El puente rojo. La hija de un ladrón, un lugar donde existir. FEDERICO GARCÍA SERRANO _____________________________________________________________________________ Página 1 de 4 La hija de un ladrón, un lugar donde existir (Belén Funes, 2019) A veces un padre puede convertirse en una atadura insoportable, no cabe la renuncia. Pero al tiempo tampoco poder desentenderse del dolor que provoca su ausencia, es la expresión de una contradicción existencial, una tormenta de emociones. En un momento de la película de Belén Funes, la joven Sara, madre de un bebé que se ha constituido en el epicentro de su vida, responde a la pregunta que le hace el padre de su hijo: “¿por qué no te olvidas ya de él (de su padre)? Porque no puedo, lo llevo en mi cara”. Este hilo invisible que aferra a los dos personajes (padre e hija) con tal tensión que produce heridas, y también golpes físicos y peleas dialécticas, queda sobrecogedoramente representado en la pantalla por los lazos de identidad entre los dos actores (Eduard Fernández y Greta Fernández, padre e hija en la vida real) en los que advierte esa misma mirada, la familiaridad de las expresiones, ese dibujo ambivalente en dos rostros en los que cabe adivinar dos caras de una misma moneda. Siendo la interpretación uno de los aspectos más relevantes y sobresalientes de esta película, no lo es todo, ni mucho menos. Sorprende en el cine español (en el más joven cine español, o catalán en lengua castellana si ustedes lo prefieren) una película que refleja un tema social con la falta de artificio de cineastas consa- grados como Ken Loach o los hermanos Dardenne (la comparación más recu- rrente por parte de la crítica especia- lizada), porque muy pocas veces encontramos en nuestro cine una historia narrada con tanta verdad, en una inmersión casi sin precedentes en uno de los barrios más degradados de Badalona, cuyo escenario es el entorno más ajeno a ninguna clase de estética, ni de artificio visual, que no sea esa simple acción de ir detrás de la vida de alguien, en donde la cámara se limita a dejarse llevar de un lado a otro, acompañando a una joven a la que cualquier resquicio de felicidad le parece negada. Tenemos en todo momen- to la sensación de estar asistiendo a una más de las miles de vidas que se dan en esta barriada humilde de clases traba- jadoras, en las que cada cual sobrelleva sus propias penurias, aferrados al instinto de seguir el curso de la vida, entre El puente rojo. La hija de un ladrón, un lugar donde existir. FEDERICO GARCÍA SERRANO _____________________________________________________________________________ Página 2 de 4 personajes que coexisten como una amalgama de soledades, pero con rasgos de solidaridad que son también elemen- tos esenciales en la historia. El rostro siempre apesadumbrado de Sara es la mejor expresión de las muchas cargas emocionales que soporta, como madre sin pareja estable, como hija de un padre a la fuga, como mujer a la carrera en la dura aventura de vivir cada día. Sara, retrato de una madre sin hogar La película, ópera prima, de la directora Belén Funes nos sumerge en la historia casi sin darnos cuenta, con la maestría de un guion que parece haber arrancado las escenas a la vida misma y la sobriedad narrativa que convierte a la cámara en la sombra del personaje, sin ningún afán por llamar la atención. Bastan las primeras escenas, los primeros minutos, para una vez descubierto el personaje en sus rutinas desde el momento inicial, irnos desvelando plano a plano el contexto de una vida con muy pocas ilusiones: una chica de la limpieza que se queda sin trabajo, que vive con su bebé en un hogar social compartido donde una mujer a la sombra le echa una mano en la tarea imposible de estar al tiempo trabajando y cuidando a su criatura; su infructuosa incursión en una oficina de empleo donde descubrimos en su oreja que porta un aparato para sordos; y, en fin, un encuentro fugaz con la mirada de un hombre, que le provoca la inmediata reacción de huir, si bien el hombre sale tras ella y la llama por su nombre: Sara. Paulatinamente vamos identificando el resto de los elementos, de los personajes, de la historia, que siempre se construye de forma lineal en torno a la joven de este cuento triste, de una madre sin hogar: un hermano pequeño, desatendido también por su padre, semiabandonado en un orfanato y por cuya custodia lucha también la joven. Para el planteamiento de la película sirve de escena clave el primer encuentro de Sara con su padre tras descubrir que ha salido de la cárcel (como intuíamos, el hombre del que huyó en la oficina de empleo). Pero en una escena siguiente es ella, esta vez, la que va a buscarle a él, mostrándonos que el hombre se gana ahora la vida vaciando viviendas y revendiendo enseres y chatarra; advertimos el primer indicio afectivo cuando el padre le ofrece una campana extractora de la vivienda que está desmantelando, en una escena sin la pausa necesaria para una conversación, que se complementa en la escena siguiente, en un bar, donde ambos quedan para conversar. “¿Cómo te han dejado salir de la cárcel?”, pregunta irónicamente la chica. No tardamos en descubrir la verdadera razón de este encuentro: ella le comunica que va a demandarle para conseguir la custodia de su hermano. El padre reacciona de forma airada y se rompe así todo atisbo de reconciliación. La primera conversación padre-hija en una cafetería sirve para poner sobre la mesa la distancia entre ambos y el objeto de su disputa: la custodia de su hermano menor. Establecido el tema de la película por esta lucha por la subsistencia, por la construcción de un hogar propio donde albergar a los suyos, llega el momento de El puente rojo. La hija de un ladrón, un lugar donde existir. FEDERICO GARCÍA SERRANO _____________________________________________________________________________ Página 3 de 4 poner en escena al padre de su bebé, al que acude a buscar a la estación de autobuses, cuando el joven regresa de trabajar en la vendimia. Apenas llegamos a conocer al padre del bebé de Sara, en su estar y no estar, la historia nunca nos ofrece su punto de vista. Peses a sus esfuerzos por atraerle, el joven Dani (Alex Monner) se muestra distante, intuimos que el niño nació fruto de una relación ocasional o no consolidada, y que este nuevo frente de lucha de Sara, formar una familia, no va por el buen camino, a pesar de los rasgos de nobleza que apreciamos en el esquemático personaje masculino. Con su aparición y la puesta en claro de su rol dentro de la historia, se completa la fase de planteamiento de la película, en el primer tercio de su recorrido. Un momento para la esperanza La llamada para ofrecer a Sara una oportunidad de empleo a prueba, como cocinera, es al fin el elemento dinami- zador que la historia necesita para cobrar un impulso en positivo. Tanta lucha debería tener su recompensa, es como esa premisa de la vida (dios aprieta, pero nunca ahoga) que nutre de energía al personaje para levantarle del suelo una y otra vez para volver a la lucha, siempre contra reloj, intentando estar en todos los frentes que la consumen. La impotencia de Sara queda en dife- rentes ocasiones mostrada por sus reacciones de pequeños arranques de violencia física: golpea a su expareja intentando encender la relación, golpea a su padre, al coche de su padre y a todo lo que se le ponga por delante porque la impotencia la vence, no encuentra, no funcionan sus armas para la lucha. No faltan los momentos de distensión entre compañeras y las escenas de solidaridad de personajes que se van enlazando en torno a la indefensión y las circunstancias de la joven Sara. Y la historia se centra en fin en esta verdadera lucha por la subsistencia, cuando a los múltiples frente se une la necesidad de consolidar una oportunidad laboral, como cocinera de rancho. Sin embargo, prevalece la sensación de soledad. En el momento central de la película se produce una escena para reunir, confrontar y tensar las relaciones familiares, con motivo de la primera comunión del hermano menor de Sara. Escena central de la película El puente rojo. La hija de un ladrón, un lugar donde existir. FEDERICO GARCÍA SERRANO _____________________________________________________________________________ Página 4 de 4 Otra de las escenas de mayor intensidad dramática la proporciona el hermano pequeño de Sara al encerrarse en un baño para reclamar atención y forzar que acuda su padre. En un segundo plano, cobra relevancia en la historia el complejo personaje del padre de Sara (Eduard Fernández): un expresidiario que no acierta a encontrar su papel como padre, que no atina a canalizar sus emociones, más allá de compartir su vida con una pareja que queda totalmente desconectada de la historia. Como el resto de los personajes masculinos, aparecen nada más que en función de Sara y sus problemas, sin llegar a elaborar mundos paralelos que multipliquen los puntos de vista y las lecturas del relato. El emotivo final de la película, la escena del juicio donde se dirime sobre la custodia del hermano menor, queda resuelto con brusquedad, en un plano final en el que la pregunta del abogado (“¿qué le puede usted ofrecer al niño”) deja sin palabras a Sara, solo con lágrimas de desesperanza. Es una opción de cierre en el, tal vez, único momento en el que el personaje alcanza a comprender el enorme vacío de su existencia. Federico García Serrano Título original: La hija de un ladrón Año: 2019. Duración: 102 min. Dirección: Belén Funes Guion: Belén Funes, Marçal Cebrian Fotografía: Neus Ollé Reparto: Greta Fernández, Eduard Fernández, Àlex Monner, Frank Feys Productora: B-Team Pictures / Oberón Cinematográfica. Distribuida por B-Team Pictures https://www.filmaffinity.com/es/film 822849.html https://www.imdb.com/title/tt848915 2/?ref_=ttfc_fc_tt www.elpuenterojo.es ISSN 2530-4771 https://www.filmaffinity.com/es/film822849.html https://www.filmaffinity.com/es/film822849.html https://www.imdb.com/title/tt8489152/?ref_=ttfc_fc_tt https://www.imdb.com/title/tt8489152/?ref_=ttfc_fc_tt http://www.elpuenterojo.es/