1 La identificación de los rusos con los rus’: el caso de la película rusa “Vikingo” (2016) y de la sexta temporada de la serie “Vikingos” (2019-2020) Enrique SANTOS MARINAS (UCM) En los últimos años se ha constatado una apropiación por parte de los modernos rusos de los antiguos rus’, es decir, la élite militar de origen varego o escandinavo que rigió el primer estado eslavo oriental conocido como la Rus’ de Kiev en el momento de su fundación y establecimiento entre los siglos IX-XI. La identificación de los rusos con los rus’ estaría facilitada por la homonimia del etnónimo. Pero no tenían nada que ver con los rusos modernos, ni por su origen escandinavo, ni por la etimología del término, que sería escandinava también, y ni siquiera por los límites territoriales de ese primer estado eslavo oriental, que no se corresponden con los de la Rusia contemporánea. Como es de sobra conocido, los dominios de este estado medieval abarcaban parte de los territorios de los actuales países de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, teniendo como capital la ciudad de Kiev y como objetivo el control de las rutas comerciales con Bizancio a través del río Dniéper y con el Califato abásida a través del río Volga. Según el relato de la crónica más antigua de los eslavos orientales, la Crónica Primaria, Crónica de Néstor o “Relato de los años pasados”, que dataría de principios del siglo XII estando basada en materiales anteriores, el asentamiento de los rus’ o varegos se habría producido tras una primera expulsión por parte de las tribus eslavas y bálticas y una posterior invitación a que les gobernaran, lo que no suena muy lógico: (862) En el año 6370. Expulsaron a los varegos al otro lado del mar y no les pagaron tributo, y empezaron a gobernarse a sí mismos. Y no había justicia entre ellos, y se levantó clan contra clan, hubo guerras intestinas, y empezaron a luchar entre sí. Entonces se dijeron entre sí: “Busquémonos a un príncipe que nos gobierne y que nos dirija según la ley”. Y fueron al otro lado de mar a los varegos, los rus’, pues estos varegos se llamaban rus’, igual que otros se llaman suecos, otros normanos, anglos, y otros godos; pues así también éstos. Les dijeron a los rus’ los cud’os, los slovenos, los krivicos y los ves’os: “Nuestra tierra es grande y fecunda, pero no hay orden en ella. Venid a reinar y a gobernarnos”. (García de la Puente, 2019: 47) 2 El neomedievalismo no es nuevo, sino que ya se dio durante el periodo del Romanticismo a principìos del siglo XIX y nuevamente en el periodo conocido como Fin de siècle (la última década del siglo XIX y las primeras del siglo XX) coincidiendo con el movimiento artístico del Modernismo, una época de cambios culturales y sociales y de crisis a todos los niveles que puso en cuestión los valores vigentes hasta ese momento. Una época muy parecida a la actual. Y será en esa época cuando muchos artistas vuelvan su mirada hacia el pasado y hacia la Edad Media, en un intento por buscar las raíces de su identidad nacional colectiva, como puede verse en cuadros de pintores de la época. De manera semejante, en la actualidad las naciones eslavas orientales vuelven a mirar nuevamente hacia su pasado con el fin de reconstruir sus respectivas identidades nacionales. El neomedievalismo entre los eslavos contemporáneos sería por lo tanto un problema identitario, surgido sobre todo a partir de la caída de la Unión Soviética en 1991, hace ahora 30 años. Esta época de cambios y de crisis de valores e ideologías, tuvo como consecuencia esa necesidad por parte de las jóvenes naciones eslavas que acababan de independizarse de la Unión Soviética de crear su identidad nacional. Y para ello en muchas ocasiones vuelven hacia lo que consideran más auténtico de su pasado: la Rus’ de Kiev. Aunque esto conlleva el problema añadido de que ese primer estado eslavo oriental no se correspondía con los límites geográficos actuales de ninguna de los estados eslavos orientales modernos, pudiendo por lo tanto ser reivindicado por los tres. De esta forma, Ucrania adopta como su escudo nacional el tridente (tryzub) o posible drakkar vikingo según otros que fue el emblema de la dinastía riuríkida, la primera dinastía de origen varego que gobernó el estado de la Rus’ de Kiev primero y de la Rusia moscovita segundo. Este símbolo puede verse por ejemplo en monedas de oro del príncipe Vladímir de Kiev, del siglo X, o en el colgante del siglo XI encontrado en la ciudad de Stáraya Ládoga, al noroeste de la actual Rusia. La figura del príncipe Vladímir de Kiev será especialmente relevante en esta vuelta a la Edad Media de los eslavos orientales, pues como es de sobra conocido fue él quien impuso el cristianismo como la religión oficial de su estado tras su conversión en el año 988. Este acontecimiento supuso el comienzo de la vinculación de los eslavos orientales con el cristianismo ortodoxo, y se convertirá precisamente una de las señas de identidad de su recuperada identidad nacional postsoviética. Un ejemplo lo vemos en la estatua del príncipe Vladímir en Kiev de mediados del siglo XIX y la nueva y flamante estatua del príncipe Vladímir 3 mandada erigir por el presidente Vladímir Putin en la Plaza Roja junto al Kremlin en 2016, coincidiendo con el milenario de la muerte del príncipe Vladímir de Kiev. Ese mismo año se estrenó también la película “Vikingo”, de Andréi Kravchuk, de título engañoso al estar dedicada precisamente a la historia de la conversión al cristianismo del príncipe Vladímir. La erección de la estatua por el Kremlin provocó la indignación de Ucrania, pues consideran al príncipe Vladímir como su símbolo nacional, sobre todo en el contexto de la reciente anexión de Crimea por parte de Rusia en el año 2014. Paradójicamente, la construcción de la estatua del príncipe Vladímir en Kiev tuvo lugar en 1853, justo al comienzo de la Guerra de Crimea que enfrentó al Imperio ruso con el Imperio otomano y las potencias occidentales aliadas Francia y Reino Unido. En el discurso del Presidente Putin con motivo de la anexión de Crimea el 18 de marzo de 2014 reivindicó la figura del príncipe Vladímir y su bautismo en Crimea como parte de la cultura ortodoxa común de Rusia, Bielorrusia y Ucrania: “5. En Crimea literalmente todo está impregnado de nuestra historia y orgullo común. Aquí está el antiguo Quersoneso, donde el santo príncipe Vladimir fue bautizado. Su hazaña espiritual -una apelación a la Ortodoxia- predeterminó una base común de cultura, valores y civilización que une a los pueblos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.” (Santos Marinas et al., 2018: 20) Y aquí entramos ya en el terreno de la geopolítica y de la utilización política de la Edad Media. Es posible hablar por tanto de una apropiación de la figura del príncipe Vladímir de Kiev. Dicha apropiación respondería a una clara motivación geopolítica contemporánea, aunque también como decíamos a una necesidad de reconstruir la identidad nacional tras la caída de la URSS. Pero la identificación de los rusos con los rus’ de la que hablábamos no se habría dado solo de forma interna entre los propios rusos, sino que también podríamos encontrarla en el exterior, y concretamente en la sexta y última temporada de la serie “Vikingos” (2019-2020), creada y escrita por Michael Hirst. Entre la serie y la película homónima del Andréi Kravchuk encontramos un curioso ejemplo de retroalimentación. Parece claro que el título de la película rusa responde a un intento de apropiarse del nombre de los expedicionarios nórdicos que poco tenían que ver con el príncipe Vladímir sobre el que trata la película. Vladímir, a pesar de pertenecer a esta dinastía riuríkida de origen varego, ya no era propiamente un vikingo o un nórdico, sino que era mestizo al ser su madre una 4 mujer eslava. Además, podría tratarse de un intento de reclamar como propio el título de la serie, tratando igualmente de beneficiarse de su éxito de público. Curiosamente, la apropiación se ha producido en ambos sentidos. Ya que en la sexta y última temporada de la serie, la acción transcurre en parte en la Rus’ de Kiev bajo el reinado del príncipe Oleg, que sería un antepasado de Vladímir, aunque en las crónicas no se especifica en qué grado de parentesco. Y un guiño del creador de la serie Michael Hirst a la película rusa es el hecho de que el protagonista que encarna al príncipe Oleg sea Danila Kozlovsky, el mismo que había interpretado al príncipe Vladímir en la película rusa. Los guiños o apropiaciones de Hirst a la cultura rusa en su serie no terminan ahí, puesto que he detectado varios “homenajes” sin citarla a una de las películas clásicas rusas sobre la Edad Media: “Andréi Rubliov” (1966), de Andréi Tarkovski, dedicada al famoso pintor de iconos ruso del siglo XV. En la quinta temporada de la serie “Vikingos”, Ivar el Deshuesado ordena y disfruta sádicamente con la tortura de un sacerdote de York dentro de su iglesia vertiendo oro fundido en su boca y después sacándole a rastras de la iglesia atado a un caballo. Esta escena está calcada de la película “Andréi Rubliov”, a diferencia de que en esta son los tártaros mongoles quienes ejecutan la bárbara tortura del pope ortodoxo en el interior de la catedral, ante la mirada de un príncipe eslavo que ha traicionado a su hermano aliándose con los mongoles. Y nuevamente en la sexta temporada Ivar junto al príncipe Oleg protagonizan una escena de vuelo lanzándose desde una torre de Kiev en un artilugio creado por el príncipe eslavo, que recuerda mucho a la escena inicial de la película de Tarkovski que muestra el vuelo de un tal Yefím lanzándose en una especie de globo desde lo alto de la iglesia de la Intercesión sobre el río Nerl’. Sin embargo, este último tiene un final peor que el de la serie y un significado o simbolismo diferente, al representar el castigo divino a la soberbia humana de querer igualarse a Dios, de manera semejante al vuelo de Alejandro Magno en un carro tirado por grifos tal y como aparece en el Libro de Alejandro, la versión medieval a las distintas lenguas vernáculas europeas de la vida de Alejandro Magno escrita en la Antigüedad Tardía y conocida como Pseudo-Calístenes. Al margen de estos “homenajes” y de los anacronismos de la serie al presentar al príncipe Oleg ya cristiano y reinando en Kiev con una iglesia también ortodoxa, Hirst se permite la licencia narrativa de ir en contra de la historia al hacer que Oleg ataque Noruega junto con su amigo Ivar, cuando los intereses del príncipe según la Crónica Primaria se dirigían en sentido contrario: hacia Constantinopla. Es muy 5 famoso el legendario ataque a la capital de Bizancio del príncipe Oleg, datado en la Cronica Primaria en el año 907. Su astucia en esta campaña le valdría el apodo de “el Profeta”, por artimañas como ponerles ruedas a sus barcos convirtiéndolos en auténticos carros de asalto o engañar a los eslavos que le acompañaron en su expedición ordenando poner en sus barcos velas finas de muselina que acabaron desgarrándose por el viento y permitieron a Oleg y a los rus’ huir de vuelta a Kiev con el botín de guerra: (907) En el año 6415. (…) Y Oleg ordenó a sus guerreros hacer ruedas y colocar los barcos sobre ellas. Y cuando sopló un viento favorable se hincharon las velas, y desde el campo avanzaron hacia la ciudad. Los griegos, habiendo visto esto, se asustaron y, enviándole (mensajeros), le dijeron a Oleg: “No destruyas la ciudad, te daremos lo que quieras”. (…) Y dijo Oleg: “Cosed para los rus’ velas de tela preciosa, y para los eslavos de muselina”. Y así se hizo. Y colgó su escudo en las puertas para mostrar su victoria, y se fue de Constantinopla. Y (los rus’) izaron las velas de tela preciosa, y los eslavos las de muselina, y las desgarró el viento. Y dijeron los eslavos: “Quedémonos con nuestra burda tela; no nos han sido dadas a los eslavos velas ”. Y Oleg volvió a Kíev llevando oro y telas preciosas, y frutas, y vino, y todo tipo de alhajas. Y apodaron a Oleg el Profético, pues eran gentes paganas e ignorantes. (García de la Puente, 2019: 52-53) De esta forma, el príncipe Oleg es presentado en la Crónica como un auténtico trickster equiparable a otros héroes semejantes en mitologías antiguas, como Odiseo en la Ilíada y la Odisea o el dios Loki en la mitología nórdica. Por el contrario, el retrato que se hace en la serie del príncipe Oleg recuerda al estereotipo del déspota cruel y demente que se correspondería más bien con la imagen tradicional que nos ha llegado del zar ruso Iván IV “el Terrible”, de la segunda mitad del siglo XVI. Pero en lo que respecta al ataque a Noruega, más que por motivos de la trama de la serie, podemos sospechar que puede deberse a la identificación de los rus’ con los rusos contemporáneos que también realiza consciente o inconscientemente el creador de la serie, motivado por el temor ancestral que han despertado los rusos en Europa occidental, con el miedo recurrente a una invasión rusa que también encontramos en la serie noruega Okkupert (2015), y que a día 6 de hoy por las noticias que nos llegan de Europa del Este desgraciadamente parece haberse hecho realidad en Ucrania. En definitiva, podemos decir que la identificación de los rusos con los rus’ responde por una parte a la necesidad de construir una identidad nacional y a motivaciones geopolíticas desde el punto de vista interno de los propios rusos, y de la reafirmación de estereotipos nacionales del “otro” y a mitos y leyendas negras de la historia de Rusia desde la perspectiva externa occidental. Bibliografía: García de la Puente, I. (2019), Relato de los años pasados, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid. Santos Marinas, E. et al. (2018), “La lengua rusa en la comunicación política”, E- Prints Complutense, en https://eprints.ucm.es/id/eprint/48371/ [consultado el 14 de marzo de 2022].