación. Se creó justamente porque no había escuelas de sociología y en las universidades latinoamericanas no existía la carrera de sociología. En el tiempo que estuvo Medina Echavarría como director de la escuela, entre 1957 y 1959, se ofreció un Diplomado de dos años, dividido en cuatro trimestres, denominado ―Diploma de Estudios Superiores en Sociología y de Capacitación para el ejercicio de la 780 La FLACSO se ubicó en los terrenos de la Universidad de Chile, concretamente en el campus de la Facultad de Filosofía y Educación, más conocido como Instituto Pedagógico. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 781 Era y sigue siendo frecuente el traslado de los funcionarios internacionales de Santiago de un organismo a otro. Iremos viendo en estas páginas ese trasvase de profesores, alumnos y técnicos de una institución a otra. Pensemos, por ejemplo, en Medina, quien de la CEPAL pasó a la FLACSO, de ahí retornó a la CEPAL, luego se incorporó al recién creado ILPES y en sus últimos años volvió como asesor a la CEPAL. 782 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 783 Otras vez más observamos cómo las redes académicas influyen y median en la trayectoria biográfica de nuestro autor junto a las posiciones de reconocimiento intelectual. Un rasgo que definió su recorrido académico. Las relaciones mundanas fueron importantes para que Medina accediera a ese cargo de director de la Escuela Latinoamericana de Sociología, como también lo fue la consideración de la UNESCO como experto del conocimiento sociológico a nivel latinoamericano. 554 docencia universitaria en Sociología‖. 784 Era un post-graduado de Sociología que quería ayudar a reciclar conocimientos a alumnos que provenían de ―distintos cuartes académicos‖: del Derecho, de la Economía, de la Historia, de la Filosofía o de la Ciencia Política; permitiéndoles así adquirir el enfoque sociológico (Fonseca-Tortós, 1976: 8 prefacio consideraciones). Una de las tareas principales de la Escuela Latinoamericana de Sociología justamente era la de contribuir a la formación y al perfeccionamiento profesional de los futuros profesores de sociología en Escuelas y Facultades no sociológicas. 785 La ELAS desempeñó una significativa labor docente y pedagógica para toda la región, suministrando profesores de sociología, bien formados, a las universidades latinoamericanas. Por tal motivo, tuvo mucha importancia en el proceso de institucionalización de la sociología latinoamericana al modernizar y renovar la enseñanza de esta ciencia social cuando no había centros especializados para tales funciones (Germani, 1959: 8 y 17; Solari, 1969: 448). La pretensión era adaptar la enseñanza de las ciencias sociales a la realidad latinoamericana y a sus demandas sociales. 786 Era una preocupación presente en el contexto social por los debates suscitados en torno al replanteamiento de los problemas teóricos y metodológicos de la enseñanza de la sociología. En este sentido, una de las primeras actividades en la que participó Medina Echavarría como director de la ELAS de la FLACSO, fue en 1958, en un ―Seminario Latinoamericano sobre Metodología de la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias Sociales‖, auspiciado por la UNESCO y el Centro de Pesquisas em Ciencias Sociais de Río de Janeiro, y con la colaboración de la CEPAL. Allí nuestro autor pudo compartir experiencias académicas sobre la pedagogía sociológica y la infraestructura institucional con otros sociólogos importantes de la región como Peter Heintz y Lucien Brams, de FLACSO, Gino Germani y Jorge Graciarena, de Argentina, Orlando M. Carvalho y Luis A. Costa Pinto, de Brasil, Pablo González Casanova, de México, Eduardo Hamuy y Guillermo Briones, profesores chilenos de FLACSO, Isaac Ganón, de Uruguay, y José A. Silva Michelena, de Venezuela. 787 El seminario era indicativo de los problemas asociados a la enseñanza de la sociología en América Latina, caracterizada como deficiente, al tener todavía un carácter humanista que conspiraba contra la posibilidad de una ciencia positiva y, sobre todo, se apreciaba una desvinculación entre enseñanza e investigación, acorde a una falta de preparación de docentes y profesores en las modernas técnicas de investigación social (Franco, 2007: 22-23). Por tal motivo, y acorde a ese espíritu científico y modernizador, la FLACSO representó una lanzadera inicial de la renovación de la sociología latinoamericana, principalmente, porque se preocupó de actualizar el método pedagógico y de unir teoría y empiria. 784 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 37. 785 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 34. 786 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959, p. XXI. 787 Jorge Graciarena colaboró con Gino Germani en la creación de un Departamento de Sociología en la Universidad de Buenos Aires. Perteneció a la primera camada de sociólogos profesionales argentinos formados por Gino Germani, junto con otros miembros de esa primera camada como, Ana María Babini, Ruth Sautu, Regina Gibaja, Norberto Rodríguez Bustamante, Enrique Butelman y Torcuato Di Tella. De 1955 a 1966. Graciarena llegó en 1966 a CEPAL después del Golpe de Estado del general Onganía, del 28 de junio de 1966. Graciarena fue la mano derecha de Germani en cuestiones académicas, administrativas y en la colaboración de numerosas investigaciones (Germani, 2004: 147 y 169). 555 3.3. El programa de estudios sociológicos de la Escuela Latinoamericana de Sociología. En la FLACSO surgió una política sociológica, si podemos utilizar este término, de cómo enseñar y aplicar la sociología en América Latina. Esta idea quizá se explica por la combinación de la dirección de Gustavo Lagos Matus, las directrices de la UNESCO, la asesoría de Eduardo Hamuy y Guillermo Briones, y la concepción amplia que tenía José Medina Echavarría de la sociología y de las ciencias sociales. Eran nombres que tenían experiencia en la organización de planes de estudios, sobre todo Hamuy y Medina. Aunque creemos, efectivamente, que la gestión académica de nuestro autor, como director de la ELAS, guió la orientación que tomaron los cursos y seminarios de aquel post-grado. En una obra coral, él fue el máximo responsable de la identidad disciplinaria del diplomado de sociología. Afirmamos esto porque, como veremos más adelante, una vez finalizados los estudios de la primera promoción de alumnos, la FLACSO hizo un balance académico sobre la orientación del diplomado que terminó por convertir a esta institución en un campo simbólico de disputas y tensiones entre distintas perspectivas sociológicas. Estas pugnas acabaron con la renuncia de Medina Echavarría y con el desplazamiento de una línea más teórica y europea, sustituida por una orientación funcionalista y empirista de influencias norteamericanas. Medina había planteado un programa de estudios que profundizó en las competencias formativas y docentes de los alumnos, poniendo en práctica su ideal sistemático sobre los estudios sociológicos: enfoque multidisciplinar (economía, historia, ciencia política, etc.), preferentemente teoría sociológica europea (alemana) pero sin desdeñar a la teoría sociológica norteamericana, a lo que se añadía la formación en técnicas de investigación social, tanto en sus análisis cualitativos como en los cuantitavos. Nuestro autor siguió la línea pedagógica que ya había utilizado anteriormente en el Centro de Estudios Sociales de México, definida por dos importantes objetivos: el aprendizaje de la ciencia social de forma no fraccionada y la integración al cuerpo teórico de su perfil práctico. El programa de estudios del Diploma de Estudios Superiores de Sociología pretendía articular la formación teórica sociológica con las disciplinas sociales básicas, y complementada con la investigación social. Medina Echavarría entendía que una preparación amplia era la mejor manera de formar a los futuros profesores y profesionales de la sociología chilena y latinoamericana. En aquellos días Medina Echavarría pudo organizar –con las oportunas gestiones administrativas de G. Lagos Matus- la Escuela Latinoamericana de Sociología a imagen y semejanza de un departamento de sociología de cualquier universidad europea o norteamericana. La mayor diferencia estribaba, por supuesto, en menores recursos económicos, en retos menos ambiciosos y en una reducida plantilla de docentes de distintas especialidades. Se contó con un ramillete de buenos profesores como Alfred Metraux, profesor suizo de antropología del departamento de Ciencias Sociales de la UNESCO y que había llegado por la misión docente de la École Pratique des Hautes Etudes de París, donde impartía clases de antropología latinoamericana; Lucien Brams, profesor del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de París; Peter Heintz, profesor suizo de la UNESCO; Gerard De Gré, del Bard Collage de Nueva York, que llegó por mediación del programa de becas Fullbright; Eduardo Hamuy, director del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Chile; y de Guillermo 556 Briones, también profesor de la Universidad de Chile. Además el CELADE (Centro Latinoamericano de Demografía) de la CEPAL ayudó con tres profesores de demografía y, por último, se contrataron varios profesores para impartir clases de inglés y francés. Fueron 21 los alumnos de la primera promoción del Diplomado de Sociología, quienes provenían de toda América Latina. 788 Se implementó un sistema de selección basado en las ―misiones de reclutamiento‖ en los distintos países que encabezaba el director de la escuela y/o los miembros del cuerpo docente. Los institutos o escuelas nacionales de sociología colaboraban para preseleccionar estudiantes en las universidades. En las entrevistas se analizaba, sobre todo, el perfil académico del candidato a la hora de ser seleccionado y becado (Beigel, 2009: 328). Creemos que Medina Echavarría cuidó mucho más la selección de los alumnos tras reconocer que uno de los fracasos del Centro de Estudios Sociales de México fue la preparación inadecuada de los mismos. En la FLACSO, en cambio, Medina se aseguró que los estudiantes llegasen en mejores condiciones formativas, acudiendo directamente a las universidades latinoamericanas a buscar los mejores estudiantes, porque de ello dependía el éxito del programa de estudios: la creación de una red académica de docentes y profesores de sociología para toda la región. De esta manera, la formación de los alumnos era casi personalizada, siendo acompañadas las clases magistrales por un sistema de tutorías. La primera edición del diplomado de sociología de la FLACSO se organizó según los heterogéneos y variados elementos que nutrían la perspectiva sociológica de Medina Echavarría. Bajo un mismo currículum quedaban articuladas en diversas asignaturas distintas ciencias sociales como la antropología, la economía, el derecho, o la ciencia política, etc.; se impartían clases de teoría sociológica –de las que se encargaba Medina y en las que ofrecía un seminario sobre ―Max Weber‖-; y se cuidaba también la enseñanza en ―Métodos y técnicas de investigación‖ -asignatura impartida por L. Brams-, y en ―Estadística‖ –de la que se ocupaba G. Briones. 789 En el segundo año del diplomado se ponía más énfasis en la metodología de la investigación empírica. Además se daba importancia a la sociología urbano-rural, debido a la especial significación de esta materia en América Latina, clase que era impartida por G. De Gré. 790 Este mismo autor también se encargó de ofrecer durante el segundo semestre de 1959 el curso ―Sociología de la ciencia y del conocimiento‖. 791 L. Brams se ocupó 788 Los egresados de la primera promoción (1958-1959) de la Escuela Latinoamericana de Sociología fueron: Juan Carlos Agulla (Argentina), José Ignacio Albuja (Ecuador), Ana María Barrenechea (Chile), Adela Berdichevski de Contreras (Chile), María Eugenia Dubois (Chile), Edgard Dutra Neves (Brasil), Enzo Faletto (Chile), María Aidyl Figuereido (Brasil), Juan Elías Flores (Perú), Eugenio Fonseca-Tortós (Costa Rica), Regina Gibaja (Argentina), Jaime González (Colombia), José Mejía (Perú), Carlos Munizaga (Chile), Ana María Pinto (Chile), Fausto Rodríguez (México), Gerald Semenzato (Brasil), Secundino Torres (Panamá), Enrique William (Uruguay), Eduardo Andrés Zalduendo (Argentina) y Jorge Andrés Zúñiga (Chile) (Franco, 2007: 179). 789 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959. pp. 28 y 29. 790 ―Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 10, 36 y 37. Respecto a esa temática sociológica, José Medina participó como relator en 1959 en un seminario organizado en la CEPAL de Santiago de Chile llamado ―Problemas de urbanización en América Latina‖, patrocinado por la UNESCO y las Naciones Unidas. 791 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959. p. 10. 557 asimismo de la asignatura ―Sociología del trabajo‖. 792 Mientras que E. Hamuy se encargó de las asignaturas ―Sociología de la educación‖ y ―Sociología política‖. 793 Por desgracia para nuestros intereses, no podemos contar con más datos sobre el plan de estudios de aquel primer diplomado. Sin embargo, hemos encontrado un documento de 1959 de la FLACSO en el que Medina Echavarría programaba los cursos y seminarios para el siguiente año académico de 1960-1961 y que nos puede dar una cierta idea sobre la orientación que pudo tener la primera edición del post-grado de sociología. (Además creemos que en este programa está el origen que desencadenó las desavenencias con el secretario general, G. Lagos Matus, y con P. Heintz, más inclinados ambos hacia la metodología sociológica). El borrador del programa contenía los siguientes cursos: ―Teoría social‖ (Estructura social y cambio social), 794 ―Teorías del alcance medio‖, ―Métodos y técnicas de investigación‖ (Metodología general e Iniciación de los diversos Métodos y Técnicas), ―Estadística‖, ―Idiomas‖ (inglés- francés), ―Sociología de la cultura‖, 795 ―Demografía‖, ―Historia social de América Latina‖, ―Sociología del trabajo‖, ―Estudio de las comunidades latinoamericanas‖, ―Antropología social‖, ―Sociología urbano-rural‖. Y en cuanto a los seminarios se encontraban los siguientes: ―Estratificación social‖, ―Max Weber‖, ―Psicología social‖, ―Sociología del poder‖, ―Teoría de los cambios culturales‖, ―Modelos de investigación‖, ―Aspectos sociales del desarrollo económico‖, ―Seminario sobre Problemas de sociología educacional‖, ―Sociología jurídica‖, ―Seminario sobre Análisis de los comportamientos políticos‖. 796 El cotejo de diferentes archivos y fuentes nos permite reparar algunos detalles más sobre las clases del primer diplomado teniendo como referencia el borrador del curso 1960-1961. Por ejemplo, sabemos que P. Heintz preparó un cuaderno sobre Robert K. Merton, por lo que inducimos que el profesor suizo se ocupó de la asignatura ―Teorías del alcance medio‖. 797 Además uno de los primeros manuales que la FLACSO 792 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 28 793 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 29 794 Gracias a Eduardo A. Zalduendo, alumno suyo del posgrado de sociología, sabemos que Medina Echavarría se ocupaba de estas clases: ―Hace casi 20 años (precisamente fue el día 25 de junio de 1958) don José dedicó una de sus clases del curso de Teoría Social a mostrarnos qué era lo importante cuando se profesaba una cátedra de una disciplina social…En la clase recordada, don José nos mostró la convivencia de tener siempre presente la necesidad de equilibrar los dos elementos principales que caracterizan la enseñanza superior: por un lado, lo sustancial es el propósito de formar profesionalmente al alumno y despertar en él la inquietud intelectual, y por otro, lo complementario es la transmisión de la información adecuada‖ (De Imaz, 1978: 667-668). 795 Y gracias a Enzo Faletto sabemos que Medina Echavarría impartió los cursos de sociología general y sociología de la cultura. El propio Faletto reconoce que la mayor influencia sociológica de Medina fue su acercamiento al enfoque histórico y a la sociología de la cultura: ―Por lo tanto, (Medina) no sólo cumplió con su papel como ponente, sino también enseñó sociología general y sociología de la cultura. De esa forma, pude articular mejor lo que era mi vocación por la historia, mi interés por la historia con una formación en sociología, pero con una visión más amplia, ya que hasta entonces únicamente tenía formación en sociología del trabajo. Por encima de todo, me interesé mucho más por este interés que había estado adormecido durante algún tiempo y que fue la sociología de la cultura‖ (Rego, 2007: 196). 796 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959, p. XXVI. 797 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 28. 558 divulgó para la formación del alumnado fue el libro de José Medina, Aspectos sociales del desarrollo económico, publicado en 1959 y que daba nombre a un seminario. 798 Seguramente que allí se discutió abierta y críticamente entre los alumnos y el profesor aquellos primeros trabajos de sociología del desarrollo de nuestro autor. 799 4. La modernización de la sociología chilena. La publicación de Aspectos Sociales del Desarrollo Económico ―marca el comienzo de la temática latinoamericana‖ dentro de la sociología chilena (Godoy, 1977: 40). Abrió un nuevo lugar de reflexión y debate dentro del campo sociológico chileno: América Latina como un problema acometido desde una perspectiva histórica y regional. Esta obra, junto la actividad divulgadora y académica de Medina Echavarría Echavarría en la FLACSO, estuvo orientada bajo un mismo fin: la conformación de una tradición sociológica de orientación histórico-estructural. Nuestro autor ocupó sus cursos, seminarios, traducciones y proyectos editoriales para sustentar y reclamar este enfoque como marco conceptual de hipótesis, como marco sustentador de nuevas investigaciones, y como planteamiento de nuevos problemas epistemológicos y teórico- metodológicos. Además planteó la propuesta de aplicación de este enfoque a un contexto particular en el que él estaba interesado en su desarrollo conceptual: hacer sociología pensada en clave propia. El paso de Medina Echavarría por FLACSO significó la llegada de la corriente histórica estructural de la sociología a Chile y la reivindicación, como dice Pedro Morandé, del telón de fondo culturalista. 800 El modelo teórico de Medina tuvo como punto de partida a Max Weber, integrando elementos conceptuales y empíricos, además del carácter comprensivo de su visión sociológica En aquellos días eran pocos los sociólogos chilenos que hacían teoría sociológica. Casi todos eran extranjeros, caso de Medina Echavarría, Roger Vekemans o ya un poco más tarde, Franz Hinkelammert. Ésta ha sido una de las características de esa sociología, la ausencia de grandes teorías escritas por parte de autores nacionales (Godoy, 1977: 55). 801 4. 1. La inserción del paradigma y del programa de investigación histórico- estructural. El profesor de sociología. José Medina Echavarría fue uno de los pocos que hicieron en Chile una teoría sociológica –estructuralista e histórica- fuera de modas pasajeras. Su importancia radica en que dio una línea y una orientación sociológica que sirviese de contrapeso al primer impulso de la sociología con pretensiones universalistas, el estructural funcionalismo, que comenzaba a llegar. 802 La impronta dada por Medina Echavarría a sus clases, llena 798 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 14. 799 También circuló otro manuscrito de Gino Germani, titulado, ―Algunos aspectos sociales del desarrollo económico‖, FLACSO, Santiago de Chile, 1958. 800 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 801 Otra de las características de la sociología chilena de aquellos años fue la poca presencia de los sociólogos en la prensa, aun habiendo un fuerte papel de la sociología en la sociedad, sobre todo en su relación política, (Godoy, 1977: 54). Puede ser otro de los condicionantes estructurales que explica la poca dimensión pública, en cuanto a medios de comunicación, de Medina. Aunque aparte nunca la tuvo, ni en España, Méxio o Puerto Rico. 802 ―Gustaba Medina de infundir en el alumno interés por los temas ―socialmente relevantes‖, y, aunque fue siempre profundamente respetuoso de las inclinaciones de cada cuál, hablaba con un dejo de ironía de las ―baratijas sociológicas‖, que se publicaban en las revistas científicas más importantes y de moda. No 559 de nostalgia a quienes se educaron en sociología junto a él. Nuestro autor consiguió la atención y el interés de unos alumnos que empezaban a estar encandilados por aquellas modas sociológicas que tanto irritaban su coherencia intelectual: ―Medina, al enfrentarse a esta forma tan particular de definir –remedo de la física- lo que es ―auténtica‖ teoría sociológica, razonaba haciéndose preguntas muy simples: ¿no es ―La Elite del Poder‖, el famoso libro de C. W. Mills auténtica teoría sociológica?; ¿no lo es su no menos famosa obra ―Las Clases Medias en Norteamérica‖?; ¿no es auténtica teoría sociológica el libro de David Lockwood ―El Trabajador de la Clase Media‖?; ¿no lo es acaso la obra de Helmut Schelsky ―La Generación Escéptica‖? Nosotros los estudiantes nos decíamos por nuestra parte y ―sotto voce‖, ¿no es, ―El Capital‖, por ventura, auténtica teoría sociológica?; ¿no lo es ―Economía y Sociedad‖ Y si no lo son: ¿qué ―diablos‖ es la sociología? Pero detrás de las preguntas ―ingenuas‖ del Maestro sobre este punto, se escondía una sutil y trascendente interrogante: si hemos de esperar el advenimiento de la ―auténtica teoría sociológica‖, en el sentido mertoneano, se entiende tendremos que esperar entonces ―ad calendas grecas‖ para hacer la interpretación sociológica de nuestras sociedades a la luz de las mertoneanas ―auténticas‖ teorías sociológicas‖ (Fonseca-Tortós, 1976: 15-16). Como podrá observarse, Medina Echavarría compartió las ideas de autores contemporáneos tan diversos como C. Wright Mills, H. Schelsky, D. Lockwood y otros más. Sin embargo, siempre fijó su postura en las aportaciones de los clásicos de la disciplina, entre los que destacaban los clásicos alemanes (Tönnies, Freyer, Oppenheimer, Mannheim) y especialmente en Max Weber. Por tal motivo, impulsó en sus clases de FLACSO el estudio de la teoría sociológica weberiana para que sus estudiantes pudieran interpretar el desarrollo histórico de las sociedades latinoamericanas y manejaran una visión señaladamente amplia e iberoamericana. Éste era uno de sus ―tema ―gordos‖, como nos recuerda E. Fonseca-Tortós, uno de sus alumnos de la primera promoción. 803 El ―Maestro Medina Echavarría‖, como así le llamaban, impartió un seminario sobre Max Weber en el que invitaba a sus discípulos a nutrirse de los grandes clásicos de la sociología. Nuestro autor, como sabemos, nunca creyó aplicable a la sociología la afirmación de Whitehead de que ―ciencia que no olvida a sus antepasados es ciencia que no avanza‖. En este sentido Medina parecía compartir la postura intelectual de C. Wright Mills, que tanto defendió la ―tradición clásica‖ (Fonseca-Tortós, 1976:7- 9). se escapaba, por supuesto, la ―American Sociological Review‖…Seleccione el problema sobre la base de su propia trascendencia y después busque la técnica para estudiarlo. Si no la hay, invéntesela. Es mejor un tema trascendente, tratado con rusticidad técnica, si no se puede nada mejor, que una ―papanatada‖ tratada con ―primor‖ técnico. Sin embargo, el Maestro, predicaba modestia. Clamaba porque no nos pusiéramos de nuevo a ―inventar la pólvora‖. Vaya a su país, escoja un tema relevante, inspírese en los grandes pensadores para enfrentarlo, estúdielo con seriedad y diga lo que tiene que decir. Pero por favor, no intente rehacer lo que Max Weber y Karl Marx hicieron ya tan bien hecho!...‖Y así las clases del Maestro fueron siempre un modelo de claridad, de fondo y de forma; una paradigma de elegancia en el decir‖ (Fonseca-Tortós, 1976: 19-20). 803 ―Y cuando quería despertarnos de la modorra espiritual en la que nos sumían otros cursos –perfectos ejercicios de futilidad-, levantaban la voz: a los temas gordos, muchachos!, y ya uno sabía que dentro de tales ―temas gordos‖ iba en primera línea el de los aspectos sociológicos del desarrollo económico. Y a su tiempo vino el curso especializado sobre el asunto: qué goce entonces el de ser alumno! Maestro y tema se fundían en luz inspiradora y dulcificaban el quehacer estudiantil cotidiano. Qué forma de hacer de la sociología una ciencia fascinante!‖ (Fonseca-Tortós, 1976: 20). 560 Encontró a un grupo de alumnos –como audiencia- con los que pudo compartir sus primeras inquietudes, ideas y modelos teóricos sobre América Latina. 804 Les acercó a la teoría sociológica y a la ―gran teoría‖, para tratar de comprender los aspectos particulares de aquella sociedad latinoamericana como un todo. En aquellos días, como sabemos, el tema dominante era el desarrollo económico y su relación posible con otros elementos, como los sociológicos. El horizonte de estudio de nuestro autor le llevaba a definir el papel del investigador social a la hora de construir los conceptos relativos al tránsito de la modernidad y a la crisis del proyecto modernizador y de los procesos de modernización en América Latina (Morales, 2008: 69). En consecuencia, Medina Echavarría decía a sus alumnos que los modelos teóricos debían usarse para constituir ―herramientas analíticas, más útiles y en formulaciones más cercanas al mundo de lo empírico‖ (Fonseca-Tortós, 1976: 10). Dio forma inicial a lo que llamamos ―programa de investigación weberiano‖, en el se ayudó de Max Weber para tratar de ver, hacer preguntas sobre aquella realidad social y, en la medida de lo posible, poder contestarlas. Medina presentó el desarrollo como un problema de cambio social y desde una perspectiva global, cultural e histórica. En buenas cuentas fue una ―teoría sociológica del desarrollo económico‖, en la que preguntándose sobre los temas sociológicos clásicos (el orden social, el cambio social y la socialización), combinó las tres dimensiones de su obra desarrollista: la epistemológica, para encontrar conceptos que encierren una realidad concreta y una específica estructura social; la socio-política, para interrogarse sobre qué clase de cambios sociales y políticos; y la filosófica, para contestar, siempre desde la provisionalidad, qué destino para el hombre. Su innovación teórica partía de no olvidar las ―viejas preguntas sociológicas‖, considerar las respuestas que dieron los clásicos y edificar nuevas preguntas y nuevas respuestas con los autores contemporáneos. Aunque, siempre, sin olvidar la desenvoltura de las teorías sobre la singularidad de cada sociedad. 4. 2. La difusión del pensamiento sociológico moderno. Uno de los objetivos de la Escuela Latinoamericana de Sociología era establecer una línea editorial que permitiera la difusión del pensamiento sociológico más actual. Naturalmente, José Medina Echavarría manejaba una perspectiva sociológica abierta y ecléctica que no desdeñaba ninguna fuente del conocimiento sociológico. Nuestro autor se servía también de los sociólogos contemporáneos, estando entre sus preferencias el ya citado Charles Wright Mills. 805 Nunca estuvo alejado de la labor editorial, 804 Sabemos también que Medina Echavarría fue un gran conversador. Le encantaba conversar, compartir y transmitir el conocimiento a través de las conversaciones que, al final, le envolvían en su ―propia madeja‖ (Fonseca-Tortós, 1976: 21). Un detalle más que ilustra el respeto que tiene de aquellos que le conocieron. El prestigioso economista argentino también nos habla de su habilidad docente y a Medina le gustaba de caminar con sus alumnos en los jardines del Instituto Pedagógico y conversar sobre las lecturas recomendadas en las clases. ―En todo caso el maestro, además, busca arraigar en el alumno, dejar en él una huella profunda y permanente, que imprime carácter y valor moral‖, recordaba el prestigioso economista argentino Eduardo Zalduendo, que como dijimos anteriormente, fue alumno de Medina en la FLACSO de Santiago (De Imaz, 1978: 668). 805 C. Wright Mills gozó de prestigio en América Latina con la traducción española de La imaginación sociológica, libro que provocó un impacto entre los sociólogos y estudiantes latinoamericanos al hallar una corriente que cuestionaba a las posiciones dominantes del funcionalismo y del empirismo abstracto. Sabemos que Wright Mills usó el término de ―colonialismo interno‖ en el citado seminario sobre 561 manteniendo una ambigua relación a distancia con el Fondo de Cultura Económica hasta 1959 y colaborando con Arnaldo Orfila en Siglo XXI, donde recomendó la publicación de varias obras de Mills. 806 El caso es que Medina siempre entendió que la enseñanza de la sociología y de las ciencias sociales necesitaba de un lenguaje necesario básico, sustentado en la lectura de las obras clásicas y modernas. Esta idea era compartida dentro de la FLACSO por Lagos Matus. Se era consciente sobre el papel importantísimo que cumplía la difusión del conocimiento sociológico para el avance y la maduración de la disciplina en América Latina: ―el desarrollo del plan de publicaciones constituye un medio capital para el progreso de la sociología científica en América Latina y para la adecuada realización del proyecto sobre Desarrollo Progresivo de la Escuela Latinoamericana de Sociología‖. 807 En este sentido, suponemos que la experiencia de Medina Echavarría en el campo de la edición -como asesor, director, traductor, corrector y revisor de estilo- fue muy útil para los primeros pasos editoriales de la FLACSO. Él valoraba en toda su magnitud la labor editorial, dada la importancia que tenía para acercar a los centros de conocimiento a una sociología colonizada como era la sociología en lengua castellana. De tal suerte que una de las primeras actuaciones de Medina Echavarría junto con Gustavo Lagos fue recopilar bibliografía de libros alemanes. 808 Esta nueva institución académica necesitaba componer y dar forma a una biblioteca, elemento fundamental para la actividad docente e investigadora como para la formación del alumnado. Se quería establecer una biblioteca universitaria moderna especializada en ciencias sociales, para la que se recopilaron libros, se tramitaron suscripciones a revistas extranjeras y latinoamericanas de sociología, se dio comienzo un programa de traducciones de textos importantes de sociología general publicados en alemán, inglés y francés, y se publicaron obras y manuales de sociología y de ciencias sociales en lengua española. 809 ―Resistencias a mudanças‖, en el Centro de Pesquisas Sociales de Río de Janeiro, al que también acudió Medina Echavarría (Solari, 1976: 410). Esto confirma que ambos se conocieron. 806 La siguiente carta de Medina Echavarría a Orfila ilustra su asesoramiento al Fondo de Cultura Económica: ―Mi querido amigo, lo imagino a Ud. alarmado por mi silencio. No lo estoy yo menos ante sus causas. Porque en verdad me ha encontrado desbordado estos tres meses por el trabajo excesivo. A él ha contribuido no haberme olvidado de su encargo. Al contrario, para hacerlo en serio me sometí a una exploración bibliográfica de la que pronto sabrá. Hoy sólo quería comunicarle esto para tranquilizarle su impaciencia. Dentro de poco espero mandarle un primer informe de alguna extensión, pues la tarea es más complicada de lo que pensábamos‖. Carta de José Medina a Arnaldo Orfila, Santiago, 8 de junio de 1959. Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. En 1966 se creó Siglo XXI. En su consejo editorial aparecen los nombres de intelectuales y sociólogos latinoamericanos como Jesús Silva Herzog, Pablo González Casanova, Emilio Rosemblueth, Rodolfo Stavenhagen, Arnaldo Orfila o Carlos Fuentes (Díaz Arciniega, 1996:155). Medina colaboró con Orfila y con Francisco Giner de los Ríos en esta editorial. En una carta que le escribe Giner de los Ríos comprobamos el interés de Orfila por el manuscrito sociológico inacabado de Medina: ―Arnaldo me insistió el otro día por teléfono en el interés de Siglo XXI en el otro libro o libros personales suyos. Concretamente me preguntó por Sociología, hoy (¿es así el título?)‖. Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina, 3 de noviembre de 1966. (De CEPAL Chile a CEPAL Santiago). Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 807 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 38. 808 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959.p. 11. 809 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959, pp. 17 y 31. 562 Este proyecto también incluyó la publicación de cursos de sociología dictados en la escuela de sociología, como los Aspectos sociales del desarrollo Económico de Medina Echavarría, se adaptaban obras extranjeras a las clases, como las que realizó P. Heintz de los libros de Robert K. Merton para su curso de sociología, se escribieron informes sobre el desarrollo de la sociología en América Latina y antologías del pensamiento sociológico. 810 Sabemos, por ejemplo, que Medina preparó un documento de trabajo sobre el ―Papel de FLACSO en los estudios relacionados con la resistencia al desarrollo económico‖, que, por desgracia para nuestros intereses, no hemos localizado en los archivos de la FLACSO. 811 Hay que decir que José Medina no vio terminadas muchas de estas acciones, aunque él ayudó en ese empuje editorial inicial que en la FLACSO se continúa actualmente con la publicación de libros, investigaciones y documentos de trabajo, siendo una de las parcelas que más distingue a día de hoy a esta institución académica. 5. El Diccionario de Ciencias Sociales. La relación con la sociología española del interior. En ese proyecto editorial de pensar y construir la sociología en lengua castellana, se enmarcó uno de los trabajos editoriales colectivos más importantes de José Medina en la FLACSO: la participación y la preparación de un Diccionario de Ciencias Sociales. Él ya había traducido en 1949, junto con Julián Calvo y Tomás Muñoz, el Diccionario de Sociología, de Henry P. Fairchild, publicado por el Fondo de Cultura Económica. Siempre fue una preocupación suya que la sociología en lengua española tuviera un cuadro conceptual original y depurado, que sirviera como un esquema unificador para la investigación concreta y la resolución de los problemas sociales del día.812 Percibimos en esta empresa, por tanto, cómo Medina entiende que la sociología latinoamericana, en ese momento de su desarrollo metodológico y conceptual, necesitan ante todo un lenguaje científico riguroso. Al igual que la corriente de su época, pensaba que ―toda ciencia ha de tener su vocabulario o terminología especial‖ (Fairchild, 1949: IX). 810 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959. p. XIX. 811 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959. p. 27. 812 Esto nos lo confirma, por ejemplo, la advertencia a la presentación del diccionario de Fairchild: ―La versión española del presente Diccionario de Sociología ha planteado numerosos y peculiares problemas de adaptación, derivados en gran parte de la conveniencia de ampliar el campo de la obra, originalmente circunscrito casi por completo al dominio de la sociología norteamericana, con el fin de hacerla más útil para el público hispano-americano. La solución de tales problemas sólo ha podido intentarse gracias al esfuerzo de revisión total, de adaptación y de coordinación cumplido por José Medina Echavarría, director de la Sección de Sociología en la editorial Fondo de Cultura Económica, autoridad reconocida en la materia, antiguo profesor en las Universidades de Murcia (España) y México, quien actualmente tiene a su cargo la cátedra de Sociología en la Universidad de Puerto Rico. Le ha auxiliado en tal labor Julián Calvo, funcionario de la propia editorial y antiguo profesor ayudante de derecho penal y procesal en la Universidad de Murcia (España). Este último ha aumentado además considerablemente la parte de criminología y derecho, añadiendo gran número de conceptos que si no en todos los casos pueden considerarse propiamente sociológicos, siempre son susceptibles de implicaciones de tal naturaleza, por lo que se ha considerado oportuna y útil su inclusión en esta obra. Han tenido la generosa atención de revisar y en ocasiones de adaptar a la realidad social hispanoamericana las partes de su respectiva especialidad, el antropólogo Javier Romero, el ingeniero agrónomo Manuel Mesa, el estadístico Miguel Gleason Álvarez y el especialista en derecho del trabajo Ángel Martín Pérez‖ (Fairchild, 1949). 563 Para Medina un diccionario de este tipo era, principalmente, ―un instrumento de trabajo de uso indispensable para los cultivadores y estudiosos de la Sociología‖. Como tal, debía tener dos finalidades principales: ―en primer término, consolidar y fijar las uniformidades existentes en el empleo del idioma, y en segundo lugar, establecer nuevas uniformidades y precisiones mediante la selección, para darles autoridad, de uno o más entre los diversos significados que corrientemente se atribuyen a una palabra o frase determinada‖ (Fairchild, 1949: IX y XII). Un diccionario debe además proporcionar a la persona no informada sobre la materia una noción clara y adecuada del carácter del objeto de la sociología. Aquel viejo deseo de Medina de un auténtico diccionario de sociología en lengua castellana se veía ahora facilitado por un clima colectivo e institucional favorable a la sociología y a las ciencias sociales comandado por la UNESCO. El origen de este proyecto se halla en una reunión de la Séptima Conferencia General de la UNESCO sobe cuya base nació en 1952 el proyecto de definir ―las bases de un Diccionario de terminología de las Ciencias Sociales destinado a los especialistas y a los estudiantes de Ciencias Sociales, en calidad de obra de referencia, a los especialistas de otras Ciencias, a los traductores y, de modo general, al público deseoso de conocer los elementos de las Ciencias Sociales en los términos precisos en que se expresan‖. El propósito de la UNESCO era la redacción de sendos diccionarios en inglés, francés y español. La Comisión de Expertos se reunió posteriormente en mayo de 1954 en Londres, por iniciativa de la UNESCO y bajo la presidencia de Morris Ginsberg, profesor de la London School of Economics, se llegó a un acuerdo de una experiencia piloto, por grupos constituidos en Bélgica, España, Estados Unidos, Francia Gran Bretaña y Suiza (Del Campo, 1975: 17). El grupo español, encomendado por la Comisión Española de la UNESCO, se formó en el Instituto de Estudios Políticos, y fue dirigido inicialmente por Enrique Gómez Arboleya. Tras su prematuro fallecimiento lo dirigiría Francisco Javier Conde, Manuel Fraga Iribiarne y desde el año 1962 Salustiano del Campo. El grupo estuvo compuesto por Manuel Alonso Olea, José Bugeda Sanchiz, Salustiano del Campo, Manuel Cardenal Iracheta, Julio Caro Baroja, Fernando Chueca Goitia, Francisco Javier Conde, Melchor Fernández Almagro, Fernando Garrido, Enrique Gómez Arboleya, Manuel Jiménez de Parga, Luis Legaz Lacambra, José Mallart, Federico Rodríguez y Luis Sánchez Agesta (Del Campo, 1975: 17). 813 Después siguió un seminario de representantes de España y América, organizado por la UNESCO, que se celebró en Rio de Janeiro, los días 16 y 17 de octubre de 1959. Antes, en agosto de ese año, la FLACSO y la UNESCO habían firmado un convenio para la colaboración de esta institución académica en la preparación de este Diccionario de Ciencias Sociales en lengua española, un proyecto que estaba previsto iniciarse entre 1960 y 1961. 814 A este seminario de Río de Janeiro, titulado ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖, asistieron los profesores Luis Legaz Lacambra, 813 El ensayo piloto fue un prólogo que escribió Enrique Gómez Arboleya y que apareció en el número doble 102-103 de la Revista de Estudios Políticos (noviembre 1958-febrero 1959), que recogió los trabajos efectuados en la experiencia por el Grupo Español, juntamente con una selección de algunos de los trabajos realizados por los otros grupos de trabajo, para que se pudiese apreciar el interés del proyecto y la diversidad de los enfoques. 814 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959. p. 14. 564 Enrique Gómez Arboleya (representantes del grupo español), Isaac Ganón (Uruguay), Gino Germani (Argentina), Gustavo Lagos Matus (FLACSO), Alfred Métraux (FLACSO), Pablo González Casanova (México), K. Sczerba-Likienic (UNESCO), o Luis A. Costa Pinto (Brasil) (Del Campo, 1975: 18). José Medina Echavarría, en representación de la FLACSO, también participó en este seminario con la preparación y presentación de un documento de trabajo. Aquí la voluntad que unió a todos estos autores fue proporcionar una obra de magnitud a la bibliografía sociológica hispanoamericana. 815 Más que un diccionario de definiciones, aspiraban a escribir un diccionario capaz de definir a la sociología en clave propia, adaptando su carácter especial, sus tipificaciones y terminologías a la lengua castellana. Esta idea es la que caracteriza al documento preparado por Medina. Para él la edición de este diccionario comprendería los términos más usuales empleados por ―las modernas Ciencias Sociales‖ en los siguientes campos: sociología, antropología, psicología social y ciencia política. 816 El proyecto estaba inspirado en la visión de Medina Echavarría sobre la función social de las ciencias sociales hispanoamericanas en un escenario histórico marcado por los procesos modernizadores de la segunda mitad del siglo XX. En ese momento dado estimab la necesidad de que el sociólogo de habla castellana contara con las suficientes herramientas analíticas y conceptuales para poder comprender e interpretar en clave propia aquellos procesos sociales. No olvidaba, asimismo, que junto a la forma conceptual del diccionario se unía una imagen conjunta y multidisciplinar de la realidad social. Se hacía visible, según su opinión, el valor de las ciencias sociales y de la sociología como orientación de la vida. Sobre este orden de preocupaciones, nuestro autor escribía lo siguiente en la presentación de aquel proyecto: ―Los países americanos de esa lengua (castellana) se encuentran cabalmente en momentos de una transformación profunda de su vida e impera la convicción de que en esas circunstancias puede ser decisiva la aportación de la ciencia social y el riguroso conocimiento objetivo de la realidad que puede proporcionar. En consecuencia, hace ya algunos años que la mayoría de estos países se está esforzando por mejorar la preparación científico-social de las nuevas generaciones y por elevar el cultivo de las ciencias sociales y de la investigación empírica al nivel más alto posible. En semejantes circunstancias no cabe duda de que un instrumento en extremo eficaz para el mejor logro de los propósitos en marcha, consistiría precisamente en poder contar con un diccionario en que se fijase, unificara y modernizara la terminología de las distintas disciplinas sociales, y de la rama metodológica muy en especial de tal 815 Medina nos habla de la participación en este proyecto del ―grupo de Madrid‖. Está claro que se refería a Gómez Arboleya y los distintos investigadores del Instituto de Estudios Políticos. El circuito internacional de las Naciones Unidas le permitió entablar contacto con la esfera académica y cultural del interior de la España franquista. Sus numerosos viajes a la UNESCO de París y a otros seminarios organizados por estos organismos le permitieron encontrarse en el extranjero con sus colegas del interior. 816 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959, p. XIX- XX. 565 manera que se pudiera limpiar su terreno de las ambigüedades y flotaciones conceptuales que todavía le invaden en la actualidad‖. 817 En este sentido, la actitud unitaria de Medina era la defensa de la peculiaridad cultural propia. Para poder pensar científicamente el ―mundo hispánico‖ se estimaba necesario que hubiera una expresión teórica a partir de conceptos que permitieran constituir una tradición de pensamiento. Instigado por el problema práctico de la fragmentación de las ciencias sociales y de la dificultad de la traducción de conceptos alemanes, ingleses o franceses –que difícilmente se adecuan a una realidad cultural e histórica diferente-, Medina Echavarría se planteaba la cuestión de cómo enfocar el diccionario. Por un lado, estaban los problemas epistemológicos a los que aludía nuestro autor a la hora de ―limpiar las ambigüedades terminológicas‖. Por otro lado, aparecían las disputas institucionales. El apoyo institucional y la política científica implicaban pugnas epistemológicas y teóricas sobre los enfoques: los argumentos a favor de una ―universalización de los conceptos, problemas y terminología‖ de la UNESCO chocaban con las tendencias favorables a la ―latinoamericanización‖ y/o ―nacionalización‖ de las ciencias sociales y de la sociología, presentes en la línea de la FLACSO. Parte de estas discusiones ya habían surgido en el ―Seminario Latinoamericano sobre Metodología de la Enseñanza y de la Investigación de las Ciencias Sociales‖ de 1958, celebrado en Río de Janeiro (Beigel 2007: 2). Sobre esta base, la pugna estaba en la traducción castellana de los diccionarios inglés y francés, o, por el contrario, en la elaboración de un diccionario en lengua castellana, aunque no original, sí dando prioridad al mundo simbólico de la lengua castellana. Nuestro autor apostaba por la segunda opción. Porque al igual que Comte, él consideraba como vital la historicidad del conocimiento sociológico y la interdependencia de los fenómenos y de las ciencias sociales (Medina, 2008: 111). Por tal motivo, creía como conveniente esta ―misión científica‖ de aventurarse a la elaboración de un diccionario de ciencias sociales formulado desde el vocabulario de la lengua castellana, porque se presentaba en una oportunidad magnífica de hacer algo inexistente en nuestra tradición sociológica. Escribía Medina en concreto: ―Frente a esos trabajos ya en marcha -se refiere a los diccionarios inglés y francés- pudiera quizás pensarse que la tarea de la elaboración castellana podría reducirse a una simple versión o adaptación de los mismos. Sin embargo, la opinión dominante en los medios científicos, interesados, considera con acierto que esa idea sería equivocada. No es desde luego porque exista la pretensión de realizar una obra plenamente original, cosa imposible en el estado actual de la ciencia. Pero tampoco basta con subrayar lo que nadie discute, como es que se tenga presente el espíritu peculiar de la lengua castellana y la peculiaridad de sus propias tradiciones idiomáticas. Se trata más bien y ante todo de la convicción de que el vocabulario español de ciencias sociales tiene ante sí una singular misión científica que no han tenido que abordar en igual forma los diccionarios inglés y francés. En los países de lengua inglesa y francesa urgía en efecto como meta fundamental conseguir la unificación terminológica a que ya tendía la uniformidad sustantiva lograda en las distintas disciplinas, de suerte que merced a una tarea de criba se 817 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959. p. XXVIII. 566 seleccionasen entre los distintos términos empleados en las diversas manifestaciones de su tradición científica aquellos capaces de expresar mejor los conceptos comúnmente aceptados. En los países de lengua española se impone algo distinto y que va, en consecuencia más allá de lograr una aparente unificación terminológica internacional por la recepción superficial de los vocablos en circulación por otras partes. En el estado actual del castellano científico, es decir aquel en que tiene que expresarse la ciencia social se trata en más de una ocasión, de crear o acuñar, por esfuerzo de propia elaboración conceptual, términos y expresiones no existentes en realidad hasta ahora en nuestra tradición científica‖. 818 La justificación de este punto de vista, según Medina Echavarría, competía al esfuerzo por elevar el nivel sociológico producido en lengua castellana, incorporando nuevos conceptos y modernizando la terminología científica. Ésa era la oportunidad: forjar términos y expresiones no existentes para poder consolidar una tradición autónoma e independiente. No quiere decir con esto que no existiese esa tradición dentro de la cultura española e hispanoamericana en la formulación de conceptos, ideas o teorías, pero lo cierto es que esa tarea intelectual ha sido de una intensidad desigual, con vacíos en algunas disciplinas y falta de continuidad en otras. Porque la ciencia no se estableció como rutina y no fue la perspectiva que tuvo la cultura hispánica a la hora de entender el mundo en los siglos antecendentes (Castro, 1946: 45). Se dieron figuras sobresalientes pero en forma aislada, y ha faltado sobre todo la continuidad de las denominadas escuelas que es donde se decantan con los métodos y la categorías y los términos y vocablos en que los mismos se expresan. 819 En esencia, la postura de Medina consideraba la ―rutinización‖ del conocimiento científico, el poner fin a la figura del pensador aislado y también incluía la limitación de la influencia de las sociologías extranjeras dominantes. Había que superar un estado científico empequeñecido y esforzarse por elevar de forma prolongada el nivel científico (desde diversas áreas: diccionarios, enseñanza, libros, centros académicos, etc.). Se contaba con que el proyecto del diccionario se prolongase durante años. Por lo que se refiere al grupo de la FLACSO, este estuvo formado, en distintas fechas, por el propio José Medina y por nombres como los de Lucien Brams, Eduardo Hamuy Guillermo Briones, Juan Carlos Elizaga, Eugenio Fonseca, Edmundo Fuenzalida, Hernán Larraín, J. Roberto Mereira, Alfred Métraux, Luis Ratinoff, L. Rosier, José Vera y Jorge Zuñiga. 820 La siguiente reunión con el grupo español tuvo lugar en Madrid, los días 14 y 15 de diciembre de 1960, en la que asistieron Isaac Ganón, Gustavo Lagos Matus, Luis Legaz Lacambra, Manuel Fraga Iribarne, Carlos Ollero, José Antonio Maravall, Salustiano del Campo, Luis González Seara y Samy Friedman de la UNESCO (Del Campo, 1975: 18-19). Medina ya no participó en esta reunión porque acababa de salir de la FLACSO. 818 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959, p. XXIX. 819 Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959, p. XXIX-XXX. 820 Entre otros autores latinoamericanos, participaron Lorenzo Meyer, Francisco J. Delich, José Luis Reyna, Andrés Lira, Carlos M. Rama, Waldo Ansaldi, Rolando Franco, Aldo E. Solari. 567 El proyecto continuó en marcha aunque los trabajos estuvieron interrumpidos durante un tiempo por falta de financiación de la UNESCO. Puede interpretarse este hecho desde diversos ángulos, los cuales condicionaban aquella activad: su dependencia a la política científica de un organismo internacional y la disputa sobre la orientación teórica del diccionario (la traducción o no de los diccionarios en inglés y en francés). 821 En 1965 se reanudaría el proyecto, siendo Salustiano del Campo el encargado de dirigir la edición del Diccionario de Ciencias Sociales de la UNESCO, publicado finalmente entre 1975 y 1976. Medina Echavarría participó únicamente en el acometido inicial de aquel diccionario al que concedía una pujante originalidad dentro la sociología en lengua castellana. 822 Da la coincidencia, por otra parte, de que Salustiano del Campo y José Medina se conocieron en Washington en septiembre de 1962, en el marco del V Congreso Mundial de Sociología. 823 Allí intercambiaron y compartieron confidencialidades sociológicas. A nuestro autor le permitió entablar contacto con un sociólogo español del interior, quien luego le ayudaría a introducirle en el ambiente sociológico español de principios de los 70. Este encuentro constata además la existencia durante el franquismo de puentes de comunicación y conocimiento entre la sociología del exilio y la sociología del interior; entre la generación de la Guerra y la generación de la Posguerra. 824 En fin, es un elemento más que añadir a esta historia de la sociología española que tratamos de escribir -ayudándonos de la trayectoria biográfica de Medina Echavarría- de una forma lineal, en donde las generaciones se encuentran, se conocen, se leen y se respetan. 6. La disputa entre “modernos” y “tradicionales”. La renuncia. Una característica esencial que se desprende de la personalidad de José Medina es su profundo conocimiento enciclopédico. Entendió la sociología, dada su formación, desde un espíritu ilustrado y abarcador. Según el testimonio de Eugenio Fonseca-Tortos, en sus clases emergían ―preguntas a granel propias de muchos ámbitos intelectuales. Las respuestas adecuadas no se hacían esperar, y con ello nos daba la más importante lección de sociología: quién sólo sociología lee, ni sociología sabe…También las lecturas que recomendaba indicaban su formación y su afán enciclopédico: desde filosofía hasta novelas. En sus lecciones, por supuesto, esos conocimientos de tan diverso origen se presentaban engarzados en un sistema de alto grado de integración‖ (1976: 8). Medina Echavarría fue, ante todo, un teórico de la sociología –clásica e histórica, principalmente- en un contexto académico, como era el de la FLACSO, que quería seguir, en cambio, una corriente más empírica y funcionalista. Comenzaron a 821 En 1964 apareció el diccionario en inglés: Dictionary of the Social Sciences, editado por Julius Goud y William Kolb, The Free Press of Glencoe, Nueva York; Macmillan Press, Londres. 822 De los 1.440 vocablos que aporta el diccionario hemos localizado sólo uno reconocido a Medina Echavarría: ―Papel social‖. Los demás en los que pudo participar son atribuidos de modo genérico al grupo de trabajo al que él perteneció, al de la FLACSO, que realizó bastantes vocablos, unos 80 antes de 1961. 823 Entrevista mantenida por el autor con Salustiano del Campo, 18 de junio de 2008, Madrid. 824 Al encuentro ya aludido entre Medina y Gómez Arboleya en Río de Janeiro o de Medina con Salustiano del Campo, las páginas de ese diccionario simbolizan el encuentro de sociólogos españoles de distintas generaciones y desde distintas latitudes. Los nombres de Arboleya o Medina Echavarría se mezclan con los trabajos firmados por José Enrique Rodríguez Ibáñez, Salvador Giner, Salustiano del Campo, Luis Sánchez Agesta, José Antonio Garmendia, Francisco Alvira, Juan Díez Nicolás, José Jiménez Blanco, Juan Francisco Marsal, Luis Legaz Lacambra, Carlos Moya, José Juan Toharia, José Castillo Castillo, Carmelo Lisón Tolosana, María Jesús Gil Alonso, Lorenzo Navarrete Moreno, Lorenzo Cachón Rodríguez, Carlota Solé, José María Maravall o Caros Prieto. 568 surgir desavenencias con G. Lagos y P. Heintz sobre los criterios de selección de temas, metodologías y teorías del programa del diplomado. Por motivos de estas pugnas teóricas y de tendencias sociológicas, Medina Echavarría decidió renunciar de su cargo de director de la Escuela Latinoamericana de Sociología a finales de 1959. Como bien nos cuenta Rolando Franco, pudo más la oposición que le hicieron el secretario general Gustavo Lagos y Peter Heintz, ya que ―estos consideraban que Medina no era lo suficientemente moderno como sociólogo y que por tanto no era el director adecuado para una Escuela que debía basar su enseñanza en las teorías de alcance medio y en una rigurosa metodología de corte cuantitativo‖ (Franco, 2007: 64- 65). En otras palabras, tanto Lagos como Heintz consideraban que Medina no era lo suficientemente funcionalista ni empírico. Le acusaban de ser demasiado ―especulativo‖ y ―tradicional‖ (Fonseca-Tortós, 1976: 20-21). Medina entendió la teoría sociológica y la empiria desde otro ámbito, desde el análisis de los hechos históricos y en base a teorías de gran alcance y de procesos generales, por lo que su sociología no era vista por estos otros sociólogos como la ―auténtica sociología moderna‖. Para ellos estaba fuera de las nuevas avenidas sociológicas que comenzaban a tener éxito, caso del estructural funcionalismo y del empirismo abstracto. Finalmente, fue Heintz quien le sustituyó en la dirección de la escuela de sociología. La designación del profesor suizo significó la incorporación en la FLACSO de las teorías de alcance medio y de la investigación cuantitativa y de los datos empíricos (Franco, 2007: 67). Desde entonces esta institución académica empezó a dar mucha importancia a la investigación empírica de la realidad social latinoamericana (Beigel, 2009: 340-341). Por lo que respecta a José Medina, no tuvo problemas de insertarse nuevamente en la CEPAL, porque, como bien dice José Joaquín Brunner, ―operaba dentro de un campo de oportunidades (el provisto por el Sistema de Naciones Unidas) que hacía relativamente fácil la salida de personas de prestigio y su reubicación en otras instituciones‖ (1988: 288). Medina Echavarría encontró acomodo en la CEPAL, en la División de Asuntos Sociales. De una manera más concreta, aquel organismo internacional se convirtió en foco teórico y sociológico de la región. La vuelta de Medina Echavarría coincidió con la llegada de sociólogos latinoamericanos a la CEPAL, caso de A. Solari o J. Graciarena, y la incorporación de alumnos formados en la FLACSO. Desde aquel entonces, la CEPAL se consolidó como uno de los pocos lugares de la región que hacía teoría sociológica, siguiendo un enfoque histórico-estructural como contrapeso al impulso universalista de la sociología norteamericana. Aquella corriente teórica más cultural e histórica fue justamente la que perdió la FLACSO con la partida de Medina. La FLACSO representó su última experiencia como gestor de un programa de estudios sociológicos. Allí terminó su actividad en la gestión académica. En la CEPAL se dedicó también a otras tareas directivas, pero ya no tan ligadas a la pedagogía de la sociología. Con todo, había sido importante para él encontrarse con la academia, con los alumnos y con la docencia. Después impartió clases de capacitación en tareas de desarrollo en el ILPES y ofreció alguna que otra clase magistral de sociología en Argentina, Chile o México. 569 7. Valoración de la “FLACSO clásica” (1957-1973) en el desarrollo de la sociología latinoamericana. Lo que comenzó siendo un programa para brindar formación a profesores de una disciplina escasamente desarrollada en el ámbito de la enseñanza, se convirtió en una escuela de altos estudios para la región (Beigel, 2009: 329-330). A lo largo de quince años, hasta el golpe de Aaugusto Pinochet de 1973, la ―FLACSO clásica‖ formó a gran parte de la nueva generación de sociólogos y politólogos de distintos países latinoamericanos que luego incidieron en la consolidación de sus disciplinas y en la creación de las primeras escuelas en sus países de origen. Este organismo asumió un papel muy importante en la organización e institucionalización de las ciencias sociales chilenas y latinoamericanas. Fue además centro aglutinante de los debates teóricos de la época (Beigel, 2009; Franco, 2007). Sus aulas se abrieron a las nuevas experiencias políticas chilenas y al pensamiento dependentista de los años 60. Las revistas de la FLACSO, como vimos anteriormente, fueron órganos difusores de las polémicas dependentistas. Se estimuló también la investigación empírica con la creación en 1970 del Instituto Coordinador de Investigaciones Sociales (ICIS). La misión de la UNESCO, con todo, tuvo mucha importancia en el proceso de desarrollo de las ciencias sociales chilenas y latinoamericanas (López Segrera, 1999: 15). La FLACSO ayudó a organizar y articular una red de conocimiento y de colaboración científica trascendental para Chile y para América Latina, como fue la establecida junto con la CEPAL, el ILPES, y luego más tarde con el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Formó a un buen número de investigadores en ciencias sociales y sociología que luego se pasaron a la CEPAL o al ILPES, caso, por ejemplo, de Enzo Faletto, Aníbal Quijano, Adolfo Gurrieri, Edelberto Torres Rivas, José Luis Reyna, Ernesto Cohen, Rolando Franco (Franco, 2007: 190 flacso clásica). 825 También llegaron profesores latinoamericanos y extranjeros que vinieron a elevar la enseñanza académica y a profundizar la inserción de la FLACSO en las tendencias del campo chileno: José Serra, Fernando H. Cardoso, André Gunder Frank, Manuel Castells, Marta Harneker, Francisco Weffort, Sergio Bagú (Beigel, 2007: 25). 826 Alain Touraine, por ejemplo, pasaría también por la FLACSO, participando junto con Torcuato Di Tella en una investigación sociológica sobre el movimiento obrero en los sindicatos de Huachipato y Lota. 827 Esta institución académica, en resumen, logró la 825 Si hiciéramos un trabajo de investigación sobre las trayectorias académicas de aquellos alumnos de sociología observaríamos cómo FLACSO Chile ocupó un lugar sobresaliente en la formación de alumnos que han ocupado y ocupa posiciones de prestigio académico dentro del campo sociológico latinoamericano y que ayudaron a desarrollar las respectivas sociologías nacionales: Enzo Faletto (1959), Edmundo Fuenzalida (1961), Anibal Quijano (1961), José Luis Reyna (1965), Edelberto Torres-Rivas (1965), Ernesto Cohen (1966), Rolando Franco (1969), etc. Por ejemplo, E. Devés, nos cuenta como en Perú el desarrollo de la sociología se debió a profesores formados en la FLACSO de Santiago, caso de Aníbal Quijano (Devés, 2003: 48). 826 Manuel Castells, Chile: Movimiento de pobladores y lucha de clases, CIDU, Santiago de Chile, documento de trabajo nº 5, 1972. 827 Enzo Faletto recuerda que al Instituto de Sociología de la Universidad de Chile llegó Alain Touraine de la mano de Jean-Daniel Reynaud. Llegó para hacer su estudio sobre Lota, donde estaban las minas de carbón, y Huachipato, donde estaban las instalaciones siderúrgicas. Faletto se incorporó al seminario de Touraine sobre sociología del trabajo y formó parte del grupo de egresados que trabajaron junto a Touraine en esta investigación de Lota y Huachipato (Rego, 2007: 191-192). Torcuato Di Tella, Lucien Brams, Jean-Daniel Reynaud y Alain Touraine, Huachipato et Lota, Etude sur la conscience ouvriére 570 disposición por primera vez de una generación de científicos sociales latinoamericanos con sólida formación académica. Conformó un cuerpo docente y de investigación profesionalizado que benefició inmediatamente a los organismos internacionales, a las universidades y a los centros de investigación especializada a nivel nacional y regional y sentó, asimismo, algunas de las bases principales de la que sería la comunidad científica del campo de conocimiento chileno y latinoamericano. dans deux entreprises chiliennes, Centre National de la Recherche Scientifique, París, 1966. Touraine también colaboró con el ILPES en la investigación publicada por Víctor Nazar, Los obreros de Chile. Resultados de una encuesta, Valparaíso, 1973. La encuesta fue diseñada por Alain Touraine y realizada bajo los auspicios de la Universidad de París y el ILPES (Solari, 1976: 345). 571 CAPÍTULO XX. DEL REGRESO A LA CEPAL AL RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL EN EL ILPES. SOBRE EL SOCIÓLOGO Y SUS CIRCUNSTANCIAS. Llegados a este punto, el presente capítulo de la investigación se desenvolverá desde un triple plano: la reconstrucción de un momento áureo de la historia social y política de América Latina; el estudio intelectual y la descripción de la corriente de ideas de la CEPAL desde finales de los años 50 y durante los años 60; y la biografía intelectual de José Medina Echavarría. Por lo que respecta a nuestro autor, en esos años amontona en su trayectoria una incesante escritura sociológica, sobre todo en forma de artículos, documentos de trabajo, conferencias, informes, libros y proyectos, tanto individuales como de comisiones de congresos y de la propia actividad de la CEPAL y del ILPES. A partir de su literatura sociológica, sumando también las respectivas vivencias profesionales, abordaremos el programa de investigación –como modelo teórico para el desarrollo latinoamericano- que Medina formuló en su sociología desarrollista. Además nos detendremos en analizarlo internamente. En esas páginas podremos ver como su programa de investigación para el desarrollo se insertó en un complejo y convulso espacio cultural, institucional, intelectual, social y político, donde una coyuntura de crisis económica abierta tras la Segunda Guerra mundial dio vitalidad a toda una mentalidad aliada con esa problemática y que dio lugar a una toma de conciencia decidida. Veremos que la respuesta de Medina será una de las posibles a esa misma problemática, habiendo otras formuladas desde la propia sociología como la teoría de la dependencia o la sociología funcionalista y, por supuesto, desde la teoría económica. La solución de nuestro autor se situó así en una clara línea de antecedentes sociológicos mostrado en sus primeros trabajos desarrollistas: el enfoque histórico- estructural y su querencia hacia un pensamiento reformista. Teniendo, con todo ello, como mayor relevancia el reconocimiento de la democracia dentro del conocimiento sociológico y de su propuesta teórica para América Latina. 1. América Latina y Chile: una época de profundos cambios. La vuelta de José Medina Echavarría a la CEPAL a finales de 1959 coincidió con el inicio de numerosos cambios económicos, sociales y políticos que repercutieron fuertemente en América Latina y en Chile. Además en ese preciso momento el Tercer Mundo estaba inmerso en procesos de descolonización, algo que nuestro autor definió como ―la presente fase postcolonial‖ (Medina, 1966a: 4). 828 Su regreso a las Naciones Unidas ocurrió al mismo tiempo en el que triunfaba la Revolución Cubana comandada por Fidel Castro y que lograba derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista. Un año antes en Chile Jorge Alessandri ganaba las elecciones presidenciales a Salvador Allende por un margen de tan solo 30.000 votos. Tanto en el panorama chileno como en el latinoamericano se perfilaba una opción real de los gobiernos de izquierdas. La Revolución Cubana aceleró, sin duda, cierta toma de conciencia sobre las condiciones en que se procesaba el desarrollo latinoamericano (Graciarena, 1969: 25). Ese hecho, importantísimo para la historia moderna de América Latina, trajo consigo un cambio de 828 En otro lugar nuestro autor ya advertía que ―en la fase post-colonial de nuestro mundo‖ se daba una oportunidad valiosa para otro tipo de pensamiento sociológico (Medina, 1966b: 510). Paradójicamente los estudios sociológicos de José Medina Echavarría y de otros autores, como Celso Furtado, Raúl Prebisch, Enzo Faletto, o Fernando H. Cardoso pueden ser considerados, desde la óptica de hoy, como iniciadores de una sociología ―post-colonial‖, a pesar de mantener muchos de ellos parámetros teóricos puramente modernos. 572 postura política de Estados Unidos respecto a la región, al pasar de intervenir militarmente en algunos países, como por ejemplo en Guatemala, a formular una política aperturista y de reformas democráticas bajo la política de la Alianza para el Progreso con tal de detener los impulsos revolucionarios y la difusión del ejemplo cubano (Faletto, 1980: 2-3). Bajo el umbral de la Guerra Fría, Estados Unidos se planteó seriamente la posibilidad de apoyar el establecimiento de regímenes civiles y democráticos en América Latina. La Alianza para el Progreso, como apunta Fernando Henrique Cardoso, tomó incluso ciertos aspectos de la política económica de la CEPAL: ―La reunión de la OEA que tuvo lugar en Punta del Este en 1961 representa el punto culminante del celo reformista político-social de los Estados Unidos en su encuentro con la crítica de la CEPAL‖ (Cardoso, 1977: 30-31). De esta manera, se produjo una cierta convergencia intelectual, burocrática y financiera entre los Estados Unidos y la CEPAL, compartiendo visiones y perspectivas sobre un determinado desarrollo económico y social. Se validaron temas que antes se consideraban peligrosos, tales como la reforma agraria, la reforma tributaria, la planificación y también se puso especial hincapié en programas específicos orientados a lograr mejoramientos sustanciales en indicadores sociales como los de salud y los de educación (Cardoso, 1977: 31; Urquidi, 2005: 260). 829 La Alianza para el Progreso, al adoptar gran parte de la filosofía de la CEPAL, proveía un aumento de las inversiones de los Estados Unidos en la región para los próximos diez años a la hora de impulsar, especialmente, la planificación económica y social y la acometida de reformas agrarias. La pretensión de estas reformas agrarias es que tuvieran incidencia tanto en la tecnificación de la explotación rural como, principalmente, en la redistribución de la propiedad de la tierra (Faletto, 1980: 3). Con todo, la canalización y representación institucional de este nuevo clima de entendimiento ente la CEPAL y la Alianza para el Progreso –bajo el paradigma modernizador- fue la creación en Santiago de Chile en julio de 1962 del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES). El ILPES se encargó de capacitar al personal de los distintos países latinoamericanos para elaborar diagnósticos, proyecciones, planes y programas sectoriales y demás tareas que eran contenidos necesarios para obtener recursos a través de la Alianza para el Progreso. 830 En consecuencia, se consideró estratégico y se le otorgó toda la ―importancia‖ a ―la programación económica y (a) la urgencia con que es necesaria en América Latina para fomentar y asegurar un desarrollo económico acelerado en la región‖. 831 En muchos países latinoamericanos se siguieron las recomendaciones de la política económica, reformista y planificadora del ILPES. Sin embargo, el caso más 829 La Alianza para el Progreso fue el plan de desarrollo de diez años para América Latina sugerido por el presidente norteamericano John F. Kennedy, que comenzó en 1961 en Punta del Este (Uruguay), por todas la repúblicas americanas, a excepción de Cuba. 830 Entrevista mantenida por el autor con Osvaldo Sunkel, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Además la Alianza para el Progreso, como expresión de la política de cooperación regional de los Estados Unidos, estableció ayudas a la investigación y al conocimiento social. Una de las formas de acceder a esos fondos económicos fue a partir del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), creado en 1961, y que además de disponer de fuentes de capital externo en forma de créditos a medio y largo plazo, ayudó al sostenimiento de instituciones como el ILPES. También el ILPES recibiría fondos y ayudas del Banco Mundial (Urquidi, 2005: 31). 831 Resolución 199(IX), Formación de un instituto de desarrollo económico, IX Período de Sesiones CEPAL, Santiago de Chile, del 4 al 15 de mayo de 1961. P. 1―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006. 573 visible de esta influencia fue en Chile bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970). En ese momento Chile fue elegido por la Alianza para el Progreso como el país satélite y el polo alternativo, democrático, a Cuba, convirtiéndose en el laboratorio social y político del gran giro democratizador y reformista del programa de desarrollo para América Latina del presidente Kennedy. 832 Los Estados Unidos financiaron la reforma agraria chilena y ayudaron a la política de E. Frei de ―Revolución en libertad‖, lema que acogía positivamente las necesarias transformaciones sociales pero en libertad, con democracia. Recordemos que la Democracia Cristiana chilena tomó fuerza política al combinar el pensamiento social cristiano con una ideología modernizadora y populista (Vergara, 1985: 25). Esta singular combinación permitió ganar a E. Frei las elecciones presidenciales de 1964 con cerca de un 55% del electorado y con un gran apoyo popular para su política de ―reformismo progresista- congresista‖ (Juagaribe, 1977: 235). Son años, como vemos, muy particulares para la historia reciente de Chile y de América Latina. Empezaba a percibirse en la región las consecuencias sociales del rápido crecimiento demográfico y del proceso de urbanización correspondiente al período 1945-1960 (Medina, 1963c: 21). Los países latinoamericanos se hallaban sumergidos en profundas ―situaciones de transición económica y política‖ (Medina, 1965b: 10). Entre los intereses crecientes estaban las nuevas formas que tomarían esas mutaciones y, principalmente, sus implicaciones sociales. Estamos en el punto álgido del ―desarrollismo‖: ―se produce por la faz de América Latina una nueva y radical ―toma de conciencia‖, que tiene como principal impulso la enérgica aspiración de su desarrollo económico y que coincide, por así decir, con el comienzo de su edad plenamente adulta‖, diagnosticaba nuestro autor (Medina, 1976a: 140-141). Esa será la actitud de Medina Echavarría en ese nuevo contexto. A comienzos de los años 60 nuestro autor se propuso responder algunas preguntas de América Latina sobre las que venía trabajando desde finales de los años 50 y que él ya había formulado en sus primeros trabajos desarrollistas, aunque a la larga acabaran siendo más importantes los diagnósticos y las soluciones que ira planteando. La idea de desarrollo todavía estaba asociada con una sensación de optimismo y una confianza en el futuro incomparables. Pero eso también significó para los países latinoamericanos el reconocimiento del atributo de su condición de subdesarrollo. La emergencia de las desigualdades sociales en América Latina hacía actualizar el peligro que conllevaba la economía capitalista en la periferia y el proceso de industrialización espontánea –hacia fuera- que muchos países asumieron a principios del siglo XX. Cabría suponer que tal imagen se debía, a priori, a la situación de dependencia de la periferia respecto al centro económico, como así trataron de demostrar en la CEPAL con las teorías del centro-periferia y la teoría del deterioro de los términos del intercambio. Sin embargo, desde los años 50 ya se había empezado a 832 Pensemos que ese gran giro democratizador de los Estados Unidos respecto a América Latina se produce en un proceso de fuerte democratización de la propia sociedad norteamericana. Fue un momento muy particular y optimista para todos los cambios que pretendía acometer Kennedy respecto a su sociedad y respecto al Tercer Mundo. En el caso latinoamericano significó, como decíamos arriba, que Estados Unidos estaba a favor de la reforma agraria y de la planificación, pero una planificación democrática en el sentido de Mannheim. La política exterior norteamericana cambió a partir del asesinato de John F. Kennedy. Los Estados Unidos volvieron a una posición tradicional en las relaciones internacionales en América Latina, sobre todo en la ―era Kissinger‖: lo importante era la lealtad de los gobiernos, aunque sean autoritarios. Fue el rostro más duro de la guerra fría en América Latina con el consabido giro autoritario de los gobiernos militares iniciado a mitad de los años 60. 574 percibir que la industrialización espontánea no había traído más desarrollo en la región, sino, todo lo contrario, había ocasionado la consolidación de una estructura social dual. La industrialización en la periferia era excluyente. 833 La estructura social se transformó durante la fase de industrialización sustitutiva, pero no sustancialmente. Había razones suficientes para que la perspectiva de la CEPAL cambiase respecto a la industrialización y al desarrollo latinoamericano, tomando fuerza la idea de los desequilibrios que generaba la industrialización espontánea, al igual que se empezaron a considerar teóricamente los impedimentos estructurales respecto al dinamismo económico. Esto traía consigo muy importantes contradicciones, tanto en el desarrollo social y económico de la periferia. Se ampliaron los intereses de los grupos propietarios, no disminuyendo entonces la concentración de la riqueza y del ingreso, ni su incidencia decisiva en la estructura social y en la estructura de poder. En consonancia con el surgimiento de nuevas actividades y la diversificación de la estructura económica, aumentaron los grupos medios, cuyos niveles de ingreso los hicieron participar de alguna medida en los beneficios del progreso técnico (Rodríguez, 1988: 218). Sin embargo, las diferencias sociales todavía se mantuvieron, al haber vastos sectores de muy escasos ingresos, con bajos niveles de salarios y con la proliferación de servicios de escasa productividad. Fueron estos últimos justamente los que la estructura económica y social no permitió absorber de manera productiva ni integrar de manera social. Por supuesto, la propuesta de explicar un capitalismo excluyente y la inviabilidad de un crecimiento hacia fuera, que empieza a estar presente en las obras de los economistas de la CEPAL, tendrá su analogía en la obra sociológica de Medina Echavarría. Así fue como los sociólogos y los economistas de la CEPAL terminaron por compartir un tema común: explicar los desequilibrios del desarrollo latinoamericano y las consecuencias sociales del capitalismo periférico como capitalismo excluyente. ¿A qué se debe esta característica del capitalismo periférico? ¿Cómo explicar esta peculiaridad? Como apunta Enzo Faletto, ―el proceso de ―industrialización sustitutiva‖ significaba cambios económicos y sociales, surgimiento de nuevos grupos, bases económicas y sociales que se esperaba fueran el soporte de una nueva alternativa política, y ésta, de corte democrática‖ (1980: 4). Es decir, se hacía necesaria la sociología. Podemos decir que cuando los economistas cepalinos empezaron a enfocar y a privilegiar en sus trabajos el crecimiento económico hacia adentro, favoreciendo la industrialización, la integración económica y la búsqueda de los motivos para activar las economías nacionales, se buscó entonces desde la sociología una mirada complementaria para encarar aquellas resistencias sociales y tratar de dar con las claves 833 La validación con la realidad social del modelo de crecimiento hacia fuera (basado en la monoproducción y monoexportación de productos primarios) puso de relieve el ―carácter asimétrico del desarrollo periférico‖ (Di Filippo, 2007: 130). Surge entonces la necesidad de ―racionalizar‖ –planificar- la industrialización latinoamericana. Los desequilibrios de este modelo teórico no significaron que los economistas de la CEPAL abandonaran las estrategias industrialistas, al contrario, se siguió confiando en la industrialización como la única vía para superar estos desequilibrios estructurales. En opinión de nuestro autor, América Latina, ―mezclando tiempos‖, pasaba todavía por los esfuerzos de la primera fase industrial ―sin poderse sustraer a la repercusiones favorables y adversas de esa segunda fase‖ o ―sociedad post-industrial‖ (Medina, 1976a: 46). Es decir, la sociedad latinoamericana, apenas iniciando la primera fase industrial, no podía todavía pensar en modelos teóricos que delimitaban nuevas condiciones sociales como eran los de la sociedad post-industrial, propuestos por autores como Daniel Bell. 575 de la atrofia del proceso modernizador y capitalista en América Latina.834 Y ahí, José Medina, fue, según Armando Di Filippo, un autor clave para los economistas de la CEPAL (2007: 135). No sólo empezó a haber una ―conciencia del desarrollo‖, sino que dentro de la CEPAL se desarrolló una ―conciencia sociológica‖ en los economistas, porque, como explica Celso Furtado, ―la concepción del desarrollo económico de una sociedad no es ajena a su estructura social‖ (1983: 27). El desarrollo económico no significaba únicamente cambios económicos, sino también cambios estructurales y sociales: ―El crecimiento económico no es un mero aumentar de lo que hoy existe. Es un proceso de intenso cambios estructurales‖, reconocía Raúl Prebisch.835 Toda aquella problemática económica incitó algunos de los trabajos más importantes de la biografía intelectual de Medina entre los que destacaría los siguientes: ―Tres aspectos sociológicos del desarrollo económico‖, primeras versiones de 1955, en Aspectos sociales del desarrollo económico, CEPAL, Santiago, 1973, ―Las relaciones entre las instituciones sociales y las económicas. Un modelo teórico para América Latina‖, Boletín Económico de América Latina, vol. VI, Nº 1, marzo de 1961. Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, CEPAL, 1962; El desarrollo social de América Latina en la postguerra, Solar-Hachette, Buenos Aires, 1963. Nuestro autor se centró preferentemente en esas importantes contradicciones estructurales y sociales de la región latinoamericana. Él entendió que el desarrollo era más una cosa factores internos que de factores externos, aunque, como demostró en diversos trabajos nunca desdeñó la importancia internacional del desarrollo. Su línea de pensamiento sociológico es, en este sentido, análoga a las políticas económicas que la CEPAL realizó durante los años 60 bajo lo que se denominó como ―el desarrollo hacia adentro‖ (Rodríguez, 1988: 33). De hecho, su trabajo sociológico trató de integrar los elementos sociales y políticos a esa interpretación de la industrialización periférica y al carácter excluyente del capitalismo latinoamericano. Además el pensamiento sociológico de Medina vinculado institucionalmente a la CEPAL ayudó a que la ―cuestión social‖ del desarrollo en la década del 60 tuviera una relevancia máxima. En este sentido, la gran actualidad de la ―cuestión social‖ provocó que desde los gobiernos latinoamericanos y desde la CEPAL no sólo se reconociera la necesidad del desarrollo económico, sino que además éste debía ser precipitado. 836 Tuvieron mucha resonancia entonces las teorías económicas del ―big push‖ y del crecimiento económico acelerado difundidas por los economistas cepalinos y que, a su vez, mediaron en la obra sociológica de nuestro autor. Esta influencia en su pensamiento es evidente, por ejemplo, en su libro Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo latinoamericano, publicado en 1964, pero que nuestro autor ―se lo traía en sus mientes allá por el año de 1958‖, cuando aún estaba en la Escuela de Sociología de la FLACSO (Fonseca-Tortós, 834 Como nos recuerda su discípulo Adolfo Gurrieri, Medina opinaba que la sociología debía trabajar ―desde fuera‖ de los esquemas teóricos de la economía analítica, sin pretender penetrar en su reducto, limitación que no excluía a la sociología complementar los ―estrangulamientos‖ o ―desajustes‖ sociales que podrían traer como consecuencia de la aplicación de los modelos económicos (1980: 83). 835 Raúl Prebisch, ―Exposición en la Primera Sesión Plenaria del Quinto Período de Sesiones de la CEPAL‖, Río de Janeiro, abril 1953, documento E/CN. 12/ 324, p. 46 (en Rodríguez, 1988: 311). 836 De la siguiente forma diagnosticaba la CEPAL la situación de América Latina a comienzos de 1960: ―Considerando la necesidad apremiante de acelerar el desarrollo económico y social de los países latinoamericanos‖. Resolución 218 (AC.50), Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, Octavo Período de Sesiones del Comité Plenario de la CEPAL, Santiago de Chile, 14 al 16 de febrero de 1962. ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006. 576 1976: 7). En este trabajo encontramos una idea-fuerza representativa de todo su armazón teórico, pero utilizada ahora como diagnóstico vertebrador de su esquema interpretativo: la idea de crisis. Una visión crítica y urgida respecto a la realidad económica de los países latinoamericanos, pero también una crisis social y política que atraviesa esas sociedades tras la Segunda Guerra Mundial y que él identificará muy en concreto en el debilitamiento de la hacienda, forma de vida cultural representativa de la región. Producida esta ―nueva‖ emergencia por ―lo social‖, resultaba obligado el seguimiento científico de los efectos sociales de este desarrollo periférico para plantear remedios. La evolución del intercambio externo, la consolidación de una estructura rígida, las transformaciones en el agro que no habían supuesto el mantenimiento de mano de obra, la cual, no era absorbida por un tejido social e industrial del que se carecía; eran cuestiones que los científicos sociales empezaron a estudiar. Con ello se pretendía también que la clase política dispusiera de información fiable y las administraciones contaran con una guía adecuada sobre cómo proceder en las tareas de la programación. De hecho, los 60 fueron los años dorados de la planificación económica y social debido a la gruesa labor del ILPES y la CEPAL a la hora de insertar este debate en primera línea de la agenda política. 837 Se produjo a la sazón una reorientación del desarrollo económico latinoamericano hacia una mayor intervención estatal. Durante esa década se acentúa el intervencionismo del pensamiento cepalino. La intervención estatal tenía que ser antes que nada de orientación política (Medina, 1961: 37). Si nos fijamos bien, la CEPAL y el ILPES quisieron cambiar y modificar la realidad social latinoamericana, pero a través del reformismo social, y no a partir de planteamientos drásticos ni revolucionarios. La historia demostró, finalmente, que estos organismos regionales sobrepasaron sus 837 Desde la Dirección de Asuntos Sociales de la ONU los años 60 fueron concebidos como la ―Década del Desarrollo‖ (Juagaribe, 1977: 191). Fue una época dominada por el principio modernizador. Nuestro autor vivió en primera persona todo ese ambiente institucional que se compartía en el seno de las Naciones Unidas y que llamaba a una ―acción política‖ para dotar de individualidad propia a los países latinoamericanos. Las ―urgencias del desarrollo‖ como diría el propio Medina Echavarría, o ―la presión generada por el proceso de modernización‖, según Celso Furtado, reflejan sucintamente el contexto de aquel tiempo histórico (1985: 98). La tensión más difícil del momento estaba entre la urgencia del desarrollo y de la decisión política –que tenía mucho que ver con el efecto de demostración que encandilaba a las masas- y el tiempo de la exploración científica. De la siguiente manera nuestro biografiado explicaba esa divergencia de tiempos, entre el tiempo científico y el tiempo político: ―Ya que se ha hablado antes de diversas tensiones, no puede olvidarse otra que es sin duda la más grave en las circunstancias actuales de América Latina: la tensión entre las lentitudes inevitables de la exploración científica y la urgencia que en algún momento inexorable pueda imponer la acción política…‖. Aún así el sociólogo español, que en el marco de la CEPAL dialogaba con los interlocutores políticos, estimaba que siempre se podía alcanzar un consenso entre esos distintos tiempos, principalmente, por su carácter necesario: ―Hay problemas de urgencia inmediata, otros que se extienden a corto plazo y otros que se dilatan en plazos más largos. La relación de los técnicos –educadores, economistas y sociólogos- y, aunque sea distinta, la de los responsables de la decisión política es siempre posible de alcanzar –por no afirmar de plano su carácter indispensable- en los tres casos señalados‖ (Medina, 1962a: 210). Visto lo anterior, queremos añadir que al reconstruir el contexto de las aportaciones de Medina no sólo nos estamos refiriendo al contexto histórico e institucional, sino también a la dimensión temporal que llevan implícitas sus reflexiones y aportaciones: la variable tiempo es muy importante en ese momento, porque él, como científico social de un organismo internacional dedicado al desarrollo, sentía en su trabajo cotidiano –de forma directa o indirecta- esas ―presiones modernizadoras‖ de los gobiernos latinoamericanos. 577 funciones técnicas de la planificación y su pensamiento terminó por representar una postura política. El reconocimiento del desarrollo económico como un problema ante todo político, y como una cuestión de justicia social y de políticas redistributivas, hizo que las Naciones Unidas para América Latina fuesen reconocidas como una alternativa al binomio Estados Unidos –Unión Soviética y representasen una vía socialdemócrata para el desarrollo latinoamericano – seguida entonces por países escandinavos o por la propia Alemana Federal. Aunque tales pretensiones hacían que este ―paradigma cepalino‖ asumiese las reglas de juego del sistema capitalista mundial: ―Se concluye así que, si bien el pensamiento de la CEPAL altera significativamente los supuestos de la economía convencional, brindando una interpretación sui generis del subdesarrollo, no supera los marcos de dicha economía, a los cuales en definitiva se circunscribe‖ (Rodríguez, 1988: 12). Así se explicaría, en consecuencia, la preferencia de este pensamiento por un estado reformista social de clara tendencia progresista, que vigilaba la actividad económica y aseguraba el mantenimiento de una distribución del ingreso relativamente igualitaria. Un estado en el que hay una mayor participación controladora y reguladora del estado que en Estados Unidos, pero que estaba sumamente lejos del papel que se le concedía en la URSS en materia de propiedad pública de los medios de producción. Un estado que, desde luego, propugnaba la necesidad de realizar cambios económicos y sociales que suponían incluso el afianzamiento de los grupos más dinámicos de la clase capitalista, pero que además contemplaba la gradual absorción económica y la integración social de vastos grupos pertenecientes a las clases desposeídas y más desfavorecidas. De esta manera, el estado sería el encargado de enfocar las relaciones sociales para que coincidan y converjan a partir de una programación planificada. La voluntad de progresar aumentó rápidamente en sectores cada vez más amplios de la población. No se trataba de elegir entre el cambio y el inmovilismo, sino entre un cambio previsto y racionalmente preparado y un cambio empujado por los acontecimientos. Y ahí el papel de de la sociología fue clave a la hora de suministrar datos, conocimientos, teorías, información, etc., que ayudasen a preparar programas de intervención económica y social, al tiempo que fue asentando sus categorías y delimitando sus fronteras de conocimiento según iba consolidándose como respuesta a estas exigencias de cambio social. Estamos en la época dorada de la sociología latinoamericana en la que los sociólogos del ILPES y de la CEPAL, especialmente, tuvieron la gran oportunidad de validar sus conocimientos teóricos con la realidad social y pudieron intervenir en ella gracias a las técnicas de la planificación. 2. El regreso a la CEPAL. Nuevamente dedicado a las tareas del desarrollo económico. El hilo de nuestra narración nos lleva ahora hasta el plano de la realidad inmediata, desde donde reflexionaremos sobre la posición profesional de nuestro autor en la estructura burocrática de la CEPAL. José Medina Echavarría retornó a aquel organismo internacional a finales de 1959 tras su breve pero fructífero paso por la FLACSO. Aunque todavía molesto, volvió sin hacer ruido. Así era él. Sabemos, gracias a su correspondencia con su amigo Max Aub, que durante algún tiempo estuvo muy 578 afectado por el desencanto sufrido en aquella institución académica. 838 Lo pasó mal. A él le gustaba ante todo ser profesor. Sentirse como tal. Donde disfrutaba de verdad era enseñando sociología a sus alumnos. Pienso que su entrega a la docencia también era una forma de minimizar su condición de refugiado. Por eso el regresar nuevamente a la rutina burocrática de la CEPAL era una especie de frustración. 839 Además había que encontrarle un nuevo hueco profesional, con lo que ello significaba: competencia por las posiciones dentro de una organización burocrática. Y Medina, ahora en su madurez, estaba con pocos ánimos de batallas y disputas intelectuales infecundas. Pero parece ser que hubo alguna tensión. Según nos cuenta el profesor suizo Paul Berthoud, a José Medina se le negó la dirección de la División de Asuntos Sociales de la CEPAL ―porque no estaba preparado para hacer frente a los quehaceres administrativos asociados con la función‖. 840 A pesar de contar con el ―respeto‖ y la ―admiración‖ de sus compañeros, especialmente de Raúl Prebisch, a Medina no se le veía como un funcionario capaz de acometer estas tareas oficinescas y burócratas. 841 En su lugar fue designado el propio Berthoud por mandato de las Naciones Unidas. José Medina Echavarría era una persona difícilmente clasificable a las jerarquías burocráticas de la CEPAL, más que un experto, era un sociólogo de larga distancia, un intelectual de otras hechuras, de otro tiempo, de un conocimiento quizás menos pragmático. Por eso sufría dentro de la rigidez de las estructuras. 842 El sociólogo uruguayo Aldo Solari, amigo y compañero de Medina, reflexionaba sobre la ―tensión estructural‖ que generaba una personalidad como la del sociólogo español. 843 Sus palabras ilustran sucintamente la experiencia de nuestro autor y nos aportan también datos complementarios respecto a su retrato intelectual: 838 Observamos como la actitud profesional y pública de Medina siempre fue la renuncia a toda disputa, aunque en el plano personal reconocía su malestar ante ciertas decisiones burocráticas e institucionales, como así reconoce en la correspondencia mantenida con Max Aub. 839 Es más, en aquella estructura burocrática siempre se encontraba perezoso: ―Como soy un viejo perro que solo trabajo a fuerza de palos espero que remonte esta tormenta con algún trabajo enérgico‖. Carta de José Medina Echavarría a Francisco Giner de los Ríos, 10 de octubre de 1966. Documentos 10, 11 y 12. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 840 Paul Berthoud, A profesional life narrative, 2008. Recurso electrónico. 841 El profesor suizo comenta que Medina se había ganado la admiración y el respeto de Prebisch y los economistas de la CEPAL con sus primeros trabajos desarrollistas. Sin embargo, a pesar de este reconocimiento, encontramos a un Medina muy afectado por no haber tenido un mayor respaldo institucional dentro de la CEPAL y de su secretario general. Reconoció a M. Aub que se había sentido vapuleado: ―Como compensación al vapuleo, me ofrecieron un corto viaje a París‖, en el que nuestro autor pudo reunirse en París, parece que entre finales de 1959 y principios de 1960, con sus hermanos. Se reunió con su familia española después de 20 años y así describe aquel encuentro en el exilio: Por añadidura vi a mis hermanos convertidos en testimonio vivo de mi país inverosímil, marciano‖. Carta de José Medina a Max Aub, 20 de mayo de 1960. Carta 43/29. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 842 En sus memorias profesionales el propio Paul Berthoud detalla que para la elaboración de un informe periódico sobre los funcionarios de la División de Asuntos Sociales, encargado por el director de administración de la CEPAL, dejó en blanco la hoja de José Medina ya que le resultaba difícil poner en unas líneas las tareas profesionales de nuestro autor. A pesar de ello le consideraba como una persona y un intelectual ―excepcional‖. Paul Berthoud, A profesional life narrative, 2008. Recurso electrónico. José Luis Reyna recordava cómo Medina se oponía a las evaluaciones burocráticas de la CEPAL, porque desde su punto de vista el ―trabajo intelectual‖ no se podía medir únicamente en publicaciones. Entrevista mantenida por el autor con José Luis Reyna, 31 de mayo de 2007, México. 843 ―Don José fue para Aldo una fuente de inspiración y de estímulo de la mayor importancia‖, recordaba Enrique Iglesias (2001: 16). 579 ―Intelectual puro, crítico de exposición brillante, son rasgos que permiten comprender que sus veinte años al servicio de las Naciones Unidas no hayan estado libres de tensiones, aunque le hayan procurado más de una satisfacción. Es muy probable que el lector de esta Introducción crea adivinar que esas tensiones fueron el producto de las siempre difíciles, aunque apasionantes, relaciones entre sociólogos y economistas. Creo que ha habido algo de eso, pero muy poco. El punto de vista profesional, tanto para sí mismo como para los demás, no es cosa que pueda preocupar demasiado a Medina. En cambio, el enfrentamiento entre un intelectual puro y un organismo cuyo norte principal, aunque no único, es la acción, tenía que generar tensión estructural, digámoslo así. También la había entre un crítico lúcido y a veces difícil, aunque siempre leal, con personas que partían de respectivas muy diferentes, fuera quien fuera el que tuviera la razón en cada caso concreto. Esa función de tábano socrático que tan necesaria es para una institución y que Medina practicó utilizando el fondo de picardía que hay en él, no pudo dejar de provocar tensiones. Digo tensiones y no conflictos, tensiones más de roles que de personas, no sólo porque Medina no es hombre que guste de conflictos, sino porque si algunas veces no fue comprendido, siempre fue reverentemente respetado‖ (Solari, 1977: 9). Visto lo anterior, creo que nuestro autor padeció en primera persona ese cambio de paradigma en las ciencias sociales acometido por el dominio de la técnica y la especialización del experto por encima de un conocimiento integrado que viene a caracterizar a las organizaciones de este tipo, donde la información, el dato o la estadística sustituyen al conocimiento teórico. Una nueva orientación que en la sociología latinoamericana se identificó con el auge del empirismo abstracto proveniente de la sociología norteamericana. Él, como bien sabemos, no se reconocía en esos presupuestos, ni compartía los excesos de desligar la teoría de la práctica en el conocimiento social. Al igual que le había ocurrido en la FLACSO, parece ser que volvía a toparse con una perspectiva sociológica, más cuantitativa y empírica, que empezaba a tener su soporte institucional dentro de la CEPAL y que se oponía, en cierto sentido, a lo que él entendía por ciencia sociológica. No falta repetir que para Medina la sociología tenía como principal tarea el análisis y la explicación de los procesos sociales, precisando sus fases de desarrollo histórico y su peculiar estructura. Es obvio, como ya dijimos, que la recopilación de datos y estadísticas por parte de la CEPAL fue muy importante para la región; sin embargo, Medina estimaba que no se debía abandonar dentro de esta institución la formación de conocimiento sociológico desde su aspecto teórico. Además para nuestro autor la renuncia de una mirada multidisciplinar dificultaba la creación de todo pensamiento crítico y responsable. Su advertencia también iba dirigida hacia sus compañeros economistas: ―El experto es aquí un hombre de ciencia o un técnico de rigurosa base científica, como lo es en nuestro tema, sin variación alguna de principio, la posición del economista en funciones del planificador‖ (Medina, 1971: 26). Esta expresión hace referencia a que el economista -por mucho que se le comience a considerar como ―experto‖ en las tareas de la planificación - también es un científico social y como tal ha de pensar y tener presente una imagen de sociedad, como al mismo tiempo ha de ser responsable de su actividad científica. 580 Las ciencias sociales están condicionadas a la realidad en cuyo seno surgen, y ese medio en América Latina fue, como vimos anteriormente, el desarrollo. Las anteriores reflexiones de Medina tenían muy presente el contexto en el que brotaban las ciencias sociales latinoamericanas: qué concepciones predominaban, y a qué se debía eso, qué imágenes de científicos sociales emergían (el experto), o qué tipo de instituciones se dedicaban a las ciencias sociales (tecnocráticas, burocráticas, etc.), son algunas de las preguntas que estaban en el fondo del asunto. La labor de Medina, por mucho que fuera un sociólogo clásico, estuvo condicionada por el medio tecnocrático de su contexto cepalino. De esta manera, nuestro autor se sintió muchas veces incómodo con el giro tecnocrático que se iba imponiendo en la CEPAL, donde se comenzaba a valorar la figura del experto, y se empezaba a tener una imagen de las ciencias sociales en la que dominaba su función instrumental, pragmática, caracterizada por la producción de técnicas sociales y la predilección por una perspectiva fragmentada y sectorial. 844 Frente a eso, Medina apostaba por una sociología de larga distancia, de contenido teórico, lo que Jorge Graciareana llamaba como una ―concepción crítica‖ de la sociología y de las ciencias sociales (1978). Nuestro biografiado consideraba a las ciencias sociales en base a su responsabilidad ética y a su libertad intelectual. Esta postura, a su vez, le servía para recordar al economista que la sociología, como ciencia social, tenía la suficiente capacidad para orientar acciones sociales coherentes y viables que se iban imponiendo en la medida que se avanzaba en la programación social. Ahí es donde reside el poder de la sociología -en orientar sobre la sociedad futura-, y eso es algo que debía asumir el economista, puesto que ―lo social aparece siempre en simple unión copulativa con lo económico‖ (Medina, 1976a: 28). Estas desavenencias administrativas y burócratas, de perspectivas y enfoques disciplinares, plantean una interesante reflexión sobre los límites entre la dedicación profesional y colectiva y el entusiasmo intelectual e individual. Con todo, tenemos a nuestro autor una vez más integrado en la estructura de conocimiento de la CEPAL. Las circunstancias profesionales le obligaban nuevamente a dedicarse, como él decía, a ―la madeja del desarrollo económico‖. 845 Fue un momento de crisis personal y profesional, como aseguraba Aldo Solari, como insinuamos en estas páginas, y como él mismo reconocía, dada ―la consabida intriga frente al refugiado, que me hizo perder las esperanzas –ya renovadas- de esos años‖. 846 En el caso de José Medina Echavarría el sentimiento de refugiado afloraba en los momentos de crisis individual. Es la sensación de su dolor ligada al no poder retornar a su país, a su sociedad, a los temas propios. Eran los efectos personales de un exilio prolongado. Una emoción, en este caso, acrecentada cuando las circunstancias profesionales le obligaban a entregarse al tema del desarrollo, su ―tema latinoamericano‖, una vez frustrada la libertaria y académica experiencia en la 844 Medina consideraba al tecnócrata como al ―economista profesional‖, ―el verdadero depositario de la planeación‖ (Medina, 1971: 26). 845 Carta de José Medina a Max Aub, 20 de mayo de 1960. Carta 43/29. Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. 846 Carta de José Medina a Max Aub, 20 de mayo de 1960. Carta 43/29. Max Aub respondió a Medina en los siguientes términos sobre su preocupación de sentirse y ser visto como un refugiado: ―No sé de que te extrañas y parece mentira que con tu penetración sociológica no te dieras cuenta de ello de que el san Benito de ―refugiado‖ no nos lo descolgaremos nunca‖, Carta de Max Aub a Medina, 3 de junio de 1960, Carta 43/30. Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. 581 FLACSO. Le atormentaba volver a la monotonía de los estudios sociológicos del desarrollo. 847 Esta oportuna como breve recuperación del personaje, nos hace ver otro aspecto del regreso de Medina a la CEPAL: los elementos de libertad que rodean la actividad del sociólogo como intelectual crítico y reflexivo. Medina, como decíamos antes, era un sociólogo y un intelectual de otro tiempo, que casaba mal con los moldes burocráticos y se sentía lejos del perfil del sociólogo -como ―experto‖ y ―profesional‖- que empezaba a imponerse en el medio de las Naciones Unidas. Y esto él lo sabía: ―estamos en tiempos de ―expertos‖‖, había afirmado (Medina, 1976a: 81). Se veía a sí mismo como un intelectual o crítico cultural. La imagen que tenía de sí mismo era incluso la de un sociólogo teórico capaz de reflexionar profundamente sobre aspectos filosóficos y humanos, acordes a ―la pervivencia del humanismo‖, que difícilmente casaban con las nuevas exigencias profesionales de aquel organismo internacional (Medina, 1966b: 490). Le desmotivaba volver a la CEPAL después de su última experiencia docente. El tema del desarrollo, en cierto sentido, le cargaba. Esta es su aportación original, pero seguro que le hubiera gustado escribir sobre otros temas, máxime si tenemos en cuenta la diversidad de sus lecturas y la variedad de asuntos que trata en sus textos desarrollistas. 848 En fin, él sabía que no le quedaba más remedio que dedicarse a las tareas del desarrollo dentro de un organismo internacional hasta la edad de su jubilación (los 60 años). Era su profesión y de ella vivía. Aunque a él le hubiera gustado haber continuado como profesor de sociología, tarea que, como hemos dicho, verdaderamente le 847 Carta de Medina a Max Aub, 27 de abril de 1961, Carta 43/31 Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. 848 José Medina nos deja en su obra sociológica varias muestras de su interés por la literatura social latinoamericana. Es más que probable que M. Aub le recomendase libros y autores, pues esto era frecuente en la correspondencia entre ambos. Así nos dice nuestro autor respecto a este gusto literario: ―para los aficionados a la sociología de la cultura, el período de la novela social se equipara en su significación profunda a la que antes pudieron tener los del modernismo, los del romanticismo o los del barroco…En todo caso –para aceptar los términos al uso- es la literatura ―comprometida‖ más que la puramente ―gratuita‖ la que sirve para designar todo un período, decisivamente importante, de la historia social de América Latina‖. Y más adelante: ―El resultado de toda esa abigarrada experiencia fue un espléndido florecimiento de la novela social de méritos estilísticos quizá no demasiado de nuestro gusto, pero de indudable fuerza humana. Los principales nombres de la escuela de Guayaquil especialmente – Aguilera Malta, Gil Gilbert, Gallegos Lara, Alfredo Pareja, etc.- son de todos conocidos y tuvieron en toda nuestra América una gran influencia y no sólo entre sus afines políticos‖ (Medina, 1976a: 76-77). Y cita también al escritor ecuatoriano Ángel Felicísimo Rojas, Historia de la novela ecuatoriana. Pienso, con ello, que la literatura social latinoamericana le ayudó a conocer la historia social de la región. Al no haber una tradición sociológica firme y arraigada, encontró en la literatura comprometida muchos recursos y fuentes que le permitieron moldear una imagen de aquella región. Aunque Medina hable de ―nuestra América‖, más por temas de audiencia, él no llegaría a ser un latinoamericano, pero podría entender cómo piensan los latinoamericanos, sobre todo gracias a la lectura de su literatura y su narrativa. También para afirmar esto me apoyo en la correspondencia entre Medina y Aub donde nuestro autor se refiere a sus ―clásicos‖ de la literatura, como eran John Milton y Samuel Johnson (Carta de Medina a Max Aub, 16 de septiembre de 1962, 43/37); y donde confiesa que sigue leyendo a los ―suyos‖, a Max Aub, a José Gaos o a David García Bacca (Carta de Medina a Max Aub, 30 de marzo de 1964. 43/39). Lee a exiliados como él que le ayudan a comprender el exilio latinoamericano y con los que encuentra un imaginario intelectual de referencia –los años españoles y europeos de formación, el pasado-. Por supuesto, todas y cada una de estas lecturas tienen que ver, de una manera u otra, con el argumento del exilio y su manifestación más íntima y personal. Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. 582 apasionaba. 849 En cambio, él se aburría intelectualmente en la rutina burocrática de la CEPAL al llevar mal eso de escribir textos y documentos de trabajo bajo la presión del momento. 850 Pienso que de su vuelta a la CEPAL también le agotaba el tener que volver a ―discutir‖ con los economistas cepalinos en búsqueda de una comprensión y un reconocimiento disciplinario. A pesar de que A. Solari quite importancia a esta ―guerra de capillas‖, desde mi punto de vista, creo que esa disyuntiva sí que está detrás de algunas tensiones profesionales en la biografía de nuestro autor. Pensemos, por ejemplo, que Medina, aún en 1968 y desde la distancia que concede el paso del tiempo, reflexionaba en voz alta sobre su trabajo al lado de los economistas, observándose en sus palabras la dificultad que tuvo para incorporar la perspectiva sociológica en el paradigma económico dominante: ―la simple sospecha por lo pronto de que el desarrollo económico constituía tan solo una parte de un proceso mucho más amplio, no incluido por lo general en las variables de los modelos al uso‖ (1968: 17). Lo paradójico es que esa ―simple sospecha‖ terminó por forjar la gran matriz de su pensamiento. Retomando el hilo de nuestra narración, el caso es que el sociólogo español, tras su vuelta a la CEPAL, tenía que adentrarse, otra vez más, en un campo de disputas institucionales, entendido como un campo de poder, donde el dominio de la economía era todavía hegemónico. Hasta que la perspectiva sociológica de Medina Echavarría se haya ―asentado‖, en forma de soporte material y reconocimiento institucional, y hubiera dejado una rica herencia –en cuanto temas, discípulos, cruces de pensamiento-, tuvieron que pasar algunos años, y en ese camino nuestro autor tuvo que librar distintas batallas institucionales y también personales dentro de aquel organismo. Por tal motivo, los anteriores apuntes nos hacen mucho más compresible y cercano la imagen que tenemos de nuestro autor, siempre distante a toda 849 Incluso pienso que a él le hubiera apetecido ser un intelectual público, que escribe en diarios o periódicos. Pero esa imagen social del refugiado le echaba para atrás. También estaba condicionado por el continente de sus textos, los cuales escribía para la propia CEPAL y los representantes de los gobiernos latinoamericanos, quienes tenían acceso a esos documentos en las sesiones o congresos de la CEPAL, donde eran repartidas copias a comitivas de todos los representantes de los gobiernos de América Latina. De esta suerte que el conocimiento que ―producía‖ era en su origen burocrático, como un conocimiento auto-regenerado y auto-referencial, recluido en los círculos gubernamentales y que no termina de llegar a la sociedad en forma de libros o artículos, aunque sí incide en ella a partir de la orientación de políticas económicas y sociales. El camino era más cercano para llegar a los hombres de Estado, pero más lejano para llegar a la sociedad. Por eso reconozco en Medina esta preocupación. A Medina le leen sus compañeros, los que participan en los congresos internacionales, los representantes de gobiernos y los alumnos a los cursos de formación de la CEPAL y el ILPES. Era una audiencia selecta, pero quizás reducida. También, por eso, hay un mayor interés en que su pensamiento tuviera una mayor salida, una mayor dimensión latinoamericana, y así publica sus trabajos de la CEPAL en en la editorial Siglo XXI o en Solar Hachette. Incluso algunos de esos documentos de trabajos cepalino, de los que también se traducían al inglés, se publicaron en portugués en Brasil. ―La situación rural‖, pp. 29-62 es de la autoría de José Medina. Hay un documento de trabajo en inglés de este capítulo: ―The rural situation‖, pp. 21-57 [E/CN.12/660]. Este capítulo también apareció publicado en portugués como ―A situaçâo rural na América Latina‖, en el libro colectivo A agricultura subdesenvolvida, de Caio Prado Jr., José Medina Echavarría, Moacyr Paixâo, Ruy Millar Paiva y Marcelo Averbug, Editôra Vozes Limitada, Río de Janeiro, 1969, pp. 23-66. 850 Eugenio Fonseca-Tortós nos aporta detalles sobre este recelo de Medina hacia el trabajo burocrático, que en su opinión casaba muy mal con la actividad intelectual: ―su modestia en la evaluación de lo que escribía y su convicción de que hay que escribir sólo cuando se tiene algo que decir, y se sabe decirlo, y no porque sea una obligación o un deber escribir libros. Los sociólogos de hoy, que publican a granel, deberían aplicarse esta receta‖ (1976: 22). 583 polémica y resignado a la hora de volver a un ―campo de batalla‖, como así él reconocía a aquella maquinaria burocrática que a veces le disgustaba. 851 A pesar del nuevo desencanto que suponía volver a la rutina del desarrollo, los siguientes años fueron de extraordinaria importancia para José Medina Echavarría según fue modificándose el papel que le correspondía a la sociología en la CEPAL. La sociología dejó de cumplir una función auxiliar en el diagnóstico de los aspectos y los obstáculos sociales del desarrollo económico –donde tuvieron mucha importancia, como sabemos, los primeros trabajos desarrollistas de nuestro autor-, sino que ahora, también a partir del liderazgo de Medina, se quería alcanzar un diálogo bastante diferente en materia de desarrollo entre la sociología y la ciencia económica (Wolfe, 1982: 12). Según las palabras de Medina, ―se cayó en la cuenta de que el desarrollo no podía ser tan solo económico, y que peligraba en convertirse en esfuerzo baldío o demasiado lento si no se interesaba en lo que con –alguna vaguedad- empezó a denominarse desarrollo social‖ (1968: 18). Se empezó a percibir cómo los condicionamientos de la estructura económica tenían su mutuo condicionamiento en la estructura social, lo que había dificultado históricamente la acumulación de capital, la integración del mercado interno o la racionalización de la actividad económica. (Rodríguez, 1988: 213). Es así como desde la CEPAL se comenzó a coordinar un planteamiento del desarrollo económico junto con el desarrollo social, lo que llevo a poner en práctica métodos que asociaron el progreso económico con el progreso social como fue la apuesta firme por la planificación (Phillips, 1963: 290). Era un momento en el que se estaba investigando sobre los factores sociales del desarrollo económico y se planteaba ya de modo claro y terminante a los economistas la cuestión de si era posible programar el desarrollo económico sin una programación social paralela. Resumiendo, podemos decir que lo anterior tiene que ver directamente con los cambios de ―paradigmas‖, 852 en donde la sociología y la economía se situaron en dos planos de análisis distintos, pero, por otra parte, se empezaron a observar como complementarios y de validez recíproca. La idea que destacamos aquí es la relación que hay entre contexto histórico, estructura de conocimiento y sujetos, que en el caso de nuestro autor le condujo a tratar de establecer un camino de entendimiento y de mayor confluencia entre la economía y la sociología dentro del marco institucional de las Naciones Unidas para América Latina. Nuestro autor dejó a un lado las inclinaciones personales y se entregó responsablemente a sus actividades profesionales como sociólogo dedicado a las obligaciones del desarrollo económico. ―¿Qué es lo que cabe esperar del análisis sociológico en las tareas del desarrollo?‖, se preguntaba en 1961 (Medina, 1961: 27). Una pregunta que también, estoy seguro, se hacía así mismo en los siguientes términos: ¿Qué es lo que cabe esperar del sociólogo Medina Echavarría en las tareas del 851 Como decíamos, Medina fue muy consciente de su rol de intelectual dentro de la burocracia de las Naciones Unidas. Al respecto rescatamos esta huella en su literatura sociológica: ―el tema más amplio del papel del intelectual en la burocracia es bien conocido desde que a través de Weber o de Mannheim lo volvió a plantear Merton en nuestros días en un famoso artículo‖ (Medina, 1966b: 494). 852 La siguiente frase explica sucintamente este cambio de paradigma: ―la necesidad de importación de capitales de los países latinoamericanos llegó a ser un problema social y político más bien que económico, y las palabras ―aspectos sociales del desarrollo económico‖ comenzaron a oírse, tanto en boca de los banqueros como de los hombres de estado especialistas de las ciencias sociales. La culminación de este proceso fue la especial vinculación de las inversiones con el progreso social en la Alianza para el Progreso: reforma agraria, reforma de los sistemas fiscales, mejoramiento de la administración pública y mejor distribución de la renta.‖ (Phillips, 1963: 282). 584 desarrollo? Por tal motivo, al contemplar la realidad que le rodeaba, José Medina no pudo evadirse de aquel tiempo histórico en el que comenzaban a abrirse un abanico de alternativas políticas y de transformaciones sociales e ideológico-culturales a las que había que buscar soluciones institucionales e intelectuales. El tema del desarrollo económico en sus múltiples variantes –democracia, aspectos sociales, aspectos políticos- fue su ―tema latinoamericano‖. Como bien ha explicado Eduardo Devés, la problemática latinoamericana le atrajo, consiguió arrastrarle al fin: ―Lo nuestro (como realidad económico-política-social sobre la cual debe pensar y como ámbito intelectual en medio del cual piensa) empieza a transformar su discurso. Lo nuestro se constituye en un polo gravitatorio de tal fuerza que comienza a ―desviar‖ el pensamiento de Medina de su trayectoria inicial, al atraerlo‖ (2003: 39). Ni que decir tiene que ese cambio de discurso –reflejo de cambios personales y profesionales también- le llevó a pensar desde dentro de la propia realidad: ―Pensar desde dentro la propia realidad no es otra cosa que descubrir, y entregarse luego por entero, a lo que llamaremos el tema dominante. Su existencia vale quizás para todas las ciencias, pero tiene quizás singular importancia en las ciencias sociales. En eso y no en otra cosa consiste su denominado condicionamiento cultural. Pues el tema dominante está impuesto por la estructura de lo real –la estructura social-, que está muy lejos de ser no sólo idéntica, sino incluso semejante en los diversos países…En los países hispánicos destaca hoy como su tema dominante, dentro del pensar social, el del llamado desarrollo económico‖ (Medina, 1963b: 111-112). Observamos en esas líneas su inclinación hacia la sociedad latinoamericana en su conjunto. La realidad social ―aprieta‖ y el sociólogo no puede escapar de ella, más en América Latina, donde el sujeto observador está condicionado por el cambio social del objeto y donde ha de conocer las implicaciones de ese cambio. 853 Hay, pues, una modificación de la relación entre sujeto-objeto de conocimiento en donde la sociedad apela a la intervención del sociólogo en los asuntos más urgentes de la misma. Por tal motivo, el desarrollo económico fue el foco de atención que alumbró a nuestro autor y también le condujo, a su vez, a otras cuestiones. Fue un gran tema de preocupación, pero también ―es materia de descubrimiento‖ (Medina, 1963b: 113). Reconocía en el desarrollo una oportunidad intelectual y disciplinaria que permitiría aglutinar distintas visiones, enfoques y otros temas en aparente desconexión pero de interés sumario. Hay en él un interés en ―ofrecer un mínimo de claridad en la ordenación de las cuestiones fundamentales respecto de un objeto sobre el que algo más deberíamos conocer de lo que hoy realmente sabemos‖ (Medina, 1965b: 3). El caso es que nuestro autor cambiará sucesivamente de registro e irá acometiendo temas económicos desde la sociología sin dejar jamás de ser heterodoxo y único. La pericia de Medina, todo hay que decirlo, fue converger finalmente lo político con lo social y lo económico. 853 La sociología del desarrollo de Medina Echavarría tenía títulos de sobra para llamarse ―latinoamericana‖. Era latinoamericana porque fue una sociología que sintió vivamente los problemas de América Latina, por su conocimiento de la naturaleza de la sociedad latinoamericana y por su convicción de que esa sociedad era transformable y modernizable para dar una vida mejor. José Medina no fue de los que tuvo por solución lamentarse de los hechos históricos o de las situaciones internacionales de su presente para culparlos de los males de la región. Aceptó esa realidad, sabiendo que en las manos de la ciencia (sociológica y económica) estaba la capacidad de influir en una realidad social con tal de forjar un porvenir latinoamericano. 585 En la CEPAL permaneció como subdirector de su División de Asuntos Sociales hasta el 30 de noviembre de 1963, momento en el que se incorporó al recién creado Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES) como director de su División de Planificación Social, hasta su retiro el 30 de junio de 1974 (Gurrieri, 1980: 135). José Medina pudo participar entonces en uno de los períodos más fructíferos y brillantes del pensamiento cepalino que se dio bajo una época que Rolando Franco ha denominado como ―ILPES clásico‖, que es el período que va desde 1962, año de su creación, hasta 1972, cuando Raúl Prebisch sale de esta institución. 854 3. En el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social. La historia del ILPES es la historia de una peculiar ambigüedad. Raúl Prebisch era desde 1950 el secretario ejecutivo de la CEPAL y en 1962 no podía ocupar más ese cargo. Por tal motivo, el economista argentino promovió la creación del ILPES, híbrido de la CEPAL, para seguir dirigiendo el organismo de Naciones Unidas para América Latina. Prebisch venía barruntando esta idea desde finales de los años 50, no sólo para dar una solución a su situación burocrática, sino también porque pensaba crear un instituto de investigación económica y social que complementase la labor de la CEPAL. 855 Otro indicador favorable, y decisivo, para la creación de este instituto fue la repercusión que tuvieron las propuestas de la Alianza para el Progreso en el ámbito de las Naciones Unidas. 856 El compromiso de la planificación fue asumido por los gobiernos latinoamericanos, como dijimos, como parte de la aplicación de las políticas reformistas de John F. Kennedy para América Latina. La planificación era la tónica de la época. Fue considerada como el ―vehículo de auténtica expresión de las necesidades y aspiraciones de transformación y progreso de América Latina‖. 857 Su utilización se estimó como la herramienta más idónea ―para fomentar y asegurar un desarrollo económico acelerado en la región‖. 858 En ese momento se comenzó a imponer en las políticas económicas nacionales por su necesidad, su urgencia y su utilidad. El desarrollo exigía una acción continuada y sostenida por parte del Estado en la resolución de los problemas económicos y estructurales causados por el capitalismo periférico. ―La realización de estas políticas suponía, sin embargo, defender la 854 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 855 Para ello contó con la asesoría de dos funcionarios de la ONU de Nueva York, David Owen, y Paul Hoffmann, quien había creado el Instituto Internacional de Desarrollo (Pollock, 2001: 21). 856 En 1961, ―la Carta de Punta del Este estableció el compromiso de los gobiernos latinoamericanos para planificar sus economías, realizar reformas de estructura, elevar el ritmo de desarrollo y distribuir mejor los beneficios de ese crecimiento. Este acontecimiento impulsó y extendió aún más los esfuerzos de planificación generando en consecuencia una mayor demanda de servicios técnicos, de asesoría en el campo de la planificación‖ (ILPES 1966-a, 19). Justo en ese año, ―teniendo presente la necesidad de contar con capacitación y asesoramiento en materia de desarrollo económico en América Latina en escala mucho mayor que en el pasado para respaldar esas actividades de programación‖, se acordó el establecimiento de ―un instituto autónomo de planeamiento del desarrollo económico‖ que cumpliera la necesidad de ―capacitación, investigación y asesoramiento‖.Resolución 199(IX), Formación de un instituto de desarrollo económico, IX Período de Sesiones CEPAL, Santiago de Chile, del 4 al 15 de mayo de 1961. ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006, p. 1. 857 ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006. -Resolución 199(IX), Formación de un instituto de desarrollo económico, IX Período de Sesiones CEPAL, Santiago de Chile, del 4 al 15 de mayo de 1961, p. 2. 858 ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006. -Resolución 199(IX), Formación de un instituto de desarrollo económico, IX Período de Sesiones CEPAL, Santiago de Chile, del 4 al 15 de mayo de 1961, p. 1. 586 necesidad de desplazar los centros de decisión hacia la periferia, y, en consecuencia, fortalecer la capacidad de decisión y de regulación del Estado‖ (Cardoso, 1977: 27). De esta suerte, el Estado se convirtió en el principal gestor de la planificación. 859 Los países latinoamericanos demandaron entonces instrumentos, métodos, recomendaciones, y, principalmente, técnicos –como ―expertos‖- para acometer sus objetivos más inmediatos. Al hilo de este contexto se creó el ILPES para reforzar la idea de la planificación económica y social. De esta manera, se fundó como organismo autónomo, aunque bajo la égida de la CEPAL, el 1º de julio de 1962 en Santiago de Chile como proyecto del Fondo Especial de las Naciones Unidas y con amplio apoyo de los países de la región y de diversos organismos internacionales. 860 Desde su fundación el ILPES amplió y reforzó los trabajos previos de la CEPAL en el campo de la planificación, merced al esfuerzo conjunto de economistas y sociólogos. 861 Primero se consideró como importante la planificación económica, pero luego se concedió mucha más importancia y necesidad a la planificación social. 862 De esta manera se comenzó a trabajar en la educación, en la saludad, o en la vivienda. Las funciones básicas del ILPES respondían a las necesidades permanentes de América Latina en el campo de la planificación económica y social. El ILPES tuvo desde sus orígenes tres claras funciones: primero, generar conocimiento, tanto de investigación como teórico; la segunda, capacitación y formación de funcionarios públicos; y en tercer lugar, el asesoramiento a gobiernos en cuestiones de políticas públicas. 863 De esta manera, el ILPES cumplió el importante papel de impulsar el proceso de la planificación en aquella región a través de sus actividades de asesoría, capacitación e investigación, intensificando estas funciones sobre todo en los países menos desarrollados. También poco a poco este instituto regional fue promoviendo la cooperación con otros organismos nacionales de planificación, ya que se consideró como necesario estrechar las relaciones entre los organismos de planificación de los 859 La firmeza de industrializar y planificar eran ideas que estaban en Prebisch y que también fueron compartidas por Medina. Eran ideas contrarias al liberalismo de mercado y que, a pesar de una apuesta por la planificación, tampoco defendían a toda costa el proteccionismo –sinónimo de su desconfianza hacia el ―estatismo de tipo soviético‖-, ya que siempre sostuvieron como necesario una cierta competencia económica (Cardoso, 1977: 27). A este respecto el economista mexicano Víctor Urquidi reconocía que ―Prebisch previó la necesidad de la intervención estatal en la orientación de los recursos para el desarrollo, en particular por medio de la inversión pública. Puesto que el término planificación traía a colación la idea de la ―planificación socialista‖, más adelante la Secretaría de la CEPAL recurrió al término programación del desarrollo y elaboró una metodología para aplicarla‖ (2005: 122). 860 Resolución 218 (AC.50), Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, Octavo Período de Sesiones del Comité Plenario de la CEPAL, Santiago de Chile, 14 al 16 de febrero de 1962. Esta es la resolución en la que se crea el ILPES: ―el Instituto quede situado en Santiago de Chile, como organismo autónomo bajo la égida de la CEPAL, así como del generoso ofrecimiento del Gobierno de Chile de proporcionar local adecuado‖. ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006, p.3. 861 ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006. 862 Desde la perspectiva económica la finalidad de un programa es establecer la distribución de las inversiones futuras. Y los objetivos económicos de un plan: elevación de la productividad y de los salarios. Mientras que desde la perspectiva sociológica la finalidad de un programa social es la mejoría y bienestar social en todos los aspectos (salud, educación, vivienda, alfabetización, derechos, etc. Introducción a la técnica de la programación, CEPAL, E/CN. 12/363, 1975, p. 53. 863 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 587 países de América Latina y el Caribe con el propósito de intercambiar experiencias, cooperar mutuamente e integrar esfuerzos. 864 El ILPES dio prioridad a los estudios sobre el estado y la evolución de la planificación en América Latina, examinando sus progresos y sus obstáculos con miras a perfeccionar la tarea planificadora. Por tal motivo, se llevaron a cabo investigaciones sobre planificación global, sectorial y regional (zonal). No extraña, por tanto, que el ILPES abordase el estudio de numerosos aspectos sociales, económicos y políticos que tenían que ver con el desarrollo planificado: la articulación de estos procesos; la asesoría para la formulación de políticas económicas y sociales a corto, medio y largo plazo; la ubicación de la región en la economía mundial en el futuro próximo; los efectos sociales y territoriales de las políticas económicas globales y sectoriales; el papel del sector público en la región; la gestión estratégica y la modernización del Estado; la descentralización y el desarrollo local, etc.; fueron algunas de las líneas de investigación que acometió esta institución. 865 Hubo, en este sentido, un lugar para la sociología y para las ciencias sociales desde sus diferentes perspectivas: se produjeron estadísticas, datos, estudios empíricos; también se elaboraron innovaciones conceptuales y teóricas; incluso la sociología de largo alcance de Medina tuvo su espacio a la hora de anticipar los problemas que los gobiernos latinoamericano debían encarar en un futuro próximo en materia de planificación y de políticas de desarrollo. 866 En fin, se generó una revisión continuada sobre la experiencia adquirida en todos esos años de planificación y de desarrollo económico y capitalismo intervenido desde el Estado y desde los organismos intergubernamentales. Este instituto unificó enseñanza e investigación con el claro objetivo de estudiar el desarrollo económico en todas sus dimensiones sociales, culturales, técnicas, históricas, etc. Por tal motivo dio mucha importancia, como decíamos, a la generación de conocimiento. El ILPES intensificó con el tiempo las actividades de capacitación, 864 ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006, p. 34. Medina fue consciente de la importancia que tenía el ILPES a la hora de generar o tejer ―una comunidad científica propia‖. Observó que las experiencias de la planificación y el desarrollo en sus diversas manifestaciones (formación, investigación, asesoría, acción práctica) en los países latinoamericanos podían sentar las bases de una red de intercambio científico. La posibilidad de colaboración científica entre los países latinoamericanos: ese era el camino, que él veía en la CEPAL y en el ILPES, aunque fuera modesto en su comienzo. La colaboración científica significaba también el aseguramiento de una paz estable. Lo que hace Medina es amoldar las teorías de Perroux, de los polos de crecimiento económico, a los polos de crecimiento científico porque, en su opinión, ―buena parte de la tarea inmediata de América Latina consiste en la creación de los polos de su crecimiento científico‖ (Medina, 1966b: 512-513). Además Medina tiene en mente la reciente experiencia de la Unión Europea que empezaba a gestarse: ―La cooperación científica internacional desplegada en Europa constituye una posible fuente de inspiración‖ (1966b: 515). Perroux relacionó estrechamente el desarrollo con la idea de poder al conceptuar el efecto más complejo de la dominación, que necesariamente desborda lo económico, relacionando con el proceso social. De esta manera, puso en evidencia el fenómeno de las ―macrodecisiones‖ a las cuales atribuyó un papel destacado en la estructuración de la realidad económica.: ―La macrodecisión se origina ya sea en el Estado o en otra unidad dominante, y se basa en una anticipación global, es decir, en una evaluación previa de las reacciones y en el uso de la coacción para hacer compatibles los comportamientos discordantes de diversos agentes‖ (Furtado, 1983: 45). Perroux fue un autor que en su momento tuvo mucha importancia teórica en la planificación latinoamericana. 865 ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006, p. 39 y 53. 866 ―Resoluciones de la CEPAL sobre el ILPES‖, ILPES, CEPAL, Consejo Regional de Planificación, LC/IP/R.84/Rev.5 30 de enero del 2006, p. 47. 588 incluyendo acciones conjuntas con centros y organismos nacionales y regionales de capacitación técnica, de investigación e incluso colaborando con universidades. Este instituto tuvo -y sigue teniendo- una especial importancia en la formación de personal de los gobiernos latinoamericanos, habiendo pasado en sus casi 50 años de vida más 15.000 alumnos (Franco, 2007: 34). El ILPES actuó como un gran formador de capital social para toda la región, lo que hoy se denomina como la ―red del ILPES‖. 867 Además entendió perfectamente que la formación de estos administradores, técnicos, funcionarios públicos, profesionales comprometidos en actividades industriales o agrarias, economistas, politólogos o sociólogos latinoamericanos, etc., repercutía en sus respectivas sociedades de origen. Es decir, se impartía un conocimiento (técnico, empírico, sociológico, económico, planificador) que provocaba conocimiento, incluso ese conocimiento recibido podía modificar la estructura social. Por ejemplo, estos cursos de capacitación han dado sus frutos a lo largo de los años en diversos ministros de economía y finanzas de América Latina, directores de oficinas de planeación, en especialistas en programación de desarrollo económico, en economistas o en sociólogos muy distinguidos que han difundido el pensamiento cepalino y que han tomado medidas prácticas y decisiones políticas siguiendo directrices y tesis de este pensamiento. 868 Las ciencias sociales y la sociología tenían un camino más corto para poder asesorar al campo del poder político al colaborar con los países latinoamericanos y al formar a sus profesionales. (Un camino más corto que no significa que estuviera exento de dificultades a la hora de aunar la voluntad política con las recomendaciones técnicas, ya que muchas veces la inestabilidad política de la mayoría de los gobiernos de la región no facilitaba la articulación de las propuestas de mediano y largo plazo). Desde el ILPES siempre se estuvo al tanto de las necesidades de reforma y de modernización del Estado latinoamericano, especialmente en los asuntos que tenían que ver con la adopción de decisiones del ámbito público y tomando en cuenta los puntos de vista político, de los sectores empresariales, laborales y también académico. Suponemos, por tanto, que hubo una estrecha relación entre la asesoría, la planificación y la formación. Esta última función de capacitación, con todo, no sólo fue muy importante para la profesionalización de la administración pública en toda América Latina, sino que también esta labor ayudó a la consolidación institucional de las ciencias sociales en general y de la sociología en particular a través de estos cursos y seminarios especializados. La Dirección General del ILPES la asumió Raúl Prebisch, con lo que pudo continuar su tarea una vez que dejó la secretaría de la CEPAL. Cabe destacar que durante el período en el que Prebisch estuvo en el ILPES este organismo llegó a ser más 867 Un antecedente de los cursos de capacitación del ILPES fueron los cursos que venía impartiendo desde 1952 el economista chileno Jorge Ahumada sobre desarrollo en la CEPAL, con colaboración de la Administración de Asistencia Técnica de las Naciones Unidas, y que posteriormente fueron integrados por el ILPES (Urquidi, 1967: 4-5). Según afirma Eduardo Devés, estos cursos que primero se organizaron en la CEPAL y luego en el ILPES convirtió a estas instituciones en las mayores exportadoras de ideas de Chile (2004: 356 circulación redes conosureñas). 868 Una de las formas que el ILPES encontró de difundir sus documentos de trabajo, estudios, investigaciones y seminarios a un mayor número de personas en toda América Latina fue a partir de la editorial Siglo XXI. No es descabellado pensar que Medina mediase para que se publicasen estos textos en aquella editorial dada su amistad prolongada con Arnaldo Orfila, fundador de aquella casa editora. También algunos trabajos del ILPES se publicaron en la Editorial Universitaria de Santiago, dirigida por Mauricio Amster. La Editorial Universitaria publicó muchos libros sobre desarrollo de autores como Germani, Cardoso, Fernándes, González Casanova, y también de Medina Echavarría. La cuestión era que aquel pensamiento tuviera una mayor audiencia que la propiamente institucional. 589 importante e influyente que la CEPAL en cuanto a producción de conocimientos y también en relevancia política regional (Franco, 2007: 34-35). Lo que hizo el economista argentino fue sacar el pensamiento profundo de la CEPAL y trasladarlo al nuevo instituto, que dio continuidad a los estudios e investigaciones ligadas al enfoque teórico del estructuralismo. No dejaba de ser el mismo pensamiento cepalino, pero ahora bajo otra etiqueta. Incluso el ―pensamiento cepalino más importante se dio en el ILPES‖. 869 Un ejemplo que ilustra la importancia que tomó el ILPES fue que durante aquellos años de Prebisch (1962-1972) el instituto contó con más de 100 funcionarios. El tener un plantel tan amplio dedicado a la planificación –tanto en su sentido práctico como teórico- significaba tener muchos recursos financieros. 870 Esto hizo, como decíamos, que el ILPES se convirtiera en uno de los centros de conocimiento económico, social y sociológico por excelencia de América Latina, incluso eclipsando durante algún tiempo a la propia CEPAL. El final de la época dorada del ILPES coincidió con la salida de Prebisch a la UNCTAD en 1972. Con la marcha del economista argentino se vio reducido su presupuesto y su plantilla, con lo que muchos funcionarios pasaron a la CEPAL. 871 Este hecho significó, a su vez, que el pensamiento teórico nacido originalmente en la CEPAL, madurado y renovado en el ILPES, retornaba nuevamente a la propia CEPAL. El principal rasgo distintivo de todo este período institucional-intelectual es que el binomio CEPAL-ILPES se constituyó en un momento de su historia como generador de un pensamiento latinoamericano con altas dosis de autonomía y significación latinoamericana propia (a pesar de un contexto de dependencia económica). 872 La culminación de la originalidad será la evolución teórica alcanzada por los estudios de la 869 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 870 La financiación del ILPES provenía de la aportación del BID y otros fondos como la OIT, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la UNESCO, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, la OEA, la Agencia para el Desarrollo Internacional del Gobierno de los Estados Unidos, Resources for the Future, el Gobierno de Holanda, además de la ayuda financiera de otros organismos internacionales y nacionales, públicos y privados. Resolución 260 (AC.58), Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, Undécimo Período de Sesiones del Comité Plenario de la CEPAL, Santiago de Chile, 10 al 12 de mayo de 1966, p. 15. Recordemos, en este punto, que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), fue creado en 1960 a iniciativa de Chile. Sus funciones fueron institución financiera e instituto de apoyo a la planificación industrial y apoyo al financiamiento agropecuario, como instituto de investigación económica de la región latinoamericana (Urquidi, 2005: 429 otro siglo). Es pertinente tener en cuenta todos estos datos para señalar la incidencia que tiene la financiación en los programas de investigación y en la puesta en marcha de proyectos o actividades científicas. Un antecedente claro de lo que hoy se llama ―política científica‖. 871 La salida de Raúl Prebisch del ILPES en 1972 fue gestionada por Enrique V. Iglesias asumiendo la dirección de ambas instituciones. Finalmente la dirección del ILPES fue asumida por Luís Eduardo Rosas, tomando una dirección de apertura económica, hecho que chocaba con la línea dominante cepalina de sustitución de importaciones. A pesar de la crisis de financiación del Instituto Aldo Solari, Rolando Franco y Joel Jutkowitz pueden llevar a cabo su monumental estudio sobre la teoría sociológica del desarrollo latinoamericano gracias a una ayuda de la Fundación Ford. Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 872 Como bien reconoce Rolando Franco no debe exagerarse la independencia de este organismo, pues era financiado, como ya dijimos, por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), teniendo como órgano rector una Conferencia de Ministros de Planificación, siendo los propios gobiernos los que solicitan su asesoría para prepara los programas de desarrollo, en el marco de la Alianza para el Progreso (2007: 35). A pesar de este contexto que hemos retratado, la paradoja de este pensamiento cepalino fue que siempre trató de tener una vocación de independencia y de originalidad en unas circunstancias caracterizadas por la dependencia externa a partir de la financiación de la actividad científica. 590 dependencia, los cuales no se entenderían sin todo un cúmulo de ideas e intelectuales en ambas instituciones (y de esta peculiar relación de ambigüedad). 4. El reconocimiento de la sociología. La coyuntura biográfica e intelectual de José Medina Echavarría estuvo caracterizada en algún momento, como decíamos, por disputas y negociaciones en el escenario de las instituciones de las Naciones Unidas de Santiago de Chile. Pero este período también fue una época de oportunidades para la sociología y los estudios sociales a nivel internacional. Y en ese nuevo clima terminaron por tener acogida las ideas y recomendaciones de Medina. Su proyecto sociológico fue madurando con el tiempo hasta que esta perspectiva logró tener un respaldo visible en el ILPES. Desde los presupuestos críticos, queremos hacer ver que la inclusión de lo ―social‖ en la estructura burocrática e institucional de las Naciones Unidas para América Lanita no fue el relato épico de un único hombre brillante, ya que esto distaría mucho de la realidad, pues fue una labor que contó con muchos más actores. El propósito es poder contemplar y documentar la narración desde la perspectiva y la aportación concreta de Medina Echavarría, como un aporte más de aquel cúmulo de voluntades e intereses. A continuación veremos cómo él trabajó de manera muy activa para que la sociología tuviera un peso específico en este nuevo instituto de planificación para América Latina, el cual se venía gestando desde 1961. Durante esos años la promoción del desarrollo social también comenzó a ser muy valorada por las Naciones Unidas. Reflejo de esa nueva actitud hacia la integración del desarrollo económico, social y político, fue la creación en Ginebra en 1963 del United Nations Institute for Social Development (UNRISD). Parece ser que nuestro autor viajó alguna vez a la capital suiza para observar la puesta en marcha de este instituto y así poder recabar la necesaria información para acometer la experiencia análoga en Santiago de Chile. 873 Debemos de pensar, con todo, que el hecho de que Medina viajase en representación de la CEPAL a este tipo de reuniones nos demuestra la consideración y la confianza que sobre él tenía R. Prebisch. La situación profesional de nuestro autor fue variando sustancialmente en la década de los años sesenta acorde al reconocimiento que fue teniendo su persona y su obra sociológica. Una muestra de la concesión que se le fue dando a Medina y a la sociología en la CEPAL fue la presentación en el Décimo Período de Sesiones de este organismo, celebrado en Mar del Plata en mayo de 1963, del trabajo ―Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico de América Latina en la postguerra‖, publicado posteriormente en 1964. 874 873 Medina tuvo alguna influencia en el Instituto de Investigación Social que se creó en Ginebra. Asesoró o publicó algo allí, según información de Rolando Franco. En el UNRISD estaba Marshall Wolfe, sociólogo norteamericano, que luego fue compañero de Medina en Chile. M. Wolfe fue el primer director de la División de Desarrollo Social de la CEPAL, creada en los años 60, y que venía a sustituir a la de Asuntos Sociales. Jorge Graciarena, Adolfo Gurrieri, Rolando Franco, son algunos de los directores posteriores de aquella División de Desarrollo Social. Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 874 Este reconocimiento muestra que Medina ya tiene una competencia mayor dentro de la CEPAL, tiene una mayor prestigio y reconocimiento por Prebisch y también por los economistas cepalinos, a pesar de las diferencias que puede haber en métodos, etc. Hay, como venimos advirtiendo en este trabajo, un fondo común de preocupaciones. Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, Buenos Aires, Solar-Hachette. Publicado originalmente como documento de trabajo mimeografiado con la sigla E/CN.12/646. Como ya apuntamos, hay una 2ª edic. con un prefacio de Eugenio Fonseca-Tortós, San José, Editorial Universitaria, 1976. 591 En ese momento la Secretaría Ejecutiva de la CEPAL, o sea Prebisch, concedía ya un especial interés a los estudios sociológicos. La presencia de Medina Echavarría fue generando nuevos retos intelectuales y nuevas demandas para la propia institución, las cuales, de modo alguno, propiciaron la llegada a la CEPAL en años venideros de importantes sociólogos latinoamericanos y extranjeros, caso de Aldo Solari, Jorge Graciarena o Marshall Wolfe. 875 Nuestro autor se tomó muy en serio el tema del desarrollo económico. Y justamente esa seriedad, disciplina y coherencia con su trabajo explica la estima y el respeto que tuvo hacia él R. Prebisch. Además Medina contaba, aparte del paso por FLACSO, con la experiencia mexicana de lanzar propuestas y encabezar proyectos de política académica y científica que fue muy valiosa y útil para dar forma a la nueva ―sección de sociología‖ del ILPES. Esta competencia suya sería un elemento clave en el diálogo y en las negociaciones que mantendría tanto con R. Prebisch como con P. Berthoud, Director de la División de Asuntos Sociales de la CEPAL. En un documento de 22 hojas titulado ―Sección de sociología del desarrollo‖, Medina Echavarría les presenta un completo plan de trabajo sobre las competencias, las líneas maestras de la nueva división, sus funciones, sus miembros, los proyectos de investigación. 876 Aquí Medina le muestra a Prebisch, sobre todo, la particular necesidad de incorporar una ―auténtica‖ división de Sociología del Desarrollo en el ILPES, que supere, en su opinión, a la División de Asuntos Sociales de la CEPAL. Medina consideraba que esta división había sido un buen prólogo para la inclusión de los estudios sociales al haber cumplido una buena labor a la hora de redactar monografías y trabajos sobre la planificación educativa, sanitaria o habitacional, pero entendía que esos ―aspectos sociales del desarrollo económico‖ necesitaban de otra perspectiva distinta a la de las políticas sociales porque únicamente habían representado ―un fragmento y sólo un fragmento de lo que exige la consideración sociológica del desarrollo económico de América Latina, si se le quiere conocer en toda su latitud y profundidad‖. 877 Se necesitaba, desde su punto de vista, un auténtico departamento de 875 Jorge Graciarena, Aldo Solari y Marshall Wolfe coincidieron en la División de Desarrollo Social de la CEPAL a partir de la segunda mitad de los años 60, convirtiéndose desde ese momento en frecuentes interlocutores y pares de nuestro autor (Franco, 2001b: 22). Solari se trasladó a Santiago de Chile en 1967, para trabajar en la CEPAL. Se incorporó a la División de Desarrollo Social donde acababa de llegar Marshall Wolfe, sociólogo norteamericano que venía de las Naciones Unidas de Nueva York. Graciarena, por su parte, había realizado estudios en la Londos School of Economics y en 1957 había formado parte del grupo de sociólogos que junto a Gino Germani fundó la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires. Perteneció a la primera camada de sociólogos profesionales argentinos formados por Gino Germani, junto con otros miembros de esa primera camada como, Ana María Babini, Ruth Sautu, Regina Gibaja, Norberto Rodríguez Bustamante, Enrique Butelman y Torcuato Di Tella (Germani, 2004: 147). Más tarde trabajaría como funcionario de la UNESCO, desempeñándose en Bogotá, Montevideo y en Río de Janeiro en el Centro Latinoamericano de Pesquisas em Ciemcias Sociales. Desde Brasil llegaría a la CEPAL, en 1966, en el marco del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), después del Golpe de Estado del general Onganía en Argentina El caso es que con la llegada de estos y otros sociólogos a la CEPAL se produjo una gran plataforma de intercambio y colaboración con los sociólogos residentes del ILPES. Como recuerda Enrique Iglesias, ―la sinergia que aportaba ese grupo –Graciarena, Medina, Solari y Wolfe- y sus colaboradores fue ciertamente renovadora para los trabajos de la institución‖ (Iglesias, 2001: 16 S). 876 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, 11 pp. Incluye un apéndice titulado ―Lista de investigaciones propuestas y ordenes de prioridad‖, 11 pp. 877 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 2 y 3. 592 investigación y teoría sociológica que tratase los temas sociológicos de una manera unitaria y no fragmentada. Su planteamiento sociológico abogó por la misma ―filosofía‖ de siempre: unión de teoría y práctica y, en su caso, una especial concesión al enfoque histórico- estructural. Medina recogía la importancia que la sociología estaba empezando a ganar en las labores de la programación y, por ello, comprendía que el enfoque histórico- estructural era fundamental para comprender la complejidad específica de la realidad social latinoamericana: ―En consecuencia el objeto específico de la sección que se propone no es otro que el del estudio de esa estructura social en sus múltiples e intrincadas relaciones con las tareas estrictas del desarrollo económico. La genuina aportación del sociólogo –y de otras disciplinas sociales conexas- consiste en poner el máximo de claridad en la comprensión de esa estructura dentro de la que cabalmente y de modo inevitable debe llevarse a cabo todo planeamiento económico y social‖. 878 Podemos añadir entonces que dos fueron las consignas de José Medina Echavarría respecto a la coordinación e iniciativas de esa división: autonomía y visibilidad de la sociología, e interacción con la economía. Así lo confirman también las siguientes palabras: ―Lo que se propone se encierra en consecuencia en una breve frase: poner en marcha dentro del Instituto una sección o departamento de Sociología del Desarrollo con todos los requisitos necesarios para su funcionamiento eficaz. Y esos requisitos comprenden ante todo el reconocimiento de la existencia de su propio y peculiar campo de acción, la aceptación de la necesaria ―inicial‖ autonomía en el cultivo del mismo, y el otorgamiento a su Director de definidas competencias que le permitan –con las responsabilidades paralelas- llevar a buen término las tareas de su incumbencia. Claro es y huelga decirlo dentro de la necesaria colaboración con las demás secciones o divisiones del Instituto‖. 879 Este documento expresaba a su vez cómo Medina estaba ―negociando‖ los términos de su entrada en el nuevo instituto de planificación como director de esa futura división de sociología. Identificamos también que la reclamación de la autonomía de la sociología era una forma que él tenía de solicitar su propia autonomía dentro de aquella burocracia internacional: ―Lo que ahora se propone es aceptar en su forma plena el mandato que impone el título mismo del Instituto. De suerte que el adjetivo social tenga todo el despliegue que su sustantivo exige‖. El despliegue efectivo de la sociología era el despliegue de su autonomía y, por tanto, el no sometimiento a la economía. El diseño de este departamento se planteaba en términos de pugnas, posiciones y disposiciones entre estas dos ciencias, donde el dominio lo ostentaba la ciencia económica. La presencia de la sociología aún se encontraba ―en un estado incipiente‖. 880 Por tal motivo, nuestro biografiado quería poner a la misma altura de importancia institucional a la sociología. Él pretendía que el estudio sociológico tuviera un mínimo de organización y apoyo institucional equiparable al que se hacía por los economistas en términos de personal y presupuesto: 878 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 3. 879 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 3. 880 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 2 y 3. 593 ―La Sección propuesta requiere, como antes se dijo, que se le reconozca la autonomía de su propio campo, que su Director tenga las facultades necesarias para poder actuar con la autoridad suficiente en todos los campos antes señalados, y que cuente con el mínimo de asistencia personal y financiera para llevar a cabo sus tareas, harto modestas como se ha visto. Todo lo cual significa que, reducida al mínimo, la planta de esa Sección debe constituirse: (a) de un Director en calidad de Profesor y de Investigador; (b) de un Profesor- investigador de madurez comprobada y reconocida competencia; y (c) de dos Ayudantes de cátedra y de investigación que tengan un horizonte establecido y una posibilidad de formación en el cumplimiento de sus tareas en el Instituto‖. 881 José Medina tenía en mente establecer un departamento de sociología del desarrollo en el que también se pudiera formar a distintos especialistas de la sociología: ―El sentido de la propuesta Sección de Sociología del Desarrollo en el Instituto consiste precisamente ahora en reiterar la doble misión de utilizar y formar a su vez a los especialistas en materia social que son necesarios para colmar el vacío señalado‖. Nuestro autor, como bien sabemos, siempre concedió especial importancia a la educación de los jóvenes sociólogos. Es por ello que subrayó la trascendencia de esta posibilidad, a la vez que su propuesta también recogía la demanda de ―especialistas‖ en planificación social que empezaban a solicitar los gobiernos latinoamericanos. 882 ―Semejante ―formación‖ no puede ser, es evidente, puramente teórica, sino concebirse en vista de las tareas de investigación y asesoría, o si se quiere a través precisamente de ellas‖, reconocía Medina. Las tareas formativas se impartirían a partir de distintos cursos generales o monográficos. 883 Él, sin ser un sociólogo ―especialista‖, ―profesional‖ o ―experto‖, tuvo la suficiente capacidad de adaptarse a los cambios epistemológicos e institucionales que se iban produciendo en relación a las ciencias sociales y a la sociología en aquel momento, cuando aumentó el empleo de las políticas sociales orientadas al desarrollo social. Sin estar muy de acuerdo con lo que representaba una sociología profesada por ―expertos‖, Medina supo ser flexible y consiguió alcanzar acuerdos con Prebisch y los economistas de la CEPAL. 884 Entendió que el apoyo institucional de la sociología en la burocracia de 881 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 10. 882 Cabe destacar que Medina recogió en su propuesta las recomendaciones recogidas en el documento fundacional del ILPES, el cual decía así: ―Recomendar que tal instituto tenga el propósito de formar un cuadro permanente de expertos en programación de desarrollo para ser utilizado en las áreas regionales y nacionales y de establecer estrecho contacto con las instituciones de programación de los gobiernos latinoamericanos, y mantener así un proceso constante de capacitación, intercambio de experiencias y mejoramiento de las técnicas de programación‖ ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 2. Resolución 199(IX), Formación de un instituto de desarrollo económico, IX Período de Sesiones CEPAL, Santiago de Chile, del 4 al 15 de mayo de 1961. 883 Medina pensó que las siguientes materias debían definir la tarea formativa del nuevo departamento del ILPES: ―Sociología del desarrollo‖; ―Historia social de América Latina‖; ―Tipos históricos fundamentales del desarrollo económico-social‖ (como un estudio comparativo del desarrollo económico-social); y ―Teoría y praxis de la planeación social‖. Aquí observamos, por supuesto, su mayor ascendente sociológico teórico que metodológico o práctico. ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 3-6. 884 Medina sabía por experiencia propia que era difícil ganar terreno a la sociología. Nuestro autor reconocía a principios de los años 70 que sus primeros trabajos desarrollistas de los años 50 fueron apenas ―un conjunto de notas marginales‖ para ir entrando poco a poco en el coto cerrado de los economistas: ―Marginales, porque no debía ni podía entrar directamente con ellas en las materias específicas de mis colegas economistas, sino rodearlas con algunas reflexiones de distinto tipo. Meras sugestiones, en 594 las Naciones Unidas pasaba por esa profesionalización: la promoción de la sociología significaba, por tanto, una formación teórica (dirigida para comprender la estructura y el universo socio-histórico), junto a la preparación en las técnicas de investigación social en las que se aplicaba el conocimiento concreto de la teoría. De esta manera, admitió que la sociología, bajo ese marco contextual, tenía que estar dedicada entonces a instrumentar acciones orientadas al tratamiento y a la solución de los problemas sociales a partir de la planificación, pues era el sociólogo a quien le correspondía la función de comprender los problemas sociales en su justa dimensión. En otras palabras, la mayor utilidad que podía ofrecer la sociología a la economía era a partir de su variante práctica. En aquel documento Medina Echavarría señalaba, por eso, un número de investigaciones que no se habían realizado en América Latina y que él entendía como imprescindibles para el conocimiento de la realidad social latinoamericana. 885 Entendió la necesidad de acometer investigaciones, pero no ambiciosas, sino llevar a cabo ―un plan de investigaciones relativamente dominables‖ y modestas. 886 Observó que América Latina precisaba, para empezar, investigaciones de base y orientaciones teóricas, y a partir de ellas poder pasar a una acción práctica de mayores ambiciones y dimensiones. 887 Su idea era realizar pequeños estudios empíricos que sirvieran para definitiva‖ (Medina, 1971: V). Interpreto en sus palabras que la sociología tenía que cubrirse o disfrazarse de diferentes toques para que pudiera ser atendida por los economistas, más que entendida. 885 Medina toma como necesarias algunas de las investigaciones que ya habían sido formuladas en el Grupo de expertos de sociología del desarrollo que se reunió en México en 1960. 886 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 7. 887 En este documento nuestro autor distinguió tres tipos fundamentales de investigación sociológica: ―(a) investigaciones de base, o sea investigaciones en principio puramente teóricas hechas con despreocupación de los resultados prácticos que puedan tener y que ―naturalmente‖ siempre tiene; (b) estudios de la estructura social contemporánea del país de que se trata, que son naturalmente estudios de interpretación teórica pero de los que derivan consecuencias prácticas más o menos inmediatas; y (c) estudios de acción práctica respecto de las áreas en donde los problemas sociales se presentan como máxima agudeza y a los que es necesario acudir con medidas inmediatas‖. ―Lista de investigaciones propuestas y ordenes de prioridad‖ en ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 9. En el listado de investigaciones que Medina propuso el cambio social es el tema central: ―El tema central de las investigaciones es el cambio social‖ . Medina ofreció 14 temas de investigación, de los cuales estas era investigaciones de base: 1) ―Estudio sobre la empresa industrial como institución social en América Latina. Sus distintos tipos, inclusión y ajuste dentro de pautas de vida tradicionales, organización y efectos‖, 2) ―Estudios sobre la empresa agrícola como institución social‖, 3) ―El significado social de la distribución del ingreso en América Latina‖, 4) ―Estudios sobre marginalidad y asimilación‖, 5) ―Funciones de los centros urbanos en relación a su tamaño y localización‖, 6) ―Patrones de asentamiento rural y organización de la comunidad‖; estudios sobre la estructura social, 7) ―Estudios sobre las estructuras de poder, con especial atención a los grupos dirigentes y líderes, y al proceso de toma de decisiones, tanto a los niveles locales como nacionales‖, 8) ―Estudios sobre consumo. Distribución regional del consumo y su significación social. Estratificación social y consumo‖, 9) ―Estudios sobre integración nacional‖, 10) ―Definición y estudio de las regiones dentro de los países, para propósitos de planificación‖; investigaciones para la acción planificadora, 11) ―Estudios de las imágenes, actitudes, orientaciones y valores de la juventud urbana en América Latina, incluyendo sectores universitarios, empleados y obreros‖, 12) ―Las imágenes sociales de la clase obrera urbana. Adaptación y participación activa de las modernas pautas industriales‖, 13) ―Estudios sobre grupos estratégicos en el proceso de desarrollo, su reclutamiento, orientación, participación, compromiso con el desarrollo y contribución a la formación de imágenes nacionales‖, 14) ―Estudios especializados sobre ocupaciones y profesiones. Los orígenes sociales, evolución de la ocupación, formas de reclutamiento, aspiraciones, entrenamiento, orientación, participación y ajuste‖, y 15) ―Estudios sobre integración regional latinoamericana. Antecedentes históricos. Acción política y compromiso de los diversos partidos. Imágenes de la integración por los diversos sectores y grupos sociales en cada país‖. ―Lista de investigaciones propuestas y ordenes de prioridad‖ en ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento 595 crear una base mínima de conocimiento científico, de una mínima tradición. Medina, sabiendo de los escasos medios económicos promovía, en consecuencia, la elaboración de investigaciones realistas, ajustadas a los temas y objetos de estudio, pero también ajustadas a los recursos financieros. 888 Entiéndase entonces su cuestionamiento a la hora cómo llevar a cabo esas investigaciones: que iba desde la posibilidad de constituir un equipo de investigación dentro de la nueva sección, la colaboración con alumnos o el encargo y colaboración de las mismas a investigadores de otros centros académicos o universitarios. 889 (En este planteamiento de Medina la figura del sociólogo entraba en contacto directo con la realidad social, con su universo de trabajo, a partir de la realización de investigaciones, análisis, asesorías en las tareas de la planificación, o estudios de planificación que tenían que ver con distintas comunidades o grupos sociales.). Finalmente, gracias a los recursos disponibles, se dio la posibilidad de formar un equipo de investigación propio, con profesores y miembros del ILPES y con alumnos becados o contratados. José Medina asumió la dirección de aquella nueva División de Planificación Social . el 30 de noviembre de 1963. 890 En aquel cargo directivo permaneció hasta el 30 de junio de 1974, fecha de su retiro (Gurrieri, 1980: 135). Aquel nombramiento significó varias cosas: supuso la institucionalización de la sociología –y de su enfoque histórico-estructural-; y, desde lo biográfico, personificó asimismo el inicio de una de de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963. Medina, por su parte, elaboraría estudios correspondientes a la estructura social, que pudieran servir de interpretación teórica y de orientación para futuras investigaciones, como son sus estudios sobre la juventud latinoamericana o sobre ―las elites conductoras del desarrollo‖. 888 La escasez de recursos económicos en la investigación científica es algo habitual tratándose de la tradición científica hispánica. Y Medina sabía de eso por experiencia propia. Incluso en la CEPAL se le vino abajo una investigación sobre el mezzogiorno italiano, como así reconocía: ―Hace algún tiempo hubo ocasión de proponer un estudio del mezzogiorno italiano, considerando que aparte de sus originales planteamientos puramente económicos, esa experiencia italiana constituye desde el punto de vista social una lección sobremanera aprovechable para países como los nuestros de estructura social y hábitos de vida extremadamente próximos y emparentados…La División de Asuntos Sociales sólo pudo limitarse en estos meses a acumular una serie de elementos preparatorios para un proyecto que hasta ahora no ha podido cristalizar en forma precisa‖ . Parece ser que Medina estuvo a principios de los años 60 en Italia para realizar este estudio, que quedó al final más como una propuesta que como una investigación completada. Por tal motivo, nuestro autor entendía que la investigación en América Latina pasaba también por la cooperación humana y financiera con instituciones y gobiernos extranjeros, caso de Holanda, Francia, Alemania, etc. Gracias a este documento sabemos que Medina manejaba diversos contactos internacionales que podían ayudar a la sección de sociología del ILPES. Por un lado nos habla del Director del Instituto de Opinión Pública de la Universidad de París y, por otro, del Director del Instituto de Investigaciones Sociográficas (Soziographisches Institut) de la Universidad de Frankfurt, donde se realizaban investigaciones empíricas sobre políticas públicas, de bienestar social, etc. Sobre este último contacto decía: ―Su Director ofreció hace tiempo su cooperación para el caso que quisiera emprenderse tareas semejantes en nuestro continente, lo que ha despertado un gran interés por parte de la CELADE. La tarea emprendida con tan ricos medios por el mencionado Instituto, responde en definitiva a un tema planteado por la División de Asuntos Sociales‖. ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 8 y 9. (Se refiere Medina al siguiente documento de trabajo en el que él pudo participar: ―Distribución geográfica de la población en América Latina y prioridades regionales del desarrollo‖, E/CN.12/643, febrero de 1963). No es descabellada tampoco la idea de que Medina tuviera contacto, como así indican sus referencias bibliográficas, con miembros del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt, dirigido en aquellos años por Theodor Adorno y en el que también se encontraba un jovencísimo Jurgen Habermas. 889 ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p.7. 890 Hay una confusión respecto al nombre de la división que dirigió nuestro autor: en algunos sitios aparece como División de Planificación Social y en otros como División de Programación del Desarrollo Social o como División de Desarrollo Social. 596 las etapas de mayor actividad y prestigio de nuestro autor. Lo que hoy es un trabajo común en la CEPAL y en el ILPES tuvo su origen, de modo alguno, en las distintas aportaciones y recomendaciones que presentó el sociólogo español. Pero como decíamos, el reconocimiento de la sociología también era una especie de reconocimiento hacia Medina y hacia el significado que su figura intelectual iba adquiriendo en aquella burocracia. Ya desde sus primeros trabajos desarrollistas se advierte que para él el trabajo del sociólogo –como intelectual- era un trabajo serio y reposado y más aún si se hablaba del desarrollo económico. Él pensó que el desarrollo económico y social tenía que estar fundamentando en unas teorías sociales y políticas muy consolidadas para poder hablar de aspiraciones individuales, de mejora social, de política o de democracia. 891 Es decir, apuntaba a la necesidad de ser serios en un tema tan serio como era y como lo sigue siendo en la actualidad. 5. El sociólogo en la resolución de los problemas sociales: ciencia y planificación. La seriedad intelectual y la responsabilidad profesional de Medina Echavarría quedaron confirmadas en su actitud científica ante los condicionantes externos y políticos del desarrollo latinoamericano. Recordemos que una de las aportaciones fundamentales del ILPES a los gobiernos latinoamericanos era proporcionarles servicios de asesoramiento. La realidad social de América Latina demandaba una acción práctica y una acción científica. Más concretamente, como recordaba nuestro autor, la planificación exigía ―el despliegue ante la realidad social de la actitud científica‖ (Medina, 1987: 92). En todo caso, la cuestión del desarrollo aludía irremediablemente tanto a la parcela científica como a la ideológica o política. O lo que es lo mismo, al campo científico y al campo de poder. Nuestro autor, desde el ILPES, fue consciente de que el desarrollo latinoamericano imponía la clara necesidad de encarar científicamente una sociedad, pero también dependía de la decisión política. 892 Las posibilidades de la planificación en las sociedades periféricas ofrecieron al científico social la oportunidad de intervenir en la sociedad. Pareció abrirse un tiempo en el que se relacionó la política con la economía y la sociología, produciéndose una compenetración entre los actores, los procesos investigados y los científicos sociales que convertían esa síntesis en un auténtico motor de cambio y transformación social. 891 Como sucintamente argumentaba Pedro Morandé, ―en cualquier disciplina tú tienes que ser serio y coherente, porque perteneces, al fin y al cabo, a una corriente, a una tradición. Cuando surge una nueva idea, en base a qué lo dices, cuál es la hipótesis, cuál es la teoría, en quién te apoyas. Porque lógicamente estamos hablando de pensamiento científico y tiene que tener una coherencia. Esa coherencia la tienes que justificar. José Medina, por tal motivo, fue innovador en el sentido de ser coherente, lógico y serio. Su sociología del desarrollo sigue el camino fiel de una tradición sociológica e intelectual a la que siempre se adscribió. Él lo que hizo fue transformar ese pensamiento, pensarlo de otra forma, para otra circunstancia histórica distinta, para otra sociedad concreta. El haber tenido como referencia a los alemanes fue una piedra de toque importante. Además son pensadores rigurosos y disciplinados, como así había aprendido Medina Echavarría en Alemania y como así hizo toda su vida‖. Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 892 El reformismo de Medina era motivado por su inclinación personal, pero también era una forma sutil de acercarse a la clase dirigente latinoamericana. Buena parte de esta clase dirigente era conservadora y también opositora a todo cambio social radical y manifiesto. Ello explicaría mejor el reformismo social que adoptó Medina y el pensamiento cepalino como una estrategia de poder alcanzar el campo de poder. En este sentido, así decía nuestro autor: ―La praxis derivada del análisis sociológico no pretende la reforma o transformación completa de la estructura social, sino la eficaz actuación sobre uno u otro de los componentes de la misma, quizá de acuerdo con metas que se han fijado de antemano‖ (Medina, 1962a: 24). 597 Por lo que respecta a nuestra ciencia, apareció en el escenario latinoamericano la versión del sociólogo comprometido con el cambio social sujeto al proceso desarrollista y a las tareas planificadoras. Ante la abundancia de información, la celeridad e influencia de los acontecimientos internacionales y nacionales, los políticos se apoyaron en la asesoría de los técnicos, de los expertos, de los burócratas. El papel de la sociología resultó muy importante, porque no sólo se dedicó a las tareas de la asesoría técnica, sino que además fue decisiva a la hora de proponer ideas de sociedad a la clase política. La posibilidad de actuar con eficacia en una sociedad suponía, entre otras cosas, tener una imagen de ella y de su funcionamiento; es decir, se requería una teoría (Solari, 1976: 491). Las ciencias sociales y la sociología, en particular, contribuyeron, en primer lugar, a un conocimiento más profundo de lo social, en segundo, ayudaron a elaborar técnicas sociales más pragmáticas y, también, por último, ayudaron a definir las metas sociales (Graciarena, 1978: 59). Para Medina el papel del sociólogo resultaba clave y decisivo en este último aspecto. El asunto es de peso dentro de su biografía intelectual, pues se le ofreció la posibilidad de poder aplicar las teorías sociológicas en la realidad social a partir de la planificación y de la cobertura institucional de la CEPAL y del ILPES. Un sociólogo con experiencia institucional como Medina sabía que el sociólogo podía ser un ―simple colaborador‖ en las labores más esenciales del economista, podía trabajar en ―un campo específico en determinados sectores de la investigación y de la doctrina; o cabe, por último, admitir que en su tarea puede llegar hasta las últimas posiciones crítico culturales y ser por tanto partícipe en las orientaciones generales – incluso políticas- del desarrollo económico‖. Las tres posiciones del sociólogo de las que nos hablaba nuestro autor eran, al fin y al cabo, las tres posiciones de la sociología en la tarea del desarrollo: en la primera la sociología sólo es una postura crítica; en la segunda la sociología acentúa su ―significación operativa‖, pero es en la tercera cuando la sociología puede ayudar a ―comprender una situación social de carácter histórico‖ e incluso puede dialogar con la esfera política. La idea seminal del papel del sociólogo en las tareas de la planificación evoca, por tanto, a la capacidad de la sociología por ofrecer los primeros pasos en el conocimiento de la realidad social y aspirar, ―por consiguiente, a un tipo de análisis en que se muestre la estructura y las tendencias dinámicas de esa situación, proyectando hasta donde sea posible las diversas probabilidades en ella contenidas. La sociología destaca aquí su valor de ―diagnóstico‖. Y éste, una vez realizado, deja a las responsabilidades de la acción y al influjo de otros puntos de vista la elección entre las alternativas posibles‖ (Medina, 1961: 27). 893 Desde esa última voluntad de diagnóstico fue entonces cuando Medina Echavarría se dedicó a dar forma a 893 Aquí aparece la sociología como instrumento de diagnóstico y de previsión. La sociología del desarrollo tenía que definir las grandes líneas de lo que se empezó a llamar como ―política social‖, a la hora de orientar y condicionar los distintos niveles de planificación. El hacer sociológico será el encargado de determinar las prioridades y los criterios, la disposición de recursos humanos y su previsión en el horizonte temporal. Definirá los resultados previstos y los procesos para lograrlos, será operativa, ejecutiva. Pero, igualmente, la planeación será entendida como una manera de acoplar a la sociedad a los requisitos del momento histórico: ―el de ser un instrumento para el acomodo y adaptación racional del hombre a uno de los elementos de su situación‖ (Medina, 1987: 92). La planificación para el desarrollo, según la entendía Medina, no estaría orientada mayormente por los costes económicos, sino, por sus costes sociales. ―En el tema, tan ligeramente tratado a veces, de la planificación, las cuestiones humanas, los efectos humanos de ese tipo social, son mucho más graves e importantes que los problemas de calculabilidad o de pura técnica humana‖ (Medina, 1987: 123). Por tal motivo, si para Medina Echavarría la planificación económica y la planificación científica (sociológica) fueron dos cosas ―que se exigen recíprocamente‖ se debía a que ambas compartía, por un lado, ese afán por prever el futuro, y, por otro lado, ambas compartían aspectos morales y éticos (Medina, 1966b: 501). 598 lo que hemos llamado un ―modelo teórico para el desarrollo económico en América Latina‖. En esta interpretación sociológica del desarrollo latinoamericano nuestro autor irá evolucionando, como veremos, desde el análisis weberiano de la economía liberal hacia la imposibilidad de aplicar ese paradigma, hasta acabar por centrar todo el modelo teórico en el ―el elemento externo fundamental‖ que sería justamente el Estado y la acción planificadora (Medina, 1961: 35). Su modelo sociológico lo entenderemos como lo que fue: una construcción interpretativa y un instrumento metodológico que pretendió ser útil y complementario a las decisiones económicas y políticas de su tiempo. Cuando él base su modelo teórico en la planificación democrática lo hará a sabiendas de esta relación entre ciencia y política. Pero también lo hará preocupado por la validez y credibilidad de la ciencia sociológica. Si a la sociología no se la daba un carácter práctico, empírico, que sea verdaderamente útil para la sociedad, como no se la instrumentalice, sobre ella seguirá recayendo el cuestionamiento generalizado de para qué la sociología. Él ya había sintetizado esto en los años de México, pero ahora el asunto se reverdecía ante la demanda de un saber práctico por parte de la clase política. La praxis no podía quedar fuera del ámbito del sociólogo. Es por ello que para él esa época de la planificación representaba un período de conciliación entre la responsabilidad ineludible del hombre de ciencia y la libertad, que debe ser la base de la elección en lo que se refiere a los fines, es decir, el sustento último de toda praxis. Para Medina Echavarría la ideología bordeaba por todas partes a la ciencia y, más aún, al científico social, pero no se confundía nunca con ella. La objetividad y la racionalidad son los rasgos distintivos sin los cuales la ciencia ya no es tal, sino el ―decisionismo. Así, una motivación ideológica está en los orígenes de la tarea científica y una actitud de servicio que sólo puede ser sustentada en supuestos ideológicos se encuentra necesariamente en los límites finales de esa tarea, cuando las exigencias de la praxis se imponen al científico como deberes irrenunciables (Solari, 1976: 46). 894 Medina sabía, junto con Ortega, que la ciencia no acabó por resolver los problemas morales y sociales del hombre. Sin embargo, para él aquel contexto se ofrecía como una oportunidad de poder colaborar entre científicos y políticos para mejorar la sociedad latinoamericana. En este punto, es muy interesante la actitud de nuestro autor respecto a la relación entre la ciencia y la política. El sociólogo español discrepaba respecto al postulado de la neutralidad valorativa weberiana en el análisis de lo social. Recordemos que el postulado de la neutralidad valorativa, de origen weberiano, se formula a partir de una separación entre la esfera de los hechos y de los valores, entre el ser y el deber ser, correspondiendo al científico el limitarse a la investigación de los hechos. (Por supuesto, el concepto de neutralidad valorativa en Max Weber es mucho complejo de la simplificación que damos aquí de él. De hecho, la racionalidad con arreglo a valores es la característica central de la metodología comprensiva). Sin embargo, Medina era consciente que la posición del propio Weber sólo era 894 Como hemos ilustrado en este trabajo de investigación, Medina por su propia biografía y como hombre de su tiempo, sufrió en sus carnes el ―decisionismo absoluto‖ o, por el contrario, la total ausencia de reflexiones políticas que en España llevaron a períodos críticos e inestables (de situaciones de masa) como la dictadura de Primo de Rivera en 1923, que puso fin a la esperanza reformista iniciada con el regeneracionismo y, por último, la Guerra Civil española, la cual echó por tierra trágicamente todas las ilusiones modernizadoras puestas en la Segunda República. 599 comprensible en su momento, en donde su conciencia de responsabilidad lo obligaba a establecer esos límites. Es uno de los definidos y escasos rasgos en los que el planteamiento de José Medina Echavarría discrepa de Max Weber. Esto fue así porque Medina percibió que ―los contextos, situaciones y circunstancias‖ en que se desarrollaba la sociología latinoamericana no era la más idónea ―para fomentar los citados requisitos, a causa de la existencia de una persistente lucha de intereses que sobrepasan, en la mayoría de las ocasiones, los estrictos objetivos científicos‖ (Rodríguez Caamaño, 2004: 16). En los años 60 en el campo sociológico latinoamericano comenzó a haber una tensión entre los postulados por entonces dominantes, como el de la neutralidad valorativa, que separaba la ideología y la ciencia, mientras que la teoría crítica, fundamentada luego en la teoría de la dependencia, acusaba a aquélla de la falta de compromiso atribuida a los cultivadores del funcionalismo. Nuestro autor entendió que el papel del sociólogo latinoamericano –o por lo menos su propio rol- en las tareas del desarrollo económico iba más allá de la pretensión de construir una disciplina social apegada a los esquemas propios de la ciencia, valorativamente neutrales -lo que no significa que los científicos sociales tengan ideología o manifiesten sus preferencias por un determinado tipo de sociedad. Para él, en cambio, el lugar del sociólogo estaba en convertirse en actor político y, tal vez, desempeñar algún rol como intelectuales orgánicos de los agentes de cambio. ―Medina, no obstante, afirmaba que aquello no podía llevar a silenciar la propia conciencia y que muchos planteamientos en ciencias sociales son lícitos y posibles si se declaraban las posiciones de valor que por último son el soporte de los problemas e interrogantes formulados‖ (Faletto, 2001: 102). Medina como sociólogo nunca fue un activista al servicio de ningún fin ideológico, pero sí fue un incansable investigador de la estructura sociopolítica y expuso con claridad la que sería su posición de valor en el problema del desarrollo latinoamericano: su especial atención a la democracia y a sus posibilidades reales. Nuestro autor terminaría haciendo, como así creo, una sociología comprometida con la democracia. Fue, como nos denuncia Rolando Franco, ―una perspectiva liberal, entonces muy minoritaria‖ (2007: 153). Él sabía que no podía ser neutral ante el gran tema del desarrollo. Y ello explicaría, sin duda, que junto a su actitud científica y técnica, siempre mantuviera presenta esta actitud crítica. 6. La dimensión internacional y regional de José Medina Echavarría. El acceso de José Medina Echavarría a la dirección de la sección de Planificación del ILPES era, insistimos, la estimación que desde la perspectiva económica y desde la estructura de las Naciones Unidas en América Latina se concedía a la sociología como una ciencia seria, práctica y, por tanto, lejos del ―prejuicio‖ de ser una ciencia especulativa e imprecisa. 895 Y Medina lo consiguió gracias a su mirada 895 Esa imagen ―idílica‖ no quita para que haya habido, como insinuamos en este trabajo, recelos y choques entre las distintas disciplinas en aquella institución. Estas palabras de Prebisch nos dan un ejemplo de esos ―desencuentros‖ frecuentes entre economistas y sociólogos en la CEPAL: ―En la CEPAL, los sociólogos y los economistas hemos andado desencontrados por mucho tiempo, pensando con cierto recelo quién se atrevía a entrar en el cercado que correspondía al otro‖ (Prebisch, 1988: X). Las palabras del economista argentino tenían su ―reproche‖ desde la parcela sociológica. Así decía nuestro autor: ―Su estudio (el desarrollo) pertenece al coto cerrado de la ciencia económica, y en él monta guardia contra la posible incursión incluso de otras ciencias sociales. Las concesiones de convivencia sólo se otorgan en ciertas zonas fronterizas y en la forma bien significativa en sus propios términos de la denominada investigación ―interdisciplinaria‖‖ (Medina, 1965a: 206). Más adelante reconocía que esa convivencia no había sido fácil y que la incorporación del enfoque sociológico en el estudio del desarrollo 600 sociológica penetrante en lo económico. Nuestro autor logró que se le reconociese como un científico competente que también estaba identificado con el tema matriz de la institución. Observamos de forma análoga cómo ese contexto –Prebisch, los economistas de la CEPAL, los burócratas de las Naciones Unidas, los mecanismos de promoción interna- fue modificando su percepción hacia nuestro autor: aunque le consideraron como un hombre incapacitado para las tareas administrativas -un juicio injusto, por cierto, dada su experiencia en México-, empezaron a distinguirle, en cambio, como un garante del valor de la sociología. Es decir, le reconocieron como un científico competente e incluso le vieron como un ―intelectual puro‖. Es así como Medina representó un activo de los estudios sociológicos en el ILPES: el sociólogo español fue vértice de aquella primera experiencia por haber recorrido los distintos pasos de la sociología latinoamericana (recordemos que una de las cosas que debemos tener como evidentes es su papel fundamental en la renovación de la misma, como le reconoció Gino Germani, y que Raúl Prebisch, en todo caso tenía muy presente); sus primeras obras mexicanas, como Sociología: teoría y técnica o Panorama de la Sociología fueron decisivas y le dieron prestigio y un lugar de primer orden en la disciplina, como sociólogo e investigador doctrinario y metodológico (Poviña, 1976: 747); nuestro autor tenía conocimiento de su trabajo y de los elementos que rodean a la teoría y a la práctica sociológica; y además había demostrado que la sociología podía ser una ciencia muy útil para las tareas del economista. En fin, a Medina se le respetó porque infundió una autoridad moral constituida desde el saber y el hacer bien hecho al servicio de un problema común, urgente y, sobre todo, muy serio. A todo ese capital simbólico se le unía, además, el reconocimiento que tenía como uno de los sociólogos de mayor proyección internacional de toda Latinoamérica. Creo que es conveniente entrar en este aspecto fundamental de su biografía intelectual para así comprender mejor su posición dentro de esta estructura burocrática y sus mecanismos de reconocimiento institucional. José Medina Echavarría fue una de las figuras sociológicas más activas en los circuitos latinoamericanos durante las décadas de 1950 y 1960 (Devés, 2004: 356). Así es, nuestro autor, gracias a su pertenenciaa las Naciones Unidas, participó en la red internacional forjada alrededor de la CEPAL, la FLACSO y el ILPES. Fue una red que funcionó en América Latina, en Estados Unidos y también en algunos países europeos y que, según mi opinión, resultó importante para la actividad intelectual y profesional de Medina por diversos motivos: ante todo le permitió conocer –como vimos con el caso de Bolivia- la realidad social latinoamericana y pudo así forjar una imagen completa de América Latina; pudo contribuir a la configuración del campo sociológico había sido una cuestión de mucho tiempo: ―La tarea no era fácil ni cosa de un día, porque en principio el punto de vista analítico-empirista del sociólogo no coincide metodológicamente –en la mayoría de los caso- con el analítico-normativo del economista‖ (Medina, 1968: 18). Nuestro autor aquí se movía en las distancias científicas que separan a la perspectiva económica (analítico-normativa) y a la perspectiva sociológica (comprensiva, conceptual e histórica), pero había otras separaciones en cuanto a las divisiones propias de un campo de disputas y también a la forma en que se organiza la estructura burocrática. En esos términos se mueve el economista chileno Aníbal Pinto, quizás el mejor representante de un diálogo profundo entre la economía y la sociología dentro del pensamiento cepalino, quien reconocía que esa situación todavía no estaba resuelta a finales de los años 80: ―También es evidente que falta mucho para lograr una relación más fecunda, un diálogo más intenso, entre sociólogos y economistas. No estamos en departamentos estancos, sin duda, y se ha progresado mucho en la materia, pero se está lejos de lo que sería deseable y necesario‖ (Pinto, 1988: 93). Valgan estas líneas para recordar a Aníbal Pinto, quien fue compañero de Medina en la CEPAL desde mitad de los años 50 y a partir de 1970 fue director de la División de Desarrollo económico de la CEPAL. 601 latinoamericano, al circular sus obras, fomentando contactos y también participando de temas e ideas sociológicas dominantes como los de la modernización o la integración latinoamericana (objetivo central del pensamiento cepalino de aquella época); y, por supuesto, nuestro autor mantuvo contactos con otros sociólogos y centros académicos norteamericanos, latinoamericanos, europeos y también españoles, lo que le permitió, por un lado, estar en la vanguardia del conocimiento sociológico extranjero y, por otro, establecer algunos lazos con la sociología del interior de España. Una de las formas prácticas que en este trabajo hemos considerado como más útiles para ―medir‖ la dimensión internacional y latinoamericana de la trayectoria biográfica de Medina ha sido a través de su participación en congresos y seminarios internacionales. Esta metodología también nos permite observar la acción creadora de pensamiento ligadas a estas redes, como en el plano biográfico nos ayuda a reconstruir fragmentos explicativos de la vida de Medina y sus pasos y relaciones gestadas desde el exilio latinoamericano. No olvidemos tampoco que una de las funciones de su profesión como funcionario de las Naciones Unidas era la representación de la CEPAL, la FLACSO y el ILPES en reuniones del más alto nivel académico, científico, técnico e incluso diplomático. A continuación lo que haremos será detallar la participación de Medina en reuniones de este tipo para hacer más comprensible y exacta la inserción de nuestro autor en este tipo de circuitos en donde fue sumamente importante la movilización de ideas, la gestación de iniciativas intelectuales y científicas, las prácticas políticas, económicas y sociales, y también los procesos políticos y las acciones de los gobiernos. Tenemos constancia, gracias a una carta enviada a Max Aub, que una de las primeras veces en las que Medina participó en la red internacional de la CEPAL fue a finales de 1955 (probablemente octubre o noviembre) para asistir a dos seminarios, uno celebrado en Montevideo, sobre administración pública, y otro organizado en Río de Janeiro dedicado a temas demográficos. 896 Durante el año 1956 encontramos a nuestro autor, como sabemos, viajando por Bolivia para realizar su estudio de caso. No sería hasta 1959 cuando nuevamente sabemos de la participación de nuestro autor en esta red, ahora en Santiago de Chile, asistiendo al ―Seminario sobre problemas de urbanización en América Latina‖, patrocinado conjuntamente por la ONU, la CEPAL y la UNESCO, con la cooperación de la OIT y la OEA, celebrado del 6 al 18 de julio. Dicho seminario fue concebido para poner en común las experiencias surgidas al calor del proceso urbanizador en la región en un momento en que empiezan a ser visibles los problemas sociales de este proceso y que en América Latina daría pie al tema de la ―marginalidad‖. Allí interactuaron los técnicos y los expertos del tema –ya sabemos cuánto le incomodaba a Medina el papel del sociólogo como experto- con la clase política, como eran los diferentes ministros latinoamericanos de Obras Públicas o los representantes de la OEA. El libro de aquella reunión fue editado por Philip M. Hauser, presidente del Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago, y quien ya había preparado para la UNESCO otra obra sobre la urbanización en Asia y el Lejano Oriente. Nuestro autor coincidió con otros sociólogos que colaboraban o trabajaban para esta red internacional de las Naciones Unidas, compuesta por miembros de la UNESCO, la CEPAL y otros Universidades americanas y latinoamericanas, caso de Carmen A. Miró (directora del CELADE), Jorge Ahumada (jefe de la División de 896 Carta de Medina a Aub, 12 de diciembre de 1955, Ambasador Hotel, Río de Janeiro, Carta 43/26. Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 602 Desarrollo Económico de la CEPAL), Wilbert E. Moore (profesor de sociología de la Universidad de Princeton), Gino Germani (director del Departamento de Sociología de la Universidad de Buenos Aires), Margaret Mead, y el propio Philip M. Hauser, quien seguramente fue quien invitó a Medina a participar al año siguiente en una conferencia en la Universidad de Chicago. Aquella red de sociólogos que conectaba a la UNESCO y a la CEPAL estaba unida bajo el paradigma modernizador dominante en aquella época, aunque con algunos matices y diferencias entre unos y otros participantes. 897 A finales de aquel año Medina fue convocado a la Casa Central de la UNESCO (París) para asistir a una reunión preparatoria del seminario que se celebraría en México en diciembre de 1960 sobre los aspectos sociales del desarrollo económico (Medina, 1962a: 423). Aquel viaje fue aprovechado por nuestro autor para verse con su familia española, la cual hacía más de 20 años que no veía. 898 Los contactos establecidos con Hauser o Moore dentro de aquella red de sociólogos de la UNESCO le permitió participar en la reunión ―North American Conference on the Social Implications of Industrialization and Technological Change‖, celebrada del 15 al 22 de septiembre de 1960 en la Universidad de Chicago. Aquella reunión fue patrocinada por la Universidad de Chicago, la Ecole Pratique des Hautes Etudes, el Departamento de Ciencias Sociales de la UNESCO y las comisiones canadienses y norteamericanas de la UNESCO (Hoselitz, 1963: 5). En aquella reunión participaron nombres como los de Bert F. Hoselitz, Neil J. Smelser, Simon Kuznets, David E. Apter, Samuel N. Eisenstadt, Philip M. Hauser, Wilbert E. Moore o Gino Germani. Se publicaron los resultados de esta conferencia en el libro ―Industrialization and society‖, editado por Berd F. Hoselitz (de la Universidad de Chicago) y Wilbert E. Moore (de la Universidad de Princeton), publicada en 1963, UNESCO, Mouton. Podemos afirmar entonces que nuestro autor mantuvo contactos con esta red intelectual formada por los teóricos de la modernización occidental. Pudo dialogar y conversar con algunos de esos sociólogos anglosajones de renombre. José Medina recogerá y compartirá en su obras determinados problemas y temas planteados en esta conferencia y en este ambiente intelectual, como fueron, por ejemplo: la implicación técnica en el análisis del desarrollo económico, los mecanismos de ajuste al cambio social, el papel del empresario y su función de innovación social, las motivaciones sociales del crecimiento económico, el consumo, el ahorro y la inversión, los determinantes sociales, psicológicos y culturales del ahorro, los gobiernos, la burocracia y la administración pública, la urbanización, la industrialización y el crecimiento demográfico, el impacto de la educación en los procesos de modernización económica, el rol de la comunicación en los programas de desarrollo económico, el cambio social y la estabilidad social, y, en fin, las implicaciones teóricas y metodológicas de la sociología en el análisis del desarrollo económico (Hoselitz, 1963). Si bien, Medina siempre mantuvo la suficiente distancia crítica respecto a la teoría de la modernización (anglosajona), pues reconocía que en ―estas reuniones como en la mayoría de los libros y artículos aludidos –directamente o por implicación- se nos 897 Con el estudio de Medina sobre Bolivia ya vimos, sin embargo, las diferencias que había entre los intelectuales-agentes de la CEPAL, caso de Medina, con los intelectuales-agentes de la UNESCO, caso de W. E. Moore. El enfoque funcionalista, sobre todo, hegemónico dentro de la sociología académica norteamericana pretendía teñir la red la UNESCO. 898 Es probable que Medina pudiese ir a París en la misión de la CEPAL y allí reunirse con su familia. Con su hermano Remigio, con quien no se veía desde hace más de 20 años Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 603 informa a placer sobre Uganda, Ghana o Dahomey, sobre el Irak, el Líbano o el Magreb, sobre Laos, Birmania o Indonesia, etc. etc., pero muy poco y casi nada sobre América Latina‖ (Medina, 1976a: 166). Además él no estaba de acuerdo con la perspectiva que se miraba a América Latina: ―Particularmente penoso en el caso del último citado (S. N. Eisenstadt), por plantear algunas cuestiones acerca de las nuevas burocracias que, por excepción, pueden aplicarse a los países latinoamericanos‖ (Medina, 1976a: 214). Existía una voluntad por medir el desarrollo económico en otras regiones del mundo, en Asia, en África o en América Latina, y también por establecer categorías y medidas universales para el desarrollo, algo a lo que se oponía nuestro autor. Más allá de eso, estos contactos con la sociología norteamericana, anglosajona y europea de su tiempo le vinieron bien a nuestro autor para compartir otras perspectivas y puntos de vista sobre la modernización. También creo que esta experiencia le haría reforzar su idea sobre el carácter concreto de la sociología, de sus conceptos y teorías, sobre todo teniendo como referencia a la realidad latinoamericana. Podemos apreciar que la sociología, en la esfera de la UNESCO y de las Naciones Unidas, cumplía un papel importante en la categorización y medición de las sociedades periféricas. El debate, sin embargo, estaba en qué categorías y en qué métodos utilizar: ¿los provenientes de la sociología europea? ¿Los de la sociología norteamericana? ¿O tal vez habría la posibilidad de pensar desde una sociología latinoamericana? Aquel clima teórico fue el que presidió al ―Grupo de trabajo de expertos sobre los Aspectos sociales del desarrollo económico en América Latina‖, celebrado en México D. F., del 12 al 21 de diciembre de 1960. Aquel encuentro fue auspiciado por la UNESCO, la ONU y la CEPAL. Los directores de ese encuentro fueron José Medina Echavarría y Egbert de Vries, rector del Instituto Internacional de Estudios Sociales, de La Haya, quien contaba con estudios sobre el desarrollo económico en Asia. 899 Este grupo de trabajo propició el intercambio entre las perspectivas norteamericana, europea y latinoamericana sobre el proceso de modernización y sobre las técnicas de programación. Pero ahora, en cambio, era oportuno estudiar aquellas experiencias realizadas en otros países y en otras disciplinas sociales desde la problemática latinoamericana y desde la consideración sociológica, principalmente. Aquella reunión, según Rolando Franco, ―constituyó un hito importante en el desarrollo de la sociología latinoamericana, por cuanto permitió que especialistas latinoamericanos y de otras regiones analizaron la situación de América Latina, estudiando los que se consideraban prerrequisitos para un desarrollo más rápido de la región. La revisión de los trabajos incluidos en los dos volúmenes con los resultados de la conferencia 899 Participaron, entre otros, autores como Jacques Lambert, Roger Vekemans (CESAL, Centro de Investigación y Acción Social, designado por la OEA, Organización de Estados Americanos), David Glass (profesor británico de sociología de la London School of Economics), Jorge Ahumada (director de la División de Desarrollo Económico de la CEPAL), Benjamin Higgins (presidente del Departamento de economía de la Universidad de Texas), Florestan Fernandes (profesor de sociología de la Universidad de Sao Paulo), Felipe Pazos (economista cubano, trabajó para la Alianza para el progreso), Wilbert E. Moore (profesor de sociología de la Universidad de Princeton), Daniel Cosío Villegas (El Colegio de México), H. M. Phillips (UNESCO), James C. Abegglen (profesor de economía de la Universidad de Chicago), Waldemiro Bazzanella (Centro latinoamericano de Investigaciones en Ciencias Sociales, Río de Janeiro), Helio Jaguaribe (Instituto de Altos Estudios Brasileños), Gino Germani (director departamento de sociología de la Universidad de Buenos Aires), Juan Luis Segundo (Universidad Católica). Como observadores extranjeros participaron Pablo González Casanova (UNAM), Víctor L. Urquidi, Frank Bonilla, o Marshall Wolfe (Dirección de Asuntos Sociales de la ONU). 604 constituye, a no dudar, una suma del conocimiento sociológico acumulado hasta entonces sobre el continente. Son, asimismo, la concreción de un proyecto que rápidamente comenzaría a ser puesto en cuestión‖ (1974: 67). Aunque después, como así denuncia R. Franco, aquellos planteamientos ―modernizantes‖ fueran cuestionados por la teoría de la dependencia, cabe apuntar que iniciativas como aquella nacieron con el objetivo de hacer más comprensible y racional la realidad latinoamericana. Y, claro está, nuestro autor, como ya dijimos, tampoco comulgaba con todos los presupuestos de la teoría de la modernización, pero su inserción en esta red -que le conectó con europeos, pero sobre todo con latinoamericanos y norteamericanos- le hizo ser más consciente de los problemas teóricos que él se encontró en América del Sur. Observamos, con todo, cómo Medina junto a Germani eran dos de los sociólogos latinoamericanos más considerados en esa red de la modernización, de clara inspiración funcionalista. Esa red también actuó hacia una dirección sur-sur. Es decir, no sólo a Medina le ayudó a conectar con los sociólogos y con la sociología del norte (Estados Unidos, sobre todo), sino que además le permitió a nuestro autor dialogar con otros sociólogos latinoamericanos, caso de Germani, Fernandes, Juagaribe, González Casanova o Vekemans sobre los términos de la modernización y el desarrollo en América Latina, lo que le ayudó, en mi opinión, a dar forma a su enfoque y tema ―latinoamericano‖. Medina siguió frecuentando también los ambientes universitarios europeos. Por ejemplo, en noviembre de 1961 estuvo en la Universidad de Münster, del 4 al 19 de ese mes. No sabemos el motivo específico del viaje, pero suponemos que fue por motivos de trabajo ligados al desarrollo y que le llevaron a visitar el Centro de Investigación Social de aquella universidad, dirigido Helmut Schelsky. En esa estancia en Alemania sabemos, gracias a la correspondencia entre Max Aub y Francisco Ayala, que Medina se encontró con su amigo Ayala (Soldevilla, 2001: 81). En ese viaje Medina también tenía intención de viajar a París (26-30 noviembre), a Nápoles, a Roma, y a Florencia, para volver en navidades a Santiago. 900 En estos viajes nuestro autor aprovechaba a comprar libros de sociología y de ciencias sociales, para así estar al día del ambiente sociológico e intelectual europeo. Se aprovisionaba, sobre todo, de libros alemanes, ingleses y franceses. El viaje era para él, en una época sin Internet, una auténtica oportunidad para reunir material bibliográfico para sus investigaciones sobre el desarrollo y, principalmente, le permitía entablar contacto directo con autores y sociólogos europeos. De esta manera, Medina en sus viajes aprovechaba para saber en qué andaban sus colegas alemanes o franceses, qué métodos o teorías estaban de moda, qué temas sociológicos eran de actualidad, etc. Y a su regreso, nuestro autor incorporaba aquellos debates en sus textos desarrollistas. 901 En marzo de 1962 José Medina Echavarría asistió a una de las conferencias más importantes celebradas hasta aquella fecha en América Latina en lo que concernía al tema de la educación. Se trataba de la ―Conferencia sobre Educación y Desarrollo Económico y Social en América Latina‖, celebrada en Santiago de Chile, entre el 5 y el 19 de marzo, y auspiciada por la CEPAL, OIT, FAO, UNESCO y OEA. La ONU y la 900 Carta de Medina a Max Aub, 1 de noviembre de 1961, Carta 43/33. Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Entrevista José Medina Rivaud. 901 El ejemplo más claro es la cita. Un caso notable en sus escritos es la citación a trabajos de Schelsky y de Dahrendorf. 605 UNESCO empiezan a recomendar el tema de la planificación integral de la educación con la celebración de distintas conferencias internacionales para los países asiáticos (Karachi, 1960) y para los países africanos (Addis Abeba, 1961). La educación toma un lugar relevante en la planificación al ser considerada como factor estratégico a la hora de contribuir al desarrollo económico-social. Se comienza a considerar como necesario la extensión y mejoramiento de la educación en todos sus ramos y niveles. Además se ve necesario integrar la planeación educativa junto con la planeación económica y social, lo que lleva a formular programas de actuación en los que la educación figura como una pieza central. Muchas de estas recomendaciones fueron recogidas por la CEPAL y por los teóricos de aquella institución, caso de Medina, quien, como sabemos, se ocupó del hecho educativo en numerosos trabajos y publicaciones a lo largo de los años 60. En esta conferencia participaron autoridades políticas, como ministros de Educación de Chile, Argentina, México, etc. José Medina fue asesor técnico de esta conferencia y escribió el informe general de la misma. En esta conferencia se firmó una ―Declaración de Santiago de Chile‖ en la que se alcanzó un acuerdo sobre recursos internos y externos para el desarrollo de la educación en América Latina, siguiendo principalmente los objetivos concretos asignados en la Carta de Punta del Este con relación al Programa ―Alianza para el Progreso‖. También a finales de ese mes de marzo de 1962 encontramos una carta de Medina Echavarría dirigida a Cosío Villegas donde nuestro biografiado le apunta un listado de sociólogos latinoamericanos y europeos. El motivo de esta carta se debía a la preparación de una conferencia sobre política internacional planteada por la UNESCO a semejanza de la celebrada en México en diciembre de 1960 sobre los aspectos sociales del desarrollo económico. Parece ser que esa conferencia finalmente no se celebraría. Aunque nos queda el testimonio de aquella carta del 28 de marzo, la cual nos sirve para apuntalar esa idea que venimos manejando aquí sobre los nexos intelectuales y académicos de Medina con la sociología europea y latinoamericana, lo que nos da una imagen de él como ―eslabón sociológico‖ a los lados del océano Atlántico. La carta nos da pistas sobre estos conocimientos, sus preferencias europeas (Aron, Schelsky, Dahrendorf) y sus inclinaciones latinoamericanas (Freyre, Vekemans, Germani, Jaguaribe, Fals Borda o José Luis Romero), pero además nos permite hallar huellas de su contacto con otros sociólogos españoles del exilio como Enrique Tierno Galván. A continuación recojo un fragmento de esta carta que ilustra lo apuntado: ―En Chile quizás sería conveniente contar con el Padre Roger Vekemans (Centro de Investigaciones y Acción Social, Casilla 10445, Santiago) que, aunque Jesuita, es sumamente liberal, en contacto con el medio europeo y enterado de nuestros problemas. En Argentina pienso (no sé qué creerá usted) en el casi inevitable José Luis Romero (Universidad de Buenos Aires), que hace algún tiempo me habló muy interesado en las posibilidades de un nuevo socialismo en su país. Habría que contar con Gino Germani (Universidad de Buenos Aires), tiburón italo-argentino como usted sabe, pero indiscutiblemente inteligente. En Colombia hay un hombre preparado, que es Orlando Fals Borda (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá). En Venezuela quizá pudiera ayudar un nombre que me pareció muy inteligente, que es el Dr. Arístides Galvani (Reducto a Miracielos No. 31, Caracas). Y en Brasil sigo pensando en Helio Jaguaribe, de quien acabo de leer un interesante artículo sobre la renuncia del Presidente Cuadros, que tantos quebraderos de cabeza nos dio en el Seminario pero que es, 606 no obstante, una brillantísima cabeza. 902 En Münster traté a Gilberto Freyre (Apipucos, Recife, Brasil) que, a pesar de ser famoso personaje, me pareció sin embargo como hombre sumamente asequible, simpático e inteligente. 903 Quizá también habría que pensar en algún español, como Tierno Galván (Princeton University, New Jersey) desterrado voluntario del régimen franquista después de algún que otro tiempo de cárcel, y que me da la impresión de ser competente a más de que podría aportar el punto de vista de esa oposición de su majestad de la actual España. Ahora bien, yo también escribiría a algunos europeos. Pienso sobre todo en Raymond Aron (Sorbonna), o un hombre como Jean Meyriat (Centre d‘étude de relations internationales, de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, Paris). En Alemania hay dos hombres jóvenes, futuros genios de la sociología alemana, que están desde luego interesados en nuestros problemas y que seguramente prestarían su colaboración. Ambos se expresan en inglés: Profesor Dr. Helmut Schelsky (Direktor des Instituts für Wirtschafts- Sozialwissenschaften, Münster, Universitätsstr, 14-16), Profesor versitätsstr, Ralf Dahrendorf, (Götingen Universität). En Italia o bien Renato Treves o quizá mejor Norberto Bobbio, aunque no sé cuál es su dirección‖. 904 En ese año de 1962 Medina viajó a Brasil y Argentina. En Salvador de Bahía asistió a una ―Conferencia sobre Tensiones en el Hemisferio Occidental‖, celebrada del 6 al 11 de agosto de aquel año, auspiciada por el Council on World Tensions y la Universidad de Bahía. Sabemos que allí participaron Gino Germani, Víctor Urquidi y Daniel Cosío Villegas. 905 En la Universidad de Córdoba dictó un cursillo sobre ―La política en la sociedad de masas‖, que luego sería publicado. 906 Dio además una serie de conferencias de sociología de la educación en la Universidad de Buenos Aires que 902 Medina se refiere al ―Grupo de trabajo de expertos sobre los Aspectos sociales del desarrollo económico en América Latina‖, celebrado en México D. F., del 12 al 21 de diciembre de 1960. 903 En referencia al viaje a la Universidad de Münster, de noviembre de 1961. 904 Carta de Medina a Cosío Villegas, 28 de marzo de 1962. La carta nos confirma que Medina en su viaje de noviembre de 1961 se encontró con Schelsky, director del Centro de Investigación Social de la Universidad de Munster. Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. 905 Medina le reconoce en una carta a Max Aub su presencia en esta conferencia ante ―ilustres y aburridos personajes‖. Carta de Medina a Max Aub, 16 de septiembre de 1962, 43/37. Más allá de eso, destacamos aquí, que Medina y Germani vuelven a coincidir en otra reunión de trabajo. De esta manera, ambos autores, como sabemos, se leen, se citan y, sobre todo, comparten preocupaciones de trabajo. Estamos más que seguros que los trabajos de Germani sobre la modernización influyeron sobremanera en los estudios de la estructura social latinoamericana. En ocasión de aquella conferencia ―Tensions in Development in the Western Hemisphere‖, Germani presentó una ponencia titulada ―Los procesos de movilización e integración y el cambio social‖. Correspondía a un escrito cuyo título original era ―Social Change and Intergroup Conflicts‖ publicado en I. L. Horowitz (ed.), The New Sociology, Oxford University Press, Oxford, 1964. En ese texto profundizó en las condiciones de ―integración‖ y ―desintegración‖ de una sociedad, con especial referencia al proceso de movilización como participación no integrada, contrapuesta a la movilidad, la condición de integración en la sociedad actual. Concluye que la situación de América Latina resulta muy distinta respecto de otros países de Occidente, no solamente con respecto a la secuencia de los procesos, sino también debido a la rigidez de la estructura preexistente (Germani, 2004: 333 del antifascismo). 906 ―La política en la sociedad de masas‖, de José Medina Echavarría, en La educación y las ciencias en la sociedad de masas, de Juan Carlos Argulla, José Medina Echavarría et al., Universidad Nacional de Córdoba, 1962, pp. 31-67. También publicaron en el libro: Alfredo Poviña, Jorge Orgaz, Andrés Raggio y Juan Carlos Agulla. Observamos cómo Medina también estaba relacionado con la sociología argentina, que no sólo era Germani. 607 también aparecerían publicadas. 907 En septiembre de 1962 Medina asistiría al Quinto Congreso Mundial de Sociología, celebrado en Washington, entre los días 2 y 8 de ese mes. Este dato lo conocemos gracias a Salustiano del Campo, quien nos confirmó que en ese encuentro mundial de sociólogos tuvo la ocasión de conocer a José Medina Echavarría y de conversar con él toda una madrugada sobre temas diversos, que iban desde el exilio de nuestro biografiado, su presentación a una cátedra de sociología en el año 36, la sociología académica norteamericana, etc. 908 Este contacto también nos sirve para observar los vínculos que se abrían entre la sociología española del interior y la sociología española del exterior, que en el caso de Medina le ayudaron un poco para su aterrizaje posterior en España, ya entrada la década de los 70. En una carta dirigida por Medina a su confidente Aub, escrita en septiembre de ese mismo año 1962, le hablaba de un posible viaje a Italia en la primavera de 1963 para realizar un ―estudio del mezzogiorno‖, aunque nuestro autor, no muy seguro él, decía: ―me temo que no salga‖. Era, sin más, un ―vago proyecto de larga estancia italiana‖. 909 Sin embargo, gracias al testimonio de su hijo José sabemos que nuestro autor estuvo en el mezzogiorno italiano durante un breve tiempo a principios de 1963. Así también lo confirman sus citas italianas en su estudio El desarrollo social de América Latina en la post-guerra, de 1963. 910 Parece ser que el interés de la CEPAL era realizar un estudio de aquella región italiana, similar al acometido por Medina en Bolivia, pero ahora para profundizar en el problema de las alianzas entre las clases obreras y los campesinos que históricamente se había producido en ese lugar. Nuestro autor llegó a escribir un documento de trabajo, según nos contó su hijo, aunque desgraciadamente no hemos podido dar con él en los fondos bibliográficos de la CEPAL. Cabe decir que la elección de estudiar el mezzogiorno italiano no era casual, ya que en esa región se habían originado el reagrupamiento de las estructuras embrionarias que permitieron la formación del estado italiano. El interés estaba en el cúmulo de actores y clases sociales que permitieron este suceso político, el cual preocupó incluso a Antonio Gramsci. 911 907 ―La Universidad latinoamericana y el desarrollo económico‖, Revista de la Universidad de Buenos Aires, Año VIII, Nº 3-4, julio-diciembre 1963, pp. 407-430. Este artículo también apareció como documento de trabajo del ILPES, en junio de 1964, como ―La reforma de la universidad latinoamericana‖, 28 pp. 908 Entrevista mantenida por el autor con Salustiano del Campo, 18 de junio de 2008, Madrid. Además sabemos que Medina coincidió en ese congreso mundial de sociología de 1962 con Germani, quien era miembro del Consejo Directivo de la FLACSO (Germani, 2004: 340). 909 Carta de Medina a Max Aub, 16 de septiembre de 1962, 43/37. Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. 910 En efecto, recuperamos dos citas de aquel trabajo: Los estudiosos europeos meridionales ―hablan así en la interpretación de la Gracia moderna o del mezzogiorno italiano –como podrían hacerlo de la península ibérica- de una forma de dominación llamada de clientelas‖ (Medina, 1963: 13 desarrollo social postguerra). Y más adelante dice nuestro autor: ―La ciudad principal, verdadero oasis de ―progreso‖, depositaria de todos los símbolos exteriores de la modernidad, en contraste con las ciudades medianas y pequeñas, que a su vez son, comparativamente, verdaderos oasis de estancamiento‖ (Medina, 1963: 26 desarrollo social postguerra). Por ejemplo, Medina cita A. Pizzorno, ―Sviluppo economico e urbanizzazione‖, en Quaderni di Sociología, vol. XI, n º 1, 1962, pp. 23-51. 911 Me permito reproducir el siguiente texto de la profesora italiana María Antonieta Macciocchi que nos revela el estudio de Gramsci y apuntala el motivo del viaje de Medina al mezzogiorno para así trasladar aquella experiencia a tierras latinoamericanas: ―Las treinta páginas de La cuestión meridional constituyen un documento que, en algunos aspectos, desborda el marco de la realidad italiana y la estructura particular en el seno de la cual se realizó su unidad –con un norte que ejerce despóticamente su dominación sobre un sur sometido- para proponer un análisis ejemplar de la estructura de clases, una estrategia revolucionaria que pasa por la alianza entre ciudad y campo, entre obreros, campesinos e intelectuales, en vista de crear un ―bloque histórico‖, en el interior de una sociedad industrialmente desarrollada, que tiene como fin la destrucción de la máquina estatal burguesa. Vista desde este ángulo, La cuestión meridional, 608 Visto esto, podemos afirmar que el motivo de aquel viaje, más allá de lo específicamente italiano, era observar en el terreno un cierto número de aspectos sociales que abarcaban el plano de la reflexión y el método acerca del desarrollo del capitalismo en Europa, caracterizado por la dominación de zonas muy industrializadas sobre los islotes de subdesarrollo, también bajo el aspecto de la relación campo-ciudad. Considero que este viaje fue muy útil para Medina a la hora de dar forma teórica y metodológica a esa idea suya de ―porosidad estructural‖ en América Latina, como un enfoque que tiene en consideración el contexto general de las relaciones sociales, económicas y políticas, que se superponen y se imbrican entre sí en una estructura social muy peculiar por su formación histórica. Esta idea, central en nuestro autor, fue presentada en el documento de trabajo ya citado El desarrollo social de América Latina en la postguerra. Aquel estudio fue presentado como documento de la Secretaría de la CEPAL en el Décimo período de sesiones, realizado en Mar del Plata (Argentina) en mayo de 1963. 912 La importancia de este trabajo radica en que abrió una nueva perspectiva sobre el desarrollo latinoamericano que escapaba de los enfoques duales que contraponían mundo urbano frente al mundo rural. Además este documento, como ya dijimos, significaba una nueva posición institucional por parte de nuestro autor y de la perspectiva sociológica dentro de la CEPAL. Durante abril y mayo de 1964 encontramos a nuestro autor viajando por Europa y por América Latina. En abril presentó un documento de trabajo del ILPES, titulado ―La reforma de la universidad latinoamericana‖ –se trata de las conferencias presentadas en la Universidad de Buenos Aires en 1963- como ponencia en una reunión del International Institute for Educational Planning de la UNESCO. Después de su estancia parisina, viajó a Heidelberg, no sabemos el motivo. 913 Aunque las especulaciones nos conducen a la pista de Jurgen Habermas, que por aquel entonces enseñaba filosofía en aquella universidad y que comienza a ser citado en los trabajos de nuestro autor. A su regreso al continente latinoamericano, Medina estuvo en Paraguay. 914 Ya en febrero de 1965, Medina pronunció una lecciones sobre ―Filosofía del desarrollo‖ en la Universidad de la República, en Montevideo. 915 En una carta no obstante el hecho de que sus datos fundamentales ya se han modificado, abarca las imperfecciones congénitas y las contradicciones principales del capitalismo occidental: sometimiento y subordinación del campo a la ciudad, enfeudamiento de la agricultura a la industria moderna, división permanente entre proletariado industrial y campesinado, supervivencias del corporativismo y del egoísmo en el seno de la clase obrera, ausencia, como protagonista, de un mundo campesino condenado a las explosiones desesperadas…revela, por último, el papel negativo que desempeñan los intelectuales como agentes del grupo dominante‖ (1975: 104). 912 Este estudio fue preparado por Medina en colaboración con Luis Ratinoff y Enzo Faletto. Referencia del documento de trabajo: E/CN.12/660. Publicado luego en Buenos Aires, Solar-Hachette, 1963. [Hay reedición posterior en 1966]. 913 Carta de Medina a Max Aub, 30 de marzo de 1964. 43/39. Reconoce que viaja a abril a París por unas cosas de la UNESCO y luego a Heidelberg. ―Salgo el sábado para París a un Seminario de Unesco (International Institute for Educational Planning, 7 rue Eugène Delacroix, París XVI). Allí estoy, por si quieres algo‖. Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, 1 de abril de 1964. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 914 Carta de Medina a Silvio Zavala, presidente de El Colegio de México, 10 de junio de 1964, Medina ha estado 2 meses en Francia y en Paraguay. En esa carta nuestro le confiesa a Zavala que está dispuesto a colaborar en un curso de sociología del desarrollo en el Colegio de México, pero ve las dificultades institucionales. Archivo Histórico de El Colegio de México. 915 Luego fueron publicadas como ―Filosofía del desarrollo‖, en Uruguay: una política de desarrollo. VIII Cursos de verano, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Montevideo, pp. 201-277. 609 dirigida a Max Aub, escrita en abril de 1965, le confesaba el cansancio acumulado por sus viajes de trabajo y por ―las inevitables obligaciones conferencisticas‖. 916 A partir de entonces el sociólogo español fue reduciendo sus viajes americanos y europeos, viajando únicamente cuando era obligación de su puesto y seleccionando aquellos que realmente le interesaban. Del 6 al 14 de julio de 1965 participó en el ―Seminario sobre la Organización y Administración del Planeamiento‖, organizado por el ILPES y celebrado en Santiago de Chile. A ese seminario asistió toda la pléyade de expertos latinoamericanos sobre planificación. La lista de participantes fue la siguiente: Manuel Balboa, José Cardenas, Fernando Cardoso, Ricardo Cibotti, Simón Danieli, Alberto Fuentes Mohr, Jesús González, Norberto González, Benjamín Hopenhayn, José Ibarra, Enrique Iglesias, Bernal Jiménez, Roberto Jordán Pando, Cristóbal Lara, Gonzalo Martner, Carlos Matus, José Medina Echavarría, Ángel Monti, Cleantho de Paiva Leite, Raúl Prebisch, Luis Rojas, Germánico Salgado, Manuel San Miguel, Héctor Soza, Estevam Strauss, Osvaldo Sunkel, Jacobo Schatán, Louis N. Swenson, Ángel Valdivia, Pedro Vuskovic y Albert Waterston (ILPES, 2006: 3). Fue uno de los primeros seminarios regionales, sino el primero, en el que se discutió acerca de la técnica de la planificación social, sus herramientas, metodologías, aspiraciones, etc. Había un avance claro en las técnicas, métodos y procedimientos de la planificación económica y social en América Latina a partir de la creación, como vimos, del ILPES y de la red que tejió por toda la región con los distintos institutos planificadores nacionales. Aquel seminario fue publicado en un libro titulado Discusiones sobre planificación, que se convirtió en referencia obligada de la época y que reflejaba la experiencia acumulada de esa política de desarrollo que caminaba, primero, hacia la integración económica y política nacionales y, segundo, hacia una integración latinoamericana (ILPES, 2006: 143). Al año siguiente acudió al Sexto Congreso Mundial de Sociología, que tuvo lugar en Evian, Francia, entre el 4 y el 11 de septiembre de 1966. Allí nuestro autor participó como presidente de la segunda sesión del Comité de Investigaciones de Sociología urbana, en el que presentó el trabajo conjunto del ILPES ―Las élites urbanas en América Latina‖. 917 Además también Puede que allí conociese al que sería su compañero Aldo Solari. Solari era profesor en el Instituto de Ciencias Sociales, dentro de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Universidad de la República. Mientras que Enrique V. Iglesias era director del Instituto de Economía de la Universidad de la República. También aparecieron publicadas en España en la Revista de Occidente en 1966: ―La vuelta aquí como siempre ocurre después de una temporada de viaje descanso, me ha obligado a una lenta incorporación, sometido como estoy a un fuerte ataque de pereza metafísica. Posiblemente porque en su conjunto el viaje a México no pudo ser para mí sino deprimente…Lara sigue insistiendo sobre la publicación solo de El desarrollo y su filosofía, en forma de un folleto que si se imprime de modo generoso llegase a ser un pequeño libro…Anoche estuvimos con los Amster y como siempre se prolongó la velada hasta altas horas y con copiosos martinis, por lo que hoy no estoy para hacer literatura‖. Carta de José Medina Echavarría a Francisco Giner de los Ríos, 28 de septiembre de 1966. Documento 9. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 916 Carta de José Medina a Max Aub, 7 de abril de 1965, 43/43. Fundación Max Aub. Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. En esta carta aprovecha para contarle a su amigo Aub el fracaso de ciertos viajes que al final no pudo realizar a México, a Bangkok y a Varsovia. Le asegura además que probablemente viaje en diciembre a Nueva York, seguro que por temas de las Naciones Unidas. No hemos podido constatar si nuestro autor llegó a realizar este viaje. 917 Trabajo presentado en ese comité de sociología urbana, y el subtema de colonialismo y élites urbanas (p. 445). ―América Latina en el Sexto Congreso Mundial de Sociología‖, Revista Latinoamericana de Sociología, Vol. II, Nº 3, 1966, pp. 443-446. 610 regresó, como ya dijimos, a El Colegio de México en el otoño de 1966 ofreciendo una conferencia sobre ―Sociología del desarrollo‖. 918 Poco a poco José Medina Echavarría fue disminuyendo su actividad viajera, dada su edad y el cansancio acumulado de todos estos años recorriendo América y Europa. Habvía cruzado incansablemente el Atlántico año sí y año también. Más allá de estas peripecias, tenemos constancia de algunos trabajos suyos en alemán publicados en la Universidad de Munster en los años 1967 y 1969. Estos trabajos titulados Wandel der Lateinamerikanischen Universität (Münster, Sozialforschungsstelle an der Universität. Universidad de Münster, Dortmund, 1967) y Der Begriff der Entwicklung und sein philosophischer gehalt (Münster, Sozialforschungsstelle an der Universität. Universidad de Münster, Dortmund, 1969), refuerzan la idea de que nuestro autor mantuvo contactos con el Centro de Investigación Social de esa universidad dirigido por Schelsky. 919 Lo que no sabemos bien es si estos trabajos fueron fruto de sendas estancias en aquellos años, o, por el contrario, se deben a la estancia que hizo en 1961. Años después, en 1973 se celebró en la Universidad Libre de Berlín un ―Seminario de Sociología del Desarrollo: Dependencia y Estructuras del Poder‖, organizado por la Fundación Alemana para el Desarrollo Internacional, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y el Consejo Europeo de Investigaciones Sociales sobre América Latina (CEISAL) (Durand Ponte, 1973: 23). Aunque estaba invitado, Medina finalmente no asistió a aquella reunión que ayudó, a la larga, a incrementar el intercambio de información y el establecimiento de vínculos entre organizaciones e científicos sociales europeos y latinoamericanos. En su lugar acudió Rolando Franco. 920 El cruce de las cartas, documentos, libros y demás bibliografía manejados en esta investigación, además de habernos ayudado a completar el recorrido intelectual de los viajes de José Medina Echavarría, nos ha permitido expresar mejor la dimensión latinoamericana e internacional que el sociólogo español alcanzó debido a su inserción en la red de la CEPAL, la FLACSO y el ILPES. Gracias a esta red ligada al desarrollo, 918 ―Nos supo a poco su estancia aquí y no haber podido conversar –tanto a Marichal como a mí- a fondo. Ya nos resarciremos pronto‖, le escribía Giner de los Ríos. Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina, 20 de octubre de 1966. Documento 22. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. José Medina había conocido a Juan Marichal en Puerto Rico. Esto lo sabemos en una carta que Marichal escribió a José Ferrater Mora, otro miembro destacado de esta red intelectual del exilio español: ―No sé, pero, viendo las obras que usted cita y los temas que trata, me preguntaba si habría hoy en este planetilla mucha gente –entre el mundo intelectual- como el grupo hispánico, usted, Ayala, Medina, y claro los maestros‖. Carta de Juan Marichal a José Ferrater Mora, 15 de diciembre de 1952, Massachusetts. Archivo de la Cátedra Ferrater Mora de la Universidad de Girona. 919 Además había estado en Munster en 1961 para reunirse con Freyer y varios sociólogos alemanes. El contenido de estos trabajos en alemán están detallados en la bibliografía sobre José Medina Echavarría. 920 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. José Medina Echavarría, ya con 70 años, estaba cansado de estos viajes transoceánicos y pensó que viajara por él, y representando al ILPES, este sociólogo uruguayo. Quiero aprovechar este pie de página para recordar la importancia que tuvo aquel seminario, celebrado entre el 4 y el 11 de noviembre de 1973, ya que acercó a científicos sociales de uno y otro lado del Atlántico que tenían como preocupación el desarrollo y América Latina. Gracias a Rolando Franco sabemos que allí participaron autores claves de las ciencias sociales latinoamericanas y de los estudios latinoamericanos como Manuel Antonio Garretón, Edmundo Fuenzalida, Osvaldo Sunkel, Fernando H. Cardoso, Juan F. Marsal, Edelberto Torres-Rivas, Celso Furtado, Ignacio Sotelo, o Andre Gunder Frank (2007: 164). También sabemos que participó Gino Germani y es más que probable que asistiera Franz Hinkelammert, quien había estudiado y trabajado en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín. Vemos, por tanto, los nexos que manejó toda esta red: sociología chilena-sociología latinoamericana-sociología norteamericana- organismos internacionales, etc. 611 Medina pudo relacionarse, como hemos visto, con otros científicos sociales españoles, europeos, latinoamericanos y norteamericanos durante dos décadas seguidas. Nuestro autor, a su vez, pudo ocupar cargos relacionados con la actividad intelectual como era la presencia en comités editoriales de revistas científicas. De esta manera, Medina Echavarría fue miembro del comité directivo de dos revistas de clara orientación latinoamericanista: de la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, publicada desde Buenos Aires para toda la región, y que tenía en su comité directivo a Aníbal Pinto, Aníbal Quijano, Tomás A. Vasconi, Pablo González Casanova, Fernando H. Cardoso, Sergio Bagú, José Serra y Enzo Faletto. Esta revista dejó de ver luz tras el golpe militar que derrocó a Salvador Allende (Casas Gragea, 2006: 39). Y también de la Revista Latinoamericana de Sociología del Centro de Sociología Comparada del Instituto Torcuato di Tella, de Buenos Aires, creada en 1965 y dirigida por Gino Germani (Devés, 2004: 343). Del mismo modo la inserción de Medina en esta red intelectual e internacional ayudó a que sus publicaciones sociológicas circularan y alcanzaran una gran difusión en Chile y en toda América Latina. Este análisis va parejo al estudio que estamos realizando sobre las redes intelectuales de conocimiento. Además este ejercicio está igualmente relacionado con el cambio de audiencia en la producción de Medina. Hemos encontrado una correspondencia entre las audiencias que caracterizaron las obras del sociólogo español y los contactos que estableció a lo largo del campo sociológico latinoamericano. Ello nos ayuda a ver cómo su obra cepalina tuvo otras preocupaciones diferentes a su obra sociológica mexicana, que no olvidemos alcanzó también una grata repercusión en la región, sobre todo Sociología: teoría y técnica, obra que abrió, como vimos, el movimiento científico de la sociología latinoamericana, aunque en aquel momento nuestro autor todavía andaba preocupado en sus cuestiones más teoréticas que en hallar una audiencia definida. Aquí, en cambio, nuestro autor ya tiene un mayor conocimiento del medio social chileno y latinoamericano, abandona esa abstracción a favor de su ―tema latinoamericano‖ y tiene un público para sus obras desarrollistas (gobiernos latinoamericanos, universidades latinoamericanas, centros de planificación nacional, otros colegas sociólogos, etc.). En este sentido, una de las primeras y grandes obras desarrollistas de Medina Echavarría que tuvo una gran repercusión en medios académicos de América Latina durante años fue El desarrollo social de América Latina en la postguerra, publicada en 1963 por Solar-Hachette, en Buenos Aires y reeditada luego en 1966. 921 La ―Introducción‖ de aquel estudio fue publicada en 1967 como capítulo del libro Filosofía, educación y desarrollo (México, Textos del ILPES, Siglo XXI, 1967, pp. 310-321), con el título de ―Planteamiento de una investigación‖. Además del Capítulo II, ―La situación rural‖, existe un documento de trabajo de la CEPAL en inglés, ―The rural situation‖, (E/CN.12/660), el cual también circuló por el medio lusófono tras su aparición como capítulo, ―A situaçâo rural na América Latina‖, del libro colectivo A 921 Enzo Faletto, colaborador de Medina en esta investigación, reconoce que el éxito de aquel libro estuvo en que por primera vez se ofrecía una perspectiva regional sobre el desarrollo social y económico: ―El informe, que después publicarían en Argentina, tuvo bastante éxito y bastante difusión, porque era la primera vez que había una visión global de América Latina, de su mudanza, de su transformación a partir de la Segunda Guerra Mundial hasta principios de los años 60. La tentativa de contar las novedades de la transformación latinoamericana fue el tema que abordamos‖ (Rego, 2007: 197). Pensemos que en aquel entonces América Latina, a ojos de la sociología occidental, era vista como una serie de cuatro o cinco países, caso de México, Brasil, Argentina o Chile y poco más. En este trabajo los autores incorporaron una dimensión latinoamericana en la sociología que influyó en posteriores trabajos en toda la región. 612 agricultura subdesenvolvida, de Caio Prado Jr., José Medina Echavarría, Moacyr Paixâo, Ruy Millar Paiva y Marcelo Averbug (Editôra Vozes Limitada, Río de Janeiro, 1969, pp. 23-66). Otra obra que tuvo una gran acogida en universidades y centros académicos latinoamericanos fue Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, de 1964 (Buenos Aires, Solar-Hachette). Aquel trabajo fue publicado originalmente como documento de trabajo mimeografiado y fue incluido como un capítulo, titulado ―La opinión de un sociólogo‖, en el libro colectivo de la UNESCO sobre Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, Lieja (Bélgica), UNESCO, Vol.II., 1963. 922 Ese trabajo circuló por el medio institucional de las Naciones Unidas a una y otra orilla del Atlántico, también debido a su traducción al inglés. 923 Otro capítulo de Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, titulado ―Los diagnósticos‖, fue recogido en una obra colectiva que tuvo una gran influencia en el campo sociológico latinoamericano como fue América latina: Ensayos de interpretación sociológico-política (Devés, 2007: 99). 924 Aquel libro significó varias cosas: el peso de Santiago de Chile como centro de las ciencias sociales latinoamericanas; las preocupaciones teóricas compartidas alrededor del desarrollo; y el diálogo entre las nuevas y las viejas generaciones de sociólogos latinoamericanos. En este libro se recogieron textos de F. H. Cardoso, F. Weffort, Rodolfo Stavenhagen (―Siete tesis equivocadas sobre América Latina‖), Aníbal Quijano, Florestán Fernandes, Pablo González Casanova (―Sociedad plural, colonialismo interno y desarrollo‖), Gino Germnai, Aldo Solari, Aníbal Pinto (―Aspectos políticos del desarrollo económico latinoamericano‖), Aldo E. Solari, Torcuato S. di Tella, Jorge Graciarena, Helio Jaguaribe, José A. Silva Michelena, y Glaucio Ary Dillon Soares. Nuestro autor publicó otro trabajo, ―Los supuestos políticos de una crisis económica‖, en Dos polémicas sobre el desarrollo en América Latina, de 1970 (Textos del ILPES, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1970, pp. 195-206), otra obra colectiva que fue significativa dentro del contexto sociopolítico chileno, sobre todo si pensamos que Chile era en aquel entonces considerado como el laboratorio latinoamericano. Allí Medina participó de un diálogo con otros intelectuales chilenos sobre la realidad nacional e internacional. Junto a él escribieron autores como Cristóbal Lara Beautell, Carlos Matus, Pedro Vuskovic, Eduardo García Cabruna, Jacobo Achatan, Jader de Andrade, Bernard Ortolo, Aldo Solari, o Aníbal Pinto. También sabemos de otros trabajos de Medina que reflejan su inserción en el campo sociológico chileno más allá de su consumado paso por la FLACSO. Por ejemplo, escribió en 1968 un ―Prefacio‖ a un libro de Betty Cabezas, América Latina 922 Basta decir que muchos de los trabajos de Medina Echavarría circularon por toda la región como textos mimeografiados, como documentos de trabajo realizados a multicopista e incluso en ediciones pirateadas o fotocopiadas. Así nos lo recuerda Juan Maestre, quien en uno de sus primeros viajes a Guatemala se encontró documentos fotocopiados y textos multicopista de Medina procedentes de Puerto Rico, Colombia, etc.: ―Me sacaron cosas mimeografiadas, cosas hechas a multicopista, como documentos de trabajo y había unas cosas hechas sobre la universidad‖. 923 En la bibliografía están registrados todos los textos y documentos de trabajo de Medina Echavarría traducidos al inglés. Esto se debía a que en el medio de las Naciones Unidas, a parte del original en español, se solía realizar una copia en inglés para que circulara por la red de instituciones internacionales de las Naciones Unidas. 924 Editorial Universitaria, Santiago de Chile, pp. 237-258, 1970. Del libro Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, Solar/Hachette, Buenos Aires, 1964, pp. 21-46. 613 una y múltiple. Un ensayo teórico y metodológico de tipología social, del DESAL, de la Universidad Católica, o participa en 1969 en una mesa redonda sobre la ―factibilidad de un programa doctoral en ciencias sociales en Chile‖, junto a Osvaldo Sunkel y Álvaro Jara. 925 Incluso Hernán Godoy reeditó un trabajo de Medina, ―De la hacienda a la empresa‖, que es un fragmento de la ―La opinión de un sociólogo‖, publicado en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, (de José Medina Echavarría, Lieja (Bélgica), UNESCO, Vol.II., 1963, pp.32-41) en la obra Estructura social de Chile, de 1971 (Hernán Godoy (ed.), Editorial Universitaria, Santiago de Chile, pp. 102-110). La reimpresión de este trabajo de Medina nos confirma el hueco que la obra del sociólogo español tenía en el medio universitario chileno, ya que Godoy dirigía desde 1967 en la Escuela de Sociología de la Universidad Católica de Chile un seminario sobre la estructura social en Chile y donde las lecturas sobre la tesis de Medina alrededor de la hacienda eran vitales para estudiar la génesis y los rasgos de la estructura social de Chile. Todo lo que hemos visto en este apartado nos permite forjar un retrato de un Medina que, a pesar de ser un sociólogo un tanto ―aislado‖ o ―marginal‖ para la sociología española –imagen que se ha manejado de él desde el campo sociológico español-, para nada se mantuvo al margen de los centros académicos y de las corrientes de su tiempo, como también entabló contactos con otros sociólogos españoles del interior y del exterior. 926 Nuestro biografiado fue un ―eslabón‖ activo de toda esta red surgida al calor del desarrollo y que relacionó intensamente a la sociología con la sociedad chilena y latinoamericana, con América del Norte, con América del Sur, con Europa, con España, con las Naciones Unidas y con los demás organismos internacionales. La presencia de Medina en las actividades y prácticas surgidas de esa red también posibilitó que él conociera a nuevos autores, que dialogase y conversara de forma abierta y también crítica con ellos, que leyera sus obras, y que al final de todo ese proceso intelectual que genera conocimiento, terminara a la vez por incorporar en sus obras algunos temas y preocupaciones en su programa de investigación sociológica sobre el desarrollo latinoamericano. Medina Echavarría pudo comprobar cómo en el transcurso de los años fueron cambiando las tendencias de esa red, puesto que en los inicios estuvo más dedicada a la modernización (y la planificación) y ya con las jóvenes generaciones de sociólogos latinoamericanos adquirió un tinte más crítico y ―dependentista‖. Este cambio representó también una respuesta más concreta y personal en la obra de nuestro autor, incluso podemos decir que ―más chilena‖, como tendremos ocasión de ver más adelante. No me atrevería a decir que en Medina Echavarría hubo lugar para un ―tema chileno‖, pero sí le afectó sobremanera el contexto político chileno y a partir de entonces concederá mayor protagonismo a la democracia, idea ésta que aportará nuestro autor a esta red internacional tejida bajo el soporte de la CEPAL y del ILPES. 925 Betty Cabezas, América Latina una y múltiple. Un ensayo teórico y metodológico de tipología social, DESAL, Santiago de Chile, pp. 15-21. Boletín Informativo de la Sociedad Chilena de Planificación y Desarrollo (PLANDES), Nº 35, septiembre-octubre, pp. 21-24. Participan en esa mesa redonda: Osvaldo Sunkel, y Álvaro Jara. 926 Por ejemplo, el estudio de esta red del desarrollo latinoamericano nos ha llevado a nombres importantes de la historia de la sociología española como son los Enrique Tierno Galván, Salustiano del Campo, Juan Francisco Marsal o Ignacio Sotelo, que a principios de los años 70 estaba en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín. 614 7. De la formación de un cuadro profesional de sociólogos a la “escuela sociológica” de la División de Planificación Social del ILPES. La asistencia a los congresos internacionales formó parte habitual de sus obligaciones profesionales como director de la sección de Planificación Social para poder difundir y aplicar, como decíamos, muchas de las ideas teóricas que se generaban dentro de aquel contexto de las Naciones Unidas. Sin embargo, vista la anterior estimación global de la dimensión internacional de José Medina Echavarría, debemos retomar la narración del paso de nuestro autor en el ILPES. Una de las primeras tareas que tuvo que cumplir Medina como director de esta sección de sociología fue configurar una plantilla de investigadores y profesores. 927 Se necesitaba un personal bien formado en sociología y en ciencias sociales para así poder formar un cuadro profesional competente. La creación de esa división necesitaba de funcionarios que trabajasen a tiempo completo y que investigasen sobre cuestiones sociales y que a la vez ejercieran como profesores en los cursos de capacitación para técnicos y expertos de planificación que el ILPES comenzó a organizar. 928 En este aspecto, nuestro autor se aprovechó de lo que para él componía el ―primer núcleo de jóvenes (sociólogos) latinoamericanos, teóricamente preparados y conocedores de las modernas técnicas de investigación. Este núcleo inicial constituye ya una excelente materia prima para la formación de un riguroso cuerpo de especialistas si se les sabe aprovechar‖. 929 De esta manera, uno de esos jóvenes que se incorporó a este nuevo departamento de sociología fue el chileno Enzo Faletto, quien fue reclutado por Medina para la CEPAL a principios de 1959, una vez terminada su maestría en la FLACSO (Reyna, 2007: 3). 930 Junto a Faletto también llegó Luís Ratinoff, antiguo alumno de la 927 También sabemos que el primer documento de trabajo que Medina preparó en sus labores del ILPES fue ―Factores sociales de la educación‖, que nuestro autor presentó en el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, celebrado en Santiago de Chile del 9 al 20 de diciembre 1963. El documento está fechado el 3 de diciembre y tiene 22 páginas. Este documento de trabajo también fue incluido con el título de ―Factores sociales del planeamiento de la educación‖, en los documentos de trabajo ―Algunos aspectos y problemas del planeamiento de la educación‖, del ―Curso centroamericano de planeamiento de la educación‖, ILPES, Nº 4, San José de Costa Rica, del 1 de agosto al 21 de octubre de 1966, p 27-42. Dato que nos confirma la circulación regional de los trabajos que se escribían en el contexto de las Naciones Unidas para América Latina. Este documento, por cierto, nos indica también cómo los estudios sociológicos y culturales del desarrollo del ILPES y la CEPAL empezarían desde principios de los años 60 a conceder mucha importancia al tema educativo. Tema que nuestro autor trató, como veremos, en diversos trabajos. 928 Los cursos de capacitación del ILPES fueron dirigidos inicialmente por Osvaldo Sunkel y luego más tarde por Ricardo Cibotti. Al principio se llamó ―Curso básico de planificación‖ y luego más tarde ―Curso de Planificación Regional del Desarrollo‖. Con el tiempo el ILPES ofrecería cursos de ―Especialización de Planificación Económica‖ y estudios de ―Postgrado de Desarrollo Económico y de Planificación‖. Los cursos se solían realizar conjuntamente con la CEPAL, con la Oficina de Cooperación Técnica de las Naciones Unidas y con algunos organismos planificadores del gobierno chileno como la Oficina de Planificación Nacional de Chile (ODEPLAN) o la Sociedad Chilena de Planificación y Desarrollo (PLANES), PNUD. Entre las asignaturas que se impartían, dentro de una perspectiva multidisciplinar del desarrollo, destacamos las siguientes: ―Estructura y funcionamiento del sistema económico‖, ―Desarrollo económico y social de América Latina‖, ―Aspectos sociales del desarrollo regional‖, ―Estadística‖, ―Matemáticas‖, ―Contabilidad social‖, ―Sociología‖, ―Técnica de la planificación‖, ―Preparación y evaluación de proyectos‖, ―Política económica‖, ―Administración‖. Archivo ILPES. 929 José Medina Echavarría, ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 4. 930 ―Había que conseguirle asistentes a Don José. Y por eso contratamos a Enzo Faletto, como asistente de Medina‖, recordaba Osvaldo Sunkel. Entrevista mantenida por el autor con Osvaldo Sunkel, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 615 Universidad de Chile. Los dos ayudaron y colaboraron con Medina desde 1960 en la elaboración del informe ―Desarrollo social en América Latina después de la guerra‖, que fue presentado finalmente con el título de ―El desarrollo social de América Latina en la post-guerra‖ en la conferencia de la CEPAL de Mar del Plata del año 1962 (Rego, 2007: 197). El reconocimiento institucional de aquel estudio permitió que las líneas de investigación sociológica propuestas por Medina Echavarría se consolidasen en la nueva sección de sociología del ILPES. Como consecuencia de aquel apoyo material se amplió aquel grupo de trabajo dedicado a los temas sociológicos. De esta manera, en el año 1964 se incorporó una provechosa hornada de jóvenes sociólogos brasileños que escapaban del golpe militar contra Joâo Goulart. Llegaron Fernando H. Cardoso, Vilmar Faria, José Serra, Pedro Paz y Francisco Weffort. De la FLACSO de Santiago de Chile también llegarían la brasileña Susana Prates, el guatemalteco Edelberto Torres Ribas, el mexicano José Luís Reyna y el uruguayo Carlos Filgueira. 931 Además se incorporó el sociólogo argentino Adolfo Gurrieri, reclutado gracias a Cardoso (Rego, 2007: 206). Al final de la década se incorporaría el uruguayo Rolando Franco. Una vez realizadas estas incorporaciones, Fernando H. Cardoso fue nombrado sub-director de la división –cargo que ocupó hasta 1968-, mientras que el resto de autores se desempeñaron como investigadores. Gracias a estos datos podemos indagar en la génesis de aquel campo profesional recién nacido, que, aunque recatado en sus comienzos, resultó ser una gran empresa sociológica. Me atrevería a afirmar que en la División de Planificación Social del ILPES se formó una auténtica ―escuela de sociología‖. La paradoja fue que en un medio no académico se generó un ambiente propicio y proclive para el intercambio y el debate académico y para la generación de conocimiento sociológico. La experiencia intelectual surgida en aquel organismo internacional latinoamericano durante la segunda mitad de los años 60 representó un período muy concreto y significativo de la historia de la sociología latinoamericana. Y en ella José Medina Echavarría cumplió, en algunos aspectos, el papel de ―incitador‖ o ―maestro‖. 932 La perspectiva que manejamos aquí es la de presentar a un Medina como uno de los vértices sobre el que giró este grupo de jóvenes sociólogos latinoamericanos. 933 Su presencia fue un activo importante a la hora de generar un conocimiento sociológico original y propio, que terminó por forjar un pensamiento original que tuvo su máxima culminación con el nacimiento de la teoría de la dependencia. Pero el mérito, por supuesto, correspondió a todo ese plantel de jóvenes investigadores y sociólogos que, junto al ―maestro‖ Medina, actuaron como correa de transmisión de unos conocimientos científicos sobre una realidad social latinoamericana que propició la resonancia de sus estudios. Los dos discípulos de Medina que alcanzaron un mayor renombre dentro del campo sociológico latinoamericano de su época fueron Fernando H. Cardoso y Enzo 931 Fue muy frecuente entonces que algunos de los egresados por la Escuela Latinoamericana de Sociología de la FLACSO hicieran sus prácticas o fueran becados para disfrutar de estancias de capacitación en la CEPAL. De esta manera, la División de Planificación Social del ILPES en los años en que José Medina era su director se nutrió principalmente de los jóvenes con estudios superiores en sociología que procedían de la FLACSO, y en menor medida de las pocas universidades latinoamericanas que ofrecían la sociología como carrera académica. 932 ―Lo recordamos como intelectual y pensador fecundo, como hombre reflexivo cuya palabra siempre estimulante y orientadora constituía una guía para nuestro trabajo, lo que lo convertía un verdadero maestro aun sin proponérselo‖ (Graciarena, 1979: 193). 933 Por supuesto, estaba el estímulo de Raúl Prebisch y la resonancia dejada por los trabajos de Celso Furtado y la impronta de Fernando H. Cardoso. 616 Faletto. Sin embargo la relación de ambos con el sociólogo español fue bien distinta: con Cardoso fue más profesional que la mantenida con Faletto, mucho más emotiva y cercana. 934 Gracias al trabajo documental y a diversas entrevistas realizadas, se puede decir que Faletto aprendió junto a Medina la doctrina y la profesión sociológica, dando todo su significado a la palabra discípulo. 935 En la trayectoria y obra del sociólogo chileno se percibe mejor que en ningún otro autor el ascendente de nuestro biografiado. E. Faletto fue el discípulo más visible de Medina, a quien había formado, como sabemos, en el primer diplomado de sociología de la FLACSO, a quien había reclutado para la CEPAL y con quien trabajó en diversos estudios. El sociólogo español pudo así seguir su evolución intelectual. Por tal motivo, fue E. Faletto quien mejor conservó el espíritu de Medina en cuanto a una cierta distancia y elevación reflexiva. Caso distinto sucedía con F. H. Cardoso, y también con los otros ayudantes más cercanos y próximos a Medina, como F. Weffort, J. L. Reyna, o A. Gurrieri, quienes llegaron ya formados al ILPES. Entre Medina y Cardoso hubo ―una enorme relación de afinidad y contacto. Don José, en ese momento, comenzó a delegar la función de dirección, inclusive la dirección intelectual, a Fernando. Era evidente que él sentía que Fernando podía cumplir esa función. Siempre noté que a Medina Echavarría nunca le gustó la función de director, sino que mantenía con él un diálogo intenso‖ (Rego, 2007: 206). 936 Medina y Cardoso ya se conocían antes de que se creara la División de Planificación Social del ILPES. Nuestro autor contaba con las referencias académicas de Florestan Fernandes -con el que había coincidido en varios congresos y en la red de la UNESCO-FLACSCO desde que éste fuera nombrado director del Centro de Pesquisas Sociales de Río de Janeiro- y de Celso Furtado, el gran economista brasileño que había trabajado en la CEPAL entre 1949 y 1958. 934 Las siguientes palabras de Enzo Faletto nos ilustran la ascendencia de Medina sobre él y sobre Cardoso: ―Sí, yo diría que sí, sobre todo en el sentido intelectual. La figura de Don José es la de un intelectual de formación europea, pero también el de una persona con una enorme cualidad personal, que era el cariño con el que trataba a las personas…Él tenía una inquietud intelectual muy amplia. Entonces los diálogos con él eran como lecciones. Él tuvo una relación muy buena con Fernando. Yo era más su discípulo...Don José siempre había pensado en escribir sus memorias sobre la CEPAL‖ (Rego, 2007: 205). Unas memorias que finalmente no escribió. El caso es que, como me reconocía Nieves Medina, ―de los alumnos de mi padre el más querido era Enzo Faletto‖. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. La altura intelectual y la dignidad ética de Medina impactaron en E. Faletto, quien jamás aceptó un cargo político, pero estuvo siempre preocupado por los problemas sociales como también mantuvo en todo momento una posición política crítica. Como decía Rodrigo Baño: ―Enzo Faletto se formó al lado de José Medina, a quien le tenía un respeto intelectual muy grande. Gran parte de su posicionamiento en la sociología y en la política está influido por José Medina Echavarría‖. Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 935 Así lo consideran Rodrigo Baño, Rolando Franco o José Luis Reyna. Entrevistas mantenidas por el autor con Rodrigo Baño (10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile), Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile) y José Luis Reyna (31 de mayo de 2007, México). 936 Las palabras de arriba de Faletto enriquecen el retrato intelectual que venimos dibujando de Medina a lo largo de este trabajo. Además este sociólogo chileno nos ofrece unas reflexiones que se ajustan perfectamente a ese cuadro que he ido trazando de Medina Echavarría como un intelectual encerrado y atrapado en una ―isla‖ burocrática: ―El mundo de las organizaciones internacionales, a pesar de la riqueza que significa el contacto con otras personas, con otras experiencias, con informaciones sobre otros países, etc., constituía también una especie de isla dentro de un país en el cual la persona vive‖ (Rego, 2007: 203). 617 Fernando H. Cardoso pertenecía a la Escuela de Sao Paulo. Allí había trabajado con Fernandes y se había doctorado en 1961 con un estudio sobre ―Capitalismo y esclavitud en el sur del Brasil‖, trabajo publicado en 1962 y que era deudor de los estudios sobre capitalismo y esclavitud realizados por Gilberto Freire, quien ya copaba con holgura ese espacio teórico. 937 La línea teórica abierta por Freire también ocupó algunos de los trabajos que Cardoso escribió junto a su compañero de generación Octavio Ianni, como fueron las obras Color y movilidad social en Florianópolis: aspectos de las relaciones entre negros y blancos en una comunidad del Brasil meridional, de 1960, y Hombre y sociedad, de 1961 (Paranagua, 2004). Medina había leído estos libros de Cardoso y además sabemos que había encomendado una serie de investigaciones desde la CEPAL a distintos científicos sociales latinoamericanos para que estudiasen el empresariado de sus respectivos países (Rego, 2007: 199). La investigación se llamó ―El empresario industrial en América Latina‖ y parece ser que Medina Echavarría se encargó de escribir la introducción, visto el contenido, la temática y el estilo de la misma, aunque esto no lo podemos confirmar al no constar el autor. 938 Este hecho, por otra parte, era habitual y frecuente en el contexto de las Naciones Unidas, donde se escribían estudios y documentos de trabajo sin que fueran firmados y únicamente aparecían como escritos de la propia CEPAL. El caso es que esta investigación, promovida por Medina, contó con la participación de Eduardo Zalduendo, encargado de escribir sobre el empresariado argentino; de Fernando H. Cardoso, a quien se le encargó el informe sobre el empresariado industrial brasileño; de Guillermo Briones, quien se ocupó del caso de Chile; y, por último, de Aarón Lipman, sobre el empresario industrial en Colombia. 939 Nuestro autor se ―interesó mucho por la investigación de Fernando‖, lo que acrecentó su interés por llevarle al ILPES, según recordaba Enzo Faletto (Rego, 2007: 199). Creemos que aquella investigación de Cardoso dio origen a su libro Empresário industrial e desenvolvimento econômico no Brasil, donde realizaba un estudio sobre el empresariado industrial brasileño y su condición como actor social para el desarrollo económico en 937 ―Florestan, especialmente, nos enseñaba el rigor científico. En los inicios de mis estudios, allá por los años 1949, 50, 51, prevalecía aún una visión bastante apoyada en los análisis durkheimianos, a causa de Fernando de Azevedo. Todos nosotros estudiábamos Las reglas del método sociológico, leíamos Descartes en los cursos de filosofía, un poquito de Kant (que yo no entendía…), y bastante Durkheim. Después vino Weber, no había Marx. Marx vino mucho más tarde. Aunque Florestan hubiese hecho la traducción de uno de sus trabajos, no nos daba en la época cursos de dialéctica o de marxismo. Estaba interesado en la construcción del método funcionalista‖ (Sorj, 2010: 6). La tesis doctoral de Cardoso se publicó como Capitalismo e escravidão no Brasil meridional: o negro na sociedade escravocrata do Rio Grande do Sul. São Paulo: Difusão Européia do Livro, 1962; 938 ―El empresario industrial en América Latina‖, E/CN.12/642. 11 de marzo de 1963. El contenido de la introducción es el siguiente: ―1. Naturaleza del tema. 2. El concepto del empresario. 3. Cuadro de estudios latinoamericanos. 4. Temas y problemas que surgen de las investigaciones‖. Lo que sí sabemos es que nuestro autor ya andaba pensando en la necesidad de realizar un estudio sobre el empresario latinoamericano desde mitad de los años 50 cuando realizó su estudio empírico en Bolivia y decía lo siguiente: ―Cuando puedan iniciarse en Bolivia el tipo de estudios sobre el empresario y de sociología industrial que hoy falta por completo en toda América Latina, será posible dar respuesta a las cuestiones que más interesan en este momento‖ (Medina, 1973: 88). 939 Eduardo A. Zalduendo, ―El empresario industrial en América Latina. 1. Argentina‖, E/CN.12/642/Add.1. 10 de febrero de 1963; Fernando H. Cardoso, ―El empresario industrial en América Latina. 2. Brasil‖, E/CN.12/642/Add.2. 10 de febrero de 1963; Guillermo Briones, ―El empresario industrial en América Latina. 3. Chile‖, E/CN.12/642/Add.3. 10 de febrero de 1963; Aarón Lipman, ―El empresario industrial en América Latina. 4. Colombia‖, E/CN.12/642/Add.4. 18 de marzo de 1963. 618 Brasil. 940 Medina, finalmente, pudo incorporar al sociólogo brasileño en 1964. Sabía nuestro autor que con Cardoso contaba con un sociólogo bien formado y competente, que ayudaría a continuar y consolidar el programa de investigación teórica y empírica que el propio Medina había comenzado con sus trabajos desarrollistas casi una década antes. Y esto es lo que sucedió. El sociólogo brasileño llegó para continuar trabajando en los estudios que ya había iniciado con Medina sobre el empresariado brasileño y latinoamericano. Como recuerda Faletto, Cardoso, pronto adquirió ―un liderazgo intelectual‖ entre sus compañeros del ILPES (Rego, 2007: 200). Si nos hemos detenido con detalle en este hecho es debido a la significación que tuvo este encuentro entre José Medina Echavarría y Fernando H. Cardoso, ya que estamos hablando de Cardoso como el sociólogo latinoamericano más importante de la segunda mitad del siglo XX, y también porque esta interacción, como veremos, fue muy enriquecedora a la hora de forjar teorías e ideas sociológicas como propicio el establecimiento de una amplia red intelectual de pensamiento sociológico hispanoamericano dedicado al desarrollo económico y social. En este punto, hay que tener presente las características de aquel clima intelectual para entender mucho mejor el liderazgo intelectual de Cardoso, el ascendente y magisterio de Medina y la presencia activa de los otros miembros de aquella ―escuela sociológica‖: allí se debatía y se conversaba constantemente sobre documentos y textos de los compañeros. Se leían unos a otros y se compartían preguntas, inquietudes, hipótesis de trabajo, etc. Es comprensible, de este modo, que bajo aquella interacción y comunicación entre Medina y sus ayudantes, y entre estos, surgieran algunas de las obras más destacadas de la historia reciente de las ciencias sociales latinoamericanas. Pensemos, por ejemplo, que el trabajo de Medina junto con Faletto y Ratinoff, El desarrollo social de América Latina en la postguerra, fue semilla del documento ―El Proceso de Desarrollo en América Latina: hipótesis para una interpretación sociológica‖, que Cardoso hizo circular en 1965 entre sus compañeros del ILPES y en el que introduce por vez primera la palabra dependencia. Como asegura José Luis Reyna, ―el impacto que tuvo este documento fue enorme, pues su enfoque tenía como base el análisis integrado de los procesos de desarrollo económico, el cambio social y los aspectos políticos‖ (2007: 4). La aparición del término dependencia –―un concepto básico de la explicación de América Latina‖, según Rolando Franco (2007: 101)- simbolizaba una nueva perspectiva a la hora de encarar teóricamente el análisis de los problemas de la región. Estas ideas ―dependentistas‖ fueron madurando con el tiempo y gracias a la sinergia de aquel movimiento sociológico e intelectual que se concentró en el ILPES. 940 Fernando H. Cardoso, ―El empresario industrial en América Latina. 2. Brasil‖, E/CN.12/642/Add.2. 10 de febrero de 1963. Contenido: ―I. Las ―organizaciones económicas‖ modernas y la sociedad capitalista. II. Los empresarios en las economías insuficientemente desarrolladas. III. La ideología del empresario y la sociedad. Anexo‖. Fernando H. Cardoso, Empresário industrial e desenvolvimento econômico no Brasil, Difusão Européia do Livro, São Paulo, 1964. Parece ser que Cardoso publicó los resultados de esta investigación en el clásico libro de Lipset y Solari, sobre las elites y el desarrollo en América Latina, (1967). Cardoso afirmaba allí: ―El estudio arriba mencionado tuvo inicialmente el patrocinio del Centro de Sociología Industrial y del Trabajo de la Universidad de Sao Paulo, para el estudio de los empresarios brasileños. Posteriormente, gracias a una ayuda financiera del Centro Latinoamericano de Investigaciones en Ciencias Sociales de Río, ampliamos el referido estudio para incluir entrevistas con empresarios en Buenos Aires, Santiago y Ciudad de México. En la actualidad, seguimos en la investigación del tema, bajo los auspicios del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, no ya en un nivel de survey sino a través del análisis de muestras sistemáticas de grupos empresariales‖ (Cardoso, 1967: 106). En este libro participaron autores como el citado Fernando H. Cardoso, Luis Ratinoff, Aníbal Quijano, Frank Bonilla, Darcy Ribeiro, Irving Louis Horowitz, Glaucio Ary Dillon Soares. 619 CAPÍTULO XXI. UN MODELO TEÓRICO PARA AMÉRICA LATINA. 1. El contexto de enunciación: desarrollo, economía y sociología. Podemos afirmar que el análisis sociológico de Medina de estos años fue deudor de su contexto histórico, impregnado por la ideología desarrollista, pero también por el diagnóstico económico de sus compañeros economistas: ―La urgencia –la conciencia de esa urgencia- es así la característica esencial del actual momento latinoamericano‖ (Medina, 1976a: 45). Sin embargo, para Medina ese apremio por el desarrollo –como modernización cultural, económica, social y política- emplazaba a un momento de oportunidades –la disolución de la hacienda para consolidar una estructura auténticamente democrática, por ejemplo-, pero también de responsabilidades: ―¿Dónde está el fundamento de la ―toma de conciencia‖ que, queramos o no, inaugura la nueva época, aquí y ahora, en la sexta década de mil novecientos?‖, se preguntaba (Medina, 1976a: 105). Nuestro autor señalaba la obligación de reparar sobre el significado – humano y filosófico incluso- de aquel período de cambios que se abría. Medina era consciente de la influencia de la experiencia personal del observador sobre su visión de la sociedad y, por tanto, sabía de su función a la hora de suministrar a los economistas de la CEPAL y a los interlocutores de las Naciones Unidas, es decir, a los gobiernos latinoamericanos, interpretaciones del mundo y de sus problemas más acuciantes. La inmediata ―obligación‖ por cumplir ese precepto de modernizarse, asumida por los gobiernos latinoamericanos, trajo consigo cuantiosas permutas que afectaron a la propia CEPAL y que también tuvieron su oportuno reflejo tanto en la obra sociológica de nuestro autor como en su trayectoria profesional. El pensamiento cepalino tuvo mucha repercusión en la difusión de la ideología desarrollista y en esa ―toma de conciencia‖ y ―urgencia‖ de las que nos hablaba Medina. 941 Al igual que esas recomendaciones éticas de nuestro autor se abrirían, con el tiempo, un hueco dentro de las corrientes económicas y de los economistas de la CEPAL. En ese sentido, debemos recordar que una de las líneas centrales de este trabajo es analizar cómo los cambios conceptuales o temáticos de Medina Echavarría están relacionados con los cambios institucionales, sociales y políticos externos a la disciplina sociológica y que repercuten en el marco conceptual de la obra de nuestro biografiado. Otra línea central es el plano correspondiente al propio campo sociológico (Girola, 941 En distintos sitios nuestro autor reconocía las aportaciones de la CEPAL y su influencia en el medio social y político latinoamericano, lo que nos invita a pensar cómo las teorías pensadas para una sociedad terminan por influir en esa misma sociedad. Basta recordar aquí algunas de las palabras de Medina sobre la inferencia social de este pensamiento: ―las tesis que durante largos años de labores ha propugnado la CEPAL y que tienen hoy un reconocimiento general si no por completo unánime. Y esas tesis son en esencia las tres siguientes: 1) la teoría de la relación de precios del intercambio; 2) la exigencia de la programación como instrumento de desarrollo; y 3) la necesidad de crear zonas supranacionales de mercado económico‖ (Medina, 1963a: 339-340). Y también escribiría: ―Como resultado de la empeñosa labor realizada en estos años, en buena parte inspirada por los trabajos de la CEPAL, parecen hoy definitivamente adquiridos dos estados de conciencia que representan de hecho dos momentos sucesivos. El primero se expresa en la voluntad de ―crecimiento hacia adentro‖ y originariamente está apoyado en el mecanismo de sustitución de importaciones. El segundo se traduce en la idea de la programación o planeación, a lo que pocos se oponen cuando se la entiende –en su sentido más general pero no por eso menos exacto- como una racionalización del proceso económico que no permite su total abandono a los supuestos automatismos del mercado‖ (Medina, 1966b: 511). 620 1995: 180-181). Nos interesa ahora la primera línea. Así observamos cómo hay una relación entre el vocabulario y la temática de nuestro autor y la posición de la sociología en la CEPAL, consecuencia también de un nuevo clima internacional respecto a la ciencia sociológica: Alianza para el Progreso, aspectos sociales del desarrollo económico, marco institucional de las Naciones Unidas, sociología académica norteamericana, tradición sociológica alemana, son estructuras de conocimiento y referencias que conciernen a la obra de Medina Echavarría. De esta manera, como muy bien ha expuesto Adolfo Gurrieri en la obra de Jossé Medina se encuentran distintas denominaciones para referirse a esos aspectos sociales del desarrollo económico: ―La definición más acorde con sus ideas parece la de reservar los términos aspectos sociales y factores sociales para la caracterización más general; supuestos sociales para los aspectos sociológicos externos, pero imprescindibles, de una teoría económica; condiciones sociales para los aspectos referidos a una interpretación histórica de un proceso real; y, finalmente, obstáculos sociales, para los aspectos sociales que dificultan el logro de ciertos objetivos económicos programados‖ (1980: 83). Este vocabulario sociológico está ligado a los determinantes históricos y estructurales, y a la forma en que Medina los fue integrando en su pensamiento sociológico. Prueba de ello es que las construcciones de la propia sociología como de la propia sociedad se debe a procesos históricos. La sociología como ciencia que aspira a sistematizar y a ofrecer conceptos, a la hora de construirlos tiene que tener en cuenta la historicidad tanto de sus conceptos como de la propia sociedad, como así consideraba nuestro autor. No es ocioso tampoco recordar al lector que asistimos a un período biográfico en el que convergen con fuerza en la obra de Medina Echavarría la reflexión filosófica, la vocación política y la construcción epistemológica. En este último apartado se inscriben sus aportaciones de la sociología del desarrollo a favor de ―un pensamiento propio que, encarando las cuestiones no menos propias, sea capaz de asimilar –cuando no es posible o necesario inventar- lo mejor de la tarea ajena‖. Entonces Medina entendió que ―pensar por cuenta propia‖ era pensar ―desde dentro de los problemas que nos son peculiares y que se reconozcan como los más importantes y decisivos‖. Y el problema latinoamericano por excelencia era obviamente el desarrollo económico, que a la vez debía ser, según el punto de vista de nuestro autor, un ―núcleo de incitación sociológica‖ que imponía pensar desde dentro el conjunto de la realidad social latinoamericana y que forzaba, en consecuencia, ―a un mínimo de originalidad‖. 942 Un pensamiento sociológico que, en resumen, sólo podía ser auténtico ―si se inspira y deriva del complejo de cuestiones que arrastra consigo la necesidad de nuestro crecimiento económico‖ (Medina, 1963b: 109-114). De esta manera, su modelo teórico para el desarrollo latinoamericano estaba apuntaba hacía una teoría sociológica concreta. Medina reflexionaba en un período en el que se estaba forjando una ―sociología latinoamericana‖ y para él eso significaba una oportunidad por ir más allá de las modas sociológicas pasajeras. Podemos decir que su diagnóstico a favor de un pensamiento sociológico propio será una de sus ideas-fuerza más representativas de su 942 Nuestro autor reconocía que un mínimo de originalidad en el pensamiento latinoamericano se hallaba en la labor editorial del Fondo de Cultura Económica, en el papel regional de la CEPAL y también en el entendimiento que comenzaba a haber entre el saber económico y el saber sociológico (Medina, 1976a: 94-97). Una de las paradojas que observaba nuestro autor es que en momento de disolución ideológica y dispersión de creencias, debido a los fenómenos populistas, se estaba produciendo, por otro lado, un notable esfuerzo por fortalecer el saber científico y sociológico en la región. 621 sociología más madura. Los mejores valedores de aquella apuesta de peso terminarían siendo sus discípulos del ILPES, quienes se dedicaran a esta tarea a partir del modelo teórico de la dependencia. A todo ello se unía el predominio internacional por los estudios sociológicos. Como vemos, en Medina Echavarría ese predominio va acompañado a su vez de la influencia que le ejerció el pensamiento económico de la CEPAL, lo que le llevó a hablar de los aspectos y factores sociales del desarrollo económico, de los supuestos sociales de la economía, de las condiciones sociales del proceso histórico del desarrollo (la tesis de la hacienda) y, finalmente, de los obstáculos sociales, políticos y estructurales, que dificultan aquel desarrollo. Toda esta evolución conceptual ocurrió en una situación en la que se fue consolidando institucionalmente la sociología dentro de la CEPAL –a la para que en las sociedades latinoamericanas- y donde la interacción de nuestro autor con los economistas cepalinos explicaba esta primera innovación teórica. Aquí reconocemos que aquel contexto intelectual de la CEPAL, junto a aquellos economistas latinoamericanos, fue determinante para la evolución de su estilo sociológico. 943 2. La continuación del programa de investigación weberiano. Es por ello que, tras su regreso a la CEPAL, José Medina Echavarría centrase todo su interés en la importancia de la teoría sociológica para la producción de un conocimiento científico lo más original posible y lo más acorde con la problemática y la realidad social latinoamericana. Nuestro autor se enfrentó a un desafío de gran magnitud: se trataba nada menos que de construir un nuevo ―modelo‖ que diera cuenta de las condiciones sociales que harían posible el desarrollo económico en aquellas circunstancias (Faletto, 1996: 194). Esto le hizo trabajar con miras a la elaboración de un modelo complementario al de los economistas, éste mucho más matemático. De este modo, su propia interpretación para lograr un modelo de desarrollo económico para América Latina le condujo a desarrollar un ―enfoque integrado del desarrollo‖, donde combinó la perspectiva económica, con la histórica y la sociológica, residiendo todo el protagonismo en el modo de análisis weberiano (Solari, 1976: 488).Un modelo teórico que Adolfo Gurrieri ha denominado como una ―teoría del desarrollo histórico‖ de América Latina (1988: 71). Esto es sin duda del todo correcto, ya que para Medina el desarrollo fue entendido como una tendencia histórica que provoca transformaciones en toda la sociedad y, como tal, debe ser analizado desde los puntos de vista analítico y concreto.944 La cuestión de la sociología como ciencia que estudia una realidad histórica 943 El enfoque de los ―aspectos sociales del desarrollo económico‖ también se explica por la influencia en Medina de sus compañeros economistas de la CEPAL. En sus citas podemos observar cómo lee y cita a trabajos e informes de sus compañeros. Por ejemplo: cita el trabajo ―Características e la economía interna y su desarrollo, 1929-59‖, elaborado por la CEPAL y que se recogen ideas y análisis de los diversos trabajos realizados en los años 40 y 50. Medina utilizó este trabajo para ver cómo los economistas han hablado sobre ciertos temas y aspectos sociales en el desarrollo económico. Se refiere a las líneas más rigurosamente tradicionales del economista: la tierra (en América Latina, disputa latifundio-minifundio revela inexistencia de la clase media rural), el capital social (deficiente), el trabajo (insatisfacción mano de obra cualificada y mandos intermedios), la administración pública (deficiencias, levantar burocracia), el empresario (no hay el emprendedor tradicional, escasa oferta, rasgos monopolistas de la economía social, carácter psico-social), la distribución del ingreso (desigualdad económica, estratos sociales) (Medina, 1976a: 38-39). Lo que hizo nuestro autor fue una lectura sociológica de los datos ofrecidos por el economista. 944 Así lo confirman las palabras de nuestro autor: ―Un fenómeno histórico de semejante dimensión debe ser explorado en todas sus manifestaciones. Y éstas se extienden desde la constelación internacional y sus 622 fue una de las mejores aportaciones de nuestro autor a la ciencia económica y a las ciencias sociales latinoamericanas de su tiempo. Las siguientes líneas reflejan sucintamente la postura epistemológica asumida por nuestro autor para enfrentarse a la dinámica del capitalismo y de la sociedad latinoamericana en particular: ―¿Qué es lo que ha hecho de América latina la realidad que ahora es y que quizás no pudo ser de otro modo? El desarrollo económico es uno entre los componentes de su situación actual que está condicionada por una serie de situaciones anteriores. Y todas ellas –antes y ahora- no están ahí como configuraciones herméticas, sino incluidas en el proceso total de la historia y porosamente abiertas a sus numerosas influencias… El estudio de los aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina no puede eludir en su último esfuerzo el intento de comprender cómo llegaron a ser lo que son y de entregarse por eso a un ejercicio –modesto o profundo- de sociología histórica‖ (Medina, 1976a: 40-41). Medina lo que se propuso entonces fue renovar la perspectiva sobre el desarrollo latinoamericano, complementando el estudio de los aspectos sociales con el análisis del proceso social como un ingrediente más de la ―corriente histórica total‖. Su investigación se orientó especialmente hacia la pregunta weberiana de porqué Occidente se define por su racionalidad, como ―peculiaridad significativa‖ de su cultura, y a partir de ahí hallar las razones de por qué sólo se ha dado esta cultura en Occidente y en otras partes del mundo, pero ya con otras características (Medina, 1961: 28). 945 El reto teórico de nuestro autor consistirá, fundamentalmente, en validar la teoría weberiana con la realidad social latinoamericana. Por tal motivo, su síntesis particular estará fundamentada en una sociología histórica, cuya esencia será la comprensión, y en el que vinculará lo subjetivo con lo objetivo, los condicionantes externos (cultura occidental, capitalismo) con los condicionantes o factores más concretos (el individuo, la historia sociopolítica latinoamericana). En este sentido, entender al hombre latinoamericano fue para él transcendental a la hora de conseguir ese conocimiento comprensivo: ―Lo que ha hecho el hombre latinoamericano de sí mismo –su respuesta y estilo espirituales-, los acontecimientos de sus luchas políticas y las coyunturas externas en que se encontró, pesan hoy de igual manera en la constelación histórica en que está sumido y en que trata de forjar sus aspiraciones del futuro‖ (Medina, 1976a: 41). Ese peso histórico fue el que cambiantes mudanzas, pasando por las cuestiones económicas más estrictas de inversión y productividad, por ejemplo, a las aparentemente ya muy lejanas de las ideas, sentimientos y hábitos cristalizados en la región por obra de un largo pasado‖ (Medina, 1963c: 7). Esa referencia a las ideas, a los hábitos y a los sentimientos hace que incluso podamos decir que ciertos aspectos de su obra sociológica conformen un ―análisis cultural del desarrollo latinoamericano‖. Pues José Medina insistió en analizar los valores, las actitudes y la conciencia en general como elementos que estimulan u obstaculizan alteraciones en la situación existente. En ese sentido, a él le interesó poner de relieve cómo la interacción recíproca de desarrollos externos e internos actúan sobre las ideas y las motivaciones de los individuos, apareciendo, de esta manera, como mecanismo de transformación social. 945 Fragmento de Occidente, así la entendía el autor que nos preocupa; si América Latina forma parte de la historia occidental porqué no tiene una racionalidad establecida socialmente, acorde con la modernidad, con el desarrollo o con el cambio social. ¿Hasta dónde ha llegado la transculturación con Occidente? Nuestro autor entendía que en América Latina, como fragmente de la cultura occidental, había una continuidad dialéctica, no había una ruptura de la conciencia histórica. De esta manera, él concedió mucha importancia en sus análisis sociológicos a los sucesos históricos externos que, de una u otra manera, repercutieron en la región, caso de la revolución francesa, la ilustración, la Constitución de Cádiz, las revoluciones liberales, las dos guerras internacionales y la extensión de la economía internacional. 623 daría todo el contenido original a su modelo. Se trata de un modelo teórico elaborado durante años, de difícil y variada comprensión, pero, sobre todo, destinado a explicar las ―nuevas‖ condiciones del desarrollo capitalista en la región que comenzaban a emerger, como, por ejemplo, la inexistencia de una competencia económica perfecta, traducida en la ausencia de una plena libertad de mercado; los cambios en las relaciones de trabajo; el cambio en las funciones del Estado latinoamericano, que dejó de ser neutral y comenzó a intervenir regulando la actividad económica o participando directamente en ella. Las líneas magistrales de esta formulación teórica quedaron registradas en trabajos tales como su trabajo de 1961―Las relaciones entre las instituciones sociales y las económicas. Un modelo teórico para América Latina‖, el cual servirá de esquema analítico y será continuado en trabajos como Consideraciones sociológicas del desarrollo económico. Puede advertirse que Medina sigue inmerso en su programa de investigación weberiano aplicado en la realidad social latinoamericana, una vez que a mitad de los años 50 había escrutado la inadecuación de los modelos teóricos contemporáneos respecto a América Latina, como ya él había demostrado con las teorías sociológicas funcionalistas de Kuznets, de W. E. Moore, de Rostov o de Parsons, entre otros autores.946 Por tal motivo, una vez más desempeñó un papel importante en el marco teórico de Medina el tipo ideal weberiano: ―el tipo ideal como construcción interpretativa tiene en Weber el significado riguroso de ser una elaboración acentuada de ciertos rasgos existentes en un determinado fenómeno real: acentuación o exageración necesarias para facilitar su mejor comprensión. El tipo ideal así construido es sólo un instrumento heurístico para constatar si lo ofrecido por la realidad se acerca o distancia de lo articulado con la mayor plenitud lógica en el concepto. Es esencial, sin embargo, que su elaboración se apoye en los datos empíricamente ofrecidos por los hechos históricos mismos‖ (Medina, 1961: 30). Como venimos observando, nuestro autor quería ir un poco más allá de la corriente anglosajona de la teoría de la modernización, también de rasgos neoweberianos, pero que solía, por el contrario, abstraer las fisonomías generales de los países occidentales, económicamente adelantados, y compararlas con los países subdesarrollados. José Medina entendió que este ejercicio sociológico que pasaba de un tipo ideal pobre a un tipo ideal avanzado y moderno simplificaba la realidad social latinoamericana. Por ello, él planteó la cuestión del desarrollo desde las condiciones históricas que estructuran aquella peculiar realidad. Esto implicaría asumir y elaborar nociones teóricas remitentes al pasado, como el concepto de estructura, y nociones suscritas al presente como eran las tendencias dinámicas: ―El diagnóstico como interpretación de una situación sólo se logra si se tiene una idea de cuál sea su estructura y de las tendencias dinámicas que en ella se manifiestan, armónicas o contrapuestas. Pero estructura y tendencias vienen de una situación anterior y apuntan quizás a otra nueva cuyas posibilidades de realización dependen, entre otras, de las condiciones externas de una coyuntura‖, decía nuestro autor (Medina, 1976a: 43). 946 Medina recoge distintos modelos teóricos sobre el proceso de desarrollo económico: W. E. Moore, A. Marchal, S. Klatt, Rostov, las teorías de Clark o Fourastié (Medina, 1961: 32). Lo que encuentra Medina al final, como ya hemos comentado en estas páginas, es que la economía tiene su propia sociología. 624 Como mantenemos en esta investigación, la sociología de Medina Echavarría es rica y variada en cuanto a la reflexión epistemológica. Nuestro autor encontraba un hueco en cualquier trabajo, incluso en los dedicados al desarrollo económico, para reflexionar sobre conceptos y categorías sociológicas. 947 La aplicación del concepto estructura al estudio del desarrollo latinoamericano le interesaba porque, en primer lugar, con él podía analizar la ―relación recíproca entre determinadas situaciones de hecho, que están dadas y que tienen una fuerza compulsiva más o menos grande sobre los hombres que viven en ellas y la capacidad imaginativa, relativamente libre, de los seres humanos que necesitan –quiéranlo o no- formarse una idea y tomar posición frente a esas situaciones que les cabe vivir‖; y, en segundo lugar, porque ―toda estructura ya sea de una sociedad total como de una institución dentro de ella, es producto de un largo pasado histórico‖ (Medina, 1963d: 499-500). Se trata, en consecuencia, de una visión integral e histórica de la estructura social ya que, por un lado, remite a la presencia del factor humano, como un ―elemento subjetivo‖ que reacciona frente al ―elemento objetivo‖ que sería la propia estructura; y, por otro lado, el estado de hecho de la misma estructura es producto de la acción social del hombre a lo largo del tiempo, lo que significa que éste puede modificarla con su ―facticidad‖. Estas ideas centrales se resumen en que el diagnóstico histórico de la realidad social concreta, por tanto, se desarrolla entre la fijación estática de lo que ha sido y es (estructura), y los impulsos emergentes que anuncian lo que será (la dinámica), pero siempre teniendo muy presente la posición del sujeto respecto a la situación objetiva en que se halla. Este análisis estructural de América Latina hizo que salieran a luz las tensiones entre mentalidades y estructuras sociales, o para decirlo de una manera más sucinta, las diferencias entre la modernidad y la modernización y la vigencia de clichés y patrones autoritarios, tradicionales y paternalistas, claramente visibles en la estructura hacendística. Ante este desajuste estructural se volvía como fundamental para la sociología el analizar las perspectivas históricas del cambio social y los procesos de transición en la que el continente conjugaba en un mismo tiempo esta doble realidad. Es así cómo José Medina Echavarría pensase que Max Weber era el autor que dio una respuesta más satisfactoria sobre los fundamentos de la sociedad moderna, ya que su obra permitía tener en cuenta las conexiones recíprocas entre distintas instituciones sociales, el papel de los actores sociales, los fundamentos de la sociedad, su estructura y 947 En relación al concepto analítico de estructura social, apuntó lo siguiente: ―En la sociología contemporánea parece dominar hasta hoy la llamada ―escuela estructural funcional‖. No es pues necesario decir que este hecho hace de la palabra ―estructura‖ uno de los conceptos centrales de esa sociología contemporánea‖. El concepto de estructura, como nos dice Medina, ―fue formulada por primera vez por el sociólogo Durkheim. Recogida después por algunos antropólogos (por Manilonvski y Turmwald, entre los más conocidos), dio en definitiva lugar a la posición más actual, que es la representada desde hace unos años en los Estados Unidos por los grupos de Parsons y Merton y que ha aportado resultados muy positivos en la investigación sociológica de nuestros días‖. Para él la estructura social es ―una constelación específica de elementos constitutivos de un todo, dentro de una sociedad dada, cuya razón de ser se define por su funcionalidad en miras a un fin determinado‖ (Medina, 1963d: 497-498 ). Es decir, la estructura social cumple desempeña una función determinada dentro de la sociedad. De esta manera, Medina apunta que la estructura es más que la simple suma de sus elementos constitutivos, lo que nos permite hablar en el lenguaje sociológico de estructuras sociales totales o parciales. La estructura del Estado es estructura total, mientras que la estructura administrativa es estructura parcial. Pero las estructuras parciales también pueden ser un todo respecto a estructuras sociales de menor comprensión. Además le interesaba puntualizar según el mayor o menor el grado de cohesión de los elementos constitutivos de una estructura (tradiciones, leyes, escala de valores) entre sí y respecto al todo, la estructura poseerá una estabilidad mayor o no. Cita a George Gurvitch, ―Le concept de structure sociale‖, Cahiers Internationaux de Sociologie, nº 19, 1955. 625 su evolución en tiempos de cambio social. La obra del clásico alemán es la tentativa sociológica más plausible de interpretación del origen y de la formación de la economía moderna occidental, y a la vez es el modelo más completo del orden social liberal capitalista tal como existió históricamente (Solari, 1977: 27). Por eso Medina explica de la manera que sigue su preferencia por este peculiar punto de vista para la sociología y para la elaboración de una teoría general de la sociedad latinoamericana: ―Cuando se trata de construir un modelo de desarrollo económico suelen seguirse dos caminos: o se acude al historiador o se invoca al economista…Por eso nada tiene de extraño la frecuencia con que se acude en nuestros días a la obra de Max Weber en busca de inspiración y enseñanza. En efecto, cuando desde una perspectiva histórica se quiere entender lo ocurrido en el desarrollo económico de occidente –de elaborar por tanto el tipo ideal de su trayectoria- no puede eludirse un primer contacto a fondo con la interpretación del sociólogo alemán…la doble contribución que su obra representa, pues si, por un lado, es el intento hasta ahora más plausible de interpretar el origen y la formación de la moderna economía occidental, por otro, ofrece quizá también la construcción más acabada del ―modelo‖ o paradigma de la estructura liberal- capitalista de una sociedad‖ (Medina, 1961: 28). José Medina Echavarría, aun considerando seriamente al factor económico, cree, sin embargo, en la persistencia cultural en América Latina. Lo que pretendió nuestro autor es configurar una teoría sociológica del desarrollo latinoamericano que fuera capaz de formular proposiciones generales para ser contrastadas con aquella específica realidad. Para nuestro autor el esquema weberiano sobre el origen histórico del capitalismo –el moderno sistema industrial- representa la mejor guía teórica para preguntarse por las notas y categorías de las formas típicas de la sociedad industrial, de su capitalismo y de su racionalización: ―sigue teniendo validez el tema ya clásico de la interrogación weberiana concretada en el capitalismo‖, afirmaba (Medina, 1965a: 218). Eso le llevará, por ejemplo, a formularse las siguientes preguntas: ―En la América Latina de hoy ¿dónde están los grupos del hombres capaces de llevar a buen término el intenso proceso de transformación que sacude su cuerpo? ¿En qué clases apoyarse? ¿La clase política brotada del sistema de la hacienda y que gobernó no sin éxitos un trecho largo de su historia? ¿La nueva clase burguesa nacida de explotación y de la industrial? ¿La novísima clase proletaria de escasas experiencias de mando y apenas organizada?‖ (Medina, 1976a: 104-105). Uno de los grandes problemas aún no resueltos que se planteaban al político y al hombre de Estado en América Latina, era, precisamente, la manera de producir transformaciones sociales y quiénes serían los encargados de acometerlas. Era común la búsqueda de los estímulos para el crecimiento económico. 3. Los factores estratégicos en el desarrollo económico. Se discutía, como sabemos, sobre los tiempos y las técnicas de la planificación, sus medidas educativas y distributivas, pero también sobre la voluntad política y social al cambio. Estos temas empezaran a ser visibles en la obra sociológica de nuestro autor a la hora de dialogar con sus interlocutores economistas y con los políticos y representantes de los gobiernos latinoamericanos. Por ejemplo, Medina comenzó a señalar a principios de los años 60 que la problemática del desarrollo económico, junto con ser un problema sociológico, es también un problema técnico y político. Sobre este 626 asunto, como tendremos ocasión de ver, volverá nuestro autor con fuerza a finales de los años 60 y, muy especialmente, ya entrada la década del 70. Respecto al desarrollo como un problema técnico, Medina planteaba la necesidad de elegir entre distintas opciones técnico-económicas: 1) ―la urgencia del desarrollo‖ apuntaba la elección entre programas económico progresivos, como formas más pausadas de crecimiento, o programas tipo ―big push‖, como impulso enérgico que supone una ―auténtica ―conmoción‖ social en la concentración de los asentamientos humanos, en el sistema de las ocupaciones y en la formación apresurada de poderosas cabezas dirigentes‖; 2) la elección entre tipos económico agrarios o industriales; 3) la elección entre industrias de bienes de equipo o industrias de bienes de consumo; 4) la estabilidad de precios o la inflación; y 5) la integración nacional o la integración supranacional. Respecto al desarrollo como problema político, nuestro autor señaló 4 ―opciones sobre el sacrificio‖: 1) la elección entre el liberalismo económico del dejar hacer (el ―laissez passez‖) o la intervención estatal en la economía; 2) la deliberación entre crecimientos abiertos o cerrados, lo que implicaba a los países latinoamericanos convertirse o no en países y economías satélites de los países dominantes; 3) la elección entre los intereses de potencia o los intereses de bienestar general; y 4) decidir, principalmente, sobre qué cuerpo social caerán las mayores cargas de sacrificio, a lo que añade Medina: ―En sus formas extremas se trata de optar entre el sacrificio ―exclusivo‖ de unos pocos o el sacrificio compartido por todos‖ (Medina, 1976a: 146-149). De momento, nuestro autor dejaba registrada la dimensión técnica y política del desarrollo, ambas relacionadas con la dimensión sociológica y que, desde mi punto de vista, apuntan también a su dimensión filosófica del desarrollo como un problema de justicia social. Observamos en la posición de Medina una reserva respecto al debate teórico que se estaba produciendo en el ámbito político-científico latinoamericano en lo referente a la adopción de planes de desarrollo motivados por la doctrina económica del ―gran empujón‖ o ―big push‖, los cuales pretendían elevar la renta nacional a un ritmo más rápido que el del crecimiento de la población, a partir de la aceleración de la producción, y lanzar así un proceso de desarrollo económico cumulativo. Sin embargo, Medina ostentaba cierto escepticismo respecto a estas soluciones a menos que se evaluasen primero ―sus consecuencias desde el punto de vista de una escala social de valores‖ (Phillips, 1963: 278). Porque, según afirmaba, el desarrollo económico ―arrastra el peso de penosos sacrificios‖ (Medina, 1976a: 150). Aparte de eso, él entendió que junto a la decisión y a la acción política hacía falta que la sociedad generarse ―sus propios mecanismos sociales naturales de desarrollo‖ (Phillips, 1963: 276). Por tal motivo, Medina tomó a Weber como punto de referencia para su explicación del desarrollo económico como un proceso de modernización racional que debe posibilitar la emergencia de la sociedad capitalista y del sistema estatal, como sucedió en la historia europea. Consecuentemente, lo que más le interesa a nuestro autor de su lectura weberiana son estos dos complejos institucionales, caso de la economía capitalista y del estado moderno, en los que el clásico alemán vio ―las estructuras modernas de concienciación‖ como ejemplos del proceso de racionalización societal (Solé, 1987: 98). Desde esta perspectiva, lo que pretende el sociólogo español es apuntar, siguiendo a Weber, una transición o cambio cultural que permita la expansión de la racionalidad en todos los órdenes de la vida. Ello implicaría, según su punto de vista, una nueva integración social y un marco más apropiado para la actuación de la acción racional y, por tanto, un entorno más favorables 627 para la actividad económica, en clara oposición a estas políticas económicas del ―big push‖. Es así como Medina nos habla de los ―factores estratégicos en el desarrollo económico‖ en los que concede mucha importancia, sin duda, a la Ética protestante de Weber y a su significación respecto a los imperativos funcionales de la economía capitalista y la evolución social del estado moderno. Según Medina estos cuatro factores sociales estratégicos en el desarrollo económico serían: a) la disposición económica general; b) la capacidad ejecutiva; c) la capacidad directiva; y d) la educación como movilidad social (Medina, 1961: 32-35). a) La disposición económica general. José Medina ya se había ocupado de este aspecto weberiano en su estudio sobre Bolivia, si bien ahora lo hacía concibiendo al desarrollo económico como un proceso histórico de modernización, global, en el cual, sin embargo, había que distinguir entre una serie de componentes culturales y sociales análogos como era el de la ―disposición económica general‖. Para Medina este término comprendía dos cosas distintas: ―las aspiraciones económicas y el sentido de la responsabilidad personal y colectiva‖. Aunque si bien apuntaba hacia un lugar común: el de las creencias económicas socialmente compartidas. Que en el caso de América Latina estaban muy lejos de ser homogéneas, lo que dificultaba el estímulo para esta disposición económica general. Medina observa que en el continente latinoamericano sí que se extendía por la sociedad un ―efecto de demostración‖, en cuanto aspiración de la población a elevar el nivel de vida y para mejorar la capacidad de consumo emulando a los países más desarrollados. 948 Sin embargo a no ―hay una ―creencia económica‖ igualmente compartida por todos, letrados e iletrados. En cambio, en la historia del desarrollo económico europeo, la creencia económica del hombre de la calle venía a coincidir, supiéralo o no, con las ideas científicas del economista‖ (Medina, 1961: 33). El término ―efecto de demostración‖ apela a los efectos sobre el comportamiento de las personas motivados por la observación de las acciones de otros y sus consecuencias sobre la macroeconomía, principalmente, en el aumento que se produce en las poblaciones de los países desarrollados por asumir o entrar en contacto con artículos o bienes superiores de consumo a los que podrían satisfacer. El efecto de demostración, como vemos, es una teoría económica desarrollada a principios de los años 50 y que Medina recogió para sus escritos sociológicos a la hora de explicar esta elevación de consumo de la gente, el cual traía como consecuencia no deseada el descenso de las tasas de ahorro y el descenso de las oportunidades de crecimiento macroeconómico, algo que era contrario, sin duda, al argumento de nuestro autor a favor de un comportamiento económico ascético como una medida más para favorecer el desarrollo económico latinoamericano: ―La contradicción más notoria en el seno de esas creencias (económicas) consiste, por una parte, en que la aspiración a la mejora del nivel de vida o de la capacidad de consumo puede no estar acompañada del impulso paralelo a realizar el esfuerzo necesario para conseguirlo; y en segundo lugar –simple 948 Nuestro autor se apropia del término económico ―demonstration effect‖, que está en autores que él había leído y trabajado en aquellos años como Dusenberry y Nurkse, autores a los que cita. Dusenberry, J.S. 1949, Income, Saving and the Theory of Consumer Behavior, Harvard University Press, Cambridge. Nurkse, R. 1953, Problems of Capital Formation in Underdeveloped Countries, Blackwell, Oxford. También cita a Raúl Prebisch. 628 faceta quizá de la anterior- en que la aspiración individual a esa acentuación en el goce no esté frenada por el necesario sentido de responsabilidad individual y colectiva. En esencia, como debiera saberse, el desarrollo económico, en cualquier circunstancia, es posible únicamente a costa de sacrificios de parte considerable de la población, que sólo hay dos medios de canalizar: el indirecto del beneficio en un sistema, o el directo de carga impositiva del estado en el sistema opuesto‖ (Medina, 1961: 33). Por tanto, la cuestión que planteaba Medina, en relación a la ―disposición económica general‖, era la emergencia de otra cultura económica que él reconocía en la actitud ascética argumentada por Weber como fundamento espiritual del capitalismo originario: ―resulta existir cierta afinidad –con efectos causales- entre el ―espíritu‖ –la psicología dirían algunos- del capitalismo y la ética religiosa –la moral cotidiana- del protestantismo. La paradoja reside en que un fenómeno tan ―racional‖ como el capitalismo se apoya en definitiva en una base irracional. Motivos religiosos de salvación –mejor, la necesidad de eliminar la angustia de su inseguridad mediante algunos síntomas reconocibles de la presencia de la Gracia- imponen un modo de vida rigurosamente ―controlado‖ y racional. Lo que se traduce –en lo que ahora nos importa- en que el obligado desdén por determinados goces vitales y culturales repercute aun sin quererlo en una forma de ahorro forzoso, es decir de acumulación de capital. ¿Qué hacer del excedente sino aplicarlo en nuevas inversiones que testimonien con sus nuevos frutos el ―éxito‖ en una profesión, que es el único indicio de una insegura elección divina? El sistema queda así configurado en su inexorable rigidez: la aplicación continuada –exclusiva- del excedente en la busca de su propia expansión. En eso consiste y seguirá consistiendo el dinamismo del ―desarrollo económico‖. Importa ahora subrayar que por detrás de esta interpretación weberiana hay algo que tiene validez para todo desarrollo económico- en sus momentos iniciales muy en particular- y que cabe separar de esa especial vinculación religiosa. Lo que resta de la tesis acerca del ―ascetismo intramundano‖ del calvinismo no es otra cosa que el ascetismo mismo. Lo que quiere decir que en el comienzo al menos de todo ―sistema económico‖, se presenta –tiene quizá que ofrecerse- la nota de una actitud ascética. Dicho de otra manera, de una voluntad de sacrificio, de renuncia mayor o menos del presente en vista del futuro‖ (Medina, 1965a: 218). Así entendemos mucho mejor su preocupación respecto al estado de las creencias económicas en América Latina, cuestión que él extrapola al papel que en esa primera fase del impulso del desarrollo económico deben asumir las elites dirigentes como elites ejemplarizantes: ―Es problemático que una sociedad industrial avanzada – estimulada por el aumento constante del consumo- pueda ser compatible con principios de ascetismo. Pero no cabe duda que todas las sociedades industriales han exigido en las primeras fases de su expansión –cualquiera que haya sido el modo como ésta se haya realizado- una fuerte dosis de capacidad ascética en sus élites dirigentes, económicas o políticas‖ (Medina, 1961: 33). La ―conciencia de la urgencia del desarrollo‖, en efecto, requería de un sacrificio -comenzado por las elites y su declinación al ―gasto ostensorio‖- y de una ―voluntad de llevarlo a cabo‖. Por tal motivo, según afirmaba nuestro autor, ―el desarrollo económico y la sociedad necesariamente determinada por 629 él, exigen metas muy claras a la par que ciertas capacidades de sacrificio y de esfuerzo sostenido, mucho más difíciles de poseer que el mero deseo de un futuro mejor o la angustia ante una injusticia histórica‖ (Medina, 1966b: 470). Ello implicaba la penetración de esas actitudes y creencias económicas ascéticas en los órdenes no económicos de la vida y ahí ―el sistema educativo ofrece el instrumento más flexible para actuar con continuidad y eficacia. Pero además la acción pública del estado puede utilizar los denominados ―medios de comunicación de masa‖‖ (Medina, 1961: 33). La toma de conciencia era una imploración a que él hombre mediará en su futuro próximo. Podemos decir que para Medina, en palabras de M. Horkheimer, la ―conciencia‖ de la urgencia del desarrollo económico era un ―fenómeno histórico‖ y que, como tal, debería ―residir en todos los ciudadanos‖ (1976a: 73). A continuación recojo unas palabras de Enzo Faletto que resumen a la perfección esta postura asumida por nuestro biografiado: ―En su libro titulado Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, en que se resumen sus reflexiones de finales de los años cincuenta e inicios de los sesenta, Medina postulaba que un nuevo ciclo se iniciaba en la región, y que lo importante y decisivo desde el punto de vista sociológico era la ―toma de conciencia‖ respecto a las características definitorias de ese nuevo ciclo. Esa toma de conciencia no se refería sólo al posible conocimiento que del fenómeno pudiera tener un puñado de intelectuales, aunque ese hecho era también de extraordinaria importancia y Medina lo subrayó más de una vez. La conciencia que se necesitaba era la de la sociedad toda, puesto que a ésta le tocaría decidir—y él así lo esperaba— las opciones de su futuro, lo que no podía estar desligado de una cabal comprensión del presente.‖ (Faletto, 1988: 77). Confiere a la conciencia un criterio de poder actuar sobre la sociedad. Era necesario, por tanto, una generalización sobre el significado ideológico, humano, social y cultural de ese sacrificio económico y de esa disposición económica. En este sentido, América Latina precisaba tanto de una base sacrificial para el desarrollo económico como un modelo de sociedad sobre él que dirigir todo ese esfuerzo humano. 949 Y para nuestro biografiado esta idea de sociedad correspondería en líneas generales a una sociedad democrática, liberal y justa, más o menos acorde con el modelo weberiano al que él denomina como el paradigma de las ――condiciones sociales‖ de la ―economía liberal‖‖ (Medina, 1961: 29). b) La capacidad ejecutiva. Otra de esas ―condiciones sociales‖ de la ―economía liberal‖ será, según nuestro autor la capacidad ejecutiva. Medina entiende por capacidad ejecutiva ―la capacidad de trabajo en su más amplio sentido‖. Aunque debemos especificar que él se refiere a la población obrera o trabajadora. Él observa que en América Latina se dan tres problemas 949 Medina, siguiendo a Max Weber y a su sociología de la religión, entiende que en la historia ha habido otros ejemplos de ascetismo como la conducta ascética de los samurais japoneses, lo que significó la transformación del Japón meiji pasando de un país de estructura feudal a un país industrializado y moderno. Incluso Medina, en su opinión, reconoce ciertas dosis de ascetismo en los forjadores del mundo soviético (Medina, 1965a: 219). Lo que tenía claro nuestro autor es que América Latina necesitaba una actitud vital ascética, un sacrificio económico y una voluntad al cambio que fuera más allá de cualquier idea religiosa o espiritual. La posición de Medina es la de un claro representante de la Ilustración y cuya voluntad pasaba por adoptar una posición intramundana, racional, libre, dentro de lo posible, de todo prejuicio religioso. 630 sociológicos ligados a esta capacidad ejecutiva o capacidad de trabajo: ―a) el de la diligencia o impulso al esfuerzo, con los atributos que lo conforman y que permiten hablar de la moral o ethos del trabajo; b) el de la adaptación técnica en el trabajo, y c) el de la responsabilidad social del trabajo como expresión de la conciencia de su propia función en el conjunto de la sociedad‖. Debe decirse que Medina no niega que en América Latina no haya habido un ―impulso al trabajo‖, si bien la formación de esta actitud dentro de la disposición económica general ha tenido una marcha más lenta y dificultosa que la ofrecida en los distintos países europeos. En realidad la ética del trabajo, como ethos, ha tenido una discontinuidad interna en la región debido a sus asincronías sociales, siendo, sin duda, problemático la cuestión indígena, y también debido a las oposiciones políticas que han obstaculizado la formación y participación de las organizaciones obreras (Medina, 1961:34). A ello se uniría, como sabemos, la persistencia de una creencia en el trabajo caracterizada por la supervivencia, acorde a la importancia de las áreas rurales sobre las urbanas. c) La capacidad directiva. Nuestro autor entiende por ―capacidad directiva‖ ―la significación histórica del empresario‖. Ello equivale decir que el desarrollo económico es resultado de la innovación o creación económica que ha desempeñado este ―tipo humano‖. Por tal motivo, él concederá mucha importancia al tipo humano de empresarios que ha habido históricamente en América Latina: ―a) El siglo XIX ofrece en la mayoría de los países de América Latina la prueba de la existencia de hombres de empresa eficaces y de amplia visión; en las últimas décadas y entre sus países más avanzados no puede negarse la presencia de la capacidad empresaria en constelaciones de gran empuje; b) Sin embargo, ha predominado en la mayoría de sus países la empresa comercial frente a la industrial en estricto sentido y, sobre todo, el tipo de empresario político o de coyuntura, al amparo de las alternativas del poder; c) Podría señalarse en unos y otros países la aparición del tipo de empresario que hemos denominado ―gerente público‖, sin que sus perfiles estén todavía bien definidos‖ (Medina, 1961: 34-35). Volvemos a apreciar el reconocimiento que realiza Medina respecto a la existencia del empresariado latinoamericano, aunque, sin embargo, matiza que su capacidad creadora, directiva e innovadora no ha sido del todo suficiente. Apunta, como vemos, una razón de peso que configura el sistema económico y político del continente: la alianza entre los grupos empresariales y las clases dirigentes. Nos detendremos más adelante en este supuesto, pero este juego de alianzas es una de las razones que nuestro autor apunta como un patrón del mantenimiento de los desequilibrios económicos y políticos internos. Ello explicaría, por ejemplo, la ausencia de políticas deliberadas de integración nacional. No extraña, por tanto, que ante este panorama de discontinuidades internas entre las áreas modernizadas (urbanas) y las áreas más atrasadas (rurales, periféricas), Medina señale lo siguiente: ―una de las claves del porvenir económico de América Latina esté en la posibilidad de que se ofrezca a tiempo la adecuada constelación de gestores económicos públicos y privados capaces de crear los polos de desarrollo…incumbe al espíritu universitario el llevar esta tarea, con la colaboración desde luego de la experiencia adquirida por el medio empresarial‖ (Medina, 1961: 35). Y este deseo liga con el punto que sigue. 631 d) La educación como movilidad social. Para Medina Echavarría ―la movilidad social –como confirma la historia de los países industriales- es ―condición‖ indispensable del desarrollo económico‖. La movilidad social no es un factor estratégico por sí mismo, pero sí que es una condición social para el crecimiento económico. El factor estratégico de la movilidad social, obviamente, vienen a ser la educación. Deseamos destacar otra vez más que para él fue muy importante el tema de la educación durante los años 60. Desde su punto de vista, la educación actúa, en su sentido más instrumental, ―como estimulante de una mayor movilidad‖. La educación ofrece dos elementos dinámicos indispensables para la constitución de una moderna sociedad industrial: ―nivel de aspiración‖ y ―existencia de las capacidades requeridas para el ascenso social‖ (Medina, 1961: 35). De hecho, Medina comprendió que la educación estaba revolucionando en su tiempo las pautas de movilidad social y los criterios de recompensa de las sociedades industriales. La herencia y la familia habían sido sustituidas por la educación, lo que ayudaba a diluir la clásica distinción clasista entre propietarios y no propietarios, abriéndose otros comportamientos interclasistas y otros modelos de estratificación social. 3.1. El modelo weberiano como modelo de la “economía liberal”. Los ―factores estratégicos‖ de Medina Echavarría que hemos visto anteriormente apuntaban, así lo entiendo, hacia una transformación estructural de la economía y de la sociedad latinoamericana. Por ello en su análisis se entrelaza el desarrollo económico, con la modernización social y con la modernización política. Puede deducirse que si Medina estuvo interesado en aplicar el modelo weberiano de la ―economía liberal‖ es, principalmente, porque él lo identificó como el paradigma de la ―modernidad‖ (Medina, 1966a: 1). 950 Medina dialogó y recurrió frecuentemente a Max Weber cuando procuró definir el modelo de desarrollo para América Latina desde un punto de vista analítico e histórico, que apresase las condiciones sociales como sus normas sociales; pues veía en el clásico alemán el analista que más profundamente se había preguntado por los supuestos sociales de la economía liberal y por las condiciones sociales de la racionalidad económica formal (Gurrieri, 1980: 85). A decir verdad, al sociólogo español le interesó sobremanera el principio de la ―afinidad electiva‖ entre determinadas estructuras económicas y ciertas estructuras sociales presentes en la obra de Weber (Medina, 1961: 31-32). De esta manera, para nuestro autor el problema del desarrollo económico para América Latina no era otro que el referente a ―las condiciones de su posibilidad‖ (Medina, 1965a: 209). En otras palabras, él se interesó sociológicamente por descubrir en qué medida ciertas estructuras sociales y políticas son ―adecuadas o inadecuadas‖ para que se realice una forma económica determinada como la del capitalismo. Para Medina el interés sociológico por Weber estaba justamente en esas ―condiciones‖ sociales y políticas para el establecimiento de una estructura social liberal como requisito para el desarrollo económico. Incluso podemos adivinar en él una cierta 950 Otra breve muestra más sobre el poso weberiano en nuestro autor: ―El capítulo II de ―Economía y sociedad‖ –muy poco frecuentado porque su aridez lo hace, sin duda, inatractivo- es algo más de lo que Weber declara sobriamente en el título: ―Las categorías fundamentales de la vida económica‖. Constituye en realidad un ensayo de interpretación de las condiciones sociales –de los supuestos sociológicos- de la economía liberal‖ (Medina, 1965a: 262). 632 equivalencia conceptual entre ―desarrollo‖ y ―capitalismo‖: ―la aparición histórica del desarrollo económico coincide con la génesis del capitalismo occidental, aunque hoy día, ya muy lejos de aquella fecha, se persiga ese desarrollo dentro de estructuras económicas de muy distinta naturaleza‖ (Medina, 1966b: 469). El caso es que para Medina ―el desarrollo económico es un proceso continuado cuyo mecanismo esencial consiste en la aplicación reiterada del excedente en nuevas inversiones, y que tiene como resultado la expansión asimismo incesante de la unidad productiva de que se trate‖ (Medina, 1965a: 210). 951 Asimismo nuestro autor pone énfasis en cómo la aplicación incesante del excedente en nuevas inversiones productivas se convirtió en la norma de la cultura occidental. El fin del desarrollo es ahorrar, invertir, y volver a ahorrar, y a invertir, etc. Pero para ello hay que organizar racionalmente la actividad económica y productiva. En consecuencia, lo primordial para América Latina será integrar unas prácticas más o menos marginales en prácticas habituales, rutinarias, comunes, es decir, en prácticas sistémicas; tarea ésta –―la elevación de ese capitalismo a sistema‖- que Weber fechó a partir de la alta edad media occidental (Medina, 1965a: 217). Esta ―elevación‖ a sistema significa, en sí, la transformación continua de las condiciones materiales de la existencia social (acumulación de capital, nuevas inversiones, expansión del ingreso), imposibles sin un ideal normativo de los actores sociales, es decir, de unas actitudes y valores que guíen esa acción social. Esta exigencia está detrás de su distinción y correspondencia entre ―instituciones económicas‖, caracterizadas por la búsqueda de un beneficio o por la cobertura de necesidades, y las ―instituciones económicamente relevantes‖, en donde las actividades que se llevan a cabo no son económicas pero pueden representar un ―momento causal‖ en el proceso de una actividad económica. 952 Detrás de estas ideas de ascendiente weberiano también encontramos la referencia al modelo teórico de E. Heinemman, el cuál distinguía entre de ―sistema económico‖ y ―sistema económico integrado‖: ―Un sistema ―económico integrado‖ es todo aquel en donde la actividad económica está orientada y por tanto contenida por valores no económicos, sean estos los que sean. Un sistema económico puro es todo aquel en donde esa actividad está orientada y por tanto desbordada por valores exclusivamente económicos‖ (Medina, 1965a: 212). 953 Y nuestro autor continua diciendo: ―el sistema económico integrado se ha dado en todo tiempo, el ―sistema económico‖ estricto –ahora 951 Esta definición es común en sus trabajos:: ―Puede considerarse el desarrollo económico como un proceso mediante el cual, una determinada unidad productividad dilata en forma constante su propia capacidad en la medida en que, para ese fin, invierte todos o la mayor cantidad posible de los excedentes conseguidos en el curso de su actividad anterior. El resultado es un aumento de su potencialidad futura y de los rendimientos con ella conseguidos. El desarrollo es, en este sentido, un mecanismo que mantiene de modo continuado la autorreproducción expansiva de una unidad social de producción. En términos corrientes, la meta del desarrollo es el aumento continuado de la riqueza; en términos económicos, el incremento constante del producto nacional bruto de acuerdo con una tasa de crecimiento mayor o menor‖. En el mismo texto añadirá: ―desarrollo como mecanismo de expansión de la capacidad productiva‖ (Medina, 1966b: 469 y 474). 952 Medina cita al Weber de Economía y Sociedad para distinguir entre ―instituciones económicas‖ e ―instituciones económicamente relevantes‖. ―las comunidades ―económicamente relevantes‖ son aquéllas en que su actividad peculiar, sin ser económica, puede representar un ―momento causal‖ en el proceso de una actividad económica‖ (Medina, 1961: 31). 953 Medina cita a E. Heimann. Además nos señala las lecturas de aquella época y que nos confiesa el fondo teorico de sus reflexiones económicas: ―Y la razón no es sólo porque me encuentro empapado por su reciente y detenida lectura y el contacto sostenido con toda su producción anterior, sino por la coincidencia de ambos en la estimación de las mismas fuentes, que Heimann claro está ha aprovechado mejor que yo: Marx, Max Weber, W. Sombart, J. A. Schumpeter, y en los últimos tiempos, F. Perroux‖ (Medina, 1965a: 212). 633 equiparado al mecanismo del desarrollo- sólo existe desde la modernidad. Una sociedad casi compulsivamente entregada a la acumulación del capital sólo se ofrece en el capitalismo occidental y luego más tarde en el socialismo histórico con el que coexiste. Y por ese proceso tendrán que pasar de una u otra forma todos los pueblos que hoy pretenden el ―desarrollo‖‖ (Medina, 1965a: 213). En fin, Medina observa que el del desarrollo para América Latina es inevitable y que éste, como modernización o ―modernidad‖ económica, pasa por el sistema económico integrado que es, al fin y al cabo un sistema de actitudes ante la vida. Por tal motivo, lo que él plantea como prioridad para el despegue del desarrollo latinoamericano, por tanto, es establecer una correspondencia entre las ―instituciones económicas‖ propiamente tales –los ―requisitos de primer orden‖-, como la propiedad, la mano de obra y las relaciones de mercado, y las ―instituciones económicamente relevantes‖ –los ―requisitos de segundo orden‖-, particularmente el régimen político, la ciencia y la técnica y las formas de la estratificación. De lo que nos hablaba Medina, al fin y al cabo, era de encontrar de la intención colectiva que representa el desarrollo una correspondencia entre la aspiración de un mejor nivel de vida o consumo junto con un ―cierto sentido de responsabilidad‖ (Faletto, 1996: 194). Ya que estos presupuestos no pueden coincidir en la realidad y pueden ser incluso contradictorios. De ahí su insistencia en los esfuerzos y sacrificios individuales y la auto-imposición de restricciones al goce individual en beneficio de la responsabilidad colectiva. De modo que, al no estar asegurada esa concordancia entre la disposición individual y la disposición colectiva, aparecía como necesario la promoción consciente de esta concordancia, a partir del sistema educativo, los medios de comunicación, el Estado, los partidos, los sindicatos y otras instituciones sociales no económicas. Es así como en su explicación serán muy importantes, como científico social, ―los valores de los actores sociales‖ y los rasgos típicos de la cultura latinoamericana (Gurrieri, 1988: 72). Para Medina los valores constituyen la ―fuerza matriz‖ de toda forma de vida‖ (1976a: 60). En ese sentido, la idea básica de este modelo teórico es la racionalidad formal. Más concretamente, y usando la terminología de Weber, la cuestión era observar cómo se ha desplegado ―el proceso general de racionalización de la cultura entera de occidente‖ en América Latina (Medina, 1961:28). En otras palabras, ¿cómo se ha expresado la matriz de esta cultura en aquella región? Nuestro autor, en un primer momento, se preguntó por ―los supuestos sociales de la ―economía liberal‖‖, que (que) son los que hacen posible y fundamentan el ejercicio de semejante racionalidad. 954 En principio, esos supuestos pueden reducirse a los que gobiernan estos tres campos: el mercado, las relaciones de propiedad y de trabajo, y la organización política económica‖. A lo que añade: ―Un sistema económico funciona con arreglo a las exigencias de la idea de racionalidad formal…la racionalidad formal de la economía tiene su más exacta traducción en el cálculo de capital, lo que a su vez requiere –y 954 El tema de la racionalidad y la racionalización de la vida moderna son temas recurrentes en la obra de Medina. Incluso podemos decir que llegan a ser casi una ―obsesión‖: ―En palabras de Weber, se trataba en primer lugar de explicar la aparición de un determinado ethos profesional, o si se quiere en términos psicológicos y más actuales, de los hábitos de trabajo de la sociedad industrial. ¿Cómo se ha formado la actitud racional, sobria y disciplinada que había de ser el sostén psicológico de la vida económica moderna? ¿Cómo surge la ―racionalidad económica‖ y qué relación mantiene con el proceso general de racionalización de la cultura entera de occidente?‖ (Medina, 1961: 28). Y años después en un texto de 1965 seguiría preguntándose, en relación al programa de investigación weberiano sobre la historia del capitalismo occidental: ―¿Qué es lo que hizo posible su aparición en un momento de la historia de Occidente y sólo en ella?‖ (Medina, 1965: 218). 634 volvemos a encontrarnos algunas de las condiciones señaladas- libertad rigurosa de mercado, estabilidad disciplinaria de la empresa y relaciones estables de apropiación‖ (Medina, 1961: 29). Por eso entendemos que un elemento clave de este análisis serán los grupos dirigentes como un grupo social que ha de proporcionar un modelo de conducta –una racionalidad- a imitar por el resto de la sociedad. Junto a estas ideas, Medina irá añadiendo otras ideas-fuerza muy significativas en su enfoque sociológico de aquellos años según vaya reconociendo otros elementos necesarios para que se diera el capitalismo en América Latina. 4. El desarrollo económico y el proceso general de racionalización. La sociedad moderna como sociedad capitalista, como sociedad científica y como sociedad funcional. El trabajo teórico de Medina Echavarría respecto a este modelo de desarrollo para América Latina giró, desde mi punto de vista, sobre tres presupuestos relativos a la concepción que él tenía de la sociedad moderna. Si examinamos sus trabajos desde el punto de vista de la teoría de la sociedad encontramos sus reflexiones agrupadas en tres rúbricas o características: primero, la sociedad moderna como sociedad capitalista, como hemos podido ver anteriormente; segundo, la sociedad moderna como sociedad científica; y tercero, la sociedad moderna como una sociedad funcional. Incluso podríamos añadir un cuarto punto que sería el de la sociedad moderna como sociedad democrática. Observamos, de esta manera, cómo Medina fue ligando distintos conceptos e ideas-fuerza en sus argumentos teóricos, como la idea de crisis como urgencia de desarrollo económico, el ascetismo intramundano y el capitalismo, la racionalización de la vida y la posición social de la ciencia, convirtiendo su perspectiva sociológica en mucho más compleja, sistemática, pero también realista. 4.1. La sociedad científica. En un primer momento, nuestro autor asumió como válido la interpretación de Max Weber sobre el carácter del Occidente moderno, donde el conjunto de las relaciones sociales han sido permeadas por el racionalismo y, de esta manera, la ciencia habría encontrado en este proceso de racionalización su lugar adecuado. Junto a esa afinidad apuntada por Weber entre la ―práctica científica‖ y la ―racionalidad de la práctica social‖, Medina interpretó que el desafío del desarrollo también era, en gran media, un desafío para la propia ciencia (Faletto, 1996: 193). De esta manera, pondría toda su atención al papel de la ciencia en el desarrollo económico, pues, como decía, ―sistema económico y evolución de la ciencia marchan paralelos‖ (Medina, 1965a: 220). En este sentido añadirá: ―el desarrollo como mecanismo de autorreproducción expansiva de una determinada sociedad, exige una determinada actitud vital, en la que entra como componente decisivo una capacidad mayor o menor de racionalidad científica‖, afirmaba (Medina, 1966b: 471). Una ―actitud vital‖ que Medina relaciona con la idea de la racionalidad y la racionalización de la vida cotidiana en las sociedades modernas. Veamos el siguiente pasaje que refleja sucintamente su idea respecto a este tema: ―en las sociedades industriales más avanzadas no hay apenas tarea –urbana o rural-, por insignificante que parezca, que no esté penetrada en su ejercicio, impregnada por decirlo así, por algunos supuestos de carácter científico. Tal cosa no significa que ―vivamos‖ plenamente una fase científica de la historia o 635 que todos los hombres posean la actitud científica en estricto sentido; tan sólo pretende indicar que las sociedades industriales no podrían funcionar si no se diera una apertura generalizada del hombre corriente a cierto mínimo de racionalización, que se acepta como propio, aunque sea inconscientemente, en la vida cotidiana por el continuado empleo de aparatos y prescripciones de origen científico‖ (Medina, 1966b: 476). Antes que nada, debemos apuntar que en los escritos de nuestro autor comienza a ser recurrente el concepto de la ―preformación científica‖ de la vida moderna. Es un concepto sociológico que toma de Helmut Schelsky y que cita en numerosos trabajos: ―La preformación de la vida por la ciencia consiste en que las más de las actividades cotidianas del hombre contemporáneo se encuentran ya mediatizadas por pautas que provienen de la investigación científica. Se tenga o no conciencia de ese origen, semejantes pautas, aunque no antes transmitidas por una determinada técnica, penetran en los rincones más modestos del hacer humano –en el taller, en el hogar, en la comunicación, etc.- y facilitan así en forma de hábitos o automatismos la adaptación a la compleja civilización actual. Esta preformación de la existencia cotidiana por la ciencia no significa sin más que se viva científicamente o en una época científica, como a veces se interpreta a la ligera, pero tiende a empujar a esa dirección‖ (Medina, 1963e: 410). 955 En este sentido, Medina afirma lo siguiente respecto a la distinción entre ―sociedades paracientíficas‖ y ―sociedades científicas‖: ―Aunque no sea del todo correcto sostener que vivimos en una sociedad científica, ya que los hombres, que en ella viven, ni actúan científicamente ni poseen una idea muy clara de lo que ella significa –su nombre más exacto sería, en realidad, el de ―sociedades paracientíficas‖-, sin embargo éstos se apoyan y están constantemente sostenidos por los resultados de la ciencia, la cual ha logrado así penetrar hasta los más recónditos entresijos de las sociedades más avanzadas‖. A lo que añade: ―En pocas palabras, cualquiera que sea el sistema económico sobre el que se apoyen, las sociedades industriales más avanzadas se caracterizan por la profesionalización creciente y por la penetración de la ciencia en todos los resquicios de la vida social, pero en especial la económica‖ (Medina, 1963d: 501-502). En torno a esta perspectiva, nuestro autor es tajante respecto a la posición social de la ciencia en América Latina, reconociendo ―que las sociedades latinoamericanas no están todavía impregnadas en conjunto y de manera homogénea por semejante preformación existencial por la ciencia que es la nota dominante de las sociedades industrializadas‖ Tal diagnóstico reconoce la distancia entre los medios urbanos y el medio rural. Entonces un debate muy vivo en la sociología latinoamericana era el referido al ―dualismo estructural‖ y a las dificultades por integrar al conjunto de la población en una cultura científica y racional. Por tal motivo, nuestro autor reconocía que el mundo rural por lo general se encontraba en esa ―fase paracientífica‖, mientras que el mundo urbano representaba la ―fase científica‖ (Medina, 1963e: 412). Lo que observa nuestro autor, por tanto, era la existencia de dos culturas bien diferentes y que 955 La preformación científica de la vida o ―Vezwissensehaftlichung‖ aparece en el trabajo de Helmut Schelsky, Der Mensch in des wissenschaftlinchen Zivilisation, 1961. 636 tienden a yuxtaponerse más que a oponerse, como así nos ofrecerá en su idea de la ―porosidad estructural‖. 956 Es importante señalar, con todo, el hecho transcendental que apunta Medina y que está estrechamente relacionado con algunos aspectos que hemos visto anteriormente: fuera de la ciudad y de los centros industriales no hay diferenciación social, lo que dificulta el fomento de una cultura moderna (científica y económica) y, por tanto, obstaculiza la integración y participación social de las masas de población maginadas. Este hecho explica también el deseo de nuestro autor por cimentar en América Latina una estructura educativa y de profesiones que permitan, dentro lo posible, superar las deficiencias de los sistemas de enseñanza, preparando la mano la mano para los sistemas de producción. Toda esta declaración de intenciones se sustancia, por tanto, en la íntima conexión existente entre la racionalidad científica y el capitalismo (también entendido como una racionalidad económica) que caracterizan a las sociedades más avanzadas y a su sistema de estratificación social. Asuntos estos que desembocan en su visión de la razón moderna como científica y económica, en la línea mantenida por Max Weber. 4.2. La sociedad funcional. El envoltorio funcionalista. Un hecho importante en este momento biográfico de Medina Echavarría, aparte de su filiación weberiana, es la convergencia en su pensamiento de distintas influencias teóricas, que van desde el ámbito de la sociología clásica, la teoría funcionalista, la teoría social europea o la ciencia política norteamericana, así como la propia experiencia, a la hora de buscar un modelo teórico que se pueda aplicar en los análisis sociales latinoamericanos y que sirva de inspiración para la futura sociedad. ―Se habla así de ―sociedades de masas‖, de ―sociedades dominadas por un medio técnico‖, de ―sociedades prósperas‖, de ―sociedades elitarias‖, de ―sociedades constituidas por sistemas secundarios‖, de ―sociedades de consumidores‖, de ―sociedades de gerentes‖, de ―sociedades absorbidas por la seguridad social‖, de ―sociedades de clases medias niveladas‖, etc.‖ (Medina, 1963d: 500). 957 De todas esas interpretaciones sociológicas y crítico-culturales la que más le interesa a Medina es la de formular la que denomina como ―sociedades de tipo funcional‖ (Medina, 1963d: 500). La lectura que debemos de hacer de esta categoría analítica es la rápida difusión en aquel momento de la sociología funcionalista y, principalmente, de las publicaciones de Parsons. Pienso que Medina utiliza un concepto reconocido por sus interlocutores, de alcance general, pero que en el fondo nuestro autor le dota de un sentido completamente diferente. 958 Ahora bien, ¿qué 956 La preformación es un concepto que viene de la biología. Una idea sustentada por ciertos biólogos del siglo XVIII, según la cual en el germen de los seres vivos estaban contenidas, en miniatura, las estructuras del adulto. De esta manera, antes de que toda la sociedad piense científicamente, ya hay pequeños poros y lugares donde se piensa racionalmente, o antes de que la razón de la ciencia domine el mundo social, los hombres normales y corrientes ya son capaces de pensar racionalmente. En este sentido, el concepto de la preformación científica liga con la idea de Medina de porosidad estructural, ya que él encontraba en América Latina argumentos y comportamientos científicos en un contexto social donde no era dominante justamente la actitud científica. 957 Incluso llegó a escrutar las posibilidades de sociedades abiertas. Por ―sociedades abiertas‖ Medina define aquellas sociedades avanzadas donde ―los individuos alcancen la posición social que corresponda a sus propios méritos o sea a las contribuciones que aporten a esa sociedad‖ (Medina, 1963d: 503). 958 José Medina Echavarría trató de ir más allá de la teoría funcionalista en el panorama sociológico latinoamericano: ―Más la teoría funcional, como tal teoría –es decir, como el intento de formular el sistema de los componentes institucionales de una sociedad- falla en lo que ahora más importa, en el conocimiento exacto –predecible- de las relaciones tanto de interdependencia como de equilibrio entre 637 entendió Medina por sociedades de tipo funcional? ―Cuando se habla de ―sociedades de tipo funcional‖ se indica que estamos ante ciertas sociedades de delicadísimo mecanismo, integradas por un conjunto de funciones conectadas en forma más o menos rigurosa, y que únicamente subsisten si tales actividades se complementan en forma debida‖ (Medina, 1963d: 500-50). El origen de estas sociedades funcionales las encuentra en la ciencia y en la profesionalización: ―Las sociedades actuales más avanzadas –pertenezcan a uno u otro tipo de sistema económico- sólo se conciben gracias al desarrollo de la ciencia, que forma parte del denominado proceso de racionalización de la historia….Este dominio de los resultados de la ciencia en la vida de la sociedad es particularmente notorio en el campo económico, porque éste se apoya más directa e inmediatamente en los instrumentos de la técnica que no es otra cosa que sino la aplicación de la ciencia a la resolución de los problemas materiales‖ (Medina, 1963d: 501). Para José Medina Echavarría la sociedad moderna, siguiendo la sociología de Durkheim y de Parsons, era una sociedad funcional en el sentido de que se constituye un sistema de roles sociales funcionalmente diferenciados: ―las sociedades industriales o que tienden a serlo se produce una funcionalización generalizada de las mismas que afecta desde luego a la educación‖. 959 En las sociedades modernas o sociedades industriales, como dice nuestro autor, juega un papel muy importante la educación a la hora de llenar los cuadros dirigentes de carácter técnico y administrativo. Pensemos que nuestro autor escribe en un momento el que hay un cambio progresivo en las sociedades más avanzadas, el cual tenía que ver con el proceso de diferenciación. Este proceso de diferenciación funcional apenas estaba emergiendo en las sociedades latinoamericanas, si bien Medina puso mucho énfasis en los temas educativos al entender que la educación, junto con el trabajo y las instituciones sociales y políticas (partidos, familia, religión, etc.), era uno de los elementos reguladores de la sociedad, ya que actúa como sistema de integración social y de cohesión social. A la vez que la educación y su mediación en el sistema de estratificación social sirve para orientar la acción dentro de la sociedad. Algo, como decimos, decisivo a la hora de apuntar las direcciones del desarrollo latinoamericano. Por tal motivo, nuestro autor afirmó que el rendimiento, la productividad, es lo que exige la sociedad industrial, como sociedad científica, funcional y capitalista, al tales elementos‖. Medina no pretende hacer una crítica exhaustiva al funcionalismo, ―sino tan sólo señalar lo problemático de la pretensión de que el sociólogo pueda ofrecer en el campo del desarrollo económico modelos ―funcionales‖ equivalentes a los manejados por el economista, es decir, de análoga seguridad operativa‖. Lo que vienen a decir nuestro autor, en resumen, es que todo sociólogo es, quiéralo o no, funcionalista : ―Para evitar equívocos, se impone advertir que no sólo los mayores sociólogos sino todos los cultivadores de la ciencia social han sido y son funcionalistas en su amplio sentido, pues siempre han concebido a la sociedad como una totalidad dinámica de diversas partes entrelazadas –instituciones, fuerzas sociales, grupos, tendencias, etc.-, cada una de las cuales influye con sus alteraciones en la contextura de las demás y del conjunto. Esa concepción es el punto de partida de todo intento de comprender históricamente la realidad social y el supuesto de cualquier tipo o modelo. Sólo varia la pretensión de exactitud‖ (Medina, 1961: 31). Y esa pretensión de exactitud respecto a los problemas teóricos fundamentales de la sociedad latinoamericana es la que concede a la sociología de Medina Echavarría su rasgo concreto y específicamente latinoamericano. 959 José Medina Echavarría, ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago, 9-20 de diciembre de 1963, p.14. 638 hombre: son ―sociedades definidas por el predominio de una profesionalización cada vez mayor, por una penetración cada vez más intensa de la ciencia y una valoración de lo que el hombre sea capaz de dar y no sólo de lo que sea o haya sido en virtud de un azar histórico o de un status ―adscrito‖ (Medina, 1963d: 502). Esto significaba, en otras palabras, la adopción de nuevos criterios, como la disciplina y la adaptabilidad, para la mano de obra disponible para satisfacer eficazmente las exigencias del desarrollo. El problema consistía en establecer el grado de adecuación o inadecuación —afinidad electiva, señalaba Weber— entre los diversos tipos de actividades (Faletto, 1996: 193). La sociedad moderna como sociedad funcional, por tanto, es una sociedad mediada por la educación, la ciencia y el capitalismo (como sistema económico y como mercado de trabajo), siendo muy importante su estructura de las ocupaciones y profesiones. La productividad es la encarnación de un rol, de una pauta de conducta, de un requisito funcional de esta sociedad industrial: ―la nota característica de estas sociedades es el ―rendimiento‖ cada vez mayor de sus miembros; o si se quiere, expresado de otra manera, el aumento de la ―productividad‖ en todas las actividades humanas por parte de todos y cada uno de sus agentes‖ (Medina, 1963d: 502). Porque la productividad, como desarrollo económico, es un actitud y una ética laboral de adaptación a ciertas técnicas laborales y a la responsabilidad social del trabajo como la expresión de la conciencia del papel que éste desempeña en el conjunto de la sociedad (Solari, 1977: 31). A su vez Medina estaba planteando qué sucedería en las sociedades latinoamericanas si acometiesen este camino de cambio cultural y social, sobre todo en lo relativo a la ―fisonomía humana‖ y a los ―efectos ―que tendría ―semejante paso de uno u otro tipo de relaciones sociales‖ (Medina, 1965b: 7). Por eso anunciaba lo siguiente: ―Lo que da valor a los hombres en este tipo de sociedades, es lo que sean capaces de rendir, no lo que sean capaces de ser‖ (Medina, 1963d: 502). Una preocupación filosófica sobre el destino del hombre en la urgencia del desarrollo económico que le acompañara durante muchos años. 639 CAPÍTULO XXII. DE LA HIPÓTESIS DE LA HACIENDA A LA HIPÓTESIS DE LA POROSIDAD ESTRUCTURAL. 1. Un pensamiento en transición para una sociedad en transición. Una vez planteadas las líneas básicas del modelo teórico de desarrollo latinoamericano, debemos de continuar con dos de los aspectos fundamentales de toda la obra de José Medina Echavarría: la hipótesis de la hacienda y la hipótesis de la ―porosidad estructural‖ para América Latina. Estamos ante dos de las fundamentaciones teóricas que más interés despertaron en la sociología latinoamericana, siendo asimiladas en distintos contextos culturales y políticos. El estudio de estas dos hipótesis nos interesa especialmente para concretar la evolución teórica de nuestro autor a principios de los años 60 y observar el significado y los rasgos de la misma. Por un lado, observaremos cómo en el estudio de la hacienda Medina todavía estaba centrado en una dimensión histórica del desarrollo económico latinoamericano, señalando la influencia de esta institución social en el pasado, mientras que, por otro lado, con el concepto analítico de la porosidad estructural su preocupación se encamina más hacia ―las notas esenciales de las sociedades más avanzadas de nuestros días‖ (1963c: 88). Este cambio de registro se inicia con el libro Aspectos sociales del desarrollo económico,960 de 1959, en el que plantea la tesis de la hacienda, y prosigue hasta el documento de trabajo de la CEPAL El desarrollo social de América Latina en la postguerra, de 1963, en el que Medina ofrece la hipótesis teórica de la porosidad estructural. Durante este período biográfico se inicia un momento de innovación teórica que identificamos empíricamente a través del tránsito del concepto ―hacienda‖ al concepto de ―porosidad estructural‖ y que implica, en todo caso, un cambio de posición de nuestro autor en tanto observador de la realidad social latinoamericana, motivado, como así creemos, por las experiencias biográficas y profesionales acordes a una América Latina en pleno cambio histórico. De esta manera, su preocupación fundamental será la transición de la sociedad moderna, sus crisis y sus contradicciones. Un tema éste compartido, como pudimos ver, con los sociólogos del movimiento de renovación de la sociología latinoamericana de la posguerra (Germani, Fernandes) y que cuenta con una larga tradición en la teoría sociológica de aquel continente. 961 Es necesario insistir, una vez más, en el contexto de enunciación de las propuestas de nuestro autor. En ese instante la teoría ―en boga‖ era la del ―dualismo estructural‖ (Medina, 1963c: 8). Había todo un vivo debate en el campo sociológico latinoamericano suscitado alrededor de la teoría del ―dualismo estructural‖ o ―dualismo social‖, la cual destacaba, grosso modo, la existencia de dos subsistemas sociales cerrados, el mundo urbano y el mundo rural, entre los cuales prácticamente no existía contacto (Solari, 960 Aunque Medina destacase en este trabajo una dimensión histórica del desarrollo latinoamericano, es también una sociología muy concreta a su tiempo: ―En los años sesenta, cuando Medina escribió este libro, la sociedad y el Estado que el sistema de hacienda había producido se hallaban en la tercera o cuarta década de su prolongada crisis, una larga crisis que dejaba a la vista, muy manifiesta, las ruinas de una época en desaparición, al mismo tiempo que anunciaba el surgimiento de una nueva fase histórica‖ (Weffort, 1988: 126). Medina escribe esto en los años 50 y 60, una época de crisis en el sentido de que se está redefiniendo el papel del Estado y de la sociedad latinoamericana. 961 Sin embargo hay diferencias entre los distintos autores. Esto es muy evidente si comparamos a Medina con Germani. La visión de la transición societaria de Medina Echavarría fue mucho más compleja, dado su carácter histórico, que el ―carácter esquemático y simplificado‖ de Germani (Morandé, 1984: 19). 640 1976: 408). La obra de Jacques Lambert, Le Brésil, estructures sociales et institutions politiques, de 1953, había iniciado esta interpretación de la estructura social latinoamericana a la que recurrieron los teóricos y los sociólogos para entender su medio social bajo la forma de dicotomías sociales, influidos también por los modelos teóricos del funcionalismo, de la crítica marxista o del enfoque histórico-estructural. 962 Medina, en su opinión, entendía que ―esta interpretación (dualista), sin dejar de ser válida –pues es poderosamente plástica y descriptiva- no es por lo menos suficiente. La estructura de la sociedad latinoamericana estaría constituida en realidad por la coexistencia de dos sociedades distintas, coetáneas pero no contemporáneas, la moderna y la tradicional, la ―progresiva‖ y la ―arcaica‖ (Medina, 1976a: 46). Añadiendo lo siguiente sobre esta cuestión: ―Primero, que las distancias entre lo tradicional y lo moderno están dadas en América Latina por su propio proceso interno de desarrollo y no por la brusca yuxtaposición en un pueblo primitivo de organizaciones económicas de potencias externas. Y segundo, que no importan tanto las diferencias y tensiones entre dos modos de vida diferentes, sino el hilo de su continuidad, es decir, su penetración recíproca, las reacciones de las partes retardadas y los esfuerzos expansivos de las partes más avanzadas. De esta manera, en bastantes de los países latinoamericanos el dualismo se atenúa y disuelve en buena medida por la difusión generalizada de las aspiraciones ―modernas‖ por todas sus zonas‖ (Medina, 1976a: 47-48). Medina entendió que la teoría de la dualidad estructural era una simplificación de la realidad, puesto que únicamente se limitaba a demarcar una de las configuraciones predominantes de América Latina como era la distancia entre el medio rural y el medio urbano. Pero frente a ese rigor metodológico y la exageración de algunos trazos teóricos, Medina sabía que la realidad social latinoamericana era mucho más compleja: ―América Latina es un extremo compleja y muy diverso el nivel histórico – socioeconómico y cultural- en que sus países se encuentran‖ afirmaba (Medina, 1963c: 9). De esta manera, nuestro autor emplazaba a pensar teóricamente la realidad social latinoamericana más allá de los modelos duales. Incluso miraba más allá del funcionalismo. Para Medina, en la línea crítica de Coser (1956) o Dahrendorf (1969), observó que la estructuras social, por lo menos en América Latina, siempre estaban sujeta a un proceso de cambio originado por la incesante mutabilidad de las condiciones históricas y que imponían la mudanza, ya fuera de las condiciones objetivas o de las 962 El trabajo de Lambert también es citado por nuestro autor en su estudio sobre la hacienda. Sin embargo, debemos remitirnos a que esta idea sobre dos mundos en oposición, el rural y el urbano, contaba con una larga tradición dentro del ensayismo social latinoamericano, como la ―Civilización o barbarie‖ de Sarmiento. Más allá de eso, como decíamos arriba, el gran rasgo que podemos destacar de la sociología latinoamericana de los años 60 es su interés por la problemática del cambio social. Veamos, a modo de resumen, algunos de los ejemplos apuntados sobre los rasgos teóricos del enfoque dominante del ―dualismo estructural‖: ―En realidad la teoría general de la sociedad de Germani es una teoría del cambio social modernizador que va desde una sociedad tradicional a una sociedad moderna. Germani se preocupa al modo reformista porque esa transición se realice de una manera armónica. Su preocupación analítica se concentra en los desequilibrios y los obstáculos a la modernización‖. ―Fals Borda, en su búsqueda de una estructura teórica de la cual ubicar ese fenómeno nacional (la violencia en Colombia), la encuentra en el modelo dicotómico ―tradicional-industrial‖ del cambio social‖. Fernandes, por su parte, utilizó el modelo de equlibrio de Parsons y Peter Heintz un modelo basado en el dualismo ―tradicionalismo-modernismo‖ (Marsal, 1979: 120-125). Para un resumen de la teoría sociológica de Gino Germani y las formas en que encaró el tema de la modernización en América Latina, véase el capítulo que le dedica Juan Francisco Marsal, en su libro, Dependencia e independencia, ―La teoría del cambio social de Gino Germani y otros sociólogos latinoamericanos‖ (Marsal, 1979: 119-157). 641 actitudes de los hombres frente a la realidad en que vivían. Vale la pena reproducir el siguiente pasaje en el que nuestro autor crítica a la corriente estructural funcionalista: ―Uno de los defectos que se le ha imputado a la teoría sociológica llamada ―estructural funcional‖ es que concibe a la estructura como un sistema abstracto, reduciendo según esta crítica todo el problema del cambio al adecuado ajuste de las conductas y motivaciones de los individuos a los objetivos de las distintas funciones que sostienen semejante estructura. Esta concepción es, en este sentido, poco dinámica; encierra, es verdad, un cierto movimiento indudable en cuanto a la estructura misma suscita las motivaciones que ponen en marcha las funciones necesarias para mantener el ―sistema‖. Pero el problema del cambio social no es tan sólo el de los procesos que ocurren para mantener en pie esta estructura, sino el de los procesos que de una u otra forma tienen como resultado la transformación o mudanza de la estructura misma‖ (Medina, 1963d: 500). Su apuesta, siguiendo el enfoque histórico estructural y la metodología weberiana, fue narrar el proceso histórico del desarrollo económico y del capitalismo en América Latina desde el ángulo que le ofrecía ese ―hilo de continuidad‖ entre el medio urbano y moderno y el medio rural y atrasado. Por tal motivo, el elemento estructural que él destacó de la sociedad latinoamericana es justamente ese ―hilo de continuidad‖, esas conexiones recíprocas entre uno y otro medio que dan todo el sentido a su concepto de ―porosidad estructural‖. 963 Su investigación, en este sentido, pretendió aclarar al observador y al científico social los siguientes presupuestos: en América Latina no había habido un proceso de diferenciación social, ni se podía concebir teóricamente como el tránsito de un estadio a otro, sino la constitución lógica de su ser era justamente la coexistencia de esas sociedades distintas, en las que convivía el avión y la mula. 964 José Medina Echavarría trató de escapar de cualquier determinismo teórico y metodológico, para lanzar la hipótesis de que la peculiaridad estructural de América Latina se debía a la permeabilidad al cambio de la sociedad tradicional. El concepto de ―porosidad estructural‖, como hipótesis de la realidad latinoamericana y como un modelo de interpretación teórica, fue escrito por Medina para el documento de trabajo 963 En el momento en que Medina Echavarría pronuncia su hipótesis y concepto sociológico de la porosidad estructural latinoamericana como crítica al dualismo estructural comenzaban a surgir parecidas críticas dentro del campo sociológico latinoamericano, caso, por ejemplo, del concepto de ―colonialismo interno‖ de Pablo González Casanova (―Sociedad plural, colonialismo interno y desarrollo‖, América Latina, año 6, nº 3, 1963), ―Las siete tesis equivocadas‖, de Rodolfo Stavenhagen, o el trabajo de Enzo Faletto, Dualismo estructural. Notas sobre la realidad indiana: siglos XVI y XVII, ILPES, Santiago de Chile, 1964. También encontramos una parecida evolución teórica en Gino Germani y su concepto de ―tradicionalismo ideológico‖, caracterizado por la aceptación social en América Latina de los aspectos estrictamente tecnológicos y económicos de la modernización, pero que rechaza, al mismo tiempo, todo cambio en otros órdenes, tales como el religioso, el educativo o el político. Por otro lado, en la sociología europea empiezan a surgir trabajos semejantes a los de Medina Echavarría que relacionan la estructura social con los sistemas de dominación. Un claro ejemplo, son los siguientes textos de Pierre Bourdieu: ―Stratégies de reproducction et modes de domination‖, en la revisa Actes de la Recherche en Sciences Sociales, Nº 105, 1994. En otro artículo también trabaja el tema, pero con menor precisión: "Les modes de domination", en la revista Actes de la Recherche en Sciences Sociales, pero en un número de 1976 (Nº 2-3). 964 ―Pero ya en lo económico la teoría no resulta clara ni unánime, en la medida en que –según algunos- en los países ―subdesarrollados‖ la mula no va a ser sustituida en una generación por el avión, sino que mula y aeroplano siguen por mucho tiempo llenando funciones económicas esenciales‖ (Medina, 1976a: 47). La idea de la mula era una idea de Celso Furtado. 642 de la CEPAL El desarrollo social de América Latina en la postguerra, de 1963. Este estudio fue preparado por el sociólogo español en colaboración con Luis Ratinoff y con Enzo Faletto, y presentado como documento de la Secretaría de la CEPAL al Décimo período de sesiones, realizado en Mar del Plata, Argentina, en 1963. El concepto de ―porosidad estructural‖ significó, sin duda, una interpretación de ruptura dentro del pensamiento latinoamericano y también dentro del propio pensamiento cepalino, terminando al fin por convertirse en uno de los ―vectores analíticos más representativos de la producción intelectual de esa institución‖. 965 Ese trabajo consolidó la interpretación de los estudios sociológicos dentro de la CEPAL, luego publicado en Buenos Aires por Solar Hachette, y además, por primera vez, este organismo reconocía ―la existencia de un consenso inédito en la región en cuanto a la necesidad de planificar el desarrollo, profundizar la industrialización, redistribuir el ingreso y realizar la reforma agraria‖. Ese texto representó la apuesta de la CEPAL a principios de los años 60 por una planificación social, democrática, reformista. Incluso desde una óptica demasiado optimista, pues lo que ocurrió en la región desde mediados de esa década fue justamente ―una creciente polarización política e ideológica, que en algunos países llegó al extremo del enfrentamiento entre las dictaduras de derecha y las organizaciones de la izquierda revolucionaria‖ (Bielschowsky, 1998: 30-31). Aparte de la importancia institucional que tuvo ese documento de trabajo, debemos de pensar en la relevancia del mismo en la biografía intelectual de nuestro autor. En él quedaron perfilados el enorme caudal científico de Medina Echavarría, su sociología histórica, su complejo cuadro de argumentos históricos del desarrollo latinoamericano, su crítica al mito funcionalista de la clase media en ascenso, etc. Ese trabajo, en mi opinión, representa la cumbre de su autoridad científica, pues tomó el desafío de explicar sociológicamente la complejidad estructural de la realidad social latinoamericana, logrando soluciones, como veremos, del todo actuales y válidas. Además debemos de reconocer los límites económicos de la hipótesis de la porosidad estructural. Nuestro autor, junto con estar muy influenciado por los debates suscitados dentro de la corriente sociológica ―modernizadora‖, también lo estuvo por las teorías y las interpretaciones macroeconómicas que le ofrecían sus compañeros economistas. La heterogeneidad del sistema capitalista (centro-periferia), él la traslado a la heterogeneidad de cada sistema social o sociedad latinoamericana. Los economistas se dedicaron a conocer la conformación estructura del sistema económico mundial, mientras que los sociólogos en la CEPAL se ocuparon de analizar la conformación de la estructura social latinoamericana. La teoría del dualismo estructural, por ejemplo, tenía su prolongación en la teoría de los polos de crecimiento económico de François Perroux, un autor que, como ya dijimos, fue muy recurrente dentro del pensamiento cepalino. Esta formulación teórica estimaba dos polos: el polo moderno que era el polo del desarrollo y el polo tradicional que era el polo de atraso. En consecuencia, desde el punto de vista 965 Esa importancia la reconoció Juan Francisco Marsal: ―Pero la separación más importante correspondió a los sociólogos de la CEPAL. En el importante informe de la Décima Sesión realizada en la Argentina, 1963, la hipótesis de la ―permeabilidad‖ de la sociedad tradicional fue formulada de la siguiente manera…Según este estudio, el mecanismo clave que explica la flexibilidad de la estructura social tradicional de América Latina ha sido el sistema de ―clientela‖ o patronazgo‖ (Marsal, 1979: 146). Más recientemente Armando Di Filippo ha reconocido la importancia que tuvo el concepto de ―porosidad estructural‖ de Medina dentro de la línea de pensamiento histórico-estructural (2007: 133). 643 económico se consideraba que la irradiación de la modernización y del crecimiento económico vendría por este polo moderno. Junto a eso, debemos tener en muy en cuenta que la Secretaría de la CEPAL presentó en ese Décimo período de sesiones de Mar del Plata otros dos documentos económicos que tuvieron mucha importancia en su momento: Hacia una dinámica del desarrollo económico, en el que reconocía la insuficiente dinámica de la economía latinoamericana para la absorción de una fuerza de trabajo creciente, dada la escasa capacidad de absorción productiva de la mano obra, lo cual generaba una fuerza de trabajo ―al margen del desarrollo económico‖ y pudiendo ser ―acaso el factor más poderoso de tensiones sociales‖ (Solari, 1976: 362); y El desarrollo económico de América Latina en la postguerra, donde se apuntó que la nota económica dominante de la región era la desigualdad de ingresos, hablándose de islotes sociales y regionales de gran riqueza en medio de un mar de extrema pobreza; y se avanzaba además el estancamiento del proceso de industrialización de los países latinoamericanos (El desarrollo económico de América Latina, CEPAL, Nueva York, 1963, p. 55). Según avanzaba el proceso de desarrollo industrial, iban aumentando los desequilibrios macroeconómicos y la rigidez de las estructuras tradicionales del campo y de los mercados nacionales, concentrándose el consumo de bienes únicamente en las clases urbanas más favorecidas, habiendo un desequilibrio entre productividad e inversión, además descollaba la incapacidad de innovar y de absorber nuevos contingentes de trabajadores por parte de la economía latinoamericana.966 Como resultado de esos factores económicos, la integración de las economías rezagadas al sistema económico mundial concentró el esfuerzo de acumulación casi exclusivamente en los sectores exportadores primarios. El desarrollo periférico se constituyó como una economía con clara tendencia hacia la marginalidad y la exclusión social. El crecimiento hacia fuera y la concentración de la riqueza fue configurando una estructura social esencialmente dicotómica entre un grupo reducido de propietarios, que disfrutaban de altos ingresos, y vastos sectores desposeídos, de bajas rentas y precarias condiciones de vida (Rodríguez, 1988: 215). Desde la perspectiva económica se demandó entonces un análisis similar a la perspectiva sociológica respecto a estos obstáculos al desarrollo económico. Esta demanda explicaría tanto hipótesis de la hacienda de nuestro autor como su posterior hipótesis de la porosidad estructural. La preocupación fundamental por parte de la CEPAL a comienzos de los 60 consistió en descubrir una perspectiva lo más amplia posible que pudiera establecer la interrelación y las cadenas de causalidad entre la estructura económica y la estructura social, dado su condicionamiento recíproco. Así, este organismo internacional empezó a enfatizar en sus diagnósticos de la región la ―heterogeneidad estructural‖ desde dos vertientes paralelas y complementarias; por un lado, desde la perspectiva económica, que ponía de relieve ―la inequitativa distribución personal y familiar del ingreso‖, a la que nos referíamos anteriormente; y, por otro lado, desde la perspectiva sociológica, que ―enfatizaba las relaciones sociales y las instituciones arcaicas, de origen colonial o 966 ―Si a las restricciones legislativas se agrega la falta de una política social efectiva en los campos por parte del Estado y el franco predominio de los sistemas locales de control y poder en las áreas rurales, no puede menos de concluirse que en 1945-60 en muchos países las masas campesinas continuaron viviendo, a pesar de los evidentes avances, en condiciones sociales y políticas prenacionales, participando en la estructura política a través de lazos tradicionales de dependencia, sin relación apenas con las relaciones de mercado‖ (Medina, 1963c: 45). Ni integración económica, ni integración política. 644 decimonónico que estaban entrelazadas con otras más modernas con base en complejas posiciones y relaciones de poder‖ . Y dentro de esa perspectiva sociológica, como advertimos, la contribución de Medina Echavarría fue ―decisiva‖ a la hora de poder complementar y emparentar su hipótesis de ―porosidad estructural‖ con las interpretaciones de sus compañeros económicas, caso del concepto de ―insuficiencia dinámica en Prebisch‖, los trabajos de Aníbal Pinto sobre ―heterogeneidad estructural‖ o los de Celso Furtado sobre ― los contrastes tecnológicos de la estructura productiva‖ (Di Filippo, 2007: 132-133). 967 Estos conceptos, de una u otra manera, se refieren a una sociedad con bajos niveles de la productividad del trabajo, perceptibles en los más diversos sectores, y propia, por tanto, de una economía periférica. Visto todo lo anterior, entendemos que este intercambio entre la ciencia económica y la ciencia sociológica fue en ambas direcciones. Nuestro autor, por tal motivo, consideró a las teorías económicas de su tiempo y no escatimó en su aplicación a los procesos sociales coetáneos. Es más, él quiso explicar sociológicamente la visión de los economistas de la CEPAL respecto a una sociedad con sectores productivos rezagados que podían tener indistintamente formas de organización de producción capitalista o precapitalista. Por tal motivo, la pregunta de base económica desde la que parten muchos de sus trabajos de este período fue la siguiente: ¿por qué causas sociológicas se producía esa heterogeneidad estructural o de la estructura productiva? José Medina Echavarría encontraría la respuesta, como veremos, en la capacidad de adopción de cambios modernos de la estructura social de América Latina sin perder parte de su fisonomía tradicional. Su esbozo de la hipótesis de la hacienda como fundamento del proceso histórico de América Latina, le serviría de base para sugerir la capacidad de mudanza y de habilidad de permanecer perenne al cambio de la estructura socioeconómica de la región. La subsistencia de explotaciones primitivas, como el caso de la hacienda, con baja productividad y poca inversión tecnológica se debía a principios de dominación y prestigio social. Estos patrones económicos estaban motivados, fundamentalmente, por cuestiones culturales, formales, sociológicas, más que por cuestiones económicas o de cálculo. Nuestro autor quiso explicar a sus colegas economistas cómo cualquier actividad económica, cualquier proceso de desarrollo económico, el rezago económico o incluso el impulso ―espontáneo‖ de la industrialización no se debía a motivos arbitrarios, sino que detrás habría una lógica interna en cada uno de esos procesos. Desde esos mismos parámetros situaría su concepto de porosidad estructural, como un tema nuevo en el que Medina Echavarría introdujo nuevos autores, nuevas citas y, sobre todo una nueva perspectiva dentro del enfoque estructural para confirmar que el 967 Obsérvese la importancia de los contextos intelectuales en la construcción de los conceptos científicos. En este sentido, creemos que José Medina encontró en su concepto de porosidad estructural un concepto que se podía diferenciar de la noción analítica de ―heterogeneidad estructural‖, más puramente económica y, sobre todo, porque era el que mejor se ajustaba a la realidad sociológica de la región. Sin embargo ambas categorías se utilizaron como complementarias para explicar la realidad y el desarrollo latinoamericano como un todo. El concepto de ―heterogeneidad estructural‖ fue formulado por Aníbal Pinto en un trabajo de 1965. Su tesis era la siguiente: los frutos del progreso técnico tienden a concentrarse, tanto en la distribución del ingreso entre las clases como a la distribución entre sectores (estratos) y entre regiones dentro de un mismo país (Bielschowsky, 1998: 32). En otras palabras, se dice que la estructura productiva es heterogénea cuando coexisten en ella sectores, ramas o actividades donde la productividad del trabajo es alta o normal (es decir, alcanza los niveles que permiten las tecnologías disponibles), con otras en que la productividad es mucho más baja (Rodríguez, 1998: 315). Este debate fue recogido por Anibal Pinto, en su artículo ―Naturaleza e implicaciones de la ―heterogeneidad estructural‖ de la América Latina‖, El Trimestre Económico, No. 145, enero-marzo, 1970. 645 ―estrangulamiento económico de la región‖ se debía, principalmente, a estrangulamientos sociales y culturales de mayores dimensiones. Ésta fue su respuesta personal a este debate socioeconómico y modernizador. A pesar de toda esta innovación teórica, también podemos ver todos estos apuntes como una corriente de investigación muy subjetiva o, utilizando las palabras de Medina, como un ―sostenido esfuerzo intelectual‖ a la hora de captar el proceso de modernización en América Latina. La consecuencia de esas reflexiones más actuales y concretas será, como podremos ver, su declinación en amoldar el paradigma liberal weberiano con aquella realidad hasta considerar su negación por la misma, reconociendo la necesidad de la planificación, dada la exclusión económica y social de las clases marginales. Este análisis fundamentado en ideales democráticos, le llevará, en última instancia, a analizar las complejas relaciones y situaciones que ha tenido el desarrollo de la democracia en el proceso modernizador latinoamericano una vez comience la región a ser azotada por los populismos y las dictaduras militares. Detrás de todo esto se situará su deseo por encontrar las fórmulas efectivas de un nuevo sistema social de legitimación inclusivo capaz de posibilitar las opciones emancipadoras del individuo. De ahí mi consideración hacia el aporte de Medina Echavarría, muy fecundo en esta etapa de su vida, como un pensamiento sociológico en transición para una sociedad en transición. 2. La constelación original y las paradojas de la historia latinoamericana. El modelo teórico de desarrollo de José Medina implica algo más que un mero problema de sociología económica: se pregunta por la formación histórica de América Latina y el lugar de la democracia liberal en ese proceso. En este sentido hay un esfuerzo, como avanzábamos, por ubicar en la historia latinoamericana el contenido de la teoría weberiana en torno a la economía capitalista y al Estado liberal europeo. ―El punto de partida, repitámoslo, puede ser formulado en breve sentencia: el liberalismo constituye la ideología fundacional de América Latina y ha tenido tal fuerza que subsiste aún hasta la fecha, aunque sea en la forma de una aspiración malograda‖, diagnosticaba nuestro autor (Medina, 1976a: 76). 968 Por tal motivo, se decidió a evaluar el contenido y el significado de ―la constelación originaria y las paradojas de la historia latinoamericana‖ en relación a las condiciones sociales que rodearon ese ideario liberal (Medina, 1961: 38). La constelación originaria significa para Medina el ―hecho histórico de la superposición (Conquista) y de la asimilación recíproca que la continuó 968 En estos temas pudo renovar su filiación democrática y liberal adquirida durante los años de la Segunda República, como también hicieron otros miembros de su generación. La democracia, como bien sabía, ha estado condicionada históricamente. Por eso sus convicciones más personales estuvieron acompañadas de una conciencia ética que le permitió a lo largo de su vida asumir el firme compromiso de defender el ideal democrático y señalar toda usurpación contra el ser humano. En las siguientes palabras de José Gaos reconocemos su adscripción a la tradición liberal como una forma de identificarse con sus interlocutores y de que le reconozcan: ―los otros aceptamos como destino, que pronto reconocimos bienvenido, la América en que podíamos prolongar si defección la tradición del liberalismo español, que reconocíamos ser la tradición triunfante en la independencia de estos países y en sus regímenes liberales. Exactamente por lo mismo, no pudimos sentirnos extraños en países en los cuales encontrábamos empujada hacia el futuro la tradición misma por la fidelidad a la cual habíamos sido proyectados sobre ellos. Así es como vino a ser reforzado por amplificación el reverso nacional del anverso liberal de nuestra posición política‖ (Gaos, 1958: 112). Medina, por su parte, también se incluyó en la tradición liberal democrática en América Latina cuando reflexione sobre la crisis del liberalismo o plantee la necesidad de construir sociedades más democráticas y de profundizar en las bases sociales y políticas de la democracia. 646 (colonización)‖, seguida posteriormente por lo que llama ―la constelación secundaria o derivada, que significa el momento de la Independencia‖ (1963a: 335). Observamos algunas confusiones respecto a lo que entiende Medina por constelación originaria de América Latina, situando algunas veces su comienzo en los tiempos de la colonia y otras veces en la Independencia. Si bien creo que podemos sistematizar el cuadro interpretativo del sociólogo español de acuerdo a las ―olas modernizadoras‖ en América Latina: la primera ola, sería la modernidad barroca en América latina, correspondiente a la colonia hispánica. Fue una colonia dura, de fundamentalismo católico. América Latina quedó, para empezar, occidentalizada por una religión, por una lengua y por una cultura occidental pre-moderna. La segunda ola moderna se produce con la independencia en el siglo XIX. Éstas son las dos olas sobre las que teoriza Medina, siendo la hacienda la forma social típica de la constelación original o primera ola modernizadora y siendo la ideología liberal el elemento clave de la constelación secundaria o segunda ola modernizadora. Obsérvese, con todo, la importancia que tiene el argumento de Medina al señalar la convivencia histórica de la hacienda con la ideología liberal, coexistencia y acuerdo que dio fisonomía a toda una cultura prolongada hasta los tiempos contemporáneos. Así es como nuestro construye todo este esquema como actor e intérprete de la que sería la tercera ola modernizadora, que es justamente la que él estaba viviendo bajo la ideología desarrollista y el proceso industrializador y a la que definió como ―la constelación histórica de los años decisivos (1917 a 1960)‖ (Medina, 1963c: 109). 969 Medina captó muy bien cómo América Latina era una caja de resonancia de lo que pasaba en el mundo desarrollado. De ahí todo su interés en construir esta cadena histórica que le lleva hasta su presente, donde se comenzaba a sentir ―los coletazos de la primera guerra mundial‖, período donde hallaba ―todos los fermentos de transformación que ahora se viven en América Latina y que urgen la acción más decidida‖ (Medina, 1963c: 109). En su análisis concreto e histórico no podía dejar de influir el análisis de los actores sociales que protagonizaron ese proceso histórico en América Latina, con sus características, sus contradicciones y sus vinculaciones con el exterior, ya fueran ideológicas o comerciales. Todo este esquema teórico gira con el propósito último de orientar un programa de acción cabalmente racional y fundamentado en una clase o grupo social por medio del control del Estado capaz de liderarlo (Gurrieri, 1980: 100). Eran tiempos de la tercera ola modernizadora, justo cuando las consecuencias de la posguerra de la Segunda guerra mundial se hacen más visibles, palpables y notorias. En ese período se acelera el proceso de urbanización, se comienza la industrialización y también se configura la dependencia de los países latinoamericanos a los mercados internacionales. Pero en todas esas consecuencias, Medina reconoce un vector histórico. De esta manera, Medina, primeramente, nos emplaza a las tres grandes paradojas que reconoce en la historia latinoamericana: 1. Primera paradoja: ―la primera gran paradoja fundamental de la historia latinoamericana‖ es el ―hecho de que por un largo número de décadas la persistencia de esa mentalidad liberal se mantuviera en contradicción patente con la estructura social real –de naturaleza agraria- heredada del virreinato. Desde la perspectiva de hoy la perduración de esa aspiración liberal, siempre intacta, convierte casi en anécdota el hecho desventurado de las dictaduras y los 969 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 647 cuartelazos‖ (Medina, 1961: 38). En América Latina se extendió rápidamente la ideología liberal entre los ilustrados urbanos, aunque en el contexto de una estructura social principalmente agraria, tradicional y conformada alrededor de la hacienda y de los grandes terratenientes: ―Sobre un cuerpo de estructura agraria y vida tradicional se extendió la débil capa de una doctrina predominantemente liberal y urbana‖, afirmaba nuestro autor (Medina, 1976a: 70). Medina reconoce en esta paradoja una clara incompatibilidad entre este idealismo liberal y urbano y la verdadera realidad rural y tradicionalista. A pesar de los síntomas de este desajuste estructural, no deja de reconocer que estas minorías dirigentes, impregnadas por el espíritu liberal, iniciaron algunas realizaciones económicas y asumieron, dentro de lo posible, una capacidad política. 2. Segunda paradoja: ―la segunda gran paradoja de la historia latinoamericana – secuela sin duda de la anterior- es que la coyuntura histórica e internacional es hoy el mayor impedimento para la plena realización de la ―estructura liberal‖ que fue la meta de su más tenaz aspiración centenaria. Supuesta la continuación de su vida en un vacío histórico, y tiempo largo por delante, América Latina podría ―ahora‖ madurar la sociedad liberal del viejo tipo. Pero en la era de lo ―colectivo‖, y ante la urgencia de adaptación que exigen los rápidos procesos del mundo, las recetas de los viejos manuales suenan a cantinelas inoperantes. El desafío presentado por las circunstancias actuales a la capacidad creadora de Hispanoamérica –mantener con vigor en la era de la organización, incorporándose eficazmente, los impulsos de su ―añeja‖ tradición liberal- es más que considerable, pero no deja de estar en definitiva a la altura de su propia historia‖ (Medina, 1961: 39). Con estas palabras, Medina apunta que las condiciones reformistas del capitalismo internacional y las nuevas circunstancias internacionales complicaban, o si no negaba, la validación de ese ideario liberal. Además, nuestro autor recoge en su análisis el enfoque centro- periferia de Prebisch y del pensamiento cepalino, reconociendo la ―dependencia de los mercados internacionales‖ que padece la región en ese nuevo contexto (Medina, 1963c: 109).970 3. Tercera paradoja: ―La tercera gran paradoja en la historia de América Latina es el hecho de la necesidad en que se encuentra de realizar urgentes integraciones supranacionales cuando la integración nacional de muchos de sus países sólo ahora comienza a estar completa y acabada‖ (Medina, 1961: 39). Esta tercera paradoja reflejaba las dificultades que había en ese momento por finalizar los proceso de integración nacional, abiertos a partir de la Independencia, que continuaban en marcha, debido a su lentitud, cuando surgió con fuerza, en parte a las posturas de la CEPAL y a intelectuales como Felipe Herrera, el tema de la integración regional como una vía de dinamizar el desarrollo económico en el continente (Devés, 2003). Recordemos, por ejemplo, que empezaban a ponerse 970 Todo el pensamiento desarrollista de Medina Echavarría está identificado con los factores internos del desarrollo económico latinoamericano, si bien, nuestro autor sabía que ―al lado de tales factores internos no pueden quedar en saco roto los factores externos que actúan en unas décadas que hay que reconocer como entre las más dramáticas de la Historia‖ (Medina, 1963c: 109). Más que influirle el enfoque centro- periferia y la dependencia económica de América Latina de los mercados internacionales, a Medina, como complemento de esta teoría, le interesó apuntar la ―dependencia cultural‖ de la región respecto a las formas culturales occidentales, representadas por la cultura hispánica y el desajuste provocado por la ideología liberal con la estructura social. Esto le llevó a detenerse en las situaciones internas de dependencia cultural, económica, política y social dentro de las propias estructuras sociales de los países latinoamericanos. 648 en marcha la integración económica Centroamericana, y se firma un acuerdo de Zona de Libre Comercio en el Tratado de Montevideo. La conciencia histórica de Medina le hacía concebir América Latina, como bien sabemos, como un fragmento de la historia occidental, gracias al proceso de transculturación comenzado con la conquista colonial. Este hecho le permitió formar parte de esa cultura de una forma activa. Un ejemplo que para él confirmaba esta visión era la acogida y extensión que tuvieron las ideas liberales, las cuales propiciaron la Independencia, aunque si bien no encontraron su correspondencia en la estructura social: ―En América Latina el liberalismo forma parte integrante de su constelación originaria desde los días de la Independencia –y perdura por eso con constancia singular-, pero también desde los primeros momentos su situación no pudo menos de ser en extremo precaria, en cuanto, como ideología, se encontraba en contradicción con la estructura social fundamentalmente agraria y los usos y creencias efectivas en que la misma se apoyaba‖ (Medina, 1976a: 86).971 Era una postura análoga a las afinidades electivas de Weber entre una ideología y una estructura social. 3. La quiebra histórica entre liberalismo político y liberalismo económico. La emergencia del liberalismo y sus aspiraciones democráticas y performativas de lo social no se vieron acompañadas de unas prácticas similares a favor del cambio que proclamaba. Según Medina el liberalismo en América Latina siempre fue una ideología débil, distanciada de la realidad: ―La fragilidad del liberalismo en la América hispana deriva de los hechos, de la distancia real entre las aspiraciones y las fuerzas efectivas. Pero la fragilidad del liberalismo como tal, es puro resultado por todas partes de su carácter utópico‖, sentenciaba nuestro autor (Medina, 1976a: 88). El liberalismo no era una opción real. Ésta fue la ―fatalidad‖ de la constelación originaria: el vivir en continua contradicción entre lo que se decía y se reflejaba en los textos constitucionales y lo que realmente se hacía de forma efectiva y práctica en la vida social (Medina, 971 El tema del liberalismo y de la democracia, como anunciábamos en la introducción de este trabajo, constituye uno de los temas intelectuales en los que Medina puede reconocerse con sus interlocutores latinoamericanos y con los que puede dialogar. Brevemente recojo unos apuntes de nuestro autor: ―españoles e hispanoamericanos vivimos de dos experiencias radicales y al mismo tiempo contradictorias; es decir, sobre la de un ―sobre-entendido‖ y sobre la de un ―mal-entendido‖, no superado éste todavía‖. El sobre-entendido es de suyo evidente. Su existencia explica la facilidad con que compartimos de inmediato las experiencias comunes que nos afectan, desde las de máxima importancia hasta las más mínimas e insignificantes de la vida cotidiana. Un ―sobre-entendido‖ que nos lleva por ejemplo a participar, casi incontenidamente, sin darnos cuenta de la legal extranjería, en la vida política de unos y otros de nuestros países‖ (Medina, 1963a: 335).El tema hispánico, que interesó a nuestro autor desde los años de México, le servía principalmente para encontrar esas conexiones culturales entre Occidente y América Latina: ―La constelación originaria de la Independencia está bajo el signo de la libertad, y por eso el liberalismo se confunde desde los primeros instantes con la sustancia y razón de ser de los nuevos estados‖ (Medina, 1976a: 68-69). Nuestro autor sabía de la importancia que tuvo la Constitución de Cádiz en el continente latinoamericano a la hora de influir como fuente de inspiración del desarrollo de las estructuras institucionales de los países ya independientes. Así se explica el diagnóstico que hace Medina de los sistemas políticos de América Latina, los cuáles curiosamente son democráticos en sus constituciones, lo que reflejaba una apertura y un interés a lo que podría llegar ser la democracia. Es así como la idea de democracia, por lo menos como inspiración, tuvo mucha acogida, pero evidentemente con el realismo de la situación concreta de cada país que hacía su práctica mucho más compleja (burguesía, clases, burgueses, blancos, mestizos, etc.). Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 649 1963a: 336). 972 En América Latina el liberalismo no fue resultado de un proceso de evolución histórica, sino del proceso de formación de una nueva ―clase política‖ y a su lado una nueva ―élite intelectual‖ (Medina, 1976a: 71). Se entrecruzó una ideología liberal con una realidad económica, social y política que nada tenía que ver con el contexto social original del liberalismo europeo (Prates, 1966: 314). La realidad latinoamericana era propicia para este desacuerdo entre las formas y las creencias, entre la aspiración democrática y constitucional de un liberalismo claramente urbano y una existencia cotidiana predominantemente rural: ―si la hacienda hizo materialmente a América Latina al organizar como pudo –bien o mal- su dilatado espacio geográfico, la ciudad hizo a América Latina como la sede de su ―poder espiritual‖. Y así hasta el día de hoy‖ (Medina, 1976a: 67). Y no hay mayor desajuste, como bien apuntó nuestro autor, que la desavenencia, o falta de atracción mutua, entre la racionalidad política y la racionalidad económica: ―Otra nota esencial de la constelación originaria de América Latina en el momento de su independencia que sigue gravitando hasta hoy y que seguramente pesará en su futuro destino –quizá con mayor agudeza en las próximas décadas- es la contradicción, apenas conciliada de una manera fugaz en algunos instantes, entre los ideales políticos proclamados y las condiciones efectivas de su posibilidad. Una falta de acuerdo continuamente renovada entre la ideología y la práctica. O dicho con mayor precisión analítica, un desajuste permanente entre la racionalidad económica y la racionalidad política‖ (Medina, 1976a: 75). No hubo, en consecuencia, una afinidad electiva entre el liberalismo y las prácticas sociales, económicas y culturales, lo que impidió la correspondencia entre liberalismo democrático y liberalismo económico, entre sistema político y sistema económico. Las ideas de Medina en torno al desarrollo de la ―economía liberal‖ en América Latina traslucen un proceso histórico falto de las disposiciones culturales y ―espirituales‖ necesarias para la actividad económica. Resultaba claro que las ideas liberales, como ―bagaje cultural‖, en expresión de Medina, no consiguieron modificar de manera sustancial la estructura social de los países latinoamericanos, porque no actuaron ni penetraron en ella. La estratificación social colocó en los últimos lugares a la población campesina e indígena. Los cambios estructurales en la economía tampoco superaron la división entre las élites y los terratenientes, por un lado, y la población 972 Un autor que leyó Medina en estos años fue al historiador Américo Castro, miembro como él de la España peregrina. Encontramos una clara influencia de las teorías de Castro sobre el vivir hispánico y ―la forma hispánica de la cultura occidental‖ como una cultura y un vivir en continua contradicción (Castro, 1946: 45). Algunos de los análisis de Medina apuntan certeramente a ciertas formulaciones castristas en lo referente a la forma particular que tuvo la cultura hispánica de estar dentro de la matriz occidental. Por ejemplo, para Medina la historia de América Latina está ligada indudablemente a los avatares de la Península ibérica: ―La historia real de Iberoamérica es en el siglo XIX, y aun hasta aquí, mucho más próxima de lo que se cree por unos u otros a la historia peninsular‖ (Medina, 1976a: 69). Esta peculiaridad histórica vendría a definir también el acceso a la modernidad de América Latina, a lo que Américo Castro denomina como los ―reflejos del carácter hispánico en Iberoamérica‖ (1946: 46). Esos reflejos son, al fin y al cabo, los que delimitan algunos rasgos del ethos cultural hispánico, caracterizado por ser poco práctico y poco racional, pero singularmente valeroso, entregado, irracional, soñador, místico, creyente en la otra vida, etc. La visión culturalista de Américo Castro fue importante para el estudio de la hacienda de Medina a la hora de entender la realidad social latinoamericana desde sus componentes culturales, problemáticos cuando América Latina tuvo que hacer frente a las exigencias racionales del desarrollo económico y de la modernidad, y que casaban con dificultad con la marcha general del proceso histórico de racionalización de Occidente. 650 campesina, por otro, parte de ellas en condiciones de indigencia y perteneciente a etnias indígenas. Elementos todos que repercuten en el retardo de la modernización económica y social de la región. Si Medina concedió tanta importancia al período de la Independencia latinoamericana se debió a que en esos años se originó el legado histórico de la democracia en América Latina. Fue la etapa histórica en la que se formó las características de la democracia latinoamericana, que tiene, como mayor rasgo, un énfasis en los derechos del orden político por encima de la participación, propio de su carácter constitucional y que la diferencia de la tradición anglosajona (Solari, 1976: 120). La independencia había supuesto, como estamos viendo, la quiebra histórica entre el liberalismo político y el liberalismo económico. El núcleo esencial de la idea de planificación democrática que manejó Medina Echavarría como participación está motivado por esta quiebra histórica, por la carencia histórica del ingrediente participativo de la democracia latinoamericana y por la búsqueda de las afinidades entre la racionalidad política y la racionalidad económica que no se produjeron espontáneamente en aquel proceso social. Para nuestro autor la América Latina posterior a la independencia quedó caracterizada por una ―relación simbiótica‖ entre los dos principales grupos políticos: los conservadores, dueños de la tierra, cuya base económica y social era la hacienda y los liberales, élite comercial e intelectual de asiento urbano. Esta oligarquía fue capaz de mantener durante largo tiempo la integración política y manejó las tensiones y conflictos internos. Se constituyó en la fuerza rectora de la inserción de América Latina en el sistema de intercambio mundial y forjó el Estado como instrumento de acción política. Las luchas entre los distintos grupos oligárquicos será la base de las guerras civiles que marcarían el principio del período inmediatamente posterior a la independencia (Solari, 1976: 501). La historia independiente de América Latina se forjó desde las contradicciones culturales y sociopolíticas formadas durante el período libertario y que, prolongadas en el tiempo, explican en gran medida la persistencia de una estructura social rígida y autoritaria después del período de independencia a partir de estas alianzas. 973 Si Medina se centró especialmente en el análisis de la hacienda también es por la importancia que esta institución social tuvo en la Guerra de la independencia como base económica, política y militar que permitió a los criollos enfrentarse con éxitos a los hispanos. Además la hacienda fue un elemento decisivo para la formación del capitalismo latinoamericano en su forma colonial, forjado durante el siglo XVII a partir de los conquistadores que intentaron dar a la sociedad indiana forma y carácter señorial, 973 Este hecho no sólo significará una reproducción en el tiempo de una estructura social dual, sino que al ser una estructura social rígida ello traerá como consecuencia la defensa de los privilegios por parte de los sectores o grupos sociales dominantes y propietarios. Incluso el liberalismo cambió de contenido hacia posiciones más conservadoras: ―La ideología liberal, que primariamente fue utilizada como instrumento revolucionario, se transformará entonces en ideología conservadora, justificadora del Estado oligárquico…Nace así después del período propiamente libertario, el Estado oligárquico, que con amplias variaciones llegará a ver las primeras décadas del siglo XX en varios países‖ (Prates, 1966: 316). Este proceso fue posible en la medida en que la corriente liberal, con sus intelectuales y teorías, se realizó con independencia del Estado y de la estructura social, manteniéndose inalterable las formas políticas y sociales tradicionales. 651 siendo el nexo, como vemos, del período colonial y del período libertario. 974 Esto hizo que nuestro autor pusiese el acento, por consiguiente, en la modernización ocurrida antes de las tendencias de desarrollo económico predominantes en su tiempo, lo que le lleva a explicar causas bien diferentes como la urbanización y el temas de las ciudades latinoamericanas, o ―el hecho histórico decisivo de que las elites modeladoras de las diferentes nacionalidades latinoamericanas fueron sin la menor duda de carácter agrario y que tuvieron su sede en la estructura económico-social de la hacienda‖ (Medina, 1966: 5 introducción elites urbanas). 975 En fin, vemos cómo nuestro autor maneja esa dialéctica antes-después de la Independencia latinoamericana como eje central de sus interpretaciones sociológicas contemporáneas, siendo el enlace histórico la estructura hacendística. Detrás de todo está incluida la preferencia de Medina por situar a América Latina como un agregado de la historia de Occidente. Esta concepción, por supuesto, no era neutral. Medina entendió que si dejaba a la región al margen de la historia occidental podían pasar sucesos como las revoluciones, los sistemas totalitarios o el auge de los populismos. La experiencia biográfica era sumamente importante en estos aspectos. 4. La hipótesis de la hacienda. La hipótesis de José Medina Echavarría sobre la hacienda es una de las muestras de su innovación teórica. Esta interpretación estuvo muy influida, como no podía ser de otra manera, por las ideas y la metodología de Max Weber, el gran referente del sociólogo español. Medina se propuso aplicar el modelo del clásico alemán en su estudio de la hacienda, para así intentar comprender la actualidad sociopolítica de América Latina y tratar de saber porqué esa sociedad era así y no de otra manera. 976 También porque nuestro autor entendió perfectamente que muchos problemas y conflictos en la estabilidad interna de los países latinoamericanos provenía de la estructura hacendística. Además la dinámica rural-urbana tampoco hizo que lo rural hubiera evolucionado de una manera paralela hacia la modernización. El proceso de urbanización en América Latina no expresaba el proceso de modernización ni industrialización en el mismo sentido que expresó el caso europeo. Por tal motivo, este no es un estudio de estratificación social al uso, más bien es un trabajo que comprendió a la hacienda como un sistema social en base a una legitimidad; que se preguntó por las clases dirigentes de la sociedad; que reflexionó sobe la estructura de poder, la democracia, los partidos políticos y sus formas institucionales (Weffort, 1988: 126- 129). Y en todo esto le fue muy útil el estudio de Weber sobre los trabajadores agrícolas del Este del Elba, como así nos reconoce: ―Cuando el Max Weber juvenil tuvo que enfrentarse (hacia 1895) con la herencia problemática del sistema bismarkiano una sola y decisiva pregunta le 974 Enzo Faletto, ―Las élites urbanas en América Latina‖, Contribución de la División Social del ILPES al Sexto Congreso Mundial de Sociología, Evian, septiembre 1966. 975 José Medina Echavarría, ―Introducción‖ al documento del ILPES ―Las élites urbanas en América Latina‖, Contribución de la División Social del ILPES al Sexto Congreso Mundial de Sociología, Evian, septiembre 1966, 8 pp. 976 En ese período de la historia de la sociología se estaban produciendo otros intentos teóricos de aplicación del esquema weberiano. En la sociología norteamericana, como sabemos, estos esfuerzos habían sido comenzados por Talcot Parsons al que se le unió un ramillete de teóricos, caso de Robert K. Merton, Reinhard Bendix. Precisamente un buen ejemplo de la aplicación de la teoría weberiana para interpretar la sociedad norteamericana es el libro de Peter Blau, Bureucracy in Modern Society, de 1956 (Random, Nueva York). 652 embargaba: ¿dónde encontrar los dirigentes políticos de la nueva Alemania que comenzaba ahora con su poderosa industrialización un incógnito destino, tanto político como económico? ¿En cuál de sus principales clases apoyarse? Su detenido examen –que no es posible ahora reproducir- tiene indudable valor ejemplar. ¿La vieja clase de los Junker? Aptos en el mando, sus intereses económicos contradecían sin embargo a la Wirtschaftspolitik que los tiempos imponían al nuevo Estado. ¿La nueva clase de la burguesía? Domesticada por el viejo César, carecía por entonces de todo instinto de poder y no sobresalía por la necesaria capacidad del juicio político. ¿La novísima clase proletaria? Parecía inmatura y todavía inofensiva. Pues bien, en esa situación sin aparente salida predecía Weber ya por entonces el mayor peligro para la potencia política Alemania. Ni que decir tiene que la situación ya no es la misma, en parte alguna y no menos en la América Latina de la actualidad (1961). Pero en cambio sigue en pie como modelo el cuadro de las grandes interrogantes del sociólogo‖ (Medina, 1976a: 104). Aunque la situación de América Latina en 1961 no era la misma que la Alemania de 1895, ambos autores compartían los ―grandes interrogantes del sociólogo‖: ―Primero, ¿cuáles son hoy los soportes de la nueva estructura que está sucediendo a la anterior y que ésta aportaba ya en su seno desde los comienzos de su descomposición? Segundo, ¿dónde se encuentra el último fundamento de la prise de conscience que abre con el nuevo ciclo económico la fisonomía del futuro inmediato?‖, se preguntaba nuestro autor (Medina, 1976a: 103). José Medina, al igual que Max Weber, creía que las ciencias sociales tienen una finalidad diferente: comprender y explicar individualidades históricas; puesto que no intentan formular leyes generales, sino tratan de analizar relaciones sociales específicas (Gurrieri, 1980: 40). Medina se apoyó en el esquema metodológico e interpretativo de Weber para poder analizar a la hacienda como la ―individualidad histórica‖ de América Latina. En el nivel metodológico nuestro autor utilizó, una vez más, la distinción entre el ―tipo real‖ y el ―tipo ideal‖ weberiano (Medina, 1968: 20). ―¿Cuál ha sido, en efecto, la significación sociológica de la hacienda en la vida toda latinoamericana?‖, se preguntaba Medina. A continuación observaba que ―la pureza de los rasgos es como se sabe una exigencia metodológica en la construcción del tipo, que no se encuentra por desgracia en la realidad. Y el término mismo de hacienda es, para comenzar, un compuesto abstracto de una rica diversidad –según regiones, tiempos y modos de actividad- conocida por añadidura con distintos nombres (ingenio, rancho, fundo, etc.)‖ (Medina, 1976a: 55-56). Por otra parte, en el nivel interpretativo Medina siguió provechosamente la cadena de conceptos y diagnósticos weberianos que entrelazaban la acción social, la economía y la sociedad a partir de tres variables: los valores que forman el interés material, los sentimientos de afinidad entre creencias y prácticas sociales, y el papel de la autoridad en las sociedades (Oltra, 2004: 272). Este modelo de sociología comprensiva (Verstehen) le permitió a nuestro autor entender e interpretar la acción social dentro de la hacienda, para luego explicarla de una manera causal en su desarrollo y efectos, según la recomendación de Max Weber ( 2002: 5). Ante lo cual nuestro autor adaptó los interrogantes y la metodología de la comprensión que le ofrecía el clásico alemán para la realidad latinoamericana. De esta manera, José Medina pretendió poner de relieve en sus reflexiones sobre la hacienda cómo la interacción recíproca de desarrollos externos –caso del proceso capitalista, el liberalismo- e internos 653 actúan sobre las ideas, las motivaciones o las expectativas normativas de los individuos. 977 El estudio de la hacienda de Medina Echavarría es, efectivamente, un estudio de las unidades colectivas de la acción social y de las instituciones sociales en las que se dan esas acciones sociales. En él se definen los valores, las normas, los medios sociales, o la distribución de los papeles sociales dentro de la organización interna de la estructura hacendística. Presenta así una teoría de la hacienda basada, en última instancia, en cómo esta institución social logró cumplir una importantísima función educativa, cultural y política. En mi opinión, la sociología weberiana le atrajo especialmente a Medina porque en ella encontró toda una conclusión sociológica y ética en relación al ethos cultural, al ethos científico y al ethos de la responsabilidad ciudadana, muy al agrado de sus intereses sociológicos y liberales en esos momentos. Pero además de Max Weber, reconocemos en el estudio de la hacienda otras referencias patentes como el pensamiento económico cepalino, el historicismo cultural y espiritual de Wilhem Dilthey, la sociología cultural de Alfred Weber, los libros de Gilberto Freyre sobre la estructura social de Brasil y también los estudios de la historia del desarrollo económico brasileño y latinoamericano de Celso Furtado, su antiguo compañero de la CEPAL. 978 La hipótesis básica de su investigación es una profundización en el papel decisivo que jugó la estructura social hacendística en la conformación económica y sociopolítica de América Latina. He aquí la esencia de su punto de vista: ―La estructura social de América Latina mostró por largo tiempo en todos sus entresijos la capacidad modeladora de una institución fundamental: la de la hacienda. Toda la historia económica, social y política de América Latina es en buena parte la historia de la consolidación y transformaciones de esa unidad económica-social. Y el relato del ocaso de la estructura tradicional se confunde 977 Medina en este punto fue muy weberiano. Nuestro autor se acercó al problema del desarrollo desde el papel que tienen los valores y las actitudes en la generación de los procesos de cambio social y en el surgimiento de las representaciones colectivas. En Weber encontró toda una fertilidad para orientar sus estudios del caso latinoamericano y así poder confirmar que América Latina era una sociedad más adscriptiva y particularista que otras sociedades, ya que en ella destacaban cuestiones como lo heredado o la proximidad de las relaciones sociales establecidas, más familiares, próximas, y cercanas. Medina para estudiar la hacienda se viste de historiador, las palabras que Medina Echavarría le dedicó a Max Weber le valen para sí mismo: ―tuvo que contemplar lo contemporáneo con ojos de historiador y arrojarse en la historia desde sus intereses contemporáneos. Y porque tuvo tal actitud indivisa ante la vida fue con igual autenticidad un político, un filósofo y un investigador de pretensiones gigantes‖ (Medina, 1953: 183). Él ambién aprendió a mirar lo contemporáneo con ojos de historiador y se arrojó a la historia desde sus interese contemporáneos. 978 Esta noción de ―cuerpo histórico‖ que utiliza Medina la toma de Alfred Weber, el cuál sostenía que América Latina formaba parte del nuevo cuerpo histórico que representaba el ―Occidente mundial‖: ―ha surgido por virtud de la expansión migratoria europea un nuevo mundo occidental, lo que podríamos llamar un ―Occidente mundial‖, que comprende Norteamérica, Centroamérica, Suramérica, el África del Sur y Australia…Desde el punto de vista económico muchos sectores de Centroamérica y de Suramérica tienen la tendencia a arrimarse a la economía mundial británica y a la norteamericana. Ahora bien, desde el punto de vista espiritual se sienten más unidas a la Madre Patria, a la Península Ibérica, sobre todo a España. Y, así, resulta que en la América del Centro y del Sur puede surgir, por lo menos en lo cultural, una tercera zona ibérico-criollo-índica del mundo occidental‖ (Weber, 1991: 338-339). Esta conexión espiritual estará más que presente en la cosmovisión de nuestro autor al considerar a Latinoamérica como extensión de la civilización occidental, como nuevo agregado vital a ese cuerpo histórico. Pedro Morandé decía que se encontraba en deuda con Medina Echavarría: ―Por esta visión cultura que él tenía, y por eso me parece muy buen discípulo de Alfred Weber, había que pensar la sociología desde las condiciones histórico-culturales de América Latina‖. Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 654 por consiguiente con la del lento declinar de esa vieja organización. Ocaso y no extinción, desde luego, pues todavía persisten tanto su presencia como sus influjos‖ (Medina, 1976a: 53). Según Medina el gran logro de la hacienda ha sido, sin duda, esa persistencia histórica en su capacidad modeladora de la realidad, prolongada hasta la edad contemporánea. A decir verdad, la hacienda fue el soporte fundamental de la sociedad tradicional latinoamericana, pero, siguiendo ese ―hilo de continuidad‖ histórico, los componentes culturales de la hacienda, a pesar de su declive por el proceso capitalista e industrial, seguían manifestándose en el presente al haber determinado históricamente la composición estructural de toda la región, definiéndola en todos sus rasgos. 979 La configuración plena de la hacienda, con todos sus caracteres, ocurrió en el siglo XVII. Ahí la hacienda transformó toda América Latina en ―predominantemente agraria‖, pero sobre todo, la convirtió en una ―conformación social‖ que resistiría distintos embates históricos: el fracaso de las reformas agrarias del siglo XVIII o las tendencias desamortizadoras siglo XIX son buen ejemplo. 980 La estructura hacendística prácticamente se mantuvo intacta hasta la reforma agraria de los años 60. 981 La hacienda, de forma sucinta, refleja el gran problema histórico de América Latina: la tierra y su propiedad. La hacienda simboliza el poder de los grandes propietarios, de los terratenientes (Solari, 1977: 34). La hacienda es dominio. La aportación original de Medina Echavarría, en este sentido, fue ofrecer una terminología científica y coherente respecto a esta institución social y cultural. Obsérvese que toda la energía de nuestro biografiado bajo ese diagnóstico aparece destilada en una idea esencial: la significación sociológica de la hacienda en la vida cotidiana de la región al haber organizado históricamente las relaciones sociales, económicas y políticas de los hombres y mujeres latinoamericanos. Ello le permite escribir lo siguiente respecto a los rasgos sociológicos de la hacienda: ―los rasgos sociológicos de la hacienda que ahora interesan son los siguientes, enumerados de antemano por afanes de claridad: a) el haber sido una célula de poder político-militar al 979 El estudio de la hacienda le sirve a nuestro autor para poner de relieve las manifestaciones presentes del pasado, ya fuera en sus aspectos culturales como en los componentes sociales. En ese momento se observaba a la hacienda y al medio rural como ―estrangulamientos sociales que impiden…el flujo normal y sin roces del proceso económico deseado‖ (Medina, 1962a: 71). Se producía una disonancia entre los intereses económicos y sociales de la ideología desarrollista, de clara aspiración nacional, que no concordaban con los intereses particulares de la minoría latifundista. Esta problemática actual explicaba mejor ese afán por Medina por seguir el ―hilo de continuidad‖ de la hacienda. Recordemos, en este punto, lo que decía nuestro autor respecto a la historia como instrumento de la perspectiva sociológica: ―La historia es una sucesión de totalidades o formas móviles cada una de ellas donde su centro espiritual peculiar que las articula, penetrándolas y manifestándose en todas sus partes…Pero además esa sucesión tiene un sentido, posible de descubrir, el cual nos la muestra como un desarrollo que explica el engarce y el tránsito de unas fases a otras‖ (Medina, 1987: 113). De esta manera, la hacienda es justamente ese engarce con el que Medina puede transitar de una fase histórica a otra del desarrollo latinoamericano y detenerse en el pasado para localizar los impedimentos culturales, sociales y políticos del desarrollo de su presente. 980 Nuestro autor reconoce la influencia explícita, como vimos, del sociólogo brasileño Gilberto Freyre: ―Desde el punto de vista económico, la hacienda hizo pues a América Latina, todavía hoy predominantemente agraria…Pero todavía la hizo en un plano más profundo: en el de su sustancia social o, si se quiere humana. En el Brasil la obra de Freyre es un relato de esa confirmación‖ (Medina, 1976a: 55). Medina también cita a G. Céspedes del Castillo, ―La Sociedad Colonial Americana en los siglos XVI y XVII‖, en el tomo III de la Historia Económica de España y América, editada por J. Vicens Vives, Barcelona, Teide, 1958. 981 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 655 lado del económico; b) haber constituido el núcleo de una dilatada estructura ―familiar‖; c) el haber constituido el modelo circunstancial de la autoridad, y d) el haber sido la creadora de un tipo humano, de un ―carácter‖ singular‖ (Medina, 1976a: 56). La hacienda, siguiendo sus palabras, fue más que una unidad de producción económica: representó una manera particular de organizar y vivir lo social, caracterizó la forma de relacionarse de los hombres y mujeres, fue modelo de autoridad, instauró ―un orden en el dilatado espacio vacío del agro‖ y erigió, en último término, un determinado tipo humano. Porque a la hacienda, como decía nuestro autor, le correspondía un ―carácter‖: ―Se habla con frecuencia del sistema de la hacienda como de un orden feudal, lo cual es técnicamente un disparate. No lo sería tanto si se prefiriera el término mucho más amplio de señorial. En este caso la figura de carácter que modela es la del señor (señor de la hacienda, señor de rancho ganadero, ―senhor de ingenho‖, etc.) y a él pertenecen las características peculiares que se han dado por todas partes a ese tipo de hombre: religiosidad de destino aun dentro de la piedad católica; magnanimidad y prestancia; diletantismo en sus escasas individualidades cultivadas. Y con el arrojo personal, el desdén de la muerte y la capacidad de jugarse la vida, impasible, a una sola carta, frete a las exigencias de un deber tenido por incondicionado…La magnanimidad se convierte en el derroche ostensorio del ―señorito‖ y la indiferencia viril ante la muerte noble se trasmuta en la obsesión del ―machismo‖ moralmente vacía‖ (Medina, 1976a: 59-60). Por eso nuestro autor reconoce a la hacienda como un ―todo social‖ o como una ―totalidad social‖, que toma distintos nombres según el país (ingenio, fundo, rancho, etc.), y que conformó a América Latina en sus diferentes substancias (Medina, 1976a: 57). 982 Su premisa, como decíamos, fue encuadrar la acción de los actores sociales y su sentido bajo el prisma de las formas de autoridad y legitimidad, pues la hacienda, como ―individualidad histórica‖ representó un modelo de autoridad de base patriarcal, erigiéndose por sí misma como fuente de dominación tradicional y carismática de América Latina. Adivinamos, no obstante, en el estudio de la hacienda de Medina una teoría de la estructura y la estratificación social, una teoría del poder y una teoría del hombre. 5. La persistencia de la vieja estructura. Una reflexión sobre el poder. Al igual que hizo Weber en su estudio del Ausblick acerca de la situación de los trabajadores agrícolas del Este del Elba, Medina tomó a la hacienda como la ―individualidad histórica‖ que impregnó todas las formas de relaciones sociales bajo una estructura de poder autoritaria, machista y patriarcal. 983 Tanto José Medina como 982 Así decía nuestro autor en este sentido de la hacienda como un ―todo social‖: ―la hacienda fuera unidad económica, núcleo político y soporte material de una familia y sus clientes, significa que estamos ante un todo social cerrado cuando se completa el cuadro con la numerosa base de sus servidores‖ (Medina, 1976a: 57). 983 Tanto la hacienda latinoamericana como el junker prusiano se asemejaban por poseer una estructura de dominación consuetudinaria asentada bajo una ética compartida del deber personal, más aún en el caso del junker, raíz de la unificación alemana: ―La obediencia militar era algo natural para el hijo del campesino, y para el obrero agrícola del Este, acostumbrados a la administración patriarcalista,…y el aparcero en particular estaba familiarizado con la idea sabida de su experiencia cotidiana en la explotación rústica- de que el patrono, cuando ordena, lo hace en el interés común de todos, también de los subordinados…Es una equivocación psicológica frecuente creer que esta subordinación, que ha 656 Max Weber coincidieron en cómo las ideas y las políticas liberales, ya fuera en Latinoamérica como en Prusia, fueron difuminadas según avanzó y penetró el proceso capitalista en estas estructuras de poder tradicional, representadas por el hacendado y el terrateniente junker. Ambos autores estuvieron atraídos por el acceso a la libertad del individuo desde formas autoritarias y bajo los condicionantes del modelo capitalista. Por ejemplo, la estimación hacia la libertad que tenían los obreros agrícolas del Elba no la compartieron del todo los campesinos latinoamericanos, puesto que su llegada a la ciudad estuvo más bien motivada por aspectos económicos, provocados por el desarrolloismo, que por actitudes psicológicas o aspiraciones de estatus, algo que se evidenció con el ascenso de los partidos populistas y el poco apego a la tradición liberal-democrática. 984 Medina se interesó por cómo las aspiraciones de libertad entre los campesinos latinoamericanos no se vieron resueltas. En relación a esa interpretación, estaba señalando, claramente, las condiciones sobre las que había descansado la cultura democrática que proclamó el liberalismo durante la Independencia. Es por ello que nuestro autor concediese mucha importancia en su estudio de la hacienda a la categoría analítica de ―legitimidad‖, invocada por Weber. 985 ¿Qué legitimidad sustentaba ese poder?, se preguntó nuestro autor. Para responder a esa pregunta José Medina imploraba a un concepto de legitimidad como una estructura social asentada en creencias, normas y valores que se trasladaban a las formas políticas. Medina entendió de forma similar el concepto de legitimidad a como lo hacía el propio Weber, quien caracterizó a la legitimidad como consentimiento de dominación social, lo que implica el reconocimiento por parte de los dominados de la legitimidad de los mandatos (Weffort, 1968: 145). 986 Para José Medina el concepto de legitimidad invocaba un sistema, una estructura social sustentada. Por tal motivo, la hacienda, según nuestro autor, no sólo creó un modelo de autoridad, sino que sustentó toda una cultura política: llegado a ser consuetudinaria, puede haberse hecho incompatible con el pundonor y el sentimiento del deber personales‖ (Weber, 1990: 244). 984 Quizá la explicación provenga que, a diferencia de los campesinos germanos a los que alude Weber, los trabajadores de las haciendas nunca hayan apreciado a la ciudad por su sentido cosmopolita o liberalizador, ni como sistema de apertura de nuevas opciones personales, sino más bien lo han podido ver como elemento opresor, restrictivo y como medio agresivo y hostil que impide el bienestar material y provoca un desarraigo social expresado en las favelas, la anomia, la violencia, el alcoholismo. Además, la ciudad latina, al no ser verdaderamente industrial, no pudo ofrecer oportunidades de trabajo a las masas campesinas; por esto, no se pudo ofrecer realmente como alternativa real al campo. Asimismo, no olvidar que la hacienda representaba una comunidad de lazos estrechos entre los campesinos donde la subsistencia estaba asegurada. Cosa distinta es la ciudad, donde hay que hacer carrera y la propiedad del trabajo ya no es propia, ya no depende de uno mismo ni de su familia, sino es ajena. 985 A continuación recogemos una breve reseña acerca de la legitimidad a la dominación en Max Weber: ―Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas‖…―Según sea la clase de legitimidad pretendida es fundamentalmente diferente tanto el tipo de la obediencia, como el del cuadro administrativo destinado a garantizarla, como el carácter que toma el ejercicio de la dominación. Y también sus efectos. Por eso, parece adecuado distinguir las clases de dominación según sus pretensiones típicas de legitimidad…Existen tres tipos puros de dominación legítima…De carácter racional…De carácter tradicional…De carácter carismático‖ (Weber, 2002: 43, 170 y 172). 986 ―Las formas concretas de dominación –para decirlo en lenguaje weberiano- siempre han sido una mezcla de la legal, la tradicional y la carismática. La dominación legal apenas comienza ahora a realizarse plenamente en el conjunto de los ―sistemas secundarios‖ de las sociedades industriales avanzadas‖ (Medina, 1976a: 58). Los sistemas secundarios es una categoría de Parsons. 657 ―Protectora y opresora a la vez, es decir, autoritaria y paternal. Y esa imagen de las relaciones de subordinación -protección y obediencia, arbitrariedad y gracia, fidelidad y resentimiento, violencia y caridad- que calca en sus orígenes los caracteres de la lejana dominación monárquica, es mantenida intacta por mucho tiempo cuando al rey sucede el presidente de la república. El modelo de autoridad creado por la hacienda se extiende y penetra por todas las relaciones de mando y encarna en el patrón la persistente representación popular‖ (Medina, 1976a: 58). En última instancia, este estudio sobre la hacienda latinoamericana es una reflexión sobre el poder y su representación social, como así reconoce Pedro Morandé: ―Él la describió muy bien desde el punto de vista cultural. Él planteó la tesis de que la hacienda era la verdadera polis de América Latina, en el sentido de que combinaba una situación de dominación y subordinación, pero a la vez, con el paternalismo protector. Y él lo veía como polis porque lo entendía como un modelo que no sólo estaba vigente en el interior rural de los países latinoamericanos, sino que los Estados nacionales también funcionaban así‖. 987 La interpretación de la hacienda como polis alude a la capacidad que tuvieron históricamente los hacendados de intervenir en los asuntos públicos y políticos de la vida latinoamericana, una vez derrumbado el aparato estatal y burocrático del imperio. Sobre la hacienda recayó el cuerpo social de ―los largos años de anarquía y de fluctuación constituyente‖. Por tal motivo, el sistema hacendístico constituyó para nuestro autor un verdadero ―núcleo de poder político‖, tolerado o utilizado según circunstancias por las autoridades estatales y al que incluso a veces se le otorgó una significación militar. 988 Un poder que, a su entender, continuaba manifestándose en el presente bajo el cariz que tomaban ―algunos movimientos políticos‖ como el populismo (Medina, 1976a: 56-59). La cuestión del poder es, como vemos, central en el argumento narrativo y panorámico de Medina, incluso porque la estructura de dominación además definió e impuso una específica división social del trabajo en el agro latinoamericano. El control del acceso a la tierra significaba que el propietario estaba en condiciones de definir las relaciones entre los hombres que trabajan esa tierra y el fruto de ese trabajo. De esta manera, poseía la capacidad de privar el trabajo a través de un sistema de autoridad coercitivo, pero también rutinizado, que se legitimaba cuando proporcionaba seguridad al trabajador. Los hacendados no eran únicamente propietarios de las tierras, sino también eran poseedores de los excedentes económicos, convirtiéndose, efectivamente, en controladores de todo el sistema social. Cuando la hacienda se insertó en el ―sistema de división internacional del trabajo‖ a través de las exportaciones, a partir del siglo XVIII, los hacendados se relacionaron con la metrópolis, asumiendo prácticas culturales, consumistas e ideológicas del centro (como el liberalismo, el positivismo). Sin embargo, esta ―aculturación‖ con el centro no propició un cambio en su racionalidad económica (Furtado, 1983: 105). Es decir, los terratenientes no invirtieron el excedente, no lo distribuyeron ni lo socializaron para generar desarrollo. 989 Al contrario, lo que hicieron fue mantener la estructura de dominación surgida alrededor de la hacienda. 987 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 988 La hacienda era la base cultural y social del paternalismo del populismo. Incluso la hacienda representa un sistema de dominación caudillista. Cita explícitamente en el texto a Frank Tannenbaum. 989 Para la interpretación sociológica de Medina Echavarría de la ausencia de ética de la ética del ahorro en la economía latinoamericana creemos que fueron muy importantes los trabajos de los economistas de la CEPAL que confirmaban esta hipótesis. Prebisch argumentaba lo siguiente respecto a este tema: ―En este sentido, el ahorro de América Latina es, en general, muy escaso, en parangón con las exigencias de la técnica moderna. Ciertamente en los comienzos de la evolución industrial de los grandes países, el ahorro 658 En América Latina ha prevalecido la inversión de una mínima parte de excedente. Y, en cambio, una gran parte de ese ahorro de capital ha pasado a acumularse como ingreso personal a los ya poseedores de riqueza y de un ingreso elevado. Por consiguiente, una gran parte del ahorro potencial se transformó en un alto nivel de consumo, incluido el de carácter suntuario, aún de lujo absoluto, por lo que aquél no quedaba disponible rectamente para destinarlo al financiamiento de inversión nueva (el desarrollo). Estas prácticas sociales se tradujeron en importaciones prescindibles. Por añadidura, la fuga de capitales es un lastre histórico para la región en el proceso de desarrollo, ya que una parte de dicho ahorro interno tendió históricamente, y sigue tendiendo en la actualidad, por razones de seguridad personal, a ser exportado al exterior para su depósito en cuentas bancarias en el extranjero. En consecuencia, a los grandes terratenientes no les interesó ser lo suficientemente productivos porque con muy poca producción les bastaba para mantener sus niveles de ganancias y rentas, y, sobre todo podían mantenerse en los puestos de privilegio de la estructura de prestigio social. Y si fueron capitalistas, lo fueron únicamente para aumentar sus ahorros y ganancias personales. Hubo un pasaje de una ―agricultura de subsistencia‖ a una ―agricultura comercial‖, pero eso no significó el cambio del agro latinoamericano en cuanto al acceso y a la propiedad de la tierra. Ni tampoco ese hecho significó un cambio cultural ni modificó el sistema de dominación social. Los hacendados o terratenientes, como grupo social, no trajeron consigo la transformación de las estructuras sociales –como así hicieron las burguesías europeas-, sino más bien mantuvieron sus posiciones dominantes sin que sus acciones tuvieran repercusiones significativas ni en el plano sociopolítico ni en el plano económico. Según la interpretación de nuestro autor, en América Latina coincidieron dos procesos en la historia de América Latina que terminaron, finalmente, por separarse. Por un lado, estaría el proceso de racionalidad económica como la inserción de la región al sistema económico mundial. Por otro lado, estaría el proceso de racionalidad política representado por el signo de la libertad y del liberalismo de la ―constelación originaria de la Independencia‖. 990 Estos dos procesos, según Medina Echavarría, llegaron a coincidir durante algún tiempo después del período libertario cuando los latifundistas se convirtieron en la clase modernizadora, pues asumieron el discurso de la modernidad, espontáneo tampoco fue abundante; pero en cambio, la técnica no exigía entonces el gran coeficiente de capital por hombre que hoy requiere; las innovaciones técnicas solamente pudieron irse aplicando a medida que el aumento de la productividad, del ingreso y del ahorro las hacía económicamente posibles y convenientes. Dicho de otro modo, hay que retroceder varios decenios, cuando no un siglo, para encontrar ingresos per cápita análogos a los que hoy se dan por lo general, en los países latinoamericanos‖ (Prebisch, 1973: 66-67). Y Urquidi añadía: ―La desigualdad en la distribución de los ingresos y de la riqueza acumulada (activos reales y financieros) que caracteriza a la región latinoamericana después de casi cinco siglos, y aun transcurridos unos cuantos decenios recientes de desarrollo rápido, no ha alentado el ahorro familiar de manera generalizada‖ (2005: 234-235). La conclusión compartida por economistas y sociólogos es que no había una cultura general del ahorro. 990 ―La constelación originaria de la independencia está bajo el signo de la libertad, y por eso el liberalismo se confunde desde los primeros instantes con la sustancia y razón de ser de los nuevos estados. Se esgrimen ante todo las ideas libertarias y constitucionales que llegan en particular de Francia o Norteamérica y toman cuerpo de esa manera formulas tan extrañas –dada la realidad y los orígenes de los nuevos cuerpos históricos- como las concepciones federales que tanto habían de pesar a veces trágicamente en años posteriores‖ (Medina, 1963f: 43). Recordemos que Comte fue precozmente conocido en América Latina (Orden y progreso se lee en la bandera de Brasil), Humbold dejó su imborrable huella en los repetidos viejas que realizó por aquellas tierras, y así innumerables ejemplos del diálogo trasatlántico moderno, humanista e ilustrado. 659 asumieron como hecho ejemplarizante la responsabilidad de modificar la realidad social y se propusieron construir el Estado moderno. Sin embargo, según fue tomando más fuerza el proceso económico que el político, este grupo social abandonó sus viejas ideas liberales y nacionales de responsabilidad política y social, y se vieron seducidos por la incandescencia del capitalismo y por la acumulación de riquezas según sus intereses más particulares. En este aspecto, Medina compartió el diagnóstico que hizo Weber respecto a la abdicación de la función directora de los junkers prusianos según avanzó el proceso capitalista y también asumió la pregunta que se hizo el clásico alemán respecto a qué clase o grupo social se podía hacer cargo de la unificación alemana y de la integración nacional. Nuestro autor observó que la clase terrateniente latinoamericana, al igual que hicieron los junkers, creó un Estado en la mayoría de los países, funcionando por varios años, ―no sólo con la mayor eficacia, sino con indiscutible legitimidad, lo que, dicho en otra forma, significa que el ―sistema‖ encontró y mantuvo ―su propia fórmula política‖ (Mosca)‖ (Medina, 1976a: 122). La hacienda fue capaz de vivir en paralelo al Estado al ser el mando de toda la organización social y política. Sin embargo, la fórmula política de la hacienda –el sistema de alianzas entre conservadores y liberales- comenzó a entrar en declive según avanzó el proceso industrial en la región. Al debilitarse los soportes tradicionales de la hacienda comienza su propio ocaso, como había sucedido con los junkers alemanes. La hacienda se fue convirtiendo en empresa, se ―comercializa‖ bajo el impulso del dinamismo económico interno y sobre todo externo (Medina, 1976a: 60). Pero como decíamos, esa ―comercialización‖ de la hacienda no se socializó, sino que las situaciones de privilegio impidieron que hubiera una redistribución del ingreso, que hubiera una gestión eficiente y dinámica del proceso de desarrollo. La hacienda excluyó las ―formas modernas de cálculo empresarial‖ (Medina, 1963c: 61). Como señalaba nuestro autor las ―notas de la existencia señorial –estéticas, morales y religiosas- no parecen desde luego las más adecuadas a las exigencias de la economía moderna‖. En consecuencia, las condiciones culturales y sociales que conformaron ―la ética económica del hombre iberoamericano‖, trazadas por la hacienda, no fueron las más idóneas para el establecimiento de un capitalismo modernizador (Medina, 1976a: 60). 991 991 Es muy importante la influencia que otorga Medina a la hacienda en la conformación de la ética económica del hombre americano, reconociendo el peso de la Iglesia Católica y de la religión en la disposición de esas actitudes y creencias económicas: ―Pero habría que investigar más a fondo el peso que han tenido en la conformación de la ética económica del hombre iberoamericano. Como también es tierra incógnita la prolongación del tema weberiano hacia la realidad latinoamericana, es decir, la investigación con la debida objetividad, imparcialidad y rigor de la influencia de la Iglesia Católica lo mismo en la conformación de esas actitudes económicas fundamentales que en el propio desarrollo de la economía latinoamericana‖ (Medina, 1976a: 60). Siendo una de las pocas veces en las que nuestro autor se refiere al tema de la religión no es de menor importancia. Él apunta al desarrollo histórico de la colonia, originaria de los años de la colonia y de la gran influencia de la religión católica que caracterizó la cultura económica o del trabajo latinoamericano como una cultura sacrificial. Por tal motivo, el trabajo en América Latina se entendió históricamente desde esta dimensión sacrificial y tributaria, pues los indios trabajaban para la comunidad para satisfacer el tributo de los jefes. Con la encomienda, ya en tiempos de la colonia, eso continuó y no desapareció. La encomienda era la institución que anticipaba a la corona los impuestos a cambio de que el encomendado organizase el trabajo de los indios por lo menos ante el monto del tributo. Sí había una organización económica que tuviese un fuerte componente tributario, tiene la lógica sacrifical y por lo tanto tiene que tener un componente religioso. Después eso continuó con la hacienda ya con merced de tierra, con dominio de tierra, pero también con la dimensión tributaria al introducirse el sistema de inquilinaje. El inquilino para vivir como inquilino dentro de la hacienda tenía que salir a trabajar tantos días a la semana. Él pagaba el inquilinaje con el trabajo. La cuestión es que el 660 Este bagaje cultural, entendido como decisiones sobre el ahorro o inversión, como conductas, prácticas, actitudes o valores económicos, comprometía, en su opinión, a largo plazo la continuidad y la viabilidad del capitalismo periférico. Incluso esas líneas culturales de continuidad histórica impedían en esos ―años decisivos‖ la adopción de conductas de ahorro y de sacrificios necesarios. 6. El ocaso y no extinción de la vieja estructura. A lo largo del estudio de la hacienda Medina Echavarría nos ofrece las consecuencias sociopolíticas y culturales que provocó la introducción del capitalismo en la estructura tradicional latinoamericana. La mentalidad capitalista penetró en el sistema de la dominación social de la hacienda, causando la ruptura de esa comunidad de intereses. Los latifundistas se vistieron de capitalistas: aumentaron de forma progresiva la mecanización del campo; se pasó de una agricultura extensiva a una intensiva; se empezó a comercializar a gran escala para abastecer los mercados internacionales; aumentaron las granjas agropecuarias; y, además dadas estas circunstancias, el campo ya necesitaba de menos mano de obra. Antiguamente había cubierto las necesidades socioeconómicas de gran parte de la población; ahora se veía superado por el capitalismo internacional y la competencia abierta con otros mercados. Las iniciales influencias del liberalismo europeo y del novedoso positivismo comtiano, que los hacendados tomaron para sí mudándose en reformadores y modernizadores, se vieron desplazadas por el empuje de la mentalidad capitalista que premiaba la acumulación de riqueza. 992 Los hacendados terminaron, finalmente, por decantarse por sus inclinaciones particulares, renunciando, con ello, a su función política, lo que hizo que la vieja estructura hacendística entrara en crisis, según la interpretación de nuestro autor. Según su visión, ―la disolución del sistema de la hacienda, o en términos más exactos su transformación hacia otros tipos de explotación económica‖ conllevó un vacío en la estructura social latinoamericana (Medina, 1976a: 60). Para él la disolución de la hacienda representaba un proceso largo e incompleto, agónico incluso, que se arrastraba desde la época colonial. El momento en que la hacienda se convirtió en empresa trajo consigo la mudanza económica, pero también la política, porque ―la mudanza de una configuración social marcha paralela con la disolución de una ideología‖ (Medina, 1976a: 68). Mientras se producía la transformación económica de la hacienda, el Estado emergió como la principal forma de organización política y social, pero todavía sin ser capaz de sustituir al núcleo ideológico y sociopolítico que trabajo como sacrificio estaba en los pueblos originarios de América Latina y los españoles continuaron con ese sistema, y esa dimensión sacrificial también quedó estructurada en la hacienda. Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 992 Como bien señalaba Armando Di Filippo, ―José Medina tuvo la sensibilidad para captar toda esa diversidad y peculiaridad de América Latina, quizás sobrevalorando el aspecto moderno de esa clase hacendada que casa mejor con su postura liberal, de libre-democracia, pero que tenía también límites muy serios‖. A este respecto podemos añadir que los hacendados sintieron una atracción cultural por el mundo europeo. Asumieron una parte de la modernidad, sobre todo en lo que se refiere a la ―pertenencia cultural‖, dado el cosmopolitismo, los viajes, la literatura y la influencia del arielismo. Además el liberalismo latinoamericano creyó en el capitalismo, pero, sin embargo, mantuvo el servilismo en el campo, lo que da cuenta de que la democracia fuera más bien una aspiración ideal, que no real, nunca llevada decididamente a la práctica. Por tal motivo, la modernidad en América Latina ―quizás sea una modernidad más idealista y de gusto estético, que de verdadera práctica‖, añade Armando Di Filippo. Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 661 representó el sistema hacendístico y el liberalismo de matriz europea. 993 Pero el problema concreto era justamente cómo dentro de esa transición social se podría transmitir unos nuevos valores sociales acordes al desarrollismo. El cambio social para Medina fue estudiado, sobre todo, desde términos socioculturales: desde la transición de un orden carismático a un orden legal. Ello significaba la adopción de una cultura de la impersonalidad, que es la esencia de la sociabilidad de las sociedades industriales más avanzadas. Lo que estaba apuntando, al fin y al cabo, era de extender unos valores, prácticas y comportamientos modernos en un sistema político y una legitimidad política que estaban en crisis, lo que implicaba también una de inestabilidad política, aunque, sin embargo, se percibían ―las manifestaciones de la demanda de crecimiento económico‖ (Solari, 1977: 39). La hacienda, bajo ese proceso de transición económica, perdió una de sus funciones sociales principales como la de ser el sostén económico, social y espiritual de las masas rurales: ―En este caso, el principal efecto social ha sido inmediato: el desarraigo de las haciendas de su mano de obra permanente, que pasa a integrar el proletariado móvil tanto del campo como de la ciudad‖ (Medina, 1976a: 61). La ciudad latinoamericana se convirtió en sustitutivo de la hacienda; una función social para la cual no estaba preparada. Por lo general, la ciudad latinoamericana no presentaba una oferta de soportes económicos y sociales, como puestos de trabajo suficientes para la alta demanda laboral, ni plazas escolares, ni hogares, ni una forma ordenada de racionalizar en la ciudad este crecimiento demográfico. La migración de las masas agrícolas a la ciudad tuvo unos efectos no queridos: en vez de dinamizar económicamente la sociedad con más mano de obra para la industria, al no estar fuertemente establecida ésta, sus efectos fueron socialmente definidos como patológicos, anómicos. De esta manera, aparecieron fenómenos sociales como las grandes bolsas de pobreza en los barrios populares y periféricos y sus problemas consecuentes de educación, sanidad, participación política. Temas que aludían a la falta de integración de las masas rurales. Quedó un vacío social que suscitó la ansiedad y la desorientación de las masas rurales (Solari, 1977: 36). En este sentido, encontramos una clara preocupación por el individuo por parte de nuestro autor. Este tema le interesó mucho, principalmente, desde 993 Medina insiste fuertemente en esta idea: ―La historia de la disolución del viejo sistema social de la hacienda en la vida latinoamericana significa al mismo tiempo la disolución de una ideología‖ (Medina, 1976a: 86). Para él la crisis de la hacienda iba pareja a la crisis del liberalismo: ―La víctima de todo ese proceso de disolución tiene un nombre bien conocido. Apenas hace falta nombrarlo. Como todos saben, se trata de la crisis del liberalismo. Lo sucedido con esta forma de vivir y pensar no se ciñe en modo alguno al ámbito de América Latina, sino que sucede por todas partes, y sobre todo, en su suelo matriz, la vieja Europa‖ (Medina, 1963f: 58). Todo ello tiene que ver con una crisis de creencias caso de la impersonalidad del Estado emergente o las nuevas ideologías, como el socialismo, que no pueden sustituir, de momento, a la ideología liberal. Debemos añadir, a este respecto, que esta machaconería sobre la ―disolución‖ ideológica, estructural o de un orden legítimo recoge un tema claramente weberiano. Pensemos que Max Weber encuentra en el postulado o umbral ético de la modernidad una cierta construcción: el desencantamiento del mundo vendría a significar un nuevo orden existencial que lleva consigo la modernidad. Lo que Weber vendría a apuntar es que se pasa de una legitimidad incuestionada por el orden supremo de Dios, a un orden social que comienza a tener su declive y cuestionamiento por la emergencia de la modernidad. La modernidad lo que hace es desmontar los ordenes sociales enraizados en la tradición, en el valor supremo de la religión. La modernidad emerge desde un cosmos inmutable y pasa a cuestionarse (Beriain, 2005: 18). Y en América Latina Medina observa que este cuestionamiento comienza a producirse por el declive de la ideología liberal y también por la emergencia en el sistema social de los efectos externos de la economía capitalista. 662 una perspectiva filosófica y política, pero también psicológica. Bajo este contexto de transición societaria, le preocupó la marginalidad entendida como ausencia de participación social en cuanto al ejercicio de roles o papeles concebidos de una manera amplia en la sociedad moderna (educación, familia, trabajo, política) (Germani, 1973: 66-68). Medina observó cómo el derrumbe del sistema social de la hacienda podría provocar el desarraigo en las masas populares al no haber todavía ninguna institución social similar capaz de proteger al individuo: ―en el vacío creado por la extinción o deterioro del paternalismo tradicional, en el hueco doloroso que se produce cuando una institución se derrumba sin que esté en pie todavía la que viene a sustituirla‖ (Medina, 1976a: 63-64). La hacienda y su cultura paternalista todavía no habían sido sustituidas por otro sistema de relaciones sociales, pues la burocracia estatal apenas estaba siendo levantada como para proteger al individuo en ese momento de transición económica y social. 994 Nuestro autor pensó que el eclipse de la hacienda no significaba su disolución total. Por esto planteó un nuevo problema: la cultura política latinoamericana, enraizada en la hacienda, podía caracterizar al Estado moderno y desarrollista a partir de prácticas extendidas a la ciudad como las del clientelismo, el compadrazgo o el paternalismo, contradictorias ellas con el proceso de modernización económica y política. Medina comprendió perfectamente que la disolución de la hacienda como un ―todo social‖ era un proceso complejo. Esta visión es la que sustentó su idea de ―porosidad estructural‖. En su estudio de la hacienda Medina ya había analizado sucintamente cómo esas conexiones recíprocas entre el campo y la ciudad dificultarían la plena extinción del sistema y de la cultura hacendística: ―La hacienda es también algo más que una forma de propiedad. Es el soporte de una familia y el símbolo de un apellido. Desde el reducto de su terruño, el hacendado busca y realiza alianzas con otros jefes de familia y esas federaciones familísticas con jefaturas reconocidas se extienden por regiones enteras ―organizándolas‖ de alguna manera…Por tanto, las relaciones familiares, las federaciones de parentesco, no quedan reducidas al agro, sino que se extienden a través de la urbe por todo el país. La hacienda ha sido por eso soporte de una estructura familística de los países iberoamericanos que llega más o menos atenuada hasta hoy y que tanto extraña y desconcierta al observador foráneo‖ (Medina, 1976a: 57). Esa penetración de la cultura hacendística en la ciudad a partir del ―apellido‖ era otra cara más del sistema tradicional y de sus relaciones con las ciudades, el mundo urbano y también con el mercado económico internacional. 995 Todo esto lo explicó muy 994 Sobre esta cuestión nuestro autor se preguntaba lo siguiente: ―¿Dónde encontrar la confianza del compadre o la benevolencia del vecino? ¿A quién acudir en los trances de enfermedad, en las estrecheces de una temporada sin empleo o en los tropiezos con autoridades y ordenanzas ininteligibles? Y sobre todo, ¿a quién seguir, dónde encontrar el consejo que orienta en el caos descorazonador de un mundo confuso?‖. Según nuestro autor, la cultura de la estructura paternalista de la hacienda significaba: a) cordialidad de las relaciones personales, b) amparo y protección del patrón ante los momentos de crisis, y c) poder desconocido, y por eso, ilimitado del jefe (Medina, 1976a: 64). Cuando esas creencias se derrumban hay que construir forzosamente las que las sustituyan, sino el individuo sufrirá una sensación de desarraigo, cuyos efectos sociales - pobreza urbana, chabolas, alcoholismo- empezaban a ser teorizados por la sociología latinoamericana de aquellos años bajo el concepto de ―marginalidad‖. 995 Armando Di Filippo comparte la interpretación que manejamos aquí respecto a la importancia que tuvo el contexto de Chile en la obra de Medina Echavarría. Según este economista argentino, Chile era y 663 bien Medina a partir del sistema de alianzas y redes estratégicas que tejió la estructura hacendística. La hacienda es apellido, es linaje, los nombres en el poder no cambian; perpetúa la estirpe del compadrazgo y del clientelismo (esas complejas relaciones de amistad y de favores), y condiciona la manera de relacionarse entre los individuos y los grupos sociales. El Estado moderno podría existir, pero no consigue penetrar en la vida de la hacienda, pero ésta, en cambio, sí que consiguió penetrar en el Estado moderno y en el sistema político a partir de estas relaciones de amistad y de clientelas políticas con la ciudad y sus capas ilustradas e industriales. 7. La hipótesis de la porosidad estructural. Tal y como nos enseñó José Medina Echavarría, la ―porosidad estructural‖ vendría a ser el rasgo característico de la estructura social latinoamericana. Esta hipótesis representó, como avanzamos, un concepto que ya no se confundía con el dualismo estructural y la visión modernizante occidental, al apuntar la necesidad de pensar históricamente lo social en América Latina. La ―porosidad estructural‖ es ―una categoría con un contenido esencialmente histórico y, por tanto, que reconoce una sociedad en permanente cambio‖. 996 Posiblemente estamos ante la interpretación de la realidad latinoamericana más prolífica de este sociólogo español, pues con ella confirmó toda la innovación teórica y epistemológica de aquellos años, y señalaba, al mismo tiempo, su más particular reflexión sobre el ser humano y la voluntad política. El enunciado de esta hipótesis fue expuesto con claridad en la ―Introducción‖ del trabajo El desarrollo social de América Latina en la postguerra (confirmar si se presenta introducción, no recuerdo): ―La hipótesis que se formula en este trabajo es que la estructura ―tradicional‖ ha sido relativamente permeable y que esa porosidad ha permitido absorber los elementos de ―modernidad‖ que necesitaba sin quebrar por eso su estructura misma…Quizá por resonancia difusa de una teoría weberiana –la disolución de las sociedades tradicionales ante el ataque de revoluciones racionales o carismáticas-, se ha imaginado a las sociedades tradicionales como cáscaras, más o menos endurecidas, capaces sólo de resistir o de quebrarse en añicos. Lo cierto es que las sociedades tradicionales han resultado ser más o menos flexibles y capaces muchas veces de asimilar elementos en extremo racionales en algunos de sus puntos, sin perder por ello su fisonomía… Su ―estructura tradicional‖, lejos de haber sido rígida e impenetrable, ha tenido la porosidad suficiente para modernizar buena parte de sus elementos, sin alcanzar por eso una duradera ―modernización‖ rápida y radical…La sociedad tradicional ha sabido adaptarse, ha sabido asimilar éstos o los otros ―enclaves‖ de modernidad, pero hoy no es suficiente esa modernización‖‖ (Medina, 1963c: 12-13). es un país característico de la ―porosidad estructural‖ de la que hablaba nuestro biografiado: ―Yo creo que Chile es un país muy característico de eso. Cuando uno ve el proceso de modernización de Chile, pero sin embargo, ve la supervivencia de una cantidad de apellidos que tienen una gran relevancia política, social y económica. Se han consolidado con la privatización de la vida pública (la educación y la sanidad) para mantener las distancias que corresponden‖. Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 996 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 664 Al respecto de esta hipótesis, Medina prolongaba su programa de investigación weberiano, madurado en el estudio de la hacienda, sobre las claves económicas, sociales y políticas de la modernización en América Latina: ―Cabe sospechar que exista un mecanismo intermedio que frene más que facilite el influjo modernizador de la ciudad. El economista hablaría aquí de la insuficiencia y del mal funcionamiento del sistema económico. El sociólogo traduce esa expresión como una insuficiencia y un mal funcionamiento del ámbito de las relaciones personales y culturales. La hipótesis de ésta sería, por tanto, que el tope que impide esa fluidez radica en la ―constitución social de la empresa agrícola‖. La vieja hacienda se resiste, tanto en lo económico como en lo social, a la racionalización y modernización hoy requeridas. Es todavía un residuo que impide la adaptación rápida y fácil a las exigencias de la modernidad industrial‖ (Medina, 1963c: 10-11). Así, puede decirse que el sociólogo español siguió trabajando desde Max Weber porque, según su visión, el clásico alemán se acercaba mucho más a algunos de los presupuestos socioeconómicos de la realidad latinoamericana. Weber, por ejemplo, le fue muy útil a Medina para poder entender la organización del trabajo agrícola y de los sistemas productivos basados en formas culturales como la lealtad personal al patrón; para comprender ―las formas no monetarias de remuneración‖, como el trabajo familiar, o las ―formas de empresa en las que el mérito individual y la mayor eficiencia no siempre constituyeron los más importantes principios de organización‖; para describir la inexistencia de relaciones contractuales en el campo latinoamericano; para significar la importancia económica, política y cultural de las relaciones primarias y de las relaciones carismáticas, basadas en una ―fidelidad personal‖ que no siempre favorecieron las acciones empresariales ni las motivaciones de cambio de carácter más individual (Medina, 1963c: 58-59). Weber también le fue útil para observar las conexiones recíprocas entre el mundo urbano y el mundo rural y, sobre todo, para analizar las relaciones personales y culturales que sustentaban un sistema de dominación tradicional como el de la hacienda y su función taponadora de la modernidad en América Latina. Todo ello explicaría, sin duda, que Medina construya su elaboración teórica desde Weber y no tanto, por ejemplo, desde Marx. 997 997 Medina discutió mucho más con Weber que con Marx, aun conociendo bien a ambos. Creemos que para Medina las teorías de la sociedad industrial de Marx no se ajustaban a la realidad latinoamericana como sí podían hacerlo las teorías de la sociedad tradicional o carismática de Weber. Marx, por su parte, describió mejor la sociedad industrial capitalista, los sistemas de producción y dominación entre propietario y obrero. Describió una sociedad basada en el contrato, aunque fuera injusta. En cambio, el agro latinoamericano, y muchos otros trabajos urbanos (de servicios, etc), no se podían describir como un sistema de relaciones laborales fundamentalmente contractuales. La estructura social latinoamericana no reproduce las distintas funciones propias de las pautas tradicionales de la división del trabajo, es decir, no se dan las relaciones sociales de producción descritas por el marxismo. Al revés, América Latina se caracterizaba, sobre todo el medio rural, por tener un ―sistemas de relaciones laborales fundamentalmente no contractuales‖ (Medina, 1963c: 58). Por tal motivo, encajaba mucho mejor para la realidad social latinoamericana la interpretación weberiana de las relaciones económicas y sociales basadas en la dominación tradicional. Junto a la visión weberiana se situó la visión marxista de la modernización, que fue un trasplante acrítico de las ideas de Marx, originadas en Europa, aplicadas un poco imprudentemente o sin pasar previamente por el filtro de la historia. Ahí están autores como José Nun (con propuestas como ―el ejército industrial de reserva‖) o Sergio Bagú. Agarran las ideas marxistas y las trasplantan sin pensar en la historia concreta, dinámica y diversa de América Latina. Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 665 Nuestro autor siguiendo con su análisis, continuó reconstruyendo las condiciones sociales e históricas en las que se manifestó el capitalismo y la democracia en aquella región, pero ya desde una consideración sobre la situación actual y crítica tanto del campo latinoamericano como del proceso de industrialización más urbano. En este sentido, expresaba su opinión sobre aquel presente de la forma que sigue: ―las estructuras tradicionales muestran, cuando son suficientemente complejas, una considerable capacidad de adaptación, es decir, una cierta porosidad ante los requerimientos de su medio externo. De tal manera que, por un cierto tiempo, claro es, esas características más parecen fortalecerlas que debilitarlas‖ (Medina, 1963c: 82). Medina Echavarría encontraba esta función de adaptación y ajuste a las nuevas condiciones creadas por el desarrollo en la disolución económica de la hacienda y en su transformación en empresa agrícola. En su opinión esa ―modernización‖ económica de la hacienda no significó su disolución social y cultural. Al contrario, él observaba cómo el sistema de relaciones sociales de la hacienda sobrevivió en cuanto a ―modelo de organización del trabajo‖ y como tal permaneció en ―gran parte de la estructura social predominante en las áreas rurales de América Latina hasta 1960‖. Él entendía que la repercusión de la ―herencia de las formas tradicionales‖ durante el proceso económico posterior a la Segunda Guerra Mundial no había alterado la ―estratificación social‖ de las sociedades latinoamericanas, predominantemente rurales (Medina, 1963c: 32). En otras palabras, la industrialización no había solucionado los viejos problemas de desigualdad social y de estabilidad política, ni había reducido la distancia entre el campo y la ciudad. La industrialización latinoamericana basada en la sustitución de importaciones, como bien sabemos, no había conseguido modificar la estructura de poder tradicional. Incluso, como afirmaba Medina, parecía que ese proceso económico la había reforzado y había consolidado las posiciones estratégicas de dominio social de la estructura hacendística. El significado del mantenimiento social de la hacienda significaba la existencia de un sistema de estratificación relativamente cerrado, el mantenimiento de la desigualdad y la miseria social en el agro, la eclosión de la marginalidad urbana y el predominio de un sistema primario de relaciones laborales (Medina, 1963c: 32). 998 Y esto sucedió así porque, según su opinión, ―la sociedad tradicional pudo defenderse gracias a su permeabilidad, pero al mismo tiempo esa su porosidad tuvo que tolerar la infiltración de numerosos ingredientes modernos‖. Aquí encontramos, sin duda alguna, el poderoso argumento que da cuerpo a la teoría de la porosidad estructural de Medina Echavarría: ―la prolongación de la sociedad tradicional no es sino la otra cara de la insuficiencia dinámica del desarrollo económico‖ (Medina, 1963c: 85). La permeabilidad al cambio de la sociedad tradicional permitía entonces la coexistencia y la compatibilidad no problemática entre lo viejo y lo actual, entre lo 998 Respecto al problema de la rigidez de la estructura social latinoamericana y su dificultad de movilidad social Medina cita a Gino Germani, ―Estrategia para estimular la movilidad social‖, en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, UNESCO, 1962, y Orlando Fals Borda, Campesinos de los Andes, Bogotá, 1961. Vemos cómo aumenta el número de citas a autores latinoamericanos. Sin embargo, debemos matizar que la idea de porosidad estructural de Medina es justamente una forma de negar la rigidez de la estructura social latinoamericana que mantenían sociólogos como Germani. Con esta categoría nuestro autor afirmaba la existencia del cambio social en América Latina y apuntaba que la característica más notable de las clases dirigentes latinoamericanas había sido justamente su permeabilidad o mudanza social, lo que les permitió, como sabemos, mantener su posición de dominio durante más tiempo, a la vez que ello infundió rasgos muy especiales a la estructura social latinoamericana. 666 arcaico y lo contemporáneo, entre las ―actividades típicamente precapitalistas‖ y las ―actividades capitalistas‖. Este hecho nuestro autor lo denominó como el ―carácter elástico‖ de la ambigüedad estructural en América Latina (Medina, 1963c: 70 y 78). Su plasmación concreta sería la existencia de prácticas, comportamientos, instituciones y actitudes sociales de carácter tradicional con otros más propios de una sociedad moderna. En esa porosidad estructural habría una funcionalidad: el sector evolucionado extrae del arcaico los elementos necesarios para poder desarrollarse. De esta manera, la porosidad estructural era descrita por Medina Echavarría como un fenómeno social problemático, considerado como ―obstáculo‖ en el ―camino del desarrollo‖ por el ―hecho de su perduración‖, lo que impide ―la plena modernización y la transformación completa de las estructuras sociales‖ (Medina, 1963c: 83-84). 999 Esta asincronidad entre regiones, instituciones, pautas de actitudes y comportamientos era el significado sociológico más evidente del proceso de modernización latinoamericana. 1000 La estructura social permeabiliza todo lo social y, por tanto, podría decirse que en las prácticas y en las acciones sociales más significantes y aparentes de la vida moderna, se halla intrínsecamente ese residuo y persistencia del mundo tradicional y de su cultura. No obstante, en América Latina estaríamos, según la visión de Medina, ante una modernización parcial, sólo restringida a ciertos grupos sociales, y, por tanto, incompleta. 8. Las formas históricas de las relaciones recíprocas entre el campo y la ciudad. El proceso de urbanización. Los estudios de la hacienda y de la porosidad estructural de José Medina incluyen una idea nuclear más: las formas históricas de las relaciones recíprocas entre el campo y la ciudad. Recordemos que en aquel momento se veía con preocupación el estancamiento social del campo, a la vez que el ―proceso general de urbanización‖ estaba avanzando aceleradamente en América Latina desde la segunda mitad del siglo XX y, por tanto, la ciudad comenzaba a ser vista como ―una potencia social capaz de producir con su influencia los más diversos efectos en la vida del hombre‖ (Medina, 1962b: 23-24). Este proceso de urbanización no estaba resuelto completamente y comenzaron a surgir problemas materiales, económicos y sociales derivados del ritmo acelerado del crecimiento urbano. Una hipótesis sociológica que se destacaba dentro de la corriente modernizadora anglosajona era la correlación entre industrialización y 999 Desde la economía se observó, junto con la dicotomía campo-ciudad, que un rasgo típico de esta porosidad fue la aceptación por parte de los nuevos sectores medios urbanos de una baja eficiencia en la actividad productiva (Medina, 1963c: 68). 1000 La porosidad estructural nos habla también de la dificultad que han tenido los países latinoamericanos para integrar un mercado nacional y su estructura económica como para integrar políticamente un país. La tendencia, en el plano cultural y práctico –en las actitudes y prácticas sociales-, no es tanto el tender hacia la igualación social, sino más bien hacia la diferenciación social y hacia el remarque del origen y de la clase social. Porque, como bien anunciaba Medina Echavarría en la tesis de la hacienda, esta institución social fue un sistema de dominación, pero también de posesión y, por tanto, de prestigio social. La cultura latinoamericana como un todo es una cultura que prima mucho el prestigio y la diferenciación social. La porosidad estructural lo que concibe es que el funcionamiento del sistema económico y social está condicionado por el diferente dinamismo que muestra, por un lado, la estructura social de sociedad y, por el otro lado, la estructura social comunidad. No hay, en el sentido de F. Tonnies, un precipitado de una etapa a otra. Sino la convivencia mutua de dos tiempos sociales con sus disparidades y desequilibrios internos y externos. En otras palabras, la interacción de estos dos mundos –que son parte integrante de la misma realidad- ha repercutido en el proceso y génesis de la modernización económica, social y política de América Latina. 667 urbanización, ya que ―por muchos lados el proceso de urbanización expresa, traduce o acompaña al proceso económico de industrialización‖. 1001 Esta hipótesis, sin embargo, comenzó a ser rechazada por la sociología latinoamericana, ya que los índices universales de urbanización manejados por el funcionalismo, por ejemplo, no podían ser aplicables y válidos para el caso latinoamericano. 1002 Nuestro autor asimismo fundamentó sus trabajos desde esta correlación entre industrialización y urbanización, aunque, por su parte, terminó por afirmar que el proceso de urbanización en América Latina no había ido en paralelo al proceso de modernización económica porque, en su opinión, ―la ciudad indiana no fue en principio, y exclusivamente, un centro económico (a tenor de la tipología weberiana)‖ (Medina, 1976a: 67). 1003 El argumento de Medina giró sobre la función histórica que había cumplido la ciudad latinoamericana durante el proceso modernizador, puesto que ―esas particularidades de su movimiento y desarrollo han tenido que influir necesariamente hasta el día de hoy, en que el progreso económico modifica de arriba abajo el viejo modelo‖ (Medina, 1962b: 20). Un viejo modelo problemático, ya que, por un lado, la ciudad hispánica preindustrial tuvo un carácter peculiar, pues fue centro político en vez de centro económico, dado su carácter fundacional; y, por otro lado, las elites dirigentes ―desde luego no sólo suelen ser de carácter urbano por su formación y residencia sino que están ligadas asimismo a los conatos del desarrollo económico‖, entiéndase estos como el campo o el medio rural . 1004 Así la baja incidencia de la industria en las ciudades latinoamericanas quedaría explicado por el carácter poco expansivo de los procesos de modernización, dado un tipo característico de elite. Medina Echavarría se interesó por la sociología urbana como un tema más de la matriz de la corriente modernizadora, aunque él lo haría alentado por los deseos de una mayor democratización de la sociedad latinoamericana y preocupado, a su vez, por los 1001 José Medina Echavarría, ―Introducción‖ al documento del ILPES ―Las élites urbanas en América Latina‖, Contribución de la División Social del ILPES al Sexto Congreso Mundial de Sociología, Evian, septiembre 1966, p.4. 1002 A este respecto, nuestro autor apuntaba lo siguiente: la experiencia del fenómeno de urbanización en América Latina ―pueda alejarse en sus resultados de los modelos europeos o norteamericanos más conocidos, no por ello marcará la extrema distancia de los resultados asiáticos, encontrándose quizá a medio camino entre ambos‖. Tampoco creía que en América Latina se pudiesen aplicar las orientaciones clásicas de la Escuela de Chicago y sus estudios sobre ecología y urbanismo (Medina, 1962b: 20-21). 1003 Medina, como casi siempre, se apoya en la tipología ideal de Max Weber para resumir la historia urbana de América Latina: ―desde la perspectiva de los problemas actuales, quizá no exista tipología más útil que aquélla que fija sus características según se trate de la ciudad preindustrial, de la ciudad industrial o de la ciudad metropolitana. Como toda tipología, ésta no apresa por entero la realidad, pero subraya de un modo singular los factores tecnológicos y económicos de mayor peso en la situación presente y que mejor permiten bosquejar el pasado inmediato y la actualidad latinoamericanos. La ciudad preindustrial tiene sin duda una gran significación cultural: es sede de gobierno, centro religioso y albergue de la creación científica y espiritual; pero económicamente sólo ofrece una conexión más bien laxa con el territorio que suministra su sostenimiento alimenticio, y un comercio interregional incipiente, sin mostrar una clara división territorial del trabajo. La ciudad industrial…se caracteriza por la existencia de esa división territorial del trabajo, organizada en torno de su producción fabril…Frente a la ciudad industrial, la urbanización metropolitana es una acentuación de algunas de sus características, pero tiene su base en una tecnología diferente‖ (Medina, 1962b: 23). Así fue que la ciudad latinoamericana se distinguiese históricamente más como centro administrativo de las colonias que como epicentro de actividad comercial, dado el carácter expoliativo de las metrópolis peninsulares, más interesadas en la provisión de materias primas y riquezas que en el fomento de estímulos empresariales. 1004 José Medina Echavarría, ―Introducción‖ al documento del ILPES ―Las élites urbanas en América Latina‖, Contribución de la División Social del ILPES al Sexto Congreso Mundial de Sociología, Evian, septiembre 1966, p.4. 668 desequilibrios relacionados con la marginalidad. 1005 Porque para él la ciudad fue algo más que una forma geográfica de organización social; era un escenario de representación de la cultura moderna y ―el vehículo por antonomasia de la modernidad‖. Ello explicaría su interés en vestir a la ciudad como motor de cambio y de integración social. Sin embargo, no hubo un proceso de continuidad entre el campo y la ciudad, produciéndose una ―enorme distancia que separa los modos de vida urbanos y rurales‖ (Medina, 1963c: 9-10). 1006 Según él lo que había habido en América Latina era una ―pura discontinuidad‖ en el proceso de urbanización, caracterizado por las brusquedades, los saltos, los grandes vacíos entre el mundo urbano y rural, lo que al final había repercutido en que la ciudad latinoamericana no se convirtiese en vehículo de modernidad para toda la sociedad. Los sectores más favorecidos, como vimos, se pudieron incorporar a la forma internacional de producción, a la modernidad y cultura occidental, pero aún quedó mucha distancia entre el campo y la ciudad. Lo que abría brechas entre nuevas mentalidades. La marginalidad era justamente esto: las nuevas distancias culturales, sociales y económicas ―entre los que están dentro y los que están fuera‖ (Cardoso, 1970a: 1474). Por tal motivo, la cuestión urbana fue para Medina un motivo propicio para reflexionar por la falta de participación política y social de los grupos marginales. 1007 Hubo relaciones y conexiones entre el campo y la ciudad a través, principalmente, de los hacendados y terratenientes, pero no se creó una red urbana, con ciudades medianas y pequeñas, lo suficientemente importante para sostener las migraciones de las masas rurales, para haber fomentado la integración económica nacional y, por supuesto, para haber irradiado una cultura (política) moderna. José Medina entendía que estos problemas ecológicos y geográficos respecto a la urbanización simbolizaban la dificultad de integrar una cultura política democrática. Una tarea que no fue resuelta por la política de urbanización progresiva. La urbanización latinoamericana no había sido un proceso de crecimiento urbano racional, natural, controlado, motivado únicamente por factores económicos. Para nuestro autor 1005 Podemos apuntar que para José Medina la marginalidad era un problema crucial de la realidad latinoamericana, motivado, fundamentalmente, por los desajustes entre la estructura social urbana y la estructura social rural: ―el problema esencial de nuestra época consiste todavía, como residuo histórico, en adaptar toda la estructura física y social formada en el siglo XX a los requerimientos y posibilidades de la técnica presente‖. Estos desajustes repercutían en el individuo a la hora de adaptarse al cambio en esa época de transición: ―En su aspecto psicosocial, la cultura urbana se manifiesta en un nuevo tipo de personalidad, es decir, en una clase de hombre que tiene un modo peculiar de encarar el mundo y las relaciones con sus semejantes. La contraposición entre la mentalidad rural y la mentalidad urbana es el origen de casi todas las dificultades del proceso de urbanización, sobre todo cuando éste es demasiado rápido‖ (Medina, 1962b: 24- 25). Autores como Medina y Germani comenzaron a escribir sobre los efectos disolventes de la urbanización acelerada sobre los controles sociales tradicionales, manifiestos en numerosos síntomas de desorganización social y personal. Desde la sociología latinoamericana se comenzó a hablar de las consecuencias patológicas de la gran urbe sobre el individuo. Para Medina esto era evidente por la descomposición de la hacienda. 1006 Medina utiliza estos trabajos de Germani, Borda, y un trabajo de Luis Ratinoff sobre la estratificación rural y urbana en la provincia de Aconcagua. 1007 Medina, a diferencia de la teoría de la dependencia, se preocupó más de los aspectos formales de la marginalidad que de los puramente materiales. Para él la marginalidad era exclusión política, social. Significaba la negación política del ciudadano. Para la teoría de la dependencia, en cambio, la marginalidad era cuestión de explotación y de exclusión dentro del sistema capitalista: ―El pueblo, entonces, no se define solamente por la explotación, sino igualmente por la exclusión. Es el conjunto de todos aquellos que corren el peligro de quedarse sin empleo, sin viviendas, sin recursos, porque están encerrados en la sociedad dependiente que no es dueña de su modo de desarrollo, y cuyos recursos se pierden sea hacia el extranjero, sea hacia los sectores por él dominados‖ (Touraine, 1977: 367). 669 el crecimiento urbano se debía, fundamentalmente, a la imposibilidad de la hacienda por absorber y contener las masas. Lo que se produjo fue una ―expulsión‖ de los campesinos empobrecidos a la ciudad: ―existe, para decirlo en términos del economista, una simple transferencia de los problemas de la miseria del campo a la ciudad, creando a las diversas y dolorosas situaciones a que ha de hacer frente la asistencia social‖ decía nuestro autor (Medina, 1976a: 67). No se pudo evitar la emigración a las ciudades, a veces de forma masiva, donde las condiciones de bienestar y de trabajo no siempre eran mucho mejores que en el campo, sobre todo para las personas con escaso o nulo nivel educativo y baja calificación profesional. Las haciendas fueron el único lugar que aseguraba la subsistencia económica y social de los menos favorecidos de la escala social. Por tal motivo, la migración de las masas rurales y el crecimiento de las masas urbanas no se debió a la atracción económica por la ciudad, sino más bien a las deficiencias de la estructura agraria y a la expulsión de los campesinos cuando la hacienda se ―comercializó‖. 1008 Este hecho social provocaría finalmente una transferencia cultural de los problemas del campo a la ciudad. Se creyó que con la aceleración de la urbanización se terminaría con el problema de las masas, pero al final, como una de las consecuencias no queridas de la acción política, la ciudad se convirtió en un elemento ―hostil‖ para las masas rurales, a la vez que en la misma ciudad se terminaron por reproducir patrones de comportamiento social y político de base tradicional. Todos estos fenómenos, de urbanización, migración, industrialización, son hechos sociales referentes a la complejidad histórica de la modernización en América Latina. He aquí entonces que el pensamiento cepalino, nuestro autor incluido, identificase al capitalismo latinoamericano como un capitalismo excluyente en lo económico y restrictivo en la política y en la participación social. Ha sido excluyente porque no ha ofrecido empleo y formas de participación social en la medida necesaria, y ha sido un proceso de desarrollo restrictivo porque no ha movilizado a estratos grande de población de forma democrática, es decir, no ha tenido la capacidad suficiente de absorber expectaciones de participación social y política a través de canales regulares (Cardoso, 1970a: 1475). La modernización y la urbanización en América Latina no implicaron la incorporación creciente de la población económicamente activa y tampoco incorporó a la población en procesos de participación y decisión política porque, según la visión de nuestro autor, en la ciudad terminaron por imitarse y reproducirse las situaciones de dependencia de los sistemas locales de poder. Efectivamente, los procesos de modernización localizados en la ciudad latinoamericana no derribaron el sistema de dependencia social y política establecido en el campo: 1008 Todo este proceso social lo entendió perfectamente Medina Echavarría con sus reflexiones sobre la estructura social latinoamericana. En la medida en la que la hacienda tornó empresa expulsó a los trabajadores agrícolas a los núcleos urbanos aún inmaduros, sin redes de trabajo sólidas Al introducir en el campo los sistemas industriales de capitalización y de exportación la mano de obra de campesinos era menos necesaria y como consecuencia no deseada aparecen los residuos marginales en la periferia de las las ciudades, donde los antiguos campesinos se ven abocados a la asocialidad y a la anomia de su nuevo y desorientador destino social. Mientras se derruía la estructura social que representaba la hacienda, no había ningún otro armazón social capaz de soportar la presión demográfica creciente en los núcleos urbanos. El desalentador proceso industrial sumió en la extrañeza a los recién llegados. La ciudad no atrae, sino que la ciudad se convirtió en gran adversaria de los llegados. Fue la ciudad hostil. La socialidad contenida en la hacienda quedó rota y la ciudad no supo reemplazar con nuevas formas de relacionarse. Frente a la vorágine anónima y anómica de la ciudad, la hacienda se había ofrecido para el hombre latinoamericano elemento estable de lo social y sostén material de subsistencia. 670 ―se aceptó el supuesto de que las relaciones de dependencia no sólo envolvían segmentos de la conducta de un sujeto, sino que constituían situaciones establecidas más o menos tradicionalmente que abarcaban la totalidad del comportamiento de los individuos. En efecto, las mutuas expectativas creadas en esas relaciones parecían suponer un sistema de fidelidades directas y personales, en las que la dependencia incluía la idea de que los detentadores de las posiciones de mayor rango poseían ―virtudes‖ específicas que demandaban el acatamiento‖ (Medina, 1963c: 54-55). Así es como nuestro autor relacionó el tema el tema de la marginalidad social con su idea de porosidad estructural. 1009 El traslado de las situaciones de dependencia del medio rural al medio urbano explicaría que la marginalidad terminase por institucionalizarse y tolerarse como ―un fenómeno natural del paisaje urbano‖ al estar apoyado ―en el reconocimiento y mantenimiento de esa marginalidad por parte de unos y otros‖ (Medina, 1963c: 78-79). Según su visión, los medios modernos, caso de la ciudad, terminaron por asumir y reproducir elementos de legitimidad tradicional que revelarían esa tolerancia social hacia situaciones de dominación y de exclusión. Esta prolongación de la hacienda como poder tradicional provocaría una crisis de gobernabilidad que la ciudad no era capaz de sustituir. El síntoma de la ciudad hostil fue la dispersión del medio rural en la ciudad, lo que dificultaba cualquier afán de cambio social. En la ciudad latinoamericana se asumieron prácticas tradicionales, herederas de la hacienda, basadas en modelos familísticos, que si bien ayudaron en algún momento a combatir los efectos perversos de la modernización económica, como el desempleo, su institucionalización social terminó por obstaculizar ―el pleno desarrollo de las nuevas organizaciones orientadas por normas y valores de carácter impersonal‖ (Medina, 1963c: 74). El modo personal de hacer las cosas rechazaba y negaba cualquier aspiración o refuerzo democrático. 9. Una visión sobre la historia política en América Latina. Como ya hemos indicado, la hipótesis de la hacienda y la hipótesis de la porosidad estructural son todo un ejercicio de sociología política. Nuestro autor entendió que la adopción de elementos de modernización no conllevó la modernización política de la sociedad latinoamericana en su conjunto: ―ello no garantiza que la modernización haya afectado en forma homogénea a todos los órdenes institucionales ni a todos los sectores de la organización social…la adopción de pautas de vida más 1009 A Medina le interesó, sin duda, la marginalidad urbana como una manera de vivir al margen de lo moderno. Por tal motivo, la idea de la porosidad en la marginalidad se refiere a una situación de sociedades antagónicas y contradictorias: ―Se trata de individuos que, actuando en situaciones de conflicto cultural, participan de la cultura dominada, sintiendo simultáneamente atracción y repulsión por la dominante‖ (Solari, 1976: 352). Y como veíamos arriba, la relación porosidad estructural-marginalidad como un ―antivalor‖ de la integración política nacional y de la consolidación, como insistimos, de una ciudadanía: ―El trabajador de la empresa agrícola fue, con respecto a la comunidad nacional, un individuo marginal. Sólo los estratos superiores en la organización de la empresa estaban integrados directamente a las estructuras centrales de la sociedad, mientras que el trabajador rural conservó en la mayoría de los casos no sólo su condición de dependencia económica sino también un estado de dependencia social y política con respecto a los sistemas locales de poder‖ (Medina, 1963c: 50-51). Algunas de las reflexiones de Medina Echavarría, en este aspecto, están un poco influenciadas por la ―teoría del hombre marginal‖ de la Escuela de Chicago y de Robert E. Park. Aunque la diferencia entre esa corriente y nuestro autor es que los primeros se preocuparon más por los aspectos psicológicos del hombre marginal, que por la situación de marginalidad en sí misma, caso que sí hizo nuestro autor, sobre todo, en lo que tenía que ver con los aspectos relacionados a la exclusión de la cultura política. 671 modernas no significa necesariamente un efectivo compromiso con las formas urbanas e industriales de una sociedad más desarrollada, toda vez que los complejos procesos de industrialización de las nuevas pautas pueden reforzar algunos valores y actitudes tradicionales‖ decía nuestro autor (Medina, 1963c: 23). La recepción y adopción de prácticas de consumo, de industrialización, de vida urbana e incluso de la lógica capitalista no significaba, desde su punto de vista liberal, una mejora sustancial de la sociedad. En este sentido, su teoría de la porosidad estructural contiene una clara apelación tanto al papel político que jugaron los actores sociales partícipes en ese proceso modernizador como al individuo entendido como ciudadano y en relación a las formas de socialización. Al hablar de ―compromiso‖ Medina Echavarría estaba emplazando a la responsabilidad política en esa precisa etapa del proceso de desarrollo latinoamericano. Su explicación versa sobre una serie de valores ―modernizantes‖ que aparecen como opuestos a los ―tradicionales‖, que serían característicos no tanto de los grupos autóctonos propiamente dichos, como las masas rurales, sino de ciertos grupos considerados como conservadores, tales como la oligarquía latifundista. Asimismo, Medina entiende que ―la flexibilidad de la estructura tradicional de América Latina se ha apoyado hasta ahora en un sistema semejante de dominación de clientelas o de patronazgo‖. Y esa dominación, ―lejos de ser siempre un elemento regresivo, en algunos momentos pudo ser un instrumento de ―progreso‖. En ese sentido, la porosidad estructural característica del régimen de clientelas accedió a incorporar ideas liberales – como ya vimos anteriormente- estímulos de ascenso y de movilidad social, incluso ―permite un aparente predominio visible de los símbolos de la modernidad‖. Él observó ―un clima favorable a las ventajas de la modernidad, pero también cierta tendencia a rechazar las consecuencias de los cambios que se estaban produciendo‖ (Medina, 1963: 14 y 170). Pero, sin embargo, esa apariencia de ―modernidad‖ es absolutamente incompleta. La apariencia de modernidad o ―un mínimo de racionalización‖ no han sido suficientes para un auténtico cambio social en la región. El cambio social siempre fue funcional a los intereses de las clases o elites dirigentes debido a esta plasticidad de la estructura social latinoamericana. Así se estableció un juego con soltura entre la modernidad y la modernización, entre el campo y la ciudad, o entre el capitalismo y el sistema político, que implicó transar sin avanzar. La supervivencia de patrones autoritarios y de las oligarquías que conviven perfectamente con las nuevas formas económicas y urbanas bloquea el acceso a una sociedad más justa y democrática. En consecuencia, Medina se concentró en la forma histórica en que se ha socializado ese tipo de cultura política para explicar las actitudes defensivas de ciertos grupos sociales hacia la modernidad. Así señala como algunos grupos han apoyado ―formalmente el progreso, pero se oponen a sus consecuencias, sobre todo en cuanto afecten o puedan afectar las ventajas o privilegios relativos de que ellos gozan o creen gozar en la estructura social existente‖. Se percibe como una amenaza ―la incorporación masiva de sectores populares a la vida urbana y al ejercicio de los derechos ciudadanos. Se acepta el desarrollo parcialmente cuando se intenta limitar sus efectos sociales y culturales a la esfera técnica y económica‖ (Medina, 1963c: 171-172). Podemos decir incluso que en este punto encontramos una cierta analogía entre la ―porosidad estructural‖ de José Medina con la teoría del ―tradicionalismo ideológico‖ de Gino Germani, al compartir ambos autores varias cuestiones de fondo como los efectos 672 culturales y psicosociales de aquel período de transición. 1010 En concreto, creemos que nuestro autor resumió muy bien la sensibilidad y el punto de vista del actor, observando la importancia que tenían los lazos primarios (la comunidad, la familia, la religión) y no los lazos secundarios y seculares en la explicación de sus comportamientos sociales. Especialmente Medina señaló cómo la relación entre personalidad y sociedad se constituye a partir de la acción social. Sin embargo, el medio cultural, a sus ojos, era decisivo para explicar la disonancia común entre comportamientos ―en forma moderna‖ y el compromiso con ―valores tradicionales‖. Respecto a este ―complejo sistema de actitudes conflictivas‖ añadía lo siguiente: ―En este punto vale la pena señalar que muchos individuos y grupos de América Latina tienden fácilmente a aceptar lo moderno en formas de ideas abstractas y a identificarse con los aspectos más visibles de modelos culturales propios de los países desarrollados. Sin embargo difícilmente aceptarían esas nuevas orientaciones y actitudes cuando se trata de traducirlas en prácticas de conducta, es decir, en cuanto implican su vinculación funcional a las instituciones propias del desarrollo‖ (Medina, 1963c: 175). Siguiendo su interpretación podemos afirmar cómo esos enclaves e islotes capitalistas y modernos, arraigados en ciertas identificaciones ideológicas y en prácticas sociales, ―no se han comprometido por opciones enteras de desarrollo‖ (Alarcón, 1997b: 29). Como bien sabía Medina, en América Latina los proyectos políticos modernizadores históricamente no han actuado con la misma fuerza, intensidad o velocidad que el desarrollo capitalista, ya sea porque se ha institucionalizado psicológicamente un miedo al cambio, ya sea porque la adopción de elementos modernos únicamente se hicieron para mantener el orden social establecido. Todo ello significaba en su presente la permeabilidad al cambio incluso de los nuevos grupos emergentes, como las clases medias, que terminaron por asumir alianzas y pactos con los grupos tradicionales y, en consecuencia, ―posibilita que una serie de valores anteriores se incorporen a los nuevos y subsistan en compleja amalgama‖ (Solari, 1976: 490). Para él el clientelismo no sólo representaba la confirmación de la característica elástica o plástica de la estructura social latinoamericana, sino que, a su vez, explicaría otros fenómenos psicosociales, sociológicos y políticos análogos como el servilismo, el patronazgo, el populismo, el conservadurismo o el nacionalismo modernizante, y el tradicionalismo ideológico. Pero, por encima de todo, el clientelismo vendría a ser el medio por el cual las viejas estructuras (hacendística, oligárquica) demostraron su capacidad de persistir durante un largo y complejo proceso histórico en el que fueron capaces de absorber las presiones económicas modernizadoras de las ―estructuras nacionales‖ –de marcado carácter urbano- y supieron gestionar la emergencia tanto de las clases medias como de las clases populares en el contexto de la transición hacia la sociedad urbana y moderna. 1010 En este trabajo de El desarrollo social de América Latina en la postguerra cita a Germani. Como dijimos, para Germani el tradicionalismo ideológico significaba actuar de una manera moderna, pero siguiendo fines, actitudes y patrones psicosociales tradicionales. Ambos autores compartieron en sus trabajos, como vimos, varias líneas comunes: la flexibilidad de la estructura sociopolítica que permitirse adaptarse al crecimiento económico, la transición social y su repercusión en los actores sociales, la cultura democrática, etc. Su experiencia europea y su vocación sociológica explicaría, sin duda, la actitud reformista-liberal que tanto Germani como Medina asumieron en sus escritos sociológicos para deslegitimar el orden democrático restringido que, según la visión de ambos, era el que se daba en toda América Latina. 673 Esto fue así porque los ―sistemas locales de poder‖ ejercieron como ―intermediarios‖ entre las ―instituciones nacionales‖, caso del Estado, la ciudad, y ―las masas campesinas‖ (Medina, 1963c: 54). Esa porosidad fue entonces la forma que tuvieron esas viejas estructuras tradicionales de superar las amenazas económicas, políticas, y que, al fin y al cabo, es la que les otorgaba vitalidad, permanencia y subsistencia aún en las nuevas condiciones abiertas tras la Segunda Guerra Mundial (Weffort, 1968: 82). Y si Medina concedió tanta importancia al clientelismo fue, finalmente, porque éste penetraba en los nuevos sistemas industriales y en las nuevas relaciones productivas, en la estructura administrativa y en el funcionamiento efectivo de la burocracia, en los negocios y en las empresas, y a su vez influía en la vida política diaria de la región. 1011 El clientelismo normalizó en la ciudad la dependencia económica, cultural y social entre hombres, y además se institucionalizó el uso de la violencia como medio válido para la conquista de derechos ciudadanos. ―La experiencia de una ―ciudad hostil‖ difícilmente puede constituirse en el fundamento de una cultura democrática‖ (Faletto, 1988: 35). Todo este retrato del medio urbano, ambiguo, contradictorio y defensivo, conduciría a la larga, según la opinión de nuestro autor, hacia una crisis de gobernabilidad y complicaría el desarrollo y fomento de una cultura democrática. 10. El contexto de la reforma agraria. Los contornos sociales y políticos de los años 60 configuraron los rasgos fundamentales de la sociología de José Medina Echavarría. En efecto, esto es muy apreciable, bajo mi punto de vista, en su hipótesis de la hacienda y en su hipótesis sobre la porosidad estructural. En ese decenio la tenencia de la tierra se convirtió en un punto clave en el contexto político-social chileno y latinoamericano. En verdad, las discusiones en torno a la misma adquirieron gran difusión a partir de la conferencia de Punta del Este y del surgimiento de la Alianza para el Progreso. Es concretamente en 1963 cuando la CEPAL toma una posición propia, en tanto que plantea una conexión entre la reforma agraria y los obstáculos internos al desarrollo (Rodríguez, 1988: 220). Si en los años 50 la CEPAL contempló la industrialización como el instrumento motor del cambio social, en el comienzo del decenio de 1960 observó que esa medida debía ir acompañada de una modificación efectiva de la propiedad latifundista de la tierra para lograr un desarrollo de tipo nacional, pues las políticas de industrialización hacia fuera no habían desmantelado las estructuras tradicionales de dominación, e incluso las habían reforzado. En ese momento se tomó como fundamental la necesidad de producir transformaciones básicas en la organización de la producción y de la estructura social. De esta manera, la reforma agraria dejó de presentarse como una opción posible, y pasó a ser recomendada como una necesidad que admite pocas excepciones, y que ha de verse, junto a la industrialización, como un pilar fundamental de las políticas de desarrollo. Se impuso entonces como condición para la participación plena de los países prestamistas y donantes en el desarrollo latinoamericano (Urquidi, 2005: 205). La reforma agraria fue, junto con la distribución del ingreso, una de las medidas centrales 1011 La frase que sigue ilustra sucintamente la visión de la hacienda como polis de América Latina: ―El campesino, más que como ciudadano, se integró al sistema nacional indirectamente, como parte de la ―clientela‖ de un ciudadano, en tanto que el status de ciudadanía plena quedó reservado para los sectores positivamente privilegiados de las estructuras locales‖ (Medina, 1963: 51-52 desarrollo social postguerra). Los obstáculos políticos del desarrollo económico fue una postura compartida por otros compañeros de Medina, caso de Celso Furtado y su obra Obstáculos políticos o desenvolvimento económico do Brasil, 1965. 674 de las políticas económicas destinadas a dinamizar las economías latinoamericanas en ese intento de ―desobstruir la industrialización‖ (Bielschowsky, 1998: 22). Desde el punto de vista económico la reforma agraria se entendió como un instrumento capaz de remover el ―obstáculo‖ impuesto por el carácter tradicional o precapitalista de las estructuras agrarias, simbolizado en el complejo latifundio- minifundio, e inevitable para expandir y estimular la producción y la productividad agrícola; para redistribuir la tierra; para poder incorporar en los circuitos mercantiles a la gran masa de población rural; y para crear las condiciones necesarias para la elevación del ingreso, promoviendo la ampliación del mercado interno y acelerando el proceso de industrialización (Tavares, 1998: 220). El requisito económico básico para ser una sociedad moderna (capitalista) fue la integración de toda la población en el mercado nacional. Era inviable para el desarrollo latinoamericano dejar fuera del mercado a un gran número de población. El punto de vista sociológico, por su parte, puso de manifiesto que el nudo de la cuestión agraria no radicaba únicamente en la incorporación del progreso técnico en el medio agrícola, pero sí, en cambio, en el sistema de las relaciones sociales que presidía. Esto es lo que subrayó especialmente José Medina en lo referente al caso de Chile: ―El tan citado tema de las reformas estructurales en el sector agrícola, por ejemplo, consiste pura y simplemente en que el rendimiento de la tierra no es el que debiera ser, dadas las condiciones naturales de nuestros países, debido a la organización de la tenencia de la tierra y a la forma de dirigir las empresas agrícolas, así como a las actitudes psicológicas de los partícipes en la actividad agraria. Se supone, por lo general, que una reforma agraria es un cambio del sistema de la tenencia de la tierra. Lo es sin duda. Pero es mucho más que esto, y a veces pueden conseguirse iguales resultados sin modificaciones demasiado profundas en aquel aspecto. La finalidad primaria de una reforma agraria, para que no sea un fracaso absoluto, es el aumento de la productividad agrícola. Y una reforma que se limite a ser una simple transformación del sistema jurídico de tenencia de la tierra no dará de por sí sola los resultados que con ella se buscan‖ (Medina, 1963d: 502-503). En Chile la reforma agraria estaba siendo aceptada como una actuación fundamental, siguiendo los cauces constitucionales y legales con la aprobación de una ley que, finalmente, se puso en marcha durante el gobierno de Eduardo Frei. 1012 Para Medina la cuestión, dada su experiencia española, no pasaba tanto por las consideraciones legisladoras de la reforma, ni por los grandes cambios de propiedad, como hemos visto, sino por el aumento de la productividad, a lo que unía todos los soportes materiales y educativos necesarios para su éxito: ―Una reforma agraria sin apoyos crediticios, sin el empleo de semillas escogidas, de técnicas progresistas, y sin una educación mayor del campesino medio, es una reforma destinada al fracaso‖ (Medina, 1963d: 503). En otras palabras, nuestro autor postuló, al igual que la CEPAL, que una transformación de la propiedad del campo sin productividad, ni racionalidad económica y técnica, sería un auténtico fracaso. 1013 El objetivo era éste: modificar la 1012 El poder de la hacienda en Chile era muy evidente. Recordemos que en la Guerra Civil chilena de 1891 entre los industriales urbanos y los hacendados del campo ganaron estos últimos. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1013 Debemos de pensar en el clima político chileno: por un lado la Democracia Cristiana decidida a hacer cambios en el agro que nunca antes se habían acometido, siendo consciente de los elementos 675 racionalidad que distinguen las relaciones sociales del agro. Y ello pasaba por mejorar el estándar de vida de la población campesina, pagándoles en salarios y aumentándoselos, por la adopción de planes educativos y de sistemas prácticos para implantar hábitos (higiene, salubridad, etc.), y por el establecimiento de institutos técnicos para llevar a cabo las tareas reformistas. Muchas de estas recomendaciones tuvieron acogida en el gobierno de Frei, quien introdujo en el agro chileno el salario en dinero para el campesino y no en especias. Ello no sólo concernía a la voluntad económica o sociológica, sino también, como sabía el propio Medina, a la voluntad política por reconocer a los campesinos. En realidad, la reforma agraria chilena pretendió, en último caso, desarticular las formas de dominación social apoyadas en la apropiación autoritaria del excedente y en la ascensión de la clase mercantil a la posición hegemónica (Furtado, 1983: 96). En este orden de cosas, la perspectiva sociológica señaló que la reforma agraria debería incorporar unos valores sociales y culturales sobre la actividad económica, sobre el capital, sobre la propiedad y, fundamentalmente, respecto a las relaciones sociales entre propietarios y no propietarios. De esta manera, la reforma agraria de Frei, influida por el pensamiento cepalino, ―no se justificó ni legitimó simplemente para mejorar la productividad de la tierra, en términos económicos, sino más bien, en términos políticos, culturales. Lo primero que hicieron antes de la reforma agraria fue la sindicalización del campesino. Fue un puente hacia la reforma agraria. Pero la justificación no era netamente económica (se decía tierras abandonadas), pero lo fundamental era cambiar la estructura oligárquica de la tradición campesina‖. 1014 Aquella reforma agraria quiso limitar el poder cultural, social y político de la oligarquía y de la estructura hacendística a la que reconocían como la sustentadora del Estado (autoritario). Por tal motivo, para poner en práctica este modelo político el gobierno de Frei apostó decididamente por la sociología y por los sociólogos, poniendo las ideas sociológicas al servicio del desarrollo. Si el padre y sociólogo Roger Vekemans tuvo un papel destacado en el programa de ―Revolución en Libertad‖, que se tradujo en la práctica como ―un proyecto nacional de integración de los sectores marginados, a través de la promoción popular‖ (Godoy, 1977: 45); no menos importantes fueron las recomendaciones del pensamiento cepalino para la reforma agraria y los escritos de Medina Echavarría respecto a la hacienda. 1015 Se crearon conservadores y tradicionales de la sociedad chilena, reconocidos en los grandes latifundistas. Por otro lado, los partidos de izquierdas pedían más, la transformación total del campo, como así sucedería bajo el gobierno de Salvador Allende. Sin embargo, todas las profundas modificaciones acometidas durante ese período no tuvieron su respaldo en una mejora de la productividad económica, lo que confirmaba la opinión de Medina y de la CEPAL: toda reforma agraria debe tener un respaldo económico, pues no sólo basta con un cambio de propiedad si éste no va acompañado de un aumento de la productividad agrícola. 1014 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1015 Estamos seguros que los estudios de Medina Echavarría sobre la hacienda influyeron notablemente en las medidas de Frei sobre el agro. Además la reforma agraria era una de las recomendaciones principales de la CEPAL. Sabemos por José Medina Rivaud que José Medina Echavarría tuvo amistad con Eduardo Frei, quien ―apreciaba esta especie de paquete intelectual que era la CEPAL‖. Frei estimaba intelectual y personalmente a Medina. Nuestro autor fue invitado a algunas reuniones en casa de Frei y otras en casa del ministro de economía Sáez. Medina Echavarría participaba como invitado, sabiendo que él era un hombre de las Naciones Unidas, manteniéndose siempre en un discreto lugar, ofreciendo su opinión o sugerencia, pero no ejerciendo ninguna activad política. Esa era la línea fijada por la CEPAL y la ONU: asesorar a los gobiernos latinoamericanos. Las Naciones Unidas le daba esa especie de velo. Además es una postura que encajaba con Medina y con su ―vocación política‖: no podía participar al estar en un 676 diversos organismos en los que se dejaron sentir las medidas económicas, sociales y políticas relacionadas con la reforma agraria, como la Corporación de Reforma Agraria (CORA), el Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (INDAP), el Instituto de Capacitación e Investigación de la Reforma Agraria (ICIRA), el Consejo Superior de Desarrollo Agropecuario, en los que trabajaron numerosos sociólogos. Lo que nos interesa destacar es que en el Chile de aquellos años coincidieron ciertos fenómenos de la coyuntura política y sociológica en los que nuestro autor, por su parte, jugó un papel importante y asumió una posición reconocible –por sus interlocutores políticos, principalmente- en sus trabajos sobre la hacienda y la estructura social latinoamericana, donde él aportó una orientación política a favor de formas culturales y sociales propicias para la democracia. Sus ideas progresistas reformistas son las que le distinguieron, por ejemplo, de la ―lógica voluntarista‖ de Roger Vekemans. 1016 Medina se daba cuenta de que con el voluntarismo no bastaba para modificar la realidad social chilena y que incluso esta impronta podía terminar en un desastre. Su postura era consecuencia, una vez más, de los años de la Segunda República española y de su trabajo en el Congreso de los Diputados. No obstante, allí pudo formar su visión de la reforma agraria como un paso transcendental tanto para la modificación de la estructura social como para la instauración de valores democráticos que casan con los requisitos modernos, siendo además consciente de los valores tradicionales y elementos conservadores que obstaculizan todo cambio social. Nuestro autor, por tanto, tenía la experiencia de que toda reforma agraria, desde el punto de vista democrático-liberal, y visto los errores cometidos en España, pasaba por una mayor competencia técnica, una mayor productividad, porque no sólo bastaba con los prismas ideológicos. 1017 Una perspectiva que él, según el transcurso de los años, iría validando en la realidad latinoamericana: desde México, país en el que comprobó el auge del pensamiento agrarista y su intención de cambiar las relaciones de producción en el campo (Devés, 2000: 302); pasando por su trabajo de campo en la Bolivia posterior a la reforma agraria de 1952; y sumando además los aportes de la CEPAL y el caso de la realidad inmediata que le suponía ―participar‖ de la actualidad política chilena. 1018 En todo caso, hemos querido observar cómo este tema central en la obra de Medina estuvo siempre relacionado con su experiencia biográfica y cómo las ideas y observaciones sociológicas que él ofreció influyeron, en mayor o menor medida, en su medio social. organismo internacional, a parte de su condición de refugiado, pero sí, en cambio, podría dar su opinión a la clase política. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1016 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1017 Edward Malefakis ha sostenido que las actitudes revolucionarias durante la Segunda República española se acrecentaron como reacción a la lentitud e ineficacia de la reforma agraria aprobada en septiembre de 1932, siendo ésta un factor más para tener en cuenta respecto al desenlace trágico de la Guerra Civil. La Ley de Reforma Agraria fracasó porque nunca tuvo un apoyo general de la sociedad española, fue difícil de ponerla en práctica y hubo una escisión significativa entre la burguesía ilustrada y las clases trabajadoras (Malefakis, 1970: 447 y ss). 1018 José Medina en 1940 escribió una reseña al libro de T. Lynn Smith, The Sociology of Rural Life, Allí sostenía algunas ideas que mantendrá y madurará en su estudio de la hacienda y de la porosidad estructural. La que sigue es un buen ejemplo: ―En realidad, no se trata de una oposición dicotómica entre lo rural y lo urbano, sino más bien de una escala en donde van gradualmente matices y tránsitos…la diferencia entre las formas de vida urbana y rural no son el producto de un solo factor sino el resultado de un número de atributos estrechamente integrados y funcionalmente conexos‖ (Medina, 1940c: 142). 677 11. Notas sobre la modernización en América Latina. Podemos decir, en resumen de todo lo anterior, que la hacienda, como institución social, facilitó la modernización (material, económica, etc.) según los intereses particulares de los terratenientes, pero impidió, obstaculizó y controló la llegada de la modernidad a toda la sociedad latinoamericana. 1019 Y esto es lo que Medina Echavarría entendió perfectamente. La hacienda no fue una oposición al mundo urbano de la ciudad, no supuso una postura conflictiva, sino que la hacienda fue ante todo un impedimento a la adquisición de una cultura moderna. Por ello importancia que Medina concedió a la hacienda como fisonomía social de la historia de democracia en América Latina. Y si entendió a la hacienda como polis fue porque ese concepto era fundamental en la historia de la civilización occidental como un dominio político común a todos. Para nuestro autor la ciudad y su cultura moderna representaban el proyecto de una cultura basada en la participación de todos los ciudadanos en los asuntos públicos. 1020 Algo que en la sociedad latinoamericana no se conseguía verdaderamente. Pero la ciudad, como se apreciaba anteriormente, quedaba definida en gran medida por su carácter defensivo y por la negación de una comunidad de ciudadanos. Nuestro autor sabía lo que significó la hacienda en la construcción social, económica, histórica y política de América Latina: la cultura hacendística se adaptó a partes de la modernidad, pero sin renegar de tradiciones fundamentadas en el privilegio, en la dominación y en el prestigio. Sabía que si esa cultura de base tradicional y contornos autoritarios no era capaz de abandonar algunas de esas rutinas y ser capaz de adaptarse a los requisitos de la modernidad (y de la modernización), la cultura de los nuevos tiempos no sería más que un plagio de sí misma. De aquí nació su interés por continuar su investigación sociopolítica respecto a la hacienda y, en concreto, ello le sirvió para redefinir la capacidad adaptativa de esta institución social bajo el concepto analítico de ―porosidad estructural‖. En ese sentido, tanto el estudio de la hacienda como el de la porosidad estructural son absolutamente complementarios al compartir un análisis de la compleja relación entre sociedad y cultura política. 1021 Por tal motivo, su evolución teórica le llevó a describir, bajo este concepto de ―porosidad estructural‖, la coexistencia de elementos modernos con elementos tradicionales en la estructura social latinoamericana, al haberse proyectado en la cultura moderna y urbana la imagen de sociedad la hacienda le había conferido. Una coexistencia que ni fue contradictoria ni problemática a lo largo de la historia, como hemos podido comprobar, pero que sí suponía en aquel momento un obstáculo al desarrollo económico, cultural y social. En sentido manifiesto, el gran rasgo de la estructura social latinoamericana sería entonces su capacidad de integrar algunos rasgos de la modernidad y de la racionalidad 1019 Recordemos que para Medina la ―modernización‖ alude al proceso general de ―racionalización‖ (Medina, 1963c: 8).Él, en resumen, entendió el proceso general de modernización como racionalización. 1020 Esta es la cuestión: ―En la ciudad, la comunidad afirma su igualdad política, su isonomía, es decir, la igual participación de todos los ciudadanos en los asuntos públicos. Isonomía significa igualdad ante la ley, pero también es algo más: no es sólo tener derechos iguales, de manera pasiva, sino la posibilidad de participar en los asuntos de la comunidad, y esa posibilidad está regulada‖ (González, 2004: 27). 1021 Enzo Faletto reconoció la importancia que tuvo el estudio de la hacienda de Medina Echavarría a la hora de interpretar a esta institución social como representante de una ―espiritualidad‖, de una forma particular y peculiar de entender el mundo, y como una cultura política: ―Con el lenguaje de hoy podríamos decir que la hacienda fue el fundamento de una cultura, y para nuestros propósitos podríamos recalcar que de modo muy especial fue el fundamento de una cultura política‖ (1988: 79). 678 occidental sin abandonar rasgos tradicionales e irracionales. Los aspectos materiales de la vida urbana cambian con rapidez, no así los aspectos psicológicos, culturales y sobre todo los aspectos relativos a la estructura de poder o dominación social, lo que establecería la latencia de una tensión entre la modernización económica y las exigencias de una auténtica modernización cultural y política. Ello explicaría que nuestro autor incorporase a Max Weber en la CEPAL y en su pensamiento, pero no desde una lectura puritana y de ahorro, sino que lo ―transmitió‖ desde la necesidad de educar para que la población pudiese participar mejor y pudiese transformar el proceso de desarrollo económico sin sacrificar a la democracia. 1022 Es por ello que su análisis de la estructura social latinoamericana tratase de ver el proceso histórico de la hacienda como el resultado de la interacción de distintos grupos y clases sociales, que tuvieron en común un modo de relación que les fue propio y que, por tanto, tenían intereses y valores distintos, cuya oposición, conciliación o superación dio una forma determinada a la estructura sociopolítica y al sistema económico de América Latina. Sin duda alguna asistimos a una excelente lectura sociológica de la historia económica y política de América Latina en la que Medina supo perfilar la modelación del capitalismo periférico y sus complejas fuerzas sociales que presionaban en el sentido de reproducir y perpetuar la estratificación social, y, por otro lado, la de extender las pautas de consumo antes reservadas a las minorías privilegiadas. José Medina Echavarría comprendió que la industrialización o el desarrollo latinoamericano necesitaban establecer una cultura social específica que limitase el carácter plástico de las estructuras políticas y sociales que habían perdurado en el tiempo y el espacio como variantes considerables. La modernización implicaba nuevas formas de relaciones sociales, nuevas formas de vinculación social, como base a una nueva cultura política (democrática). Entender bien este aspecto le parecía crucial para superar la existencia de actitudes y valores que parecen contradictorios entre sí y que han ―enraizado‖ en todo el sistema social latinoamericano. Así fue que considerase muy importante el ajuste entre las condiciones estructurales de la sociedad con unos valores y actitudes favorables al cambio social y, por tanto, proclives a la convergencia entre desarrollo económico y político. Su tentativa teórica de relacionar desarrollo económico y desarrollo político descansa, como vemos, en una voluntad integradora por consolidar una cultura política, racional y abstracta que sea capaz de transmitir al ciudadano la confianza en una institución impersonal -y aparentemente lejana- como es el Estado. 1023 1022 Entrevista mantenida por el autor con Eduardo Devés, 3 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1023 Nuestro autor señaló cómo el impersonalismo y la abstracción del Estado latinomaericano no penetró lo suficiente en el campo, dado el control que tenían las estructuras locales de poder. Por tal motivo, Medina se preocupó por la manera que la nueva cultura de la sociedad y el nuevo Estado planificador se enfrentarían al ―hombre latinoamericano‖, familiarizado con las formas tradicionales de dominación, el personalismo del régimen de clientelas o el caciquismo. En ese sentido, aprovecha en su estudio de la porosidad estructural para hablarnos de la crisis de la cultura burguesa como crisis de una cultura que tenía como fin al hombre: ―La crisis de la cultura burguesa ha consistido en la ruptura del equilibrio que por algún tiempo mantuvo esa forma de vida entre las dos mayores contradicciones que llevaba en su seno: la tensión entre las tendencias contrarias de la ―personalidad‖ y de la ―racionalización‖. La historia del hombre moderno es por uno de sus lados –nadie lo ignora- la mayor exaltación habida nunca de la ―persona‖ o del individuo como tal, ser único, irreductible e irreemplazable; pero, por otro de sus lados, es también la culminación del proceso general de ―racionalización‖, obediente paso a paso a la eficiencia de los contornos y movimientos objetivos de las ―cosas‖‖. Incluso añade con cierta sentencia: ―la cultura burguesa comienza a desvanecerse y extinguirse‖ (Medina, 1963c: 92-93). Entiendo en estas últimas palabras una llamada de atención de nuestro autor hacia parte de la burguesía latinoamericana que en vez de cumplir su función histórica de liderazgo de los proyectos nacionales, cuidó de sus intereses particulares durante los vaivenes de la historia. 679 Pues en América Latina el Estado liberal ha sido más un ideal que una realidad, dada la extraña composición entre oligarquía tradicional y sistema político. El caso es que la modernidad en la región fue una modernidad, como decíamos, restringida a ciertos sectores de la población que sólo aceptaron cambios modernizantes sin que ello significara cambiar completamente las relaciones sociales sobre las que se legitimaba su autoridad. 1024 Se cambió, pero no tanto. De ahí la importancia de los trabajos del sociólogo español a la hora de resaltar las contradicciones culturales de la modernización en América Latina, ya que por un lado se situó el camino de la modernización y, por el otro lado, surgieron los obstáculos a la modernidad. En consecuencia, la modernización económica latinoamericana no estuvo acompañada del desarrollo de los valores de la modernidad. Por tal motivo, para Medina Echavarría el cambio democrático será un cambio radical como un proyecto de reforma sociopolítico en el que se incluye una modificación de las formas de relacionarse entre los hombres y las mujeres latinoamericanos. 1024 La marginalidad es un tema de fondo en el libro El desarrollo social de América Latina en la postguerra, sobre todo en cuanto a marginalidad rural. Medina se apoya en la obra de T. H. Marshall, Citizenship and social class, Cambridge University Press, 1950, para caracterizar a los grupos marginales como aquellos que sufren recortes más o menos importantes en sus derechos, a consecuencia de lo cual se ven impedidos a participar en el proceso de desarrollo económico y no pueden, de esta manera, aprovechar las oportunidades de movilidad ascendente existentes en la sociedad. Hay un interés palpable en nuestro autor por la participación social y por los provechos y beneficios del proceso de modernización. Todo lo que tiene que ver de la participación, está relacionado con la idea de integrar los sectores marginados y superar esos ―islotes de modernidad‖. 680 CAPÍTULO XXIII. LOS ACTORES SOCIALES DEL DESARROLLO ECONÓMICO. LA PLANIFICACIÓN DEMOCRÁTICA. 1. La clase dirigente del desarrollo económico. Otro de los temas importantes que José Medina Echavarría trató en su obra cepalina fue la interpretación del cambio social latinoamericano a partir de los actores sociales del desarrollo. Estamos ante una de las manifestaciones propiamente latinoamericanas de sus escritos sociológicos. El tema de la ―búsqueda sistemática‖ de quiénes eran los grandes actores que podían producir o frenar el cambio social fue una manía particular de la sociología latinoamericana de los años 60 y 70, muy influida por la sociología norteamericana. 1025 Sobre este tema Medina realizó reveladores hallazgos que influyeron en su tiempo, especialmente a partir del estudio de las clases medias y su relación con la minoría organizada –la élite-. Su enfoque sociológico siguió una concepción ―dinámico-historicista‖ sobre las clases sociales; observando cómo fue variando históricamente el papel de cada clase social durante el proceso de modernización y cómo ese papel debería de cambiar en el futuro para asegurar un desarrollo (Solari, 1976: 16 y 330). Cuando nuestro autor aborda el concepto de desarrollo lo entiende como un proceso intencional, no es puro devenir, por lo que necesariamente surge la pregunta por el ―sujeto‖ del desarrollo. 1026 Se necesitan ―de hombres creadores‖ para ―romper con todas las formas del privilegio que atenazaron en forma tradicional el acervo indudable de las energías prontas a la iniciativa, por falta sobre todo, del aguijón de la competencia‖, escribía Medina (Medina, 1963c: 126). Si bien él piensa este sujeto histórico en términos de actores colectivos –oligarquía, militares, clase media, clases populares- aparecen también referencias al individuo. 1027 En este tópico, sostiene, como sabemos, que el desarrollo económico requiere de un cierto tipo de individuo con disposiciones o capacidades especiales, que relaciona –weberianamente- con una ética ascética o ética del trabajo. Sin embargo, las reflexiones sobre el individuo, como decimos, van más allá de las cuestiones económicas y emplazan, en último término, a las funciones políticas que desempeña éste dentro de un grupo social. 1025 El interés de las elites venía de los trabajos de Laswell o Lipset que aputaban hacia una renovación de las elites como paso necesario para modificar cultural, social, económica, y políticamente la configuración estructural de una sociedad. 1026 Para José Medina Echavarría el progreso económico es, ante todo, resultado de la acción social duradera de ciertos hombres: ―El progreso económico, obvio es decirlo, no es un regalo de los dioses que en un día llueve como mana sobre algunos países elegidos. Es obra de ciertos grupos de hombres en un momento dado se pusieron enérgicamente a la tarea‖ (Medina, 1976a: 110). La idea del desarrollo como voluntad creadora y responsabilidad social está impresa en esta cita. 1027 Medina Echavarría no concedió tanta importancia al concepto sociológico de ―clase social‖. Lo que más le interesaba era el tipo de hombre que conforma una clase social en cuanto a valores, ideales, disposición política, actitudes, etc. Por ejemplo, escribía Medina: ―¿Cuál es el tipo de hombres que en nuestros días están detrás del extraordinario impulso del Brasil y de México?‖ (Medina, 1976a: 114). Si entendió la clase social lo hizo desde la dimensión política y no tanto desde el valor económico. Añadamos que otro matiz epistemológico en este tema de los actores del cambio social será cuando Medina confiera al Estado latinoamericano la capacidad de ―agente social‖ para el desarrollo. De esta manera, observamos cómo nuestro autor pone énfasis en términos característicamente weberianos, caso del individuo como motor de cambio, la clase social dirigente o el Estado como agente de cambio social. 681 Por tal motivo, el estudio de Medina sobre los actores sociales del desarrollo económico trata de responder la pregunta de qué grupo o clase social es capaz de proponerse a sí mismo, y a los demás, la tarea de dirigir el proceso de transición económica, social y política (Faletto, 1979: 198). Este ejercicio empírico consistía ―en buscar los sectores sin cuyo concurso no podía producirse el cambio con facilidad‖ (Medina, 1963c: 95). El modelo sociológico resultante no se pude considerar un estudio de la estratificación social al uso. Más bien se trata de un modelo propiciado por la revisión histórica de las características y cualidades de las viejas y nuevas elites dirigentes, de las clases sociales emergentes, de las clases populares, entendidas todas ellas como ―clases políticas‖ y como ―grupos axiales‖ o ―estratégicos‖ que resultaban decisivos para promover o frenar los cambios en América Latina (Maestre Alfonso, 2006: 12). En este sentido, señalaba que se producía una transformación de la clase alta que de ser la aristocracia tradicional pasaba a ser la burguesía moderna; surgía un nuevo sector en creciente expansión, el de las clases medias, que ocupaba una posición de singular importancia en la estructura industrial, y las clases inferiores se transformaron, al surgir el obrero urbano que reemplazaba a los antiguos artesanos y superaban a su vez a los campesinos (Faletto, 1993: 166). De esta manera, el pensamiento de nuestro autor fue variando según los acontecimientos históricos y su repercusión en la estructura social. Medina Echavarría hacía referencia a la formación de una sociedad industrial que, aunque no se producía exactamente en América Latina, configuraba un patrón de cierta validez general, aunque para él el vector del desarrollo económico marcaba, fundamentalmente, la búsqueda de los elementos motores como agentes de cambio social y, sobre todo, político. Junto a la validez de la sociedad industrial se situaba la validez de la sociedad democrática. Medina no sólo se encargaría de estudiar los grupos humanos comprometidos con el desarrollo económico, sino también se interesó por aquellos grupos comprometidos por el valor de la democracia (Faletto, 1980: 7). 1028 Resultó entonces de vital importancia para Medina Echavarría la noción sociológica de ―clase social dirigente‖, en el sentido de qué grupo social –o qué grupo de hombres- se encargaría de asumir el liderazgo político y sociológico de la ―transformación‖ decisiva que exigía el desarrollo en un momento, según él, crítico, debido a la ―mudanza sociopolítica‖ del sistema tradicional de la hacienda (Medina, 1963c: 95). 1029 Para Medina esta clase social dirigente no tenía que identificarse 1028 Insistimos que este es uno de los cambios más importantes que percibimos en su obra desarrollista. Si a finales de los años 50 José Medina estuvo interesado en los supuestos sociales del desarrollo económico como elementos sociales ―estratégicos‖ (disposición económica general, capacidad de organización e innovación económica, ejecución de las tareas económicas), desde la década del 60 hasta el final de sus días, se comprometerá por analizar los ―soportes humanos‖ y sociales para la democracia. De esta manera, su obra cambiará de registro, pasando por perfilar el marco institucional de la acción económica y de las instituciones económicas, hasta ocuparse de las condiciones sociales propicias para la acción política‖ (Medina, 1976a: 36-37). 1029 Este tema ya había sido planteado por José Medina en su trabajo Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico. Allí nos hablaba de una ―triple mudanza‖ que estaba viviendo América Latina en el nuevo contexto internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial: transformación económica, integración nacional e integración supranacional). Para Medina la triple mudanza era el fondo sobre el que se sostenía el examen estructural de América Latina y sobre el que se sostenía el ocaso de la estructura hacendística. Ese proceso de mudanza implicaba necesariamente preguntarse por las clases sociales dirigentes capaces de dirigir ese proceso de transición y cambio social: ―Este examen de los componentes de la triple mudanza de fondo a que está sometido hoy América Latina, es desde luego insuficiente por lo rápido, pero manifiesta bien a las claras dos cosas. Cómo se reitera lo que parece un sino que se complace en acumular en un momento problemas que otros pudieron resolver en tiempos distintos. Y cuál es la magnitud de una tarea que demanda energías excepcionales. ¿Dónde existen esas 682 necesariamente con ―la élite del poder‖ o con una minoría poderosa. 1030 Más bien con esa categoría hablaba de la necesidad de hallar ―los grupos de hombres que han de cargar sobre sus espaldas las tareas del momento‖ (Medina, 1976a: 69). Unos grupos de hombres como sustitutivos de la élite tradicional dentro de las nuevas tendencias y condiciones estructurales que, en efecto, debían desencadenar una renovación económica, social y política. En otras palabras, el concepto sociológico de clase social dirigente –importantísimo para Medina y su interpretación de la sociedad latinoamericana- hacía referencia a ―las fuerzas modernizadoras de la sociedad‖ (Cardoso, 1965: 181). Sobre todo, se refería a una modernización política, como bien nos dice Francisco Weffort: ―Medina veía, ciertamente, la clase dirigente con una capacidad de acción y de transformación sobre la sociedad, pero, tomando el concepto en una acepción más próxima de Gaetano Mosca, de Raymond Aron y de Schumpeter, concebía un protagonista histórico de proporciones más modestas (¿más realistas?). Portadora de una ―fórmula política‖, o sea, de un conjunto de justificaciones de un orden y de un sistema, la clase dirigente debe proponer un régimen, o una ―legalidad‖, que debe ser legítima‖ (1988: 127). 1031 Fijémonos, por tanto, en este matiz de nuestro autor: la nueva clase dirigente, como elite de reemplazo, ha de portar una ―fórmula política‖ como modernización política y nueva legalidad que él identificó con la idea de participación y representación política, el estado nacional y de derecho, y, quizás esto sea lo más importante, con la vertebración de una sociedad civil autónoma del poder gubernamental. Tal enfoque no descarta el cambio social; al contrario lo promueve desde un sentido reformista, pero sabiendo que en el contexto latinoamericano esto significa un ―cambio total‖ dado los ―elementos conservadores‖. 1032 Esta manera de entender la modernización refleja la energías? ¿Qué clase de ―dirigentes‖ es hoy capaz de encauzarlas y dirigirlas?‖ (Medina, 1976a: 53 consideraciones sociológicas). 1030 En este punto, pensemos que C. Wright Mills había publicado en 1956 su libro La élite del poder, que nuestro autor conocía bien. En ese trabajo Mills nos habla de una élite del poder como una ―minoría poderosa‖, fundada en la ―correspondencia de las jerarquías institucionales‖, basada en las similitudes y afinidades de sus miembros, aunque, sin embargo, no conforma una aristocracia, con lo cual ―no es un grupo político dirigente fundado en una nobleza de origen hereditario‖ (1978: 261). 1031 En algunos puntos de la teoría de la CEPAL y de José Medina encontramos, como apunta arriba Francisco Weffort, el eco de la influencia de la teoría de Schumpeter sobre el empresario innovador, en la que éste se preocupó por los cambios estructurales y los procesos irreversibles que dan especificidad a la historia social. Lo que interesa en la dinámica de la economía capitalista, según Schumpeter, no son los automatismos de competencia pura y perfecta, en los cuales nada ocurre, sino las formas imperfectas de mercado generadoras de renta de productor, aceleradoras de la acumulación. Es una visión del desarrollo en donde las fuerzas sociales provocan mutaciones estructurales y dan especificidad al proceso histórico del capitalismo (Furtado, 1983: 43-44). Algo común dentro del pensamiento económico cepalino fue la preocupación por el papel del empresario en el desarrollo y por el proceso de acumulación de capital en la región. Además de Mosca, Aron o Schumpeter, nuestro autor también citó a otros clásicos de la sociología como Pareto y su teoría de la circulación de las elites: primero, especuladores (son los que asumen riesgo y provocan el crecimiento), los rentistas (que la economía siga su inercia apacible) (Medina, 1976a: 113). 1032 Entrevista mantenida por el autor con Jorge Larraín, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. En nuestro autor hallamos una reflexión sobre el poder asociada al papel rector de las elites. Se puede decir que es, incluso, una postura contraria o un ataque hacía las viejas oligarquías del agro, pero también hacia las nuevas clases conservadoras que emergieron con el desarrollo industrial. Y esto en el Chile de su época era muy apreciable: por un lado, estaba la elite terrateniente, y, por otro lado, la elite industrial del cobre. Ambas se mantenían en la posición más alta de la jerarquía social. Medina, evidentemente, quiere deslegitimar esta disposición que no hace más que imposibilitar el acceso a una sociedad más justa y 683 consistente posición de Medina Echavarría por lo que se refiere al paso de un ―sistema a otro distinto‖ como ―alteración en la estructura de poder‖ (Medina, 1976a: 121). En este ámbito se sitúa, por tanto, su preferencia hacia una estructura de poder y de autoridad equivalente a la de la democracia liberal. Al anterior fenómeno referido a la cuestión de las ―elites de reemplazo‖, se agregaba el surgimiento de los nuevos grupos sociales y una presencia activa de las masas. ―Todo ello requería la creación de nuevos partidos políticos –puesto que los partidos de notables ya eran insuficientes-, como asimismo la presencia de nuevos grupos dirigentes‖ (Faletto, 1988: 79). El sistema de liberales y conservadores se consolidó como oligarquía latinoamericana y actuó como clase política. Esta alianza política -que garantizaba el control estricto del poder- entre los terratenientes tradicionales y la burguesía urbana y agro-comerciante, conllevaba la consabida exclusión de todos los sectores restantes (Cardoso, 1970a: 1465). Esta alianza que, sin ser contradictoria, dio a la situación latinoamericana sus rasgos específicos, los cuales debían tenerse en cuenta al analizar el problema de las elites. Lo que hacía nuestro autor, según Aldo Solari, era llamar la atención sobre la ―larga historia‖ que tenía el problema de las elites (urbanas) y las oligarquías (rurales) en América Latina (Solari, 1976: 242-243). Principalmente, porque este sistema de alianzas significó: nuevas formas de organización de la producción económica nacional, el Estado como factor de dominación de los grupos aliados, y, sobre todo, los movimientos modernizadores y dinámicos acababan siendo engullidos y fagocitados por las fuerzas tradicionales y los sectores dominantes tradicionales.1033 Ello simbolizaba el fortalecimiento de las estructuras de dominación tradicional. A pesar de estos obstáculos, Medina reconoce que el cambio social en América Latina dependió y se constituyó a partir de este sistema de alianzas, el cual funcionó como ―dispersión estratégica‖ de la estructura hacendística en el medio urbano y a su vez supuso la adaptación de la hacienda a las exigencias mercantiles del exterior. El modelo, vigente desde la Independencia política, dejó de funcionar a comienzos del siglo XX, sin aparecer ninguna nueva clase dirigente capaz de dirigir el gran proceso abierto de modernización e industrialización (Medina, 1976a: 72-73). La decadencia de la hacienda y la crisis del liberalismo hicieron que el sistema político perdiese toda su antigua consistencia, pero, como hemos visto, sin desaparecer totalmente y dificultando cualquier intento modernizador por parte de cualquier otro grupo social. Esta estructura tradicional de poder no tuvo la capacidad de prever y anticiparse a esos cambios. Sin embargo, el debilitamiento del sistema hacendístico iba mucho más allá que la avanzada. Porque la injusticia social hace concentrar y dibujar los problemas sociales de América Latina en la base de la pirámide social, los padece la población llana, pero, tanto su causa, como su solución, según él, se encontraba en la cúspide. Por eso, el gran problema del desarrollo como cambio social se encontraba con las resistencias del poder establecido. Así surgen las preguntas: ¿quiénes están dispuestos a cambiar? ¿Quiénes quieren asumir la responsabilidad y dirección del cambio? ¿En qué consiste el cambio (eso es tarea de la ciencia y del político)? Para nuestro autor entones el problema del cambio social se debía, como decimos, a la voluntad de transformación de las capas dirigentes.―Pero si esa voluntad de transformación no existe, no hay lamento posible sino la resignación religiosa de que a veces Dios, en sus designios inescrutables, puede cegar precisamente a aquellos a quienes quiere perder‖, decía Medina (1976a: 129). 1033 ―La hipótesis de que los sectores tradicionales hayan conservado una posición estratégica en las grandes ciudades mediante su función de verdaderos ―integradores‖ de las grandes masas rurales en la comunidad nacional, dificultando así la posibilidad de una contraposición sostenida y abierta de las nuevas élites urbanas contra el tradicionalismo y sus representantes, debería ser considerada en futuros estudios‖ (Medina, 1963c: 42). 684 disolución ideológica pareja: apuntaba al vacío de poder en todo el continente y conectaba con el problema de las elites dirigentes. En el trasfondo de este modelo sociológico de la clase social dirigente del desarrollo latinoamericano vuelven a estar las grandes ideas de Max Weber acerca de la necesidad de las nuevas clases emergentes que renueven el sistema bismarckiano, asentando en los junkers y en las oligarquías establecidas, que dirijan la modernización de la sociedad alemana y, sobre todo, que ocupen un vacío de poder que puede ser aprovechado por soluciones políticas irracionales. Como nos dice Alfredo Gurrieri, ―en este punto radica, quizá, la mayor preocupación de Medina con respecto a la transición, pues se plantea una y otra vez la misma pregunta que se formulara Max Weber con respecto a la Alemania de fines del régimen de Bismarck: ¿cuáles son las clases y los grupos sociales capaces de liderar y orientar la nueva sociedad?‖ (1980:105). Esta preocupación es incluso obligatoriamente ética, pues apunta a la responsabilidad política. La esencia de esta preocupación weberiana se aprecia en el texto que sigue: ―En el instante en que la obra de un Bismark había ya dado todos sus frutos, una mirada tan penetrante como la de Max Weber miraba en torno para encontrar la clase sociales que fuera capaz de renovar lo que él creía el destino de su país. ¿Era la aristocracia militar y burocrática con capacidad de mando y visión nacional, pero desgastada ya por la tarea realizada? ¿Era la nueva burguesía con escasa experiencia de mando político, aunque poderosa en su impulso económico? ¿Era la clase obrera, bien organizada, pero sin experiencias tampoco de gobierno ni visiones nacionales precisas? Estas preguntas se las hacía sin duda el gran sociólogo, pensando todavía en las posibilidades de la política de potencia de su país. Pero la forma de plantearlas es la misma aunque sean distintos los fines que se tengan presentes‖ (Medina, 1963c: 95). Estamos, nuevamente, ―en el campo de la célebre reflexión de Max Weber‖. Así, Medina Echavarría, una vez más, intentó trasladar a la realidad histórica y social de América Latina aquellas preguntas y reflexiones que Weber se hizo para la Alemania de su tiempo, válidas incluso para los momentos posteriores de la vida del sociólogo alemán, como la referencia siempre presente de la República de Weimar y la fragilidad de la civilización y de la democracia ante la avalancha brutal de irracionalidad y la violencia (Weffort, 1988: 129). Una avalancha que en América Latina se identificó con la emergencia de las soluciones populistas, dada la presión urgente por modernizarse y dado el oportunismo de llenar un hueco político dejado por los antiguos partidos de notables (Medina, 1976a: 127). Esa guía weberiana queda sucintamente recogida en las siguientes preguntas que formuló nuestro autor: ―¿Podrán impulsar ese desarrollo las viejas capas tradicionales que cumplieron quizá meritoriamente su papel histórico, pero que aparecen ahora como fatigadas ante las exigencias del día? ¿Podrán llevarlo a cabo las clases populares si no están encuadradas dentro de una disciplina rigurosa, que sustituya en parte las deficiencias de su experiencia histórica? ¿No corresponde quizá el mayor esfuerzo –el mayor impulso al menos- a los denominados sectores medios que, aparte su mayor nivel cultural, poseen una experiencia política en nada desdeñable?‖ (Medina, 1963: 96 desarrollo social postguerra). 685 Según nuestro autor, América Latina estaba pasando un proceso de ―transformación en profundidad‖ y, por tal motivo, ese momento demandaba tanto ―variaciones de actitud y decisiones de voluntad que presuponen cambios en la conciencia económica colectiva‖ como cambios que tienen que ver con las actividades colectivas de participación ciudadana (Medina, 1976a: 49). En ese sentido, esta investigación de Medina Echavarría se encuadra, como se puede apreciar, dentro de la línea marcada por los estudios de la hacienda y de la porosidad estructural, al analizar qué grupos sociales mantuvieron esa forma típica de estructura social tradicional. 1034 En sí todo ello forma parte de una perspectiva unitaria donde el estudio de la sociedad no sólo se hace desde los aspectos retrospectivos de la situación de atraso, sino que en sí mismo debe proporcionar los elementos que permitan la modificación de los sistemas económico y sociopolítico (Alarcón, 1997b: 36). Por tal motivo, el modelo sociológico resultante de José Medina Echavarría cuestionó abiertamente las siguientes clases sociales como ―élites de reemplazo‖ de la alternancia estratégica entre conservadores y liberales: por un lado, observó que ―la clase política brotada de la hacienda‖ era incapaz de derribar los viejos patrones de dominación, pues éstos eran el sustento de su legitimidad; tampoco creía que ―la nueva clase burguesa nacida de la exportación y de la industria‖ fuera la fuerza impulsora del progreso histórico, ya que se distinguió, principalmente, por privilegiar sus intereses particulares por encima de los nacionales; luego estaba la ―novísima clase proletaria‖ a la que veía con ―escasas experiencias de mando‖ y apenas estaba organizada (Medina, 1963f: 70). Él distinguió a las elites tradicionales de la hacienda, como sabemos, a partir de su capacidad para ―persistir, sin oponerse a fondo a las exigencias de la modernización mantenida por las ciudades. Flexibilidad que explica al mismo tiempo los aspectos superficiales de semejante modernización‖ y, que, por tanto, las incapacitaban para el liderazgo que demandaba los tiempos. 1035 Justamente la dinámica campo-ciudad, con su distanciamiento y también con su conexión recíproca, es la que había permitido que las ―elites urbanas‖ actuaran sin impedimento en su propio ámbito particular y que no terminaran por convertirse en clase política. No fueron ―protestatarias‖ (Medina, 1976a: 77). Así es como nuestro autor destacaba la ausencia de una burguesía industrial (―el emprendedor‖) de raíz secular, ascética, y con sentido de la responsabilidad política nacional. 1036 Los intereses 1034 ―¿Qué mecanismos lo explican? ¿Qué sectores sociales lo apoyan? ¿Qué formas de conducta lo mantienen? ¿Qué tipos de ideas se esfuerzan por prestarle una justificación?‖, se preguntaba nuestro autor en relación a los actores sociales partícipes y mantenedores de la porosidad estructural de América Latina (Medina, 1963: 86 desarrollo social postguerra). 1035 Aun así, Medina en varios sititos reconoce el liderazgo histórico que tuvo el modelo compuesto por los liberales (elites cosmopolitas) y conservadores (elites terratenientes) al cumplir una importante función nacional: ―Sin la presencia de las fuerzas articuladoras del agro en los momentos posteriores a la Independencia, las Repúblicas latinoamericanas no se hubieran podido mantener en la forma en que todavía subsisten‖ (José Medina Echavarría, ―Introducción‖ al documento del ILPES ―Las élites urbanas en América Latina‖, Contribución de la División Social del ILPES al Sexto Congreso Mundial de Sociología, Evian, septiembre 1966, p.5). A lo que añadía: al lado de la capa social terrateniente, ―surge la gran élite cosmopolita que ha tenido América Latina y que si algunas veces fue snob –el francés sobre el castellano- y de escaso ―nacionalismo‖, tiene en su haber una obra considerable‖ (Medina, 1976a: 73) 1036 ―¿Dónde está la actitud ascética y disciplinada de los verdaderos creadores del capitalismo moderno?‖, se preguntaba nuestro autor (Medina, 1976a: 70). Él no reconocía en la clase burguesa latina esas actitudes ascéticas acorde a una ética del deber nacional, a una ética emprendedora. De la siguiente forma nuestro autor confirma la ausencia de una auténtico espíritu empresario, influido, como vimos, por las lecturas de Schumpeter, pero también por los informes de sus compañeros economistas: ―Respecto del 686 particulares de las elites urbanas –como ―nueva clase burguesa‖- no hacían más que vertebrar la actividad económica y política en sí misma y en los terratenientes. Esta concentración de la actividad económica limitaba, según su punto de vista, la acción de la democracia (una democracia restringida) y del Estado, incapaz de responder al interés nacional. Estas clases sociales habían demostrado su incapacidad para asumir las funciones directoras de la sociedad por no haber alcanzado niveles de desarrollo económico y político en cuanto a una fuerte dosis de ascetismo y de responsabilidad política nacional. Esto, según su punto de vista weberiano, no había ocurrido en América Latina, principalmente por la porosidad de su estructura social. Por lo que respecta a la clase obrera latinoamericana la definió como una clase que estaba en un claro proceso de ―toma de conciencia‖: ―Puede decirse que la clase obrera es una clase en formación en casi todos los países en América Latina‖, afirmaba Medina (1963c: 143). 1037 Desde su punto de vista observaba que era una clase que no estaba preparada para dirigir la vida política nacional. Así es como en su modelo teórico Medina se decantó por las clases medias, a las cuales reconocía como una clase formada, con un mayor peso en la historia social de la región y siendo la clase social que podía tener una mejor conciencia de sí misma. 2. La formación de una nueva clase política: las clases medias. El modelo sociológico resultante trató entonces de buscar ―otra ―clase política‖ que sea a la par tan enérgica como moderna‖ (Medina, 1976a: 141). Por tal motivo, nuestro autor se dedicó a examinar las posibilidades directoras de las nuevas clases emergentes, encargadas de renovar a las oligarquías establecidas, y destinadas a liderar el ajuste de la sociedad latinoamericana con los requisitos que la industrialización y la modernización demandaban. De esta manera, concedió a las clases medias un protagonismo creciente al reconocerlas como las clases más interesadas en las ventajas de la modernización económica y social: los ―sectores medios‖ se han ―convertido en el grupo más apto para llevar a cabo una efectiva transformación económica y social‖ (Medina, 1963c: 107).Una clase que Medina imaginaba, a lo Weber, como una clase de sentido nacional dedicada a la responsabilidad del desarrollo: ―Y es que si hay un elemento estratégico que la sociedad latinoamericana debe cuidar no es otro que el de esa capa social a la que asignó Max Weber las siguientes notas fundamentales: la conciencia racional, la racionalización de las formas de vida, y el ethos económico empresario, aunque el economista reconoce que han existido y existen importantes grupos empresariales en América Latina, juzga sin embargo que no se han dado en la cantidad necesaria. Son interesantes algunas de las razones que aduce. La primera se refiere a su escasa oferta, condicionada por la estructura social; la segunda alude a las dificultades que existen para la creación de nuevas industrias, por causas sobre todo de estructura económica, es decir, de sus rasgos monopolísticos; y la tercera, de carácter psico- social, se relaciona con las expectativas de beneficios. Obsérvese que en todo caso sólo se trata del ―entrepreneur‖ en su sentido tradicional‖ (Medina, 1976a: 39). 1037 Vale para decir que Medina sí que conocía la historia social de las clases obreras y populares latinoamericanas, dada su experiencia en Bolivia, por ejemplo. En todo caso, nuestro autor desconfiaba de estas clases sociales ya que en algunos momentos éstas se ―comprometieron en toda suerte de movimientos políticos conducidos en la mayoría de los casos por líderes o caudillos locales o nacionales‖ (Medina, 1963c: 147). Cita varios trabajos de Touraine: Alain Touraine y Bernard Motte, ―Classe ouvrière et Societé globale‖ en Traité de Sociologie du travail, de G. Friedmann y P. Naville, París, Librairie Armand Colin, 1962. Otra cita de Alain Touraine, ―Industrialisation et consciente ouvrière à Sâo Paulo‖, en Sociologie du Travail, Nº 4, octubre-diciembre 1961. Touraine en ese artículo también observa que el sindicato sirve a la vez como instrumento al servicio del interés personal. 687 racional‖, afirmaba nuestro autor (1976a: 117). 1038 Efectivamente, nuestro autor entendía que el proyecto de modernización y de modernidad que atravesaba América Latina debía recaer en las clases medias: ―los hombres cultivados de los sectores medios han de ser el motor de la innovación continuada, son por otro lado y al mismo tiempo, los únicos soportes de la tradición, de lo que toda tradición tiene siempre de válida‖ (Medina, 1963c: 132). Las clases medias educadas representaban ―el hilo de continuidad‖ del programa cultural de la modernidad y de las posibilidades modernizadoras para América Latina. 1039 Su hipótesis de trabajo fue hallar entonces una correlación actual entre desarrollo económico, la modernización política y la propia acción social de las clases medias. La posición inicial de Medina Echavarría fue variando según los acontecimientos políticos de la década de 1960, especialmente agitados en Chile, país donde las presiones a favor de la modernización hicieron que las clases populares impusieran su participación, a menudo en alianza con los grupos económicamente dominantes, y donde las clases medias también participaron de toda esa vorágine de alianzas, que en algunos momentos se confundieron en forma estrecha con el nacionalismo y con el populismo. 1040 Por tal motivo, las ideas de Medina Echavarría respecto a las clases medias quedaron caracterizadas, como ya dijimos, dentro de las concepciones historicistas y dinámicas, en el sentido de que las funciones de las clases medias latinoamericanas variaron históricamente y en aquel momento deberían cambiar para asegurar en el futuro el desarrollo económico, social y político. Aparte del factor histórico y contextual, creemos que Medina dispensó mucha importancia al objeto de las clases medias por otros dos motivos: primero, porque era un tema que estaba de actualidad en la sociología contemporánea; y, segundo, porque sobre las clases medias giró buena parte de la política planificadora de la CEPAL. En el primer caso, nuestro autor interactuó con otros sociólogos contemporáneos, tanto de la sociología latinoamericana como de la sociología académica norteamericana. La eclosión de las clases medias significó para la sociología latinoamericana la comprobación empírica de que la sociedad estaba transformándose. Los teóricos de la modernización, caso de Germani, por ejemplo, prestaron mucha atención a las clases medias porque eran éstas las que venían a ocupar una posición de singular importancia en la estructura de las sociedades industriales (1962: 50). El crecimiento de las clases medias latinoamericanas confirmaba, según esta corriente, la 1038 Medina cita Max Weber, Wirtschaftgeschichte, 1958. Medina pone ejemplos empíricos: la realidad social de Brasil, México, Argentina, Chile: contrasta las teorías de las clases medias con la realidad de estos países 1039 Observamos una reflexión de Medina que incluye matices orteguianos. Nos habla Medina de los valores burgueses e ilustrados a los que él nunca renunció. Pensemos que durante el exilio siempre citó a Ortega, pero fue en Chile cuando sus citas se vuelven más recurrentes. Podemos decir que es una vuelta a su ―clásico‖ español, en un momento en el que Medina trata de incorporar la dimensión filosófica, más humanista, al debate del desarrollo. Así comprendemos estas referencias a la importancia de los hombres de larga distancia, a la actitud heroica de los tiempos, a la validez y actualidad de la cultura ilustrada, del liberalismo. 1040 A ese período de la historia latinoamericana le han denominado Aldo Solari, Rolando Franco y Joel Jutkowitz como ―la política de compromiso‖, ―en el sentido de transacción o pacto entre diversas unidades sociales que llegan a un acuerdo explícito, de mayor o menor duración en el tiempo, para resolver sus diferencias mediante concesiones mutuas. Los dos problemas más importantes son el de cuáles unidades participan en el compromiso y cuáles quedan fuera de él, y cuál es la naturaleza y extensión de las concesiones que se hacen mutuamente‖ (Solari, 1976: 318). Fue la política de grupos y de alianzas. 688 presencia de la movilidad, el cambio y la modificación de la estratificación social, todo ello vinculado a los cambios de la estructura económica. Medina, por su parte, no estuvo de acuerdo respecto a este diagnóstico, el cual estaba influido por la sociología norteamericana y el ―mito de la clase media en ascenso‖ como eje central de esta explicación sociológica (Marsal, 1979: 84). 1041 Si es cierto que las clases medias mostraron una tendencia favorable a la introducción del cambio en la estructura social, pero esto no significó una transformación radical de aquellas estructuras sociales. Su postura fue también crítica respecto a los trabajos provenientes de los Estados Unidos. José Medina no compartió la visión de John J. Johnson respecto a la posibilidad de un futuro mejor para la acción política de las clases medias. Él no estaba de acuerdo que en América Latina se ofreciesen estas condiciones. Tampoco estaba de acuerdo con la ―hipótesis de Hoselitz‖, la cual hablaba que el crecimiento económico y la estabilidad política de un país dependía del tamaño de su clase media. No era el papel central de las clases medias en el desarrollo lo que cuestionaba, sino la naturaleza de ese papel (Solari, 1976: 313). Para Medina el factor del desarrollo económico de las clases medias no dependía tanto del tamaño de la clase media, como de la naturaleza de su composición y el papel que representa de modo efectivo (Medina, 1976a: 111). 1042 Es decir, lo más importante no era su cantidad, sino su calidad como ―fórmula política‖ y como ―fuerza modernizadora‖: ―el hecho patente en América Latina del relativo estancamiento actual de algunos de sus países, que no sólo avanzaron con rapidez a finales del pasado siglo, sino que poseían una cantidad mayor de sectores medios, habría hecho caer en entredicho la vieja doctrina, si para ello no hubieran sobrado otros hechos históricos. Se ha dicho entonces que no bastaba tan sólo la cantidad, ya que era precisa la calidad‖. Medina trató, precisamente, de desmitificar la correlación funcionalista de desarrollo económico y cantidad de clases medias. En su opinión, visto lo anterior, América Latina había tenido históricamente clases medias, pero ello no había asegurado el desarrollo económico ni la estabilidad política interna. La explicación sociológica de este fenómeno nuevamente la hallaba en la ―porosidad estructural‖ de la sociedad latinoamericana que posibilitó ―la asimilación de las clases medias por el sistema tradicional‖ (Medina, 1963c: 15). Medina remataba que el desarrollo económico y las ―mayores posibilidades de democracia‖ dependían ―sobre todo de una vigencia, o sea de la creencia en la legitimidad de la élite, y ambas condiciones pueden operar de modo conjunto, pero también en forma independiente, cosa que no ha insistido en forma debida el propio Lipset‖ (Medina, 1976a: 171). A saber: que en América Latina el desarrollo era en última instancia una voluntad de la élite. A pesar de eso, confiaba en que las clases medias portasen los impulsos modernizadores que definieron a la burguesía europea. En efecto, Medina Echavarría aplicaba otra vez más la lectura de Weber centrada en el ascetismo y en la disposición 1041 A pesar de la crítica a Germani, el sociólogo italo-argentino reconoció a Medina como el inaugurador en la sociología latinoamericana del cuestionamiento al ―mito de la clase media en ascenso‖ (Germani, 1969: 45) 1042 Medina cita el libro del sociólogo norteamericano John J. Johnson, Political change in Latin America. The emerge of the middle sectors, 1958. A Hoselitz, ―Economic Growth in Latin America‖, en Contribution to the First International Conference of Economic History, Estocolmo, 1960. Respecto a los autores latinoamericanos cita a Gino Germani y Kalman Silvert, ―Politics, Social Structure and Military Intervention in Latin America‖, Archives Européenes de Sociologie, 1961, a Roger Vekemans, y a Jorge Ahumada, El desarrollo económico y los problemas del cambio social en América Latina. 689 económica general, haciéndola extensiva a la política. De esta manera, nuestro autor exigía a las clases medias, como tipo ideal, una nueva actitud: debían asumir el problema de época –el desarrollo- y sobre todo debían aceptar ―el inicial sacrificio‖ que conllevaba aquel proceso de modernización y cambio social en los países latinoamericanos. En particular, resumía: las clases medias ―necesitan un estímulo a fondo de sus impulsos vitales para afrontar todas las responsabilidades que sobre ellos recaen. Afán de superación, capacidad inventiva, aceptación del riesgo, goce de la empresa por la empresa misma y por lo que ella significa para el bienestar común‖ (Medina, 1963c: 128). A este respecto, el sociólogo español concretaba las tres grandes características o cualidades que, a su entender, debía de tener una clase media modernizadora eran una ―voluntad de creación económica‖, una ―voluntad de independencia frente al Estado‖ y, por último, una ―voluntad de transformación social‖. Medina entiende por ―voluntad de creación económica‖, una vez más, la disposición económica general de Max Weber, la cual debía quedar sustentada en un ―tipo de hombre‖ ideal que aquí reconoce en el empresario clásico de Schumpeter. 1043 Se trataría de una voluntad económica caracterizada por una actitud ascética, de ahorro, que permitiese las posteriores inversiones de capital; determinada por el aprovechamiento de las posibilidades de la innovación (de la ciencia y la técnica) para la actividad productiva; definida por la competencia como motor de la actividad económica actividad; y, por último, una voluntad que exaltaría al trabajo ―como valor ético primario‖. Respecto a la ―voluntad de independencia frente al Estado‖ reconocía la actitud anti-intervencionista que las clases medias burguesas europeas tuvieron: ―La propiedad constituía su punto de partida y su punto de llegada, y era al mismo tiempo la razón de ser de su fe tanto en la independencia como en la seguridad de un mañana ganado por sí mismo‖, decía nuestro autor. Por ―voluntad de transformación social‖ concluye que ésta voluntad ha de estar apoyada en un ideal educativo, que él reconoce en la tradición humanista: ―libertad e igualdad integran los componentes del ideal cultural más importante, el de la personalidad humana, que como antes se dijo se entraba desde ese instante en visibles veces con el proceso objetivo de racionalización, no menos característico de la misma cultura‖ (Medina, 1963c: 99- 101). De todos modos, recordaba que esta voluntad de cambio no era únicamente producto de las actitudes individuales, sino también resultado de determinadas políticas educativas y pedagógicas. Medina habló entonces de la posibilidad y de la necesidad de resguardar los intereses de las clases medias, que irían aumentando en número según avancen los supuestos logros del proceso industrial. Estas reflexiones aparecen, en mi opinión, a propósito del segundo aspecto que apuntábamos: el proyecto sociopolítico que representó la aspiración modernizadora de la CEPAL y el cual confirió un papel destacado a las clases medias como capas protectoras de los intereses generales de la sociedad. El que las clases medias sean portadoras de cambio era poco más que una afirmación ideológica, ligada a un vínculo entre ellas y la democracia política (Solari, 1976: 313). La integración política de las masas populares y de las masas rurales se 1043 En este aspecto observamos la combinación teórica de Weber y Schumpeter. Tal tesis considera al Max Weber que exaltó al trabajo como valor ético y al que añadió el elemento de la conducta ascética. No sólo es el Weber de la etica protestantes y de las sectas calvinistas, también es el Weber que estudió a las Samuaris japoneses. Luego estaría el empresario de Schumepeter como un ―nuevo conquistador económico‖ cuya fisonomía quedaba configurada por la ―la trinidad clásica‖ de la innovación, el riesgo y la competencia (Medina, 1963c: 100). 690 había convertido en fuente de tensiones. Según el pensamiento cepalino y según consideraría nuestro autor, la sociedad industrial moderna era vista como una sociedad nivelada por las clases medias. En Medina Echavarría hay un interés manifiesto respecto a la posibilidad de que las clases medias actuasen como fuerzas niveladoras de la estructura social y que gracias a su capacidad de ajuste en las nuevas condiciones sociales ayudasen a atenuar los conflictos entre clases. A ello se le añadía su obsesión, como vimos anteriormente, de que sobre esta clase social recayese ―un mínimo de ascetismo‖ como factor de ―ejemplaridad moral‖ sobre las demás clases sociales (Medina, 1963c: 100-101). Esta es la alternativa que Medina encontró ante las carencias ―espirituales‖ de la estructura social latinoamericana. Además son las clases sociales, según su punto de vista, fundamentales al mediar entre el individuo y el Estado, porque en esas clases se dan las instituciones de participación social del individuo; los ―grupos secundarios‖ o los ―cuerpos de enlace‖ que él identifica en la familia, el sindicato, las cooperativas, los partidos, la Iglesia, etc. En efecto, ―la debilidad de la integración nacional que supone la ausencia de grupos intermediarios eficaces entre el Estado y el individuo. Se exige como problema capital la ruptura de esos obstáculos, hacer posible una mayor productividad política, creando una mayor participación en la vida nacional de todos los ciudadanos, lo cual sólo se logra a través de una escala de cuerpos intermedios entre la abstracción del Estado y la concreta unidad familiar‖ (Medina, 1963d: 503). En resumen, toda esta identificación de las clases medias como los ―soportes sociales‖ del desarrollo latinoamericano –por vía de una renovación ascética a lo Weber como ejemplaridad para el resto de las clases sociales- significaba convertir las demandas de esta clase social en un claro proyecto político. Pues bien, Medina y el pensamiento cepalino aceptaron este reto de convertir a las clases medias en una nueva ―clase política‖. Pero ocurre, concluía nuestro autor, que las clases medias no se propusieron conseguir este objetivo. Las clases medias latinoamericanas no actuaron de igual manera que las clases medias europeas y norteamericanas en cuanto a su disposición económica general, en cuanto a sus actitudes psicológicas y en cuando a su voluntad política. O como sentenciaba nuestro autor: ―la contradicción inicial –entre ideología liberal en una estructura tradicional- y la formación tardía de la mentalidad efectiva de los sectores medios, basta ya para levantar la sospecha de que el carácter de su papel histórico no pudo ser el mismo del que cumplieron en otros países de Europa y en los Estados Unidos‖ (Medina, 1963c: 103). Ello se debió al prolongado peso de las clases dirigentes y de la estructura tradicional, que frustraron cualquier intento de cambio social protagonizado por estas nuevas clases medias emergentes. Y, por supuesto, no le faltaban razones en la línea de su tesis de la porosidad estructural: en qué condiciones emergieron estás clases, qué medios contaban, qué iniciativas, capacidades, partidos, qué posibilidades económicas tenían etc. O mejor dicho, la realidad de las clases medias confirmaba empíricamente, como otro elemento más, su tesis de ―la porosidad defensiva de la estructura tradicional‖, que ―amansó muchos ímpetus‖ y los grupos emergentes, como las clases medias, ―tendieron a la postre a la cómoda aceptación de las circunstancias‖ (Medina, 1963c: 127). La flexibilidad estructural era sumamente visible en las clases medias urbanas, las cuáles se adaptaron perfectamente a los nuevos patrones industriales y capitalistas, adoptando hábitos de consumo sin abandonar el viejo clientelismo. Medina nos lo advertía de la forma que sigue: ―podría sostenerse que el comportamiento de los 691 sectores medios ha tendido, por lo general, a adaptarse a las formas tradicionales existentes y a actuar más que por las vías de movilidad social, política y económica, típicas de los países modernos, por la formación de un sistema de ―dominación de clientelas‖ que no siempre ha sido adverso al progreso y que ha permitido formas más o menos limitadas de renovación y de capacidad creadora‖ (1963c: 111). En cualquier caso, sentenciaba, siguiendo a Nietzche, que la clase media latinoamericana fue una ―clase media domesticada‖. Fue una ―clase media sin auténtica y propia fisonomía. Y no pudo tener esa fisonomía por haber incurrido en tres tipos de resignación: resignación en la ambición política, resignación en la creación económica y resignación ante las frustraciones de la política social‖ (Medina, 1963c: 125). Más allá de la plausibilidad teórica de la propuesta, el sociólogo español atacaba claramente a los sectores medios latinoamericanos por no haber asumido su tarea política en el desarrollo y por no haber sido lo suficientemente capitalistas. Lo que finalmente ocurrió fue su ―renuncia a constituirse en clase política‖, al ingresar estas clases medias en un conjunto de alianzas que, por un lado, debilitaron su autonomía y, por el otro, aumentaron su dependencia hacia las clases dominantes. La consecuencia más visible de compartir las clases medias el poder político con los sectores tradicionales sería la disminución de su presión reformadora (Medina, 1963c: 112). 1044 Todo impulso de movilización y de participación política de las clases medias quedó frenado por el viejo sistema de clientelas. Este grupo social no encontró un camino político autónomo, no poseyeron la suficiente individualidad como para definir una política en términos propios, ni representaron sus intereses ni ideas de clase y terminaron por depender social y políticamente del sistema político vigente (Weffort, 1968: 103). No se dieron auténticas clases medias en sentido weberiano, porque nunca se precisó verdaderamente una voluntad de transformar la sociedad: ―Si la burguesía actual de los centros ya se alejó considerablemente de este tipo ideal, nuestras clases medias jamás estuvieron cerca de él. Por el contrario, y aunque hubo atisbos de esas actitudes en estas tierras, la mayor parte de los miembros de las clases medias procuraron adaptarse a las pautas económicas y políticas predominantes antes que transformarlas de manera radical‖ (Gurrieri, 1980: 107). Esta lectura la confirmó Medina a principios de 1970: ―Se destaca en definitiva su supuesta incapacidad para repetir el papel histórico que jugaron en su día en los países hoy más avanzados. Semejante ―incapacidad burguesa‖ se manifestaría, por una parte, en la inexistencia misma de un ―empresariado nacional‖ y, por otra, en el escaso interés mostrado por ese empresariado ante las exigencias de una reforma agraria‖ (Medina, 1970a: 202). Nuestro autor observaba que la confianza depositada en este grupo social durante la década de 1960 había caído en saco roto. La conclusión de Medina fue, por tanto, que la clase media latinoamericana no constituyó ideológicamente una auténtica clase media, según las notas fundamentales de Max Weber (conciencia nacional, racionalización de la vida social y ethos económico 1044 Medina cita un trabajo de A. Pizzorno (―Sviluppo economico e urbanizzazione‖, en Quaderni di Sociología, Vol. XI, 1962, pp. 21-51), que puede confirmarnos su viaje al mezzogiorno: ―A. Pizzorno ha sugerido hace poco algunas hipótesis con respecto a las relaciones entre la urbanización y el proceso de desarrollo, haciendo notar que probablemente el crecimiento acelerado de las grandes ciudades, acompañado del estancamiento de las ciudades medianas y pequeñas y en general del estancamiento rural, se relaciona con el hecho de que las clases medias urbanas tienden a compartir el poder político con los sectores tradicionales. Las consecuencias del fenómeno apuntando serían múltiples, entre otras que los grupos tradicionales encontrarían un lugar propio dentro de la nueva economía, haciendo disminuir la presión reformadora de las clases medias‖ (Medina, 1963c: 112). 692 racional), por lo que no podía identificarse como una clase estratégica para el desarrollo. No es ningún secreto, en este sentido, señalar que esta interpretación estuvo muy afectada por la historia política chilena y la ―incapacidad‖ que tuvieron esos sectores de llevar a cabo una reforma agraria plena. Lo que vino a enfatizar Medina con todo este trabajo de crítica sociológica, es que la cultura dominante en América Latina y su disposición psicológica general no fue la autonomía, la independencia, el riesgo o la innovación y sí, por el contrario, el miedo y el rechazo al cambio: ―Si en el ámbito de las relaciones de poder la aspiración ascensional de las clases medias, aferradas a un sistema de ―dominación de clientelas‖ terminó por adaptarse de una u otra manera a la resistencia todavía absorbente de la estructura tradicional, en el campo de las aspiraciones económicas –de la creación económica en estricto sentido- las clases medias acabaron también en forma paralela por dejar que los afanes de seguridad se impusieran a las ambiciones del riesgo y a la aceptación de la dura lucha por la competencia‖ (Medina, 1963c: 116). Había un miedo al cambio y al enfrentamiento con las representaciones del sistema tradicional, que difícilmente se cuestionaba. Miedo a la modernización, porque también para la clase media significaba perder sus privilegios. La clase media latinoamericana no cumplió su función –como sujeto histórico- de cumplir la función de crear una nueva organización social. No se adjudicaron o no quisieron tomar un papel histórico en aquellos ―años decisivos‖. No tuvieron el deber histórico que tanto manifestaba Medina Echavarría. 1045 Los movimientos de clase media, por consiguiente, no afectaron a una ruptura del equilibrio social y no buscaron un nuevo proyecto de sociedad. Fueron incapaces de asumir capacidades directivas tanto en el campo de poder como en el campo económico. La clase media latinoamericana, en vez de eliminar elementos tradicionales se adhirió a ellos cuando le interesaba, no tuvo una conciencia de justicia o igualdad social, de equilibrio o conciencia nacional, y siguió más sus intereses particulares y los beneficios que le reportaba vivir en esa situación bajo dominio social. Más que la transformación social buscaron el prestigio social, que les permitiese distinguirse de otras clases sociales inferiores, las posibilidades de acceso al consumo, de bienes, servicios, de educación, sanidad, cultura, etc. Más que transformación social, hubo cambios individuales en los hábitos y en las prácticas económicas. Asumieron criterios de diferenciación social y de prestigio social asociadas a la diversidad de estilos de vida. Ello se debía también a la heterogeneidad de las clases medias latinoamericanas, a la heterogeneidad de las sociedades y a la heterogeneidad de los mercados profesionales. En resumen, las clases medias latinoamericanas se dejaron guiar por patrones de seguridad, de orden, de empleos públicos y burocráticos, por un refinamiento del estilo de vida y, no por las actitudes y virtudes que Medina las exigía. De esta manera, su papel económico y político no fue del todo claro, y, por tanto, el pensamiento cepalino terminó por considerarlas como una alternativa más entre los diversos sectores sociales de la región (Solari, 1977: 40). Esto fue así porque las clases medias latinoamericanas se distinguieron, como dice Germani, por ―su ambivalencia e ineficacia políticas‖, lo que representaba ―un llamado de atención acerca de su posición estructural ambigua, 1045 Para sus reflexiones respecto a la necesidad de ―toma de conciencia‖ se apoya en el economista francés André Marchal, Systemes, et structures économiques, París, 1959.. Medina estaba preocupado en la forma de cómo introducir un elemento decisivo –el Estado- en las variaciones del la estructura social. Ya que se necesita una mudanza profunda, de cambio social. 693 por lo menos en determinados períodos durante la transición‖ (1969: 45). 1046 Medina, al igual que Germani, conoció ―de primera mano la experiencia fascista europea y la posibilidad, por lo tanto, de que las clases medias fueran sostenes fieles de regímenes que nada tienen que ver con la democracia‖ (Solari, 1976: 319). En efecto, la cita que sigue confirma la impresión de nuestro autor: ―Las clases medias han sido en principio constitucionalistas, es decir, partidarias del estado de derecho y del régimen civil, pero no pocas veces algunos de sus núcleos renegaron de sus principios ante los prometedores señuelos de una u otra forma de autoritarismo o dictadura‖ (Medina, 1963c: 115). Ambos sociólogos europeos sabían que lo mejor y lo peor podía darse en los sectores medios. Su renuncia política y su confusión ideológica dificultaban la promoción del desarrollo económico hacia estos sectores y hacia toda la sociedad en general. Medina, como Germani, ancló el fenómeno de las clases medias con la paralela eclosión del populismo en el contexto de desarrollo que vivía el continente latinoamericano. Nuestro autor no dudaba en observar ―las dificultades de reproducir en la década actual la vieja alianza progresista que unió al liberalismo urbano y al proletariado organizado‖ (Medina, 1970a: 202). Él consideraba que aquella alianza hubiera sido estratégica para la consolidación de un proyecto modernizador democrático y renovador, pero los intereses particulares de unos, y la ―pobre‖ concepción de legitimidad nacional de otros, impedían sus instintos de poder y de mando (Medina, 1976a: 132). En efecto, el sociólogo español ampliaba la crítica a la dificultad de las adhesiones a los proyectos colectivos. Esta ausencia de adhesiones de los diferentes grupos sociales, y en particular la de los sectores medios, motivará, en el caso de la CEPAL, de Medina, y de los teóricos de la modernización como Germani, la asunción del Estado como impulsador de estímulos y de cambio social. En verdad, los estudiosos de la estructura social contemporánea de América Latina, como Medina lo fue, sintieron frustración y decepción por la incapacidad de las clases medias para convertirse en elite de reemplazo. 3. La planificación para el desarrollo. Desde el pensamiento cepalino la planificación para el desarrollo no dejó de ser una alternativa más. Importantísima, eso sí. El plan no era el único plan, pero, por lo menos, se había de intentar que se convirtiera en un programa de desarrollo participativo, de acción y de transformación social. El Estado impulsaría el plan, la acción, pero, en definitiva, los que cambian o no el mundo, los que quieren o no una nueva sociedad son los individuos y sus acciones subjetivas y colectivas. Y a pesar de todo ese desencanto respecto a los sectores medios, Medina Echavarría encontró un elemento de optimismo en relación a la planificación. Pues reconocía que ―las clases medias fueron sin duda defensoras y promotoras de la intervención del estado en la educación, e incluso del establecimiento de un verdadero monopolio‖ (Medina, 1963c: 122). Por tal motivo, según su opinión, la ―renovación educativa‖ de los sectores medios sería un factor determinante para acabar con la vieja segmentación de clases y 1046 Podemos observar en la cita de arriba de Germani cómo éste recogía en sus interpretaciones sociológicas la idea de porosidad estructural de Medina Echavarría. Ambos sociólogos compartieron una misma idea común: la flexibilidad o porosidad como rasgo típico y estructurante de la estructura social y de toda clase social, definiéndola por su permeabilidad a todo cambio, nunca promoviéndolo y, siempre, adaptándose más a su propia supervivencia. Les interesaba sobremanera este fenómeno social porque la porosidad estructural actuaba como absorbente a toda propuesta o proyecto modernizador. 694 para favorecer el acceso y participación en la sociedad de la mayoría. En efecto, se interesó mucho por la planificación, por el sentido educativo de ésta, por los factores sociales de la educación, y también por el papel de sociólogo en la misma. Parece por ello razonable que Medina entendiera a la planificación como una oportunidad de acción para la nueva ―élite intelectual‖ que él identificaría con los planificadores (1976a: 71). Los intelectuales eran miembros de las clases medias a los que él otorgó un papel importante a la hora de formular políticas económicas, educativas y sociales de carácter nacional. Por decirlo con palabras de nuestro autor: ―si la planificación ha de ser de todos y para todos, de arriba a abajo y de abajo a arriba –es decir, democrática- y si la ―organización‖ debe ser humana, los más decididos soportes de esos valores democráticos no pueden ser otros –en méritos de su educación y de la tradición que les empapa- que los más claros representantes de las clases medias cultivadas‖ (Medina, 1963c: 132). Y aquí entiendo que Medina no podía olvidar su alma pluralista, reformista y liberal. Él no pedía un cambio radical o revolucionario de la sociedad, sino que estas notas apuntaban más hacia la modificación de la composición de la ―clase política‖ y de la ―clase dirigente‖ con alguna combinación entre los viejos y nuevos sectores medios que fuera lo suficientemente vigorosa para que se modifique a fondo la orientación política y social de un país (Medina, 1976a: 121-122). Sumándose entonces al pensamiento cepalino, reclamaba, por su parte, la conveniencia de una planificación social y democrática. Vistas las aportaciones de nuestro autor alrededor de la porosidad de la estructura social tradicional, la hipótesis de la hacienda y las clases medias, estamos en condiciones de pasar a los siguientes apartados en los que pondremos coto a la idea de planificación que guiaron los estudios de nuestro autor y la postura que tomó en los mismos. 4. La inclinación personal por la democracia. Si en la obra desarrollista de José Medina Echavarría hay un hueco para las preocupaciones sobre el marco institucional de la acción económica (la propiedad de la tierra, la división del trabajo, el sistema de ocupaciones, las formas de cambio, las condiciones sociales), la conducta económica, o la disposición económica general, con el tiempo en sus escritos tendrá un lugar mucho más importante y visible el aspecto político y democrático del desarrollo. Ésta es, en mi opinión, su segunda innovación teórica elaborada en sus años chilenos.1047 Durante este período de su biografía intelectual Medina Echavarría empezó a reflexionar de forma crítica y abierta, como nunca antes había hecho, sobre los límites, equívocos y posibilidades de la democracia en América Latina. Ello representa también un rasgo diferenciador que le distinguirá del resto de los sociólogos del exilio español. Si bien esta preocupación no le distanciaron de sus temas europeos. Medina se tomó muy en serio tanto la realidad latinoamericana como su trabajo teórico y sociológico a la hora de explicar que la exclusión económica era resultado de una exclusión social y política. Según pudo observar, las distintas ideologías 1047 Al final esta innovación teórica fue la más reconocida, por su originalidad y sentido, por algunos de sus compañeros de la CEPAL, como así reflejan las palabras de Marshall Wolfe: ―Su modo de confrontar las aspiraciones de desarrollo con las realidades históricas y simultáneamente con los valores permanentes de la libertad y de la democracia, significaron un correctivo muy necesario frente a las diversas tentaciones de originalidad superficial, conformismo y dogmatismo‖ (1979: 194). 695 desarrollistas surgidas después de la Segunda Guerra Mundial (tradicionalismo, populismo, nacionalismo y opción revolucionaria) no consiguieron unir voluntades ni comprometer a las poblaciones en programas de transformación social de una forma unitaria y sin exclusión. La única manera que entiende Medina de integrar a toda la sociedad será la opción democrática. En este punto, creemos necesario repasar el significado personal que el sociólogo español concedió a la idea de democracia. Esta tarea nos ayudará a comprender su óptica liberal y también nos permite mucho mejor observar su aclimatación al medio cultural latinoamericano. Cabría comenzar señalando que para Medina Echavarría ―la democracia es, ante todo, una creencia, una ilusión si se quiere, un principio de legitimidad. Sin esa creencia nada hubieran hecho los pueblos pobres por conseguirla, pero es también una ―vigencia‖ que algún día puede evaporarse en la plenitud -real o potencial- de la riqueza‖ (Medina, 1976a: 171). El que la democracia sea una creencia, ilusión y vigencia significa que la democracia debe hacerse día a día. No es algo dado sin más, sino es una cuestión de responsabilidad. La perspectiva que nos sugiere señala a la democracia como una cuestión de ―participación social efectiva‖, en grado mayor o menor. ―Sociológicamente hablando, la democracia no es otra cosa que un hecho de participación. Y este hecho no queda reducido al momento de una elección, al de la emisión de un voto, o al cumplimiento temporal de otras actividades estrictamente políticas, sino que la auténtica participación democrática del ciudadano se extiende a través de todo el cuerpo social por la variada diversidad de sus grupos activos‖ (Medina, 1976a: 196). 1048 Es decir, para él la democracia, fundamentalmente, era ―una forma de vida social‖ (Graciarena, 1988: 84). Más que un régimen político, la democracia, como creencia e ilusión, era una práctica social, y también un asunto de responsabilidad individual y de cultura política. Frente a un pasado y un presente agitado por los extremos, Medina consideraba que la estabilidad –como legitimidad- democrática en América Latina necesitaba de un mínimo de representación, de la existencia y mantenimiento de las garantías individuales como el elemento de libertad, y, sobre todo, requería un constante hacerse. La democracia no es un fenómeno estático, sino un proceso de cambio y renovación. Nuestro autor, con ello, apuntaba hacia la incapacidad histórica que ha tenido la democracia en América Latina de convertirse en una forma de vida. 1049 Es indispensable insistir en este hecho. Como vemos, él no quería ―una democracia totalitaria‖, que reduzca la participación del ciudadano al plebiscito. Él prefería una democracia militante o democracia social: ―una tensión latente entre el mantenimiento de una ―democracia social‖ y el sostén de una ―democracia militante‖ 1048 Cita que reitera en otros trabajos: ―la democracia, de ser algo, es un hecho de participación‖ (Medina, 1962c: 51). Conviene tener en cuenta que si a Medina le interesó tanto la participación del individuo en la política se debió, en mi opinión, a su condición de exiliado. Lo que más deseaba era participar políticamente, ejercer su ciudadanía. El exilio para él significó, entre otras muchas cosas, una renuncia total a la participación política sobre su sociedad. Y ahora en Chile y en las Naciones Unidas se veía privado de esas ―tareas particulares y cotidianas‖ que daban sentido al ejercicio de la ciudadanía (Faletto, 2001: 102). Medina, como sabemos, le puso nombre a su situación biográfica: ―la existencia vicaria‖. 1049 Esta idea, por ejemplo, está presente en el siguiente artículo de Jorge Volpi: ―Son democracias incapaces de convertirse en formas de vida‖ Una idea tomada de una entrevista al escritor mexicano Jorge Volpi, ABC, 17-noviembre- 2009, p. 66, cuando hablaba del estado actual de las democracias en América Latina. Esta es la clave: ―La construcción legal de los sistemas es democrática, pero su puesta en práctica posee una enorme cantidad de vicios‖. Recordemos que esta idea es esencial en todo el estudio de la hacienda y de la porosidad estructural de nuestro autor. 696 (Medina, 1965b: 22). La historia latinoamericana había demostrado que la democracia no fue una práctica, sino una mera formalidad. O como resume Aníbal Quijano, ―la modernidad en América Latina aprendió a vivir como conciencia intelectual, pero no como experiencia social cotidiana‖ (1988: 104). Por tal motivo, para Medina Echavarría la participación democrática, como democracia social y militante, encerraba varios sentido a la vez: como acceso a las decisiones que afectan al entorno inmediato en el que se desenvuelven los sujetos y sus proyectos de vida; como visibilidad progresiva de demandas y necesidades de los sujetos en el debate público y frente al sistema político; como reconocimiento de la dignidad de cada cual, por parte de los demás; y como identificación con movimientos colectivos que pueden definirse por espacios (comunitario, local o regional) o por tipo de reivindicaciones (culturales, necesidades básicas, etc). De esta manera, la democracia como participación social era una forma de empoderar al individuo y de dotarle de capacidad de decisión. Según su punto de vista, los ciudadanos han de decidir cómo quieren que funcionen sus instituciones, quienes administran sus ciudades, regiones o países. Buscaba José Medina una ―sociedad de ciudadanos‖, de hombres libres, protagonistas de su destino individual y colectivo, resultado de una ordenación de la vida social que tenga como principio rector el respeto a la dignidad de la persona, en igualdad y sin discriminación alguna. 1050 La democracia es el sistema social que sostiene que el individuo, sólo por su calidad de persona humana, y sin consideración a sus cualidades, rango, status, clase social o patrimonio, debe participar en los asuntos de su sociedad y ejercer en ellos la dirección y responsabilidad que proporcionalmente le corresponde. La democracia, en teoría, no toma en consideración ninguna característica individual. Además participar de la democracia significaba establecer el consenso como el arma de diálogo fundamental para llegar a acuerdos, defendiendo, en ese sentido, la primacía de la sociedad civil sobre el Estado. Porque defendiendo los derechos individuales de la persona se está protegiendo a la vez la sociedad democrática que tanto costaba definir. La perspectiva de la ―democracia como hecho de participación‖ ilumina, sin duda, una meta-imagen de la democratización exhaustiva necesaria, según él, para las sociedades latinoamericanas (Medina, 1965a: 256). 1051 En su propuesta, como vemos, hay un privilegio de la participación directa, multidireccional, no jerarquizada y permanente (Hopenhayn, 1993: 224). Su propósito era proyectar a la democracia como metarrelato en el espacio y en el tiempo, dotando a la vez a la sociedad de un cuerpo cultural y político más denso. La democracia era su horizonte de sentido. Por tal motivo, su visión de la planificación democrática descansara en extender el valor de los principios democráticos en el cuerpo social, forzando y reforzando su reconocimiento social como marco de legitimidad ante los cambios y urgencias que acarreaban la 1050 La democracia, nos dice Medina, es ―una pretensión de todo hombre frente a sí mismo y cuyo cumplimiento es lo que le permite cabalmente su participación en esa democracia; y esa pretensión podemos verla desde estos tres puntos de vista: conciencia de responsabilidad, amor por las grandes figuras humanas, y capacidad de educarse uno a sí mismo‖ (Medina, 1976a: 191). Ahí es muy importante la figura de Karl Jaspers y su filosofía de la existencia, de la libertad y de la posibilidad del ser humano. Por eso Medina cree una sociedad de individuos y concede toda la importancia a la sociedad civil. 1051 Aquí encontramos el juego entre individuo y sociedad, entre dimensión política y dimensión filosófica: ―Se sostiene, en consecuencia, que la democracia como hecho de participación se realiza con mayor vigor al nivel de los grupos en los que cada individuo interviene a su vez y decide. De esa manera el individuo conserva su libertad de acción lo mismo en los grupos a que pertenece como frente a la totalidad del Estado‖ (Medina, 1965a: 256). 697 planificación económica estatal. Pero, sobre todo, la democracia debía ser la base de consenso y también, por supuesto, de salvación de los destinos individuales. El modo de pensar que se desprende de los escritos de Medina de esta época es una muestra ejemplar, por una parte, de los logros materiales que debía alcanzar el desarrollo para enraizar la democracia, pero también marca la pauta, por otra parte, de lo importante que era para él la visión idealista. Él no rechazó la visión materialista de la democracia, si bien concedió mucha más atención y relevancia al valor de las creencias y de las vigencias intangibles del sistema político, de la autoridad legítimamente constituida, del valor de las reglas de juego, etc. 1052 Nuestro autor insistió, más que nada, en los soportes institucionales, ideales y sociales de la democracia (Weffort, 1988: 138). 1053 El problema es que la prosperidad y el susodicho progreso son plantas muy frágiles, trabajosamente cultivadas, crecidas en un ambiente siempre vulnerable ante el tradicionalismo, el clientelismo, la intolerancia, el fanatismo, o sencillamente, la terquedad. Y más aún, José Medina quería que el público –el político, el ciudadano, el científico social o sus compañeros cepalino- no se olvidase de que un país democrático y moderno no es un regalo de la providencia. Por el contrario, es algo que no existe y no puede existir como no se pugne, se labore y se participe enérgicamente para consolidarlo y realizarlo. Por todos estos motivos, el énfasis que nuestro autor otorgó a la dimensión filosófica y política del desarrollo, desde una perspectiva social y cultural, pretendió servir como antídoto contra el apremio tecnocratizante de su época (y de su propio trabajo). En este sentido, José Medina quiso contribuir desde su posición en el campo del desarrollo teórico con un desarrollo menos arrollador, más humanista, pero también más comprometido. Ello explicaría, sin duda alguna, su voluntad por insertar el tema de la democracia en la problemática del desarrollo económico como una respuesta personal a una reclamación histórica, porque, según sus palabras, ―el mantenimiento de la estabilidad política en América Latina es de una importancia capital‖ dado el ―estado deficiente de la democracia‖ (Medina, 1976a: 174). Para nuestro autor la inestabilidad de aquella región, como venimos viendo, no se debía tanto al crecimiento económico como a la auténtica voluntad de cambio social y político. El triunfo de la democracia en 1052 De la siguiente manera nos lo recuerda Enzo Faletto: ―El fundamento de la democracia no es otro que el de su ―legitimidad‖…Sus conclusiones son que la estabilidad del sistema democrático y la legitimidad del mismo dependen del valor otorgado al sistema político, a la autoridad legítimamente constituida; del valor otorgado a las ―reglas del juego‖; del valor que se atribuye al diálogo entre iguales y del valor del significado humano del compromiso razonable‖ (1980: 7). 1053 Medina mantuvo intactos sus ideales republicanos como ―conciencia de la derrota‖ (Ortega, 2007: 21). La experiencia reformista de la Segunda República española le hacía constatar que no era contradictoria la planificación estatal con las políticas liberales. Fue un reformista liberal, sin duda. Pero también, como decimos, un republicano escarmentado que llevó a cuestas el trágico sufrimiento de lo vivido. En una carta de 1966 escrita a Francisco Giner de los Ríos sobre la edición de su Filosofía, educación y desarrollo, le reconocía que la postura política del exiliado era justamente difundir esa ―experiencia de lo vivido‖: ―Me alegra que su decisión se incline a la versión amplificada. Le confieso que mi único interés publicitario no es otro que el de dejar huella constatable de nuestra labor de exilados. Y que, por consiguiente buena o mala, me inclino por eso a la solución del mayor volumen posible…De acuerdo con mi teoría anterior, desearía que el aumento de estos fragmentos dejasen prueba documental de toda su larga experiencia humana y política de estos últimos años‖. En esa carta además le prometía su esfuerzo por terminar su inacabado manual teórico de sociología La sociología como ciencia social concreta: ―En cuanto pueda me voy a poner a terminar enérgicamente el libro Sociología Hoy para Orfila‖. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, 8 de noviembre de 1966, Santiago de Chile. Documento 17. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 698 América Latina pasaba por su consistencia material y económica, pero más importante que la eficacia y los logros materiales, estaba el apoyo, la legitimidad y los soportes sociales que participan en la vida social. Porque democracia es vigencia, participación. 1054 En América Latina ha habido muchas revueltas, cuartelazos, montoneras, pero nunca han supuesto una transformación real de la estructura social, política y cultural. Eran cambios para no cambiar. Por eso la planificación social, bajo ese tiempo de toma de conciencia, era la verdadera oportunidad de poder cambiar de una vez aquella realidad social. El crecimiento de esa preocupación no quita, con todo, para que él siguiera tratando los aspectos culturales e históricos que subyacen al desarrollo capitalista en América Latina. Desde luego esta inclinación democrática relegó a un segundo plano la construcción sistemática de la sociológica, aunque de cuando en cuando reflexione sobre ella y sobre asuntos teóricos particulares (como la neutralidad valorativa, el papel del sociólogo en las tareas del desarrollo y la planificación, los tipos ideales de racionalidad). Es evidente también que esta actitud intelectual hacia la democracia estuvo ligada a su propia biografía y a su trayectoria profesional. El tema de la democracia se hizo más visible en su obra según el devenir los acontecimientos históricos latinoamericanos y chilenos, pero también según iba creciendo la imposibilidad de regresar a España y según sintió el respaldo institucional de la CEPAL. Tenemos que pensar que José Medina tuvo que ir haciéndose, otra vez más, a la idea de no volver a su país y, luego, como sociólogo e intelectual tuvo que ir conociendo de a poco la realidad social chilena. Como sabemos, necesitó de tiempo para adaptarse tanto a esa nueva realidad personal como a su nueva realidad profesional. En el momento que convergió la serenidad personal con el apoyo o reconocimiento institucional creo que Medina se sintió competente y seguro para escribir sobre la democracia desde una perspectiva sociológica. A ello debemos añadir, como venimos insistiendo en este trabajo, el cambio epistemológico en las ciencias sociales latinoamericanas respecto al papel del sociólogo. Estamos en un momento histórico de un claro compromiso militante, y en el que durante este proceso el científico social ―no podrá ser un mero observador sino que deberá convertirse en testigo atento y sensible al curso de los acontecimientos‖, incluso con la tentación de convertirse ―directamente en un militante que emplea la ciencia como un recurso ideológico y político‖ (Graciarena, 1978: 55). De modo que al sociólogo se le exigía actuar y opinar sobre la realidad social. Nuestro autor, desde luego, fue abandonando de a poco su ―condena‖ al silencio (político) para enfrentarse de forma decidida a las controversias de aquellos años, pero, siempre, como así era él, manteniendo una justa distancia y erigiéndose en un ―combatiente‖ reservado pero implacable a favor de la democracia. José Medina asumió entonces la responsabilidad intelectual de quién escribe desde la tradición democrático-reformista que representaba el pensamiento cepalino. El modelo de sociedad consecuente de este paradigma se oponía a los modelos de sociedad de aquellas ideologías que estaban eclosionando con fuerza en el escenario político 1054 Para Medina Echavarría la viabilidad de la fórmula democrática en América Latina dependíta tanto de su legitimidad como de su eficacia: ―La fórmula democrática puede perecer consumida por el estrago de la ineficacia. Pero también puede morir por una anemia galopante en la savia mantenedora de su legitimidad. Ahora bien conviene en este punto no engañarse ante ambas amenazas: la segunda es mucho más grave e implacable que la primera‖ (1976a: 199). 699 latinoamericano como eran el nacionalismo, el populismo y el tradicionalismo o conservadurismo ―modernizante‖. Frente a estas ―soluciones‖ políticas para el desarrollo -que nuestro autor describió como ―empapadas por elementos irracionales‖ y que ―reflejan la situación crítica de las formas de dominación de clientelas y el estado de ―masificación‖-, emergía este paradigma racionalizador y democrático (Medina, 1963c: 16-17). Por tal motivo, nuestro autor reformuló argumentaciones y planteamientos de este pensamiento cepalino, como por ejemplo, enfocar las relaciones sociales desde un Estado interventor y policlasista, el cual se postulaba como capacitado para poder conciliar los intereses de los distintos grupos y clases sociales, aunque poniendo especial atención, como vimos, en el elemento motor de las clases medias. 1055 Por supuesto, José Medina se mantuvo mucho tiempo ocupado en reflexionar sobre las posibilidades de una u otra fórmula política en América Latina. ―¿Existe una sola fórmula de desarrollo?‖, se preguntaba nuestro autor (Medina, 1976a: 142). Podemos adelantar que nuestro autor mantuvo un firme compromiso con la ―fórmula occidental‖ a pesar de la fuerte oposición en el campo intelectual y sociológico chileno (y latinoamericano) a esta postura. Para él ―las fórmulas totalitarias –soviéticas y de otros tipos- serán quiasmas eficaces en muchos casos, pero el hombre heredero de la mejor tradición europea preferirá siempre la posibilidad del diálogo, o si se quiere, el valor quizá intangible de la legitimidad sobre el pragmatismo de la eficacia‖ (Medina, 1976a: 160). Dicho esto, según su juicio, la fórmula occidental, de democracia pluralista y economía mixta, era la opción más plausible –y también la menos trágica- para poder seguir y aplicar en América Latina (Medina, 1965a: 223). La planificación democrática no era el único y verdadero soporte de la planificación, pero sí el más indicado para aquellas condiciones. Toda rehabilitación histórica era imposible, según sospechaba nuestro autor. Por ello no dudo en avenirse a esta fórmula que combinase Estado, parlamentarismo y capitalismo, acorde a la corriente reformista-democrática que era la propia de la planificación democrática. Sin restringirse en exclusiva a la herencia de Weber o de Mannheim, nuestro autor encontró en la sociología contemporánea otros autores que le fueron decisivos a la hora de entender la planificación democrática como auténtico cambio social. 1056 En este sentido, el cambio y el conflicto social, la crisis como ethos sociológico, no es que fuera 1055 La evolución teórica de Medina Echavarría en este aspecto la resumió acertadamente Prebisch: ―Acaso en un principio él creyó en la posibilidad de orientar el desarrollo de acuerdo a los criterios de lo que denominaba el ―paradigma weberiano‖. No tardó en convencerse de que no podía ser así frente a la compleja realidad latinoamericana; había que buscar una nueva interpretación del proceso de desarrollo, tomando de las teorías clásica y marxista lo que fuera utilizable, pero realizando un esfuerzo auténtico de interpretación de aquella realidad, que no pudo ser conocida por quienes elaboraron las teorías tradicionales o las nuevas teorías, como la keynesiana, formuladas en los grandes centros industriales. Naturalmente, al darse cuenta que las teorías económicas tradicionales no aportaban todos los elementos para la interpretación de la realidad, ni mucho menos para la acción, don José Medina se fue inclinando cada vez más hacia la planificación‖ (1982: 16). 1056 Porque para él el problema del desarrollo económico en América Latina fue ante todo un problema de cambio social: ―si hay problema que por naturaleza pertenece al gran tema de la mudanza social no es otro que el del denominado desarrollo económico y a él tienen que referirse velis nolis tanto los economistas como los sociólogos y los historiadores‖ (Medina, 1976a: 121). En este aspecto, ―las estructuras sociales, quiérase o no, siempre están sujetas a un proceso de cambio originado por la incesante mutabilidad de las condiciones históricas y que imponen la mudanza, sea de las condiciones objetivas o de las actitudes de los hombres frente a la realidad en que viven‖ (Medina, 1963d: 500). Por supuesto, la meta de Medina Echavarría es la institucionalización del cambio social. Sociológicamente esto significará, visto su punto de vista, la mudanza de una estructura social al alterarse uno varios de sus elementos constitutivos (tradiciones, leyes, escala de valores. 700 un factor positivo, sino que también era sumamente necesario para compatibilizar desarrollo económico y el desarrollo democrático. Para Medina era posible, en la línea mantenida por autores como Coser o Dahrendorf, una regulación e institucionalización del conflicto como un hecho clave para la libertad en una democracia liberal. 1057 La idea pasaba por la institucionalización del conflicto social en la labor transformadora del Estado que, en el caso latinoamericano, actuaría como factor de modernización y como fuerza de transición de una sociedad tradicional, oligárquica y rural, a una sociedad industrial y libre. La planeación democrática, especialmente para el sociólogo español, era, sin dudarlo, el mejor escenario institucional que posibilitaba la alteración de la sociedad. Ésta fue su opción individual. Por tal motivo, le interesaba ver si el sistema democrático tradicional era compatible con las exigencias del desarrollo económico y las peculiaridades históricas y estructurales de la sociedad latinoamericana. 5. Un pensamiento vertebrado por la realidad concreta. Creo que esa relación entre democracia y desarrollo constituye el nervio de su trabajo de estos importantes años de su trayectoria biográfica. Frente a la eficacia soviética, él prefirió la legitimidad democrática e ilustrada, europea, sin descartar también la intervención del Estado en los asuntos económicos. 1058 Al igual que en esta ―preocupación latinoamericana‖ por la democracia podemos distinguir, en mi opinión, importantes notas que le dejó el contexto social y político chileno en su obra sociológica. Hay en él, por supuesto, una ―preocupación chilena‖, al ser muy consciente de los riesgos que estaba corriendo aquel país latinoamericano al convertirse en laboratorio político y sociológico de la América Latina más populista. Sólo entonces, al calor de la evolución histórica y de los acontecimientos, nuestro autor se dedicará a señalar las consecuencias sociales y humanas de aquella experimentación política. El mensaje de la democracia se hará más presente y fuerte en su obra. 1057 Los primeros trabajos en los que se presentó el cambio social como categoría funcionalista fueron los propuestos por Coser (1956, 1961) y Dahrendorf (1969). ―La gran energía creadora, que impulsa la revolución en el modelo que aquí trato de describir, y que está también presente en todas partes, es el conflicto social. La idea puede ser desagradable y perturbadora: que hay conflicto siempre que encontremos vida social; sin embargo, no por ello es menos necesaria para nuestra comprensión de los problemas sociales‖ (Dahrendorf, 1966: 105), En todo caso, podemos decir que Medina Echavarría compartía con Dahrendorf la ―cuadratura del círculo‖: la obtención de la prosperidad, la democracia y la ciudadanía para todos los miembros de una sociedad (Dahrendorf, 2000). 1058 Medina observaba, siguiendo a Max Weber, que el escollo de toda economía soviética estribaba en las dificultades de su ―calculabilidad‖. A diferencia del liberalismo económico -como ―racionalidad formal del proceso económico‖-, el modelo soviético primaba antes los intereses ideológicos y políticos que los intereses racionales y pragmáticos (Medina, 1976a: 155). Junto a este motivo científico, cabe sospechar que otros de los motivos que llevaron a Medina Echavarría a no pronunciarse por el marxismo fue su experiencia vital. Las prácticas políticas llevadas a cabo por la teoría y por los dirigentes marxistas- revolucionarios creo que no convencieron a nuestro autor. Medina fue consciente de que antes de que toda teoría deba contrastarse en la práctica, ha de haber un mínimo de sentido común y de responsabilidad por parte de los intelectuales. Es decir, debe haber un mínimo de racionalidad o de ―calculabilidad‖ también. Para él resultaba más serio entender que la sociedad fuera vista como un mero laboratorio en el que se pueden probar a gusto la práctica política. Siempre ha sido muy atractivo y sugerente para los teóricos sociales el poder orientar sus teorías hacia la acción práctica, si bien hay que remitirse hasta que suceda eso que entran en juego dos tipos de racionalidades diferentes: la racionalidad científica y la racionalidad política. Además conviene subrayar, sin embargo, que Medina, conocedor del marxismo y de su teoría sociológica, consideraba personalmente que el marxismo en su aplicación política se caracterizaba por ser antidemocrática. 701 En este punto el paralelismo entre biografía, historia y sociedad es bien visible: cuando Chile se estaba convirtiendo en el laboratorio político de América Latina, José Medina se quejaba de los excesos que podría provocar aquellas pruebas políticas y sociales, porque para él eran ―experimentos‖ sobre seres humanos que sufren, padecen, tienen poder y pueden usar la violencia para resolver los conflictos y las tensiones sociales. Él se manifestaba desde la experiencia de lo vivido. Estuvo conectado a su tiempo y reaccionó a él, en ocasiones con gran energía. Por ejemplo, de las pocas veces que encontramos a José Medina Echavarría escribiendo en una revista de carácter nacional –como intelectual público- fue justamente en Chile, cuando publicó en Mensaje, revista fundada por el padre Alberto Hurtado en 1951, un artículo en 1963. Esta revista, orientada hacia el pensamiento cristiano, fue una plataforma de debate plural y abierto sobre la realidad social chilena en la que participaron destacados pensadores e intelectuales. 1059 Se abría entonces ante la vida del sociólogo y del científico social un nuevo horizonte político en Chile. Ya se notaba en aquel entonces un período de cambios históricos para aquel país. Pensemos, en este caso, que el término revolución comenzaba a ser de uso común (Magnet, 1963). Se hablaba de las distintas reformas sociales -reforma agraria, reforma del régimen político, fiscal, administrativo, económico, educativo- como reformas revolucionarias para toda América Latina y muy sentidas, en especial, en la sociedad chilena: ―Este proceso, que algunos estiman como revolucionario –siempre que por revolución se entienda una alteración a fondo de las formas de vida vigentes- plantea el problema de saber cuál es el tipo de sociedad que se ofrece en el presente horizonte histórico y que vale como el modelo que pretendemos alcanzar en virtud de las alteraciones que voluntariamente produzcamos en las estructuras latinoamericanas. Se plantea entonces el problema de saber cuál es la característica esencial o típica de las sociedades modernas más avanzadas‖, decía nuestro autor (Medina, 1963d: 500). Es decir, aparece insinuado por nuestro autor un punto clave de sus argumentaciones: la incidencia de la decisión política sobre los modelos de la sociedad futura. ¿Qué sociedad se quiere? ¿Entre qué opciones elegir? Observamos que para Medina la opción elegida es la de la sociedad democrática-industrial, rasgo típico de esas ―sociedades más avanzadas‖ a las que alude. Es a partir de esa meta, de ese fin social como aspiración general, en donde reconoce que la revolución auténtica en América Latina era la revolución industrial, promovida por la urgencia del desarrollo económico y que estaba significando ―un proceso dilatado en que se transforman al mismo tiempo las bases todas de la existencia, las ideas y los sistemas de producción, los horizontes vitales y la movilidad social, el rango de las ocupaciones y las estructuras de poder‖ (Medina, 1976a: 46). En este sentido, para nuestro autor, muy acorde con el pensamiento cepalino, entendía la revolución industrial como una transformación social total. En esa línea de razonamiento, la revolución implicaba el cambio del sistema de dominación y, por tanto, la creación de nuevas formas de vida y nuevas fuentes de identificación y lealtad (Medina, 1963c: 182). Para él la opción auténticamente ―revolucionaria‖ era esa solución democrática –―la fórmula occidental‖- capaz de resolver las tensiones propias de todo proceso industrial y modernizador que en Chile fue especialmente hostil. 1059 En el número en el que participó nuestro autor escribieron también, por ejemplo, autores como Edgardo Boeninger, que formaría parte del gobierno de Eduardo Frei, o Jacques Chonchol, quien fue ministro de agricultura con Salvador Allende. 702 El elemento que distingue a Medina, en ese momento, es el hecho de haber conocido y presenciado momentos parecidos a aquellos en la España de la Segunda República. El conocimiento adquirido le hizo distinguir sobre aquello que el historiador Fernando del Rey reflexionaba hace poco: el enfrentamiento que de verdad imprimió un ―sesgo característico‖ al siglo XX fue el que se dio entre demócratas y antidemócratas. 1060 Miremos si no lo que escribe Medina: ―sólo existen dos formas que permiten en nuestros días aproximarse al equilibrio entre racionalidad política y económica: la democracia pluralista o el estado totalitario‖ (Medina, 1961: 37). De modo que entendemos mucho mejor la predilección renovada de nuestro autor por defender la democracia pluralista en un período concreto en el que la pugna se ceñía al esquema derechas-izquierdas, progreso-reacción, fascismo-antifascismo, en vez de a la consideración integradora de la democracia. Resulta que esta postura terminó siendo minoritaria. La democracia occidental fue descalificada durante los años sesenta y los setenta en Chile como una democracia burguesa sin ningún valor, como lo hacía la izquierda. Mientras que el compromiso de la derecha estaba antes en implantar la economía de mercado que en preocuparse del sistema de representación política. José Medina en este período de fuerte confrontaciones ideológicas, incluso brutales durante el Gobierno de Allende y después durante el Gobierno militar, se mantuvo en todo momento firme en su compromiso por la democracia, razonándolo como el modelo más adecuado de mejora social y económica y de mayor estabilidad política. Nuestro autor en este período tan importante y cambiante de la historia chilena, bajo ese clima de una lucha ideológica total, que conducía a aquel país hacia direcciones totalmente opuestas, se posicionó en el camino del Estado democrático y reformista. Era una postura absolutamente coherente con su pasado. Él era experiencia viva de la historia española. Él era un derrotado de una historia bastante parecida y que parecía repetirse en aquel país latinoamericano. 6. La invalidación histórica del paradigma weberiano: el capitalismo reformado. Visto lo anterior, José Medina Echavarría aceptó el reto planificador de su tiempo dándole una respuesta teórica y personal absolutamente positiva y esperanzadora. ―El desarrollo postula en todo caso la exigencia de una programación, de una clara ordenación, en una palabra, de fines y medios, de metas e instrumentos‖, afirmaba (Medina, 1976a: 141). Sus investigaciones empíricas de las clases sociales, de los procesos de modernización, de industrialización y de urbanización de la realidad social latinoamericana habían corroborado su tesis de la porosidad estructural y de la persistencia cultural de la sociedad tradicional, lo que había dificultado la afinidad entre la racionalidad económica capitalista y la racionalidad política liberal. Ello no significaba que en América Latina no haya habido ni industrialización ni que las ciudades latinoamericanas cumplieran su papel en cuanto a ―focos de irradiación de la modernidad‖, sino que ese esfuerzo generalizado de modernización – ―no ha sido ―suficiente‖‖ (Medina, 1963c: 12). Para Medina Echavarría fue evidente que la tesis de Max Weber sobre el origen de la economía liberal no se podía aplicar en América Latina al quedar invalidada por las propias circunstancias históricas y sociales (Medina, 1967: 277-279). A este hecho 1060 ―Soflamas a diestra y siniestra‖, Javier Rodríguez Marcos, El País, 14 de abril de 2011. Entrevista realizada a Fernando del Rey con motivo de la publicación del libro colectivo Palabras como puños, Tecnos, Madrid, 2001. 703 lo denominó como ―la invalidación histórica del paradigma weberiano‖ (Medina, 1961: 29). Max Weber atribuyó a la economía capitalista las siguientes características generales: la plena competencia entre entidades autónomas, que pueden calcular con rigurosidad los costos y beneficios de sus acciones; la existencia de la apropiación total de los medios materiales de producción por empresas y relaciones laborales reguladas mediante contratos libres; y un Estado con un sistema legislativo y una administración pública racional, cuya actuación se circunscribe al sistema monetario. Pero según el sociólogo español, el tipo ideal del ―modelo weberiano‖ había perdido toda su ―relevancia histórica‖ a medida que los procesos en los órdenes liberal- capitalista existentes fueron alterando aquellas condiciones, debido, principalmente, a la ampliación de las responsabilidades del Estado en un contexto de capitalismo reformado (Solari, 1976: 95). En el caso de América Latina, se debía, principalmente, a la ausencia de nuevas clases emergentes capaces de dirigir la transformación estructural de la sociedad y a la vigencia de un capitalismo reformado, el cual conllevaba la intervención del Estado en los asuntos económicos con tal de aminorar los efectos cíclicos del proceso económico. Un Estado que se convertía en agente para la redistribución limitada de los beneficios de este proceso y desde él, además, se construirá este nuevo modelo teórico: ―En el tipo ideal de desarrollo asignado por la coyuntura histórica a los países latinoamericanos, es imposible omitir en consecuencia el papel decisivo de la acción del estado y de los procesos políticos que lo constituyen…Por consiguiente, destacar el papel del estado en las tareas del desarrollo económico en América Latina no es preferencia temperamental alguna, ni disquisición académica, ni fugaz manifestación del contagio ideológico‖ (Medina, 1961: 36). Era cuestión de necesidad y de responsabilidad. Él no tuvo problemas entonces en reconocer el papel transformador del Estado y la necesidad de un cambio social planificado y dirigido: ―Hoy se impone por todas partes –y muy especialmente en los países poco desarrollados- la necesidad de un esfuerzo por encauzar ese proceso de manera que una planificación inteligente y previsora pueda aminorar en lo posible todos sus aspectos negativos‖ (Medina, 1962b: 25). Nuestro autor vio con buenos ojos la planificación democrática dado que ―el principio de la espontaneidad creadora‖ no se cumple en América Latina de manera efectiva (Medina, 1966b: 498). 1061 Esta idea Medina la repite varias veces en sus escritos, diciéndonos que al no haber una ―imprevisible espontaneidad creadora‖ se impone y se hacía imperativo alcanzar una planeación racional de la sociedad (1963e: 417). Aquí su voluntarismo se funda muchas veces más en que estas previsiones planificadoras se cumplan que en las posibilidades reales de materializarse. Ello se debe, por supuesto, a los diagnósticos económicos con los que ya contaba, donde esa espontaneidad del capitalismo en la región periférica conllevaba, como consecuencias no deseadas, más desigualdad, más problemas sociales, y la tendencia estructural a excluir a la masa de la población de los beneficios de la acumulación y del progreso técnico (Furtado, 1985: 133 mito desarrollo). Sin embargo, Medina nunca renunció de ese voluntarismo al confiar en la capacidad creadora del individuo. 1061 Como hemos visto, las condiciones estructurales específicas de América Latina limitaban su capacidad de crecimiento económico cuando este tipo de economía se deja librado al curso espontáneo de las fuerzas del mercado. Como hemos visto, para la CEPAL la conducción deliberada del proceso de industrialización sustitutiva por medio de la planificación supuso una idea central de mucha importancia, al entender que dicha conducción se consideró como un requisito indispensable para el desarrollo de las economías periféricas (Rodríguez, 1988: 40). 704 Su postura personal fue dejando de lado la abstracción teórica a favor de un aporte mucho más realista y pragmático, acorde con el uso de la programación económica que extendió la CEPAL desde los años 50 cuando se apreció las insuficiencias de la industrialización espontánea en la región y se decidió racionalizar este proceso a través de la acción mediadora del Estado y sus políticas reformistas y de ajuste fiscal (Fitzgerald: 1998: 60). ―Ésta fue la tendencia dominante dentro del pensamiento cepalino clásico. Una perspectiva que no tuvo contradicciones internas, porque aunque fueron intelectuales de corte liberal, promovieron un capitalismo desarrollista y no vieron contradicciones en eso, porque les interesaba muchísimo la planificación. Hoy no se puede planificar nada. Es una concepción que le da un rol muy importante al Estado, como todo los cepalinos‖. Respecto a nuestro autor, añade Armando Di Filippo que José Medina ―es un intelectual cortado no en un molde único, sino compartido por otros. El pensamiento de José Medina es feedback en la CEPAL, incorpora la sociología, pero además él incorpora otros puntos de vistas afines a su idea‖. De esta manera, Medina pudo dialogar y discutir abiertamente con los economistas de la CEPAL, que bajo la dirección de Raúl Prebisch, habían intentado aplicar la programación económica en América Latina.1062 Así ocurrió que todo este marco contextual, económico, histórico, social, político e institucional interfirió y medió en la biografía intelectual de José Medina Echavarría. Nuestro autor trató de dar respuesta a algunos de los problemas contemporáneos que se le presentaban y que él recogió en esta etapa de madurez. Él era liberal pero se interesó muchísimo por la planificación democrática y social al apostar por la presencia del Estado, que no le molestaba. Era un liberal que no podía ser comparable con el liberalismo actual. Se preocupó de los problemas de planificación de América Latina y no lo veía con tan mala cara. No era un liberal de los de hoy que le incomoda mucho más la presencia del Estado. Si se repasan sus escritos, se advertirá que Medina se orientó al principio por ―una gran confianza en la posibilidad de alcanzar el desarrollo económico a través de las fórmulas liberales clásicas –lo que él llama el ―paradigma weberiano‖- para ir inclinándose cada vez más con posterioridad hacia el convencimiento de que ese paradigma había sido invalidado por la realidad del desarrollo periférico, y debían usarse fórmulas nuevas acordes con esa realidad, las posibilidades y aspiraciones de la América Latina‖ (Prebisch, 1980: 13). En este aspecto, Medina entendió perfectamente 1062 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Aquí debemos distinguir entre programación y planificación. Los economistas cepalinos hablaron de la ―programación económica‖, mientras que Medina y los sociólogos de la CEPAL hablaron preferentemente de ―planificación democrática o social‖. La programación económica de la CEPAL estuvo fundamenta, principalmente, en el keynesianismo, en la socialdemocracia y en las teorías del desarrollo. Entre los economistas y los sociólogos cepalinos hubo algunas diferencias significativas respecto al sentido de la planificación y también respecto a la aceptación de la misma planificación. Esta polémica es claramente perceptible en Medina Echavarría, pues para él el problema de la aplicación del nuevo modelo teórico para América Latina surgía cuando había pocos países de la región que disponían de mecanismos políticos, sociales y culturales para salir automáticamente de la ―prueba‖ de esa urgencia por el desarrollo económico y tampoco contaban, por tanto, con mecanismos políticos suficientes para la misma planificación. Con todo, observamos que la planificación es una idea-fuerza central del pensamiento cepalino que se remontaba a mitad de los años 50. Recordemos, por ejemplo, los apuntes de clase que Jorge Ahumada como Director de los cursos CEPAL, impartió poco antes de la década del 50 hasta fines de la misma, publicados como Teoría y programación del desarrollo económico, Santiago, Cuadernos del ILPES, serie I, nº 1, 1967; y otro documento titulado Introducción a la Técnica de la Programación, de julio de 1955. 705 que a la América Latina de su tiempo no le interesaban aquellos grandes modelos históricos, no vigentes en esa realidad, sino, principalmente, había que dar paso a escrutar las alternativas actuales, ―los modelos capitalistas y socialistas‖, que eran las únicas reales y posibles en aquel escenario (Devés, 2003: 40). En este punto lo más interesante es la manera en que nuestro autor deslindó en su análisis el modelo weberiano y su constatación empírica con la historia. En principio, la vigencia teórica de este paradigma era válida para la cuestión del desarrollo latinoamericano, pero, paradójicamente, el paradigma weberiano, como bien observó el propio Medina, estaba siendo invalidado por las democracias occidentales, las cuáles habían abandonado en la práctica este equilibrio entre la racionalidad material y la racionalidad substantiva, por el predominio hegemónico de la primera. Nuestro autor describía este suceso de una forma muy aguda: ―Sucede, sin embargo, lo siguiente: ese paradigma constituye, a no dudarlo, la expresión más acabada de una interpretación sociológica de las condiciones sociales de la economía liberal, o sea, sigue valiendo en ese sentido en su papel teórico, pero en cambio parece incuestionable que hoy no encarna por completo la situación actual de las sociedades industriales más maduras. Dicho en otra forma todo lo ocurrido hasta aquí en el proceso real de las economías occidentales durante las últimas décadas supone en definitiva la invalidación, al menos parcial, del referido paradigma…Pero quizá baste decir, por lo pronto, que esa invalidación ha consistido en su esencia en el mayor o menos abandono del principio de la racionalidad formal y su sustitución en todo o en parte por principios de racionalidad material o funcional‖ (Medina, 1961: 29). Medina observó cómo el Estado en los países occidentales abandonó su tradicional posición de neutralidad valorativa y comienza a intervenir en la vida económica y social debido a los problemas ofrecidos por la coyuntura internacional, a las transformaciones ocurridas en la estructura interna de los países y también por la necesidad de realizar una política social debido a los efectos que sobre la sociedad causa la competencia imperfecta del mercado (1962a: 29-30). 1063 Todo este proceso económico de los países occidentales ha ido también en paralelo al proceso político, pues se pasó ―de la democracia liberal-representativa a la democracia radical-igualitaria del estado de partidos‖. Medina se refería en concreto a la ―historia de la formación del moderno welfare state‖. No obstante, lo que estaba destacando respecto a los países occidentales era que en una ―fase mixta de la economía‖ correspondía en lo político ―la democracia de grupos o pluralista, de manera que la conexión entre las dos formas de racionalidad –la política y la economía- tiene que ser el resultado del perseverante esfuerzo por encontrar en cada caso su compromiso temporal‖ (Medina, 1961: 36 modelo teórico). Sin embargo, Medina Echavaría no creía que la fórmula del ―welfare state‖ de Gunnar Myrdal fuera válida para América Latina. 1064 La literatura política anglosajona ya comenzaba a hablar del Estado benefactor y del Estado de bienestar cuando en América Latina no se podía hablar ni siquiera casi de un Estado moderno e industrial. Para él esos modelos teóricos no eran válidos para la realidad concreta latinoamericana. 1063 De nuevo encontramos el impedimento agrario al desarrollo latinoamericano. Tema que ―obsesionaba‖ a nuestro autor: ―tratándose de los países latinoamericanos existe el hecho de la organización defectuosa en muchos de ellos de la propiedad agraria como obstáculo mayor al dinamismo de su desarrollo‖ (Medina, 1970b: 288). 1064 Formula expuesta por Gunnar Myrdal en su libro Beyond the Welfare State, de 1958. 706 Aunque el ―paradigma weberiano‖ fuera un modelo teórico invalidado por las economías occidentales, el sociólogo español tenía claro que esta posición clásica dentro de la tradición sociológica, más allá de sus límites, permitía todavía ―diagnosticar con alguna eficacia‖…―la complejidad de las situaciones históricas‖. Para él, como sabemos, el modelo weberiano se trataba de la interpretación más acabada de la economía liberal y, por tal motivo, era absolutamente válido y útil en la búsqueda de una ―afinidad electiva‖ entre determinadas estructuras económicas y ciertas estructuras sociales, o sea, que ―es posible decir en qué medida son ―adecuadas o inadecuadas‖ entre sí, cómo y en qué grado se favorecen, impiden o excluyen recíprocamente‖ (Medina, 1967: 284-285). 1065 Los pasos teóricos dados por Medina fueron importantes. Para él la cuestión ya no era ―reiterar con insistencia académica las notas del paradigma weberiano, como si todavía fueran aplicables a las condiciones del mundo económico contemporáneo, sino la de construir el nuevo ―modelo‖ de las condiciones sociales que hacen realmente posible la continuación del capitalismo en su forma actual‖ (Medina, 1961: 30). Nuestro autor entendió que el reto teórico consistía en construir un nuevo modelo acorde al contexto latinoamericano y según las circunstancias internacionales del capitalismo reformado. Sabía, como decía, que ya no era ―posible imaginar un retorno al neutralismo vigilante de la concepción liberal‖ (Medina, 1965a: 225). De esta manera, el nuevo paradigma teórico pasó entonces por la planificación del desarrollo económico, social y político desde el claro presupuesto de conciliar, dentro de lo posible, la racionalidad económica capitalista y la racionalidad política. En él al Estado se le asignará el papel de agente principal para el desarrollo. 7. La convergencia de capitalismo y democracia. José Medina, como hemos dicho, no veía incompatible la planificación con sus ideales liberales, dada la desintegración del orden social tradicional y la responsabilidad, por tanto, de construir una nueva sociedad. Ante esta tarea, nuestro autor observó que la planificación, como ya propusiera Mannheim, era la forma más racional que tenía el hombre moderno de poder intervenir en la sociedad, posible gracias al avance de una multitud de técnicas de control racional. Si bien la planificación no se agotaba en ellas. Luego además la planificación democrática, en una de sus versiones, sería instrumento también de crecimiento económico. Pero lo auténticamente importante para él fue la transformación toda de la sociedad. No extraña entonces que él reconociera en Karl Mannheim al sociólogo que mejor había contribuido a la interpretación sociológica de la planificación democrática como una ―planificación total‖, en la que intervenían la economía, la política, la sociedad y también la ciencia: ―Su mayor logro ha consistido en vigorizar la convicción de que el desarrollo económico es un proceso social total y en plantear, en consecuencia, al esfuerzo e imaginación humanos un nuevo problema: el de la planeación social de mano con la planeación económica‖ (Medina, 1976a: 29-30). Nuestro autor había sido en México uno de los primeros hispanoamericanos en explorar dentro de la sociología en lengua 1065 El enfoque interdisciplinar: con eso lo que hace Medina es criticar al pensamiento neoclásico, que abogaba por una parcelación del conocimiento social. Transitar los caminos fecundos de la economía y de la sociología. Medina ―sabe que no es posible establecer entre las variables económicas y sociológicas relaciones rigurosas, pero, por otra parte, afirma que entre ellas existe una conexión importante. A esa conexión la denomina de distintos modos: a veces habla de relaciones ―eufuncionales‖ dentro de la más estricta terminología estructural-funcionalista; en otras, utiliza el concepto weberiano de ―adecuación‖; y, finalmente, impulsado por un afán estético, utiliza como Goethe la idea de ―afinidades electivas‖‖ (Gurrieri, 1980: 82). 707 castellana las perspectivas que Mannheim abrió a raíz de las tendencias convergentes (la intervención del Estado en el capitalismo) de las sociedades industriales y de los elementos utópicos que estaban presentes en toda planificación. Sobre estos aspectos giraron buena parte de las reflexiones más importantes de Medina Echavarría en torno a la planificación democrática. La fuerte influencia mannheimiana se hizo notar en nuestro autor a la hora de reconocer cómo en la realidad contemporánea se había acabado imponiendo la planificación económica (la racionalidad instrumental), dejando de lado otros aspectos sociales y políticos de la actividad planificadora. Medina terminó por convencerse que la historia había mostrado otras posibilidades del desarrollo económico a través de la reforma del capitalismo y del socialismo (Gurrieri, 1980: 90). 1066 Si bien él sabía perfectamente que el camino de las reformas no siempre pasó por el terreno de la democracia. En aquellos años concedía la posibilidad de que se produjeran restauraciones oligárquicas, cosa que no sucedió, e intervenciones militares, las cuales de hecho ocurrieron con el tiempo (Weffort, 1988: 140). Para él la democracia representativa formaba parte del legado histórico latinoamericano y desde ahí pensó su modelo teórico de la planificación acorde a los fines humanos del desarrollo. Las ideas liberales y democráticas tienen su origen en las concepciones jusnaturalista y, por tanto, son anteriores e independientes al desarrollo económico capitalista o socialista, porque no fueron formuladas ni definidas en función del desarrollo económico, ni tampoco se propusieron fomentarlo de modo directo (Gurrieri, 1980: 117). 1067 Nuestro autor observó entonces como crucial para el desarrollo latinoamericano la convergencia de capitalismo y democracia. La particular relación entre sistema político y sistema económico constituyó uno de sus grandes temas de interés (Faletto, 1980: 6). ―Don José creyó en el liberalismo político y la planificación económica, en el diálogo y la discreta posibilidad de que los hombres, a partir de un espectro plural, buscaran los puntos de coincidencia‖ (De Imaz, 1978: 665). Y para esa tarea conciliadora fueron muy importantes los trabajos de nuestro autor. Recordemos que desde la economía se ponía en duda al punto de vista sociológico en las tareas de la planificación. Medina no dudaba en reconocer una ―tensión‖ ―entre la planeación para el cambio y la planeación orientada por la tasa de crecimiento‖ (Medina, 1971: 11). 1068 Había entonces una clara disputa académica y política respecto a los límites de la planificación. Y también, claro está, una disputa dentro de la propia CEPAL. Por un lado, la planificación era vista por los economistas únicamente como instrumento o como ―puro mecanismo económico‖, mientras que él, como sociólogo, observaba que el desarrollo económico no se podía alcanzar únicamente a partir de reformas económicas, sino más bien era prioritario profundizar en los cambios estructurales y sociales. 1066 Cita a autores como Gunner Myrdal, Jan Tinbergen, Ortega y Gasset, Baran, a R. Aron, Hoselitz, a Benjamín Higgins, a Celso Furtado, o Rostov. 1067 ―En este sentido (Medina Echavarría) expresa su desacuerdo con Max Weber y J. Schumpeter, quienes, convencidos de la debilidad del fundamento jusnaturalista, pretendieron justificar la democracia por su valor instrumental, por su capacidad, en tanto procedimiento institucional, para encontrar líderes responsables o para renovar sin trastornos los equipos gobernantes‖ (Gurrieri, 1980: 118). Medina entendió que la democracia quedaba debilitada cuando se le quitaban los fundamentos jusnaturalistas y únicamente se justificaba por sus fines y útiles económicos. 1068 Esta tensión entre distintas mentalidades planificadoras se hallaba también en el pensamiento de Karl Mannheim: ―Debe hacerse una distinción entre la planificación como instrumento de conformidad y la planificación como instrumento de libertad y de variedad‖ (1944: 18). 708 Para nuestro biografiado la planificación era ante todo ―un instrumento de cambio social‖ (Medina, 1971: 8). El punto de vista económico solo veía a la planificación como un mecanismo para acelerar la tasa de crecimiento económico, el PIB, no viendo más allá de los componentes sociales y estructurales. Por tal motivo, creemos que Medina consiguió con su idea de planificación democrática la ampliación de las preocupaciones de sus compañeros de la CEPAL. Así es como estos autores enfatizaron cada vez más la idea de que el desarrollo en América Latina sólo era posible en el contexto de grandes reformas estructurales, lo que unido al desarrollo del pensamiento sociológico dentro de la CEPAL, hacía imposible continuar ignorando lo social en la programación económica (Solari, 1976: 591). Se comenzó a hablar, en este sentido, de una planificación unificada o integral, una concepción más allá de lo puramente económico y conscientes de la operatividad, a corto, medio y largo plazo, por alcanzar una metas sociales cada vez más amplias (salud, educación, vivienda, etc.). La planificación democrática de Medina fue, sin duda, un cambio sustancial dentro del pensamiento cepalino. En ese sentido, admitió que lo más importante junto con los logros materiales (la eficacia) eran los logros inmateriales, espirituales o sociales (la legitimidad). Él ―asignó prioridad a la democracia pluralista sobre la eficacia en la elaboración de políticas de desarrollo, no sólo por su valor intrínseco, sino como medio para restringir los excesos de la racionalidad en la definición de papeles‖ (Wolfe, 1988: 143). Planificar era siempre ―planificar la sociedad no la economía‖ (Solari, 1976: 582). Nuestro autor observó que no había nada más nocivo que la acción social planificadora apareciera propuesta como un hecho aislado del conjunto de la esfera económica, o que los programas económicos se plantearan sin ningún tipo de análisis o de consideración social y sociológica. Él situaba que el problema organizativo de la planificación (la técnica planificadora) no debía dominar el sentido de la planificación, porque esto descuidaría la razón última de esta acción social: la mejora sustancial de toda la sociedad. Como nos recuerda Víctor Alarcón, ―Medina fue un firme convencido de que los instrumentos democráticos, que incluso debían ir por encima de las orientaciones del plan si fuera preciso, eran una garantía para que las propias sociedades pudieran modernizarse sin que por ello se abandonara su naturaleza económica inicial. De esa manera, la técnica debe adaptarse a las necesidades colectivas y no a la inversa‖ (Alarcón, 1997b: 50). Por estas razones, él consideró que toda planificación económica tenía que ser, ante todo, una planificación social, porque cualquier programa económico, de la índole que fuera –comunitario, local, regional- tenía repercusiones sociales más profundas que las estrictamente económicas. La perspectiva sociológica de Medina comprendió la planificación como una cuestión social, política y también humanista. Según su punto de vista, la planificación debía estar al servicio del hombre como una herramienta básica para construir una sociedad democrática. Para él, al igual que para Mannheim, la democracia y la libertad únicamente podían estar garantizadas si la autoridad que planifica la incorpora al plan mismo. En fin, sobre lo que estaba reflexionando Medina era sobre la legitimidad de la planificación y su componente sociopolítico, concretamente sobre quién la dirige y cómo la autoridad soberana ha de estar obligada por un control democrático a dejar un campo ancho a la libertad individual y colectiva. En otras palabras, le preocupaba la forma de encarar armoniosamente el desarrollo económico latinoamericano sin sacrificar a la democracia. 709 Y claro está, nuestro autor redobló esfuerzos teóricos por demostrar que los programas de planificación económica y social tenían también un sentido político y un papel muy importante que jugar en el proceso de fortalecimiento de la democracia latinoamericana. Medina creía profundamente, como apuntábamos antes, en la armonía entre la racionalidad económica y la racionalidad política. Por tal motivo, existió en el sociólogo español una preocupación muy visible por teorizar la evolución de la relación entre democracia y capitalismo: ―A su juicio, se trata de dos procesos que, hasta donde lo indica la experiencia histórica, pueden seguir cursos paralelos y hasta convergentes, aunque no necesariamente, pues cualquiera de ellos puede existir sin el otro. Una prueba es que el desarrollismo autoritario excluyó a la democracia, dejándola fuera de los diversos ―milagros económicos‖ (Graciarena, 1988: 85). Sin embargo, para nuestro autor era evidente que el desarrollo (capitalismo) y la democracia no eran de ningún modo excluyentes. Al contrario, entre ambos procesos y sistemas había existido históricamente una compleja trama de interrelaciones y de penetraciones mutuas, a lo que él denominó como la ―supuesta correlación de riqueza y democracia‖ (Medina, 1976a: 168). 1069 Ello no significaba necesariamente dependencia, sino, más bien, el hecho significativo de que la democracia tendía a consolidarse en sociedades capitalistas. O en otras palabras, la democracia venía a ser el sistema político que mejor se ajustaba a las exigencias del desarrollo económico por ser un sistema de opciones y decisiones: ―La convicción hasta aquí mantenida es que la fórmula democrática es capaz de llevar adelante el desarrollo económico y en modo alguno tan sólo por preferencias de valor, sino por razones técnicas. Razones que abonan a la par los supuestos teóricos del crecimiento –una tasa sostenida y suficiente del mismo- y una distribución equitativa y humana de sus resultados. Nada se opone en principio a que la inteligencia sea capaz de determinar los procedimientos necesarios para una programación democrática‖ (Medina, 1976a: 198-199). La idea esencial es que no hay régimen mejor o más apto para la planificación que la democracia y que, al mismo tiempo, ningún instrumento puede, como la planificación, servir tan bien a la democracia, en tanto que ésta requiere de mecanismos que permitan lograr opciones racionales, como un momento superior que es de la vida 1069 Medina sigue en estas reflexiones el libro de Seymour Martin Lipset, Political Man. En este libro Lipset tiene un capítulo titulado ―Economic Development and Democracy‖. La tesis de Lipset es la siguiente: la democracia se encuentra en relación directa con el desarrollo económico, pues hay más posibilidades de que haya democracia cuanto mayor sea la riqueza, porque atenúa las posibles luchas de clases y las posibilidades extremistas de las llamadas ―situaciones de masa‖. Posteriormente surgieron críticas respecto a aquella correlación positiva entre desarrollo económico y democracia: Samuel Huntington, Political order in changing societies, Yale University Press, 1968. Los teóricos de la modernización, con los que dialoga Medina, también confían en el futuro de la democracia. Así, por ejemplo, se expresaba Gino Germani: ―Históricamente, la sociedad industrial se presentó vinculada a una determinada forma política: la democracia liberal…la sociedad industrial parece exigir un grado más amplio de participación política en sectores cada vez más extensos de su población‖ (1962: 51). Medina, más o menos hace lo mismo: tomar esa idea de que desarrollo económico y democracia son dos fenómenos que han de ir en paralelo. Quizás sus planteamientos no fueran novedosos, pero sí lo es en el contexto latinoamericano en lo que hace. Si bien Medina no sigue rígidamente el binomio democracia- riqueza, pues él siempre matizó que los logros democráticos tienen que ser logrados por sí mismos. Medina temía, como siempre, el sacrificio de la democracia, sus valores y sus instituciones, a favor de la eficacia económica o tecnocrática. 710 social, y sólo ella puede brindar los mecanismos de participación en las decisiones y en la ejecución de las mismas que hagan del proceso planificador un componente real de la vida social (Solari, 1979: 195). Si examinamos la aportación de nuestro autor en este tema, encontramos elementos que tienen que ver tanto de una postulación analítica como de una postulación ideológica o valorativa. El análisis analítico remite a la experiencia histórica. En este sentido, para Medina el Estado y el mercado eran compatibles porque, en primer lugar, el Estado ya tuvo un papel importante en los orígenes del capitalismo; segundo, porque la competencia económica nunca es perfecta; y, en tercer y último lugar, porque el capitalismo liberal era ya ―una figura del pasado‖ (Medina, 1965a: 224). 1070 Lo que Medina quiere recalcar es, por tanto, la significación y la importancia de la acción del Estado en la configuración del capitalismo y en los orígenes del sistema capitalista. 1071 La idea principal que subyace aquí es que para él la economía y la política eran dos esferas sociales completamente diferentes, con afinidad histórica sí, y de ahí lo conveniente para que ambas marchasen en paralelo y que lo aconsejable sería que los resultados económicos, ya sean las crisis económicas o fiscales, o las cargas presupuestarias, por ejemplo, no erosionasen la legitimidad política. 1072 La esencia de esta idea se aprecia bien en el texto que sigue: ―el desarrollo social –el progreso humano-ha de marchar paralelo con el desarrollo económico; lo que implica, claro está, que una parte del excedente tenga que aplicarse a la transformación de la estructura social, de las condiciones humanas, a costa quizá de demorar un poco el crecimiento económico propiamente dicho‖... Porque ―un desarrollo económico sin otro social paralelo no sólo sería inhumano sino de consecuencias funestas para nuestros pueblos‖ (Medina, 1965a: 275 y 277). No obstante, la sociología del desarrollo de Medina es claramente preformativa porque va asociada a unos valores, a los cuáles no hay que renunciar y que componen, en su conjunto, una manera adecuada de actuar, de entender el mundo y que, dentro de lo posible, han de ser asumidos por la sociedad (latinoamericana) sí existe realmente 1070 Esta era una opinión compartida dentro del pensamiento cepalino: ―Al afirmar que el mercado no es el elemento regulador de la economía no preconizo su eliminación porque considero que es un elemento sumamente eficaz, tanto desde el punto de vista económico como político; la eliminación del mercado significaría que las grandes decisiones económicas se tomarían en la cúspide del sistema, con todos los medios de producción en manos del Estado‖ (Prebisch, 1982: 18). 1071 Incluso Medina llega a afirmar que los orígenes del sistema económico no pueden concebirse ―sin la presencia de la acción estatal‖. A lo que añade: ―lo que se olvida es que la economía liberal no hubiera sido posible sin la previa labor –a veces muy enérgica- del Estado absoluto e ―ilustrado‖‖ (Medina, 1965a: 221-222). Nuestro autor cita a autores dentro de esta línea de pensamiento reformista, que en sus trabajos hablaban del capitalismo reformado, y de las relaciones entre Estado y capitalismo. Cita a autores como Heimann, como Polanyi, The Great Transformation, o E. J. Hobsbawm. 1072 Enfatizando la afinidad electiva o la correlación funcional entre democracia y desarrollo económico, Medina Echavarría, lo que vino a destacar es que sí el capitalismo en su nacimiento no necesitó de la democracia, la modernización de América Latina si necesita de la intervención democrática. El capitalismo, según la tesis weberiana, no fue fundado sobre aspiraciones democráticas, al igual que la democracia no fue fundada originalmente por el desarrollo económico, pero, la peculiaridad estructural de América Latina necesita de la imbricación mutua de ambas aspiraciones, aunque, fundamentalmente, la democracia a través de sus instituciones, principalmente las científicas, y los mecanismos administrativos, burocráticos y comunicativos han de promover la implantación y promoción del desarrollo económico. Además Medina toma la tesis weberiana de que para sustentar un orden político estable no puede sustentarse exclusivamente en la coerción, en el monopolio de la violencia, sino también en la autodisciplina espontánea asumida por gobernantes y gobernados, como ética responsable de vivir en comunidad. 711 una pretensión de mejora. ―La tarea –preservar, a través del desarrollo, el mayor número posible de valores humanos, uno de los cuales y quizá el más importante es el de libertad- no es fácil para quienes todavía se sienten herederos de la tradición liberal‖, nos decía Medina (1990: 40). Su filia a la tradición reformista le hacía concluir que en las tareas de la planificación no se debían de sacrificar los valores de la democracia, ni la actuación de las instituciones políticas, en aras del beneficio económico. Por un lado, diferenciaba entre el plano económico y el político, porque para él la propia estabilidad de la democracia no dependía únicamente del desarrollo económico, sino, principalmente, de su capacidad de crear en la sociedad creencias positivas sobre la misma. Pero, por otro lado, entendió que en el mismo desarrollo económico y en su aplicación se podía incluir connotaciones humanistas y reclamaciones políticas. José Medina Echavarría veía con escepticismo todo este proceso de modernización, ya que cualquier sobreestimación del desarrollo en un sentido económico y material significaría el descuido de los derechos y las formas políticas con las consecuencias ya conocidas por él: los saltos en la historia terminan por suponer altos e innecesarios costes humanos y sociales. El orden social moderno exigía, según su punto de vista, la racionalidad formal, la cual está sustentada en ciertas bases sociales como el mercado, la propiedad, el trabajo y la organización política (Franco, 2007: 61). Por supuesto, el proceso de modernización y desarrollo latinoamericano no tenía que ser imitativo o idéntico al llevado a cabo por las democracias occidentales o los socialismos reales. América Latina, dentro de lo posible, debía encontrar su propio modelo. En este sentido, la ―tercera vía‖ que adoptaría Medina para la región sería un camino conciliador entre el modelo occidental capitalista y las nuevas economías planificadas socialistas, pues ambos, según él, se podían combinar en una mayor concordancia con un Estado democrático y aglutinador de intereses y con el liberalismo clásico: se ―requiere un esfuerzo paralelo en los campos económico y social, sujetos ambos a un mismo programa claramente formulado, y, por otra parte, exige el propósito de mantener una relación equilibrada entre la voluntad enérgica del estado y la espontaneidad social‖ (Medina, 1961: 38). Esta vía intermedia, como una forma actual de la sociedad capitalista moderna, la encontraba sucintamente representadas en la República Federal de Alemania. 1073 Le interesó mucho esta experiencia por cómo se había edificado legítimamente aquella sociedad democrática y moderna, en lo social y en lo económico, tras las ruinas de la guerra y del totalitarismo. A partir de 1948 la Alemania Occidental se convirtió en un país capitalista con un gobierno parlamentario democrático y con una economía orientada hacia el ―mercado social‖ (―die Soziale Marktwirtschaft‖) (Medina, 1976a: 1073 También Medina observó lo que sucedía en otras democracias occidentales como era el caso de Estados Unidos. Respecto a la caso latinoamericano encuentra los siguientes hechos que explican su estabilidad política: a) la capacidad que tienen los ciudadanos de expresar sus deseos y sus diferencias, b) la voluntad política de los grupos de presión, c) los partidos políticos no enfrentan a la población, d) el arraigado carácter institucional de las magistraturas políticas, e) la mitificación y el respeto general a la Constitución, y f) la posibilidad permanente de formarse grupos potenciales (Medina, 1976a: 176-177). Medina Echavarría observa lo que sucede en dos de las democracias occidentales, caso de Estados Unidos y de Alemania, manejando literatura de primera mano: Parsons, Structure and Process in Modern Societies, de 1960 o C. Wright Mills, The Power Elite, de 1956, en el que ―ofrece una original e interesante teoría de la estructura política norteamericana‖ (Medina, 1976a: 216). 712 182). 1074 Así es como Medina destaca la idea del Estado constitucional que está en C. Joachim Friedrich, de una mejor y mayor administración y una menor dosis de parlamentarismo. No obstante, se está refiriendo a los sistemas políticos, a los centros de decisión democrática y constitucionalmente establecidos en las tareas de la planificación y el desarrollo económico. 1075 Veía en el caso alemán y su constitucionalismo una pequeña similitud con el caso latinoamericano - tamizado por un pasado y presente tradicional representado, como vimos, por la idea de ―porosidad estructural‖-, pero, sobre todo, le atrajo enormemente la planificación democrática como una tarea de ―reconstruir una sociedad histórica‖, en el sentido descrito por Karl Mannheim. 1076 La planificación para Medina era, al fin y al cabo, una intervención racional en la sociedad para renovarla, reformarla, (re) construirla, lo que implicaba en el fondo, al igual que para el propio Mannheim, un nuevo tipo de hombre político. 8. La planificación democrática. La decisión política. La conciencia histórica, precisamente, fue para nuestro autor ante todo sensata y ávida para apoyar teóricamente un cambio social previsto. Medina se apoyó entonces, como estamos viendo, en el Mannheim ―teórico de la crisis de entreguerras‖, quien apuntaba ―como solución de recambio, hacia la construcción del Estado de Bienestar en clave socialdemócrata, adelantándose a lo que sólo en la segunda posguerra mundial llegaría a ser moneda común‖ (Rodríguez Ibáñez, 2003: 587). Sabía que ―el punto más importante de la democracia contemporánea al menos para nosotros los latinoamericanos‖ es ―el de las relaciones entre democracia y planeación económica‖. No dudaba en celebrar la irrupción de un ―capitalismo reformado‖, donde el Estado interviene para luchar contra la coyuntura económica anticíclica. 1077 Medina habla 1074 Medina se basa en un artículo del sociólogo Ralph Dahrendorf, al que distingue como ―uno de los más prometedores sociólogos contemporáneos‖, para ver el desarrollo de la democracia y el proceso económico alemán. Según Medina lo que tenía que aprender América Latina de la experiencia alemana era: 1) papel de las clases medias: autonomía dinámica (económica) dentro del estado democrático, 2) significación y responsabilidad de las capas intelectuales, y 3) las capas dirigentes/empresariales de los países subdesarrollados (Medina, 1976a: 178-179). Artículo de Ralph Dahrendorf, ―Democratie und Social Struktur in Deutschland‖, en Archives Européens de Sociologie, tome 1, 1960. Añadamos también que la postura de Medina seguía la lógica del pensamiento cepalino pasaba al aceptar el mercado capitalista. Así lo advertía Raúl Prebisch: ―Yo no impugno por cierto el juego del mercado. Creo que tiene una gran importancia, no sólo económica sino también política. Pero hay que saber qué estructuras están detrás del mercado‖ (Prebisch, 1988: IX). 1075 Debemos decir que junto al caso alemán, Medina también tuvo tiempo por atender la experiencia francesa en las tareas de la planificación. En el caso francés reconoció igualmente el esfuerzo por acoplar planificación y sistema representativo: Pierre Mendès-France, La République Moderne, 1962; y Michel Crozier, ―Pour une analyse sociologique de la planification française‖, Revue Française de Sociologie, Vol. VI, Nº 2, 1965. Como dice Aldo Solari: ―Dentro de un orden democrático la democracia y la planificación se hacen viables y legítimas en la medida en que tengan en cuenta esta pluralidad de intereses, aunque sea necesario hacerlo adaptando los mecanismos constitucionales existentes‖ (Solari, 1977: 47). 1076 La siguiente cita de Mannheim precisa mejor el significado de la planificación como tarea de reconstruir una sociedad: ―Planear es la acción de reconstruir una sociedad histórica que ha llegado a nosotros en una unidad siempre más perfecta y regulada por los hombre…Es en este sentido, toda idea prevista y toda actitud impuesta, salida de las formas sociales históricas, que por medio de la lucha y la competencia va dominando paso a paso los últimos restos de la resistencia hacia las disposiciones reglamentadas‖ (1944: 152). 1077 El capitalismo actúa como reformado únicamente dentro de los mercados y países internos, porque como reconoce Medina ―el único ámbito donde no ha sufrido hasta ahora reforma alguna es en el comercio internacional. O dicho con mayor precisión, el mercado internacional es el único que sigue intacto –no regulado- obediente tan solo a su propio automatismo‖. A lo que añade, observándose la 713 sobre todo de la importancia de la reformas sociales y políticas que humanizaron el capitalismo, gracias al movimiento obrero, a los intelectuales, a los políticos reformistas, etc., que ayudaron a eliminar ―para siempre estados de dolorosa y profunda humillación‖. La gran paradoja de la ―política social‖ es que tuvo que ―hacerse a costa de una fracción mayor o menor de las posibilidades de inversión…Lo que significaba una negación del capitalismo, venía a ser dialécticamente el camino de su salvación, es decir de su perduración histórica aunque en forma distinta‖ (Medina, 1965a: 225). El caso es que, siguiendo a nuestro autor, la reforma social y la previsión política terminaron por dar una ―nueva vitalidad‖ al capitalismo. De esta manera, buena parte de sus reflexiones de su ―tema latinoamericano‖ le llevaron a resaltar aquellas experiencias históricas del mundo occidental, para lo que se propuso revitalizar las distintas sensibilidades sociológicas sobre la ―planificación en libertad‖ y la ―democracia militante‖ presentes en Mannheim: ―El hecho es desde que el día en que la noble figura de Karl Mannheim –el mayor sociólogo de estos tiempos después de Max Weber- lanzó el tema de la ―planificación para la libertad‖, entregándose con toda pasión a la defensa del ―tercer camino‖, de lo que él llamaba una democracia militante, obligado es reconocer que no es mucho lo adelantado en este terreno. Su prematura muerte o el carácter misional de sus últimos días –ya lejanos de la densidad mental de los primero- le impidieron completar por sí mismo su tarea. Quizá también por el riguroso carácter técnico de la misma. Desde entonces, sobre democracia y planeación se ha hablado en abundancia, y no siempre con la peor fortuna por parte de sus detractores‖ (Medina, 1976a: 186-187). 1078 En este sentido, para él, al igual que para Mannheim, la ―democracia militante‖ no fue un fin, sino una continua aspiración política, y también espiritual si se quiere, que apuntaba implícitamente a la necesidad de implementar en América Latina, una ciudadanía y una cultura política racional que fuera capaz de transmitir al ciudadano la confianza en una institución impersonal (y aparentemente lejana) como es el Estado, justo en el momento en el que se le necesitaba para llevar a cabo la modernización de los países latinoamericanos. A partir de aquí, ambos autores sabían que era imposible una planificación sin una ideología y sin una visión de sociedad que permitiera elegir entre distintos fines posibles. Por tal motivo para Medina Echavarría la planificación democrática será su particular horizonte utópico para América Latina, sin quitarle, por supuesto, el sentido de la realidad. Según este punto de vista, ―cuando se habla de planeación democrática no interesa tanto que colaboren en su concepción el mayor influencia de sus compañeros economistas de la CEPAL, que se necesita ―una auténtica ―reforma‖ del mercado internacional‖ (Medina, 1965: 226-227). Pero la mirada de Medina no es tanto al exterior como a las condiciones sociológicas internas, a los factores endógenos del desarrollo económico. Aquí, completemos, que Medina comienza a citar a autores del capitalismo reformista como J. K. Galbraith. 1078 Para Medina, al igual que para Mannheim, la democracia no era propiamente una ideología, sino una militancia, una actitud. Por eso la perspectiva de la planificación en libertad o la planificación democrática fue una manera de entender la realidad y de adaptarla a los deseos de los hombres. Quería la revolución, pero una revolución de las libertades en el sentido burgués. Medina se apoyó en Mannheim para deslindar los distintos tipos de planificación: desde el punto de vista político, el planeamiento social podía ser democrático o dictatorial; desde el punto de vista económico, podía ser capitalista o colectivista (comunista y socialista); bajo la amplitud espacial, podía ser local, nacional e internacional. La preferencia de nuestro autor, como sabemos, fue una planificación democrática y social, insistiendo en asegurar la libertad del individuo. Ello explicaría, por ejemplo, que la importancia que Medina concediese a ciertas clases sociales (como las clases medias) estaba fundamentada sobre todo en la libertad y autonomía de los individuos. 714 número posible de gentes, sino que sea capaz de ―movilizar‖ a la opinión pública estimulando su sensibilidad frente al plan‖ (Medina, 1971: 12). Medina enfatizaba algo muy común en su época como fue la movilización popular y la integración política nacional.1079 Nuevamente la experiencia propia: sabía que las dictaduras movilizan, pero no institucionalizan y la democracia latinoamericana no movilizaba pero tenía que movilizar. En este último sentido, para él la integración nacional representaba ―el hecho de que una proporción considerable de los ciudadanos de un país sea capaz de participar de alguna forma en sus actividades colectivas, comulgando –en un mínimo si se quiere- de sus valores y aspiraciones comunes‖ (Medina, 1976a: 50). Y aquellos valores y aspiraciones comunes de los que él hablaba eran los de la matriz democrático-liberal. En todo caso, él reconocía el hecho decisivo de que la planificación latinoamericana necesitaba una legitimidad política y social. Pero, junto a eso, observamos también, según sus palabras, que la planificación se refiere a la sociedad en conjunto; se trata de construir una nueva sociedad, lo que se acompaña de la necesidad de crear, como veíamos, un tipo nuevo de hombre: ―La planeación no es una mera combinación de técnicas económicas, sino una actitud primero, y una capacidad después, de racionalización efectiva que se ofrece como posibilidad en los más diversos campos de la actividad humana de nuestros días…la planeación es ante todo una nueva actitud espiritual del hombre, una disposición abierta a la continua rectificación de los proyectos en marcha e inmune, por lo tanto, al hechizo de todo plan que aparezca como algo definitivamente concluso y acabado‖ (Medina, 1966b: 497). La planificación comprendía un intento sistemático de racionalizar la vida humana en todo aquello en que fuera necesario hacerlo, lo que iba más allá de la economía (Solari, 1976: 581-582). Y si para Medina Echavarría la planificación fue tan importante, se debió a que era la única manera plausible que encontró de conservar y fortificar la libertad en las condiciones de la sociedad industrial; permitía la existencia de una política racional capaz de lograr ciertos objetivos planificadores; y, por último, a través de ellas se podría establecer un sistema que asegurase la plena vigencia de la democracia. La planificación le permitió trabajar en las tres dimensiones de su obra: desde la epistemología para analizar la relación entre el científico social y su papel en las tareas planificadoras; desde la dimensión filosófica siguió preocupándose del lugar del hombre en los procesos generales de transformación social; y desde la política, se preguntó cómo guiar ese cambio social hacia la viabilidad democrática. Por todo lo anterior, para él la planificación significaba la ―autoproducción‖ de la propia sociedad. Se abría entonces la posibilidad de que la sociedad se hiciera así misma y donde lo decisivo era encarar de alguna manera el problema de la modernización y de la planificación bajo una acción política colectiva. En consecuencia, nuestro autor estaba planteando que el proceso de definición de la planificación –y de la democracia en sí-, dependía de la capacidad que tuvieran los distintos actores sociales para ―reconocer las condiciones naturales de su acción, como en relación a su capacidad de transformar los sistemas democráticos que existen o que se les proponen‖ (Faletto, 1991: 154). Según su planteamiento, ello significaba que el 1079 Desde el punto de vista sociológico, esta visión utópica de nuestro autor aspiraba a conseguir ―un sistema social integrado‖ para las sociedades latinoamericanas (Medina, 1966b: 477). 715 nuevo modelo de relación social, de autoridad y legitimidad que constituyó el Estado planificador dependía, al final, de una voluntad y de una decisión política para el cambio. Medina, de esta manera, nos muestra su preferencia por una planificación más política que económica, pues entendió que la crisis latinoamericana se debía al modelo de autoridad y de relación social que el sistema oligárquico de la hacienda había establecido. Y si Medina entiende a la planificación desde un punto de vista político y democrático, lo hizo porque observó que el sistema representativo era el mecanismo más adecuado en el que las fuerzas políticas vinculadas a la sociedad, o mejor dicho, la propia sociedad, podía pedir cuentas a la clase política sobre las decisiones adoptadas. La cuestión era valorizar el control público y civil del Estado planificador. Por tal motivo, él no se escondió, a nivel ideológico, a la hora de reclamar al ―gran político‖ ―una poderosa e insustituible capacidad de visión‖. Para él la verdadera discusión de la planificación ya no estaba en los aspectos sociales ni técnicos del desarrollo, sino en sus aspectos políticos: ―Tengo para mí, y lo expreso sin rodeos, que el problema en estos momentos más es de carácter político que puramente técnico…Falla quizá por eso la puesta en marcha del mecanismo esencial del desarrollo por insuficiencias de la acción política –organizada- y de su sostén popular. Falla, en una palabra, la acción del Estado‖ (Medina, 1965a: 273-274f). 1080 Había fallado, según Medina, el papel desempeñado por los hombres que habían estructurado el Estado latinoamericano desde principios del siglo XX y, especialmente, desde los años 30. Por ello, la planificación para él significó una oportunidad de ―ampliar la alternativa democrática en América Latina‖ (Solari, 1977: 45). Su postura se corresponde con una posición en la que la idea de desarrollo únicamente puede realizarse como democracia. Por eso Medina dio mucha importancia a la ―democratización fundamental‖ de Mannheim, para el estudio de las relaciones sociales entre la estructura social y el comportamiento político en los países en transición y cambio como eran los de América Latina. En ese contexto la autopoiesis o creación de nuevas relaciones sociales tenía para él un atractivo general: los valores de la democracia como fundamentos de una moral pública. En gran medida, estamos ante un claro ataque hacia la clase política latinoamericana. Para él esta clase dirigente -la alianza estratégica de liberales y conservadores- controló el aparato estatal vinculándolo principalmente a sus intereses particulares y privados. No hicieron una política social y de carácter público. Estas elites dirigentes movilizaron a las masas populares sin modificar la estructura social y la estructura política, sobre todo en los campos de decisión. Por tanto, comprendemos mucho mejor que para Medina todo este movimiento reformista-planificador fuera una salida más que propicia para adoptar las decisiones económicas y políticas al conjunto de la sociedad y en su beneficio. Y en ese aspecto para él la educación será un factor absolutamente estratégico a la hora de promover esa moral pública o cultura política. 1080 ¿Es un ataque a sus interlocutores políticos de la CEPAL? Parece que sí. Recordemos que en la CEPAL estaban representados los distintos gobiernos latinoamericanos, muchos de ellos desde la segunda mitad de los 60 se erigieron como dictaduras, otros empezaron a privatizar el Estado, etc. Además Medina añade: ―se proponía en definitiva fortalecer a los débiles y frenar la posible arbitrariedad de los poderosos‖ (Medina, 1965a: 274). 716 9. Diversas opciones de desarrollo. El pensamiento cepalino fue una más de las opciones viables para el desarrollo latinoamericano a partir de la descripción de los escenarios posibles y su apuesta por la planificación indicativa del conjunto de la economía. En los años 60 aún se confiaba en los elementos reguladores y en la acción reformadora del Estado. Recordemos aquí que muchas políticas económicas y sociales de la CEPAL fueron contemporáneas de las ideologías de corte populista surgidas en aquellos años. Incluso algunas ideas fueron tomadas por las ideologías populistas, como la necesidad de proseguir la expansión industrial que se venía desarrollando desde el período crítico de la depresión. Que las ideas cepalinas fueran apropiadas por los populismos no significa que la CEPAL favoreciera las ideologías populistas, puesto que esta institución trabajaba para los gobiernos latinoamericanos y no todos eran democráticos. 1081 Una postura en contra de estos regímenes, con el tiempo, fue tomar la democracia como reclamación, hecho que convirtió a este organismo regional incluso en objetivo de las mismas ideologías populistas. En esa década del 60 también se abrieron en América Latina otros contextos económicos e internacionales, como el auge del neoliberalismo, de las multinacionales y de las políticas de privatización, que cambiaron a fondo el panorama ideológico. En ese sentido, las ideas económicas y sociopolíticas de Medina Echavarría, en línea con la CEPAL, a favor de la planificación democrática empezaron a ser criticadas por el pensamiento neoliberal. Cuando nuestro autor escribe estas concepciones de una sociedad ideal, había una prolongada discusión entre ―librecambistas‖ y ―proteccionistas‖ en América Latina, que como bien dice Aníbal Pinto, iba más allá de perspectivas económicas y se trataba de un asunto de ―movilización ideológica‖ (1988: 94). Hubo una ―ofensiva conservadora‖ a favor del librecambismo. Según este pensamiento la democracia (como Estado) era una cosa, y el mercado otra. De esta manera, cada uno de ellos funciona según sus instrumentos e intereses. En cambio, el Estado fue visto por los cepalinos, y por el propio Medina, como un agente económico más dentro del sistema económico de considerable importancia y magnitud. La vulnerabilidad histórica de América Latina frente a los condicionantes externos les llevó a decidirse por la acción emprendedora y protectora del Estado. 1082 1081 Si en el proyecto de la CEPAL las relaciones sociales son integradoras, en cambio, en el populismo las relaciones sociales parten y reconocen explícitamente situaciones de confrontación y conflicto entre clases sociales (Rodríguez, 1988: 289). El Estado proyectado por el pensamiento cepalino trata de promover intereses de todas las clases sociales de una forma integrada y conjunta. Es un árbitro de las relaciones sociales y los intereses se observan como conciliables. Sin embargo, el populismo y también las soluciones planteadas en la región por lo que se llamó el ―socialismo real‖ partían de una confrontación de las clases sociales para lograr un cambio del orden existente. Además el ―socialismo real‖ postulaba el advenimiento de un nuevo tipo de hombre, un individuo menos consumista y más solidario que permitiera avanzar hacia la utopía de una sociedad sin clases. 1082 ―La globalización siempre ha ejercido una extraordinaria influencia sobre América Latina‖, sentencia Aldo Ferrer (1998: 156). Desde la conquista del Nuevo Mundo hasta la actualidad ha sido una región expuestísima a la globalización. La respuesta del pensamiento cepalino fue la de compatibilizar la inserción de los países latinoamericanos en el mercado internacional con la transformación y el crecimiento interno y la gobernabilidad y soberanía política en el contexto de la globalización acrecentado tras la segunda guerra mundial (Ferrer, 1998: 167). Porque la globalización de la economía no se limita únicamente al comercio y a los flujos financieros, sino también tiene que ver con la transmisión de tecnologías y de conocimiento, las migraciones, las comunicaciones y la cultura. Por tal motivo, el Estado fue tan importante para el pensamiento cepalino. Según este mismo autor: ―El Estado 717 Por eso consideraron como decisiva la acción del Estado a la hora de construir las infraestructuras económicas y las condiciones políticas propicias para un capitalismo reformador que aguantara la presión externa. Como hemos visto, Medina no vio como incompatible liberalismo y capitalismo porque entendió que la economía liberal ya no se podía dar, por eso apunta la importancia y la significación del Estado y del sector público en la actividad económica. La economía planificada no era un sustitutivo del mercado, porque el mercado es un instrumento al servicio y para el funcionamiento del capitalismo. La postura formulada por José Medina, en línea con el pensamiento cepalino, manejaba una visión en que la democracia y el mercado se podían reforzar recíprocamente en beneficio de la sociedad. 1083 Para él la planificación democrática no significaba la eliminación del capitalismo ni del mercado, pero sí exigía reformas, ante todo, para conseguir el objetivo de la elevación generalizada del bienestar social: ―el Estado no puede menos de preocuparse de hacer accesibles al mayor número posible de ciudadanos –en formas técnicas diferentes en cada caso- ciertos bienes y servicios que ninguna actividad privada les podría proporcionar o al menos con la misma generalidad‖ (Medina, 1965a: 222). Nuestro autor se movió en una esfera de pensamiento contraria a la de los economistas más liberales –los economistas austriacos von Mises, Hayek, Friedman y la Escuela de Chicago-, entendiendo que el mercado ha de regularse. 1084 El modelo de referencia se basaba en un mercado regulado. La lógica de la dimensión política y reformista de Medina está implícita, por tanto, en las formas desarrollistas de base comunitaria y democrática de la CEPAL a favor de un Estado emprendedor y regulador. Estas tesis de la planificación democrática encontraron grandes reservas, como decimos, por parte del ideario neoliberal y conservador, el cual consideraba básicamente que el Estado interventor era disfuncional para los intereses del mercado porque entorpecía el crecimiento económico. Fue a partir fue el instrumento esencial para poner en práctica las ideas del desarrollo nacional y la vinculación soberana con el contexto soberano. En virtud de las circunstancias propias de cada caso y cada época, el Estado intervino todo lo que hizo falta, raramente más de lo necesario, para regular los mercados, abrir o cerrar la economía e impulsar, orientando el crédito interno y por otras múltiples vías, las actividades consideradas prioritarias‖ (Ferrer, 2008: 47). 1083 Es muy evidente la veta cepalina en el pensamiento de Medina Echavarría en lo que se refiere a la integración económica, nacional y social de cada país latinoamericano como paso previo para una integración económica regional que haga frente a los retos de la economía mundial. Así decía nuestro autor: ―Sobre todo en el aspecto económico, no podrá América Latina vencer todos los obstáculos que encuentre en sus distintas esferas nacionales si no llega a una integración económica general y si no alcanza, de una u otra manera, una unidad económica desde donde hacer frente a los mercados asociados de gran dimensión que constituyen el mundo contemporáneo‖. Más adelante se puede leer: ―El problema, por tanto, de América Latina consiste en incorporarse a ese mundo nuevo, que es un mundo funcional, como una unidad económica y política con valores propios y personalidad inconfundible‖ (Medina, 1963: 503-504). Me atrevo a insinuar que aquí Medina recupera algunos temas hispánicos tratados en México y, sobre todo, manifiesta su adhesión a la corriente de la integración latinoamericana que representó la CEPAL. 1084 En este punto nuestro autor nos recordaba cómo la planificación económica surgió como una forma de economía de la guerra del 14, formulada por O. Neurath, quien propuso un ―tipo de planeación material‖: ―La ―planeación material‖ de Neurath suscitó enseguida una aguda polémica, iniciada quizá – no estoy seguro- por el propio Max Weber. Este no negaba la validez de ese tipo de cálculo para una economía de guerra –de objetivos muy definidos- pero lo creía imposible en una economía de paz. En la polémica descolló L. V. Mises y luego siguió por muchos años por los sostenedores de la tesis de que sin mercado –sin precios- es imposible el cálculo económico y quienes pronosticaron en consecuencia, una y otra vez, el derrumbe de la economía soviética‖ (Medina, 1965a: 235). Sin embargo, las condiciones históricas ahora eran diferentes: había que planear en tiempos de paz y en situaciones pacíficas. 718 de la segunda mitad de los años 60 cuando el modelo de la CEPAL, que había tenido un enorme impacto y adhesión en la región entre 1950-1965, entra en crisis debido al inicio de los golpes de estados sufridos en la región, comenzando por el de Brasil de 1964 (Dos Santos, 1999: 34). Ya en los años 70 comenzó a resquebrajarse el sistema económico regulador de Bretton Woods y el mercado mundial se orientó por estas opciones aperturistas. Fue entonces cuando la globalización económica irá ganando terreno en la región, provocando tensiones inevitables en cuanto a la gobernabilidad política de los países latinoamericanos. Este contexto proclive a la liberalización favorecerá la toma de medidas y soluciones autoritarias para implementar economías de mercado, caso del golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile. Afinando nuestro análisis podemos reconocer estas disputas y tensiones en el proceso de transnacionalización e internacionalización de la economía latinoamericana. El ―desafío ortodoxo‖ apostó por cuestionar las políticas públicas, y por debilitar y reducir el papel del Estado, hasta transformarlo en una institución subsidiaria, que únicamente se ocupase de las acciones que el sector privado no puede o no quiere asumir. Nuestro autor, en cambio, creía que sería desconsolador creer que el mercado arreglaría lo que ya había desarreglado. Para Medina el mercado era necesario, pero no el único bálsamo para solucionar las desigualdades y precariedades sociales. Ello es expresión previsible de su inclinación ―heterodoxa‖ hacia un capitalismo reformado y hacia la presencia indispensable de la democracia y del Estado para alcanzar desarrollo, equidad y mejora social. Para José Medina Echavarría la democracia ni el Estado, a diferencia de los ―librecambistas‖, no fueron un obstáculo para el desarrollo económico ni para las tareas planificadoras. Por el contrario, el sistema representativo democrático tenía para él una ―significación funcional‖ en las tareas políticas de la planificación en términos de participación y de socialización política. Cuando hablaba de ―las opciones fundamentales que implica toda planeación‖, aludía a la posibilidad que se abría entonces de forjar una cultura política y de que los ciudadanos participasen en ese proyecto de sociedad (Medina, 1971: 38-39). En efecto, para él aquel proceso de transición y de modernización que ejemplificaba la planificación debía constituir, al final, una cultura política democrática. Frente a todo ese pensamiento que cuestionaba a las democracias (latinoamericanas) como un mecanismo ineficaz para superar las crisis económicas, surgía, como apreciamos, toda esta corriente democrática y reformista que se empeñó tanto en construir un orden político, según normas y valores democráticos, acorde a los requisitos del desarrollo y de la industrialización. 1085 Si Medina aludió desde su perspectiva sociológica a la democracia pluralista occidental y al capitalismo reformado lo hizo porque en esa fórmula hallaba la estructura social que mejor casaba con sus ideales de una sociedad participativa, caracterizada por las clases medias y por los grupos intermedios que cubren casi todo el campo de las actividades humanas, ofreciéndose como enlaces entre el individuo y el Estado. En este aspecto, el pensamiento cepalino manejó un Estado planificador que, 1085 La dificultad ha sido que el proceso de transición política hacia la democracia ha avanzando en un camino lleno de obstáculos y presiones: por un lado, intentando superar, no siempre lo consiguió, la resistencia democrática y las luchas de carácter estrictamente político; y, por otro lado, la presión, digamos extrapolítica, de la modernización de la sociedad con la consiguiente intensificación de los procesos de urbanización y de industrialización (Weffort, 1988: 132). La problemática ha estado en que la democracia se consolide como un valor social, como un elemento sobresaliente de cultura política. 719 principalmente, debía promover los intereses y la consolidación de las clases medias latinoamericanas. 1086 Si no había habido una incorporación voluntaria de las clases medias (y de las clases populares a la modernidad), ahora correspondía al Estado integrarlas para que participasen en lo que constituye la vida moderna (Medina, 1963: 151). Así para nuestro autor la planificación democrática fue una manera de poder vincular a estas clases medias con la democracia y una oportunidad, por tanto, de que éstas lograsen desarrollar una conciencia de clase que las capacitase, dentro de lo posible, para liderar la empresa modernizadora que se estaba acometiendo (Marsal, 1979: 109 y 116). En cualquier caso, Medina Echavarría es fiel a los planteamientos de Mannheim al subrayar que el ascenso social y político de las clases medias tiene que quedar representado en el Estado planificador. Nuestro autor, como vimos, confirió a las clases medias, al igual que lo hiciera el sociólogo alemán, la vitalidad necesaria para la formulación de este pensamiento de la planificación democrática. La participación de estas clases no debía ser pasiva, sino que su participación debía ser funcional en objetivos predeterminados por el proyecto planificador y cuya máxima aspiración utópica sería el de la automovilización, en el sentido de que la ciudadanía –compuesta por las clases medias y las otras clases sociales como mayoría social- tendría la capacidad de tomar iniciativas propias y, además, acabaría por poseer los suficientes recursos para decidir. Porque, según Medina, ―uno de los problemas con que tropiezan todos los países que logran o tratan de lograr un desarrollo económico y social rápido, estriba, sin duda, en conseguir que toda la población participe en las rápidas modificaciones de la cultura que acompañan necesariamente al desarrollo del país‖ (1962c: 55). Lo relativo a la vigorización de la ciudadanía y la cultura política constituye, sin duda, el correlato sociopolítico de sus estudios sobre la estructura tradicional. Además la extensión de la ciudadanía como participación social y como parte esencial de los programas de desarrollo económico y social era una idea claramente reformista, progresista y liberal de Medina Echavarría. 1087 La defensa de la libertad individual y de los derechos civiles históricamente ha sido una amenaza para la ideología conservadora. Y esto ha sido muy evidente en el pasado reciente de América Latina. 1086 Como afirmaba Juan Francisco Marsal el pensamiento desarrollista fue un pensamiento de clases medias: ―El pretendido desarrollo latinoamericano es pensado y ejecutado por el sector más progresista y nacionalista de la clase media y como resultado de ello lo que intenta es favoreces los intereses de su propia clase‖ (1979: 188). 1087 Por supuesto, esta inclinación personal de Medina hacia el tema de la ciudadanía y de la política social también corría a la par que la corriente democrático-reformista del paradigma modernizador que representaban las Naciones Unidas. De esta manera, Medina estuvo influido, como hemos ido viendo, por el trabajo Citizenship and Social Class de Thomas H. Marshall, quien entre 1956 y 1960 dirigió el Departamento de Ciencias Sociales de la UNESCO. Además Medina cita a Marshall para decir que la ciudadanía, según el sociólogo estadounidense es lo siguiente: 1) Los derechos civiles: libertad personal, de palabra, pensamiento, libertad religiosa, derecho de propiedad, derecho a la administración de justicia y libertad contractual. Corresponde a las cortes o tribunales de justicia la función institucional de salvaguardar esos derechos. B) Los derechos políticos: principalmente el derecho a participar en la elección de autoridades y el derecho correlativo de ser elegido para desempeñar cargos de representación pública. Los diversos cuerpos representativos son los mecanismos mediante los cuales los ciudadanos pueden participar en el proceso de tomar decisiones de carácter público. C) Los derechos sociales: el derecho a un mínimo de bienestar económico y la seguridad en el derecho a participar plenamente en la herencia social y a vivir la vida de un ser civilizado de acuerdo con los niveles prevalecientes en la sociedad. Las instituciones encargadas de velar por la aplicación de estos derechos serían los Servicios Sociales, que proporcionan un mínimo de protección contra la pobreza y las enfermedades, y la escuela, cuya función es asegurar a todos los miembros de la comunidad nacional el derecho a recibir el mínimo de educación que permite una participación activa e inteligente. (Medina, 1963c: 46). 720 CAPÍTULO XXIV. LA SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN. 1. Contexto de la educación en América Latina. Es cierto, como ya se ha dicho, lo manifiestos que son los escritos de José Medina Echavarría en lo que se refiere a la voluntad de intervenir en la sociedad. Justamente esa voluntad es lo que le llevó a destacar, como así creemos, la fundamental importancia de la educación en las sociedades latinoamericanas en la época de transición. En este sentido, entendemos que el sociólogo español se preocupó del hecho social educativo por distintos motivos: primero, porque resultó ser una tarea profesional en un momento central de la historia educacional latinoamericana, pues la educación pasó a ser tema central de la agenda política en toda la región; segundo, porque la educación fue para él un espacio de fértil producción categorial y reflexión epistemológica, filosófica y sociológica que ligaba con autores clásicos y contemporáneos de la sociología europea, caso de Comte, Durkheim o Mannheim; y tercero, porque la sociología de la educación le permitió reflexionar agudamente acerca de la vinculación entre educación y cultura política, siendo una pregunta central por la producción de modos de convivencia y tipos de conflictividad legítimos en el marco de la cultura latinoamericana. 1088 La constante de su sociología de la educación recorre la tensión entre la contribución específica de la educación y de la pedagogía a las exigencias del desarrollo económico y la cuestión de la legitimidad política o la educación con arreglo a unos valores e ideales cívicos, humanistas y liberales. Él se sentirá deudor de la tradición humanista: ―el pensamiento que desde Grecia llega hasta nosotros pasando por los ideales medievales y los del renacentismo humanista –o por una u otra forma de su modernización- y que siempre ha tenido y conserva como meta la formación del hombre en cuanto personalidad autónoma y creadora‖, nos dice. Pues en efecto, repetidas veces se preguntó por la vigencia contemporánea de ese ideal en las teorías sociológica o en las ideologías educativas. Ante una corriente educativa cada vez más materialista y preocupada por el aumento de la productividad o por la productividad de la educación (se empezaba a hablar del rendimiento de los sistemas escolares, de la Universidad, de las escuelas profesionales y técnicas), él trató básicamente de encontrar un hueco para la educación como un fundamento filosófico siempre necesario ante el ―desequilibrio latente o expreso entre las necesidades impuestas por las exigencias estructurales de las sociedades modernas y las que derivan de las tradiciones educativas, cuya cristalización constituye la imagen ideal, muchas veces consubstancial, que persigue el magisterio‖. 1089 Más adelante nos detendremos en este aspecto filosófico de la sociología desarrollista de Medina Echavarría. Podemos afirmar que en el modelo teórico para América Latina de Medina hay una sociología de la educación, aunque consiste más que nada en una propuesta elaborada en distintos que un planteamiento teórico sistemático. De esta manera, el tema de la educación en la obra de Medina Echavarría aparece como proceso de 1088 Precisemos que en el ILPES había desde 1962 una Sección de Planificación de la Educación creada por la UNESCO. El jefe de aquella sección era Simón Romero Lozano. Aquella sección organizaba frecuentemente cursos regionales destinados a formar técnicos y administradores de la educación. 1089 José Medina Echavarría, ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago, 9-20 de diciembre de 1963, p.15 y 16. 721 rearticulación de la cultura moderna y, por tanto, es una cuestión asociada a la búsqueda de una nueva legitimidad cultural para la nueva sociedad moderna. Así, pues, el tema educativo latinoamericano le permitió, nuevamente, ajustar sus cánones liberales- reformistas a aquellas demandas de conocimiento sociológico. 1090 Una vez más consideramos oportuno situar la aportación de Medina en su cuadro contextual y político específico. Solamente bajo este punto de vista se puede escribir su historia intelectual en su justo sentido. Así pues los problemas educativos puestos de relieve por la industrialización latinoamericana comenzaron a verse desde la óptica de los ―recursos humanos‖. En América Latina hubo ―una voluntad firme de planificar la expansión de los sistemas de educación y de hacerlo en función de los imperativos de la política de desarrollo económico‖. Por todas partes, como sabemos, se reconocía ―la necesidad de unir al desarrollo social con el desarrollo económico y la importancia de una evaluación de las necesidades en mano de obra a mediano y a largo plazo como instrumento esencial de una política de desarrollo de los recursos humanos‖ (Buron, 1967: 11). De esta manera, la educación en los años 60 fue considerada como una de las bases del desarrollo o, siguiendo el lenguaje de Medina, como ―factor del desarrollo‖ y ―como inversión‖. La siguiente cita de nuestro autor es un ejemplo típico de aquel contexto concreto: ―La percepción de lo que el desarrollo económico significa y la urgencia de intervenir en él de modo consciente, empuja cada vez más a la planeación a campos distintos del estrictamente económico y en primer término al de la educación…El día en que se sienta en forma urgente la necesidad de llenar los cuadros profesionales –técnicos y administrativos- sin los que no puede avanzar el desarrollo económico y en que se perciban como problemas nacionales todos los que tienen que ver con la investigación científica‖ (Medina, 1963e: 421). En efecto, en los países latinoamericanos a raíz del intercambio con los países más avanzados, de las conferencias de las Naciones Unidas sobre educación o del trabajo de los organismos internacionales, comenzó a haber una ―toma de conciencia‖ sobre el papel de la educación en el sistema económico. La educación como factor estratégico para el desarrollo significó su inclusión en la planificación económica general, principalmente, como ―una forma de inversión social‖. 1091 La educación 1090 Pensemos que todo este debate educativo abierto en América Latina en la década del 60 no le pilló desprevenido a Medina. Las reformas pedagógicas de la Segunda República ha sido un tema que ha estado presente de una u otra forma en su obra, lo que ocurre es que ahora la educación comenzaba a ser un factor estratégico para el desarrollo y para un ideal de sociedad industrial. Como siempre hacía nuestro autor, cualquier tema burocrático que le encomendaban en el ILPES, ya fuera la educación, ya fuera estudiar la juventud, él encontraba la suficiente libertad para insertar sus personales reflexiones. Aquí por ejemplo se aprecia esto en el sentido que da a la educación como tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad moderna, abierta. 1091 Recordemos que la Conferencia de Santiago de Chile de las Naciones Unidas, poner año, reconoció que eran precisos cambios fundamentales en los planes de estudios y en la concepción tradicional de la enseñanza, de manera que la educación y la formación en todos sus aspectos llegasen a ser parte del plan general de desarrollo (Phillips, 1963: 288). Hubo planes educativos de la UNESCO, de la ONU, de la CEPAL. LA UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Ecuación, la Ciencia y la Cultura), junto con la Alianza para el Progreso (pero esto fue posterior), instaron a los gobiernos a intensificar sus programas educativos, que en la práctica se referían a los sistemas de educación política (Urquidi, 2005: 340-341). Todo este contexto internacional de la política educativa hizo forjar esta nueva perspectiva de la educación como ―inversión económica‖. Por ejemplo, es el punto de vista dominante de la UNESCO: 722 comenzaba a ser vista como un tema central de la política económica. Desde la perspectiva económica se percibió que el desarrollo económico tenía que contar con el ―factor humano‖, ya ―sea como objeto de inversión, sea como sujeto de realización de los programas proyectados‖. En ese punto, José Medina Echavarría recordaba que la perspectiva sociológica de la educación como ―institución social‖ seguía siendo plausible a la hora de ―analizar la función social ejercida por la educación‖ y ―los aspectos estructurales que señala o puede señalar en una determinada sociedad‖. 1092 En otras palabras, la sociología y las ciencias sociales eran necesarias para determinar y orientar el proceso de formación de las estructuras sociales. La planificación educativa en los países periféricos planteaba la necesidad de cómo proyectar y enfocar esos ―recursos humanos‖. 1093 Se favoreció entonces el aspecto cuantitativo y materialista de la educación en relación a que una mejor cualificación de la mano de obra significaría análogamente una mayor productividad de los diferentes sectores de la economía. La educación va a ser el instrumento de oferta capaz de satisfacer la demanda de los cuadros técnicos y profesionales que ―una actividad económica cada vez más compleja y especializada‖ implicaba (Medina, 1962d: 206-207). Además los gobiernos latinoamericanos comenzaron las reformas universitarias. La reforma educativa fue una cuestión sociopolítica fundamental, pero sobre todo la universitaria. La educación superior, como reconocía nuestro autor, fue en aquel momento ―un instrumento decisivo‖ para el crecimiento económico (Medina, 1963e: 407). 2. La sociología de la educación de José Medina Echavarría. El trabajo de José Medina constituye un preciso cuadro documental de la situación y de las ideas de América Latina respecto a la educación, principalmente, la universitaria. Si se interesó por la educación fue, como decimos, porque detrás hallaba un contenido más concreto y específico de aplicar su modelo teórico para América Latina en los programas de la planificación social. Por tal motivo, para nuestro autor la educación se presentaba bajo dos aspectos diferentes; por un lado como factor de desarrollo y, por otro lado, como mecanismo de transformación social (Solari, 1988: 117). Como factor de desarrollo, ―debe crear la receptividad psicológica para el ―medio técnico‖ de nuestro tiempo‖. Mientras como factor de cambio social, la educación es ―Aspects économiques de l´education‖, Revue Internationales des Sciences Sociales, Volume XIV, Nº 4, UNESCO, 1962. Algunos de los principales problemas del Desarrollo de la enseñanza en el Desarrollo Económico y las inversiones en Educación, OCDE, París, 1962. 1092 José Medina Echavarría, ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago, 9-20 de diciembre de 1963, p.1-2 y 12-13. 1093 La visión de Perroux se ajusta para un modelo de desarrollo específico para América Latina. Medina, claramente, se posiciona, junto con el economista francés en la línea de otro desarrollo: ―Para decirlo con las palabras de un ilustre economista francés: en los pueblos industrializados, las necesidades de que se trata se determinan por extrapolaciones que tienen lugar dentro de estructuras claramente constituidas; mientras que en los países subdesarrollados semejantes estructuras se encuentran en un proceso de formación, de suerte que en este caso son igualmente posible diversos tipos de crecimiento, cada uno de los cuales plantea la necesidad de ―recursos humanos‖ muy diferentes y de calificación distinta‖. José Medina Echavarría, ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago, 9-20 de diciembre de 1963, p.13. Francois Perroux, L´Economie des Jeunes Nations, Press Universitaires de France, 1962.Otra cita de Helmut Schelsky, Anpassug oder Widerstand?, Quelle&Meyer, Heidelberg, 1961. Era un momento en el que se comenzaba a discutir la posibilidad de ―otro desarrollo‖ para América Latina. 723 ―uno de los mecanismos operativos de transformación de la estructura social –para muchos el más importante- que acompaña a todo progreso económico‖. En todo caso la educación se convierte un instrumento de mejora y ―ascenso a que el individuo aspira y que su familia suele a veces fomentar, dentro incluso de la más práctica y mediocre calculabilidad‖, decía Medina (Medina, 1962d: 207-208). Esto casa con la idea de sociedad que él tenía en la cabeza de ―sociedades de tipo funcional‖, donde la educación pretendería ―satisfacer las aspiraciones de una sociedad caracterizada por poseer una movilidad social más o menos intensa‖ y donde ―los niveles de aspiración habrían de manifestarse como proyecciones espontáneas de sus individuos‖. 1094 La educación, en resumen, vendría a satisfacer los niveles de aspiración existentes en una sociedad, sobre todo, como ―mecanismo de movilidad social‖. En todo caso, el fondo de sus reflexiones reflejaba los problemas antagónicos entre los ideales educativos y su continuidad y la adaptación a la nueva demanda social de educación para los ―países en trance de desarrollo‖. 1095 En este sentido, para Medina la educación –como factor estratégico del desarrollo- podía desempeñar un papel decisivo en la solución de los problemas sociales de la modernización económica, social y política. La educación proporcionaba la ―base técnica‖ que exigía las actividades económicas. Pero la educación también podía actuar como un vector fundamental para la transmisión de conocimientos y valores de la cultura dominante de una sociedad en una época determinada. En otras palabras, todo dependía según el punto de vista en el que nos coloquemos a la hora de determinar qué educación para qué sociedad. Esa es, como decimos, la tensión fundamental que observaba Medina entre educación como capital social y educación como medio de generar una cultura participativa y democrática. Así, José Medina Echavarría se mostró partidario de incluir la planificación educativa en su idea de planificación democrática. Consideraba, como hemos podido comprobar, que la planificación democrática, de por sí, implicaba en su proyecto original una modificación cultural de la sociedad, el abandono de los viejos valores y la sustitución y adquisición de unos nuevos valores. La tradición sería reemplazada por una nueva tradición. Y para que la vieja tradición deje paso a la nueva no hay elemento de cambio más factible que la ciudadanía, entendida ésta como mecanismo de participación que se activa constantemente, se autorregenera, otorgando nuevos significados a la vida cultural, económica, política y social de un país. Con las percepciones y posibilidades que él tuvo respecto a las clases medias y a la ciudadanía, el sociólogo español estableció metas socialmente compartidas que pudiesen lograr una 1094 José Medina Echavarría, ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago, 9-20 de diciembre de 1963, p.6. Aquí la cita de autores más nuevos que viejos es numerosa. Ello es muestra, sin duda, de que estamos ante una innovación teórica en la obra de Medina Echavarría. Él se inmiscuye en los campos de conocimiento europeo y norteamericano para ver qué debates había en relación al tema educativo. Cita a diversos autores: Helmut Schelsky, Schule und Erziehung in der Industriellen Gesellschaft, Edit. Werkbund, Würzzburg, 1959, Wolfgang Lempert, Padagogik und Soziologie, en revista Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, Nº 2, 1963..Friedrich Fürsttenberg, Das Aufstiegsproblem in der modernen Gessellschaft, Edi. Ferdinand Enke, Stuttgart, 1962. Pierre Jarcard, Politique de l´emploit et de l´education, Payot, París, 1957. Howard S. Becker, Schools and Systems of Stratification in Education, Economy and Society, A. H. Halsey, Jean Floud and C. Arnold Anderson, The Free Press of Glencoe, 1961. 1095 José Medina Echavarría, ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago, 9-20 de diciembre de 1963, p.9 y 17. 724 sociedad más justa, más igualitaria y, sobre todo, menos conflictiva. Por tal motivo, Medina reivindicó que la mejor manera de realizar efectivamente estas nuevas demandas de poder de las clases medias sería el mecanismo educativo. El objetivo era aumentar el nivel de ―una cultura media generalizada‖ (Medina, 1963d: 503). Si la planificación democrática y el Estado planificador fue una solución para otorgar poder y conciencia política a estas clases medias, el medio de lograr eso fueron preferentemente los factores educativos, pues a través de ellos se podría reestructurar totalmente loa sociedad. Medina sabía que el Estado moderno desde su creación se sirvió de la educación para ―fomentar una identidad colectiva, difundir unas normas de convivencia y legitimarse a sí mismo‖ (Fernández Enguita, 2007:15). La democracia valoró a la educación como un requisito de la ciudadanía efectiva, suministró las condiciones políticas necesarias para el cambio social y además aportó la suficiente legitimidad a las demandas expansivas de las profesiones vinculadas a la moderna sociedad industrial. Por tal motivo, para nuestro autor la educación en las tareas del desarrollo y de la planificación posibilitaba la formación general de un ejercicio eficaz de la ciudadanía y ayudaba a la cohesión e integración política nacional de los países latinoamericanos a la hora de construir identidades colectivas.1096 Su insistencia iba más allá de legitimar el sistema económico capitalista reformado que se estaba instalando en América Latina a través de la acción estatal. La acumulación económica era un aspecto, pero no el único. El cambio social apelaba justamente a la importancia de la gobernabilidad y la legitimidad de esa misma transformación social. De ahí la postura intermedia de nuestro autor entre el materialismo y una concepción excesivamente idealista: él siempre tuvo la idea de que la educación tenía un papel importante tanto para alcanzar el desarrollo económico, lograr una ética profesional, pero también para permitir un funcionamiento idóneo del sistema político democrático. No se trataba simplemente de un diagnóstico sociológico, sino que nuevamente la cuestión cardinal tenía que ver con una postura ideológica. Pensemos que a las elites latinoamericanas no les interesaba la educación en tanto en cuanto sólo reprodujera la situación de dominio y privilegio en la escala social y profesional. En cambio, para el pensamiento cepalino, la educación debía contribuir además a reducir las segmentaciones y desigualdades sociales. En este sentido, para nuestro autor la lenta ―extensión de la ciudadanía‖ en América Latina estaba motivada, principalmente, porque la democracia y su educación siempre estuvieron limitada y restringida a las clases altas (Medina, 1963c: 40-41). Por tal motivo, la planificación educativa planteaba entonces la necesidad de utilizar los canales institucionales adecuados para lograr esa participación social efectiva. Educar para el trabajo no consistía meramente en capacitar técnicamente a la mano de obra, ni generar una disposición económica general, sino que educar, en un sentido amplio, significaba para Medina Echavarría la integración de los ciudadanos en la vida social, desde el plano laboral y profesional hasta en un escenario dominado por la idea de ciudadanía como ejercicio de derechos y responsabilidad sociales y políticas. 1096 Recordemos que la teoría sociológica de la educación de Comte ―se fundamenta en la idea de que el sistema educativo constituye el órgano clave para la uniformización e inculcación de hábitos de pensamiento y comportamiento, en los que radica la fuerza cohesiva de la sociedad‖ (Guerrero, 2003: 34). Esa idea sería núcleo del pensamiento sociológico inicial de otros autores como Durkheim. 725 El marco teórico en el que se mueve Medina estaba claramente influenciado por Karl Mannheim y su propuesta de una reforma del sistema educativo, llevada a cabo mediante la planificación democrática, para así construir una educación democrática y, por tanto, de acceso a las amplias masas sociales. Este modelo educativo tenía el claro fin de conseguir una sociedad también democrática (Guerrero, 2003: 34). La siguiente cita de Karl Mannheim explicaría sucintamente el interés de Medina por una educación ―social‖ para el cambio, donde será especialmente relevante el papel de las ciencias sociales y la sociología: ―La ciencia social proporcionará los conocimientos básicos acerca de la educación social, concepto utilizado con frecuencia, pero raras veces bien definido. La educación social no trata de crear un animal social gregario, sino que procura establecer una personalidad bien equilibrada en el espíritu de la verdadera democracia; la individualidad no deberá desarrollarse a expensas de los sentimientos colectivos‖ (Mannheim, 1953: 216). Tal solución es, como así creemos, realmente inspiradora en la ―tercera vía‖ de Medina. Para nuestro autor la planificación democrática es un aporte sustantivo de la ingeniería social y de todo el proceso de racionalización, porque aporta eficacia a la planificación económica, pero, sobre todo, es una alternativa frente a la planificación centralizada del modelo soviético o a la planificación más materialista de las teorías funcionalistas del modelo occidental. Para él esa propuesta de educación social de Mannheim encerraba una manera particular de reclamar el discurso de la democracia y de la libertad social. Obviamente Medina observaba con la óptica mannheimiana el bullicio social del populismo de masas en América Latina. Esas muestras él no las veía cómo representativas de una sociedad auténticamente democrática, al ser demasiado proclive a la demagogia. Siguiendo esa línea de pensamiento, nuestro autor estimaba que el mejor mecanismo de ―activar‖ democrática y políticamente a la sociedad era la educación, para así dotar a la población de energía cultural, educativa y pedagógica, todo ello canalizado a través de un Estado planificador que recoja tanto las aspiraciones individuales como las colectivas. José Medina, de esta manera, pretendía humanizar el desarrollo económico a partir de la educación. Él temía que la aspiración colectiva de crecimiento económico y la racionalización de la vida económica terminasen por ser un ciego automatismo que impidiese ―la voluntad de realización plena del hombre‖ (Medina, 1965a: 271). Estamos delante, sin duda, de la concepción más filosófica del desarrollo económica que ofrecen los trabajos de Medina Echavarría. No nos extraña esto dada su formación. Además, como reconoce Celso Furtado, en el desarrollo y en sus teorías existe ―una teoría general del hombre‖ o ―una antropología filosófica‖ (1983: 7). De hecho, para nuestro autor el desarrollo latinoamericano no sólo contenía una teoría sociológica, sino que además también incluía una reflexión filosófica del hombre. La educación para Medina al final es una ―educación para el hombre‖. 1097 Incluso Armando Di Filippo reconoce en la obra desarrollista de Medina una ética. Recogemos sus palabras: ―José Medina de una manera muy suave y moderada termina haciendo una defensa del ser humano. Es como una ética. En José Medina hay una ética. Es algo complicado porque hay que penetrar en las etapas del pensamiento de José Medina y en su filosofía. Él nunca se olvida de los seres humanos. Mientras 1097 José Medina Echavarría, ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago, 9-20 de diciembre de 1963, p.1. 726 que uno de los rasgos del capitalismo y de la sociología política marxista, o vinculada a la estructura de clases, es que el individuo o el ser humano se disuelve en una posición de clase; en José Medina no se disuelve el individuo, aparece siempre el individuo. Eso es valiosísimo, en un momento en que las ideas sociológicas y políticas de las ciencias sociales latinoamericanas de corte marxista no tenía en cuenta el individuo a favor únicamente de la revolución‖.1098 Como decimos, es ante la pregunta por el papel de la educación en las sociedades industriales donde aparece más nítidamente la noción de individuo en los escritos de José Medina Echavarría. Nuestro autor entendió la educación en un sentido amplio, como el proceso de formación de personas; vale decir individuos capaces de resistir ante las presiones de los mecanismos impersonales de la sociedad industrial. A partir de estos dos tópicos nos es posible reconstruir tres nociones de individuo a las que denominaremos como ―persona‖ o individuo como promesa, ―rol‖ o individuo como conformismo y ―masa‖ o individuo como amenaza.1099 3. Persona, rol y masa. La noción de ―persona‖ apunta al individuo como fuente autónoma de sentido, según las palabras del propio Medina: ―por persona entendemos capacidad de autonomía, la decisión propia y libérrima. La posibilidad del individuo de vivir desde su propio centro, de aceptar o de renunciar, de tomar distancia ante las cosas, de crearse un mundo suyo intransferible y lleno de sentido, es cosa que no parece hoy fácil y sencilla‖ (1965a: 255). El proceso de formación de personas no es cosa sencilla, advertía Medina, porque entraba en tensión con los mecanismos de ajuste que requieren las sociedades funcionales. Nuevamente está presente la pregunta de educar para qué, a qué tipo de hombre. Porque, por un lado, aparecía la posibilidad del individuo realizado en una tarea, en un ―rol‖. Por lo menos en las sociedades más avanzadas, había las condiciones educativas, materiales y económicas, técnicas, más propicias y favorables para la realización del hombre como profesión. Pero Medina, por otro lado, dudaba de que aquellas condiciones fueran las más adecuadas para el desarrollo integral del hombre. De alguna manera, opone personalización a conformismo, lo que también pudiera entenderse como la oposición entre persona y rol. Una cierta dosis de conformismo –adaptación al sistema- está presente y es necesaria en toda sociedad, pero en las sociedades industriales (tanto en la sociedad capitalista como en la soviética), el conformismo puede llevar a la completa automatización –lo contrario a la autonomía- del hombre: la disolución de la persona en el rol, y la frustración de la promesa ética de la modernidad. Por tal motivo, en su perspectiva sobre la educación hay lugar también para la pedagogía: ―Pudiera incluso (el sociólogo) mostrar algunas disidencias –seguramente aceptables para el pedagogo-, pues dado el carácter de las sociedades industriales ya conocidas o próximas en el horizonte –las sociedades ricas y de consumidores- quizá conviniera acentuar todo lo posible los esfuerzos pedagógicos encaminados a lograr dentro de ella la mayor cantidad posible de 1098 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1099 Seminario PNUD, 2008, Santiago de Chile. Colaboración del autor junto con Pedro Güell (director), Macarena Orchard y Stefano Pallestini. Investigación sobre el individuo. 727 individuos capaces de independencia intelectual y espiritual, y de defenderse, dentro de los límites posibles, de las avasalladoras tendencias al más extremado ―conformismo‖ social. Esto sin mencionar el tema, como no sea por tan breve insinuación, del problema de la formación de las grandes cabezas dirigentes, nunca de limitada y estrecha especialización‖ (Medina, 1976a: 56). En directa oposición y tensión con la concepción de persona, Medina coloca el ―homo sociologicus‖, que no es más que el ―precipitado personal de un rol‖ (Medina, 1967: 61). El individuo como rol es resultado del proceso de ajuste –o conformismo- que la sociedad funcional exige a los individuos. El conformismo se puede entender como el proceso de adaptación del individuo al funcionamiento social o, según sus propias palabras, ―el modo de ser del hombre conformado por esa sociedad y soporte a su vez de la misma‖ (Medina, 1965a: 247). Un ejemplo de ello es la adaptación del trabajador a las condiciones del trabajo industrial en su dimensión espacial, temporal y en su estructura jerárquica (Medina, 1967: 292). El conformismo es una disposición natural del ser humano, que se acentúa en las sociedades industriales crecientemente tecnificadas. Medina ve dos niveles de conformismo, uno radical que llevaría a la completa mecanización de los individuos, y uno más moderado, que asocia a la ideología del pluralismo o corporativismo. La primera versión de conformismo radical, Medina lo extrae, como así creemos, de sus lecturas de las obras de Ortega y de Max Weber, según los cuales la sociedad moderna tendería a producir un individuo autómata, completamente adaptado a los mecanismos funcionales de la sociedad. 1100 Nuestro autor daría renovada continuidad a esta versión a partir de la crítica cultural de la modernidad que encontró en los trabajos de la Escuela de Frankfurt, los cuales alcanzaron una gran notoriedad durante los años 60. De esta manera, Medina recogió en algunas páginas de su obra el lenguaje familiar de estos autores, hablándonos de una cultura y de un hombre unidimensional, en el sentido de Marcuse, de la teoría de la cosificación marxista, como Adorno y Horkheimer, o preguntándose ―¿hacia qué cosa conduce el desarrollo económico? ¿En qué desemboca dentro de nuestra vida?‖ (Medina, 1965a: 247). 1101 El segundo tipo de conformismo le parece más real y por lo mismo más 1100 Medina fue consciente de la importancia que tendría el proceso general de racionalización para América Latina, pero también temía los excesos que la racionalización puede provocar en las tareas de planificación. Y aquí recurre a Weber: ―La causa para Weber se encontraba en el largo e ineludible proceso de racionalización a que había estado sometida la historia de Occidente. El mayor peligro radicaba en la creciente expansión de la burocracia. La cual, inescapable en una sociedad funcional como la nuestra, tendía a quebrar la espina dorsal del individuo con la palanca de la jerarquía. La solución weberiana, extrema y heroica como casi todas las suyas, sólo podía ofrecerse por la aceptación hasta su fondo del proceso de racionalización mismo‖ (Medina, 1965a: 258). 1101 Medina Echavarría en este tema se sitúa, a mi entender, en la línea de los grandes pensadores europeos que cuestionaron la modernidad, que se preguntaron sobre el control tecnológico y el peligro de la técnica excesiva de la vida moderna. Una narración que le remonta a Ortega y Max Weber, Mannheim, que le relacionó con la Escuela de Frankfurt y que, en los últimos tiempos de su vida, le llevan a dialogar con Habermas. Así es como en estos postulados de Medina, encontramos las referencias a Ortega y su rebelión de las masas- Medina conoció y leyó la crítica cultural de Marcuse, Adorno, y Horkheimer. A través de ellos le llega otra versión del marxismo – la ―cosificación‖ o ―enajenación‖ del ser humano- diferente a la que se hacía en América Latina. Además también se refiere a Hannah Arendt y el triunfo del ―homo laborans‖, en referencia, a que las sociedades industriales son ante todo sociedades ―conformadas‖ por trabajadores (Medina, 1965a: 248-259). El enfoque ecléctico de nuestro autor también le permite dialogar con la sociología crítica norteamericana, citando a Riesmann o Wright Mills, o con la sociología latinoamericana, en la cual floreció el tema de las masas como una constante de la literatura sociológica de la época. Recordemos que ahí estaban los trabajos de Gino Germani y José Nun que tuvieron un gran 728 preocupante. Medina cree que detrás de la ideología del pluralismo (ideología en sentido estricto, como conjunto de ideas que distorsionan o encubren una realidad) se esconden formas de control de los individuos por parte de las organizaciones y de la técnica, control que ―pone en graves aprietos la concepción clásica del liberalismo‖ (Medina, 1967: 64). Recordemos que el tema del corporativismo ya fue tratado en su tesis doctoral, donde Medina, como defensor del pluralismo, entendía que ante el Leviatán del Estado solo le quedaba resguardarse su libertad en la medida que sea miembro de organizaciones y ―agrupaciones intermedias‖. Justo el individuo como amenaza, como ―masa‖, tiene en Medina la resonancia de la ausencia de las organizaciones y los cuerpos intermedios.1102 En efecto, el ―hombre masa‖, o el ―individuo masa‖, aparece como resultado del fracaso del proceso de integración o ajuste de los individuos a la sociedad. Si el rol asomaba como una suerte de automatización y deshumanización de la persona, la masa surge como el proceso de disolución y desintegración total del individuo por una incapacidad de la sociedad de integrarlo siquiera como rol. Más que hablar de sociedad de masas, a Medina le gustaba referirse a ―situaciones de masa‖ que sólo se ofrecen en determinados momentos y condiciones: ―Con el concepto de ―situaciones de masa‖ se alude a momentos históricos transitorios –más o menos largos, más o menos graves- que desembocan en una u otra forma de estructura social constituyente, para emplear una terminología expresiva de la ciencia política. Pues, las ―situaciones de masa‖ en el sentido propuesto se dan típicamente allí donde una estructura social se ha derrumbado o está en quiebra sin que haya cristalizado todavía la nueva que va a sucederla‖ (Medina, 1962c: 36). Esta definición de situación de masa está estrechamente relacionada con su estudio de la hacienda y de la porosidad estructural. La constitución del sujeto –o individuo- que él plantea estuvo considerada desde los nuevos fenómenos sociales de la marginalidad urbana y campesina en un contexto fértil para el populismo político. Este fenómeno apareció, vista la interpretación de nuestro autor, como forma de dominación política en las condiciones de un vacío sociológico y político debido a la crisis del sistema hacendístico y a la crisis del liberalismo. El populismo sustituyó la dependencia de la hacienda a favor de un líder carismático. La estructura de dominación hacendística se trasladó desde el campo a las ciudades latinoamericanas con la explosión demográfica. Por tal motivo, Medina utilizaba la categoría de ―situaciones de masa‖ para explicar ―algunos fenómenos psicosociales de la denominada ―conducta colectiva‖‖. Las situaciones de masa se deben, principalmente, a esa persistencia de la imagen paternalista en el medio urbano. Como decíamos, una imagen heredera, en gran interés. Por supuesto, el tema de las masas no dejaba de ser un tema español, propio, que le situaba con Ortega, pero también con compañeros de generación, como su amigo Francisco Ayala. De todos modos, como aquí sugerimos, el contexto intelectual sobre el que gravita su pensamiento es el de la Europa de entreguerras y el del pensamiento europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial, compartiendo intereses filosóficos con esa generación de la Escuela de Frankfurt que como él vivió la experiencia del exilio motivada por el ascenso de los totalitarismos. En fin una muestra más de la riqueza de su obra, inserta en distintos planos y lugares (Europa, España, Améria). 1102 Medina se detiene en las formulaciones dedicadas por Kornhauser, quien distingue dos teorías contrapuestas de la sociedad de masas: la aristocrática y la democrática. La tesis de Kornhauser pone al descubierto la existencia limitada de los grupos intermedios tanto por arriba como por abajo, que medien entre las elites y el resto de la sociedad. 729 parte, de la estructura cultural y sociopolítica de la hacienda (recordemos, esa manera de vivir, de creer y de pensar). El sentimiento más poderoso sería el de la nostalgia por el patrón. Las gentes están desarraigadas, separadas de su modo tradicional de vida. Razón por la cual Medina relaciona esas ―situaciones de masa‖ –y sus aspiraciones incumplidas, sus frustraciones cotidianas y un sentimiento de inseguridad- con el oportunismo que pueden sacar de ellas los partidos populistas, al convertirse en sustitutivos de la autoridad del patrón (Medina, 1976a: 136). 1103 Para él la adhesión de los hombres y mujeres al sistema de relaciones sociales establecidas por el populismo, caso del clientelismo o el intercambio de favores, tendía necesariamente a obscurecer y diluir al ―individuo‖ en estas ―situaciones de masa‖ (Medina, 1963c: 168).De ahí la ―importancia estructural‖ que el concedió a las ―denominadas agrupaciones intermedias entre la familia y el Estado‖, como la empresa, el sindicato, la asociación, la escuela, el mercado, la Universidad o la parroquia (Medina, 1962c: 53). Instituciones sociales que debían actuar como instituciones integradoras del individuo y, dentro de lo posible, lugares que ―refugien‖ al individuo de la política de masas. Recordemos que para Medina la sociedad como la democracia es cuestión de participación. Desde el punto de vista sociológico, hay un interés por la participación e integración social en la vida social moderna de las poblaciones marginales que viven en las callampas y en las favelas de las afueras de las ciudades latinoamericanas. Medina apuntaba, con esto, una de las formas más importantes de desequilibrio social, resultado de la asincronía entre el proceso de migración y urbanización con el de integración social. La siguiente cita de nuestro autor recoge sucintamente este desajuste social y su ―situación de masa‖: ―en las economías menos ricas y en trance del desarrollo casi parece imposible evitar que por obra de este mismo –sobre todo en sus fases de aceleración- surjan condiciones de desajuste en la estructura social favorables a la formación de situaciones de masa, que inclinan a uno u otro tipo de política extremista. Semejantes situaciones derivan de una u otra de las siguientes causas: primero, del desarraigo súbito de un gran número de gentes – de origen sobre todo campesino- envuelto en el crecimiento rápido tanto industrial como urbano –no necesariamente coincidentes- y que no puede adaptarse con facilidad por razón de esa rapidez a las nuevas condiciones. Segundo, de las desigualdades producidas entre los distintos sectores de la vida nacional, desniveles graves entre regiones avanzadas y retrasadas, u otros fenómenos semejantes dentro de las distintas industrias. Y tercero, de la ascensión rápida a la ―sociedad de consumidores‖ –típica de los países ricos- de grandes masas sin las ―reservas morales‖ necesarias para atemperarlas en sus goces y deseos‖ (Medina, 1961: 38). Desde el punto de vista más comprometido con la situación política de su tiempo, la preocupación sociológica de las masas apunta a cómo desarrollar, fomentar, educar y transmitir en América Latina una cultura política democrática que permita al hombre asumir sus roles sociales y políticos, como ciudadano, y realizarse a su vez como individuo autónomo, racional, independiente y responsable de su existencia social y política. Ni qué decir tiene que para Medina Echavarría ―el problema de su integración política‖ tenía que ver con ―los peligros que implica su situación para el 1103 Con todo, podemos decir que el concepto analítico ―situaciones de masa‖ está muy presente en el vocabulario sociológico del Medina Echavarría de estos años. 730 buen funcionamiento de la democracia en los peculiares momentos del actual desarrollo económico‖. Y sí nuestro autor se detuvo en esas ―situaciones de masa‖ fue porque Medina Echavarría mantuvo hacia el populismo modernizante una actitud negativa. Para nuestro autor ―el mayor peligro de América Latina está en el posible florecer de partidos ―populistas‖‖. Veía a estos partidos políticos como oportunistas, sin tener una ―idea nacional‖, y ―son desde el punto de vista técnico tan erráticos e improvisadores que llevan en su seno la esencia misma de la ineficacia‖. El sociólogo español entendió que estos ―partidos populistas‖ eran más bien focos de inestabilidad que de soluciones reales. Medina siempre tuvo la convicción de que ese movimiento sociopolítico, basado en un apoyo manipulado hacia una masa popular que no tenía una posición política clara, podía generar actitudes antidemocráticas y tender hacia el autoritarismo. 1104 Tales masas, en su opinión, constituían un ―campo abonado para las decisiones extremistas‖ (Medina, 1976a: 134-139). Le preocupaba enormemente, por experiencia propia, el extremismo que podían adquirir las ―masas‖ en aquellos momentos de crisis e inestabilidad económica, social y política. La orientación ideológica que tomen éstas a izquierda o derecha le es indiferente, pues toda inclinación extrema coincide en su rigorismo excluyente ante cuestiones en las que han de primar el interés nacional. Para el sociólogo español las situaciones de masa también podían transformarse en su contrario, en la apatía política. Para él la democracia en su forma igualitaria puede acabar convirtiéndose en un sistema político conformista y, a su vez, tiránico. Revisando el liberalismo de Tocqueville y Buckardt, Medina pone encima de la mesa la tradicional antinomia entre libertad e igualdad que se inicia en la modernidad europea del siglo XVI. Dos aspiraciones que como bien nos dice, ―no pueden realizarse al mismo tiempo en igual medida‖ y que a su vez moldean dos formas de hombre que ya hemos visto en líneas anteriores: el hombre triunfador sería el hombre como ―individuo‖, que se siente como tal y que tiene la capacidad de decidir por sí mismo su destino; mientras que el hombre fracasado sería el que abdica de su decisión y no asume su responsabilidad en el mundo. A lo que añade nuestro autor: ―Y poco a poco las desilusiones del fracasado dan lugar, frente al ―individuo‖, a la aparición de un opuesto igualmente agresivo y militante, el ―anti-individuo‖ empeñado también en conformar el mundo a su imagen y semejanza. He aquí otra vez al ―hombre masa‖, en nuevos términos aunque no sean quizás afortunados‖ (Medina, 1962c: 37-39). Es decir, la democracia en sí puede acabar degenerando en ―situaciones de masa‖ que devoran al ―individuo‖. Su pretensión, como así creemos, era apuntar cómo la sociedad de masas y el populismo, por lo menos en el caso latinoamericano, son una atrofia de la democracia y que a su vez pueden generar dos condiciones estructurales extremas entre sí: por un lado, una polarización política de la sociedad que genera unas condiciones ideales para la tiranía de la mayoría que acaba arrastrando al intelectual y, por otro lado, una apatía y conformismo absoluto que alimenta la neutralidad valorativa del campo científico (Medina, 1962c: 50). Ambos extremos, en resumen, tanto tiranía de la mayoría, como 1104 Por ejemplo, Medina observó este fenómeno en la ―agitación en los campos‖ que describió en su trabajo El desarrollo social de América Latina en la postguerra. Allí decía lo siguiente: ―De ahí también que los grupos más conservadores de América Latina hayan reclutado su contingente electoral entre las grandes masas rurales del continente y que la reciente politización del trabajador agrícola parece haber tenido un carácter francamente ―explosivo‖ en términos de la balanza de poder dentro de cada país‖ (Medina, 1963c: 41). Podemos equivocarnos, pero creemos que para Medina el interés por las masas populares para los grupos conservadores era una mala noticia. 731 apatía y polarización de la sociedad, son para él productos de un mal entendimiento y uso de la democracia. Podemos añadir, para concluir este apartado, que si hemos considerado oportuno incluir en este lugar las reflexiones de Medina referentes al populismo es porque este fenómeno, para él, significaba, más que nada, la disolución del ―individuo‖ (moderno e ilustrado. Porque desde la modernidad ilustrada y desde la supervivencia de su discurso es desde dónde piensa Medina, la cual todavía no había sido cuestionada por la teoría sociológica posterior). Su tema de la crisis de la democracia y el autoritarismo en todas sus variantes aquí toma la consideración de que lo que auténticamente está en crisis es la misma noción de ―individuo‖. La primera y permanente crisis de la modernidad del siglo XX, bajo la que vivió nuestro autor, no hizo más que dar otro aspecto a ese ―hombre fracasado‖ bajo ese término de ―hombre masa‖. Lo que resaltaba Medina, recordando como decíamos al Ortega y Gasset de La rebelión de las masas, es que la relación entre el hombre y la sociedad no es únicamente social, sino que, más allá de eso, es una relación ética y política. Y ese aspecto ético, como nos recordaba Armando Di Filippo, estuvo siempre muy latente en el pensamiento sociológico de Medina Echavaría. 1105 El vivir en el mundo es una postura, conlleva asumir o no una responsabilidad con el mundo. La vida al más puro estilo orteguiano vendría a significar atrevimiento, aventura, creatividad. ―El ―individuo‖ es el hombre viviendo a partir de sus propias decisiones; el ―anti-individuo‖, por el contrario, escabulle la carga de decisión y aspira a ser ―redimido‖ de ella por el jefe, por el caudillo‖, resumía nuestro autor (Medina, 1962c: 39). Pienso, por tanto, que la inquietud más profunda que movió a Medina Echavarría tiene que ver con esa ―vocación política‖ frustrada. 1106 Es decir, sus propias preocupaciones éticas y políticas como un individuo ―diluido‖ por su propia biografía. Como estamos comprobando a lo largo de este trabajo, él fue un pensador atento a los problemas políticos de América Latina. Descubierto su interés por la ausencia generalizada de una cultura política democrática en América Latina, él estableció en su obra un hueco dedicado a ese afán existencial, ciertamente angustioso, por salvar al hombre, por recuperarle y emanciparle ―en su libertad profunda‖ (Medina, 1965a: 259). Bajo ese interés creemos reconocer el protagonismo que concedió a la Universidad como un lugar de reflexión donde podía ―reconocerse‖ y ―salvarse‖ así mismo como ―individuo‖. Veamos a continuación sus ideas más destacadas respecto a esta cuestión. 4. La Universidad latinoamericana ante el desarrollo económico. La Universidad partícipe. José Medina Echavarría había escrito sobre temas universitarios en sus años mexicanos y puertorriqueños rescatando el valor de esta ―vieja institución‖, ―uno de los soportes del humanismo‖ (Faletto, 2001: 97). Recordemos en este punto las palabras 1105 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1106 Esta frustración no le quitaba para incluir en sus escritos toda suerte de crítica política: ―Basta recordar la distancia entre el demagogo y el verdadero hombre de estado: el primero alienta con la mentira, y sus éxitos pueden ser ruidosos a no dudarlo; el segundo estimula y apoya con la verdad, aunque el camino de sus logros mientras vive deje de estar cubierto por una sucesión de arcos triunfales‖ (Medina, 1976a: 151). Como sabemos, Medina escribe esto desde su posición en la CEPAL, en la que los intelectuales o científicos de la CEPAL, principalmente, se sienten capacitados para asesorar e intervenir en los asuntos públicos y políticos. Pero, claro, él no podía intervenir en su sociedad. 732 inaugurales del curso académico de 1956 que dirigió a sus alumnos de Puerto Rico para recordarles el valor de la Universidad: ―Dos son los propósitos fundamentales…Incitarles, en primer término, a que tengan conciencia del mundo en que viven. Lo cual significa que puedan hacerse cargo de la realidad social que los rodea…En segundo lugar, que esta toma de conciencia pueda constituir el punto de partida en el desarrollo de su personalidad, de su sustancia de hombres y profesionales‖ (Medina, 1980: 185-186). Los diversos estudios que el sociólogo español llevó a cabo se inscribieron dentro de esa fidelidad humanista, aunque ahora los acontecimientos, en la escena de los años sesenta, eran distintos. 1107 Las aportaciones sobre la Universidad de José Medina Echavarría se movieron constantemente entre dos paradigmas: el académico, asociado al ideal más humanista, y el del mercado de trabajo, ligado al ideal desarrollista. Como él reconocía, ―nada preocupa tanto hoy –y con razón- como el nexo que existe entre el deseado crecimiento económico y las instituciones de la enseñanza superior‖ (Medina, 1976a: 78). En este aspecto, lo primero que debemos resaltar es que para él estaban en juego ―los seculares ideales humanistas‖ y el problemático esfuerzo por adaptar esos ―valores autónomos y tradicionales de la educación‖ a ―las exigencias impuestas por la transformación de los tiempos‖ (Medina, 1962d: 209). En las líneas que siguen habrá hueco para observar cómo nuestro autor concilió esta ―tensión‖ que para él se cernía sobre la institución universitaria en América Latina, si bien nos detendremos con mayor entusiasmo en la visión más reformista de sus escritos. El tema de la Universidad en su obra desarrollista manifestaba bien a las claras su interés por un ―tema propio‖ que contaba con una gran tradición en el pensamiento español y europeo, pero que a la vez le permitió conocer y dialogar con autores muy destacados del pensamiento latinoamericano, caso, por ejemplo, de Andrés Bello, Pedro Henríquez Ureña o Risieri Frondizi, entre otros. 1108 Pensemos que la institución universitaria en América Latina contaba con una larga tradición histórica en la región desde que se crearon las primeras universidades en el período de la colonia, caso, por ejemplo, de la Universidad de San Marcos, de Lima, fundada en 1551 según el modelo salmantino. Chile también fue un país que heredó el sistema universitario hispánico, al crear en 1738 la Universidad de San Felipe, luego reemplazada como Universidad de Chile en 1849. A ello debemos añadir la importancia que tuvo en toda la región la Reforma Universitaria de Córdoba del año 1918 que proclamó la extensión universitaria y la orientación social de los estudios superiores. Creemos, desde nuestro punto de vista, que este tema sobre la universidad, su reforma y su idea, unió a intelectuales del exilio español con los intelectuales latinoamericanos, dando forma a un ―pensar en español‖. No olvidamos, como ya apuntamos, la gran difusión que tuvieron las obras de José Ortega y Gasset sobre la universidad en toda América del Sur, en concreto su ensayo ―Misión sobre la Universidad‖ (Bascuñan, 1963: 71). Sobre la institución universitaria también escribieron José Gaos, Francisco Ayala y Julián Marías. Precisamente, por ello, consideramos que Medina Echavarría encontró en el tema de la Universidad un lugar en 1107 Pensemos que si Medina habla de humanismo se debe a que esta palabra estaba raptada en la España franquista. En su tiempo hubo un rapto a la palabra humanismo. ―El rapto de Europa o siempre se puede hacer algo‖, Max Aub, edición de José María Naharro-Calderón, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2008. 1108 Pensemos que Medina cita Andrés Bello, con quien observaba el envejecimiento de la universidad latinoamericana. A la vez cita los trabajos de Pedro Henríquez Ureña, uno de los grandes reformistas latinoamericanos del siglo XX. Y la influencia con Frondizi estimo que fue más personal, dado que ambos coincidieron en Puerto Rico. 733 el que podía reconocerse en estos autores españoles y latinoamericanos, podía tener interlocutores, podía renovar las lecturas de sus clásicos europeos y, por supuesto, gracias a la Universidad podía revivir el sentido de sus ideales reformistas. Él supo ver que todo cambio social o político sería inútil en la región si la Universidad continuaba viviendo en estado crítico. De nada serviría cualquier política desarrollista si se abandonaba la enseñanza universitaria, alma de la cultura, ―la más elevada conciencia de la época‖, ―lugar en que se busca la verdad, como el centro en que se crea y se transmite la ciencia‖, según la visión idealista y culturalista de nuestro autor (Medina, 1963e: 425-426). Si Medina se preocupó por esta cuestión fue porque era un tema actual y enraizado en América Latina, porque él contaba con conocimientos suficientes del sistema educativo latinoamericano, conectaba con su formación española y europea y, además, a mi juicio, estaba la reflexión biográfica sobre sí mismo como un profesor universitario no del todo realizado. 4.1. La Universidad latinoamericana ante el desarrollo económico. La Universidad latinoamericana fue considerada por José Medina Echavarría como una institución ―fundamental en las tareas del desarrollo‖ en un doble sentido: ―en cuanto le proporciona sus bases científicas y técnicas y en la medida en que puede ofrecerle también su crítica rigurosa y su orientación humanista‖ (Medina, 1966b: 478). El sociólogo español escribió sobre el estado de la Universidad en América Latina buscando, como decíamos, la manera de conciliar la contradicción entre los aspectos intelectuales de esta institución -la educación humanista- y las exigencias de mano de obra técnica y cualificada –el capital humano- que imponían el desarrollo económico y los requerimientos del nuevo Estado tecnocrático (Graciarena, 1975: 96). Sus interpretaciones estuvieron sustentadas en los desafíos que debía enfrentar esta institución para que no sucumbiera a las presiones sociales y políticas que la ponían en peligro, algo que tenía que ver con una visión filosófica sobre la idea de Universidad, junto con una visión ―ética de la responsabilidad en el sentido weberiano‖. 1109 Sus trabajos más importantes se concentran en los años centrales de la década del 60, cuando la mayoría de gobiernos latinoamericanos llevaron a cabo reformas universitarias, muchas de ellas motivadas por las indicaciones de la CEPAL y del ILPES. Los sistemas de enseñanza superior requerían cambios sustanciales en los países subdesarrollados. El punto esencial de los problemas de la Universidad parecía ser similar, pero surgía una diferencia con respecto a América Latina, ya que no es una realidad homogénea y la integración de los países difieren en su respectivo grado de desarrollo político y económico. Dos factores condujeron las reformas educativas: la 1109 Para Medina siempre estaba presente la enseñanza del clásico alemán: ―Su resignado reconocimiento como una necesidad insoslayable lo formuló ya Max Weber en su conferencia sobre ―La ciencia como vocación‖, aunque en ese mismo escrito persistiera el afán de rebeldía que induce a los afanes de síntesis y que se expresa con tono más o menos amargos en la crítica cultural de nuestro tiempo. La ciencia no tiene más guía en el camino de sus avances que la validez del método científico mismo, unitario en principio y que prevalece aun allí donde se pretende orientar la tarea científica conforme a una determinada concepción del mundo‖ (Medina, 1966b: 482). Aquí nuestro autor nos recuerda esta ―ética de los principios y de los fines‖ de Max Weber, propia del ciudadano y del científico, contrapunto de la ―ética de la responsabilidad‖, que es la que ha de asumir el político en situaciones dramáticas o urgentes. Aunque, como sabemos, Medina Echavarría, como ―intelectual político‖ siempre se inclinó que al científico, como era su caso, también le correspondía una ética de la responsabilidad respecto a los temas apremiantes del momento. 734 creciente masificación de la universidad, debido al crecimiento demográfico y a ―la generalización, como norma o vigencia social, de la aspiración a la enseñanza universitaria‖, y ―el grado mayor o menor de la preformación de la vida por la ciencia‖, en virtud de la cual la mayoría de las actividades diarias estaría mediada por la conducta científica. Medina no observó como problemática la ampliación de la escolaridad universitaria, algunas veces, como decíamos, no debida en parte a las demandas sociales de los estudios universitarios de los sectores medios, sino a causas puramente demográficas. Él concedería mucha más importancia a cómo se había transmitido históricamente en la región la cultura moderna científica, y, sobre todo, a cómo había preservado o podía preservar la Universidad latinoamericana su autonomía ―con el Estado contemporáneo siempre intervencionista‖ (Medina, 1963e: 409-413). En este sentido, los planteamientos de nuestro autor cuestionaron desde el principio la reforma universitaria de 1918. Medina señaló que el mérito del movimiento universitario iniciado en Córdoba fue la conquista de la autonomía como libertad de organización interna y de la enseñanza, pero ese movimiento independiente terminó por convertir a la universidad latinoamericana en una universidad militante: ―Quiso la renovación de la Universidad y la esperanza con fe de la participación de los estudiantes en su gobierno….Inició por otra parte la politización excesiva de algunas universidades que constituye por hoy su mayor peligro‖ (Medina, 1963e: 424). A su juicio esta reforma fue de tipo corporativo, lo que desencadenó la politización de algunas universidades, fenómeno que bajo aquella realidad era el mayor peligro para ellas (Solari, 1988: 122). El sociólogo español observó que la mayoría de las universidades latinoamericanas, en vez de convertirse en importantes centros autónomos, basados en el poder del conocimiento y de la ciencia para confrontar al poder político desde la razón y la crítica, acabaron atrayendo a la política dentro de su seno. De esta manera, el conocimiento y la política no se daban en la realidad como dos esferas autónomas o dos campos independientes, sino que se yuxtaponían, confundiendo intereses y funciones. Este modelo universitario, según él, ya no podía ser vigente en las nuevas condiciones históricas. La universidad latinoamericana en un orden social en transformación, cada vez más tecnocrático, dejaba de ser lo que fue, esto es, perdía en gran parte su posición descollante como núcleo del saber secular y fuente de jerarquías sociales, y en consecuencia, la formación de elites se desplazaba fuera de las universidades de masas y aún fuera de todo el sistema universitario, mientras que el conocimiento socialmente relevante ya no surgía de su seno. Sino que brotaba toda una red de nuevas instituciones públicas y privadas que se encargaban de formar a los candidatos para los cuadros superiores de la burocracia tecnocrática (Graciarena, 1978: 52-53). ―Como no hay institución que no envejezca, también en este caso la universidad del añejo sistema social comenzó a mostrar síntomas de estereosclerosis‖, decía nuestro autor (Medina, 1976a: 80). El desarrollo para él, como venimos observando, no sólo tenía unas metas económicas, sino que, además, tenía unas metas extraeconómicas que corresponden a la transmisión de valores sociales y políticos encaminados a sustentar la nueva sociedad. Sin embargo, el problema surge cuando la Universidad, la institución social encargada históricamente de transmitir esos valores y esas formas de entender el mundo, está inmersa en una crisis. A ello se refería como la ―crisis de la idea clásica de Universidad‖ (Medina, 1966b: 483). La universidad latinoamericana estaba en crisis porque resueltamente no era crítica, no era participativa y había descuidado sus 735 obligaciones de difundir una cultura política democrática: ―la Universidad no tiene más camino que emprender seriamente, en medida mayor o menor, sus funciones de formación política en su triple contenido de información, objetivación de los problemas –aun los más candentes- y motivación o estímulo de los deberes políticos del ciudadano‖. La abdicación de esta tarea por parte de la universidad, según él, había repercutido en que el conocimiento científico y el conocimiento crítico no acabasen de penetrar y distinguir a estas sociedades periféricas. A Medina le interesó especialmente, como hemos dicho, la relación de la universidad con la vida social en general. Nuestro autor advertía en sus palabras que la primera víctima de la politización de la Universidad terminaba siendo el científico social y las ciencias sociales; con lo que ello significa: el desprestigio social de la actividad intelectual y de la actividad científica. En concreto, la desconexión de la Universidad con la vida social (Medina, 1966b: 486 y 489). 1110 Para él contaba mucho el prestigio social del profesor universitario, que debía llegar a su cátedra por un reconocimiento serio de su capacidad científica y pedagógica, y no por cuestiones de filiaciones ideológicas o militantes alejadas del rigor científico. Por tal motivo la Universidad latinoamericana, desde su punto de vista, tenía que asumir cuatro retos necesarios y urgentes ante el desarrollo económico y ante su propia ―renovación científica y crítica‖: primero, debía responder a la demanda de enseñanza profesional que requería la sociedad industrial; segundo, debía suplir las deficiencias de la enseñanza secundaria y del bachillerato (incluso, lamentablemente, la enseñanza primaria); tercero, debía emprender el cultivo de la ciencia pura en un amplio programa de investigación y de formación de auténticos investigadores; y cuarto, debía llevar a cabo todo ello sin renunciar a su misión ―quizá más decisiva de orientación y crítica‖ (Medina, 1966b: 517). Para el sociólogo español la salvación, o como dice, la ―solución‖ de la Universidad latinoamericana pasaba por divulgar los límites del desarrollo económico. Debía ir más allá de la función instrumental hacia donde la arrastraba los tiempos. Frente a la locura en el examen de las cuestiones de su tiempo, la especialización académica o la politización exacerbada, la universidad debía representar el análisis sereno del mayor problema de la época. La institución universitaria estaba obligada a defender su autonomía frente a la expansión de las actividades paraestatales, aunque necesitaba de él para su financiación. Pero, paradójicamente, recibía nuevas tareas del Estado que la afectaron directamente, las de participar en las tareas vinculadas a las ―extrauniversitarias‖ del desarrollo económico nacional y la de ―la organización desde un punto de vista nacional de la investigación científica‖. El peligro estaba en supeditar ―en demasía la política universitaria a la política estatal‖. No había duda, según Medina Echavarría, que la Universidad debía aceptar esta diversificación de su función a la hora de cubrir las necesidades previstas por los planes económicos, aunque ello condujera a un 1110 Nuevamente aparece el componente ético. En su opinión, sea cual sea el momento histórico en el que vive la Universidad, el sociólogo o el intelectual, estas figuras tienen que defender unos principios éticos en los que encaje una conciencia sobre la sociedad. Porque la sociedad es el centro de la actividad intelectual y la sociedad necesita de esa capacidad crítica y reflexiva del sociólogo, de la Universidad y de la inteligencia responsable. Medina siempre se mostró confiado en la capacidad de razonamiento del hombre, a pesar que en aquellas circunstancias latinoamericanas se estaba cuestionando el papel comprometido e ideológico de muchos intelectuales a favor de movimientos populistas. Por ello aseguraba que la responsabilidad de la inteligencia no estaba finiquitada, al seguir siendo imprescindible para conocer seriamente a la sociedad en la que uno vivía. Medina alertó sobre los riesgos de esa confusión ideológica, que tapaban la verdad, que es el valor irrenunciable de la Universidad y de la actividad intelectual. 736 ―especialismo‖ no muy grato para él.1111 En todo caso, nuestro autor, en línea con el pensamiento cepalino, reconocía que en ―la reforma contemporánea de la Universidad‖ era ―necesario contar de una u otra manera con el Estado, es decir con las tendencias de su política cultural‖.1112 Una reforma que tenía que ser bajo un ―compromiso político- cultural‖, resultado de una elaborada convergencia entre las iniciativas corporativas y los estímulos e intereses generales del Estado. Este tipo de reforma, dice Medina siguiendo a Schelsky, era ―el único posible dentro de los países en que se conserva la democracia liberal‖ (Medina, 1963e: 417-418).1113 El fortalecimiento o la recuperación de los valores tradicionales de la Universidad ampliaban el correlato sociopolítico de su idea de la ―democratización fundamental‖. Su argumento lo conocemos bien: ―Si los sistemas de enseñanza, de la superior por tanto, reflejan una estructura social, no hay que olvidar que la estructura social de América Latina permaneció casi intacta desde la Independencia hasta las primeras décadas de este siglo. Y que sólo a partir de los ramalazos de la primera guerra mundial empiezan a mostrarse conatos de variación estructural, que sólo en la actualidad toman la forma de un estado de transformación profunda. La historia de la Universidad latinoamericana tendría que hacerse, paso a paso, a lo largo de esa línea esquemática fundamental. Sin grandes variaciones durante un siglo, entra a toda prisa en las últimas décadas en un período acucioso de reforma permanente‖ (Medina, 1963e: 419). Él reivindicó a la Universidad por el estudio sereno y crítico, por la investigación científica y la aplicación del conocimiento y, también, por la formación exigente de quienes deberían ser capaces de gestionar y asumir las tareas de esa modernización democrática que él reclamaba para América Latina. Si nuestro autor conectó a la Universidad latinoamericana con el proceso social y político fue, como acabamos de ver, porque así había sucedido históricamente. Lo que cambiaba ahora eran los fines últimos; sobre todo, cuando aparecía como factor de desarrollo y como mecanismo de transformación social, dada su función más instrumental. Por tal motivo, los terrenos hacia los que nos conduce Medina son otros, los del reformismo social: donde el profesor universitario, el técnico profesional y el científico, aunque distanciados en sus génesis, en sus funciones, en sus métodos y técnicas, y en su 1111 Las nuevas demandas políticas significaban: por un lado, que la Universidad debía ofertar nuevas carreras académicas y técnicas adecuadas a los profesionales y expertos del desarrollo. Ello obligaba a una nueva organización de los estudios universitarios. Pero además la demanda del desarrollo también podía conducir a un exceso de politización. Por tal motivo, Medina defendía una solución intermedia: la universidad sería capaz de canalizar estas demandas sujetas a los problemas sociales, pero tomando frente a ellas la distancia que requiere el cultivo de la ciencia. Detrás de esta postura obviamente estaba un interés modernizador por fomentar una cultura política socialmente arraigada y cohesionada en base a proyectos futuros. 1112 Recordemos que fue un período en el que no sólo se estaba produciendo la reforma de la Universidad Latinoamericana, sino que además se estaban revisando y reformando las carreras académicas y científicas de los respectivos sistemas estatales de investigaciones científicas, como el CONECYT, CONICET, en México, Argentina, Chile, etc. Lo que Medina expresaba como ―política cultural‖ se empezó a llamar también como ―política científica‖. 1113 Las funciones sociales de la Universidad. Nuevamente se apoya en Helmut Schelsky, Einsamket un Freiheit, Rowht, 1963. Las diversas funciones de la Universidad –como institución social: funciones de investigación, funciones de enseñanza, funciones corporativas, funciones de la práctica social y funciones indirectas. Sin embargo para Medina las 5 funciones anteriores de Schelsky las puede resumir en tres: la ciencia y su investigación, la preparación y formación de profesores, y la formación cultural (Medina, 1963e: 414-415). 737 destino, integran una elite intelectual que la Universidad debe proveer permanentemente a la sociedad para esa renovación que para él significaba la planificación democrática. 4.2. La Universidad partícipe. La agudización de la crisis universitaria de los años sesenta hizo que Medina Echavarría retomase la clasificación que había hecho de los diferentes tipos de universidad. 1114 Volvió a recordar aquella distinción suya entre la universidad enclaustrada, la universidad militante y la universidad partícipe. Estas inquietudes sobre la Universidad y sus posibilidades democráticas en el proceso de modernización son muy personales. Su mirada a la hora de observar la propia sociedad, dependiendo de qué papel asume en ella la institución universitaria, alude, indudablemente, a una analogía entre una sociología del conocimiento y una sociología del poder, puesto que el papel del científico social se entrevera con el papel del intelectual. A cada tipo de académico- intelectual le correspondería su típica sociedad y Universidad: el intelectual aristócrata de la sociedad tradicional, con una universidad alejada de lo social; el académico partidista inmerso en una sociedad de masas, con una universidad demasiado vinculada a la política; y, por último, el intelectual dentro de la sociedad democrática definido por su libertad de expresión y su participación en los correspondientes asuntos públicos. Su preferencia, nuevamente, estaba en esta última. Para él la Universidad partícipe era el tipo ideal que mejor se adaptaba a la realidad del desarrollo, principalmente, por el carácter autónomo de su tradición (Medina, 1963e: 415). Las insuficiencias de la Universidad latinoamericana por legitimarse debidamente le habían llevado, según su punto de vista, a uno u otro extremo: a la abdicación absoluta de su responsabilidad o a la usurpación del poder político (Solari, 1988: 121-122). Si Medina se sintió afectado en su juventud por la neutralidad de la universidad alemana en el primer tercio del siglo XX, que consintió el ascenso del nazismo, ahora en el caso latinoamericano de los años 60, encontraba que el mayor problema era el de su excesiva politización debido al traslado de las aulas de las tensiones generacionales y políticas. Él criticó con fuerza la manera en que la Universidad latinoamericana se había dejado ―invadir sin tamiz alguno por los ruidos de la calle y reproduce en su seno, en exacto microcosmos, todos los conflictos y pasiones de su mundo. La tarea científica desaparece y sólo quedan los gritos sustituyendo a las razones‖. Ante tal panorama aconsejaba una ―apertura al mundo de la actividad universitaria –su única manera de influir sobre él‖, la cual sólo cabía, en consecuencia, ―en la forma de ―Universidad partícipe‖ es decir, no militante ni enclaustrada. ―Universidad partícipe‖ es aquella que enfrenta los problemas del día aceptándolos como tema riguroso de consideración científica, para afirmar únicamente lo que desde esa perspectiva se puede decir‖ (Medina, 1963e: 426). Medina entendía que la Universidad no podía renunciar a su ―misión orientadora‖ ante el gran problema del día como era el de la modernización. En consecuencia, debía asumir su ―responsabilidad social‖ a partir de la transmisión del conocimiento, de la creación de nuevos saberes, de la formación académica y profesional del mejor nivel posible. Para nuestro autor la Universidad partícipe debía ―continuar siendo uno de los sismógrafos más sensibles de la libertad (Dahrendorf), ha de mantener o recuperar buena parte de la actividad crítica que con frecuencia es 1114 Esa sugerencia que data de 1941, fue reiterada luego en 1946 y la recuperó con insistencia durante los años 60. 738 ejercida ―extramuros‖ por la intelectualidad libre o disidente‖. 1115 Este ideal de institución universitaria representaba la conciencia científica y la capacidad reflexiva o, según su afortunada expresión, ―una orientación vital a tono con los tiempos‖ (Medina, 1966b: 480 y 485). Y ciertamente la mejor forma que él encontraba de que la Universidad recuperase su autonomía era a partir del ejercicio ampliado y no regulado de la actividad científica: ―mantengo la convicción de que la Universidad sigue siendo a pesar de todo –a pesar de sus deterioros aquí o allí- el último reducto de la auténtica investigación, la pesquisa libérrima y sin ataduras. La Universidad es todavía el único lugar en que es posible la teoría -la contemplación si se quiere- con completo desinterés por sus posibilidades de aplicación inmediata‖ (Medina, 1965a: 260). Aunque paradójicamente, como hemos avisado, esta función investigadora a veces venía estimulada por las nuevas demandas del Estado, que la convertían en un actor al servicio del desarrollo, dificultando el frágil equilibrio entre el poder político y el poder social. Medina planteaba, con ello, cómo la ―responsabilidad social‖ de la Universidad a la hora de contribuir en las tareas y en los problemas nacionales dependía, en último grado, de ―la responsabilidad social del científico‖, garante de ―los insoslayables deberes morales de la Universidad‖, quien debe saber cuáles son los límites de la libertad que otorga a la vida académica (1966b: 500). 1116 Tal imagen de universidad participativa es la que no se diferencia del mundo, que no niega de la realidad, que corre riegos, que no transmuta la libertad de cátedra en libertad de propaganda, que no adoctrina a la clase y que va mas allá de cualquier ―solución dogmática‖ (Faletto, 2001: 99). Frente a todo tipo de improvisaciones y de inclinaciones ideológicas que él había conocido, a la Universidad partícipe le correspondía oponerse con la serenidad y la firmeza de la razón. Medina Echavarrría alentaba, como así hicieron otros compañeros de generación (caso de Germani en Argentina), que ésta no podía renunciar a su ―poder espiritual‖, pues la Universidad era una fuerza social marcada históricamente por lo que es la sociedad en la que vive y destinada a iluminar y transformar como fuerza social que es, esa realidad en la que vive y para la que debe vivir. Por tal motivo, él concedió todo su crédito a la Universidad partícipe como ―poder espiritual‖ de su tiempo al reconocer en ella ―una constante vigilancia con el fin de conseguir que el mecanismo ciego del desarrollo logre al mismo tiempo que la prosperidad –la impostergable base material- la emancipación del hombre, o en término menos solemnes la realización mayor posible de todas las abiertas posibilidades de lo humano‖. Siempre encontraba un hueco por el que ―escrutar el futuro del destino del hombre‖, (Medina, 1965a: 267 y 1115 En esta cita creo registrar un toque de atención absolutamente personal que Medina Echavarría dirige hacia la academia latinoamericana: estaba llamando la atención sobre esa intelectualidad de ―extramuros‖, ―libre o disidente‖, que estaba fuera de las universidades y que él particularmente reconocía en la CEPAL y en el ILPES. Estaba advirtiendo que desde estas instituciones se estaba produciendo un conocimiento científico sobre el problema del desarrollo, pero a la vez crítico, que debía ser considerado y tenido en cuenta por las universidades chilenas y latinoamericanas. Pienso también que a la vez era una manera de reconocerse a sí mismo como intelectual, interesado por participar en lo público. Avanzamos aquí que esta disidencia ―extramuros‖ hacia la academia fue la que siguió nuestro autor en los años setenta, cuando el pensamiento cepalino se opuso fuertemente al binomio dependencia-neoliberalismo que caracterizó en concreto a la universidad chilena. 1116 Jorge Graciarena resume perfectamente el magisterio de Medina en este tema: ―La universidad, no hay que olvidarlo, es o debe ser un centro intelectual de generación y discusión de conocimientos y valores sociales, en que el debate libre es un componente fundamental del proceso pedagógico y de la formación de la personalidad intelectual y moral de los universitarios, como lo es también para la investigación científica, original y creativa‖ (1977: 153). 739 276). En ese sentido, la Universidad -enfrentada con la ausencia de una concepción del mundo compartida, con unas disciplinas científicas cada vez más especializadas, y con unas exigencias sociales más impersonalizadas y rutinarias- debía esforzarse por seguir siendo el lugar en el que se aspiraba a la ―formación integral del hombre‖ (Lira, 2003: 33). Como recordaba Enzo Faletto mucho tiempo después, lo que estaba en juego para Medina Echavarría era ―la idea misma de persona‖ (Faletto, 2001: 104). José Medina aspiraba a que la Universidad –y también las ciencias sociales, claro está- contribuyera a preservar ―los aspectos significativos de la vida humana y de la organización de la sociedad‖ (Ahumada, 1977: 153). Las personas, como seres que viven existencialmente, necesitan una visión de conjunto sobre la realidad social. La vida es la existencia toda. Se puede decir, para concluir, que el ideal de universidad partícipe es el que ofrece una visión de conjunto de la sociedad y del hombre, que se aprovecha tanto desde el saber instrumental como reconoce su valor formativo, en ―un ámbito propio donde lo decisivo es, precisamente el ejercicio del entendimiento, de la capacidad de identificación de los problemas y el discernimiento de alternativas‖ (Lira, 1999: 13-14). Ante la difícil situación impuesta por la celeridad de modernización, el foco espiritual de la Universidad debía seguir representando la máxima libertad de crítica, de autonomía, de decisión propia, ofreciendo la posibilidad de vivir desde dentro del ser humano, permitiendo tomar elevación y distancia ante las cosas, y creando, sobre todo, un mundo propio y pleno de sentido. A eso aspiraba Medina Echavarría, para la Universidad partícipe, para la sociedad latinoamericana, para el hombre y también para sí mismo. 5. Reformismo pedagógico y escepticismo. Los trabajos de José Medina, sin duda, ayudaron a identificar algunos factores sociales de la educación. Fue un momento en que América Latina buscó insistentemente la satisfacción de la demanda educativa, lo que hizo necesaria una lista de previsiones e inversiones en todo plan educativo. Durante un tiempo la prioridad por parte de la UNESCO y las Naciones Unidas fue abundar más en los estudios estadísticos que en el perfeccionamiento de los métodos de planificación propiamente dicho. Medina, en cambio, se situó más en el lado de la orientación teórica. Y ahí creemos que los informes sociológicos de nuestro autor fueron muy importantes dentro del ámbito de la CEPAL y del ILPES. Medina observó, en su línea de pensamiento, que la reforma más importante consistía en dejar de considerar al hecho educativo como un todo aislado y verlo en sus relaciones con la economía y la sociedad.1117 Por tal motivo concedió mucha importancia a los factores cualitativos, humanos, de la educación. Junto a la pedagogía situó la ética, ya que ese cambio social motivado por el desarrollo no debía olvidar jamás al hombre. Por eso escribió incluyendo los objetivos sociales en la educación, para que ésta se constituyera en un instrumento de cambio social sujeta a un componente filosófico, humanista. Su refugio fue el del movimiento pedagógico reformista latinoamericano, lo que le convirtió en su tiempo en uno de los autores que participó activamente en la renovación de la crítica sociológica de la educación. 1117 Es oportuno recordar aquí ese idealismo educativo de Medina Echavarría en el nuevo contexto histórico del desarrollo económico: ―la relación entre educación, economía y sociedad, ésta conserva y debe conservar su autonomía tradicional, o sea el cumplimiento de las tareas específicas para las que nació y que mantuvo en todo tipo de sociedades, muy en particular en aquéllas que en lenta decantación constituyeron la paideia de nuestra civilización occidental‖ (1962a: 209). 740 Si él reiteró la importancia de los efectos de la educación, sobre todo de la universitaria, sobre la movilidad de los países latinoamericanos fue porque creía que se podía producir una renovación cultural que podía afectar a toda una gama de esferas, como son los valores, las normas, las relaciones sociales, la ciencia y la ideología. Para él, como para el pensamiento cepalino, la planificación educativa fue un instrumento estratégico a la hora de fomentar la integración social y política de los países latinoamericanos, a la vez que tratando de favorecer las demandas y aspiraciones de mejora social se trataba de frenar el ascenso de los populismos, ya fueran de derecha o de izquierda. Recordemos que para los populismos la educación también fue un instrumento de control social importantísimo. Digamos, en este sentido, que la postura de Medina en absoluto fue neutral con su tiempo, pues situó a la Universidad como un factor esencial para el funcionamiento del Estado tecnocrático de los años 60, principalmente en sus posibilidades de renovación de las elites dirigentes. En ese nuevo contexto, para él la institución universitaria pasó a tener además, como vimos, una posición descollante, tanto como fuente generadora y principal transmisora del conocimiento, como poder social a la hora de forjar al individuo una imagen del mundo (Graciarena, 1975: 95). Si Medina situó a la Universidad frente al intervencionismo del Estado fue para preservar la autonomía y la independencia del individuo como persona en un momento en el que la transmisión de la cultura democrática empezó a sentirse amenazada. Así es, su optimismo de comienzos de la década del 60 respecto al ―poder espiritual‖ de la Universidad dejó paso al escepticismo de finales de la década. La reforma universitaria en Chile de 1967 hizo estallar las Universidades chilenas. La fe en el desarrollo cedió su lugar a una crítica hacia esos planteamientos optimistas que se instalaron en el medio universitario. Los esfuerzos de interpretación realizados por la CEPAL y el ILPES son calificados despectivamente como ―desarrollismo‖. Hubo una recusación hacia estos planteamientos como propios de una ciencia social burguesa y funcionalista (Godoy, 1977: 46). En ese sentido, la Universidad chilena, como la latinoamericana en general, de finales de los años 60 se dejó arrastrar por soluciones políticas que nada tenían que ver con las que Medina había llamado auténticas Universidades partícipes. Su ideal humanista y reformista de enfrentarse a los temas y a los problemas sociales desde la rigurosidad del conocimiento científico dio paso a un período de ―purificación ideológica‖ (Solari, 1988: 120). En todo el continente la norma común fue la forma militante de Universidad. Se produjo un desprestigio hacia la ciencia, hacia el científico como intelectual, y, por supuesto, hacia la democracia como lugar común. Las preocupaciones de Medina Echavarría respecto a la forma de conciliar libertad individual y la necesidad de planificar burocráticamente una sociedad futura, y de cómo esa ―planificación democrática‖ del Estado planificador debe contar con el respaldo legítimo de la ciudadanía y del poder social de la Universidad, cayeron en saco roto. El escepticismo, como decíamos, se apoderó de Medina. ―¿Constituye la Universidad en los días que corren el ―principio promotor de la historia‖ en la América Latina? ¿Es el lugar en que se despliega ―la más alta conciencia‖ en nuestra época? ¿Ofrece, en suma, con toda plenitud su poder espiritual? Contrariando los mejores deseos, la respuesta está muy lejos de ser rotunda e impone inquietas reservas‖, aseguraba Medina (1970: 169). Incluso un día a principios de los años 70 llegó a decir 741 que ―la Universidad en América Latina está muerta‖.1118 Su lectura, más pesimista si cabe, estaba motivada por un posicionamiento respecto a la Universidad y a su idea filosófica, ética y reformista, que no era precisamente del gusto de una época presa de ideologías y fanatismos. 1118 Entrevista mantenida por el autor con Enrique V. Iglesias, 15 de julio de 2009, Madrid. 742 CAPÍTULO XXV. LA ESCUELA SOCIOLÓGICA DEL ILPES. 1. Los supuestos comunes de una escuela sociológica: entre el enfoque histórico estructural y la teoría de la dependencia. Lo que nos interesa ahora en este punto, es señalar cómo el programa de investigación de Medina Echavarría que acabamos de ver fue punto de partida, en mi opinión, para aquellos jóvenes sociólogos que trabajaron con él en el ILPES en cuanto a temas, conceptos, enfoques y orientaciones. Su obra sociológica logró despertar y orientar numerosas inquietudes profesionales e intelectuales entre sus colaboradores más cercanos, caso de Fernando H. Cardoso, Enzo Faletto, Adolfo Gurrieri, José Luis Reyna o Francisco Weffort. Ello me da pie a pensar que estamos, como decíamos, ante una escuela sociológica con lo que esta connotación significa: ―Agrupa, es cierto, a un conjunto de personas en torno de la figura y obra de un maestro. Pero aunque esas personas comenten, elaboren y apliquen la doctrina o la teoría del maestro a diversos campos, no dejan de hacerlo con independencia y distancia críticas. No son, insistamos, meros repetidores. En todo caso, hay una serie de supuestos comunes y predilecciones terminológicas que permiten afirmar la existencia de la escuela, a pesar de que puedan manifestarse en ella diversidades personales y variedad de matices teóricos o conceptuales‖, decía el mismo Medina (1963b: 94). Por tal motivo, en la División de Planificación Social del ILPES se concentró ―un conjunto de personas en torno a la figura y obra‖ del sociólogo español, que tuvieron y compartieron ―supuestos comunes‖; hecho que nos permite afirmar la existencia de esa escuela, aunque cada autor fuese miembro de la misma ―con independencia y distancia críticas‖, ejemplificadas con el surgimiento de la teoría de la dependencia. 1119 La teoría de la dependencia, en aquel contexto, supuso la superación de las ideas y del enfoque histórico estructural de Medina. Sin embargo, en mi opinión, estimo que el gran supuesto común que articuló a este núcleo de jóvenes sociólogos fue justamente el estudio de los ―aspectos sociales del desarrollo‖, del que nuestro autor había sido el iniciador en la CEPAL. Así lo reconoce Rolando Franco, quien confirma que este supuesto ―permitió que una pléyade de sociólogos pudieran dedicarse durante varios años a analizar estostemas, mientras otro grupo, en la División de Asuntos Sociales de la CEPAL, se preocupaba por las políticas sociales sectoriales‖. 1120 De esta manera, este 1119 Ciertos autores han caracterizado aquella experiencia intelectual como una ―secta sociológica‖ dado los nexos personales muy intensos entre los miembros de aquella división del ILPES (Hodara, 1987; Blanco, 2010). Aquí preferimos manejar el concepto teórico de ―escuela sociológica‖ porque, además de los lazos biográficos, también existen otros lazos intelectuales y teóricos que se reflejan en los textos y en el contexto. Debemos de matizar que utilizamos el concepto de ―escuela sociológica‖ como tipo ideal que exagera algunos matices de la realidad. Lo que pretendo en estas líneas es exponer la historia intelectual de aquel grupo de sociólogos de una manera unitaria, para así poder diferenciar los rasgos más generales de la misma dentro de lo que fue un pensamiento socioeconómico englobador como lo fue el pensamiento cepalino para toda América Latina. Podemos decir que este grupo de sociólogos fue una escuela dentro de la gran ―escuela de pensamiento‖ que fue la CEPAL (Cardoso, 1977: 37). 1120 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Observamos, con ello, cómo hubo una diferencia de perspectiva entre el grupo de sociólogos del ILPES y el grupo de sociólogos de la División de Desarrollo Social de la CEPAL. Unos, por un lado, manejando una cuestión mucho más teórica, hipotética y empírica, los otros, más preocupados en aplicar el conocimiento sociológico en las políticas públicas y en los programas de planificación social. Aunque había una parcelación burocrática esto no implicó que hubiera intercambio entre unos y otros. Así, por ejemplo, Aníbal Pinto, economista chileno que entre 1970 y 1980 fue Direcrtor de la División de Desarrollo Económico de la CEPAL, siendo compañero de Medina, decía lo siguiente sobre la figura 743 grupo de sociólogos se dedicaron a investigar sobre las suposiciones o hipótesis de trabajo que Medina había formulado o estaba formulando en sus trabajos desarrollistas. Sus ideas respecto a la hacienda, a la porosidad estructural o incluso a los aspectos políticos del desarrollo latinoamericano dieron origen a una particular interpretación del hacer sociológico. Se compartió entonces una perspectiva que integraba tanto el enfoque económico como el sociológico, además, se le añadía la dirección estructural e histórica que distinguía al pensamiento cepalino. Fue un lugar donde cobró todo su significado el estudio sociológico del desarrollo y, sobre todo, fue un lugar que se estableció como una red de comunicación y conocimiento. En cierto modo podemos decir que aquel contexto fue también un foro de socialización de los nuevos científicos sociales que comenzaban a trabajar en aquella línea concreta de investigación. 2. La investigación en la División de Planificación Social: aportes y contenidos. Una de las actividades que José Medina Echavarría pudo impulsar, lograda su autonomía profesional y ya contando con el apoyo institucional suficiente, fue la puesta en marcha de diversas investigaciones sociológicas. Hemos podido comprobar cómo nuestro autor estuvo muy interesado en establecer un grupo de investigadores sociales desde el momento en que se le abrió la posibilidad de dirigir la nueva sección de sociología del ILPES. Él reconocía entonces ―una pobreza en América Latina de investigaciones empíricas sobre la variada complejidad de su estructura social‖ (Medina, 1968: 19. Junto a esa ausencia de estudios analíticos, teóricos e histórico- estructurales, se unía la dificultad de llevar a cabo investigaciones sobre la realidad social latinoamericana desde una visión concreta, panorámica y regional. Todo ello le hacía pensar que, más allá de investigaciones de campo, había que realizar primeramente ―estudios de gabinete‖, comedidos y recatados que dieran pie a futuras investigaciones más amplias y ambiciosas. La sociedad y la sociología latinoamericana, según la visión de nuestro autor, necesitaban estudios sociográficos, puramente descriptivos, sobre la base de análisis de datos censales y de otras estadísticas antes que hacer investigaciones más refinadas. Se necesitaba ―poner en orden y en claro los datos más elementales y fundantes a nuestro alcance‖ (Medina, 1968: 20). Medina entendía que había bastantes estudios empíricos en América Latina sin ninguna vinculación histórica, ni nacional, ni teórica, motivada por la ―moda sociológica‖ del empirismo abstracto y del dato. Incluso lo mismo sucedía dentro de la propia CEPAL. No es que él rechazase el dato, ni le importase mucho ―el tema de la planificación social, vinculado exclusivamente a las perspectivas de las políticas públicas - como la salud, la vivienda -, pero sí, en cambio, (le interesaba) un análisis de América Latina, de su estructura social, la transformación dinámica, la dinámica de campo, etc.‖ (Rego, 2007: 198). A Medina lo que le importaba era incorporar la riqueza cualitativa que ofrece la historia a los estudios sociológicos, para así poder construir conceptos, realizar análisis de los actores y de las estructuras sociales y, principalmente, tratar de comprender mejor los procesos de cambio social de una realidad surcada por el capitalismo y por la ideología desarrollista. Por todos estos motivos, nuestro autor entendió que era muy importante dar continuidad a esos trabajos, para así acumular conocimiento sobre lo ―construido‖ o estudiado de la realidad social latinoamericana. Y ahí fue muy importante, como hemos dicho, el estudio sobre América Latina en la intelectual del sociólogo español: ―me cuento entre quienes siguieron con interés y provecho sus trabajos, en especial aquellos afincados en la economía política y que, en cierto modo y grado, son terreno común a todas las disciplinas sociales‖ (Pinto, 1988: 93). 744 posguerra de Medina, Faletto y Ratinoff, porque ―por primera vez surgió una visión global de América Latina a partir de su perspectiva social‖ (Rego, 2007: 198). Ese hueco es el que Medina justamente había tratado de cubrir con sus primeros trabajos de mediados de los años 50, como había puesto de manifiesto con su estudio teórico- empírico sobre la realidad boliviana, y esa es la dirección que trató de seguir con el grupo de investigación que conformó junto a aquellos jóvenes sociólogos latinoamericanos. Esto significaba continuar el método histórico-estructural, característico de él y del pensamiento cepalino, a lo que se añadía esa perspectiva regional que propiciaba el trabajar para un organismo internacional. El enfoque latinoamericano fue elemental para los estudios que se acometieron. En aquel ambiente burocrático y profesionalizado se potenció un conocimiento sociológico científico, sereno, documentado, y cimentado en la historia y en la realidad específica latinoamericana. Se apostó por esa orientación en vez de por una ―sociología de oficina‖, saturada de estadísticas, datos, etc. Podemos decir, sin equivocarnos, que se formó en torno a este grupo de sociólogos un auténtico programa de investigación en el que trabajaron bajo unas mismas ideas originales, con un mismo tema (la génesis del desarrollo capitalista en América Latina y sus implicaciones sociales) y compartiendo una perspectiva latinoamericana, estructural e histórica. Ello supuso, en cierto sentido, una forma distinta de hacer sociología respecto a la que se hacía en el mundo anglosajón. A saber: la indagación empírica y la ―tarea sociológica‖ se concibió desde el enfoque ―puramente analítico hasta el más histórico y concreto‖ (Medina, 1973: XII). Aquellos nombres entendieron que para hacer teoría sociológica en América Latina o formular conceptos analíticos no se podía prescindir de la historia y de la dimensión puramente latinoamericana. 1121 Y eso sigue siendo actualmente muy importante, porque las teorías desarrolladas por los latinoamericanos en los últimos 50 años tienen que ser validadas mirando a la historia. Porque cuando la historia cambia, las teorías ya no pueden ser las mismas. Se estableció entonces una visión ―transhistórica‖ de la teoría del desarrollo sociológico para América Latina. Así se pudieron impulsar estudios e investigaciones en las que resultó muy importante la perspectiva histórica a la hora de entender los hechos sociales y las características de las estructuras sociales particulares de la región. No hubo entonces, una ―traslación mecánica de las teorías existentes‖. Ello no quita, por supuesto, para que Medina y los demás sociólogos estuvieran al día de los últimos avances de la sociología internacional. Un ejemplo de ello es que nuestro autor en el documento que entregó a Prebisch y Berthoud señalaba un buen número de investigaciones que no se habían realizado en América Latina y que él entendía como imprescindibles para el conocimiento de la realidad social 1121 Rodrigo Baño recordaba que ―era una disputa o una forma de revelarse frente al empirismo abstracto norteamericano‖. Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. Pero a esa afirmación se une la siguiente opinión de Enzo Faletto, donde reconoce que la forma de hacer sociología en el ILPES no era una forma de revelarse únicamente contra el empirismo abstracto y su formulación teórica-metodológica, sino también se pretendía discutir las teorías sociológicas concebidas en Europa o Estados Unidos: ―La pretensión de actuar de manera racional sobre la realidad se fundaba en el hecho de disponer de un conocimiento científico apropiado; pero el problema era saber hasta qué punto tal conocimiento era adecuado o inadecuado a América Latina, dado que las teorías habían sido en lo fundamental concebidas en Europa o en los Estados Unidos. Se imponía por consiguiente un trabajo de investigación empírica, que además de hacer aportes concretos al conocimiento, permitiría confirmar o desechar hipótesis en boga y ¿por qué no? Proponer algunas nuevas. En suma, la sociología compartía la orientación que era distintiva del pensamiento económico de la CEPAL: la no traslación mecánica de las teorías existentes‖ (Faletto, 1996: 193). 745 latinoamericana, entre las que destacaba el estudio del empresariado latinoamericano que él ya había promovido desde la CEPAL. Pensemos lo importante que era para Medina el estudio de las elites latinoamericanas. Como sabemos, los estudios sobre la formación de los grupos empresariales y sobre las elites estaban al orden del día en la sociología norteamericana y desde diferentes orientaciones: había estudios realizados desde el funcionalismo y la teoría de la modernización por autores como Reinhard Bendix, Tom Bottomore o Seymour Lipset, y también estaban los estudios realizados por C. Wright Mills de clara orientación crítica. 1122 No debemos olvidar tampoco que en el clima sociólogo latinoamericano de la época tuvo mucha importancia la obra clásica de Lipset y Solari sobre las elites sociales en América Latina (1967) y el libro de José Luis de Imaz, Los que mandan, publicado en 1964. 1123 A este respecto, los estudios sobre los empresarios, sus conductas y sus características, se convirtieron, de esta suerte, en un tema sociológico relevante y de todo interés dentro del ILPES, principalmente porque estos grupos empresariales se estaban convirtiendo en un nuevo factor dinámico en la región a partir de la industrialización promovida tras la Segunda Guerra Mundial. Los empresarios eran vistos por la sociología clásica como la clase innovadora que traían consigo la innovación, el cambio social y sus acciones determinarían la inversión económica y el posterior desarrollo capitalista. Sin embargo, el estudio sobre el empresariado latinoamericano entraba dentro de un marco teórico más amplio sobre el que giró las investigaciones realizadas en el ILPES durante esos años que era el de los ―actores sociales del desarrollo en América Latina‖. El objetivo empírico era localizar aquellos actores capaces de encabezar la modernización en América Latina. En consecuencia, el empresariado no se estudiaba desde una teoría de las elites, sino bajo ese interés en buscar los actores sociales para el desarrollo. Gracias a las aportaciones de Medina Echavarría en este tema, se empezó a trabajar en el ILPES con el concepto teórico de ―elite‖, el cuál responde a esa búsqueda incesante que tenían estos estudiosos por localizar aquellos sujetos de modernización económica, pero también vistos como sujetos de modernización social, cultural y política.1124 Como hemos visto, para Medina el ―estudio de las élites conductoras de desarrollo‖ abría ―una posibilidad analítica de investigar procesos de cambio social‖, a la vez que permitía la evaluación de la participación de distintos sectores sociales en ―la integración de una estructura nacional, y en la adopción de políticas específicas de modernización‖.1125 Se consideró indispensable también estudiar no sólo a las elites y al empresariado, sino también a las clases medias o a las clases populares, y a otros grupos sociales como los profesionales universitarios, a los profesores, a los intelectuales, y a los administradores (en los distintos núcleos de las estructuras burocráticas). Todo ello con el fin de formular una interpretación teórica general sobe los problemas de cambio social y desarrollo en la región. La forma de trabajar en la División de Planificación Social del ILPES era elaborando un listado de cada actor social e iniciando una investigación teórica y empírica con la intención de ver sí había tenido o tenía un 1122 Por ejemplo, Tom Bottomore, Elites and Society, Basic Books, Nueva York, 1964. 1123 El libro de José Luis de Imaz, Los que mandan, es un sobre los grupos sociales de los que provenían los empresarios argentinos. Es una de las interpretaciones pioneras de la socología latinoamericana. Encontró, como mayor resultado, la frecuencia de empresarios argentinos cuyos padres eran militares, más la concentración de padres que también venían del sector comerciales (De Imaz, 1964: 126-163). 1124 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1125 José Medina Echavarria, ―Investigaciones propuestas‖, ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 9-10. 746 protagonismo (o no) para el desarrollo económico, social y político para América Latina. Hubo un esfuerzo sistemático por dar una versión lo más acabada posible sobre estos temas centrales. Además esta serie de investigaciones empíricas y teóricas implicaba también una visión tendiente a asegurar las posibilidades de la democracia en la región. Ello se debía a la política planificadora que siguió la propia CEPAL. Como hemos visto, éste fue un punto de controversia entre Medina y sus discípulos. Aunque no lograse todos sus objetivos respecto a la planificación democrática, nuestro autor consiguió establecer en aquel grupo una ―visión política‖ de la disciplina y de la propia modernización latinoamericana.1126 Él, como reconocía Berthoud, estuvo siempre muy interesado en estudiar ―los aspectos políticos del desarrollo económico‖. Esto se observa sucintamente en la cita que sigue del documento de las investigaciones propuestas a Prebisch y Berthoud: ―Las estructuras de poder pueden ser estudiadas como mecanismos sociales encargados del proceso de tomar decisiones, y al mismo tiempo los diversos niveles a que se toma una decisión dependen por lo general de las distintas formas de liderazgo. Las orientaciones de los líderes y el contexto institucional dentro del cual se encuentran colocados, son aspectos vitales que deben ser conocidos, para el éxito de un proceso de planificación democrática‖.1127 Retomando el hilo de nuestra narración, debemos apuntar que una de las investigaciones que tuvo mayor importancia en la sección de sociología del ILPES, porque confirió sentido a buena parte de las hipótesis sobre las que se trabajaron en ella y permitió abrir más vetas empíricas de este tipo, fue el trabajo ―Las elites urbanas en América Latina‖. Esta investigación se preparó, como sabemos, para el Sexto Congreso Mundial de Sociología, que tuvo lugar en Evian, Francia, entre el 4 y el 11 de septiembre de 1966. El proyecto contó con la participación de José Medina Echavarría, quien escribió la ―Introducción‖; de Enzo Faletto, autor del capítulo ―La ciudad colonial y los grupos sociales‖; de Fernando H. Cardoso, encargado del capítulo sobre ―Las elites empresariales‖; de Francisco Weffort, quien se ocupó del capítulo titulado ―Algunos aspectos de la ―crisis política de las elites‖ en América Latina‖; de Adolfo Gurrieri, quien escribió sobre ―Las elites laborales en América Latina‖; de Ponciano Torales, encargado de escribir ―Las elites administrativas en América Latina‖; de Edelberto Torres Rivas, autor del capítulo sobre ―Las elites militares‖; y de Susana 1126 Esta discrepancia ideológica y sociológica lo explica muy bien Francisco Weffort: ―En los años sesenta, muchos de los que trabajamos con Medina –y nos beneficiamos tanto de su cultura excepcional como de su amplitud de espíritu y de su tolerante gentileza para con las opiniones divergentes, en particular la de sus discípulos- atribuíamos al concepto de clase dirigente un sentido mucho más vasto y ambicioso. Era, sin la menor duda, un eco de la fascinación que ejercía sobre nosotros cierta concepción de un marxismo, no diré vulgar, pero ciertamente romántico. A ejemplo de la misión redentora que el joven Marx atribuía al proletariado, la clase dirigente, más que únicamente dirigente, era, para algunos de nosotros, la portadora de las potencialidades del futuro, de la evolución global de la sociedad y, finalmente, de un sueño de redención de la humanidad‖ (Weffort, 1988: 127). Para Medina el estudio de las élites latinoamericanas representaba, en cambio, el análisis de las condiciones de la democracia y de la economía liberal en el sentido de Max Weber. Nuestro autor orientó las investigaciones de los empresarios y de las elites hacía la sociología weberiana, para analizar las decisiones que están detrás de las acciones de los actores sociales (motivadas, muchas veces, por el ethos cultural, como la ―mentalidad empresaria‖), la afinidad entre la racionalidad política y económica. 1127 José Medina Echavarria, ―Investigaciones propuestas‖, ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 7. 747 Prates, quien se ocupó de estudiar ―Las elites intelectuales‖. El carácter básico del estudio, a modo de resumen, fue estudiar las diversas elites que han actuado como agentes del cambio en los escenarios en los que han intervenido, pero dando prioridad a las características estructurales constitutivas de las sociedades latinoamericanas, puesto que a su vez estos actores y sus acciones sociales, sus valores, sus conductas, no se pueden entender sino en relación con unas estructuras sociales conformadas a lo largo de la historia. El punto de vista histórico y estructural está presente en este estudio, pues nos dan a entender los autores que sería imposible comprender muchas transformaciones, cambios y también actitudes contrarias al cambio si no existiese esta consideración respecto al contexto concreto y social. 1128 Sería excesivo para nuestros intereses enumerar todos los estudios e investigaciones que aquel grupo de sociólogos del ILPES llegó a publicar. Basta mencionar en particular unos pocos trabajos que representan, en todo caso, unas preocupaciones comunes: José Medina Echavarría escribió en 1963 el documento de trabajo ―Factores sociales de la educación‖ y en 1964 preparó un estudio sobre ―La reforma de la universidad latinoamericana‖; Francisco Weffort realizó un estudio también en 1964 sobre ―Estados y masas en el Brasil‖; Fernando H. Cardoso escribió ―El proceso de desarrollo en América Latina‖, de 1965; del mismo año son los trabajos de Francisco Weffort, ―Clases populares y desarrollo social‖ 1129 y, junto con Ricardo Cibboti, ―Características sociológicas del Estado y la planificación del sector público‖; también de 1965 es el trabajo de José Medina Echavarría titulado ―La juventud latinoamericana como campo de investigación social‖; Carlos Filgueira escribió en 1966 ―El empresario industrial en Chile‖; en ese mismo año Fernando H. Cardoso y José Luis Reyna escribieron un trabajo conjunto en inglés titulado ―Industrialization, Ocupational Structure and Social Stratification in Latin America‖. Esta somera bibliografía nos permite apreciar cómo estos autores dialogaron sobre el desarrollo social y pusieron en el centro del debate teórico algunas de las ideas preexistentes y destacaron también otras dimensiones que hasta entonces no se las había dado importancia como fue el caso de las consideraciones sociológicas de Medina Echavarría en torno a la problemática educativa en la región y avanzando problemas 1128 Hemos tenido acceso en la biblioteca de la CEPAL de Santiago de Chile al estudio preliminar en inglés, ―The urban elites in Latin America‖, fechado en mayo de 1966 y compuesto de 124 páginas. Parece ser que este trabajo es inédito, pero, como suscribimos arriba, en él están registradas varias líneas magistrales del pensamiento del ILPES y clásico de cada uno de sus autores. Por ejemplo, en este trabajo Medina apunta un tema central de su interpretación histórica sobre el desarrollo latinoamericano, como es su hipótesis de la hacienda, reconociendo en esas páginas que el hecho decisivo de la peculiaridad estructural de América Latina ha sido la disputa entre unas elites modernizantes, como son las elites urbanas, y unas elites tradicionales y contrarias al cambio que él identifica con las elites rurales (Medina, 1966a: 1-7). Por su parte, Cardoso reconoce en su trabajo al empresariado latinoamericano como el actor central de la historia del desarrollo económico y toma de Medina cómo esa aparente contraposición entre elites urbanas y elites rurales más que nada encierra un sistema de alianzas entre las distintas elites latinoamericanas (Cardoso, 1966: 21). Además lo novedoso del estudio de Cardoso es que se detiene en observar las elites nacionales de cada país latinoamericano. Una perspectiva que seguiría después en el trabajo clásico que firmó junto con Faletto. Como apunte adicional, comentar que el trabajo de Medina Echavarría, Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo en América Latina, es citado en los capítulos de Faletto, Cardoso, Weffort, Gurrieri y Prates, lo que nos confirma el ascendente del sociólogo español sobre aquel grupo de jóvenes sociólogos a la hora de apuntar y orientar caminos teóricos. 1129 Publicado como ―Clases populares y desarrollo social. Contribución al estudio del ―populismo‖‖, Revista Paraguaya de Sociología, año 5, nº 13, diciembre 1968, pp. 62-154. En ese trabajo Francisco Weffort opina que el populismo no representa verdaderamente una relación de clases, sino una disolución de los intereses de clase. 748 respecto a la integración de los jóvenes en el mercado laboral. Sus propuestas coincidieron con un interés creciente en los países latinoamericanos y en las Naciones Unidas por los problemas relacionados con la infancia y con la juventud. 1130 Estos trabajos de nuestro autor iniciaron dentro del ILPES -y de la CEPAL- un examen analítico y comparativo sobre el papel que la educación podría desempeñar en el proceso de desarrollo, más allá de una perspectiva puramente demográfica o jurídica. Los problemas educativos ocuparon desde entonces un lugar importante en la reflexión de las Naciones Unidas para América Latina y, principalmente, en los aspectos que tenían que ver con la planificación educativa y su relación con la planificación económica y política. También fueron significativos los trabajos iniciados por Weffort acerca del populismo o el que elaboró Cardoso y Reyna a raíz de los efectos del proceso de industrialización en la estructura social de los países latinoamericanos. Planteados estos términos, podemos afirmar que estos sociólogos contribuyeron también con nuevas visiones sobre conceptos teóricos, como las clases populares, las clases medias, las elites empresariales, el empresario industrial, la estratificación social, el populismo o la universidad, etc., que todavía sobreviven en muchos ámbitos de la sociología latinoamericana. Gracias a estas investigaciones analíticas, conceptuales, empíricas y teóricas se pudieron prolongar muchos temas en posteriores elaboraciones que tomaron, sin embargo, otras líneas diferentes según fueron cambiando el contexto sociopolítico latinoamericano, las corrientes sociológicas dominantes y el ambiente interno del ILPES y de la CEPAL. Así, por ejemplo, desde la segunda mitad de los años 60, se empezó a investigar sobre el papel del Estado en la estrategia del desarrollo, sobre el proceso de integración y la identidad sociocultural latinoamericana, o sobre la voluntad política en las propuestas y en las experiencias de la planificación, etc. (Faletto, 1996: 191). Con todo, estos estudios iniciales, en fin, ayudaron a tener un conocimiento más preciso sobre el proceso histórico del desarrollo latinoamericano y su repercusión en la estructura social de la región y en el comportamiento de los distintos grupos y clases sociales. Entonces este esfuerzo primero pasó por establecer las formas específicas que presentaba la ―modalidad latinoamericana de modernizarse‖. 3. La transmisión oral de conocimiento sociológico. Un ejemplo de la actividad científica e intelectual de un grupo de sociólogos como una escuela de sociología son los seminarios y las reuniones. Para los miembros de esta división de sociología del ILPES era muy importante la transmisión oral del 1130 Ahí tenemos el caso de la citada Conferencia sobre Educación y Desarrollo Económico y Social en América Latina, de marzo de 1962. O la Conferencia Latinoamericana sobre la Infancia y la Juventud en el Desarrollo Nacional, celebrada en Santiago de Chile entre el 28 de noviembre y el 11 de diciembre de 1965 y donde nuestro autor participó presentando su estudio sobre ―La juventud latinoamericana como campo de investigación social‖. En el informe que dedicó a Prebisch en 1963 respecto a la sección de sociología del ILPES, él dejaba señalado la importancia de realizar estudios sobre la juventud latinoamericana, porque entendió que a partir de ellos se podría ―evaluar el impacto de los cambios en las generaciones jóvenes y sus orientaciones probables en las fases siguientes del proceso de desarrollo, es decir, de la influencia ulterior de esas generaciones en el cambio‖. José Medina Echavarria, ―Investigaciones propuestas‖, ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, p. 8. Se pretendía estudiar en la juventud los efectos del cambio social y las consecuencias, logros y mejoras de los programas de modernización y desarrollo. Pero, sobre todo, su disposición al cambio (de mentalidades, actitudes, etc.) a partir de la educación –y para Medina la universidad será un factor estratégico a la hora de formar a la sociedad civil- puesto que la ―juventud ofrece en principio una disposición más favorable al cambio que las viejas generaciones‖ (Medina, 1965b: 11). 749 conocimiento. 1131 Pensemos, por ejemplo, que aquel grupo de sociólogos fue muy activo a partir de 1966, momento en el que Fernando H. Cardoso se encargó de impulsar y dirigir lo que se llamó ―el seminario de los jueves‖. 1132 El objetivo de aquel seminario era debatir los temas del desarrollo latinoamericano y donde participaron el propio Medina, Faletto, Reyna, Weffort, Furtado, otros ex-alumnos de la FLACSO como Edelberto Torres Rivas, también otros funcionarios y economistas de la CEPAL y del ILPES, como Carlos Lessa, José Serra, Maria da Conceicâo Tavares, Aníbal Pinto, Osvaldo Sunkel, Pedro Paz, Octavio Rodríguez, Pedro Vuskovic y Aníbal Quijano, e invitados de otros centros chilenos como Theotonio dos Santos, Vania Bambirra, y académicos extranjeros de paso por Chile. Se conformó un espacio abierto, dialogante y polifónico que tuvo una actividad formidable, donde el contacto con los economistas fue muy importante. Como reconoce el propio Cardoso, aquella línea de interpretación –―más sociológica y política- que, si bien no se incorporó de inmediato al pensamiento de la institución...pasó a conocerse como ―la teoría de la dependencia‖‖ (Cardoso, 1977: 35); y que, poco a poco, fue ganando adeptos entre los economistas (Cardoso, 1981: 32). Como resultado de aquellos intercambios Cardoso y Faletto escribieron Dependencia y Desarrollo en América Latina, que circuló profusamente en la región en su versión mimeografiada hasta la aparición como libro en 1969. 1133 De aquel ambiente también nacería en 1970 la obra clásica de los economistas Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El Subdesarrollo Latinoamericano. 1134 Después aparecerían trabajos de otros autores, tanto dentro como fuera del ILPES y de la CEPAL, que fueron dando forma a la teoría de la dependencia. El nacimiento de la teoría de la dependencia dentro del ILPES y la CEPAL significó una ruptura epistemológica con el pensamiento cepalino original, ya que consiguió incorporar un ―análisis de las relaciones internacionales de explotación‖ que hiciera ―más consistente y transparente su posición crítica inicial‖ (Cardoso, 1977: 15). El marco institucional del ILPES recogió la crisis del ―paradigma científico‖ de la sociología latinoamericana. 1131 ―¿Por qué se habla tanto de Enzo Faletto en la sociología chilena? Lo suyo era la palabra. Lo brillante de Enzo Faletto era la discusión oral, la mayéutica. En la conversación era donde aparece el creador. No le interesaba, no le gustaba o no podía escribir‖. Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 1132 Entrevistas mantenidas por el autor con Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile) y con José Luis Reyna (31 de mayo de 2007, México). 1133 Así lo reconocía Enzo Faletto: ―Un seminario importante, que en parte también es origen del libro Dependencia, que se realizaba en la CEPAL y en el cual participaron Celso Furtado, Don José, Aníbal Pinto, que también fue otro personaje muy importante, y varios economistas más, sobre el tema que –algo después parecía absurdo- el estancamiento en América Latina‖ (2007: 200). 1134 Por aquel entonces Osvaldo Sunkel era Director de los cursos de capacitación del ILPES y enseñaba el curso de Teoría de Desarrollo, donde tenía como ayudantes de clase a Pedro Paz y Octavio Rodríguez. En el ILPES empezó a desarrollar sus clases de desarrollo económico y que se convirtieron en el libro con Pedro Paz (Sunkel, 1986: 1). Sobre la influencia de Medina nos decía lo siguiente: ―Seguramente que influyó en el trabajo que hicimos con Pedro Paz y Octavio Rodríguez. Probablemente leyó ese texto. Además aportaba la visión histórica y eso también está en el libro, al recoger una clasificación de los distintos países según su trayectoria histórica‖. Entrevista mantenida por el autor con Osvaldo Sunkel, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Según Eduardo Devés, ―La clave del texto es la idea del desarrollo como cambio estructural global, lo que viene siendo una síntesis no solo de los avances de Sunkel, sino que de las ideas de la red estructuralista-dependentista.‖ (2004: 360). Es decir, aquel trabajo también heredó la corriente estructuralista de Medina o Prebisch; por otro lado algo normal, dado que era uno de los rasgos de identidad del pensamiento cepalino, como estamos viendo. 750 Los jóvenes sociólogos tuvieron una nueva conciencia social que chocó con el funcionalismo, la sociología científica o los esquemas teóricos de la antigua generación. El marxismo pasó a ser la fuente teórica predominante de las nuevas generaciones de sociólogos y de científicos sociales latinoamericanos. Aquel marxismo englobaba una gran variedad de tendencias, de ortodoxias y heterodoxias de diverso grado, tenía al ―joven‖ y al ―viejo‖ Marx, a neomarxianos como Althusser y Poulantzas, a Marcuse y a la Escuela de Frankfurt, o a C. Wright Mills, como uno de los más importantes renovadores de la teoría marxista. También hubo un auge extraordinario de Antonio Gramsci, ya fuera a través de la edición de sus obras más importantes, por la aparición de una diversidad de estudios o libros dedicados al análisis y discusión de sus ideas (Ahumada, 1977: 162). ―Era una generación que pretendió superar a los maestros‖, como así reconoce Osvaldo Sunkel. 1135 Pero obviamente, esta nueva generación de sociólogos del ILPES no se entendería sin los trabajos de Medina o Prebisch (Di Filippo: 2007: 138). 1136 Aquel pensamiento heredó la díada centro-periferia y los matices del enfoque histórico-estructural, bases del pensamiento cepalino (Franco, 2007: 155). El caso es que este pensamiento ―dependentista‖ surgió como una ―contra- teoría‖ frente al enfoque cepalino (Cardoso, 1981: 33). Por un lado, ―estos estudios procuraron profundizar algunos elementos ya contenidos en las explicaciones de la CEPAL y explicar tanto la cuestión del capital extranjero como la del fundamento de clases del desarrollo capitalista‖ (Cardoso, 1977: 36). Y, por otro lado, criticaba también las formulaciones ―surgidas de la izquierda tradicional, que seguía viendo en la alianza ―latifundio-imperialismo‖ el gran enemigo del desarrollo‖ (Cardoso, 1981: 35). De esta manera, el enfoque de la dependencia conquistó fuerzas como una contra teoría –e incluso como una ―contra ideología‖- para criticar simultáneamente los enunciados cepalinos y los enunciados marxistas más simplistas y radicalizados. La pretensión de aquella versión dependentista era explicar la subordinación de los países latinoamericanos a los procesos capitalistas internacionales, incrementada en los años cincuenta del pasado siglo XX. Pero, como decíamos, la teoría de la dependencia no se entendería sin los trabajos sociológicos de Medina. Principalmente porque él fue un gran incitador de temas y, sobre todo, un gran conversador dentro y fuera de estos seminarios. Él se consolidó en el ILPES como una fuente de estímulo y de inspiración para sus discípulos ―dependentistas‖, quienes luego derramaron, cada uno a su manera, toda la enseñanza recibida. No sólo fue importante su obra escrita, sino también el conocimiento que transmitió –y que recibió- a través del diálogo. Nuestro autor se sintió muy estimulado con estos jóvenes científicos sociales del ILPES, a pesar de las diferencias, porque pudo conversar con ellos, discutir y, sobre todo, tuvo oyentes, interlocutores y una audiencia 1135 Entrevista mantenida por el autor con Osvaldo Sunkel, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1136 : ―Había una vida intelectual muy intensa en Cepal a mediados de los años 1960. Los temas centrales eran el desarrollo, el papel del Estado, el crecimiento con cambio estructural, si y cómo sería posible. Las figuras predominantes eran las de Raúl Prebisch y José Medina Echevarría. No era una temática político- partidaria, mas era una temática contemporánea. Cuando escribí sobre desarrollo y dependencia, yo estaba polemizando para dentro y para fuera de Cepal. Para fuera, con las teorías comunistas del imperialismo, que eran incorrectas para comprender el tipo de asociación que se estaba estableciendo entre el centro y la periferia del capitalismo, que poco tenía que ver con los procesos ocurridos en el siglo XIX.‖ (Sorj, 2010:16). 751 conocida. Además fue una manera de elaborar conocimiento y de transmitirlo oralmente. En este sentido, creo que es obligado rescatar y rememorar algunas pinceladas sobre el trabajo intelectual de aquella época. ―Era un momento en que se daba mucha importancia a lo conversado‖, como nos recuerda Rodrigo Baño. 1137 Antiguamente el trabajo intelectual era la discusión oral. ―Los sociólogos operan en la conversación‖, dice Salvador Giner (2007: XLVII). Eso en Medina era muy evidente. Él iba más allá de pugnar un dogma contra otro dogma. Para él –como a toda esa generación- era muy importante el poder compartir el conocimiento a través de la conversación: ―José Medina tenía un estilo intelectual cuya transmisión de conocimiento estaba en el diálogo. El conocimiento está mucho más en el diálogo que en lo que uno escribe. Si uno compara lo que escribieron con lo que influyeron hablando es mucho más lo que influyeron hablando que lo que realmente escribieron. Ahora estamos acostumbrándonos a que nadie hable, sino que únicamente escriba. Está preocupado además de que sí lo habla y no lo escribe alguien se lo puede robar‖. 1138 Estas reflexiones de Rodrigo Baño nos ayudan a reflexionar sobre cómo las influencias y las relaciones intelectuales han cambiado, ya que actualmente el estudio y el trabajo intelectual más representativo es la cita. Desde nuestra perspectiva actual podemos comprobar cómo se han modificado los patrones y las prácticas intelectuales. El patrón intelectual de aquella generación era, como decíamos, de mucho diálogo y de mucha conversación. En la conversación se compartían ideas y se recibían otras ideas que generaban a su vez más conocimiento. Y todo eso era trabajo intelectual. Debemos pensar también que era una época más relajada en el ILPES: ―Antiguamente el uso del tiempo era distinto. No había tanto control burocrático sobre las exigencias en qué había gastado su tiempo como funcionario de las Naciones Unidas. Esa rigidez no existía‖. 1139 Hoy aquel clima intelectual y profesional es casi impensable. Aquella visión nos permite reconocer las modificaciones que han acontecido dentro de las estructuras de conocimiento del mundo académico y científico desde entonces. Actualmente el estilo académico e intelectual que se ha ido implantando poco a poco tiene más que ver con la competencia, la profesionalización, el productivismo científico y la escritura como forma de divulgación de ideas y de citas (Sosa, 1995: 92). El sociólogo y el científico social de ahora está más preocupado de sus publicaciones y de sus citas que de transmitir oralmente su conocimiento. Las carreras académicas son más rígidas y planificadas, desde el año académico hasta los programas de estudio. Nada está dejado a una cierta improvisación y todo queda medido y recogido en formularios y en listados de méritos. Y esta formalidad burocrática le afecta por igual al sociólogo académico como al que trabaja para un organismo internacional. Podemos añadir que la pasión respecto a la sociología era distinta en la época de Medina. La perspectiva de entonces iba mucho más allá que la búsqueda de la originalidad. Lo importante era poder compartir el conocimiento sociológico: ―Había mucho respeto por las ideas de otros y había mucho orgullo por introducir y por señalar 1137 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 1138 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 1139 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. Estas palabras de Rodrigo Baño casan con la imagen de Medina en el ILPES y en la CEPAL: un sociólogo como intelectual difícilmente clasificable en las estructuras burocráticas. 752 las ideas de otros. No había tanta presión por la búsqueda de la originalidad y justamente desde esa espontaneidad aparecía lo original‖. 1140 Siempre iban reconociendo las ideas de otros. ¿Por qué eran tan modestos? Porque nunca buscaban el don de la distinción y tampoco buscaban la posición en el campo sociológico desde la originalidad. (También porque era, como decíamos, un campo sociológico menos profesionalizado y menos competitivo que el actual). Estos autores no tenían la necesidad, por tanto, de demostrar quién sabe lo último, qué es lo más novedoso y tampoco tenían la actual manía de inventar la sociología a cada rato. Es por ello que concedieron mucha importancia a lo conversado. Se perdió mucho, sin duda. Pero no se perdió todo, porque se trata de memoria viva. Medina Echavarría debe haber transmitido mucho más a través de sus conversaciones que de sus obras. ¿Hasta dónde llega la transmisión oral de una idea? Es difícil de recuperar lo transmitido, pero sí podemos decir, gracias a las entrevistas en profundidad realizadas en este trabajo, que la imagen que tenemos de Medina fue la de un ―maestro‖ en el sentido de comunicar, dialogar, conversar y regalar el conocimiento a la gente que le rodeaba. 1141 Así ejerció él su rol como intelectual y sociólogo en un contexto que se fue profesionalizando con el paso del tiempo. A Medina lo que le apasionaba era poder compartir el conocimiento. En mi opinión, él nunca tuvo la idea de generar un pensamiento que liderase todo un movimiento intelectual. Su modestia nunca le permitió pensar tal cosa. Era, en cambio, un generoso profesor dentro de una institución no académica. Provocó sociológica e intelectualmente a muchos alumnos, porque para Medina la conversación era sinónimo de aprendizaje. Su idea siempre fue fertilizar a la gente que le rodeaba. Esa tradición oral fue recogida en artículos, documentos y libros, pero también permanece presente en estas páginas y en los testimonios de aquellos que le conocieron y, de una u otra forma, prolongaron sus ideas. 1142 El caso es que nos encontramos ante uno de los momentos cumbres de la trayectoria de José Medina Echavarría, en la que él se entusiasmó mucho con esta posibilidad que se le ofrecía nuevamente de poder trabajar, dialogar y formar, dentro de lo posible, a estos jóvenes sociólogos. Todas estas condiciones tan satisfactorias fueron muy estimulantes para él, sobre todo el hecho de sentirse admirado y valorado por los jóvenes que le rodeaban. 1143 Con ellos volvió a sentirse el profesor que siempre quería 1140 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño. En cierto sentido, los trabajos de Medina son reflejo exactamente de esto, de cómo lo original es traducir y citar a trabajos de autores desconocidos para la sociología latinoamericana. 1141 Por eso decimos que Medina ejerció una influencia ―invisible‖ sobre muchos alumnos y compañeros en la CEPAL y en el ILPES. La admiración que le profesaban iba más allá de la obra. Medina influyó mucho por su presencia, por eso su influencia va más allá de la mera formalidad escrita. Él tiñó con sus aportes intelectuales aquel contexto profesional. Aquí sólo hemos pretendido señalar estas herencias orales y recuperar las nociones del estilo de la época que son distintas al actual, tratando de evitar, en todo momento, el apasionamiento hacia la figura de nuestro biografiado. Entrevistas mantenidas por el autor con Rodrigo Baño (10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile), Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile) y José Luis Reyna (31 de mayo de 2007, México). 1142 ―Enzo Faletto, casi todo lo transmitía con mucha generosidad y sin ninguna aprehensión. Quizás por esto conectó con José Medina. Fue su discípulo, le formó, le tuvo cariño y conversó mucho con él.‖ Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 1143 Es, como decíamos arriba, un momento de mucho estímulo intelectual para él. Se ve rodeado de jóvenes intelectuales que con su entusiasmo intelectual le estimularon. Así reconoce, por ejemplo, el trabajo con los jóvenes economistas del ILPES: ―El examen de algunas páginas de mis colegas 753 ser. Además los cursos de capacitación del ILPES le permitieron volver a encontrarse con la actividad pedagógica, enseñando sociología a los cuadros y técnicos profesionales de los gobiernos latinoamericanos. 1144 4. El estudio de Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto. El ascendente de José Medina Echavarría en el surgimiento de la teoría de la dependencia. Dentro de ese clima de diálogo y conversación en el ILPES, resulta lógico que la obra y las enseñanzas de Medina fueran punto de partida para la posterior reflexión crítica protagonizada por algunos de sus discípulos y que dio origen a la teoría de la dependencia. Lo que pretendemos en las páginas que siguen es analizar los términos de la influencia del sociólogo español en F. H. Cardoso y en E. Faletto, sus dos discípulos más aventajados. Como toda relación discipular, los dos jóvenes sociólogos trataron de superar a su maestro al ir más allá de las propuestas teóricas de Medina y de su sociología del desarrollo. Algo, por otro lado, habitual, normal y necesario para el avance de la sociología (latinoamericana). 1145 La talla alcanzada por estos dos sociólogos latinoamericanos dice mucho sobre el patrocinio y el ascendente del sociólogo español, al tiempo que nos sitúa en justa medida sobre la categoría de Medina dentro de la historia de la sociología latinoamericana, porque tanto Cardoso como Faletto no son autores menores dentro de ella. Para muchos Cardoso ha sido considerado como el sociólogo latinoamericano más importante de los años 70 y 80 del pasado siglo XX. 1146 Mientras que para otros Enzzo Faletto, según palabras de José Luis Reyna, ―es uno de los pilares de la sociología y de las ciencias sociales latinoamericanas contemporáneas‖ (2007: 1). Por tal motivo, como bien ha apuntado recientemente Álvaro Morcillo, la archiconocida obra Dependencia y desarrollo de estos dos autores no se puede entender sin los estudios previos y el magisterio de nuestro autor (2010). No cabe para este trabajo un análisis sustantivo de aquel libro, si bien sólo llamaré la economistas más jóvenes me estimula a una meditación, a media voz nada más, sobre el tema de las generaciones intelectuales en América Latina‖ (Medina, 1970a: 197). 1144 Por desgracia para nuestros intereses no hemos podido encontrar ningún programa de los cursos que Medina impartió en el ILPES. Sin embargo, gracias a varios testimonios recogidos, sabemos que nuestro autor participó en ellos como profesor, ya que una de sus obligaciones profesionales era la docencia en materia de sociología a los expertos en planificación. Entrevistas mantenidas por el autor con Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile) y con José Luis Reyna (31 de mayo de 2007, México). Lo que sí hemos podido recoger en el ILPES son programas de otras asignaturas impartidas por miembros del ILPES, caso, por ejemplo, de Fernando H. Cardoso u Osvaldo Sunkel, en donde aparecen libros de Medina Echavarría recogidos en la bibliografía. Por ejemplo, en el ―Curso básico de Planificación‖, de 1965, en la asignatura de ―Sociología‖, impartida por Fernando H. Cardoso y ayudado por Enzo Faletto, Carlos Filgueira y Adolfo Gurrieri, aparece citada su obra Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico. Y en la asignatura ―Desarrollo económico‖, impartida por Osvaldo Sunkel, y ayudado por Pedro Paz y Octavio Rodríguez, se cita como obra de referencia El desarrollo social de América Latina en la postguerra. También destacamos en la bibliografía consultada la citación a las obras de Mannheim, lo que nos muestra cómo el autor alemán –vía Medina Echavarría- fue muy considerado en las implicaciones y tareas sociológicas de la planificación para el desarrollo. 1145 La diferencia fundamental entre Medina y sus discípulos era cuestión de edad y de experiencias biográficas y formativas. Cardoso y Faletto estuvieron más abiertos a entender a la sociología desde una perspectiva más profesional, empírica y también podían apropiarse de nuevas teorías, enfoques y que, de modo alguno, permitían superar los planteamientos teóricos del maestro, mucho más modernos y también más anclados en la sociología clásica europea. Al igual que esa visión europea de Medina fue interesante para Cardoso y Faletto, que manejaban una perspectiva más latinoamericana. Entrevista Salustiano del Campo. 1146 Entrevistas mantenidas por el autor con Eduardo Devés (3 de diciembre de 2008, Santiago de Chile) y con Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile). 754 atención sobre algunos elementos que, desde mi punto de vista, están estrechamente relacionados con varios planteamientos teóricos de Medina Echavarría. Cardoso y Faletto le dieron el manuscrito a Medina para que se lo leyera y parece ser que no estuvo de acuerdo con algunas hipótesis u observaciones sustentadas en el trabajo. Así lo reconocía el propio Cardoso cuando recordó su paso por la CEPAL y las influencias en su obra de Prebisch y de Medina: ―La otra persona es José Medina Echavarría, con quien trabajé tan de cerca. Fue quien tuvo la inmensa paciencia de leer mis manuscritos y los de Enzo Faletto del libro sobre desarrollo y dependencia en América Latina, o dependencia y desarrollo, ya no me acuerdo exactamente del título, tantos son los libros y tan largo el tiempo. Don José los leía, pacientemente, para corregir un español que, cuando de mí se trataba, era pésimo. Todo pasaba por Weinberg, que era revisor, y aun así don José leía y mejoraba el texto. Creo que nunca estuvo muy convencido de las tesis, pero las respetaba. El seguía una inspiración weberiana: más que yo, que ya adoptaba algo de Weber.‖ (Cardoso, 1995: 8). A pesar de citarle Cardoso y Faletto una sola vez en aquella obra, considerada como el texto sociológico más reconocido de la sociología latinoamericana y de la sociología en lengua castellana, hay algunos antecedentes comunes entre los discípulos y Medina que demuestran cómo la influencia de este último es bien visible en la gestación de aquel trabajo. Principalmente en el esfuerzo que acometieron Cardoso y Faletto por integrar las ―categorías marxistas y weberianas‖ para explicar el desarrollo latinoamericano (Solari, 1976: 446). 1147 Para empezar, como ya dijimos, Medina y Faletto (junto con Ratinoff) habían tenido la experiencia de investigar la estructura social de América Latina en un texto que inspiró posteriores trabajos dentro del ILPES. A ello se unía el hecho de que Cardoso ya había leído a Max Weber en Brasil y que antes de llegar a Chile se había interesado por el estudio de las elites . En último caso, hubo algunos elementos muy comunes entre Medina, Cardoso y Faletto que fueron aumentando según creció la comunicación y la interacción intelectual entre ellos. Empiezan a ser visibles estos elementos comunes, por ejemplo, en un texto de Cardoso de 1965 en el que recoge con empeño algunos de los temas formulados con anterioridad por Medina y que prolongan la perspectiva histórica-estructural de nuestro biografiado: ―en vez de construcción de modelos de desarrollo, el análisis científico debe encaminarse hacia la determinación de 1147 Únicamente Cardoso y Faletto citan a Medina en la página 10 (El desarrollo social de América Latina en la postguerra), sobre la flexibilidad de la dominación tradicional. Entrevistas Rolando Franco, José Luis Reyna. Decíamos arriba que estamos ante el libro más importante de la sociología latinoamericana y de la sociología en lengua castellana como así reconocen algunas encuestas. Por ejemplo, como apunta J. L. Reyna, ―este texto se convirtió en referencia obligada para pensar e interpretar el desarrollo social y político de esta parte del mundo. Baste decir que cuando la prestigiosa Foreign Affairs celebró sus primeros 75 años de existencia, sus reseñadores lo escogieron, junto a otros pocos, entre los libros clave por su trascendencia e influencia en la forma de plantear y explicar los problemas‖ (Reyna, 2007: 1). Foreign Affairs, vol. 76, Nº 5, 1997, p. 229. Además este libro ocupó el puesto número 41 entre los libros sociológicos más influyentes del siglo XX según reconocieron los sociólogos que participaron en la encuesta ―Books of Century‖, celebrada por la ISA en el Congreso Mundial de Sociología de Montreal en 1998. Cabe destacar que en esa encuesta, dominada por títulos de la sociología anglosajona y europea, ocupa el primer lugar de los libros escritos en lengua castellana. Books of Century, ISA, http://www.isa- sociology.org/books/vt/bkv_000.htm 755 las estructuras que explican el desarrollo –y el subdesarrollo- y hacia la determinación de la dinámica de un tipo de estructura a otro‖, planteaba el sociólogo brasileño (Cardoso, 1965: 193). Ambos autores comparten una misma caracterización sociológica del desarrollo como el cambio y la transformación de un tipo de estructura socioeconómica a otro tipo de estructura. Por tal motivo, el paso metodológico que reconoce Cardoso ―es la construcción de un conjunto que varía de la sociedad tradicional a la era del consumo en masa‖; pero, obviamente, sin perder el carácter concreto e histórico de la realidad latinoamericana, lo que le llevaba a reconocer que ―el subdesarrollo no equivale al no desarrollo en general‖ (Cardoso, 1965: 179 y 195). Esta postura, por otro lado, ya estaba muy presente en las consideraciones de Medina acerca de los impedimentos culturales en el desarrollo latinoamericano y en la atrofia del proceso modernizador en aquella región, precisamente cuando nos habla de la ―porosidad estructural‖ o de los ―islotes de la modernidad‖. Este tema de la porosidad estructural creo que le resultó muy útil y valioso a Cardoso, principalmente, porque el sociólogo brasileño pudo comprobar que compartía con Medina la crítica a los esquemas funcionalistas de la sociología norteamericana, en particular al modelo de Rostov, y que esta aportación al mismo tiempo encajaba con su perspectiva elaborada con anterioridad en Brasil, la cual abría la posibilidad de otra forma de desarrollo y de otra visión más histórica (dadas las influencias en su obra, como vimos, de autores como Freyre, Fernandes e incluso Furtado). A este respecto me permito añadir que el tema en el que encuentro más afinidades entre Cardoso y Medina es cuando ambos se preguntan sobre la ―dirección‖ del proceso de desarrollo latinoamericano. Es decir, en sus argumentos estaba la pregunta weberiana respecto a qué clase dirigirá el cambio social. 1148 Además nos consta que durante 1966 Cardoso y Faletto, mientras escribían su libro, trabajaron estrechamente junto sus compañeros sociólogos del ILPES en la investigación, dirigida por Medina, sobre ―Las elites urbanas en América Latina‖. 1149 De esta manera, el 1148 Cardoso, en aquel texto de 1965, decía lo siguiente respecto al rol de las elites dirigentes en el proceso modernizador: ―el ―despegue‖ para la modernización de la economía pasa a ser el resultado de la interferencia de motivos psicosociales en un conjunto de hombres que ejercen el papel de ―elite dirigente‖ y asumen los riesgos de la aventura del futuro, tratando de imprimir a toda la sociedad la marca peculiar de los designios del grupo social al que pertenecen‖ (1965: 178 s). 1149 Esta investigación fue presentada en el Sexto Congreso Mundial de Sociología, Evian, 4-11 de septiembre de 1966. Medina se encargó de la ―Introducción‖, Enzo Faletto escribió un capítulo sobre ―La ciudad indiana y los grupos sociales‖, Cardoso sobre ―Las elites empresariales‖, Weffort sobre ―Algunos aspectos de la ―crisis de las elites políticas‖ en América Latina‖, Gurrieri sobre ―Elites obreras en América Latina‖ y Edelberto Torres sobre ―Las elites militares‖. Al mismo tiempo que Cardoso y Faletto participaban en la preparación de esa investigación comenzaron a escribir su libro Dependencia y desarrollo, escrito entre 1966 y 1967 cuando ambos sociólogos, como así reconocían, trabajaban en estrecha relación con los economistas, los sociólogos y planificadores en el ILPES (Cardoso, 1971: 1 dependencia y desarrollo). Nuestra intención es, como decíamos, estudiar aquí la influencia de Medina en aquella obra como una influencia más, dado que aquel clima intelectual, rico y variado, les influyó a estos dos autores a la hora de compartir aquella experiencia multidisciplinar, en la que se combinaba la economía, la sociología, la ciencia política, la demografía y además, como reconocía el propio E. Faletto, había un contexto histórico en América Latina más que propicio para escribir sobre la dependencia: ―El ensayo Dependencia y Desarrollo en que colaboré con Fernando H. Cardoso fue escrito –como se señala en el prólogo- entre 1966 y 1967; el libro de Regis Debray, Revolución dentro de la Revolución, se publicaba en Cuba en ―Casa de las Américas‖ en enero de 1967; en octubre del mismo año era muerto en Bolivia el Ché Guevara. El simple recuerdo de esas fechas sitúa el tema de la dependencia en su contexto y empieza a perfilar el momento en que se constituye‖ (Faletto, 1999a: 120). 756 programa de investigación weberiano asumido por Medina tenía cabida en actividades empíricas y era punto de partida –en cuanto a formulación de hipótesis, planteamientos, problemas- para las posteriores contribuciones científicas del grupo de jóvenes investigadores que le rodeaba. Y, claro está, la continuidad de los temas tratados por Cardoso y Faletto en los trabajos que escribieron en aquella investigación ejemplifican la orientación disciplinaria de Medina. Nuestro autor reconocía en la introducción de aquella investigación que la ―existencia y la circulación de las elites constituyen un fenómeno permanente de toda sociedad‖. Si bien la importancia ―desarrollista‖ – capitalista- de las elites estribaba en su calidad y en sus características particulares, pues el problema estaba en su ―formación‖ original (Medina, 1966:2- 3). Esta línea fue la que E. Faletto recogió en la investigación al indagar sobre la estructura histórica de las elites latinoamericanas desde los tiempos de la colonia española (Faletto, 1966: 9-20). Por su parte, F. H. Cardoso preparó un texto sobre las ―Las elites empresariales‖ (1966: 20-51). Lo más destacado de esas páginas es que el sociólogo brasileño reconoce -citando expresamente el libro de Medina Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico- que ―la modernización del sistema productivo y la reorganización de las sociedades latinoamericanas llega a un nuevo punto de equilibrio debido a las presiones iniciales a veces fuera de la ―sociedad tradicional‖ a través de un sistema de alianzas entre las elites y los grupos que tienen a la sociedad tradicional como su pivote‖ (Cardoso, 1966: 21). En otras palabras, el tema de las alianzas estratégicas del capitalismo periférico que había sido planteado por Medina, aunque de una forma más o menos tímida, es recogido por Cardoso desde una posición mucho más central y también diferente al dar una mayor importancia a los factores exógenos del desarrollo latinoamericano. En esta nueva perspectiva las elites dirigentes latinoamericanas quedaban caracterizadas como el grupo social que sirve de nexo o puente con los centros capitalistas, prolongando, de esta manera, las situaciones de ―dependencia‖ económica, social o cultural. Encontramos, de esta manera, una gran sintonía temática, teórica, y también metodológica entre Medina, Cardoso y Faletto. En el libro Dependencia y desarrollo el manejo del concepto sociológico ―elite‖ es muy parejo a la forma en que Medina lo utilizaba como ―una significación puramente descriptiva –por completo objetiva en consecuencia- de un referente empírico sujeto a observación y medida‖ (Medina, 1966: 2). Nos percatamos, por ello, que la influencia de Medina en la obra de sus discípulos está asimismo situada en un plano conceptual y operativo. Cardoso y Faletto asumieron un enfoque histórico-estructural, pero a su vez incorporan la operacionalización de conceptos weberianos que encuentran en el sociólogo español. 1150 Y el concepto elite o 1150 En esa obra hay una clara referencia a aspectos metodológicos y teóricos propios del enfoque histórico estructural de Medina y del pensamiento cepalino como podemos reconocer: ―Se requiere, por consiguiente, y ellos es fundamental, una perspectiva que, al poner de manifiesto las mencionadas condiciones concretas –que son de carácter estructural- y al destacar los móviles de los movimientos sociales –objetivos, valores, ideologías- analice aquéllas y éstos en sus relaciones y determinaciones recíprocas…Ello supone que el análisis sobrepase el aporte de lo que suele llamarse enfoque estructural, reintegrándolo en una interpretación hecha en términos de ―proceso histórico‖‖ (Cardoso, 1971: 18). De esta manera, Cardoso y Furtado explicarán el subdesarrollo periférico como la peculiar manera histórica que ha tenido el capitalismo de conformarse en América Latina. Es por ello que el desarrollo sea, en sí mismo, un proceso social y que para atender este proceso se requiera el estudio de las relaciones estructurales conformadas a lo largo de ese proceso: ―se trata de un método que requiere la reconstitución de la historia de las relaciones estructurales‖, reconocía Cardoso en un trabajo posterior (Cardoso, 1972: 15). 757 su análisis de la estructura de poder es un ejemplo de la influencia de Medina en aquel trabajo. Esa línea teórico-metodológica también se nutrió de otras corrientes que estaban dentro del pensamiento cepalino como era la tesis centro-periferia de Prebisch, fundamental para entender el diagnóstico de esta obra. 1151 En Dependencia y Desarrollo, como consecuencia de esa síntesis, se especifican las formas históricas de dependencia a partir del modo por el cual las clases, los Estados y los sistemas de producción se incorporan al orden internacional capitalista: ―El reconocimiento de la historicidad de la situación de subdesarrollo requiere algo más que señalar las características estructurales de las economías subdesarrolladas. Hay que analizar, en efecto, cómo las economías subdesarrolladas se vincularon históricamente al mercado mundial y la forma en que se constituyeron los grupos sociales internos que lograron definir las relaciones hacia fuera que el subdesarrollo supone. Tal enfoque implica reconocer que en el plano político-social existe algún tipo de dependencia en las situaciones de subdesarrollo, y que esa dependencia empezó históricamente con la expansión de las economías de los países capitalistas originarios‖ (Cardoso, 1971: 23-24). Cardoso y Faletto muestran cómo la ―internacionalización del mercado‖ ha solidarizado y ha provocado alianzas entre clases sociales que en épocas históricas anteriores eran antagónicas, caso de la burguesía nacional y la burguesía comercial- externa, con clases trabajadoras, etc.: ―Resaltamos que la situación actual de desarrollo dependiente no sólo supera la oposición tradicional entre los términos desarrollo y dependencia, permitiendo incrementar el desarrollo y mantener, redefiniéndolos, los lazos de dependencia, sino que se apoya políticamente en un sistema de alianzas distinto del que en el pasado aseguraba la hegemonía externa‖ (Cardoso, 1971: 164). Para ello se sirven del enfoque concreto y estructural a la hora de analizar la evolución y modificación de esas situaciones de dependencia en la estructura interna de cada país y en relación al nuevo orden capitalista internacional. Ambos autores lo que destacan es que la dependencia al exterior viene de la subordinación y del comportamiento de las clases sociales vinculadas con el exterior: ―Por consiguiente, al considerar la ―situación de dependencia‖ en el análisis del desarrollo latinoamericano, lo que se pretende poner de manifiesto es que el modo de integración de las economías nacionales al mercado internacional supone formas definidas y distintas de interrelación de los grupos sociales de cada país, entre sí y con los grupos externos‖ (Cardoso, 1971: 28). Este hecho a su vez implica una situación de dominación interna originada, desde su punto de vista, por aquella vinculación económica e histórica con el exterior. De esta forma, esa ―dependencia‖ respecto a los centros económicos internacionales generó en el interior de los países latinoamericanos la formación y la reproducción de situaciones estructurales de dependencia y de dominación social que fueron surgiendo en distintas etapas históricas: la fase de constitución del Estado nacional y la formación de una burguesía exportadora; la dependencia en la situación de enclave; y la dependencia en la etapa de internacionalización del mercado (Cardoso, 1151 No obstante este texto representa la síntesis de los distintos enfoques que había en el pensamiento cepalino: tesis centro-periferia, planificación, enfoque histórico-estructural, terminología neoweberiana, algunos diagnósticos marxistas, análisis económicos y demográficos, etc. 758 1970b: 411-412). 1152 En el análisis de estos autores hallamos, por tanto, una doble atadura del proceso de desarrollo latinoamericano: la presión económica externa se convertía en presión interna que incide directamente en la estratificación social de cada país latinoamericano. 1153 Esta obra recoge también la crítica a la industrialización hacia fuera que se estaba produciendo entonces en las ciencias sociales latinoamericanas. Cardoso y Faletto estaban más interesados en analizar esta última fase del capitalismo latinoamericano, pues justamente comenzaba a hacerse más evidente la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas a los flujos del mercado internacional. Por tal motivo, ambos autores pusieron en duda el supuesto del desarrollo capitalista nacional cuando observan que la industrialización hacia fuera estaba asociada a los capitales externos. Siguiendo este hilo argumentativo, me atrevo a señalar otro motivo de Dependencia y desarrollo que es deudor de Medina: los aspectos políticos del desarrollo económico. Como decíamos arriba, los apuntes de Medina Echavarría de la ―porosidad estructural‖ de la sociedad latinoamericana –como rasgo definidor de su composición sociopolítica- fueron muy importantes para este estudio de Cardoso y Faletto. 1154 En la siguiente cita comprobamos cómo ambos autores incorporan en su análisis de la dependencia la aportación teórica de nuestro autor: ―aunque la ―sociedad tradicional‖ haya transformado en buena medida su faz económica, con todo, algunos de sus grupos no perdieron el control del sistema de poder, a pesar de haberse visto obligados a establecer un sistema complejo de alianzas con los nuevos grupos aparecidos‖. 1155 De esta suerte, ambos sociólogos lo que harán en su estudio será dar la clave de cómo la dependencia de las economías latinoamericanas al mercado 1152 Lo que pretendían ambos autores, concretando su análisis, no era hablar ―de la dependencia en general, sino de situaciones de dependencia‖, reconocía Cardoso en un trabajo posterior (1970b: 411). 1153 Esta doblez la explicaba Cardoso mucho mejor en un artículo aparecido al poco tiempo de su obra con Faletto: ―En los trabajos que escribí sobre dependencia, existe una doble intención crítica. Por un lado…se critican los análisis del desarrollo que abstraen los condicionamientos sociales y políticos del proceso económico y se critican las concepciones evolucionistas (de las etapas) y funcionalistas (especialmente la teoría de la modernización) del desarrollo. La crítica se hace mostrando que el desarrollo que sobreviene es capitalista y que no se puede desligar del proceso de expansión del sistema capitalista internacional y de las condiciones políticas en las cuales éste opera. Por otro lado, la crítica se orienta para mostrar –lo que es obvio, pero en los análisis muchas veces queda relegado a segundo plano- que el análisis ―estructural‖ de los procesos de formación del sistema capitalista sólo tiene sentido cuando está referido a la historia. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, básicamente, que las estructuras condicionantes son el resultado de la relación de fuerzas entre clases sociales que se enfrentan de forma específica en función de modos determinados de producción‖ (1970b: 402). 1154 También fue importante para su visión dependentista el concepto ―islotes‖ o ―islas de modernidad‖ que tomaron de Medina: ―esas ―islas de modernidad‖ se insertan en un contexto en el cual la antigua nación agroexportadora (con sus dos sectores, el aerocomercial vinculado hacia fuera y el latifundista), los sectores industriales formados antes del predominio monopolista, los sectores medios y el popular con sus subdivisiones (masas rurales y urbanas y clase obrera), siempre están presentes y buscan definir su solidaridad con el modelo propuesto de ordenación económico-social en tal forma que les permita tener cierta participación en el desarrollo‖ (Cardoso, 1971: 152). Cardoso, como ya dijimos con anterioridad, incluyó ese concepto de Medina en posteriores trabajos. Así por ejemplo hablaba de ―islas de desarrollo que se integran a la forma internacional de producción‖ en un texto de 1970. El sociólogo utilizaba esta expresión para apuntar la ―internacionalización del mercado interno‖ (Cardoso, 1970a: 1472), si bien con una lectura un poco diferente a cómo lo hacía de Medina, puesto que el sociólogo español reconocía en esos ―islotes de modernidad‖ algunos elementos válidos de la matriz cultural europea como podía ser la democracia o el liberalismo. 1155 Esta es la única vez que citan a Medina, en concreto, como apuntábamos al libro El desarrollo social de América Latina en la postguerra, en el que también participó Faletto. Aunque sea una única cita no es menor, porque, como ya vimos, el concepto de porosidad estructural tiene una importancia múltiple. 759 internacional afecta de manera muy manifiesta a las estructuras políticas nacionales - llámese soberanía o lo que hoy más frecuentemente se reconoce como ―gobernabilidad‖- a partir de ―la trama de relaciones sociales subyacentes‖ (Cardoso, 1971: 9-11). Por eso observan que la autonomía política nacional esté ―amenazada‖ no sólo por el condicionante externo, sino también por aquellos ―agentes sociales que tienen posiciones estratégicas en el funcionamiento de la sociedad‖ (Franco, 1974a: 89). Nuevamente nos remitimos al tema de las elites y de las alianzas entre grupos sociales. Y lo hacemos ahora desde la forma en que esos grupos dirigentes se insertan en la estructura sociopolítica y se relacionan a su vez con los demás grupos sociales a partir de ―las nuevas alianzas de mantenimiento de poder‖ (Cardoso, 1971: 155). 1156 La perspectiva de Cardoso y Furtado, por tal motivo, reconocía a los grupos sociales dominantes en América Latina como aquellos grupos que establecen las alianzas con el exterior y que gracias a esas mediaciones han sabido amoldarse a los cambios económicos. Pero no sólo eso, sino que estas elites también eran los encargadas de establecer en la sociedad –a partir de las coaliciones estratégicas y de la subordinación de los distintos grupos y clase sociales- un modo de producción económico compatible con sus intereses y objetivos (Cardoso, 1971: 20). De esta manera, los dos autores postulaban que la superación o el mantenimiento de las barreras estructurales del subdesarrollo dependen más del juego de poder político que de las condiciones puramente económicas. La acción colectiva de cambio social pasaba ―por voluntades políticas que hagan factible lo que estructuralmente apenas es posible‖ (Cardoso, 1971: 166). Esto quiere decir que la orientación que tome el desarrollo o la modernización en los países de América Latina ―depende‖ de la utilización variable y de la voluntad que le confieran a ese proceso los actores políticos. Por tanto, es el actor político el que podrá manejar, cortar o superar, las situaciones de dependencia (en esa dualidad interna-externa) y soltar o cortar las amarras que impiden el desarrollo. La situación de dependencia es, en fin, una situación política. Es por ello que en las páginas de aquella obra encontremos algunos rasgos neoweberianos –y también neomarxistas- que identifican las situaciones de dominación entre distintas clases sociales. En la siguiente cita recogemos una reflexión de Cardoso sobre la combinación en aquel trabajo del enfoque dialéctico con el enfoque histórico-estructural: ―Un análisis dialéctico sin ambigüedades que pasara de las relaciones de producción a las relaciones de clase no sería un análisis concreto de movimientos sociales 1156 Por tal motivo, ambos autores darán mayor importancia con el tiempo al concepto ―interdependencia‖ que al original de ―dependencia‖. De la siguiente manera manifestaba Cardoso aquella intención en un texto de 1977: ―esto significa que las economías centrales y periféricas son ―interdependientes‖, pero a través de una asimetría específica que replantea la cuestión de un posible deterioro de la relación de precios del intercambio siempre que en los sectores industriales hubiese diferencia de salarios y de productividad reales entre el centro y la periferia.‖ (1977: 35). Esa ―interdependencia comercial‖ que apuntaba Cardoso tiene su complemento en la ―interdependencia social‖ que añade Faletto cuando habla de la vinculación estratégica entre grupos dominantes de las sociedades centrales y las sociedades periféricas: ―La interdependencia era un hecho y eso vinculaba sociedades desarrolladas con sociedades subdesarrolladas, pero también permitía establecer correspondencia de intereses entre los grupos dominantes de ambas sociedades. Si desde esa perspectiva se planteaba una opción de cambio, su dinámica radicaba en la transformación de la estructura de clases, sectores y grupos sociales y en las modificaciones del sistema de dominación, lo que demandaba una acción colectiva y una decidida voluntad política.‖ (Faletto, 1996: 196-197). Estas dos citas nos ayudan a la hora de tener una visión más clara sobre la evolución teórica de la dependencia en cuanto a una teoría que trató de ver la amplitud de los procesos económicos internacionales y su incorporación en la estructura social de los países latinoamericanos a partir de los sistemas de alianzas entre las elites dirigentes. 760 estructural/históricamente condicionados, que fue el que pretendimos hacer‖ (Cardoso, 1970b: 408). Cardoso y Faletto formularon una concepción más integrada de la relación de las partes que componen el sistema capitalista internacional, a diferencia de la teoría marxista que distinguía entre los condicionantes internos y externos. Procuraron en su análisis sustituir planteamientos más generales y abstractos, para ocuparse de situaciones y relaciones concretas que inciden de manera significativa en la modificación de la estructura social, como son la rearticulación de las clases sociales u observar cómo operan la economía y el Estado en situaciones particulares. Es por ello que Cardoso y Faletto analizasen el proceso histórico de constitución de la periferia dentro del orden capitalista internacional, explicando la dinámica interna entre las clases sociales para conocer el tipo de dependencia que prevalece en cada país. Como pudimos comprobar, la existencia de aquellos grupos bisagra entre el exterior y el interior conducía a ―un tipo particular de dependencia‖ dentro de cada país latinoamericano y explicaría la coyuntura concreta de cada sistema de estratificación social y el mantenimiento de las (tradicionales) estructuras de poder (Cardoso, 1970b: 412). La explotación de clase y la constitución de una específica estructura de poder es algo que ya estaba en los análisis de Medina. 1157 Nuestro autor, como vimos, no se interesó tanto por la dependencia económica en sí, al detenerse, en cambio, en cómo esa dependencia económica se expresaba en una dependencia social, cultural y política, algo que consideró como los obstáculos culturales y sociales al desarrollo económico. Por esta causa creo que los trabajos y los diálogos con Medina ayudaron a que Cardoso y Faletto consolidaran su explicación sociológica del subdesarrollo como un desequilibrio estructural o ―dependencia estructural‖ como afirmaría Cardoso (1970b: 1471). Sus discípulos, en ese sentido, tuvieron la capacidad de reconocer el carácter estructural de la dependencia, ligando en su análisis lo político, lo económico y lo cultural. 1158 No sorprende, de este modo, que el diagnóstico de Cardoso y Faletto trace la historia de los países periféricos en los siguientes términos: lo que se inició como explotación económica (internacional) se fue transformando y desarrollando hasta someter todas las manifestaciones de las sociedades dominadas. Esa postura la resume muy bien las siguientes palabras del sociólogo brasileño Octavio Ianni: ―Por eso es que juzgamos indispensable utilizar la expresión compuesta dependencia estructural, para conseguir una perspectiva más radical. Esto significa que no podemos comprender las relaciones y procesos involucrados en la dependencia sino comprendiéndolos como elementos de una configuración 1157 La explotación entre clases no fue negada por Medina ni por otros autores cepalinos. Es algo que estaba en el pensamiento cepalino, pero, como venimos diciendo en estas páginas, el pensamiento cepalino encuentra mucha más afinidad y estímulo en los postulados de Weber que en la obra de Marx. 1158 El análisis de la hacienda de Medina y su visión sobre los ―obstáculos sociales y culturales‖ del desarrollo económico son vitales aquí para entender la importancia que concedieron Cardoso y Faletto a las estructuras de dominación política y de explotación económica y social en América Latina, pues en aquella hipótesis Medina reconocía que el desajuste económico tiene su origen en el desajuste social y en la reproducción cultural de esas situaciones de dominación o ―dependencia‖. La influencia de nuestro autor es visible, por ejemplo, en sendos trabajos posteriores de Cardoso en los que recoge esta concepción de la realidad social. Así, en un trabajo de 1970 reconocerá que las relaciones sociales e institucionales en los países menos desarrollados, como son los latinoamericanos, ―surgen puntos de estrangulamiento que obstaculizan la maximización de efectos favorables que el crecimiento económico y el desarrollo económico bien pudieran haber estimulado‖ (Cardoso, 1970a: 1461). Y en un trabajo posterior, muy importante dentro de la sociología latinoamericana, como fue ―El desarrollo en capilla‖, reconocía que la existencia de los aspectos culturales –como creencias y valores- estaba directamente ligada a la conservación de esas situaciones de dependencia (Cardoso, 1981: 39). 761 histórico-estructural. Se trata de una configuración producida históricamente, en el interior del sistema capitalista, como expresión de las estructuras de apropiación (económicas) y dominación (políticas) peculiares al modo capitalista de producción. En última instancia, pues, las relaciones, procesos y estructuras de dependencia corresponden a la formación social peculiar de los subsistemas capitalistas nacionales‖ (1971: 26). De esta manera, se concluye, pues, que ―toda la estructura de la sociedad dependiente es afectada y controlada por pautas culturales y directrices económico- políticas originadas en el centro de dominación‖ (Marsal, 1979: 203), las cuales fueron incorporadas a lo largo del tiempo en los países latinoamericanos. Por último, queremos destacar cómo la historicidad estructural fue muy atendida por los estudiosos de la dependencia, caso de Cardoso, Faletto y otros (como el propio Ianni), a partir de ese concepto de ―dependencia estructural‖ que nos recuerda al concepto ya mencionado de ―porosidad estructural‖ de Medina. 1159 Lo que está claro es que hubo un gran paralelismo entre maestro y discípulos sobre el reconocimiento del carácter específico y concreto de la realidad social latinoamericana. ―En otros términos, se acepta que existe una ―historia‖, y por lo tanto, una dinámica, propia de cada situación de dependencia‖, reconocía Cardoso (1970b: 405). Por ese motivo la noción de dependencia que manejaron Cardoso y Faletto puso énfasis en un tipo de análisis que quería recuperar la significación política de los procesos económicos y que, contra la vaguedad de los análisis pseudos-marxistas que vieron en el imperialismo una entelequia que condicionaba desde el exterior el proceso histórico de los países dependientes, ellos dos insistieron, en cambio, en ―la posibilidad de explicar los procesos sociales, políticos y económicos a partir de las situaciones concretas y particulares en que se dan las situaciones de dependencia‖ (Cardoso, 1970b: 404). Ello explica también la importancia que concedieron al concepto teórico de ―situación de dependencia‖, el cual daba forma a esa categoría o esquema teórico de la ―dependencia estructural‖. A partir de esa consideración inicial el debate, en cambio, giró entonces en facetas que tenían que ver más con lo ideológico que con lo puramente teórico. Aunque vale la pena mencionar que hubo una distancia efectiva entre Cardoso y Furtado respecto a otros dependentistas en lo que tiene que ver a la validez del principio de la revolución, ya que para estos no era una posibilidad. (Además la posición combinada de ambos autores tendía a restar importancia al imperialismo y a la explotación. Su propuesta estaba más directa a frenar al ―imperialismo actual‖, visto como un capitalismo avanzado y más complejo). Sin embargo la mayor inclinación política de sus discípulos se debía también, según confesaba E. Faletto, a esas ―expectativas de democratización, de cambios económicos y de ampliación de los procesos de incorporación y de participación política y social‖ que ―no lograban cumplirse; en parte porque el propio proceso de cambio generaba conflictos que los grupos de poder no estaban dispuestos a asumir –dado que afectaban sus posiciones de privilegio-, o porque 1159 La hipótesis de la porosidad estructural de Medina influyó también en otro trabajo importante de Francisco Weffort sobre las clases populares. En las palabras del sociólogo brasileño resuena la visión de nuestro autor: ―Tan manifiesta es la capacidad de las viejas estructuras de persistir y de permeabilizarse a las nuevas fuerzas sociales, tan consolidados estuvieron desde los últimos decenios del siglo pasado hasta los primeros de éste, tal fue su capacidad de, a pesar de todo, mantener vivos ciertas tradiciones del período de la Independencia y, contradictoriamente preservar también muchas de las relaciones sociales honradas en el período colonial, que la llamada ―sociedad tradicional‖ pudo, paradójicamente, hacer olvidar las condiciones de su propia formación en los cuadros del sistema capitalista internacional y aparecer como si hubiera estado ahí desde siempre‖ (Weffort, 1968: 65). 762 los gobiernos que habían asumido la nueva conducción política, tensionados por las pugnas sociales, se mostraban incapaces de resolverlas, defraudando las esperanzas puestas en ellos‖ (Faletto, 1999a: 121). A este respecto, tanto Cardoso como Faletto no fueron ajenos al espíritu de su tiempo, repleto de cambios y ávido de soluciones. 5. Diferencias entre la sociología del desarrollo de Medina Echavarría y la teoría de la dependencia de Cardoso y Faletto. Hemos comprobado, visto todo lo anterior, el interés de Cardoso y Faletto por acentuar el componente histórico de la noción de dependencia, incorporando en sus análisis el nivel de lo concreto, siendo la muestra más palpable de la herencia dejada por Medina. Ahora, en cambio, toca analizar algunas diferencias manifiestas entre maestro y discípulos. Siendo el libro de los dos discípulos absolutamente complementario a la teoría desarrollista de nuestro autor, también es, sobre todo, un trabajo de ruptura epistemológica. Es obligado reconocer que la importancia del libro Dependencia y desarrollo estuvo en apuntar tempranamente la dimensión que tomaría después el capitalismo latinoamericano con la presencia de las grandes multinacionales o las inversiones de las empresas, sobre todo, norteamericanas. Introdujeron en el análisis sociológico del desarrollo latinoamericano la acción de aquel nuevo actor. Apuntaron un hecho sociopolítico que se fue intensificando con los años como ha sido la pérdida de soberanía de los mecanismos de control de la economía nacional, que escapan del ámbito interno debido al funcionamiento del capitalismo internacional y de las normas impuestas por el mercado internacional (Cardoso, 1971: 150). (Esta presencia de los monopolios internacionales y de sus intereses resultó al poco tiempo clave en Chile cuando las empresas norteamericanas decidieron interceder en el sistema político bajo el gobierno de Salvador Allende). Medina, Cardoso y Faletto observan con preocupación el crecimiento de la autonomía del campo económico respecto al campo de poder en América Latina y cómo este suceso se ha ido produciendo con la connivencia de las elites dirigentes latinoamericanas. Si bien entre maestro y discípulos hay soluciones bien diferentes para poner freno político a esas alianzas estratégicas que prolongan las ―situaciones de dependencia‖ o de subdesarrollo. Aunque los dos discípulos analicen, a su vez, la senda de los cambios históricos significativos producidos en la estructura social de América Latina por esta ―dependencia externa‖, lo hacen adoptando, en cambio, una posición mucho más ―conflictiva‖ o ―política‖ que la mantenida por nuestro autor. Consideran que la transformación social en América Latina pasa por una ―mudanza radical‖ en la estructura de dominación, lo que implicaría la adopción de nuevas formas de relaciones sociales, y por consiguiente el asumir algún tipo de conflicto entre clases y grupos (Cardoso, 1971: 19). Aquí la cuestión pasaba por ―detentar el poder político interno‖ como ―la posibilidad de definir la forma concreta que la dependencia asumía‖ (Faletto, 1999b: 128). En otras palabras, la pugna por alcanzar el control político de otros grupos y clases sociales se observaba como la solución para redefinir, cortar, modificar, o superar la relación de dependencia existente con los centros económicos, principalmente. En Medina también hemos encontrado su resistencia y rechazo hacia esos elementos y obstáculos tradicionales (conservadores) al cambio social, aunque el tono, sin embargo, es distinto. Me atrevo a afirmar que la ausencia de un compromiso más ―militante‖ por parte de nuestro autor está explicada por su propia biografía y también 763 por su distinta manera de entender el compromiso científico o intelectual. 1160 Pensemos que Medina tiene, ya a su edad, muy interiorizado ese sentimiento de refugiado, y más encima en una sociedad como la chilena, que no dejaba de ser en aquel entonces muy tradicional a través de sus prácticas cotidianas y sus categorías de pensamiento, lo que algunas veces le recuerda esa imagen que tiene sobre sí mismo de ―republicano escarmentado‖. 1161 Además Medina escribe como funcionario de las Naciones Unidas y no quiere meterse en problemas. También nuestro autor, claro está, perteneció a una generación distinta que la de Cardoso y Faletto, mucho más comprometida políticamente. A esta ―disputa generacional‖ sobre el significado político del desarrollo se refiere Medina en su artículo de 1970 ―Los supuestos políticos de una crítica económica‖, que constituye, en mi opinión, una respuesta crítica al famoso libro de sus discípulos. 1162 En aquel texto nuestro biografiado reconoce que la ―primera generación desarrollista‖ –a la que él perteneció- manejó un programa de ideas y de acción a través la planificación democrática. Aquella generación, como reconoce Medina, asumió una ―protesta moral‖ y también trató de manifestar ―una esperanza sobre la posibilidad de superar alguna vez circunstancias éticamente intolerables‖. Nuestro autor, de esta manera, indicaba que la condición de subdesarrollo, como una situación injusta ―que divide a los países y a los hombres en sectores cada vez más distanciados en sus niveles de vida‖, solamente podía ser superada a partir de la formula democrática. Esta ―protesta moral‖ era una crítica dirigida, como decíamos, a la ―segunda generación desarrollista‖ que él reconoce en aquellos jóvenes sociólogos y que, desde su punto de vista, acentuaban ―de una u otra manera la causalidad externa del hecho de la ―dependencia‖‖ (Medina, 1970a: 197-199). Para él la importancia del asunto de la dependencia y del subdesarrollo radicaba en los supuestos políticos internos de cada país. También se trataba de hacer ver a esa segunda generación, distraída en esa causalidad externa, que algo más importante y mediato era fortalecer el sistema político y el patrimonio democrático. La crítica de Medina recordaba el valor de la democracia (y lo que ha costado establecerla y mantenerla) en los países latinoamericanos. Esa fue su postura ―militante‖ y su observación particular dirigida, como así creo, hacia Cardoso y Faletto, al no hallar en su trabajo sombra alguna de la democracia. 1160 Pensemos que Medina tiene, ya a su edad, muy interiorizado ese sentimiento de refugiado, y más encima en una sociedad como la chilena, tradicional, que algunas veces le recuerda en la práctica cotidiana esa imagen que tiene sobre sí mismo de republicano escarmentado. Además Medina escribe como funcionario de las Naciones Unidas y no quiere meterse en problemas. Esto nos lo confirma el análisis grafo-psicológico de sus años de vejez (1965-1977): Los rasgos iniciales de sus últimos escritos marcan nostalgia del pasado y mayor arraigo en las tradiciones, señales de una mayor reserva y autocontrol. Declaran una tendencia más materialista, con apego a las costumbres, a la familia, a los hijos, al país. Tenía escritura en arcadas también, sinónimo de una persona discreta, prudente y encerrada en sí misma. Ello se debía, principalmente, a una historia anterior de esfuerzos personales, con ciertas frustraciones interiores y que estaba cansada y fatigada de luchar contra el destino. La escritura de líneas cóncavas denota una actitud previsora, disconforme, con pesimismo y preocupaciones, pero aún estimulada en superar los obstáculos para llegar a sus metas. Poseía una tendencia a ver la realidad peor de lo que es. En sus últimas cartas destacaba la necesidad de valoración de sí mismo y de sus méritos, sentimiento motivado, principalmente, por una acción de renunciamiento y por la influencia del pasado en el presente. José Medina Echavarría, en su vejez, fue una persona fatigada, introvertida y frustrada, no consigo mismo ni con quienes le rodeaban, sino con el tiempo que le tocó vivir. 1161 Entrevista mantenida por el autor con José Joaquín Brunner, 5 de junio de 2009, Santiago de Chile. 1162 Es sustantivo el hecho de que es una de las pocas veces que Medina incluye la palabra ―político‖ en el título de algún trabajo suyo. 764 En su libro Dependencia y desarrollo hay un claro ataque al sistema de dominación y al sistema de alianzas, pero no hay una reclamación por la democracia. 1163 Sólo se habla de la democracia de refilón: por un lado, se reconoce el miedo a su revocamiento por cualquier golpe militar; y, por otro, se percibe la necesidad de buscar una estabilidad política en las sociedades de masa (Cardoso, 1971: 156 y 160). Otro matriz lo encontramos en el papel que confieren al Estado: para Medina Echavarría el Estado era visto como un elemento motor del desarrollo económico, mientras que Cardoso y Faletto lo observaban como un instrumento asociado al desarrollo excluyente y a la reproducción de un sistema productivo desigual. Es decir, el Estado de Medina era un Estado reformista, en sintonía con el pensamiento cepalino más tradicional; mientras que para sus discípulos el Estado debía tener un tono más popular. Y el hecho de que Medina hablase de reformismo (sociopolítico) y de democracia creaba una impresión errónea sobre su postura sociológica en la segunda generación desarrollista de jóvenes sociólogos latinoamericanos. Aparecía entonces el problema de distinguir entre modernidad y modernización. Esta confusión no ocurría únicamente con la teoría de la dependencia, sino también con las teorías neoliberales del desarrollo económico que empezaban a emerger en la región. Me explico: la teoría de la dependencia fue más una teoría del desarrollo económico y una teoría de la modernización que una teoría de la modernidad, al quedar principalmente más caracterizada y ocupada en explicar las causas y los factores del progreso –y subdesarrollo- económico en la región que en reclamar aspiraciones no materialistas como la democracia o los valores de representación cultural y política (Mansilla, 2007). Incluso hubo autores dependentistas que caracterizaron a la modernidad como ―la ideología del sistema capitalista‖ (Vargas-Hernández, 2006: 1002). La teoría de la dependencia tendía a sobreestimar al desarrollo en un sentido económico y material, descuidando los derechos y la forma política que adquiere tal desarrollo. Medina, por tanto, planteaba claramente a sus discípulos el reto de asumir esa aspiración no materialista del desarrollo como era la ―batalla‖ por la democracia. Nuestro autor, en consecuencia, insistió en aquellos años en dirigir el foco al pasado cultural de la modernidad. A pesar de que en América Latina el proceso de modernización estuvo muy ligado a la historia del desarrollo del industrialismo, la modernidad no se cumplió del todo. Sí en cambio ha habido una racionalización económica, técnica, entendida como modernización, pero faltaba el contrapeso de aquellos valores –―los supuestos políticos del desarrollo‖ en expresión de Medina- que han de regular tanto la vida social, cultural, política e intelectual de una sociedad. Por tal motivo, para José Medina el desarrollo no sólo fue una cuestión económica, numérica o material, sino que aparte de la parcela visiblemente cuantificable, el desarrollo llevaba en sí mismo unas connotaciones humanas que no debían descuidar ni los derechos democráticos ni políticos. En el desarrollo, por tanto, deberían aparecer como 1163 ―Los nombres más sonoros de la teoría de la dependencia, Fernando H. Cardoso, y Enzo Faletto, en su libro Dependencia y desarrollo, se olvidan del tema de la democracia. No les preocupa el tema de la democracia política. Lo ven más bien como esa formalidad burguesa, incluso en la versión inglesa de Dependencia y desarrollo que publicó la universidad de Stanford…Debemos tener en mente también que las fuentes teóricas de estos autores, Karl Marx y Max Weber, son teóricos del capitalismo y tratan de caracterizar las relaciones sociales del capitalismo‖ Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Gracias a estas palabras del economista argentino, observamos cómo el ―olvido de la democracia‖ en los discípulos tuvo que ver también con lo que leyeron y con las fuentes bibliográficas y teóricas en las que se basaron para construir su teoría de la dependencia y donde, por tanto, no encontraron referencia alguna a la democracia. 765 inseparables la democracia y el progreso económico, la libertad política junto a la libertad económica, siempre bajo la atenta mirada de qué consecuencias sociales implica este desarrollo. Al tiempo de formular su teoría de la dependencia, Cardoso y Faletto hicieron un balance muy equilibrado del papel que Medina Echavarría desempeñó en la divulgación del valor sociológico de la democracia. La crítica que formularía años después Cardoso a la generación de autores dependentistas tenía que ver con la poca preocupación que mostraron en sus escritos y en sus trabajos sobre el tema de la democracia. Fue una variable que se marginó. Se primó el desarrollo, la modernización, la justicia social, la revolución, pero se olvidó de disertar sobre algo tan importante como era el medio para llevar a cabo eso: el instrumento democrático. ―Lo que permite a los dependentistas tratar con soberbia a las teorías cepalinas de las cuales han nacido diciéndoles ―vean, el Estado que ustedes creían poder reformar es el Estado burgués, expresión de todos los males del subdesarrollo‖ es, al mismo tiempo, su lecho de Procusto‖, concluía el sociólogo brasileño (Cardoso, 1981: 41). Esa visión es la que maniató a los dependentistas, quienes no supieron sacar de su crítica a las teorías cepalinas la defensa a la democracia que llevaban insertas. El Estado cepalino fue criticado por burgués y por ilustrado. Pero la historia ha demostrado que la lucha de clases de los dependentistas era insuficiente sin el apoyo de un Estado democrático. A pesar de aquel ―olvido‖ pasajero, podemos decir que ambos discípulos terminaron por reconocer las enseñanzas recibidas de su maestro. 6. El “final” de una escuela sociológica. Llegados a este punto, debemos pensar que ―toda escuela alcanza pronto o tarde sus propios límites, es decir, está condenada a extinguirse –más o menos penosamente- en algún día‖ (Medina, 1963b: 95). Las palabras premonitorias de José Medina se cumplieron igualmente con aquel grupo de sociólogos. El regreso de Fernando H. Cardoso a Brasil en 1968 y la vuelta a sus países de origen de algunos miembros, como José Luis Reyna, o Francisco Weffort, significó la disgregación de aquel conjunto de científicos sociales. 1164 Enzo Faletto también se acabó marchando del ILPES en 1969. 1165 De esta manera, los dos máximos representantes de aquella ―escuela sociológica‖, surgida alrededor de Medina y que culminó con el nacimiento de la teoría de la dependencia, iniciaban trayectorias dispares. Cardoso regresó a Brasil como profesor de Ciencia Política a la Universidad de Sao Paulo. Fue detenido en 1969 y se le prohibió ejercer la docencia, por lo que decide fundar en Sao Paulo el Centro Brasileño de Análisis y Planificación (CEBRAP). En aquella institución se dedicó a los análisis políticos y sociológicos del Brasil. 1166 A finales de los 70 inicia su carrera política, 1164 Luis Ratinoff era desde 1967 director del Programa Latinoamericano de Estudios del Desarrollo en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Bogotá, después trabajaría en el BID. Weffort fue ministro de cultura de Brasil bajo el gobierno de F. H. Cardoso. 1995-2002. De la siguiente manera reconoce la influencia que le causó Medina en sus escritos: ―Buena parte de esta exposición se inspira en la utilización que hice del concepto y del tema de Medina sobre la legitimidad política en mi libro O populismo na Política Brasileira, Río Janeiro, Editora, Paz e Terra, 1986, tercera edición, particularmente en el capítulo 5, titulado ―Liberalismo y oligarquía‖ (Weffort, 1988: 130). 1165 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile 1166 Como nos cuenta Rolando Franco, ―Cardoso regresó a Brasil porque normalmente a los brasileños no les interesa por norma el mundo hispánico. Brasil es tan grande que es autorreferente en sí mismo como centro de indagaciones sociales. Es una sociedad con los suficientes problemas sociales que lo ajeno es 766 ocupando a lo largo de su trayectoria diversos puestos como senador, ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda, y finalmente ocupando la presidencia de la República de Brasil (Franco, 2007: 171-172). La historia ha demostrado que Cardoso tenía otros planes más allá de los intelectuales. Por su parte, Faletto ejercería como profesor de Historia y Sociología en la Universidad de Chile, como profesor e investigador en la Escuela Latinoamericana de Sociología de la FLACSO y ya durante sus últimos años se desempeñó como profesor titular del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. 1167 Al poco tiempo de estas partidas se produjo una crisis dentro del ILPES motivada por disputas y competencias personales que arrastraron a la institución y a toda su burocracia a un período crítico. El declive del ILPES tuvo sus raíces en una disputa entre Raúl Prebisch y G. Valdés, que por aquel entonces era Secretario General del PNUD y quería presidir la UNESCO, misma ambición que tenía el economista argentino. Esta competencia personal significó que el PNUD recortase su financiación económica al ILPES, desgastándolo. Raúl Prebisch en la búsqueda de nuevos recursos financieros tuvo que prescindir de los teóricos de la dependencia que aún permanecían en el ILPES, caso de Pedro Paz, Osvaldo Sunkel o del sociólogo brasileño Gerson Gómes. 1168 El resultado de todas estas marchas significó que la CEPAL y el ILPES ya no volverían a ser tan críticos como antes, dejando de ser uno de los principales focos del llamado pensamiento dependentista. La revuelta teórica de la dependencia se apagó en el mismo sitio donde nació. Pero no toda la llama crítica se extinguió, porque el pensamiento cepalino, de raíz histórica y estructural, continuó identificándose como un pensamiento propiamente latinoamericano, heterodoxo y reformista. En ese nuevo contexto del ILPES de finales de los años 60 se produjo un ―giro cuantitativista‖ similar al que se estaba produciendo en el marco de las Naciones Unidas, en la sociología norteamericana y también en la sociología española del tardofranquismo. Ello, por supuesto, no significó el final del pensamiento teórico, aunque la expresión más fuerte empezase a ser la generación de datos y estadísticas (necesarias también para el conocimiento de la región). Influenciado por los debates epistemológicos de la sociología latinoamericana, es de notar la queja que hacía entonces José Medina hacía esa inclinación cuantitativista: ―Lo malo para la investigación, la parte negativa que hay que tener en cuenta es que una investigación, por desgracia –no sé si es melancolía- ha dejado de ser lo que se llama una investigación de taller, para convertirse en lo que se llama una investigación de fábrica. Una investigación en gran escala no se hace tomado como casi irrelevante‖. Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1167 ―Enzo Faletto Verne, influyente pensador‖, Sábado 28 de Junio de 2003, El Mercurio. 1168 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. La CEPAL encerró en sus propios muros las disputas académicas-ideológicas que se daban en las calles de Santiago y de Chile (y de toda América Latina). Además esta situación nos muestra cómo las decisiones económicas y financieras repercuten directamente en la producción de un tipo de pensamiento.Osvaldo Sunkel reconoció que se fue del ILPES porque ―sintió que le ahogaba la institución y los temas se hacían cada vez más sociales y políticos. No había la libertad para seguir. Y en parte también porque me sentí motivado por la reforma universitaria‖. Así el economista chileno, una fuera del ILPES, ayudó a crear el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, permaneciendo allí durante 10 años, hasta que en 1978 regresó nuevamente a la CEPAL. Entrevista mantenida por el autor con Osvaldo Sunkel, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 767 en el viejo taller del profesor, del maestro, sino se hace en una gran fábrica donde la mayor parte de los que trabajan en ella no conocen ni siquiera cuál es el gran problema que va a ser investigado, ni las hipótesis. No solamente porque no les dan a conocer el secreto sino porque el conocimiento de esas hipótesis estropea la investigación. De manera que hay que guardarlas cuidadosamente para los que hacen la interview, los que hacen el código de la investigación, los que hagan la primera evaluación o el primer test, no sepan de qué se trata, porque el saber de qué se trata arruina la investigación. De manera que el que hace una interview no debe hacer encuesta y el que hace la encuesta no debe hacer un código, el que hace el código no debe hacer la primera evaluación, etc.; esta es la gran fábrica de la investigación. Esa gran fábrica de la investigación excede las perspectivas o las posibilidades de los países modestos, y sobre todo, es adversa para toda nuestra tradición formativa, de seminarios de investigación dirigida por un profesor‖ (Medina, 1969: 23-24). Medina no criticaba con su postura la investigación empírica, pero sí observaba que un determinismo a favor de esta metodología sociológica podía conducir a la CEPAL o al ILPES a lo que tiempo después se convertirían: en una ―gran fábrica de la investigación moderna‖ Por tal motivo, él reclamaba el papel importantísimo que, a su entender, jugaba aún la ―gran teoría‖. Las palabras de Medina reflejaban, en todo caso, un contexto regional conflictivo en cuanto a la práctica e investigación sociológica, ya que una visión muy elemental de la izquierda sociológica tildaba toda investigación empírica como un elemento de penetración ideológica del poder imperialista de Estados Unidos; mientras que la posición más cientificista se reguardó en la neutralidad valorativa (Germani, 2004: 240 del antifascismo). Sin embargo, la posibilidad de Medina Echavarría de dar respuestas originales y de generar contribuciones tanto teóricas y empíricas es lo que le llevó a moverse entre dos aguas. Por eso destaca la importancia que siempre tuvo para nuestro autor el tema epistemológico de relacionar la investigación con la ―formulación y refinamiento de la gran teoría‖ (Medina, 1969: 22 mesa redonda). Aspecto éste que vertebró su idea de la sociología (clásica) en relación a las corrientes de la sociología contemporánea y que en ese momento se hacía más polémico dado el cuestionamiento que él empezaba a percibir respecto a los sociólogos que escriben grandes abstracciones teóricas. Esta disparidad de visiones respecto a la sociología y a la investigación sociológica no impidió, como decíamos, que todavía se mantuviera latente y vivo el hilo conductor del enfoque histórico-estructural en algunos autores del ILPES. José Medina Echavarría, por su parte, continuó siendo el máximo representante de esta corriente sociológica. 1169 Sobre él giró buena parte de los grandes paisajes teóricos y reflexivos sobre América Latina. Dentro de ese enfoque histórico-estructural se adscriben también los trabajos de Adolfo Gurrieri, quien continuó trabajando en el ILPES junto a Medina y 1169 Nuestro autor, como sabemos, continuó escribiendo trabajos, artículos bajo este enfoque. Pero además prosiguió con su ―papel‖ de guía intelectual en el ILPES formulando lineamientos de futuras investigaciones. Por ejemplo, en 1971 se publicó su obra ―La planeación en las formas de racionalidad‖, en Cuadernos del ILPES, Serie II, Anticipos de investigación Nº 13, Santiago de Chile. En esas ―notas marginales‖ que él escribió sobre los tipos de planificación, en las que buscaba un diálogo mayor con los economistas, también dejaba escrito la necesidad de acometer nuevas investigaciones sociológicas dentro del ILPES: ―Un tema de investigación sociológica consistiría en averiguar las condiciones precisas de la estructura social y política que favorecen o impiden la realización de semejantes aspiraciones personales. Dicho de otra manera, cuáles son las clases y dimensiones que la frustración a que el planificador está expuesto en las distintas circunstancias político-sociales‖ (Medina, 1971: 71). 768 a Prebisch, o los aportes de Jorge Graciarena, pero éste desde la División de Desarrollo Social de la CEPAL. En aquel ambiente también se sumó el punto de vista funcionalista, representado por Aldo Solari, a quien debemos una de las máximas aportaciones del pensamiento cepalino, y de la sociología latinoamericana, con la obra que publicó junto Rolando Franco y Joel Jutkowitz Teoría, acción social y desarrollo en América Latina, de 1976. Aquel libro fue el resultado de una investigación que se inició en la División de Planificación Social del ILPES en 1972, gracias a un convenio con la Fundación Ford, y que continuó los esfuerzos por interpretar el desarrollo latinoamericano que una década antes Medina y sus discípulos habían iniciado. En esta obra capital se ofrece ―un análisis sistemático y crítico de las diversas orientaciones predominantes, tanto en sus supuestos básicos, como respecto a los diversos problemas que esas orientaciones consideraban ineludibles para comprender el proceso de cambio y desarrollo en América Latina‖ (Solari, 1976: 13). Esta obra tiene, en fin, un reconocimiento de todo el pensamiento cepalino anterior del que sus autores se sienten deudores. Visto lo anterior, nos interesa destacar que el pensamiento que generó toda aquella ―escuela sociológica‖ traspasó los límites del ILPES y de la CEPAL, derramándose por toda la sociología latinoamericana. Por eso considero que el ―final‖ de esa experiencia, simbolizado con la salida de los teóricos de la dependencia, no terminó con ese hecho, puesto que todos esos nombres, protagonistas de uno de los períodos cumbres de la historia de la sociología hispanoamericana, prosiguieron, cada uno a su manera y desde distintas latitudes y posiciones, la sinergia y el pensamiento que allí se generó bajo el sustrato común de conocer y poder transformar sus respectivas sociedades. Así lo recordaba Fernando H. Cardoso: ―Volví muy imbuido de lo que había aprendido en la CEPAL, y yo me sentía un sociólogo bastante preparado, mucho más que cuando había dejado Brasil, con una visión más amplia del mundo. Yo tenía mucho más contactos, había viajado, y creía que Brasil tenía que avanzar más en su modernización‖ (Sorj, 2010:18). Vemos pues que las tesis, elaboraciones, ideas o pensamientos de esa escuela sociológica de la CEPAL y del ILPES permanecieron vivas y activas en tiempos muy posteriores a los diálogos, intercambios y trabajos en que se establecieron. Aquellos años sirvieron, no obstante, para borrar las fronteras nacionales de la sociología latinoamericana; para trabajar desde distintas teorías y perspectivas sociológicas, pero compartiendo el vaso conductor del desarrollo económico y social; y para avanzar en la investigación empírica y teórica de la región, progresando con la ayuda de otras ciencias sociales, principalmente de la economía. Fue un momento especialmente importante para reivindicar a la sociología como el instrumento más adecuado para afrontar las situaciones de cambio social y para acometer todas las expectativas y demandas de la sociedad de los años 60. En el marco de ese contexto quedó consolidado, en todo caso, el cuerpo analítico, conceptual y teórico-metodológico del pensamiento sociológico cepalino y de su crítica dependentista, que tuvieron la virtud de crecer y consolidar la comunidad sociológica en América Latina. Por lo que respecta a nuestro autor, todo este recorrido biográfico, institucional y sociológico que acabamos de ver, nos ha ayudado a ilustrar su integración y vinculación con distintas redes intelectuales en América y en Europa y, nos ha permitido, por encima de todo, observar la evolución de su trayectoria y de su obra, como así hemos tratado de recoger de manera precisa en las páginas precedentes. Según fue ganando en 769 autonomía e independencia intelectual Medina Echavarría fue acumulando autoridad y reconocimiento gracias, sin duda, a su trabajo intensísimo en la docencia, en investigaciones, publicaciones, seminarios y los numerosos viajes que realizó. Por tal motivo, en esta etapa de su trayectoria biográfica coincidió su consagración institucional dentro del ILPES con su consagración intelectual procurada por sus pares (Prebisch, Solari) y sus discípulos (Cardoso, Faletto, Gurrieri, Reyna, Franco, Weffort). José Medina Echavarría se sintió reforzado dentro de la institución, una vez dejado resueltos los problemas burocráticos de la nueva sección de sociología en el ILPES. Aquella situación se tradujo en una mayor autonomía e independencia a la hora de trabajar o tomar decisiones. Nuestro autor fue muy consciente de las fuerzas sociales e ideológicas que condicionaron el proceso histórico del desarrollo económico y no dudó en señalarlas. Aquellas condiciones de libertad intelectual dentro del ILPES propiciaron a su vez, como hemos visto, el nacimiento de la teoría de la dependencia como crítica al pensamiento cepalino tradicional. Por eso nos ha importado destacar el ascendente de Medina Echavarría sobre Cardoso, Faletto y el resto de grupo de jóvenes sociólogos a los que pudo atraer hacia la responsabilidad del ejercicio de la sociología, pero también sobre los que él ejerció ―una importante influencia en el tránsito‖ y evolución del pensamiento sociológico cepalino, ―sea como gestor principal, sea como formulador‖ (Devés, 1999: 65). Aquella actividad científica significó, en resumen, una riquísima gravitación y relación entre el cepalismo, la sociología, el resto de las ciencias sociales y la realidad más inmediata. Toda esa interacción le fue muy valiosa, en todo caso, para poder seguir forjando su imagen sobre América Latina y sobre el pensamiento sociológico latinoamericano más actual. Él no podía sentirse como un latinoamericano más, pero sí consiguió comprender cómo piensan, actúan y se comportan social y políticamente los hombres y mujeres de la región. Por eso se interesó tanto en forjar un modelo teórico adecuado a aquella realidad histórica y sociológica que, en definitiva, resultó ser una sociología capaz de explicar su propia circunstancia biográfica. 770 PARTE CUARTA. La persistencia democrática. 771 CAPÍTULO XXVI. LOS AÑOS 70 Y LA CRISIS CHILENA. LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA. 1. Ciencia, historia e ideología. Los años setenta no fueron igual que los sesenta ni para Chile, ni para América Latina, ni para Estados Unidos, ni para Europa, ni para la sociología latinoamericana, ni para el pensamiento occidental en sí y, por supuesto, tampoco fueron lo mismo para José Medina Echavarría. En esa década se puso fin a un largo período de prosperidad económica para América Latina y, en general, para todas las regiones del mundo. La dramática convulsión del mercado internacional del petróleo en el año 1973, como resultado de las acciones emprendidas por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), abrió un nuevo orden económico internacional (Urquidi, 2005: 26). En ese momento comienzan a configurarse las ―nuevas pautas definidoras de la sociedad occidental‖: la mundialización de la economía, la política y la comunicación; la ―revolución infoelectrónica‖; la crisis del Estado de bienestar; las preocupaciones medioambientales; y ―la crisis ideológica acentuada‖ (Rodríguez Ibáñez, 2003: 610). Se estaba forjando un nuevo escenario histórico y económico mundial acorde también a las transformaciones de las relaciones de poder internacional de la Guerra Fría. No obstante, aún se palpaban las heridas abiertas de la guerra de Vietnam. Además todavía se percibían en el espacio cultural y sociopolítico el mayo francés del 68, las rebeliones estudiantiles de Estados Unidos, de Alemania o de México. En el horizonte de ese tiempo comienzan a surgir factores políticos no convencionales como la energía nuclear, tomada como elemento fundamental para impulsar de nuevo el crecimiento y el desarrollo económico. Surgen todo tipo de problemas que tienen como centro del debate el destino de la humanidad en la ―era nuclear‖. El pensamiento y la sociología occidental, sobre todo la europea, plantean nuevos interrogantes sobre la crisis de la modernidad, como una ―crisis de civilización‖. En ese momento, las utopías contemporáneas recibieron un nuevo aliento y se cuestionó abiertamente los efectos sociales y culturales negativos de la ―civilización tecnocrático-industrial‖, impulsado por el capitalismo internacional, las multinacionales, el burocratismo y la alineación del mundo moderno, incluido las soluciones soviéticas (Cardoso, 1981: 43-44). Por lo que respecta a América Latina, aquella crisis del 73 puso en cuestión toda una época de desarrollo y de valoración positiva del mismo: las políticas económicas de la CEPAL y de la ―Alianza para el Progreso‖ entraron en crisis. ―Los años inmediatos de la postguerra han pasado y con ellos el optimismo de los idealistas de la paz. Pero más concretamente aún se trata en América Latina de la supuesta ineficacia de la Alianza para el Progreso‖, reconocía el propio Medina (Medina, 1970a: 198). Frente al optimismo de los años 60, en los 70 se acentuó el pesimismo y el desánimo en lo que se refiere a la promoción del desarrollo (Juagaribe, 1977: 191). Así es: el desarrollo planificado bajo una fórmula reformista y democrática, y como el camino necesario para salir de las situaciones de atraso económico y social, fue reemplazado por otras opciones más extremistas provenientes tanto de la derecha como de la izquierda. Después de dos décadas de mejoramiento relativo, el cual supuso que los países latinoamericanos ingresasen en la condición de ―periféricos‖ o de ―periferia desarrollada‖, se produjo un estancamiento del período modernizador (Touraine, 1977: 373). ―La desilusión con los resultados de los procesos de industrialización sustitutiva, la falta de crecimiento económico sostenido y el número creciente de contradicciones 772 que aparecían como consecuencia de la pobreza que aquejaba a amplios sectores de la población, dieron lugar a un crítica poderosa del sistema capitalista que se consideraba incapaz de producir desarrollo económico en las condiciones de la periferia‖. Los países latinoamericanos dudaron entre las distintas opciones políticas de desarrollo. Fue la época, como hemos visto, del resurgimiento del marxismo, de los proyectos socialistas y de la teoría de la dependencia debido al ―agotamiento de los sueños de industrialización y de modernización rápida‖. (Larraín, 1996: 168-170). Pero también fue el momento en que emergió con fuerza el pensamiento neoliberal en la región. Este espacio de contradicciones, de distintas orientaciones y visiones de sociedad, fue especialmente característico en Chile. Este país andino, a principios de los años 70, aún tenía una economía retrasada, sometida a empresas capitalistas extranjeras, y dependiente de un solo producto, el cobre. Los años 70 chilenos habían comenzando con esperanza tras el triunfo del movimiento popular de izquierda encabezado por Salvador Allende. Después de tres fracasos al cuarto intento llegó a la presidencia de la República de Chile. Si en 1952 sólo había obtenido el 5% de votos, en las elecciones presidenciales de 1958 Allende demostró que un único partido de la izquierda conseguía más votos que si éstos se presentasen por candidaturas separadas. Así fue cómo en 1957 se reunifica el partido socialista, con los comunistas, formando el embrión de la Unidad Popular vencedora en las elecciones presidenciales de 1970. 1170 Los tres años del gobierno de Salvador Allende estuvieron marcados por la inestabilidad política y por un proceso creciente de polarización ideológica de la sociedad chilena, que se extendió a todas las actividades y campos sociales, incluida la sociología (Godoy, 1977: 49). Entre los días en los que Allende debía ser confirmado como presidente, el comandante en jefe del ejército chileno, el general Schneider, es asesinado en el mes de octubre de 1970 por grupos de extrema derecha al ratificar que la función del ejército era respaldar las libertades de los ciudadanos. Aquel asesinato anunciaba que los grupos más conservadores se oponían al gobierno de Allende y pronosticó el posterior golpe de Estado. A pesar de este gran inconveniente inicial, en las elecciones municipales de 1971 la Unidad Popular gana con más del 50 % de los votos. Ese triunfo asustó a la Democracia Cristiana y, especialmente, a los Estados Unidos. El gobierno socialista y la propia economía chilena empezaron a ser desestabilizados por intereses tanto internos como externos, sobre todo desde el año 1972. 1171 Todos estos cambios importantes que ocurrieron en Chile y en América Latina en el último tercio del siglo XX no se pueden comprender tampoco sin el giro ―realista‖ de la política exterior de los Estados Unidos durante la década del 70. El problema para los demócratas chilenos y latinoamericanos fue que durante esos años no hubo un 1170 En 1953, se crea la Central Unida de Trabajadores (CUT), uno de los más importantes sindicatos chilenos, apoyo de la Unidad Popular; 1956 décimo congreso del partido comunista chileno, 1957 reunificación del partido socialista, FRAP con los comunistas, lo que será el embrión de la Unidad Popular. En ese contexto histórico chileno también influye la división interna de la Democracia Cristiana, con la escisión de un sector del ala izquierda, el MAPU, que en las elecciones presidenciales de 1970 se unió a candidatura de la Unidad Popular de Allende. 1171 Entrevista mantenida por el autor con Joan Garcés, 11 de julio de 2008, Madrid. El estrangulamiento económico de los Estados Unidos estuvo motivado por la puesta en marcha de un proyecto de economía mixta de la Unidad Popular, sobre todo, en lo que hacía referencia a la industria del cobre, dominada por las empresas norteamericanas. Así fue que el gobierno de la Unidad Popular comenzó a nacionalizar estas empresas extranjeras del cobre, lo que provocó grandes resistencias por parte del gobierno norteamericano de Richard Nixon. 773 Kennedy en la Casa Blanca. Coincidieron, en cambio, con un Nixon y con un Kissinger paranoicos respecto a las relaciones internacionales. Para ellos América Latina representó ―la puerta de atrás de los Estados Unidos‖. Un país como Chile, libre, no alineado con cualquier potencia exterior, y con un proceso de vía pacífico al socialismo, fue visto con mucho miedo por los Estados Unidos y sus intereses. A Nixon y a Kissinger ―no les interesaba que prosperase la vía chilena al socialismo porque podía ser un ejemplo para otros países más importantes estratégicamente hablando. Les preocupaba la repercusión en Europa que estaba teniendo la revolución democrática de Allende, donde en París y en Roma había gobiernos democráticos, con oposiciones socialistas y comunistas, sindicatos muy fuertes, que miraban a la experiencia chilena como un punto de referencia para ellos mismos‖. 1172 Allende fue más allá que el ―populismo desarrollista‖: intentó una transformación rápida vía el presupuesto y con fuertes medidas regulatorias hacia un régimen económico de tipo socialista, con el control de la industria del cobre, principal producto de exportación (Urquidi, 2005: 356). ―La gestión administrativa del país por parte del Gobierno de la Unidad Popular condujo a una profunda crisis social y económica‖. Sin embargo, un análisis detenido de aquel gobierno ―lleva a la conclusión de que no hubo cambios de orientación en la política económica con respecto a años anteriores, sino que más bien hubo una acentuación del grado en que se aplicaban esas políticas. Ello hizo aflorar en toda su magnitud una crisis que se venía gestando a lo largo de medio siglo‖ (Vergara, 1985: 79). Una crisis institucional, política y social que desencadenó el golpe de Estado de Augusto Pinochet del 11 de septiembre de 1973 y que terminó de forma abrupta con el gobierno democrático de Salvador Allende. Chile adoptaría tempranamente las políticas neoliberales y los principios de la escuela monetarista de Chicago. Frente a las políticas keynesianas que habían dominado en los decenios anteriores, se pusieron en marcha ahora otras que perseguían la liberalización, la desregulación, la privatización y el carácter subsidiario de la acción del Estado. Estos principios inspiraron la política seguida desde los años de la Dictadura Militar chilena. A pesar del cambio que más tarde supondría la democratización, un cierto número de esos principios se mantuvieron durante las décadas del 80 y del 90, lo que, en conjunto, permitió una nueva fase en la modernización capitalista del país, que dio lugar a una fuerte tasa de crecimiento, aunque con grandes desequilibrios internos. Más allá de eso, lo que nos interesa señalar ahora es que la historia moderna de Chile anticipó lo que sería el escenario habitual de la América Latina en los años 70: dictaduras, desigualdades, dramas…El ―fracaso del experimento socialista chileno‖ y el agotamiento de otras experiencias populistas de izquierda precipitaron una ―ola de dictaduras militares‖, en Argentina, en Uruguay, en Brasil (desde 1964), que, legitimadas por las teorías conservadoras y neoliberales, cambiaron rápida y radicalmente la dirección de las políticas económicas nacionales, abriendo a los países de América Latina a la inversión y al consumo de bienes extranjeros. Las dictaduras de derecha colapsaron ―los sueños de independencia económica y socialismo‖ (Larraín, 1996: 168-170). Unas dictaduras que también pusieron de relieve el ―fracaso‖ de las 1172 Entrevista mantenida por el autor con Joan Garcés, 11 de julio de 2008, Madrid. También los teóricos, caso de Medina, miraron a Italia y a Francia para considerar la experiencia chilena hacia el socialismo: ―Lo único cierto es que la confirmación empieza a encontrarse con datos reales en el fenómeno no desdeñable que ofrecen países europeos con fuertes partidos comunistas, Francia e Italia en particular. Como esos hechos se despliegan con gran lentitud, es obligado acudir mientras tanto a algunos teóricos, siempre por delante de los acontecimientos‖ (Medina, 1972: 83). 774 estrategias desarrollistas reformistas –urgidas por la CEPAL- que no supieron dar viabilidad o forma a un proyecto político (Hodara, 1998: 281). Quizá en ello tenga mucho que ver la falta de eficiencia y eficacia de los gobiernos democráticos en su papel de planificadores y de árbitros de la asignación de recursos (Urquidi, 2005: 160). Esta explicación fue aceptada en círculos conservadores aduciendo que ―las políticas tradicionales habían fracasado porque no llegaron a ser lo suficientemente estrictas‖. Según esta versión, ―la suma de efectos externos y un desacertado manejo de las políticas internas serían los factores que llevaron la situación a su punto crítico. Estaban dadas así las condiciones para enfrentar la crisis no con tibios enfoques gradualistas, sino con la radical reversión de las anteriores tendencias y políticas‖ (Foxley, 1988: 42- 43). Una vez puestos en duda los beneficios de la industrialización planificada, no quedaba más camino que el del ―libre cambio‖ (Cardoso, 1981: 34). El costo social de esta política luego resultaría elevado. En este contexto, se puso en marcha entonces toda una ―modernización conservadora‖, llevada a cabo bajo forma autoritaria y que se prolongó durante toda la década del 80 (Tavares, 1998: 220). Las reformas neoliberales aplicadas en distintos países latinoamericanos terminaron por limitar el Estado reformista a favor del sector privado y de las empresas transnacionales, que se convirtieron en un decisivo actor del panorama regional (Sunkel, 1998: 240 revista CEPAL). Economistas latinoamericanos como Celso Furtado denominaron en los años 80 a este fenómeno como ―control internacional de los países periféricos‖, lo que les acarreó una precoz autonomía del aparato burocrático estatal. El Estado, incapaz de modificar la intervención económica y política de las grandes multinacionales, se agota en la lucha contra sus efectos desestabilizadores. Ello produce frustraciones políticas que llevan a la inestabilidad institucional y al control del Estado por las fuerzas armadas, lo que contribuye a reforzar más aún su carácter burocrático (Furtado, 1985: 72). En síntesis, la pérdida de autonomía y legitimidad de los Estados latinoamericanos por las prácticas y la actividad de las multinacionales extranjeras favoreció las soluciones políticas autoritarias y militares. A las democracias latinoamericanas, más o menos asentadas, terminaron por ―echarlas‖ los autoritarismos de derechas. Eso es lo que dice la historia más reciente. 2. El campo sociológico chileno: pugna de paradigmas de conocimiento y de modelos de sociedad. Dependencia, neoliberalismo y reformismo democrático. Las anteriores vicisitudes sociales y políticas, nacionales e internacionales, de finales de los años 60 y de principios de los años 70 repercutieron directamente en el campo sociológico chileno. Durante aquel período se abrió una fase de duro cuestionamiento de los paradigmas dominantes –como la doctrina de la CEPAL-, denominada como la ―crisis del desarrollismo‖, y que se caracterizó por una crítica muchas veces militante y radical hacia el modelo de desarrollo vigente, la cual partía, principalmente, de posiciones influidas por el marxismo. Fue un momento en el que las exigencias y el compromiso con las fuerzas sociales hacia una mayor participación social –la integración de las masas populares, como vimos- llevó a criticar fuertemente el ―estilo capitalista democrático‖ (Graciarena, 1978: 57). Podemos decir incluso que hubo un agotamiento del paradigma modernizador, democrático-liberal y reformista que representó el pensamiento cepalino. Esta corriente había gozado de una posición dominante en la producción de conocimiento sociológico durante cerca de dos décadas. La CEPAL incluso pasó de la asesoría teórica al plano de la realidad política, llegando a 775 tener un ascendente en el campo de poder al influir en algunas políticas reformistas del gobierno de Eduardo Frei, como la ya señalada Reforma Agraria. 1173 En ese preciso momento, sin embargo, tuvo mucha mayor acogida práctica la corriente reformista de Roger Vekemans, también incluida dentro del paradigma modernizador, pero enmarcada en las aspiraciones más progresistas de la política kennediana para América Latina de la ―Alianza para el Progreso‖ (Faletto, 1999a: 121). La labor del padre belga -como ideólogo de la campaña ―Revolución en Libertad‖- confirmó la penetración del giro modernizador de la ―sociología populista‖ en el campo de la política y del poder. 1174 Este hecho modificó numerosos planteamientos anteriores, caso por ejemplo, del cristianismo social de la Democracia Cristiana, que con esta promoción popular del gobierno de Eduardo Frei sobrepasó una concepción moralista y conservadora, y se volcó con el desarrollismo (Devés, 2003: 45). Las masas populares pasaron a convertirse en sujeto de su propio desarrollo. Acorde a esta sociología de la acción, se dio mucha importancia a las organizaciones comunitarias y a la promoción popular a la hora de superar los puntos de estrangulamiento estructural –las elites tradicionales- que se oponían a la integración social en todos los niveles. Se abrió un período en el que creció, como sabemos, la intervención del sociólogo en los asuntos públicos y en el que aumentó exponencialmente un nuevo sistema de investigación social, el de la dependencia, inspirado en el marxismo (Brunner, 1993: 57). El avance de la sociología chilena, unido al proceso político, tuvo su máxima representación en la vinculación del marxismo sociológico con el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Interactuaron, se mezclaron y se confundieron campo de poder y campo sociológico. Se confirmó el ―desplazamiento de la problemática del desarrollo a la dependencia‖. 1175 Llegados a ese punto, fue el 1173 Frei se apoyó en Vekemans como su ideólogo de campaña pero, como sugerimos aquí, a la hora de pensar los temas tenía que recurrir a las teorías desarrolladas por la CEPAL. Creemos que los estudios de Medina Echavarría sobre la hacienda influyeron notablemente en las medidas de Frei sobre el agro. Además la reforma agraria era una de las recomendaciones principales de la CEPAL. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid.Entrevista mantenida por el autor con Enrique V. Iglesias, 15 de julio de 2009, Madrid. Es más que probable que Medina y Frei entablaran amistad en la CEPAL, ya que el futuro presidente de Chile colaboró en 1954 junto con algunos economistas de aquel organismo internacional en la redacción de un libro, Cooperación internacional para el desarrollo económico de América Latina (Devés, 2003: 24). Parece ser que nuestro autor compartió con Frei un seminario académico en Colonia (Alemania) durante los años 60 y allí se conocieron. O también puede ser que Medina llegase a Frei a partir de Jorge Ahumada quien tuvo amistad con Eduardo Frei y con dirigentes de la Democracia Cristiana (Urquidi, 1967: 7-8). El caso es que, como dijimos, Frei estimaba intelectual y personalmente al sociólogo español. 1174 En consonancia con su visión, la propuesta de Roger Vekemans fue la integración funcional de las masas populares. Lo que él llamó como la ―promoción popular‖, bajo la necesidad de llevar a estos grupos del estado de marginalidad al de incorporación de la sociedad. La promoción popular de Vekemans era una respuesta del desarrollo latinoamericano desde una perspectiva revolucionaria, según sus palabras, ―en el sentido de que pretende un cambio radical en los valores y estructuras‖ (Vekemans, 1968: 19 y 38). Roger Vekemans cita a Medina, Aspectos sociales del desarrollo económico, UNESCO, 1962 y Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico en América Latina, 1963. Le cita en consideración de que la conclusión mayoritaria de la época es la siguiente: es inútil programar un verdadero cambio económico para América Latina si no se obtiene un cambio social fundamental. Sin embargo, la postura de Medina respecto a este tema, como sabemos, fue la de la participación social bajo un trasfondo democrático, moderado y reformista. 1175 Este cambio de paradigma en las ciencias sociales chilenas se puede datar con la celebración del ―Segundo Seminario Latinoamericano para el Desarrollo‖, organizado por la FLACSO en Santiago de Chile en noviembre de 1970, donde participaron diferentes instituciones chilenas y organizaciones internacionales, como el CESO, el CEREN, el CELADE, la CEPAL, el ILPES, la FAO, la UNESCO. Los 776 momento en el que las condiciones institucionales y políticas acrecentaron la idea de que una teoría sociológica puede ser muy popular socialmente y puede funcionar eficazmente en la dirección de los cambios sociales. ―Esa teorización permitía plantear, con nuevos argumentos el socialismo como necesidad y, por derivación, anunciar el necesario fracaso de las experiencias modernizantes-democratizadoras, impulsadas por alianzas con sectores burgueses‖ (Moulian, 1993: 143-144). El paradigma dependentista-marxista sirvió de base teórica real a este gobierno y permitió que la sociedad chilena se siguiera pensando como un laboratorio de cambios, llevándose a cabo algo inédito, no solo en América Latina sino también en el ámbito mundial: la ―Transición Pacífica al Socialismo‖ (Faletto, 1999a: 121). También conocida como la ―Vía chilena al socialismo‖, la cual afirmaba básicamente que a partir del voto de las mayorías se podría conseguir cambiar el régimen de la burguesía y la consabida transformación económica, política y social, pero siempre respetando los cauces democráticos y el pluralismo. 2. 1. La teoría de la dependencia y sus diferentes variantes. La irrupción de la teoría de la dependencia como paradigma sociológico se sitúa simbólicamente con la publicación en 1969 del libro de Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo. La teoría de la dependencia, como hemos visto detalladamente, nació como movimiento teórico dentro de la CEPAL y del ILPES, situándose como una crítica al paradigma desarrollista y modernizador, y teniendo gran vigencia en toda la región hasta mediados de los años 70, cuando comenzó a recibir fuertes críticas y llegaron las dictaduras militares (Casas Gragea, 2006: 23; Marsal, 1977: 155). El paradigma dependentista estuvo muy influido por el contexto social y político de Chile y de la América Latina de los ―largos‖ años 60, que se iniciaron con la Revolución cubana y se cierran con el golpe de Estado de Chile en 1973. Entre medias todo un cúmulo de experiencias sociales, como la dictadura militar en Brasil, movimientos revolucionarios en Bolivia o el movimiento estudiantil chileno iniciado con la Reforma Universitaria de 1967. 1176 Este último hecho activó una acción conjunta y coordinada de muchos alumnos y profesores de sociología, quienes se comprometieron directamente con la revolución social, sintiéndose alineados con la sociedad y sus clases más necesitadas. El marxismo y el programa de investigación sociológica del materialismo histórico se utilizaron también como un símbolo de identidad frente a la generación anterior de profesores e investigadores. De esta suerte, que muchos de ellos entendieron a la sociología, no como a una ciencia analítica, sino como a una ciencia práctica y como un instrumento trabajos publicados y la introducción preparad por los coordinadores del evento, Fernando H. Cardoso y Manuel Castells, daban cuenta de los principales consensos de esta generación de científicos sociales, confirmando ese ―desplazamiento de la problemática del desarrollo a la dependencia‖. Contra la aplicación de una metodología ―científica universal‖, consideraban que las formas de acceder a la realidad surgían de la determinación de los problemas específicos de la región y del objeto de estudio (Beigel, 2009: 342). 1176 Tan ilustrativas como las ideologías políticas y las teorías sociológicas lo fueron también las manifestaciones culturales de los años sesenta al calor de la ―experiencia real‖. Por ejemplo, las manifestaciones literarias las encontramos en el ―boom latinoamericano‖ con autores como Benedetti, Cortazar, García Márquez, Onetti, Sábato o Vargas Llosa (Faletto, 1999a: 123). También la obra de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina ―es un ensayo deudor, de punta a cabo, de la obra de la CEPAL y de las categorías de la dependencia‖ (Devés, 2003: 194). 777 capaz de modificar la realidad social y de generar experiencias políticas. 1177 Incluso la vieron como un ―artilugio‖ para luchar contra las injusticias sociales. Hay que pensar que tras la revolución cubana de 1959 una parte importante de la intelectualidad chilena y de sus científicos sociales se vieron especialmente atraídos por esta manera revolucionaria de acceder al poder, enfocando además su propia actividad académica y profesional bajo esta nueva perspectiva. 1178 Todo esto explica el hecho de que la teoría de la dependencia fuera un paradigma con varias corrientes y direcciones, también porque en su formulación participaron autores de otros países y de otras universidades e instituciones académicas chilenas, con diferentes formaciones teóricas y con diversas perspectivas ideológicas. No es lugar para hacer un análisis detallado de la historia intelectual y bibliográfica sobre la teoría de la dependencia, sin embargo, creo que es oportuno precisar algunos detalles sobre este paradigma sociológico, ya que este ejercicio nos ayudará a ver en perspectiva las aportaciones específicas de nuestro biografiado. En este sentido, encontramos numerosos trabajos en los que se clasifican las diferentes escuelas y direcciones que tomó el pensamiento dependentista. 1179 Si bien aquí nos hemos decantado por utilizar la clasificación de Ángel Casas Gragea ya que creemos que es la que mejor simplifica el propósito en la línea de reconstrucción del campo sociológico chileno de aquellos años. De esta manera, encontramos tres corrientes dependentistas en la sociología chilena a comienzos de los años 70: ―la crítica o autocrítica estructuralista de los científicos de la CEPAL‖, ―la corriente marxista no ortodoxa‖ y ―la corriente neomarxista‖ (Casas Gragea, 2006). 1180 La corriente ―crítica o autocrítica estructuralista 1177 Aquí reconocemos a la teoría de la dependencia como un paradigma sociológico, aunque obviamente ha habido numerosas críticas a esta teoría, precisamente por reconocerla como una teoría poco teórica, como así afirma J. Maestre: ―la teoría de la dependencia contrariamente a su nombre es poco teórica. Y ello por un doble motivo: no forma parte de un cuerpo lógicamente articulado de conceptos. Se trata más bien de un conjunto de posicionamientos particulares dispersos, aunque con cierto margen de identidad en puntos de partida, horizonte, motivaciones y objetivos…Es también poco teórica, en cuanto a que sus intenciones se alejan de especulaciones conceptuales o epistemológicas, para centrarse en objetivos de carácter pragmático‖ (Maestre Alfonso, 2006: 10). En la opinión de este sociólogo se trataría más bien de ―una sociología alternativa, nombre que adopta en algunas ocasiones esta corriente. Quizá lo más exacto sea designarla como sociología comprometida. Para estos sociólogos, su principal deber es contribuir al cambio; que la sociología no se convierta en un lujo intelectual sino en un instrumento de cambio. La posibilidad de hacer ciencia se relegaba, en el mejor de los casos, a un segundo término‖ (Maestre Alfonso, 1991: 17. Esta debilidad teórica es la que también resalta P. González Casanova, quien reconoce la ambigüedad y la simpleza de muchas de sus formulaciones que redujeron la historia de América Latina a un simple esquema de ―imperialismo económico‖ o ―colonias-metrópoli‖, como si únicamente el destino de la región estuviera únicamente en posesión de los centros económicos (González Casanova, 1981: 86). 1178 ―El hecho es que muchas de las opciones ideológicas tendían a hacerse extremas y la influencia de la Revolución Cubana, particularmente en la juventud, era innegable. El tema de la ―vía violenta‖ adquiría presencia y no pocos concebían la lucha armada como perspectiva inevitable para América Latina‖, recordaba Enzo Faletto (1999a: 123). 1179 Para tener una visión amplia de la literatura sociológica crítica producida en América Latina entre finales de los años 50 y la década de los años 70 se puede consultar el interesante artículo de P. González Casanova, en el que recoge un buen número de perspectivas y enfoques que surgieron al calor de la ―dependencia‖ (1981). 1180 La clasificación de Jorge Larraín es mucho más compleja para los fines de nuestro estudio, al distinguir entre dos tendencias dominantes dentro de la teoría de la dependencia y sus consiguientes teorías particulares. (Y al incluir también a algunos autores europeos y anglosajones que la desarrollaron posteriormente). De esta manera, la primera tendencia correspondería a las teorías que conciben al capitalismo como un sistema-mundo caracterizado por la dualidad inherente del centro-periferia, la cual determinaría al desarrollo como un intercambio desigual dentro del mercado internacional. En esta primera tendencia se pueden distinguir dos teorías: 1) ―la teoría dependentista del subdesarrollo‖ (André 778 de los científicos de la CEPAL‖ es la que correspondió a las nuevas posturas estructuralistas que nacieron desde dentro de la CEPAL y que se desarrolló desde allí, el ILPES, y otras instituciones académicas chilenas (y latinoamericanas). Autores como Celso Furtado, Osvaldo Sunkel, Aníbal Pinto, Aldo Ferrer, Helio Jaguaribe o Fernando Fajnzylber continuaron los postulados centrales que estaban en el pensamiento cepalino, como era el señalar las situaciones de subdesarrollo de América Latina derivadas de variables endógenas y de la ―insuficiencia dinámica‖ de las estructuras económico- sociales de los países latinoamericanos. ―La corriente marxista no ortodoxa‖ fue la corriente representada por Fernando H. Cardoso y por Enzo Faletto. Lo peculiar de esta corriente es que estos autores trataron de caracterizar el proceso histórico estructural de la dependencia en términos de relaciones de clase, haciendo hincapié en la significación política de los procesos económicos y no aceptando tampoco la necesidad de la llegada del socialismo para lograr el desarrollo (Casas Gragea, 2006: 41 y 45-46). Como pudimos comprobar, ambos discípulos de Medina prefirieron hablar de situaciones concretas de dependencia, combinando para ello rasgos teóricos procedentes del neomarxismo y del neoweberianismo, para poner énfasis en ―el análisis de los patrones estructurales que vinculan, asimétrica y regularmente, las economías centrales a las periféricas‖ (Cardoso, 1981: 36). 1181 Por último, ―la corriente neomarxista‖ estuvo representada por distintos autores y centros académicos chilenos, aunque la Universidad de Chile viene a ser considerada como la cuna de aquella corriente dependentista (Casas Gragea, 2006: 41). En esta orientación primaron los estudios sobre la explotación, la marginalidad social, el colonialismo, el imperialismo, o la concepción centro-periferia, frente a los análisis estructurales de lo social. La tesis básica de esta corriente partía de una dialéctica de la dominación en donde el subdesarrollo o posición periférica de los países de América del Gunder Frank, Theotonio dos Santos, Ruy Mauro Marini y Vania Bambirra), que supone al subdesarrollo como consecuencia de la dependencia de las economías centrales y considera que el capitalismo no puede generar procesos de desarrollo en la periferia; y 2) la ―teoría del intercambio desigual‖ (Inmanuel Wallerstein, Samir Amin y Arghiri Emmanuel), que fusiona la teoría del imperialismo como la perspectiva del intercambio desigual del pensamiento cepalino. La segunda tendencia que, si bien acepta la influencia condicionante del sistema capitalista mundial, se centra en el capitalismo como modo de producción históricamente situado en formaciones sociales concretas y circunscritas a estados naciones. Dentro de esta segunda tendencia ―histórico estructural‖, se pueden distinguir a su vez tres teorías: 1) ―la estructuralista de inspiración cepalina‖ (Aníbal Pinto, Osvaldo Sunkel y Celso Furtado), que enfatiza los obstáculos estructurales al desarrollo y distingue entre el mero crecimiento económico y el genuino desarrollo social; 2) ―la teoría de las periferias desbalanceadas‖ (Franz Hinkelammert), que rechaza la confusión entre situación de periferia con situación de subdesarrollo, y enfatiza, por el contrario, la dependencia tecnológica a partir de una interpretación de Marx y de las teorías del espacio económico; y 3) ―la teoría de la dependencia de inspiración marxista‖ (Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto), que distingue entre situaciones concretas de dependencia y diversas fases históricas de dependencia, a partir del análisis integrado tanto de la coyuntura internacional como de las luchas de clases de países o grupos de países dependientes (Larraín, 2008). Seminario PNUD, 2008, Santiago de Chile. Colaboración del autor junto con Pedro Güell (director), Macarena Orchard y Stefano Pallestini. Investigación sobre el individuo. 1181 El libro de Cardoso y Faletto supuso un enorme atractivo intelectual y político para muchos científicos sociales latinoamericanos, encontrando en su obra un horizonte teórico radicalmente nuevo, más allá del marxismo y del funcionalismo. Esta combinación, por ejemplo, es la que advertimos en los estudio de A. Touraine sobre la realidad social latinoamericana: ―En resumen, tanto el análisis de la dependencia económica debe partir de la lógica del capitalismo internacional, del drenaje de capitales, de la sobre-explotación del trabajo campesino y obrero, tanto el análisis sociológico de situaciones nacionales nos muestra el rol de los privilegios y de la exclusión más bien que la confrontación directa de intereses de clase. Las dos caras de la realidad latinoamericana no deben oponerse la una a la otra, ya que ellas no pueden comprenderse la una sin la otra.‖ (Touraine, 1977: 368-369). 779 Sur quedaba explicada por la acción dominadora y explotadora de fuerzas externas representadas por los países ostentadores del centro económico, caso de Estados Unidos. Los países de la región cuanto más se involucrasen en el sistema capitalista mayor serían su subdesarrollo y su dependencia hacia los países hegemónicos (Weffort, 1970: 390). De esta manera, la teoría crítica lo que vendría a enfatizar es que la situación económica y social de América Latina quedaría revelada por condicionantes externos. Acorde con los cambios e inquietudes que caracterizaron la vida nacional chilena, se iniciaron en el Instituto de Sociología de la Universidad de Chile trabajos y estudios enfocados desde el pensamiento crítico y desde la teoría de la dependencia que buscaban determinar las causas del subdesarrollo económico chileno y latinoamericano. En aquellas líneas de actuación y trabajo se pueden mencionar los nombres de sociólogos chilenos y extranjeros, tales como Alberto Martínez, Sergio Aranda, Hugo Zemelman, Néstor Porcel, Hernán Villablanca o André Gunder Frank, quien por aquel entonces era profesor de sociología y de economía en la Universidad de Chile y que colaboró con el gobierno de Salvador Allende. 1182 También en la Escuela de Economía de aquella universidad impartía clases Marta Hanecker, una de las ideólogas marxistas más reconocidas en América Latina durante los años 70. 1183 Por su parte, el Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) de la Universidad de Chile, dirigido por Theotonio dos Santos, aglutinó a un buen número de sociólogos brasileños, como Vania Bambirra o Ruy Mauro Marini, y a economistas chilenos, como Orlando Caputo o Roberto Pizarro. 1184 Aquel centro académico se convirtió en uno de los focos más activos de la 1182 Las diferencias que podemos encontrar entre A. Gunder Frank y Medina Echavarría Echavarría son más que visibles. Gunder Frank partía de la tesis de que la región padecía esa condición de subdesarrollo puesto que desde los momentos iniciales del capitalismo, en la época del colonialismo, América Latina había sido capitalista (una tesis que mantiene en su libro, ―Capitalismo y subdesarrollo en América Latina”, Buenos Aires, Signos, 1970). Esta temprana participación en el capitalismo mundial había supuesto su posterior improductividad, miseria y subdesarrollo: ―el desarrollo del subdesarrollo‖. El desarrollo económico del centro y el subdesarrollo de la periferia son diferentes aspectos de una misma realidad mundial. Desde esta perspectiva se considera que el subdesarrollo latinoamericano no es una etapa histórica, sino que es consecuencia del sistema económico internacional. La solución propuesta por Gunder Frank para que los países latinoamericanos salgan del subdesarrollo pasa por cortar lazos con los países capitalistas occidentales. Los planteamientos de Medina, por otra parte, son diametralmente opuestos, pues venía a reseñar que el subdesarrollo de América Latina se debía a que la estructura social y la estructura de poder no eran lo suficientemente concordantes con los requisitos de la modernidad, entre ellos, la mentalidad capitalista. La condición periférica, por tanto, no quedaría dibujada por su mayor introducción en el sistema capitalista, sino más bien por esa disonancia estructural que impide ser verdaderamente capitalistas y modernos. Sobre André Gunder Frank véase: ―Metrópoli y satélite: André Gunder Frank‖ (Devés, 2003: 148-150). Además, según Armando Di Filippo, Gunder Frank dio una falsa imagen de lo que era el pensamiento latinoamericano de la CEPAL, haciendo, en su opinión, una comprensión equivocada de lo que era la tradición marxista. Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1183 La importancia de Althusser en el marxismo sociológico chileno (y también en el latinoamericano) se debió principalmente a las obras de sistematización pedagógica producidas por Marta Harnecker. Las dos obras principales de esta socióloga chilena fueron ―Los conceptos elementales del materialismo histórico‖ y los ―Cuadernos de Educación Popular‖ (Moulian, 1993: 137). 1184 Theotonio Dos Santos fue uno de los máximos representantes de la corriente marxista más tradicional. Este sociólogo brasileño inició su crítica teórica al desarrollismo cepalino y asume su propia postura de la dependencia fuera de la orbita cepalina -aunque pasado el tiempo reconoció la importancia que tuvo el pensamiento de la CEPAL para ―abrir el camino de un enfoque sistemático sobre los problemas del desarrollo económico‖ (Dos Santos, 1999: 34 pensamiento latinoamericano)-. Dos Santos continuó trabajando desde la teoría de la dependencia –formulando sus teorías del sistema-mundo y proponiendo un nuevo concepto de dependencia- cuando ésta ya había sido abandonada por Cardoso a principios de los 70, quien retoma intereses sociológicos anteriores como el estudio de las elites dirigentes, el 780 teoría dependentista con publicaciones como la revista Sociedad y desarrollo, Economía y Sociedad, el quincenario Punto Final, o la editorial Prensa Latinoamericana, donde se discutía, entre otros temas, los efectos de la revolución cubana en Chile, la posibilidad de la lucha armada en América Latina o la necesidad de transformar rápidamente al Gobierno popular de Salvador Allende en una revolución socialista (Moulian, 1993: 144 y 147). 1185 La ―corriente neomarxista‖ de la dependencia se extendió con gran fuerza por otros centros académicos chilenos debido al gran cambio cultural y político de las universidades entre 1967 y 1970 (Moulian, 1993: 135). Se convirtió en toda una ―moda sociológica‖ (Godoy, 1977: 55; Cueva, 2008: 18 pensamiento crítico latinoamericano). El enfoque ―neomarxista‖, más militante, fue la fuente teórica predominante de las nuevas generaciones de sociólogos y científicos sociales (Graciarena, 1975: 104). 1186 Así ocurrió que algunos de los alumnos de la Escuela de Sociología y del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Católica asumirían actitudes extremistas, identificándose con el MAPU y con otros movimientos radicales (Krebs, 1994: 540). 1187 Desde el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) de esta misma universidad, dirigido a comienzo de los años 70 por Manuel Antonio Garretón, se difunden en su revista, Cuadernos de la Realidad Social, trabajos que interpretan el tema del subdesarrollo chileno y latinoamericano desde la perspectiva dialéctica. En aquellas páginas publicaron autores como Armand Mattelart, Michel Mattelart, Christian Lalive, Osvaldo Sunkel, Norbert Lechner, Manuel Antonio Garretón, Tomás Mulián o Franz Hinkelammert, quien contribuyó a fundamentar el tema analítico de la dependencia (Godoy, 1977: 55). 1188 La atención de aquellos estudios iba dirigida hacia los siguientes temas: teoría del imperialismo, subdesarrollo, fetichismo, religión, el empresariado latinoamericano o el tema de la marginalidad en la región. Sobre Theotonio dos Santos véase ―Las necesidades de una teoría de la dependencia: Theotonio Dos Santos‖ en (Devés, 2003: 141- 144). Algunas obras de estos autores: Vania Bambirra, El capitalismo dependiente latinoamericano, México, Siglo XXI Editores, 1974; Rui Mauro Marini, Subdesarrollo y revolución, México Siglo XXI Editores, 1969; Theotonio Dos Santos, Teoría de la dependencia. Balance y perspectivas, Buenos Aires, Plaza Janés, 2003. 1185 Pensemos incluso que a Chile llegaron autores como Regis Debray que entendieron que la única alternativa a la crisis social y política del momento era la lucha y la revolución armada, ―con sus consecuentes errores políticos‖ (Marsal, 1977: 157). 1186 De la siguiente manera subrayaba Medina el auge del marxismo en aquel contexto intelectual: ―el notorio apasionamiento de los intelectuales por el estudio del marxismo en cuanto a doctrina y en cuanto a experiencia real. Paradoja que subraya significativamente el interés por los escritos juveniles de Marx, de marcado carácter metafísico, en contraste con el ―positivismo‖ del vigente Diamat. (La exposición más concentrada y crítica de este verdadero aluvión bibliográfico se encuentra por hoy en un libro de Jürgen Habermas (Theorie und Praxis, 1963), que sigue la distinción antes señalada entre el enfrentamiento inmanente de la doctrina y la crítica de su aplicación e interpretación en el mundo soviético). (Medina, 1965a: 244). 1187 El Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), se fundó entre 1968 y 1969. Fue un partido político de izquierdas, escindido de la Democracia Cristiana, que reclamaba la transición pacífica al comunismo. 1188 Hay que decir también que hubo diálogo entre autores dependentistas y no dependentistas. Por ejemplo, Medina reconoce algunos elementos muy válidos dentro de la teoría de la dependencia y que, desde mi punto de vista, recuerda la posición de ―periferias desbalanceadas‖ de Franz Hinkelammert en relación a la dependencia tecnológica del subdesarrollo: ―Para algunos esa mayor dependencia es el resultado del nuevo tipo de capitalismo (capitalismo de ―conglomerados‖), tal como se muestra en todos los países ―centrales‖ pero muy en particular en los Estados Unidos…La acentuación del fenómeno de la dependencia destaca y no sólo por implicación un segundo momento decisivo, el constituido por la heteronomía tecnológica creciente y la ausencia frente a ella de una política selectiva, autónoma del desarrollo tecnológico‖ (Medina, 1970a: 199). 781 cambio social, el socialismo, la ideología burguesa, los medios de comunicación, la lucha de clases, cultura y dependencia, marxismo y religión o las clases populares, etc. 1189 También tuvieron presencia activa otra serie de revistas, como la Revista Latinoamericana de Ciencia Política, luego llamada Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, de la FLACSO (Godoy, 1977: 51). Esta institución académica se adhirió igualmente a esos planteamientos críticos, aunque inicialmente sus profesores y alumnos lo hicieron desde el cuestionamiento intelectual y teórico hacia el paradigma funcionalista (Franco, 2007: 104-105). Luego la discusión tornó más ideológica al quedar el empirismo abstracto asociado con el mundo anglosajón y, por tanto, con el imperialismo norteamericano. 1190 ―La estadística y la metodología dejaron de tener el peso que habían tenido en los programas anteriores y el marxismo se extendió como modo de acceso a lo real. Los jóvenes esperaban una mayor articulación entre docencia e investigación para hacer de la sociología una ciencia capaz de transformar la realidad‖ (Beigel, 2009: 337). En materia de contenido sociológico hubo un predominio del modelo marxista, fundamentado en el marco analítico de la dependencia y en el concepto límite de ―socialismo‖ (Garretón, 1989: 4-5). Además todavía estaba reciente el affaire del ―proyecto Camelot‖ de 1965, que había suscitado mucha controversia sobre las posibilidades de dominación que encierran las técnicas de investigación social y su amparo en la neutralidad valorativa. 1191 Por cierto, Medina no compartió en absoluto la trivialidad con la que se trató en ese momento a la ciencia sociológica. En su opinión no se podía poner en duda la ética profesional de los científicos sociales latinoamericanos. Como decía, ―será buena o mala ciencia, eso es otra cosa, pero en sus propósitos es evidente que no persigue más servicio que el de poner al descubierto la estructura de cierta realidad cuyo conocimiento pudiera interesar a todos. La generalización sin mesura del desdichado ―caso Camelot‖ es ofensiva e injusta para los hombres de ciencia de uno y otro lado‖. ―Es imposible admitir, desde luego, que la ciencia en que participaron los latinoamericanos en los últimos años sólo sea un puro instrumento de dominación política‖ (Medina, 1972: 205 y 206). Con sus palabras, 1189 Son 17 Cuadernos de la Realidad Social y fueron publicados entre 1969 y 1973. Seminario PNUD, 2008, Santiago de Chile. Colaboración del autor junto con Pedro Güell (director), Macarena Orchard y Stefano Pallestini. Investigación sobre el individuo. 1190 El empirismo abstracto no despareció del campo sociológico chileno. Al contrario, a principios de los años 70 comenzó a instalarse en la CEPAL, algo de lo que se queja el propio Medina, ya que observaba cómo disminuía la capacidad de generación teórica de la institución. Esto se debía a que desde Washington la burocracia era seleccionada con otros criterios, lo que afectaba también a las fuentes de financiación y limitaba con ello la generación de un pensamiento propio. Los funcionarios son impuestos desde fuera que esto a su vez significa que la orientación teórica del ILPES o de la CEPAL es importada desde fuera. Las ciencias sociales son utilizadas como una carga doctrinal según la fuente de financiación. El empirismo-abstracto se instala como línea sociológica dominante dentro de la CEPAL y se recortan las propuestas teóricas. El auge de las investigaciones cuantitativas no va acompañado de propuestas teóricas. Se hace empiria sin modelos teóricos en los que sostener la investigación. 1191 La sociología académica fue vista como el equivalente regional de la sociología norteamericana. Uno de los escándalos de mayor envergadura fue el ―affair Camelot‖. A partir de ese momento se acrecentó el rechazo hacia todo lo que tenía que ver con la sociología norteamericana, gravitando una imagen negativa sobre ella. ―Al mismo tiempo que se manifestaban estas resistencias se produjo un desarrollo notable del interés por los autores latinoamericanos, que pasaron a gozar de una fama que nunca conocieron en el pasado‖ (Graciarena, 1969: 26). Los sociólogos formados en el Estados Unidos y en el extranjero habían controlado una parcela bastante estratégica del desarrollo de la sociología latinoamericana y sobre la que ejercen buena influencia sobre los futuros sociólogos latinoamericanos: dan cursos de metodología desde los que influyen en las orientaciones de la investigación. 782 Medina reconocía las controversias ideológicas con las que fue atacada la sociología científica latinoamericana. 2.2. De las competencias sociológicas a las pugnas entre la economía y la sociología. El reformismo democrático de la CEPAL. La eclosión del paradigma neoliberal. Fue un hecho evidente que el marxismo se erigiese en todo un gran movimiento teórico dentro de la sociología chilena y también dentro de la sociología latinoamericana, englobando distintas ortodoxias y heterodoxias de diverso grado, que reconocían como mentores al ―joven‖ y al ―viejo‖ Marx, a Althusser y a Poulantzas, a Marcuse y la Escuela de Frankfurt, a C. Wright Mills o a A. Gramsci. 1192 Asistimos a un momento en el que la nueva generación de investigadores sociales comparte un nuevo proyecto de ciencias sociales, el marxista, como título de legitimidad para luchar por nuevas posiciones y disposiciones en el campo sociológico y político de Chile y de América Latina. Era muy fuerte la conciencia de transformación social dentro de los miembros del paradigma marxista. La sociología era un dominio general en el que no se pedían visas científicas para entrar. Incluso la sociología en Chile llegó a ser vista como ―una carrera prestigiosa para quienes se sumaban a las movilizaciones estudiantiles y compartían el proyecto de la Unidad Popular‖ (Beigel, 2009: 336). En consecuencia, se produjo un cambio en la posición dominante del campo sociológico chileno (y también latinoamericano), escalando el enfoque y sistema de investigación marxista ―hacia la hegemonía en el campo de la investigación social‖. La postura divergente, perteneciente al enfoque positivista, funcionalista o, en el caso de Medina, al enfoque histórico-estructural, quedó mermada en investigadores sociales y practicantes, recluida en muy pocos departamentos universitarios y, parcialmente, en la CEPAL. Fue un cambio de hegemonías que condicionó la temática y la metodología de la ciencia social en Chile, hasta el punto que algunos autores lo califican como un ―cambio de paradigmas‖ (Brunner, 1993: 59-66). Pensemos, incluso, que Chile se convirtió en aquel entonces en un exportador de ideas y teorías sociológicas para toda América Latina gracias a toda esta concentración de autores trabajando dentro del programa de investigación dependentista. 1193 El paradigma dependentista-marxista marcó el desarrollo del campo sociológico chileno de aquellos años. Fue la corriente sociológica hegemónica porque coincidió con las posiciones políticas dominantes. El 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende vence 1192 Fue llamativo, sin duda, el auge extraordinario de Antonio Gramsci en América Latina, acompañado por la edición y difusión de sus obras más importantes, por la aparición de una diversidad de estudios especiales y libros dedicados al análisis y a la discusión de sus ideas, como los problemas ―superestructurales‖ del Estado, la sociedad civil y la sociedad política. Pero, sobre todo, Gramsci se valorizó por su imagen de los intelectuales como agentes comprometidos con la transformación social. ―Directa o indirectamente, Gramsci es uno de los más influyentes marxistas entre las nuevas generaciones de latinoamericanos, y lo es no sólo por la fuerza renovadora de su pensamiento, sino también –y quizá más aún- por su temática tan vinculada con la realidad actual y los problemas más acuciantes de la región‖ (Graciarena, 1975: 104). A partir de este pensador italiano muchos científicos sociales y sociólogos latinoamericanos encontraron la fuente para legitimar su condición de intelectuales y de políticos. 1193 Por ejemplo, en México Pablo González Casanova escribió en 1969 su libro Sociología de la explotación, en el que ―desarrolló las fórmulas clásicas de Marx para despejarlas en la etapa de la competencia monopolista y del imperialismo. Su análisis de la explotación de clases y regiones internacionales e internas apareció todavía a nivel de excesiva abstracción‖ (1981: 88 a). 783 en las elecciones presidenciales con el 36,2% de los votos. Recordemos que en esas elecciones se presentó Jorge Alessandri por el Partido Nacional, Radomiro Tomic, miembro del ala progresista, por la Democracia Cristiana, y Salvador Allende se presentó en representación de la Unidad Popular. Al no obtener la mayoría absoluta, ha de ser el congreso, según reza la Constitución chilena el que debe elegir al nuevo presidente. Esa circunstancia se dio el 24 de octubre, cuando Tomic ayuda a la elección de Allende (Martínez, 2009). 1194 El ganador en las urnas terminó por inclinarse hacia un paradigma que tenía características estructurales distintas al anterior. Ello significó, en el campo sociológico chileno, el retiro y la entrada en crisis de una corriente del anterior paradigma modernizador: la de Roger Vekemans, representante de la versión más populista de ese paradigma, quien se recluyó en sus actividades del DESAL y de la Universidad Católica. La CEPAL, en cambio, siguió con su tarea de asesoramiento técnico y continuó generando pensamiento desde su método histórico estructural, principalmente desde el ILPES. Aunque había perdido la posición hegemónica, la CEPAL seguía siendo centro neurálgico del paradigma modernizador y se mantuvo fiel a esa línea intermedia marcada por sus formulaciones de un capitalismo de Estado en un marco político democrático. Incluso varios miembros del cuadro económico del gobierno de Salvador Allende habían trabajado en estos organismos regionales: Gumplowitz (Ministro de economía), Carlos Matus (Ministro de Economía, quien había sido Director de Servicios de Asesoría del ILPES en la ONU), Gonzalo Meyer (Planificación), Pedro Vuskovic (Ministro de economía), Max Wolf (Codelco). 1195 También destacó la presencia en el gabinete ministerial de Jacques Chonchol, quien fue ministro de agricultura con Allende y quien llevó a cabo la segunda parte de la reforma agraria que ya había iniciado Frei, en la que él había colaborado. El tema agrario volvía a ponerse encima del tapete social y político, como un obstáculo a superar, pero esta vez con más intensidad, lo que causó enormes resistencias por los grandes terratenientes. Como hemos apuntado en este trabajo, la cuestión agraria chilena y su enfoque reformista se inicia en el año 1938 con el Frente Popular, que 1194 Posteriormente la Democracia Cristiana fue marginando la posición interna de Radomiro Tomic, que ellos denominaron como un ―socialismo comunitario‖, que a grandes rasgos no tenía grandes diferencias ni antagonismos con la Unidad Popular de Allende. Tomic proponía una ―revolución democrática‖ que sustituyese a las minorías de los centros decisivos del poder y de las economías nacionales a favor de las mayorías populares. El caso es que poco a poco se fue imponiendo en la Democracia Cristiana la línea más conservadora que representaba el expresidente Eduardo Frei. Y se fue orientando hacia la derecha y la extrema-derecha con una oposición tenaz. Según el testimonio de José Medina Rivaud, sabemos que a su padre no le gustó esta postura de Frei. Él se inclinaba más por la línea dialogante y aperturista de Tomic. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. Intuimos que esa opinión personal respecto al papel de la oposición chilena está detrás de esta reflexión que Medina dejó escrita en sus trabajos: ―El régimen representativo se justifica técnicamente por la alternancia legal que permite –sin violencias ni golpes de Estado- entre las fuerzas políticas de un país. La continuidad alcanza su mayor perfección cuando la alternancia funciona, al estilo ejemplar inglés, como colaboración permanente, con parecidas responsabilidades, entre el gobierno y la oposición‖ (Medina, 1972: 69). 1195 Como recordaba Enzo Faletto, en el ―seminario de los jueves‖ organizado por Cardoso se estableció una estrecha relación con los economistas de la CEPAL y del ILPES, que luego algunos de ellos tuvieron cargos políticos en el gobierno de Salvador Allende: ―Fernando paso a establecer contactos con los economistas de la CEPAL, en esa época economistas jóvenes, que tenían un papel importante, como Ricardo Cibotti, Hopenhayn y otros, además de los chilenos que después desempeñarían papeles políticos, como Pedro Vuskovic, Carlos Matus, Gonzalo Martner, y se armó un diálogo mayor con los economistas del ILPES‖ (Rego, 2007: 200). 784 llevó a cabo diversas transformaciones democráticas y sociales. Sin embargo, el gobierno del Frente Popular, presidido por Pedro Aguirre Cerdá y en el que Salvador Allende era ministro de Salud Pública, se impuso un límite: no tocar la propiedad de los grandes latifundistas chilenos (Martínez, 2009). Hubo que esperar a los años 60 para llevar a cabo la reforma agraria que en Europa se había hecho en los años 20. Eduardo Frei, quien fue el primer presidente latinoamericano de la democracia cristiana, se atrevió a llevar a cabo una modernización del agro chileno que le enfrentó con los sectores latifundistas que dominaban el país. Más acelerada y drástica, en cambio, fue la reforma del gobierno de Allende, la cual terminó por levantar y encolerizar a los viejos terratenientes que rechazaron, incluso con violencia, la vía socialista hacia la democracia. Estamos ante un escenario de efervescencia ideológica en el campo de poder político y que, al mismo tiempo, hizo que emergiera en el campo de las ciencias sociales un tercer paradigma con aspiraciones de convertirse en el hegemónico: el neoliberal o neoconservador, representado por los economistas de la Universidad Católica. La emergencia de este paradigma rebasó las disputas originarias del campo sociológico, trasladándolas al campo más amplio de las ciencias sociales, concretamente al terreno económico, donde se produciría una disputa entre los ―estructuralistas‖ y los ―monetaristas‖. La CEPAL, como decíamos, comienza a perder terreno ya no sólo frente a las teorías sociológicas provenientes desde dentro (la teoría de la dependencia), sino también frente a estas teorías económicas que vienen de fuera (neoliberalismo norteamericano) y que son recogidas por los economistas de la Universidad Católica. Cuando a finales de los años 50 y principios de los años 60 la carrera de sociología comenzaba a dar sus primeros pasos en la Universidad Católica, empiezan a llegar los primeros economistas formados junto a Milton Friedman en la Universidad de Chicago. Los ―Chicago Boys‖ en la medida en que regresaban fueron dando importancia a la Escuela de Economía, desarrollando una política macroeconómica, aunque originalmente fuera una escuela de administración. Desde ese momento las propuestas de esa escuela comenzaron a tener presencia en la discusión política nacional (Devés, 2003: 278). Estos economistas sumaban una fuerte ideologización que se traducía ―en propuestas no solo económicas, sino también respecto al tipo de sociedad deseable y al sistema de relaciones sociales que debería tener vigencia‖. Conformaron una ―nueva mentalidad‖ sustentada en ―un nuevo tipo de élite tecnocrática‖ destinada a reorganizar la sociedad chilena (Faletto, 1999b: 133). La unión entre economía y sociología no se dio en la Universidad Católica, a diferencia de lo que había ocurrido en la CEPAL. Esta separación tenía en sus inicios una motivación científica y una pugna académica: los economistas de la Universidad Católica entendieron que la ciencia económica era una ciencia dura, y no una ciencia social. No hubo, por tanto, una relación entre la sociología y la economía, desarrollándose en aquella universidad como dos carreras independientes. A ello se añadirían las motivaciones ideológicas una vez que el ambiente político chileno se hizo más contingente. 1196 Si la sociología de la Universidad Católica se convirtió con el padre Vekemans en proyecto político, los economistas de aquella universidad también tenían un proyecto político y tenían su propia sociología, ya que manejaban una idea de sociedad ideal. La inicial pugna científica se trasladó al terreno ideológico. La Facultad de Economía giró alrededor del neoliberalismo, representando a este paradigma en el 1196 Entrevista mantenida por el autor con Vivianne Dättwyler, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 785 campo de las ciencias sociales chilenas. Era una paradoja que dos proyectos diametralmente opuestos saliesen de la misma universidad. No por casualidad el campo de las ciencias sociales fue en Chile un lugar de pugnas entre estos distintos proyectos políticos de sociedad. Incluso toda América Latina, como nos decía Medina en 1973, estaba ―empeñada hoy en un enfrentamiento de ―paradigmas‖ (Medina, 1973: XIV). Un hecho que encubría para nuestro autor una crisis para el despliegue de la ciencia. José Medina Echavarría consideraba además que se estaba asistiendo a una clara y plena fase ideológica del desarrollo económico en el que estaban en juego aspiraciones políticas nacionales y racionales, donde también entraban en disputa distintas perspectivas y modelos de sociedad antagónicos. El paradigma dependentista-marxista tuvo vigencia política mientras estuvo en el poder. La CEPAL, en cambio, se mantuvo aferrada a su línea democrático-reformista, erigiéndose, al final, como el gran contrapeso intelectual y teórico frente a los economistas de la Universidad Católica. Toparon dos corrientes o dos visiones en ciencias sociales que a su vez eran dos posturas de entender el Estado, la política y la vida. Una de las consecuencias más visibles de aquellas pugnas fue la fractura epistemológica de la tradición democrática y reformista chilena, que se remontaba a más de 40 años. En la década de los años 60 y en los años 70, por el contrario, no se hablaba de democracia. Los aportes sociológicos más novedosos se alejaron de aquel tema. Este diagnóstico fue válido, como insistimos, para toda la región, siendo otra de las consecuencias palpables en el campo de las ciencias sociales latinoamericanas el tránsito de la sociología a la economía. La disciplina que pasó a ser central y dominante fue la economía. 1197 Podemos decir, en consecuencia, que el paradigma democrático y reformista social que representaba la CEPAL –al que se adscribió José Medina- fue cuestionado desde su izquierda porque la democracia era vista como la representación de los intereses burgueses y extranjeros (europeos y norteamericanos). 1198 Además era visto como insuficientemente transformador o revolucionario. Recordemos que desde finales de los años cincuenta ya se venían criticando las facetas más conservadoras del cientificismo y del desarrollismo al apoyarse en posiciones populistas y nacionalistas. Estas críticas aumentaron a mitad de los años 60 cuando desde la teoría marxista se caracterizó a la sociología científica, desarrollista, empirista, moderna y de corte positivo como una sociología afiliada a los intereses burgueses y representante del imperialismo (norteamericano). Toda la sociología que no era marxista se simplificó como sociología estructural-funcionalista, y, por tanto, coincidente con la penetración imperialista (González Casanova, 1981: 84-86). Las críticas a la sociología científica de los maestros –bajo esa competencia de ―críticos contra renovadores‖- fueron políticas y teóricas (Franco, 2007: 152). Las primeras mostraron a aquellos sociólogos como 1197 ―La disciplina que pasó a ser central y dominante en las ciencias sociales latinoamericanas fue la economía. Todos los economistas tienen que ser formados por universidades estadounidenses, es una propia condición y norma de acceso al campo intelectual latinoamericano que se mantiene hasta hoy. Es muy difícil que tú encuentres a un presidente de un Banco Central que no esté formado en los Estados Unidos‖. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1198 Ese suceso lo ilustra la siguiente cita del sociólogo chileno José Joaquín Brunner: ―En efecto, por esos años la propia noción de democracia pierde vigencia bajo la presión de los esquemas revolucionarios de origen marxista o de los esquemas autoritarios de origen militar, al tiempo que la idea de un desarrollo planeado perdía valor frente a las doctrinas que postulaban la autorregulación de la sociedad a través del expansivo papel del mercado‖ (1993: 61-62). 786 defensores del status quo y de la estática social. 1199 Las críticas teóricas, en cambio, cuestionaron el postulado de la neutralidad valorativa y discutieron las relaciones entre ciencia e ideología, planteando la sustitución del neopositivismo y de las teorías basadas en tales supuestos, como el estructural-funcionalismo y, más particularmente, las teorías de la modernización. Como resultado de estas consideraciones, la teoría de la dependencia declinó en su frecuente actitud crítica el valor de la democracia formal al verla como un ―reduccionismo clasista‖ (Cueva, 2008: 18). Hubo una clara voluntad de los jóvenes científicos sociales por distinguirse y diferenciarse de la antigua generación, de ahí su afán desmesurado por la originalidad, y sobre todo por distanciarse de lo que entendían como posiciones burguesas (Franco, 1977: 106-107). La democracia era vista como un instrumento del poder de las burguesías, las cuales estaban subordinadas al capital extranjero –y más en Chile, que fue laboratorio de la Alianza para el Progreso-. No era un contenido sociológico importante (como así intentaba hacer ver Medina a sus discípulos Cardoso y Faletto). 1200 Entendían los dependentistas que los efectos de la integración capitalista en los países subdesarrollados creaba alianzas entre las clases dominantes con las capas nacionalistas de la burguesía y, por tanto, con los proyectos reformistas. ―Los productores de esa teoría afirmaban que en Chile, igual que en cualquier otro país dependiente, no existía la posibilidad de un ―camino intermedio‖. Según este discurso, el llamado ―reformismo‖ se había agotado, por razones estructurales, porque no se podía pasar del subdesarrollo al desarrollo dentro del capitalismo‖ (Moulian, 1993: 143). Era imposible, según esta visión, un desarrollo democrático. Mientras que desde la derecha, ―fue combatida duramente la idea de planificación del desarrollo lanzada por la CEPAL. Se confundía la planificación con el control centralizado de la economía‖ (Prebisch, 1978: 287). El paradigma neoliberal afirmaba que el estatismo era la causa clave del lento crecimiento de la economía chilena y en su lugar proponían ―un modelo de desarrollo basado en una economía descentralizada, en la que las unidades productivas sean independientes y competitivas, para aprovechar al máximo las ventajas que ofrece un sistema de mercado‖ (Devés, 2003: 277). 1201 Para este pensamiento la democracia como ―ideal ético-político‖ 1199 Debe reconocerse, sin embargo, que la generación de Medina no era conservadora. Prueba de ello fue el hecho de que quienes ejercían el poder no los consideraron aliados, sino todo lo contrario. La CEPAL siempre fue vista como un lugar heterodoxo, generador de un pensamiento crítico que irritaba al pensamiento más ortodoxo y conservador. Como decía Ludolfo Paramio: ―Medina aparece como un sociólogo de la CEPAL, uno de esos seres anticuados que no resultan fácilmente aceptables para el dogma neoliberal, que no sólo no creen que toda intervención política en el mercado sea necesariamente condenable, sino que sostienen que el mercado no puede por sí mismo cortar los nudos sociales que traban la modernización de América Latina‖ (1990: 243). 1200 La impresión de Medina era confirmada por las siguientes palabras del sociólogo guatemalteco Edelberto Torres-Ribas, quien durante aquel período de los años 60 y los 70 estuvo en la FLACSO de Chile y trabajó junto a Medina en el ILPES: ―En los años 70 la preocupación para nosotros era la revolución, no la democracia. La preocupación era la crisis política, la violencia, el cambio revolucionario…la enseñanza que dábamos era absolutamente sesgada, marxista, revolucionaria‖ (en Franco, 2007: 154). 1201 ―El primer ―manifiesto‖ o más bien el primer programa neoliberal –según nos cuenta Eduardo Devés- se escribió en Chile durante 1973, inmediatamente antes del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende. Ese texto, que se publicó posteriormente con el nombre de El Ladrillo, fue redactado por un grupo de jóvenes economistas ligados a la derecha y al centro político, varios de ellos exalumnos de la Universidad de Chicago y profesores de la Universidad Católica de Chile‖ (Devés, 2003: 276). Ese texto fue la base de la política económica del gobierno militar de Augusto Pinochet. 787 desaparece ―para convertirse en un simple medio, en un procedimiento para organizar una ―sociedad libre‖, que es aquella en la cual se respeta la libertad económica y la igualdad formal de los individuos en el mercado. La ―sociedad libre‖, en consecuencia, no alude a las libertades democráticas o a los derechos políticos tal como son reconocidos por la teoría democrática, sino a un sistema político que organiza su economía sobre la base de mercados libres y competitivos‖ (Vergara, 1985: 97-98). La democracia, de esta manera, no importó dentro de este paradigma al ser una mera formalidad. Era indiferente a las formas políticas y constitucionales mientras se respetasen las bases fundamentales del orden económico-social. Lo auténticamente importante era situar a los intereses materiales por sobre las ideologías y los ideales políticos. Se negaba, con ello, toda expresión de las voluntades individuales o colectivas. Se imponía una sociedad pensada exclusivamente desde las categorías neoliberales y acorde a una racionalidad tecnocrática creciente. La estrategia del desarrollo de este modelo pasaba, en resumen, por una reducción del rol del Estado, del que desconfiaban absolutamente, y por una apertura al comercio exterior. Para los ―Chicago Boys‖ la auténtica democracia política únicamente se daba en una sociedad libre de mercado. En consecuencia fue duramente criticado el punto de vista económico cepalino, el cual mantenía la imperiosa necesidad de aumentar la productividad por habitante y obtener, simultáneamente, acumulación de capitales para elevar el bienestar de la masa de la población (Cardoso, 1977: 25). El pensamiento cepalino reconocía que la economía de mercado y el crecimiento económico son grandes generadores de riquezas y de oportunidades, pero no son mecanismos que permitan distribuir esa riqueza y esas oportunidades en forma justa. Por eso, se requiere la acción del Estado, porque en ese error el Estado no solamente es insustituible, sino que es el único que puede cumplir esa tarea. El paradigma democrático de la CEPAL, de índole reformista y no revolucionario, a favor del keynesianismo y contrario al liberalismo ortodoxo, encontró una ―situación muy difícil‖, teniendo que defenderse tanto de un lado como del otro (Sunkel, 1989: 149). El pensamiento cepalino y su enfoque histórico estructural dejaron de tomarse como marco teórico no concluyente o como herramienta heurística, algo que hubiera permitido captar nuevas perspectivas, nuevos acentos o sugerencias. Esto no se hizo. No hubo un debate fructífero en el que se discuten las ideas sociológicas, incorporando aspectos de unos y otros paradigmas en una dimensión meta-teórica y comparativa. Al contrario, fue un momento en que se enfrentaron las actitudes de diferentes grupos e intereses sociales respecto a la aceptación o rechazo de la transformación de un tipo a otro de sociedad. Hubo una fuerte oposición entre alianzas de clases y la movilización de las clases populares (Touraine, 1977: 357). 1202 Se abrió una etapa de conflictos ideológicos que ocuparon buena parte de la escena política chilena sobe la orientación que había que imprimir al desarrollo y a la modernización social. 1202 Por ejemplo, el movimiento gremialista de claro ascendente conservador, convertido posteriormente en el partido político Unión Demócrata Independiente (UDI) de Jaime Guzmán, tuvo una importante influencia a finales de 1960 dentro de la Universidad Católica, en la lucha que libraban en contra de la reforma universitaria iniciada en esa casa de estudios. Esta corriente tradicionalista postulaba una concepción autoritaria del poder y una definición de la sociedad con claras connotaciones corporativistas. Es una ideología que pretendía organizar coherentemente las demandas y aspiraciones empresariales junto con la defensa de sus intereses privados. El gremialismo permitió después del Golpe de Estado de Pinochet la solidificación de una alianza con el gobierno militar (Vergara, 1985: 57, 59 y 65). 788 3. Entre el dogmatismo epistemológico y el absolutismo político. Toda la inestabilidad política chilena, que afectó a la práctica profesional de la sociología, se refleja en el Medina Echavarría ciudadano e intelectual, y en su clara apuesta por la democracia como tema personal y preocupación propia. Ésa fue su respuesta particular al auge, por un lado, de los teóricos de la dependencia y del marxismo y, por el otro, a los tecnócratas del pensamiento económico neoliberal que estaban detrás de las disputas políticas chilenas. 1203 Frente a ese movimiento de orientaciones teóricas, acentuadas en ese momento, él se mantuvo fiel a sus modelos de explicación sociológica para América Latina y a la cuestión fundamental de la democracia más allá de inclinaciones ideológicas o de problemas técnicos. La crítica que sufrieron los modelos como el de Medina se debió más, en mi opinión, a los proyectos políticos y sociales implícitos que podían tener esos modelos que al alcance teórico o su valor instrumental para el diagnóstico social. No hubo un debate académico o científico sobre la adecuación o no de estos modelos, principalmente porque la comunidad sociológica estuvo más preocupada de los aspectos políticos que de los estrictamente científicos. La moda sociológica de la dependencia implicó unilateralismo teórico y metodológico, mientras que el paradigma neoliberal se ocupó de atacar los logros económicos de la planificación social, argumentando la ineficacia económica de la democracia y sus desajustes técnicos. Dentro de ese marco debemos situar los últimos trabajos del sociólogo español. Si hemos insistido en el ―precipitado de los acontecimientos‖ de la historia reciente de Chile se debe a dos motivos; primero, porque hemos podido contar con el testimonio de personas que vivieron y participaron de aquella historia, y, segundo, porque entiendo que estos sucesos le hicieron recordar a Medina Echavarría otras experiencias que estaban muy vivas en su memoria como eran aquellas de la Europa de entreguerras, de la Segunda República o de la Guerra Civil española. Acontecimientos que él vivió muy de cerca. En cierto sentido, estaba reviviendo una vez más los extremismos y la amenaza autoritaria y fascista de su juventud. A cierta edad todo parece repetirse. Ahora en la vejez le tocaba muy de cerca la angustia y el peligro de ese rechazo hacia la democracia que se venía gestando en el Chile de comienzos de los años 70. Cuando Chile se estaba convirtiendo en ese laboratorio sociopolítico para América Latina -del que nos hablaba Enzo Faletto-, nuestro autor reclamó la democracia y se quejó de los excesos y consecuencias sociales que podrían provocar esos experimentos populistas. ―¡Para qué hablar de reformas!‖, se quejaba (Medina, 1972: 87). Es bajo este clima donde debemos entender y situar su pensamiento en su justa perspectiva. La construcción de todo este marco ideático, contextual e intelectual nos sirve para observar el lugar desde dónde Medina reflexionó respecto a la sociedad chilena y, también, respecto a toda la región. Por tal motivo, hemos subrayado la gran polarización ideológica y sociológica que hubo en relación a los diferentes modelos de desarrollo. Ello nos ayudará mejor a comprender los escritos de Medina Echavarría a la hora de avisar del peligro que 1203 Es por ello que algunos autores latinoamericanos actuales, como Armando Di Filippo, reconozcan a Medina el mérito de haber mantenido latente el tema de la democracia: ―Él fue el contrapunto a los teóricos de la dependencia dentro de la sociología política latinoamericana en aquella época. Todos ellos habían olvidado o subestimando el tema de la democracia. Y ahí aparece José Medina y dice ―la democracia no la podemos olvidar, la democracia es un punto‖, a pesar de ser weberiano‖. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 789 suponía la utilización de los espacios académicos, culturales y sociales para dirimir conflictos ideológicos. Si Medina señaló la emergencia de los nuevos grupos económicos y tecnocráticos, acorde con el primado de su racionalidad tecnocrática, y, por el otro lado, criticó a la generación dependentista fue, en mi opinión, porque veía que la disputa científica e intelectual que tenía que haberse resuelto en el campo democrático de la ciencia, comenzaba a resolverse por medios nada científicos ni democráticos, trasladándose la pugna al campo político y de poder, alcanzando la calle y repercutiendo esta disputa ideológica, en fin, en toda la vida social de aquel país. 1204 En un primer momento le causó una gran reacción la teoría de la dependencia gestada por sus discípulos (algo que le hizo, si cabe, estar más activo intelectualmente), pero más adelante vería con mayor preocupación la eclosión de una racionalidad tecnocrática que sedujo mucho a los políticos y al pensamiento de la época. En la medida que aquel contexto le influyó cercanamente, Medina Echavarría empezó a dar a su sociología un tono mucho más político, a favor de la opción democrática. Podemos afirmar que el sociólogo español fue un hombre que vivió de primera mano los fenómenos políticos chilenos. En su condición de exiliado acompañó a reflexionar sobre el desenlace de la vida política de Chile. 1205 Como él mismo decía, ―los problemas nos los ofrece la vida real y concreta mientras que las cuestiones son el resultado de nuestra propia tarea‖ (Medina, 1971: 47). De esta manera, el mayor problema que le ofrecía la vida real era la democracia. Si el tema del desarrollo latinoamericano le tuvo ocupado durante cerca de dos décadas, en los años 70 su mayor inquietud intelectual fue hablar en voz alta sobre la democracia y su posibilidad en un contexto histórico chileno con mucho ruido: ―En la época de la Unidad Popular no se creía en la democracia. Alguien dijo alguna vez, creo que (Adolfo) Gurrieri, que la democracia no era un tema en aquella época. El tema era hacer la revolución o no hacer la revolución. Por tal 1204 En mi opinión, considero que a Medina Echavarría le molestó las críticas que pudo recibir provenientes de la teoría de la dependencia. Él reconoce los desengaños que la sociología del desarrollo ha podido provocar en las jóvenes generaciones. Se siente, como miembro de la primera generación, en parte responsable de ―lo ocurrido en América Latina con la conciencia que ha despertado la percepción histórica y sociológica de la dependencia‖. Una protesta que ―traduce su desilusión ante el hecho evidente de que no les entregaba todo lo que buscaron en ella, una visión radical, nueva y sin resquicios de una sociedad diferente. En suma y dicho en forma extremada, la sociología ha tendido a veces con desafuero a alimentar ilusiones y a mantener expectativas que no podía satisfacer‖ (Medina, 1972: 88 y 227). Más que atacado, creo que Medina se sintió desilusionado con aquellos jóvenes sociólogos, algunos de los cuales había formado directamente en valores que nada tenían que ver con lo que manifestaban. Como me recordaba Juan Maestre ―la teoría de la dependencia se estaba metiendo en un círculo cerrado. Se había convertido en un instrumento de una determinada lucha, no de cambio, sino de una determinada lucha‖. ―A ellos no les gustaba que dijeras que eran discípulos‖. Entrevista mantenida por el autor con Juan Maestre Alfonso, 17 de mayo de 2011, Madrid. La actitud de Medina tiene mucho que ver con la reflexión de Aldo Solari, al reconocer la aparición de la sociología crítica como ―una pugna generacional‖, por cuanto la generación de sociólogos más jóvenes no reconocen la ―heterodoxia de los desviados de la generación intermedia, a los que incluyen en el mismo saco con los más criticados cientificistas‖ (Solari, 1976: 51). Porque nuestro autor, en el fondo, se siente un heterodoxo, pero no reconocido por los más jóvenes. 1205 Así lo vemos, por ejemplo, en la siguiente cita que encierra, en mi opinión, una crítica a la ―Revolución en libertad‖ de Eduardo Frei: ―El tercer punto que conviene recoger representaba en la intención de Mannheim una radical y violenta novedad. Escribía y pensaba dentro de una democracia liberal y representativa, defectuosa sin duda, que le impulsaba a la audacia de postular la reforma total como una planificación para la libertad, no una simple revolución en libertad, mejor o peor canalizada‖ (Medina, 1971: 7). Reclamaba, visto su pensamiento, una mayor planificación democrática que interviniera en todos los ámbitos, para que esa libertad no perdiese las condiciones de su posibilidad. 790 motivo, resalta mucho más la actitud y la postura constante de José Medina de advertir de las exageraciones antidemocráticas que existen bajo un régimen de masas y las consecuencias que pueden ocasionar (inestabilidad, tensión, temor, enfrentamiento, polarización y quiebra social, etc.). El tema que se discutía en el ambiente de la época era hacer o no la revolución. La democracia únicamente se mencionaba cuando se hacía referencia a la democracia burguesa frente a la democracia real. El objetivo era cambiar el modo de producción dominante. Había diferentes posturas y ajustes teóricos, diferentes formas de entender qué es la democracia, la cual podía significar cualquier cosa: revolución, dictadura, etc. Había una falta de consenso de qué se entendía por democracia. Todos se llenaban la boca con la palabra democracia, desgastándola, pervirtiéndola, sin serlo. Todos hablaban de democracia, pero cada cual entendía una cosa. Esto demostraba, una vez más, la ausencia de cultura política‖. 1206 Eran años en los que se tenía una visión muy sectaria del mundo. José Medina era un liberal en un ambiente político dominante no liberal. El marxismo que se hacía en la época nada tenía de liberal ni de respetuoso con las ideas ajenas. Parece ser que Medina estaba destinado a ser incomprendido. Sobre el futuro de la democracia en Chile, él fue poco optimista en lo personal, aunque sus escritos no digan lo mismo. El pesimismo lo llevaba por dentro. 1207 La responsabilidad del intelectual le hacía mirar el futuro con algún tipo de optimismo. Su sensibilidad por el contexto histórico, donde observó el debilitamiento del pensamiento crítico y utópico, es la que le hizo, en mi opinión, seguir soñando con la razón. Sin embargo, él entrevió a los ―enemigos de la democracia‖, aunque a veces lo ignoren ellos mismos, como el dogmatismo, la intolerancia o el espíritu tecnocrático de su tiempo (Solari, 1979: 195 o). Presintió también aquellos elementos conservadores que en Chile mezclaban el moralismo con el progresismo, o el autoritarismo con el anticomunismo. 1208 Al igual que rechazó toda verdad revelada o no del realismo marxista. De esta manera, su pensamiento se levantó 1206 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1207 Como me recordaba su hija Nieves, ―al final de su vida, no estaba muy optimista. Él fue un creyente de la razón y del ser humano por mucho tiempo. Pero al final dijo esto no va. Y el previó el terrorismo, el autoritarismo, y previó la violencia, lo que sucedió posteriormente en Chile‖. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. Podemos añadir, de forma ilustrativa, que Medina Echavarría se contagió del pesimismo de Max Weber. 1208 Medina Echavarría observó y tuvo que enfrentarse a lo mismo que él se había enfrentado en España: los elementos conservadores y oligárquicos de la sociedad chilena y de la sociedad latinoamericana en general. Algo que le llamó la atención fue el ―predominio de los militares‖ en la vida social y política de aquellos países (Medina, 1976: 129). Aunque la estructura social tradicional estuviera en ocaso todavía nuestro autor encontraba la supervivencia de mentalidades conservadoras que tenían mucha presencia y que eran muy fuertes. Pensemos que él escribió estas reflexiones en el marco de un país conservador y tradicional, como era Chile. Él dio mucha importancia al factor militar. No son el motor de la historia, pero sabía que son la puerta que se abre y se cierra. Creo que, en mi opinión, su posición era que una democracia republicana debe cultivar la fidelidad de sus fuerzas armadas. Medina observó, con todo, que la clase militar en América Latina había cambiado y que era clave en la fase de transición: porque recibía educación nacional y porque recibía educación técnica, acorde al tiempo tecnocrático. Esto hizo que el militar se interesase por la política en la región, al sentirse con legitimidad (manejan una idea nacional) y se sienten preparados (están educados y creen que con ellos el gobierno será más eficaz). (Medina, 1976: 131). Esta explicación sociológica de Medina respecto a la ―nueva clase militar‖ explicaría, como un factor más, sucesos históricos posteriores como el golpe militar de Pinochet: los militares chilenos se sintieron preparados para asumir tareas políticas de transformación social y a la vez ello suponía una forma de alcanzar el prestigio social (ya que venían de distintas clases sociales). 791 contra el dogmatismo (corolario epistemológico) y contra el absolutismo (corolario político). Se cuestionó, como hemos señalado, los logros del Estado interventor. Desde la ciencia económica se difundió la idea de que no era posible un crecimiento económico acelerado o constante con la participación popular en el proceso político y en libertad. Juan Francisco Marsal vio en aquel movimiento académico el ―antimodernismo de la derecha intelectual latinoamericana‖ (Marsal, 1979: 168). El caso es que la perspectiva económica más ortodoxa minimizó la vía política para conseguir el desarrollo económico, teniendo éste entre otro de sus efectos el de la democracia. La diferencia es que para Medina la democracia no era consecuencia del desarrollo, sino que también era medio e instrumento para alcanzar el desarrollo. Éste fue, sin duda, su gran elemento distintivo en relación a otros teóricos del desarrollo latinoamericano, economistas o sociólogos, y también en relación a teóricos norteamericanos de aquella época: ―la tesis de que en ocasiones el esfuerzo por el desarrollo es incompatible con la utilización de sistemas democráticos, nuevos o de escaso arraigo histórico, ha sido sostenida de una u otra forma por el grupo de los actuales politólogos norteamericanos en particular, que se han dedicado casi en apretado grupo de escuela a analizar el problema general de la ―modernización‖‖, afirmaba nuestro autor. A lo que añadía si ―podría, en consecuencia, preguntarse si América Latina no está destinada a pasar por una experiencia del mismo tipo‖ (Medina, 1970a: 203). En todo caso, Medina declinaba estas posturas teóricas que, de una u otra forma, eran acogidas por los economistas de la Universidad Católica, seguidores de todo este pensamiento modernizador de origen norteamericano, y que justificaban que el desarrollo económico únicamente podía realizarse con formas autoritarias de gobierno, sean de tipo carismático o de burocracias tecnocráticas dentro de gobiernos de derecha. Recordemos, en este punto, que para Medina Echavarría lo fundamental de aquel debate no era legitimar o mantener la idea de que el desarrollo económico produce la democracia; al contrario, para él la democracia era el único sistema que podía garantizar un verdadero desarrollo social, cultural, político, etc. La década de 1970 marcó el fin de la democracia representativa en América Latina, tanto en su vigencia efectiva como forma de organización política, como en su forma de ideología dominante. Se empiezan a valorar otras formas de autoritarismo que traerían consigo el tan deseado desarrollo económico. Entre los científicos sociales comenzó a haber una creencia que afirma ―una relación estrecha entre el desarrollo económico y el autoritarismo y que éste constituye una condición de aquél‖ (Solari, 1976: 541). Después será frecuente que muchos gobiernos latinoamericanos enfrenten las críticas sobre la falta de libertades democráticas aduciendo y escudándose en las tasas de crecimiento económico de sus respectivas economías, como así ocurriría en el Chile de Pinochet, por ejemplo. Antes que sucediera todo aquello, Medina, como veremos a continuación, avisó en sus escritos de las consecuencias sociales que tendría el ―olvido‖ de la democracia a favor del incremento económico. Desde una sociología crítica y proyectada hacia el futuro, él anticipó la contradicción entre los avances del desarrollo económico y el fracaso de todo proyecto de sociedad en el que no hubiera un marco ético y político en el que la democracia se hiciera efectiva. Nuestro autor, de esta manera, siguió la ―misión‖ de la sociología, la cual ―consiste en señalar y propiciar las posibilidades de renovación cultural que toda sociedad desarrollada posee‖ (Rodríguez Ibáñez, 2007: 21). Y para él esas posibilidades pasaban por la renovación y la profundización democrática entre las distintas racionalidades sustentadas en el debate académico, intelectual y político sobre el desarrollo económico. 792 Si Medina asumió esta postura intelectual y sociológica, absolutamente comprometida con unos ideales políticos ligados a la democracia y a su dimensión social, fue porque creyó y confió de manera firme en lo que decía. Su posición siempre fue clara y sin ambigüedades: ser coherente con su pensamiento. Sus convicciones sobre la democracia estaban lejos de ser ingenuas. Junto con la experiencia histórica contemporánea y el examen sociológico y político, él contaba además con el escrutinio biográfico. Si sostuvo estas ideas es porque sabía perfectamente que la democracia es un producto difícil de alcanzar y frágil una vez obtenido, más aún conociendo las condiciones que imperaban en su momento. También comprendo que esta acción, como intelectual responsable, iba dirigida a la generación posterior; la de aquellos jóvenes científicos sociales latinoamericanos, ya fueran sociólogos o economistas, que no habían conocido el autoritarismo y el fascismo europeo. Y a ellos, en cierto sentido, les culpa de la situación extrema que se vivía en Chile. Como sabemos, Medina aceptaba las teorías como hipótesis y no como dogmas establecidos, ya que todo conocimiento es relativo y provisional (Gurrieri, 1980: 37). Para él las teorías no se han de tirar como arma arrojadiza e ideológica. Por eso, su discurso sociológico tomó la forma de un mensaje o testimonio para los que no comprendían, convencidos por su dogmatismo epistemológico o ideológico, que con sus actitudes ponían en peligro la convivencia democrática en nombre de la ciencia. Entiendo que si Medina puso en riegos su credibilidad o su posición intelectual, ya anciano, fue para aquellos ―convencidos‖. Nuestro autor en ningún momento se sintió atraído ni por las modas ideológicas ni por las nuevas tendencias teóricas de su momento. Como tampoco se dejó arrastrar por los vaivenes de la sociedad de masas. Por más seductoras y alentadoras que sonaran las fórmulas salvadoras, mantuvo intacta su integridad intelectual y moral. Le resultó imposible sentir simpatía por cualquier solución populista o tecnocrática. En todo caso, como él buenamente sabía, su vida en el exilio era consecuencia de esos excesos que terminaban por sepultar las libertades. Fue entonces firme con sus propios principios, esforzándose hasta el final de sus días en desplegar su inteligencia con la intención de comprender la imagen de ese mundo. Esa fue su ―lucha‖ silenciosa. Hay además en su aporte, como ya pudimos comprobar, una reclamación por el ser humano. Porque en nombre de esas pruebas teóricas, sociológicas y políticas los hombres y mujeres sufren, padecen, opinan, viven, tienen poder y, como él sabía, pueden matar. Su mensaje de la democracia quería poner razón y mesura en ese laboratorio político latinoamericano en que se había convertido el Chile de su tiempo. Podría decirse que para Medina Echavarría éste fue un desafío en el que nunca perdió la poca esperanza que le quedaba, para así obtener una mínima comprensión de su tiempo y de poder compartirlo, aunque fuera de forma muy remota, para quien pudiera descubrir y entender lo severo que podría ser el castigo en el caso de ser incautos. 4. Las principales interpretaciones de la acción planificadora. Hemos dejado apuntado ya los márgenes y espacios en los que se libró aquella lucha por la hegemonía entre las distintas opciones de desarrollo y la articulación de diferentes proyectos políticos, ideas, programas de acción, actores, principios, valores, etc. Para José Medina Echavarría la disputa –la suya- pasó por la construcción democrática de Chile y de América Latina. La manera de hacerlo fue asumir un espíritu crítico, ilustrado: ―Lo que la crítica pone en claro precisamente es lo que una sociedad no es, aun queriendo serlo‖ (Medina, 1971: 63). Y según él América Latina, entendida 793 como una sociedad toda, no era democrática. Insistirá una y otra vez en ello. Por tal motivo, en las páginas que siguen trataremos de articular de forma coherente y concreta sus ideas en íntima relación con el contexto político chileno, latinoamericano y occidental descrito anteriormente. Es en los años 70 cuando encontramos la expresión más acabada, a mi modo de ver, de todo su pensamiento sociopolítico. En ese momento se evidencia su ―apuesta prioritaria por la democracia (sustentada desde una perspectiva iusnaturalista) desde la que estudia los problemas del desarrollo económico‖ (Paramio, 1990: 242). Si nuestro autor había comenzado tiempo atrás estudiando la democracia desde la óptica del desarrollo económico, en el último tramo de su vida la democracia en América Latina se convierte en la ―obsesión‖ de sus reflexiones intelectuales y sociológicas. Al hilo de la planificación democrática Medina volverá a replantearse algunos de sus temas predilectos, como la visión weberiana de un mundo desencantado, la amenaza de los excesos de la razón instrumental para el hombre y, sobre todo, la esperanza de lograr un ordenamiento racional de la sociedad acorde a la ampliación y al sustento de la libertad (Gurrieri, 1988: 74). 1209 Parece por todo ello razonable considerar que este período de su biografía intelectual estuvo muy caracterizado por un diálogo constante con la democracia y también ―sobre el problema de la razón y el de la naturaleza de la razón‖ (Solari, 1979: 195). Sin duda, el ―tema general de la racionalización de la política‖ y de la vida moderna le apasionó (Medina, 1972: 230). 1210 Vale decir, en ese sentido, que los planteamientos de Medina Echavarría sobre la racionalidad y sus distintos tipos estuvieron muy influenciados por el contexto burocrático y disciplinario de la CEPAL. La planificación había adquirido ya un papel 1209 Que Medina vuelva a sus temas predilectos no significa que no continuase con su particular evolución intelectual. Por ejemplo, no todas sus reflexiones respecto a la planificación democrática fueron homogéneas. En este período observamos cómo añade nuevos autores, lecturas, nuevas ideas a la par que la planificación en América Latina avanzaba. Un cambio conceptual fue la sustitución del término planificación por el de planeación, mayoritario en la literatura de la época. Este cambio de terminología estuvo motivado por las circunstancias políticas e históricas, pues hablar de planificación sonaba demasiado socialista o soviético. Nuestro autor también se hará eco de la literatura nacida al calor de la planificación en América Latina: así cita trabajos de Ricardo Cibotti y Oscar Bardeci, Un enfoque crítico de la planificación en América Latina, ILPES, mimeografiado, 1969. Medina cita el libro del economista argentino Ricardo Cibotti dirigía en aquel entonces el programa de capacitación de planificación del ILPES. Oscar Bardeci economista argentino. Se valora también la presencia del sector público en la planificación del desarrollo económico. ―El sector público en la planificación del desarrollo‖ de Ricardo Cibotti y Enrique Sierra, Siglo XXI, México, 1970. Enrique Sierra economista argentino. En cuanto a las nuevas citas, vemos la aparición en sus páginas de nuevos sociólogos, caso de Etzioni o de Barrington Moore, autores que tuvieron una gran actualidad en la sociología anglosajona durante los 70. Cita al Jürgen Habermas de Theorie und Praxis. Aunque, por supuesto, Medina seguirá apoyándose en las formulaciones teóricas importantes y notables de los clásicos y neoclásicos, caso de Pareto, Mannheim, Gehlen, Schutz y, fundamentalmente, Max Weber, para dar consistencia a sus ideas de sociedad y de planificación democrática. En fin reactualizó la vieja preocupación democrática con la literatura más actual. 1210 Raúl Prebisch recordaba la pasión con la que Medina se detuvo en los fenómenos de racionalización de la vida política, la llamada planificación democrática: ―Si se preocupó por la planificación, no fue por la mera racionalidad económica, sino porque consideraba que la misma podía significar, tanto en el campo económico como en el político y administrativo, un instrumento idóneo para ir atacando problemas de la realidad, pero con un claro concepto de los valores que se procuraba alcanzar…Él buscaba nuevos rumbos que permitieran utilizar los conocimientos científicos para llegar a esos valores; sobre todo a la democracia y a sus grandes valores humanos inherentes. Allí se apasionaba José Medina, cuando se llegaba a discutir ese punto o cuando se negaba la posibilidad de perseguir esos objetivos‖ (Prebisch, 1982: 17-18). 794 central en las políticas para el desarrollo. Añadamos que, con la perspectiva que concedía el tiempo, se comenzaron a evaluar las experiencias y las técnicas planificadoras en la región. Ya no estamos en una etapa inicial respecto a la planificación, sino que se estaban produciendo vivos debates teóricos, epistemológicos, metodológicos y, por supuesto, políticos, alrededor de los logros, resultados y refinamientos de las técnicas de planificación. Uno de los conflictos abiertos en aquella época en relación a la planificación fue las dificultades de ajustar y legitimar, por un lado, los cambios impulsados por los gobiernos latinoamericanos (recordemos que no todos eran democráticos) y, por otro lado, el diseño e implantación de esas políticas de desarrollo, donde entraban en frecuentes polémicas los diferentes conocimientos disciplinares. Este debate contó con distintos actores en el escenario regional: economistas, sociólogos, burócratas, tecnócratas, políticos, gobiernos nacionales, organismos internacionales, institutos de planificación, etc. Además el problema del mercado común y de la integración económica latinoamericana estaba en la mesa de la actualidad. Todo este ambiente tecno-científico era algo evidente y palpable en un lugar como el ILPES. Medina participó en estas circunstancias de la política científica regional como funcionario que tiene la responsabilidad de ofrecer continuamente las iniciativas que creía pertinente para los gobiernos latinoamericanos en cuanto asesoría técnica. Por ello, como Director de la División de Planificación Social del ILPES, presentó en la Undécima Asamblea de Gobernadores del BID, celebrada en abril de 1970 en Punta del Este (Uruguay), el documento de trabajo ―La planeación en las formas de racionalidad‖ al hilo de ese momento histórico de autocrítica y evaluación de las actividades planificadoras de la década del 60. 1211 Ese texto posteriormente sería incluido en su libro Discurso sobre política y planeación, de 1972, notable crítica a las corrientes teóricas e ideológicas de su tiempo, caso de la teoría de la dependencia y de la ideología tecnocrática. 1212 Un discurso sobre política y planeación, como conjunto de enunciados o razonamientos, en el que Medina se adhiere al viejo tema de la democracia, pero si cabe desde un deseo mayor por interceder y dialogar con sus interlocutores de antaño (la clase política dirigente latinoamericana, sus compañeros economistas de la CEPAL, sus compañeros sociólogos del ILPES, sus discípulos, profesores universitarios, técnicos 1211 En febrero de 1960 celebró el Banco Interamericano de Desarrollo la primera asamblea de gobernadores, que señaló el comienzo de aquella institución. Después de 10 años se organizó esta asamblea en Punta del Este para evaluar lo realizado y fijar las nuevas metas del desarrollo con los gobiernos latinoamericanos y con otras instituciones regionales caso de la CEPAL y del ILPES. Recordemos que el Presidente del BID era Felipe Herrera que al igual que Raúl Prebisch era ―un militante del desarrollo económico‖ y de la integración regional latinoamericana (Prebisch, 1970: XII). 1212 Aquel libro, dedicado a su amigo y colega José Gaos tomó ―la forma de discurso al modo dieciochesco que su título declara. Importa retener su fecha, dados los posteriores acontecimientos históricos, para evitar malentendidos‖, puntualizaba Medina. Algunos de los textos incluidos en este libro estaban motivados por el diálogo y estímulo de Raúl Prebisch: ―El Discurso sobre política y planeación se redactó en noviembre de 1970 impulsado por el afán nunca satisfecho del Dr. Raúl Prebisch en demandas de diálogo crítico‖ (Medina, 1972: 230). En ese momento Prebisch estaba redactando su obra Transformación y desarrollo. La gran tarea económica de América Latina (México, Fondo de Cultura Económica, 1970), en la que exponía que el problema del desarrollo latinoamericano se encontraba a inicios de la década del 70 en el agotamiento y estancamiento del modelo de sustitución de importaciones, observando como solución dinamizadora de las economías latinoamericanas la integración económica regional. Medina se hará eco de las iniciativas de cooperación latinoamericana que propone Prebisch, si bien le recordará la importancia decisiva en ello del elemento político. Añade además nuestro autor una crítica, como decíamos, a la teoría de la dependencia: ―El tercero de estos ensayos, Desengaños del desarrollo, el más breve, fue redactado en diciembre de 1971, con el propósito de que constituyera como una llamada a la reflexión, en un alto del camino‖ (Medina, 1972: 231). 795 planificadores, demás economistas, sociólogos e intelectuales chilenos y latinoamericanos, etc.), pero sobre todo poder concienciar a los ciudadanos. En él nuestro autor quiere ir más allá de los especialistas, criticando que el debate de la planificación únicamente se detenía en cuestiones fundamentalmente de alcance técnico cuando lo que realmente estaba en juego era el marco político. Reconoce que los ―aspectos sociales del desarrollo económico‖ fueron ―tomando mayores vuelos‖ hasta formar parte de la agenda pública (Medina, 1972: 184). Si en un primer momento la discusión con los economistas siempre significó ―un estímulo intelectual poderoso‖, ese debate se había socializado y formaba parte de la realidad más concreta. 1213 Medina era consciente que la reflexión en aquel momento pasaba por ―todos los que estén preocupados por lo que nos sucede en estos momentos y dispuestos a poner algo de su pensamiento en aclararlo‖ (Medina, 1972: 1 y 5). Tal era esencialmente lo que confirmaban estos trabajos: la toma de posición que se estaba dando entonces en el seno del propio ILPES y la CEPAL respecto al campo político. 1214 En ese sentido, para Medina la consideración del subdesarrollo en América Latina no era una cuestión técnica, sino el problema era, sobre todo, ―notoriamente político‖. Efectivamente, habíamos visto cómo esa sensación de crisis de la democracia era tan fuerte en su persona a finales de los años 60, cuando las soluciones populistas y el auge del conservadurismo modernizador sacrificaron cualquier aspiración de mantener un mayor o menor desarrollo económico al mismo tiempo que las formas políticas pluralistas. Soluciones ambas que ponían contra las cuerdas cualquier vestigio de un desarrollo económico democrático. El panorama, en realidad, no había cambiado mucho. 1215 Ahora nuevamente florecía en su pensamiento esa sensación angustiosa: ―Hoy ni la democracia ni uno u otro de sus mecanismos suscita las esperanzas, los fervores 1213 Medina reconocía que la perspectiva sociológica había conseguido socializar el debate del desarrollo económico: ―El hecho decisivo lo constituye hoy la convicción común, expresada de distintas maneras por unos y otros lados, de que es imperioso superar las estrecheces de todo economicismo con el fin de insertar al ―sistema económico‖ en el marco más amplio de un ―sistema social‖ orientado por valores humanos permanentes, sean los tradicionales o los nuevos que corresponden a nuestra época. En este sentido no puede negarse que la aportación mayor del pensamiento y de la investigación sociológicos –a pesar de algunas fallas que es preciso reconocer- ha consistido en su ampliación de la idea y la práctica del desarrollo al integrar su horizonte con dimensiones culturales de que antes carecía‖ (Medina, 1972: 226). 1214 Las siguientes palabras de Raúl Prebisch reflejan claramente el espíritu que había en aquella época dentro del ILPES: ―En el plano diferente en que me ha tocado y me toca en cierto modo seguir actuando, muchas veces se me dijo que carecía de la imparcialidad que corresponde a un funcionario internacional porque estaba preconizando medidas a favor de los países en desarrollo. Mi respuesta era muy simple, si se ha creado la CEPAL o la UNCTAD es precisamente para ayudar a resolver los problemas de estos países y no para defender el orden de cosas existentes...Quienes no lanzan nuevas ideas no por ello dejan de tomar una posición; por el contrario, con su pasividad o indiferencia contribuyen a perpetuar ese orden de cosas existentes que divide cada vez más el mundo entre la opulencia y el desasosiego.‖ (Prebisch, 1970: XIV-XV). Me ha resultado de gran ayuda el trabajo que Ruth Eliana Gabay dedica a Prebisch y su influencia teórica tanto en las ciencias sociales latinoamericanas como práctica desde los organismos regionales (2008). 1215 Recordemos que Medina a finales de los años 60 había cuestionado todos los supuestos políticos de la actividad política que no tienen que ver con la democracia representativa: criticó la dominación carismática, y la ―movilización‖ de las masas populares, que tienden a desembocar en populismo y en Estados militarmente organizados; dudó del desarrollismo del ―partido único‖, porque ―difícilmente ha podido ser en toda su pureza expresión del sostén popular‖; como también desechó la actividad económica sustentada en las dictaduras militares, ―en que han desembocado de hecho y por lo general las experiencias no democráticas de los programas de desarrollo‖ (Medina, 1970a: 202-205). 796 quizás apasionados, casi patéticos, de otros tiempos. Pero lo mismo ocurre con la idea de la planeación y sus formas concretas de realizarla‖ (Medina, 1972: 54). Su juicio manifestaba en el fondo una tesis negativa de la clase política (y de los nuevos expertos) respecto a la democracia en América Latina y su función en las tareas planificadoras. 1216 En el campo político latinoamericano había un desacuerdo básico sobre las reglas del juego político, hablándose en aquel entonces de ―falta de consenso‖ o de ―ausencia de legitimidad‖ (Franco, 1974b: 98). Sin embargo, ante la desazón personal siempre colocaba el contrapunto de la inteligencia. ―Los altibajos del entusiasmo y la depresión‖ debían ser ―aminorados, si no superados, en la actividad del científico y en la del político, unidos ambos por un mínimo de comunidad en sus supuestos‖ (Medina, 1972: 90-91). Medina no se dejó arrastrar ni por los acontecimientos ni por los sentimientos, dejando de lado todo intelectualismo e inclinándose, en cambio, por asumir con agudeza el papel del científico como asesor del político. Sus argumentos fueron los expuestos por Max Weber en su obra El político y el científico y que él recogía de la forma que sigue: ―Lo que no puede nunca el análisis científico, en cambio, es reemplazar o sustituir a la decisión misma en su totalidad, y esto por la notoria razón de que la ciencia –el asesor científico en su caso- no es capaz de declarar por sí misma, en cuanto tal, los valores que determinan la elección de los fines‖. En esas palabras encontramos la autorreflexión de Medina en relación a su lugar en todo aquel escenario institucional, sociológico y político. Según su punto de vista, el papel de la ciencia en relación a la política era el de la ―aclaración‖, el del diagnóstico de las situaciones dadas. Por su parte, la política era el mundo de los valores, último soporte de todas las decisiones. Pero tanto la lógica de la ciencia como la lógica de la decisión están unidas por una ―ética de la responsabilidad‖, tal como la exigía Weber (Medina, 1971: 57-58). Él no aceptaba, no podía aceptar en absoluto la radicalización voluntarista de la ciencia (social). En un contexto que se prestaba la mayoría de las veces a que el científico (social), como así sucedía en Chile concretamente, asumiese funciones y tareas políticas que no le correspondían; él, en cambio, reclamaba ―un enérgico retorno a la más consciente y depurada sobriedad científica‖ (Medina, 1972: 228). 1217 Medina no vaciló en dirigir su discurso a toda aquella heterogeneidad de interlocutores, sobre todo a los más jóvenes, que aparecían en el contexto del desarrollo latinoamericano y de sus relaciones internacionales: 1216 Medina rechaza también los modelos evolucionistas provenientes del pensamiento social anglosajón. Se pensaba que en las ―sociedades en transición‖, como sucedía en América Latina, los procedimientos democráticos pueden ser peligrosos, difíciles y autodestructivos si no hay planificación: Las sociedades latinoamericanas son sociedades en transición, pero no parten de cero, como así suelen ser vistas por la sociología anglosajona: ―Cabe dudar, por eso, de que pueda darse una respuesta abrupta, particularmente negativa, a la posibilidad de que los países latinoamericanos requieran para su desarrollo el olvido de sus aspiraciones históricas y de sus raíces culturales‖ (Medina, 1972: 47). De ahí su recuerdo a la tradición liberal en América Latina. 1217 Es importante señalar que si Medina justamente reconocía el mérito de la sociología y su institucionalización a la hora de generar una conciencia social (sobre todo respecto a la necesidad de desarrollo) en América Latina, también observaba el descrédito creciente hacia el pensamiento sociológico por su dogmatismo. Nuestro autor sentía ―la extrañeza, ante una disciplina que había tardado tanto tiempo en perfilarse como tal; luego su completa aceptación, lenta al comienzo y enseguida demasiado acelerada quizá, traducida en la incesante expansión del número de sus cátedras, de sus alumnos y de sus publicaciones; por último, una reversión de esa tendencia que se manifiesta de pronto en formas de rechazo y vituperio‖ (Medina, 1972: 228). 797 ―No es de extrañar por eso que los ―sesentones‖ en este tipo de actividad estén menos expuestos a las crisis eruptivas de silencio que los empujados en su obra por el entusiasmo y la ilusión. Nada de esto significa que se postule para ellos una completa indiferencia afectiva, ni la defensa de la pura gerontocracia en estos tiempos del poder juvenil. No se trata tampoco de estrictas distinciones cronológicas en el caso de considerar con Max Weber que la política constituye una tarea de adultos, pues lo que el gran científico y político quería decir – muestra viva de su propia tesis- es que la madurez del adulto reside y se manifiesta tan sólo –cualquiera que sea su campo- en la disposición a llevar a cabo todo aquello que debe hacerse, aunque se hayan perdido muchas de las primeras ilusiones. Únicamente en este sentido cabría sostener que, aun en los momentos más depresivos a que pueda llevarnos el desvanecimiento de algunas de las esperanzas despertadas por la formación de la sociedad industrial, no es admisible que abandonen sus respectivas brechas los hombres capaces de reflexión y de acción, puestos ante ciertas condiciones negativas, que vale siempre presumir como transitorias. Ni siquiera respecto de aquellos que persisten en mantener la posición más acosada hoy por todos lados, la que defiende la actitud liberal –el liberalismo, entiéndase, como forma de vida-, en modo alguno carente de todo futuro. Trincheras que unos y otros pueden proteger con todos los medios de que disponen: el análisis riguroso de la inteligencia científica, la ponderación crítica del discurso ―ilustrado‖ y la orientación pragmática de la prudencia como razón política. Por ello se trató de argumentar en estas páginas que en una época colmada de derrumbes –aunque también, con Jaspers, se pudiera destacar al mismo tiempo su significado histórico axial- es tarea de los hombres dispuestos a perseguir una política adulta tratar de traducir esa su madurez en la paciente reconstrucción de todo lo que de entre las ruinas merezca salvarse como todavía válido‖ (Medina, 1972: 91-92). El párrafo anterior es un gran ejemplo de la postura intelectual asumida por Medina Echavarría a la hora de recordar la conciencia trágica que la razón desarrollada podía ofrecer sobre la vida humana. Otra vez más hilaba su discurso desde la elevación y distancia que le confería la experiencia biográfica. 1218 Lejos de las trincheras. Sus reflexiones alrededor de las distintas racionalidades y conocimientos en relación a la ciencia y a la política girarán sobre los proyectos sociales y las formas de vidas humanas deseables que conllevaron cada una de esas posturas asumidas en el campo intelectual y en el campo político. Sus trabajos fueron en su tiempo una rara meditación en América Latina por pisar también ―los límites entre la sociología y la filosofía social‖ (Solari, 1976: 292). 1219 Pero siempre sin perder el sentido humano último. Por eso, conscientemente reclamaba, como decimos, la responsabilidad de cada protagonista 1218 ―Semejantes fenómenos depresivos no son de extrañar en un mundo que nos ha hecho vivir en muy pocas décadas, casi a saltos, una alternancia disolvente de ilusiones y desilusiones sucesivas‖, ilustraba nuestro autor (Medina, 1972: 89). Cita a su amigo Max Aub: ―Algunos muertos recientes que uno ha conocido‖, Papeles Son Armadans, CXXV, agosto 1966, recordando que ambos ya vivieron y conocieron una realidad bastante similar. 1219 No extraña este valor intelectual que le concede Solari a Medina, siempre preocupado por las cosas humanas: ―Una cuestión como la que ha sido objeto de estas páginas y tantas otras de la vida y de la ciencia social no podrán resolverse definitivamente sino desde la perspectiva de ciertas posiciones últimas, no por eso extrañas a las posibilidades de una argumentación racional, que quiérase o no mantiene presentes temas como los del Bien, la Justicia, la Felicidad, etc. Tales son, en fin de cuentas, los problemas de la filosofía política clásica, todavía vigentes en la actualidad‖ (Medina, 1972: 96). 798 para salir de aquella perplejidad que él pronosticaba ante el avance de un desarrollo excesivamente técnico que consuma la pérdida de libertad y termine por eclipsar al individuo. Su pensamiento entonces estará mediado por el ―desgarramiento‖, encontrando su espejo crítico en el Max Weber del tránsito del siglo XIX al siglo XX (Rabotnikof, 1989: 13). Este retorno a su autor predilecto tenía el sentido de repensar las formas políticas actuales desde su proceso histórico de gestación. Podemos decir incluso que nuestro autor hace una relectura weberiana destinada ahora a potenciar la ―primacía de la política‖, en un intento permanente por resguardar su autonomía y su irreductibilidad frente a otras instancias, como la ―venerable‖, en su tiempo, ―atracción carismática‖ (Medina, 1972: 33 discurso política y planeación). 1220 Medina construye una imagen distinta de su anterior programa weberiano potenciando la tensión entre la ciencia y la política, reclamando al final el predominio de la política sobre cualquier solución técnica o científica. Existe, en ese sentido, un claro replanteamiento a la hora de problematizar sobre la relación entre democracia, liberalismo y las racionalidades presentes en toda planificación. Preguntas formuladas también por el clásico alemán. 4.1. Sobre los tipos de planificación y sus distintas lógicas. Dijimos antes que aquel período fue importante en cuanto a la discusión sobre las distintas alternativas y técnicas planificadoras. Se buscaba un consenso, no siempre logrado, entre las diferentes perspectivas ideológicas, técnicas y teóricas. Por su parte, Medina Echavarría elaboró un diagnóstico de las ―distintas formas de racionalidad efectiva de las actividades planificadoras‖ (Medina, 1971: 12). Hablando de racionalidad quiso conducir el debate de la planificación hacia dos dimensiones autónomas e independientes: la teórica y la práctica. Para él la planificación, como una técnica social, se hallaba limitada en su cientificidad tanto por el lado de los diagnósticos como por el lado de sus fines. Por el lado de los diagnósticos, puesto que las ciencias sociales nunca podrán desprenderse de un mayor o menor residuo de racionalidad interpretativa. Por el lado de los fines, puesto que en ese extremo depende de una lógica de la decisión que implica factores que no son puramente científicos, sino que abarcan y convergen con racionalidades diferentes, envolviendo, de esta manera, el papel del científico social, del político, del burócrata, del ciudadano informado y del hombre común. Nuestro autor se hace eco de la lógica de distintas racionalidades: la lógica de la técnica frente a la lógica de la decisión (Brunner, 1993: 53). Medina distingue entre la racionalidad técnica y la racionalidad política, para lo que emplea el siguiente cuadro de H. Peter Dreitzel a la hora de elaborar las características racionales de la acción política. El cuadro de Dreitzel maneja los distintos tipos de racionalidad 1220 Nos parece necesario incluir este breve texto de Nora Rabotnikof respecto a la lectura que se estaba haciendo de Max Weber en América Latina en la época en que Medina escribe estas reflexiones surcadas por el análisis weberiano: ―nuestra América Latina recibió a Weber a través del estructural-funcionalismo y lo leyó desde la problemática de la modernización, desde la racionalización y el carisma que conectaban con nuestros ―populismos‖ y nuestros procesos de industrialización y desarrollo. En el mismo sentido, la temática de la ―neutralidad valorativa‖ ofrecía un excelente marco de legitimación al proceso de institucionalización de las jóvenes disciplinas sociales en nuestro continente, y a la función de los expertos y ―técnicos‖ del desarrollo. Hacia fines de los años sesenta, este Weber tenía muy poco que ofrecer…Curiosamente no es la temática de la ―neutralidad‖ sino la del ―compromiso‖ la que hace estallar la imagen de asepsia doctoral de Weber. Se construye una imagen diferente y el programa weberiano empieza a ser interpretado como respuesta a un problema político. Para esta generación, no es ya la mesura académica sino la tensión y el desgarramiento entre dos dimensiones, ciencia y política, lo que constituye la contemporaneidad de Weber‖ (Rabotnikof, 1989: 8-9). 799 que hay en la planificación política y que, como asegura Medina, recuerdan a la tipología de la acción de Max Weber y Karl Mannheim: TIPO DE ACCIÓN RACIONAL Acción racional Formal Racionalidad técnica (expedient) Acción racional Material Racionalidad política (sanctioned) Funcional (referida al desarrollo de la acción) 1. Racionalidad de procedimientos. a) burocracia b) Aplicación de normas c) Competencia legal 3. Racionalidad del proceso de decisión a) organización b) negociación c) influencia Sustancial (referida al resultado de la acción) 2. Racionalidad de fines. a) economía b) cálculo c) competencia objetiva 4. Racionalidad de la decisión. a) política b) realización de fines. c) capacidad creadora Con este cuadro Medina nos presentar los distintos tipos de acciones racionales que entran en juego durante la acción política: la acción racional formal, la material, la funcional y la sustancial. A partir de este cuadro creemos que nuestro autor reflexionó, como hemos dicho anteriormente, sobre su propio trabajo científico dentro de un instituto de planificación para el desarrollo económico en el que día a día se dialogaba con el campo de poder. A él, particularmente, le interesó mucho ―la colaboración institucionalizada de la ciencia en la actividad política‖ (Medina, 1971: 22). En primer lugar, en cuanto objeto de autorreflexión sobre su propio trabajo científico en el marco de las Naciones Unidas y, en segundo lugar, porque esta colaboración abarcaba simultáneamente formas de racionalidad que iban más allá de la modernización desarrollista y que para él eran parcelas de la modernidad misma. 1221 Aspectos del todo contemporáneos y que se insertan con absoluta comodidad en las discusiones más actuales sobre los diversos tipos de racionalidad y sobre los límites de la ―cientificidad‖ posible de la política y también de las propias ciencias sociales. 1221 Pensemos que en la CEPAL y en el ILPES Medina Echavarría tuvo un contexto privilegiado para poder observar el funcionamiento de distintas racionalidades que no siempre tienden a coincidir en sus fines. Podemos imaginarnos aquel contexto con la parcelación de distintos mundos: el mundo de la política del desarrollo, el mundo de la técnica de la planificación y el mundo de la ciencia en cuanto a elaboración de diagnósticos y teorías. Nuestro autor en ese contexto político-técnico y científico percibe distintas dificultades y tensiones, unas veces entre la política y la técnica, otras entre la política y la ciencia, o entre la ciencia y la técnica. Éstas son algunas de sus visiones críticas en cuanto a la planificación: 1) ―la tensión interna de los propósitos posibles de la planeación como instrumento de cambio y como medio de acelerar la tasa de crecimiento‖, 2) ―el escaso paralelismo entre las decisiones de los poderes políticos y las orientaciones o consejos del planificador‖ y 3) ―las dificultades habidas con las administraciones existentes, en el grado mismo en que las técnicas nuevas introducidas por el planificador suelen estar poco difundidas en los medios burocráticos apegados a ―sus formas rutinarias‖ de actuación‖. Mientras que los problemas que identifica Medina son: 1) pugnas entre distintos enfoques, el del economista y el del sociólogo, sobre los propósitos de la planificación, la distancia entre la teoría y la realidad, entre las metas y sus posibilidades, y el aspecto político (revolución, reformismo social, neoliberalismo, etc.: importancia de los proyectos de sociedad) 2) el divorcio entre el planificador y la política, la dificultad de diálogo con el campo del poder (tiene otros intereses distintos, clientelas, masas populares, etc.) y 3) las deficiencias burocráticas y de la estructura social (Medina, 1971: 2). 800 En apretada síntesis, podemos decir, que el interés de Medina Echavarría fue situar la planificación en el marco democrático frente a las posibilidades burocráticas o tecnocráticas a las que, según él, podía conducir el proceso de racionalización y modernización puesto en marcha en el continente latinoamericano. La historia moderna reciente había demostrado la existencia de otras formas de racionalidad política, como Max Weber había indicado. Medina las sintetiza, una vez más bajo la metodología del modelo típico-ideal del clásico alemán, y nos habla entonces de diversas formas de planificación: burocrática, tecnocrática y democrática. Paralelamente nuestro autor desvela lo importante que resultan los diferentes soportes humanos que dirigen y comandan la planificación. Lo que viene a hacer, en definitiva, es presentar a cada actor según la lógica de su racionalidad, acorde al cuadro de Dreitzel y encontrándose al final con Weber, formulador del binomio democracia-burocracia como signo de una época (Rabotnikof, 1989: 13). a). La planificación burocrática: Medina ya planteó en su estudio de Bolivia la consideración de la burocracia como uno de los condicionantes de la vida moderna en cuanto a racionalización de la administración estatal. La consolidación de las burocracias es un fenómeno histórico que ha ido acompañando a la formación del estado moderno representativo, cumpliendo el papel de mantener una ―técnica racional‖: ―La existencia de la administración racional coincide con la aparición de la modernidad en lo político y en lo económico. Ni el Estado ni la empresa actuales pueden concebirse sin el funcionamiento eficaz de un aparato burocrático. Y todo el mundo sabe hoy también de las razones de ese carácter imprescindible de la administración moderna. Los componentes racionales señalados por Max Weber como constitutivos de la marcha segura, constante, objetiva e impersonal de semejante aparato siguen en pie‖. Obviamente Medina considera como indispensable en las tareas planificadoras la racionalidad burocrática, aunque observa como problemático que el tipo de racionalidad burocrática no coincida ―con el tipo de racionalización que orienta y sostiene la actividad de los expertos, consejeros, asesores o como quiera llamárseles‖. La burocracia representa una racionalidad forma y funcional útil para la planificación democrática: ―formal en cuanto a su carácter técnico y funcional en la medida en que se refiere a la progresión adecuada de una serie de acciones‖ (Medina, 1971: 15-19). 1222 Por supuesto, el tipo humano de la burocracia será el burócrata, como ―el hombre que conoce y maneja racionalmente en primer término determinados procedimientos –prescritos por normas, reglamentos y precedentes- aunque nadie le niegue que asimismo pueda saber y sepa efectivamente de cosas, es decir, de las materias en que se ocupa a través de esos procedimientos. Su racionalidad es típicamente funcional y encuadrada prescriptivamente, por añadidura, en los límites de su estricta ―competencia‖ (Medina, 1971: 69). Nuestro, en resumen, entendió que era necesaria la burocracia en América Latina a la hora de modernizar y organizar las funciones administrativas y burocráticas del estado moderno. b). La planificación tecnocrática: La tecnocracia tiene que ver con la significación e importancia de los hombres de ciencia en las tareas administrativas y en el procedimiento técnico de la planificación. La racionalidad tecnocrática es la racionalidad representada por el ―experto‖: ―resultaría que los sopores humanos de semejante planificación estarían constituidos por los grupos de ―expertos‖ que ahora se 1222 Cita a Hans Peter Dreitzel, ―Rationale Handeln und politische Orientierung‖, en Soziale Welt, 1965, Nº 1. 801 denominan tecnócratas‖. En ese sentido, Medina se preocupó sobre todo de ―distinguir entre el hecho de la existencia de tecnócratas y el hecho de la tecnocracia en sí, es decir, entre el dominio de la técnica, del aparato, y el dominio de los técnicos o ―expertos‖. En nuestro caso concreto se trataría de diferenciar entre la planeación controlada por los tecnócratas y la planeación dirigida por el aparato técnico mismo‖ (Medina, 1971: 20 y 23). 1223 El tipo humano de la planificación tecnocrática viene a ser el planificador o tecnócratas, que él reconoce en los economistas: ―El planificador es hombre de ciencia –la económica- que conoce realidades objetivas: naturaleza y características de las ―cosas‖ de que se ocupa y a las cuales se atiene. Dicho de otra manera, sabe de modo especial de ciertos fenómenos calificados como económicos. Pero su actividad, aunque conlleve buena dosis de investigación, no es la de un científico puro sino la de un asesor. En cuanto planificador, no es más que un experto que ofrece ―modelos‖ o elabora estrategias. Los fines para cuya realización construye su plan no están puestos por él, no obstante el hecho de que pueda ofrecerlos en forma condicional como alternativas abiertas. Su campo, como en todo ―cálculo económico‖, es el de los medios e instrumentos. En consecuencia, la ―racionalidad tecnológica‖ –en el sentido conocido- preside típicamente y sin excepción toda su tarea‖ (Medina, 1971: 68). El planificador más que nada es un asesor, porque, según Medina, no tienen la capacidad de formular la imagen ideal de sociedad. Asesoran, aconsejan, pero no deciden la dirección de la sociedad. En todo caso, visto el anterior párrafo, observamos por parte de Medina Echavarría un cierto cuestionamiento hacia los economistas en su papel de planificadores. Si durante algún tiempo hubo entendimiento con los economistas alrededor de los aspectos sociales del desarrollo económico, las posibilidades que ofrecía la planificación a la hora de dialogar con el campo de poder reabría un período de disputas entre sociólogos y economistas a la hora de posicionarse en lugar privilegiado de la asesoría científica. Era una pugna sobre quiénes había de ocupar los puestos directivos y los puestos técnicos de la planificación. Había una competencia entre las distintas perspectivas ofrecidas por las ciencias sociales: entre el economista –en su papel de tecnócrata-y entre el sociólogo. (Elevación y distancia eran, según nuestro autor, los elementos principales que ofrece el conocimiento sociológico en las tareas planificadoras). 1224 Incluso podemos añadir que es un tema visto en clave 1223 Cita los trabajos de: Operational World, libro de Armytage. Otro: W. H. G. Armytage, The Rise of the Technocrats, 1965; Theo Pirker, ―Von der Herrschaft ubre Menschen zur Verwaltung der Dinge‖, en Archives Européens de Sociologie, Vol. V, 1964, Nº 1; Hans Freyer, Schwelle der Zeiten, 1965. 1224 Por supuesto, la racionalidad tiene que ver con el saber empírico y práctico. En ese sentido, Medina Echavarría se detuvo en reflexionar acerca del papel de la sociología en relación a su capacidad de asesoría técnica y científica respecto al campo de poder y respecto al campo de la decisión técnica de la planificación. Reflexión que le lleva a situarse una vez más en la tradición mannheimiana: ―La rotunda reafirmación de la sociología como la ciencia de la planificación, hecha por Mannheim, continuaba en este sentido una tradición, pero era al mismo tiempo, como ha dicho Habermas, una self-fulfilling prophecy, dado el carácter de disciplina auxiliar-analítica y funcional que trataría de retener más tarde en las tareas de la planificación económica‖. Medina estaba legitimando el lugar de la sociología en las tareas planificadoras, dado el carácter auxiliar y funcional de la ciencia sociológica. Es interesante, en todo caso, la deuda intelectual del sociólogo español a Mannheim, sin duda ahora cuando Medina comparte el interés por los problemas filosóficos y humanos de la planificación democrática: ―Mannheim fue el primero en vislumbrar que la planeación exigía una forma nueva de pensamiento y un nuevo tipo de hombre‖ (Medina, 1971: 6). En ese caso, nuestro autor se detuvo sobre todo en la racionalidad y soporte humano que necesita la planificación. 802 institucional y biográfica, dadas las pugnas intelectuales e institucionales que se dieron en el propio ámbito de la CEPAL y el ILPES entre economistas y sociólogos. c). La planificación democrática: ¿Por qué Medina Echavarría resaltó la opción democrática? Por señalar ―el hecho de la participación y el control populares en la elaboración y cumplimiento del proceso planificador‖. La planificación ―se trata ante todo de un sistema de opciones que se despliega en principio dentro del ámbito de posibilidades abiertas en el otro sistema‖ democrático. Para él ―la planeación democrática no constituye en modo alguno una utopía y sus supuestos ideológicos son los mismos del sistema representativo o con los cuales se confunde. La planeación, que es evidentemente para el pueblo, no es ejercida por el pueblo mismo, sino a través de una serie mayor o menor de órganos interpuestos‖ (Medina, 1971: 31-33). La democracia al ser un sistema de opciones permite que se abran y se discutan en sus órganos de representación parlamentaria las distintas ―posibilidades de participación‖ técnica, económica, administrativa, que pone en juego la tarea planificadora para el desarrollo económico: ―las opciones que lleva consigo el régimen representativo resultan paralelas a las opciones que formula la técnica de la planeación‖ (Medina, 1972: 63). Medina percibía que con las técnicas de la planificación se podía ir más allá de las metas estrictamente económicas y podían servir para organizar democráticamente a la sociedad, para reforzar sus procesos de comunicación, para generar nuevas formas de legitimidad en un ―mundo desencantado‖, para conjugar normas (fines) y medios de la acción, y para generar una creciente ordenación de los procesos de diferenciación funcional dentro de la sociedad moderna. En ese sentido, la planificación para él fue una forma ―mucho más compleja político-cultural y tecnológicamente hablando, del social engineering norteamericano‖ (Brunner, 1993: 51). En otras palabras, apostó por combinar el programa de la modernización junto con el programa cultural de la modernidad, vinculando la democracia con la aplicación del conocimiento a fines colectivamente elaborados y decididos. Mientras en el plano de los soportes humanos, el actor típico de la planificación democrática no es otro que el político: ―El político, cuya actividad es característicamente ―profesional‖ desde hace bastante tiempo, desarrolla una doble tarea sujeta a su propia racionalidad específica: no sólo tiene que decidir en la solución de los problemas que propone la coyuntura histórica, sino organizar y mantener continuamente eficaces las posibilidades de esa decisión. El logro de situaciones nuevas – supuestamente mejores- constituye la culminación de su primer tarea, mientras que la ―negociación‖ es la característica indispensable de la segunda…Lo que ahora interesaba mayormente eran sólo dos cosas: por un lado, destacar el tipo de racionalidad específica que orienta su acción, muy distinta de la estrictamente tecnológica del asesor científico y de la formal del burócrata, y por otra parte, insinuar, en vista de todas esas razones, las dudas muy justificadas que merece la tesis más de una vez expresada sobre la ―futilidad de la política‖‖ (Medina, 1971: 69). Medina reconoce que la acción del político es una acción muy distinta a la del asesor científico y a la del burócrata, dado que ésta acción queda determinada por los fines y metas ligados a ―la formulación de la imagen ideal de la sociedad pretendida‖ (Medina, 1971: 68). En definitiva, la acción política está presente en todos los regímenes políticos conocidos, no importando cuáles sean sus bases y organización. Sin 803 embargo, en las palabras de Medina sí que registramos su crítica hacia al poco aprecio que se le concedía entonces a la política y al régimen democrático en América Latina. 5. Una renovación democrática para América Latina. Acabamos de ver la distinción rigurosa de Medina Echavarría entre los distintos tipos de planificación, caracterizados por sus lógicas y sus soportes humanos. Es interesante apreciar cómo contrapone la racionalidad formal de la burocracia con la racionalidad substantiva de la tecnocracia. En todo caso, para él estos tipos de planificación tenían algo de común: ―el ideal de sustituir la administración de las personas por la de las cosas, de colocar en lugar de las relaciones de poder, las que derivan del saber‖ (Solari, 1976: 292). Lo que le preocupaba era un gobierno de expertos, de planificadores o tecnócratas. Veía con cierto escepticismo cómo el proceso de racionalización creciente en América Latina estaba siendo encabezado por éstos. Algo que criticaba abiertamente: ―Que se sepa, nunca ha existido en ninguna parte un auténtico gobierno de planificadores‖ (Medina, 1971: 30). Había una demanda tecnocrática en las tareas de la planificación por parte de los gobiernos latinoamericanos y sus políticas modernizadoras. Si bien, como decía Medina, se debía distinguir entre el dominio de la técnica y el dominio de los técnicos, porque una cosa era dominar la técnica de la planificación y otra cosa bien distinta era el dominio que puede ejercer el planificador. La posición de nuestro autor en este asunto la ha interpretado con lucidez Jorge Graciarena: ―Es muy importante entender que Medina no hacía con este ni con ningún otro tema un argumento anticientífico, ni contrario a la tecnología moderna. Al contrario, su juicio acerca de la presente civilización industrial basada en la ciencia y la técnica era altamente positivo. Lo que temía eran tanto los desbordes tecnocráticos como los argumentos de los ideólogos que propiciaban la sustitución de la política por la técnica y, consiguientemente, el reemplazo del gobierno de los representantes políticos de la ciudadanía por el de los especialistas y expertos.‖ (1988: 89). Exactamente, Medina cuestionaba el gobierno de los expertos. Para él la planificación podía convertirse en un auténtico sistema totalitario. 1225 Afiliándose a las corrientes críticas sobre el proceso de racionalización del mundo moderno (Adorno, Horkheimer, Marcuse, autores a los que cita), tuvo la suficiente capacidad para avisar de los excesos que podría provocar una modernización ―unidimensional‖ en el caso de que se suprimiera la política en el nombre de la técnica y de sus exigencias (Medina, 1972: 87). 1226 En este caso identificamos, como decía Solari, la dimensión filosófica de Medina, mientras responde a la pregunta de ―para qué la planeación‖: ―¿Planificación para el hombre, para la mejora y elevación de la condición humana, o ciego mecanismo automático al servicio de fines sin altura cuyo logro puede atenazar precisamente o malograr sin remedio el tipo de existencia que se anhela y que es lo único que justifica 1225 Cita Heinz Hartmann, Funktionale Autorität, de 1964. 1226 En otro lugar añade respecto a la Escuela de Frankfurt: ―La sociología como filosofía crítica de la sociedad (Adorno, Horkheimer, Habermas, Marcuse y otros) es en buena medida una meta-crítica de la teoría del conocimiento –opuesta como su fundamento a la orientación científica- que hace de los escritos de este grupo una tarea ciertamente dificultosa para el lector, aun siendo en casi todos ellos excelentes estilistas de su idioma. Alguno como, Marcuse ha tenido una resonancia de gran público inesperada y casi enigmática‖ (Medina, 1971: 62). 804 nuestra intervención en los azarosos movimientos de la historia?‖ (Medina, 1972: 70- 71). Denunció el peligro tiránico que puede tener la planificación si toma los excesos del positivismo y del racionalismo en el modo de que se aproxima a los fenómenos y a los sujetos sociales, porque ésta puede producir supuestamente un cuerpo de saberes que somete la ―subjetividad del objeto‖ a términos cuantificables y homologables, y todo ello con el fin último de manipular a los agentes sociales en una dirección que ellos no necesariamente eligen ni sienten como propia (Hopenhayn, 1993: 206). Su crítica trató de desenmascarar las distintas formas de voluntad de poder que subyacen a los discursos explícitos sobre la planificación y en las formas que éstos se legitiman en las teorías sociales. Por tales motivos, Medina Echavarría nos muestra cómo los valores influyen directamente durante la acción política y la decisión planificadora. Para él los valores (éticos, democráticos, morales, etc.) no pueden quedar subordinados a los procedimientos tecnológicos, porque ―el dominio de la preparación científica‖ únicamente atañe a ―la selección de las técnicas o medios para alcanzar un fin, que en ocasiones puede pretender extenderse hasta la formulación crítica de los mismos fines, pero nunca, como se sabe, de manera completa‖ (Medina, 1971: 64). En otras palabras, la razón técnica o científica esgrimida por los planificadores no puede ir más allá de su esfera de conocimiento y de su función de asesoría a la hora de facilitar la decisión política. La técnica planificadora en sí misma no puede dominar la esfera de la política ni reemplazar la responsabilidad del político en la toma de decisiones. Medina, en todo caso, no quiere que se aíslen razón y decisión, pero sí observaba como necesario ―la separación entre el consejo o propuesta científica y la decisión definitiva; o, si se quiere, la distinción entre el político y su consejero, el último de los cuales no pretende en modo alguno eliminar o sustituir al primero‖ (Medina, 1971: 24). Una vez más dialoga con Max Weber sobre estos rasgos que definen la política moderna: ―El científico Weber –economista de profesión como se sabe- y positivista por tanto, en cuanto tal no hizo sino poner de nuevo en claro –con la energía de su estilo- una distinción muchas veces aceptada, la que existe entre el mundo de los hechos y el mundo de los valores, entre las ideas empíricas y las ideas existenciales. Dicho en otros términos, el reconocimiento de los límites en que se encuentra un mundo ―desencantado‖ cabalmente en méritos de su propia obra. La verdad científica sólo se refiere al dominio de los hechos, al de la realidad empíricamente analizable, pero nada puede pretender frente a la región de los valores‖ (Medina, 1971: 56-57). Nuestro autor, al igual que lo había hecho Max Weber, realizaba un ―diagnóstico crítico-pesimista sobre el panorama que deja tras de sí el avance de la racionalidad‖ (Ruano, 1996: 153). 1227 Tal diagnóstico le hacía plantear con claridad su rechazo al ―tecnocratismo‖ y al ―burocratismo‖ como formas perversas de la racionalidad, afirmando, en cambio, la necesidad de dar prioridad a la racionalidad política en la toma de decisiones sobre fines (Gurrieri, 1982: 46). En la utopía cibernética, en la tecnocracia en sí, desaparece toda diferencia entre el análisis científico del experto y la decisión del 1227 Si para el clásico alemán el comienzo del siglo XX estuvo caracterizado por la idea de crisis, para el sociólogo español aquel tiempo atiende también a ese diagnóstico. Incluso para Medina la crisis constituye la esencia de la propia modernidad. 805 político (Medina, 1971: 25). 1228 Para él esta visión tecnocrática y cibernética era problemática porque entendía lo espinoso que era el cumplimiento del sueño de la pura administración de las cosas. De ahí su insistencia en diferenciar los distintos campos y racionalidades que coincidían en aquel contexto histórico (el político, el técnico- científico, y el burocrático). Cada campo cumple una función. Se relacionan entre ellos, pero no puede desaparecer la función original de cada uno. El plan es una forma de articular valores y de asignarlos no sólo a los fines, sino también a las normas tenidas por necesarias. Es la política quien permite organizar la actividad racional en términos de elección de medios, aplicándoles una escala de importancia y una escala de urgencia, y también de eficiencia. Pero el lugar de la política es el parlamento, los partidos políticos y el aparato estatal. 1229 El canal principal de la planificación tiene que ser el parlamentarismo, más allá de los canales institucionales de las diferentes instituciones planificadoras nacionales o regionales, porque el triunfo del plan depende de su legitimación. En sus muchos años de reflexión sobre el tema, había enfrentado una y otra vez los problemas involucrados en los dos tipos de razón, siempre en la procura de los medios más adecuados para orientar racionalmente la vida social. Al principio depositó su confianza en la racionalidad de la ciencia; más tarde, cuando admitió los límites de ese tipo de racionalidad —por su inevitable ―neutralidad valorativa‖— intentó integrarla con la racionalidad material, pero insertando a ésta en un ámbito donde fuesen posibles la discusión y el acuerdo racionales, no sólo de la relación formal de los medios con los fines sino de los fines mismos. Así fue configurando su propuesta de la planificación democrática. La elección de los fines del desarrollo tenía que ser alcanzada, según su punto de vista, a través de un proceso racional de discusión, contrastación y quizás combinación de las diferentes opciones y racionalidades; pero son las instituciones democráticas las que ofrecen el ámbito más apropiado para ese proceso de elección, sí se quieren evitar los peligros autoritarios que siempre acechan al despliegue de la razón material. Decididos los fines del desarrollo de modo democrático, la planificación en democracia constituye el instrumento más idóneo para alcanzarlos, la expresión más adecuada de la razón formal en el desarrollo (Gurrieri, 1979: 197). El discurso de Medina Echavarría representó, por supuesto, una ―justificación técnica de la democracia‖, donde insiste en cuestiones fundamentales de sus escritos de los años 60 como ―el parentesco existente entre la democracia representativa y la planeación económica, no en el sentido de una convergencia sustancial de sus respectivas naturalezas sino en el más limitado de ciertas afinidades electivas a tenor del ilustre título de la novela goethiana‖ (Medina, 1972: 58). Pensemos que a partir de esa 1228 Su crítica a la tecnocracia no deja de oculta, como señalaba Aldo Solari toda una teoría de la tecnocracia, innovadora en las ciencias sociales latinoamericanas: ―El mejor ejemplo de una teoría de la tecnocracia, es el de José Medina Echavarría‖ (1976: 292). 1229 Medina, surcando los terrenos de la sociología política, reclamaba la conexión entre los partidos políticos y las tareas de la planificación. Seguía considerando como válidas las posiciones clásicas de Ostrogorski (crisis de la democracia como crisis del parlamentarismo liberal) y de Michels (crisis de la democracia como crisis del socialismo revolucionario). (Medina, 1972: 74). Aunque siempre estaba preocupado de las experiencias occidentales, por no decir alemanas, respecto a estos temas. Así cita a Klaus Lompe, Gesellschaftpolitik und Plannung, Freiburg, 1971. Experiencia de la Alemania occidental. Medina estimaba como necesario reconstruir el sistema de partidos para que cumpliesen su función de asumir las responsabilidades de Estado y servir como mecanismos cabales de aglutinación y representación de los intereses sociales. Medina preocupado por la eficacia de los regímenes democráticos. 806 fecha nuestro autor aclaró que la democracia en América Latina era su preocupación intelectual más determinante y que desde entonces se dedicaría a defenderla desde distintos planos de análisis, buscando en cada momento la forma de legitimarla, ya sea por una cuestión técnica, ya sea como un mecanismo de participación individual o social, ya sea buscar encarecidamente la compatibilidad entre capitalismo y democracia…La justificación de esa defensa, como recordaba su discípulo Alfredo Gurrieri era simple: ―si se va a luchar por una nueva sociedad, que ella sea digna de ser vivida‖ (1980: 113). Interesa señalar que Medina, como siempre, habló desde la sensatez y también, una vez más, desde el acento biográfico: sabía que había que tomar decisiones urgentes y justas, socialmente hablando, de progreso y mejora social, pero su experiencia en las Cortes españolas le hacía recordar que las decisiones políticas se toman en el parlamento. 1230 La política se refiere al Estado y no a los técnicos. En este punto se impone esta consideración: ―Las ilusiones y las esperanzas del planificador –influir por medio de su tarea en las orientaciones políticas a las cuales une su propio destino- parecen más alcanzables cuando se encuentra ante un horizonte que estima como más abierto por el hecho de serle posible ejercitar las variadas cualidades que tiene la conciencia de poseer o a las que simplemente aspira‖ (Medina, 1971: 70-71). Es decir, el planificador –como tecnócrata, como economista- tiene afán de influir en la gestación de la decisión. Incluso desearía asumir el compromiso de tomar la decisión política. Sin embargo, Medina viene a recordar que la decisión seguía teniendo dos vías privilegiadas de gestación: ―el cálculo técnico, con sus limitaciones políticas, y la autoridad, responsable en última instancia sólo ante sí misma‖ (Rabotnikof, 1989: 231). Presentaba así el límite que el técnico o el científico en las tareas de la planificación se ha de auto- imponer: la responsabilidad de su propio trabajo. La ciencia moderna, profesional, se funda en la producción de innovaciones y estrategias, pero en último grado depende de las competencias comunicativas entre la esfera propia de la ciencia y la esfera de la política. En tal sentido, las posibilidades de 1230 Aquellos temas de su juventud perfilados en su tesis doctoral y en su experiencia en las Cortes republicanas, ahora los revivía en la vejez desde un organismo internacional. En su tesis doctoral, Medina había manifestado cómo los poderes y los intereses corporativos tienden a ganar márgenes crecientes de autonomía operativa en las relaciones sociales políticas, disociando las relaciones entre actores y ciudadanos políticos, lo que conduce al desmedro de la representación política y del sistema de partidos. En resumen, el observó que más importante que el interés político y social eran los intereses profesionales y particulares. Medina, en esta etapa de su vida, va cerrando el círculo de cómo las relaciones ente la democracia liberal y el capitalismo nunca han sido resueltas satisfactoriamente. Competencias y luchas entre distintos poderes: el poder económico y el poder político. R. Michels (influye en esta visión): Medina no quiere un Estado débil que quede a merce de los intereses corporativos y económicos. Quiere un estado civil y democrático. En Chile esto es visible: el gremialismo. También Medina sabía perfectamente de las limitaciones del planificador en su visión de poder transformar la sociedad. Paradójicamente estaba escribiendo esto desde un lugar como la CEPAL, institución que tenía canal directo con los gobiernos latinoamericanos a la hora de asesorar e interceder en las decisiones planificadoras. Sin embargo, estaba señalando algo más importante: el reconocimiento de la ―politicidad‖ del Estado. Es decir, frente a los nuevos asesores y técnicos externos que los gobiernos estaban contratando (fueran teóricos de la dependencia, fueran economistas neoliberales) estaba poniendo el acento en la democracia y sus órganos. ―Las tareas de la planeación son estrictamente de carácter científico, pero nadie puede olvidar el hecho, en apariencia paradójico, de que su comienzo y su término no sean reducibles sin más a un puro cientificismo‖, recordaba (Medina, 1971: 49). Obviamente que esta crítica hacia el ―cientificismo‖ era claramente una forma también de legitimar exteriormente el papel de la CEPAL a la hora de defender la fórmula democrática por encima de cualquier solución científica o técnica. 807 esta conciliación únicamente se pueden dar en una sociedad abierta y democrática, en el que todos los hombres participan del conocimiento científico, de su comunicación, y se pueden aprovechar finalmente de él. En consecuencia, la lectura de este esquema teórico, desde su dimensión más epistemológica y filosófica también nos permite ver con nitidez la voluntad activa de José Medina de fundamentar una intervención de la sociedad sobre sí misma a partir de la sociología. Pero de un pensamiento sociológico ―en cuanto tipo de reflexión del hombre sobre sí mismo, sujeto y objeto al mismo tiempo en la fórmula clásica de las ciencias sociales e históricas‖. Precisamente desde ahí miró Medina su realidad concreta: ―La sociología como pensamiento crítico-filosófico toma así una posición radicalmente opuesta a la empírica y a la científica, convirtiéndose en una filosofía de la historia de intenciones prácticas. El esfuerzo por poner de manifiesto, las tendencias suprasubjetivas subyacentes en la totalidad social, aclarando al mismo tiempo su sentido, es más importante que la tarea de ofrecer generalizaciones metodológicamente bien construidas o la absorción obsesiva por los problemas de la falsificación y de la prueba‖ (Medina, 1971: 63). En consecuencia, Medina apelaba al nombre de una sociología responsable, inserta en la tradición liberal-democrática y con intenciones prácticas, pero sensatas y reformistas. Él concedió un papel preponderante a la sociología como ciencia reflexiva de la sociedad y como ―autoconciencia del hombre‖, en un momento en que la sociología se venía pensando para otros fines más instrumentales, acorde a las tareas planificadoras (o más militantes, vistas las intenciones revolucionarias). En todo caso, Medina siempre tuvo confianza en las posibilidades de la razón, pero sin rebasar las demarcaciones de la racionalidad instrumental, y prevenido de convertir la planificación en una pesadilla totalitaria. No quería tampoco convertir a la sociología en cómplice de estos desmanes. Por tal motivo, el freno que encontró Medina a esas contrariedades que encierra la razón y su ejercicio práctico con la política fue el la responsabilidad compartida. Es decir, cada racionalidad ha de tener la suficiente responsabilidad sobre sí misma como para saber de los límites de su acción. Cuando el planificador sea consciente de ello, según Medina, se dará cuenta que el horizonte de colaboración con el político será más amplio y duradero en las condiciones de libertad que concedía el régimen representativo. Pues la libertad es, al fin y al cabo, el elemento constitutivo de la técnica y, por supuesto, de la ciencia: ―Si tanto la democracia como la planeación constituyen claros sistemas de opciones sería imperdonable toda ofuscación sobre el supuesto que fundamenta toda elección, el simple hecho de la decisión como ejercicio de la libertad. Nada expresa mejor este hecho –en el matiz incluso de una decisión espontáneamente compartida- que la naturaleza misma del saber científico, manifiesta en su pretensión de constituirse como una tarea abierta de investigación no sometida a traba alguna‖ (Medina, 1972: 70). Estamos, como señalan algunos autores, ante una de las propuestas más ―radicales‖ de Medina Echavarría por las connotaciones epistemológicas, teóricas, filosóficas y políticas que asumió con su postura intelectual (Brunner, 1993: 55). Quería resguardar el sistema democrático en sí. Y su medio fue el discurso sociológico. Creyó necesario garantizar la primacía y la autonomía de la racionalidad política sobre 808 la racionalidad tecnocrática o económica. Son dos racionalidades, con dos legitimidades diferentes. Para él la democracia tenía su propia razón de ser, su legitimidad que no se subsumía en la del capitalismo. Ni era tampoco presumible que la sociedad capitalista fuera el único tipo de sociedad que puede darla sustento como régimen político y forma de vida (Graciarena, 1988: 86). Medina no aceptaba la tutela de la democracia bajo ningún tipo de determinación económica (industrial, capitalista, etc.). Entendió que la democracia quedaba debilitada si se le quitaban sus fundamentos iusnaturalistas -los valores propios que la dieron origen- y se la pretende justificar únicamente por su utilidad como medio para lograr cualesquiera otros fines políticos o económicos (Gurrieri, 1982: 60). 1231 De esta forma, no quería el sacrificio de la democracia y de sus instituciones políticas a favor de la eficacia económica. No creía, por tanto, en los discursos tecnocráticos que hablaban de un régimen autoritario como una solución pasajera que resolvería el estancamiento económico y llevaría al logro inexorable de la riqueza y, finalmente, de la democracia. Del mismo modo que miraba con escepticismo la vía chilena al socialismo, ―un misterio aún en el regazo de los dioses‖, según sus palabras. Desconfiaba de estos ―conatos de solución‖, ―aunque provengan de tendencias heterodoxas‖ y ―pretendan una transformación más o menos a fondo de carácter socialista‖, porque nuevamente se le venía a la imagen el dominio de los grandes cuadros administrativos tecnocráticos, las capacidades técnicas, la rutinización de los planes, etc. 1232 En fin, tanto en la ―ortodoxia‖ como en la ―heterodoxia‖ reconocía a los opositores y antagonistas de ―las posibilidades de la planeación en régimen representativo‖ (Medina, 1972: 82 y84). Medina rechazó con energía todos estos supuestos. 1231 En el caso de la supervivencia de los fundamentos iusnaturalistas Medina dice: ―En términos más generales, la democracia conserva hoy día un reconocimiento casi unánime, pero no dejan de señalarse con pertinaz insistencia una u otra de sus fragilidades. Forzados así a detenernos por algunos momentos ante la idea de la democracia y el valor que en sí misma encierra, conviene comenzar recordando un hecho que suele pasar inadvertido. En la tradición anglosajona, en particular la americana, se acentúa el aspecto de la democracia como sistema de participación de los ciudadanos en las orientaciones del gobierno, mientras que en la tradición europea, al lado de este aspecto no menos reconocido, se reitera otro que el término ―constitucional‖ subrayó por mucho tiempo y que durante una larga historia en las ideas y en los hechos cristaliza en el llamado contenido liberal del sistema democrático. Es decir, en la doctrina de que todos los individuos como personas tienen derechos propios e inalienables aparte e independientemente de cualquier forma de participación: derechos naturales, civiles, políticos, sociales, destacados o preferidos incluso como uno u otro de esos nombres en los distintos momentos‖ (Medina, 1972: 43). El desarrollo significa en última estancia la extensión de los derechos civiles. Vuelve a citar el trabajo de T. H. Marshall, Class, citizenship and social development. 1232 En el siguiente párrafo reconocemos el análisis de Medina respecto a la vía pacífica al socialismo propuesta por Allende: ―La propuesta política que se sugiere en este grand tournant del socialismo consiste en la voluntad de utilizar los elementos más vivaces y decisivos de esa modificada estructura social en juego con los instrumentos ofrecidos por la revolución científica y tecnológica de nuestro tiempo. La acción futura del socialismo –se dice- tiene que apoyarse necesariamente en la consolidación de ciertos bloques políticos –en principio no necesariamente antagonistas- integrados por los intelectuales, las capacidades técnicas, los grandes cuadros administrativos tecnocráticos –tanto de las organizaciones públicas como de las privadas- y la capa superior, la más intelectualizada, compuesta por los obreros calificados de hoy. Sobre esa base se postula la posibilidad de llevar a cabo una transformación de tipo socialista, conducida quizá por un partido comunista sin pretensiones hegemónicas, que conserve o acepte el pluralismo social actualmente existente‖ (Medina, 1972: 83). Medina cita a uno de estos revisionistas sobre el socialismo, Roger Garaudy, Le grand tournant du socialismo, París, 1969. Recordemos que Medina había rechazado en los años 60 el modelo soviético de desarrollo decantándose, en cambio, por la fórmula occidental. 809 Obviamente el contexto chileno y latinoamericano le influyó mucho en esta visión de conjunto. Fue justamente la ideología tecnocrática la que terminó por legitimar a los Estados autoritarios latinoamericanos. 1233 Exactamente en Chile y en el resto de América Latina, con los gobiernos autoritarios, ocurrió lo que más temía Medina Echavarría: la política se fue plegando a las exigencias del poder económico hasta perder completamente su perfil democrático. Las relaciones económicas y políticas que en la democracia son conflictivas, en la tiranía desaparecen. El sociólogo español supo presagiar todo este descrédito hacia el Estado y hacia la democracia. Antes que todo ello ocurriese, él consideró que la defensa de la utopía democrática era algo tan real como serio para el futuro de la región. Frente a las utopías burocráticas y tecnocráticas, Medina planteó que la tarea futura en América Latina pasaba por la consolidación de los regímenes democráticos existentes. 1234 Profundizar en la democracia política hasta convertirla en una democracia social era, a juicio suyo, el único camino posible para poder evitar el deterioro de una convivencia política, siempre amenazada por la felonía militar. Hay que destacar que Medina fue coherente con sus propias convicciones democráticas y a la vez fue consecuente hasta el final con la tradición liberal latinoamericana. Le parecía penoso e inapropiado desbaratar instituciones y creencias democráticas que tenían muchos años de maduración y formaban parte de la constelación originaria de América Latina y de su ―experiencia histórica‖ a partir de una ―pretensión liberal‖ (Medina, 1972: 47). En ese momento, para Medina Echavarría ser demócrata significaba ―defender ahora sus principios intrínsecos, luchando por su efectiva recuperación‖ (Gurrieri, 1982: 62). Así fue el José Medina intelectual, quien en cada momento de su vida puso la perspectiva sociológica en el lugar concreto de su experiencia. En esos días asumió una postura epistemológica diferente respecto a ―la pesquisa y exploración del futuro‖: ―el porqué de esta nueva perspectiva hacia adelante tiene sus raíces en el pasado, en la historia misma tanto de la sociedad como de su conocimiento. En efecto, esta postura intelectual supone reconocer el carácter pluralista de la realidad social, compuesto por diversos núcleos de influencia y poder, tal como se comenzó a percibir en el despliegue histórico de la sociología cuando ésta renunció a la pretensión de construirse como la filosofía de la historia de la sociedad civil y más tarde como la interpretación rigurosa de la legalidad inherente a la sociedad industrial…Sabido es que la futurología se presenta 1233 Es importante añadir que José Medina Echavarría regresó brevemente a España en 1963 y en 1969, después de 30 años de exilio. En aquel viaje se llevó una impresión negativa respecto al avance de la ideología tecnocrática en el estado franquista. Estamos seguros que aquella experiencia junto al conocimiento de la realidad social chilena y latinoamericana le hizo profundizar en su rechazo hacia la ―utopía tecnocrática‖. Más adelante nos detendremos con detalle en ese tránsito de Medina por la sociedad y la sociología españolas. 1234 Recordemos en este punto que en el pensamiento social anglosajón y europeo se estaba comenzando a hablar del advenimiento de la sociedad pos-industrial y de tesis que hablaban de la ―utopía realizada‖. Medina, como siempre, atento a las corrientes internacionales se hacía eco de estos debates, si bien le interesaban especialmente por la manera en que tenían de conectar la proyección tecnológica y científica con las permanentes exigencias del poder. Este es un tema que, como vemos, le interesó mucho a Medina, el de la relación entre el saber y la política, o entre el conocimiento y el poder: ―Apenas planteada con plena claridad en las proposiciones de D. Bell, o resuelta quizá aparentemente con excesiva y dudosa soltura, como bien observa G. Sartori, queda inadvertido que el problema esencial es la forma en que el saber se relaciona con el poder, o -si se quiere de otra manera- la relación concreta entre quién conoce y quién manda‖ (Medina, 1972: 223). 810 como el intento científico de elaborar un sistema de conjeturas, que tomó del escolástico español Luis de Molina el término con el que quiere hacer hoy inteligible la tarea propuesta. Se trata de lo ―futurible‖, es decir, de lo contenido ya como posibilidad en el despliegue del futuro y que invita a concebirlo como previsión en los campos más diversos del quehacer humano‖ (Medina, 1972: 219 y 221). 1235 A través de su sociología proyectiva quiso defender a la democracia, a sus instituciones y sus valores, tanto de sus enemigos tradicionales como quienes creyendo defenderla, equivocadamente, los postergan para un futuro incierto, ya cuando se diesen las condiciones económicas y materiales propicias para su establecimiento. Medina veía necesaria la ―imagen de un futuro‖ que sostuviera, sin duda, esa idea de recuperación y profundización democrática (Medina, 1971: 12). 1236 Para él la utopía democrática era una posibilidad auténticamente factible y realista, con argumentos y antecedentes en la propia historia latinoamericana y con muchos y mejores argumentos que las otras utopías podían fundamentar en cuanto a su legitimidad (Gurrieri, 1982: 55). Aunque en América Latina se estuviese perdiendo la fe en la democracia, había que seguir creyendo en ella. En un momento en que lo político se hace técnico y lo técnico, por naturaleza, suele ser neutral, Medina no duda su propósito de ―alcanzar una sociedad más responsable social y culturalmente que no por eso renuncie a emplear los instrumentos técnicos de que ahora dispone‖ (Medina, 1972: 93). (Intuimos que señala a la tecnocracia quizás como la más radical negación de la democracia). 1237 A pesar de los fracasos, límites y deficiencias del régimen representativo, había que seguir confiando en él parlamentarismo, en el diálogo, en los cauces democráticos. Su insistencia en la democracia y en su proyección futura, fue una manera ingenua de reclamar, al final, la supervivencia de la esfera política, de la sociedad civil y de la opinión pública en un entorno amenazado por la tecnificación. En consecuencia, Medina Echavarría postuló su fundamentación utópica desde el reencuentro con los valores democráticos de comunicación y de diálogo social. 1238 ―Semejante sociología futurista se encuentra orientada por la idea de la posibilidad frente a la realidad, la actualmente existente, y pretende ser un puente entre ambas‖, planteaba (Medina, 1972: 219-220). Había muchos modos de construir un relato de 1235 Es interesante esta reflexión sobre Luis de Molina. Es una postura documentada, seria, con pasado y con una alta significación política: libre albedrío, gobiernan los dominados. 1236 Sobre el componente utópico de la planificación Medina cita a Helmut Schelsky, ―Planung der Zukunft‖, en Soziale Welt, 1966, Nº 2. 1237 Para Medina la demanda tecnocrática es aparentemente ―desideologizante‖ y al aumentar su peso contribuirá al renacimiento de la idea de la neutralidad valorativa de la ciencia social y a que los sociólogos, los académicos y los científicos sociales se refugien en la pretensión de imparcialidad (Solari, 1976: 633). Lo que observa es que cuando han triunfado esas ideas de sociedad –como ideologías excluyentes- sólo es posible una única sociología: la oficial. 1238 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Podemos añadir, que Medina dibujó un contexto de racionalidades entrecruzadas –y también de intereses entrecruzados- en donde el poder únicamente viene de aquellos sistemas que distorsionan el proceso de comunicación exigido por las sociedades modernas. En este sentido, los planteamientos del sociólogo español se asemejan a las aportaciones de Jurgen Habermas sobre las condiciones en que sería posible el despliegue de esas varias formas de racionalidad de forma autónoma. Por tal motivo, Medina concederá importancia creciente a los medios de comunicación y a la opinión pública como nuevos elementos de la política: : ―la democracia real por todos vivida corresponde al ciudadano bien informado el importante papel de ser un intermediario decisivo en la tremenda distancia que media entre el experto y el hombre corriente‖ (Medina, 1971: 44).Observamos, de todos modos, cómo nuestro autor recoge en sus escritos el giro lingüístico que empezaba a darse en la sociología contemporánea. 811 aquella crisis social y política. Pero él eligió el de la democracia como el lugar que mejor permite el consenso y la negociación, posibilitando la conducción racional de los asuntos humanos. Su matiz futurista pasaba por no comprometer, de ningún modo, el destino individual y colectivo. En realidad junto a la democracia ponía a su lado al hombre, lo que nos permite reconocer en su propuesta utópica las siguientes palabras de Martin Hopenhayn: ―La democratización exhaustiva aparece como meta-valor en un amplio haz de investigadores y ―productores de saber‖ que pueden adscribirse a la corriente humanista crítica, y constituye quizás la utopía más afín a la sensibilidad humanista y la que resulta más compatible con las variadas fuentes teóricas y disciplinarias que nutren dicha sensibilidad‖ (1993: 218). La sensibilidad por el ser humano y por su destino hicieron que Medina, en el fondo, reclamara esa ―democratización exhaustiva‖ como una forma de liberar al hombre: ―No cabe olvidar en definitiva que la política tiende o debe tender a la liberación del hombre, coincidencia bien significativa entre pensadores tan opuestos como Marx y Weber, o –en términos más aceptables por su mayor modestia- que procura o debe procurar el máximo de su mejoramiento dentro de lo efectivamente posible. En nuestros días la rebelión de Berkeley, el contagio hippie, la efervescencia del mayo parisiense, la resistencia primaveral de Praga y las inmolaciones en las selvas de Bolivia, revelan estados de espíritu que algunos pudieran considerar equivocados, pero que nadie puede predecir si algún día lograrán o no cristalizar en realizaciones positivas. Por lo menos, son perceptibles como síntomas insinuantes de que quizá el ser humano no pueda vivir sin un mínimo de utopía- aún consciente de su ilusoria proyección- ni esté dispuesto a renunciar, en términos de un marxismo heterodoxo, al sostén de una metafísica que tenga su principio en la esperanza‖ (Medina, 1972: 97). Su solución esperanzadora de un mínimo de utopía no significaba dejar de tener esperanzas, sino aceptarlas de una forma más modesta y responsable. En ese asunto, José Medina Echavarría se sumergió en las ilusiones de los más jóvenes, quienes se dejaron llevar por las distintas teorías e ideologías que pronosticaban el esplendor del socialismo. En su discurso entró ―en franco diálogo con los representantes de sociólogos más jóvenes de América Latina que se han distinguido por su actitud polémica y sus aceradas críticas frente a la labor cumplida en las dos décadas anteriores en el campo de la llamada sociología del desarrollo‖ (Medina, 1972: 202). Pero también apeló a la responsabilidad de la generación adulta, fueran políticos, científicos sociales o economistas, entregados, en cambio, a las expectativas del capitalismo, del desarrollismo o de la tecnocracia. Por tal motivo, les recordó que ―la tarea de los hombres de ciencia y de los de acción práctica no pueden entregarse al ensueño, sino al frío enfrentamiento de las realidades e que vivimos, tal como son sus urgencias inexorables. No se trata de silenciar la polémica, sino de llevarla más a fondo con los instrumentos del análisis científico y mediante la declaración y defensa expresa en el plano moral de aquellos valores que unos y otros postulan como fundamentales de la nueva sociedad a que se aspira‖ (Medina, 1972: 183). Él temía que se ―desanduviera el camino‖ democrático recorrido en América Latina (Rabotnikof, 1989: 236). Según palabras, estaba haciéndoles ―un llamado a la reflexión‖ (Medina, 1972: 231). Indiscutiblemente era al mismo tiempo una forma de reconocer el ―nuevo umbral histórico conseguido gracias a aquellos denostados esfuerzos‖ de autores del pensamiento cepalino, de miembros de otros organismos regionales o simplemente de 812 aquellos intelectuales representantes de la tradición democrática latinoamericana que se habían quedado sin espacio (Medina, 1972: 183). La ―lucha‖ de Medina fue encontrar una mínima rendija en el escenario de las ciencias sociales latinoamericanas por la que introducir su militancia democrática. Con la perspectiva que nos concede el tiempo, hoy en absoluto sería una posición descabellada o excéntrica su solicitud de diálogo, de consenso, incluso su petición de fortalecer el Estado junto con la profundización democrática. Sin embargo, la situación concreta de su presente le hizo orientar su diagnóstico hacia la generación futura, una vez desvanecida la fe en la democracia. Si durante algún tiempo Medina se preocupó del esfuerzo de creación y aprendizaje de una cultura política y de la extensión de la ciudadanía, ahora en ese tiempo de extremos –―la ola de irracionalidad que nos inunda‖ había escrito-, se conformaba, simplemente, con la recuperación de la coherencia y de la Razón en mayúsculas (Medina, 1972: 86). 6. El fracaso de la solución democrática. Este ejercicio de análisis retrospectivo de la obra y biografía de José Medina Echavarría nos lleva ahora al súbito desenlace de la situación social y política chilena del año 73. Como hemos insistido en las páginas anteriores, el debilitamiento de la sociología crítica, democrática y reformista del pensamiento cepalino se debió a cuestiones políticas y sociológicas que fortalecieron un creciente círculo de admiradores, simpatizantes y practicantes de los otros dos proyectos modernizadores que en la medida que quisieron imponer la obligatoriedad de sus principios éstos se fueron convirtiendo en soluciones políticas antagónicas y excluyentes. Como recuerda el historiador chileno Alfredo Jocelyn-Holt esta situación provocó una crisis de expectativas ideológicas, políticas y sociales que rebasó ―la solución democrática plebiscitaria‖. Afloró toda una serie de fenómenos sociales y políticos que causaron una gran alergia a nuestro autor. 1239 Se cayó en un magma en el que era bastante difícil mantenerse a flote, dados los desbordes del movimiento estudiantil, las resistencias a postergarse del estamento militar, el endurecimiento de la derecha chilena, la confusión ideológica de la izquierda, donde había grupos de todo tipo, como el MAPU, el MIR, los comunistas, etc., la aparición de grupos armados de uno u otro signo, la represión policial, la repercusión de la Guerra Fría y de la política de los Estados Unidos; en fin, surgieron ―otras vías de enfrentamiento que la institucional‖ (Jocelyn-Holt, 2001: 268). No hubo lugares de convivencia y encuentro entre las distintas ideas de sociedad. Ni en la Universidad ni en el Parlamento se siguió un criterio democrático y razonable. Acaso, como vimos, para la mayoría de los científicos sociales y de los sociólogos la democracia fue un tema ajeno para ellos. Y si dirigimos nuestra mirada hacia el campo político chileno encontramos casos como el MIR, que era el partido de la izquierda radical, influido por la Revolución cubana, el castrismo y las corrientes depedentistas. El MIR acusaba a la izquierda tradicional de moderados. En una oposición de izquierda, postulaba al fracaso del gobierno democrático de Allende porque sólo eran reformistas. ―El MIR no hizo ningún favor a la Unidad Popular por su actitud maximalista‖. 1240 Recordemos además que el partido socialista chileno también se radicalizó abrazando el marxismo-leninismo. Incluso en el congreso de Chillán de 1967 apostaban por la violencia revolucionaria como una vía legítima de alcanzar el poder. Dentro de este partido había dirigentes muy radicales, caso de Carlos Altamirano 1239 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 1240 Entrevista mantenida por el autor con Joan Garcés, 11 de julio de 2008, Madrid. 813 y su eslogan de ―avanzar sin transar‖. Hay que pensar, por tanto, que la postura más minoritaria en aquel contexto sociológico y político, donde los extremismos se justificaron por sí solos, era la liberal-democrática de la CEPAL y el ILPES. A Medina, en un estado de cierta estupefacción, todo aquello le parecía absolutamente conocido y le hacía tener abierta la sensibilidad hacia su pasado español y europeo. Él, que había visto el espectáculo de grupos y clases que se destruyen entre sí por su incapacidad para alcanzar un acuerdo sobre fines, como había ocurrido en la República de Weimar y en la España de la Guerra Civil, le hicieron presagiar los peores augurios sobre Chile (Gurrieri, 1980: 46). Medina había observado en España la pujanza que tuvo el movimiento socialista español y cómo su maximalismo le condujo a posiciones extremas en los años de la República. Su postura hay que entenderla por su formación reformista y republicana, considerando que las tensiones y los conflictos sociales no se resuelven con la lucha de clases, sino conforme a las reglas de juego democrático. Por desgracia, aquellos temores se hicieron realidad. La situación política chilena era casi ingobernable. En un país que históricamente había dispuesto de mecanismos de autocorrección y que era modelo en la región en términos de leyes y de política, se entregó a la violencia y a la polarización política e ideológica. Chile, un país con pluralidad de partidos políticos, con sindicatos, con un alto nivel cultural y con buenas universidades, con estabilidad democrática, con dos premios Nobel como eran Gabriela Mistral y Pablo Neruda; Chile, un país con libertades democráticas nunca alcanzadas en América Latina, se ―olvidó‖ justamente de su fundamento democrático. El extremismo de aquel escenario fue creciendo día a día en el Chile de la Unidad Popular. Se cernían negros augurios sobre la vida política del país. La gobernabilidad era un auténtico reto, hasta el punto que en junio de 1973 hubo una especie de ensayo militar, el ―tancazo‖, que fue la movilización de tanques que rodearon el Palacio de la Moneda, dirigidos por el coronel Supper y frenados por el General Prats, quien había sido Comandante en Jefe del Ejército y en ese momento era ministro de Defensa y ministro del Interior del gobierno de Salvador Allende. Este movimiento militar colocó en alerta a todos aquellos que apoyaban el gobierno democrático y que aún creían en que se resolviesen esas tensiones tal como lo había hecho Chile en sus 40 años anteriores, a través de la confianza depositada en el sistema democrático. 1241 Aunque lo cierto es que ya nada logró desactivar un golpe miliar que estaba en gestación (Reyna, 2007: 2). El ―tancazo‖ puso las cartas encima de la mesa. ―En esos momentos ya se supo quién estaba con quién. Pinochet, en el fondo, fue una casi de especie de acontecer histórico que estaba ahí, sino hubiese sido otro. Daba igual. Fue una desgracia. Le podría haber tocado a otro. De hecho, se supone que el golpe era un golpe pensado para favorecer a la Democracia Cristiana y que en un tiempo determinado volverían a llamar a elecciones para que Eduardo Frei volviese al poder. Y les salió el tiro por la culata porque quién se hizo con el poder fue un sector de Patria y Libertad que eran unos extremistas de derechas y la derecha chilena que se hace cargo del golpe. Al final los democratacristianos sufren tanto como sufrió la Unidad Popular‖. 1242 1241 Entrevista mantenida por el autor con Joan Garcés, 11 de julio de 2008, Madrid. Sobre los últimos tiempos del gobierno de Allende se pueden consultar los libros de este autor: Allende y la experiencia chilena‖, Ariel, 1976; El Estado y los problemas tácticos en el gobierno de Allende, siglo XXI, 1974. 1242 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 814 En efecto, fracasó la propuesta de una solución democrática en la medida en que la propia sociedad chilena estuvo directamente condicionada por una polarización de las posturas políticas e intelectuales que terminaron por colapsar el país con el golpe de Estado de Augusto Pinochet. La acción fundamental de los últimos días del gobierno de Salvador Allende fue buscar una mayoría parlamentaria que tratase de evitar un golpe militar. No lo consiguió. Buscó un acuerdo con la Democracia Cristiana, que ésta rechazó. 1243 Allende reaccionó introduciendo en un nuevo gobierno a relevantes cargos del ejército. La aparición de las fuerzas armadas como árbitro de la situación fue un error tremendo. Estamos delante de una de las historias más conmovedoras del siglo XX en el momento en el que se alzaron al poder unos militares que nunca antes se habían levantado. Los 1.000 días del gobierno de Allende le dieron muy poco para transformar la realidad social chilena y para llevar a cabo esa transición hacia el socialismo de forma no violenta y utilizando los mecanismos de la democracia burguesa. Sin embargo, aquel levantamiento militar no podrá quitar de la memoria colectiva la imagen de Salvador Allende y, sobre todo, su testimonio de vida por intentar hacer una mejor sociedad por vías pacíficas y democráticas. 7. Medina Echavarría, Chile y las ciencias sociales después del 11 de septiembre de 1973. Los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973 alteraron la vida de la sociedad chilena, repercutieron en su historia moderna y, obviamente, también afectaron a la biografía particular de Medina y de su familia. Lo cierto es que nuevamente nuestro autor, como esa máxima de que la historia vuelve a repetirse irremediablemente, se encontraba otra vez de bruces frente a otro golpe de Estado, frente a otra dictadura que rompió a la democracia y que vendría a frustrar muchas ilusiones personales y colectivas. Otra vez más la ciencia, las artes, la cultura, el hombre en sí, salieron perdedores de este golpe autoritario. Al poco tiempo murió Pablo Neruda, el 23 de septiembre, en medio de la muerte general. Su entierro casi en la clandestinidad simbolizaba el oscurecimiento de la sociedad chilena y del valor de las ideas y creencias democráticas. Aquella dramática situación afectó mucho a nuestro autor porque se cumplieron algunos de los malos augurios que había previsto en sus escritos (el extremismo de los discursos políticos, la concentración del poder político, el abandono de las clases medias como objetivos estratégicos de las políticas desarrollistas, etc.). 1244 ―A mi padre el golpe de Estado le dio una desazón tremenda. Lo sentía porque él lo vivió antes y sabía lo que venía después‖. Rechazó de inmediato aquel mesianismo 1243 Según la opinión de Joan Garcés gran parte de la responsabilidad política del golpe contra Allende la tuvieron Eduardo Frei y el presidente de la Democracia Cristiana, Patricio Alwyn, quienes no permitieron construir una alternativa democrática. Entrevista mantenida por el autor con Joan Garcés, 11 de julio de 2008, Madrid. Si en Chile históricamente la política se jugaba a tres bandas entre la Democracia Cristiana, la izquierda y la derecha, el acercamiento de Frei al Partido Nacional supuso un momento clave en el que ya muchos de los políticos e intelectuales, como así hizo Medina, miran a los cuartos de bandera de los militares. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1244 A Medina Echavarría le influyó mucho el contexto político chileno. El siguiente testimonio, escrito en diciembre de 1969, preveía como podía desembocar la historia política chilena: los gobiernos militares sólo suelen actuar en principio como el soporte de una política de ―pacificación‖, pero sin una política de desarrollo propia que tienen que abandonar en consecuencia a sus consejeros‖ (Medina, 1970: 205). O, por ejemplo, cuando señaló lo siguiente respecto a la necesidad de la reforma agraria en Chile en 1963: ―Una reforma agraria sin apoyos crediticios, sin el empleo de semillas escogidas, de técnicas progresistas, y sin una educación mayor del campesino medio, es una reforma destinada al fracaso‖ (Medina, 1963d: 503). 815 otorgado a Pinochet, como salvador de la patria chilena, porque sabía que inmediatamente venía el exilio y la violencia. ―¿Con qué derecho?‖, reflexionaba con los suyos nuestro autor. 1245 Para empezar, el golpe de Estado contra el gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende inauguró en América Latina un ―nuevo‖ modelo de desarrollo: el capitalismo y su racionalidad tecnocrática y neoliberal se instalaron en la región a través de las dictaduras militares. ―Chile fue el primer país latinoamericano de cierta dimensión económica en que se abandonó la tendencia intervencionista de años anteriores y se aceptaron criterios ultraliberales y empresariales en todos los terrenos de la economía (excepto que la industria del cobre permaneció nacionalizada, con participación para las fuerzas armadas)‖ (Urquidi, 2005: 356). Como decía Raúl Prebisch, ―no hay que extrañarse, pues, de que el empleo de la fuerza permita acudir al trasnochado liberalismo económico que solamente pueda aplicarse suprimiendo el liberalismo democrático‖ (Prebisch, 1988: XI). Efectivamente, el modelo económico impuesto en Chile constituyó la aplicación más extrema de la ortodoxia monetarista y librecambista de la Escuela de Chicago que fue seguida más tarde por otros países. Los golpes militares en Uruguay (27 de junio de 1973) o en Argentina (24 de marzo de 1976) no provocaron guerras civiles ni las dictaduras duraron muchísimos años (doce años en Uruguay, siete en Argentina y casi diecisiete en Chile), pero sí establecieron un modelo económico neoliberal que se consolidó en estos países y en toda la región en los años 80. Un corsé económico impuesto entonces que incluso explica algunas de las situaciones socioeconómicas de hoy día. Al autoritarismo se le atribuyó la función de preparar las condiciones para la verdadera libertad, produciendo cambios que no podrían ser realizados por una democracia política, proponiendo en este caso un ―gobierno mínimo‖ y criticando las funciones de bienestar del Estado (Moulian, 1993: 150 marxismo Chile). En el caso chileno, el paradigma neoconservador o neoliberal actuó como legitimación ideológica de la dictadura instalada en 1973: las ―concepciones neoliberales se materializaron no sólo en el ámbito económico, sino que se expandieron también hacia las demás esferas de la vida social, convirtiéndose en el soporte ideológico de una propuesta global de refundación de la sociedad chilena‖ (Vergara, 1985: 11). Los empresarios y propietarios que sintieron amenazada su defensa de la propiedad privada durante los años de la Unidad Popular, apoyaron a la dictadura militar porque en ella percibieron una garantía política y social de que su reproducción como clase propietaria estaba asegurada (Faletto, 1999b: 132). Es decir, veían como natural que una sociedad económicamente desarrollada producía una estructura social dual de (pocos) propietarios y de (muchos) desposeídos. Lo que hubo detrás fue un proceso de transformación estructural de la sociedad chilena a partir de cambios en las conductas de los grupos sociales, caso de las elites tecnocráticas y de los propietarios. Estos grupos sociales no se adhirieron al proceso histórico de modernización social y política de Chile, sino que se mantuvieron sujetos a sus intereses particulares. No se convirtieron en agentes de desarrollo, en un sentido amplio y colectivo. Todo lo contrario, el proyecto político de la dictadura de Augusto Pinochet instauró lo que se llamó eufemísticamente como ―democracia protegida‖, que no era más que el experimento de reducir en todo lo posible el antiguo Estado reformista y pluriclasista 1245 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 816 (Jocelyn-Holt, 2001: 271). La concepción triunfante de la sociedad fue el modelo de una sociedad guiándose a sí misma a través de los niveles de eficiencia y de las exigencias competitivas propias del mercado. De esta manera, al mercado se le consideró como el único camino capaz de garantizar un crecimiento económico elevado y de crear las condiciones para la erradicación definitiva de la pobreza. Se reconoció en aquel entonces el final de la sociedad de individuos a favor de una sociedad de consumidores y de propietarios. No había lugar para las clases medias, sino que se mantenía la estructura social bajo la tradicional división dicotómica entre propietarios (más su alianza con los nuevos tecnócratas) y no propietarios. Hubo un retiro generalizado del Estado en el ámbito económico mediante la reducción del gasto público, la disminución de la presencia estatal en la regulación de los procesos económicos y el repliegue masivo de éste como productor directo, confirmando, todo ello, que la meta de la economía de libre mercado no admitía la barrera estatal ni la mejora social. Se impuso un pensamiento socioeconómico que en aquel país había sido rechazado durante décadas. Este modelo neoliberal, instaurado de una forma autoritaria, ilegítima y violenta, terminó con medio siglo de desarrollo económico y social que en Chile había estado sustentado en la tradición democrática y reformista. 1246 De ahí en adelante, a medida que la tecnocracia neoliberal se fue afianzando en la conducción de la economía, esta última fue evolucionando sistemáticamente hacia las versiones más ―puras‖ y extremas de la ortodoxia de Chicago (Vergara, 1985: 77 y 85). 1247 Por lo que respecta a la sociología y a las ciencias sociales, el golpe militar significó ―un quiebre‖ del intenso desarrollo que venían experimentando en el país andino desde mediados del siglo XX (Bayle, 2008: 52). Como ya había indicado tiempo atrás Gino Germani, ―la inestabilidad política y la presencia de regímenes autoritarios impide o, en ciertos casos, anula el desarrollo de las ciencias sociales‖ (1964: 46). Y concretamente eso fue lo que más o menos ocurrió en Chile. El golpe de Estado trastocó la cotidianeidad de la CEPAL, la FLACSO y todas aquellas instituciones, organismos y universidades dedicadas a la sociología y a las ciencias sociales. La sociología en particular fue vista como socialismo y más correctamente como una ideología sirviente del marxismo. (Recordemos que el golpe de Estado se autocalificó como ―movimiento de liberación nacional contra el yugo marxista‖). Todo aquel que estuviera vinculado a las ciencias sociales fue considerado un sujeto potencialmente peligroso (Reyna, 2007: 2). Muchos alumnos, docentes e investigadores se marcharon de Chile, unos regresando a sus países de origen, y los chilenos emigrando al extranjero. La sociología salió de las aulas universitarias para deambular por organismos internacionales, ONGS, etc. 1248 En 1246 Este propósito lo confirman las palabras del General Leigh, miembro de la junta militar, quien proclamó ―deshacer todo lo hecho en los últimos 40 años‖. 1247 Los Chicago Boys hicieron toda la revolución macroeconómica del gobierno militar de Augusto Pinochet. Algunos nombres de esos economistas formados en la Universidad de Chicago y que con posterioridad al golpe participaron en el equipo económico del nuevo gobierno, ocupando diversos puestos en los Ministerios de Economía, Trabajo y en el de Hacienda, son Pablo Baraona, Álvaro Bardón, Jorge Cauas, Sergio de Castro, Fernando Lens, Sergio Undurraga, Juan Villarzú o José Luis Zavala (Vergara, 1985: 56-57). Posteriormente colaboraron nombres como los de Julio Dittborn, Joaquín Lavín o José Piñera, encargado de la reforma completa de los planes de jubilación y del sistema de pensiones. 1248 Este hecho caracterizó la fisonomía que tiene actualmente la sociología chilena: más centrada en la investigación social, en las técnicas y, sobre todo, en su practicidad social. Ha habido un cambio profundo de paradigma en esta sociología, pues si el ethos académico tradicional consideraba que una investigación sólo era relevante cuando producía conocimientos que son considerados como una contribución significativa por los miembros de esa misma disciplina, ahora las nuevas condiciones sociales de la 817 cambio, el movimiento neoliberal promovió centros de estudios sociales en los que se investigaba lo social acorde a los postulados de ese pensamiento, como la creación en 1980 del Centro de Estudios Públicos (CEP), (Vergara, 1985: 175). El gobierno militar cerró el CESO y la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, el CEREN de la Universidad Católica de Chile, el Instituto de Sociología de la Universidad de Concepción, y fueron intervenidos la Universidad Técnica del Estado, hoy Universidad de Santiago de Chile, y el Instituto de Sociología de la Universidad Católica de Chile, siendo expulsados varios profesores. 1249 ―Desde ese momento, los cientistas sociales fueron tratados con hostilidad, sus departamentos universitarios fueron suprimidos o reducidos en tamaño, su producción fue descartada y perdió significación y en general, la investigación social fue obligada a estructurarse completamente y a buscar nuevo hogar institucional. De allí surgieron los denominados centros académicos independientes, instituciones privadas dedicadas a la investigación social bajo las condiciones del autoritarismo‖ (Brunner, 1993: 10). La sociología se hizo en Chile desde el lado privado y desde los organismos internacionales, pero con el tiempo fue adentrándose en la esfera pública hasta su consolidación actual en las universidades. Frente a los peligros que corrían otros científicos sociales, José Medina Echavarría tuvo la suerte de estar amparado por la inmunidad diplomática que le concedía su pasaporte de funcionario de las Naciones Unidas. La CEPAL y el ILPES ayudaron a salir del país a muchos estudiantes y profesores acusados de subversión comunista, marxista o socialista, motivo por el cual eran perseguidos, torturados y asesinados por el gobierno militar. Gracias al testimonio de su hijo José sabemos que Medina Echavarría medió para que varios estudiantes uruguayos salieran de Chile a través de la embajada de Suecia. 1250 La CEPAL, el ILPES o la embajada del país nórdico fueron baluartes para la resistencia de las represalias del gobierno militar. En esos primeros meses de desconcierto y represión, nuestro autor estuvo muy nervioso por las amenazas que podía consumar la dictadura militar sobre su hijo, arquitecto de profesión, quien había diseñado para el gobierno de la Unidad Popular el edificio de la UNCTAD, símbolo de aquel gobierno, hoy Edificio Gabriela Mistral. Finalmente su ciencia sociológica en Chile hacen que la relevancia del conocimiento sociológico sea otro: una relevancia que tienen que ver con la utilidad de los conocimientos producidos. De este cambio, en parte, también es protagonista la CEPAL y los demás organismos internacionales erradicados en Chile, que incluyeron categorías tales como el ―impacto social de la investigación‖ o su ―potencial de aprovechamiento‖ (Brunner, 1993: 10-12). La sociología en Chile durante mucho tiempo tuvo una posición secundaria, pero ello no quitó para que destacaran grandes sociólogos políticos, hecho que indica aún más el carácter concreto de la sociología chilena, caracterizada por ir unida y a la par del desarrollo de los acontecimientos políticos. 1249 ―La sociología en la Universidad de Chile siguió dentro del Instituto de Pedagogía y nunca tuvo relación con la economía. Sin embargo, la relación economía-sociología en la Universidad Católica cambió en los últimos años, impartiéndose en la carrera de sociología cursos de economía dictados por economistas. La Universidad Católica actualmente tiene un sentido más práctico de la sociología. Algo que no se da en la Universidad de Chile‖. Entrevista mantenida por el autor con Vivianne Dättwyler, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Por lo que respecta a la Universidad de Chile, Rodrigo Baño nos recuerda: ―En 1973 se produce un brusco corte en la labores de investigación sociológica del Departamento, que se dedica básicamente a la docencia de pregrado, en el marco de la Universidad intervenida por el gobierno militar‖. Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño. Un examen exhaustivo de la situación de las universidades chilenas luego del golpe militar de 1973 se encuentra en Manuel Antonio Garretón y Hernán Pozo, ―Las universidades chilenas y los derechos humanos‖, Documento de Trabajo, No. 213, Programa FLACSO, 1984, Santiago de Chile. 1250 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 818 hijo pudo ―exiliarse‖ a España a principios de 1974. 1251 Medina pasó unos meses más en Chile. Regresó a España una vez jubilado como Director de la División de Planificación Social del ILPES en junio de aquel año. 1252 Después de eternos y perpetuos conflictos existenciales en el exilio latinoamericano retornaba, ya cumplidos los setenta años, a su país con la idea de quedarse en él. Volvía a España dejando una huella profunda en el ambiente cepalino. Su obra había marcado un nuevo punto de referencia para aquel contexto intelectual. Con su partida, Medina cerraba una etapa central de su trayectoria, distinguida, primeramente, por su incesante actividad a la hora de promocionar la sociología en el debate económico del desarrollo y, luego, por haber insertado la aspiración democrática en el panorama sociológico chileno y latinoamericano. 1251 José Medina Rivaud salió de Chile en enero de 1974 porque fue uno de los autores del proyecto y ejecución del edificio de la UNCTAD. Francisco Giner de los Ríos medió para que el hijo de Medina encontrará acomodo en España. La red del exilio también actuó como una red de auxilio. Escribió a distintos arquitecto recomendándole. Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina Rivaud, 24 de enero de 1974: ―Te envío adjuntas unas cartas para amigos arquitectos que espero te sean útiles. Pensaba habértelas dado en persona, pero tu padre me dijo de tu marcha –que no suponía yo tan rápida- cuando ya te habías ido. ¡Ojalá las cartas te sirvan de algo!‖. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 1252 Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina, 7 de octubre de 1974. Documento 44 y 45. ―Le vi tan deprimido las últimas veces que casi tenía deprimirle más con mi propia emoción. Eran muchos años de amistad los que se interrumpían‖. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 819 CAPÍTULO XXVII. RETORNO A ESPAÑA. LA DESPEDIDA. 1. El regreso a España. José Medina regresó a España con una actitud presidida por la distancia. Era consciente de que el largo exilio le imponía numerosas limitaciones respecto a la sociedad, al mundo universitario y al campo sociológico españoles. Había vuelto antes en dos breves incursiones. En 1963 visitó fugazmente a su familia. 1253 Las impresiones de aquel primer encuentro con su país natal se las abrevió a su amigo Francisco Giner de los Ríos: ―De mi viaje a España tendría que decirle largo y hablado. Pero en estricto resumen, un golpe traumático que no por previsto fue menos doloroso. Y no solo por la política, basta con el retorno 25 años después‖. 1254 Volvería luego en 1969, junto con su mujer Nieves, para ir preparando de a poco el retorno definitivo. En esa estancia aprovecharon a comprar un piso en un barrio céntrico de Madrid. 1255 Joan Garcés, quien fue recibido por Medina Echevarría en su casa de Santiago de Chile a inicios de 1970, me contó que él se sentía español y todavía convencido de sus ideales republicanos. Así le aconsejó Medina a Garcés: ―No pierda usted el contacto con España. Yo lo perdí. Cuando regreso a España parece que regresa un fantasma‖. 1256 Nuestro autor volvería a sufrir el desarraigo más desolador y el silencio más desalentador, otra vez más, cuando retornó a España en agosto de 1974. ―Viaje tranquilo. Pero recepción española inquietante por el calor y altos precios. Por el momento aplatanado e indeciso ante horizonte oscuro‖, le confesaría a Giner de los 1253 Viajó a ver a sus hermanos Remigio y Lola, y a sus sobrinos, amparado por el pasaporte de las Naciones Unidas al que José Medina llamaba ―la sombrilla azul‖. Tardó mucho tiempo en volver, principalmente porque todavía pesaban las órdenes contra su persona dictadas por el Boletín Oficial después de la victoria franquista. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1254 Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, 1 de abril de 1964. Documento 29. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. El intercambio de correspondencia entre Medina y Giner de los Ríos plasma la forma en que los exiliados españoles compartían ávidamente el regreso a España de un conocido. Esto lo observamos en la actitud de Giner de los Ríos respecto al retorno de Medina a la sociedad española, deseoso de recibir información: ―A pesar de mi silencio no he dejado de recordarle en todos estos meses, cuyas experiencias me gustaría comentar a fondo con usted. Gracias retrasadas pero verdaderas por sus tarjetas españolas. ¿No tendría usted tiempo de escribirme algo de sus impresiones? Me interesaría muchísimo‖, Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina, 19 de marzo de 1964. Documento 27. Y añade en otra: ―Muchas gracias por su carta de 1o. de abril contestación a la mía por su santo. Mucho me gustaría que me ampliase usted sus impresiones españolas y que ya que no podemos vernos de momento se las hablase usted a una secretaría a vuelo- dictado‖. Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina, 13 de abril de 1964. Documento 28. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 1255 ―Mi estancia en Madrid ha sido extraña y fatigosa: extraña en la medida en que casi todo el tiempo estuve dedicado en la busca y arreglo de la casa. En estas fechas está casi todo arreglado y yo más tranquilo‖. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos; Madrid, 28 de junio de 1969. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. Medina volvió a Chile, pero su mujer se quedó en Madrid, según informa Max Aub en nota de su diario del 16 de octubre 1969: ―Vamos a comer con Nieves Medina. Se han comprado un piso. La encuentro más delgada pero bien. Comemos muy a gusto hablando de tiempos pasados. A tomar café llega Remigio. Gordo, feliz. Tiene una retahíla de hijos, de la que conocemos ahora una excelente muestra. Le va muy bien. Luego llega Arturo Soria, tan exuberante, disparatado y hablador, lleno de vida, como siempre. Se nos va el tiempo. Quedamos en volvernos a ver en seguida‖ (Aub, 2003: 451-452). Recordemos que Remigio es el hermano de José Medina Echavarría. Y Arturo Soria era nieto del ingeniero canario que da nombre a una calle de Madrid. 1256 Entrevista mantenida por el autor con Joan Garcés, 11 de julio de 2008, Madrid. 820 Ríos. 1257 Llegó cansado de Chile, en esa época adversa, calurosa y solitaria que es el agosto de Madrid. Se encerró, aburrido y tedioso, en los ―estrechos espacios del departamento‖: ―Hemos vivido sometidos –y son tres meses- a la más completa inercia y devastadora desidia. Y parece así como si esta carta fuese el primer tirón hacia la enérgica normalización que causaría. Mi salida de Chile en las circunstancias y el modo en que se hizo fue una tremenda desgarradura de la que apenas he podido –ni menos Nieve- salir. Me dolían todos los huesos, todo el pasado y todas las ausencias‖. 1258 En el destierro latinoamericano padeció, y mucho, la amargura de no poder retornar y la pérdida de la familia, de los amigos, de los lugares comunes. El exilio marcó su destino académico, pero también condicionó toda su vida familiar y personal. Medina sufrió, como intelectual, el derrumbe de todo el imaginario democrático y liberal que había conocido en la España republicana de su juventud. 1259 Incluso al otro lado del Atlántico le faltó entendimiento en algún momento con compañeros y colegas. También sintió el prejuicio, siempre llevado a cuestas con dignidad, de ser un ―rojo‖ y un perdedor de la Guerra Civil española. Pero lo que desconocía era que las imágenes del retorno y de esa España ideal, tantas veces imaginada y soñada, no se corresponderían a lo que verdaderamente conoció. ―Quedó un poco desilusionado por el espíritu de consumo que encontró. Uno de los comentarios que hacía mi padre era: ¡qué guerra más estúpida para acabar tomando whisky!‖ 1260 Sufrió íntimamente la convicción de que era España y no él la que había cambiado. Esa misma experiencia, ―la tragedia del desarraigo‖ (Aznar Soler, 2003a: 76), no por eso menos paradójica, la compartió su gran amigo Max Aub, inmortalizada en su libro La gallina ciega: ―Lo que sucede es que los españoles han perdido hace tiempo la idea de lo que es la libertad. Se creen libres porque pueden escoger, el domingo, entre ir a los toros o al fútbol. Pero no tienen concepto alguno –ya no lo tienen- de lo que fue, de lo que ha venido a ser para ellos, la libertad. A lo sumo, saben de la estatua de Bartholdi. La libertad en los Estados Unidos, para ellos, de piedra, como la llama de la antorcha que lleva en su mano; algo así como el Comendador: un monumento, una tumba. De acuerdo: la libertad, en los Estados Unidos, es únicamente para los norteamericanos, y blancos de preferencia –por lo menos por ahora-, pero, con todo, es la libertad, tal como 1257 Tarjeta postal de José Medina Echavarría a Francisco Giner de los Ríos, 23 de agosto de 1974. Documento 86. La foto es Arco de Cuchilleros de Madrid. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 1258 Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Madrid, 17 de octubre de 1974. Documento 46- 49. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 1259 La tormenta del ―viejo retorno‖ se reflejan sucintamente en estas confidencias que Medina le escribe a su amigo Aub sobre qué juventud se encontrará cuando vuelva algún día a España: ―Mi impresión personal ante esa juventud es escéptica y sus circunstancias mucho menos favorables que las nuestras. Está condenada a continuar el conformismo del auge europeo, que de refilón ha tocado a España y que permitirá –si no son idiotas- una transición tecnocrática (ilegible), sin mayores dificultades‖. Carta de José Medina a Max Aub, 7 de abril de 1965, 43/43. Fundación Max Aub. Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. 1260 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. Medina hablaba desde la perspectiva de ―consumidor jubilado‖, como le confesó a Francisco Giner de los Ríos. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Madrid, 17 de octubre de 1974. Documento 46-49. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 821 hoy se practica, aunque sea mal, en el mundo civilizado. Algo es algo y ese algo es mucho. Aquí, no. Aquí no es que no haya libertad. Es peor: no se nota su falta. Falta hasta el concepto de lo que es. El español se mueve hoy por la calle, que va y viene, de la Gran Vía al Grao, no tiene idea de lo que es ser libre‖ (2003: 180). Los dos amigos se debatieron ―dramática y dolorosamente entre su memoria histórica y la realidad actual‖, entre la calidad política, ética y cultural de un tiempo histórico que fue el suyo y la mediocridad intelectual y la miseria moral que tanto Aub como Medina juzgaron dominantes en España durante la dictadura franquista. Ambos estaban absolutamente convencidos de la ―superioridad intelectual y moral de la España republicana sobre la franquista‖ (Aznar Soler, 2003a: 18 y 43). Uno y otro compartieron la impresión, como apunta Tomas Segovia, de que ―la clase pensante española‖ había claudicado. No solamente los intelectuales, sino toda la sociedad educada en su conjunto. Lo que encontraron fue la connivencia y la ambigüedad de la clase intelectual con el poder político y económico. Sintieron que la responsabilidad intelectual es justamente lo que había desaparecido en España. En las postrimerías del franquismo nuestro autor sospechó que lo que caracterizaba a la sociedad española era justamente la ―defección de los intelectuales‖. La España que él había vivido y conocido, y en la que él había respirado un clima renovador y modernizador, es justamente la España que no encontraba por ningún sitio. Ya no estaban las librerías que dejó en Madrid, ni los cafés, ni las tertulias. Ni la Universidad ni todo aquel mundo intelectual que tanto le entusiasmó. ―Asesinaron a lo que conocí‖, sentenció Aub (2003: 597). Únicamente estaban los recuerdos existentes en su memoria. No sólo había cambiado la fisonomía urbana, sino también la fisonomía humana. Treinta años fuera de España eran muchos años, demasiados. Medina comprendió que él había vivido en una España distinta, la republicana, pero él siente también que nunca renegó de ese mundo y de esos valores e ideales, ―a pesar de las desilusiones, los fracasos, los errores y los reproches‖ que padeció en el largo exilio (Segovia, 2007: 6). No le gustó lo que vio, principalmente, porque ―siempre tenía su pensamiento en la España que él había dejado‖. 1261 El sentimiento de la pérdida de una sociedad siempre es doloroso. Ese mundo detenido en el pasado es el que le hizo vivir su vuelta con absoluto escepticismo, entregado a su ―inercia y desidia‖ como escribió. 1262 Aquellas sensaciones apenas le permitieron sospechar o barruntar todo el movimiento sociológico y político crítico respecto al régimen franquista. La sociedad española no le esperó. Como bien dice Juan Francisco Marsal –otro de los sociólogos españoles emigrados por pensar bajo el franquismo-, ―una colectividad, cualquier colectividad humana, sigue su curso, a trancas y barrancas, nos guste o no, de acuerdo o no con los sueños de nuestra infancia, y no va a esperar a que el emigrado retorne‖ (1975: 15). Por tal motivo, Medina Echavarría, ―incluso en su breve retorno a España sigue siendo, por otros motivos y de otro modo, un exiliado en su propia patria‖ (Maestre Alfonso, 1991: 19). Como muchos otros, sufrió el olvido de su propia sociedad. Celso Furtado nos cuenta en sus memorias una anécdota del incurable estilo de Medina cuando coincidió con él en Madrid: ―Años más tarde lo encontré en España, de paseo. Ahora era yo el exiliado. ―Ah, Celso –me dijo-, esto aquí 1261 Entrevista mantenida por el autor con Enrique V. Iglesias, 15 de julio de 2009, Madrid. 1262 Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Madrid, 17 de octubre de 1974. Documento 46- 49. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 822 es otro país, ni peor ni mejor, simplemente es otro‖. La vida le había reservado esa última sorpresa: ya no podía entender el propio país. Se despidió diciendo: ―nunca se exilie por mucho tiempo‖‖ (Furtado, 1988: 102). La emigración tiene esas cosas: salir es difícil, pero regresar aún mucho más, aunque sea cargado con una de las trayectorias académicas más distinguidas en América Latina. ―De España no espero nada‖, llegó a escribir un día en una libretita. ―Una frase bastante dramática y patética. Una frase que escribió, que la dejó, como todo el mundo que andamos dejando pequeñas huellas por ahí. Y esta huella era para que alguien la viese. Es una cosa mayestática‖, nos confiesa su hijo José. 1263 Efectivamente, creo que Medina Echavarría nunca imaginó las consecuencias tan dolorosas de la vuelta: su inexistencia social. Era una postura muy cercana a la de sentirse extranjero en su propio país, como lo demuestra en una de las cartas que le envío a Giner de los Ríos: ―La otra adaptación es quizá más difícil y dolorosa, y la del ―propio‖ país visto ahora- antes era el paso turístico- con aguda sensación de extranjería. Apenas entiendo nada cabalmente; una prensa sibilina que ―alude‖ a temas totalmente anacrónicos. Todo se lleva en el círculo reducido del establishment, cuyos protagonistas no conozco ni en sus caras ni en sus antecedentes. En grandes líneas: parece marcharse hacia la ―apertura‖ –eufemística y extraña palabra- pero con lentitud y coletazos insistentes de los ―ultras‖. Porque ese aperturismo se enfrenta con una situación económica poco favorable; los grandes impulsos expansivos de los setenta parecen llegados al reposo y por eso para evitar otras palabras se habla de ―desaceleración‖‖. 1264 No contaba entonces con unas relaciones mundanas estables. Estaba condenado a asumir que era un ser prácticamente inexistente. Además la interrelación entre democracia y participación social que había defendido en sus escritos era imposible en las condiciones de la España franquista. Como nos recuerda su hijo, nuestro autor comprendió que ―el exiliado era una representación de una España que existía, la republicana, que gustaba a algunos y disgustaba a otros. Generaban recelo o envidia. O en el peor de los casos, indiferencia. La gente se sentía incómoda, porque reconocerte era para ellos como asumir un fracaso‖. 1265 El relato de José Medina Echavarría es la descripción del hecho feliz pero también dramático del retorno. De un siempre traumático regreso. Un regreso que, en su caso, fue ambiguo, rebosante de sensaciones y deseos ansiosamente acumulados a lo largo de los años. Fue un retorno preparado concienzudamente durante varios años, que demostraba, que a pesar de tener todo en contra, él y su mujer habían sobrevivido a las circunstancias críticas. Era su pequeña revancha. Pero el tiempo del regreso le cayó como una avalancha de cosas nuevas y desconocidas. Todo había cambiado. La sociedad española era diferente a la que él conoció cuando le fue arrebatada, como a tantos otros, de las mismas fauces del destino. El tiempo de construcción del franquismo había terminado por convertir ese mundo al que no tenían que renunciar, en un mundo auténticamente desconocido. Le era impropio. Ya no le pertenecía. El mundo que José 1263 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1264 Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Madrid, 17 de octubre de 1974. Documento 46- 49. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 1265 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 823 Medina vivió y sobre el que construyó su idea de retorno, ya no existía o quedaba muy poco de él. Había sido ocultado y sepultado en una nueva sociedad. Se sintió fuera de lugar. Quizá a Medina le indignase profundamente el ―memoricidio‖, en expresión de Manuel Aznar Soler. Un ―memoricidio‖ como ―olvido colectivo que formaba parte de la condena impuesta en 1939 al exilio republicano y a la propia sociedad española por la victoria franquista en la Guerra Civil: silencio y olvido de la razón republicana, ninguneo de la memoria ética y estética de la Segunda República y ninguneo también de sus protagonistas‖, de numerosos intelectuales y escritores exiliados ―convertidos en fantasmas sin lectores en aquella España del interior, en aquella España del insilio‖ (Aznar Soler, 2003b). Medina se sintió en algunos aspectos como un ―sociólogo sin sociedad‖. Él, que en el exilio se esforzó por encontrar un ―tema latinoamericano‖, por pensar sociológicamente los problemas de aquella realidad, le dolió este desencuentro español. La fantasmagoría, como quimera de un retorno incompleto e insatisfecho; el olvido; la amargura de regresar desde la dictadura militar chilena a la dictadura franquista; en fin, un nuevo exilio dentro del exilio. Sin embargo, a pesar de su drama personal no todo fue tan dramático. Medina Echavarría encontró la solidaridad de varios colegas con los que había contactado en el exilio latinoamericano y también con otros sociólogos que le habían leído en el interior. Es decir, no fue tan ―fantasma‖ como él se creía. Es normal que nuestro autor tuviera estas sensaciones de exiliado en su propia sociedad, primero, porque la dictadura de Franco se levantó sobre las cenizas de una Guerra Civil que había dejado a la sociedad española y también a la sociología y demás ciencias rotas, divididas y con grandes grietas en la memoria y en el pensamiento colectivo. Una dictadura de cuarenta años condicionó necesariamente al campo sociológico español y a sus practicantes. Por supuesto, era difícil y comprometido ―restaurar‖ en ausencia de libertad el pensamiento de un intelectual exiliado durante más de 30 años, despreocupado de preparar el ―aterrizaje‖ a la academia española y desconectado de las nuevas inclinaciones e inquietudes de los jóvenes sociólogos españoles. Le condicionó el desfase entre verse obligado a ―ponerse al día‖ de aquella realidad, pero al mismo tiempo era irremediable que diera ―memoria a la actualidad‖ (Ortega, 2007: 14). Además pensemos en la personalidad siempre distante de Medina y en su edad, ya anciano, y con pocas ganas ni energías en demostrar quién había sido él en el exilio y escéptico a la hora de ―reconquistar‖ a su propia sociedad. Más que nada le interesó distanciarse de lo que estaba sucediendo en el mundo académico español. Quiso contemplar, observar, reflexionar, pero siempre albergando esa pizca de optimismo que le caracterizó: ―No he visto todavía a nadie…y solo he tenido unos contactos preparatorios en el campo profesional sociológico, en el que hay que circular con pies de plomo, aunque mi impresión en este aspecto es optimista respecto al futuro (además el ―aperturismo‖ –y pienso en tus noticias- no tiene otro remedio que abrirse al mundo hispano americano).‖ 1266 1266 Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Madrid, 17 de octubre de 1974. Documento 46- 49. Medina se refiere a unos proyectos que le hizo llegar Francisco Giner de los Ríos. Se trataba del libro homenaje de Solari (―le hacía entre otras propuestas la del libro de homenaje a usted que está preparando Solari‖); un viejo proyecto sobre Weber que Medina, parece ser tenía en mente desde años (―¡Ojalá le estimule este viejo proyecto, especialmente el Weber suyo (con Ortega) que tantos esperamos hace mucho tiempo!‖); la formación de una delegación de la CEPAL en Madrid que Enrique Iglesias había 824 No puede extrañarnos su actitud a la hora de mantenerse alejado de las instituciones y centros sociológicos de la España franquista. Medina quiso resguardarse, en silencio, de toda instancia oficial. No quería implicarse con un régimen que había propiciado su exilio y el de su familia. Se convenció de que las cosas había que tomárselas con paciencia. ―Quería esperar hasta la llegada de la democracia‖. 1267 Cualquier otra actitud habría supuesto para él una completa contravención de sus ideales y de la integridad con que concibió el ejercicio de la sociología. Me le imagino resguardándose en la lectura y en la escritura sociológica, puesto que al poco de regresar a Chile dejó publicados varios trabajos que constituyen su testamento intelectual. 1268 Distancia, exilio y separación. Tales fueron los signos que presidieron su vida y su obra en relación a España y a su sociedad. Imaginándosela en democracia. Y este sueño le marcó para siempre. ¿Para qué aceptar un cargo universitario en una Universidad dominada por el OPUS? José Medina, como un ―sociólogo sin sociedad‖, alejado de los núcleos centrales de la sociología oficial española, y que él nada quería saber de la estructura franquista, sólo podía terminar en un círculo sociológico marginal. 2. Sociedad y sociología españolas en el tardofranquismo. Nuestro propósito en las líneas que siguen es hacer una reflexión sucinta sobre la práctica sociológica que Medina Echavarría se encontró en la España de principios de los años 70. No pretendemos hacer una historia detallada de personas, grupos, instituciones o trabajos, aunque los tendremos en cuenta para dibujar el marco contextual acorde a la narrativa abierta y dialógica que venimos haciendo en este pensado que encabezase Medina (―con usted y el grupo que quiere formar –cosa que me entusiasma y que espero que usted acepte cuando se lo planteen próximamente‖); y la colaboración en la futura Revista de la CEPAL, ―de Don Raúl, que también me entusiasma como trabajo y como posible continuación de trabajo con la CEPAL‖. Carta de Francisco Giner de los Ríos a José Medina, 7 de octubre de 1974. Documento 44 y 45. Medina contestó a su ―invariable hermano menor‖ en carta del 17 de octubre de 1974: ―Dejemos lo de la Revista que me sigue pareciendo de unos estrechos horizontes cada día en este dificilísimo –indominable- momento histórico. Mejores perspectivas tienen el proyecto Iglesias de la instalación cepalina por aquí… Debo carta a Solari y me conmueve mi ingratitud ante su gesto amistoso; pero ha sido también víctima de mi reclusión sentimental… Tendré que esperar más días todavía para contestar a Alejo sobre el proyecto weberiano, que solo puedo emprender cuando esté medianamente seguro de poder llevarlo a cabo‖. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Madrid, 17 de octubre de 1974. Documento 46-49. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 1267 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1268 Medina Echavarría, recordando sus ―hábitos cepalinos‖, leía vorazmente y escribía siempre que le dejaba su pereza: ―Los libros dormitaron por algunos tiempos en casa de Pepe y hoy es el día que solo tengo en mi cuarto el esqueleto de mi librería y una mesa de terraza sobre la que escribo…Mi único entretenimiento ha sido una lectura a carga cerrada de libros informativos sobre la situación real e intelectual de nuestro país. Existe un esfuerzo ―gigantesco‖ por superar el bache de la guerra civil y se perciben grupos jóvenes de valor sobre todo en el campo histórico en donde se ha dado un verdadero salto frente a la vieja y tradicional bibliografía. Con esa generación es fácil entenderse. He transitado poco el ámbito literario, pero no parecen darse signos brillantes (un gran peso de la literatura iberoamericana!). Sólo leí con melancolía viejos escritos críticos de Montesinos que no conocía y que me dejaron el regusto de la frustración de lo que este hombre pudo haber hecho‖. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Madrid, 17 de octubre de 1974. Documento 46-49. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. Su hijo José nos recuerda el traslado de la biblioteca de su padre: ―Yo recuerdo los libros en Puerto Rico, cuando acompañaba a mi padre a Correos para enviar los libros a Chile. Envió unas cuantas cajas. Y después recuerdo a mi padre haciendo una selección de libros en Santiago de Chile cuando se volvía a España. Entonces lo tenía puesto en cajas con A, B, C, D... Se trajo hasta la F. Te vas trayendo el núcleo duro, los más importantes. Quedaron muchos‖. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 825 trabajo. Tampoco aspiramos a formular una imagen interesada de la historia de la sociología española, pero sí que queremos compartir la reflexión crítica respecto algunos supuestos que condicionaron la inserción de nuestro biografiado en el campo sociológico. Antes, en primer lugar, debemos recordar las características sobresalientes de la sociedad española. Para empezar, los regresos de Medina coincidieron con el apogeo y la aplicación de los Planes de Desarrollo Económicos y Sociales del régimen franquista (el primero fue el de 1964-1967, el segundo el de 1968-1971 y el tercero el del período 1972-1975). ―España, aún en la semiperiferia económica internacional, asistía a la incongruencia de un desarrollo industrial acelerado, al cual no acompañaba la democratización política reclamada como inevitable por no pocos estudiosos de la vida social.‖ (Moreno, 1990: 73). La sociedad española estaba sujeta a un elevado proceso de modernización, el cual implicó la penetración de los papeles tecnocráticos en las actividades sociales, en las escuelas militares, en las empresas públicas y privadas, etc. Si bien este proceso modernizador no estaba acompañado de la análoga modernización democrática. Medina Echavarría dio con una sociedad que estaba todavía inmersa en su particular encrucijada histórica: una España bordeada por el marco de la sociedad industrial occidental y europea, pero atada a un régimen autoritario. Pudo así, según mi punto de vista, certificar que su hipótesis de la porosidad estructural era realmente válida en la sociedad española: cómo ésta había incorporado elementos y cambios modernos sin experimentar modificaciones políticas análogas. Halló un contexto general de transformación económica y social, donde la mentalidad dominante provenía de la ideología tecnocrática, encarnada, sobre todo, con el nuevo gobierno franquista del 30 de octubre de 1969, el llamado ―gobierno monocolor‖, que significó la confirmación del vicepresidente Carrero Blanco y de los tecnócratas del Opus Dei (Aznar Soler, 2003a: 34). Había un clima de neocapitalismo, de crecimiento económico y desarrollo industrial. Aunque estas expansiones económicas no acarrearon cambios drásticos en el plano político, sí que supusieron una relativa normalización que trajeron mayores dosis de tolerancia en los campos artístico, editorial y periodístico. En fin, fueron los años caracterizados por lo que Amando de Miguel distinguió como ―desarrollismo autoritario‖ (De Miguel, 1972a: 334). Todo este marco condicionaba el contexto de la sociología española que Medina Echavarría encontró en los años 70. Pudo comprobar, en otro plano de análisis, el avance del proceso de institucionalización de la sociología en España, en marcha desde hacía varios años. La sociología española de la segunda mitad del siglo XX también tuvo la oportunidad de simultanear el desarrollo científico de la disciplina junto con el proceso de institucionalización, con algunos matices distintos a la orientación que se dio en América Latina, pero compartiendo, en el fondo, el repertorio de la sociología de corte funcionalista y el énfasis modernizador. La diferencia de la reconstrucción de aquellos períodos estriba en que la sociología en los países latinoamericanos adquirió un gran reconocimiento social y se dio todo un ambiente propicio para el oficio del sociólogo gracias a la convergencia de un proceso mutuo de modernización y política democrática. Esta etapa duró hasta el inicio de las dictaduras militares. En España, en cambio, el afianzamiento científico de la disciplina comenzó a producirse a partir de la apertura del régimen. Es bajo aquel 826 contexto aperturista de los años 60 cuando la liberalización empieza a notarse más hondamente en la estructura del Estado franquista y comienza a fomentarse desde instituciones públicas la investigación sociológica y la asunción del enfoque sociológico para conocer más de la propia realidad nacional; hechos que favorecerán la maduración de la sociología española. El campo sociológico creció desde distintos puntos geográficos, escuelas y corrientes. 1269 De hecho el proceso de institucionalización de la sociología –bajo el horizonte cultural e institucional del franquismo- ya había comenzado anteriormente, en concreto durante el período nacional-católico del régimen (1939-1958). El Instituto de Estudios Políticos, creado como órgano de la Junta Política de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, ―se convirtió en la pieza más valiosa y decisiva para el giro que tomó durante los años cincuenta la sociología española‖ (Del Campo, 2001a: 163). El Instituto ofreció unos Cursos de Sociología y Administración Pública desarrollados en tres años que funcionaron a partir de 1943 dirigidos por Javier Conde. Muy importante para la divulgación de estudios sociológicos fue la publicación periódica de su Revista de Estudios Políticos, en la que publicaron algunos de los profesores del Instituto como el propio Javier Conde, Luis Díez del Corral, Enrique Gómez Arboleya, Salvador Lissarrague o Carlos Ollero. 1270 Desde el año 1943 la Sección de Sociología del Instituto Balmes del CSIC venía publicando la Revista Internacional de Sociología. Esta revista y el Instituto Balmes fueron dirigidos desde 1960 por Carmelo Viñas Mey tras el fallecimiento de Severino Aznar, máximo representante de la corriente católica de la sociología española (Durán Heras, 2001: 314-315). Bajo la dirección de Carmelo Viñas el Instituto Balmes inicia ―un período de apertura a la sociedad‖, con un sistema de becas, cursos e intercambios que permitieron la incorporación al Instituto de jóvenes cuyas primeras publicaciones van a aparecer, bien en las páginas de la Revista Internacional de Sociología, bien en monografías específicas del Instituto o realizadas en colaboración con el Seminario de Historia Social de la Universidad Complutense (Fernández Vargas, 1990: 312-313). En 1944 se crea la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad Complutense. También hubo sociología en el Instituto Social León XIII de la Universidad Pontificia de Salamanca. Originariamente fue fundado en Málaga por el Cardenal Herrera Oria en el año 1948, con el nombre de Escuela Social Sacerdotal. En 1951 comenzó a funcionar en Madrid con un plan de estudios de Ciencias Sociales de cuatro años. En 1964 se convirtió en Sección de Ciencias Sociales de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontifica de Salamanca, y en 1971 pasó a ser Facultad de Ciencias Sociales de esta universidad. Entre los profesores que allí impartieron 1269 Para la elaboración de este apartado ha sido muy importante la lectura de los trabajos del profesor Emilio Lamo de Espinos sobre la historia de la sociología española (1990, 1992 y 2007). Este autor divide en tres períodos la sociología española de la segunda mitad del siglo XX: los inicios partirían desde la posguerra, prolongándose hasta finales de los años 50; la etapa de maduración discurriría desde principios de los años 60 hasta finales de los 70; mientras que la tercera y última etapa sería la de expansión, que comienza en los años 80 y está acorde con el papel público y profesional de la ciencia sociológica en la sociedad española. Para realizar esta periodización, el profesor Lamo fija ciertos hitos asociativos, editoriales e institucionales que ayudan a demarcar los distintos períodos que hemos tenido en consideración. 1270 En sus páginas también aparecerían algunos de los primeros textos sociológicos de Enrique Tierno Galván o Juan Francisco Marsal. 827 enseñanzas destacan Antonio Perpiñá, José Castillo Castillo, Juan Díez Nicolás, Salustiano del Campo, Carmelo Lisón, Manuel Martín Serrano, Carlos Ollero o Luis Sánchez Agesta (Castón, 2001: 223). Los nuevos representantes de la sociología científica española convivieron allí con profesores más bien de encíclicas (Sarabia, 2004: 14). Dentro del ambiente católico destacó asimismo el Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos, creado también por el cardenal Herrera Oria en 1957. El Centro funcionó como un lugar de reunión y de encuentros, publicados en los Anales de moral social y económica. En los encuentros participaron, en más de una ocasión, casi todos los sociólogos españoles consagrados. En aquellas reuniones asistieron nombres como los de Luis Sánchez Agesta, Luis González Seara, Juan Díez Nicolás, José Cazorla, Amando de Miguel, Francisco Murillo, Salustiano del Campo, José Jiménez Blanco, Luis González Seara, Miguel Beltrán, José Castillo Castillo, María Ángeles Durán, Julio Iglesias de Ussel, Juan J. Linz, Carlos Moya, Víctor Pérez Díaz, entre otros (Castón, 2001: 243). Este círculo sociológico lo llamó Castillo como el ―círculo de católicos emprendedores‖ (Sarabia, 2004: 12). A principios de los años 60 Luis Legaz Lacambra creó y presidió la Asociación Española de Sociología, en la que participaron entre otros, José Castillo Castillo, Salvador Lissarrague, Enrique Martín López, Antonio Perpiñá y Luis González Seara. 1271 Una asociación que fue tildada de ―oficialista‖. También asistían como invitados gente tan dispar como Luis Sánchez Agesta, Manuel Fraga, Salvador Giner, José Cazorla, Enrique Tierno Galvan o Carlos Moya (Sarabia, 2004: 15). Algunos de estos sociólogos participarían como profesores en los ―Cursos de Sociología‖ que se pondrían en marcha en la Universidad Complutense de Madrid a partir del año académico 1962-1963, gracias al patrocinio del Rectorado. Estos cursos funcionaron, en la práctica, a modo de una Escuela de Sociología. Aquella experiencia académica será la matriz de los diversos centros de sociología que surjan posteriormente. Esta escuela, ubicada en el caserón de San Bernardo, estuvo formada por casi todos los profesores que por entonces daban clases de ciencias sociales y sociología en la Universidad Complutense: Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren, Luis Legaz, Elías Díaz, Salvador Lissarrague, José Luis Sampedro, Carlos Ollero, Claudio Esteva Fabregat, Eloy Terrón, Raúl Morodo o Carlos Moya, entre otros. El plan de estudios era de tres cursos y el contenido de las materias poseía un cierto matiz crítico. 1272 Desde aquella Escuela comenzó a editarse la Revista Española de Sociología. 1273 Debido al ascenso de las luchas estudiantiles del año 1965 en las que los 1271 Desde 1953 ya operaba el Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias Políticas. 1272 A continuación exponemos brevemente algunas de las asignaturas que se impartieron en aquellos cursos: Sociología general (Enrique Tierno Galván), Antropología social (Claudio Esteva Fabregat), Sociología económica (José Luis Sampedro), Filosofía social (Salvador Lissarrague), Sociología ética (José Luis López Aranguren), Sociología de la literatura (Carlos Ollero), Sociología política (Raúl Morodo), Sociología jurídica (Luis Legaz Lacambra y Elías Díaz), Teoría del cambio social (Carlos Moya), Sociología industrial (Eloy Terrón), etc. Revista Española de Sociología, Nº 0, Madrid, 1964, pp. 11-12. 1273 Gracias a Emilio Arévalo he conseguido consultar el ejemplar nº 0 de aquella publicación. En el consejo de redacción de la Revista Española de Sociología encontramos nombres como los de Ramón Tamames, Esteban Pinilla de las Heras, Carlos Moya, Salvador Giner, Alfonso Ortí, Emilio Arévalo, Juan José Linz, Elías Díaz, José María Maravall o Raúl Morodo. Respecto a Morodo aprovechamos a señalar aquí su participación junto con Enrique Tierno Galván en el Boletín de Derecho Político de la Universidad de Salamanca, páginas que también abordaron la sociología durante los años 50. 828 profesores Tierno y Aranguren son expulsados de la Universidad, el régimen decidió reprimir toda posibilidad de crítica social, aunque ésta se diera a un nivel académico. 1274 Las consecuencias para la Escuela de Sociología fue inmediata: primero se suspendieron los cursos y días más tarde fue cerrada definitivamente. Una vez cerrada la anterior escuela, aparece en julio de 1965 una Orden Ministerial que crea una nueva Escuela de Sociología en la Universidad Complutense, cuya estructura descansa en Luis Legaz Lacambra, como director que la organiza y la desarrolla. La tendencia que se escoge para los estudios sociológicos será la filosofía social católica. Sin embargo la Escuela de Legaz no puede empezar a funcionar y ha de quedar latente durante tres años a causa de carecer de profesores. Ello se debió a que, simultáneamente, los profesores de la anterior Escuela de Sociología de la Universidad de Madrid tomaron la decisión en octubre de 1965 de formar un centro de enseñanza sociológica al margen de los organismos oficiales: el Centro de Enseñanza e Investigación Sociológica (CEISA). ―Esta iniciativa aglutina al ala reformista y al ala crítica en una institución privada que será la única que haga una sociología con cierto peso específico dentro del país‖. 1275 La experiencia del CEISA duró hasta 1969. Al margen de estas experiencias, el auténtico ―semillero sociológico‖ estaba en las Facultades de Derecho, de Económicas (con cinco cátedras entre 1962 y 1971) y las de Políticas (con dos cátedras). 1276 Y, por supuesto, en la Escuela de Sociología de la Complutense que finalmente empezó a impartir docencia en 1968. Los estudios sociológicos habían comenzado a tener respaldo del poder político justamente en el año 1956, cuando Ruiz-Giménez, como ministro de Educación, había anunciado la creación de doce cátedras de sociología en las Facultades de Derecho (Sarabia, 2004: 5). Salustiano del Campo fue uno de los primeros en obtener una Cátedra de Sociología, en Barcelona en 1962. 1277 En 1963 se establece la Facultad de Sociología de Deusto. En la Universidad Autónoma de Madrid, creada en 1967, se impartió una primera cátedra de Sociología, desempeñada por José Jiménez Blanco (Durán Heras, 2001: 289). En el mes de agosto de 1971 el rector de la Universidad Complutense de Madrid anunció la creación de la Escuela de Sociología como Escuela Universitaria. Luego en 1973 se refundaría como la Facultad de Ciencias Política y Sociología. La expansión de la docencia de la sociología fue paralela a la creación de nuevas universidades, nuevas facultades y al aumento del número de estudiantes universitarios por toda la geografía española. También jugaron un papel muy importante en la 1274 Enrique Tierno Galván y José Luis L. Aranguren fueron expulsados por ponerse al frente, con otros colegas, de una manifestación universitaria que tuvo lugar en febrero aquel año en la avenida Séneca de la ciudad universitaria de Madrid en pro de una transformación de la universidad y una democratización de la política en España (Tezanos, 2001: 213 marxismo y sociología crítica). 1275 Informe ―Escuela de Sociología de Madrid‖, Noviembre de 1971, 9 pp. El CEISA, como la definió Juan Maestre Alfonso, uno de sus miembros, fue ―una institución abierta de la sociedad civil intelectual, profesional y universitaria que incorporó las nuevas tendencias, teóricas, metodológicas y temáticas, en Ciencias Sociales y en Sociología, donde se produjeron debates sobre actualidad política e incorporó a ilustres profesores represaliados por el Ministerio de Educación‖. Entrevista mantenida por el autor con Juan Maestre Alfonso, 17 de mayo de 2011, Madrid. 1276 A esta etapa la ha distinguido Emilio Lamo de Espinosa como de ―maduración‖ de la sociología española. Este período de maduración concluiría con la fundación en 1979 de la Federación de Asociaciones de Sociología del Estado Español (FASEE). 1277 Desde Barcelona, Salustiano del Campo dirigió unos Anales de Sociología, cuyo primer número está fechado en 1966 y fueron editados por el Departamento de Sociología del Centro de Estudios Económicos y Sociales de la Delegación en Barcelona del CSIC. 829 consolidación de la sociología española las revistas y editoriales, como órganos de expresión de la comunidad sociológica. A las revistas ya señaladas, recordemos asimismo Cuadernos para el Diálogo, Cuadernos del Ruedo Ibérico, la fundación de Papers (1972) o Sistema (1973), o la labor de editoriales como Tecnos, Ariel o Alianza Editorial, que publican trabajos de ciencias sociales y sociología. La institucionalización de la sociología en España fue tomando cuerpo y forma. Nuestro autor dio con un país con una incipiente sociología. Quizá una sociología con una procedencia institucional diversa y distinta a la que él había conocido y que había desarrollado en América Latina, pero con sociología, en todo caso. Por lo que respecta a las corrientes metodológicas, Medina observó cómo el auge de la racionalidad tecnocrática tenía su representación en el campo sociológico en su giro cuantitativista, lo que implicaba una influencia de la investigación económica y sociológica a través de los estudios estadísticos, de los datos. La pretensión mayor de la sociología de principios de los años 70 era el ―de entender la sociedad española de un modo empírico‖ (De Miguel, 1972a: 13). Una visión elemental del campo sociológico español de aquel período nos lleva a destacar la característica principal de una sociología ―más cuantitativa que cualitativa‖, que venía desarrollándose a partir de la figura de Enrique Gómez Arboleya (Giner, 2007b: XL). La figura de Gómez Arboleya destacó sobremanera, sin duda, dentro del ambiente del Instituto de Estudios Políticos y de la cátedra de sociología que impartía desde 1954 en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad Complutense de Madrid. El año 1959 es recordado como la fecha en que se aprobó el Plan de Estabilización (1959-1962) que sentó las bases para los planes de desarrollo económico, la emigración controlada y la apertura al turismo internacional, pero también fue el año en que Gómez Arboleya se quitó la vida. Es una fecha, en todo caso, representativa del inicio del proceso de modernización de la sociedad y de la sociología española. Por un lado, las consecuencias del desarrollismo dieron paso a procesos institucionales a favor de la investigación sociológica, consecuencia impuesta por ese modelo importado de industrialización capitalista europea, en la marcha hacia el Estado de Bienestar y la sociedad de consumo, lo que exigía básicamente la producción de un mínimo de conocimiento sociológico general (Ortí, 2007: 40). Por otro lado, Gómez Arboleya dejó una enorme influencia en toda una joven generación de jóvenes sociólogos, quienes protagonizarían el definitivo despegue de la sociología científica española. De forma paralela a ese deseo de conocer las formas y condiciones de vida de la sociedad española, se estaban constituyendo otros motivos que favorecieron la indagación sociológica en España, como el giro tecnócrata del régimen franquista y su interés por la ciencia y, por último, la salida de estudiantes españoles a Universidades extranjeras, bajo un signo de intercambio de conocimientos (Ortí, 2007: 40-41). La sociología española después de Enrique Gómez Arboleya se desarrolló y cultivó inicialmente desde una base empírica y funcionalista, aunque de clara vocación modernizadora. Esta es la formación que traían los jóvenes estudiantes, futuros catedráticos de sociología, que se habían formado en Estados Unidos durante la década de los 50 y los 60, caso de Salustiano del Campo, José Castillo, Salvador Giner o José Jiménez Blanco, quienes fueron los primeros alumnos españoles en obtener un doctorado de sociología por las universidades norteamericanas y quienes se encargaron, con mayor o menor protagonismo, de encabezar la institucionalización de la sociología 830 española (Del Campo, 2001a: 166). 1278 Los integrantes de esta generación restablecieron las estancias de formación en el extranjero que la guerra y posguerra habían impedido. Además, otros nombres que participaron posteriormente de la formación académica norteamericana fueron los de Amando de Miguel, Juan Díez Nicolás, José Enrique Rodríguez Ibáñez, Emilio Lamo de Espinosa, Manuel García Ferrando, Manuel Pérez Yruela, Jesús de Miguel, entre otros (Giner, 2007a: 729). Mientras que otros alumnos como José María Maravall y Ramón Cotarelo ampliarían estudios en Inglaterra y Alemania respectivamente. En ese proceso de autonomía y modernización del campo sociológico se puede concretar la institucionalización de la investigación sociológica con la creación del Instituto de la Opinión Pública en 1963, precedente del actual Centro de Investigaciones Sociológicas, denominación asumida desde 1977 (Navarro López, 2001: 264). Fue muy importante para la relevancia de los estudios sociológicos su órgano editorial la Revista Española de la Opinión Pública, creada en 1965, sucedida más tarde por la Revista Española de Investigaciones Sociológicas, iniciada en 1978. 1279 De modo especial, la investigación sociológica vino favorecida a través de organismos gubernamentales como este Instituto de la Opinión Pública, el Instituto de la Juventud y a través de la acción de la Iglesia con la Fundación FOESSA. Los científicos sociales españoles estaban involucrados, ―casi en masa, en investigaciones sociales empíricas‖ (Giner, 2007a: 719). Eran los efectos visibles de la ―recién estrenada‖ sociología científica española, que en cierto modo casaba con el marco político del régimen autoritario (Marsal, 1977: 130). La dificultad de hacer sociología en una sociedad sin libertad llevaba a sus practicantes a desarrolla una sociología científica y empírica con ―una visión objetiva y neutral‖ (De Miguel, 1972a: 19). En parte la sociología española reflejaba una situación similar al de otras sociologías a la hora recibir y legitimar la práctica sociológica y la investigación cuantitativa. Esta situación era análoga, por ejemplo, al debate que nuestro autor vivió en la sociología chilena y en la sociología latinoamericana respecto a las polémicas suscitadas alrededor del ―empirismo abstracto‖. En este aspecto, Medina comprobó que en la sociología española no había un enfoque histórico-estructural a la par, sino más bien desde las instituciones públicas se promocionaban estudios cuantitativos y numéricos. Observaba que el camino transitado por la sociología latinoamericana, es decir, por los aspectos sociales del desarrollo económico aquí no se había producido. No había una sociología del desarrollo y de la planificación (democrática) propiamente dicha, en 1278 Recojo el testimonio de Salustiano del Campo evocando el recuerdo de aquel período de la historia de la sociología española: ―Durante la década de 1950, el Instituto (de Estudios Políticos) ayudó a dos de sus alumnos a obtener becas para estudiar Sociología en sendas importantes universidades de Estados Unidos: Juan Linz fue a Columbia University en 1950 y Salustiano del Campo a la Universidad de Chicago en 1950. Durante el siguiente lustro consiguieron becas: José Castillo Castillo, del IIE, para la Catholic University of America, y José Jiménez Blanco para la Universidad de Michigan, y Salvador Giner para el Comité de Pensamiento Social de la Universidad de Chicago, ambos de la Comisión Fullbright‖ (Del Campo, 2001a: 166). Destacar que J. J. Linz aunque hizo estudios doctorales de sociología se dedicó plenamente a la ciencia política, aunque por tal formación suele ser reclamado por la tradición sociológica española. 1279 Luis González Seara fue el primer director de la Revista Española de la Opinión Pública. En el consejo de redacción figuraron autores pertenecientes, principalmente, a las corrientes científica y empírica como Salustiano del Campo, José Castillo Castillo, Juan Díez Nicolás, José Jiménez Blanco, Juan José Linz, Amando de Miguel o Francisco Murillo Ferrol. 831 un sentido metodológico y de diagnóstico. 1280 En cambio había una confianza en el sociólogo para que diera cuenta de los procesos sociales emergentes (urbanización, industrialización, cambios demográficos, estructura profesional) de una manera numérica y medible. Pensemos que en España la sociología ha estado históricamente muy condicionada y determinada por los marcos políticos e institucionales. En ese sentido, la explicación del auge de la investigación social aplicada se debe, principalmente, a las complicadas condiciones de libertad de la práctica sociológica bajo el franquismo. En todo caso, la institucionalización de la sociología científica española coincidió con el momento de apertura del régimen franquista y la vuelta de los primeros sociólogos becados en el extranjero. Además esta sociología más empírica ayudó a proporcionar datos necesarios para comprender y conocer mucho mejor la realidad social española y sus consiguientes problemas. En España, dada la ausencia de datos sociológicos, se imponía en ese momento un estudio global, sistemático y estadístico de su realidad. Ese fue el objetivo de los informes de la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada), constituida originalmente en junio de 1965 y asociada a Cáritas Española. El primer informe FOESSA se publicó en 1966, al que le siguió luego en 1970 un volumen mucho más completo y voluminoso. Estos primeros informes constituyeron el análisis de la realidad española desde una perspectiva científica y empírica, aunque sin cuestionar la dictadura. En los informes de la Fundación FOESSA participaron muchos de los científicos sociales de aquellos años, como Juan José Linz, Amando y Jesús de Miguel, Francisco Murillo, José Jiménez Blanco, Miguel Beltrán, José Castillo, Julio Iglesias de Ussel, etc. (Castón, 2001: 237-238). Respecto a las corrientes teóricas, nuestro autor se encontró con una sociología que ya no seguía las corrientes krausistas, reformistas o las orientaciones alemanas y francesas anteriores a la Guerra Civil. Lógico. Se hacía, en cambio, una sociología acorde a las corrientes contemporáneas. 1281 La teoría social española de los años 70, al igual que la mundial, aparece bifurcada en dos grandes concepciones teóricas: por un lado, ―la teoría social funcionalista como cobertura teórica para una ciencia social orientada a la investigación empírica‖ y, por otro lado, ―la teoría social crítica‖ (Lamo, 1990: 349-350). Desde la década de 1960 se venía produciendo en España la recepción del funcionalismo y de la sociología empírica, debido, como decíamos, a los jóvenes sociólogos españoles formados en las Universidades norteamericanas (Zarco, 2001: 199). 1280 La sociología del desarrollo como subdisciplina sociológica no empezó a madurar y a institucionalizarse en España hasta los años 80. La lenta consolidación de la especialidad se ha debido, principalmente, a la tardía incorporación de España en las prácticas y usos de la política exterior de los países industrializados tras la restauración democrática (López, 2007: 679). En este sentido, Medina comprobó la debilidad de esta especialidad, a diferencia de lo que estaba sucediendo en América Latina donde estaba plenamente institucionalizada y se relacionaba directamente con los aspectos más prácticos y aplicados de las políticas de planificación de los gobiernos latinoamericanos. ― 1281 Medina cuando llega en 1969, pero sobre todo en 1974 constata el viraje que estaba teniendo la sociedad española, abandonando las tradiciones alemanas y europeas que él había disfrutado, y entregándose sobre todo a un pensamiento más positivista y funcionalista de raigambre norteamericano. Creo que su expresión del ―whisky‖ también tiene que ver con esa sensación que había en una parte de la sociología española: ―tal viraje constituía la expresión intelectual y metodológica del nuevo neocolonialismo cultural yanqui –fundado sobre el previo arrasamiento por la represión de la Dictadura franquista del desarrollo propio, original y creativo de la cultura liberal y socialista española del primer tercio del siglo XX‖ (Ortí, 2002: 1001). 832 Algunos de los protagonistas de la recepción del funcionalismo en la sociología española provenían de diferentes escuelas: los herederos de la Escuela de Arboleya, con nombres como los de Salustiano del Campo, José Castillo, Luis González Seara y Juan Díez Nicolás; desde la Escuela de Granada ejerció su influencia Francisco Murillo sobre autores como José Jiménez Blanco o José Cazorla; y Juan José Linz influyó en nombres como los de J. González Anleo, Antonio López Pina, Amando y Jesús de Miguel o José Juan Toharia (De Miguel, 1972b: 112-113). Autores de estas escuelas con orientaciones más bien críticas y desligadas del funcionalismo fueron Salvador Giner, Manuel Lizcano y Carlos Moya en la Escuela de Gómez Arboleya, o Juan Francisco Marsal en la Escuela de Juan José Linz. Desde el lado de la teoría social crítica, la sociología tuvo una gran importancia en cuanto a una forma de oposición crítica y democrática respecto a la cultura franquista. En ese sentido, el CEISA siguió una orientación crítica y marxista, pero, ante todo, ocupó en el campo sociológico una posición heterodoxa y heterogénea. Profesores de aquel centro fueron, además de Aranguren y Tierno, Emilio Arévalo, Alfonso Ortí, Ángel de Lucas, Jesús Ibáñez, Mario Gaviria, José Vidal Beneyto o Juan Maestre Alfonso. Otros nombres representativo de la corriente crítica fueron los de Carlos Moya, quien sería más tarde decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, y Esteba Pinillas de las Heras, desde la Universidad de Barcelona. Por supuesto, las circunstancias políticas de la época condicionaron la heterodoxia sociológica. Este recuento sólo brinda uno de los rasgos característicos de la institucionalización de la sociología en España: el funcionalismo y la investigación empírica fueron, como decíamos, las vetas iniciales del desarrollo de la sociología española bajo el franquismo. Esto fue así, como bien indica Salvador Giner, porque ―a finales del decenio de 1950 y a principios del de 1960, la necesidad de lograr la respetabilidad académica, unido a la estrecha vigilancia que la dictadura franquista ejercía sobre las universidades, hicieron que el enfoque funcionalista tuviera un reconocimiento bastante aceptable como la teoría sociológica más viable en España. El funcionalismo se expandió, además, de la mano de un repentino aumento del interés por los estudios sociológicos estrictamente empíricos, en los que predominaban las encuestas sociales y los sondeos de opinión, sobre los que apenas si existía censura‖ (Giner, 2007a: 731). La preponderancia del pensamiento sociológico norteamericano era reflejo del dominio de esta corriente dentro de las ciencias sociales occidentales, como también conectaba estrechamente con el carácter tecnocrático del régimen. Los sociólogos españoles comparten el empeño de ayudar en el proceso de modernización económica y social, desarrollando investigaciones cuantitativas, análisis demográficos, análisis estratificacionales, estudios de opinión y estudios sobre ideologías y actitudes políticas. La consolidación de la sociología científica en España vino de la mano de esta eclosión del empirismo y del funcionalismo, no con aportaciones originales, pero sí cumpliendo la importante función de introducir en el campo sociológico las técnicas de investigación social, la preocupación por el rigor metodológico en la pesquisa empírica y la inquietud también por tratar de explicar los datos así obtenidos mediante el recurso a marcos teóricos más o menos generales (Giner, 2007a: 733). Si bien este empuje científico terminó por influir en varias direcciones: se inició para la sociología española un largo recorrido de auto-reflexión sobre los fundamentos de la sociología científica 833 dominante, abriendo una disyuntiva teórica predominante como fue el ―funcionalismo vs. dialéctica‖. La sociología crítica, la sociología marxista o la etnometodología fueron temas de investigación de los sociólogos españoles, sobre todo a partir de la década de los años 70. 1282 La apertura de teorías y epistemologías -giro lingüista, posmodernidad, etc.- fue acompañada también por la emergencia de nuevos enfoques metodológicos, como el giro cualitativo, protagonizado, por ejemplo, por autores como J. F. Marsal o J. Ibáñez. La adopción de estos enfoques introdujo cambios en la concepción de la ciencia social y de la práctica científica. No sólo se sometió a discusión las interpretaciones del enfoque empirista y del funcionalismo, sino que también se reflexionó sobre el papel del sociólogo en una dictadura y sus posibilidades de investigar y pensar científicamente la sociedad española en esas condiciones. 1283 Fue un momento –bajo esa disyuntiva ―funcionalismo vs. dialéctica‖- en que se discutió sobre los usos sociales del conocimiento sociológico y sobre la vinculación de los científicos sociales con las clases sociales, con el poder y con las tomas de posición en la práctica académica y profesional. Asimismo se continuó reflexionando sobre los procesos de cambio social y de modernización en la sociedad española, la industrialización, los procesos de urbanización, las clases medias, las elites empresariales y las nuevas capas dirigentes. Se hizo sociología teniendo como gran referente la situación social, económica y política de España bajo la dictadura. En los años 80 se consolidaría la expansión profesional de la sociología en la España democrática, tanto en el ámbito académico como en el ámbito civil (Lamo, 1992: 128). 1284 Finalmente, desde los últimos años el campo sociológico español tiene la suficiente capacidad como para auto-observarse. Hay un interés creciente por comprender la situación del desarrollo teórico de la sociología española y de su campo sociológico. El objetivo es superar el corte que supuso la Guerra Civil en el desarrollo natural de la ciencia y de la cultura (Martín, 2009: 20). La emergencia de un nuevo 1282 La recepción de estas corrientes sociológicas en España se producirá en la década de los años 70: un libro clásico de esta época es el colectivo Teoría sociológica contemporánea, editado por José Jimenez Blanco y Carlos Moya, donde se produce un diálogo entre la sociología crítica y la sociología funcionalista, y se presentan nuevos enfoque sociológicos como el interaccionismo simbólico o la etnometodología, (Editorial Tecnos, Madrid, 1978). También son claves en la recepción de la teoría crítica-cultural en la sociología española los libros de José Ernrique Rodríguez Ibáñez, Teoría crítica y sociología, Siglo XXI, Madrid, 1978; y El sueño de la razón. La modernidad y sus paradojas a la luz de la Teoría Social, Taurus, Madrid, 1982. 1283 Destaco la siguiente cita de Carlos Moya sobre la dificultad de pensar sociológicamente ante la ausencia de libertad democrática: ―En este sentido habría que hablar aquí de la libertad de investigación social como una posibilidad socialmente dada o negada, en cuanto su contexto objetivo radica en el funcionamiento de ciertas instituciones al servicio de una progresiva racionalización de la vida social. Fallando éstas, la libertad del espíritu del sociólogo sólo servirá para tomar conciencia de su propia frustración…la Sociología deja de ser la ciencia del desarrollo humano, de la liberación social del hombre, para convertirse en una técnica de su manipulación ideológica‖, decía Carlos Moya (1970: 166). Sobre la sociología española bajo el régimen franquista se pueden consultar los clásicos de Amando de Miguel, Sociología del franquismo (Editorial Euros, Madrid, 1975) y Homo sociologicus hispanicus (Barral editores, Barcelona, 1973). 1284 La etapa de expansión tendría sus comienzos simbólicos con la celebración en 1981 del Primer Congreso de Sociología Española, celebrado en Zaragoza. Le seguiría un segundo (1984, Santander) y un tercer congreso de sociología española (1989, San Sebastián). Durante este tiempo se incrementa la formación sociológica con la instauración de nuevas facultades, como la Facultad de la Universidad Autónoma de Barcelona (1986), la Facultad de la UNED (1987), las Facultades de Granada y País Vasco (1988), la Facultad de Alicante (1989) y las Facultades de Santiago, Valladolid y Navarra (1990/91). 834 enfoque teórico, más abierto, pluralista, y sensible a la tradición sociológica, nos permite escribir nuevamente la narración histórica de la disciplina sin quiebras, sin sobresaltos y atendiendo, principalmente, a sus clásicos y a las orientaciones teóricas predominantes. Se trabaja, efectivamente, para ―recuperar el pasado‖ de la disciplina para que sea provechoso y útil en nuestro presente y para que la sociología española sea menos dependiente de la producción extranjera. 3. El “desconocimiento” mutuo entre un sociólogo sin sociedad y una sociología sin clásicos. En este apartado pretendo ofrecer algunos motivos que tratarán de explicar la posición de autor marginal que tuvo José Medina Echavarría en la historia de la sociología española. La hipótesis que sustento en las líneas que siguen es la de un ―desconocimiento‖ mutuo, entre el sociólogo sin sociedad que vuelve del exilio y una sociología que creció casi sin sus clásicos y que mostró poco interés en recuperarlos. En primer lugar, creo que fue imposible para Medina conocer la sociología española más allá de los contactos en el exilio con sociólogos del interior que había establecido gracias al funcionamiento de las redes académicas de la CEPAL o FLACSO, las cuales le permitieron conocer a nombres como los de Enrique Gómez Arboleya, Salustiano del Campo o Manuel Lizcano. Nuestro autor tuvo una visión muy reducida y mínima de la sociología española que se hizo durante el franquismo. La censura, la falta de libertad y el exilio dificultaban el hacerse con libros y publicaciones de sociólogos españoles del interior. 1285 (Mismas dificultades que encontraron los sociólogos del interior a la hora de comprar o adquirir libros de la sociología española del exilio). Incluso también puede que estuviera poco o nada interesado en qué se hacía en España una vez dominante en su sociología su tema latinoamericano del desarrollo. En segundo lugar, encontramos las características propias del campo sociológico español que hicieron de Medina un autor marginal en su tiempo, pero no absolutamente desconocido. Su retorno coincidió con una ―tensión‖ entre distintos grupos o ―redes de influencia intelectual‖, con sus diversos estilos de trabajo y sus corrientes teóricas y metodológicas. En la sociología española de entonces era importantísima la pertenencia a alguno de los diferentes ―clanes‖ semiabiertos y profesionales que existían (Giner, 1990: 62). Como hemos visto anteriormente, había distintas escuelas o familias sociológicas. Pero, sobre todo, había dos maneras dominantes de hacer sociología: la funcionalista y empírica y la crítica. Los debates teórico-metodológicos iban parejos a las polémicas ideológicas. Al igual que estaba sucediendo en Chile o en América Latina, la sociología en España también era una sociología con mucha ideologización (véase sino Vidal-Beneyto: 1973: 255-292). Como afirmaba Amando de Miguel, ―la Sociología es algo más (o menos) que una disciplina, es también una esperanza de salvación para algunos o una amenaza de subversión para otros; es, en definitiva, una ideología ambivalente‖ (De Miguel, 1973: 20). 1286 1285 Pensemos que en su biblioteca personal apenas tenía libros de autores españoles y si los tenía eran de los nombres conocidos antes de la Guerra Civil. 1286 Por supuesto, la sociología empírica también tuvo su propia ideología: ―una contradicción profunda entre ciertos elementos modernizantes o igualitarios, por un lado, y el contraste, por el otro, del tono autoritario en la política, el localismo general de la vida, la tardía secularización y la permanencia de algunos valores preindustriales. Esa contradicción resume acaso en la fuerte desvinculación entre los procesos económicos y políticos que cabe registrar en la historia reciente española: la economía parece desarrollarse ―como por casualidad‖ y los políticos sólo casualmente se preocupan por la economía. En rigor, no es que en España la modernización sea escasa, sino que lo que de cierto ha ocurrido es que el 835 Podemos decir, maximizando aquella situación, que había ciertas distancias y diferencias entre una ―sociología oficial‖ y los ―críticos‖, si bien, todos ellos, como reconocía Emilio Lamo de Espinosa, compartían una ―común oposición‖ hacia la dictadura franquista, lo que ―generó un ambiente de colaboración personal no exento de oposición entre ambas escuelas‖ (1990: 349-350). El caso singular del campo sociológico español de aquellos años fue muchas de las veces el de la colaboración y conocimiento entre pares, a pesar de los obstáculos teóricos o metodológicos señalados. En dicho contexto, la sociología crítica se puso de moda como proveedora de análisis muy apropiados para ser utilizados como munición política e ideológica en la lucha contra la dictadura franquista. Por su parte, la sociología empírica ayudó a la consolidación de la sociología aplicada y a la profesionalización de esta ciencia una vez alcanzada la transición democrática. Todo este contexto, con diferentes opciones metodológicas y teóricas, y una vez abierto el proceso de profesionalización, dificultaba, como así creemos, la consideración sociológica de una sociología histórica y estructural, de corte europeo, que era la profesada por Medina Echavarría. ―Precisamente -como recordaba José Castillo Castillo- con la muerte de Enrique Gómez Arboleya lo que se frustró fue la posibilidad del desarrollo de la teoría sociológica en España desde el arranque mismo de su nueva andadura‖ (Sarabia, 2004: 6). En otras palabras, y según mi interpretación, con la muerte de Arboleya se malgastó una corriente teórica que conectaba con el pasado de la disciplina en España. La ruptura sociológica de 1939 fue una ruptura traumática, las nuevas generaciones crecieron entre el silencio, el poco conocimiento y, sobre todo, la ausencia de los que tenían que haber sido sus maestros naturales. Como reconocía Juan Maestre Alfonso, en la década del 60 hubo toda una generación de jóvenes españoles que querían estudiar la sociología, tarea dificultosa, pero que se consideraban herederos de los sociólogos de los años 30: ―El silencio dominante en España dificultaba el aprendizaje de disciplinas como la sociología, y mucho más si es que se pretendía hacerlo de oído. El vacío no era absoluto; pero aún, en buena medida era esterilizante. El nombre de la sociología, como también sucedió con la antropología, fue usurpado por puntos de vista excéntricos que lo distorsionaron. Basta recordar que designábamos a un grupo de profesores que dominaron durante algún tiempo la enseñanza de la sociología como los ―padres de la sociología‖, paternidad que les fue atribuida exclusivamente en función de su calidad de eclesiásticos…No parecía que esa disciplina tuviera utilidad y sí, por el contrario, que poseyera una carga conflictiva. Todo esto explica la ruptura que se originó con el impulso minoritario, pero de envergadura intelectual, que surgió en España durante la década de los años treinta –Medina, Recasens, Ayala…y los seguidores de un pensamiento filosófico con importante carga de preocupación social-, interrumpido por la Guerra Civil y la consiguiente dictadura‖ (Maestre Alfonso, 2007: 23-24). Gracias a Gómez Arboleya algunos de los jóvenes sociólogos españoles pudieron conocer a Ayala, a Medina o a Recasens. Es de notar, la red intelectual que se desarrollo político ha sido prematuro. Ahora nos damos cuenta de que los partidos políticos, el sufragio universal, la huelga o las elecciones regulares se introdujeron demasiado pronto en una España abrumadoramente rural y que por eso fracasaron‖ (De Miguel, 1972a: 34). 836 había constituido entre la sociología del exilio y la sociología del interior, vía Medina y Arboleya, a través del intercambio entre la FLACSO y el Instituto de Estudios Políticos a raíz de la colaboración surgida para el Diccionario de sociología en lengua castellana ideado por la UNESCO. Aquella articulación, complicada y difícil por la falta de libertad en la España franquista, propició, de todos modos, un contexto favorable a la integración del pensamiento exiliado. Sin embargo, el dramático fallecimiento de Enrique Gómez Arboleya en 1959 supuso una desatención hacia el conocimiento sistemático de las herencias culturales de la sociología española. Pero no todo se perdió, porque el espacio de reflexión intelectual, aunque fuera mínimo, ya estaba creado. Queremos destacar, en todo caso, el importantísimo papel que jugó Gómez Arboleya a la hora de dar continuidad histórica a la tradición sociológica española anterior a la Guerra Civil desde el Instituto de Estudios Políticos y su Revista de Estudios Políticos. Como muestra de esos propósitos, sabemos que Enrique Tierno Galván había dedicado una nota bibliográfica a las actas del Primer y Segundo Congreso Nacional de Sociología en México en las páginas de la Revista de Estudios Políticos en 1954 en las que menciona a Medina Echavarría. Me permito reproducir el siguiente fragmento de aquella reseña, pues resulta interesante cómo Tierno, intelectual y sociólogo del interior, comparte de forma paralela la existencia vicaria del sociólogo emigrado: ―Pero uno de los mejores trabajos de este tomo es el del doctor José Medina Echevarría, titulado ―Acerca de los tipos de inteligencia‖. El profesor Medina Echevarría se propone examinar si existen formas de vida intelectual más o menos relacionadas con la posición que en una sociedad ocupen sus representantes. Parte del supuesto, supuesto dramático, del intelectual emigrado, en cuya situación ciertos problemas se constituyen en problemática acuciante y permanente. Nadie más próximo a una vida intelectual falseada encarnada en tipos de existencia substituía o vicaria, que el intelectual emigrado. Pero en la medida en que hoy todo intelectual en cualquier situación corre el peligro de una existencia falsificada y artificial, el emigrado se constituye en la expresión típica de un fenómeno general‖ (Tierno, 1954: 167). En aquel período aparecieron publicadas en las páginas de la Revista de Estudios Políticos otras dos notas bibliográficas en las que se mencionaba el nombre de Medina Echavarría. Una de 1958, firmada por Salustiano del Campo, y otra de 1960 escrita por Enrique Martín López. 1287 No obstante, el contenido más relevante para el conocimiento de los sociólogos del exilio fue el texto de 1958 de Enrique Gómez Arboleya, publicado 1287 Salustiano del Campo, reseña bibliográfica de Los libros fundamentales de nuestra época, de Agustín Yáñez, Ediciones Etcaetera, Guadalajara, 1957. Revista de Estudios Políticos, nº 98, marzo-abril, 1958, pp. 231-232. Cita a Medina, junto a otros exiliados, como Recasens, Manuel Pedroso, Joaquín Xirau y autores latinoamericanos, como Alfonso Reyes, en relación a una encuesta de la Revista de Occidente de 1945 sobre los libros fundamentales de la época. Este dato nos muestra los lazos existentes entre exilio e interior a uno y otro lado del Atlántico a partir de plataformas editoriales como la Revista de Occidente. Por su parte, Enrique Martín López, en un libro de Bernsdorf nos habla de la ausencia en ese trabajo de la historia de la sociología de sociólogos españoles y latinoamericanos. ―Es de lamentar, sin embargo, en este mismo punto, la escasa y en alguna medida irrelevante presencia de sociólogos españoles —Joaquín Costa, José Medina Echevarría, y Adolfo G. Posada— que de ninguna manera representa la actividad sociológica española, equiparable y quizá superior en algunas figuras, a otras reseñadas en el ―Lexikon‖ (Martín López, 1960: 265). 837 también en aquella revista, sobre la ―Sociología en España‖. Este trabajo confirma a Gómez Arboleya en su papel de ―enlace‖ o ―nexo‖ de transmisión y conocimiento entre la sociología del exilio y la sociología del interior. 1288 En esas páginas presenta a una sociología española bajo un enfoque unitario, reconociendo la madurez y la importancia de los sociólogos del otro lado del Atlántico. Por lo que respecta a nuestro autor dice de él que ―era, al marchar de España, una de las promesas intelectuales más ciertas. Hoy, ya lograda, nos ofrece en su producción un libro certero sobre Sociología; teoría y técnica… Su libro constituye un punto de inflexión en la misma posición de los sociólogos españoles de allende el Atlántico‖ (Gómez Arboleya, 1958: 72). En otras palabras, Arboleya se reconoce en la forma analítica y científica de la sociología que proponía Medina en este libro. Y justamente esa visión respecto a la sociología como ciencia positiva es la que transmitirá a sus discípulos. Sociología: teoría y técnica –vía Arboleya- introdujo una perspectiva nítidamente científica en la que se reconocieron algunos jóvenes sociólogos españoles. Aquel libro de 1941, marcó, como así creemos, un pequeño punto de inflexión en el esfuerzo renovador que se hizo en la sociología española durante la década del 60. Así nos lo confirman las citas. Por ejemplo, Juan Francisco Marsal en un artículo de 1959 en la Revista de Estudios Políticos, ―La sociología positivista en Argentina‖, se ocupa de Medina Echavarría en los siguientes términos: ―Esta revalorización del positivismo ha tenido repercusión en la América de habla castellana. En la sociología, de unos años a esta parte, viene apreciándose una orientación, dirigida hacia la sociología concreta, influenciada por la sociología estadounidense, que tiene mucha conexión con aquella reestimación. Una voz muy temprana en esta nueva dirección fue la de Medina Echavarría, que en 1941, desde México, preconizó el retorno a la sociología more comteano: Su pronunciamiento era decididamente favorable a la sociología positivista‖ (Marsal, 1959, 220). Por supuesto, Marsal citaba el clásico Sociología: teoría y técnica, considerándola como una obra que reclamaba a la sociología como ciencia positiva, o sea empírica e inductiva, y como una ciencia aplicable. El ―planteamiento comtiano‖, como retorno a Comte, que proponía Gómez Arboleya a partir de la lectura del citado libro de Medina también fue recogido y madurado por Salustiano del Campo en su obra La sociología científica moderna, de 1962, y por Luis González Seara en su libro La sociología, aventura dialéctica, de 1971. 1289 La imagen que manejó durante algún tiempo la sociología española respecto a Medina Echavarría fue la de un autor únicamente conocido y leído dentro de círculos académicos muy concretos, como podían ser la escuela de Gómez Arboleya en el Instituto de Estudios Políticos 1290 y el Instituto Balmes, con la presencia de Carmelo 1288 Además los trabajos de Gómez Arboleya ejemplifican la reanimación del interés del estudio de la sociología en el interior de la España franquista, constituyendo una continuidad de la sociología elaborada antes de la Guerra Civil. Él fue, como decíamos arriba, el nexo de unión entre los sociólogos sin sociedad, los sociólogos de la guerra, los sociólogos del interior y la nueva sociología española que empezaba a profesarse desde los años 50. 1289 ―La sociología científica moderna‖, Salustiano del Campo, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1965, 2ª edición. Cita José Medina Echavarría, Sociología: Teoría y técnica, F. C. E. México, segunda edición, 1946. Recomienda que se vean especialmente las páginas 15-24 sobre ―el planteamiento comtiano‖, p. 83, p. 85, p. 109 (aquí habla sobre las dicotomías metodológicas de Medina entre naturalismo frente a culturalismo, abstracción frente a comprensión, y especialismo frente a síntesis).También cita a Max Weber, Economía y Sociedad, I. Parte, Teoría de la Organización Social, trad. de José Medina Echavarría, FCE, Méjico, 1944, p. 33. 1290 Emilio Arévalo me reveló que leyó a Medina gracias a Enrique Tierno Galván. Como hemos visto, Medina fue un autor más o menos conocido en el ámbito intelectual del Instituto de Estudios Políticos. 838 Viñas Mey. 1291 Gracias a las referencias bibliográficas y a los testimonios, podemos observar las limitaciones sobre las que creció la sociología española respecto a los sociólogos del exilio. Ayala, Medina o Recasens fueron sociólogos de ―oído‖, pues de vez en cuando sus nombres eran pronunciados por los pocos maestros españoles a sus jóvenes alumnos en estos centros académicos. Hubo un desconocimiento, más que nada, parcial de la sociología hecha en el exilio, debido principalmente a la dificultad de acceder a sus textos fuera de la censura franquista y del mercado, y otras veces por las manías sociológicas de los practicantes. 1292 En todo caso las condiciones socio-políticas repercutieron sobre los límites y las posibilidades del ejercicio de la sociología como dificultaron la reinterpretación de la historia de la disciplina. En efecto, se hizo una asimilación muy limitada e incompleta de la obra de los ―sociólogos sin sociedad‖, a no ser que se viajara a América Latina para conocer sus Recojo su testimonio porque nos permite continuar examinando con la debida perspectiva la especial recepción de nuestro autor en la sociología española bajo el franquismo: ―Aquí con 20 años no sabíamos absolutamente nada de nuestro propio país. Era un mundo no solamente olvidado, sino encerrado bajo siete llaves. En aquella época di con su libro sobre técnicas (se refiere a Sociología: teoría y técnica). También yo pertenecí a un seminario que tenía Tierno Galván de 6 u 8 personas y que estudiábamos sociología. Tierno Galván también lo conocía. Lo conocía, pero no era de su cuerda. Pero, en fin, lo conocía y lo citó alguna vez, pero de una manera débil, no como un pensamiento fuerte. Tierno hablaba más sobre sociología del conocimiento y sobre categorías sociológicas. Tierno no era un gran admirador de Medina. Sin embargo, para nosotros Medina Echavarría era luz. Tenía una visión muy humanista. Era leer a los europeos en castellano, en vez de leerlos en francés. Porque la generación siguiente era del inglés. José Medina Echavarría fue un autor que con un lenguaje civilizado nos permitió hablar de política en un momento en que la política estaba prohibida. Eso para nosotros era muy importante. Era muy poco conocido aquí. Relativamente conocido en Alemania y muy conocido en América Latina‖. Entrevista mantenida por el autor con Emilio Arévalo. 20 de mayo de 2011, Madrid. Se refiere al seminario de sociología que Tierno Galván daba en su despacho, al lado de las Plazas de las Cortes, al que asistieron nombres como los del propio Emilio Arévalo o Ángel de Lucas. 1291 Juan Maestre Alfonso me ha confirmado este último dato. Según su testimonio, llegó a Medina Echavarría siendo becario en el Instituto Balmes y fue concretamente Viñas Mey quien le habló por primera vez de nuestro autor: ―Me acuerdo, me dijo busca Medina Echavarría…Fue la primera indicación que yo tuve. No encontré en aquellos momentos nada de Medina Echavarría. Te estoy hablando del año 60 o 61. Busco cosas de Medina y no las encuentro. Pero cuando voy a México, me empezaron a hablar de él. Me sacaron cosas mimeografiadas, cosas hechas a multicopista, como documentos de trabajo y había unas cosas hechas sobre la universidad…Empiezo a encontrarme con sociólogos que me hablan de Medina Echavarría como un portento y son Pablo González Casanova y Rodolfo Stavenhagen. Y todos ellos empiezan a hablarme de Medina por un triple referente; por mi interés por la sociología, por mi calidad de español y porque quería trabajar en desarrollo. Y me dijeron, busque a Medina Echavarría. Y durante bastante tiempo todo lo que leo de él está hecho a multicopista, incluso copia de copia, recuerdo incluso que uno era colombiano y otro de Puerto Rico. Tardo bastante tiempo en encontrar en letra impresa de verdad un libro de Medina Echavarría. Pero es que todos los sociólogos importantes que yo conozco en aquel momento, latinoamericanos, hablaban de Medina y me decían busque usted Medina‖. Entrevista mantenida por el autor con Juan Maestre Alfonso, 17 de mayo de 2011, Madrid. 1292 Como me recordaba el propio Emilio Arévalo, el compró el libro Sociología: teoría y técnica de Medina fuera del mercado, como otros muchos libros de sociólogos franceses, sobre todo: ―Había librerías que vendían libros fuera del mercado. Había librerías americanas y librerías de viejo. O comprobamos los libros en librerías de viejo de Madrid o en librerías ocultas de Madrid que tenían en segunda o en tercera fila. O los comprábamos en Francia directamente. Yo compraba libros de sociología y psicoanálisis…Todos habíamos estudiado en francés y todos habíamos estudiado a los marxistas franceses y los leíamos por bajo cuerda. Nadie los citaba, nada más de forma muy oculta. Poníamos por delante a autores que luego, más bien, fueron considerados de derechas, magníficos sociólogos, como Raymond Aron. Claro, Raymond Aron era un radical en su vieja época‖. Entrevista mantenida por el autor con Emilio Arévalo. 20 de mayo de 2011, Madrid. 839 trabajos. 1293 En el caso de Medina Echavarría, hemos expuesto que la orientación dominante de su lectura tuvo como eje su obra más positivista y epistemológica, como fue su Sociología: teoría y técnica. La vigencia colectiva de nuestro autor en el pensamiento sociológico español quedó asociada durante mucho tiempo a su intento de construir epistemológicamente a la ciencia sociológica. Prueba de ello es, por ejemplo, la referencia que se hace en el trabajo clásico Sociología española de 1970, donde sólo se consideraban sus obras iniciales. 1294 La sociología española se fue institucionalizando bajo el franquismo sin modificar el marco de referencia en el que se situaban los sociólogos del exilio. 1295 De esta manera, Medina Echavarría aparecía como un autor ―fosilizado‖ en 1941 como si en las tres décadas siguientes no hubiera escrito absolutamente nada. Esta imagen es la que nos ha llegado hasta fechas más o menos recientes. Como puede verse, la institucionalización de la sociología bajo el franquismo se hizo prácticamente sin considerar a sus clásicos, estuvieran o no en el exilio. Ello se debe a los diferentes procesos de reconstrucción histórica de la disciplina: ―La identificación de lo que cada generación considera como los antecedentes de la disciplina, los temas y problemas relevantes, las formas de tratamiento pertinentes, los clásicos y las contribuciones contemporáneas pone de manifiesto los procesos de configuración de los consensos en función de los cuales una comunidad se produce y se define frente a sus interlocutores‖ (Andrade Carreño, 1988: 122). Quizás esta haya sido la manía, según mi punto de vista, que ha caracterizado en gran medida a la sociología española. Una enfermedad que podríamos llamar ―mal de la memoria‖ (Aznar Soler, 2003a: 19). Después de Gómez Arboleya se desatendió durante mucho tiempo el estudio y la comprensión de la historia de la disciplina. Como reconocía José Castillo Castillo, ―la escasa, por no decir nula, repercusión de la obra de Arboleya en la sociología posterior, se debió –a mi juicio-, de un lado, a la engreída postura de los que nos considerábamos sociólogos empíricos de pleno derecho, y, de otro, a la evolución de la sociología en los años siguientes por los derroteros marxistas‖ (Sarabia, 2004: 7). Esto fue así por las modas sociológicas anunciadas que vinieron a considerar a toda la sociología anterior como una sociología ―demasiada inclinada, como es sabido, al ensayo estético o a la elucubración magistral‖ (De Miguel, 1972a: 13-14). 1293 Destacamos que han sido los sociólogos españoles más latinoamericanistas, caso de Juan Francisco Marsal o Juan Maestre Alfonso quienes más se esforzaron por recuperar a Medina Echavarría para la sociología española poniendo más énfasis en su obra desarrollista, absolutamente desconocida en la sociología del interior. 1294 En este libro no se incluye a los sociólogos del exilio como profesionales o como miembros de la sociología española. En cambio, Gómez Arboleya es reconocido como el iniciador del proceso institucionalizador de la sociología en España (Sociología 1970, 1971: 17-36). En la bibliografía sobre los orígenes de la sociología española se citan únicamente dos de los primeros trabajos de Medina Echavarría, La situación presente de la Filosofía jurídica, y Sociología: teoría y técnica. De Recasens Siches no aparece ninguno. En cambio, de Ayala son citado 6 trabajos: Problemas jurídico-sociales del jornal mínimo, de 1931, El derecho social en la constitución de la República Española, de 1932; Oppenheimer, de 1942; Los políticos, de 1944; Tratado de Sociología, de 1947; e Introducción a las Ciencias Sociales, del año 1952 (Sociología 1970, 1971: 829). 1295 Pensemos que la imagen que también se tenía de los sociólogos exiliados era la de traductores. La mayoría de las veces fueron más conocidos por su oficio en la traducción que por su propia obra. O recordemos el caso de Ayala, cuyo Tratado de Sociología también fue utilizado por la sociología del interior, pero, sobre todo, el granadino fue antes conocido por literato que por sociólogo. 840 La sociología en España, como ciencia nueva, como ciencia de la realidad social, quedaría así caracterizada desde entonces por su manía de invención permanente. Ha parecido dominar en la historia de nuestra disciplina este escepticismo hacía nuestros clásicos, siendo etiquetados como representantes del ―ensayismo social‖ o de una ―sociología especulativa‖. Las dificultades por reconstruir la ciencia sociológica en España chocó, por un lado, con aquellos que estudiaron sociología convencidos de hacer la revolución y de que estaban reaccionando racionalmente frente al ―mundo oscurantista y agobiante‖ creado por los vencedores de 1939 con su monopolio del poder y de la legitimidad y con su pretendida apropiación de la cultura (Giner, 1990: 68); y, por otro lado, los que estudiaron sociología para indagar sobre el funcionamiento de lo social desde un enfoque más científico que filosófico. 1296 En todo caso la historia de la sociología española se ha venido narrando preferentemente desde ―una orientación hacia el futuro‖, caracterizada por ―impulsar el trabajo propio, el paradigma propio, y presentar los retos de futuro de la disciplina sociológica‖. Ello explicaría, en gran medida, que la ―orientación hacia el pasado‖ de la disciplina únicamente se haya caracterizado, en aparente paradoja, ―por su desprecio‖ (Ribes, 2011a). Ha habido una sobrevaloración del presente y de menosprecio hacia el pasado de nuestra disciplina. Creemos que la normalización democrática del campo de poder en España ha posibilitado la auto-observación del propio campo sociológico. Resulta paradójico que autores como Gómez Arboleya, con quien comenzó la autorreflexión sociológica moderna en España, o Medina Echavarría, renovador de la sociología en América Latina y en lengua castellana, apenas fueran considerados por la sociología española más allá de principios de los años 70. 1297 Por ello, otro de los motivos que considero que explica la desatención de los clásicos españoles es que sólo en condiciones políticas democráticas y normales se puede estudiar y analizar la historia de una disciplina. Las implicaciones políticas e ideológicas que cayeron sobre el campo sociológico durante el franquismo repercutieron, sin duda, en la desatención de los clásicos ―heterodoxos‖ como Medina. Hubo una clara parcialidad hacia el conocimiento, la difusión o la promoción de los trabajos de nuestro autor. A excepción de su artículo ―Sobre el desarrollo y su filosofía‖, publicado en la Revista de Occidente, en los números 36 y 37 de 1966, 1298 y 1296 He seleccionado la siguiente cita del libro ―Introducción a la antropología social‖ de Juan Maestre Alfonso, porque resúmete completamente lo que venimos exponiendo a lo largo de todo este capítulo: ―La década de los años sesenta ha sido prólija en estos avatares y sinsabores que oscilaban entre los requerimientos del catecismo pedagógico emanante de las estructuras académicas, hasta las más claras reivindicaciones subversivas de un orden social que se rechazaba drásticamente. Sin embargo, los ―setenta‖ ya han visto apuntar los cimientos de una actuación profesional. Por un lado, se ha producido un proceso de institucionalización académica de las enseñanzas sociológicas. Por otro, se han clarificado las ideas a la par que se elaboraba una producción científica y un instrumental metodológico. Y por último, se ha visto como se producía el deslizamiento del ―saber sociológico‖ inicialmente guardado como tesoro de unos cuantos –vacas sagradas muy pocas, no llegaban a rebaño- a un conjunto de ocupados y preocupados por esta amplia y difusa materia, que han constituido una profesión real y definida‖ (Maestre Alfonso, 1974: 9-10). 1297 La ―sociología oficial‖ de los años 70 situó de forma unánime en el año 1956 el inicio de la sociología científica española. Exactamente es la fecha en que Enrique Gómez Arboleya escribió su trabajo sobre la Historia de la Sociología en España, y que para la sociología de aquellos años marcó simbólicamente el momento convencional de transición entre la sociología más o menos espontánea, unida a otras disciplinas, a otra sociología más autónoma, científica y en claro avance del proceso de institucionalización (Sociología 1970, 1971: 12-13). 1298 Mi primera respuesta para explicar la publicación de este trabajo de Medina Echavarría en la Revista de Occidente apunta a la latencia de las redes editoriales entre pensadores de dentro y fuera de España. 841 una reseña de Gonzalo Fernández de la Mora a su libro Filosofía, educación y desarrollo, 1299 la recepción en la España franquista de su sociología desarrollista más comprometida políticamente fue reducida, por no decir nula. Si sólo se consideró la dimensión epistemológica de la sociología de Medina Echavarría se debió a que ésta era su obra escrita menos problemática con la dictadura. Recordemos, en este aspecto, que la palabra sociología sonó mucho tiempo como socialismo. Como bien dice Alberto Ribes, ―la cuestión, más allá de los errores de omisión interesados, y más allá de la explicación histórica, trasciende los límites del juego académico, y lo convierte en un problema político de configuración de espacios de diálogo‖ (2011b). Se entiende mejor, sin duda, la vaguedad respecto a la sociología del desarrollo de Medina Echavarría. Porque hablar de democracia, de planificación o de aspectos políticos de la modernización hubiera sido todo un desafío y un compromiso para la sociología del interior. En todo caso, ya fueran unos u otros motivos políticos o sociológicos, la sociología española no ha sabido aprovechar la excepcional contribución de sus clásicos. Es ahora bajo la democracia cuando la historia de la disciplina se empieza a escribir con los contornos suficientemente precisos y claros. En estos momentos es cuando podemos comprender la complejidad de tales cambios. 4. Notas sobre su vuelta a la sociología española. A José Medina le irritó la vuelta. Lo terrible no era el exilio, sino volver. El darse cuenta de una realidad que se le escapaba. No sólo es el paso del tiempo, acaso la ausencia de una historia que se había narrado sin ellos. Visto todo lo anterior, lo primero que debe resaltarse es la actitud personal de quietismo que adoptó Medina Echavarría respecto al campo sociológico español, debido por dos motivaciones: la primera, para él asumir algún puesto oficial en la Universidad española significaba cierta complicidad con el régimen franquista, sería una manera de legitimar moralmente a la dictadura y de traicionar aquellos valores por los que él y muchos otros pagaron con el exilio. 1300 Él no Recordemos que la Revista de Occidente fue una plataforma que además de unir y dar a conocer en un primer momento a los intelectuales españoles con los latinoamericanos, después de la Guerra Civil sirvió de enlace entre los intelectuales españoles del exilio y los del interior. Mi segunda respuesta, complementaria a la primera, tiene que ver con la explicación apuntada por Vicente Llorens: en los años 70 comenzaron a llegar muchos exiliados del 39, ―en algunos casos no se trata de un retorno personal, sino de iniciar contactos intelectuales, publicando aquí un libro, viniendo a pasar alguna corta temporada, quizá unas vacaciones, etc.‖ (Llorens, 1976: 18). Tal vez la publicación de este trabajo, titulado como ―Filosofía del desarrollo‖ y publicado en 1965 en Uruguay: una política de desarrollo. VIII Cursos de verano, tenía que ver con una estrategia biográfica de ir preparando el aterrizaje a España. Las fechas así nos lo indican. 1299 Gonzalo Fernández de la Mora juzgaba todos los jueves desde 1963 un libro de pensamiento en el diario ABC. Y uno de los que juzgó fue el de José Medina Echavarría, Filosofía, Educación y Desarrollo. Esta crónica bibliográfica llevó el título de ―Educación y desarrollo‖. Las palabras de Fernández de la Mora son elogiosas hacia Medina por su talante intelectual: ―José Medina Echavarría demuestra en este diáfano e inteligente libro dos virtudes que, a mi juicio, figuran entre las más altas que desde el punto de vista metodológico puede tener un intelectual: la imparcialidad y la objetividad. Difícilmente se podrán encontrar en estas páginas subjetivismos apriorísticos, adhesiones ideológicas de principio, tesis preconcebidas, es decir, parcialismo. Pero hay más, Medina no hace introspección, no nos cuenta su intimidad; lo que hace es sensibilizarse ante la realidad, tratar de verla tal cual es, plegarse a los hechos, abrirse a la experiencia; en suma, ser objetivo‖ (Fernández de la Mora, 1969: 128). 1300 Medina, al igual que su amigo Aub, se sentía, cautivado por la memoria republicana, ―se siente en todo momento representante de una España exiliada y democrática que no pudo ser‖ (Aznar Soler, 2003a: 9). 842 tuvo ningún interés por incorporarse a la actividad académica regular en la España postfranquista, a pesar de que algunos compañeros y amigos del exilio sí lo hicieron, como Luis Recasens Siches. Y la segunda motivación tiene que ver con la incomodidad que podía sentir al ver reproducido nuevamente el debate funcionalismo-empirismo abstracto vs. marxismo que le había tocado vivir en Chile y la ―obligación‖ por tomar parte de uno u otro bando. Medina, a su edad, no estaba para batallas de uno u otro tipo. 1301 En una sociología de familias, de grupos reducidos; en una sociología sin estar libremente institucionalizada, con soportes variopintos y diversos; en una sociología con distintas concepciones de la propia ciencia, con afinidades muchas veces por escuelas y corrientes, otras por inquietudes ideológicas; era normal, por todo ello, que su sitio estuviese en un lugar marginal como fue el ISDIBER de Manuel Lizcano y en la participación en un par de clases en la cátedra de Salustiano del Campo de la Universidad Complutense de Madrid. Medina no regresó definitivamente a España. Por tal motivo, su relación con la sociología española fue más a través de amistades personales que de vínculos institucionales. Sus contactos intelectuales con la sociología española del interior se habían iniciado en el exilio. De esta manera, su inserción en el campo sociológico español vino caracterizados por los sociólogos que había conocido: Salustiano del Campo en Estados Unidos y Manuel Lizcano en América Latina. 1302 José Medina impartió unas cuantas clases de sociología en la Universidad Complutense invitado por Salustiano del Campo. 1303 Más que unas clases magistrales o un seminario de teoría sociológica, fue una invitación a que hablara de sus temas. Salustiano del Campo intercedió para que nuestro autor aceptara algún puesto oficial, cosa que él rechazó sutilmente, a su manera. En todo caso, después de estas clases Medina evitó tener un mayor contacto con la Universidad española. En cambio, se encontró mucho más cómodo en aquella ―isla de pensamiento libre‖ que fue el ISDIBER, una institución académica alejada del ámbito institucional del régimen (Lizcano, 2005-2006). Debemos remontarnos a 1968 para comprender la inserción de Medina en el campo sociológico desde este lugar periférico. Su breve incursión española en aquel año se explicar a partir de la red académica latinoamericana que Manuel Lizcano venía estableciendo desde 1962 en América Latina (Lizcano Pellón, 2005-2006: 61). El objetivo de esta red académica era la investigación de la estructura comunal ibérica, de los pueblos iberoamericanos, a partir de las experiencias comunales, cooperativas y comunitarias dentro del campo académico y científico. 1301 Como decíamos arriba, Medina desconocía y mucho a la sociología española contemporánea. Desconoce a autores emergentes como Salvador Giner, quien en 1967 había publicado su Historia del pensamiento social, en 1969 su Sociología o en 1974 El progreso de la conciencia sociológica, o a sociólogos contrarios a la tendencia empirista, como Carlos Moya, sociólogo sensibilizado por la sociología crítica y la Escuela de Frankfurt (Garmedia, 2007: 14). 1302 ―José Luis Rubio y Lizcano hablaban bastante de Medina y le habían conocido. Además viajaban por América Latina‖, Entrevista Juan Maestre Alfonso. Prueba de la importancia de Gómez Arboleya como nexo entre sociología del exilio y sociología del interior es que tanto Del Campo como Lizcano fueron alumnos suyos en el Instituto de Estudios Políticos, lo que confirma la idea que venimos manejando aquí de la importancia que tuvo este centro académico a la hora de conocer al pensamiento social español del otro lado del Atlántico. Sobre el Grupo de Madrid: Manuel Lizcano estudió los cursos de doctorado bajo la dirección de Enrique Gómez Arboleya a mitad de los años 50 (Lizcano, 2010: 9). 1303 Entrevista mantenida por el autor con Salustiano del Campo, 18 de junio de 2008, Madrid. El profesor Salustiano del Campo no recuerda bien las fechas. De todos modos las clases serían en el curso académico 1974-1975. 843 Lizcano, profesor de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Madrid, había comenzado esta red desde la dirección del Centro de Prospección Social y Asociativa del Instituto de Estudios Sindicales, Sociales y Cooperativos. Pero, sobre todo, la tejió desde la revista Comunidades (1965-1970) y desde el Anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos (1967 y 1969). 1304 El Anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos fue el órgano de la Asociación de Sociólogos en Lengua Española y Portuguesa (ASLEP), constituida en Madrid del 19 al 24 de junio de 1967. ―Entre los primeros sociólogos fundadores de la Asociación se encuentran: José Medina Echavarría, Orlando Fals Borda, Josué de Castro, Isaac Ganón, Lucio Mendieta y Núñez, Orlando Sepúlveda, José Luis de Imaz, Manuel Diegues Junior, Gustavo Pérez, Alfonso Trujillo, etc.‖. Nuestro autor regresó a España en 1969, por lo que no asistió a la fundación de esta asociación. Seguramente tuvo conocimiento de la misma por los lazos establecidos con Lizcano en Chile, a partir de una correspondencia que, por desgracia, no contamos para los intereses de este trabajo. El consejo directivo de la asociación estuvo formado por Hernán Godoy (Universidad Católica de Chile), como presidente, y de vicepresidentes actuaron Isaac Ganón (Universidad Nacional de Uruguay), Justino O´Farrell (Universidad Nacional de Buenos Aires), Aníbal Ismodes (Universidad Nacional Mayor de San Marcos), y Manuel Diegues (Centro Latinoamericano de Pesquisas en Ciencias Sociales, Río de Janeiro). El secretario general era Manuel Lizcano y el tesorero era Enrique Couceiro. Algunos miembros del consejo de la asociación fueron José Luis Imaz (Buenos Aires), Horacio Godoy (Mendoza), Orlando Fals Borda (Bogotá), Orlando Sepúlveda (Santiago de Chile), Renato Poblete (Santiago de Chile), Amando de Miguel (Madrid), Enrique Martín López (Madrid), José Jiménez Blanco (Málaga), Francisco Murillo (Granada), Luis Recasens Siches (México) y José Medina Echavarría (Santiago de Chile). 1305 Es llamativo comprobar que esta red académica articulaba a distintos nombres que, de una u otra manera, aparecen vinculados a la biografía intelectual de nuestro autor: Lucio Mendieta y la sociología mexicana; Hernán Godoy y la sociología chilena; Orlando Fals Borda y el movimiento renovador de la sociología latinoamericana; Manuel Diegues y la red institucional de la FLACSO; y Manuel Lizcano como nexo con la sociología española del interior. 1306 La Asociación de Sociólogos en Lengua Española y Portuguesa, como organización de carácter científico y técnico, nació con el ―objeto promover el estudio 1304 El presidente de la revista Comunidades era Adolfo Muñoz-Alonso (Director del Instituto de Estudios Sindicales, Sociales y Cooperativos. Catedrático de Historia de la Filosofía, Universidad de Madrid) y Manuel Lizcano fue su director. Miembros del consejo editorial de Comunidades fueron Luis Recasens Siches (Catedrático de Sociología, Universidad Autónoma de México, luego Catedrático Filosofía del Derecho, Universidad de Madrid), Salvador Lissarrague (Catedrático de Filosofía Social, Universidad de Madrid), José Todoli (Catedrático de Ética y Sociología, Universidad de Valencia), Amando de Miguel (Sociólogo, Universidades de Madrid y Columbia, de Nueva York), Enrique Couceiro (Profesor de Sociología, Facultad de Ciencias Política y Económicas, Universidad de Madrid). 1305 ―Constitución de la Asociación de Sociólogos en Lengua Española y Portuguesa (ASLEP)‖, Anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos, Vol. III, Madrid, 1967, pp. 293-295. 1306 También interesante observar los nexos que pudo establecer esta red iberoamericana entre sociólogos del interior y sociólogos del exilio español, entre sociólogos del interior con sociólogos latinoamericanos, y entre sociólogos del exilio español con sociólogos latinoamericanos. Nexos, por supuesto, que no siempre se visibilizan en forma de trabajos, artículos, recepción de autores o programas de investigación sociológica. Digo esto porque, vistos los nombres de los sociólogos españoles, como Jiménez Blanco, De Miguel o Murillo Ferrol, nos hacen pensar que conocían a la sociología española del exilio. Sin embargo, por las modas y las manías sociológicas no los consideraron en su justa medida. 844 sociológico del área de países de lengua española y portuguesa, así como el intercambio de experiencias científicas entre los sociólogos especializados en el estudio del área mencionada‖. Entre los proyectos de esta asociación figuraba una Bibliografía de Ciencias Sociales sobre Iberoamérica, que finalmente fue elaborada por los sociólogos chilenos Orlando Sepúlveda y Francisco Fernández, quienes reunieron 3.500 fichas bibliográficas sobre el pensamiento social iberoamericano y que se publicó en el primer volumen del Anuario de Sociología de los pueblos ibéricos. Hubo otros proyectos que no se llevaron a cabo, basados, principalmente, en dar forma a un ―léxico sociológico en español‖, para lo que se tenía pensado preparar un volumen de Teoría social sobre Iberoamérica, que se publicaría en inglés y en español. 1307 También se propuso llevar a cabo un ―Foro de Integración y Desarrollo de los pueblos ibéricos‖. 1308 En esta red iberoamericana colaboraron alrededor de 200 investigadores tanto españoles, portugueses, iberoamericanos y también filipinos, como de otras áreas culturales (Estados Unidos, sobre todo), especializados en el campo de la enseñanza e investigación de la sociología y de las ciencias sociales. Esta Asociación de Sociólogos en Lengua Española y Portuguesa destacó por promover la creación e institucionalización de una Escuela Ibérica de Sociología y Desarrollo, auspiciada bajo el patrocinio del Instituto de Cultura Hispánica y el Instituto de Estudios Sindicales, Sociales y Cooperativos. La Escuela Ibérica de Sociología y Desarrollo comenzó su primer curso académico en octubre de 1966, siendo su director Manuel Lizcano. Esta Escuela había nacido ―como centro superior privado de enseñanza e investigación, dedicado al análisis de la problemática contemporánea de los países de cultura ibérica y a la formación de científicos y técnicos especializados en el tratamiento del desarrollo social y económico de dicha área‖. Las actividades académicas se dirigieron, principalmente, a estudiantes universitarios latinoamericanos que realizaban sus estudios superiores o sus ampliaciones de estudios científicos o profesionales en España. La ―vocación latinoamericana‖ de la Escuela Ibérica de Sociología y Desarrollo se aprecia en sus objetivos fundamentales, caracterizados por formar a los estudiantes en las técnicas y métodos de la planificación para el desarrollo. 1309 En 1968 este centro superior de enseñanza pasó a llamarse Instituto de Sociología y Desarrollo del Área Ibérica (ISDIBER). El Instituto dio más importancia, si cabe, a la formación de especialistas en materia de desarrollo social y económico. 1310 1307 Llama la atención cómo esta idea de un léxico en español sobrevuela en esta red académica. Quizá porque algunos de los miembros de la asociación, caso de Medina, Lizcano o Diegues participaron, como vimos, en la red institucional establecida entre la FLACSO, el Centro de Pesquisas Sociales de Río y el Instituto de Estudios Políticos en la labor de publicar un Diccionario de Ciencias Sociales en castellano. 1308 ―Constitución de la Asociación de Sociólogos en Lengua Española y Portuguesa (ASLEP)‖, Anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos, Vol. III, Madrid, 1967, pp. 293-295. 1309 Los objetivos fundamentales de esta institución eran ―formar científicos y especialistas para la investigación y para los cuadros técnicos de los organismos de planeamiento del desarrollo económico y social en los países del área ibérica. Preparación y especialización de profesorado para los centros de enseñanza superior relacionados con las ciencias sociales y del desarrollo en dichos países. Formación y entrenamiento de especialistas y expertos para programas de cooperación técnica en materia económica y social. Realizar y publica trabajos de investigación referidos al ámbito que abarcan las actividades de la Escuela. Fomentar el intercambio de experiencias y confrontación intelectual entre los especialistas de ciencias sociales y del desarrollo que trabajan en este mismo campo‖. ―Escuela Ibérica de Sociología y Desarrollo‖, Anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos, Vol. III, Madrid, 1967, pp. 296-301. 1310 ―Ante esta coyuntura crítica, el grupo de universitario promotor de ISDIBER entiende que ninguna actividad de las elites que componen la inteligencia social de los países ibéricos podía ser más provechosa 845 Manuel Lizcano continuó en sus labores de dirección, mientras que Enrique Couceiro se ocupó de la secretaría del centro. El ISDIBER ofreció un ―Diploma básico‖ de sociología y desarrollo cuya duración era de tres cursos académicos. El programa del diploma destacaba por la enseñanza de distintas áreas temáticas como la estructura social, la economía, la política, la cultura o la cooperación iberoamericanas. Asimismo se profundizaba en la investigación sociológica aplicada y en la realización de investigaciones en diversos campos económicos y sociales, cuyos aportes fueron fundamentales para el conocimiento de la realidad latinoamericana. El ISDIBER contó con una División de Sociología formada por nombres como los de Enrique Martín López, José Bugeda, José Castillo Castillo (quien impartía psicología social), Hernán Godoy o Joaquín Costa Pinto. También enseñaron estudios sociológicos Enrique Couceiro (teoría sociológica), Manuel Lizcano (estructura social) o Luis Recasens Siches. 1311 La primera etapa del ISDIBER duró hasta 1983 en la que se graduaron unos 300 alumnos (Lizcano Pellón, 2005-2006: 60). Posteriormente el Instituto sería refundado en 2002, pero ya en el seno del Instituto Español de Estudios Estratégicos. José Medina Echavarría, por su parte, dio unos cursos de teoría sociológica en el ISDIBER, concretamente en el ―Taller de Investigaciones‖, dirigido por Antonio Benítez, donde se discutía sobre epistemología, investigación, lógica y teoría de las ciencias sociales. Nuestro autor presentó una formulación de un ―estructuralismo abierto‖ en línea con su modelo teórico para el desarrollo latinoamericano (Lizcano, 2010: 17-18). Parece ser que los cursos de Medina Echavarría fueron repartidos como apuntes de clase. 1312 Supervisó trabajos de los alumnos y también colaboró en los eventos organizados por Manuel Lizcano y el ISDIBER. 1313 Uno de ellos fue la coordinación, junto con el sociólogo argentino Juan Carlos Agulla, del seminario sobre ―Evaluación crítica y perspectivas teóricas de las ciencias sociales en la sociedad iberoamericana‖, como parte del II Foro Iberoamericano de Integración y Ciencias Sociales, celebrado en La Rábida, Huelva, del 29 de septiembre al 4 de octubre de 1975 (Lizcano, 2010: 20). 1314 Este Foro posibilitó el encuentro entre científicos sociales e intelectuales a ambas orillas del Atlántico, en un momento en que agonizaba el dictador Franco y se comenzaba a reflexionar sobre las futuras relaciones entre España y América Latina. Medina Echavarría no estuvo presente en el Foro, al haber regresado poco tiempo antes a Chile. Sin embargo, sabemos que los documentos que presentó para el seminario sí fueron debatidos entre los asistentes (Lizcano Pellón, 2005-2006: 62). Si aquí nos hemos detenido con detalle al paso de Medina en el ISDIBER se debe al interés por reconstruir esta laguna dentro de nuestra tradición sociológica. Una a los problemas colectivos planteados en el área que esta previa exploración interdisciplinaria, profunda y sistemática del campo de posibilidades abierto ante la segunda experiencia histórica del desarrollo de la sociedad ibérica‖. P. 277. ―Instituto de Sociología y Desarrollo del Área Ibérica‖, Anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos, Vol. IV, Madrid, 1968, pp. 277-311. 1311 ―Instituto de Sociología y Desarrollo del Área Ibérica‖, Anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos, Vol. IV, Madrid, 1968, pp. 277-311. 1312 Entrevista mantenida por el autor con Juan Maestre Alfonso, 17 de mayo de 2011, Madrid. No sabemos la fecha de los cursos, pero tuvieron que ser entre finales de 1974 y principios de 1975. 1313 Nuestro autor supervisó y corrigió los siguientes trabajos de Joaquín Ledesma, abogado argentino: ―La ALALC en el marco de Integración Latinoamericana‖ (éste lo supervisó junto Fernando Moreno) y ―Maquiavelo y su metodología Instituto de Sociología‖. 1314 El ISDIBER ya había celebrado su primer Foro internacional en Bogotá, en julio de 1973. El II Foro lo organizó el ISDIBER con el patronazgo del Instituto de Cultura Hispánica y la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida, cuyo rector era en aquel entonces Juan Velarde (Lizcano Pellón, 2005-2006). Aquellos foros dieron origen a Cumbres Iberoamericanas, surgidas en 1991. 846 reconstrucción que también implica conocer la posición que él mantuvo en los bordes y en los márgenes del campo sociológico español tras su regreso en 1974. Si el primitivo ISDIBER fue la gran obra de Manuel Lizcano, ―resultó, finalmente, marginado y marginal en el contexto de las Ciencias Sociales españolas‖ (Maestre Alfonso, 1991: 14). Esta aventura académica ha estado fuera de los manuales de la historia de la sociología española, lo que nos dice mucho respecto a su marginalidad de los núcleos oficiales. 1315 Esto nos confirma la idea de que nuestro autor únicamente podía insertarse en la sociología española en un lugar ―outsider‖ como fue el ISDIBER. En aquel instituto Medina encontró un lugar ideal por varios motivos: le permitió estar alejado de la oficialidad del régimen, hecho que le hizo ver la situación española con distancia y perspectiva; se sintió, en cierto sentido, distraído, útil; y además con aquella pléyade de intelectuales críticos y heterodoxos pudo compartir una perspectiva ―hispánica‖ respecto a los temas sociológicos. 1316 En este sentido, las líneas de pensamiento democrático y de vocación latinoamericanista que él había formulado en el exilio únicamente pudieron tener cabida en un lugar como el ISDIBER. 5. La despedida. José Medina Echavarría regresó, pero no volvió. Proyectó un retorno definitivo en España después de pasar media vida en América Latina, pero, por motivos que no vienen al caso, sólo pudo permanecer en su país un año y medio, al cabo del cual se instala otra vez en Santiago de Chile, donde retorna como consultor externo y escribe sus últimos ensayos para la CEPAL. Se despidió, así creo, con las mismas sensaciones con las que regresó a México su amigo Max Aub: ―Ahora, cuando estoy algo más libre, es cuando debieran venir algunos – jóvenes o maduros- a hablar conmigo, a verme, a enterarse, por curiosidad, para darse cuenta, para saber, y no acude nadie… Regresé y me voy. En ningún momento tuve la sensación de formar parte de este nuevo país que ha usurpado su lugar al que estuvo aquí antes; no que le haya heredado. Hablo de hurto, no de robo. Estos españoles de hoy se quedaron con lo que aquí había, pero son otros. Entiéndaseme: claro que son otros, por el tiempo, pero no sólo por él; es eso y algo más: lo noto por lo que me separa de su manera de hablar y encararse con la vida. No es el progreso, no es el turismo sino algo más profundo. ―Nos los han cambiado‖. No han variado, no los han alterado, los trocaron. ¿Veo molinos en vez de gigantes? No sólo el español es variable, lo sé; pero no hay camaleón que cambie así de colores; en treinta años vinieron a otro uso y cambiaron su natural inclinación; su cortesía fue cambiada por otra, casi todo tomó otro semblante. Sé que sería mucho más fácil decir que el trocado fui yo. Tampoco me cabe duda, pero por eso vuelvo a lo mío –así no lo sea-.‖ (Aub, 2003: 559 y 596-597). 1315 Por ejemplo, en la clasificación de sociólogos españoles de Jesús María de Miguel, Manuel Lizcano aparece como un sociólogo ―outsider‖ (De Miguel, 1979: 49). Juan Maestre explica esta marginalidad por haber estado fuera de la Universidad española: ―A Lizcano no se le admite en la Universidad española. No le se le ha admitido por esa mezcla tanta raras de cristianismo de izquierdas con un comunitarismo entre los pueblos ibéricos‖. Entrevista mantenida por el autor con Juan Maestre Alfonso, 17 de mayo de 2011, Madrid. 1316 Entrevista mantenida por el autor con Juan Maestre Alfonso, 17 de mayo de 2011, Madrid. 847 Pocos, es cierto, acudieron a José Medina Echavarría mientras estuvo en España. 1317 También él fue esquivo a ello, sin duda. Fue un sociólogo con pocos lectores e interlocutores, por no decir que fue un sociólogo casi sin lectores o interlocutores. Sin embargo sería injusto no reconocer los nombres de Salustiano del Campo o Manuel Lizcano, quienes continuaron la labor de Enrique Gómez Arboleya de engarzar al exilio sociológico español con la sociología del interior, teniendo el mérito y la valentía de dar a conocer a este desconocido, a este ―sociólogo sin sociedad‖. Ellos además actuaron como correa de transmisión de su figura, dando resonancia a la presencia de Medina Echavarría en la sociedad y en la sociología española durante su estancia. Aunque después de su marcha la sociología española se acordó poco de su nombre, con escasas líneas, la mayoría casi siempre desde el recuerdo necrológico, se ha mantenido activo un pensamiento colectivo sobre Medina Echavarría que, aparte de los citados autores, también permaneció latente en los textos y en el recuerdo de nombres como los de Emilio Arévalo, Juan Maestre Alfonso o Juan Francisco Marsal. Hoy el diálogo con estos herederos de la tradición sociológica latinoamericana, inaugurada por Adolfo Posada en nuestra sociología, nos permite a las generaciones actuales de sociólogos contemplar de manera fecunda y dilatada el panorama de la historia de la sociología española. La huella dejada por Medina en la sociología española nos debe permitir superar todo maniqueísmo doctrinal y nos ha de facilitar historiar nuestra sociología más allá del ―hábito mental dicotómico tardofranquista‖ de dividir a los sociólogos españoles entre ―integrados o contestatarios, partidistas o independientes, universitarios o extraacadémicos‖ (Moreno, 1990: 92). La biografía de nuestro autor ha sido buen ejemplo para ver un mosaico de sociólogos y de sociología más o menos plural y de todo signo. Sin embargo, Medina se quedó sin participar en la nueva fase que se abriría en la sociología española a mitad de los años 70, caracterizada por una mayor pluralidad de métodos y escuelas. 1318 Una mayor pluralidad que hoy nos permite analizar su proyección en el campo sociológico español como marginal en su momento, pero central en la historia de la disciplina. Como hemos visto en este capítulo, la situación de Medina Echavarría respecto a la sociedad y a la sociología española fue siempre compleja y ambigua. No le gustó lo que se encontró en su regreso a España, ni tuvo ganas ni tiempo de conocer más a los jóvenes sociólogos. Pero, sobre todo, retornó a Chile con una imagen de un régimen franquista que, legitimado por una ideología tecnocrática, declaraba que ya no había problemas políticos, sino alternativas técnicas que podían resolver y encauzar el desarrollo económico. Medina Echavarría se quedó sin ver una España democrática. En las postrimerías del franquismo barruntó lo que luego confirmaría en el Chile de Pinochet: el mundo occidental, después de haber tolerado a Franco hasta su muerte, había evolucionado hacia unos ideales tecnocráticos que limitaban o, en el peor de los 1317 ―Don José con tantos o más merecimientos que otros exiliados intelectuales no ha tenido la suerte (?) de ser agraciado por una recepción con bombos y platillos del Gobierno postfranquista. Que yo sepa ha deambulado por España sin pena ni gloria‖ (Marsal, 1977: 17) 1318 Es un momento en el que se produce la apertura a otras corrientes sociológicas crítico-culturales y fenomenológicas. Por ejemplo, José Enrique Rodríguez Ibáñez escribía en 1974 una recesión de La crisis de la sociología occidental del Alvin Gouldner y del impacto que tuvo en sociólogos españoles tan dispares como Amando de Miguel, Salvador Giner o José María Maravall: ―una obra de cuya transcendencia ya le había dado cuenta el eco que de ella se ha venido haciendo constantemente nuestra última –por llamarla de algún modo- sociología‖ (1974: 138). También nos habla allí de teorías alternativas, como las de Goffman o Garfinkel. 848 casos, conducían al abandono de la responsabilidad de la inteligencia. En distintos ámbitos sociohistóricos -la España posfranquista, con casi 40 años de dictadura y el Chile que recién comenzaba su periplo autoritario y los años de la sombra-, Medina contempló un mundo de negatividad absoluta, entregado a la modernización por la modernización, y halló una racionalidad cada vez más tecnocratizada que imponía límites al ser humano y a sus deseos de libertad y de mejora social. Esa similitud, en mi opinión, es la que le llevó a rechazar a la ideología tecnocrática, dada la negación de ésta de todo sustantivismo y de toda modernización democrática. Para Medina la apuesta final, como siempre, será la apuesta por la utopía de la dignidad y la libertad. La convicción de un mañana mejor. 849 CAPÍTULO XXVIII. VOLVIENDO A CHILE. UN TESTAMENTO INTELECTUAL. 1. El regreso a Chile. José Medina Echavarría se instaló en Santiago de Chile a mitad de 1975. Su mujer y él hicieron lo que nunca antes habían hecho en América Latina, que es comprarse una casa. 1319 Regresó a Chile con la misma suerte de intelectual apartado que siempre le acompañó. Volvía a vivir ―entre residuos y ruinas…Después de los días infelices de Madrid y del insospechado y violento retorno‖. 1320 Su lugar estaba otra vez en la CEPAL, donde había arraigados unos valores de libertad y de conocimiento que le permitieron desarrollar su vocación crítica hasta los últimos días de su vida. Se incorporó como consultor externo en la División de Desarrollo Social gracias a la mediación de Enrique Iglesias. Volvió a ocupar su escritorio, vacío desde su jubilación. El viejo sociólogo regresaba a la que fue su auténtica casa. Allí había dejado una huella profunda y allí tenía a sus amigos y compañeros. ―La patria no es donde uno nació si no donde están los amigos‖, dijo alguna vez. 1321 Como nos recordaba el mismo Iglesias, Medina ―era un hombre de prestigio y él iba a hacer sus cosas, a leer sus libros, a dejar por escrito sus reflexiones‖. Gracias a esa actividad intelectual no cayó en el abatimiento ni en la renuncia tras su maltrecho paso por España.1322 Siguió leyendo, pensando y continuó escribiendo para contagiar a otros de sus retos, desafíos, actitudes y sensibilidades. Desde su profundo sentido ético, que siempre le hizo ser libre por dentro para poder ser libre por fuera, se enfrentó, en la medida que pudo, al miedo que atenazaba a la sociedad chilena bajo la dictadura del general Pinochet. Siendo español acompañó a reflexionar sobre el desenlace político en el Chile y en la América Latina de finales de los años 70. Sus últimos escritos estuvieron igualmente condicionados por todo el panorama institucional entre distintos técnicos y expertos, entre distintos puntos de vista sobre la realidad social, entre distintos modelos de sociedad futura; pero, fundamentalmente, su testamento intelectual estuvo fijado en señalar el camino de la utopía democrática en un momento concreto en que se negaba toda la posibilidad de la misma por las dictaduras militares. Si la llegada al gobierno militar de los tecnócratas significó, en el caso chileno, la desconfianza de las soluciones puramente democráticas o políticas y se insistió en la necesidad de otorgarles un fundamento técnico, Medina, desde el resguardo de las Naciones Unidas, formuló una suerte de sociología crítica fundamentada en su ―persistencia democrática‖. Vivió y 1319 Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1320 Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Santiago, 2 de febrero de 1977. Documento 53 y 54. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 1321 Entrevista mantenida por el autor con Enrique V. Iglesias, 15 de julio de 2009, Madrid. La vida como exiliado de José Medina Echavarría fue una trayectoria biográfica incompleta en cuanto a las redes sociales. Pensemos si no que su mejor amigo fue Max Aub, manteniendo en el exilio una amistad epistolar y viéndose más allá de la estancia en México en contadas ocasiones. Sus amigos en Chile fueron también exiliados, caso de Giner de los Ríos, Julián Calvo y su mujer, de la familia Soria, de Mauricio Anselan. Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. 1322 ―Lo único en verdad que me ha entretenido en estos meses ha sido la Cepal- los ―residuos‖ de la Cepal. Fantasmales recuerdos y presencia no menos fantasmal…de viejos amigos…Pero al menos tuve el pretexto para escribir dos ―papers‖ –sin que nadie me los haya depurado‖, le escribió a Francisco Giner de los Ríos. Carta de José Medina a Francisco Giner de los Ríos, Santiago, 2 de febrero de 1977. Documento 53 y 54. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. 850 sintió como propios los fenómenos políticos chilenos y latinoamericanos, mostrando siempre una gran sensibilidad por el contexto histórico. Padeció en sus últimos días la dictadura de Pinochet y cuando escribía en 1977 las páginas postreras de su obra únicamente había dos países en América del Sur, Colombia y Venezuela, que no estaban bajo dictaduras militares. En esas condiciones históricas y políticas la crítica era difícil y complicada, pero no imposible. El pensamiento crítico fue posible en un lugar como la CEPAL, a pesar de su ambigüedad institucional durante aquellos años. Recordemos que los representantes de las dictaduras latinoamericanas en la ONU tomaban decisiones sobre el programa de trabajo de la CEPAL. Además cuando lo requerían pedían a sus funcionarios asesoramiento en programas de desarrollo. Esta ha sido históricamente una contradicción permanente de la ONU y de la CEPAL, y que Medina Echavarría se encontró como funcionario internacional y que, de modo alguno, se refleja en sus escritos. La posición institucional del sociólogo español fue contradictoria entre una postura personal a favor de la democracia a la vez que trabajaba para un organismo internacional dependiente económicamente de países latinoamericanos que en ocasiones no fueron democráticos. 1323 No obstante estas limitaciones, aquel organismo internacional, siguiendo su tradición democrática, no abdicó de su ―vocación crítica‖ respecto a los gobiernos militares de la región. Criticar a la ideología tecnocrática era criticar a los gobernantes y economistas de los Estado autoritarios. La heterodoxia cepalina fue perseguida por la dictadura de Pinochet. Incluso la junta militar asesinó de forma muy vil a Carmelo Soria el 14 de julio de 1976. 1324 Fue un toque de atención a los funcionarios de la CEPAL que ayudaban a sacar gente de Chile. Por supuesto, también fue un aviso contra todo pensamiento censor. Pero a pesar de las amenazas consumadas, como escribió Jorge Graciarena por aquellas fechas, ―nunca ha sido posible eliminar radicalmente la crítica‖ (1978: 62). Mientras la crítica no sea expurgada y haya un espacio para poder desarrollarla, siempre será viable un conocimiento libre que pueda ayudar a mejorar la sociedad y a los individuos que la conforman. Medina tuvo la fortuna de contar con ese espacio protector que fue la CEPAL. Por tal motivo, él mantuvo una actitud crítica contra la concepción tecnocrática de las ciencias sociales, en la que reconocía una ciencia ―oficial‖ para legitimar las políticas de las dictaduras militares. Para él, como sabemos, la única opción real y posible de la ciencia era en las condiciones de libertad. Frente a una ciencia limitada, Medina contrapuso una ciencia ilimitada, que une el compromiso del científico social con el del hombre. En el ocaso de su vida entendió que la mejor forma de dejar su herencia intelectual a las futuras generaciones era a través de la defensa de un conocimiento libre y democrático. Confió en que su mensaje fuera capaz de renovarse y de seguir vivo en el pensamiento colectivo. Ésa fue la responsabilidad intelectual que asumió y que le distinguen, en mi opinión, como un sociólogo que fue mucho más que un sociólogo. Si José Medina Echavarría concentró parte de su producción científica en el estudio de las tensiones intrínsecas que tomó el proceso de modernización en América 1323 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco, 10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1324 Carmelo Soria era un español que se había exiliado a Chile tras la Guerra Civil y que trabajaba en las Naciones Unidas, como funcionario de la CEPAL. Era nieto del ingeniero canario Arturo Soria y hermano de Arturo Soria, quien en Chile había fundado la editorial Cruz del Sur, publicación que reunió a intelectuales del exilio español (Malagón, 1991: 35). 851 Latina, sus últimas reflexiones nos hablaran, en cambio, de la pervivencia de la utopía o de la vulnerabilidad democrática de las sociedades modernas. Eso sí, el tema de la democracia aquí será tratado de un modo unitario y sistemático. No encontraremos en estos escritos un pensamiento profundo o elaborado teóricamente, sino más bien son unas conclusiones proyectivas sobre el destino y la salvación del hombre y de la democracia sustentadas en fundamentos filosóficos, éticos y políticos. Medina Echavarría cambiará su estilo literario, dedicado ahora al ensayo y a la reflexión de ―nuestras circunstancias más inmediatas‖ (Medina, 1976b: 19). Percibimos, sin duda, su gran inquietud ante su presente. Por supuesto que hay elementos de continuidad con escritos anteriores como la preocupación por los valores intrínsecos de la modernización y el temor por el desenlace autoritario que pueden tomar algunos movimientos o procesos de transición –como así lamentablemente había sucedido en la región-, o como su preferencia personal por la permanencia de los valores propios de la modernidad, como la libertad individual y la democracia. Las características de estos últimos trabajos explica la contrapartida de la riqueza de la interpretación sociológica de Medina Echavarría: fueron escritos como producto de sus fracasos. En un primer momento, es el fracaso de las expectativas y de las esperanzas depositadas en una América Latina democrática y progresista que no se cumple, como en una España en la que comprobó, según su perspectiva, que nada había cambiado. Las transformaciones producidas en América Latina como en España se encontraban tan lejos de las deseadas que, tremendamente frustrado, terminó por creer que no los había habido. Aún así, de puertas hacia fuera, Medina nunca desesperó por creer en el hombre y en su razón, aunque, según recordaban sus discípulos Cardoso y Faletto, él, en lo personal, ―no se caracterizaba por optimismos excesivos‖ (Faletto, 1980: 4). Al final de su vida volvió nuevamente a pensar sobre la democracia, eje de su actividad intelectual y de su ―vocación‖ política. Desde el refugio de la CEPAL escribió entonces de la democracia cuando ésta estaba sujeta a la tutela de los poderes militares. Sutilmente, ―sin dedicarse a refutar directamente las argumentaciones en boga en los países latinoamericanos con regímenes autoritarios, Medina prefirió abordar el tema privilegiando los fundamentos sociológicos, políticos e históricos que han dado sustento a la idea democrática y a su materialización no sólo como régimen político, sino también como forma de convivencia social‖. En estos últimos artículos, los cuales consideramos, junto con Jorge Graciarena, como su ―testamento intelectual‖, terminan en conclusiones un tanto desazonadas respecto a la crisis de la civilización occidental y de la sociedad industria (1988: 83). Aunque, como veremos a continuación, Medina dejó entreabierta la puerta de la esperanza democrática para América Latina como una posibilidad absolutamente real y positiva a pesar de las dictaduras. 2. Un testamento intelectual sobre el futuro de la democracia en América Latina. A remolque de las convulsiones críticas de los años 70, José Medina Echavarría publicó en el último año de su vida tres artículos que constituyen su testamento intelectual dirigido hacia la sociedad latinoamericana y hacia el pensamiento social hispanoamericano en general. ―América Latina en los escenarios posibles de la distensión‖, ―Las propuestas de un nuevo orden internacional en perspectiva‖ y ―Apuntes acerca del futuro de las democracias occidentales‖ constituyen la declaración pública del sociólogo español expresando lo que quiso que se hiciera con sus ideas intelectuales después de su fallecimiento: la persistencia del discurso democrático en 852 una condiciones realmente adversas para su posibilidad. 1325 Su opción en estos artículos es que en el nuevo orden económico mundial y en el nuevo clima de distensión – ―desglobalización‖ o ―descentralización ideológica‖, según sus términos- deberán prevalecer regímenes políticos no autoritarios. En otras palabras, se están dando unas condiciones históricas propicias para una renovación democrática, en donde haya un mayor ―grado de participación ciudadana, tanto en la toma de decisiones como en su acceso a las fuentes de información‖ (Medina, 1976b: 61). Estos tres trabajos los englobaremos como ensayos de ―sociología proyectiva‖ en los que señaló algunos de los múltiples indicios que indicaban la posibilidad de un aflojamiento en las relaciones de poder de las grandes potencias y los efectos que tendría en América Latina la distensión de las relaciones internacionales, además de analizar, en esta suerte de prospectiva futurológica, ―las grandes tecnoestructuras político-económicas de nuestro tiempo –de la supuesta era tecnotrónica‖ (Medina, 1976b: 17). 1326 Medina siguió con todas sus consecuencias el registro teórico de su modelo de desarrollo para América Latina, prolongando el ―viejo tema de las relaciones entre poder y desarrollo‖, pero ahora dedicado al ―terreno internacional‖. En esas páginas, sin embargo, el destello anticipatorio resultante dice mucho de su continua superación epistemológica, atraído poderosamente en sus últimos días por la singularidad, la extrañeza e intensidad de los acontecimientos históricos. Esta sociología proyectiva obedece al planteamiento conceptual que el sociólogo español aplicó a la creación de imágenes de aquella realidad: ―El tema de una sociología proyectiva consiste cabalmente en el esfuerzo intelectual por señalar el cuadro de las alternativas permitidas a la acción eficaz en esa coyuntura –la de una distensión en camino de una nueva estructura de paz universal- en la medida en que se atiene a una rigurosa aplicación de la categoría de posibilidad objetiva dirigida a una aclaración del futuro en lugar de una interpretación del pasado. El examen atento y de carácter empírico de las tendencias reales dadas en el presente, de las diferentes combinaciones en que pueden enlazarse, así como de sus previsibles resultados, constituye el procedimiento metodológico que se impone en la busca de lo objetivamente posible, aunque no siempre pueda alcanzar la garantía de su probabilidad‖ (Medina, 1976b: 68). Su voluntad, al final de su vida, era únicamente que continuase viva esta llama utópica. Por eso fue un testamento abierto, dirigido a los testigos de su lectura, para que 1325 ―América Latina en los escenarios posibles de la distensión‖, en Revista de la CEPAL, nº 2, 1976, Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina (CEPAL), segundo semestre. Publicación de las Naciones Unidas, pp. 9-87. Publicado también el capítulo 5 en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas (Reis) como ―La posición de América Latina en las condiciones de distensión‖, nº 50, 1990, pp. 245-268; ―Las propuestas de un nuevo orden internacional en perspectiva‖, Revista Paraguaya de Sociología, Asunción, nº 38, enero-abril 1977, pp. 7-38. Publicado también en El Trimestre Económico, México, XLV, nº 179, julio-septiembre 1978, pp. 517-556; ―Apuntes acerca del futuro de las democracias occidentales‖, Revista de la CEPAL, nº 4, 1977, Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina (CEPAL), segundo semestre. Publicación de las Naciones Unidas, pp. 115-138. 1326 Sobre la futurología escribió lo siguiente: ―El término futurología se creó, tengo entendido, no hace muchos años por el profesor alemán Ossip Flechtheim mientras residía en los Estados Unidos y hoy se emplea con impresión abarcando los más diversos tipos de estudios referidos a la incógnita del mañana. En la intención de su autor pretendía ser una ―nueva ciencia‖ o forma de conocimiento, distante por igual de la ideología y de la utopía‖ (Medina, 1977a: 10). 853 reconocieran en él las diversas corrientes de pensamiento que nutrían el imaginario latinoamericano y occidental, incluyendo las visiones más catastrofistas sobre la crisis económica internacional, la degradación ecológica, el desgaste del Estado de bienestar o ―los primeros aldabonazos de la revolución tecnológica‖ (Rodríguez Ibáñez, 1999: 4). Aquellas consideraciones de José Medina Echavarría –como recordaba Joseph Hodara- ―no pretenden representar diagnósticos o pronósticos de género alguno. Ni tampoco son especulaciones gratuitas. Se trata más bien de ejercicios razonablemente fundados dirigidos a sensibilizar al observador atento acerca de tendencias y opciones posibles y conducirlos algo más allá del corto plazo y de la cotidianeidad siempre tan apremiante y equívoca‖ (1998: 284). En ese sentido, el testamento intelectual de Medina Echavarría estuvo concebido como una guía para aquellos perplejos que no creían en un futuro democrático para América Latina. 1327 Para mi gusto, además, es una auto-crítica en representación de aquellos que ocuparon puestos de responsabilidad intelectual y de asesoría política y no supieron o no pudieron crear más adhesiones y lealtades al proyecto reformista-democrático que representó la CEPAL para el continente latinoamericano. Es un juicio retrospectivo sobre los logros, las dificultades, los éxitos y los fracasos de quienes durante casi 30 años encabezaron numerosas empresas intelectuales y modernizadoras, y que se sentían agotados, ―en los altibajos de su vida‖, por el esfuerzo acumulado y estaban pensando en renunciar. 1328 Él, sin embargo, no quería caer en ese pesimismo, recordándoles todo lo que habían conseguido a favor de un pensamiento colectivo democrático que se veía negado por la realidad social: ―el hecho es que en los años finales de la década de los cuarenta confluye en América Latina todo lo que en ella desde dentro ya se buscaba con la gran incitación que le llegaba del exterior. Y su gran fortuna en esos momentos fue que una organización internacional, manejada, sin embargo, por latinoamericanos, pusiera en claro y con coherencia doctrinal lo que quizá se percibía aquí y allá, pero de manera fragmentaria y seguramente confusa…En definitiva, lo que estaba presente sin duda en diversos tanteos, se formula por la Comisión Económica para América Latina como el gran programa que había de valer por muchos años con carácter común, el proyecto bien definido de la denominada ―industrialización sustitutiva‖; pero además, como su apoyatura técnica, un conjunto de hipótesis algunas de las cuales todavía mantienen su validez en el transcurso del tiempo, aunque otras parezcan hoy más discutibles o modificables al tenor de nuevas experiencias‖ (Medina, 1976b: 30). Fueron ―realizaciones parciales‖, sí, pero ―efectivas en beneficio de la humanidad‖. Reconoce que todo el pensamiento cepalino fue capaz de generar una ―revolución de las expectativas‖ (Medina, 1976b: 16 y 28). Aunque, con el paso de los años, Medina se había vuelto más pragmático o realista respecto a conseguir rápidamente los resultados de esta mutación de expectativas, confiaba en recuperar unas 1327 . Últimos trabajos de Medina coinciden con los de Raymond Aron: Plaideur pour l´Europe décadante. O el trabajo de Raymond Aron de 1962, Dieciocho lecciones sobre la sociedad industrial, en el que habla de una teoría de la convergencia respecto al totalitarismo soviético y al capitalismo occidental a la hora de compartir un desarrollo cuantitativo y sumamente burocratizado. 1328 Medina, como acostumbraba en sus escritos, siempre tenía un espacio para dejar trazos autobiográficos. Ahora recuerda la rigidez ideológica que padeció: ―El calificativo de rojo ha cubierto en unos y otros casos una gama muy diversa de posiciones políticas‖ o añadía, ―es imperialista, pretensión de la que puede estar muy lejos, quien no ha hecho a tiempo la elección adecuada‖ (Medina, 1976b: 25). 854 ―ilusiones‖ que parecían ―perdidas‖. 1329 Pienso que sintió que el mensaje político de su sociología del desarrollo había fracasado, de momento. Quizás porque el desarrollismo enfatizó y confundió las cuestiones políticas o democráticas con problemas únicamente económicos y técnicos. 1330 Medina Echavarría, quien había batallado especialmente contra aquel punto de vista que tuvieron las teorías del desarrollo y la modernización, comprobó cómo los valores políticos quedaron subordinados a los económicos (Gurrieri, 1988: 73). Su propia percepción intuitiva de la historia le había llevado a anticipar todos esos pronósticos, cuan profecía que se auto-cumple. Terminó sucediendo lo que Medina tanto advirtió: el desarrollismo más materialista terminó por someter a la democracia. En pocas palabras, la historia le había vuelto a poner de relieve la fragilidad de la democracia y cómo las formulaciones del desarrollo procuraron antes encontrar los tipos de organización política compatibles con el desarrollo económico propuesto, y no a la inversa. Pero no todo estaba perdido. Medina Echavarría ―había vivido lo suficiente, y había observado suficientes vuelcos de la fortuna, como para sospechar que el mundo jamás sería un lugar seguro para la democracia, ni tampoco para alguna de las alternativas distintas a la democrática‖ (Wolfe, 1979: 194). Estaba convencido de que había una semilla democrática que algún día volvería a florecer. Por eso se limitó a señalar que las democracias en América Latina estaban en paréntesis: ―Se hubo de partir de una constatación de hecho respecto de los países latinoamericanos; el hecho de que en su gran parte impere hoy una preferencia por regímenes autoritarios, que al menos han puesto en paréntesis temporal el ejercicio de los procedimientos liberal- democráticos que antes conocían y practicaban‖ (Medina, 1977b: 136). Simplemente, piensa que la tradición democrática-liberal no se olvida en estos países: ―El punto de partida, repitámoslo, puede ser formulado en breve sentencia: el liberalismo constituye la ideología fundacional de América Latina y ha tenido tal fuerza que subsiste aún hasta la fecha, aunque sea en la forma de una aspiración malograda‖. Una fuerza histórica que reconoce en el movimiento desarrollista abierto tras la Segunda Guerra Mundial – ―la primera expresión generalizada de una voluntad de rebeldía deliberada de nuestros países con el fin de superar su condición periférica‖-, y que estaba todavía presente en el imaginario colectivo (Medina, 1976b: 73 y 76). Toda esta narración, naturalmente, no era casual. Medina quería recordar que la idea de utopía –reformista y democrática- ya había estado presente en América Latina y había desempeñado un gran papel a la hora de llevar a cabo numerosas transformaciones. Él, como actor de ese movimiento y sintiéndose representante de esa tradición, disponía además de la experiencia, quizás excesivamente emotiva, pero nutrida de muchas situaciones que le hacían proclamar, de 1329 Como se recordará, para Medina Echavarría el colapso de la democracia en América Latina no vino exclusivamente por el estancamiento económico, sino porque el Estado de derecho y sus medios institucionales no lograron resolver los conflictos sociales y tampoco supieron generar una participación política efectiva (como en el caso de Chile, donde el Estado interventor no supo llevar a cabo duraderas y sólidas alianzas entre grupos sociales). 1330 Eran unas reflexiones que tenían mucho que ver con la propia deontología de la profesión del sociólogo y del científico social: por encima de los problemas inmediatos, siempre tiene que haber algún referente ético o moral, ya sea la democracia o la libertad del hombre en todos los planos. Fue una respuesta epistemológica claramente personal, así creo, frente a la sociología más empírica y matemática que se creía capaz de prever el futuro a partir de predicciones, tendencias numéricas, cifras, estadísticas. A la vez era una forma de reflexionar sobre el propio trabajo de la CEPAL: con tantos datos y estadísticas sobre la sociedad y lo social, había veces que faltaba una reflexión teórica sobre el destino del hombre. Por tal motivo, Medina pretendió un estudio del futuro siguiendo una perspectiva sociológica mucho más gradualista, epistemológica y cuyo objetivo era enfrentarse cabalmente a los problemas concretos, orientándolos al futuro y sin olvidar la figura humana. 855 forma convincente, el poder renovador de lo que fueron las ―orientaciones cepalinas‖ (Medina, 1976b: 30). La compleja y sutil historia de José Medina Echavarría fue la crónica esquemática y un tanto apenada de la relación entre democracia y desarrollo. Una biografía intelectual montada sobre un variado modelo de influencias teóricas, pero unificadas bajo la aspiración personal de la democracia. No es que fuera un gran teórico de la democracia, ya que nunca pretendió serlo. Pero sí tuvo la lejanía de miras suficiente para incluir el tema de la democracia en los asuntos y temas sociológicos. Construyó su proyecto utópico sobre las bases sociales y culturales que encontró en la realidad social latinoamericana, de ahí su preferencia inicial por la planificación democrática a la que reconoció, podemos decir, como un ―mal necesario‖ hasta que más adelante se alcanzará una sociedad auténticamente democrática y autónoma. 1331 No era exclusivamente una imagen restringida de un Estado democrático, sino que la postura de Medina Echavarría denota, por lo contrario, una expansión de la democracia por todas las esferas de la sociedad, de prácticas y de participación democráticas, que atañe tanto a espacios (familia, universidad, empresa, política, país), como a los procesos sociales (cultura comunicación, relaciones políticas, sociales, económicas, morales). Esa fue su utopía personal. La utopía es una palanca de cambio histórico y él manejó una utopía democrática-liberal muy potente y con gran recorrido dentro del pensamiento occidental. 1332 Y una utopía, además, es algo muy serio, puesto que, como él mismo sabía, no es que la democracia fuera algo imposible o ilusorio, sino que es algo que, aparte de estar en la historia de América Latina, la idea de democracia vive en el imaginario de numerosas personas e intelectuales con los que él se identificó, que es capaz de movilizar, de generar sacrificios y decisiones estratégicas en la política o en la economía, que recoge un proyecto de sociedad, y que, sobre todo, suscita esperanza. Medina no estaba reclamando algo tan descabellado, sino una posibilidad real, que ya estuvo encarnada, aunque no plenamente, en instituciones y en formas de organización social. Y ahora tocaba, ante el auge de las dictaduras y el caso concreto chileno, la suerte de construir un destino futuro anclado a esa ilusión y deseo que estaba para él relacionada con su vivencia durante la Segunda República española. Porque Medina entendía que la raíz democrática estaba en las mentes y en ellas habitó y habitaba la utopía democrática. Además, la democracia tenía su propia razón de ser, porque la vigencia de los derechos sociales, políticos y culturales están por encima de los aspectos económicos y por más desarrollo que cualquier dictadura traiga no será nunca legítima. 1331 La utopía democrática fue una construcción mental de nuestro autor, que estuvo estrechamente relacionada, como bien sabemos, con su vivencia personal y colectiva. Fue un proyecto de una nueva sociedad pensado a medio o largo plazo. A corto plazo pensó que la planificación democrática era una solución práctica en el continente latinoamericano para salvaguardar a la democracia en un primer momento. Para que luego a medio o largo plazo emergiera como condición social y estructural, como participación. 1332 Conviene recoger, de manera especial, las siguientes palabras que confirman en su pensamiento la existencia en su obra de esa cascada de ideas provenientes del ―socialismo liberal‖ de la tradición europea: ―Es cierto que Europa occidental no había cumplido las esperanzas de todos los que aguardaron de ella la realización del primer modelo de un socialismo liberal, sin ejemplo concreto todavía en la historia. Pero se aceptaba con beneplácito, aun por esos mismos interesados, la aproximación que significaba semejante estructura social, fundada en un sistema económico de predominante carácter mixto‖ (Medina, 1976b: 44). 856 En consecuencia, continuó apostando por la alternativa utópica y democrática para América Latina planteada en trabajos anteriores. Naturalmente, las dificultades, si cabe ahora, eran más impresionantes: ¿cómo hablar de democracia rodeado por un mar de dictaduras y cuando las corrientes intelectuales dominantes ponían la libertad económica por encima de la libertad política? Su desánimo y su recelo se desvanecieron a partir del momento en que, como así creo, sintió que debía continuar ejerciendo el conocimiento crítico como saber que asume conscientemente sus condicionamientos y responsabilidades sociales. Frente al historiador o al periodista, él reclamó la figura del intelectual: ―al que sólo mueven en principio intereses de conocimiento tiene que aceptar que el único camino posible, el de una reflexión intelectual consciente en todo instante de aquellos peligros. Porque vale la pena, en efecto, el intento y el esfuerzo de formarse algunas ideas claras acerca de un fenómeno que nos afecta existencialmente a todos por igual‖ (Medina, 1976b: 33). Por eso fue tan respetuoso con la realidad, como también creyó tanto en que la democracia, como un fenómeno históricamente condicionado tras cada derrota y negación, estaba destinada a resurgir. Medina representó aquella conexión entre la vida intelectual y la vida social sobre la que escribió Jorge Graciarena recordando al viejo maestro español: ―la única línea de resistencia personal que queda es la de una conciencia moral basada en una ética de la responsabilidad intelectual. La crítica de la situación social es su punto de partida, sin ella no habrá conciencia moral ni capacidad para entender el mundo y defenderse. La conexión entre la formación de la conciencia moral y la vida intelectual debe ser ahora más estrecha que nunca, y esto requiere una revisión a fondo de nuestras convicciones acerca de la naturaleza del conocimiento social, de las funciones sociales que cumple y de los fines que sirven las ciencias sociales y sus portadores humanos‖ (1977: 172). Pensó, pues, que el mejor destino de la indagación crítica del presente pasaba por proyectar una imagen del futuro sustentada en los grandes valores humanistas que ayudan a luchar por la justicia, la libertad y la realización histórica de valores e ideas claves para el hombre, como la solidaridad, la igualdad, la dignidad o la tolerancia. Él observaba que el aflojamiento de las tensiones del mundo bipolar ofrecía oportunidades reales para los países latinoamericanos y para la puesta en marcha de estrategias de desarrollo más independientes y acordes a estos grandes valores. 1333 La distensión rebajaba: primero, la crisis nuclear; segundo, se abrían los contornos de la paz perpetua bosquejados por Kant; y tercero, se tenía la idea de que el ―empate internacional‖ beneficiaba a los dos contendientes en sus respectivos procesos de industrialización y de mercado internacional (Medina, 1976b: 11-12). Medina, a raíz de este primer diagnóstico, destacó tres tipos ideales de distensión tras la Guerra Fría: la cooperativa, la competitiva y la conflictiva. ―El dominio de una respecto de la otra determinará la fisonomía del orden internacional y, a su turno, la viabilidad y la vitalidad de América Latina‖ (Hodara, 1998: 281). Nuestro autor era plenamente consciente, desde luego, de que el proyecto de distensión cooperativa en América Latina no era un proceso ni mucho menos inocente, 1333 Recordemos aquí que Medina Echavarría ya había planteado 30 años antes en México una postura similar a favor de la distensión económica y cooperativa para los países latinoamericanos después del final de la Segunda Guerra Mundial. Claro está, los acontecimientos y las nuevas condiciones sociales, políticas y culturales ahora eran bien diferentes. 857 fácil o sencillo, pero era el más satisfactorio. Al igual que sabía lo improbable que sería el surgimiento de un orden mundial ideal (Wolfe, 1979: 194). No obstante, avisaba que el aprovechamiento de aquella situación dependería de la comprensión de los grandes consensos y compromisos estratégicos acordes a una cooperación e integración latinoamericana. La historia de América Latina, según dijo una vez Medina, ―estaba por hacerse‖. Esta idea volvía a renovarla aquí bajo la visión de ―otro desarrollo‖ (Medina, 1976b: 18). El horizonte no podía ser más esperanzador para esta opción cooperativa: el predominio de actitudes cosmopolitas y universalistas en las relaciones internacionales, la ―descentralización‖ ideológica, la ampliación de los mercados, la ―desatelización‖ y prevalencia de regímenes no autoritarios, el entendimiento en el mundo hispano- parlante y la aspiración de una ―pretendida comunidad latinoamericana‖ que se imponga a los difíciles obstáculos nacionalistas (Medina, 1976b: 81). Son unas páginas, en todo caso, ―exploratorias‖. Sostuvo la propuesta de un ―nuevo orden económico internacional‖ y un estilo de desarrollo económico democrático, igualitario, y no deslumbrado por el desarrollo tecnológico, además de respetuoso de los límites ecológicos de la humanidad. Medina no era un anciano solitario que estaba escribiendo entonces sobre cosas absurdas referentes a la sociología proyectiva. Al contrario, la década de 1970 fue un período proclive para las proyecciones sociológicas sobre el declive de la civilización occidental (Heilboner), el futuro de la sociedad pos-industrial (Daniel Bell) o la ―tercera ola‖ (Alvin Toffler). 1334 Medina Echavarría se hizo eco de estas nuevas manifestaciones respecto a la imagen compleja de la cultura y sociedad occidental, sumándose a este coro de voces que trataban de buscar salidas conceptuales y teóricas a los retos de aquella época. En ese sentido, él continuó atento a las nuevas fórmulas surgidas para la construcción de un nuevo orden económico al calor de diversos trabajos de El Club de Roma. 1335 Él criticó las que, a su parecer, fueron unas conclusiones apocalípticas y excesivamente utópicas: la solución que proponía El Club de Roma era el crecimiento nulo de la sociedad (―zero growth‖), con un estado de equilibrio entre la población y el capital, y con una limitación de recursos para crear una sociedad más justa y equilibrada. Para Medina esto era algo difícilmente alcanzable en unas sociedades como las latinoamericanas, por ejemplo, y las sociedades occidentales, con patrones históricos de crecimiento y donde ha sido demostrado históricamente que la mejor distribución igualitaria y equitativa viene a través de la democracia. Además piensa que sería injusto que mucha población no se beneficie del desarrollo económico y social, planteando, en cierto sentido, propuestas similares a las de Dahrendorf en torno a la garantía individual de la sociedad civil, tanto en los títulos universales como en los recursos económicos. Medina insiste, tal como lo estaba haciendo el sociólogo alemán, 1334 José Medina Rivaud me recordaba las últimas lecturas de su padre, sobre ―la previsión del futuro, la sociedad postindustrial, la sociedad del conocimiento y de los medios de comunicación. La sociedad de los ordenadores que no llegó a ver del todo. Andaba metido en unas cosas de la futurología, de la sociología proyectiva‖. Entrevista mantenida por el autor con José Medina Rivaud, 28 de julio de 2008, Madrid. 1335 Cita a Jan Tinbergen (coord.), Reestructuración del Orden Internacional. Informe del Club de Roma, Fondo de Cultura Económica, México, 1977; o el libro de Meadows, The Limits to Growth. A Daniell Bell, The Coming of Post-Industrial Society, Nueva York, 1973, Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism, Nueva York, 1976; Tom Bottomore, Sociology as Social Criticism, Londres 1975; Cardoso y Faletto, América Latina: Proceso Interno y Orden Mundial, Santiago, 1976; Crozier, Huntington, Watanuki, The Crisis of Democracy; Ralf Dahrendorf, Gesellschaft and Demokratie in Deutschland, Ossip Flechteim, Jurgen Habermas (Legitimation Crises, 1975); Jorge Graciarena, Barrington Moore, Claus Offe, Schumpeter (Capitalismo, Socialismo y Democracia, Madrid, 1971), Stuart Mill (Sobre la Libertad, Madrid, 1970). 858 por un nuevo liberalismo que persiguiese salvaguardar los efectos benéficos de la ciudadanía: ―Lo que más importa salvar en la democracia de hoy es el sentido tradicional de la ―ciudadanía‖, incluso frente a los peligros de intentos muchas veces generosos de perfeccionarla. La tradición liberal ha de conocer y aceptar sus propios límites, pues caso de no hacerlo entraría en trance de estrellarse. Estas resonancias de los grandes clásicos del liberalismo político, adelantan las notas de un pensamiento ―restaurador‖ que quizá tome fuerza por muchas partes sin necesidad de romper su profunda relación dialéctica con las esperanzas revolucionarias más agresivas de los ideales de la nueva izquierda, o mejor de la parte más seria del pensamiento crítico contemporáneo‖ (Medina, 1977b: 130). Oír hablar de democracia, de ciudadanía y de tradición liberal en esos años en Chile era motivo más que suficiente para ser detenido. Algunos de estos planteamientos eran mirados incluso con escepticismo por científicos sociales, intelectuales y expertos durante aquellos años. 1336 Costaba formular una crítica política a la noción de historia sin caer en los conservadurismos que tan bien ha descrito y categorizado Jurgen Habermas en el texto sobre la modernidad inconclusa. 1337 Sin duda el concepto de utopía era clave para avanzar en las distinciones sobre la política pública para tomar distancia de aquel pensamiento más conservador. Pensemos, por ejemplo, que en América Latina se hablaba entonces de ―utopía realizada‖, siendo la única ideología contrastada en la realidad la tecnocrática de los regímenes militares. O caso también del pensamiento norteamericano, en el que comenzaba a pronosticarse el funeral de las grandes narrativas interpretativas o utópicas según el dictamen de autores como Lipset o Bell. 1338 El debilitamiento del centro ideológico, político y sociológico post-Guerra Fría favorecía la ebullición de sociologías e ideologías periféricas y marginales. ―Un aquelarre de ideas‖, escribió Medina alguna vez. Más que el final del centro parecía que se abrían otros centros. Pero para Medina ese centro, el suyo, significaba estudiar la crisis contemporánea desde el ángulo de la sociología clásica. Propuso entonces una vuelta a la ―pretendida originalidad de las especulaciones de la sociología clásica‖ (Medina, 1977a: 10). Estimaba que la sociología y su vocación política tenían que retornar a este componente previsor que encontraba en los grandes clásicos (Weber, Mannheim). Nos habla entonces de un ―movimiento restaurador‖ de la sociología clásica, en la que reconoce los análisis más logrados de la política vivida, de los 1336 O, sino, por ejemplo, observemos la siguiente critica de Durston respecto a su artículo sobre el futuro de las democracias occidentales. ―De hecho, el planteamiento del problema en términos de una ―crisis de la democracia occidental‖ y de la urgencia de recuperar la efectividad democrática, es conservador en el sentido estricto de la palabra, ya que se supone su situación, anterior a los trastornos y amenazas actuales, que habría que conservar o restaurar‖ (1977: 139). Le critican a Medina Echavarría, por conservador, por defender a la democracia, cuando justamente si en América Latina se hubiera ―conservado la democracia‖ se hubieran evitado esa situación de trastornos y amenazas actuales de signo autoritario. 1337 Jurgen Habermas, autor al que Medina Echavarría cita en sus últimos trabajos. 1338 ―Es cierto que pudiera parecer cosa nada nueva, porque ya hace años que comenzó a hablarse del fin de las ideologías; pero en estos términos el problema era falso por causa de su mal planteamiento. Es improbable que las ideologías como tales desaparezcan en el futuro. De lo que se trata es del cambio o puro desgaste incluso de éstas u otras ideologías concretas‖, opinaba nuestro autor (Medina, 1976b: 48). 859 proyectos de sociedad acorde a las éticas, a la conciencia del tiempo y al espacio. En esos ámbitos es cuando reclamó a la sociología y a la perspectiva sociológica como la autoconciencia de la sociedad en la época de crisis, volviendo a refugiarse, como cierre intelectual, a los temas que realmente le apasionaron: ―Y aquello que se restaura en el conjunto de todos esos fragmentos no es otra cosa que el sentido de la sociología como la reflexión de una época crítica sobre sí misma. Ese carácter lo tuvo la sociología clásica no obstante las diversas tendencias y formación distinta de sus fundadores, pues su tema era simplemente tratar de entender el tránsito del viejo régimen a la nueva sociedad industrial en formación, buscando la posibilidad de señalar y prever las consecuencias que llevaba en su seno la emergente estructura. Los pronósticos serían distintos, pero todos coincidían en descubrir un esfuerzo idéntico, el intento de reflejar la ―autoconciencia‖ de un momento histórico de grandes transformaciones. Hoy no se trata de una sociedad industrial en formación la que estimula los afanes intelectuales, sino al contario de una plena madurez, que plantea sin embargo el mismo problema: el de prever la forma que tomará su sucesora‖ (Medina, 1977a: 13). Y eso es lo que le llevó a dedicarse, en fin, a rescatar los valores que no estuvieron de moda. Más que nunca vio como necesario la vuelta al significado de la política y de la democracia -y de la división de racionalidades (económica, política)- que se encuentra en esa tradición de pensamiento reformista y liberal, que sin ser marxista, es absolutamente heterodoxo. Por ello la estimó como la más conveniente y necesaria para aquellos tiempos y como auténtica alternativa a las demandas que se aprecian en los países latinoamericanos. Trató de reflexionar sobre la segunda crisis de la modernidad que apenas comenzó a percibir en sus inicios, quizás con las herramientas teóricas y metodológicas de la primera crisis de la modernidad, pero sumando la preocupación por el hombre y la preocupación de la democracia, por lo menos en América Latina, como un marco de referencia, de nuevas dimensiones y nuevas herramientas y actitudes para la vida social (Weinberg, 1977: 150). Esto es lo que le hizo, al fin y al cabo, reclamar la ―veta peculiarmente liberal‖ de la tradición europea. A parte de sus clásicos sociológicos, Medina Echavarría cita en varios lugares a varios de sus otros ―clásicos‖: recordando la doctrina de la naturaleza esencialmente representativa del régimen democrático ―de un Tocqueville con sus temores ante la posibilidad de que pudiera darse algún día con el avance de la democracia la aserción antiliberal de una ―mayoría‖ impulsivamente autoritaria‖. O a John Stuart Mill, coincidiendo con él en que la democracia radica en la persona humana, porque si el Estado autoritario la degrada ―hallará que con hombres pequeños ninguna cosa grande puede ser realizada‖ (Medina, 1977b: 129). Pero para que la democracia se deposite en la persona humana detrás tiene que haber unos valores culturales y sociales compartidos. Esta manera de pensar influye en la cristalización de una cultura cívica a partir del fomento de las estrategias de participación democrática que él había reconocido en los medios de comunicación, en la educación, pero sobre todo en la Universidad; instituciones sociales, por otra parte, limitadas y estranguladas por las dictaduras militares. Medina estaba siendo testigo de cómo las dictaduras latinoamericanas suponían descomposición institucional, pero, sobre todo, suponían, según su punto de vista, retraso y estancamiento cultural, humano. 860 Ante el ―ocaso de la ideología democrática‖ en América Latina (Solari, 1976: 560), Medina continuó hilvanando su narrativa sobre la democracia como el único camino posible de alcanzar nuevas posiciones en materia de justicia social, de protección de la dignidad del individuo y de administración de los recursos. Las dictaduras militares y la ideología tecnocrática pusieron rumbo hacia un horizonte normativo en el que la meta oficial pasaba únicamente por el logro y la eficiencia económicos. Fue absoluto el predominio de la tecnocracia gubernamental como fundamento teórico, ideológico y práctico de las dictaduras latinoamericanas. La determinación de Medina –recuérdese- era como sigue: a pesar del derrumbe de las esperanzas democráticas y sus frustraciones personales, el único horizonte posible para el desarrollo económico, social y humano que él veía para el futuro de América Latina pasaba irremediablemente por el camino democrático y por las ―vigencias intangibles‖ de la democracia misma. Para Medina Echavarría la sociedad occidental tiene elementos liberales (derechos), como democráticos (representación), anteriores a la estructura económica capitalista. Medina vuelve a la temática de trabajos similares alrededor de la oposición de la racionalidad política –el sustento iusnaturalista de la propia democracia- frene a la racionalidad tecnocrática: ―La primera (racionalidad política) consiste en el hecho de que las ideas liberales y democráticas son anteriores e independientes en la historia del pensamiento de las concepciones sobre el desarrollo económico. Ante la doctrina que luego recogeremos, de que la legitimidad del régimen democrático no es otra que la del éxito y eficacia del sistema económico, conviene recordar enérgicamente que el tipo de dominación que caracteriza al Estado moderno y que de alguna manera sostiene tanto sus elementos liberales (derechos políticos) como sus democráticos (la ―representación‖ como competencia legal) tienen su origen en el despliegue de las concepciones jusnaturalistas antes y después de la modernidad‖ (Medina, 1977b: 126). Las ideas y los valores democráticos ya estaban previamente al nacimiento del capitalismo. Medina, al reclamar el iusnaturalismo, iba más allá de los propios autoritarismos que se agotaban en sí mismos. No sólo crítica las raíces tecnocráticas de los mismos, sino que estaba reclamando la ―historicidad‖ de la democracia ―con cierto dramatismo‖ (Medina, 1976b: 75). ―En síntesis, la democracia es un fenómeno político autónomo cuya suerte histórica no será necesariamente determinada por su forma económica, como no lo ha sido desde sus orígenes más lejanos. Por lo tanto, su destino no se encuentra necesariamente atado al de la presente civilización, sea ésta industrial o capitalista‖ (Graciarena, 1988: 88). A partir de esos antecedentes históricos esperanzadores, él confiaba en superar esa etapa dominada por la razón instrumental. En el fondo de todo ello, naturalmente, estaba su actitud personal de mirar sin muchas ilusiones al futuro, pero sí con un atisbo de esperanza. 1339 Las notas de José Medina Echavarría surcan ese camino intermedio entre un mínimo de sueños junto con un máximo de comprensión de las tendencias históricas 1339 Ya en 1940 José Medina se refería con las siguientes palabras a un libro de R. Lynton, Study of Man, donde se hablaba de la ―próxima civilización‖. Sus palabras atisban entre el desconsuelo y ese mínimo de esperanza tan propio de él: ―Confiemos en que el funesto presagio no se cumpla, y que la próxima civilización venga confundida con la nuestra cuando la tormenta pase y la vida recupere los colores apagados ahora en sus lívidas luces‖ (Medina, 1940b: 22). 861 reales. Esta cualidad personal e intelectual es la que le llevó a no resignarse a luchar por los altos valores humanos. Tampoco era nada casual, cierto es, al estar presente en sus escritos durante ―toda su aventura intelectual‖ (Solari, 1979: 195). Él había reconocido que la sociología anticipará el futuro cuando realmente sea científica y prevalezca en ella una racionalidad histórica y experimental que la permita explorar horizontes futuros que no reduzcan el núcleo de alternativas y expectativas del hombre, ni tampoco reduzcan la libertad. La sociología, como ciencia, nació impregnada del valor instrumental en el sentido de aportar soluciones prácticas a la sociedad, pero, a su vez, tiene que un carácter igualmente anticipatorio a la hora de aportar conocimientos sobre los escenarios de lo posible. Es más, ―la utopía es siempre una visión del futuro, sin la que las sociedades andan mal, como advierten distintos pensadores, porque la carencia de ella delata quizá una grave pobreza en la interpretación del presente‖ (Medina, 1976b: 18). 1340 En consecuencia, para entender los problemas de América Latina, Medina Echavarría puso a prueba sus propias convicciones mediante un estudio serio de una amplia variedad de diferentes interpretaciones de lo que estaba sucediendo (Wolfe, 1979: 194). Por eso entendió que entre las distintas fuerzas reales, la más plausible era la representada por la tradición democrática. Según su interpretación, América Latina no debía postergar ni prescindir más del pluralismo democrático y de su ―aliento utópico‖ para edificar un futuro social más justo y equitativo. No deja de ser notable, por su parte, el que vuelva a renovar una cuestión teórica como ésta, negada por las dictaduras. En particular, Medina observó también una corriente de despolitización en los países occidentales más desarrollados, la cual no era, en su opinión, situación análoga en América Latina, lugar en el que el retorno a la política se ofrecía como una alternativa real. Tal vez la utopía democrática no sirviera para los países centrales y adelantados, pero era vigente y plena de sentido en América Latina. 1341 La experiencia americana le reforzó su idea de utopía. Europa, por el contrario, cortaba toda esa imagen utópica. La idea de soñar un mundo mejor es una idea intrínseca al mundo americano. América Latina ha colaborado en el sentido utópico de la modernidad y en la construcción del imaginario occidental: ―el pasado, como sede de una edad dorada para siempre perdida, fue reemplazada por el futuro, como la edad dorada por conquistar o construir‖ (Quijano, 1988: 102). Si el descubrimiento de América Latina significó para los europeos la construcción de un relato histórico proyectivo, para los intelectuales exiliados el redescubrimiento de aquella realidad, como fue el caso de Medina, le influyó en la concepción del sentido de la modernidad. Su proyecto intelectual, en ese sentido, se encuentra en consonancia con la esperanza de poder sostener, en un mundo sin utopías, el sentido comunicable de algunos valores supremos y elementales –de la modernidad (Rodríguez Caamaño, 2004: 27). Esta persistencia de la utopía democrática, como proyecto moderno aún vigente, fue lo que 1340 El programa cultural de la modernidad se ha ido vaciando de su componente utópico y proyectivo. Se ha ido perdiendo todo componente utópico después de las dos guerras mundiales. Aunque la modernidad, por lo menos en América Latina, es un proyecto inacabado. Para Medina es un proyecto que, al fin y al cabo, encierra mejoras sustanciales para los hombres y mujeres de la región. 1341 El siguiente texto de Pedro Morandé expresa muy bien la viabilidad de la utopía en América Latina: ―En efecto, mientras las tendencias del pensamiento social europeo –de donde nacerá la sociología como disciplina- se orientaban hacia la posibilidad de contrarrestar el efecto de una ―utopía total‖, como era el mecanismo autorregulador del mercado en el ámbito de los procesos sociales, en América Latina, en cambio, el pensamiento social se orienta hacia la posibilidad de realización programada de esa utopía‖ (1984: 47). 862 América Latina aportó a Medina Echavarría. 1342 Por eso mantuvo siempre una convicción firme en esta idea: ―Las necesidades morales y estéticas del individuo, sus apetencias afectivas, la calidad y dignidad propias de una vida humana, el anhelo de permanente comunicación, no entran en la perspectiva de una razón instrumental. La Razón envolvente que se despliega en la historia, la Razón perceptiva del distinto sentido de las dimensiones humanas, las Ideas orientadoras de cualquier empresa del hombre, han sido cada vez más puestas de lado por la Razón técnica e instrumental. La conciencia de una época crítica como la nuestra se rebela contra las suplantaciones de la razón instrumental y trata de despertar la asistencia de la gran Razón Ilustrada, que hizo del hombre un adulto responsable en la formación de su personalidad‖ (Medina, 1977a: 25). El resultado más simple y filosófico de las reflexiones de Medina Echavarría es que la democracia, ya sea aquí o allí, aparece como una imperfección necesaria. 1343 La sociedad democrática no ha existido nunca en forma perfecta y no podrá existir nunca. Sin embargo, siempre queda la esperanza de ir haciéndola, reconstruyéndola y acercándonos a ella. Aunque jamás lo consigamos. En esa estela, Medina acentuó la idea de ―reconstruir todo lo que la vida histórica ha mostrado como perdurable y válido dentro de las inspiraciones originales‖: ―Todas las democracias industriales tienen por lo general ante sí, en la búsqueda de su propia identidad, el mismo problema, que no es otro que el escollo que la aprehensión futurológica que Tocqueville señalara hace ya muchos años: el peligro de una democracia abocada a convertirse en una tiranía mayoritaria con olvido de su gran componente liberal. Pero también es verdad que por el lado de esta veta existe hoy la amenaza de que la posición liberal se confunda con la exclusión de toda capacidad de mando y gobierno. Parece por eso como próximo esfuerzo común de todos los sistemas democráticos una tarea de restauración. Restauración, palabra mal afamada en muchos círculos y que importa por eso liberar de todo equívoco. Pues no se trata de un arreglo o 1342 Como bien me sugirió Pedro Morandé, el intercambio entre Europa y América Latina fue mutuo en la biografía de Medina Echavarría. América Latina le concedió a Medina la posibilidad de pensar utópicamente la realidad social, pero, a la vez, nuestro autor se esforzó por considerar a ―América Latina como parte de la historia occidental, y si se desestima a la democracia como aspiración, se tiene la completa y suficiente ―legitimidad‖ de hacer, como así sucedió, cualquier exceso o atrocidad en el nombre de la democracia‖. Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Recordemos que Medina se propuso con su sociología del desarrollo reclamar los factores históricos que unieron a América Latina con el destino de la cultura occidental (el liberalismo, la hacienda, las constituciones). Un destino que el encontró fértil a la hora de alcanzar las aspiraciones de la modernidad. En todo caso, Medina Echavarría lo que hizo con estos últimos trabajos es servir de intérprete para el pensamiento latinoamericano de aquellos debates, que tenían que ver más con las latitudes anglosajonas y europeas. En ese sentido, como reconoció Fernando H. Cardoso, estas ideas fueron estimulantes para su visión del desarrollo latinoamericano de finales de los años 70: ―Véase el estimulante trabajo de José Medina Echavarría, ―Las propuestas de un nuevo orden internacional en perspectiva.‖ (Cardoso, 1977: 37). 1343 Aunque no utilizase el concepto, Medina Echavarría insistió en una idea del todo hoy actual -la gobernanza- para referirse a las democracias occidentales: ―Pues no se trata de saber si las democracias son poco o apenas gobernables -¿por quién en este caso?- sino más bien si los países que desde hace tiempo viven en un régimen democrático son capaces de un gobierno más eficaz del que ahora presentan‖ (Medina, 1977b: 118). 863 lavado de las fachadas existentes en sus visibles desconchados, sino de una reafirmación lo más a fondo posible de sus cimientos‖ (Medina, 1976b: 44). Restauración y utopías democráticas: ésta fue la despedida intelectual de José Medina Echavarría, sabiendo que no iba ser testigo de ese cambio. Le quedaba el consuelo, por lo menos, de que sus palabras escritas quedasen en el recuerdo y en el imaginario como posibilidad de construir un nuevo orden social. Ante las tentativas que dibujó de su tiempo no cabía sino la ―moral de la responsabilidad‖. Fue un gran espectador de su época, tranquilo, libre de apasionamientos y dejando flotar la relación entre sobriedad y razón, tan central para él. Medina Echavarría, un hombre sin grandes ambiciones, no se atrevió a escoger un ―happy end‖ para América Latina (Medina, 1976b: 59); pero sí que supo dejar apuntada ―la recuperación democrática en el horizonte de las próximas décadas‖ (Palma, 1977: 146). Expuesta su hipótesis con brillantez, claridad y argumentos, se limitó a observar su propio dolor, ofreciendo, dicho en términos weberianos, los ―sentidos fundamentales de la existencia del hombre‖ (Medina, 1977b: 131). Anotó los estragos que le habían devorado como intelectual, confiando en la sensibilidad de la razón y sintiendo un gran respeto por sus semejantes. Frente a las ―compulsiones de la racionalidad objetiva y objetivada‖, frente al aniquilamiento de la libertad, en una vida entera rodeada de renuncias, erigió ―su protesta angustiada en defensa de las aspiraciones creadoras de la subjetividad, de la persona, de continuo amenazadas‖ (Medina, 1977a: 34). A todas esas quiebras históricas y personales, respondió con la sostenida convicción de una nueva valoración de la democracia y del ser humano, que más temprano que tarde, rebasara aquellos límites. 3. Al borde del camino. José Medina Echavarría siguió trabajando en la CEPAL hasta que el deterioro de su salud se lo impidió. La última imagen que sus compañeros guardaron de él fue la del anciano que acudía todos los días a la biblioteca de la institución. 1344 Siguió conversando con sus compañeros, leyendo y dejando algunas notas inéditas que no hemos recuperado pero que conocemos gracias a los testimonios dejados por Enrique V. Iglesias y por Marshall Wolfe. Como recordaba Enrique V. Iglesias a raíz de un simposio homenaje a Medina: ―Hace unos tres años o cuatro años, tuve ocasión de conservar con don José; sostuve con él largas pláticas en la CEPAL después de su retorno a Santiago. Conversamos un día largamente sobre un tema al que yo quería prestar alguna atención, porque tenía que venir aquí mismo, a Madrid, y hablar sobre los problemas del medio ambiente. Le pregunté, ¿don José, cómo definiría la calidad de vida desde el punto de vista de un hombre español? ¿Qué es para un español la calidad de vida? Tuvimos una de esas memorables charlas con que me regaló durante su permanencia en la CEPAL. Estuvo inspirado, lo confieso; entonces le dije: ―Don José, escriba usted esto‖, y por fortuna lo escribió. Me dejó siete páginas inéditas que, por cierto, no conoce Gurrieri; y que las publicaremos. Me gustaría leérselas porque tienen, aparte de una enorme profundidad, una gran belleza. Daré lectura a alguna de esas páginas porque en 1344 Entrevistas mantenidas por el autor con Rolando Franco (10 de diciembre de 2008, Santiago de Chile), con Enrique V. Iglesias (15 de julio de 2009, Madrid) y con José Besa (6 de noviembre de 2008, Santiago de Chile). 864 cierta manera apuntan hacia esa visión de humanista que tenía el viejo maestro‖ (Iglesias, 1982: 32). En esas páginas, de las que sólo conocemos unos pequeños fragmentos, José Medina Echavarría, ―el viejo maestro‖, se preguntaba qué esperaba de España. Comenzaba reconociendo que España había ingresado tardíamente al proceso de modernización, pero que marchaba a través del mismo con muy buen paso, y por lo tanto era muy posible que, por causa de ese mismo rezago, se encontrara hoy en la posibilidad de encarar con ―originalidad‖ la gran tarea que forzaba en aquellos días la relación del desarrollo económico. ―Una tarea que no consiste en otra cosa que en poner coto al mecanismo sin fin del crecimiento por el crecimiento mismo, o, dicho de otra manera, el esfuerzo por insertar el sistema económico dentro de un orden distinto, regido por valores diferentes, valores morales y estéticos de la mayor importancia para el hombre‖ (Iglesias, 1982: 32). El breve ensayo constituye, así creo, una larga reflexión sobre la tradición humanista hispánica en la que él se reconoce. Las ideas confluyen con la realidad de su tiempo. Sucesivamente va superponiendo la reflexión filosófica con el diagnóstico histórico, refiriéndose, principalmente, a un conjunto de autores y de ideas en los que reconoce lo mejor del pensamiento filosófico y social español. Para empezar, Medina concurre a Jorge Manrique y a Luis de León para defender un retorno a un ―principio de calidad de la vida‖ amenazado por la ―ansiedad consumista‖: ―La verdura de las eras, todo lo perecedero de los trabajos humanos que le inspiraban (a Jorge Manrique) su formación religiosa. Pero no dejaba por eso de reseñar las hazañas del gran condestable, las tareas de cada día que su tiempo le impuso. Por eso, si alguna vez nos sentimos en trance de melancolía ante la inanidad de los esfuerzos humanos, bueno sería recordar que también nuestros trabajos son las tareas de cada día que nuestro tiempo nos exige, aunque no puedan ser tan hazañosas. Asimismo, la tradición horaciana, tan bellamente expresada por Luis de León, quizá no pueda mantenerse hoy literalmente por ser naturalmente antieconómica, pero no poco se ganaría si buena parte de su sentido pudiera adaptarse a las condiciones de hoy, para poner un freno a los excesos de la ansiedad consumista, quizá en último extremo, no menos antieconómico que el contentamiento con la más simple sencillez‖ (en Iglesias, 1982: 33). Simplemente Medina pretendía establecer una conexión entre desarrollo económico y desarrollo de la razón humana. Nuestro autor recalca, ante todo, una ética de la austeridad y de la sobriedad. Esto le lleva a remarcar su preocupación ―por los deterioros que el impulso de dominación de la naturaleza por el hombre ha producido en el equilibrio ecológico, pero nos olvidamos con frecuencia que esa naturaleza no sólo es algo que deba preservarse por razones de utilidad, sino por su puro valor estético, de contemplación y goce que entre vosotros mostraron con su vida y obra las figuras de un Machado, de un Unamuno o de un Maravall‖ (en Iglesias, 1982: 33). No puede quedar más clara la íntima conexión de nuestro autor con algunos de los autores más significativos del pensamiento social y político español contemporáneo. En ellos reconoce el hilo conductor de una tradición ilustrada que va remontando hacia otros representantes y continuadores de la ―primera modernidad en España‖ (Maravall, 1984: 9). Y precisamente Medina, al final de su vida y con mayor razón si cabe, reclama el peso de la tradición y modernidad democrática, liberal y reformista que en España también representó durante algún tiempo el krausismo: 865 ―Nos estamos preocupando afanosamente por el futuro y no es tarea que podamos abandonar, pero al lado de ella sería también conveniente recordar que uno de los valores duraderos del hombre hispano, ha sido su piedad ante el pasado, el reconocimiento de lo que le debemos por habernos hecho como somos, la gratitud hacia los padres que nos dieron la vida y que se inclina hasta las más lejanas huellas de la creación humana en la literatura y en el arte. Como no pensamos en un tradicionalismo convencional permítasenos evocar la acción de un hombre como Francisco Giner de los Ríos –nada tradicionalista en este sentido- y que en sus afanes pedagógicos pudo formular esa reverencia ante el pasado –aún en la misma tradición popular- sin la que es imposible pretender la construcción de un futuro mejor‖ (en Iglesias, 1982: 33). En un ejercicio de balance con su pasado, con sus años de juventud y con las fuentes intelectuales que forjaron su pensamiento, Medina Echavarría reclama el sitio de estos nombres que entendieron el problema español y de su cultura como un ―problema pedagógico‖ (López-Ocón, 2010: 48). Así, por ejemplo, traza la línea cronológica que va desde el barroco, representada por Diego Saavedra Fajardo, hasta la ―Generación del 14‖, comandada por José Ortega y Gasset. Un itinerario caracterizado por una historia y por un proceso modernizador lleno de fracasos, obstáculos y contradicciones: ―La calidad de vida en la tradición social hispana se muestra en la nota sobre los desengaños del poderío, acaso en su forma barroca, nunca mejor expresada que en las empresas de Saavedra Fajardo. Y no sólo él. En nuestros días José Ortega y Gasset, en unas pocas páginas, tan lúcidas como quizá melancólicas, ponía el ejemplo de la acción histórica de España, que todo lo había tenido y todo lo había perdido ante las desorbitadas pretensiones de las grandes potencias, al borde ya de la catástrofe en una postrera misión imperial‖ (en Iglesias, 1982: 33-34). 1345 Medina, podemos observar, fue cerrando el círculo de su biografía sintiéndose un miembro más de una historia tramada por los sinsabores de una modernidad que apenas llegó a echar raíces, pero en la que halla con fuerza los ―soportes auténticos de la españolidad‖. Entonces sintió el deber de reclamar toda la labor intelectual que le precedió. Partiendo de esa convicción del fracaso de la ―modernidad hispánica‖, escribió, desde la soledad y la incomprensión de un ―nuevo exilio‖ –sobre todo más interior que otra cosa-, las siguientes reflexiones que me atrevo a reproducir íntegramente como epílogo de su vida: ―vienen a mi recuerdo tres de los valores más atractivos de nuestro talante humano. El sosiego, ese equilibrio interior y la conducta externa que aparece una y otra vez en los ideales morales de nuestros clásicos y que se enlaza con el permanente tema literario y vital de la soledad. Hagamos lo posible para 1345 Saavedra Fajardo fue un autor que también cita y comenta su amigo y compañero de generación Francisco Ayala. Por ejemplo, en su ensayo ―Saavedra Fajardo‖, publicado como estudio preliminar en el libro El pensamiento vivo de Saavedra Fajardo (Editorial Losada, Buenos Aires, 1941), Ayala cita una de las máximas de Saavedra dedicadas a la bajeza y caída moral del Imperio español y su colonización en América: ―Bajo una de las empresas, la LX, titulada ―O subir o baxar‖, se percibe toda la amargura y el sentimiento de la fatalidad de esa caída de España. ―Los que más sube –dice-, más cerca está de su caída. En llegando las cosas a su último estado, han de volver a bajar sin detenerse‖. Ya antes, en la empresa XXXI, había escrito: ―Los imperios se conservan con su misma autoridad y reputación. En empezando a perderla, empiezan a caer, sin que baste el poder a sustentarlos; antes apresura la caída su misma grandeza. Nadie se atreve a una columna derecha; en declinando, el más débil intenta derribarla; porque la misma inclinación convida al impulso; y en cayendo, no hay brazos que basten a levantarla‖‖ (Ayala, 2009). 866 conservar en medio de nuestro tráfago contemporáneo la posibilidad de decir una vez más: ―a mis soledades voy de mis soledades vengo‖. Ese último resguardo de la personalidad a cuyo amparo recuperar energías para continuar nuestra lucha y para configurar al mismo tiempo una visión del mercado serena y firme. No habrá calidad de vida si no somos capaces de darle los momentos de soledad que necesita y de cuyo impulso emana el sosiego que a veces hoy nos parece por entero perdido. Sosiego pero no menos el desasosiego también de cuando en cuando. La paz de la meditación, ese ―dolorido sentir‖ que comentaban las páginas admirables de Azorín, pues si pedimos que no se nos quite el ―dolorido sentir‖ es por creer que no existe calidad de vida, sin algún momento de recogimiento, en que abrirse al contacto fugaz de lo transcendente, de lo que nos sobrepasa, más acá de toda interpretación religiosa concreta. Ser por último sí mismo. Ese individualismo moral del español, a veces mal interpretado, en que el hombre sólo quiere ser lo que es sin ninguna otra cosa que le importe. El sí mismo que recupera Don Quijote en el último capítulo de su historia, luego de su sublime locura, para no ser más que Alonso Quijano el bueno. Cómo realizar la calidad de la vida, si ésta no nos permite ser nosotros mismos por encima de todo lo demás y sin esa casi humilde virtud de la bondad sin la que todo lo social es perecedero, aún en medio de sus más portentosos logros materiales y técnicos. Esa sería la suprema tarea que los miembros de nuestra gran comunidad de pueblos desearíamos ver dispuesta y pronta en esta vieja tierra y que si no se consigue con su ayuda, se malograrían como inútiles todos los esfuerzos por participar de esa modernidad a la que fuimos desgraciadamente tan esquivos. Conseguir un mundo que nadie pueda ver como un ―oasis de horror, en un desierto de tedio‖, porque conservamos la capacidad estética y admiramos todas y cada una de las maravillosas criaturas que nos rodean, la que sentía Fray Luis de Granada ante pájaros y flores, prados y estrellas‖ (en Iglesias, 1982: 34-35). Naturalmente que estas reflexiones han de ser leídas con la óptica del intelectual que se quedó a medio camino. Por las circunstancias históricas y políticas no llegó a ser quien debería haber sido en una España democrática. Insisto en que el núcleo fundamental de esta exposición es la importancia y significación a todos estos autores y corrientes de pensamiento que, más allá de ser en algunos casos heterogéneas y diversas entre sí, representaron, en su conjunto, ―la apertura y el cambio de rumbo de la mentalidad española y el surgir de la modernidad ilustrada‖ (Fernández, 2002: 79). Modernidad y mentalidad españolas de la que él se sintió deudor y partícipe, incluso al otro lado del Atlántico. En América Latina pudo comprobar, como resultado de sus experiencias intelectuales y personales, la latencia compartida de una tradición racionalista, liberal y moderna. Medina Echavarría encontró, de esta manera, el modo de reclamar el sitio que le corresponde a la civilización hispánica dentro de la civilización occidental, ya que pudo forjar una visión más diversa de lo hispánico, de lo español y de lo latinoamericano. Pero también pudo comprobar la situación atenuada en que vivió esa ―modernidad hispánica‖, incumplida y clausurada por los distintos golpes y dictaduras militares que presenció a lo largo de su vida. Son sus reflexiones más autorreferenciales. Su argumento de fondo de Don Quijote es pertinente para la constatación de su propia personalidad en un tiempo para él quimérico y siempre domeñado por la crisis y la desolación. 867 La visión sobre ese pasado en relación a su tiempo biográfico es la que, por otro lado, le permitió a Medina Echavarría construir las imágenes sobre la sociedad futura que él anheló. Por eso, finalmente, me referiré a otro texto de sociología proyectiva que dejó inconcluso. Gracias a Marshall Wolfe sabemos que ―en junio de 1977, Medina preparó un esquema para un trabajo que su enfermedad posterior le impidió realizar. Lo tituló La inteligencia en prospectiva, pensamiento científico e ideología en el futuro inmediato‖ (Wolfe, 1988: 146). 1346 El creciente uso de estos términos futurológicos delata su preocupación por los desafíos ante un futuro incierto que necesitaba de la respuesta científica y de la inteligencia. Sin embargo, dejó a los que le rodeaban y le leían sin la habitual generosidad de sus ideas. Justamente en ese mes de junio, cayó enfermo. Su mujer y él habían decidido regresar a España en mayo. Seguramente estas reflexiones sobre el acontecer partieron, no lo sabemos, desde la convicción de que el final del camino se acerca. Se fue yendo de este mundo, dejando de hacer planes. Enfrentando su muerte cara a cara. José Medina sabía que la muerte andaba cerca y lo tenía completamente asumido. No quería ningún tipo de parafernalia, ni salir en ningún periódico ni revista. Nunca fue hombre de homenajes. Eligió en esos últimos días, en cambio, estar rodeado de su familia y amigos más cercanos. 1347 En analogía con estos últimos trabajos que hemos visto, como legado para las futuras generaciones hispanoamericanas, Medina Echavarría sabía que el camino ya fue transitado, sentándose en su borde, sin grandes esperanzas y sin grandes cosas por conocer. Quizá porque todo empieza a repetirse a cierta edad. Después de la experiencia de aquellos años, sentía haber vivido un tiempo cumplido. Por eso su mérito estuvo en enseñar a los demás a transitar ese camino que él ya había recorrido. Su testamento intelectual es también, sin duda, fruto de su experiencia biográfica y de la memoria colectiva del siglo XX. Un testamento que pretendía, modestamente, iluminar a los que empezaban a transitar su propio camino. Y claro, el suyo fue el de un pensamiento lúcido y sereno a favor de un mundo más justo y más digno, donde, en pocas palabras, pudiera florecer la democracia y la libertad. El camino ya se transitó, y miró hacia atrás, sabiendo que nunca volvería a caminarlo, pero sí creyó que el camino de la democracia volvería a abrirse y a ser recorrido por las futuras generaciones. La muerte fue a buscarle el 13 de noviembre de 1977. José Medina desapareció cuando aún se podía esperar de él algún lustro más de lucidez analítica. Se le rindió homenaje en la sede de la CEPAL de Santiago de Chile. Su cortejo fúnebre se convirtió en una especie de marcha política a favor de unas libertades inexistentes en un período donde estaban prohibidas las manifestaciones y las concentraciones públicas. 1348 Fue 1346 ―Uno de los subtítulos dentro del esquema es particularmente sugerente: "Las formas actuales de la inteligencia: funcional, crítica y evasiva". Ojalá podamos combinar mejor la inteligencia funcional y la crítica, y saber distinguirlas de la inteligencia evasiva, siempre tentadora en los ambientes académicos y burocráticos‖ (Wolfe, 1988: 147). Estos temas ya habían sido tratados por Medina en el ensayo ―Acerca de los tipos de la inteligencia‖, dentro del libro Presentaciones y planteos, donde distinguió de una inteligencia funcional, una desvinculada y otra marginal (equivalencia funcional con funcional, la desvinculada se correspondería a la crítica y la crítica a la marginal). 1347 Entrevista mantenida por el autor con Nieves Medina Rivaud, 11 de diciembre de 2008, Rancagua, Chile. Jorge Graciarena fue uno de los compañeros que más estuvo al lado de Medina en el desenlace de su vida. En un artículo de 1975 le había agradecido su deuda intelectual: ―La influencia que este autor ha tenido en mi pensamiento es mucho mayor que lo que aquí pueda reconocer‖ (Graciarena, 1975: 101). 1348 Palabras del Secretario Ejecutivo, Enrique V. Iglesias, al despedir los restos de José Medina Echavarría, Santiago, 14 de noviembre de 1977: ―Ha muerto Don José. En el día de ayer, y luego de una penosa enfermedad, dejó de existir en esta ciudad Don José Medina Echavarría, grande y querido 868 enterrado en el Cementerio General de la capital chilena. En su lápida se puede leer: ―Un día nos sentamos al borde del camino‖, verso de Antonio Machado. El poeta sevillano -―el símbolo más limpio y puro de la decencia republicana‖ (Aznar Soler, 2003a: 42)- fue para Medina Echavarría fuente de inspiración literaria y de generosidad humanista desde su juventud. Ese verso es también un homenaje a los valores culturales que representó la Segunda República española y a los que se adhirió nuestro autor como un humanista y un reformador más allá de su faceta sociológica. José Medina Echavarría logró conciliar la honradez intelectual con los principios democráticos, forjando una visión muy personal de la sociología, de la historia y del tiempo que vivió. Su tragedia personal fue haber vivido una época en que tales principios estuvieron en un constante retroceso. Él fue un doble desterrado, tanto por vivir alejado de su tierra natal como por la destrucción de las posibilidades de existencia de una sociedad auténticamente democrática. Por eso siempre buscó las opciones de permanencia de los valores liberales y republicanos como una prolongación de su pasado con la España ―que no fue‖, aquella que ―sucumbió como posibilidad en la Guerra Civil‖ (Solari, 1977: 11-13). En los fragmentos que acabamos de leer, no ocultó sus ideas y filias. Su particular trayectoria biográfica nos ha enseñado, en definitiva, la figura de un gran intelectual, lleno de inquietudes y de experiencias recogidas en algunas de las páginas más maduras de la historia del pensamiento hispanoamericano contemporáneo. funcionario de CEPAL e ILPES. No es ésta la hora de reconocer aquí cuánto le debe la América Latina a este pensador fecundo y pionero de la sociología económica latinoamericana, y en cuánto está endeudada la CEPAL a su genio creador y a su dedicación de más de 25 años. Es momento de recordar al hombre, al compañero, al amigo. Pocas personas han legado a esta Casa un testimonio similar de caballerosidad, de bondad y de hombría de bien como Don José. Pocos han dado fe de tal lealtad a la Institución y a los principios de las Naciones Unidas con su lección de vida‖. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. Documentos 70 y 71. Circular de Enrique Iglesias a todo el personal de la CEPAL, el ILPES y CELADE: ―Me es sumamente penoso tener que hacer uso de la palabra en este momento de dolor para despedir los restos mortales de nuestro querido Don José. Se van con ellos, la presencia física de un gran pensador, de un gran hombre, de un gran amigo. No es éste el momento de recordar al intelectual, al gran intelectual que fue Don José Medina Echavarría. Las Naciones Unidas y la CEPAL lo harán en otra ocasión más oportuna, y con nosotros lo hará todo un pensamiento social que tuvo en Don José un inspirador fecundo al que la historia irá haciendo justicia en forma cada vez más intensa. Sus largos años en las Naciones Unidas están representados no solamente en los textos que quedan de su mano. Lo están, tanto o más, en las inquietudes que suscitó, en los horizontes que abrió a otros, en su ininterrumpida búsqueda de nuevas perspectivas para el trabajo de esta Casa, que tanto le debe‖. Circular Nº CDP. 245, CEPAL, 14 de noviembre de 1977. Archivo Francisco Giner de los Ríos, Biblioteca de la Generación del 27, Málaga. Documento 62. 869 CONCLUSIONES. 1. Una invitación a pensar en clave propia. La sociología como ciencia social de lo concreto. Empezábamos este trabajo de investigación marcándonos una serie de objetivos que, a nuestro entender, consideramos que han sido resueltos de manera conclusa y firme. Se ha presentado y detallado una visión de conjunto de la obra de José Medina Echavarría que cumple el principal propósito de ofrecer todo el caudal epistemológico y teórico que encontrará quien decida penetrar en ella. Se ha tratado de sintetizar el pensamiento de un autor que se prolongó durante casi 50 años y que adquirió niveles poco comunes de riqueza y percepción. Las ideas centrales del sociólogo español han sido expuestas en sus coyunturas histórico-sociales para así ser fieles al momento en que fueron planteadas. Esta labor meta-teórica y reconstructiva es la que nos permite afirmar que Medina Echavarría fue uno de los sociólogos más importantes de la América Hispana y el que mayor influencia ejerció ―desde un punto de vista histórico- culturalista‖ al pensamiento cepalino y al desarrollismo latinoamericano. 1349 El rastreo pormenorizado de su biografía nos ha permitido también entender un poco más la historia de la sociología española. La apuesta por una teoría sociológica crítica, histórica e inclusiva ha hecho posible trazar una línea continua sobre la historia de la sociología en España y que reconoce al sociólogo exiliado, desde su marginalidad, como un sociólogo a tener en cuenta para la re-escritura de la tradición de este campo de conocimiento. Sobre todo porque aquí hemos privilegiado los puentes y las conexiones por encima de las quiebras o rupturas que afectaron en la ―desmemoria colectiva‖ manejada hacia los sociólogos del exilio español. Por tal motivo, la biografía intelectual de Medina Echavarría constituye, en el fondo, una radiografía moral de la sociedad española y una reivindicación de la memoria histórica y de la dignidad de toda una generación de intelectuales. Frente al olvido e indiferencia, sólo caben acciones y prácticas de memoria que recopilen y preserven los documentos y testimonios de ese período. Aquí hemos tratado de seguir ese camino para así poder difundir y poner a disposición de otros investigadores la historia reciente de nuestra disciplina acorde a valores como los de la pluralidad, la tolerancia o libertad. Al inicio, además, nos preguntábamos sobre qué clase o tipo de sociólogo era Medina Echavarría. Ahora, vista con perspectiva su trayectoria, tenemos la capacidad suficiente de responder que la experiencia de vida fue el arma intelectual de este sociólogo que fue mucho más que un sociólogo. Fue, ante todo, un intelectual heterodoxo y reformista que trató de modificar la realidad social que le tocó vivir a través de sus contribuciones sociológicas y a través de sus ideas (Graciarena, 1975: 108). Pero siempre desde la ética que le otorgaba la ―humildad y el ascetismo‖ (Medina, 1944: 44). Si se tuviera que clasificar en dos palabras la trayectoria de José Medina, éstas serían coherencia y responsabilidad. Siempre vivió dentro de los márgenes de la integridad intelectual, sin dejar de lado los valores que le llevaron a adherirse a la Segunda República española. He destacado de él su decisión a la hora de luchar siempre por la libertad y por una mejor sociedad. Así es que junto a la fidelidad de los hechos, aparece el hombre ilustrado que terminó su vida entregado a un único objetivo: la persistencia democrática. 1349 Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 870 Sociólogo e intelectual. Ésta ha sido, sin duda, la mejor etiqueta de ofrecer al lector una figura que por trágicas circunstancias políticas no pudo encabezar la modernización y la renovación de la sociología en España, pero que en América Latina, en cambio, sí tuvo la oportunidad de encontrar un lugar donde expresar sus ideas y, lo más importante, acabar siendo respetado por ellas. Por eso en el estudio cobraron un relieve particular las relaciones que entabló con sus contemporáneos y sus posicionamientos en el cambiante entramado de discursos y prácticas intelectuales en las que estuvo inmerso. Su exilio y alejamiento de España desde la Guerra Civil le convirtió, como decíamos, en un autor ―extraterritorial‖ para la sociología española. Dicho reconocimiento no implica no obstante un corte absoluto entre la sociología del exilio y la sociología del interior, como hemos dado detalle con su relación con Enrique Gómez Arboleya y otros sociólogos español.es Obviamente toda la experiencia española y europea de Medina Echavarría fue fructuosamente ampliada en su obra latinoamericana y aprovechada en aquellas sociedades. El mejor ejemplo, que confirma y valida la hipótesis de Medina como sociólogo e intelectual reformista, fue la dimensión política de su sociología del desarrollo, motivada, en gran parte, por los acontecimientos políticos que padeció en España y que le alentaron a contribuir al análisis del mundo social contemporáneo. Fueron hechos que marcaron su trayectoria biográfica y que, como decíamos, están impresos en su producción latinoamericana, ya atraído por los acontecimientos sociales y políticos de aquella región. 1350 El tono político que tomaron sus reflexiones de la sociología del desarrollo se debe a que su vida de exiliado quedó marcada a fuego por la política. El diálogo en torno a la obra de José Medina Echavarría es la que nos ha permitido descubrir, al fin y al cabo, al intelectual de ―fina sensibilidad política‖, colocado ―al servicio de la razón histórica y de la construcción de la democracia‖ (Weffort, 1988: 141). No fue un ―tipo estridente ni sonoro‖. Aunque cuando se ―escaba‖ en su obra van apareciendo las ideas de un ―gran pensador‖. 1351 Su larga trayectoria profesional por América Latina le permitió irradiar ampliamente un magisterio que ayudó a varias generaciones de colegas más jóvenes a derrumbar corsés teóricos y a romper tabúes ideológicos; en definitiva, a airear la profesión. Medina Echavarría reunió en toda su obra un surtido gigantesco de ideas sociológicas, categorías exclusivamente suyas, que tuvieron una enorme repercusión en los ambientes del momento. Su obra, publicada desde Argentina, Chile, México o Uruguay contó con un público numeroso. Escribió sociología sin quedarse en la superficie, profundizando en la condición y en el comportamiento del ser humano, sobre todo alrededor del poder. Incluso una vez definió a su sociología como un ejercicio de ―honradez intelectual‖ (Medina, 1968: 21). Nuestro autor mantuvo ―una actitud frente al hombre, como una concepción de talante personal‖ (Medina, 1976b: 76). Se tomó en serio al ser humano, con mucho respeto, debido a su inclinación liberal: ―En Medina ser liberal significa partir de un profundo respeto por la persona humana, por toda persona humana y sus posibilidades. Ello implica que la sociedad debe dar a todos, de 1350 ―Democracia y Libertad tienen en Don José Medina una larga historia de enraizamiento personal; el drama de su propio país, la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, la experiencia del exilio, dieron origen a ensayos, artículos y conferencias en todos los cuales es notorio el interrogarse sobre las condiciones del ejercicio de la libertad y de las formas de convivencia social‖ (Faletto, 1980: 1). 1351 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 871 manera efectiva, las posibilidades de realizarlas‖ (Solari, 1977: 10 poder y desarrollo). Para nuestro autor el liberalismo era una forma de vida y una aspiración con un profundo contenido ético-social que sólo podía darse bajo la forma democrática. 1352 El sentido completo de su biografía es el que nos permite descubrir al sociólogo, en su papel de intelectual, preocupado por cuestiones mayores durante tiempos críticos y que hoy, tras el paso de los años, muchas de sus interpretaciones son del todo actuales. A él le debemos una racionalidad sociológica y un ideal de sociedad democrática que nunca se atina a lograr plenamente, pero que alienta las ansias de libertad. El pensamiento de Medina Echavarría no es un fósil, sino, todo lo contrario, es una referencia obligada para entender algunas de las direcciones que en la actualidad está tomando el mundo contemporáneo. Ciertamente, en su tránsito desde la abstracción teórica a la sociología del desarrollo, amparó un modelo de convivencia para la sociedad latinoamericana del todo recuperable para nuestros días. Pero esta constatación no excluye la deuda de nuestro autor con sus predecesores y compañeros en la sociología española, con los clásicos del pensamiento sociológico occidental, con los intelectuales reformistas del pensamiento español del primer tercio del siglo XX y con sus contemporáneos latinoamericanos. Por encima de todo, nos parece esencial señalar que el pensamiento de José Medina Echavarría no partió de cero, pues se circunscribe a un conjunto asombroso de autores y escuelas. Reconocerle lo que le debemos en el campo de la sociología y del ideal social democrático no obsta para que su sensibilidad conecte mejor con lo que ha sido un ―pensamiento colectivo‖. Por supuesto, una sensibilidad que expresa una incuestionable preocupación y gestación latinoamericana. La epistemología de la sociología en lengua castellana, el pensamiento filosófico, el germen de las sociedades desarrollistas y democráticas en América Latina no serían lo que son sin este autor. En ese sentido, estamos en condiciones de afirmar que Medina Echavarría nutrió de tres cosas fundamentales a la sociología latinoamericana y a la sociología en lengua castellana que aún perduran en mayor o menor grado. En primer lugar, aportó una perspectiva histórica que la sociología norteamericana casi nunca ha tenido, ni ha entendido. Nuestro autor criticó la aspiración universalista del funcionalismo. Él apostaba por la comprensión de una sociología concreta de corte culturalista e historicista. En segundo lugar, tenía una perspectiva amplia de conocimiento y de formación sociológica que no desdeñó ninguna forma de acercamiento al objeto de estudio sociológico. Abrió el encuentro y el entendimiento de la sociología con otras disciplinas académicas, preferentemente con la ciencia económica. Y, por último, la democracia fue una aspiración original que depositó en su sociología del desarrollo. Nuestro autor no sólo destaco por haber introducido el pensamiento sociológico en la CEPAL, sino que además se encargó de incorporar las ideas democráticas en el pensamiento cepalino (Gurrieri, 1983: 133). Esta forma tan personal que tuvo Medina Echavarría a la hora de entender a la sociología y a la ciencia como instrumento al servicio del hombre la debemos considerar como una herencia sociológica y como un legado intelectual, valorando lo que él nos dejó, sobre todo, como un antecedente y estímulo necesario para seguir proponiendo nuevas elaboraciones. La última finalidad es continuar, por tanto, sumando esfuerzos a la 1352 El liberalismo para Medina Echavarría era un pensamiento arraigado en la cultura española. Nuestro autor se consideró miembro de esta tradición liberal española: ―el término liberalismo es al fin y al cabo de cuño español y en su formación, como en la fraterna del constitucionalismo, corren vetas hispanas que pasando por la Ilustración se remontan a los grandes escolásticos y a los usos seculares de algunos reinos de la Península‖ (Medina, 1976a: 69). 872 acumulación de conocimiento en la ciencia social en lengua castellana, ya sea en España, en Europa o en la otra orilla del Atlántico. 2. Un desarrollo ejemplar de la sociología de Max Weber. José Medina Echavarría se esforzó por elaborar un marco conceptual básico de la ciencia sociológica para así poder pensar la sociedad desde una perspectiva racional y rigurosa. Este papel desempeñado en la institucionalización de la sociología científica en América Latina le aseguraba ya una significación decisiva. Sólo por esto ya es considerado como uno de sus padres fundadores (Solari, 1977: 7-8). Su posterior evolución personal e intelectual le llevó a dejar las abstracciones teóricas y las grandes teorías generales a favor de un conocimiento sociológico más concreto de la realidad social y política latinoamericana. Asentó los fundamentos de una sociología del desarrollo caracterizada por el enfoque histórico-estructural. Al mismo tiempo, se interesó en continuar con una práctica sociológica autónoma e independiente de las modas foráneas. Aunque sus pasiones sociológicas contemplasen la sociología europea, fundamentalmente la sociología alemana, y también la norteamericana; su empeño y preocupación estuvo caracterizado por ―la recepción de ciertos conceptos o categorías elaborados fuera‖, pero con la correspondiente y necesaria ―reflexión crítica‖. Frente a la infiltración de ingredientes de otra realidad, el pensamiento de Medina Echavarría fue, en ese sentido, una ―invitación a construir una ciencia propia‖, entendida como ―la elaboración de una ciencia que, aun no siendo enteramente nueva y original –cosa desde luego por completo imposible-, se encuentre impulsada y mantenida por los problemas peculiares dados dentro del horizonte de nuestra experiencia‖ (Medina, 1972: 205). 1353 Su obra sirvió ―para cimentar una ciencia social de raíz latinoamericana‖ (Reyna, 2007: 5). Fue uno de los activos más importantes e influyentes en la formación de un ―conjunto de ideas‖ que dieron forma a un ―pensamiento social propio‖ (Ferrer, 1998: 167-168). Él, ―sin desdeñar la investigación foránea‖, siempre entendió que el aporte más importante pasaba por ―completarla y enriquecerla con la propia‖ (Medina, 1965b: 2). Con permiso de Gino Germani, José Medina Echavarría representó la otra gran influencia externa de todo ese movimiento de renovación sociológica posterior a la Segunda Guerra Mundial que se produjo fervientemente en América Latina. Por tal motivo, hablar de él significa hablar de un sociólogo español que los latinoamericanos reconocen como suyo. Medina tuvo un papel singular, único y hasta, si se quiere, caprichoso en el destierro; pero papel, al cabo, protagónico. La obra del autor de Sociología: teoría y técnica posee, como decimos, una dimensión histórica que la convierte en referencia ineludible a la hora de establecer el panorama de la sociología en lengua castellana contemporánea. Razón de su importancia es la concepción de la sociología con afán de totalidad; es cierto que la sociología totalizadora es imposible, pero Medina Echavarría pugnó en su obra por acercarse a ella. En términos intelectuales, propuso un pensamiento sociológico destinado a explicar los problemas existentes de una realidad concreta sin 1353 ―Y en esa asimilación –conversión de lo ajeno en sustancia propia, lejos de todo escolasticismo- esforcémonos por evitar, en la forma, la dislocación de la estructura de nuestro propio idioma, que equivale a una deformación de la personalidad misma. Evitemos los papiamentos. Bueno está que, fieles a nuestro tiempo, sepamos esquivar a la par la osificación de ambos. No importa, por tanto, que de cuando en cuando se nos escape, rotundo, un anglicismo oportuno y enriquecedor‖, recomendaba (Medina, 1963b: 115). 873 tener que repetir los esquemas teóricos o las experiencias próximas de los países considerados como más avanzados. No todo debía venir de Europa o de Estados Unidos. Con él empezó la época de una sociología caracterizada por lo histórico, dejando la base para las generaciones posteriores. Sus primeros trabajos procuraron ir más allá del contenido de racionalidad formal con que se contentaban los análisis del desarrollo (Cardoso, 1977: 36). Y esta aportación suya fue importantísima para dar el salto inicial desde una sociología desarrollista, que apareció primeramente muy vinculada a la sociología norteamericana, para ir poco a poco agrupándose en las ―condiciones sociales del desarrollo‖ y en la ―preocupación histórica‖. 1354 Ese giro epistemológico, como se recordará, está identificado en su obra El desarrollo social de América Latina en la posguerra, ―una investigación que declara su independencia respecto a la sociología norteamericana‖ y cuya ―novedad del planteamiento, en torno al desarrollo social, reside en una interpretación general del desarrollo de la región, basada en tendencias históricas y complementada por series estadísticas‖ (Reyna, 2007: 3). Lo ya señalado en el trabajo no quita para recordar el mérito que tuvo el intelectual español en legar a la sociología latinoamericana un método histórico-estructural que se preocupó de la totalidad e historicidad del objeto y del sujeto de conocimiento. Él ―supo descender a los problemas contingentes‖ (Iglesias, 1982: 31). Medina dejó de lado los intentos de generar leyes atemporales y aespaciales de las corrientes universalizadoras y supo ver que la vuelta a la historia era la mejor forma de pensar un medio social determinado y condicionado por su peculiaridad. Su pensamiento no surgió como un cuerpo doctrinario sistemático, sino que lo fue re- elaborando frente a una realidad cambiante y cada vez más compleja. La versatilidad fue una virtud como una prueba de talento y de dominio ante las circunstancias de su vida. Se adecuó a lo que el registro le exigía. Medina identificó problemas, intentó superar obstáculos y dejó abiertos caminos para los futuros investigadores y sociólogos de la región. Las posibilidades y alternativas del desarrollo latinoamericano estuvieron detrás de algunas de sus construcciones analíticas que nutrieron a toda una generación. Por tal motivo, fue aceptado como un autor relevante por las dos corrientes que se han disputado la sociología latinoamericana. Su figura y obra están por encima de toda clasificación arbitraria y de las diferencias que enfrentaron a los enfoques de la teoría de la dependencia y de la teoría de la modernización. Medina fue un eslabón que unió a unos y otros en la preocupación de cómo se había dado históricamente el desarrollo cultural, social y político en América Latina.1355 También porque su sociología del desarrollo defendía ejemplarmente la unidad originaria de las disciplinas sociales. Las siguientes palabras de Aldo Solari reflejan sucintamente ese espíritu conciliador de la obra y personalidad de Medina: ―Medina Echavarría puede ser y ha sido incluido en ella (en la orientación científica-funcionalista de la sociología latinoamericana), porque compartió sus propósitos básicos, porque el tema del desarrollo económico, para él 1354 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 1355 Ése es justo el mayor reconocimiento que le hizo Gino Germani a Medina. Como vimos en el capítulo TAL, los trabajos de Medina influyeron en este gran teórico de la modernización en distintos aspectos, como pensar científicamente la realidad social latinoamericana y estudiar actores y elementos estructurales como las clases medias, el proceso de urbanización o la importancia de la estructura hacendística en el tradicionalismo y autoritarismo latinoamericano (Germani, 1969: 45). 874 fundamental, forma el sustrato común de toda la orientación y por otras razones que surgen del texto. Sin embargo, su clara raíz weberiana, su preocupación por la historia en un sentido concreto, su apertura espiritual a las diferentes corrientes, lo ha llevado a plantear una serie de problemas que la orientación crítica ha recogido y, es probable que algunos de sus integrantes aceptaron gustosos la idea de que, en algunos de los sentidos del término, son discípulos de Medina. Desde ese punto de vista, Medina Echavarría que está en los orígenes de la nueva sociología en América Latina, se encuentra de alguna manera en la cruz de caminos y tal vez debiera ser considerado aparte. Además, mucho de los críticos no piensan ni en Medina ni en su obra cuando levantan la lista de censuras a la orientación científica‖ (Solari, 1976: 179). Su pensamiento fue, ha sido y es válido por esta capacidad de aglutinar a científicos sociales y sociólogos de distintas orientaciones bajo la preocupación común de pensar en clave propia. 1356 Si su sociología ha sobrevivido a las modas ha sido por esta conjunción de historia y sociedad. Él tuvo además la virtud de no haber sido sectario a ninguna teoría. ―Esa apertura de miras y de perspectivas es lo que se mantiene actualmente dentro de la sociología chilena y eso es gracias a José Medina Echavarría‖, asegura Rodrigo Baño. 1357 También dentro de la sociología mexicana se está recuperando y trabajando desde la perspectiva histórica vinculada a la sociología comprensiva weberiana que el sociólogo español introdujo. Medina Echavarría fue, en todo caso, un regalo para toda la sociología de América Latina. Sí hoy Max Weber es conocido por toda la región latinoamericana es mérito, en parte, al papel del sociólogo español como pasador cultural y mediador de este autor y de la corriente sociológica alemana En el trabajo hemos visto cómo José Medina fue intérprete de Max Weber en lengua castellana, pero no queriendo imponer a este autor, sino que con sus traducciones y sus reflexiones teóricas estaba ofreciendo un ejemplo de pensamiento para pensar la propia realidad latinoamericana. Si la perspectiva histórico-cultural que defendió durante su vida se mantiene hoy viva en la sociología latinoamericana es gracias, sin duda, al peso de sus discípulos, caso, por ejemplo de Enzo Faletto o Fernando H. Cardoso. El carácter concreto y propio que Medina concedió a los estudios sociológicos es lo que permitió la posterior ―independencia‖ de la sociología latinoamericana a partir de la teoría de la dependencia. Desde entonces en América Latina ha predominado ―una sociología que intenta comprender una determinada situación social de carácter histórico‖ (Faletto, 1996: 192 CEPAL soc. desarrollo). Las siguientes palabras de Cardoso reconocen el empuje de Medina a la hora de generar ese pensamiento propio: ―Y miraba todo aquello como quien se pregunta: ¿qué será eso de América Latina? En verdad, tal vez por su historia personal, don José era un poco un inspirador de los análisis que hacíamos. Don José era español, pero había estado en Puerto Rico, y después vivió en México. Don José, entonces, estaba aquí en Chile. Sabía de todo. Había escrito libros importantes y continuó escribiendo mientras estábamos aquí y posteriormente. Creo que siempre nos miraba, aquí en la CEPAL, en América Latina, a los intelectuales, a los problemas, con la sensación de algo que era muy cercano y muy diferente a la vez. Era casi Europa pero no era Europa. Era casi España pero no era España. 1356 Entrevista mantenida por el autor con Juan Maestre Alfonso, 17 de mayo de 2011, Madrid. 1357 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 875 Esa fue un poco la temática que desarrollamos y que después, mucho después, se transformó en el Frankenstein de la temática de la dependencia. En el fondo, lo que queríamos destacar era eso: una búsqueda de identidad que don José tenía como europeo. El nos miraba y en el fondo se preguntaba si algún día tendríamos identidad propia o si siempre haríamos una imitación. La respuesta no era fácil y no lo es hasta el día de hoy. Ese era nuestro horizonte: agónico, existencial, casi hamletiano. Es dramático cómo algunos viven en América Latina como extranjeros, en relación con su propio modo de ser y su entorno.‖ (Cardoso, 1995: 8). Este trabajo de investigación ha testimoniado el papel fundamental de Medina para esta apertura de caminos en la sociología latinoamericana–como nos recordaba Cardoso-, su contribución a la síntesis original que luego se produciría con la teoría de la dependencia, y la apreciable acumulación de conocimientos que ha logrado la sociología en América Latina. 1358 Testimonia, también, la contribución de nuestro autor a la sociología en lengua castellana y, si se me permite, a la historia de la sociología occidental. Porque José Medina Echavarría es uno de los autores más importantes de la teoría del desarrollo, sino el más importante en lengua castellana, y su obra dialoga, con la de otros reconocidos teóricos caso de Arrighi, Wallerstein, Samir Amin o Gunder Frank. 1359 Pienso, fundamentalmente, en la importante contribución de Medina a todo el pensamiento cepalino y en todos aquellos teóricos que asumieron una actitud crítica o heterodoxa para abordar el tratamiento de los problemas de la realidad latinoamericana (Graciarena, 1976). Su aportación en la CEPAL es uno de los trabajos más importantes del pensamiento social occidental de la segunda mitad del siglo XX. 3. La convergencia del conocimiento sociológico con el conocimiento económico. La impronta del enfoque histórico-estructural. No queremos desaprovechar la oportunidad de recordar la importancia que en la perspectiva latinoamericana de José Medina Echavarría representó el encuentro con economistas como Jorge Ahumada, Daniel Cosío Villegas, Raúl Prebisch, Celso Furtado, Juan Noyola o Víctor Urquidi y su participación en la red que forjó la CEPAL en América Latina. En aquella red intelectual, Medina pudo identificarse con las utopías latinoamericanas (críticas, pero conciliadoras) del desarrollo, la modernización o la integración regional, que clamaban por reformar las respectivas sociedades a partir del reformismo democrático. Aquellos contactos intelectuales más sus viajes por tierras americanas, a la postre, le resultaron claves para evolucionar su ―tema latinoamericano‖ del desarrollo. Todo ese diálogo intelectual y profesional le sirvió para alcanzar algo 1358 ―Cuando hablamos de un pensamiento latinoamericano propio no estamos hablando de un pensamiento que se originó 100% en América Latina. Lo que sí es original es la síntesis. No todos los elementos son de origen latinoamericano‖. Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 1359 Algunos temas tratados por Medina Echavarría, como el significado económico de la Independencia o la posibilidad de reconocer el carácter de países semiperiféricos a unos pocos países latinoamericanos, fueron compartidos por autores de la sociología anglosajona, como Immanuel Wallerstein. Recordemos que el sociólogo español en sus trabajos sobre la historia económica de América Latina concibió a la Independencia no sólo como una quiebra política respecto al imperio, sino también como una mutación en el conjunto y en cada una de sus partes de una totalidad económica. Nuestro autor, por supuesto, también leyó y diálogo con estos autores. Medina cita de Wallerstein, ―The rise and future demise of the World Capitalist System‖, Comparative Studies in Society and History, Vol. 16, nº 4, 1974. (Medina, 1976b: 71). 876 que pocos sociólogos han logrado en la historia de la disciplina: la convergencia del conocimiento sociológico con el conocimiento económico. Medina ayudó a ―crear una sensibilidad frente a los problemas sociales‖, que guió el trabajo de muchos economistas latinoamericanos. Llenó el tema del desarrollo de profundas connotaciones humanas y sociales que supusieron ―algo más que un mero economicismo‖ (Iglesias, 1980: 14). Desde entonces, por lo menos en América Latina, se ha pensado el desarrollo económico como algo que también tenía que ver con lo social. El subdesarrollo dejó de considerarse como un fenómeno exclusivamente económico y aislado de otros fenómenos sociales, pasando a ser analizado, estudiado e interpretado como proceso histórico en el que intervenían diversos factores de tipo social y cultural que ejercían su influencia en sus sucesivas transformaciones y configuraciones. Nuestro autor, al ser capaz de inmiscuirse en el ámbito de los economistas, consiguió integrar un pensamiento multidisciplinar que bajo la necesidad de la planificación unió a economistas y sociólogos en la interpretación ―estructural‖ del desarrollo económico y social latinoamericano. El carácter estructuralista de la sociología de la CEPAL es considerado como uno de los rasgos más originales y meritorios de los aportes de esta institución a todo el pensamiento social latinoamericano del siglo XX (Rodríguez, 1988: 270). De la siguiente forma lo reconocía Raúl Prebisch: ―Medina contribuyó a que ampliáramos (los economistas) el horizonte de la concepción estructural…entró con fuerza el examen estructural para explicar la desigualdad social, la insuficiencia dinámica y otros fenómenos del desarrollo latinoamericano…. Había tomado nuevos temas, había tratado de integrar elementos sociales, políticos y culturales en el concepto de desarrollo económico, y todo ello debido en buena parte al estímulo de don José Medina y al hecho de que la presencia de sociólogos en la CEPAL ya era aceptada. Hubo un grupo de hombres jóvenes que se nutría del pensamiento de don José, y que llevaron adelante la tarea de investigación de la realidad latinoamericana‖ (Prebisch, 1982: 17). Para los economistas latinoamericanos, sobre todo para los de la CEPAL, fue muy importante el concepto de porosidad estructural que Medina Echavarría acuñó.1360 Esta herramienta analítica captó ―en forma más precisa, y en pocas palabras, las características de estas economías de desarrollo tardío‖, alcanzado una interpretación sui generis del mismo, más diverso y complejo que las explicaciones derivadas directamente de la economía (Ocampo, 1998: 13). Lejos de existir un ―dualismo‖ entre los conceptos ―tradicional‖ y ―moderno‖, lo particular de las sociedades periféricas sería esa interacción entre ambas situaciones económicas y sociales (Cardoso, 1971: 12-13). Los economistas estaban acostumbrados a estudiar el desarrollo latinoamericano a partir del contraste entre la modernidad y la capacidad dinamizadora del sector moderno frente al resto de la economía, es decir, el sector atrasado, inactivo y tradicional. De esta manera, se ofrecía una visión nueva a la hora de plantear el problema del desarrollo económico a partir de la específica relación entre los sectores modernos y los tradicionales, ya que todos forman parte de una unidad social. El sociólogo español abrió el campo de la reflexión sobre una realidad que combinaba modernidad y atraso, modernización y tradicionalismo, racionalidad e irracionalidad. El mundo tradicional de 1360 Raúl Prebisch por primera vez en sus textos alude a los planteos de Medina en un libro que publicó en 1963: Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano, Fondo de Cultura Económica. 877 la hacienda, como vimos, representó para Medina esa capacidad estructural de absorber elementos de racionalidad y de modernidad sin quebrar la estructura tradicional: ―Esa mezcla, toda esa porosidad, toda esa flexibilidad es la que encierra su concepto. Pero no sólo eso, sino que además le dio un contenido no solamente económico de diferencias de productividad, como hacen los economistas (que calculan el producto por el trabajador), sino que lo insertó en un contexto cualitativo amplio que tenía que ver con la historia de América Latina y con esa supervivencia de la hacienda como núcleo enclavado con la herencia colonial y con un pasado que aún se mantenía‖.1361 Los economistas comenzaron entonces a hablar de heterogeneidad estructural sobre esa base teórica y sociológica que nuestro autor fundamentó en sus reflexiones sobre la estructura hacendística y su porosidad o permeabilidad al cambio. Y además empezaron a concebir la historia latinoamericana desde otra perspectiva, porque los economistas, por norma, piensan la historia como sucesión de etapas o ciclos. Uno de los primeros trabajos económicos que hablaron de heterogeneidad estructural fue el artículo de Aníbal Pinto ―Concentración del progreso técnico y de sus frutos en el desarrollo latinoamericano‖, de 1965. 1362 Como recordaba Armando Di Filippo: ―Aníbal Pinto tenía un enorme respeto por Medina. Él siempre reconoció en José Medina una fuente de inspiración intelectual para el tema de la heterogeneidad estructural‖. 1363 El economista chileno manifestó alguna vez el efecto en su obra del pensamiento del sociólogo español: ―me cuento entre quienes siguieron con interés y provecho sus trabajos, en especial aquellos afincados en la economía política y que, en cierto modo y grado, son terreno común a todas las disciplinas sociales‖ (Pinto, 1988: 93). También Celso Furtado reconocería en la heterogeneidad la ―característica básica de la economía periférica‖, siguiendo algunos lineamientos apuntados por nuestro autor (1983: 109). Obviamente la porosidad estructural no sólo fue un concepto interesante y atractivo para algunos de los economistas latinoamericanos más importantes, caso de Furtado o Pinto, sino que también lo fue para muchos sociólogos y politólogos. Numerosos estudiosos aceptaron y desarrollaron la hipótesis interpretativa de Medina Echavarría sobre la realidad social latinoamericana. Fue una hipótesis que abrió nuevas hipótesis de investigación dentro de las ciencias sociales latinoamericanas. Actuó como germen ―de muy diversas hipótesis que se han explorado sistemáticamente después: la flexibilidad, el papel del clientelismo, la importancia del compromiso, etc.‖ (Solari, 1976: 209). Es la contribución más reconocida de Medina a ―la teoría estructuralista del subdesarrollo periférico latinoamericano‖ (Bielschowsky, 1998: 21). Como recordaba su discípulo Enzo Faletto, ―el aporte de Medina Echavarría en este campo estriba, pues, en haber abordado el tema de la transformación de la estructura y la estratificación sociales, y sus particularidades en América Latina y en haber puesto de relieve la 1361 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1362 ―Concentración del progreso técnico y de sus frutos en el desarrollo latinoamericano‖, El trimestre económico, Nº 125, 1965. A este trabajo le siguieron otros como ―Naturaleza e implicaciones de la heterogeneidad estructural de la América Latina‖, El Trimestre Económico, vol. XXXVII, nº 145, 1970, pp. 83-100; ―La heterogeneidad estructural: aspecto clave del desarrollo latinoamericano‖, Santiago, CEPAL, 1972. 1363 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 878 necesidad de ligar los cambios estructurales que afectan a grupos y estratos sociales, con los valores y actitudes que orientan el comportamiento de los grupos en cuestión.‖ (Faletto, 1993: 168). El sociólogo español destacó en su momento como una especificidad de la sociología latinoamericana la importancia de lo estructural junto con lo concreto. Murió la moda sociológica de la dependencia, pero se ha mantenido hasta hoy día esta perspectiva integrada e histórica que caracteriza a la sociología en América Latina.1364 Por ejemplo, la hipótesis de porosidad estructural de Medina Echavarría es absolutamente válida para explicar la autoridad de algunos gobiernos latinoamericanos, los sistemas políticos y de partidos en América Latina, los mecanismos de supervivencia de los grupos tradicionales y de las oligarquías rurales y urbanas de estos países, incluyendo a nuevos actores como las grandes multinacionales y su ―extraordinaria flexibilidad‖ (Furtado, 1985: 111). 1365 La porosidad estructural nos habla de la capacidad suficiente de estos actores y grupos sociales para ajustarse a las funciones de la economía mundial sin alterar demasiado las relaciones sociales y el proceso económico tradicional. La porosidad puede expresar decadencia, pero también habla de la vitalidad de las clases dominantes por marcar el destino de las sociedades y por condicionar los proyectos de las demás clases sociales, especialmente las clases medias. Hubiera sido, como decía Rodrigo Baño, muy torpe por parte de la sociología hispanoamericana no seguir esta senda propia.1366 Por supuesto, la importancia de la perspectiva histórica, la transcendencia de la hipótesis de la porosidad estructural y otros planteamientos de la sociología del desarrollo de Medina Echavarría también radicó en la ―originalidad de la CEPAL‖ a la hora de transformar las interpretaciones económicas y sociológicas en ―un conjunto de políticas‖ favorables a la sociedad democrática e industrial. En este sentido, el trabajo sociológico de nuestro autor, ligado al pensamiento cepalino, contribuyó a generar ideologías, dio lugar a la acción y abrió el paso a la práctica política (Cardoso, 1977: 38). Recordemos que para Medina la modernización no sólo tenía como fundamento un sistema de ideas, sino que se apoyaba, principalmente, en el surgimiento de nuevas estructuras y nuevas relaciones sociales concomitantes con éstas (Faletto, 1988: 79). Su pensamiento trató de sintetizar las demandas sociales de la periferia latinoamericana a través de las orientaciones y experiencias de las sociedades industriales más avanzadas, pero siempre bajo ese sentido de lo concreto. Por esto mismo, lo más destacable de su sociología desarrollista, junto a todo el andamiaje epistemológico, ha sido, sin duda, el contenido democrático que está en el centro de todo su análisis. Autores como él representaron la postura democrática y moderada de la CEPAL y de las ciencias sociales latinoamericanas. Conviene decir algo más sobre esto. 1364 Al poco tiempo, pasada la moda sociológica de la dependencia, uno de sus máximos intérpretes, el mexicano Pablo González Casanova recomendaba, paradójicamente, la vuelta a ―una sociología realmente histórica y concreta que produzca los ensayos del mayor rigor posible sobre los hechos del pueblo‖ (1981: 92). Planteaba, en fin, la recuperación de una sociología rigurosa, histórica, que diera cuenta del pasado inmediato en trabajos de síntesis, ligando el presente con las circunstancias y antecedentes cercanos o remotos. Es decir, recomendaba lo que José Medina Echavarría llevaba proponiendo desde 30 años antes para los estudios sociológicos en América Latina. 1365 ―La autoridad de gobiernos como el de Chaves, Lula o incluso Argentina, se explica mucho más por este modelo de Medina que por explicaciones puramente económicas‖. Entrevista mantenida por el autor con Pedro Morandé, 16 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 1366 Entrevista mantenida por el autor con Rodrigo Baño, 10 de noviembre de 2008, Santiago de Chile. 879 4. La persistencia democrática. 1367 Nuestro autor percibió con agudeza lo que en América Latina había significado la estructura agraria y, concretamente la hacienda, como fundamento de una cultura política (CEPAL, 1988: 68). Planteó los temas de la democracia y la libertad en un contexto problemático en lo social y en lo político. Escribió sus trabajos, como hemos visto, en años difíciles para la democracia en América Latina. Aún así fue capaz de adherir a la interpretación del desarrollo latinoamericano las raíces ―extracontinentales‖, españolas y europeas, fruto de su experiencia biográfica. Consiguió no sólo acoplar la sociología a los problemas económicos, sino que logró convertir a la democracia en una meta irrenunciable. En vez de aceptar las versiones más dogmáticas, ortodoxas o revolucionarias, él sostuvo que el único camino para la modernización capitalista, cultural y política de América Latina -como de todo Occidente- pasaba por la democracia. Y esa es una razón para considerarlo como un sociólogo verdaderamente dueño de sus ideas. Lo que dejó escrito es parte de lo que siempre defendió: la sociología como ejercicio de libertad. 1368 Aunque Medina Echavarría no fue un político, siempre fue un hombre que puso la libertad, la democracia y la justicia social por encima de todo. Su trabajo intelectual fue para él un constante viaje de batallas, sinsabores, pero un viaje, al cabo, hacia la intimidad y dignidad del ser humano. Medina comprendió que los ―problemas latinoamericanos‖ eran parte también de nuestros problemas europeos y occidentales. Pensó la democracia como solución para un problema socio-histórico (Garretón, 2001: 187). Nuestro autor, por tal motivo, se resistió ―a aceptar cualquier connotación que colocase a la democracia bajo la tutela de cualquier forma económica determinada‖. Siempre estimó que la democracia podía acomodar en su seno una variedad de formas económicas y sociales basadas en principios distintos sobre la producción, la apropiación y la distribución de los bienes económicos. Como hemos podido ver en este trabajo, Medina Echavarría consideró a la democracia como un ―fenómeno político autónomo cuya suerte histórica no será necesariamente determinada por su forma económica, como no lo ha sido desde sus orígenes más lejanos. Por lo tanto, su destino no se encuentra necesariamente atado al de la presente civilización, sea ésta industrial o capitalista.‖ (Graciarena, 1988: 87-88). Creyó en la democracia para América Latina, sentimiento que con el tiempo se hizo más profundo. No extraña que fuera consecuente hasta el final de sus días: aun en aquellos países de escasa o nula tradición democrática convenía iniciar el camino del desarrollo de la mano de la democracia. Pues, como le enseñaban muchos casos históricos, cuando los ideales democráticos son fuertes pueden ayudar a soportar las trizaduras y desajustes sociales y políticos que produce el crecimiento económico por sus vaivenes y por las transformaciones estructurales que trae aparejados (Gurrieri, 1980: 120). Éste es sin duda su mayor mérito como intelectual, como sociólogo y como teórico del desarrollo: fue capaz de que muchos economistas y científicos sociales latinoamericanos empezasen a tomar con seriedad a la democracia como un elemento necesario para la modernización económica y social. Si José Medina Echavarría es un autor que causó un 1367 Título tomado del trabajo de Fernando H. Cardoso dedicado a Medina Echavarría: ―La persistencia democrática‖ (1982: 113-125). 1368 ―Medina era un personaje de Max Weber: el arquetipo de su ―pensador‖, que va más allá del científico, e íntimamente tan rico, que no le duele demasiado el saberse ignorado por los políticos‖ (De Imaz, 1978: 666). 880 gran impacto en dos de las mayores figuras claves del pensamiento latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX, como son Fernando H. Cardoso o Raúl Prebisch, se debió especialmente a esto. 1369 Medina Echavarría, en concreto, le recordó a Prebisch el valor de la democracia y su compatibilidad con la ―disciplina del desarrollo‖. La mención al enfoque histórico- estructural le hizo destacar en esa situación –a su juicio, poco satisfactoria- el valor intrínseco de la democracia como modo de participación y de convivencia social, subrayando su compatibilidad con el desarrollo económico por medio de la planificación. El sociólogo español ―estableció muy tempranamente un diálogo o contrapunto interdisciplinario con Prebisch, señalando la necesidad de insertar los procesos económicos examinados…en los marcos más amplios del sistema político, y, en particular, en los principios de los sistemas políticos democráticos que se estaban fortaleciendo en Europa Occidental y en el resto del mundo desde fines de la Segunda Guerra Mundial‖ (Di Filippo, 2007: 148). De la forma que sigue reconocía el propio Prebisch el ascendente de nuestro autor: ―Él buscaba nuevos rumbos que permitieran utilizar los conocimientos científicos para llegar a esos valores; sobre todo a la democracia y a sus grandes valores humanos inherentes. Allí se apasionaba José Medina, cuando se llegaba a discutir ese punto o cuando se negaba la posibilidad de perseguir esos objetivos‖ (Prebisch, 1982: 18). Si en un primer momento al sociólogo español le influyó la perspectiva económica de la CEPAL, él acabó ejerciendo, finalmente, una enorme influencia en la mirada de sus compañeros economistas. Ese contrapunto fue muy importante en la amistad intelectual forjada con Prebisch. 1370 ―Enseguida –recordaba el economista- me cautivó su personalidad por la profundidad de su pensamiento, por la diafanidad de su expresión, por la fuerza y el vigor que tenía… En los últimos años siempre busqué a don José, o mejor dicho, nos buscábamos. Los años habían fortalecido nuestra amistad y, sobre todo, habían agrandado la inmensa admiración que yo tenía por este hombre profundo y de gran visión de los acontecimientos‖ (Prebisch, 1982: 15 y 17). Medina tuvo una visión sistemática de la historia económica, social y política de América Latina que fue muy valiosa para el economista argentino, quien no tenía los suficientes conocimientos sociológicos (Gurrieri, 2001: 74). El sociólogo español fue quien le facilitó a Prebisch la óptica sociológica. En el libro homenaje a Medina, coordinado por Adolfo Gurrieri, Raúl Prebisch reconocía la ―tremenda influencia‖ de éste en su pensamiento: ―Yo mismo he llegado al convencimiento de que no podemos conformarnos con una teoría económica del desarrollo y que ella tiene que ser, a lo menos, también sociológica y política‖ (Prebisch, 1980: 12). En su último libro, Capitalismo periférico. Crisis de la transformación, Raúl Prebisch se adhirió a la visión multidimensional del desarrollo (económico, político, cultural, social, etc.) y mostraba una consideración respetable hacia el tema de la 1369 Entrevista mantenida por el autor con Eduardo Devés, 3 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. Celso Furtado, compañero de Medina en la ―CEPAL clásica‖ añade: ―José Medina, con su aire modesto, sin jamás forzar los acontecimientos, sería el gran maestro de la sociología del desarrollo en América Latina. Que lo diga Fernando Henrique Cardoso y tantos otros que trabajaron con él en Santiago. Su pensamiento rechaza cualquier salida fácil, cualquier happy end anticipado. ‖ (Furtado, 1988: 102). 1370 Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 881 democracia (Prebisch, 1981). 1371 La tesis central es que el capitalismo periférico tiene asimetrías o injusticias que impiden el desarrollo del proceso de democratización. En esas páginas el economista argentino propone como solución una síntesis entre liberalismo y socialismo, aceptando el régimen de mercado pero con la presencia del Estado regulador. Tanto Medina como Prebisch sabían que el capitalismo periférico era ―proclive a sacrificar en una u otra forma el proceso de democratización en aras de la defensa y promoción de la sociedad de consumo.‖ (Prebisch, 1976: 57). Esto les preocupó a los dos y sobre ello dialogaron mucho. 1372 Por tal motivo, ambos insistieron en fortalecer el proceso de democratización a partir del característico reformismo social que tanto distinguió al pensamiento cepalino clásico (Pinto, 1986: 11). Medina fue, en resumen, una gran orientación para la última visión económica de Prebisch, atrevido ya a trascender el economicismo tradicional y surcar las parejas implicaciones sociales y políticas que acarreaba todo proceso económico. Los últimos trabajos de Medina Echavarría, dedicados a estudiar cuestiones vinculadas a los estilos de desarrollo, al cambio social y a los problemas prospectivos del desarrollo económico, también influyeron en otros economistas más allá de Prebisch. El diagnóstico del futuro político en América Latina de Medina Echavarría, optimista hasta donde le era posible, encontró un suelo fecundo donde germinar. Por ejemplo, Aníbal Pinto reconoció la transcendencia no siempre valorada por la perspectiva económica de la ―dimensión política‖ y especialmente las incidencias de la Guerra Fría que bien había señalado Medina en su trabajo ―América Latina en los escenarios posibles de la distensión‖: ―Entre los pocos que han justipreciado cabalmente la significación de esa realidad y de las posibles implicaciones de la distensión posterior se encuentra el maestro José Medina Echavarría.‖, reconocía Pinto (1979: 49). Obviamente la ―utopía realista‖ de Medina Echavarría, presentada en el capítulo XXVIII, se prolongó en numerosos sociólogos latinoamericanos que aceptaron el desafío de teorizar sobre los estilos alternativos de desarrollo (Cardoso, 1981: 54).1373 1371 En el libro homenaje a Medina coordinado por Gurrieri, Raúl Prebisch reconocía la ―tremenda influencia‖ de Medina en su pensamiento: ―Yo mismo he llegado al convencimiento de que no podemos conformarnos con una teoría económica del desarrollo y que ella tiene que ser, a lo menos, también sociológica y política‖ (Prebisch, 1980: 12). 1372 ―Yo he llegado a la conclusión de que el proceso de democratización, al cual le atribuía José Medina un valor fundamental, ha llegado a ser incompatible en América Latina, con el régimen vigente de acumulación de capital y de distribución de ingreso, en especial en los países que más han avanzado en el proceso de industrialización y en las mutaciones estructurales que ella trae consigo‖, recordaba Prebisch (Prebisch, 1982: 18). En otro trabajo posterior Prebisch añadía lo siguiente a esta hipótesis sobre la atrofia del proceso democrático en América Latina: ―Llega un momento, en el desarrollo avanzado de un país periférico, en que surge una contradicción manifiesta entre el carácter conflictivo del sistema y la democratización: la democracia tiende a devorarse a sí misma. Los estratos superiores, que concentran la propiedad de la mayor parte de los medios productivos, concentran también el excedente económico. Tienen en sus manos, pues, la clave dinámica del sistema. Y cuando sufre la integridad del excedente en la pugna distributiva, comprometiéndose su consumo privilegiado así como la continuidad del proceso de acumulación, recurren al empleo de la fuerza… procuro encontrar una síntesis entre socialismo y liberalismo. Liberalismo económico, sin el cual no concibo el liberalismo político, como que ambos surgieron históricamente de una misma vertiente filosófica. Sólo que uno y otro han sido falseados en el capitalismo periférico‖ (Prebisch, 1988: XI-XII). 1373 Este texto de Jorge Graciarena está basado en ideas de Medina: ―Poder y estilos de desarrollo. Una perspectiva heterodoxa‖; también por supuesto Fernando H. Cardoso y su clásico texto ―El desarrollo en capilla‖ reconoce la importancia de los últimos trabajos del sociólogo español: ―José Medina Echavarría, en una sugestiva revisión crítica, consideró sin embargo, que estos estudios, gracias a su poder de síntesis, al tipo específico de una sociología prospectiva y al reconocimiento explícito de su carácter utópico, presentan ventajas sobre otras del mismo género de visión más ―cibernética‖ o burocrático-institucional‖ (Cardoso, 1981: 48). 882 Nuestro autor a lo largo de su trayectoria en América Latina tuvo importantes interlocutores que criticaron, debatieron o recogieron algunas de sus ideas políticas. Sus planteamientos democráticos terminaron por tener acogida en sociólogos provenientes de distintas tendencias sociológicas e ideológicas. Autores como Pablo González Casanova, Rodolfo Stavenhagen, Aldo Solari, Rolando Franco, José Luis Reyna, Francisco Weffort, Rodolfo Stavenhagen, Marcos Roitman, Aníbal Quijano o Jorge Graciarena, por sólo citar algunos nombres, han reconocido la importancia de los valores recogidos en su obra sociológica. Los trabajos de Medina Echavarría encontraron inicialmente su réplica en Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, alejados en su momento de la postura democrática del sociólogo español por su inicial inclinación ―dependentista‖. Con el paso del tiempo estos dos autores actualizaron y dieron continuidad a sus ideas democráticas. Fernando H. Cardoso no dudó en reconocer la reflexión de Medina sobre la democracia en América Latina ―comparable a la de Tocqueville‖ sobre la democracia en América del Norte: ―¿hasta qué punto las viejas estructuras hispánicas renacieron en América Latina? ¿Cómo a partir de ellas, o contra ellas, volver a encender la llama democrática? ¿Cuál sería el combustible –el tipo de estructura- que mantendría viva la llama de la soberanía popular?...Entendió, como lo hiciera Tocqueville respecto de Europa, que lo viejo de América Latina no era tan inservible: la oligarquía fue capaz de ser hegemónica, organizó la producción, construyó el Estado, se diferenció en el seno de la clase política, la clase productora y la clase dirigente, por su ―pouvoir spirituel‖ reanimado por el liberalismo. Más aún, en vez de concebirla como lo ―tradicional‖ inerte, obstáculo a ser superado por un ―moderno‖ todo poderoso, la mostró como plasma capaz de reconstituirse: élite, sí; pero permeable‖ (Cardoso, 1982: 117 y 119). Si el pensamiento de Medina Echavarría persiste se debe, así mismo, a la gratitud de quienes disfrutaron de él como interlocutor, maestro o amigo, y que prolongaron su obra. Para Enzo Faletto fue muy significativa y personal la influencia de su actitud ética para entender el oficio del sociólogo como una ―existencia vicaria‖. 1374 Si la figura y la veta democrática del sociólogo español ―sobreviven‖ en la sociología chilena ha sido gracias a Enzo Faletto. Del seno de la FLACSO, lugar en el que investigó y enseñó Faletto, surgieron reflexiones y nuevas teorizaciones acerca de la democracia, y su imposibilidad, por parte de autores como José Joaquín Brunner, Tomás Moulian, Manuel Antonio Garretón, Rodrigo Baño, Franz Hinkerlammert o Norbert Lechner. 1375 Allí surgieron algunos de los trabajos sociológicos más 1374 ―Hablaba Medina de que a menudo cabe al intelectual una ―existencia vicaria‖, que se caracteriza por el hecho de que no se participa directamente en las actividades que hacen posible el día a día de una comunidad, no se está en los puestos responsables, no se enfrenta de modo inmediato con los problemas, por el contrario, se está a una cierta distancia y los problemas se conocen de modo teórico. Decía que la forma vicaria de existencia recibe este nombre porque sólo imaginativamente es posible ponerse en la situación de otro, pero existe una alta probabilidad que la situación imaginada no corresponda con lo real y esto, en gran parte, porque el saber que pueda tenerse no es un saber vivido. El peligro evidente es el de un progresivo alejamiento de lo real. Pero a veces, por extraños caminos, se puede volver a ejercer influencia y las consecuencias suelen ser perturbadoras‖ (Faletto, 2001: 101). 1375 También hemos destacado en este trabajo la aportación de Pedro Morandé, profesor de la Universidad Católica, autor que continuó la sociología de Medina Echavarría a la hora de desmontar las sociologías desarrollistas, tomando como objeto los discursos de modernización dominantes en América Latina y mostrando en ellos la primacía de la razón formal. 883 importantes de la sociología chilena que tuvieron gran repercusión en toda la región. Se generó un pensamiento que contribuyó a lo que podría llamarse una ―interpretación delatora‖ (de la realidad social y política chilena), desvelando las estrategias de poder que supuestamente se ocultan bajo determinados discursos y prácticas del saber (Hopenhayn, 1993: 204 y 206). Fue el momento, como apuntó Norbert Lechner, en que la democracia se identificó, más que como problema, como esperanza (1988: 24). La democracia se revitalizó como un proyecto originario y dormido, que marcaría desde entonces un antes y un después para Chile y para América Latina. Por supuesto, no se ha borrado tampoco el ascendente democrático de Medina dentro del pensamiento cepalino, a pesar de que esta institución haya ido perdiendo capacidad teórica. La CEPAL, como hemos mostrado en el capítulo XVII, fue un foco de irradiación de teorías y de propuestas que fueron inmediatamente incorporadas y enseñadas por las universidades latinoamericanas. En toda América Latina se estudió la teoría sociológica del desarrollo hasta que los regímenes militares intervinieron las universidades. La disciplina que pasó a ser central y dominante fue la economía. La línea teórica del análisis integral y sociológico del desarrollo fue interrumpida durante algún tiempo en la propia CEPAL a favor de este ―enfoque economicista‖ (Gurrieri, 2001: 75). El empirismo-abstracto se instaló como línea sociológica dominante y se recortaron las propuestas teóricas de gran alcance. 1376 La CEPAL cambió su orientación teórica y práctica desde un inicial desarrollo económico y social que con el tiempo ha ido evolucionando hasta cuestiones más relacionadas con la política social. Hoy el enfoque dominante de la institución es el de las ―políticas públicas‖. 1377 Esta evolución interna de la CEPAL ha supuesto el paso de una política institucional guiada por el diagnóstico macro-estructural a un análisis evaluativo más concreto. Todos estos condicionantes, sumados a los programas económicos neoliberales de las dictaduras, restaron la capacidad de influencia del pensamiento cepalino hasta los años 90. 1378 El retorno de la democracia en América Latina significó a la vez la revitalización del pensamiento democrático dentro de la CEPAL y, con ello, la recuperación de Medina Echavarría como uno de sus grandes contribuyentes. 1379 En ese sentido, ha sido 1376 Hemos mostrado en el trabajo lo importante que fue para América Latina el giro cuantitativo que se produjo dentro de la CEPAL, porque hasta aquel entonces la región contaba con una pobre tradición en investigación empírica, que, parecido a lo que ocurría en la sociología española, era muy rudimentaria y primitiva. 1377 Entrevista mantenida por el autor con Rolando Franco. La historia de la CEPAL, aquí vertebrada en la trayectoria de Medina Echavarría, nos ha mostrado cómo este organismo internacional ha evolucionado desde una original preocupación por generar modelos teóricos (económicos y sociológicos) a producir programas prácticos de políticas públicas para los países miembros. El cierre definitivo de este tránsito fue cuando Rolando Franco se hizo cargo de la División de Desarrollo Social y el enfoque teórico fielmente mantenido por Adolfo Gurrieri fue sustituido por un enfoque más aterrizado sobre el mejoramiento de las políticas sociales. 1378 La trayectoria de Medina Echavarría ha sido un buen ejemplo para observar cómo las normas y reglas del campo sociológico junto a la influencia del campo político afectaron sobre su carrera académica y profesional, el tono de sus propuestas, como en la repercusión posterior de su obra. Por ejemplo, la crisis del pensamiento sociológico cepalino coincidió, paradójicamente, con la crisis de las grandes teorías sociológicas, aunque, evidentemente, aquí los motivos fueron políticos. Si en algún momento ha estado marginado el pensamiento de Medina Echavarría dentro de la CEPAL, fue porque el pensamiento teórico cepalino también lo estuvo al estar negado por la realidad autoritaria el Estado socio- liberal que habían pensado estos autores reformistas. 1379 En 1988, cuando retornaban los regímenes democráticos a la región, la CEPAL organizó un seminario homenaje a Medina Echavarría que sirvió, desde entonces, para reverdecer Cambios en los estilos de desarrollo en el futuro de América Latina. (Seminario en homenaje a José Medina Echavarría). Número 884 meritoria la voluntad de Adolfo Gurrieri por recordar la convicción democrática del intelectual español (1980; 1988). El enfoque del desarrollo económico y social ligado a un proyecto de sociedad democrática, que en su día encabezó Medina junto a otros colegas de la ―CEPAL clásica‖, tuvo su continuación en la teoría del ―desarrollo como equidad‖ de Fernando Fajnzylber. 1380 Éste ha sido el último vestigio de teoría y de modelos o estilos de desarrollo propuestos por este organismo internacional para América Latina. Esta ―nueva visión cepalina‖ ha sido denominada como ―neo- estructuralismo latinoamericano‖, el cual mantiene la visión histórica y estructuralista fundacional, el posicionamiento internacional de América Latina, la explicación causal de los procesos de desarrollo económico y el reconocimiento de los temas de la equidad social (Bielschowsky, 1998: 33; Di Filippo, 2007: 141; Faletto, 1996: 203.). 1381 La propuesta de la CEPAL apunta desde entonces a un tipo de desarrollo que fomente la cohesión social y consolide los procesos políticos democráticos en la región. Se ha ido confirmando una idea de un desarrollo equitativo y que éste debe ser conducido por un Estado democrático. 5. La pertinencia contemporánea de un clásico de la sociología hispanoamericana. José Medina es un hombre buen significativo de su tiempo. Es un intelectual que resume casi medio siglo de la historia de América Latina y del pensamiento social hispanoamericano. A intelectuales como Medina Echavarría les debemos que la democracia en nuestros países sea hoy una auténtica realidad y posibilidad, y que la democracia se viva con absoluta normalidad. Porque él, para empezar, jamás renunció a ninguno de los principios que alimentaron y conformaron su visión del mundo y su manera de entender la misión de la sociología para la sociedad. Como tampoco condescendió al juego de las novedades sociológicas. Fue, recordémoslo, alérgico a todos los dogmatismos ideológicos y a todas las escolásticas sociológicas. No buscó la posteridad, pero acabó dejándonos una obra teórica, crítica y audaz, que ganó con el paso del tiempo. Como recordaba Adolfo Gurrieri: ―Medina era un hombre muy poco dado a las estridencias y a la defensa estentórea de sus ideales, pero su vida y sus escritos muestran claramente que fue un hombre de fuertes convicciones. Ni siquiera las desilusiones que acarreó la época en la que le tocó vivir o el pesimismo que suele acompañar a la madurez fueron suficientes para mellar sus convicciones. Era demasiado conocedor del mundo como para ser optimista, pero también demasiado convencido de la capacidad racional del hombre como para dejarse llevar por el pesimismo. Sus obras están llenas, a la vez, de afirmaciones de valor, de 35 de la Revista de la CEPAL: Medina Echavarría y el futuro de América Latina. Adolfo Gurrieri. Cultura política y conciencia democrática. Enzo Faletto. Una esperanzada visión de la democracia. Jorge GraciarenaEl desafío ortodoxo y las ideas de Medina Echavarría. Aníbal Pinto. Sentido y función de la Universidad: la visión de Medina Echavarría. Aldo SolariOtra noción de lo privado, otra noción de lo público. Aníbal QuijanoDilemas de la legitimidad política. Francisco C. WeffortLos actores sociales y las opciones de desarrollo. Marshall Wolfe. 1380 Las obras más significativas de Fernando Fajnzylber bajo este enfoque del desarrollo como equidad son las siguientes: (1990): Transformación productiva con equidad: la tarea prioritaria del desarrollo de América Latina y el Caribe en los años noventa, Santiago de Chile, LC/G.1601-P, Santiago de Chile, marzo; ―La industrialización trunca de América Latina (1983)‖; ―Industrialización en América Latina: de la ―caja negra‖ al ―casillero vacío‖: comparación de patrones contemporáneos de industrialización (1990)‖. 1381 También dentro de esta perspectiva se encuentra la obra de Osvaldo Sunkel, El desarrollo desde dentro. Un enfoque neoestructuralista para la América Latina, de 199. 885 constataciones más bien desilusionadas acerca de la posibilidad de alcanzarlos y, finalmente, de frases de estímulo, imagino que para él y para los demás, en que a pesar de todo urgía a mantener las banderas en alto‖ (1988: 75) Miró lejos para poder anticiparnos el precipitado trágico de la historia. Desde esa altura que le daba la propia experiencia biográfica, vio lo que no le gustó y así lo expresó. Sabía que una lucha de esa magnitud sólo tendría éxito con la participación entusiasta de toda una generación. Pero a él, como científico social e intelectual, le cabía la responsabilidad de velar para que no se repitiesen los errores del pasado. Se detuvo en el pasado con detenimiento y serenidad para comprender su presente y para tratar de vislumbrar hacia dónde se encaminaba las sociedades del mañana. Al final, esa distancia temporal, nos permite observar que la postura científica y ética de José Medina representó una alternativa de sociedad realista, fiable y, sobre todo, más humana. Pidió la reivindicación del sentido común para abrir caminos y dar vida a las mejores posibilidades del hombre, sin sobresaltos y traumas. Supo ver con perspectiva lo que otros no pudieron o no quisieron ver, muchas veces porque éstos dieron la espalda a ese mismo sentido común, olvidándose de que en la sencillez y en la claridad de las ideas suelen estar las soluciones. Sus ideas democráticas no pueden sorprender a un lector europeo, puede parecer puro sentido común y poco más. Pero en su momento no lo era. El resultado de sus experiencias intelectuales y personales s nos hablan de un hombre que trató de dialogar e incluir en sus reflexiones a los autores latinoamericanos liberales y republicanos como él. Medina sabía ―que la viabilidad de la democracia depende en buena medida del desarrollo económico, y él habla de la democracia en América Latina, un continente en que la modernidad y la estructura social tradicional están anudadas en una simbiosis perversa, a la que es preciso buscar una alternativa democrática‖. Dejó apuntada la única postura hoy sensata para el continente latinoamericano: ―el desarrollo exige un acuerdo democrático sobre los grandes objetivos económicos, para que el ajuste se soporte solidariamente y no sólo a costa de la mayoría social‖ (Paramio, 1990: 242- 243). Nuestro autor indicó un camino democrático a seguir para la región, que después de tanto buscarlo, parece que finalmente se ha ido encontrando. El terrible precio del olvido de la democracia en América Latina fueron las dictaduras de los años 70, repletas de irracionalidad, de persecución ideológica, autoritarismo y violencia. Después de la ―década perdida‖ de los años 80, debido a las consecuencias económicas y sociales de las políticas neoliberales de los regímenes autoritarios, la democracia llegó en América Latina, por fin, ―para quedarse‖, como reconocía Jorge Graciarena (1988: 92). Y la democracia volvió justamente tras el fracaso del socialismo real en Europa del este, cuando el capitalismo globalizador de las democracias occidentales se hacía más proteccionista y cuando la situación económica en América Latina era de las peores en los últimos cincuenta años. Esta situación confirmó, paradójicamente, lo que Medina había avanzado en sus escritos: la autonomía del sistema político democrático frente al sistema económico, y cómo, al final, las soluciones materiales se buscaron en la democracia. 1382 Es mayoritario el pensamiento en la región que estima ―que las transformaciones económicas y sociales a las que se 1382 Marshall Wolfe recordaba entonces lo siguiente en relación a la transición producida desde los regímenes autoritarios y militares a gobiernos democráticos en América Latina: ―Esta coyuntura ha revitalizado, irónicamente, la pertinencia de la democracia pluralista que Medina planteó como valor fundamental.‖ (1988: 144). 886 aspira deben realizarse manteniendo las libertades básicas y siguiendo procesos más graduales y pacíficos, menos rupturistas, menos catastróficos‖ (Couriel, 2001: 398-399). El resultado final de ese proceso socio-histórico terminó por dar la razón a la postura mantenida por el sociólogo español. La reciente historia política latinoamericana ha confirmado los mismos valores contenidos en la obra de José Medina Echavarría en relación a su visión idealista de la democracia: ―frente a la realidad latinoamericana interesaba especialmente la subrayada acentuación que cobran los aspectos de legitimidad. Y pues que ha habido antes extensas referencias a la correlación ―materialista‖ democracia y riqueza, es justo insistir ahora en la versión ―idealista‖ que insiste más que nada en el valor de las creencias, en el peso de seculares ―vigencias intangibles‖ (valor del sistema político, valor de la autoridad legítimamente constituida, valor de las reglas de juego, valor del diálogo entre iguales, valor del significado humano del compromiso razonable)‖ (Medina, 1976a: 177). Para Medina la democracia fue, recordémoslo, un tipo de sociedad, una forma de gobierno y una forma de ser, de pensar, de hacer y de sentir (Rodríguez Caamaño, 2004: 18). La democracia para él era un acto de creación, de vigencia y de voluntad social. Era también representación política, respeto por la opinión pública, existencia efectiva de derechos individuales y participación social amplia en el sistema decisorio. Por eso se preocupó tanto por ―encontrar fórmulas renovadoras de vida y cultura, que siempre estuvieran ligadas… a la posibilidad del despliegue de la libertad en una convivencia democrática‖ (Faletto, 1980: 2). Lo que pretendió en sus análisis fue deificar el sustento cultural de la democracia, lo que le condujo a ir más allá de los asuntos estrictamente materiales e institucionales. Es así que se dedicase a explicar a la democracia como principio de legitimidad, como movimiento y como participación social en el que se ven involucrados diferentes actores sociales. Este discurso idealista de la democracia es el que hoy se ha normalizado en América Latina frente a otros discursos que se encargaron de darla una forma más instrumental. Pasados más de treinta años de su muerte, Medina Echavarría es ejemplo de dignidad y de tolerancia democrática, principalmente por lo certero de sus palabras. Sus ideas, observadas desde la atalaya del presente, nos confirman que él tenía razón. En un período en el que no se hablaba de democracia, siendo lo único importante ―hacer o no la revolución‖, siempre estuvo la ponderación de sus reflexiones. 1383 La única ―revolución‖ que finalmente ha triunfado fue la opción democrática que nuestro autor defendió. Él se dio perfectamente cuenta que el futuro de América Latina y de las sociedades occidentales no pasaba por las revoluciones realistas, sino por las revoluciones democráticas, en todo caso por las soluciones más reformistas. El objeto político de Medina estuvo dentro del capitalismo, sabiendo que los cambios únicamente vienen a partir de las reformas y perfeccionamientos de lo ya existente, para superar las crisis económicas, conseguir mayor justicia social y poder controlar la planificación 1383 Recordemos lo narrado en este trabajo de investigación: ―Nadie sabía en qué iba a terminar la revolución. ¿La revolución para qué? Antes de hacer la revolución, la gente de izquierda, Ander Gunder Frank, Marta Hanecker, etc, minimizaban el tema de la democracia. La democracia no era una aspiración revolucionaria, ni por el cambio social. Era una cosa burguesa. Y después de hacer la revolución tampoco aclaraban cuál era el régimen político‖. Entrevista mantenida por el autor con Armando di Filippo, 15 de diciembre de 2008, Santiago de Chile. 887 económica dentro de las formas democráticas. Él se limitó en sus objetivos analíticos por la coherencia y responsabilidad que le distinguen como intelectual. La historia ha demostrado, al final, una vuelta hacia la democracia liberal y sus valores positivos. Esa revalorización no significa volver al liberalismo clásico, sino garantizar ciertos valores humanos y sociales. Una de las razones que explican la consolidación de la democracia y su estabilidad económica es que los ciudadanos latinoamericanos se han cansado de las dictaduras, de la inflación y de las convulsiones políticas y socioeconómicas. 1384 La estabilidad política, la cohesión social, el fortalecimiento de las instituciones, la confianza en un régimen de derecho, son elementos políticos que han ayudado a la mejora económica de los países latinoamericanos y han permitido reducir las desigualdades sociales. También el valor intrínseco concedido a la democracia es visto desde los centros mundiales como un aspecto de confianza a la hora de las inversiones económicas. En todo caso, la idea de democracia, con todas sus connotaciones, está hoy en la conciencia colectiva en América Latina, y ya se puede hablar de ella en términos definidos como un aspecto importante de la vida en sociedad tras años de experiencias traumáticas y estremecedoras. Sin embargo, la lectura de algunos de sus textos fundamentales siempre es recomendable en momentos en que la democracia puede aparecer en retroceso ante el avance de las fuerzas económicas. Su obra no sólo constituyó una contribución valiosa para todos aquellos que procuraron elaborar una teoría integrada del desarrollo o del cambio social, sino que además insertó numerosos aspectos sociológicos y temas que son de vigorosa actualidad; sobre todo, aquellos relacionados con demandas tan actuales en nuestro tiempo como la profundización de la democracia, la participación en ella de los ciudadanos o el abanico de rearticulaciones posibles entre la acción individual y el sentido social. Medina no es, en absoluto, un autor fosilizado. Es un clásico de la sociología con todo lo que ello significa: saber apuntar en su tiempo con enorme visión los problemas centrales de las sociedades en las que vivió, pero es vigente porque sus ideas, a pesar de los vaivenes de las corrientes de pensamiento, siguen teniendo una vitalidad extraordinaria y nos permiten pensar problemas y dilemas en las condiciones actuales de globalización. El pensamiento neoliberal ha vuelto a traer de nuevo la importancia del desarrollo o el crecimiento económico en la agenda pública internacional. Al igual que se está volviendo a recuperar la idea de progreso bajo un marco teórico mucho más sesgado, que ya no contempla al Estado como actor principal y tiende a limitar todo aquello que vaya ligado con el pensamiento reformista, con la planificación, la sociedad civil o con la cultura política. La idea de crisis, al mismo tiempo, caracteriza nuestra existencia cotidiana al igual que recorrió toda la trayectoria biográfica e intelectual de Medina Echavarría. Él fue un hombre, como hemos visto a lo largo del trabajo, ―formado en la crisis, penetrado por la crisis profunda de la primera mitad del siglo. No sólo por la crisis económica, sino por la social, cultural y política; por la transformación de las formas de vida, de los esquemas de pensamiento y de los modos de organización política. Esa conciencia de la crisis fue el punto de partida de su pensamiento y siempre constituyó su telón de fondo‖ (Gurrieri, 1979: 196). Padeció, como ―vivencia personal‖, el ―drama histórico‖ de la primera crisis de la modernidad 1384 Ésta es la idea principal de libro de Michael Reid, Forgotten Continent: The Battle for Latin America's Soul (Yale University Press, New Haven 2007). 888 (Medina, 1963a: 337). Con la realidad actual parece claro que el ―optimismo histórico‖ de Medina Echavarría retrocede ante el vigoroso embate de la ortodoxia. Sin embargo, no todo está perdido. En este período de incertidumbre y de grandes transformaciones, que se suponen sustanciales, parece evidente que, más temprano que tarde, esos actores y valores que reclamaba volverán a cumplir un papel destacado. Frente a los atributos del mecanismo o institución que se llama mercado, sigue siendo válida la fuerza y vigencia de todo un pensamiento democrático y reformista que se caracterizó por ―su capacidad de anticipar el futuro y cautelar la proyección social o humanitaria en tiempos de cambios‖ (Pinto, 1988: 99). Es preciso, por tales motivos, recuperar y reivindicar en la actualidad, surcada por la segunda crisis de la modernidad, la importancia de la obra de autores como Medina Echavarría. Al leer sus escritos uno gana sutileza interpretativa del mundo contemporáneo y encuentra todo el significado y el sentido de la política y de la razón histórica (Weffort, 1988: 140). También uno encuentra un saber ético que pretende con tozudez ser libres en un mundo condicionado, cada vez más, por la determinación económica. La gran alternativa del desarrollo contemporáneo no está en ser más ricos o crecer más, sino en cómo hacer del mismo unas sociedades más justas y menos enajenantes para las cualidades humanas. Esto me recuerda, una y otra vez, a la idea de Medina de vincular desarrollo con equidad y democracia. Nunca está de más mirar a la historia de nuestra disciplina, como él mismo nos recomendaba, porque tal vez en los autores del pasado encontremos algunas de las respuestas necesarias para entender los hechos de nuestro presente. Motivo más que suficiente para que José Medina Echavarría siga siendo una ―invitación constante a pensar, sociológica y democráticamente, la realidad social que nos ha tocado vivir‖ (Rodríguez Caamaño, 2004, 28). Pues bien, nos acercamos al final de este trabajo de investigación siendo plenamente conscientes de que los diversos argumentos planteados han servido para cubrir una etapa reciente de la historia sociológica hispanoamericana. Su biografía, en fin, es la de un hombre que, sin renunciar a su responsabilidad, vivió a la par que su tiempo, lleno de tantas contradicciones y tantos contratiempos. ―Clásico español‖, ―clásico latinoamericano‖, ―clásico hispanoamericano‖…Tal vez el título que mejor le sentaría a José Medina Echavarría sería el de ―clásico del siglo XX‖, porque fue un intelectual y un sociólogo más de ese siglo que lo que nos puede decir su identidad española o hispanoamericana. Su vida y obra quedaron ligadas a muchos momentos significativos de un siglo trepidante en acontecimientos, sangrante en conflictos políticos y civiles, caracterizado según su visión por la crisis, por la precariedad de la democracia, pero también, dada su fe en la razón, fue un siglo vibrante de ilusiones y no falto de mejoras para el ser humano. Nos satisfacemos si las páginas precedentes sirven, en la medida de lo posible, para contribuir en el desarrollo próximo de la sociología en lengua castellana y para recuperar algunos de los caminos abiertos en ella por un intelectual y sociólogo del siglo XX, pero todavía fecundos y útiles para pensar el siglo XXI. 889 BIBLIOGRAFÍA. Se ha dividido la bibliografía en tres partes. La primera recoge las referencias citadas para las elaboraciones de tipo interpretativo realizadas durante el trabajo de interpretación. Tanto la segunda como la tercera parte del apéndice bibliográfico recopilan exhaustivamente las publicaciones existentes de y sobre José Medina Echavarría. Se trata de una clasificación útil para el lector ya que encontrará, por un lado, la presentación de los trabajos de José Medina Echavarría y, por otro, accederá a una lista de referencias sobre los trabajos dedicados a su figura y obra desde distintas perspectivas e intereses. Las publicaciones del sociólogo español siguen un orden cronológico, mientras que la bibliografía referente a su obra adopta un orden alfabético. El propósito de ambas listas es servir de orientación al estudioso de los temas de la sociología española, la sociología latinoamericana e incluso al estudioso de los temas del desarrollo latinoamericano a partir de la figura de Medina Echavarría. Esperamos, con ello, que este listado bibliográfico pueda ser útil para complementar futuros trabajos sobre la sociología en lengua castellana. 1. Bibliografía utilizada. 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Estudio presentado en las oposiciones de las cátedras de Filosofía del Derecho de las Universidades de Murcia y La Laguna. Editado en 1935 como La situación presente de la filosofía jurídica: esquema de una interpretación, Revista de Derecho Privado, Madrid. Publicado también en 1990 en La filosofía del derecho en la crisis de nuestro tiempo, Universidad Michoacana, El Colegio de Michoacán, Morelia. (1934) Introducción a la sociología contemporánea, Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares, caja 32/13534. Estudio presentado en las oposiciones de las cátedras de Filosofía del Derecho de las Universidades de Murcia y La Laguna. Editado en 1940 como Panorama de la sociología contemporánea, La Casa de España, México. Existe una reedición de 2008 con estudio introductorio de Juan Jesús Morales y Laura Angélica Moya. (1941) Sociología: teoría y técnica, Fondo de Cultura Económica, México. Segunda edición de 1946. Hay numerosas reediciones posteriores. Última reimpresión en 1982. (1943) ―Prólogo al estudio de la guerra‖, Jornadas del Centro de Estudios Sociales, El Colegio de México, nº 1, México. Se trata de la conferencia inaugural del ―Seminario colectivo sobre la guerra‖, celebrado en el Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México entre el 3 de agosto y el 21 de diciembre de 1943. (1943) Responsabilidad de la inteligencia. Estudios sobre nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México. Contiene los siguientes ensayos: ―Responsabilidad de la inteligencia‖, de 1941; ―En busca de la ciencia del hombre‖, de 1942; ―Reconstrucción de la ciencia social‖, de 1941; ―Economía y sociología‖, de 1941; ―Arte y sociedad‖, de 1942; ―Las ciencias sociales en la educación‖, de 1941; ―Configuración de la crisis‖, de 925 1939; ―De tipología bélica‖, de 1941; ―Soberanía y neutralidad‖, de 1942; ―Cuerpo de destino‖; ―John Dewey y la libertad‖, de 1939; y ―Sentido y función de la sociología‖, que es la Lección inaugural del curso de sociología de la Universidad Nacional Autónoma de México, pronunciada el 3 de julio de 1939. Esta lección también apareció publicada en Estudios Sociológicos, Vol. IV, nº 10, 1986, pp. 95-106.Hay una segunda edición de este libro en 1987, con introducción de Luis Ignacio Sáenz. Última edición de 2009. (1945) Consideraciones sobre el tema de la paz, Banco de México, México. (1948) Lecciones de Sociología. Ejemplar mimeografiado de sus lecciones en la Universidad de Puerto Rico. Incluidas en La sociología como ciencia social concreta, Ediciones Cultura Hispánica, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid, 1980. (1953) Presentaciones y planteos. Papeles de sociología, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, México. Contiene los siguientes ensayos: ―Vida académica y sociedad‖, de 1952; ―La ciencia social en la encrucijada‖ (s/f); ―Acerca de los tipos de inteligencia‖ (s/f); ―La política y la tierra‖, de 1943; ―Tránsito de Europa‖, de 1945; ―Reeducación alemana‖, de 1945; ―¿Filosofía del derecho?‖, de 1943; ―El hábito y el monje‖, de 1946; ―El sociólogo y el arte‖, de 1946; ―Max Weber‖, de 1944; ―Concepto y temas de la sociología‖, de 1946; y ―Proyecto de un curso‖, de 1946. Estos dos últimos trabajos han sido publicados en su libro póstumo La sociología como ciencia social concreta, Ediciones Cultura Hispánica, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid, pp. 171-193. (1959) Aspectos sociales del desarrollo económico, Andrés Bello, Cuadernos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Santiago de Chile. Reeditado por la CEPAL en 1973 en la edición conmemorativa de su XXV Aniversario. Contiene los siguientes documentos de trabajo: ―Las condiciones sociales del desarrollo económico‖, presentado al sexto período de sesiones de la CEPAL, Bogotá, Colombia, agosto- septiembre de 1955, como ―Informe preliminar sobre el estudio ―Las condiciones sociales del desarrollo económico‖‖, [E/CN.12/374]; ―Tres aspectos sociológicos del desarrollo económico‖, de 1955, publicado primeramente en la Revista de la Comisión Económica para América Latina, Número especial, Bogotá, Colombia, en agosto de 1955 (en colaboración con Zygmunt Slawinski); ―El problema social en el desarrollo económico de Bolivia‖, de 1956, trabajo que forma parte del Capítulo V del Estudio de las Naciones Unidas, El desarrollo Económico de Bolivia [E/CN. 12/430]; y ―El papel del sociólogo en las tareas del desarrollo económico‖, de 1958, trabajo presentado al ―Seminario Latinoamericano sobre Metodología de la Enseñanza y de la Investigación de las Ciencias Sociales‖, auspiciado por la UNESCO, la FLACSO y el Centro de Pesquisas Sociales de Río de Janeiro y celebrado en Santiago de Chile del 22 al 29 de septiembre de 1958. Este último trabajo también apareció publicado en Cuadernos Americanos, nº 3, mayo-junio de 1959, pp.97-117. (1962) Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, Vol I, UNESCO, París. En colaboración con Egbert de Vries. Existe versión en inglés, Social Aspects of Economic Development in Latin America, Vol. I, UNESCO, París. (1963) Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, Vol. II, UNESCO, París. En colaboración con Benjamin Higgins. Introducción y conclusión de 926 H. M. Phillips. Existe versión en inglés, Social Aspects of Economic Development in Latin America, Vol. II, UNESCO, París. (1963) El desarrollo social de América Latina en la postguerra, Solar-Hachette, Buenos Aires. Este estudio fue preparado por José Medina Echavarría en colaboración con Luis Ratinoff y Enzo Faletto, y presentado como documento de la Secretaría de la CEPAL al Décimo período de sesiones, realizado en Mar del Plata, Argentina, en mayo de 1963 [E/CN.12/660]. Hay reedición posterior de 1966. Adolfo Gurrieri y Andrés Lira confirman como partes originales de Medina la ―Introducción‖ y las tres primeras secciones del Capítulo IV sobre las clases medias. La ―Introducción‖ fue publicada como capítulo del libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, con el título de ―Planteamiento de una investigación‖, pp. 310-321. Además el Capítulo II ―La situación rural‖, pp. 29-62, es de la autoría de José Medina Echavarría. Hay un documento de trabajo en inglés de este capítulo: ―The rural situation‖, pp. 21-57 [E/CN.12/660]. Este capítulo también apareció publicado en portugués como ―A situaçâo rural na América Latina‖, en el libro colectivo A agricultura subdesenvolvida, de Caio Prado Jr., José Medina Echavarría, Moacyr Paixâo, Ruy Millar Paiva y Marcelo Averbug, Editôra Vozes Limitada, Río de Janeiro, 1969, pp. 23-66. (1964) Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, Buenos Aires, Solar-Hachette. Documento de trabajo fechado el 10 de febrero de 1963 y presentado en el Décimo período de sesiones de la CEPAL, Mar del Plata, Argentina, mayo de 1963, 165 p. [E/CN. 12/646]. También fue publicado en Montevideo en 1964 por Ediciones de la Banda Oriental. Hay una edición de 1976 con un prefacio de Eugenio Fonseca- Tortós, Editorial Universitaria Centroamericana, San José de Costa Rica. También hay otra edición de 1976 en la Editorial Universitaria, Santiago de Chile. (1967) Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México. Contiene los ensayos: ―El desarrollo y su filosofía‖, de 1965; ―Glosas a Nacionalismo y desarrollo‖, de 1963; ―Desarrollo económico y educación‖, de 1963; ―Factores sociales de la educación‖; ―La reforma de la Universidad Latinoamericana‖, de 1964; ―La Universidad ante el desarrollo económico‖, de 1966; ―La juventud latinoamericana como campo de investigación‖, de 1965; ―Las relaciones entre las instituciones sociales y económicas‖, de 1960; ―Planteamiento de una investigación‖, de 1963. Hay diversas reediciones, la última del año 1982. (1972) Discurso sobre política y planeación, Siglo XXI, México. Incluye los siguientes ensayos: ―Discurso sobre política y planeación‖, de 1970; ―La planeación sobre las formas de la racionalidad‖, de 1969; y ―Desengaños del desarrollo‖, de 1971. (1973) Aspectos sociales del desarrollo económico, CEPAL, Santiago de Chile. Serie conmemorativa del XXV aniversario de la CEPAL. (1980) La sociología como ciencia social concreta, Ediciones Cultura Hispánica, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid. Prólogo y edición de Jorge Graciarena. Además de las lecciones de sociología profesadas en la Universidad de Puerto Rico (XVIII capítulos) contiene dos ensayos: ―Concepto y temas de la sociología‖, de 1946 y ―Proyecto de un curso‖, de 1946. 927 (1980) La obra de José Medina Echavarría, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid. Selección y estudio preliminar por Adolfo Gurrieri. Incluye: ―Advertencia‖ de José Prado y Colón de Carvajal; ―Palabras de Raúl Prebich‖, de 1979; y ―José Medina Echavarría: un perfil intelectual‖, de 1979, por Adolfo Gurrieri. Contiene los artículos: ―¿Existe una fórmula de desarrollo?, de 1963; ―El desarrollo y su filosofía‖, de 1965; ―Discurso sobre política y planeación‖, de 1970; ―La planeación y las formas de la racionalidad‖, de 1969; ―Apuntes acerca del futuro de las democracias occidentales‖, de 1977; ―América Latina en los escenarios posibles de la distensión‖, de 1976; y ―Las propuestas de un nuevo orden económico internacional en perspectiva‖, de 1976. (1990) La filosofía del derecho en la crisis nuestro tiempo, Colegio de Michoacán, Michoacán, Morelia. Edición e introducción de Andrés Lira. Contiene dos ensayos: ―La situación presente de la filosofía jurídica: esquema de una interpretación‖, de 1935 y ―¿Filosofía del Derecho?‖, de 1943. (1991) José Medina Echavarría, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid. Edición a cargo de Juan Maestre Alfonso. (1999) Responsabilidad de la Universidad, con José Gaos, Jornadas, El Colegio de México, nº 129. Se incluye el trabajo de José Medina Echavarría ―La vida académica y la sociedad‖, ensayo enviado al Congreso Científico Mexicano que tuvo lugar en la Ciudad de México del 24 al 30 de septiembre de 1951, y publicado en Cuadernos Americanos, año XI, Vol. LXII, marzo-abril 1952, pp. 7-29. Se recogió después con el mismo título en el libro Presentaciones y planteos. Papeles de sociología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1953, pp. 7-47. 2.2. Capítulos de libros. (1951) ―Acerca de los tipos de inteligencia‖, Estudios Sociológicos, Congreso Nacional de Sociología, Guadalajara, México, pp. 261-273. Publicado también en sus Presentaciones y planteos. Papeles de sociología, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 1953, pp. 67-92. (1962) ―La política en la sociedad de masas‖, en La educación y las ciencias en la sociedad de masas, Universidad Nacional de Córdoba, pp. 31-67. Se trata de la transcripción de la tercera de las cinco conferencias dictadas por el autor en la Universidad Nacional de Córdoba. (1963) ―La opinión de un sociólogo‖, en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, de Medina Echavarría Echavarría y B. Higgins, Vol. II, UNESCO, París, pp. 14-144. Se trata del documento de trabajo presentado al Décimo período de sesiones de la CEPAL, realizado en Mar del Plata, Argentina, en mayo de 1963 y que apareció como libro en 1964 con el título de Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, Solar-Hachette, Buenos Aires. (1965) ―Filosofía del desarrollo‖, Uruguay: una política de desarrollo. VIII Cursos de verano, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de la República, Montevideo, pp. 201-277. Se trata de la versión taquigráfica de unas lecciones pronunciadas en la Universidad de la República en febrero de 1965. Versión preliminar de 77 páginas. Apareció también con el título ―Sobre el desarrollo y su filosofía‖ en la 928 Revista de Occidente, números 36 y 37, marzo-abril de 1966, pp. 269-309 y pp. 54-80. Incluido posteriormente como ―El desarrollo y su filosofía‖, capítulo del libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 3-85. (1970) ―Los supuestos políticos de una crisis económica‖, en Dos polémicas sobre el desarrollo en América Latina, Textos del ILPES, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, pp. 195-206. (1970) ―El problema del cambio social‖, en América latina: Ensayos de interpretación sociológico-política, de Fernando H. Cardoso y Francisco Weffort (comps.), Editorial Universitaria, Santiago de Chile, pp. 34-44. Del libro Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, Solar/Hachette, Buenos Aires, 1964, pp. 90-102. Primera versión en el capítulo ―La opinión de un sociólogo‖, publicado en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, de José Medina Echavarría y B. Higgins, Vol. II, UNESCO, París, 1963. (1970) ―Los diagnósticos‖, en América latina: Ensayos de interpretación sociológico- política, de Fernando H. Cardoso y Francisco Weffort (comps.), Editorial Universitaria, Santiago de Chile, pp. 237-258. Del libro Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, Solar/Hachette, Buenos Aires, 1964, pp. 21-46. Primera versión en el capítulo ―La opinión de un sociólogo‖, publicado en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, de José Medina Echavarría y B. Higgins, Vol. II, UNESCO, París, 1963. (1971) ―De la hacienda a la empresa‖, en Estructura social de Chile, Hernán Godoy (ed.), Editorial Universitaria, Santiago de Chile, pp. 102-110. Este trabajo es un fragmento de la ―La opinión de un sociólogo‖, publicado en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, de José Medina Echavarría y B. Higgins, Vol. II, UNESCO, París, 1963, pp.32-41. (1972) ―Het problem van sociale verandering‖, en Sociologie en sociale verandering in Latinjs Amerika, de A. E. van Niekerk, H. Van Dijk y M. Verbiest-Hergessell, Universidad Erasmo de Rotterdam, Rotterdam. Versión en holandés de ―El problema del cambio social‖, apartado de ―La opinión de un sociólogo‖, publicado en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, de José Medina Echavarría y B. Higgins, Vol. II, UNESCO, París, 1963. (1975) ―Papel social‖, en Diccionario de Ciencias Sociales, de Salustiano del Campo, Juan Francisco Marsal y José Antonio Garmendia (dirs.), tomo I, Instituto de Estudios Políticos, UNESCO, Madrid, pp. 426-428. 2.3. Artículos. (1927) ―La representación profesional en las Asambleas legislativas‖, Anales de la Universidad de Valencia, Año VII, 1926-7, Cuadernos 52 a 54, Valencia, pp. 201-291. (1939) ―¿Es la sociología simple manifestación de una época crítica?‖, Revista Mexicana de Sociología, V. I, nº 2, pp. 17-39. 929 (1939) ―Notas para una sociología de la crisis‖, El Trimestre Económico, Vol. 6, nº 23, pp. 399-422. (1939) ―La investigación social en los Estados Unidos‖, Revista Mexicana de Sociología, V. I, nº 3, pp. 17-39. (1939) ―Las sociologías del conocimiento y de la cultura en la literatura alemana‖, Revista Mexicana de Sociología, V. I, nº 4-5, pp. 9-20. (1940) ―Sobre la investigación social en nuestros días‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. II, nº 4, pp. 17-22. (1941) ―De tipología bélica y otros asuntos‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. III, nº 3, pp. 15-35. Se trata de una conferencia dada en el Centro Español de México D. F. el 25 de julio de 1940. Publicado también en su Responsabilidad de la inteligencia. Estudio sobre nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1943, pp. 183- 216. (1941) ―Reconstrucción de la ciencia social‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. III, nº 4, pp. 35-56. Publicado también en su Responsabilidad de la inteligencia. Estudio sobre nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1943, pp. 37-72. (1942) ―Cuerpo de destino‖, Cuadernos Americanos, Vol. I, nº 1, pp. 259-265. Publicado también en su Responsabilidad de la inteligencia. Estudio sobre nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1943, pp. 245-253. (1942) ―Economía y sociología‖, en Investigación económica, Vol. I, nº 1, pp. 102-120. Publicado también en su Responsabilidad de la inteligencia. Estudio sobre nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1943, pp. 93-122. (1942) (con José Gaos) ―En busca de la ciencia del hombre. Una polémica‖, Cuadernos Americanos, Vol. II, nº 2, pp.103-113. (1942) ―Soberanía y neutralidad‖, El Trimestre Económico, Vol. IX, nº 35, p. 325-351. Publicado también en su Responsabilidad de la inteligencia. Estudio sobre nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1943, pp. 217-244. (1944) ―Lealtad del intelectual‖, Cuadernos Americanos, Vol. XV, nº 3, pp. 32-48. Comentarios a la mesa redonda ―Lealtad del intelectual‖ en la que participaron Jesús Silva Herzog, Mariano Picón de Salas, José Gaos, José Medina Echavarría y Juan Larrea. (1945) ―La panacea del federalismo‖, Cuadernos Americanos, Vol. XIX, nº 4, pp. 28- 48. (1951) ―La Ciencia Social en la Sociedad Contemporánea‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. XIII, nº 3, pp.349-358. Mención honorífica concedida por el ―Segundo Congreso Mexicano de Sociología‖, celebrado en la ciudad de Guadalajara, del 12 al 16 de octubre de 1951. Publicado también en sus Presentaciones y planteos. Papeles de 930 sociología, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 1953, pp. 49-66. (1952) ―La vida académica y la sociedad‖, Cuadernos Americanos, año XI, Vol. LXII, pp. 7-29. Ensayo enviado al ―Congreso Científico Mexicano‖ que tuvo lugar en la Ciudad de México del 24 al 30 de septiembre de 1951. Recogido en Presentaciones y planteos, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1953. (1955) (en colaboración con Zygmunt Slawinski) ―Tres aspectos sociológicos del desarrollo económico‖, Revista de la Comisión Económica para América Latina, Número especial, Bogotá, pp. 58-67. Publicado en inglés: ―Three sociological aspects of economic development‖, Econocic Review of Latin America, Special Issue, Bogotá, pp. 56-65. Incluido en sus Aspectos sociales del desarrollo económico, Andrés Bello, Cuadernos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Santiago de Chile, 1959, pp. 69-95. (1958) ―El desarrollo económico boliviano y el problema social‖, Panorama Económico, Santiago de Chile, Vol. XI, nº 188, pp. 184-190 y Vol. XI, nº 190, pp. 252- 254. Forma parte del Capítulo V del Estudio de las Naciones Unidas, El desarrollo Económico de Bolivia, México, pp. 86-98 [E/CN. 12/430]. Incluido en sus Aspectos sociales del desarrollo económico, Andrés Bello, Cuadernos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Santiago de Chile, 1959, pp. 97-129, con el título ―El problema social en el desarrollo económico de Bolivia‖. (1959) ―El papel del sociólogo en las tareas del desarrollo económico‖, Cuadernos Americanos, nº 3, pp.97-117. Trabajo presentado al ―Seminario Latinoamericano sobre Metodología de la Enseñanza y de la Investigación de las Ciencias Sociales‖, auspiciado por la UNESCO, la FLACSO y el Centro de Pesquisas Sociales de Río de Janeiro y celebrado en Santiago de Chile del 22 al 29 de septiembre de 1958. Incluido en sus Aspectos sociales del desarrollo económico, Andrés Bello, Cuadernos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Santiago de Chile, 1959, pp. 13-31. (1961) ―Las relaciones entre las instituciones sociales y las económicas. Un modelo teórico para América Latina‖, Boletín Económico de América Latina, Vol. VI, nº 1, Santiago de Chile, pp.27-39. También está publicado como ―Relaciones entre la Programación Económica y la Social. Un modelo teórico aplicable a las condiciones latinoamericanas‖, Panorama Económico, nº 221, Santiago de Chile, 1961, pp. 154-158 y Panorama Económico, nº 222, Santiago de Chile, 1961, pp. 193-199. Recogido en el Boletín Mensual. Selección de temas económicos, Montevideo, Vol. XIX, nº 225-226, 1961 pp. 1-23. Este artículo está incluido en Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, Vol. I, UNESCO, París, 1962, bajo el título de ―Un modelo teórico de desarrollo aplicable a América Latina‖, pp. 23-53. Versión también en inglés: ―A theoretical model of development applicable to Latin America‖, en Social Aspects of Economic Development in Latin America, Vol. I, UNESCO, París, 1962, pp. 21-49. Además está recogido en el libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, pp. 269-309. (1962) ―Funçoes da educaçao no desenvolvimento‖, Boletín Trimestral de UNESCO, nº 14, pp. 55-65. 931 (1962) ―Introducción general del Informe de la Conferencia sobre educación y desarrollo económico y social en América Latina”, Boletín Económico de América Latina, Vol. VII, nº 2, pp. 205-210. Existe versión en inglés: ―General introduction to the Report of the Conference on education and economic an social development in Latin America‖, Economic Bulletin for Latin America, Vol. VII, Nº 2, pp. 193-197. Publicado posteriormente como ―Desarrollo económico y educación‖, capítulo del libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 105-119. (1963) ―Glosas a ―Nacionalismo y desarrollo‖‖, Foro Internacional, El Colegio de México, Vol. III, nº 3 pp. 333-348. Conferencia sobre ―Tensiones en el Hemisferio Occidental‖, Salvador, Bahía, Brasil, del 6 al 11 de agosto de 1962. También está recogido en Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 86-102. (1963) ―La recepción de la sociología norteamericana‖, Anales de la Universidad de Chile, año CXXI, nº 126, pp. 93-115. Fragmento de un curso dictado por el autor en 1962. (1963) ―Teoría del cambio de estructuras‖, Mensaje, nº 123, Santiago de Chile, pp. 497- 504. (1963) ―La Universidad latinoamericana y el desarrollo económico‖, Revista de la Universidad de Buenos Aires, Año VIII, nº 3-4, pp. 407-430. Este artículo también apareció como documento de trabajo del ILPES, en junio de 1964, como ―La reforma de la universidad latinoamericana‖, 28 p. José Medina presentó ese documento de trabajo como ponencia para una reunión del International Institute for Educational Planning de la UNESCO, París, 1964. Apareció asimismo recogido como capítulo en el libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 143-171. (1966) ―La Universidad ante el desarrollo económico‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. XXVIII, nº 2, pp.469-519. Incluido posteriormente como capítulo en Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp.172-236. (1969) ―Mesa redonda: factibilidad de un programa doctoral en ciencia sociales en Chile‖, Boletín Informativo de la Sociedad Chilena de Planificación y Desarrollo (PLANDES), nº 35, pp. 21-24. (1976) ―América Latina en los escenarios posibles de la distensión‖, Revista de la CEPAL, nº 2, pp. 9-87. Borrador en la CEPAL con la signatura CEPAL/BORRADOR, DS/141, abril de 1976. Versión en inglés: ―Latin America in the possible scenarios of détente‖, CEPAL Review, nº 2, pp. 9-92. Publicado también el apartado 5 en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas como ―La posición de América Latina en las condiciones de distensión‖, nº 50, 1990, pp. 245-268. (1977) ―Las propuestas de un nuevo orden internacional en perspectiva‖, Revista Paraguaya de Sociología, nº 38, pp. 7-38. Borrador en la CEPAL con la signatura CEPAL/BORRADOR, DS/148, noviembre de 1976. Publicado también en El Trimestre Económico, México, XLV, nº 179, 1978, pp. 517-556. 932 (1977) ―Apuntes acerca del futuro de las democracias occidentales‖, Revista de la CEPAL, nº 4, pp. 115-138. Versión en inglés: ―Notes on the future of the Western democracies‖, CEPAL Review, nº 4, pp.113-137. (1986) ―Razón de la sociología‖, Estudios Sociológicos, El Colegio de México, Vol. 4, nº 10, pp. 39-94. Edición preparada por Andrés Lira y José Luis Reyna. (1986) ―Sentido y función de la sociología‖, Estudios Sociológicos, El Colegio de México, Vol. 4, nº 10, enero-abril de 1986, pp. 95-106. Edición preparada por Andrés Lira y José Luis Reyna. (1986) ―La recepción de la sociología norteamericana‖, Anales de la Universidad de Chile, Año CXXI, nº 126, pp. 72-90. Es reedición del artículo publicado en 1963 en la misma revista. (2001) ―Sobre democracia y desarrollo‖, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, nº 35, pp. 287-297. Se trata de un fragmento de su libro Discurso sobre política y planeación, Siglo XXI, México, 1972. 2.4. Ediciones, prólogos y presentaciones. (1941) ―Prólogo‖, en Historia de la sociología latinoamericana, de Alfredo Poviña, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 7-10. (1944) ―Nota preliminar‖ de la primera edición de Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, de Max Weber, Fondo de Cultura Económica, México, pp. XVII-XXII. (1955) ―Presentación‖, Catálogo General, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 95-132. (1962) ―Informe de los relatores. Orientaciones fundamentales‖, junto con Philip M. Hauser, en Philip M. Hauser, La urbanización en América Latina, UNESCO, París, pp. 19-25. Hay versión en inglés: ―Rapporteurs´ Report. Basic lines of thought‖, en Urbanization in Latin America, editado por Philip M. Hauser, UNESCO, París, 1962, pp. 19-25. Se trata de un seminario celebrado en Santiago de Chile entre el 6 y 18 de julio de 1959 sobre ―Urbanización en América Latina‖ y auspiciado por la UNESCO y la CEPAL. (1968) ―Prefacio‖, en Betty Cabezas, América Latina una y múltiple. Un ensayo teórico y metodológico de tipología social, DESAL, Santiago de Chile, pp. 15-21. (1973) ―Prólogo del autor‖, en sus Aspectos sociales del desarrollo económico, CEPAL, Santiago de Chile, pp. XI-XV. Serie conmemorativa del XXV aniversario de la CEPAL. 2.5. Tesis, oposiciones y documentos de trabajo. (1930) La representación profesional en las asambleas legislativas, Tesis doctoral, Universidad Central de Madrid. 933 (1934) El sentido óntico del Derecho en la Escolástica jurídica. Significación singular en ella de la Contrarreforma, Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares, caja 32/13534. Estudio presentado en las oposiciones de las cátedras de Filosofía del Derecho de las Universidades de Murcia y La Laguna. (1939) Cátedra de sociología encargada a don José Medina Echavarría, La Casa de España en México, México, 29 pp. (1955) ―Informe preliminar sobre el estudio ―Las condiciones sociales del desarrollo económico‖‖, 15 de julio, 39p. Mimeografiado. Presentado al Sexto período de sesiones de la CEPAL, Bogotá, Colombia, 29 de agosto de 1955. Versión en inglés: ―Progress report of the study on Social conditions of economic development‖ [E/CN.12/374]. Incluido en sus Aspectos sociales del desarrollo económico, Andrés Bello, Cuadernos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Santiago de Chile, 1959, pp. 33- 68. (1959) Documento de trabajo presentado por la FLACSO al ―Seminario sobre terminología de las ciencias sociales‖ (Río de Janeiro, 16 y 17 de octubre de 1959). Santiago de Chile, 31 de agosto de 1959. (1960) ―Un modelo teórico de desarrollo aplicable a América Latina‖, presentación en el ―Grupo de trabajo sobre los aspectos sociales del desarrollo económico en América Latina‖, México, D.F., 12 a 21 de diciembre de 1960. En inglés: ―A theoretical model of development applicable to Latin America‖. Existe una versión en portugués, ―As relaçoes entre as instituçoes sociais e as economicas. Um modelo teorico para a America Latina‖. Para los distintos lugares de su publicación véase la referencia en el apartado de artículos: ―Las relaciones entre las instituciones sociales y las económicas. Un modelo teórico para América Latina‖, 1961. (1960) ―La opinión de un sociólogo‖, presentación en el ―Grupo de trabajo sobre los aspectos sociales del desarrollo económico en América Latina‖, México, D.F., 12 a 21 de diciembre de 1960. En inglés: ―A sociologist´s view‖. Publicado en Aspectos sociales del desarrollo económico en América Latina, UNESCO, París, 1962, pp. 14- 144. Versión en inglés en Social aspects of economic development in Latin America, UNESCO, París, 1962, pp. 15-137. (1962) ―El desarrollo económico de América Latina. Consideraciones sociológicas‖, febrero de 1962, 164 p. Mimeografiado. Presentado originalmente a la ―Conferencia sobre Educación y Desarrollo Económico y Social en América Latina‖, Santiago de Chile, 5 a 19 de marzo de 1962 (UNESCO/ED/CEDES/35; ST/ECLA/Conf. 10/L.35; PAU/SEC/35). Versión del 10 de febrero de 1963 como ―Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico‖, y presentado en el Décimo período de sesiones de la CEPAL, Mar del Plata, Argentina, mayo de 1963 [E/CN. 12/646]. Versión en inglés: ―Economic development in Latin America. Sociological considerations‖. Publicado como Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico, Solar/ Hachette, Buenos Aires, 1964. (1963) ―Sección de sociología del desarrollo‖, Documento de trabajo del ILPES, 26 de marzo de 1963, 11 p. Incluye un apéndice titulado ―Lista de investigaciones propuestas 934 y ordenes de prioridad‖, 11 p. Mimeografiado. Reimpreso por el ILPES en abril de 1964, con el título de ―Programación del desarrollo social‖. (1963) ―Factores sociales de la educación‖, Documento de trabajo del ILPES para el ―Seminario para jefes de oficinas de planeamiento de la educación‖, Santiago de Chile, 9-20 de diciembre de 1963, 21 p. Este documento de trabajo fue reproducido posteriormente en el ―Primer Curso Centroamericano en Planeamiento de la Educación‖, UNESCO, ODECA, Costa Rica, 1966, con el título ―Factores sociales del planeamiento de la educación‖, pp. 27-42. También está incluido en su obra Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 120-142. (1963) Introducción a la investigación de la CEPAL ―El empresario industrial en América Latina‖. E/CN. 12/642. Contenido: 1. Naturaleza del tema. 2. El concepto de empresario. 3. Cuatro estudios latinoamericanos. 4. Temas y problemas que surgen de las investigaciones. (1964) ―La reforma de la universidad latinoamericana‖, Documento de trabajo del ILPES, junio de 1964, 28 p. Apareció publicado como capítulo en el libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 143-171. (1965) ―La juventud latinoamericana como campo de investigación social‖, Documento de trabajo del Consejo Económico y Social de la Naciones Unidas, sigla ST/ECLA/Conf.20/L.11. Presentado en la ―Conferencia Latinoamericana sobre la Infancia y la Juventud en el desarrollo nacional‖, Santiago de Chile, noviembre- diciembre de 1965, fechado el 25 de noviembre de 1965, 28 p. Hay versión en inglés: ―Youth in Latin America as a Field for Social Research‖, 29 p. Apareció publicado como capítulo en el libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 237-266. (1965) ―Filosofía del desarrollo‖, Documento del ILPES, Santiago de Chile, 77 p. Borrador de las lecciones pronunciadas en la Universidad de la República de Montevideo y publicadas como ―Filosofía del desarrollo‖, Uruguay: una política de desarrollo. VIII Cursos de verano, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de la República, Montevideo, pp. 201-277. (1966) ―Introducción‖, en ―Las élites urbanas en América Latina‖, Documento de trabajo del ILPES, Contribución de la División Social del ILPES al Sexto Congreso Mundial de Sociología, Evian, pp. 1-8. Versión en inglés: ―Introduction to ―The urban elites in Latin America‖‖, 7 p. (1967) ―Wandel der Lateinamerikanischen Universität‖, Sozialforschungsstelle an der Universität, Universidad de Münster, Dortmund. Se trata de su documento de trabajo del ILPES ―La reforma de la universidad latinoamericana‖, de 1964 y publicado en su libro Filosofía, educación y desarrollo, Textos del ILPES, Siglo XXI, México, 1967, pp. 143-171. (1969) ―Der Begriff der Entwicklung und sein philosophischer gehalt‖, Sozialforschungsstelle an der Universität, Universidad de Münster, Dortmund. Versión alemana de su ―Filosofía del desarrollo‖, documento del ILPES de 1965. 935 (1971): ―La planeación en las formas de racionalidad‖, Cuadernos del ILPES, Serie II, Anticipos de investigación nº 13, Santiago de Chile. Original de 1969. Lo escribió como documento de trabajo del ILPES para la Undécima Asamblea de Gobernadores del BID (Punta del Este, Uruguay, abril 1970). Está incluido en su libro Discurso sobre política y planeación, como ―La planeación sobre las formas de la racionalidad‖Siglo XXI, México, 1972, pp. 99-176. También apareció publicado en el libro Transformación y desarrollo. La gran tarea de América Latina, Vol. II, ILPES, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, pp. 301-356. (2002) ―Aspectos sociales del desarrollo económico‖, Cuadernos de Futuro, La Paz, PNUD Bolivia, nº15. 2.6. Notas bibliográficas y recensiones. (1939) ―Social Control in its sociological aspects‖, de L. L. Bernard, Revista Mexicana de Sociología, Vol. I, nº 4 y 5, pp. 161-168. (1940) ―La sociología como ciencia de la realidad‖, de Alfredo Poviña, Revista Mexicana de Sociología, Vol. II, nº 1, pp. 142-148. (1940) ―Sociología. Revista didática e científica. Dirección de Romano Barreto y Emilio Willems. Sao Paulo, Brasil, año I, 1939. Números 1, 2, 3 y 4‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. II, nº 2, pp. 159-162. (1940) ―The Polish peasant in Europe and America‖. (Critiques of Research in the Social Sciences: I), de Herbert Blumer, Revista Mexicana de Sociología, Vol. II, nº 3, pp. 133-140. (1940) ―The Sociology of rural life‖, de T. Lynn Smith, Revista Mexicana de Sociología, Vol. II, nº 4, pp.141-144. (1941) ―A. Carneiro Leao (Da Universidade Do Brasil). Fundamentos do Sociología, Río de Janeiro, 1940; A Sociedade Rural: Seus problemas e sua educacao, Río de Janeiro, 1939‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. III, nº 3, pp.143-147. (1941) ―Historia de la cultura. Alfred Weber. Versión española de Luis Recasens Siches. Fondo de Cultura Económica‖, Revista Mexicana de Sociología, Vol. III, nº 3, pp.148-151. (1943) ―¿Filosofía del Derecho?‖, recensión dedicada al libro Teoría del Derecho de Edgar Bodenheimer, Cuadernos Americanos, Vol. VII, nº 1, pp. 111-117. Publicada también en su Responsabilidad de la inteligencia. Estudio sobre nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1943, pp. 245-253. 2.7. Traducciones. (1933) Gustavo Radbruch, Filosofía del derecho, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid. 936 (s/f) Robert Michels, Las transformaciones sociales después de la guerra, Editorial Revista de Derecho Privado. Medina la cita en su currículum personal de El Colegio de México. (1942) Morris Ginsberg, Manual de sociología, Editorial Losada, Buenos Aires. (1943) Karl Mannheim, Diagnóstico de nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México. (1944) Max Weber, Economía y sociedad, 4 vols., Fondo de Cultura Económica, México. José Medina Echavarría coordinó la traducción y la edición de esta obra. Cuenta con reediciones posteriores, y a partir de las ediciones de 1964 cuenta con dos textos agregados: ―Sociología del Estado‖ y ―Fundamentos racionales y sociológicos de la música‖, que no se revisó. Vol. I: Teoría de la organización social. Traducción y nota preliminar de José Medina Echavarría. Vols. II y III: Tipos de comunidad y sociedad. Traducción de Juan Roura Parella, Eduardo García Mainez y Eugenio Ímaz. Vol. IV: Tipos de dominación. Traducción de José Ferrater Mora. (1945) Harry Alpert, Durkheim, Fondo de Cultura Económica, México, (1949) Henry Pratt Fairchild (ed.), Diccionario de Sociología, Fondo de Cultura Económica, México, Buenos Aires. Traducción y revisión junto a Tomás Muñoz y Julián Calvo. 3. Bibliografía sobre José Medina Echavarría. ABELLÁN, José Luis (1978): ―In memoriam‖, Sistema. Revista de Ciencias Sociales, nº 23, pp.101-103. --------------------------- (1998): El exilio filosófico en América. Los trasterrados de 1939, Fondo de Cultura Económica, México. ALARCÓN, Víctor (1991): Notas sobre la obra de José Medina Echavarría. (Los caminos de una vocación.), Universidad Nacional Autónoma de México, México. ------------------------- (1997): ―José Medina Echavarría y la filosofía jurídica‖, Isonomía, nº7. ------------------------- (1997): ―José Medina Echavarría. Teórico de la modernización‖, Cuadernos de Teoría sociológica y modernidad, nº3, Universidad Autónoma de México, 54p. ------------------------- (2007): ―José Medina Echavarría: pionero de las ciencias sociales latinoamericnas‖, Pasajes. Revista de pensamiento contemporáneo, nº21-22, pp. 53-61 ALMOGUERA, Joaquín (2008): ―Presentación de la edición. José Medina Echavarría: honestidad intelectual y prudencia política‖, en MEDINA ECHAVARRÍA ECHAVARRÍA, Echavarría, La situación presente de la filosofía jurídica, Editorial Reus, Madrid, pp. 5-10. 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Un clásico de la sociología mexicana‖, Desacatos, nº 33, CIESAS, México, pp. 133-150. --------------------------- (2010): 139 ―José Medina Echavarría y la sociología del desarrollo‖, Íconos, FLACSO-Ecuador, nº 36, pp. 133-146. 943 MORALES, Juan Jesús; MOYA, Laura Angélica (2008): ―Estudio introductorio‖, en MEDINA ECHAVARRÍA ECHAVARRÍA, Panorama de la sociología contemporánea, El Colegio de México, México, pp. 11-76. MORCILLO, Álvaro (2008): ―Historia de un fracaso: intermediarios, organizaciones y la institucionalización de Weber en México (1937-1957)‖, Sociológica, nº 67, pp. 149- 192. ------------------------- (2010): ―El forastero que se queda: José Medina Echavarría y la sociología latinoamericana‖, en M. GONZÁLEZ NAVARRO (ed.), José Medina Echavarría y México. José Medina Echavarría: correspondencia, El Colegio de México, México, pp. 343-372. MOYA, Laura Angélica (2006): ―Sociología en México‖, en S. GINER, E. LAMO DE ESPINOSA y C. 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Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares: Cajas 32/13534 y 32/13535. Expediente José Medina Echavarría Archivo General de la Administración. Ministerio de Educación y Cultura. Archivo del Congreso de los Diputados, Secretaría General del Congreso de los Diputados, Dirección de Estudios y Documentación (Madrid). Expediente de oposiciones a Letrado de las Cortes de José Medina Echavarría. Expediente administrativo de José Medina Echavarría. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid. Expediente José Medina Echavarría, Signatura PG 0178, Expediente Nº 22514, Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (Madrid). Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Expediente de José Medina Echavarría es Nº 9-942. Expediente José Medina Echavarría, Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca). Archivo personal de Amelia Rivaud Morayta. Correspondencia. Archivo Histórico de El Colegio de México. Distintos fondos: Sección Correspondencia institucional y documentos de trabajo, 1938-1991; Carpeta Medina Echavarría, José, Actividad Académica 1941-1945; Sección Centros de Estudios Sociales; Fondo Antiguo, caja 15; Sección Jornadas. Archivo Central del Fondo de Cultura Económica de México. Expediente de autor, José Medina Echavarría. Archivo Histórico UNAM-CESU: Expediente José Medina Echavarría 25/131/5525. Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras: Decanato de Administración, Expediente Oficial del Empleado, B2-C3. Archivo de Capacitación del ILPES de Santiago de Chile. Resoluciones del ILPES y programas de trabajo. 947 Biblioteca de la CEPAL de Santiago de Chile. Documentos de trabajo institucional de José Medina Echavarría. Hemeroteca Pública José Hernández de Buenos Aires. Archivo de la Cátedra Ferrater Mora de la Universidad de Girona. Correspondencia de José Ferrater Mora. Fundación Francisco Ayala de Granada. Fundación Max Aub de Segorbe (Castellón). Correspondencia Max Aub – José Medina Echavarría. Archivo Francisco Giner de los Ríos de la Biblioteca de la Generación del 27 de Málaga. Correspondencia entre Francisco Giner de los Ríos y José Medina Echavarría. Documentos varios. Caja 11-S0521. 2. Testimonios. - Emilio Arévalo. Trabajó como bibliotecario y documentalista en el Consejo Económico y Social. - Rodrigo Baño. Fue investigador en FLACSO entre 1974 y 1994. Ha sido creador y director de la Cátedra Enzo Faletto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Actualmente es Profesor de sociología en la Facultad de Ciencias Sociales e investigador en el Centro de Investigación de la Estructura Social de la Universidad de Chile. - José Besa. Fue Jefe de la Biblioteca de la CEPAL. - José Joaquín Brunner. Doctor en Sociología por la Universidad de Leiden. Entre 1976 y 1984 fue Director de la FLACSO. Ha trabajado como consultor en entidades como Banco Mundial, BID, UNESCO, UNICEF y PNUD, entre muchas otras. Actualmente es profesor e investigador de la Universidad Diego Portales, donde dirige el Centro de Políticas Comparadas de Educación y la Cátedra UNESCO de Políticas Comparadas de Educación Superior. - Salustiano del Campo. Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de Madrid. Doctor en Sociología por la Universidad de Chicago. Desde el año 2003 es Presidente del Instituto España. - Antonieta Cendoya. Psicóloga. Directora del Centro ―Aprendizaje y desarrollo‖ de Madrid. - Vivianne Dättwyler. Profesora del Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. - Eduardo Devés. Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina y Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de París III. Profesor e investigador del 948 Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. Es especialista en pensamiento latinoamericano y de las regiones periféricas. - Armando di Filippo. Economista argentino. Desde 1970 hasta 2000 fue funcionario e investigador en la CEPAL de Santiago de Chile, ocupando diferentes puestos, entre los que destaca la Dirección de la División de Planificación y Capacitación del ILPES. Además ha sido profesor en varias universidades latinoamericanas y europeas. Es especialista en comercio internacional, desarrollo y estructuralismo latinoamericano. - Rolando Franco. Ha sido investigador el ILPES y dirigió la División de Desarrollo Social de la CEPAL por más de una década, desarrollando investigaciones en políticas sociales, equidad y pobreza en América Latina. Actualmente es investigador de FLACSO-Chile. - Joan Garcés. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de la Soborna (París). Es jurista y profesor de relaciones internacionales. - Moisés González Navarro. Historiador, escritor, investigador y académico mexicano. Es Profesor emérito del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. - Enrique V. Iglesias. Economista uruguayo de origen español. Fue Secretario ejecutivo de la CEPAL entre 1972 y 1985. Ha sido Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Presidente del Banco Interamericano de Desarrllo (BID) y desde el año 2005 es Secretario General de la Secretaría General Iberoamericana. - Jorge Larraín. Fue profesor en la Universidad de Birmingham y durante varios años (1989-1994) dirigió el Departamento de Estudios Culturales. Actualmente es vicerrector académico, director de la revista ―Persona y Sociedad‖ y director del Doctorado en Sociología de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile. Sus temas de investigación son el desarrollo latinoamericano, la cultura y la modernidad en América Latina. - Andrés Lira. Historiador, escritor, investigador y académico mexicano. Es Profesor Investigador en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, institución académica que presidió entre 1995 y 2005. Se ha especializado en el estudio de la historia social de México. - Juan Maestre Alfonso. Catedrático emérito de la Universidad de Sevilla. Ha sido profesor en la Universidad Iberoamericana y en el Tecnológico de Monterrey. Es especialista en antropología social y en sociología latinoamericana. - José Medina Rivaud. Arquitecto. Hijo de José Medina Echavarría. - Nieves Medina Rivaud. Hija de José Medina Echavarría. - Pedro Morandé. Es Doctor en Sociología por la Universidad de Erlangen-Nürenberg. Es profesor del Instituto de Sociología y desde 1995 es Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su principal línea de trabajo está en la conformación de la identidad latinoamericana. 949 - José Luis Reyna. Maestro de Sociología por la FLACSO y Doctor por la Universidad de Cornell. Es Profesor Investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Ha sido Director del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México y Director de la FLACSO-México. - Fernando Salmerón. Doctor en Sociología por la Universidad de Austin, Texas. Es investigador en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de México D.F. - Rafael Segovia. Historiador y politólogo hispanomexicano. Es Profesor emérito en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. - Osvaldo Sunkel. Economista chileno. Ha trabajado para la CEPAL en numerosos países latinoamericanos. Ha sido profesor en la Universidad de Chile. Actualmente es Director de la Revista de la CEPAL. Ha publicado más de 30 libros y cerca de 150 artículos sobre desarrollo económico, historia socioeconómica, relaciones internacionales o integración latinoamericana. 950 CRONOLOGÍA DE JOSÉ MEDINA ECHAVARRÍA 951 BIOGRAFÍA HISTORIA CULTURA Y SOCIEDAD 1903 - Nace en Castellón de la Plana, el 25 de diciembre. 1903 - La República de Panamá se independiza de Colombia por la intervención de Estados Unidos. -El matrimonio Curie y Henri Becquerel descubren los fenómenos de la radiación. -Orville Wright consigue volar con un motor de gasolina y hélice. 1904 - Comienza la guerra entre Rusia y Japón por el dominio de Manchuria (1904-1905). 1905 - Lenin organiza el soviet de San Petersburgo durante la revolución, que finalmente fracasa. - Albert Einstein publica su teoría de la relatividad. 1903 -Henry James, Los embajadores. - Muere Herbert Spencer 1904 - Se crea en España el Instituto de Reformas Sociales. -Teoría de la clase ociosa, de Thorstein Veblen. -Max Weber publica La ética protestante y el espíritu del capitalismo. - Nace Salvador Dalí. 1905 - Fundación del grupo pictórico expresionista alemán El puente. - Muere Julio Verne. - Nace Jean-Paul Sartre. 1906 - Nace Francisco Ayala. 952 1910 - Inicio de la Revolución mexicana (1910- 1917). -La Unión Sudafricana, hasta entonces colonia inglesa, se convierte en Dominio. 1907 - Picasso abre las puertas del cubismo con su lienzo Les demoiselles d´Avignon. -Machado publica Soledades, galerías y otros poemas. 1908 - Maurice Maeterlinck escribe El pájaro azul. - Gustav Klimt pinta El beso. -George Simmel publica Sociología. 1909 - Manifiesto futurista de Marinetti. - Nace Isaiah Berlin. - Ferdinand Tönnies, Max Weber, Georg Simmel, Rudolf Goldscheid y Werner Sombart fundan la Sociedad Alemana de Sociología. Tönnies será su primer presidente. 1910 - El caballero de la rosa, ópera de Richard Strauss. 953 1914-1919 -Alumno de los Institutos Nacionales de Valencia y Barcelona. 1911 - Amundsen alcanza el polo Sur. -Proclamación de la República en Portugal. 1912 - Hundimiento del Titanic. 1914 - El archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro es asesinado en Sarajevo. - Comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). 1911 - Pío Baroja publica El árbol de la ciencia. -Thomas Mann, La muerte en Venecia. -Robert Michels, Los partidos políticos. - Mueren Joaquín Costa y Wilhelm Dilthey. 1912 - Émile Durkheim publica Las formas elementales de la vida religiosa. - Campos de Castilla, de Antonio Machado. -Reedición de Gemeinschaft und Gesellschaft, de Ferdinand Tönnies. 1913 - Stravinsky estrena La consagración de la primavera. - Edmund Husserl publica Ideas sobre una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. -Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. -Franz Kafka, La metamorfosis. -Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida. 1914 - Juan Ramón Jiménez publica Platero y yo. -Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote. 954 - El Papa Benedicto XV fracasa en su intento de mediación. 1916 - Batalla de Verdún, modelo de guerra de desgaste. En cuatro meses murieron 275.000 soldados franceses y 240.000 alemanes. 1917 - Revolución de Octubre en Rusia. - Hundimiento del Lusitania, Estados Unidos decide su entrada en la Primera Guerra Mundial. 1918 - Final de la Primera Guerra Mundial. La guerra provocó más de 8 millones de muertos y 20 millones de heridos. Ninguna guerra anterior había sido tan sangrienta. Estados Unidos se confirma como la potencia económica más grande del mundo. -Comienza la República de Weimar. -Inicio de la Guerra Civil rusa (1918-1921). 1916 - Ferdinand de Saussure publica Curso de lingüística general. Vifredo Pareto, Tratado de sociología general. - Surge el Dadaísmo. -Nace Charles Wright Mills. 1917 - Spangler publica La decadencia de Occidente. - Muere Émile Durkheim. 1918 -Publicación de la obra de Thomas y Znaniecki El campesino polaco en Europa y América. - Muere George Simmel. 955 1919-1920 -Cursa los estudios preparatorios de Lengua y literaturas españolas, Lógica fundamental e Historia de España en la Universidad de Valencia. 1920-1924 - Estudia Derecho y Jurisprudencia en la Universidad de Valencia. 1919 - Friedrich Everts es elegido primer presidente de la República de Weimar. -Tratado de Versalles. -Levantamiento espartaquista. Rosa Luxemburgo y Karl Liebnecht son asesinados. -Rutheford consigue romper un núcleo de nitrógeno. 1920 - Fundación de la Sociedad de Naciones a petición del presidente norteamericano Woodrow Wilson. 1921 - Crisis económica en Alemania. - Adolf Hitler ocupa la jefatura del partido nazi. 1922 - Benito Mussolini emprende la “Marcha sobre Roma”. -Josef Stalin es elegido secretario general del 1919 - Walter Gropius funda la Bauhaus. -Keynes publica Las consecuencias económicas de la paz. -El político y el científico, de Max Weber. 1920 - Le Corbusier funda la revista L´Esprit Nouveau. - Max Reinhardt crea el Festival de teatro de Salzburgo. - Robert Wiene dirige El gabinete del doctor Caligari. - Muere Max Weber. 1921 - Ludwig Wittgenstein publica Tractatus logico-philosophicus. - Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de autor. - Charles Chaplin dirige su primer largometraje, El chico. 1922 - Se publica póstumamente Economía y Sociedad, de Max Weber. -James Joyce, Ulises. 956 1925-1926 - Acude como pensionado a la Universidad de París. Partido Comunista y a la muerte de Lenin (1924) se convierte en la personalidad más importante de la URSS. 1923 - Fracasado “Putsch” de Adolf Hitler. -Dictadura en España de Miguel Primo de Rivera (1923-1930). - Kemal Atatürk asume la presidencia de la República turca (1923-1938). 1924 -En las elecciones italianas el partido fascista de Mussolini obtiene cinco de los siete millones de votos. - Mahatma Gandhi es indultado de la resistencia pasiva de 1920-1922, iniciando desde entonces la resistencia por las reformas sociales y económicas contra los monopolios británicos en la India. - Louis de Broglie funda la mecánica ondulatoria. -Muere Lenin. 1925 - Augusto César Sandino inicia el proceso revolucionario en Nicaragua. - Paul von Hindenburg es elegido segundo presidente de la República de Weimar. -Tratado de Locarno. -Levy-Bruhl, La mentalidad primitiva. 1923 - Ortega y Gasset funda la Revista de Occidente. -Muere Vilfredo Pareto. 1924 -Se crea el Institut für Sozialforschung en Frankfurt. -Thomas Mann, La montaña mágica. - Ramón Valle-Inclán, Luces de bohemia. - André Breton, Manifiesto surrealista. - Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada. 957 1930 - Se doctora en Derecho en la Universidad Central de Madrid con la tesis: Poner nombre. 1926 - Alemania es admitida en la Sociedad de Naciones. - Se realizan los primeros experimentos con televisión en blanco y negro. 1928 - En la URSS se ponen en marcha los planes quinquenales. -Alexander Fleming descubre la penicilina. 1929 - Crac de la Bolsa de Wall Street de Nueva York. 1926 - Alfred Hitchcock estrena El inquilino. 1927 - Herman Hesse publica El lobo estepario. - Martin Heidegger, Ser y tiempo. - Walter Ruttmann rueda Berlín. Sinfonía de una gran ciudad. - Fritz Lang estrena Metrópolis. 1928 - Bertolt Brecht estrena La ópera de los tres centavos. - Aparece Romancero Gitano, de Federico García Lorca, -Muere Max Scheler 1929 - Karl Mannheim publica Ideología y utopía. - Ernest Hemingway, Adiós a las armas. - El perro andaluz, película de Luis Buñuel y Salvador Dalí. 1930 - Freud publica El malestar en la cultura. - Keynes, Tratado sobre el dinero. 958 - Lector de español en la Universidad de Marburgo (Alemania). Toma contacto con la sociología alemana. 1932 - Consigue plaza de Oficial letrado en el Congreso de los diputados 1933 - Profesor ayudante de Filosofía del Derecho en la Universidad Central de Madrid. - Pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas para 1931 - Se proclama la Segunda República española. -Japón completa la conquista de Manchuria. 1932 - Hindenburg es reelegido presidente alemán en segunda vuelta. El partido nazi obtiene 13 millones de votos. -Gana las elecciones presidenciales norteamericanas Franklin Delano Roosvelt. -Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-1935). 1933 -Hitler es nombrado Canciller del Reich alemán por el presidente Hindenburg. -Alemania y Japón se retiran de la Sociedad de Naciones. - Elias, El proceso de la civilización. - Ortega y Gasset, La rebelión de las masas. - Miers van der Rohe, director de la Bauhaus. 1931 -Se crea el Departamento de Sociología en la Universidad de Harvard. Su primer director es Pitirim Sorokin. - Edmund Husserl publica Meditaciones cartesianas. Introducción a la fenomenología. - Unamuno, San Manuel Bueno, mártir. -Freyer, Introducción a la sociología. -Muere George Herbert Mead. 1932 - Karl Jaspers publica Filosofía. -Alfred Schütz, La construcción significativa del mundo social. 1933 - La voz a ti debida, de Pedro Salinas. -El testamento del Doctor Mabuse, de Frintz Lang, película vetada en Alemania por el Ministro de propaganda Joseph Goebbels. 959 hacer estudios de filosofía en Alemania. 1934 - Publica La situación presente de la filosofía jurídica. 1935 - Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Murcia. 1936 - Logra la Cátedra de Filosofía del Derecho en la Universidad Central de Madrid, aunque no tendrá tiempo para ocupar este cargo docente ante el inicio de la Guerra Civil española. - Pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas para hacer estudios de sociología en Estados Unidos, aunque sin efecto por los acontecimientos bélicos. 1937 - Contrae matrimonio con Nieves Rivaud. - Roosvelt pone en marcha su política económica, denominada New Deal. - Batista encabeza en Cuba la revolución de los sargentos. 1934 - Se proclama el III Reich alemán. - Mao Tse-tung inicia la “Larga marcha”. - La URSS es admitida en la Sociedad de Naciones. 1936 - Alzamiento militar contra la República española. Comienzo de la Guerra Civil (1936- 1939). - Es reelegido presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosvelt. - Japón firma con Alemania un pacto anticomunista. - Sopa de ganso, de los hermanos Marx. 1934 - Henry Miller publica Trópico de Cáncer. 1935 - Jorge Luis Borges presenta su Historia universal de la infamia. -Historia de la cultura, de Alfred Weber. 1936 - Walter Benjamin publica La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica. - Olimpiada, documental de Leni Riefenstahl. - Mueren Robert Michels y Ferdinand Tönnies. 1937 -Talcott Parsons publica La estructura de la 960 1938 -Encargado de negocios del gobierno republicano en la embajada de Varsovia (Polonia). -Nace su hijo José. 1939 -En mayo llega a México junto a su familia. Miembro de La Casa de España, posterior Colegio de México. Profesor extraordinario de Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México. 1940 - Publica Panorama de la sociología contemporánea. Trabajo escrito originalmente en España en 1936 y reescrito después en México. 1939 -Las tropas nacionales entran en Madrid. Final de la Guerra Civil. -Alemania invade Polonia. Gran Bretaña y Francia declaran la guerra a Alemania. Comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). 1940 -Formación en Gran Bretaña de un gobierno de unidad nacional presidido por Winston Churchill. -El gobierno de Franco se declara “no beligerante”. -Presidencia en México de Manuel Ávila Camacho (1940-1946). acción social. -Picasso pinta el Guernica. 1938 -La náusea, de Jean Paul Sartre. 1939 -Se crea el Instituto de Estudios Políticos, que, junto la docencia a través de cursos de ciencias sociales e investigación, también edita la Revista de Estudios Políticos. -Norbert Elias publica El proceso de civilización. -Hans Freyer, La sociología ciencia de la realidad. -Luis Recasens Siches, Vida humana, sociedad y derecho. 1940 -Muere Walter Benjamin. 961 1941 -Publica Sociología: teoría y técnica. 1943 -Director del Centro de Estudios Sociales de El Colegio de México. -Funda y dirige la publicación “Jornadas”. -Publica Responsabilidad de la inteligencia y Prólogo al estudio de la guerra. 1941 -Alemania ataca a la URSS sin declaración de guerra. -Ataque sorpresa japonés sobre Pearl Harbour. Estados Unidos y Gran Bretaña declaran la guerra a Japón. Alemania e Italia declaran la guerra a Estados Unidos. -Conferencia de Washington entre Roosevelt y Churchill. 1942 -Exterminio sistemático de judíos europeos en los campos de concentración de Auschwitz, Belzec, Chelmno, Sobibor y Trebinkla. 1943 -El Rey Víctor Manuel III destituye a Mussolini. 1941 -Ciudadano Kane, de Orson Welles. -El miedo a la libertad, de Erich Fromm. 1942 -La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. -Muere Miguel Hernández. 1943 -Se funda en la Universidad de Madrid la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales. -Aparece Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre. -Max Aub publica Campo cerrado, que inaugura su ciclo novelesco sobre la Guerra Civil, al que pertenecen, bajo el título general de El laberinto mágico, las novelas Campo de sangre (1945), Campo abierto (1951), Campo del moro (1963) y Campo de los almendros (1968). 962 1944 -Se publica la primera traducción al castellano de Economía y Sociedad, de Max Weber. 1945 -Profesor invitado de la Universidad Nacional de Colombia. - Consideraciones sobre el tema de la paz. 1944 -Desembarco de Normandía. 1945 -Conferencia de Yalta. -Suicidio de Hitler, Eva Braun y Goebbels. Caída del Tercer Reich -Fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). -Conferencia de Postdam. -Lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Capitulación de Japón. -Fin de la Segunda Guerra Mundial tras haber dejado 55 millones de muertos, 35 millones de heridos y 3 millones de desaparecidos. -Creación de la Organización de Estados Americanos (OEA). -Se crea la Liga Árabe para reforzar los lazos entre los estados árabes y coordinar su política exterior. -Procesos de Nüremberg (1945-1946). 1944 -Se establece en la Universidad de Columbia, Nueva York, el Bureau of Applied Social Research, creado y dirigido por Paul Lazarsfeld y Robert Merton. -Se funda el Instituto Balmes de Sociología, como instituto adscrito al CSIC. -Dialéctica de la Ilustración, de Theodor Adorno y Max Horkheimer. -Dámaso Alonso publica Hijos de la ira. 1945 -Se crea el Instituto Nacional de Estadística de España. 963 1946 -Concluye la actividad académica del Centro de Estudio Sociales de El Colegio de México. -Se traslada junto a su familia a Puerto Rico, en cuya universidad es invitado como profesor visitante. 1947 -Es nombrado Catedrático de Sociología de la Universidad de Puerto Rico. 1948 -Lecciones de sociología. Versión mecanografiada de sus lecciones en la Universidad de Puerto Rico y publicadas póstumamente en 1980 como La sociología como ciencia social concreta. 1946 -Primera guerra de Indochina (1946-1954). -Proclamación de la República italiana. -IV República francesa (1946-1958). -En Argentina accede al poder Juan Domingo Perón. -Bloqueo internacional contra el régimen de Franco decretado por la ONU. 1947 -Tratados de Paz de París. -Programa de Reconstrucción Europea, más conocido como “Plan Marshall”. -Independencia de la India. -“Doctrina Truman” contra la expansión comunista. 1948 -Guerra de Palestina. Proclamación del Estado de Israel. -Se crea la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE). -Se crea la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL). -La ONU aprueba la declaración de los Derechos Humanos. -Asesinato de Gandhi. 1946 Muere John Maynard Keynes. 1947 -Tratado de Sociología, de Francisco Ayala. -Adorno y Horkheimer publican su Dialéctica de la Ilustración. -Sociología, cultura y personalidad, de Pitirim Sorokin. -Muere Karl Mannheim. 964 1952 - Viaja con su familia a Chile para incorporarse a la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas 1949 -Consejo de Mutua Ayuda Económica (COMECON) entre los países comunistas para la colaboración y planificación económica. -Proclamación de la República Democrática Alemana. -Fin de la guerra civil griega. 1950 - Guerra de Corea (1950-1953). - Creación de la OTAN. -China y la URSS firman un pacto de amistad, alianza y ayuda mutua. -Estados Unidos y España reanudan sus relaciones diplomáticas. 1951 -Tratado de Paz de San Francisco entre Estados Unidos y Japón. -Creación de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Acero). 1952 -Revolución en Bolivia del partido obrerista MNR. -Explosión de la primera bomba 1949 -El Aleph, de Jorge Luis Borges. -Antonio Buero Vallejo presenta Historia de una escalera. -Robert King Merton publica Teoría y estructuras sociales. 1950 -Octavio Paz publica El laberinto de la soledad. 1951 -Comienza a funcionar en Madrid el Instituto Social León XIII. Se constituye el Instituto Católico de Estudios Sociales de Barcelona (ICESB). -Parsons publica El sistema social. -La colmena, de Camilo José Cela. 1952 -Bienvenido, Mister Marshall, de Berlanga. -Estreno de Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura. 965 (CEPAL). Inicialmente trabajará como corrector de ediciones. 1953 - Presentaciones y planteos. Papeles de sociología. estadounidense de hidrógeno. 1953 - Dwight Eisenhower es elegido presidente de los Estados Unidos. -Coronación de Isabel II de Inglaterra. -Muere Josef Stalin. -Armisticio de Panmunjon que divide Corea. -Guerra civil en Colombia durante la dictadura del general Rojas Pinilla (1953-1957). 1954 -Guerra de liberación en Argelia (1954-1962). -Gamal Abdel Nasser asume el poder en Egipto. -Botadura del primer submarino nuclear norteamericano. Primera central nuclear en la URSS. 1955 -Pacto de Varsovia. -Conferencia de Bandung en la que 29 países afro-asiáticos condenan el colonialismo, la discriminación racial y el armamento atómico. -España se integra en la ONU como miembro de pleno derecho. 1956 -XX Congreso del PCUS en el que se adopta -El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. 1954 -La realidad histórica de España, de Américo Castro. 1955 -Se crea el Ilustre Colegio Nacional de Doctores y Licenciados en Ciencia Política y Sociología. -Juan Rulfo publica Pedro Páramo. -Muere Radcliffe-Brown. 1956 -Aparece El Jarama, de Rafael Sánchez 966 1957 - Se convierte en el primer Director de la Escuela de Sociología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). una estrategia de la coexistencia pacífica para adecuar la revolución comunista al marco de la era atómica. -Crisis de Hungría y de Suez. Ataque israelí a Egipto. -Proclamación de la República Islámica de Pakistán. -Creación de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. 1957 -Tratado de Roma sobre la utilización de energía atómica (EURATOM) y sobre la constitución de la Comunidad Económica Europea (CEE). -Segunda guerra de Indochina, conocida luego como guerra de Vietnam. Estados Unidos interviene masivamente en ella desde 1964. -El senado norteamericano aprueba la Ley para la defensa del derecho de voto de los negros. -Lanzamiento del primer satélite Sputnik. 1958 -Charle De Gaulle es elegido presidente de la V República francesa. -Primera Conferencia de Estados Africanos Independientes. -Fundación de la NASA. -El cardenal Roncalli es elegido Papa (Juan Ferlosio. -Luis Recasens Siches publica su Tratado general de sociología. -Muere José Ortega y Gasset. 1957 -Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial, de Ralf Dahrendorf. -Robert Merton publica Teoría social y estructura social. -Enrique Gómez Arboleya publica el primer tomo de la Historia de la Estructura y del Pensamiento social. - Aparece póstumamente El hombre y la gente, de José Ortega y Gasset. 1958 -Muere Juan Ramón Jiménez. -Claude Lévi-Strauss publica Antropología estructural. -Muere Alfred Weber. 967 1959 - Se incorpora en la División de Asuntos Sociales de la CEPAL - Aparece su obra Aspectos sociales del desarrollo económico. XXIII). 1959 -Declaración de Santiago de la OEA donde se establece la democracia como garantía de paz para la región americana. -Dictadura de Sukarno en Indonesia. -Kruschev visita Estados Unidos. -Revolución cubana. 1960 -Bajo el telón de la Guerra Fría, se celebra en París una cumbre entre Eisenhower, De Gaulle, Mac Millan, Adenauer y Kruschev. -Primera bomba atómica francesa. -Independencia del Congo. 1961 -John F. Kennedy es elegido presidente de los Estados Unidos al vencer al candidato republicano Richard Nixon. -Creación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). -Entrevista en Viena entre Kennedy y Kruschev. -Primer vuelo espacial tripulado (Yuri Gagarin). -Kennedy anuncia la Alianza para el Progreso 1959 -Wright Mills publica La imaginación sociológica. -Erving Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana. -Celso Furtado, La formación económica de Brasil. -Muere Enrique Gómez Arboleya. 1960 -Introducción a la Sociología, de Enrique Tierno Galván. -Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender. -Psicosis, de Alfred Hitchcock. 1961 -Viridiana, de Luis Buñuel. 968 1962 - Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina. 1963 - Director de la División de Planificación Social del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES). - Publica, junto con Enzo Faletto y Luis Ratinnof, El desarrollo social de América Latina en la postguerra. 1964 - Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico. para América Latina. 1962 -Crisis cubana entre Estados Unidos y la Unión Soviética. -Conferencia de Punta del Este de la OEA en el que se excluye a Cuba. 1963 -Visita de Kennedy a la República Federal de Alemania. -Atentado mortal contra Kennedy con ocasión de su visita electoral a Dallas. -Primer Plan de Desarrollo Económico español. 1964 -Acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Soviética sobre la suspensión de experimentos nucleares. -Dimisión de Kruschev. -En Grecia sube al trono Constantino II. -Primera bomba atómica china. 1962 -Se publica póstumamente el libro de Enrique Gómez Arboleya, Teoría de la Sociedad y del Estado. -Política y sociedad en una época de transición, de Gino Germani. -Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. -El siglo de las luces, de Alejo Carpentier. -La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa. 1963 -Julio Cortázar publica Rayuela. -Raúl Prebisch, Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano. -Muere Ramón Gómez de la Serna. 1964 -El hombre unidimensional, de Herbert Marcuse. -An Authoritarian Regime: The Case of Spain, de Juan José Linz. 969 1967 - Filosofía, educación y desarrollo. 1965 -Clausura del Concilio Vaticano II, convocado en 1962 por el papa Juan XXIII (1958-1963). -Guerra civil en la República Dominicana. -Muere Winston Churchill. 1966 -Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz. -Ongania, presidente de Argentina, tras un golpe de Estado. - Ley Orgánica del Estado español. 1967 -Guerra de los Seis Días entre Israel y Siria. -Ernesto “Che” Guevara, inspirador de la guerrilla boliviana, es asesinado. 1965 -Fundación de CEISA, posteriormente llamada “Escuela Crítica de Sociología”. -Se crea la fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada), asociada a Caritas Española. -Gino Germani publica Sociología de la modernización. -La democracia en México, de Pablo González Casanova. Sociología de la acción, de Alain Touraine. -Dalí pinta La apoteosis del dólar. 1966 -Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. -Berger y Luckman publican La construcción social de la realidad. 1967 -Garfinkel publica Estudios en etnometodología. -Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, de André Gunder Frank. -Gabriel García Márquez publica Cien años de soledad. 970 1968 -Regresa fugazmente a España después de 30 años de exilio. 1968 - Mayo francés. París, escenario de graves disturbios entre la policía y los estudiantes. -Entrada de las tropas del Pacto de Varsovia en Praga. -Fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). -El presidente peruano Beláunde Terry es derribado por un golpe militar. -Dictadura militar en Brasil del general Costa e Silva. -Estado de excepción en Uruguay para combatir la guerrilla urbana de los “tupamaros” (1968-1972). 1969 -Primer hombre que pisa la Luna (Neil Amstrong). -El primer ministro sueco Olof Palme impulsa el avance hacia el Estado de bienestar. -Juan Carlos de Borbón es designado sucesor (y representante desde 1971) de Franco y futuro Rey de España. -Willy Brandt, canciller federal de la República Federal de Alemania, forma un gobierno de coalición. -Richard Nixon ocupa la presidencia norteamericana. -“Guerra del fútbol” entre Hondura y El Salvador (1969-1976). 1969 -Herbert Blumer publica Interaccionismo simbólico. Perspectivas y métodos. -Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto publican Dependencia y desarrollo en América Latina. 971 1972 - Presenta su obra Discurso sobre política y planeación. -El general Médici accede a la presidencia de Brasil. 1970 -Con el apoyo de los democristianos es elegido nuevo presidente chileno Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular. -El presidente ecuatoriano Velasco Ibarra derrocado por un golpe de Estado militar. 1971 -Admisión de la República Popular China en la ONU. -El coronel Banzer Suárez ocupa la presidencia de Bolivia. 1972 -Reelección de Nixon. 1973 -Una Junta Militar provoca la caída y la muerte de Salvador Allende. -Retirada de las tropas norteamericanas de Vietnam. -Crisis petrolera mundial. -Carrero Blanco, presidente del gobierno español, es asesinado por la organización terrorista ETA. 1970 -Se publica en España el Informe sociológico sobre la situación social de España, 1970. -The Coming Crisis of Western Sociology, de Alvin Gouldner. -Luis Buñuel estrena Tristana. 1971 -Masters of Sociological Thought: Ideas in Historical and Social Context, de Lewis A. Coser. -El jardín de las delicias, de Francisco Ayala. 1972 -Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, de Jurgen Habermas. 1973 -The Coming of Post-Industrial Society, de Daniel Bell. -Sociología de la ciencia: investigaciones teóricas y empíricas, de Robert Merton. -Si te dicen que caí, de Juan Marsé. -Mueren Pablo Neruda y Pablo Picasso. 972 1974 -Se jubila de la CEPAL y regresa junto a su mujer a España. 1975 -Regresa a Santiago de Chile. Retorna a la CEPAL como consultor externo. -Vuelve a la presidencia argentina Juan Domingo Perón. -Guerra de Egipto contra Israel. 1974 -El general Augusto Pinochet es nombrado jefe del Estado chileno. -El general Geisel accede a la presidencia de Brasil. -Giscard d´Estaing, presidente de la República francesa. -Presidencia de Gerald Ford tras la dimisión de Nixon por el asunto Watergate. -Cae en Portugal Marcelo Caetano a causa de un golpe militar. El nuevo presidente es el general Spinola, sustituido por Costa Gomes. -Invasión de tropas turcas en Chipre. 1975 -Muere Franco. El nuevo rey, Juan Carlos I, inicia un proceso de liberalización y democratización. -“Marcha verde” por la independencia del Sahara español. -Guerra civil en Líbano entre cristianos y musulmanes. 1975 -Vigilar y castigar, de Michel Foucault. -Muere Hannah Arendt. 973 1977 -Muere en Santiago de Chile el 13 de noviembre. 1976 -El presidente Alfonso Suárez anuncia elecciones libres para 1977. -Junta Militar en Argentina, bajo la presidencia del general Videla. -Muere Mao Tse Tung. 1977 -Disolución del Movimiento Nacional; legalización del Partido Comunista Español. Se elige una comisión para redactar una Constitución. -El demócrata James E. Carter es elegido presidente de los Estados Unidos. 1976 -Salustiano del Campo, Juan Francisco Marsal y José Antonio Garmendia publican Diccionario de ciencias sociales. -Nuevas reglas del método sociológico, de Anthony Giddens. -Muere Martin Heidegger. 1977 -Se transforma el Instituto de la Opinión Pública en el actual Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). 974 975 ANEXOS Arxiu Històric de la Universitat de València. Expediente académico José Medina Echavarría. Universidad Literaria de Valencia. 976 977 Expediente José 978 979 Archivo Histórico de El Colegio de México, Sección documental Centro de Estudios Sociales, caja 2, expediente 41, CES 1º y 2º semestre de 1944, fojas 5-9. Me permito transcribir el cuestionario original que José Medina Echavarría preparó para el Seminario sobre la guerra celebrado en el Centro de Estudios Sociale de El Colegio de México en 1944. Características y consecuencias de la guerra (características) 1. ¿Cuáles son –según Ud.-- los rasgos esenciales de una guerra total? Enumérelos ud: 2. De acuerdo con ellos, ¿la guerra actual es, propiamente, una guerra total? 3. ¿Cuál es la situación militar en que se encontrarían las potencias secundarias ante las realidades de la guerra moderna? 4. ¿Cree ud. que la presente guerra es una consecuencia de la “revolución de nuestro tiempo”, o que, al menos, dará origen a una resolución parcial importante? 5. De ser así, ¿qué sería el signo –o sentido-- de esa revolución? Consecuencias y características de la actual (2ª. Sesión) 1. ¿Cree ud. que la guerra es inevitable? 2. ¿Cree ud. que por serlo fracasó la Sociedad de Naciones? 3. De ser inevitable, ¿cuál sería la mejor estrategia política de las potencias menores? 4. De poderse evitar, ¿qué mecanismos serían los más conducentes? (tachado el número 5. ¿Cuál cree usted que sería la organización internacional que nazca de esta guerra? ¿Cuál debería ser y cómo pasar de la una a otra y qué medios serían eficaces para conseguirla? 5. ¿Cree ud. que la organización internacional que nazca de esta guerra será la de un mundo dominado por la alianza de varios o de todos los vencedores? En este caso, ¿cuál sería la posición de los países secundarios y en especial de los de América? 6. Podría la Sociedad de Naciones responder a los problemas actuales de organización mundial? ¿Sería necesario reformarla y en qué sentido? 7. Cree ud. en la solución de las federaciones de países? ¿Qué tipo sería el más viable? ¿Podría contarse con una Federación de Estados Latinoamericanos? 8. ¿Cree ud. en la posibilidad de un gobierno propiamente mundial? 9. ¿Cree ud. posible la organización de una policía internacional y cómo habría que hacerla eficaz? (tachado: 10. ¿Hasta qué punto son compatibles los sentimientos nacionalistas?) 980 10. Cree ud. que el sentimiento de nacionalidad seguirá siendo un factor político- social y, entonces, hasta qué punto será compatible con una organización verdaderamente mundial? 11. ¿Es la democracia condición y supuesto de una organización internacional eficaz? Características y consecuencias de la guerra actual. 1. ¿Cuál cree ud. que será la situación económica del mundo al término justo de la guerra? 2. ¿Cuál sería la situación económica mundial más favorable a una paz sólida y duradera? (tachado: 3. ¿Cuál sería la política económica que conllevaría esa situación?) 3. Contribuiría a ella mejor la inicia privada, el Estado, o empresas mixtas? (tachado: 3. ¿Cuáles cree ud. que son los problemas económicos cuya solución afectaría en mayor grado a las posibilidades de una paz mundial? Contribuiría en mayor grado a la paz del mundo? ¿Cuáles serían esas soluciones? 4. ¿Cree usted que una situación de ocupación plena en los principales países industriales sería la contribución mayor a la paz que éstos podrían hacer? 5. La de los países menos desarrollados podría ser en los campos de materias primas y emigración? O en algún otro? 6. ¿La industrialización de los actuales países agrarios sería una contribución (a partir de acá) a la paz o a la guerra? 7. ¿Qué bloques económicos podrían sustentarse en ventajas económicas? 8. ¿Cree ud. que la inversión de capitales en países poco desarrollados sería un factor importante para la paz mundial y si para ello convendría sujetarla a una regulación internacional? ¿Hasta qué punto sería necesaria a la paz una coordinación hasta ahora no intentada entre la política económica interior de cada país individualmente considerado y la política general de organismos económicos internacionales? 981 Archivo Histórico, El Colegio de México. Carpeta Francisco Ayala. Carta de Jornadas de José Medina a Francisco Ayala, 15 de mayo de 1944. 982 Expediente José Medina Echavarría. Universidad de Puerto Rico. 983 984 985 986 987 988 989 990 Archivo Francisco Giner de los Ríos de la Biblioteca de la Generación del 27 de Málaga. Correspondencia entre Francisco Giner de los Ríos y José Medina Echavarría. Documentos varios. Caja 11-S0521. 991 992 993 994 Portada Índice. AGRADECIMIENTOS INTRODUCCIÓN. PRIMERA PARTE. Años de formación: la adquisición del enfoque sociológico PARTE SEGUNDA Teoría sociológica.La dimensión epistemológica PARTE TERCERA. Sociología del desarrollo.Las dimensiones filosóficas y políticas. PARTE CUARTA. La persistencia democrática CONCLUSIONES. BIBLIOGRAFÍA. FUENTES DOCUMENTALES Y TESTIMONIOS. CRONOLOGÍA DE JOSÉ MEDINA ECHAVARRÍA ANEXOS