UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Ciencias y Técnicas Historiográficas LA IMAGEN DE LA REALEZA CASTELLANA BAJOMEDIEVAL EN LOS DOCUMENTOS Y MANUSCRITOS MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Fátima Pavón Casar Bajo la dirección del doctor Elisa Ruiz García Madrid, 2009  ISBN: 978-84-692-4884-3 1 UUNNIIVVEERRSSIIDDAADD CCOOMMPPLLUUTTEENNSSEE DDEE MMAADDRRIIDD FFAACCUULLTTAADD DDEE GGEEOOGGRRAAFFÍÍAA EE HHIISSTTOORRIIAA LLAA IIMMAAGGEENN DDEE LLAA RREEAALLEEZZAA CCAASSTTEELLLLAANNAA BBAAJJOOMMEEDDIIEEVVAALL EENN LLOOSS DDOOCCUUMMEENNTTOOSS YY MMAANNUUSSCCRRIITTOOSS II FFÁÁTTIIMMAA PPAAVVÓÓNN CCAASSAARR TTEESSIISS DDOOCCTTOORRAALL DDIIRRIIGGIIDDAA PPOORR DDªª EELLIISSAA RRUUIIZZ GGAARRCCÍÍAA CCAATTEEDDRRÁÁTTIICCAA DDEE PPAALLEEOOGGRRÁÁFFIIAA YY DDIIPPLLOOMMÁÁTTIICCAA DDEEPPAARRTTAAMMEENNTTOO DDEE CCIIEENNCCIIAASS YY TTÉÉCCNNIICCAASS HHIISSTTOORRIIOOGGRRÁÁFFIICCAASS YY AARRQQUUEEOOLLOOGGÍÍAA 22000088 ÍNDICE GENERAL. Págs . Índice ......................................................................................................................................2 Agradecimientos...................................................................................................................14 Abreviaturas .........................................................................................................................15 Normas de presentación gráfica y signos convencionales....................................................16 INTRODUCCIÓN: VALORACIÓN CRÍTICA ..................................................................17 PRIMERA PARTE ESTADO DE LA CUESTIÓN, OBJETIVOS Y METODOLOGÍA ...................................21 1. ESTADO DE LA CUESTIÓN.......................................................................................22 1.1. Consideraciones previas ................................................................................................22 1.2. La monarquía como institución .....................................................................................22 1.2.1. Definiciones 1.2.2. Las Cortes y la concepción corporativa del reino 1.2.3. Las relaciones Monarquía-Iglesia 1.2.4. Tendencias historiográficas 1.3. Símbolos del poder regio...............................................................................................36 1.3.1. Modalidades de la simbólica de la realeza 1.3.2. Principales símbolos políticos 1.3.3. Otras manifestaciones simbólicas 1.3.4. Tendencias historiográficas 1.4. La imagen del Rey.........................................................................................................42 1.4.1. Definición del concepto 1.4.2. Tipos de imágenes 1.4.3. Tendencias historiográficas 1.5. Propaganda ....................................................................................................................51 1.5.1. Definición 1.5.2. Medios de propaganda 1.6. Balance final ..................................................................................................................61 2. METODOLOGÍA DE TRABAJO Y FUENTES...........................................................63 2.1. Prenotandos ...................................................................................................................63 2.2. La Diplomática al servicio de la imagen real ................................................................63 2.3. La producción libraria ...................................................................................................66 2.4. La representación icónica ..............................................................................................67 2.5. Fuentes manuscritas.......................................................................................................68 2.6. Fuentes impresas ...........................................................................................................75 2.7. Otras fuentes ..................................................................................................................78 2.7.1. Sigilares 2.7.2. Numismáticas 2.7.3. Artísticas 2.7.4. Instrumenta 3. OBJETIVOS DEL PRESENTE ESTUDIO .....................................................................80 2 SEGUNDA PARTE DE AL FONSO X HASTA EL ADVEN IMIENTO DE LOS TRAST ÁMARA. TRÁNSITO DEL REY OCULTO AL REY EXHIBIDO LA REALEZA EN LA ÉPOCA DE ALFONSO X EL SABIO (1252-1284) .....................88 Árbol genealógico…………………………………………………………… ....…………89 1. MARCO HISTÓRICO…………………………………………………… .....………..90 1.1. Proclamación del Rey. 1.2. Un reinado con múltiples facetas. 1.2.1. Fracasos del monarca. 1.2.2. Éxitos del monarca. 2. LA TEORÍA POLÍTICA………………………………………………….....……….103 2.1. Su concepción de la Monarquía 2.2. Las Cortes 2.3. Política eclesiástica 3. LAS IMÁGENES DEL REY EN SUS OBRAS…………………………… .....…….109 3.1. Las Cantigas 3.1.1. El Códice Toledano 3.1.2. El Códice de los Músicos 3.1.3. El Códice Rico 3.1.4. El Códice de Florencia 3.1.5. Rasgos distintivos 3.1.6. La presencia del Rey 3.2. Obras científicas 3.2.1. El Lapidario 3.2.2. El Libro de las formas e imágenes que están en los cielos 3.2.3. Libros del saber de Astronomía 3.2.4. El Libro de las cruces 3.2.5. Tratado de Astrología y Magia 3.2.6. Las Tablas Alfonsíes 3.3. El Libro de los juegos: Libros de ajedrez, dados y tablas 3.3.1. Un códice con tres libros 3.3.2. Reflexiones sobre las representaciones regias 3.4. Obras históricas 3.4.1. Estoria de España 3.4.2. La Grande e General Estoria 3.5. Obra legislativa 3.5.1. Su política legislativo-jurídica 3.5.2. El Fuero Juzgo 3.5.3. El Fuero Real 3.5.4. El Espéculo 3.5.5. Las Siete Partidas 3.5.6. El Setenario 3 3.6.Características de la miniatura alfonsí 4. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS CÓDICES MINIADOS………………….. ....152 4.1. Libro intitulado del Tumbo de Santiago 4.2. Tumbo de la catedral de Santiago de Compostela 4.3. Notule de primatu nobilitate et dominio ecclesiae toletanae 4.4.Códice de Toxos-Outos 4.5. Biblia antigua del Real Monasterio de Las Huelgas 4.6. La Biblia de san Luis 5. LA IMAGEN DEL REY EN LA LITERATURA EJEMPLAR…………………. .....157 5.1. El Libro de los buenos proverbios 5.2. Bocados de oro 6. LA IMAGEN DEL REY A T RAVÉS DE LOS DOCUME NTOS: L OS PRIVILEGIOS RODADOS……………………………………………………… .....159 6.1. Peculiaridades 6.2. Ejemplos de privilegios rodados 7. REPRESENTACIONES DEL REY EN OTROS SOPORTES………………….. .....165 7.1. La imagen del Rey en las monedas 7.2. La imagen del Rey en los sellos 7.3. Imagen del rey en obras de arte 7.3.1. Estatua votiva de la Capilla Mayor de la Catedral de Toledo 7.3.2. Las vidrieras de la Catedral de León 8. ANÁLISIS DE LAS DISTINTAS IMÁGENES DEL REY…………………….. ......169 8.1. ¿Se puede hablar de retratos del Rey? 8.2. Imagen relacionada con el Hermetismo 8.3. Un solo rey pero con múltiples facetas Ilustraciones…………………………………………………………………………........173 - LA REALEZA EN LA ÉPOCA DE SANCHO IV (1284-1295)……………….........206 Árbol genealógico……………………………………………………………………. .....207 1. CLAVES DE UN REINADO……………………………………………………. .....208 1.1. Coronación del Rey 1.2. Un breve reinado 1.3. La muerte del Rey 2. IMAGEN POLÍTICA…………………………………………………………….......213 2.1. Concepción de la monarquía 2.2. La Cancillería 2.3. La política religiosa 2.4. Las Cortes 4 3. IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS…………………. ......216 3.1. Castigos e documentos del rey don Sancho 3.1.1. Génesis de la obra 3.1.2. Un libro didáctico 3.1.3. El manuscrito de la BNE 3.2. El Libro del Consejo e de los Consejeros 3.3. Puente literario entre Alfonso X y don Juan Manuel 3.3.1. Consideraciones previas 3.3.2. El Libro del Tesoro 3.3.3. El Lucidario 3.3.4. El Libro de los Cien Capítulos 3.3.5. La gran conquista de ultramar 3.3.6. De Preconiis Hispaniae 3.3.7. Segunda parte de la Estoria de España 3.3.8. Don Juan Manuel 3.3.9. Balance 4. IMAGEN DEL RE Y EN LOS DOC UMENTOS: LOS PRIVILEGIOS RODADOS……………………………………………………………………….......231 4.1. Características generales 4.2. Ejemplos de privilegios rodados 4.3. “Testamento” de Sancho el Bravo 5. OTRAS REPRESENTACIONES DEL REY……………………………………. .....236 5.1. La imagen a través de los sellos 5.2. La imagen a través de las monedas 5.3. Empresas artísticas 5.4. La espada 6. LAS DIVERSAS IMÁGENES DEL REY BRAVO……………………………........239 Ilustraciones…………………………………………………………………………........242 - REINADO DE FERNANDO IV (1295-1312)………………………………….........252 Árbol genealógico……………………………………………………………………. .....253 1. LA MONARQUÍA EN JAQUE………………………………………………….......254 1.1. Minoría del Rey 1.2. Mayoría del Rey 1.3. Muerte de “El Emplazado” 2. IMAGEN DE LA MONARQUÍA EN SU PUNTO MÁS BAJO……………….. ......257 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS……………… ......259 3.1. La Crónica de Fernando IV 3.2.El Libro del Caballero Zifar 3.2.1. Autor y fecha 3.2.2. El modelo de rey que propone 3.2.3. El manuscrito de París 5 4. LA IMAGEN REGIA EN LOS DOCUMENTOS……………………………….. .....263 4.1. Los privilegios rodados 4.1.1. Contenido 4.1.2. La forma externa del documento 4.2. Un privilegio real: “1295, agosto, 8. Valladolid” 4.2.1. Estudio del contenido del documentos 4.2.2. El retrato del Rey 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES……………………………….....267 5.1. Los sellos 5.2. Las monedas 6. Balance: la triste imagen de un Rey……………………………………………… .....268 Ilustraciones…………………………………………………………………………........269 - LA MONARQUÍA DE DON ALFONSO “EL ONCENO” (1312-1350)……….. .....275 Árbol genealógico……………………………………………………………………. .....276 1. MARCO HISTÓRICO DEL REINADO………………………………………… .....277 1.1. Bosquejo 1.2. Minoridad 1.3. Gobierno personal del Rey 1.4. Retrato físico y moral del Rey 2. IMAGEN POLÍTICA: EL FORTALECIMIENTO DE LA MONARQUÍA…….......282 2.1 La labor de gobierno 2.2. Política religiosa 2.3. Política cultural 2.4. La “Orden de la Banda” 2.5. La coronación 2.6. Las Cortes 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS…………….. .......290 3.1. El Ordenamiento de Alcalá 3.2. La Crónica de Alfonso XI 3.3. La Crónica troyana 3.4. El Libro de la montería 3.5. Speculum regum 3.6. Libro de la coronación de los Reyes de Castilla y Aragón 3.6.1. El autor y la fecha 3.6.2. El “ordo escurialense” 3.6.3. Las miniaturas 3.7. Suma del virtuosos deseo 3.8. Poema de Alfonso Onceno 3.9. Crónica de Espanya de Juan Fernández de Heredia 6 4. LA IMAGEN EN LOS DOCUMENTOS REALES……………………………... .....306 4.1. Las cartas plomadas 4.2. Los privilegios rodados 4.2.1. Cambios en el documento 4.2.2. Ejemplos documentales 5. LA IMAGEN DEL REY SOBRE OTROS SOPORTES………………………… .....309 5.1. La imagen del Rey en los sellos 5.2. La imagen del Rey en las monedas 5.3. Una escultura 6. DON JUAN MANUEL……………………………………………………….….. .....312 6.1. Biografía política 6.2. La imagen del Rey en su obra literaria 6.2.1. Libro del caballero et del escudero 6.2.2. Libro de los estados 6.2.3. Libro del Conde Lucanor 6.2.4. Tratado de las armas 6.2.5. Libro enfenido 6.3.Relaciones con el Rey 7. LA IMAGEN DE UN REY VENCEDOR……………………………………….. .....316 Ilustraciones……………………………………………………………………….….......318 - EL REY PEDRO I: ¿EL CRUEL O EL JUSTICIERO? (1350-1369)………….... .....339 Árbol genealógico…………………………………………………………………….. ....340 1. CLAVES DE UN REINADO CONFLICTIVO………………………………….......341 1.1. El heredero 1.2. Los conflictos bélicos 1.2.1. Deterioro del orden del reino 1.2.2. La “Guerra de los dos Pedros” 1.2.3. La Guerra Civil 1.2.4. La muerte del Rey en Montiel 1.3. Un testamento dudoso 1.4. María de Padilla 2. LA IMAGEN ORIGINADA POR SU LABOR DE GOBIERNO……………….......347 2.1. Un gobierno personal 2.2. El mal funcionamiento de la Cancillería 2.3. La marginación de las Cortes 2.4. Su actividad legisladora 2.5. ¿Responde a la imagen de cruel? 3. LA IMAGEN DEL REY EN LOS MANUSCRITOS……………………………. ....352 3.1. Nicolás González 3.2. Pero López de Ayala 3.3. Glosa al Regimiento de Príncipes 7 3.3.1. La obra 3.3.2. El manuscrito de la Biblioteca Nacional: Mss. 9236 3.4. Poesías partidistas 3.4.1. Romance histórico 3.4.2. Macías 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS REALES……......360 4.1. Documentos reales 4.2. Los privilegios rodados 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE OTROS SOPORTES……………… ........364 5.1. A través de los sellos 5.2. A través de las monedas 5.3. La estatua orante del Museo Arqueológico Nacional 6. LA IMAGEN QUE PREVALECE ES LA DE “PEDRO EL CRUEL”………….......366 Ilustraciones…………………………………………………………………………........368 TERCERA PARTE LOS TRASTÁMARA. EL REY EXHIBIDO………………………………………........376 - ENRIQUE II Y EL INICIO DE LA DINASTÍA TRASTÁMARA ( 1369-1379).......377 Árbol genealógico……………………………………………………………….…… .....378 1. CASTILLA EN LA ENCRUCIJADA…………… .........................................………379 1.1. De bastardo a Rey 1.1.1. Las andanzas del Conde 1.1.2. Un hecho clave: su matrimonio 1.1.3. La victoria de la propaganda Trastámara 2. UN REINADO CORTO PERO FRUCTÍFERO……………………………… .....….382 2.1. Política interior 2.2. Su obra reformista de gobierno 2.3. Las Cortes 2.4. Las relaciones con la Iglesia 2.5. Política exterior 2.6. Su muerte 3. LA IMAGEN DEL REY EN LAS CRÓNICAS…………………………………......389 3.1. Crónica de don Pedro López de Ayala 3.1.1. Retrato del Rey 3.1.2. Testamento de Enrique II 3.1.3. Manuscrito de la Real Biblioteca de Palacio: II/ 2970 3.2. La Crónica de Jean Froissart 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS REALES……......394 4.1. Características diplomáticas 4.2. El privilegio rodado 8 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE OTROS SOPORTES………………... .....401 5.1. La imagen del Rey a través de los sellos 5.2. La imagen del Rey a través de las monedas 5.3. Otras representaciones del Rey 6. JUICIO SOBRE UN REINADO QUE CAMBIÓ EL CURSO DINÁSTICO…….....405 Ilustraciones…………………………………………………………………………........407 - JUAN I DE CASTILLA (1379-1390)……………………………………………......418 Árbol genealógico……………………………………………………………………. .....419 1. HISTORIA DEL REINADO……………………………………………………........420 1.1. Un Rey de Castilla nacido en Aragón 1.2. La coronación 1.3. La aventura portuguesa 1.4. La paz con los petristas 1.5. Su testamento 1.6. Su muerte 2. SU IMAGEN POLÍTICA………………………………………………………….....426 2.1. Un ideólogo de la monarquía 2.2. Sus relaciones con la Iglesia 2.3. Las Cortes 2.4. Las reformas administrativas 3. LA IMAGEN DEL REY EN LOS MANUSCRITOS……………………………. ....436 3.1. La Crónica de Pedro López de Ayala 3.1.1. El protagonismo del autor 3.1.2. La imagen del Rey 3.1.3. El manuscrito de la Real Biblioteca: II/ 2970 3.2. El Pontifical Hispalense 3.3.Libro de la divina retribución 3.4. El escritorio regio 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS………………. .....440 4.1. El privilegio rodado 4.2. Documentos en papel que transmiten su dignidad real 5. IMÁGENES DEL REY EN OTROS DIFERENTES SOPORTES……………… .....445 5.1. Imagen del Rey en los sellos 5.2. La imagen del Rey en las monedas 6. BALANCE DE LA IMAGEN TRANSMITIDA POR LAS FUENTES………… .....446 Ilustraciones…………………………………………………………………………........449 9 - REINADO DE ENRIQUE III EL DOLIENTE (1390-1406)…………………….......458 Árbol genealógico…………………………………………………………………….. ....459 1. HISTORIA DE SU REINADO………………………………………………….. ......460 1.1. La regencia 1.2. El reinado personal 1.3. Su muerte 1.4. La cuestión sucesoria 2. SU IMAGEN POLÍTICA A TRAVÉS DE LAS RELACIONES CON LA IGLESIA Y LAS CORTES…………………………………………………………………. .....466 2.1. La Iglesia 2.2. Las Cortes 2.3. La imagen de un Rey modelo 3. LA IMAGEN QUE DEL REY NOS PROPORCIONAN LAS CRÓNICAS……......468 3.1. El cronista Ayala 3.2. Generaciones y semblanzas 3.3. El Victorial 3.4. La genealogía de los Reyes 3.5. Chroniques de Jean Froissart 4. LA IMAGEN DEL REY EN SUS DOCUMENTOS…………………………….......473 4.1. Los privilegios rodados 4.2. Otros tipos de documentos 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES……………………………….....478 5.1. La imagen en los sellos 5.2. La imagen del Rey a través de las monedas 5.3. El sepulcro del Rey 6. LAS OTRAS IMÁGENES DEL REY DOLIENTE……………………………... .....480 Ilustraciones…………………………………………………………………………........481 - JUAN II DE CASTILLA (1406-1454)…………………………………………….....489 Árbol genealógico……………………………………………………………………. .....490 1. CLAVES DE UN LARGO REINADO…………………………………………........491 1.1. La minoría 1.1.1. Breve reseña 1.1.2. Don Fernando de Antequera 1.2. El reinado personal del Rey 1.2.1. Bosquejo 1.2.2. Los Infantes de Aragón 1.2.3. Don Álvaro de Luna 1.2.4. La lucha contra el Islam 10 1.2.5. El testamento del Rey 2. IMAGEN POLÍTICA…………………………………………………………….. .....501 2.1. Personalidad del Rey 2.2. Concepción de la monarquía 2.3. El papel de las Cortes 3. LA IMAGEN DEL REY A T RAVÉS DE LOS M ANUSCRITOS Y S US AUTORES………………………………………………………………………........509 3.1. Una corte literaria 3.2. Los cronistas 3.2.1. La Crónica de Juan II 3.2.2. Crónica del Halconero 3.2.3. Refundición de la Crónica del Halconero 3.2.4. Crónica de don Álvaro de Luna 3.2.5. Conclusión 3.3. Tratadistas políticos 3.3.1. Pablo de Santa María (1352-1435) 3.3.2. Alonso de Cartagena (1385-1456) 3.3.3. Diego de Valera (1412-1486) 3.4. La avisación de la dignidad real 3.5. Juan de Mena (1411-1456) 3.6.El Marqués de Santillana (1398-1458) 3.6.1. Una vida con gran protagonismo 3.6.2. Sus obras de contenido político 3.7. Otras fuentes de contenido político 3.7.1. Juan Alfonso de Baena 3.7.2. Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique 3.7.3. Las coplas de la Panadera 3.7.4. Don Álvaro de Luna 3.7.5. Las Décadas de Tito Livio 3.7.6. La Biblia de Alba 3.7.7. Armorial equestre del Toisón de oro y de Europa en el siglo XV 3.7.8. Libro del conosçimiento de todos los regnos et tierras et señoríos que son por el mundo, et de las señales et armas que han. 4. LA IMAGEN DEL REY EN SUS DOCUMENTOS…………………………….......532 4.1. Los privilegios rodados 4.2. Riqueza documental 4.3. Valoración 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES……………………………….....543 5.1. La imagen a través de la sigilografía 5.2. La imagen del Rey en las monedas 5.3. La imagen real en pintura sobre tabla 5.6. La imagen real en esculturas 6. LAS IMÁGENES PROPAGANDÍSTICAS DE UN REY CONTROVERTIDO.. .....547 Ilustraciones…………………………………………………………………………........549 11 - REINADO DE ENRIQUE IV “EL IMPOTENTE” (1454-1474)………………... .....568 Árbol genealógico…………………………………………………………………….. ....569 1. MARCO HISTÓRICO…………………………………………………………… .....570 1.1. Su actitud como Príncipe de Asturias 1.2. Su reinado personal 1.2.1. Primera década: balance positivo para el Rey 1.2.2. Segunda década: descrédito del Rey 1.2.3. Muerte del Rey 2. LA IMAGEN POLÍTICA………………………………………………………….....582 2.1. Personalidad del Rey 2.2. Su concepción de la monarquía 2.3. Su relación con la Iglesia 2.4. Su relación con las Cortes 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS……………… .....591 3.1. Los cronistas 3.1.1. Alonso de Palencia 3.1.2. Enríquez del Castillo 3.1.3. Fernando del Pulgar 3.1.4. Diego de Valera 3.1.5. Dr. Galíndez de Carvajal 3.1.6. Crónica castellana 3.1.7. Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo 3.2. Tratadista político: Rodrigo Sánchez de Arévalo 3.3. La imagen del Rey a través de algunas poesías 3.3.1. Fernando del Pulgar 3.3.2. Soneto del Marqués de Santillana 3.3.3. Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique 3.3.4. Coplas del Provincial 3.3.5. Exclamación y querella de gobernación de Gómez Manrique 3.3.6. Cancionero de Gallardo 3.4. Genealogía de los reyes de Alonso de Cartagena 3.5. El manuscrito de París de El Libro del caballero Zifar 3.6. El libro de Jorge Einghen 3.7. Fortalitium fidei 3.8. Pontifical de Guillermo Durando 3.9. Arte de las batallas de Vegecio 3.10. De las estatuas antiguas 3.11.Balance 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS………………......615 4.1. Documentos en pergamino: los privilegios rodados 4.1.1. Características generales 4.1.2. Ejemplos documentales 4.2. Documentos en papel 12 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE SELLOS Y MONEDAS…………….......623 5.1. Los sellos 5.2. Las monedas 6. LAS IMÁGENES DEL REY…………………………………………………….. .....624 Ilustraciones…………………………………………………………………………........626 CUARTA PARTE LAS CONCLUSIONES……………………………………………………………… .....640 QUINTA PARTE FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………. ....672 1. FUENTES MANUSCRITAS…………………………………………………….. .....673 1.1. Manuscritos 1.2. Documentos 2. FUENTES IMPRESAS…………………………………………………………... .....687 3. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………......693 3.1. Bibliografía general 3.2. Instrumenta 13 AGRADECIMIENTOS. Muchas son las personas e instituciones a las que quiero agradecer su apoyo y ayuda durante la realización de esta tesis doctoral. En primer lugar a la profesora Elisa Ruiz Ga rcía, directora de esta investigación, por las horas dedicadas a guiar y corregi r mi trabajo, así com o por las que le he quitado de emplear en sus m últiples y extraordinarias publicaciones. Sin sus com entarios, siempre enriquecedores y oportunos, sus precisiones, tant o en lo formal como en el contenido, y su orientación en la búsqueda de nuevos m anuscritos y docum entos, no habría sido capaz de llevar a térm ino este largo trabajo de investigaci ón. Le agradezco, también, su afecto, su exquisito trato hum ano y su delicadeza a la hora de com entar m is m uchos errores. Con ella he aprendido m ucho, desde el rigor científico, que debe presidir todo estudio histórico, hasta a indagar en los d istintos archivos y bibliotecas en la búsqueda de fuentes que lo avalen. No obstante, soy consciente de las carencias qu e se puedan constatar y que son fruto de mi inexperiencia en estas lides. También me siento ob ligada a m encionar ex presamente a las ins tituciones donde he trabajado, consultando bibliografía y buscando las fuentes docum entales y manuscritas necesarias. Mi reconocimiento más sincero al personal que trabaja en ellas, sin cuya ayuda no habría sido posible llevar a cabo este estudio: Biblioteca Nacional de Madrid, Archivo Histórico Nacional (Madrid y Toledo), Museo Arqueológico Nacional, Biblioteca de la Facultad de Geografía e Hi storia y Fondo h istórico de la UCM, Real Biblioteca de Palacio, Real Biblioteca del Monasterio del Escorial, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Biblioteca de la Fundación Lázar o Galdiano, Biblioteca Zabálburu, Archivo General de Simancas, Biblioteca Colombina, Archivo Municipal de Murcia, Archivo de la Catedral de Murcia, Archivo de la Catedral de Oviedo, Biblioteca de la Universidad de O viedo, Archivo de la C asa Ducal de Medi naceli, Catedral de Toledo. Quiero agradecer a mis amigos por los buenos consejos, el apoyo logístico, las correcciones y el estímulo que siempre me han brindado. A todos ellos mi eterno cariño: Anastasio G arcía, Piedad Cá mara, Javier Martín-Benito, Trinidad Yunquera, Carmen Rodríguez, Pilar Rodríguez, Eduardo Mora-Esperanza, Crispina Estévez, Teresa Mateo, Fernando Pascual, Mercedes Bolaños, y José Manuel Díaz. No puedo d ejar de m encionar a m i familia, en especial, Pe pe, Laura y Paca, que siempre me han dado ánimos y han tenido una gran confianza en m í, lo que ha sido un puntal decisivo en los años dedicados a la realización de esta tesis doctoral. 14 ABREVIATURAS. ACA----------------- Archivo de la Corona de Aragón ACB ---------------- Archivo de la Catedral de Burgos ACMu--------------- Archivo de la Catedral de Murcia ACO ---------------- Archivo de la Catedral de Oviedo ACS ----------------- Archivo de la Catedral de Sevilla ADA ---------------- Archivo Ducal de Alba ADM ---------------- Archivo General de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli AGS------------------ Archivo General de Simancas AHN ---------------- Archivo Histórico Nacional AMMu -------------- Archivo Municipal de Murcia AMS ----------------- Archivo Municipal de Sevilla AMSC ---------------Archivo del Real Monasterio de S. Clemente de Sevilla ARChVa----------- Archivo de la Real Chancillería de Valladolid BAC----------------- Biblioteca de Autores Cristianos BAE ---------------- Biblioteca de Autores Españoles BL ------------------- British Library BNE ----------------- Biblioteca Nacional de España BNF ----------------- Biblioteca Nacional de Francia BRAH--------------- Biblioteca de la Real Academia de la Historia CSIC----------------- Consejo Superior de Investigaciones Científicas MAN ---------------- Museo Arqueológico Nacional RB ------------------- Real Biblioteca de Palacio RBME--------------- Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial 15 NORMAS DE PRESENTACIÓN GRÁFICA Y SIGNOS CONVENCIONALES. En las transcripciones realizadas, hem os seguido unos criterios que perm itan facilitar la lectu ra e in terpretación de los textos. Hem os m antenido los elem entos lingüísticos característicos de la época en que se escribie ron y, en la m edida de lo posible, los elem entos gráficos, pero m odernizando la ortografía en algunos aspectos con el objeto de facilitar la comprensión de los textos. Hemos aplicado las siguientes normas: - Las palabras abreviadas se han desarroll ado siem pre sin propor cionar indicación sobre las letras que han sido añadidas. - Se han respetado íntegram ente las grafías del texto que tienen valor filológico, sin introducir ninguna corrección. - Los grafemas i, j, u, v han sido representados m ediante su correspondiente valor fonético en la actualidad (vocálico/ consonántico). - Se ha respetado la grafía de ç y de la s consonantes dobles que no son iniciales de palabras - La nasal palatal se ha transcrito como ñ. - La conjunción copulativa se ha regularizado bajo la form a predom inante et / e cuando es representada mediante el signo tironiano. - Se han aplicado las norm as ortográficas vi gentes en lo q ue respec ta al uso de mayúsculas y minúsculas y, también, en las separaciones y uniones de palabras. - La puntuación del texto se ha establecido de acuerdo con los criterios actuales. - Se ha acen tuado el texto procurand o respet ar s u especifidad histó rica m ediante la aplicación de la tilde allí donde se ha juzgado necesaria su presencia. Se ha utilizado el acento ortográfico con valor diacrítico para evitar confusión en algunos dobletes, tales como y / ý. - En los casos de crasis por fonética sintáctica se ha conservado la forma contracta. Las transcripciones de fuentes prim arias editadas por otros investigadores las reproducimos respetando los criterios que ellos adoptaron, exceptuando las grafías u / v, la acentuación y el uso de las m ayúsculas, que hem os actualizado, todo ello para poder hacer una interpretación del contenido de los textos. Como signos convencionales hemos utilizado: [ ] : Adiciones para ayudar a la interpretación del texto. […] : Texto omitido o que falta 16 INTRODUCCIÓN: VALORACIÓN CRÍTICA. En el punto de partida de escoger el tema enunciado com o objeto de nuestra investigación está la referenc ia que hace la prop ia directora de esta Tes is Doctoral, Dª Elisa Ruiz: “No se puede conocer a fondo una sociedad dada si no se estudia su imaginario, ya que éste form a parte de la realidad en que se desenvuelven sus miembros, por ser una transposición de la arquitectura m ental de la época” 1. Ese “imaginario” de la figura que ostenta el poder temporal en la Castilla bajom edieval, el rey, es lo que querem os desentrañar para cono cer la m entalidad de la s ociedad de ese período histórico que m arca la transición de la Edad Media a la Modernidad, lo que en definitiva es descr ibir s us valo res, sus id eales y sus cond icionamientos re ligiosos y culturales, aspectos que incidirán en su sistema político. Existen, adem ás, otras razones para haber elegido este tem a. En prim er lugar porque exige que el estudio directo de las fuentes se a la colum na vertebr al de e sta investigación, ya que consideramos fundamental, para la formación de todo historiador, el trabajo en archivo s, bibliotecas y museos especializados. El material conservado en estas instituciones requiere la aplicación de las técnicas historiográficas con rigor. Por otro lado es un tema que se debe abor dar desde la perspec tiva de la Historia de las mentalidades, que actualmente se ha consolidado como un campo de estudio que atrae a múltiples historiadores españoles y extranjeros y que es muy productivo porque, como ya dijo Le Goff2, carece de lím ites precisos. Su objetivo es lo colectivo, lo cotidiano, lo que escapa a los sujetos indivi duales de la historia , y nos revela el pensamiento de un pueblo, por eso todo puede ser fuente, y por ello hay que hacer sobre ellas una lectura diferente. Consideramos que la historia de las mentalidades va ligada a los sistemas culturales, creencias, valores y al sustrato intelectual donde se elaboran y evolucionan, y es en este contex to en el que se puede enm arcar el estudio de las imágenes regias, ya que sirven para entende r cómo el m onarca quería p resentarse ante su pueblo y tam bién cómo lo consideraba és te, teniendo en cuenta un valor añadido, y es que las fuentes objeto de estudio pueden ser m uy variadas, desde una cerem onia hasta un poema satírico, un libro de juegos o un sello. En un pri mer momento pensamos centrar la investigación en el reinado de los Reyes Católicos, porque consideramos que fue un reinad o clav e en la evo lución de España, y porque fueron unos soberanos que se sirvieron con habili dad de los recursos de la propaganda, pero para llegar a com prender lo que representó su sistem a monárquico era necesario retrotraerse a la época anterior y, en concreto, a una figura tan atractiva y con tanta p roducción de imágenes como Alfonso el Sabio. A raíz de estas investigaciones, los docum entos y m anuscritos m anejados resultaron ser tan interesantes, tan ricos y tan abundantes, que c onsideramos conveniente limitarnos a los reyes bajomedievales de Castilla, para poder abarcar con rigor el estudio propuesto. Además en los últim os años, con motivo del ce ntenario de Isabel la Ca tólica, se h an publicado muchas obras sobre su reinado, por lo que la posi bilidad de hacer aportaciones novedosas sobre ellos eran escasas. 1 “El poder de la escritura y la escritura del poder” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, p. 306. 2 LE GOFF, Ja cques: “Las mentalidades. Una historia a mbigua”, en Hacer la Historia , Barcelona: Laia, 1980, pp. 81 y ss. 17 Esperamos que nuestra investigación c ontribuya a revalorizar algunos de los monarcas no suficientem ente conocidos, as í com o a dar una visión global de la evolución de la representación icónica a lo largo de tres siglos, ya que lo que existe son estudios específicos de los docum entos y manuscritos más relevantes, y que, adem ás, los apéndices de fuentes icónicas que aparecen al final de cada reinado, se conviertan en un instrum ento de ayuda para los estudios os de diplom as y m anuscritos m edievales, tanto desde el punto de vista histórico como artístico. Abordar la im agen de la m onarquía nos ha exigido un d oble planteam iento. Primero estudiar la rep resentación de los reyes concretos que ocupan la Baja Edad Media, de m anera individual, y en segundo l ugar, la de la institu ción monárquica que trasciende la de la persona pasajera. Las im ágenes encierran toda una co ncepción de la vida política con sus intereses e ideales y la idea fundamental de la monarquía es la del mantenimiento de un orden perfectamente reglado, con un centro de poder que encarna el soberano, al que deben ser leales sus súbdi tos. En general se nos ofrece el aspecto ideal del buen rey, dotado de sobresalient e virtudes, que es un ejemplo para sus súbditos, por eso proliferan obras del géne ro de los “espejos de príncipes” que estudiaremos, del m ismo modo, que en todo mo mento, también se busca la exaltación de la monarquía. La i magen, com o for ma externa del rey, tiene gran fuerza debido a la identificación entre lo represen tado y lo que representa, ya Alfonso X decía en el Espéculo3 y en las Partidas4 que m erecen tan to respeto como el m ismo rey, po rque suponen una representación de su corporalid ad y porque son su “rem enbrança” cuando él no es tá, por lo tanto tienen un a f unción su stitutiva, y al e studiarlas ana lizamos la figura de los propios m onarcas, de ahí que se pueda inferir el poder que ostenta así como los condicionantes políticos de su época, porque según se le muestra el espectador puede deducir cuál es el mensaje que le quiere transmitir, porque las imágenes se hacen eco de la sociedad en que se producen y contienen un código de sím bolos que comunican m ensajes visuales , tal y com o dice Elisa Ruiz 5 el rex a gens, que se expresaba por la v ía de la palabra y del gesto, se transformó en el rex scribens, cuya voluntad se plasm aba mediante el recursos de signos visuales. Dichas im ágenes son el objeto de nuestro trabajo, las cuales son de naturaleza intelectual y están cargadas de un significado político que es el que buscam os. Por eso beberemos en las fuentes escritas, bien sea a través del con tenido que nos transmiten las representaciones figurativas y los símbolos, que plasm an lo que es el rey a través de sus e mblemas y, por supuesto, a través del contenido que nos trasmite la palabra de sus autores, por ejemplo, los escritos de doctrina política, que difundían unos pr incipios de sobera nía que apoyaban la autoridad del m onarca, y las cualidades de que debía estar adorna do el príncipe ideal; también las obras literarias, las fórmulas habituales de los documentos de la cancillería, los discursos regios o las crónicas: todo este material se puede utilizar com o arma de propaganda política y por eso ofrecen una idea determinada del p rotagonista, que e s el rey. La simbología insita en las diversas im ágenes regias nos da indicios claros de la mentalidad colectiva d e la sociedad que las genera, porque nos inform an de m anera 3 Libro II, Título XIV, leyes 5ª-7ª. 4 Libro II, título XIII, ley 18ª. 5 “Rex scribe ns: Los di scursos de l a c onflictividad e n A lfonso X el S abio” e n L a Monarquía c omo conflicto en la Corona Castellano-leonesa /1230-1504), Madrid: Sílex, 2006, pp. 359-422. 18 significativa de cóm o era la sociedad, la cultur a, las creen cias religiosas, la lega lidad vigente y de cómo se producen las transform aciones políticas. Los si gnos y los rituales propagandísticos reflejan cóm o es la m entalidad de una nación, porque son los que utiliza el poder, para fomentar la adhesión de los súbditos a la monarquía. Las manifestaciones visuales del monarca bajomedieval tienen un gran atractivo, algunas son auténticas obras de arte, unas de mayor calidad que otras, aspecto que no desdeñamos, pero a nosotros nos interesa su simbolism o político, porque son fruto de una sociedad em inentemente si mbólica, po r eso vam os a bucear en las aguas d e la cultura escrita, tanto en la producción lib raria com o docum ental a la búsqueda de imágenes de naturaleza em blemática, heráldica y figurativa en las páginas ilum inadas. Además, tenemos que leer en esas m iniaturas simbólicas de los d istintos reyes que no presentan unos rasgos fisonóm icos concreto s, sino una caracteri zación de la función política y carism ática que desem peñan, por eso les reconocem os por c iertos atributos como son l a corona, el cetro, la espada o el trono. Tratarem os de buscar el m ayor número posible de dichas efigies, pintadas o dibujadas, en los distintos archivos y bibliotecas, aunque nos consta que de unos reyes hay más que de otros. La presen te tes is se es tructura en cinco partes. En la p rimera abordam os el estado de la cuestión, es decir, valoramos críticamente lo que se ha pub licado sobre el tema en concreto o so bre cues tiones parale las que son imprescindi bles para abordar nuestro trabajo com o, por ejem plo, el tem a de la propaganda. Tam bién incluim os un apartado para los objetivos y otro para la metodología. En la segunda parte: De Alfonso X hasta la dinastía Trastámara. Tránsito del rey oculto al rey exhibido, y en la te rcera parte: Los Trastámara. Predominio del rey exhibido , n os centram os en el estu dio directo de los diez reinados bajom edievales, atendiendo a la división que tan acertadamente ha es tablecido el p rofesor Nieto Soria6, quien habla del “Rey Exhibido” de la dinastía Trastámara frente al “Rey oculto” de la etapa anterior, porque nos parecen dos imágenes globales muy acertadas y precisas que reflejan el tránsito del rey medieval al rey m oderno. La cuarta parte se dedica a las conclusiones y la quinta a fuentes y bibliografía. La segunda y tercera parte constan de cinc o capítulos cada una, dedicados a un rey, los cuales se inicia con su árbol geneal ógico, en el que a parecen los familiares más significativos. El estudio propiamente di cho com ienza por un encu adre h istórico amplio, en el que, evidentemente, no se aporta nada nuevo, pero es conveniente resaltar los acontecimientos más relevantes de cada reinado para entender las representaciones de los documentos y manuscritos, tanto las verbales como las icónicas, puesto que estas responden a situaciones políticas concretas; trataremos de relacionar las reproducciones figurativas con las que extraigam os de los te xtos y con los acontecim ientos históricos que conocemos, y ver si se corresponden, y así podremos hacer un a análisis má s profundo de éstos para captar los conceptos no formulados verbalmente pero latentes en los docum entos y m anuscritos, del m ismo m odo que es necesario co nocer lo qu e la historia nos cuenta de cada rey para entende r e interpretar su s imágenes. Otro apartado importante es el de la activ idad política que ejerce el rey como gobernante, donde se trata su co ncepción d e la m onarquía, la le gitimidad dinástica, su s vinculac iones 6 “La Realeza”, en Orígenes d e l a Mo narquía hispánica. Propa ganda y leg itimación (1 440-1520), Madrid: Dykinson, 1999, p. 46) “Del rey oculto al rey exhibido: un síntoma de las transformaciones políticas de la Castilla bajomedieval”, Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, 2 (1992), pp. 5-27. 19 contractuales de tipo gu errero y f eudal con la a ristocracia, su relación con la Iglesia y con las Cortes, que actúan como limitadores del poder regio. La suma de todos ellos nos permitirá ob tener las cla ves de la im agen política de cada rey, así co mo observar la evolución hacia una m onarquía autoritaria dentro del proceso de form ación del Estado Moderno que se detecta ya en la Baja Edad Media. El núcleo principal y el obj etivo de nuestra investigac ión sobre cada reinado lo constituye el análisis de las diversas imágenes del monarca, en primer lugar abordamos la producción m anuscrita para desentrañar la s que aparezcan en las diversos obras escritas, por ejem plo las Crónicas y las ob ras literarias, a continua ción se analiza la tipología docum ental, tanto sus caracteres internos com o externos, dedicando un apartado específico al privilegio rodado, por que encarna la gracia y m erced potestativa del monarca. También incluimos el estudio de las im ágenes sobre otros soportes, con especial atención a lo s sellos y a las m onedas, adem ás de a otras m anifestaciones artísticas. Cada cap ítulo concluirá con un resumen en el qu e se hace un balance de las imágenes extraídas de los docum entos y m anuscritos, tanto de naturaleza verbal como icónica, para ver si se corresponden, así co mo compararlas con la s que aparecen sobre materiales no escriturarios, y determinar de qué manera ejerce el poder, de qué símbolos se vale, en definitiva, qué im agen nos ofr ece y cuál se aproxim a a la realidad . A continuación de cada capítulo habrá un apéndi ce documental y fotográfico en el que se incluirán todas las figuras numeradas que hayamos comentado. La cuarta parte, el epílogo, consta de las conclusiones finales donde exponem os el resultado de nuestra investigación, que supone una puesta al día de los conocimientos existentes sobre el tema analizado, aunque, por supuesto, queda abierta la posibilidad de futuros hallazgos y de futuros trabajos que perfilen lo aquí explicado. La quinta parte es tá dedicada a fuentes y bibliografía. Contiene las fuentes manuscritas que hem os estudiado, tanto librarias com o docum entales, que han constituido la materia prima del presente tr abajo, y que nos ha obligado a consultar los fondos de archivos y bibliotecas m uy variados y distantes geográficam ente, principalmente de España, pero tam bién de Francia, In glaterra, Alem ania e Italia. Hemos incluido un epígrafe de fuentes impresas porque es imposible consultar todas las obras originales y porque, además, hay excelentes ediciones críticas de muchas de ellas. El apartado que incluye la bi bliografía utilizada es m uy amplio, hemos procurado que sea lo m ás exhaustivo posible, pero no dudamos que pueda haber publicaciones recientes que hayan quedado fuera de nue stro conocim iento, puesto que el arco cronológico que he mos abordado es de dos sigl os, y son muchos los reyes analizados, pero toda investigación tiene que marcarse un límite y, a la vez, abrir nuevos caminos. 20 PPRRIIMMEERRAA PPAARRTTEE EESSTTAADDOO DDEE LLAA CCUUEESSTTIIÓÓNN,, OOBBJJEETTIIVVOOSS YY MMEETTOODDOOLLOOGGÍÍAA 21 1. ESTADO DE LA CUESTIÓN. 1.1. CONSIDERACIONES PREVIAS. El desarrollo de cualquier investig ación supone una tarea previa de conocimiento de las principales líneas de i nvestigación trazadas y de las contribuciones más relevantes sobre el área en cuestión. En este caso, m anejar la amplia bibliografía sobre el tema, objeto de nuestra investigación, no ha sido tarea fácil por varios motivos: existen diversas facetas que abordar pues, ad emás de las teorías esp eculativas s obre monarquía, imagen, propaganda y símbolos, hemos tenido que estudiar diez reinados, a lo que se añ ade la neces idad de u tilizar conocimientos técnicos propios de disciplinas tales com o paleografía, diplomática, numismática, sigilografía, literatura e historia d el arte. La suma de todo ello ha supuesto el manejo de gran cantidad de obras de consulta, unas son estudios parciales en los que se a bordan aspectos muy conc retos, otras son de ámbito general, unas se centran en una coyuntura determ inada, otras son estudios diacrónicos. A esto hay que añadir que c onsultamos tanto libros com o publicaciones periódicas, y que cualquiera de los asp ectos que tocamos sigue generando en la actualidad nuevos trabajos, unos de revisión de antiguo s planteam ientos, y otros abordando nuevos enfoques. Por estas razones hemos tenido que hacer u n gran esfuerzo para sintetizar la inform ación ya que nuestra inv estigación tiene un carácter multidisciplinar. En la par te final de es ta tesis f igura un amplio repertorio bibliográfico de obras que hemos consultado, por supuesto que se po drían incluir m uchas más. Hemos citado las que han sido, a nuestro juicio, m ás productivas con vistas a nuestra investigación. Somos conscientes de que es un tem a vivo que genera continuam ente nuevas publicaciones y que, por tanto, nuestro apéndice bibliográfico siempre ofrecerá lagunas. A continuación expondrem os los presupue stos teóricos sobre los que se ha articulado nuestra investigación. 1.2. LA MONARQUÍA COMO INSTITUCIÓN 1.2.1. DEFINICIONES. Dado que vam os a estudiar la im agen de la m onarquía en un determ inado período de tiempo, parece conveniente explicar qué se entendía por tal institución en la Edad Media y las características qu e ten ía, para observar su e volución y los cam bios que se operaron en su imagen desde el siglo XIII al XV. Un tratado clásico sobr e este asunto es el Curso de Historia de las instituciones españolas de García de Valdeavellano, quien dedi ca una parte sustanci al a explicar la institución monárquica, puesto que era la forma de gobierno de los reinos hispano- cristianos medievales. S egún él, esta instituci ón tiene su origen en el m undo romano y en el germánico1, al que se suma un fuerte fundamento teórico cristiano, tomado de san 1 Joaquín Gimeno Casalduero piensa que, según las antiguas doctrinas germánicas, el rey es el propietario de la tierra, de ahí el origen patrimonial que a s u poder se atribuía, y por eso es el padre de la patria, el soberano, y las relaciones c on sus vasallos se sustentaban en m utuos compromisos. Al rey se le atac aba cuando alguien, como parte contractual, no cumplía sus obligaciones, pero, en cuanto rey, se le respetaba. (La imagen del monarca en la Castilla del siglo XIV, Madrid: Revista de Occidente, 1972, pp. 17 y ss.) 22 Agustín2 y de Santo Tom ás3, para quien la Hu manidad constituye un reino universal, espiritual y temporal, regido por Dios, del que emanan los gobiernos terrenales dirigidos por los reyes4 que, como “señores naturales”, ostentan el poder político. Es cierto que el pensamiento político medieval consideró la monarquía como una institución de derecho divino, tomando como punto de partida la Epístola a los Romanos de san Pablo, donde dice que “no hay potestad, sino de Dios”, pero hubo disensiones en la interpretación de la procedencia inm ediata: unos sostenían que los m onarcas lo reciben directam ente de Dios, es decir, la teoría de scendente; otros mantenían que procede del P apa, que recibe el poder espiritual y el tem poral (las dos es padas), aunque transm ite éste a los reyes, y de ahí la su premacía de la Igles ia sobre la Monarquía; y por último, los que decían que el poder político derivado de Dios reside en la comunidad, la cual lo confía al rey: ésta es la teoría ascenden te de la iurisdictio. La aceptación del origen divino del poder fue incuestionable y prueba de ello es que todos los reyes se titu laron “p or la gracia de Dios”, así c omo existen numerosos testimonios de que el rey “es el vicario de Dios en su reino”. De esta doctrina se deducía que en lo temporal no había autoridad superior a la del rey, considerado el Princeps o prim ero de los hombres del Reino, por lo que estaba investido de un am plio poder político que im plicaba num erosas atribuciones: gobernar la com unidad, ser la cabeza de la es tructura administrativa, hacer la paz y la guerra pa ra def ender la integ ridad d el ter ritorio, adm inistrar justic ia, ha cer las leye s, controlar la Igle sia, ad ministrar la Haci enda, etc. Tam bién os tentaba una serie de monopolios tales com o la em isión de m oneda, percibir la fonsadera, el yantar 5 y las rentas reales. Pero la monarquía m edieval es una m onarquía lim itada, con restricciones impuestas por: el respeto de la ley divina y de las leyes, costum bres y fueros, la búsqueda del bien de la com unidad y cooperar con las Cortes. Especialmente durante la Baja Edad Media, el rey pres taba el ju ramento de regir su reino con justicia guardando sus leyes y costum bres, a cam bio la población se som etía al poder real y le juraban fidelidad, de aquí que se entendiera la monarquía com o un pacto; no obstante, desde mediados del siglo XIV se advierte la tend encia a consid erar el pod er del rey co mo absoluto, debido a la influencia romanista. En principio fue más en la doctrina que en la práctica, pero ya Enrique III y sobre todo Juan II usan la ex presión “de mi propio motu e poderío real absoluto” en sus docum entos, lo que fue contestado, especialm ente por los nobles y, de hecho, las sublevaciones nobi liarias, especialmente las del siglo XV, hay que situarlas en el d ebate de la concep ción del poder real: el rey trata de acaparar prerrogativas y los nobles aspirar a co mpartir parte de ese poder erigiéndose en defensores de las reivindicaciones de todo el reino. 2 En s u De civitate Dei defiende que la pluralidad ha de subordinarse a la unidad en el gobierno de las sociedades humanas, c omo reflejo de la unidad de l gobierno d ivino, con lo sien ta lo s fundamentos teóricos de base cristiana de la monarquía como forma de gobierno. 3 Recogemos dos textos significativos: “Dice la d ivina sab iduría: ·Por mí rein an l os reyes y los legisladores decretan c osas justas·, y como la razón de la divina sabiduría es la ley eterna, síguese que todas las leyes proceden de la ley eterna· […] La ley humana tiene razón de ley sólo en cuant o se ajusta a la recta razón. Y, así consi derada, es manifiesto que procede de la ley eterna. Pero, en cuanto se ap arta de la recta razón, es u na ley in icua; y así no tiene ca rácter de ley sino m as bien de violencia”. (Suma Teológica, 1-2, q.93, a.3, Madrid: BAE, 1956, pp. 94-5.) 4 En el pensamiento medieval se t oman como modelos a l os reyes del Antiguo Testamento. Isaías es el primero que a nuncia al Mesías que sal drá del tronco de Jesé, es deci r, un rey que será lugarteniente de Dios y que ten drá co mo prim era fu nción estab lecer la ju sticia, que será Espíritu d e sa biduría e inteligencia como Salomón, y Espíritu de prudencia y fuerza como David ( Isaías, capítulo 11). 5 Fonsadera era la red ención en metálico del serv icio militar. El yan tar era el d eber de los súbd itos de alojar y sustentar en sus casas al rey o a sus enviados. 23 Otro principio funda mental de la m onarquía castellana fue su condición de hereditaria, aunque la sucesión no estuvo reglamentada hasta que se fijó en las Partidas6. Pero, en realidad, esta ley no entró en vigor hasta que Al fonso XI promulgó el Ordenamiento de Alcalá en 1348. No obstante, el derecho de primogenitura se aceptó por todos y se observó siem pre, excepto en la sucesión de Alfonso X, precisam ente él quiso que su trono pasase a sus nietos, tras la muerte de su hijo mayor don Fernando de la Cerda, pero Sancho IV i mpuso sus derec hos de hijo “segundogén ito” tras la m uerte de su hermano; también Enrique II e Isabel la Católica alteraron la sucesión hereditaria de línea directa, pero fue en el con texto de guerras civiles, que ya explicaremos. En las Partidas se estab leció que el rey fu ese declarado mayor de edad a los 14 años, lo que supuso la existencia de regencias cuando el heredero era m enor de edad, el caso m ás señalado es el de María de Molina quien actuó como regente de su hijo Fernando IV y de su nieto Alfonso XI; pero no hubo una disposición clar a sobre el n ombramiento de regentes, cada rey estableció quiénes ocuparí an ese cargo mientras su heredero no fuera mayor de edad. Lo que siem pre se observó, a lo largo de la Baja Edad Media, fue el juramento y reconocim iento de las Cortes al heredero del reino, convirtiéndose en una de las ceremonias más solemnes de exaltación de la monarquía. Miguel Ar tola7 en una obra dedicada a este asun to explica la evolución de la monarquía española. Aunque él se centre en el estudio de la época Moderna y Contemporánea, lógicam ente se remonta a los tiem pos medievales. Destacamos unos conceptos básicos para entender m ejor esta cuestión. Arranca su estudio de la Política de Aristóteles, cuyas ideas fueron transm itidas funda mentalmente por la obra d e Alfonso X. Para el Estagirita, la mona rquía era el gobierno de uno, cuando busca el bien de la comunidad; pero a esta definición tan concisa y clara se le añadieron du rante el periodo medieval otros valores como la legitimación divina del poder: rex gratia Dei. El titular es, a su vez, d elegado por la p ropia sociedad para ejercer un poder m ilitar y señorial, y la sucesión dinást ica por línea de varón, de m anera que la ascensión de un rey de otra procedencia im plicaba el cam bio de dinastía; finalmente, la define como la forma de Estado que resulta de la incor poración de dos o m ás reinos, con órganos legisladores propios y con una lim itación territorial en la vigencia de sus norm as. Por último, define al rey co mo la perso nificación de la Corona. Estos prin cipios sencillos pero no por ello m enos importantes se ven, efectivamente, en la Monarq uía castellana, porque viene determ inada por la unión del reino de Castilla con el de León, cuyas Cortes acaban siendo unas, con funciones legi slativas y de concesión de servicios, porque asistiremos a un cambio de dinastía cuando Enrique II, de línea bastarda, se haga con el trono tras la batalla de Montiel en 1369, y porque la personalidad concreta de cada rey influye sobre la política de la Co rona que, en esos siglos m edievales, se identificaba con el Estado, a cuya cabeza se situab a sin ninguna du da. Todos estos rasgos los com probaremos a lo largo de lo s diez reinados que vam os a estudiar, que abarcan el período histórico denominado Baja Edad Media, entre los siglos XIII y XV. 1.2.2. LAS CORTES Y LA CONCEPCIÓN CORPORATIVA DEL REINO. Las Cortes fue una institución básica en el reino de Castilla a l igual que en lo s demás reinos cristianos peninsulares. Para explicar su funcionam iento nuevam ente 6 El prim ogénito del rey , o l a pri mogénita, si el rey no t enía hi jos va rones, y si no hu biera hijos ni descendientes de la línea recta, heredarían los hermanos del rey y los de la línea colateral. 7 ARTOLA, Miguel: La Monarquía de España, Madrid: Alianza, 1999. 24 recurrimos a García de Valdeavellano 8. Estaban integradas por los tres estados y se celebraban cuando las convocaba el rey m ediante cartas dirigidas a los nobles, eclesiásticos y concejos, indica ndo el lugar y la fecha. El rey abría las Cortes en una sesión solemne, acompañado de la reina, del heredero y de otros miembros de la familia real; dirigía un discurso a los reunidos en el que exponía los asuntos que proponía tratar; le respondían los estam entos, en primer lugar el nobiliario por boca del Conde de Lara, en segundo lugar el eclesiástico por el Arz obispo de Toledo y, por último, el estado llano por el procurador de la ciudad de Bu rgos. A continuación, los estados se reunían por separado para deliberar sobre las propu estas regias y para tratar sus propias peticiones. Finalm ente, reunidos todos juntos , votaban los acuerdos y se dirigían al monarca las peticiones y quejas, a las que el rey daba su asentim iento o no. Las resoluciones se fijaban en los cuadernos de Cortes. Su función fundam ental era la concesión de los subsidios extraordinarios, además prestaban el juram ento al nuevo rey y al heredero, entendían en todas las cuesti ones importantes del re ino y también tenían potestad legislativa, pero la compartían con el rey. Según Nieto Soria 9, las Cortes de Castilla eran una plasm ación institucional de la concepción corporativa10 del reino: los estamentos eran los miembros del cuerpo y el rey el alm a, cabeza y corazón. Y añade que la im agen principal que del m onarca se ofrece en las Cortes es la del rey -juez, porque juzga lo que s e debe conceder y denegar para el mejor regimiento del reino. Según Valdeón Baruque 11, el papel desem peñado por las Cortes ha sido muy debatido por los historiador es desd e Martínez Marina 12 en el sig lo XIX hasta los especialistas en Historia del Derecho actuales, pero coinciden en que tuvieron un papel decisivo, especialmente en el siglo XIV. La convocatoria er a, sin duda, prerrogativa del rey, lo discutible es fijar las atribuciones efectivas de que disponían las Cortes, y la más discutida es su potestad legis lativa. Valdeón cree que s e puede ap reciar un matiz diferencial entre las leyes que otorgaba un monarca y las que se promulgaban en las Cortes, por ejem plo, los ordenam ientos, que fueron de gran im portancia para la administración del reino; de ahí el gran interés que para los historiadores tiene el estudio de los cuadernos de C ortes, en los que se recogen los ordenam ientos de leyes, las peticiones de los estam entos y las respuestas d el rey. Por el c ontrario, ha y acuerdo unánime en adm itir la importancia de los se rvicios extraordinarios concedidos por las Cortes al rey; también se acepta el carácter simbólico de la jura del rey y del heredero. Suárez Fern ández13 opina que, en esencia, las Cortes eran u na reunión entre monarca y vasallos, en las que fundam entalmente se establecí a un diálogo entre los 8 GARCÍA DE VALDEAVELLANO, Luis: Curso de Historia de la s Instituciones españolas, Madrid: Revista de Occidente, 1977, 5ª ed., pp. 472 y ss. 9 NIETO SORIA, José Manuel: Fundamentos ideo lógicos d el poder real en Castilla (sig los XIII-XVI), Madrid: Eudema, 1988, pp. 205-6. 10 C oncepción que t uvo m ucho vigor d urante l a Eda d Media, y de l a que t rataremos en múltiples ocasiones en nuestro t rabajo. Ti ene s u origen e n l a doctrina del “c uerpo m ístico”, f ormulada por san Pablo: “Tomad el ejemplo de nuestro cuerpo: él es uno aunque tenga varias partes, pero no todas tienen la misma funci ón. L o mismo nosotros, c on ser m uchos n o fo rmamos si no u n sol o cuer po en C risto” (Romanos, XII, 4-5). 11 V ALDEÓN BARUQUE, J ulio: “Las C ortes castellana s en el siglo XIV”, Anuario de Est udios Medievales, 7 (1970-71), pp. 633-44. 12 Segú n M artínez M arina en las C ortes se sel laba un pacto y un c ontrato sag rado e ntre el R ey y su pueblo, y a qu e ju raba respetar l as cost umbre patrias, observar l as l eyes fu ndamentales, y gua rdar los derechos y libertades del pueblo. (Teoría de las Cortes, Oviedo: Junta General del Principado de Asturias, 1996, tomo II, p. 45) 13 SUÁREZ F ERNÁNDEZ, Luis: “Reflexión sobre la s Cortes m edievales castellano-leonesas” , en Homenaje a Juan Torres Fontes, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1987, pp. 1645-1656. 25 procuradores de las ciudades y el rey, a quéllos hacían petici ones globalizadoras, a iniciativa unánime o m ayoritaria, a las que el monarca daba respuesta y que, en virtud del poder legislativo que le asiste a él y no a las Cortes, quedaban convertidas en leyes a través d e la respues ta real. De m anera que tenem os aquí otra in terpretación sob re su pretendida capacidad legislativa. Este hi storiador insiste en que no se convocaron con regularidad objetiva ni f ue una institución de estructura rígida, de hecho, él establece tres etapas para el período que nos ocupa. La primera, entre 1282-1351, caracterizada en un principio porque sus funciones fueron m eramente deliberativas hasta que en el siglo XIV se difunde la teoría del pactismo entre el rey y el reino, por lo que se consideran la manifestación del reino, y sus reuniones se revistieron de solem nidad alcanzando su culminación con la aprobación del Ordenamiento de Alcalá en el reinado de Alfonso XI. La segunda, a m ediados del siglo XIV, es la etapa de institucionalización, en la que se fijan sus poderes fundam entales: impuestos, jura del heredero, jura del rey, adem ás, se entendía que la proclam ación de las leyes en Cortes equi valía a su promulgación, así como las respuestas del soberano a las propu estas de los procuradores gozaban de la calidad de leyes. La tercera, entre 1369-1480, en la que los procuradores solicitaron que sólo las Cortes pudieran m odificar sus propias leyes; aunque la respuesta fue negativa, la experiencia demuestra que se cumplió, por que la nueva monarquía no podía vivir sin los subsidios regularmente votados. Se puede decir que las Cortes realizab an un a m ínima fisca lización de la actuación del rey. Ambas instituciones luch aron por esta causa: las Cortes querían ejercer un m ayor control y los reyes aspiraba n a que éste fuese lo m enor posible. Los reyes pretendían que el diálogo fuera entre ello s y sus vasallos, los representantes de las ciudades. V eremos qué m onarcas convocan más veces Cortes, quién es m enos, qué relaciones de poder se establecen en tre ambos; pero nos parece significativo que el rey que menos Cortes convocó, Pedro I, fuera el que perdió el trono. 1.2.3. LAS RELACIONES MONARQUÍA-IGLESIA. Son funda mentales para entender cóm o funcionaba el Estado m edieval; desde que en el IV Concilio de Toledo, Isidoro de Sevilla con los padres conciliares deciden que el rey visigodo sea “ un rey ungido del Señor” las cer emonias y los sím bolos religiosos serán fundamentales para definir la imagen pública del rey. Se trata de ver la transformación de estas relaciones y de cóm o incide en es ta monarquía que se podría calificar de sacralizada. El profesor Nieto Soria es quien m ás estudios ha dedicado a este tem a, observando las diversas facetas de estas relaciones. Según él14, los monarcas castellanos comprendieron que, para alcanzar un poder incuestionable en su reino, debían controlar su Iglesia con el episcopado a la cabeza, con el ob jetivo de crear u na m onarquía autoritaria. Para cum plir este objetivo, los monarcas se plantearon el control a varios niveles; por un lado, un respaldo teórico que avalara sus decisiones políticas, por otro, vincular el episcopado a los intereses reg ios, adem ás de in tervenir en las eleccio nes episcopales e intentar que los ingresos de la Iglesia fueran objeto de la fiscalidad regia a cambio de ser sus protectores naturales. Como resultado, los m onarcas obtuvieron, sobre todo, beneficios de ti po político-ideológico, porque to do este conjunto de rasgos conforman un sistema de poder, que hay que s ituar en el m arco de una sociedad feudal sustentada en vínculos de dependencia, tal y com o ocurría en el resto del occidente 14 NIETO SORIA, José Manuel: “Las realidades cotid ianas de l as relaciones Monarquía-Episcopado en Castilla. Sig los XIII y XIV”, en Etat et Eglise d ans l a ge nèse de l ’Etat m oderne, M adrid: C asa de Velázquez, 1986, pp. 224-5. 26 europeo. Pero este m ismo autor nos explica como, ya en el siglo XV 15, asistimos a una transformación de las relaciones Iglesia-Es tado, porque la sobe ranía real no podía quedar supeditada a la presencia de una in stancia de poder com o la eclesiástica que afectaba a todos los niveles de la vida coti diana; así, Juan II alcanzó un control importante sobre la Iglesia cast ellana, lo que servirá de ba se a las relaciones que se establecerán en la época de los Reyes Cató licos. No obstante, el m ismo historiador defiende que la actuación polí tica del poder real, con el obje tivo de ejercer el control sobre la Iglesia, se inició mucho antes, y, en este contexto, se enmarca la institución del patronato real, que fue un elem ento de in dudable im portancia en la política de intervención regia en los asuntos eclesiás ticos ya en los siglo s XIII y XIV 16; el contro l de los m onarcas era m uy importante desde el punto de vista económ ico, porque no se limitaban sólo a la entrega de donaciones o a la protección de sus patrim onios, sino que afectaba a los diezm os y a la fiscalidad ecl esiástica. Más releva nte para la propia monarquía fue la posibilid ad de disponer de un im portante núm ero de beneficios eclesiásticos, gracias al derecho d e presentación, para ser repartidos en tre los clérigos que estaban al servicio de la realeza como compensación por los servicios prestados. En opinión de Nieto Soria 17, el reconocimiento por parte de la m onarquía de su fundamentación eclesiástica, tanto porque su legitim idad tiene un origen religioso, como porque la Iglesia rom ana fue tom ada como m odelo de organización del Estado Moderno, es básica para entender el proceso de la génes is de éste, que en Castilla comenzó a finales d el siglo XIII, pero que adquiere mayor im portancia d esde el advenimiento de la dinastía T rastámara y se acelera en la segunda mitad del siglo X V. Explica que ya con Alfonso X se fijaron lo s principios de unas relaciones arm ónicas Monarquía-Iglesia: el proteccionismo paternalista por el que los reyes se com prometían a proteger y honrar a la Iglesia, el interven cionismo de los soberanos en asuntos de toda índole de la Iglesia castellana , y la m áxima colaboración entre el poder político y el eclesiástico. Pero será con la monarquía Trastámara cuando la Iglesia se convertirá en el fundamento básico de la soberanía real. Hay, además, otros aspectos de la influencia eclesiástica en los que insiste, po r ejem plo, el importante p eso de ecles iásticos en el círculo cortesano, puesto que hubo privados, ca ncilleres y miembros del Consejo Real, que tuvieron gran poder político; incluso plantea una hipótesis sorprendente, y es que el agotamiento político de las Cortes est uvo influido por el gr an protagonism o que tuvieron en ellas algunos pr elados afectos al rey, que las vaciaron de significado político, puesto que defendían los intereses de la monarquía. Nieto Soria había tratado este tema de las estrechas relaciones entre lo político y lo re ligioso en otro a rtículo18 unos años antes; donde explica cóm o el proceso de integración de la Iglesia castella na bajo el control de la re aleza se va consolidando bajo la din astía Trastám ara hasta lleg ar a la époc a de los Rey es Católicos , en la que la soberanía real p redomina sobre la Iglesia cas tellana, y tam bién explica cóm o ese proceso se observa en vari os aspectos: uno es el enfrentam iento entre nobleza y monarquía, en el qu e muchos eclesiás ticos insignes defendieron a esta últim a, como 15 NIETO SORIA, José Manuel: “Las rel aciones Iglesia-Estado en España a fines del siglo XV”, en El Tratado de Tord esillas y su época. C ongreso In ternacional d e Historia, Mad rid: So ciedad Estatal Vº Centenario, 1995, vol. II, pp. 731-749. 16 NIETO SORIA, Jo sé Manuel: “El Patron ato Real castellano-leonés (siglos XIII y XIV)” , Anuario de estudios medievales, 15 (1985), pp. 203-215. 17 NIETO SORIA, José Manuel: Iglesia y génesis del Estado Moderno en Castilla (1369-1480), Madrid: Complutense, 1994. 18 NIETO SOR IA, Jo sé Manu el: “Ig lesia y o rígenes del Estado m oderno e n l a C astilla Trast ámara”, Espacio, Tiempo y F orma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia; UNED, 4 (1991), pp. 137- 156. 27 Lope de Barrientos o Alfonso de Cartagena; ot ro es el intento de crear una sola justicia, regia, que in tegrase a la justicia eclesiástica; en definitiva, lo que s e pone en evide ncia es la tendencia a configurar una Iglesia de Estado, que se traduciría en la intervención regia en las elecciones episcopales. En resumen, este historiador concluye que asistimos a lo que él denomina la “estatalización” de la Iglesia castellana y a la “eclesiastización” de la monarquía Trastámara. Asim ismo, Nieto Soria19 añade un nuevo m atiz en las relacion es Ig lesia- Monarquía al explicar lo que él denomina el juego entre secularización-sacralización, que es una aportación novedosa, puesto que la tendencia historiográfica es aceptar q ue a partir del siglo XIII se observa en O ccidente un proceso de secularización en las monarquías, determ inado por la sus titución de funda mentos de legitim idad de orig en religioso por otros de índole secular, sin em bargo este profesor cree que, en realidad, se debe hablar de trasposición de referencias del plano religioso, teológico y sagrado hacia el plano del ejercicio y la de finición del poder real. El rey er a consciente de que cuanto más tendiera a ejercer un poder au toritario, la reacción de las fuerzas contrarias sería inevitable, por lo que le sería m uy benefi cioso presen tarse com o vicario d e Dios, porque, así, la rebelión contra él se convertía en un acto sacrílego, de esta m anera la monarquía hacía una interpretación de su poder vinculada a la idea de lo sagrado, que se veía reforzada con los símbolos y las ceremonias de origen igualmente religioso. Otro punto muy interesante, tratado por Nieto S oria20, y que pone de m anifiesto el alto grado de colaboración de la Iglesia con el rey, a la hora de poner bajo su control a aquellas in stituciones d el reino qu e pudieran lim itar su ejercicio del poder, es la intervención de los m onarcas c astellanos en las ciudades episc opales; situac ión q ue pone en relación al rey, a los concejos y a los obispos, triángulo m uy importante para ver las relaciones de poder. Desde el siglo XIII se observa el progresivo intervencionismo de los monarcas en los asuntos internos de las ciudades a través de los agentes reales, y en el caso de las ciudades episcopales se va a dar el mutuo apoyo entre Monarquía y Episcopado frente a las reivin dicaciones concejiles. Un ejem plo es la decisión de Alfonso X en 1255 de mantener la primacía judicial del obispo de Sigüenza frente a las pretens iones de los alcaldes y jueces del concejo puesto que le considera la más alta instancia de apelación, pero si se produjeran discrepancias con las sentencias emitidas por el obispo, podría acu dirse al juicio del rey. En realid ad, los m onarcas castellanos querían ejercer cierto control so bre las ciudades y por eso preferían que estuvieran en m anos de prelado s que les fueran adictos, con el fin de interven ir en el gobierno de las mismas. Podemos deducir, de lo expuesto hasta ahora, que las relaciones entre la monarquía y la Iglesia fueron ar moniosas ya que se beneficiaban m utuamente, pero también hubo conflictos jurisdic cionales entre ambas. Un ejemplo, que plantea también Nieto Soria 21, es el de los judíos. Éstos eran propiedad del rey, y por eso cualquier pleito en torno a ellos debía quedar ba jo e l a rbitrio d e lo s of iciales r eales. Como se sabe, tras lo s duros enfrentamientos entre judíos y cristianos en el siglo XV, los Reyes Católicos implantaron una Inquisición estata l con la colaboración de la Iglesia y decretaron la expulsión de esa minoría religiosa. 19 NIETO SORIA, Jo sé MANUEL: “Ori gen d ivino, esp íritu laico y poder real en la C astilla d el sig lo XIII, Anuario de Estudios Medievales, 27 (1997), pp. 43-101. 20 NIE TO SORIA, Jos é M anuel: “La act itud de l a m onarquía respecto a l as ci udades cast ellanas d e Señorío epi scopal e n l a t ransición del s iglo X III al XV”, en Simposio N acional so bre ci udades episcopales, Zaragoza: Instituto Fernando el Católico, Diputación Provincial, 1987, pp. 51-60. 21 NIETO SORIA, José Manuel: “Los judíos como conflicto jurisdiccional entre Monarquía e Iglesia en la Castilla de fines d el siglo XIII: su casuística”, en Actas del II Cong reso Internacional: Encuentro de las tres culturas, Toledo: Ayuntamiento, 1985, pp. 243 y ss. 28 Para cerrar el capítulo de la política ecl esiática, hay que refe rirse a la profunda reforma del clero castellano em prendida por la dinastía Trastám ara, que después fue continuada por los Reyes Católicos, y que t uvo por objetivo fort alecer la com unidad política integrada por los súbditos unidos en torno a la realeza. Según Nieto Soria 22, la orden franciscana tuvo un gran protagonism o en esta reforma, porque los m iembros de esta dinastía tuvieron gran devoción por ella , lo que se tradujo en que los confesores reales fueron franciscanos, como por ejemplo, Fray Alonso de Espina lo fue de Enrique IV; personaje del que hablarem os por el pa pel que desempeñó en la polémica sobre los conversos. 1.2.4. TENDENCIAS HISTORIOGRÁFICAS. Kantorowicz23 en su estudio de teología pol ítica, que es un clás ico de la historiografía contemporánea, reflexiona sobre la monarquía bajomedieval en Inglaterra y Francia, y saca conclusiones que se pueden ex trapolar a Castilla. Parte de la teor ía de que la Iglesia formaba un cuerpo místico cuya cabeza era Cristo, al igual que del cuerpo político, que es el Estad o, lo es el rey. Co mo cabeza del reino, el rey no puede m orir, porque no se trata del rey indivi dual sino de la dinastía, que mantiene su perpetuidad y continuidad, y está legalizada por la Iglesi a a través de dos cerem onias fundamentales: la unción y la coronación, a través de las que se quería expresar que existía una corona inmaterial e invisible que descendía de Dios y que se transmitía por el derecho dinástico de sucesión, y este rey que tr ansmite la soberanía a sus sucesores es el que no muere, el rey individual sí podía morir. Asimism o, a juicio de este autor el ceremonial sim bólico es, ante todo, un lenguaje para expresar las relaciones de poder. Si aplicamos sus teorías al reino castellano, y si tenem os en cuenta el peso específico del concepto del cuerpo místico de la m onarquía que se identifica con la dinastía, podrem os entender, por ejemplo, la dura lucha que m antuvo Sancho IV contra sus sobrinos, o el discurso de Juan I en las Cortes de Valladolid de 1386, pa ra demostrar su legitimidad dinástica. La imagen de cabeza del reino y de ser el represen tante de la dinastía legítim a la asumirán todos los monarcas que vamos a analizar. Importantes historiadores españoles plan tean que la m onarquía bajom edieval castellana vive un proceso de fortalec imiento del poder del soberano. Hay coincidencias en una serie de principios: M onarquía equivale a Esta do, el Rey es su centro porque no hay ningún poder superior a él . La figura de Alfonso X es quien marca el inicio de un nuevo tiem po político, pero, a su vez, cada investigador incide en determinados aspectos. Vamos a analizar algunos de los más representativos. Suárez Fernández24, uno de los principales estudios os de la monarquía medieval castellana, explica las cualidades y el origen del poder regio. Com ienza resumiendo el concepto del poder del rey, quien “no conoce su perior en el ám bito temporal”, porque no se pueden apelar sus decisiones. Explica que el monarca tiene dos legitimidades, por un lado, la que viene de Dios, que le encomienda el cuidado espiritual y temporal de los súbditos, la cual le llega por su linaje; po r otro lado, la del re ino, de quien recibe 22 NIETO SORIA, José Manuel: “Franciscanos y franciscanismo en la política y en la Corte de la Castilla Trastámara”, Anuario de Estudios Medievales, 20 (1990), pp. 109-131. 23 KA NTOROWICZ, Er nst H.: Los dos cu erpos del rey. Un estud io d e Teo logía política medieval, Madrid: Alianza Universidad, 1985. 24 SUÁREZ FERNÁNEZ, Luis: “España. Primera forma de Estado”, en España. Reflexiones sobre el ser de España, Madrid: Real Academia de la Historia, 1998, p. 132. 29 depósito de su soberan ía al ser su cabeza, y que le ob liga al cum plimiento de unos deberes, que, en su conjunto, es lo que se denomina en la época “poderío real absoluto”, porque engloba todas las atribuciones del rey, como garantizar el cum plimiento de la ley, defender el territorio, proc urar el bien común de los súbditos, garantizar la paz interior y guardar las libertades del reino. Sánchez Agesta 25, uno de los grandes historiado res del Derecho español, al reflexionar sobre el Estado en el siglo XVI, se retrotrae a la épo ca m edieval para encontrar su antecedente y destaca las idea s defendidas por Alfonso X, por ejem plo, la doctrina del cuerpo m ístico qu e aparece en las Partidas26, según la cual el rey es considerado com o la cabeza y el corazón del reino, o la que dice q ue “el rey no reconoce su perior” que aparece en el Espéculo27. Tam bién destaca que la principal función de la Monarquía, en la Baja Edad Media, f ue constitu ir e l Estado com o una unidad de paz y justicia, lo que equivale a decir que el rey m edieval es, ante todo, un juez, cuya facultad le viene delegad a de Di os. Como se puede observar, insiste en una de las imágenes medievales más repetidas: la del rey com o juez, de ella encontrarem os numerosos testimonios en los tratados polític os y en las represen taciones gráficas del rey con la espada, símbolo de la justicia, por ejemplo en las mismas Partidas. Juan Beneyto Pérez es uno de los historiadores que ha estudiado la teoría política bajomedieval con m ayor profundidad. En conc reto nos interesa su estudio com parado de los textos políticos de la época, tanto de los reyes como de los tratadistas28. Al ser un estudio de las fuentes, este libro es un auxiliar fundam ental para desentrañar la naturaleza de la monarquía, y las obras que en él estudia, que son las fundamentales del pensamiento político medieval, las analizar emos a lo largo de nuestro trabajo. Da especial relevancia a las obras de Alfonso X, por el papel primordial que jugó este rey en la definición de la monarquía bajomedieval castellana. A las Partidas dedica especial atención y de ellas ex trae la definición de rey y reino, la justif icación de por qué hubo de haber reyes y, tam bién, la línea de sucesión que se estableció en ellas; tam bién porque en ellas destaca la concepción rom anista del rey S abio y, a la vez, cristiana, puesto que de Dios, que es el rey de t odos, los otros reyes tom an el nom bre. No presentamos aquí los textos que escoge es te historiador, porque en su m ayoría se corresponden con los que analizaremos en el capítulo correspondiente al reinado de don Alfonso, pero sí destacamos uno de Jacobo de las Leyes que influyó poderosam ente en la obra de dicho m onarca, donde reflexiona sobre las funciones del rey, prestando especial im portancia al ejercicio de la ju sticia, actividad que pone de m anifiesto la dignidad del propio rey: Sennor, conviene que quando ovierdes oýr lo s pleytos, por aguardar la ondra de vuestra dignidat, que seades en buen lugar e honesto, e de onde vos puedan veer e oýr los que an pleytos ante vos. E non consintades que sean a par de vos om es nengunos, senon alcaldes e sabios que ozcan los pleitos con vosco. E o trosí, vos conviene qu e sead es de bon recebir e de bona palabra, e n on seades g rave d e veer a los omnes que vos venieren demandar derecho29. 25 SÁNCHEZ AGESTA, Luis: El concepto del Estado en el pensamiento español del siglo XVI, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1959, pp. 34, 73 y 143. 26 Segunda Partida, Título I, Ley V. 27 I.1.13. 28 BENE YTO PÉREZ, J uan: Textos políticos espa ñoles de la ba ja Eda d Med ia, Madrid : In stituto de Estudios Políticos, 1944. 29 BENEYTO PÉREZ, Juan: Ibidem, pp. 162-3. 30 También recoge textos muy interesantes so bre las relaciones de la Iglesia y el Estado, que presentan al rey como protect or de aquélla y escudo de la Cristiandad. Asimismo, sobre la teoría de los dos poderes, que explica con textos de las Partidas y de don Juan Manuel. Manuel García Pelayo 30, figura fundam ental en el Derecho constitucional, también se ha interesado en la ciencia y la sociología política. Fruto de ello es esta obra, en la que estudia la instituc ionalización d e la Coron a en la Baja Edad M edia, concebida como una entidad jurídica sobre la que se sustentan los derechos y poderes del re ino; la idea de Corona se va haci endo m ás racio nal que m ítica, ca rgada de conceptos jurídicos más que de conceptos s acros. A partir del siglo XIII se funda menta en una base jurídica que desem bocará en la id ea de Coro na com o corporación q ue integra en su seno a todos los com ponentes del reino y a todos los derechos adheridos a éste y que constituyen el poder público, entre los que destacan hacer justicia y mantener la paz, todo en un territorio concreto al que se encuentra in disolublemente vinculada. Este historiador habla de la Corona como sinónimo de Monarquía, equiparándola con el Estado, no se refiere únicam ente al sím bolo material, del que ya hablarem os en otro capítulo. Nieto Soria31 trata el poder regio en térm inos parecidos a los que acabam os de ver en Ga rcía Pe layo y tam bién está muy influido por Kantorowicz, aunque específicamente se refiere a Castilla, donde, al igual que en el rest o de Occidente, se produjo lo que denom ina “la transpersonali zación del poder regio”, es decir, la transición d e una concepción m ítico-sagrada a otra juríd ico-racional, que en el caso castellano se puede valorar com o una contes tación al proceso de am pliación del poder personal del monarca. En su planteamiento analiza tres conceptos políticos básicos, que son susceptibles de ofrecer una visión transpersonalizadora del poder regio: la concepción corporativa, el bien co mún y la Corona; los cuales vam os a resum ir para comparar la interpretación novedosa que ofrece este hist oriador junto con la m ás común. La concep ción corpo rativa tuvo dos interpretaciones. Por una parte, personalizadora, según la cual el rey es el alma, cabeza y co razón del pu eblo, y por lo tanto, no puede el pueblo tener vida si carece de rey, es decir el rey y el reino no pueden tener vida por separado, esto es, que el pode r regio es el fundam ento de la unidad del reino; esta interpretació n aparece en El Espéculo, en las Partidas y en autores com o Álvaro Pelayo 32, Rodrigo Sánchez de Arévalo o Diego de V alera. Por o tra p arte, la transpersonalizadora, es lim itadora del poder real porque presenta al reino com o un cuerpo m ístico en el que el rey es un m iembro m ás, aunque fundam ental; este argumento sirvió para justificar las sublevaciones nobiliarias contra el poder real, como en la Farsa de Ávila. La idea de l bien com ún jus tifica la ex istencia de la m onarquía, debido a la necesidad de proteger los intereses públic os. Ya aparece en el siglo XIII en el Libro de los Cien Capítulos , en el siglo XIV en Álvaro Pelayo y en el siglo XV en el juram ento 30 GARCÍA PELAYO, Manuel: Del mito y de la razón en la Historia del pensamiento político, Madrid: Revista de Occidente, 1968, pp. 29 y ss. 31 NIETO SORIA, José Manuel: “La tr anspersonalización del poder re gio en la Castilla ba jomedieval”, Anuario de Estudios Medievales, 17 (1987), pp. 559-570. 32 También conocido como Álvaro Pelagio 31 de los procuradores en Cortes, que dejan cl aro que su objetivo es la defensa del bien común de las ciudades, lo que es una manera de poner límites a la actuación real. La Corona es considerad a una entidad s uperior y distinta de la persona del rey, una prueba de esta diferenciación aparece ya en el Poema de Alfonso Onçeno . La corona entendida como objeto material, como joya o emblema, va perdiendo su valor de símbolo político, por e l contra rio, com o c oncepto político- jurídico, oc upará un lu gar más significativo en la definición del poder real. Finaliza Nieto Soria planteando que estos tres conceptos transpersonalizadores aparecen tanto en las Cortes com o en las sublevaciones nobiliarias del siglo XV. En las primeras porque el rey, como cabeza, y los estamentos, como miembros, constituyen un cuerpo político, en ellas, estos últimos hacen peticiones al rey de lo que consideran imprescindible para la salud de ese cuerpo político. Y en las sublevaciones, tanto los nobles co mo los m onarcas utilizaro n, respectivam ente, los principios transpersonalizadores p ara justif icar su s levantam ientos y para desarm arlos ideológicamente. Pero la conclu sión f inal es que en Castilla las pretens iones transpersonalizadoras fracasaron en su in tento de poner lim itaciones al poder regio, porque triunfó la otra opción, la que jus tificaba la expansión del poder m onárquico hacia formas absolutistas. María Asenjo González 33 ha realizado recientem ente un buen resum en sobre lo que fue la monarquía bajom edieval y su evol ución hacia una m onarquía autoritaria. En primer lugar, reflexiona sobre el concepto de poder monárquico y dice que la monarquía, tal como se definía desde Aristó teles, era una form a indiscutible, pero que no podía ejercer todas las atribuciones de poder que se le adjudicaba, y que será en los siglos XIV y XV cuando se produzca su reforzamiento, gracias a los escritos de algunos juristas co mo Álvaro Pela yo o Rodrigo Sánchez de Arév alo, seg ún los cuales el soberano era designado por Dios, pero adem ás, su poder venía definido por el ejercicio de atribu ciones exclus ivas en justicia, legis lación, fiscalidad , y por regalías com o la moneda y las m inas, y, sobre t odo, por el ej ercicio de la plenitudo potestatis que le capacitaba para no reconocer a ningún otro poder temporal superior. Pero estos argumentos no eran universalm ente admitidos y hubo pensadores qu e hablaron de los límites del poder m onárquico, por ejem plo, los partidarios de la teoría pactista, que defiende que el poder regio, de origen di vino, había nacido de un pacto entre rey y reino. Por lo que respecta al cam ino seguido por la m onarquía para convertirse en autoritaria, considera q ue se asentó sobre dos pilares básicos: el control de la opinión pública por m edio de la propaganda y la pr eocupación por asegurar la legitim idad, reforzados ambos por la laicización de la sociedad y por la importancia del saber, que se incorpora com o uno de los principales valore s de la clase dom inante. La propaganda regia se difundía desde escritos, discursos y desde el púlpito, que ofrecían diferentes imágenes de poder: teológica, ético-moral, jurídica, histór ica o patriótica. E l que la dinastía Trastámara tuviera falta de legitimidad en su origen, llevó a sus monarcas a una ceremonialización de la vida pol ítica que se tradujo en la imagen del rey-exhib ido, de manera que, sin renunciar al origen divino del poder, pone el énfasis en los poderes temporales a la hora de explicar la transformación del concepto de monarquía. El supuesto de que, a lo largo de la Baja Edad Media, se produce el fortalecimiento m onárquico ll eva a algunos historia dores a afirm ar que el origen del 33 ASENJO GONZÁLEZ, María: “El Estado y la distribuci ón del poder”, en El Marqués de Santillana. 1398-1458. Los albores de la España Moderna, Hondarribia: Nerea, 2001, vol. II, pp. 37-78. 32 Estado Moderno se encuentra en este período de tiempo que va del siglo XIII al XV, de hecho, desde m ediados del siglo XIV, con el a dvenimiento de la nueva dinastía, las pretensiones centralizad oras son claras; este p roceso cu lminará en el últim o siglo, cuando se consolide la Monarquía autoritari a de los Reyes Católicos. Va mos a repasar los planteamientos de algunos significativos especialistas. José Antonio Maravall ha sido uno de los grandes historiadores de las ideas políticas y sociales en España, creem os que fue uno de los prim eros en abordar la evolución de la m onarquía, lo que le condu jo, en concreto, a definir el concepto de “Estado moderno”34 con una rica argumentación, para lo que se retrotrae a la Baja Edad Media, donde sitúa sus raíces. Pa ra él hay tres tem as centrales a la hora de explicar esa estructura histórica, que son: el poder, la relación individuo-com unidad y la vida económica; para nosotros tienen gran interés su s reflexiones sobre el prim ero, es decir, el poder estatal, ya que en los tiempos m edievales equi valdría a poder real. En su opinión, es necesario remontarse al siglo XIII, q ue es cuando comienza la introducción en la doctrina jurídico-política de la fórmula Rex est imperator in regno suo, o lo que es lo mismo: “que el rey no r econoce superior en lo tem poral”, de m anera que el rey se afirma a sí mismo como majestad porque está dotado de “mayoría”, y esta superioridad jurídica es lo se puede llam ar soberanía, término, que en principio se refiere a la escala feudal, para evolucionar, m ás tarde, h acia el po derío real absoluto. Así en Castigos y documentos se habla de soberano, al igual que lo utiliza el ca nciller Ayala en la crónica de Juan I, con el significado de quien posee una jurisdicción superior sobre otros, pero ya en las Cortes del siglo XV, por ejem plo las de Madrid de 1419 o las de Ocaña de 1469, se habla de “señorío real” y de “real m ajestad” atribuyéndolo al rey en virtud de su preem inencia. Llega a la conclusión de que, juntos, los térm inos poder absoluto, majestad y soberanía integran la con cepción del poder que es el eje del Estado. Otra cualidad esencial para el rey m edieval es la ley, que él hace y a la que e stá sometido y que en el Estado moderno se objetivizará en la ecuación Estado igual a Derecho; en este sentido, el siglo XV es de tránsito entre am bas y, po r ejemplo, en las Cortes de Valladolid de 1417 se insiste en pedir que se redacte por escrito y se reúna el Derecho de la tierra, o sea, que se pide una recopil ación de las leyes, pero que no llegará hasta los Reyes Católicos. Posteriormente, en otro estud io35 com pleta su teoría de una m anera que podríamos c alificar de pedagógica, pues define el concepto de m onarquía en la Edad Media española, en contraposición al de Im perio, que es un sistem a de unidad compuesta. Surge la idea de una unidad simple como principio de organización política: un solo poder que de manera directa e inmediata se aplica sobre un espacio unitario, por eso existe un solo rey. Su títu lo, según el uso medieval, es el de m onarca, y el no mbre de la forma de organización política que encabeza, monarquía, sistema del que ya habló Aristóteles en su Política com o gobierno unipersonal que m ira al interés com ún. En España se emplea por prim era vez en la época visigoda por obra de San Isidoro y, aunque Alfonso X todavía tiene pretensiones im periales y aspira a ser rey de reyes, el significado que se im pone de manera clara, a lo largo de los siglos XIV y XV, es el de una forma de organización política coronada por un rey fuerte, incontestado en su poder y dominador de muchas tierras en las que ejerce su jurisdicción. 34 MA RAVALL, J. A. : Estado m oderno y me ntalidad s ocial ( siglos XV-XVIII), M adrid: R evista de Occidente, 1972. 35 MARAVALL, J. A.: “El concepto de monarquía de la Edad Media española”, en Estudios de Historia del pensamiento español, Madrid: Cultura Hispánica, 1983, pp. 67-85. 33 Para Maravall está claro que el rey m edieval es quien ostenta el poder, aunque con limitaciones, que le llegan de la nobleza, las Cortes y la Iglesia, y también está claro que desde el siglo XI II se observa un proceso de reforzamiento de su poder que culminará en el denom inado Estado Moderno, sistema en el que el pod er abso luto lo tiene el rey, pero avalado por el der echo. Com o testimonio de sus afirm aciones podemos aducir la abundancia de la im agen del rey en m ajestad a lo largo de toda la Baja Edad Media y en distintos soportes, así com o la aparición en las fórm ulas cancillerescas de exp resiones que siem pre resaltan la pr eeminencia y autoridad del monarca, ya, de manera clara, en el siglo XV con la expresión “pod erío real absoluto” muy usada en los reinados de Juan II y En rique IV, aunque la hem os visto por primera vez en tiempos de Enrique III bajo el térm ino de “absoluto poderío real”, incluso, antes de ellos, Juan I utiliza fórm ulas como “poderío temporal” o “poderío sobre el pueblo”, que en realidad querían decir lo m ismo, aunqu e todavía no se atrevería a utilizar la palabra absoluto porque podría ofender a la nobleza y a las ciudades. Nieto Soria, en la m isma línea que Maravall, trata del proceso de form ación del Estado Moderno, pero lo enriquece con dos planteamientos novedosos en dos artículos diferentes. En uno 36, considera que hay un paralelism o entre el desarrollo de dicho Estado y la institucionalización de las Iglesias nacionales; así, el proceso de integración de la Igles ia castellana bajo el control de la realeza s e in icia bajo Alfo nso X y se irá consolidando bajo la dinastía Trastámara hasta llegar a la época de los Reyes Católicos, en la que la soberanía real prime sobre la Iglesia castellana. En otro artículo de denso cont enido el insigne medievalista37 explica que, en el proceso de for mación del Estado Moderno, el paso, de lo que él denom ina, “del rey oculto al rey exhibido” es fundamental, y que se produce en la Castilla bajomedieval. El poder de la m onarquía fue adoptando un carác ter totalitario, se fue fortaleciendo, es decir, fue adquiriendo m ayores competencias y capacidades de gobierno para alcanzar una posición de dom inio sobre las otras fu erzas políticas, nobleza, Iglesia y ciudades, así como respecto a las Cortes, institución en la que estaban representadas tales fuerzas. Nieto Soria denomina a este proceso “absorción totalizadora”. Explica que la existencia de resistencia a es e proceso es lo qu e favorece la aparición de un conju nto de recursos propagandísticos y legitim adores al servicio del m odelo monárquico autoritario, los cuales se organizan en términos simbólico-rituales. Vamos a desarro llar lo que entiend e por “rey o culto”, concepto que co nstituye una cierta forma de tópico historiográfico; en el caso de Castilla, se puede aplicar ligado a la imagen de la inmortalidad regia, pero, sobre todo, se identifica con un m onarca que presenta escasez de m anifestación ceremonial, simbólica, retórica o iconográfica de su propia persona o poder, porque, por ejem plo, fa lta la legitim ación ritual. Pero, en el proceso de fortalecim iento del poder regi o, fenóm eno a largo plazo en el que hubo avances y retrocesos, pero que finalmente desembocó en una mayor centralización de la acción política, se im plantó una nueva fór mula de diálogo entre el rey y los súbditos. Esta fórmula que exigió la adecuación de las instituciones representativas, consultivas y gubernativas a la nueva posició n política de la monarquía, lo que obligó a ejercer una eficaz acción propagandística para formar opinión favorable a las pretensiones políticas 36 NIETO SOR IA, Jo sé Manu el: “Ig lesia y o rígenes del Estado m oderno e n l a C astilla Trast ámara”, Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia. UNED, 4 (1991), pp. 140-141 37 NIE TO SORIA, J osé M anuel: “Del rey o culto al rey e xhibido: u n sí ntoma de l as t ransformaciones políticas en la Castilla bajomedieval”, Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, 2(1992), pp. 5-27. 34 de la realeza, y aquí radica la novedad que plantea el profesor Nieto: el rey pasa de ser oculto a exhibido. Para moldear esa opinión favorable se recurre a una gran diversidad de m edios. En prim er lugar se im planta el uso de la lengua nacional en la cancillería regia; e l documento escrito que em ana de e lla adquiere cada vez m ayor valor, porque va a generalizar y sistem atizar el uso de im ágenes esenciales del nuevo poder m onárquico. Igualmente se utilizan los círculos lite rarios c ortesanos p ara hace r u na exaltació n apologética del m onarca a través de los dist intos géne ros litera rios, en espec ial las crónicas. Pero el procedim iento más generalizado de la exhibici ón del monarca fue la utilización de ceremonias y ritos, que exaltan la posición soberana del poder regio. O tro fue la m onopolización de diversos recursos de dom inio com o son la fiscalidad, el ejército, etc. También fue importante la tendencia a desarrollar programas iconográficos y monumentales dirigidos a poner de relieve la posición supe rior del poder regio y, en este contexto, el mecenazgo artístico de la realeza jugó un p apel relevante. Todos estos factores contribuyen a dar m ayor difusi ón a una im agen regia que aseguraba la omnipresencia, tanto personal com o institucional, de un poder real que aspiraba a tener la máxima preeminencia posible. En Castilla las prim eras manifestaciones del modelo de rey exhibido com ienzan entre m ediados del siglo XIII y mediados del siglo XIV, por que se observan los primeros indicios de utilizac ión propagandística de la im agen regia. Especialmente son evidentes con Alfonso X: da un gran im pulso al género cronístico; s e desarro llan los escritos de teoría política como el Setenario, género que cultivarán personalidades como García de Castrojeriz, Álvaro Pelayo, etc. ; se concede una m ayor valoración de los símbolos políticos, por ejemplo, la espada; los recursos de índole artística tuvieron gran relevancia, por ejem plo, sus li bros iluminados exhibían un a imagen iconográfica de la realeza . En este último campo también jugó un papel importante su sucesor Sancho IV, que dispuso la construcción de la Capilla de los Reyes Viejos de la c atedral de Toledo; además, este mismo rey, dio a su coronación una dimensión ceremonial importante. El período correspondiente a la dinast ía Trastám ara supone una verdadera eclosión en cuanto a la exhibición d e la im agen regia a través de los diversos recursos propagandísticos, alcanzando en el siglo XV el nivel m ás importante. En los literarios, se multiplican las expre siones a lusivas a la exhibición reg ia en los diversos gén eros, por ejemplo, en la documentación de la cancillería real aparecen fórmulas elocuentes de la preem inencia real, en los texto s de pensamiento político se describen ideales aplicados a la persona del rey, en las obras historiográficas predom inan los enfoques apologéticos, y en las obras li terarias se exalta al monarca y al pode r regio, com o se aprecia en los cancion eros del siglo XV. Los sím bolos políticos tienen un gran protagonismo, utilizánd ose objetos m uy variados: corona s, cetros, e spadas, tron os, escudos, arm as reales, pendones, palios, etc. Tam bién la iconografía y las representaciones artís ticas con fines pr opagandísticos alcanza ron un relieve sin precedentes para propiciar una im agen del poder regio : retratos de los reyes con voluntad individualizadora, panteones com o la Cartuja de Miraflores, etc. Pero, apunta Nieto Soria que fueron las cerem onias de celebración de acontecim ientos políticos las que m ejor pusieron el acento en la exhibició n regia, porque provocan un i mpacto inmediato com o resultado de una teatralizac ión program ada; habla de los siguientes tipos de ceremonias: de acceso al pod er (entronizaciones, juras de príncipes herederos y los reconocim ientos de m ayoría de edad), de tránsito vital (nacim ientos, bautizos y bodas reales), de cooperación (juram entos, discursos ceremoniales, celebraciones de Cortes e inv estiduras caballerescas), de justic ia (en las ac tuaciones personales del r ey como juez), cerem onias litú rgicas (m isas, predicacione s de cruzada ) y cerem onias de 35 recepción (entradas reales y recepción de embajadas), ceremonias realizadas con motivo de victorias militares. Esta definición del “rey oculto” y del “r ey exh ibido” es la que nos ha servido para establecer dos partes dife renciadas en los reinados que incluye este trabajo; una es el tránsito del rey oculto al rey exhibi do, y otra el rey exhi bido, estableciendo el comienzo de la nueva dinastía Trastámara como el límite que separa esas dos imágenes, porque sus monarcas buscan la exteriorización de la i magen real a trav és de todos los medios com entados, con la intencionali dad de transm itir un m ensaje de poder incontestable, y conseguir el consenso político en torno a una realeza autoritaria, por eso la puesta en escena fue muy cuidada, con un cl aro predominio de lo multitudinario y lo espectacular. De todas formas, hubo imágenes continuistas, especialmente las de origen eclesiástico-religioso como la de l rey cristianísimo, virtuosísimo o vicario de Dios, así como recursos de propaganda y símbolos ya utilizados desde el rein ado de Alfonso X con la m isma finalidad de fortalecer su pode r soberano frente a los que se lo querían limitar: nobleza, Iglesia, Cortes, quienes pretend ían subordinar el in terés público a sus intereses privados. Para cerrar este aparta do, incluim os una denom inación novedosa, en la que Nieto Soria da un paso más, al explicar el fortalecimiento monárquico, pues dice que en el siglo XV se va defini endo la “monarquía divinal”38, que describe en clave teológica lo que en clave política define el térm ino “poderío real absoluto”, que bien podremos comprobar cuánto se usa en la documentación de Juan II. 1.3. SÍMBOLOS DEL PODER REGIO. 1.3.1. MODALIDADES DE LA SIMBÓLICA DE LA REALEZA. Vamos a recoger el esqu ema que ha establecido Elisa Ruiz39, porque nos parece muy completo y claro. Ella establece cuatro modalidades: ♦ Representaciones figurativas del soberano - parciales (rostro, cabeza, busto) - totales (cuerpo entero) - en composición: - orante - promotor de obras - receptor de libros ♦ Representaciones emblemáticas - motivos heráldicos - divisas - lemas ♦ Representaciones sígnicas - iniciales - monogramas - anagramas - otros elementos fenotextuales 38 NIET O SORIA, J osé Manuel: “La realeza” en Orígenes d e la Mo narquía hispánica. Prop aganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, p.33. 39 RUIZ GARCÍA, Elisa: “El poder de la escritura y la escritura del poder” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, pp. 307-8. 36 ♦ Representaciones verbales - dedicatorias - epístolas nuncupatorias 1.3.2. PRINCIPALES SÍMBOLOS POLÍTICOS. Todas las monarquías cristianas medievales manifestaron su autoridad suprema a través de unos sím bolos o insignias, en su mayor parte de origen rom ano, que tienen una función política, ya que pueden sustituir la presencia física del m onarca; los principales eran: la corona, la espada, el cetro, el manto de púrpura, el trono y el globo o pomo de or o. Estos atributos poseían un se ncillo código de significados, que hacía que la imagen del rey fuera reconocible por todos como figura que ostenta el regim iento del reino. Todos ellos son símbolos intemporales de la monarquía y no estaban vinculados a ningún linaje concreto, en cam bio los escu dos de arm as y los pendones reales sí tenían un distintivo personalizado. El nuevo rey, al ser proclam ado, los recibía en un solem ne acto, que no siempre fue igual. En el reino castellano, la cerem onia ritual más importante, la que en todos los reinados tuvo lugar, fue la proclam ación o alzamiento del rey al grito de “Castilla, Castilla por el rey”, al m ismo tiempo que se alzaba el pendón real; era el m omento en que el m onarca juraba guardar y observar la s leyes, fueros, privil egios, libertades y costumbres del reino, así com o en las Cortes, los tres estados, nobleza, clero y representantes de las ciudades, le prestaban homenaje y juramento de fidelidad. Algunos de los reyes castellanos, ade más, fueron co ronados en una cerem onia que constaba de dos actos: la unción y la coronación 40, que se efectuaban públicam ente en alguna iglesia o catedral im portante; lo norm al era que un obispo ungiera y coronara al monarca, pero, por ejemplo, Alfonso XI se coronó a sí m ismo; estas cerem onias religiosas implicaban la sanci ón ecles iástica d e la auto ridad real, lo que no gustaba a algunos monarcas, como al arriba citado, porque podía interpretarse como sumisión a la Iglesia, ya que sería la que le otorgaba el carácter de “Vicario de Dios”. Vamos a continuación a explicar el significado de los símbolos más importantes. El globus, sphera mundi o pom a es un sím bolo de origen griego referido al cosmos, los rom anos lo usaron como sím bolo político y f ue uno de los atributos del emperador, iba rem atado de una Victoria alad a. En la Edad Media se sustituye la Victoria por la cruz y, ent onces, nos proporciona la im agen del rey “cristianísimo”, porque sim boliza el ejercicio de la auto ridad del rey sobre sus dom inios, que le corresponden como vicario de Dios. La espada tenía var ios significados, por una parte el aspe cto militar, y por otra representa la función justiciera porque su f ilo corta recto. Adem ás era el sím bolo del poder regio en las investiduras caballerescas. El cetro real aparece con frecuen cia en las repres entaciones icono gráficas, especialmente en la m ayestática. N ormalmente incide en la idea d e justicia p ero, cuando se le entregaba al heredero en los actos de su juram ento, tenía un valor legitimador y de continuidad dinástica. 40 Ambos rituales tienen un origen carolingio. En mayor o menor medida, los reyes medievales europeos fueron proclamados ca bezas de s us rei nos a t ravés de estas ceremonias , por l o tanto se les puede considerar herederos de la i deología, tradición e instituciones carolingias, que a su v ez estaban influidas por Bizancio. 37 El trono o silla real alude a la soberanía real, a la preeminencia absoluta, y por eso siem pre está en lugar destacado. Fue muy utilizado en las representaciones iconográficas, a veces como un simple escaño. El escudo de arm as alude a la represen tación personal del monarca, motivo por el que en sus exequias se produce el rompimiento ritualizado de escudos. El pendón real es el símbolo por excele ncia del poder del rey y de la ins titución monárquica. Tiene un relieve político especi al cuando se produce el fallecim iento del rey y la consiguiente entronización de su sucesor El vestido y en especial el m anto también son un sím bolo del poder regio, pues a través de su espectacularidad y riqueza se pone de manifiesto su preeminencia. Dentro de los sím bolos, los e mblemas ocupan un apartado m uy i mportante, máxime en una época donde la cultura escr ita sólo llegaba a una minoría. El em blema heráldico regio más importante es el escudo de armas del reino de Castilla y León41, que es la plasmación visual de un conglomerado de elementos gráficos alusivos a la historia de dicho reino; Fernando II de León había adoptado el león y Alfonso VIII de Castilla el castillo, ambos tien en un carácter p arlante que se iden tifican con sus te rritorios, y f ue Fernando III quien los com bina en un esc udo cuartelado, formando un todo indivisible y perm anente en igualdad de categoría, c on superficies equivale ntes en el escu do, aunque Castilla tenga la prioridad ya que en la ordenación del escudo, el castillo ocupa la parte dies tra superior, porque Fernando III tu vo en cuenta que fue el prim er título regio ostentando por él 42. El esquema básico del escudo se ha m antenido en la Baja Edad Media, aunque como novedad se introdujo la corona com o timbre del escudo, es posible que esto se produjese en el reinado de Juan I, pero es en los de Enrique III y Juan II cuando se utiliza profusamente en la d ocumentación solem ne e manada de la cancillería. El escudo real supuso el estableci miento de una imagen heráldica atemporal y única y se convierte en el m ejor sustitutivo de la im agen de los reyes castellano- leoneses. A demás los monarcas elaboraron divisas com o e mblemas propios, lo que refleja un afán de singularizarse, como es el caso de la granada para Enrique IV. La corona, consideram os que es el m ás im portante, y le hem os dejado en el último lugar porque es al que vamos a dedicar más espacio. Es el símbolo inconfundible de la realez a, puesto que sim boliza la soberan ía política, y verem os a lo largo de este trabajo que es el elem ento simbólico más usado en la representación de los reyes en los testimonios iconográficos. En Castilla no exis tía corona oficial ni trono, aunque si que tenemos noticias de las coronas de los reye s, incluso se conserva la de S ancho IV43 en la catedral de Toledo. Una peculiaridad del re ino castellano es que la cerem onia de la coronación no es frecuente; es un rito funda mental para el estudio del sistema político y de los problemas internos del reino que gira n en torno a las relaci ones de poder entre el rey y la nob leza, principalmente, y un m omento clave es la sucesión al trono porq ue, 41 GONZÁLEZ DÍEZ, Emiliano y MARTÍNEZ LLORENTE, Félix: El blasón heráldico de los reinos de León y Castilla, Cortes de Castilla y León, 2002. 42 Elisa Ruiz hace dos reflexiones de gran interés sobre el significado del escudo de armas. Por un lado explica que la división del es pacio en cuatro sectores se conform ó recurriendo a la figura de una cruz de brazos iguales, que es un signo venerable unido a l a tradición monárquica desde los visigodos. Por otro lado, el q ue F ernando I II decidiera da r u n mayor status a Castil la, al p oner su símbol o en el primer cuartel, expresaba una m ayor distinción a l as armas de digni dad o territoriales frente a las de caráct er familiar o de linaje, porque si h ubiese aplicado tal criterio , el león habría sido antepuesto al castillo , por ser hijo de Alfonso IX de León; tal elección supuso una gran novedad, porque en las dinastías reinantes europeas primaba éste carácter familiar (La Balanza y la Corona. La simbólica del poder en los impresos jurídicos castellanos (1480-1520), en prensa. 43 Según Schramm, la corona que apareció en la tumba de este rey era la de Alfonso VIII (Las insignias de la realeza en la Edad Media española, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1960, p. 38) 38 según Palacios Martín 44, en torno a ella giran las te nsiones políticas, la argum entación doctrinal y jurídica, y las repr esentaciones y rituales simbólicos, y de cóm o se plantee dependerá no sólo la persona que ocupe el trono sino tam bién el lugar que le corresponderá a la nobleza en el ejercicio del poder. Pocos fueron los reyes castellanos cor onados públicam ente, y algunos que lo quisieron así fue porque tenían oposición in terna y necesitab an legitimar su condició n, como fue el caso de Sancho IV. Es una cerem onia con fuerte significado religioso, en la que se trata de evidenciar que el rey es el elegido de Di os, r azón por la que el cl ero juega un papel protagonista, además se lleva a cabo en una catedral o monasterio, de lo que se podría deducir que el pode r de la Iglesia es superior al del monarca y ésta podría ser la razón de por qué los monarcas castellanos no quisieron este tipo de ceremonia; de hecho no tenían ni capital fija , ni lugar para la coronación, ni panteón real. Respecto a esto último, Sancho IV intentó crearlo en la Ca pilla de Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, como una form a de legitim ar su dinastía, pero no tuvo éxito y pocos de sus sucesores se enterraron ahí. Este tipo de ritual, en cambio fue común entre los reyes de Aragón, Francia o Inglaterra, por ejemplo, pero los de Castilla preferían otros rituales y símbolos de autoridad para marcar su ascensión al trono, en los que se ponía énfasis en su habilidad militar, lo que se puede explic ar como una consecuenc ia de la invas ión musulmana, que obligó a los rey es a convertirs e en caudillos m ilitares para dirig ir la lucha con tra el infiel, de ahí la relevanc ia d e las c eremonias de a rmar caballe ros, porque es el m omento de recibir las arm as reales. Cuando se proclam aba a un rey se izaban los estandartes de Castilla y se profería un grito tradicional “Castilla por el rey” y se mencionaba el nom bre del nuevo rey; también era m uy importante el m omento de intercambio de juram entos entre el pueblo y el monarca y el que lo s representantes de los estamentos le besaran la mano. Nieto Soria45 ve en la corona un doble significado: com o objeto simbólico de la realeza es p ersonalizadora de ese po der real, y com o objeto polític o, es repres entativa de una con cepción transpers onalizadora del pode r regio porque sobrepasa la figura individual del m onarca. Este último es un concepto político m uy utilizado por los pensadores políticos castellanos de la Baja Edad Media; se utiliza como forma de hacer referencia a la institución m onárquica diferenciada de la persona real quien actúa como su tuteladora. También García Pelay o ha escrito s obre la corona, como sí mbolo y como concepto político46. Según este investigador, el pensam iento político m ítico se expresa en sím bolos e im ágenes, m ientras q ue el pensamiento político teórico se expresa en conceptos, y el significado de la corona se puede abordar desde uno y otro pensamiento. En este apartado vam os a centrarnos en la id ea mítica, que es la que ex plica la coro na como un sí mbolo. Ya desde el m undo antiguo una persona se convertía en m onarca a través del rito de la coronación, es decir se transfiguraba en otro ser, coronado por Dios, por lo que la corona no es solam ente un símbolo del poder, sino que además es símbolo de una realidad m aterial que hace visibl e una realidad inm aterial; es un signo de santidad, es un atributo o signo exterior del poder real, por eso se entiende la importancia de poseerla, porque se puede in terpretar como causa y no sólo efecto del poder: su imposición sobre la cab eza del rey, acom pañada de la correspond iente 44 PALACIOS MARTÍN, Bonifacio: “El ceremonial”, en El ceremonial de la consagración y coronación de los reyes de Ar agón. M s. 14425, Bi blioteca Lázaro Galdiano, Zaragoza: Diputación Ge neral de Aragón, 1992, p. 115. 45 NIET O S ORIA, Jo sé M anuel: Ceremonias d e la rea leza. Pro paganda y leg itimación en la Ca stilla Trastámara, Madrid: Nerea, 1993, pp. 185-186. 46 GARCÍA PELAYO, Manuel: Del mito y de la razón en la Historia del pensamiento político, Madrid: Revista de Occidente, 1968, pp. 13-61. 39 fórmula litúrgica, era la expresión visible del poder “sacro” y, por tanto, el mayor poder político en el reino. 1.3.3. OTRAS MANIFESTACIONES SIMBÓLICAS. Hay otra serie de elementos de propa ganda que com unicaban una simbología visual accesible a todo s y que hacían pe rcibir el poder del rey, so n las fiestas y celebraciones de acontecimientos como el n acimiento del heredero, su ju ra, el acceso a la caballería, la coronación, los funerales, la s entradas reales, las justas y torneos. De todas ellas tenem os noticias en las crónicas y en otras fu entes literarias. Algunas han sido objeto de atención por histo riadores ac tuales, como Emilio Mitre cuando estu dia los funerales o Rosana de Andrés con las entradas rea les y fiestas de caballería. También hay estudios de ceremonias concretas como las justas de Valladolid de 1428 o sobre la coronación de Alfons o XI, pero, en general, s on tem as poco estudiados de manera específica. Los símbolos políticos tam bién se transm iten a través de las obras de arte, bien sea en edificios, esculturas, pinturas, joyas y obras literarias. Hay muchos artistas cuyas obras responden a los program as políticos de sus reyes, a los que alaban y sirven, tanto artistas plásticos como literatos, por ejemplo, Juan de Mena en su Laberinto de Fortuna dedicado a Juan II, cuy os ideales políticos ha analizado Berm ejo Cabrero 47, o Gil de Siloé al hacer el sepulcro de dicho rey, bien estudiado por Yarza48. Tanto los eventos como los símbolos políticos son símbolos de poder y tienen un significado concreto que emana de la sociedad en que surgen y en la q ue el rey tiene el mando. Todos ellos van rodeados de un cerem onial que exterioriza la autoridad política sin par que ejerce el rey sobre su reino, y es la im agen que nos quiere transm itir. De unos y otros tratarem os en el apartado dedi cado a la propaganda, dentro de este m ismo capítulo, pues como acabamos de explicar son elementos de esta naturaleza. 1.3.3. TENDENCIAS HISTORIOGRÁFICAS. Nieto Soria49 nos explica las cuatro funciones que cum plen los símbolos políticos según la moderna sociología política: sustituir la presencia física del monarca, desarrollar una política de posteridad y continuism o, e xpresar una cierta form a de representación sintética del poder regio, y manifestar una voluntad de plasm ación simbólica de la posición soberana de la realeza. Percy Schramm, pionero en los estudios sobre simbología política, es el autor de una obra 50, ya clásica aunque lim itada en sus obj etivos, que aborda directam ente los símbolos más representativos de la realeza m edieval en Castilla. Según él, el rey encarnaba el estado m edieval, y había dos tip os de signos para caracterizar ese poder que ostenta; por una parte, lo s ob jetos que simbolizan la soberanía, como la corona, trono, vestiduras etc.; por otra, los gestos por los que demostraba que era el Rey y 47 BERMEJO C ABRERO, J.L.: “Id eales políticos de Juan de Men a”, Revista de Estudios Políticos, 188 (1973), pp. 153-175. 48 YARZA, Joaquín: Los Reyes Católicos. Paisaje artístico de una monar quía, Madrid: Nerea, 1993, pp. 59 y ss. 49 NIE TO SORIA, J osé M anuel: “Del rey o culto al rey e xhibido: u n sí ntoma de l as t ransformaciones políticas en la Castilla bajomedieval”, Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, 2 (1992), p. 17. 50 SCHRAMM, Percy E.: Las insignias de la realeza en la Edad Media española, Madrid : Instituto de Estudios Políticos, 1960. 40 Señor; el uso de todos ellos a través de la te atralidad convierte a la corte en lo que él denominó “ espectáculo político”. Piensa este autor que los atributos regios juegan un papel menos importante que en otros países del entorno europeo, puesto que no había un tesoro real custodiado en un m onasterio; y de esta situación ofrece varios ejem plos: Pedro I, en su testamento, repartía sus coronas entre sus hijas como algo propio, no de la dinastía, lo que es una muestra más del menor protagonismo que tenía la coronación, no obstante, las insignias del poder real eran la s m ismas que para lo s otros reyes, como queda claro en la farsa de Ávila, cuando Enri que IV es despojado de ellas; pero había otros signos que en Castilla tenían gran c onsideración, como es el pendón real, y eso explica lo penoso que fue para los castellanos que se lo arrebataran los portugueses en la batalla de Aljubarrota. Pensam os que es cierto que en Castilla la co ronación ten ía menos valor que en los otros países de Eur opa occidental, y que no existía una corona, objeto material concreto, que fuera la repres entativa del reino de Castilla, pero desde luego es el objeto m ás em blemático del poder real y el que porta en todas las representaciones. La importancia de unos y otros atributos es lo que tratarem os de explicar a lo largo del presente trabajo. Manuel Gar cía Pe layo51 ha estudiado los sím bolos políticos, que, según él, comienzan a separarse de los re ligiosos en el s iglo XIII. Empieza por d efinirlos, y dice que un símbolo es una realidad material qu e repres enta visiblem ente una realid ad inmaterial, de m anera que, partiendo de una definición tan amplia, bajo esa denominación caben diversas opciones: te nemos objetos artificiales creados con intención política como los escudos, los es tandartes, las coronas y las estatuas; además hay palabras cargadas de significación simbólica; también las vestiduras y el ceremonial de la corte; todos ellos sirven para prom over adhesiones y generar entusiasm o, incluso algunos sirven para legitimar el poder. Esta teoría nos sirve para observar qué símbolos visibles y lingüísticos son lo s más útiles para obtener una im agen del poder regio, que es el principal núcleo de pode r político en la sociedad medieval. Para cum plir ese objetivo, tendrem os que analizar emblem as como los escudos y la s divisas, objetos como la corona, el cetro, la espada, el tr ono, la pom a, además de expresiones escritas concretas que aludan al rey, por ejem plo, “v icario de Dios”, o a su poder, como “poderío real absoluto”; todos estos símbolos aparecen en gran variedad de fuentes, por ejemplo, son habituales en estatuas, palacios , pinturas, monedas o sellos, pero tam bién tenemos en los manuscritos y en los documentos cancillerescos, como se verá a lo largo del presente trabajo, y a este tipo de fuentes es a la que dedicaremos nuestro estudio. Faustino Menéndez Pidal52, gran especialista en temas de heráldica, dice que los emblemas heráldicos constituyen signos de id entificación personal, en concreto, lo s del rey sirven para recordarle donde él no está, por lo tanto son una im agen de la propia persona del monarca, símbolo de su dignidad y de su poder en el reino. Ha dedicado un estudio m uy detallado al cuartelado caste llano-leonés, como e mblema del reino de Castilla, que ya explicaremos más adelante. 51 GARCÍA PELAYO, Manuel: Mitos y símbolos políticos, Madrid: Taurus, 1964. 52 M ENÉNDEZ PID AL, Faustino: Heráldica med ieval esp añola. La C asa Rea l d e León y Ca stilla, Madrid: Hidalguía, 1982 y “Los emblemas de Es paña”, en Reflexiones sobre el ser de España, Madrid: Real Academia de la Historia, 1986. 41 Bonifacio Palacios Martín53, conocido medievalista, dice que en el siglo XIII los Estado europeos se desvinculan de los pod eres universales, de m anera que las monarquías son las que detentan la soberanía dentro de su territorio y los reyes, nuevos soberanos, utilizan una serie de insignias re presentativas de que la ejercen. La corona será el sím bolo por excelencia del suprem o señorío sobre su terr itorio, excepto en los reinos españoles. En su opinión los monarcas castellanos m ostraron poco interés en la corona como objeto y en la coronación, y ofr ece una serie de argumentos para justificar esta afirm ación, siguiendo las líneas de Sánchez Albornoz y de Schramm. En prim er lugar, había repulsa hacia las reivindicaciones pontificias de la soberanía española, y en segundo, el considerar el derecho de conquista como fundamento de la soberanía dentro del marco de la lucha c ontra e l inf iel; es en este contexto en el que hay que situar la importancia de la esp ada com o símbolo de la realeza, en contraposición a la corona, porque, si los reyes proclam aban el derecho de conquista como base de su soberanía, la espada es un sím bolo que lo refleja m ejor por su i magen bélica; es verdad que el simbolismo de las dos espadas había sido usado por el Papado, pero no cree que sea este el valor simbólico que le otorgaron los monarcas castellanos. No obstante, reconoce que la espada tampoco sustituyó a la corona, o sea, que ninguna de ellas fue adoptada como símbolo exclusivo. Para reforzar su teoría con otro argumento, explica las repercusiones que tuvo el simbolismo de la espada en la ceremonia de la investidura de armas, la cual se convirtió en un paso m uy solemne dent ro del proceso de la entronización. Pone varios ejemplos elocuentes de la espada co mo representante de la soberanía regia, uno es de Alfonso XI quien, según recoge su Crónica, había reunido gran cantidad de espadas con vainas adornadas, y paños de or o y seda, con peñas vera s, para obsequiar a aquellos que fuesen arm ados por él caballeros, después de su propia investidura. Otro ejemplo muy interesante es el de Alfonso X, quien, según Loaysa, arm ó caballeros a nobles de distintas procedenci as, incluso a hijos de reye s; tam bién es llam ativo que algunos reyes castellanos tomaron la espada ellos mismos y recibieron el espaldarazo de la estatua del apóstol Santiago, circunsta ncia que tenía un doble significado, muy importantes ambos, por una parte evitaban el protagonismo de un obispo que al actuar como intermediario, al bendecir las arm as y e ntregárselas, podría parecer superio r al monarca; p or otra p arte, el carácter be licoso del apó stol “m atamoros” reforzaba el derecho de conquista como fuente de soberaní a y, a su vez, resaltab a el carácter divino del poder real, puesto que se recibe directamente de Dios y su Apóstol. Veremos numerosos testimonios de la im portancia de la espada. Es un símbolo que aparece en m anos de los reyes en m onedas, sellos, escultu ras y en m iniaturas de documentos y manuscritos, además, en las cerem onias en las que el rey es protagonista es muy frecuente que aparezca m ostrando la espada, como por ejemplo en el Códice de la Coronación, donde se hace patente que la recepción de tan preciado objeto es un acto muy importante. No nos atrevem os a decir si fue más importante que la corona, puesto que los rey es, prácticam ente siempre, está n representados con ella, pero desde luego tiene un papel protagonista a la hora de ex teriorizar la im agen de los m onarcas bajomedievales. Se verá com o la e spada posee distintos significados, pues no sólo es un símbolo bélico, sino también de la justicia. 53 PA LACIOS MARTÍN, B onifacio: “ Los símbolos de l a so beranía e n l a E dad M edia es pañola. El simbolismo de l a espada” , e n VIII C entenario del I nfante do n Fer nando de l a C erda, Ciud ad Real: Instituto de Estudios Manchegos, 1976, pp. 273-293. 42 1.4. LA IMAGEN DEL REY. 1.4.1. DEFINICIÓN DEL CONCEPTO. Representar es suscitar la im agen o idea de otra cosa y, como en nuestro trabajo se trata de reconocer al rey de m anera mediata a través de la pintur a, la escultura, las palabras, los gestos, los escenarios, etc., por eso será un verbo que utilizaremos mucho a lo largo de estas páginas en la s que trataremos de analizar las imágenes de los reyes, las visuales y las que proporcionan los textos es critos, porque al sustituirlos dan testimonio de su existencia, de su prestigio, de su poder, de sus actuaciones, en definitiva de s í mismos, y a sí los podemos reconocer y deducir cómo fue evolucionando la m onarquía desde el sig lo XIII al XV en el reino de Castilla-León, partiendo de lo que vem os o leemos, para descubrir qué significado nos quieren transmitir esas imágenes. Alfonso X deja en la Segunda Partida una definición clar ificadora de su concepción de las imágenes suy as com o identificables con su persona, tanto las figurativas como las armas reales o su propio nombre: La ymagen del rey commo su seello, en que está su figura, e la señal que tr ae otrosý en su s armas, e en su m oneda, e en su carta en que em ienta su nom bre, que todas estas cosas deven seer m ucho onrradas, porque son en su remembrança, do él no está54. Según Elisa Ruiz 55, el concepto de imago m edieval encier ra m últiples significados, entre ello s destacam os el que se observa desde una perspectiva antropológica; de acuerdo con éste, hay una relación entre el objeto y los sím bolos subyacentes, de m anera que la representa ción d el rey m erece la m isma honra que él mismo, pue sto que existía una perfecta identidad entre ambos, ade más, las form as simbólicas, la im agen figurativa y los signos gr áficos de la realeza se interpretaban como unidades pertenecientes a un sistem a visual común y por eso susceptibles de ser leídos de la misma manera, porque al ser la imagen física del soberano desconocida para la mayoría, había que utilizar veh ículos de naturaleza verbal, emblemática o figurativa. En definitiva, estos signifi cados había que tenerlos en cuenta para m edir el im pacto propagandístico. Es cierto que las im ágenes v isuales d e lo s reyes no ofrecían una fiel reproducción de sus rasgos fisonómicos sino las características de la f unción que esa persona representaba y su entronque con la di nastía, que se transmitía por los símbolos, que en el anterior apartado hem os explicado, los cuales se disponían en determ inadas modalidades icónicas, que se m antuvieron a lo largo de tod a la Baja E dad Media. La más prestigiosa era la figura m ayestática, en ella el rey aparece en actitud cerem onial sentado en la silla real ostentando los principales atributos regios: corona, cetro, espada y pom a; es una figu ra solem ne, que trans mite las id eas de p reeminencia y omnipotencia. La siguiente variante en im portancia es la figura ecu estre, en la qu e el rey, m ontado a caballo, blandía la espada, lo que significaba el valor guerrero. Otra modalidad es la representación pedestre, co n larga tún ica, ceñida en la cintura, y 54 TORRES DELGADO, Cristóbal y otros (Edición y estudios): Partida segunda de Alfonso X el Sabio. Manuscrito 12794 de l a Biblioteca Nacional, Granada: Impredisur, 1991, Lib. II, Tít. XIII, ley 18ª, pp. 124-5. 55 RUIZ GARCÍA, Elisa: Los lib ros d e Isab el la Ca tólica. Arq ueología d e un pa trimonio escrito, Salamanca: Instituto de Historia del Libro y de la Lectura. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2004, pp. 227 y ss. 43 llevando espada y corona, que da una imagen de soberano pacífico. El último tipo es el que se lim ita a la reproducción de una cabez a coronada, que tam bién simboliza al rey como máximo representante del poder tem poral. Merece destacarse que en el siglo XV aparecen verdaderos retratos de los reyes Ju an II y Enrique IV, lo que s e corresponde con la tendencia de pensam iento cuatrocent ista tendente a valora r el individualismo. Todas estas variantes icónicas se propagaron a través de dif erentes soportes: m onedas, sellos, m anuscritos, tapices, tejidos, m onumentos funerarios, cuadros, etc.; se puede decir que los testim onios m ás fidedignos de la efigie del sobera no proceden de monedas y sellos porque siempre reflejaban los intereses políticos del momento, el resto ejercía una influencia menor porque su radio de difusión era más restringido Se conserva una a mplia panoplia de obras m edievales en las que se dibuja la imagen ideal del rey, pero destacamos especi almente la descripción que se hace en las Partidas, porque la obra de Alfonso X es el punto de arranque de nuestro estudio, y porque se explican las virtud es que debe tener todo m onarca, por ejemplo, ser buen guerrero y cazador, ser piados o y religioso, buen padre y esposo, bien hablado, buen maestro, ser moderado en el beber y en el co mer; además debía vestir ricamente, llevar buenas joyas y rodearse de un protocolo que lo diferencie claram ente de los de más. Estas virtudes las veremos repe tirse en el resto de las obr as que se ocupan del retrato físico y m oral de l m onarca de sde distin tas perspectivas, ya sean tratados políticos, espejos de príncipes, obras literarias o crónicas. El historiador francés Pierre Goubert 56 hizo hace unos años un planteam iento muy interesante sobre la im agen de l rey, refe rido al de Francia, pero nos sirve co mo marco para aplicarlo al de Castilla. En real idad habla de imágenes del rey, puesto que, por un lado, distingue entre la im agen culta, que es la que nos proporcionan los doctos que han escrito sobre aspectos como la dignidad real, la func ión real, el poder real y los fundamentos de la monarquía; éstos inciden en el carácter religioso del rey, cuyo poder le viene de Dios y por eso está a la cabeza de la jerarquía feudal, lo que nos proporciona dos im ágenes fundam entales: ungido de Dios y soberano feudal, a las que se une, a partir del siglo XIII y por influencia del derecho romano, la del imperium, es decir, la de ejercer todos los poderes. Por otro lado, está la imagen popular, es decir, la que tenían de él los analfabetos, la que puede ser m ás difícil de r econstruir puesto que hay m enos testimonios; está basada en los sentim ientos, en un poder casi m ágico, es la imagen del rey justiciero, del rey caballero, del rey vencedor, del rey taumaturgo. Pero junto a ellas, tenemos la im agen que e mana de sus pode res efectivos, en m uchos casos lim itados, porque sus leyes no son las únicas, no puede de signar a su sucesor, tenía que contar con el apoyo de los nobles, deliberar con los ot ros estam entos, porque Goubert defiende que, en definitiva, el rey extraía su fuerza de la riqueza disponible de su reino. Estos planteamientos teóricos, aunque referidos a Francia, como hemos dicho se pueden extrapolar a Castilla. Por ejem plo, Alfonso X pudo realizar su ingente obra cultural gracias a los recursos provenientes de la reconquista del valle del Guadalquivir, por lo tanto su im agen de “Sabio” refleja la riqu eza de su reino. Ta mbién es cierto q ue de los reyes pasados tenem os la imagen que nos han transm itido los hombres cultos de su época, bien sean los cronistas, los literatos o los tratadistas políticos, que son los que nos han dejado los testimonios m ás abundantes con sus obras; por ejemplo, don Juan Manuel escribe sobre Sancho IV y Alfonso XI, el canciller Ayala sobre Pedro I y Enrique I I, y Juan de Mena sobre Juan II, pe ro de este ú ltimo rey ta mbién tene mos testimonios de poetas populares en el Cancionero de Baena, tam bién popular es el curioso poem a Nunca viera jaboneros tan bien vender su jabón sobre Pedro I. La 56 GOUBERT, Pierre: El Antiguo Régimen: Los poderes, Madrid: Siglo XXI, 1979, tomo 2. 44 imagen que quiere dar el propio monarca de sí m ismo, hay que buscarla en las ceremonias, justas y torneos, entrad as de ciudades que nos relatan las C rónicas, en las efigies de monedas y sellos, en los discur sos de Cortes, donde se presenta al rey caballero o en ac titud m ayestática o jus ticiero; la im agen m ás extraña para los r eyes castellanos es la del rey taum aturgo, pero hay algún testim onio como el de Sancho IV que curó a un poseso, según testimonio de Álva ro Pelayo. Por lo tanto, las tesis de Goubert se pueden ap licar a la monarquía castellana, de la qu e ten emos m últiples imágenes, de lo que se trata es de estudiar cómo evolucionan a través de los distintos reinados y cuáles son las predominantes, y también de establecer cuál es la imagen más definitoria de cada uno. Nieto Soria57 hace una significativa distinción entre imagen del rey e imagen del poder real. Siendo el prim ero, físicam ente poco conocido, se pres enta la imagen genérica libre de los de fectos propios de la persona indi vidual y es la que tiene una larga duración en el tiempo. Realmente, nos ha llegado la imagen física de pocos reyes, las m ás seguras podrían ser las de Enrique IV y Juan II, por eso nuestro objetivo es descubrir la imagen del poder real. Em ilio Mitre58ha hecho un estudio muy interesante sobre como la m uerte de un rey pone de manifiesto la buena o mala m emoria que de él se va a conservar, lo que en definitiva se corresponde con la im agen que de ese rey s e transmite. Nos explica co mo una muerte marcada por la m ala conciencia y vida de un monar ca era prólogo de una mala m emoria; por ejemplo, la muerte repentina de Fern ando IV es el castigo a un grave error judicial, la muer te violenta de Pedro I es colofón de los crím enes que cometió, la muerte miserable de Enrique IV también refleja la mala fama de su reinado. Por el contrario, la buena vida trae una bue na muerte y una buena m emoria, como con Alfonso XI, que m urió heroicam ente en el ce rco de Gibra ltar, o Enrique III, cuy as enfermedades le llevaron a una m uerte temprana, que contribuyó a crear una im agen de buen gobernante y gestor, adem ás de rey pi adoso, aspectos que hicieron recordar su reinado como de “buenos tiempos”. 1.4.2. TIPOS DE IMÁGENES. Nuevamente recu rrimos al p rofesor Ni eto Soria porqu e h a dedicado varios estudios a estab lecer u na ti pología bien definida. Para él son m uy importantes los fundamentos religiosos del poder polít ico, porque, explica en un artículo 59 , que en la sociedad medieval los com plejos problem as universales, com o es el caso del poder regio, necesitan del m ito y la leyenda para ser com prendidos intelectualm ente. El mito60 es un sistema de representación mental de referencias sobrenaturales y de valores 57 NIETO SORIA, José Manu el: “Lo s fundamentos míti co-legendarios d el pod er regio en la Castilla bajomedieval”, en La Leyenda, Casa de Velázquez, Madrid: Universidad Complutense, 1989, p. 59. 58 MITRE FERNÁNEZ, Em ilio: “Muerte y memoria del Rey en la Castilla Baj omedieval”, La idea y el sentimiento d e la mu erte en la Histo ria y en el Arte d e la Ed ad Med ia, San tiago de Co mpostela: Universidad , 1992, Tomo II, pp. 22-26. 59 NIETO SORIA, José Manu el: “Lo s fundamentos míti co-legendarios d el pod er regio en la Castilla bajomedieval”, en La Leyenda, Casa de Velázquez, Madrid: Universidad Complutense, 1989, pp. 55-67. 60 En ot ra o bra defi ne de m anera m ás cl ara el mito. Di ce que es u n si stema de pal abras-símbolos o representaciones, por el que se hacen o pretende n hacer actuales unas realidades deformadas o unas ficciones, en cualquier caso anteriores, y qu e las principales instituciones gubernativas tienen un origen sagrado o m ítico que las c onvierte en i ncontestables, porque el m ito tiene caract erísticas integradoras al producir un efecto de lealtad colectiva haci a él mismo. Incluso reflexiona sobre el mito monárquico en concreto, ya que la monarquía ofrecía un proyecto de i ntegración de diversos territorios y poderes, y su 45 morales. La leyenda posee casi siempre una referencia sagrada, y form a parte de un sistema de propaganda que anima una actitud de devoción por la autoridad real. En otro artículo61 insiste en la im portancia de las im ágenes de contenido religioso del poder real, argum entando que son un vehículo de expresión de toda una ideología y que comunican una concepción del poder político, po r lo que pueden ser consideradas una forma de propaganda política; la f uente princ ipal de esas im ágenes religio sas concernientes al poder real es el Antiguo Testamento. Este m ismo investigador 62plantea que, para obser var el proceso de transformación de la monarquía bajom edieval hacia el Estado Moderno, hay que analizar el poder real y la realeza a través de siete argum entos: imagen, sím bolos, leyendas, m itos, propaganda, ideología y la relación religi ón-poder político. Consideramos que todos están interrelacion ados y todos van a ser objeto de nuestro estudio para poder obtener la im agen de cada monarca y en definitiv a de la institució n monárquica. A continuación exponemos lo que este historiador considera sobre los siete argumentos. La im agen del poder regio buscab a s obrecoger y em pequeñecer al lector u oyente an te la grand eza de la figura regia; como la m ayoría de los súbditos no v eían jamás al rey, tenía de él una im agen estereotipada, despojada de defectos, en función de los hechos que se le atribuían. El lenguaje de im ágenes y sím bolos es f undamental para estudiar los fundamentos ideológicos del poder real. Hay sí mbolos lingüísticos y de representación de la figura del rey. La concepción de la realeza se fund amenta en u n cúmulo de ley endas, m itos, creencias y ritos. La propaganda política se entiende en la Edad Media como un conj unto de procesos de com unicación por cuyo m edio se difunden los valores, las norm as y las creencias que forman las ideologías políticas , y su objetivo es ofrecer una determ inada imagen para obtener un estado de opinión púb lica, y par a ello f ue u tilizado con g ran eficacia el s entimiento relig ioso. Es te concep to lo vam os a desarro llar en el sigu iente capítulo. El aparato ideológico del Estado lo form aban la cancillería real, algunos literatos, ciertos clérigos y artistas. El poder político es imposible entenderl o sin sus funda mentos religiosos, que gozan de una gran capacidad propagandística y de legitimación. Nieto Soria, después de plantear cuál es son los elem entos funda mentales para obtener la im agen de la realeza, nos explica lo s dos tipos qu e él considera fundamentales: la imagen teológica y la jurídica. 1.La im agen teológico-religiosa , según él, es el resultado de la aportación de cuatro tipos de imágenes: teocéntricas, sacralizadoras, moralizadoras y organicistas, que define de la siguiente forma: - Las teocéntricas emanan de la relación directa entre la divinidad y el m onarca. El origen divino del rey y la realeza im plica que la ac titud de los súbditos sea de poderío real absoluto se f ragua sobre referencias míticas como su ori gen divino. (NIETO SORIA, J.M.: “Ideología y propaganda política en la Europa m edieval: lo s proyectos in tegradores”, en El po der en Europa y América: mitos, tópicos y realidades, Bilbao: Universidad del País Vasco, 2001, pp. 16 y 33.) 61 NIET O SORIA, Jos é Manuel: “I mágenes religiosas del rey y del pode r real en la Castilla del siglo XIII”, En la España Medieval, 5 (1986), pp. 709-729. 62 NIETO SORIA, José Manuel: Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos XIII-XVI), Madrid: Eudema, 1988. 46 fidelidad, lealtad, tem or, reverencia y obe diencia. El rey es el vicario de Dios 63, es decir, su representante, lo que también implica servir al rey como se hace con Dios; esta imagen se plasm a en cerem onias com o lo s actos de coronación, por ejem plo, en la pescozada recibida por Alfons o XI por la estatua del após tol Santiago. Por últim o el reino de Dios es el arquetipo político de los reinos terrenos64. - Las s acralizadoras aseguran al monarca una posición de incomparable superioridad. Existen varias, com o el re y ungido, aunque es raro en la m onarquía castellana; e l linaje elegido por Dio s; el rey taumaturgo; el m esianismo, por el que el monarca actúa como agente de un plan divino; y la inmortalidad regia fundamentado en la perpetuidad de la dinastía, el carácter corporativo de la corona y en la inmortalidad de la dignidad real. - Las moralizadoras que tratan de proponer un modelo moral de monarca. El rey cristianísimo, que se manifiesta de tres maneras: guerra contra el infiel, actitud religiosa personal y actitud de respeto y protección a la Iglesia, todo ello para enaltecer la cristiandad y mejor servir a Dios; e l símbolo más utilizado para aludir a esta imagen es la esfera dorada coronada por una cruz y s ostenida po r el m onarca en su m ano izquierda. E l rey virtuosísim o65, cuyas virtudes son tanto religiosas co mo laicas; por ejemplo, aparecen muy bien definidas en Castigos y documentos del rey Sancho IV. - Imágenes organicistas, que adjudican al rey una función concreta en el reino como es la concepción corporativa: el rey como cabeza, co razón y alma del reino; o el feudalismo teológico que presenta al rey co mo un señor de vasallos que le han sido encomendados por Dios. Concluye q ue las d iversas im ágenes teológ icas se sin tetizan en una im agen globalizadora66: el rey que recibe la inspiración di vina y que tiene por modelo al rey David. No obstante, hay algunas peculiaridades de la religiosidad política castellana, como son la escas a s istematización ritua l y la lim itada utilizac ión de sím bolos materiales. 2. La im agen juríd ica, la cual comprende varios tipos. Uno es la im agen de superioridad, porque el poder real es superi or a cualquier otro y sin lím ites en lo temporal, y, por lo tanto, el rey tiene que ser am ado, obedecido, reverenciado y tem ido 63 Cfr. NIETO SORIA, José Manuel: “Imágenes religiosas del rey y del poder real en la Castilla del siglo XIII”, En la España Medieval, 5 (1986), p. 716. Explica que el origen de la imagen del rey como vicario de Di os t enía un origen rem oto, y que p odría r emontarse a san Pa blo, Euse bio, al Am brosiaster o a algunos de los libros del Antiguo Testamento como el de Samuel; pero lo que considera importante es su vigencia en el siglo XIII, en concreto en la Partida Segunda, y q ue tuvo consecuencia política como el reivindicar la plena obe diencia al monarca, que andando el tie mpo se co nvertiría en ab solutamente incontestable. 64 Cfr. NIETO SORIA, José Manuel: “Imágenes religiosas del rey y del poder real en la Castilla del siglo XIII”, En la España Medieval, 5 (1986), p. 726. Dice que en el Fuero Real (Lib. I, Tít. II, Ley II) la corte terrenal es el reflejo de la corte celestial, y que a im itación de ést a hay una sola autoridad que es l a del rey. 65 Cfr. NIETO SORIA, José Manuel: “Imágenes religiosas del rey y del poder real en la Castilla del siglo XIII”, En la España Me dieval, 5 ( 1986), p. 7 19. Di ce que l a pri ncipales vi rtudes del rey apare cen enumeradas e n el Setenario (Ley V); so n las siete v irtudes: fe, esp eranza, carid ad, j usticia, mesura, nobleza y fort aleza, y los siete dones del Espíritu Santo: saber, e ntendimiento, consejo, fortaleza, seso, piedad y temor de Dios. 66 Cfr. NIETO SORIA, Jo sé Manuel: “Los fundamentos mítico-legendarios del poder regio en la Castilla bajomedieval”, en La Leyend a, C asa de Velázquez, M adrid: Uni versidad C omplutense, 1989, p . 60. Resume muy bien esta im agen globalizadora del rey y del poder real, de inspiración teológico-religiosa. Dice que el monarca es el representante de Dios, por él elegido para mantener la justicia, prolongación de la justicia di vina, que recibe la inspiración divina y que puede realizar a lguna acción s obrenatural, que, además, reúne las pri ncipales virtudes cristianas y al que sirve de modelo de corte y d e reino, la cor te celestial y el Reino de Dios. 47 por sus súbditos; ligado a esta im agen de supe rioridad, está la conc epción mayestática, que implica que posee el máximo poder (“el poderío real absoluto” es una fórmula muy utilizada po r la cancillería real en el siglo XV) y la idea de soberanía que lleva aparejadas las funciones judiciales, legislativas y administrativas. Además nos ofrece o tro tipo de imágenes, por ejemplo, la de lim itación, porque hay diverso s conceptos jurídicos o políticos, com o son la ley y el bien com ún, que ponen límites al poder regio; aunque respecto a la ley, cabe de cir que en los siglos XIII y XIV se aceptaba el s ometimiento del rey a la ley, en cambio en el siglo XV se observan claras pretensiones de desligarse de ella. O las imágenes de función, basadas en las funciones políticas excl usivas del rey, como por ejem plo la de rey justiciero que castiga e inspira temor, la del rey protector que tutela su reino, las del rey legislador que es hacedor de leyes y la del rey juez que es la máxima instancia en la impartición de justicia. En la conclusión, Nieto Soria afirm a que el poder real se sustentó sobr e fundamentos ideológico teológicos y en m enor medida en los jurídicos. Los principales eran: la aceptación por la Iglesia de la concepción cor porativa del poder real, la función protectora del rey hacia la Ig lesia de su reino y la leg itimación de la Monarquía gracias a la colaboración de la Iglesia. El citado profesor 67, en otro artículo, posterior al anterior, establece una nueva tipología de im ágenes de la realeza de or igen ecles iástico que tienen un gran efecto propagandístico y legitim ador y de las que da ejem plos. Opinam os que com pleta el anterior esq uema. Habla de im ágenes retó rico-especulativas, que proveen a la figura regia de una dim ensión sacralizadora y m esiánica, es e l caso de pensadores como Sánchez de Arévalo o cronistas como Enríquez del Castillo; imágenes apologéticas, que exaltan la figura del rey por sus numerosas cualidades, aunque exageradas, como vemos en el Cancionero de Encina; im ágenes moralizantes, que nos presentan un rey virtuoso y cristianísimo; i mágenes rituales, las que nos ofrecen las cerem onias políticas de g ran efecto propagandístico y en la s que siem pre participan ecl esiásticos oficiando dichos ritos, com o vem os en las coronaciones, boda s, procesiones conm emorativas, entradas reales etc.; im ágenes iconográficas, que apr eciamos en obras artísticas, com o en los retratos reales o sepulcros o en una obra tan personal com o la Anacephaleosis de Alfonso de Cartagena. Palacio s Martín68 también habla de varios tipos de imágenes, aunque se refiere a la m onarquía aragonesa, creem os que su plan teamiento bien se puede extrapolar a la castellana. Según él, la m onarquía m edieval tiene com o objetivo conseguir el poder supremo del reino, consecución que tiene lu gar en un largo proc eso de trayectoria zigzagueante, en el q ue se p rodujo el pred ominio con secutivo de tres im ágenes capitales: - La im agen caballeres ca, com ún a partir d el siglo XII. Es la repres entación ecuestre de la figura de l rey. En un c ontexto ideológico de servicio a la Cristiandad, se trata de exaltar sus virtudes y valores militares, así como sus victorias que se atribuyen a la protección divina, lo que re fuerza la im agen del rey com o elegido p or la div inidad. Además se coloca al rey a la cabeza de la Cab allería, tal y como dijo Alf onso X en la Segunda Partida. 67 NIET O S ORIA, J osé M anuel: “Igl esia y o rígenes del Estad o m oderno en la Casti lla trastá mara”, Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia. UNED, 4 (1991), pp. 153 y ss. 68 PA LACIOS MARTÍN, B onifacio: “ Imágenes y sí mbolos del poder r eal en l a C orona de Aragón”, Congreso de Historia de la Corona de Aragón. El poder real en la Corona de Aragón, Zaragoza, 1994, tomo I, pp. 201 y ss. 48 - La imagen mayestática, que es la e xpresión natural del poder suprem o y para lograrlo pusieron a su servicio recursos teológicos y jurídicos. Hay muchas im ágenes que reflejan la posición m ayestática del re y en la iconograf ía y en la docum entación escrita. - La im agen estatalizan te, que se p roduce en los siglos XIV y XV, porque la noción de Estado se afirma con mayor autonomía, entendiendo por tal el que persigue el bien común. Se observa un m ayor desarrollo de los símbolos de ese Estado, sobre todo de los heráldicos. Este tipo de im agen es un planteam iento novedoso, m ientras que las dos anteriores ya las hemos visto en los demás autores. 1.4.3. TENDENCIAS HISTORIOGRÁFICAS. Comenzaremos por un historiado r extranjero, Georges Balandier 69, porque hace unas reflexiones generales so bre la im agen del poder desd e el punto de vista de la antropología política. Lo expl ica en com paración con el teat ro, de tal modo que el rey sería un actor político, porque las aparienc ias que provoca deben corresponder a lo que sus súbditos esperan hallar en él. Hace un cu rioso planteamiento: el objetivo del poder es mantenerse, pero no por la dom inación brutal ni por una justifi cación racional, sino por la transposición, por la producción de im ágenes, por la manipulación de sím bolos y por el rito cerem onial. Por eso el poder pol ítico busca la ostentación, el fasto y el protocolo, así com o la inm ortalidad y su re lación con lo sagrado. En concreto para la Edad Media, explica que la sociedad refleja en la tierra el reino de Dios, cuyo centro es el rey, guía del pueblo cristiano. S obre la teat ralidad hablan m uchos autores, pero la novedad es que en Balandier es el hilo conductor de esta obra. Sus ideas sobre lo s resortes del poder son tan elem entales, que se pueden aplicar a la m onarquía de cualquier país y época, y por supuesto a la Castilla bajomedieval. Nieto Soria70 rebate a Teófilo Ruiz71 su teoría de que la monarquía castellana en la Baja Edad Media se fundam enta en su fuerza m ilitar, ante la ausencia de una legitimidad de orden sagrado. Basándose en el estudio de las fuente s castellanas de la época, ap recia que el recurso a lo religi oso como for ma de pr opaganda regia, como expresión de una aspiración de poder o com o cauce para hacer comprensible al reino la realidad política del poder regio, es f undamental. Y confirma la existencia de elementos sagrados a través d e las im ágenes teo céntricas, sacralizado ras, moralizado ras y organicistas, que ya hemos explicado anteriormente. Además añade ejemplos de la larga duración de estas imágenes teológico-religiosas, que se mantienen en toda la Baja Edad Media, en concreto la obra jurídica de Alfonso X y las numerosa s fórmulas teológico- políticas que utiliza Sancho IV, en el sigl o XIII, y la profundizac ión en este tipo de imágenes que se produce durante todo el si glo XV. Defie nde, asimismo, que Castilla conoció el m ismo proceso de secularización política que el resto de Occidente, cuya manifestación más evidente f ue la aplicación de conceptos r eligiosos a las cues tiones políticas, lo que sí es cierto es que difiere de los modelos francés e inglés. 69 BALANDIER, Georges: El poder en escenas, Barcelona: Paidós, 1994. 70 NIE TO SORIA, J osé Ma nuel: “La monarquía bajomedieval castellana ¿una realeza sagrada?”, en Homenaje al profesor J uan Torres F ontes, Universidad de Murcia. Academia Alfonso X el Sabio: 1987, pp. 1225-1237. 71 RUIZ, Teófilo: “Un e ro yanté san s sacre: la m onarchie castillan e du Bas Mo yen Ag e”, Annales. Economies. Societés. Civilisationes, 39 (1984), pp. 429-453. 49 Bermejo Cabrero72 hace un estudio p rofundo y lleno de testimonios que avalan sus teorías sobre los símbolos políticos de la m onarquía. Las facultades principales que le atribuye al rey son la soberanía, es decir la mayoría de justicia, porque el buen rey es el justiciero, com o por ejem plo Alfonso XI , y la gobernación y regi miento del reino. También nos presenta de manera extensa las imágenes que podemos extraer de la figura del rey. En prim er lugar la que tiene ante la opinión pública, para la que el ideal de buen gobierno se basa en el am or que le tienen sus súbditos, pero tam bién en el tem or que les ha de infundir en ciertos mom entos, es decir, el rey se tiene que sentir am ado pero también respetado, así se dice en la Segunda Partida o en poe mas recogidos en el Cancionero de Baena o en el Rimado de Palacio ; pe ro h ay un lím ite: si só lo ca usa temor se convertirá en un tirano. E n segundo lugar, la imagen del rey legislador, el que dicta las leyes pero que también las cumple y respeta, y ésta es una de las funciones que se desarrollan en la baja Edad Media, en este sentido destacan obras como las Partidas o el Fuero Real de Alfonso X, pero tam bién los reyes emiten pragmáticas que tenían la misma fuerza que las leyes dictadas en Cortes, al igual que otras disposiciones en virtud de su “poderío real absoluto”. En tercer lugar, resalta que las disposiciones del rey tienen que ser cumplidas, como se pone de manifiesto en las cláusulas conminatorias de los documentos. En cuarto lugar, presenta la continuidad monárquica que se resum e en la célebre frase “A rey muert o, rey puesto”, se trata de que no haya vacío de poder; la muerte de un rey trae consigo una serie de cerem onias que exaltan la institución monárquica, tanto por parte del finado, por el que se decreta luto, como por el nuevo rey que es alzado, jurado y a veces coronado. En quinto lugar, habla de la cualidad de reyes taumaturgos, que excepcionalmente se dio en algún rey castellano. En otro capítulo, nos habla del adoctrinam iento político y pone co mo ejem plo a don Juan Manuel, además hace una extensa disertación sobre el papel del sabio que adoctrina al príncipe partiendo del filósofo Aristóteles y de Alejandro, com o modelo de buen rey, que gobierna con acierto, porque pone en práctica las máximas de su sabio maestro para conseguir el bien común y el provecho de sus súbditos; de am bos hay num erosas huellas en escritores y tratadistas españoles: García de Cas trojeriz, Gil de Zam ora, o en obras concretas como en las Partidas, Poridat de poridades, Flores de Filosofía, Castigos del rey don Sancho y el Victorial. De estas figuras y obras hablaremos a lo largo de los distintos capítulos y se podrá comprobar que son esenciales para de finir la im agen de los respectivos reyes que vamos a estudiar. Teóf ilo Ruiz73opina que la imagen de la realeza se formó lentamente a través de los s iglos com o resultado de en trelazamientos de elem entos relig iosos, secu lares y populares, estudiados por grandes historiadores como Marc Bloch 74 o Kantorowicz; él considera importante el estudio de las fiesta s, justas y banquetes porque en ellos se envían m ensajes m uy claros a los distin tos estamentos y a los país es extran jeros. En concreto estudia las de la época de Juan II. Consideramos que es cierto que tienen gran valor, pero no hay m uchos estudios individua lizados, por lo que ha y que recurrir a las crónicas, las cuales nos dan not icias de estas fiestas y otro tipo de ceremonias: bautizos, matrimonios, entierros, entradas reales, etc. para poder deducir qué tipo de im agen se quería transmitir al pueblo. 72 BERMEJO CABRERO, Jo sé Lu is: Máximas, p rincipios y símb olos p olíticos, M adrid: C entro de Estudios Constitucionales, 1986. 73 RUIZ, Teófilo: “Fiestas, To rneos y Sím bolos de r ealeza en la Castill a d el sig lo XV. Las fiestas d e Valladolid de 1428”, en Realidad e i mágenes del poder. España a f ines de l a Edad Media, Valladolid: Ámbito, 1988, pp.249-265. 74 El historiador francés e n su obra Los reyes taumaturgos fue el primero en utilizar los métodos de la antropología para estudiar la monarquía medieval, fundamentalmente la francesa. 50 Lisón Tolosana75, en su discurso de entrada en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, quiere realzar la dim ensión m ístico-espiritual y sim bólica-sagrada de la realeza, pro pia del antropólogo y, aunque el est udio se centre en la d inastía de los Austrias, tiene una parte m uy importante de re flexión teórica sobre la realeza, su poder ritual y la im agen del rey. Un rey, para él, es una superfigura m ágica con valor atemporal, lo que le confiere un carácter es piritual y sagrado, que nos proporciona una imagen singular y única, cuya principal cual idad es la dignitas, p resentada a través de vehículos se mióticos como títulos, vestim enta, insignias, pinturas, escu lturas, f iestas, medallas, corona, cetro y espada, qu e ofrecen una figura radiante y g loriosa. Nos habla de las que considera cerem onias fundamentales, como son la unción, por la que el rey queda consagrado com o elegido de Dios, el ser arm ado caballero y, f inalmente, la coronación, que transforma a una persona en rey. También reflexiona sobre el poder del rey, que emana del ritual que rodea su figura, es decir del protocolo que lo convierte en la figura central en todas las cerem onias, que lo hace visible con gran pom pa y magnificencia. Este autor cree que la justicia, el poder, el numen divino, la dignidad y la majestad forman el paradigma ideal de la realeza, cuya imagen es la que nos transmiten todas las artes y que se convierte en pública. Todos estos presupuestos teóricos son los que nosotros tratarem os de plasmar en el análisis de cada uno de los reyes que gobiernan en la etapa de la Baja Edad Media castellana, cuya im agen tr aspasa los lím ites p ersonales p ara tra scender a los de la Monarquía. Todos los reyes se presentan co mo vicarios de Dios, todos se presentan vestidos y con los sím bolos propios de su cargo, todos nos m uestran figuras maiestáticas, por ejemplo en sus sellos, to dos aparecen en el centro d e las representaciones gráficas, como en las im ágenes de autor de Alfonso X, o al m enos, es la figura más destacad a com o vemos en el Libro de la montería ; otra m anera de manifestar que es el centro lo encontramos en la rueda de los privilegios rodados. Todos los tratadistas teóricos, croni stas, incluso los propios reye s cuando hablan a través de sus documentos, insisten en que ejercer la justicia es su principal m isión. Igualmente todos se presentan com o figuras públicas, expuestas en determ inados momentos a los ojos del pueblo o al m enos de los estam entos privilegiados, com o ocurre en las reuniones de Cortes. Para deja r con stancia de s u preem inencia, recurren a una lu josa vestimenta, com o por e jemplo Juan II en las fiestas de justas y torneos, incluso las ilustraciones de la Genealogía de los Reyes , conservada en la Real Biblioteca de Palacio, nos muestra unos curiosos tocados que singularizan al rey y a los m iembros de la familia real, asimismo las artes plásticas individualizan sus figuras por el atuendo, la corona y la dignidad con que los retratan, como se aprecia en Enrique II en la Virgen del Tobed. 1.5. PROPAGANDA. 1.5.1. DEFINICIÓN. La obra clás ica al respect o es la de Jacques E llul76, en la que defi ne este difícil término como “Conjunto de m étodos utilizados por el poder, político o religioso, para obtener determinados efectos ideológicos o psicológicos”. Nos habla de varios agentes 75 LISÓN T OLOSANA, C.: La i magen del rey. Mon arquía, real eza y p oder ri tual en l a C asa de l os Austrias, Madrid: Espasa-Calpe. Colección Austral, 1991. 76 ELLUL, Jacques: Historia de la propaganda, Caracas: Monte Ávila, 1967. 51 de la p ropaganda de la acción real, por ej emplo, los po etas o la Iglesia, pues lo s sentimientos religiosos son útil es para lograr una adhesión, pero, para este autor, los más importantes fueron los juristas. Éstos fueron los servidores fieles del rey, al utilizar el derecho rom ano como la fuente de sus argumentos, apuntalan la nueva m onarquía centralista como poder único y legítimo frente a la Iglesia, a los señores feudales y a las ciudades; él es el que hace las leyes y el que ejerce la justicia; además no se quedaron en la doctrina sino que pasaron a la acción pa ra conquistar una opi nión favorable del pueblo que llevara a la adhesión de éste a su rey. Existen datos que corroboran, en parte, los planteamientos de Ellul, por ejemplo, los grandes poetas del siglo XV Juan de Mena, Jorge Manrique y e l M arqués de Santillana hacen en sus obras importantes loas a su rey, Juan II. La Iglesia está presente en todas las fórmulas de los privilegios rodados o en los testamentos de los reyes, en las que hacen p rofesión de fe cristiana y de benefi ciar a la Iglesia, de la q ue se declaran protectores. Tam bién e s ci erto que el derecho rom ano, introducido en Castilla por Alfonso X, será un pilar fundam ental para el fortalecim iento de la monarquía; los grandes reyes serán grandes legisladores, como el m encionado y tam bién Alfonso XI. Pero creemos que no fue el derecho el agen te más destacado de la propa ganda, es u no entre muchos medios que contribuyeron a difundir la imagen de un rey poderoso. Nieto Soria, a su vez, nos ofrece una definición clara y pre cisa de lo q ue es la propaganda política utilizada por el poder con el objetivo de legitimarse ante la opinión pública: “Es el conjunto de los procesos de comunicación por cuyo m edio se difunden los valo res, las norm as y las c eremonias que f orman las ideolog ías políticas ”77. Él mismo profundiza en otra obra en el tem a de la propagand a, al que considera unido intrínsecamente al de la legitimación; da una definición que sirve de cimientos a nuestra investigación, pues considera que, desde el pu nto de vista político, “es el esfuerzo o manipulación que a través de la utilización interesada de ciertas ocultaciones o de ciertas exhibiciones, trata de provocar una imagen que con tribuya a la consecución de determinados objetivos significativos” 78, es decir, la propaganda es un instrumento para crear el con senso de las fuerzas políticas y sociales, dentro del reino, alrededor de la figura del monarca, y la legitimación produce el mismo consenso, de manera que ambos son necesarios para obtener la imagen del rey. María Asenjo79 pien sa q ue si el d erecho y la costum bre eran las dos vías legitimadoras por excelencia, la propaganda se añadió como una vía m ás, porque contribuía al conocimiento de la política regia y a su consiguiente aceptación por parte de los súbditos. 1.5.2. MEDIOS DE PROPAGANDA. A continuación recogemos opiniones de dist intos historiadores, y veremos como cada uno incide en m edios diversos; es difí cil valorar un factor como el principal, pensamos que la acción propagandística es la suma de tod os ellos, aunque si hay que decir cuál p esa m ás, pensam os que es la Iglesia el que tiene m ayor peso, porque los 77 NIETO SOR IA: Jo sé Manu el: Id eología y cen tralización po lítica en las crisis b ajomedievales”, Historia a Debate, vol. Medieval (1995), p. 160. 78 NI ETO S ORIA, Jo sé M anuel (director): Orígenes d e la Monarquía h ispánica. Propa ganda y legitimación (1400-1520), p. 20. 79 ASENJO GONZÁLEZ, María “Las ciudades” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, pp. 138-9. 52 principios religiosos están presentes en todos los m edios, a continuación vam os a explicar cuáles fueron los m edios utili zados, com enzando por los relacionados con principios religiosos. Nieto Soria que tanto ha insistido en los fundam entos religiosos del poder monárquico, dedica un artículo 80 a explicar que las im ágenes religiosas del poder real en la Cas tilla del sig lo XIII tuv ieron un indu dable pape l propagandístico, po rque, a través de ellas, se preten dió hacer in teligible a los súbditos el re forzamiento del poder real, es decir, se utilizaron com o cauce de divulgación política, función que perdurará durante varios siglos. H ay que tener en cuen ta que los conceptos propiam ente políticos estaban poco desarrollados y por eso era m ás fácil recurrir a la s imbología religiosa como medio de comunicación. Abundando en el m ismo tema, explica Nieto Soria 81 que la génesis del Estado Moderno tuvo com o una de su s componentes evolutivas de mayor relieve la búsqueda de unos fundam entos de legitimación, lo que exigió desplegar una serie de actividades propagandísticas, en las que la Iglesia jugó un papel fundamental, pues en la imagen del monarca el com ponente religioso fue decisi vo en las cerem onias políticas y en la concepción del poder regio, al que se atribuye una dimensión sagrada. Este historiador nos habla de cinco retóricas a la hora de e xplicar los idea les políticos; así la re tórica teológica, que parte de la posición del rey como vicario de Dios, alude al rey com o figura providencial, elegido por Dios para realizar un plan diseñado por la propia divinidad; la retórica jurídica se plasma en el concepto d e soberanía porque el rey es considerado soberano en cuanto que ostenta la m ás alta jurisd icción del re ino; la literaria, que se basa en las anteriores y las plasma en Ca ncioneros; la pedagógica, que expone ideales políticos a través de m étodos didácticos; la histórica, que pone recursos propagandísticos y leg itimadores al servicio de las necesid ades políticas de la realeza. En resumen, el rey es “cristianísimo” y este carácter religioso es un rasgo esencial en su legitimidad política, y por eso la Iglesi a es m uy necesa ria p ara las lab ores propagandísticas que avalan esa legitimidad. Remedios Morán82 defiende que el derecho también puede ser un instrumento de propaganda, a través de los Ordenam ientos o, generalizando, a través del derecho canónico, que favorece la introducción de principios como el del origen y la transmisión del poder. Se puede deducir, por tanto, que la Ig lesia contribuye, en este caso, de manera indirecta pero muy relevante a la le gitimación y por tanto a la propaganda de la monarquía. Se puede hacer otro grupo de m edios de propaganda, en el que se incluya los relacionados con la escritura y la literatura. Elisa Ruiz83 opina que la escritura, co mo medio de comunicación, es una de las infraestructuras básicas para sustentar la acción de gobierno y la cohesión de la comunidad, utilizada por los sucesivos soberanos con fines de legitim ación y de propaganda; aunque sus afir maciones se refier an al siglo XV, consideram os que se 80NIETO SORIA, Jo sé Manuel: “I mágenes relig iosas d el rey y d el p oder real en la Castilla d el si glo XIII”, En la España Medieval, 5 (1986), pp. 728-9. 81 NIETO SORIA, José Manuel: Iglesia y génesis del Estado Moderno en Castilla (1369-1480), Madrid: Complutense, 1994, capítulo cuarto. 82 MORÁN MARTÍN, Remedios: “Ordenamiento, legitimación y potestad normativa” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, pp. 223 y ss. 83 RUIZ GARCÍA, Elisa: “El poder de la escritura y la escritura del poder”, en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999. 53 pueden extrapolar al resto del período de nuestro estudio. Desde com ienzos del Cuatrocientos se valora la com petencia g rafo-lectora com o un ra sgo importante de la personalidad del rey, incluso de buen gobernante , pero desde siem pre se le consideraba el dominus del proceso de escrituración, puesto que él sancionaba y validaba los documentos más importantes que expedía la Ca ncillería. Otro medio que tenía el poder regio de usar la escritu ra era a trav és de las crónicas, con las que conseguían un gran efecto propagandístico de acuerdo con los in tereses políticos de cada reinado, puesto que en ocasiones, según Lorenzo Galíndez de Carvajal, los textos según se iba n componiendo se leían en la m esa del rey. Es ta historiadora, asim ismo, ve en los libros cortesanos, unos excelentes m edios de propa ganda de determ inados valores desde la óptica del poder; al m argen de su conteni do, por sus característic as físicas era un signo externo de excelencia y podía reflejar las altas cualidades de su propietario, en este caso el soberano, ya que eran elab orados con ricos materiales, ofrecían una esmerada factura y cuidada ornam entación, adem ás de elem entos figurativos o si mbólicos alusivos al poseedor, com o por ejem plo, los escudos de arm as. Nos parece m uy oportuna esta reflexión y por eso la recogem os la prim era porque la escritura está en la base del ejercicio de gobierno, de hecho se habla de la existencia de un scriptorium durante el reinado de Alfonso X, y a Juan II y Enri que IV se les atribuye la posesión de importantes ejem plares, lo que transm ite una im agen de su poder, sabiduría y munificencia. Mención especial m erecen la iniciales a nimadas o historiadas que aparecen en los libros o documentos, en ellas puede aparecer la efigie regia o una escena alusiva a los soberanos, lo que produce un indudable efecto propagandístico sobre el lector, porque se asocia su imagen con la autoría del texto. Dentro de los procesos de comunicación, la literatura es una fuente fundamental para conocer la concepción del poder político y en particular del poder real, la m ayoría son testimonios laudatorios del rey o de la dinastía, pero hay algunos en los que son criticados, por ejem plo, Enrique IV en las Coplas de Mingo Revulgo ; a lo largo de nuestro trab ajo, analizarem os m uchas obras li terarias. En concreto para el siglo XV, Nieto Soria 84 ha estud iado los can cioneros castellanos, ejem plo de literatura cortesan a que nos da la imagen de la realeza y que responde a un estado de opinión que impone la Corte, que utiliza la propia producción poé tica com o m edio de propaganda. En su opinión, el ideal m onárquico se m anifiesta a través de im ágenes visuales, de actos y ritos, y también de palabras y fras es, que tien en en los te xtos literarios una de sus producciones más ricas; en ellos el ideal m onárquico puede ser cr ítico o apologético. Son muchos los autores, españoles y extranjeros, que utilizan las fuentes literarias para definir el ideal m onárquico y expresar la im agen del monarca en función de su contenido, que normalmente es apo logética y por tanto p ropagandística. En Castilla, a fines del Medievo, al igual que en otros países europeos , la presencia de poetas cortesanos no es un fenóm eno meram ente cu ltural, sino de r elevancia po lítica en atención a objetivos propagandísticos, y la apología fue una de las for mas más habituales para d ifundir unos valores, norm as y creencias, que, en definitiv a, es en lo que consiste la propaganda política. El ideal monárquico embellecido literariamente y fortalecido por los medios de propaganda puede provocar nuevas solidaridades en torno al rey. Son m uchas las im ágenes literarias que la poesía de los cancioneros puede ofrecer del monarca. Nieto Soria las ha agrupado en cuatro modelos: 84 NIETO SORIA, José Manuel: “Apología y propaganda de la realeza en los ca ncioneros cortesanos del siglo XV. Diseño literario de un modelo político”, En la España Medieval, 11(1988), pp. 185-221. 54 - La realeza sagrad a, considerada as í por su origen divino, porque el rey es el vicario de la divinidad, de la que reci be la unción que provoca en él unos efectos concretos en orden al buen gobierno, y porque existe un contexto m esiánico- providencialista, que perm ite concebir al rey com o un enviado de Dios para la realización de objetivos conc retos. En consecuencia hay en todos los escritos m uchas alusiones a la dim ensión sagrada de la r ealeza, por ejemplo, Juan de Mena en su Laberinto de Fortuna (vv. 2369-76) dice que la Providencia provee a Juan II de fuerza, coraje, valor y prudencia para que cons iga las victorias que pretenda, además, encontramos num erosas fór mulas y expresi ones que aluden a esa sacralización, por ejemplo: “Dará lus e vida a sus naturales, Sacra e real magestad”. - La realeza cristianísim a, porque al re y se le atribuyen las virtudes cristianas más esenciales y se le considera ejemplo en el cumplimiento de los deberes propios de un rey cristiano, com o son el defender la ley de Cristo en su reino y la lucha contra los enemigos de la fe. Ejemplos de reyes cuya conducta poco virtuosa les llevó a tener unos reinados muy conflictivos fueron Pedro I y Enrique IV, en cambio Juan I fue considerado por el poeta Álvarez de Villasandino, tan noble, honrado, franco, esforzado, católico, casto y am ante de la paz que debe ría haber sido canoniza do. También en este apartado encontram os fór mulas y expres iones significativas : “Noble rey, Rey bienaventurado, Rey cathólico firm e, Rey de todos los bienes solícito, Rey m uy noble, Rey mucho justo”. - La realeza soberana, porque ostenta un poder soberano, es deci r, preeminente, incuestionable, que no reconoce superior dent ro del reino. U n ejemplo muy interesante que recog e el profeso r Nieto Soria, en el Cancionero de Baena, es el de Juan II considerado rey de toda España 85, de manera que le dan una dim ensión política que no poseía en la realidad. O tras fórm ulas alus ivas s on: “Magn ífico príncip e”, “Muy alto rey”, “Muy fuerte e poderoso”, “Muy poderoso rey de Castilla”, “Poderoso grant rey”. - La realeza útil, porque el rey tiene la atribución de funciones de diversa índole, algunas de competencia exclusiva, que convierten a la monarquía en útil pues tiene que proteger al reino, en concre to: castigar a los re beldes, gobernar rectam ente, legislar, juzgar, proteger a la Iglesia y a los otros estamentos. Todo ello conlleva la imagen de un rey-padre del reino. Algunas fórmulas de atri buciones de funciones son: “Aquel de la espada”, “G uardarlos d e m alyçia”, “Guarde sus previllejos a conçejos”, “Onrre la Iglesia”, “Rey justiciero”, “Rey temido del pueblo común”. Además hay otras im ágenes, que nos tran smiten los cancionero s, de exaltación del poder regio que divulgan el nuevo m odelo de monarquía autoritaria; ellos reflejan una idea de superioridad real que no se había visto en los siglos anteriores, por lo tanto se les puede considerar divulgadores del nuevo tipo de monarquía. Sin embargo, dice Nieto Soria que hay al gunas imágenes de la realeza que no aparecen en las com posiciones cancioneriles, aquellas que son más enjundiosas, menos literarias y m ás difíciles de poetizar, com o la idea del rey-taum aturgo, o la concepción corporativa, tam poco a parecen aqu ellas im ágenes que implican lim itaciones al poder regio, lo que tiene cierta lógica pue sto que las poesías son apologético- propagandísticas. 85 Cuan do Al fonso V II fue c oronado em perador, se es tableció u n t ipo de rel ación de vasal laje de l os demás rei nos peninsulares, porque jurídicamente se l e con sideraba s uperior a t odos el los en el orbus hispanus, por eso en algu nas o casiones se h abla del rey d e Castilla co mo rey d e Esp aña en la épo ca medieval, cuando todavía España no era una unidad política. 55 En relació n con la escritu ra y la literatura, hay otro procedim iento propagandístico en torno al poder real, sobre el que llam a la atención Nieto Soria 86 en otra obra, y es la oficialización del cargo de cronista real. Las crón icas son una fuente indispensable de cada reinado, pero lo que en ellas se narra llevaba el filtro del rey que nombraba a su cronista, adem ás, junto con la narración histórica era frecuente que se recogieran leyendas heroicas. Efectivamente la literatura juega u n papel m uy destacado com o m edio de propaganda, pero hay otros so bre los que llaman la aten ción em inentes histo riadores. Baste con citar las fiestas y ceremonias. Nieto Soria en otra obra87 ha estudiado las ceremonias y los ritos políticos desde la perspectiva de la propaganda y la legi timación. La monarquía, com o institu ción, quiere dejar constancia de que el ejerci cio del poder soberano es legítim o, se ve obligada a recurrir a gran variedad d e medios propagandísticos, para hacer llegar a sus súbditos su mensaje. En la Introducción el au tor explica los diversos m edios en los que se exalta la persona y la polít ica del rey, éstos pueden ser fuentes escritas (panegíricos, discursos, sermones, homilías u oraciones fúnebres) también monedas y, por supuesto, todo tipo de cerem onias relacionadas con su persona como entradas reales, bautismo, bodas, bailes o funerales. Se centra en ésta s, porque tienen un contenido legitim ador y propagandístico88; el primero, se refleja en una cerem onia política, y en la capacidad de proveer mayor respaldo legal a una pretensión de poder; y el segundo, en el conjunto de elementos s olemnes que contribuy en a capta r solid aridades, tant o a base de ideas racionales como irracionales. Establece diversos tipos de ceremonias: 1. Las de acceso al poder , en las que se establece al guna forma de pacto entre el monarca o el aspirante al tr ono y una representación del re ino por el que se pone de manifiesto el derecho al trono. A este grupo p ertenecen la entronización, la jura del heredero y el reconocim iento de la m ayoría de edad ; en las dos prim eras hay tres r itos básicos: el juram ento de los representantes del reino, el hom enaje individualizado y el besamanos, a los que se puede añadir la aclam ación y el alzamiento en la entronización. En esta cerem onia, la ausencia de la unci ón regia ritualizada es una peculiarid ad de Castilla, no obstante, hay ot ra serie de elem entos que da n una dim ensión litúrgica al acto como son la presencia de un número relevante de eclesiásticos, el desfile-procesión y el hecho de que m uchos reyes eligier on como m arco para su entronización una catedral o un m onasterio, por ejemplo, Juan I Las Huelgas de Burgos y Juan II la catedral de Segovia. En general en t odas estas cerem onias hay un im portante componente teatral de dimensión popular, pero también hay un i mportante componente de sumisión de los estam entos al rey, al que juran lealtad y fidelidad. Durante la época de los Trastám ara se ap recia la ten dencia en estos actos a un m ayor enriquecim iento ritual y a una mayor proyección pública. 86 NIETO SORIA, J.M.: “Ideo logía y prop aganda política en la Eu ropa m edieval: lo s proyectos integradores”, en El poder e n E uropa y A mérica: mitos, tóp icos y rea lidades, Bilb ao: Un iversidad del País Vasco, p. 36. 87 NIET O S ORIA, Jo sé M anuel: Ceremonias d e la rea leza. Pro paganda y leg itimación en la Ca stilla Trastámara, Madrid: Nerea, 1993. 88 Cfr. NIETO SORIA, José Manuel: “La realeza” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, p. 49. En esta obra plantea un triple objetivo en las ceremonias, que tiene n por esce nario preferido la corte real: mostrar una im agen m uy tangible y muy próxim a, provoc ar una reacción de adhesión y provocar un efecto de consenso favorable a las pretensiones políticas de la realeza. 56 2. Cerem onias de tr ánsito v ital, es decir, las que suponen la celebración de acontecimientos personales com o nacimientos, bautizos y bodas reales . Todas son ceremonias festivas y siempre van acompañadas de juegos etc. en las diversas ciudades del reino. E n ellas es importante el com ponente litúrgico y el legitim ador, adem ás se manifestaba la actitud de adhesión pública al linaje reinante. Exhibición pública del monarca. 3. Cerem onias de cooperación , en las que se incluyen Juramentos, Di scursos ceremoniales, Cortes e Investiduras caballerescas . Todas ellas tienen una dim ensión política y pública m uy importante, por eso ti enen un gran valor propagandístico y, por supuesto, legitimador pues en todas ellas queda patente la superioridad de la figu ra del rey: cabeza del reino. C onsidera muy importantes las investiduras caballerescas porque marcaban la superioridad regia sobre la nobl eza, ya que la caballería era la principal fuerza m ilitar de l pa ís y el r ito de arm ar c aballero ten ía com o mom ento cla ve la pescozada del rey con su espada. Este grupo n os parece muy im portante para nuestro trabajo pues estas cerem onias proporcionan muchos datos para hacernos con la im agen de los distintos reyes. 4. Ceremonias de justicia , en las que destaca la audiencia del rey-juez. Ésta es una de las im ágenes que las fuentes iconográf icas más representan, el m onarca aparece en actitud d e m ajestad, com parable a Dios- J uez, y con la espada y el cetro co mo objetos simbólicos del poder. 5. Ceremonias litúrgicas, de gran interés para nuestro trabajo, porque, como dice Nieto Soria, no se pueden considerar ai sladas de la propaganda política y nos proporcionan la im agen de un rey cristianís imo: rey guerrero frente al infiel, rey acrecentador de la fe religiosa, rey modélico en lo piadoso y rey protector de su Iglesia. Y nos habla de algunas cerem onias en las que queda patente la im agen ritualizada de ese rey cristianísimo como las peregrinaciones; también se refiere a las disposiciones de Juan I en las Cortes de Briviesca de 1387: ante el paso por la calle de la Sagrada Forma, el rey debía ponerse de rodill as; también se establece que, cuando el rey llegue a una ciudad, sea recibido por los clérigos en procesión pero sin sacar la s cruces de las iglesias. Estarían en este grupo la celebración de misas con signif icado político y predicaciones de cruzada con intervención personal del monarca. 6. Ceremonias funerarias son las relativas a la muerte de l rey, que tenía un ceremonial m ás o m enos ritual izado. Más que de propagandí sticas eran cerem onias legitimadoras de la dinastía reinante partiendo del concepto Rex qui nunquam moritur . Para nues tro trab ajo tienen especial in terés los panteones regios que sí ofrecen una imagen de Estado, en su doble perspectiva propagandística y legitimadora. 7. Cere monias de recepción , entre las que destacan las entradas reales , que constituyen un m omento de exhibición del rey y su poder ante los súbditos, fueron espléndidas en el sigo XV. Son c onsideradas un espectáculo por el boato con que se celebran, en el que una ciudad rinde lealtad al rey; ofrece una imagen globalizadora de los idea les políticos, a l presenta r la f igura real como elemento de coh esión del reino, pues participan todos los estam entos que forman la comunidad política de la que el rey es la cabeza indiscutible. También estaría la recepción de embajadas, donde se ponía en escena toda la ostentación posible que contribuía a prestigiar a los monarcas 57 8. Cerem onias de victoria m ilitar, las cuales tienen un claro valor propagandístico porque exaltan la dim ensión soberana del monarca, le presentan como jefe militar y como cabeza de la caballería del reino, por eso tienen mayor peso los ritos litúrgico-religiosos. Exis tían dos tip os cerem oniales dis tintos: el re cibimiento del rey victorioso en las ciudades castellanas, y las entradas en las ciudades reconquistadas. En cuanto a las conclusiones a las que llega, la prim era es que el poder real es superior, es decir, está por encim a de lo s demás poderes, y la segunda es que hay una clara tenden cia a la cerem onialización de la vida política, lo que se explica por la necesidad de legitim ación de la dinastía Trastámara, que persigue, com o finalid ad política, buscar la adhesión popular, y por el propio proc eso de transfor mación del Estado que conlleva un cerem onial con evidentes preten siones esta talistas. Las imágenes más claras son la d el rey como vi cario de Dios y la del rey virtuosísimo y cristianísimo; además existen otras como la de soberano incontestable, la del rey-juez, la del rey hacedor de nobles y la del caudillo m ilitar. También habla de las expresion es cancillerescas que son funda mentales para de finir el ideal polític o de la realeza, claramente estatalista: “preem inencia real”, “soberanía y señor soberano”, “preeminencia real”, “so beranía y señor soberan o”, “m ajestad”, “rey por la gracia d e Dios”, “señor natural”, “poderío real ab soluto” y “cierta ciencia y motu propio”; fórmulas que veremos repetirse en los documentos regios que estudiaremos. Finaliza la obra, hablando de las re presentaciones ic onográficas de las ceremonias, tema en el que en Castilla estamos en desventaja frente a otros países, pues aquí carecemos de ricas cróni cas miniadas, por lo que hay que recurrir a o tras fuentes mucho más dispersas, en las qu e directa o indirectamente se hallan referencias visuales a ceremonias o gestos ceremoniales, hay otro tipo de libros que los recogen y cita obras concretas como el Libro del Caballero Cifar, el Pontifical de la Biblioteca Colombina, la Genealogía de los Reyes de España, el Libro de la montería, también cita cuadros en los que aparecen los reyes en actitud orante, como es el caso de la fam ilia de Enrique II en La Virgen del Tobed . De todos ellos irem os dando cu enta a lo largo de nuestro trabajo, pues son las fuentes en las que bebemos para encontrar la imagen gráfica de los monarcas estudiados. Las próximas líneas las vamos a dedicar a los estudios monográficos de algunas ceremonias que han escrito distintos especialistas. Rosana de Andrés ha hecho un estudio sobre las “entradas reales” 89, tan llenas de significación política como las bodas, funerales o coronación. Piensa que demuestran el sentimiento monárquico de m anera clar a puesto que era el m omento del encuen tro entre el rey y sus súbditos, en el que se ponía de manifiesto la lealtad hacia el rey y éste mostraba toda su gloria. La ci udad se prep araba para alo jar al séquito real de m anera suntuosa, y se engalanaba; el rey, antes de entrar en ella, solía jurar guardar sus derechos, libertades y privilegios y se le of recía un discurso de bi envenida; recibía los regalos y marchaba a h acer o ración en la ig lesia principal, después se celeb raba u na gran comida o cena en su honor. Todas las ceremonias iban acom pañadas de grandes festejos, que podían ser torneos, justas, jue gos, cacerías, danzas y cerem onias de armar caballeros, en las que la m úsica estaba pres ente. La entrad a propiamente dicha era un desfile del rey y su séquito, t odos ricamente ataviados, por lo que se puede decir que se convirtió en un gran espectáculo, especi almente en el siglo XV. Er a un acto de 89 ANDRÉ S DÍAS, Rosa na de: “Las ·entradas reales· ca stellanas en l os si glos X IV y X V, s egún l as crónicas de la época”, En la España medieval, 4 (1984), pp. 47-62. 58 exaltación monárquica y había diferentes tipos según los avatares políticos: unas en tiempos de paz para honrar al rey, otras durante la s guerras civiles para jurar los fueros de la ciudad, y las celebradas al regres o de las cam pañas victoriosas contra los musulmanes. De todas, la autora presenta, numerosas citas y ejem plos tomados de las diversas crónicas de los reye s; valga como demostración la entrada en Enrique IV en Jaén en 146490: Cerca de media legua de la dicha cibda d, salieron los señores de la iglesia mayor, y la justicia y regidores della. Y luego s alieron fasta quinientos rocines muy ajezad os e tocado s a la m orisca e con barvas postizas; los quales traýan unas cañas muy gruesas e unos corchos pl ateados que verdaderamente parescían lanzas. E assí vinieron escaram uzando y echándose lanzas delante. Y desque llegó el rey cerca de unas penas, do nasce el agua de Santa María, descendieron de allí fasta treinta hombres, vestidos e calçados como moras, con p anderos e sonajas, dando m uy grandes albórbolas. E luego m ás adelante saliero n fasta quatro mill niños en cavallejos de cañas, todos con alcandoras vestidos e tocados con tocas, e sus ataba les; e luego f asta otros m ill niños con valles tillas de mimbre, e otra batalla, e sus caperuzas. Sin otra m ucha gente de o mbres e mugeres e espingarderos que estavan fuera de la dicha cibdad; e por los adarves e calles e ventanas, muchas dueñas e doncellas. E así entró por la dicha çibdad, con muchas trompetas, e fuese derecho a descavalgar a la posada del dicho señor Condestable, do avía de çenar y dorm ir […] Resçibió colaçión y estovo un poco. Y luego desçendió y fuese a pie a Santa María la Mayor, a oyr completas. Pero adem ás hay otras muchas, por ejem plo, Alonso de Palencia 91 recoge la visita de Enrique IV a Sevilla después de sus bodas en Córdoba, en la que hubo fiestas y espectáculos com o era costum bre, pero nos relata una novedad y es que “contra la antigua costumbre, salió el pueblo sevillano más allá que o tras veces a su encuen tro”; este hecho indica que era un rey querido en esos m omentos, aunque después su memoria fuera juzgada de manera negativa. La m isma historiadora, Rosana de Andrés, ha estudiado las fiestas de caballería92, que también nos ofrecen la im agen pública del rey, puesto que se celebran con ocasión de las grandes cerem onias de la m onarquía com o alzam ientos, juras, coronaciones, bodas, etc.; tienen lugar en plazas o cam pos abiertos para que pueda reunirse el pueblo a con statar el prestigio del monarca que, incluso, recibe la f idelidad de la nobleza. Las justas eran las fiestas m ás importantes; eran combates singulares, de hombre a hom bre, en los que tom aban parte los nobles y los m ismos reyes, que tenían que dem ostrar su valor personal y su habilid ad com o cabalgadores, y donde lucían ostentosas galas al igual que sus caballos. Juan II fue el monarca más aficionado a ellas, y, durante su reinado, se or ganizaron con frecuencia estos espectáculos que entretenían a la conflictiva nobleza castellana; por ejemplo, de las que se celebraron en Valladolid el 6 de junio de 1428, daremos cuenta en el capítulo correspondiente a este rey. Tanto 90 Hechos del con destable d on Mi guel L ucas de Ir anzo. C rónica del si glo XV (e dición Jua n de M ata Carriazo), Madrid: Espasa-Calpe, 1940, pp. 194-5. 91 PALENCIA, Alfonso de: Décadas, edición Brian Tate & Jeremy Lawrence, Madrid: Real Acade mia de la Historia, 1998, libro III, p. 116. 92 ANDRÉS DÍAZ, Rosana de: “Las fiestas de caballería en la Castilla de los Trastámara”, En la España medieval, 8 (1986), pp. 81-107. 59 las entradas reales como las fiestas de caballería brindaban la ocasión para que el rey se hiciera visib le al pu eblo y ofreciera su imagen pública con gran boato ; esa presencia espectacular es la que se quería brindar del rey, único capaz de semejante ostentación, lo que era una manera de impresionar a los demás mortales y dejar clara su preeminencia. De ambas hay testimonios en todos los reinados, lo que indica que los cronistas querían trasmitir la imagen de un rey popular, aclam ado por sus vasallos, que no es otra que la que el m ismo rey quería ofrecer. S e sabe que también los juglares con tribuyeron a la transmisión de la imagen del rey entre la población. Las ceremonias de juram ento de reyes en las C ortes eran d e las m ás solemnes. Su escenografía nos la describe Carretero Zam ora93. Tenían lugar en una catedral (en el siglo XV en la de Toledo), y el ceremonial se iniciaba con una misa solemne; la familia real y el arzobispo prim ado se situaban en las gradas del altar m ayor y, a continuación, siguiendo un orden jerárquico se situaban el alto clero, la n obleza, la alta burocracia y los procuradores de las Cortes; también asis tían embajadores y dignatarios extranjeros; comenzaba la sesión con la alocución del se cretario de las Cor tes, después seguía el pleito homenaje de los asistentes y el jura mento público e individual de los as istentes ante los reyes tocando los Santos Evangelios; el secretario real levantaba acta oficial de los actos. María Asenjo94 también analiza las fiestas, que eran convocatorias que realizaba la corte para exhibir la auto ridad y el carácter sagrado inhe rentes al poder m onárquico, del que también eran un m edio de propaganda. Se realizaban en las ciu dades, que eran el escenario que permitía reunir a las gentes para difundir mensajes políticos a través de las im ágenes de riqueza y poder. Se or ganizaban con m otivo de acontecim ientos religiosos, políticos o f amiliares, en los que se exhibían símbolos de la soberanía re al, como eran pendones, escudos, el cetro, la corona, etc. Los torneos (combates de grupos de caballeros divididos en cu adrillas) eran, quizás, los espectáculos por antonomasia y gozaron de gran fam a, porque en ellos se pe rpetuaban los valores de la caballería , estableciendo el modelo del perfecto caballero cristiano. Además de los tres grupos que hem os come ntado, existen otros medios de propaganda que no tienen cabida en los ante riores, los cuales vam os a analizar a continuación. La moneda puede considerarse un m edio de propaganda de la m onarquía. Ya hemos visto que transm ite la im agen del rey, a través de su efigie o de sus sím bolos, pero además, según Eduardo Fuentes95, es un poderosísimo instrumento de legitimación ya que en el Fuero Viejo de Cas tilla se concib e com o una facultad y patrim onio del monarca. Igualmente, las m anifestaciones artísticas pueden servir de propaganda puesto que pueden aportar una clara fi nalidad política, quizás la m ás f ácil de percib ir po r el pueblo. En ellas aparecen explícitam ente los sím bolos de los reyes o, incluso, sus propias efig ies, pero otra interp retación in teresante es el m ecenazgo religioso co n el objetivo de exaltar la figura del m onarca, no simplem ente como un acto piadoso. Un 93 CARRETERO ZAMORA, Juan M.: “Representación política y procesos de legitimación” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, p. 187. 94 ASENJO GONZÁLEZ, María: “Las ciudades” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, pp. 132 y ss. 95 FUENTES GANZO, Eduardo: “Ordenamiento, legitimación y p otestad normativa. La leg islación de moneda” en Orígenes de la Mona rquía h ispánica. Prop aganda y legitim ación (1400 -1520), Madr id: Dykinson, 1999, p. 229. 60 ejemplo lo constituye la especial protecci ón que la dinastía Tras támara propició a las órdenes de los cartujos y jerónimos96. Cerramos este epígrafe con las guerra s, una actividad que , según el profesor Ladero97, jugó un papel muy im portante en la propaganda, porque al pueblo hay que explicarle la conveniencia de estar en guerr a, hay que justificarla . En la Baja Edad Media fueron continuas las guerras y pertur baciones sociales, y había que apoyar unas posturas y debilitar otras. Veremos en cada reinado las luchas internas y el papel que el monarca juega en ellas y cóm o son de gran importancia a la hora de forjar una im agen de cada uno o de la in stitución qu e repr esentan; el caso más claro es el de la luc ha fratricida entre Pedro I y Enrique de Trastám ara, en la que uno pasa a la Historia como “el Cruel” y el otro como el vencedor del tirano e introductor de una gloriosa dinastía. La nobleza m ilitar, co mo gr upo, tendía a debilitar a la monarquía para obtener beneficios, lo que a su vez la debilitaba a ún más. Queremos apuntar que, aparte de los enfrentamientos contra el rey, que liderab a la alta nob leza, tam bién la s ciudade s se convirtieron en escenario de luchas de ba nderías cargadas de sím bolos asociados al poder. Pero los reyes tratarán de recuperar el poder perdido por ellos m ismos o por sus predecesores. Añadim os las guerras contra el Islam com o otro m edio de propaganda muy importante, puesto que una imagen m uy querida por los reyes m edievales es la de caudillo de la cristiandad. 1.6. BALANCE FINAL. Imagen, propaganda y sim bolismo son los tres pilares básicos sobre los que se apoyará nuestra investigación, de ahí que hayamos esbozado un estado actual de la cuestión siguiendo la bibliografía más rigur osa y actualizada sobre estas cuestiones. Creemos que son térm inos que expresan ideas relacionadas entre sí en torno a un denominador común: la realeza, que es el objeto de nuestro estudio. El medievalista Bonifacio Palacios Martín explica el sim bolismo político desde la perspectiva antropológica, en la línea se guida mayoritariamente por la escuela de los “Annales”. Opina que todo sistem a político tiene necesidad de recurrir a lo s símbolos por varios motivos: po r el carácter m ental de las relaciones de poder que necesita ser exteriorizado mediante imágenes, y por el carácter coactivo del poder que necesita ser aceptado y obedecido por la sociedad, acorde con unos valores legitimadores. La imagen del poder real, la que el monarca trata de construir de sí mismo, es el resultado de tres condicionantes : las ideas y representacion es simbólicas propias de la Cristiandad occidental, en la que el Reino de Dios es el modelo arquetípico de gobierno; las fuerzas políticas y s ociales internas del reino; y las líneas gene rales de la cultura y los cambios que en ellas se producen y su impacto en el campo de las mentalidades, por ejemplo el derecho romano y la filosofía ar istotélica que traerán una nueva racionalidad a partir del siglo XIII. La propaganda tiene que ser eficaz para que esos sím bolos políticos y esas imágenes del poder real lleguen a los súbd itos y consigan la cuasi-adoración y la permanencia de la institución monárquica. En resum en, ve mos que los conceptos políticos son expresados a través de imágenes y recursos varios suscep tibles de s er interpretados en clave simbólica por los 96 RUIZ M ATEOS, A ., PÉ REZ M ONZÓN, O. Y ES PINO, J .: “Las manifestaciones artísticas” en Orígenes de la Monarquía hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, p. 354. 97 LADERO QUESADA, M. A.: “Aspectos de la c omunicación en los siglos XIV y XV” , Boletín d e ANABAD, 30 (1980), p. 193 61 receptores del mensaje, bien fueran los súbditos o seamos los estudiosos actuales. De la conjunción de tales factores obtendrem os las imágenes políticas de los diez reyes que vamos a estudiar y de la institución m onárquica bajom edieval, que era preem inente porque el rey era la cabeza del reino, pero el poder político se hallaba disperso en varias instancias, aunque veremos com o trata de r obustecer su posición centralizándolo en su persona. Además hemos dado numerosos ejemplos de que la simbólica real ha sido objeto de estudio por parte de muchos historiador es, españoles y extranjeros, que han hecho propuestas diversas, según el punto de vista elegido, m uchas de ellas complementarias, de ahí que concluyamos que la imagen de la realeza bajomedieval es múltiple. 62 2. METODOLOGÍA DE TRABAJO Y FUENTES. 2.1. PRENOTANDOS. La presente investigación se ha realizado mediante el estudio directo de fuentes escritas, tan to docum entales com o lib rarias. Com o es natura l, s e h an aplicado las técnicas del análisis propias de las disciplinas historiográficas, esto es, la paleografía, la diplomática y la codicología prim ordialmente. Con carácter com plementario se ha recurrido a testim onios sigilográficos, num ismáticos y artísticos, dada la am plitud del tema abordado, por lo que podem os calificar a nuestro trabajo de interdisciplinario. Por supuesto, ha sido preciso manejar numerosos instrumenta. Una vez localizado, transcrito y analizado el conjunto de m aterial prim ario imprescindible para nuestra i nvestigación, hemos procedido a interpretar el significado de los datos proporcionados por las fuentes. Consideramos que la labor del paleógrafo, diplomatista o codicólogo no debe ser m eramente heurística y de cr ítica externa, sino que también debe desarrollar una actividad hermenéutica o de interpretación, sólo así se consigue extraer toda la inform ación contenida en las fuentes escritas, com o en su día afirmó el paleógrafo francés Jean M allon: “la paleografía se ocupa de los m onumentos gráficos de cualquier naturaleza y, en cada caso, de una manera total”98. 2.2. LA DIPLOMÁTICA AL SERVICIO DE LA IMAGEN REAL. El eminente historiador francés Jacq ues Le Goff dice que “todo documento es un monumento que hay que saber desestructurar, desmontar”99, o sea, que se debe hacer un análisis crítico de los diplom as para captar la totalidad del m ensaje. Esta afirmación es para nosotros la piedra angular sobr e la que cim entar nuestra investigación, haciéndola extensiva a los manuscritos. Para estudiar la im agen de la m onarquía son fundamentales los documentos que emanan de la Cancillería real, centro del engranaje del poder regio, porque la proyectan sobre los destinatarios, ya que en nombre del monarca se expedían dichos documentos. Estas fuentes deben ser enjuicia das, tanto en su contenido, porque son instrumentos de gobierno que recogen las disposiciones de los reyes y porque contienen cláusulas formularias que aluden al poder reg io, com o en su form a, porque los m ecanismos del poder im ponen, por una parte, unos caracteres in ternos, es decir, el modo en que se articula el discurso diplomático o tenor siguiendo una estructura típica, y por otra, unos caracteres externos o elem entos m ateriales que definen el aspecto físico de la pieza, como son e l soporte, el tipo de escritura y los elem entos iconogr áficos, auténticos símbolos parlantes que suelen indicar una re lación de autoría por parte del rey, razón por la que para nosotros son objeto especial de análisis. Un documento es un testim onio escrito de naturaleza jurídica, adm inistrativa o política y, por lo tanto, una pieza utilitaria, pero, además, en ellos se desarro llan unos elementos estéticos auspiciados desde el poder regio; la sum a de todas estas circunstancias nos permiten determ inar cómo evoluciona a lo largo de los siglos. Por ejemplo, en el siglo XIII, Alfonso X y Sanc ho IV codifican la doctrina cancilleresca y los procedimientos de la génesis docum ental. Con la llegada de la dinastía T rastámara, se operan importantes transform aciones en la Canciller ía que r epercutirán en la documentación, por ejemplo, se amplía el uso del papel y la tipolog ía de los escritos. 98 MALLON, Jean: Paleographie romaine, Madrid: CSIC, 1952, p. II. 99 LE GOFF, Jacques: Histoire et Mémoire, París: Gallimard, 1988, p. 304. 63 También se observa el enriquecim iento de lo s caracteres externos, especialm ente en el siglo XV, de m anera que en los reinados de Juan II y Enrique IV abundan privilegios pintados que son auténticas obras de arte. Analizaremos los docum entos reales m ás importantes y que mejor nos transmiten la im agen del m onarca, los cu ales pueden ser interp retados en varios registros: a través de las fór mulas diplom áticas, que denotan el recon ocimiento de la autoridad y poder del otorgante, que es el m onarca; a través del contenido jurídico, es decir, la concesión de una m erced o la consecución de un acuerdo, que denota el poder autoritario del rey; y a través de los elementos iconográficos, que ponen de manifiesto la preeminencia del poder real. Según Elisa Ruiz 100, el soporte, la escr itura y la disposición gráfica son los elementos constitu tivos del documento que im pactan en la m ente del recep tor. Por ejemplo, el pergamino era considerado el material noble por excelencia y connotaba la importancia del asunto tratado. Con independenc ia de la tipología de la escritura, la perfección técnica del trazado s e traducía en términos de le gitimidad, autoridad y buen gobierno. P or últim o, la disposición m aterial del texto y los artificios gráficos empleados tam bién contribuían a dar una im agen del o torgante, en es te caso el rey. Entre los artificios cobran especial importancia, por ejemplo, el nombre del monarca, si recibe un tratam iento distintivo crom ático y de un tam año, equiparado con el de Dios, pues está representando la concepción teoc rática de la monarquía; adem ás, colores como el azul, el rojo o el oro son propios de la realeza, aunque con el paso de los siglos, la multiplicidad de medios expresivos facilitó la aparición de elementos decorativos más complejos como las iniciales historiadas o animadas; otros ejemplos pueden ser la efigie real o su escudo de arm as, es decir, la imagen figurativa y la forma simbólica, a los que se les daba el m ismo poder sa cral que a la p ersona física del soberano. De lo expuesto por la profesora Ruiz deducim os que todo el conjunto form a un sistem a visual que ofrece a quien lo contempla, la imagen del rey representado como poderoso soberano y señor, lugarteniente de Dios en su reino, que es la que se quiere transm itir, y que viene reforzada por el contenido de la disposición regia que aparece en el diploma. Otro aspecto que habría que considerar en el análisis crítico del docu mento, según la citada diplom atista101, es la for ma de lectura pr acticada. El se ntido litera l indicaba la concesión d e una m erced o la consecución de un acuerdo ; el m oral, la estimación propia y social del beneficiario; el sentido anagógico, el reconocim iento de la autoridad y poder del otorgante. Asimismo hay que observar las representa ciones simbólicas que aparecen en lo s documentos, que fueron utilizadas por los soberanos p ara cara cterizar sus re inos, sus personas y la acción política ej ercida por ellos. Dichas formas son muy variadas y veremos divisas, lemas, siglas, monogramas y escudos de armas reales a lo largo de los distintos reinados. Se puede concluir que lo s elementos figurativos reforzaban la acción verbal desplegada en el discurso dipl omático, y que la conjunción de todos los elementos, internos y externos, hacían del docum ento un portador de m ensajes con clara in tencionalidad po lítica y con afán pr opagandístico de la im agen que se quería transmitir e n cada m omento. Por lo tan to, tod os los recu rsos m encionados se pu eden considerar com o inform aciones com plementarias de la f uente, a juicio de d icha investigadora102. 100 RUIZ GARCÍA, Elisa: El documento pintado, catálogo de la exposición, Madrid: Museo Nacional del Prado-AFEDA, 2000, pp. 30 y ss. 101 RUIZ GARCÍA, Elisa: Ibidem, p. 26. 102 RUIZ GARCÍA, Elisa: Ibidem, p. 41. 64 Entre los docum entos expedidos por la Cancillería castellana, los privileg ios rodados fueron los m ás emblemáticos. Es el documento más solemne, toma su nombre de su contenido jurídico, pues es una m erced o gracia que concede el rey a una persona o a una institución, y de su rasgo diplom ático m ás característico, la rueda, que es el signo del monarca. Presenta una estructura form al uniform e, aunque habrá algunos cambios a lo largo de la Baja Edad Media y que irem os comprobando en el estudio de los distintos reinados. E ste hermoso diploma es fundamental para nuest ro trabajo, tanto por los elem entos si mbólicos reales que exhibe, com o por su duración, ya que se mantiene desde m ediados del siglo XII a fi nales del XV, periodo qu e prácticamente se corresponde con el de nuestro estudio. Como hemos dicho lleva un elem ento formal, la rueda, de or igen pontificio, que contiene el signum regis, forma figurativa que irá evolucionando con el paso del tiempo. A partir de Alfonso X, en el núcleo cen tral de ella apa rece el cuartelado con los emblemas heráldicos de los reyes de Castilla y León; alrededor hay dos círculos concéntricos, en el prim ero se encuentra la intitulación del rey y en el segundo los nombres del mayordomo y del alférez. Dentro de los caracteres in ternos, es de destacar la importancia que cobran las fórmulas escritas que com pletan la im agen del rey. Por ejemplo, la invocación verbal, que inicia el documento, refleja claramente que el rey lleva a cabo un acto de poder en el nombre de Dios; la in titulación es la expresión de dominio territorial, donde se hace una relación de los rein os del rey, el cual aparece presen tado por su nom bre con la fórmula de derecho divino “por la gracia de Dios”, evidenciando que es el protagonista de la actio docum ental. Las cláusulas conm inatorias y la fórm ula de corroboración, igualmente, dejan clara la autoridad del m onarca. En las cláusu las de suscripción y confirmación participan la f amilia real, la nobleza y los a ltos dignatarios eclesiásticos, cuyos nombres aparecen flanqueando la rueda de manera jerarquizada, lo que constituye una escen ificación de la sociedad piram idal cuya cúspide es el rey entronizado, representado por la ru eda que es el elem ento más destacado y central del diplom a. El efecto visual que produce esta disposición de los elem entos gráfico s y escritos es comparable a la estructura de un retablo, según Martín Postigo: El otorgam iento real es constante, destacando de las dem ás confirm aciones a manera de coronamiento de esta especie de hermoso retablo que es un privilegio rodado, cuya hornacina sería el lugar de la rueda, el friso superior las confirmaciones de parientes y vasallos del rey y la reina, el coronam iento, como hemos dicho, el otorgam iento real, la s calles laterales, las columnas de confirmantes y la predella las confirmaciones de los notarios de los reinos103. Todos estos elementos subrayan la solemnidad del asunto jurídico documentado, y el con junto es ejemplo de cómo la escritu ra está al servicio del poder del rey, puesto que le exalta por encim a de los dem ás personajes a través del contenido, la disposición gráfica, la e structura d iplomática y los e lementos f igurativos. El dip loma trasluce el origen divino del poder del rey y, en definitiva, transm ite la im agen del soberano castellano, que es la piedra angular de su reino, la cabeza de los distintos estamentos, tal y como la rueda es el centro del documento Además lleva el sello de plomo y de doble impronta, pendiente de hilos de seda, cuya función es la de validar, pero, al mismo tiempo, es una representación del poder 103 MARTÍN POSTIGO, Mª de la Soterraña: La cancillería castellana de los Reyes Católicos, Valladolid: Universidad, 1959, p.95. 65 del rey, ya que aparece su im agen, por eso dedicaremos un apartado a su es tudio en todos los capítulos de cada reinado. A partir d e los Tras támara se obser van cam bios significativos en este documento. En cuanto a su form a, cada v ez son m ás suntuosos, de m anera que se convierten en verdaderas obras de arte de la m iniatura, incluso la invocación monogramática desaparece y en su lugar figuran capitales bellam ente ilum inadas o incluso la efigie del propio rey; otro cam bio importante, que se generaliza du rante el reinado de Juan II, es que junto a la hoja de pergamino exenta , de difícil manipulación, aparecen ejemplares en form a de fascículo de bido a la menor extensión del texto; a su vez las ruedas se hacen m ás pequeñas y m ás historiadas. En cuanto a la esctructura interna, des aparece, co mo acabamos de s eñalar, la invo cación m onogramática y también el preámbulo, en cambio, a veces aparece la firma autógrafa del rey. Hemos hecho recopilación de privilegio s rodados y de otro s documentos reales por los distintos archivos españoles: nacionales, municipales, nobiliarios y de la Iglesia, y destacamos, por el elevado número de c onsultas que hem os realizado, el Archivo Histórico Nacional. 2.3. LA PRODUCCIÓN LIBRARIA. Los libros m anuscritos son junto con lo s docum entos el obj etivo de nuestra investigación, son fuentes en las qu e buscamos el m ensaje escrito y la n arrativa visual de ese contenido a través de la s miniaturas. Éstas, en la mayoría de los casos, presentan los m ismos m odelos que los docum entos: escudos de arm as, siglas, m onogramas, divisas, efigies del soberano, tanto simbólicas como figurativas. Según Elisa Ruiz 104, la inf luencia d el re ceptor de l libro es decisiva ya que condiciona al autor en su creac ión y al profesional encargado de su confección y por lo tanto configura el resultado final. E lla los clasifica en tres grandes sectores: cortesanos, eclesiásticos y corrientes, por razones obvi as estos últimos no nos interesan. Los eclesiásticos son obras de temática religiosa destinados a los clérigos y están elaborados con esm ero y ricos m ateriales; nos interesan porque en algunos tocan tem as relacionados con la m onarquía o pueden ap arecer m iniaturas con figuras de reyes pintados en ellos. Los libros cortesanos s on los de m ayor interés para nuestro trabajo y en ellos centrarem os nuestra atención, porque son bellos códi ces de esm erada factura, auténticos objetos de lujo, cuya clientela estaba com puesta por nobles, altas dignidades de la Iglesia y reyes; se incluyen en ellos los que salían del scriptorium regio, como es el caso de los libros de Alfonso X, y los que a los m onarcas les dedicaban o regalaban. En general, opina esta hist oriadora, la ornamentación es escasa y con un toque de provincianismo, porque las ilustraciones son muy limitadas y los elementos decorativos, como las orlas, reducidos a la elabor ación m imética de algunos motivos; es m uy frecuente la influencia f oránea: italiana, francesa, fla menca y borgoñona. Es cierto que salvo m omentos brillantes com o la produ cción alfonsí, nuestros m anuscritos son m ás pobres que los de otras cortes europeas 105, y un ejem plo muy claro es la pobreza artística de las Crónicas reales. 104 RUIZ GARCÍA, Elisa: “Hacia una tipología del libro manuscrito castellano en el siglo XV”, Rúbrica, 7 (1998), pp. 405-435. 105 Por ejem plo El Li bro de l a C oronación de C arlos V , rey de F rancia desde 1364, co ntiene 38 miniaturas en las que el rey es retratado de modo reconoci ble (British Library, C otton, Ms . Tibe rius B.VIII). En Castilla no hay nada comparable, ni siquiera el códice de la Coronación de Alfonso XI. 66 Tres centro s de ob ligada consu lta h an si do la S ala Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madrid, la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial y la Real Biblioteca de Palacio. 2.4. LA REPRESENTACIÓN ICÓNICA. Aunque constituy en los elem entos de decoración pictó rica y de ilus tración d e documentos y m anuscritos, a través de e llos podem os obtener inform ación sobre la concepción de la realeza en un m omento determinado. En ocasiones los elem entos icónicos son utilizados al se rvicio de una causa política y desem peñan una función propagandística. El pintor tenía la m isión de traducir la palabra en im ágenes visuales y, aparte de sus propios recursos artísticos, hay que tener en cuenta los cambios en el estilo de representación, que son evidentes con el paso de los siglos: no es lo mismo la pintura gótica d el s iglo XII I qu e el Estilo I nternacional, o las creaciones del XV con claras influencias renacentistas. Éstas realizaciones se traducen en un embellecimiento, en u n encarecimiento y en una m ayor estimación social del objeto, que, a su vez, redunda en beneficio del prestigio del monarca, quien puede ser el comitente o el receptor. Vamos a s eguir las directrices de Elisa Ruiz 106 en m ateria de descripción material de las piezas, ya que los principi os codicológicos son también extrapolables a los docum entos. Establece una diferencia básica entre decoración e ilustración; la primera se refiere a todo tipo de ornam entación ajena al contenid o del ejemplar, mientras que la ilustración abarca la representación de personas, escenas y objetos relacionados con el texto, aunque ambas está n destinadas a valorar y a explicar el mensaje escrito. Parece que la palabra m iniatura, etimológicamente, deriva de miniare o dar el minio, el rojo de plom o empleado en la fase preparatoria de la pintura. En el Medievo también se usó illuminatura que derivaría del verbo alluminare, illuminare o luminare, vocablos qu e en los rec etarios d e tintes y pi gmentos significan dar el alum bre. En la actualidad el perfil semántico d e las palabras “miniatura” e “ilum inación” no está b ien delimitado en castellano: En el vocabulario codicológico s e define al prim ero como “Pintura ejecutada en u n m anuscrito, y m ás particularm ente la que perten ece a la ilustración propiamente dicha”, y al segundo “Conjunto de elem entos decorativos y de representaciones figurativas ejecu tadas en un m anuscrito para su embellecim iento”; piensa Elisa Ruiz que falta un léxico técn ico riguroso. De hecho, ambas palabras se suelen utilizar como sinónimos. Vamos a encontrar tipos de m iniaturas muy variados a lo largo de nuestro trabajo, pues tenemos páginas enteras cubierta s de ilustraciones, o simplemente letras o motivos varios. Entre la s le tras d istintivas, a nosotros nos inte resan, esp ecialmente, la s letras capitales, q ue es el recurso alfabético empleado para com enzar las partes m ás importantes de un texto, dentro de ellas hay una amplia gama de variantes morfológicas, pero cen traremos nuestra atención en la s iniciales historiadas porque representan escenas o personas relacionadas con el tex to, en concreto en las que aparece el rey, ejemplos que veremos ocasionalmente en privilegios rodados desde Enrique II; adem ás aparecen otras de trazas elegan tes, adorna das con flores o moti vos geom étricos, que también tienen importancia para nuestro trab ajo, porque ponen de m anifiesto la imagen de ostentación propiciada por los propios monarcas. 106 Introducción a la Codicología, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Biblioteca del Libro, 2002, pp. 271 y ss. 67 Otra m anera de decorar las páginas es con las escritura s realzadas, usando cenefas y orlas, que son bandas con divers os motivos ornam entales que, de m anera parcial o completa, rodean un texto. Entre los motivos varios nos fijarem os en los elem entos herá ldicos, tanto escudos de armas como emblemas personales de los reyes, que se repiten profusamente sobre las fuentes escritas. Dentro de las ilustraciones, la prof esora Ruiz destaca dos ejem plos: uno es el retrato de autor, es decir, la inclusión de la efigie de la persona conceptuada como sujeto agente en relación con el ejem plar. En este caso tal imagen se identifica con la per sona del rey. El otro es el ofrecim iento de la obra, es decir, cuando el responsable de la obra, en un sentido lato, ofrece el fruto de su tarea al dedicatario o comitente que, tam bién, sería el rey. Las ilustracione s narrativas pueden disponerse de m anera independiente, ocupando una página sencilla o doble, com o vam os a poder com probar en el Códice Rico de las Cantigas, o intercalad a en la pro pia colum na de escritu ra com o en la Primera Partida de la British Library. Desde el punto de vista artístico nos m ovemos dentro de la ilustración gótica, pero compartimos con la profesora Ana Dom ínguez107 la opinión de que es preferible usar criterios cronológicos en vez de esti lísticos, porque éstos pueden no estar bien definidos, al no contar con obras maestras de este arte, salvo excepciones que se verán a lo largo del trabajo, sobre todo si las com paramos con las producciones de otras cortes europeas, de hecho, de scriptorium real sólo podem os hablar en el reinado de Alfonso X, donde se confeccion aron magníficos códices, labor que se puede decir que contin uó su hijo Sancho IV. En el siglo XIV conviven varias corrientes artísticas: el estilo gótico lineal, del q ue tenemos obras realizadas en el reinado de A lfonso XI com o la Crónica Troyana, el estilo italogótico y el gótico internacional, que en Castilla es italianizante y se desarrolla a finales de dicho siglo y principios del XV, mientras que a lo largo de este siglo se irá im poniendo el estilo hispanof lamenco. En este últim o siglo, según Elisa Ruiz108, se introdujeron las nuevas tendencias cu lturales europeas, lo que supuso una intensificación del proceso de elaboración de m anuscritos debido al increm ento de lectores y d el gusto por el co leccionismo de ejem plares raros y lujo sos, entre la clase nobiliaria y la Corona, asim ismo una seculari zación que se percibe, por ejem plo, en el aumento de traducciones de textos clás icos. La valoración que hace la citada investigadora de la ilu minación en el últim o siglo m edieval es que s uele ser es casa, reducida a orlas e iniciales, aunque de exqui sita factura y enriquecidas con elem entos renacentistas, y que la ilustración propiam ente dicha carece de finura, pero que destaca por su gracia y expresividad. Cuando abordemos el estudio de las miniaturas en los manuscritos concretos, lo complementaremos con algunas pun tualizaciones sobre el estilo artís tico de cad a uno, pero teniendo presente que este aspecto no es el objeto primordial de nuestro estudio. Amén de que los m onarcas castellanos centraron principalmente su in terés artístico en obras de arte realizadas sobre otros materiales. 2.5. FUENTES MANUSCRITAS. La elaboración de esta tesis ha supuesto la consulta de num erosas fuentes primarias. En la m edida de lo p osible hemos trabajado con lo s realia. Cuand o el 107 DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ, Ana: “La il ustración en los m anuscritos medievales”, en Historia del libro español. Los manuscritos, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1996, 2ª ed., p. 326. 108Introducción a l a C odicología, Madrid: Fundación Germán Sánc hez Ruipérez. Biblioteca del Libro, 2002, p. 291 68 examen directo no se ha podido llevar a cabo por diversas razones hemos recurrido a ediciones críticas avalad as por el prestigio científico de lo s investigadores que las han editado. A continua ción prese ntamos a título de eje mplo un elenco de las m ás importantes, que he mos m anejado, de cada reinado. Las series com pletas y de más informaciones bibliográficas figuran en la quinta y última parte de esta tesis. A) Documentales. • Reinado de Alfonso X. Privilegios rodados: - 1255, octubre, 21. Valladolid (ACO, carp. 9, nº 41) - 1256, febrero, 2. Belorado (AHN, Clero, carpeta 1024, nº 8) - 1256, mayo, 6. Sigüenza (Archivo Catedralicio Segovia, sig. 6-12) - 1256, mayo, 14. Sevilla (AMMu, sig. 47. Libro Privilegios, fol. 2v) - 1256, mayo, 24. Brihuega (AHN, Sellos, caja 11, nº 7) - 1256, septiembre, 26. Segovia (ACS, sec. IX, c.3,n12/1) - 1257, marzo, 23. Lorca (ACMu, Pergaminos, sin signatura) - 1258, septiembre, 13. Segovia (ACS, sec. IX, c.3,n53) • Reinado de Sancho IV. Privilegios rodados: - 1284, agosto, 25. Sevilla (AMS, sec. I, c.1, nº 21) - 1285, enero, 18. Atienza (Archivo Capilla Real Catedral S evilla, c . reales, c.4) - 1285, febrero, 12. Soria (Archivo Municipal de Logroño, sig. 18) - 1286, mayo, 1. Burgos (AHN-Nobleza, Osuna-Béjar, cp. 10, nº 5) - 1294, abril, 19. Valladolid (Archivo Catedralicio Segovia, sig. 9-9bis) “Testamento” de Sancho IV (AHN, Clero, cp. 3022, nº 5bis) • Reinado de Fernando IV. Privilegios rodados: - 1304, abril, 6, Burgos (AHN, Nobleza, Frías, carpeta 1/3) - 1304, junio, 5. Burgos (ARCHV, Pergaminos, carpeta 0020.0008) - 1310, febrero, 25. Sevilla (AMS, sec. I, c.1, nº 29) Privilegio: 1295, agosto, 8. Valladolid (AHN-Nobleza, Priego, carp. 15, doc. 16) • Reinado de Alfonso XI. Privilegios rodados: - 1315, noviembre, 9. Burgos (AHN, Clero, carp. 185, nº 16) - 1330, octubre, 15. Córdoba (AHN, Órdenes Militares, carp.5, nº 42) - 1334, enero, 10. Sevilla (AHN-Nobleza, Osuna-Béjar, carp.10, nº 14) - 1335, octubre, 12. Valladolid (BNE, Vit. 5-11) 69 - 1339, enero, 15. Madrid (AHN, Nobleza, Frías, carp. 34, doc. 2) - 1345, agosto, 15. Tordesillas ( AMS, sec. I, c.2, nº 45) • Reinado de Pedro I. Privilegios rodados: - 1361, enero, s.d. Sevilla (AHN-Nobleza, Osuna-Béjar, carp. 11, nº 7) - 1352, mayo, 22. León (Real Academ ia de la Hi storia, Colección San Román, caja 2ª, núm. 6) - 1366, junio, 6. s.l. (AHN-Nobleza, Fernán Núñez, carp. 4, doc. 90) Otros documentos reales: - Carta de merced. 1369, enero, 10. Sevilla (BNE, Res. 261, nº 1) - Carta de merced. 1353, octubre, 15. Villa Real (AHN, Clero, carp. 1359, nº 20) - Privilegio, 1351, octubre, 27. Vallado lid (AMS, Sec. 1ª, carp. 2ª, nº 49). • Reinado de Enrique II. Privilegios rodados: - 1369, diciembre, 4. Salamanca (AHN, Clero, carp. 3029, nº7) - 1371, septiembre, 4. Toro (ACS, sec. IX, c. 4, n. 28) - 1371, septiembre, 12. Toro (ACS, sec. IX, c. 38, n.4) - 1372, noviembre, 5. Zamora (AHN-Nobleza, F ernán Núñez, carp. 4, doc. 91) - 1371, septiembre, 26. Toro (Archivo Ca tedral de Santiago, cart. 8ª, nº2) - 1371, febrero, 18. Sevilla (AHN-No bleza, Osuna-Béjar, carp. 10, nº 10) - 1371, diciembre, 15. Burgos (Arc hivo D ucal de Medinaceli: Privilegio rodado nº 57) Otros documentos reales: - Privilegio. 1371, septiembre, 12. Toro (ACMu, Pergaminos, nº 100) • Reinado de Juan I. Privilegios rodados: - 1379, agosto, 20. Cortes de Burgos (AHN, Sigilografía, caja 23, nº7) - 1379, agosto, 13. Cortes de Burgos (AHN, Clero, carpeta 384, nº 1) - 1380, septiembre, 15. Soria (AHN, Órdenes Militares, Uclés, carpeta 5, nº 50) - 1383, septiembre, 20. Segovia (ACO, serie B, carpeta 7, nº 10) - 1386, julio, 9. Burgos (AHN-Noble za, Osuna-Benavente, carpeta 12, nº5) - 1387, diciembre, 12. Eglesia Sallena (ACS, sec. IX, c.3, nº 46) 70 • Reinado de Enrique III. Privilegios rodados: - 1392, febrero, 20. Burgos (ACS, sec. IX, c. 116, nº 42) Otros documentos reales: - Privilegio. 1401, julio, 1. Vallado lid (Archivo Catedral Santiago, Cart. 9ª, nº 10) - Carta de privilegio. 1401, abril, 18. Valladolid (AHN, Sigilografía, armº 8, caja. 122, nº 7) - Carta de confirm ación y privileg io. 1399, m arzo, 18. Illescas (AHN- Nobleza, Osuna-Béjar, carp. 10, nº 9. - Carta de m erced. 1404, junio, 9. León (Archivo Histórico P rovincial y Universitario de Valladolid, Sección Universidad, carpeta 5, nº 3) - Albalá. 1392, agosto, 18 (AMMu, Actas Capitulares, año 1392-1392 fol. 101 r-v) - Asiento y capitu lación jurada entre Enriqu e III y don Fadrique, Duque de Benavente. 1394, junio, 21. Valladolid (AGS, Patronato Real, 11-67) - Escritura de fundación de Mayoraz go a favor de Góm ez Suárez de Figueroa. 1 404, abril, 12. Vallado lid (ADM, Sección Feria, leg. 3, doc. 15R) • Reinado de Juan II. Privilegios rodados: - 1408, junio, 10. Burgos (AHN-Nobleza, Marqueses de Toca, carpeta 75/1) - 1408, julio, 11. Alcalá de Henares (AGS, Patronato Real, 58-97) - 1420, julio, 23. Valladolid (A.H.N., Nobleza, Fernán Núñez, carp. 88, doc. 4) - 1431, febrero, 24. Medina del Cam po (AHN, Nobleza, Osuna, carp. 9, nº 17) - 1434, julio , 20. Segovia (Biblio teca Fran cisco de Zabálburu, Colección Miró, 8, D. 116) - 1435, julio, 9. Madrid (AMS, sec. I, c.2, nº 56) - 1437, mayo, 15. Valladolid (AHN-Nobleza, Frías, cp. 46, d. 11) - 1437, septiembre, 28. Olmedo (AHN-Nobleza, Frías, cp. 34, d. 7) - 1445, noviembre, 28. Toledo (Biblioteca de Francisco Zabálburu, caja 6, doc. 8) - 1452, enero, 30. Portillo (Cartuja de Miraflores) Otros documentos reales: - Testamento del preclarísim o rey don Juan II de Castilla (BNE, Mss. 5.578, fols. 54-76) - Carta de privilegio. 1437, abril, 24. Madrid (ARChVa, Pergam inos, caja 0024.0003) - Carta de privileg io. 144 7, diciem bre, 15. Valladolid (Bib lioteca de Francisco Zabálburu, M 11-163) 71 - Carta de privilegio. 1453, m arzo, 28. Burgos (ADM, Sec. Cogolludo, leg. 11, nº 39) - Carta de privilegio y confir mación. 1446, diciem bre, 20. Tudela (ADM, Sección Feria, leg. 3, doc. 16R) - Carta de privilegio y confirm ación 1452, septiem bre, 23. Palencia (ARChVa, Pergaminos, caja 0002.0007) - Carta de m erced. 1417, m arzo, 20. S.L. (AHN-Nobleza, F rías, caja 462, doc. 1) - Carta m isiva. 1451, abril, 23. Madrid (AMADOR DE L OS RÍOS, José: Carta de don Juan II de Castilla a la ciudad de Segovia, Madrid: Langa y Cia, 1956) - Albalá. 1448, m ayo, 16. Medina de Ri oseco (Archivo de la Casa de Alba, caja 2, nº 100) - Albalá. 1453, abril, 30. Portillo (ADM, Sec. Camarasa, leg. 2, nº 92) • Reinado de Enrique IV. Privilegios rodados: - 1455, febrero, s.d. Segovia (AGS, P.R. 49-38) - 1463, enero, 29. Almazán (AHN-Nobleza, Frías, carp. 34, nº 17) - 1455, diciembre, 21. Ávila (Archiv o de la Biblioteca universitaria de Oviedo, Pergaminos Civiles II, nº 23) - 1456, abril, 23. Écija (AHN, Códices, 1022 B) - 1458, septiembre, 9. Valladolid (Fu ndación Lázaro Galdiano, M 35, 14. Registro 14427) Otros documentos reales: - Carta. 1474, junio, 27. Segovia (BNE, RES 226, nº 42) - Albalá. 1462, mayo, 20. Madrid (AMMu, caja 1, nº 144. - Provisión real. 1459, julio, 10. Arévalo (BNE, RES, 226, nº 8) - Provisión real. 1464, diciembre, 7. Valladolid (Archivo Municipal de Carmona, Provisiones Reales. Siglo XV-II) - Carta real. 1466, diciembre, 20. Va lladolid (Archivo General de Guipúzcoa, Secc. 1ª, Neg. 11, leg. 16) - Carta real de m erced. 1472, ener o, 16. Segovia (BNE, RES. 261, nº 5) - Carta de confirmación y privilegio. 1460, noviembre, 15. Medina del Campo (AHN-Nobleza, Osuna, carp. 9, nº 4) B) Librarias. • Reinado de Alfonso X. - Las Cantigas: El Códice Toledano (BNE, mss. 10.069 El Códice de los Músicos (RBME, b.I.2) El Códice Rico (RBME, T.I.1) El Códice de Florencia (Biblioteca Nazionale Centrale, mss. B.R. 20) 72 - El Lapidario (RBME, mss. h.I.15) - El Libro de las formas e imágenes que están en los cielos (RBME, mss. h.I.16) - El Libro del saber de Astronomía (Biblioteca de la Universidad Com plutense, Fondo Histórico, mss. 156) - El Libro de las cruces (BNE, mss. 9.294) - El Libro de los juegos: libros de ajedrez, dados y tablas ( RBME, mss. T-I-6) - General Estoria (RBME, mss. Y-I-2 y mss. X-I-4) - Primera Crónica General de España (BNE, mss. 10134 ter) - El Fuero Juzgo (AMMu, mss. nº 539) - El Fuero Real (RBME, mss. Z-II-8) - El Espéculo (BNE, mss. 10.123 - La Primera Partida (British Museum, mss. ADD. 20.787) - Segunda Partida (BNE, mss. 12.794) - Las Siete Partidas (BNE, vitr. 4-6) - El Setenario (Biblioteca y Archiv o de la Catedral de Toledo, m ss. 43-20 y RB ME, mss. P-II-20) - Códice de Toxos-Outos (AHN, Códices 1002-B) - Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela - Notulae de Primatu (BNE, vit. 15-5) - Libro Intitulado del Tumbo de Santiago ( BRAH, mss. 9/5496) - Biblia de San Luis ( Tesoro de la Iglesia Catedral Primada de Toledo) • Reinado de Sancho IV. - Castigos e documentos del rey don Sancho (BNE, mss. 6.559) - EL Libro del Tesoro (BNE, mss. 685) - EL Lucidario (Real Biblioteca del Palacio, mss. II/793) - De Preconiis Hispaniae (BNE, mss. 10.172) - Estoria de España. Segunda Parte ( RBME, mss. X-I-4) • Reinado de Fernando IV. - El Libro del Caballero Zifar (BNF, mss. Espagnol 36) • Reinado de Alfonso XI. - Ordenanzas de la Cavallería de la Vanda hechas por el rey Alfonso XI en 1330 (BNE, mss. 11534) - Ordenamiento de Alcalá (BNE, Res. 9) - Ordenamiento de Alcalá (RBME, mss. Z.III.9) - Crónica de Alfonso XI (RBME, mss. Y.II.10) - Crónica Troyana (RBME, mss. h.I.6) - Libro de la Montería (Real Biblioteca de Madrid, mss. II-2105) - Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla y Aragón (RBME, mss. &. III.3) - Crónica de Espanya de Fernández Heredia (BNE, mss. 10134) • Reinado de Pedro I. - Ordenamiento de Alcalá (BNE, Vit. 15-7) - De Regimine Principum de Egidio Romano (BN, mss. 9236) 73 - Corónica de los nobles reyes de Ca stilla don Pedro, don Enrique e don Juan (Real Biblioteca de Madrid, mss. II/ 2970) • Reinado de Enrique II. - Corónica de los nobles reyes de Ca stilla don Pedro, don Enrique e don Juan (Real Biblioteca de Madrid, mss. II/ 2970) - Crónica de J. Froissart (BNE, mss. fr. 2643) • Reinado de Juan I. - Corónica de los nobles reyes de Castilla don Pedro, don Enrique e don Juan (Real Biblioteca de Madrid, mss. II/2970) - El Pontifical Hispalense (Biblioteca Colombina, mss. BB-149-3) - Libro de la Divina Retribución (RBME, Y.III.1) - Tercera Década de Tito Livio (BNE, mss. 12722) - 1ª y 4ª Partidas (BNE, mss. 12793) • Reinado de Enrique III. - La Genealogía de los Reyes de Alonso de Cartagena (AHN, Códices 983 B) - Chroniques de Jean Froissart ( Britishs Library, mss. Harl. 4379) • Reinado de Juan II. - La Genealogía de los Reyes de Alfonso de Cartagena (AHN, Códices 983 B; Real Biblioteca de Palacio, mss. II/ 3009; BRME, mss. h.II.22) - Espejo de la verdadera nobleza de Diego de Valera (R eal Bib lioteca de M adrid, Cámara de Seguridad II/ 2078) - Décadas de Tito Livio (BNE, Res. 204) - La Biblia de Alba (Biblioteca del Duque de Alba. Palacio de Liria, mss. nº 399) - Armorial equestre del Toisón de Oro (Bibliothéque de l’Arsenal de París, mss. 4790. - Libro del conosçimiento de toods los regnos et tierras et señoríos que son por el Mundo, et de las señales et armas que han ( Bayerische Staatsb ibliothek de Munich, Cod. Hisp. 150) • Reinado de Enrique IV. - Suma de la Política de Rodrigo Sánchez de Arévalo (BNE, mss. 1221) - Cancionero de Fray Íñigo de Mendoza (BRME, mss. k-III-7) - Cancionero de Gallardo (BNE, mss. 3993) - La Genealogía de los Reyes de Alonso de Cartagena (Real Biblioteca de Palacio, mss. II/3009; AHN, Códices 983 B) - El Libro del Caballero Zifar (BNF, mss. Esp. 36) - Pontifical de Guillermo Durando (BNE, Vit. 18-9) - Arte d e la s batallas d e Vegecio (Real Biblioteca de Palacio, m ss. II. 569; B.N., R. 10445) - De las Estatuas Antiguas (British Library, mss. Add. 17.905) 74 2.6. FUENTES IMPRESAS. Hemos considerado oportuno consultar algunas fuentes impresas posteriores, cuando era su contenido lo que pretendíam os estudiar. Es obvio que son de m ás fácil acceso, además muchas de estas ed iciones son estudios monográficos de especialistas, cuyas anotaciones y observaciones han sido de gran utilidad para nuestro trabajo. A continuación presentam os un elenco de las m ás i mportantes, que hem os manejado, de cada reinado. • Generales. - ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de España. Desde Alfonso el Sabio hasta los Católicos D. Fernando y Dª Isabel, Madrid: BAE, nº 66 y 68, 1953. - Cortes de los Antiguos rei nos de León y de Castilla, M adrid: Real Academ ia de la Historia, 1883. • Reinado de Alfonso X - GARCÍA DE SOLALINDE, Antonio (ed.): General Estoria. Primera Parte, Madrid: Edición Centro de Estudios Históricos, 1930. - Fuero Real del Rey D . Alfonso el Sabio. Copiado del Códice de El escorial: Z-II-8 y cotejado por varios códices de diferentes archivos por la Real Academia de la Historia, Madrid, 1836.(Edición facsímil, Valladolid: Lex Nova, 1990) - MACDONALD, R. A (ed.).: Espéculo. Texto jurídico atribuido al Rey de Castilla D. Alfonso el Sabio, Madison: Universidad de Richmond, 1990. - VANDERFORD, K. H.: Edición del Setenario, Buenos Aires: Facu ltad de Filosofía y Letras, 1945 - Las Partidas. Real Academia de la Historia, Madrid: Atlas, 1972. - El Libro de los Buenos Proverbios (edición Harlam STURM), Lexinton: University Press of Kentaucky, 1970. • Reinado de Sancho IV. - GAYANGOS, Pascual de: “Castigos e documentos del rey don Sancho” en Escritores en prosa anteriores al siglo XV, Madrid: Castalia, 2002. - REY, Agapito ( ed.): Libro de los cien capítulos , Bloomington: Indiana University Press, 1960. - GONZ ÁLEZ, Cristina: La Tercera Crónica de Alfonso X: La Gran Conquista de Ultramar, Londres: Támesis, 1992. • Reinado de Fernando IV. - GONZÁLEZ MUELA, Joaquín: Libro del Caballero Zifar, Madrid: Castalia, 1982. • Reinado de Alfonso XI. - BLECUA, José Manu el (ed.): Don Juan Manuel. Obras Completas. 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Glosa a las Coplas de Mingo Revulgo, edición Jesús Domínguez Bordona, Madrid: La Lectura, 1929. - SÁNCHEZ-PARRA, Pilar (ed.): Crónica anónima de Enrique IV de Castilla, 1454- 1474, Madrid: Ediciones de la Torre, 1991, 2 vols. - TORRES FONTES, Juan: Estudio sobre la Crónica de Enrique IV del Dr. Galíndez de Carvajal, Murcia: CSIC-Universidas, 1946. - VALERA, Diego de: Memorial de diversas hazañas, edición Juan de Mata Car riazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1941. 77 2.7. OTRAS FUENTES. 2.7.1. SIGILARES. • Reinado de Alfonso X. - 1254, mayo, 26. Uclés (AHN, Sigilografía, armº 1, caj. 5/ nº 6). - 1255, octubre, 21. Valladolid (ACO, Pergaminos, signatura antigua: carp. 9, nº 41) - 1262, marzo, 2. Sevilla (AHN, Sigilografía, armº 1, caj. 2/nº12). - 1253, diciem bre, 6. ( RIRCH, W. G.: Catalogues of seals in the D epartament of manuscripts in the Brithis Museum, vol. VI. Londres, 1920, p. 22) • Reinado de Sancho IV - 1285, enero, 13. Sopetrán (AHN, Sigilografía, armº. 1, caj. 6/14) - 1288, noviembre, 22. Burgos (AHN-Nobleza, Osuna, carp. 1, nº 13). - 1282, mayo, 1. Covarrubias (Archivo Colegial de Covarubias, leg. III, nº 16) • Reinado de Fernando IV. - 1295, agosto, 3. Valladolid (AHN, Sigilografía, caj. 13, nº 3) • Reinado de Alfonso XI. - 1319, noviembre, 22. Valladolid (AHN, Sigilografía, caja 20, nº 3). - 1314, agosto, 3. Palazuelos (AHN, Sigilografía, caja 10, nº 15) - 1326, febrero, 27. Valladolid (AHN, Sigilografía, caja 19, nº 4) - 1335, febrero, 1. Valladolid (AHN, Sigilografía, caja 21, nº 4) - 1346, junio, 15. s.l. (AHN, Sigilografía, caja 51, nº 4) • Reinado de Pedro I. - 1351, septiembre, 22. Valladolid (AHN, Sigilografía, arm.º 2, caja 22, nº 7) - 1350, julio, 22 s.l. (AHN, Sigilografía, caja 17, nº 11) • Reinado de Enrique II. - 1367, febrero, 13. Burgos (AHN, Sigilografía, caj. 10, nº 17 - 1371, septiembre, 10. Toro (AHN, Sigilografía, caj. 20, nº 12) - 1371, septiembre, 22. Toro (SALAZAR Y CASTRO. Luis: historia genealógica de la Casa de Lara. Madrid. 1687, tomo VI) • Reinado de Juan I. - 1379, agosto, 10. Cortes de Burgos (AHN, Sigilografía, caja 23, nº 6) - 1384, octubre, 26. Madrigal (AHN, Sigilografía 17, nº 17) • Reinado de Enrique III. - 1391, abril, 20. Cortes de Madrid (AHN, Sigilografía, armario 8, caja 122, nº 3) 78 • Reinado de Juan II. - 1408, junio, 13. Alcalá de Henares (AHN, Sigilografía, armario 1, caj. 9, nº 10) - 1452, septiembre, 23. Palencia (ARChVa, Pergaminos, caja 1, nº 7) • Reinado de Enrique IV. - 1455, marzo, 25, Segovia (AHN, Sigilografía, caj. 3, nº 26) - 1458, marzo, 5. Madrid (AHN, Sigilografía, caj. 17, nº 31) 2.7.2. NUMISMÁTICAS. - Alfonso X (MAN, 7-4-4098. D. 14842) - Cornados de Sancho IV (MAN, nº 7.4.5579 y nº 7.4.5286) - Alfonso XI (MAN, 1994/50/6891. D-18950; 1994/50/672 9. D-18949 y 104093 D. 5372) - Pedro I (MAN, 1867/21/2. D. 2390 y 1994/50/7007. D. 14968) - Enrique II (MAN, 104704 y 1994/50/727. D. 18951 - Juan I (MAN, 1994/50/8680. D. 18952; 1994/50/784 y 7-4-7854. D. 5121) - Juan II (MAN, nº 104887) - Enriqu e IV (BNF, Départam ent des Monna is, m edailles et antiqu es, Espagne 5 0 y MAN, nº Inv. 1960/29/2) 2.7.3. ARTÍSTICAS. - Estatua votiva de Alfonso X de la Capilla Mayor de la Catedral de Toledo - Imágenes de Alfonso X en las vidrieras de la Catedral de León. - Estatua de Sancho IV del pilar del alfaquí de la Cap illa Mayor de la Cated ral de Toledo. - Espada y corona de Sancho IV de la Catedral de Toledo. - Estatua orante de Pedro I del Museo Arqueológico Nacional. - Escultura de Alfonso XI del claustro de la Catedral de Oviedo. - Políptico de la Virgen de la leche de Bernabé de Módena, aparece la rein a Juana Manuel - La Virgen de Tobed, aparece pintada la familia de Enrique II. - Sepulcro de Enrique II en la Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo. - Sepulcro de Juan I en la Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo. - Sepulcro de Enrique III en la Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo. - Retablo del arzobispo don Sancho de Rojas, el donante podría ser Juan II. - Estatua orante de Juan II en la Capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo. - Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal en la Cartuja de Miraflores. 2.8. INSTRUMENTA. Los repertorios y colecciones diplom áticas, así como los inventarios y catálogos de manuscritos aparecen detallados en el apartado correspondiente de la Bibliografía, al final de esta tesis. 79 3. OBJETIVOS DEL PRESENTE ESTUDIO. Consideramos que para analizar en profundidad la im agen de los reyes bajomedievales es necesario responder a num erosas cuestiones, por eso afrontam os el tema desde una serie de apartados básicos, q ue a su vez desglosamos en distintos objetivos, con el fin de clarificar el punto de partida y la adecuación de las respuestas que llegarán en los distintos capítulos y en las conclusiones finales. A continuación los detallamos 1. IMAGEN La palabra im agen sugiere varias inte rpretaciones, y en función de ellas establecemos los siguientes objetivos. a) Analizar la f igura del rey icónicamente en los diferentes soportes sobre los que se proyecta, especialm ente sobre pa pel o pergam ino, que es el m aterial escriturario de documentos y manuscritos. b) Llevar a cabo un estudio de las repres entaciones del m onarca en las que aparece con unos elem entos que lo identifican, a veces lo s ustituyen, y ver cuáles son las que m ás se repiten a lo largo de los tres siglos que abarca nuestro estudio y cuáles son las m ás caracte rísticas de cada rey, p ara comprobar la evolución del poder real, que es lo que realm ente plasman las imágenes. c) Valorar qué es la representación evocada, la impresión que causa en la opinión de los dem ás y la for ma e xpresiva que describe cóm o es el rey, porque, en definitiva, la imagen es la m emoria que queda d e ese rey, y que, en general, la que se nos transm ite es la ideal, por eso tenem os que desentrañar cuál es la más próxima a la realidad que vivió cada monarca. d) Descubrir las realid ades que sub yacen deba jo de las im ágenes, para determinar la ideolog ía y la na turaleza del poder polític o que ostenta el monarca en cuestión, puesto que partim os de la base de que las im ágenes tienen una funcionalidad política. e) Dar testimonios de la existencia, del pr estigio, del poder y de las actuaciones de los reyes a través de im ágenes, bien sean gestos, palabr as, obras de arte, símbolos, etc. f) Analizar cuáles son los sím bolos que construyen el poder real, y cuáles son los condicionam ientos políticos, social es y culturales de la sociedad que legitiman los valores y norm as que dete rminan el tipo de monarquía, para descubrir cuál es la imagen tanto del rey como de la institución monárquica, que es hereditaria. g) Exponer los principios funda mentales de la institución m onárquica, y dilucidar cuál es m ás i mportante en cada reinado, el de autoridad o el de legitimidad, teniendo en cuenta que éste determina la continuidad dinástica, según otorga el derecho por herencia. 80 h) Determinar cuáles de las efigies regias pudieran ser retratos físicos, porque hay muy pocos de los que se pueda asegurar tal cosa. i) Apelar a m ensajes codificados en pala bras o representaciones iconográficas y simbólicas para interpretar el significado de los medios de propaganda que proyectan la imagen del rey. 2. TIPOS DE IMÁGENES a) Obtener la im agen de la realeza a partir de diferentes tipo s de representaciones del soberano. Las ha y figurativas: cabeza, busto o cuerpo entero, y éste puede ser una figura m ayestática, ecuestre, orante, aparecer como promotor de obras o receptor de libros. Las hay emblemáticas: motivos heráldicos com o el escudo de arm as de l reino, o divisas o lem as. Las hay sígnicas: iniciales, monogramas y anagramas. Las hay verbales: dedicatorias o fórmulas cancillerescas. b) Constatar que el ejercici o del poder crea m etáforas que se atribuyen a los reyes, que se repiten, como la del amor a Dios, el defensor de la justicia, la de “escudo de la Cristiandad”, porque lo s reyes peninsulares suelen servirse de tales im ágenes a causa de la lu cha contra el infiel, pero unos m ás merecida que otros, por ejemplo Alfonso XI. c) Hacer una clas ificación general de la s im ágenes de lo s reyes para po der comparar las que se producen en los distintos reinados, y poder cuantificarlas de acuerdo al siguiente cuadro: IMÁGENES CAPITALES TEOLÓGICO-RELIGIOSA Vicario de Dios Protector de la Iglesia. Defensor de la fe cristiana Piadoso creyente Elegido de Dios Taumaturgo JURÍDICA Rey-juez Rey-legislador Poder supremo en lo temporal CUALIDADES MORALES Virtuoso Maestro Sabio, docto Rey como caballero d) Comprobar que las representaciones gráfi cas pueden encarnar varias de las arriba expuestas, por ejemplo, la mayestática o la cabeza coronada implican una imagen jurídica pero también teológico-religiosa. 81 3. TIPOS DE FUENTES a) Realizar un estudio comparativo de lo s distintos soportes sobre los que se expone la im agen regia: m onedas, sellos, obras de arte, docum entos y manuscritos. b) Estudiar en profundidad los docum entos que emanan del rey, distinguiendo entre los que utilizan papel o pergam ino como soporte escriturario, porque en ellos es la figura central, la im agen pública que se transm ite al reino, como se puede apreciar en la rueda de los privilegios rodados, convertida en el centro del docum ento, así como en la intitulación de algunos tipos documentales, donde se pone de m anifiesto los territorios que están bajo su dominio, como expresión de su poder. c) Estudiar con profundidad los m anuscritos para analizar la ideología del Estado, a partir del contenido de los tratados políticos y las crónicas, fundamentalmente, pero tam bién nos servirem os de las obras literarias, en prosa y verso, que aporten alguna información a este respecto. d) Buscar las m iniaturas en las que fi gure la im agen de monarca, tanto en manuscritos com o en docum entos. A pesar de que el libro cas tellano iluminado es bastante austero, salvo te stimonios de excepción, se trata de estudiar el mayor número posible. e) Postular que hay una imagen del rey singular, única y atemporal, com o se manifiesta en los distintos lugares donde se exhibe: actos, edificios, obras de arte, sellos, m onedas, m anuscritos, fies tas, ins ignias, etc. , en los qu e se repiten los mismos símbolos. 4. LA MONARQUÍA a) Dejar bien claro que cuando hablamos de la im agen regia, no nos referimos únicamente a la persona que ostenta el poder en un m omento dado, sino a la institución monárquica, y es en este sentido en el que podem os ve r la evolución de dicha imagen. b) Se podrá com probar a lo largo de nue stro trabajo que el principio de legitimidad hereditaria es m uy importante. Después de la muerte de un rey, los derechos transmitidos por heren cia convertían autom áticamente en rey a su sucesor, lo cual se det ecta en el p lano de la actividad institucional, en la producción legislativa, en las alianzas políticas y en las cr eaciones artísticas y literarias. Verem os como algunos reye s con problem as insistían en este aspecto, por ejemplo, Sancho IV o Enrique II. También com probaremos que la monarquía castellana es peculiar en este aspecto, aquí el hecho for mal de la coronación no im plica la adopción del poder real , de hecho pocos reyes fueron coronados en Castilla, en donde el candidato era considerado rey por los súbd itos tra s e l a lzamiento, debido a su importan te apoyo militar, pero también es im portante la legitim idad sagrada, porque el poder le viene de Dios, cabeza de la sociedad feudal, de hecho muchos de sus sím bolos son 82 sagrados, y se recur re a lo re ligioso, con frecuencia, com o for ma de propaganda de su poderío reflejo, a su vez, del divino. c) Poner de m anifiesto que en la Ba ja Edad Media la monarquía feudo- vasallática se consolida. Tanto el poder real como el nobiliario evolucionan a la par y luchan entre sí por la hege monía, por eso constantes revueltas jalonan los reinados, desde Alfonso X a Enrique IV, a veces son m iembros de la propia familia real los que se e nfrentan al rey, como en el caso de e ste rey y sus herm anastros, Alfonso e Is abel; o tras v eces s on los nob les levantiscos los que aprovechan las minorías para acaparar poder, como en el caso de Fernando IV; estos ejem plos y otros muchos se verán en nuestro trabajo. Pero, la realidad es que hubo una conf lictividad la tente en tod o el periodo, porque algunos linaj es nobiliarios llegaron a acumular tanto poder territorial y jurisdiccional y era tal la importancia de sus rentas, que formaron verdaderos estados dentro del reino, co mo se demostrará en el caso de don Juan Manuel. Com probaremos que hubo problem as con el proceso de centralización y absolutización, al que se opone la nobleza especialm ente, lo que originó muchas guerras, bandos etc. d) Poner de relieve que la Iglesia es el otro poder funda mental, tal y como defendía la teoría de las dos espadas, y por lo tanto rivaliza con el poder real. Hay muchos testimonios de que lo c onsidera subordinado al suyo, dado que el rey es el vicario de Dios en la tie rra. En la Edad Media s e creía que sólo Dios es omnipotente, de m anera que lo s reye s de la tierr a participan del poder de Dios, lo que queda de m anifiesto en la ceremonia de la unción, por la que un monarca se convierte en el ungido de Dios y por eso hay que obedecerle; esta ceremonia sí que será común en los reyes castellanos, no así la coronación. Com probaremos que la monarquía de origen divino es una imagen que aparece en todos los reinados, siempre se presenta al m onarca como vicario de Dios. La Iglesia ta mbién presentó problem as pues a veces no acepta que en lo temporal haya superior, y los soberanos se defienden no queriendo quedar supeditados a la Ig lesia, com o podía ocurrir en la ceremonia de la coronación, por ejemplo. e) Contextualizar el proceso de centra lización, que se da en toda Europa occidental, en él que se toma como modelo a la monarquía pontificia, y en el que los reyes reivindican la am pliación de su poder en todos los ám bitos. Comienza Alfonso X, claram ente con la introducción del derecho rom ano, y se acentú a con la dinastía Trastám ara. Pero hay que dejar claro qu e la monarquía, durante la B aja Edad Media, en su cam ino hacia el abso lutismo, tuvo que superar m uchos conflictos, que intentaban frenar ese proceso integrador en torno al poder legítimo constituido que representaba cada monarca. f) Rastrear los orígenes de la m onarquía autoritaria, porque en el período que estudiamos se encu entra la génesis del Estado Moderno y se evoluciona hacia él. Tanto Palacios Martín co mo Nieto Soria coincid en en recon ocer que el proceso de estatalización o desarrollo del Estado, caracterizado porque el soberano busca el bien común, se produce con los Trastámara en los siglos XIV y XV. En este sentido, Nieto S oria ve en la utilización del perdón real 83 un rasgo característico de la m onarquía Trastám ara. Frente a un a limitada utilización entre los prim eros m onarcas de esta dinastía, el aum ento de su relieve político fue evidente desde Juan II. Contribuye a la caracterización del modelo monárquico que pretende c onsolidar las opciones “absolutistas”, dicho así por el empleo de la expresión “de mi poderío real absoluto”. Es una gracia que el rey concede a sus súbditos, no está sujeta a la ley sino a su discreción y acaba s iendo el ins trumento único posible d e resolución de los muchos conflictos internos que llenaron el siglo XV. Otro recurso que usarán con acierto los Reyes Católicos. Así podemos c onfirmar la división de las dos partes d e esta te sis, los Trastá mara inician un cam ino que lleva rá a la monarquía autoritaria de Isabel y F ernando, ambos de dicha dinastía, pero este reinado se sale de nuestro marco temporal. g) Subrayar que la m onarquía tiene co mo objetivo exhibir el m áximo poder y para ello necesita am plios recursos pr opagandísticos a su servicio. Adem ás dichas manifestaciones necesitan de os tentación, grandeza, fasto, ceremonial y teatralidad. El poder político es la fuerza legítima de coerción, puede ser suave o violenta. Se trata de ver cóm o lo ejercen los rey es en su amplia parcela, pero, en la Baja Edad Media, no es todavía una m onarquía ni autoritaria ni absoluta, era la cab eza del reino y tiene que v elar por el b ien común. h) Mostrar que la m onarquía era consider ada como un régim en incuestionable, era una institución sagrada y la figura del rey como tal tam bién. Él ocupa el centro de la Corte, aunque tenga enem igos, además monopoliza una serie de atribuciones que determinan su posición superior como son: el ejercicio de la justicia, ser el jef e militar en la lu cha contra los musulmanes, la em isión de moneda, percibir las rentas reales que m arcaban su superioridad sobre la nobleza, etc. Darem os m últiples testim onios de dich os m onopolios, especialmente del ejercicio de la justicia, en la que todos lo s reyes insisten que es su principal misión. i) Comprobar que esta monarquía m edieval tenía lím ites a su autoridad, principalmente por parte de la nobleza, el cual intentó obtener algunos de sus monopolios, para debilitar el poder de l rey, por ejem plo, consiguió muchos beneficios y prerrogativas, com o veremos en los privilegios rodados; asimismo los ejérc itos señoriales eran imprescindibles para hacer la guerra a los reinos extranjeros y tam bién para luchar contra los bandos opuestos e n las disputas civiles; adem ás había señor íos en los que la in tervención de la justicia reg ia era escas a. De todas estas lim itaciones d aremos múltiples ejemplos a lo largo del trabajo. 5. INSTRUMENTOS DE PROPAGANDA a) Demostrar que el despliegue propagandí stico va ligado a la necesidad de ampliación del poder político, porque éste busca ostentación, fasto, protocolo, teatralidad y un recuerdo perdurable. Circ unstancia que se percibe especialmente en el siglo X V, en el que los m onarcas defienden el “poderío real absoluto”. Ade más s e podrá comprobar la vinculación entre crisis de legitimidad y esfuerzo propagandístico en algunos reinados como el 84 de Sancho IV o Enrique II, ya que lo s aspectos de con frontación s ocial exigen especiales esfuerzos de pro paganda a fin de producir consensos legitimadores necesarios. b) Poner de m anifiesto que la propaganda se bas a en refere ncias culturales, ideológicas y teórico -políticas, y qu e lo s instrum entos propagandísticos se basan en ellas. c) Enumerar los m edios de la propaganda de la acción real cuyos principales actores fueron: 1. La Iglesia, fundamento de legitimación de la monarquía, porque al poder regio se le atribuye una dimensión sagrada, y porque es tá presente en las cerem onias políticas, pues tienen un importante componente religioso. 2. El derecho, tanto el rom ano, porque lo s legistas transm iten una monarquía centralista, como el canónico, que favorece el principio de origen divino del poder y que sea hereditario. 3. La escritura, porque se consideraba que el rey culto que sepa le er y es cribir será buen gobernante. Adem ás es el dominus del proceso de es crituración en los documentos de la Cancillería. Las crónicas tienen un fin propagandístico, de ahí que con el paso del tiem po el cronista se c onvierta en un cargo oficial nombrado por el rey. Hay o tras fuentes escritas , como discursos, oracione s f únebres o panegíricos, muy interesantes para nuestro trabajo. 4. La literatura, que puede ser laudatoria o cr ítica (las m enos), también puede reflejar la época, la sociedad, la política. En las fuentes literarias hay que prestar atención a la finalidad y al m óvil del escritor, por ejem plo, en las Crónicas hay que descubrir los falsos m itos históricos y las defor maciones conscientem ente buscadas. En nuestro trabajo merecen especial atención los lib ros cortesanos, en los que hay que analizar el lujo de sus m ateriales, las in iciales decorada s, s us sím bolos, la propia imagen del rey, que a veces contienen, etc. 5. Obras artísticas, tanto por sí m ismas como por su iconografía, porque nos ayudan a corroborar las hipótesis planteadas con los documentos y manuscritos. 6. Las guerras, porque los episodios bélicos fueron potenciadores de la ac tividad propagandística. 7. Fiestas y cerem onias: entradas reales, baut izos, bodas, funerales, juegos, justas y torneos. Nieto Soria clasifica las ceremonias: - De acceso al poder: entronización, jura del heredero, recono cimiento de la mayoría de edad. - De tránsito vital: nacimientos, bautizos, bodas reales. - De cooperación: Cortes, investi duras caballerescas, discursos ceremoniales. - Litúrgicas: peregrinaciones, procesiones - De recepción: entradas reales - Ceremonias funerarias - Ceremonias de victoria militar. 85 6. LOS SÍMBOLOS DEL PODER. Estos elementos también nos infor man sobre la acción política ejercid a por los monarcas sobre el proceso de afianzamiento de su actividad como gobernante. a) Conocer los m últiples r ecursos s imbólicos hab ilitados por los reye s p ara representar sus reinos, sus personas, la acción política ejercida por ellos e, incluso, el proceso de afianzamiento del poder de la monarquía. b) Subrayar que existe identidad entre el re y y los sím bolos, razón por la que éstos m erecen la m isma honra que a quél y nos ayudan a entender los fundamentos ideológicos del poder real. Al ser el rey desconocido físicamente, hay que utiliza r vehículos de natura leza verbal, emblemática o figurativa com o propaganda de su pe rsona, de m anera que resulten unas variantes icónicas del rey reconocidas por todo el m undo, cuyo proceso de creación y evolución también será objeto de nuestro estudio. c) Comprobar qué sím bolos políticos cum plen una serie de funciones: sustituyen la presencia del m onarca, representan el poder regio, indican la posición soberana de la realeza, prom ueven adhesiones, generan entusiasmo y, finalmente, encarnan una política de continuidad que da lugar a la dinastía. d) Realizar un estudio de los sím bolos usados por los reyes, bien objetos artificiales v isibles cargados de significados sim bólicos como la corona, el escudo, las estatuas etc., o bien los m ensajes verbales usados en fór mulas o expresiones, cargadas de la misma significación. e) Resaltar que existen, por una parte, sím bolos políticos interpersonales como la espada, el cetro, el manto, el trono, el mundus o la corona. Ésta quizás sea el signo exterior que m ejor expresa el poder político de l reino, porque es causa y efecto de dicho poder, no obstant e en la m onarquía castellana, la espada rivaliza en im portancia co n la corona, porque es la que m ejor representa la imagen bélica del rey fruto de la lucha contra el infiel, y porque la ceremonia de arm arse caballero es m ás relevante que la coronación. Por otra parte, existen sím bolos person alizados como los escudos, pendones o divisas, porque se identifican personalm ente con el rey. En unos y otros se trata de ver cuáles son los m ás usados y em blemáticos a lo largo de los diferentes reinados. f) Estudiar las obras de arte, las cuales son im portantes porque responden a programas políticos de los reyes y ta mbién porque transmiten su simbología. Nos interesa com parar la inform ación que nos proporcionan las creaciones arquitectónicas, escultóricas, pictóricas, etc. con las que se encuentran en los documentos y manuscritos. g) Hacer un an álisis morfológico de los elementos heráldico-emblemáticos, de retratos, incluso de determinados códigos de colores, o cualquier otro tipo de símbolo, empleados en los docum entos y m anuscritos, porque nos ayuda a establecer la relación del titular, en e ste caso el rey, con ellos, que puede ser de autoría, posesión, encargo, don o mecenazgo. 86 SSEEGGUUNNDDAA PPAARRTTEE DDEE AALLFFOONNSSOO XX HHAASSTTAA EELL AADDVVEENNIIMMIIEENNTTOO DDEE LLOOSS TTRRAASSTTÁÁMMAARRAA.. TTRRÁÁNNSSIITTOO DDEELL RREEYY OOCCUULLTTOO AALL RREEYY EEXXHHIIBBIIDDOO 87 AALLFFOONNSSOO XX LA REALEZA EN LA ÉPOCA DE ALFONSO X EL SABIO (1252-1284) 88 ÁRBOL GENEALÓGICO DE ALFONSO X FERNANDO III BEATRIZ DE SUABIA ALFONSO X (1252-1284) FADRIQUE ENRIQUE MANUEL VIOLANTE DE ARAGÓN BLANCA DE FRANCIA FERNANDO DE LA CERDA m. 1275 SANCHO IV JUAN ALFONSO FERNANDO 89 1. MARCO HISTÓRICO. 1.1. PROCLAMACIÓN DEL REY. Alfonso X El Sabio es una de las grandes figuras de la Edad Media española. Ya su genealogía es interesante pues fue hijo de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, y de Beatriz de Suabia, ésta, a su vez, era hija de Felipe de S uabia, hijo del emperador Federico I Barbarroja, y de la princesa bizantina Irene, cuyo padre había sido el emperador de Constantinopla Isaac II Angelos. Además estaba emparentado con los principales monarcas europeos, pues era sobrino de Federico II Staufen, primo de Luis IX de Francia, cuñado de Eduardo I de Inglaterra y yerno de Jaime I de Aragón. Nace en el Alcázar de Toledo en 1221 y el 21 de marzo de 1222, en la cated ral de Burgos, en las Cortes convocadas para jura r al heredero, le prestan juramento de acatamiento los nobles, las alta s jerarquías d e la Ig lesia y los rep resentantes de las ciudades. En cuanto a su educación, corre a cargo del ayo García Fernández, con el que pasa sus primeros años en las tierras que éste posee, en el campo burgalés y en Allariz, donde es probable que aprendiera el galle go, lengua que despué s utilizará en sus famosas Cantigas. Jofré de Loaysa lo describe di cendo: “desde niño f ue muy liberal, amante y ejecutor de la justicia, de herm osa figura y de aspecto m uy agraciado, y antes de reinar había ya conquistado todo el reino de Murcia por la fuerza de las armas”1, y en estas breves líneas nos ofrece su im agen fí sica, que nos es desconocida, adem ás de resaltar las dos virtudes m ás apreciadas en un rey castellano: ejercer la justicia y luchar contra el infiel. En 1252, a la m uerte de su padre, com ienza a reinar. Tiene 31 años, por lo tanto está en plena madurez. La Crónica del Rey Don Alfonso D écimo cuenta “que después que fue finado el rey don Fernando, alzaron rey en Castilla e en León, e fue alzado en la muy noble cibdad de Sevilla, don Alfonso su fijo”2. Más detalles nos da Loaysa, testigo presencial, que comunicó por carta a Jaime de Aragón el fallecimiento de Fernando III, su entierro y la posterior proclam ación de su yerno com o rey de Castilla con las siguientes palabras: “Sennor: fago vos saber que l rey de Castilla finó postrim ero día del mes de mayo, et fue soterrado lo primero día del mes de junio, e foron hí todos sus fijos si no l’arçobispo de Toledo. Et fue soterrado delant l’altar de Santa María de Sevilla. E tan aina cuemo fue soterrado, estando sobre la fuesa, levantaron a don Alfonso, et fue cavallero lo primero día de junio. Et el rey envió por todos sus ricos omnes que vinieron a Sevilla”3. Hay que tener presente lo diferente que fue esta proclamación de la de otros reyes europeos contemporáneos, que pasa ban por com plejas cerem onias de unción, coronación etc. Aquí p revalece la idea de l rey-caud illo de la Reco nquista qu e es aclamado por sus súbditos, además el marco es significativo, delante de la fosa donde se ha enterrado a su padre, el anterior rey, en la Capilla de los Reyes dentro de la m ezquita cristianizada, pues todavía no se había construido la gran catedral gótica de Sevilla. Por lo tanto, según las fuentes de la época, no fue coronado sino alzado. En efecto, la coronación por m anos de un arzobispo no era algo tradicional en e l reino de 1 LOAY SA, Jof ré de: Crónica de los reyes de C astilla, ed ición, tradu cción, in troducción y no tas de Antonio García Martínez, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1982, p.77. 2 Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, p.3. 3 A CA, Car tas Reales n º 17 . Ed it.González Ji ménez, 1991 , pp.29-30, (reco gido en Ma ravillas d e la España medieval. Tesoro sagrado y monarquía, exposicón en León, Valladolid: Junta de Castilla y León, 2001, p. 237). 90 Castilla-León, y tal vez Alfonso X no querí a comprometer su condición soberana de monarca al dar la opción a la Iglesia de reclamar algún tipo de superioridad sobre él. Algunos historiadores, com o Ant onio Ba llesteros, dicen que se coronó él mismo4. También es polém ica la cerem onia en la que fue arm ado caballero, unos dicen que fue una im agen articulada del ap óstol Santiago la que procedió a dar la pescozada al nuevo caballero, otros dicen que Alfonso X se armó caballero por sí mismo5. La gran novedad de los m onarcas castellanos es que suprim en la intervención de cualquier persona en la investidura del soberano. Esta postura de separación de poderes frente a la Ig lesia la conf irmará con sus escritos, com o ya verem os. Ade más los historiadores que hablan de autocoronación y de investidur a con la im agen de Santiago, avalan esta imagen de independencia, pues el poder lo recibe directam ente de una instancia superior. Por los datos que tenem os, no creemos que se produjera la coronación de este monarca pero, en ca mbio, sí es m uy posible que fuera armado caballero por la es tatua de Santiago. Sevilla es la ciudad donde comienza su reinado y tendrá un papel protagonista en el m ismo. No olvidem os que es el núc leo urbano m ás im portante del valle del Guadalquivir recien reconquistado, lo que la convierte en un centro económ ico importante, pero, además, Alfonso X la transformará en centro político y cultural de su reinado, como veremos más adelante. 1.2. UN REINADO CON MÚLTIPLES FACETAS. Castilla es un reino en expansión y su nuevo rey tiene grandes proyectos en todos los órdenes. Pero, al enjuiciar su reinado, la m ayoría de los historiadores diferencian entre un balance negativo de su s habilidades com o gober nante político, debido a una serie de fracasos im portantes, y un balance muy positiv o en el terreno cultural, donde, según Valdeón, ningún m onarca hispánico de cuantos le antecedieron brilló a tan gran altura, y ninguno de los que le sucedieron fue capaz de continuar su labor 6. Esta últim a afirmación la com partimos totalmente pues ningún rey castellano 4 BALLESTE ROS-BERETA, Antonio: Alfonso X el Sa bio, B arcelona: Sal vat, p. 54: “Na die po día coronar al nuevo rey, y este, aproximándose al ara del altar, tomó de ella la diadema real y se la ciñó con ambas manos. Un apóstol Santiago de maquinaria dio al Principe la pescozada y quedó armado caballero” En la misma línea que este autor está Cristina SEGURA GRAIÑO: “Semblanza humana de Alfonso El Sabio”, en Alfonso X El Sabio, vida, obra y época. Actas del Congreso Internacional, Madrid: Sociedad Española de Estudios Medievales, 1989, p. 22. Cfr. LINEHAN: History and the historianas of medieval Spain, Oxford: Clarendon Press, 19 93, p.428. Dice que no ha encontrado datos de coronación ni de unc ión, sólo de q ue fue alzado como atestiguan varios m anuscritos. Pien sa qu e lo s historiadores que hablan d e co ronación en Sev illa lo recog en del Marqués de M ondéjar en s us Memorias históricas del rey D. Al onso el Sabio, esc rita a principi os del siglo XVIII. 5 Según Palacios Martín la espada tenía una simbología especial como instrumento de conquista en la que fundamentan su poder los reyes hispánicos como justificación del dominio soberano sobre sus tierras. Por eso la recepción de la espada en la ceremonia de investidura tenía gran importancia, y apartaron de ella a toda persona que pudiera suponer una mediación entre el rey y Dios, de quien entiende recibir su poder. En este contexto hay que entender la intervención de la estatua de Santiago, en primer lugar, como santo puede mediar entre el rey y Dios y, además, es el símbolo nacional del poder surgido de la Reconquista. De ah í la i mportancia d e la rep resentación d el re y co n l a espada en l a mano en sel los, m onedas y miniaturas, incluso en aquellas imágenes en que el rey se nos muestra in sede maiestatis. ( “Investidura de armas de los reyes españoles en los siglos XII y XIII”, Gladius, 26 (1988), p. 192.) 6 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Alfonso X El Sabio, Valladolid: Junta de Castilla y León, 1986, p.8 91 patrocina tantas obras y de tanta calidad, a unque durante el reinado de su hijo Sancho IV, se continúan algunas de las com enzadas por él y se acometen otras muy interesantes, de las que ya habl aremos en el capítulo de su reinado, pero después ya se pierde la tradición del scriptorium regio y, ni siquiera Juan II, otro de los grandes reyes bibliófilos se puede equiparar a don Alfonso. Consideramos que tan to las facetas en las qu e tuvo éxito com o en las que fracasó, son fundamentales para entender la imagen que tenemos de este rey. 1.2.1. FRACASOS DEL MONARCA. Como dice Nieto Soria: “En m uchas f acetas d e la po lítica de Alfonso X la distancia entre la concepción teórica y la realidad cotidiana es bastante apreciable”7. En consecuencia, pasaremos revista a los principales aspectos negativos de su reinado. a) Los problemas económicos. En 1252 el rey devaluó la m oneda y, co mo consecuencia de ello, subieron los precios, lo que desequilibró la econom ía, ya desde el comienzo del reinado. Todavía en la Cortes de Jerez de 1268 se quejan los castellanos de la gran carestía. Estos problemas son decisivos para explicar el fracaso de la política exterior y de las reformas intentadas por el rey. Las crónicas de la época insisten en que el tema del Imperio provocó un gran empobrecimiento en los reinos de Castilla y de León. Por ejemplo Jofré de Loaysa dice: “Y com o los cuatro electores m encionados insistieron ante él con solem nes embajadas y cartas para que se d iera p risa en aceptar el Im perio, este rey autorizó en ormes gravám enes y dispendios casi in creíbles a favor de los alemanes y de otros que apoyaban su pa rtido en el referi do asunto, por lo que forzosamente tuvo que exigir servicios a los hombres de su reino e im ponerles tributos desacostumbrados en compensación de los muchos regalos y repartos de joyas que hacía casi indistintamente a cuantos extranjeros venían a visitarle”8. Hay que tener presente que cuando Alfons o llegó al poder, su padre acababa de conquistar el Valle del Guadalquivir, m uy rico, por tanto se en contró con un reino opulento, y quizás por ello quiso abordar m uchos y grandes proyectos; luego llegarían los problemas económicos que hemos explicad o, y muchas de sus em presas fracasaron o no se culminaron, al igual que pasó con bastantes de sus grandes obras, inacabadas, tal vez por esos mismos problemas pecuniarios. El reinado de Alfonso X coincide, pract icamente, con el final de las grandes campañas de conquista del territorio m usulmán, lo que significaba tam bién el fin del enriquecimiento fácil de los nobles, por eso muchos buscarán el enfrentam iento con el rey para obtener beneficios, y en este contex to se desarrollaron las luchas nobiliarias y la guerra entre el rey y su hijo Sancho. No obstante, Miguel Ángel Ladero opina que su política económ ica para conjurar la inf lación f ue im portante y que introdu jo n ovedades q ue perm itieron 7 NIETO SORIA, José Manuel: “Principios teóricos y evolución de la política eclesiástica de Alfonso X”, Mayurqa, 22 (1989), p.465 8 JOFRÉ DE LOAYSA: Crónica de los Reyes d e Castilla. Murcia: Academia Al fonso el Sabio, 1982, p.81. 92 centralizar m ás renta en m anos de la Corona 9, lo que se puede interpretar com o un ejemplo más de acaparar prerrogativas para fortalecer el poder real. b) Las sublevaciones nobiliarias. Fueron un problem a constante a lo lar go de su reinado; no era raro porque durante toda la Edad Media asistimos a una lucha por el poder entre m onarquía y nobleza. De hecho, existen indicios de que, siendo aún infante, tuvo m ala relaciones con su padre y con miembros de la corte, o sea, que antes de ser rey ya tenía cierta oposición como lo indica la carta que envió a su futuro suegro Jaim e I de Ar agón, en la que además de establecer el compromiso con su hija le pide ayuda: Todos mis amigos me dizíen et m e conseiavan que agora que non m e quitasse del rey mío padre, ca tenía ora et sazón pora poner bien toda mi fazienda con él, et para vengarme de todos míos enemigos et de todos los qu e mal me querían et mal me buscavan con él; yo tan grant sabor ove de cumplir [vuestra] voluntad et de fazer aqu ello que entendí que vo s plazíe que pospús tod o esto, et vo me para Valladolid a prender bendiciones con vuestra fija10. Ya en 1253, en los com ienzos de su reinado, algunos nobles castellanos se sublevaron encabezados por el infan te Enrique 11, hermano del rey, y por Diego López de Haro. Parece ser q ue en este episodio influyeron las desavenencias entre los hermanos, por la manera en que se llevó a cabo el reparto andaluz y la decisión del rey de dejar al frente de Sevilla a Nuño Gonzál ez de Lara. Existía una vieja rivalidad entre los Haro y los Lara que aspiraban a contro lar política y económicamente el país. Co mo telón de fondo estaba la lucha del rey castell ano por el control del reino de Navarra, en cuya frontera hubo unas escaramuzas militares en las que también par ticipó el reino de Aragón, y que concluyeron con la firma de la paz en 1256. Pero en 1271 tuvo lugar una nueva sublev ación de los nobles agraviados por la supresión del Fuero Viejo de Castilla y por el exceso d e impuestos. E l rey, entregado plenamente en sus reiv indicaciones imperiales, cedió y con firmó sus prom esas en las Cortes de Burgos de 1272. Es clarificador lo que decía el rey a su hijo Fernando en una carta sobre el pretexto de los agravios de los nobles; según él se sublevaron “por querer tener siempre a los reyes apremiados y obtener de ellos lo suyo”12. La postura que adoptó el rey en estas sublevaciones fue la de defe nder la autoridad real, aunque no siem pre lo consigui ó, pero la im agen que nos transm ite es la del soberano que quiere someter a la nobleza, incluso a los miembros de la familia real. 9 LADERO, Miguel Ángel: “Conjuros contra la inflación”. Séptimo centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio. El País. 4 de Abril de 1984. 10 ACA, Cartas reales, nº 125. 1249, enero, 8. Écij a. (GONZÁLEZ JIM ÉNEZ, Manue l: Diplomatario andaluz de Alfonso X, Sevilla: El Monte. Caja de Huelva y Sevilla, 1991, pp. 5-6). 11 Est e i nfante sobrevió a su herm ano el r ey y dura nte l os rei nados d e Sanc ho IV y Ferna ndo I V perturbará con sus acciones el reino. 12 Véase MAR TÍN, José L uis: Historia de Esp aña. Ba ja Edad Med ia, Barcel ona: Océano-Instituo Gallach, tomo III, p. 56. 93 c) El “Fecho del Imperio”. En 1256 una em bajada de la ciudad gibelina de Pisa, en cabezada por Brunetto Latini, se entrevistó con el monarca en Soria y le ofreció la candidatura al trono imperial germánico, ya que su m adre Beatriz de Suabia era hija del duque Felipe de Suabia, hermano de l em perador Enrique VI, Staufen, padre de Federico II. Resultó elegido emperador en 1257, pero tam bién lo fue Ricardo de Cornualles, hermano del rey de Inglaterra, lo que originó im portantes conflictos hasta que en 1273 fue elegido Rodolfo de Habsburgo. La aventura para Alfons o de Castilla term inó en 1275, cuando renunció ante el Papa Gregorio X en la entrevista de Beaucaire. Según Carlos Estepa, esta em presa se nos presenta como lejana, absurda y condenada al fracaso, pero, piensa, q ue era muy importante para el soberano hispan o, pues respondía a una ideología de monarca fe udal conforme a la cual el poder en sus reinos podría ser reforzado m erced a la dignidad im perial13. Por otra parte, el que quisiera conseguir la corona im perial germana dejaba sin f undamento todo intento de renovar la dignidad im perial española; ya no se habla del emperador de España, como había ocurrido con Alfonso VII, ya se hablará siempre del rey de Castilla y León. Este tem a es m uy interesan te, po rque a la hora de explicar los sím bolos imperiales que aparecen en las im ágenes gráficas del rey en algunas m iniaturas, vidrieras etc. hay que conocer las aspiraciones que tuvo para ocupar el trono del Imperio alemán. d) Los problemas con las minorías. Según Valdeón 14 la actitud del rey Sabio hacia m usulmanes y hebreos fue contradictoria. Por una parte la convivencia de las tres culturas fu e muy fecunda en el aspecto cultural com o veremos, pero por ot ra, es indudable que in ició una política de singular dureza con las minorías La situación con los m udéjares se fue deteriorando y se pr odujeron revueltas en Andalucía y en Murcia en 1264, com o consecuencia de las trabas leg ales a su tradicional autonomía administrativa, jurídica y religiosa. La solución al conflicto fue la represión, que se tradujo en la expulsión de los m udéjares de tierras andaluzas, que terminaron emigrando hacia el reino nazarita o hacia el norte de África Un ejemplo de la política rep resiva contra los judíos se puede observar en Las Partidas: Tenemos por bien e m andamos que todos quantos judíos vivieren en nuestro señorío, que trayan algu na señal cierta sobre las cabezas, qu e sea a tal p or que conoscan las gentes manifiestamente quál es judío o judía. Et si algunt judío non 13 ESTEPA, Carlos: “El fecho del Imperio”. Séptimo centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio. El País. 4 de Abril de 1984. Este mismo autor nos da, como prueba, de lo que representaba el título imperial para Alfonso X, la carta que en 1273 escribe a su hijo Fernando (ya c itada en la nota 12). En ella se queja de los nobles rebeldes porque le “estropearon las cosas por las que él tenía interés” (ESTEPA, Carlos: “El ·fecho del Imperio· y la política internacional en la época de Alfonso X”, en Estudios Alfonsíes. Lexicografía, Lírica, Estética y Política d e Alfonso El Sabio, Gran ada: Facu ltad d e Filosofía y Letras. Instituto d e Ciencias d e la Educación, 1985, p. 205). 14 VALDEÓN BARUQUE, Julio: “Alfonso X y la convivencia cristiano-judio-musulmana” en Estudios Alfonsíes. Lexicografía,Lírica, Estétia y Po lítica de Alfonso el S abio, Granada: Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias de la Educación, 1985, p.168. 94 levase aquella señal, mandamos que peche por cada vegada que fuese fallado sin ella diez maravedís de oro: et si non hobiere de que los pechar, reciba diez azotes publicamente por ello. (Partida VII, Título XXIV, Ley XI)15 e) El problema sucesorio. El rey abandona su reino para ir ha sta la ciudad francesa de Beaucaire, a entrevistarse allí con el Papa Gregorio X y conseguir el reconocim iento de su s aspiraciones a la corona im perial. Deja a su hijo primogénito y heredero al frente del gobierno. Ante un ataque de los Banu Mariníes en el reino de Sevilla, don Fernando se dirige a sofocarlo, pero en Villa Real se pone enfermo y muere en 127 5, la víspera de Santiago apóstol, cuando contaba 26 años. Se plantea entonces el tem a de l a sucesión entre los hijos del infante don Fernando, unos niños todavía, los llamados “Infantes de la Cerda” (Alfonso y Fernando) y el infante don Sancho, segundo hijo de Alfonso X. Don Sancho, ante la ausencia del rey y apoyándose en el Derecho tradicional castellano, se proclama rey. Pero Alfonso X había defendido en Las Partidas el derecho de representación, por el que sus nietos podí an optar a la Corona porque representaban en la sucesión los derechos de su padre. Lo cierto es que Las Partidas no estaban en vigor y que ante los ataques musulmanes, don Sancho se hizo con el poder y lo mantuvo con las armas, sus éxito s ante los benimerines fueron decisivos. Adem ás una situación de minoría siempre debilita al reino, lo que no era conveniente en esos momentos. El rey, al tener noticia de lo sucedido, actuó rápidamente: acelerando las jornad as desde Mo ntpellier, llegó a Burg os, convocó a los prelados, barones, nobles y algunos consej eros de todas las ciudades o villas de su reino para consultarles sobre quién ha bía de reinar después de su m uerte […] El infante don Fadrique […] don Juan Al fonso de Haro y muchos otros, y los obispos del reino, y tod os los concejos o comunidades de Castilla y de León quisieron y reclam aron que reinase el infante don Sancho y le tributaron homenaje como a futuro rey16. Esta situación provocó división en la nobl eza, ya que los Lara se situaron al lado de los Infantes de la Cerda mientras que los Haro y la mayoría de los nobles, con el infante don Sancho, convirtiéndos e este hecho en un episodio más de las sublevaciones nobiliarias, porque los bandos ya estaban perfilados. P ero este conflicto acabará desembocando en una guerra civil al haber dos candidatos al trono dentro de la propia familia real. Incluso se transformó en un conflicto internacional. También se produjo la división en el seno de la propia fa milia real. Doña Violante17 apoyará la causa de sus nietos y buscará am paro en Aragón, donde se refugiará con ellos, y en Francia (doña Bl anca, viuda del infante don Fernando era hija 15 Cita extraída de la versión Las Siete Partidas del rey D. Alfonso el Sabio, Madrid: Real Academia de la Historia, 1972, 3 vols. Siempre que citemos, textualmente, algún pasaje de esta obra, será de acuerdo con esta versión. 16 JOFRÉ DE LO AYSA: Crónica de los Reyes d e Castilla. Murcia: Academia Alfonso el Sabio, 1982, p.105. 17 Memorial Hi stórico Es pañol, Madrid: Real Academ ia de la Histor ia, 1851. Recoge la escritura de l desposorio del infante Alfonso, primogénito y heredero del rey de Castilla con Violante hija del rey Jaime I de Aragón, el 26 de Noviembre de 1246. Así como la dispensa del matrimonio otorgada por Breve del Papa Inocencio IV. (Tomo I: “Documentos de la época de Alfonso El Sabio”) 95 de Luis IX de Francia). Los otros hijos de Alfonso X apoyarán a su herm ano frente a sus sobrinos. Alfonso X y su hijo don Sancho fueron distanciándose. El rey por cuestiones de política internacional y con la ayuda de Felipe IV de Francia intentó hallar una solución de com promiso que le perm itiera repar tir el r eino entr e los Inf antes de la Cerda y Sancho, mas éste no aceptó. A fines de ab ril de 1282 los partidar ios de don Sancho se reúnen en Valladolid y vierten graves acus aciones contra la pol ítica de AlfonsoX, justificando de esta m anera su destitución de todas las funciones reales. Consideraban que por el mal ejercicio del gobierno podía ser considerado un tirano y, por lo tanto, ser destituido. Se produjo la ruptura definitiv a al de sheredar el rey a su h ijo en octub re de 1282, acusándole de causarle graves y múltiples injurias. De hecho hay una situación de guerra civil en el reino . El rey es tá solo en S evilla, y la m ayoría de las fuerzas de Castilla y León apoyan a don Sancho, que había sido reconocido como heredero por las Cortes reunidas en Segovia en 1278. No obsta nte no usurpó los títu los de su padre al que seguía considerando com o rey legítim o. Pruebas de ello encontram os en la documentación emitida en nombre del infante, por ejemplo: Yo inffante don Sancho, fijo m aior e heredero del muy noble don Alffonso, por la gracia de Dios rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén e del Algarbe. En uno c on la infante doña María m i muger. Entendiendo la grant m erced que Dios fizo siem pre a m ío linage onde yo vengo e señaladamente a m í, e fío por el que m e fará daquí adelante, et con grant voluntad que he de acrescer e levar adelante la onrra de las eglesias, porque aquellos que las han de fíar pueda m ás onradam ente faser serviçio a Dios en ella e en remisión de mis pecados, et por faser bien e merçed a don Diego obispo e a las personas e a lo s canónigos e a los racioneros de la eglesia de C artagena […] otórgoles e te ngo por bien que sean libres e quitos e francos de moneda de m arçadga, de f onsadera, de todos pechos e de toda fazendera […] Et porque esto sea firm e e estab le m andeles ende dar este privilegio seellado con mío seello de plomo18. Eso sí, recalca, com o vemos, sus derechos de herencia ya que es el hijo m ayor, e incluso concede privilegios como si fuera el rey. Además, como dice Isabel Ostolaza, desde el momento en que asume el poder, tras la deposición de su padre en 1282, utiliza el sello de plomo para validar privilegios y cartas plomadas19. En opinión de José L uis Martín20, en la guerra civil nobi liaria que enfrenta a los Infantes de la Cerda con Sancho, y a los Lara con los Haro, linajes que encabezaban respectivamente los dos bandos, Alfonso X se ve m ediatizado por sus aspiraciones imperiales, en las que le puede ayudar el m onarca francés, abuelo de los Infantes, y por el desem barco de los Benim erines a los que se enfrenta Sancho. Así se explican las dudas del rey, quién acabaría abandonado por la mayoría de los nobles, seguidores de 18 Pri vilegio del i nfante d on Sanch o q ue concedio e n Pal encia el 6 de M arzo d e 12 83. ( ACMu, Pergaminos, nº34.) 19 OSTOLAZA, Isab el: “La Can cillería d el in fante don San cho durante la reb elión contra su padre Alfonso X El Sabio”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 16 (1989), p. 311. 20 MARTÍN, José Lu is: “Aspectos socioeconómicos del reinado de Alfonso X”, en Estudios Alfonsíes. Lexicografía, Lírica , Estética y Po lítica de Alfo nso el Sa bio. Granada, Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias de la Educación, 1985, pp. 183-4. 96 Sancho, que actúa como verdadero rey, com o acabamos de explicar al com entar la concesión de un privilegio rodado. Un tema oscuro del reinado de Alfonso X es la muerte de su hermano, el infante don Fadrique, en lo que, según Ballest eros Bereta, pudo ser un fratricidio 21. De hehco bien pudo ser uno de los factores que contribuyeron a la revuelta nobiliaria que acabó en guerra civil. f) Sus testamentos. Los incluimos en el apartado de los fracasos del rey, porqu e no se cumplieron ninguna de las cláusulas importantes que dejó escritas en ellos. Hay un testam ento otorgado el 8 de noviem bre de 1283 en Sevilla, siendo testigos del mismo su hija natural Dª Beatriz, reina de Portugal, el arzobispo de Sevilla don Rai mundo y el obispo de Cádiz don Suero, entre otros. Com ienza con las invocaciones religiosas com o corresponde a un rey cristiano, en las que, com o era habitual, hace una clara profesión de cristiano: En el nombre de Dios P adre, Hijo y Es píritu Santo. Amén. Conocida cosa sea y manifiesto a todos los om es que este es cripto vieren, com o nos don Alonso por la gracia de Dios, reinante en Castil la […] seyendo sano en nuestro cuerpo y en nuestra voluntad y creyendo firm emente en la Santísim a Trinidad […] y creyendo en la Virgen María […] y en todas las otras cosas en que la Santa Iglesia de Rom a cree y guarda y m anda creer y guardar, y conociendo que por otra non puede ome ser salbo, si non por la nuestra santa fe cathólica. Después de las fórm ulas tradicionales, se inserta un alega to jurídico-político en el que revoca los tes tamentos anteriores, justifica que, despué s de la m uerte del Infante don Fernando, fuera elegido don Sancho como su sucesor, pero, an te los agravios recibidos de él, detallados pormenorizadamente, lo deshereda por traidor, y justifica sus decisiones: nos catando el derecho antiguo y la Ley de la Razón según el Fuero de España, otorgamos entonzes a don Sancho nuestro h ijo maior, que le obieren el lugar de don Fernando, que era m ás llegado por vía derecha que los nuestros nietos […] E, otrosí, aunque hubierem os fecho algunos pesares en otras cosas según hazen padres e hijos, em pero era tan to el vien que nos hacíam os e hazem os cada día, que tenemos que todo aquello era olvida do y que deviera am arnos más que otra cosa, maiormente que nos nunca en ninguna cosa hezimos contra él. Pugnó él de nos deshonrar lo m ás cruelmente que pudo […] por nos deshazer lo qu e Dios nos havía dado y codiziando nuestra muerte y cobrando en como fuese heredando nos a él como nunca heredara en España Rey a su hijo […] pugnó él nos desheredar […] E por ende don Sa ncho por lo que hizo contra nos sea desheredado […] e assí lo dam os nos por trahidor […] ordenam os y dam os y otorgamos y mandamos en este nuestro testamento que el nuestro señorío mayor de todo lo que havem os y haver devem os, sino que después de nuestros días, en 21 BALLESTERO BERETA, Antonio: Alfoso X El Sabio. Barcelona: Salvat, 1963, p.819 Tanto este autor como otros hablan de l a mala relación, por celos, entre los hermanos. Fadrique, era el segundo hijo y parece ser que era el destinado a recibir la herencia de los Suabia, pero ya sabemos que no fue así y que Alfonso X aspiró a la corona imperial. 97 nuestros nietos, hijos de don Fernando nuestro hijo que fue primero heredero, de guisa que el m aior herede este m i señorío […] E porque estas cosas sean m ás estables y firm es establezem os y m andamos e ordenam os aún m ás, que si los hijos de don Fernando muriesen sin hijo s que deviesen hereda r, que tom e este nuestro señorío el Rey de Francia por que viene derechamente de línea d erecha onde venimos del emperador de España22. Hay un codicilo del testamento23, otorgado también en Sevilla el 10 de enero de 1284, en el que confirm a su voluntad anteri or sobre la cuestión sucesoria, incluso concede a su hijo Juan los reinos de Se villa y Badajoz como territorios autónomos aunque sometidos a la obediencia del rey, y a otros hijos otros territorios; cesiones que podrían suponer una desm embración del reino, pero que nos dem uestra su concepción patrimonialista del propio reino, pues entiende que con sus estados puede hacer lo que quiera. También exp resa sus des eos sobre su enterramiento: pide ser sepultado en el monasterio de Santa María la Real de Murcia, si no pudiera se r ahí, que lo entierren en Sevilla junto a sus padres y que le saquen el corazón y lo entierren en Jerusalén, en el monte Calvario24. A continuación en umera sus objetos más preciados y m anda que “lo haya todo aquel que con derech o que nos heredare el nuestro señorío mayor de Castilla e León”, por ejem plo, la Biblia regalada por L uis IX de Francia, una tabla de reliquia, las coronas de gem as y cam afeos, también le dona el libro Setenario25; menciona de manera especial su obra titulada Cantares de Loor de Sancta María para que sea cedida a la iglesia donde su cuerpo sea enterrado. Estos dos docum entos, por em anar directam ente de la voluntad real, son para nosotros muy importantes porque nos ayudan a explicar una im agen del rey conforme con su manera de pensar. Es un buen cristia no, y lo pone de m anifiesto al querer que su corazón se guarde donde Cristo murió, además responde a la vieja teoría del vicariato de Dios, y en consecuencia considera que nadie le puede disputar el trono concedido por la divinidad, lo que enlaza con una concepción pa trimonialista de sus reinos, que pretende repartir y, por último, reseñamos la importancia que para él tenía el reino de Murcia, por ser el primer territorio que reconquistó al Islam 26; en lo citado responde al prototipo de sus antecesores, porque defiende los m ismos principios, pero en él hay aspectos novedosos, y por eso defiende el nuevo cuerpo legal que ha creado y pone de manifiesto el gran valor que para él encerraban sus libros. 22 Colección de testame ntos y capitu laciones matrimoni ales de los Re yes de Castilla y Aragón y de algunos otros personajes. S. XVIII. BNE, ms. 6932, fol. 141-165. 23 Según Elisa Ruiz, de este escr ito se con servan varias versiones y n ingún original, también explica la principales ediciones que hay. (“Rex scribens. Los discursos de la conflictividad en Alfonso X el Sabio”, en La monarquía como conflicto en la Corona castellano-leonesa (1230-1504), p. 392. 24 Según Ana Domínguez, e ste pasa je refuerza su te oría de que Alfonso X busca la ide ntificación con Salomón. (“El testamento de Alfonso X y la catedral de Toledo”, Reales Sitios, 82 (1984), p. 73) . 25 GARCÍA GALLO, Alfonso: “Nuevas observaciones sobre la obra l egislativa de Al fonso X”. Anuario de Historia del Derecho español, 46 (1976), p. 642. Explica : “En 1283 en su testamento manda pase ·a aquel que lo nuestro heredase, el libro Septenario que Nos fezimos·. No parece dudoso, a la vista de e ste, que en 1283 la obra estaba concluida […] Podría plantearse la duda de si el Setenario a que alude Alfonso X en su testamento es la obra que ha llegado a nosotros con este nombre o las Siete Partidas como supone PIMIENTA. Dado que éstas, en la forma que las conocemos no estaban redactadas en esa fecha, la obra mencionada hab ría qu e id entificarla con el Espéculo que, aunque s ólo lo conoce mos en sus cinco primeros libros, debió constar cuando menos de siete”. 26 Prueba de ello es que e n la Cantiga nº 169 del Códice Rico aparece representada la Iglesia de Santa María de la Reixaca de Murcia en la viñeta 1 y bajo ese nombre. 98 La fecha de su m uerte se ha fijado en el día 4 de abril d e 1284. Y su últim a voluntad respecto a su enterramiento no fue respetada, pues está enterrado en la catedral de Sevilla, aunque su corazón está en la cat edral de Murcia, en un sepulcro renacen tista que hay en la Capilla Mayor de la catedral. Sorprende que en la Crónica no aparezca noticia del tes tamento, y que concluya refiriendo su m uerte, después de perdonar a su hijo y revocar las disposiciones del codicilo: E cuando fue afincado de la dolencia, dijo ante todos que pe rdonaba al infante don Sancho, su fijo heredero, que lo fici era con m ançebía […] E desque esto ovo acabado e librado, rescibió el cuerpo de Dios muy devotamente, e a poca de ora dio el alma a Dios. E el infante don Juan e todos los ricos omes, e la reina de Portogal, su fija, e los o tros infantes sus fijos ficieron muy grand llanto por él; e después enterráronlo en Sa nta María de Sevilla, cer ca del rey don Fernando, su padre, e de la reina doña Beatriz, su madre27. Pero Linehan nos da una explicación m uy razonable y es que la Crónica del reinado de Alfonso X fue escrita en el re inado de Alfonso XI en un m odo favorecedor para Sancho IV, a través de quien Alfonso XI había adquirido su título; y hostil pa ra Alfonso X, quien había desher edado a su hijo rebelde y, con él, a sus descendien tes28. Tenemos, por tanto, aquí un ejem plo de la pa rcialidad de las Crónicas; se tergiversa la realidad para proteger la figura del rey Sa ncho IV y que no pasara a la posteridad como maldito por decisión de su padre. 1.2.2.ÉXITOS DEL MONARCA. A pesar de los fracasos ya com entados, hay tam bién i mportantes logros que contribuyen a m atizar el juicio negativo so bre su obra de gobierno y a dar una visión más exacta de lo que fue su reinado. a) La lucha contra el Islam. Continuó las em presas m ilitares d e sus predecesores en la lucha co ntra los musulmanes. Siendo príncipe conquistó el re ino de Murcia y tam bién participó en la toma del reino de Jaén. Posteriorm ente, en la disputa entre Castilla y Portugal por el antiguo reino m usulmán del Garb, a am bas ori llas del río G uadiana, consiguió, tras la firma de la paz en 1253, el usufructo, dur ante un tiem po determinado, del Algarve al oeste del G uadiana, que quedaría bajo la soberanía de Alfonso III de Portugal. Finalmente, en 1262, quedó bajo su poder el reino taifa de Niebla29. 27 Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, p. 66. 28 LINEHAN, Peter: History and historians of medieval Spain, Oxford: Clarendon Press, 1993, p.423. Cfr. Elisa Ruiz aporta el testim onio en el que el re y revoca sus disposiciones anteriores, es una ca rta del 23 de m arzo de 1284 en viada al pa pa M artín I V, t omada de l a o bra de T homas RYDER: Foedera, conventiones, litterae et cuiuscumque acta publica inter reges Angliae et alios quovis imperatores, reges, pontificies, principes vel communitates ob ineundo saeculo duodecimo, 3ª ed., Hagae: Joaennes Neaulme, 1739-1745, vol. I /2, doc. 230, p . 960 (“Rex scribens. Los discursos de l a conflictividad en Al fonso X el Sabio” en La monarquía como conflicto en la Corona castellano-leonesa (1230-1504), Madrid: Sílex, pp. 359-422. 29 Conquist ó las plazas de Niebla y Jerez y otras m uchas fortalezas y lugares como Medina Si donia, Arcos de la Frontera, Rota y Lebrija. Según recoge Loaysa en su Crónica, p..85. 99 b) La Administración. Intentó modernizar la maquinar ia administrativa para fortalecer las ins tituciones de la m onarquía. A tal efecto introdujo m uchas novedades y redefi nió el papel y las funciones del canciller, notarios y escribanos a la hora de redactar, registrar y expedir documentos reales. Elisa Ruiz30 destaca la importancia que don Alfo nso le daba a la escritura com o instrumento político. Por eso favoreció el desa rrollo de unos tipos de escritura para ser utilizados por la Cancillería: la letra gótica cu rsiva cancilleresca; la letra gótica pausada con rasgos cancillerescos, llamada “escritura de privilegios” o “minúscula diplomática” para la expedición de docum entos solem nes com o privilegios rodados; y una tercera modaliad, la gótica pausada de pauta biline al, u tilizada con los libro s confeccionados paa la Cámar regia. c) Lo jurídico. Muy polém icas fueron sus reform as en el campo del Derecho y la Justicia. Intentó la u nificación jurídica de su s reinos frente a la falta de uniform idad normativa, centrándola en la figura del rey. La elaboración de códigos com o el Fuero Real , el Espéculo y Las Partid as nos habla de su posición i nnovadora. No obstante, estas propuestas en m ateria de Derecho fueron obje to de hostilidad por parte de los nobles, que veían en ellas un fortalecim iento de la posición del monarca, y por eso seguirá vigente el Derecho antiguo de origen altom edieval que p onía lím ites al ejercicio por parte del rey de la summa potestas. También reestructuró el Tribunal R eal, ya que f ijó las obligaciones de lo s jueces reales, y en la Ordenanza de Zamora de 1274 definió los casos que pertenecían exclusivamente a la jurisdicción real. d) La lengua romance. Su apoyo a la lengu a castellana p ermitió la consolidación de ésta frente al latín como lengua culta oficial, tanto en el uso privado como en otros m enestres, aunque ya se utilizaba en la Cancillería. Según Lapesa: “El habla toledana, castellanizada, pero sin los ex clusivismos de la de Bu rgos o la Bureba, sirvió de m odelo en la nivelación lingüística del reino” 31. Se puede hablar casi de decisión revolucionaria, porque así se abre el acceso a la cultura a más gente al suprimir el uso del latín. Márquez Vi llanueva recoge la polémica que, al respecto surgió entre Am ércio Castro y Sánchez Albornoz. Según el prim ero la promoción del vernáculo se debía a que er a el que entendían las tres culturas que integraban el conglom erado castellano, esto es, la cristiana, la islám ica y la judía. El segundo lo rebatió diciendo que el avance del castellano en los campos del derecho y de 30 RUIZ, Elisa: “Hacia una codicología de la p roducción manuscrita de la Co rona de Castilla en lengua vernácula”, I Congreso Internacional de CiLengua, diciembre 2007, p. 7 (en prensa) 31 LAPESA, Rafael: Historia de la Lengua Española, Madrid: Gredos, 1981 (9ª ed.), p. 242. Además para corroborar esta teoría recogemos la orden que dio el rey en las Cortes celebradas en la ci udad de Tole do “ que si de nde en adelante, en alguna parte de su rey no oviesse diferencia en el entendimiento d e al gún vocablo castellano an tiguo, que recurriese n c on él a esta c ibdad […] y que passassen por el entendimiento y declaración que al tal vocablo aquí se le diesse, por tener en ella nuestra lengua más perfección que en otra parte” en Historia o Descripción de la Imperial Cibdad de Toledo, Toledo, 1554, fol. 74. 100 la literatura anteceden a don Alfonso. Má rquez Villanueva reconocien do que los dos tienen razón, insiste en la im portancia que adquirieron los judíos en la decisión de utilizar la lengua vernácula 32. Ciertam ente se utilizó en los escritos científicos y literarios, en las crónicas y en la redacción de los documentos salidos de la Canc illería, como ya se dijo. Es un hecho que el em pleo de la lengua castellana supuso la consecución de un doble objetivo. Por una parte, desempeñó una función política en un doble aspecto: favoreció la unión de sus terr itorios porque era la lengua común del pueblo, y tam bién fortaleció la hegemonía de Castilla dentro de su reino, al ser su idiom a la lengua oficial para los docum entos reales; por otra part e, cumplió una funci ón didáctica, porque a través de ella pudo comunicar lo s distintos conocimientos que quiso transm itir con su polifacética obra, lo que, a su vez, cont ribuyó a enriquecer esa lengua rom ance pa ra que pudiese ser vehículo adecuado de los diversos trabajos emprendidos. Otra manera de enriquecer la lengua castellana fue la realización de traducciones de obras de reconocida calida d. En ellas el rey tuvo un papel protagonista pues m uchas fueron corregidas p ersonalmente por él. Se tr ataba de expresar ideas complejas con los términos precisos y con una estructura gram atical co rrecta, lo qu e, en definitiv a, contribuyó a que bajo este reinado tuviera lugar “la creación de la prosa castellana” 33. e) La revolución cultural. Pero, sobre todo, donde descuella Alfons o X es en el aspecto cultural y, de hecho, ha pasado a la historia com o un propulsor del saber, y en su habe r hay una gran producción libr aria con obras juríd icas, his tóricas, cien tíficas, lite rarias e, inclu so, algunas destinadas a desarrollar un ocio inteli gente, y todas, en su conjunto, constituyen una obra muy copiosa y de valor universal. Promovió un gran taller cultural regio, el scriptorium34, al que da las pautas; el rey deci de qué libros deben ser escritos o traducidos, los revisa cuando están conclu idos, los corrige en lenguaje y estilo, y también ordena que se añadan ilustracione s. Aunque las obras aparezcan bajo su nombre, no es el auto r directo, ex cepto en las Cantigas, en las que sí se expresa directamente. Ram ón Gonzálvez 35 co menta unas frases de s an Buenaven tura qu e no s puede ayudar a entender lo que en tiem pos de Alfonso X quería decir autor; según el santo, una obra escrita puede no proceder en exclusiva de una persona sino ser el resultado de muchas intervenciones, de manera que, cuando una persona contribuye con elaboraciones propias hasta el punto de hace r prevalecer su aporta ción como elem ento principal sobre los materiales ajenos incluídos en ella, tiene todo el derecho de llamarse autor. En este sentido sí podemos considerar al rey autor de muchas de las obras salidas Tampoco debemos olvidar que el rey había nacido en T oledo y que su obra cul tural está muy ligada a esta ciudad, lo que también pudo influirle a la hora de imponer el modo de expresión romance que consideraba más correcto. 32 MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco: El concepto cultural alfonsí. Madrid: Mapfre, 1994, pp.43 y ss. 33 LAPESA, Rafael: Ibidem, p. 238. 34 Era el t aller f ormado por m aestros y sa bios que t rabajaron e n e quipo, q ue c ontaron con el i mpulso intelectual y el apoyo ec onómico de Alfonso X, a unque carecemos de datos c oncretos de su existe ncia física. Seg ún Jesús M ontoya, l os sabi os f ueron ben eficiarios de donación y asi gnaciones de casas y tierras, pues así co nsta en l os Repartimientos y Diplomatario del rey ( El scri ptorium alfonsí: de los Libros de Astrología a las Cantigas de Santa María, Madrid: Complutense, 1999, p. 281) 35 GONZÁLVEZ RUIZ, Ramón: Hombres y libros de Toledo, Madrid: Fundación Ramón Areces, 1997, pp. 574-5. 101 del scriptorium. De los num erosos estudios analiza dos, colegimos que su participación se producía en dos m omentos: al principio porque dirigía la com posición y al final porque hacía la corrección. El propio rey da ejemplos de su in tervención en las obras. A continuación exponemos algunos de ellos que apunta Solalinde 36. En el Lapidario y en la General Estoria consta que se escrib ieron por su m andado (“Fiz fazer este lib ro”); además en esta última se explica c omo el rey tom aba parte en los traba jos previos, enumeraba las distintas operaciones, adoctrinaba a sus colaboradores en la composición, elegía los que las deb ían d e redactar; y esta explicación s e h ace en un c apítulo en q ue se hab la de cómo Nuestro Señor dictó las leyes a Moisés, estableciendo una comparación: Et que podemos entender e dezir que compuso Nuestro Sennor las razones de los mandados, e que ovo el auctoridad e el nombre dend, por que los mandó escrivir, mas que los escrivió M oysén assí comm o dixiemos nos muchas vezes : el rey faze un libro, non por quél escriva con sus manos, m as por que con oce las razones dél, e las em ienda, et yegua, e e nderesça, e muestra la manera de cómo se deven fazer, e si escrive los qui él manda, pero dezimos por esta razón que el rey faze el libro ( General Estoria, I Parte, libro XVI, cap. XIV)37. Otro ejemplo claro de la participación de l rey en las obras lo encontram os en el segundo párrafo del prefacio al Libro de las estrellas de la ochava esphera , en el que se deja claro que el rey corregía las traducciones: E después lo endereçó et lo m andó co mponer este rey sobredicho, et tolló las razones que eran sobejanas et dobladas, et que non eran en castellano derecho, et puso las otras que entendió que complían, et cuando en el lenguage, endereçolo él por síse38 Es de gran interés la cita de don Juan Manuel en el Prólogo del Libro de la caza dice que “se paga mucho de leer en los libros que falla que compuso el dicho rey”39 Se rodeó de un grupo de sabios colabora dores que le ayudaron en esta inm ensa tarea de traducir, com pilar y com poner gran núm ero de obras. Por eso im pulsó un equipo de traductores, en la que judíos, m usulmanes y cristianos traducían los textos de su lengua original al castellano, y de esta m anera estrechó los lazos de Occidente con Oriente. No hay que olvidar que el rey se sentía profundam ente atraído por el legado cultural de árabes y jud íos. Com o dice Ma nuel Alvar: “Alfonso se encontró con una cultura plural y trató de reducirla a síntesis”40. También creó en Sevilla un Estudio General de latín y árabe: 36GARCÍA DE SOL ALINDE, Antonio: “Intervención de Alfonso X e n la redacción de sus obras”. Revista de Filología Española, 2 (1915), pp.283-288. 37 GARCÍA DE SOLAINDE, Antonio (ed.): General Estoria, primera parte, Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1930, p. 477. 38 RICO Y SINO BAS, Manu el: Libros del sa ber d e astronomía del Rey d on Alf onso X d e C astilla, Madrid: Eusebio Aguado, 1863-1867, vol. I, p. 7. 39 BLECUA, J.M.: Don Juan Manuel. Obras completas, Madrid: Gredos, 1981, p. 520. 40 ALVAR, Manuel: “Didactismo e integración en la General Estoria”, en La Lengua y la Literatura en tiempos de Alfonso X. Actas del Congreso Internacional. Universidad de Murcia, 1984, p.48. 102 “He de fazer bien e levar adelant a la noble cipdat de Sevillia e de enriquecerla e ennoblecera más, porque es de las m ás ondradas e de las m eiores cipdades de Espanna; e porque iaze hý enterrado el m uy ondrado rey don Fernando, m ío padre, que la ganó de moros e la pobló de christianos; a m uy grant loor e a grant servicio de Dios e a pro e a onrra de todo christianismo, e porque yo fuy con él en ganarla e en poblarla, otorgo que aya hý estudio e escuelas generales de latino e de arávigo”41. Por lo tanto, se observa en Alfons o X una actitud protectora hacia los intelectuales hebreos y musul manes que co laboraban con él. Se sentía profunda mente atraído por la cultura oriental , y un ejem plo es el interés que tenía por la astrología y astronomía, entonces confundidas en una, como la “ciencia del universo”. En este aspecto, se puede decir, que seguía el ejem plo de su antepasado, el emperador alemán Federico II (que entró en c ontacto con el Islam a través de Sicilia), pero, a la vez, era un adelantado a su tiempo, un “hum anista” im pulsor de grandes empresas culturales, que aportaron un cauda l inmenso de conocimientos, y era, además, un defensor de la secularización de la cultur a como se ve en el estímulo que dio a las obras científicas42. Según Márquez Villanueva, fue el suyo un concepto político de la cultura. Al asumir la idea de la plenitudo potestatis adoptó la responsabilidad personal en todos los aspectos de la vida de sus reinos, y se consideró maestro de su pueblo. Este investigador añade que, frente al carácter semi-sacerdotal de la monarquía francesa, por ejemplo, preconizó, de hecho, un carácter semi-magistral para la castellana 43. En el mismo sentido, reivindica la imagen de autor y escritor para el rey, cree que era un gran creador, puesto que tenía una visión propia de la poesía, y que estaba muy preocupado por la calidad final de sus obras que personalmente revisaba44. Como colofón a este apartado destacam os que también realizó una i mportante obra de m ecenazgo, al igual qu e otros rey es medievales, como san Luis de Francia o Pedro IV de Aragón. 2. LA TEORÍA POLÍTICA. 2. 1. SU CONCEPCIÓN DE LA MONARQUÍA. Durante el reinado de A lfonso X el reino de Castilla-León se ve inm erso en el proceso de tranformación de las con cepciones políticas que tiene lugar en el Occidente 41 Pri vilegio R eal ot orgado e n B urgos el 2 8 d e Di ciembre de 1 254. A CS, c. 4, n.10. Per gamino (e n BORRERO FERNÁNDEZ, Mercedes et al ii: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y p oder a través del privilegio rodado, Sevilla: Ayuntamiento-Universidad, 1995). 42 Según Ana Domínguez, f ue en parte continuador de la tarea de Federico II Staufen, aunque la suya llegó más lejos por haber estado en contacto, a través de la conquista de Andalucía, con lo más avanzado de la ciencia islámica y, también, porque su obra refleja una de las grandes luchas de poder de la Baja Edad Med ia, la lu cha de l o gibelinos (cu ltura lai ca) frente a l os güelfos (c ultura eclesiástica). En DOMÍNGUEZ, Ana: ”Una c ultura de va nguardia”. Séptimo ce ntenario de l a m uerte de Al fonso X el Sabio. El País. 4 de Abril de 1984. Cfr. MÁRQUEZ VILLANUEVA, F.: El concepto cultural alfonsí, Madrid: Mapfre, 1994, p.11. En que dice que el magno proyecto alfonsí ha de ser visto como una gigantesca apuesta enfocada al futuro y sin auténtico paralelo en el Occidente cristiano. 43 MARQUEZ VILLANUEVA, Francisco: Ibidem, pp.19 y ss. 44 MARQUEZ VILLANUEVA, Frnacisco: Ibidem, pp. 109 y ss. 103 europeo en el tránsito del siglo XIII al XIV, y que se caracterizará fundam entalmente por un reforzamiento ideológico del poder regio, lo que se traduce en una secularización de la teoría política45. Alfonso reclamaba para sí un poder m ayor al de un monarca feudal, sometido al pacto entre los integrantes del reino y el rey, por eso se enfrentó, tanto con los nobles como con los representantes de la Iglesia, a los que quería disminuir sus privilegios. Su monarquía incluía varios reinos, com o puede apreciarse en la intitulación de los documentos reales: “Rey de Castilla, de Toledo, de León, de Gall izia, de Sevilla, de Cordova, de Murçia, de Jaen e del Algarbe”. Esta enum eración de reinos tiene una doble interpretación; por una parte, nos indi ca su poder al tener tantos territorios sometidos a su mandato; por otra, pone de relieve la pluralidad de esa monarquía en que cada reino conserva sus pecu liaridades. No es el suyo un estado unificado, como tampoco lo eran el resto de las monarquías europeas del siglo XIII. Influido por Aristóteles y, s obre todo, por los juristas defensores de pri ncipios del Derecho romano definía el reino como una tierra que tiene por señor a un rey que es el señor natural de los habitant es de ese reino. El rey es superior a todos los del reino, y el poder civil que ostenta es independiente de cualquier otro poder, excepto el Papado o el Im perio. Consideraba que el rey era em perador en su reino y reclam aba para sí poderes equivalentes a los de los emperadores romanos. En Las Partidas declara que es vicario de Dios en su propio reino, pues su autoridad proviene directamente de Dios, sin intermediario alguno, ya fuese el Papa o el Em perador. Éste es un ejem plo de la “teoría descendente del poder político” que dominaba la Europa del siglo XIII. Si el oficio de rey se atribuía por la gracia de Dios 46, los of icios públic os inferiores se atribuyen a la gracia del rey. Cualquiera que ejerciese algún tipo de jurisdicción en el reino lo hacía en su nombre, es el caso de los magistrados y oficiales públicos. Otro principio básico de su m onarquía, idéntico en gran parte de las m onarquías europeas, era el de ser hereditaria, al igual que él había heredado el trono de su padre, su hijo primogénito lo heredaría. El Derecho romanista ofrecía grandes posibilidades a un rey que, com o Alfonso X, estaba dispuesto a ejercer con plenitud su función regia, pues le atribuía el ejercicio de la potestas y de la auctoritas47; la suma de ese poder y de esa autoridad es el señorío que él ostenta en su reino. Él no empleó exactamente la exp resión “cuerpo político”, formulada por Juan de Salisbury 48, pero se com paró a sí m ismo y a su pueblo con el 45 NIETO SOR IA, José Man uel: “Prin cipios teóricos y evo lución de la p olítica eclesiástica de Alfonso X”, Mayurqa, 22 (1989), p. 466 46 Co mo h abitualmente se indicab a en la in titulación de l os d ocumentos reales bajo l a fórmula: “Don Alfonso por la gracia de Dios rey de Castilla, etc.” 47 Para Al fonso X no había una diferenciación clara entre la potestad real y la autoridad papal de la que hablaba In ocencio I II, pues para él, el Rey es el se ñor y la ca beza de su rei no (IT URMENDI MORALES, José “En torno a la idea de I mperio en Al fonso X El Sabio”.Revista de Estudios Políticos, 182 (1972), p. 153) 48 SALISBURY, Juan de: Policraticus, edición Miguel Ángel Ladero, Madrid: Ed itora Nacional, 1984, Libro V, Cap.2 , pp.347: “Sig uen a co ntinuación lo s cap ítulos acerca d e d icha concep ción po lítica contenidos en el tratad o titulado La educación de Trajano (Nota: según Webb se desconoce esta obra, y más aun com o obra de Plutarco), y que he procurado recoger en parte en l a presente obra, prefiriendo seguir más la l ínea de las id eas que la literalid ad de las palabras […] Tal co mo Plu tarco la con cibe, la comunidad política es algo así como un cuerpo que está dotado de vida por el don del fervor divino, actúa al dictado de la suma equidad y se gobierna por lo que podríamos llamar el poder moderador de la razón […] El príncipe ocupa en la com unidad política el lugar de la cabeza y s e halla sujeto solamente a Dios, como en el cuerpo humano la misma cabeza tiene vida y es gobernado por el alma” 104 cuerpo humano. Por ejemplo, en Las Partidas dice: “El rey que es sennor et cabeça de todos los del regno, se deben mandar e guiar et haber un acuerdo con él para obedescerle et am parar et guardar et enderes zar el regno onde él es alm a et cabeça et ellos lo s m iembros”49. Com o cabeza del reino asum ió su obligación de lidera r a s u pueblo en todos los aspectos, de ahí que qui siera asum ir personalm ente el poder en todo, ser el verdadero soberano, lo que im plicaba tener la m áxima autoridad en la legislación, la justicia, la ec onomía, la conquista de terrritori os y la defensa el reino y, además, som eter a la nobleza y educar a su pueblo. Por ejem plo, su labor de unificación jurídica hay que inscri birla en el m arco del robustecimiento de la autoridad real, ya que defiende que el poder de legislar lo tiene sólo el rey. Hay otro tipo de medidas que también coadyuvaron a exaltar el papel del monarca. Por ejem plo, en la etiqueta de la Corte nadie podía estar sentado m ientras él estaba de pie, o sentarse al m ismo nivel o estar por encim a de él m ientras estuv iese sentado, tampoco nadie podía cabalgar a su lado sin habe r sido autorizado. Estos detalles los podem os observar en las m iniaturas de sus libros, com o en la im agen de presentación de Las Cantigas (Figs. 1, 2 y 3). Incluso, cuando en las Cortes de Valladolid d 1258 se habló de poner lím ites al lujo se dijo: “que vista el Rey como toviere por bien e quantos pares de pannos él quisiere”. Las vestiduras del rey debían contribuir a que todos advirtieran su presencia, es decir, a reforzar el status único de rey; esto se aprecia en cualquiera de las representaciones de sus libros (Véanse las figuras de este capítulo). Otro ejemplo de su interés por fortalecer la monarquía es la recuperación para la Corona de una serie de territorios cedidos por su padre a diversos m iembros de la familia real. Pretendía a glutinar el territor io en torno a gran des concejos de realeng o y no perm itir la aparició n de otros señoríos, s ólo los es trictamente n ecesarios p ara garantizar la seguridad de la frontera50. Podemos com probar, por todo, que su s decisiones políticas tendían a un fortalecimiento de la m onarquía co mo institu ción y de su poder com o rey, pero s us reformas encontraron una fuerte oposición en la nobleza que no estaba dispuesta a ceder ni un ápice de su situación privilegiada, y que se sentía perjudicada por su política fiscal y legislativa 51. Finalm ente tuvo que hacer con cesiones a los nobles para pacificar el reino antes de abandonar Cast illa para entrevistarse en Beaucaire con Gregorio X y conseguir el reconocimiento de sus aspira ciones im periales. Fue una pacificación transitoria. Este descontent o contribuyó en gran m edida a debilitar su posición en la guerra provocada por la rebelión del infante don Sancho, al que apoyó la m ayoría de la nobleza, como ya hemos explicado anteriormente. Alfonso X consideraba el poder de los señores (territorial y jurisdiccional) contrapuesto al suyo y por eso se sirvió del Derecho, según Pérez-P rendes52, para limitarlo y para ordenar sus relaciones con él y su administración. Debido a ello en Las 49 Partida Segunda, Título I, Ley V (Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio cotejadas por varios códices por la Real Academia de la Historia, Madrid: Atlas, 1972) 50 GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M anuel: “A lfonso X y Andal ucía”, en Alfonso X El S abio, vi da, o bra y época. Actas del Congreso Int ernacional. Soci edad Espa ñola de Estudios Medievales, Madrid, 1 989, p.260. 51 Dice Valdeón Baruque que la hi storiografía reciente ha i nsistido en la importancia del conflicto que enfrentó, en el transcurso de los siglos XIV y XV, a la alta nobleza de Castilla y León con sus reyes. Pues bien, los primeros chispazos se pr odujeron en t iempos del rey Sabio. (Alfonso X El Sabio, Vallad olid: Junta de Castilla y León, 1986, pp.53-54.) 52 PÉREZ-PRENDES, José Manuel: “La cúpula jurídica y su de rrota”. Séptimo centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio. El País. 4 de Abril de 1984. 105 Partidas realza especialm ente la figura del so berano com o vicario de Dios “puesto sobre las gentes para mantenerlas en justicia e en verdad” (II, I, 5). Según Adeline Rucquoi 53, Alfonso X em prende una pol ítica de reorganización, cuyo eje es a la vez un refuerzo del papel del poder central y una unificación legislativa, financiera y adm inistrativa de los territorios que constituían la Corona. La afirm ación del poder legislativo y judicial del soberano se tradujo en la elaboración e imposición de un corpus legislativo único en las principales ciudades del reino, el Fuero Real, con el propósito de que sustitu yese a los fueros de cada ciudad. El poder real se m anifiesta igualmente en el dom inio fiscal, ya que el rey posee y ejerce el derecho de fijar impuestos. También se manifiesta en el dominio militar pues él es el “jefe de la guerra”. Otra reflexión m uy interesante de la misma autora es q ue la presencia de minorías no cristianas dio a Alfonso X una ocasión de mostrar el poder de la corona, ya que los judíos y m usulmanes eran súbdito s de la Corona, y an te todo conflicto o problema con ellos, el recurso al rey era la práctica ineludible; así éste podía intervenir en los asuntos de las ciudades, lo que quedó patente en las Cortes de Burgos de 1278. Ya explicamos en el c apítulo anterior la decisón que tomó para que llevaran distintivos los judíos, y que se recoge en la VII Partida. Dice Marav all qu e “la im agen de la m ajestad (recono cimiento de su excels a condición) del rey, proyectándose sobre las co sas y personas que con él tienen relación, queda perfectamente dibujada en Las Partidas. A esta majestad se le llama ·mayoría·, y etimológicamente y políticam ente el conc epto es el mism o. De ahí el carácter mayestático por em anación que asu me la corte o lugar en que se encuentra el supremo señor, como podemos ver en el Espéculo”54. Esta imagen del rey en m ajestad se refleja gráficamente en sus retratos, ejemplos de esta iconografía lo tenem os en la Prim era Partida del British Museum (fig. 32) y en el sello áureo (fig. 57). Es de resaltar que, a pesar de llevar a cabo una clara política de fortalecim iento del poder real, él rehuyó de adornar su m onarquía con los sím bolos religiosos característicos de monarquías como la inglesa o francesa, en que los reyes eran ung idos y coronados . La tradición de la realeza castellana era sec ular, cuand o un nuevo rey llegaba al trono era aclam ado por el pueblo, que le juraba lealtad, pocos m onarcas se habían coronado y, como explicamos al principio, Alfonso X fue alzado pero no coronado, y ninguna autoridad de la Iglesia intervino en su proclamación. 2. 2. LAS CORTES. Cuando Alfonso el Sabio sube al trono, las ciudades y sus representantes ya son un poder sólidamente establecido. Las Cortes servirán de enlace entre ambos, gracias a ellas, la monarquía obtendrá los recursos extraordinarios que necesita para su política y los representantes de las ciudades expresan sus deseos y sus quejas. Alfonso X desem peñó un papel capital en el desarro llo d e las Cortes como instrumento de la política real. Las convocó para anunciar su estrategia económ ica, para solicita r impuestos extraord inarios que financiaran sus e mpresas, para prom ulgar nuevos códigos y para resolver la espinosa cuestión sucesoria. 53 RUCQUOI, A.: “Pouv oir ro yal et o ligarchies urb aines d ’Alfonso X à Fern ando IV d e Castille”, Génesis medieval d el estado m oderno: Castilla y Na varra (1 250-1370), Valladolid: Ámbito, 1987, pp. 176 y ss. 54 MARAVAL L, José Antonio: Estudios de Hi storia del pens amiento esp añol, Madrid: Cu ltura Hispánica, 1983, p.110. 106 A título de ejem plo citarem os algunos casos : L as Cortes d e Burgos d e 1269 prometieron seis servicios cuando se casó el infante don Fernando con doña Blanca, hija del rey de F rancia. En las Cortes de Bur gos de 1274 el rey nom bró regente al infante don Fernando, cuando m archó del reino para de fender su candidatura al Im perio. En otra ocasión se convocaron Cortes en Burgos en abril de 1276 pa ra rendir hom enaje y jurar fidelidad a Sancho com o heredero s uyo, y las de Segovia de 1278 ratificaron su designación. Lo que para él significaba esta asamblea de los tres estados presidida por el re y lo dijo, por ejem plo, en las Cortes de Valladolid de 1258: “Sep ades que yo ove m ío acuerdo e m ío consejo con m íos hermanos los arçobispos e con los obispos e con los ricos om nes de Castiella e de León e con omnes bonos de villas de Castiella e de Extremadura e de tierra de Le ón que fueron com igo en Valladolit” 55. Tanto en el Espéculo co mo en Las Partidas , obras jurídicas fundam entales, alude en num erosas ocasiones a las Cortes: explica que nadie debía contradecir al rey, pero si éste estaba en un error había que inform arle de form a discreta para que pudiera re ctificar; expresa la obligación de asistir a las Cortes cuando fuesen llam ados; indica que, cuando el rey muriera, deberían reunirse para enterrarle y reconocer a su sucesor; si era m enor y no se había nom brado un regente, deberían nom brarlo; y, en contrapartid a, el rey tenía la obligación de jurar y respetar las leyes y costumbres del reino. En ellas tomó decisiones importantes tendentes a fortalecer la autoridad real, por ejemplo, en las Cortes de Zamora de 1274 toma la determinación de administrar justicia él mismo: “Otrosí acuerda el Rey de tomar tres días en la semana para librar los pleitos, e que sean lunes e miércoles e viernes”. De la importancia de las Cortes, es un ejemplo la magnificencia que exhibían los reyes en sus atuendos. De ello nos habla Las Partidas56. 2. 3. POLÍTICA ECLESIÁSTICA. En este punto seguiremos las ideas de José Manuel Nieto Soria 57. Este autor piensa que el rey tuvo toda una concepción teórica de cómo debían ser las relaciones del poder político con la Iglesia, pero que se vio contrastada con la realidad. En las extensas no rmativas legales elabo radas durante su reinado y en los pr ivilegios expedidos por orden suya, plasm ó lo que fu eron los principios teóricos básicos que debían inspirar la actitud regia hacia la Iglesia. Éstos fueron: -Proteccionismo paterna lista.- El m onarca se debía comportar com o valedor principal y natura l de la Iglesia, es decir, protectora de todos los legítimos intereses de la Iglesia del reino. Si la m onarquía tiene un origen divino, debe honrar y proteger a la más genuina representación de la divinidad en la tierra y co mo recompensa conseguirá el respaldo divino y, en definitiva, el de la propia Iglesia. -Intervencionismo.- Según su pensam iento político, la Monarquía tenía capacidad para intervenir sobre la Iglesia en asuntos de toda índole. Lo justifica desde un punto de vista teológico: “El re y es puesto en la tierra en lugar de Dios”, y desde un 55 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo I. Las citas de Cortes están extraídas de este obra. 56 En la Segunda Partida, Tit. V, Ley V, donde explica como se debe vestir el rey dice : “E aun en la s grandes fiestas , quando fazían las Cortes, t rayesen coronas de o ro con piedras muy nobles e ri camente obradas” ( Las Si ete Part idas del rey d on Al fonso el Sa bio c otejadas por v arios có dices p or l a Real Academia de la Historia, Madrid: Atlas, 1972) 57 NIETO SOR IA, José Man uel: “Principios teóricos y evo lución de la p olítica eclesiástica de Alfonso X”, Mayurqa, 22 (1989), pp. 465-473. 107 punto de vista filosófico: “El Rey no tan solamente era guiador e cabdillo de las huestes, e juez sobre todos los del reyno, m as aun era sennor en las cosas espirituales” 58; esta última idea la toma de La Política de Aristóteles. -Relación arm ónica.- La procedencia di vina del poder temporal y espiritual justifica la armonía de relaciones entre Monarquía e Iglesia. Sin em bargo, la realidad acabó desbor dando a la teoría. Las necesidades políticas, los intereses del momento, las nuevas realid ades que fueron surgiendo con el transcurrir del tiempo hicieron que el monarca se preocupase menos del proteccionismo que de desarrollar un reiterado intervencionismo, lo que hiz o inevitable que se f uera creando un estado de anim adversión frente al re y en el seno de la Iglesia castellano- leonesa, siendo m anifestación de ello la pos tura adoptada por prelados y abades con motivo de la revuelta del infante don Sancho. Durante el primer período de su reinado el proteccionismo real es claro, ejemplo de ello son las donaciones reales con m otivo del repartim iento de Sevilla. También hubo intervencionismo regio en las elecciones ep iscopales, en la demanda de beneficios eclesiásticos para clér igos de su confianza etc., pe ro sus actuaciones proteccionistas hacen llevaderos los intervencionismos. En cambio, la revuelta nobiliaria de 1272, en la que un sector del episcopado se pone de parte de los rebeldes, indica que estas relaciones de mutua confianza han dejado de existir, y el rey com ienza a tener la ce rteza de que algunos representantes de la Iglesia pueden convertirse en elementos de desestabilización en alianza con los sectores nobiliarios. El cambio se debe a motivaciones de orden económico: han disminuido las donaciones reales y los privilegios reales, adem ás el rey ha intervenido en las jurisdicciones señoriales y en el fuero eclesiástico. A partir de 1273, el proteccionism o queda olvidado y el intervencionismo y e l ánimo de control son los principios que guían las relaciones de Alfonso X con la Iglesia. El escrito presentado a él por el legado pontific io Pedro de Rieti, como resultado de sus investigaciones sobre la situación en que se hallaba la Iglesia del reino, es un resum en de lo que el clero reprueba de la política eclesiástica del re y: usurpaciones de tercias y décimas, imposiciones tribu tarias abusivas , interven ciones regias e n las elecciones episcopales, intervencionismo excesivo en asuntos de la justicia eclesiástica, ocupación de bienes abadengos y prohibición de que los prelados saquen del reino las rentas que necesiten en la realización de sus viajes. La revuelta del infante don Sancho a part ir de 1282 va a ser utilizada por buena parte del clero para expresar su descontent o, motivo por el que re spaldaron al infante rebelde. Tan sólo los arzobispos de Tole do y Sevilla, los obispos de Segovia, Oviedo, Ávila y Cádiz, el abad de Vallado lid y algunos m onasterios perm anecieron leales a Alfonso X. Hay un docum ento muy interesante, el Gravamina episcopal de 1279 ( Archivo de la catedral de Toledo, X:I:B:I:4), que ha publicado Peter Linehan59, corresponde a la decisión del Papa Nicolás III de enviar a su legado, el obispo Pietro de Rieti, a Castilla para investigar una lista de quejas contra Alfonso X y su s agentes, que había sido enviada por los prelados castellanos y leoneses. Para salv aguardarse de la intervención papal, Alf onso X aleg aba siem pre la vuln erabilidad del reino c ristiano f rente a los moros. En esos m omentos el Papa consid era que, con las aspiraciones im periales de 58 Las Partidas. Part. II. Tít. I. Ley V y Ley VI, respectivamente. 59 LINEHAN, Peter: “The Spanish church revisited: The Episcopal Gravamina of 1279” en Authority and power. Studies on Medieval law and government, Cambridge: Edited by Brian Tierney yPeter Linehan, 1980, pp.127-147. 108 Alfonso liq uidadas, era el m omento de at acar frontalm ente la polític a del rey d e explotación de los recursos ec lesiásticos. El documento es una serie de artículos en que se enum eran los problem as; por ejem plo, de spués de los “artícolos m ayorales” se enuncian las cosas que se deri van de ellos. Así “E l segu ndo artícolo es que de los prelados e de las personas de las eglesi as e de los vassallos de sus om nes por desvariadas m aneras saca dellos por fuer ça e m alament e en gran d punna muchos agravamientos. E faze aun el Rey a los prelado s que seellen cartas b lancas e que den testimonio de las cosas que non veen nin saben”. Ade más, dice Linehan, que los acusadores presentaban al rey com o un tirano manipulado por los judíos, y planteaban claras dudas sobre su ortodoxia. En cualquier caso, su religiosidad nos parece fuera de toda duda, ya que consideramos que las Cantigas dedicadas a la Virgen son una prueba inequívoca de su fe cristiana; son m uchas las alusiones en su s obras a que es el vi cario de Dios, además en sus testam entos también hay unas largas in vocaciones religosas, p ero com o estas expresiones eran habituales en tales escrit os, pensamos que t ienen un valor probatorio limitado, no obstante manfiesta su deseo de ser enterrado en Jerusalén, lo que sí es un ejemplo de sus convicciones religosas y de admiración al rey Salomón, modelo para él. Otra cosa e s su rela ción con la Ig lesia, institu ción te rrena, llena de c onflictos po r ostentar mayor poder político y económico. 3. LAS IMÁGENES DEL REY EN SUS OBRAS. 3. 1. LAS CANTIGAS. Mª Victor ia Chico 60 considera esta obra la p redilecta del rey y, entre los argumentos que esgrim e, dice que fue una ta rea cons tante en su vida, ya que se realizaron v arios códices con el propósito d e que el ú ltimo fuera m ejor que el precedente. Se conservan cuatro manuscritos: 3.1.1. EL CÓDICE TOLEDANO61. Es una prim era recopilación d e poesías y composicion es musicales. Carece de miniaturas. Según Mª Victoria Chico 62, la crítica habla de dos fe chas para su realización: posterior a 1255, porque se intitula Rey de Romanos, o a 1263 porque se alude a la reconquista de Jerez, que tuvo lugar en ese año. 3.1.2. EL CÓDICE DE LOS MÚSICOS63. Procedente de la catedral de Sevilla , donde quedó depositado según ordenaba el testamento del rey, y donde se supone que permaneció hasta que Felipe II ordenó que fuera traído al Esco rial. Llam ado “código princeps” po r P az y Me lia, por ser el que reune mayor número de cantigas y ser por lo tanto el m ás completo. Con respecto al 60 CHIC O PICAZA, M ª Victoria: Composición pictórica en el C ódice Rico de l as C antigas de Santa María, Tesis doctoral, Madrid: Universidad Complutense, 1987, p. 28. 61 BNE, mss. 10.069. 62 CHICO PICAZA, Mª Victoria: Ibidem, p.37. 63 RBME, mss. b.I.2. 109 anterior presenta la novedad de estar ilustrado. En sus cuarenta miniaturas, una por cada diez can tigas, aparece un m úsico o varios con sus instrum entos m usicales, son cuadradas, del ancho de una columna. Al tener menos miniaturas, fue el único que llegó a terminarse en vida del monarca y, por tanto, el único que quizá llegó a utilizarse para los actos religiosos de la cap illa real. Según Higinio Anglés 64, por el color y dibujo de sus iniciales, por el carácter de su letra y por sus miniaturas, el códice recuerda al Libro de Ajedrez, Dados e Tablas que se encuentra también en El Escorial, copiado en Sevilla en 1283, y añade que probablem ente se realiz ó en Sevilla en torno a 1280-83, en los últimos año s de la v ida del m onarca. Se c onsidera a Juan Gonzá lez (Johann es Gundisalvi), cuya rúbrica aparece en el folio 361v, com o el copista de la obra: “Virgen bienaventurada / sey de mi remembrada / Johannes Gundisalvi". Hay una miniatura que preside la primera cantiga de loor (fol.29r) que ocupa el ancho de las dos columnas de escritura; es lo que se denom ina una “ miniatura de presentación” [fig.1]. Se ven cinco arcos o jivales sostenidos por colum nas y un fondo escaqueado sobre el que resaltan las figuras humanas. En el arco cen tral, que es el m ás ancho, aparece el rey sentado en su escaño, lleva corona de oro y viste ropas m uy lujosas, tanto el m anto como la tún ica; en su mano izquierda porta un libro todavía en blanco y la m ano derecha la tiene ligeram ente levantada y con el dedo índice parece querer explicar algo a s us interlocutores. E l rey aparece jov en y s in ba rba, lo que n o corresponde con la edad que tendría cuando se escribió el códice, poco tiem po antes de morir. Es una figura de m ayor envergadur a que las demás, tiene una posición má s elevada y todas las m iradas se dirigen a él . A su izquierda apar ece un grupo de cuatro hombres sentados en el suelo a la turca que sostienen un libro y un rollo, donde parece que uno se dispone a escribir lo que rey dicta, dos son clérigos tonsurados. A su derecha hay un grupo de otros cuatro hom bres con ri cas vestiduras que sim plemente escuchan con atención, podrían ser nobles cortesanos. Bajo los dos arcos extremos tenem os dos grupos de dos músicos en pie que afinan sus instrumentos de cuerda, vihuelas de arco a la izquierda y guitarras a la derecha, a la espera de recibir la orden de ejecutar la música; por lo tanto el rey aparece entre representantes de los distintos estamentos. El rey se p resenta como autor de esta obra: “Don Alfons o rey de Castela, de Toledo, de León […] fez a onra e a loor da Virgen Sancta María […] Lo que quiero e dizer loor da Virgen madre de Nuestro Se nnor”. Además las im ágenes del propio rey parecen em anar de la voluntad regia, y c on ellas quiere dem ostrar su devoción a la Virgen María, ante la qu e se p resenta como trovador, pero claram ente diferenciado de los juglares. 3.1.3. EL CÓDICE RICO65. Procede de la catedral d e Sevilla co mo el anterior. Es una em presa que el rey aborda al final de su vida; quería culm inar su obra poética y por eso la concibe como una obra de arte tota l en la que se in tegran poesía, música y pintura. Este códice es el más importante desde el punto de vista de la s miniaturas, aunque todavía hay detalles inacabados. Es el primer tomo y primera parte de una magnífica versión historiada, cuya segunda parte, incom pleta, se conserva en Florencia. Consta de doscientas cantigas, acompañada cada una por una m iniatura a página entera, a las que se sum an las dos 64 ANGLÉS, Hig inio (estud io crítico ): La m úsica de l as C antigas de Santa M aría, edición facsím ile, Barcelona: Diputación Provincial, 1943, tomo II, pp. 33-34. 65 RBME, mss. T.I.1 110 imágenes de presentación. Tan ambicioso fu e el proyecto que el rey murió sin verlo acabado. Ya desde el prólogo el rey se presenta en una actitud m uy devota ante la Virgen, llamándose a sí mismo trovador de Santa María: “Eo que quero e dizer loor / da Virgen m adre de nostro Señor / santa María que est a mellor / cousa que el fez e por acquest es / quero seer oi mais seu trobador / e rogo lle que me queira por seu / trobador e que queira meu trobar / receber”. En el fol. 4v hay una “m iniatura de presentación” [fig.2], en la que el rey, sentado en su escaño, lleva en su mano izquierda una filacteria que dice: “Por que trobar e cousa en que jaz enten dimento por en quen o faz ao daver. E de rrazon assaz per q ue entende e sabi dizer, o q ue entende de dizer lle praz, ca ben trobar ass iss a de fazer”. Resalta la idea de que trovar exige entendimiento, lo que es una m anera de reivindicar su papel de sabio. Con el dedo índice de la mano derecha señala la filacteria y, como mira a los escrib as, sentados en el suelo, que le rodean, y éstos le m iran a él con atención y portan filacterias en blanco, parece que les va a dictar. En el fol. 5r otra “miniatura de presentación” [fig.3] que ocupa la doble columna y que precede a la p rimera cantig a: “Es la primera cantiga de l oor de Santa María, recordando los siete gozos que recib ió de su hijo”. El rey aparece en el centro bajo arco ojival lobulado más alto que los demás, marcando de esta manera la preeminencia de su espacio. A parecen unas cortinas recogidas pa ra que podamos ver bien al rey, con ello se consigue un efecto muy teatra l al presentarlo en un interior, que deducim os que es su cámara. El rey está sentado en banco cubierto de telas y señala el libro que tiene sobre la mesa; al igual que en la anterior lleva corona dorada y m anto con borde dorado como signo de su majestad, porque no hay otros em blemas. Dos escribas sentados en el suelo copian lo q ue parece q ue el rey les dict a. En los extrem os, a un lado un grupo de músicos con instrum entos de cuerda y al otro cuatro clérigos tonsurados leen o comentan el libro. Cada cantiga se acom paña por una m iniatura a página entera, que dentro de un marco común incluye seis viñetas. E n la cenefa que envuelve las viñetas aparecen los castillos dorados sobre fondo rojo y los leon es marrones sobre fondo blanco, emblemas del reino de Castilla-León, así no hay duda de que es una obra que corresponde a la iniciativa regia. En la m ayoría, la iconograf ía se ciñe a la ilustración de la cantiga correspondiente. Hay dos tipos de cantigas: las narrativas, que narran m ilagros concretos; y las decenales, llamadas así porque aparecen en el texto cada diez narrativ as. Son cantigas de loor o de alabanza, en las que el rey aparece como trovador ensalzando la figura de la Virgen. Para nuestro estudio son de especial interés las de loor, ya que en ellas aparece siempre el rey, aunque tam bién aparece en al gunas de las n arrativas. A continu ación analizamos algunas a) Cantigas de loor. Son poemas laudatorios en los que el m ismo rey es el trovador de Santa María, en ellos s e evocan las gracias de María, a la que se en salza. El rey aparece de p ie o de rodillas, en actitud de recitar sus alabanzas, aparece ante la Virgen, a la que señala con la mano, a veces casi la toca o toca el manto; es realmente excepcional en la iconografía de la époc a la f amiliaridad con que trata a la Virgen. Sie mpre rodeado de corte sanos vestidos elegantem ente que escuchan con atención al rey. Son representaciones que 111 emanan de l a voluntad regia para expresar su devoción personal, porque se llam a a sí mismo trovador de la Virgen. La composición en planos o con arquerí as facilita la difere nciación jerárquica. Por ejemplo, la Virgen puede estar en alto o a la misma altura del rey pero separada de éste por la colum na de la arqu ería que la en marca, y si está a su altura y en el m ismo espacio, aparece siempre a la d erecha y sola. El rey es el único que se le acerca, p arece un interm ediario entre ella y sus súbditos, así justif ica su papel de rey com o representante del poder divino en la tierra. A unque aparezca representado con una relación de fa miliaridad con los sú bditos, no o lvidemos que éstos son nobles, y q ue, siempre, hay una distan cia entre el rey y el grupo de cortesanos y, adem ás, sus ropas siempre marcan la superioridad. La función de trovar a la V irgen no es indigna de un rey, ni m ucho menos, él no es un s imple juglar: sus ropas, su actitud, s u familiaridad con la Virg en, ind ican claram ente su preem inencia. Ante la Virgen es tá en pie o de rodillas; nunca se sienta en el escaño regio. En la Cantiga XX [fig.4]: “De com e el rey don Alfonso, con devoçión de la servir, fazíe su oraçión a esta Señ ora”, en ella loa las virtudes e no blezas de santa María. Comienza, en la primera viñeta, haciendo oración a “la verga de Jessé” de donde ella proviene. Él aparece arrodillad o y porta un manto decorado con el em blema de los castillos, ademas la representación del árbol de Jesé aparece enmarcado por una c enefa en la que s e alternan los leones y castillo s; p or lo tanto, las a lusiones a que es una empresa del rey de Castilla y León son constantes. Según Ana Dom ínguez66, es un ejemplo de la iconografía salom ónica de Alfons o X: el rey se arrodilla frente a Jesé dormido que alza una ram a con dos únicos re yes, David y Salomón, cuyo brote final es la Virgen con el Niño. C ree que el rey quiere dejar claro que los m onarcas castellanos descienden de Salomón y que tiene una concepción salomónica del linaje regio. En la viñeta 5, aparece la Virgen en el centro, elevad a. A su diestra está arrodillado un nutrido grupo pres idido por una dignidad de la Iglesia, a su izquierda, otro grupo arrodillado con gran devoción encabezado por el rey, reco nocido por su corona y por el m anto decorado con los ca stillos. Es un buen ejem plo de los dos poderes: Iglesia y Monarquía, sometidos a la voluntad divina. En la Cantiga L [fig.5]: “Ésta es de l oor de Santa María, que m uestra por qué razón encarnó Nuestro Señor en ella”, se apre cia en la viñeta superior izquierda al rey arrodillado ante la Virgen, a la que señala y casi toca, lu josamente vestido, con corona con piedras preciosas. La Virgen está de pi e y en el m ismo espacio, pero claram ente separada de los cortesanos, que devotam ente tienen las m anos juntas. Aparece Cristo como pantocrator en una apertura del cielo azul. En esta cantiga es m uy interesante la viñeta tercera en la que ve mos al rey contemplando la Flagelación de Cristo desde otra arquería y se ta pa la cara con un pañuelo. Por lo tanto, la familiaridad con Cristo es tam bién grande aunq ue menos que con la Virgen, puesto que es a ésta a quien va dedicada la obra. En la Cantiga XC [fig.6]: “Ésta es de loor de Santa María”, aparece la Virgen sobre un rico pedestal y bajo una arquerí a m ás ancha que las o tras, el rey está arrodillado ante ella, aunque su m ano izquierda que se dirige a ella se introduce en el Cfr. LÓPEZ SERRANO, Matilde y otros: El Códice Rico de Las Cantigas de Santa María, Madrid: 1974, edición facsímile, p. 44. Sobre la fecha de este códice dice que despues de 1279 dirigió esta compilación, mientras que el Códice Rico y el de Florencia los inició en las postrimerías de su vida y por eso quedaron inacabados. 66 DOM ÍNGUEZ R ODRÍGUEZ, A na: “El Officium Sal omonis de C arlos V en el M onasterio de E l Escorial”, Reales Sitios, 83 (1985), p.14 112 espacio de la arquería que cobija a la Virg en, ésta muestra una actitud de diálogo con el rey. El grupo de cortesanos contempla la escena con gran interés y devoción. El rey aparece vestido con ricas ropa s y con corona de oro, que le individualizan claramente marcando la diferencia con sus súbditos. Llama la atención la túnica del rey por su tela decorada con círculos que contienen símbolos heráldicos como castillos, águila imperial y flor de lis67. En la Cantiga CX [fig.7]: de loor com o la anterior , aparece el rey arrodillado, lleva corona con piedras prec iosas, m anto y vestido m uy ricamente decorados con los símbolos de sus reinos, está junto al grupo de cortesanos en las viñetas, señalando a la otra viñeta donde está la Virgen, la cual a quí aparece sentada en el tro no y sujetando a su hijo, que le cog e un pecho; es la alus ión a q ue María es la m adre que amamantó al Hijo de Dios, y por eso es valedora de todo s nosotros ante Dios, razón por la que hay que loarla. Tanto la túnica como el manto del rey son de tela a compás con los símbolos ya comentados b) Cantigas narrativas. En ellas también aparece el rey, con menos frecuencia que en las anteriores, pero por eso mismo reviste más interés. Vamos a ver algunos ejemplos: Cantiga XCVII [fig.8]: “Ésta es como Sa nta María quiso guardar de la muerte a un privado de un rico, que lo habían ca luniado”. Parece ser qu e tiene carácter autobiográfico, pues el protagonista podría ser Domingo Mateo, servidor del rey que fue acusado en Cañete. Es m uy interesante porque el rey va a im partir justicia, ya que nombra un fiscal para que descubra la verdad y así el rey puede pe rdonar a su servidor. El fiscal, “enqueredor”, lleva un cinturón con el cuartelado 68 de castillos-leones, con lo que nos ind ica que es un servidor del rey, y és te aparece s entado sobre banco cubiert o con una rica tela decorada con los castillos, como símbolo heráldico. Cantiga CXXII: “Ésta es cómo Santa María resucitó una infanta, hija de un rey y después fue m onja y muy santa mujer”. Es autobiográfica pues se refiere a la resurrección de la infanta Berenguela, herm ana del rey Alfonso X. Cuando la niña fallece, su m adre, Beatriz de Suab ia, se encier ra con ella en la capilla y la Virgen la resucita. Después la inf anta fue destinada a Las Huelgas. En la m iniatura aparece la reina con corona y m anto decorado con castil los, aludiendo claram ente a su calidad de reina de Castilla. Es un ejem plo de los m ilagros de Santa María en favor de los reyes, que nos transmite la imagen de la taumaturgia real. Cantiga CXLII [fig.9]: “Ésta es como Sant a María quiso salvar de la muerte al servidor de un rey que había entrado por una garza”. Es tam bién un relato autobiográfico sobre un inciden te sucedido en una cacería del rey, en el río Henares. Una garza alcanzada por el halcón cae a las aguas; la corriente es recia y los perros no pueden llegar al anim al; se arroja vestido un hombre de Guadalajara qu e está en riesgo de ahogarse; las invocaciones del rey y sus gentes a santa María logran que llegue a la orilla sano y salvo con la garz a. E n la rep resentación del rey llam a la atención el 67 La tela “a com pás”, es decir en círc ulos en los c uales iban i nscritas figuras, es de linaje oriental, de filiación sasánida, pero fue imitada en Castilla y ap arece con frecuencia en el códice, pero con motivos heráldicos. (GUERRERO LOVILLO, Jo sé: El Códice rico de las C antigas d e Sa nta Ma ría, edición facsímile, Madrid: Edilán, 1974. Volumen complementario, p.288). 68 Fernado III al unir en su persona los reinos de Castillay León , decidió unir las arm as de ambos, así nació el cu artelado de castillos y leo nes, que p lasma la unión en igualdad, al mantener en el escu do e l equilibrio de las superficies de los campos, dos a dos, destinados a los dos símbolos. Alfonso X mantuvo el escudo de su padre y lo usó profusamente. 113 atuendo diferente al de otras cantigas, bien es verdad que están en el exterior en una cacería, pero lleva el escudo del castillo y el león en el bonete 69 para que no haya dud a de que es el rey, y adem ás aparece siem pre en prim er plano, com o muestra de su protagonismo. Esta imagen es interesante, pues nos informa de una de las aficiones más importantes del rey, la caza, considerada una actividad fundamental en la preparación de los reyes. Cantiga CLXIX [fig.10]: “Ésta es como santa María guardó una iglesia suya que está en la Arreixaca de Murcia que los moros quisieron destruir y no pudieron”. Es muy interesante pues resum e con rigor autobiográfic o diversas vicisitudes históricas. Relata como existía en territorio musulmán una iglesia dedicada a santa María, frecuentada por los ita lianos, que m antenían activo com ercio en aquellos lu gares; cu ando Murcia es ocupada por los cristianos, en el reinado de Fernando III, es el príncipe heredero Alfonso quien tomó posesión en nombre de su padre en 1243; al quedar el templo en la reserva de los mahometanos, se planteó el problema de la demolición, pero ésta no llegó a realizarse. Jaim e I de Aragón recuperó en 1266 el codiciado reino, y es cuando entroniza la imagen de la Virgen en la m ezquita y la convierte en catedral, y cuando los moros piden que se cumpla lo pactado sobre la vieja iglesia del barrio, esta vez tampoco es demolida. Al ceder don Jaim e el reino a su yerno, se vuelven a renovar los aprem ios de la aljama, pero sin éxito. Después el se ñor de Marruecos intenta hacerse con Murcia, pero fracasa y el templo vuelve a salvarse. Nos llam a la atención la im agen de los m onarcas. En la segunda viñeta el príncipe Alfonso con bonete decorado con el cuartelado del escudo de Castilla y L eón, que también aparecen en la tela qu e cubre el banco, adem ás lleva un m anto decorado con círculo s que con tienen los cas tillos. En la terc era viñe ta vem os al rey Jaim e de Aragón con corona, cuyas ropas y tela que cu bre el banco están decoradas con escudos con las barras de la Corona de Aragón, para que no haya duda de qué s oberano es el representado. En la cuarta viñeta don Alfonso, ya rey, lleva corona y el vestido decorado con castillos dentro de círculos dorados, el m anto tiene una orla con el cuartelado de castillos y leones que también aparece en la tela que cub re el banco. L os reyes aparecen bajo arq uería individualizados y separados de los m usulmanes que les van a hacer la petición. Es de destacar que el rey Jaim e de Aragón aparece con pelo y barba canos, frente a Alfonso X que aparece si n barba, joven. Es una m anera de indicar que el prim ero es el suegro del segundo; por lo tanto el rey, quiere ser pintado con aspecto juvenil, y según Ana Domínguez esto indica que el rey tuvo la voluntad expresa de ser retratado, y los artistas tuvieron la intención de retratarlo, pero no poseían un lenguaje formal adecuado para individualizar facciones, lenguaje que, por lo dem ás, no se buscaba en una época en donde el dibujo estaba en gran parte ceñido a esquema s geométricos, y en el que se distingue al rey tanto por su atuendo y atributos monárquicos como, en parte, por sus rasgos personales70. 69 El bonete es un gorro de ceremonia de forma cilíndrica y un poco recortado en la zona anterior, típico de l a m oda de l si glo X III. Se co nserva e n el M onasterio de l as Huelgas u n b onete d e cerem onia d el infante don Alfonso de la Cerda con la decoración heráldica acuartelada de castillos y leones, es decir, las armas reales, que c omo primogénito le correspondían. Es un e jemplo de que est e t ipo de dec oración se usaba realm ente en las vesti duras reales ( Vestiduras ri cas. El M onasterio de l as H uelgas y s u é poca (1170-1340), Madrid: Patrimonio Nacional, 2005) 70 D OMÍNGUEZ RO DRÍGUEZ, An a: “imág enes d e un rey tr ovador de San ta Mar ía”, en Il Medi o Oriente e L’Occidente nell’arte del XIII secolo. XXIV, Congresso C.I.H.A., Bologna, 1979, p. 234. 114 3.1.4. EL CÓDICE DE FLORENCIA71. Es el segundo volumen y segunda parte de la versión de las Cantigas historiadas que incluye el Códice Rico, am bos fueron planteados conjuntamente en tiempos del rey Alfonso X, pero al final de su vida. Las historias m iniadas ocupan la m isma caja, van encuadradas en el m ismo sistema de orlas que dividen la página en 6 viñetas y también incluyen la figura del rey. La di ferencia radica en que este ejem plar no está to talmente terminado, las tareas de ilum inación queda ron incom pletas, se pueden ver algunas miniaturas totalmente terminadas y otras en diversos estadios intermedios. Hay además mutilaciones, lo que se puede deducir porque algunas de las m iniaturas no coincid en con el texto que acompañan. Las viñetas van rodeadas de cenefas decoradas con flores y con los cas tillos dorados sobre fondo rojo y lo s leones marrones sobre fondo blan co, como hemos visto en los otros ejemplares. En este cód ice no ex iste “miniatura de presen tación”, en su lugar, al princip io (fol. 1r), inserta en un rect ángulo que ocupa la doble caja de escritura, en la parte superior, existe una m iniatura del Rey-trovador [fig.11], sobr e la que se lee: “La que abrió las puertas del cielo para salvarnos tiene poder para abrir y cerrar las de este mundo”. Se encuentra el rey de pie, señala ndo a la Virgen situada al otro lado de una arquería y presentándola com o m ediadora, y por el otro lado, separados por otra arquería, los cortesanos arrodillados siguen atentamente al monarca. a) Cantigas narrativas. Al igual que en el códice anterior relatan m ilagros, como la que narra “Com o el rey don A lfonso de Castilla enfermó en Vito ria sufriendo un dolor tan grande que se pensó que iba a morir, y le pusieron encima el libro de las Cantigas de santa María y se curó” (fol. 119r). Estos hechos ocurrieron entre el verano de 1276 y la prim avera de 1277, límites de la estancia del rey en Vitoria. La cantiga narra en primera persona la historia: “Por eso os diré lo que m e pasó cuando yacía en Vitoria tan enfermo que todos creían que iba a m orir allí y no espe raban nada bueno de m í, pues me dio tal dolo r que yo mismo creí que era mortal y clam aba: ·santa María, ayúdame y con tu poder extirpa este m al·. L os m édicos m andaron ponerm e pa ños calientes, pero yo lo rechacé y, en cambio, hice traer el libro de Ella; me lo pusieron y pronto me calmé, dejé de gritar y de sentir el m enor dolor y al poco tiempo m e encontré m uy bien, por lo que le dí las gracias, que tengo para m í que le disgustan m is males”72. En cam bio los títulos de las miniaturas que acompañan este texto van en tercera persona [fig. 12]. En las seis viñetas el rey que aparece en el lecho, enfermo, lleva la corona, como elemento distintivo. Adem ás, la colcha que cubre su cam a lleva una cenefa de adorno con los cas tillos y leone s, como ya hem os visto en o tros lugares. En la escena quinta vemos al rey besando el propio libro de las Cantigas que ha hecho el milagro de curarlo; y en la sexta, teniendo todavía el libro en su regazo, le vemos orando y mirando al cielo en señal de agradecimiento y devoción a María. Es un ejemplo de relato de episodios de la vida del rey. Asísm ismo, podemos ver en esta cantiga la im agen del rey-taumaturgo, porque el rey es el beneficiario directo de l milagro de Santa María, que actúa a favor suyo, lo que es un ejemplo de la inspiración divina en las actuaciones del monarca. 71 Biblioteca Nazionale Centrale de Florencia, mss. B.R.20 72 El Códice de Florencia de las Cantigas de Alfonso X El Sabio, edición facsímile, v olumen I, Mad rid: Edilán, 1991, p. 112. Recoge la traducción que presentamos. 115 Singular cantiga por doble m otivo. Por un lado por la infor mación de tipo autobiográfico que el m ismo rey nos propor ciona sobre sí m ismo; por otro, porque habla de él m ismo como el autor del libr o, así en la tercera viñeta dice : “El Rey mandou que lli trouxiessen o libro das cantigas que él fez de santa María”. b) Cantigas de loor. También las contiene este manuscrito. Comentamos la del fol. 120v, en la que el rey recomienda amar y honrar m ucho al arcánge l Gabriel porque es el que nos trajo el mensaje para que nos salváram os y para que no diéram os ni un higo por el dem onio [fig.13]. En esta cantig a interesa destacar la in tención didá ctica del rey. En la prim era viñeta se le ve, solo, de pie, ricam ente vestido y con corona dorada, bajo un gran arco explicando a un grupo de cortesanos, sentados en el suelo, la Anunciación del arcángel Gabriel a María, escena que se representa en la segunda viñe ta, y a la que el rey señala con su mano izquierda. En la se xta viñeta se ve al rey, representado igualmente que en la anterior, que en su m ano derecha m uestra el higo a sus oyentes, los cortesanos devotamente arrodillados, concluyendo, as í, sus explicaciones de acuerdo con el contenido del texto, 3.1.5. RASGOS DISTINTIVOS. En las Cantigas historiadas, que incluye n el Códice rico y el Códice florentino, la m iniatura se convierte en una segunda l ectura gráfica, deja de ser decoración o ilustración para hacer una visualización de la s historias que se cuentan. E l texto fue la pauta de lo s m iniaturistas, unas veces lo amplían y otras tienen q ue realizar una selección de im ágenes para resum irlo. Esta obra es un ejem plo de lo que Ya rza73 denomina “texto reflejado en las form as artísticas”, en es te caso imágenes iluminadas, lo que es muy característico dentro de la ilustración del libro medieval. En este mismo sentido las interpreta Mª Victoria Chico74, ya que no considera la miniatura de las Cantigas como ilustración sino como visualización de una historia que, recogida en los repertorios de milagros m arianos, es poetizada por un lado, y visualizada por otro, de un m odo paralelo y sim ultáneo, utilizándose lenguajes literario e iconográfico sem ejantes. Añade una intere sante interpretación so bre la organización de las m iniaturas en la página en f unción de la trama de la historia y de su estructura literaria, ya que el milagro como género literario tiene una estructura en cinco partes: - Introducción - Presentación del protagonista agobiado por un problema determinado - Intervención sobrenatural - Admiración tras esta intervención - Alabanza Cada una d e estas partes aparecen perfectamente reflejada s en la m iniatura, es decir, visualizadas. Si cinco son las partes de l texto, su visualización tiene lugar en seis recuadros, debido a la lógica adecuación de la caja de la m iniatura a la form a oblonga de las páginas del códice, por lo que una de las partes literarias tiene un doble desarrollo 73 YARZA LUACES, Joaquín: “Notas sobre las relaciones texto-imagen, principalmente en la ilustración del libro hispano m edieval” en Actas del V Con greso Espa ñol de Histo ria del Arte, Barcelona : Generalitat de Catalunya, 1986. I vol. p.194. 74 CHICO PICAZA, Mª Victoria: “La relación texto-imagen en las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio”, Reales Sitios, 87 (1986), pp. 66-67. 116 gráfico, que suele ser o en la presentaci ón del personaje y su problem a o en la intervención sobrenatural. Este procedim iento se completa con la colocación de rótulos explicativos en prosa, sobre cada miniatura. Parece que la in tervención perso nal del rey es cierta, en concreto , en las composiciones en que habla en prim era pe rsona; no obstante, debió de haber otros poetas que intervinieron y asesoraron al rey. En cuanto a la elaboraci ón, debió de ser parecida a la de los otros libros. Los colaboradores buscarían en obras generales, tratados m ariológicos de San Bernardo (sus Comentarios sobre el Cantar de los Cantares )y San Buenaventu ra, tradición o ral etc. y luego el rey los versificaría, seguramente con ayuda de poetas y músicos. Es un arte civil p ese a tratarse de un cancionero religioso. No hay huellas del monasterío y sí de la ciudad, lo que vien e avalado por la reproducción de edificios urbanos en algunas m iniaturas, como fondo por detrás de las arquerías; por ejem plo en las figuras 1, 4, 8 y especialmente en la 10, que se refiere a Murcia. No en vano el siglo XIII es el del renacimiento de las ciudades. Por otra parte la presencia constante del rey, de los cortesanos, de los escribas, de los músicos, así lo atestigua. Otro rasgo novedoso es el que resalta Mª Victoria Chico 75 con respecto al protagonismo de la mujer en las ilus traciones, en concreto del Códice Rico. Ade más de la Virgen María, protagonista indiscutible, está presente la m ujer de extracción popular y en tres facetas: como individuo, como madre y en la relación a morosa entre hombre y mujer; circu nstancia que señala, pu eda rela cionarse con el aris totelismo tom ista que impregna las empresas culturales del rey. Sobre las influencias de los creadores de las m iniaturas se han citado las francesas, italian as y las islám icas a trav és de los elem entos m udéjares. Pero seg ún Ramón Gonzálvez: Las influencias más decisivas proceden de la Biblia de San Luis, la gran obra de la miniatura occidental de la primera mitad del siglo XIII, q ue estaba en la corte de Alfonso X el Sabio a disposición de los artistas com o m ina inagotable d e inspiración. La organización de las m iniaturas es m uy similar, lo m ismo que el enmarcado de las escenas, las técnicas de separación, el dibujo y el colorido, el tratamiento de la vestimenta, los motivos decorativos para evitar el horror vacui y tantos otros detalles que no vamos analizar aquí. Claro está que no son iguales, antes al con trario en Las Cantigas se perciben muchas innovaciones, com o las miniaturas cuadrangulares en lugar de los m edallones y un aire m ucho m ás fresco en el tratamiento de las escenas. No en vano había pasado ya m edio siglo desde que se decoró la Biblia de S an Luis. Es im pensable que este im ponente repertorio pictórico, que se encontraba al alcance de los m iniaturistas alfonsíes, dejase de pesar sobre los artistas de la corte, en unos casos para im itarlo y en otras para rechazarlo. Las dos grand es compilaciones de m iniaturas representan sendos esfuerzos paralelos llevados a ca bo en las dos cortes m ás cultas de la Europa medieval. No es arriesgado pensar que el Códice R ico de Las Cantigas se acometiese bajo el r egio patrocinio como una contrarréplica frente a la Biblia de San Luis76. 75 CHICO PICAZA, Mª Victoria: “Valoración del protagonismo femenino en la miniatura de la Cantigas de S anta Marí a” en La cond ición de la mu jer en la Edad Med ia, Madrid: Un iversidad Co mplutense, 1986, pp. 431-442. 76 GONZÁLVEZ RUIZ, Ramón: Hombres y libros de Toledo. Madrid: Fundación Ramón Areces, 1997, p. 577 117 3.1.6. LA PRESENCIA DEL REY. Donde aparecen las rep resentaciones m ás num erosas es en las Cantigas, en concreto está personificado como trovador de santa María. Lo vemos ante un público de cortesanos que perm anecen sentad os, arrodillados o de pie, y le m iran atentam ente, mirando hacia donde el rey señala con la mano (se puede ver, por ejem plo, en las figuras 5, 6 y 7). En todas parece actuar o recitar o explicar sus poemas a la Virgen ante una serie de cortesanos como si se trata ra de una repres entación religiosa o litúrgica en palacio. Según Ana Dom ínguez77, este hecho es de gran orig inalidad ya que se trata de un caso único en el arte m edieval. Además, añade, se ve en muchas de ellas un a nueva religiosidad, basada en la sensib ilidad y en la pa rticipación en la vida de Cristo y de la Virgen, que en Occiden te tiene sus raíces en el franciscanismo, de modo que la im agen del rey como trovador de sa nta María sería sem ejante a la de los predicadores franciscanos que introdujeron un nuevo m étodo de enseñanza y predicación a los fieles, en el que, siguiendo al propio san Francisco de Asís, hacían m imo y escenificaban las escenas evangélicas que desde el pú lpito narraban; por lo tanto, esta ríamos ante un rey trovador que, en parte, se convierte en predicador. Otra posible interpretación a su presencia constante es la de querer dar la imagen de un em perador gibelino (ya hem os explicado sus aspiraciones com o descendiente de los Staufen), en la que s e muestra en relación directa con la divini dad, en este caso con Santa María, sin inte rmediarios eclesiásticos; lo que es una m anera de remarcar que el poder le viene directamente de Dios. En opinión de Guerrero Lovillo el retrato del rey joven no puede aceptarse como una versión realista directa, pues la juventud no está de acuerdo con su edad verdadera en el momento de la realización del manuscrito78. Una i magen de sí m ismo que parece le gustaba al rey es la “salom ónica”, es decir, com pararse con el rey Salom ón, lo hemos visto en la Cantiga XX del Códice Rico, adorando al árbol de Jesé donde apare ce Salomón. El hecho de cantar a la Virgen le pone en relación con el rey bíblico que hizo el Cantar de los cantares . Y para cerrar este ciclo salom ónico tenemos su deseo de ser enterrado en Jerusalén como manifestó en su segundo testamento, aunque ya hemos explicado que no se cumplió. 3.2. OBRAS CIENTÍFICAS. 3.2.1. EL LAPIDARIO79. Este manuscrito es la primera obra de as trología que mandó traducir Alfonso X, de hecho todavía era príncipe. El prólogo nos transmite información muy interesante, ya que explica el papel de promotor de Alfonso, quien aconsejado por su físico, el judío 77 DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ, Ana: “Iconografía evangélica en las Cantigas de Santa María”. Reales Sitios, 80, (1989), p. 38. Cfr. DOMÍNGUEZ RODRíGUEZ, Ana: El Códice de Florencia de las Cantigas de Alfonso X el Sabio , edición facsímile, M adrid: Edi lán, 1 991, p. 1 50. C ontrasta su a nterior opinión de que pudieran relacionarse co n represen taciones dramáticas en la cap illa d el rey, p lantea q ue quizá p ueda tratarse simplemente de un si stema de narraci ón de imágenes que sigue al pie de l a letra los conceptos e i deas evocadas comparativamente en cada ocasión. 78 GUERRERO LOVILLO, José: Miniatura gótica castellana. Siglos XIII y XI V, Madrid: CSIC, 1956, p.35. 79 RBME, mss. h.I.15 118 Yhuda Mosca el Menor, mandó que lo tradujera del árabe al castellano con la ayuda del clérigo García Pérez, y añade que lo term inó de traducir dos años después de que el rey Fernando III conquistara Sevilla (12 50), así mismo nos cuenta que el manuscrito no se empezó a escribir hasta después de 1252, sien do ya rey don Alfonso, por lo tanto con estos datos lo podem os datar perfectam ente; finalm ente, esgrim e las razones de tipo científico e ideológico que justificaron su realización: Aristótel […] dixo que todas las cosas que son so los cielos se m ueven e se endereçan por el m ovimiento de los cu erpos celestiales por la vertud que an dellos segund lo ordenó Dios que es la pr imera vertud, et donde la an todas las otras. Et m ostró que to das las co sas del m undo son com o travadas e reciben vertud unas dotras, las mas viles de las mas nobles […] Et fablaron otrossí de las cosas más duras que se fazen de la tierra, assí como piedras e metales. Et de cada una destas fizieron libros. Mas los que escrivieron de las piedras ass í com o Aristótel que fizo un libro en que nom bró sietecientas dellas, dixo de cada una de que color era, de que grandeza e que vertud avíe et en que lugar la fallavan. Et assí fizieron otros muchos sabios. Las dos miniaturas que ilustran este prólogo están en el fol. 1r. [fig.14] La m ás i mportante y de m ayor ta maño presenta a un viejo barbudo, sentado solemnemente en actitud de adoctrinar, con el dedo índice de la mano derecha levantado y con un libro abierto en la m ano izquierda, a un grupo de ancianos que, sentados en el suelo, le escuchan atentam ente; por lo tanto, es el m aestro, y podría ser Aristóteles con sus discípulos, ya que el texto com ienza diciendo “Aristotel que fue más com plido de los otros filósofos e el que más naturalmente mostró todas las cosas por razón verdadera e las fizo entender complidamente segund son”. La escena aparece enmarcada bajo tres arcos lobulados, que indican la influencia m usulmana, lo que es típ ico del arte gótico español. La segunda miniatura es de pequeño tam año y figura dentro de la letra capital A con que comienza el texto del libro. Se representa a don Al fonso sentado en un escaño, con corona, que se dirige a dos personajes que están sentados o arrodillados en el suelo. La m iniatura, que es de pequeño tam año, es tá en m al estado, por lo que es difícil distinguir lo s detalles. No parece que te nga n ada entre su s m anos, sino que la m ano derecha está levantada y con el dedo índice parece que exho rta a los cortesanos ya que uno de ellos podría llevar el libro abierto en la mano (se aprecia muy mal); podría estar en actitud de señalar a sus dos interlocutor es con la in tención d e encarga rles la traducción, por ejemplo, ya que sabemos que fueron dos los que intervinieron en ésta; lo que probaría su función de prom otor. Al igual q ue la an terior aparece e nmarcada bajo un arco lobulado. Sorprende el menor tamaño y riqueza de la miniatura en la q ue se repres enta al rey. Según Ana Domínguez80, se debe a que el Lapidario pertenece a un primer período en la producción manuscrita de códices de lujo para el monarca, anterior seguramente a sus aspiraciones al Im perio, cuando en el año 1257 fue nombrado Rey de Rom anos, contingencia que quedaría reflejada en las imágenes de presentación que aparecen en los manuscritos realizados posteriormente como Las Cantigas, Libro de los Juegos, Estoria de España etc. 80 DOM ÍNGUEZ RO DRÍGUEZ, Ana et alii : El pri mer La pidario de Al fonso X El S abio. Ed ición facsímile, Madrid: Edilán,1982, p. 203. 119 3.2.2. EL LIBRO DE LAS FORMAS E IMÁGENES QUE ESTÁN EN LOS CIELOS81. En la contraportada aparece como título: Tabla del Libro llamado Lapidario, por eso también se le conoce com o Segundo Lapidario. Nosotros nos atenem os al prólogo (fol 1r), donde explica claramente el título, la fecha y como el rey lo mandó componer: Aquí comiença el Libro de las formas e de las imágenes que son en los cielos e de las vertudes e de las obras que salen dellas en los cuerpos que son de yuso del cielo, de la luna, que m andó componer de los libros de los felósofos antiguos el mucho alto e onrrado don Alfonso, a mador de sciencias e de saberes, por la gracia de Dios Rey de Cas tilla, de Toledo, de León, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Iahén e del Alga rve. Et fijo del m ucho onrado rey don Ferrando et de la regina doña Beatriz. Et fue com ençado este libro en el anno XXV de su regno […] et la de Nuestro Sennor Ihesu Christo de 1276. Et acabose […] en 1279. Destaca la miniatura que aparece en la letra capital P [fig.15]. El caído de la letra presenta una decoración que está en muy mal estado, pero se pueden distinguir círculos de fondo rojo en los que se representan cas tillos dorados, lo que es un em blema r eal claro. En el interior de la letra tenem os otra m iniatura de las denom inadas “de presentación”. Se m uestra el rey vestido lu josamente, ya que su m anto tiene el borde dorado, al igual que los zapatos y la corona. Se le represen ta con melena corta y barba rala rubias, este últim o detalle es interesant e, ya que no es usual en Alfonso X, podría tratarse de una cuestión de moda. Está sentado sobre banco cubierto con tela de rombos con adornos dorados, qu e da id ea de poder y riqueza. Con la m ano izquierda su jeta un gran libro abierto al que señala con el not ablemente exagerado dedo índice de su m ano derecha, como si estuviera haciendo alguna observación. Hay varias figuras arrodilladas delante del rey, des taca un eleg ante cortes ano que sujeta con am bas m anos el libro, parece que se lo está p resentando al rey, podría ser el traductor. Ni las palabras del prólogo ni ninguno de los rasgos permiten caracterizar al rey com o autor, pero sí indica la participación del rey en su elaboración. 3.2.3. LIBROS DEL SABER DE ASTRONOMÍA82. Esta denom inación se la dio don Manuel Rico Sinobas en 1863; los investigadores más recientes prefieren denominarlos Libros del Saber de Astrología . La versión definitiva del có dice que recoge varios tratados es d e 1276. La escritura es la típica de lo s códices copiados en el escritorio alfonsí y p arece trazad o todo po r una misma mano. Es un códice con ilu straciones, pero mutilado. El primer folio está fragmentado. En el fol. 1v se puede leer: “Et fizo partir este libro en XVI partes, cada una con sus capítulos que m uestran llanam ientre las razones que en ellos son. Et fízolas otrossí figurar, porque los que esto quisiessen aprender, lo pod iessen más de ligero saber, non tan solamientre por entendimiento más aún por vista”. En el fol. 1r estaría el com ienzo del prólogo y seguram ente habría una m iniatura de presentación, com o en los demás códices, pero es una mera especulación pues se ha perdido. 81 RBME, mss.h.I.16 82 Fondo Histórico de la Biblioteca de la Universidad Complutense, mss. 156 120 El prólogo es la parte m ás importante para nuestro trabajo, porque “aparece la figura del rey, integrada en la cadena de transmisión del saber que han ido construyendo los ·sabios antiguos·, a los que, en consecuencia, Alfonso se asemeja”83. El Libro del Saber de Astrología 84 fue m andado com poner e ilus trar po r Alfonso X, que no se guiaba seguram ente en esta em presa únicam ente por razones científicas sino tam bién por un afán de coleccionism o. Los códices ilum inados medievales formaban parte de las llamadas “cámaras de maravillas”, los antecedentes de los actuales m useos. Adem ás, el colecciona r libros de Astrolog ía f ue re lativamente frecuente en tre los soberanos y p ríncipes m edievales, com o por ejem plo, Federico II Staufen, Wenceslao II de Bohemia, Pedro IV El Ceremonioso y el Duque de Berry. 3.2.4. EL LIBRO DE LAS CRUCES85. Es una obra poco conocida, y es el prim er libro de astrología escrito en castellano. Se fecha en 1259. Interesa el prólogo por su contenido, que reproducimos a continuación: Assí el ombre en qui Dyos quiso posar seso et en tendemiento es más alto et más noble entre todos los hom nes. Onde nostro sennor el muy noble R ey don Alfonso rey de Espanna, fijo del muy noble Rey don Fe rrando et de la m uy noble reyna donna Beatriz, en qui Dyos puso seso et entendim iento et saber sobre todos los príncipes de su tyenpo por diversos libros de sabios por alumbramyento que ovo de la gracia de Dyos de quien vienen todos los bienes. Siempre se esforçó de alum brar et de ab ivar los saberes que eran perdidos al tiempo que Dyos lo m andó regnar en la tie rra. Et porque él le yera et cada un sabio lo affirm a el dicho de Aristótil que dize que los cuerpos de yuso que son los terrenales se mantenen et se goviernan por los movementos de los corpos de suso que son los celestiales por voluntad de Dyos. Entendió et connoció que la sciencia et el saber en connocer las si gnificaciones destos corpos celestiales sobredichos sobre los cor pos terrenales era m uy necessaria a los hom nes. Onde este nostro sennor sobredicho, que tantos et diversos dichos de sabios viera leyendo, que dos cosas son en el m undo que mientre son escondidas non prestan nada. Et es la una seso encerrado que non se am ostra. Et la otra thesoro escondido en tierra. Et se meiando a Salom ón en buscar y espaladinar los saberes, doliéndose de la pérdida et la m engua que avían los ladinos en las sciencias de las significaciones sob redichas, falló el libro de las cruzes que fizieron los sabios antiguos86. Cfr. CHICO PICAZA, Mª Victoria: “Cronología de la miniatura alfonsí: estado de la cuestión”, Anales de Historia del arte, 4 (1993-94), p. 274. Esta profesora considera a estas dos miniaturas las más antiguas de las ochocientas que apa recen en el Lapidario, realizadas entre 1255 y 1260 , por lo q ue serían las más arcaicas. 83 ALVAR, Carlo s & LUCÍA MEGÍAS, José Man uel: Diccionario filo lógico d e Literatura med ieval española, Madrid: Castalia, 2002, p. 35. 84 SÁNCHEZ MARIANA, Manuel, & D OMÍNGUEZ RODRÍGUEZ, Ana & SAMSÓ, Julio: Libros del Saber de Astronomía, edición facsímile, Barcelona: Ebrisa, 1999, p.17. 85 BNE, mss. 9.294. 86 SÁNCHEZ PÉREZ, José A.: “El Libro de las Cruces, que mandó traducir del árabe Alfonso el Sabio”, ISIS, 43 (1930), p.79 121 Deja claro que el rey, en ge neral, es el escogido por Dios para transm itir todos los conocimientos, en concreto, Alfonso X es el m ás sabio de los reyes de su tiempo pues busca los distinto s saberes, y aquí está la base de la concepción hermética de s u obra. Además, se asemeja a Salomón, rey al que parece que quería im itar. Tam bién nombra a Aristóteles, filósofo por antonom asia, a quien tom a como referencia en muchas ocasiones. Es interesante resaltar que se intitula “Rey de España”, lo que sorpren de porque lo normal es la enumeración de sus reinos patrimoniales, seguramente es una manera de asumir ser el “emperador de España”, como su antepasado Alfonso VII. En ningún otro documento aparece este título. 3.2.5. TRATADO DE ASTROLOGÍA Y MAGIA. Falta la fecha y el prólogo con la presen tación de la obra. En ella dice: “Dixo Aristóteles el Sabio, yo caté los libros de la s ymágenes que fizieron los sabios antigos” (fol. 25v). Según Carlos Alvar 87 se refiere al Libro del Pseudo-Aristóteles . Lo destacamos, como un ejemplo más de la im portancia que para el rey castellano tenía el filósofo estagirita, al que toma como modelo de sabio. 3.2.6. LAS TABLAS ALFONSÍES 88. Por orden del rey, en Toledo se llev aron a cabo una serie de observaciones astrónomicas para señalar la posición de los planetas y las estrel las durante diez años, desde 1262 a 1272, y fueron compiladas en este libro. 3.3. EL LIBRO DE LOS JUEGOS: LIBROS DE AJEDREZ, DADOS Y TABLAS89. 3.3.1. UN CÓDICE CON TRES LIBROS. Fue escrito en 1283 en Sevilla 90, según los especialistas, es probable que fuera uno de los manuscritos que se escribieron e il ustraron en la cámara real. Según Alvar y Lucía Megías, en ese año reagrupó en torno suyo a los nobles que le habían sido hostiles en el conflicto con su hijo Sancho y, por eso, el rey decidió concluir esta obra de juegos y entreten imiento, para asegu rar el p lacer de los que le rodean y para dem ostrar la nobleza de su conducta, aunque, en el pró logo de la obra, el rey no alude a la situ ación política sino que justif ica el inte rés por que los juegos son muy buenos siem pre que estén som etidos a unos lím ites, que el p ropio rey d ecide. Adem ás, añade las 87 A LVAR, Carlo s & D’A GOSTINO, Alfonso: Tratado de Ast rología y Ma gia de Al fonso el S abio. Estudio histórico-ciéntifico, edición facsímile, Valencia: Grial, 2000, p. 44. 88 Según Márquez Villanueva, no era desinteresado el amor del rey a la cie ncia, pues el disponer de unas tablas perfeccionadas significaba la posibilidad de predecir, y de este modo se ligaba la Astrología y la política. Su interés se cen traba sob re el trino mio astrología-astronomía-magia n o d iábolica (v er en Concepto cultural alfonsí, Madrid: Mapfre, 1994, p. 187 y ss.) 89 RBME, mss. T.I.6 90 “Este libro fue com ençado e acab ado en la cibdat de Sevilla por m andado del muy noble Rey don Alffonso fijo del muy noble rey don Ferrando e de l a Reyna doña Beatriz, Señor de Castiella e de León , de Toledo, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén, de Badajoz e del Algarve, en treynta e dos a ños que el rey sobredicho regnó. En la Era de mill e trezientos e veynte e un a ño” (Fol. 97r. Del mismo códi ce que se com enta). Añ o de l a Era hi spánica que se co rresponde co n el 12 83 de n uestro calendario. 122 justificaciones para cada libro. El aje drez es un s ustituto de la guerra, qu e gira en to rno al rey, de manera que el lib ro está lleno de problemas ajedrecísticos que refleja el saber del rey. Los dados es un juego popular guiado por el azar. Las tablas unen el saber con el azar91. En el prólogo el rey explica los motivos por los que ordenó que se redactara este libro. Bebe en fuentes orientales, en concreto de la India, donde un rey preguntó a los sabios sobre la importancia del raciocinio y el azar; uno le respondió que más valía seso que ventura, otro que ventua sin seso y el te rcero que debía incluirse algo de seso, pero también conceder su interés al azar; cada una de las respuestas sirvió de base para la aparición de los tres juegos. En el epílogo, que pudo ser dictado por el propio rey poco tiempo antes de morir en abril de 1284, se refiere a su reinado co mo a algo ya terminado y, en un momento en el que se ve derrotado en sus empresas políticas, reflexiona y acepta que la sabiduría no ha sido suficiente para proporci onarle los éxitos y que en la vida de los reyes y de los pueblos el azar es un factor decisivo. Y esta consideración es la que se ve en este Libro de los Juegos, que puede sorprender por su tem ática, tan distinta a la de las otras obras, pero no menos interesante, y que, desde el pun to de vista codicológico, es m uy rico ya que tiene las miniaturas completas. Otra valoración in teresante de esta obra es la q ue hace Sán chez Marian a: “S e indica al final que fue hecho en Sevilla en 1283, es decir, que vino a ser com o una coronación festiva de toda una vida dedicada al estudio”92. Este códice consta de tres libros, según cada uno de lo s juegos, por eso hay tres “miniaturas de presentación” y otras en las que el rey aparece jugando. Su participación queda clara, cuando en el fol. 1v dice: “Por ende nos don Alffonso por la gracia de Dios Rey de Castiella, de Toledo, de León, de Galiz ia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén e del Algarve, m andamos fazer este libro en que fablamos en la manea daquellos juegos que se fazen más apuestos, assí como acedrex, dados e tablas”. a) Libro del acedrex: En el fol. 1 r [fig. 16], se encuen tra la miniatura de pres entación, en la parte superior del folio, y ocupa la dob le caja d e la escritura. Ap arece el rey, con m elena y con barba rubias, sentado en un escaño cubi erto por una tela, con corona dorada y vestido con un gran manto decorado con círculos dorados en los que se puede distinguir el em blema del león, cabe pens ar que en otros está el ca stillo, aunque no se puede apreciar bien93. El rey está dictando a un escriba, al que señala con el dedo índice de su mano derecha; la escena tiene lugar bajo un arco de medio punto con el intradós polilobulado. Hay otra escena bajo otro arco, p ero m ás sencillo, donde aparecen d os elegantes cortesanos sentados en almohadones que escuchan lo que el rey dicta. En el fol. 47v [fig.17], se representa una jugada de jaque. Se nos m uestra al rey Alfonso jugando, se le reconoce porque lleva el bonete con los em blemas del león y el castillo. Es el mismo tipo masculino con melena y barba rubias; está recostado sobre un cojín, es decir sentado a la usanza oriental. Juega con una dam a que no presenta ningún rasgo de alto rango y que por su vestim enta y m anera de sentarse parece árabe. La 91 ALVAR, Car los & LUC ÍA MEGÍAS, J .M.: Diccionario filo lógico de Litera tura medieval española, Madrid: Castalia, 2002, pp.41-42. 92 SÁNCHEZ MARIANA, Manuel: “El lib ro en la b aja Ed ad Med ia. Reino de Cast illa” en Histor ia ilustrada del libro español, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1996, p.197 93 Tela “a compás” ya comentada en la nota 67. 123 arquitectura es de clara influencia musul mana, pues hay una gr an cúpula gallonada, además de los cinco arcos polilobulados. Es in teresante constatar la presencia femenina en este juego y nos ilustra, de alguna manera, sobre la vida cotidiana de las mujeres, que al es tar m ucho tiem po encerradas en casa, en contraban en este juego una m anera de llenar su tiem po y a la vez aprender, pues la búsqueda de soluciones ante las dificultades de la partida, se puede trasladar a las de la vida. En el fol. 48r [fig.18], se representa ot ra jugada de jaque. L lama la atención que aparezcan jugando dos figuras fem eninas desnudas cubiertas con velos. A la izquierda de ellas, sentado sobre esca ño, está el rey. Se le r econoce porque lleva un m anto con una cenefa de adornos heráldicos con castillos y leones, que tam bién ve mos en el bonete, pero está pintado como un hombre más joven que los anteriores y con la melena más corta y m enos rubia; está indicando con la mano a las jugadoras lo que se debe hacer. Tanto en esta es cena m iniada com o en l a anterior el rey está s in corona pero porque participa en el juego, una actividad de ocio; no obstante lleva los sím bolos de su reino en el atuendo para que no haya duda de que estam os viendo al rey Alfonso de Castilla-León. b) Libro de los dados: En el fol. 65r, que es la prim era hoj a de este libro, se ve nuevamente una “miniatura de presentación”, que como la an terior, ocupa todo el ancho de la hoja de pergamino [fig. 19]. Bajo cinco arcos apunt ados polilobulados se sitú a la escena. El rey, sin barba, que porta corona dorada, ap arece en el centro sentado sobre un trono cubierto de ricas telas y con lo s pies sobre escabel, en posic ión de m ajestad frontal. El manto y el vestido escaqueados con el cuartelado de Castilla y León. Con el dedo índice de su m ano derecha, pero con la m irada al frente, señala al escriba que tiene a su derecha, sentado en el suelo, que está escribiendo lo que le dice el rey; bien podría ser lo que aparece en el texto a continuación de esta representación gráfica: Pues que de los iuegos del açedrex que se juegan por seso avemos ya fablado, lo más complidamente que pudiem os, queremos aquí contar de los juegos de los dados, por dos razones. La una porque la contienda de los sabios, segúnd mostramos en el com ienço del lib ro, fue entre seso e ventu ra, qual era m ejor. E desto dio cada uno su muestr a al rey. El primero del seso por los juegos del ecedrez. E el segundo de la aventura, por los dados. A la izquierda del rey se desarrolla una escena muy curiosa, se repres enta a un personaje con capiello y traje talar que se dirige a unos tahures m edio desnudos y muy alborotados que intentan aproximarse al rey; Gonzalo Menéndez Pidal imagina que es el Maestre Roldán, quien siete años atrás, por encargo de Alfonso X, había intentado con su fuero poner orden en las tafurerías esta bleciendo sanciones cont ra las trápalas de semejante gente94. c) Libro de las tablas: En el fol. 72r [fig. 20] se encu entra la “m iniatura de presen tación”, en la parte superior ocupando todo el ancho de la página. La escena se desarrolla bajo cuatro arcos 94 MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo: La España del siglo XIII leída en imág enes, Madrid: Real Academ ia de la Historia, 1986, p.46. 124 apuntados trilobu lados. En el de la izqui erda aparece el rey sentad o sobre escaño cubierto de tela, nuevam ente con m elena y barba rubias, lleva igualm ente corona dorada; y su m anto y vestido azules llevan cen efa con los símbolos de Castilla y León; con el dedo índice su mano derecha parece dict ar a un escriba que sentado en el suelo copia. En los otros dos arcos se encuentran dos hombres ricamente vestidos, sentados en el suelo, seguramente unos cortesanos. Nos dice el texto que sigue, que, como en el anterior libro, podría ser lo que está dictando el rey: Pues que avemos ya hablado de los dados lo m as complidamente que pudiemos, queremos agora aquí fablar de las tabl as, que com o quier que ayan menester dados con que se jueguen que m uestran ventura porque ellos se an de jogar cuerdamente tomando del seso allí do fuer e menester, e otrossí de la ventura. E por ende queremos agora aquí fablar dellas. Después de las tablas, vienen unos juegos que Ana Dom ínguez llam a “cosmológicos”, que se suceden des de el fol. 81r hasta el final. Nos los explican dos miniaturas que vem os en los folios 96v y 97r que ocupan toda la página, son m uy similares [fig. 21 y 22]. Se observa un gran ta blero de siete lados, de acuerdo con el número de planetas, para jugar a los escaques y a las tablas por astronomía, alrededor de él se dispon es siete pers onas, seis cortesan os elegantemente vestidos, y el rey, él solo, en la parte s uperior, en posición destacada. Está sentado en un am plio sofá ricam ente tapizado, lleva bonete con el cuartelado y en el traje adornos con los leones y castillos, así resulta inconfundible su rango. Según Ana Dom ínguez, don Alfonso está en un ambiente de distensión, casi islam izado (por ej emplo se sienta a la m anera árabe en el suelo y los dem ás jugadores tam bién), iden tificándose con el planeta sol com o los soberanos orientales (habitual en el Oriente antiguo, soberanos helenísticos y romanos), pues se sien ta en la pa rte más alta, tiene ad ornos de oro en su traje y ad emás le están abanicando95. 3.3.2. REFLEXIONES SOBRE LAS REPRESENTACIONES REGIAS. El conjunto de m iniaturas tiene un gran interés tanto iconográfico com o estilístico. Después del com entario de algunas de las im ágenes en que se reproduce la figura del rey podemos decir que en este códice aparecen dos tipos de representaciones: unas las llamadas “imágenes de presentación”, una por cada libro; otras en las que el rey figura practicando los juegos de los que se trata en ellos. En las primeras s e le muestra con g ran solemnidad, especialmente la del Libro de los dados, en que está en posició n mayestática, similar a la que se en cuentra en los sellos. Porta los atributos reales, co mo la corona, ricas vestiduras con adornos de oro, escabel o trono; además los elementos arquitectónicos contribuyen a destacarle y a darle solemnidad. Es de notar que en los adornos de sus vestidos no aparece el águ ila de los Staufen como se vio en las Cantigas, hecho que puede expli carse por ser una obra posterior a 1275 en que renunció al Imperio. Se puede decir tam bién que se corresponde n con el tipo de “im agen de autor”, pues en las tres aparece con el dedo índice, en actitud de dictar a unos escribas que le 95 DOM ÍNGUEZ R ODRÍGUEZ, A na: “El Officium Sal omonis de C arlos V en el M onasterio de E l Escorial”, Reales Sitios, 83, (1985), pp.12 y 13. 125 siguen a tentos. Ser ía la im agen del f ilósofo-sabio ilum inado que transm ite s us conocimientos. Las otras representaciones son aquellas en las que vem os al rey cultivando sus aficiones. En este caso juga ndo al ajedrez o a las tablas, pero no aparece jugando a los dados, puede ser porque este juego no estaba bien visto. En estas o casiones se viste de manera menos solemne, pues no lleva corona sino bonete y se sienta en el suelo a la manera oriental, pero, en todo momento, su indumentaria está de acuerdo a su categoría de rey y siempre mantiene una imagen diferenciada de los cortesanos. Este Libro de los juegos responde plenamente al programa de cultura alfonsí. Se observa la participación directa del monarca en la obra, pues se le representa dictando. Se refleja el am biente cortesano: el pal acio, los escrib as que cop ian atentos, los caballeros y las damas lujosamente vestidos que escuchan o acompañan con deferencia al rey. Se pone de manifiesto, una vez más, la importancia que se concede a la ciencia y en concreto a la astrología /astronomía, pues incluso en lo s juegos su conocim iento es importante. Se respira u na atmósfera afable propia de lo qu e será una corte hum anista siglos después. Según Ana Domínguez, al mandar escribir este libro, el rey actuó movido por su amor a la s abiduría y por sus af iciones a la cultura he rmética y caballeresca, pero sin duda tuvo que afrontar las crític as de un sector de la Iglesia, aunque por otra parte, al ver que no se podía expulsar de la sociedad el gusto po r el ajedrez, prom ovió su moralización; as í, a fines del sig lo XIII, un fraile d ominico, Ja cobus de Cess olis, escribió un tratado de ajedrez moralizado el Liber de moribus hominum et officiis nobilium. Además, hay que tener en cuenta que sa n Luis, rey de Francia, prohibió a sus súbditos el juego del ajedrez en 1254. Pero Al fonso X, como herede ro de la trad ición oriental tran smitida por los m usulmanes, considerab a el ajedr ez como un juego de principios. No obstante, no adopta la m isma actitud con lo s dados; en muchas de las miniaturas se muestra el resultado d esastroso al que llegaban los jugadores, dom inados por las pasiones y las blasfemias96. También está presen te el afán didáctic o del rey, porque en los juegos hay que plantear diferentes estrategias, lo que puede enseñar a superar las dificultades de la vida y a buscar diferentes soluciones a los conflictos; enseñanzas, que en concreto, pueden ser muy útiles para un gobernante. Este libro de temática tan original, pero tratado con el m ismo lujo que los otros salidos del scriptorium real, es un ejem plo de la mentalidad abierta del rey Sabio y de la cultura laica que prom ovió, sobre todo si lo com paramos con otros m onarcas contemporáneos, aunque siem pre hay que anali zarlo dentro del contexto histórico del siglo XIII en que vivió. 3.4. OBRAS HISTÓRICAS: 3.4.1. ESTORIA DE ESPAÑA. También llam ada Primera Crónica General o Primera Crónica General de España97. 96 VÁZQUEZ DE PA RGA, Luis, DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ, Ana et alii: Libro de Aj edrez, dados y tablas, edición facsímile Madrid: Poniente, 1987, pp. 91-92. 97 Éste es el títu lo con que la editó en 1906 don Ramón Menéndez Pidal. Pero después de los estudios de Diego Catalán, la crítica prefiere el nombre de Estoria de España. 126 Comenzada poco después de1270, según Gonzalo Menéndez Pidal 98. Parece ser que hacia 1274 la redacción quedó interrum pida porque el rey decide im pulsar la General Estoria, pero en los últim os años del rein ado, nuevamente por iniciativa regia, se volvió a proseguir la escritura de esta obra. Todos los estudiosos coinciden en que la transmisión de esta obra es una de las más complicadas de la literatura medieval española. Las in vestigaciones más recientes demuestran que durante el reinado de Alf onso X, se escribieron dos versiones. La primera redacción o “v ersión primitiva” que llegaba hasta Fernando I, realizada entre 1270-74, aproxim adamente. La seg unda redacc ión o “versión crítica”, algo posterior, realizada hacia 1282-84, alcanzaría hasta el reinado de Ordoño II99. Vamos a analizar lo s d os códices que se conservan en la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial. El primer códice100, procedente del scriptorium, está ricam ente ilum inado. Comprende la prim era y segunda parte de las cuatro que abarcaría la Crónica General de Espanna. La primera llega hasta los godos y la segunda hasta que el rey don Rodrigo perdió España. Nuevamente aparece el rey como promotor de la obra: E por ende nos don Alfonso, por la gracia de Dios rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova , de Murcia, de Jahén et del Algarve, fijo del m uy noble rey don Ferrando et de la reyna doña Beatriz, m andamos ayuntar quantos libros pudim os aver de is torias en que alguna cosa contaren de los fechos dEspaña. (fol. 2v) Presenta un a gran “m iniatura de pres entación” muy deterior ada (fol. 1v) [fig. 23] en la que aparece el rey con sus colaboradores bajo una triple arquería lobulada. En la del centro está el mona rca co ronado so lo, sentado s obre es calones ricam ente decorados, en una posición preem inente sobre los demás cortesanos; algunos deben ser caballeros, com o indican sus lujosas ropas, y otros son clérigos, estando dispuestos nueve a cada lado, y en dos planos; ninguno apar ece en actitud de escribir. Destaca el elegante personaje situado a la izq uierda del rey, al qu e éste entrega un libro cerrado, según Sánchez Mariana, se tr ataría de su hijo Sancho 101, gesto que se podría interpretar como ejem plo del valor que daba el rey a la Historia, como instrucción, para poder reinar bien, y por eso quiere que su heredero aprenda tal materia. Esta miniatura tiene la peculiaridad de su gran tam año, puesto que ocupa toda la parte central del folio, y también es novedoso que vaya preced ida de unos versos en latín, que aparecen traducidos en la parte inferior, que son laudatorios hacia el “nobilis Hispanie princeps”, evidentemente don Alfonso, el promotor de la obra. A pesar de estar muy borrosa, se ve su gran calidad pictórica. El segundo códice 102, también en pergam ino, rec oge la tercera parte, que abarcaría desde el rey don Pelayo hasta la muerte de Fernando III: 98 MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo: La España del siglo XIII leída en imágenes, p.44. 99 Los estudios más concluyentes y que aclaran muchos de los problemas que plantea son: CATALÁN, Diego: De la si lva t extual al t aller hi storiográfico alfonsí. Códices, c rónicas, ver siones y cuadernos de trabajo, Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal-Universidad Autónoma, 1997. FERNÁNDEZ - ORDOÑEZ, I nés: Versión crítica de la Esto ria de Esp aña. Estud io y ed ición desd e Pelayo hasta Ordoño II, Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal-Universidad Autónoma, 1993. 100 RBME, mss. Y-I-2 101 SÁNCHEZ MARIANA, M. et alii: Los manuscritos españoles, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1996, p.188. 102 RBME, mss. X-I-4 127 Miraglos qu e Dios fiso por el san cto Rey don Fernando que yase en Sevilla después que fue finado por la qual ras ón las gentes non deven dubdar que sancto confirmado de Dios sea e coronado en el coro çeles tial en com paña de los sus altos siervos (fol. 359v). A esta parte se le denom ina Chronica de Espanna . Según Ra món Menéndez Pidal, en 1 280 se había puesto en redacción definitiva el tom o I y el II es taba en borrador, por lo que se seguiría trabajando en él hasta la muerte del rey, de hecho la considera obra póstuma del Rey Sabio porque , a juicio del investigador, excede manifiestamente la capacidad literaria de Sancho IV y de s u corte103. Pero los estudios críticos más recientes lo fech an en el reinado del hijo de A lfonso X, que es donde la vamos a incluir. A continuación vam os a poner de relieve algunas particularidades de esta Estoria de España. Un aspecto relevante que nos aporta esta obra sobre la im portancia de la labo r alfonsí, que destaca Ram ón Mené ndez Pidal, es el de haber salvado de la pérdida la dispersa producción épica cuando, por decisión del rey, se incluyen los principales relatos épicos, no como sim ple curiosidad literaria sino incorporándolos a las noticias que, en lo sucesivo, formarán parte de la tradición nacional104. Es interesante la reflex ión que se h ace en la ob ra sob re lo que quie re decir el nombre de emperador, a manera de disquisición, cuando hablaba de Julio César: Et es im perare en el nuestro lenguage tanto cuem o m andar sobre otros et sennorear. E deste im perare por tal m andar viene este nom bre imperator que es por em perador, por que el em perador es sennor que m anda et sennorea sobre otros et sobre reys. Dotra m anera semeia que esta palabra im perare tanto quiere mostrar cuemo despareiarse o deseg ualarse dotros, et quiere dar a entender que el em perador non a par nin deve aver qui sea so egua l entre los otros príncipes105. En estas palabras podemos encontrar alguna de las razones de su deseo de querer ser coron ado em perador del Im perio Germ ánico, el querer estar por encim a de los demás príncipes. Deseo al que tuvo que re nunciar en 1275, pero como esta ob ra se comenzó en 1270, y estas palabras aparecen en la prim era parte, todavía defendía la superioridad del em perador. Posteriorm ente defenderá que no tiene ningún poder temporal por encim a de él 106. Cabe otra interpretación y es que él se considerase el Es un c ódice facticio com puesto por m ateriales de di versas ép ocas. Entre l os ff. 23-198 se encuentra el manuscrito del siglo XI II que cont iene el texto orig inal de la “v ersión amplificada” de la Estoria de España de tiempos de Sancho IV. El despiece de este c ódice está perfectamente detallado en: ALVAR, Carl os & L UCÍA MEGÍAS, J.M .: Diccionario filo lógico de Litera tura med ieval espa ñola, Madrid: Castalia, 2002, pp. 62-63. 103 MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: De primitiva lírica española y antigua épica, Madrid: Espasa Calpe, 1968, p.48. Cfr. ZARCO, M.: Catálogo de manuscritos castellanos de la Biblioteca de El Escorial, Madrid, 1924. En el que este códice aparece como escrito con letra gótica francesa del siglo XIV. 104 MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: Ibidem, pp. 62 y ss. 105 MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: Primera Crónica General de Espa ña, Madrid: Bailly-Bailliere, 1906, p.90. 106 La preeminencia de su poder queda claro en este texto de la Primera Partida, Título I, Ley XV: “Por razón, que si l os emperadores e los reyes que lo s imperios e los regnos ovieren por e lecçión pudieron 128 emperador de España com o descendiente de Alfonso VII. De todas m aneras el significado de “im perare” como mandar sobre otros es el que aplica en su m anera de entender el poder político, así en la Partida II, I,5 dice: “El Rey es señor sobre todos los de su tierra”. Florián Docampo, cronista del em perador Carlos V en 1541, dedica a éste una obra que titula Las quatro partes enteras de la Coronica de España, que es la que mandó componer el rey Alfonso e l Sabio y que “contiene los acontecim ientos que sucedieron en España desde su primera poblaci ón hasta casi los tiem pos del dicho rey”. En la última página hay una carta del cronista a los lectores en la que explica que: la quarta parte […] haver sido com puesta después de los días del seren ísimo rey don Alfons o el Sabio […] Todo lo que en ella se contiene estaría prim ero trabajado y escrip to a pedaços p or otros au tores an tiguos, y los que lo recopilaron no harían m ás que juntarlos por su orden sin adornarlos ni pulirlos, ni poner en ellos otra diligencia sobre lo que hallaron. Todo esto y diversam ente de lo que el señor rey antes havía fec ho en l as tres primeras, que con toda solicitud las procuró de m ejorar y tra er a l p rimor e leng uaje de su tiem po qualquier que fuesse. Según este cronista, la terc era parte tam bién sería obra de Alfonso X, en línea con lo que opina Menéndez Pidal. Bien es verdad que, aunque se term inase en época de Sancho IV, durante los prim eros años de su reinado se m antendrían los taller es alfonsíes; las m ayores diferencias se notan en el estilo de las m iniaturas que lógicamente es lo ú ltimo que se hace. Tam bién es interesante lo que escribe sobre el método de trabajo de las escuelas alfons íes, y donde queda bi en claro el papel protagonista que concede al rey en la elaboración de estas obras escritas. En opinión de Márquez Villanueva107, la historia alfonsí abandonaba el m odelo dinástico. E n esta Historia de España hay novedades im portantes: contem pla el reino visigodo co mo una gloriosa lejanía; pretende q uitar im portancia a la m itificación de Santiago, pues com o toledano intentó quebrantar la m itra compostelana en un intento de cambiar el mapa espiritual de España; sitúa en el centro de la obra a la realeza, pero entendida no de un m odo dinástico, sino in stitucional y ligada a su p ueblo por u na relación sinalagm ática. Para el objeto de nuestro trabajo, nos interesa rem arcar ese énfasis en situar en el centro a la m onarquía, m ás claro en esta o bra de carácter histórico, pero presente como un hilo conductor en todas las demás. Según Ana Dom ínguez108, en el am bicioso program a de esta obra, estaría la representación de Hércules com o anteceden te idealizado d el monarca castellano. Esta idea reforzaría la im agen institucional de la monarquía castellana al hacerla descender de tan antiguo y mítico personaje. Vamos a com entar un interesantísimo c ódice del siglo XV, que perteneció al Marqués de Santillana 109, que contiene la Primera Crónica General de España , en fazer leyes en aquello que t ovieren c uemo encom ienda, quanto m ás nos, que a vemos el regno por derecho heredamiento […] que por la merced de Dios no avemos mayor sobre nos en el temporal”. Como veremos a continuación se podría datar al final de su reinado. 107 MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco: El concepto cultural alfonsí, Madrid: Mapfre, 1994, pp.138-9 108 DOMÍNGUEZ, Ana: El Códice de Florencia de las Cantigas de Al fonso X el Sabio, Madrid: Edilán, 1991, p. 156. 109 El Marqués de Santillana y su época, catálogo de la exposición, Madrid: Ministerio de Cultura, 1998, p. 60. 129 concreto su segunda parte 110 que, com o he mos visto en el segundo manuscrito del Escorial, abarca desde don Pelayo hasta la m uerte de Fern ando III. El fol. 1 [Fig. 24] aparece bellam ente decorado, tiene una orla en oro y co lores con las arm as y los yelmos del Marqués, cuyo escudo aparece en la parte inferior sostenido por dos ángeles, pero lo que nos llam a la atención es una miniatura que ap arece en la parte superior, encima de la primera columna de escritura, que representa un anciano barbado portando una gran corona im perial, el cetro en su m ano drecha y el globo en la izquierda, y vestido con una m anto color púrpura, y al pie de esta figura aparece escrito en letras capitales “ REX ALFONSUS IMPERAT ”. Creemos que es la im agen de Alfonso X, puesto que es su obra la que contiene es te manuscrito, adem ás el Marqués, m uy interesado en las obras de histo ria que ensa lzaban la gran deza de Esp aña, admiraba a este rey castellano por la gran labor cultu ral que había realiza do. El que aparezca representado com o e mperador nos transm ite la i magen que él habría querido de sí mismo, y que, seguram ente, Santillana así lo quería ver para dar énfasis al glorioso pasado de Castilla. 3.4.2. LA GRANDE E GENERAL ESTORIA. Piensa Francisco Rico que se em pezó antes de abril de 1274 e incluso de 1273. En cualquier caso, en 1280 circulaba ya la cuarta parte, y entre esta fecha y la m uerte del rey en 1284 se escribieron la quinta y la sexta parte, últim as que conocemos, y que en estos años el rey se desentendió de la Estoria de España en beneficio de ésta111. Pero pudiera ser que se utilizaran m ateriales comunes para ambas, puesto que la historia de España se inscribe en la uni versal. Su im portancia reside en que son libros de donde tomar ejemplos de gobierno a causa de su contenido. Según Solalinde112 la redacción de la obra com enzó en 1272, y el rey y sus colaboradores se dedicaron a su composici ón durante los últimos doce años del reinado alfonsino, aunque es posible que la sexta parte quedara sin concluir. La primera parte abarca desde el Géne sis al Deuteronomio, y en ella se explica el plan de la obra: Onde por todas estas cosas yo don Alfons o, por la gracia de Dios rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murcia, de Jahén e del Algarbe, fijo del m uy nobl e rey don Fernando e de la muy noble reyna doña Beatriz, despué s que ove fecho ayuntar m uchos escriptos e muchas estorias de los fechos antiguos, escogí dellos los m ás verdaderos e los m ejores que sope; e fiz ende fazer este lib ro, e m andé poner todos los fechos señalados tan bien de las e storias de la B iblia, com o de las otras grandes cosas que acahesçieron por el mundo, desde que fue començado fasta nuestro tiempo113. Cfr. El c ódice de la Biblioteca Nacional aparece como de He redia, y junto a otros dos que c ontienen obras del M aestre Fer nández de Heredia, e s ci erto que é ste se i nspiró en l a obra del rey Sa bio, pe ro precisamente la segu nda parte de su Grant Crónica de Espanya, que incluiría desde la caída del reino visigodo hasta Al fonso XI, nos es de sconocida (CACHO B LECUA, J.M .: El Gr an Maestre J uan Fernández de Heredia, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón, 1997, pp. 98 y ss.) Lo que sí es cierto es que todos estos códices formaron parte de la biblioteca del Marqués de Santillana. 110 BNE, mss. 10.134 ter. 111 RICO, Francisco: Alfonso El Sabio y la General Estoria. Barcelona: Ariel, 1984, pp.41 y ss. 112 GARCÍA DE SOLALINDE, Antonio (ed.): General Estoria. Primera Parte, Madrid: Edición Centro de Estudios Históricos, 1930, p. 23 de la Introducción. 113GARCÍA DE SOLALINDE, Antonio: Ibidem, p. 6. 130 Francisco Rico considera que es una obr a de historia univ ersal, aunque no se corresponde con lo que hoy se enti ende por tal, pero sí lo qu e se entendía en el siglo XIII114. Maravall dice que el rey Sabio renueva la concepción clásica tucididesca de la Historia, por la que, conociendo los acontec imientos del pasado, podemos anticipar los del futuro, y esto es porque la Historia no contempla tan sólo hechos de reyes y grandes señores, sino hechos humanos en general, de todos, y para apoyar esta afirmación remite a lo que Alfonso X dice en el prólogo de La Grande y General Estoria: “Muchos libros que son llamados estorias e gestas en que contaron de los fechos de Dios e de los profetas e de los santos, e otrossí de los reye s, e de los altos omnes e de las cavallerías e de los pueblos” 115. Comienza la obra con una cita de Aristóte les: “Natural cosa es de cobdiciar los omnes saber los fechos que acahescen en todos los tiempos”116, lo que ya nos explica su concepción de la historia basa da en un saber univer sal, aunque en esta obra en concreto se lim ite al período del Antiguo Testam ento. Ade más en la m isma obra escribe: “e commo son los reyes en los sesos m ás agudos que los otros omnes” 117, lo que confirma la idea de su alta posición, que ya hem os visto en otras ob ras, y que enlazaría con la teoría del rey-sabio-pedagogo. La Biblia es una fuente funda mental, pero no la única. Por tanto, no se puede decir que es ta obra sea una tradu cción de la Biblia, ya que a ella se unen otras ob ras profanas. El manuscrito de la Biblioteca Vaticana, fechado en 1280, y que contiene la 4ª parte, es el único procedente del scriptorium que conservamos. En él aparece una bella “miniatura de presen tación”118[fig. 25]. Bajo una arquería de cinco arcos trilobulados, aparece el rey en el centro, bajo el arco más ancho, sentado en un escaño, elegantemente vestido, con corona, portando en su m ano izquierda un libro cerrado, y con su m ano derecha señalando a los colaboradores que le miran atento; estos aparecen agrupados de dos en dos, bajo las cuatro arquerías restan tes. Sentados en el suelo, hay caballeros, clérigos y escribas con sus rollos de pa pel y sus tinteros. Los fondos escaqueados, alternado rojo y azul, y las arqui tecturas son similares a los de Las Cantigas del códice de los m úsicos, por ejemplo. Es un retrato áulico, com o ya hem os visto en los otros manuscritos. El rey aparece en actitud de dictar, se supone, que esta obra de historia En el manuscrito original: BNE, mss. 816, fol. 1r. 114 RICO, Francisco: Alfonso El Sabio y la General Estoria, Barcelona: Ariel, 1984, p.64. Cfr. LI DA DE M ALKIEL, M ª Rosa: “L a Gene ral Esto ria: no tas lit erarias y filo lógicas”, Romance Philology, 12 (1958), pp. 111-142. Según esta autora las fuentes estructurales de esta obra son la Biblia, las Antigüedades judaicas de Josefo y la Historia schollastica. Pero como también hay noticias sobre los gentiles, se usan otras fuentes como las Metamorfosis de Ovidio, considerada por la clerecía de los siglos XII y XIII la B iblia de los gentiles. Y califica a la o bra de biblia historial, ejecutada en el ámbito cultural del sig lo XIII, que, según ella, es el sig lo del enciclopedimo d idáctico, que Alfonso cultiva con fervor personal. 115 MA RAVALL, Jo sé Antonio: Estudios de Hi storia del pensamiento es pañol, Mad rid: Cultura Hispánica, 1983, p.143. 116GARCÍA DE SOLALINDE, Antonio: Ibidem, primer volumen, p.3. Es el comienzo del Prólogo de la obra. 117 GARCÍA DE SOLALINDE, Antonio: Ibidem, segundo volumen, p. 290. En el capítulo III del Éxodo “De la maestría de Pharaon por apremiar a los ebreos”. 118 Biblioteca Vaticana, Urb. Lat. 539, fol. 2v. 131 Existe un manuscrito de esta obra en la Biblio teca Nacional 119, que en el fol. 297r y último dice: En este logar acabamos el Pentateuco e nos desenbargamos de todas las razone s de los çinco libros de Moysén. E sea bend ito e enxalçado por ende el nombre de Nuestro Señor Dios, e biva e reyne por muchos años e buenos e venza siempre a todos sus enemigos, el dezeno don Alfonso por la graçia de Dios Rey de Castilla […] que lo fiso fazer. Es una copia del siglo XV. Según Dom ínguez Bordona la rica orla que decora el fol. 1r se puede atribu ir a Jorge Inglés y el escudo que aparece en la p arte inferior es del Marqués de Santilla na120. En la letra D in icial, bellamente iluminada, aparec e el busto de un rey barbado, que lleva corona y ce tro en la mano derecha; es una miniatura que no tiene nada que ver con la de la époc a de Alfonso X, desde el punto de vista estilístico, p ero s í que e s la rep resentación genérica de un rey, con los atributo s más emblemáticos, lo que es una m anera de de jar claro que esta obra fue en cargo regio, en este caso del rey Sabio, com o especifica en el citado fol. 297: “que lo fiso faser”. Pero quien encargó este m agnífico m anuscrito fue el Marqués de Santillana, quien queda inmortalizado a trav és de su escud o (lo trataremos con m ás detalle en el cap ítulo dedicado a Juan II [ver fig. 5]). 3.5. OBRA LEGISLATIVA: 3.5.1. SU POLÍTICA LEGISLATIVO-JURÍDICA. En opinión de Pérez-Prendes: “ hubo otro Alfonso X distinto del que habitualmente se nos reconstruye. Es un m onarca m ás abierto al p rogreso que a la inmovilidad. Más seducido por el riesgo que por la segu ridad. Más gibelino que güelfo. Y es precisamente el Derecho, el cauce que nos comunica estas cualidades” y continúa “El Derecho, ·fuero· en lenguaje medieval, […] imponía depurar, modernizar y unificar esos ·fueros·”121. Estas palabras del catedrático de Hi storia del Derecho sirven para que en la estimación global de la obra d e Alfonso X, su política innovadora, en lo tocante a las Leyes, se considere primordial. Según Gómez Redondo 122, este r ey in icia las g randes com pilaciones d e leyes para afianzar su modelo de corte como institución política con pensamiento propio en la línea del regalismo. Según García Gallo123, se pueden distinguir tres líneas en su política legislativa: 119 BNE, mss. 10.236 120 D OMÍNGUEZ BO RDONA Jesú s: Manuscritos co n pi nturas. T omo I, M adrid: C entro de Est udios Históricos, 1933, p. 317. Cfr. J. Yarza, según él, Jorge Inglés es el primer pintor que trae a Castilla las formas nórdicas a mediados del siglo XV y el Marqués de Santillana reunió una gran biblioteca en la que algunos de sus libros fueron iluminados se guramente por di cho pi ntor. (Y ARZA, Jo aquín: La pi ntura española. To mo I, Milán : Electa, 1995, p. 159) 121 PÉREZ-PRENDES, J.M.: “La cúpula jurídica y su derrota”, en 1284-1984. Séptimo centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio, Madrid, El País. 4 Abril. 1984. 122 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 1998, pp. 294 y ss. 123 GARCÍA GALLO, Alfonso: “Nuevas observaciones sobre la obra legislativa de Alfonso X”. Anuario de Historia del Derecho español, 46 ( 1976), p. 625. 132 -Una línea tradicional de confirm ación o c oncesión de fueros locales, incluyendo entre estos el Fuero Juzgo y el Fuero del Libro (éste es el conocido como Fuero Real). -La prom ulgación del Libro del Fuero com o propio del rey y de sus oficiales. Aquí entrarían el Espéculo y las Partidas. -La formación de un libro doctrinal para la ed ucación política y civil de los reyes. Sería el Setenario. En definitiva, se puede decir, qu e lo que el rey pretendía era un robustecimiento indiscutible de la au toridad m onárquica, tam bién por vía del Derecho; por una parte afirmando su poder para legislar y, por otra, buscando la unidad legislativa de sus reinos que pondría freno a las divisiones. Para él , es m uy i mportante la unidad legislativa porque es el fundamento de un programa más amplio como es el de la unidad del Estado en torno al monarca. Y también le sirve para asegurar los derechos de todos y la paz del reino y así cumpliría la misión concedida por Dios. Sus reformas legislativas no fueron ente ndidas por los castella nos. El profesor García Gallo 124 opina que el Fuero R eal no fue m al recibido, pue s, si bien con tenía novedades respecto de los fueros anteriores, en gran part e coincidía con ellos. El Libro de las leyes, en cam bio, era revolucionario, lo qu e originó protestas. Éstas culm inaron con la rebelión de las ciudades en 1270, lo que se m anifestó en la Junta de Burgos en 1272, de m anera que el rey en las Cortes de Zamora de 1274 tuvo que reconocer a las ciudades el derecho a juzgarse por sus fueros. De estos sucesos podemos colegir que las obras, claramente reformistas, no fueron acep tadas y, de hecho, quedaron suspend idas; será, finalmente, Alfonso XI quien las imponga. 3.5.2. EL FUERO JUZGO. Es la versión en rom ance castella no del viejo código visigodo llam ado Liber Iudiciorum. Los reyes Fernando III y Alfonso X otorgan este Fuero Juzgo, reelaborado, como Fuero municipal a ciudades y villas de Andalucía y Murcia, incluso Alfonso X en las Cortes de Zam ora de 1274 tuvo que rec onocer su vigencia en los reinos de León, Toledo y Andalucía. Consta de un Título Prelim inar y XII libros divididos en títulos y leyes. En el Título Preliminar, en e l que se explica el concepto de rey, se dice que son llam ados reyes porque reinan y que además de ser rect ores y señores del rei no, son legisladores, jueces y jefes del ejército, y que sus virtudes principales son justicia y verdad, y que sus fines son lograr justicia y paz y defender la fe cristiana. Se puede considerar ésta una buena definición de lo que es un rey m edieval en general, y podrem os comprobar a lo largo de nuestro trabajo que todos los monarcas estudiados responden a esta definición. a) El Fuero Juzgo de Murcia125. Consta de un Prólogo en el que se dice: “Con cuidado del amor de Christo e con grand dilegencia de don Sisena ndo, muy glorioso rey de España e de Francia, todos los obispos nos ayuntam os en el nombre del nuestro Señor en uno en la cibdad de Toledo…” (fol. 3r). En el fol. 2v [fig.26], después del Índice, hay una m iniatura que ocupa el ancho de la caja de escritura de una co lumna, y en ella aparece una im agen de rey coronado, con cetro, sentado sobre un es caño con cojín. La m iniatura está en m al 124 GARCÍA GALLO, Alfonso: “El Libro de las leyes de Alfonso el Sabio. Del Espéculo a Las Partidas”. Anuario de Historia del Derecho Español, 21 ( 1951), p.449. 125 AMMu, mss. nº 53. 133 estado, pero se puede interpretar como una “miniatura de autor”, y por ello representaría al rey Sisenando, quien otorgó este código, asistido de varios prelados. Cada uno de los XII capítulos viene presidido por una m iniatura (dibujos a plum a) que ocupa el ancho de la página; en ellas, en el interior, se supone que de la catedral de Toledo durante el IV Concilio de Toledo, aparece el rey acom pañado de dos obispos que están presentados al mismo nivel del rey, que son los que portan libros que se suponen son el código (fol. 32v) [fig.27]. Por las actitudes, las miradas y las manos, podríamos pensar que el rey y los obispos están hablando sobre el código legal, pero parece que aquí el rey simplemente sanciona el código elabora do por los prelados. Hay una diferente (fol. 46v) [fig.28], en que uno de los obispos esta escribiendo en un rollo, y el rey, que le señala c on s u í ndice de recho, parece que le está dicta ndo. Esta última está m ás en consonancia con las de los otros códices comentados ya; las dem ás sorprenden, porque el código lo portan los obispos, lo que no encaj a con la imagen del rey como legislador que tiene Alfonso El Sabio, pero hay que tene r en cuenta que este es un código an tiguo, atribuído a Sisenando, y que Alfonso X simplemente lo concede a algunas ciudades que no tenían fuero; es el único código que no se atribuye al rey Sabio. Según Pérez Sánchez, los dibujos, en realidad m iniaturas que no llegaron a iluminarse, son obra característica del estido castellano de la segunda m itad del siglo XIII con fortísima influencia francesa126. La verdad es que este magnífico ejemplar no tiene fecha, pero junto a este códice hay un documento “El Ordenamiento que fizo el rey don Alfonso con los omnes buenos de Toledo en razón de los asentam ientos”127, que tiene el m ismo tipo de escritura. Es una letra gótica pausada, m uy próxi ma a lo s códices m ás c onocidos de Alfonso X; además, las características de lo s “títulos corrientes” (números romanos que encabezan cada libro, tipo de iniciales, letras mayúsculas con altern ancia bicolor) son sim ilares a los de las Cantigas. Por lo tanto se podría fechar perfectamente en la segunda mitad o a finales del siglo XIII; es d ecir, encaja perfectamente en las fechas del reinado que nos ocupa. Los dibujos son m uy elegantes y de gran ca lidad, tienden al n aturalismo y el trazo es m uy ágil, por lo que podrían ser obra del scriptorium real. Un detalle interesante es que en alg unas imágenes aparezca el rey con cetro (fol. 62v) [fig.29], lo que no he mos visto en los libros que se atri buyen al Rey Sabio; este detalle podría explicarse porque en realidad tratan de representar al rey visigodo Sisenando y se buscan los atributos m ás genéricos de un rey, o porque es posterior a su reinado puesto que hay razones por las que se podría fechar en el reinado de Sancho IV 128: estaríamos dentro de la segunda mitad del siglo XIII, pervive el scriptorium alfonsí y, por lo tanto, el mismo estilo, y s abemos de otro s códices que fueron terminados en este re inado, y conocemos más imágenes gráficas de este rey con cetro. N o obstante, hay que aclarar que sí conocem os algunas repr esentaciones de Al fonso X en que aparece con cetro y, además, Guerrero Lovillo defiende que fue un presente del rey Alfonso X a la ciudad de Murcia129, con la que se sentía ligado por fuertes lazos sentimentales. 126 PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso et alii: Murcia. Madrid: Fundación Juan March, 1976, p.169. 127 A continuación del Fuero Juzgo, fol. 161 y ss. 128 Huellas, catálogo de la Exposición, Murcia: Caja de Ahorros de Murcia, 2002, p.154: “Las no ticias históricas indican que esta co pia se realizó en Sev illa hacia 1288, lo qu e indica a pensar que los dibujos son de la época de Sancho IV” 129 GUERRER O LOV ILLO, J osé: La miniatura g ótica c astellana. Siglos XI II y XIV, Mad rid: CSIC, 1956, p.27. 134 b) Otros manuscritos. Hay un m anuscrito con el títu lo de Fuero Juzgo de Alfonso X el Sabio en la BNE130 que, según Dom ínguez Bordona 131, tiene minia turas del estilo de lo s códices alfonsíes. La similitud se ve en la cenefa decorativa que rodea la imagen de Adán y Eva arrodillados en el paraíso ante el Padre(fol. 2v) [fig.30]; presenta los escudos de León y Castilla en las esquin as com o por ejem plo en las Cantigas. El estilo es m ás tosco, menos elegante, las figuras tienen mayor volumen. La letra del códice parece una gótica tipificada pausada, que se podría fechar en la prim era m itad del siglo XIV. Tiene el valor de mostrar que la influencia del scriptorium alfonsí duró mucho tiempo, y también que el Fuero Juzgo se mantuvo en vigor bastantes años. Hay otro manuscrito de Fuero Juzgo en la Royal Library de Estocolmo que, según Dom ínguez Bordona 132, es de finales del siglo XI V; es un m odesto ejem plar escrito en papel con m ayor interés arqueol ógico o iconográfico que artístico. Tiene de interés una miniatura del fol.5 [fig. 31]; en la letra capital C aparece la figura de un rey que se supone es Sisenando, porque dice en es a página: “Este libro fue fecho de LXVI obispos en el quarto conçilio de toledo ante la presençia del rey don Sisenando”. El rey aparece con corona, lujosam ente vestido, se ntado en un escaño y porta en su mano izquierda un objeto que pudiera ser el libro, porque al fin y al cabo él es quien lo otorga a las ciudades. La iconografía es sim ilar a la de los códices de Alfonso X, pero su calidad es notablemente inferior a la de los alfonsíes. 3.5.3. EL FUERO REAL133. Es su prim era obra jurídica, llam ado Fuero del Libro . Según nos dice al final del cuarto libro: Este libro fue fecho e acabado en Valladolid por m andado del rey , treynta días andados del mes de agosto en era de 1293 annos: en el anno que don Odoarte, fijo prim ero heredero del re y Enrique de A nglatierra, rescibió cavallería en Burgos del rey don Alfonso el sobredicho. Por lo tanto se lo da a esta villa, que no tenía fuero todavía, como nos explica en el prólogo. En ese m ismo año, 1255, se lo dio a la ciudad de Burgos que era Cabeza de Castilla. Para corroborar la f echa da unos datos interesantes : era el cuarto año de su reinado, en el que su hija, la infanta Le onor, se casó con el prín cipe Eduardo, hijo y 130 BNE, vit. 17-10 131 DO MÍNGUEZ BO RDONA, Jesú s: Exposición de c ódices mi niados. Catálo go, Madrid: Sociedad Española de amigos del arte, 1929, p.194. 132 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús: La miniatura española. Tomo II, Barcelona: Gustavo Gili, 1929, p.24. Cfr. DOMÍNGUEZ BORD ONA, Jes ús: Spanish illu mination, New Yo rk: Hacke r Art Books, 1969, imagen 100. Cfr. Royal Library Stockholm, B. 693. 133 Fuero Real del Rey D. Al fonso El Sabio. Copiado del Códice de El Escorial: Z-II-8 y cotejado por varios có dices de diferentes arc hivos p or l a Re al Ac ademia de l a Historia. M adrid, 1836, edición facsímile, Valladolid: Lex Nova, 1990. Cfr. M ARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo: Leyes de Alfonso X . II F uero re al, Á vila: Fu ndación Sánchez Albornoz, 1988. Dice que no se conserva el manuscrito original destinado a la Cámara regia, pero hay un total de 36 textos completos y 7 fragmentos. 135 heredero de l rey Enriq ue III d e In glaterra, qu e adem ás fue arm ado caballero po r su suegro, el rey Alfonso X. Interesa res altar que e l rey dice e n el prólogo que consultó con expertos en Derecho, “oviemos conseio con nuestra corte e con los om nes sabidores de derecho, e dimosle este fuero”, circunstancia que es novedosa, pues tenem os que pensar que se trata de expertos en Derecho rom ano, que es, precisamente, el que quiere introducir en su reino, es decir, que defiende un pensamiento político nuevo. Con él trata de unificar y sintetizar el derecho lo cal castellano, lo que fue m al aceptado p or los nobles, pero también por las ciudad es, porque, según plantea Valdeón134, fue rechazado por algunas oligarquías locales conectadas con sectores de la nobleza que en esos añ os se había rebelado contra el m onarca. Don Alfonso quería convertir la corte en un centro de producción jurídica. Escogemos un párrafo significativo porque alude a una doble im agen del rey, la que él se atribuía, por un la do como cabeza del reino (teorí a corpo rativa), y po r otro como monarquía divina, ya que la corte celestial es el arquetipo político para su reino: Et de sí ordenó la corte terrenal en aquella misma guisa, e en aquella manera que era o rdenada la suya en el cielo , e puso el rey en s u logar cabeza e comenzamiento de todo el pueblo, así com o puso a sí cabeza e com ienzo de los ángeles e de los arcángeles (I, II, II). 3.5.4. EL ESPÉCULO. El códice en que se conserva es del siglo XIV135. En el inicio del Prólogo de la obra dice: “Éste es el Libro del Fuero que fizo el rey don Alf onso, fijo del m uy noble rey don Fernando e de la m uy noble reina doña Beatriz, el qual es llam ado Espéculo, que quiere dezir com o espejo de todos los derechos”. Por lo tanto su título original era Libro del Fuero. Es un código de leyes, que como espejo, da a entender, que uno puede mirarse para saber. Según MacDonald, el rey in tervendría com o corrector de borradores, como escritor del prólogo gen eral de la obra y, acaso, en algún Título, y por supuesto, tu vo que dar la aprobación a la obra acabada 136. No nos queda duda de que responde a la voluntad personal del rey, a quien el Fuero Real le resultaba superado. Sobre la fecha de su redacción, Craddock137 deduce que fue promulgado el 5 de mayo de 1255. Llega a esta conclusión después de estudiar los acuerdos de las Cortes de Zamora de 1274, com o ya hizo Martínez Marina. Por lo tant o corresponde a la prim era Cfr. CRADDOCK, Jerry R.: “La cronología de las obras legislativas de Alfonso X”, Anuario de Historia del Derecho Español, 51 (1981), pp. 384-5. Según este autor, este manuscrito del Escorial recoge el fuero que fue destinado a la ciudad de Valladolid, en otros manuscritos la destinataria es Burgos. 134 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Alfonso X el Sabio, Valladolid: Junta de Castilla y León, 1986, p.31 y ss. 135 BNE, mss. 10.123 136 MACDONALD, Robert A.: Espéculo. Texto jurídico atribuido al Rey de Castilla D. Alfonso el Sabio. Edición, introducción y aparato crítico, Madison: Universidad de Richmond, 1990, p. XXXV. 137 CRADDOCK, Jerry R.: “La cronología de las obras legislativas de Al fonso X el Sabio”, Anuario de Historia del Derecho Español, 51 (1981), pp. 367 y ss. Cfr. Bermejo Cabrero da un dato interesante, pues nos proporcona un e jemplo de l a existencia de es te código. Ha estudiado una sentencia de Alfonso X sobre un pleito de Santiago de Compostela en 1261, en la que si n ci tarlo se recogen varios textos del Espéculo, en la que el re y ha introduci do elem entos del Derecho romano que no eran bien vistos por los vecinos, sin que ellos lo sepan (“En torno a la aplicación de las Partidas”, Hispania, XXX (1970), pp. 5-11). 136 etapa de su reinado, an tes del “fecho del Imperio” y por eso contiene su auténtico proyecto político, basado en la creación de un reino feliz gobernado por un rey sabio. Aparece muy clara la imagen del rey legislador, porque es quien hace las leyes y normas aplicables a su reino, por eso don Alf onso persiguió establecer una ley sobre todo el ord enamiento jurídico, lo que era ins ólito en Castilla, y para ello alegó tres razones: ser el rey propietario por herenc ia, y no m ero tenedor del reino por elección; no tener superior en lo temporal; y ser facultad de los reyes el hacerlas según el Derecho romano, el canónico y el código visigodo. El mismo rey dice: Para ffazer entender a los om nes dessentendudos que Nos, el sobre dicho rrey don Alffons o, avemos poder de ffazer estas ley es, tan bién como los otros las ffezieron ante de Nos, oy mas, queremos lo mostrar por todas estas maneras: por razón, et por fazana et por derecho. Et por razón: que si los em peradores et los rreys que los im perios et los rregnos ovieron po r elecçión p udieron ffazer ley s en aquello qu e tovieron com o en comienda, quanto mas Nos que avemos el rregno por derecho heredamiento Por fazana: ca non tan solamiente los rreys de Espanna que fueron antiguamiente las ffezieron, m as condes et jueces et ad elantados que eran de m enor guisa; et fueron guardados fasta en este tienpo. Et pues que estos las ffezieron que avien mayores sobre sy, m ucho más las podrem os Nos ffazer que, por la m erçed de Dios, non avemos mayor sobre Nos en el tenporal. Por derecho: ca lo puedem os provar por las leys romanas, et por el derecho de Santa Eglesia et por las leys dEspanna que ffezieron los godos, en que dize en cada una destas, que los enpe radores et los rreys an pode r de ffazer leys, et de anader en ellas, et de minguar en ellas et de camiar cada que mester sea. Onde por todas estas razones avemos poder conplidamiente de ffazer leys. Et por ende queremos començar en el nombre de Dios (I.1.13)138. Su vigencia no parece que alcanzase a todo el reino, y adem ás fue corta. Aquí podría estar la explicación de por qué nos ha llegado incom pleta y en copia tardía, pues el códice en que se cons erva es del siglo XIV. Actualm ente conocemos sólo los cinco primeros libros, pero la mayoría de los estudiosos del tema creen que debió tener más. Según Gómez Redondo139, es una obra fundamental para conocer la ideología de Alfonso X, quien defiende que el rey es el garante de la justicia y es el “fazedor de las leyes”, que debe amar a Dios y la verdad y, además, debe ser entendido por sus vasallos, lo que añade otro valor a la obra: su afán pedagógico; tam bién defiende un m odelo de autoridad basado en dos pilares: la unidad en tre rey y saber, y la sum isión de la nobleza a sus designios. Esta obra presenta gran interés para nosotros, porque a lo ya dicho, podem os añadir algunas expresiones que nos d icen los fundamentos ideológicos que sustentan el poder real según el rey Sabio. Ha y claras referencias a la do ctrina corporativa,: “el rey es alma del pueblo, ca así como el cuerpo vive por el alma, así el pueblo vive por el rey” (II, I, IV), “el rey es cabeza de s u reyno e es ayuntam iento de su p ueblo e vid a e asentamiento dellos” (II, I, I). También aparece la idea de que los vasallos honren al rey porque así honran a Dios, lo que una m anera de presentarlo com o el vi cario de Dios: “Ca onrrando su rey onra a Dios” (II, II, Prólogo). 138 MACDONALD, Robert A. (ed.): Espéculo. Texto jurídico, Madison: 1990, p. 8. 139 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 1998, pp. 336-355. 137 3.5.5. LAS SIETE PARTIDAS140. a) Presentación. Como la mayor parte de la obra legislativa alfonsina, no es una obra original, sino que está basada en el Derecho ro mano (Código de Justiniano) y canónico (Decretales), aunque conserva algo del Derecho germ ánico y consuetudinario presente en los fueros que se aplicaban en C astilla, es evidente que el rey no pudo hacer tan importante y especializada obra, sería, como en otras muchas, el inspirador, el promotor etc., aunque se diga en el prólogo que él la hizo. Recogem os las palabras textuales del ejemplar de la Biblioteca Nacional (Mss. Vitr.4-6, fol. 5v) donde dice: Aquí comiença el Libro de las leyes que fizo el muy nobl e rey don Alfonso, fijo del muy noble rey don F ernando visnieto de don Alfonso emperador de España, e de la reyna doña Beatris nieta de don Fadrique emperador de Roma que murió en ultramar. El qual lib ro partió en Siete Partidas de las qu ales es és ta que aquí comiença. Y en el ejemplar de la Primera Partida del British Museum141, en el Título I, Ley XIII dice: Por fazer en tender a los om es desentendudos que nos, el sob redicho rey don Alfonso, avemos poder de fazer estas leyes, también cuemo los otros que las fizieron ante de nos e m ás, queremoslo mostrar por todas estas m aneras, por razón e por fazanna e por derecho142. Los verdad eros auto res serían los esp ecialistas en Derecho de la corte d e Alfonso X, aunque éste juegue un papel protagonista en tanto que inspirador de la obra; además, para que no haya duda de que la m andó hacer él, con las iniciales de cada una de las Partidas se forma el acróstico de ALFONSO143. b) Contenido del código. El rey se ve obligado a alterar su proy ecto político inicial pa ra responder a las exigencias del clero y la nobleza y evitar conflictos con ellos. 140 Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio cotejadas por varios códices por la real Academia de la Historia, Madrid: Atlas, 1972. 141 British Museum, mss. Add. 20.787. 142 Estas lín eas sirven para ilustrar las sim ilitudes con el Espéculo. Ya exp licamos las tres razon es que esgrimía en é ste para poder elabora r le yes, son las mismas que apa recen en esta Primera Parti da. También explicamos que esta obra se basa, en parte, en aquél. 143 A servicio de Dios La fe catholica Fizo Nuestro Sennor Dios Onras sennaladas Nascen entre los ommes Sesudamiente dixeron los sabios antiguos Olvidança et atrevimiento. 138 Ángel Ferrari144 hace años que escrib ió sobre la secularización de la teo ría del Estado en Las Partidas . En ellas hay m anifestaciones de los tres grados del pensamiento político: teológico, metafísico y jurídico. Entre lo teológico está la misión trascendente del poder, la consideración de emperadores y reyes como vicarios de Dios, la consagración de lo s reyes y la in vestidura del caballero. Entre lo metafísico está el valor trascendente que se da a la Justicia, que se concibe co mo medianera entre Dios y los hombres. Entre lo jurídico destaca la concepción de la propiedad eminente aplicada a los titulares suprem os que son emperadores y reyes, independientes frente al papa; lo que equivale a hablar de la soberanía, ente ndida como la fusión de pueblo y territorio, ya que éste va ligado a la vida y a la historia de una comunidad145. Las fuentes principales en que se basa su contenido son: -La Filosofía antigua como, por ejemplo, Aristóteles, muchas veces citado; para quien la vida política descansa en el plano de la naturaleza. -El Derecho rom ano, que refuerza la im agen del rey, teoría m uy importante para Alfonso X, lo que reaviva el debate entre nobleza y monarquía. -La Teología escolástica, de la qu e se ex traen dos concepciones po líticas pero qu e se complementan, el dualismo gelasiano y la teoría organicista. Nos atrevemos a decir que, a lo largo de to da la obra, siempre está p resente la idea de que todo poder del rey proviene de Dios , incluso el nombre de rey y de que una de sus m isiones fundam entales es ejercer la justicia. C omo ejem plo ilustrativo recogemos éste de la Partida II, Título II, Ley, II: Et amarle [a Dios] debe n sin todo esto los reyes por los grandes bienes que dél reciben, así como en la muy grant honra que les face, queriendo que sean llamados reyes, que es el su nom bre. Et otrosí por el lugar que les da para facer justicia, que es señalada del su poder. Góm ez Redondo146 opina que, a raíz del ofrecim iento de la corona im perial por la embajada pisana, inicia un nuevo proyecto jurídico basa do en nuevos valores que le sirvan para adaptarse a la organización social, jurídica y religiosa del Imperio. Este proyecto será continuam ente revisado lo que indica el tenso enfrentam iento que mantuvo con distintos sectores del reino opuestos a sus directrices políticas. c) La Segunda Partida. Dentro del código de las Siete Partidas, consideramos la más importante por su contenido para el presente trabajo, y de ella hemos extraído algunas de las ideas que nos alumbran sobre la concepción que Alfonso X tenía de su papel de rey, y que nos ayudan a perfilar su imagen147. 144 FERRARI, Ángel: “La sec ularización de la teoría del estado e n Las Pa rtidas”, Anuarido de Historia del Derecho Español, XI (1934), pp.449 y ss. 145Según J.A. Maravall, Alfonso X se si rve de un viejo vocablo como “tierra” pero designa una real idad política nueva, la p atria, lo que queda claro en un inciso que inserta en la Primera Partida, título II, ley 2ª: “el hombre está obligado a loar y servir a Dios, a sus padres y a su tierra, que llaman en latín patria” (Estudios de Historia del pensamiento español, Madrid: Cultura Hispánica, 1983, p. 127 y ss.) 146 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 1998, pp. 511 y ss. 147 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Ibidem, pp. 537-8: 139 La Segunda Partida es un tratado institu cional en el que s e habla de cuantos servidores com ponen el Estado, exceptuando los clérigos. En ella don Alfonso nos transmite una serie de doctrinas políticas. Una es el dualism o gelasiano 148, defensor de las dos espadas, la espiritual y la temporal, como se ve en el proemio de la Segunda Partida: Éstas son las espadas por que se m antiene el mundo, la prim era espiritual, e la otra tem poral. La espiritual taja los m ales escondidos, la tem poral los manifiestos, e destas espadas fabló Nuestr o Sennor Ihesú Christ o el Iueves de la Cena quando preguntó a sus discípulos, provándoles sy avían arm as que lo amparasen de áquellos que lo avíen de coger, e ellos dixieron que avíen dos cuchiellos, e él respondió commo áquel que sabía todas las cosas e dixo que asaz hí avíen,; ca sin falla esto abonda, pue s que aquí se encie rra el casstigo del home, tembién en lo espiritual como en lo temporal.E por ende estos dos poderes se ayudan en la fe de Nuestro Sennor Ih esús, por dar justiçia com plidamente al alma e al cuerpo. Dende convendrán por rasón derecha que estos dos poderes sean acordados siem pre asý comm o cada uno dellos ayude de su poder al otro […] E por ende pues que en la primera Partida deste libro fablamos de la justicia espiritual, e de las cosas que pertenescen a ella, segunt ordenam iento de Santa Eglesia, conviene que en esta segunda m ostremos de la justic ia temporal e de áquellos que la han de m antener, e prim eramente de los emperadores e de los reyes. Del contenido de este fragmento se infiere que el poder espiritual corresponde al Papa y es universal, y el poder temporal a los em peradores y reyes y está fragm entado entre ellos. Y por esa división, Alfonso X considera que ambos poderes tienen que ser “acordados”, y que el temporal no tiene que estar subordinado al esp iritual, y adem ás equipara jurídicamente a reyes y emperadores. Hay dos principios doctrinales fundamentales en toda la Baja Edad Media: el rey como vicario de Dios, es decir co mo imago Dei , y el carácter corpo rativo del reino; ambos se complem entan perfectamente en es ta obra. La doctrina corpo rativa procede de Juan de Salisbury, quien consideraba la sociedad política com o un cuerpo hum ano, en el que cada uno de los órde nes estamentales representaba a una parte del organismo, y el rey es la cabeza, el corazón y el al ma del reino, de m anera que éste queda en situación de som etimiento total al rey. Y para comprobarlo, reproducim os a continuación lo que se dice en el Título I, Ley V: Vicarios de Dios son los Reyes, cada uno en su reyno, puestos sobre las gentes para mantenerlos en justicia e en verdad, quanto en lo tem poral […] E los santos dixeron que el Rey es puest o en la tierra en lugar de Dios, para complir la justicia e dar a cada uno su derecho. E por ende lo llamaron coraçón e alm a del pueblo. Ca assí com o yaze el alm a en el coraçón del om e, e por ella bive e l “Parece que e n su c onjunto defiende un modelo de autorida d re gia, firm e e incontestable en s us fundamentos, cuando, en verdad, el espíritu de la letra menuda está afirmando justamento lo contario: el rey, aun siendo la figura central de la corte, depende por entero del estamento de la aristocracia”. 148 Doctrina de las dos espadas emanada de la carta que el Papa Gelasio I (492-496) escribió al emperador Atanasio, que implicaba una cierta superioridad pontificia sobre el poder del Estado. La Segunda Partida alude a ella para restablecer la autonomía del poder temporal, y busca el acue rdo de los dos poderes, espiritual y temporal. El poder del rey, en cuanto vicario de Di os, procede de ést e, lo mismo que el del Papa. 140 cuerpo, e se m antiene, assí en el Rey yace la justicia, que es vida e mantenimiento del pueblo de su sennorío. E bien otrosí como el coraçón es uno, e por él reciben todos los otros m iembros unidad, por ser un cuerpo, bien assí todos los del reyno m aguer sean m uchos, porque el rey es e debe ser uno, por eso deven otrosí ser todos unos con él, pa ra servirle, e ayudarle en las cosas que él ha de fazer. E naturalmente dixeron los sabios que el Rey es cabeça del reyno, ca assí com o de la cab eça nascen los sentidos, por que se m andan todos los miembros del cuerpo, bien assí por el mandamiento que nasce del Rey, que es sennor e cabeça de tod os los del reyno, se deven m andar e guiar e aver un acuerdo con él, p ara ob edescerle, e am parar e guardar e a crescentar e l reyno : onde él es alma e cabeça e ellos miembros.149 También desarrolla la teoría del ordenam iento social en tres estados: el rey debe amar a la clerecía, encargada de rogar a Di os por todos los cristianos; am ar y honr ar a los caballeros porque guardan la tierra, esto es, la patria; y proteg er a los súbditos que son las raíces y tesoros de los reinos. Se puede decir que esta teoría de la función de los estamentos, complementa la anterior del corporativismo, de modo que cada uno tiene claro su papel en la pirámide social cuya cúspide es el rey. Igualmente im portante es el concepto de summa potestas , que explica en el Título I, ley II, el cual implica una serie de funciones que son propias de los reyes: dar la ley, hacer justicia, batir m oneda, acordar la guerra o la paz, establecer tributos, otorgar ferias, nombrar gobernadores y señalar los términos de provincias y villas. Otro aspecto interesante se contempla en el Título XIII: “Qual debe ser el pueblo en conosçer al Rey en am ar e en tem er e en guardar e en onrrar e en servirle en todas guisas”, porque nos indica lo que el rey espera de su pueblo y por tanto podemos deducir la im agen que de él deberían tener sus súbditos. Son aleccionadoras las explicaciones sobre como el rey debe ser honrado en vida, porque la deferencia que exige es la que vemos que manifiestan sus súbditos en las miniaturas: Por ende el pueblo debe onrrar al re y de fecho segunt dixo Aristótiles en qualquier m anera quel fallasen seyendo o estando o andando o yasiendo o en seyendo asý commo non se atrever a ser en ygual con él, nin se asentar delante de manera que le tornen las espaldas, ni n fablar con él esta ndo ellos en pie y él asentado. E otrosý mientras el Rey es toviere en pie lo deven onrrar non solo queriendo ygualar, sin ser en lugar más alto que él por mostrarle sus rasones más devan catar lugar m ás baxo o fi nar los ynojos antél om ildosamente e aún tovieron que los que fuesen asentados se levantasen a él quando verniese (Ley XVIII). En la misma línea en la Ley XIX expli ca “Commo el pueblo deva onrrar al Rey después que fuere finado”, es decir, que los prelados, nobles, maestres de las Órdenes y hombres buenos tienen que asistir en su enterramiento en persona. Y, por último, en la Ley XX explica como deben honrar al rey recién proclamado, de manera que pongan de relieve qu e le aceptan como su señor y que ellos 149 Según Maravall ten emos aquí enunciada en forma explícita la máxima “Rex est imp erator in regno suo”, sobre cuyos orígenes muchos investigadores franceses e i talianos vienen discutiendo, y que, según él, hay que reconocer que es una idea común en la Europa de m ediados del siglo XIII. (MARAVALL, José Antonio: Estudios de Historia del pensamiento español, Madrid: Cultura Hispánica, 1983, p. 105). 141 son sus leales vasallos; lo que nos deja cl aro que todavía estam os en una monarquía de características feudales: Siendo el rey finado deven los omnes onrra dos que diximos en la ley anterior desta, venir al rey nuevo pa ra conesçerle onrra de sennorío en dos m aneras, una por la obra e la otra por fecho de palabra en conosçiendo que le tienen por su sennor e otorgando que son sus vasallos e prometiéndole que lo obedesçerán e le serán leales e verdaderos en todas las cosas […] De fecho besándole el pie e la mano en consçim iento de sennorío o fa siéndole otra hum ildat segunt costunbre de la tierra e entregándole luego asý comm o de los ofiçios, de los que aquí llaman honores e de todas las otras cosas que tenien del rey finado. De esta Segunda Partida , funda mental para nuestro trabajo, consideramos que hay que reseñar las leyes en las que se di ce qué es ser rey y cóm o debe comportarase, porque nos explican la im agen que el rey que ría dar de sí m ismo. Es de señalar que a Dios se le presenta como Rey de reyes, porque es el único que no conoce superior y del que dependen los reyes hum anos; de manera que obtenemos dos imágenes importantes: la del origen divino del rey y la de la r ealeza divina com o modelo a im itar por cada monarca en su reino en la tierra. Reproducim os a continuación un párrafo significativo: Rey tanto quiere dezir, com o re gidor, ca s in falla a él perten esce el governamiento del Reyno. E s egund dixeron los Sabios antiguos, e sennaladamente Aristóteles en el libro que se llam a Política, en el tiempo de los Gentiles, el Rey no tan solam ente era guiador e cabdillo de las huestes, e juez sobre todos los del reyno, m ás aún era sennor en las cosas espirituales, que entonces se fazían por reverencia e por honrra de los Dioses, en que ellos creýan. E por ende los llamaron Reyes, porque regían también en lo temporal, commo en lo spiritual. E sennaladam ente tomó el Rey nom e de Nues tro Sennor Dios: ca assí commo él es dicho rey sobre todos los reyes, porque dél han nome, e los govierna, e los m antiene en su lugar en la tierra, para fazer justicia e derecho; assí ellos son tenudos de mantener, e de guardar en justicia, e en verdad, a los de su Sennorío. E aún otra m anera m ostraron los Sabios, por qué el Rey es assí llamado, e dixeron que Rey tanto quiere de zir, como regla, ca assí commo por ella se con oscen todas las tortu ras, e se endereçan, assí por el Rey son conoscidos los yerros e emendados (Título I, Ley VI). Sobre cómo “debe el Rey ser en sus obras ” trata el Título V. Se nos explica que ha de ser mesurado en comer y en beber (Ley II). Se debe vestir muy apuestamente: “Vestiduras, fazen m ucho conocer a los om nes, por nobles o por viles. E los sabios antiguos establescíen que los Re yes vestiessen pannos de seda, con oro e con piedras preciosas, porque los omne s los puedan conoscer […] E aún en las grandes fies tas, quanto fazíen las C ortes, trayessen coronas de oro con piedras muy nobles e ricam ente obradas. E esto por dos razones, la una, por la significança de claridad de Nuestro Se ñor Dios, cuyo lugar tienen en tierra, la otra, porque los omnes los conosciessen” (Ley V). También nos indica qué virtudes debe te ner el rey: “co rdura […] tem perança, fortaleza de coraçón […] justicia, que es m adre de todo bien, ca en ella caben todas las 142 otras” (Ley VIII). Debe ser m añoso en cazar “porque la caça es a rte e sabiduría de guerrear e de vencer, delo que deven los reyes ser mucho sabidores” (Ley XX). Y, para finalizar, destacam os el Título VII: “Qual debe ser el Rey a sus fijos e ellos a él”150, porque contiene una teoría educativ a. Defiende la necesidad que tiene un rey de saber leer y escribir porque su sabiduría es provechosa a su pueblo, por lo mismo los hijos de los reyes tienen que aprender, tanto por razone s de Estado com o por su aprovechamiento espiritual. Bien podem os decir que llevo a la práctica estos razonamientos; él fue un rey sabio y su heredero tam bién tuvo una buena for mación, como veremos en el siguiente capítulo, y su sobrino, don Juan Manuel, fue una de las grandes figuras de la literatura castellana. d) Los manuscritos. De Las Par tidas se conservan varios m anuscritos de diversas épocas. Unos conservan la obra co mpleta, otros alguna Partida independiente, y otros contienen tan solo fragm entos. Además tenem os noticias de algunos testim onios perdidos. Y, para hacer más complejo su estudio, todo este m aterial se en cuentra d isperso en diferen tes bibliotecas de diversas ciudades y países. Algunos juristas sospechan que la redacci ón actual de la edición de la Rea l Academia de la Historia no es la versión auténtica de Alfonso El Sabio, la cual se habría perdido. Como dicen Carlos Alvar y J.M. Lucía: “la inexistencia de trabajos dedicados a examinar la tradición manuscrita no nos pe rmite conocer con seguridad cuáles fueron las varias versiones de sus textos ni en qué m edida esas versiones son atribuibles a los jurístas alfonsíes o a refundiciones posteriores” 151. Según García Gallo 152, las ediciones que tenem os en la actualidad nos s irven para conocer lo que eran Las Partidas en los siglos XIV y XV, que seguram ente en origen no tuvieron ni la extens ión ni la form a con que se nos presentan, puesto que el texto ha sid o objeto de m últiples r eelaboraciones. En época del propio Alf onso X, y también poco después, cuando él ya había m uerto, el equipo de ju ristas que él había formado y otros nuevos siguieron la re elaboración, y las obr as siguieron siendo presentadas como del rey Sabio, aunque no hubi era intervenido. Ade más, defiende que 150 Se dice que se basa en el tratado escrito por Santo Tomás de Aquino: De regimine principum ad regem Cyprum. Pero esta obra está fecha da en 1265-66, m ientras que las Partidas se r edactan en 1263 . (TORRES DELGADO, & MONTOYA MARTÍNEZ, & JUÁ REZ BLANQUER, & RUBIO FLORES (edición y est udios): Partida Se gunda de Al fonso X el Sabi o. M anuscrito 12. 794 de l a B.N . Grana da: Universidad, 1991, pp. 322-323). Cfr. Con el a partado d) Los manuscritos, de esta Tesis Doctoral, donde se e xplican l os problemas de datación de la obra. 151 ALVAR, Carlos & LUCÍA MEGÍAS, J.M.: Diccionario filológico de Literatura medieval española, Madrid: Castalia, 2002, p.56. 152 GARCÍ A G ALLO, Al fonso: “El Libro de las leyes de Al fonso el Sabi o. Del Espéculo a Las Partidas”, Anuario de Historia del Derecho Español, 21 (1951), pp. 347-528. Y “Nuevas observaciones sobre l a obra l egislativa de Alfonso X”, Anuario de Hi storia del Derecho español, X LVI ( 1976), p p. 609-670. En ambos artículos da s u visión sobre el espinoso tema de l as obras legislativas, argumentada con numerosos datos y citas, a veces, demasiado prolijos. Cfr. ALVAR, Carlos & L UCÍAS M EGÍAS, J.M.: Diccionario Filo lógico d e Literatura Medieval Española, Madrid: Cátedra, 2002, p .15: “Se t rata de un cuer po legislativo que, en vi da de Al fonso, no llegó a alcanzar una promulgación real y cuya aplicación sólo fue efectiva en los últimos años del reinado de Al foso XI, cuando este monarca im pulsó el Ordenamiento de 13 48, desde el que se rem ite a la autoridad del conjunto de l as Siete Partidas . Ésta es la ci rcunstancia que le p ermitió a Alfonso García Gallo c onjeturar con que el Libro de l as leyes no se terminó en el rei nado al fonsí, si no en a ños posteriorres, aspecto que ha sido rebatido convincentemente por Jerry R. Craddock” 143 sus obras legislativas están entrelazadas, de m anera que, según este investigador, el Setenario fue un m odelo inmediato para buena parte de la Primera Partida , así co mo los lib ros II y III del Espéculo se refundieron en la Segunda Partida . A su ve z la Tercera Partida estaba constituida por los libros IV y V del Espéculo y con influencias de las obras del Maestro Jacobo de las Leyes 153. Como consecuencia de este planteamiento, la datación de la obra es m uy difícil, y concluye afirm ando que, lo que hoy denominamos como Siete Partidas, no es una obra de Alfonso X. Los especialistas adm iten que hubo va rios proyectos. Por ejemplo, Craddock 154 defiende tres redacciones de es ta obra. La p rimera se realiz aría entre el 23 de junio de 1256 y el 28 de agosto de 1265, ta l y com o se dice en el prólogo 155 del cód ice d e Londres, que él da por obra auténtica de Alfonso X. Una reelaboración entre 1272-75. La tercera versión realizada hacia 1290, que sería el manuscrito más antiguo conservado actualmente en la British Library, que sería una refundición del Espéculo. La segunda reelaboración afectar ía, sobre todo, a la conocida como Segunda Partida, cuando todavía no ha renunciado al sueño imperial, por eso en ella se habla de los emperadores. Incluso, tendría cabida uno de los argum entos de García Gallo 156 para retrasar la fecha de esta obra y es que, se gún él, hay muchos párrafos que coinciden con la obra De regimine principum de Santo Tom ás, y teniendo en cuenta que no la inicia antes de 1265, su utilización en esta Partida tendría que ser en fecha posterior. Cabe pregu ntarse, como hace Craddock 157, por qué un año despues de haber concluído el Espéculo, comenzó un código nuevo m ás desarrollado y mucho m ás influído por el Derecho rom ano-canónico. Y en este contex to hay que inscribir la candidatura del rey castella no al im perio rom ano-germánico y, quizá, por eso se decidiera a formar un código digno de un emperador. 153 Eminente jurista del siglo XIII, por lo que fue llamado por Fernando III para adoctrinar en leyes a s u hijo el i nfante here dero don Al fonso. C uando ést e f ue rey l e nom bró juez y l e di o t ierras en el Repartimiento de M urcia. S u o bra m ás fam osa es Las Flores del De recho, en la que se ve clara la influencia del Derecho romano. En su prólogo dice: “al muy noble e mucho ondrado sennor don Alfonso fijo del muy noble e bi en aventurado sennor don Fernando, por la gracia de Di os, Rey de C astiella e de León, y o m aestre Jaco bo delas leys, vu estra f iel co sa, vo s enb ío este libro p equenno, en l o qual me encomiendo en vuestra gracia, como de sennor de que at iendo bien e merced. Sennor, yo pensé en las palabras que me dixestes, que vos plazería que escogiesse flores de derec ho bre vemientre, porque podiessedes aver alguna carrera ordenada para entender e para deliberar estos pleytos, segund las leyes de los sab ios […] Partí esta v uestra ob ra en t res lib ros. E n el libro primero, se t racta commo guarde des vuestra dignidad e vuestro sennorío, que es dicho el Latín, officio e iurisdisción”. Su otra obra importante es el Doctrinal. Según García Gallo , ambas son anteriores a Las Partidas e inf luyeron en éstas, au nque fueron esc ritas du rante el re inado de Alfonso X. (GARCÍA GALLO, A.: “El Libro de l as leyes de Alfonso el Sabio. Del Espéculo a Las Partidas”, Anuario de Historia del Derecho Español, XXI (1981), pp. 423 y ss. 154 CRADDOCK, Jerry R.: “La cronología de las obras legislativas de Al fonso X el Sabio”, Anuario de Historia del Derec ho Es pañol, 51 ( 1981), pp .396 y ss. En este ar tículo discrepa clar amente d e las hipótesis de García Gallo. 155 “Este es el prólogo del Libro del Fuero de las Leyes que fizo el noble don Alfonso, rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallicia, de Sevilla, de Córdoba, de Mu rcia, de Jaén et d el Algarbe, que fue fijo del muy noble rey don Fernando, et de la muy noble reyna doña Beatriz, et comenzolo el quarto año que regnó en el m es d e Ju nio, en la vigilia de San t Jo han baptista, qu e fue en era d e mill et d ocientos et noventa et quatro años, et acabolo en el treceno que regnó, en el mes de agosto en la viespera dese mismo Sant Johan Baptista, quando fue martiriado, en la era de mill et trecientos et tres años “. 156 GARCÍA GALLO, Alfonso: “Nuevas observaciones sobre la obra legislativa de Alfonso X”, Anuario de Historia del Derecho Español, 21 (1951), pp. 634-5. 157 CRADDOCK, Jerry R: “La cronología de las obras legislativas de Alfonso X el Sabio”, Anuario de Historia del Derecho Español, 51 (1981), p. 374. 144 Hay que tener presente que una cosa es la f echa del tex to or iginal, y otra, la fecha de los m anuscritos que conocem os y que son la base de nuestro trabajo. El contenido nos interesa porque refleja el pe nsamiento político del rey y, en especial, porque defiende un modelo de autoridad regia, ya comentado, de ahí nuestro interés por despejar las dudas respecto a la autoría. En cuanto a los manuscritos, vamos a analizar a continuación algunos para ver qué im agen del rey podemos extraer de los folios iluminados en los que aparece representado. La Primera Partida158. Este m anuscrito, según el estudio dirigido por Arias Bonet, por su ornamentación y contextura paleográfica, podría situarse en las postrimerías del reinado de Alfonso X com o datación más temprana. José Manuel Ruiz Asencio hace el análisis paleográfico de ese estudio y concluye que el códice se fecha en torno a 1300, y dice que guarda relación con ej emplares salidos del scriptorium real en tiem pos de Sancho IV e incluso Fernando IV159. Está ilustrado con veintisiete miniaturas bien conservadas. Siete de ellas ocupan el campo interno de las letras capitales corre spondientes a los títulos de la Partida, las restantes son exentas y tienen forma cuadragular ocupando el ancho de una columna de escritura. Son im ágenes que com plementan el texto y ayudan al lector a entenderlo. Todos los estudios que hem os cons ultado las consideran obra del scriptorium r eal: Angulo, Guerrero Lovillo y Gonzalo Menénde z Pidal. Guadalupe Ramos (uno de los autores de la obra dirigida por Arias Bonet), dice que tienen lazos estrechísimos con las miniaturas de Las Cantigas (El Escorial T.I.1), aunque es tilísticamente más arcaizantes y con mayor influencia francesa160. Las m iniaturas, que se solían hacer de spués de la ejecución del texto en los espacios dejados en blanco, tienen que ser al go posteriores a la escr itura del códice, por lo que podemos concluir que este códice fue iluminado probablemente en el scriptorium real, pero en la época de Sancho IV (1284- 1295), todavía con el espíritu del rey Sabio, pero incorporan novedades, sobre todo, en el estilo artís tico de las miniaturas y en la simbología monárquica. Las miniaturas ilustran el texto, y en m uchas de ellas aparece el rey (f ols. 79r, 80v, 86v, 89r), donde se le representa sentado s obre escaño cubierto de ricas telas, con los pies sobre escabel, claramente diferenciado del resto de los personajes, con corona y en actitud majestuosa. 158 British Museum, Mss. Add. 20.787. De la Primera Partida se conserva otro manuscrito en la Hispanic Society of America (MS:HC. 397/573). Según Francisco Ramos Bossini, que lo ha estudiado, debió ser escrito en e l primer cuarto del siglo XIV, y coincide m ayoritariamente c on este d el B ritish Mu seum. No con tiene miniaturas qu e lo iluminen. (Primera Partida de la Hispanic Society of America, Granada, 1984). 159 A RIAS BONET, Ju an Antonio (dir): Primera Pa rtida. Manuscrito d el British Mu seum, Vallado lid: Universidad, 1975, pp. 41 y ss. Cfr. Catálogo del British Museum: “Libro del fuero de las leyes qu e fizo el noble don Alffonso, Rey de Castiella, de Toledo”: The Code of Laws drawn up by Alphonso X, king of Castille and Leon (1252-84), and known by the name of Las Partidas. Spanish, vellum, XIV cen tury with finely painted miniatures and illuminated capitals” Cfr. RUIZ, Elisa: “Hacia una codicología de la producción manuscrita de la Corona de Castilla en lengua vernácula”, en I Congreso Internacional de CiLengua, diciembre 2007, p. 1 6 (en prensa). Dice que esta obra difiere del canon librario atribuible a la Cámara regia por la letra empleada y por el aparato icónico. 160 ARIAS BONET, Juan Antonio: Ibidem, p.32 145 Nos interesan, sobre todo, las prim eras. En el folio 1r [fig. 32], hay una escena que se puede considerar de “presentación”, como hemos visto en los códices de otras obras. Vemos al rey en el centro, sobre escaño, más alto que las dignidades de la Iglesia y los cortesanos, dispuestos en tres planos. Lleva corona, el libro en la mano izquierda y una gran espada levantada en la m ano derecha que simboliza la ley, que es el contenido de dicho libro, que se supone contiene Las Partidas, que está presentando en su corte. Así pone de m anifiesto su activid ad legisladora, propi a de un rey. Es de destacar la espada 161, la cual no aparece en las otras m iniaturas de presentación, de ahí que se la relacione con el contenido, que corres ponde a un código de leyes; toda la escena aparece bajo un gran arco trilobu lado sostenido por dos colum nas, por encima del que se ven edificios de una ciudad. Ana Dom ínguez162 inte rpreta e sta m iniatura, como ejemplo de representación del absolutismo regio: el rey lleva la espada desnuda y el libro cerrado, grupos de cortesanos le rodea n, su frontalidad es total, es la rigidez de una institución más que la de una persona; se trata de la re presentación de la soberanía por sí misma, además el texto dice “este es el prólogo del Libro del Fuero de las Leyes , que fizo el noble rey don Alf onso”; reproduce la im agen de l rey-legislador, frontal y rígida; además, podría entenderse como la representación del rey como el corazón de su pueblo, pues en la Segunda Partida dice “com o el corazón está en m edio del cue rpo, para dar vida igualmente a todos los miembros de él, assí puso Dios al rey en medio del pueblo para egualdad e justicia a todos co munalmente”. Estas afirmaciones podrían cuestionarse, nos parece exagerado hablar en el siglo XIII de “absolutismo monárquico” y, por otro lado, nos trae a colación un texto de la Segunda Partida, pero es cierto que la idea de que el rey es el centr o de su reino s í parece arraigada en la concepción po lítica de Alfonso X. En el fol. 1v [fig. 33] hay una im agen que podem os considerar “de autor”, vemos al rey sentado en su escaño, con corona , dictando a tres co laboradores que están sentados en el suelo a la orie ntal, hacia los que s e inclina; en realidad el rey señala con el dedo índice a uno qu e es el escriba, los o tros dos miran. El que aparezca Dios-Padre en la parte superior representado en el cielo, con el globo y bendiciendo, se puede interpretar como invocación del rey en su acció n de legis lador. Al ser vicario de Dios, está inspirado por Él en toda s sus tareas de gobierno. La acci ón transcurre en el interior del palacio y, como otras muchas veces, esta circunstancia es indicada por los cortinajes recogidos a ambos lados. Por lo tanto, se representa al rey como autor de la obra, lo que ya hemos visto en otros libros. La escen a viene enmarcada por un gran arco apuntado con el intradós trilobulado so stenido por dos grandes column as, y al fondo se ve un paisaje urbano. En el m ismo fol. 1v [fig. 33, detalle], en letra capital, hay una im agen m uy curiosa. Ap arece el rey coronado arrodill ado con un libro cerrado, que sería esta Primera Partida, que con sus manos lo ofrece a Dios, cuya cabeza asoma desde lo alto. La escena se podría interpretar cómo el rey recibe la inspiración de D ios a la hora de legislar. Ideológicamente es im portante porque entraría dentro de la im agen de un rey, vicario de Dios, de quien r ecibe directam ente el poder te mporal y, por lo tanto, no reconoce a la Iglesia como su interm ediaria; estaría dentro de una concepción gibelina 161 En la Segunda Partida (Título XXI, Ley IV) se habla de la espada, describe sus partes que son cuatro: el mango, la manzana, el arriaz y el hierro. El hierro u h oja significa la justicia: “El fi erro de la esp ada que es derecho e agudo, et taja egualmente de ambas partes” 162 DOM ÍNGUEZ R ODRÍGUEZ, A na: “El Officium Sal omonis de C arlos V e n el M onasterio de El Escorial. Alfonso X y el planeta Sol. Absolutismo monárquico y hermetismo”, Reales Sitios, 83 (1985), p.15 146 del poder. A la vez se puede entender com o una “im agen de dedicación” del código a Dios, su inspirador163. Las m iniaturas de este códice son muy interesantes porque nos presentan al monarca como autor, legislador y soberano que recibe el poder directamente de Dios. Es decir tenemos las tres v ariantes más significativas de la im agen del rey visto en tod os sus libros. Así m ismo son importantes porque vemos en ellas una concordancia con el contenido de este código de leyes. La Segunda Partida 164. El códice comienza con un prólogo en el que nos explica el contenido: Este es el segundo libro de las S iete Partidas que fabla de los em peradores, e de los reyes e de los otros gr andes sennores en cuyo poder es la justiçia temporal; quales deven ser, e commo an de enderesçar a sý e a sus vidas e a sus regnos, e a servirse dellos; e los pueblos commo deven temer a Dios e a ellos. (fol.2r) Consta de treinta títulos que se dividen en tres partes. La primera trata del rey, de sus deberes y sus derechos. La segunda, del pueblo, sus derechos y deberes con respecto del rey y de la tierra. La tercera, de los defe nsores de la tierra y de los instrum entos y acciones para defenderla. Este manuscrito tiene un interés particular para nuestro trabajo, ya que en él hay una m iniatura que personifica a un rey [fig. 34]. Según el Catálogo de la Biblioteca Nacional perteneció al Conde de Haro y es del siglo XIV, por lo tanto, estilísticamente, no tiene nada que ver con las representaciones gráficas de las obras salidas del escritorio real alfonsí. En la inicial capital L del texto de la Partida (fol. 2r), en su interior, aparece la figura de un rey con m elena corta y barba ru bia, sentado sobre escañ o cubierto con cojín, porta el cetro en su m ano izquierda y la bola del m undo en su m ano derecha y lleva corona dorada. A sus pies hay un hom bre arrodillado, que ade más es de m enor tamaño que el monarca. Es una pintura bastante tosca pero, por eso mismo, nos interesa pues destaca los atributos que se consideran importantes para resaltar la imagen regia: corona, cetro y el globo , el cual en muchas ocasiones aparece en m anos de Dios. Es el prototipo del rey com o vicario de Dios que tiene el poder tem poral, y al que el pueblo debe servir, com o nos indi ca el contenido de esta Segunda Partida . Ade más, el que aparezca un rey, com o única m iniatura, se pue de interpretar como alusión a la auto ría del libro de Alfonso el Sabio com o aparece en el títu lo del códice. E l que porte como emblemas el cetro y la bola no es propio de las representaciones de época alfonsí; eso sí son atributos que se corresponde n a lo que se entiende por poder de la realeza en el texto de la Segunda Partida. 163 Elisa Ruiz opina que esta imagen no cuadra con la iconografía propia de los talleres alfonsíes, ya que el mensaje de sometimiento a la v oluntad divina es m ás propio de la co ncepción política defendida por Sancho IV ( “Hacia un a codico logía de la p roducción m anuscrita d e la Corona de Castilla en len gua vernácula”, en I Congreso Internacional de CiLengua, diciembre 2007, p. 19 (en prensa). 164 T ORRES D ELGADO, Cri stóbal, & M ONTOYA M ARTÍNEZ, Jesús, & J UÁREZ BLA NQUER, Aurora, & RUBIO FLORES, Antonio: Partida Segunda de Alfonso X el Sabio. Manuscrito 12.794 de la BN, Granada: Universidad, 1991. 147 Las Siete Partidas 165. Códice de lujo, del s iglo XIII, que pert eneció a don Álvaro de Zúñiga, primer Duque de Arévalo, y qu e posteriormente aparece entre lo s libros de la Biblioteca de Isabel la Católica, tal vez le fuese regalado. El inte rés p rincipal radica en las p reciosas m iniaturas y orlas que decoran la primera página de cada una de las siete Partidas. Parece que han intervenidos diferentes artistas, pero en ellas se ve n claras influencias francesas 166. Está hecho con pergam ino de buena calidad y tiene una encuadernación de cuero repujado m uy r ica, lo que nos indica la importancia que se daba al contenido de este libro. Las m iniaturas, quizá p uedan guard ar cier ta relación estilís tica con las de las obras salidas del scriptorium alfonsí, com o, por ejem plo, la representación de fondos escaqueados, aunque sean posteriores en el ti empo; en defin itiva lo que nos interesa es resaltar los sím bolos que hagan referencia al rey Alfonso com o autor de la obra, y también ver si concuerdan con el contenido de cada Partida. Este manuscrito incluye el prólogo de la obra donde se dice que el rey Alfonso hizo este código de leyes. Una peculiaridad de este códice es que la parte que corresponde a la Primera Partida según el catálogo de la propia Biblioteca Nacional, es un añadido del siglo XV, lo que se p ercibe claram ente en la m iniatura y en la cenefa que son di ferentes a l as demás. En el fol. 6r [fig. 35] tenemos el comienzo del Prólogo; es la hoja más lujosa por las herm osas cenefas con escudos que la adornan. En la inicial aparece una bella miniatura que contiene una escen a enmarcada por dos columnas que sostienen un arco conopial con el intradós trilobulado en la que se puede ver a Cristo con nimbo crucífero, portando la bola del m undo en su mano izquier da y bendiciendo con la derecha desde un gran altar, donde está sentado. A él se dirige el Papa, reconocible por la tiara, de pie, quien presenta al rey que lleva corona y que está arrodillado en actitud sum isa. Es curiosa esta imagen en que podría entenderse que el poder temporal del rey es inferior al espiritual del Papa, que actúa com o intermediario entre Dios y el rey, idea que no se corresponde con la concepción del rey Sabio, gibelino y defensor en esta obra de la igualdad de los dos poderes. Creemos que es una interpretación anacrónica pues es la que le asignan en el siglo XV. Hay dos filacterias con la s siguientes leyendas: Deus propitius es to mihi pe ccatori (Dios, sé propicio a m í que soy pecador) y Respice in servo tuo Domine (Pon los ojos en tu siervo, Señor). La presencia del rey m uestra que se conserva la tradición de que este código fue elaborado por Alfonso X, como recoge el Prólogo que aparece escrito a c ontinuación de esta m iniatura. El otro mensaje, que sí parece claro , es que la ley la da Dios, idea ref orzada, adem ás por las palabras de la filacteria. Las restantes m iniaturas sí aportan im ágenes con contenidos sim bólicos similares a los utiliz ados por los co laboradores del rey Sabio. Por ejemplo, en el f ol. 106r [fig. 36] aparece el com ienzo de la Segunda Partida . Dentro d e la capital L tenemos una bella m iniatura que representa a un rey sentado en un trono, con corona, gran espada desnuda levantad a con su m ano derecha, mientras que con la izquierda da un libro cerrado a un hombre arrodillado junto al que hay otros dos. La escena recuerda a las “im ágenes de presentación” hechas en la época del rey Sabio donde aparecía entregando los libros mandados hacer por él. A quí se querría sim bolizar esta autoría; 165 BNE, vitr. 4-6. 166 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús: Manuscritos con pinturas, Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1933. p.340. y PAZ Y MELIA, A.: “Códices más notables de la BN”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XI (1904), pp. 437 y ss. 148 además, la e spada es símbolo de justicia, ya que este es un código de leyes auspiciado por el rey. En el fol. 1 91r [fig. 37] aparece el com ienzo de la Tercera Partida . Destaca la letra cap ital F. En ella se observa bajo tres arcos tril obulados una escena que podría tener lugar en el interior del palacio, y en la que el rey está impartiendo justicia. Sentado en un trono, de perfil, coronado, sujeta una gran espada desnuda con su mano izquierda, y, con la derecha, se dirige al grupo que tiene enfrente, en el que parece que se juzga a una mujer. Además, esta Partida habla de la “ Justicia”, por lo que hay clara relación entre el contenido y la figura representada. E l rey es la m áxima autoridad a la hora de impartir justicia. Las tres imágenes, aun que sean d e siglos diferentes, nos dejan claro que responden a un esquema iconográfico común: el rey como máxima autoridad para hacer leyes y otorgar justicia, virt ud que ejerce por inspiración de Dios. Así que ésta es la imagen que se tenía de Alfonso X e n su época y con posterioridad y, en estos aspectos, creemos que es la que él quería dar. 3.5.6. EL SETENARIO167. Parece ser que Fernando II I quiso realizar este libro, pero no pudo y será su hijo quien lleve a cabo esta em presa, como en el propio lib ro s e nos indica: “Et nos d on Alfonso, desque vimos este libro compuest o y ordenado, pusiém osle nombre Setenario segunt que entendiem os que conv iníe a la natura de las razones e a la m anera de fabla”168. Según Carlos Alvar y J.M. Lucía 169, Alfonso X sólo pudo interesarse por esta obra en el periodo de 1252-55, en el que tuvo que i mponer su autoridad contra la nobleza y contra su herm ano el infante don En rique, para lo que reiv indicó la autoridad de su padre, en el que se unían méritos religiosos, políticos y militares. La obra nos ha llegado incompleta, pero debió de tener también siete libros. Una parte de su contenido p odría haber pasado a las Siete Partidas . Más que un código de leyes debió ser considerado como un manual de instrucción y de “castigos”, destinado a los que tenían que gobernar o, en concreto, al príncipe heredero. 3.6. CARACTERÍSTICAS DE LA MINIATURA ALFONSÍ: Vamos a analizar las miniaturas que aparecen en los manuscriotss comentados y que se pueden considerar realizad as en el scriptorium real. E l conjunto es una obra de arte muy importante, ya que en los talleres al fonsíes se realizó una síntesis de diversas influencias (f rancesas, ita lianas y musulm anas) que, un idas a la tradición artística hispánica, han dado lugar a una obra extraordin aria por su calidad, por su singularidad y por su belleza. 167 Ha sido conservado en dos códices: Biblioteca y archivo de la Catedral de Toledo, ms. 43-20 RBME, ms. P-II-20 168 VANDERFORD, K ennet H. : Edición d el S etenario, Buenos Aires: Facultad d e Filo sofía y Letras, 1945. Ley 10, en el final. 169 ALVAR, Carlos & LUCÍA MEGÍAS, J.M.: Diccionario filológico de Literatura medieval española, Madrid: Castalia, 2002, pp. 5-6. 149 La mayoría de los auto res coinciden en que la influencia francesa 170 no es tan importante com o se pudiera pensar a prim era vista. Según Ana Dom ínguez171, es de tener en cuenta el influjo de los m anuscritos realizad os en el sur de Italia para Manfredo, hijo y sucesor del em perador Federi co II, y por lo tanto pariente del re y castellano. Pero como hay notables diferencias y, desde luego, la producción castellana es mayor, dice esta autora que las sem ejanzas podrían venir de un foco com ún como sería el de los manuscritos bizantinos y árabes que llegaron a ambas cortes. Desde luego los manuscritos árabes eran abundantes en la corte de Alfonso X, como lo demuestra las traducciones de m uchos de ellos; otros se copiarían, pues ya he mos visto en las miniaturas que, incluso en la m anera de se ntarse de m uchos cortesanos, siguen los modelos de esos manuscritos orientales. Las m iniaturas alfonsíes hay que relaci onarlas con la reciente conquista del Valle del Guadalquiv ir. El fortalecim iento económico pudo perm itir que se destinasen ciertas cantidades en estas labores. El rey decidió aglutinar en torno suyo unos profesionales que creasen obras representativas de un arte de corte. Se puede calificar de esta m anera por el lujo con que se ilustraron los códices debido a la posibilidad de m edios, por el seguimiento constante del rey, y porque la mayoría de las m iniaturas son de contenido profano, exceptuando Las Cantigas , de acuerdo con los variados temas de los libros que ilustran. Es una miniatura cortesana porque se rea liza en la corte y auspiciada por el rey, quién es representado en num erosas ocas iones, lo que pone de m anifiesto su participación en las o bras. Nos ofrecen im ágenes m uy diversas d el rey : orando, recitando a la Virgen, cazando, jugando al ajedr ez, dictando el libro, recibiendo el libro, pero siem pre se le representa de m anera solem ne, norm almente sentado en un sitial elevado o escaño al m odo occi dental. Estas im ágenes enci erran una intencionalidad propagandística, por lo que tienen connotaciones culturales y políticas fundamentalmente, pero también religiosas en el caso de las Cantigas. Para nosotros tiene otro valor: que a través de ellas vemos al rey como promotor de los talleres; es d ecir, rodeado de personas que parecen ser copistas, traductores que le escuchan con atenció n para seguir sus órde nes, lo que avala su im agen de autor, al menos indirecto de la ingente cantidad de obras salidas del scriptorium, que podría haber sido fundado por él. También se puede decir que estas m iniaturas nos transm iten una representaicón realista de la vida en el reino castellano-le onés del siglo XIII, pues no presentan al rey en abstracto sino en distintos m omentos de su vida y haciendo cosas diversas. S on narrativas y realistas en los deta lles, ambiente, vestidos etc.; como ejemplo valga el que da Gonzalo Menéndez Pidal: “Las ropas con que se pres enta al Rey en el Libro de los Juegos, so n exactam ente aqu ellas con que está sepultado en S evilla”172. Las ilustraciones se han convertido en testim onios gráficos de su época porque nos dan noticia de cómo eran muchos de los aspectos de la vida de aquella época, y, adem ás, las consideramos como fuentes muy fidedignas, pues no han podido ser alteradas, como puede ocurrir con las fuentes escritas. 170 En el si glo XII I l a i nfluencia france sa en el art e es im portante, en arquitectura, pintura, vitrales y, también, e n m iniatura. A demás, el pa rentesco de am bas di nastías fa vorecía est e i nflujo, p or e jemplo, Alfonso recibió como regalo libros miniados de su primo san Luis rey de Francia. 171 DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ, Ana: “Filiació n es tilística d e la miniatura alfo nsina”, en Acta s d el XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, Granada: Universidad, 1975, pp.353-4. 172 MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo: La España del siglo XIII leída en imágenes. Madrid: Real Academia de la Historia, 1986, p.13. 150 La m iniatura gótica tiene su m ás notab le m anifestación en los m anuscritos alfonsíes. E n ellos se p erciben inf luencias del gótico francés o italiano, pero tam bién influencia mudéjar que se ve, especialm ente, en las deco raciones de los interiores y en las arquitecturas. Se pinta sobre el fondo blanco del pe rgamino y no sobre fondo dorado o de azul de ultram ar, lo que contribuye a m atizar lo s colores con tonos interm edios y a que resalten los efectos volum étricos de la s figuras. El dibujo es fino, claramente predominante, y los colores, en general, son suaves. En el sig lo XIII se p roduce el g ran cam bio en la m iniatura, se p asa del simbolismo y la m ajestad rom ánicas haci a la narración naturalis ta. En opinión de Yarza, la p intura caste llana del s iglo XIII se puede divid ir cla ramente, en antes y después de Alfonso X 173. Para entender esta m aravillosa eclosión de las ilustrac iones de los m anuscritos alfonsíes, hay que situarlos en el contex to europeo, donde hay ejem plos de producción de obras sem ejantes, especialmente en la Franci a de Luis IX y en el sur de Italia en la corte de Manfredo, hijo de Federico II. Pero desgracidamente, a la muerte del rey Sabio, el arte de la m iniatura se degrada en Castil la, lo que se convierte en una prueba m ás de que es un arte cortesano auspiciado por el rey específicamente. Una pregunta que tiene difícil respue sta es situar dónde estuvo el taller de miniaturistas que ilum inaron los libros del scriptorium. Al ser una corte itinerante, se podría pensar, como Guerrero Lovillo, que en las miniaturas están presentes detalles de Sevilla, Toledo y Murcia, por lo que defiende la hipótesis del carácter nómada de estos artistas cortesanos que, acom pañando al m onarca en su s viajes, rep resentaban los escenarios que veían 174. En ca mbio, otros estudiosos defienden Sevilla, por ser la ciudad donde más tiempo tuvo sede la corte de Alfonso X. También se puede plantear la no existen cia de tal scriptorium regio, si no la existencia de talleres a los que el rey hacía los en cargos y d aba las d irectrices, y que acabaron especializánd ose y haciendo auténticas obras de arte. En lo que no hay duda es que hubo una división del trabajo a la hora de hacer las miniaturas; esto se ded uce de la varied ad de estilos que se percib en en los distintos libros y aún dentro de cada li bro, por ejemplo, unos hacían las orlas y otros las escenas; pero la prueba más concluyente la proporciona el estudio de los códices incompletos, en los que se puede ver como se iluminaban por fases. Dom ínguez Bordona175 nos da inform ación del nom bre de unos pocos iluminadores que han llegado hasta nosotros, lo que le sorprende dada la im portancia de los libros alfonsíes. Hay gran escasez de noticias sobre el equ ipo d e escribano s y miniaturistas, entre los que cita los siguien tes: El Libro del Juicio de las estre llas lo firma Álvaro. En la copia de la General Esto ria conservada en la Biblioteca Vaticana se lee la siguiente suscripción: “Yo, Martín Pérez de Maqueda , escrivano de los libros del muy noble rey don Alfonso, escreví este libro con otros m is escrivanos176 que tenía por 173 YARZA LUACES, Joaquín: Baja Edad Media. Introducción al arte español, Madrid: Silex, 1992, p. 98. 174 GUER RERO LOV ILLO, José: M iniatura gót ica cast ellana. Si glos X III y XI V, M adrid: C .S.I.C., 1956, p.20. 175 DOM ÍNGUEZ B ORDONA, Jesús: “ Diccionario de i luminadores esp añoles”, Boletín de l a Re al Academia de la Historia, Madrid, 140 (1957), pp.110-111. Cfr. GUERRERO LOVILLO, Jo sé: Las C antigas, est udio ar queológico de sus miniaturas, Mad rid: 1949, pp. 32-3. Dice que l a personalidad de l os maestros i luminadores nos es desconocida y a que su papel en aquella sociedad era exiguo, realmente eran unos criados que no tenían por qué aparecer en las listas de confi rmantes de do cumentos ni en ni ngún registro. Pie nsa q ue la mayoría sería de raigam bre 151 su mandado”. Opinamos que esta cita nos da una prueba más de la dirección del rey en todos las etapas, y de que se trabajaba en equipo. Mª Victor ia Chico 177 añade algunos nom bres a los an teriores, además de Juan González, y a com entado en el Códice de lo s Músicos. En el Códice Rico, en su miniatura c.156.1 se ve a un canónigo firm ando sobre un atril con la siguiente inscripción: Victrix Fortunae Pacientia D. A ndres. Por su parte, en el Códice de Florencia en la cantiga 3 75 se menciona al escribano Bonamia de Sevilla, person aje de nombre provenzal o catalán que en junio de 1275 estaba la servicio del rey; así mismo en la cantiga 377 se menciona a P edro L ourenço quien “os livros de Santa María pintava ben e ag ina”. Otro artis ta fue el se villano Juan Pérez, p intor del rey, a quien Solalinde atribuye las miniaturas del Códice Florentino. Pedro de Pam plona escribió y pintó la Biblia para uso del re y, son dos tom os de vitela f ina que se e ncuentran en la biblioteca de la catedra l de Sevilla 178. Como vemos son artistas cuyos nombres no han trascendido, por tener poca c onsideración social, ya que son m eros artesanos, en cambio, se valora más al comitente de las obras, en este caso el monarca. 4. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS CÓDICES MINIADOS. Incluimos aquellos ejemplares ajenos al scriptorium real pero que contienen una representación de Alfonso X o bien una figura genérica de rey próxima en el tiempo. 4.1. LIBRO INTITULADO DEL TUMBO DE SANTIAGO 179. Este manuscrito en pergamino se podría datar a principios del siglo XIII porque la letra es carolina de tran sición a gótica, regular y sim étrica. Tiene unas bella s capitales m iniadas, aun que artísticam ente algo toscas, que ocupan todo el folio a lo largo, en las que se com binan diferentes elem entos; como se puede apreciar en el fol. 16v [fig.38]. La letra P presenta un caído que sale de la boca de un dragón, y unos soldados con cotas de malla y espadas que ascienden; en el interior de la letra tene mos la representación de un rey coronado que porta la cruz de la victoria en su mano izquierda; se trata de don Pe layo, según el contenido del te xto: “Prim um in Asturias Pelagius regnavit”. Esta m iniatura alude a las lu chas territoriales y a la victo ria de los cristianos, tema muy pr esente en la iconografía re gia pues el rey es quien dirige a su huestes contra el infiel; por eso, junt o al rey, aparecen soldados com pletamente armados en actitud bélica. española a unque c on i nfluencias f rancesas. N os habla de Pe dro L orenzo, el ogiado en l a C antiga CCCLXXVII y de un monje que hacía unas letras ad mirables en oro azul y ro sa, como dice la Can tiga CCCLXXXIV; ta mbién d e Jo han Pérez que era p intor del rey en Sev illa en 1 261 y que podría h aber pintado el códice florentino. 176 No se excluye que los que se manifiestan como escribanos fueran también iluminadores. 177 CHICO P ICAZA, Mª Victoria: Composición pictórica en el Códice Rico de l as Cantigas de Santa María, Tesis doctoral, Madrid: Universidad Complutense, 1987, pp. 52 y ss. 178 CHICO PICAZA, Mª Victoria: Ibidem, p. 54 Recoge dicha afirm ación del Diccionario de Cean Be rmúdez y, además, la opini ón de Domínguez Bordona, para quien esta Biblia fue legada por el rey Sabio a Sancho y éste a su vez la donó a la Catedral, de donde pas ó a la Biblioteca Colom bina ( Manuscritos con pinturas, M adrid: C entro de Est udios Históricos, 1933, vol. 2, pp. 142-3. Cfr. SÁEZ GUILÉN, José Francisco: Catálogo de manuscritos de la Bib lioteca Colombina de Sevilla, Sevilla: Cabildo de la Catedral de Sevilla. Institución Colombina, 2002. En éste no figura dicha Biblia. 179 BRAH, ms. 9/5496. 152 Es anterior al reinado de Alfonso X, pero nos intere sa porque inform a de cómo eran los m odelos iconográficos anteriores y de que, de alguna m anera, perviven en las representación alfonsíes, como lo demuestra su posición mayestática. Además, este rey tuvo gran interés por la lucha contra los puebl os islámicos como lo atestigua la tom a de los reinos de Murcia y de Niebla. Por su s escritos hem os visto com o se consid eraba “Vicario de Dios”, luego para él era fundamental la defensa del reino cristiano, que es lo que esta ilustración representa. Esta miniatura, todavía dentro del estilo del románico, es un punto de partida para com prender la im agen de la realeza en el s iglo XIII, aunque con el rey Sabio se enriquezca con otros valo res que se suman a los que aquí aparecen. Nos ayuda a ver la evolución de la imagen y de la concepci ón de la m onarquía, que se va com pletando con nuevos sím bolos que aluden a otras funciones: juez, autor, trovador etc. Muy sim ilar son los C ronicones de la BNE (m ss. 2805), en realidad son la misma obra, pero parecen hechas por diferentes copistas180. 4.2. TUMBO A DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO DE COMPOSTELA. El documento final de este Tum bo es un privilegio rodado de Alfonso X, dado en Burgos el 4 de noviembre de 1255, en el que concede al arzobispo de Santiago don Juan Arias la villa de Jallas d e Alcaina, li bre y quita, com o las dem ás de la tierra de Santiago. N os llam a la atención por la bell a m iniatura, que ocupa m edia página y representa al rey (fol. 71r) [fig. 39]. Es una ef igie ecuestre, en la qu e el jinete cabalga hacia la izquierda, llevando escudo en el brazo izquierdo y lanza en ristre en el derecho. Es un rey con m elena y barba y con corona áurea. Es una imagen im personal que sigue un modelo tradicional de la m onarquía caste llana y que se repite, por ejem plo, en l os sellos. Lo m ás interesante es la prof usa decoración heráld ica; el escudo aparece cuartelado con los cas tillos y leo nes ram pantes; el cab allo aparece cubierto con gualdrapas en las que se alternan los castillos dorados sobre gules y los leones plateados sobre blanco, al igual que en el escudo. Esta decoración es el sím bolo de la monarquía al igual que el m odelo de rey guerrero ar mado con escudo y lanza. Esta iconografía se adapta muy bien a la tradición, lo único que sorprende es que se elija la figura del rey con sus armas, cuando en el m ismo Tumbo, se representa a Fernando III sedente y con cetro, rey que jugó un papel m ás importante en la lucha contra el Islam que su hijo Alfonso; quizás se le quiere representar como un rey fuerte, guerrero y com bativo, porque la fuente fundamental de su autoridad es la de ser el jefe de esa lucha, teniendo en cuenta que siendo príncipe reconquistó el reino de Murcia, y por tanto es una manera genérica de presentar gráficam ente a los reyes, com o lo es la m ayestática. Podemos concluir que es una bella im agen en la que destaca el fondo cuadriculado en azul que recuerda a una vidriera. Este privilegio rodado presenta al fina l una hermosa rueda [fig.40]. Es de gran módulo. El campo del escudo está cuartelado y dividido por una gran cruz de color oro, en los cuarteles aparecen los castillos dorados sobre gules y los le ones plateados sobre blanco, es d ecir, igual q ue los m otivos heráldicos que aparecen en la im agen ecuestre del rey. Es curioso el uso del azul, color sim bólico de la m onarquía, en varios círculos de la rueda. El modelo se repetirá mucho en este reinado. 180 Denomina al manuscrito Crónica de Pel ayo de Ovi edo y la fecha en el siglo XII, por lo tanto dentro del arte rom ánico. Destaca sus grandes iniciale s con reyes y soldados. (DOMÍNGUEZ BOR DONA, Jesús: Manuscritos con pinuras, tomo I, Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1933, p. 354.) 153 El documento que hem os comentado es la copia de un privilegio y por lo tanto no tiene nada que ver con las producciones del scriptorium real. Alfonso X com enzó a reinar en 1252, así que este documento es de sus primeros años de reinado, pero en este tumbo el último que se incorpora está fech ado el 4 de noviembre de 1255, de lo que se deduce que las ilustraciones de esta parte de l tum bo se harían poco después de esta fecha y serían las últimas, además, es fácil apreciar que su estilo está en relación con la miniatura francesa de la época de san Luis. 4.3. NOTULE DE PRIMATU NOBILITATE E T DOMINI O ECCLE SIAE TOLETANAE181. Trata de la prim acía de la Iglesia de Toledo. Este códice, según figura en su contraportada, contiene copiadas las bulas referentes al Primado de la Iglesia de Toledo y fue term inado, según dice en el colofón, el 14 de m ayo de 1253, en tiem po del arzobispo don Sancho de Castilla, herm ano de Alfonso X, que ocupó la sede toledana hasta su muerte el 27 de octubre de 1261. Contiene una serie de miniaturas que ilustran el texto y parece ser que se refieren a los Concilios de Toledo. Nos m uestran a los reyes presidiendo la reunión a la que asisten las dignidades de la Iglesia. Hemos escogido la que representa el XVII Concilio convocado por el rey Égica en la iglesia de Santa Leocadia de Toledo el año 693 182 [fig. 41], aunque todas son muy parecidas. Lo que nos interesa resaltar es que aparece la figura del rey presidiéndolo, sentado en trono, con corona y cetro, pero a su lado y en trono sim ilar aparece u n arzobispo, seguram ente el de To ledo. Se puede interpretar como una representación de los dos poderes o de las dos espadas que hemos comentado en la Segunda Partida ; en ellas se refleja la relación entre am bos, unas veces de igualdad, otras de superioridad de uno de e llos. Estilísticamente hablando, son bastante incorrectos en las proporciones pero llenos de expresividad, son dibujos perfilados en tinta y con toques de color, en este caso rojo; la escena aparece enm arcada por un gran arco trilobulado sostenido por dos columnas y al fondo se ven elementos de arquitectura urbana, que recuerdan la s miniaturas de las Cantigas, por ejemplo, tam bién se ve cierta relación iconográfica con el Fuero Juzgo de Murcia, lo que indica que el estilo p ropio de los artistas del scriptorium estaba iniciándose, aunque todavía con poca calidad artística. 4.4. CÓDICE DE TOXOS-OUTOS183. Es el cartulario p rocedente del m onasterio dedicado a los Sant os Justo y Pastor en una localidad cercan a a la v illa de Noya (La Coruña). Es un códice que contiene documentos de los siglos XII y XIII con adiciones del siglo XIV. En el fol. 2r del propio códice señala la fecha de su creación en la “era 1327”, por lo tanto año 1289. De ser así correspondería ya al reinado de Sancho IV, y las miniaturas podrían ser de finales del XIII o ya del XIV184. Escrito en pergam ino, lo más interesante son las ocho m iniaturas 181 BNE, vit. 15-5. 182 BNE, vit. 15-5, fol. 20r. 183 AHN, Códices 1002,B. 184 “Los especialistas fluctúan en la cronología otorgada al manuscrito […] recientes fichas catalográficas mantienen la clásica opinión de D omínguez Bordona de consi derar el siglo XIV como el período de su ejecución” (Maravillas de la España medieval. Tesoro sagrado y mona rquía, catálogo de la Exposición de León, Valladolid: Junta de Castilla y León, 2001, p.126). 154 que se conservan, representando a diversos re yes: Alfonso IX, Fernando III, Alfonso X etc. La que nos interesa es la de éste último. Hay un documento incluído en él que dice: Conoçuda cosa sea a todos los om es que esta carta vieren, comm o yo Don Alfonso por la gracia de Dios Rey de Castilla […] Et yo s obredicho Rey don Alfonso regnante en uno con la Reyna doña Yolant mi muger e con m ío fijo el infante don Ferrando en Castilla […] otorgo este privilegio e confírm olo. Fecha la carta en Santo Dom ingo de Silos por mandado del Rey 13 días andados del mes de Noviembre en era de 1293, en el anno que don Odoarte, fijo prim ero e heredero del rey Henrique de Anglaterra , recebió cavallería en Burgos del Rey don Alfonso. En la parte superior de este documento (fol. 22r) hay una miniatura que ocupa el ancho del folio, donde aparecen Alfonso X, la reina Violante y el infante don Fernando de la Cerda, sentados en sus tronos, por lo que son representaciones m ayestáticas [fig. 42]. Las tres figuras s e recortan s obre un fondo am arillo encuadrado por una cen efa azul con pequeños m otivos geométricos. El re y, sin barba y con m elena corta, sentado sobre una silla con brazos rem atados con a dornos vegetales, lleva corona dorada así como ribetes dorados en su túnica; en la mano derecha porta la espada levantada y con la mano izquierda ex tendida parece saludar. La reina se ha lla también sentada en u na silla similar pero con adornos más sencillos, asimismo lleva corona y ribetes dorados en su traje; porta en su m ano izquierda un cetro del que solo se aprecia el remate en forma de flor de lis. La figura de l infante es de m enor tamaño, está sentado sobre escaño con cojín, muestra pequeños toques dorados en la si lla y en la túnica, y m ira con atención a sus padres, a los que p arece que s e dirig e. Los reyes, que aparecen m uy próxim os y mirándose, son claramente las figuras más importantes. Esta miniatura tiene interés porque es la única que conocemos en donde aparece la r eina c omo tal, circuns tancia poco corriente en la m onarquía castellana. Estilísticamente no s e parece en n ada a las d e los libro s salido s del scriptorium, es bastante más tosca y d e menos calidad ar tística, se pued e adscribir al g ótico lineal, y tiene influencia francesa, de las imágenes de la época de san Luis, en concreto. Hay que tener en cu enta que este códice pertenece a un m onasterio de Galicia, por lo tanto, alejado de los centros de producción de la corte. Según Ángel Sicart 185, este códice presenta relaciones con las últim as producci ones del Tumbo A de la catedral de Santiago, lo que probaría la existencia de una tradic ión pictórica propia aunque absorbida por la corriente francesa. Es muy interesante por ser la im agen de los reyes y el entonces heredero, grupo muy poco frecuen te en las rep resentaciones d e los m onarcas cas tellanos de la E dad Media. En cuanto a la im agen del rey, al llevar la espada, parece que quiere subrayar la idea del rey-juez, que mantiene la justicia en su reino; en la Primera Partida de Londres también se le representa con la espada, lo que es lógico pues se trata de un código de leyes, pero en este caso habría que justificarlo como obra del reinado de su hijo Sancho IV en el que la iconografía real era diferente como ya veremos en su capítulo. 185 SICART GIMÉNEZ, Ángel: La mi niatura me dieval en Gal icia, Santiago: Facultad de Geogra fía e Historia, 1978, p.37. (resumen de Tesis Doctoral) 155 4.5. BIBLIA ANTIGUA DEL REAL MONASTERIO DE LAS HUELGAS186. Fechada a m ediados del siglo XIII, pres enta unas bellas iniciales m iniadas que, por lo tanto, son contemporán eas de algunas m iniaturas alfonsíes, aunque están todavía dentro de la tradición románica. Nos inter esan las im ágenes de los reye s bíblicos, por ejemplo, en el fol. 49 aparece una capital A [fig. 43] en cuyo interior se represen ta al rey Joaquín. Es una figura sedente, en un escaño si n respaldo ni dorsal, sobre cojín y con los pies sobre escabel, lleva corona y una gran espada desnuda, y está mirando hacia lo alto como si se dirigiera a Dios. Aunque sea un rey bíblico, es representa do, iconográficamente, como a los reyes castellanos del siglo XIII, es de modo similar a la que acabamos de comentar de Toxos-Outos. Estam os ante la represen tación genérica del rey que actúa como vicario de Dios y que, com o hemos vist o, es una de las doc trinas defendidas por Alfonso X, adem ás la espada es un elemento protagonista, tanto con el sím bolo de la justicia como de caudillo de la guerra, tan del gusto de este m onarca como de los que analizaremos en este trabajo. 4.6. LA BIBLIA DE SAN LUIS187. También conocida como la Biblia Moralizada de Toledo o Biblia Rica. Llegó a la corte española como regalo de san Luis, rey de Francia, hijo de Blanca de Castilla, a su primo Alfonso X, tal y com o éste nos dice en su segundo testam ento: “et la otra [Biblia] hestoriada en tres libros que nos dio el rey Luis de Francia”. Es una obra suntuosa de tres tom os, realizada en los talleres de miniaturistas de París188, claramente influida por el arte de la s vidrieras. Las figuras son muy elegantes, y contiene ricas filigranas de alto valor ornamental, las escenas tienen mucho colorido y profusión de uso de oro. En la última hoja, que es la que nos interesa por su con tenido, pres enta un a hermosa miniatura que ocupa toda la página. Está dividida en dos partes [fig. 44]. En la superior, ap arecen una reina y un rey bajo sendos arcos trilobulado s sujetados por columnas. La reina, con velo blanco de viuda debajo de la corona, va muy elegantemente vestida con m anto azul forrado de arm iño (propio de la realeza), es tá 186 Estudiada por Sonsoles HERRERO GONZÁLEZ: Códices mi niados en el Re al M onasterio de L as Huelgas, Madrid: Patrimonio Nacional, 1988, pp. 81 y ss. 187 El original se conserva en el Tesoro de la Iglesia Cated ral Prim ada d e To ledo. Pero le fu eron arrancados los ocho últimos folios que hoy se conservan en la Pierpont Morgan Library de Nueva York (mss. 240). No se sabe cómo ocurrió este incidente pero debió ser en época muy temprana pues una nota escrita en letra cursiva de a lbaláes en el fol. 190v inform a d e qu e l os tres últimos cap ítulos faltan. (GONZÁLVEZ RUIZ, Ramón: Hombres y lib ros de To ledo, Madrid: Fundación Ramón Areces, 1997, pp. 569 y ss.) Existe una edición facsímile bajo la dirección de Manuel MOLEIRO R ODRÍGUEZ, Barcel ona, 2000-2002. 188 Sobre la fecha en que fue hecha no hay ind icios seguros en n inguno de lo s tr es tomos. Recogemos diversas opiniones, pero todas dan fechas parecidas. Robert Brannner piensa que pudo finalizarse hacia 1235, l o de duce por s u est udio com parativo c on l as B iblias de Vi ena ( Manuscript pai nting i n P aris during the Reign of Saint Louis, University od California, 1977, p. 64). Elías Tormo considera probable que se terminara de pintar en 1250 ( “La B iblia de S. Lui s de la catedral de Toledo”, Boletín de la Real Academia de l a Hi storia, 82 ( 1923), p. 16). En el Catálog o de la ex posición Maravillas de la Españ a medieval. Tesoro sagrado y monarquía, catálogo de la exp osición, Valladolid: Junta de Castilla y Leó n, 2001, la fechan “ca. 1230”. Ramón Gonzálvez piensa que la presencia de San Luis y de la reina madre, sin la reina consorte, indica que t uvo que hacerse entre su ascensión al trono y su matrim onio, por lo tanto entre 1226 y 1234 (Hombres y libros de Toledo, Madrid: Fundación Ramón Areces, 1997, p. 566.) 156 sentada en un trono cuyos brazos term inan adornados en grandes pámpanos. El rey, con melena corta, sin barba y con corona de oro, viste lujosamente una túnica con ribetes de oro y manto abrochado por un cierre de oro, lleva en su mano derecha el cetro rematado con flor de lis y en la m ano izquierda el globo dorado; está sentado en un trono adornado y los pies los apoya sobre un subpedaneum. No cabe duda de la identidad de los personajes, madre e hijo que se miran y parecen estar dialogando, so n san Luis y su madre, Blanca de Castilla, cuya presencia justifi ca tan bello regalo a su sobrino, el rey castellano. En la parte inferior, también bajo arcos trilobulados, se ve a un clérigo que dicta y a u n laico que escrib e inclinado sobre su pupitre; presum iblemente, están haciendo la Biblia que han enca rgado y costeado los reyes, y que parece lógico pensar que se llevara a cabo en alguno de los m onasterios parisinos. Los personajes están representados de forma simbólica para que les reconozcamos por su rango , pero no son retratos naturalistas. Tiene gran im portancia esta obra por la influencia que ejercerá sobre el scriptorium alfonsí. Alfonso X también se retr atará en los bellos libros que mandó hacer y con los atributos propios de un rey; ta mbién aparecerá en escenas bajo arcos, es decir, en el interior del palacio, en l ugar destacado, y también se observará, en el exterior, arquitecturas civiles de tipo gótico. Nos trasmiten ambos reyes la majestuosidad de su condición que, a simple vista, todos pueden reconocer, así com o su interven ción en la obra cultura l de sus reinos, a manera de auténticos m ecenas, aunque el rey Sabio fue m ás allá y, en m uchas ocasiones, es el autor. 5. LA IMAGEN DEL REY EN LA LITERATURA EJEMPLAR. Son obras en prosa insp iradas en el sabe r oriental que se tr adujeron del árabe al romance. Exemplum era cualquier narración, histoira, fábula o parábola, descripción o moraleja, refrán o anécdota capaz de servir de prueba en apoyo de una argum entación doctrinal, r eligiosa o moral 189. También se puede hablar de lite ratura de ca rácter didáctico. Conoció un importante auge en los reinos peninsulares y, parece que suscitó el interés de Alfonso X, lo que no es ex traño, dada su inclin ación hacia los libros orientales y su afán didáctico. 5.1. EL LIBRO DE LOS BUENOS PROVERBIOS. Es una trad ucción de un libro árabe escr ito en el siglo IX . El manuscrito más antiguo que se conserva está en la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial (ms. L- III-2), y se fecha a finales del s iglo XIII, pero hay datos q ue avalan q ue es una obra anterior, por ejem plo, algunos capít ulos de la m isma se interp olaron en la cuarta parte de la General Estoria (ca. 1280)190. Reproducimos el comienzo de la obra por que refleja muy bien el contenido y la finalidad de ésta: 189 Definición extraída de Historia crítica de la Litera tura Hispánica. La prosa y el tea tro en la Eda d Media, tomo 3, Madrid: Taurus, 1991, p. 91. 190 ALVAR, Carlos & LUCÍA MEGÍAS J.M.: Diccionario Filológico de Li teratura Medieval Española, Madrid: Castalia, 2002, p. 796. 157 Este es el Libro de los buenos proverbios que dixieron los philósofos y los sabios antiguos, y de los castiguos que cas tigaron a los sus discípulos y a los otros que lo quisieran aprender. Y traslaudó este libro Joaniçio, fijo de Ysaac, de griego a arávigo y trasláudamole nos agora de arávigo a Latín. E dixo Joaniçio: Fallé esto que tras laudó de libros antiguos escriptos en pergamino rosado con oro y con plata y en pergamino cárdeno escripto con oro y con otros muchos colores ffer mosos. E en el com ienço del libro avíe figura del philósopho illum inado y assentado en su siella y la figura de los philósophos antél deprendiendo lo que dizíe. E dixo Joaniçio que los rrom anos, fasta oy en día fazíen sus libros y sus psalmos escriptos con oro y con pl ata en pergaminos tintos de la color que dixiemos, y la figura del philósopho y del Sabio que fizo el llibro illum inado en el com ienço dél, y si en el libro a muchas rr azones de muchos sabios ffazen en el com ienço la figura del Sabio que dixo aquella razón inlluminada y encueran sus libros con cueros de guadameçil y píntalos con oro y con plata, y esto fazen ellos por q ue aman mucho la sap iençia y la preçian mucho191. En este fragm ento encontram os las razones del interés del rey castellano. Se habla del amor a los libros, de hacerlos rico s y lujoso s, de representar a la f igura del Sabio-filósofo en el co mienzo y de cóm o éste transm itía su sabiduría a los dem ás. Es fácil encontrar en estas líneas el m odelo del rey Sabio, de su círculo de intelectuales y del scriptorium que desarrolló. La obra es una recopilación de sentencias y proverbios de sabios griegos, latinos y árabes; pero tam bién de una serie de cartas entre Alejandro y Ar istóteles. En éstas el rey griego pide consejo a su m aestro so bre las cosas que debe hacer un rey. Las respuestas son los “ejemplos”, que tenían gr an interés para Alf onso X y que, de alguna manera, i mita en sus obras legislativas, al de tallar las virtu des y cualid ades que debe tener un rey. Creemos que la m iniatura del Lapidario [ver fig. 14], que representa a Aristóteles adoctrinando a sus discípulos, bien podría esta r inspirada en el texto que acabamos de com entar: se trata d e un sabio sentado en su silla al que escuchan atentamente los otros filósofos. Por las razones expuestas, creemos que Alfonso el Sabio conoció esta obra y fue influído por ella, lo que justifica que la incluyamos en este trabajo. 5.2. BOCADOS DE ORO. Es una colección de sentencias traducidas de un orig inal árabe del siglo XI. El rey Bonium de Persia busca la sabiduría y ex trae de su estancia entre los sabios muchas y muy buenas doctrinas: Quando el Rey fue a la entrada del pala çio, donde se ayunta n grand compannía de sabios, falló a la puerta un sabio que ab ía por nombre Juaniçio e preguntole si podría entrar en este pala çio a oyr los dichos de lo s sabios porque pudiesse aprender alguna cosa dellos. E Juaniçio respondió açerca dello: tanto plase a los 191 The Li bro de los Bue nos Proverbios, edición Harlam STURM, Lex inton: University Press of Kentucky, 1970, pp.41-2. 158 sabios con aquellos que han grand volunt ad d e aprender el vien commo con aquellos que lo han aprendido192. En esta ob ra, ad emás de los grandes filósofos griegos com o Sócrates y Aristóteles, aparec en lo s tres m ás represen tativos de la tra dición herm ética: Hermes, Catalquius y Tad. Los m anuscritos conservados m ás antiguos son del siglo XV, pero todos los investigadores, parecen coincid ir, en fechar la v ersión cas tellana a m ediados del sig lo XIII, finales del re inado de Fe rnando III o comienzos del de Alfonso X. Es por tanto, otra obra que, con toda probabilidad, c onoció el rey castellano y de la que pudo extraer ide as. Los especia listas e n este gén ero liter ario193 vuelven a indicar los paralelismos que hay con el Título V de la Segunda Partida . En cualquier caso, nosotros hemos recogido dos ejem plos sencillos de su inf luencia: el Herm etismo y el deseo de aprender, aspectos que hemos visto reflejados en las imágenes que representan al monarca en los libros iluminados y en los textos de éstos. 6. LA IMAGEN DE L REY A TRAVÉS DE L OS DOC UMENTOS: L OS PRIVILEGIOS RODADOS. 6.1. PECULIARIDADES. Como era habitual el rey lo utilizab a para conceder m ercedes a distin tas personas e instituciones, por ejem plo a los co ncejos194, los prelados 195 y nobles 196. Tales concesiones suponen el ejercicio de la facultad de gracia y merced del rey. En el signum regis o rueda, durante es te reinado, se va a introducir un cam bio definitivo en ella y se transforma en un símbolo parlante del monarca: Ocasionalmente se obs erva la ap arición de una solución icónica nueva que hunde sus raíces en el mundo de l a heráldica. Se trata del aprovecham iento de una cruz de tipo florenzado cuyos brazos cuartelan el campo interior del círculo. Una vez establecida esta división se alojar ían en los cuatro espacios libres unos muebles en f orma de castillo s y leones. La e xpansión de l arte de blasonar explica la oportunidad del cam bio. Y, asimismo, la incorporación de los “esmaltes”. En realidad, aunque no se tr ate de un escudo de arm as en sentido estricto, ya podríamos definir nuestra rueda como: un cuartelado en cruz, 1º y 4º 192 BNE, mss. 9.204, fols. 8r y 8v. 193 ALVAR, Carlos & LUCÍA MEGÍAS, J.M.: Diccionario Filológico de Literatura Medieval Española, Madrid: Castalia, 2002, p. 224. 194 Privilegio dado en C órdoba el 18 de Noviembre de 1268 por el que Alfonso X comisiona a su hijo bastardo Alfonso Fernández y a ot ros q ue haga n el de slinde y am ojonamiento ent re l os co ncejos de Gibraleón, Niebla y Huelva; am ojonamiento que i ncluyéndole e n este pri vilegio, l o apr ueba. (AHN- Nobleza, Osuna, carp.11, nº4) 195 P rivilegio otorgado en Segovia el 15 de junio de 1273 por el que Alfonso X otorga y confirma al obispo e iglesia de Segovia el privilegio que les fue concedido por el emperador Alfonso VII para que los clérigos no sean juzgados sino por juez eclesiástico, obispo o su vicario, con otras inmunidades para las iglesias, cementerios, palacio del obispo, casa de canónigos, colonos, caseros y otros servidores. (Archivo Catedralicio de Segovia, sig. 7-5). 196 Privilegio otrogado en Segovia el 27 de Agosto de 1258 por el que Alfonso X confirma la fundación de mayorazgo de Petrer realizada el 6 de A gosto de 1258, por Jofré de Loaysa a favor de su hijo mayor, García Jofré. (AHN-Nobleza, Fernán Núñez, cp.3, d.63) 159 trae en cam po de gules castillo de oro, mazonado de sable y aclarado de azur, por Castilla; 2º y 3º trae en cam po de argent león de gules, coronado, arm ado y linguado de oro, por León. Quiere decirse que a partir de este m omento se ha alcanzado el m odelo ideal autóctono y se ha producido un abandono definitivo del arquetipo papal197. El cuartelado se convertir á en la expresión visual del rey de Castilla y León, y tiene un contenido propagandístico del m onarca. En la orla interior dice “Signo del R ey don Alfonso”, y en la orla exterior confir man el Alférez y el Mayordomo: “El Infante don Fernando Fijo Mayor del Rey e su Mayordom o, conf . El Infante don Manuel Ermano del rey e su Alferez, conf.”198. Los nom bres del rey y de la rein a, ALFONSO y YOLANT, aparecen en mayúsculas, más grandes que el resto y escrito s a dos tintas, una para las letras y otra para el fondo, de m anera que resaltan la im portancia de ellos. Aparecen así, tan to en la intitulación como en la suscripción. El crismón constantiniano o invocación monogramática, los nombres y la rueda son sím bolos del poder real, del que nos proporcionan una im agen con contenido teológico-religioso, pero, adem ás, son elem entos decorativos que aparecen ilum inados, lo que confiere gran belleza a este documento. Entre las fórm ulas escritas, que com pletan la im agen del rey, las c láusulas conminatorias dejan clara su autoridad porque no se puede desobedecer su m andato; la corroboración vuelve a insistir en la particip ación del rey y su fa milia en la concesión para no dejar dudas de cuál es la voluntad real199. Prueba de la im portancia de este docum ento es que el rey Alfonso X estableció la forma en que se debían redactar, en la Tercera Partida , título XVIII, ley II, aunque bien es verdad que la praxis de la Ca ncillería no siem pre cu mplió los requisitos indicados, que eran: “Qué quiere decir previllejo et en qué manera debe ser fecho. Previllejo tanto quiere decir com o ley que es dada et otorgada del rey apartadamente a algun t logar o a algunt hom e por le facer bien et m erced, et debese facer en esta m anera […] Primeramente, debese comenzar en e l nombre de Dios, et después poner hí palabras buenas et apuestas segunt conviene a la razón sobre que fuese dado; et desi debe hí decir como aquel rey lo manda facer en uno con su m uger de bendiciones, et con sus fijos que haya della […] nombrando primeramente el m ayor que debe ser heredero [...] Et después que esto hobiere nom brado debe decir com o da a áquel o a áquellos que en el 197 RUIZ GARCÍA, Elisa et alii: El documento pintado. Cinco siglos de arte en manuscritos, Catálogo de la exposición del Museo del Prado, Madrid: 2000, pp. 37-8. 198 Archivo Conventual de Caleruega. Caj. 1º nº4 (MARTÍNEZ, P. Fr. Eduardo: Colección Diplomática del Real Convento de Santo Domingo de Caleruega, Vergara: El Santísimo Rosario, 1931.) 199 Ejem plo de Cláusulas c onminatorias y C orroboración ext raídas del pri vilegio r odado otorgado en Sevilla a 14 de Mayo de 1266 por el que se otorga a los pobladores de Murcia el fuero de Sevilla: “[…] E mandamos e deffendemos que ninguno non sea osado de ir contra este privilegio pora crebantarlo ni pora minguarlo en ninguna cosa, ca qualquier que lo fiziesse avríe nuestra ira et pecharnos y e en coto diez mill moravedís et al concej o de la cibdat so bredicha o a qu i su voz toviesse, todo el d año doblado […] E nos, el sobredicho rey don Alfonso regnant en uno con la reyn a doña Yolant, mi m ugier, et con nuestros fijos el inffante don Ferrando, primero et heredero, et con don Sancho, et con don Pedro, et con don Johan, en Castiella, en Toledo, en León, en Gallizia, en Sevilla, en Córdova, en Murcia, en Jahén, en Baeça, en Badalloz et en el Algarve, otorgamos este privilegio et conffirmámoslo” (AMMu, sig.47. Libro de los privilegios. Fol. 2) 160 previllejo fueren nom brados […] Et de spués que qualquier destos previllejos sobredichos fuere escripto en la m anera que dexim os, debe decir com o el sobredicho rey en uno con su m uger et con sus fijos, así com o dice desuso, otorga aquel previllejo et lo confirm a, et m anda que vala et que sea firm e et estable para siem pre: et después dest o puede poner qual ma ldición qu isiere a áquel o a áquellos que fueren contra aque l previllejo o le quebrantaren [...] et esta maldición puede facer em perador o rey quanto en los fechos seglares que a ellos pertenescen, porque tiene logar de Dios en la tierra para facer jus ticia […] et desi deben escrebir en él com o es fecho por mandado del rey, et el logar et el día et el m es et la era en que lo fici eron […] Et después de todo esto deben hí otrosí escrebir los nombres de los reyes et de los infantes et de los condes que fueren sus vasallos que lo confirm an, también de otro señorío como del suyo. Et desi deben facer la ru eda del signo et es crebir en m edio el nom bre del rey quel da, et en el cerco m ayor de la rued a deben escrebir los nom bres de los arzobispos, et de los obispos et de lo s ricoshom es de los regnos, et después destos sobredichos deben escrebir los nombres de los m erinos m ayores et de aquellos qu e deben facer la justicia, et de los notarios en las reg las que son deyuso de la rueda, et en cabo de todo el previllejo el nom bre del escribano que lo fizo, et el año en que aquel regnó que manda facer o confirman el previllejo”. Queremos señalar alg unas peculiaridad es o bservadas en los privileg ios estudiados, tras las que podría haber razones políticas que obligasen al rey a dar una determinada im agen. Lo que sí se puede afirmar es la progres iva com plejidad y ornamentación que se produce en el sign o durante este reinado, prueba del fortalecimiento de la autoridad real que busca Alfonso X. Son varios los ejemplares de 1256 que ve mos con una decoración rica y similar, diferentes de los otro s que hemos comentado. Dado que lo s asuntos tratados no parece que fueran m ás i mportantes, las razones podr ían ser otras, m uy si mples, com o que hubiera un ilum inador en la corte con este es tilo tan peculiar, o que se deba a la influencia del scriptorium, y se quiera ilum inar con especial belleza no sólo los lib ros sino también los docum entos. Incluso se podría considerar que se quisiera hacer unos documentos más lujosos porque en ese año llegó la em bajada de Pisa ofreciéndole la corona imperial. No obstante, al plantearnos la cuestión de saber si hubo relación entre la Cancillería y el scriptorium, contamos con la opinión de Elisa Ruiz200, quien dice que algún escribano, de m anera aislada, pudo trabaj ar para la cám ara, pero los testim onios de una y otro no ofrecen rasgos comunes ni paleográficos ni codicológicos. Hay una novedad en lo s privilegios rodados fechados en los últimos años de su reinado, y es que en la orla exterior de l signo rodado, en lugar de poner el nom bre del alférez y mayordomo reales, se vuelve a la enumeración de los reinos, como ya se había hecho en la época de Fernando III. Se puede e xplicar como una cons ecuencia de la crisis interna del reino por el problem a sucesorio. Por ejemplo, en el privilegio rodado otrogado en Sevilla el 13 de Julio de 1282, en el que Alf onso X entrega Montemolín al concejo de Sevilla, anulando la posesión de esta villa por la Orden de Santiago, la Rueda dice: SIGNO DEL REY DON ALFONSO, SEÑO R DE CASTIELLA, DE LEÓN, DE TOLEDO, DE GALLI ZIA, DE SEVILLA, DE CÓRDOVA, DE MURCIA, DE JAHÉN E DEL ALGARVE201 [fig.45]. 200 RUIZ GARCÍA, Elisa: “ Rex scribens: Los discursos de l a conflictividad en Alfonso X el Sabio”, en La monarquía como conflicto en la Corona castellano-leonesa (1230-1504), Madrid: Sílex, pp. 359-422 201 AMS, sec. I, c.1, n.18 161 Otro ejemplo de las desavenencias familiares, como consecuencia de la cuestión sucesoria, es que no aparecerá la rein a ni el he redero en los p rivilegios, y esta ausencia es significativa. Así, en el priv ilegio otorgado en Sevilla el 10 de enero de 1284 por el que conced e al m onasterio de S. Clem ente de Sevilla una seri e d e priv ilegios y exenciones, al tiempo que se le confirm a la posesión de ciertos here damientos, se dice: “Sepan quantos este privilegio vieren e oye ren como nos, don Alfonso por la gracia de Dios rey de Castiella, de León, de Toledo, de Gallizia, d e Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén, de Badajoz, e del Algarve, en uno con nuestros fijos el inffante don Johan e el inffante don Jayme”202. 6.2. EJEMPLOS DE PRIVILEGIOS RODADOS. A continuación vamos a analizar alg unos diplomas que hemos seleccionado por su interés: * 1255, octubre, 21. Valladolid203. El rey con cede que las ren tas d e lo s obispos del obispado de O viedo se entreguen al cabildo. Es interesante la intitu lación: “Don Alfonso regnant e en uno con la reyna doña Yoland m i muger […] en Castilla, en Toledo , en León, en Gallizia, en Sevilla, en Córdova, en Murçia, en Jahén, en Baeça, en Badalloz e en el Algarve”. Llam a la atención que aparezcan com o reinos Baeza y Badajoz, que en la ad ministración de Alfonso no existían de iure; su enumeración fue sólo por razones históricas204. La rueda es muy sencilla: presenta una cruz flordelisada que divide el centro en cuatro partes, sin ningún otro adorno; en la orla exterior dice que “el Alférez del rey vaca”, es decir, no hay nadie ocupando ese puesto. * 1256, febrero, 2. Belorado205. Alfonso X dona al monasterio de Cañas la villa de Matute. La rueda es muy llamativa porque a simple vista recuerda a los rosetones de las catedrales góticas. En los cuarteles de la cruz flordelisada aparecen los leones rampantes y los castillos encerrad os en cabujones, y entr e la orla interior y la exterior hay una intermedia en las que se alternan los leones y ca stillos, también en cabu jones [fig. 46]. En el com ienzo del docum ento además del crismón hay una invocación verbal: “E n el nombre de Dios e de la Sancta Trinidat que es Padre e Fijo e Spíritu Sancto, que es todo un Dios, e de la Virgen gloriosa Sancta María su m adre”. Ninguno de los nombres sagrados aparece resaltado. BORRERO FERNÁNDEZ et alii: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a través del privilegio rodado. Sevilla: Ayuntamiento-Universidad-Fundación el Monte, 1995. Documento nº 39. La inclusión del Algarve respondía a un pretendido derecho histórico sobre aquella tierra portuguesa. 202 Archivo del Monasterio de San Clemente de Sevilla, sec. I, nº 60. BORRERO FERNÁNDEZ et alii: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a través del privilegio rodado. Sevilla: Ayuntamiento-Universidad-Fundación el Monte, 1995. Documento nº 41. 203 ACO, signatura antigua carp. 9, nº 41. 204 Baeza fue el reino m usulmán conquistado por Ferna ndo III, pero la sede espiscopal y el nombre del reino fueron trasladados a Jaén, cuya toma fue ayudada por el entonces infante Alfonso. Badajoz tembién fue un an tiguo rein o m usulmán y p or tan to u na en tidad política g anada p ara la fe cristian a. Son do s antiguos reinos y por eso aparecen en la i ntitulación en algunos documentos de los primeros años de su reinado. 205 AHN, Clero, carpeta 1024, nº8. 162 * 1256, mayo, 6. Sigüenza206. Alfonso X dispone que el expolio de los obispos, cuando m ueren, quede custodiado por el cabildo hasta que todas la s cosas fueran entregada s al obispo que viniera a sucederle. La rueda es un espléndido y bello ejem plar pintado con finos y variados colores [fig. 47]. En el círculo inte rior, aparece el cuartelado de castillos do rados sobre fondo rojo y leones ram pantes plateados sobre fondo blanco (que son los colores más usuales), form ado por la cruz flordelisad a, encerrado en un m edallon. En la orla intermedia, entre la interior donde va la leyenda del signo del rey y la exterior donde aparecen las suscripciones del m ayordomo y al férez, destaca una o rla decorada con los castillos y leones con los m ismos colores de l cuartelado, dispuesto s en form a de zig- zag. * 1256, mayo, 24. Brihuega207. El rey concede franqueza de m oneda al arzobispo y cabildo de la catedral de Toledo. Destaca la rueda porque pres enta varias novedades [fig. 48] . En el centro de ella aparecen cuartelados, bajo los brazos de la cruz flordelisada, los castillos y leones, pero encerrados en un m edallón. Entre la orla in terior y exterior, donde van las leyendas escritas, ap arece una o rla decorad a con castillos y leones ence rrados en cabujones unidos por eslabones. Adem ás, la rueda está inscrita en un cuadra do en cuyos ángulos aparecen los dos castillo s y los dos leones, también encerrados en cabu jones. Es u na rueda con decoración muy profus a para lo qu e era característico de años anterio res. Tiene una gran calidad artística. * 1256, septiembre, 26. Segovia208. El rey concede a la iglesia de Sevilla ocho m il trecientos m aravedís situado s sobre diversas rentas reales. “Connosçuda cosa sea a todos los om es que esta carta vieren cuem o nos, don Alfons o, por la gracia de Dios, rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Mu rcia e de Jahén, en uno con la reyna donna Yolant, mi mugier, e con nuestro fijo el inffante don Fernando, prim ero e heredero, e con nuestro fijo el inffante don Sancho, por grand saber que avem os de heredar e de fazer bien e onrra a la eglesia cathedral de Sancta María de la noble cibdad de Sevilla, la que ganó e fundó el muy noble e much onrrado el rey don Ferrando, nuestro padre, e nos con él, e la ganamos de moros e la poblam os de christianos a servicio de Dios e la Vi rgen Sancta María, su m adre, e de la eglesia de Roma; e por onrra del muy noble e much onrrado el rey don Ferrando, nuestro padre, que yaze ý enterrado ; e por su alm a e por revissión de n uestros peccados, d amos e otorgam os al cabildo e a la eglesia d e Sancta M aría d e 206 Archivo Catedralicio de Segovia, sig. 6-12. 207 AHN, Sigilografía, caja 11, nº7. 208 ACS, sec. IX, c.3, n. 12/1. BORRERO FERNÁNDEZ et alii: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a través del privilegio rodado. Sevilla: Ayuntamiento-Universidad-Fundación el Monte, 1995. Documento nº 19. 163 Sevilla, la sobredicha, que ayan por heredamiento para siempre iamas Alcalá de Guadayra, la villa e el castiello, que es un término de Sevilla” Presenta crism ón trinitario al com ienzo, los nombres del rey y de la reina en mayúsculas y a dos colores, m arrón y verd e. Tiene una herm osa rueda con la cruz flordelisada que divide su centro en cuatro cu arteles, en los que aparecen los castillos y leones rampantes exentos. En la orla inte rior dice “Signo del rey Don Alfonso”. Está decorada en tonos ocres y verdes. [fig. 49]. Es un modelo muy común en este reinado y el que se va a imponer, finalmente. * 1257, marzo, 2. Lorca209. Alfonso el Sabio dona al obispo de Cartagena, don Fr ey Pedro, un real con su huerta en L orca, la cual ha bía pertenecido al arraez (caud illo árabe) Alm enara, y unos hornos de yeso. Llama la atención la buena conservación de los colores [fig.50]. Se ve muy bien cómo el nombre del rey y de la re ina están insertos en cartuchos de color verde o naranja, las letras m ayúsculas son del colo r del pergam ino, de form a que a golpe de vista resaltan claram ente. La rueda, también en colo res naranja y verde, presenta una cruz flordelisada con pequeños adornos vegetales que llenan todo el centro de la misma; en la orla interior lleva la leyenda “signo del rey Don Alfonso” en naranja. * 1258, septiembre, 13. Segovia210. Alfonso X concede a la iglesia de Sev illa la villa y c astillo de Alcalá d e Guadaira. Al igual que el anterior es un privilegio para la Iglesia, prueba de las muchas donaciones que le hizo, por lo m enos en los prim eros años de su reinado. Es un poco posterior al anterior y no pr esenta el cuartelado, ya qu e en los prim ero años se alternaban los dos m odelos: la cru z, o cru z con cuartelado de castillos y leones. Es similar al anterior excepto la rueda [fi g.51]. Es muy bonita, en tonos m arrón, oc re y verde; en el centro presenta una hormosa cruz flordelisada con adornos vegetales en los cuatro ángulos; en la orla exterior pone: “E l infante Don Manuel, erm ano del rey, su alférez, confirm a. La m ayordomía del rey vaga”. In teresa res altar el ca rgo ta n importante que ocupa el herm ano del rey, as í queda claro que la figura central y más importante es el monarca, pero inmediatamente debajo están los miembros de la familia real. Estos detalles contribuyen a poner de manifiesto el poder de la realeza a través del documento escrito. * 1266, mayo 14. Sevilla211. Alfonso X concede a los pobladores cristi anos de la ciudad de Murcia el fuero y las franquezas que tiene la ciudad de Sevilla. La rueda es m uy her mosa [fig. 52], de rico y vivo colorido y con las letras doradas, lo que da idea de la im portancia de este privilegio para la c iudad de Mu rcia. Llama la atención, sobre todo que en el centro de la cruz ancorada aparece un cabujón en el que d estaca el ág uila im perial de los Staufen -no olvi demos que Alfonso X 209 ACMu, Pergaminos, sin signatura. 210 ACS, sec. IX, c.3, n. 53. BORRERO FERNÁNDEZ et alii: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a través del privilegio rodado. Sevilla: Ayuntamiento-Universidad-Fundación el Monte, 1995. Documento nº 22. 211 AMMu, sig. 47. Libro de los privilegios, fol. 2v. 164 pretendía el títu lo del Imperio Germánico-. En lo s cuarteles que deja la cr uz aparecen, como ya era usual, los castillos y leone s dorados inscritos en cabujones tam bién dorados. La rueda está inscrita en un cuad rado, cuyos ángulos se decoran m ediante una delicada filigrana vegetal. Estamos en los años en que el rey lucha por el trono imperial, ya que todavía es tá lejos el fracaso del año 1275, y hace valer su ascen dencia germana para sus aspiraciones, como lo demuestra, también, los personajes que ha elegido como confirmantes de este documento, pertenecientes a la alta nobleza europea: Don Yugo duc de Bergona, Don He nri duc de Loregne […] don Alfonso fijo del rey Iohan dAcre, Em perador de Costanti nopla, e de la em peratriz Berenguela […] Don Loys fijo del em perador e de la emperatriz sobredichos, conde de Belmont […] don Iohan fijo del e mperador e de la emperatriz sobredichos, conde de Monfort […] don Gascón bisconde de Beart. 7. REPRESENTACIONES DEL REY EN OTROS SOPORTES. Se trata de estudiar las representaci ones gráficas del rey en otros soportes distintos al papel o al perg amino, propios de los m anuscritos y documentos, que son el objeto de nuestro estudio, para poder cotejar unas y otras. 7.1. LA IMAGEN DEL REY EN LAS MONEDAS. Las que hemos visto no aportan nada nuevo a las im ágenes de los manuscritos y documentos. Presentan en sus caras em blemas heráldicos, o el cuar telado de castillos y leones, o el castillo en el anverso y el león en el reverso 212 [Fig. 53]; luego lo importante es subrayar que es rey de Cas tilla y de León, y que Castilla tiene m ayor protagonismo, lo que es evid ente, p ues tam bién en la in titulación de su s docum entos comienza por el reino de Castilla. Repr oducen el m ismo tipo iconográfico que hemos visto en los pergaminos. 7.2. LA IMAGEN DEL REY EN LOS SELLOS. Como bien dice en Las Partidas : “Seello es sennal que el Rey u otro omm e qualquier manda fazer, para firmar sus cartas con él […] porque fuese puesto en la carta commo testigo de las c osas que so n escrip tas en ella ” (Pa rtida Terce ra, Ley I, Título XX). Por lo tanto, el sello representa a la persona a quien pertenece, en este caso al rey Alfonso X; le serv ía para transmitir la imagen que propugnaba de sí m ismo, imagen de autoridad y poder, y a través de la que es reconocido. En los sellos vamos a encontrar las insignias que en la Edad Media los m onarcas asocian a s u imagen como expresió n de poder y que se convierten en em blemas de la realeza, como son la corona, la espada , el cetro, la poma y el trono; según el tipo de sellos, aparecen unos u otros. Encontramos una tipología diversa a lo largo del reinado, de la que hemos hecho una selección que exponemos a continuación. En los primeros años de su reinado tienen el formato de castillo en el an verso y león en el reverso; por lo tanto, los sím bolos parlantes de am bos reinos 213. Com o 212 MAN, 7-4-4098. D. 14842. 213 Según Teofilo F. Ruiz, escogió este tipo de sello durante los tres primero años de su reinado porque no veía garantizada su autoridad sobre los dos reinos y porque había sido desafiado por su hemano Enrique. 165 ejemplo, tenemos un sello pendiente [fig. 54] que corresponde a una concesión hecha por el rey al m onasterio de S. Cle mente de Toledo, datada en Uclés el 26 de Mayo de 1254; presenta en el anverso un castillo de dos cuerpos y tres secciones más la leyenda: S. ALFONSI. ILLUSTRIS. REGIS. CASTELLE. ET. LEGIONIS, en el reverso aparece un león rampante sin corona y con la misma leyenda214. Similar es el sello que corresponde a un privilegio del rey al cabildo de la catedral de Oviedo, datado en Valladolid el 21 de Octubre de 1255 [fig. 55]215. El otro tipo usual es el ecue stre en el que aparece el re y dispuesto para la lucha, cabalgando con todo el equipo m ilitar. Valga co mo ejemplo, el sello pendiente de un documento de concordia entre los Metropolitanos de Toledo y Sevilla, sancionada por el rey para consagrar obispos en la ciudad de Sevilla. El documento está dado en Sevilla el 2 de Marzo de 1262 216 [fig. 56]. En el anverso apar ece el rey con yelmo cerrado y coronado por la diadema real, lleva lóriga de mallas, escudo blasonado con el cuartelado y, en la mano derecha, la espada desnuda ; el caballo va cubierto con gualdrapa blasonada con castillos y leones contrapuestos; la leyenda dice: S. ALFONSI. DEI. GR. ACI. A. REGI. S. CASTEL. LE. ET. TOLETI. En el reverso tenemos el blasón real con los cas tillos y leones ram pantes sin corona contrapuestos; continúa la leyenda: LEGIONIS, GALL. ECIE. HYSPALIS. CORD UBE. MURCIE. ET GI ENNII. Co mo vemos en la leyenda hace una enumeración de sus reinos; por lo tanto, se nos presenta el rey como “señor de sus estados”. Los sím bolos heráldicos se repiten tal y como hemos visto en documentos y monedas, y vuelven a aludir a sus reinos, en este caso en ambas caras, para que no haya duda de que es el rey de todos ellos. Llama la atención la espada desenvainada que es la de la guerra, la qu e le proporciona victorias; no olvidem os que es el rey-líder de la lucha cont ra el Islam, en la que ya participó siendo príncipe; de esta manera aquí se convierte en un símbolo de fuerza que legitima su autoridad. En los sello s de p laca predom ina el tipo heráldico en el que el cam po está ocupado por el blasón regio de castillos y leones cuartelados. Lo que nos indica que este era el tipo m ás representativo de la im agen del rey Alfonso, que consolida la unión del reino de Castilla y León lograda por su padre Fernando III. El otro tipo im portante es el m ayestático, en el que rey aparece entronizado con los atributos del poder en sus m anos. A este tipo pertenece el sigillum aureum 217 que corresponde a un docum ento de 6 de Diciembre de 1253. En el anverso Alfonso X aparece como e mperador, completamente de fr ente, con el cabello ensortijado, corona de tres flores de lis; con ropajes m ajestuosos, el borde del mant o figura abrochado por encima del hombre derecho con una hebilla o broche. En la mano derecha, un cetro con dos florones y coronado por un águila o cimborio con nimbo; en la mano izquierda lleva Será a partir de 125 5, cu ando su reinado no se ve contestado, cuando a lternará est e modelo co n otros tipos, en es pecial, el ecuest re. (RUIZ, Te ofilo F.: “L’image du pouvoir a t ravers les scea ux de la monarchie castillan e” en Génesis med ieval d el est ado mo derno: C astilla y Na varra (125 0-1370), Valladolid: Ámbito, 1987, p.223). Efectivamente est e modelo se si gue usando y hemos vi sto un ejemplar de 1 261, recogido por Carlos D E LA C ASA M ARTÍNEZ: C olección si gilográfica del Arc hivo M unicipal d e Ag reda, S oria, 1983. Y aparece como el documento nº 23 de este Archivo. 214 AHN, Sigilografía, Armº 1. Caj. 5 /nº 6. 215 ACO, Pergaminos, signatura antigua: Carpeta 9, nº 41. 216 AHN, Sigilografía, Armº 1. Caj. 2 /nº 12. 217 La descripción de est e se llo, así c omo su re producción c orresponden al est udio de LÓ PEZ GUTIERREZ, Antonio J.: “Sev illa, Alfonso X y el · sigillum aureum·”, Archivo Hispalense, 219 (1989), p.318. La r eproducción que aparece del sello, según la nota 50, figura en la obra de BIRCH, W de G.: Cataloguee of seals in the Departament of manuscripts in the British Museum, vol. VI. Londres, 1920, p. 22. 166 un orbe coronado con u na cruz. Se halla se ntado en un b anco bajo, que hace las veces de trono, sin respaldo, pero con ropas bordada s que lo cubren. En la leyenda dice: ALFONSUS. DEI. GR ACIA. R OMANORUM. REX S EMPER. AUGUSTUS. En el reverso figura el león ram pante y la leyenda: CASTILLE TOLETI LEGIONIS GALLECIE HISPALIS CORDUBE REX.”[fig. 57] En este se llo vem os en la ley enda como predomina el títu lo imperial sobre los reinos peninsulares, la fórmula que alude a su pretensión de ser emperador de Alemania aparece en el anverso. E ste uso lo confirma Guglieri Navarro, pues Alfonso de Castilla como Emperador de Alem ania usaba siem pre la fórm ula de sus an tecesores en el Imperio, semper augustus , además del águila d e Suabia, qu e era el elem ento heráldico de su madre218. Este tipo m ayestático recuerda m ucho a las imágenes “de presentación ” de su s libros. 7.3. IMAGEN DEL REY EN OBRAS DE ARTE. 7.3.1. ESTATUA VOTIVA DE LA CAPILLA MAYOR DE LA CATEDRAL DE TOLEDO219. Esta escultura lo representa hermoso, de acuerdo con la tradición que nos ha llegado por las crónicas, y joven, como lo vemos en la mayoría de las miniaturas de las obras de su scriptorium. Tiene el m ismo corte de pelo en melena, lleva corona, el traje similar al de las m iniaturas (una túni ca y un m anto con pliegues y algunos toques dorados). Empuña con la mano derecha el cetro real y sostiene con la izquierda su larga espada, símbolos de la autoridad real. Por lo tanto, estamos dentro del m ismo esquema iconográfico que presenta la im agen de un rey que ostenta la summa potestas . 7.3.2. LAS VIDRIERAS DE LA CATEDRAL DE LEÓN. En 1254, dos años después de la subida al trono de Alfonso X, es nombrado obispo de León Martín Ferná ndez, notario real y am igo personal del monarca, quien emprende la construcción de una nueva catedra l, tal y como se estaba haciendo en otras ciudades castellanas. Pero ésta tiene de particular el apoyo directo del rey que se traduce en donaciones, privilegios y exenciones, lo que facilitó que las obras avanzaran rápidamente. Se term inó en poco m ás de 30 años, por lo tanto dentro del reinado de Alfonso X, y se puede decir que respondía al gusto artístico del soberano. Según Nieto Alcaide 220, la catedral f ue un instrum ento de prestigio para sus promotores y a través de ella se plasm a la concepción teocrática y descendente del poder. Ya Suger de S. Denis había dicho que como Dios era la luz, la catedral tenía que ser un ejemplo de esa luz divina. De ahí que las catedrales góticas se llenen de vidrieras. Pues bien, en esta cated ral de León, en su s hermosas vidrieras, aparece representado varias veces el rey Sabio, de manera que enlazamos la luz divina, que inunda el templo 218 GUGLIERI NAVARRO, Araceli: Catálogo de Sigilografía del AHN, Tomo I: Sellos reales. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia, 1974, pp. 68-9 (nota a pie de página). 219 CARD ERERA Y S OLANO, Valentín: Iconografía e spañola. C olección de ret ratos, est atuas, mausoleos y demás monumentos inéditos de reyes, reinas, gandes capitales, escritores etc. desde el siglo XI hasta el XVII. Madrid: Ramón Campuzano, 1855-64. Tomo I, p.12 220 NIET O AL CAIDE, Victor: “La vidriera y el cl asicismo gót ico en l a época d e Al fonso X” , Fragmentos, 2 (1984), p.67. 167 a través d e las v idrieras de co lores, con el poder que al rey le viene directam ente de Dios, del que es su lugarteniente en la tierra. En la serie alta de la nave central del lado norte, ventana 1 [fig.58], aparece la figura de un rey que identificam os con Alf onso X, lleva corona, la bola del universo rematada por una cruz en la m ano derecha y el cetro rematado en un águila en la m ano izquierda; pero, además, en su túnica y en su manto real rojo aparecen los leones en círculos blancos y los castillo s encerrados en círcu los amarillos [fig.59]221, tal y com o hemos visto en las telas de los trajes de l rey en las Cantigas. Lo novedoso es la representación de los atributos imperiales, pero no olvidemo s su aspiración al Im perio Germánico. Esta imagen lleva melena y barba, aunque ya sabemos que ésta última no es corriente en las miniaturas, pero hay alguna. A su lado, aparece la rep resentación de un obispo que lleva el báculo, podría ser Martín Fernández222, obispo de León que inició la construcción de la catedral, com o ya se d ijo. P or lo tanto, tenem os, juntas, a las dos autoridades, símbolo de los dos poderes per o, desde luego, tiene mayor importancia por sus atributos el rey, que adem ás ha a uspiciado la construcción del tem plo, y es, por lo tanto, protector de la Iglesia. Hay otra vidriera de gran interés para nosotros. En la ventana nº 5 de la serie alta de la nave central del lado norte, aparece representada una cacería presidida por un rey [fig. 60]. En la parte superior de la v entana, en la rosa central, aparece el em blema de León; en la rosa de la derecha, el escudo de Castilla-León; y en la de la izquierda, el águila imperial. En la parte central, se aprecia al rey cabalgando, lleva corona y la poma de oro en su m ano derecha, a su lado, a la derecha aparece un ca ballero con escudo y estandarte del reino de Castilla-León y, debajo, otro caballero que lleva en el escudo el águila imperial [figs. 61, 62 y 63] 223. Por todos estos emblemas heráldicos, no dudamos de que se trata de Alf onso X. Aunque Nieto Alcaide 224 hace una interpretación m uy curiosa de esta vidriera que, según él, debi era denominarse “vidriera real”, puesto que representa a Carlomagno a caballo, Alfonso X sería el que porta el escudo de la Casa de Suabia y F ernando III el que lleva el escudo de Castilla y León, lo que estaría en relación con las aspiraciones de l rey castellano al Im perio, al que con sidera el “nuevo Carlomagno”. Efectivamente, nos parece que el programa iconográfico de estas escenas tiene que ver con las pretensiones im periales del rey Sabio, sobre t odo por los símbolos parlantes, y por eso creemos que el rey es Alfonso X, eso sí visto como emperador. Por todas las razones expuestas nos parece natural que la figura protagonista sea él. El que el rey aparezca represen tado en las vidrie ras, al igual que pasaba con las miniaturas de sus libros, prueba el interés que tenía por el arte, no sólo com o vehículo de propaganda sino también en la introducción de las nuevas formas góticas. 221 FERNÁNDEZ ARENAS, José & FERNÁNDEZ ESPINO, Cayo Jesús: Las vidrieras de la catedral de León, León : Ediciones Leon esas, 198 2. Detalles d e la s vi drieras re producidos en est a o bra e stán reelaborados por los autores. 222 “En una de las vidrieras del lado norte de la nave central se representa a Alfonso X y al obispo Martín Fernández, se gún a puntó c omo hi pótesis Góm ez M oreno y se ha ace ptado posteri ormente” (NIE TO ALCAIDE, Victor: La vidriera española, Madrid: Nerea, 1998, p. 60.) 223 Ver nota 221. 224 NIETO ALCAIDE, Victor: Ibidem, pp. 63 y ss. 168 8. ANÁLISIS DE LAS DISTINTAS IMÁGENES DEL REY. 8.1. ¿SE PUEDE HABLAR DE RETRATOS DEL REY?. No podemos hablar de verdaderos retr atos físicos. E n general, son una representación in genere del rey. Existe lo que se llam a “estilo de época” que hace que todos los contem poráneos de un mom ento pasado tengan un cier to parecido. Los retratos del rey tienen una fisonomía similar, pero no podemos pensar que sean realistas, también se parece a las caras de los otros personajes que aparecen junto a él. Habitualmente tiene una apariencia joven y sin barba, evidentem ente no pudo conservarse igual a lo largo de su vida, por lo tanto, es un ejem plo de que quiso ser retratado así, al igual que con los em blemas heráldicos y los atributos regios que él eligió, que son los que se repiten en los pergaminos iluminados comentados en capítulos precedentes. Por eso, en vez de hablar de retrato, es más adecuado hablar de representación gráfica, o de im agen, aunque a este vocab lo le dam os una doble interpretación: la imagen figurativa y la im agen descriptiva (ésta la podemos deducir de las fuentes escritas), ambas guardan relación con el significado que nos quieran sugerir de su papel de rey. La imagen figurativa del rey Alfonso X ha sido m uy repetida en las m iniaturas de los libros encargados por él m ismo, y en otros códices y docum entos, como hemos visto. Siempre ostenta signos exteriores de su realeza, pero, según Domínguez Bordona, uno de sus principales encanto s es que las escena s se desenvuelven en una atm ósfera doméstica y fam iliar, com o si se hubiera bus cado el m ismo elevado nivel para la jerarquía regia y los preciosos valores del espíritu 225. Predom inan l as im ágenes relacionadas con las empresas de sus libros, pero tam bién haciendo actividades propias de la condición nobiliaria, así le hemos visto cazando, jugando al ajedrez, etc. Aparte de m iniaturas, tenem os sus retrat os en las vidrieras de la catedral de León, en la estatua de la capilla mayor de la catedral de Toledo, en las monedas y sellos. Todos ellos son representaciones simbólicas. La m ayoría de las “im ágenes de pres entación” de los propios libros, que aparecen en los ricos códi ces, corresponden a su época de madurez, cuando aspiraba a ser emperador, por eso son muy solemnes (ricas arquerías, el rey siempre en la central y solo, viste lujosam ente con adornos de oro, hay sím bolos heráldicos, etc.). E stas imágenes de presentación tienen tradición an tigua en el occidente europeo, se conocen de época caroling ia, por ejem plo en la Primera Biblia de Carlos el C alvo, en la que aparece el abad del monasterio ofreciendo el libro al soberano entronizado226. Podría ser una prueba m ás de su interés por el Im perio alemán, el que tom e como ejem plo a los antiguos emperadores. En la obra alfonsí, estas imágenes son ambiguas, no queda claro si el rey entrega la obra term inada para que sea difundida o si él la recibe para ver si es de su agrado ya que es el prom otor, en cualquier caso evidencian el papel protagonista del rey en las obras. En los “retr atos de auto r” se exa lta la sabiduría del m onarca, los atributos que porta son la corona y el sitial o escaño a modo de trono. Hay algún ejem plo con espada 225 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús: “Retratos en manuscritos españoles, en. Conferencias dadas en el centro de intercambio intelectual germano-español, Madrid: Blass S.A., 1928, pp.7-8. 226 Ejem plo t omado de DOMÍNGUEZ R ODRÍGUEZ, Ana: “ I mágenes de u n rey t rovador de Sa nta María” en Il Medio Oriente e L’Occidente nell’arte del XIII secolo, XXIV Congresso C.I.H.A. Bologna, 1979, p.229. En este artículo hay otros ejemplos de los Otones. 169 como en la Primera P artida de L ondres, porque se trat a de un código de leyes. El detalle que nos indica que es el autor es su dedo índice señalando el libro, en actitud de dictar. La imagen que él no s quiere transmitir es la del Sabio, por eso se com para con Salomón, el rey sabio del Antiguo Testam ento. Es el m onarca elegido por Dios para transmitir los saberes. Además es un trovado r como Salomón quien compuso el Cantar de los Cantares . En relación co n este aspecto, está el gesto de la m ano del rey, con el dedo índice enhiesto, señalando el libro que le entregan o del que dicta, es el gesto del filósofo, pues com o dice el libro Bocados de Oro , obra d e la m isma época, tam bién Sócrates “cuando fablava movía el dedo que es dicho index”227. Los típicos sím bolos de los reyes europe os de la época son el cetro y la pom a, que encontramos en algunas representaciones de Alfonso X, aunque es raro, y con ellos no aparece en las princip ales obras del scriptorium, sino en las vidrieras de León, y en algunos códices pero de los ilum inados en época posterior a su rein ado; por ejemplo en la Primera Crónica General de España (BNE, m ss. 10134, ver fig. 24), en las Siete Partidas (BNE mss.12794, ver fig.34); con cetro aparece en el códice de Toxos-Outos (ver fig. 42), como hemos visto. 8.2. IMAGEN RELACIONADA CON EL HERMETISMO.- Son muy interesantes las reflexiones que formuló Lida de Malkiel hablando de la General Estoria y de sus fuentes, en lo tocante a las fuentes árabes dice: A la zaga de un sincronism o atribuido gratuitamente a Eusebio y San Jerónim o, la General Estoria, II, 34b-39b, intercala una noticia sobre los tres Herm es, y extractos del com ienzo de un Libro de Esculapio , por los cuales se ech a de v er que este libro no guarda relación con el Asclepios de la lite ratura he rmética neoplatónica dela Antigüedad. Según dichos extractos, que Alfonso interpola con un dato geográfico de las Metamorfosis, I, 313 (II, 35a), y una gen ealogía del Libro de las generaciones de los dioses de los gentiles (II, 38b), el Sabio Esculapio encuentra un libro, y sólo es capaz de explicárs elo una vieja caldea, por nombre Goghobón, sobrin a de Ne mbrot. La vieja encarece la sabiduría d e los gigantes, entre ellos Enoc, ·el que fu e dicho Hermes e fue padre de todos los philosophos· (II, 37b), y el poderío de los siete gigantes m ayores, epónimos de siete montes. Aquí acab aba la intro ducción y com enzaba, como exposición del supuesto libro, una serie de nociones de as trología. Se trata, pues, de un tratado perteneciente a la literatura seudohermética, árabe y latina, activa entre los siglos XII y XIV, que conoce a los tres Herm es, atribuye libros de astrología y alquimia a Herm es o Enoc y gusta de en cuadrar su doctrin a dentro del m otivo del libro m isteriosamente hallado. P ero el Libro de Esculapio, extractado en la General Estoria, no parece coincidir con ningu no de los enum erados en los repertorios de obras de esa índole228. 227 Bocados de oro . BNE, mss. 9204, fol. 30v. E sta interpretación l a hace Ana DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ: “La miniatura en la corte alfonsí”, Cuadernos de arte español, 35 (1992), P.12. 228 LI DA DE MA LKIEL, Mª ROSA: “La General esto ria: n otas literarias y filo lógicas. I”, Romance Philology, XII (1958), p.122: Ella misma, en la no ta 20, nos da el pasaje de la General estoria, II, 34b: “Andados doze an nos del re ynado de J osué f ue a publiguado e t enudo por grant sa bio á quel a q uien dixieron Tat, que fue fijo de Hermes a que llamaron Trimegisto, assí como dizen en sus Crónicas Eusebio y Jherónimo”. 170 Siguiendo la m isma línea de interpretación Ana Dom ínguez229 da una explicación de las “imágenes de presentación” y las “de autor”, basándose en el prólogo del Libro de las cru ces (ya explicado en el apartado de obras científicas), pues en él se se expresa la idea de que el m onarca, el egido por Dios, por su m ayor sabiduría y entendimiento, se ocupa de descubrir la ci encia oculta y transm itirla Y según ella, don Alfonso ha pasado a ser el Sabio inspir ado que, de acuerdo con los ideales del Hermetismo230, se ocupa de transm itir a un grupo dóc il de cortesanos, pues el rey sólo adoctrina a una minoría, lo mismo que los sabios herméticos. Vemos como el rey S abio conocía esta f ilosofía y jugaba con ella y con el tema de los libros perdidos. Es lo m ismo que él tratab a de hacer, s acar a la luz libros antiguos importantes y darlos a conocer; así que hacía como esos sabios antiguos, pero es verdad que esos conocim ientos no estaban al alcance de todos, y él era uno de ellos, aunque lo m ás i mportante es que dejó un im portantísimo legado cultural a sus contemporáneos y a las generaciones posteriores. 8.3. UN SOLO REY PERO CON MÚLTIPLES FACETAS. Fue un rey que nos ha legado dos im ágenes fundamentales: como gobernante y como hombre de letras, las cuales se descomponen en múltiples facetas. Recogemos la opinión de Maravall 231 para glosar su figura, quien aúna las dos imágenes mencionadas porque, según él, Alf onso X con su concepción del reino com o corpus, transforma los conceptos básicos de la cultura, así como los de teritorio, pueblo, poder político, naturaleza, derecho, historia , etc.; es decir, t odos aquellos que se articulan en una doctrina sistemática del orden político. No cabe duda de que la obra de este m onarca se hace eco de un importante cam bio histórico, ligado a las hondas transformaciones sociales de la Baja Edad Media que responden al desarrollo de las ciudades y de la cultura burguesa. En el terreno político es evidente que fue un rey innovado r, porque trató de imponer una monarquía autoritaria y centralis ta, basada en una concepción rom anista y cristiana, aunque sus relaciones con la Iglesi a como institución, a pa rtir de la revuelta nobiliaria de 1272, fueron tensas debido a r azones de oreden económ ico y político, ya que el rey d eseaba controlarla y ésta no quería perder sus pr ivilegios, como se puso de manifiestro en el Gravamina espiscopal de 1279. Finalm ente, tuvo problem as en el seno de la propia familia real y acabó sólo en Sevilla, desafiado por su hijo don Sancho, quien heredó el reino en cont ra de su voluntad, por lo tant o se puede concluir que el balance en el aspecto político fue negativo. La im agen m ás de finitoria de su persona es la del rey sabio y, com o tal, ha llegado hasta nuestros días, por eso se puede de cir que el balance en el aspecto cu ltural fue positivo. Su ingente obra cultural fue única en la Europa de su tiempo, y todavía hoy es objeto de estudio y d e debates. Esta imagen tiene una trip le faceta: como comitente 229 DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ, Ana et a lii: El Primer Lapidario, ed ición facsímile, Madrid: Ed ilán, 1982, p.203. 230 Doctri na filosófica conteni da en algunos escritos místicos apa recidos en el si glo I y que n os ha n llegado con el nom bre d e Herm es Tr ismegisto. He rmetismo y el adjet ivo hermético pasa ron posteriormente a designar cualquier teoría o doctrinas difíciles o accesibles sólo para aquellos que poseen una clave para interpretarla (ABBAGNANO, Nicola: Diccionario de Filosofía, México: Fondo de Cultura Económica, 1987, 2ªed.) 231 MA RAVALL, Jo sé Antonio: Estudios de Hi storia del pensamiento es pañol, Mad rid: Cultura Hispánica, 1983, p. 145. 171 fue el más importante en la Edad M edia; como trovador, pues él m ismo compuso obras de gran calidad; el deseo de conocim iento que persigue en sus diversas obras, en este sentido Francisco Rico 232 recoge dos citas de las obras del rey: “Los om es naturalmente cobdician oír e saber e ver cosa s nuevas” (Partida I, Título I, Ley XI X), “Todo omne que es lleno de vertudes e de sabe r semeia a Dios, ca por Él le viene; et cada uno, quanto más ha desto, tanto más semeia a Dios e tanto m ás se llega a la natura de Él” (General Estoria II, 1). Estas reflex iones sirven para e xplicar el apodo de “Sabio”, que es el que le ha dado la inmortalidad, brindada por la fama que corresponde a los amigos del saber. Incluso, se le puede añ adir un matiz de cualidad al calificarle de rey letrado; Elis a Ruiz 233 opina que tal condición fue el rasgo m ás notable de su personalidad, porque comprendió muy bien el valor de la e scritura pa ra transm itir s u propio ideario político, y prueba de ello es la gran cantidad de obras que mandó escribir sobre los m ás variados tem as. Por lo tant o, también, concedía al con ocimiento una utilidad práctica para llevar a cabo la labor de gobierno, de ahí su afán didáctico. Es el prim er reinado de la serie de reyes exhibidos. Le consideram os como tal porque nos ha dejado m uchas represet aciones suyas sobre diveros soportes, especialmente en los m anuscritos, a los que hemos prestado m erecida atención. Dentro de las representaciones figurativas destacam os las de cu erpo entero en que aparece como promotor o receptor de obras, adem ás de la mayestática, ecuestre, legislador, juez y orante. Entre los símbolos del poder regio, el más usado como definitorio de su rango es la coron a, tam bién la espada, ta nto com o símbolo m ilitar com o de la justicia; el vestido adquiere un gran protagonism o a la hora de m arcar su p reeminencia; co mo emblema, e l cuartelado de Castilla y León aparece profusam nte en todos sus manuscritos, monedas y obras de arte. Como colofón direm os que fue, sobr e tod o, un rey inte ligente com o lo demuestran los variados y elevados objetivos que se propuso, aunque no triunfara en los más importantes, sí lo hizo en los medios que desplegó; quizá no fue comprendido en su tiempo pero, desde luego, la Historia le ha hecho intemporal. 232 RICO, Francisco: Alfonso el Sabio y la General Estoria, Barcelona: Ariel, 1984, pp. 132 y ss. 233 RUIZ GARCÍA, Elisa: “Rex scribens: Los discursos de la conflictividad en Alfonso X el Sabio”, en La monarquía como conflicto en la Corona Castellano-leonesa (1230-1404), Madri: Sílex, pp. 359-422. 172 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS AALLFFOONNSSOO XX 173 Fig.1 Las Cantigas. Códice de los músicos RBME, mss. b. I. 2, fol. 29r Fig. 2 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1, fol. 4v 174 Fig. 3 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1, fol. 5r Fig. 4 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1. Cantiga XX 175 Fig. 5 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1. Cantiga L Fig. 6 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1. Cantiga XC 176 Fig. 7 Las Cantigas. El Códice Rico. RBME, mss. T.I.1. Cantiga CX 177 Fig. 8 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1. Cantiga XCVII Fig. 9 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1. Cantiga CXLII 178 Fig. 10 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1. Cantiga CLXIX 179 Fig. 11 Las Cantigas. Códice de Florencia Biblioteca Nazionale Centrale de Florencia, mss. B.R.20, fol. 1r Fig. 12 Las Cantigas. Códice de Florencia Biblioteca Nazionales Centrale de Florencia, mss. B.R. 20, fol. 119r 180 Fig. 13. Las Cantigas. Códice de Florencia Biblioteca Nazionales Centrale de Florencia, mss. B.R. 20, fol. 120v y detalle. 181 Fig. 14 El Lapidario RBME, mss. h.I.15, fol. 1r Fig. 15 Libro de las formas e imágenes que están en los cielos RBME, mss. h.I.16, fol. 1r 182 Fig. 16 Libro de los juegos. Libro de ajedrez RBME, mss. T. I.6, fol. 1r Fig. 17 Libro de los juegos. Libro de ajedrez RBME, mss. T. I.6, fol. 47v Fig. 18 Libro de los juegos. Libro de ajedrez RBME, mss. T. I.6, fol. 48r 183 Fig. 19 Libro de los juegos. Libro de los dados RBME, mss. T.I.6, fol. 65r Fig. 20. Libro de los juegos. Libro de las tablas RBME, mss. T.I.6, fol. 72r 184 Fig. 21 Libro de los juegos RBME, mss. T.I.6, fol. 96v Fig. 22 Libro de los juegos RBME, mss. T.I.6, fol. 97v 185 Fig. 23 Estoria de España RBME, mss. Y.I.2, fol. 1v Fig. 24. Primera Crónica General de España BNE, mss. 10134, fol 1r 186 Fig. 25. General Estoria Biblioteca Vaticana, Urb. Lat. 539, fol. 2v Fig. 26. Fuero Juzgo de Murcia AMMu, mss. nº 53, fol. 2v 187 Fig. 27 Fuero Juzgo de Murcia AMMu, mss. nº 53, fol. 32v Fig. 28 Fuero Juzgo de Murcia AMMu, mss. nº 53, fol. 46v 188 Fig. 29 Fuero Juzgo de Murcia AMMu, mss. nº 53, fol. 62v 189 Fig. 30 Fuero Juzgo de Alfonso X el Sabio BNE, vit. 17-10, fol. 2v Fig. 31 Fuero Juzgo Royal Library Stockholm, B. 693???fol. 5 190 Fig. 32 Primera Partida British Museum, mss. Add. 20.787, fol. 1r Fig. 33 Primera Partida British Museum, mss. Add. 20.787, fol. 1v 191 Fig. 33 bis Detalle del fol. 1v Fig. 34 Las Siete Partidas BNE, mss. 12794, fol. 2r 192 Fig. 35 Las Partidas BNE, vit. 4-6, fol. 6r Fig. 36 Las Partidas Fig. 37 Las Partidas BNE, vit. 4-6, fol. 106r BNE, vit. 4-6, fol. 191r 193 Fig. 38 Libro intitulado del Tumbo de Santiago BRAH, mss. 9/5496, fol. 16v 194 Fig. 39 Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela Fol. 71r Fig. 40 Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela Fol. 71v 195 Fig. 41 Notule de Primatu BNE, mss. Vit. 15-5 Fig. 42 Códice de Toxos-Outos AHN, Códices 1002, B, fol. 22r 196 Fig. 43 Biblia antigua Real Monasterio de Santa María de Huelgas, fol. 49 Fig. 44 Biblia de San Luis Tesoro de la catedral de Toledo. Último folio 197 Fig. 45 Privilegio rodado AMS, sec. I, n. 18 Fig. 46 Privilegio rodado AHN, Clero, carpeta 1024, nº 8 198 Fig. 47 Privilegio rodado Archivo Catedral de Segovia, sig. 6-12 Fig. 48 Privilegio rodado AHN, Sigilografía, caja 11, nº 7 199 Fig. 49 Privilegio rodado ACS, sec. IX, c.3, n.12/1 Fig. 50 Privilegio rodado Archivo Catedral de Murcia, pergaminos, sin signatura 200 Fig. 51 Privilegio rodado ACS, sec. IX, c.3, n. 53 Fig. 52 Libro de los Privilegios AMMu, sig. 47, fol. 2v 201 Fig. 53 Moneda: anverso y reverso MAN, 7-4-4098. D. 14842 Fig. 54 Sello: anverso y reverso AHN, Sigilografía. Armº 1, caj. 5/nº 6 202 Fig. 55 Sello. Anverso y reverso ACO, carpeta 9, nº 41 Fig. 56 Sello: anverso Fig. 57 Sigillum aureum AHN, Sigilografía caja 2/nº 12 203 Fig. 58 Vidriera de la Catedral de León Fig. 59 Detalle de la figura anterior: Alfonso X 204 Fig. 60 Vidriera de la Cacería de la Catedral de León Figs. 61, 62 y 63 Detalles de la fig. 60 205 SSAANNCCHHOO IIVV LA REALEZA EN LA ÉPOCA DE SANCHO IV (1284-1295) 206 ÁRBOL GENEALÓGICO DE SANCHO IV VIOLANTE DE ARAGÓN ALFONSO X JUAN SANCHO IV (1284-1295) MARÍA DE MOLINA ISABEL FERNANDO IV PEDRO FELIPE 207 1. CLAVES DE UN REINADO. 1.1. CORONACIÓN DEL REY. Como es sabido, Sancho era el segundo h ijo varón de Alfons o X y de Violante de Aragón, pero será el sucesor después de la muerte de su padre. Su conducta nos indica que no se resignaba a ser un infante segundón. Por ejemplo, durante las ceremonias que tuvieron lugar con m otivo de las bodas del infante heredero, don Fernando, con la hija de Luis IX de Francia, Alfonso X, personalm ente, armó caballero a su primogénito y al prín cipe Eduardo de Inglaterra , con el objetivo de que el resto de sus hijos fuesen arm ados por el heredero, para dejar claro el reconocimiento de su sum isión. Don Sancho no aceptó el recibir el grad o de caballero de parte de su herm ano1. Según Nieto Soria 2, lo hizo siguiendo los consejos de su abuelo Jaime I de Aragón y, finalmente, logró ser investido por su padre el rey. En julio de 1275 cuando muere el infante don Fernando en Villa Real, el rey está en Beaucaire entrevistándose con el Papa. Ante el vací o de poder, Sancho actúa con gran decisión y se proclam a “fijo mayor he redero”, y exhorta a los caballeros para que le sigan en la m archa hacia la frontera para detener a los benimerines. Da m uestras de ser un gran caudillo militar, en unos momentos en que la s ituación del reino era difícil. Así lo entendió Alfonso X cuando regresó de F rancia y, ante el tem or de una guerra civil, aceptó com o heredero a su hijo Sancho, en lugar de sus nietos , los Infantes de la Cerda. El entonces propuesto com o sucesor pi de al rey que convoque Cortes para que le juren como heredero, lo que no se produjo hasta las celebr adas en Segovia en 1278. Es una prueba más de las tensas relaciones entre padre e hijo, que desembocarán en una guerra civil com o cons ecuencia de la rupt ura que se produjo entre ambos en 1281. Estos acontecimientos ya han sido relatados en el capítulo anterior. Durante los años de la guerra ac tuó como rey pero no se titu ló como tal. En los documentos que expide su cancillería utiliza la fór mula: “fijo m ayor e t heredero del muy noble rey don Alfonso”. Vam os a ver, como ejemplo, una carta de privilegio dada en Valladolid el 4 de m ayo de 1282, en la que confirm a, a ruego del obispo don Fernando, todas las franquicias y libertades concedidas al ob ispo y cabildo de la iglesia de Burgos por sus predecesores en el tr ono; en este docum ento, el infante don Sancho insiste en que es el heredero de la dinastía, lo que es una m anera de hacer evidente su legitimidad: De mí, infante don Sancho, fijo m ayor e heredero del m uy noble don Alfonso, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de Toledo, de León, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murcia, de Iahén e del Algarbe, a todos los conçeios, alcaldes, merinos e a los cogedores de los pec hos del obispado de Burgos e a todos quantos esta m i carta vieren, salut e gracia. Don fray Ferrando, obispo de Burgos, me dixo que, teniendo privilegios él e el cabildo de su eglesia del rey don Sancho e del rey don Alfonso, su herm ano, e del em perador e de los otros reyes onde yo vengo, de franqueças e libertades que les fizieron a ellos e a todos sus vasallos, e confirmados del rey m ío padre, e que les fueron guardados e tenidos todavía fasta en tiem po del rey mi padre […] e por mucho serviçio que 1 Este suceso pone de relieve la importancia que concedía Sancho al acto de la investidura de armas, y en concreto a la recepción de la espada, considerada un importante símbolo político; lo que comprobaremos a lo largo de su reinado. 2 NIETO SORIA, José Manuel: Sancho IV (1284-1295), Palencia: Diputación Provincial, 1994, p.21. 208 fizieron al rey m ío padre e a m i e a los reyes onde yo vengo, que les sean guardados e tenidos daquí adelante3. En 1284 muere el rey Sabio4, al conocer la noticia del fallecimiento de su padre, Sancho toma decisiones rápidamente, según nos relata la Crónica: E estando el infante don Sancho en la cibdat de Ávila, llegole ý m andado de commo el r ey don Alfonso su padre, que era en Sevilla, q ue era finado. E este infante don Sancho vistió luego paños de m argas él e todos los del su señorío, e fizo duelo por el rey do n Alfonso su padr e; e o tro día fue facer com plimiento a la iglesia mayor, que dicen Sant Salvador; e desque fue la misa dicha por el alma del rey don Alfonso, tiró los paños de duelo, e porque fincó heredero en los reinos de Castilla e de L eón e de Córdoba e de Murcia e de Jaén e del Algarbe, vistió otros paños de oro r eales, e d ijo commo era he redero del Rey su padre, e llamose rey de los reinos sobredichos, e fizo tomar por reina a doñ a María, su mujer, e fizo tomar por heredera a la infant a doña Isabel, su fija , si fijo varón no oviesen. E todas las guerras que avía ent onces por muchas partes, todas cesaro n cuando sopieron que era el rey finado5. Como vemos no se habla de alzam iento del rey, como señalamos en Alfonso X. En este caso se puede decir que don Sancho, su esposa y su hija fueron jurados com o reyes y heredera respectivam ente en la catedral. El nuevo monarca era consciente de lo difícil de su situación, había sido m aldecido y desheredado por su padre y, aunque él se considerase su legítim o sucesor y hubiera actuado como tal y, aunque la m ayoría del reino parecía estar con él, necesitaba poner en juego los m áximos recursos propagandísticos para refor zar su exaltación al trono. Po r eso va a r ecurrir a una ceremonia inusual en la m onarquía castellana, pero que va a consum ar su legitimación, como es la coronación. El último rey castellano que se había coronado fue Alfonso VII en 1135, pero lo hizo com o em perador, títu lo que e staba m uy lejos de las aspira ciones de Sancho IV. Los deseos de éste eran de otra índole, com o ya hem os dicho: se trataba de afirmarse como rey frente a sus sobrinos , sus posibles rivales. Por eso inmediatamente después de ser proclamado en Ávila, según nos relata la Crónica: E luego fuese para Toledo, e fizose coronar a él e a la reina doña María, su mujer; e coronáronlo cuat ro obispos: el uno fue don Fray Fernando, obispo de Burgos, e el otro fue don Gonzalo, obis po de Cuenca, e el otro fue don Alonso, obispo de Coria, e el otro fue don Gil, obispo de Badajoz6. 3 Este documento del Archivo de la Catedral de Burgos está recogido en: F. Javier PEREDA LLARENA: Documentación de la catedral de Burgos (1254-1293), Burgos: J.M. Garrido Garrido, 1984, pp. 242-3. Debemos acl arar que el i nfante d on Fernando, primogénito de Alfonso X , ha bía o torgado documentos en los que hacía concesiones, por lo tanto, don Sancho actúa como había hecho su hermano cuando era el heredero; algunos ejemplos aparecen en RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Ildefonso: Colección diplomática medieval de La Rioja, tomo IV (documentos del siglo XIII), Logroño: Diputación Provincial, 1989, pp. 302 y 306. 4 D ice Loaysa: “El inf ante don Sancho aguijoneado po r el p esar de haber sido r ebelde a su padre […] pretendía volver a su padre e implorar su misericordia y reintegrarse a su gracia y mandato; pero cuando esto sucedía, so rprendió la mu erte al ín clito rey Al fonso en la ciud ad de Sev illa”. (Jo fré de LOAYSA: Crónica de los reyes de Castilla, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1982, p.121.) 5 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de España, Madrid: BAE, 1953, nº 66, p. 69. 6 Como explica Nieto Soria, la participación de estos obispos no es secundaria. No hay que olvidar que, por haber sido desheredado, el Papa habí a mandado todo tipo de cens uras eclesiásticas contra él y sus 209 En conformidad con los datos de su itin erario, de Toledo p artió a Uclés, donde se entrevistó con su tío el rey de Aragón (no olvidem os que los Infantes de la Cerda estaban bajo su custodia). Después marchó a Córdoba, donde recibió el pleito-homenaje de su herm ano el infante don Juan y otros cab alleros, y por fin llegó a Sevilla, ciudad leal a Alfonso X, donde fue entronizado y coronado de nuevo en la catedral el domingo, 19 de junio de 1284, según el te stimonio de ciertos em bajadores del sultán m ameluco que recoge Nieto Soria7. Linehan nos aporta otra clave para in terpretar la cerem onia de coronación. Además de consider arla un acto pú blico para mitigar los ef ectos de la m aldición de su padre, dice que, probablem ente, el m ismo Sancho coronó a la reina, de m anera que lo que pretende es legitimar su m atrimonio y su sucesión, porque se casó sin gozar de la dispensa papal, como ya hemos dicho (véase nota 6). Como eje mplo de la importancia que Sa ncho IV daba a la cerem onia de la coronación, recogemos el testimonio de Loaysa8 de cómo estableció que, a partir de él, todos los futuros reyes que le sucedieran fueran coronados en la m isma catedral de Toledo. Pero este deseo no se cumplió. Otra prueba de la trascendencia que otorgaba al acto de la coronación, es el valor que le daba a la p ropia corona como símbolo de la realeza. En su tumba, emplazada en dicha catedral, apareció una auténtica cor ona real ciñendo las sienes del m onarca. Hoy se conoce como “corona de Sancho IV” [fig. 1] y se conserva en la sede m etropolitana, aunque la mayoría de los autores dicen que pe rteneció a Alfonso X. Es de plata dorada, compuesta por ocho placas ar ticuladas rematadas por castillos heráldicos similares a los de las m onedas y sellos, tanto de Alfonso X como de Sancho IV; en el centro de cada una de las placas se alternan cuatro gr andes zafiros sin tallar y cuatro cam afeos9. Como es un hecho insólito el que el m onarca fuera enterrado con ella, ha dado lugar a varias explicaciones; podría ser una corona cerem onial, y si se tratara de la corona real, quizá María de Molina decidiera ocultarla de es ta m anera para evitar que alguien pudiera apropiarse de ella reclamando su derecho al trono10. Hay otra ceremonia más, que tiene lugar en este reinado y que avala la hipótesis de Linehan de interpretar la coronación co mo acto de legitim ación, y es la que Nieto Soria ha calificado como “solem ne hom enaje recognoscitivo” 11, que tuvo lugar en Zamora en 1286, al año siguiente del nacim iento del infante don Fernando. En él los ricoshombres del reino, las Órdenes y los representantes de las ciu dades y villas prometieron recibir al infante com o rey a la m uerte de su p adre, es d ecir, le pres taron seguidores, incluso su matrimonio con María de Molina no era reconocido por el papado, que no le había dado la d ispensa d e un primer m atrimonio aco rdado, pero no con sumado, con Gu illerma d e Mo ncada (NIETO SORIA, José Manuel: Sancho IV…pp. 55-6.) Cfr. VALLE CURIESES, Rafael del: María de Molina, Madrid: Alderabán Ediciones, 2000, p. 43. Según este autor, ante la reacción violenta del Papa Martín IV, Sancho IV no hizo nada; se sentía respaldado por el clero castellano y po r el Tribu nal de Dios, porque estaba convencido de que sus victorias políticas y militares eran signos evidentes de que actuaba con rectitud. 7 NIETO SORIA, J.M.: Ibidem, p. 57. 8 LOAYSA, Jofré de: Crónica de los reyes de Castilla, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1982, p. 123. 9 Dos de los camafeos serían de ép oca romana imperial, uno representa a Dr usus Minor y el otro a l a reina Onfalia que se c ubre con la piel del León de Nemea. Los otros dos serían staúficos o s uritálicos ( MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo: La España del siglo XIII leída en imágenes, Madrid: R.A.Hª, 1986, p. 40.) 10 Maravillas de la España medieval. Tesoro sagrado y mona rquía. Catálogo de la exposición de Leó n, dir, Isidro BANGO, Valladolid: Junta de Castilla-León, 2001, pp. 98-9. 11 NIETO SORIA, J.M.: Sancho IV (1284-1295), Palencia: Diputación Provincial, 1994, p. 74 210 juramento de fidelidad, pero no hay docum entos que digan que se celebraran Cortes para ello. Esta cerem onia debía producirse a la muerte del rey, pero Sancho IV quiso consolidar la posición de su heredero, porque era consciente de que la aceptación de su hijo podría presentar resistencias, debido a que era fruto de un m atrimonio ilegítimo, según el Papado, y a que los Infantes de la Cerda reclamaban su herencia. Toledo fue la ciudad p rotagonista en los grandes actos de este rey. La elección de este escenario no fue casual. Ade más de la im portancia que tenía com o s ede arzobispal, había sido la capital del reino vi sigodo, lo que le confería un gran valor simbólico en el seno de la corte itiner ante castellan a y, sobre todo, un carácter emblemático en la reconquista de las tierras islámicas. 1.2. UN BREVE REINADO. El balance de este reinado se puede hacer desde dos puntos de vista. Según Nieto Soria12, con relación a los reinados qu e le antecedieron, significa el final d e una época, porque la lucha contra el Is lam se rale ntiza def initivamente, y con rela ción a los reinados que le sucedieron, abre una etapa de reinados inestables por la m uerte prematura de los monarcas que ven amenazada la paz interior. Sobre la personalidad de Sancho IV te nemos el juicio de un contem poráneo como Loaysa 13. Lo califica de rey m uy justiciero, “hasta tal punto que en vida suya condenó a la últim a pena a m uchos poderosos y nobles de s u reino”, también dice que era muy temido por los reyes vecinos por su audacia. Merced es Gaibrois14, que hizo un profundo estudio sobre él hace muchos años, y al que valora positivamente, dice que era de personalidad com plicada, pues en él se amalgamaban vicios y virtudes contrapuestos. Tenía audaci a, am bición, inteligen cia, devoción, amor conyugal, im pulsividad, valo r, culto a los ante pasados, aficiones literarias, sentido de la autoridad, pero tam bién un ge nio iracundo y ar rebatos de violencia. Esta doble vertiente la percibieron sus súbditos, de manera que su valor y su impetuosidad le granjearon la adhesión del re ino en su juventud, pero parece que en su última etapa fue en aumento su impopularidad. ¿Fue Sancho IV un rey bravo o depravado?, quizá las dos cosas. Su reinado duró apenas once años, fue un breve reinado, pero en él hubo hechos importantes que a continuación vamos a exponer. En la lucha contra el Islam, el suceso más destacado es la toma de Tarifa. Según Gaibrois15 la batalla decisiva tuvo lugar en sept iembre de 1292 y la entrada triunfal del rey en la ciudad rendida fu e en octubre. Sin embargo, no se pudo proseguir con los planes para lograr el control del Estrecho a causa de la enfermedad del rey. Según Nieto Soria 16 se inic ia el pr oceso de ar istocratización de la sociedad castellana que culminará en el triun fo de la dinastía Trastámara. Ya hemos visto en el reinado anterior las lu chas entre monarquía y nobleza; las cuales se m antienen en este período, o incluso se acentúan, debido al tem a de la legitim idad del rey, situación que le hacía vulnerable y que le obliga a gana rse apoyos entre los nobl es, lo que consigue concediéndoles privilegios que, a su vez, m erman el patrimonio de realengo. Como bien dice el profesor Nieto, el proceso de señorialización era imparable. 12 NIETO SORIA, J.M.: Ibidem, p. 11. 13 LOAYSA, Jofré: Crónica de los reyes de Castilla, Murcia: Academia Alfonso el Sabio, 1982, p. 159. 14 G AIBROIS, Mercedes: Historia del rei nado d e San cho IV de Ca stilla, M adrid: Ti p. De Archivos, 1922, vol. II, p. 382 y p. 396. 15 GAIBROIS, Mercedes: Ibidem, vol. II, pp. 181-2. 16 NIETO SORIA, J.M.: Sancho IV (1284-1295), Palencia: Diputación Provincial, 1994, pp. 190 y ss. 211 También hay sombras en este corto rein ado. Un ejemplo es la m uerte en 1288, en presencia del rey, del conde de H aro, figura que tom ó partido por Sancho desde el momento de la muerte de su herm ano, el infante Fernando de la Cerda. De hecho tenía demasiado poder en la corte lo que le convert ía en una figura incóm oda para el rey y para muchos nobles. Otro es el tema de la bula Proposita nobis , dada en 1292, por la que Nicolás IV declaraba lícito su matrimonio. Era una falsif icación, lo que se supo años después. Para los reyes era muy importante, porque legitimaba a sus hijos como sucesores17. Otra decisión que resultó m uy polém ica fue el establecim iento de un nuevo impuesto, la sisa. Fue tan im popular que, Marí a de Molina, lo tuvo que abolir pocos meses después de la muerte de Sancho IV. No obstante, estas m edidas polémicas contribuyeron a consolidar la m onarquía de Sancho IV, lo que fue el objetivo funda mental que se había m arcado desde el inicio de su reinado; idea que ya hemos deducido de la decisión de ser coronado. 1.3. LA MUERTE DEL REY. Parece ser que padecía tisis y, aunque luchó contra ella mucho tiempo, su estado se agravó en enero de 1295, cuando estaba en Alcalá de H enares, donde decidió h acer testamento en presencia del arzobispo de Toledo, don Gonzalo Pér ez Gudiel, de otros obispos y de su tío el infante don Enrique; en el instrumento notarial dejaba a su esposa, doña María de Molina, como regente de todos sus reinos hasta que su hijo y heredero, el infante don Fernando, todavía niño, tuviera la mayoría de edad. Después, según relata la Crónica: El rey fizose llevar en andas en cuello de omes a la cibdat de Toledo, e desque ý fue, a cabo de un m es, veyendo que non podía escapar de la muerte, conf esose e tomó el cuerpo de Nuestro Señor, e fízose ungir, e rescebió todos los sacramentos de la Santa Igles ia co mo rey muy católico. E martes, 25 días del mes de abril, dio el alm a a Nuest ro Señor Jesucristo […] E el arzobispo don Gonzalo, con toda la clerecía e con las órdenes e todos los grandes om es, tomaron el cuerpo este día mesmo en la mañana e leváronlo a la iglesia de Santa María de Toledo, e el inf ante don Enrique e don Nuño ficieron con la reina muy gran llanto. E el arzob ispo dijo luego misa, e desque la ovo acabado, en terraron el cuerpo en el monumento de piedra que él mandara facer en su vida, cerca de l rey don Alfonso, emperador de España18. Es sintomático que eligiera para m orir la ciudad donde ha bía sido coronado, y donde había preparado un regio enterram iento para él y sus sucesores, cerca del único rey-emperador de Castilla, Alfonso VII. Ve mos c omo h asta e n l o úl timos mo mentos trató de dejar claro su legiti midad como monarca de la di nastía castellano-leonesa, y, para ello no dudó en convertir su muerte en un acto de propaganda monárquica. 17 La Bula auténtica es la de Boni facio VIII, en la que legitima a don Fernando [IV], y a los infa ntes don Pedro, don Felipe, doña Isabel y doña Beatriz, hijos del rey don Sancho IV, ya difunto, y de la reina doña María. Fue dada el 25 de agosto de 1301: Data Anagnie, VIII Idus septembris , Pontificatus Noster Anno Septimo (BNE, mss. 13.095: Diversos documentos de Sancho IV). 18 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, nº 66, pp. 89-90. Cfr. LOAYSA, Jofré: Crónica de los Reyes de Castila, Murcia: Academia Alfonso el Sabio, 1982, p. 159. Nos aña de a l o dicho que a ntes d e m orir m andó que l e vi stieran co n el hábito f ranciscano, l o que reseñamos porque, aunque era una práctica habitual, lo consideramos reflejo de su honda religiosidad. 212 2. IMAGEN POLÍTICA 2.1. CONCEPCIÓN DE LA MONARQUÍA. Al igual que su padre, A lfonso X, Sanc ho IV aspiró a concentrar en sus m anos mayor poder, lo que encontró la resistencia de la aristocracia. A pr iori, su cuestionada legitimidad, perjudicó dicha aspiración, pero durante su reinado logró restaurar la posición dominante de la m onarquía, debilitada por la guerra civil que m antuvo con su padre, durante los últimos años del reinado de éste. Para ello utilizó las instituciones políticas y adm inistrativas, por ejemplo, el ej ercicio de la justicia real, cada vez m ás decisiva. Su papel de rey justiciero lo de fendió en la teoría política, com o vere mos también en la producción literaria de su é poca. Pero, sobre todo, defiende la m onarquía teocrática: él es el vicario de Dios, el elegido por el Supremo para ser el rey. Sobre las obligaciones que tiene como re y, recogemos lo que él m ismo dice en un privilegio rodado, en el preám bulo, es decir, después de la invocación y antes de la intitulación, aunque es una fór mula habitual, demuestra que las asume como propias de su condición: Porque entre las cosas que son dadas a los reyes señaladam ente le es dado de fazer graçia e m erçed, e mayormente si se dem anda con razón. Ca el rey que la faze, deve catar en ella tres cosas . La prim era que m erçed es aquella quél demandan. La segunda que es el pro o el daño quél ende puede venir si la fiziere. La terçera qué logar es aquél que ha de fazer la merçed o cómmo ge lo mereçe19. Sobre su concepción de la m onarquía tenemos la información que él m ismo nos brinda a través de la obra Castigos y documentos, atribuida al propio rey, y a la que dedicaremos un epígrafe. 2.2. LA CANCILLERÍA. Durante los dos años de guerra civil hast a la muerte del rey Sabio, la cancillería del infante don Sancho había sido m uy activa, com o lo de muestran los m uchos privilegios que otorgó para asegurarse apoyos . Puesto que dicho organismo resultó muy eficaz, cuando Sancho IV sube al trono, m antiene su con tinuidad, como prueba d e la buena re lación y conf ianza entre e l rey y e l pe rsonal d e la m ás alta in stitución d e la administración del reino. Según Isabel Ostol aza, esta continuidad que se observa por primera vez con don Sancho, crea el preced ente de lo que su cederá en reinados posteriores20. Hay novedades en el funcionam iento de dicho organism o21, por ejemplo, la Cancillería secreta aparece ya plenamente organizada, y también se pueden sellar en ella cartas y docum entos. Adem ás se encuentran en pleno desarrollo las Secretarías del Tribunal real y de la Cámara real. 19 ACMu, Pergaminos nº 43. Privilegio rodado (1293, octubre, 4. Valladolid) por el que el rey don Sancho confirma la donación que hizo a la Iglesia de Cartagena de los lugares de Oria, Cantoria, valle de Purchena y los Vélez, cuando fueron reconquistados a los moros. 20 OSTOLAZA, Isab el: “La Cancillería d el In fante don Sancho duran te la reb elión contra su padre Alfonso X el Sabio”, Historia. Instituciones. Documentos, 16 (1989), p. 310. 21 SÁNCHEZ B ELDA, Lu is: “La Can cillería castellana durante el rein ado de Sancho IV”, Anuario de Historia del Derecho Español, XXI-XXII (1951-52), p. 223. 213 La figura más im portante de la Cancille ría de Sancho IV fue el arzobispo de Toledo don Gonzalo Pérez Gudiel, lo que determ inó el predom inio de eclesiásticos en ella22. De todas form as, no hem os encontrado la riqueza docu mental del reinado anterior. Es cierto que fue m ás breve, y no tuvo las relaciones internacionales de Alfonso X, ni tampoco el dinero y el prestigio de su progenitor 2.3. LA POLÍTICA RELIGIOSA. Los estudiosos de este rey coincide n en calificarlo com o m uy piadoso. Las difíciles circunstancias d e su ascenso al tr ono y la necesidad de las dignidades de la Iglesia en su coronación (no olvidemos que participaron cu atro obispos), hicieron que concediera a esta ins titución im portantes privilegios y donaciones a lo largo de su reinado, como verem os al estudiar sus pr ivilegios rodados. Y, de hecho, en la administración había abundancia de clérigos ostentando distintos cargos. Tenemos un testim onio muy valioso, de l propio rey, sobre su concepción de Dios y de sí m ismo como “elegido de Dios”, en el prólogo del Lucidario23, atribuido al propio monarca: E por ende, nos, don Sancho […], por la grand labor que avem os de servir a Dios e de lo loar, e de le conosçer el vien e la m erçed que nos faze del día que nasçimos fa sta el día de oy, e ante que nos nasçiesem os de cóm o vos agora diremos: lo prim ero, en querello ordenar que veniesem os del linage ende nos veniemos, que fuesemos fijo del rrey don Alfonso e de la rreyna , nuestra madre, ca así com o se fizo Dios esto, otrosí podiera fazer si él qui siera que fuesem os fijo de un labrador e de otro ome qualquier. Lo segundo, tollionos todos aquellos que nasçieron ante que nos por darnos es te logar, e fue la su m erçed de nos escoger para en este logar como escogió a Davi entre quantos fijos avía Jessé, su padre, segund es fallado por la escriptu ra, que le fizo rrey sobre todos los de Ysrael, que fueron doze tribus. E después de todos estos bienes que a nos fizo e nos goardó de m uchos peligros e de m uchas enfer medades e coytas en que fuemos e en que quiso dar a entender a t odos los del mundo que avía saber el de llegar la nu estra fazienda al estado en que somos, en aver el su nom bre que es nombre de rrey, e que lo fuese mos e todos aquellos que fueran del linage onde nos venimos; e fia mos que la su santa m erçed que él no curó fasta agora, e nos guiará que sea e será al su servicio e enxalçamiento de la su santa fe. Sabemos que visitó el se pulcro de Santiago en tres ocasiones, y que, en tiem po de Semana Santa, siem pre que podía, acudía a la iglesia de Sant a María de Villalcázar de Sirga24. 22 Hay un conju nto de libros de la Can cillería de Sancho IV que se con servan en la cat edral de Toledo. Poco después de la muerte del rey, d on Gonzalo fue privado de su puesto en la cancillería, por lo que se retiró a Toledo, seguramente con los libros, que nadie le reclamó, puesto que volvió a haber una situación de in estabilidad po lítica co mo co nsecuencia d e la m inoría d e Fern ando IV. Es un ej emplo más d e las divisiones y los bandos existentes en el reino. Las noticias y la descripción de estos libros la podemos ver en: GONZÁLVEZ RUIZ, Ramón: Hombres y libros de Toledo, Madrid: Fundación Ramón Areces, 1997, p. 581. 23 Los Lucidarios españoles, estudio y edición de Richard P. Kinkade, Madrid: Gredos, 1968, pp. 80-81. 24 GUTIÉRREZ BAÑOS, Fernando: Las empresas artísticas de Sancho IV el Bravo, Burgos: Junta de Castilla y León, 1997, pp. 112 y 115. 214 Favoreció a las órdenes m onásticas de las que tam bién recibió apoyo político. Ya en los mom entos de la guerra civil c ontra su padre, contó con la ayuda de monasterios cistercienses25 y cluniacenses. Pero este rey favoreció, especialmente, a las órdenes mendicantes, y com o muestra de su inclinación al f ranciscanismo, tenemos su decisión de ser enterrado con el hábito de San Francisco. También la reina doña María era m uy devota. Nos lo dem uestra su testam ento, otorgado en Valladolid en el m onasterio de los frailes de San Francisco el 29 de junio de 1321. Aunque la fecha es posterior al reinado de su esposo, las convicciones religiosas que traslucen sus disposiciones testamentarias, parecen coincidir con las de su cónyuge Sancho IV. Hace profesión de fe cris tiana en el comienzo, concede donaciones a varios monasterios, lo que era habitual en los testam entos reales , pero pide ser enterrada en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Valladolid que ella fundó26. 2.4. LAS CORTES. Dice O’Callaghan27 que Sancho IV convocó Cortes en cinco ocasiones durante lo cuatro prim eros años de su reinado y sólo una durante los siete restantes. Lo que indica que, una vez que el m onarca se si ntió seguro en el tr ono, f ue reacio a su celebración, porque limitaban la autoridad real. En las Cortes de Valladolid de noviem bre de 1284, las primeras de su reinado, revocó m uchos de los privilegios que habí a concedido siendo infante, y abolió las Hermandades que le habían apoyado en la lu cha con su padre. Esta decisión confirm a que, desde el inicio de su re inado, quería reforzar la au toridad real, que consideraba debilitada por la guerra civil. La explicación justifica la planteada en el párrafo anterior. Ni en los actos de su proclamación como rey en Ávila, ni en los de la coronación en Toledo, hubo reunión de Cortes, ni tam poco en Sevilla. Y, cuando en 1295, nombra regente de su hijo a la reina doña Marí a de Molina, tam poco convocó Cortes. O sea, que para los actos solemnes y trascendentes en la legitimidad dinástica prescindió de la representación del reino, lo que es una prueba de fort aleza y de su concep ción monárquica: reina en el nombre de Dios, que es a quien tiene que rendir cuentas. Las Cortes de Valladolid de 1293 fuer on m uy im portantes porque en ellas se establece que los procuradores de las ciudades hicieran sus demandas y luego el rey les respondería, de manera que tiene la última palabra: Acordamos de facer nuestra s Co rtes en Valladolit, e con acuerdo de lo s Perlados, e de los Maestres de las Ó rdenes, e de los Ricos-omes, e Infanzones, e otrosí con lo Cavalleros del Regno de León, que Nos tomam os sobre esto por nuestro Conseio, e m andamos a los de las villas del Regno de León, que eran ý con nusco, que Nos dexiesen si en algunas cosas tení an que rescevier agravamientos, que Nos los mostraren, e Nos que les faríamos mercet sobre ello. E ellos aviendo su acuerdo todos de cons uno mostraron todos aquellas cosas, 25 Los m onasterios, e n general, y l os del C íster, en particular, reci bieron e n Galicia u na tu tela real específica durante el reinado de Sancho IV y su hijo. De esta manera la Corona c rea una constelación de instituciones leales a ella, d entro d e una tierra d e señorío prácticam ente to tal. ( Los Reyes y Santiago. Exposición de documentos reales de la catedral de Santiago de Compostela, Santiago: Xunta de Galicia, 1988, p. 32.) 26 Colección de testame ntos y capitu laciones matrimoni ales de los Re yes de Castilla y Aragón y de algunos otros personajes, siglo XVIII, BNE, mss. 6.932. 27 O’CALLAGHAN, Joseph F.: Las Cortes de Castilla y León 1188-1350, Valladolid: Cortes de Castilla y León, 1989, p. 41. 215 que decían, de que rescevier agraviam ientos, e pidieronnos que les ficiesem os mercet a todos los Conceios del Regno de León, por estos servicios sobre dichos […] Nos pidieron m ucho afincadamente mercet sobre ello, otorgám osles todas estas cosas, que en esta nuestra carta serán dichas28. 3. IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 3.1. CASTIGOS E DOCUMENTOS DEL REY DON SANCHO IV29. 3.1.1. GÉNESIS DE LA OBRA. Es una obra controvertida, pues hay dudas sobre muchos aspectos de ella, que son los que vamos a tratar de clarificar. En prim er lugar hay q ue tener en cuen ta que no se conserva el m anuscrito original, pero contamos con varias edicione s. Hay cuatro m anuscritos casi completos y dos fragmentos del siglo XV, y otro códice que es copia del siglo XVIII 30. Además hay dos versiones, una que sería la primitiva y otra mas larga que presenta interpolaciones. Primera cuestión debatida es el au tor. Tradicionalmente se atribuy e al rey, d e ahí que incluso en el título se le incluya. Por eso para nu estro trabajo tiene un in terés especial, y es por lo que le dedicamos un epígrafe. Pascual de Gayangos31, quien “redescubrió” la obra, da una serie de argum entos a favor de la autoría de Sancho IV. En el prólogo del m anuscrito de 1292 éste se presenta como autor: E, por ende, nos el rey don Sancho, por la gracia de Dios, séptim o rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galizia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén, del Algarbe e sennor de Molina, poniendo mis fechos e mi pobre juyzio e entendimiento en aquel soberano altísi mo Rey muy poderoso, fazedor de todas las cosas, sin la graçia del qual n inguna cosa se puede fazer, acatado que todo omne es obligado a castigar, regir e am inistrar sus fijos […] con a yuda de çientíficos sabios ordené e fize este libro para mi fijo. De igual m odo en el colofón de la obra, al final del c apítulo L, dice : “E nos el rey don San cho, que fecim os este libro, lo acabamos aquí en este cap ítulo en la era de mill e trezientos e treynta e un annos”. También figura su nombre en el capítulo XV, en donde justifica su derecho al trono: 28 JORDÁ N D E ASS O, I gnacio & M ANUEL RO DRÍGUEZ, M iguel de: Cortes c elebradas en los reynados de don Sancho IV y don Fernando IV, Madrid: Joaquín Ibarra, 1775. 29 Todas las citas textuales de la obra, se extraen de la edición de BIZZARRI, Hugo Oscar: Castigos del rey don S ancho I V, M adrid: I beroamericana, 2001. Pa ra l a q ue t oma com o t exto base el M s. de la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial Z.III.4, del siglo XV. 30 Aparecen descritos en ALVAR & LUCÍA MEGÍAS: Diccionario Filológico de Literatura Medieval Española, Madrid: Castalia, 2002, p.240 y ss. 31 GA YANGOS, Pascual de: “C astigos e d ocumentos del rey do n Sa ncho” e n Escritores en prosa anteriores al siglo XV, Madrid: BAE, tomo 51, p. VII. Hay que tener presente que este autor ha es tudiado la obra en el códice de la BNE, ms. 6.559 y que la primera edición fue en 1860. 216 Nos el rey don Sancho, por la gracia de Dios, que fecimos este libro, heredamos los regnos que avíe nuestr o padre, el rey don Alf onso, porque el inf ante don Fernando, que era m ayor que nos, seyendo él casado e aviendo fijos, m urió grand tiempo ante que el rey nuestro pa dre finase. Ca si él un día viviera m ás que nuestro padre, non ovieram os nos ningund derecho en el regno. Mas ordenamiento fue de Dios que fuese así. E a lo que él ordena non puede nin deve pasar ninguno contra ello, ca él es aquel que sabe que es lo que faze. Otra referencia clara a su autoría es cuando relata, en el capítulo XIX, el milagro que le ocurrió al caudillo de los navarros, J ohan Corvalan de Lehet, durante la batalla entre Navarra y Aragón que tuvo lugar en 1286: E m uchos m iraglos déstos te podríe om ne contar que seríe lueng a es toria de dezir. Mas de uno que contesçió m uy poco tiem po en el nuestro tiem po regnando nos, el rey don Sancho, que fezi mos este libro, seyendo la guerra entre el regno de Aragón e de Navarra. Pascual de Gayangos también da argum entos en contra, tales com o la inm ensa erudición de su autor o la fecha que presenta en el prólogo, que no le parece cierta; de manera que considera que esta obra, m ás bien, es un código de moral cr istiana elaborado por algún docto obispo o capellán. Los estudiosos se dividen en el tem a de la autoría, no obstante los datos que da el propio libro, adjudican la obra al rey. Cr eemos que se puede atribuir a Sancho IV porque consideramos que un infante, for mado en la corte de Alfonso el Sabio, debería de tener una buena preparación intelectual. Ade más se sabe que tenía aficiones literarias, c omo veremos en otro capítu lo. Asim ismo, su papel de autor se podría interpretar como el de Alfons o X, es decir, lo pudo escribir alguno de los sabios de su corte en su nombre, por lo tanto el rey sería realmente el inspirador y el corrector. La fecha también es polémica. Los investigadores debaten entre 1292 como dice en el prólogo o en 1293 com o di ce en el colofón de algún testim onio. Lom ax32 ha aclarado la cuestión. Según él, cuando en el prólogo dice que “fízelo en el anno que con ayuda de Dios gané Tarifa de los moros”, quiere decir que lo com puso dentro de los doce meses que siguieron a la conquista de dicha plaza (septiembre de 1292), y como en el colofón dice que acabó el libro en el año 1293 concluye que ambas cláusulas no son incompatibles, sino que la obra se escrib ió entre enero y sept iembre de 1293. En cualquier caso, se puede inte rpretar que la comenzó en 1292 y la terminó en 1293. Para nuestro trabajo es lo m ismo. Más interesante nos resulta que el rey refiera la fech a de acuerdo a la conquista de Tarifa, como el gran acontecimiento militar de su reinado. El título que recogem os es el que generalm ente se atribuye en los catálogos, colecciones de Literatura etc. Pero sobre ello ha inve stigado Cacho Blecua 33 y, como ninguno de los m anuscritos conservados presenta título, rastrea cómo ha sido conocida la obra a lo largo de los si glos. Zurita la cita com o El libro de los consejos que se compuso en nombre del rey don Sancho; en el siglo XVII aparece la d enominación de 32 LOMAX, De rek W.: “La fecha de ·Castigos e documentos·, Anuario de Est udios Medievales, 18 (1988), p. 397. 33 CACHO BLECUA, Ju an Manuel: “El títu lo d e l os Castigos y d ocumentos d e Sancho I V”, en La Literatura en la época de Sancho IV. Actas del Congreso Internacional. Alcalá de Henares: Universidad, 1996, pp. 153-168. Comienza explicando el térm ino “castigo” com o apercibimiento que i mplica una relación de poder entre quien lo impone y quien lo recibe, que supone una norma de con ducta cuya práctica resulta indispensable para alcanzar el bien terreno o la salvación eterna. 217 Documentos; y el Cond e Villaumbrosa esc ribió el títu lo de Castigos e documentos al frente del códice de su propiedad, que es el que hoy se encuentra en la BNE, y así lo aceptó Pascual de Gayangos en su edición d e 1860 . De lo que se colige que el título original incluiría la palabra castigos y otra de un campo semántico similar pero nunca la palabra documento, no obstante, los editores m odernos, simplemente, han transcrito el título que aparece en la s hojas de g uarda del citado manuscrito. La pa labra “castigos” se repite a lo largo de todo el texto, ya en el prim er capítulo dice: “por ende, par a mientes a los castigo s que te yo agora daré”. S egún Bizzarri 34, el títu lo más adecuado sería el d e Castigos del rey don Sancho , porque los cincuenta capítulos de la obra comienzan, palabra más palabra menos, con la fórmula “Mío fijo, yo te castigo”. 3.1.2. UN LIBRO DIDÁCTICO. Esta obra p ertenece al género de los “espejos de príncipes”, obras ped agógicas destinadas a la form ación de la clase d irigente. El m odelo de todas ellas fue el Regimiento de príncipes de Egidio Romano, y que pudo influi r en ésta. De hecho en el capítulo XIII dice: “él [el rey]es espejo en que todos los omnes se catan”. La finalidad de Castigos y documentos es la edu cación de un joven prín cipe de seis años, en concreto, su heredero Ferna ndo, al que el rey y padr e se dirige en todo momento con la expresión “ mío fijo” y en segunda persona. Se trata de explicarle los deberes éticos fundamentales del hombre, así como los principios doctrinales del poder y del gob ierno. Los capítulos com ienzan c on exhortacion es a acep tar la v irtud o a rechazar el vicio que se describa; para ello se sigue un método expositivo sencillo. Según Pérez Priego, com o tratado polític o y literario, da cabida a diversos conceptos ideológicos y a im ágenes litera rias que responden a la f undamentación teórica de la figura del rey y del poder real característico de la Baja Edad Media35. Al igual que Alfonso X, Sancho defie nde la concepción teológica del rey como vicario de Dios en la tierra, y al com ienzo del capítulo IX dice: “Esto s dos castig os atannen mucho a los reyes e a los prínçipes que tienen el logar de Dios en la tierra, que han a faser e m antener justiçia e derecho”, además nos dej a claro que adm inistrar la justicia y legislar son las dos grandes obligaciones de los reyes, y sobre la primera, en el mismo capítulo hace una comparación muy gráfica: “tal es el rey justiçiero para el regno onde es sennor comm o el sol que esclaresçe e es calienta la tierra sobr e que sale”, de la que se desprende que la justicia es una virtud fundamental para el rey que, adem ás, en la obra es definida como dar a cada uno lo que se merece, bueno o malo. Incluso, en el Prólogo, habla de Dios com o soberano, como Rey de reyes, en función de cuya providencia, el m onarca ejerce su poder: “poniendo m is fe chos e m i pobre juyzio e entendimiento en aquel soberano altís imo Rey m uy poder oso, fazedor de todas las cosas”. La teoría de las dos espa das que aparecía en la Segunda Partida, se explica con gran claridad en el capítulo XVII, representada por el cetro y el báculo: E a semejança desta verga [la de Moisés], que era derecha e para ferir a conplir los m andamientos que Dios le m andava, son los çeptros que los reyes e los enperadores tienen en las m anos derechas quando están coronados. Ca Moys em era b raço seglar e cabd illo de los fijos de Ysrrahel por m andado de D ios. La 34 BIZZARRI, Hugo Oscar: Castigos del rey don Sancho IV, Madrid: Iberoamericana, 2001, p. 40. 35 PÉREZ PRIE TO, Miguel Ángel: “Im ágenes literarias en torno a la condición del príncipe” en La Literatura en la época de Sancho IV . Actas del Congreso Internacional. Alcalá de Henares: Universidad, 1996, p. 260. 218 verga de Aarón era corv a, e a semejança de aquella verga s on los báculos de los perlados corvos […] E por estos dos hermanos se entienden los dos braços seglar e spiritual, ca por Moy sén se entiende el braço seglar; e por Aarón el braço spiritual. Otrosí Nuestro Sennor Ihesu Christo estando el jueves de la çena comiendo con sus diçípulos […] díxol es […] e desí dem andoles ¿avedes cuchillos? E ellos dixeron que non avíen más de dos. E de aquellos dos el uno era de sant Pedro e el ot ro era de sant Andrés, su herm ano. E quando ellos dixeron que avíe ý dos, Ihesu Christo les dixo: Asás hí ha. Por estos dos cuchillos se entienden las dos espadas, sp iritual e tenporal […] E para usar de cada una déllas bien se deve aguzar e ayud ar la una co n la otra, ca lo que una non puede conplir cúnplelo la otra. También defiende la teoría organicista, que enunció Juan de Salisbury. Así, en el m ismo capítulo X, hablando de cóm o en Siria eligieron por rey a Nirio, dice: “e veyendo e entendiendo los omnes que avían menester uno que fuese cabeça”. Otra im agen que aparece en el capítulo X es la de comparar al reino con un enjambre de abejas y como éstas tienen reina también nosotros tenemos que tener rey. Para exaltar la superioridad y la alta c ondición real se vale de otra im agen, en el comienzo del capítulo XIV: “Tal es la mesura en el rey e así paresçe de lexos commo la torre muy alta e bien labrada que devisan los omnes muy luenne”. También habla de los dos poderes. Al final del capítulo X dice: Las cosas espirituales son de la Iglesia que las resçibe por Dios. Otrosí las cosas temporales son de los emperadores e tiene n logar de Dios porque el estado que tienen los reyes es muy grande e muy alto e mucho de guardar. En cuanto a los consejos prácticos para gobernar le explica en el capítulo XVI que debe escoger buenos consejeros: See lapidario en conosçer bien los om nes e en saber estremar el uno del otro, e en saber fazer a cada uno aquello que meresçe, e en saber poner a cada uno en el ofiçio e en qual estado deve ser, e qué es para él, e en saber galardonar a cada uno su m eresçimiento, e en saber conosçer quáles son áquellos que deves aver para tu consejo o los que no deves ý m eter […] E saber deves escoger quáles […] son letrados para f ablar con ellos en letradura, e qu áles son para f azer el ofiçio de Santa Eglesia, e quáles son para tomar armas o para justar, e quáles son para jugar tablas o axedrezes e otros juegos. Es muy interesante el c apítulo XI p orque presenta a un rey im aginario del que describe los elem entos m ás representativos de su atuendo, que interpreta como imágenes de las virtudes que deben adorna r a un rey. Hay que tener presente que la imagen del rey virtuoso , como ideal ético, es tá presente en toda la Ed ad Media. E ste párrafo está lleno de bellas metáforas sobre las virtudes regias, lo que le convierte en un pasaje muy original a la hora de explicar una imagen común en los reyes medievales: Mío fijo vy estar un rey muy noble asentado en una silla. E estava guarnido en la manera que te yo agora diré. La su corona que teníe en la cabeça era toda de oro. E en derecho de la frente teníe un rubí del tem or de Dios […] En el quarterón de la corona sobre la sien de recha vi estar una es meralda […] E en el otro quarto sobre la sien siniestra vi que tenía otra esmeralda […] E así commo 219 estas pied ras han nom bre esm eraldas […] así el rey dev e ser esm erado entre todos los otros en buenas costum bres e en buena crençia […] El quarterón sobre la oreja derecha estava un çafir m uy bueno el qual es benignidat, que es para tomar manera de bien e de plazer e de fazer bien […] En el quarterón postrímero de la corona vi un rubí , el qual es buen conosçim iento e buena m emoria que deve aver el rey a Dios e a los omnes […] E este rey de que yo te agor a fablo estava vestido de unos pannos cubiertos de oro e de seda, […] La forradera deste re y eran pennas blancas arm innas, por los qual se demuestra la limpieza que el rey deve aver en el rey en la su alma e non la ensuziar en malos fechos nin en malos cuydado. En los braços del rey estavan argollas de oro con piedras preçiosas, la s quales eran ý puestas a sem ejança de los Dies Mandamientos […] los quales deve el rey bien guardar […] La silla en que este rey estava as entado era cubierta de oro e de plata con muchas piedras preçiosas, por la qual silla se demuestran los reyes e los poderes que el rey ha so s í. El escabello sob re que el rey tiene los pies era m uy rico a lavor de la silla. Este es a semejança de los enemigos que deve meter so sus pies […] En la su mano derecha tiene aquel re y una espada por la qual espada se demuestra la justiçia en que deve m antener s u regno, que así com o el espada taja de amas partes, así la justiçia deve tajar egualmente a unos e a otros. Más adelante, en el m ismo capítulo, nos deja clara su concepción sobre el poder del rey, cuando dice que este radica en tres cosas: su palabra, su péndola con la que escribe sus documentos y su espada con la que apremia a sus enemigos y hace justicia. También es muy interesante cuando se re fiere a los otros símbolos reales. En el mismo capítulo XI explica que el cetro sim boliza la función de castigar y prem iar; y la manzana de oro sim boliza el reino que el re y debe tener en su m ano (en su poder), y la cruz que corona la pom a es el símbolo de la “vera cruz” en la que nos sa lvó Jesucristo, en cuya fe debe vivir el rey y mantener a su reino. Como vemos esta obra es todo un trat ado político, aunque no dice nada nuevo, que no hayamos leído en otros autores contemporáneos o en Las Partidas, por ejemplo, cuando habla de la espada de la justicia que taja por ambas partes. Aportación interesante es su lenguaje simbólico, como explica Pérez Prieto, pues se vale d e unas im ágenes ideo lógico-literarias, que por su pl asticidad, precis ión y justeza explican muy bien el concepto lo que es un “príncipe” y sus deberes36. Según Bizzarri, su valor principal radica en su inserción en el proceso de reafirmación del poder real que se inició en el siglo XIII , y que continuará en las siguientes centurias37. También en este tratado, com o ya vim os en las obras d e su padre, el rey Salomón vuelve a ser un m odelo para im itar. Lo cita en num erosas ocasiones. Por ejemplo, al final de la obra, antes del co lofón, dice: “commo dixo el rey Salom ón, el bienaventurado es aquel que lo conosçe e lo sabe temer e guardar a aver [a Dios]”. Es un tratado teórico, desde luego. P arece que Sancho IV estaba conv encido de ocupar el lugar de Dios en su reino, por el que había sido elegido, pero, en cuanto a las virtudes que dice que debería tener u n rey, no parece que las pusiera en p ráctica, según 36 PÉREZ PRIETO, Miguel Angel: “Imágenes literarias en torno a la condición del príncipe” en La Literatura en la época de Sancho IV. Actas del Congreso Internacional. Alcalá de Henares: Universidad, 1996, p. 264. 37 BIZZARRI, Hugo: “Las colecciones sa pienciales castellanas en el proc eso de re afirmación del poder monárquico (siglos XIII y XIV)”, Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, 20 (1995a), pp. 35-73. 220 sabemos por la historia de su reinado: su ir a, el excesivo poder que le dio al conde de Haro, la muerte violenta de éste, etc. 3.1.3. EL MANUSCRITO DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA38. Es un códice en papel escrito en letra gótica cursiva de transición a co rtesana. Fue realizado a princip ios del siglo XV 39, durante la m inoría de Juan II, lo m ismo que las miniaturas que le acom pañan, y es copia de otro ejemplar redactado en tiem pos del rey Juan I, que, a su vez, procede de una copia del original de 1292, realizada alrededor de 1350-53. El m ayor interés radica en las m iniaturas que ilustran el libro, insertas en el texto en las que se m ezclan escenas de la his toria antigua con las de la vida civ il. Son dibujos hechos con tinta y coloreados con acuarela, tinta o tem ple. Las figuras s on volumétricas y ya se ve la aplicación de so mbreado en los pliegues de los ropajes; hay que tener presente qu e, según Keller y Kinkade 40, fueron realizadas entre 1420 y 1430, por lo que son bastante posteriores al re inado de Sancho IV, pero como ilustran el contenido, las analizam os com o re presentaciones gráficas de és te. Incluso, se podría pensar que este bello códice fu e resultado de la copia del or iginal realizado en la corte del propio Sancho IV, y que tomó sus miniaturas como modelo de éstas. Pasamos a describir las principales miniaturas: Representación del “rey Sancho en m ajestad” [fig. 2], es decir, sen tado en un trono, con corona dorada, porta en su m ano derecha una gran espada y con el índice de su m ano izquierda señala a un joven arrodillado, ricam ente vestido (el cuello es de armiño), que se supone es su hijo el príncipe Fe rnando, a quien va di rigido el libro. Este mueve sus manos como si hiciera algún comentario respecto a lo que ha dicho su padre de sí mismo. Esta miniatura se encuentra al final del índice, por lo tanto antes de empezar el prólogo, luego, al ser la prim era, parece qu e nos quiere ind icar la finalidad del libro, es decir, adoctrinar al joven príncipe que algún dí a le sucederá en el trono; además el que el rey apar ezca con una espada tan grande apoyada en su hom bro, refuerza esta hipótesis, porque ésta es el sím bolo de la justicia, una de las funciones fundamentales de un rey, como explicará más tarde en el propio libro; además se inspira en Salomón, uno de los grandes reyes de la Biblia, famoso especialmente por ser justo y por escr ibir los Proverbios, de m anera que se convierte en el m odelo de Sancho IV. Hay un tercer elemento muy importante en el dibujo, y es la gran cruz trebolada que nos señala que es un rey cristia no, vicario de Dios en su rei no, como también dice en el texto, que ya hem os explicado. No debem os olvidar su enorm e interés por presentarse como protector de la religión cristiana, porque tiene que esta r a b ien con el clero para que legitime su matrimonio y, en consecuencia, a su descendencia. Representación del “Juicio de Salomón” [fig. 3], ejemplo bíblico que sirve para ilustrar las explicaciones de cóm o el rey de be hacer “buen juisio derecho”. Tenemos la imagen del rey-juez, también representado co n una gran espada. El rey va lujos amente vestido y tiene los pies sobre escabel. Representación de “Saúl recibiendo acatamiento” [fig.4], otro ejem plo de rey bíblico. El texto habla de la necesidad de los pueblos de tener un rey, pues el m ismo pueblo de Israel pidió a Dios que les dier a un rey, y éste m andó al profeta Sam uel que 38 BNE, mss. 3.995. 39 HIDALGO OGÁYAR, Juana, & SÁEZ, Carlos & GANTE PASTOR, Jesús: Castigos e documentos del rey don Sancho, edición facsímile, Madrid: Club Bibliófilo Versol, 2002, t. II, p. 27. 40 KELLER, John E . & KINKADE, Richard: Iconography in Med ieval S panish Literatu re, Lexington: University Press, 1984, p. 53. 221 ungiera a Saúl. La im agen regia que tenem os es la de un rey coronado, con cetro, sentado en trono con escabel, lujosam ente vestido, de m anera que se diferencia claramente de los dem ás cortesanos, que también van lujosam ente vestidos. El cortesano más próximo a él se arrodilla en señal de sumisión. Representación de un rey [fig. 5], ricam ente vestido con m anto forr ado de armiño, con corona y cetro, sentado en su tr ono, y rodeado de cortesanos. Ante él uno, arrodillado, le presenta un libro, podría ser un código de leyes, puesto que en esa página se habla de lo que el rey no debe perm itir que se haga, com o por ejemplo, que sus oficiales ve ndan justic ia. Ésta e s m uy interesante porque recuerda a las de “presentación” de Alfonso X, parece que él da la aprobación al c ódigo que se ha hecho en su nombre, aquí tendríamos la imagen del rey legislador. En todas estas m iniaturas vemos la im agen de un rey que ostenta el poder, que está por encim a de los de más hombres y que lleva el atuendo y los sím bolos de la realeza que ha descrito en el capítulo XI. Por lo tanto, plasman muy bien la imagen que quiere dar Sancho IV de un poder monárquico fo rtalecido y de un rey que es elegido de Dios para ocupar su puesto en la tierra. 3.2. EL LIBRO DEL CONSEJO E DE LOS CONSEJEROS41. Es un tratado didáctico-moral com puesto de dichos y sentencias de filósofos, poetas etc. en los que predom inan los princi pios doctrinales de la tradición didáctica europea. En el prólogo se presenta com o autor de la com pilación a “Maestre Pedro” , que la crítica identifica con Pedro Gómez Barrosos, obispo de Cartagena y cardenal, que tuvo importantes vínculos con Sancho IV, pero, tanto el tem a de la autoría com o de la fecha todavía se encuentran en el terreno de las hipótesis, aunque la obra se data en el siglo XIII. De todas form as, la descri pción codicológica lo sitúa unido a los Castigos, porque en algunos manuscritos aparece agregado a éste y porque hay textos sapienciales idénticos42. Por estas razones así com o por el contenido, que a continuación analizaremos, creem os que es justificado in cluir su análisis ligado a la obra que se atribuye al propio monarca. En el prólogo el autor dice que la obra va dedicada a los reyes que necesitan de consejos para cumplir con su misión, por lo tanto la finalidad es sim ilar a la que hem os visto en los Castigos: E fis este libro […] e esto prim eramente a loor de la Santa Trenidad e de sý a onrra e serviçio de los reyes que an de venir de aquí adelan te, e por él obraren más sennaladamente, conviene a los reye s e aquellos que tienen estado de onrra e de poderío, ca los sus consejos son m ás altos e más grandes que de otros om es ningunos, porque les cae m ucho en aver este libro e de entender lo que dise e obrar por ello, que asý fallarán qué cosa es consejo ( fol. VIv) El contenido recoge las teorías polít icas características de la m onarquía medieval, con cuyas im ágenes nos quedam os. Por una parte la teoría del rey com o vicario de Dios, no lo expres a taxativamente, pero se di ce que los hombres tienen que ser obedientes y leales al Rey, porque así lo son a Dios: 41 BNE, mss. 9216. Es el testimonio manuscrito consultado por nosotros y al que corresponden las citas. 42 ALVAR, Carlo s & LUCÍA MEGÍAS, José Man uel: Diccionario filo lógico d e Literatura med ieval española, Madrid: Castalia, 2002, pp. 781-3. 222 debe el omm e ser obediente al Rey co mmo debe ser obidiente a Dios, quien quisiere conplir bien su ley sea leal a su rey, tem ed a Dios por quel devedes temer e obedesçer al Rey (fol. XXIIIv) Por otra parte, contiene claras referencia s a la te oría corporativa, así como a la facultad de hacer justicia como la principal misión del monarca: E lo que es m ás noble es cabeça del reyno, e la cabeça del reyno es el Rey, la cosa porque más vale el Rey es justiçia e merçed (fol. XXVv) Sabed quel Rey e su re yno son dos personas e commo una cosa, ca asý comm o el cuerpo e el alma non valen nada, el uno syn el otro, tan grande menester ha el Rey la buena andança de su pueblo (fol. XXVIr) 3.3. PUENTE LITERARIO ENTRE ALFONSO X Y DON JUAN MANUEL. 3.3.1. CONSIDERACIONES PREVIAS. Se debe reconocer el im pulso que Sancho IV dio a num erosas empresas literarias. Aunque no llegue a la brillantez de su padre, sí que la crítica actual le considera el eslabón entre la obra de éste y la de Don Juan Manuel. Como he mos visto en el capítulo anterior quizás fue tam bién autor, pero, sobre todo, hay que valorar su iniciativa en el apoyo a la realización de num erosas obras, tal y com o había hecho su padre. No debe sorprender esta postura, pues se crió en la culta corte del rey Sabio y, de hecho, durante algún tiempo pervivieron los círcul os culturales alfonsíes. En los libros de cuentas43 se ve gastos en papel, pergam ino, tinta para los libros. Tales m ateriales no se utilizaron para confeccionar lujosos libros iluminados como se veía en tiem pos de su progenitor, Sancho dispuso de menos recursos económ icos para este fin, por lo que es difícil que pudiera emular la labor cultural de su padre. Según Kinkade: “este punto intermedio que ocupa Sancho IV está caracterizado por un deseo de definir y poner límites a los conocimientos transmitidos, o sea, concebir un sistem a didáctico pero controlado de divulgar o presentar la información. Sancho quiere depurar sus fuentes, aclararlas y atar cabos, siendo su obra ecléctica en cantidad y calidad y motivada por un deseo de limitar que da lugar a un arte de clasificación ético- didáctica”44. A continuación vamos a analizar algunas de las obras a tribuibles a la inf luencia directa del rey, que nos ayudarán a extraer una im agen del rey, tanto a partir de las representaciones gráficas como de los contenidos teóricos. 3.3.2. EL LIBRO DEL TESORO. Es una traducción de la obra de Brunetto Latini. Éste había sido em bajador de Florencia en la corte de Alfonso X y defendi ó su candidatura al Im perio; debió de 43 AHN, Códices, 985 b: “Cuentas del rey Don Sancho”, fechado en Valladolid el 3 de marzo de 1294. En el fol. 134v dice que se gastaron 30 maravedís en pergamino y tinta para los libros, y en el fol. 135v dice que se gastaron otros 30 en papel y t inta para l os l ibros. (Transcrito í ntegramente en Asunción López Dapena: Cuentas y ga stos ( 1292-94) del rey do n S ancho IV el Br avo ( 184-95), Córdoba: Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba , 1984, p. 588 y 590) 44 KINKADE, Rich ard P.: “Sancho IV: Pu ente literario en tre Al fonso el Sab io y Ju an Man uel”, Publications of the Modern Language Association of America, 87 (1972), p. 1041. 223 escribir la obra entre 1260 y 1267, por lo que se ha apuntado la posibilidad de que se inspirase en la Siete Partidas. Carlos Alvar45 se ha planteado el problem a de la fecha de la obra: ¿ cuándo se hizo la traducción al castellano, en el reina do de Alfonso X o en el de Sa ncho IV?. No se conserva ningún m anuscrito del siglo X III, y de los que se conservan, cinco no aluden a ningún rey, cuatro citan al rey Alfons o X, y dos se refieren a S ancho; pero los que se refieren a éste citan el nom bre de los traductores, lo que le inclina a pensar en la autenticidad de esta atribución: Aquí se comiença el Libro del Thesoro, que trasladó maestre Brunet de Latín en romançe françés. Et el muy noble rey don Sancho, fijo del muy noble rey don Alfonso et nieto del santo rey don Fernando, el VII 46 rey de los que regnaron en Castiella et en León que ovieron asý no mbre. Don Sancho, m andó trasladar de françés en lenguaje castellano a m aestre Alonso de Paredes, físico del infante don Fernando su fijo prim ero heredero, et a P ascual Gomes, escrivano del rey sobredicho. Et fabla de la nobleza de todas las cosas47. Como dice en la m isma obra “es te libro es llam ado Thesoro ca asý commo el que quiere en pequeño lugar encerrar cosas de m uy gran d noblesa”. Y m ás adelante añade que “es fecho de maravillosos dichos de los sabios”48. Es un tratado enciclopédico de filosofía política, en el que Latini dibuja un orden moral y político a im agen de la grandeza de Dios, y aquí puede estar el in terés de Sancho: sus fundamentos éticos y políticos, ya que este libro tiene el propósito de dotar al gobernante de una pluralidad de conocim ientos que le perm itan desarrollar el cargo. Es un modelo de la Literatura ejemplar, que ya vimos en la época de Alfonso X, y por la que Sancho IV parece que siente preferenci a, lo que ju stificaría qu e encarga ra la traducción del original en lengua francesa. Gómez Redondo 49 ve en el interés por esta obra el valo r que se daba al saber com o funda mento de la nobleza hu mana, lo que estaría en consonancia con la im agen de rey sabio, de la cual su padre es el m ejor exponente. 3.3.3. EL LUCIDARIO. De esta obra no se conserva ningún m anuscrito original, sino que se conserva en siete códices de los siglos XV y XVI. Está atribuída a Sancho IV porque el prólogo de algunos de los m anuscritos conservados es obra del propio rey y dice o da a entender que él m ismo lo ordenó componer50. Por lo tanto él no es el autor material sino el inspirador, el supervisor, tal y 45 ALVAR, Carlos: “De Sancho VII a Sancho IV: Algunas consideraciones sobre el Libro del tes oro de Brunetto Latini”, Voz y Letra. Revista de Filología, 2 (1991), p. 150. 46 ALVAR, Carlos: Ibidem, p. 152. Nos explica por qué aparece Sancho IV numerado como VII. Después de Sancho III el Mayor de Navarra, estaría en Castilla Sancho II, el del cerco de Zamora, y Sancho III el que fue víctima de Vellido Dolfos; con lo que se ría el sexto m onarca de e ste nombre; si incluimos a Sancho I el Cras o de León, ya sería el séptimo de ese nombre. 47 BNE, mss. 685, fol. 4r. Este manuscrito es de 1433 como dice al final de la obra, en el fol. 151 r. 48 BNE, mss. 685, fols. 4r y 4v. 49 GÓ MEZ RED ONDO, Fer nando: Historia de l a prosa medieval ca stellana, v ol. I, Mad rid: Cátedra, 1998, p. 890. 50 Por e jemplo en el m anuscrito de 1455 que se c onserva en la Real Bi blioteca de Palacio: mss. II/ 793. Aunque dice que es Sancho VII, se refiere al rey Bravo, como ya está aclarado en la nota 46. 224 como hizo su padre. Fue realizado a fi nales del sig lo XIII, alrededor de 1293, contemporáneo a los Castigos y al Libro del tesoro51. Está inspirada en el Elucidarium latino de Honorius de Autun, escrito a finales del siglo XI, que recoge las enseñanzas de San Agustín, Anselmo de Canterbury y otros Padres de la Iglesia. Pero, a esta base teológica, el autor decide añadirle tem as extraídos de Aristóteles, Averroes y otros de astrol ogía y astronomía, lo que le da un carácter de recopilación enciclopédica. La obra se estructura a partir de un di álogo entre un discípulo que preguntaba a su maestro todas las cosas que le so n extrañas, y las respuestas que éste le da. Modelo similar al que vimos en la obra Bocados de oro, y que enlaza con la literatura ejemplar y su finalidad didáctica, que también interesa a Sancho IV. En el extenso prólogo el m ismo r ey expl ica que la finalidad es combatir la herejía que puede suscitar las controversias entre físicos y metafísicos. Trata de imponer la ortodoxia, lo que convierte a esta obra en ejemplo de su profunda religiosidad, ya comentada; en esta misma línea están las reflexiones de Gómez Redondo52, según él, es importante comprobar como una obra, que se había convertido en un libro de educación sacerdotal, será elegido por don Sancho para guiarse en sus actos de gobierno siguiendo su orientación religiosa y clerical . En esta misma línea estarían los Castigos y el Libro del tesoro , ya que en todas ellas lo s concep tos jurídico s, enciclopédicos y científicos están envueltos por un arropam iento religioso, q ue es lo v erdaderamente significativo para este monarca; aunque no fuera él el in spirador de esta producció n literaria sino el círculo de la escuela catedralicia toledana cercano al arzobispo Gudiel. 3.3.4. EL LIBRO DE LOS CIEN CAPÍTULOS53. El títu lo de esta obra es arbitra rio y no guarda re lación con la tr adición conservada. En el índice de dos d e los manuscritos aparecen los cien capítulos, pero la obra sólo consta de cincuenta. Parece ser que el verdadero título debiera ser Dichos de sabios en palabras breves e complidas 54. Los seis m anuscritos que se conservan son copias del siglo XV. Una cuestión controvertida es la fecha de su composición. Se fecha a finales del siglo XIII, p ero hay quie n lo sitúa en el reinado de Alfonso X y otros en el de Sancho IV, aunque la m ayoría se inclina porque fuera escrito al com ienzo del reinado de este último. En el m ismo contexto podemos situar la polémica sobre su relación con Flores de Filosofía, pues la crítica se divide sobre cuál sería primero; es clara la similitud entre ambas, pero parece que El Libro de los cien cap ítulos tomó como fuente directa a las Flores de Filosofía55. La obra se com pone de m áximas y exempla con un claro fin didáctico, como hemos visto en las otras obras auspiciadas por el rey B ravo. Pero esta obra tiene un valor especial para nuestro tr abajo pues ensalza la m onarquía y trata de for talecer el poder regio, lo que tend ría estrecha relación con la situac ión de Sancho IV al principio 51 ALVAR, Carlo s & LUCÍA MEGÍAS, José Man uel: Diccionario filo lógico d e Literatura med ieval española, Madrid: Castalia, 2002, p. 836. 52 GÓ MEZ RED ONDO, Fer nando: Historia de l a prosa medieval ca stellana, vol. I, Madrid: Cátedra, 1998, pp- 890-891. 53 Las citas están extraídas de la edición de Agapito REY: El Libro de los Cien Capítulos, Bloomington: Indiana University Press, 1960. 54 HAR O COR TÉS, M arta (e d.): Libro de l os cien c apítulos (Dichos de sabi os en palabras breves e complidas), Frankfurt-Madrid: Vervuert-Iberoamericana, 1998. 55 ALV AR, C arlos & LUC ÍA M EJÍAS, Jo sé M anuel: Diccionario filo lógico de Literatu ra Med ieval Española, Madrid: Castalia, 2002, p. 805. 225 de su rein ado, en que tenía n ecesidad de legitimar y fortalecer su p apel de rey de Castilla. Aparece la idea de que el rey es el vicario de Dios, como vimos, por ejemplo, en la Segunda Partida: “El rey es senescal de Dios, que tie ne su vez e su pod er en la tierra (capítulo primero), “El rey debe guiar su reyno quanto m ejor pudiere; e Dios puso el bien del reyno en la obediençia del rey” (capítulo tercero). Otra imagen, emparentada con la an terior es la del rey como árbol de Dios, es decir como protector de los déb iles, puesto que es el que ejer ce la justicia en su re ino, siempre en nom bre del Suprem o: “El rey es guarda de la ley e onrra del pueblo e enderesçamiento del reyno, e el rey es com o árbol de Dios que tiene grand som bra e guaresçen a la sonbra dél todo cansado e todo flaco e todo querelloso” (capítulo primero). También tenemos ejemplos de la teoría organicista, que reconoce la superioridad del monarca: “El rey e el reino son como la fuente; el rey es como la cabeza e el reino es como los caños” (capítulo segundo), “E lo que es m ás noble es la cabeça del reyno, e l a cebeça del reyno es el rey” (capítu lo cuarto), “Sabed que el rey e su reino son dos personas e como una cosa, ca así como el cuer po e el alm a, non vale nada el uno sin el otro” (capítulo sexto). Hay un símil muy gráfico que es comparar el rey y su pueblo con un árbol: “el rey es la raíz e el pueblo son la s ramas” (capítulo décimo); por lo tanto son órganos de un mismo ser, aunque en este caso no sea el cuerpo humano. Al igual que otras obras de este reinado y del ante rior, se insiste en la importancia de la ley: “La ley es cim iento del m undo, e rey es guarda de aquel cimiento” (Capítulo primero); así mismo se habla de la otra actividad propia del rey que es la justicia: “El rey debe ser justiciero en s í, e de sí en los de su casa, e de sí en el pueblo. Cuando el rey fiziere justicia obede scer le ha su pueblo de corazón e de voluntad” (capítulo cuarto). Nuevamente aparece un rey del Antiguo Te stamento, en este caso David, como modelo a seguir, en este caso porque tiene la facultad de recibir el consejo divino: “Devemos demandar consejo a Dio s, que es m uy maravilloso consejero. E esto f azíe el Rey David, que siempre demandava consejo al Nuestro Sennor” (capítulo tercero). Otra imagen bíblica que encontramos en esta obra es la del rey co mo pastor, que le asimila a Cristo: “El rey es pastor e defiendesen con los cavalleros, e los cavalleros son ayudas del rey e goviérnanse con él aber” (capítulo primero). Una imagen muy repetida en esta obra es la del rey-juez: “ La cosa por que m ás vale el rey es la justiçia e m erçed”, y ot ro ejemplo: “Ca m ejor tiempo del m undo es el tiempo del rey justiçiero” (capítulo cuarto). También da recom endaciones sobre los consejeros: “La m ejor m anera que pueden haber los que sirven al rey, es que non le fablen con lisonja e que le sean leales e verdaderos” (capítulo noveno). 3.3.5. LA GRAN CONQUISTA DE ULTRAMAR. Su autoría y su fecha han planteado grandes proble mas. En la actua lidad, los estudiosos, se inclinan por atribu irlo a los círculos de Sancho IV 56 y de fecharlo a finales del s iglo XIII. D e los cuatro m anuscritos que se conservan, el m ás antiguo y 56 Cfr. GONZ ÁLEZ, Cristina: La Tercer a Crónica de Al fonso X: La Gran C onquista de Ul tramar, Londres: Tám esis, 1992, pp. 29 y ss. En el las explica que al rey Sabio corresponde, probablemente, la concepción de esta obra por su afición a las crónicas y por su interés por las C ruzadas, y tam bién su comienzo, aunque piensa pudiera ser continuada por el rey Bravo. 226 mejor es el de la BNE 57, escrito en letra gótica caligráfi ca, que parece provenir de la Cámara Real 58, pues presenta algunas iniciales decora das y dos ricas m iniaturas en los fols. 1r y 2r 59, de tem ática guerrera pues ilustran el cerco de la fortaleza de Banyas (antigua Cesarea d e Filipo); d esgraciadamente sólo se realizaron éstas de un vasto programa, com o se deduce de los espacios en blanco. Este códice se puede datar e n torno a 1294, por tanto al final del reina do de Sancho IV, ya que en el fol. 360v, el último, se puede leer: Este libro de la Grant Estoria de Ultramar que fue fecho sobre los nietos e los bisnietos de l Caballe ro del Cisne, que f ue su com ienço de la grant hu este de Antiochía Godofredo de Bullón con sus herm anos, mandó sacar de fran cés en castellano el m uy noble don Sancho, rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de Córdova, de Murçia, d e Jahén e del Algarve, sennor de Mo lina, el sesto rey de los que fueron en Castiella et en León que ovieron esse nombre, fijo del m uy noble rey don Alfonso el on zeno e de la m uy noble reyna dona Violant60. Esta obra es una compilación de la hi storia de las Cruzadas, que parece inspirarse en m odelos franceses, en la que se mezclan la historia y la novela, pues se intercalan cantares de g esta como El Caballero del Cisne, nos cuenta las hazañas del duque Godofredo de Bullón, las conquistas de Antioquía y Jerusalén, las expediciones a Egipto, Trípoli y Túnez, y también las riñas y reyertas entre los jefes cruzados, y se ven las disensiones entre el rey inglés Ricardo Corazón de León y el francés Luis IX. Según Gómez Redondo 61, seguram ente se com enzó en la corte de Alfonso X pero se term inó en la de su hijo, puest o que la red de valores que plantea podrían interesar a ambos, de tal m odo, que esta obra sería la m ejor demostración de que no se interrumpió la actividad cultura l de la corte del rey Sabio. El hacer ob ras de histo ria puede encajar perfectamente en el fin didáct ico que Sancho IV quería dar a sus obras literarias. A demás su defensa de la religión cristian a que s e m anifestaba en su lu cha contra el inf iel en la Península, se verí a complementada por su interés por las grandes Cruzadas de oriente, en las que jugó un papel destacado la n obleza europea; la m isma guerra religiosa que el rey Bravo proponía como ideal para los nobles castellanos. 57 BNE, mss. 1.187. 58 ALVAR, Carlo s & LUCÍA MEGÍAS, Jo sé Man uel: Diccionario Filo lógico d e Litera tura Med ieval, Madrid: Castalia, 2002, p. 605. 59 DOM NGUEZ BORD ONA, Jesús: Exposición de códices m iniados espa ñoles, catálo go, Madrid : Sociedad esp añola de am igos d el ar te, 1929 , p. 81. Lo calif ica d e cód ice r egio por l a calid ad de l as ilustraciones. Aunque fuera i luminado en tiempos de Sa ncho IV, parece lógico que perviva la impronta del scriptorium alfonsí, En l a miniatura del fol. 1r, se o bserva l a fi gura de un rey dentro de l a ci udad amurallada, se le distingue por la corona, que es el símbolo inconfundible de su título. 60 Evidentemente se trata de Sancho IV y no sexto, como ya explicamos en la nota 46. Y es Alfonso X y no XI, el padre de Sanc ho y esposo de Vi olante de A ragón. Según Carlos Alvar “la numeración de los reyes de Castilla ha causado problemas desde antes de Fernando III, debido a las series astur-leonesas y a la unión de Castilla y Leó n, pues los historiadores dudaron en el criterio qu e debían seguir: basta indicar que en tre la Estoria de E spaña alfonsí y el Canciller Ayala se p ueden contar, al m enos, cuatro fo rmas distintas de numerar a los monarcas, de tal modo que Alfonso X se convierte indistintamente en el sexto, noveno y u ndécimo de l os reyes de ese nombre” ( ALVAR, C arlos: “De Sancho VII a Sancho IV: Algunas consideraciones sobre El Libro del Tesoro de Brunetto Latini”, Voz y Letra. Revista de Filología, 2 (1991), p. 152. 61 GÓ MEZ RED ONDO, Fer nando: Historia de l a prosa medieval ca stellana, v ol. I, Mad rid: Cátedra, 1998, pp. 1029 y ss. 227 3.3.6. DE PRECONIIS HISPANIAE. El autor es Juan Gil de Za mora, franciscano que nació en 1241 y m urió alrededor e 1318, íntim o am igo de Alfonso X, que le en comendó la educación del infante cuando se vio que sería el sucesor. Es cribió este tratado para la for mación de Sancho IV que iba a ser rey de Castilla, a quie n se lo dedica, como queda bien claro al comienzo del libro: Al serenísimo sennor el infante don Sancho, fijo m ayor e heredero del m uy ylustre Rey don Alfonso. Fray Juan Gil, frayle m enor en Ça mora, doctor indigno, su homillde escriptor […] Por ende, muy serenísim o sennor infante don Sancho porque la claresa de vuestra animosidat m ás bivam ente se anim e a fechos siempre m ayores e m ás arduos e más nobles, breve libelo pensé de vos escribir62. Se conserva un m anuscrito en la Biblioteca Nacional de París que, según François Avril 63 es anterior a 1288, porque es cuando Sancho pasó a ser Señor de Vizcaya, y posterior a 1 284 porque es cuando comienza a ser rey. Por lo tanto sería un códice realizado durante el reinado del rey Bravo. Es m uy interesante porque presenta dos capitales ilum inadas al com ienzo del prólogo 64 [fig. 6]; en la letra S aparece u n fraile franciscano (se le reconoce por el cordón) escribiendo un libro, se supone que es el propio Juan Gil de Z amora escribiendo el De praeconiis ; en la letra Q aparece el mismo fraile ofreciendo el lib ro abierto al rey que está sentado en su escaño y lleva corona. Cabe pensar que es Sancho IV reci biendo la obra escrita para é l. Esta última miniatura estaría en relación con las “miniaturas de p resentación” de Alfonso X y, p or ejemplo, es similar a la del Lapidario, tanto en la iconografía como en el estilo artístico, porque son figuras algo toscas. Manuel de Castro 65 ha hecho la edición crítica de este interes ante tratad o político, cuyo estudio vamos a seguir para ana lizar el contenido. El franciscano quiere dar norm as prácticas a Sancho para el acertado gobierno de sus rein os, aunque las dispone a lo largo del tratado de una manera bastante arbitraria. En principio habla de la caracterización del príncipe, que debe estar revestido de las famosas virtudes platónicas: prudencia, fortaleza, templanza y justicia, a las que une una v irtud em inentemente medieval como es la sabiduría. A continua ción habla de las obligaciones del rey para con Dios, puesto que ocupa un puesto interm edio entre éste y los hom bres a manera de puente. Para finalizar con las relaciones del rey con los súbditos, en las que queda claro que el Príncipe es el miembro principal, la cabeza y el señor, pero tiene la obligación de tomar consejo para reinar al servicio del pue blo, y en concreto para redactar las leyes que han de ser para su bien, necesita la ayuda de hom bres preparados en cuestiones de derecho. El pueblo está obligado a obedecer las leyes siempre que éstas sean justas, y el rey que actúa com o tirano es culpable porque abusa de las leyes, y concluye hablando de la importancia del rey juzgador como ordenador de la justicia. Este libro lo podem os poner en relación co n los “espejos” para la form ación de príncipes, tan fam osos en la Edad Media y, en concreto, p resenta muchas similitudes 62 BNE, mss. 10.172, fols. 1r y 1v. Este es un manuscrito del siglo XV. 63 AVRIL, François et alii: Manuscrits enluminés de la Péninsule Ibérique, París: Bibliotheque Nationale, 1982, p.83. 64 BNF, Nouv. acq. lat. 175, fol. 1r. 65 CASTRO, Manuel de: Las ideas políticas y la formación del príncipe en el De preconiis Hispanie de Fr. Juan Gil de Zamora, Madrid: CSIC, 1958. 228 con el De regimine principum de Santo Tom ás. He mos vi sto que también recoge la teoría organicista del inglés Juan de Salisbury, que infl uirá en todos los teóricos medievales, y de la que ya hablam os en la s obras de Alfonso X y en otras del reinado que nos ocupa. Por supuesto que hay influencias de los filósofos clásicos como Platón y Aristóteles. Pero es San Agustín, según Manuel de Castro 66, el que inspira m ás de cerca a Gil de Zamora, como buen franciscano que es. Nos parece im portante constatar qu e esta obra pudo influir en los Castigos y documentos atribuida al propio rey, pues transm ite a su hijo un as ideas po líticas similares a las que defiende Gil de Zamora. 3.3.7. SEGUNDA PARTE DE LA ESTORIA DE ESPAÑA. Al igual que su padre tam bién tuvo gran interés por la Historia. La obra que quedó inacabada por la muerte de Alfonso X fu e continuada por su hijo y se encuentra en el códice de la Biblioteca de El Escorial67. En opinión de Gómez Redondo68, la obra auspiciada por el rey Sabio com o una “crónica general”, transmisora de su pensamiento y de sus enseñanzas, se convertiría en una “cr ónica real” justificativa de las acciones de Sancho IV. Lo más interesante, para nosotros, del citado manuscrito es la m iniatura del fol. 23r, la cual se conserva en buen estado [fig. 7]. Dice repres entar al “rey don Ra miro el primero de los Reyes de León”. Sem ejante en estructura a las “de presentación” de Alfonso X, pero con diferencias estilísticas notables, es de inferior calidad. Bajo una estructura de tres arcos ojivales que descansan en colum nas bajas, y sin representaciones que aludan a un paisaje urba no, aparece el rey se ntado en escaño, con corona dorada, cetro y globus, en posición mayestática. Tiene una ligera barba parecida a la que tenía el rey en el Libro de las Formas [véase fig. 15 del capítulo de Alfons o X]. A ambos lados ap arecen cin co cortes anos elegantem ente vestidos, están s entados sobre escaños a la misma altura que el rey aunque las figuras son m ás pequeñas, tienen barbas pobladas, lo que no se ha visto en las otras miniaturas de la época de Alfonso, del mismo modo que los ropajes no son tan rico s, ni las arquitecturas tan elegantes; por el contrario los fondos son lisos, no hay em blemas, y el cetro y el globus no han aparecido en las miniaturas del rey Sabio, por lo que deducimos que corresponden a otra época. La aclaración la encontram os en el fol. 26v, donde sin ninguna relación con el relato de los hechos del rey Ram iro, pero in serto en el m ismo, dice: “ Et del m ar de Santander fastal m ar de Cáliz, si non poco que les finca ende ya. Et es esto ya en el regnado del m uy alto rey don Sanc ho el quarto. En la era de 1327 años”; se refiere al año 1289 que corresponde con el reinado de es te último, circunstancia que nos lleva a otra reflexión: la labor del scriptorium alfonsí, aunque continuara a la muerte del rey, se fue diluyen do con el p aso del tiempo hasta desaparecer, y sus m iniaturistas eran ya menos hábiles. Es una representación m ayestática muy del gusto de Sancho IV, com o veremos en los sellos , por eso lleva cetro y globus, está en posición frontal y el m anto sujeto en el hombro como en los sellos. Aquí no lleva ningún libro ni está rodeado de copistas, son simples cortesano, porque es diferente la concepción a las del reinado anterior. En 66 CASTRO, Manuel de: Ibidem, p. 37. 67 RBME, mss. X-I-4. 68 GÓ MEZ RED ONDO, Fer nando: Historia de l a prosa medieval ca stellana, v ol. I, Mad rid: Cátedra, 1998, pp. 963-4. 229 cuanto a la miniatura, según Guerrero Lovillo69 es de menor calidad que las alfonsíes, y por lo tanto, sería realizad a por m iniaturistas m enos há biles y desconectados del scriptorium, que ya entonces habría desaparecido. En definitiva el manuscrito, que contiene la obra comenzada por don Alfonso, se terminó en el reinado de su hijo y, la miniatura, quizá de factura más tardía, corresponde a este reinado y por eso, iconográf icamente, la im agen del rey es diferente de las de áquel. 3.3.8. DON JUAN MANUEL. Hijo de l infante Don M anuel, ú ltimo hijo de Alfonso X, naci ó en Escalona en 1282. Como su padre murió siendo él niño, he redó el cargo de Adelantado de Murcia con su rico patrimonio, que se vio obligado a defender de la jurisdicción real en algunos momentos. Sin embargo fue leal a su primo Sancho IV desde el comienzo de su reinado, y en su Libro de las armas 70, recoge las últim as palabras que le dijo es te re y, moribundo, en las que dem uestra que le querí a verdaderamente; tam bién dice que le había dado dinero y bienes y que, por todo ello, le había servido siempre lealmente. Según Kinkade, es evidente que conoció pe rfectamente las obras de su tío y de su primo. Del primero tomo la erudición del saber enciclopédico, del segundo el sistema didáctico para llegar él a lo subjetivo y pers onal m ediante el anális is, es d ecir a la creación literaria 71. Sobre la adm iración que profesó a su tío, él m ismo nos ha dejado testimonio en el prólogo del Libro de la caza: “Et por que don Iohan, su sobrino, fijo del infante don Manuel, herm ano del rey don Alfonso, se paga m ucho de leer en los libros que falla que compuso el dicho rey”72 Cuando muere Sancho IV, cuenta con doce años, por lo que habrá que esperar a que fructifique la herencia literaria, lo que ocurrirá durante el reinado de Alfonso XI, y en ese capítulo volveremos a hablar de él. 3.3.9. BALANCE. Nos parece oportuno recoger aquí la afirmación que hace Germ án Orduna 73 de que toda la literatura de principios del siglo XIV castellano estuvo determinada de una u otra m anera por el program a cultural que el aboró el círculo intelectual que rodeó al arzobispo de Toledo Gonzalo García Gudi el en esta ciudad, del cual surg e la continuidad de la labor hist oriográfica alfonsí y las obras literarias qu e acab amos de comentar. Incluso la llegada de la Biblia de San Luis a la catedral de Toledo, tuvo lugar bajo el reinado de Sancho IV y, s eguramente, debido a los buenos oficios de este arzobispo bibliófilo, que pudo inst ar al rey para que la donara a la catedral, según opina Ramón Gonzálvez74. 69 GUERRERO LOVILLO, José: Miniatura gótica castellana. Siglos XIII y XIV, Madrid: CSIC, 1956, p. 28. 70 BLECUA, J.M. (ed .): Don Ju an Ma nuel. Obras co mpletas. El Libro de la s a rmas, Madrid: Gredos, 1981, tomo I, p. 135-8. 71 KINKADE, Rich ard P.: “Sancho IV: Pu ente literario en tre Al fonso el Sab io y Ju an Man uel”, Piblications of the Modern Language Association of America, 87 (1972), pp. 1040- 41. 72 BLECUA, J.M. (ed.): Don Juan Manuel. Obras completas. El Libro de la caza, Madrid: Gredos, 1981, tomo I, p. 520. 73 ORDUNA, Germán: “La élite in telectual de la Escu ela Catedral de Toledo y la literatura en época de Sancho IV ”, La Litera tura en la épo ca de S ancho IV. Actas d el Cong reso In ternacional, Alcalá de Henares: Universidad, 1996, pp. 60-61. 74 GONZÁLVEZ RUIZ, Ramón: Hombres y libros de Toledo, Madrid: Fundación Ramón Areces, 1997, p. 569. 230 Es cierto que García Gudi el tuvo una gran influencia en el rey, com o ya hemos visto. Tanta, que incluso le concedió por carta, fechada en Valladolid el 20 de m ayo de 1293, la facultad de crear un Estudio de Escuelas Generale s en Alcalá de Henares. Además Toledo fue una ciudad m uy importante para el rey, en ella se coronó y en ella se mandó enterrar; y, como ya había sido un im portante centro cultural en el reinado de su padre, parece lógico pens ar que el rey apoy ara a ese cí rculo intelectual dirigido por una persona de su máxima confianza. Si aceptamos que las obras literarias es critas durante este reinado hacen de puente entre las de Alfonso X y las de Don Juan Manuel, admitamos que pueden hacer el mismo papel con el resto de la literatura de principios del XIV. Además es considerado uno de los reyes bibliófilos porque, a las razones ya expuestas, hay que añadir que tenía bibl ioteca propia, para cuyo acrecentam iento figuraba una partida de 200 m aravedís a favor de Fray Fernando de la Merced para libros75 En resumen, que Sancho IV m erece tener la imagen de rey prom otor de obras literarias, incluso de “autor”, en el sentido m edieval del término, aunque en la Historia haya quedado eclipsado por la extraordinaria obra de su padre. 4. IMAGEN DEL REY EN LOS DOCUMENTOS: LOS PRIVILEGIOS RODADOS. 4.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES. Al igual que en el reinado precedente, es el documento más solemne emanado de la cancillería regia. Presenta pocas novedades. La invocación se enriquece, pues además de la mención a la Santísima Trinidad: “En el nombre de Dios Padre e Fijo e Spírit u Santo que son tres personas e un Dios”, aparece la Virgen como abogada, y tam bién se invoca a todos los santos de la corte celestial. La intitulación presenta los m ismos reinos y en el m ismo orden que en los documentos de Alfonso X. A los que añade, a partir de 1293: “e sennor de Molina”, después de heredar este Señorío tan importante76. La rueda aparece dividida en cuatro cuarteles por una cruz florenzada, en los que figuran las armas de León y Castilla; la noved ad es que los leones se hallan coronados. En el anillo interior figura la leyend a “Signo del rey don Sancho”. La policrom ía varía mucho de unos privilegios a otros. El que aparezcan de manera constante los símbolos parlantes de los rei nos es, según Elisa Ruiz 77, la m anera de tran smitir la idea d e igualdad y equilibrio entre los reinos, al tiem po que entroncan con el m onarca precedente, aspectos importan tes para él de bido a su discutida legitim idad. Podemos interpretar que Sancho IV quería que al visu alizar en el docum ento la rueda con lo s castillos y leones se la identif icase con él p uesto que e s el rey le gítimo de esos territorios. Adem ás, ésta es, lige ramente, de m ayor ta maño que las anteriores, lo que 75 SARRIÁ, Amalia et alii: Los Reyes bibliófilos. Catálogo de la exposición, Madrid: Dirección Ge neral del Libro y Bibliotecas, 1986, p. 26. 76 En fe brero d e 12 93 m urió sin desce ndencia Isabel , heredera del Se ñorío de M olina, su m adre, Dª Blanca, hermanastra de la reina, había prometido a los reyes que heredarían el Señorío y en su testamento, fechado el 10 de mayo de 12 93 daba validez a su pr omesa. Sancho IV mediante un p rivilegio, dado en Valladolid el 23 de M ayo d e 12 93 l o donó p or “j uro de hered ad” a su esposa , q ue así se hi zo con el señorío de su padre; a partir de entonces fue conocida como María de Molina en vez de María Alfonso de Meneses ( VALLE CURIESES, Rafael del: María de Molina, Madrid: Alderabán, 2000, p. 90.) 77 RUIZ GARCÍA, Elisa et alii: El documento pintado, Madrid: Afeda, 2000, p. 38. 231 apoya la explicación de que el m onarca busca fortalecer su imagen de rey de Castilla y León, título que le fue cuestionado. Un bue n ejem plar es la que aparece en el documento comentado en la nota 19, [fig. 8]. Enmarcando la ru eda aparecen los n ombres de los confirm antes, ordenados de acuerdo a un plan perfectam ente establecido. A continuación de la suscripción real, por debajo de ella y encim a de la rueda, a lín ea tirada, aparecen los vasallos del rey. Los infantes de Castilla y los arzobisp os de Toledo, Sevilla y Santiago: “Don Mahom at Aboabdille, rey de Gran ada e vasa llo del re y; El Inf ante d on Johan; Don Gonçalv o, arzobispo de Toledo, prim ado de las Espana s e chançeller de Ca stiella; don Re mondo arzobispo de Sevilla; L a Eglesia de Santiago va ga “. El resto de lo s confirmantes están dispuestos en cuatro co lumnas, dos a cada la do de la rueda: en la prim era los obispos castellanos, en la segunda los nobles castellanos, en la tercera los obispos de León y en la cuarta los nobles leoneses y gallegos. Debajo de la rueda aparecen las confirmaciones del alm irante y del justicia de la casa de l rey, debajo a línea seguida confirm an los notarios y debajo de éstos aparece la cláusula del escribano78. Destacan lo s nom bres de los reyes , Sa ncho y María, en m ayúsculas y a dos tintas, de acuerdo con los colores de la rueda; en cambio no aparece resaltado el nombre del infante heredero. En general, son unos documentos menos vistosos que los de la época de Alfonso el Sabio pues han desaparecido los detalles que embellecían la rueda y el crismón. 4.2. EJEMPLOS DE PRIVILEGIOS RODADOS. Durante los prim eros meses de su rein ado, utiliza los privilegios rodados para confirmar los privilegios que concedió su pa dre, lo que se puede entender com o un acto ritual de conciliación con su predecesor. Algunos ejemplos significativos son: * 1284, agosto, 25. Sevilla79. Sancho IV confirm a a Sevilla todos los privilegios y m ercedes que le habían otorgado su abuelo Fernando III y su padre Alfonso X. En este documento se pone de manifiesto el deseo del nuevo rey de congraciarse con Sevilla, ciudad que fue leal a Alf onso el Sabio hasta su muerte. Además es un buen ejemplo para ver todas las características de un privilegio rodado [fig. 9], ya explicadas en el apartado anterior. * 1285, enero, 18. Atienza80. Sancho IV concede a los clérigos de la Ca pilla Real de Sevilla todas las iglesias y abadías de su señorío, les exim e del pa go de tributo por los heredam ientos que tuvieron y del pago de tasas de cancillería por los privilegios y cartas que obtuvieren, para que cuiden por la salvación del alma de los allí enterrados. Como se t rata de la capilla don de es tán enterrados su padre y su abuelo, demuestra que se preocupa por el cuidado de sus almas, como buen cristiano, y adem ás 78 Las frases t extuales están to madas d el p rivilegio rod ado: 128 5, no viembre, 25. Sev illa. (AHN, Sigilografía, caja 13 / nº 1). 79 AMS, sec. I, c.1, nº21. En Mercedes BORRERO FERNÁNDEZ et alii: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a través del privilegio rodado, Sevilla: Ayuntamiento-Universidad, 1995, documento nº 46. 80 Arch ivo de la Cap illa Real d e la cate dral d e Sev illa, c. reales, c.4 . En Merced es BORRER O FERNÁNDEZ et alii: Sevilla, ciud ad de Privileg ios. Escri tura y pod er a tra vés del p rivilegio roda do, Sevilla: Ayuntamiento-Universidad, 1995, p. 95, y documento nº 48. 232 puede interpretarse como una af irmación de legitimidad pues es su suc esor, y a quien corresponde hacer esas concesiones. A lo largo de todo el reinado abundan los privilegios que hacen concesio nes a la Iglesia. Valga como ejemplo el siguiente: * 1294, abril, 19. Valladolid81. Sancho IV, a petición del obispo don Blasco y del concejo de Mojados, confirma el fuero que el di cho obispo había dado a sus va sallos de Mojados con el fi n de arreglar las desavenencias en relación con los tributo s y yantares que tenían que pagar, y con el nombramiento de alcaldes y jueces. Otros son destinados a particulares. Por ejemplo: * 1286, mayo, 1. Burgos82 Sancho IV hace donación a don Diego López de Salcedo de todo lo que tenía en Escalante, que su padre Alfonso X había obtenido de doña Berenguela López a cam bio de Tolm asitos, le da ta mbién los derechos y perten encias que ten ía en Villa harta, reservándose el rey, la justicia y las mineras. También los hay destinados a los concejos. Por ejemplo: * 1285, febrero, 12. Soria83 Sancho IV confirm a, a petición del c oncejo de Logroño, un privilegio que le concedía la villa de Clavijo junto con sus tierras circundantes. 4.3. “TESTAMENTO” DE SANCHO EL BRAVO84. [fig. 10] Es un docum ento extraordinario y lo pr imero que hay que aclarar es el nom bre con que se le conoce, porque, en realidad, no es el testamento del rey, sino un privilegio rodado en el que el soberano dispone su en terramiento en la catedral de Toledo. Hemos respetado el títu lo con que apareció en la exposición “Marav illas de la España medieval”, celebrada en León en el 200185. Se trata de una pieza que cuenta con la intitulación pro pia de este tipo de documento, ya explicada. Tiene el crism ón constantiniano, los nom bres del rey y de la reina en mayúsculas destacados sobre fondo de color, y hermosa rueda con el cuartelado en cruz de castillos y leones, que sigue el modelo autóctono fijado por Alfonso X frente al arquetipo papal, lo que supone un entronqu e ideológico con este rey, su padre y predecesor, por lo que se pue de interpretar como una dem ostración de legitim idad, tan importante para Sancho IV que m antuvo su trono después de una guerra contra su padre. La novedad, que lo convierte en un producto de gran valor, radica en la bella miniatura q ue aparece debajo de la rueda, en tre la segu nda y tercera colum na de confirmantes. Posteriormente, en algunos priv ilegios aparecerá representado el rey pero no conocemos ningún otro con una escena como ésta, realmente excepcional.. Nos muestra una catedral gótica de cinc o naves, enm arcada por dos torres, que bien pudiera ser la de Toledo, porque es la úni ca de estas dimensiones y porque el texto 81 Archivo Catedralicio de Segovia, sig. 9-9bis. 82 AHN-Nobleza, Osuna. Béjar, cp. 10, nº5. 83 Archivo Municipal de Logroño, sig. 18. 84 AHN, Clero, cp. 3022, nº 5bis. 85 Maravillas de la España medieval. Tesoro sagrado y monarquía. Catálogo de la e xposición (dirección Isidro BANGO), Valladolid: Junta de Castilla-León, 2001, p. 137. 233 se refiere a ella. En su interior transcurre la escena, objeto de nuestro estudio. En la nave central aparece un sencillo sepu lcro, en fo rma de arca, sujetado por leo nes, iluminado por una gran lámpara de aceite que cuelga del techo. En las naves laterales, flanqueando el sepulcro, aparecen dos altares cubiertos por r icas telas. En el de la izq uierda, está el crucifijo, en el de la derech a la imagen de la Virgen representada com o trono del Niño Jesús. En las naves laterales extremas, más anchas que las anteriores, se sitú an los dos séquitos. A la izquierda, el arzobispo de Toledo don Gonzalo García Gudiel, sentado, sujeta en la m ano izquierda un libro cerrado y bendice con la derecha; detrás de él hay tres eclesiásticos de pie. Uno de ellos porta el báculo propio de la dignidad del arzobispo. A la derech a aparece S ancho IV, joven, sentado sobre escaño cubierto por telas y con los pies sobr e escabel; está ricamente vestido con túnica y manto sujeto por un broche en su hom bro derecho, presenta una corta y cuidada barb a, lleva co rona dorada; con el índice de la m ano derecha s eñala el sepulcro, y en la m ano izquierda sostiene la pom a86. Detrás de él aparecen de pie cuatro nobles, uno de ellos porta el cetro con el águila pas mada y otro la es pada: dos sím bolos m uy apreciados por don Sancho, que pueden ser su alférez Diego L ópez de Haro y el infante don Juan, su hermano y mayordomo87. No podemos saber si es un retrato real ista, seguramente no, porque es lo norm al en esta época, pero s í que refleja la im agen del rey que éste quería ofrecer, al igual que ocurría con las miniaturas de Alfonso X. Es una representación mayestática, similar a la de los sellos, aunque ligeram ente ladeado para señalar al sepulcro. También recu erda a las “imágenes de presentación” o “de autor” de Alfonso X, por su di sposición y por ese dedo índice tan exagerado; en realidad, Sancho IV es el autor de este privilegio en el que decide que se va a enterrar en la catedral de Toledo, que es lo que la miniatura nos relata. Se puede hacer, a s u vez, una inte rpretación política. Estam os ante la representación gráfica d e los dos poderes o las dos espadas, tal y com o están d escritos en el cap ítulo XVII de los Castigos y documentos , uno es el cetro y otro el báculo. El rey y el arzobispo tienen la m isma i mportancia, lo que contrasta con las representaciones de Alfonso X hechas es el scriptorium, en las que el rey era el centro, pero Sancho IV tuvo serios problem as para hacerse con el trono y para m antenerse en él, de ahí sus constantes actuaciones para pone r de manifiesto su legitimidad, y en ellas la Iglesia juega un pape l fundamental. Este documento es una de las imágenes gráficas que mejor plasma que él es elegido para os tentar el poder temporal. Iconográficam ente es sim ilar a la repr esentación de los Concilio s de Toledo , tanto en el Fuero Ju zgo como en m anuscrito titu lado Notule de primatu , en donde la figura del rey es equiparable a la de los representantes de la Iglesia. Los color es dom inantes son azu l y rojo, gama crom ática que es s ignificativa. Tradicionalmente el rojo era el color de la realeza, pero a partir del s iglo XII el tono azul cobró importancia y acabará d esplazándolo claramente en el siglo XIV. En todos los elementos decorativos de este d ocumentos se alternan es tos dos colores, los que les infiere una carga id eológica importante: s e trata de que visualm ente se haga palpable exaltación de la realeza sagrada de Sancho IV. 86 No se a precia bien lo que sostiene, pero si que l a posición de la mano, indica que algo tiene en ella. Además si don Gonzalo lleva un libro, parece lógico que el rey lleve algo, y que sea emblemático, como es la po ma, además muy querido por Sancho IV, como veremos más adelante en ot ras representaciones. Según GUTIÉRREZ BAÑOS es un pomo (Las empresas artísticas de Sancho IV el Bravo, Burgos: Junta de Castilla-León, 1997, p. 212. 87 GONZÁLEZ DÍEZ, E. & MARTÍNEZ L LORENTE, F.: El blasón heráldico de los reinos de León y Castilla, Valladolid: Cortes de Castilla y León, 2002, p. 168. 234 Desde el punto de vista artístico se nota la influencia de la m iniatura alfonsí. Está realizado, aproxim adamente, un año desp ués de la m uerte de rey Alfonso, por lo que el scriptorium tendría que seguir funcionando, a unque con nuevas directrices por parte de Sancho IV. Así, la lámpara es similar a la que aparece en el Cód ice Rico de las Cantigas, por ejem plo en la cantiga XCVII [fi g.11]. En opinión de Gutiérrez Baños 88, presenta similitudes con el Libro de los juegos , finalizado sólo dos años antes. Por eso, podemos decir que la m iniatura de la corte de Sancho IV es continuadora de la de su padre, no sólo cronológicamente sino también en el estilo artístico Este documento ilum inado es un ejem plo de c ómo el arte está al servicio del poder y para entenderlo y justif icar todo lo expuesto hasta ahora, añadimos el análisis del contenido escrito del docum ento, para que veamos que la imagen figurativa del rey está de acuerdo con lo por él dispuesto. El texto com ienza con la invocación a la Santísim a Trinidad y a la “gloriosa Virgen Sancta Maria su madre, a quien nos tenemos por señora e por avogada en todos nuestros fechos”, por eso aparece situada en lugar preferente igual que el crucifijo. En la exposición explica los m otivos de su decisión. Razone s por las que elige Toledo: “porque la m uy noble cibdat de To ledo es cabeça de toda España”, pero también porque “quiso Nuestro Sennor Ihesu Christo onrrar la santa eglesia de Toledo e mostrar que la am ava señaladamente entre to das las otras eglesias, lo uno plaziéndole que la gloriosa Virgen Santa María , su madre, descendiese ý corporalm ente […] a offrecer e presentar su ofrenda muy noble vestidura preciosa al sancto e bienaventurado confesor Sant Aliffonso, arç obispo deste logar”; adem ás por los m uchos sabios que habitaron la ciudad, lo que podría ser una alusión a la Escuela de Traductores. En fin, es una alabanza a la ciudad que tiene un gran pe so político en el reino por haber sido la capital del reino visigodo, y por ser la sede primada. Sancho IV considera que tener su apoyo contribuye a fortalecer su trono. Otra poderosa razón es: “por el gra nd am or que nos avemos a don Gonçalo, arçobispo de la eglesia”. Figura muy importante en la política castellana; había sido leal a Alfonso X hasta su muerte, pero tam bién lo será a Sancho IV, que le ha nom brado Canciller Mayor de Castilla. Para el rey es fundamental el apoyo de la Iglesia castellana, dado que sus relaciones con el Papado no son buenas; ha sido coronado por cuatro obispos en esta catedral de Toledo, y es la Iglesia quien le ha legitimado. Desde la guerra civil ha contado con el apoyo de buena parte de la clerecía, que quiere seguir con él, y para ello les corresponde con donaciones, cargos y actos solem nes de los que se benefician mutuamente. Otra razón m uy i mportante se ve en la m ención que hace a Alfonso VII, emperador de Castilla, que está enterrado en esta catedral de Toledo. Es una m anera de legitimarse a través del ilustre antepasado regio, ya que él fue m aldecido y desheredado por su padre. La fecha del docum ento, 14 de febrero de 1285, así como el lugar de su expedición, Soria, son sintom áticas. Sanc ho IV está en tierras de Soria para entrevistarse con Pedro III de Arag ón. Am bos tienen un enem igo común: Francia, y para el rey castellano es f undamental la alianza con el aragonés pues sus sobrinos, lo infantes de la Cerda están encerrado s en el castillo de Játiva. Por lo tanto necesita de todos los resortes que pueda para afianzar se en el trono, y es im portante todo aquello que contribuye a su legitimidad, bien sea el apoyo del rey aragonés bien el del arzobispo de Toledo. 88 GUTIÉRREZ BAÑOS, Fernando: Las empresas artísticas de Sancho IV el Bravo, Burgos: Junta de Castilla-León, 1997, p. 213. 235 La disposición es escu eta y clara: “Esc ogemos nuestra sepultura en esta sancta eglesia de S anta María la sobred icha. E quando voluntad fuere de Dios […] que nos entierren en el logar que nos ordenamos”. Queda claro que es te d ocumento no es el testam ento de Sancho IV, sino una disposición para su enterram iento, la cu al fue cum plida cuando llegó el m omento. No así la que se refería a la reina doña María, que después, en su testam ento, dispuso ser enterrada en Valladolid, como hemos dicho. 5. OTRAS REPRESENTACIONES DEL REY. 5.1. LA IMAGEN A TRAVÉS DE LOS SELLOS. Las representaciones sigilográficas son ejemplos donde se manifiesta la dignidad real. Del rey Bravo hemos visto num erosos ejemplos de un mismo modelo, que es muy clarificador sobre la imagen que el rey quería dar de sí mismo. Vamos a analizar el sello pendiente de un documento otorgado en Sopetrán el 13 de enero de 1285 89 [fig. 12]. En el anverso, de tipo m ayestático, presenta al rey sentado en un trono, a m anera de escaño sin respaldo cubierto por telas, con los pies sobre escabel; vis te larga tún ica con m angas, ajustada en la cintura por en ceñidor labrado, sobre ella lleva un m anto recogido por un broche en su homb ro derecho; lleva corona, en la m ano izquierda levanta el globo del m undo o pom a (le falta la cruz porque está deteriorado), y en la derecha un cetro rem atado por un águila con las alas plegadas. En el campo del sello, a la izquierda hay un castil lo y a la derecha un león rampante con corona. La leyenda dice: “S. SANCI [I DEY. G] RACIA. REGI S. CASTELLE. TOLETI. LEGIONIS. GALLECIE”. En el reverso, de tipo ecuestre, el rey m onta un caballo que galopa hacia la izquierda; en la mano izquierda está blandiendo la espada y en la derecha porta el escudo, falta la cabeza, pero distinguimos que es el rey porqu e el escudo y las gualdrapas del caballo llevan el cuartelado de castillos y leones; parece que el rey fuera a entrar en lucha. La leyenda dice: “SI. BILIE. CORDUB. E M [URC] IE. GIHENNI. ET. ALGARBII”. Como está deteriorado no se puede ver cómo es la cabeza, pero en otros sellos similares esta va con casco coronado. El que el rey aparezca con los brazos extendidos m ostrando su cetro y el pom o, y flanqueado por los símbolos parlantes de sus reinos, indica clar amente que quiere resaltar los elementos que aluden a su m ajestad regia. Quiere hacer énfasis en que es el rey de Castilla y León y le acom pañan todos los sím bolos que lo identifican com o tal; hay que tener en cuenta que Sancho IV tiene que afirmar constantemente su legitimidad. El reverso es un ejem plo de continuidad en la representación de l rey guerrero. Podría interpretarse que, además, de contra el in fiel contra los enem igos que pretendan arrebatarle el trono. En las leyendas de am bas caras se enumeran los reinos com o en la intitulación de los docu mentos, lo que tam bién indica que quiere dejar claro, que es el soberano de todos ellos. Es un tipo de sello muy interesante porque aúna los modelos que hemos visto en el reinado anterior: m ayestático, ecuestre y c on los sím bolos heráldicos de sus reinos. Según Gutiérrez Baños, este tipo de sello es una plasmación visual del texto del capítulo XI de Castigos y documentos90. 89 AHN, Sigilografía, Armº. 1, Caj. 6/ 14. 90 GUTIÉRREZ BAÑOS, Fernando: Las empresas artísticas de Sancho IV el Bravo, Burgos: Junta de Castilla y León, 1997, p. 71 . El cap ítulo XI citado ya lo h emos comentado al hablar de la obra. Relata como debe ser el atuendo del rey incluyendo los objetos que porta y su significado. 236 Hemos visto alguna variación en la leye nda. Por ejemplo, el sello de una carta plomada otorgada en Burgos el 22 de noviem bre de 1288 91, en el Anv.: “SIGILLUM. SANCII. ILLUST RIS. REGIS. CASTE LLE. ET. LEGIONIS” y en el Rev.: “SIGILLUM. SANCII. ILLUSTRIS. REGIS. CASTELLE. ET. TOLETI”. Como vemos sólo incluye los reinos más importantes, Castilla siempre, León porque es la otra cabeza de la Corona y Toledo, porque es el siguiente en la intitulación y porque para él tiene un significado especial. En los sellos de placa, aparece el tipo mayestático según el modelo ya explicado, y con la leyenda de rey de Castilla y León que es el título de su reino92. Es interesante com entar un sello de su época de infante, cuando ya ha comenzado el conflicto con su padre por la sucesión. Es un sello de cera pendiente de un documento en el que se confirman todos lo s privilegios, franquicias y derechos de Covarrubias (1282, m ayo, 1) 93. El anverso es de tipo ecuestre con el cuartelado en el escudo y en las gualdrapas de l caballo; la leyenda dice: “S. IN [FANT]IS. SANCII. FILII. MAIORIS. HEREDIS. NOBILISIMI”. E n el reverso aparece el escudo heráldico del reino de Castilla-León, y la leyenda dice: “ALFONSI. DEY. GRACI [A. REGIS. C] ASTELLE. ET. LEGIONIS”. Por lo tanto ha esc ogido el modelo ecuestre, de entre los utilizados p or Alf onso X, lo que es una m anera de presentarse com o caudillo m ilitar dispuesto a defender su título de heredero al trono, como ya defendió el reino del ataque de los Benimerines durante la ausencia de su padre. No obst ante, en la leyenda, al igual que en la in titulación de los docum entos, siempre se reconoce com o legítimo heredero del rey Alfonso. Es una m uestra más de que no trata de suplantar a su padre, aunque actuara como rey en los territo rios leales a él. Hay que re señar que este docum ento fue expedido en Valladolid, ciudad que fue “su capital”, du rante la guerra civil. No podría haber elegido el m odelo mayestático porque, como no era rey, no se podía representar con los símbolos de la dignidad real. 5.2. LA IMAGEN A TRAVÉS DE LAS MONEDAS. En 1286 de cidió emitir una nueva moneda de vellón, que fue conocida bajo el nombre de “cornado” 94 [figs. 13a y 1 3b], porque en ella aparece el busto coronado del monarca. El que apareciera la efigie del rey era novedoso, lo que nos indica la importancia que le daba Sancho IV a la corona com o sí mbolo del poder regio. En el anverso, el joven rey ap arece de perfil hacia la izquierd a, con melena, sin barba, y con corona, aunque de ésta hay varios modelos; y con la ins cripción: SANC-II. REX. En el reverso puede aparecer una cruz equilateral o un castillo de tres torres almenadas y con la inscripción: CASTEL-LE LEGIONIS. Son distintas las efigies que presentan las múltiples monedas, pero no se puede hablar de un retrato físico, idealizado. La s diferencias se pueden deber a que fue ron emitidas en distin tas ciudades o cecas; también hay dif erentes modelos de coron a, de castillos etc. Pero lo importante es que representan una imagen del rey coronado, no en vano se hizo coronar en Toledo al com enzar su reinado; am bas son pruebas de lo inseguro que se sentía en el trono, reclamado también por sus sobrinos, por eso buscaba todas las ocasiones para proclamar su realeza y qué mejor que usar la corona, que es el 91 AHN- Nobleza, Osuna, carp. 1, nº 13. 92 ARRIBAS ARRANZ, Filemón: Sellos reales castellanos de pl aca, Valladolid: Tip. Cuesta, 1941, p . 89. 93 Archi vo C olegial de C ovarrubias, Leg. I II, nº 1 6. R ecogido en l a o bra de R vdo. P.L . SER RANO: Fuentes para la Historia de Castilla, Valladolid: Cuesta, 1906, tomo II, p.123. 94 (A) MAN, nº 7.4.5579. (B) MAN, nº 7.4.5286. 237 símbolo más claro de tal condición. Es una imagen que no habíamos visto en el reinado anterior, pero sí que nuevam ente aparece el em blema heráldico del reino principal que es Castilla, como ya ocurriera en las monedas de Alfonso X. 5.3. EMPRESAS ARTÍSTICAS. En el cam po de la escultura, destacam os que en 1289 fundó la Capilla de la Santa Cruz en la catedral de Toledo95 para ser enterrados él y su esposa y los sucesivo s reyes de Castilla. Eligió este lugar porque ya hemos dicho el especial significado que para él tenía la ciudad. Ade más, ahí estaba enterrado Alfonso VII el Emperador, al que siempre tomó com o punto de referencia. Sólo fue enterrado Sancho IV pues sus sucesores no siguieron su ejem plo. Nos intere sa destacar la escultura [fig. 14] que se sitúa en lo que hoy se llama el pilar del alfaquí de la capilla mayor. Realizada en piedra, representa al rey joven, sin barba, con co rona, y en la orla dorada del m anto podría haber llevado los m otivos heráldicos de Castilla y León, pero hoy no se pueden apreciar; es una figura solem ne, no porta ningún objeto, y por el gesto de su m ano derecha, parece que fuera a e xplicar algo. Es una rep resentación sencilla, pero el hecho de que decida hacer una capilla para enterram ientos reales nos indica su preocupación por la legitim idad dinástica y por ensalzar la m onarquía, pues es una m anera de propaganda el querer inmortali zar en piedra su im agen. Probablemente no es un retrato realista, como ocurría en todas las estatuas de reyes de la época. Su esposa, María de Molina, que m urió en 1321, no respetó el deseo de su marido y mandó ser enterrada en el Monasterio de las Huelgas de Valladolid, donde se conserva su sepultura [fig. 15] cubierta con su escultura yacente realizada en alabastro, en la que viste las tocas propi as de una reina viuda; lo que nos interesa destacar son los objetos religiosos que lleva: rosario y bolsa del Libro de Horas, que nos indican su profundo sentimiento religioso, el mismo que hemos visto en el rey. En la arquitectura, Gutiérrez Baños destaca que mandó construir los Palacios de la Magdalena en Valla dolid96, aunque allí sólo vivirá su viuda María de Molina. D e ellos sólo queda la puerta del recinto am urallado que hoy se conserva en el Monasterio de las Huelgas, arriba citado, de la misma ciudad. La imagen que deducimos de sus empresas artísticas es la de un rey que tiene un alto concepto de su rango. Por ello tiene que construir un palacio nuevo en la ciudad que le fue siempre leal, y un enterramiento que haga honor a su fama y le dé inmortalidad, y para am bas cosas ha hecho m éritos con su espada, pues ha luchado contra m uchos enemigos de dentro y de fuera de su rei no. Realmente se presenta como un vicario de Dios, com o nos ha dicho claram ente en los docum entos y en los libros m anuscritos. También nos deja claro su im agen de rey profundamente cristiano, pues no en vano fue la Iglesia la que garantizó su legitimidad, por eso se manda enterrar en el altar mayor de la catedral primada. 95 Posteriormente pasó a llamarse Capilla de los Reyes Viejos cuando Enrique II fundó un nuevo panteón denominado Capilla de los Reyes Nuevos. A ella fueron trasladados los restos de los reyes que yacían en la catedral. 96 GUTIÉRREZ BAÑOS, Fernando: Las empresas artísticas de Sancho IV el Bravo, Burgos: Junta de Castilla y León, 1997, pp. 44 y 50. Cfr. BALLESTEROS, Antonio: Alfonso X el Sabio, Barcelo na: Salv at, p . 984 . Dice q ue Valladolid se convirtió en los tiempos de la rebelión de Sancho contra su padre en su capital. Aquí podría estar la razón de la construcción del palacio, por lo tanto tendría un significado áulico. 238 5.4. LA ESPADA. Es una pieza excepcional de orfebrería que apareció en su tum ba y se conserva en la catedral de Toledo junto con la coro na. Presenta en la em puñadura tres escudos circulares con el cuartelado de Castilla y León [fig. 16]. Al ig ual que hizo su padre, usa la decoración heráldica para representar la imagen de rey de sus estados. Nos interesa el sim bolismo de esta pieza, al ig ual que ya explicam os el de la corona. Es sintom ático que del rey Bra vo co nservemos estas dos p iezas, lo que no ocurre con ningún otro rey medieval. La espada es el símbolo de la guerra y en concreto de la lucha contra el Islam , y también en ese mundo feudal era el sím bolo de la soberanía del rey. Ambos interesan a Sancho IV. Ade más si ha pasado a la Historia por su fa ma de valiente qué m ejor para representarle que su espada. Ésta también si mboliza la jus ticia, virtud propia de un rey que es m uy valorada en los libros que ha prom ovido, com o hemos visto. Y no olvidemos, com o expus imos al principio de este capítulo, su em peño en recibir la investidura de su padre el rey y no de su hermano, entonces primogénito. Esta arma, con el que ha defendido la fe cristiana y su legítim a herencia, ya que estaba convencido de ser elegido de Dios para ser el rey de Castilla por haber muerto su hermano mayor, avala la im agen providencial que este monarca quería dar de sí m ismo a sus contemporáneos. 6. LAS DIVERSAS IMÁGENES DEL REY BRAVO. Sancho IV, com o sabem os, subió al trono de m anera ileg ítima, p ues f ue desheredado por su padre, por eso, opina Linehan, “todo lo que hace tiene un propósito dinástico”97. Esta manifestación resume fielmente el objetivo principal del monarca a lo largo de to do su reina do: dem ostrar su legitim idad y transm itirla a sus sucesores directos, y a este fin pone todos los recursos propagandísticos a su alcance. Debido al tema de nuestra tesis, hemos analizado prim ero y detallada mente la imagen del r ey en los docum entos y en los m anuscritos relaci onados con él, des pués hem os visto su imagen en otro tipo de soportes, pero que se corresponde con lo visto sobre papel y pergamino. Se puede afirm ar que la corte real era la imagen de la p ersonalidad del rey. No fue tan rica y brillante com o la de su padre, entre otras cosas porque no tuvo aspiraciones im periales, pero hizo todo lo posible porque fuera sobresaliente, lo que explica sus numerosos gastos. Por ejemplo en los “encuentros con otros reyes”, como el que hubo el 25 de julio de 1293 en Logroño entre él y el rey de Aragón, según Mercedes Gaibrois98, en el que se propuso festejar a su huésped con verdadera m agnificencia y derrochó muchos m aravedís en las galas de la reina, en m úsicos, en partidas de caza y en m antener a los aragoneses que consum ían diariam ente unas diez vacas, varias terneras, 140 carneros, congrios, pixotas y otros pescados. Otro ejemplo99, tomado de la misma historiadora, es la estancia en Molina en junio de 1293 para celebrar la herencia de ese señorío para la corona; entre las fi estas figuran corridas d e to ros, danzas y piruetas, música de juglares, banquetes etc. 97 LINEHAN, Peter: History and the historians of medieval Spain, Oxford: Clarendon Press, 1993, p. 503. 98 G AIBROIS, Mercedes: Historia del rei nado d e San cho IV de Ca stilla, M adrid: Ti p. De Archivos, 1922, vol. II, p. 235. 99 GAIBROIS, Mercedes: Ibidem, pp. 221-2. 239 El apodo de “el Bravo” le viene dado por su arrojo personal que le llevó a luchar contra los musul manes, contra su padre, hermanos y sobrinos, contra o tros re yes cristianos y contra p arte de la no bleza, a los que venció con las arm as. De ahí la imagen de rey com o c audillo m ilitar, que tiene en la es pada uno de sus sím bolos favoritos, com o he mos visto en las representa ciones de los sellos. En este aspecto es muy elocuente la frase que Gil de Zam ora le dedica en el prólogo de su obra De preconiis Hispaniae, para que “el empuje de su valor personal lo anim e resueltamente a acciones siempre más arriesgadas y más valientes”100. También tenemos la i magen de rey de gran devoción religiosa. Lo hemos visto al com entar el privilegio m iniado en el que aparece repres entado en el interior de la catedral de Toledo. A su vez, en los m anuscritos auspiciados por él se insiste de diversa manera en la idea de qu e es el vicario de Di os y de que ha sido elegido por él para ser rey, lo que son ejem plos de una concepción teológica de su monarquía; lo hem os visto en Castigos y documentos, y en El Libro de los Cien Capítulos. Además el apoyo de la Iglesia fue fundam ental para legitim ar su títu lo de rey a través de la coronación. El gusto que tiene por representarse con cetro y poma, símbolos del rey-vicario de Dios, fortalece su imagen de rey defensor de la fe cristiana. Pero en esta imagen cristiana, tan común en los reyes, hay dos notas que lo diferencian claram ente de s u padre, según Gómez Redondo101: por una parte, su devoción es cristológica frente a la mariológica de don Alfonso, porque es la figura de Cristo la que autoriza la dignidad que inviste al monarca; en este sentid o explicam os la p resencia de la cru z en la m iniatura de lo s Castigos. Por otra, mientras su padre defendía que el rey tenía que estar investido por la sabiduría para gobernar, lo que hizo que su s enem igos lo presentaran com o un rey blasfemo, Sancho defenderá la visión religiosa de su m onarquía, puesto que es Dios quien le entrega el trono para defender la fe y él cumple esa misión. En los tra tados políticos, dedicados a él o inspirados por él, predom ina el ideal didáctico, que se traduce en la im agen de un buen rey lleno de virtudes. Aunque, como dice Nieto Soria 102, em plea la p erspectiva qu e más le conviene, com o por ejem plo, cuando aborda las relaciones con los vasallos, en sus Castigos dice que éstos deben servir al rey, m ientras que Gil de Za mora le recom endaba la salvaguarda del bien común. En este asp ecto se le puede hacer una crítica a Sancho IV por la incongruen cia entre la teoría que desarrolla en los tratados políticos y su com portamiento personal iracundo. Quizás se debiera a la inseguridad103 que tenía en su trono, que era reclamado por sus sobrinos. Rey justicie ro es o tra d e sus im ágenes m ás queridas, o al m enos, de las que mayor protagonismo tiene en sus manuscritos, ta nto en el contenido escrito com o en la representación gráfica que hem os visto en los Castigos, al rey con la espada de la justicia [fig. 2]. Está claro que le preocupaba el ornato regio, tem a en el que se insiste en los tratados políticos, el lujo de sus ropas, la im portancia de la corona y tam bién de los 100 Cita tomada de DÍAZ DÍAZ, Manuel: “Tres compiladores latinos en el ambiente de Sancho IV”, La Literatura en la época de Sancho IV. Actas del Congreso Internacional, Alcalá de Henares: Universidad, 1996, p. 48. 101 GÓ MEZ RED ONDO, Fernan do: Historia de la prosa medieval castellana, vo l. I, Mad rid: Cátedra, 1998, pp. 923 y 915. 102 NIETO SORIA, José Manuel: Sancho IV (1284-1295), Palencia: Diputación Provincial, 1994, p.161. 103 Esta inseguridad le duró hasta la muerte, si nos atenemos a la conversación que tuvo poco antes de su muerte con s u so brino el i nfante d on Jua n M anuel, e n l a que el rey le di ce q ue n o pue de darle s u bendición, pues su padre le ha maldecido muchas veces, pero que no la necesita pues él la había heredado de Fe rnando e l Santo a t ravés de s u padre el infante don Manuel. (Apar ece e ntera en: GAYANGOS, Pascual de: Obras de Don Juan Manuel, Madrid: BAE, tomo 51, 1952, p.263) 240 otras ins ignias reales co mo el cetro y la poma, la posición m ayestática que gusta de tener en sus representaciones g ráficas. Elementos que le hacen inconfundible y único, porque la apariencia externa le individualiza sobre los demás hombres y le confiere una imagen propia de un rey, pues es el único qu e puede usar todos esos sím bolos y le sirven como medio de propaganda. Un elemento novedoso en la m onarquía castellana va a ser que a este rey se le atribuyen cualidades taum atúrgicas, lo que er a usual en los reyes franceses e ingleses. Schramm104 llama la atención sobre es ta imagen extraña en los reyes castellanos, y cit a un milagro del que fue testigo de excepción Álvaro Pelayo, que vio al rey Sancho curar a un poseso, que le había colm ado de im properios, poniéndole el pie en la garganta y leyendo al mismo tiempo unas palabras en un libro. Es curioso el uso que hace Sancho IV del cetro coronado po r el águila p asmada y del pom o crucífero, ambos son símbolos im periales, que había utilizado su padre, justificado por sus aspiraciones im periales, que nada tienen que ve r con el rey Bravo. Éste los pudo usar, sim plemente, por imitación de su padre, de quien se consideraba el legítimo heredero. Estamos, nuevam ente, ante una im agen que transm ite que es el rey legítimo. Por último, queremos resaltar su im agen de rey sabio, no al nivel de su padre que ha pasado a la Historia com o tal, pero con méritos suficientes. Por ello ya hemos dicho que se le puede considerar autor l iterario, y que patrocinó obras im portantes dentro de la prosa medieval. Se rodeó en su corte de hom bres cultos a los que apoyó en sus em presas com o al arzobispo Pér ez Gudiel. Aunque no ha y noticias de que mantuviera un scriptorium, se realizaron libros con m iniaturas que se pueden calificar de estilo post-alfonsí. Fue un importante ideólogo al servicio del f ortalecimiento monárquico, aunque ya hem os visto las difere ncias que m antenía con su padre en este campo, y c omo la im agen providencialista se impone a la de la sabiduría: él es rey porque Dios lo ha querido y a la cultura le da una finalidad didáctica. Al igual que s u padre, toma al rey Salomón como modelo: es el rey sabio, prudente y justiciero, del que nos habla por ejem plo en sus Castigos, como ya hemos visto, además de ser una figur a muy nom brada en la literatur a de esta épo ca; en el soberano bíb lico se vuelv en a mezclar las dos cualidades de sabio y religioso, fundamentales para este rey castellano. No obstante, ese afán obsesivo de Sanc ho IV por dem ostrar su legitim idad, nos indica que no se sentía seguro en el trono y que le pesó la m aldición de su padre, razones que le llevaron a busca r e l respa ldo de la Igle sia, por eso concluim os que la suya fue una monarquía sacralizada. 104 SCHRAMM, Percy E.: Las insignias de la realeza en la Edad Media española, Madrid: Instituto de estudios políticos, 1960, p. 59. Álvaro Pelayo fue un alto personaje eclesiástico que escribió un Speculum Regum dedicado a Alfonso XI, en el que relata el milagro citado 241 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS SSAANNCCHHOO IIVV 242 Fig. 1 Corona de Sancho IV Catedral de Toledo Fig. 2 Castigos e documentos del Rey don Sancho BNE, mss. 3995, fol. 2r 243 Fig. 3 Castigos e documentos del Rey don Sancho BNE, mss. 3995, fol. 13r 244 Fig. 4 Castigos e documentos del Rey don Sancho BNE, mss. 3995, fol. 16v Fig. 5 Castigos e documentos del Rey don Sancho BNE, mss. 3995, fol. 21v 245 Fig. 6 Juan Gil de Zamora: De praeconiis Hispaniae Liber BNF, Nouv. Adq. Lat. 175, fol. 1r Fig. 7 Primera Crónica General RBME, mss. X.I.4., fol. 23r 246 Fig. 8 Privilegio rodado ACMu, pergaminos, nº 43 Fig. 9 Privilegio rodado AMS, sec. I, c.1, nº 21 247 Fig. 10 “Testamento” de Sancho el Bravo AHN, Clero, cp. 3022, nº 5 bis Fig. 11 Las Cantigas. El Códice Rico RBME, mss. T.I.1. Cantiga XCVII 248 Fig. 12 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, armº 1, caja 6/14 Figs 13a y 13b Cornados MAN, Nº Inventario: 7.4.5579 y 7.4.5286 249 Fig. 14 Escultura de Sancho IV de la Capilla Mayor Copyright: Cabildo Primado de Toledo Fig. 15 Sepulcro de María de Molina Monasterio de Las Huelgas de Valladolid 250 Fig. 16 Espada de Sancho IV Copyright: Cabildo Primado de Toledo 251 FFEERRNNAANNDDOO IIVV REINADO DE FERNANDO IV (1295-1312) 252 ÁRBOL GENEALÓGICO DE FERNANDO IV MARÍA DE MOLINA SANCHO IV FERNANDO IV 1295-1312 CONSTANZA DE POTUGAL ALFONSO XI 253 1. LA MONARQUÍA EN JAQUE. 1.1. MINORÍA DEL REY. El infante don Fernando, prim er hijo varón de Sancho IV y María de Molina, nació en Sevilla en 1285 y fue bautizado en la catedral en m edio de la alegría popular. Se designó como su ayo a Fernán Pérez Ponce, quien lo llevó a su tierra de Zam ora, y en esa ciudad tuvo lugar el solem ne acto en que los ricos-hom bres, las órdenes y los representantes de las ciudades y villas le juraron como heredero, según era tradición. El 15 de septiem bre de 1291 los reye s castellanos firm aron con el rey don Dionis de Portugal el contrato matrimonial para el casamiento del infante don Fernando con la infanta doña Constanza de P ortugal. Eran todavía muy niños, pero se trataba de cerrar pacto s de alianza, incluso s e ofrecen varios castillos, de am bos países, “en fialdat” si no se cumplieran los acuerdos1 El 26 de abril de 1295, una vez ente rrado Sancho IV en la catedral de Toledo, su hijo, el infante don Fernando fue recibido por los nobles y el pueblo como rey, según nos relata la Crónica2: Tomaron luego al infante don Fernando, e tiráronle los paños de m árfaga que tenía vestidos por su padre, e vistié ronle unos paños nobles de tartari, e pusiéronle ante el altar m ayor en la ig lesia mayor de Toledo, e rescibiéronle por rey e por señor, e él juró de guardar los fueros a los fijosdalgo e a todos los otros del su reino. Otrosí lo juró por él la noble reina doña María, su m adre, e el infante don Enrique besole la m ano, e to mole por rey e por señor de todos los reinos. E llamaron todos cuantos allí estaban ¡Castilla por el rey don Fernando! […] E don Nuño Gonz ález de Lara tomó las armas del rey e trájolas al cuello, e anduvieron con el Rey por toda la cibda d, e después desto duró el llanto nueve días. Como dice el refrán: “A rey m uerto, rey puesto”. Eso es lo que se hizo evidente con el cam bio de las ropas y con la aclam ación verbal. Sancho IV, en su testam ento, nombró a su mujer, María de Molina, tutora del heredero y gobernadora de sus reinos y, como tal, juró respetar los fueros, después de hacerlo su hijo. Después de los nueve días destinados al regio funeral, la reina, como regente, se reunió con el infante don Enrique, con don Nuño González de Lara, con el arzobispo de Toledo y con otros obispos para “mostrarles el estado d e la tierra”. Se celebraron Cortes en Valladolid, en las que reconocieron a Fernando IV com o el nuevo monarca y aceptaron que María de Molina tuviera la custodia de su hijo, adem ás nombraron al infante don Enrique (herm ano de Alfonso X) “tutor del rey y justic ia y guardián mayor de sus reinos” 3. En esta situación las Cortes actuaron como garantes de la sucesión monárquica. La reina se encontró ante la difícil situación de defender el trono de su hijo contra numerosos enemigos, y tuvo que ceder mucho patrimonio real para com prar la lealtad de muchos nobles. 1 BNE, mss. 13.095. Diversos documentos de Sancho IV (copias). 2 ROSELL, Cayetano (ed.): Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, p. 93. 3 Respecto al cargo que ocupaba el infante, dice Loaysa que “poca o ninguna justicia ejerciera, puesto que se dedicaba mas bien a la caza y frecuente s comilonas que a otra oc upación y anda ba a capricho de un lugar a otro” (Crónica de los Reyes de Castilla, edición de Antonio García Martín ez, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1982, p 165) 254 Las m inorías son siem pre períodos de debilidad, y ésta aún lo fue m ás, pues había otros pretendientes que aducían que el rey era il egítimo pues era hijo de un matrimonio no legítimo; entre ellos estaban el infante don Enrique, el infante don Juan, hermano menor de Sancho IV y, por supuesto, Al fonso de la Cerda, apoyado por el rey Jaime II de Aragón, que aprovecha la ocasi ón para relanzar la candidatura de su protegido, con lo que vuelve aparecer en Castilla el fantasma de la guerra civil. Pero en noviembre de 1301 llegó la bula de Bonifacio VIII4 que legitimaba los hijos habidos del matrimonio del fallecido Sancho IV y María de Molina, lo que eliminaba uno de los argumentos de la guerra. 1.2. MAYORÍA DEL REY. El 6 de diciem bre de 1301 Fernando IV cumplió 16 años y ya se le consideró mayor de edad, por lo que com ienza su reinado personal. N os cuenta Jofré de Loaysa 5 que: Con astucia el infante don Juan y don Ju an Núñez, halagaban mucho en todo al rey Fernando que ya contaba 16 años de edad, y tanto influyeron en su ánim o, casi ocupándolo totalmente, que abandonó el prudente consejo de su m adre […] en cambio tomó por consejeros, oficiale s, domésticos, secretarios y favoritos a los que, tiempo ha, le habían hecho la m ayor guerra […] Y a pesar de que gravaban su tierra con servicios y otras cargas e im puestos más frecuentemente que su abuelo o su padre lo hicieran alguna vez, sin e mbargo, querían gravarla aún m ás, siendo su casi continua ocup ación realizar jueg os de niño y otras diversiones, m ás bien que intentar rec uperar su tierra […] y lo que es m ás, enajenó, entregó y concedió a los barones y soldados muchas partes de su reino. La guerra civil en tró en dec live, en realid ad lo que existían eran d isputas entre dos bandos nobiliarios dirigidos respectivam ente por los in fantes don Enrique y don Juan. Pero sí que quedaban dos cuestiones im portantes por resolver: firmar la paz con Aragón y llegar a un acuerdo con los Infantes de la Cerda. El final de la guerra con Aragón llegó c on la firm a de “La sentencia arbitral de Torrellas” en 1304, por la que el reino de Murc ia se dividía entre Castilla y Aragón por la línea del río Segura. No obstante se co metieron errores geográficos y se firm ó un nuevo acuerdo para corregirlos en Elche en 1305. Resultó beneficiado el reino de Jaime II, lo que es una prueba más de la debilidad de Fernando IV. Después de la firm a de los tratados de paz, Jaim e II dejó de interesarse por los problemas sucesorios de Castilla y Alfonso de la Cerda se encontró sin apoyos, por lo que se llegó en 1304 a una “escritura de tr ansacción y comprom iso entre el rey don Fernando IV de Castilla y el infante don Alfonso de la Cerda en que se cedieron y compensaron los derechos de la Corona”6: 4 Bula Sane petitio dada en Anagni el 6 de septiembre de 1301. Don Gonzalo Díaz Palomeque, arzobispo de Toledo y a migo del Papa, fue el a rtífice de las complicadas gestiones (VALLE C URIESES, Rafael del: María de Molina, Madrid: Alderabán, 2000, pp. 144 y ss.) 5 Crónica de los Reyes de Castilla. Edición de Antonio García Martínez, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1982, p. 207. 6 Est e d ocumento l o co pia P edro L ópez de Ay ala al fi nal de l a C hrónica de J uan I , en Colección de testamentos y ca pitulaciones ma trimoniales d e lo s Reyes d e Castilla y Arag ón y de a lgunos otros personajes, BNE, mss. 6932. 255 A don Al fonso, hijo del infante don Fernando, le fuese dado por heredam iento libre y franco alodio, Alba de Torm es, Béjar, Val de Corneja, Manzanares, El Algaba, los Montes de la Greda, la Puebla de Sarria, la tierra de Le mos […] rentas […] Que el dicho rey don Fernando, nin los reyes de Castilla y de León que de aquí adelante serán no hagan m al ni danno ni ha gan ni consien tan ni dejar hacer al dicho don Alfonso en su persona ni en sus bienes […] Que el dicho don Alfonso deje los [títu los] del Rey de Castilla y de León donde se llama rey, y otrosí deje las armas, derechos y sello de rey y por aquella voz no haga demanda, ni mal, ni danno contra el rey don Fernando, ni en sus reynos. Aunque poco después de este acuerdo, el in fante se indispuso con el rey, por lo que habrá que esperar al reinado siguiente pa ra que definitivam ente se solucione esta cuestión. Como he mos dicho continuaron lo s prob lemas con la nobleza. González Mínguez7 recoge varios sucesos que ponen de ma nifiesto la debilidad del rey. En 1308, en Grijota, la nobleza acaudillada por el in fante don Juan consigui ó la destitución de todos los oficiales reales y su su stitución por otros a hechura suya 8. En septiem bre de 1309 se conquistó Gibraltar, pe ro no se pudo conquistar Alg eciras por la defección del infante don Juan y de otros nobles; el rey hizo todo lo posible por continua r con la reconquista de tierras musulmanas, pero, una vez más, los nobles le fallaron. En 1311 nace el heredero, lo que exacerbó los ánim os de a lgunos nobles que, incluso, planearon la sustitución del rey por su hermano el infante don Pedro, lo qu e no prosperó9, pero el rey tuvo, nuevam ente, que negociar con la nobleza que obtuvo enormes ventajas. 1.3. MUERTE DE “EL EMPLAZADO”. El rey tenía mala salud pero no se cuidaba, pues, como relata la crónica, comía y bebía en exceso, lo que le condujo a la m uerte aún joven. Si seguim os la Crónica, e l fallecimiento se deb ió al em plazamiento de los h ermanos Carvajal, que fueron condenados por el rey en Martos por el as esinato en Palencia del caballero don Juan Alfonso de Benavides, cuando salía de casa del rey: E estos cavalleros, quando los el rey mandó matar, veyendo que los matavan con tuerto, dixeron que enplasavan al rey que paresciese ante Dios con ellos a juisio sobre esta muerte que él les m andava dar con tuerto, de aquel día en que ellos morían a treynta días […] E el rey estando en esta cerca de Alcaudete, tom ole una dolencia m uy grande, e affincole en tal m anera, que non pudo ý es tar e vínose para Jaén […] E este 7 GONZÁLEZ MÍNGUEZ, César: Fernando IV de Castilla (1295-1312). La guerra civil y el p redominio de la nobleza, Vitoria: Colegio Universitario de Álava, 1976, p. 204 y p. 273. 8 Según Moxó, la alta nobleza recela de que los reyes escojan sus cola boradores entre gentes de infe rior condición y , por eso, obligó a Fernando IV a despe dir a l os oficiales que había escogido, para que los sustituya por los de confianza de los nobles (MOXÓ, Salvador de: “La sociedad política castellana en la época de Alfonso XI”, Cuadernos de Historia, Madrid, 1975, p. 277.) 9 Seg ún R afael del Val le, c uando nació el heredero del t rono, l a m ayor pa rte de l os miembros de l a nobleza, se negó a prestarle homenaje como era preceptivo, lo que es un grave ejemplo de desobediencia al rey. Este au tor también explica que fue la reina María de Molina la que se opuso enérgicamente a que su hijo don Pedro sustituyera al rey Fern ando IV, lo que habría sido un atentado contra la legalidad, que tanto le había costado conseguir (María de Molina, Madrid: Alderabán, 2000, pp. 203-4.) 256 jueves mesmo, siete días de setiem bre, víspera de Sancta María, echose el rey a dormir, e un poco después de m edio día falláronle m uerto en la cam a, en guisa que ninguno le vieron morir. E este jueves se cum plieron los treynta días del emplaçamiento de los cavalleros que m andó matar en Martos. E como el rey fue finado físose m uy gran roydo por toda la villa de Jaén, e vino el infante don Pedro; e quando lo falló muer to fiso muy grand llanto por él. E tom ó luego a la hora el pendón del rey e llam ó rey al infante don Alfonso, su fijo prim ero heredero de este rey don Fernando, que él dejara en Ávila10. De lo relatado por la Crónica se deduce la debilidad de este rey que ha pasado a la historia con un sobrenom bre basado en un hecho novelesco y que tiene un m atiz denigrante para él, pues resulta acusado de cometer la m ás grave inju sticia con d os personas. S egún González Mínguez 11, es un epíteto falso, por que la muerte fue por causa natural y porque está probada la legalidad de la sentencia. También podemos deducir que su hermano, el infante don Pedro, actuó respetando la legalidad y no intentó usurpar el trono a su sobrino, al que reconoció como rey. Nuevamente se repite la historia en la muerte de un rey: llanto por el fallecido, pendones para aclam ar a su hijo el nuevo rey. Ésta sí es un a imagen definitoria de la monarquía que tiene uno de sus pilares en la legitimidad dinástica. 2. IMAGEN DE LA MONARQUÍA EN SU PUNTO MÁS BAJO. Una de las pruebas más claras de la debilidad de la monarquía radica en el hecho de que se reunieron las Cortes en muchas o casiones. Durante la minoría, prácticamente, todos los años, porque la reina regente buscó el apoyo de los concej os municipales, ya que carecía del de la no bleza. También durante el rein ado personal de F ernando IV se reunieron con m ayor fr ecuencia que en los re inados anteriores, especialm ente en los primeros años, lo que nos indica que le costó un gran esfuerzo hacerse con el control del reino. De hecho, la guerra civil y los problem as con los bandos nobiliarios quedan reflejados en las demandas de los representantes concejiles en las Cortes. En las Cortes el rey responde a las pe ticiones que le hacen previam ente, y de esta manera da las disposiciones que considera adecuadas12: Mostráronme sus peticiones, e pidiéronm e mercet que se las otorgase, o que las confirmase, e que las mandase guardar, e yo porque he g ran voluntad de facer mucho bien, e m ucha mercet a todos los de la mi tierra, tóvelo por bien (Cortes de Valladolid de 1299). Una de las peticiones m ás reiteradas es la de que no se consienta a los nobles apoderarse de más terrenos ni enriquecerse. Por ejemplo: Primeramente a los que nos pidieron que rescivien m uchos agraviam ientos de Infantes e d e Ricos-omes e de otro s omes poderosos, lo uno que les tom aban 10 ROSELL, Cayetano (ed.): Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, pp. 169-170. 11 GONZÁLEZ MÍNGUEZ, César: Fernando IV de Castilla (1295-1312). La guerra civil y el predominio de la nobleza, Vitoria: Colegio Universitario, 1976, pp. 324-5. 12 Todas las citas referid as a lo aco ntecido en Cortes están extraídas de JORDÁN DE ASSO, Ignacio y MANUEL RO DRÍGUEZ, M iguel de: Cortes celeb radas en lo s reyn ados d e don Sanch o IV y d e do n Fernando IV, Madrid, 1775. 257 yantares, e lo al, que p leyteaban los logares por quantías de dineros, e que les tomaban lo que les fallaban. Tenemos por bien quanto en lo pasado de lo saber, e facerlo enmendar (Cortes de Medina del Campo de 1305). En el mismo sentido, se especifica que no ceda tierras de realengo ni a nobles ni a la Iglesia, por ejemplo: Otrosí, a lo que m e dixieron que to mé muchas aldeas e térm inos a los conceios de las Villas de los m is regnos, e los dí por eredam iento a quien yo tove por bien; e m e pidie ron por mercet, que los m ande tornar a la s Villas, a q uien las tomé, e que daquí adelante que las no dé, téngolo por bien e otorgógelo […] Otrosí me pidieron por mercet, que el Realengo de los m is regnos, que no tenga por bien que pase al Abadengo (Cortes de Medina del Campo de 1305). Otra de las quejas constantes que se l een en los cuadernos de Cortes es la ausencia de justicia. Por ejemplo: Otrosí a lo que m e pidieron que m andase facer la ju sticia en aquellos, que la merecen comunalmente con fuero e con derecho (Cortes de Valladolid de 1299). Primeramente a lo que m e dixieron que una de las cosas, que ellos entendían, porque la mi tierra es p obre e ag raviada, que es porque en la m i Casa e en los mis Regnos no hay justicia, segunt se debe . E la manera porque ellos entienden, porque se p uede facer, es que tom e yo caval leros e om es bonos de las villas de los m is Regnos, que anden de cada día en la m i Corte, e que les dé bonas soldadas, porque se puedan mantener bien e onradamente, e que fagan la justicia bien e com plidamente. E yo que tom e un día de la sem ana, qual yo toviere por bien que oia los pleytos e que con los om es bonos e con los alcalles, que conmigo anduvieren, que los libremos com o la mi mercet fuera, e lo fallare por derecho […] E quanto es, que m e asiente un día a la se mana a oír los pley tos, e téngolo por bien, que sea el día del viernes (Cortes de Valladolid de 1307). Podemos deducir que hay una relación dir ecta entre debilidad de la m onarquía y participación activa de las Cortes en los asuntos del reino: Fernando IV y María de Molina favorecieron la función representativa que éstas tienen, para legitim ar sus cargos y sus decisiones. Por su parte, las Cortes propusieron m edidas para solucionar los problemas del reino, pero ni la regente, por su condición de tal, ni el rey, por su propia inseguridad, fueron capaces de aplicar las con rigor, por lo que ambos actuaron siempre mediatizados por los miembros de la nobleza. La propia personalidad del re y fue otro elem ento que contribuyó a la im agen de debilidad de la institución que representaba. Según las crónicas y los estudiosos de este reinado, era de carácter débil, bonachón pero caprichoso, inm aduro y de poca inteligencia, e incluso se dejó m anipular por algunos m iembros de la n obleza. Co mo resume González Mínguez “fue m ás un rey bueno que un buen rey” 13. El único pilar era la rein a María d e Molina que, en su pape l de defensora de la corona de su hijo, practicó la política de pactos con las ciudades a través de la s Cortes, como hemos visto, y con algunos nobles a base de hipotecar el patrimonio real, porque, como dice Loaysa, “esta señora sapientísima proc uraba, de todas las form as que podía, adquirir am igos 13 GONZÁLEZ MÍNGUEZ, César: Fernando IV de Castilla (1295-1312). La guerra civil y el predominio de la nobleza, Vitoria: Colegio Universitario, 1976, p. 335. 258 para su hijo el rey”14. Prueba de su prestigi o es que Fernando IV, antes de partir a la campaña contra los m oros en 1309 nom bró a su madre gobernadora del reino; tam bién es prueba de que no tenía muchas personas en las que confiar. En la lucha entre m onarquía y nobleza por obtener el poder, que ya hemos visto en los dos reinados anteriores y que se m antendrá durante toda la Edad Media, la nobleza va a tener, por prim era vez, la victo ria so bre la m onarquía15. Com o consecuencia de la m inoría y de los probl emas dinásticos, María de Molina tuvo que hacer grandes donaciones a la nob leza a cam bio de su lealtad; así m ismo, durante su reinado personal, Fernando IV, de escasa personalidad, siguió cediendo cargos, rentas y señoríos a muchos nobles 16. Ade más, la nobleza fom entó l a im popularidad del rey alegando el increm ento de la presión fiscal , lo que tuvo lugar, fundamentalm ente, por los gastos originados por la guerra civil, alentada por los propios nobles, y por las donaciones realizadas a la propia nobleza. 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 3.1. LA CRÓNICA DE FERNANDO IV17. Forma parte de la llam ada Crónica de los tres r eyes, cuya form ación se debe a Fernán Sánchez de Valladolid. Más que reflej ar los hechos de un débil y voluble rey, se convierte en el registro puntual de la tena cidad y la paciencia con que la reina-m adre doña María de Molina logra sa car adelante no sólo a su h ijo, sino tam bién al reino de Castilla-León, cuya unidad está a punto de quebrantarse. Es el m ejor testim onio del “molinismo”, es decir, del pensamiento político y doctrinal de doña María. El monarca asume su mayoría de edad en 1301, sin em bargo, esta circunstancia para nada le interesa al cronista, ya que apenas supone cambio alguno en la caótica situación por la que atraviesa Castilla, sino todo lo contrario, los problem as se agravan porque el inhábil y débil rey será apartado de su madre por los nobles, y no dem ostrará ninguna capacidad para regir su reino. El cronista da contin uas muestras de hostilidad hacia don F ernando, incluso su m uerte es explicada de m anera ambigua, aludiendo al emplazamiento por un asesinato, cuando parece que fue víctima de la tuberculosis. El cronista m anipula el relato de los h echos con la finalidad de transmitir una enseñanza, quiere que sirva de “exem plo” al nuevo m onarca, por eso m uestra la deslealtad de los nobles que han engañado a Fernando IV, para que Alfonso XI, en cuya época escribe, recupere el poder de la monarquía frente a la nobleza. Constatamos como hecho excepcional que esta crónica nos refleja la imagen de un rey débil, aunque con el propósito de fort alecer a la institución que representa, de quien es valedora doña María de Molina. 14 LOAYSA, Jofré de: Crónica de los Reyes de Castilla. Edición, traducción, introducción y notas de A. García Martínez, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1982, p. 191. 15 GONZÁLEZ MÍNGUEZ, César: Fernando IV de Castilla (1295-1312). La guerra civil y el predominio de la nobleza, Vitoria: Colegio Universitario, 1976, p. 327. Como dice este autor, se trata de la victoria total de la “nobleza vieja”, que pocos años después, renovada en una “nobleza nueva”, derribará del trono al Pedro I e impondrá la nueva dinastía Trastámara 16 Un ej emplo es la co ncesión a Alfo nso de la Cerd a d e la v illa d e Gib raleón por ju ro d e heredad. Documento fechado en Toro el 10 de diciembre de 13 06, lo recoge PARDO RODRÍGUEZ, Mª Luisa: Huelva y Gibraleón (1282-1495). Documentos para su historia, Huelva: Diputación Provincial, 1980, p. 68. 17 Vamos a segui r el estudio que realiza Fernando GÓMEZ REDONDO: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 2002, vol. II, pp. 1248 y ss. 259 3.2. EL LIBRO DEL CABALLERO ZIFAR18. 3.2.1. AUTOR Y FECHA. Al igual que otras obras lit erarias medievales plantea polémica sobre el autor y la fecha en que se escribió. Hay investigador es que lo sitúan en el reinado de Alfonso XI y otros en el d e Fernando IV. En cualquier caso reflejaría la época d e este ú ltimo reinado, que es lo que a nosotros nos interesa. En el Prólogo del m anuscrito de París 19 se dice que en 1301 el arcediano F errán Martínez fue a Rom a con cartas del rey don Fernando y de la reina doña María, su madre, para demandar el cuerpo del obispo y, también, cardenal en la ig lesia de Roma, don Gonzalo (se supone don Gonz alo García G udiel) para que fuese enterrado en la catedral de Toledo, según era su deseo 20. Partiendo de esta inform ación varios investigadores creen qu e Ferrán M artínez pod ría ser el autor 21. Com o m iembro de la cancillería de Alfonso X y Sancho IV debía conocer muy bien los asuntos de gobierno, lo que queda patente en el libro. Esta novela de caballerías fue probablem ente escrita a principios del siglo XIV y, según González Mínguez, a través de los ej emplos, cuentos y alegorías se encuentran ecos de muchos de los acontecimientos más importantes del reinado de F ernando IV. Y explica que en esta obra apar ece lo que Menéndez Pidal llam ó “historicidad latente”, es decir, toques realistas de la corte que se novelan; por ejem plo las convulsiones producidas por la m inoría de Fernando IV que dan patentes en el cuento del joven rey Tabor, cuyo reinado es paralelo al de Ferna ndo IV, al que exhorta a utilizar la nueva fuerza que le da la legitim ación papal para terminar con el caos del reino 22. Recogemos la reflexión que hay previa al cuento porque defiende el principio de lealtad total al rey: Ca quien am a a Dios am a a sus cosas e qu ien ama a sus cosas am a a la ley, e quien ama a la ley debe am ar al rey que la mantiene; e los que son obedientes a su rey son seguros de non ver bolliçio en el regno e de non cresçer codiçia entre ellos, porque ayades a fazer su comunidad; ca serán seguros de non salir de regla derecha. E non debe ninguno de los del re gno reprehender al rey sobre las cosas que fezieren para enderesçam iento de l regno. E todos los del regno se deven guíar por el rey. (p. 244) 18 Las citas textu ales qu e hagamos d e est a ob ra las toma mos d e la edición realizad a por Jo aquín GONZÁLEZ MUELA: Libro del Caballero Zifar, Madrid: Castalia, 1982. 19 BNF, mss. Esp. 36, fols. 1r y 1v. 20 GONZÁLEZ MUELA: Libro del Caballero Zifar, Madrid: Castalia, 1982, p. 52. 21 HERNÁNDEZ, Francisco J.: “Ferrán Martínez, escribano del rey, canónigo de Toledo y autor del Libro del caballero Zifar”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 81 (1978), p. 289. Dice que se propone demostrar que es el autor, reconstruye su carrera eclesiástica y sitúa su m uerte entre 1310 y 1313, por lo que el libro sería anterior a esta fecha. También da datos para identificar a F. Martínez como canónigo de Toledo, y escribano y sellador de los reyes Alfonso X y Sancho IV (p. 306) Cfr. GONZÁLEZ MUELA, que en la Introducción de su edición del Caballero Zifar dice: “No sabemos si Ferrand Martínez fue el autor de Zifar, pero sí sabemos que fue escribano y notario y sellador de un arzobispo y de un rey, y que su estilo de escribano se parece muchas veces al de algunas paginas de Zifar” (p. 13) y concluye “Nos gustaría poner el nombre de Ferrand Martínez encabezando esta edición , pero reconocemos que todavía no podemos hacerlo” (p. 19). 22 GONZÁLEZ MÍNGUEZ, César: Fernando IV ( 1295-1312), Palencia: Diputación Provincial, 1995, p. 245, p. 310, p. 319 y p. 325. Cfr. CACHO BLECUA, J.M.: “Los p roblemas del Zifar” en Fra ncisco RICO (e d.):Libro del caballero Zifar, Bar celona: Mo leiro, 1996, p. 68 . Dice q ue pr esenta sim ilitudes con l a soci edad de l a época d e Alfonso XI. 260 Y a continuación relata el cuento qu e sirve para ilustrar su teoría de la le altad al rey aunque este sea menor de edad, lo que ha ocurrido con Fernando IV: Dize el cuento que Dios es guiador de los que m al non meresçen, e puso en coraçón del rey Tabor, m aguer moço, ca non avía m ás de quinze años, que parase m ientes el m al e la traiçión en que le andavan aquellos que le devían guardar e defender. (pp. 244-5) 3.2.2. EL MODELO DE REY QUE PROPONE. Se puede decir que esta obra tiene una fi nalidad didáctica y moralizante, al igual que la literatura ejem plar que hem os visto en el reinado anterior : se habla del buen gobierno y de la importancia de la justicia23. En el primer libro nos dice por qué le llamaron “el caballero de Dios” y nos hace un buen resumen de sus cualidades, las cuales le llevarán a ser elegido rey: Ovo nombre El Cavallero de Dios, porque se tovo él siem pre con Dios e Dios con él en todos los fechos, así como adelante oiredes, podredes ver e entendredes por las sus o bras. E por ende es dicho este Libro del Cavallero de Dios . El qual cavallero era conplido de buen seso natura l e de esforçar, de justiçia e de buen consejo e de buena verdat. (p. 58) En otro pasaje nos cuenta como al morir su suegro fue rey: Por este cav allero fueron cobradas mu chas villas e m uchos cas tiellos que eran perdidos en tiem po del rey su suegro, e fizo mucha justiçia en la tie rra e puso muchas justiçias e m uchas costum bres buenas, en m anera que todos los de la tierra, grandes e pequeños, lo querían grant bien. El rey su suegro, antes de los dos años, fue m uerto, e él fincó rey e señor del regno, m uy justiçiero e m uy defendedor de su tierra, de guisa que cada uno avía su derecho e bivían en pas. (p. 169) Con todo, la m ás interesante para nosotros es la tercera part e, los “Castigos del rey de Mentón”, porque presentan similitudes con los Castigos e documentos de rey don Sancho, padre de Fernando IV, tanto en el cont enido como en la finalidad didáctica e incluso en la fórmula del comienzo: E entrose en su cám ara con Garfín e con Roboán, sus fijos, e asentose ante él, las caras to rnadas contra él, bien así com o m aestro que quiere mostrar a escolares. El su com ienço del rey fue este: M íos fijos por el m ío consejo vos faredes así como vos agora diré. (p. 233) Entre los consejos destacam os: q ue s ean ob edientes a lo s m andamientos de Dios, que usen de su inteligencia m ás que de su voluntad, que am en la verdad, que 23 Según González Mínguez, en las C ortes de 1312, poco antes de morir, Fernando IV hizo un esfuerzo por mejorar la organización de la justicia y de los órganos de la a dministración para fortalecer el poder monárquico, y en est e programa reformista pudo recibir alguna influencia del Libro del caballero Zifar. (Ibidem, p. 244) 261 guarden la ley, que desconfíen de los que una vez les han engañado y que s ean justicieros, sobre este últimos recogemos un cita interesante: Otrosí, míos fijos, devedes ser justiçiero s en las tierra que ovieredes a m andar, e non dexáredes de fazer justiçia por codiçia nin por amor nin por desamor nin por debdo que ayades con ninguno, así com o dize en el capítulo de la justiçia. E así seredes amados de Dios e de los om es, e serán guardados todos los de vuestro señorío. (p. 314) Sobre el tema de la justicia hay muchas reflexiones, lo que indica la importancia que tenía este aspecto para la m onarquía, pues es consid erada su principal función, como dice el rey de Mentón en un momento concreto: Mas el rey e la justiçia son dos cosas que la una sin la otra non pueden durar, e la justiçia sin el rey que la m antenga non puede usar de su vi rtud, nin el rey sin justiçia no puede fazer lo que debe. (p. 270) Los consejos repiten los ya vistos en otras obras de literatura ejem plar o en tratados políticos com o De preconiis Hispanie . Tienen especial relevancia s i los referimos a un rey débil y de poca personali dad como he mos visto que era Fernando IV, tra icionado por m iembros de su familia y porque, en la s Cortes, las quejas po r la falta de justicia y orden en el reino eran constantes. Asimismo, vuelve a quedar patente la visión religiosa de la monarquía: el monarca debe su legitimidad a Dios. En el cuarto libro, que relata “Los h echos de Roboán”, hay un pasaje en que se cuenta como el emperador mandó cortar la cabeza al conde Farán por ser un traidor, que dice: E mandole tajar la cabeça, com o áquel que lo m eresçió queriendo desheredar a su señor, consejando a los de su señorío que se alçasen e le feziesen guerra. E esta pena m eresçe el que m al consejo da como el que faze m al por consejo de otro. (p. 423) En estas palabras podemos ver una críti ca hacia la nobleza que se rebela contra el rey y que merece la muerte por traicionar la lealtad que le debe. Podría in terpretarse como una advertencia a aquellos que habí an provocado una guerra civil durante el reinado de Fernando IV; ya hem os visto que hubo un intento de sustituir al rey por su hermano. Góm ez Redondo24 ve en esta novela el reflej o de los ideales im pulsados por doña María de Molina: ella quería o rientar a la nobleza hacia la guerra relig iosa, como había hecho Sancho IV , y alejarla de las in trigas palaciegas y la defensa de sus privilegios; tam bién quería educ ar a su hijo para que no se dejara controlar por esos nobles ávidos de poder. Por otro lado piensa que la re ina se vería plenam ente identificada con las heroínas del Zifar, que se veían calumniadas y perseguidas, pues era así como ella se sentía respecto a los nobles, pues com o sabemos su hijo se apartó de ella. 24 GÓ MEZ RED ONDO, Fer nando: Historia de l a prosa medieval ca stellana, v ol. I, Mad rid: Cátedra, 1998, p. 1037. 262 3.2.3. EL MANUSCRITO DE PARÍS25. Este ejemplar contiene la obra com pleta y nos interesa com entarlo por las 242 bellas miniaturas que ilustran el texto. Tradic ionalmente se viene considerando que este códice fue realizado para Enrique IV 26 y, en consecuencia, las m iniaturas se fecharían en torno a 1475 por lo que serían una prue ba docum ental de esa época, pero com o recogen en imágenes el contenido del libro, hemos elegido una que re presenta al rey de Mentón dando los consejos o castigos a sus hijos para qu e sean buenos reyes [fig. 1], porque refleja la intención didáctica del auto r, que quería influir en el ánim o del débil Fernando IV para m ejorar la situación de la monarquía y la del reino. Adem ás esta imagen del rey adoctrinando a su s hijos repite la de Sancho IV con su heredero en sus Castigos e documentos. Otra miniatura de gran interés para nuest ro trabajo es la que presenta al rey de Mentón invistiendo como caballeros a sus dos hijos [fig. 2]; éstos están arrodillados ante el rey, eleg antemente ves tido y con corona, que con su es pada les va a tocar mientras que les dirige unas palabras, lo que podem os deducir po r la posición de su mano izquierda, seguram ente les está c oncediendo las tierras y vasallos que les corresponden, tal y como dice el texto. Esta cerem onia era usual entre los reyes de Castilla, pues eran la cabeza de la caballería, y por lo tanto una imagen muy común era la del rey armando caballeros. 4. LA IMAGEN REGIA EN LOS DOCUMENTOS. 4.1. LOS PRIVILEGIOS RODADOS. 4. 1.1. CONTENIDO. Fernando IV, por su vacilante situación en el trono castellano, se vio obligado a conceder m uchas m ercedes, y por eso utilizó profusam ente es te solem ne docum ento para otorgarlas. * 1298, abril, 12. Valladolid27. El Rey con cede a Alfo nso Ruiz Carrillo lo s pechos y derechos de la villa de Priego. Otorgado durante su minoría, con licencia de su m adre María de Molina y de su tío el infante don Enrique, sus tutores, * 1303, noviembre, 20. Valladolid28. El Rey concede a don Juan Osórez, m aestre de Santiago, y a su Orden la m itad de los servicios, pechos y pedidos que tuvieran que paga rle todos los vasallos que vivieran en los lugares de la Orden, “as az de aquellos que estuvieren en poder de infantes, ricoshombres, prelados o caballeros”. 25 BNF, mss. Espagnol 36. 26 En el ca pítulo dedicado a este rey, e xplicaremos est e m anuscrito, puesto q ue hay e studiosos q ue lo fechan en ot ra época, a principios del siglo XV. En cualquier caso, se si tuaría en un período posterior al reinado de Fernando IV. 27 AHN- Nobleza, Priego, caja 1, doc. 1-2. 28 AHN, Órdenes Militares, Uclés, carpeta 5, doc. 26. 263 No obstante hay num erosos privilegios di rigidos a los con cejos, en un os casos confirmando docum entos anteriores (privilegi os rodados de confirm ación) y en otros haciendo concesiones nuevas (privilegios ro dados de concesión). Tam bién este tipo es un claro ejemplo de la política de este rein ado. He mos vis to com o el rey o la reina regente buscan el apoyo de los ciudadanos frente a los bandos nobiliarios. Algunos ejemplos los exponemos a continuación: * 1304, abril, 6. Burgos29. Fernando IV confir ma otros de San cho IV, Alfonso X, Fernando III y Alfonso VIII, por los que se concede a la aljama de los judíos de Haro el castillo de este nombre y la heredad contigua hasta la ribera del Ebro, para que puedan habitar allí según los fueros y costumbres que se establecen en dichos privilegios. * 1304, junio, 5. Burgos30. Fernando IV confirma los privilegios de Fernando III y de Alfonso VIII dados a los concejos de Buitrago, Uceda, Madrid y Guadalajara. * 1304, octubre, 17. León31. Fernando IV responde a los ciudadanos de las villas y aldeas de S egovia, quejosos de los abusos y agravios que re cibían, que pedían que se les quitasen impuestos, y que les fueran devueltos los pueblos enajenados injustamente El privilegio otorgado a petición de dichos ciudadanos es m uy interesante, porque es significativo de lo que fue este re inado. Este tipo de queja s se repiten, según hemos visto, en los cuadernos de las Cortes. * 1310, febrero, 25. Sevilla32. Fernando IV concede al concejo de Sevill a las escribanías de la cárcel, de la aduana, de alamines, de alarifes y las de las alcaldías de la ciudad. En la exposición de m otivos, destacamos la justificación del prem io que da el rey por las nuevas concesiones: “por muchos serviçios buenos que nos avemos reçebido del conçejo de la m uy noble çibdat de Sevilla desde que nos regnamos”. Es una característica del ejercicio del poder real el querer dem ostrar que obra con rectitu d y justicia, que prem ia porque hay un servicio prestado o una petici ón justificada que lo avala; es la m isma idea que se ve en los acuerdos tomados en Cortes. P or lo tanto, al igual que en los reinados anteriores, la im agen que transmite el privilegio rodado, en s u contenido y estructura formal, es la el re y como máximo exponente del poder, pero que es impartido con equidad, lo que es sinónimo de justicia. 4.1.2. LA FORMA EXTERNA DEL DOCUMENTO. Se mantienen los mismos elementos gráficos que dejan claro que es el rey quien emite este solem ne docum ento. Al com ienzo del texto ap arece el cris món constantiniano policrom ado; los nom bres del rey y de la reina, FERRANDO Y COSTANÇA, destacados por su tamaño y por el colo r, tanto en la intitulación como en 29 AHN-Nobleza, Frías, carpeta 1/3. 30 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pergaminos, carpeta 0020.0008. 31 A rchivo C atedralicio de S egovia, si g. 1 0-6. (S ANZ SANZ, Hi lario: Catálogo de la C olección Diplomática Medieval (1115 -1500) d el Arch ivo Ca tedralicio d e S egovia, Segovia: C aja de Ah orros y Monte de Piedad, 1988). 32 AMS, sec. I, c.1, nº29. 264 la suscripción. En el signo rodado aparece la cruz florenzada co n el cuartelado de Castilla y L eón, en el que los leones no llevan corona; en el anillo interm edio se lee: “Signo del rey Don Ferrando”, y en el exteri or confirm an el alférez del rey y el mayordomo del rey. A las tin tas políc romas car acterísticas de e stos elem entos decorativos se une el oro, que contribuye a exaltar m ás la figura regia, com o podemos ver en el privilegio sevillano de 1310 [fig. 3]. Destacamos que en el privilegio rodado de 1 303 destin ado al Maestre de la Orden de Santiago, ap arece el autógrafo del rey en cursiva: “Yo el rey Don Ferran do”, debajo de los confirm antes que figuran debajo de la rueda [fig. 4]. Esta fir ma, que es novedosa, o por lo m enos muy poco usual, es un elemento más de validación, que deja constancia de la intervención directa del re y; podría interpretarse como su deseo de afirmarse como monarca en los com ienzos de su reinado pers onal cuando todavía tiene rivales poderosos, o simplem ente, com o un elemento de m ayor solemnidad hacia la merced concedida. En resum en, tanto las fórm ulas escritas com o los elem entos m iniados dejan claro que es un documento del rey, que hace uso de su potestas y auctoritas, y en concreto, transm ite la im agen del rey Fernando IV, como ha oc urrido con sus predecesores y continuará con sus sucesores en el título. 4.2. UN PRIVILEGIO REAL: “1295, AGOSTO, 8.VALLADOLID”33. 4.2.1. ESTUDIO DEL CONTENIDO DEL DOCUMENTO. Individualizamos el estudi o de este docum ento por el interés especial q ue tiene para nuestro trabajo. Contiene una serie de disposiciones otorga das en las Cortes de Valladolid para la m ejora de las tierras y concejos del reino. Después de la invocación verbal a la Santísima Trinidad y a la Virgen, en la exposición de motivos aparecen dos ideas importantes: por un lado, el beneficio que tend rá el reino, Dios y el propio rey como resultado de las nuevas ordenanzas que otorga , y por otro lado, el consentimiento de la reina regente y del tutor, pues el rey es menor de edad: Estando en las Cortes en la villa de Valladolit, seyendo llamados a ellos perlados e ricos omes e maestres de cavallería e todos los otros om es buenos de nuestros regnos. Porque sabem os que es serviçio de Dios e nuestro e m uy grand pro de todos los regnos e m ejoramiento del estado de toda nuestra tierra, aviendo voluntad de faser bien e m erced a todos los concejos de nuestros regnos e con consejo de la reyna doña María nuestra madre e con otorgam iento del infante Enrique nuestro tío e nuestro tutor. En la disposición es donde se establecen las resoluciones adoptadas en las Cortes precedidas por la fórmula de “otrosí”: Ordenamos e dam os e confirm amos e otor gámosles estas cosas p ara siem pre jamas. Primeramente que les guardemos su s fueros e sus p rivilegios e cartas e franquezas e usos e costumbres […] Otrosí tenemos por bien que los ofiçiales de nuestra casa que sean om es buenos de las villas […] Otrosí que los pechos de nuestros regnos que los ayan om es buenos de las nuestras vi llas así com o los ovieron en tiem po del rey don Fernando nuestro visabuelo porque non anden ý 33 AHN-Nobleza, Priego, carp. 15, doc. 16. 265 judíos nin otros omes reboltosos, e que non sean arrendados […] Otrosí villa que sea regalada en que aya alcalde o m erino que la no demos por heredat a infantes ni a rico om e ni a rica fe mbra ni a Orden ni a otro lugar ninguno porque sea enagenada de los nuestros regnos e de nos […] Otrosí que las Herm andades que fisieron los de las villas de los regnos de Castilla e de León e de Galizia e de Extremadura e del arçobispado de Tole do, otorgamos e confirm amos ge las así como las fisieron. Otrosí que los m erinos m ayores de Castilla, de León, de Gallizia que non sean ricos omes e que sean tales lo que ý pusieremos que amen justiçia. El contenido de este privilegio es claram ente p rovechoso para las ciud ades, lo que confirma la política seguida por María de Molina para sostener la corona de su hijo, de buscar el apoyo de los concejos a través de las Cortes frente a los bandos nobiliarios. Por eso, desde los prim eros m eses del rein ado intentará benefici arlos, aunque luego muchas de estas ordenanzas no se cum plan por razón de la presión de los poderosos nobles, acaudillados por algunos miembros de la familia real. 4.2.2. EL RETRATO DEL REY. En este privilegio destaca el nom bre del rey FERNANDO por sobresalir de la caja de escritura y por tener las letras decoradas y colo readas en ro jo y azu l, los simbólicos de la monarquía. Es la manera de individualizar al rey, propia de este tipo de documento. Lo que convierte a este pergam ino en extraordinario es que incluye una miniatura con un retrato del rey en el l ugar del crism ón [fig. 5]. Hasta ahora no habíamos visto este tipo de decoración iluminando los privilegios, en reinados posteriores se retratará al rey en la letr a cap ital que da com ienzo al tex to de lo s privilegios rodados, con cierta frecuencia. Hay que advertir que es un docum ento deteriorado, está mutilado, pues le falta todo el borde izquierdo, por lo que la figura del rey está lig eramente incompleta. Se le ve de perfil. Es un jove n rubio sin barba, sentado en un trono sobre cojín, lleva corona dorada, en la m ano derecha porta una espada y con la izqu ierda señala, con el índice notablemente agrandado, el comienzo del escrito, apoya el pie izquierdo sobre un perro, en vez de sobre un escabel que es lo que hemos visto en las representaciones de Alfonso X. Como el perro es el sím bolo de la fidelidad, podemos interpretar que nos quiere dar la imagen de un rey fiel cum plidor de su deber, cuyo comportamiento corresponde a la confianza que cabe esperar de su cargo. Al se r un privilegio dirigido al concejo de Tordesillas, podem os deducir, que el rey re spetará sus privilegios, tal y com o ha aprobado en las Cortes para t odos los concejos en general; pero tam bién quiere que la fidelidad sea mutua. Además lleva la espada en reposo, que simboliza la justicia, lo que refuerza esa imagen de un Fernando IV leal y cumplidor, porque su misión principal es impartir justicia en el reino. Por otra parte, se puede ver tam bién, la imagen del rey como autor, similar a las de Alfonso X cuando con su dedo índice señ alaba el lib ro que m andaba hacer. Aquí sería el rey que se identifica como autor del documento a cuyo inicio está señalando. El privilegio real es un docum ento que se ela bora en la Cancillería en su nom bre, como todos, por lo que está claro que es el autor, en este caso sería su m adre como Regente y su tío como tutor. Pero lo que se quiere representar es la imagen del monarca, que tiene la potestad de conceder privilegios, en ningún momento quiere ser un retrato físico. 266 El antecedente m ás directo de un a m iniatura con la figura del rey en un documento es el del “Testamento de Sancho IV”, que ya hemos explicado en el capítulo anterior. No es ex traño que María d e Molina siga los pasos de su esposo m ientras es regente de su hijo. Asimismo, aunque el monarca es todavía un niño, es quien ostenta el título por lo que se le qu iere representar como tal para dejar constancia de su existencia y de que gobierna, aunque sea a través de otras personas, que obran siem pre en su nombre. Como no es un privilegio rodado, no exis te el signo caracterí stico de este tipo documental. Parece que la visualización de la im agen de éste con sus sím bolos más característicos, sea una referencia obligada, para poner de manifiesto la autoridad real y poder ser identificado al primer golpe de vista. También pudo haber inf luido los deseos del destinatario, es decir, el con cejo de Tordesillas que quisiera dar gran relevancia a este documento, cuyo contenido defiende claramente sus privilegios. Por eso la Canc illería se esm eró en la elaboración este diploma. 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES 5.1. LOS SELLOS. Al haber menos documentación sobre es te reinado hay también m enos sellos. Además ofrecen poca varied ad. S e im pone el m odelo ecuestre, y no hem os visto ninguno del tipo mayestático tan querido por su padre. Sello pendiente, correspondiente a un documento fechado en Valladolid el 3 de agosto de 1295 34 [fig. 6]. En el anverso aparece el rey cabalgando, lleva en la m ano derecha un escudo, que le cubre el pecho, d ecorado con el cuartelado de castillos y leones, en la m ano izquierda una espada de snuda que levanta en actitud ofensiva y cubre su cabeza con un yelm o. El caballo lle va gualdrap a decorada con los blaso nes como el escudo. La leyenda dice: S. FE RNANDI. ILU. STRIS. REGIS. CASTELLE. ET LEGIONIS. En el reverso ap arece nue vamente el cuartela do con los leones rampantes sin corona y la misma leyenda que en la otra cara. Por la fecha, corresponde a los primeros meses del reinado, por lo tanto es un modelo de sello que han elegido los regentes y está claro que no es una representación realista del rey que, a la sazón, es un niño; el sello es la im agen del rey com o expresión de poder, y si se elige el que representa la lucha, es porque se quier e dar una im agen de fuerza y autoridad, especialmente contra los enemigos de su tr ono: No aparece como caudillo militar de la Reconquista puesto que no era ese su objetivo. La intitulación al igual que el cuartelado ponen de manifiesto que es el rey de Castilla y León, es el símbolo por antonomasia que lo representa como tal. En los sello s de placa predom ina el tipo heráld ico, que es el m ás usado por los monarcas castellanos, lo que corrobora la afirmación anterior. 5.2. LAS MONEDAS Las m onedas de Fernando IV son peculiares porque, según Heiss 35, son las únicas anónimas en toda la serie de m onedas castellanas. Este hecho es indicativo del 34 AHN, Sigilografía, caj. 13, nº3. 35 HEI SS, Aloiss: Descripción general de l as monedas hi spano-cristianas des de la i nvasión de los árabes, Zaragoza: Luis Marquina, 1962, tomo I, p. 49. 267 desprestigio y de la deb ilidad de este rey y de la monarquí a que representaba, ya que la emisión de moneda es uno de los privileg ios regios. Por supuesto no hay m onedas con la efigie del rey, como vimos en los famosos cornados de su padre. Hay dos tipos de m oneda [fig. 7]. Unas son las que presentan en el anverso el castillo y en el reverso el león, s in ningún tipo de leyen da. Bien es verdad que los símbolos parlantes son suficientes para sabe r que corresponden al reino de Castilla. El otro modelo añade la leyenda: MO NETA CASTELLE en el anverso y ET LEGIONIS en el reverso. La característica, por tanto, es que el rey no tiene im agen en las m onedas, no se le identifica como rey de Castilla, queda suplantado por los emblemas del reino. 6. BALANCE: LA TRISTE IMAGEN DE UN REY. Sobre este breve reinado hemos encontrado poca documentación en los archivos y poca bibliografía, y esta pobreza de fuentes se traduce en una imagen deslucida. Nada queda en su Corte de la brillantez de la de su abuelo, la cual, a base de bravura, mantuvo en un digno nivel su padre Sancho IV. Com o éste tuvo que luchar por su legitim idad, pero su debilidad física, prim ero porque era un niño y después por su mala salud, no le ayudaron frente a sus poderosos enem igos. Sólo tuvo a su m adre com o defens ora incondicional de su título de rey, que fi nalmente logró legitim arle, pero no pudo robustecer su posición en el trono. E l modelo ecuestre de sus sellos pone de m anifiesto esa lucha constante en la que vivió para defenderse de los enemigos que tenía dentro de su reino, que si siquiera le dejaron figurar en las monedas. Nos quedamos con la imagen del privilegio comentado en que el rey aparece con un perro a sus pies, símbolo de la fidelidad que pide a su reino, que le ha jurado como tal, y, al que en las num erosas Cortes que convocó, también ofrecía fidelidad a sus fueros, lo que no siem pre pudo cumplir por tener que hacer donaciones a los podero sos nobles. El Em plazado, un sobrenom bre, de m atiz peyorativo, que refleja una época turbia en el reino de Castilla, asolada por la guerra civil, con un rey incapaz de dar estabilidad al reino, que no supo rein ar a pesar de los “castigos” de su padre Sancho IV y del caballero Zifar, que tanto hincapié hací an en que un rey debe ser justiciero, pero no es esto lo que vieron los ca stellanos durante su gobierno. In cluso, bajo su reinado se perdió parte del antiguo reino de Murcia que pasó a Aragón; aunque reconquistó Gibraltar, no compensa esas pérdid as; es otro ejemplo que aum enta la im agen de rey débil. Fernando IV queda en la Historia como el hijo de Sancho IV y, sobre todo, como el padre de Alfonso XI. Tam bién com o hijo de María de Molina, m ujer de grandes dotes, que supo afrontar los problemas con gran energía para mantenerle en el trono: e s ella la que salva la imagen de la monarquía. 268 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS FFEERRNNAANNDDOO IIVV 269 Fig. 1 El Caballero Zifar BNF, mss. Espagnol, 36, fol. 96r Fig. 2 El Caballero Zifar BNF, mss. Espagnol, 36, fol. 72v 270 Fig. 3 Privilegio rodado AMS, sec. I, c.1, n.29 271 Fig. 4 Privilegio rodado AHN, Órdenes Militares-Uclés, carp. 5, nº 26 272 Fig. 5 Privilegio AHN-Nobleza, Priego, carp. 15, doc. 16 273 Fig. 6 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, c. 13/3 Fig. 7 Monedas Aloiss Heiss: Descripción genera de las monedas hispano-cristianas desde la invasión de los árabes, Tomo I, lámina 6l 274 AALLFFOONNSSOO XXII LA MONARQUÍA DE DON ALFONSO “EL ONÇENO” (1312-1350) 275 ÁRBOL GENEALÓGICO DE ALFONSO XI ALFONSO X VIOLANTE DE ARAGÓN SANCHO IV JUAN MARÍA DE MOLINA FERNANDO IV PEDRO FELIPE CONSTANZA ALFONSO XI (1312-1350) MARÍA DE PORTUGAL LEONOR DE GUZMÁN PEDRO I ENRIQUE DE TRASTÁMARA 276 1. MARCO HISTÓRICO DEL REINADO. 1.1. BOSQUEJO. Alfonso XI reinó entre 1312 y 1350 y para introducirnos en su época elegim os un párrafo escrito por Salvador de Moxó, en el que resum e las r azones que hacen de este reinado objeto de su estudio: La extensión del reinado, sensiblem ente más largo que los d e sus predecesores, la personalidad del Monarca y su pres tigio, el vivo ritm o político y económ ico de Castilla durante su reinado, las tran sformaciones que en él se produjeron, las dos fases de m inoridad y gobierno pe rsonal que se fueron sucediendo, el quebranto experim entado por el círculo nobiliario de los ricos-hom bres en su tensión con la Realeza, las grandes creaci ones literarias qu e durante aquél se compusieron y finalm ente la aparición de la Peste Negra que truncó la vida del Rey, afectando sensiblemente a la población del Reino, son circunstancias, todas y cada una de ellas, que inducen a un es tudio del horizonte so cial de la época alfonsina1. Para nosotros el estud io de cada una de estas facetas configurará finalm ente la imagen de un m onarca que es, sin duda, uno de los m ás interesantes del Medioevo castellano, quizás solo comparable a su homónimo Alfonso X. 1.2. MINORIDAD. Cuando muere Fernando IV en 1312 de ja un heredero de poco m ás de un año, que fue alzado, nom brado y recibido com o rey, según la Crónica2, por lo que Castilla vuelve a pasar por una azarosa minoría. El primer problema que se planteó fue el de la Regencia, que no estaba prevista, debido a la prem atura muerte del citado rey. En las Cortes de Palencia de 1313, el infante don Juan, herm ano de Sancho IV, consigue ser nom brado tutor del nuevo monarca, cuya crianza queda en m anos de su madre la reina doña Constanza (por poco tiempo, ya que falleció m uy pronto) . Entonces doña María de Molina 3 vuelve a en trar en la escena política para ayudar a su hijo el infante don Pedro a ser nombrado tutor; cuenta con su experiencia en el papel de rege nte de su hijo, para defender la Corona de su nieto de poderosos enem igos. Para consegui r la estabilidad políti ca y la pacificación del reino fue necesaria una tutoría tripartita que , tras varias disputas, fin almente se fijó en la concordia a que llegaron la reina doña María y su hijo el infante don Pedro, de una parte, y el infante don Juan, de la otra, firmada en Palazuelos el 1 de agosto de 1314: En el nom bre de Dios, am én. Sepan qua ntos esta carta v ieren commo sobre contienda que era entre nos, donna María […] el infante don Pedro […] e el infante don Iohan […], t utores del mucho e muy noble sennor don Alfonso […] sobre la tutoría deste mismo sennor, por la qual contienda vienen grandes dannos 1 MOXÓ, Sal vador de: “La sociedad política castellana en la épo ca de Alfo nso XI”, Cuadernos de Historia, 6 (1975), p. 187. 2 ROSELL, Cayetano (ed.): Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, 1953,p. 179. 3 Fue la reina quien designó a don Martín Fernández de Toledo como ayo del joven rey y como cabeza de la “casa del rey”. Según Rafael del Valle, los des velos por la educación de su nieto no fueron en vano y dieron años después sus frutos. (VALLE C URIESES, Rafael del: María de Molina, Madrid: Alderabán, 2000, p. 286) 277 e muchos males en la tierra deste m ismo rey e a todos los pobladores della […], nos, aviendo voluntad de guardar el serviçio de Dios e del dicho rey don Alfonso e el pro de toda la tierra e por el ofiç io de Dios e del dicho rey […] abenímosnos en esta manera que se sigue: Primeramente, otorgamos que, pues los de la tierra nos reçibieron por tutores, que nos plaze que lo seamos todos tres en uno e cada uno de nos por sí en todo, segund la manera e la abenençia que aquí será dicha […] Otrosí, que yo, la dicha reyna donna Marí a, críe e tenga el dicho rey don Alfonso, mío nieto que es […] Otrosí, nos, el infante don Iohan e el infante don Pedro, aseguram os a vos, la sobredicha reyna donna María, que non vos tomemos nin m andemos tomar al dicho rey don Alfonso, vuestro nieto, por nos nin por otro por fuerça nin por furto nin por enganno nin en otra manera ninguna. Otrosí, que en razón de los ofiçios de casa del rey e de todos los regnos (sic) que los non podamos dar nin toller sinon todos tres en uno […] Otrosí, nos abenim os que non podam os llamar a cortes nin a hueste nin echar pecho sinon seyendo todos tres en uno4. Valga com o ejem plo que en la Cortes de Carrión de 1317 aparezcan los tres tutores: En el nom bre de Dios e de la Virgen Sancta María su madre, am én. Sepan quantos este quaderno vieren commo yo donna María por la gracia de Dios Reyna de Castiella e de León e sennora de Molina et yo el infante don Iohan, fijo del muy noble Rey don Alfonso e sennor de Vizcaya, e tutores que somos con el infante don Pedro, del muy noble Rey don Al fonso nuestro sennor e guardas de sus regnos5. En el desastre de la vega de Granada en 1319 mueren los dos Infantes-regentes, por lo que María de Molina6 tuvo que contener la desmoralización del reino castellano y defender el prestigio de la monarquía de su nieto, lo que hizo gracias a la popularidad de que gozaba; com o estaba enferma compartió la Regencia con su hi jo menor el Infante Felipe, con don Juan el tuerto, hijo del in fante don Juan y con don Juan Manuel. Pero murió en 1321 en Valladolid cuando el rey todavía era un niño de diez años, dejando el reino sumido en la anarquía y a la m erced de unos tutores, entre los que había grandes desavenencias y que buscaron su beneficio pa rticular. Sobre su m uerte recogem os lo que nos dice la Crónica7: 4 ACB, Vol. 17, f ol. 4 35. R ecogido e n PE REDA LL ARENA, F.J .: Documentación de l a cat edral de Burgos (1294-1315), Burgos: J.M. Garrido Garrido, 1984, pp. 327 y ss. 5 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo I, pp. 299-300. En la documentación se repite la fórmula de la tutoría tripartita, por ejemplo: “E yo el sobredicho rey don Alfonso con consejo e con otorgamiento de la reyna doña María mi avuela e del infante don Iohan e del infante don Pedro míos tíos y míos tutores e guarda de nuestros regnos” (Carta plomada dada en B urgos el 30 de septiembre de 1315: ARChVa, Pergaminos, carpeta 17, nº4.) 6 Vuelve a ser la única tutora, como se ve en la carta dada en Valladolid el 18 de octubre de 1320: “Sepan quantos esta carta vieren commo yo don Alfonso por la graçia de Dios rey de Castilla […] con c onsejo e con otorgamiento de la reyna doña María mi avuela e mi tutora…” (AMMu, Pergaminos, nº 96). 7 Según Diego Catalán la versión Vulgata de la Crónica de Alfonso XI ofrece una extensa laguna entre 1321-23, y ha intentado reconstruir el t exto a part ir de los manuscritos derivados de la Crónica de l os cuatro reyes, como es el caso de la m uerte de la rei na María de M olina. (La tradición manuscrita en la Crónica de Alfonso XI, Madrid: Gredos, 1974, pp. 342 y 345. 278 E tomó todos los sacramentos de la Santa Yglesia comm o rreyna muy católica e mandose soterrar en el monesterio que ella fizo en Valladolid que dizen de Santa María la Real que es de dueñas de la or den del Çistel. E ante que finase m andó llamar ante sý a todos los cavalleros e om es buenos de Valladolit e díxoles commo ella estava a la m erced de Dios e que les dexava al rey su nieto que lo tornasen e lo criasen en la villa e lo non diesen a om e del m undo fasta que él fuese de hedat e m andase él por sý […] Tom ó el ávito de los freyres predicadores en que morió. Si hacemos el balan ce de esta etapa, nuevamente, María de Molina en carna la institución monárquica, com o su más alta representan te, y es la suya una im agen de dignidad por com o intentó defender los intereses del rey, aunque no siem pre pudo imponer su voluntad en esos m omentos de máxima debilidad de la institu ción co mo resultado de una sum a de circunstancias adve rsas: la minoría de Fernando IV, su breve y poco enérgico reinado y esta nueva y larga minoría. Fue gracias a su habilidad y a s u prestigio personal con los que pudo m antener la corona de su nieto. Pero Alfonso XI sabrá desquitarse como no pudo hacer su padre ni su abuela. 1.3. GOBIERNO PERSONAL DEL REY. En agosto de 1325, el día de s an Hipólito, el rey cumplió catorce años y decidió llamar a sus tutores para que acudieran a Valladolid, donde había pasado la mayor parte de su vida, para celebrar Cortes. Reunidas éstas, los tutores re nunciaron al cargo y Alfonso XI tomó las riendas del poder8: En el nom bre de Dios, am én. Sepan qua ntos este quaderno vieren, commo yo don Alfonso por la gracia de Dios Re y de Castiella […], estando yo en Valladolit, seyendo pasado el día de Sant Ipolite en que yo entré los 15 annos que ove hedat conplida, e que non devia aver tutor, tom é el poderío en m í para usar de los m íos regnos assí commo de vo, e acordé de enviar llam ar por m is cartas a Cortes para aquí en Valladolit a todos los de los m íos regnos para ordenar e f azer m uchas cosas que eran m ío serviç io e pro e guarda del m ío sennorío9. Según Moxó, el joven rey ofrecía una prom etedora imagen, debido a su energía y valor, y esto explica la ilusión que despertó entre sus súbditos y naturales, adem ás, el citado investigador cree que la esperanz a mesiánica que provocó entre los castellanos estimuló al monarca para buscar la pacificac ión y el fortalecim iento del reino, y, como ejemplo, cita la apoteó sica acog ida que le hi cieron en Sevilla en el prim er viaje a la ciudad10. La entrad a real en es ta ciudad en 1325 es un ejem plo de la riqueza de símbolos que encierran este tipo de ceremonias solemnes de exaltación de la monarquía, como se puede comprobar en el relato que se hace en su Crónica: 8 SÁNC HEZ-ARCILLA BER NAL, José: Alfonso XI, Palen cia: La O lmeda, 199 5, pp . 121-2. El au tor sigue el relato del cronista Fernán Sánchez de Valladolid. 9 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo I, p. 372 10 MOXÓ, Salvad or d e: “La so ciedad po lítica castellan a en la ép oca de Alfon so XI”, Cuadernos de Historia, 6 (1975), p. 192. 279 Et fue su camino para Sevilla: et en todas las partes de regno era muy deseado el Rey, et placíales m ucho en la su veni da, et am ábanle m ucho todos, tan bien Ricos-omes et Caballeros com o Com unidades; et por esto las gentes facían muchas alegrías con la su venida. Et como quier que lo fecieron en algunas villas del regno; pero porque Sevilla es una de las más nobles ciubdades del mundo, et otrosí avían pasado m uchos m ales en luengas tem poradas en quanto el Rey estuvo en las tutorías, los desta ciubdat, ricos-omes et caballeros et ciubdadanos avían grand placer en la venida del Rey, ca por él entendían ser salvos de todos los males en que avían seydo fasta ella, et lo un o por el grand placer qu e avían con él, et lo otro porque la ciubdat es tan noble en sí que sabe muy bien acoger et rescebir su señor el tiempo que ý vi ene, rescebieron al Rey con grand placer et con muchas alegrías. Et en este rescebimiento ovo muchas danzas de hombres et de mugeres con trompas et atabales que tr aían cada unos dellos. Et otrosí avía ý muchos bestiales fechos por m anos de omes que parescían vivos, et m uchos caballeros que bohordaban a escudo et lan za, et otros m uchos que jugaban la gineta. Et por el río Guadalquevir avía muchas barcas arm adas, que jugaban et facían m uestra qu e peleaban; et av ía en ellas trom pas et atabales et muchos estormentos otros con que facían grandes alegrías. Et ante que el Rey entrase por la ciubdat, los m ejores hombres, et caba lleros, et ciubdadanos descendieron de las bestias, et tomaron un paño de oro muy noble, et traxiéronle en varas encima del Rey. Et desque el R ey llegó a la ciubdat, falló las calles por do él avía de ir todas encubiertas de paños de oro et de seda, et las pared es destas calles eso mesmo: et en cada una de las casas dest as calles posieron cosas que olían m uy bien, las mejores que podieron aver […] Et este rescebimiento del Rey fue fecho con grand placentería, et lo mejor et m ás horadamiente que los de la ciu bdat lo podieron facer11. Se puede comprobar que es una fiesta destinada a hacer visible la figura del rey a su pueblo, que lo ag asaja con m úsica, b ailes y calles engalanada s. Es lo que hoy llamaríamos “un baño de m asas”; hay que dest acar que también part icipa la nobleza, lo que implica un acto de sumisión de este estamento, que amplias parcelas de poder había acaparado. En esta ocasión se trata de re forzar la au toridad del rey que ha sido quebrantada durante una larga m inoría, por es o se le presenta com o un “m esías” salvador de su reino. Inclus o, el que se pongan paños de oro por el cam ino del rey es otra m anera de m arcar el origen divino de la m onarquía, pues este color tiene ese significado. Hay que resaltar que este m onarca, adem ás, alcanzó gran rep utación internacional, debido a sus im portantes logros en el inte rior de Castilla, tanto en las reformas en todos los aspectos, que ya e xplicaremos, como en las campañas m ilitares contra los musulmanes. Dio m uestras de ser un gran caudillo militar al reanudar con fuerza la lucha contra el Islam, logrando dos grandes éxitos, la victoria del Salado en 1340 y la toma de Algeciras en 1344. No se consiguió conquistar Gibraltar porque se declaró una epidemia de peste, en la que murió el propio rey, como relata la Crónica: Recresció pestilencia de m ortandad en el real del Rey don Alfonso […] Et fue voluntat de Dios que el Rey adolesció et ovo una landre. E t finó viernes de la semana sancta, 27 de marzo de 1350 […] Et fue fecho por el Rey don Alfonso 11 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla. Crónica de Alfonso XI, Madrid: BAE, 1953, nº 66, p. 204. 280 muy grand llanto […] Et era muy grand razón, ca fue en su tiempo muy honrada la corona de Castiella por él12. Por lo tanto, la im agen que deducimos de su largo reinado es la de un rey que gozó de prestigio dentro y fuera de las fronter as de su reino. En concreto se le puede considerar de forma expresiva y en palabras de su época “un escudo de la Cristiandad”, por su lucha contra los moros peninsulares a los que infringió importantes derrotas 1.4. RETRATO FÍSICO Y MORAL DEL REY. Lo describe la Crónica como “non muy grande de cuerpo, m as de buen talante, et de buena fuerza, et rubio et blanco” 13 y el Poema de Alfonso XI dice “Dios por la su mesura, al Rey dio bondat, muy apuesta criatura, de muy gran beldat” (estrofa 86). Nuevamente recu rrimos al profeso r Moxó 14 para definir su personalidad, m uy rica y con muchos m atices. Entre s us virtudes destaca el v alor militar, la preocup ación por la justicia y la sagacidad política, a la s que añade la previsión, el tesón, la facultad de transmitir ilusiones, la buena c apacidad de expresión verbal, la lea ltad y e l cr iterio acertado a la hora de es coger a su s colaboradores. No obstante, hizo g ala de una gran dureza en bastantes ocasiones. Un ejem plo es la m uerte de su anti guo privado, el conde Alvar Núñez, quien tenía un gran poder al contar con varios castil los en sus manos y la alianza de don Juan Manuel, por eso se alzó contra el rey, pe ro poco después fue traidoram ente asesinado con el beneplácito del monarca. Al respecto se conserva un rom ance político del siglo XIV que, según Diego Catalán, canta la rebelión del buen prior de San Juan, Fernán Rodríguez15, por la tom a del castillo de Consue gra, que en 1328 provocó la caída del privado Alvar Núñez Osorio, aunque com o dice Catalán ninguna de las versiones conservadas del romance da el nombre del re y, y por este motivo se atribuyó a Pedro I, porque la injusta persecución del buen prior, no podía tener lugar sino en el reinado del Cruel; es un ejem plo de cómo la poesía popular quería proteger la im agen de Alfonso XI: la de un buen rey que no comete injusticias16. Para completar su retrato nos vam os a referir a doña Leonor de Guzmán, a la que, probablemente conoció en 1329 en Sevill a; quedó tan cautivado por su belleza que la convirtió en “su favorita” y convivió con ella hasta su muerte, desplazando de la corte a la reina doña María de Portugal 17, que quedó hum illada y llena d e deseos d e venganza. 12 ROSELL, Cayetano (ed.): Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, 1953, pp. 390-1. 13 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 391. 14 MOXÓ, Salvad or d e: “La so ciedad po lítica castellan a en la ép oca de Alfon so XI”, Cuadernos de Historia, 6 (1975), pp. 189 y ss. 15 Este fu e un importante personaje político en la corte d e Alfonso XI. Muy astuto logró ser no mbrado mayordomo mayor del rey y formar parte del Consejo real, como consecuencia de l a caída en des gracia del co nde, cu ya muerte pr opuso al rey . Después participó e n l a t rama de l a al ianza de l a nobleza castellana con do n Ju an Man uel y el r ey d e Portugal cont ra do n Al fonso, con el ob jetivo fi nal de conseguir la desaparición de la escena política de doña Leonor de Guzmán Estos sucesos nos demuestran que hubo importantes intrigas durante este reinado, al igual que en otros. 16 CATALÁN, Diego: Siete siglos de Romancero, Madrid: Gredos, 1969, pp. 16 y ss. El romance conservado en versión del siglo XVI, se titu la Romance de cómo el Rey don Pedro quería tomar el ca stillo de Consuegra y ma tar a l prior de Sant Juan. Piensa que el astuto prior del rom ance, Hernán Rodríguez, perseguido por el rey, es muy probable que sea Fernán Rodríguez de Valbuena. 17 Este fue un matrimonio de interés político como era usual. Se conserva la carta del rey con fecha 18 de octubre de 1327 en que nombra a Pero Ruiz de Villegas y Fernando Fernández de Pina sus procuradores para co nvenir el co ntrato de s u casam iento c on l a i nfanta doña María de Portugal (HUARTE Y 281 Doña Leonor, que recibió grandes pruebas de amor y fidelidad por parte del rey, ejerció un gran influjo sobre él, pue sto q ue era el centro de s u círculo ín timo y le d io numerosos hijos; am bas circunstancias tuvi eron hondas repercusiones en la política castellana. Por un lado, su primogénito, Enrique, dará lugar a un cambio de dinastía. Por otro lado, en opinión de Moxó 18, la doble fam ilia fue un m otivo de inqu ietud para el reino ya que varias revueltas nobiliarias tuvieron como pretexto el abandono de la reina; además su presencia en la corte obstaculizó la aparición de otros “privados del rey”. Por los testimonios de la época se deduce que doña Leonor fue una mujer muy inteligente y ambiciosa, que supo tener pro tagonismo político, lo qu e también le g ranjeó enemigos que, finalmente, acabaron con ella trág icamente, al faltarle el am paro que el rey le dispensó los veinte años que convivieron juntos. En relación con doña Leonor existe un poe ma titulado Cantiga de amor es en el llamado Cancionero de la Vaticana que, según José Onrubia de Mendoza, fue escrito por el rey hacia 1329 y dedicado a ella19. Es de contenido amoroso, y el galán desea que termine el distanciamiento que hay entre lo s enamorados. Tiene interés porque m uestra a Alfonso XI com o un rey culto y con afic iones literarias, im agen que después se completará con su apoyo a diversas em presas cultur ales; ta mbién pued e tene r in terés político porque dice que le va a dar lo que qui ere, no sabemos qué es, pero lo cierto es que vivió con ella, abandonó a la reina, y, ad emás, le hizo importantes donaciones a lo largo de los años de convivencia. 2. IMAGEN POLÍTICA: EL FORTALECIMIENTO DE LA MONARQUÍA. 2.1. LA LABOR DE GOBIERNO. Alfonso XI quiso, desde el primer momento, hacer uso del poder que, como rey, le correspon día; para ello hizo reform as en la adm inistración, elaboró nuevas leyes, actuó com o juez, estableció m edidas económ icas para m ejorar las tierras yerm as del país20y pacificó el reino. Con todas estas realizaciones devolvió a la m onarquía castellana el prestigio que había perdido. Moderniza la institución, haciendo su pode r más autoritario; frente al espíritu feudal que defendía la vieja nobleza 21, quiere ser un ECHENIQUE, Amalio: “Catálogo de d ocumentos relacionados con la Historia de Es paña existentes en los archivos portugueses, siglos XI-XV”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 108 (1936), p. 308). 18 MOXÓ, Salvad or d e: “La so ciedad po lítica castellan a en la ép oca de Alfon so XI”, Cuadernos de Historia, 6 (1975), pp. 260-1. 19 ONRUBIA DE MENDOZA, José (selecci ón): Poetas cortesanos del siglo XV , Barcelona: Bruguera, 1975, pp. 32-34. Es un poema publicado en 1 875 por Monaci-Halle, y se encue ntra en el códice de la Biblioteca Vaticana 4.803. El poema es el siguiente: “[…] Yo soy la flor de las flores de que tú coger solías, cuitado de mis amores bien sé lo que tú querías Dios lo puso de tal modo Que te lo puedo cumplir: Antes quisiera mi muerte Que no el verte a ti morir” 20 Según Valdeón, había síntomas inequívocos de retroceso económico, preludio de la gran depresión que llegará con la difusión de l a peste negra a mediados de siglo. Recoge testimonios de despoblación y de tierras yermas, así com o de devaluación monetaria ( VALDEÓN BARUQUE, Julio: “Juan Manuel y su época”, Cuadernos de Historia 16, 62 (1985), pp. 6 y ss.) 21 Es cierto que debilitó a la vieja nobleza, pero en la política que siguió con sus hijos está el germen del nacimiento de una nueva nobleza, porque les hizo donaciones de mayorazgos. El primero en recibirlos fue 282 soberano con un poder fuerte y sin lim itaciones; este fortalecim iento del poder regi o choca con el estamento nobiliario, que se niega a admitir el predominio del poder de la Corona, acostumbrada como estaba a campar a sus anchas. Para él la naturaleza d el poder público y político está en el poder real, que va a reforzar con diversas m edidas; por ejem plo, dio m ayor protagoni smo al Consejo del Rey como organismo consultivo, cada vez más necesario, dada la mayor complejidad de las tare as a dministrativas, de bido a la m ayor act ividad política que desar rolla la monarquía. Otro ejemplo de la po lítica centralizadora del rey cas tellano fue su intervención en los asuntos internos de las Órd enes Militares, de manera que logró que los Maestres fueran elegidos por sugerencia regia 22. Las Órdenes colaborar on con el rey, a cam bio éste les hizo concesiones territoriales y fiscales Por otr a pa rte, en la p olítica cen tralizadora de Alfonso XI, un capítulo m uy importante es el de la sum isión de los concejos del reino. Según Torres Fontes, la causa de la decad encia de los concejos es la interven ción de la C orona en ellos, lo que h izo por varias vías: la creaci ón de regidores perpetuos 23, la designación de todos los cargos concejiles, la desaparición del concejo abierto o asamblea de vecinos y el sometimiento de sus privilegios forales al Ordenamiento de Alcalá24. 2.2. POLÍTICA RELIGIOSA. También se observa una política de intervención regia en los asuntos eclesiásticos. Un ejem plo sign ificativo f ue la solic itud de l pa tronato rea l sob re el priorato de Guadalupe al arzobispo de Tole do don Gil Álvarez de Albornoz después de la victoria sobre los benim erines en 1340; le fue concedida al cardenal B arroso, pero al morir éste, Alfonso XI volvió a solicitarlo de nuevo en 1348. De esta segunda petición y de la concesión se conserva un interesa nte documento que ha estudiado Nieto Soria 25, en el que el m onarca utiliza argum entaciones piadosas, en prim er lugar, y después eclesiásticas, pero los méritos que alega son de índole económ ica; en la respuesta, el arzobispo concede especial relevancia a los argum entos económ icos, es decir, a la protección material que ofrece el rey a la Iglesia puesta bajo su patronato. Vemos como, tanto para el soberano com o para el arzobispo, las razones económicas son muy importantes, tanto o más que las puramente religiosas. el infante don Pedro, su primogénito. Según Mesa Fernández, le donó el estado de Aguilar de Campos en 1332. (Los mayorazgos españoles en la Edad Media, Madrid: Hidalguía, 1962, p. 24. 22 Alfonso XI mandó degollar y quemar por t raidor al maestre de l a Orden de Alcántara don Gonzalo Martínez, y, en otra ocasión, d esignó a su h ijo don Fa drique c omo M aestre de Sa ntiago. Est os dos ejemplos ilu strativos d e su po lítica cen tralizadora están en , MOXÓ, Sal vador d e: “Relacio nes en tre la Corona y las Órdenes Milit ares en el rei nado de Alfon so XI”, en VII C entenario del I nfante don Fernando de la Cerda, Ciudad Real: Instituto de Estudios Manchegos, 1976, pp. 137 y 140. 23 Cfr. AS ENJO GO NZÁLEZ, María: “Las ciuda des” en Orígenes de l a Mon arquía hi spánica. Propaganda y leg itimación (1 400-1520), M adrid: Dy kinson, 1999, p . 11 2. Di ce q ue t ambién creó l a figura de los a lcaldes veedores, que te nían como misión inspeccionar a las justicias locales, siendo l os precursores de los corregidores. 24 TORRES FONTES, Juan: “El Concejo Murciano en el reinado de Alfonso XI”, Anuario de Historia del Derecho Español, 23 (1953), p. 140. Cfr. RUCQUOI, Adeline: “Pouvoir royal et oligarchies urbaines d’Alfonso X a Fernando IV de Castille” en Génesis medieval d el Esta do moderno: Ca stilla y Nava rra (1 250-1370), Vallad olid: Ámbito, 1 987, p.191. Dice que la Corona recuperó el control sobre las oligarquías, aristocratizándolas; así por ejemplo, numerosos caballeros de las élites urbanas fueron hechos miembros de la Orden de la Banda. 25 NIETO SORIA, Jo sé Manu el: “El p atronato real castellan o-leonés ( ss. XI II y XIV )”, Anuario de Estudios Medievales, 15 (1985), p. 209. 283 En este asunto destacaron dos clér igos que desem peñaron papeles m uy importantes en la Adm inistración porque go zaron de la confianza de Alfonso XI. Uno fue el cardenal de Avignon, Pedro Gonzál ez Barroso, conocido prim ero com o el Maestro Pedro. El otro, el arzobispo Gil de Albornoz 26 que fue la cabez a de la Igles ia castellana durante este reinado. Este aspecto no es novedoso, ya que en los reinados anteriores los hombres de la Iglesia ocupaban los más altos cargos y servían al rey, que, a cambio, les concedía importantes privilegios. Otro ejemplo de que ninguna institución, ni siquiera la Iglesia, estaba por encima del poder real, nos lo proporciona L ópez Ferreiro27 con el estudio del diplom a de 23 de julio de 134 5 por el que anula la sentencia dada por su padre Fernand o IV acerca del Señorío de Compostela dado al Obispo de Santiago, y de otro de 6 de enero de 1346 en que se lo devuelve: Commo quier que segunt lo que es an te nos m ostrando et razonando, non fosemos tenidos de derecho a tornar agor a al d icho Arzobispo et su Eglesia en posesión de las cos as et artícolos co ntenidos en la dicha su dem anda; pero por les fazer merced […] tornamos al dicho Arzobispo et su Eglesia en posesión de aquellos artícolos et cosas. El tercer ejem plo que escogem os tam bién tiene que ver con el cardenal Albornoz. En este caso hace relación a la religiosidad del propio rey. Se trata de la carta que el cardenal envió al Papa dándole cuenta de la victoria del Salado: Y hoy, el r ey de Castilla oyó la m isa que yo celebré, y luego recibió con verdadera devoción el cuerpo de Nues tro Señor Jesucristo y prom etió públicamente, con copiosas lágrimas y pronunciando palabras m uy devotas, apartarse del pecado y enmendar su vida. Y yo, teniendo en mis manos el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, delante de toda la hueste, puedo dar fe por él de que se mostraba triunfador […] Apenas terminada la misa nos lanzamos al combate, en el nombre de Dios, todos a una, dispuestos para la batalla28. Esta carta se refiere a la oración del rey poco antes de la batalla del Salado y que recoge la Crónica29: Señor, en quien es el poder, rey de t odas las cosas tú eres en non otro ninguno; pídote por m erçed que te m iembres de lo s fieles christianos, e de los reynos de España, e de mi tu rey terrenal que dexastes en tu lugar. Señor, yo te me conozco por rey y muy pecador […] E, Señor, yo no puedo mas hazer que olvida r tierras e muger e hijos e viçios del mundo, e llegar a este lugar a tomar por ti la muerte muy de voluntad […] 26 Según Juan Beneyto, el 13 de mayo de 1338 la Ca ncillería pontificia expidió la carta de provisión del arzobispado de Toledo a favor de don Gil, diácono, arcediano de Calatrava, capellán pontificio y doctor en dec retales, com o era el d eseo de Al fonso X I (B ENEYTO, Jua n: El C ardenal Al bornoz, Madr id: Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 70-1.) 27 LÓP EZ F ERREIRO, Antonio: Fueros m unicipales de Sa ntiago y de su tierra, Mad rid: Ed iciones Castilla, 1975, p. 342. 28 Recogida por Juan BENEYTO: Ibidem, pp. 291-2. 29 CATALÁN, Diego: ”La oración de Al fonso XI en el Salado. Poema, la crónica iné dita y la historia ”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 131 (1952), p. 255. 284 A ti me torno de buen coraçón y de buena voluntad, y te pido por merced por mí e por los christianos que aquí som os ayuntados que no nos dexedes perder, e pongo en tus manos los reynos de que tú me heziste señor e la corona d’España. Este documento es muy importante porque pone de manifiesto los sentimientos religiosos del propio rey, es decir, su fe en Cristo, en cuyo nom bre va a ir a la guerra contra el infiel y con c uya ayuda espera obtener la victo ria; a demás m uestra arrepentimiento por vivir en pecado. Y para nuestro trabajo tiene una significación especial el que reconozca que ocupa el luga r de Dios en su reino, porque de muestra que mantiene la vieja im agen del rey como vicar io de Dios. También llam a la atención que hable de la corona de E spaña, lo que indica que se sentía emperador de España al igual que Alfonso VII, y en este contexto lidera a los re inos cris tianos peninsulares que participan en la lucha contra el Islam. Al igual que en los reinados anteriores, el cargo de Canciller m ayor lo ocupan altas personalidades de la Iglesia. Tradicionalm ente correspondía al Arzobispo de Toledo el de Castilla, aunque en este periodo no siem pre fue así y lo ostentó algún tiempo el obispo de Ávila don Sancho Dávila; y el del reino de León correspondía al arzobispo de Santiago30. De lo expuesto deducim os su im agen de rey cristiano que siem pre dio pruebas de su respeto a la Iglesia a la que mostró devoción y otorgó privilegios; así m ismo procuró mantener buenas relaciones con la Curia Pontificia radicada en Aviñón. 2.3. POLÍTICA CULTURAL. La labor desarrollada en este cam po tiene interés, aunque no llegue al nivel de Alfonso X. Ade más de apoyar a escritore s com o Álvaro Pelagio y rodearse de intelectuales prestigiosos como el arzobis po Gil de Albornoz, prom ovió la escritura de las Crón icas, segur amente tam bién la d el Poema de Alfonso XI , la realización de hermosos c ódices m iniados y la com pilación de obras de Derecho com o el Ordenamiento de A lcalá. A esto hay que sum ar su apoyo a los Estudios Universitarios de Salam anca y Valladolid. Por todo ello, sí que le debemos reconocer el papel de impulsor de cultu ra, lo que enriqu ece su im agen de rey prom otor de em presas de diverso tipo (políticas, bélicas y culturales). 2.4. LA “ORDEN DE LA BANDA”. La instituyó para exaltar la virtud de la caballería en 1330 31. Él m ismo se hizo armar caballero y despu és, para perpetuar el cerem onial de la caballería, creó la nu eva Orden de Caballeros de la Banda que él concedía, según relata la Crónica32: 30 Confirmación en el cargo del arzobispo don Rodrigo: “Et specialmente vos confirmo et vos otorgo que ayades vos et los otros a rçobispos vuestros succes sores que fuerem después de vos en la Egle sia sobredicha de Santiago, la mi Cappellanía et la Chançellería et la Notaría sobredicha del Regno de León assý commo la dio el Emperador a la Eglesia et al Arçobispo de Santiago” ( Carta de 10 de septiembre de 1315, Archivo C atedral de Santiago, T umbo B , f . 2 16, en M ARTÍN POSTIGO, M ª de l a S oterraña: Historia del Archivo de la Chancillería de Valladolid: La Aurora, 1979, pp. 370-1) 31 “Este lib ro fiso el nob le r ey d on A lfonso f ijo d el muy n oble r ey don Fernando e d e la r eyna don na Costança e es de la Orden de la Banda […] Et físole el anno q ue se él coronó e q ue fueron fechas las cavallerías en Burgos de los ricos hom bres e infançe s e cavalleros que ý fesieron et anda va la era de 1368”(Libro de la Orden de la Banda, BNF, Espagnol 33. Recogido en F . AVRIL et a lii: Manuscrits enluminés de la Péninsule Ibérique, París: Bibliothèque Nationale, 1982, p. 105) 32 Crónica de Alfonso XI, RBME, mss. Y-II-10, fol. 85v-86. 285 Estando el rey en Vitoria porque sopo que en los tiem pos pasados los de los sus regnos de Castiella et de León husavan si empre en m ester de cavallería et lo avían dexado que non husaven dello fasta en el su tiem po. Et porque oviesen más voluntad de lo usar ordenó que algunos cavalleros et escuderos de los de la su mesnada traxiesen vanda en los pannos et el rey eso m esmo. Et seyendo en Vitoria mandó a aquellos cavalleros et escuderos que el rey tenía escogidos para esto que vestiesen paño con vanda que les él avía dado. Et él otrosý vestió paño deso mesmo con vanda. Et los prim eros paños que fueron fechos para esto eran blancos e la vanda prieta 33. Et dend e adelan te a estos cavalleros dáv ales cada año de vestir sendos pares de paño con vanda, et era la va nda tan ancha como una mano. Et era puesto en los pellotes et en las otras vestiduras desde el ombro esquierdo fasta la falda. Et éstos llamávanlos cavalleros de la vanda Con esta decisión Alfonso XI conjuga la tradición y la innovación. Ya vim os lo importante que fue la recepción de la espada p ara Alfonso X y para S ancho IV, y lo mismo para el vencedor del Salado; no obsta nte quiere dar otra m uestra de su poder y autoridad, porque es él quien nombra los caballeros y quien ocupa el más alto cargo de este cuerpo armado que nace ligado a la monarquía, es el maestre. El acceso se reserva a los nobles, a aquellos cuyos m éritos fuesen reconocidos y que de mostrase destreza guerrera. Según Alfonso de Ceballos 34, hay duda sobre los colore s de esta insignia, ya que los Estatutos no lo m encionan, ni tam poco los documentos coetáneos, él nos da testimonios de dos tipos de insignia de la Banda: uno es de color oscuro y otro es de oro sobre color berm ejo, incluso podía aparecer adornada con bordados, galones, piedras preciosas o perlas, además es frecuente que la banda se sitúe entre dos dragantes. El propio rey explica las razones por las que la creó en el capítulo primero de las Ordenanzas35: Es porque la m ás alta e m ás preciada or den que Dios en el m undo fizo es la Cavallería, et es to po r m uchas razone s, señaladam ente por dos: la prim era porque la fizo Dios para defender a la su fe, e otrosí la segunda, para defender cada uno en sus com arcas e en sus tierras et sus estados […] Et por ende todo aquel que fuere de buena ventura e se toviere por cavallero, segunt su estado, debe facer mucho por honrar la Cavallería et por la levar adelante […] Por ende mando facer este lib ro de la Orden de la Vanda que es fundado sobre es tas dos razones, sobre la cavallería et sobre la lealtad. En el resto de los capítulos de las Orde nanzas da consejos sobre lo que debe hacer un caballero, recu erda a los “castigos” de la literatu ra ejemplar que hem os visto 33 Según el Diccionario de María Moliner, prieto puede significar oscuro, negro. 34 CEBALL OS-ESCALERA Y G ILA, Alfonso de: La Orden y Divisa de la Ban da Real d e C astilla, Madrid: Prensa y Ediciones Iberoamericanas, 1993, pp 43 y ss. Cfr. R ODRÍGUEZ VELASCO, Jes ús: “E l Or denamiento de la Ba nda” en Diccionario Filo lógico d e Literatura Medieval Española, Madrid: Castalia, 2002, p. 87. Aunque reconoce que en la mayoría de los manuscritos se da 1330 y Burgos como la fecha y lugar de emisión de las reglas de la Orden, cree que pudieron ser c ompuestas con motivo de l a fundación oficial de l a Orden en Vitoria en 1332 e, incluso, que no resulta descabellado proponer el proceso de creación entre 1332-34. En este mismo capítulo, en la p. 88, dice que el manuscrito parisino podría haber sido hecho por orden del rey, pero de Pedro I, porque la capitales le parecen del estilo de Nicolás González. 35 Ordenanzas de la Cavallería de la Vanda hechas por el rey Al fonso XI en 1330, BNE, m ss. 11534, Ordenamientos y Cortes y otros documentos jurídicos, s. XVIII, fols. 393-405. 286 en los reinados anteriores, cargados de cont enido moral; por lo tanto, continúa con esa tradición de sus prede cesores. En ellas se exig e al caballero que sea leal, cortés, que no jueguen a dados en tiempo de guerra, que ay uden a dueñas y doncellas fijasdalgo, que no coman manjares sucios. Veam os a conti nuación algunos ejem plos concretos: en el capítulo segundo dice que los caballeros deben oír misa por las m añanas, lo que indica la importancia que le da Alfonso XI a la re ligión y al se rvicio a Dios; en el c apítulo tercero indica las cualidades que debe tener el caballero: La cosa del mundo que m ás pertenece al cava llero es decir verdat , et de si apos desto, que siempre ande bien guisado el m ejor cavallo e de las m ejores armas e más lozanas que podiere haver. En el c apítulo sép timo explic a e l jura mento que debe hacer todo caballero de servir al rey y ser su vasallo, lo que es fundamental en el mundo feudal en cuyo vértice está el monarca, y Alfonso XI, quiere dejar claro que es el Señor, y por eso decide dar nueva vitalidad a la caballería que ya estaba cayendo en desuso, debido a la pujanza de la nobleza. Estas Ordenanzas nos ofrecen la imagen de un rey fuerte, q ue está rodeado de sus caballeros a los que pide lealtad, que le ayuden como huestes cuando los necesite y que asistan a los torneos cuando lo ordene ; y cuando un caballero no quiera servir al rey, que pierda la banda; además, cuando hubiera “palabras” entre caballeros, será el rey quien acuerde la pena y el escarm iento. La creación de esta Orden y la importancia que llegó a alcanzar en Castilla es una muestra más del poder que tiene este rey y del fortalecimiento que ha alcanzado la institución monárquica bajo su reinado36. Hay que tener presente que a los caballero s de la Banda los escoge el monarca y los arma, y que él mismo se comportó como el primer caballero y observó el ceremonial de la caballería, com o veremos a continuaci ón. Estas circunstancias nos dan la im agen del rey como caballero y de su corte como caballeresca. 2.5. LA CORONACIÓN. Para entender la decisión de Alfonso XI de celebrar tal cerem onia, que hacía tiempo que no se realizaba por parte de su s predecesores, hay qu e colocarse en la situación castellana del momento. Necesitaba pacificar su reino y para ello fortalecer la monarquía y esta decisión contribuyó a ello. Hay otro acontecimiento previo, pero que va ligado a la propia coronación y es la decisión del propio soberano de arm arse caballero, lo que tenía un significado importante pues la espada es el símbolo más estim ado en la m onarquía castellana, porque rep resenta la lu cha contra el infiel . El rey vestido con la banda de la Orde n creada por él, visitó la cat edral de Santiago en 1330, donde tom ó las arm as del altar, previamente bendecidas por el arzobispo, y se las ciñó; después recibió la pescozada de la imagen articulada del apóstol, que estaba encima del altar37: 36 Según Linehan era una “sacra orden”, pero no en el sentido de estar controlada por la Iglesia, sino que es una orden del Rey, d e acuerdo a la ex istencia de órdenes militares (LINEHAN, Peter: History and the historians of medieval Spain, Oxford: Clarendon Press, 1993, p. 603. 37 Seg ún Lin ehan esta cer emonia no tuvo ig ual en todo el O ccidente medieval ( LINEHAN, Peter : “Ideología y li turgia en el reinado de Alfonso XI de Castilla” en Génesis medieval del estado moderno. Castilla y Navarra (1250-1370), Valladolid: Ámbito, 1987, p. 235. 287 Et desque lo tovo todo bien guisado, envió decir a todos los ricos-om es, et infanzones, er fijos-dalgo del su regno, que se quería coronar et tom ar honra de caballería; et en aquel tiem po que querí a facer a los m ás dellos caballeros, et darles guisamiento de todo lo que ovieren menester para sus caballerías: et que les m andaba que veniesen todos a la ci ubdat de Burgos a día cierto […] Et entretanto que ellos se ayuntaban para es to, el Rey salió de Burgos, et fue por sus jornadas en romería a visitar el cuerpo sancto del apóstol Sanctiago. Et antes que llegase a la ciubdat, […] et entró así de pie a la ci ubdat, et en la Iglesia de Sanctiago, et veló ý toda la noche teni endo sus arm as encim a del altar. Et en amanesciendo, el Arzobispo Don Joan de Limia díxole una m isa, et bendixo las armas. Et el Rey armose de todas sus armas […], tomando él por sí mesmo todas las armas del altar de Sanctiago, que ge las non dio otro ninguno; et la imagen de Sanctiago que estaba encima del altar, llegose el Rey a ella, e fízole que le diese la pescoçad a en el carriello. Et desta guisa rescibió caballería este Rey Don Alfonso del Apóstol Sanctiago. Et porque él re scibió la caballería des ta guisa, estando armado, ordenó que todos los que ovie ren a rescebir honr a et caballería de allí adelante, que la rescebieren estando armados de todas sus armas38 En Burgos tuvo lugar la ceremonia más trascendente, la coronación, en la que se distinguen dos partes: una sagrada que es la unción, y otra que es la imposición de la corona, que es el símbolo de la soberanía del monarca sobre su reino. En Las Huelgas 39 el rey y la reina fueron coronados en 1332. Participaron seis obispos, siendo el de Santiago, Juan de Limia, el que ofició y el que ungió al rey en el hom bro derecho, pero fue el m ismo rey quien tom ó la corona de oro y piedras preciosas y se la puso en la cabeza y después coronó a la reina, y ambos se arrodillaron ante el altar como homenaje al Santísimo. La Crónica40 nos cuenta con detalle este acto tan solemne: Yuntados con el Rey en la ciubdat de Burgos los Pe rlados que venieron a la honra de esta fiesta, et los ricos-omes, et infanzones, et omes fijos-dalgo de las ciubdades et villas, que avían a venir a la honra de la coronación del Rey […] Et el día que se ovo de coronar vestió sus paños reales labrados de oro et de plata a señales de castiellos et de leones, en que avía adobo de mucho aljofar et m uy grueso, et muchas piedras, rubíes, et zaf ís, et esmeraldas en los adobos. Et subió en un caballo de grand prescio, que él tenía para el su cuerpo, et la siella et el freno deste caballo, en que él cavalgó aque l día, er an de grand valía, ca los arzones de esta s iella eran cubierto d e oro et de plata […] Et desque el rey fue encima del caballo, púsole una espue la don Alfonso f ijo del Infante don Fernando […] et la otra espuela la puso don Pero Fernández de Castro. Et éstos, et los otros ricos-om es, et todos los otro s que eran ý, fueron de pie derredor del caballo del rey, fasta que el rey entró dentro en la iglesia de Sancta María la Real de las Huelgas cerca de Burgos […] Et la reyna doña María su muger fue después quel rey un poco tiem po, et lleva ba paños de grand prescio […] Et desque amos a dos fuer on llegados a la ig lesia, tenían fechos dos asentamientos 38 Crónica del rey don Alfonso el Onceno, Madrid: BAE,, 1953, tomo 66, p. 234. 39 Es sintom ático que escogiera este monasterio que es una fundación real y no una catedral. Y, aunque dice O’Callaghan, que se co nvocaron a pre lados, nobles y algunos representantes de l as ciudades, no se puede decir que se celebrara n Cortes. (O’CALLAGHAN, J.: Las Cortes de Castilla y León, 1188- 1350, Valladolid: Cortes de Castilla y León, 1989, p. 53. 40 Crónica del rey don Alfonso el Onceno, Madrid: BAE, 1953, tomo 66, p. 235. 288 mucho altos cerca d el altar […] Et eran allí el Arzobispo de Santiago don Joan de Lim ia, et el Obispo de Burgos, et el Obispo de Palencia, et el Obispo de Calahorra, et el Obispo de Mondoñedo, et el Obispo de Jaén […] Et desque fue llegado el tiem po de ofrece r, el Rey et la Reyna venieron am os a dos de los estrados do estaban, et fin caron los hinojos ante el alta r, e t ofresc ieron: et el Arzobispo et los Obispos be ndixiéronlos con muchas oraciones et bendiciones. Et descosieron al Rey el pellote et la saya en el hom bro derecho: et ungió el Arzobispo al Rey en la espalda derecha con olio bendicho que el Arzobispo tenía para esto. Et desque el Rey fue ungido, torn aron al altar, et el Arzobispo et los Obispos bendixieron las coronas que estaba n encima del altar. Et desque fueron bendicidas, el Arzobispo redrose del altar […] El Rey subió al altar solo, et tomó la su corona, que era de oro con piedra s de m uy grand prescio, et púsola en la cabeza, et tomó la otra corona, et pú sola a la Reyna, et torn ó fincar los hinojos ante el altar […] Et dicha la m isa, el Rey salió de la igles ia, et fue a su posada encima de s u caballo, et todos los ricos om es de pie con él; et la Reyna fuese después a poco tiem po. Et en este día bofordaron, et lanzaron tablados, et jostaron m uchas com pañas, et fecieron m uchas alegrías por la fiesta de la coronación. En esta ceremonia no hay la sum isión del rey a la Igles ia, s imbolizada por la s dignidades eclesiásticas, sim plemente le unge n com o prueba de su comprom iso a la defensa de la fe y de los bienes de la Iglesia. Pero el rey se considera el vicario de Dios y ante él s e arrod illa, lo cual es u n claro ejemplo de la c oncepción descendente del poder, que ya comentamos con Alfonso X. El rito de la unción 41 era extraño en Castilla y habría que remontarse a la monarquía visigoda para encontrarlo, quizás decidió imitar a otros soberanos europeos. La coronaci ón se había dado pocas veces entre los soberanos castellanos; el referente más cercano era el de su abuelo Sancho IV. También sorprende que decidiera hacerlo veinte años después de ser proclamado rey, es cierto que en esos momentos era un rey fuerte que controlaba totalmente su reino y que estaba por encima de la nobleza y de las a utoridades eclesiásticas, de m anera que rea liza esta ceremonia de exaltación de una monarquía ro bustecida, incluida la reina, que poco después le asegurará la sucesión legítima. En definitiva, daba prestigio a la institución y a su f amilia42. Fue una cerem onia m uy solemne en todos los aspectos, que debió impresionar vivamente a los contemporáneos, de manera que la imagen que se proyecta del rey es la de un Señor superior al que todos los dem ás deben sumisión. No obstante, a la convocatoria que hizo a los nobles para que acudieran a la coronación, no acudieron ni don Juan Manuel ni don Juan Núñez de Lara , representantes de la nobleza hostil al rey, pero finalm ente fueron som etidos como consecuencia de la pol ítica centralizadora que llevó a cabo para term inar con las tendencias desestabilizadoras protagonizadas por algunos nobles. Según cuenta la Crónica, a continuación de su cor onación, hizo caballeros a numerosos nobles, lo que prueba la importancia que tenía para él la ceremonia de recibir 41 Según Nieto Soria, en la Castilla b ajomedieval existió la creencia de que los reyes eran unos “ungidos de Di os”, es deci r, e xistía una unción privada y di recta de Di os al nue vo m onarca, con l a q ue le confirmaba com o su vi cario y , por l o t anto, t enía u n va lor l egitimador. La unci ón como cerem onia pública y ri tual se pro dujo en m uy pocas ocasi ones, y una de el las fue l a de Al fonso XI. (Fundamento ideológicos del poder real en Castilla (ss. XIII-XVI), Madrid: Eudema S.A., 1988, p.252. 42 Es interesante el dato que recoge Moxó de que don Alfonso de la Cerda cabalgó junto al monarca como el pri mero de l os pe rsonajes del rei no, de acuer do co n s u al curnia, es un e jemplo de l a l ealtad que l e profesaba (MOXÓ, Salvador de: “La sociedad política castellana en la época de Alfonso XI”, Cuadernos de Historia, 6 (1975), p. 210. 289 la caballería porque, entre otras cosas, si gnificaba el so metimiento del estam ento nobiliario al rey que les i nvestía. Estas tres ceremonias , que tienen lugar en 1330, son una prueba de que su poder está en un punto muy alto, y lo quiere dejar bien patente a los tres estam entos. Alfonso XI aplicó una política que condujo al fortalecim iento del poder real y lo quiso plasmar con unas ceremonias simbólicas, por una parte, religiosas, al ser ungido y coronado com o los reyes vi sigodos y com o la m ayoría de los reye s europeos, franceses e ingleses, por ejem plo; por otra, eligió una cerem onia seglar, la de armar caballeros, que tiene más que ver con la función militar de la monarquía. 2.6. LAS CORTES. Durante la m inoría se reunieron con fr ecuencia y se pidió que se aplicaran medidas para el m antenimiento de la ley y el orden, tal y como ocurriera en el reinado de Fernando IV. Com o hemos visto los tutore s tuvieron que contar con ellas para verse respaldados en las contiendas internas que m antenían. Adem ás vieron fortalecido su papel g racias a los acuerdos al canzados con las Herm andades. Pero esta tendencia s e invirtió desde el com ienzo del reinado pe rsonal de Alfonso XI en las Cortes de Valladolid de 1325, en que dejó claro su dese o de andar por los reinos para restablecer la justicia; cuando consideró que lo había conseguido, intento debilitar a las propias Cortes y, de hecho, las convocó en po cas ocasiones, por lo que dism inuyó su importancia pues no había posibilidad de desafiar su autoridad. Esta actitud es propia de un m onarca autoritario. No obstante, se puede decir que fueron un puntal de la monarquía frente a la nobleza. Mención especial merecen las Cortes de Alcalá 43 de 1348, en las que el rey hizo y estableció 131 leyes “que se an a guardar en la nuestra corte e en todos los nuestros regnos”44 , y que forman el denominado Ordenamiento de Alcalá. 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 3.1. EL ORDENAMIENTO DE ALCALÁ. En la introducción del Ordenam iento45 de leyes el rey justifica su prom ulgación porque guardar y m antener la justicia es la primera función de los reyes, idea que ya hemos visto en sus predecesores, y que él m ismo planteó en sus primeras Cortes en Valladolid en 1325. También explica que las leyes las hace “con conseio de los perlados e ricos ommes e cavalleros e omes buenos”. 43 Según Beneyto las C ortes se celebraron en el palacio arzobispal, lo que es una razón para defe nder la participación en la obra legislativa del arzobispo Gil de Albornoz, que era un gran jurista (BENEYTO, Juan: El cardenal Albornoz, Madrid: Fundación Universitaria Española, 1986, p. 68. 44 Esta cita, al ig ual que todas las referidas a las leyes hechas en las Cortes de Alcalá están en, Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, pp. 501-593. 45 Alfonso XI hizo un Ordenamiento en Segovia en 1347, en el que también habla de la importancia de la justicia: “Po rque la j ustiçia es muy alta v irtud e la más complidera p ara el g overnamiento d el p ueblo porque por el la se m antienen todas las cosas en el estado que deven. E es cosa que señaladamente son tenudos los reyes de guardar e de mantener […] e por ende nos el sobredicho rey don Alfonso, aviendo voluntad que la justicia se faga cumplidamente como debe e los juzgadores e los fazedores della puedan fazer syn c odiçia e syn alarga miento la pue dan cumplir sin tem or, fazemos e estables cemos estas leyes que se si guen”. (“Ordenamiento que fizo el rey don Alfonso en Se govia en la era de 1 385, después que fizo el de Madrid e antes del de Alcalá de Henares” , Ordenamientos, Real Biblioteca de Palacio, m ss. II/ 1963, fols. 7-14. Esta cita corresponde al fol. 8) 290 Las leyes son sobre diferentes tem as, de los que elegimos los más significativos para nuestro trabajo. Título 63: “Pertenesçe a los reyes e a los grandes prínçipes dar grandes dones façiendo merçed a los sus naturales e a sus vasallos”. En concreto se refiere a los nobles y a la Iglesia. Esta es otra de las funciones propia de los reyes, que ya hem os analizado en sus predecesores y verem os a través d e los docu mentos que em anan de su Cancillería. Título 64: “Commo deven ser guardados los fueros”. Es para nosotros el m ás importante porque refleja su concepción de rey, en la que m antener la paz y la jus ticia es su función funda mental junto con la de h acer las ley es, que es necesaria para lograr las otras dos. Además toma una decisión de gr an trascendencia como es la de im plantar el cód igo d e Las Partidas, lo que avala su im agen de rey reform ista, autoritario y centralizador, porque busca la unificación legisl ativa del reino bajo las leyes dictadas por él, teniendo com o base el Derecho rom ano, lo que es una m anera de potenciar el poder regio: Nuestra entençión e nuestra voluntad es que los nuestros natu rales e m oradores de los nuestros regnos sean m antenidos en paz e en justiçia, et comm o para esto sea menester de dar leyes çiertas por do se libren las contiendas e los pleitos […] establesçemos e m andamos que los dichos fueros sean guardados en aquellas cosas que se usaron, salvo en aquellos que nos fallarem os que se debe m eiorar e enmendar e en lo que son contra Dios e contra rrazón o contra las leyes que en este nuestro libro se contienen. Et los pleitos e contiendas que se non podieren librar por las leyes deste libro e por los dichos fueros, m andamos que se libren por las leyes contenidas en los libros de las Siete Par tidas que el rey don Alfonso nuestro visabuelo m andó ordenar, commo quier que fasta aquí non se fabla que fuesen publicadas por m andado del rey nin fueron avisadas nin rresçibidas por leyes […] Et porque al rey pertenesçe e a poder de fazer fueros e leyes e de las enterpretar e declarar e emendar do viere que cumple, tenemos por bien que sy en los dichos fu eros e en los libros de las Partidas sobredichas se contiene fuere m enester interpretaci ón o declaraçión, o emendar o annader o tirar o mudar, que nos que lo fagamos46. Título 78: “ Que f abla de la trayç ión e quantas m aneras son della”. Es m uy interesante porque explica la im portancia que para él tiene la lealtad al rey, y pone numerosos ejem plos de la traición; algunos recuerdan sucesos que él ha vivido (por ejemplo los problemas con don Juan Manuel), de manera que con su denuncia deja claro como deben los súbditos comportarse con el rey: Sy alguno se pone con los enemigos para guerrear o fazer mal al Rey o al rregno o les ayudar de fecho o de conseio o les enviar carta o m andado por que los aperçiban en alguna cosa contra el Rey o a danno de la tierra […] Sy alguno se trabaiase de fecho o de conseio que alguna tierra o gente que obedesçiesen a su Rey se alçase contra él que no obedesçie se tan bien commo solía […] Sy alguno desanparase al Rey en batalla e fuyer o se fuer a los enem igos o se fuese de la hueste en otra manera sin su mandato. 46 En este fragmento vem os que se esta blece un orden de prelación de las Le yes, primero el propi o Ordenamiento de Alfonso XI, después los fueros municipales, que seguían el Fuero Real, y en tercer lugar Las Partidas. 291 a) Ordenamiento de Alcalá (BNE, Res. 9). Este bello ejemplar fue escrito po r Nicolás González, según fi gura en la rúbrica del folio XLIv después de la orden de expedici ón, el anuncio del sello y la data tópica y crónica: Et destas nuestras lees mandamos faser un libro e seellarlo con nuestro seello de oro para tener en la n uestra cám ara. Et otros seellados con nuestro seello de plomo que embiamos a las çibdades e villa s e logares de nuestro señorío de los quales es este uno. Dado en las Cortes de Alcalá de Henares, veynte e ocho días de febrero, era de 1386 años, a treynta e seys años del nuestro regnado e a ocho años que vençimos los Reyes de Benam arín e de Granada, et a çinco años que ganam os la m uy noble çibdat de Algesira47. Como vemos este manuscrito es uno de los muchos ejemplares que se debieron hacer. Según Domínguez Bordona 48, Nicolás Gon zález era calígra fo de Pedro I, por lo que sería terminado después de la muerte de Alfonso XI, pero bien pudo ser com enzado bajo su reinado. Es un bello ejemplar iluminado, y nos interesa comentar dos imágenes regias. En el fol. 1r aparece una gran inicial E miniada [fig. 1], que presenta la figura de un rey en posición m ayestática; está senta do sobre un trono sin respaldo, con los pies sobre escabel, lleva barba y melena y como símbolos de la realeza ll eva la corona y en la mano derecha el cetro y la pom a en la izqu ierda. Es una figura- prototipo de un rey, como he mos visto en sellos de reyes an teriores o en la miniatura de la Estoria de España de la época de Sancho IV. Éste es el inicio de la invocación religiosa “En el nombre del Padre”; la intitulación es la de Alfonso XI: Nos don Alfonso por la graçia de Dios re y de Castiella, de Toledo, de León, de Gallisia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia , de Jahén, del Algarbe, de Algesira e señor del condado de Molina. Y ade más com ienza la disposición diciendo “fazem os e estab lesçemos estas leyes que se siguen”. Por todo ello de ducimos que esta representación gráfica corresponde a Alfonso XI, que es quien mandó hacer el Ordenamiento. Es cierto, que al ser un código de leyes, debería llevar la es pada de la justicia, pero la iconografía responde a un rey con todos los sím bolos del poder real, que es m ás del gusto de un rey centralista y defensor de su poder sin límites, como fue el vencedor del Salado. En el fol. 23v hay otra inicial m iniada [fig. 2]; es una P de menor tamaño que la anterior, que contiene la im agen de un rey, só lo el busto, tiene barba y m elena blanca y lleva una corona con bonete, que podría ser una corona de tipo im perial. El contenido del texto es el siguiente: “Porque fallam os que e l emperador don Alfonso en las Cortes que fizo en Nájera estab lesçió muchos ordenamientos”. Deducimos que se trata de una representación de Alfonso VII el Emperador, del que Alfons o XI se p odía considerar 47 Est a manera de dat ar c on varios aco ntecimientos es un a form a de dem ostrar l a im portancia de este documento; además se resaltan los éxitos bélicos contra los musulmanes. 48 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús: Manuscritos con pinturas, Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1933, p. 317. 292 continuador por otorgar este Ordenamiento, y porque fue de los pocos reyes castellanos que fue coronado y ungido, tal y como él hizo49. b) Ordenamiento de Alcalá ( Real Biblioteca del Monasterio de El E scorial: Z.III.9). Éste tam bién es un bello ejem plar ilum inado que, com o dice en el fol. 60r “Yo Nicolás Gonçález escrivano del Rey lo escriv í”, y las letras decoradas son del m ismo estilo que las del códice com entado antes, pe ro éste contiene unas miniaturas preciosas que llenan toda la página y que son obra de otro artista. En el fol. VIv [fig. 3], aparece un rey jove n con larga melena pero s in barba, que lleva un cetro, ya borroso, en su m ano izquierda, está sentado en trono, pero por encima de los demás personajes; además el fondo dorado que le en marca le destaca claram ente de los otros; tiene una actitud relajada pues tiene las piernas cruzadas y por el gesto de su mano de recha parece que está conversa ndo con un grupo de seis caballeros que le miran, uno de ellos lleva un libro cerrado; de bajo de este grupo hay otro de cinco personajes sentados, también conversando, pero que dirigen sus m iradas hacia el grupo representado en la parte supe rior. Podrían ser los sabios c on los que el rey Alfonso XI discutió el contenido de este nuevo libro de leyes. Recuer da a las imágenes de Alfonso el Sabio, incluso por los fondos escaqueados de las escenas; podría compararse con una escena de autor, aunque no aparezca el libro en las manos del rey, pero es él quien hace las nuevas leyes con el consejo de los expertos. Además en el fol. VIIIr, hay un escudo con el cuartelado de Castilla y León, lo que es prueba inequívoca de que es un libro mandado hacer por el rey. Tiene que ser un cód ice coetáneo de l anterior, pues es obra del m ismo escribano, y tam bién en el fol. 60r dice que es otro de los ejem plares sellados que mandó hacer el rey. Aunque se term inara en el reinado de Pedro I, se lo atribuim os a Alfonso XI, de quien las miniaturas ofrecen su imagen, representando a un rey que toma sabias decisiones después de asesorarse, por lo que es un rey responsable que ejerce el poder supremo en su reino con justicia. c) El Ordenamiento de Alcalá (BNE, Vit. 15-7) Es otro bello y cuidado manuscrito, similar al del Escorial, parece realizado en el reinado de Pedro I. La fórmula de suscripción dice: “Yo Nicolás Goncález escrivano del Rey lo esc riví e illum iné” (f ol. 32 v), adem ás, aparece in scrita en un cartu cho muy parecido al del códice escurialense. 3.2. LA CRÓNICA DE ALFONSO XI. La tradición cronística d e este reina do es com pleja, recurrimos a la exposición, que de ella realiza Gómez Redondo50, porque es muy clarificadora, según él existen: 1) La Crónica de Alfonso XI , red actada por Fernán Sánchez de Va lladolid e interrumpida en 1344. Versión hoy perdida, de la que se crearían dos arquetipos, también perdidos, responsables de dos distintas redacciones: a) Versión vulgata, recogida en veinte manuscritos, uno de ellos es el lujoso códice que mandó terminar Enrique II. 49 Cfr, DOMÍNGUEZ BORDONA: Ibidem, p. 317. Dice que la imagen del folio 1r es Alfonso X y la del 23v Alfonso XI, pero no da razones que justifiquen esas atribuciones. 50 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 2002, vol. II, pp. 1261-2. 293 b) La que entra a com pletar la Crónica de los tres reyes que deviene en Crónica de cuatro reyes. Estas dos versiones vu elven a reu nirse en la edición de la Chrónica del rey don Alfonso, el Onceno, impresa en 1551. 2) Poema de Alfonso XI compuesto por Rodrigo Yáñez y terminado en 1348. 3) Gran Cr ónica de Alfonso XI , descubierta y editada por Diego Catalán. Ésta supone una com pleta revisión de todos lo s m ateriales reunidos por Sánchez de Valladolid, desde la nueva perspectiva que proporciona el Poema de Rodrigo Yáñez. Diego Catalán es el gran estudioso de esta obra. En su opinión se rem onta a un original acabado o interrum pido en 1344, por lo tanto durante el reinado del propio Alfonso XI, de manera que es una obra oficial, de inspiración regia pero sin adulaciones cortesanas. De ésta se conserva un manuscrito de 1376, copiado por orden de Enrique II para la cámara real, que el mismo Catalán ha denominado la “versión vulgata”; después se realizó una redacción más extensa que es la Gran Crónica51. El códice de 1376 52 presenta en sus primeros folios cuatro escudos que son m uy interesantes. El tercero es el cuartelado de Castilla y León y lleva una inscripción que dice: “La señal del Rey parece, por la virtud de la cruz resplandece. Señales de los muy altos, et m uy nobles, et muy fa mosos señores R eis de Castie lla et de L eón”. El cuarto también lleva la siguiente inscripción: “La m uy alta et m uy noble, et m uy onrrada et el poderío de la espada de los nobles R eis de Castiella et de L eón”. No sabem os si estas leyendas es tarían en la Crónica o riginal, p ero por la e xaltación q ue hace de la monarquía castellana y de la espada, bien pudieran ser de la época del creador de la Orden de la Banda para el que la espada es el símbolo más preciado de la caballería. En el folio 1 [fig. 4] aparecen las letras en rojo y en azul, que son lo colores asociados a la monarquía, además, unas capitales ilum inadas pero de m anera tosca, y unos m otivos decorativos a base de perros, que sorpre nden bastante pero que podrían aludir a la lealtad al rey, virtud qu e le hem os visto valorar m ucho en las Ordenanzas de la Orden de la Banda o en el Ordenamiento de Alcalá. El que el rey fuera el prom otor de la crónica nos habla de la im portancia que daba a la imagen que de él se pudiera extraer y, de hecho, es nuestra principal fuente de información como ha puesto de manifiesto Moxó. Así que podemos decir que a Alfonso XI le preocupaba la manera de gobernar su reino; por eso hizo m uchas reform as y emprendió nuevas empresas, pero también la manera en que se transmitiera la ideología oficial, es d ecir, nos co nfirma la imagen de un rey que quería tener bien controlado el poder del Estado en manos de la institución que él representaba. 3.3. LA CRÓNICA TROYANA. El objeto de nuestro estudio es la versión en prosa, que mandó hacer Alfonso XI, del poema Roman de Troie que Benoit de Saint Maure compuso en la segunda m itad del siglo XII. Se trata de un precioso códice que está en la Biblioteca del Escorial53. El colofón del manuscrito nos proporciona una información muy valiosa: Este lib ro m andó fazer el m uy alto e m uy noble e m uy exçellente rey don Alfonso fijo del m uy noble rey don Ferra ndo e de la Reyna doña Costança. Et fue acabado de escribir e de estoriar en el tiempo que el m uy noble rey don 51 CATALÁN, Diego: La tradición manuscrita en l a Crónica de Alfonso XI, Madrid: Gredos, 1974, pp. 183 y ss. 52 RBME, mss. Y.II.10 53RBME, mss. h.I.6 294 Pedro su fijo regnó, al qual m antenga Dios al su serviçio por m uchos tiempos e bonos. Et los sobredichos, donde él viene, sean heredados en el regno de Dios. Amén. Fecho el libro postrímero día de disiembre. Era de 1388 años. Nicolás Gonçales, escrivano de los sus libros, escriví por su mandado54. Queda claro que es Alfonso XI quien lo m anda hacer, au nque se term ine e l último día de 1350, reinando Pedro I, y que es Nicolás González 55 el autor. También es de reseñar la profesión de fe de unos reyes que, no en van o, se consideran vicarios de Dios en su reino. Según García Morencos 56, el rey lo m andó hacer para la form ación del príncipe heredero, a quien quería mostrar los lances troyanos como ejemplo caballeresco para su aplicación a la realidad cotidiana centrada en el pr oceso que hoy conocem os como la Reconquista; por lo tanto podríam os decir que es una obra del estilo de los regim ientos de príncipes. Pensam os que no pudo ser ajena a la decisió n de en cargar es ta obra, la afición del propio Alfonso XI a lo s temas de caballería, co mo venimos reflejando en este trabajo. Es un m anuscrito excepcional, m uy in teresante por la escasez de ellos en Castilla. La mayor riqueza de este códice son las 70 miniaturas, de plana entera o medio folio que, junto con las capitales m iniadas, lo ilum inan. Se puede com parar, por su belleza y calidad, a lo s códices alfonsíes 57. Adem ás, al igual que éstos, nos refleja diversas facetas de la vida del sig lo XIV castellano: indumentarias, ambientes, barcos, arquitectura con influencia m udéjar, arm as, etc. Se puede decir que es una obra del taller regio y destinada a la cámara real. Según Yarza, desde el punto de vista estilístico, es una síntesis de la tra dición alfonsí, de elem entos mudéjares, franceses y tipos físicos italianos58. Es posible que se pintaran en el rein ado de Pedro I, m as como es la últim a labor que se hace en este tipo de manuscritos, las vamos a relacionar iconográficamente con el reinado de Alfonso XI que es el promotor de la obra. Entre las c apitales miniadas destacamos la O del fol. 173r [ fig. 5] en la que se supone que es Orestes el personaje representa do, porque dice el text o: “torna a contar como fue Orestes entregado en su regno e coronado por Rey”. Es una figura joven con melena sentado en trono sin respaldo, ricamente vestido que lleva coro na, cetro en la mano derecha y la bola en la m ano izquierda, los tres objetos son de oro; evidentemente es la representación de un m onarca castellano en actitud m ayestática, que bien podría ser la imagen del mismo Alfonso XI , semejante a la que v imos en el Ordenamiento de Alcalá (véase fig.1). Es la representación de la im agen genérica de un rey con los atributos reales más significativos. En las miniaturas que ilustran el texto aparece en muchas ocasiones la fig ura de un rey, reconocible porque lleva corona. Por ej emplo, Príamo de Troya, en el fol. 20v, está con sus consejeros despidiendo a su h ijo Paris que parte para Grecia con varias naves para vengar la ofensa que han sufrido los troyanos [fig. 6]. En el fol. 159v se le ve en su castillo, contem plando com o se derrib a la m uralla troyana para que entre el 54 Ibidem, fol 183r. 55 Aunque e n la suscri pción del códice aparece sól o com o copista, todos los espe cialistas, co mo Rodríguez Bordon a, Gu errero Lo villo, García Mo rencos, le co nsideran tam bién el au tor d e las miniaturas, e ntre ot ras co sas porque realizó l as del Ordenamiento de Alcalá, como he mos vi sto, y su estilo es similar. 56 GARCÍA MORENCOS, Pilar: Crónica Troyana, Madrid: Patrimonio Nacional, 1976, p.21. 57 Según García Morencos, Nicolás González es un continuador de la escuela de miniaturistas de Alfonso X pero con mayor influencia del gótico francés (Ibidem, p. 23) 58 YARZA LUACES, Joaquín: “Crónica Troyana”, en Vestiduras ricas. El Monasterio de las Huelgas y su época (1170-1340), catálogo de la exposición, Madrid: Patrimonio Nacional, 2005, p. 142 295 gigantesco caballo de m adera que los gr iegos le rogaron aceptara com o “don muy grande et muy rico et m uy noble” [fig. 7]. En ambos casos está representado com o un rey castellano, en cuanto a su apariencia, pero también por su protagonismo en todas las decisiones y acciones; esta imagen bien podría estar inspirada en Alfonso XI. 3.4. EL LIBRO DE LA MONTERÍA. Su autoría y su fecha es polém ica; no obstante, la m ayoría de los especialistas consideran que este tratado venatorio fue es crito por Alfonso XI hacia 1345. No fue el rey el au tor material sino quien lo m andó hacer. Según Casariego 59, una obra de este volumen, que contiene información de los montes de todo el reino de Castilla, exige una red de especialistas en monter ía qu e tenían qu e estar al se rvicio de un plan regio y, además, Alfonso XI, buen montero y defensor de la caza como un quehacer conveniente a los reyes, podría haber intervenido en la obra. Esta obra se conserva en varios códi ces, pero nosotros vam os a com entar el ejemplar de la Real Biblioteca de Palacio 60 porque está bellam ente ilum inado con escenas y o rlas de g ran calidad. Las miniaturas son del sig lo XV, parece ser que d e la época de E nrique IV (porque aparece su escu do en el fol. 1) y podrían atribu irse al miniaturista Juan de Carrión 61. Por lo tanto este manuscrito es muy posterior al periodo histórico que estam os estudiando, pero podría seguir el m odelo del original, hoy perdido. Hay seis m iniaturas, narrativas, de gr an tam año, que ilustran el contenido del texto y que nos proporcionan una interesant e infor mación sobre la vida cortesana y cotidiana; bien es verdad que, al ser de un siglo después, los atuendos, por ejemplo, no corresponden al reinado que nos ocupa; pero, com o hem os dicho, representan gráficamente lo que narra el texto y en ese aspecto sí nos interesan. Miniatura que representa al rey en su trono conversando con sus m onteros (fol. 1r), [fig. 8]. Aparece el rey con corona, sent ado en un trono con re spaldo, con los pies sobre un escabel, pero vestido con ropas cortas adecuadas a la montería; además lleva la espada sujeta a la cin tura com o los otros m onteros; tien e una posición claram ente preeminente sobre los dem ás que le m iran atentam ente y es de m ayor tam año, la podemos calificar como imagen maiestática. Se puede considerar una escena “de autor”, porque con las manos parece que está dando explicaciones a sus monteros y, como tiene el dedo índice lev antado, recuerda a las de Alfonso X. Adem ás en el texto dice: “Este libro mandamos faser Nos el Rey don Alfonso, que fabla en todo lo que pertenesce a las maneras de la montería, et depártese en tres libros”. En la orla inferior dos “putti” sos tienen el escudo cuar telado de Castilla rematado por corona. Este detalle nos indica que ésta es una obra realizada por orden del monarca, pero es de Enrique IV, com o se deduce por las granadas que salen del escudo; es obvio que se refier e a este códice en concreto, que es muy rico debido a las bellas orlas y escenas que lo iluminan. Miniatura que representa al príncipe don Pedro depa rtiendo con sus m onteros y ojeadores que le m uestran un perro herido an te el jabalí muerto (fol. 34v) [fig. 9]. Es significativo que apar ezca el p ríncipe herede ro, es una manera de le gitimarlo y de asociarle a todas las activid ades propias de un rey. Está sentado en un trono m ás 59 Reimpresión de Jesús E. C ASARIEGO: Libro de la montería de Alfonso XI, Madrid: Imp. Velázquez, 1976, pp. 13-4. 60 RB, mss. II-2105. 61 CARRIÓN GUTIEZ, M. et a lii: Los ma nuscritos. Hi storia ilustrada d el libro español, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1996, 2ª ed., p. 356. 296 sencillo que el de su padre y no porta ni ngún objeto representati vo de su cargo, per o todos los personajes que le rodean se dirigen a él con deferencia. Miniatura q ue represen ta la caza de los osos (fol. 91r) [fig. 10]. El rey va a caballo acompañado de otros jinetes, se le distingue porque su caballo es blanco y de mayor e mpaque que los otros y porque lleva corona sobre el bonete, va lujosam ente vestido al igual que los otros caballeros, lo que indica que son nobles que acom pañan al rey en la cacería. El interés de es ta escena, apa rte de su be lleza y valo r testim onial, radica en la participación directa del m onarca en la cacería . Esta es un a actividad que Alfonso X ya defendió en las Partidas para ap render a suf rir, se la co nsideraba como preparatoria del arte de la guerra, de ahí su in terés p ara un soberano. De Alfons o X vimos una imagen de rey cazador en las Cantigas, también la tenemos de Alfonso XI en este tratado específico. Como es sabido la montería es una activ idad propia de los caballeros, a los que servía de entrenamiento para la guerra, de ahí colegimos la importancia que le daba don Alfonso, muy interesado en la s actividades bélicas, que ta n im portantes fueron en su reinado y que culminaron en la victoria del Salado. Este libro, siendo muy diferente a la Crónica Troyana, tiene en común con ésta el que a mbos sirven para aprender el arte de la lucha y el manejo de las armas. 3.5. SPECULUM REGUM. Obra escrita por Álvaro Pelag io62, para ensalzar la figura del dedicatario, Alfonso XI, entusiasm ado por su victor ia del Salado. Según Filgueira Valverde 63, la termina de escribir en Tavira en 1344 y se la dedica porque se sentía súbdito suyo, aunque ocupara una silla episcopal portugue sa; además le adm ira profundamente pues le conside ra un ilustre def ensor de la f e católica. Quiere señalar los lím ites de la potestad temporal y glosa com o virtudes de l gobernante las siguie ntes: la prudencia, templanza, contin encia, clem encia, m odestia, sobriedad, paciencia, fortaleza, perseverancia y m agnanimidad; también expl ica cuáles son los deberes de su vida privada y cuáles las normas de su vida espiritual. Esta obra es un i mportante tratado político, dentro del género de los “espejos de príncipes”, tan famosos en la baja Edad Media, desde Egidio Colonna y Santo Tomás. El hecho de que una personalidad del m undo de la cultura, com o era Pelagio, le dedicara una obra, indica el prestigio que lle gó a tener este rey castellano dentro del orbe cristiano. 3.6. LIBRO DE LA CORONACIÓN DE LOS REYES DE CASTILLA Y ARAGÓN64. 3.6.1. EL AUTOR Y LA FECHA. Ambas cuestiones han sido polém icas, debi do a las diferentes interpretaciones que derivan de lo que en el fol. 1r, al comienzo del texto, se dice: Al m uy alto e m uy noble señor don Fern ando por la gracia de Dios Rey de Castiella e de León etc., e par del Em perador en la Españas, Ra món, por la 62 Im portante c lérigo de C ompostela, estuv o e n A vignon l lamado p or el papa J uan X XII, quien finalmente le nombró obispo de Silves en el Algarve portugués (FILGUEIRA VALVERDE, José: Fray Álvaro Pelagio, Pontevedra: Diputación Provincial, 1990, pp. 9 y ss.) 63 FILGUEIRA VALVERDE, José: Ibidem, pp. 18 y ss. 64 RBME, ms. &.III.3. 297 misericordia de Dios, obispo de [raspado] , así m ismo a su servicio e a lo de Dios. Se trata de identificar al rey y al obispo, que es el au tor. El nom bre de la sede episcopal aparece borrado y el del rey aparece en tinta de color negro, diferente del resto y escrito sobre raspado. Sánchez Albornoz 65 respondió a am bas cuestiones con sólidos argumentos. Según este especialista el nom bre de la sede que se puede leer en el raspado es Coi mbra. El hecho de que el autor sea un portugués viene confirmado por varios detalles filológicos, artísticos e históricos observables en el contenido del códice. Como la letra es característica d el siglo XIV, y en la prim era mitad de este siglo hubo dos obispos Ramón en la sede citada, cree que el rey es Alfonso XI, que adem ás estuvo casado con una infanta portuguesa lo que pudo facilitar los l azos con el obispo portugués, pero su nombre fue borrado y después se puso Fernando, porque este códice se destinó al rey Católico. Otro argumento im portante para atribu írselo al vencedor del Salado es que organizó una brillante cerem onia de coron ación en Burgos, lo que era extraño en Castilla, aunque es verdad que no siguió al completo el rito propuesto en esta obra66. El aná lisis codicológ ico y ar tístico de es te códice avalan la d atación en la primera mitad del siglo XIV por parte de t odos los especialistas, aunque tam bién hay debate sobre si es anterior o posterior a 1332, fecha de la coronación de Alfonso XI 67; un dato a tener en cu enta es que aparecen los escudos de los infantes Pedro y Felipe, muertos respectivamente en 1319 y 1327, lo que podría indicar que se realizó antes de la primera fecha, incluso en la etapa d e la minoría, pero nos parece ex traño, porque el rey que decide coronarse años después de inic iar su reinado persona l, debería ser él personalmente quien toma la inicia tiva para encargar este códice que contiene un ritual ajeno a Castilla, además, porque, finalmente, celebró dicha coronación, aunque tampoco siguió las ceremonias tradicionales tal y como se disponen en el manuscrito. 3.6.2. EL “ORDO ESCURIALENSE”. Este códice de El Escorial que venimos estudiando tiene dos partes 68. Hasta el fol. 34 contiene el ceremonial de coronación de los reyes castellanos. Desde el fol. 35 al 59 incluye el protocolo de co ronación de los reyes de Arag ón: “Aqueste libro ordenó el muy alto senyor don Pedro III69, por la gracia de Dios rey d’Aragón, el qual tracta como los reyes d’Aragón se deven coronar” (fol. 35r) 65 SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio: “Un ceremonial inédito de coronación de los reyes de Castilla”, en Estudios sob re la s institu ciones medievales españ olas, México: Universidad Nacional Au tónoma,1965, pp. 740-744. 66 Linehan comparte la tesis de Sánc hez Albornoz y agrega que R amón de Coimbra fue obispo de esta sede ent re 1319 y 13 33, y que Al fonso XI busc ó u n p relado grato a A vignon y fam iliar en l a escena castellana, pero extranjero, porque era un a manera de relegar a lo s obispos castellanos de la cere monia (LINEHAN, Peter: History and the historians of Medieval Spain, Oxford: Clarendon Press, 1993, p. 584. 67 Maravillas de la España Medieval. Tesoro sagrado y monarquía, León: Junta de Castilla y León, 2001, p. 97. Olga Pérez Monzón resume muy bien los partidarios de una postura y de otra. 68 Las citas textuales son transcripción del texto del ceremonial que recoge este manuscrito. 69 Según Yarza, se atribuye erróneamente a Pedro el Grande de Aragón, cuando fue preparado por Pedro el Ceremonioso para su coronación en 1336 . Piensa que se debió añadir al texto castellano años después de estar escrito e historiado. ( YARZA LUACES, J.: “El Libro de la Coronación”, en Vestiduras ricas. El Monasterio de l as Huel gas y su époc a ( 1170-1340), catál ogo de l a exp osición, M adrid: Pat rimonio Nacional, 2005, p. 152. 298 A nosotros nos interesa com entar el cer emonial castellano, en el que hay dos partes bien diferenciadas. Los primero folios, a manera de Prólogo, explican la finalidad de este libro: Señor, por que fama es por todas partes del mundo que vos, a servicio de Dios e a honrra de los vuestros regnos e a enxalçam iento de la christiandade, queredes reçebir la santa orden de cavallaría, de coronaçión e de consagraçión. Et por que los libros sobre este offiçi o se fallan desvariados et m enguados, yo señor tengo el mío conçertado con el libro de la cámara del Papa, con el qual ya fueron sagrados et coronados Emperadores et Reyes. Porque yo señor querría que la vuestra sagra fuesse fecha conp lidamientre et sin yerro ninguno, por ende vos envío la dicha ordinación scripta en romanço con sus ystorias pintadas, quales le pertenesçen. E t ot rosí el officio todo conp lido con sus orationes en latín. Et devedes saber señor que esta sagra es de grand virtud et viene del Viejo Testamento, ca los reyes del Viejo Testam ento reçebían esta sagra en la cabeça por Dios, como la reçebió David el propheta […] Et esto fue confirm ado en el Nuevo Te stamento por el apóstolo Sant Paulo. Corinth. I. […] (fols. 1r-2r) También explica las virtudes que deben adorna r al rey: “deven seer fuertes en fe e en esperança, carid ade, paciencia e sabe nçia” (fol 3r); esta parte del contenido recuerda a los llamados “Espejos de príncipes”. A partir del fol. 5v, ya explica con todo detalle el cerem onial propiamente dicho: “Tórnom e a la ordi naçión de la sagra que tal es”. El lugar elegido para el cerem onial es la catedral de Sa ntiago, en cuya puerta el rey será recibido por los obispos y arzobispos, el obispo que lo va a con sagrar le da la paz y el rey hace el juramento de proteger y defender la fe y la Santa Iglesia de Roma. La primera ceremonia importante es la unción: Levante el Rey et liévenlo los obispos e los ricos omes a la más allegada capiella del altar principal. Et uno de los obispos tom e el olio exorzizado con el dedo mayor, et unga al Rey en el ombro derecho, et entre las espaldas. (fol. 19v) A continuación los obispos dicen unas oraciones en latín, cuya traducción es: Que sean ungidos esos hombros con el óleo sagrado, con el que todos los reyes y profetas fueron ungidos, así com o Samuel ungió a David en su coronación, que así sea bendecido el rey designado para esos reinos sobre ese pueblo que el Señor tu Dios te dio para regirlo y gobernarlo […] Señor, Dios om nipotente […] te pedim os con insisten cia q ue a és te tu siervo Fernando [nombre raspado] le concedas la fuerza de la dignidad para el gobierno […] que con el don que inspira el Espíri tu Santo pueda gobernar librem ente al pueblo, su súbdito, con justicia igualitaria. (fol. 19v y 20r) Cfr. PALACIOS MARTÍN, Bo nifacio: “ El cerem onial”, en El ceremonial de la cons agración y coronación de los reyes de Aragón. Ms. 14425, Biblioteca Lázaro Galdiano, edición facsímile, Zaragoza: Diputación General de Aragón, 1992, vol. 2, p. 124. Dice que es el segundo ceremonial aragonés que se conoce y que pertenece al reinado de Pedro IV, y que fue el que con toda probabilidad se usó en su propia coronación. Este texto sólo se conserva en esta copia de este códice castellano. 299 La unción no tenía tradición en Castil la, pero era com ún en otros reinos europeos. El contenido de las oraciones nos e xplica el significado de esta cerem onia, se le compara con el rey David y se le consider a el delegado de Dios para regir a l reino y lo debe h acer con jus ticia; tre s ideas que definen la m onarquía castellana, según venimos estudiando, desde Alfonso X. La segunda ceremonia es la de ser armado caballero. Ésta sí es de larga tradición castellana. El ideal cab alleresco va ligado a la Reconqui sta y ya hem os visto com o la caballería tenía un hondo significado para Alfonso XI. Dice el códice: La espada del Rey deve seer nuda sin vayna sobre el altar de Santiago. E t dévela tomar el que dixiere la m issa et d arla al Rey en las m anos juntas; o se m ás ploguiere al Rey, tóm ela él del altar. Et téngala assí entre las m anos, et el arçobispo que dixier la missa diga esta oraçión. (fol. 30v) El rey entonces se envaina la espada, después la saca y la esgrime tres veces. Ungido y arm ado caballero llegamos a la cerem onia de la coronación que culmina todo el rito: Et después que el Rey fuere fecho caval lero de Santiago, en señal de m ayor gloria, el que dixiere la m issa le ponga una mitra obispal en la cabeça, et sobre la mitra la corona real et diga esta oraçión […] ut ab ipso domino nostro Ihesu Christo in consorcio sanctorum eterni coronam accipias70 (fol. 32v) Según Sánchez Albornoz 71, este cerem onial no tiene relación con otros españoles, entre otras razones porque no perdura ninguno de época anterior, aunque cree que debió de existir un ritual para la ordinatio de los reyes visigodos ; cree que es copia de rituales extran jeros, en especial d el Libro de la Cámara del Papa , como el propio Ramón de Coi mbra declara; por eso la sim ilitud con el “O rdo romanus” es indudable. Pero en el “Ordo escurialense” hay novedades, como la prim era parte teórica sobre el poder real y la ceremonia de caballería. Según Linehan72, Ram ón de Coim bra confeccionó el rito escurialense por comisión real y, para ello, tom ó com o base el “Ordo im perial” (es lo m ismo que el romanus) que se usaba para la coronación papa l del emperador alemán. Pero tuvo que hacer algun as concesio nes al rey castellano, en cuyo esquem a de valores, la intervención eclesiástica debía reducirse a lo necesario, a la unción, por ejem plo; pero en la interpretación de la entrega de la espada, antes de la co ronación, tiene que aceptar que el rey saque la espada del altar con sus propias manos. Alfonso XI no siguió este cerem onial, que él había encargado, según sabem os por el relato de la Crónica. En primer lugar, hemos visto que se produce una separación 70 La oraci ón dice: “que reci bas la corona del propio Nuestro Señor Jesucristo, en unión eterna de los santos”. 71 SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio: “Un ceremonial inédito de coronación de los reyes de Castilla” en Estudios sobre las instituciones medievales españolas, México: Universidad Nacional Autónoma, 1965, pp. 744 y ss. 72 LINEHAN, Peter: “Id eología y litu rgia en el reinado de Alfonso XI de Castilla” en Génesis medieval del estado moderno. Castilla y Navarra (1250-1370), Valladolid: Ámbito, 1987, pp. 232 y ss. Cfr. El mismo autor cuando dice que existía el “ordo” de Toledo que había sido usado en 1280, aunque es probable que no lo conociera, pero que Alfonso XI quería un nuevo rito, y para ello buscó el servicio en Avignon, al igual que las ropas de oro y las pieles que necesitaba tam bién las tra jo de la se de pa pal. (LINEHAN, Peter: History and the historians of medieval Spain, Oxford: Clarendon Press, 1993, p.584.) 300 física entre la ceremonia caballeresca, que se celebró en Santiago, y la de la coronación que tuvo lugar en Burgos. Y en ésta última, no permitió que el obispo le corone sino que lo hace él mism o, del mismo modo que en Sa ntiago recurrió a la es tatua del santo para que le arm ara caballero. Está claro que quería reducir la intervención del clero castellano al m ínimo, no quería que su poder quedara supeditado al de la Iglesia, él lo recibe todo directamente de la divinidad, y, en lo temporal, en su reino no hay nadie por encima de é l. Por lo tan to la imagen de Al fonso XI es la de un rey supeditado sólo a Dios, en cuyo nombre reina de manera autoritaria. 3.6.3. LAS MINIATURAS. Son num erosas y se encuentran en diferente estado de ejecución y de conservación. Según Bordona 73, el dibujo es de buen estilo, pero la coloración y las abundantes aplicaciones de oro son inhábiles, estilísticamente se relaciona con el gótico lineal. No s abemos quién es su au tor, pero quizá proceda de un talle r regio, por el lujo que se observa en el us o del oro, y porque las escenas apa recen enmarcadas por orlas adornadas con el escudo cuartelado de Castilla y León dispuesto en una for ma tretralobulada. Tenem os iniciales miniadas y escenas que ocupan toda la página del códice y que reflejan el contenido del texto. Al comienzo del texto, en el fol. 1r, tenem os una bella A miniada que p resenta decoración de flores y garzas re ales. En la parte superior del interior de la letra aparece la cabeza de un rey con corona decorada con pi edras preciosas; en la parte inferio r la cabeza d e u n obispo co n m itra. Bien pudieran ser el rey Alfonso XI, prom otor de la obra, y el obispo Ramón, autor material de la misma; así queda claro que es un encarg o regio y que a él va dirigida. En el fol. 6v vemos a un grupo de cuatro obispos con sus mitras, bácu los y cru ces, acom pañados de su clerecía, qu e están en la puerta de la catedral para recibir a la com itiva real a caba llo, que aparece en la pág ina contigua, el fol 7r [fig. 11]; el rey, im berbe, lleva cor ona de oro y se cubre con el m anto real, va acompañado por los principales nobles del re ino, reconocidos por los estandartes (los infantes don Felipe y don Pedr o, los Lara, Alburquerque y H aro74); llama la atención el gran estandarte con el cuartelado real qu e encabeza la co mitiva. Esta escena se puede calificar de procesión, que for maba part e del espectáculo propagandístico de la monarquía a que responde todo el ceremonial ligado a la coronación. En el fol. 9v [fig. 12], se ve al rey, ig ual que en la anterior miniatura, a la cabeza de un grupo de nobles, y dos de ellos, que van a pie, llevan las riendas del caballo. En el fol. 10r continúa la escena; hay un grupo de nobles a caballo que m iran hacia el rey, el primero va repartiendo monedas de oro, otro, se dice que el m erino mayor, sostiene la espada real por la punta de m anera que se ve la em puñadura de oro, y otro lleva el gran estandarte con el cuartelado. Para entender estas dos escenas debemos leer lo que dice el texto: Et de los fijosdalgo, de los m ejores de la su corte, deven descavalgar e tom ar las riendas del cavallo en que el Rey cavalga e liévenlo por ellas honrradamientre, et el su thesorero deve lançar dineros por las ruas ante el rey, et el su merino mayor 73 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús: Manuscritos con pinturas, Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1933, p. 95. 74 Maravillas de la España medieval. Tesoro sagrado y monarquía, León: Junta de Castilla-León, 2001, p. 97. El que aparezcan los i nfantes, tutores durante la Minoría, muertos en 1319 y 1327, pudiera i ndicar que este códice se hizo antes de esas fechas. 301 deve trayer la espada alçada ante él. Et assí deven yr fasta las primeras gradas de la yglesia de Santiago75. Por lo tanto es otro momento de la procesión real. El que se reparta dinero entre la multitud es una manera de realzar la bondad del rey y de hacerle popular. El destacar la espada hace alusión a la ceremonia de armarle caballero que se va a celebrar. Otro momento importante es el que refleja el fol. 22r [fig. 13]; en él se ve al rey, lujosamente vestido con m anto dorado, arrodi llado ante el altar donde está la cruz, recibiendo la unción del obispo en su hom bro derecho. Esta m iniatura está inacabada. Pero se puede deducir que el m onarca se considera subordinado sólo ante Dios, que es ante quien humildemente se arrodilla. Estas imágenes comentadas, como ya hemos explicado, ilustran el texto obra de un arzobispo que bebe del cerem onial imperial, pero no corresponden a las cerem onias tal y com o tuvieron lugar, probablem ente, después de ser escrito. Hay detalles que Alfonso XI no com partiría, por ejemplo, en la escena que repres enta el beso de la paz (fol. 11v), el obispo y el rey ocupan el centro y tienen la misma altura, es decir están representados como iguales, y esta equipara ción de los dos podere s es lo que no quería el vencedor del Salado. Alfonso XI no lo siguió, porque tanto en la investidura como en la coronación quiere dejar clar a su independencia frente al clero castellano, su doctrina política era la defensa del rey como el superior en lo temporal. 3.7. SUMA DEL VIRTUOSO DESEO76 Obra que compuso Pedro Núñez de Osuna a instancia de Lope de Acuña, conde de Buendía. Es, en realidad, una sum a de crónicas de los reyes de España; en la tercera parte se refiere a los reyes de Castilla y León. Este códice no tiene fecha, pero su relato llega hasta la batalla de Fu enterrabía, que sabemos tuvo lugar en 1476, por lo tanto debió ser escrito en el reinado de los Reye s Católicos. Según el m ismo autor dice, su finalidad es claramente didáctica, o sea, que quiere qu e se conozcan los hechos de los reyes pasados para aprender de ellos y po r e so nos tran smite las im ágenes de los monarcas, con sus aciertos y errores: Plógome ordenar esta summ a con breve com pendio, tomando las cosas que en ella van es criptas de muchas corón icas, aquello que m ás provechoso es para avisación de los que oy son presentes o serán de aquí adelante. E commo e s suma prudençia a todos los entendidos aver en m emoria los grandes fechos passados que los m uy altos señores prín çipes, reyes, em peradores, cónsules, sabios e grandes señores que fisieron, e buenos enxiem plos que dexaron, o por remembrança, de los quales se consigue virtud a las personas que los saben, assí de los que deste m undo son fallesçidos en grado no virtuosos. Por ende que los que sabidores son de las tales cosas e bue nos enxiemplos por presente a ellos se alleguen, e de los vicios se aparten (fol. 27r). Es interesante por los dibujos a plum a que ilustran esta obra, que, com o el autor dice: 75 Fols. 8r y 8v. 76 BNE, mss. 1518. 302 E porque ayan más breve información los que en esta dicha summa leyeren, puse la figura de cada un señor rey e emperador porque vista su figura traiga a la memoria sus fechos e virtudes (fol. 27v). En cada folio aparecen representados dos reyes y debajo de cada uno su biografía, breve, resaltando lo s hechos m ás importantes de l reinado. Hem os escogido para analizar la figura de Alfonso XI porque es distinta a las demás (fol. 112 r) [fig. 14]; todos aparecen representados como la figura de Fernando IV, que ve mos a la izquierda. A la derech a aparece dibujada y coloreada la imagen mayestática de Alfonso XI, está sentado en un gran trono de tracería gótica, cuyo asiento está cubierto por una tela dorada y su s pies repos an en un es cabel, estos dos detalles son sím bolos de m ajestad, además lleva corona, la poma en su mano izquierda y en su derecha sujeta un gran cetro de oro, este elem ento es novedoso, pues los dem ás presentan espada; este detalle junto con el colorido hace que se diferencie de las demás. Lo que nos hace pensar que el autor quería resaltar a este rey, en cuya biografía destaca que hizo el Ordenamiento de Alcalá, que tomó Algeciras y que m urió en el cerco de Gibraltar; precisa mente él que tuvo lo mayores éxito militares, no lleva espada, pensamos que quiere mostrarnos la imagen de un gran rey en m ajestad: legislador y defe nsor de la fe cristiana, am bos valores fundamentales en la m onarquía castellana bajom edieval. Desde el punto de vista estético, po demos apreciar que no tienen gran calidad, resultan toscos, incluso no parecen obra del siglo XV, por su falta d e volumen y naturalismo; ciertamente el artista no debía ser m uy hábil, pero tam poco era la intención hacer una obra de arte, sino simplemente, com o dice el texto, ilustrar el co ntenido para obtener u na im agen m ás fácilmente del monarca. 3.8. POEMA DE ALFONSO ONCENO77. Se le puede considerar una crónica rimada com puesta por Rodrigo Yáñez, servidor áulico del rey, en 1348. Los datos que contiene son verosím iles, pero, en realidad, es un panegírico del rey, p ues ensalza sus hazañas: la vi ctoria del Salado, la conquista de Algeciras y el som etimiento de la nobleza, así com o justifica la relación con doña L eonor de G uzmán o las m uertes de los nobles contrarios a su política, se puede decir que los hechos están recogidos de una m anera bastante desigual pues minimiza las acciones inicuas y realza las valerosas hazañas. El poema recoge las d iversas etapas de este reinado: la m inoría, la m ayoría, la coronación, la guerra con Portugal, las guerras contra los benim erines, la batalla del Salado, el cerco d e Alg eciras, pero faltan los ú ltimos folio s que s e han perd ido. Hay unas estrofas en las que se recogen los consej os del ayo sobre la responsabilidad de ser rey y la inmortalidad que por ello le espera, porque, después de muerto, se le sitúa en el reino celestial. Es una im agen poco usual, pue s es m ás corriente la de la inm ortalidad dinástica. Dice así: E de los regnos d’España que vos puso en poder. Si le diéredes recabdo sodes de buena ventura, e seredes heredado 77 Este Poema se conse rva en un manuscrito muy deteriorado en la RBME, mss. Y-III-9. Diego Catalán ha esc rito varios a rtículos s obre él , pero l a edi ción que vamos a c onsultar es l a de Ju an VICTORIO: Poema de Alfonso Onceno, Madrid: Cátedra, 1991. 303 en el regno del altura allý avedes a ir, do los nobles reys fueron, e do avedes a vevir por secula seculorum. (estrofas 125-6) También alude a las fiestas cuan do fue armado caballero y a las de la coronación, de las que, en pocos versos, nos describe su grandiosidad e importancia. Por onra e paz ganar, ayuntó la su compaña, su espada fue tomar en Santiago de España. En aquel día ganó este rey muy gran loor; para Burgos se tornó aqueste noble señor. Las Huelgas encortinaron de paños de gran nobleça por las paredes echaron paños de muy gran riqueça. El noble rey aquel día su corona fue tomar, la reina doña María ý la fizo coronar ricos omnes que llegavan e omnes de gran valor cavalleros se armavan por mano deste señor. (estrofas 390 y ss.) Las estrofas que describen la batalla del Salado se hacen eco de l v alor de l monarca, y es significativo que se refiera al pendón del rey como símbolo fundamental, lo que es una característica peculiar de la monarquía cas tellana. Es la im agen del rey guerrero la que aquí se hace palpable, era muy querida por los castellanos, que gustaban de ver en él al caudillo de la lucha contra los musulmanes: Las sierras atravesava, bramando iva como oso por el su real entrava el noble rey don Alfonso, el su cuerpo bien guardando, de las sus armas guarnido, e el pendón muy preciado por la tierra bien tendido. (estrofas 1711-1712) […] Los moros iva feriendo este buen rey sin dubdança, castellanos los seguiendo e faziendo gran matança. (estrofa 1717) 304 María Rosa Lida de Malkiel 78 ve en este poem a la influencia del Libro de Alexandre, pues para ella el personaje de A lejandro es una constante en la literatura medieval española, es un modelo de rey guerrero, un espejo en el que se miran los reyes castellanos. Es la única alusión clásica en todo el poema, m ientras que abunda el parangón con personajes caballerescos. La cita concreta aparece en las ú ltimas acciones de la batalla: De aquesta fincó necia África sin toda falla; Alixandre, rey de Grecia, non ferió mejor batalla (estrofa 1773) Alfonso XI proyecta la im agen de r ey guerrero perfectamente en el poem a que acabamos de estud iar donde se narran sus hazañas m ilitares. En el manuscrito de El Libro de Alexandre que se conserv a en la Bib lioteca Nacional de Madrid 79 hay un dibujo a plum a que representa al rey arengando a sus soldados [fig. 15], es de estilo bastante tosco, fechado en el siglo XIV, por lo que bien podría ser un prototipo para representar a don Alfonso. Esta escena podr ía ponerse en relación con los m omentos previos a la batalla del Salado, por ejemplo, porque el monarca aparece con corona y su espada, sujetada por sus solda dos por la punta al igual que he mos visto en el códice de la Coronación, está a su lado, en lugar preferente, bien destacada. 3.9. CRÓNICA DE ESPANYA DE JUAN FERNÁNDEZ DE HEREDIA El Gran Maestre don Juan Fernández de Heredia80 mandó escribir una ambiciosa Grant Crónica de Espanya, una vez aprobada la versión aragonesa, encargó hacer una copia lujosa, en castellano, destinada a su bib lioteca particular. En concreto la III Parte es una traducción de la Crónica de Alfonso XI , a trav és del prototipo de la Crónica de cuatro reyes, y fue terminada de copiar por Fernando de Medina entre 1388 y 139381; el relato llega hasta la to ma de Algeciras Es u n lujoso có dice82, de gran tam año, en pergamino, escrito en dos colum nas, en letra gótica m inúscula de gran tam año, muy esmerada. El dedicarlo exclusivamente al rey castellano se puede explicar, porque era el monarca generacionalmente más próximo al Maestre, porque fue un gran protagonista de la lucha contra el Islam , proyecto común a todos los reinos cristianos peninsulares y porque fue un rey poderoso y admirado fuera de su reino. El contenido no nos aporta nada a lo ya explicado en el apartado dedicado la Crónica, pero presenta bellas miniaturas, tanto en las orlas como en las letras capitales, y nos interesan algunas de éstas porque reflejan la imagen del rey Alfonso y, además, en su evolución física. Según Cacho Blecua, no tenem os datos suficientes sobre los 78 LI DA DE M ALKIEL, M ª Rosa: “Dat os para l a l eyenda de Alejandro e n l a e dad media espa ñola”, Romance Philology, XV (1961), p. 413. 79 BNE, Vit. 5-10, fol. 45v. 80 Ara gonés, Gran M aestre de l a Orde n del Hospital de Je rusalén, prestó servi cios al r ey Pedr o I V en misiones militares y di plomáticas. En l a curi a de Aviñón desempeñó im portantes carg os y t uvo l a confianza de Inocencio VI, Gregorio XI y Clemente VII. Su vida es un ejemplo de ambición y capacidad lo que le llevó a concent rar cargos y po der. Mur ió en 1 396. Fu e un hijo d el sig lo XIV qu e cr eó u n scriptorium en el privilegiado ambiente de l a ciudad papal, por medio del cual desplegó una gran labor cultural, ya que produjo libros de gran calidad, y e ntre ellos destaca la Gran Crónica de Espanya por la relevancia del conjunto de sus miniaturas. 81 CACHO BLECUA, Juan Manuel: El G ran Ma estre Juan Fern ández de H eredia, Zaragoza: Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1997, pp. 76 y 109. 82 BNE, mss. 10134. 305 miniaturistas, pero sí sabemos que fueron realizadas en los talleres de Aviñón y que son de estilo italiano, en concreto boloñés. Esta obra no se distribuye en libros, por lo que las miniaturas se sitúan en etapas significativas de la narración. En el com ienzo de la crónica e historia del rey, cuando siendo m enor de edad es procla mado rey, en la inicial capital E83 [fig. 16], se le representa como un niño, lleva corona sobre su melena rubia, y el cetro, deteriorado en su parte superior, en la mano derecha, viste un gran manto rojo forrado de armiño; como se puede apreciar son claros los sím bolos del poder del rey, aunque en esos m omentos se haya establecido una tutoría. En el momento que sale de las tutorías: “en el anyo de la era de m il et CCC LXX, en el m es de agos to día de Sant Ypólito, el Rey don Alfonso cumplió 14 anyos”, la imagen de la letra capital E84 [fig. 17] presenta los mismos rasgos faciales pero en edad juvenil, lleva cor ona y m anto verde forrado de arm iño, en este caso su mano derecha levantada con el dedo índice en señal de adverten cia denota una actitud firme. Otra miniatura aparece en el relato de cóm o el rey prepara con sus nobles la toma de Tarifa, ya es un personaje adulto con barba incipiente, que levanta la espada en su mano derecha con actitud amenazadora85 [fig. 18]. La última, muy interesante por ser una escena narrativ a, aparece en una letra capital O86 [fig. 19], se ve al rey más viejo, barbado, con corona sobre el casco, c on una gran espada levantada en su mano izquierda mientras que con la derecha a dvierte a dos personajes coronados de tez oscura, asim ismo él va acom pañado de otro rey iconográficam ente sim ilar; como se cuenta la historia de la batalla de Tarifa y la del río S alado, deducim os que los personajes que le acompañan son el rey Alfonso IV de Portugal, que participó en ella, y los reyes de Granada y Alboaçén de Benamarín, que fueron los derrotados en esa batalla de 1340. Las miniaturas descritas, además de su gran calidad artística y la riqueza de su colorido, nos llaman la atención porque reflejan la evolución física del monarca, desde su niñez a su madurez, parece que quieren ser un retrato del personaje, aunque es difícil que lo fuera, no parece que el artista de Aviñón pudiera con ocer al rey castellano a lo largo de toda su vida, pero podemos ver en ello un antecedente de los retratos que encontraremos en la siguiente centuria. Pa ra dar continuidad a la serie cronológica, todas las letras que son doradas, presen tan un fondo azul con unos delicados roleos blancos. 4. LA IMAGEN EN LOS DOCUMENTOS REALES. 4.1. LAS CARTAS PLOMADAS. Recogemos algunos ejem plos de este tipo docum ental porque durante este reinado aparecen los últimos ejemplares. No son tan solemnes ni tan hermosos como los privilegios rodados, pero su contenido es in teresante, pues a través de las concesio nes, de diversa índole, que hace el rey, podemos atisbar cuáles eran los problemas cotidianos del reino y cuáles son las soluciones que el rey decide para solventarlos. Por ejemplo: * 1315, junio, 13. Burgos87. 83 BNE, mss. 10134, fol. 1r. 84 BNE, mss. 10134, fol. 36v. 85 BNE, mss. 10134, fol. 186v. 86 BNE, mss. 10184, fol. 197r 87 AHN, Clero, carpeta 1033, nº 2. 306 El rey concede a los vasallos de Besa res que en vez de 22 pecheros tengan solamente 15. Correspo nde a su m inoría y aparece suscrita por los tuto res. Sirve para conceder im portantes privilegios económ icos a los concejos, que fueron uno de sus apoyos durante la minoría. * 1348, agosto, 25. Rascafría88. El rey concede a los vecinos y moradores de Sotosalbos, para que se pueble mejor la dehesa y el ejido, para que puedan labrarlos y que pasten los ganados. Es un ejemplo de la preocupación por la despoblac ión de Castilla, que demuestra que Alfonso XI trabajó por mejorar su reino también en el orden económico. 4.2. LOS PRIVILEGIOS RODADOS. 4.2.1. CAMBIOS EN EL DOCUMENTO. Durante este reinado se produjeron reform as en la Cancillería; por ejem plo, se crea una Notaría especial para emitir este tipo de documentos, cuyo oficial mayor, desde 1326, será Ferrán Rodríguez, cam arero del rey. Es la prim era oficina expedidora de documentos reales que se separa de la Canc illería, y es el re y, quien a través del camarero real, transm ite la orden de re dacción del docum ento. Esta innovación, estudiada por Isabel Ostolaza 89, obedecía al des barajuste que existía en los lib ros de Cancillería y de Cám ara, que eran neces arios para comprobar qu e las m ercedes concedidas con anterioridad eran co rrectas, por eso decide poner rem edio y, una de las misiones de la nueva Notaría es el estudio de la legalidad de lo s privilegios que se presentaban para ser confirm ados; según es ta especialista, por ser docum entos que contienen grandes mercedes económicas, por el estado calamitoso de las rentas reales y por la necesidad que tenía de dine ro para sus e mpresas militares, qu iso estab lecer un control, incluso, a veces, suspende las c oncesiones anteriores, lo que motivó grandes protestas, pero el rey ratifica sus m edidas, ejerciendo su autoridad y demostrando una visión política casi m oderna, porque antepone las “razones de estado”, com o por ejemplo la defensa contra los benimerines, para lo que necesitaba dinero. Las razones que acabam os de exponer pudieran explicar el porqué abun dan los privilegios de confirmación en este re inado. Ade más, después de una m inoría turbulenta, del tam bién turbulento reinado de su padre, en que se concedieron m uchas mercedes, los beneficiarios se veían en la necesidad de confir mar sus donaciones para que fueran válidas. Por su parte, él concedió pocas m ercedes. Este es o tro ejemplo más de la política centralizadora y de control minucioso de todos los asuntos que llevó Alfonso XI, lo que nos proporciona una im agen de rey que cuida todos los detalles para demostrar que reinaba de manera justa y coherente. En el aspecto externo de la rueda hay novedades. Es de m ayor tamaño, de tonalidades vivas, se suprim e la cruz del círculo central, que aparece inscrita en un cuadrado decorado con motivos variados y vuelven a aparecer los leo nes coronad os. Naturalmente estos cambios se observan dur ante el reinad o pers onal y, en especial, después de su coronación. Se pueden apreciar en el privilegio otorgado en Valladolid el 88 Archivo Catedralicio de Segovia, sig. 12-14. 89 OSTOLAZA, Isab el: “La Cancillería y otros organ ismos d e ex pedición d e documentos du rante el reinado de Alfonso XI (1312-1350)”, Anuario de Estudios Medievales, 16 (1986), pp. 169-172. 307 12 de octubre de 1335 al m onasterio de Santa María la Real de Valladolid 90 [fig. 20], que presenta un signo de 14’5x14’5, enm arcado por un cuadrado cuyas enjutas están decoradas con un escaqueado sim ilar al de las m iniaturas del Ordenamiento de Alcalá (véase fig. 3), en unos tonos verdes muy llamativos. Otra cos tumbre que se consolid a es la d estacar los nom bres de Dios y de la Virgen del m ismo modo que los de l rey, reina y príncipe heredero 91. Todos aparecen más grandes y sobre un fondo de color diferente a m anera de cartucho. Se puede apreciar en el privilegio ot orgado en Tordesillas el 15 de agosto de 1345, por el que concede a los vecinos de Sevilla q ue m antuviesen caballos y arm as, así com o a sus viudas, la exención del pago de la moneda forera 92; en éste los nom bres son de color oro, al igual que la rueda, por lo que re sulta muy lujoso y lla mativo [fig. 21]. Esta innovación en la escritura es un ejemplo de cómo ésta es utilizada por el poder regio para establecer una jerarquía gráfica en la que la m onarquía se equipara con la Divinidad93. 4.2.2. EJEMPLOS DOCUMENTALES. Alfonso XI se vio obligado a confirmar muchos privilegios a la Iglesia, Nobleza o ciudades. Veamos algunos ejemplos: * 1315, noviembre, 9. Burgos94. El rey confirma el privilegio de Sancho IV dado a la orden de predicadores para que no paguen portazgo. Al estar hecho durante la minoría del rey, la suscripción real la hacen sus tutores: “El infante don Johan, tío e tutor del rey e Se ñor de Viscaya, confirm a. El infante don Pedro, tío e tutor del rey, confirma”. * 1330, octubre, 15. Córdoba95. El rey confirma la exención del pago de impuesto de acémilas a los pu eblos de la Orden de Santiago del arzobispado de Toledo y obispado de Cuenca. Éste tiene de interés qu e aparece la fi rma autógrafa del rey: “Yo el rey don Alfonso” [fig. 22], lo que ya he mos visto en otros reinados, pero es excepcional; y en este caso lo interpretamos como una m uestra más del prot agonismo de Alfonso XI en las distintas facetas del ejercicio del poder, dejando patente su intervención directa. * 1334, enero, 10. Sevilla96. El rey confirm a al concejo de Gabr ete, cerca de Córdo ba, una serie de privilegios sobre dehesas y exenciones de impuestos. 90 BNE, Vit. 5-11 91 “en uno con la reyna doña María mi muger, e con nuestro fijo el infante don Pedro, primero heredero”. Reseñamos q ue sie mpre recon oció co mo su h eredero al hij o de su m atrimonio leg ítimo co n María de Portugal. 92 AMS, sec. I, c.2, nº45. 93 Esta idea a parece en: B ORRERO FERNÁNDEZ, & FER NÁNDEZ GÓMEZ, & IGLES IA FERREIRÓS, & OSTOS SALCEDO, & PARDO RODRÍGUEZ: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a través del privilegio rodado, Sevilla: Ayuntamiento-Universidad-Fundacion El Monte, 1995, p. 29. 94 AHN, Clero, carp. 185, nº 16. 95 AHN, Órdenes Militares, Uclés, carp. 5, nº 42. 96 AHN- Nobleza, Osuna-Béjar, carp. 10, nº 14 308 * 1339, enero, 15. Madrid97. El rey confirm a al m onasterio de Sa nto Domingo de Silos todos los derechos, libertades, franquicias, gracias y costumbres que tenía por merced de sus antecesores. Un detalle inte resante, que res alta Ostolaz a98, es que en las suscripciones referidas a miembros de la fam ilia real incluye a los hijo s de Leonor de Guz mán, a los que ha dado im portantes títulos. A quí tene mos un ejem plo de la contradicción de su política; se niega a confirmar muchos privilegios para no perder rent as, pero crea unos nuevos y poderosos señores en los hijos que tuvo con Leonor de Guzmán. Podemos concluir que en este largo e im portante reinado, el privilegio rodado se hace más solemne y se enriquece p ara dar la im agen de un rey poderoso que es cabeza de una monarquía robustecida por su acertada política para someter a la nobleza, clero y concejos, lo que no es óbice para conc ederles las m ercedes, que sólo al rey corresponde. Asimismo las reform as administrativas demuestran el control que ejerció sobre los cargos de su Corte, que son otro ejemplo m ás de la au toridad con que reinó. Por otro lado este tipo documental le sirve para exhibirse como el representante directo de Dios, del mismo modo que lo ha dejado claro en la ceremonia de su coronación. También, como dice Ostolaza, sirve para reflejar la apoteósis de los últimos años de su reinado, y pone c omo ejemplo el priv ilegio dado en Alcalá de Henares el 10 de mayo de 1348, que dice: Toribio Fernández lo fiz escrivir por mandado del rey, en el anno ochavo que el rey don Alfonso vençió al poderoso Albohacen rey de Marruecos e de Fez e d e Jujalmença e de Tremecen e al rey de Granada en la batalla de Tarifa99. 5. LA IMAGEN DEL REY SOBRE OTROS SOPORTES. 5.1. LA IMAGEN DEL REY EN LOS SELLOS. Los sellos tienen una representación del rey que está cargada de sim bolismo. En este reinado distinguim os claram ente los ut ilizados en las dis tintas etapas, que se caracterizan por el increm ento del poder del m onarca. La im agen de los sellos más usados en cada una de ellas es una m anera gráfica de ver el fo rtalecimiento del poder real en el reinado de Alfonso onceno. Durante la minoría se utilizó el sello que presenta un castillo de tres torres y dos cuerpos en el anverso y un león rampante sin corona en el reverso, que lleva en ambas caras la leyenda: S. ILDEFONSI. ILLUSTRIS. REGIS. CASTELLE. ET LEGIONIS100, porque, según Teófilo Ruiz, los regent es, en especial M aría de Mo lina, buscaron insistir en la indivisibilidad de la s coronas, peligro que fue real debido a las disputas entre los num erosos tutores que hubo. Tam bién se usó m ucho el sello ecuestre que representa la autoridad del rey en sus dominios ejercida a través de las armas. Otro ejemplo es el sello de plom o pendiente del documento dado en Palazuelos el 3 de agosto de 1314 101 [fig. 23]. En el anverso, el rey va vestido con mallas, lleva un 97 AHN- Nobleza, Frías, carp. 34, documento 9. 98 OSTOLAZA, Isab el: “La Cancillería y otros organ ismos d e ex pedición d e documentos du rante el reinado de Alfonso XI (1312-1350), Anuario de Estudios Medievales, 16 (1986), p.186. 99 AHN, Clero, carp. 313, nº2, en OSTOLAZA, Isabel: Ibidem, p. 186. 100 AHN, Sigilografía, caja 20, nº 3. Documento dado en Valladolid el 22 de noviembre de 1319. 101 AHN, Sigilografía, caja 10, nº 15. 309 yelmo coronado de tres florones, esc udo blasonado con leones y castillos (algo deteriorado) y levanta la espada corta desnuda con la m ano derecha. El caballo galopa velozmente de m anera que la s patas traseras invaden el campo de la leyenda, lleva testuz y largo caparazón blasonado al igua l que el escudo. La leyenda dice: S. ALFONSYS. ILUSTRIS. REGIS. CASTELLE. ET. LEGIONIS. En el reverso, aparece el cuartelad o de cas tillos y leones ram pantes sin corona, dividido por una cruz recrucetada en sus extremos, con la misma leyenda que el anverso. A partir de la m ayoría del m onarca, aparecen novedades significativas. El tipo ecuestre sigue usándose pero el rey lleva el yelmo coronado y en la leyenda dice: S. ALFONSI. ILUS. TRIS. DEI. GRA. REGIS. CASTE. LE. E. LEGIONIS102. Es normal que en la leyenda rem arque que es “rey por la gracia de Dios”, de manera que deja claro que ocupa su lugar en el reino y por eso tiene derecho a ejercer el mayor poder. A partir de 1332, fecha de la coron ación, se impone el tipo m ayestático. Un ejemplo es el que valida el docum ento hecho en Valladolid el 1 de febrero de 1335 103 [fig. 24]. En el anverso pres enta al rey sentado sobre cojín en un rico trono ricam ente ornamentado, en cuyo respaldo alternan leones rampantes sin corona y castillos; los pies descansan sobre un escabel; él viste túni ca y m anto, lleva m elena larga y rizada y corona; en la m ano derecha sostiene el cetro rem atado por un águila con las alas extendidas, y en la mano izquierda lleva el mundo coronado por la cruz; la leyenda dice: S. ILLEFONSII. DEI. GRA. REGIS. CA STELLE. ET LEGIONIS. En el reverso aparece el modelo ecuestre, semejante al ya comentado, y la leyenda es la misma que en el anverso. Este sello, en que se alte rnan los símbolos de majestad y los militares, ya lo vimos en Sa ncho IV, que tam bién fue corona do. Alfonso quiere que sus sellos reco jan la im agen de su m anera de gobernar ej erciendo un poder fuerte, propio de un rey autoritario, que es el modelo que logró imponer después de su coronación. De los últimos años del reinado he mos visto algunos sellos que presentan novedades significativas; vam os a analizarla s en el ejem plar que corresponde a un documento fechado el 10 de octubre de 1345104 [fig. 25]. En el anverso figura la imagen mayestática del rey, pero porta la espada alzada en la m ano derecha y el m undo coronado por una gran cruz en la izquierda; es como si el rey quisiera resaltar su s dos fuentes del poder, la cruz y la espada, en la m isma i magen; adem ás, el rey aparece sentado en un trono form ado por dos leones, cuyas cab ezas y patas delanteras se aprecian a pesar del m al estado del sello, lo cual podría interpre tarse como un sí mbolo del poder monárquico, que con tanto ahínco defendió. En el reverso aparece el cuartelado con leones rampantes coronados, y la cruz bien marcada, rematada en formas treboladas. Pero la nov edad más importante aparece en la leyenda ; está en cas tellano e introduce una nueva fórm ula de presentación del rey que he mos visto en los documentos junto con la enumeración de los reinos más importantes que aparecen en la intitulación: S. DEL MUI NOB LE DON ALFONSO REI DE CASTILL A DE (anverso), TOLEDO DE LE ON DE GALI SIA DE SE VILLA DE COR DUVA DE MURCIA (reverso). Es como si el sello real se convirtiera en la imagen del rey Alfonso XI con todos sus sím bolos parlantes y la enum eración de sus reinos patrim oniales, de manera fácilmente entendible para el pueblo. Llama la atención que en los sellos aparezca bien marcada la cruz del cuartelado, que, como vimos, ha desaparecido de la rued a de los priv ilegios reales ; pero en éstos 102 AHN, Sigilografía, caja 19, nº4. Documento dado en Valladolid el 27 de febrero de 1326. 103 AHN, Sigilografía, caja 21, nº 4 104 CASA MARTÍNEZ, Carlos de la : Colección sigilográfica del Archivo Municipal de Ágreda, Soria: Ayuntamiento de Ágreda, 1983, lámina III, nº 6. Sig: Archivo Municipal de Ágreda, nº 10. 310 está el crismón y los nombres de la divinidad; en cam bio en el sello será el sím bolo de que es un rey cristiano junt o c on l a fór mula de la l eyenda. Otra muestra de que verdaderamente Alfonso XI cree que ocupa el lugar de Dios en su reino. Como curiosidad, recogem os un sell o de placa, estudiado por Filem ón Arribas105, que es un sello secreto que presenta el busto del rey con corona, flanqueado por un castillo y un león ram pante. Es semejante a una moneda, pero no habíamos visto sellos con el retrato del rey, por eso lo in terpretamos com o otro ejem plo de la personificación del poder en la figura del rey. Vamos a com entar, por su rareza, un se llo de la reina doña María, que aparece en la confirm ación de un privilegio de 15 de junio de 1346 y tiene f orma de doble ojiva106 [fig. 26]. En el anverso aparece la re ina de pie, c oronada, elegantem ente vestida, llevando en la m ano izquierda el cetro; la leyenda dice: S. MARIE. DEI. GRACIA. REGINE. CASTELLE. ET. LEGIONIS. En el reverso aparec e el cuartelado con leones ram pantes con corona y la leyenda: UXORIS. DOMI NI. ALFONSII. SERENISIMI. REGIS. CASTELLE. ET. LEGIONIS. Aunque sabemos que doña María vivió apartada del rey, conser vó su título de rein a y esposa de Alfonso XI, quizás por eso quiso h acer gala de su posición de rein a y las prerrogativas que tenía, com o por ejemplo, dar mercedes y tener sello real; pues es raro ver sellos de las reinas, ni siquiera hemos visto de María de Moli na, en cualqu ier caso, la le yenda deja claro que está supeditada a su esposo que es el rey. Es un sello de cera, de m anera que su m ateria es menos noble que la de los sellos del monarca, normalmente de plomo. 5.2. LA IMAGEN DEL REY EN LAS MONEDAS. Lo más interesante es constatar que c onviven tres tipos de representaciones en las m onedas [figs. 27 a,b,c]. Uno, de oro, si milar a los sellos, con el castillo en el anverso y el león en el reverso 107; otro, con la cabeza coronada del rey de perfil, similar al modelo de los cornados de Sancho IV 108; y el tercero es novedoso, porque presenta la cabeza del rey, con m elena y corona, de frente, sim ilar a la que hemos visto en los sellos de tipo m ayestático109; en estos dos últimos el reverso está ocupado por el castillo. En todas la leyenda es sim ilar y, al igual que en los sellos, se presenta a Alfonso por la gracia de Dios rey de Cas tilla y León. La imagen que nos proporcionan es la misma que en los sellos. 5.3. UNA ESCULTURA. Se encuentra en el clau stro de la ca tedral de Oviedo [ fig. 28] y estilís ticamente es una soberbia escultura. Se hizo com o consecuencia de la visita del rey a la catedral asturiana en 1345, en l a cual hizo una cuantiosa donación al cabildo para construir precisamente el claustro; por eso se le dedica esta obra dentro del estilo gótico del siglo XIV, por lo que se tuvo que se r esculpida en piedra caliza po co después de su visita. Se representa al rey de cuerpo entero, en pie y en posición frontal. Lleva corona, que es el símbolo que m ejor identifica al rey; en la m ano derecha sostiene una gran espada envainada, en la base de c uyo pomo se puede leer: “D. Al f. XI Rex”; en la mano 105 ARRIBAS ARRANZ, Filem ón: Sellos reales castellanos de pl aca, Valladolid: Tip. Cuesta, 1941, p. 98. 106 AHN, Sigilografía, caja 51, nº4. 107 MAN, 104093, D. 5372. 108 MAN, 1994/30/6729, D. 18949. 109 MAN, 1994/50/6891, D. 18950. 311 izquierda lleva un docum ento enrollado que es el privilegio de donación al cabildo ovetense110. Nuevamente la espada es protagonista , siendo lógico que se le represente con el símbolo más claro de la caballería, a la que él ensalzó; además es el símbolo del caudillo militar, y no olvidemos lo importante que fue para él continuar la guerra contra los m usulmanes. Así m ismo se le presen ta com o otorgante de donaciones, función propia de un rey, pero que en este caso le individualiza por que él es el prom otor del claustro para el que se hizo esta escultura. 6. DON JUAN MANUEL. 6.1. BIOGRAFÍA POLÍTICA. Extraordinario escritor literario, adem ás tuvo una proyección política de gran envergadura. Ejerció un cier to protagonism o en el rein ado de su primo Sancho IV, como ya vimos, que se mantuvo con Fernando IV, y que aumentó espectacularmente en el reinado de Alfonso XI, pues fue uno de sus tutores. Además desempeñó un alto cargo público como Adelantado del reino de Mu rcia y se casó en segundas nupcias con Constanza, hija de Jaime II de Aragón, con quien tuvo una hija del m ismo nombre, que será causa del enfrentamiento con el rey, ya que, poco después de su mayoría de edad, se acuerda el m atrimonio entre Alf onso XI y doña Constanza, pero en 1327, el rey concierta su boda con la infanta portuguesa do ña María, m ientras mantiene prisionera en Toro a la hija de d on Juan M anuel, que, ante es ta h umillación tan am arga, se desnaturalizó del m onarca111, con quien estuvo en guerra , con altibajo s hasta 1337, en que firmaron la paz, y el rey, hacien do gala de su “real m erced” le perdona a él y a los suyos; posteriormente, incluso aco mpañó al s oberano en el sitio y toma de Algeciras. Desengañado, pasó lo ú ltimos años de su vi da retirado de la polític a activa, hasta que muere en 1348; fue enterrado, de acuerdo co n su voluntad, en el convento dom inico de Peñafiel, que él fundó. Hay que resaltar que se sentía m uy orgulloso de su rango; realm ente él no era infante sino hijo del infante don Manuel, pero se consideraba superior moralmente a los reyes porque su padre había tenido la be ndición de Fernando III, no com o Sancho IV, que murió maldecido por su padre Alfonso X y, por lo tanto, en esa situación quedaban todos sus descendientes. De esta conti ngencia pudo derivar su carácter puntilloso y soberbio. De la relación entre don Juan Manuel y Alfonso XI, obtenemos una imagen del monarca que certifica la dureza co n que se comportó en algunas ocasiones, y de la que ya hablamos al explicar su retrato. Es un rey que antepone los intereses de su corona y es implacable con sus enem igos. Ambos son ambiciosos y q uieren beneficiarse a cos ta 110 Según Eduardo Carrero, el rey fue en peregrinación a San Salvador de Oviedo, pero de el la no nos habla ni su Crónica ni el Poema de Alfonso Onceno, pero sí hay documentación privada del archivo de la catedral ovetense que habla de esta visita y de la donación que hizo para la continuación de las obras del claustro. (“Estatua del rey Alfonso XI”, en Vestiduras ricas. El Monasterio de l as Huelgas y s u época (1170-1340), catálogo de la exposición, Madrid: Patrimonio Nacional, 2005, p. 146) 111 Se conserva una carta de Alfonso XI a Alfonso IV de Aragón, fechada en Santa Olalla el 17 de marzo de 1328, en la que l e explica las mercedes que había dispensado a don Juan Manuel y la ingratitud con que le corres pondía. Claro que esta carta es respuesta a otra del re y aragonés en que aconse jaba al castellano que no dejara a la hija de don Juan Manuel. También hay que considerar que doña Constanza era hija de una infanta aragonesa por lo que Alfonso IV tiene también interés en esta boda. Ver MOXÓ Y MONTOLIU, Francisco de: “La rel ación epistolar ent re Alfonso XI y Alfonso IV en el Archivo de l a Corona de Ara gón” en Estudios en memoria del profesor don Salvador de Moxó, Madrid: Universidad Complutense, 1982, p. 177. 312 del otro. Cuando el rey se proclam a mayor de e dad, don Juan Manuel busca la alianza con su antiguo rival y ta mbién tutor, don Juan el Tuerto, a quien ofrece la m ano de su hija Constanza; ante esta situación, Alfonso XI responde con dos m aniobras falaces, según Devoto: solicita la m ano de doña Constanz a y ofrece a don Juan el Tuerto la de su hermana Leonor; sancionado su casam iento por las Cortes, el rey encierra en Toro a la hija de su ex –tutor, se casa con María de Portugal y m anda dar muerte a don Juan el Tuerto en la cám ara real. Ante esto don Juan Manuel se alía con el rey de Granada y, además, contrae nuevas nupcias con doña Bl anca de la Cerda, que por su m adre desciende de los Lara, y por tanto, enemiga por ambas ramas genealógicas del rey112. Otro aspecto de la relación entre ambos es el que explica Torres Fontes 113, respecto al cargo de Adelantado del reino de Murcia que ostentaba don Juan Manuel. Cuando se desnaturalizó, Alfonso XI supo llevar una po lítica hab ilidosa y, aunq ue finalmente le mantuvo en el cargo, le limitó los poderes al poner a su lado a hombres de su confianza como Alfonso Fernández Saavedra. El rey demostró una gran maestría al lograr someter a un hombre tan inteligente, poderoso y orgulloso, y de tan mal carácter como era don Juan Manuel y, que de hecho, se convirtió en su enem igo más peligroso. Es una prueba más de que él tenía el poder del gobierno de su reino, que supo im poner s u idea de un estado fuerte frente a la ideología reaccionaria, señoria l, de su opositor político, porque después de derrotarle tomó la decisión de perdonarle y también a sus seguidores, haciendo gala de una merced que sólo puede conceder el rey, como Se ñor natural que es en su reino. Con este episodio, Alfonso XI nos ofrece la im agen del rey poderoso , que sabe perdonar a su s enemigos políticos, pero después de someterlos. No obstante, hay que aclarar que ta mbién cosechó importantes victorias políticas, fruto de su capacidad diplomática, porque su hi ja menor, doña Juana Manuel, será reina de Castilla, por su matrimonio con Enrique de Trastámara, y madre de Juan I, llamado así en honor de su abuelo, aunque este m atrimonio tuvo lugar después de su muerte. Tampoco hay que olvidar que su hi ja Constanza se casó con el infante don Pedro, heredero de Portugal114. 6.2. LA IMAGEN DEL REY EN SU OBRA LITERARIA. Como dice J.M. Lucía Mejías 115 es, antes que nada, un autor nobiliar io, que s e dedicó a la producción literaria para defender la importancia de su linaje. Podemos decir que se convierte en un teórico de los valore s caballerescos, que, en parte, sigue los principios desarrollados por el sabi o rom ano Flavio Vegecio en su obra De re militari116. 112 DEVOTO, Daniel: Introducción al estudio de don Juan Manuel y en particular de El Conde Lucanor, Madrid: Castalia, 1972, p. 202. 113 TORRES FONTES, Juan: “El Concejo Murciano en el reinado de Alfonso XI”, Anuario de Historia del Derecho Español, 23 (1953), pp. 143 y ss. 114 Se conserva el testimonio del Acta de matrimonio por procuración, hecho en Évora el 28 de febrero de 1336, del infante don Pedro, hijo y heredero de Alfonso IV de Portugal, con doña Constanza, hija de don Juan Manuel. (HUARTE Y ECHENIQUE, A.: “Catálogo de documentos relacionados con la Historia de España existe ntes en l os archiv os po rtugueses, siglos XI -XV”, Boletín d e la Rea l Acad emia d e la Historia, 107 (1935), p. 769. 115 ALVAR, C. & LUCÍA M EJÍAS, J.M .: Diccionario filo lógico de Litera tura Med ieval Ca stellana, Madrid: Castalia, 2002, p. 718. 116 MARTÍN, J.L. & SERRANO-PIEDESACAS, L.: “Tratados de Caballería. Desafíos, justas y torneos”, Espacio, Tiempo y Forma. S. III, Hª Medieval, 4 (1991), p. 168. 313 La calidad de sus obras contribuye a ador nar el reinado de Alfonso XI, pues lo enriquece por la gran altura que alcanzan las letras castellanas con la pluma de don Juan Manuel Vamos a com entar sus obras por orden cronológico, resaltando en ellas lo que nos proporcione información sobre la imagen del rey. 6.2.1 LIBRO DEL CABALLERO ET DEL ESCUDERO. Esta ora fue escrita en 1326. Según Lucía Me jías es un tratado heredero directo del título X XI de la Partida Segunda 117, lo que no es extraño, dada la adm iración que tenía por la obra de su tío. Defiende la f unción de los distintos estam entos en la sociedad, en concreto del aristocrático, a cuyos miembros jóvenes quiere educar a través de los consejos de un anciano caballero; sigue el m odelo de la literatura ejemplar de la época de Alfonso X, como por ejemplo del Lucidario. Lo más probable es que su verdadero obje tivo fuera instruir al joven rey, ya que se consideraba a sí m ismo el m ás idóneo entre los personajes de la corte, por ejem plo, en el capítulo III, el caballero dice que para ser un buen rey hay que hacer tres cosas: La prim era, guardar las leyes et fueros que los otros buenos reyes que fueron ante que él dejaron a los de las tierras, et do non las fallare fechas, fa cerlas él buenas et d erechas. La segunda, facer buenas conquistas et con derecho. La tercera, poblar la tierra yerma118. Estos tres objetivos los cumplió Alfonso XI, porque respetó las leyes anteriores como las Partidas que introdu jo a través d el Ordenamiento de Alcalá . Continuó con gran brío la “Reconquista” en la zona del Estrecho con la victoria del Salado. Y, también hemos visto, com o se preocupó por la despoblación de muchos lugares de Castilla. Podríam os decir que el rey sigui ó los consejos transm itidos por don Juan Manuel, a través del anciano caballero. Volvemos a encontrar en esta obra la repetida im agen del rey com o vicario de Dios, y ligada a ella, la del rey que tiene com o principal ob ligación ejercer la jus ticia. En el capítu lo III lo dic e bien cla ro: “Vicarios de Dios son los Reyes para m antenerlos en justicia e en verdad”. 6.2.2. LIBRO DE LOS ESTADOS. Redactado entre 1325 y 1330, época de su desavenencia con Alfonso XI con motivo del repudio de su hija Constanza 119. Es la obra que m ejor expresa el pensamiento político de su auto r. Recoge la d octrina eu ropea de la época de que la sociedad estamental es el reflejo del plan divino sobre el mundo, al igual que la creencia de que al Papa le corresponde el poder espiri tual y por ello “m antener la Iglesia”, mientras que al Emperador el temporal. Lo explica con un bello sím il, según Dios creó el sol para alum brar de día y la luna para alumbrar de noche, así estableció en la tierra los dos poderes. 117 ALVAR, C, y LUCÍA MEJÍAS, J.M .: Diccionario filoló gico de Litera tura Med ieval Ca stellana, Madrid: Castalia, 2002, p. 718. 118 Libro del caballero et del escudero, Madrid: BAE, nº 51, p. 235. 119 ARALUCE CUENCA, José: El Libro de los Estados. Don Juan Manuel y l a sociedad de su t iempo, Madrid: José Porrúa Tuzanzas, 1976, p.35. 314 Interesa destacar que, por encima de los tres estamentos, defensores, oradores y labradores, característicos de la sociedad europea de su tiempo, sitúa el estado de la realeza. Presta especial atención al puesto que corresponde a los infantes en la jerarquía social e, incluso equipara la categoría de infante e hijo de infante, por razones obvias. Considera muy importante a la caballería, cuestión en la que coincide con Alfonso XI. 6.2.3. LIBRO DEL CONDE LUCANOR. Es su obra más importante, finalizada en 1335 y en ella repite el mismo esquema de las dos anteriores. Según Góm ez Redondo120, tiene una estructura cíclica constituída por tres círculos: el político, basado en su propio papel polí tico; el social, basado en la función propia de su estado; y el religioso, porque a Dios no se puede llegar sin haber cumplido las obligaciones pe rsonales y estam entales. Ad emás dice que la venganza literaria es la únic a que le queda a este noble, derrotado políticamente por Alfonso XI, cuyo poder es cada vez m ás absoluto, pues en 1335 su situación era desesperada pues sus aspiraciones se ven truncadas. Nuevamente está clara la finalidad di dáctica, puesto que es un libro de “enxiemplos” para que el conde L ucanor pu eda desenvolverse bien en la vida, de manera que se pone de m anifiesto la im portancia de los consejeros, seguram ente el papel que él hubiera querido desempeñar con Alfonso XI. Destacamos el “enxiemplo” 24: “De lo que contesçió a un rey que quería provar a sus tres fijos”. El tem a que se plantea es el del triunfo del hijo m enor, lo que se puede interpretar como una defensa de su linaje; él es hijo del infante don Manuel, hijo menor de Fernand o III, e l hijo favorito, el que he redó la espad a lobera y el que tiene la bendición de su padre, al contrario que el rey Sancho IV, que fue m aldecido por Alfonso X, y del que es nieto Alfonso XI. 6.2.4. TRATADO DE LAS ARMAS. Escrito después de firm ar la paz con el rey en 1337, lo que fue una afrenta para él por las co ndiciones que tuvo que aceptar. Se venga del rey con la plu ma e insiste e n que su linaje está m aldito, por eso él es superior. En este libro explica las arm as de su padre, en cuyo escudo cuartelado, com o el de los reyes; aparece, en el cuarterón bermejo, una mano alada de oro que sostiene un a espada sin vaina, lo que le sirve para hablar de la importancia de este arma que heredó, a su vez, de su padre. Según don Juan Manuel la espada significa tres cosas: “la primera, es la fortaleza porqu e es de fierro, la segunda, justicia porque corta de am as las part es, la tercera la cruz por su form a”; la mano es el seso, la sabiduría y el m antenimiento del esfuerzo; el ala es la honra, la “avantaja” sobre los demás y la riqueza, porque pertenece a familia de emperadores que tienen al águila en su escudo; en el cuarterón blanco aparece el león, porque pertenece a la familia de los reyes le oneses y porque el león es el señor y m ayoral de los anim ales. Como vemos hay toda una simbología de cualidades que glorifica su linaje, comparable al de la monarquía, que considera de origen divino, y que por eso está por encima de los demás hombres. 6.2.5. LIBRO ENFENIDO. 120 GÓ MEZ RED ONDO, Fernan do: Historia de la prosa medieval castellana, vo l. I, Mad rid: Cátedra, 1998, pp. 1155 y 1183. 315 Es su última obra importante; está dedicada a su único hijo varón, don Fernando, fruto de su tercer m atrimonio, y es un conjunt o de consejos o “cas tigos” en el lenguaje de la época, que sirv en para educarlo sigu iendo el m odelo de los Castigos del rey don Sancho. El objetivo principal es defender, nuevamente, su linaje, pues él y su hijo están a la altura del infante de quien descienden. 6.3. RELACIONES CON EL REY. Son dos vidas entrecruzad as, en las que hay desconf ianza y recelos m utuos. Ambos son am biciosos y soberbios, y quieren imponer su criterio al otro. Don Juan Manuel quería formar parte de la familia directa del rey, casándolo con su hija, pero el rey le hum illa, quizá le quiere devo lver su m al comportamiento como tutor duran te su minoría; es probable que el re y quisiera deshacerse de él como hizo con don Juan el Tuerto. Alfonso XI, hom bre de fuerte personalid ad, quiere todo el poder para él, sin compartirlo con nadie. El hijo del infante hubiera querido ser su principal consejero, pues no es solam ente un rico-hom bre, es de hecho el infante don Juan Manuel, como muchos le han denominado. Los dos hombres defienden valores similares, y el principal es que la realeza es el esta do principal; de hecho la ob ra de don Juan Manuel es la respuesta a la política del rey que le m argina del poder, al igual que hace con la nobleza en general, porque él no se considera un noble más; ahí está su contradicción. Don Juan M anuel tendrá un triunfo póstu mo, cuando su hija Juana sea reina de Castilla y madre de Juan I. 7. LA IMAGEN DE UN REY VENCEDOR. Ha pasado a la Historia com o el vencedor de una de las grandes batallas de la guerra contra los musulmanes peninsulares, la del Salado, lo que le dio un gran prestigio en el orbe cristiano, y pone de m anifiesto su espíritu caballeresco. Pero adem ás, Alfonso XI conoció el tr iunfo de su concepción m onárquica, que defendió con perseverancia y coraje, im poniendo su volunt ad, y que trajo com o consecuencia la transformación política, en sentido centralizador, del reino castellano-leonés, y esta es la imagen que nos queda de él, que se puede plas mar en la brillante ceremonia de su auto- coronación, y es la qu e él, segu ramente, que ría transm itir; asim ismo nos lega en esa ceremonia la imagen de ungido de Dios. Hemos visto como con catorce años despertó las esperanzas de los castellanos y no los defraudó; hom bre de fuerte personalidad, supo vencer a sus m uchos enemigos, incluso con acciones indigna s y m andando dar m uerte a al guno de ellos, pero que quedaron oscurecidas por los éxitos de sus empresas militares, legislativas, culturales, y políticas. Escogemos la espada como el sí mbolo real que mejor lo representa, tanto como rey guerrero como rey legislador, facetas en las que cosechó importantes éxitos y d e las que hem os visto num erosos testimonios escrit os y gráficos. Para cerrar su capítulo escogemos una im agen del Libro de las Leyes fechas por los Reyes Godos 121, manuscrito precioso de caligrafía m uy cuidada, fechado en el siglo XIV, cuyo capítulo primero del libro prim ero está dedicado al rey como “ facedor de la ley”, y tiene una miniatura que repres enta al rey en actit ud m ayestática con el m undo y la espada 121 Fundación Lázaro Galdiano, M 20-11. Registro 14423, fol. 1r. 316 levantada [fig. 29], aunque se a un rey visigodo, por la iconogr afía y por la fecha bie n podría corresponder a don Alfons o, figurado como rey legisl ador, y no olvidem os que decidió ser ungido siguiendo la tradición de la m onarquía visigoda, por lo que este códice bien podría haber sido un encargo regio. Con su m uerte, víctima de la peste, en el cerco de Gibraltar, afloran los problemas, por lo que podem os pe nsar que el reino no estaba tan bien, cuando al desaparecer un rey autoritario y de fuerte pe rsonalidad como Alfonso XI, la situació n que hereda su hijo es de cris is. El país es asolado por la peste que agudi za la crisis económica que ya intuíamos por las quejas de despoblación, el descenso en la concesión de privilegios y las costosas campañas militares. Se va a p roducir una guerra civil entre sus hijos que terminará con el regicidio de Pedro I y que supondrá la vuelta al poder de una nueva n obleza, liderada por los vástagos de doña Leonor de Guzm án. Por lo tan to junto con sus victorias siem bra la s imiente de l a di scordia, que e s lo que l ega a s u sucesor. 317 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS AALLFFOONNSSOO XXII 318 Fig. 1 Ordenamiento de Alcalá BNE, Res. 9, fol. 1r Fig. 2 Ordenamiento de Alcalá BNE, Res. 9, fol. 23v 319 Fig. 3 Ordenamiento de Alcalá RBME, mss. Z.III.9, fol. Viv 320 Fig. 4 Crónica de Alfonso XI. Versión vulgata RBME, mss. Y.II.10, fol. 1 321 Fig. 5 Crónica Troyana RBME, mss. h.I.6, fol. 173r Fig. 6 Crónica Troyana RBME, mss. h.I.6, fol. 20v 322 Fig. 7 Crónica Troyana RBME, mss. h.I.6, fol. 159v 323 Fig. 8 Libro de la Montería RB, mss. II-2105, fol. 1r 324 Fig. 9 Libro de la Montería RB, mss. II-2105, fol. 34v 325 Fig. 10 Libro de la Montería RB, mss. II-2105, fol. 91r 326 Fig. 11 Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla y Aragón RBME, mss. &.III.3, fol. 7r 327 Fig. 12 Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla y Aragón RBME, mss. &.III.3, fol. 9v Fig. 13 Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla y Aragón RBME, mss. &.III.3, fol. 22r 328 Fig. 14 Suma del Virtuoso Deseo BNE, mss. 1518, fol. 112r Fig. 15 El Libro de Alexandre BNE, Vit. 5-10, fol. 45v 329 Fig. 16 Crónica de Espanya de Juan Fernández de Heredia BNE, mss. 10134. Fol. 1r 330 Fig. 17 Crónica de Espanya de Juan Fernández de Heredia BNE, mss. 10134. Fol. 36v Fig. 18 Crónica de Espanya de Juan Fernández de Heredia BNE, mss. 10134. Fol. 186v 331 Fig. 19 Crónica de Espanya de Juan Fernández de Heredia BNE, mss. 10134. Fol. 197r Fig. 20 Privilegio rodado BNE, Vit. 5-11 332 Fig. 21 Privilegio rodado AMS, sec. I, c.2, nº 45 Fig. 22 Privilegio rodado AHN, Órdenes Militares, Uclés, carp. 5, nº 42 333 Fig. 23 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, caja 10, nº 15 Fig. 24 Sello. Anverso y reverso AHN. Sigilografía, c. 21/14 334 Fig. 25 Sello. Anverso y reverso Archivo Municipal de Ágreda, nº 10 Fig. 26 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, caja 51, nº 4 335 Fig. 27a Moneda de oro MAN, 104093 D.5372 336 Fig. 27 b Cornado de La Coruña MAN, 1994/50/6729 D.18949 Fig. 27 c Cornado de Ávila MAN, 1994/50/6891 D.18950 337 Fig. 28 Estatua de Alfonso XI Catedral de Oviedo Fig. 29 Libro de las Leyes fechas por los Reyes Godos Fundación Lázaro-Galdiano, M 20-11. Registro 14423 338 PPEEDDRROO II EL REY PEDRO I: ¿EL CRUEL O EL JUSTICIERO? (1350-1369) 339 ÁRBOL GENEALÓGICO DE PEDRO I MARÍA DE PORTUGAL ALFONSO XI LEONOR DE GUZMÁN ENRIQUE DE TRASTÁMARA TELLO SANCHO PEDRO I (1350-1369) MARÍA DE PADILLA BLANCA DE BORBÓN ALFONSO BEATRIZ ISABEL CONSTANZA JUAN DE GANTE 340 1. CLAVES DE UN REINADO CONFLICTIVO. 1.1. EL HEREDERO. Nació en 1334 el infante don Pedro en Burgos, en cuya catedral fue bautizado con toda solemnidad como hijo primogénito y, por tanto, heredero, condición que nunca le fue cuestionada, a pesar del distanciamiento entre sus padres1. Vivió con su madre, por lo tanto alejado de la Corte y de su padre el rey, pero a pesar de ello, los aspectos form ales de su condición de príncipe heredero fueron cuidados. No obstante, cuando pasó a ser el nuevo rey en 1350, al no haber vivido cerca de los centros de decisión cortesano, tuvo que iniciar su propio camino. Sobre su proclamación relata la Crónica de Alfonso XI lo siguiente: Luego que el Rey don Alfonso morió en el real de Gibraltar […] t odos los señores et caballeros que estaban en el dicho real, et así to dos los del regno de Castilla et de León, después que lo sopieron, tomaron por Rey et señor al Infante don Pedro su fijo legítimo pri mero heredero, et fijo de la Reyna doña María su muger, fija del Rey don Alfonso de Portogal. El qual Infante estaba en la ciubdat de Sevilla et era en edat de 15 años e 7 meses2. En apariencia, el traspaso de poder habí a sido tranquilo, pero el joven rey era inexperto y la reina m adre estaba llena de resentim iento, adem ás Sevilla, donde se estableció la corte, era la ciudad donde ha bía vivido Leonor de Guzm án. De lo que deducimos que la im agen de aparente norm alidad en el com ienzo del reinado, ocultaba fuertes tensiones en el entorno de Pedro I. 1.2. LOS CONFLICTOS BÉLICOS. 1.2.1. DETERIORO DEL ORDEN DEL REINO. Al comienzo del reinado, la crisis económ ica que arrastraba Castilla, se agudizó por causa de la Peste Negra, lo que hizo aconsejable firmar la paz con los musulmanes y frenar los proyectos de Reconquista del rey fallecido. Junto con esta medida acertada, tomó otras, que a la larga le traerán dificu ltades, como encerrar en prisión a Leonor de Guzmán y poner al frente del gobierno de l reino a Juan Alfonso de Alburquerque 3, circunstancia que acentuó la anim osidad de la alta nobleza al sentir se marginada de la corte. En 1353 el rey decidió casarse con doña Blanca de Borbón: E tomola por su muger e velose con ella en Sancta María la nueva de Valladolid, e ficieron muchas aleg rías e muchas justas e to rneos. E iban el rey e la reyna su muger aquel día vestidos de unos paños de oro blancos enforrados de armiños, e 1 DÍAZ MARTÍN, Luis Vicente: Pedro I (1350-1369), Palencia: Diputación Provincial, 1995, pp. 31-2. Este autor describe la solemnidad de la ocasión y la alegría que embargaba al rey, basándose en los t estimonios del cro nista al fonsino, probablemente Ferná n Sá nchez de Val ladolid, y en pe queños vestigios que aparecen en la documentación. 2 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, nº 66, 1953, p. 391. 3 En 1340 había sido su ayo y mayordomo, y desde el comienzo del reinado fue Canciller Mayor hasta su ruptura como consecuencia del abandono de la reina Blanca de Borbón. ( PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: “Notas p ara un est udio de l a Can cillería castellan a en el sig lo XIV . La Can cillería de Ped ro I (1350- 1369)”, Miscelánea Medieval Murciana, 5 (1980), p. 217.) 341 en caballos blancos, e era padrino del Rey don Juan Alfonso, señor de Alburquerque, e madrina de la Reyna era la Reyna doña Leonor de Aragón4. La Crónica adem ás recoge el nom bre de m uchos nobles que asistieron a las bodas, es decir, fue una cerem onia celebrada con todo el boato que re quería la ocasión, con los reyes vestidos de armiño, haciendo honor a su rango. Quizás sea el momento, en todo el reinado, que refleje la imagen de mayor esplendor del rey Pedro I. Pero pocos días después de la boda, abandonó a la rein a para irse con María de Padilla. Este hecho rocam bolesco tuvo im portantes co nsecuencias políticas que determinarán un cam bio de rum bo en el curso del reinado. Aunque su padre había vivido una situación similar, don Pedro no tuvo su habilidad para manejarla. Alburquerque fue sustituido en la privanza por un tío de Mar ía, Juan Fernández de Hinestrosa; éste será el principal de una lista de parientes que ocuparán los más altos cargos. Como consecuencia de estos nom bramientos, se constituyó una poderosa coalición de nobles secundados por los bastardos de Alfonso XI, rebe ldes contra el rey por su m anera autoritaria de ejercer el poder. Por otra pa rte, el episcopado castellano, descontento con la actitud de Pedro I, se va alejando del rey com o consecuencia del repudio de doña Blanca. Igualm ente, la si tuación internacional se complica porque Francia está descontenta del trato dado a la reina, princesa gala. A pesar de todo, el rey, con el apoyo de sus partidar ios, pudo recuperar el contro l del reino, y llevó a cabo una dura represión contra los rebeldes, que marcó el inicio de una actitud que se increm entó según avanzó el reinado, con el consiguiente aumento de sus enemigos y opositores. 1.2.2. LA “GUERRA DE LOS DOS PEDROS”. En 1356, a raíz de un pequeño incidente co n una flota catalano-aragonesa, frente a las costas de Sanlúcar de Barram eda, el rey castellano escribió una carta de desafío a Pedro IV de Aragón, que éste acep tó, con lo que se inicia una guerra q ue durará hasta 1365, aunque interrum pida por períodos de tregua . El rey aragonés atra jo para sí a los opositores del castellano, entre los que estaban los que le podían disputar la corona, lo que aumentó su ira; según la Crónica: El rey don Pedro […] ovo gran saña, es pecialmente porque el Infante don Fernando, Marqués de Tortosa, su prim o, e el Conde don Enrique, e don Tello, e don Sancho sus herm anos e los otros caballeros de Castilla que con ellos eran en Aragón, fincaban en guerra contra él en servicio del Rey de Aragón5. En diversos momentos de las varias fases que tuvo esta guerra, el rey de Castilla mandó matar a varios d e sus enem igos, lo que ha contribuido a hacerle m erecedor del apelativo de “cruel”, por ejem plo a su tía la reina doña Leonor de Aragón y a su hijo el infante don Juan de Aragón, a su herm anastro don Fradique, a la m ujer del conde don Tello, doña Juana de Lara, y a otros destacados nobles; también a la reina 6 después de 4 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, nº 66, 1953, p. 433. Tenemos que precisar que l a C rónica del rei nado de Pe dro I q ue se cont iene e n est e l ibro es l a que escribió don Pedro López de Ayala. 5 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 493. 6 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 512. Donde explica que a la reina doña Blanca de Borbón se l e dieron hierbas por orden del rey. 342 tenerla en p risión varios años. Aunque no fue el único qu e hizo crueld ades; así m ismo Pedro IV mandó asesinar al infante don Fernando de Aragón, acusado de traición7. Esta guerra puede tener va rias lecturas. Por u na part e se la pued e co nsiderar como un eslabón en el viejo enfren tamiento entre nobleza y monarquía, por otro lado como la imposición del papel hegem ónico de Castilla sobre lo s otros re inos peninsulares. En el prim er aspecto, todaví a n o se produce la derro ta definitiva del autoritarismo monárquico defendido por Pedro I, pero llegará pronto con la guerra civil. En cambio, a la larga, sí se im pondrá la he gemonía castellana, pues esta guerra agravó la crisis del reino aragonés que no obtuvo ventajas territoriales, aunque este resultado se verá después de muerto el monarca castellano. A lo que sí contribuyó de manera clara es a fortalecer al bando antipetrista con el reconocim iento ofic ial y el apoyo que le brindó Pedro IV. Después de este conflicto bélico, la im agen de Pedro I quedó seriam ente dañada, tanto dentro como fuera de las fr onteras de su reino, porque quedó patente su debilidad y la fuerza de sus enem igos, entre los que tam bién estaba el P apado. Cuando comenzó la guerra el Papa Inocencio VI e nvió un legado para restablecer la paz entre los dos reinos, no lo logró y culpó de ello al rey castellano, y en junio de 1357 se pronunció la excom unión con entredicho sobre él; como consecuencia de este hecho, según Suárez Fernández 8, por primera vez Enrique de Trastámara apareció en el ban do de los defensores de la Iglesia, al contrari o que Pedro I. Por lo tanto la im agen del rey castellano que se perfila en e sta guerra, es la de un enem igo de la Iglesia, a la que ya había ofendido gravemente con la ruptura con su esposa legítima. 1.2.3. LA GUERRA CIVIL. Entre 1366 y 1369 se va a producir el enfrentam iento entre el rey Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastám ara. Se puede decir que esta guerra fratricida es un episodio de la guerra de los Ci en Años porque las tropas fr ancesas dirigidas por Beltrán Duguesclin y las inglesas por el Prínci pe Negro apoyaron a Enrique y a Pedro respectivamente9. Según Valdeón Baruque 10, las causas de esta pugna son varias. Frente a un monarca personalista que reclut a sus colaboradores entre la baja noblez a y legistas, al que se acusaba de apoyar a lo s judíos y de una crueldad in usitada, la a lta nob leza se aliará con el bastardo de Alfonso XI, que adem ás contará con el apoyo de Francia ultrajada por el repudio de Blanca de Borbón. En el transcurso de esta guerra el rey don Pedro fue arm ado caballero “de m ano del Príncipe de Gales”11, conocido como el Príncipe Negro, en una ceremonia en la que se arm aron otros m uchos caballeros, en 1367 en Vitoria, antes de preparar la batalla contra las gentes de don Enrique en Náje ra. E ste hecho nos prueba que a don Pedro también le preocupaban los temas de la caballería, al igual que a su padre, y al no haber sido armado por él buscó a un igual, que por fuerza tenía que ser extranjero y, qué mejor 7 A los dos Pedros les interesaba su desaparición, pues podía aspirar legítimamente a los dos tronos, como hijo de Alfonso IV de Aragón y de Leonor de Castilla. 8 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y Revolución Trastámara, Madrid: Real Academia de la Historia, 1994, p. 34. 9 Suárez Fe rnández la califica de “acontecimiento europeo”, porque sin la intervención de Francia, del Papa y de la Corona de Aragón se hubiera desarrollado en otros términos (SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Ibidem, p. 27. 10 VALDEÓN BARUQUE, Ju lio: “La Gu erra Ci vil castellan a” en Pedro I el C ruel, C uadernos de Historia 16, 190 (1985), pp. 18-9. 11 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, nº 66, 1953, p.554. 343 que su aliado en la defensa de su trono. Este hecho es un ejem plo de que no haber recibido la caballería no era condición para ser proclam ado rey, pero Pedro I, cuando vio su tron o en peligro, decidió h acerlo, lo q ue dem uestra que las cerem onias, que pudieran fortalecer su imagen de rey, tuvieron para él la máxima consideración. Al igual que durante la otra gue rra, Pedro I m andó m atar a personas significativas como a su tesorero Martín Yá ñez y a doña Urraca Osorio, m adre de don Juan Alfonso de Guzm án, lo que ocurrió en Sevilla en 1367 12. Esta era su m anera de ejercer la justicia contra los enemigos. En la guerra hubo avances y retrocesos im portantes en los dos bandos, pero resultaba ev idente que ni el leg ítimo ni el usurpador tenían fácil la victoria. Además, Enrique, que había sido proclam ado rey po r los suyos en Calahorra en 1366, fue coronado en las Huelgas de Burgos poco des pués, de manera que a mbos contendientes estaban en plano de igualdad difícil de romper. Francia, necesitada de derrotar a Inglaterra, decidió f orzar la m aquinaría m ilitar y nuevos m ercenarios f ranceses al mando de Duguesclin entraron en Castilla. 1.2.4. LA MUERTE DEL REY EN MONTIEL. El acontecim iento que puso fin a esa guerra tuvo lugar en Montiel, en su narración se confunden la hist oria y la leyenda. Pedro I de spués de ser derrotado en la batalla se refugió en dicho castillo. Men Rodríguez de Sarabia, persona de confianza del rey, acordó con Beltrand Duguesclin, que don Pe dro iría a entrevista rse con él; y éste acudió a su tienda atraído por falsas promesas, donde, según relata la Crónica: E estonce el Rey don Enrique conosciole, e firiole con una daga por la cara, e dicen que amos a dos, el rey don Pedro e el rey don Enrique cayeron a T ierra, e el rey don E nrique le firió estando en tierr a de o tras feridas. E allí m orió el rey don Pedro a 23 de marzo de 1369, en edad de 35 años13. Este trágico suceso, con el que el rey pierde la vida y el reino, tuvo una gran trascendencia y ha sido relatado y representado de diferentes maneras. Una crónica tan peculiar com o El Victorial de Gutierre Díez de Games nos aporta una inform ación m uy valiosa, teniendo en cuenta que recoge testim onios de testigos de los hechos. Da una im agen negativa del rey, que con su comportamiento ha provocado la ira de Dios, quien le castigará co n la m uerte a manos de su riva l, tras la conjura de Beltrán Duguesclin. Relata los hechos de esta manera: El rey don Pedro fuese para Montiel […] saliole al cam ino el rey don E nrique. Allí ovieron un poco fazienda amos reyes, a la entrada de Montiel. El rey don Pedro metiose en Mon tiel; allí lo tovo çercado […] hera muy buen puntero de vallesta, e tiraba al tiro de la palab ra, e de allí f ería a m uchos. Hera allí con él Juan Nuño, padre de Pero Nuño, que le armava muy reçias vallestas, que hera su donzel. Mas quando el poder de Dios quiere hexecutar la su justiçia, priva todo otro poder, e non a fuerza ni saber que resistirlo pueda. Aquel rey tenía a Dios muy ayrado, de la m ala vida que avía bibido. Ya non le podía m ás sufrir, porque la m ucha sangre de los ynoçentes que él avía derramado le dava bozes sobre la tierra […] 12 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 573. 13 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 592 344 Heran allí con el rey lo s cavalleros de Fr ançia que dixe que vinieran con el rey don Enrique, e m osén Veltrán trató tanto, a que ovo de venir a fabla con el rey don Pedro. E demandole que le diese çiertas cosas en el rey no e que lo sacaría a salvo, e lo ponía en el reyno de Granada; ca estonçe hera rey de Granada el rey Mahomat, que él avía f echo, e m atara al rey Verm ejo por él. E pusieron sus tratos, e hizieron ju ras e om enajes com o de tal a tal. Fióse dél; púsolo en las manos e en poder del rey don Enrique. Él matolo e ovo el reyno14. Otra im agen, en este caso una repres entación gráfica, la tenem os en un manuscrito de la obra de Alonso de Cartagena, Genealogía de los Reyes de España 15. En la miniatura [fig. 1] se ve al rey Pedro, cuya corona ha caído al suelo, luchando con Enrique cuerpo a cuerpo con espadas los dos, la posición del re y, en tierra, es claramente de desventaja; com o están en cam po abierto, llevan arm adura y al fondo se ve el castillo de Montiel, parece qu e nos quieren hacer creer que el lance tuvo lug ar en la batalla, lo que no coincide con el relato de la Crónica. Hay que tener en cuenta que el códice está fechado entre 1526 y 1539, por lo que está muy alejad o en el tiempo, además, fue encargado por Carlos I, descend iente de los Trastámara, por quien la idea de regicidio no era aceptable, de m anera que se presenta com o una lucha en la que cualquiera de los dos herm anos hubiera podido m orir; com o don Enrique fue el vencedor, tomó la corona caída. Hay una m iniatura francesa del sig lo XIV, próxima en el tiem po al suceso, que lo presenta com o “Decapitación de Pedro el Cr uel, rey de Castilla en presencia d e su hermano Enrique el Magnífico” 16 [fig. 2]. Se ve al rey Pedro con corona y ojos vendados agachado para ser ajusticiado por el verdugo con un hacha, presenciando la escena se ve a otro rey con corona, sent ado sobre un escaño. Par ece que el cronista francés quiere representar la ejecución de la pena por los crím enes com etidos por el tirano, en la que el nuevo rey no se m ancha las manos, simplemente preside un acto de justicia. Es una im agen partidista, no en vano Francia apoyó al Trastámara, al que denominan de manera interesada “el Magnífico”. No tiene nada que ver con la realidad, es un ejemplo de propaganda a favor de Enrique y lo que quiere es otorgar legitim idad al cambio de dinastía. Suárez Fern ández califica es ta gu erra civi l de revolución pues en ella se va a sustituir a un rey legítimo, designado por Dios desde su cuna17; para ello se llevó a cabo una labor de desprestigio del rey que legi timara la guerra y por supuesto al vencedor, quien nunca aparecerá como un regicida, como hemos visto en las miniaturas anteriores. Además, el triunfo de Enrique II va a supone r el de los grandes señores, que verán fortalecidas sus posiciones gracias a las mercedes del nuevo rey, al que apoyaron durante la guerra. 14 C ARRIAZO, Jua n de M ata (edi ción y est udio): El Vi ctorial, C rónica de don Per o Niño, c onde d e Buelna de Gutierre Díez de Games, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, pp. 56-7. Esta cró nica escri ta a mediados del si glo XV por Dí ez de Gam es, cri ado del co nde de B uelna, en l a primera part e comienza hablando del l inaje de don Pero Niño, a c uenta del cual i nserta el relato de la guerra civil entre Pedro I y sus hermanos, en el capítulo X. 15 BNE, Ms. Vitr. 19-2, fol. 37v. Este manuscrito está fec hado entre 1526-1539. Existe un a ed ición facsímile: El Li bro d e l a Genealogía de los Reyes de España de Alfonso de Cartagena (estudio, transcripción y traducción por B. PALACIOS), Valencia: Scriptorium, 1995. 16 Grandes Chroniques de France, Bibliotéque Nationale de París: Fr. 2813, fol 447r. 17 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y Revolución Trastámara, Madrid: Real Academia de la Historia, 1994, p. 42. 345 1.3. UN TESTAMENTO DUDOSO. Al final de la Crónica, figura el testam ento del rey, hecho en Sevilla el 18 de noviembre de 1362 18, aunque Jerónimo Zurita duda que lo hiciera así el rey, com o explica a continuación del propio texto. Comienza con la invocación religiosa y la intitulación. Y después de dar la mandas para la salv ación de su alma y para se r enterrado en Sevilla junto con la re ina doña María y su hijo prim ogénito, con Alfons o, nombra heredera de sus reinos, al no tener h ijo v arón leg ítimo, a sus hija la inf anta Beatriz y e n su def ecto a las inf antas Constanza e Isabel, y añade: E mando a las dichas Infantas […] que ninguna dellas non case con el Infant don Ferrando de Aragón, nin con el Conde don Enrique, a quienes yo di por traydores, por grandes maldades e traiciones que me fesieren; nin otrosí con don Tello, nin con don Sancho, herm anos del dicho Conde; e si alguna dellas casare con alguno dellos, que haya la m aldición de Dios e la m ía, e que non pueda ver nin heredar mis Regnos19. Destacamos el calificativo de traido res que da a sus herm anastros y a s u primo hermano, lo que es interesante porque es de los pocos testimonios que nos quedan del propio rey. De muestra un gran rencor hacia to dos ellos, lo que justif icaría tod a su política de guerra y crueldades, pues es para defenderse de los que le quieren quitar el trono. Por lo demás no hubo ocasión de que se cumpliese la voluntad expresada en este documento. Otro aspecto interesante que se ve en es te testamento es que deja en herencia a sus hijos doblas de oro y j oyas, entre las q ue destacan va rias coronas; a su hija Constanza le deja la corona de los camafeos que heredó de su padre y la corona de las águilas que era de la reina Leonor de Aragón; a su hija Isabel le deja la corona francesa que fue de la reina Blan ca de Borbón20. Según Schramm21, no se debe interpretar com o una sim ple expresión de arbitrariedad de l m onarca, porque en Castilla no había un tesoro real confiado a un monasterio como en Inglaterra o en Francia, es una disposición sobre lo que el rey considera su patrimonio pe rsonal, incluidas las coronas, el elemento más simbólico de la realeza, de la que él es el único y legítimo representante. 1.4. MARÍA DE PADILLA. Ya hemos visto como abandonó a la reina por María de Padilla, con la que tuvo varios hijos, y a la que reconoció como reina después de muerta. Su historia sentimental es similar a la de su padre, pero Pedro I cometió grandes desatinos, que aum entaron su impopularidad y su número de enemigos. Durante la Guerra de los dos Pedros , el rey de Castilla se dio cuenta del peligro que suponía la figura del infante Fernando de Aragón, hijo de Leonor de Castilla, hermana de Alfonso XI y herm anastro de Pedro IV, porque, al no tener herederos legítimos, era éste el m ás inm ediato al tr ono castellano. Tom ó una drástica decisión; 18 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, pp. 593-8. 19 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 594. 20 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 595. 21 SCHRAMM, Percy E.: Las insignias de la realeza en la Edad Media española, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1960, p. 67. 346 convocó Cortes en Sevilla en el año 1362 22, declaró ilegal su matrimonio con Blanca de Borbón y legítimo el que contrajo con María de Padilla, de manera que ella había sido la reina legítim a de Cast illa y los hijos habidos con ella eran infantes con derecho a sucederle. Hay que tener presente que doña María había muerto en 1361, poco después que la reina doña Blanca, lo que nos indica lo s difíciles m omentos que pasaba el rey. Según Suárez Fernández, esta decisión hacía irremediable la ruptura con la Iglesia23. Hemos visto como en su testam ento habla de esta mujer como la reina, a la que quiere que coloquen junto a él en su ente rramiento. También jugó un papel im portante en la política, pues sus fa miliares ocuparon los m ás altos cargos del reino, hecho que provocó la ira de los grandes magnates que se vieron relegados. No obstante hemos de decir que también pretendió como esposa a la noble doña Juana de Castro24 , con quien se casó, pero abandonó rápidamente. Ambos m atrimonios son una m uestra de la personalidad desequilibrada y del carácter altivo del rey, que trata de im poner su voluntad aunque sea de m anera arbitraria; este comportamiento trasladado al plano de la política fue muy perjudicial para él. 2. LA IMAGEN ORIGINADA POR SU LABOR DE GOBIERNO. 2.1. UN GOBIERNO PERSONAL. Quiso ejercer un poder autoritario tal que ni siquiera su padre había ejercido, fue su pretensión que la estructura política de Castilla girara en torno al poder del m onarca en solitario, pero la oposición de la nobleza y las continuas guerras se lo impidieron. Desde un principio, apartó a los m ás íntimos consejeros de A lfonso XI y le dio toda su conf ianza a Juan Alfonso de Albur querque primero, y a los parientes de María Padilla después. Quiso sustituir a la nobleza como poder político y se enfrentó a ella de varias m aneras: despojándola de los alto s cargos, confiscando su s bienes, ordenando ejecuciones y apoyándose en la pequeña nobleza y en lo podríamos llamar burguesía, en éstas se encuentran las razones por las que muchos nobles le humillaron y se pasaron al bando del Trastámara, al que reconocieron como rey. También se enfrentó al poder de la Iglesia y de las Órden es militares. En los comienzos de su reinado, el episcopado se manifestó unido al rey, como era tradicional, pero al repudiar a doña Blanca, la S anta Sede se enfrentó a él, y lógicam ente muchos obispos también, quienes, al no aceptar su decisión, fueron perseg uidos, inclu so asesinados; paralelamente don Enrique les brin dó todo su apoyo, y la Iglesia se pasó al bando de éste por sus promesas de mayor poder político y económico. Al igual que quiso establecer la pr eeminencia de Castilla entre lo s reinos hispanos, como vi mos e n la guerra contra Aragón, tam bién quiso dejar clara la suya entre los poderes tradicionales del reino, de manera que la imagen que nos da es la de un rey personalista, que quiso cam biar la estruc tura política de Castilla, pero que las circunstancias políticas se lo im pidieron. F racasó en ambos deseos por su falta de habilidad personal y por los poderosos enem igos a los que se enfrentó, que se unieron 22 De estas Cortes no dice nada la obra Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla. Este testimonio lo recogemos de la Crónica (edición de Cayetano Rosell, Madrid: BAE, nº 66, pp. 519-20.) 23 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y Revolución Trastámara, Madrid: Real Academia de la Historia, 1994, p. 36. 24 Esta m ujer que fue reina de Castilla solo una noche, murió en 1374 y fue sepu ltada en la cated ral de Santiago, cuya estatua yace nte lleva ce ñida la corona ( SÁNCHEZ CANTÓN, F. J.: Los ret ratos de l os Reyes de España, Barcelona: Omega, 1948, pp. 57-8.) 347 contra él al considerarle un ti rano, pero a la larga, ya a fi nales de la Edad Media, el predominio de Castilla sobre los reinos peni nsulares será claro y el de la m onarquía sobre la nobleza también. 2.2. EL MAL FUNCIONAMIENTO DE LA CANCILLERÍA. La historia de la Cancillería de Pedro I refleja lo accidentado de su reinado, pues va a haber m uchos cambios en los titulares de los of icios regio s, incluso en los momentos finales de la Guerra Civil, muchos cargos quedarán vacan tes porque sus titulares se pasan al b ando contrario. Según Lope Pascual25, en un reinado ocupado por las guerras, las instituciones evolucionan poco, incluso se puede decir que se va a descomponer el aparato administrativo que Alfonso XI había fortalecido. Los oficiales del rey sólo podía nomb rarlos y deponerlos él m ismo, s egún la teoría política del m omento, lo que don Pedro llevó al m áximo extremo al otorgar los cargos a lo s parientes de Marí a Padilla, s implemente por esta razón. Pero la v ieja nobleza se rebela, dispuesta a poner límites a los desmanes regios; lo que será una de las razones de las revueltas nobiliarias. 2.3. LA MARGINACIÓN DE LAS CORTES. En todo su reinado, Pedro I convocó Co rtes en una ocasión, en Valladolid en 1351, al poco de ser proclam ado rey en Sevilla . Es una prueba m ás de que marginaba a todos lo grupos o instituciones que tenían poder y que por ese m otivo podían limitar el suyo. Para Valdeón26, el que un m onarca autoritario como éste no reuniera Cortes, prueba que de alguna manera fiscalizaban la actuación del poder regio y que no eran un organismo meramente consultivo; llega a la conclusión de que au toritarismo y reunión periódica de Cortes eran incompatibles; y fi nalmente señala que no deja de ser curioso que el mon arca que olímpicamente prescindió de las Cortes, fuera despojado de su trono. Es cierto que en los mom entos de m ayor debilidad es cuando los reyes convocaban más veces las Cortes, com o hemos visto en las m inorías de Fernando IV o de Alfonso XI, pero es extraordinario que en diecinueve años sólo se convoquen una vez; esto es la prueba más clara del afán de Pedro I de no tener límites en el ejercicio del poder regio, y nos dibuja, de m anera defi nitiva, la im agen de rey personalista y autoritario, aspecto en el que los especialistas coinciden. Pero en el principio de su reinado na da hacía prever que prescindiría de las Cortes, de hecho en la convocator ia que envió al abad de S ahagún27, cuando llevaba un año en el trono, se justifica por no haberlas convocado antes y dice que lo hace con el acuerdo de los miembros de la familia real más próximos y con el de los altos cargos de su Cancillería: 25 PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: “Notas para un estudio de la can cillería castellana en el siglo XIV. La Cancillería de Pedro I (1350-1369)”, Miscelánea Medieval Murciana, 5 (1980), p. 194. 26 V ALDEÓN BARUQUE, J ulio: “Las C ortes castellana s en el siglo XIV”, Anuario de Est udios Medievales, 7 (1970), pp. 634 y 643. 27 Convocatoria de Pedro I al abad de Sahagún para las Cortes que se habían de celebrar en Valladolid. Dada en Il lescas el 15 de a bril de 1 351. (AHN: Sigilografía, arm.2, ca ja 17, nº12. Recogida en DÍAZ MARTÍN, Lu is Vicen te: Colección doc umental de Pe dro I de C astilla, Valladolid: Co nsejería de Educación y Cultura, 1997, vol. 1, pp. 135-6.) 348 Et después de la su muerte yo heredé los regnos de Castilla e de León, e regné en su lugar. Et com o quier que yo quisier a luego llam ar los de los m is regnos e faser Cortes, pero por la guerra que ove con los m oros e por dolençia que me acaescçió e por algunos otros fechos que ove de sosegar en la frontera, non pude fasta agora faser Cortes. Et agora, avido m i acuerdo con la reyna donna María, mi madre, e con la reyna de Aragón, mi tía, e con los infantes don Fernando e don Johan, m íos primos, e con don Johan Alfonso, sennor de Al burquerque e de Medellín, e m ío Chançeller Mayor e Mayordom o Mayor de la reyna m i madre, et con don Joan Rodrigues, Maestre de Calatrava, m ío Notario Mayor de Castiella, et con don Vasco, obispo de Palençia, m ío Notario Mayor del Reyno de León e Chançeller Mayor de la reyna m i m adre, e con otros del m ío Consejo, que aquí son conmigo, tengo por bien de ayuntar Cortes en Valladolid. Llama la atención que después de la intitulación, cu ando nom bra a los representantes de los tres estam entos que se reúnen con él, destaca la p resencia de su primo el infante Fernando de Aragón, lo an tepone a todos los dem ás puesto que es miembro de la familia real y además ostenta un alto cargo en Castilla; esta circunstancia nos indica que entonces tenían una buena relación que, como hemos visto se deterioró y acabó con la muerte del aragonés por acuerdo de los dos Pedros: Porque en estas Cortes que yo agora fiz en Valladolit el Infante don Fernando de Aragón marqués de Tortosa mío primo e mío adelantado mayor de la frontera et los perlados e ricos om es et de las ó rdenes de la cavallería de la m i tierra e los otros fijosdalgo que eran ý conm igo, et otrosí los procuradores de todas las çibdades e villas et lugares del m ío sennorío que yo m andé llamar a las dichas Cortes28. En el m ismo preá mbulo destacan tr es ideas que demuestran su propia concepción de la m onarquía. La prim era que él ocupa el lugar de Dios en la tierra; la segunda, ligada a la anterior, es que m antener la justicia es su principal obligación, porque tiene que juzgar a im itación del Ju ez Suprem o, com o conse cuencia de la encomendación divina del reino; y la tercera, la más peculiar, que él debe castigar a los malos, lo que ya hem os visto que llevó a cabo y con abuso de la pena m áxima. Lo expresa como sigue: E porque los rreys e los prínçipes biven e regnan por la justiçia en la qual son tenudos de m antener e governar los sus pueblos e la deven cum plir e guardar sennaladamiente entre todas las otras cosas que les Dios encom endó por el estado e lugar que dél han en la tierr a […] Por ende queriendo e cobdiçiando mantener los mis pueblos en derecho e c onplir la justiçia commo devo, por que los m alos sean rrefrenados de las sus m aldades e ayan po r ellas pena la que meresçen29. Sobre la jus ticia vue lve a habla r en lo s acuerdos que adopta , en los que deja claro que personalmente impartirá justicia en la audiencia los lunes y los viernes, lo que es un ejemplo de la importancia que daba a esta función propia de los reyes: 28 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 2. 29 Ibidem, pp. 2-3. 349 E que pidieron al rey m ío padre, que Dios perdone, que asentase dos días en la semana en l a abdiencia a oýr sus petiçione s e a saber el es tado de la su tierra et les respondió quél plazía, que lo quisiera yo así fazer e guardar. A esto respondo que lo tengo por bien de lo fazer asý e estos días sean lunes e viernes30. 2.4. SU ACTIVIDAD LEGISLADORA. En 1356 ordenó recopilar los Fueros castellanos en una obra sistem ática, dividida en cinco libros y títu los, aunque se puede considerar un nuevo código porqu e a las leyes an tiguas se añ adieron otras dadas posteriorm ente hasta por el m ismo Pedro I, se la conoce com o el Fuero Viejo de Castilla . Funda mentalmente es una obra de compilación, pero denota el interés del rey por los temas del Derecho, lo que unido a su preocupación por reinar con justicia y por administrarla él m ismo, nos dem uestra que era una actividad, que consideraba privativa suya, como rey de Castilla; además lo pone de manifiesto en este código, en concreto en el Libro Prim ero, Titulo I: “quatro cosas son naturales al señorío del Rey, que non las debe dar a ni ngund ome, nin las partir de sí, ca pertenescen a él por razón del señorío natural: Justicia, Moneda, Fonsadera e suos yantares”31. 2.5. ¿RESPONDE A LA IMAGEN DE CRUEL? Moxó32 considera que P edro I fue, sobr e todo, un m onarca irresponsable e insensato más que cruel y m ucho más que justiciero. Aquí se abre el debate por qué fue conocido con el sobrenombre de “el Cruel” por sus enem igos y “el Justiciero” por sus partidarios; lo que tiene fácil explicación es que pasara a la Historia como “el Cruel”, ya que fue derrotado en la guerra civil, com o hemos visto, y por eso se im puso la imagen que de él han querido transmitir sus vencedores. El porqué de uno y otro sobrenombre lo explica con claridad el autor de El Victorial33: El rey don Pedro fue hombre que usava vivir m ucho a su boluntad. Mostrava ser muy justiçiero, m as tanta hera la su just içia, e fecha de tal manera, qu e tornava en crueldad. A qualquier muger que bien le paresçía non catava que fuese casada o por casar: todas las quería para sí; ni curava cuya fuese. E por m uy pequeño yerro dava gran pena; a las vezes pena va e m atava los hombres, sin por qué, a muy crueles muertes. A través de este testimonio y de ot ras fuentes y bibliografía consultadas podemos de ducir que era un hom bre de carácter violento y apasionado; existen datos incontrovertibles sobre las personas a las que mandó m atar, como hemos visto durante las guerras en que se vio envuelto, entre las que hay m iembros de su propia fam ilia y 30 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 28. 31 JORDÁN DE ASSO, Ignacio & MANUEL RODRÍGUEZ, Miguel de (ed.): El Fuero Viejo de Castilla, Madrid: Joaquín Ibarra, 1771. 32 M OXÓ, Sal vador de: “La promoción política y soci al de l os l etrados en l a C orte de Al fonso XI”, Hispania, 129 (1975), p. 37. 33 C ARRIAZO, Juan de M ata (edi ción y est udio): El Vi ctorial, cr ónica de d on Pero Niño, c onde de Buelna, por Gutierre Díez de Games, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 48. 350 colaboradores como Samuel el Lev í34. Aunque es cierto que tam bién su padre y los reyes anteriores fueron res ponsables de crímenes por motivos políticos y, por supuesto, su hermanastro, el futuro Enrique II, Pedro I es conocido por su cr ueldad debido a que, después de ser derrotado y subir al trono su rival, cualquier prueba que pudiera proporcionar una vis ión positiv a d e él fue destruid a35, de modo que casi todos los testimonios hacen referencia a sus horrendos crímenes. La idea principal de la cam paña cont ra el rey don Pedr o es que s e había convertido en tirano porque había abusado de su poder y por eso mereció perder el trono. Suárez Fernández 36, sigu iendo los juic ios de Garc ía de Castrogeriz y de fray Pedro de Aragón, dice que le c onsideraron tirano por: sustitu ir el bien público por el privado, quebrantar la justicia debida al reino ignorando la s leyes, fueros, privilegios etc., y prescindir del consejo de los m uchos para servirse de unos pocos am igos. El desprestigio de Pedro I se prolonga m ás a llá de su m uerte, porque el nuevo rey, su hermanastro y vencedo r, necesitaba justificar su acción. Pero la campaña de descréd ito había comenzado muy pronto, incluso desde los primeros tiempos de su reinado. En su m anera de gobernar estaba el germen de su deposición. Ya he mos visto como se enfrentó a la nobleza, a la Iglesi a y a las Cortes, todos se van a sentir despreciados y unirán sus fuerzas para acabar con el tirano. La cuestión radica en saber por qué Pedro I se granjeó tan poderosos enemigos. Gimeno Ca salduero37 defiende que el rey tiene por m odelo de su quehacer político los principios expuestos en el tratado De regimine Principum, que García de Castrojeriz había traducido cuando él t odavía era infante. Según Egidio Rom ano, gobernar es un derecho del m onarca pero qu e le im pone com o debe r lograr el bien común. Pedro entiende que para poner en prác tica esta teoría tiene que investir a su persona de una autoridad sin precedentes y, ante la rebelión de la nobleza, decidirá castigar lo que la ley determine; y actuar así sería la manera de ser justiciero. Por su parte Mitre Fernández 38 nos habla de Pedro I como “antiespejo de príncipes”, debido a su im agen negativa. Muchos testim onios de contem poráneos, recogidos por este historiador, inciden en su mal comportamiento, por lo que se ganó la repulsa de todos, y que justifica el final que tuvo. Por ejemplo, la Crónica de Pedro IV de Aragón, cuyo testim onio negativo es lógico pues fue su riva l político, justifica su terrible muerte porque “siempre obró mal. Dio principio a ello con la guerra injusta que 34 Figura muy controvertida, ayudó al rey, pero a la larga fue un problema, pues Pedro I fue tachado de apoyar a los judí os. Fi nalmente caerá en desgracia, tras su m uerte, sus bienes, c onfiscados, pa saron a engrosar el tes oro real. Según J osé Luis Martín , parte d e este tesoro le serv irá para pagar a las t ropas inglesas y otra parte será confiscado más tarde por Enrique de Trastámara (“Pedro I el Cruel”, Cuadernos de Historia 16, 190 (1985), p.32. 35 Dey ermond d ice que q uedan p ocos vest igios de l os r omances p ropagandísticos c ompuestos p or l os partidarios de Pedro I, y qu e ha sob revivido el títu lo y p oco más de una crón ica, Historia del rey d on Pedro llamado el Ju sticiero, gracias a su ut ilización por Gutierre Díez de Gam es en los ca pítulos 10-17 de El Victorial. Todo esto se d ebe a la dep uración qu e llev ó a cabo el n uevo gobier no Trastámra (DEYERMOND, Alan: “La historiografía Trastámara: ¿Una cuarentena de obras perdidas?”, en Estudios en h omenaje a do n C laudio Sánchez Al bornoz e n sus 90 añ os, Buenos Ai res: Facul tad de Fi losofía y Letras, 1986, p.171) 36 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y Revolución Trastámara, Madrid: Real Academia de la Historia, 1994, p. 16. Cfr. Otros autores medievales en los que aparece el concepto de tiranía. El primero es Juan de Salisbury en su Policraticus, también aparece en Santo Tomás, en Las Partidas y en Álvaro Pelagio. 37 GIM ENO C ASALDUERO, Joa quín: La imagen del mo narca en la Castilla d el sig lo XIV, Madrid: Revista de Occidente, 1972, pp. 81 y ss. 38 MITRE FERNÁNDEZ, Emil io: “La historiografía bajomedieval a nte l a re volución Tr astámara: propaganda política y moralismo”, en Estudios de Hi storia Medi eval en ho menaje a Lui s S uárez Fernández, Valladolid: Universidad, 1991, pp. 334 y ss. 351 movió contra nos”. Otra prueba es la del Despensero Mayor de la reina Leonor; quien le presenta consultando a su astrólogo, que le contesta que lo reprobable de su conducta ha forzado la constelación del pl aneta del m omento de su nacim iento y que por eso le acechan tantas dificultades. Además examina otros testimonios sobre las muertes que ha causado, sobre su filohebraísm o y filoislamismo. Todo este abanico de crueldades que le achacaban a Pedro I las dis tintas fuentes narrativas, conduce a que se constituyera contra él un frente m uy am plio de nobl es castellanos, que se pondrá del lado del pretendiente Trastámara, el cual, finalm ente, logrará restab lecer el ord en que el tiran o había subvertido. 3. LA IMAGEN DEL REY EN LOS MANUSCRITOS. 3.1. NICOLÁS GONZÁLEZ. Domínguez Bordona le considera m iniaturista del rey Pe dro I de Castilla 39, ya que recoge testim onios de algunos códices en los que se presenta com o escribano del rey, principalmente, pero tam bién como iluminador. Así lo hem os visto en la Crónica Troyana y en el Ordenamiento de Alcalá, que comentamos en el reinado de Alfonso XI, por ser este rey el promotor de estas obras; si bien es verdad que los m anuscritos conservados están firmados por este m iniaturista, que, cronológicam ente, hay que situarlo en el reinado que ahora estudiamos. Hay un códice m uy i nteresante que contiene el Ordenamiento de Alcalá 40, precedido por una carta del rey don Pedro en que manda usar y guardar las leyes que en este libro se contienen. El folio prim ero (0v) presenta un crism ón y un signo rodado [fig. 3], éste lleva la leyenda “Signo del Rey Don Pedro” escrita con bellas letras decoradas con motivos vegetales, los colores son ocre, rojo y marrón. El que aparezcan estos elementos, los m ás representativos del privilegio rodado, aunque en una posición que no es la norm al, nos hace pens ar que es un ejemplo de este tipo d ocumental pero que lleva in corporadas las ley es del Ordenamiento realizado por Alf onso XI, y por su tamaño, varios folios ha adquirido esta peculiar forma. En el fol. 1v indica por qué hace este documento: Sabedes en commo el rey don Alfonso m ío padre […] fizo leyes m uy buenas e muy provechosas sobre esta rasón. Él fizo las publicar en las Cortes que fizo en Alcalá de Henares. Él m andolas escribir en quadernos e seellarlas con sus seellos. Et embió algunos quadernos dello s a algunas çibdades e villas e lugares de sus regnos. Et porque fallé que por que los escrivanos las ovieron de escribir apriesca, escrivieron en ellas algunas palabras erradas e m enguadas e pusieron ý títulos e leyes de non avýan a estar. Por ende yo en es tas Cortes que agora fago en Valladolit m ando c onçertar las dichas leyes e escribirlas en un libro que mandé tener en la m i cám ara e en ot ros libros que yo m andé de levar a las çibdades e villas e lugares de míos regnos e mandelos seellar con míos seellos de 39 DOM ÍNGUEZ B ORDONA, Jesús: “ Diccionario de i luminadores es pañoles”, Boletín de l a Re al Academia de la Historia, 140 (1957), p.62. 40 BNE, Vit. 15-7. Este manuscrito, aparece en el catálogo de la BNE como del siglo XIV. No tiene una data como tal. Pero dice que se hizo en la Cortes de Valladolid de 1351 en el fol 1v, al comienzo del Dispositivo. Cfr. GONZÁLEZ DÍEZ E. & MARTÍNEZ LLORENTE, F.: El blasón heráldico de los reinos de León y Castilla, Vallad olid: Cortes de Castilla y León, 200 2, p.2 18. Dicen que este manuscrito p erteneció al cardenal Pedro Tenorio, cuyo escudo heráldico aparece dibujado en la parte inferior del folio 1. 352 plomo. Por que vos mando que usedes de las dichas leyes e las guardedes segund en ellas se contiene assí en los pleitos que fueron de aquí adelante et non fagades ende al por ninguna manera so pena de la mi merced. El códice es m uy her moso, decorado c on un rico colorido y con las capitales adornadas con m otivos vegetales. E n el fol. 32v, aparece la firm as del escribano : “Yo Nicolás Gonçales, escrivano del rey lo escriví e illumine”. Esta firma justifica la belleza del m anuscrito, pues ya hem os visto otro s espléndidam ente iluminados por él; resaltamos que aquí s e identifica co mo iluminador y no sólo com o escribano del rey. Por todo lo expuesto, deducim os la im portancia que le concedía el R ey Cruel a este código de leyes con el que se juzgaba en sus tribunales, y que concuerda con el afán que mostró en sus distintas decisiones por obrar con justicia. Él no es un rey legislador, pero es continuador de la obra de su padre, al que en todo m omento alaba, y contribuye a difundir el nuevo código. Le destacamos porque es de los pocos artistas con nombre conocido que tenemos en esta época, y porque con su arte enriquece la im agen del rey para el que trabajó, y al que podemos considerar com o pr omotor de obras cultu rales com o e s el caso de este bello Código, lo que es un contrapunto a la imagen de crueldad que domina su figura. También nos parece s ignificativo rec oger las p alabras de Sánchez Mariana 41, cuando dice que a partir de Pedro I, los reye s pasaron de ser promotores a receptores de obras que les dedican autores, que trabajan con independe ncia, para ganar su favor. Estas obr as ilum inadas por Nicolá s González serían los últim os eje mplos de obras producidas en la Corte por encargo del rey. 3.2. PERO LÓPEZ DE AYALA. Es una figura m uy i mportante, desde el punto de vista político, literario e historiográfico. Además ocupa cuatro reinados, pues en sus Crónicas, escritas con bello estilo, nos da noticias de los reinados de Pe dro I, En rique II, Ju an I y Enrique III. Su importancia radica en que narra hechos de los que fue testigo, por su presencia en la corte, lo que también le facilitó el acceso a numerosas crónicas y documentos. Según José Luis Martín, su prim era aparición pública nos lo presenta recibiendo una lección de “caballería “ explicada por el rey Pedro I en 1353, del que era su doncel. Entonces la pregunta que se nos plantea es por qué se pa só de bando y acabó sirviendo al Trastám ara. Según el m ismo historiado r, fue fiel a don Pedro hasta 1366; el desencadenante del cambio pudo ser la expulsión del arzobispo de Toledo, pues, según sus propias palabras, todos tenían gran pesa r por ello aunque no os aban decir nada por el gran m iedo que les inspiraba el rey. Pe ro la causa es com pleja, según el propio Ayala, a las grandes crueldades que com etió el rey se une que éste no supo estar a la altura de las circunstancias, y pone como ejemplo en su Crónica, que los petristas en la batalla d e Nájera lleva ban com o señales la s cruces b ermejas de San Jorge, y este nombre era su grito de com bate, por el P ríncipe Negro que dirigía las tropas, mientras que los partidarios de Enrique llevaban como distintivo la Orden de la Banda y su grito era el de “Santiago”42. 41 SÁNC HEZ MARIANA, Manuel: “El l ibro en l a B aja Edad M edia. R eino de C astilla”, en Historia ilustrada del l ibro es pañol. Los manuscrit os, Madrid: Fundación G ermán Sánchez Ru ipérez, 19 93, p . 202. 42 LÓPEZ DE AYALA, Pedro: Crónicas, edición José Luis Martín, Barcelona: Planeta, 1991, pp. 48-50. 353 Sobre su oficio de cronista real, J.L. Martín 43 opina que, al ser parte interesada, pues era un noble, expresa el punto de vista de este estamento y justifica su posición por la mala administración y defectos del rey. Y, de hecho, los Ayala fueron los grandes beneficiados de las “mercedes enriqueñas”. Su parcialidad hay que tenerla en cuenta a la hora de analizar la imagen que del rey don Pedro se deduce de su relato. Otro aspecto negativo del rey en el que insiste el Canciller es en su comportamiento im propio de un caballero, aunque había sido arm ado com o tal en vísperas de la batalla de Nájera; era poc o cuidadoso con las form as y norm as de la caballería, y además, era rencoroso y vengativo44. En la Crónica hace un retrato físico y m oral, que es importan te pu esto qu e conoció personalm ente al m onarca y lo sirv ió, m as, como se pasó al bando de su oponente, hay que analizar con cierta pr evención, no obstante nos ayuda a tener una imagen física y de la personalidad de este rey: Asaz grande de cuerpo, e blanco e rubio, e ceceaba un poco en la fabla. Era muy cazador de aves. Fue m uy sofri dor de trab ajos. Era muy tem prado e bien acostumbrado en el comer e beber. Dor mía poco, e am ó mucho a m ugeres. Fue muy trabajador en guerrear. Fue cob dicioso de allegar tesoros e joyas, tanto que se falló después de su muerte que valieron las joyas de su cámara treinta cuentos en piedras preciosas […] así que ovo en todo ciento e sesenta cuentos, segund después fue fallado por sus Contadores de cám ara e de las cuentas. E m ató muchos en su Regno, por lo qual le vino todo el daño que avedes oído45. En este retrato, que pretende ser obje tivo, predominan los aspectos negativos, e insiste en que su decisión de mandar matar a muchos súbditos fue la causa de su derrota. Ayala es un intelectual que toma partido político y con su pluma defiende su postura, es decir, el abandono del rey al que sirvió desde niño. Su obra m ás importante es, com o ya se ha dicho, la Crónica de los Reyes de Castilla, que abarcan los reinados de Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III; aunque las comenzó a es cribir en el re inado de Juan I, com entamos aquí lo relativo al reinado que nos ocupa, del que es fuente principal, porque, como hemos dicho, vivió los hechos. Hay un códice de la Real Biblioteca de Palacio 46 del siglo XV, que contiene esta obra; muy bello, ilustrado con capital es d ecoradas y m iniaturas de los reyes sobre los que trata la Crónica. La representación de Pedro I [figura 4], es la de un rey en posición mayestática, sentado en un gran trono, con corona, con una gr an espada levantada en la mano derecha, que puede interpretarse com o símbolo de justicia y de poderío m ilitar, virtudes, ambas, de las que es te rey quiso hacer gala; en la mano izquierda sostiene el escudo con el cuartelado de Castilla y León, com o es de form a circular, recuerda al mundus, lo que puede interpretarse com o el dominio territorial de su reino, m ás concreto y específico que el m undo; va ricam ente vestido, el m anto se r emata con un cuello dorado, m ismo color que el cinturón que ciñe su túnica; nuevam ente es una representación genérica del re y de Castilla y L eón con sus principales atributos que le hacen inconfundible; el rostro es inexpresivo, muy serio, eso sí, pero no creem os que el artista quisiera darle ninguna connotación, puesto que el de Juan I es parecido.Otra obra fundamental es el Rimado de Palacio , obra en verso que es una exposición didáctico- 43 LÓPEZ DE AYALA, Pedro: Ibidem, p. 67. 44 LÓPEZ DE AYALA, Pedro: Ibidem, pp. 68-9. 45 ROSELL, Cayetano: Crónica de los reyes de Castilla, Madrid: BAE nº 66, p. 593 46 Real Biblioteca de Palacio, II/ 2970. 354 moral-religiosa, que el propi o autor define como serm ón47. Aunque fue escrita durante los reinados de Juan I y de Enrique III, nos sirve pa ra entender su c oncepto d e la monarquía. Según Meregalli 48, quería lim itar la autoridad del rey con las Cortes con cuyo consentimiento tenía que hacer las leye s, también quería que el individuo-rey se sometiese a la función-rey, es decir, que tenía q ue respetar los fueros, honrar a quienes lo merecieran, defender a los súbditos y evita r guerras y, finalmente, contrapone la ira a la razón, evidentemente Pedro el Cruel repr esenta lo primero, y por eso y porque reinó sin contar con las Cortes, promovió muchas guerras y no defendió a sus súbditos, Ayala lo abandonó en 1366, por lo tanto no fue sólo por los intereses de su clase, tam bién por defender unos principios personales Recoge mos a continuación algunas coplas de este poema en las que nos presenta a Pedro I como modelo de rey injusto: Al rrey que justiçia amare Dios siempre ayudará […] Esta trahe la unidat e verdat aconpañada / Rresplandeçe como estrella en la tierra do es guardada / El rey que la toviere, ceñirá muy noble espada / Mas bien cate, si la oviere, que la tenga bien temperada […] Por el rrey matar omnes no le llaman justiçiero / Ca seria nonbre falso, ca propio nonbre ha de carnicero […] El que en fazer justiçia non tiene buen tenperam iento / E por quexa o por saña faze sobrepujamiento / O porque sea loado que es de buen rregim iento / Este tal non faz justiçia mas faz destruimiento […]49. La imagen que nos proporciona Ayala no es la de un rey justic iero sino todo lo contrario, así que rebate es e apodo defendido por los partidarios de don Pedro. Este defecto del soberano es m uy grave, porque h acer justicia sería, según él, la prin cipal obligación de un rey. Es de destacar que en el Rimado, su autor m encione a Egidio Rom ano, lo que indica que sus ideas políticas están influidas por él: Qual regimiento deven los prínçipes tener, es escripto en los libros que solemos leer; Egido el Romano, omne de grant saber, en Regimine prinçipum, lo fue bien componer50 47 LÓPEZ DE AYALA, Pedro: Rimado de Palacio, Madrid: Anaya, 1971, copla 717: “Non puedo alongar ya mas el mi sermón”. Ent onces serm ón s e i nterpreta co mo una exp osición o di scurso dest inado a l a enseñanza de la bue na doctrina m oral o religiosa, c on r eprobación de l os vicios y exaltación de las virtudes. 48 MERGALLI, Franco: La vida política del canciller Ayala, Milano: Istituto Editoriale Cisalpino, 1955, pp. 146 y ss. 49 LÓPEZ DE AYALA, Pedro: Rimado de Palacio, Madrid: Anaya, 1971. Coplas 343, 344, 347 y 348. 50 LÓPEZ DE AYALA, Pedro: Ibidem, copla 638. 355 3.3. GLOSA AL REGIMIENTO DE PRÍNCIPES. 3.3.1. LA OBRA. De regimine Principum es una obra que escribió Egidio Rom ano51 hacia 1285 por encargo del rey de Francia Felipe el Atrevido para la educación de su hijo, el futuro Felipe el H ermoso; es una obra en la línea de los “espejos” o “castigos”, que hemos visto en los reinados anteriores, y también bebe en las fuentes de la filosofía clásica y de los grandes teólogos cristianos. Hacia 1340, fray Juan García de Castrojeriz, parece ser que fue confesor de la reina doña María, la traduce y comenta para el infante don Pedro. Según Beneyto 52, la Glosa traduce la obra original, pero al tiem po la am plía pues introduce com entarios que son expresivo testimonio de la actitud c astellana an te los problemas que plantea la obra francesa. En el comienzo nos informa de su finalidad: A loor de Dios todopoderoso e de la bien aventurada Virgen sin mancilla, Sancta María su madre. Aquí comiença el libro intitulado Regimiento de Príncipes. Fecho e ordenado por fray Gil de Roma del Orden de Sant Agustín. E fízolo trasladar de latín en romance don Bernardo, obispo de Osma, para onrra e ensennam iento del m uy noble Infante don P edro, fijo prim ero, heredero del muy alto e muy noble don Alfonso, Rey de Castilla53. Vamos a ver algunos párrafos de la obra cas tellana, porque es la que se escribió pensando en el futuro rey Pedro I. Es inte resante el ejem plo en el que le pone como modelo a Alejandro Magno quien recibe los consejos del sabio Estagirita. Quizás Castrojeriz quiere hacer este papel para que el rey castellano pueda ser tan grande como el macedonio, es decir, que se deje llevar por lo s sabios para que el pr opio rey lo sea; le dice en el capítulo XXXIII de la segunda parte del libro primero: Alejandro, rey sabio e en tendido, ensennoreas sobre tus pueblos con bondad e óyelos siem pre con m ansedumbre; e si es to ficieres, todos te serán sujetos e obedientes a tu p lacer e a tu m andamiento. E por el amor que te havrán, ensonnearás sobre ello s, en paz e co n victoria […] ca deves dar tus bienes con mesura a los m enesterosos e a los buenos […] e lo que es dado a los que no lo merescen, es perdido. Es evidente que Pedro el Cruel no siguió estos cons ejos, no usó de la bondad sino de una justicia mal entendida que le llevo a caer en la crueldad. 51 Eg idio Co lonna parece ser qu e vivió entr e 124 7-1316 y qu e era d e Ro ma, d e ahí su apodo d e “Romano” por el que es más conocido. De la Orden de San A gustín, desarrolló su l abor docente en la Sorbona. Fue preceptor de F elipe IV de F rancia, aunque se puso en s u contra en l a disputa que sostuvo con el papa Bonifacio VIII. Santo Tomás de Aquino escribió una obra con el mismo título, anterior a ésta, dedicada al rey de Chipre en la que j ustifica l a existencia de un poder directivo en l a sociedad, al igual que e n el cuerpo humano el corazón o la cabeza mueven a los demás miembros; y justifica el gobierno monárquico porque piensa que el rey tiene que ser uno solo el que tenga toda la autoridad (edición de León Carbonero y Sal, Sevilla, 1861, libro primero, capítulo I). 52 BENE YTO P ÉREZ, J uan ( edición y estu dio): Glosa C astellana al “ Regimiento de Prí ncipes” de Egidio Romano, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1943, vol. 1, p. 28. 53 Las citas de la obra Glosa castellana al “Regimiento de Príncipes” de Egidio Romano, se refieren a la edición ci tada de Juan B eneyto., e n l a que est án diferenciadas el t exto original de R omano y el comentario de la Glosa. 356 En el capítulo IX de la segunda parte del libro tercero insiste en la misma idea de ser piadoso porque el rey ejerce una labor tuteladora sobre su reino: Que el rey debe ser muy piadoso, pare sce po r m uchas razones. Lo prim ero, porque es padre de la tierra, lo segundo, porque es tutor del pueblo así com o de huérfanos; lo tercero, porque es así co mo físico, que debe guarescer los enfermos. En el capítu lo XIII de la segunda parte del lib ro tercero en el que habla de la tiranía, expone argum entos que después uti lizarán los enem igos de Pedro I para justificar el cam bio de rey, bien es verdad que estos argum entos, como dice el au tor, están tomados de San Agustín: Hay otra manera de tiranos que fueron puestos en el regno legítimamente e usan mal de su oficio. E estos tales dévense mucho guardar de las obras del tirano, ca el tirano cuando no es justo ni guarda justicia no es rey, mas es tirano. En el capítulo XXXVI de la segunda parte del libro terc ero, Egidio Ro mano habla de las tres cualidades que deben tene r los reyes para ser am ados por su pueblo: bienhechores, fuertes y justicieros. A es tos añade Castrojeriz: “Ca cuando ven los pueblos ser el su rey muy piadoso e m uy omildoso e m uy querencioso, ám anle mucho por ello”. No podemos decir que Pedro I fuera un rey conocido por su piedad, hum ildad y caridad, más bien todo lo contrario. Pero Romano decía que los reyes tenían tanto que ser amados como temidos, dentro de la idea del rey justiciero, que tiene que hacer que los culpables y delincuentes sean castigados; Castrojeriz matiza que tienen que ser más amados que temidos: Mas conviene de notar que m uchas otras condiciones hay porque los reyes son temidos e amados, ca cuando ven los pueblos que los reyes son m uy sabedores e muy escaldridos, tém enlos, cuidando que serán engannados por ellos e sacados de sus fueros e de sus algos; otrosí cuando ven que los reyes son muy poderosos, témenlos, sospechando que serán dellos m uy aprem iados o m uy sojuzgados; otrosí, cuando ven que son m uy atrevidos o muy osados, temen de ser llam ados a guerras o a peleas o a algunas asonada s; otrosí cuando ven que son m uy crueles o m uy bravos, tém enlos, cuid ando que serán por ellos condenados o atormentados. E así paresce que el rey por todas estas condiciones es temido. Creemos que es en este contexto en el que podem os situar el sobrenombre de “justiciero” de Pedro I: casti gar a los culpables, traidores etc., aunque al excederse, fue un rey m ás tem ido que am ado y m ás conoci do por sus crueldades, no consideradas justas, porque las hizo como tirano mas que como rey. Podemos deducir que no parece que las enseñanzas de Castrojeriz aprovecharan al infante, puesto que cuando fue rey no siguió sus consejos: cumplir las leyes, ser justo, apoyar a la Iglesia puesto que el reino le viene de Dios; y com o consecuencia de su mala actuación, acabó perdiendo el reino y la vi da. Como tratado político es interesante ya que pone de m anifiesto, una vez m ás, la preocupación de los reyes por la educación de sus herederos, como hemos visto en los Castigos del rey don Sancho. 357 Según Gimeno Casalduero 54 hay sim ilitudes entre Pedr o I de Castilla y F elipe IV de Francia en el ideal político qu e ambos persiguen, y cree que deri va de la doctrina de Egidio Colonna, que presenta al rey com o el más noble de los ciudadanos que debe guiar a sus vasallos, y éstos deben reverenciar al monarca que es superior. En el caso del rey castellano, defiende que és te gobierna como un señor absoluto, independiente de grupos que le puedan coartar com o los nobles, pero esta soledad a la hora de ejercer el poder sin límites es la que determinará sus conflictos y sus desgracias. En conclusión, parece que don Pedro siguió m ás los dictad os del autor Egidio Romano que los de Castrojeriz, y que cayó en la tiranía, peligro del que éste le advertía. Ciertamente no supo tener medida en el uso del poder y degeneró en abuso de un poder demasiado personalizado; las teorías expuest as por Egidio Rom ano s obre el Estado monárquico se pondrán en práctica un siglo más tarde, tanto en Francia com o en España. 3.3.2. EL MANUSCRITO DE LA BIBLIOTECA NACIONAL: MSS. 9236. Contiene una copia de la obra que venim os com entando. Es un códice en pergamino del siglo XIV, en latín. Según Dom ínguez Bordona55 fue escrito en Francia como regalo para algún rey de Castilla. El f ol. 7r, el incipit aparece bellam ente iluminado y las ilustraciones que presenta son muy interesantes. La capital iluminada E contiene el escudo cuartelado de Castilla y León, lo que deja claro que iba destinado al rey de Castilla. En la parte inferior hay una hermosa miniatura “de presentación” [fig. 5] en la que aparece un rey ri camente vestido, sentado en gran trono con respaldo, que lleva corona y cetro en su m ano izquierda, ambos de oro; coge con su mano derecha un libro que le entrega un fraile agustino que está arrodillado ante él, lo que se puede interpretar como la rep resentación del propio autor entregando De regimine principum al rey que lo ha encargado. Está dentro del es quema de las m iniaturas realizadas en la época de Alfonso X, por ejem plo, el rey com o promotor de libros, que adem ás, en este caso, está destin ado a la educación de un futuro rey, Ped ro I. Puede ser que es te ejemplar francés fuera el qu e en cargara Alfonso XI para que sobre él trabajara Castrojeriz 3.4. POESÍAS PARTIDISTAS. 3.4.1. ROMANCE HISTÓRICO. A ellos, compadre, a ellos, que ellos xaboneros sone! Que nunca vi xaboneros vender tan bien su xabone. Según Diego Catalán 56, este rom ance se refiere a la sublevación, derrota y prisión de don Juan de la Cerda el año 1357, que junto co n su cuñado Góm ez Arias, alcaide de Sevilla, intentan tomar la ciudad para los “bastardos”. Momentos antes de la batalla, don Juan de la Cerca, arrogant e, llam a con des precio, “jaboneros”, a los sevillanos. Su fracaso es celebrado en este romance, que un poeta partidario del rey don 54 GIM ENO C ASALDUERO, Joa quín: La imagen del mo narca en la Castilla d el sig lo XIV, Madrid : Revista de Occidente, 1972, pp. 81-3. 55 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús: Manuscritos con pinturas, Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1933, p. 321. 56 CATALÁN, Diego: “Nunca viera jaboneros tan bien vender su jabón. Romance histórico del rey don Pedro, del año 1357”, Boletín de la Real Academia Española, 32 (1952), pp. 233-245. 358 Pedro se encargaría de hacer lleg ar a todos lo s rincones de Castilla . Piensa Catalán que este poem a favorable al rey no sería el único, pero que fueron relegados al olvido después del triunfo de don Enrique. Lo que es una muestra palpable de que la propaganda jugó un papel importante en ambos bandos. 3.4.2. MACÍAS. Es un poeta cortesano que escribió entre 1360-70, cuyas composiciones aparecen recogidas en el Cancionero de Baena . Compuso una Cantyga contra el amor, pero que se cree que la hizo contra el rey D. Pedro, de la que recogemos los siguientes versos: Rey eres sobre los reyes, coronado emperador, do te plaze van tus leyes, todos han de ty pavor. E pues eres tal señor, Non fazes comunaleza; Sy entyendes que es proeza, Non soy ende judgador. So la tu cruel espada Todo omne es en omildança; Toda dueña mesurada en ty debe aver fiança; con la tu briosa lança ensalças toda vileza y abaxas la nobleza del que en ti obo fiança. Ves, amor, por que lo digo: Se que eres cruel y forte, adversaryo enemigo, desamador de tu corte. Al vyl echas en tal sorte Y por prez le das; Quien te sirve en gentyleza Por galardón le das morte57. Como vemos hace un juego de palabras sobre la crueldad del am or, pero que bien se podría referir a don Pedro, pues habla de rey, espada, muerte, de favorecer a los viles y de castigar a los gentiles, siendo és tas últimas recriminaciones que hemos visto que se le hacían al rey cruel. El que esta poesía aparezca en un cancionero del siglo XV, nos indica que esta imagen tan negativa que se tenía de él se m antuvo desde sus coetáneos a través de los siglos, tal y como la propaganda Trastámara quiso. 57 ONRUBIA DE MENDOZA, José (selección): Poetas cortesanos del siglo XV, Barcelona: 1975, p. 40. 359 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS REALES. 4.1. DOCUMENTOS REALES. Según Lope Pascual 58, en la producción docum ental asistimos a la desaparición de algunos tipos com o l a carta plom ada y a la aparición de otros com o el albalá y la provisión real que tendrán largo uso. a) El Albalá. Sirve para comunicar nombramientos y transmitir gestiones de tipo económico y lleva la característica intitulación del monarca: “Yo el rey”. *1367, junio, 9. s.l. 59. El rey lo envía a Garcí Fernández de Villod re, dándole diversas ins trucciones para recaudar dinero y ordenándole que se lo envíe a Sevilla. b) La Provisión. Es un documento de gran prestigio hecho a petición de las partes. Aunque parece que data de los tiem pos de Al fonso XI, se puede decir que en el reinado de Pedro I es cuando se consolida, pues el recurso a tal tipo de documento, claramente dispositivo, se corresponde con su personalidad autoritaria. Vamos a ver algunos ejemplos: *1353, enero, 25. Real sobre Aguilar60. El rey afirm a ante el obi spo de P lasencia, su dere cho de patronazgo sobre la iglesia de Guadalupe, y com o “dixieronme que algunos que se trabajavan de la ganar del Papa”, le proh ibe que recob re esa g racia ante e l Po ntífice, po rque el p rior es presentado por el rey. El contenido pone de m anifiesto las rela ciones tensas del rey con la Iglesia, porque él no quiere renunciar a ninguna parcela del poder temporal, ni someterse a esta institución. *1354, abril, 20. Castroxeriz61. El rey ordena a los comenda dores, concejos, alcaldes y alcaydes de las villas y lugares de la Orden de Santiago en el reino de Murcia, que respeten el privilegio que los habitantes del reino tienen de que sus ga nados puedan pastar librem ente por todo el reino. Éste es un ejem plo de disposiciones de tipo económ ico, lo que preocupaba mucho a Pedro I, porque una m anera de gobe rnar con justicia er a procurar que la economía del reino fuera bien. 58 PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: “Notas para un estudio de la Cancillería castellana en el siglo XIV. La Cancillería de Pedro I”, Miscelánea Medieval Murciana, 5 (1980), p. 227. 59 Archivo Ducal Alba, Lemos, carpeta 1, nº2. (Recogido en DÍAZ MARTÍN, Luis Vicente: Colección documental de Pedro I de Castilla, Valladolid: Consejería de Educación y Cultura, 1997, vol. 4, p. 264). 60 AHN, Sigilografía, arm.1, caj. 26, nº 10 (Recogido en DÍAZ MARTIN: Ibidem, p. 124.) 61 AM Mu, C .R. 1 348-1354, f ol. 88v. (Recogido e n M OLINA M OLINA, Án gel L uis: Documentos d e Pedro I. Colección de documentos para la Historia del Reino de Murcia, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1978, p. 140) 360 *1358, diciembre, 30. Sevilla62. El rey ratifica a García Álvarez de Toledo, la donación de los bienes confiscados a Vasco Góm ez de Al maraz, v ecino de Plasencia, declarado traid or y condenado a muerte por ser partidario de don Enrique: Et yo, aviendo dél piedat, et aviendo que con serviçio que m e fes siese me enmendaría los yerros que m e avía fec ho, yo perdonelo. Et después del dicho perdón, non guardando la m erçed que le yo avía fecho al dicho Vasco Gom es, fiso fabla con los dichos Conde e Maestr e e con algunos otros para m e deservir et para seer contra pro comunal de los míos regnos. Por lo qual, yo m andé matar al dicho Vasc o Gomes, et fise merçed de tod os los dichos bienes que avía el dicho Vasc o Gomes a Garçí Álvares de Toledo, m ío criado et mío vasallo. Este documento es un ejem plo de la cr ueldad del rey, aun que él lo in terpreta como justicia, ya que c astiga a quien le ha traicionado por dos veces, y por eso la condena la hace pública. c) La Carta de Merced Es otro documento muy usado porque el rey concede mercedes a través de él, lo que es una atribución real, co mo estamos viendo a lo largo de este trabajo. Analicemos algunos ejemplos: *1353, octubre, 15. Villa Real63. La reina María de Portugal, madre de Pedro I, dona quinientos maravedís de sus rentas de Guadalajara al convento de Santo Domingo de Madrid. Comienza: Sepan quantos esta carta vieren como yo doña María, por la graçia de Dios Reyna de C astiella et de León, por faser bi en et m erçed a la priora et convento de las dueñas de Santo Domingo. Destacamos este documento por ser su autora la esposa de Alf onso XI, pero que vivió marginada de la corte, deducimos que adquirió protagonism o como reina madre durante los primeros años del reinado de su hijo. *1369, enero, 10. Sevilla64. El rey concede a la condesa doña L eonor, mujer del conde don Fernando señor de Castro, que pueda poblar con quince vecinos labradores el lugar que llamar Palacios, en el término de Sevilla, porque está yermo. Nuevamente vemos interés del rey por que su reino sea productivo; no obstante hay que recordar que el tem a del despoblam iento ya preocupaba a Alfonso XI. Otro detalle de interés que se añade a este docum ento es que contiene la firm a autógrafa del rey, “Yo El Rey”, en buen estado, en la Suscripción final [fig. 6]. 62 Archivo Ducal Alba, vitrina nº 15 (Recogido en DÍAZ MARTÍN: Ibidem, vol. 3, p. 375 ) 63 AHN, Clero, carpeta 1359, nº20. 64 BNE, Res. 261, nº 1. 361 d) El Privilegio Es otro documento, de larga tradición, usado por los reyes; valga como ejemplo: *1351, octubre, 27. Cortes de Valladolid65. El rey confirm a a los vecinos de Se villa la exención de portazgo, diezm o, veintena y otros derechos concedidos por Fernando IV y confirmados por Alfonso XI. En el Preámbulo hace una alaban za de la ciudad de Sevilla por los buenos servicios prestados a él y “a los reyes onde yo vengo, et señaladam ente al rey don Alfonso, m ío padre”; es una m anera de m arcar su legitim idad. En cuanto al asp ecto formal del documento, destaca que tiene como únicos elementos decorativos la S inicial y el nombre del rey, escrito en grandes letras sobre fondo rojo, de m anera que es lo que más resalta en el pergam ino al primer golpe de vista, lo que dem uestra que también se utilizaba como un vehículo de propaganda. El contenido, de carácter económico, es muy importante, pues nos indica la p reocupación de la m onarquía por favorecer los intercambios comerciales que repercutían positivamente en la hacienda regia. 4.2. LOS PRIVILEGIOS RODADOS. Según Mª Teresa Villar 66, este documento, durante este reinado, pasa una época de decadencia porque refleja el estado caótico del reino con motivo de la guerra civ il. Esta afirmación nos parece lógica, pero por lo que respecta a nue stro trabajo, los q ue hemos estudiado, por su contenido y factura nos parecen tan representativos del pod er real como en rein ados anteriores puesto que sig ue siendo el docum ento más solemne. Lo que se puede constatar es que, como dice Elis a Ruiz67, se consolida una redefinición de la im pronta original, y la rueda se inscribe en u n cuadrado tangente a la circunferencia, lo que genera unas enjutas que se decoran con elementos vegetales; este patrón perdurará hasta los Reyes Católicos en que desaparece el signo; no obstante en el reinado de Alfonso XI vim os un ejem plar con estas caracterís ticas, pero era la excepción, en cam bio en este reinado será la norma como veremos en los ejem plares que estudiaremos a continuación. * 1352, mayo, 22. León68. El rey concede a la abadesa y a las monjas del monasterio de San Clem ente de Toledo la donación de dos mil maravedís con cargo a las rentas del mesón del lino y del vino castellano, en concepto de limosna. Según Elisa Ruiz 69, el as unto tratado refleja la re ligiosidad de la época, pues el rey concede una limosna a las monjas a cambio de que rueguen a Dios por las alm as de los antepasados del m onarca y por la vida y salud del propio rey y de su esposa. En el aspecto externo del docum ento se observan la s características p ropias de la ru eda en ente periodo [fig. 7], enm arcada en un cu adrado y con las enju tas con deco ración vegetal, y presenta una gran variedad cr omática. Los nom bres del rey y de Dios aparecen encerrados en un cartucho de color azu l, de manera que se equipara y qued a clara la con cepción teocrática de la m onarquía; el nom bre de la rein a, María, aparece 65 AMS, Sec. 1ª, carp. 2ª, nº 49. Hay un facsímile en BNE, mss. Facs. GF/ 67 66 VILLAR ROMERO, Mª Teresa: Privilegio y signo rodado, Madrid: Universidad Central, 1966, p. 27. 67 RUIZ GARCÍA, Elisa y otros: El documento pintado, Madrid: Museo del Prado, 2000, pp. 38-9. 68 BRAH, Colección San Román, caja 2ª, núm. 6. 69 RUIZ GARCÍA, Elisa y otros: El documento pintado, Madrid: Museo del Prado, 2000, p. 104. 362 igualmente destacado, pero el color de su ca rtucho es rojo, que es otro de los colores utilizados por la realeza, pero diferenciada del rey. * 1361, enero, s.d. Sevilla70. Pedro I hace donación a su hijo el infa nte don Fernando de la villa de Gibraleón con todo su térm ino, con derechos, con alm ojarifazgo, aduanas, fonsado, fonsadera, cabeza del pecho de los judíos y moros, escribanías y yantares, justicia civil y criminal, alzadas, m ero y m ixto im perio, reservándose m ineras, alcabalas, m oneda forera y tercias, haciendo guerra y paz con el rey. Vemos que el tem a es bien im portante, dado qu e no es el in fante hijo le gítimo, pero hace lo m ismo que hizo su p adre con lo s hijos que tuvo con doña Leonor de Guzmán. En el aspecto formal, se trata de una pieza cuidada y ricamente decorada, [fig. 8], pues presenta el crismón, los nombres propi os y la rueda con adornos de oro, lo que nos indica la solem nidad con que quería re vestir la im portante don ación; adem ás aparece la firma autógrafa del rey: “Yo el Re y don Pedro”, es una manera de afirmar su presencia, pues añade su nom bre al cargo, lo que no habíamos visto hasta ahora, lo interpretamos com o una m uestra más de l personalismo con que intentó reinar. El nombre de Dios en letras doradas es m ás grande que el nombre del rey, y no apar ecen otros nom bres destacados com o he mos visto en otros priv ilegios en q ue aparecía el nombre de la reina y el del heredero, puede explicarse porque debido a las particulares condiciones fa miliares del rey, no está clar o quienes ocu pan tales títulos. El sig no rodado no tiene cruz, presenta los leones sin corona, y la leyenda “Signo del rey don Pedro” va en letras doradas sobre un fondo que alterna el rojo y el azul, m ismos colores que se alternan en el segundo an illo y que tam bién aparecen en las en jutas de la rueda con el cuadrado que la enmarca, detalles decorativos que nos hablan de una elaboración esmerada del documento para resaltar la figura del rey. * 1366, junio, 6. s.l.71. El rey otorga fundar el mayorazgo de la Morena. Es éste un tem a muy i mportante, que po cas veces hem os visto has ta ahora, lo que nos in dica la necesidad que podía ten er de hacer m ercedes a sus partidarios. Presenta los nom bres de Dios, de la Virgen María y el del rey con letras grandes y doradas, lo que indica que el rey está en el nivel de la divinidad de la que recibe el poder directamente. Como cierre de este apartado, nos parece interesante mencionar que en todos los privilegios hemos leído la m isma intitulación, que es la m isma de su padre, puesto que no añadió ningún territorio a la corona72: Don Pedro por la gracia de Dios, Rey de Castilla , de Toledo, de León, de Gallisia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén, del Algarbe, de Algesira, Sennor de Molina. 70 AHN- Nobleza, Osuna-Béjar, carp. 11, nº7. 71 AHN- Nobleza, Fernán Núñez, carp. 4, doc. 90. El espacio destinado al lugar de emisión del documento, está deteriorado de t al manera que no se puede leer si es que hubiera algo escrito. 72 Como estuvo envuelto en tantas guerras no pudo continuar la labor reconquistadora de sus antecesores. Por otro l ado, est uvo a p unto de pe rder t erritorios pa ra paga r l a ay uda i nglesa, o s ea que en ve z de incorporar nuevos territorios casi los pierde. 363 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE OTROS SOPORTES. 5.1. A TRAVÉS DE LOS SELLOS. Los m ás abundantes son los sellos pendi entes de plom o. El único tipo que nosotros hemos visto, es el ecuestre, lo que nos da la im agen de un rey guerrero, como así fue, tanto con los reinos extranjeros para lograr la primacía de Castilla, como con sus adversarios del interior, lo que le llevó a protagonizar una guerra civil con un final trágico para él. Prácticam ente todo su rein ado estuvo en lucha y esa actitud es la que presenta en el anverso de sus sellos. Es el suyo el poder de la fuerza, que está legitimado para usar y que a sus ojos y a los de sus part idarios le convierte en justiciero, pues trata de acabar con los en emigos; pero esa fiereza se vuelve en contra suya y acaba siend o considerado un tirano. A diferencia de los reyes anteriores no hizo la guerra a los musulmanes, por lo tanto en los sellos no se representa com o caudillo de la Reconquista. Son unos sellos con unos rasgos externos peculiares que los diferencian de los de otros reinados al prim er golpe d e v ista: ap arece la figura del rey enm arcado por una rosácea, lleva som brero de hierro en vez de casco con co rona, el cab allo corre a la derecha en vez de a la izquierda y no aparece el cuartelado ni en el escudo ni en las gualdrapas del caballo. Sello pendiente de un docum ento hecho en las Cortes de Valladolid el 22 de septiembre de 1351 73 [fig. 9]. En el anverso, presenta la figura ecues tre del rey en el centro de u na rosácea de ocho ló bulos; llev a som brero de hierro, escudo corto y triangular ante el pecho, en la m ano derecha blande la espada cort a; la leyenda dice: “PETRUS. DEI. GRACIA. REX. REINAT. ER A. MIL. E. CCC. LXXX. VIIII”. En el reverso aparece la m isma rosácea en marcando el cuartelado, dividido por una cru z, de castillos y leones; la leyenda dice: “P ETRUS. DEI. GRACIA. REX. CASTELLE. E. LEGIONIS. ETCETERA”. Amb as leyendas al uden al origen teocrático de la monarquía, lo que indica su interés por dejar claro este pu nto que le convertía en el único soberano legítimo. En ca mbio en el sello de placa se impone el del cam po cuartelado con los castillos y los leones ra mpantes sin corona, en el que la leyenda dic e: “SIGILLUM. PETRI. DEI GRACIA. REGIS. CASTELLE. ET. LEGIONIS”74. Tanto la imagen como la escritura aluden a los territorios de los que es rey por la gracia de Dios, de acuerdo con la fórmula habitual 5.2. A TRAVÉS DE LAS MONEDAS. Hay num erosos tipos, la m ayoría de ellos sim ilares a las m onedas de los reinados anteriores. Pero hay dos con ca racterísticas signific ativas que conviene comentar. Una m oneda de oro 75 [fig. 10] que presenta en el anverso una rosácea de dieciséis semicírculos, similar a la de los sellos, en cuyo interior aparece el busto del rey de perfil con corona y m anto real, que es un retrato de gran finura, que trata de personalizar y destacar la im agen regia. La leyenda, que es lo m ás importante para nosotros, dice: “DOMINUS MIC HI ADI UTOR ET EGO DISPICIAM INIMICOS 73 AHN, Sigilografía, armario 2, caja 22, nº7. 74 Las características corres ponden al sello de un docu mento destinado al Obispo de Plasencia de 2 2 de julio de 1350, que no reproducimos porque está en mal estado. AHN, Sigilografía, caja 17, nº 11. 75 MAN, 1867/21/2. D. 2390 364 MEOS”76, con lo que se reconoce com o el vicario de Dios y adem ás nos habla de los opositores a su monarquía, a los que va a desenmascarar para eliminarlos, se supone. En estas do s frases nos resum e su concepción d e la m onarquía. El reverso presenta la misma rosácea con el cuartelado de castillo s y leones; tam bién es interesante l a leyenda: “PETRUS DEI GRACIA REX CASTELLE E LEGIONIS. E. M. CCC. LXXXX. VIII”; al igual que en los sellos se intitula rey de Castilla y León por la gracia de Dios, por lo tanto, otro ejem plo de la concepción teocrática de la monarquía, pero además nos da la fecha, 1360, lo que es inusual y, precisame nte en ese año estaba en plena guerra civil contra su hermanastro, que es uno de los enemigos al que se refiere en el anverso, quizás por eso emite una moneda tan bella, solo digna de un monarca. Hay un tipo de m oneda77 [fig. 11], novedoso, que presenta en el anverso una P coronada que llena el cam po, alrededor hay una leyenda en dos círculos que dice lo mismo que en la de la moneda ya com entada. Deja clara su inicial para que no haya duda de quien es el rey legítim o, el elegido por Dios y que está luchando contra los que le quieren arrebatar el trono. Com o vem os la guerra en el cam po de la propaganda también es dura y se recurre a todos los sí mbolos posibles y a todos los soportes donde puedan aparecer éstos. 5.3. LA ESTATUA ORANTE DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL. Esta escu ltura [fig. 12] en alabastro representa a Pedro I de rodillas, con armadura y manto encima, en la cabeza lleva una cinta que indica que tenía ceñida una corona, que se ha perdido, lo que puede ser signo del poco interés que tenían los reyes posteriores de conservar su memoria. Si conflictivo fue su reinado, tam bién lo fue el destino de su cuerpo tras su muerte. En su tes tamento pedía ser enterra do en Sevilla en la capilla nueva que él mandó hacer 78. Deseo que no se cumplió pues Enri que II en su testam ento m andaba hacer un monasterio cerca de Mon tiel para en terrar a don Pedro, pero no se hizo y, según la tradición, sus restos fueron trasladados a la iglesia de Santiago de la Puebla de Alcocer, donde permanecieron hasta 1446, en que su nieta doña Constanza, con permiso de Juan II, los trasladó al convento de Santo Domingo de Madrid (ya desaparecido), del que era priora, donde se construyó un suntuos o sepulcro, del que queda esta escultura orante79. Por lo tanto ésta no puede ser un retrat o físico del rey, puesto que se realizó casi un siglo después de su m uerte, a unque tiene la aparie ncia de un retrato personalizado. 6. LA IMAGEN QUE PREVALECE ES LA DE “PEDRO EL CRUEL”. La estatua s in corona, que acabam os de com entar, nos sirve para cerrar es te capítulo sobre Pedro I, p uesto que refleja m uy bien la imagen de este rey que perdió el trono y la batalla de la propa ganda, pasando a la historia como un cruel tirano. Batalla que ya perdió en vida, cuando m uchos de sus partidarios se pasaron a la otra facción, que tenía por distintivo la Orden de la Banda , creada por Alfonso XI, y al que veían con 76 Se puede traducir como: El Señor me [ha designado su] representante y yo destaparé a mis enemigos. 77 MAN, 1994/50/7007. D.1468 78 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los reyes de Castilla, Madrid: BAE nº 66, p. 594 (Testamento del rey don Pedro de Castilla) 79 La hi storia d e su e nterramiento l a hem os ext raído del cat álogo de l a exp osición Maravillas d e l a España medieval. Tesoro sagrado y monarquía, Valladolid: Junta de Castilla y León, 2001, p. 142. 365 mejores expectativas para el reino de Cast illa. Enrique II, una v ez en el trono, no tuvo más que seguir con la campaña de desprestigio. Sorprende como un rey, cuya legitim idad nadie cuestionó en un principio, pudo granjearse la oposición de buena parte del rei no y, en especial, la de los más poderosos. Las fuentes de la época, como hemos visto, insisten en el temor que inspiraba su política de matar a todos los que consideraba traidores, y por eso cada vez desertaron más de su lado para irse con el otro candidato al trono, también de sangre real; aquí está la clave de su derrota, que tuvo un rival dispuesto a qu itarle la corona y que también era hijo de Alfonso XI. Para entend er la ac titud de este m onarca hay q ue tener en cuenta su in fancia, lejos de su padre quien tenía otra fam ilia, y con una m adre que odiab a a Leonor de Guzmán y sus hijos. Una vez en el poder quiso vengarse, y por ello intentó centralizar todo el poder en su persona, convencido de qu e le venía directam ente de Dios, al que hemos visto como gráficamente iguala su nombre en los privilegios rodados, razón por la que nadie podría cuestionarle, pero com etió abusos que le llevaron a un triste final. Esta idea no es novedosa, ya su padre reunió en sus manos un poder muy fuerte, y había sido educado en los principios defendidos por Egidio Romano, pero Pedro I no tuvo la inteligencia ni el tacto para dom inar a la nobleza y satisfacer a la Iglesia, ni las circunstancias acom pañaron a la imposici ón de una m onarquía autoritaria; podemos decir que se adelantó un siglo en su concepción del poder regio. El peso de la propaganda política tamb ién contribuyó a que perdurara la im agen de cruel. El vencedor, Enrique de Trastámara, hizo todo lo posible por dañar la memoria de su hermanastro, porque tenía que legiti mar su dinastía, la cual se m antuvo largo tiempo. Un ejem plo de la im agen negativa de don Pedro la tenem os en la serie de retratos de reyes de España que hizo W esterhout80 en el siglo XVII dedicado a Carlos II, en la recreación correspondiente, en este ca so concreto, el dibujo presenta al rey sin corona [fig. 13], circunstan cia que no ocurre en los de más, y con un gesto feroz y desagradable, además, en la breve biografía resalta que era conocido como “el Cruel”. 80 WESTERHOUT, Arnoldo Van: Efigies de los Reyes de España, Roma, 1684. (BNE, ER. 477) 366 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS PPEEDDRROO II 367 Fig. 1 Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartagena BNE, Vit. 19-2, fol. 37v Fig. 2 Grandes Chroniques de France BNF, Fr. 2813, fol. 447 368 Fig. 3 Ordenamiento de Alcalá BNE, Vit. 15-7, fol. 0v Fig. 4 Corónica de los nobles reyes de Castilla de Pedro López de Ayala RB, II/2970, fol. 4r 369 Fig. 5 De Regimine Principum de Egidio Romano BNE, mss. 9236, fol. 7r Fig. 6 Carta de merced de Pedro I BNE, Res. 261, nº1 370 Fig. 7 Privilegio rodado BRAH, Colección San Román, cja 2ª, nº 6 371 Fig. 8 Privilegio rodado AHN-Nobleza, Osuna-Béjar, carp. 11, doc. 7 Fig. 9 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, armº 2, c. 22/7 372 Fig. 10 Moneda acuñada en Sevilla. Anverso y reverso MAN, 1867/21/2 D. 2390 Fig. 11 Real de Pedro I MAN, 1994/50/7007 D. 14968 373 375 UUNNIIVVEERRSSIIDDAADD CCOOMMPPLLUUTTEENNSSEE DDEE MMAADDRRIIDD FFAACCUULLTTAADD DDEE GGEEOOGGRRAAFFÍÍAA EE HHIISSTTOORRIIAA LLAA IIMMAAGGEENN DDEE LLAA RREEAALLEEZZAA CCAASSTTEELLLLAANNAA BBAAJJOOMMEEDDIIEEVVAALL EENN LLOOSS DDOOCCUUMMEENNTTOOSS YY MMAANNUUSSCCRRIITTOOSS IIII FFÁÁTTIIMMAA PPAAVVÓÓNN CCAASSAARR TTEESSIISS DDOOCCTTOORRAALL DDIIRRIIGGIIDDAA PPOORR DDªª EELLIISSAA RRUUIIZZ GGAARRCCÍÍAA CCAATTEEDDRRÁÁTTIICCAA DDEE PPAALLEEOOGGRRÁÁFFIIAA YY DDIIPPLLOOMMÁÁTTIICCAA DDEEPPAARRTTAAMMEENNTTOO DDEE CCIIEENNCCIIAASS YY TTÉÉCCNNIICCAASS HHIISSTTOORRIIOOGGRRÁÁFFIICCAASS YY AARRQQUUEEOOLLOOGGÍÍAA 22000088 TTEERRCCEERRAA PPAARRTTEE LLOOSS TTRRAASSTTÁÁMMAARRAA.. EELL RREEYY EEXXHHIIBBIIDDOO 376 EENNRRIIQQUUEE IIII ENRIQUE II Y EL INICIO DE LA DINASTÍA TRASTÁMARA (1369-1379) 377 ÁRBOL GENEALÓGICO DE ENRIQUE II ALFONSO XI LEONOR DE GUZMÁN MARÍA DE PORTUGAL *JUANA MANUEL TELLOENRIQUE II (1369-1379) PEDRO IMARÍA DE PADILLA CONSTANZAJUAN DE GANTE CATALINA JUAN I D. JUAN MANUEL BLANCA DE LA CERDA *JUANA MANUEL 378 1. CASTILLA EN LA ENCRUCIJADA. 1.1. DE BASTARDO A REY. 1.1.1. LAS ANDANZAS DEL CONDE. El futuro rey Enrique II nació en Sevill a el 13 de enero de 1333, fue el prim er hijo de Alfonso XI y de Leonor de Guz mán1, pero nació después que el infante don Pedro, habido de legítim o matrimonio con la reina M aría de Portugal. Recib ió importantes donaciones territoriales de su padre y después here dó parte del rico patrimonio acumulado por su madre. Como vástago real recibió los títulos de Conde de Trastámara, Lemos y Sarria. En un principio él y sus hermanos acataron a Pedro I como rey, pero cuando éste hizo prisionera a doña Leonor, temeroso de que tam bién pudieran prenderle, huyó a Asturias, según cuenta la Crónica: “e fueron con él dos caballeros suyos, Pero Carrillo e Men Rodríguez de Sarabia, e levaban rost ros de cuero porque los non conosciesen” 2. Fue tras la ejecución de su m adre por ins tigación de la reina doña María, cuando se abrió entre ellos un abism o insalvable, que se fue ensanchando según don Enrique iba aglutinando a todos los descontentos del re y, como por ejemplo el ex–valido don Juan Alfonso de Alburquerque; además, apoyó a los infantes de Aragón don Fernando y don Juan, primos del rey, como posibles herederos del trono de Castilla y se alió con el rey de Aragón en la Guerra de los dos Pedros , circunstancias que ya explicam os en el capítulo anterior y que convirtieron a los hermanastros en cabezas de bandos enemigos. En el transcurso de la Guerra Civil, en m arzo de 1366 3, se proclam ó rey en Calahorra a petición de las gentes que iban con él: E luego cerca de la cib dad en una here dat cam ino de Alfaro en una tienda le nombraron rey, e con un Real pendón fu e don Tello por esas piezas a un otero que está ante la villa [...] llam ando, Castilla por el Rey [...] e anduvieron por la cibdad llamando “real, real por el rey don Enrique”4. Sigue cosechando victorias, y poco despué s se dirige hacia la im portante ciudad de Burgos porque es reclam ado allí; los bur galeses consideran que el rey don Pedro los ha abandonado pues no ha querido enfrentarse con el ejército de su herm anastro, lo que les da derecho a elegir nuevo señor; este ar gumento lo utiliza el Trastám ara para justificar su acción: Le enviaron los de Burgos sus m ensageros a Briviesca llam ándole conde, e diciendo que desque él fuese en Burgos, e les jurase de guardar sus fueros e libertades le llamarían rey, e pidiéndole por merced que se viniese para Burgos, ca ellos le acogerían co mo su rey e señor ; e que esto lo podían muy bien facer 1 Según Gimeno Casalduero, en él se mezcla la sangre de los reyes de Castilla con la sangre ilustre de la nobleza, y por eso s u m onarquía exi girá y se a poyará e n la c olaboración con l os grandes (GIMENO CASALDUERO, J oaquín: La imag en d el monarca en l a C astilla d el sig lo XIV, M adrid: R evista de Occidente, 1972, p. 116). 2 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, tomo 66, p. 409. 3 Los cronistas tomaron esta fecha como inicio del reinado, pero, hoy, los historiadores consideran que el comienzo es en 1369, después de la muerte de Pedro I en Montiel. 4 Los ac ontecimientos so bre su proclamación c omo re y así co mo la co ronación están relatado s en la Crónica de Pedro I en: ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, to mo 66, 1953, pp. 540-1. 379 sin caer en yerro e en vergueza, ca tenían quito el pley to e omenage que ficieran al Rey don Pedro, e ge lo quitaron qua ndo dende partió. E el conde don Enrique ovo muy grand placer con los dichos mensageros de Burgos, e con las cartas que la cibdad le envió; e luego partió de Br iviesca e vínose a Burgos e fue en ella acogido m uy honradam ente, e con grandes pr ocesiones e alegrí a, e el alcayde que tenía el castillo de la cibdad […] vino a él e entregógelo s […] e fue tom ado por rey. Se puede decir que los actos relatados eran ilegales, y por eso quiso subsanar la situación co n la solemne coronación en Las Huelgas de Burgos el dom ingo de Resurrección 5 de abril de 1366, una vez conquistada esta ciuda d. Se celebró una brillante ceremonia en la que es tuvieron presentes los nobles, las compañías militares y los representantes de los concejos burgalés y vecinos. La Crónica no da muchos detalles s obre “los grandes aparejos” que se celebraron, pero sí dice que “coronose allí por rey” y que despué s de ser coronado todos “besáronle la m ano por su rey e su señor”, lo que nos indica que esta cerem onia tiene mucho de feudal, pero, dadas las circuns tancias, Enrique tuvo que recurrir a todos los símbolos posibles para fortalecer su im agen de rey y señor de los castellanos, que legítimamente no le correspondía. Naturalm ente, tuvo que esperar al año 1369 en que, tras el regicidio de Montiel, fue reconocido como único rey de Castilla, en este caso sin ninguna ceremonia especial: Otro día después que el rey don Ped ro fue muerto los que es taban en el castillo de Montiel vinieron a la m erced del rey don Enrique, e entregáronle la cámara e joyas e dineros que allí tenían5. 1.1.2. UN HECHO CLAVE: SU MATRIMONIO. Parece ser que fue Leonor de Guz mán la que buscó buenos enlaces matrimoniales para sus hijos y, de esta m anera, reforzar su posición política, por eso cuando murió don Juan Manuel, a pesar de ser uno de sus m ás encarnizados enemigos, como vimos en el capítulo de Alfonso XI, preparó el matrimonio de Enrique con Juana Manuel. Juana Manuel era h ija de don Juan Manuel 6 y de su tercera esposa doña Blanca de la Cerda, hija de don Fernando de la Cerda y de doña Juana Núñez de Lara, por lo tanto tenía sangre de las m ás rancias casas nobles castellanas, incluso de estirpe real, lo que la convertía en una piez a muy codiciosa para los p lanes de Leonor y Enrique, ya que era des cendiente directa de Fernando III y de Alfonso X por línea paterna y p or línea materna, por lo que podría ser una legítim a heredera si el rey Pedro I fallecía sin descendencia; además tenía un rico patrimonio territorial. La boda se realizó en secret o, en 1350, para evit ar las iras de Pedro el Cruel y la oposición del herm ano de la novia, don Fernando Manuel 7. Seguram ente el m onarca 5 ROSELL, Ca yetano: Crónicas d e lo s Reyes d e Ca stilla II, M adrid: BAE, t omo 68 , 19 53, p. 1. La Crónica de Enrique II es la de don Pedro López de Ayala. 6 Perso naje clav e d e la política castellan a d esde el rein ado de San cho IV, después de m uerto sigu ió estando presente, en este reinado, a través de su hija la reina Juana, que contribuyó a legitimar el trono de su esposo. No olvidemos que su hermanastra, doña Constanza, fue reina de Portugal por su matrimonio con Ped ro I, l o que también podría beneficiar al nuevo rey de C astilla para mantener buenas relaciones con este reino peninsular. 7 GIMÉ NEZ SOLER, Andrés: Don Jua n Ma nuel. Biog rafía y estud io crítico , Z aragoza: Tip. La Academia, 1932, p. 116. 380 intuía en este m atrimonio de su herm anastro una forma de afianzar sus aspiraciones al trono. Desde luego con tribuyó a leg itimar la nu eva dinastía, como años después dejará claro Juan I, que nació en tierras aragonesas en 1358 debido al enfrentam iento de su padre con el rey Pedro I de Castilla8. Doña Juana jugó un papel m uy importante en el reinado de su m arido pues su linaje fue decisivo para legitim ar al nuevo m onarca y a su hijo, y por eso está presente en toda la docum entación con papel prota gonista. Es interesant e reseñar una carta misiva que le dirige don Enri que desde Braga el 18 de agos to de 1369 en la que em plea una fórm ula de afecto: “Vos enbiamos m ucho saludar como aquella que am amos así como a nuestro co razón”9, lo que no es usual en los diplom as ofi ciales, pero es indicativo de que el rey era consciente de la im portancia que tenía su esposa en la política que él quería llevar a cabo. Se conserva un retrato de ella en el Políptico de la Virgen de la leche de Bernabé de Módena, en la cated ral de Murcia [fig. 1]. Aparece co mo donante presen tada por Santa Clara, al llevar corona real y al esta r d estinada es ta pintu ra a la cap illa de los Manuel, se la identifica con la reina. Esta representación obedece a la imagen de pied ad que se quiere dar a doña Juana10, que tenía que ser muy del agrado del rey, hombre muy religioso y, sobre todo, muy partidario de mantener buenas relaciones con la Iglesia. 1.1.3. LA VICTORIA DE LA PROPAGANDA TRASTÁMARA. Según Lapierre11, la propaganda política se co nfigura com o un conjunto de procesos de comunicación, a través d el cual se efectúa la difu sión de valores, normas y creencias q ue form an l as diversas ideolog ías p olíticas. En este sentido, Enrique de Trastámara va a utilizar la propaganda pol ítica para im poner una nueva dinastía, de manera que jugó un papel funda mental en la legitimación de su rebelión y ascensión al trono castellano. En la Edad Media, como he mos visto ha sta ahora, la m onarquía era de origen divino y los reyes eran los vica rios de Dios; de ah í la dificultad de considerar como rey legítimo al Conde de Trastám ara. Por eso se vio obligado a argum entar su usurpación, cosa que hará, según Suárez Fernández 12, basándose en dos princip ios: la leg itimidad conculcada se convierte en tira nía y el bien del reino se en cuentra por encim a del bien particular. Se presenta a Pedro I co mo un tirano, cruel, enem igo de la Iglesia y, adem ás se hizo circular una novelesca hi storia, según la cual, el hijo de Alfonso XI había sido 8 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y revolución Trastámara, Madrid: Real Academia de la Historia, 1994, P. 34. Nos narra un rocambolesco episodio. Durante la Guerra de los dos Pedros, Pedro Carrillo dijo someterse a Pedro I, pero sólo para apoderarse de Juana Manuel, presa desde hacía tres años y llevarla con su marido que estaba en el exilio en Aragón. 9 PASC UAL MARTÍNEZ, Lope: “La Can cillería d e En rique II de Castilla”, Miscelánea Medie val Murciana, 1(1973), p. 197. 10 Hay polémica a la hora de identificar al donante masculino. Según Pérez Sánchez es don Juan Manuel, padre de l a reina. Dadas sus relaciones con Italia, no sorprende la prese ncia de una obra de Bernabé de Módena p ara su cap illa. La p intura sería po sterior a 1 369 en qu e es reco nocida co mo rein a. (PÉR EZ SÁNCHEZ, Alfonso y otros: Murcia, Madrid: Fundación Juan March, 1976, p. 171.) Cfr. El donante masculino sería el primo de doña Juana, don Juan Sánchez Manuel, conde de Carrión, Adelantado del Reino de Murcia; y la fecha del retablo estaría entre 1372-76, porque fueron los años más prósperos de su adelantamiento. (Catálogo de la exposición Huellas, Murcia: Caja de Ahorros de Murcia, 2002, p. 156.) 11 LAPIERRE, J.W.: El análisis de los sistemas políticos, Barcelona: Península, 1976, p. 123. 12 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Ibidem, pp. 14-5. 381 cambiado en su cuna por el de un judío, Pero Gil, que sería el verdadero padre de Pedro I, de ahí que a sus partidarios despectivamente se les denominase “Emperejilados”. Con estos argum entos, Enrique se presenta co mo el libertador del reino, m andado por la providencia; de ah í esa im agen mesiánica, que fomentaron sus partidarios, y que tenía como objetivo legitim arle con una propagand a ideológica basada en que el recto ejercicio del poder es el que lo legitima, como explica Valdeón13. Pero el conde cometió también en su rebelión abusos y crímenes similares a los del rey, lo que nos de muestra que la campaña de propaganda funcionó gracias al apoyo de la Ig lesia y de la nob leza y, tam bién, a la h abilidad de Enrique que su po atraerse al pueblo con la convocatoria de Co rtes. Como dice Mitre Fernández 14, la bastardía y la irregularidad de su as censo al trono, no parecen motivos descalificadores a los ojos de los cronistas medievales porque sus virtudes acabaron absolviéndole y legitimándole. Un vehículo de propaganda política fue la cancillería, como bien ha estudiado María Rábade 15. Enrique se sirvió h ábilmente de lo s recursos de la palabra escrita de los documentos que ex pedía la can cillería para legitimar su acceso al trono, utilizando fórmulas con diferentes argum entos. En unas s e cuestiona el reinado de Pedro I: “E aquel traydor malo tirano que se llamó rey”. Otras directam ente hacen una apología del propio Enrique II: “fuimos reçebid o muy de grado por rey e por s eñor, e nos besaron todos las manos”; y dentro de este grupo está n las que identif ican el bien común con su propio bien “es m as serviçio de Dios, e nue stro, e pro e guarda e poblam iento de los nuestros regnos”. Otro de los aspectos que m ás se resalta es su condición de hijo de Alfonso XI para poner de relieve la continui dad dinástica: “en tiempo de los rreys onde nos venimos e en tiempo del rrey don Alfonso, nuestro padre”, es la fórmula que utiliza en muchos documentos. También utilizó la cancillería como elemento de centralización del pod er y po r eso hizo en ella im portantes reformas que ya estudiaremos, lo que es otro ejem plo de utilización política de esta institución. Una i magen que extraemos de las fór mulas cancillerescas es la del rey com o “vicario de Dios”, aunq ue no aparezca esta expresión, pero la id ea de que está pu esto por Dios para reinar y por eso le deben acatar subyace en ellas. Imagen antigua pero que a la nueva dinastía le conviene fom entar para fortalecer su legitim idad, que no es otra que la de la divinidad que le ha puesto para conseguir el bien del reino. 2. UN REINADO CORTO PERO FRUCTÍFERO. 2.1. POLÍTICA INTERIOR. Enrique se consideró un lib ertador del pueblo castellano frente a la tiranía de Pedro I, un elegido por la provi dencia para restablecer el orden justo en el reino. Su reinado, que realm ente duró de 1369 a 1379, supuso la im plantación de una nueva 13 VAL DEÓN BARUQ UE, Julio: “La pr opaganda id eológica arm a de com bate de Enri que de Trastámara”, Historia, Instituciones, Documentos, 19 (1992), p.462. 14 MITRE FER NÁNDEZ, Emilio: “La Hi storiografía bajomedieval ante la revoluci ón Trastámara: propaganda política y moralismo”, en Estudios de Hi storia Medi eval en ho menaje a Lui s S uárez Fernández, Valladolid: Universidad, 1991, p. 344. 15 RÁBADE OBRADÓ, María: “Sim bología y prop aganda política en los formularios cancillerescos de Enrique II d e Castilla”, En la España Me dieval, 18 (1995). Las citas q ue presen tamos están en las p p. 227-234, donde además hay otras muchas. 382 dinastía, la Trastámara y, según Valdeón 16, inicia el tránsito h acia la España moderna a través de u na política que tiene tres líneas claras de actu ación: la se ñorialización, el fortalecimiento de la monarquía y la alianza con Francia. En cuanto a las dos primeras, él m ismo, en su testam ento, en po cas líneas resum e su concepción d e la m onarquía, como una encom endación divina, pues el rey recibe el reino de Dios, en cuyo nom bre gobierna y actúa com o el señor d e un señorío, y en esta últim a im agen tenem os la novedad, porque la de ser el l ugarteniente o vicario de Dios es usual en todos los reyes castellanos de la Baja Edad Media: E com o qui er que todo hom bre que es nacido e ha de m orir debe hazer estos conocimientos a Dios su criador, m ucho más son tenudos de los hazer los reyes por la mayoría e ventaja e señorío que les dio e enco mendó en este m undo para regir e seño rear el su p ueblo e para que los obedesciesen toda s las gen tes de su señorío en lugar de Dios17. A Enrique II se le denom ina “El de las m ercedes” po r la gran can tidad de donaciones que hizo a la nobleza y que fu eron origen de num erosos señoríos 18. Las mercedes enriqueñas 19 fueron otorgadas en remuneraci ón de los serv icios prestados, especialmente durante la Guerra Civ il, pero no siem pre fueron tierras y villas, tam bién rentas, casas, excusados etc.; los beneficiados, según Valdeón20, fueron los parientes del rey, capitanes extranjeros y nobles de segunda fila que ascendieron de escala social. El objetivo de esta política fue asentar la nue va dinastía sobre una amplia plataforma social, una nobleza vinculada a la m onarquía. Se podría pensar que esta m area señorializadora perjudicó al estado llano, pero el rey buscó la m anera de atraérselo con la frecuente convocatoria de Cortes, com o ya veremos, donde procura atender m uchas de sus peticiones y, de hecho, después de la s Cortes de Toro de 1371 concederá m uchas menos m ercedes. Él m ismo justificaba la concesión d e las m ercedes a los leales servidores com o una atribución propia de los reyes y que, por tanto, es una manifestación más de su poder; así lo deja claro en el Fuero de Llanes: E porque pertenesçen al estado de los reyes y a la su realeza, de nobleçer e onrar e previllegiar a los sus vasallos que bi en e lealm ente lo sirven, e dándoles sus regnos21. 16 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Enrique II de Castilla: La Guerra Civil y la consolidación del régimen (1366-71), Valladolid: Universidad, 1966, p. 9. 17 Colección de testame ntos y capitu laciones matrimoni ales de los Re yes de Castilla y Aragón y de algunos otros personajes, Testamento de Enrique II, BNE, mss. 6932, fol. 219. 18 Las mercedes reales d e v illas y lu gares en perpetuidad y mayorazgo fueron más frecuentes desde el reinado de E nrique II (MESA FER NÁNDEZ, Á ngel: Los ma yorazgos espa ñoles en la Ed ad Med ia, Madrid: Hidalguía, 1962, p. 24). 19 Según José Luis Martín, Enrique II, para pagar a sus partidarios, recurrió también a la confiscación de los bi enes de l os re beldes y a l a acuñaci ón de m oneda d e baja cal idad. (LÓ PEZ D E AY ALA, Pe dro: Crónicas, Barcelona: Planeta, 1991, p.75) 20 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Enrique II de Castilla: La Guerra Civil y la consolidación del régimen (1366-71), Valladolid: Universidad, 1966, p. 276. Una reflexión muy importante de este autor es cuando argumenta que las primeras mercedes que hace Enrique II, dura nte la guerra, son de villas que no posee, lo que inc entivará a los nobles pa rtidarios suyos a conquistar el reino de Castilla para poder disfrutar de los bienes otorgados (p. 118). También nos i ndica que en su testam ento había una cláusula que determinaba la vu elta a la corona de aquellas mercedes por él concedidas a nobles que murieran sin tener hijos legítimos (p. 305). 21 Cita tomada de la obra de Juan BENEYTO PÉREZ: Textos políticos españoles de la baja Edad Media, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1944, p. 200. 383 Según el mismo historiador 22, Enrique II aspira a gana rse la voluntad popular a través de tres cam inos: la concesión de un perdón general, la restauración de la legalidad y la de la jus ticia, objetivos que consiguió c on las m edidas refor mistas que tomó. En contra de lo q ue cabría esperar, Enrique II con tinuó la obra centralizadora de su padre. El m onarca trata d e fortalecer su poder a través de reform as administrativas para las que cuenta con los expertos en leye s que le ayudan a m antener la jurisdicción real f rente a la señor ial y ec lesiástica; es tos letrados rep resentan el triunfo de los principios del derecho romano, que contribuirán a la definición del concepto de estado y a la afirmación del papel del monarca como depositario del poder público. Efectivamente, otorgó un perdón real de carácter general, pues sólo excluía a los que siguieron conspirando contra él despué s de su proclam ación en Burgos. Se gún Nieto Soria23, con esta acción pretende hacer una demostración de autoridad regia, pero, sobre todo, podría tener efectos legitim adores, porque se suponía que los partidarios de don Pedro lo eran obligados por éste o por el tem or que les inspiraba, y por eso sus derechos quedaban deslegitim ados. Otra pecu liaridad de este perdón y que resalta el citado historiador, es que se negaba la posibilidad de dar más, lo que para el rey suponía una doble ventaja, por una parte, contentaba a las Cortes porque era una claudicación del poder regio, ya que la conces ión de esta gracia regia le situaba por encima de la ley, por otra, le servía para lanzar un ultim atum a los leales a su rival. No obstante, cuan do se sintió afianzado en el trono otorgó nuevos perdones, lo que es indicativo de su concepción autoritaria del poder político. Por lo que respecta a la econom ía, se observa una recuperación y un triunfo de los intereses de los grandes propietarios de ganado ovino, es decir de la alta nobleza que promueve el comercio de la lana hacia los países del norte de Europa. También en el cam po de la cu ltura hay novedades pues, según Márquez Villanueva24, con la m uerte de Pedro I declina el gran siglo m udéjar, Enrique II fomentará una cultura ligada a lo eu ropeo, especialmente a Francia, y es, en opinión de este autor, un gran af rancesado. Esta orientación coinci de con la que da a la política exterior. 2.2. SU OBRA REFORMISTA DE GOBIERNO. Desde los primeros años de su reinado pr ocedió a realizar una serie de refor mas en todos los órdenes que fueron f undamentales para la consolidación interna de su monarquía y que le permitieron restablecer el equilibrio en Castilla. Ya hemos visto que su objetivo fundam ental fue la centralización d el poder y para ello llevó a cabo una m odernización de la adm inistración que se tradujo e n importantes reformas relacionadas con el Consejo Real y con la Cancillería. Por lo que respecta a la Cancill ería, en opinión de Lope Pascual 25, los cambios se observan en tres niveles : en la s estruc turas juríd icas, en los of iciales y en los diplomas, y todos éstos llevarán hacia la m odernidad de la m isma porque las personas van a ser fieles a la m onarquía y las leyes va n imponiendo un rom anismo centralizador que favorece a la realeza. 22 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Ibidem, pp. 128-9. 23 NIETO SOR IA, Jo sé Manu el: “Lo s perd ones reales en la co nfrontación po lítica d e la Castill a Trastámara”, En la España Medieval, 25 (2002), pp. 227-8. 24 MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco: El concepto cultural alfonsí, Madrid: Mapfre, 1994, p. 257. 25 PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: “La Can cillería de En rique II d e Castilla”, Miscelánea Me dieval Murciana, Murcia, 1 (1973), p. 178 y p. 202. Vamos a seg uir este artícu lo para explicar lo s cambios en las estru cturas de la Can cillería (pp. 180-3) y del personal (pp. 183-90). 384 En las Cortes de Toro de 1371 decidió la creación del tribunal de la Audiencia como órgano suprem o de adm inistración de justicia, que funcionaba como una ofic ina independiente separada de la C ancillería26. Estableció que los días para la administración de justicia eran lunes , miércoles y viernes, y que es taría constituída por los oidores, eclesiásticos y seglares, todos legistas, es de cir, hombres versados en leyes, defensores de los principios del derec ho rom ano y, por tanto, defensores de la centralización m onárquica. C on la creación de esta inst itución que tendrá larga vida, continúa la obra de su padre. La Cancillería fue reorg anizada, especialmente en lo tocan te a los of iciales. El Canciller27 era la prim era autoridad, encargado d e expedir los diplom as reales, debí a vigilar que ningún docum ento redundara en perj uicio de la Corona, también tenía que determinar las horas y los días para el sellado de los docum entos y poner las tasas a cada una de las cartas. Crea el cargo de Notario Mayor de los Privilegios, a los que pone como condiciones que sean buenos, honrados y sabios. Tam bién reglam entó todo lo concerniente al oficio de escribano. Estas normas referentes al personal, tan minuciosas, buscando rodearse de gente eficiente y leal, nos indican algo de su m anera de gobernar, es decir, su firme convicción de modernizar la monarquía para fortalecer su poder y, de esta manera, afianzar la nueva dinastía. 2.3. SU RELACIÓN CON LAS CORTES. Ya hem os dicho que para ganarse la voluntad popular convocó Cortes con relativa f recuencia28. En un principio se apoyó en ellas para ganarse al reino frente a Pedro I, que las había despreciado. Por eso, según Valdeón 29, se celebraron en momentos clave para el Trastám ara: las de Burgos de 1367 poco ante s de la batalla de Nájera, las de Toro de 1369, después de Mon tiel y las de Toro de 1371 después de la derrota definitiva de los últimos partidarios de Pedro 30. Además, aprovechó las Cortes para acordar las importantes reformas administrativas que acometió. Las Cortes de Burgos de 1367 31 tuvieron lugar en pl ena Guerra Civil, poco después de su coronación. Es indicativo de la situación del reino, el énfasis que pone, en 26 La Chancillería o Cancillería real era el conj unto de personas encargadas de la expedición documental de los reyes. Con el tie mpo, para la ex pedición documental se em pleó la p alabra Cancillería, y p ara el tribunal de justicia el d e Au diencia, pero co mo esta resid ía en la C hancillería, tam bién ten ía esta denominación. De hecho todos los documentos, de justicia o de gobierno, pasaban por el ch anciller para ser sellados. (MARTÍN POSTIGO, Mª de la Soterraña: Historia del Archivo de la Real Ch ancillería de Valladolid, Valladolid: La Aurora, 1979, pp. 1 y ss.) 27 Don Gómez Manrique fue canciller mayor h asta su muerte en 1375, arzobispo de Compostela y d e Toledo, fue unos de l os m ás fi rmes pun tales del nue vo ré gimen. El rey resp ondió a sus se rvicios generosamente, pues le co ncedió las villas de Talavera y Yepes. Es un buen ejemplo de receptor de las mercedes enriqueñas. 28 Según el libro Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, en el tomo II, durante el reinado de Enrique II se celebraron las Cortes de Burgos de 1367, de Toro de 1369, de Medina del Campo de 1370, de Toro de 1371, de Burgos de 1373, de Burgos de 1374 y de Burgos de 1377. 29 V ALDEÓN BARUQUE, J ulio: “Las C ortes castellana s en el siglo XIV”, Anuario de Est udios Medievales, 7 (1970-71), p. 639. 30 Se terminaron los hechos de armas, pero los descendientes del rey reivindicaron sus derechos desde el exilio y alg unos nobles fueron fieles a su memoria, por ejemplo en El Victorial se dice que “don Pedro Fernández Niño fue siempre con el rey don Pedro hasta que murió; e después de su muerte nunca quiso ovedeçer al rey don Enrique” (CARRIAZO, Juan de Mata (ed.): El Victorial, Crónica de don Pero Niño, Conde de Buelna, por Gutierre Díez de Games, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 61.) 31 Cortes de los antiguos reinos d e León y de Castilla, Tomo II, Madrid : Real Academia de la Histori a, 1883, pp. 145 y ss. 385 el com ienzo, en que es una reunión de repr esentantes de los tr es estam entos y de miembros de su familia, con especial mención al heredero: Estando connusco ayuntados, el infante don Johan m ío fijo prim ero heredero, e los condes don Tello e don Sancho nuest ros hermanos, e don Alfonso, Marqués de Villen a, e don Gómez, Arçobis po de Toledo, prim ado de las Esp annas e nuestro Cançeller m ayor […] e los proc uradores de las çibdades e villas e lugares de nuestros regnos. Fue aclamado Rey de Castilla y juró solem nemente guardar y m andar guardar los fueros, leyes, ordenam ientos, derechos, libertades, usos y costum bres. Se presenta como un buen rey que quiere el bien para su pueblo, al contrario que el tirano, cuando dice: Otrosý a lo que nos dixieron que por quanto la tierra estava m uy pobre e menesterosa e despoblada, por los grandes pechos e tributos que les fazía para aquel malo tirano que se llamava Rey […] A esto respondemos que tenem os por bien de les quitar la terçia parte de t odos los maravedís que se contienen en las dichas cartas. Las Cortes de Toro de 1369 32 suponen la aprobación de un Ordenamiento sobre el funcionam iento de la Cancillería, por ejemplo, se establecen las tasas que debían abonarse por la expedición de docum entos. Esta medida es importante para la Hacienda real, pues en definitiva eran ingresos para ella: Otrosí que sean seys escrivanos de cám ara en la nues tra audiençia, quales nos pusieremos, e que las cartas qu e escreviesen e dieren e po r las escriptu ras que fezieren o fueren presentadas ante ellos, que lieven el doblo de lo que acostumbravan fasta agora; e esto q ue dure fasta prim ero día de enero prim ero que biene, e dende fasta un anno […] Otrosí tenemos por bien e m andamos que el nuestro notario de los previllegios rrodados que lieve por el m arco que ha de aver de los previllegios, a çiento e sesenta maravedìs. En estas m ismas Cortes da nor mas refe ridas a la justicia, pues no en vano él prometió restablecer la justicia en el reino, que había desaparecido durante el reinado de Pedro I: Otrosí que los nuestros alcalles de la nue stra corte que cun plan justiç ia bien e verdaderamente en los que la m eresçieren, segund que la deven fazer de fuero e de derecho e de ordenam iento. Et que non fagan ende al, so pena de la nuestra merçed. Las Cortes de Toro de 1371 33 son la que estable cen la organización y funcionamiento de la Audiencia, por ejemplo: Primeramente tenemos por bien de ordenar la n uestra justiçia en la nue stra casa en esta m anera: que sean siete oydores de la nuestra abdençia, e que fagan la 32 Ibidem: pp. 164 y ss. 33 Ibidem: pp. 188 y ss. 386 abdençia en el nuestro palaçio, quando nos fueremos en el logar, et non seyendo nos ý et estando ý la Reyna m i m uger, que la fagan en el su palaçio; e si la Reyna non estoviere ý, que la fagan en la casa del nuestro chançeller mayor o en la iglesia del logar o do fuere la nuestra chançellería, do entendieren que se faga más onradamiente. 2.4. LAS RELACIONES CON LA IGLESIA. Nuevamente recurrim os al cated rático de Valla dolid en el tra tamiento de este apartado. Según Valdeón 34, la Iglesia y el príncipe bastardo se beneficiaron mutuamente; éste obtuvo un valioso soporte ideológico que apoyó su rebelión que fue bendecida por significar la liberación contra el rey tira no. Enrique II, una vez rey, confirmó y concedió nu evos privilegios a la Ig lesia, aunqu e parece qu e le conced ió menos mercedes que a la nobleza; Nieto Soria 35 opina que las confirm aciones fueron muy i mportantes puesto que uno de los prin cipales argum entos del clero a favor de l Trastámara fue la salvaguarda de sus privilegio s amenazados por la política de Pedr o I, lo que, añade, ayudaría al proceso integrador de la Iglesia con la realeza, tan importante para ésta que necesitaba de las imágenes sacralizadoras para legitimar la instauración de la nueva dinastía, en este sentido el m esianismo fue argumentado por los partidarios de Enrique II com o contrapunto del réprobo Pedro I, al que se opone un nuevo m onarca virtuoso y cristianísimo. Es curiosa la actitud que a doptará el rey con lo s judíos. La Iglesia había tachado al Cruel de pro-judío, por lo que el bastardo, en la guerra , había enarbolado la bandera de su persecución, pero una vez en el poder, los defenderá, ya que los utilizará en la administración de las finanzas; y ante esta postura los eclesiásticos no dirán nada, lo que hace suponer que era un argumento propagandístico para desprestigiar al rey legítimo. Al carecer de legitimidad, el Trastámara buscó el apoyo de la Iglesia ante la que se presentó como la alternat iva a su herm anastro: tirano, protector de m oros y judíos y enemigo del episcopado castellano y del papado. Enrique II quiso aparecer com o un r ey profundamente cristiano, convencido de que el poder le venía del Altísim o y cuya misión fundamental era hacer justicia en el nombre de Dios, así lo dice en la Cortes de Toro de 1371: Por que segunt se falla así por el derecho natural commo por la Santa Escriptura, la justiçia es la noble et alta virtud del m undo, ca por ella se rigen et se mantienen los pueblos en paz et en conc ordia; et porque espeçialm iente la guarda et el mantenimiento e la esecuçión della fue encom endada por Dios a los reyes en este m undo, por lo qual son muy tenudos de la am ar et guardar; ca segunt dize la Santa Escritura bienaventurados son los que aman et fazen justiçia en todo tiempo36. En estas m ismas Cortes, en las peticiones hay un párrafo m uy interesante, porque el rey es considerado com o defensor de la Ig lesia, lo que es un ejem plo de la imagen de rey cristianísimo que tanto benefició a Enrique II: 34 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Enrique II de Castilla: La Guerra Civil y la consolidación del régimen (1366-71), Valladolid: Universidad, 1966, p. 314. 35 NIETO SORIA, José Manue l: “la configuración eclesiástica de la realeza trastá mara en Castilla (1369- 1474)”, En la España Medieval, 13 (1990), p. 151 y p. 155. 36 Cortes d e lo s a ntiguos reinos de Leó n y Castilla, Tomo II, Ma drid: Real Academ ia de la Historia , 1883, pp. p. 188. 387 Otrosí a lo que nos pedieron por merçed que queramos aver piedat dellos e de las dichas eglesias e m onesterios, que d izen que son en m ayor asoleçión ago ra por mengua de justiçia que fueron en tiempo del m undo, e que los queram os defender e guardar así commo Prínçipe e su Rey e Sennor et defendedor que somos dellos, faciendo ley e ordenam iento, segunt pertenesçe a nuestro serviçio e dignidat real37. En este sentido, como dice María Rábade38, la documentación enriqueña pone el acento en las buenas relaciones que unen al m onarca con la Iglesia. Esta autora recog e varios documentos con fórmulas que aluden, por ejemplo, al rey Enrique com o elegido de Dios: “Dios […] quiso nos ayudar por que esto podiésem os cum plir”, “Et sennaladamente conosçienco a Dios e a la Virg en Sancta María la gran m erçed que nos hizo en el vençim iento que fiziemos de a quel traydor herege”; tam bién como protector de la Iglesia: “a los rreyes pertenesçe de onrrar e fazer graçias e m ercedes a las eglesias e a los perlados”; así m ismo el rey agradece la protecció n de Dios: “loado sea Dios , todos nuestros fechos se endereçan muy bien cada día”. Realmente, no podem os afirm ar que fuer a un hom bre religioso, aunque como todos los reyes quiere dem ostrar que lo es, lo que sí es cierto que se sirvió de la Iglesia para sus intereses, sobre todo, para legitimar su trono, pero también supo corresponder y protegerla, al contrario de lo que había hecho Pedro I. La actitud que mostró ante su hermanastro, el rey legítim o, no parece m uy cristiana, puesto que lo asesinó, pero esta acción la justifica al considerarse elegido de Dios para salvar a su reino del tirano. 2.5. POLÍTICA EXTERIOR. La lucha contra el Islam estuvo parali zada durante su reinado. Seguram ente no quiso entablar nuevas guerras, pues bastante s había sufrido el reino en el período anterior, ad emás sus energías las centró en regular las relaciones con los estados cristianos que le rodeaban, buscando más apoyos para su nueva dinastía. La alianza con Francia 39 le llevó a interven ir en la Guerra de los Cien Años donde la marina castellana tuvo un papel m uy im portante en la victoria naval de La Rochela, lo que situó a Castilla co mo potencia marítima. A Francia le debía la ayuda militar que este pa ís le había dado durante la Guerra Civil, adem ás le inte resaba el debilitamiento de Inglaterra, puesto que los descendientes de Pedro I estaban emparentados con la casa real ing lesa. Asimismo, firm ó con Aragón el Tratado de Almazán, en 1375, ventajoso para Castilla y llevó a cabo una política de enlaces matrimoniales con los otros reinos peninsulares que fue fructífera. Por ejemplo en Soria en 1375 se casó su hija la infanta Leonor co n Carlos, heredero de Navarra, en una ceremonia de gran fasto. Pero mucho más importante fue la del heredero, el infante Juan con la infanta Leonor, hija de Pedro IV de Aragón, cuyo segundo hijo, Fernando de Antequera será elegido rey de Aragón en 1412, de m anera que la dinastía Trastám ara reinará en las dos principales coronas peninsulares. Castilla se convirtió en el reino he gemónico peninsular, papel que mantendrá hasta la unión que llevarán a cabo los Reyes Católicos, ambos Trastám aras. De e sta 37 Ibidem, p. 247. 38 RÁBADE OBRADÓ, María: “Sim bología y prop aganda política en los formularios cancillerescos de Enrique II de Castilla”, En la España Medieval, 18 (1995), pp.237-8. 39 Esta p olítica francófila se percib irá también en el plano cultural, como ya ex plicamos en el cap ítulo anterior, siguiendo a Márquez Villanueva. 388 manera, el bastardo usurpador, logrará lo que pretendió Pedro I; su forma de actuar nos proporciona una i magen de hom bre intelige nte, a mbicioso y hábil que supo luchar contra muchos obstáculos, quizá haya que ve r en su m anera de actuar la herencia, no solo de su padre Alfonso XI sino también de su madre Leonor de Guzmán. 2.6. SU MUERTE. Hemos visto las muchas reformas que hizo en los diez años que duró su reinado, cómo mode rnizaron el estado y adem ás pe rduraron; por eso hem os dicho que fue fructífero. Aunque se consideraba continuador de las reform as de su padre, lo cierto es que con él se cambió de dinastía pero también de política, tanto interior como exterior. Murió el 29 de mayo de 1379 en Santo Domingo de la Calzada. Según nos relata la Crónica40, le vino una dolencia y a los diez días murió después de haber recibido los sacramentos y los óleos, que él pidió insist entemente, según nos relata L ópez de Ayala, como el buen cristiano que siem pre quiso demostrar ser, o por temor a enfrentarse a la justicia divina. En ese trance transmitió los últimos consejos a su hijo, reveladores de su concepción política: que fuera cuidadoso en su postu ra ante el Cism a de la Ig lesia, que era “Un caso m uy dudoso y m uy peligroso”, y que m antuviera la amistad con Francia; lo que indica la im portancia que les rec onocía en su ascenso al trono y en su mantenimiento. Murió con vestiduras de oro 41, fue muy llorado y trasladado a Burgos donde estaba la reina para hacerle unas s olemnes exequias. F inalmente fue enterrado e n la capilla que se m andó hacer en la catedral de T oledo, com o explicarem os con m ayor detalle en otro apartado. Todo este boato, que describe la Crónica, nos indica que tanto él com o su f amilia ten ían m ucho interés en q ue las cer emonias liga das a la m uerte fueran las propias de un rey, es decir, que impresionaran para dejar claro la im agen de una persona que está por encima de las demás como corresponde a un rey legítimo. 3. LA IMAGEN DEL REY EN LAS CRÓNICAS. 3.1. CRÓNICA DE D. PEDRO LÓPEZ DE AYALA. 3.1.1. RETRATO DEL REY. Ya vimos durante el reinado de Pedro I como los Ayala se pasaron al bando del Trastámara, por lo que recibieron importantes donaciones en pago por la ayuda recibida. Según José Luis Martín 42, don Fernán Pérez de Ayala, pa dre del cronista, recibió el 40 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes Españoles, Madrid: BAE, nº 68, pp. 37-8 Cfr. Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ: Historia de España. La crisis de la Reconquista (1350-1410), Tomo XIV, Madrid: Espasa-Calpe, 1997, 6ª ed., pp. 200-201. Según este historiador, se i gnora la fecha exacta de la m uerte del rey. Pues en la Crónica dice que el lunes 29 de mayo, pero ese día fue domingo, otros ejemplares la fijan el 19 de mayo, apoyándose en el tex to de la carta de Juan I a la v illa de Madrid del 31 de mayo, y, además, aporta el documento de que en Murcia el luto por el monarca comenzó a contarse a partir del 2 de junio. 41 Cfr. Em ilio MITRE FERNÁNDEZ: Una mu erte pa ra un rey: Enriqu e III d e C astilla, Vallad olid: Ámbito, 2001, p. 88. Dice que los reyes coronados, según la tradición, al morir llevaban atavíos de oro y seda y manto escarlata. 42LÓPEZ DE A YALA, Pedro (ed. y notas Jo sé Luis M ARTÍN): Crónicas, Barcelona: Planeta, 1991, p. 52. 389 Adelantamiento del reino de Murcia, que m ás tarde le fue cam biado por el cargo de Merino mayor de Asturias; éste es un buen ejemplo de “mercedes enriqueñas”. Según Meregalli43, Enrique II no era m oralmente mejor que don Pedro ya que estaba dispuesto a com eter crímenes cuando le fuesen útiles, y esto lo sabía Ayala pero cuidaba de no decirlo; no falsea los hechos pe ro los interpreta. Para entender su postura hay que tener presente que el Trastám ara representaba los intereses de su clase social y por eso su Crónica da la visión del cam bio de dinast ía q ue tenía la m ayoría de la nobleza castellana, la gran beneficiada. El croni sta pretende servir a su estam ento, pero también pretende ser veraz penetrando en la psicología individual de los personajes. Destacamos el retrato físico y de pe rsonalidad, muy favorable, del rey que hace Ayala: “E fue pequeño de cuerpo, pero bien f echo, e blanco e rubio e de buen seso e de gran esfuerzo, e franco e virtuoso e muy buen rescebidor e honrador de las gentes”. Con estas palabr as transm ite para la pos teridad una im agen positiva d e e ste rey, pu es las cualidades que le otorga son m uy adecuadas para un buen gobernante. Está claro que fue inteligente y que tuvo m ucho tesón, com o lo dem uestra el he cho de que siendo un bastardo se impusiera al rey legítimo y apenas tuviera oposición después del regicidio. No obstante, el cronista quiere ser objetivo y relata cómo tuvo lugar la muerte de Pedro I fruto de la traición, pues después de la batalla se encerró en el castillo de Montiel, de donde salió engañado por la trama preparada por su hermanastro: E dixo luego el rey don Enrique a mosén Beltrán, que él ge las daría las villas que el rey don Pedro le prom etiera, e ot rosí las doblas, pero que le rogaba que dixese a Men Rodríguez de Senabria, que el rey don Pedro viniese a su posada del dicho mosén Beltraán, e le ficiese segur o que le pornía en salvo: e desque ý fuese, que ge lo ficiese saber […] e a ún pasaron juram entos muy grandes entre ellos, en guisa que el rey don Pedro se tovo por segurado dende. E en tal manera se fizo, que finalm ente le rey don Pedro […] vínose a la posada de m osén Beltrán, e púsose en su poder armado de unas fojas, e en un caballo […] E luego que allí lleg ó el rey don Pedro, e le detovieron en la posada de m osén Beltrán, como dicho avemos, sópolo el rey don Enrique, que iba ya apercibido e arm ado con todas sus armas, e el bacinete en la cabeza, es perando este fecho. E vino allí armado, e e ntró en la posada de mosén Beltrán: e así como llegó el rey don Enrique, travó del rey don Pedro. E él no le conoscía, ca avía grand tiempo que non le avía visto: e dicen que le dixo un caba llero de los de m osén Beltrán: “Catad que éste es vuestro enemigo”. E el rey don Enrique aún dubdaba si era él: e dicen qu e dixo el rey don Pedro d os veces: “Yo so, yo so”. E estonce el rey don Enrique conoscióle, e firióle con una daga en la cara: e dicen que am os a dos, el rey don Pedro e el rey don Enrique cayeron en tierra, el rey don E nrique le firió estando en tierra de otras feridas. E allí murió el rey don Pedro44. 3.1.2. TESTAMENTO DE ENRIQUE II. En la Crónica, a continuación del relato del rein ado, se incluye el testam ento hecho en Burgos el 29 de m ayo de 1374 45. Nos interesa porque recoge su propio pensamiento expresado en el apogeo de su mandato. 43 ME REGALLI, F ranco: La vid a po lítica del ca nciller Aya la, Milan o: Istitu to Ed itoriale Cisalp ino, 1955, p. 142. 44 LÓPEZ DE AYALA, Pedro (ed. J.L. Martín): Crónicas, Barcelona: Planeta, 1991, pp. 432-3. 45 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, nº 68, 1953, pp. 39-44. 390 En el preám bulo reconoce que él fu e encomendado por Dios pa ra regir el re ino en su lugar, es decir, se r econoce como vicario de Dios en la tierra, idea que ya hem os visto en él al igual que en los otros reyes sus predecesores. Manda ser enterrado en la catedral de Toledo “delante de aquel lugar do anduvo la Virgen Santa María e puso los pies”, lo que tiene una doble le ctura, por un lado, en dicha cated ral se h abían enterrado v arios reyes castellanos, lo que era una m anera de refrendar la continuidad diná stica pue s s e e nterraba j unto a sus antecesores; por otro lado nos quiere dar la imagen de un rey profundamente religioso, en este caso devoto de la Madre de Cristo, muy vinculada a la catedral primada. Es clarificadora su decisión de que cua ndo muera su mujer, la reina doña Juana, todas sus posesiones reviertan en la Corona. Lo que pretende es fortalecer el patrimonio regio y así a la propia m onarquía, lo que so rprende en un rey conocido com o “el de la s mercedes”, pero, en cuanto se vio fuerte en el trono, concedió muy pocas y procuró que volvieran al realengo todas las que fuera posible. En el m ismo sentido, en otra disposición, recomienda a su hijo que no dé tanta tierra a la futura reina de Castilla. Sorprende la resolución sobre el enterram iento de Pedro I 46. Manda construir un monasterio en Montiel para que sea enterrado ante el altar mayor. Justifica su decisión como una m anera de agradar a Dios, puesto que le concedió la victoria contra s u enemigo, el cual m ereció perder por sus p ecados; así nos describe su visión de s u rebelión, el carácter mesiánico que se atribuye al considerar se elegido por Dios, aunque falsea la realidad porque el rey no murió en la batalla de Montiel; es una m anera de negar el regicidio: Conosciendo a nuestro Señor Dios el bien e la m erced que nos fizo en nos dar vitoria contra don Pedro, que se decía rey, nuestro enem igo, que fue vencido y muerto en la batalla de Montiel por sus pecados e merescimientos. Finalmente nombra como heredero de t odos sus reinos a su hijo el infante don Juan, lo que corrobora la continuidad de la nueva dinastía. 3.1.3. MANUSCRITO DE LA REAL BIBLIOTECA DE PALACIO: II/ 2970. En este manuscrito del siglo XV que recoge la Corónica de los nobles reyes de Castilla don Pedro, don Enrique e don Juan , en el fol. 137v apar ece una miniatura con la im agen de Enrique II [fig. 2]. El busto del rey ilum ina el inicio d el f olio y e stá mutilado por su par te superior, al ig ual que la s letras, probablemente al encuadern arlo; no obstante se puede apreciar que llevaba co rona de oro, aunque ésta apenas se puede ver; tiene pelo corto y barba rubios, descui dados, y los ojos claros, parece que quisiera ser un retrato personalizado, porque son unos ra sgos peculiares, que coinciden con el retrato físico del cronista; como este manuscrito no es coetáneo de este rey parece difícil que sea un verdadero retrato pero lo consideramos un intento de individualizar su rostro; quizá el m iniaturista se ha valido de algunos re tratos en tabla que ya había; sólo está dibujado el arranque de los hom bros y se ve un cuello decorado con borlas, y en el centro del pecho aparece el escudo cuartelado de Castilla, que, junto con la corona, son los únicos sím bolos de su condición regia; desde luego esta representación gráfica no tiene nada que ver con la im agen mayestática de los otros reyes protagonistas de esta Crónica ni de las que hem os visto hasta ahora; esta diferencia es lo que la hace interesante y atrac tiva, a pesar de s emejarse a un sim ple boceto. Es muy distin ta de las 46 Estas disposiciones no se cumplieron, y sobre el destino final del cuerpo de Pedro I ya escribimos en el capítulo anterior. 391 imágenes de Pedro I y de Juan I que aparecen en el mismo códice; indudablemente ésta es de otro artista más evolucionado técnicamente. Por lo que respecta al texto, en el preámbulo (fol. 2r) no hay nada que aluda a su irregular llegada al trono, sino todo lo contrario: Primeramente comiença la co rónica del rey don Pedro e lue go en consiguiente la corónica del rey don Enrique su hermano que fueron fijos del rey don Alfonso el que venció la batalla de Tarifa. En todo m omento se intenta pres ervar la continuidad histórica 47, com o si és ta hubiera tenido lugar de for ma natural. En es to puso gran empeño el rey, y fue ayudado por todos sus partidarios, en este caso el prestigioso cronista Ayala, lo que puede considerarse otra victoria más de la propaganda Trastámara. 3.2. LA CRÓNICA DE JEAN FROISSART. Este cronista francés que m urió a principios del siglo XV, en sus Crónicas que recogen el largo conflicto anglo-francés de la Guerra de los Cien Años, incluye algunos acontecimientos de la historia del reino de Ca stilla, en concreto, en el libro prim ero hay unos capítulos dedicados al papel desem peñado por franceses e ingleses en la lucha entre Pedro I y Enrique de Trastámara. Tiene gran interés para nuestro trab ajo el códice de la Biblioteca Nacional de París48 por las m iniaturas que hacen referencia a la guerra civil castellana. Es un ejemplar flamenco del siglo XV que, tanto por su contenido com o por las im ágenes, lo presentamos como complemento a la visión ofrecida por el m anuscrito castellano que acabamos de comentar arriba. La página ilum inada que re coge la batalla de Nájera 49 [fi g. 3] contiene una escena en la que se distinguen con claridad los dos bandos contendientes. A la izquierda se sitúan las tropas leales a Pedro I, al m ando del Príncipe de Gales, que destaca po r el penacho que rem ata su casco y porque llev a en su vestim enta el cuarte lado de Inglaterra, este mismo motivo heráldico, con la s flores de lis sobre fondo azul y los tres leones sobre fondo rojo se ve en un gran estandarte que porta un caballero en la cabecera de la colum na militar, también se distingue un pendón con la im agen de san Jorge dando muerte al dragón, otro en el que podría poner “Guiana”, así com o el de la orden de la Banda, fundada por Alfonso XI, que era el pendón pr ivativo del rey de Castilla, por lo tanto p redominan los sím bolos ingleses sobre los del rey castellano, circunstancia que se podría explicar porque es una cr ónica francesa y resalta la participación de los mismos bandos que están en disputa en la guerra anglo-francesa. A la derecha se encuentran las tropas de Enrique de Trastámara, que son las que llevan el pendón con el cuartelado castellano y un estanda rte rojo con el nom bre de Castilla, 47 Otro ejemplo que pone de manifiesto el interés de don Enrique en resaltar que es sucesor de Alfonso XI lo vemos en la Crónica del rey don Alfonso el onçeno, que fue mandada escribir por él, en la que remarca que es su hijo: “Et escriv iola Ruy Martines de Medina de Río Seco alla merçed de Di os e de la Virgen Santa María su madre, et de toda la corte çelestial, et del muy noble señor don Alfonso que Dios perdona la su ánima. Et otrosí a la merçed de su fijo el muy noble señor rey Don Enrique […] Et fue començada a trasladar esta corónica en el dezeno año del reynado del señor Rey don Enrique […] el año de la naçencia de Nuestro Se nnor Ihesu Christo de 1376” (Biblioteca de l Real Monasterio de El Esc orial: Y-II-10, fol. 2v). 48 Jean Froissart: Chroniques, BNF, mss. fr. 2643. 49 BNF, mss. fr. 2643, fol. 312v. 392 porque él se había proclamado ya como rey y porque será el que finalmente se haga con el trono50. El texto nos ayuda a entender el planteam iento de la guerra. Esta batalla tuvo lugar el 3 de abril de 1367, se enfrentaron, por una parte las tr opas fieles a Pedro I y la expedición inglesa dirigida por el Príncipe de Gales, y por otra, las tropas castellanas de don Enrique y las Compañías francesas ba jo el m ando de Du Gue sclin. En todo momento se presenta al prínci pe Eduardo como el artífice de la victoria, puesto que las tropas dirigidas por él desarticularon a la s castellano-francesas. Cuando comenzaron los movimientos de las colu mnas militares, antes de entra r en ba talla, el c ronista relata los acontecimientos de manera que no hay duda de quien ostenta el mando militar: […] el Príncipe de Gales abrió los ojos y mirando al cielo con las m anos juntas, dijo: “Verdadero padre Jesucristo que m e habéis creado, concededm e por vuestra benigna gracia que la jornada sea m ía y de mis gentes, pues como sabéis he emprendido este com bate para ayudar a defender y sostener justicia y razón de modo que este rey desterrado y desheredado recupere su herencia y su reino”. Después de estas palabras, tendió la m ano derecha del rey don Pedro que estaba a su lado y se estrecharon las m anos dici éndole: “Señor rey, en el día de hoy sabremos si recuperareis algo del reino de Castilla”, y luego dijo: “¡Ade lante, en nombre de Dios y de san Jorge!”51. El relato continua fiel a lo que sabemos por las crónicas nacionales. Los ingleses abandonaron a Pedro I porque este no pagó lo prom etido al Príncipe Negro, y el derrotado Enrique trató de rehacer sus tropas leales para volver a conquistar el trono. La batalla de Montiel52 [fig. 4] también aparece representada bellamente en esta obra. El escenario bélico está m uy bien recr eado: al fondo se sitúa el s upuesto castillo de Montiel, en campo abierto luchan los dos ejércitos, pero hace ver que el rey murió en la batalla, en un com bate cuerpo a cuerpo entre los dos herm anastros, el cual se puede apreciar en la parte inferior. Sabemos que el desenlace no fue así, sino que después de la derrota de las tropas d e Pedro I, és te se encerró en el castillo, según Froissart, el rey decidió salir por la noche, en secreto, pero fue apresado por unos franceses que hacían la guardia en el cerco del castillo y fue conducido a la tienda del vizconde Rocabertí, donde poco después acude Enrique con sus hombres de confianza, donde tuvo lugar una escena dramática, en la que se percibe el odio que existe entre los dos contendientes: En cuanto el rey don Enrique entró en el aposento donde se encontraba su hermano el rey don Pedro, dijo en este lenguaje: “¿Dónde está el judío hijo de puta que se llam a rey de Castilla? ”. Entonces se adelantó el rey don Pedro, que fue hombre muy audaz y cruel: “El hijo de puta eres tú, yo soy hijo del buen rey Alfonso”. Con estas palabr as, cogió del brazo al rey don Enrique y lo atrajo hacia él forcejeando. C omo era él m ás fu erte, lo derribó sobre una colcha de seda, echó mano a su cuchillo, y lo habría matado sin remedio, si no hubiera sido por el vizconde de Rocabertí, que cogi ó por el pie al rey don Pedro y lo tiró debajo del rey Enrique. Éste sacó ensegui da un cuchillo largo de Castilla que 50 Coincide la representación de los dos bandos con la de Ayala: “l lamando los de l a parte del rey don Pedro e del Príncipe de Gales p or su apellido, Guiana, Sant Jo rge, e lo s de la p arte del rey d on Enrique, Castilla, Santiago” (Crónica, edición J.L. Martín, Barcelona: Planeta, 1991, p. 352) 51 FROISSART, Jean: Crónicas, edición Victoria Cirlot & J.E. Ruiz Domenec, Madrid: Siruela, 1988, pp. 245-6. 52 BNF. mss. fr. 2643, fol. 328v. 393 llevaba colgado del cuello, y se lo metió en el cuerpo rajándole de arriba abajo, y enseguida saltaron otros que le ayudaron a rematarlo53. Se puede com probar que el texto no tiene nada que ver con lo pintado en la miniatura, en cam bio sí responde a la trad ición histórica que ha bla del regicidio de Montiel. Su versión nos sirve de contrapunto a la de López de Ayala, adem ás da mayor protagonismo a los franceses, puesto que co nsidera que sin su ayuda jam ás habría llevado el Trastámara a buen término su rebelión. Froissart se caracteriza por verter sus opiniones personales entre la narración, y la im agen que nos proporciona de don Enrique es positiv a: valien te en la lucha, ag radecido con los que le han ayudado, perdonó a los que finalm ente se pusieron de su lado, aunque a Pedro I lo trató sin piedad, incluso después de muerto. Como venc edor, tras la dura guerra ci vil, Enrique II llevó a cabo una intensa labor de propaganda para desprestigiar a su ri val, en este co ntexto es en el que hab ría que situar la figuración de la m uerte de su hermanastro en el combate durante la batalla final, así se representó también en La genealogía de los reyes de Alonso de Cartagena, como hemos visto en el capítulo dedicado a Pedro el Cruel. Los iluminadores se toman ciertas libertades, puesto que ilustran hechos acaecidos m ucho tiempo atrás, en cam bio el texto escrito reproduce con bastante fidelidad los de lo s cronistas contemporáneos de los acontecimientos narrados. 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS REALES. 4.1. CARACTERÍSTICAS DIPLOMÁTICAS. Según Lope Pascual 54, hay una legislación m uy i mportante sobre su funcionamiento de la Cancillería, pero son los ordenam ientos de Toro de 1371 y de Burgos de 1374, los que regulan los caracteres de los diplom as. Se i mponen nuevos tipos documentales en papel, por ejem plo la provisión real 55. En la expositio de una provisión otorgada en Coca el 29 de abril de 1370, el rey resalta que junto a él se hallan unidos la f amilia rea l y las alta s auto ridades del rey, lo que es una m anera de contraponerse a su hermanastro: La reyna donna Johana, m i muger, e el infante don Johan, m i fijo prim ero heredero, e los condes don Tello e don Sancho, nuestros herm anos, et el conde don Pedro, nuestro sobrino, e don Góm ez Manrique arçobispo de Toledo e nuestro chançeller m ayor, et el teniente de la orden de Sant Johan, et otros perlados e ricos om nes e infançones e cav alleros e escuderos, nuestros vasallos, et los procuradores de las çibdades e villas e lugares de los nuestros regnos56. 53 FROISSART, Jean: Crónicas, edición Victoria Cirlot & J.E. Ru iz Domenec, Madrid: Siruela, 1988, p. 273. 54 PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: “La Can cillería de En rique II d e Castilla”, Miscelánea Me dieval Murciana, 1 (1973), p. 178. 55 Aunque comienza a formarse en el reinado de Alfonso XI, es en éste cuando alcanza gran profusión de modo que se convierte en el documento t ípico enriqueño. Se ex pide a i nstancia de parte, aunque en el dispositivo él manda cumplir su decisión (PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: Ibidem, p. 191 y ss.) 56 Reco gido en RÁBADE OB RADÓ, María: “Si mbología y p ropaganda p olítica en los form ularios cancillerescos de Enrique II de Castilla”, En la España Medieval, 18 (1995), p. 231. 394 La provisión real que dictó en León pa ra que ni el juez ni los of iciales de l concejo de esta ciudad se opongan a ellas, defe ndiendo la jurisdicción eclesiástica en el conflicto con la ciudad, lo que es un ejemplo clarificador de cómo era su relación con la Iglesia, o más correcto, con las autoridades ec lesiásticas, no obstante, deja claro que la jurisdicción suprem a es la suya, porque es a quien deben apelar todos. Recogem os a continuación el protocolo inicial y el cuerpo documental completos: Don Enrique por la graçia de Dios re y de Castiella, de León, de Toledo, de Galisia, de Sevilla, de Córdova, de Murç ia, de Jahén, del Alga rbe, de Algeçiras et sennor de Molina, al concejo e al ju es e a los alcaldes e ofiçiales et omm es buenos de la cibdad de León, e a qualquier o qualesquier de vos que esta nuestra carta fuese mostrada, o el traslado della signado de escrivano público. Salud e graçia. Fasemos vos saber que don Alfonso, obis po de la dicha çibdad, e el deán e el cabildo de su yglesia se nos querellaron e disen que quando acaesce que ellos o sus vicarios ponen entredicho en la dicha çibdat o descomulgan a algunos vesinos della usando de la jurediçión ecl esiástica, así por debdas que le son devidas como por algunos agravios que le s fasen o por otras cosas algunas, que vosotros que vos ponedes contra ellos et que cerrades las puer tas de la çibdad e mandades que les non den viandas por su s dineros nin les fagan vesindat. E pidieron nos m erçed sob rello, e somos m aravillados de vosotros en com o vos atrevéis a fazer tales cosas commo esta s que non son n uestro serv içio et son grande escándalo de la dicha çibdat. Por que vos mandamos que de aquí adelante quando acaesça que el dicho obispo e deán e cabildo o sus vicarios pusieren entredicho en la dicha çibdat o descomulgaren a algunos vesinos della por algunas cosas, que vosotros non fagades m ovimientos contra ellos nin pongades escándalo en la çibdat. Salvo que si vosotros o algunos de vos sentiéredes por agraviados de la dicha sentencia e entredicho que apeledes dellos an tes sus mayores et después, si ellos o los sus mayores non vos fisieren derecho, nos pondremos en ello rem edio en m anera que el derecho de los dichos obispo e d eán e cabildo e de v os el dicho conçejo sea guardado com o cumple. Et los unos e los otros non fagades ende al por ninguna manera so pena de la nuestra merçed57 Otro documento nuevo es el albalá, de e xpedición rápida, el cual com ienza con la intitulación: “Nos el rey don Enrique” y es un docum ento claramente dispositivo. A través de él también hizo donaciones, com o es el caso de Garcí Álvarez de Toledo que recibió como merced el señorío de Piedra hita por haber abandona do el partido del rey don Pedro: Otrosí por quanto vos e otro por vos e por vuestro m andato ovo de aver e de recabdar e de tom ar algunas cosas, así de plata commo de oro e dineros e qualquier otras cosas por el rey don Pedr o, nos vos dam os por libre e por quito 57 1376, agosto, 21 . León: Archivo Catedralicio de Le ón, documento nº 1236 (Recogido en ARRANZ GUZMÁN, Ana: “Conflicto y propa ganda”, en Orígenes de la Monarq uía h ispánica. Propa ganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, Apéndice documental, p. 458). 395 de todo ello, para agora e para siempre, e non vos demandaremos nin tomaremos cuenta dello58. Es im portante porque es de los prim eros docum entos en que se intitula rey y actúa como tal pues ha pasado m es y m edio desde que se ha coronado en Calahorra; además es un ejem plo de m ercedes concedidas para atraers e a m iembros de la nob leza del bando del rey Pedro I. Pero los docum entos más solem nes, en pergamino, com o e l privilegio siguen utilizándose con profusión para la concesión de m ercedes. Por ejemplo el que confirma el privilegio dado por su bisa buelo el rey Sancho IV al obi spo y cabildo de la catedral de Murcia, de los lugares de Oria, Cantoria, Mojácar y Va ldepeñas, dado en las C ortes de Toro el 12 de septiembre de 1371 59 [fig. 5]; el conten ido presenta características propias de este reinado: insiste en su legitimidad y por eso habla de su bisabuelo el rey Sancho IV, en la unidad familiar “reynante en uno con la reyna donna Johana m i muger e con el infante don Iohan nuestro fijo primero heredero”; en el aspecto externo llama la atención la bella decoración de la S inicial en form a de dra gón lo que nos indica la importancia que daba este rey a los documentos que le representaban y en los que quiere dejar p atente su preem inencia a través del lu jo; adem ás su nom bre como el de Dios aparecen en marcados en cartuchos y m ás gr andes, otra m anera de decir que es el representante de Dios para di rigir el reino. La intitulación es la m isma que la de s u padre puesto que no ha habido ninguna incorporación territorial a la Corona. Hay un privilegio, en pergamino, otorgado por la reina doña Juana en Toro el 22 de septiem bre de 1371, en el que confirm a la c ompra de Alcocer y otros lugares; su contenido es muy interesante: Sepan quantos esta carta vieren como yo doña Juana por la gracia de Dios, Reyna de Castiella y de León con licenci a y otorgamiento y consentimiento del Rey don Enrique mío sennor […] Por ende , yo así como Reyna y Sennora, e así como heredera de los bienes de don J ohan mío padre que Dios perdone, cuyos fueron los dichos logares que vos com prastes, de m i ci erta sabiduría y de m i propia voluntad consiento en la dicha co mpra que vos feciestes de los dichos logares de Alcocer y Salmerón y Valdeolivas y sus términos60. Este documento es un ejemplo del protagonismo de la reina; ella hace la merced al hijo de don Alvar García de Albornoz, Ma yordomo Mayor, en calidad de hija de don Juan Manuel, lo que deja bien claro, porque es un factor que contribuye a dar legitimidad a la dinastía que com ienza su m arido, al que apoya en su política de recompensa a los que le han apoyado para derrotar al rey Pedro I. 4.2. EL PRIVILEGIO RODADO. Sigue siendo el docum ento más emblemático para analizar la im agen real tanto por su contenido como por su aspecto for mal; los vemos muy decorados y más ricos, lo que es una manera de resaltar la figura del soberano dando una imagen de rey poderoso. 58 Albalá ot orgado el 3 0 de abril de 1 366: Arc hivo Ducal Alba, caja 1 44, nº 11 , fol. 1v -2v, inserto (recogido en CALDERÓN ORTEGA, J.M.: Documentación medieval abulense en el Archivo de la Casa de Alba, Ávila: Institución Gran Duque de Alba de la Diputación Provincial, 2000, p. 20) 59 ACMu, pergaminos, nº 100. 60 Este docum ento aparece e n SALAZAR Y CASTRO, Lui s: Historia genealógica de l a Casa de L ara, Madrid, 1687, tomo VI, p. 652. 396 Vamos a analizar algunos ejemplares de este tipo documental: * 1369, junio, 25. Toledo61. El rey dona al arzobispo don Gómez Manrique la villa de Talavera con todos sus derechos, excepto los pertenecientes a la Corona. Lo destacamos porque incluye elem entos que resaltan la continuidad de su dinastía en la persona de su prim ogénito el infante don Juan, lo que era norm al, pero le vamos a ot orgar un significado especial porqu e el rey n ecesita leg itimar tam bién su dinastía, po r ejem plo, el príncipe en cabeza la lista de los confirm antes, adem ás este diploma lleva las firmas autógrafas del rey y la reina: “Nos el rey. Yo la rreyna”, lo que es significativo por la impor tancia de doña Juana Manuel a la hora de dar legitim idad a la nueva dinastía, y otro ejemplo es la siguiente fórmula: et después de los nuestros días m andamos al infante don Johan, m ío fijo e a los que de nos e dél desçendieren, que lo s nuestros reynos ayan de aver e de heredar, que guarden e tengan e cumplan, e fagan tener e guardar e complir para en siempre jamás esta merçet e donacçión que vos fazemos. En el preámbulo Enrique II alude a su elección por Dios para gobernar con justicia, lo contrario que hizo Pedro I; por eso él se considera su digno representante en el reino. Es una manera de dar la imagen de rey cristiano que, humildemente, reconoce que le debe todo a Dios, ante el que tendrá que dar cuentas: El qual, por la su piedat, Dios quiso ensalçar en destruym iento de los sus enemigos e nos escogió por juez de su pueblo, porque pudiesem os onrrar e ensalçar los sus regnos e los defender e m antener e governar en paz e en justiçia […] Et por ende, todos los reyes se deven membrar de aquel regno a do an de yr a dar razón de lo que les Dios en este mundo encomendó e por quien regnan. * 1369, diciembre, 4. Salamanca62. El rey confirm a un privilegio al arzobispo y catedral de Toledo que les daba el diezmo de la ganancia de las monedas que se labran en Toledo. Es un documento de gran interés por vari as razones. En prim er lugar porque es una m erced antigua y Enrique II recuerda tod os sus ante cesores d esde Fernand o III hasta llegar a su padre, que la han conf irmado, naturalmente no se nombra a Pedro I. Además justifica que se lo merecen por “muchos e altos e buenos serviçios”, por lo que este es un ejem plo m ás del apoyo que recibi ó de la Iglesia, a la que recom pensará generosamente. En cuanto a su aspecto form al, presenta crism ón trin itario y los nombres de los reyes Enrique y Juana y de su primogénito Juan, de Dios y de la Virgen María insertos en cartu chos bellamente decorados. Pero lo m ás destacable es el sig no rodado [fig. 6], que aparece inscrito en un cuadrado en cu yas enjutas aparecen unos medallones con los castillos y los leones, pero lo que le con vierte en ex cepcional es la decoración que aparece en el círcu lo ex terior, en el que h abitualmente aparecen los nombres del alférez y del m ayordomo, en este caso se alternan m edallones con los leones, los castillos y el escudo de los Ma nuel: un brazo alado que levanta una espada desenvainada, lo que es una clara alusi ón a la reina doña Ju ana Manuel, qu e en definitiva dio la leg itimidad a la nue va dinastía, de ahí que a parezca su emblema junto 61 Archivo Catedral de Toledo, Z.3.C.1.1. Perg. 570/550. En José Antonio GARCÍA LUJÁN: Privilegios reales de la Catedral de Toledo (1086-1462), Toledo: Imp. Torres, 1982, vol. II, pp. 243-248. 62 AHN, Clero, carpeta 3029, nº7. 397 con los propios del rey castella no-leonés; este m odelo decorativo ya lo hemos visto en reinados anteriores pero nunca con otros em blemas equiparados a los regios, lo que e s una prueba de la inseguridad que tenía Enrique II en los prim eros años de reinado ante su cues tionable legitim idad, y por eso es un docum ento m uy im portante, porque la inclusión de los sím bolos parlantes del rey y de la reina tiene un gran valor propagandístico para legitim arlos a ello s y a su descendenc ia, tam bién pone de manifiesto el acierto de doña Leonor de Guz mán al elegir esposa para su prim ogénito, así como justifica la oposición de Pedro I a tal matrimonio. * 1371, febrero, 18. Sevilla63. El rey dona a Juan S ánchez de Bustam ante, en agradecim iento por haberle acompañado a Francia, en juro de here dad y para fundar m ayorazgo, bajo ciertas condiciones, la aldea y T orre de Urbel con to da su inmunidad y señorío, exenta de todo servicio y pecho, aunque re servándose el monarca m ineras, m onedas, alcabalas , yantares y hacer con él guerra y paz. Es una nueva m erced, muy característica de este rey porque no cede todos los derechos, de manera que mantiene algunos para la corona, lo que deja ver su concepción centralizadora del poder que fue desarrollando con el pasar de los años y según se iba sintiendo seguro en el trono. El mism o rey justifica la donación como pago a los servicios en Francia, cuando estaba exiliado y todavía er a el Conde de Trastám ara. Presenta también los nom bres de la divinida d y de los reyes en grandes letras sobre fondo dorado encerradas en un ca rtucho y la firm a autógrafa, “Nos el rey”, que es otr o elemento validativo más, que contribuye a dejar clara la participación regia en la factura del documento, tanto en el fondo como en la forma. * 1371, septiembre, 4. Toro64 El rey confirm a al arzobispo y a la iglesia d e Sevilla to dos los privileg ios otorgados por sus antecesores. Este diploma nos interesa por su contenido porque r eafirma su legitim idad por la conexión con la dinastía anterior, lo que no es novedoso pues todos los reyes han aludido a sus antecesores, pero Enrique II lo en fatiza e insiste mucho en ello en toda la documentación. Además, en este caso se trata de la Iglesia que tanto le ha ayudado en la guerra, y de la que necesita el soporte ideológico para co nsolidarse. Esta confirm ación es un ejemplo de las muchas que realizó en los primeros años de su reinado para ganarse apoyos: otorgamos e confirm amos todos los pr ivilegios […] dados e otorgados e confirmados por el rey don Alfonso, nuest ro padre, que Dios perdone, commo todos los privillegios e cartas que nos fueron dadas e otorgadas por los reyes onde nos venimos. *1371, septiembre, 12. Toro65. El rey confirma a Gonzalo Ruiz Bolante, tenedor de las atarazanas de Sevilla, la donación de unas casas. 63 AHN- Nobleza. Osuna-Béjar, carp. 10, nº 10. 64 ACS, sec. IX, c.4, n. 28 65 ACS, sec. IX, c. 38, n. 4 La tr anscripción co rresponde al d ocumento nº 75 d e la obra.: BO RRERO, Mer cedes y o tros: Sevilla, ciudad de Pr ivilegios. Escr itura y p oder a t ravés del pri vilegio ro dado, Sev illa: Ayu ntamiento- Universidad,-Fundación el Monte, 1995. 398 Es un ejem plo de “m erced enriqueña”, a bundantes en los prim ero años de su reinado; en el preám bulo, a continu ación de la invocación, justifica las razones por las que el rey p uede concederlas, es un a fórmula tópica pero la r ecogemos porque durante este reinado se uso mucho: Porque entre las cosas que son dadas a los reyes sennaladam ente, les es dado de fazer gracia e m erçed e m ayormente o se demanda con razón, et el rey que lo faze deve catar en ello tres co sas: la prim era, qué m erçed es aquella que le demandan; la segunda, qué es el pro o el danno que le ende puede venir, si la fizier; la terçera, qu é lugar es aquel en que ha de fazer m erçed e cómmo ge la mereçen. Otro rasgo interesante es que crea un mayorazgo, pero si no hay descendencia “de la línea derecha”, desapare cería, limitación que pone el rey y que es una m anera de no enajenar totalmente el patrimonio real: Et agora, el dicho Gonçalo Ruyz Bola nte pidionos m erçed que por quanto él oviese e podiesse aver e poseer por m ayoradgo las dich as casas él o su fijo primero heredero o las que dél desçendie ssen dende ayuso de la línea librem ente e sin otra conturbaçión alguna, assý co mmo de cosa suya, et le non pudiessen enbargar nin enbargasse la revocaçión de las m ercedes que nos fezimos, en la sazón que fuim os reçebido por rey e por senno r, que le m andássemos dar esta nuestra carta de privillegio en esta razón. Así mismo, el rey destaca los servicios que le han hecho para merecer la merced, que es otro ejemplo de agradecimiento y pago por la lealtad hacia su persona: E nos, el sobredicho rey don Enrique, por f azer bien e m erçed al dicho Gonçalo Ruyz et por serviçio que el dicho Johan Ruyz Bolante, su padre, fizo al rey don Alfonso, nuestro padre, que Dios perdone, et otrosý por serviçio que el dicho Gonçalo Ruyz Bolante nos ha fecho e fa rá de aquí adelante, otorgámosle e confirmámosle esta dicha merçed e donaçión pura e perfecta para siempre jamás. Lleva la firm a autógrafa: “Nos el re y”, y entre los confirm antes, en prim er lugar, está el del heredero, lo que es una m anera de manifestar la continuidad dinástica: “El noble infante don Juan, fijo del m uy noble e bienaventu rado rey don Enrique, primero heredero en los regnos de Castiella e de León, confirma” En el asp ecto formal [fig. 7], com o visto en los reinados anteriores, aparecen el nombre de Dios y de la Virgen María m ás grandes y en un cartucho sobre fondo rojo, y el nombre del rey, de la reina y del here dero Juan, dos veces cada uno, con la m isma decoración; ya sabemos que el rojo es uno de los colores asociados a la realeza. Presenta un crismón bellamente policromado y una rueda también policromada, en cuyo interior aparece el cuartelado de Castilla, e inscrita en un cuadrado doble, que tiene las enjutas con decoración geométrica. Todos estos elementos ornamentales dan un aspecto lujoso al documento. 399 * 1371, septiembre, 26. Toro66. El rey dona al cabildo, capell anes y beneficiados de la iglesia de Santiago, cada año, doce m il maravedís, para que digan en cada m es dos m isas cantadas, una por la salud del rey, de su m ujer y de los infantes, y la otra por el alma de su padre y de todos sus antepasados; además pone por juro de heredad perpetuo, tr es m il setecientos maravedís para tres candelas qu e ardan de día y de noche ante el Santo Apóstol para el alma de su padre. Es otro privilegio rodado en el que habla de la continuidad dinástica, tanto en su antecesor como en su sucesor, ad emás ofrece la imagen de rey muy devoto, en especial por referirse a Santiago, apóstol protector del reino de Castilla. * 1371, diciembre, 15. Burgos67 El rey confirma a doña Isabel de la Cerda la donación de la villa de Medinaceli que había hecho a su marido don Bernal de Bearne: Por vos faser merçed por muchos e buenos e leales e altos serviçios que vos e el dicho conde vuestro marido nos avedes fecho […] confir mamos vos la donaçión quél dicho conde vuestro marido vos fiso de la villa de Medinaceli con todas sus aldeas e con todos sus térm inos […] con toda la justiçia alta e vaxa, çevil e criminal e con el m ero e m isto impe rio e con todos los vasallos della, así christianos commo m oros e jud íos e con tod os los pech os e ren tas e otro s derechos. La datación sigue siendo según la era hispánica: “fecho [ …] en la muy noble çibdat de Burgos, quinse días de desiembre, era de 1409 años”( año 1371) Es el priv ilegio rod ado m ás inter esante de los que hem os analizado en este reinado. En cuanto al contenido no hay ni nguna novedad, pero desde el punto de vista formal hay varios elem entos dignos de ser de stacados [fig. 8]. Los nom bres de Dios, la Virgen María, Enrique y Juan, príncipe he redero, aparecen en mayúscula y enmarcados por un cartucho de color verde o morado, de m anera que se destacan claram ente, característica usual, pero no aparece el nom bre de la reina doña Juana, lo que sorprende dado el im portante papel diná stico que jugó. Más significati vo es el detalle del signo rodado, ya que en las enjutas del cuadrado que enmarca la rueda aparece el tetramorfos, en la parte superior el águila y el ángel que portan el rollo del Antiguo Testamento, y en la parte inferior el león y el toro po rtan el lib ro sím bolo del Nuevo Testam ento; son elementos con un claro contenido religioso inse rtados en el elem ento que es la im agen del rey, y lo interpretamos com o un refuerzo del carácter m esiánico que Enrique II quería dar a su persona; por lo dem ás los elementos del signo son los norm ales: el cuartelado sin cruz y las leyendas típicas. Otro componente primordial en este diploma es la representación gráfica del rey en el lugar del crism ón, en un círculo sobre fondo verde aparece la figura del rey sentado en el trono en posición m ayestática, lleva corona, el globo coronado por una gran cruz en la m ano derecha y en la izquier da la espada; el rey viste túnica y m anto, lleva melena larga rubia y barba larga; y la figu ra aparece franqueada po r los símbolos parlantes de los reinos; el que sea rubio pa rece que se corresponde con la característica física del rey, pero los rasgos faciales no parecen un retrato, pero desde luego es la imagen del rey Enrique con todos los sím bolos regios que quiere ser identificado como 66 A rchivo C atedral de Sa ntiago: cart . 8 ª, nº2 (Recogido en Los Reyes y Santiago. Expo sición de documentos reales de la catedral de Santiago de Compostela, Santiago: Xunta de Galicia, 1988, p. 145) 67 Archivo Ducal de Medinaceli: Privilegio rodado nº 55. 400 el soberano legítimo de Castilla y L eón; aunque es una pintura tosc a tiene un alto valor decorativo, sobre todo por los colores rojo, verde y m orado que dom inan en todo el documento. Este elem ento ornamental tiene mucha importancia, es la prim era vez que lo hemos visto en un privilegio rodado, pero resultó un acierto porque en los siguientes reinados aparecerá con m ás frecuencia, de lo que deducim os que tiene un hondo significado político, porque plasm a gráficamente el poder político de un soberano que ejerce la máxima autoridad en su es tado y que, además, quiere dejar constancia de que así es. Por otro lado, hay que tener en cuen ta la importancia de la confirm ación de la concesión para los Medinaceli de la ciudad que da nombre a su título nobiliario, quienes pondrían mucho interés en que el documento fuese extraordinario. * 1372, noviembre, 5. Zamora68. El rey dona por juro de heredad el lugar de Linares al almirante mayor del reino, Ambrosio Bocanegra. Es otro ejemplo de “merced en riqueña”. Pres enta los no mbres del rey, de la reina, del heredero, de Dios y de la Virg en María grandes y dentro de un cartucho de fondo dorado, color que alude claramente a la divinidad, de manera que la realeza queda con esta im agen gráfica ligada a ella. Adem ás se refiere al heredero co mo “el Infante don Iohan, fijo del m uy alto e muy noble rey don Enrique, primogénito heredero en los regnos de Castilla e de León, Señor de Lara e de Viscaya”. Este últim o título que tiene el infante es m uy importante, pues había sido de don Tello, y al m orir, el rey decidió otorgárselo a su heredero lo que significaba su integración en la Corona69. Observamos que los docum entos comentados pertenecen a los prim eros años de su reinado, cuando necesita leg itimar su as censión al trono, pagar lo s apoyos recibidos en la guerra y asegurar la lealtad de los que le siguieron, y por eso abundan las donaciones o las confirmaciones de donaciones de otros reyes. Posteriormente este tipo de mercedes fue escasa y por ello son más raros los privilegios rodados y hay m enos en los distintos archivos históricos que hemos consultado. 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE OTROS SOPORTES. 5.1. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS SELLOS. Como ya hem os visto en los reinados an teriores el s ello es esencial en la validación de los documentos reales porque s ignifica la m aterialización de la voluntad real. El sello pendiente de plomo es el que aparece en los documentos m ás solemnes y, durante este reinado, adopta dos m odalidades: la representación ecuestre o la mayestática. Según Teófilo Ruiz 70, el prim ero lo adoptó desde 1367, por lo tanto durante la guerra contra el rey Pedro I; después de Montie l, a partir de 1370 adoptó el mayestático. 68 AHN- Nobleza, Fernán Núñez, carp. 4, doc. 91. 69 VALDEÓN BARUQUE, Julio: “De Alf onso X a los Rey es Católicos”, Historia de España-Historia 16, 10(1995), p.30. Enrique II, que no hizo conquistas, añadió a la Corona este Señorío por herencia de su hermano don Tello, aunque no aparece en su intitulación porque lo tenía el heredero como tal. 70 RUIZ, Teófilo: “L’im age du pou voir a trav ers les sceau x de la m onarchie castillan e”, en Génesis medieval del estado moderno: Castilla y Navarra (1250-1370), Valladolid: Ámbito, 1987, p. 225. 401 En este tes timonio el sello ecu estre está borroso 71 [fig. 9]. En el anverso, presenta al rey con yelm o coronado, que en la m ano izquierda levanta una tarja blasonada y en la m ano derecha levanta la es pada; el caballo corre a la derecha y lleva caparazón largo y flotante blasonado; dice la ley enda: S.ENRICUS.[ DEI GRACIA.RE]GIS. CAS.T.ELLE.E.LEGIONIS. En el reverso, aparece el cuartelado de castillos y leones, con la leyenda : S. ENRICUS.DEI.GRACIA.REGIS.CASTELLE. E.LEGIONIS. Este sello indica e l talan te belicoso de E nrique durante la guerra fratricida, y por eso no s da la im agen del que se titu laba rey, prepara do a en trar en combate por defender lo que consideraba que le correspondía. El segundo tipo es el sello m ayestático72 [fig. 10]. En el anve rso aparece el rey sentado sobre dos leones sin corona que asoman medio cuerpo a cada lado del rey; viste túnica larga y manto, lleva corona, en la m ano derecha lleva la espada y en la izquierda el m undo rem atado por una cruz de grandes proporciones, y apoya los pies sobre un estrado; la leyenda dice: S .ENRICI.DEI.GRACIA.REGIS.CASTELLE. ET. LEGIONIS. En el reverso aparece el cuartela do de castillos y leone s, divididos por una cruz flordelisada; la leyenda es igua l que la del anverso. Según Teófilo Ruiz 73, los elementos que aparecen tienen una importante simbología por las pretensiones políticas que revelan; así la espada de senvainada es signo de autoridad judicial, el globo alude a las pretensiones im periales, aunque se limiten a la hegem onía en los reinos peninsulares; la flor de lis podría simbolizar la influencia francesa. Consideram os que este tipo de sello quiere resalta r la majestad del nuevo rey, y transmitir la imagen de un monarca poderoso, y para ello incorpora un sí mbolo nuevo: se sienta sobre dos leones que forman el trono; el león es el “rey de los animales” y es un tradicional símbolo de la monarquía en muchos reinos europeos; también transmite que es cristiano y que tiene el apoyo de la Iglesia; en resumen, esta sim bología tien e por finalidad dem ostrar su legitimidad. Este m odelo de trono, que aquí se ve claram ente, ya lo com entamos en el reinado de Alfonso XI (véase fig. 24). Como hemos explicado, se imponen nuevos diplomas en papel, y por ello el uso del sello de placa se ex tiende. Se represen ta el em blema heráld ico del reino con los castillos y leones y la leyenda que alude a Ca stilla y León, como hemos vis to en los anteriores. El sello de la poridad apenas se usa, lo que podría esta r motivado por razones propagandísticas, pues Pedro I lo usó con exceso, y por ello Enrique lim itó su utilización74. Destacamos un sello d e la reina d oña Juana, pendiente de un documento ya comentado75 [fig. 11]. Es un sello de dobl e ojiva, en el anverso aparece la reina de pie sobre una m énsula, con corona y m anto, que lleva en la m ano dere cha el cetro; la leyenda dice: SIGILLUM. DONA IOANA DE I GRATIA REGINA CASTELLE E T LEGIONIS; en el rev erso aparece un sencil lo cuartelado de castillos y leones y la misma leyenda. Son pocos los sellos de reinas que se conservan, pero doña Juana, por su genealogía, se convirtió en un puntal pr ecioso para legitim ar la nueva dinastía y, como corresponde a los primeros años del reinado, podemos ver en este sello la imagen del importante protagonismo que tuvo la esposa de Enrique II. 71 AH N, Si gilografía, caj . 1 0, nº17 (1367, feb rero, 1 3. B urgos). Para su de scripción se guimos a GUGLIERI NAVARRRO, Araceli: Ca tálogo d e Sigilografía d el A.H.N.: Ministerio de E ducación y Ciencia, 1974, tomo I. 72 AHN, Sigilografía, caj. 20, nº 12 (1371, septiembre, 10. Toro) 73 Ver nota 70. 74 RABADE OBRADÓ, María: “Sim bología y prop aganda política en los formularios cancillerescos de Enrique II de Castilla”, En la España Medieval, 18 (1995), p. 230. 75 Ver nota 60, (1371, septiembre, 22. Toro). 402 5.2. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LAS MONEDAS. Hay una gran variedad de m onedas en este reinado. Las hay que presentan el típico cuartelado de castillos y leones tanto en el anverso com o en el reve rso, o simplemente el cas tillo en el anverso y el león en el reverso; otras en el anverso contienen el busto del rey coronado, unas de perfil y otras de frente; son m odelos similares a las de otros reinados. P ero ha y otras m ás originales, por ejem plo, la que lleva en el anverso, en el cam po, la letras EN ligadas y coronadas 76 [fig. 12]; son las iniciales del nombre del rey, lo que las hace in confundibles al primer golpe de vista; es una m anera de individualizar sus monedas y distinguirlas de la s de cualquier otro reinado al ser personalizadas. En ambos tipos queda de manifiesto la importancia que le daba a la corona com o insignia legitim adora, al igual que v imos en su h ermanastro y rival. Hay un tipo de moneda muy interesante por lo raro de su iconografía 77 [fig. 13]. En el anverso representa al rey coronado a caballo, blandiendo la espada y con el cuartelado de Castilla y León decorando las gua ldrapas del caballo y la coraza del rey. La leyenda dice: ENRICUS DE I GRACIA REX CASTEL. En el reverso aparecen los leones y ca stillos cuar telados, con la leyend a: ENRICUS DEI GRACIA REX E LEGIONI. Recuerda mucho a los sellos de tipo ecuestre, que hemos com entado anteriormente, pero en monedas resulta novedoso, lo que evidencia el interés político de Enrique II por defender su trono frente a su adversario, de ahí su actitud guerrera; seguramente corresponden a los prim eros años de su reinado, al igual que los sellos, incluso sería anterior a la ba talla de Montiel, ya que él se coronó rey en Calahorra en 1366, pues después, según se fue afian zando, se im pusieron los otros m odelos parecidos a los de sus anteceso res. Igualm ente, llam a la atención el h echo de qu e se repita la leyenda “rey por la gracia de Dios”, tanto en el anverso como en el reverso; es una manera de rem arcar la idea del origen divino del poder real, que es quien puede otorgarle el carácter m esiánico que reclam aba. La im agen que nos brinda esta m oneda de oro es la de un rey que se identifica c on todos los símbolos posibles del poder regio, para que avalen su legítimo acceso al trono 5.3. OTRAS REPRESENTACIONES DEL REY. Hay obras d e arte, tales com o esculturas y pinturas, que para nosotros tienen el valor de ser representaciones plásticas que pueden complementar la imagen deducida de los documentos y manuscritos. Están al serv icio del poder del rey, al que reconocemos de manera mediata. La Virgen de Tobed. [fig. 14] Es una tabla de la segunda m itad del si glo XIV, de gr an calidad artística, atribuida a Jaim e Serra. Representa a la Vi rgen de la Leche y, a sus pies, bajo su protección, aparecen en pequeño tamaño como donantes el rey Enrique II, la reina doña Juana Manuel y sus hijos los infantes don Juan y doña Leonor, por lo que es una representación de la familia real; aquí radica su interés pues el tratam iento iconográfico refleja el contenido ideológico. 76 MAN, Numismática: 1994/50/727. D. 18951 77 MAN, Numismática, nº de inventario 104704. 403 Esta pintura procede del Santuario de Nuestra Señora de Tobed (Zaragoza), y podría ser un encargo del propio monarca como exvoto, pues en este m onasterio estuvo Enrique de Trastámara después de sufrir la derrota de Nájera frente al rey Pedro I78. Hay una serie de indicios para identificar sin lugar a dudas a la fa milia de Enrique II. En el ángulo inferior izquierdo, debajo de la figura del rey, aparece la inscripción “Enrico rege” y las arm as de Ca stilla y León. En la parte superior del cuadro, en las enjutas aparecen sen dos escudos, el de la izquierda es el cuartelado de Castilla y León, y el de la derecha es el escudo cuartelado de los Manuel, leones sobre blanco y alas con espadas sobre rojo; el que esta enseña tenga la misma importancia que la del rey, en el cuadro, indi ca el protagonism o de la rein a y su im portante papel a la hora de legitimar la nueva dinastía. El rey aparece arrodillado en actitud de orar, lleva co rona y espada enfundada, y en la m isma actitud y con la m isma vesti menta, pero de m enor tam año, su hi jo y heredero el príncipe Juan, am bos lucen la ba nda, oscura, adornada de perlas, que es la insignia de la orden creada por Alfonso XI, de quien se consideran legítimos sucesores, también es de señalar que tienen delante, en el suelo, sendos yelm os con sus cim eras coronadas por el cuartelado. En el lado opuesto , y con la mism a actitud, la reina do ña Juana, que porta corona, y su hija m ayor la infanta doña L eonor, ambas con la m isma indumentaria, todos mantienen una actitud de gran devoción79. Según Sánchez Cantón80 se trata de verdaderos retratos de la f amilia real, lo que es posible a l ser un encargo del rey y realizado durante su reinado, esta circunstancia es importante para nuestro trabajo, porque es un ejemplo de la imagen que el rey quiere dar de la realeza que él encarna. En cualquier caso, lo que queda claro es el c oncepto mesiánico que de sí m ismo tenía el Trastámara, quien venera a la Virgen porque ha vencido en la guerra a su hermanastro y es el nuevo rey gracias a esa ayuda d ivina. Además se presenta como una familia unida, muy religiosa, en la que la reina tiene un papel equiparable al del rey. Son imágenes que complementan y que confirman lo ya expuesto a través de los documentos escritos. Sepulcros de los Reyes [Fig. 15]81. Se encuentran en la Capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, fundada y mandada construir por el primer Trastámara en 1374 a modo de panteón de la nueva dinastía, para diferenciarla del otro panteón real conocido como la Capilla de los Reyes Viejos. Su ubicación original estaba a los pies de la catedral, junto al pilar de la descensión, tal y como el rey dispuso en su testamento, pero en 1530 el obispo Fonseca encargó a Covarrubias la construcción de la capilla que conocemos hoy en la girola, y, cuando en 1534 concluyeron las obras, se trasladaron las sepulturas reales. Las estatuas yacentes de alabastro policromado que hoy se ven fueron realizadas entre 1390 y 1406, junto con las de Enrique II I y su esposa, porque dice éste en su testamento que se termine la capilla y que su sepultura sea igual que la que m andó hacer de su abuelo, co mo las figuras yacen tes son tan sim ilares se piensa que tuvieron que ser obra del m ismo taller, no obstante en el sig lo XVI fueron res tauradas co mo consecuencia de los destrozos sufridos durante el traslado arriba explicado. Hay elem entos iconográficos m uy interesa ntes, aunque no se hicieran en su época, fuero n hechas du rante el rein ado de su n ieto y cabe pensar qu e se respetó su 78 BANGO, Isidro y otros: Maravillas de la España medieval. Tesoro sagrado y monarquía, Valladolid: Junta de Castilla-León, 2001, p. 443. 79 Este tipo de pintura aparecerá con los Reyes Católicos en la Virgen de la Misericordia del Monasterio de las Huelgas y en la Virgen de los Reyes Católicos del Museo del Prado. 80 SÁNCHEZ CANTÓN, F.J.: Los retratos de los Reyes de España, Barcelona: Omega, 1948, pp. 58-9. 81 PÉR EZ H IGUERA, M ª Te resa: “Los sep ulcros de R eyes N uevos. C atedral de Toledo”, Tekné, 1 (1985), pp. 131-139. 404 deseo. Los reyes son estatuas yacentes lujosamente vestidas y con corona, el rey lleva una banda con decoración vegetal que podría se r la de la orden creada por Alfonso XI, apoya sus m anos sobre una gran espada que tiene en el pom o el cuartelado, como motivo decorativo. Las alm ohadas están recubier tas de decoración m enuda a base de formas geom étricas lo buladas qu e encierran motivos heráldicos com o el escudo de Castilla y León, el de la Banda y, en el cas o de la reina, el de los Manuel. Podemos comprobar como los emblemas tienen un gran papel propagandístico de la imagen real, porque visu almente hacen que id entifiquemos a los reyes, adem ás aparecen los símbolos tradicionales que plasman su poder, en este caso destacamos la espada, porque al fin y al cabo don Enrique se hizo con el trono tras una guerra fratricida. Resaltamos, también, la decisión del monarca de ser enterrado donde estaban la mayoría de sus anteces ores, como otro ejemplo de su deseo de rem arcar la legitimidad dinástica, que tanto interés tuvo por dem ostrar, para quitarse el estigm a de bastardo y usurpador. Tanto el rey com o la reina eran descendientes directos de los anteriores monarcas, por eso se en terraron junto a ellos, circunstancia que hacía muchos reinados que no ocurría, lo que, consid eramos, es una muestra más de su deseo de evid enciar la unidad familiar y la continuidad dinástica. 6. JUICIO SOBRE UN REINADO QUE CAMBIÓ EL CURSO DINÁSTICO. Recogemos las palabras de Gi meno Casalduero 82 para resumir el re inado de Enrique II que, según este autor, en diez años transformó Castilla y le dio un prestigio que le convertirá en una gran potencia, por lo que en el re ino se conservará un recuerdo imponente de este m onarca de manera que los juristas aceptaron la usurpación, los doctores leg itimaron el regic idio y los poeta s g lorificaron s u nom bre y cantaron s us hazañas. Es cierto que desde 1369 a 1379 el re ino sufrió grandes transform aciones que sentaron las bases del estado m oderno que, pa radójicamente, llegará con el fin de l a dinastía T rastámara. La centralización es la no ta c aracterística de la monarquía de Enrique II, aunque es cierto que el romanismo que lleva a ello se inició con Alfonso X, pero será el bastardo regici da, con una gran energía, qui en logre im poner las reform as necesarias para fortalecer la m onarquía; él que tuvo que demostrar se r el más fuerte en la guerra, también lo tuvo que hacer en la paz para m antenerse en el tro no y asegurarlo para sus descendientes. Reinó con el apoyo y la lealtad de todos los estam entos, que además acataron sus reformas de las instituciones. Se puede decir que fu e un triunfador ya que tuvo éxito en todas las em presas que se propuso, y esa “suerte” le granjeó seguidores que le ayudaron a conseguir nuevos éxitos, tenía gran seguridad en sí mismo y con esa moral de victoria llegó al triunfo final. Aunque haya pasado a la Historia com o “el de las Mercedes”, por las muchas que concedió para pagar gene rosamente a sus partidarios, no es ésta la im agen que resume su reinado, sino la de un fort alecedor del poder monárquico que supo ser continuador de la obra de su padre Alfonso XI. Un homb re inteligente, hábil, sin escrúpulos, seguro de ser elegido por Dios para salvar al reino y tenaz desde m uy joven en la lucha con su hermanastro para arrebatarle el título; quizá el odio existente entre los dos era tal que sólo podía sobrevivir uno, y fue el que supo utilizar m ejor el arte de la propaganda para da r leg itimidad a s u causa : Enrique de Trastámara, hijo ilegítim o de Alfonso XI fue el vencedor y, además, un gran propagandista, que no tuvo recelo en 82 GIM ENO C ASALDUERO, Joa quín: La imagen del mo narca en la Castilla d el sig lo XIV, Madrid : Revista de Occidente, 1972, p. 142. 405 falsear la realidad y desacreditar con saña a su rival con tal de ganar el trono; este esfuerzo propagandístico sólo es co mparable al que realizó Isabel la Católica, también por la misma crisis de legitimidad. 406 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS EENNRRIIQQUUEE IIII 407 Fig. 1 Bernardo de Módena: Políptico de la Virgen de la leche Catedral de Murcia 408 Fig. 2 Corónica de los nobles reyes de Castilla de Pedro López de Ayala RB, II/2970, fol. 137v 409 Fig. 3 Crónica de Jean Froissart: Batalla de Nájera BNF, mss. fr. 2643, fol. 312v 410 Fig. 4 Crónica de Jean Froissart: Batalla de Montiel BNF, mss. fr. 2643, fol. 328v 411 Fig. 5 Privilegio ACMu, pergaminos nº 100 Fig. 6 Privilegio rodado (detalle del signo rodado) AHN, Clero, carpeta 3029, nº 7 412 Fig. 7 Privilegio rodado ACS, sec. IX, c. 38, n. 4 413 Fig. 8 Privilegio rodado y detalle inicial ADM, Sección Privilegios Rodados, nº 55 414 Fig. 9 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, c. 10/17 Fig. 10 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía c. 20/12 Fig. 11 Sello de la reina Juana SALAZAR Y CASTRO, L., Historia genealógica de la Casa de Lara, T. VI, p. 652 415 Fig. 12 Medio real. Anverso y reverso MAN, 1994/50/7271 D. 18951 Fig. 13 Moneda. Anverso y reverso MAN, nº de inv. 104704 416 Fig. 14 Virgen del Tobed Colección Várez-Fisa (Madrid) Fig. 15 Sepulcros de Enrique II y su esposa Juana Manuel Capilla de Reyes Nuevos (Catedral de Toledo) 417 JJUUAANN II JUAN I DE CASTILLA (1379-1390) 418 ÁRBOL GENEALÓGICO DE JUAN I ENRIQUE II JUANA MANUEL JUAN I (1379-1390) LEONOR DE ARAGÓN BEATRIZ DE PORTUGAL ENRIQUE III FERNANDO DE ANTEQUERA 419 1. HISTORIA DEL REINADO. 1.1. UN REY DE CASTILLA NACIDO EN ARAGÓN. El primogénito de Enrique II y doña Juan a Manuel recibió el nombre de Juan en memoria de su abuelo m aterno, don Juan Ma nuel, que tanto había intrigado contra Alfonso XI; por ironías del destino, un niet o de am bos fue rey de Castilla. Tam bién quiso el destino que naciera en Aragón, en Épila en 1358, durante la guerra entre los dos reinos. Su “aragonesismo” es uno de sus rasgos personales m ás característicos, según Suárez Fernández1, pues adem ás de nacer allí, en este reino transcu rrió su infancia, se casó con Leonor, hija de Pedro IV, y tuvo a este monarca aragonés como m odelo de gobernante. En 1370, al morir don Tello, Enrique II en tregó a su heredero com o patrimonio los señoríos de Lara y Vizcaya, que después él incorporará a la lis ta de dominios de la monarquía castellana. El hecho de ejercer co mo señor de Vizcaya, lógicam ente, le tuvo que preparar para ser rey. En 1375 se casó con doña Leonor de Aragón en Soria, lo que for maba parte de un programa de alianza entre los dos reinos , que a la larga fructificará con el establecimiento de la dinastía Trastámara en ambos después del Compromiso de Caspe, pues sus dos hijos, Enrique y Fernando, será n, respectivam ente, reyes de Castilla y Aragón. Al m orir su padre en 1379 fue reconoc ido rey inm ediatamente, pero, para reforzar su legitimidad en el trono, decidió coronarse. 1.2. LA CORONACIÓN. La solemne ceremonia tuvo lugar el 25 de julio de 1379 en el m onasterio de las Huelgas de Burgos. Es verdad que en Casti lla no existía esa tradición, aunque ya hemos visto como algunos reyes recurrieron a ella para fortalecer su posición, como fue el caso del mismo Enrique II. Juan I decidió hacerlo tres meses después de acceder al trono con un ceremonial lleno de contenido religioso, lo que se puede tom ar como ejemplo de su profundo sentimiento cristiano. Según Suárez Fernández, la llevó a cabo por consejo de s u familia política, en especial del duque de Gerona y del rey Pedro IV, quienes le sugirieron que “la legitimidad de un m onarca coronado, en ce remonia litúrgica qu e comprom ete a la Iglesia, es com o el gesto de unción de Da vid; mediante ella podí a, elegido por Dios, sustituir a Saúl, in serto en tiranía”2. Era una manera de consagrar su poder, pues con el rito de la co ronación queda de m anifiesto la imagen de que lo ejerce en el nom bre de Dios. También, opina el mismo historiador, al decidirse por la ceremonia de coronación, revelaba de for ma inconsciente las defici encias del o rigen rev olucionario de su dinastía3. Pensamos que tomó como modelo al rey aragonés, porque éste tuvo un acceso difícil al trono por la oposici ón de su m adrastra y junto c on ella la de parte de la nobleza, pero que, finalm ente, consiguió el pod er y fortalecer su posición. Se sabe que 1 SUÁREZ F ERNÁNDEZ, Luis: Historia d el reinad o de Ju an I d e Ca stilla, Mad rid: Un iversidad Autónoma, 1977, p. 19. 2 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Juan I (1379-1390), Palencia: La Olmeda, 1994, p. 18. 3 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y Revolución Trastámara, Madrid: Real Academia de la Historia, 1994, p.117. 420 el rey aragonés le regaló un m anuscrito con el cerem onial de la consagració n y coronación de los reyes de Aragón 4. El día eleg ido fue el d e la festivid ad del apó stol Santiago, porque de él se conservaba en las Huelgas una im agen articulada5 que sirvió para armarle caballero, que era una manera de poner de manifiesto que el poder le venía del cielo, adem ás, siguiendo la tradic ión castellana y según relata la Crónica “él se coronó”6. Se celebraron grandes fiestas populares en la ciudad y parece que tam bién en otras pues tenemos noticias de cómo en Murcia se colocó en el mercado de la ciudad un conjunto de armas del rey y se organizaron juegos de cañas, etc.7 Hay que recordar que en Castilla la investidura de armas, era la manera tradicional de indicar la recepción del poder directamente de Dios, al contrario que en otros reinos, donde la unción les daba la sacralidad y por eso era una ceremonia muy importante. 4 Pedro IV el Ceremonioso es el sistematizador de un nuevo ceremonial de coronación y consagración del rey y de la reina de gran solemnidad, las “Ordinacions”. Parece ser que, para ellas, tomó como modelo el manuscrito de Toledo del ordo de Constantinopla adaptado para Fernando III de Castilla. En todos los ritos el rey es tratado como el emperador, y toma la corona y las dem ás insignias del altar di rectamente, era la m anera de i ndicar que a travé s de ellas reci be el p oder directamente de Dios. Pa ra sal var el equilibrio de poderes, planteó que la unción era un asunto espiritual y corresponde al Papa, mientras que la recepción de insignias corresponde al poder temporal, es decir, al propio rey. (PALACIOS MARTÍN, Bonifacio: “Imágenes y símbolos del poder real en l a Corona de Aragón”, Congreso de H istoria de la Corona de Aragón. El poder real en la corona de Aragón, Zaragoza, 1994, tomo I, pp. 213 y ss. Cfr. PALACIOS M ARTÍN, Bo nifacio: Consagración y cor onación de los Reyes de Aragón, ms . R . 14.425, Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, edición facsímile, Zaragoza: Diputación General de Aragón, 1992, pp. 105-133: Pedro IV en su coronación repitió el ritual seguido por su padre Alfonso IV, durante su reinado buscó fortalecer su aut oridad y minar la de la nobleza y para ello organi zó una administración centralizada. En 1344 mandó redactar las Ordinacions de Cort, en las que se regulaba todo lo relacionado a los oficios de la co rte y a su funcionamiento, pero faltaba la parte relativa a la u nción y coronación del rey y d e la r eina y po r eso en 1353 ordenó redactar el cer emonial de la co ronación, con el objetivo de transmitir mediante imágenes y símbolos motivados su visión particular de la realeza y para que sirviera de adoctrinamiento a su hijo, el futuro Juan I de Aragón. La nueva obra se tituló Ordinacions fetes por lo senyor en Pere Terc rey d’Ára gó sobre lo regiment de tots lo s o fficials de la sua casa (Pedro III en la numeración condal catalana). Este ritual lo utilizaron sus sucesores y el último en hacerlo fue Fernando I de Antequera. Se sabe que de esta obra se hizo en 1384 una copia para el rey de Castilla, que se encargó al maestro Ramón, “escrivá de letra radona”, y pa ra el que se a dquirieron diez docenas de l os mejores pergaminos y que fue co nvenientemente i luminado y ado rnado c on i niciales di bujadas, co n l a colaboración inestimable de Juan de Barbastro, que dirigió los trabajos y seguramente participó en ellos. Cfr. RUIZ GARCÍA, Elisa: Los l ibros de Isa bel l a C atólica. Ar queología de u n p atrimonio escri to, Salamanca: Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2 004, p. 486. Recoge en el inventario general este libro como ejemplar depositado en la Cámara de la Reina, aunque los manuscritos conservados en El Escorial no coinciden con los datos de esta entrada. Llamamos la a tención sobre dos capitales miniadas del códice de la Lázaro Galdiano. En el fol. 1r, se ve al rey que sujeta con sus manos la corona, cabe suponer que es él quien se la pondrá, y en el fol. 29r, aparece coronando a la reina; am bas escenas tienen lugar en presencia de un arzobispo. Lo que deja claro es el deseo de los monarcas de p rescindir de la Iglesia como transmisora del poder que viene de Dios. 5 Según Yarza Luaces, se ha hablado de la supuesta figura articulada de Santiago del monasterio de Las Huelgas, pero se p regunta si es co rrecta la in terpretación. No es así la q ue ho y presid e la cap illa d e Santiago de dicho monasterio, incluso no tiene atributos para afirmar que sea el apóst ol. “Monasterio y Palacio del Rey”, en Vestiduras ricas. El Monasterio de Las H uelgas y su époc a (1170-1340), Madrid: Patrimonio Nacional, 2005, pp. 25 y ss. 6 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 65. 7 AMMu: Actas capitulares junio 1379-junio 1380, fol. 15v ( Recogido en SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Historia del reinado de Juan I de Castilla, Madrid: Universidad Autónoma, p. 27.) Parece que e ra frec uente ce lebrar fiestas populares e n las ciuda des a nte los aconte cimientos importantes que afectaban a la familia real, pues también sabemos que en esta misma ciudad, con motivo del nacimiento del infante heredero don Enrique, como conmemoración, se celebraron fiestas de t oros y juglares. (AMMu: Actas capitulares, 1379, fol. 74v. Recogido en SUÁREZ FERNÁNDEZ: Ibidem, p. 34) 421 1.3. LA AVENTURA PORTUGUESA. En 1382 m urió la reina por lo que el rey se quedó viudo con 24 años. Decidió casarse con la infanta portuguesa doña Beat riz, hija de Ferna ndo I. Se celebraron brillantes fiestas en E lvás y en Badajoz, ci udad por la q ue entró la f utura re ina de Castilla y en cuya catedral se celebró la misa de velaciones. Según Suárez Fernández este acontecimiento fue la cum bre de la buena suerte de Juan I, y relata de esta m anera la ceremonia: A las pu ertas del tem plo el arzob ispo de Santiago, que era m etropolitano de la diócesis pacense, revestido de pon tifical y rodeado por una brillante representación de la nobl eza d e am bos reinos, hizo la recepción de los soberanos. La plaza estaba llena de ge nte; por una de la s calles desembocó, jinete, el rey de Castilla, bajo p alio, la cabeza ceñida po r una corona de gem as sobre m ontura de oro; por otra entró Be atriz, tam bién coronada. Frente a la catedral descabalgar on am bos y, a sidos de la m ano, entraron en el tem plo mientras so naban m úsicos. Oyero n m isa de hinojos, ante el altar m ayor, sirviéndoles de fondo y acompañamiento una muchedumbre de caballeros de los dos países8. Cuando en 1383 el rey portugués m urió, la reina regente entre gó la corona a su hija, única heredera, y a su yerno, pe ro los portugueses no apoyaron la unión con Castilla y proclamaron rey a Joao de Avis. Se desencadenó una guerra que tuvo su final en la derrota castellana en Aljubarrota en 1385, em blema del nacionalism o portugués. Para Castilla fue muy grave, no só lo se perdió Portugal, sino que tam bién fue deshecho el ejército, se vaciaron las arcas del reino y quedó m alparado el prestigio de Juan I, q ue tuvo que hacer un público arrepentim iento en las Cortes de Valla dolid de 1385, vestido de luto 9. No es extraño que fuera un duro golpe pa ra un rey, que presentaba la paz en todos sus docum entos como uno de sus obje tivos, que com etió el error de llevar a su pueblo a una guerra por intereses dinásticos y que resultó muy perjudicial para Castilla. Pero él se in tituló siempre “Rey de Portugal” y unió la s armas lusas a las de Castilla y León en todos sus em blemas, por lo que la imagen que de él nos dan sus sím bolos parlantes es inconfundible con la de los otros monarcas castellanos. 1.4. LA PAZ CON LOS PETRISTAS. La guerra con Portugal no fue la única a la que tuvo que hacer frente Juan I. Juan de Gante, duque de Lancaster invadió Castilla y reivindicó la corona en nom bre de su mujer, doña Constanza, hija de Pedro I y de María de Padilla . Finalmente se llegó a la paz con Inglaterra en el Tr atado de Bayona de 1388, en el que los duques de Lancaster renunciaban a sus derechos al trono castell ano a favor de Juan I y se acordó el matrimonio entre el heredero don Enrique y Catalina de Lancaster, de m odo que la sangre de Pedro I volvería a reinar en Castilla; además se decretaba el perdón para todos los “emperejilados”. Las condiciones de este tratado fueron excesivas pues los ingleses 8 SUÁREZ F ERNÁNDEZ, Luis: Historia d el reinad o de Ju an I d e Ca stilla, Mad rid: Un iversidad Autónoma, 1977, pp. 134-6. ( La ceremonia está detallada en AGS: Patronato Real, leg. 47. Fol. 46) 9 Incluso se perdió el pendón real, que fue arrebatado por los portugueses, según SCHRAMM, Percy E.: Las insignias de la realeza en la Edad Media española, Madrid: Instituto de estudios políticos, 1960, p. 69. 422 habían f racasado m ilitarmente, lo que, seg ún Suárez Fernández 10, tiene dos explicaciones: el des eo de acab ar con las guerras que agotaron al rein o, pero, so bre todo, la mala conciencia de una dinastía bastarda, que pesó en el ánimo del religioso rey castellano. En víspera del m atrimonio, el infant e don Enrique fue proclam ado Príncipe de Asturias11, novedad importante en el orden instituc ional de la monarquía española, que ya funcionaba en Francia y en Inglaterra. De esta m anera se r eguló la cues tión sucesoria, pues en adelante el hered ero de la corona recibiría este título, lo que era una manera de reforzar la continuidad diná stica y asim ismo a la monarquía co mo institución. La boda se celebró en Palencia, en la catedral de San Antolín, en septiembre de 1388 con grandes fiestas. La manera en que se desarrollaron es tos acontecimientos conforman la im agen de un rey amante de la paz interna del reino y de la paz en la propia familia real, porque con el m atrimonio de s u heredero contribuyó a afianzar la dinastía T rastámara pues nadie podría ya alegar derechos al trono castellano, así que en este aspecto sí tuvo éxito, a diferencia del fracaso contra los portugueses. 1.5. SU TESTAMENTO12. Es un documento muy interesante para nosotros porque plasma el pensam iento del propio rey en diversos aspectos. Está fechado el 21 de junio de 1385. Comienza con la invocación religiosa y reconoce que reina en nom bre de Dios. Es la vieja y tópica imagen del rey como vicario de Dios en su reino la que presenta: Y com o quier que todos los hombres que son nacidos deven hazer este conocimiento de Dios su Creador, muc ho más son tenudos de hacer los Reyes por los m ayores beneficios que dél r eciven, por les dar m ayor estado y poderío sobre el pueblo que ha de governar y regir. Manda ser enterrado en la Capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, donde están sus antepasados. Es una m anera de dem ostrar su legitim idad y la de su dinastía. Es de notar que en las vestim entas, ordena que junto con las ar mas de Castilla y León estén las quinas de Portugal, porq ue quería que los sím bolos parlantes recogieran su imagen de rey de Portugal, tal y como él se intitulaba. 10 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Juan I (1379-1390), Palencia: La Olmeda, 1994, p. 243. 11 La concesión del título estuvo influida por la costumbre usada en Inglaterra de que el príncipe heredero se intitulaba Príncipe de Gales. Así don Enrique y su esposa doña Catalina fueron jurados como Príncipes de Asturias. De esta manera la nieta de Pedro I, en su calidad de princesa, quedaba situada en lo más alto del esquema jerárquico. Cfr. Por ejemplo en las Cortes de Se govia de 1 390 habla del Príncipe y la Princesa, refiriéndose a los herederos, de m anera que q uedan per fectamente identificados con esa d istinción: “Otro sí m andamos e ordenamos que las otras gentes que vinieren a la dicha çibdad, si de la nuestra Corte commo de casa de la Reyna nuestra muger e del Príncipe e la Prinçesa e del infante don Fernando nuestros hijos” (Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 480. Cfr. El título lo utiliza el rey al referirse a su heredero en los documentos desde el momento en que se lo concedió; por ejemplo en u n documento fechado en Castrojeriz el 7 de mayo de 1388 dice:”regnante en uno con la Reyna donna Beatriz mi muger e con el prinçipe de Ast urias don Enrique mio fi jo primero heredero” (Archivo C onventual de C aleruega, ca j. 5, nº7. R ecogido en M ARTÍNEZ, F r. Eduardo: Colección Diplomática del Real Convento de Santo Domi ngo de Caleruega , Vergara: El San tísimo Rosario, 1931, p.132) 12 Colección de testame ntos y capitu laciones matrimoni ales de los Re yes de Castilla y Aragón y de algunos otros personajes, s. XVIII, pp. 267-313. BNE, mss. 6932. 423 Deja muy claro las condiciones de una pos ible regencia, si muriera antes de que su hijo y heredero alcanzase los q uince años, com o así ocurrió. Es un ejem plo de equilibrio de poderes entre lo s estam entos, lo que nos in dica la responsabilidad que concedía a su cargo y el afán por ejercerlo con justicia. Establece que haya seis tutores y regidores, tres son nobles y tres m iembros de la Ig lesia, en tre ellos los arzob ispos de Toledo y S antiago; y seis ciudadanos que tienen que estar presentes en todos los Consejos que hagan los tutores. Nombra a su hijo don Enrique como el legítimo he redero de sus reinos de Castilla y León y otros bienes, pe ro deja claro que no tome el título de rey de Portugal, para no perjudicar a su esposa doña Beatriz. Le entrega los señoríos de L ara, Vizcaya y Molina como heredero que es de la Corona de Castilla, al igual que él los ha tenido y que sean para los futuros here deros. Aquí com para este títu lo con los de los herederos de otros reinos: “y que sea siempre para él tierra partida para los Infantes herederos, así como es en Francia el Delfinado y en Aragón el Ducado de Gerona”; es un ejemplo más de la influencia aragonesa; vemos que para nada se refier e a Ing laterra, por lo qu e la idea posterior de hacerle Príncipe de Asturi as hay que entenderla en el contexto del matrimonio con Catalina de Lancaster. Hay un párrafo m uy significativo, por que nos indica que los valores fundamentales de su cargo son el servicio a Dios y mantener la paz y la justicia, en él se refiere al infante don Enrique y dice: “E pedimos a Dios por merced que lo fizo nacer lo dexe vivir y reinar y governar los dichos re ynos en paz y en justicia a su servicio y ensalzamiento de la nuestra sa nta fe cathó lica”. Ideas que se repiten constantemente en todos los docum entos que em anan de Juan I, y que nos dan de él la im agen de un monarca profundamente religioso, muy responsable en su acción de gobierno, y amante de la paz y la jus ticia, porque de esta m anera piensa que imita la realeza divina, a cuyo servicio está. Ligada con lo anteriormente expuesto, es tá la im agen del rey que persigue el buen gobierno, porque su objetivo es lograr el bien com ún del reino frente a intereses particulares, como deja claro con estas palabras: Otrosí por que siempre fue y es nuestra intención y voluntad de nos hazer todas las cosas en quanto pudieremos por que los dichos nuestros reynos fuesen m ejor regidos y governados de lo qual la principal causa y que más notoria es para ello aver gran consejo y vueno en el qual cons ejo es necesario aver de toda gente, especialmente de aquellos a quien en cargan la carga y provecho del vien comunal del reino. No obstante, es su pensam iento teórico, porque en su labor de gobierno incurrió en el error de llevar a su pueblo a una guerr a por sus in tereses dinásticos ligados a su segundo matrimonio. 1.6. SU MUERTE. En 1390 el rey falleció com o consecuencia de una lam entable caída de caballo en Alcalá de Henares. El heredero era t odavía un niño. En esos difíciles m omentos, según Suárez Fernández 13, el arzobispo de Toledo jugó un papel muy importante, pues don Pedro Tenorio ocultó la m uerte en un prim er m omento y avisó a Madrid, donde 13 SUÁREZ FE RNÁNDEZ, L uis: Historia del reinad o de Jua n I de Castilla, Madrid : Un iversidad Autónoma, 1977, p. 390. 424 estaba el heredero, así, an tes de que pudiera producirse al guna alteración, Enrique III fue proclamado rey. Sobre lo que ocurrió en esos trágicos m omentos y el desarrollo posterior de los acontecimientos da detallada cuenta la Crónica: E don Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo, que estaba ý con el Rey quando esto acaesció, fizo traer luego una tienda e arm ola allí do el Rey yacía, e fiz o venir los físicos, e facer fama que el Rey non era muerto; e encubriolo algún poco así, que non dexaba llegar ninguno do el Rey yacía. E esto facía por aver espacio de enviar cartas por el reg no; e as í lo fizo, ca env ió luego cartas a las cib dades e villas e log ares, e Seño res e Perlad os e Caballeros, por los quales facía saber aquel acaescimiento que el Rey oviera, e que catasen de guardar lealtad, e que eran tenudos, al Príncipe don Enrique, su fijo primogéntio, que era heredero del Regno. E después de enviar las cartas, fizo levar el cuerpo del Rey de do yacía, e púsole en u na cap illa que es en las casas qu e el Arzobispo de Toledo ha en Alcalá de Henares. E vino e luego desque sopo la muerte del Rey, la Reyna doña Beatriz, su muger, que estaba en Madrid […] E el Arzobispo de Toledo fue otro día para Madrid, e fizo to mar voz de Rey de Castilla e León al Príncipe don Enrique, el qual estaba en la villa de Madrid, e con él el Infante don Fernando, su herm ano. E ficieron facer exeq uias e complim iento del Rey don Juan, e después alegrías por el Rey don E nrique […] E el cuerpo del Rey don Juan fincó en la capilla de las casas del Ar zobispo de Toledo, en Alcalá; e estovo ý con el cuerpo la Reyna doña Beatriz, su m uger, e con ella el Obispo de Sigüenza, fasta que después le levaron a Toledo, a enterrar en la capilla quel Rey don Enrique su padre ficiera14. Del relato deducim os que don Pedro Te norio, hombre de conf ianza de Juan I, quiso tener todo bien atado para evitar cualquier sobresalto en el traspaso del trono a un menor de edad; él conocía el testam ento del rey y sabía que de la Re gencia prevista se podían generar problem as, com o así ocurrió. Tam bién indica que en el reino había problemas, seguramente la armonía entre los es tamentos y la corona no era tan p erfecta como se aparentaba, ni las heridas de Aljubarrota estarían restañadas. Las ceremonias fúnebres se celebraron en la capilla propiedad del arzobispo de Toledo y, a continuación, las de proclamación del nuevo rey haciendo valer el tópico de “a rey m uerto, rey puesto”; finalm ente fue enterrado donde había ordenado en su testamento, junto a sus predecesores en la Capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo15. La presencia de la re ina en todo m omento puede dejar entrever la buena relación que hubo entre am bos esposos. De es tos datos podem os extraer un aspecto personal de su im agen y es que p arece qu e fue querido y respetado por los qu e le rodearon, puesto que en su comportamiento reflejan una gran lealtad. Además se conservan unas Adiciones a la Cr ónica en la s que se r elata el entierro de este rey, en el que se enum eran las altas personalidades que for maron parte del cortejo, especialm ente reyes y reinas, nobl es y ecles iásticos; llam a la atención la presencia del rey de Ar menia, lo que nos indica que se m antenían relaciones internacionales con reinos lejanos y el lazo de unión es religioso, una prueba m ás de su preocupación por las cosas de la fe. El llanto por el rey es una im agen muy 14 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 144. 15 Lo s sepu lcros d e Ju an I y Leon or d e Aragón fueron labr ados de nu evo en el si glo XVI, cu ando se rehizo la cap illa. Se h icieron dos figuras oran tes y se ubicaron a am bos lados del altar. También llevan como decoración motivos heráldicos. 425 característica de los entierros reales, que se contrapone con la alegría de la proclamación del nuevo rey, aquí, adem ás, se deja ver la pena del pueblo por la muerte del rey, testimonio que quiere dar a entender que era un rey querido por su pueblo: E fueron por el cuerpo a Alcalá de Fenare s, e trugeronlo a la dicha cib dat con grant onra, sábado veinte e seis días de febrero del año del Nascim iento del Salvador de mil e trescientos e noventa e un años. E vinieron con el cuerpo don Alfonso, obispo de Zamora, el qual fizo todo el oficio de las exequias […] et el obispo don Gonzalo de Segovia, et el obispo don Juan de Calaforra, et el obispo don Juan de Tui et el obispo de la Guarda de Portugal, et doña Beatriz fija del rey don Fernando de Portogal, e m uger segunda del dicho rey don Johan, reyna de Castilla, por la qual el dicho rey don Johan se llam aba Rey de Portogal. Et vino eso m esmo con el cuerpo doña Leonor, reyna de Navarra, e herm ana del dicho rey don Johan, et el rey de Arm enia e su fijo, el qual rey de Armenia fue suelto de la prisión del Soldán a ruego del dicho rey don Johan; et vino el infante don Johan de Portogal, et Alvaro Gil de Caravalle e Lope Góm ez de Lilia e Gonzalo Gómez de Silva e el Alm irante de Portogal, todos estos caballeros d e Portogal. E vino el Conde de Carrión e el Comendador mayor de Castilla, e otros ricos omm es de Castilla e Portugal. Lo s susodichos Arzobispos e Maestres e Condes de Castilla non vinieron al ente rramiento, por quanto estaban en Madrit con el rey don Enrique en sus Cortes e ordenamientos del regno. E fue e nterrado en la capilla de su padr e don Enrique, con m uy grandes llantos de todos los que aý acertaron, e de los caballeros e cibdadanos de Toledo16. 2. SU IMAGEN POLÍTICA. 2.1. UN IDEÓLOGO DE LA MONARQUÍA. En marzo de 1380, a poco de ser proclam ado rey, hizo un viaje a Sevilla, en el que entró en contacto con su reino y, según Suárez Fernández 17, tomó l a decisión de hacer su camino, es decir, ser rey, lo que para él significaba cumplir un deber, en el que era fundamental mantener la paz y la justic ia, como ya hemos explicado anteriormente. Otro testimonio de este pensamiento lo encontramos en las Cortes de Burgos de 1379, donde dice: La justiçia es la m ás noble e alta vertud del mundo ca por ella se rigen e mantienen los pueblos en paz e en concor dia; por Dios a los reyes espeçialmente la guarda e el m antenimiento e la ex ecuçión della fue encomendada a los reyes en este mundo, por lo qual son tenudos de la amar en onrrar e guardar, ca segund dize la Santa Escrip tura bien aventurados son los que fazen e am an justiçia todo tiempo18. 16 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 159. Incl uye unas Adiciones, provenientes de l os Anales Toledanos Terceros, que pub licó el Pad re Flórez en la España Sagrada, tomo 23, a las que pertenece esta cita. En el texto de la propia Crónica también se relata la muerte y funerales del rey, pero con menos detalle ( p. 144). 17 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Juan I (1379-1390), Palencia: La Olmeda, pp. 25 y ss. 18 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 283. 426 Otra de las funciones que se atribuye y que va ligada a la anterior es el hacer y ordenar leyes aplicables a todo el reino, que se convierte en la m anifestación práctica del ejercicio del poder real, y como tal es valorada por todos los reyes que hemos estudiado. Aquí encontram os la im agen del rey legislador, que tie ne que adecuar las leyes humanas a las divinas, porque es una tarea im puesta por Dios. En las Cortes de Valladolid de 138519 lo deja claro: Por quanto a los reyes e a los príncipes que han poder de f azer e ordenar leyes para que los sus súbditos en tiem po de paz se ayan de regir por las leyes que fablan de los estados que pertenesçen a cada uno, e son tenudos de guardar en tiempo de paz; otrosí fazer e ordenar le yes que son nesçesarias en tiem po de la guerra, por que así en tiem po de la paz comm o de la guerra se puedan derechamiente guardar. Siguiendo con el tem a legislativo, es m uy interesante lo que dice en las Cortes de Briviesca, porque explica cuál es la finalidad de las leyes: La prim era cosa que el rey, en su s leye s, debe catar, es que sean tales que convengan a servicio de Dios y guarda de sus m andamientos por él dados; la segunda que, por ellas, la honra y prov echo del rey y de su estado sean guardadas, y la tercera que sean en igualdad y justicia mantenidas y regladas20. En dichas Cortes de Valladolid de 1385 hace un a reflexión sobre sus funciones como monarca, de m anera indi recta; és tas s e pueden deducir de las p alabras con que responde a la petición de los procuradores de que dejase el duelo que se im puso tras la derrota de Aljubarrota; dice que tiene el duelo en las vestiduras (por eso viste de negro) y en el corazón por cuatro razones, de las que exponem os dos: la prim era, porque su voluntad al comenzar a reinar era hacer justic ia, pero “ovimos de afloxar en fecho de la justiçia, a la qual eram os obligados según Re y, e en esto tenem os que erram os a Dios primeramente e que encargam os nuestra c onciencia, non faziendo aquello que éramos obligados de fazer”. Otra que esgrim e, muy significativa, es que com o rey es el padre del reino, y por esta razón está muy doli do por los sufrim ientos que haya podido originar a su pueblo, que se agravan por los elevados impuestos, que se ha visto obligado a imponer. Ca bien sabedes que nos en cuanto Rey devem os vos aver açerca d el nuestro regno, asý commo el padre çerca de su fijo […] Porque segund desuso dexim os en quanto Rey, así como padre de aqueste regno som os tenudo e obligado de aliviar los pechos en qu anto podiéremos, e vemos que por nuestros pecados en tal manera están agora los fechos, que en lugar de aliviar los pechos, fuerza nos fue de los acrecen tar, pero contra nuestra voluntad, por los grandes m esteres en que estamos21. Se ve en sus reflexiones que responde a las im ágenes tópicas, que ya hem os visto en otros reinados, puesto que insiste en la idea de ha cer justicia y de reina r en el 19 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 314. 20 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 362. 21 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la historia, 1883, Tomo II, pp. 330 y 331. 427 nombre de Dios, pero aquí añade un nuevo nombre con el que com pletar su imagen de rey: es el “padre” que tiene que guiar a su reino por el buen cam ino, y de ahí sus problemas de conciencia si no lo h ace b ien, co mo ha ocurrido en la g uerra con los portugueses. Otro importante testimonio sobre su con cepción monárquica está en las Cortes de Guadalajara de 139022. Comienza diciendo: Por quanto a los reyes pertenesçe no tan solamente mantener en justiçia a los sus regnos e naturales, mas pertenesçe considerar e catar remedios para las cosas que son provecho e guarda de los dichos regnos, e remediar lo que es en contrario. Es interesante ver com o el deber de m antener la justicia ap arece siempre entre las obligaciones que considera intrínsecas a la condición de rey, a la que añade la faceta de remediar los problemas como otra cara más de esa virtud. Pero lo m ás importante de estas Cortes es el Ordenamiento, otorgado a petición de los prelados del reino, en el que defiende la teoría de los dos poderes, de m anera tan cl ara y contundente com o la que hizo Alfonso X en la Segunda Partida: Poderoso sin egualeza, Criador del mundo e de todas las cosas, Rey sobre todos los reys […] Su Santa Eglesia, en la qual ordenó dos poderes, uno spiritual e otro tem poral, porque quando el spiritua l non fuese tem ido, por el tem poral fuese ayudado; e en lo spiritual, dexó por pastores perlados con todo el su poderío prinçipalmente conplido al apósto l San Pedro e dende a sus subçesores, quales son mostradores de la su fe, e m inistros de la su Santa Eglesia, e en lo temporal dexó su poderío a los reyes e a los príncipes, los quales quiso que resçebieren confirm açión de vida spirit ual de la su santa m adre Eglesia, e entendiesen que son tenidos, com o fijos por m adre, a defendim iento della e de sus bienes. Onde deven entender los reye s e príncipes que si quisiesen ser por Dios guardados e ayudados en el tenpor al poderío, deven guardan e ayudar con justiçia a que son obrigados, deziendo el sabio guardad justiçia los que judgades la tierra. En el m ismo Ordenamiento se reconoce vicario de Di os en su reino, o sea que recoge otra de las doctrinas m ás anti guas respecto al poder real, cuando dice: “considerando que de Dios nos es dado todo el poderío que en el m undo avemos”. Aún más claramente aparece en el discurso que pronunció en la s Cortes de Briviesca de 1387: En el nombre de Dios todo poderoso, fazedor de todas las cosas; començamiento de todos los bienes, el cual entre todas las otras cosas que ordenó por regymiento de sus pueblos, dióles en lo tem poral por su regidor al Rey, e quiso que él fuese prínçipe e cabeça dellos; et asý co mmo por la cabeça se rigen e goviernan los otros miembros corporales, asý el Rey debe con grand diligençia e pensam iento buscar maneras por do sus pueblos sean bien regidos en paz e en justiçia […] A servicio de Dios por el qual los reyes re inan e ordenan la justicia […] e por quel 22 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, pp. 449-450. A estas páginas corresponden todas las citas que a continuación hacemos de las Cortes de Guadalajara. 428 Rey, segund dixim os, es cabeça de su pueblo e rrigidor por Dios en lo tenporal23. Esta doctr ina la def ienden los primeros Trastám aras porque, para legitim ar s u llegada al trono, les conviene argumentar que el rey recibe el re ino de Dios com o un depósito y por ello le tendrán que dar cuen tas. Así m ismo aparece la vieja te oría organicista, al decir que el rey es la cab eza del reino. Dem uestra que necesita legitim ar su dinastía y por eso recurre al soporte ideológico tradiciona l de la concepción monárquica medieval, y al final concluye, una vez más, que le corresponde regir bien a sus súbditos, es decir con paz y justicia. Hay otra cita m uy interesante sobre la existencia de los dos poderes y sus relaciones entre ellos, en las m ismas Cort es de Briviesca de 1387. En ellas Juan I establece una diferencia clara en tre el “Rey de Reyes”, Dios, y él que es un “Rey de tierra”, y que debe sumisión a Dios, lo que se debe poner de manifiesto en su reverencia ante la Cruz dentro de las iglesias, que es su lugar: Por quanto en nuestro re gnos se acostum bra quando nos o la Reyna o los ynfantes venieren a alg unas çibdades e v illas e lugares, salir con la cruz a nos resçebir con proçesión, en algunos lugares f uera de las eglesias e en otros lugares fuera de los pueblos, lo qual no es bien fecho ni es razón que la figura del Rey de Reyes salga a nos que somos Rey de tierra e nada a respeto dél […], mas que quando acaesçiere venir a las çibdades e villas, que nosotros vayamos a fazer reverençia a la Cruz dentro de la eglesia commo es razón24 Desde Alfonso X no habíamos encontrado un rey con una reflexión teórica sobre el poder de la m onarquía tan im portante. La diferencia con el Rey Sabio es que Juan I deja escrito su parecer en los discursos y ordenamientos que da en las Cortes, lo que nos indica el gran peso que éstas tuvieron en este reinado. E s probable que estas ideas provengan directamente de Las Partidas que por fuerza tenía que conocer bien. Otro principio que exalta es la lealtad al rey como un pilar b ásico de la sociedad y de la monarquía, pues el rey y el reino lo deben ser mutuamente: Por ende la lealtad pujó sobre todas las cosas de este mundo y las hace mantener, cada una en su estado qu e le pertenece, por lo cu al cada una place a Dios y a su rey y a su señor y está tenido de guardar cada uno a su señor así como la vista de los ojos25. De todas las citas comentadas deducimos que actuó como un verdadero monarca y como tal ejerció su poder personal, esencia de la monarquía, que es el gobierno de uno solo; pero aprendió de la revolución que otorgó el trono a su padre que no podía prescindir de los nobles y escogió sus colaboradores de entre la segunda nobleza 26. El 23 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, pp. 362-3. 24 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, Tomo II, p. 363. 25 Pr ivilegio a don Pedr o Tenorio, 16 de marzo d e 1390 . B NE, m ss. 1 3.103, fol. 19r ( Recogido en SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y Revolución Trastámara, Madrid: Real Academ ia de la Historia, 1994, p. 104). 26 “Servici os y fidelidad fueron premiados; la segunda nobleza dio un nuevo paso adelante. Mendoza, Velasco, Manrique y Stúñigas, principales colaboradores de Juan I son los más favorecidos” (SUÁREZ 429 monarca tiene una incu estionable p lena au toridad, pero Juan I, al igual que su padre, puso en práctica el principio contractual de la monarquía, ya que necesita a los nobles y a la inversa, pero también necesita el apoyo de las ciudades q ue se canaliza a través de las Cortes, a las que co nvocó en num erosas ocasiones y en las que em itió principios programáticos de hondo calado político. Así m ismo siguió la obra de su progenitor a la hora de realizar reformas administrativas para hacer funcionar mejor las instituciones de la monarquía. Con él la C orona se convierte en un concepto político que sintetiza la unidad indisoluble de los antiguos reinos, y en est o, Suárez Fernández ve que Juan I tomó a la Corona de Aragón como modelo27. Por lo tanto enriquecemos la im agen de este rey con un nuevo m atiz: ideólogo de la m onarquía, pues busca argum entos teóricos que justif iquen esta f orma de gobierno; la novedad radica en que los expone ante las Co rtes. Además se puede ver en su reinado una premonición de la unión que llevarán a cabo los Reyes Católicos, pues se produce un distanciamiento de Portugal y un acercamiento a Aragón, que se apuntalará con mayor fuerza cuando su hijo Fernando sea elegido rey en el Compromiso de Caspe. 2.2. SUS RELACIONES CON LA IGLESIA. Se puede decir que Juan I tuvo la volunt ad de vivir y actuar com o un monarca cristiano. Y a hem os vis to num erosos testim onios de su concepción como vicario de Dios, por lo que, su profunda religiosidad es inseparable de su concepción política. Personalmente, podem os deducir por la vida que llevó, que consideraba la fidelidad conyugal un principio moral im portante, pe ro tam bién político pues contribuía a dar estabilidad a una dinastía que se impuso por la acción de un príncipe bastardo. Contó con hom bres de la Iglesia en tre sus principales colaboradores, por ejemplo, don Pedro Tenorio, arzobispo de Tole do. Fue él quien nom bró a los prim eros cuatro ecles iásticos qu e form aron parte de l Consejo Real, los arzobispos de Toledo, Sevilla, Santiago y el obispo de Burgos. Otra consecuencia m uy importante, fruto de su profundo sentim iento religioso, fue el impulsar la reforma que necesitaba la Iglesia cas tellana, para lo que contó con el apoyo del citado don Pedro Tenorio, quien, según Nieto Soria 28, fue un verdadero “campeón del monarquismo” que estuvo al servicio de esas iniciativas reformadoras. En opinión de Valdeón 29, la reform a se asentó en tres pi lares: poner fin a la relajación de las cos tumbres del clero, fom entar el es tudio de teología y de o tras disciplin as eclesiásticas, y crear centros m onásticos ej emplares; queda claro que pretendía que el clero cumpliera con sus obligaciones espirituales y morales. Es de reseñar algunas renuncias regias a su patronato. Como consecuencia del freno en la expansión por las tierras m usulmanas, las donaciones a la Iglesia de bienes raíces no fueron posibles, de ahí que los reye s tuvieran que buscar otros recursos para FERNÁNDEZ, Luis: Nobleza y Mo narquías. Puntos de vista sobre la Historia castellana del siglo XV, Valladolid: Universidad, 1959, p. 39) 27 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Monarquía hispana y Revolución Trastámara, Madrid: Real Academia de la Historia 1994, p. 99. Y ofrece como prueba de s u teoría el que e n 1384 se e staba haciendo en la cancillería de Pedro IV una copia de las Ordenanzas de Casa y Corte promulgadas por este rey el 15 de noviembre de 1344. 28 NIETO SORIA, J.M.: “La c onfiguración eclesiástica de la realeza trastá mara en Castilla (1369-1474), En la España Medieval, 13 (1990), p. 150. 29 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámaras. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de hoy, 2001, p. 75. 430 hacerlas. Éste es el caso de la renun cia de Juan I a su patro nato sobre Santa María de Guadalupe para transformarla en monasterio jerónimo en 138930. No podemos olvidar referirnos a los judí os, hacia los que había m uchos recelos por parte del pueblo; Juan I hizo en las Cortes de Soria de 1380 un Ordenamiento sobre judíos, a los que im puso normas restrictivas, porque perten ecían a la C orona y porque quería defender la fe católica, dice así: Por quanto nos fue dicho que los judíos de nuestros regnos usavan de algunas cosas que eran contra la nue stra ley, e que non sería bien de gelo consentir; por ende nos queriendo poner en ello remedio convenible, e otrosý aviendo voluntad que los dichos judíos sean guardados e defendidos en el nuestro tiem po, segund que fueron en tiem po de los reyes onde nos venim os por quanto son cosa nuestra, tenemos por bi en e es nuestra m erçed que ellos que usen destas cosas que aquí se contienen segund que está escripto en este nuestro ordenam iento e non en otra manera, e non sean osados de los quebrantar31. En conclusión, de las relaciones del se gundo monarca Trastámara con la Iglesia, extraemos la imagen de un rey de profundos sentimientos religiosos que inform aron su vida privada y su for ma de gobernar, así com o la de un rey refor mista y defensor de la pureza de la fe cristiana. 2.3. LAS CORTES. Grandes historiadores com o Súar ez Fernández, Valdeó n y Pérez Prendes coinciden en que entre 1386 y 1390 las Co rtes alcanzaron su m omento de m ayor apogeo. Se convocaron de m anera regular, todos los proyectos de reform a se hicieron a través de ellas y ninguna ley importante se promulgó sin la presencia de las Cortes. Según Valdeón32, las Cortes actuaron co mo un “organism o regular representativo”. Según Pérez Prendes 33, lucharon con el rey por obtener algo que no les correspondía jurídicamente, com o era la f acultad de controlar económ icamente a la Corona. Por lo que respecta a sus f unciones, según Suárez Fernández 34, en ellas s e discutían los servicios económicos que iban a otorgar, se presentaban las peticiones y se publicaban las leyes; y como consecuencia de este procedimiento, emanaban tres clases de docum entos: el cuaderno (lista de pe ticiones de las ciudades), las leyes y los ordenamientos (disposiciones reales solem nes). Como b ien r esume e l mi smo autor, l a monarquía necesitaba de las Cortes com o supremo organism o legislativo y fiscal. Pensamos que tam bién las necesitaba com o garantes de la legitim idad m onárquica, especialmente en los mom entos difíciles com o la invasión de los ingleses o tras la derrota de Aljubarrota, hechos que marcaron la s horas bajas de la m onarquía de Juan I. Si sumamos los m otivos legislativo, fiscal y político entenderem os por qué después de 1385 fueron tan importantes. 30 NIET O S ORIA, J .M.: El patr onato real castellan o-leonés (ss. XIII y XIV), Anuario d e estud ios medievales, 15 (1985), p. 213. 31 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, pp. 310-11. 32 V ALDEÓN BARUQUE, J ulio: “Las C ortes castellana s en el siglo XIV”, Anuario de Est udios Medievales, 7 (1970-71), p. 640. 33 PÉREZ-PRENDES, José Manuel: Cortes de Castilla y León, Madrid: UNED, 2000, p. 58. 34 SUÁREZ FE RNÁNDEZ, L uis: Historia del reinado de Ju an I d e Castilla, Mad rid: Un iversidad Autónoma, 1977, p. 335 y p. 373. 431 Vamos a analizar lo acontecido en alguna s de las Cortes celebradas en este reinado de once años de duración para corro borar lo ya dicho o para añadir nueva s aportaciones que nos sirvan para perfilar la imagen del rey, teniendo en cuenta que el contenido que se relaciona con la concepción de la monarquía ya lo hemos analizado. En las Cortes de Burgos de 1379 35 la prim era novedad im portante que encontramos está en la intitu lación; añade el título de “Señor de Lara e d e Vizcaya e de Molina”, señoríos que le había concedido su padre en calidad de heredero, pero Juan I decide incorporarlos a la Corona. Como son las primeras Cortes que celebra después de haber sido solem nemente coronado , confir mó todas las leyes de sus predecesores, obviando naturalmente a Pedro I: Confirmamos todas las leyes e ordenam ientos que el rey don Alfonso nuestro avuelo, que Dios perdone, fizo e estables çió asý en las Cortes de Madrit commo en las de Alcalá d e Henares. Otro sý confirm amos todas las leyes e ordenamientos que el rey don Enrique nuest ro padre, que Dios perdone, fizo e establesçió asý en las Cortes que fizo en la dicha çibdat de Burgos commo en las que fizo en Toro e otras quales quier. Entre las leyes que hace en ellas, destacamos la que se refiere al lujo en el vestir, en las arm as y en las cabalgaduras de los nobles y de los otros grupos sociales, parece ser que pretendía contener el lujo excesivo: Por ende ordenamos e mandamos que t odos los cavalleros arm ados que puedan traer pannos de oro e adobos de oro e dorados en las vestiduras e en las devisas e en las vandas e en las siella e frenos e en las armas. Otrosý tenemos por bien que los çibdadanos de las çibdades e villas e lugares de los nuestros regnos que puedan traer pannos de lanna con arminnos. En las Cortes de Valladolid de 1385 di ce unas palabras que dejan m uy clara su imagen de padre, que es lo que él se siente de su reino. Ya hem os recogido la cita en otro capítulo, cuando hablamos de su concepción de la monarquía. En las Cortes de Segovia de 1386 el rey pronunció un discurso de interés excepcional en el que defendió sus derechos al trono en contra de las pretensiones del Duque de Lancaster y de su m ujer doña Constanza, hija de Pedro I, en un contexto difícil, pues el inglés había desembarcado en Galicia con el objeti vo de ocupar el trono de Castilla, pero, com o fue derrotado, optó por retirarse. En esta situación tan delicada el monarca elige las Cortes para asegurarse el apoyo del reino. Se retrotrae a Alfonso X para demostrar que hay una línea no legítima, pero que él, por su madre, desciende de la línea legítima, según Las Partidas; es una m anera muy sagaz de eludir los derechos de los descendientes del rey legítimo Pedro I, que de esta manera no lo era, y así justifica la rebelión de la nobleza liderada por su pa dre porque era una re stauración del orden sucesorio conculcado, a lo que se une la habi lidad con que s alva el derecho de Enrique II basándose en sus méritos y en la defensa de los derechos de su esposa; de esta manera la dina stía Trastám ara encuentra s u origen leg ítimo en Alf onso X al negárse lo a los descendientes de Sancho IV. Recogemos algunos fragmentos significativos: Pero este don Sancho con codiçia desord enada e m ala de regnar, fizo en ta l manera que deseredó a su padre en vida , e después de la mu erte del dicho su 35 Las citas tex tuales se encuentran en Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, pp. 283-5. 432 padre retuvo al regno e al sennorío por fuerza […] Dexó a su fijo don Fernando para que suçediese en el regno, el qu al non pudo suceder nin aver regno por dos razones: la primera porque pues el dicho su padre non avía derecho en el regno, non lo podía él aver; la segunda porque no era nasçi do de legítim o matrimonio […] E deste don Fernando quedó don Alf onso […] casó de fecho e contra derecho con la infanta d onna María su pr ima, dos vezes fijos de herm anas, fija del rey de Portogal; del qual casam iento e biçio nasçió don Pedro que se llam ó Rey, non lo podiendo ser de derecho […] ovo en donna María de Padilla estos dos fijos que oy son bivos, donna Costança e donna Ysabel, las quales non pueden aver herençia nin suçeder en los dicho regnos por tres razones. La primera por ser ellas pública y notori amente de ganancia e nunca otra m ente ser avidas en este regno en vida de la dicha su madre. La segunda, nasçieron durante el m atrimonio entre el dicho don Pedro y donna Blanca. La tercera porque pues su padre non avía derecho e venía de aquella lina que forçadamente tenía el regno contra derecho […] E eso m ismo devedes ver comm o desçe ndemos de leg ítimamente de la lina derecha a que pertenesçe este regno de todas partes. Primeramente desçendemos legítimamente de la lina del dicho rey don Alfonso e de su fijo el infante don Fernando e de sus fijos que fueron deseredados por el infante don Sancho, e otrosý commo desçendem os legítimamente por la lina derecha del infante don Manuel […] Otrosý por el rey don E nrique nuestro padre, que Dios perdone, el qual ovo muy grandes derechos en este regno por algunas razones, sennaladamente por estar casado con la reyna nuestra m adre, e porque fue resçibido e tomado por Rey e por Sennor en este regno después que los del regno fueron contra el rey don Pedro por non aver derecho en el regno e por sus meresçimientos36. En estas mism as Cortes de Segovia de 1386, Juan I introduce la palabra “natural”, para referirse a los que pertenecen al reino, es decir, al mismo cuerpo político, incluyéndose él y todos los estam entos, es una nueva manera de entender la concepción corporativa: “Por que nos servir e ayudar a nos e a vosotros m esmos a defender este regno que Dios nos quiso dar, e de que nos e todos vosotros somos naturales”37 Las Cortes de Briviesca de 1387 38 fueron m uy importantes por los acuerdos y las leyes establecidas. Lo primero es el Orde namiento sobre el reaj uste del valor de la moneda, porque como consecuencia de las guerr as de los dos últim os años, en especial por la entrada en el reino de las tropas inglesas, dice: Nos ovimos de m andar labrar m oneda que non era de tan gr and ley commo la otra moneda vieja que fue m andada labrar por los reyes nuestros an teçesores e por nos, para conplir los dichos m enesteres e relevar en quanto nos pudim os a los nuestros regnos de pechos e de da nnos; et agora que plogo a Dios que los 36 Cortes d e l os a ntiguos rei nos de Leó n y d e Castilla , Mad rid: Real Academia d e la Histo ria, 188 3, Tomo II, pp . 352-4. Vemos como basa sus derechos legítimos en su madre; doña Juana Manuel era hija de don Juan Manuel y por línea materna descendiente de los Infantes de la Cerda. Ah ora bien, es muy interesante como echa por tierra los argumentos de sus predecesores por demostrar su legitimidad. 37 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Ibidem, p. 351. 38 Como las citas de estas Cortes son varias, las recogemos por orden en: Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p.359, p.363, p.372. 433 nuestros menesteres cesen en alguna part e, pasando m ientes al provecho e bien público de los nuestros regnos baxamos la dicha moneda. Pero lo m ás importantes es el Ordenam iento de leyes, que son definitorias del poder real, en las que se expone el funda mento religioso de la m onarquía y la teoría organicista, es decir, que el rey es la cabeza de su pueblo; ambas ya comentadas en otro apartado: A provecho e onrra nuestra e de nuestros regnos ordenam os estas leyes que se siguen, las quales […] queremos que sean partidas en tres tratados. E por que las cosas de Dios deven ser com ienço de quales quier buenas obras, será dellas el primer tratado; e por quel Rey, segund diximos, es cabeça de su pueblo e rrigidor por Dios en lo tenporal, será el segundo tractado de las cosas que al Rey pertenesçen e a su estado, que deven ser prim eras que las de sus súbditos, asý commo la cabeça tiene el prinçipad o de los otros m iembros; e el terçero será de las cosas que pertenesçen al provecho o regimiento de los nuestros pueblos. En el Ordenamiento de peticiones se fijan las funciones del Consejo Real y de la Audiencia. Todas estas norm as emanadas de las Cort es de Briviesca nos dem uestran que Juan I continúa con la labor centralizadora que inic iara Enrique II. No obstante, se estableció que los acuerdos aprobados en Cortes sólo podían ser revocados por ordenamientos hechos en Cortes: “Otrosý que los fueros valederos e leyes e ordenamientos que non fueran revocados por otros, non sean perjudicados synon por ordenamientos fechos en Cortes” lo que se podría interpretar como un intento de control del poder regio y, por lo ta nto, supondría el punto álgido del poder de las C ortes medievales, aunque es verdad que cuentan con el acuerdo del rey, pues hay buenas relaciones con las ciudades. Las Cortes de Guada lajara de 1390 son las últim as del rein ado y m uy importantes porque el rey legisla sobre m uchos tem as, como por ejemplo el famoso “Ordenamiento de lanzas”, porque recoge ideas anteriores y porque, en def initiva, son como un resumen del papel de la institución monárquica; además deja c laro que tienen que servir para el futuro: Et por quan to agora de presen te en nuestro s tiem pos acaesçieron e acaesçen algunas cosas a que por los ordenam ientos e leyes pasadas non podía ser proveydo e rem ediado, fue m enester grande que nos fiziéram os estas leyes en serviçio de Dios e provecho de los nuestros regnos e súbditos por que ellos bivan en paz e en sosiego e los pleitos se libren más ayna39. Todas las citas com entadas son un clar o ejemplo de la valiosa inform ación que nos aportan los cuadernos de Cortes, porque en ellos el rey, personalm ente, explica su papel, de manera que nos proporciona variad as imágenes, que emanan de las funciones que debe desempeñar. 39 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 424. 434 2.4. LAS REFORMAS ADMINISTRATIVAS. Juan I va a continuar la labor reform adora de su padre, pues para cum plir los objetivos de su concepción monárquica necesitaba hacer estas reformas. Para gobernar a su reino, es decir, para m antener la paz y la justicia, hacer leyes, respetar los fueros y privilegios y proteger a los súbditos, necesitaba de organismos y personas que ejercieran en su nombre las lab ores encomendadas. Opina Suárez Fernández 40 que, sin proponérselo, dividió el poder real en distintas instituciones: el legislativo en las Cortes, el ejecutivo en el Consejo Real , el judicial en la Audienci a y en el Con sejo Real y el militar en la Hermandad. Ya hemos visto como las Cortes cumplían su labor legislativa con los Ordenamientos y las leyes que se aprobaban en ellas. El Consejo Real es modernizado. En las Cortes de Valladolid de 1385, altamente reorganizadoras, acom ete la refo rma de esta institució n. Se establece que esté compuesto por doce personas, cuatro de cada estamento; posteriormente, en las Co rtes de Brivies ca se sustitu yeron los c uatro r epresentantes del terc er estado por cuatro doctores en leyes. Deja en sus m anos prácticamente todos los asuntos internos, lo que se puede considerar una m edida centralizadora. Son m uy elocuentes las cuatro razones que el propio rey ofrece para explicar por qué es necesario que le asesore: La primera razón es por que los fechos de la guerra, los quales son agora más y mayores que fasta aquí, e sy nos oviésem os a oyr e librar todos los negoçios del regno, non podríamos fazer la guerra […] La segunda razón es por que […] de nos se dize que fazem os las cosas por nuestra cabeça e syn consejo […] e agora de que todos los del regno sopiesen en commo avemos ordenado çiertos perlados e cavalleros e çibdadanos para que oyan e libren los fechos del regno, por fu erça averán de cesar los dizires, e ternán que lo que fazemos lo fazemos con consejo […] La tercera razón es por que dizen que vos echamos m ás pechos en el regno de quanto es m enester para los nuestros menest eres […] fi zimos l a di cha ordenaçión por que non entre ninguna cosa en nuestro poder de lo que a nos da el regno […] La quarta […] por la nuestra enferm edat, la qual segund vedes nos recreçe mucho a menudo41. Estas razones refuerzan la im agen de rey muy consciente de la responsab ilidad de su m isión. Nos proporcionan un dato m ás, es un hom bre enfermo. También se nota su pesimismo; son las h oras bajas d e su rein ado y se defiende de las críticas, para lo cual decide repartir la responsabilidad de sus decisiones, com partiéndolas con los representantes de los estamentos. La otra gran institución reorganizada fue la Audiencia. En las C ortes de Briviesca de 1387 quedó constituida com o el gran tribunal de apelaciones puesto que regula, lim itándolas a circunstancias excepci onales, las posibles apelaciones al rey. También se fijó una residencia fija, que fina lmente fue Segovia. Es otra prueba m ás de la importancia que concedía a la administración de justicia. La Cancillería siguió funcionando com o había dispuesto Enrique II, pero hay una innovación muy importante y de gran trascendencia que es la decisión, por parte del 40 SUÁREZ FE RNÁNDEZ, L uis: Historia del reinad o de Jua n I de Castilla, Madrid : Un iversidad Autónoma, 1977, p. 334. 41 Cortes de los antiguos reinos d e León y d e Castilla, Madrid: Real Acade mia de la His toria, 1883, pp. 332-4. 435 rey, de sustituir la era hispánica por la era de Cristo para datar los docum entos: “Todas las escripturas que desde esta navidat primera que viene fueren fechas en adelante e non troxeren este año del nasçimiento del Señor, mandamos que non valan nin hagan fe”42. 3. LA IMAGEN DEL REY EN LOS MANUSCRITOS. 3.1. LA CRÓNICA DE PEDRO LÓPEZ DE AYALA. 3.1.1. EL PROTAGONISMO DEL AUTOR. José Luis Martín43 postula que el proyecto de escribir las Crónicas de los reyes de Castilla don Pedro I, don E nrique II, don Juan I y don Enrique III n ació seguramente después de la derrota de A ljubarrota, com o un intento de defender la versión oficial en unos mom entos difíciles para el reino de Castilla. Incluso defiende la intervención de Pedro López de Ay ala como cronista-historiador a la hora de esgrim ir las r azones histór icas q ue leg itimaban a Juan I a tr avés de los der echos de su m adre como heredera leg ítima de Castilla por ser descendiente de don Fernando de la Cerda. También mantien e que este escr itor f ue, en numerosas ocasiones, el portavoz de los caballeros d el Consejo y que aprovechaba su s interven ciones para in cluir leccio nes extraídas de la Historia. Así mismo creemos que es Ayala el caballero que interviene en las Cortes de Guadalajara de 1390 para rechazar el deseo del rey de renunciar al trono de Castilla a favor de su hijo don Enrique, pa ra titularse rey de Po rtugal y concentrarse en la conquista de este reino; es tan extens a la exposición de raz ones de orden histórico remontándose a la época de Fe rnando I que sólo podría ser pronunciada por el cronista. Nos atrevemos a decir que de tod o el rela to que hace de los asuntos portugueses, se deduce que Ayala consideraba un error el segundo m atrimonio del rey que le llevó a querer ocupar de hecho el reino luso, y en esta consideración pudo jugar un papel importante el que él mism o estuviera en cau tiverio en Óbidos, después de la derrota castellana. 3.1.2. LA IMAGEN DEL REY. El escritor nos hace, en pocas lín eas, un retrato físico y psico lógico del rey, además de un balance del reinado de las que deducim os, por un lado, una im agen de hombre enferm o e insignificante físicam ente, pero bondadoso y honesto y, por otro lado, de rey con mala suerte, especialmente por el fracaso en la guerra con Portugal: Ca fuera el Rey don Juan de buenas m aneras, e buenas costum bres, e sin saña ninguna, como quier que ovo siempre en todos sus fechos muy pequeña ventura, señaladamente en la guerra de Port ogal […] E era non grande de cuerpo, e 42 PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: “La Cancillería de Juan I de Castilla”, Miscelánea Medieval Murciana, 4 (1978), p.194. Recoge la cita de: AMMu, Cart. Real 1384-1391, fol. 82r-v. Según explica este autor, la cita se enc uentra en una copia registro del ordenamiento de l as Cortes de Segovia, celebradas en 1383, que los procuradores murcianos trajeron a la ciudad (p. 184). Cfr. En la obra Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla no aparecen dichas Cortes; pasa de las de Soria de 1380, fechadas con la era hispánica, a las de Valladolid de 1385 que ya lo están según el año de nacimiento de Cristo. 43 MARTÍN, José Luis (edición): Pero López de Ayala: Crónicas, Barcelona: Planeta, 1991, pp. 65, 82 y 85. Ver pp. 652 y ss. que se corresponden con el capítulo II del año 1390: Cómo los del consejo del rey le respondieron sobre la renunciación del regno que quería facer,. 436 blanco, e rubio, e m anso, e sosegado, e fr anco, e de buena consciencia, e om e que se pagaba m ucho de estar en cons ejo, e era de p equeña complisión e av ía muchas dolencias44. Un eje mplo m uy interesante, que pone de m anifiesto el profundo sentim iento religioso que sentía Juan I, es el relato sob re las divisas que hizo, en las que el m ismo rey elige los sím bolos que le representan, circunstancia que es m uy importante resaltar por lo novedoso, pero que se generalizará en los reinados sucesivos45. Una de ellas es la Orden del E spíritu Santo, que además fue pr esentada el día de Santiago de 1390 en la catedral de Segovia: Dixo el Rey públicamente que él avía ordenado de traer una devisa, la cual luego mostró allí, que era un collar fecho como rayos de sol, e estaba en el dicho collar una palom a blanca, qu e era repres entación de la gracia del Spíritu S ancto, e mostró un libro de ciertas condiciones que avía de aver el que aquel collar troxiere; e tomó el Rey aquel collar de s obre el altar, e dióle a ciertos caballeros suyos46. Pero esta divisa pereció con la repentina muerte del rey tres meses después. Existen alusiones al concepto de s oberanía, que adquirirá m ayor significado político en el siglo XV. En esta crónica ap arece com o for ma de enfat izar la idea de superioridad del rey y, asimismo, la supremacía de la jurisdicción real: Otrosí, que el Rey Don Juan diese a la Duquesa Doña Costanza para en su vida tres villas, es a saber, Guadalfajara e Medina del Cam po e Olmedo, con todas sus rentas e derechos e justicia, salvo el señorío e soberanidad Real47 En términos generales la im agen que da el cronista de este rey es f avorable, lo que es normal en las crónicas oficiales, pero es que, además, Ayala apoyó la revolución Trastámara por lo que tenía que defender al segundo de esta dinastía 3.1.3. EL MANUSCRITO DE LA REAL BIBLIOTECA: II/ 2970. Contiene la Corónica de los nob les reyes de Castilla don P edro, don Enrique e don Juan, está escrito en el siglo XV y es un bello códice con capitales decoradas y unas miniaturas grandes que representan a los re yes; vam os a com entar la representación gráfica de Juan I, al igual que hicimos con la de los otros dos reyes anteriores. La parte referida a este m onarca s e inicia con una breve presentación “Aquí comiença la corónica del rey don Juan fijo del dicho rey don Enrique de que suso avemos fecho mençión. El qual subçedió en el regno de Castilla e fue encoronado en la çibdad de Burgos” 48. A continuación y, antes del capít ulo prim ero, se encuen tra la miniatura que representa a Juan I [fig. 1]. 44 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, pp. 143-4. 45 Según Elisa Ruiz, esta tenden cia predominante en los usos caballerescos de origen europeo, reflejaba un afán del rey por singularizarse en el entorno social. Es una moda testimoniada a partir de Enrique III, consiste en que los reyes eligen motivos figurados indicativos de su personalidad. (La simbólica del poder en los impresos jurídicos castellanos (1480-1520), en prensa, p. 28. 46 ROSELL, Cayetano, Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 143. 47 ROSELL, Cayetano, Ibidem, p. 120. 48 En el manuscrito la Crónica de este rey abarca los fol. 218-300. En el fol. 219r aparece la miniatura con la imagen del rey. 437 Aparece el rey en posición mayestática, sentado sobre un gran trono sin respaldo y con escabel, lleva una gran corona de oro, en la m ano derecha lleva una gran espada desenvainada lev antada, y co n la m ano izquierda sujeta un escudo circu lar con el cuartelado de Castilla y León; va elegantem ente vestido con túnica y m anto. Es una representación similar a la de Pedro I del mismo manuscrito, aunque más fina ésta, por lo que la co nsideramos una im agen genérica del rey com o institución, y no un retrato físico pues no hay ningún rasgo que lo indivi dualice. Los símbolos parlantes nos dicen claramente que es el re y de Castilla y León y que vela por la justicia, como indica la espada; virtud que hemos visto por variados te stimonios que para es te rey era es encial. La imagen que presenta es similar a la de los sellos. 3.2. EL PONTIFICAL HISPALENSE49. Fue encargado por don Juan de Guzm án, obispo de Calahorra y de la Calzada el 10 de mayo de 1390, tal y com o figura en el fo l. 1, y añade que se hizo bajo el reinado de Juan, que identificamos como Juan I, ya que dice que es “Rey de Castilla, León e de Portugal” (fol. 1v). Este prelado fue una de las figuras m ás importantes del panoram a político de su tiem po, fue Canciller de la Reina doña Leonor de Navarra, herm ana del rey castellano, la cual intervino activamente en la política de Castilla durante la minoría de su sobrino Enrique III; por lo tanto el obispo era una persona m uy cercana a la familia real. Guerrero Lovillo50 lo califica de obra española pero realizada en Avignon. Es un códice precioso por la calidad de sus orlas y de sus miniaturas que ilustran las distintas ceremonias celebradas por la curia rom ana y el alto clero, entre las que destaca las que representan la cerem onia de unción y cor onación del em perador y de la em peratriz. Como Juan I se coronó podría pensarse que este rey sirvió de inspiración para escribir el Pontifical, porque lo que no pudo ser es lo contrario ya que el rey murió siete meses después de que se comenzará este códice. En el fol. 124r se representa la consagración de un emperador [fig. 2]; la escena miniada m uestra al E mperador q ue com parece ante la autoridad ecles iástica, que pensamos es el Papa, para recibir los atribut os de su poder; éste aparece sentado y le ofrece el cetro, m ientras que la espada ya la tiene en su m ano derecha; el Em perador está arrodillado, lleva corona de oro y vist e un manto muy rico. Debajo de esta escena, la le tra c apital O contiene el retrato frontal del Em perador; lleva corona de oro, la espada en la m ano derecha y el m undo, también de oro, lo sujeta con la izquierda pero no lo toca directam ente con la m ano sino que la tiene cub ierta po r el m anto; además viste capa con armiños, todos ellos símbolos indudables de la condición regia. Como el emperador, en am bas representaciones, pres enta unos rasgos físi cos muy realistas y peculiares, hace pensar que sea un retrat o verdadero, lo que ha llev ado a algun os estudiosos a defender que es Juan I el retratado, por ejemplo López Martínez51, Suárez Fernández52, Sánchez Cantón 53 y Nieto Soria 54, pero no hay ninguna prueba 49 Biblioteca Colombina, mss. BB-149-3. 50 GUERRERO LOVILLO, José: “El Pontifical Hispalense”, Archivo Hispalense, 91-92 (1958), p. 133. 51 LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino: “El Pontifical Hispalens e”, Bética, 25-26 (1915), sin paginar. Dice: “La viñeta del fol. 124 del Pontifical representa la imagen de un rey de medio cuerpo con sus atributos […] bien pudiera ser ésta la de don Juan I porque coincide con la descripción de la Crónica […] y porque era el que reinaba cuando se comenzó el libro”. 52 SUÁREZ F ERNÁNDEZ, L uis: El rein ado d e Juan I de Ca stilla, M adrid: Uni versidad Autónoma, 1977, p. 312. Dice: “De Juan I poseemos un retrato seguro, el de la Biblioteca Colombina de Sevilla” 53 SÁNCHEZ CANTÓN, F. J .: Los retratos de los Reyes de España, Barcelona: Om ega, 1948, p. 60. Dice que da la impresión de ser un retrato exacto y que correspondería a su madurez. 438 concluyente de que así sea, si bien es cierto que el re presentado es de cuerpo menudo y tiene un color de cara enfer mizo, lo que coincide con el retrato que de él hizo López de Ayala, pero éste no decía na da de la poblada barba negra, que parece una característica muy sobresaliente del retrato que vem os en e l m anuscrito, incluso lo definía com o rubio, tam bién la proxim idad del prom otor de la obra con la herm ana del rey podría avalar que le tom ara por m odelo. En cam bio, Guerrero Lovillo 55 defiende que, aunque se com enzase la obra bajo su reinado, no se trata del retrato de un rey sino de un emperador. Nos inclinamos por esta propuesta, ya que en el texto, escrito en lengua latina, se habla de Ordo ad benedicendum et coronandum imperatorem (fol. 134r ), por lo que se representaría la coronación de un emperador a cargo del Papa , que en esa época estaba en Avignon, y ya he mos dicho que es un códice avignonense, lo que parece claro, especialmente, si nos atenemos a su decoración. Nos parece difícil poder afirm ar que es un retrato realista del monarca castellano, pues no era usual en la época, y además su barba negra no cuadra con la imagen del joven lam piño de la tabla de Tobed, que com entamos e n el reinado de Enrique II; éste si aparece con barba, y podría ser que su hijo en la m adurez siguiera la misma moda, pero el infante parece rubio, como indica Ayala; tam bién nos sorprende que el mundus no lo toque directamente, lo que no corresponde a la tradición hispana y, por últim o, parece difícil que un artista francés conociera la efigie de Ju an I. En cualquier caso, este cód ice tiene gran inte rés para nuestro trabajo, porque nos da la imagen de un rey cristiano adornado con todo el boato propio de una cerem onia de coronación a la que Juan I se sometió para fortalecer su legitimidad, aunque él se coronó a sí mismo marcando la diferencia con el rito imperial. 3.3. LIBRO DE LA DIVINA RETRIBUCIÓN56. Es un códice escrito en el siglo XV, según Zarco 57, obra del bachiller Alonso de Palma, seguramente para los Reyes Católicos. Se le puede catalogar de relación sumaria de la derrota padecida por el ejército castellano de Juan I en Aljubarrota y el desquite de ese desastre por parte de los Reyes Católi cos. Los cuatro prim eros capítu los es tán dedicados a ese rey: explica la batalla y sus tristes consecuencias para Castilla, así como el duelo del monarca, y el relato se extiende hasta su trágica muerte. Hay una miniatura que ilustra todo el fol. 1v [fig. 3], que es un árbol genealógico que empieza en Juan I y termina en el príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos. El rey aparece sentado en un gran trono con los pies sobre escabel, lleva co rona de oro, y viste de negro, por el luto que llevó com o consecuencia de la derrota portuguesa, tal y como explicó en el discurso en la Cortes de V alladolid de 1385; en su m ano derecha levanta una gran espada desnuda y con la izquierda sujeta un gran escudo con el cuartelado de Castilla y las quinas de Portuga l; por todos estos detalles no hay duda que es la im agen de Juan I. De él salen dos ra mas, su hijo Enrique, re y de Castilla y com o tal lleva el escudo del re ino, y su hijo Fernando, re y de Aragón después del Compromiso de Caspe, que lleva el escudo co n las barras; es la representación de las dos ramas de la dinastía Trastám ara que rein ará en los dos reinos peninsulares y que, 54 NIET O S ORIA, Jo sé M anuel: Ceremonias d e la rea leza. Pro paganda y leg itimación en la Ca stilla Trastámara, Madrid: Nerea, 1993, p. 212. Dice que Juan I recibe la bendición de un prelado. 55 GUERRERO LOVILLO, José: “El Pontifical Hispalense”, Archivo Hispalense, 91-92 (1958), p. 135. 56 RBME, Y.III.1. 57 ZARCO CUEVAS, Ju lián: Catálogo de Manuscritos castellanos de la Real Biblioteca de El Escorial, Madrid: Imprenta Helénica, 1924. 439 finalmente, se unificarán con el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Es la imagen más gráfica de la trascendencia de este rey, aunque totalmente fortuita, ya que sus dos vástagos serán reyes, de Castilla y de Aragón respectivamente. 3.4. EL ESCRITORIO REGIO. Sánchez Mariana58 no cree que hubiera un taller regio sino que son encargos del rey a particulares y des taca dos obras: la Tercera Década de Tito Livio 59, copiado por Gonzalo Rodríguez de Santiago, escribano de l rey; y un m agnífico e jemplar de las Partidas Primera y Cuarta 60. Lo que sí parece, p or la temática de las obras, es que el interés del rey se dirigía a obras cuyo cont enido tenía aplicación para el gobierno del reino, lo que corresponde con su im agen de ideólogo de la m onarquía que ya hemos comentado. 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS. 4.1. EL PRIVILEGIO RODADO. Este documento experimenta pocos cam bios en sus características y contenido, pero vam os a ver alg unas peculiaridades in teresantes en su aspecto for mal que se generalizarán, sobre todo, en el siglo XV. Los ejem plares que vam os a analizar, lo hacemos siguiendo un orden cronológico. * 1379, agosto, 7. Cortes de Burgos61. El Rey confirm a un pri vilegio de su padr e, que a su vez confirm aba otro del suyo y éste de Fernando IV, que aparecen in sertos. Hacen la m erced al m onasterio de Santa María de la Vid de no pa gar yantar in otros servicios, además de otras libertades, donaciones y franquezas, para que recen por sus almas. Como son las primeras Cortes que celebró este monarca, tiene que confirmar los privilegios de sus antecesores, en especial los concedidos a la Iglesia, como vamos a ver en los documentos siguientes. En la intitulación an tepone Toledo a Le ón en la enum eración de sus estados, e incluye los señoríos de Lara y Vizcaya que, como ya hemos explicado, se los entregó su padre en 1370 com o patrim onio, siendo prínci pe heredero, y él los incorporó a la Corona como queda claro en este documento y en los otros. En la data califica a Burgos como “cabeça de Castiella nu estra cámara”, lo que pone de relieve el p rotagonismo de esta ciudad en la que se coronó y celebró sus primeras Cortes; sigue la era hispánica. Los nombres de los reyes, Juan y Leonor, así como el de Dios y la Virgen María, aparecen en cartuchos de color ro jo o azul sobre los que destacan las letras del color marfileño del pergam ino; ya sabemos que es os colores están m uy l igados al poder monárquico. La rueda es de gran tam año, los círculos son de color verde y su interior alterna el rojo y el azul, o sea que respeta la alternancia cromática de los cartuchos, está inscrita en un cuadrado, cuyas enjutas están decoradas con ramas vegetales. 58 SÁNCHEZ MARIANA, Manuel: “El lib ro en la b aja Ed ad Med ia. Reino de Cast illa” en Historia ilustrada del l ibro es pañol. Los manuscrit os, Madrid: Fundación G ermán Sánchez Ru ipérez, 19 93, p . 202. 59 BNE, mss. 12722. 60 BNE, mss. 12793. 61 AHN, Clero, carpeta 384, nº 1. 440 Lo más llamativo es que en el lugar propio del crismón, aparece la efigie del rey en posición m ayestática [fig. 4], está sent ado sobre un escaño, porta corona sobre una melena corta y lis a, en su mano derecha lleva un cetro flordelisado y en la izquierd a el mundus, viste túnica roja y enci ma un manto verde. La cara tiene los rasgos dibujados, sin color, pero en los ro pajes sí se aprecian los pliegues y una plasmación del volumen. Desde luego no se pu ede pensar en u n retrato físico sino en la im agen genérica del rey, al igual que en los sellos o m onedas, pero con color. Inscrito en un cuadrado con las enjutas decoradas, aparece el círculo de fondo azul con el intradós de la línea en for ma polilobulada. Esta im agen gr áfica ya la habíamos vist o en un privilegio rodado de Enrique II, y se m antendrá en el resto de los m onarcas Trastám aras, pero llam a la atención porque todavía tiene un carácter extraordinario, en cambio en el siglo XV serán más frecuentes. *1379, agosto, 20. Cortes de Burgos62. El Rey confirm a todas las donacione s que sus antepasados hicieron al monasterio de Trianos (León). En los prim eros años abundan las confirm aciones, ya que, co mo es lógico, los beneficiarios de antiguas m ercedes pide n que se las m antengan; este rey fue especialmente generoso en las de la Iglesia debido a su honda religiosidad. Otro ejemplo de su sentim iento cristiano es que introduce en la invocación una dedicación extensa a la Virgen María, que se va a repetir constantemente: En el nombre de Dios Padre et Fijo et Spíritu Santo que son tres personas et un Dios verdadero que vive e regna por siem pre jam ás et de la bien aventurad a Virgen glo riosa Santa María su m adre, a quien nos tenemos por señora, por abogada en todos nuestros fechos et a onrra e serviçio de todos los santos de la corte celestial. La data aparece según la era hispánica todavía: “Era de mill quatroçientos et dies et siete años”. Lo más significativo para nuestro trabajo es que, en el lugar destinado al crismón constantiniano, aparece la im agen del rey inscrita en un círculo [fig. 5]; es una im agen mayestática, sentado en un tr ono sin respaldo, vestido con t única verde, lleva corona y espada en la m ano derecha y la bola en la izquierda, no tiene barba y está peinado con media m elena; es una repres entación sim ilar a la del se llo de plomo que valida el documento; el dibujo es tosc o, pero es un retrato del rey, no fisonómico sino genérico de la realeza; el fondo es roj o, al igual que el de los nom bres de la divinidad y de los reyes que aparecen en el docu mento, lo que es im portante por el sim bolismo monárquico que tiene este color. Este tipo de retrato es muy similar al que acabamos de comentar, parece obra de la misma mano, pero esta figura aparece con la espada en vez de con el cetro, pero ambos son símbolos asociados al poder real. Es un modo de exaltar la figura del rey, junto con la rueda que es su signo, que aquí se ve reforzado con la imagen personal, así que no hay duda de que se trata de una disposición regia, lo que los beneficiarios tendrían mucho interés en dejar bien patente. 62 AHN, Sigilografía, caja 23, nº7. 441 *1379, agosto. Burgos (sin fecha exacta)63. El Rey confirm a un privilegio que otorgó su abuelo Alfonso XI, como habían hecho sus p redecesores, a la ord en de lo s frailes p redicadores, para q ue no pagu en portadgo ni otros pechos, además de otros privilegios y libertades. El contenido no es novedos o, es te tipo d e con firmaciones de privilegios a la Iglesia se van a repetir m ucho, como verem os. El aspecto for mal tampoco presenta novedades que destacar. Pero sí llam amos la atención que entre los elem entos de la parte inferior del documento, escrito por el escribano del rey, dice: “Don Pedro, obispo de Plasençia, notario m ayor de los privil egios rodados lo m andó faser por m andado del rey en el año prim ero que el sobredicho rey don Iohan regnó e se coronó”, nos llama la atención que resalte que Juan I se coronó, lo que no debe sorprender ya que era una ceremonia extraña en C astilla y es, por tanto, u no de los acontecim ientos de su reinado que pueden definir m uy bien su im agen, ya que busca consolidar su posición de monarca legítimo. * 1379, Burgos (s.d.)64. El Rey confirm a un privilegio rodado de su padre, por el que concedía a Pedro González de Mendoza, mayordomo mayor del infante don Juan, las villas de Buitrago y de Hita con sus té rminos y vasa llos cristi anos, m oros y judíos, y dem ás derechos y privilegios que dio a estas villas. Un ejemplo de las muchas mercedes que Enrique II tuvo que hacer a los nobles, y que su hijo tuvo que confirm ar para m antener el apoyo de ese poderoso estam ento. Lleva la firm a autógrafa del rey y tiene un bonito crismón, insc rito en un cuadrado cuyas enjutas presentan una decoración vegetal similar a la de la ru eda, en el que las letras P, S, A y Omega son muy nítidas y geométricas. * 1380, septiembre, 15. Soria65. El Rey confirma a la Orden de Santia go los privilegios de Sancho IV y Alfonso XI sobre el tributo que debían pagar los m oros que habitaran en los lugares de la dicha Orden. Es un nuevo ejem plo de confirm ación de privilegios. Todavía fechado según la era hispánica: Destacamos de él que aparezca la fir ma autógrafa del rey, “Nos el Rey”, en el centro del documento, en cima de la rueda; es un el emento de validación, poco frecuente, del diplom a que refuerza la autoría del rey. El signo roda do presenta en su interior el cuartelado de castillos y leones sin la cruz, lo que es usual en este reinado. * 1383, septiembre, 20. Segovia66. El Rey hace donación del condado de No reña al cabildo de Oviedo con otros nuevos celleros, fueros y yantares. Es una merced que concede a la catedral ovetense, similar a muchas que hicieron todos los reyes de Castilla, aunque él hizo muchas menos que su padre. Datado todavía según la era hispánica. En lo referente al aspecto form al del diplom a com entamos a continuación algunas n otas relev antes [fig. 6a]. Aparecen los nom bres de la segu nda esposa de Juan I y del heredero: “Regnante en uno con la reyna doña Beatris mi muger e con el infante don Enrique m ío fijo primero heredero”; estos nombres, junto con el del rey y los de Dios y la Virgen María, ap arecen en m ayúsculas y en color dorado sobre 63 AHN, Clero, carpeta 186, nº 5. 64 AHN, Sigilografía, caja 119, nº 5. 65 AHN, Órdenes Militares, Uclés, carpeta 5, nº 50. 66 ACO, serie B, carpeta 7, nº 10. 442 fondo que era rojo, aunque actualmente están muy desvaídos, por ser colores unidos a la realeza contribuyen a d ar relev ancia a su s personas, y ad emás tam bién se pon e de manifiesto la concepción teocrática del pode r regio pues se equipara n con la divinidad. Al final del texto docum ental lleva la suscri pción real, “N os el Rey”, com o signo de validación. El signo rod ado es m odélico [fig. 6b], aparece inscrito en un cuadrado con las enjutas con m enuda decoración vegetal; en el círculo inte rno aparece el cuartelado sin la cruz, en el primer an illo la leyenda “Signo del re y don Iohan” y en el anillo exterior los nom bres del Mayordomo Mayor y el del Alférez; debió de ser m uy bonito debido a su rico colorido, dorado, rojo y verde. * 1386, julio, 9. Burgos67. El Rey dona a don Juan Niño y a su m ujer, Inés Casa, am os del infante don Enrique y en agradecim iento por la buena crianza, los lugares de Cigales en el Infantazgo de Valladolid, Berzosa y Fuente Bureba en la Merindad de Bureba, con todos sus derechos y pertenencias con la condición de que funden mayorazgo. La fundación de mayorazgo es una merced que sólo podía conceder el rey ya que suponía la pérdida de muchas prerrogativas re gias. Es de señalar qu e está datado por el año del nacim iento de Cristo, com o el rey había acordado en las Cortes de Segovia de 1383. Form almente cuenta con muchos elem entos decorativos [fig. 7]; a los usuales nombres de la divinidad y realeza claramente destacados, se unen elementos vegetales y un crism ón m uy estiliz ado; la rue da está ric amente decorada, y su círculo cen tral aparece dividido en dos partes, en la izquierda el cuartelado de Castilla y León, y en la derecha las quinas de Portugal (cinco escudos azules formando una cruz), lo que tiene un significado político ya que Juan I se intitulaba “Rey de Portugal”, aún después de la derrota de Aljubarrota, lo que puede inte rpretarse com o una expresión de dom inio territorial pero sin fundamento real; las leyendas de los círculos son las usuales. La rica ornamentación es una m anera de realzar el contenido del diplom a y avalar la importancia de éste, que es un ejercicio de la soberanía regia, además los colores rojo y azul son los propios de la realeza, y todavía tienen ambos la misma importancia. * 1387, diciembre, 12. Eglesia Sallena 68. El Rey confirm a la compra que el d eán y cabildo de la catedral d e Sevilla hicieron al arzobispo d e Sevilla y a Franci sco Fernández d el Marmolejo, su contador mayor, en nom bre del rey, de siete m il dosci entos m aravedís del alm ojarifazgo de la aduana de la ciudad, así com o la tom a de posesión de seis m il ochocientos de estos maravedís. Nuevamente com entamos una im portante merced para la Igles ia. Ya sigue la cronología del nacim iento de Cristo. Es p eculiar porque es un cuaderno de pergam ino de seis hojas, m odelo que hasta ahora no habíamos visto pero que en el siglo XV será bastante frecuente. En la prim era, seña lamos que no hay crism ón trinitario, y que los nombres de los reyes y de la divinidad aparecen en mayúsculas en un recuadro en el que las letras alternan el color azul con el rojo, lo q ue le conf iere un alto valor deco rativo además de la consabida simbología monárquica. En la últim a hoja aparece el sig no rodado [ fig. 8], es un buen y modélico ejemplar de este reinado, está inscrito en un cuadrado con la s enjutas decoradas, 67 AHN- Nobleza, Osuna-Benavente, carpeta 12, nº 15. 68 ACS, sec. IX, c. 3, nº 46. Reco gido en BORRERO FERNÁNDEZ y o tros: Sevilla, ciu dad de Privilegios. Escritura y poder a t ravés del privilegio rodado, Sevilla: Ayuntamiento-Universidad, 1995, documento 78. Explican los autores que el lugar de la data debe e star situado en la provincia de B urgos (p. 463) 443 nuevamente aparece la alternancia de colores rojo y azul así com o las quinas junto al cuartelado, en el centro y en el anillo interi or aparece la tradiconal expresión “Signo del Rey Don Iohan” y en el exterior “Don Di ego Furtado de Mendoça, Mayordom o Mayor del Rey, Confirma. Iohan González de Avellaneda, Alférez Mayor del Rey, Confirma”. 4.2. DOCUMENTOS EN PAPEL QUE TRANSMITEN SU DIGNIDAD REAL. *Albalá dado el 30 de julio de 137969. El Rey atiende las reclam aciones de los vecin os de Alcalá la Real contra su alcayde, al que ordena que no dé las vecindades a sus parientes ni se las quite a lo s que caen cautivos. Demuestra así, ya desde los primeros m eses de su reinado, que apoya los intereses de las ciud ades con las qu e hemos visto que buscó su alianza a través de las Cortes. * Albalá de 26 de septiembre de 138070. El Rey m anda a los concejos de Gibr aleón y de Huelva que tengan por sus señores naturales a los condes de Medinaceli: “que nos avem os fecho m erçed de esos logares a la condesa donna Ysabel de la Çerda”. Es un ejemplo de cesión de ciudades de realengo, lo que constituy e un ejercicio de la potestad real. * Provisión real datada en Valladolid el 5 de diciembre de 138571. El Rey ordena que en la villa de Alcalá la Real se paguen las ochenta vecindades lanceras que doblaron en la dicha villa. No olvidemos que las lanzas for maban el ejército que mandaban las ciudades al servicio del rey y, qu e com o consecuencia de la im portancia que tenía hizo un Ordenamiento en las Cortes de Guadalajara, como ya hem os visto. Es curioso cóm o en este docum ento se alude a la intervenci ón del Consejo Real en el refrendo del Secretario, Consejo al que el rey dio tanta im portancia con sus reform as: “Yo Iohan García la fise escrivir por mandado de nuestro sennor el rrey e de los de su conçejo”. * Provisión real dada en Castrojeriz el 2 de junio de 138672. El Rey comunica al concejo de Carmona la llegada a Andalucía de tropas de los maestres de Santiago y de Alcántara etc. para defender esta frontera contra las tropas del Maestre de Avis. Es otro exponente de la pa rticipación de las ciudades en la guerra, en este ca so contra Portugal. Estas fuentes de procedencia m unicipal son un ejem plo de cóm o la autoridad del rey llegaba a todos los rinc ones del reino y con referenc ia a los temas más variados. Está claro q ue Juan I buscó y necesitó el apoyo de las ciudades y por eso las intentó recompensar con las num erosas convocatorias de Cortes. Por eso podemos extraer la 69 JUAN LOVERA, Carm en: “Nueve do cumentos in éditos d e la ép oca de Ju an I d e Castilla. Arch ivo Municipal de Alcalá la Real”, Estudios en homenaje a Don Claudio Sánchez Albornoz en su s 90 años, Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras,1986, tomo IV, pp. 145-6. 70 Recogido en PARDO RODRÍGUEZ, Mª Luisa: Huelva y Gibraleón (1282-1495). Documentos para su historia, Huelva: Diputación Provincial, 1980, p. 130. 71 JUAN LOVERA, Carmen: Ibidem, p. 157. 72 GO NZÁLEZ JIM ÉNEZ, Manuel: Catálogo de Doc umentación me dieval del Archivo Municipal de Carmona, Sevilla: Diputación Provincial, 1976, tomo I. 444 imagen de un rey dialogante, que quiso mantener buenas relaciones con todos los estamentos del reino. 5. IMÁGENES DEL REY EN OTROS DIFERENTES SOPORTES. 5.1. IMAGEN DEL REY EN LOS SELLOS. Aparecen los mismos modelos que en el reinado de su padre. Predom ina el tipo mayestático que transmite la im agen del rey con todos los sím bolos de su poder, que ejerce por delegación de Dios. Es el segundo Tr astámara, todavía está cerca el asesinato de Montiel, y Juan I tiene que insistir en los sím bolos que le identifiquen com o r ey legítimo. Sello de plomo pendiente de tipo mayestático73 [fig. 9]. En el anverso presenta al rey sentado en un trono sosten ido por dos leones que sobr esalen por los lados, viste amplia túnica y m anto y lleva corona y m elena suelta, en la m ano derecha levanta la espada y en la izquierda sostiene el mundo rematado por una gran cruz; la leyenda dice: S.IOHANIS.DEI.GRACIA.REGIS. CASTELLE. E. LEGIONIS. En el reverso aparece el tradicional cuartelado con los sím bolos de los reinos de Castilla y León, y la leyenda es la misma. Como corresponde a los prim eros meses de su reinado es muy parecido a los de Enrique II, y, al igual que éste, quiere trasladar a todos los súbditos la im agen de un rey leg ítimo que cum ple sus deberes ejerciendo el poder en todas sus manifestaciones. Sello de placa sobre papel y cera roja74 [fig. 10]; está en mal estado, pero es muy interesante porque en el cam po aparecen la s armas de Castilla-León y de Portugal, es decir los leones y castillos en cuarteles y las cinco quinas; la leyenda dice: SIGILLUM IOHANIS REGIS CASTELLE E LEG IONIS ET PORTUGALLE. Es una m anera de manifestar cuáles son lo s estados so bre los que el rey ejerce su soberanía, que sobre Portugal fue más un deseo que una realidad; pero insistió hasta su muerte en transmitir esa imagen, al igual que hemos visto en la intitulación de los documentos. Según Faustino Menéndez Pidal 75, hay algunos sellos de placa en los que se representan dos escudos acolados , los de Castilla-León y P ortugal, sostenidos por dos ángeles timbrados con coronas d e tres flor ones, lo que cons tituye uno d e los p rimeros ejemplos de arm as reales tim brados con co rona. Otro ejem plo que pone de m anifiesto que Juan I quería presentarse como rey de Portugal al igual que de Castilla. 5.2. LA IMAGEN DEL REY EN LAS MONEDAS. En este terreno hay no vedades interesantes. P or una parte tenem os monedas similares a las de los otros reinados, por ejemplo, la que presenta en el anverso la cabeza del rey de perfil y con corona y con la le yenda: IOHANIS REX; y en el reverso el castillo con la leyenda: CASTELLE E LEGIONIS76. Pero hay otro tipo novedoso 77 [fig. 11 a], la con ocida como “blanca del Agnus Dei”, que en el anverso presenta la Y coronada como inicial del nombre del rey, que es 73 AHN, Sigilografía, caja 23, nº6, (1379, agosto, 10. Cortes de Burgos). 74 AHN, Sigilografía, caja 17, nº 17, ( 1384, octubre, 26. Madrigal). 75 MENÉNDEZ PIDAL DE NAVASCUÉS, Faustino: Heráldica medieval española. La Casa Real de León y Castilla, Madrid: Hidalguía, 1982, p. 177. 76 HEI SS, Aloisss: Descripción ge neral de las m onedas hispano-cristianas desde l a i nvasión de l os árabes, Zaragoza: Luis Marquina, 1962, tomo I. 77 MAN, 1994/50/8680. D. 18952 445 una m anera de individualizar su moneda y distinguirla a sim ple vista de la de otros reyes; esto ya lo hizo su padre y Pedro I, pero lo llamativo es la leyenda dividida entre las dos caras de la m oneda. En el anvers o se lee: AGNUS DEI QUI T OLIS P, y en el reverso: ECATA MUNDI MISERERE, donde, además aparece representado el cordero de San Juan con la bandera de la victoria. Elige un símbolo parlante religioso que alude a su nom bre, así se identifica con él y pone de m anifiesto su hondo sentim iento cristiano, del que ya hemos hablado en otro s apartados; con este m ismo sentido se puede interpretar la fórmula cristiana de pedir perdón por los pecados, pero también por el afán de legitim ar su dinastía, que te nía por origen un regi cidio, porque no hay que olvidar que esta moneda de vellón, de mala calidad, la mandó acuñar para hacer frente a los gas tos de las campañas militares contra el duque de L ancaster78, que defendía los intereses de los descendientes de Pedro I. Otro ejemplo de m oneda, que ya usó su padre, es el real de plata 79 [fig. 11 b], que presenta en el anverso las iniciales del rey IHON co ronada, que es sím bolo del poder regio, y la leyenda DOMINUS MICHI ADIUTOR ET EGO DISPICIAM INIMICOS MEOS, frase con un im portante contenido propagandístico porque el derecho al trono de segundo Trastám ara se guía siendo cuestionado. E n el reverso el cuartelado con las armas de Castilla y León, y la leyenda IOHANIS DEI GRACIA REX CASTELE. La presencia de fórm ulas religiosas en las dos caras de la moneda es una manera de insistir en la idea de que el rey es el vicario de Dios en su reino. Hay un tipo de m oneda m uy interesante porque es m uy raro, la cual en el anverso presenta el perfil coronado de la reina doña Beatriz 80 [fig. 11 c], segunda esposa de Juan I, con la leyenda ya comentada: DOMINUS MICHI ADIUTOR ED EGO DISPICIAM INIMICUS MEOS, y en el reverso el cam po di vidido en cuatro partes en las que se alternan las quinas de Portugal y el cuartela do de Castilla y Leó n, aludiendo a su condició n de rein a de ambos países, ya que ella qu edó como legítima heredera de Portugal al mo rir su padre, con la leye nda: BEATRICIS DEI G RREGINA CASTELE E POR. La representación de una rein a era algo ex traordinario, lo q ue indica que su imagen se utiliza para reforzar la condición de reyes de Portugal. 6. BALANCE DE LA IMAGEN TRANSMITIDA POR LAS FUENTES. Podemos decir que durant e su reinado se produjo un fortalecim iento de la monarquía, ya que logró que la nobleza colabor ara en las tareas de gobierno y acep tara su autoridad sin fom entar rebeliones com o ocurriera en lo s reinados an teriores; no en vano había sido la clase favoreci da por la llam ada “revolución Tras támara”. Pero, p or otra parte, se produjo también un fortalecimiento de la posición de las ciudades, quienes ejercieron su poder a través de las Cortes, co nvocadas por el rey regularm ente. De lo expuesto se deduce que fue un rey que buscó el equilibrio entre nobleza y Cortes para dar es tabilidad a su corona. Lo pod emos ca lificar como un ideólogo d e la ins titución que representaba, com o dejó claro en sus disc ursos en las Cortes y en su gusto por las obras clásicas de contenido político como las de Tito Livio y por Las Partidas. Por los testim onios conservados, pa rece ser que fue un rey am ante de ceremonias brillantes y llenas de simbolismo, como su pr opia coronación, bodas reales etc. Todas las ceremonias tenían un car ácter sim bólico que servía para hacer 78 Isabel la reina católica. Una mirada desde la catedral primada. Catálogo de la expo sición, To ledo: Arzobispado, 2005, p. 141. 79 MAN, 1994/50/784. 80 MAN, 7-4-7854. D. 5121. 446 propaganda al rey y exaltar la instituc ión m onárquica a los ojos del pueblo, deslumbrado por el boato de los m ajestuosos personajes, y feliz por los juegos y fiestas que acom pañaban las cerem onias de m atrimonio etc., como hem os vis to. Por eso no sorprende que, cuando viste de luto la cort e por la derrota de A ljubarrota, se hallen peticiones en los cuadernos de Cortes para que lo deje y vuelva a celebrar fiestas, etc. Las representaciones que tenemos de es te monarca son de tipo m ayestático, en las que como insignias regias siempre lleva la corona, la espada y el mundus. La espada simboliza la justicia pues no la lleva blandiendo, no fue un rey belicoso, sólo entró en guerra con los ingleses porque invadier on el reino y con los portugueses porque consideraba que era su reino y de su m ujer por herencia, lo que nos indica que tenía en gran estima su condición de señor de sus estados a los que tiene que defender porque Dios se los ha entregado para regirlos con ju sticia, y eso es lo que significa la espada. La corona es el sím bolo externo má s claro de la dignidad regia. E l mundus tien e un claro significado religioso, muy importante para el cristianísimo Juan I. Otra prueba de su religiosid ad fue el que eligiera com o divisa al Espíritu Santo, así como el que en algunas de sus moneda s apareciera la figura del “Agnus Dei”. Fue favorecedor de la Ig lesia, com o sus ante pasados, pero adem ás i mpulsó la reforma eclesiástica. Él mismo nos dejó testimonios en las Cort es de su propia con cepción de rey, se consideraba un padre para su reino lo que demostraba siendo un rey responsable y cumplidor de la acción de gobierno. En num erosas ocasiones dijo que sus principales obligaciones eran mantener la paz, la justicia y hacer buenas leyes. En opinión de Suárez Fernández81, destacado especialista en este reinado, Juan I fue un hombre capaz d e suscitar en sus súbditos sentimientos de adhesión y de piedad, porque se había form ado de él una im agen favorable, g racias al celo que m ostró en ejercer el gobierno y en su vida privada. Por el contrario, Pérez-Prendes 82 lo ve com o “un hom bre vencido, debilitado por las enferm edades que buscaba refugio en la piedad y la oración”, y que por su propia debilidad las Cortes alcanzaron un gr an poder. Vencido lo podemos considerar después de Aljubarrota, pero a las Cortes le s dio gran protagonism o desde el comienzo de su reinado; en t odo caso podem os ver en él un sent imiento de culpabilidad por el origen fratricida de su di nastía, y por eso buscaba gobernar con el mayor apoyo posible y ejercer mejor la justicia, que como rey consideraba su principal obligación. Que era un hombre enfermo y muy religioso, no hay duda, todos los testimonios así lo atestiguan. Como colofón a es te c apítulo y, a la vez, resum en del reinado estudiado, incluimos los versos d e Álvarez d e Villa sandino83 a la tumba del Rey don Juan I. Comienza: Aquí yace un Rey muy afortunado, Don Juan fue su nombre, a quien la ventura Fue siempre contraria, cruel, sin mesura, Seyendo él en sí, muy noble acabado Discreto, onrador e franco, esforzado, Cathólico, casto, sesudo, pacible. Pues era en sus fechos Rey tan convenible, 81 SUÁREZ F ERNÁNDEZ, L uis: Historia d el reinado de Juan I d e Ca stilla, Madrid: Un iversidad Autónoma, 1977, p. 25. 82 PÉREZ-PRENDES, José Manuel: Cortes de Castilla y León, Madrid: UNED, 2000, p. 58. 83 Escritor incluido en el Cancionero de Baena, que vivió entre finales del siglo XIV y primera mitad del siglo XV, por lo que debieron de ser escritos poco después de la muerte del rey. 447 Por santo debiera ser canonizado84. Podemos calificarlo de bello epitafio, en el que se ensalzan sus virtudes: noble, trabajador, casto, católico etc. que están en consonancia con la imagen deducida de otras fuentes, pero que tuvo m ala fortuna y de ahí sus reveses, o sea que el poeta, laudatorio, justifica su s erro res de esta m anera. A c ontinuación hace una sinopsis de lo s eventos más relevantes del reinado: sus dos bodas, la s guerras contra Portuga l e Inglaterra, y el acuerdo del matrimonio de su heredero con la hija del Duque de Lancaster; vem os que los tres últimos son de hondo calado político , unos positivos porqu e la paz con Inglaterra también supuso la paz con los “em perejilados”, otro negativo, la derrota en Aljubarrota, que es la imagen con la que ha pasado a la Historia. 84 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 159. 448 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS JJUUAANN II 449 Fig. 1 Corónica de los nobles reyes de Castilla de Pedro López de Ayala RB, II/ 2970, fol. 219r 450 Fig. 2 Pontifical Hispalense Biblioteca Colombina, mss. BB-149-3, fol. CXXIIIIr 451 Fig. 3 Libro de la divina retribución RBME, mss. Y.III.1, fol. 1v 452 Fig. 4 Privilegio rodado AHN, Clero, carpeta 384, nº 1 Fig. 5 Privilegio rodado AHN, Sigilografía, caja 23, nº 7 453 Figs. 6 a y 6 b Privilegio rodado (detalles) ACO, serie B, carpeta 7, nº 10 454 Fig. 7 Privilegio rodado AHN-Nobleza, Osuna, carp. 12, doc. 15 Fig. 8 Signo rodado ACS, sec. IX, caja 3, nº 46 455 Fig. 9 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, caja 23. Nº 6 Fig. 10 Sello de placa sobre papel AHN, Sigilografía, caja 17, nº 17 456 Fig. 11 a Blanca del Agnus Dei. Anverso y reverso MAN, 1994/50/8680 D. 18952 Fig. 11 b Real de plata MAN, 1994/50/784 Fig. 11 c Real de Beatriz de Portugal MAN, 7-4-7854 D. 5121 457 EENNRRIIQQUUEE IIIIII REINADO DE ENRIQUE III EL DOLIENTE (1390-1406) 458 ÁRBOL GENEALÓGICO DE ENRIQUE III LEONOR DE ARAGÓN JUAN I FERNANDO DE ANTEQUERA PEDRO I 459 ENRIQUE III (1390-1406) CATALINA DE LANCASTER CONSTANZAJUAN DE GANTE JUAN II 1. HISTORIA DE SU REINADO. 1.1. LA REGENCIA. Al m orir de form a repentina Ju an I y dejar un heredero m enor de edad 1, se planteó un serio problem a para establecer la regencia. Se guramente esto es lo que pretendía evitar el arzobispo de Toledo, don Pe dro Tenorio, cuando aplazó la noticia de la muerte del rey. No obstante, cuando la dieron a conocer “el dicho arzobispo e los otros omes de Castilla que estaban en Alcalá fuéronse a M adrid e alzaron por rey a d on Enrique fijo mayor del dicho rey don Johan e fijo de la reyna doña Leonor de Aragón”2, por lo tanto se siguió la tradición castellana del alzam iento del rey. Rápidam ente se celebraron las Cortes de Madrid de 1391, en las que acordaron form ar un Consejo de regencia, aunque don Pedro Tenorio defendió el cumplimiento de lo establecido en el testamento de Juan I, com o era la costumbre castellana. Según Fernando Suárez 3, en realidad, se trataba del enfrentam iento de dos concepciones m uy diferentes de la potestad real: por un lado, los qu e defendían la voluntad y el criterio del monarca y por otro, los que defendían que er a el reino quien generaba el principio de autoridad. Fue una etapa llena de confusión, a la que se pretendió poner fin con una nueva reunión de Cortes en Burgos en 1392; en ellas los pr ocuradores decidieron for mar un Consejo de regencia, cuyos com ponentes ellos determ inarían, lo que provocó el m alestar de la nobleza. F inalmente se optó por an ticipar la proclamación de la m ayoría de edad de Enrique III, lo que sucedió el dos de agosto de 1393 en el monasterio de Las Huelgas, dos meses antes de que cum pliera los 14 a ños. Fue el arzobispo de Santiago, don Juan García Manrique, en nombre del Consejo de regencia, quien señaló que el rey tenía capacidad suficiente para reinar de manera directa4. Un ejem plo de la s ituación de deb ilidad que v ivía e l r eino f ue la cor riente d e antijudaísmo que se produjo en 1391, paralela al resto de Europa, auspiciada por las predicaciones de Ferrán Ma rtínez, arcediano de Écija, envalentonado, según Valdeón 5, por ser un momento de minoría en el trono. 1.2. EL REINADO PERSONAL. Lo inició siendo muy joven y fue corto pero intenso, ya que siguió con la labor de fortalecimiento del poder m onárquico. Según Ladero 6 acabó con la prepotencia de 1 Enrique III nació en Burgos en 1379. 2 ROSELL , C ayetano: Crónicas de l os Reyes de C astilla, M adrid: BAE, 1953, t omo 68, p . 1 59 (“Adiciones a la Crónica de Juan I”) 3 SUÁREZ BILBAO, Fernando: Enrique III (1390-1406), Palencia: Diputación Provincial, 1994, p. 27. 4 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámara. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de hoy, 2001, p. 80. Es el relato que hemos seguido para explicar cómo fue decidida la mayoría del rey. En este mismo sentido está la obra de SUÁREZ BILBAO: Ibidem, pp. 85 y ss. Cfr. En cambio en la Crónica de Ayala se presenta al joven rey tomando la decisión: “quel rey don Enrique, magüer non era en edad, ca non avía complido los catorce años, dixo quel no consentía que los dichos sus tutores que rey su padre le dexara, gobernasen más, e quél quería tomar el regimiento e gob ernamiento de su regno. E así lo fizo […] e fue se al monesterio de las Dueñas de las Huelga s, cerca de Burgos, e en un ase ntamiento, como pertenescía a Rey, […] dixo publicamente que él tomaba en sí el gobernamiento de sus regnos” (ROSELL, C.: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 211) 5 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámara. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de hoy, 2001, p. 82. 6 LADERO QUESADA, Miguel Ángel: “La consolidación de los Trastámara en Castilla, Juan II y Álvaro de Lu na”, El Ma rqués de Sa ntillana. 1398-1458. Lo s alb ores de la Esp aña Mod erna. El h ombre d e Estado, Hondarribia: Nerea, 2001, vol. II, p. 9. 460 una nueva alta nobleza de parientes regios que fue sustituída por la llamada “nobleza de servicio”, que todavía no disponía de gra ndes señoríos, ni de un poder decisivo en las ciudades de realengo, pero al final del re inado vuelve a haber un grupo de nobles, la familia de Fernando de Antequera, que act úa como verdadero grupo de poder; adem ás se consolidan algunos linajes en los altos cargos como los Mendoza, Velasco, Stúñiga y Dávalos. O sea, que el poderío real seguía mediatizado por la oligarquía nobiliaria. Una de las cualidades de este rey, resalt ada por los cronistas, es que supo elegir buenos colaboradores. Algunos los heredó, como a don Pedro Tenorio y a don Pedro de Ayala, y otros, escogidos por él, continuaron en su puesto con su sucesor. Su concepto de la monarquía se corresponde con el de sus predecesores: también se considera delegado de Dios en su reino, y en función de este principio están sus deberes, que consisten fundamentalmente en hacer justicia, administrar bien y mantener la paz. Se preocupó especialmente de practicar la justicia con rectitud, cualidad que fue básica para su buena imagen, y de cuyo ejer cicio se conservan num erosos testimonios en los cronistas, por ejemplo: en la Refundición de la Crónica del Halconero dice que “fue muy temido de los grandes del rre yno y m uy querido de los pueblos m enudos”, para Alvar García de S anta María era “m uy alto e m uy noble e m uy poderosos rey e señor don Enrique el justicie ro, el m uy te mido e am ador de justiçia”, Alfonso de Cartagena le califica com o “gran zelador de la justiçia”, y según la Cuarta Crónica General “fue m uy justiçiero e puso corregido res en todos los lugares de su regno” 7. Además tomó m edidas im portantes en este cam po, por ejem plo, reorganizó la Audiencia Real que finalm ente se asentó en Valladolid. Sabemos ta mbién que en 1402 nombró corregidores en todo el reino, incluso en Galicia y en Vizcaya, lugares en donde anteriormente no habían existido8. Tuvo gran interés por el m antenimiento de una sólida moneda y logró el saneamiento de la Hacienda. La eficaz gestión financiera, que permitió defender bien el reino al ser muy te mido por los otros reinos, fue otro de los logros que contribuyeron a conformar su buena imagen. Hay numerosos testimonios que así lo avalan: según Pérez de Guzmán tuvo “gran voluntad de ordenar su hacienda y crecer sus rentas”; según Juan Rodríguez de Cuenca “desque él ovo p az con todos los reyes comarcanos suyos, mandó que non pagasen m onedas los sus regnos”; según Diego de Valera “ajuntó tesoros de sus propias rentas sin gemido de los pobres”9. Su matrimonio con Catalina de Lancaster supuso la conso lidación definitiva de la dinastía Trastám ara al quedar unida a los descendientes de Pedro I. Según Mitre 10, esta circunstancia contribuyó al m antenimiento de la paz en el reino, que es otra de las acciones positiv as que se pueden registrar en el haber d e este rey; a la que se pu ede sumar su buena labor diplomática. 7 Estos testimonios y o tros más los recoge MITRE FERNÁNDEZ, Emilio: “La form ación de la i magen del rey e n l a hi storiografía cast ellana de l si glo XV: Enrique I II de Trast ámara” en 17 Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Madrid: 1992, tomo II, pp. 1133-34. 8 SÁNCHEZ, Garcí: “Anales”, edición Juan de Mata Carri azo, en Anales de l a Universidad Hispalense, vol. XIV, 1953, p. 25. 9 Estos testimonios y otros más los presenta Emilio MITRE FERNÁNDEZ: Ibidem, p. 1135. Cfr. MITRE FERNÁNDEZ, Em ilio: Una mu erte para u n rey. En rique III d e C astilla, Vallad olid: Ámbito, 2001, pp. 115-117. Donde aparecen testimonios de las Cortes de Juan II en los que se pone como modelo de b uen gest or financiero a su padre, pe ro t ambién re coge q uejas de l os p rocuradores de l as Cortes convocadas por Enrique III p or los gastos de las guerras de P ortugal y Gran ada; por todo ello deduce que a nivel tributario la buena fama podría ser fruto de una interesada ficción. 10 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio: Ibidem, p. 1135. 461 Continuó la labor centralizadora de sus predecesores, y su ejercicio del poder se asentó sobre las principales instituciones, es decir, las Cortes y la Cámara Real, la cual incluía la Cancillería, y la Audiencia. A pesar de la fam a de rey pacífico 11, durante su reinado hubo conflictos bélicos de baja intensidad con Portugal en las z onas fronterizas, que com enzaron por la tom a por sorpresa de Badajoz por parte del rey portugués, pero, finalm ente, se firm ó un a tregua indefinida con este país. La novedad m ás importante en este terreno fue que se comenzó una nueva guerra contra Granada, calificada com o “guerra jus ta” por imputársele m ala fe al m onarca granadino, circunstancia que indica que Castilla recuperaba la iniciativa en este terre no, hecho que no ocurría desde los tiem pos de Alfonso XI. Esta actitud redundó en prestigio para la m onarquía de Enrique III, aunque él no pudo obtener beneficio personal a causa de su temprana muerte. 1.3. SU MUERTE. Murió el 25 de diciem bre de 1406 en To ledo, a los veintisiete años, cuando se disponía a emprender la guerra contra los m usulmanes de Granada. Esta circunstancia ha contribuido a crearle la aureola de una “ buena muerte”, pues, adem ás, de participar en una guerra justa, el hecho de haber fallecido, confortado con los auxilios espirituales, el día del n acimiento d e Cris to, fue interp retado com o una señal de haber ganado la salvación eterna. Había otorgado testamento el día 2 4 y en él establece las providencias para la regencia de su heredero Juan II, asignada a la reina madre doña Catalina y al infante don Fernando. También establecía que el Consejo real actuara como mediador: Otrosí, ordeno e m ando que sean tutores de l dicho Príncipe m i hijo, e regidores de sus reynos e señoríos, hasta que él ha ya edad de quatorce años cum plidos, la Reyna doña Catalina, mi muger y el Infante don Fernando mi hermano, ambos a dos juntam ente […] Los quales tutores juraron sobre la c ruz e los S anctos Evangelios y al dicho Infa nte harán pleyto e o menage que bien e lealm ente a todo su poder e su buen entendim iento governarán e regirán lo s dichos reynos e señoríos, e que los no partirán no consenti rán partir ni m enguar, e de guardar e cumplir e hacer cumplir todo lo contenido en este mi testamento […] Otrosí, ordeno e m ando que sean del Cons ejo del Príncipe m i hijo […] todos aquellos que agora son del mi Consejo, así Perlados como Condes y Caballeros e Religiosos, como los Doctores que yo nombré para el mi Consejo12. El profesor Mitre13 recoge varios testimonios de plantos y dezires a la muerte de Enrique III y opina que, adem ás del pe sar por la desaparición del rey, había sentimientos de tem or porque al morir j oven dejaba como heredero un niño. Por ejemplo, el bachiller Palm a m anifiesta que “fue planid a e llorada su muerte de los grandes e rricos omes e de los otros pueblos”; Alfonso Álvarez de Villasandino dice que “deja a tres dueñas tristes”, la prim era es Catalina de Lancas ter “assas consolada reyna de Castilla”, la segunda es la justicia, desamparada ante la desaparición del rey: “perdí mi pilar, m i rrey, m i am igo”, y la tercer a es “la Iglesia gra nde de Toledo, a quien 11 Hic princeps pacificus lo definió Rodrigo SÁNCHEZ DE ARÉVALO: Compendiosa historia, BNE, mss. 1.521, fol. 61v. 12 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 267. 13 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio : Una muerte para un rey. Enrique III de Castilla, Valladolid: Ámbito, 2001, pp. 91 y ss. 462 apartaron d e su esposo ”; Pedro Vélez de Guev ara lo presenta com o “el gran t rey de España” cuya muerte deja con gran duelo al reino. Juan Alfonso de Baena m erece com entario aparte, pues en su Cancionero14 aparece un “dezir” dedicado a la muerte de Enrique III. Quizá pudo ser su primera obra, la cual le habría valido la protección de la reina doña Cata lina. Es una com posición en la que refleja el dolor por la m uerte del rey, un “planto” en el que llora la reina, lo s nobles, los señores y todos los oficiales a su servicio puesto que fue un rey muy virtuoso. Es presentado com o espe jo de Cast illa, m etáfora habitual en el género literario de los reg imientos de p ríncipes. El po ema se hace eco del fallecim iento del monarca el día de Navidad e interpreta el hecho en clave soteriológica: La Rreyna muy alta planiendo sus ojos de lágrimas cubra su noble rregaço; las otras donsellas se fagan rretaço los rrostros e manos e tomen enojos […] Con bos perentoria el gentil Infante alçe su gryto en son rasonable; con bos açessoria el grant Condestable con lloro perfeto se muestre pensante; […] Los nobles Maestres en l’Andalusía fagan su llanto muy fuerte, sobejo, e digan: “Amigos, sabet qu’el espejo de toda Castilla que bien relusía e tantas merçedes a todos fasía vos es fallesçido”[…] Los otros señores asas de Castilla llorando muy fuerte se llamen cuytados, vasallos, fidalgos, obispos, letrados, doctores, alcaldes, con pura mansilla; aquéstos con otros llamándome sylla e guayen donseles sus lindos criados, pues quedan amargos de lloro bastados, con mucha tristura yra esta quadrylla. Fagan grant llanto los sus contadores, con ellos consistan los sus thesoreros, porteros e guardas e sus despenseros; con estos rreclamen sus recabdadores, maestres de sala, aposentadores, e otrosý lloren los sus camareros, tanbién esso messmo los sus rreposteros d’estrados e plata, e sus tañedores […] por ser mal logrado segunt la pesquisa el Rey virtuoso de muy alta guissa: los lloros e llantos traspasen el çielo. Agora, señores, del Rey que de vysso fue maravilloso el su finamento, pues fue en el día de su nasçimiento del Fijo de Dios que está en paraysso, al qual rescibió con plazer e rryso, 14 Cancionero de Juan Alfonso de Baena, edición José Mª Azaeta, Madrid: CSIC, pp. 87-9. 463 con gesto amoroso, segunt que yo syento, de todo ovo buen meresçimiento: Dios le dé glorya, pues assý lo quiso. 1.4. LA CUESTIÓN SUCESORIA. El infante don Fernando de Antequera, hermano del rey, habí a sido el heredero hasta que nació la prim ogénita, la infanta doña María, la cual fue jurada en las Cortes celebradas en el Alcázar de Toledo el seis de enero de 1402 sigui endo las instrucciones previstas por el m onarca. Es un ejem plo de cerem onia política con una finalidad propagandística m uy clara, ya que resalta el papel legitim ador de la continuidad dinástica; estaría dentro de l grupo de las que Nieto Soria define como “ceremonias de cooperación”, porque en ellas se pone de m anifiesto que el rey es la cabeza del reino, reunido en Cortes para jurar y prestar pleito-homenaje a la heredera, por lo tanto es una ceremonia de exaltación de la m onarquía, circunstancia que se percibe tanto en el ritual como en las palabras. En el documento, que a continuación transcribimos, queda patente qué representantes de los tres estam entos participaron en ese acto, com enzando por el propio infante don Fernando: In Dei Nomine Amen . En el alcaçar de la nob le çibdad, viernes seys de enero, año del nas çimiento de nuestro Salvador Ihesu Cristo de m ill e quatroçiento s e dos años. Estando el muy alto e muy poderoso señor don Enrique por la graçia de Dios, rey de Castilla e de León, asen tado en Cortes e Ayuntam iento general de los sus regnos e señoríos. E con la m uy alta e m uy noble señora la infante doña María fija primogénita del dicho señor Rey e de la muy alta, e muy noble, e muy esclareçida señora la reina doña Catalina, su muger nuestra señora. Otrosý, el muy noble señor Infante don Fernando, se ñor de Lara, duque de Peñafiel, e conde de Alborquerque e de Mayorga, he rmano del dicho señor rey. E otrosý, el muy reverendo padre en Ihesu Cristo, señor Don Pedro, por la graçia de Dios, Cardenal de España. E otros muchos prelados, condes e ricos omes, cavalleros, e escuderos, e procuradores de las çibdades e villas de los dichos regnos e señoríos para faser lo que a debate se sigue. Espeçialmente llamados e ayuntados a Cortes generales, e en presençia de nos lo s notarios públicos e testigos de yuso escriptos, espeçialmente llamados e requeridos para lo í yuso contenido. El dicho rey dixo a los que allý estavan presentes que él los avía fecho llam ar e ayuntar a las Dichas Cortes, espeçialm ente s obre tres co sas: la p rimera que ju rasen por reyna e por señora de los dichos reynos e señoríos, después de sus días […] E que todos los de los dichos regnos e se ñoríos eran reunidos e devían faser espeçialmente, en fecho del juram ento e pleito om enaje, que se dev ía faser al dicho Rey e a la dicha señor Infant e doña María, segund los derechos e costumbres de Castiella. E luego el dicho señor Infante don Fernando, herm ano del dicho señor rey, el dic ho señor Cardenal e otros muchos prelados, condes e ricos ommes, cavalleros e escuderos e proc uradores de las ciudades e villas de los dichos regnos e señoríos que y estava n, fisieron juramento sobre la señal de la crus e a los santos evangelios […] Asý com o procuradores que som os de la dicha çibdad [Burgos], e por nos mesmos fasemos pleito omenaje a vos el muy alto e m uy noble e m uy poderoso prínçipe e señor, nuestro señor el rey don Enrique, rey de Castilla e de León que Dios mantenga a Vos. E otrosý, en nom bre de la muy noble e m uy alta señora la Infante Doña María, que Dios guarde, nue stra señora, vuestra fija primogénita e 464 heredera en los regnos e Señoríos de la Corona de Castiella e de León. E otrosý, a la dicha señora Infante doña María que está aquí presente […] e tomam os e resçibimos e obedesçemos a la dicha infante doña María por señora en los reynos de Castilla, e de León e de Toledo, de Gallisia, de Sevilla, de Córdoba, de Murçia, de Jahén, del Algarve, de Alge sira, e los señoríos de Viscaya e de Villena e de Molina, e en todos los otros seño ríos que pertenesçen a la Corona de los reynos de Castilla e de León, be sándole la mano. E otrosý, que le serán e sean, e seremos, e seamos leales servid ores súbditos e vasallos, e le farán e faremos nuevamente a mayor abondamiento e seguridat, el pleito e omenaje que las leyes del regno, que son las leyes de la s Partidas, mandan que se faga al rey nuevo quando reyna15. Este testimonio tiene gran valor histórico pues prueba que los aspirantes al trono eran jurados en Cortes poco después de su nacim iento, por lo m enos s iempre que se preveían problem as, como podría ser el ca so de heredar una m ujer, aunque no hubo ocasión de comprobarlo, porque en 1405 nació un hijo varón, el futuro Juan II, por tal motivo hub o una larga m inoría tra s el falle cimiento de Enrique III. Adem ás tie ne el valor de transmitirnos cómo era el procedimiento de la jura: primero el hermano del rey, heredero hasta ese m omento, a continuación el clero, después la nobleza y finalmente los procuradores de las ciudades. Tam bién son significativas la s palabras que se utilizan, por ejem plo, al rey se le llam a “ muy alto e m uy poderoso señor” o “señor natural”, signo de su preem inencia dentro de la sociedad feudal, mientras que los representantes del pueblo son considerados “leales serv idores súbditos vasallos”, igualmente términos propios de una sociedad feudal que implican reverencia hacia el rey. Nos interesa destacar el papel que jugó el infante don Fernando en este reinado, ya que tendrá una gran repercusión en el si guiente. El interesado poseía im portantes títulos nobiliarios : Señor de Lara, Duque de Peñafiel, Conde de Alburquerqu e y Mayorga, y grandes riqu ezas y poder ligados a ellos. Aunque los cronistas lo presen tan como fiel a su hermano, Fernando Suárez 16 cree ver indicios de que estab a 15 1402,enero, 6. Alcázar de Toledo. Archivo Municipal de Burgos, HI-233. Testimonio notarial de la prestación de juramento y pleito-homenaje por los procuradores de los Concejos de las ciud ades y villas d el reino, en Cortes y Ayuntamiento General a la In fanta doña María (Recogido en ASE NJO G ONZÁLEZ, María: “Ritos y cerem onias” en Orígenes d e la Mona rquía hispánica. Propaganda y leg itimación (1400-1520), Madrid: Dykinsos, 1999, Apéndice documental, pp. 424-25. Cfr. Con este documento y acontecimiento hay un problema cronológico, que trataremos de aclarar. SÁNCHEZ DÁVILA, Maestro Gil: Historia de l a vi da y hech os del rey d on Henrique Tercero de Castilla, Madrid: Francisco Martínez, 1638, pp. 166-9. Según este autor, la infanta nació el 14 de noviembre de 1402 en Segovia, lo que no cuadra con la fecha de la celebración de las Cortes . Además ofrece un documento que recoge el juramento que hizo la ciudad de Burgos y dice que fue el Viernes 6 de enero de 1402. Cfr. ROSELL, Cayetano: Crónica de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 246. Se trata de un suplemento a la Crónica de Ayala que finaliza en 1397, donde dice que el 14 de noviembre de 1402 nació la Infanta doña María en Segovia. Cabe pensar que la Infanta nació en 1401 y por tanto pudo ser jurada en enero de 1402, o que el error está en la fecha de las Cortes, y que éstas fueran en 1403, por lo tanto sería un error del escribano que al estar en los primeros días del año 1403, todavía puso el año anterior. Cfr. CAPPELLI, A.: Cronología, cronografía e ca lendario perpetuo, Milano: 1988, 6ª ed., p. 81. Según éste el Viernes 6 de enero corresponde al año 1403. 16 SUÁREZ BILBAO, Fernando: Enrique III (1390-1406), Palencia: Diputación Provincial, 1994, p. 214 y ss. 465 constituyendo un grupo de presión en la cort e castellana, muy necesario para colo car adecuadamente a sus num erosos hijos. Buscaba poder y bienes para él y sus descendientes, de modo que a la larga se creará un nuevo grupo de parientes del rey que jugarán un papel político im portante por estar situados en la cúspide de la pirám ide social. 2. SU IMAGEN P OLÍTICA A TR AVÉS DE LAS REL ACIONES CON LA IGL ESIA Y LAS CORTES. 2.1. LA IGLESIA. Como sus predecesores, defendió los fundamentos ideológicos de origen religioso y eclesiástico del poder real 17, a lo que contribuyó la educación recibida directamente de clérigos de la talla de don Diego de Anay a y Álvaro de Isorna, obispo de Cuenca, o del pro pio don Pedro Tenorio , que tuvo un protag onismo político importante, com o ya hem os visto. Existe n, adem ás, m uchos testim onios entre los cronistas acerca de su virtuoso catolicismo, su espíritu piadoso, su vida ejem plar y de las numerosas mercedes y privilegios conced idos a esta institución, por ejem plo, en El Victorial se dice que “el rey don En rique hera magnánimo y muy cathólico, e honrrava mucho las yglesias e las fiestas de Dios e de Santa María e de los Apóstoles e de los otros santos”18. Le tocó vivir un m omento delicado de la Iglesia, como fue el Cism a de Occidente. Decidió sustraerse a la obediencia del Papa de Aviñón entre 1398 y 1403, lo que tuvo repercusiones en la prom oción de be neficios eclesiásticos. Adem ás se negó a admitir en la sede de Toledo a Pedro de Luna, sobrino del pontífice aviñonen se, alegando su condición de ar agonés y por tanto extranjero. Según Nieto Soria 19, este monarca plasmó en una norm ativa extensa y pr ecisa su p retensión de res ervar para los naturales del reino el disfrute de los bene ficios ecles iásticos pr opios del país. Estas decisiones nos demuestran que defendió la independencia del poder monárquico frente a la Iglesia, institución terrena, o sea, que actuó como un monarca autoritario. En cambio, en el plano ideológico, sigue defendiendo la teoría del origen divino de la monarquía, ya que su reino le ha sido encom endado por Dios, tal y com o dice explícitam ente en su testamento: “y por poner y dexar en buen esta do la m i ánima y los reynos que É l me encomendó con la su ayuda y con la su piedad”20. El profesor Mitre21 analiza algunos testim onios en los que las virtudes de este rey casi rayan la hagiografía, lo que sorp rende, porque, entre los reyes castellanos, no fue corriente este reconocimiento; valga como ejemplo el capítulo del autor del Sumario 17 Al comienzo de su testamento hace una profesión de fe y reconoce que su poder viene de Dios: “Como quier que todos los hom bres que s on nascidos deben hacer estos conoscimientos a Dios su Criador, mucho más tenidos son los Reyes por los mayores beneficios que dél resciben, por les dar m ayor estado e poderío sobre el pue blo que han de re gir e gove rnar” (R OSELL, C.: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 264. 18 DÍEZ DE GAMES, Gutierre: El Victorial, crónica de don Pero Niño, conde de Buelna, edición Juan de Mata CARRIAZO, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 86. 19 NIETO SOR IA, Jo sé Manu el: “En rique III d e Ca stilla y la p romoción eclesiástica d el clero : las iniciativas políticas y las súplicas beneficiales (1390-1406), Archivium historiae Pontificae, 33 (1995), p. 58. 20 Colección de testame ntos y capitu laciones matrimoni ales de los Re yes de Castilla y Aragón y de algunos otros personajes, BNE, mss. 6.932, fol. 322. 21 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio : Una muerte para un rey. Enrique III de Castilla, Valladolid: Ámbito, 2001, pp. 102 y ss y p. 129. 466 de los Reyes de España, titulado “E com o fue muerto es te santo e m uy noble Rey don Enrique”. E l citado inv estigador cree, adem ás, que en este reinado se propició una mística de la realeza. Otra m anifestación de su piedad fu e el im pulso constructor que dio a las fundaciones religiosas, entre las que destacan los Jerónimos de Valparaíso de Córdoba y la segunda Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla 2.2. LAS CORTES. Las Cortes tuvieron una gran influencia política durante su minoría, pero durante su m ayoría perdieron el protagonism o que habían adquirido en el reinado anterior, aunque eran m uy importantes para el voto de impuestos, la prom ulgación de las leyes principales, y la cuestión sucesoria. Ade más en ellas se producía el diálogo entre el monarca y las ciudades que apoyaban el poder regio. Según Lope Pascual, su decadencia es noto ria debido al afian zamiento de las oligarquías u rbanas22, y Valdeón nos proporciona un ejemplo del rep liegue del poder de esta institución, cuando en 1393 se cobraron subsidios antes de ser votados en Cortes23. Vamos a repasar algunos de los aconteci mientos importantes que tuvieron lugar en las distintas Cortes. En las celebradas en Madrid de 1391 se juró y se prestó homenaje a Enrique III; des pués el rey confirm ó los privilegios, fueros, franquezas y libertades del reino. En ellas se vuelve a insistir en la f unción del rey legislador como una de las prim ordiales, también es de dest acar que se habla de “súbditos”, aunque se siga utilizando la usual fórm ula de “vasa llos y naturales”, pe ro con esta nueva expresión se enfatiza la adquisi ción de deberes inquebrantables para con el rey: “A los reyes pertenesçe dar ley es claras e çiertas po r do sean juzgados e librad os los p leitos e las contiendas que fueren entre los que son sus vasallos súditos naturales”24. Las Cortes de Madrid de 1393, son la s primeras que convoca siendo ya m ayor de edad. En ellas pres enta su prop io regim iento, hace personalm ente la prom esa de guardar los privileg ios y lib ertades de su reino y, adem ás, decide, debido a las contiendas que había habido entre sus tutores, revocar todas las gracias, m ercedes y dádivas que habían hecho. Esta decisión que tom a con ca torce años, dem uestra una fuerte personalidad y un deseo de tomar las riendas del reino. En las Cortes de Valladolid de 1405 “fue fecho el pleito e om enaje e juramento al Príncipe don Juan mío fijo primero heredero”25. 2.3. LA IMAGEN DE UN REY MODELO. Del anális is de las fuentes extraemos una i magen de rey m odélica, que bien podría calificarse de espejo de príncipes, por todas las cualidad es que reunía en su persona y en su gobierno 26. La im agen del rey com o espejo es antigua, ya la hemos visto con Alfonso X, entre otros. 22 PASC UAL MARTÍNEZ, Lope: “No tas de la Can cillería castellan a: La Can cillería Real d e En rique III”, Miscelánea Medieval Murciana, 6 (1980), p. 176-7. 23 VALDE ÓN BARUQUE, J ulio: “Las Cortes castellanas en el sigl o XV” , Anuario de Estudios Medievales, 7 (1970-71), p. 640. 24 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 517. 25 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo II, p. 545. 26 Hay autores que ven en este reinado un modelo para e l de l os Reyes Católicos, por ejemplo Suárez Fernández dice que e n este reinado se pusieron los cimientos del edificio estatal d e los Reyes Cató licos 467 Según el profesor Mitre27, la vida de Enrique III fue un modelo de gobierno para sus descendientes. Así, por ejem plo la Suma de las Crónicas de Pablo de Santa María redactada en 1413 para la educación de Ju an II, pone com o ejemplo de buen gobierno este reinado. En este m ismo sentido está la obr a de Gil González Dávila 28, dedicada a Felipe IV, en la que lo retrata de la siguiente manera: El poder y la magestad le hizieron Rey, la bondad y la virtud le hizieron padre de los suyos; y en la m uerte no le lloraron por averle perdido com o Rey si no por averle perdido com o Padre. Y lo m anifestó en el gobierno con que trató su hazienda y la causa pública de la jus ticia, pasando todo por su m ano, valiéndose de su prudencia, y de los del su Cons ejo, con los quales co municaba y resolvía sus negocios, porque sabía m uy bien, que el cuidado y la v oluntad, inclinada a tratar el Rey por su pe rsona las cosas de su corona, engendra en los vasallos amor, benevolencia, y deseos de larga vida, y obrando de otra m anera produce efectos contrarios […] Estudió m ucho en el modo de ha zer m ercedes, m irava el tiem po, a quien y porqué se hazían y así huvo para todos. En su com er, vestir y com posición de casa, y de la Reina fue templado y con el buen orden que guardava en todo, pudo juntar gran tesoro, sin echa r pedidos, ni pechos a su s vassallos, que los halló consumidos con las ocasiones que tuvieron su padre y su abuelo. Tuvo zelo en el aumento de la Fe Católica […] Honró mucho a los prudentes y sabios. Como ve mos, reúne todas las virtude s posibles para ejercer un acertado gobierno. No es extraño que lo tom aran como modelo de rey, aunque, seguram ente, el autor exagere algun as cualidades para an imar al Austria a tenerlas . En cualquier caso, podría haber escogido cualquier monarca m edieval, el hecho de que el m odelo fuera Enrique III, indica que tenía la aureola de buen rey, cumplidor de su deber de gobernante, incluso lo contrapone a Juan I y Enrique II que gravaron con m uchos impuestos a los castellanos. 3. LA IMAGEN QUE DEL REY NOS PROPORCIONAN LAS CRÓNICAS. 3.1. EL CRONISTA AYALA. Don Pedro López de A yala nació en Álava en 1332 y m urió en Calahorra en 1407. En este reinado jugó un im portante papel político pues form ó parte del Consejo de Regencia y en 1398 Enrique III le nombra Canciller Mayor de Castilla. Su principal obra son las Crónicas, ya citadas, que comienzan con el reinado de Pedro I y q ue finalizan con el de Enrique III, la cual, p recisamente, quedó incom pleta (Nobleza y Monarquía. P untos de vi sta so bre l a Historia c astellana del si glo XV, Valladolid: Universidad, 1959, p. 42. 27 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio : Una muerte para un rey. Enrique III de Castilla, Valladolid: Ámbito, 2001, p. 135. 28 GONZÁLEZ DÁVILA, El Maestro Gil: Historia de l a vi da y hechos del rey d on Enri que II I de Castilla, Madrid: Francisco Martínez, 1638, p. 8. El autor era el cronista de Fel ipe IV y dice que este estudio lo encargó el rey por la “eminencia de sus real es y rel igiosas vi rtudes”, lo que prueba que su fama de buen rey t raspasó la frontera de los siglos. 468 pues se interrum pe en 1396. Según Meregalli, aunque adicto a la dinastía de los Trastámaras, mantenía cierta independencia de criterio29. Es de resaltar la im portancia que c oncede a la boda del inf ante don Fernando, hermano del rey, en 1393, con doña Leonor, condesa de Alburquerque, realizada una vez que el monarca había consum ado su m atrimonio con Catalina de Lancaster. Es un ejemplo de lo m inucioso que era el cr onista a la hora de relatar todos los acontecimientos y parece com o si el sabio Canciller p resintiera las trasc endentales consecuencias de dich o m atrimonio; éste fue un asunto de estado pues en esos momentos era el heredero de la corona y ad emás tuvo gran repercusión en el reinado de su sobrino Juan II. Tradujo las Décadas de Tito Livio y, según él mism o reconoce en el prólogo, lo hizo por orden de Enrique III. Entre otras cosa s, recuerda al joven rey que desciende de los Godos, y, adem ás, lo com para con algunos de sus predecesores q ue le m erecen especial estima como Fernando III o Alfonso XI: Por ende la Vuestra Real M ajestad [… ] fue movida, con necessid at loada, de mandar a mí, vuestro muy humil súbdito e natural Pero López de Ayala, vuestro chanceller mayor, que de la dicha ordena nça e discip lina de cavallería, la qual los reyes e los príncipes del m undo gua rdándola en las sus batallas fueron ennoblecidos de vitorias, de la qual esto riadores ancianos escrivieron e pusieron en remembrança algunas cosas de las pa ssadas que por buena ordenança fueron notables […] m e m andastes que trasla dase un libro que es escrito por un ystoriador antiguo e famoso..el qual es llamadao Titus Livius, e plogo-vos que lo tornasse en el linguaje de Castiella […] que sea traydo agora en público porque los prín cipes e los cav alleros que lo oyeren tom en buen enxem plo e buena esperiencia e esfuerço en sý […] E el vuestro buen deseo del governam iento de vuestros regnos e súbditos, e el a mor puro e leal que vos avedes que la vuestra cavallería sea onrrada e ordenada especi almente en el vuestro tiem po, vos puso en honesta necessidat de me mandar trabajar que este libro trasladase30. Deducimos de estas palabras la intenc ión didáctica de la traducción, pues el viejo militar quiere que sirva de ej emplo para la cabal lería y el em pleo de la s armas. También consideramos interesante ver cóm o los clásicos son tom ados como modelos en la Edad Media, tal y cómo ya hemos visto en los reinados de Alfonso X o Sancho IV, lo que en el siglo XIV estaría m ás justificado pues podemos decir que nos hallam os en los albores del Hum anismo. El hecho de que fu era el rey el prom otor de la obra, entra dentro del patrocinio regio habitual, m as como en este monarca no prim a la faceta cultural, pensemos en el valor práctico del c ontenido: vencer en las batallas y, en este sentido, hay que situar el en cargo, debido al ambiente de desánim o que existía en Castilla después de la derrota de Aljubarrota, afrenta que se quiere vo lver a ev itar. En este sentido, contribuye a la im agen, ya com entada, de buen gobernante, previsor y pragmático. La obra más importante del Canciller fue el Rimado de Palacio, en ella ofrece un estudio de la sociedad del siglo XIV. Esta magna obra poética, según el propio autor, es 29 ME REGALLI, F ranco: La vida po lítica del ca nciller Aya la, Milano : Istitu to Ed itoriale Cisalp ino, 1955, p. 139. 30 LÓPEZ DE AY ALA, Pero: Las Décadas de Ti to Livio, ed. Curt J. Wittlin, Barcelona: Pu vill Libros, 1984, pp. 216-7. Según Wittlin esta obra se basa en la traducción francesa de Pierre Bersuire, y fue terminada en marzo de 1401. 469 un “sermón”, en el sentido de discurso des tinado a la ens eñanza de la b uena doctrina moral o religiosa, por eso habla de los m ales y pecados del m undo. Nos interesan las citas que se refieren al rey, y puesto que, parte de la obra fue escrita durante el reinado de Enrique III, podem os pensar que se diri ge a él. Cuando habla de “Los gobernantes” dice: Este nombre de rrey de buen rregir desçiende; quien ha buena ventura bien así lo entiende; el que bien a su pueblo govierna e defiende; este es rrey verdadero, tírese el otro dende.31 Más in teresante todavía es lo qu e dice sobre “El bu en m onarca”, cuyas principales virtudes son ser justo y honrado. Es significativo que proponga como modelo al Regimine principum de Egidio Romano, lo que nos indica que se inspiró en esta obra. P ensamos que las nueve virtud es q ue plantea com o propias de un b uen monarca son comunes a otros tratados políticos del tipo “espejos de príncipes”, pero es cierto que es fácil percibirlas, tanto durante este reinado, com o en el de su padre Juan I, aunque no podem os decir si fue el Canciller quien se inspiró en sus reyes o éstos quienes fueron influidos por sus sabios cons ejos. En cualquier caso, nos sirven como reflexión sobre la concepción m onárquica entre finales del siglo XI V y principios del siglo XV. Según este autor, hay nueve cosas por las que se puede reconocer a un buen monarca, y son: Si sus enbaxadores enbía bien ordenados Cavalleros muy buenos, doctores muy letrados […] La segunda si veen su carta mensajera, En nota bien fermosa, palabra verdadera, En buena forma escripta e con fermosa çera Çerrada, bien seellada, con día, mes e era. Si veen su moneda que es bien fabricada […] Que sean las sus villas de muro bien firmadas […] Otrosí sus posadas, que parescan rreales […] Otrosí en su rregno tenga ofiçiales onrrados […] Para servir a Dios, aya toda vegada Su capilla muy noble, rricamente apostada […] Otrosí en su consejo, aya omnes onrrados […] Otrosí sea su casa en todo muy granada32 3.2. GENERACIONES Y SEMBLANZAS. Es obra del noble caballero don Fernán Pére z del Pulgar, en la que, a m anera de memorial, escribe sobre Enrique III, Juan II y algunos grandes señores de su tiempo. En concreto la sem blanza que hace de don En rique es, según Mitre, la que crea su estereotipo33. Lo presenta com o desc endiente di recto de los reyes godos, lo que hace 31 LÓPEZ DE AYALA, Pero: Rimado de Palacio, ed. Germán Orduna, Madrid: Clásicos Castalia, 1987, p. 165. 32 LÓPEZ DE AYALA, Pero: Ibidem, pp. 237-240. 33 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio : “La fo rmación de la imagen del rey en la h istoriografía castellana del siglo XV: Enrique III de Trastámara”, 17 Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Madrid: 1992, tomo II, p. 1131. 470 que considere su linaje com o extraordinario e ntre los rey es cristiano s por la lar ga sucesión, es una m anera origin al de evidenciar la im agen sagrada de la m onarquía, porque el linaje real es el resu ltado de la el ección divina y, por lo tanto, tam bién tiene un carácter legitim ador. Tam bién nos hace d e él un retrato físico y p sicológico muy completo, en el que predomina la imagen de “doliente” con que ha pasado a la Historia: Fue de m ediana es tatura, e asaz de buena disp osición; fue blanco e ru bio, e la nariz un poco alta. Pero quando llegó a los diez e siete años ovo muchas y grandes enferm edades, que le enflaqueciero n el cuerp o e le dañaron la complesión, e por consiguiente se le dañó e afeó el semblante, no quedando en el primero parecer, e aun le fueron cau sa de grandes alteraciones en la con dición, ca con el trabajo e aflición de la lue nga enferm edad, hízose m ucho triste y enojoso. Era muy grave de ver e de muy áspera conversación, ansí que la m ayor parte del tiempo estaba solo e malenconioso. También lo describe como rey. Dice que fue muy temido, que ordenó muy bien la Hacienda, reinó con justicia y supo elegir buenas personas para su Consejo, y tuvo el reino “pacífico y sosegado”, aunque, para este autor, estas úl timas no parecen ser buenas cualidades, pues podemos advertir un tono crítico cuando dice que “él nunca ovo guerras ni batallas en que su esfuerzo pudiese parescer” 34. Com o el m ismo Pérez de Guzmán dice en el prólogo de su obra, su finalidad no es lisonjear a los reyes como hacen los cronistas, y es cierto que el retrat o presentado co nsta de v irtudes y defectos, por lo que podría ser considera do realista; en él se encuentran las cualidades de buen gobernante que ya hemos comentado en apartados anteriores: justo, buen administrador, buenos cons ejeros, pacíf ico, pero p arece que su apariencia física era d esagradable al igual que su carácter, aunque atribuibles am bos a la enferm edad, como justifica el escritor. Contundente prueba de que su intención no er a lisonjear a los reyes la encontramos en el retrato que hace de la reina doña Catalina: Fue esta Reyna alta de cuerpo, m ucho gruesa, blanca e colorada e rubia, y en el talle y meneo del cuerpo tanto parecía hombre como muger. Fue muy honesta e guardada en su persona e fam a, e liber al e m agnífica, p ero m uy som etida a privados e regida dellos, lo qual por la mayor parte es vicio común de los Reyes: no era bien regida en su persona. Ovo una gran dolencia de perlesía, de la qual no quedó bien suelta de la lengua, no libre del cuerpo. 3.3. EL VICTORIAL. Esta crónica tiene gran interés porque relata sucesos de los que no tenem os noticias en otras f uentes35, en conc reto nos hab la de las a ctividades m arítimas de Castilla, pues precisam ente encargó a don Pe ro Niño que aparejase galeras en Sevilla para luchar contra los corsario s, lo que nos indica que este rey tenía visión de futuro al apoyar la m arina. Ta mbién habla con detall e del gran torneo de Tordesillas, que organizó el rey para celebrar el n acimiento de su hijo y heredero, en el que participaron “los mayores cavalleros de Castilla”; es te tipo de celebraciones ya las hem os visto en 34 Las citas tex tuales co rresponden a RO SELL, Cayetano : Crónicas de l os Reyes de C astilla, Madr id: BAE, 1953, tomo 68, pp. 699-700. 35 Los dos s ucesos que vamos a com entar e stán en El Vi ctorial, cr ónica de d on Per o Niño, c onde d e Buelna, por Gutierre Díez de Games, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 99 y p. 139. 471 otros reinados, de manera que continúa la tradición de la monarquía castellana de hacer fiestas como propaganda de su dinastía ante el pueblo. 3.4. LA GENEALOGÍA DE LOS REYES. Obra escrita por el obispo Alfonso de Cartagena durante el reinado de su hijo Juan II, capítulo en el que hablaremos de ella extensam ente, aunque se term inó y se ilustró en el reinado de Enrique IV. Nos inte resa el dibujo que hay de Enrique III en el ejemplar del AHN 36 [fig. 1], aparece sentado en u n trono, en realid ad la gran silla real, lleva corona y en la mano izquierda sujeta una gran espada que representa el celo por la justicia que mostró este rey; está en majestad, es decir, en posición de ostentar el poder soberano de su reino; se le ve joven y en act itud pacífica, tal y com o fue su reinado. Ésta es la imagen que de él tuvieron sus contemporáneos, como hemos visto a través de los cron istas, la cua l se transm itió ya desde e l m omento de su m uerte, pues el au tor pudo tener infor mación de prim era m ano, dada la proxim idad en el tiem po. Aunque parece el es bozo de un dibujo, ya dem uestra la proximidad del estilo renacentista, en cuanto a volumen, perspectiva y naturalismo. 3.5. CHRONIQUES DE JEAN FROISSART. Esta crón ica francesa que relata la Gu erra de los Cien Años y que, en este contexto, incluye acontecimientos ocurridos en la Penínsu la Ibérica, como ya vim os en el cap ítulo de Enrique II, en su lib ro IV 37, compuesto entre 1390 y 1404, narra la s relaciones entre Inglaterra y Francia en los últimos años de l siglo XIV, y en ese marco hay referencias a la po lítica castellana, en c oncreto en el capítulo XIX, titulado “De la muerte del rey Juan de Castilla y de la coronación del rey Enrique su hijo”, donde se relata como el matrimonio del príncipe Enrique con la hija del Duque de Lancaster selló la paz entre Castilla e Inglaterra, además de la entronización de Enrique III. De este lib ro IV se con serva en la British Library el manuscrito Harley38, es un ejemplar flam enco, en dos volúm enes que data de 1460-1480, ricam ente ilum inado, con un total de ochenta m iniaturas, cada una ilustra uno de los capítulos y ponen de relieve lo que se narra en ellos. Vamos a com entar la miniatura que recoge la coronación de Enrique III 39 [fig. 2], aunque no hay ningún dato que nos perm ita establecer la corre spondencia de lo representado con la realidad, de hecho sa bemos que este rey fue proclam ado como tal en 1493, pero no fue coronado, como era usual en Castilla. Iconográficamente es similar a la miniatura que recoge la coronación de Enrique IV de Inglaterra 40, por eso hay que pensar que se ha producido un fenóm eno de transposición cultural, y el a rtista ha representado al monarca castellana a la manera inglesa o francesa que es lo que conocía. La escena que nos ocupa es de gran calidad artística, aunque se pue da inscribir en el gótico in ternacional, ya tiene elem entos rena centistas co mo el uso de la persp ectiva lineal, el buen estudio volumétrico de las figuras y la composición, además tiene un rico 36 AHN, Códices 983 B, fol. 43r. 37 FROISSART, Jean: Chroniques, París: Societé du Panthéon Littérare, 1842-1852, tomo 3. 38 HARF-LANCNER, L. et LE GUAY, M.L.: “L’Illustration du Livre IV des Chroniques de Froissart: les rapports entre texte e image”, Le Moyen Age, XCVI (1990), pp. 93-112. Cfr. CO ULTON, G. G.: The chr onicler of Eu ropean Chivalry, London: St udio, 1930. En este se reproducen en b lanco y n egro todas las miniaturas del manuscrito Harley (British Library, Harley mss. 4379-4380) 39 British Library, Harley mss, 4.379, fol. 112v. 40 British Library, Harley mss, 4.379, fol. 186v. 472 colorido como corresponde a la escuela flam enca. Pero el m ayor interés para nuestro estudio radica en la im agen que representa, aparece el rey en el centro, sentado en un trono con dosel, elevado sobre una gran tari ma, lleva una rica corona de oro y piedras preciosas y en su m ano izquierda porta el cetro, tam bién de oro, apenas perceptible por el colorido dorado de su traje, a ambos lados dos altas dignidades de la Iglesia le están bendiciendo, da la im presión de que son e llos quienes le h an impuesto la corona, algo totalmente ajeno a la tradición castellana; en el g ran salón ap arecen los cortesano s que portan los s ímbolos políticos m ás relevan tes: la espada, el yelm o con la corona, el escudo del rey con el cuartelado de Castil la y León, aunque los colores nos son los adecuados pues el león no aparece sobre el fondo blanco que le corresponde, lo mismo ocurre con el gran estandarte con los casti llos y leones, adem ás hay otro pendón con el busto de tres reyes coronados , que podrían ser los tres repr esentantes de la dinastía Trastámara hasta ese mom ento. Aunque hay er rores iconográficos, la importancia que se le da a los pendones reales sí que es una característica de la m onarquía castellana, que por el contrario no aparecen en la m iniatura similar del rey inglés, a la que hemos aludido. Se puede decir que, aunque la ceremonia no corresponda a la realidad, sí que capta la im agen solem ne de la realeza con sus principales atributo s y su estrecha relación con la Iglesia que legitima su autoridad, a pesar de que pequeños detalles ponen de relieve que es un monarca castellano, la interpretamos como una imagen genérica de la realeza bajomedieval que tiende a convertirse en autoritaria. 4. LA IMAGEN DEL REY EN SUS DOCUMENTOS. 4.1. LOS PRIVILEGIOS RODADOS. Son m ás escasos que en los reinados de sus predecesores, lo que indica que concede menos mercedes, pero también sabemos, como acabamos de ver, que se pueden utilizar otros tipo s d ocumentales para las concesion es. Form almente hay po cas novedades en el signo rodado; el círculo central no tiene cruz , la rueda aparece inscrita en un cuadrado y en las enjutas ap arece una rica deco ración de tip o vegeta l. En la intitulación hay que reseñar que ya no aparece el reino de Portugal como ocurría en los de Juan I, puesto que ya no hay ninguna justif icación para su m ención, tampoco hay ninguna incorporación territorial. *1392, febrero, 20. Burgos41. El Rey confirm a a los clér igos de la ig lesia de Sevilla la e xención de tribu tos concedida por su padre el rey Juan I. Corresponde a la etapa de la regencia y es nuevam ente una m erced para la Iglesia, en este caso una confirm ación, lo que es normal en este tipo de diplom as, como venimos viendo en todos los reinados. En es te caso el joven rey pide a los clérigos beneficiados que recen por el alma de su padre y por su salud: E yo el sobredicho rey don Enrique, con acu erdo e abtoridat de los m is tutores e regidores de los m is regnos, por fazer bi en e merçed a los dichos clérigos de misa e de e vangelio e de epístola del dicho arçobispado, así a los que agora son commo a los que serán de aquí adelan te, para siem pre jam ás, porque sean 41 ACS, sec. IX, c. 116, nº 42. (Reco gido en BORRERO FE RNÁNDEZ, Mercedes: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a t ravés del privilegio rodado, Sevilla: Ayuntamiento-Universidad, 1995, documento 80) 473 tenidos de rogar a Dios por la m i vida e por el ánima del dicho rey don Juan, m i padre e m i señor, que Dios perdone, e por m i salud, tengo por bien e es mi merçed. En el aspecto for mal es muy interesant e [fig. 3]. El signo rodado presenta en el centro el cu artelado y e n la p rimera orla la trad icional leye nda: “S igno del Rey Don Enrique”, y en la externa los confirmantes. “Iohan Furtado de Mendoça, Mayordomo Mayor del Rey, Confirm a. Iohan Gonçalez de Avellaneda, Alfér ez Mayor del Rey, Confirma”. Está enm arcado en un cuadrado en cuyas enju tas tiene decoración vegetal; es muy decorativo, alternando el rojo con el m arrón, al igual que en los nom bres de los reyes, de Dios y de la Virgen María. Pero lo más importante para nuestro trabajo es que en lugar del crism ón aparece la rep resentación del rey; está sent ado en un escaño sobre cojín, de perfil, lleva corona, una espada le vantada en la m ano derecha, y con el dedo índice de la izquierda parece qu e se dirige a los escribanos para d ictarles el conten ido del docum ento, por lo tanto podríamos decir que es una im agen de a utor; llam a la atención que es la representación de un j oven rubio, barbilampiño, como corresponde a un rey m enor de edad; no obstante, no creem os que sea un retrato realista porque es muy poco detallista, pero sí es importante que quiera transmitir la imagen de Enrique III en concreto. Adem ás, resulta m uy decorativo gracias a la co mbinación del ocre, rojo y verde pistacho. Este detalle c onvierte este privilegio en un documento precioso, en el que el rey s e hace presente visualmente, pa ra dar mayor autenticidad a la m erced que concede a quien se la merece. Esta representación figurativa, junto con el signo real y el sello de plomo son elem entos fundamentales porque son la im agen simbólica del rey, cuya autoridad, de origen divino, queda patente. *1392, febrero, 20. Burgos42. El Rey confirma la donación que hicieron los reyes sus antecesores de la villa de Briviesca a Pero Fernández de Velasco. Al igual que el anterior com entado, es una confirmación de una m erced, en este caso a un miem bro de la alta nobleza. Durant e las minorías era usual esta práctica para mantener la adhesión de los privilegiados a la monarquía, en unos m omentos que s e suponían de debilidad. En esos mom entos se celebran cortes en Burgos, que es denominada com o “cabeça de Castilla”. Llam amos la atención sobre la ausencia de invocación monogramática, y la colocación en su lugar de la letra capital E, decorada, pero pobremente. Los nombres sagrados y los de los reyes aparecen destacados co n los tradicionales cartuchos, en este caso, aparece doña Catalina como reina regente que es. 4. 2. OTROS TIPOS DE DOCUMENTOS. Son m uchos los tipos docum entales lib rados por la persona del rey ya que conviven los antiguos con los nuevos modelos que se van imponiendo en el despacho de la Cancillería. A título indicativo citarem os algunos casos, tanto en pergam ino como en papel. *1401, julio, 1. Valladolid43. Privilegio en que el Rey confirma los votos de Santiago y obliga a los vecinos y moradores de Toledo, Extremadura, Andalucía, Murcia y Badajoz a pagarlos. 42 AHN, Sigilografía, armº 8, caj. 122, nº 4. 43 Arc hivo C atedral Sa ntiago, C art. 9 ª, nº 10. (recogido en Los Rey es y Sa ntiago. Exp osición de documentos reales de la catedral de Santiago de Compostela, Santiago: Xunta de Galicia, 1988). 474 Sirva como ejemplo de su protección a la Iglesia. *1394, diciembre, 20. (s.l.)44. Carta de privilegio y confirmación del Rey al monasterio de Guadalupe para que no paguen servicios de montazgos ni otros servicios. Es significativo que a la hora de confirm ar las m ercedes anteriores, se refiera a sus predecesores con toda dignidad, por ejem plo, “el rey don Iohan mío padre”, pero en cambio en la inserta de Juan I se dice “v imos una carta de don Pedro”, o sea, que a Pedro I no le da el título de rey, lo que ind ica la anulación que intentaron hacer los primeros Trastámara de la figura del rey muerto en Montiel. Presenta un aspecto lu joso porque tiene una letr a inicial S m iniada con decoración de tipo menuda que recuerda la fi ligrana con rasgueo de influencia francesa, influencia que tam bién se puede apreciar en la orla de roleos delicados que cubre el margen izquierdo y el superior. El nombre del rey no aparece inscrito en el tradicio nal cartucho, pero sí aparece con letras más grandes y coloreadas, así como los astiles de las letras de la primera línea. *1399, marzo, 18. Illescas45. Carta de privilegio y confirm ación dada por el Rey a la v illa de Olv era de lo s mismos privilegios que habían sido con cedidos anteriorm ente a los pobladores del concejo de Teba. Tiene la particularidad de que en la intitu lación se presenta en unión de la reina doña Catalina y de su hermano el infante don Fernando, dado que en esos momentos era el heredero. Ade más va refrendado por Pe dro López de Ayala “chançeller m ayor del Rey”. En el aspecto formal es muy vistoso pues presenta la E inicial finamente decorada con elem entos geom étricos y vegetales, así co mo los nombres del rey, reina, infante, Dios y María pintados en dorado sobre fondo azul, colores am bos ligados a la simbología monárquica. El contenido es el típico de las mercedes reales, que Enrique III concedió, aunque menos que sus predecesores. *1401, abril, 18. Valladolid46. Carta de privilegio y confirm ación del Rey a Juan de Velasco de un albalá anterior, en el que le hací a la m erced de 8.800 m aravedís por juro de heredad de las alcabalas y otros im puestos de los lugares que le pertenecen en la Merindad de la Bureva. En este caso, Juan de Ve lasco, que es camarero mayor del rey, es el destinatario del privilegio. En cuanto al contenido no hay ningún elem ento nove doso, pero en el aspecto formal sí. Es un ejemplar muy interesante, pues no hemos visto ninguno similar en todos los reinados estudiados, afirm ación que radica en la decoración de la S inicial [fig. 4]. Es una gran letra capital de co lor m orado enm arcada por un rectángulo de 10x11, con motivos vegetales m enudos de color ro jo que presenta el retrato del rey, no pensamos en un retrato físico pero sí gené rico y, aunque es atípic o porque no porta la corona ni ningún otro sím bolo característico de la realeza, hay elementos que, en nuestra opinión, atestiguan que es el soberano: tiene un rostro joven y Enrique III en ese año tenía veintidós años, tiene m elena rubia llamativa por la disposición de sus puntas hacia fuera, va lujosamente vestido con una túnica de color ocre con manga abullonada de la que asum a un puño acam panado de colo r gris, y llev a en la cabeza y atado a su 44 AHN, Clero, carpeta 398, nº 20. 45 AHN- Nobleza, Osuna-Béjar, carp. 10, nº 9. 46 AHN, Sigilografía, Armº 8, caj. 122, nº 7. 475 cuello un casco de color rojo rem atado por una estilizada pluma del mismo color, pero, sobre todo, la situación de esta figura es la que ha ocupado la representación de los monarcas en los docum entos, y la posición de su dedo índice seña lando al texto nos lo presenta como el intitulante, por lo que no puede ser otro que el propio rey. Desde el punto de vista artístico, es una figura de gran calidad, las facciones del rostro están bien dibujadas, tanto la cara com o la mano son del color marfileño del pergamino, pero está sin terminar de pintar, a pesar de lo cual resulta un hermoso ejemplar. La riqueza de esta carta se podría explicar por la importancia del destinatario, el Conde de Haro, uno de los nobles más influyentes en el reino, quien tendría gran interés en resaltar esta merced tan beneficiosa para su patrimonio. *1404, junio, 9. León47. Carta de merced en la que el Rey manda a los encargados de recaudar las tercias de Cevico de la Torre y de Portillo que entreguen al Estudio de la villa de Valladolid las cuantías que le había asignado para el so stenimiento de las cátedras fundadas desde antiguo y las nuevas de Teología, Filosofía y Física que él ha creado. Es de des tacar po rque dem uestra el in terés d e Enrique III por los Estudios Generales de Valladolid a los que destina fondos, lo que es una manera de exteriorizar su atención y protección a la cultura del re ino. Esta faceta refuerza su im agen de gobernante con visión de futuro. *1392, agosto, 1848. Albalá en el que el Re y ordena a sus contadores m ayores que libren la correspondiente carta de merced al concejo de la ciudad de Murcia: Que yo por fazer bien e merçed a la noble çibdad de Murçia que es mi merçed de le quitar de los m aravedís que me an a dar en serviçio por las monedas del anno que pasó. Como corresponde a su Minoría, en la in titulación recoge es ta circunstancia: “Yo el rey con acuerdo e otoridad de los m is tutores e regidores de los m is regnos”, y como siempre, en estas circuns tancias de de bilidad de la instituc ión m onárquica, abundan las mercedes. *1398, marzo, 1549. Albalá por el que el Rey concede a don Pedro López de Ayala la tenencia del castillo de San Servando, cerca de Toledo. Como es característico de es te tip o di plomático, lleva la intitulación “Yo el Rey”, así com o su firm a autógrafa [fig. 5] . Es una m erced que el rey le con cede haciendo uso del poder propio de un monarca autoritario: Dovos que tengades por m i tenençia, agor a e daquí adelante, en quanto la m i merçet quiere el m i cas tiello e fortalesa de Sant Servando […] e por este m i 47 Arc hivo Histórico Provinci al y Unive rsitario de Valladolid. Sección Uni versidad, carpeta 5, nº 3. (Recogido en RUIZ A SENCIO, J .M. y otros: Documentos real es me dievales de l a uni versidad d e Valladolid, Valladolid: Universidad, 1987) 48 AMMu, Actas Capitulares, año 1392-1393, fol. 101 r-v . (Recogido en PASCUAL MARTÍNEZ, Lope: “Notas de Cancillería castella na: La Cancillería real de Enrique III”, Miscelánea Medieval Murciana, 6 (1980), pp. 201-2.) 49 Recogido en LEÓN TELLO, Pilar: Inventario del Archivo de los Duques de Frías, Madrid: Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1967, vol. III, p. 213 y lámina VIII. 476 alvalá vos m ando e do todo m ío poder cumplido para que podades entrar e tomar. *1394, junio, 21. Valladolid50. Asiento y capitulación jurada que se otorgó entre Enrique III y don Fadrique, Duque de Benavente, sobre que éste le serv iría con fidelidad y le haría restituir lo usurpado a la Corona, es decir Rioseco, Tordesillas y sus castillos. Es m uy curioso este docum ento por su contenido. Pone de m anifiesto el sometimiento de un poderoso noble al rey, lo qu e es un ejemplo del dom inio que tenía don Enrique sobre su reino. En él se habla de lealtad y fidelidad al rey, a cambio éste le concede al duque una com pensación económica, como cor responde a unas relaciones, todavía en muchos aspectos, de tipo feudal: Don Fadrique, duque de Benavente juró sobr e la señal de la crus e los Santos Evangelios con su m ano derecha corporalmente tañidos et fiso pleito e om enaje en las m anos del dicho m aestre de Sa ntiago de am ar e guardar enteram ente serviçio del Rey et de guardar la su persona e la su corona et nunca será contra la su persona ni en dessasimiento de la su corona […] Plase al Rey de otorgar el dicho pe rdón con condiçión que el duque guarde e tenga todas las cos as e cada una d ellas de suso en este instrum ento contenidas […] Plase al Rey de le a çrescentar çiento e veyn te mill maravedís así que tenga dé l por todo medio cuento”. *1404, abril, 12. Valladolid51. Escritura de fundación de Mayorazgo por Enrique III a favor de Gómez Suárez de Figueroa, mayordomo mayor de la reina, Documento especialm ente interesan te para nuestro trabajo porque contiene la facultad real para instituir un mayorazgo; en el principio está inserto un albalá en el que dice “do vos liçençia e abtoridat de mi absoluto poderío real e çierta sabiduría”, fórmula interesante porque es novedosa; la expresión “poderío absolu to” es significativa de su concepción monárquica, puesto qu e alud e a la ju risdicción civ il y m ilitar que le corresponde, además ya nos anuncia el modelo autoritario que defenderán sus sucesores y, por ejemplo, en los reinados de Juan II y de Enrique IV este tipo de fórmulas alusivas al poder absoluto del monarca serán m uy frecuentes. El estudio del aspecto form al del diploma también es importante porque está ricam ente decorado [fig. 6]; presenta una orla m uy herm osa llena de elem entos florales, pero lo que da m ayor relevancia al documento es que la letra capital S, que inicia el texto, está bellam ente miniada y en su interior con tiene la rep resentación gráfi ca del rey en pos ición m ayestática: ap arece sentado en un gran trono con respaldo, lleva co rona, porta el cetro de oro en la mano izquierda mientras apoya su mano derecha sobre un gran mundus también de oro, va lujosamente vestido. Al igual que las analizad as anteriormente no pa rece realista, sino genérica, es decir, es la im agen del rey co mo institución con todos los emblem as de su poder. Cabe pensar que la belleza y riqueza del documento corresponda a los deseos del que recibe la conces ión de m ayorazgo, que es tan im portante para la fam ilia, por eso quiere llamar la atención sobre su contenido y dejar patente la intervención directa del rey. 50 AGS, Patronato Real, 11-67. 51 ADM, Sección Feria, leg. 3, doc. 15R. 477 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES. 5.1. LA IMAGEN EN LOS SELLOS. Como elemento validativo de m uchos documentos reales, en esp ecial de lo s privilegios rodados, es un elem ento que tien e gran in terés para nuestro trab ajo p ues completa la im agen que de él nos da el c ontenido y el aspecto form al de los diplom as regios. Po rque, adem ás, la im agen que aparece en los s ellos es la que el m ismo rey quiere trans mitirnos. En este caso sorprende que el “doliente” Enriq ue III esco ja el modelo ecuestre, pero, según Teófilo Ruiz 52, se debe a que es un mom ento de estabilidad dinástica. Vamos a ver las características de un ejem plar del Archivo Municipal de Ágreda53 [fig. 7], que se repiten en todos los qu e hemos visto de este reinado. En el anverso aparece la imagen ecuestre del rey, va vestido con mallas y armadura y lleva en la cabeza sombrero de hierro , en la mano izquierda levanta una espada desnuda de hoja ancha y en la derecha parece que lleva un pequeño escudo triangular, tiene además una cruz en el pecho, lo que indica su profunda religiosidad y podría interpretarse como que es un luchador en defensa de la fe de Cristo; el caballo, cuyo capara zón flotante está blasonado en la parte q ue cae sobre el anca co n los castillos y leon es, corre hacia la izquierda; la leyenda dice: S. EN RICI DEI GRACIA REGIS CASTELLE ET LEGIONIS. En el reverso parece el cuarte lado dividido por una cruz lobulada en sus extremos, la leyenda es la misma que la del anverso. Los sellos de placa presentan el cuartelado de Castilla y León. Deducimos de sus sellos, que Enrique II I se quería presentar com o un rey fuerte dispuesto a luchar po r mantener su reino estable y desafiar a los posibles enem igos de dentro o de fuera, adem ás de m ostrar su id eal cristiano puesto que es el delegado de Dios en su reino, en definitiva, es la im agen militar la que predom ina, lo que resu lta llamativo si tenemos en cuenta su naturaleza enfermiza, quizás por eso elige una imagen de fortaleza en la que s e manifiesta como señor de sus estados y con la que sigue la tradición castellana. 5.2. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LAS MONEDAS. Hay una gran variedad de m odelos. Continúa e mpleándose el m odelo que representa la cabeza del rey, tanto de frente como de perfil, tam bién el que tiene los símbolos de los re inos, es decir el castillo en e l anverso y el león en e l reve rso. E n cambio, hay algunas novedades peculiares, signif icativas de la im agen que Enrique III en concreto quería dar a sus súbditos, en tanto que monarca cristiano, que en realidad no difiere de la de sus pred ecesores, pero sí hay diferencias ico nográficas como vamos a ver a continuación [fig. 8]54. Moneda que tiene en el anverso dentro de una orla de oc ho sem icírculos las siglas HEN coronadas por una gran corona rematada con una cruz, cuya leyenda dice: 52 RUIZ, Teófilo: “L’im age du pou voir a trav ers les sceau x de la m onarchie castillan e”, en Génesis medieval del estado moderno: Castilla y Nàvarra (1250-1370), Valladolid: Ámbito, 1987, p. 225. 53Recogido e n CASA M ARTÍNEZ, C arlos de l a: Colección si gilográfica del Arc hivo Municipal de Ágreda, Soria: Ayuntamiento de Ágreda, 1983, nº 10). Hay otros similares, pero éste está en buen estado. Muy similar es un ejemplar: 1391, abril, 20. Cortes de Mad rid (AHN, Sigilografía, armario 8, caja 122, nº3). 54 HEISS, ALOISS: Descripción general de l as m onedas hispano-cristianas des de l a i nvasión de l os árabes, Zaragoza: Luis Marquina, 1962, Tomo I, lámina 10, nº 10 y nº 19, 478 XPS VINCIT XPS RE GNAT; en el reverso las armas de Castilla y León a cuarteles con la leyenda: ENRICUS DE I GRACIA R EX C ASTE. Nuev amente alus iones a la divinidad que le confiere la autoridad de gobernar; y la corona como símbolo más claro de la monarquía sobre sus iniciales para hacer sus monedas inconfundibles. Otra pecu liar es la que presenta en el anverso la cabeza del rey, coronada de perfil, con la leyenda: ENRI CUS REX LE GIONIS, y en el reverso una gran cruz que divide el campo en cuatro partes, en las que aparecen las primeras letras de su nom bre ENRI, con la leyenda: ENRICUS REX CASTE LLE. Nuevamente el símbolo cristiano ocupa una posición muy destacada, y llama la atención que se intitule rey de León antes que de Castilla, aunque es el más antiguo, pero no es lo usual. 5.3. EL SEPULCRO DEL REY. Él mismo había dejado dispuesto en su testamento lo siguiente: E mando quel mi cuerpo sea enterrado en el hábito de San Francisco en la Iglesia catedral de Santa María de Toledo en la capilla donde están enterrados los cuerpos de m is abuelo e abuela y el rey don Juan m i pa dre e la reyna doña Leonor, mi madre, que Dios perdone55. Efectivamente Enrique III y su esposa Catalina de Lancaster están enterrados en la Capilla d e los Rey es Nuevos de la cated ral de Toledo, que constituía el panteón familiar de la dinastía Trastám ara. Según Pérez Higuera 56, los sepulcros se hicieron en fecha inmediata a su m uerte en 1406, por un maestro Luys, que tam bién realizó los de Enrique II y Juana Man uel, los cuatro pres entan una absolu ta similitud, por lo tanto el programa iconográfico corresponde al deseo del rey que nos ocupa, de modo que nos transmite la imagen que él quería dar de sí mismo y de su esposa. Hay un gran contraste entre la rica indumentaria del fundador de la dinastía y el atavío monacal de Enrique III, quien en su testamento expresó su deseo de ser enterrado con el hábito franciscano puesto que era muy devoto del santo de Asís. Según Mitre Fernández57 en este sepulcro predom inan los sím bolos religiosos sobre los del poder político porque el rey quiere transmitir una imagen de piedad y escrúpulo, porque él es rey pero también es hombre, adem ás el hábito franciscano supone una suerte de entrada in extremis en la vida religiosa. Recogemos las explicaciones que sobre este monumento fúnebre presentan Ruiz Mateos-Monzón-Espino. Según estos inves tigadores, el rey presenta un rostro idealizado, y su háb ito franciscano y el dom inico de la re ina se entienden por el valor salvífico que tenían las órdenes mendicantes en aquel tiempo; además las inscripciones de ambas efigies g losan los hechos reales. Del rey se exalta que “diez y seis años q ue reinó fue Castilla temida y onrrada”, y de la reina su genealogía “nieta de los justicieros reyes el rey Duarte de Ynglaterra y el rey don Pedro de Castilla, por la qual es paz y concordia puesta para siem pre”. Se pue de decir que am bas tienen un im portante significado político58. 55 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 264. 56 PÉR EZ H IGUERA, M ª Te resa: “Los sep ulcros de R eyes N uevos. C atedral de Toledo”, Tekné, 1 (1985), p. 132. 57 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio : Una muerte para un rey. Enrique III de Castilla, Valladolid: Ámbito, 2001, p. 88. 58 RUIZ MATEOS, Aurora, & PÉREZ MONZÓN, Olga, & ESPINO NUÑO, Jesús: “Las manifestaciones artísticas” en Orígenes d e l a Mona rquía Hispánica: propaganda y leg itimación (140 0-1520), Ma drid: Dykinson, 1999, pp. 363-4. 479 El rey [fig. 9] aparece con el hábito franciscano reconocible por los nud os del cordón, la faz delgada y rasu rada, lleva corona y una espada en sus m anos como distintivos del poder. La reina lleva corona y tocas que le cubren el cuello, en su m anos un libro y un rosario, en el alm ohadón sobre el que reposa su cabeza se advierte u na decoración que im ita una tela bord ada con los castillos y leones, em blemas del reino, que recuerdan las telas “a com pás” de la época de Alfonso X, nueva mente vemos los emblemas heráldicos utilizados como medios de propaganda política. En conclusión, la imagen que nos transm ite es la de unos re yes cristianos que han hecho de Castilla un reino estable y poderoso, porque los sím bolos religiosos tienen un significado político: son vicarios de Dios. 6. LAS OTRAS IMÁGENES DEL REY DOLIENTE. El apelativo de “El Doliente” se deb e a su enfer medad, que le acom pañó desde muy joven, y de la que todos los cronistas dan testimonios. Pero sus limitaciones físicas dieron mayor valor a su esfuerzo por sobreponerse a su mala salud y ejercer el gobierno con responsabilidad. Por lo ta nto contribuyeron a resaltar sus virtudes, entre las que encuentran: poseer un recto sentido de la justicia, administrar bien la hacienda del reino, mantener la paz y ser muy religioso. Virt udes que hem os visto que aparecen en el Rimado de Palacio como ideal que debería cumplir un monarca, y que le han llevado a convertirse en un rey modélico. A demás como dice Mitre: “el reinado de Enrique III supone para los más diversos autores la remembranza de un tiempo pasado que tiende a contraponerse a las lim itaciones del presente” 59. Pero por otra parte, es un m onarca desconocido, aquí tenemos una aparente cont radicción: fue m odelo de rey para los Reyes Católicos, para F elipe IV, pero despué s cayó en el olvido y, en la actualidad, es de los menos conocidos de entre los monarcas castellanos de la baja Edad Media. Creemos que su princip al legado po lítico fue la estab ilidad dinástica que aportó con su matrimonio con la nieta de P edro el Cruel, aunque fuera preparado por su padre Juan I; así sus descendientes ya no tuvieron el estigm a de la dinastía bastarda. En este sentido también incluimos las referencias a ser descendiente de los reyes godos, lo que refuerza su legitimidad. Consiguió así la esta bilidad política al rei no, lo que junto a su responsable acción de gobierno y visión de futu ro al buscar la modernización del país a través de la universidad y la m arina, por ejemplo, dejaron en sus contem poráneos la imagen de un buen rey, puesto que Castilla prosperó bajo su mandato. 59 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio : Una muerte para un rey. Enrique III de Castilla, Valladolid: Ámbito, 2001, p. 102. 480 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS EENNRRIIQQUUEE IIIIII 481 Fig. 1 Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartgena AHN, Códices 983 B, fol. 43r 482 Fig. 2 Chroniques de J. Froissart. Libro cuarto BL, Harley, mss. 4379, fol. 112v 483 Fig. 3 Privilegio rodado y detalle ACS, sec. IX, c. 116, nº 42 484 Fig. 4 Carta de privilegio y confirmación. Letra capital AHN, Sigilografía, armº 8, caj. 122, nº 7 Fig. 5 Albalá Pilar LEÓN TELLO: Inventario del Archivo de los Duques de Frías, vol. III, p. 213, lámina VIII 485 Fig. 6 Escritura de fundación de Mayorazgo a favor de Gómez Suárez de Figueroa Detalle de la letra capital ADM, Sección Feria, leg. 3, doc. 15R 486 Fig. 7 Sello. Anverso y reverso Archivo Municipal de Ágreda, nº 10 Fig. 8 Monedas. Anverso y reverso A. HEISS: Descripción general de las monedas hispanocristianas desde la invasión de los árabes, Tomo I, lámina 10 487 Fig. 9 Sepulcro de Enrique III y Catalina de Lancaster Capilla de Reyes Nuevos (Catedral de Toledo) 488 JJUUAANN IIII JUAN II DE CASTILLA (1406-1454) 489 ÁRBOL GENEALÓGICO DE JUAN II LEONOR DE ARAGÓN JUAN I CATALINA DE LANCASTER ENRIQUE III FERNANDO DE ANTEQUERA LEONOR DE ALBURQUERQUE JUAN II (1406-1454) MARÍA DE ARAGÓN ISABEL DE PORTUGAL ENRIQUE MARÍA JUAN ALFONSO ENRIQUE IV ISABEL ALFONSO 490 1. CLAVES DE UN LARGO REINADO. 1.1. LA MINORÍA. 1.1.1. BREVE RESEÑA. Nació en Toro en 1405, y en conm emoración se celebraron en Tordesillas grandes festejos, entre los que destacó “un torneo m uy famoso, en que entraron los mayores cavalleros de Castilla”, relatado en la Crónica de don Pero Niño1, lo que es un ejemplo del afán propagandístico con que la monarquía celebraba sus actos solem nes; como era habitual, en todas las ciudades e hicieron procesiones y fiestas. Tuvo la fortuna de unir en su persona todas las ram as dinásticas que habían aspirado al trono de Castilla y, como dice Valera “en este rey se purgó qualquier defeto que oviese en la genealogía de los reyes antepasados dél” 2, porque era descendiente del infante don Alfonso de la Cerda y bisnieto del rey Pedro I. La prematura muerte de Enrique III dejó un heredero de dos años de edad, que fue alzado rey en Toledo, donde se estaban celebrando Cortes. El infante don Fernando el de Antequera fue quien lo proclamó: Cabalgó en una m ula, e tom ó el pendón del Rey en la m ano e andubo por la dicha çibdad de Toledo llam ando a grandes bozes él e los otros que iban con él: ¡Castilla, C astilla por el Rey don J uan!. E diziendo él. Señores, si fasta aquí fuestes buenos, sed buenos de aquí adelante e leales a m i señor e m i sobrino el Rey don Juan. E después andubo por la dicha çibdad c on el dicho pendón, mandolo poner en el dicho alcázar de Toledo, ençima de la Torre del Omenage3 Se inició una larga regencia y de acuer do con el testamento del rey fallecido, los regentes fueron Catalina de La ncaster y Fernando de Antequera 4, los c uales tom aron posesión de su cargo el 15 de enero de 1407, y pocos días después prestaron juram ento 1 DÍEZ DE GAMES, Gutierre: El Victorial, crónica de don Pero Niño, conde de Buelna, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 39. 2 VALERA, Diego de: Crónica abreviada de España, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa- Calpe, 1941, p. 301. 3 GARCÍ A DE SAN TA M ARÍA, Alvar: Crónica d e Ju an II de Ca stilla, ed. Jua n de Mata Carriazo, Madrid: Real Academia de la Historia, 1982, p. 19. Cfr. BNF, mss. Esp. 104, fol. 6v. (Recogido en MACDONALD, I.: Don Fernando de Antequera, Oxford: The Dolphin Book, 1948, p. 20): “Entró mucha gente en la iglesia de Santa María haziendo muy grand llanto por el dicho rrey don Enrique que paresçe que hera finado e luego el dicho ynfante cabalgó en una mula e t omó el pendón del rey en l a mano e andu bo por la dicha ciudad de Tol edo llamando a g randes bozes él e lo s que yban con él: “Castilla, Castilla por el rey d on Juan”, e deziendo él: “sennores si fasta aquí fuestes buenos sed buenos de aquí adel ante e leales a my sennor e a mi sobrino el rrey don J uan”, e después que andubo por la dicha çiudad con el pendón mandolo poner en el dicho alcaçar”. 4 Un e jemplo del t ratamiento que se les daba como regentes lo tenemos en l as Cortes de Val ladolid de 1411: “Muy altos e muy esclareçidos sennores Reyna e Infante, tutores de nuestro sennor el Rey e regidores de los sus regnos. Los procuradores de las çibdades e villas del regno, con todo el onor e devida reverençia que devemos e som os t enudos, be samos vuest ras m anos e muy o mildemente nos en comendadmos en vuestra muy alta sennoría” (Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III, p. 4) 491 en las Cortes de Segovia 5. Según relata El Victorial , crón ica alejad a de los círcu los oficiales, el infante don Fernando modificó las disposiciones testam entarias y puso la gobernación de la casa del rey en m anos de la reina doña Catalina y, opina el autor, que lo hizo “a honra e probecho del rey e del reyno” 6, además designó a Gómez Carrillo de Cuenca para que adoctrinara al niño, lo que, según Elisa Ruiz 7, debemos interpretar como un cambio de actitud de los soberanos que valoran la com petencia grafo-lectora como una de las principales facultades que deben adornar al m onarca. Finalm ente la educación del rey se encargó al obispo Pablo de Santa María. Todas estas circunstancias dejan patente que, desde el prim er momento, fue el regente el que tom ó las riendas del gobierno. En 1412 don Fernando abandonó Castilla p ara ocupar el trono aragonés, actuando Catalina como regente hasta junio de 1418, fecha en que m urió. En las Cortes de Madrid de m arzo de 1419, el rey fue pr oclamado mayor de edad con catorce años para que pudiera regir sus reinos por sí solo, porque había signos de descomposición del poder real desde la m archa de su tío; el Almirante de Castilla en nombre de todos los procuradores le entregó el regimiento y gobernación de los reinos, a lo que respondió: Que daba muchas gracias a Dios porque le había traído en edad para qu e fuese entregado el regim iento de sus Reynos e Señoríos, e fiaba en Dios que le daría seso y entendimiento por que él pudiese en tal manera regirlos e governarlos8. Aunque, realm ente, nunca gobernó él m ismo, de m anera que apenas se notó transición, pues siem pre necesitó de asesores y no supo rebasar el tutelaje de sus primeros años. De todas form as, hay que re señar que esta m inoría no fue de debilidad del poder monárquico, debido a la fuerte pe rsonalidad de don Fernando de Antequera, que supo mantener la buena imagen de la realeza que había dejado Enrique III. 1.1.2. DON FERNANDO DE ANTEQUERA. Acató el testamento de su hermano y reconoció enseguida a su sobrino como rey al que, como ya se dijo, proclam ó en To ledo, acción que deja fuera d e toda duda su lealtad, puesto que rehusó usurpar la cor ona; esto lo confirma Pérez de Guzmán9, quien dice que gobernó con fidelidad y lealtad al rey, su sobrino, y que fueron tantas sus cualidades, que lo com para con u n espejo en que se deben m irar otros príncipes. No obstante, durante su gobierno adquirió para él y su fam ilia posiciones claves en el reino de Castilla. Se casó con doña Leonor de Albur querque, la más rica heredera de Castilla, y constituyó un im portante patrimonio que le convi rtió en el señor más poderoso del 5 Las Cortes de Toledo que se estaban cel ebrando e n 1406, tras el fallecim iento de Enri que III, s e trasladaron a Segovia a pri ncipios de 1407 c on el objeto de hacer el pleito y homenaje acostumbrado al rey niño que estaba en esta ciudad. Según los testimonios de las diversas crónicas y de los Cuadernos de Cortes así se hizo, empezando por el infante don Fernando que besó la mano de su sobrino. Cfr. En la Crónica de Enrique II I se di ce que la Reina y el Infante ju raron sobre la cruz y los santos Evangelios guardar y cumplir todo lo que se contiene en la Segunda Partida al respecto y que les fue leída (ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 271) 6 DÍEZ DE GAMES, Gu tierre:: El Victorial, crónica de don Pero Niño, conde de Buelna, edición Ju an de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 298. 7 RUIZ GARCÍA, Elisa: “El poder de la escritura y la escritura del poder”, en Orígenes de la Monarquia hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, p. 279. 8 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 378. 9 PÉREZ D E GUZMÁN, Fernán: Generaciones y se mblanzas, e n Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, pp. 700-701. 492 reino, lo qu e le situó p or encim a del rest o de la nob leza y le perm itió frenar las ambiciones de los nobles rebeldes. Decidió reanudar la guerra contra los “Alárabes”10 y logró una gran victoria con la conquista de Antequera en 1410, éxito que le ha dado el apodo con que es conocido. El rum bo de su vida cam bió cua ndo el rey Martín el Hum ano muere sin herederos legítim os, y Fernando presenta su candidatura al trono aragonés, com o sobrino directo. Al ser elegido rey de Aragón, abandonó Castilla, aunque a través de sus hijos, siguió influyendo en la polític a castellana. Según Suárez Fernández 11, el dinero empleado para sufragar los gastos de Caspe fue el que habían votado las Cortes de Valladolid de 1411 para la guerra de Granada; asim ismo este historiador nos da una valoración del personaje, a par tir de la s f uentes ca stellanas y aragon esas; para las primeras era un hombre perfecto, espejo de caballeros, continuador de la lucha contra el Islam y de fensor de los derechos de su sobr ino; para las segundas era bien distinto; en realidad habría que situarle entre ambos extremos y entender que lo que verdaderamente persiguió fue el engrandecimiento de su linaje. Tuvo siete hijos, nacidos en Castilla, a los que aseguró un patrim onio y unos puestos tales, que sin es tos familiares del rey no se podría g obernar. Fueron conocidos como los Infantes de Aragón. 1.2. EL REINADO PERSONAL DEL REY. 1.2.1. BOSQUEJO. Fue un reinado largo, lleno de interm inables intrigas y luchas internas por el poder, que desem bocaron en guerras, adem ás hubo una serie de personajes clave que determinaron los vaivenes del reinado. En octubre de 1418 se celebró en Medina del Ca mpo, con gran solem nidad, la boda con su prim a María de Aragón, hija de don Fernando. De este m atrimonio nacerá el heredero, el futuro Enrique IV; debem os puntualizar que las relaciones entre el rey y el príncipe de Asturias no fueron siempre fáciles, salvo en los primeros tiempos, y valga como ejemplo el encuentro entre ambos, en 1437, que relata la Crónica del halconero12, en el que se observa la deferencia del heredero hacia su padre y las norm as del protocolo que rodean a los miembros de la monarquía: E andando así a caça, v ido al Prínçipe su fijo que venía, e esperolo, e com o el Prínçipe llegó fasta cuarenta pasos de donde el Rey estava, apeose, e con él el condestable de Castilla don Álvaro de Luna, e todos los otros cav alleros e gentiles om es que con él venían. E el pr ínçipe fizo su reb erençia e b esole la mano. Con los años las cosas cam biaron y cuando el príncipe fue adulto jugó un papel importante en las luchas nobiliarias, así se ve en el Halconero13, donde se relata com o don Enrique fue inducido a alejarse de su padre el Rey, principalmente por Pacheco, que le hizo allegarse al rey de Navarra, de manera que estuviera en el bando contrario a Juan 10 Así aparecen denominados en Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 693. 11 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Nobleza y Monarquía. Puntos de vista sobre la Historia castellana del siglo XV, Valladolid: Universidad, 1959, pp. 81 y 77. 12 CARRILLO HUETE, Pedro: Crónica del halconero de Juan I I, ed. Juan de Mata Carriazo, Madri d: Espasa-Calpe, 1946, p.247. 13 CARRILLO HUETE, Pedro: Ibidem, p. 356. 493 II y al Condestable; en este contexto hay que situar el turbio asun to del secuestro de Juan II en la aldea salm antina de Rágam a en 1443 por parte del Príncipe y de Juan de Navarra, aunque Enrique, finalmente, se arrepintió y el rey fue liber ado. Nuevamente el marco de estas disputas es la lucha por el poder entre la m onarquía y la nobleza; en las que el rey, humillado, tuvo sus horas más bajas. Al enviudar, por consej o de don Álvaro de Luna 14, se casó con la infanta portuguesa doña Isabel por razo nes de Estado. Paradójicamente , significó el fin de la influencia del Condestable pues la reina le odiaba. Mucho más joven que el rey, éste se enamoró de ella y ejerció un gran dom inio sobre su débil personalidad. Sus dos hijos, Alfonso e Isabel, protagonizarían con el ti empo un papel m uy importante en la política castellana. El m onarca m urió de cuartanas el 21 de julio de 1454, a los 49 años, en Valladolid. En su testam ento habí a ordenado que su cuerpo fuese sepultado en el monasterio de San Pablo hasta que se te rminase su sepultura en la Cartu ja de Miraflores. Es sintom ático de lo que fue es te agitado reinado, el hecho de que cuatro días antes de su m uerte, el príncipe don Enrique llegó a la ciudad acompañado de la reina Isabel y de la reina María de Aragón y con sus tropas se a poderó de la ciudad. Después de enterrado su padre, cabalgó por la villa y se vistió de luto durante nueve días15. 1.2.2. LOS INFANTES DE ARAGÓN. Los que más interv inieron en la polít ica castellana fueron Juan, Duque de Peñafiel, después rey de Navarra por su matrimonio con Blanca y finalm ente rey de Aragón, y Enrique, Maestre de Santiago y Duqu e de Villena por su m atrimonio con la hermana del rey16. Con los bienes patrim oniales y con los sucesivam ente adquiridos del rey castellano como mercedes, los hijos de Fern ando de Antequera eran, en conjunto, m ás poderosos que el m ismo Juan II. Tenían una gran am bición, lo que les llevó a despreciar a su prim o, el rey, y hacer la guer ra contra él, posiblem ente con la finalidad de suplantarle. En cualquier caso, está claro que sólo atendían a sus intereses familiares, siguiendo las directrices de su padre, entonces soberano de Aragón. Se enfrentaron duram ente con don Álva ro de Luna, porque pretendía una recuperación de la autoridad del Rey, y le acusaron de usurpador y tirano. No obstante los Infantes suscitaron el r ecelo de otros nobles, gracias a lo cual el Condestable, después de derrotarles por las arm as, logró expulsar a los parientes del rey del poder y alcanzar la paz del rein o. En este contexto tenemos una carta del rey castellano a su primo el rey don Juan de Navarra, fechada en Burgos el 10 de septiem bre de 144417, en 14 La rei na do ña M aría murió en feb rero de 14 45, p oco después que su herm ana, la reina Leonor de Portugal; posiblemente, ambas fueron envenenadas y, J. L. Martín recoge la idea de que años más tarde se culparía de el lo al Condestable. El móvil podría ser que la reina apoyaría a sus herm anos los Infantes de Aragón (MARTÍN, J. L.: Enrique IV, Madrid: Nerea, 2003, p. 43. 15 PORRAS ARBOLEDAS, Pedro: Juan II (1406-1454), Palencia: Diputación Provincial, 1995, p. 296. 16 Un ejemplo del protagonismo de los Infantes lo tenemos en s u presencia junto al rey en las C ortes de Madrid de 1419: “Sepades que en el ayuntamiento que yo agora fize en la villa de Madrid, después que conplí la mi hedat de cat orze annos e tom é e me fue entregado el regim iento de los m is r egnos e senn oríos, e estand o conmigo en el dicho ayuntameinto los infantes don Iohan e don Enrique e don Pedro, mis primos” (Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III, p. 10) 17 ACA, Can cillería Real, 1 934, fo l. 109-123r. (In cluida en PASTOR BODMER, Isabel: Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de Don Álvaro de Luna, Madrid: Caja Madrid, 1992, tomo II.) 494 respuesta a las acusaciones de éste de h acerle una “guerra crue l que non fue fecha más contra moros”, cuando en realidad fue el rey navarro el que provocó a los castellanos de varias y graves maneras: Dicho Rey de Navarra en gr and offensa e incu ria de nuestra persona e stado e dignidat reyal, olvidado el tem or de Dios e la n aturaleza que havía en n uestros regnos donde él fue nascido e vasallo e súbd ito e natural nuestro e la reverencia e subieción e fidelidad e superioridad e senyorío que a nos era e es devido, specialmente en estos nuestros regnos e por todos los que en ellos biven e m oran e stan e lo qual dicho Rey nos devía e era obligado e tenido. Assí por los beneficios e gracias e mercedes que él e su muger e fijos e los suyos e de su casa por su acatam iento e contem plación e nos hav ían recebido […] Se apoderó co n gran osadía e atrev imiento, tiránicamente, sin nuestra sabiduría e contra nuestra voluntad e privándonos de nuestra liber tad […] Postponiendo e m enospreciando las requisiciones e m andamientos que entonçe por nos le fueron fechos que non fiziere nin com etiese contra nuestra pe rsona e stado e dignidat real la tal opresión e detenim iento tan gravísim o e detestable e reprovado por toda ley e derecho divino e hum ano […] fatigá ndonos e inquietándonos todo tiem po e sazón en otras m uchas e innum erables cosas de todo repugnante e contrarias al stado e sob eranía e d ignidad e m agestad e prehem inencia real […] se puso et paró con sus batallas et gentes arm adas contra el dicho príncipe mi fijo et contra el nuestro pendón real de nuestras ar madas quél consigo traía por nuestro mandado. 1.2.3. DON ÁLVARO DE LUNA. Era de la fam ilia del pontífice Benedi cto XIII, pero b astardo, y, d esde el principio, se mostró partidario del fortalecimiento de la autoridad monárquica, lo que le ayudó a ascender rápidam ente y a convertirse en valido del m onarca, según Valdeón 18, que recoge testimonios de los cronistas, t odos coinciden en que se ganó la voluntad del rey. Es el perso naje clave d e este reinado puesto que controló la voluntad del rey desde el golpe de Tordesillas en 1420 hast a poco después de 1447, en que la llegada de la segunda esposa de Juan II le relegó de su posición de pode r. Su mom ento más importante fue la victoria de Ol medo en 1445 19, que supuso la derrota definitiva de los Infantes de Aragón y, por lo tanto, el fortal ecimiento del poder regio; adem ás para él significó la obtención del m aestrazgo de San tiago que había perten ecido al infante d on Enrique, ya m uerto. Junto con él se benefició la alta nob leza cas tellana que hab ía apoyado la causa m onárquica. De su victoria salió reforzada su imagen y con él la del rey, puesto que había podido do blegar a los Infantes de Aragón y a los bandos nobiliarios. Ocupó los m ás altos cargos de la Corte y en 1423 Juan II le otorgó la dignidad de Condestable de Castilla, adem ás de innum erables mercedes, que el m ismo 18 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámaras. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de Hoy, 2001, p. 127. 19 Esta b atalla que supuso la derro ta de los parientes del rey, p or lo que se p lantea una nueva situación política que tiene que dirimir las relaciones entre la monarquía, la nueva nobleza encum brada y las ciudades, lo que se verá en las Cortes celebradas en Olmedo en 1445. 495 rey confirma, pero sin especificarlas, en un documento fechado en Va lladolid el 15 de marzo de 144720: E yo acatando los altos e m uy señalados servicios que vos Don Álvaro de Luna, Maestre de la Orden de la cavallería de Santiago e Condestable de Castilla m e avedes fecho e fasedes de cada día, en alguna hem ienda e rem uneración dellos vos fise merced, gracia e donación pur a e propia, non revocable, de los heredamientos e bienes e ofiçios e m ercedes […] segund m ás largamente se contiene en ciertas mis cartas que en esta rasón vos mandé dar. Pero, aunque parezca p aradójico, la batalla de Ol medo significó el inicio de su declive porq ue su poder suscitó el recelo de importan tes no bles com o el Marqu és d e Santillana, que lo acusaron de tiranía; también creció el enfrentam iento con el heredero don Enrique y, finalm ente, la nueva reina se co nvirtió en su enem iga. Todo hizo que el rey perdiera la confianza en él, tal y como nos demuestra el relato de la Crónica21: E como sobra de tan gran amor treinta e ocho años o poco menos durase, pero al fin, según costum bre de la fortuna e su variedad, las cosas de otra m anera sucedieron; ca mudada voluntad de increíble amor a odio y mal querencia. Acosado por sus poderosos enemigos, cometió un gran error. El contador Alonso Pérez de Vivero le traicionó, por lo que le hizo defenestrar. Según la Crónica de don Álvaro de Luna22, el Condestable tuvo que ir a dar explicaciones al rey a su palacio: De lo qual es Rey se mostró m ucho m aravillado, pero non m ostró enojo ni turbaçión alguna contra el Maestre, aunque bien es de creer por çierto ser en aquella hora gran diferençia entre su fabla e su coraçón, según lo pasado, e segund lo que después en adelante se siguió. Los acontecimientos se preci pitaron porque el rey ya te nía la jus tificación legal para apresarlo. El 1 de abril de 1453 Juan II firm ó la orden de detención dirigida a Álvaro de Stúñiga que la hi zo efectiva el día 4. El C ondestable fue conducido desde Burgos a la fortaleza d e Portillo (Valla dolid), donde quedó confinado. El proceso fue irregular y el veredicto de pena de muerte, la cual el rey m andó ejecutar. Fue degollado en Valladolid el 3 d e junio y su cab eza fue expuesta para que sirviera de escarmiento a todos los que pretendiesen al zarse por encim a de la auto ridad regia; adem ás el rey dirigió la apropiación de las arcas de don Álvaro. La visión personal del rey de este asunto la podemos leer en una carta que envió a don Juan Ponce de León, conde de Arcos, fechada en Burgos el 8 de abril de 1453: Cfr. Crónica de Don Álvaro de Luna, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, pp. 15 y 27 Recogemos dos testimonios que refuerzan la teoría del enamoramiento del rey: “El R ey t omó p or s u page a d on Álvaro d e Lu na; e como quiera que e l R ey era m uy niño, viendo la graçiosidad e gentileza e mucha desenboltura de don Álvaro, pagábase de su servicio más que de ot ro ninguno , e plazíales e queríalo siempre de contino tener cerca de sí”. “Ca si el Rey salía a dençar, no quería que otro caballero ninguno, ni grande, ni rico.ome, dançase con él, salvo don Álvaro, ni quería con otro cantar, ni traer (sic), salvo con don Álvaro, ni se apartaba con otro a aver sus consejos e fablas secretas tanto como con él”. 20 BNE, mss. 19.701, nº 51 (incluido en PASTOR BODMER, Isabel: Grandeza y t ragedia de un valido. La muerte de Don Álvaro de Luna, Madrid: Caja Madrid, 1992, tomo II. 21 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 693. 22 Crónica de don Álvaro de Luna, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 345 496 Ya sabedes e a todos es notor io el grande logar que çer ca de my e en m i casa e corte e aun en todos mis Regnos de grande tiempo acá, ha tenido e usurpado don Álvaro de Luna, Maestre de Santiago e mi Condestable de Castilla. El qual aunque fue por m í requ erido e m andado e am onestado po r m uchas veces que tenprase e h emmendase çerca d ello e se de xase de seguir e levar adelante tan malo e errado cam yno […] nunca l o quiso faser […] E asý m esmo porque mi deliberada voluntad e final deseo siem pre fue e no m enos agora es e confío e n nuestro Señor que siempre será regir y adm inistrar por mi persona mis Regnos e mantener mis pueblos en justicia e verd ad e derechos segund cum ple a servicio de Dios e m ío e onor e sostenim iento de m i real persona e asý lo quieren e mandan las leyes divina e umana […] Otrosý por quel mi procurador fiscal e pr omotor de la mi justiçia me denunció e fiso acta de denunciación c ontra el dicho m aestre don Álvaro de Luna, disiendo e recatando por ella quel dicho m aestre m i condestable, aviendo em biado por Alfonso Peres de Vivero, m i contador m ayor e del m i Consejo de seys días a esta parte a su posada en esta m uy noble cibdad de Burgos, cabeza de Castilla, estando el dicho Alfonso Peres allí fabla ndo e departiendo con él e otros dos de la casa del d icho maestre, fue hallado muerto en la posad a del dicho maestre. E me fue suplicado no solam ente por el di cho m i procurador fiscal m as por los fijos e parientes del dicho Alfonso Peres, que sobrello m andase pr over con remedio de justiçia e sobrello mande faser pesquisa e rescibir cierta informaçión, la qual avida yo entiend o mandar complir e ex ecutar çerca dello la mi justiçia, porque a los delincuentes sea pena e a otros exemplo […] movido por las cosas suso dich as e aun por justas cab sas com plideras a serv icio de Dios e m ío e demando que en m is Regnos se faga e cum pla e execute la m i justiçia e sea acatado e guardado e conservado como debe my estado real e el bien de la cos a pública e paz e sosiego de los dichos m is Regnos […] E por evitar e quitar aquellos acordé de m andar e m andé detene r en esta m i cibdad de Burgos al dicho maestre mi condestable e m andé recrestar las rentas de l dicho maestradgo e todas las villas e logares e castillos e fortalesas e bienes quel dicho condestable tenía en mis Regnos23. Reconoce que ha perdido la confianza en Don Álvaro, la que él le dio en exceso, y que a partir de ahora va a gobernar por sí m ismo; también reconoce la acusación de asesinato que pesa sobre el valido y prom ete justicia. Se ve en el rey un propósito de enmienda y de corregir los errores 24, quiere dar la im agen de que va a ejercer ju sticia, como es su obligación, para conseguir el bien del reino; el problem a es que no lo logró y, se puede decir, que el Condestable fue víctima del rey. No obstante en la Crónica de don Álvaro de Luna se dice que el m onarca le rogó que se m archase de su corte, justificando su acción por la envidia que su persona suscitaba; pero como, finalmente, le condena a muerte, el cronista critica claram ente a Juan II: “¡Oh alto Rey de Castilla! ¿Quién te mudó en otro ser?”25. Es interesante reflexionar sobre la postur a de Don Álvaro; él no se resistió para no ir contra la orden real; en definitiva, su condena fue un ejercicio del poder absoluto del rey, pues no hab ía pruebas cla ras del de lito de as esinato, como hemos visto en la 23 BNE, mss. 18.633, nº 4 (incluido en PASTOR BODMER, Isabel: Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de Don Álvaro de Luna, Madrid: Caja Madrid, 1992, tomo II.) 24 En las Cortes de 1453 celebradas en Burgos, hace pública su voluntad de gobernar sin privados. 25 Crónica de don Álvaro de Luna, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 407. 497 carta anterior. El m ismo rey enum era muchas causas para la condena: todas concluyen en que actuó com o un tirano y por eso se le puede condenar a m uerte, pero en realidad lo que hizo fue de fender a la m onarquía, adem ás, dura nte m ucho tiem po con la aquiescencia del rey. La decapitación del valido tenía un pr ecedente simbólico, según Antonio Luna 26. El Infante don Enrique de Aragón, durante una de las rebeliones prom ovidas por él, mandó decapitar una estatua de bro nce dorado del Condestable que form aba parte del sepulcro que para sí había m andado labrar en la capilla de Santiago de la catedral de Toledo. A este hecho alude Juan de Mena en El Laberinto27, como también alude a su caída y muerte: Ca un Condestable armado, que sobre un gran bulto de oro le vimos sentado, con manos sañosas vimos derribado y todo deshecho fue tornado en cobre. […] El Condestable juzgando su hecho así determinó su hado y pregono Será retraído del sublime trono Y al fin del todo, del todo será deshecho”. En resumen, se pu ede decir que la carrera de Don Álvaro había fascinado a sus contemporáneos; el poder que llegó a alcanzar partiendo de tan bajo era inusitado, como también lo fue su final. La opinión de Sánc hez de Arévalo puede ayudarnos a entender la imagen que tuvieron del propio Condestable en su época; según el análisis que hace Tate28de la obra de Arévalo, este diplom ático, por una parte no querí a identificarse con la nobleza que quería reducir el poder del rey, pero, por otra el ascendiente del Condestable sobre el rey era una claudicaci ón del poder real, por eso estuvo a favor del decreto real de ejecución, que fue el castigo ejemplar que recibió el valido por su anhelo de poder. Por lo tanto podem os deducir que los contemporáneos vieron la caída de don Álvaro como un hecho positivo para la m onarquía, pues esperaban que Juan II tomara las riendas del gobierno, pero no fue así porque su m uerte poco se distanció de la de su valido. 1.2.4. LA LUCHA CONTRA EL ISLAM. Ya hemos visto como durante su m inoría, su tío y tutor el infante don Fernando había conquistado Antequera a los nazaríes, en lo que se con sideró una continuación de la campaña que había iniciado Enrique III, truncada por su muerte. Juan II decide seguir los pasos de sus predecesores. Para conocer sus cam pañas seguim os el relato del Halconero29 porque nos da detalles muy interesantes , debido a que el autor, com o deja 26 LUNA, Antonio: Don Álvaro e Luna y la España preimperial de Juan II, Madrid: M. Aguilar, 1942, p. 169. Cfr. El cuerpo de don Álvaro fue llevado a la capilla que había fundado en la catedral de Toledo antes de 1468, pero los sepulcros que hoy vemos se labraron a raíz de la muerte de su viuda doña Juana Pimentel, por encargo de la hi ja de ambos doña María de Luna (GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 2002, vol. III, p. 2903) 27 MENA, Juan de: El Laberinto de Fortuna, estrofas 265 y 256 respectivamente. 28 TATE, Robert: Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid: Gredos, 1970, p. 91. 29 CARRILLO DE HUETE, Pedro: Crónica del Halconero de Jua n II , edición J uan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1946, pp. 90 y ss. 498 constancia, estuvo en esas jornadas; com ienza relatando cómo el rey veló sus armas antes de partir a la guerra, la noche del 19 al 20 de abril de 1431 en la catedral primada: Entró el rey don Juan en la çibdad de Toledo, que se yba para fazer la guerra de los moros del reyno de Granada. E luego, el juebes siguiente, veló en la noche sus armas e sus pendones en Santa María de la çibdad de Toledo delante del altar de Santa María del Pilar. E otro día, biernes por la m añana, oyó misa reçada e vendixieron la espada e la cota de armas de su condestable. E luego fuese a la capilla del cabildo, a la proçesión, que com ençó desde el altar de Santa María del Pilar, e asym esmo estavan sobre el altar cuatro pendones del Rey: el uno era del apóstol Santiago, e el otro era el pendón real de Castilla e el otro era un pendón de la debisa de la Vanda e el otro era de una enbençión que él abía tom ado de un ristre […] E estando en la m isa se bendixieron los sus pendones, e la su cota de arm as, e todas las otras armas del su cuerpo. La batalla “contra los enemigos de la fe” tuvo lugar el 28 de junio de 1431 en la vega de Granada 30. Finalmente, victoriosos, retorn aron a Córdoba donde fue recibido solemnemente y después a Toledo, donde se volvieron a repetir ceremonias de alabanza a Dios que les había proporcionado la victoria, por eso se ll evaron al interior de la catedral los cuatro p endones antes citados p ara ser colocados en el altar. En todas es tas celebraciones, cargadas de sim bolismo po lítico, observam os la f astuosidad con que actuaban la Corona y la Igles ia pa ra benef icio de am bas institu ciones: Dios le da la victoria al rey, que se ve fortalecido por ello; nuevamente se repite la imagen sacra de la realeza. También vemos cuales eran los símbolos materiales del rey, los pendones, entre los que destacamos el de la Orden de la Banda, a la que él dio mucha importancia, como veremos en sus m onedas, lo que evidencia un a im agen de defensor de la caballería, grupo elitista del que el rey es el jefe. 1.2.5. EL TESTAMENTO DEL REY31. Dice la Crónica que m urió el 20 de julio de 1454, a los cuarenta y nueve años “después de haber recebido con gran devoción todos los Sacramentos, e haber hecho su testamento como muy fiel y verdadero cristiano”32, el cual fue otorgado en Valladolid el 8 de julio de 1454. Además de las disposiciones que contiene, tiene el valor de expresar la voluntad del rey, lo que nos da una imagen fidedigna de su personalidad. Comienza con una invocación relig iosa a la San tísima Trinidad, a Dios “rey de los reyes e señor de los señores” y a la Virgen “ a la qual yo tengo por señora e medianera e abogada e ayudador a en todos los m is fechos”, los cuales son fórm ulas habituales, pero ponen de m anifiesto su profunda religiosi dad, por el im portante papel que concede a la Virgen por su ayuda en el gobierno y porque, adem ás, de considerar a Dios com o el rey del que todos los dem ás son delegados, recoge la vieja teoría que venimos viendo desde Alfonso X del vicario de Dios en su reino; en este sentido ha y otras frases como “Los reynos que él me encomendó”. 30 José Luis Martín califica a esta acción com o “la exhibición caballeres ca de La Higue ruela” (Enrique IV, Madrid: Nerea, 2003, p. 73.) 31 Testamento del preclarísim o rey don J uan II de Cas tilla, BNE, m ss. 5.578, fols . 54-76. Es una copia incluida en un libro de documentos de los siglos XVI y XVII. 32 ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 692. 499 Manda ser enterrado con el hábito dom inico, lo que no es nuevo porque he mos visto otros reyes con deseos sim ilares, pues era usual elegir un há bito de las órdenes mendicantes. Más significativo es que ordenó se r sepultado en la Cartuja de Miraflores, fundación suya33, lo que prueba su devoción. Deja al infante don Alfonso, “mi muy caro e muy amado fixo”, el Maestrazgo de Santiago, el título de Condestable y las ciudades de Huete, Escalona, Maqueda, Portillo y Sepúlveda; sorprende que sea el primer miembro de su familia que aparece nombrado en el testamento par a transmitirle su herenc ia, es el hijo m enor; quizás se pueda ver e n esta designación cierto f avoritismo hacia él y el deseo de que fuera su heredero en vez del prim ogénito Enrique, fruto de su prim er m atrimonio, aunque no lo dijera expresamente, se pued e adivin ar el dis tanciamiento entre los hijo s, el cua l se materializará en el siguiente reinado34. A continuación aparece su esposa la rein a doñ a Isabel, “m i muy cara e m uy amada muger”, a la qu e deja las v illas de Arévalo y Madrigal j unto con la ciudad de Segovia. A su hija Isabel deja la villa de Cuéllar. También manda que la reina sea l a tutora y adm inistradora de estos hijos m enores de edad junto con sus confesores, el Obispo de Cuenca y el prior don Gonzalo de Il lescas. Y para finalizar la parte de sus herederos, habla del Príncipe de Asturias “mi legítimo e muy caro e muy amado fixo, el qual quiero e mando que luego que Dios alguna cosa hordenare de mí, sea recebido por Rey e Señor en todos los dichos m is reynos e señoríos” y añade que si m uriera le sucediera el infante don Alfonso y si este también falleciera fuera la infanta doña Isabel “avida e recivida por reyna e señora de los dichos mis reynos e señoríos”; esto es lo que finalmente ocurrió, por lo que consideramos este testamento un documento fundamental para la h istoria de Cas tilla, pues es base de la legiti midad dinástica de los Reyes Católicos. Es significativo que pida a su heredero que respete a la reina y los infantes que han nacido de su segundo matrimonio, al igual que pide a éstos que acaten al futuro rey. Quizás debamos interpretar es tas recom endaciones en el contexto de unas relaciones familiares tensas del rey, la reina y los infantes niños con el futuro Enrique IV, f ruto de su primer matrimonio. Las palabras textuales son: E sobre todo ruego e mando, caramente en comiendo al dicho Príncipe, m i muy caro e m uy amado fixo, e porque él m eresce aver e conseg uir la mi bendición paternal, que acate e honre e trate en todas cosas e con toda reverencia a la dicha Reyna, m i muy cara e muy a mada m uger, […] e assí, como buen herm ano e mayor heredero de mis reynos, tracte honorab lemente e faga que sean tratados e honrados e acatados e servidos por m is súbditos e naturales, assí la dicha Reyna mi muger como los dichos Ynfantes m is fixos, sus hermanos […] E esso m ismo mando a los dichos Ynfantes, m is fi xos e a cada uno dellos, que obedezcan e acaten con toda rev erencia e obed iencia al dicho Príncipe, m i muy caro e m uy 33 C uando m urió f ue se pultado en l a Iglesia de l os Frailes Pre dicadores de Val ladolid, pero un a ño después se c umplió su voluntad de ser enterrado en la Cartuja de Miraflores. Nos dice la Crónica que “fue llevado en los hombros por los nobles al Monesterio de Miraflores, e allí co n paños ricos e grande aparato, hecho lugar para res cebir la gent e, porque la cas a del Moneste rio no era e dificada, el m esmo Obispo de Burgos dixo la misa, e con mucha solemnidad predicó. Lo qual todo así acabado, el cuerpo del muy noble Rey Don Juan fue en el monumento sepultado” ( ROSELL, Cayetano: Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, p. 694) 34 Cfr. R OSELL, Cayetano: Ibidem, p. 692 . Es la o pinión del cr onista Fernán Pérez de Guzmán la q ue recoge: “Es cierto quél estuvo en det erminación de dexar el Reyno al Infante don Alonso su hijo, salvo porque ovo consideración que según el gran poder que el Príncipe tenía, pusiera gran turbación en estos Reynos”. 500 amado fixo, como a su hermano mayor e Rey e Señor, que por la graçia de Dios será de mis reynos e señoríos. En la parte final hay unas recom endaciones de fidelidad y obediencia de todos los estamentos al futuro rey, com o corresponde a la continuidad dinástica. Todavía usa un lenguaje plenamente medieval con resabios de las relaciones feudales, pues habla de vasallaje y homenaje. Nos presenta la imagen del rey como “señor natural”, al que todos tienen que obedecer: E assí m ismo, so el juram ento e pleyto om enage que lo s tres es tados de m is reynos ficieron en m is reales m anos al di cho Príncipe, m i fixo, al tiem po de su bienaventurado nacimiento, de lo aver e recevir, e recevieron por su Rey e Señor natural para después de m i vida […] ay an e recivan por su Rey e Señor natural en los dichos mis reynos e señoríos al dicho príncipe don Henrique, mi muy caro e m uy a mado fixo prim ogénito hereder o, e le fagan el pleyto om enage acostumbrado. 2. IMAGEN POLÍTICA. 2.1. PERSONALIDAD DEL REY Tenemos la visión que de él nos han dejado los cronistas y tratadistas contemporáneos suyos. Fernán Pérez de Guz mán, cronista oficial, nos da una visión muy positiva, tanto física como de su carácter y aficiones: Fue este ilustrísim o Rey de grande y her moso cuerpo, blanco y colorado mesuradamente, de pres encia m uy real: tenía los cabello s de color avellan a mucho madura, la nariz un poco alta, los oj os entre verdes y azules; inclinaba un poco la cab eza; tenía p iernas y pie s y m anos muy gentile s. Era hombre m uy trayente, muy franco e m uy gracioso, muy devoto, m uy esforzado; dábase mucho a leer lib ros de filósofos e po etas; era buen ecles iástico, asaz docto en la lengua latina, mucho honrador de las personas de sciencia. Tenía muchas gracias naturales; era gran m úsico; tañía e cantaba e trovaba e danzaba m uy bien. Dábase mucho a la caza35. Pero el m ismo autor en sus Generaciones y semblanzas 36, nos com pleta esta visión con los aspectos negativos de la personalidad de Juan II, puesto que reconoce que tenía muchas virtudes, pero: De aquellas virtudes, e que a todo hom bre, principalm ente a los Reyes, son necesarias, fue muy defectuoso; ca la prin cipal virtud d el Rey después de la fe, 35 ROSELL, Cayetano: Ibidem, p. 693. Cfr. CARRIAZO, Juan de Mata (ed.): Crónica de don Álvaro de Luna, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, pp. 218-9. Relata com o el Condestable orga nizó una cacer ía en sus tierras de Escalona para impresionar al rey en diciembre de 1448. En los dí as previos a la recepción real pr eparó a sus m onteros y orde nó la construcción d e va rios t ablaos, donde la reina doña Isabel a c ompañada de sus dueñas y doncel las pudieran ver el desarrollo de la cacería en la que, finalmente, el rey y don Álvaro se cobraron un buen número de piezas. 36 PÉREZ DE GUZM ÁN, Fe rnán: Generaciones y se mblanzas, en Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid: BAE, 1953, tomo 68, pp. 713, 714 y 715. 501 es ser industrioso y diligen te en la governac ión e regim iento del su Reyno […] fue ansí privado e menguado este Re y, que habiendo t odas las gracias susodichas, nunca una hora sola quiso ente nder ni trabajar en el regim iento del Reyno; e aunque en su tiempo fueron en Castilla tantas rebueltas e movimientos, e males dañosos y peligrosos […] de lo qual a su persona y fama y Reyno venía asaz peligro, tanta fue su ne gligencia e rem isión en la gobernación del Reyno, dándose a otras obras más apacibles y dele ytosas, que útiles e honorables, que nunca en ello quiso entender […] mas dexaba todo el (sic) a su Condestable, del qual hacía tanta y singular fianza. Es más, añade que s iempre vivió “regido y governado; y aun después de m uerto su Condestable, sobre el cual vivió poco mas de un año, lo rigió e governó Don Lope Barrientos, obispo de Cuenca, e Fray Gonzal o de Illescas, prior de Guadalupe, y aun algunos hombres baxos y de poco valer”. También dice que, según la opinión de algunos que le conocían, era “cobdicioso e luxurioso, e aun vindicativo”. De estos testimonios nos quedamos con la imagen de un rey que delegó la labor de gobierno en sus hombres de confianza, situación de la que se derivaron grandes males para el reino. El retrato que de Juan II nos brinda Diego de Valera37 es el siguiente: Este ínclito rey fue m uy devoto e muy umano, muy liberal, muy gracioso, asaz docto en la lengua latina. Fue esf orçado e gracioso e muy tr ayente, de gran cuerpo y real presencia. Tobo muchas gracias naturales: fue gran músico, cantava y tañía y dançava y trobava m uy bien; plazíale mucho la caça. Leýa de buena voluntad libros de filósofos y poe tas. Era buen eclesiástico. Acrecentó mucho el estado de los grandes destos reynos. Fizo muchos condes. En esta descripción nos confirma sus aficiones y sus dotes para las artes, letras y caza pero no dice nada de su labor como rey, seguramente por no incidir en los defectos. Y nos aporta una novedad cuando dice que hi zo donaciones a los nobles, las cuales fueron fruto de las lu chas civ iles acaeci das durante su reinado y que ponen de manifiesto su debilidad ante los nobles, a los que tuvo que com prar su lealtad. Vemos que entre las cualidades destaca que es buen cristiano. Los historiadores actuales, a su v ez, tam bién nos proporcionan retratos psicológicos del rey. Valdeón 38 dice que era un hom bre de carácter débil, pusilánim e, con buenas cualidades intelectuales y bibliófilo, pero incapaz de ejercer el poder. Torres Fontes39 dice que sus características más esenciales fueron su afición a la literatura y su impotencia para regir a sus súbditos, así com o su abulia, que le llevó a som eterse a influencias diversas lo que trajo confusión y anarquía al reino pues, al no im ponerse la autoridad real sobre la n obleza rebelde, se produjeron in trigas, asaltos, golpes de mano, luchas y también una descentralización de los reinos m ás apartados. Según A. Porras 40, su carácter pusilán ime le im pulsaba a no castigar los desm anes que se perpetraban contra su persona de m anera que el solemne vínculo del plei to-homenaje se v iolaba de 37 VALERA, Diego de: Crónica abreviada de España, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa- Calpe, 1941, p. 302 38 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámaras. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de Hoy, 2001, p. 125. 39 TORRES FONTES, Juan: Don Pedro Fajardo. Adelantado Mayor del reino de Murcia, Madrid: CSIC, 1953, pp. 7-8. 40 PORRAS ARBOLEDAS, Pedro: Juan II (1406-1454), Palencia: Diputación Provincial, 1995, p. 16. 502 continuo. Según Isabel Pastor41 era un monarca débil, miedoso, rencoroso y soberbio y además codicioso com o de mostró al apoderarse del tesoro de Don Álvaro de Luna. Según Antonio Luna 42 era gran com edor, gran bebe dor y hom bre de sensualidad acentuada, asim ismo dice que dirigió pers onalmente el saqueo de las arcas del Condestable. De todos estos testim onios, coincident es en lo funda mental, pode mos deducir que era un hom bre de personali dad inestable; siem pre estuvo a la sombra de otros que gobernaron en su nombre y que se impusieron a su falta de voluntad y que, en realidad, fueron los protagonistas del reinado como Don Fernando de Antequera o Don Álvaro de Luna; por eso entre sus familiares y nobles cercanos hubo grandes conflictos, porque adueñarse de su persona significaba adueña rse del gobierno. Pero todos buscaron su beneficio personal m ás que el del rey y su reino, exceptuando el caso del Condestable que, si bien se enriqueció, trató de fortalecer la institución monárquica. 2.2. CONCEPCIÓN DE LA MONARQUÍA. Del enfrentamiento entre monarquía y nobleza, al que venimos asistiend o desde Alfonso X, con quien comenzamos nuestro estudio, en este reinado tenemos un especial asalto; después del fortalecim iento experimentado bajo Enrique III, Juan II, su hijo y sucesor, en cam bio, va a perder parte de sus derechos en varios frentes: en la lu cha contra el poder nobiliario lider ado por los Infantes de Arag ón, en la lucha contra el valido al que tiene que condenar a m uerte y, al final del reinado, contra la actitud fluctuante del heredero. Todas estas riva lidades tuvieron com o c onsecuencia el establecimiento de bandos, que provocaron inestabilidad p olítica, porq ue oblig aron a todos los estam entos a tom ar parte por unos u otro s y trajeron division es en el reino. Además las energías que se perdieron en las luchas internas no se emplearon en la lucha contra los musulmanes, que era una guerra que contaba con el beneplácito del pueblo y un objetivo perm anente de la m onarquía cas tellana. Por otra p arte, se produjo un aumento de poder por parte de los nobles del reino, que se notará en los gobiernos locales y que, también, contribuirá al debilitamiento de las Cortes. La consecuencia será la limitación del poder regio. Se sigue def endiendo la teoría del rey como delegado de Dios. Tenem os como ejemplo lo m anifestado por el propio rey en una carta su ya: “et s i nos com o Rey e soberano senyor non reconosciendo superior en lo temporal salvo a nuestro senyor Dios al qual solo havem os de dar r azón desto et non a otro alguno” 43. Porque el fundam ento del poder de la m onarquía reside en que Dios es el “Rey de reyes” , porque es el único que no conoce superior y en el que se justif ican los reyes hum anos, así lo dice en las Cortes de Valladolid de 1440: “Soberano Di os, rey de los reyes e sennor de los sennores”44 Hay un intento de establecer una base legi slativa para que la m onarquía fuese el órgano de decisión incuestionable; para ello se utiliza la Segunda Partida , que define las características del p oder del rey ; se le di o valor legal en las Cortes de Ol medo de 41 PASTOR BODMER, Isa bel: Grandeza y t ragedia de u n val ido. La muerte de Do n Álvaro de L una, Madrid: Caja Madrid, 1992, pp. 253 y 245. 42 LUNA, Antonio: Don Álvaro de Luna y la España preimperial de Juan II, Madrid: M. Aguilar, 1942, pp.132 y 167. 43 14 44, sep tiembre, 1 0. Burg os. ACA, Can cillería Real, 19 34 fo. 109-123 r (Recogido po r PASTO R BODMER, Isabel: Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de Don Álvaro de Luna, Madrid: Caja Madrid, 1992, tomo II-Documentos). 44 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1884, tomo III, p. 369. 503 1445, antes de la célebre batalla ; fruto de ellas es el Orde namiento del 15 de Mayo, en el que e l re y aparec e c omo cabeza , corazón y alm a del pueblo; en d efinitiva es una imagen exaltada del rey la que tenemos de esta s Cortes. La victoria en la batalla de las tropas realistas contribuyó a reforzar la autoridad de Juan II, apoyado en su valido. También se había difundido la Avisación de la dignidad real que incidía en los términos antes mencionados, y de la que hablaremos en otro apartado. En definitiva, tras los argum entos expuestos, deducim os que se trataba de defender el “poderío real absolu to”, de acuerdo con la teoría organicista, como rasgo de una institución monárquica basada en el autori tarismo regio, que es lo que se proponía ejercer Don Álvaro contra lo que proponían lo s Infantes y la Liga de nobles: el poder lo debía com partir el rey con el Consejo dom inado por ellos, puesto que eran la élite política del reino. Adem ás estaba la teoría pactista que lim itaba el poder del Rey a través de las Cortes, en las que están representadas las oligarquías urbanas. La nobleza, contraria al valido, tampoco logró la estabilid ad del reino durante el destierro de éste; a pesar de las veleidades de los nobles en las luchas de banderías, se unirán al poder regio contra la op ción pactista, lo que in dica que la nobleza qu iere ser el árbitro d el poder monárquico, y el rey va a prefer ir ese arbitraje al de las ciudades; tal pos tura le llevó a hacer muchas concesiones a los nobles, valga como ejemplo, el perdón del rey a Juan de Tovar y a su hijo por estar en la batalla de Olmedo contra él45: Por ende y o por vos f azer b ien e m erced e queriendo u sar con vos otros de clemencia e piedad, por la presente de mi propio motu e cierta ciencia e p oderío real absoluto, vos perdono todo lo pasado fa sta aquí desde el crimen menor fasta el mayor. Abundando en el tema del perdó n, el que acabam os de com entar es a un particular, pero también concedió p erdones generales, lo qu e era una pr áctica común, por lo menos desde el primer Trastámara. Juan II hizo mucho uso de este recurso regio, pero en él hay una serie de indicios que indican una tendencia hacia un poder real absoluto. Según Nieto Soria 46, el rey lo utiliza como un in strumento de reconciliación y lo usó a discreción, dada la situación de luchas civiles, de hecho, las Cortes de Valladolid de 1447 se quejaron porque entendían que el procedim iento iba en perjuicio del bien común del reino. Pero el m onarca lo continuó concediendo y adem ás por iniciativa propia y haciendo alusión a su “poderí o real absoluto”, com o es el caso del perdón general de 1450, justific ándolo por los efectos beneficiosos que cabría esperar para el reino y para él m ismo. El uso de esta fórm ula tan significativa lo acabam os de ver en el perdón a Juan de Tovar y su hijo, lo que indica que se convierte en habitual. En esta actitud hay que ver un claro indicio del protagonismo del rey en el ejercicio del poder político, puesto que se desliga de los lím ites que le imponía la ley a la hora de otorgar lo que se suponía era un recurso extraordinario. En este sentido son interesantes las reflexiones de Valdeón 47, según él, la realidad apuntaba hacia un fortalecim iento de la institución monárquica, percibido, por ejemplo, en el papel im portante de los letrad os en las tareas de gobierno, en la m ayor presencia de corregidores en las ciud ades y v illas, y en el debilitam iento de las Cortes. 45 1446, marzo, 20. Madrigal. AHN, Frías, catál. 2, carp. 15.(Recogido por PASTOR BODMER, Isabel: Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de Don Álvaro de Luna, Madrid: Caja Madrid, 1992, Tomo II-Documentos.) 46 NIETO SORIA, J.M.: “Los perdones reales en la confrontación política de la Castilla Trastámara”, En la España Medieval, 25 (2002), PP. 231 y ss. 47 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámara. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de Hoy, 2001, pp. 145 y 159. 504 Incluso pone un ejemplo significativo de apoyo entre alta nobleza y monarca, durante la primera revuelta irm andiña en 1431, el Señor de Ferrol contó con la ayuda del corregidor del rey de Castilla García de Hoyos frente a la presión popular. C omo culminación de esta revuelta podemos señalar el juramento, que el 28 de enero de 1432, hicieron todos los grandes caballeros de Galicia de guardar “su se rviçio derechamente” al rey48. En realidad asistimos a un proceso que parece contradictorio: el enfrentamiento entre el rey y la nobleza por el poder polític o, pero también al apoyo mutuo para que la aristocracia, cortesana, tenga el co ntrol ec onómico, social y cultural del reino ; esta alianza será la base de la monarquía autoritaria. Hay un documento significativo de la manera de gobernar en este reinado y es El Ordenamiento real de Medina del Campo de 1433 49. Es el resultado de la respuesta dada por el rey a la petición de las Cortes de Madrid de 1433, y s e trata de una recopilación de las leyes desde 1419, com ienzo de la m ayoría de Juan II, hasta 1433. Además incluye pragmáticas y provisiones reales. En él ocupa un lugar muy im portante todo lo relacionado con los concejos, pero su contenido es una m anifestación del poderío real absoluto, pues se de fiende la función legisladora del rey y el ejercicio de la gracia real. Tiene gran valor com o intento de sistematizar las leyes y com o ejemplo del avance del poder real. Otra manera de reforzar la ins titución monárquica fue engrandecer lo s derechos del título de Príncipe de Asturias; h ay un docu mento50, en el que confirm a otro de su padre, para que todas las ciuda des, villas y lugares de Astu rias pertenezcan al hered ero así como a sus sucesores en el título, sin que puedan enajenarse, es decir se las conce de como mayorazgo para los príncipes herederos de Castilla y de León. Por últim o, vam os a analizar las relaci ones Monarquía-Iglesia. Dentro de la configuración eclesiástica de la realeza tras támara, de la q ue habla Nieto Soria, el reinado de Juan II fue importante por el gr an número de donaciones de diverso tipo que se realizó a la Igles ia51, es la contrapartida a la contribución al fortalecim iento monárquico gracias a la influenc ia de la ideología de la Iglesia, es decir, a los modelos organizativos eclesiales, a su legitim ación de origen sagrado, al m ayor control que ejercen sobre ella los monarcas y, sobre t odo, a la sacralización del Estado, resultando de la suma de todos ellos la imagen de una monarquía más poderosa. Ejemplos del control que se intenta ejer cer so bre la Iglesia caste llana nos los proporciona el profes or Nieto Soria. Por ejem plo, la bula Sedis Apostolice obtenida en 1421 sobre las provisi ones beneficiales 52, o Las constitucion es de la Ca pilla Real de 143653, en las que en 38 capítu los se desarrollan seis g randes temas: el acceso d e los nuevos capellanes y cantores a la Capilla real , las sanciones por la s faltas de capellanes y cantores, las aportaciones p ecuniarias de los capellan es, la participación en los ingresos de la Capilla , los of icios relig iosos y la organización jerárquica. Esta 48 CARRILLO HUETE, Pe dro: Crónica de l hal conero d e Jua n I I, edi ción J uan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1946, p.121. 49 Conservado en un manuscrito original en la Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial: mss. Z.III.1, y estudiado por NIETO SORIA, J.M.: Legislar y g obernar en la Corona de Castilla: El Ordenamiento Real de Medina del Campo de 1433, Madrid: Dykinson, 2000. 50 1444, agosto, 5. Peñafiel ( AGS, Patronato Real, leg. 58, nº 27, folios 294-302.) 51 NIETO SORIA, José Manuel: “La configuración eclesiástica de la realeza trastámara en Castilla (1369- 1474). Una perspectiva de análisis”, En la España Medieval, 13(1990), p. 152. 52 NIETO SORIA, J.M.: “En rique III d e Castilla y la p romoción eclesiástica d el clero : las in iciativas políticas y las súplicas beneficiales”, Archivum Hisoriae Pontificae, 33 (1995), p. 59. 53 NIETO SORIA, J.M.: “La Capilla Real castellano-leonesa en el sig lo XV”, Archivos Leoneses, 85-86 (1989), pp. 14-15. 505 institución es reform ada al igual que otras de la Corte, lo que nos indica com o la política religiosa es un aspecto más de la de gobierno en general. 2.3. EL PAPEL DE LAS CORTES. En Castilla el m omento del inicio de la s Corte s solía s er de trámite ha sta que Juan II, inclinado a la fastuosidad, revistió esta ceremonia de mayor solemnidad, lo que se debió a la influencia aragonesa, según Pedro Cátedra 54, quien añade que este rey gustaba de la proposición de Cortes en forma de sermón, pero que incapaz de hacerlo él, delegaba en un clérigo. Una prueba de la solemnidad de la reunión de Cortes es que estaban junto al rey las más altas personalidades de l reino, nobles y eclesiásticos, com o hemos visto en los anteriores reinados, pero también los familiares directos del monarca, por ejemplo en las Cortes de Valladolid de 1442: Estando ý conmigo la reyna donna María m i muy cara e muy am ada muger, e el rey don Iuan de Navarra m i m uy caro e m uy am ado pri mo, e el prínçipe don Enrique mi muy caro e muy a mado primogénito, heredero en los mis regnos e el infante don Enrique m aestre de Santiago m i muy caro e m uy amado primo e el almirante don Fadrique mi primo55. La convocatoria, realizada por parte del re y, se hacía para prestar el juram ento y homenaje al nuevo rey y al heredero, para el aborar determinadas leyes y ordenamientos y para apro bar los se rvicios56, lo que se hacía a partir del diálogo entablado entre el monarca y los procu radores, pero com o siem pre acced ían a las petic iones del rey, la mayoría de los especialistas hablan de unas Cortes supedi tadas al poder real. Además, como no existía un cerem onial bien reglam entado, los encuentros entre el rey y los procuradores estaban sujetos a las circunstancias del momento, en función de las cuales se encuadraban las convocatorias. En este reinado tan convulso, con continuas luchas políticas entre bandos, las Cortes en tran en una fase de decadencia, paralela a la de los concejos57. 54 CÁTEDRA, Pedro: “Acerca del sermón político en la España medieval”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 40 (1985-1986), pp. 23 y ss. 55 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la historia, 1883, Tomo III, p. 393. 56 Un ejemplo de pago se servicio para la guerra contra Granada, lo tenemos en las Cortes de Valladolid de 1411: “A nosotros plaze todos de una conc ordia de vos ot orgar e otorgamos vos desde agora todo lo que no copiere a pagar de los dichos quarenta e ocho cuentos […] para que los pague el regno este anno presente en que estamos, para cumplir e continuar la dicha guerra para el dicho anno primero que viene del Sennor de 1412 annos, porque estén cogidos e prestos para el tiempo que saliere la dicha tregua o se oviere de començar a fa zer la dicha guerra” ( Cortes d e lo s antiguos reino s de León y Ca stilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III, p. 6) 57 Hay varios problemas que enturbian el diálogo entre las ciudades y la corona: el exceso de i mpuestos, la enajenación del patrimonio real, el aumento de hidalgos, el i ncremento de nobles en l as oligarquías concejiles que acaparan los cargos municipales (OLIVERA SANTOS, César: Las Cortes d e Castilla y León y la crisis d el reino (1445-1474). E re gistro de Cortes, Burgos: Instituto de Estudios Castellanos, 1998, p.11) Cfr. PASTOR BODMER, Isabel: Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de don Álvaro de Luna, Madrid: Caj a Madrid, 1992, p .243. Dice qu e los procuradores cuando se avecinaban cambios políticos importantes, p rocuraban sal vaguardar l as l ibertades y p rivilegios de l as ci udades, co nfirmándolos en Cortes. 506 En el m arco de la decadencia de esta institución, Valdeón 58 considera q ue, en las Cortes de Ocaña de 1422, se dio un paso importante para ponerlas al servicio del poder regio al aprobar que los procuradores se rían remunerados por la hacienda real, lo que es una manera de frenar su independencia. En las Cortes se tom aban fundamentalmente decisiones políticas y económ icas. Entre éstas, además del tema de los servicios, ya planteado, podemos resaltar la petición que le hicieron al rey en las Cortes de Va lladolid de 1420 de conceder m enos mercedes a los de noble linaje o de sangre real, lo que nos demuestra el temor de los concejos ante la disminución de las tierras de realengo. En las Cortes de Valladolid de 1442 deja claro que las decisiones las toma el rey, en ocasiones con acuerdo del Consejo, para gobernar en función del bien común del reino, y que el criterio de justicia es el suyo, por eso en la petición primera utiliza el término “poderío real absoluto”, fórmula muy común en este reinado, para dejar claro que no acepta la existencia de ninguna autoridad tem poral superior a la suya: Me fueron dadas çiertas petiçiones por los dichos procuradores, a los quales yo con acuerdo de los sobre dichos del dich o mi Consejo respondí segunt e por la forma e manera que entendí ser con plidero a mi serviçio e a execuçión de la m i justiçia ea pro e bien común de mis regnos e sennoríos […] Ca yo de mi propio m otu e çierta çien çia e poderío real ab soluto lo abrogo e derogo e caso e anullo en quanto es o podría ser contra esta mi ley e contra qual quier cosa o parte de lo en ella contenido e mando e ordeno que non vala nin aya fuerza alguna59. Unido con el concepto del bien común, es tá el del buen regim iento, tal y como dice en las Cortes de Burgos de 1453: “el rey deve con gran diligen çia e pensam iento buscar manera por do sus pueblos sean regidos en paz e en justiçia e debe em endar e corregir las cosas que fuesen en co ntra es te buen regimiento”60. Del cumplim iento de estos objetivos extraemos la imagen del rey virtuoso que persigue el buen gobierno para su reino, aunque con Juan II fue más un deseo teórico que una realidad. Vamos a analizar con d etalle las Cortes celebradas en el real de Olm edo en 144561, por la im portancia que tiene lo acordado en ellas y porque reflejan la situación de guerra civil que vivía el país. El gran protagonista fue don Álvaro de Luna, cuyo objetivo era restaurar el poder de la m onarquía frente a la in jerencia de los Infantes de Aragón, y para ello necesitaba la colaboración de la nobleza, por lo menos de los leales al rey, y de las ciudades, para lo que se servirá de sus procuradores. Se elaboró un Ordenamiento hecho a petición de las Cortes, interpretando y aclarando la Segunda Partida, en c oncreto se c ita el T ítulo XIII: “Qual debe el pueblo ser en cono çer e am ar e tem er e onrar e g uardar al rey” y el Título I: “De los emperadores e de los reyes”, entre otros. El m onarca com ienza diciendo que los procuradores le han hecho una “suplicación”, cuyo tenor es este: Muy alto e muy poderoso príncipe e m uy esclaresçido rey e sennor, vuestros omildes servidores los procuradores de las çibdades e villas de vuestros regnos 58 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámara. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de Hoy, 2001, p. 131. 59 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III, pp. 393 y 400. 60 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Ibidem, p. 642. 61 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Ibidem, pp. 458 y ss. 507 con devida reverençia besam os vue stros pies e vuestras m anos, e m uy omillmente nos encomendamos en vuestra muy alta merçed, la qual bien sabe en commo por pecados del pueblo, Dios ha perm itido estos tiem pos pasados algunos bolliçios e levantam ientos e escándalos en vuestros regnos, a los quales algunos vuestros súbditos e naturales se movieron, olvidada la ley natural por estilo de la qual aun las abejas han un prínçipe […] e así m esmo pospuesta la ley devinal, la qual espresam ente manda e defiende que ninguno non sea osado de tocar en su rey e prínçipe commo áquel que es ungido de Dios nin aun de retraer nin dezir dél ningunt mal nin aun lo pensar en su espíritu, m as que aquel sea tenido commo vicario de Dios e on rrado commo por esçelente e que ningunt non sea osado dele resistir, porque los qu e al rey resisten son vistos querer resistir a la ordenança de Dios. Efectivamente el lenguaje que utiliza está lleno de imágenes de la monarquía, ya antiguas, que ya vim os en Alfonso X: es el rey com o vicario de D ios o el reino comparado con las abejas que tien en una re ina; es m uy signif icativo que utilice la expresión “ungido de Dios”, que refuerza la idea del rey elegido por Dios para gobernar en su nom bre. Tambén se inclu ye la teoría organicista: el rey es el corazón y el alma mientras que el pueblo confor ma los m iembros del cuerpo. Está claro que en este Ordenamiento se trata de sentar las bases ideológicas para el autoritarismo regio. Asimismo se critica la situación del reino, debido a que algu nos se han rebelado contra Juan II: Por la dicha ley d e la P artida, al co mienço de esta petiçión suso inxierta e por otras qualesquier que çerca de lo en ella contenido fallan ser mal entendidas, por cabsa e por ocasión dellas se ayan seguido en vuestros regnos e contra el b ien público e paz e sosiego dellos m uchos escándalos e inconvenientes o se podrían seguir m ás adelante, si en ello non fuese proveydo, m uy om ildemente suplicamos a vuestra muy alta sennoría, que conformado vos prinçipalmente con la ley divina, e así m esmo con las le yes suso encorp oradas que justa e santamente en esto fablan e disponen, e interpretando e declarando la dicha ley de la Partid a o o tras q ualesquier, as í por algunos m al entendidas, las quiera revocar de su çierta çiençia e propio motu e poderío real absoluto, así o en quanto son e puedan ser c ontra las otras suso en corporadas, aprovando e mandando guardar espeçialm ente las dichas leyes del Fuero en todo e por todo segunt en ellas se contiene; e las otras sobre dichas leyes de vuestros regnos que con ellas concuerdan e a e llas son confor mes, mandando que la dicha ley de la Partida e otras quales quier que en esto fablan sean entendidas e guardadas segunt las dichas leyes del Fuero. Vemos cómo los procuradores, que consid eran al rey la m áxima autoridad sin fisuras, pues hablan de su “poderío real ab soluto”, creen que los problem as vienen de una mala interpretación de la Sép tima Partida; seguramente se refieran al hecho de q ue en ella se plantea la posibilidad de deponer al tirano, pero ellos defienden que los rebeldes al rey no podían basarse en ella pa ra justificar su actuación. Nos llam a la atención qu e cas i dos si glos después sigue la rivalidad entre el Fuero Real y Las Partidas. Finalm ente, Juan II atiende la peti ción, por el bien del reino, y revoca cualquier otra interpretación de Las Partidas que no concuerde con las otras leyes del reino. 508 De todo lo expuesto en este apartado, destacamos que durante este largo reinado hubo num erosas reuniones en Cortes, tanto en la m inoría como en el reinado personal, lo que es un índice m ás de la gran inestabilidad política que se vivió. Vem os como el rey quiere dejar claro que es el gran protagonista, de ahí la gran pompa con que se presenta para exhibir su autoridad; tam bién en el aspecto político quiere dejar clar o que ostenta el m áximo poder, aunque, en la realidad, debido a su abulia, prefiera delegar en otros; no obstante hay que resa ltar que los procuradores de las ciudades amparan la autoridad regia frente a la nobl eza, pero la m onarquía no sabrá aprovechar esta alianza y se conform ará con dom eñar su poder y tenerlas som etidas. En resumen, extraemos l a imagen de una m onarquía autori taria, o por lo m enos que trata de serlo , aunque plenamente no se conseguirá hasta el reinado de los Reyes Católicos. 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS Y SUS AUTORES 3.1. UNA CORTE LITERARIA. Durante este reinado, que oc upa la primera mitad del siglo XV, se puede hablar de la exis tencia d e una corte litera ria, inspirada por un mona rca qu e tenía grand es cualidades letradas, puesto que sabía latín, hacía poemas y sentía atracción por libros de los temas más variados, fruto de la esmerada formación libresca que recibió por expreso deseo de su m adre. Tam bién en este cam po don Álvaro de Luna jugó un papel primordial, ya que al ocuparse de los asuntos de la política, permitió que el rey cultivase sus aficiones literarias. Este marco cortesano en el que la pr oducción cultural tiene un papel relevante servirá de propaganda al poder regio, por ej emplo, los juegos lite rarios, cum plían la misma func ión que las fiestas y torneos, pe ro, adem ás, en la literatura hay m ucha materia pro pagandística, porque se transm itía un determ inado idea l p olítico de tipo caballeresco. Se escr iben im portantes obras liter arias, gran núm ero de crónicas y tam bién valiosos tratados políticos; nosotros no vam os a analizar las obras de literatu ra, pero sí lo que del rey escriben algunos de los gr andes autores castellanos contem poráneos suyos. Una de las características m ás sobresa lientes del reinado de Juan II es el esplendor que alcanzó la literatura cortesana, fue tal que algunos especialistas hablan de un “pre-Renacimiento”, lo que trans mite una imagen de co rte humanista, en la qu e el rey juega un importante papel de m ecenazgo, pues muchas obras le fuero n dedicadas y otras regaladas62. Paralelamente, los nobles actuaron como importantes mecenas, así, por ejemplo, el Condestable, del que hablar emos, o los condes de Haro y Benavente y el marqués de Santillana que for maron grandes bibliotecas; serán las prim eras bibliotecas laicas importantes, en las que ocuparon lugar destacado algunas obras clásicas. Ya desde com ienzos del siglo XV, podem os hablar de la existencia de códices humanísticos, entre los que destacan los libro s cortesanos, es decir, los que form aban parte de las bibliotecas del rey y de lo s nobles; son ricos m anuscritos en pergam ino finísimo o vitela, escritos con letra gótica caligráfica redonda o hum anística, con amplios márgenes e ilu minados con gran esm ero; de lo qu e se infiere que, aparte del 62 Aristotelis Politicorum libri VIII, le fue regalado al rey por Leonardo Aretino, autor de la traducción y los comentarios. Es un bello códice que en la primera página tiene una lujosa orla de oro y colores y lleva el escudo cuartelado de León y Castilla. (SARRIÁ, Amalia y otros: Los Reyes Bibliófilos. Catálogo de la exposición, Madrid: Dirección General del Libro y Bibliotecas, 1986, p. 59 509 contenido, se cuida m ucho el propio códice, que se convierte en una verdadera obra de arte. Podemos concluir que la circunstancia que favoreció la bibliofilia fue la personalidad del rey, gran am ante de la lectura y de la cultura, com o nos cuentan las crónicas, por eso defendemos la imagen de Juan II como rey bibliófilo. 3.2. LOS CRONISTAS. Tienen gran interés, no solo por s er au tores de fue ntes his tóricas de pr imer orden, sino tam bién porque, com o dice Nieto Soria 63, encontramos en la historiografía abundantes imágenes de la concepción autori taria del poder de la realeza, las m ismas que verem os en los tratados de teoría pol ítica, en los cancioneros y en las ob ras literarias. Hay que recorda r que los cron istas r eales se lim itaban a rela tar los acontecimientos del reinado, pero tenemos otros que nos dan información, en apariencia secundaria, pero que transm iten lo que realm ente pensaban del rey o de los personajes relevantes. En este reinado hay datos de varios e importantes cronistas, incluso Juan de Mena también fue nombrado cronista oficial; parece que el nom bramiento tuvo lugar cuando publicó el Laberinto en 1444, a raíz de la batall a de Olm edo, pero el prim er documento fehaciente de su cargo data de 145064. 3.2.1. LA CRÓNICA DE JUAN II. Alvar García de Santa María, “escrivano de cámara del Rey e su chanciller de los libros e ordenador de las sus h istorias”65, parece ser el autor de la Crónica de Juan II66. Según Gómez Redondo 67, es la m ás compleja de las crónicas del sigo XV porque fue compuesta por varios autores; cree que, efectivamente, la primera parte corresponde a dicho historiador que posee excepcionales cualidades ya que hace un concienzudo relato de la vida co rtesana y m ilitar, un m inucioso r egistro de da tos y notic ias, de documentos y de conversaciones a las que ha tenido acceso por el relevante puesto que ocupa. La prim era parte llega hasta 1420 y en ella propone com o modelo de conducta regia a don Fernando de Antequera, que es un espejo de virtudes caballerescas, prudencia cortesana y acciones piadosas, quizás tenga un afán didáctico, puesto que el rey podría aprender de sus escritos. La segunda parte abarcaría hasta 1435, en ella el protagonista m ás que el rey es don Álvaro de Luna, lo que hace sospechar la intervención del Relator, Fernand Díaz de Toledo, que seguía las directrices ideológicas del valido y que m odificaba lo que redactab a Alvar García, quien a partir de 1435 suspende definitivamente el registro de los hechos. 63 NIETO SORIA, J.M.: “Las concepciones monárquicas de los intelectuales conversos en la Castilla d el siglo XV”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie III . Historia Medieval, 6 (1993), pp. 230-1. 64 TATE, Robert: “El cronista real castellanao durante el siglo XV”, en Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez, tomo III, Madrid: Fundación Universitaria Española, p. 664. 65 TATE, Robert: Ibidem, p. 664. 66 Según Pedro Cátedra, se entretiene en incorporar con rigor documentos escritos, y como ejemplo da los resúmenes de las Cortes castellanas que i nserta e n la Crónica y en c oncreto habla de u n serm ón de Sancho de Roj as pronu nciado en las Cortes d e Segov ia d e 14 07. (“Acerca d el serm ón político en la España medieval”, Boletín de la Real Academia de la s Buenas Letras de Barcelona, 40(1985-986), pp. 24-5.) 67 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 2002, pp. 2207 y ss. 510 La tercera parte que llegaría hasta el final del reinado, Góm ez Redondo la atribuye a Fernán Pérez de Guzmán, que hace una refundición de acuerdo con los valores de los Reyes Católicos para qui enes la escribe, y es la conocida Generaciones y semblanzas. La imagen que se ofrece de Juan II es distinta, se le presenta como el centro de poder y sus desaciertos se asocian a la in fluencia negativa que el de Luna ejercía sobre él, de quien le librará su segunda espos a Isabel de Portugal; as imismo el príncipe Enrique es presentado com o uno de los pe ores enem igos del rey. Esta refundición posteriormente fue revisada por el doctor Ga líndez de Carvajal, qu ien la incluyó en la edición que hizo de la Crónica de Juan II. 3.2.2. CRÓNICA DEL HALCONERO68. Pedro Carrillo Huete, el ha lconero real, afecto al rey y asiduo de la corte, que gozaba del favor y confianza del monarca, fue autor de una Crónica muy interesante por la sencillez con que relata los hechos, en la que se presenta preocupado por la continuación de la lucha contra el reino de Granada y por la s luchas de bandería, en las que procuró mantenerse neutral y siem pre fiel al rey, cuya figura es defendida siempre por el cronista. La denominada Crónica del halconero nos proporciona una inform ación muy interesante: la que se refier e a las grandes fiestas en las que el rey luce en todo su esplendor. Las justas son com bates ficticios regulados por los códigos de la caballería, que servían, a veces, para resolver conflic tos políticos, iban seguidos de banquetes en los que se hacía gala de la hospitalidad. Por ejemplo, las que se celebraron en Valladolid el 18 de mayo de 1428, en la que describe el lujo de su atrezo: Salió el señor Rey de Castilla e veynt e e quatro cavalleros, todos con sus paramientos verdes, el señor Rey con unos param ientos de argentería dorada, con una cortapisa de armiños muy rica e un plumón e diademas de mariposas. Teóf ilo Ruiz69 analiza la sim bología de ese rico atuendo. Dice que los colores plata y oro, así com o el blanco y ne gro del arm iño, tienen una larga tradición iconográfica para d escribir valores positivos, aparte de que el oro, la p lata y la piel de armiño tradicionalmente están asociados al poder real. L as mariposas, dice que son un motivo del arte cris tiano en el que repres entaban la resurrección del alm a, y en ese momento político podrían hacer referencia al retorno de don Álvaro de Luna y al renacimiento de la autoridad real. Otra fiesta muy renombrada fueron las ju stas celebradas en Valladolid el 6 de junio de 1428 con m otivo de la boda de su pr ima, la infanta Leonor, con el infante don Duarte de Portugal, en la que el rey salió al palenque rodeado de un gran lujo. En ella se trataba de restablecer la primacía de Castilla dentro de los reinos peninsulares. Ambas son ejemplo de la afición del rey castellano a los torneos, la pompa y el lujo; y de ello extraem os una imagen de un rey al que le gustan los fastos propios de la monarquía en los que su figura queda siem pre destacada del resto d e los caballeros, es decir, es una manera de marcar la preeminencia del rey sobre los nobles y de escenificar su poder supremo. 68 CARRILLO DE HUE TE, Pedro: Crónica del halconero de Juan I I, edición Ju an de Mata Carriazo , Madrid: Espasa-Calpe, 1946, pp. 22 y ss. 69 RUIZ, Te ófilo: “Fiestas, torneos y sím bolos de la realeza en la Castilla del siglo XV. Las fiestas de Valladolid de 1428” en Adeline RUCQUOI: Realidad e imág enes del poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid: Ámbito, 1988, p. 258. 511 En el Halconero también encontramos testimonios de la profunda espiritualidad del m onarca, aunque no difieran de los de sus predecesores. Por ejem plo la rom ería efectuada en 1435 por toda la fam ilia r eal, incluso con don Álvaro de Luna, al Monasterio de Guadalu pe, lugar de honda si gnificación religiosa para los m onarcas castellanos, a cuya iglesia el rey llegó andando, donde le esperaba una procesión solemne de ciento veinte frailes, con los que compartió mesa y mantel mientras estuvo allí. Otro ejem plo es el de la Sem ana Santa de 1440, cuando, en m edio de la gran tensión política del momento, “No oyó el Rey tiniebras. Lo qual nunca le acaesció en su vida, que era muy católico”70. Fue continuada por Lope Barrientos, obispo de Cuenca, confesor del rey y maestro del príncipe don Enrique , a partir de 1441 y hasta 1 450, etapa en la que ref leja la participación de él mismo en los acontecimientos de que da cuenta. 3.2.3. REFUNDICIÓN DE LA CRÓNICA DEL HALCONERO. Góm ez Redondo71 defiende que no es tal refundici ón ni se debe atribuir a Lope Barrientos, com o hace Mata Carriazo, no sólo por m otivos estilísticos, sino po r la misma concepción del pensamiento histórico, y opina que es la mejor crónica de Juan II, porque concede la m isma importancia a todos los núcleos tem áticos que la integran, y porque es la m ás coherente y ordenada. Po r lo tanto sería una tercera crónica, que abarca m ucha extensión, ya que narra h echos desde 1396 a 1439. Concluye que este manuscrito escurialense72 nada tiene que ver ni con la obra del Halconero, ni con la de Lope Barrientos, pero q ue sí tiene elem entos tom ados de las de Alvar García y de Carrillo Huete, y que podría atribuirse a Fernán Pérez de Guzmán. Comienza con una introducción en la que hace una reflexión m uy interesante acerca del concepto de “crónica”; esta no deb e ser publicada en vida del rey o príncipe que la ordene para que el historiador pueda escribir librem ente y “porque non la enmienden los poderosos que qu ieren onrra syn trabajarla” 73. Deducimos de la lectura de esta obra que el autor no tenía buena opinión del príncipe Enrique, ni de su camarilla, tampoco de don Álvaro de Luna. Es sintom ático que recoja una carta , dirigida al rey y fechada en 1439, de su primo el Almirante de Castilla y del adelantado Pedro Manrique, en la que le piden que rija sus reinos por sí mismo y que se libere del Condestable, que se ha apoderado de su persona. 3.2.4. CRÓNICA DE DON ÁLVARO DE LUNA. El autor, según Juan de Mata Carriazo 74, pudiera ser Gonzalo Chacón, que la comenzaría entre 1453 y 1460 y la terminaría durante el reinado de los Reyes Católicos. Pero Góm ez Redondo 75 considera que no es una crónica y la titula La Historia del ínclito don Álvaro de L una, tal y com o aparece en el cierre de la m isma, y en ella 70 CARRILLO DE HUE TE, Pedro: Crónica del halconero de Juan I I, edición Ju an de Mata Carriazo , Madrid: Espasa-Calpe, 1946, pp. 334 y 196. 71 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 2002, vol. III, pp. 2306 y ss. 72 RBME, mss. X-II-13. 73 BARRIENTOS, Lo pe de: Refundición de la Crón ica del Halconero, ed ición Juan de Mata Carriazo , Madrid: Espasa-Calpe,1946, p. 7. 74 Crónica de Don Álvaro de Luna, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, Estudio Preliminar. 75GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 2002, vol. III, pp. 2900 y ss. 512 diferencia claram ente d os partes. L a prim era, que se ajusta al m odelo de lo s r elatos caballerescos, presenta a don Álvaro com o el héroe. L a segunda encargada por los descendientes del valido a Gonzalo Chacón, relata los últimos años de vida del Maestre, donde plantea la conspiración de sus enemigos, envidiosos de su poder y virtudes, para separarlo del rey. Era uno de los criados de confianza del Condestable y en esta obra hay bastante alusiones a su persona, por ejem plo cuando fue enviado a la cárcel con su amo, fue llamado por el rey para que le dijese sobre las ri quezas, tesoros y escrituras de don Álvaro, el relato que se h ace de esta entrevista es ba stante elocuente de que bien podría ser él mismo quien lo escribe: El Gonçalo Chacón, como ya la Historia lo ha contado, era mançebo discreto, e de buenos fechos, e de buen entender, e allende de las buenas condiçiones suyas, era persona bien razonada, e de buen ador namiento e apostura en su fablar. E como se viesse en tal artículo e en tal paso delante del Rey, él le dixo tantas e tales palabras, estando solos ende am os a dos, e le fabló por tan vía çerca de aquellos fechos, representándole con un sentible e bien avisado modo de representar las cosas qu e el Maestre su señor avía dicho e él avía oýdo de su boca, quando ovo sabiduría de cómo Su A lteza lo venía a p render, a que el Rey en las oír non pudo contener las lágrim as, que le salieran por el rostro. E tanto pudo entonce el fablar de aquel caballero con el Rey, a que de rigor tornó en mansedumbre la real v oluntad con tra él […] En efecto el Rey, oído lo que Gonçalo Chacón le avía dicho, por tal manera ovo aquello cavida e asiento en su coraçón, a que el Rey le m andó, después de la fabla pasada, e le dixo que le sirviese e siguiese como su padre e sus parientes avían fecho, e el m ismo Gonçalo Chacón, por semejante, con él le faría merçedes. E entonce el caballero besó al Rey la m ano por lo que así le av ía fablado, e despidiose dél; pero con todo mandole el Rey que se tornase a la cárcel76. Este escritor es por tanto un claro defens or de don Álvaro, al que, en esta obra, define como discreto, prudente, m agnánimo, esforzado por el reino y leal al rey, y en consecuencia, critica la figura de Ju an II, al que califica de cruel y codicioso com o deja patente en la dura apóstrofe que le dirige de spués de que firm e la sentencia: “¡Oh alto Rey de Castilla! ¿Qué fazes ? Condenas a m uerte al m ás leal servido r que jam ás oviste nin avrás” 77, tam bién es clara su crítica cuando alude a una m etáfora tan m edieval como es el espejo: ¿Qué enxemplo tom arán de ti ¡Oh Rey! Tus vasallos, tus súbd itos, e tu s naturales! Ca segund ven que tú fa zes, que has de ser como claro miralle o espejo en que se miren, así farán ellos, e todo será a cargo tuyo, e a tu culpa 78. Estas opiniones desfavorables las formula antes de la persecución y m uerte del Condestable; después, en el epílogo presenta al m onarca de manera favorable, quizás porque, entonces, estaba al se rvicio de la reina viuda, y dice: “aqueste muy excelente e muy virtuoso Rey notoriam ente se sabe que las encargó al n uestro Maestre e m uy fiel Condestable”. Asim ismo resum e la figura de don Álvaro en térm inos muy elogiosos porque dice que fue leal a su rey, buscó el bien común del reino y la honra de la corona de Castilla. 76 Crónica de Don Álvaro de Luna, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa-Calpe, 1940, p. 411. 77 Crónica de Don Álvaro de Luna, p. 426. 78 Crónica de Don Álvaro de Luna, p. 408. 513 3.2.5. CONCLUSIÓN La primera conclusión que se extrae de todos los testim onios comentados, es el gran núm ero de crónicas que hubo en este reinado, lo que enriquece la visión que podemos extraer de él por tener distintos punt os de vista; por prim era vez tenemos una imagen negativa del rey, en Gonzalo Chacón; de los otros cronistas, entre líneas, también podemos extraer una im agen más objetiva, que lo dibujan con sus virtudes y defectos; hay coincidencia en que las tare as de gobierno no le in teresaban, pero sí exhibir la magnificencia y el lujo propios del cargo que ostentaba. 3.3. TRATADISTAS POLÍTICOS. Hay una serie de intelectuales que de fienden en sus obras una determ inada concepción de la m onarquía, basada en el principio de que el re y es sólo responsable ante Dios, es el defensor de la fe cristiana y del bienestar del reino; además, resaltan las virtudes y el poder del m ismo. Pr oliferó este tipo de literatura porque se trataba de justificar la posición de la monarquía frente a la nobleza rebelde A continuación pasamos revista a los princi pales protagonistas de esta corriente cultural. 3.3.1. PABLO DE SANTA MARÍA (1352-1435). Nacido Selomó ha-Leví, en 1390 se convirt ió al catolicismo y sus cualidades intelectuales y personales le llevaron a al canzar altos cargos ecles iásticos, com o ser obispo de Burgos, además fue tutor de Juan II y Canciller Mayor. Escribió una im portante obra histórica en verso, Las edades del mundo 79. El prólogo, en prosa, en una versión está di rigido a la reina m adre doña Catalina de Lancaster y, en o tra, a J uan II. Es u na his toria universa l y en ella sitúa la Castilla de Juan II que es el punto culm inante de la obra; según él, la dinastía Trastám ara es sucesora de las m onarquías judía y rom ana y heredera legí tima de la goda, de m anera que presenta a Juan II com o personaje m esiánico, que hará de Castilla el centro del poder mundial, y en ese sentido puede recordar al concepto histor iográfico de Alfonso X. Es una obra original, pero algo extraña, impregnada de un mesianismo propio de quien, antes de convertirse, fue rabino m ayor de Burgos, con influenc ia judaica, que al fin y al cabo estaba presente en la Castilla medieval. El otro aspecto importante, sobre el que insiste el autor, es la legitim idad de la casa de Trastámara, es decir, casi un sig lo después todavía era necesario def enderla. En resum en, es una obra propagandística llena de referencias legitimadoras de la dinastía reinante. 3.3.2. ALONSO DE CARTAGENA (1385-1456). Hijo de Pablo de Santa María, siguió la carrera eclesiást ica y fue obispo de Burgos. Hombre de sólida for mación intelectual, escribió en latín y en c astellano obras muy interesantes con profundas reflexiones políticas, tuvo gr an interés por la historia, como fuente de conocimientos, pero, sobre todo, para glorificar a la dinastía Trastámara, de la que especialmente mitifica a Juan II; todo esto lo aplicó para servir lealmente a la monarquía castellana, incluso en difíciles misiones diplomáticas, y, sobre todo, con sus 79 Vamos a seguir el artículo de DEYERMOND, Alan: “Historia universal e ideología nacional en Pablo de Santa María”, Homenaje a Álvaro Galmés de Fuentes, Madrid: Gredos, 1985, vol. II, pp. 313-324. 514 obras, cuyo propósito era fortalecer a esa dinastía, a la que concedía un papel mesiánico, liberadora del dom inio musul mán y unificador a de los reinos es pañoles, por ser la heredera de la monarquía astur-leonesa, a su vez heredera de la visigoda. Autor prolífico, entre sus obras destacaremos algunas: Discurso so bre la precedencia d el r ey católic o sobre el de Ingla terra80, que pronunció en el Concilio de Basilea en 1434. Es un discurso exal tado y panegírico. Comienza alabando a J uan II porq ue es un rey católico, m anso, humilde, benign o y virtuoso; a continuación se centr a en el propósito de la dise rtación y dice que entre las señales de virtud de un rey están las siguientes: “la prim era es noblesa del linaje, la segunda antigüedad de tiem po, la tercera altesa de dignida d, la quarta la m emoria de beneficios rescebidos”, y justifica q ue en todas ellos el rey castellano tiene m ás honor que el rey de Inglat erra. En cuanto al linaje, de sciende de los godos y de los emperadores romanos y griegos, de san Luis, rey de Francia, y de la Casa de Lancaster, además, Castilla nunca estuvo sujeta al Im perio, la conversión del re ino al cristianismo fue anterior y com o prueba aduce que tiene la tumba del apóstol Santiag o. En cuanto a la segunda, tiene una mayor antigüedad histórica pues su rey Gerión fue vencido por Hércules. En la terc era, esgrime que la Corona de Castilla es “m ás alta” porque tie ne más tierra y porque ha ce guerra contra los in fieles. Y por último la Ig lesia recibe más beneficios de Castilla que de Inglaterra. Por todo, concluye que el rey de Castilla debe tener m ás honor. Finalm ente, el conflicto se saldó con una Bula del 19 de agosto de 1436 a favor del Rey de Castilla81, en la cual se le concedió esa precedencia. Doctrinal de caballeros, cuya parte original, obra de Cartagena, es el prólogo de cada uno de los cuatro libros, pues éstos contienen textos jurídicos, extraídos, la mayoría, de las Partidas. De esta obra toma la idea de que el rey es la más alta autoridad en la tierra, y por eso todos le deben obedienci a, incluso el caballero tiene la obligación de sostener los intereses de la m onarquía, que no son otros que los del bien com ún. Al defender la doctrina de Las Partidas, reivin dica la con cepción autoritaria de la monarquía. Es significativo el contenido del tercer libro, en él el obispo habla de la situación que vive el reino, los “bolliçios”, es decir, los caballer os que ejercitan las armas unos contra otros, en vez de ocuparse de los verdaderos enem igos del reino que son los m usulmanes de Granada; lo que de nota una crítica a las luchas de bandos que asolaban la Castilla de Juan II. Defensorium unitatis c hristiana, escrita a raíz de los ataqu es a los con versos en Toledo, dirigidos por P edro Sarm iento. Cartag ena defiende a los cristianos nuevos, como él, y la obra la dirige a Juan II, que como rey es el señor supremo de los cristianos y judíos castellanos. E s im portante porque pone de m anifiesto su postura ante un problema de la sociedad que vive y compromete al rey en ella. Del análisis de las anteriores fuentes escritas deducimos la alta consideración en que tenía el escritor a la monarquía castellana, a la que sirve con devoción, y en especial a su r ey, que es Ju an II; para él es u na institución y una f igura incuestionable, bien es verdad que no analiza su personalidad concreta. Genealogía de los Reyes de España, también llamada Anacephaleosis, tiene gran importancia para nuestro trabajo por la riqueza de im ágenes gráficas y porque dota a la monarquía castellana de un basam ento ideológico fundado en la e volución histórica de 80 En el Concilio de Constanza se implantó el voto por naciones, lo que creaba una cuestión protocolaria y de preeminencia. Nadie discutía el primer puesto a Italia, el segundo a Alemania y el tercero a Francia; la pugna venía por el cuarto puesto entre Inglaterra y España. Las citas están tomadas de Prosistas castellanos del siglo XV, Madrid: BAE, 1959, t omo 116, pp. 205-233. 81 BNE, mss. 1.091, fols 86r-88v. 515 las dinastías, de manera que la Trastámara es heredera directa y legítima de la visigoda; por estas razones consideramos que esta obra merece un análisis específico. Según Elisa Ruiz82, en el prólogo, que está m uy bien articulado, el autor nos da información sobre sus propósitos. En prim er l ugar m uestra que el deseo de saber es connatural al hom bre, y en este contexto s itúa el seguim iento de una genealogía. El destinatario de la obra es el rey, no sólo por cortesía sino porque en ella plasm a su ideario político; desgraciadam ente el rey falle ció antes de poder recibirla. La concibió con una adecuada ilustración de efigies regias porque imagines rerum fortius memoriam coadiuuant quam nuda scriptura, y es una manera de hacerlo más accesible al público. Esta obra recoge el árbol de la geneal ogía de los Reyes de España desde el rey godo Athanarico hasta Enrique IV, últim o rey que conoció el autor, y se redactó pensando que cada monarca tuviera su ilustración gráfica, de ahí que el scriptor tuviera que dejar espacio para ello, donde el m iniaturista representó gráficam ente lo que Cartagena indicaba que quería trans mitir y, aunque no sabemos de qué fuentes se v alió el artista, seguramente se sirvió de monedas, sellos o de m anuscritos, tal y como hemos hecho en este presente trabajo, o sim plemente reprodujo tipologías tradicionales de las imágenes de los reyes, com o son la m ayestática, la ecues tre y la cab eza co ronada. Podemos decir que son figuras estereotipadas, no realistas, excepto en algunos detalles definitorios de la personalidad o de las hazañas de cada rey. En el final de la obra m anifiesta que la narración llega hasta el postrero día de febrero de 1456, por lo tanto pocos m eses antes de su m uerte. Ignoramos si alcanzó a ver ultimado el ejemplar, imaginamos lujoso, de la obra, que a nosotro s no ha llegado, en cambio sí tenemos varios ejemplares de la época, unos siguiendo la versión original en latín y otros en castellano; de ellos vamos a analizar los más ricos en ilustraciones. El ejem plar conservado en el AHN 83, en latín, según Elisa Ruiz 84, presenta rasgos arcaicos desde el punto de vista paleográfico y codico lógico, y piensa que es el códice más antiguo conservado de la obra; también destaca que presenta un programa de ilustraciones incom pleto. En el f ol. 43v [fi g. 1] se encuentra el dibujo de Juan II, a diferencia del resto, simples dibujos a pluma, éste está coloreado, incluso con pigmentos dorados que quiere simbolizar el m áximo grado jerárquico del rey; es un retrato ecuestre, lleva incluso arm adura completa, b lande la espada con su m ano derecha y el caballo va arrancar a galope, esta actitud solem ne y be licosa quiere mostrar que fue un monarca que com batió victoriosamente a los ár abes, como destaca el texto en el breve resumen de su reinado; a am bos lados, en dos recuadros ap arecen sus d os esposas con sus hijos, a la izquierda la reina María de Aragón con lo s infantes Enrique, Catalina y Leonor, a la derecha la reina Is abel de Portugal con los in fantes Alfonso e Isabel; en esta ho ja tam bién se incluy e la im agen de san Vicente Ferrer, que después explicaremos. El códice q ue se encuentra en la R eal Biblioteca de Palacio 85 es el m ás bello desde el punto de vista artíst ico, lo que indica que la copi a debió hacerse en círculos próximos a la corte. Es una versión en castellano, sobre papel, il ustrada con 82 dibujos realizados a pluma por un mismo artista, de gran calidad y vistosidad. Llama la atención la vestimenta, muy elegante, la prof usión de adornos y, sobre todo, los particulares y llamativos tocados que proporcionan a la s figuras un toque m uy refi nado, que nos recuerda las m iniaturas del gótico internac ional, po r e jemplo las de los herm anos 82 RUIZ GARCÍA, Elisa: “Avatares co dicológicos de la Genalogía de los Reyes de España” , Historia, Institucines, Documentos, 27 (2000), pp. 296 y 297. 83 AHN, Códices 983 B. 84 RUIZ GARCÍA, Elisa: Ibidem, pp. 300 y 311. 85 Real Biblioteca de Palacio, mss. II/ 3009. 516 Limbourg86. De Juan II tenem os un dibujo como príncipe heredero, que aparece en la representación de su padre Enrique III 87 [fig. 2]; es un figura sec undaria pero de cuerpo entero, lleva su nombre y aparece dialogando88 con su madre y hermanas, la reina doña Catalina y la infantas doña Catalina y doña Marí a; se le ve como un joven, lo que no es real, porque cuando m urió su padre era un be bé, esto nos indica que el artista está reflejando a la fam ilia del rey d e m anera genérica; com o todas las figuras v iste un curioso tocado. El dibujo corre spondiente a su reinado ha desaparecido pero, según Elisa Ruiz 89, podem os hacernos id ea de su d iseño a trav és del bellísim o grabado xilográfico que adjuntó Guillén de Brocar en 1517 a su edición de la Crónica de este rey [fig. 3], en él vem os al rey coronado, con arm adura y a caballo, en posición de corveta, y en los laterales, alo jadas en ventanas góticas sus esposas y sus hijos respectivos, además de san Vicente Ferrer 90, como ya vim os en el m anuscrito anterior. El texto hace un resum en del reinado y exp lica por qué le pintan arm ado y a caballo: ”porque en diversas guerras e batallas poco m enos todo lo m ás de su vida fue ocupado”91. Muy interes ante es la v ersión estampada que se conserva en la Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial 92, es un m anuscrito de la se gunda mitad del siglo XV, que suscita gran interé s porque, según Elisa Ruiz 93, está ilus trado m ediante tr es variantes técnicas, pues se han aplicado pequeñas estampaciones, recortadas y pegadas en los espacios blanco s que deja la escritur a del texto, previstos para las viñetas. La representación gráfica de la serie de retratos de los re yes adopta la form a de árbol 86 Cfr. TORMO, Elías: Las viejas series icónicas de los Re yes de España, Madrid: Junta de iconografía nacional, 1916, pp.222-3. Llama la atención sobre los particulares tocados que llegan a ser estrambóticos, al igual que las coronas reales, y piensa que están influidos por la caprichosa indumentaria de los dramas litúrgicos que se rep resentaban en los temp los y qu e eran m uy p opulares. Pero no co mpartimos esta opinión pues el teatro todavía apenas tenía importancia en Castilla. 87 Real Biblioteca de Palacio, mss, II/ 3009, fol. 194r. 88 Según Yarza, el aire desenfadado de las escenas, donde aparecen dialogando amistosamente, colabora a crear un clim a de fiesta que trae a la m emoria las que se celebraban entonces y donde nobles y reyes rivalizaban en presentar atuendos imaginativos. ( “La imagen del rey y la imagen del noble en el siglo XV castellano”, en Adeline RUCQUOI (coordinadora): Realidad e imágenes del poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid: Ámbito, 1988, p. 277 89 Argumenta para apoyar esta teoría, la disposición espacial de todas las figuras secundarias, la presencia de sa n Vi cente y el que se i ncluya u n f ragmento de la obra de Cart agena (RUIZ, Elisa: “Avata res codicológicos de la Genealogía de los Reyes de España”, Historia, Instituciones, Documentos, 27 (2000), p. 312. 90 Se deduce que es san Vi cente Ferrer de l o que di ce el texto: “Píntae a maestre Vicente, frayre de la horden de los predicadores que en tiempo deste Rey por dotrina santa clareçió, cuyo enxemplo e vida assí resplandeçió que mereçió ser canonizado” (fol. 200). También en esta explicación podemos encontrar la razón de por qué se ha incl uido su imagen en una representación donde sólo aparecen miembros de la familia real. El santo muerto en 1419, fue canonizado durante el reinado de Juan II, además había jugado un papel importante en el Cisma de Avignon, lo que le dio una relevancia internacional. Pero, sobre todo, creemos que e s significativo la influencia decisiva que t uvo para que el infante Fernando de Antequera fuera elegido rey de Aragón en el Compromiso de Caspe de 1412, esto le ligaba de manera directa con la familia de Jua n II, quien, i ncluso, l e podría est ar a gradecido p or l ibrarle de t an poderoso adversario político. Además, instigado por don Pablo de Santa María, obispo de Cartagena, había realizado un viaje pastoral por Castilla que le llevó a la misma corte. 91 Real Biblioteca de Palacio, mss. II/ 3009, fol. 200. 92 RBME, mss. h.II.22 93 “Estos grabados son excepcionales por su rareza y modo de empleo. Al ir todo el text o completado de manera sistemática con esa c lase de aparato icónico, este códice se convierte en un ejemplo primerizo de una obra manuscrita con una ilustración seriada y elaborada por medio de impresión múltiple. Podríamos hablar de una edición ·quiro-metalográfica·. En real idad, el conjunto es el testimonio d origen castellano más antiguo conocido por mí en el que se aplica esta técnica”. ( RUIZ, Elisa: “Avatares codicológicos de la Genealogía de los Reyes de España”, Historia, Instituciones, Documentos, 27 (2000), pp. 314-315. 517 genealógico. La estam pa de Ju an II [fig. 4] es com o todas, un retrato ecuestre con el caballo a galope y el rey con corona y blandiendo la espada con im agen de conquistador. De esta inte resante obra, la im agen que extraemos del m onarca, a trav és de sus dibujos, es la de un rey em peñado en guerras, lo que es verdad, pues a lo largo de su reinado tuvo que participar en muchas luchas armadas, aunque no fueran para expulsar a los musulmanes de la Península, que es lo que Cartagena hubiera deseado; ese objetivo lo lograría doña Isabel I, su hija, y tam bién el de la unidad de España, quizá este culto personaje tuvo la visión de presentir la proximidad de ambos acontecimientos. 3.3.3. DIEGO DE VALERA (1412-1486). Vivió en la corte desde que tenía q uince años, en la que entró com o doncel a servicio de Juan II, al que dedicó su Espejo de la verdadera nobleza94. Según el análisis que hace Nieto Soria95, este converso fundamenta la monarquía “en una perspectiva ju rídico-política, funcional y cortesano- nobiliaria”, y el rey es el salvador del reino y el origen de todo e nnoblecimiento, lo que im plica más carga que gloria. La Exhortación de la paz 96 es un tr atado dirigido al rey, en el que le dice que debe procurar, am ar y desear la paz y la c oncordia. Le pone ejem plos de reyes de la Edad Antigua así com o palabras tomadas de san Agustín. La condición funda mental es que actúe con justicia, y ésta es dar a cada uno lo que es suyo; también hay que tener en cuenta a las otras tres v irtudes, es d ecir, prudencia, tem planza y fortaleza, las cu ales traen la paz. Finaliza pidiéndol e al Redentor que le conceda las cuatro al rey para que gobierne sus reinos en paz largamente. 3.4. LA AVISACIÓN DE LA DIGNIDAD REAL. Nieto Soria 97 ha estudiado este breve opúsculo 98 de autor anónimo fechado en 1445, que no cree que fuera destinado a Juan II, sino que es una obrita didáctica dirigida a precisar lo que un ca ballero no debe ignor ar de lo que deben ser sus obligaciones respecto a su Rey, en la que se tom a como referente la Segunda Partida. Su contenido nos permite aproximarnos a la visión que del re y y de la realeza se trata de propiciar en el círculo de los colaboradores de Juan II. E l contexto hi stórico es signif icativo, se han reunido las Cortes en O lmedo para recuperar el prestigio de la m onarquía frente a los levantamientos y escán dalos p romovidos por la nob leza. El m odelo reg io que se defiende se basa en el origen divino del rey y de la realeza, en la concepción corporativa del reino y en el autoritarismo monárquico, ya que el m onarca sólo tiene que rendir cuentas ante Dios. Además, se especifican como funciones características del poder reg io: el nom bramiento de oficiales militares, hidalg os y jueces, y hacer las leyes. Se dice que el rey debe reunir las siguientes virtudes: teologales y cardinales, defender los ideales caballerescos, tener una formación guerrera puesto que tiene que 94 Bello códice miniado, que en el fol 14 lleva el escudo de Castilla y León custodiado por dos ángeles que fue regalado al rey. (Real Biblioteca de Palacio: Cámara de Seguridad II/ 2078). 95 NIETO SORIA, J.M.: “Las concepciones monárquicas de los intelectuales conversos en la Castilla d el siglo XV”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, 6( 1993), p.238. 96 PENNA, Mario: Prosistas castellanos del siglo XV, Madrid: BAE, tomo 116, pp. 77-85. 97 NIETO SORIA, J.M .: “La Avisación de l a dignidad real (1445) en el contexto de la confrontación política d e su tie mpo” en J.M SOTO R ÁBANOS (coordinador): Pensamiento m edieval hi spano. Homenaje a Horacio Santiago-Otero, Madrid: CSIC, 1998, pp. 405-437. 98 Incluido en un códice de la BNE, mss. 1.159. 518 ser buen jinete y diestro en el manejo de las armas, y ser letrado. Incidimos en que el rey es considerado funda mento de la condición caballe resca del reino, porque de ahí se deriva la importancia que se concede a su formación guerrera, a los símbolos que aluden a dicha condición como son los estandartes y pendones, así com o a las cerem onias relacionadas con la caballería, tan importantes en Castilla. Se establecen los motivos por los que podría ser considerado tirano: tom ar el reino por la fuerza, ocuparse de sus intereses particulares más que de los del reino, confiar más en los extranjeros que en los naturales del reino, engrandecer a los que no tienen méritos en detrimento de los sabios. En definitiva, se puede considerar un testimonio de propaganda política al servicio de la realeza frente a la nobleza. Por eso, creem os que, en esa época de confrontaciones de banderías, nos da la im agen ideal de la m onarquía, cuyos valores ético-morales son los que vienen defendiendo los tratados políticos desde Alfonso X. 3.5. JUAN DE MENA (1411-1456). Destacada figura de las letras españolas que vivió comprometido con la política de Juan II, circunstancia que marcó su obra, pues refleja la difícil situación del reino y, además, en ella vierte sus ideales políticos con respecto al papel de la monarquía. El rey le nom bró Secretario de cartas latinas y cronista en 1450, aunque, realm ente, no conocemos ninguna obra suya con este contenido. El que ocupara cargos en la corte, así como su conocimiento de la nobleza le da una base bien fundamentada para exponer sus ideas políticas. Hom bre al que podríam os calificar d e humanista, pues conoce a los clásicos y a los m odernos tratadistas, em plea un lenguaje m uy culto y lleno de metáforas artificiosas. En el Cancionero de Baena hay dos textos poéticos de este autor que se relacionan con dos sucesos políticos m uy concretos acaecidos en este reinado. Uno son unas coplas que hizo “quando el sseñor rey ovo triunpho e vytoria de los que contra él se pussyeron en la batalla de Olmedo, año de quarenta e çinco” 99. Tuvo que ser escrito inmediatamente después del acontecim iento. En él alaba con im portantes calificativos al rey y denigra a su adversario, haciendo una exaltación de la m onarquía, y ésta es la imagen principal que extraemos. Estos son algunos de sus versos: Rey virtud, Rey vençedor, prínçipe nunca vençido, solo vos a quien, sseñor, victoria dando rygor, clemençia ffyso sofrido, çessárea çelssytud, superaugusta colupna, devos Dios mucha salut, pues nos da vuestra virtut tregua contra la fortuna. […] a vos, Rey plus quam perfecto; el que por otra manera obrare como adversario el sse mate y non sse muera bien como Judas, qualquiera que penssare lo contrario. 99 AZA ETA, J. M (ed. ): Cancionero de Juan Alfonso de Bae na, M adrid: C SIC, 1966, nº 471. E n el original sería el fol. 156v. 519 Otro de los textos son las coplas hech as “en el ayuntam iento qu’el señor Rey fiso en Valladolid, estando el sseñor Prínçipe , su fijo, çerca de Peñaf iel con algunos cavalleros de sus regnos”100. El poeta trata de poner fin al distanciamiento entre Juan II y su heredero, situación que se dio en varias ocasiones a lo largo del reinado, fruto de las luchas entre bandos. Entre otras cosas dice: Fijo de padre dyvysso que estoviesse largamente egualdat non lo consyente, nin rason nunca lo quiso; pues de tanto vos avysso: quien non pone melesina en su llaga, muy ayna busca de yr al paraysso. Su obra más im portante es el Laberinto de Fortuna , que dedicó “al m uy prepotente” Juan II, a quien se la presentó en Tordesillas el 22 de febrero de 1444 101; en ella recoge los ideales p olíticos de la Cort e, que conoce m uy bien, por eso escribe al servicio del rey y su monarquía. Es un poe ma alegórico en el que predom inan los elogios al monarca y a don Ál varo de Luna, considerado buen gobernante y servidor virtuoso, m ientras que criti ca la arrogancia de los nobles 102. Estima que el program a que tiene q ue cum plir el m onarca es difíci l debido a la situación del reino, por eso agranda su figura, al co nsiderarlo lleno de virtudes y perf ecciones, y porque sólo él puede poner rem edio a tantos vicios; en su disertación utiliza gran cantidad de expresiones que exaltan la figura del rey, dejando clara su preeminencia sobre los demás estamentos: “rey ex celente y m uy gran se ñor”, “m agnífico príncipe”, “rey m agno bienaventurado”, “rey soberano” , “ rey de re yes e r ey de señores”, también utiliza la fórmula “vuestra sacra e real m agestad” 103, que, claram ente, alude al origen divino de la realeza, pero expresado de una m anera novedosa. Reproducim os la estrofa 230 porque es muy significativ a; en ella hab la d el rey, vica rio de Dios, lle no de virtudes como corresponde a su origen, que tiene inclus o la facultad de sanar a su reino, y es por eso el indicado para ejercer ju sticia, que es la f unción fundam ental que le concierne, además ligada a esta cu alidad está el tem or que debe inspirar a los que no obren bien; todas estas imágenes son aplicadas a los reye s con frecuencia, pero es re levante que en unos pocos versos estén concentradas tantas y escritas con tan buen estilo: Sanad vos los reinos de aqueste reçelo, ¡O príncipe bueno, o novel Augusto, o lumbre d’España, o Rey mucho justo, 100 AZAETA, J.M.: Ibidem, nº 472. En el original fol. 156v. Se refiere a l os acontecimientos que tuvi eron lugar en 1449, cuando el rey trató de som eter a Pe ro Sarmiento, q ue se había su blevado e n T oledo y que había o frecido su ap oyo al príncipe Enrique, enemistado con su padre el rey. 101 YEVES, Juan Antonio: Manuscritos españoles de la Biblioteca Lázaro Galdiano, Madrid: Fundación Lázaro Galdiano, 1998.Esta obra apa rece citada con la siguiente signatura: M 17 -16; Inventario 15259; mss. 208. 102 Incluso dice que a los nobles tiranos hay que castigarles. Nobles que, por ejemplo, tiranizan por culpa del dinero: “los reynos por ésta [la moneda] nos escandalizan, por esta los grandes assí tiranizan (Laberinto de Fortuna, estrofa 229) 103 Estas fórmulas aparecen en los versos 642, 1073, 1761, 2161 y 776. 520 pues rey de la tierra vos fizo el del çielo!; e los que vos sirven con malvado zelo, con fambre tirana, con non buena ley, fazed que deprendan temer a su rey, por que justiçia non ande por suelo. Vamos a seguir el an álisis, que hace José L uis Berm ejo104, de los ideales políticos de Juan de Mena recogidos en el Laberinto de Fortuna. El rey es omnipresente a lo largo de la obra, el “muy prepotente Don Juan el Segundo”, interviene en cada uno de los siete círculos de los Planetas pa ra poner rem edio a toda suerte de excesos causados por el vicio o exaltar a los virtuosos; en los círculos aparecen personajes de los estamentos privilegiados mientras que el pueblo apenas cuenta. En el planteam iento de la obra se percibe una crítica a la socied ad de su tiem po, porque hay dem asiado vicio, sobre todo codicia, y quien ti ene que poner rem edio a la situ ación es la institución monárquica, que tiene que mantener el orden105, y para crearlo el rey tiene que legislar y administrar justicia, además tiene que lider ar la guerra con el m usulmán porque es una guerra justa, porque Dios le da la fuerza su ficiente para consegui r las victo rias. En resumen la im agen que se desprende de esta obra es la del buen rey, juicio que nos parece demasiado entusiasta, da da la realidad de los hechos, quizás el es critor exagera las virtudes de Juan II, porque, como rey le gítimo, era el único que podría m ejorar la situación del reino, aunque no lo hizo lleva do por sus desinterés en las labores de gobierno. Com o ideal político está m uy bien el planteado por este escritor, que de manera tan interesante, nos proporciona la im agen del rey perfecto, que tendría que llevar al fortalecimiento de la m onarquía con el objetivo de hacerla auto ritaria. La obra tuvo un importante papel de propaganda política. 3.6. EL MARQUÉS DE SANTILLANA (1398-1458). 3.6.1. UNA VIDA CON GRAN PROTAGONISMO. Don Íñigo López de Mendoza fue uno de los miembros más destacados de la alta y vieja nobleza castellana. Desde muy pronto in tervino en las revueltas políticas que agitaban el reino. Unas veces form ó parte de la Liga de los grandes nob les castellanos para acabar con el poder del valido, inclus o tomó partido por el infante don Enrique, otras veces le vem os manteniendo relaciones cordiales con el rey y participando en las vistosas justas y torneos, en ocasione s se m antuvo expectante; podríamos decir que mantuvo una hábil ambigüedad destinada a obtener la máxima rentabilidad de su apoyo sea al bando del rey, sea al de los Infantes de Aragón. En la guerra civil que siguió al “golpe de estado” de Rágam a de los Infa ntes de Aragón, se alineó con Juan II y colaboró a la victoria de Ol medo, que le valió la obtenció n del título de Marqués de Santillana106, con el que es universalm ente conocido. Finalmente participó en la gran 104 BERMEJO CABRERO, J.L.: “Ideales políticos de Juan de Mena”, Revista de Estudios Políticos, 188 (1973), pp. 153-175. 105 A vos pertenece tal orden de dar rey eçelente, muy grande señor, assí como príncipe legislador la vida política siempre çelar (Laberinto de Fortuna, 81, a-d) 106 Obtuvo otras mercedes como la v illa de Saldaña y su tierra, en atención a su servicio en la batalla de Olmedo contra el Rey de Navarra y su hermano, el Infante don Enrique. 1445, diciembre, 20. Toledo ( AHN-Nobleza, O suna, leg. 1825, nº5. Reco gido en : PÉREZ BU STAMANTE, R. & CA LDERÓN 521 coalición de nobles que se cons tituyó contra el Condestable y que d eterminó su pris ión y decapitación. Murió en 1458. Es m uy interesan te an alizar la cerem onia en que Juan II le con cedió e l mencionado título nobiliario en 1445; es un ejemplo de relación vasallática en las que el rey es el vértice de la pirám ide social, el que ostenta el máximo poder y, por lo tanto, el que concede las mercedes a cambio de servicios y lealtad que es la virtud m ás valorada, ya que los nobles no siempre la cumplían, y el mismo don Íñigo, ya hemos visto com o jugó con su apoyo a los dos bandos con el obj eto de obtener el mayor beneficio. Hay un texto que relata “La elevación de don Íñigo López de Mendoza al marquesado”: El Rey don Juan, nuestro se nnor, Rey de Castilla y de León, que Dios mantenga que presente está, commo, sea cos a muy propia a los reyes y prínçipes de haser grandes m erçedes a sus vasa llos y súbditos naturales 107 y a los nobles de sus reynos, mayormente a los que bien, leal y fielmente lo syrven y lo bien meresçen commo vos lo m ereçereys y asý m esmo acatando a los m ucho buenos, leales y sennalados servyçios que aquellos nobles donde vos venis han hecho y hisieron a la real cas a y corona de Castilla, asý mesmo a los serviçios que vos con m uy grand lealtad le aveys hecho […] Y es su voluntad y le plase y quiere de vos haser Marqués de Santillana y Conde de l Real de Mançanares, y vos da las dichas dignidades, tanto quanto puede y debe para que husedes y gosedes dellas, en sennal de las quales su real sennoría vos da esta vandera de las arm as y ynsinias que traýa […] A todo esto, el Marqués estuvo delante de l Rey de rodillas, respondió lo que se sigue: Besando las m anos a su Altesa, tomó la mano derecha al rey y púsola sobre su cabeça en sennal de soju bçión y dixo que te nía a su Altesa en mucha merçed el grand honor y benefiçios que oy día él y los desçendientes dél de su Altesa resçibían y confiaba en Nuestro Sennor que él y ellos ge lo m eresçerían en serviçios, y luego tomó la vandera de la mano del Rey […] Y luego los reyes darmas dixeron a grandes boses lo que se sigue: Noblesa, noblesa, noblesa honor y más estado que el m uy poderoso y m uy exçelente prínçipe el Rey don Juan nuestro sennor yllu stra y hase Marqués de Santillana y Conde del Real de Ma nçanares al muy noble varón don Ýnnigo Lopes de Mendoça […]108 Este tipo de cerem onia, que siem pre repetía necesariamente lo m ismo, pone de manifiesto su gran afán de poder y de oste ntación, propia de un gran señor que brilló con luz pro pia en la p olítica y en las le tras: Hay num erosos ejem plos de su papel protagonista en Castilla: ya he mos visto co mo los bandos políticos se disputaban su apoyo, asimism o Juan de Mena le dedicó La Coronación , poe ma que escribió con motivo de la toma de Huelma el 20 de abril de 1438, cuando don Íñigo era Capitán de la Frontera de Jaén. ORTEGA, J.M.: El Marqués de Santillana. Biografía y documentación, San tillana del Mar: Fun dación Santillana, 1983, p. 302). 107 Súbd itos, vasallos y n aturales se em plean co mo térm inos eq uivalentes. To dos im plican la id ea d e lealtad y obediencia al rey, al que están encomendados por Dios. Su uso es ot ro ejemplo habitual de la imagen de una monarquía de origen divino, en la que el rey es el delegado de Dios en su reino. 108 BNE, Res. 125, nº 5, fols. 53r-v. Manuscrito que contiene escrituras diversas del siglo XV. 522 3.6.2. SUS OBRAS DE CONTENIDO POLÍTICO. Además de ser un protagonista de excep ción de los sucesos políticos de su época, es el prototipo del ar istócrata culto y eleg ante, él mismo fue un gran escritor en prosa y en verso y un adm irador de los hum anistas italianos a los que contribuyó a introducir en Castilla. Reunió, en su palacio de Guadalajara, una rica biblioteca formada por muchos volúmenes, unos los trajo del extranjero, principalm ente de Italia, gracias a sus relaciones e influencia, otros los encargó a eru ditos y cop istas. Esta co lección ha s ido estudiada por Mario S chiff109, quien considera com o m érito principal la labor de mecenazgo realizada po r el Marqués. Le gus taban los bellos ejem plares, en los q ue mandaba poner sus arm as. Entre la colección, destacan las obras de autores clásicos como Homero, Platón, Tucídides, Cicerón, Virgilio, Séneca, Lucano, Suetonio, obras de figuras de la Iglesia como san Agustín, san Gregorio, san Raim undo de Peñaflor , también de humanistas como Dante, Petrarca y Bocaccio, y, especialmente, las crónicas generales y particulares de España. Ade más la biblio teca se convirtió en un lugar de encuentro de intelectuales, cristianos y judíos. Destacamos un bello có dice que formó parte de dicha biblioteca, la Grande e General Estoria de Alfonso X; en el fol. 1r 110 [fig. 5] aparece un ángel portando el escudo del Marqués, lo que nos prueba que fue hecho para él; es tá ricamente iluminado y Domínguez Bordona lo atribuye a Jorge Inglés 111. Además nos interesa destacar qu e la letra cap ital D aparece decorada con el bus to de un rey barbado que lleva corona y cetro dorados, seguramente quiere repres entar al rey Sabio, autor de la obra, com o se expresa en el último folio (297r), pero lo h ace a la manera del siglo XV, es una im agen muy solemne tal y como Juan II gustaba presentarse. Además de poseer una gran biblioteca, participó de for ma activa como hombre de letras. Escribió num erosas obras, pero sólo nos va mos a detener en las que tienen contenido político, que son muy instructivas para nuestro trabajo, ya que el Marqués fue un testigo excepcional de su época. Hay un poem a temprano, compuesto en 1429, contra los Infantes de Aragón y por lo tanto en defensa de los intereses de Juan II: Que se vistan negro sayo navarros e aragoneses e que pierdan los arneses en las faldas del Moncayo112. Proverbios o Centiloquio es una colección de p oemas, con finalidad d idáctica, realizados por mandato del rey para la instrucción del príncipe don Enrique, en la que se va desgranando las virtudes que debería tene r el futuro rey de Castilla: am oroso, benevolente, prudente, sabio, ju sto, paciente, sobri o, casto y fuerte. En el “prohem io”, 109 SCHIFF , Mario: La b ibliothéque d u Marquis d e S antillane, A msterdam: G.T. v an H eusden, 1970. Capítulo IV. 110 BNE, mss. 10.236 111 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús: Manuscritos con pinturas, Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1933, tomo I. Cfr. YARZA, Joaquín: La pintura española, Milán: Electa, 1995, p. 159. Dice que algunos libro de las gran biblioteca del marqués de Santillana fueron seguramente iluminados por Jorge Inglés, primer pintor que trae a Castilla las formas nórdicas, a mediados del siglo XV. 112 GÓM EZ M ORENO, A. & KER KHOF, M . (e d.): Obras co mpletas d el Ma rqués d e Santillana, Barcelona: Planeta, 1988, p. 210. 523 cuando habla del encargo del rey, le califica de ilustre, poderoso, m agnífico y virtuoso; también dice que tiene que tom ar ejemplo de su padre el rey, de su m adre la reina y de su tío el rey de Aragón: “en los quales mirando e acatando, assí commo en un claro espejo”, por lo tanto estam os ante un ejemplo de los “espejos de príncipes”, tan usuales en la Edad Media y, com o en los dem ás, ap arece la influencia de los sabios d e la Antigüedad. Hay una serie de poem as, de diversas f echas, contra el Condestable, con el que tuvo diferencias que, finalm ente, concluyeron en una ruptura total. El prim ero es el de Hércules contra Fortuna, y en él le llam a “bestia d añosa”113. Hay unas Coplas de notable crueldad, en las que se alegra de la caída de don Álvaro, quien por ser ta n ambicioso ha recibido lo que merece: De tu resplandor ¡O, Luna! te ha privado la fortuna. […] Diote castillos y villas, muchas tierras y çibdades, grandes gentes y quadrillas, onores y dinidades, y tesoros ynffinitos, […] La fortuna que ayudó a este sobir tan alto la su rrueda revessó y le fizo dar gran salto. Creo que nunca pensaste que tal cosa avríe lugar, […] O Luna, eclibsada y llena d’oscuridad, tenebrosa y fuscada, conplida de çeguedad, toda negra ya pareçes de clareza caraçiente, galardón equivalente rreçibes segund mereçes114. El Doctrinal de Privados es un poem a distinto al anterior en el tono, porque celebra la caída de su enemigo; fue escrito después de la muerte del Condestable y tiene un carácter aleccionador para los validos, a través del ejem plo de éste a quien su ambición le ha llevado al cadalso, como en propia voz dice: ¿Qué se fizo la moneda que guardé para mis daños tantos tienpos, tantos daños: plata, joyas, oro e seda? Ca de todo no me queda Sinon este cadahalso. […] A dios non rreferí grado De las graçias e merçedes Que me fizo, quantas vedes; 113 GÓMEZ MORENO & KERKHOF: Ibidem, p. 337. 114 GÓMEZ MORENO & KERKHOF: Ibidem, pp. 337-343. 524 e me sostuvo en estado mayor e más prosperado, que nunca jamás se vio en España nin se oyó de ningunt otro privado115. Hay un poem a muy curioso, Sobre la quartana del rey don Johan II , en que exalta la figura del rey, que considera sagr ada; hace un paralelismo entre la enfermedad del cuerpo del rey y la del reino, lo que demuestra que defiende la antigua teoría organicista, pues el rey es la cabeza que rige su reino, cuyo objetivo es la paz tra s la derrota de los enemigos; en realidad está reflejando el ambiente de luchas civiles que se vivió en este reinado: Fuera, fuera la quartana; fuera, fuera mal enxemplo, fuera de tan rico templo, donde nuestro bien emana. Vaya fuera; que profana lo real e lo sagrado: quel rey de todos amados ya es sano, pues que sana los sus reynos e corrige: de guardarlos, pues los rige, e conservarlos ha gana. Solo dos cosas afana: poner sus reynos en paz, e moverlos luego en haz contra la gente pagana116. 3.7. OTRAS FUENTES DE CONTENIDO POLÍTICO Además de los tratados políticos y de las composiciones literarias comentadas, fueron numerosas las obras es critas, bien literarias, religiosas o históricas, cuyo contenido está relacionado c on el papel de la m onarquía, y en las que se trata de defender su posición frente a la nobleza rebelde, en ellas po demos decir que la im agen de Juan II s iempre es positiv a y f avorable r especto a su p apel de m áximo rector del reino. Según Nieto Soria 117, el florecim iento de la poesía cancioneril de contenido político con sentido apologético y propagandís tico contribuyó a reforzar el poder regio, reivindicado desde la realeza y desd e sus cí rculos políticos m ás próximos para ofrecer una im agen de m ayor poder fren te a la nob leza. Si, adem ás, consideram os que la mayoría de las obras están de dicadas al rey, s e puede añ adir que esta circunstancia refuerza su imagen de mecenas y de hombre inclinado a las letras. 115 GÓM EZ M ORENO & KE RKHOF (e d.): Obras co mpletas d el Ma rqués d e Santillana, Ba rcelona: Planeta, 1988, pp. 350-1. 116 Cancionero castellano del s iglo XV , edición R. Foulché Delbosc, Madrid: Bailly-Bai lliere, 1912, p. 516. 117 NIETO SORIA, José Manuel: “Apología y propaganda de la realeza en los cancioneros castellanos del siglo XV. Discurso literario de un modelo político”, En la España Medieval, 11 (1988), p. 188. 525 3.7.1. JUAN ALFONSO DE BAENA. Fue un escribano del rey, recopilador de la im portante colección de textos poéticos que lleva su nombre, el Cancionero de Baena 118, dedicado a Juan II, en quien encontró un mecenas, aunque no podemos saber si responde a un encarg o regio o si fue una iniciativa del propio Baena. Contiene una gran cantidad de composiciones con contenido político; incluye poemas suyos, además de los de muchos autores (algunos ya los hemos visto), en los que predom ina el tono de crítica hacia los problem as del reino, no obstante, la im agen del rey siempre queda a salvo, por lo que podem os decir que tiene un carácter propagandístico de su figura. El códice conservado es de tanta calidad que parece haber sido el origin al que perteneció al prop io rey, quien fue un am ante de los libros, como es sabido. Baena demuestra tener un gran conocim iento de la situación política de este reinado. En el fol. 1r com ienza con la dedicatoria al rey, donde vem os que hay un paralelismo en el tratamiento entre Dios y el Rey, lo que nos pone de m anifiesto que se considera al monarca el vicario de Dios: El qual dicho libro, con la graçia e ayuda e bendiçión e esfuerço del m uy soberano, que es Dios Nuestro Señor, fi so e ordenó o compusso e acopiló el indino Johan Alfonso de Baena, escrivano e servidor del muy alto e muy noble rey de Castilla Don Johan, nuestro señor , con muy grandes afanes e trabajos, e con muchas diligençia e afectión e grand deseo de agradar e conplaser e alegrar e servir a la su gran Realesa e muy alta Señoría. Además compuso un Desir al S eñor Rey sobre las discordias por que manera podían ser remediadas 119, que debió de escribir entre 1436 y 1440 pero desconocem os por qué no lo incluyó en el Cancionero. Está dedicado al m onarca: “Para Rey tan exçelente/ pertenesçe tal presente”. Es un docum ento histórico muy interesante porque da una visión de la situación política, según va haciendo un repaso de todo el reinado de Juan II. El diagnóstico es que el reino es tá enfermo y hay que curarlo, por eso aconseja al rey sobre lo que se debe hacer para term inar con las di scordias y guerras civiles, y propone que Dios sea el m édico y don Álvaro el boticario; por lo tanto Baena nos presenta una imagen favorable del valido pues lo considera un pilar de la monarquía: Boticario muy çertero mucho cumple que se busque por Castilla, e se rebusque muy fiel y verdadero; porque todo el bien entero del enfermo, su bevir, del sanar e del morir todo va en el espeçiero […] tome este cargo el vuestro leal Privado 118 A ZAETA, J osé M aría (e d.): Cancionero de Ju an Al fonso de B aena, Mad rid: CSIC, 196 6. Es la edición que vamos a utilizar y que copia el manuscrito de París. Cfr. El manuscrito se encuentra en la BNF: mss. Esp. 37 , y sería una copia del original compilado hacia 1430 (ALVAR, Carlo s & LUCÍA MEGÍAS, J.M.: Diccionario filo lógico d e Literatura Med ieval Española, Madrid: Castalia, 2002, p. 501.) 119 Cancionero de Gallardo, en BRAH, mss. 2. Incluido en AZAETA, José María: Ibidem, Apéndice, pp. 1160-1221. 526 En el Cancionero hay poesía de otros autores, por ejem plo de Álvarez de Villasandino, que hizo 2 6 decires destinados a a labar o a pe dir al rey. Destacamos un “desir en loores del rey nuestro senor”, es un elogio de Juan II, en el que recoge el tópico medieval de que los reyes deben ser am ados y temidos, esto último en el sentido de respeto y obediencia; tam bién nos habla de la consideración del monarca en esa época como vicario de Dios, por eso si se le obedece se dará placer a Dios que, además, le ayudará a ser un rey grande, respetado por los de los reinos vecinos: Todos devemos temer e amar con devoçión el Rey que por discreçión nos muestra su buen saber, dándonos a entender, ssegunt los verbos ançianos, que es su coraçón en manos del soberano poder. Esto es bien de creer e ley syn contradiçión, faremos a Dios plaser; lo que quiere bien querer a esto vengamos llanos, otros pensamientos vanos non los devemos tener. Pues Dios lo fizo nasçer en sygno e costelaçión, de complida perfeçión en mañas e en paresçer. Él lo quiera engrandesçer sobre los reyes christianos, tanto que sus comarcanos lo vengan a obedesçer. Tal Rey meresçen aver los que son del todo sanos; gozen con él castellanos ssyn le errar ni fallesçer.120 3.7.2. COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE DE JORGE MANRIQUE. Vamos a analizar la cop la XVI de esta inmortal obra en la que hay referencias concretas al rein ado de Juan II. Según Francisco Rico 121, se alude a las famosas justas celebradas en Valladolid en 1428, en las que aparecen las figuras políticas m ás importantes del m omento: Juan II, los Infa ntes de Aragón y don Álvaro, que adem ás estaban enfrentados. Según este profesor, el poeta parece que presagia el triunfo del valido, quien logró que la nobleza le ayudara contra el bando aragonés. 120 AZAETA, José María (ed.): Cancionero de Juan Alfonso de Baena, Madrid: CSIC, 1966, tomo II, pp. 377-8. 121 RICO, Francisco: “Unas coplas de Jo rge Manrique y las fiestas de Va lladolid en 1428”, Anuario de Estudios Medievales, 2 (1965), p. 523. 527 Además nos interesan porque estos vers os confirm an la im portancia de las fiestas, de las que nos hablan las distin tas crónicas ya com entadas, no en vano el Condestable, gran conocedor del rey y de su afición a las justas y torneos, apoyaba estas celebraciones para m antener su influjo sobre el m onarca, aunque su final fuera morir degollado por orden del mismo. Encontramos un tono de pesar en el poeta, la nostalgia de la vida pasada, que es el hilo conductor de las Coplas, quizás también preocupado por la situación de desgobierno del reino: ¿Qué se fizo el rey don Juan? Los ynfantes de Aragón, ¿qué se fizieron? ¿Qué fue de tanto galán, qué fue de tanta ynvención como truxieron? Las justas y los torneos, Paramentos, bordaduras Y cimeras, ¿fueron sino devaneos, qué fueron sino verduras de las eras?. 3.7.3. LAS COPLAS DE LA PANADERA. Es un poem a satírico escrito en lenguaje sencillo, incluso soez, q ue hace referencia a la batalla de Ol medo, y en el que critica el comportam iento cobarde de la mayoría de los caballeros con tendientes, porque no luchaban por ideales sino por intereses. Se muestra menos crítico con la figura del rey, aunque, si ofrece una im agen tan denigrante de esta batalla, que f ue crucial en este reinado, podemos deducir que la imagen del rein ado ta mpoco es positiv a. La “panade ra” anda en tre los so ldados ofreciendo sus gracias, y a través de este artificio acentúa la crítica a los participantes en el hecho bélico, nobles o eclesiásticos: Por más seguro escogiera el obispo de Sigüenza estar, aunque con vergüenza, junto con la cobijera. Mas tan gran pavor cogiera en ver fuir labradores, que a los sus paños menores fue menester lavandera, Di panadera! […] Persona tan postrimera nunca oy yende o destroça como Pedro de Mendoça, ques fama que se escondiera, e dicen que descendiera del rocín, i entró en un poço porque dél hubiese goço la madre que lo pariera, 528 Di panadera! […] Amarillo como cera estaba el conde de Haro, buscando algún reparo por no pasar la ribera; desque vido la manera como el señor rey pasaba, tan grandes pedos tiraba que se oían en Talavera, Di panadera!122 3.7.4. DON ÁLVARO DE LUNA. Le incluimos en este ap artado como autor de un a obra literaria, el Libro de las virtuosas e claras mujeres , que delata hasta en el título la inf luencia del De claris mulieribus de Boccaccio. Fue dada a conocer po r el Condestable en 144 6, por lo tan to en el apogeo de su poder polít ico. Su intención no la podemos saber, a lo m ejor quería demostrar que era hom bre de letras además de hombre de arm as, como corresponde a los ideales hum anistas de la época, o querí a re flexionar so bre la teo ría política y la moral, tom ando com o pretexto las virtudes de las heroínas. Nos lla ma la atención el capítulo XII: La Dueña que mató a Abimelec, historia de este rey bíblico que aparece en el Libro de los jueces , en la que se justif ica el tira nicidio: “¿cuál cosa puede ser más honesta, que matar el tirano para la libertad de la tierra? ”. Si lo aplicam os a la Castilla de su tiempo, no podem os considerar que el Condestable fuera apologista del tiranicidio, sino que, co mo dice Menéndez Pelayo 123, quería dem ostrar lo versado que estaba en la m oral estoica de Sénec a, tan en boga entonces. Pero la paradoja de la historia, hizo que fuera él m ismo la ví ctima, acusado de ejercer el poder que le correspondía al rey, después de que lo había defendido frente a los Infantes de Aragón que habían intentado quitarle su trono. Su otra faceta es la de m ecenas, favoreciendo en la co rte a escritores. Es el caso de fray Juan de Alarcón 124, autor d el Libro del regimiento de los señores , dedicado al Condestable. Carmen Pastor Cuevas defiende que ese condestable es don Álvaro porque en la propia dedicatoria dice “aviendo sentid o en vos juicio, fondo de discreçión, prudençia e fortaleza, e otras virtudes que Dios vos dio” 125, atributos y cualidades que también le son características en la de scripción que de él se hace en la Crónica de don Álvaro. Se puede decir que es un tratado de p reparación política y religiosa, porque establece normas de conducta y preceptos polí ticos morales en las seis partes en que se 122 ONRUBIA DE MENDOZA, J. (ed.): Poetas cortesanos del siglo XV, Barcelona: Bruguera, 1975, pp. 122 y ss. 123 LUNA, Álvaro de: Libro de las virtuosas e claras mujeres, Madrid: Sociedad de bibliófilos, 18791. Preliminar de M. Menéndez Pelayo (pp. VIII y ss). 124 No hay nada en el texto que identifique realmente al autor del libro, sólo sabemos que era “un indigno frayle de la orden de Sanct Agostín” como dice el propio manuscrito. Carmen Pastor Cuevas, en su Tesis doctoral, de fiende q ue el fraile es Al arcón porque e ra conocido c omo “el Lice nciado”, y c on este apelativo aparece el ejemplar que al berga el códice B NE, mss. 9477, ade más de por los testimonios que da de l as relaciones entre ambos, principalmente, porque fray Juan fue el promotor de un movimiento reformador entre los agustinos castellanos y una de sus primeras fundaciones fue el convento de Nuestra Señora del Pilar en Arenas de San Pedro, el cual fue muy favorecido por don Álvaro de Luna. (PASTOR CUEVAS, C.: Libro del reg imiento de l os Señ ores de J uan de Al arcón, Madrid : Rev ista Agu stiniana, 2000, pp. 17 y ss.) 125 BNE, mss. 9.477, fol. 7r (en Carmen PASTOR CUEVAS: Ibidem, p. 35.) 529 divide. Según Góm ez Redondo 126, al valido de Juan II le in teresaba que se le dirigiera un escrito de esta naturaleza, con el que pudiera demostrar el modo en que acompasaba su gobierno a precep tos de tan h onda reli giosidad, para poder hacer frente a las acusaciones de la nobleza que le tachaban de tirano y Anticristo. Ambas obras las podem os calificar de trat ados políticos y nos dem uestran que don Álvaro tenía gran interés por estos tem as, no en vano, durante bastantes años fue, en la práctica, la persona que gobernó el reino, eso sí siendo leal a su rey. 3.7.5. LAS DÉCADAS DE TITO LIVIO. Don Rodrigo Alfonso Pim entel, II Conde de Benavente, cuyo m andato abarcó entre 1420 y 1440, inició la recopilación de manuscritos con los que form ó una gran biblioteca que contin uaron sus descendiente s, en concreto el tercer conde. Le interesaban, sobre todo, las obras históricas, incluso, mandó hacer un compendio de las Décadas de Tito Livio, y este ejemplar es el que vamos a analizar. Es un bello m anuscrito127, cuyo prólogo nos aclara que la historia tiene la finalidad de transmitir las enseñanzas de los autores antiguos para que puedan servir de aprendizaje, asim ismo s e calif ica al Conde de “noble e çi entífico cavalle ro”, que es quien hace la recopilación en 1439. Más interesa ntes resultan los calificativos con q ue define al rey Juan II: noble, virtuoso y santo, este último es llamativo porque no es usual en los reyes castellanos, lo que nos indica la deferencia con que este noble trata al rey. Vamos a analizar una b ella miniatura128 de este códice por la imagen que nos proporciona de un rey. Ilustra la “storia comm o Tulia fizo pa sar el carro sobre el rey Servius, su padre” [fig. 6], se trata de un tiranicidio, pues Tarquinio, esposo de Tulia, ha derrocado al rey, su sueg ro. Importante tem a, que ya se ha v isto en otras fuentes escritas, lo que indica que se debatía sobre él durante es te reinado y, de hecho, la condena a muerte del Conde stable podría enfocarse de sde el punto de vista del tiranicidio, porque se le consideró un usurpa dor del poder del rey. Desde el punto de vista artístico, son ilustraciones de ingenua factura, aunque ya hay un buen estudio de la pers pectiva, tien en clara influen cia fran cesa, que se ob serva esp ecialmente en las orlas, tam bién se caracterizan por tener fondos blancos, del color del pergam ino, y pocos colores lo que se podría explicar por los escasos m edios económ icos de que dispuso el artista, por últim o, destacamos que los personajes, clásicos, van vestidos a la manera del siglo XV. 3.7.6. LA BIBLIA DE ALBA129. Fue un encargo que realizó don Luis Gonzál ez de Guzm án, Gran Maestre de la Orden de Calatrava, al Rabí Mosés Arrage l de Guadalajara, pues quería una traducción fidedigna del Antiguo T estamento en lengua ro mance; aunque el rabino le expresó por carta sus dudas para aceptar el encargo, lo hizo después de que fray Arias de Encinas, superior de los franciscanos de Toledo, se com prometiera a revisar su versión. La terminó en 1430. El resultado es un ex traordinario códice ilum inado con 334 126 GÓMEZ REDONDO, Fernando: Historia de la prosa medieval castellana, Madrid: Cátedra, 2002, vol. III, pp. 2936 y ss. 127 BNE, Res. 204. 128 BNE, Res. 204, fol. 16v. Hay trece miniaturas de página entera que ilustran las historias narradas. 129 Biblioteca del Duque de Alba. Palacio de Liria, ms. nº 399. Biblia de Alba, edición facsímile, Madrid: Fundación Amigos de Sefarad, 1992. 530 miniaturas130 que ilustran el contenido, en realidad es una obra de arte, otro ejem plo de la bibliofilia de la corte de Juan II, pues el Maestre era un hombre cercano a don Álvaro de Luna. Vamos a analizar la miniatura del fol. 11r [fig. 7], que para nuestro trabajo tiene gran interés, aunque no es la más conocida de este bello códi ce. Se ve al rey de perfil, sentado en un gran trono con dosel, cuya base es un león, viste lujosam ente y lleva corona dorada, con su m ano izquierda sujeta una filacteria en la que se lee: “El n oble rey don Iohan fijo del noble rrey don Enrique” 131, de manera que el rey queda identificado como Juan II, con la otra m ano se ñala al rabino, que aparece arrodillado ante él, lleva un m anto m alva y la m arca roja redonda sobre su hombro derecho, distintiva de los judíos, adem ás en su m ano izquierda lleva u na filacteria que dice: “S u siervo Rraby Mosé”, de m anera que no ha y duda de que es el traductor hebreo. Podemos interpretar esta representación gráfica como un homenaje del autor al rey Juan II, soberano del Gran Maestr e, que le hizo el encargo, y suyo propio pues com o judío está bajo su directa protección ; ésta es una imagen que expresa com o todos los grup os sociales están sometidos al rey que es la máxima autoridad. Asimismo, el que aparezca el león como trono, ya visto en sellos de Alfonso XI, por ejem plo, y e n otros m uchos casos, es un sím bolo del poder de la m onarquía. Desde el punto de vista artístico, esta ilustración en forma de viñeta es un ejemplo del gótico internacional. 3.7.7. ARMORIAL EQUESTRE DEL TOISÓN DE ORO Y DE EUROPA EN EL SIGLO XV132. Este armorial se realizó bajo el m andato del duque de Borgoña Felipe el Bueno (1419-1467), siendo su rey de armas y encargado de estos temas, Jean Le Fevre de Saint Remy. La insigne Orden del Toisón de Oro fue creada por dicho Duque en 1430, de ella formaban parte los más insignes caballeros europeos, pero no el rey de Castilla, aunque sí el de Aragón. Este precioso m anuscrito, además de las figuras ecuestres de los caballeros del Tosión, presenta un armorial de Europa con todos los reyes europeos, por eso aparece el rey d e Castilla, aunqu e no cita su nombre concreto, se le identifica p or sus escudos de armas, por la cimera típica de Juan II y porque cronológicam ente puede corresponder con su reinado. Vamos a describir la miniatura que representa el retrato ecu estre de Juan II [fig. 8]. El caballo está en posición de corveta, y va cubierto con gualdrapas decoradas con el cuartelado de Castilla y León a gran tam año. El rey levanta la espada desenvainada con su mano derecha como si fuera a entrar en combate, lleva armadura, cubierta con manto decorado con los sím bolos de su reino, al i gual que el caballo, y el yelmo lleva como adorno en el rem ate, una cim era con los blaso nes de Castilla y León, que se puede considerar divisa o em blema personal de es te monarca, la cual veremos repetida e n algunas monedas. No hay duda de que se trata de identif icar al rey castellano por sus símbolos, cuya im agen es b élica pero llena d e m ajestuosidad al igual que la d e los otro s rey es 130 Seg ún Domínguez Bord ona, aun que algu nas o rlas son d e tip o fran cés, el estilo e s castellan o, en espíritu y en técnica ( Miniatura, g rabado y en cuadernación, Ars H ispaniae, vol. XVIII, Mad rid: Pl us Ultra, 1958, p. 191) 131 La filacteria está doblada y hay una parte que no se lee, al final pone “segundo”, pero quizá se refiera al texto que no vemos. 132 Bib liothéque de l´ Arsenal de París, m ss. 4 .790. Existe una edición facsímile d e este manuscrito, publicado en París: Berger-Levrault et Cie. Editeurs, 1890. Además aparece citado en la obra de E duardo PARDO DE GUEVARA Y VALDÉS: Manual de heráldica española, Madrid: Aldaba, 1987, p. 47. 531 europeos que son representados de for ma sim ilar, pues encarnan el espíritu de la caballería. 3.7.8. LIBRO DEL CONOSÇIMIENTO DE T ODOS LOS REGNOS ET TIERRAS ET SEÑORÍOS QUE S ON POR E L M UNDO, ET DE LAS SE ÑALES ET ARMAS QUE HAN133. Es una curiosa crónica de viajes im aginarios adem ás de arm orial del m undo conocido. Este códice es de la segunda mitad del siglo XV, copiado en Aragón sobre un modelo confeccionado para Juan II de Castilla. Nos interes a destacar la m iniatura del fol. 1v [fig. 9] en la que aparece representado el m onarca ci tado, sentado en un gran tr ono, en posición destacada, lujosamente vestido, portando corona de or o y cetro como atribu tos propios de su condición, en la que recibe el libro de m anos de su autor, por lo que se convierte en la imagen más acertada de este rey bibliófilo. Para que no haya dudas de su personalidad, aparecen en la parte superior dos escudos con el cuartelado del reino que flanquean a uno central, justo encima de la figura regia, que es el escudo con la divisa de la Banda, tan querida y utilizada por Juan II. No es un retrato fisonómico, ya que las caras de los cuatro personajes se parecen, aunque es una magnífica pintura en la que ya se percibe la influencia del Renacimiento italiano, tanto en la perspectiva com o en los volúm enes de las figuras y en el paisaje. 4. LA IMAGEN DEL REY EN SUS DOCUMENTOS. 4.1. LOS PRIVILEGIOS RODADOS. Este documento conoce durante este re inado su etapa de esplendor, porque hay muchos, muy variados, hermosos, e incluso de gran calidad artística. Durante la minoría tenemos menos ejemplares y, todavía, son similares a los del reinado anterior. Pero, a lo largo del reinado personal de Juan II, se perciben importantes novedades y gran riqueza en su factura lo que indica el esmero que se puso en la realización del documento en esa corte tan refinada. Algunos son piezas exce pcionales por su suprema elegancia y, según Elisa Ruiz134, era el d estinatario, en la mayoría de los casos, el que costeaba los gastos de los complementos artísticos, ya que actuaba como comitente. La letra suele ser m enuda pero clara y de espléndida factura; en los prim eros momentos es una gótica semicursiva y después se impone la gótica redonda pausada. Las novedades m ás llam ativas son: desa parición el crism ón y en cambio la capital inicial E está ricam ente miniada; en los puntos de articulación del docum ento aparecen iniciales secun darias decoradas; en los cartuchos s e ve alternancia crom ática en las letras de los nombres; las orlas que bordean el documento cada vez son más ricas en m otivos ornam entales y m ás a mplias; el signo rodado, en la segunda etapa del reinado, presenta el cuar telado en for ma de escudo, adem ás de una variada y rica decoración. En resumen, que el aspecto general de los privilegios es de rico y armonioso colorido, incluso con abundantes detalles de oro. A continuación vam os a analizar algunos ejem plares siguiendo un criterio cronológico: 133 Bayer ische Staatsb ibliotek de Mun ich, C od. Hisp. 150. H ay una ed ición f acsímile d e M. C. LACARRA DUCAY & A. MONTANER, Zaragoza, 1999. 134 RUIZ, Elisa: El documento pintado, Madrid: AFEDA, 2000, p. 41. 532 * 1408, junio, 10. Burgos135. Juan II confirm a el privilegio otorga do por E nrique III a Juan Ram írez de Arellano, señor de Cameros, de la tenencia de Andalus, con sus térm inos de Soria, Berlanga y Almazán. Por la fecha vem os que corresponde al pr imer año de su reinado, por lo tanto durante la regencia, y es norm al que prolif eraran las co nfirmaciones de privilegios concedidas por reyes anteriores; es de resaltar en el contenido que además de la tenencia de tierras también se habla del derecho sobre los habitantes, de las tres religiones, por lo tanto el rey cede toda la jurisdicción: Vos damos con todas sus fortalesas e con todos sus términos […] que lo ayades para siem pre jam ás vos el dicho don Ju an Ram írez e los dichos vuestros herederos que lo vuestro ovieren de here dar por solariego con todos lo vasallos así christianos como judíos, e m oros, omes e m ugeres que moran o m oraren de aquí adelante. En los caracteres formales tod avía ha y pocos cam bios: la inicial y el signo rodado están iluminados, en ellos destaca una fina filigrana con influencia mudéjar. *1408, julio, 11. Alcalá de Henares136. Juan II confirma a su tío el infante don Fernando la m erced que le fue concedida por Enrique III, de la villa de Medina del Campo y su tierra. Nuevamente se trata d e confirm ar privilegio s anteriores, en este caso es el propio regente el que lo pide, porque quiere as egurar su poderío en Castilla, que ya es mucho como vemos por los títulos que acumula: Et agora el dicho infante don Fernando mi tío, Señor de Lara, Duque de Peñafiel, Conde de Alburquerque e de Mayorga e Se ñor de Haro pediome por merçet que le mandase dar m i previllegio escripto en pergamino de cuer o rodado e sellado con m i sello de plom o pendiente en filo s de seda parque le va liese e f uese guardada la carta del dicho rey m i padre m i señor que Dios dé sancto paraíso, que aquí va encorporada e la merçet en ella contenida […] e yo el sobredicho rey don Iohan por faser bien e m erçet al dicho infante don Fernando m io tío, tóvelo por bien. Es un ejem plar ilum inado [fig. 10] con diseños novedosos en la filig rana del margen lateral izquierdo y de la capital E, en las que emplea colores azules, naranjas y rosas con degradación cromática. Los nom bres de Dios, de la Vi rgen y de los reye s aparecen en cartuchos con letras doradas que resaltan la im portancia de tales personalidades. La rueda contiene todos los elementos tradicionales, en la que destaca la decoración de ajedrezado policrom ado que aparece en las enjutas del enm arque cuadrangular. Es m uy bonito, lo que nos indi ca que en la corte ya había preocupación por cuidar la docum entación, así que el re y cuando tuvo edad de gobernar no hizo m ás que continuar esa labor, que bien pudiera ha ber comenzado el infante don Fernando de Antequera, beneficiario de este privilegio. 135 AHN- Nobleza, Marqueses de Toca, carpeta 75/1. 136 AGS, Patronato Real, 58-97. 533 A partir de 1419, en que com ienza su mayoría, observamos cambios notables en el aspecto exterior del privilegio rodado, ad emás por su contenido se puede seguir m uy bien la evolución política del reino. * 1420, julio, 23. Valladolid137. Juan II confirma la donación hecha por Enrique III a Diego Hurtado de Mendoza de la merindad de Liébana y del Campo. En los años 1419 y 1420, recién asum ido el gobierno personal, vuelven a proliferar las confirmaciones de las antiguas donaciones. La ornamentación es similar a los anteriores. *1431, febrero, 24. Medina del Campo138. Juan II, por los m uchos servicios, que detalladam ente señala, prestados por don Pedro Ponce de León, señor de Marchena, le confirma la donación, que inserta, de la villa y condado de Medellín, hecha el 8 de di ciembre de 1429, en la que le otorgaba el título de C onde de Medellín con todas sus prerrogativas, autorizán dole a instituir mayorazgo. Le da dicha villa y térm ino con todos sus derechos y pertenencias, p ero reservándose la m ayor parte de la justicia , las alcabalas, m ineros, moneda, tercias y pedidos. En este caso se trata de una donación que hace él m ismo, cualidad que le corresponde como señor de su reino, sobre el que ejerce todos los poderes: Yo el sobredicho don Iohan, regnante en uno con la reyna doña María mi esposa e con la infante doña C atalina mi hermana en Castilla, en León, en Toledo, en Gallisia, en Sevilla, en Córdova, en Murçia, en Jahén, en el Algarve, en Algesira, en Viscaya, en Molina […] Yo de mi propio motu e çierta çiencia e poderío real, lo suplo así e tan conplidamente como si todo fuese fecho he dicho e pasado e se fisieren segunt e en la m anera e forma e con a quellas sustançias e solepnidades que para ello son conplideras et quiero e mando que vos sean guardadas todas las onras e prerrogativas e prehem inencias que por razón de la dicha dignidad e título devedes aver e vos deven ser guardadas. Vemos que en la intitulación no ha habi do cambios, continúa la tradición de nombrar a m iembros de la f amilia rea l, adem ás de la r eina, y apa rece la expr esión “poderío real”, característica de un rey autori tario; además, es importante destacar, que en este docum ento pone lím ites al m ayorazgo, pues el rey se reserva im portantes impuestos y parte del ejercici o de la jus ticia, lo qu e co nfirma la e volución de la monarquía hacia un pod er cada vez m ás autoritario, que es una m anera de defender el poderío real frente a los grandes nobles. También lleva la firma autógrafa del rey, como signo de validación suprema. Es un precioso diplom a en el que dest acan varios elem entos ornam entales: la letra E inicial, que tien e una d ecoración ve getal m uy fina sobre fondo dorado; los nombres de Dios y la Virgen y la expresión del com ienzo: “En el nom bre de Dios” aparecen co n herm osas letras doradas, en cambio los nom bres de los reyes n o se destacan; tiene una bella orla desplegada por el m argen izquierdo y el superior y, por último, resalta, sob re la ru eda, una bonita m iniatura de dos bufones cabalgando so bre dos dragones verdes afrontados. 137 AHN- Nobleza, Fernán Núñez, carp. 88, doc. 4. 138 AHN- Nobleza, Osuna, carp. 9, nº 17. 534 * 1434, julio, 20. Segovia139. Juan II da facultad a don Álvaro de Luna para fundar un m ayorazgo con título de condado de San Esteban de Gorm az a favor de su hijo m ayor, incluyendo en él, las villas de San Esteban, Ayllón, Maderuelo, Es calona, E l Adrada, Castil de Bayuela, Maqueda, San Silvestre, San Martín de Valdeiglesias, El Colmenar, Riaza y La Higuera. [fig. 11] Lleva sello de plom o pendiente, tiene la firm a autógrafa del rey; está iluminado con una orla de fina factura que decora el m argen iz quierdo y parte del superior, es de tipo vegetal en la que se entrelazan flores y seres fan tásticos y aves variadas. La prim era frase, “En el n ombre de Dios”, as í como el nom bre de la Virgen María, aparecen destacados en grandes letras do radas; y en la últim a línea, antes de los confirmantes, donde dice “E yo el sobred icho rey don Iohan reynante en uno con la reyna doña María, m i muger, et con el prín çipe don Enrique, m ío fijo”, los nombres de los reyes y del heredero, aparecen en letras doradas dentro de car tuchos, de fondo azul para los varones y de fondo rosa el de la reina. La rueda es un bello ejemplar, muy bien conservado, que presenta en las enjutas decoración vegeta l sobre fondo dorado, y en el centro, sobre fondo verde claro aparece el cu artelado en forma de escudo, las leyen das de los círculos concéntricos aparecen también en letras de oro. Otro detalle que realza la belleza de este priv ilegio, es la bella letra co rtesana con que está escrito, es de una caligrafía sumamente cuidada. Pero lo que convierte a este docum ento en un ejem plar excepcional es la iluminación de la letra capital E. Tiene forma cuadrada y está represen tado el rey con corona de oro, sentado en su trono, lleva un vestido corto azul todo ribeteado de piel, sujetado por un cinturón, y porta calzas ro jas; a sus pies aparece un león , animal que simboliza el poder real. A su izquierda, arro dillado ante el rey, vemos a don Álvaro que recibe del rey un docum ento, es un gran pe rgamino enrollado, al m ismo tiem po, el monarca sujeta con su m ano izquierda otro documento similar, en este caso parece que se lo está entregando un hom bre que se ve en la parte inferi or derecha, arrodillado an te el rey; se puede interpretar la escena como que el escribano entrega al rey el documento elaborado en la cancillería para que Su Majestad haga entrega de la merced contenida a su destinatario, en este caso el Condestab le, como sabe mos por el contenido. El acto solemne de la entrega es la prim era vez que lo vemos representado, y nos confirm a que es el rey con su propia mano quien debe hacer la entrega del privilegio140. Completan la escena, dos clérigos que apar ecen a la derecha d el monarca y otros dos cortes anos a su izquierda, todos señalan con el dedo el docum ento, para llamarnos la atención sobre l o que el rey concede; adem ás uno de los cort esanos sujeta una gran espada de puño dorado, que sería la del rey, como símbolo de la justicia regia, ya que otorga mercedes a quien las merece. Otro punto interesante es que parece un verdadero retrato del rey, por la peculiaridad de lo s rasgos, la manera de modelar el rostro, creemos que el artis ta ha podido plasmar el aspecto físico del rey, lo que contribuye a enriquecer el realismo de la escena. 139 Biblioteca Francisco de Zabálburu, Colección Miró, 8, D. 116. 140 Elisa Ru iz recoge la cita d e las Partidas (Tít. XII , l ey 15 ª) donde se expl ica la génesis documental hasta la entre ga personal del rey a su destinatario, y que esta miniatura de J uan II deja patente ( “R ex scribens. Los discursos de la conflictividad en Alfonso X el Sabio”, en La monarquía como conflicto en la Corona castellano-leonesa (1230-1504), p. 376) 535 En cuanto al contenido, comienza con la invocación trinitaria y mariana, además de a Santiago y todos los santos, de los que se considera “delegado” en la tierra, mostrando una sumisión ante Dios y su corte celestial: En el nombre de Dios P adre e Fijo e Spír itu Santo, tres personas en una esençia divina que vive e regna por siem pre jam ás, et de la bienaventurada Virgen gloriosa Nuestra Señora Sancta María, madre de Nuestro Señor Ihesu Christo, verdadero Dios e verdadero omm e, a la qual yo tengo por se ñora e por abogada de todos mis fechos e del glorioso apóstol Santiago, lus e patrón e guiador de las Españas, cuyo alferes yo so, e de todos los otros santos e sa ntas de la corte celestial Son muy interesantes las razones que esgrim e, en la expositio, para justificar las importantes mercedes que hace a su Condestable, en quien demuestra tener confian za plena, porque le considera leal servidor ya desde antiguo. E s curioso la confianza ciega que demuestra tener en el va lido, y que hace más increíbl e su condena años después; esta declaración, perfila la im agen del rey en sus prim eros años de reinado, cuando se deja llevar totalmente por don Álvaro, a quien hace importantes mercedes, como en este privilegio y en los que vamos a ver a continuación: Acatando las cosas susodichas e así mesmo los m uy altos e singulares e m uy espeçiales e señalados serv içios que vos don Álvaro de Luna, m i condestable de Castilla e conde de Sant Estevan, con toda lealtad e animosidat me avedes fecho e fasedes de cada día e los trabajos q ue avedes pasado e pasastes en mi criança e los peligros muy eminentes que por mi serviçio e honor de la corona real de m is regnos […] espeçialm ente a qual m uy singular e señalado serviçio, que m e vos fesistes quando durante la m i menor hedat, después que contra m i voluntad se fiso la entrada de m is palaçios de T ordesillas donde yo esta va; et continuándose todavía lo así com ençado, estando yo de spués en la villa de T alavera, vos disiendo que yo fuese en m i propria libertad, e que yo librem ente podiese administrar, regir e governar m is Reynos e Señoríos e el bien de la cosa pública dellos e complir e executar la mi iustiçia segunt pertenesçía al mi estado real e al bien e pas e sosiego de m is súbditos e naturales. Me consejasteis que yo saliese de la dicha villa de Talavera, donde contra m i voluntad estava e m e fuese al castillo de Montalv án para que de sde allí ord enase e m andase lo qu e a m í pertenesçía faser […] e l qual consejo yo açep té veyendo ser m uy sal udable, neçesario e provechoso e com plidero a m i serviçio, e vos el don don Álvaro de Luna, mi condestable con muy grant lealtad e esfuerço e an imosidad e constante voluntad, queriendo continuar los grandes e muy notables e señalados serviçios que los nobles vuestro padre e avuelos e los otros de la noble, generosa e magnífica casa de Luna, donde vos descendedes, fisieron a los Reyes de gloriosa memoria mis progenitores, cuyos vasallos ellos fueron e siguiendo sus pisadas e queriend acresçentar e acresçentando en aquéllos posponiendo vuestra vida todo temor de la perder poniéndovos a peligro de m uerte, el qual estava m uy presto; partistes e f ustes com igo de la dic ha villa de Talave ra a l dicho cas tillo de Montalván, donde pasastes e sofristes m ucha fam bre e trabajos e tem ores e peligros de m uerte, muchos y diversas veses, fasta tanto que plogo a Dios, mediante vuestros buenos e saludables c onsejos, que yo salí e vos conm igo, del dicho castillo e çesó lo susodicho 536 También es im portante constatar q uienes aparecen en tre los confirm antes, s e trata de m iembros de la fam ilia real y d e la alta nobleza: s u prim o el alm irante d on Fadrique, su tío el conde de Niebla don Enri que, el m aestre de la Orden de Calatrava, los condes de Medinaceli y Benavente, así co mo las más altas dignidades eclesiásticas, empezando por el arzobispo de Santiago; el Arzobispo de T oledo, primado de España, actúa como Chanciller mayor. La presencia de estas personalidades demuestra el p oder que tenía don Álvaro en esos momentos. *1435, julio, 9. Madrid141 Juan II concede a Sevilla la villa d e Arcos de la Frontera, por haberle servido la ciudad con tres millones de maravedís, confirmando la donación otorgada por el m ismo rey el día dos de julio. Lleva la firm a autógrafa del rey, que se hace siem pre presente de esta m anera, así no hay duda de que em ana de su propia vol untad. Es otro bello ejem plar que tiene todas las ca racterísticas del típ ico privileg io rodado de este reinado [fig. 12]. Letra capital E con decoración vegetal, nom bres de los reyes, de Dios y de la Virgen en cartuchos policrom ados, al i gual q ue la prim era frase “en el nom bre de Dios”. Orla vegetal ancha, en el m argen izquierdo y s uperior, y también sobre el signo rodado. Es de resaltar que el cuartelado aparece en fo rma de escudo coronado, característica que se repetirá en este reinado y en los de sus sucesores, pero no nos atrevem os a afirmar que se inicia en este momento histórico, ya que podría haber alguno similar en el reinado de su padre, pero nosotros no lo he mos encontrado. Todos los elementos decorativos están en colo res rojos, verdes y ocres su avemente matizados, lo que demuestra el refina do gusto del artista. *1437, mayo, 15. Valladolid142. Juan II otorga y confirm a la donación h echa por doña María, su esposa, de la villa de la P uebla de Montal bán a don Álvaro de Luna; la reina recibe en concep to de compensación las alcabalas y tercias de la villa de Arévalo, 25.000 maravedís de juro de heredad y 10.000 florines de oro. Se trata de una de las mucha m ercedes que recibió el valido del rey y, por lo que suscitó grandes en vidias entre la gran no bleza y familia real, y que a la larga determinarán su caída. Según Elisa Ruiz 143, que ha estudiado es te documento, responde al deseo del rey de satisfacer las d emandas de poder y riq ueza de su condestab le; la concesión de bienes heredados de su m adre, doña Leonor de Aragón, desagradó tanto a la reina que por eso fue com pensada con algunos im puestos. En la exposición el soberano indica que su motivo principal es premiar a don Álvaro por sus leales servicios en las guerras con tra los Infantes de Ar agón. Nos interesa des tacar cóm o en el preámbulo se subraya la facultad que tiene el rey para conceder gracias y mercedes a los súbditos que lo merezcan y por lo tanto es potestad real el ejercerlo. En cuanto al aspecto exte rno es de una factura muy fi na lo que lo convierte en una obra excepcionalmente cuidada [fig.13]. Pr esenta una orla de splegada por los márgenes s uperior y laterales, en la que entre elem entos vegetales en trelazados h ay seres fantásticos como un centauro; la misma aparece encima del signo rodado con d os bellísimas aves afrontadas. Ade más, los nom bres de la Virgen, del Rey, la Reina y el 141 AMS, sec. I, c.2, nº 56 ( Recogido en BORRERO FERNÁNDEZ, Mercedes et alii: Sevilla, ciudad de Privilegios. Escritura y poder a t ravés del privilegio rodado, Sevilla: Ayuntamiento-Universidad, 1995, Documento nº 82.) 142 AHN- Nobleza, Frías, cp. 46, d. 11 143 RUIZ, Elisa: El documento pintado, Madrid: AFEDA, 2000, pp. 112-4. 537 Príncipe de Asturias están en sus correspondientes cartuchos, al igual que la frase “En el nombre de Dios”; las iniciales secundarias también van destacadas. La capital E cuenta en su interior con el escudo de arm as de los Luna sostenido por dos ángeles, que alude visualmente al beneficiario de la m erced. El signo rodado tam bién es m uy rico en elementos decorativos; en las enjutas aparecen los símbolos de los cuatro evangelistas, y el escudo con el cuarte lado de Castilla y León es suje tado por cuatro ángeles tenentes. Vemos, por tanto, que los sím bolos religiosos son abundantes, lo que corrobora que el rey actúa en el nom bre de Dios, como dice en la primera frase, lo que d emuestra que la monarquía y la Iglesia com parten los mismos valores, y por eso proyecta la im agen de la realeza que se basa en el aspecto sagrado de la autoridad real. *1437, septiembre, 28. Olmedo144. Juan II confirm a la donación realizad a por la reina doña Ma ría al Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, de la Puebla de Montalbán, con su fortaleza y jurisdicción. En la letra inicial aparece una miniatura con el escudo de los Luna sostenido por dos ángeles, que alude a la personalidad del beneficiario. Es otro bello e jemplar que , además de la capital, tiene decoradas las iniciales secundarias, los nombres de los reyes, la primera frase, como viene siendo usual en los privilegios del reinado personal de don Juan II; también presenta una orla con decoración m enuda de flores, anim ales y figurillas de gusto italianizante en el m argen izquierdo, parte del superior y del inferior, motivo que tam bién se ve sobre el signo rodado. El signo rodado [fig. 14] es muy interesante porque en e l interior de la rued a se ve a dos ángeles que sujetan el escudo con las armas de Castilla y León, y por detr ás de él se aprecia una figura, aunque un poco deteriorada la pintura, que según Pilar León Tello 145 es el rey, en este caso tendríamos la im agen del rey f ísicamente, lo que junto a sus em blemas y a su firm a autógrafa confirmaría su participación personal en la donación que hace a través de este privilegio, no obstante no se ve con claridad que sea un rey el representado, parece una figura de barba blanca y sin ningún atributo concreto, adem ás no es un lugar donde se represente a los reyes, más bien podría ser Dios Padre a quien acompañan los ángeles y que hace evidente la sacralización de la realeza. *1445, noviembre, 28. Toledo146. Juan II hace m erced a don Álvaro de Luna, maestre de la Orden de Santiago y condestable de Castilla, de la villa de Alburquerque, con título de condado, y los castillos de Azagala y La Codosera. Este ejem plar es extrao rdinario, tan to por su contenido como por su factura material [fig. 15]. Es de los que refleja perfectam ente lo s suceso s d el reinado, en concreto lo relacionado con la batalla de Ol medo y el pa pel protagonista que jugó don Álvaro, y por el que recibió importantes m ercedes. El te xto desarrolla un original preámbulo en el que el m onarca describe los incidentes previos que provocaron la batalla, la actuación oportuna del valido en el combate y la victoria del bando regio, de modo que podem os decir que la exposición de motivos tiene un sabor cronístico, en la que el propio rey explica su proceder y finalm ente, la concesión de la m erced. Por otra 144 AHN- Nobleza, Frías, cp. 34, d. 7. 145 LEÓN T ELLO, Pilar: Inventario del arc hivo de l os D uques de Frí as. C asa de P acheco, Madr id: Dirección general de Archivos y Bibliotecas, 1967, Tomo II, nº 1948. 146 Biblioteca de Fra ncisco Zabálburu, caja 6, doc. 8 (Recogido en RUIZ, Elisa: El documento pintado, Madrid: AFEDA, 2000, pp. 118-9.) 538 parte, la firm a autógrafa del rey evidenci a su autoría y es otro elem ento m ás que transmite que el documento es la imagen del monarca. Según Elisa Ruiz, “esta clase de ej emplar suponía la expedición de un documento acreditativo en forma de diploma solemne a petición del interesado”, que es el beneficiario de la m erced y el su jeto d el acto solem ne; adem ás la factura m aterial pone de manifiesto, plásticamente, toda una simbología del poder político, de la que son partidarios el autor, el rey, y el destinatario, don Álvaro, valedor del poder regio frente a los Inf antes de Aragón . En la le tra inicia l E aparece la represen tación de Santiago Matamoros: el apóstol viste túnica y capa al vi ento, sujeta por la venera, va tocado con el tradicional som brero de peregrino; va cabalgando sobre caballo blanco y va blandiendo la espada en alto con la m ano derecha y con la izquierda lleva su bandera con la venera, a sus pies se pueden ver las cab ezas cortadas de tres m oros. Este motivo alude a la condición de Maes tre de la Orden de Santia go que ostentaba don Álvaro, y opina Elisa Ruiz, que el rostro grave del jine te tiene cie rto parecido con el retrato del propio Condestable de la cap illa de Santiago de la ca tedral de Toledo. Tam bién podemos decir que esta representación puede tener relación con la guerra civil, en la que acababan de tener la victoria las tropas del rey dirig idas por don Álvaro contra los enemigos de la monarquía de Juan II; además de identificar a la monarquía con la lucha contra los enemigos de la fe. No sólo la bella inicial, todo el doc umento está fina mente iluminado. Como es de rigor, los nom bres sagrados y los del re y y del heredero aparecen en cartuchos policromados con letras doradas; asim ismo las iniciales secundarias tam bién están miniadas. La orla, que se extiende por el margen izquierdo y parte del superior, adem ás del prim or artístico, presenta una lectura política, pues, entre los m otivos vegetales aparecen escudos con las arm as de los Luna , de m anera que no hay duda quien es e l beneficiario. El signo rodado, c on el cuartelado en form a de escudo, como ya es usual, tiene los símbolos tetram órficos en las enjuta s, lo que pone de m anifiesto la fuerte unión entre monarquía castellana y religión cristiana. * 1452, enero, 30. Portillo147 . Juan II da las norm as para la fundación y dotación de la Cartuja de Miraflores de Burgos. Es un cuadernillo en que se recoge n los antecedentes hasta llegar a la oferta que hizo el rey a la Orden de la Cartuja de sus palacios de Miraflores. Es un documento muy lujoso com o corresponde a las prerroga tivas del m onasterio que el rey escogió como lugar de enterram iento. En el f ol. 2r [fig. 16a] com ienza el texto con la E inicial miniada en oro, adornada c on flores, hojas carnosas y putti, todo bellam ente policromado; adem ás el f olio presenta una f ina orla por los m árgenes late rales y superior, que se ensancha en este últim o y en el izquierdo donde aparece una ornamentación vegetal en la que se insertan figurillas, especialmente putti, y an imales; los nom bres del Rey, de la Reina Isabel y del Prín cipe de Asturias, aparecen en cartuchos policromados, destacando el de don J uan, todo en letras doradas. En el fol. 14v se encuentra el signo rodado [fig. 16b], en oro, azul y rosa, en las enjutas aparecen motivos vegetales, en el centro se encuentr a el escudo coronado c on el cuartelado de castillos y leones ; sob re él a do s colum nas están los nom bres de los gr andes confirmantes, e mpezando por don Álvaro de Luna y encim a aparece el refrendo de “Don Alfonso Carrillo, arçobispo de Toledo, pr ymado de las Españas, chanciller m aior de Castilla”. Todos los detalles nos ponen de m anifiesto la im portancia de esta fundación real. 147 Cartu ja de Miraflores (Burgos). Comentado en Las Edades del Hombre. Libros y documentos en la Iglesia de Castilla y León, Valladolid: Graf. Andrés Martín, 1990, pp. 115 y ss. 539 4.2. RIQUEZA DOCUMENTAL. Como ya vimos en el reinado anterior, los nuevos tipos diplom áticos proliferan, aunque todavía perduran los antiguo s, pero cada vez m ás se i mponen en la Cancillerí a los primeros, escritos en papel. a) Documentos en pergamino. Entre los antiguos, el privilegio y la carta de privilegio siguen siendo importantes por su contenido de concesió n de m ercedes, m uy abundantes en este reinado de tantas luchas civiles. En gene ral son extensos y en form a de cuadernos, llaman la atención por ser ricos diplom as, lo que es otro ejem plo de lo m ucho que cuidaba este rey el aspecto form al de t odo lo que pudiera m ostrar la im agen de su monarquía. Vamos a comentar algunos: *1437, abril, 24. Madrid148. Carta de privilegio por la que el rey otorga a Gómez Carrillo y a su mujer María, nieta del Rey Pedro, con m otivo de su casam iento, las villas de Mandayona, el Olivar, Durón, Jadraque y m uchas otras con su ju risdicción civil y crim inal, m ero y m ixto imperio, a las que libera de la jurisdicción de la villa de Atienza. Nuevo ejemplo de donación regia, no solo de tierras sino tam bién de derechos jurisdiccionales, patrimonio del rey. Es un cu aderno de 8 hojas y en la prim era presenta el escudo cuartelado de casti llos y leones a tres colores, está encuadernado en pergamino con refuerzos de cuero, por lo tanto es un ejemplar lujoso. *1446, diciembre, 20. Tudela149. Carta de privilegio y confirm ación en la que el rey confirm a un albalá y una ordenanza en las que daba licencia a Lorenzo Suárez de Figueroa para h acer mayorazgo. Es también un cuaderno, Es un docum ento de gran valor y belleza [fig. 17]. La capital inicial S presenta al rey sentado en un gran trono con dosel, viste lujosam ente y como distintivo lleva una gran corona, el cet ro en la m ano izquierda y con la derecha sujeta el mundus que apoya sobre su rodilla derecha, los tres elementos simbólicos de su poder van en color oro viejo; es una típica imagen mayestática del rey, en la que aparece solemne haciendo gala de una preem inencia absoluta com o corresponde al contenido del privilegio, que es la concesión de mayorazgo. Seguram ente la riqueza decorativa responde al deseo del beneficiario, el primer Conde de Feria. Como podemos ver, en la primera hoja, en los márgenes superior e iz quierdo hay una bella orla decorativa, con motivos vegetales y algún putti inserto en ella dispuestos a m anera de candilieri, lo que nos indica la influencia italiana en la pintura. *1447, diciembre, 15. Valladolid150. Es una carta de privilegio en la que el rey concede a doña B rianda, hija de don Juan Hurtado de Mendoza, m ayordomo m ayor del rey, y de doña María de Luna, su 148 ARChVa, Pergaminos, caja 0024.0003. 149 ADM, Sección Feria, leg. 3, doc. 16R. 150 Biblioteca de Francisco Zabálburu, M 11-163. Estudiado por RUIZ, Elisa: El documento pintado, Madrid: AFEDA, 2000, pp. 121-3. 540 mujer, que perciba cada año tr escientas cincuenta doblas de oro por juro de heredad, previa renunciación de su madre a dicha cantidad. Es un documento excepcional, en vitela en form a de cuaderno de seis bifolios y su interés radica en la decoración del fol. 1r [fig. 18]. Presenta una elegante orla por los márgenes superior e izquierdo en form a de tallo floral con f rutos y flores, a cuyo pie vemos un putto sostenido el es cudo con las arm as de los Mendoza y los Luna, pero lo que le convierte en excepcional es la decoración de la E inicia l, en la que el artista reproduce un retrato del m onarca: aparece sentado en la silla real, con vestidura plateada, lleva corona de oro, con su m ano izquierda sujeta una espada en posición de descanso, y con la derecha sujeta una pom a que está sobre el trono; es una im agen mayestática, en la qu e llama la atención la disposición de los dos emblemas regios, por como el rey los coge, m ás parece que los su jeta, como si el rey quis iera transmitir una sensación de sosiego, q ue es lo que necesitab a su reino. Pero lo realm ente importante, según Elisa Ruiz, es el tratam iento del rostro, que permite conjeturar que responda a un intento de reproducción realista, lo que lo conve rtiría en uno de los pr imeros retratos en la galería de efigies reales. *1452, septiembre, 23. Palencia151. Carta de privilegio y confirm ación en la que el rey concede a Francisco de Chaves la confirm ación del albalá otorgado a su padre Diego García de Chaves, para que posea y herede para siem pre por título de m ayorazgo el lugar del Villar en Salamanca. Es un cuaderno de 4 folios, muy bello con iniciales y orla adornadas en oro. *1453, marzo, 28. Burgos152. Carta de pr ivilegio po r la que el rey faculta a Luis de la Cerda, conde de Medinaceli, para que pueda sacar de su mayorazgo el lugar de Loranca, cuya venta le es necesaria para m antenimiento de l as tropas qu e tiene en la guerra contra Aragón, y lo sustituya por el lugar de Barca. Es un ejemplo del ejercicio de poder absoluto, como el mism o monarca dice: “yo commo rey e sennor, de m i propio motu e çierta sçiençia e poderío real absoluto de que quiero usar en esta parte, absuelvo e quito el dicho vínculo de m ayorazgo”. En este caso es un cuaderno de 6 hojas. b) Documentos en papel. Una característica de la Cancillería de Juan II es que se van im poniendo lo s documentos en papel, de más ágil emisión, en los que se observa una tendencia hacia la simplificación de las fórm ulas, que son m as adecuados para tratar los v ariados asuntos propios de una administración más compleja. Algunos ejemplos: *1417, marzo, 20. s.l.153. Es una carta de m erced por la qu e el rey con cede a su cam arero m ayor Juan Fernández de Velasco, de derecho de martiniega en su lugar de Solarana. 151 ARChVa, Pergaminos, caja 0002.0007. 152 ADM, Sec. Cagolludo, leg. 11, nº 39. (Recogido en LÓPEZ GUTIÉRREZ, Antonio: Documentación del Señorío de Cogolludo en el Archivo Ducal de Medimaceli de Sevilla (1176-1530), Zaragoza: Ibercaja, 1989, pp.186 y ss.) 153 AHN- Nobleza, Frías, caja 462, doc. 1. 541 Corresponde a la m inoría del rey, y ti ene interés po rque está firm ada por la reina doña Catalina de Lancaste r: “Yo la Reyna”, y el refr endo del secretario alude a ella como reina regente: “Yo Martín Gonçales la fise escribir por m andado de nuestra señora la Reyna m adre e tutora del rey e regidora de sus regnos”, hay que recordar que ya don Fernando es rey de Ara gón y la que verdaderam ente ejerce com o regente es la esposa de Enrique III. *1448, mayo, 16. Medina de Rioseco154. Albalá en el que el rey comunica al Conde de Lemos la detención de los Condes de Benavente y de Alba y de otros implica dos en las guerras con don Juan de Navarra, al tiempo que le encarga que por su servicio tenga en secuestración las villas de Allariz, el Bollo y Santibáñez. Es muy clarificador que el rey plantee argumentos, en la exposición, alusivos a la pérdida de su autoridad ante los nobles rebeldes: Los quales escándalos se han continuado en los dichos m is rregnos seyéndom e por algunos denegada la obedi ençia e subjeçión e reverenç ia e superioridad a m i devida com mo Rey e soberano señor natu ral dellos, todo esto en m i grand deserviçio e abaxamiento de la mi corona rreal, tanto e en tal manera que ya non se podía soportar. *1451, abril, 23. Madrid155. Es una carta m isiva por la que el re y com unica al Concejo y a los hom bres buenos de Segovia el nacimiento de su hija la infanta Isabel, y les pide que den gracias a Dios por ello. Se mantiene la antigua costum bre de anunciar a las distintas ciudades del reino el nacimiento de los infantes, para que se hicieran actos civiles y religiosos en su honor. *1453, abril, 30. Portillo156. Es un albalá en el que el rey da or den a Ruy Díaz de Mendoza, su m ayordomo mayor, para que pusiese en prisión al condestable don Álvaro de Luna. En la exposición justifica los motivos de su decisión, el rey quiere la tranquilidad y la paz d e sus reino s, y pa ra e llo, en la disposición, d a las órd enes necesarias, aunque sean muy duras y humillantes para el Condestable, lo que nos indica el grado de odio a que llegó: E vos m ando por la presente que le vos fagades poner e pongades grillos a los pies e lo tengades dentro de una jaola porque esté m ejor guardado e vos m e podades dar buena quenta e rrecabdo dél, e guardar e conplir el pleito e om enaje e juramento que por él me tenedes fecho. Otro tipo docum ental, que adquiere gran protagonismo en este reinado, es la provisión real, que tendrá larga vida. Documento de sencilla expedición, em anaba directamente del rey y transmitía sus órdenes sobre los diversos asuntos de gobierno del 154 ADA, caja 2, nº 100. (Recogido en CALDERÓN ORTEGA, J.M.: Documentación medieval abulense en el Archivo de la Casa de Alba, Ávila, Institución Gran Duque de Alba de la Dip utación Provincial, 2000, p. 62) 155 Carta publicada y comentada por AMADOR DE LOS RÍOS, José: Carta de don Juan II de Castilla a la ciudad de Segovia, Madrid: Langa y Cia , 1956. 156 ADM, Sec. Camarasa, leg. 2, nº 92. (Recogido e n GONZÁLEZ M ORENO, J oaquín: Historia e investigación en el Archivo de Medinaceli, Sevilla: Instituto de Estudios Sevillanos, 1979) 542 reino. Mostramos a cont inuación algunos ejem plos tomados del Archivo Municipal de Carmona157, en los que el tem a es la petición por parte del monarca de hom bres o dinero: *1421, mayo, 16. Medina de Rioseco. El rey m anda a los vecinos de Carmona que estén prestos a acudir a la guerra contra los moros. *1433, febrero, 16. Madrid. El rey m anda que p echen ciertas “per sonas cabdalosas” de Carm ona, que se eximían diciendo que eran bacinadores de las casas de San Lázaro y de San Antón, y de las Órden es de la San ta Tr inidad, Santa María de la M erced y Santa María de Roncesvalles. *1436, septiembre, 12. Toledo. El rey da norm as a los concejos del arzobispado de Sevilla y del obispado de Cádiz para recoger el servicio aprobado en Cortes para los gastos de la guerra con Granada. 4. 3. VALORACIÓN. Si al calificar a Juan II de bibliófilo, decíam os que era la suya una corte pre- humanista, después de analizar los documentos pintados de su reinado, nos reafirmamos en tal conclusión. La riqueza orn amental, la p resencia de algunos elem entos clásicos como los putti o anim ales m itológicos, la precisa f actura, nos indica que los artistas tienen influencia italiana. Adem ás parece clara la protección del rey a los pintores, que debieron ser muchos en esa corte. También se confirma el afán de pompa del rey, que se traduce en la proliferación de lujosos docum entos, que ensalzan la figura del rey ante sus súbditos y que so n vehículo de una propaganda vi sual del rey. Aquí sólo hem os recogido una m uestra de los muchos y m uy her mosos documentos que abundan en los archivos españoles que personifican la imagen de grandeza que este monarca quería transmitir. Por el contrario, el contenido nos m uestra a un rey débil, que tuvo que conceder muchas m ercedes a los nobles, en especial a su valido, en cuyas manos quedó el gobierno del reino, como el rey implícitam ente reconoce cuando le recom pensa sus muchos servicios a la corona. 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES. 5.1. LA IMAGEN A TRAVÉS DE LA SIGILOGRAFÍA. El tipo de sello que hemos visto es el ecu estre, es decir, es la representación de l rey com o guerrero que va con la espada desenvainada, lo que nos indica que en Castilla, en el siglo XV todaví a la fuente prim era de la au toridad reg ia resid e en l a capacidad bélica, bien es verdad que se debía tratar de la guerra contra los musulmanes, pero la m ayoría de las veces el rey defi ende con arm as su m onarquía contra los enemigos interiores. Igualmente aparece el cuartelado como emblema de sus reinos. Por 157 GO NZÁLEZ JIM ÉNEZ, M anuel: Catálogo de documentación medieval del Archi vo Mu nicipal de Carmona, Sevilla: Diputación Provincial, 1976, Tomo I (reinado de Juan II). 543 lo tanto la im agen que se desprende es la del rey guerrero que defiende sus estados, de los que él es el supremo señor por delegación de Dios, como dice la leyenda. Como modelo hemos escogido el que aparece pendiente del documento dado en Alcalá de Henares, el 13 de junio de 1408 158 [fig. 19], correspondiente a la m inoría, pero a lo largo del reinado se repite el mismo prototipo159. En el anverso aparece el rey ves tido de m allas con guardabrazos y rodelillas sujetas a ellos, y espuelas con rodilleras, ll eva el almófar echado y encima un som brero de hierro; en la m ano izquier da lev anta la espada corta desenvainada, con la derecha sostiene ante el pecho un pequeño escudo de forma casi triangular, blasonado con un castillo y un león; el cab allo galopa hacia la izquierda y va cubier to con un capa razón flotante; lleva la leyenda: S. IOHANI S. DEI. GRACIA. REGIS. CASTELLE. ET. LEGIONIS. En el reverso el cuartelado de castillos y leones separados por una cruz con los extremos triangulares y la misma leyenda. En los sellos de placa se impone el del campo cuartelado por una cruz que separa los castillos y leones. Este signo territorial es el más reputado del monarca castellano. 5.2. LA IMAGEN DEL REY EN LAS MONEDAS. Hay una gran variedad de m odelos, según podemos apreciar en el catálogo de Heiss160, de donde hem os tom ado a lgunos ejem plares significativos. L as hay que siguen los tipos trad icionales, como las que p resentan la cabeza coron ada del rey en el anverso, y en el reverso el cuartelado o el casti llo o el león; otra, sim ilar a la de Juan I, en la que en el anvers o vemos la imagen de l agnus dei , símbolo de san Juan Bautista, con la leyenda AGNUS DEI QUI TOLIS PE., m ientras que en el reverso aparece la Y, inicial del nom bre del rey, coronada, y la leyenda que continua la anterior, C ATA MUNDI MISERERE, ésta tiene un claro contenido religioso pues se compara al rey con su santo patrón; otras presentan el nombre completo del rey coronado en el anverso y en el reverso el castillo. Pero, junto a las m onedas m ás com unes, hay algunos ejem plares m uy interesantes por su novedad. Por ejemplo las doblas de a 20 acuñadas en oro según el Ordenamiento de 1442 sobre m onedas, que se llam aron doblas de la banda 161, porque presentan en el anverso el escudo de la Orden de la Banda 162, lo que pone de manifiesto el interés de este rey por exaltar los valores caballerescos, los cuales implicaban lealtad al rey ; además ya hemos vist o la afición que tenía el m onarca a las justas y torneos, donde se lucía participando junto con ot ros nobles caballeros. Asim ismo, se gún Faustino Menéndez Pidal 163, esta divisa fue com o el escudo de arm as personal del rey; en el rever so presen tan el cua rtelado o el c astillo solo ; la leyend a I OHANES DEI GRACIA REX LEGI y IOHANE S DEI GRACI A REX CASTE, respectivam ente [fig. 20 a]. Hay una m oneda m uy curiosa [fig. 20 b], en cuyo anverso vemos el campo 158 AH N, Si gilografía, arm ario 1, ca j. 9 , n º 10 . (C omentado por G UGLIERI NAVARRO, Arac eli: Catálogo de Sigilografía, Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia, 1974, tomo I. 159 Por ejemplo es semejante el que pende del privilegio dado en Palencia el 23 de septiembre de 1452, por lo tanto al final del reinado. Es un bonito y bien conservado ejemplar (ARChVa, Pergaminos, caja 2, nº 7) 160 HEI SS, Al oiss: Descripción gen eral de l as monedas h ispano-cristianas desde la invasión de los árabes, Zaragoza: Luis Marquina, 1962, tomo I, láminas 11 y 12. 161 MAN, nº de inventario 104887 162 La Orden de la Banda fue fundada por Alfonso XI, como ya explicamos, y en este reinado se utilizará, sobre todo, como emblema personal de Juan II, m ientras que el cua rtelado se e ntendía como las armas reales de Castilla y León. 163 M ENÉNDEZ PI DAL DE NAVASCUÉS, Fau stino: Heráldica medieval esp añola. L a C asa real d e León y Castilla, Madrid: Hidalguía, 1982, p. 192. 544 bordeado por 20 sem icírculos rematados en hojas, que contiene en el centro el retrato ecuestre del rey: éste va ar mado con espada en alto, armadura y casco, que le cubre el rostro, rem atado po r un cas tillo, ad emás em braza un escu do con el anagram a de la Orden de la Banda; a su vez, el caballo llev a unas ricas cu biertas sembradas de la otra divisa propia de este monarca: la escam a, que no sobrevivió a su funda dor; la leyenda dice DOMINUS IOHANES DEI GRACIA REX CASTELLE LEGIONIS; en el reverso aparece el cuartelado y la m isma leyenda. Otro tipo muy curioso [Fig. 20 c] es el que en el anverso, en el campo bordeado por 16 semicírculos, aparece una cimera rematada por un gran castillo del que sale la cabeza y la garra de un león, de cuya base salen los lambrequines, que lo separan del escudo con emblema de la Banda; esta composición es muy interesante pues podría decirse que es la imagen simbólica de Juan II, en la cual de una manera muy artís tica se en lazan los tres elem entos más representativos de sus d os escudos de armas. Podemos decir que estas m onedas transm iten la im agen del rey en arm as, además, como son de diseño llam ativo, resp onden a la idea de un rey am igo de la pompa y de la fastuosidad. 5.3. LA IMAGEN REAL EN PINTURA SOBRE TABLA. Vamos a comentar la Virgen con el Niño, tabla central del Retablo del arzobispo don Sancho de Rojas (Museo del Prado) [fig. 21]. La figura que nos interesa es el donante de la izquierda, pues es un rey, en actit ud muy devota, al que el Niño Jesús está coronando; viene presentado por un santo dominico, que algunos autores identifican con san Vicente Ferrer. El debate es si es Juan II o su tío y regente don Fernando de Antequera164. Pueden darse argumentos a favor de uno y otro: don Sancho fue tutor del Infante y gran am igo de él, adem ás el santo valenciano jugó un papel im portante en Caspe para su elección como rey de Aragón; la fecha de ejecución del retablo, realizado para el convento de San Ben ito de Valladolid, está en torno a 1415; en esta fecha el rey de Castilla es todavía un niño y su tío a ún actúa com o Regente, pero ya es rey de Aragón; hemos visto que en la Genealogía de los Reyes aparecía san Vicente en las ilustraciones de Juan II, lo que dem uestra la devoción que sentía por el santo dom inico; la descripción física, según la Crónica de Juan II : ojos v erdes, p elo color avella na, blanco de piel, podría valer para los dos. En cualquier caso, lo que nos interesa es que estamos ante una imagen gráfica más del rey como delegado de Dios en su reino. 5.4. LA IMAGEN REAL EN ESCULTURAS. Hay una escultura poco conocida que es la que se encuentra en la Capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo. Se trata de una estatua orante [fig. 22]: aparec e el rey con corona y en la ménsula sobre la que se sujeta aparece el escudo cuartelado de Castilla y León. Según Sánchez Cantón 165 el rostro expresa su carácter irresoluto y qu e quizás sea el m ás veraz. No tiene mayor in terés que dem ostrar la devoción del rey, lo que no es novedoso, pues la unión de la Iglesia con la monarquía es tradicional en todos los reyes medievales, así com o su presencia en la cated ral prim ada junto con sus antecesores directos, que convi erte a esta capilla en autén tico panteón de la dinastía Trastámara. Parece ser q ue tuvo la v oluntad inicial de enterrarse aquí y, de hecho, fue un gran benefactor de ella, pero más tarde cambió de idea. 164 Maravillas de la España medieval. Tesoro sagrado y monarquía, Catálogo de la exposición de León (dir. Isidro Bango), Valladolid: Junta de Castilla y León, 2001, p. 446. 165 SÁNCHEZ CANTÓN, F.J.: Los retratos de los reyes de España, Barcelona: Omega, 1948, p. 78. 545 La escultura más famosa de Juan II es la yacente de la Cartuja de Miraflores que empareja con la de su segunda esposa Isab el de Portugal [fig. 23 ]. Este m agnífico sepulcro en alabastro fue realizado por Gil d e Siloé por orden de Isabel la Católica, que quiso cumplir el deseo de su padre de ser enterrado en este mona sterio fundado por él como ya hemos visto; la obra se llevó a cabo a finales del siglo XV. Es tá situado en el centro del presbiterio, bajo las gradas de la Capilla Mayor, y presenta una for ma muy curiosa de estrella de ocho puntas, que lo di ferencia y lo destaca sobre cualquier otro, seguramente con el p ropósito d e m arcar la p reeminencia regia. Pres enta un a gran riqueza decorativa, por ejemplo, en el zócalo tiene una minuciosa decoración vegetal en la que se entremezclan animales, que nos recuerda a las orlas de los privilegios rodados. El resto del monum ento funerario está profusam ente decorado, pues la com plejidad de los planos perm ite un extraordinario desp liegue de m otivos, de tal modo que hay elementos heráldicos, com o los escudos de arma s de Juan II y los de la reina, figuras que representan a personajes del A ntiguo Testamento, apóstoles y santos, a los cuatro evangelistas sentados en sus pupitres y a las Siete Virtudes, las cuales no s recuerdan los Regimientos de Príncipes, donde se tipifica cuáles son las que deben adornar al príncipe. Los reyes descansan sobre una ri quísima cama, en cuyos cojines apoyan las cabezas, tienen los ojo s abiertos y sus rost ros transm iten una gran s erenidad; d oña Isabel parece que m editase sobre la lect ura del libro que tiene e ntre la s m anos, seguramente un breviario o libro de horas 166, don Juan está pensativo m ientras recoge con su m ano izquierda su m anto y con la de recha sostiene el ce tro, símbolo del poder real, que le confiere una im agen m ayestática. Ambos ostentan coronas y vestim entas muy lujosas , inclu so lo s chapin es s on lla mativos. El m anto y dem ás ropajes del rey aparecen cuajados de joyas, entre las que de staca el magnífico collar compuesto de una serie d e círculos ligado s entre sí en cuyos cen tros se alternan los cas tillos y leon es coronados, emblemas de sus reinos con otros que contienen la escam a167, que tam bién aparece repetido en los bordados del manto brocado; este lujo hace gala al gusto por la pompa de este rey, a lo que ya hem os aludido. Seguramente vestía con tal lujo y boato en las ceremonias y fiestas a las que era tan aficionado. La im agen que extraemos es la de un rey cortesano y justiciero frente al rey m ilitar, del que aquí no hay ninguna alusión. En realidad hay que interpr etar este espléndido m onumento funerario, con las claves de poder de la reina Católica: ella qui ere glorificar a sus pa dres, reyes legítimos, para justificar su propia as censión al trono, razón por la qu e quiere destacar la línea sucesoria proveniente de la segunda esposa, m arginando a Enrique IV y sus descendientes. Eso no quita pa ra que el lujo que se aprecia en todos los detalles fuera una característica de la corte d e Juan II, que algo así perseguiría cuando decidió fundar el monasterio para ser enterrado en él; y es otra manera de recuperar el lugar m ás alto para la m onarquía frente a los grande nobles , muchos de ellos con sepulcros m ás ricos que los de algunos reyes. Es difícil probar si los rostros son verdaderos retratos. El artista no los conoció y todavía se busca una imagen c onvencional; se representa la condición de reyes, a ello 166 “El prestigio que fue adquiriendo la cultura escrita a lo largo del siglo XV originó el desarrollo de una serie de obras plásticas destinada s a explicitar el se ntido y a ex altar lo s v alores d el hecho gráfico, en general, y del libro, en particular” (RUIZ GARCÍA, Elisa: Los libros de Isabel la Católica. Arqueología de un patrimonio escrito, Salamanca Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2004, p. 246. 167 Según Faustino Menéndez Pidal, el nombre de escama lo dan sus coetáneos al collar que otorgaba este rey, y debe ser el que ostenta en este sepulcro. La considera otra divisa de este rey, que ya hemos visto en las monedas. (Heráldica medieval española. La casa real de León y Ca stilla, Madrid: Hidalguía, 1982, pp. 192-3. 546 también contribuyen varios sím bolos como los dos leones que aparecen a los pies del monarca, aludiendo a su poder y dignidad real. Según Yarza168, estam os ante una obra que repr esenta la sacralización de la monarquía, aunque en este caso sea en la pe rsona del débil Juan II, por eso se elige una forma irregular de estrella de ocho punt as, que recuerda a la s bóvedas arquitectónicas, lo que era una m anera de al udir a Dios, y por eso en el cojín sobre el que apoya la cabeza el rey se dibuja una espe cie de nimbo en torno a ella; nos proporciona la imagen de la “Sacra Real Magestad”, aso ciada con la teologización del poder regio Este historiador ref uerza la f inalidad políti ca del m onumento con otro argum ento: el complejo programa iconográfico de los personajes representa dos, todavía por aclarar la elección de algunos de ellos, indica que hubo una mente directora que guió al artista: no pudo ser otra que Isabel la Católica. Y con esta im agen sacra del rey es con la que nos quedamos después de estudiar estas tres obras de arte, en pintura y escultura, que hemos elegido. 6. LAS IMÁGENES PROPAGANDÍSTICAS DE UN REY CONTROVERTIDO. La imagen figurativa del monarca sigue siendo reconocida gracias a la presencia de los atributos tradicionales de su condici ón: corona, trono o silla real, espada, cetro y mundus: según esté en actitud m ayestática o sea un retrato ecuestre, ap arecen unos u otros, pero todos hacen refe rencia a su poder tem poral m áximo que ejerce en sus dominios como vicario de Dios. Todavía no interesan los rasgos fisonómicos, aunque ya hemos visto alguna represent ación en tabla, escultura o en los docum entos en que parece que se le quiere individualizar, pero lo fundamental sigue siendo caracterizar la función de rey que es lo que se reconoce al primer golpe de vista. Durante es te rein ado cobra m ucha im portancia el afán propagandístico de la institución monárquica, de ahí el boato y el lujo que rodean las apariciones del rey, bien sea en las fiestas y torneos, o en las cerem onias solemnes, de tal m odo que pode mos decir que a Juan II le gusta exhibirse públicam ente y ha cer ostentación de su rango porque se da cuenta de su utilidad169. Tenemos noticias de diversos tipos de ceremonias, en las que el rey es s iempre el protagonista, gracias al itinerario realizado por Francisco de Paula Cañas Gálvez 170. Va mos a r eferirnos a algunas, com enzando por las de su matrimonio con su prim a la infanta doña María de Aragón, celeb rado en Medina del Campo el 27 de octubre de 1418, donde se orga nizaron magnificas fiestas con corridas de toros, juegos de cañas y solem nes torneos, en los que participaron varios m iembros de la Familia Real. Otras de las ceremonias de mayor valor simbólico y propagandístico eran las entradas reales en las ciudades o villas, provocaban gran expectación y resp eto entre los sú bditos an te la im agen de super ioridad de la persona del Rey que era la cabeza indiscutible del reino, por ejemplo, la p rimera llegada a Burgos el 20 de ago sto de 1424, fue muy solemne, tanto la ciudad como el cabildo cated ralicio no escatimaron 168 YARZA, Joaquín: Los Reyes Católicos. Paisaje artístico de una monarquía, Madrid: Nerea, 1993, p. 59 y ss. 169 Nieto Soria observa que según avanza el reinado se aprecia una c ontinua tendencia a la com plejidad ceremonial, que se refle ja en la riqueza del vestuario y en el mayor número de miembros que forman los séquitos, por ejemplo. También da un dato cuantitativo que es significativo: hay 62 ceremonias estudiadas en este reinado, que son muchas si comparamos que el siguiente en número es el de Enrique IV con 36 (Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla trastámara, Madrid: Nerea, 1993, pp. 141 y 173) 170 La brurocracia regia durante el rein ado de Ju an II de Castilla: Estudio prosopográfico e itin erario, tesis doctoral, Universidad Complutense, 2005, Parte III. 547 esfuerzos y se celebraron gran cantidad de festejos como corridas de toros y una notable justa, en la que participó Pedro de Cart agena, hijo del obispo don Pablo. Tam bién las fiestas del primero de mayo eran famosas, a Juan II le gustaba celebrarlas en localidades emblemáticas, así en 1426 fueron en Tord esillas, en 1434 en Valladolid, en 1436 en Alcalá de Henares, en todas había justas y ju egos de cañas en los que brillaba el ideal cortesano y caballeresco, tan querido por el rey. En el in terés propagand ista d el rey, adem ás de la in tensificación d e la vida ceremonial, convergen otros aspectos como son el esplendor de la cort e, la presencia de artistas y literatos que le dedican sus obras o la herm osa documentación que expide la Cancillería. Todo tiene por finalidad exalta r la m onarquía por encim a de las de más instituciones para aumentar su poder, para centralizarlo, debilitando a los concejos, a las Cortes y a la nobleza, p ara ir abriendo el camino hacia una monarquía autoritaria, p ero que no se impondrá hasta su hija Isabel la Católica. La imagen especifica de este rey, deducida de las fuentes escritas, es la de un rey que prefería delegar las respons abilidades del gobierno; de ca rácter irresoluto, al que le gustaba d edicarse a su s aficiones : las letras , las jus tas o la caza; su incuria f ue perjudicial para el reino, que se vio envuelto en num erosas luchas civiles, de ahí su repetida im agen belicosa transm itida por lo s retratos ecuestres y por su a mor a la caballería reflejada en el uso cons tante de l emblem a de la Orden de la Banda. En definitiva f ue un rey débil, per o que tuvo la su erte de tene r c erca a gra ndes personalidades que apuntalaron su trono y contribuyeron a la grandeza de Castilla, entre ellas destacan políticos com o don Fern ando de Antequera o don Álvaro de Luna, diplomáticos como Alonso de Cartagena, escritores como Juan de Mena, nobles como el Marqués de Santillana. Todos participaron en la propaganda a favor de este rey castellano, aunque bien es verdad que ellos también obtuvieron ventajas personales. Al igual qu e sus an tecesores, presenta la im agen de hom bre religioso y devoto de Dios, no en vano la Iglesia salvaguarda el carácter sacro de su título. Y como prueba de ello, fundó la Cartuja de Miraflores para ser enterrado, donde su m agnífico sepulcro transmite la m agnificencia y la inm ortalidad de la m onarquía, aunque fuera esculpido fuera de su época, el hecho de la fundaci ón y el extraord inario privilegio fundacional dan cuenta de los mismos valores. Estimamos digno de tener en cuenta que su imagen negligente trascendió a su propia familia, donde las graves divisiones existentes, aflorarán en el reinado de su hijo Enrique IV, que no tuvo la suerte de que la propaganda le fuera favorable com o a su padre y de que ocultara su incompetencia como gobernante. Le consideram os un rey bibliófilo, prom otor de obras y traducciones, pero queremos destacar que, según en los m anuscritos aparecen m uchas miniaturas con su imagen gráfica, en los libros, m uy importantes que prom ovió o que le dedicaron, ricos en ilustración, com o hemos visto, no aparece apenas su im agen personal aunque sí sus emblemas o símbolos. Como colofón del reinado, resum imos en dos sus im ágenes más distintivas, una negativa resultado de su incapacidad para el ejercicio del gobierno, y otra positiv a por haber propiciado un alto nivel cu ltural a su corte, fruto, tanto de su propio saber, como de las doctas figuras de que supo rodearse. 548 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS JJUUAANN IIII 549 Fig. 1 Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartagena AHN, Códices 983 B, fol. 43v 550 Fig. 2 Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartagena RB, mss. II/3009, fol. 194r 551 Fig. 3 Crónica del serenissimo rey don Juan II A, Guillén de Brocar, Logroño, 1517, f. que precede a la Crónica 552 Fig. 4 Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartagena RBME, mss. h.II.22, fol.125v Fig. 5 Grande e General Estoria BNE, mss. 10236, fol. 1r 553 Fig. 6 Décadas de Tito Livio BNE, Res. 204, fol. 16v Fig. 7 La Biblia de Alba Biblioteca del Duque de Alba. Palacio de Liria, mss. nº 399, fol. 11r 554 Fig. 8 Armorial equestre del Toisón de Oro Biblliothèque de l’Arsenal de París, mss. 4790 555 Fig. 9 Libro del conosçimiento de todos los regnos et tierras et señoríos, que son por el mundo, et de las señales et armas que han Bayerische Staatsbibliothek en Munich, Cod. Hisp. 159, fol. 1v 556 Fig. 10 Privilegio rodado AGS, Patronato Real, 58-97 Fig. 11 Privilegio rodado Biblioteca Francisco de Zabálburu, Colección Miró, 8, D. 116 557 fig. 12 Privilegio rodado y detalle del signo rodado AMS, sec. I, c.2, nº 56 558 Fig. 13 Privilegio rodado AHN-Nobleza, Frías, c. 46, doc. 11 Fig. 14 Detalle de signo rodado AHN-Nobleza, Frías, carp. 34, doc. 7 559 Fig. 15 Privilegio rodado Biblioteca de Francisco Zabálburu, caja 6, doc. 8 560 Figs. 16a y 16b Privilegio rodado de fundación de la Cartuja de Miraflores Cartuja de Miraflores, fol. 2r y fol. 14v 561 Fig. 17 Carta de privilegio y confirmación y detalle de la S inicial ADM, Sección feria, leg. Nº 3, doc. 16R 562 Fig. 18 Carta de privilegio y detalle de la letra inicial E Biblioteca de Francisco de Zabálburu, M. 11-163 563 Fig. 19 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, carp. 9/10 564 Fig. 20 a Moneda. Anverso y reverso MAN, nº Inv. 104887 Figs. 20 b y c Monedas. Anverso y reverso A. HEISS: Descripción general de las monedas hispano-cristianas desde l invasión de los árabes, tomo I, láminas 11 y 12 565 Fig. 21 Virgen con el Niño. Retablo del arzobispo D. Sancho de Rojas Museo del Prado Fig. 23 Estatua orante de Juan II Capilla de los Reyes Nuevos (Catedral de Toledo) 566 Fig. 23 Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal. Detalle del rey Cartuja de Miraflores 567 EENNRRIIQQUUEE IIVV REINADO DE ENRIQUE IV “EL IMPOTENTE” (1454-1474) 568 ÁRBOL GENEALÓGICO DE ENRIQUE IV MARÍA DE ARAGÓN JUAN II ISABEL DE PORTUGAL ENRIQUE IV 1454-1474JUANA DE PORTUGAL ISABEL 1474-1504 ALFONSO, m.1468 JUANA LA BELTRANEJA 569 1. MARCO HISTÓRICO. 1.1. SU ACTITUD COMO PRÍNCIPE DE ASTURIAS Nació el día de Reyes de 1425 en Valladolid fruto del matrimonio entre Juan II y su prima María de Aragón, hija de Fernando de Antequera. A la fiesta de su bautizo asistieron los nobles y clérigos m ás importantes, encabezados por el Obispo de Cuenca y el Alm irante de Castilla, fu eron sus padrinos el condest able Álvaro de Luna y el adelantado Diego Gómez de Sando val junto con sus m ujeres. El día 21 de abril en el convento de los dom inicos de San Pablo de Valladolid tuvo lugar otro acto solemne , que relata con todo detalle José Luis Martín1, es el reconocimiento como heredero: Fue llevado en brazos por el almirante Alonso Enríquez cabalgando en una mula en torno del cual iban muchos caballeros y to dos preced idos de m úsicos con trompetas y otros ins trumentos; en el tem plo le colocó sob re la cam a, cuando llegó el rey acom pañado del condestab le, del infante don Juan y m uchos prelados y caballeros; el rey le dio un cetro de oro y se lo puso en la m ano como a príncipe de Asturias heredero de sus rein o; el infante le besó la m ano y le hizo el pleito hom enaje. Hubo, adem ás, inci dentes de protocolo, pues después de prestar todos el jur amento oficial, intentó tomar la palabra el obispo de Cuenca ante lo cual protestó el infante don Juan, al que corre spondía la prim era voz en en las Cortes; el rey m edió diciendo que hablaba en su nombr e y que el serm ón con el lem a Puer natus est nobis , tenía por objeto expli car por qué estaban allí reunidos; después tom ó la palabra el infante don Juan; a continuación pretendieron hablar los repres entantes de la ciudades, con problem as de precedencia entre Bu rgos y Toledo; una vez más intervino el m onarca dando la palabra a Burgos y satisfacción a Toledo, con la conocida frase: “Yo h ablo por Toledo, e hable luego Burgos”. Estas ceremonias indican como los nobles más destacados del reino participaban de las ce remonias que ensalzaban la cont inuidad y la le gitimidad d inástica. Pe ro también reflejan muy bien las divisiones internas en la corte de Juan II. Su infancia transcurrió en una Castilla dividida en dos bando s: por un a parte el Rey con don Álvaro de Luna, y por otra los In fantes de Aragón, hermanos de su madre. El mal entendimiento entre sus padres pudo repercutir en su personalidad, pues vivió alejado de ellos y de la corte, relaci onándose con gentes m edianas, entre las que destacamos por la trascendencia que t uvo, a su doncel Juan Fernández Pacheco, compañero de juegos. Un año clave en su vida fue 1440. Con qui nce años se independizó de la tutela del condestable don Álvaro de Luna; casad o y con casa propia, se inclinó hacia el bando de sus prim os, lo que originó serias de savenencias con su pa dre, que tuvieron como punto culminante el secuestro del Rey en Rágama. Finalmente se alcanzó la paz, como ya se ha explicado en el capítulo ante rior, y Enrique se convirtió en el prim er Príncipe de Asturias2. 1 MARTÍN, José Luis: Enrique IV, Madrid: Nerea, 2003, pp. 18-19. 2 Recordemos que, tanto Enrique III como Juan II fueron reyes desde niños y por eso no ostentaron el título creado por Juan I. 570 En 1437 se había acordado su m atrimonio con Blanca de Navarra, hija de Juan de Navarra 3, para garantizar la paz entre los reinos y la influencia de éste en Castilla. Como todavía eran unos niños estuvieron se parados hasta que se casaron el 15 de septiembre de 1440 en Valladolid en un ambiente de grandes festejos. Años después, los príncipes corroboraron bajo juram ento que su matrimonio no se pudo consum ar y por eso pidieron su nulidad, la que obtuvieron en m ayo de 1453. Ésta eventualidad será decisiva para entender los acontecimientos políticos que tuvieron lugar en el reinado de Enrique IV. José Luis Martín4, en su recien te estudio s obre este rey, explica, m uy documentadamente, cómo se fraguó la nulidad m atrimonial. Enrique alegó s u incapacidad para consumar el matrimonio; a pesar de haberlo intentado durante los tres años que la Iglesia exigía a sus fieles para anular la unión, no pudieron copular ni, por lo tanto, tener hijos, lo que fue corroborado por el abogado de doña Blanca, no obstante se consideraba que el príncipe era potente para conocer carnalm ente a otras m ujeres. Este historiador piensa que ta nto don Álvaro de Luna como Juan II no tuvieron nada que ver en esta decisión. La sentencia de divorcio pronunciada por don Luis de Acuña, administrador de la Ig lesia y Obispo de Segovia, en Alcazarén el 11 de m ayo de 1453 confirma los términos que acabamos de explicar: Ha cohabitado por espacio de tres años […] que en m anera alguna nunca avía podido nin podía conocerla m aritalmente, e que como el dicho señor Príncipe desease ser padre, e aver e procrear fijos, fuenos pedido que, declarando ser así lo por su parte dicho, separásem os al di cho señor Príncipe de la dicha señora Princesa, e ficiesemos separación e divorcio del matrimonio entre ellos contraído […] E declaramos el dicho m atrimonio de derecho non tener nin estar entre los dichos señores Príncipe e Princesa por la dicha causa e im pedimiento del dicho maleficio e legamiento, e damos licencia a los dichos señores Príncipe e Princesa e a cada uno de ellos para que librem ente puedan contraer e contraigan matrimonio5. Como ya sa bemos, Juan II m urió en el verano de 1454 y, por tanto, en esas fechas su hijo Enrique comenzó su reinado personal. 1.2. SU REINADO PERSONAL. 1.2.1. PRIMERA DÉCADA: BALANCE POSITIVO PARA EL REY. Su proclamación tuvo lugar el 23 de juli o de 1454 en la igle sia de San P ablo de Valladolid, fue una cerem onia m uy solem ne en la que los Grandes le hicieron el homenaje y le besaron las manos como su rey y soberano señor. Cuando llegó al trono tenía veintinueve años y una i mportante experiencia política acumulada en sus años de Prínci pe de Asturias. Se gún José Luis Martín 6, comenzó tomando unas medidas, que hacen pensar que ten ía un p lan de gobierno muy estudiado, por ejem plo: lograr la pacificac ión interna a través de acuerdos con los 3 Quizás el más belicoso de los Infantes de Aragón. Se casó con Blanca de Navarra, por lo que adoptó el título de rey de este estado , después, al m orir su hermano, Alfonso el M agnánimo, será rey de Aragón, conocido como Juan II. 4 MARTÍN, José Luis: Enrique IV, Madrid: Nerea, 2003, pp. 62 y ss. 5 Memorias de Don Enrique IV de C astilla. C olección dipl omática del mismo re y, Madrid : Real Academia de la Historia, 1835-1913, pp. 62 y ss. 6 MARTÍN, Jose Luis: Ibidem, p. 73. 571 nobles, nombrar nuevos consejeros, controlar las ciudades a través de los corregidores, firmar acuerdos de paz con los reyes de Ar agón, Navarra y Franci a, y convocar Cortes para organizar una campaña contra Granada. Se puede decir que los primeros diez años tuvieron un balance positivo puesto que buena parte de los objetivos se cumplieron. Una de sus prim eras decisiones fue la de casarse por segunda vez, en este caso con doña Juana de Portugal, hermana del rey luso. Después de duras negociaciones matrimoniales7, los desposorios tuvieron lugar en Lisboa en m arzo de 1455, pero la boda, con grandes festejos, se celebró en Córdoba en m ayo de 1456, oficiada por Alfonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla 8, lo que es im portante reseñar porque indica que en ese mom ento no había nada en contra de ese enlace. El porqué de un nuevo matrimonio es difícil saberlo; Suárez Fernández 9 piensa que la única raz ón positiva es la de consolidar la alianza con Portugal pa ra poder rom per los vínculos con la ram a aragonesa, porque si hubiera seguido con su primera esposa, muchos de los argum entos en su contra no habrían tenido lugar. Otro ar gumento a favor sería el deseo de tener un heredero, que continuase la dinastía, en lugar de su herm anastro don Alfonso. La realidad es que el nuevo m atrimonio tardó varios años en tener de scendencia, y durante este periodo no se planteó ningún problem a, aunque hay i ndicios de que desde el principio la nueva reina no fue bien consid erada, por ejemplo, el cronista Alonso de Palencia dijo que la corte cas tellana se transform ó con el libertinaje de las damas portuguesas que acompañaron a la reina, la cual tampoco le merecía buena opinión. En ca mbio, fue popular la m edida de c ontinuar la guerra de Granada, ya que tenía varias ventajas: era su deber com o rey cris tiano y evitab a conf lictos con los nobles, a los que ofrecía com batir contra los infieles. En la s Cortes de Córdoba de 1455 fue criticado el tipo de guerr a de desgaste que planeó frente a la de conquista que hubieran preferido los nobles, pero el tiem po le daría la razón pues Fernando el Católico recurrió también a la misma estrategia para acabar con el reducto nazarí. Como necesitaba la adhesión de sus súbditos y que la s Cortes votaran el dinero para llev ar a cabo sus pretensiones, Córdoba se convirtió en escenario de cerem onias de gran boato como pocas veces se v io en este reinado. Además esta gu erra le dio gran prestig io exterior, incluso el Papa le reconoció com o cam peón de la cristiandad en una bula fechada en Rom a el 25 de diciembre de 1457, igualm ente, esta “guerra santa” le proporcionó un gran prestigio dentro de su reino, puesto que defender la fe era una de las obligaciones de los reyes castellanos. Por esta decisión se le puede dar la im agen de rey cristianísimo, que ya tuvieron sus predecesores y que se mantendrá en sus sucesores. Un episodio sorprendente en la vieja pugna en tre el rey de Castilla y los infantes de Aragón, en este caso con Juan II de Aragón, tuvo lugar cuando su antigua esposa, Blanca de Navarra, le entregó su reino, tras la m uerte de su herm ano el Príncipe de Viana, en oposición a su padre el rey de Ar agón, a lo que se sum ó la llam ada de los catalanes su blevados co ntra su rey para que fuera su se ñor. Finalm ente la Sen tencia Arbitral de Bayona dictada por Luis XI de Francia en 1463 hizo que renunciara a Cataluña, y la m uerte de Blanca en 1464 anulaba la entrega de Navarra. Estos acontecimientos marcan el punto álgido de su reinado, puesto que le convirtieron en el árbitro de los reinos peninsulares. Es el m omento del triunfo político y de la im agen del 7 En las capitulaciones matrimoniales se acordó que el Rey de Castilla se casaba con la Infanta portuguesa sin dote alguna “ e se contentar de la dicha señora solamente” (Memorias de Don Enrique IV de Castilla. Colección diplomática del mismo rey, Madrid: Real Academia de la Historia, 1835-1913, p. 130). 8 Don Alonso de Fonseca, que fue Ca pellán Mayor de Juan II, después Obispo de Ávila y de Se villa, estuvo siempre ligado al servicio de Enrique IV, pero finalmente estuvo al lado de los Reyes Católicos, y fue Arzobispo de Santiago. 9 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Lu is: Enrique IV d e Ca stilla. La d ifamación como arma política, Madrid : Ariel, 2001, p. 135. 572 éxito en diversas em presas, después vendrán todos los problem as y el descrédito que anularán esa imagen positiva de buen rey. El 28 de febrero de 1462 nació su hija Juana, evento que se celeb ró con fiestas en m uchas ciudades, y fue bautizada el 7 de m arzo en una cerem onia oficiada p or Carrillo10 y los obispos de Calahorra, Cartagena y Osma, siendo sus padrinos el conde de Armagnac y el m arqués de Villena, y madrinas la esposa de este y la inf anta Isabel. No hubo ningún tipo d e suspicacia en el sen tido que no fuera hija legítim a del rey y, poco después, en las Cortes de Madrid, en el mes de m ayo, fue jurada com o princesa heredera11 y, por decisión de Enrique IV, fue Se govia la que juró en prim er lugar. Sintomática de cóm o estaba la situación en la corte, es la carta que el rey envió a don Rodrigo Pim entel, conde de Benavente, en la que le cuenta cóm o su hija había sido reconocida como heredera por el infante don Alfonso, los mi embros más destacados de su corte, as í como por los procurad ores en las sesiones, ya m encionadas arriba, y en consecuencia le escribe: Yo vos ruego e m ando si servicio e plaser me deseades faser, que vos asim esmo prestedes e fagades a la dicha Princesa, mi m uy cara e m uy am ada fija primogénita, el dicho juramento e pleito omenage, segund quel dicho Infante mi hermano e los dichos Perlados e Gra ndes e Caballeros que aquí están e los dichos Procuradores de mis regnos lo fisieron12. Podemos concluir que e l balance de esta p rimera parte del r einado es p ositivo porque su im agen es buena en el exterior, y en el interio r es aceptad o por todos los estamentos, aunque haya m alestar entre algunos nobles, com o el citado Conde de Benavente, todavía no son una am enaza pa ra su trono que, en princ ipio, se ve consolidado con el nacim iento de una here dera. Ade más se han celebrado fastuosas ceremonias, en las que el rey ha hecho oste ntación de su poder, es el caso de su juramento, la celebración de Cortes en Córdoba, su segundo m atrimonio, el juram ento de su hija; en ellas vemos la continuación del ceremonial propio de la monarquía, al que su padre, Juan II, fue tan aficionado y del que obtuvo bene ficios; Enrique IV da una imagen de buen gobernante que se exhibe an te su pueblo. P ero se advierten pequeños detalles que dejan atisbar cierta deslealtad hacia el m onarca y la no aceptación de la reina y su hija, factores que le llevarán al descrédito y a m ostrarse desconfiado e introvertido y a aparecer poco en público en lo sucesivo. 10 El Arzobispo de T oledo, e n l os primeros añ os apoyó a l rey , pero des pués junto c on su s obrino, s e convirtió e n la cabeza de l a oposic ión. Finalmente apoyará a Isa bel com o herede ra y oficiará su matrimonio se creto c on Fernando de A ragón. No obstante, d urante l a guerra ci vil y peninsular c ontra Alfonso V de Portugal, Carrillo apoyará al bando portugués, desairado por la reina que no l e concede el papel de hom bre de su confianza sino que q uiere gobernar de manera autoritaria; finalmente tras la p az firmada en Alcaçovas en 1479, se reconcilió con los reyes castellanos. 11 Carta de Enrique IV al concejo de Murcia para que envíen procuradores para ratificar la jura de su hija como princesa heredera: “E agora como sabedes a Nuestro Señor Dios plogo d e me dar en la mi illustre reina d onna Iohana, mi muy cara e muy amada e le gítima muger, a la muy illustre princesa donna Iohana, mi muy cara e muy amada fija primogénita, a la qual el infante don Alfonso, mi muy caro e muy amado hermano, e perlados e g randes e cav alleros que en mi co rte estav an e los procu radores de las mis cib dades e v illas d e mis reinos […] desde agora para después de mis días la tomaron e rescib ieron por su reina e sen nora natural dellos e de guardar su vida e salud e honrra e est ado e que l e serán l eales” (1462, mayo, 20. Madrid. AMMu, caja 1, nº 144. Recogida por TORRES FONTES: Estudio sobre la Crónica de Enrique IV del Dr. Galíndez de Carvajal, Murcia: CSIC-Universidad, 1946, p. 482.) 12 Memorias de Don Enrique IV de Castill a. C olección diplomática del mismo rey, Madri d: Real Academia de la Historia, 1835-1913, p. 247. Esta carta está fechada en Madrid, a 16 de mayo de 1462. 573 1.2.2. SEGUNDA DÉCADA: DESCRÉDITO DEL REY Vamos a analizar el papel de los personajes que jugaron un papel relevante en el escenario político de esta segunda etapa. a) Juan Pacheco. Comenzamos con la presentación de esta oscura figura de la pequeña n obleza porque llegó a tener un papel protagonista en este reinado. Ya he mos dicho que fue uno de los donceles com pañeros de juegos y de crianza de don Enrique, el cual siempre demostró una gran confianza en él y lo t uvo a su lado en las ta reas de gobierno desde sus años de príncipe, incluso parece evidente que gozaba del apoyo de su padre, el rey Juan II, que, com o prueba de ello, le había co ncedido la merced de tener el cuchillo de la m esa de su heredero, com o pode mos com probar en el siguiente fragm ento de un albalá: Yo el Rey. Acatando los m uchos e buenos serviçios que vos Johan Pacheco avedes fecho e fazedes de cada dí a a mí e al prínçip e don Enrrique, mi muy caro e muy a mado fijo prim ogénito heredero, es m i merçed e m ando que agora e de aquí adelante pa ra en toda vuestra vida tengades el cuchillo de la mesa del dicho prínçipe13. Los cronistas dejan entrever la poderosa influencia que ejerció sobre el rey, del que obtuvo grandes dádivas y mercedes, por ejemplo el título de Marqués de Villena, ya siendo príncipe, y después el de Maestre de la Orden de Santiago. En general, se puede deducir que buscaba su provecho personal y que acabó haciendo mucho daño al rey, que lo tenía por su mejor amigo cuando, en realidad, fue su peor enemigo. Como artífice de la pol ítica castellana contó siempre con el apoyo de su tío el arzobispo de Toledo, don Alonso Carrillo. Du rante los prim eros años de gobierno provocó el descontento de m uchos nobles con sus decisiones políticas, pero, cuando se vio desplazado del poder por don Beltrán de la Cueva, se alió con los nobles levantiscos contra el rey y, ade más, prom ovió las luchas intestinas que desencadenaron una auténtica guerra civil; todas estas maniobras las hizo con tal de mantenerse en el poder. Por ejemplo, organizó la confederación con Carrillo y con don Pedro Girón, Maestre de Calatrava, con el pretexto de preservar la seguridad de los infantes don A lfonso y doña Isabel, cuan do en realid ad lo que b uscaban era una al ternativa al rey Enrique IV y, lógicamente, entre los m iembros de la f amilia real. La c arta en que justif ica dic ha confederación está fechada el 16 de m ayo de 1464, y ya se insinúa que doña Juana no debe ser la heredera: […] Por quanto somos ciertos e certificados que algunas personas con damnado propósito tienen apoderado la persona de l muy ilustre señor Infante don Alfons o et asim esmo la persona de la m uy ilustre señora Infante doña Isabel et non solamente esto m as somos cierto que tienen fablado et acord ado et asen tado de matar al dicho señor Inf ante et casar la dicha señora Infante donde non debe nin cumple al bien et honra de la corona re al destos regnos […] todo esto a fin de dar la sucesion destos regnos a quien de derecho no viene ni le pertenesce. […] 13 Albalá de Juan II. 1440, marzo, 16. (s.l.) AHN- Nobleza, Frías, caja 2, nº 1. 574 Prometemos todos nos et cada uno de nos por sí de trabajar et que trabajarem os por todas las vías et maneras que podier emos de los sacar de la opresión et condición et peligro en que están, et pasarlos a nue stra mano et poder, porque ayan entera libertad, et estén cons ervadas sus vidas et bien et seguram ente tratados et servidos com o la rasón lo manda et som os tenidos et obligados a lo faser, por ser com o son prim os-génitos et legítim os subcesores de los dichos regnos14. b) La Nobleza. Enrique IV fue testigo, duran te el reinado de su padr e, del importante papel que tenía este estamento en la estabilidad del gobierno. La alta nobleza, poseedora de títulos y de señoríos y, por lo tanto, de riquezas y pode r, constituía una auténtica clase política, cuyo apoyo era im prescindible a la m onarquía, por tal motivo este monarca intentó mantenerla dividida para poder controlarla y por eso trató de ganarse la fidelidad de los grandes con dádivas, aunque esta política significara el empobrecimiento del patrimonio real. Afortunadamente para él la alta nobleza no tenía una misma opinión; unos, como el Marqués de Santillana15, pensaban que la estabilidad de un poder regio fortalecido sería bueno porque ellos conseguirían una consolid ación de sus señoríos; otros, como el Marqués de Villena, qu erían un po der m onárquico debilitado para obtener dád ivas y concesiones y así en riquecerse. El rey, por otra parte, con taba con el apoyo de las ciudades y de las ó rdenes m ilitares, que le serv ían p ara con trarrestar el de los privilegiados. La nobleza no se oponía al rey com o institución, sino como fuerza política, pues quería ser el árbitro del gobierno y para eso le convenía la debilidad de la m onarquía; con este objetivo for maba facciones a favor o en contra del rey y, en este reinado, encontró un candidato idóneo, el infante don Alfonso, al que apoyar como aspirante al trono, sirviéndose com o pretexto de la cuesti ón sucesoria; fue una apuesta arriesgada pero favoreció la consecución de su objetivo. Desde el comienzo hubo nobles desconten tos porque se sentían desplazados del poder político, m ilitar y económico por recién llegados, ho mbres de baja alcurn ia pero próximos al rey. Se crearon ligas nobiliaria s que plantearon algunos problem as durante los primeros años, pero su postura se ra dicalizó cuando contaron con el apoyo de Juan Pacheco y su herm ano el m aestre de Calatrava, Pedro Girón, los cuales se vieron desplazados por don Beltrán de la Cueva en su papel de “favorito”. Éstos se integraron en la liga nobiliaria en 1464 para presionar al rey e, incluso, dirigieron la sublevación 14 Memorias de Don Enrique IV de Castilla, Ibidem, p. 302. 15 Durante el reinado de Juan II, como ya vimos, se mostró partidario del entonces Príncipe de Asturias, quien en 1444 le concedió por merced la v illa de Santillana, y le d edicó sus Proverbios, en cuyos versos finales se advierten consejos para su futuro reinado: Junto con su excelençia Lo qu’es vuestro recobrad, Dado contra su conçençia Y su propia voluntad; Los contritos desterrados Quered reconçiliar Y cruelmente dañad Los perversos obstinados. Proclamado rey, estuvo a su lado, consiguío la libertad de su primo el Conde de Alba y aseguró a sus hijos importantes títulos y preeminencias. Murió en 1458 575 por ellos prom ovida utili zando al infante don Alfonso 16 como candidato al trono, porque afirmaban que Juana no er a hija legítim a. Ante el car iz de los acontecim ientos, Enrique IV cedió a las presiones y alejó de la corte a don Beltrán, aún así no se recobró la tranqu ilidad en su en torno y, aun que hubo n egociaciones, la Sentencia arbitral de Medina del Campo del 16 de enero de 1465, inaceptab le para el rey, sup uso la ruptura, que se materializa en la decisión de los nobl es de proclamar al infante don Alfonso rey de Castilla y de León, en Plasencia, el 27 de abril; esta ceremonia fue ratificada en otra oprobiosa, denom inada “Farsa de Ávila” 17, que tuvo lugar en las afueras de dicha ciudad el 5 de jun io, en la que un important e sector de la nobleza, de for ma teatral, expulsó a Enrique IV del trono, allí representado por un muñeco vestido de luto sentado en una silla sobre un cadalso, y en su luga r entronizó a un niño que tenía 11 años, su hermanastro Alfonso; este acto es la m áxima expresión de la debi lidad del rey, porque los nobles atacan los signos asociados autom áticamente con el poder regio : coron a, espada, cetro y trono, además, le muestran deslealtad y desobediencia y lo acusan de no tener como objetivo el bien común. A raíz de este acontecimiento los dos bandos rivales se sumergieron en un clima de guerra civil, puesto que la mayoría de la nobleza está con don Alfonso, pero hay algunos nobles im portantes como el Marqués de S antillana y los Mendoza18 que apoyan a don Enrique, al igual que las Hermandades; finalmente los dos bandos se enfrentaron en las proximidades de Olmedo en 1467, y pue de decirse que las tropas de E nrique IV salieron victoriosas, aunque éste no supo sacar m ayor provecho del triunfo, lo que prueba que era un hom bre de carácter débil y adem ás moralmente hundido por la traición de personas en la s que había confiado. S obre esta insólita ceremonia volverem os a hablar a lo largo de este capítulo, por ejem plo, cuando analicemos la obra del cronista Enríquez del Castillo veremos su testimonio. Otro ejemplo que pone de manifiesto su debilidad frente a los grandes nobles es, cuando se v e obligado a em plazarlos a que le presten ob ediencia, después de haber jurado heredera a Isabel en Guisando. El t ono de la m isiva es conciliador, porque les perdona su rebelión, pero lo que se ve claramente es que está a merced de ellos, pues les pide que le sirvan como a su “señor natural”, lo que sería lógico en ese m undo caballeresco, y el que no le presten la fi delidad debida, traslu ce la humillación que le han inferido, porque en realidad son más leales a su hermana y heredera que a él mismo, aunque ostente el título de rey: 16 Es una táctica habitual de la nobleza, en sus enfrentamientos con el rey, el utilizar a algún m iembro de la familia real, al que pueda apoyar como nuevo rey y obtener así importantes privilegios. En este caso les saldrá bien, al igual que ocurrió con Enrique de Trastámara. 17 Tradicionalmente se ha vi sto este suceso como uno d e los peores momentos por los que at ravesó la monarquía castellana, pero historiadores como Agnus Mackay, Nieto Soria y Valdeón resaltan que en todo momento los nobles se mostraron leales al principio de la autoridad monárquica. Cfr. Alo nso FERNÁNDEZ DE MADRID: Silva Pa lentina, Palen cia: Diputación Provincial, 19 76. Un buen ejemplo de lo terrible que fue este s uceso es el relato que se hace de él en la Silva Palentina, obra del siglo XVI escrita por el Arecediano de Alcor: “En este mesmo año de 1465, en el mes de junio se hizo en Castilla una cosa, que yo no la pusiera aquí por memoria, si otros no la hubieran escrito, porque para la honra y señalada fidelidad de los caballeros castellanos, parece que sería mejor olvidarla que escribirla” 18 El cardenal Mendoza, hijo del Marqués de Santillana, heredó de su padre la habilidad de medrar entre bandos enfrentados, estuvo con E nrique IV y, de hec ho, en 1473 obtuvo el capelo cardenalicio, tuvo un papel e xcepcional en est e rei nado, oc upó a ltos car gos gracias a la in tervención de Enrique IV, al que apoyó hasta el final, puesto que defendió la autoridad monárquica frente a l a ol igarquía aristocrática, y por eso, muerto el rey le gítimo, apoyó claramente a los Reyes Católicos, a los que consideró capaces de fortalecer la monarquía y de dirigir la unificación de Espa ña, y fue uno de sus m ás im portantes colaboradores. 576 Don Enrique, etc, A los duques, condes e otros cavalleros de m i regnos que avedes estado apartados de mi servicio e obediençia. Ya sabedes e devedes saber cómmo después del falleçim iento de m i hermano, que Dios aya, yo mandé dar mis cartas, en las quales se conten ía que, deseando el bien, pas e sosiego de m is regnos, a mí plasía de perdonar e reconçiliar a mí todos los prelados e cavalleros de m is regnos que se avían subtraydo de m i obidiençia, e fasiéndom e la seguridad e fideliad que m e devían co mmo a su rey e sennor. E commo quier que las dichas m is cartas fueron publicadas e notori as por estos m is regnos, e algunos de vos, los dichos duques, condes e cavalleros, no avedes venido a m e faser la dicha obidiençia e por ello yo podría proçeder contra vosotros o contra vuestros bienes. E agora, sabed que la muy ylus tre prinçesa, donna Ysabel, mi muy cara e muy am ada hermana, se vino pa ra mí e yo la juré e m andé jurar por prinçesa e primogénita destos mis regnos después de m is días, e ella m e suplicó que a mí pluguiese de reconçiliar a m í a los dichos duques, condes e cavalleros qu fasta aquí no avían venido a faser la dicha obidiençia. E a suplicaçión suya, a mi plogo de lo faser, con tanto que fa sta çierto térm ino que por mí fuese sennalado, los dichos duques e condes e cavalleros viniesen o enbiasen a darma (sic) la dicha obidiençia , e a los qu e tengan çibdades e villas e fortalesas mías o con su fa ma me están rebeladas, me la s oviesen de entreg ar e entregasen. Por que vos mando que, del día que esta m i carta fuer leyda e no tificada e publicada con tronpetas en la m i corte o fuera a fi xa en lugar público della, fasta XV días primeros siguientes, los de allende los puertos e los de Andalusía y del reyno de Murçia fasta treyn ta días primeros siguientes, vengades por vuestras personas o enbiedes por vuestros procuradores con vuestros poderes bastantes, adarm e la dicha obediençia e jurar de me obedeçer e seguir e servir commo a vuestro rey e sennor natural. E los que tnenedes çibdade s e villas e fortalesas de mi corona real o por vuestra cabsa o favor m e están rebeladas, m e las dexedes e enterguedes e fagades dexar e entregar libremente dentro de los dichos términos, so pena de caher por ello en mal caso, e de confiscaçión de todos vuestros bienes e tierras e v asallos e villas e fortalesas e ofiçios e merçedes que de mí tengades, en qualquier manera. Lo qual todo por lo mismo fecho, por esta mi carta declaro ser perdido e confiscado e aplicado para mi cámara e fisco. E vosotros, fasiendo e com pliendo todo lo susodicho, dentro en los dichos térm inos, vos rem ito e perdono todos e qualesquier casos en que por la dicha cabsa ayades incurrido, del caso menor fasta el mayor inclusive, e vos restituyo vuestras famas e estados, bien e complidamente, asý como sy las cosas susosdichas no ovieran pasado19. No obstante, algunos nobles decidieron volver a servir al rey. Un ejem plo interesante es el del Conde de Alba, que en 1471 fir mó una c oncordia con el rey en la que jura reconocer a doña Juana como prin cesa herede ra y servir le como buen y leal vasallo; es elocuente su afirm ación de que lo seguirá incluso contra personas de estirpe real20. Este acto, en cambio, nos presenta el lado positivo de la personalidad de Enrique IV, su tendencia a la negociación y al per dón. Aunque no hay que olvidar, que este aristócrata y otros muchos de su linaje veían peligrar su situación pues con la anarquía, 19 1468, septiembre, 23. Casarrubios. (AGS, Diversos de Castilla, leg. 9, nº 64). Véase en NIETO SORIA, J.M . (direct or): Orígenes de l a Mo narquía hi spánica. Pr opaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999. Apéndice documental, p. 437. 20 1471, abril, 20. (Archivo Ducal de Alba, c.3, nº 25. Recogido en José Manuel CALDERÓN ORTEGA: Documentación medieval abulense en el Archivo de la Casa de Al ba, Ávila: Institución Gran Duque de Alba de la Diputación Provincial ,2000). 577 generada por las luchas, se podría alterar el orden social y peligrar los privilegios de la nobleza, po r eso finalm ente aceptarán la sup erior au toridad real qu e im pondrán los Reyes Católicos, triunfadores sobre don Enrique y su hija. c) Don Alfonso y doña Isabel. Ambos eran fruto del segundo m atrimonio de Juan II de C astilla, y los dejaba como herederos del reino en el caso de que Enrique IV no tuviera descendencia. Amparándose en este punto del testam ento, Pacheco y otros nobles, les apoyaron frente a la hija del rey, considerada ilegítima. Un acontecimiento inesperado vino a alterar el curso de la historia de la guerra civil em prendida por buena parte de la o ligarquía nob iliaria: el fallecim iento del príncipe don Alfonso el 5 de julio de 1468 en la localidad abulense de Cardeñosa. Los derechos del joven infante pasaron a su hermana Según José Luis Martín 21, los nobles querían cam biar un rey que ellos consideraban tirano por otro, de l que esperaban que respetara el derecho de la tierra, de los nobles y de los clérigos. El tem a de la tir anía ya lo vi mos en el reinado anterior, en ese caso la víctima fue don Álvaro de Luna, a hora será la hija del rey y heredera, cuyos derechos al trono le serán disputados por su tía y madrina la infanta Isabel22. El prínc ipe Alf onso considerab a le gítima la d eposición d el rey po rque había cometido muchos excesos, tantos que se le podría considerar un tirano, y tam bién porque él era el legítimo heredero ya que Enrique IV era impotente, de manera que con estos dos contundentes argumentos, no demostrados, justifica que él debe ser coronado. Estas ideas son las que defiende en una carta que escribió al Conde de Arcos23: E por ejemplo del m al vivir del dicho En rique e de sus crím enes e ex cesos e delitos tan inormes e feos, cometidos e consentidos por él en su palacio e corte, los dichos m is regnos esperaban ser pe rdidos e destruidos , e anadiendo unos males a otros sin penitencia e em ienda alguna, vino el dicho don Enrique en tan grand profundidad de mal, que dio al trai dor Beltrán de la Cueva la reina doña Johana, llamada su muger, para que usase de ella a su voluntad en gran ofensa de Dios e deshonor de sus personas de los di chos Enrique e Reina: e una su fija della, llamada doña Johana, dio a los dichos mis regnos por heredera, e la fiso jurar por primogénita dellos, pertenescie ndo a mi com o a fijo del rey don Johan mi Señor e m i padre, que Dios aya, e su legítimo heredero la sucesión de estos regnos en qualquier m anera que vacase n, e non a otra persona alguna, por la notoria e manifiesta impotencia del dicho Enrique para aver generación 21 MARTÍN, José Luis: Enrique IV, Madrid: Nerea, 2003, p. 210. 22 Isabel demostró con el tiempo que no estaba dispuesta a estar al servicio de banderías nobiliarias sino a robustecer la autoridad monárquica, pero de momento necesitaba a los nobles para ganar la guerra por las arm as y , d e est a m anera, hace r valer sus derechos dinásticos, poco cl aros, asi mismo mediante una propaganda adecuada, tendría que buscar las razones que hicieran valer dichos derechos frente a los de doña Juana; e n est e a specto j ugó u n papel fu ndamental el cr onista Alonso de Pa lencia, de quien hablaremos en otro epígrafe. 23 1465, junio, 6 . Ávila. Cédula del príncipe don Alfonso a don Juan Ponce de Le ón, Conde de Arcos, avisándole de su co ronación mediante la deposición del rey don E nrique su herm ano, y encargándole le reconozca por Rey, y le haga dentro de qui nce días el juram ento y pleito hom enaje ac ostumbrado. (Recogida en Colección Diplomática de la Crónica de don Enrique IV. BNE, R/ 22852) 578 Enrique e Isabel llegaron al acuerdo de los Toros de Guisando el 18 de septiembre de 1468. Isabel es nombrada heredera del trono por que se consideraba ilegítimo el matrimonio del monarca y por tanto también lo era su hija. El matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón, celebrado el 18 de octubre de 1469 en Valladolid, sin el consentim iento de Enrique IV, suponía el incum plimiento de lo acordado en Guisando, por lo que el rey te nía las manos libres para actuar y anularlo, por eso el 25 de octubre de 1470 los reyes protagonizaron un acto cargado de simbolismo en Valdelozoya, donde con el apoy o del Marqués de Santillana y el Obispo de Sigüenza y en presencia de los em bajadores de Francia, de nobles, prelados y algunos representantes de las ciudades, don Enrique declaró nulo el juram ento hecho a Isabel as í como que Ju ana era su hija legítima, p reviamente l a reina había reconocido pública y solem nemente que así era, por lo que doña Juana volvió a ser declarada Princesa d e Asturias. E ste acuerdo fue com unicado a las ciudades y villas del reino mediante cartas patentes Se conserva un curioso docum ento en Lisboa 24, cuyo contenido parece que se corresponde con lo ocurrido en Valdeloz oya, porque, después de que el m onarca revoque el acuerdo de G uisando, la reina doña Juana jura ante Dios y la Virgen que la princesa doña Juana es hija legítim a del rey don Enrique IV y suya y, por eso, la ratifican como princesa heredera: Como quier que después al tiem po que la Infante doña Isabel, herm ana de mí el dicho Señor Rey, se redujo a mi servicio e obediencia, por atajar algunas guerras e males e divisiones que en estos dichos regnos por estonces avía e se esperaban e, porque la dicha Infante prom etió e juró públicamente e solepnemente de estar siempre muy conforme conmigo e en m i corte e me obedecer e acatar e servir e seguir como a su Rey e Señor e padre […] e de casar e que casaría con quien yo acordase e determinase […] Yo el dicho señor Rey creyendo que ella guardaría e cumpliría las cosas susodichas de que se esperaba seguir grand concordia e paz e sosiego e tranquilidad en estos dichos m is regnos, e la corona real dellos ser restaurada e reparada, consentí e m andé que la dicha infante m i hermana fuese intitulada e jurada por Princesa heredera destos dichos m is regnos […] Pero la dicha Infante mi hermana no guardó ni cum plió las cosas susodichas que así me prometió e juró [ …] e por la p resente escritura yo el dicho señor Rey, de m i propio motu e ciencia cierta e poderío real ab soluto e com o mejor puedo así lo pronunció e declaro e a mayor abondamiento los revoco. Pero era dem asiado tarde, tantas v acilaciones por parte del m onarca habían hecho perder credibilidad a él y a su hija, aunque él intente jus tificar que actuó b ajo presión, cuando desheredó a su hija, para conseguir la paz en Castilla. Para explicar la anulación política de Juana, después de que fuera rehabilitada en Valdelozoya, vamos a seguir la clara argumentación de José Luis Martín 25. Destaca que cuando se com enzó a hablar de la im potencia del rey, se hizo teniendo com o base el acta d e divo rcio con Blanca de Navarra, en la que, en realidad, se repiten los únicos argumentos que sus ases ores eclesiásticos encontraron para anular un matrim onio que políticamente había perdido todo interés. Rebate las teorías de Marañón, forjadas a 24 SIT GES, J.B.: Enrique IV y la excele nte señor a llamada vul garmente doña Juana la Beltr aneja, Madrid: Sucesores de R ivadeneyra, 1 912, pp. 212 y ss. En él se ha bla de un esc rito an ónimo q ue se encuentra en la Biblioteca Nacional de Lisboa, Colección Pombalina, códice nº 443, que contiene e ste interesante testimonio de Enrique IV. 25 MARTÍN, José Luis: Ibidem, pp. 219 y ss. 579 partir de la descripción que del m onarca hace Alonso de Palencia, de que Enrique IV fuera un “d isplásico eunocoide con reacci ón acromegálica” y que, com o consecuencia de ello, fuera im potente. Demuestra que durante años se acep tó el segundo matrimonio del rey así com o se reconoció com o here dera a doña Juana y, sólo, cuando Pacheco perdió el control del gobierno, porque el rey se lo confió a Beltrán de la Cueva, y decidió unirse a los nobles re beldes, se habló de la ilegitim idad de la princesa, acusándola de no ser hija del monarca, porque éste era impotente y porque la reina había cometido adulterio 26; en este contex to, el recono cimiento de Alfonso como príncipe heredero descalificaba a la h ija de los reye s, pero el hecho de que ésta m antuviera el título de princesa y de que se p royectara casarla con Alf onso, silenciaba el tem a de su ilegitimidad, porque no era f ácil ni elegante probar la impotencia del rey o el adulte rio de la reina. El profesor Ma rtín concluye que con Isabel no podía actuarse así, pues para ser ésta la heredera había que anular los derechos de Juana com o hija legítim a de Enrique IV y, entonces, es cuando entra en juego un nuevo argum ento: el m atrimonio de los reyes había sido ilega l, y se podían esgrim ir dos razones, por un lado, porque siendo sus m adres hermanas no ha bían pedido dispensa pontificia 27, y tam bién podría serlo si no se aceptaba el divorcio del monarca y Blanca de Navarra. Ante esta situación tan compleja se llegó al Pacto de Guisando en 1468, por el que don Enrique reconoció a Isabel como su heredera, pero con la condición de que tenía que casarse con su consentimiento, a su ve z los partidarios de ésta le reconocieron com o su rey. Con es te acuerdo se alcanzó la paz, aunque fue poc o duradera, com o acabamos de explicar, porque tras el acuerdo de Valdelozoya, Isabel descalificó a su sobrina, alegando que el rey había confesado en Guisando que no era su hija, argum ento que hasta entonces no se había utilizado porque en los docum entos no figuraba tal declarac ión. De hecho, en Castilla, estalla una guerra civil sorda. Todo este conflicto dinástico contribuyó a debilitar la imagen del rey, porque no se confiaba en su capacidad de gobernante, hasta tal punto que, incluso sus partidarios, lo abandonaron, deseosos de tener paz en el reino, y fueron ga nando terreno Isabel y Fernando, cuya fuerza y resolución les iba granjeando mayores apoyos para su causa. De hecho, ella se com portó como heredera de Castilla hasta que m urió su hermano, así lo dem uestra la int itulación: “Prinçesa de Castilla e de León e de Aragón, Reyna de Siçilia” 28, y también en la firm a autógrafa: “Yo la Prinçesa e Reyna”, muy interesan te por lo raro, ya que es el único docum ento que hemos encontrado en que recoge los dos 26 La reina doña Juana tuvo mala fama y fue víctima de las acusaciones que se hicieron contra el rey. Un ejemplo de su sentir lo encontramos en su testa mento, hecho en abril del año 1475, que firma como “La triste reina” (SALVÁ, Miguel y SAINZ DE BARANDA, Pedro : Colección de documentos inéditos para la Historia de España, tomo 13, Madrid: Viuda de Calero, 1842, pp. 470-77) 27 Cfr. Bula de Nicolas V, otorgada en Roma el 1 de diciembre de 1453, en la que dispensa al Príncipe de Asturias don Enrique, hijo del rey de Castilla don Juan II, y a la infanta doña Juana, hermana del rey de Portugal, l os parentescos de co nsanguinidad, a finidad y p ública honestidad para q ue p udiera c ontraer matrimonio. (Memorias de Don Enrique IV de Castilla . Colección dipl omática del mismo rey, Madrid : Real Academia de la Historia, 1835-1913, p. 102). Lo cierto que en la guerra de propaganda que se libró, todos l os ar gumentos parecían válidos, y ser á Palen cia quien esgr ima e ste nu evo arg umento, que bien podría ser falso como otros. Pero también es cierto que ha habido en la Historia muchas bulas falsas. Nos parece extraño que un m atrimonio que se celebró tras largas negociaciones, olvidara este requisito tan importante. 28 1474, junio, 27. Segovia (BNE: RES 226, nº 42). Cfr. Isabel siguió considerándose la heredera, como lo prueba la siguiente intitulación: “Doña Ysabel, por la graçia de Dios prinçesa de Asturias, legítima heredera subçesora de los reyn os de Castilla e de León, reyna d e Siçilia,, p rinçesa de Arag ón” (14 71, en ero, 29. Med ina d e Rio seco. Reco gido en Án gel BARRIOS GARCÍA y otros: Documentación del Arc hivo M unicipal de Ávi la ( 1256-1474), Áv ila: Institución “Gran Duque de Alba” de la Diputación Provincial, 1988, p. 214.) 580 títulos [fig. 1]. Esta ene rgía y segu ridad en s í misma y en su causa por parte d e Isabel contrasta con la falta de decisión del rey, y por eso él fracasó. 1.2.3. MUERTE DEL REY. En un ambiente de guerra civil sorda, entre el bando de Enrique IV y su hija, por un lado, e Isabel y Fernando, por otro, m urió el rey el 12 de oc tubre de 1474 en el alcázar de Madrid después de confesar se, abandonado por la m ayoría de sus colaboradores, y sin recibir los honores propios de su título29. Su cadáver fue traslado al monasterio de Santa María de El Paso, donde el cardenal Mendoza celebró el funeral. Después de dejar los restos en la sepultu ra provisional, el prelado m archó a Segovia para ponerse al lado de Isabel. Finalmente fue enterrado en el monasterio de Guadalupe junto a su m adre. Seis m eses más tarde, en 1475, m urió su esposa en Madrid, siendo enterrada en el desaparecido convento de San Francisco. En relación con las ceremonias que en la s ciudades se realizaban con m otivo de la muerte de un rey, es de destacar que en Segovia se levantó un túmulo funerario en sus funerales, lo que no sorprende, por la es pecial relación que m antuvo don Enrique con esta ciudad. Se conserva un dibujo 30 [fig. 2] con una inscripción donde lo explica, en él se aprecia u na construcción de arq uitectura efímera, de diseño renacentista, en cuyo interior hay una estructura piramidal escalonada que soporta la corona real, la cual tiene en su base un escudo; éste tam bién aparece en las banderas q ue hay sobre las esquin as; en la parte derecha del monum ento, sobre una gran asta, ondea una gran bandera que podría ser el pendón real; los escudos que en esquema presentan una form a cuartelada, cabe suponer que llevarían las arm as heráldicas de Castilla y León. De bía resultar una visión impresionante por la cantidad de velas y antorchas que lo decoran. Es un ejemplo muy llam ativo de exaltación de la im agen del rey a través de sus sím bolos más significativos: la corona, el pendón y el escudo, pero el que tiene el puesto central es la corona que representa al rey muerto porque está colocada donde iría el féretro Enrique IV no dejó testam ento31, y en Castilla se de clarará una guerra civ il abierta entre Isabel, proclam ada reina en Se govia, y doña Juana, apoyada por el rey de Portugal; el triunfo de la prim era supuso el com ienzo de una nueva era para la monarquía castellana, en la que su fortalecim iento s erá la nota m ás destacada. D oña Juana renunció en el tratado de Alcaçovas de 1479 a sus presuntos de rechos a la corona de Castilla y profesó en un convento donde m urió. En vida recibió allí el tratam iento de “Excelente Señora”. 29 Otra prueba más en tal sentido la aporta Marañón. Cree que su cadáver quedó sin ceremonia de lavado ni mortaja ni accesorio alguno (“Estudio de la momia de Enrique IV”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 121 (1947), p. 44. 30 SERVICIO NACIONAL DE MICROFILM. Segovia. Diego de Colmenares. Aparato para la Histo ria de Segovia (1643). 33407-33422 (primer rollo). Véase ASENJO GONZÁLEZ, María: “Las ciudades” en Orígenes de la Monarquía Hispánica. Propaganda y legitimación (1400-1520), Madrid: Dykinson, 1999, pp. 137 y 604. 31 Según Mitre Fernández, el testa mento de un monarca tiene un valor religioso, jurídico y p olítico, por eso la muerte de un rey sin testar es una transgresión de las normas establecidas y una fuente de desastres, y pone como ejemplo a Enrique IV. (“Muerte y memoria del Rey en la Castilla Bajomedieval”, La idea y el sen timiento d e la muerte en la Historia y en el Arte d e la Eda d Media, Sa ntiago de C ompostela: Universidad, 1992, tomo II, p. 20. 581 2. LA IMAGEN POLÍTICA. 2.1. PERSONALIDAD DEL REY. Contamos con una descripción minuciosa de su fisonomía, realizada por Enríquez del Castillo32. Comienza con el aspecto físico: De larga estatura, espeso en el cuerpo y de fue rtes miembros, tenía las m anos grandes, los dedos largos y recios; el aspecto feroz, casi a sem ejanza de león […] Las narices muy romas y llanas, no que así naciese, mas porque en su niñez rescibió lisión en ellas. Los ojos garz os, encarnizados los párpados, donde ponía la vista m ucho le durab a el m irar. La cabeza g rande y red onda, la frente muy ancha, las cejas altas, las s ienes s umidas, las quixadas luengas, los dientes espesos, los cabellos rub ios, la barba lue nga y pocas veces afey tada, el tez de la cara entre rojo y moreno. Las carnes muy blancas. Palencia 33 nos da una descripción sim ilar pero con un enfoque negativo, por ejemplo, habla de “fero cidad sin nobleza”, de perfil cóncavo, y sobre s u nariz rota dice que le asemeja a un m ono. Insiste en lo desa liñado de su atuendo: “cubría siem pre su hermosa cabellera con feos casquetes o con otra cualquier ind ecorosa caperu za o birrete” Castillo tam bién nos aporta información sobre el carácter del rey, con todo detalle: Era de singular ingenio y de gran apariencia, pero bien razonado, honesto y mesurado en su habla, placentero con aquellos a quien se daba […] Compañía de muy pocos le placía. Toda conversación de gentes le daba pena. A sus pueblos pocas veces se m ostraba, huía de los negocios, despachábalos m uy tarde. Era muy ene migo de los escándalos […] De quien una vez se fiaba, sin sospecha ninguna le daba m ando e favor […] Er a lleno de m ucha clem encia, de la crueldad ageno, piadoso, a los enferm os caritativo, y lim osnero de secreto; rey sin ninguna ufanía, amigo de los humildes, desdeñador de los altivos Así mismo enumera sus cualidades : fue aficionado a la m úsica, buen cantor y tañedor de laúd; fue un gran cazado r y un gran cabalgador a la jineta; fue sencillo en su vestir, pues usaba paño de lana, sayos lar gos, capuchas y capas; fue poco aficionado a las cerem onias y fiestas reales; fue poco da do a la bebida pero com ía en exceso. N o obstante, pone de relieve un defecto que le trajo graves consecuencias: tuvo m uchos privados, hombres de poca categoría, a los que hizo demasiadas mercedes y que además no se las agradecieron. Diversas fuentes dejan ver que m uchos veían en su m anera de actuar un objeto de crítica, así, por vestir de manera rústica, no usar insignias reales, huir del protocolo y no perm itir que le bes aran la m ano, era t achado de no comportarse com o un rey, es 32 R OSELL, C ayetano (e d.): Crónicas de los Reyes de Castilla. Crónica de don Enrique IV por su capellán y cronista Diego Enríquez del Castillo, Madrid: BAE nº 70, 1953, pp. 100-101. “La fisonomía del rey don Enrique IV” en ENRÍQUEZ DEL CASTILLO: Crónica de don Enrique IV, RBME, mss, a.IV.23, fols. 89-90. Cfr. M ARAÑÓN, Gr egorio y G ÓMEZ MORENO, M anuel: “Estud io d e la m omia d e Enr ique I V”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 121 (1947), pp. 41-50. Dicen que lo m ás destacable es su corpulencia, que tenía el cráneo y la mandíbula inferior robustos y los ojos separados. 33 PALENCIA, Alonso de: Crónica de Enrique IV, Madrid: BAE nº 257, 1973, p. 12. 582 decir, que no m ostraba una im agen tangibl e del poder real que ostentaba. Adem ás le acusaban de m ontar a la jineta co mo los enem igos árabes y no a la brida com o los cristianos, detalle que tampoco encajaba en la im agen de un rey-caud illo de la lucha contra el Islam. Su descripción física es importante porque en ella se basó Marañón para explicar su personalidad y su im potencia, pero hoy no se acepta to talmente su teoría; tam bién estudió su momia en Guadalupe, de lo que deduce que era alto y corpulento, de cabeza y tronco recios, de frente alta y dilatada , robusta m andíbula y boca grande. Tal vez s u aspecto feo, desaliñado junto con su triste ni ñez y los años de Príncipe de Asturias, sujetos a vaivenes políticos, pudieran explicar su timidez y alejamiento de las personas, en concreto de los nobles, así como sus dudas y su apatía, que le apartaban de la corte y su pom pa, para refugiarse en los bos ques solitarios con m ucha frecuen cia, especialmente en El Pardo y en Valsaín. Según Torres Fontes 34, las treinta y seis cartas del rey que ha estudiado, no revelan a un don Enrique débil e irresoluto, sino a un monarca celoso y cumplidor de su deber, y piensa que esta i magen es m ás fidedigna que la de los cronistas, que siempre tienden a ser parciales; veam os un fragm ento en el que qu eda claro la importancia que otorgaba a la administración de justicia: Porque yo quiero saber la verdad de t odo ello. P or ende, vosotros enbiad luego ante mí una persona que le dem ande aquellas cosas que decies vos tien e fechas, porque oídas anbas partes, yo adm inistre ju sticia e faga sobre todo lo que se fallare por derecho. Otro rasgo de su carácter, que se obse rva desde los prim eros momentos de su reinado, es su tendencia a perdonar a los enemigos, lo que tendría que ser un rasgo positivo pero que contribuyó a fom entar su im agen de r ey débil. E ntre los m uchos ejemplos, citamos el perdón que concede al adelantado Pedro Fajardo en 1455, que lo hace, s egún palab ras textuales, co mo ejerci cio “de m i pro pio m otu e çierta çien çia e poderío real absoluto”35, que era una fórmula diplomática habitual y, en concreto, en los perdones ya la utilizó su padre Juan II, lo que se puede interpretar como una afirmación del poder regio. Hay que tener en cuenta que el rey entend ía esta actitud com o un acto de clem encia y m isericordia que h onra al m onarca, com o consecuencia lógica de la imitatio Dei, y que ejerce la ju sticia com o es pr opio de un “señor natural” ante sus súbditos, así lo explica en una carta a los levantados en Ávila: Por lo qual yo condoliéndom e y aviendo pi edad de todos vosotros, así com o vuestro Rey y Señor natural, y porque no querría que por las culpas y ingratitud y deslealtad suya de ellos, vosotros pare ciésedes y rescibiéredes guerra injusta y contraria a la verdad, conducidos y atra ídos a ellos m ala y engañosam ente: por esto y porque a m i pertenesce usar de clemencia con m is naturales, mandé dar esta mi carta para vos y para cada uno de vos, por la qual vos m ando que luego vista e acatada la lealtad y fidelidad que me debedes, y sois debidos y obligados como a vuestro Rey y Señor natural, vos p artades de la com pañía de los susodichos y de cada uno de ellos, y los non sigades dende en adelante y vos 34 TORRES FONTES , Jua n: Estudio so bre l a C rónica de Enri que IV del Dr. G alíndez de C arvajal, Murcia: CSIC-Universidad, 1946, cartas XV a XX. Cita textual pp. 474-5. 35 Provisión Real. 1455, abril, 29. Écija. (AMMu, Cartulario real 1453-78, fol. 38 r-v. Recogido en María MOLINA GR ANDE: Colección de Documentos par a la Hist oria de Rei no de Murci a. X VIII. Documentos de Enrique IV, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1988). 583 vengades para mí y a m i servicio: ca yo por la presente, así com o Rey y Señor, vos perdono36. Analizados estos testimonios, deduc imos desde luego que fue tím ido y pusilánime, defectos que le hicieron ceder ante los nobles, lo que, a su vez, provocó una rebelión mayor. Su irresolución le llevó a no actuar en esos años turbulentos y por eso fue hum illado com o rey por sus enem igos, aunque él pen sase que su obligación era perdonar, lo que nos deja ver una concepción paternalista del oficio de rey. La primera impresión que produce un acercam iento a su pe rsona es la de un ser bo ndadoso. No le agradaba la función que debía desem peñar, sin e mbargo, procuró cumplir su m isión, mas fue incapaz de hacer frente a las insid ias de los que le rodearon desde niño, y cuando los quiso enfrentar no pudo porque él les había hecho demasiado poderosos. 2.2. SU CONCEPCIÓN DE LA MONARQUÍA. Durante su reinado siguieron en plena vi gencia la teor ía o rganicista y la del origen divino que presenta al rey com o vicario de Dios. Com o ejemplo recogemos un fragmento de las peticiones de los procurad ores en las Cortes de Córdoba de 1455, en las que se defienden tales principios además de la justicia como principal virtud del rey, como son ideas tan repetidas a lo largo de los siglos bajom edievales, las podríamos calificar de tópicos: Muy esclareçido rey e sennor, por la virt ud de la justiçia se m antienen e son governados los pueblos en el estado que deben, la qual sennaladamente el rey es tenydo de guardar e mantener entre todas las otras cosas que Dios le encom endó por el estado e lugar que dél ha en la ti erra, e porque quiso que fuese prínçipe e cabeça de su reyno, e ansý comm o por la cabeça se rigen e goviernan todos los myembros corporales asný el rey debe con gran diligençia e pensamyento buscar manera por do sus pueblos sean regidos en paz e en justiçia37. Tenemos un testimonio del propio rey en que agradece al concejo de M urcia los solemnes funerales que hicieron por el alma de su padre así como el recibimiento que le han hecho a él com o rey; al se r el representante de la dina stía reinante agradece ambos actos que son los usu ales en es as circunstancias; y adem ás aprovecha la ocasión para, como señor natural, establecer el pacto acostum brado: le juran fidelidad y él respeta sus fueros, cumpliéndose así el ceremonial típico de la monarquía medieval: E asý mesmo el reçebimiento que después de aquello por vosotros m e fue fecho como a vuestro rey e señor natural […]Asý al dicho rey mi señor e padre como a los otros reyes onde yo vengo e que vosotro s lo faredes e continuaredes asý de bien e m ejor, serviéndom e lealm ente co mo soys tenudos, es m i m erçed e me plaza de vos guardar e que vos sean guardados v uestro prevellejos e libertades e fueros e buenos usos e costumbres38. 36 1465, julio, 15. Toro. En Memorias de Don Enrique IV de Castilla. Colección diplomática del mismo rey, Madrid: Real Academia de la Historia, 1835-1913, p. 501. 37 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III, p. 676. 38 Albalá. 1454, octubre, 2. Arévalo. (AMMu, caja 1, nº 118. Recogido en María MOLINA GRANDE: Colección de Doc umentos para la Historia del Rei no de Murcia. XV III. Documentos de Enrique IV, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1988). 584 En la lucha entre nobleza y m onarquía, que venim os observando desde el siglo XIII, la institución real cayó en su punto más bajo en este reinado. El rey pactó con los nobles rebeldes colocando su autoridad al m ismo nivel que la de ellos, por lo cual perdieron el respeto a la persona del sobera no que demostraba una gran debilidad. Ante las continuas presiones nobiliarias, Enrique IV negoció con ellos para salvar la herencia de su hija Juana, pero dejó el camino abierto hacia la capitulación de la monarquía, y su triste f inal así lo a testigua. Se dejó acons ejar por personas com o Pa checo, que sólo buscaba su interés personal no el de la institución, en vez de seguir los consejos de sus adeptos como el carden al Mendoza que le suge rían la acció n militar. El resultado final fue que, después de tener que disputar el trono con sus herm anastros, Isabel fue la reina de Castilla en detrim ento de su propia hija, y a esta situación se llegó porque se sometió a los deseos de los nobles que, incluso, llegaron a deponerlo de m anera grotesca en Ávila, o sea, que por su propia debilidad, la cual transmitió a la institución monárquica, de tal m odo que la imagen que extraem os es la del hundim iento de la autoridad real. Pero, como dice Valdeón 39, el próspero reinado de los Reyes Católicos no hubiera sido posible sin Enrique IV, ello s triunfaron donde él había fracasado. En este m ismo sentido op ina Suárez Fernández 40, pues dice que todas las reform as emprendidas por Fernando e Isabel ya habían sido enunciadas en este reinado, lo que lo convierte en una etapa decisiva en el cam ino hacia el Estado moderno. O sea, que no le faltó visión de gobernante para plantear nuevas medidas, pero careció de la energía para ponerlas en práctica y s e vio envuelto en unas difíciles circunstancias familiares que l e impidieron fortalecer su autoridad com o hubi era deseado. En la prim era parte de su reinado el balance de su gestión fue positivo, pero al fracasar en el final, la im agen que queda es de signo negativo. Podemos decir que en e ste reinado se libró e l último asalto del enf rentamiento nobleza-monarquía, estaba en liza una nueva concepción del poder político, fue el m ás duro y, aunque la autoridad real pareció vencida, no fue así, sino que los Reyes Católicos aprendieron de los errores de su antecesor y consiguieron reforzar s u autoridad en detrimento de la nobiliaria. A favor de Enrique IV se puede decir que es un hecho que orientó su política hacia el fo rtalecimiento de instituc iones com o l a Contaduría Mayor, la Chancillería de Valla dolid y los Corregidores, tam bién intentó controlar la adm inistración de las Órdenes militares, incluso, en las Ordenanzas de Segovia de 1473 está el origen de la Santa Hermandad. Este conjunto de decisiones nos habla de un m onarca que inte ntó centralizar el gobierno, y contra esta tendencia se levantaron los nobles, ya que veían peligrar su situación de privilegio; por otro lado, el rey intentó buscar el apoyo de las ciudade s para oponerlas al poder nobiliario, y les concedió derechos y privilegios, pero no fue suficiente. “Poderío real absoluto ” es una expresión que sigue apareciendo en sus documentos. Su e mpleo significaba que no reco nocía ninguna instanci a superior al rey salvo Dios, de quien recibía la legitimidad para usar, con total libertad, de sus facultades gubernativas en pro y bien de sus súbd itos m ediante la aplicación de leyes y ordenamientos. Paralelamente, el monarca te nía que respetar la legitim idad encarnada en las Cortes y garantizar el ejercicio de la ju sticia y el c umplimiento de la ley. El cronista Enríquez del C astillo, a lo largo de la obra, pres enta a Enrique IV, com o un buen cristiano que trataba que gobernar lo m ejor posible buscando el bien com ún, y para conseguirlo era primordial que reinara la paz. Aquí podría estar la explicación de 39 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámaras. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de hoy, 2001, p.228. 40 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Enrique IV d e Ca stilla. La difamación co mo arma política, Mad rid: Ariel, 2001, p. 8. 585 su tendencia a la negociación y al perdón de los enemigos. Es muy esclarecedor lo que dice el propio m onarca, según el citado cronista 41, sobre su propia concepción del ejercicio del poder de un rey. En sus palabras resuenan im ágenes tópicas, com o ser “espejo”, pero sobre todo se im pone el deber de buscar el bien de su pueblo; asim ismo es muy importante la reflexión del propio Castillo cuando dice que en su magnanimidad está la base del odio que le mostrarán después los nobles: “Yo tengo de obrar com o Rey, en quien com o en espejo todos se han de m irar e tomar doctrina; porque sabida cosa es que con los enxem plos del Rey se conforman los del regno. Así que si bien consideramos la dignidad Real, y como Dios la hizo para señorear en el m undo por el bien universal de todos, no son nascidos los Reyes para proc urar sus propios intereses, ni para hacer lo que solo a ellos cumple, mas que aprovechen a todos, e quieran la utilidad de los muchos; ca de otra guisa m as se podría llam ar tiranía que realeza, e m as codicia desordenada, que señal de bondad. Porque los buenos Reyes ansí han de ser amigos de sus súbditos, e parciales de la franqueza, que no a sí mesmos, mas que a todos ayuden y se alegran quando dieren. Y pues no es magnanim idad dar y perder, salvo perder y dar, quiero e mando que dedes de com er, a unos porque me sirvan, e a otros porque no hurten ni mueran desonrados. Tampoco me place que para esto m is pueblos sean despechados, ni tam poco les pongan nuevos tributos, pues que por la gracia de Dios que me lo dio, tengo rentas y tesoros para ello grandes”. De al lí adelante fue m uy amado de los buenos y tem ido de los malos y servido de los suyos, pero en lo secreto mal querido de los Grandes; porque todos los hijosdalgos y gente com ún dexaba de vivir con ellos, para ir a servir al Rey, que les hacía muchas mercedes. Para entender las disc repancias rey-nobleza es útil ana lizar la Sentencia arbitral de Medina del Cam po de 1465, en la que los nobles expusieron sus propósitos. Por ejemplo, exigieron la revocación de todos lo s corregidores que estaban en sus carg os, porque a través de ellos el rey controlaba los concejos. En realidad, querían una reforma política y adm inistrativa para frenar la expansión del autoritarism o regio y para fortalecer el poder de la nobleza, por es o quisieron dom inar el Consejo, organ ismo fundamental de la adm inistración central, para desde él controlar al rey y ejercer el poder. La petición m ás significativa es la de que se cum plan las leyes del reino, a las que tam bién debe sujetarse el m onarca; en realidad son recl amaciones antigu as del estamento privilegiado que aprovecha la debilidad de Enrique IV. Desde esta perspectiva se puede considerar un docum ento de extraordinaria im portancia porque marca el punto de inflexi ón en las relaciones nobleza-m onarquía. E l rey tuvo que aceptarla porque los rebeldes tenían en su poder al infante d on Alfonso y am enazaban con darle su título. Aun que nos sorprenda, este m onarca, juguete en m anos de la alta nobleza, tod avía utiliza la expresión “poderí o absoluto” en sus documentos, m as el fortalecimiento del poder real era un hecho im parable, al igual que en los otros reinos europeos, com o lo demuestran lo s escrito s te óricos de la época, baste con citar a Sánchez de Arévalo, por ejem plo. En Castil la esta etap a la culm inarán los Reyes Católicos, quienes lograran domeñar a la nobleza. 41 ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Crónica de Enrique IV, Madrid: BAE, nº 70, capítulo XX. 586 Se utiliza el térm ino “majestad” 42, que es una fórm ula que expresa el carácter incontestable de la autoridad real y la preeminencia de su poder. Tal uso pone de manifiesto que defendía una m onarquía auto ritaria. Aparece en el cu aderno d e las Cortes de S anta María de Nieva de 1473: “E commo quiera que esta loable costunbre tiene fundamento e aprovaçión de derecho e fabor de la dignidad e prehem inençia de vuestra real magestad”43. Según Benjamín González Alonso44, la monarquía de Enrique IV presentaba una gran contradicción: su poder es taba debilitado por la falta de apoyo de la nobleza, no obstante él elige el camino de la centralización y el in tervencionismo político, pero sin contar con un aparato institucio nal eficaz. Por ejemplo, design ó a num erosos corregidores para res taurar su auto ridad ante los múltiples disturbios que se ex tendían por el reino, pero no siempre disponían de los poderes adecuados. Este autor cree que hay indicios de que no mbró un nuevo cargo institu cional, con gran a utoridad, q ue ejercía determinadas funciones de salvaguarda del orden público, en nombre del rey, en lugares muy conflictivos, y que esta figura es el germ en del cargo de Gobernador que instituyeron los Reyes C atólicos, como f uncionario dotado con poderes excepcionales. Éste sería otro ejemplo de reformas que este denostado rey gestó, pero que han pasado a la Historia com o creación de sus s ucesores; el error suyo fue que no les dotó de los medios de coacción necesarios para cumplir su misión, lo que también nos proporciona otro ejemplo de su debilidad ante los nobles levantiscos. Otro ejemplo clarificador, tam bién cont radictorio, para entender su con cepción del poder, es el uso del pe rdón real. Para Nieto Soria 45, esta concesión regia alcanza un decisivo pro tagonismo político, porq ue el rey lo utilizó en repetid as ocasiones como baza política, com o medio de pacificación an te los conflictos políticos, lo que pod ría contribuir a la consolidación del absolutism o regio, porque el rey tiene capacidad de crear marcos de excepcionalidad legal, porque es una gracia que solo él puede aplicar. Pero aquí encontram os una nueva contradicción , el abuso de esta concesión, en vez de fortalecer la autoridad de Enrique IV, la debilitó, él quería tener una m onarquía centralizada pero no pudo, y con este ejem plo corroboramos la teoría de González Alonso, que acabamos de explicar. En cuanto a los sím bolos de la m onarquía, siguen siendo los mismos que en los reinados anteriores. La Farsa de Ávila, nos pone de m anifiesto cuáles s on los atrib utos reales que se asocian autom áticamente con la imagen regia, precis amente los que los nobles van quitando al pelele que ocupaba el papel de Enrique IV: corona, espada, cetro y trono. En cuanto a la divisa de la Banda que tanto protagonismo tuvo en el reinado de su padre, él tam bién la usó com o Príncipe de Asturias, pero cuando f ue rey rara vez. Eligió para sí m ismo la gran ada co mo divisa p ersonal, que se ha in terpretado de dos maneras: el anhelo de conquistar el reino musulmán de Granada o bien una alusión al sabor agridulce del fruto comparable a la tarea de gobernar46. 42 En opinión de Nieto Soria, está fórm ula, ya e mpleada desde el si glo XIII, aca bará des plazando al término “Alteza”, ya en el siglo XV pero sobre todo a comienzos del XVI (Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (ss. XIII-XVI), Madrid: Eudema, 1988, p. 237. 43 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III, p. 857. 44 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín: Gobernación y Gobernadores. Notas sobre la Administración de Castilla en el p eríodo d e f ormación del Estado moderno, Madrid: Un iversidad-Facultad d e Derecho, 1974, pp. 31 y ss. 45 NIETO SORIA; J.M.: “Los perdones reales en la confrontación política de la Castilla Tratámara”, En la España Medieval, 25 (2002), pp.239 y ss. 46 Dice Faustino Menéndez Pidal que los colores que usó era la granada oro sobre campo verde, como se ve en las banderas y pendones que había en los Alcázares de Segovia. Se inclina por el significado de 587 2.3. SU RELACIÓN CON LA IGLESIA. Las relacio nes con el pontificad o c onstituían un aspecto relevante de la configuración del poder monárquico. Du rante este reinado, según Nieto Soria 47, hubo una intensa actividad negociadora. Por una part e, la reactivación de la lucha contra el Islam fue apoyada por el papado, lo cual permitió que buena parte de los ingreso s de origen ecles iástico fueran a favor de la fi scalidad regia. Por otra, la s iniciativ as de reforma eclesiástica y de implantación de la Inquisición fueron bien vistas en Roma. La necesidad que tuvo la monarquía de solicita r el apoyo pontificio an te los problem as políticos internos retrasó el incremento del control regio sobre la Iglesia castellana. Tal intervención es una de las p retensiones ca racterísticas d e un m onarca au toritario. Efectivamente, en su afán de pacificar la cristiandad, el pontif icado apostó por la continuación en el poder de Enrique IV cuando fue depuesto, pero no pudo mediar en la división entre los eclesiásticos con respecto a los dos bandos. En genera l, la actitud del a lto cler o demuestra que estaba m ás ocupado de la defensa de su patrimonio y de sus privilegios que de las propias cuestiones espirituales. Militaba en los bandos polític os al igual que la nobleza, un buen ejemplo nos los d a el obispo de Salam anca don Gonzalo de Vivero , que en diciem bre de1466, por lo tanto poco después de los sucesos de la Farsa de Ávila, rinde homenaje al rey: Acatada la lealtad e fidelidad, ob ediençia e subjeçión que yo devo a vos el muy alto e muy poderosos prínçipe e señor don Enrique, Rey de Castilla e de León, e las grandes merçedes que de vuestra señoría he reçebido e reçibo de cada día, de mi libre e espontánea voluntad, seguro y prometo a vuestra real señoría que agora e de aquí adelante en todo tiempo para siempre jamás vos serviré e seguiré con mi persona e cas a e gente e guardaré e defenderé vuestra vida e persona e honra e patrimonio e real estado de Vuestra Senoría48. Como en los dem ás soberanos, observam os una profunda religiosidad en su comportamiento, siempre respetuoso con las norm as de la Ig lesia, como demostró a la hora de tramitar su divorcio de Blanca de Navarra. En su documentación se observan las tradicionales fór mulas que dejan constancia de su fe cristiana, y de su condición de vicario de Dios en su reino. Un ejemplo de su protección a la Iglesia es la concesión de un salvoconducto a los extranje ros que acudieran en peregr inación a Santiago en el año santo de 146249, pero su mayor virtud, la que le o torga el título de “cristianísimo” fue la reanudación de la guerra contra los musulmanes de Granada. Él mismo se definió como tal en una carta al papa Paulo II, donde hay razones que justifican claram ente esa imagen: E yo pues a ello soy tenudo, se ré en todo obediente, fiel e leal a la Silla Apostólica, a vuestra San tidad, com o verdadero Vi cario de ella, e como carácter pe rsonal com o “agridulce es reina r”. ( Heráldica medi eval esp añola. L a cas a real de Leó n y Castilla, Madrid: Hidalguía, 1982, p. 196. 47 NIETO SORIA, J.M.: “Enrique IV de Castilla y el Pontificado (1454-1474), En la España medieval, 19 (1996), pp. 167-238. También d el mismo au tor: “La configu ración eclesiástica d e la realeza Trastám ara en Castilla (13 69- 1474)”, En la España medieval, 13 (1990), p. 142. 48 AGS: P.R. 7-151. 49 Archivo de l a Catedral de S antiago, cart . 9ª, nº 25.(Los Reyes y Santiago. Ex posición de documentos reales de la catedral de Santiago de Compostela, Santiago: Xunta de Galicia, 1988. 588 cristianísimo Rey e hijo de obediencia haré e cumpliré por mi persona con todos los mis poderes todas las cosas de cualqui er efecto, calidad o vigor o m isterio que sean e ser puedan que vuestra Santidad me enviare mandar50 2.4. SU RELACIÓN CON LAS CORTES51. Dentro del proceso de configuración del Estado Moderno, las Cortes van a perder poder en favor del rey, hasta tal punto que se puede d ecir que es una institución en decadencia. Ya hemos visto en reinados anteriores que prácticamente se reúnen para prestar juram ento al he redero y, sobre todo, pa ra votar subsidios, y en ello reside el principal motivo por el que lo s estamentos privilegiados habían dejado voluntariamente de participar, o sea, que se convirtieron en asambleas a las que asis tían procuradores de algunas ciudades del reino. La primera convocatoria se produce en febrero de 1455, siete m eses después del comienzo del reinado; en realidad se tr ató de un sim ple ayuntam iento, celebrado en Segovia, donde el rey anunció la organización de una ca mpaña contra Granada. En consecuencia la corte se fue a Andalucía, y se celebraron las primeras Cortes Generales del reinado en m ayo de 1455 en Córdoba. Olivera Serrano 52 que ha estudiado lo s cuadernos de estas cortes, destaca tres aspecto s de lo allí acordado. En prim er lugar, la crítica que recibió la guerra de desgaste planteada por el rey contra el reino de Granada; en segundo, el intento de som etimiento de la institución recort ando los resortes de control al com pensar económ icamente a lo s procuradores; y en tercer lugar, la respuesta de los procuradores, que fueron cicateros en el dinero para los gastos bélicos y también en los asignados a la boda del rey con doña Juana, incluso, en relación con este tema, es de señalar que se pueden leer al usiones hacia la falt a de legitim idad del matrimonio. Estas Cortes son un buen ejemplo de cómo a través de su estudio se pueden deducir lo s distin tos av atares por los que pasa el reino y cóm o los afronta el rey, de manera que nos ayudan a perfilar su im agen según sean sus propuest as y resoluciones, en este cas o quiere so meterlas a su volunt ad, pero a la vez la s necesita para dar legitimidad a su m atrimonio, y es te es el m odelo de política que tendrá que llevar durante todo su reinado. Enrique IV las convocó con frecuen cia, principalm ente para que le proporcionaran subsidios, pero, en opinión de Valdeón 53, su actitud f ue la de un monarca de signo autoritario. No obstante, como órgano polít ico fiscalizador del poder real, le obligaron a aten der sus peticiones antes de aprobar el dinero que solicitaba; era una manera de pactar con el rey en los asuntos que afectaban al bienestar del reino. Para entender la evolución de las Cort es, hay que situar cada convocatoria en su contexto histórico, es decir, en lo que su cede en la v ida pública cas tellana. En este reinado convulso, en m uchas ocasiones tienen que fijar posiciones ante los b andos en liza, y el rey, a partir de 1464, cambia su actitud hacia ellas, pues las necesita para que le concedan dinero para hacer frente a la guerra civil, y para que juren al heredero que él designe. 50 Memorias de Don Enrique IV de Castill a. C olección diplomática del mismo rey, Madri d: Real Academia de la Historia, 1835-1913, II, pp. 499-500. 51 Las refere ncias están tomadas de Cortes de lo s antiguos reinos de León y d e Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III. 52 OLIVERA SERRANO, César: Las Cortes de Castilla y León y la crisis del reino (1445-1474), Burgos: Cortes de Castilla y León. Instituto de Estudios Castellanos, 1986, pp. 69 y ss. 53 VALDEÓN BARUQUE, Julio: Los Trastámaras. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid: Temas de hoy, 2001, p. 229. 589 En las Cortes celebradas en Madrid en m ayo de 1462 54, Juana fue jurada com o princesa heredera. A continuación, en junio, se celebraron en Toledo, donde los procuradores reclam aron la atención del monarca sobre los problem as judiciales, sociales y económ icos, especialm ente los m onetarios, del reino 55. En ellas el r ey subraya que está acompañado de lo s miembros de su f amilia, como era habitu al, entre los que se encontraban su m ujer y “ mi m uy cara e m uy a mada fija prim ogénita heredera” y tam bién “los dichos infantes m is muy caros e muy a mados hermanos”; lo señalamos por el papel político que pocos a ños después jugarán los hijos del segundo matrimonio de Juan II, en contra de su hermanastro. Tienen un interés especi al las Co rtes de Ocaña de 1469. Inicialmente se reunieron para jurar a Isabel com o heredera, de acuerdo a lo pactado en Guisando, pero faltaron m uchas ciudades, lo que se puede interpretar co mo una manifestación de l a división interna del reino ante las dos opc iones sucesorias. Lo nove doso es que la nobleza aprovechó la ocasión para explicar sus proyectos políticos, entre los que destaca el es tablecimiento de una com isión permanente de las Cortes, que tendría los m ismos poderes que la reunión plenaria ; no se puso en m archa pero tiene im portancia porque refleja la actitud contestataria de los nobles frente a la pretensión de expansión del poder regio, ellos querrían llegar a una relación contra ctual entre el monarca y el reino, de ahí el distinto papel que se le quería conferir a dicha institución. Dicen los procuradores en la primera petición: “Mire vuestra alteza si es obligado por contrato callado a los tener y mantener en justiçia”56. Las últimas Cortes fueron las celebrad as en Santa María de Nieva en 1473. En ellas hay varios detalles signi ficativos de la d ifícil situación que atravesaba Enrique IV. Al principio, cuando el rey dice que las ha reunido, no nombra a ningún miembro de su familia, dice que es tá en compañía de don Pedro de Mendoza y de don J uan Pacheco, a los que calif ica de “m uy amados”, es decir, sus colaboradores, aunque sabem os que el Marqués no era fiable, pero son las únicas personalidades importa ntes que estuvieron con él hasta el final, por distintos motivos . También es significativa la respuesta que da el rey a la petición de los procuradores para que revocase las m ercedes, gracias y donaciones que había h echo de lug ares de r ealengo, pues accede a que así sea para las que fueron concedidas desde septiem bre de 1464. Año en que com enzaron las desgracias de este m onarca y, cabe suponer, que para gana rse a los nobles les hizo mayores concesiones. La relación del rey con las Cortes fue evolucionando, en la prim era parte de su reinado intentó supeditarlas a su autoridad, pero en la segunda parte tuvo que pactar con ellas. Al final de su vida, intentó congraciarse con las ciudades cuando, abandonado por los grandes, fue el único apoyo sólido que pudo encontrar para él y su hija. En resumen, la actitud que m antiene el rey c on las Cortes p royecta la im agen de una personalidad cambiante, propia de un hombre débil de carácter que se tuvo que a moldar a las dem andas de los nobles, tam bién a las de sus consejeros, la m ayoría malos, y a las de las Cortes, circunstancias por la que no pudo llevar a cabo su plan de gobierno. 54 De estas cort es h ay po cos datos, según Tarsicio de Azcona , es lógi co que esta documentación se perdiera, pero da dat os i ndirectos c omo la cart a ci rcular de Isabel de 14 71, t ambién ha bla de el las Enríquez de Castillo. (AZCONA, Tarsicio de: Isabel la Católica, Madrid: Editorial Católica, 1986, p. 43.) 55 Desde el añ o 1460 se había disparado la i nflación, aunque hasta la década de los 70 no alcanzará su punto culminante. Tampoco hay que olvidar que la p este seguía afectando a Castilla, en 1457 hubo un brote fuerte en Valladolid y en 1465 comenzó una oleada que fue duradera e intensa. 56 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid: Real Academia de la Historia, 1883, tomo III, p. 768. 590 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 3.1. LOS CRONISTAS. Es una peculia ridad de este rein ado la existen cia de var ios cultiv adores de la historiografía. Unos fueron cronistas oficiales pagados por el rey, como Alonso de Palencia, Martín de Ávila y Enríquez de l Castillo; otros ejer cieron por libr e y escribieron crónicas de diversa índole. Este hecho enriquece el conocim iento de e sta etapa h istórica por la pluralidad d e fuen tes existen tes. Llam a la atención que es tos profesionales abandonen el anonim ato y tomen partido en la lucha política, convirtiéndose en agentes de la propaganda, unos al servicio del rey, otros al de sus hermanastros. En todos se observa la exaltación de la ins titución m onárquica, pero no una apología del rey Enrique IV, sino al cont rario, algunos cronistas utilizaron la propaganda com o ar ma política contra el rey, lo que es novedoso respecto de l a trayectoria del género desde el siglo XIII. Del mismo modo que podemos decir que este monarca no gozó de buenos colaboradores, defensores de su buen nombre, lo m ismo ocurre con los cronistas, que utilizan sus defectos para justificar el apoyo a los derechos al trono castellano de sus rivales, incluso llegan a utilizar la difamación. Los cronis tas que m ejor encarnan la guerra de propaganda son Alonso de Palencia y Enríquez del Castillo, el primero adopta una posición negativa respecto al rey y el segundo más favorable. El cargo de cronista, como un oficio m ás de la corte, tení a sus caracterís ticas administrativas y su remuneración, pero no se especificab a sus f unciones, por lo que tenían b astante lib ertad para red actar sus escritos, lo que queda bien claro en este reinado, por la forma tan diferente de ver los acontecimiento por unos y otros. 3.1.1.ALONSO DE PALENCIA. Letrado lego que su cedió a Juan d e Mena como cron ista y como secretario de cartas latinas en 1456, en cons ecuencia, desde los com ienzos del reinado estuvo cerca de Enrique IV, pero después de la Farsa de Ávila, en 1465, se hizo partidario del infante don Alfonso y, tras su inesperada muerte, de Isabel. Al pasarse de bando, se convirtió en un encarnizado enem igo del rey y en paladín de la guerra de propaganda contra éste. Hay historiadores57que defienden que com puso las Décadas, o al m enos las remodeló, después de 1474, y en esta obra justifi ca su apoyo a los Reyes Católicos porque esperaba que reparasen los desmanes de don Enrique; continuó siendo el cronista oficial de éstos hasta que se enem istó con la rein a Isabel, porque ella acabó por nom brar para tal cometido a Fernando del Pulgar, al percibir en él una actitud misógina. Es cierto que Palencia aporta novedades interesantes, pues narra sucesos en los que interviene y emite juicios morales sobre el estado del reino y sus gobernantes, pero es parcial, a veces hasta cruel con Enrique IV, aunque, según cita de José Luis Martín58, él m ismo lam entaba q ue, al realizar su obra por encargo de la reina Isabel, se v eía obligado a “escribir cosas que hacen tem blar la plum a”, lo que es una de las razones, que hace p ensar a d icho historiador, que se lim ita a h acer una copia de la Crónica de Enríquez del Castillo, pero en negativo. 57 TATE, Bria n & LAW RENCE, Jerem y (e d.): Las Dé cadas de Al fonso de P alencia, Mad rid: Real Academia de la Historia, 1998, pp. LX y ss. 58 MARTÍN, José Luis: Enrique IV, Madrid: Nerea, 2003, pp. 10 y 11. 591 Crónica de Enrique IV o Décadas59 Ya desde el principio de la obra se percibe la crítica hacia el comportamiento del entonces príncipe hered ero. Por ejemplo, en la Prim era Década, en el c apítulo primero del libro I, se dice que Juan II asintió al matrimonio de s u hijo con doña Blanca de Navarra “para cerciorarse de si el príncipe era apto para el m atrimonio, pues desde su niñez había manifestado señales de futura im potencia”, o sea, que ya deja bien clara su posición. Otra de sus acusaciones contra el rey es sobre su com portamiento indigno y propio de un tirano, lo que ju stificaría su deposición del trono. Por ejem plo en el capítulo IV del lib ro II, dice que Pacheco “consentía la lujuria de Enrique, dejándolo precipitarse en cualquier lascivia y encenagarse en las tentaciones”; en el capítulo I del libro III, com enta com o los que “conocían su perversidad, aterrorizados y pálidos de espanto, procuran a fuerza de humillaciones captarse el favor del nuevo Soberano”. Cuando toca el tema de su segundo matrimonio, aprovecha para volver a insistir en su im potencia, as í com o para criticar los colaborado res que el rey elegía para el gobierno: Había enviado a Portugal para el rey portugués Alfonso, a algunos negociadores tocantes al matrimonio de Juana […] como fiel mensajero para esta maldad tuvo a bien promover a cierto Alvar García de Ciudad Real, hombre escogido no sin razón para un negocio tan desaventurado. Era necio, ignorante por naturaleza, de bajo origen y baja s inclinaciones; pero Enrique, com o era su costumbre, apenas hubo subido al trono, lo quiso nombrar su secretario, como si aquel cargo y su ejercicio correspondiesen de derecho a algún hom bre completam ente inhábil, oscuro y depravado […] Y, aunque es co sa averiguada, que la im potencia de Enrique, en aquel entonces ya divulgada por todo el mundo, no podía ocultarse a Alfonso, rey de una nación frontera de Ca stilla y prim o t anto de la repudiada como del repudiador. (Libro III, capítulo VI) Al describir la boda introduce un nue vo elem ento: la ilegitim idad del matrimonio, que se suma a la im potencia, desaliño y com portamiento huraño. Todo el relato cond uce a dar una im agen negativa d el rey, aun que no de la ins titución monárquica, que es celebrada con juegos y fiestas en tan solem ne ocasión com o es el matrimonio del rey: No traía, sin em bargo, vestido de fiesta, ni en su frente brillaba la alegría, pues su corazón no sentía el m enor estímulo de regocijo. El num eroso concurso y la muchedumbre ans iosa de espectáculos lo im pulsaban a bu scar sus escondrijos; así que, como a regañadientes y para irrisi ón a los espectadores, cubrió su frente con un bonete, no quiso quitarse el capuz, y con el color lúgubre del traje que a la solemnidad de aquel día llevaba declar aba un augurio sinies tro para las tristes bodas. Comenzaron diversos espectáculo s dispuestos por los ciudadanos de Córdoba, ignorantes de la tristeza de l futuro m arido, au nque su impotencia sexual ya era generalmente conocida. El día se pasaba en la distracción de los jueg os, y la nobleza acud ía a varias atenciones. Pues la juventud había halla do un nuevo cebo de su lascivia en las damas del s équito de la rein a, jóvenes de nob le linaje y deslum bradora belleza, pero más inclinadas a las seducciones de lo que a las doncellas conviene […] 59 Vamos a seguir la edición de TATE & LAWRENCE, Madrid: Real Academia de la Historia, 1998. 592 Celebró el arzobispo de Tours 60 la solem nidad del día de las bodas, aunque sin la dispensa apostólica; agüero que añadía otras nu lidades futuras a la anteriormente declarada. (Libro III, capítulo X) En otro pasaje habla de la “alcahue tería em pleada por el rey para lograr sucesión”. Explica Palencia com o el rey p resionaba a doña Juana para que tuviera relaciones con otros ho mbres y qu edase em barazada. Aquí queda bien patente la crueldad del cronis ta, pues se ensaña en la humillación absoluta del rey al darnos de él una imagen de persona ruin. Sobre el mismo tema habla el capítulo V del libro VI, ya el título es m uy hiriente p ara e l monarca: “De la ascendenc ia de Juana, h ija de la r eina Joana, mujer, como se ha dicho, del rey En rique”, pues insinúa que no es su hija y que el matrimonio tampoco es válido, y estos se rán los dos argum entos más esgrimidos por los partidarios de Isabel: Todos los hom bres de sano juicio sabían el m edio em pleado para asegurar la preñez de la reina. Pero ¿quién afirmará el nombre de l padre, si no es que en vista de las circuns tancias se inclin e a atribu ir el crim en a Beltrán ?. É ste era mayordomo del rey, y tan asiduo que habr ía tenido en sus m anos el reino y la casa del rey si se hubiese secundado a la voluntad real. S obre él recaían las sospechas m ás vehe mentes, él era condenado por el tono im prudente de sus propias palabras. (Libro IV, capítulo II) El historiador le ataca en todos los fr entes, porque al iniciar la guerra contra Granada, dice que el rey castellano m ostraba gran odio a los enem igos de los m oros (capítulo I del libro V). Dis tinta e s su ac titud con los infantes don Alfonso y doña Isabel, a los que considera dignos herederos po r los “deméritos” y por la tiránica actitud de Enrique IV. 3.1.2. ENRÍQUEZ DEL CASTILLO. Nombrado cronista por el rey en 1460 61, fue adem ás capellán real, cons ejero y embajador del rey. Estuvo en el cargo ha sta que Isabel subió al trono, pues al considerarlo partidario de Enrique IV, le privó del salario. Él mismo justifica en el prólogo de su Crónica que en algunas ocasiones no sea exacto, debido a que, al principio de la rebe lión nobiliaria, le r obaron sus cuadernos mientras estuvo preso en Segovia 62. Parece claro que se apoderaron de ellos los partidarios de don Alf onso, lo que podría explicar que la Crónica de Palencia esté inspirada en la obra de este historiador, pe ro planteada des de una perspectiv a distinta, ya que nos ofrece una visión negativa del monarca. 60 Jean Bernard, obispo de Tours, embajador del rey de Francia Carlos VII, que se encontraba en misión diplomática, dijo la misa solemne en la catedral (nota 90 de la edición de Tate & Lawrence). 61 1460, mayo, 3. Valladolid (AGS, Quitaciones de Corte, leg. 2, fol. 335.) Nombramiento de Diego Enríquez del Castillo como cronista real, con ración y quitación. Yo el Rey. Fago saber a vos los mis contadores mayores, que mi merçed e voluntad es de tomar por mi coronista a Diego del Castillo, e que aya e tenga de mí de aquí adelante en raçón con el dicho ofiçio, cada día, quinse maravedis, e de q uitaçión cada año veynte mill maravedís, que le montan al año veynte e çinco mill e quatroçientos maravedís, de que le fago merçed para en toda la vida. (Recogido por José L uis B ERMEJO C ABRERO: “O rígenes del o ficio de cr onista rea l”, Hispania, 40 (1980), p. 403.) 62 ROSELL, Cayetan o: Crónicas de los Reyes de Castilla III. Crónica de Enrique IV po r su capellán y cronista Diego Enríquez del Castillo, Madrid: BAE tomo 70, p. 100. 593 Su estilo es declamatorio y apologético y con él emite su juicio político sobre los gobernantes. El protagonista de la obra, lógi camente es el rey y ta mbién la institución monárquica, cuya autoridad queda a salvo si empre, porque el cronista defiende la monarquía de origen divino, cr ee que los reyes reinan y g obiernan en lugar de Dios sobre la tierra y por eso los súbditos les deben fidelidad. Según Berm ejo Cabre ro63, nos presenta la im agen del “buen rey”, durante la primera m itad del rein ado; gobierna con eficacia y rectitud, es un rey que oto rga perdones y olvida ofensas pues se guía por un patrón moral: adm inistra justicia, selecciona buenos oficiales, hace la gue rra justa contra los m usulmanes y su preocupación es el bien de sus súbditos; incl uso, nos lo muestra como “espejo en el que todos se han de m irar”, im agen muy usua l en la Edad Media para referirse a los príncipes. P ero m ás tarde se m uda la fo rtuna, y ya no acom paña al m onarca; se comporta com o una persona débil, pro liferan los rebeldes y traidores, y, en consecuencia, no hay paz ni segur idad en el re ino. El cronista justifica el cambio por el providencialismo, y cree que el m ismo Enri que IV lo acepta com o castigo po r s us pecados, pero confía en ser perdonado y triunfar sobre sus enemigos. La Crónica de don Enrique IV64. Es favorable al rey, de lo que hay mú ltiples pruebas, por e jemplo, def iende la legitimidad de doña Juana: Quanto sea grande la preem inençia de los primogénitos reales, las leyes divinas e umanas, lo disponen, porque asý es cosa de mucho peligro morir los reyes syn dexar suçesión, en quien suçeda el señor ío, y, pues, su ynfinita bondad quiso darme fruto de bendiçión, en quien suçeda la m emoria de los reyes m is antepasados y mía (p. 186). Asimismo a prueba su actitud de rey cr istiano que reanuda la lucha contra el infiel: Asý guerreando contra ellos, nosotros pel earemos por la verdad y ellos por la mentira; nosotros para glorificar a Dios, ellos para ofenderle; y por ende espero en la ynfinita bondad de Nuestro Redentor que no dará vençim iento de ellos (p. 146) En el relato de la Farsa de Ávila, cr itica abiertamente y con ironía a los nobles que osaron deponer al rey por ir contra la ley de Dios y por desagradecidos: Entonçes los otros señores que allí que daron, subidos en el cadahalso, se pusieron alderredor de la es tatua, donde en altas bozes, m andaron leer una carta, más llena de vanidad que de cosas sustançiales, en que señaladam ente, acusavan al rrey de quatro cosas, e que son: la prim era, meresca perder la dinidad rreal, e entonçes llegó don Alonso Carrrillo, arçobispo de Toledo, e le quitó la corona de la cabeça. La segunda, que meresçía perder la administraçión de la justiçia, e así llegó don Alvaro de Çúñiga, e le quitó el es toque, que tenía delante. La terçera, que meresçía perder la governaçión del reyno, así llegó don Rodrigo Pimentel, 63 BERMEJO CABRERO, Jo sé Lu is: “Las id eas po líticas d e Enríqu ez d el Castillo ”, Revista de la Universidad Complutense, 86 (1973), pp. 61-78. 64 Las citas siguen la edición de Aureliano SÁNCHEZ MARTÍN, Valladolid: Universidad, 1994. 594 conde de Venavente, e le quitó el bastón que tenía en la mano. Por laquarta, que meresçía perder el tron o e asentam iento de rrey e así llegó Diego López de Çúñiga e derribó la estatua de la sylla en que estava, di ziendo palabras furiosas, desonestas. ¿O súbditos, vasallos, no teniendo poderí o, ¿cómo desconponéys al elegido de Dios? ¡súbditos sufraganos!, no teniendo libertad, ¿cómo podés deshazer al que Dios e la natura quiso que fuese rey? ¡O gente sin caridad! […] Luego aquel auto del estatua fue acabado, aquellos buenos criados del rrey, agradesçiendo las m erçedes que de él rreçibieron, llevaron al prínçipe don Alonso hasta ençima del cadahalso, donde ellos e los otros perlados y cavalleros, alçándolo sobre sus braços, con bozes m uy altas, dixeron: ¡Castilla po r el r rey don Alonso!. E así dicho aquesto, las tr onpetas e anafiles sonaron con grand estruendo, entonçes todos los grandes que allí estavan e toda la otra gente llegaron a besalle las manos, con gran sole nnidad, señaladamente, el marqués de Villena e los otros criados del rrey, que seguían su pasadas65. ¡O criança desagradesçida, hechura s yn bondad”, que después de puestos en tanta prosperidad, subidos en tan altos es tados, con tanta yngratitud olvidastes los benefiçios que dél rrecibistes. ¡O servidores perversos! Que ansí vos conformastes para desonrrar quien vos onrró” ( pp. 236-7) Este cronis ta refleja y censura lo s defectos del m onarca, en con creto su debilidad, que es la causa por la que es engañado constantemente por los nobles, a los que creía sus fieles, en especial por Pacheco. Como resumen de la imagen que quiere brindarnos de este rey está el panegírico que se encuentra al final de la crónica, después del relato de la muerte de don Enrique: Sean en vos espejo sus altos triunfos, que le dio la fo rtuna, su franca liberalidad, sus piadosas obras, su mucha clemenci a, con que gobernó sus súbditos. Mirad que ni lo uno le libró de la persecuci ón de sus traydores criados, ni lo al lo escapó de la m uerte, que lo privó de los reynos, e le despojó de sus señoríos (p. 222) 3.1.3. FERNANDO DEL PULGAR. Se educó en las cortes de Juan II y Enrique IV, pero fue la reina Isabel quien le nombró su cronista. Según Dom ínguez Bordona66, fue uno de los pocos hombres puros de su época, ni adulador ni acre, y buen c onocedor de la corte de los reinados que le tocó vivir. En sus narraciones intenta im itar las obras de los hi storiadores clásicos introduciendo los pensam ientos de los prot agonistas y su propio razonam iento como apoyatura de los hechos que narra. 65 Vemos como alzan al rey, no hay coronación , como es usu al en Castilla. Tam bién deducimos cuáles son las cu alidades principales de un rey, las q ue le conf ieren la i magen de r ey: la co rona símbolo de la jerarquía de rey, el estoque símbolo de la justicia, bastón símbolo de la gobernación y el trono símbolo de la dignidad real. 66 PULGAR, Fernando del: Claros varones de Castilla, edición de Jesús Domínguez Bordona, Madrid: Espasa-Calpe, 1969, p.XIX. 595 La Crónica de los Reyes Católicos. En los veinte primeros capítulos hace un relato del reinado de Enrique IV, en l os que trata de justificar el derecho sucesorio de Isabel. Lógicam ente al estar hecha p or encargo directo de la reina, el tono tiene que ser laudatorio hacia ella por fuerza. H ay una crítica hacia el comportamiento del monarca, pero, en especial, subraya el egoísmo de Pacheco como una de las causas de los problemas del reinado. Claros varones de Castilla67. Obra de mayor m érito litera rio q ue la anterior. En ella intenta hacer un verdadero retrato de los personajes que apare cen. El trasfondo de todos es la defensa de la m onarquía a la que pretende fortalecer propiciando la reconciliación de todas las facciones que participaron en la guerra civil. Nosotros nos centramos en las páginas que dedica a Enrique IV, cuyo retrato es más favorable que en la Crónica, fija su atención en los rasgos personales que m ejor describen al rey: pa siones, vir tudes, vicios y d ebilidades y con ello s h ace una br eve descripción física pos itiva; en cu anto a su carácter, lo define como piadoso pero negligente. De su etapa de pr íncipe, resalta el hecho de que se educara apartado de su padre cuan do era m enor de edad, lo que co nsidera de terminante en los aspec tos negativos de su conducta. Cuando habla de sus dos m atrimonios afirma que en a mbos el rey manifestó su impotencia. Distingue claramente dos periodos en el re inado. Los primeros diez años, en que reinó pacíficamente y c on prosperidad. Lo pres enta como protector de la Iglesia, pues hizo muchas mercedes, y fundó m onasterios como Santa M aría del Parral en Segovia, San Jerónimo del Paso de Madrid, de los je rónimos, y el de San Antonio de Segovia de los franciscanos. En la guerra contra Gran ada, ganó Gibraltar y Archidona, y obligó a los moros a que pagasen parias. Pero tuvo una gran equiv ocación: la elección de los colaboradores, de ahí nacieron envidias, “ dó se siguen las desobediencias, e vienen las guerras”, por lo tanto és te fue el principal error que, según Pulgar, com etió don Enrique y es, tam bién, una m anera de justif icar al rey y salvar su im agen, porque el problema lo crearon los privados que gozar on de su confianza, inm erecida, para gobernar. En la segu nda década, la fortuna m udó y vinieron los conflictos b élicos, a consecuencia de los cuales hubo grandes destru cciones y la dilapidación del patrimonio real. E l autor, tiene una visión providencia lista de la cr isis. Asim ismo, subraya la debilidad del rey y el egoísm o de muchos nobles, en especial de Pacheco, aunque sin nombrarlo, a quien considera la cabeza de la revuelta cuando Beltrán de la Cueva ocupó su puesto: Se debe creer que Dios, quiriendo punir en esta vida alguna desobediencia que este rey mostró al rey su padre, dio lo gar que fuese desobedecido de los suyos, e permitió que algunos criados de los m ás aceptos que este rey tenía, e a quien de pequeños fizo ommes grandes, e d io títulos y d ignidades e grandes pa trimonios […] E no podiendo refrenar la enbidia concebida de otros que pensavan ocuparles el logar que tenían […] osaron desobedecerle e poner disensión en su casa. La cual, porque al principio no fue castigada segund devía, cresció […] e todos los grandes e cavalleros, e las ciuda des e villas, estovieron divisos en dos partes: la una perm anesció siempre con este rey don Enrrique ; la otras estovo 67 PULGAR, Fernando del: Ibidem, Título I: Del rey Don Enrique IV, pp. 9-20. 596 con quel rey don Alfonso […] En esta división se despertó la cobdicia e creció la avaricia, c ayó la justic ia e señoreó la f uerça, reinó la rap iña e diso lvióse la luxuria, e ovo mayor logar la cruel tentación de la sobervia. La im agen del rey que extraem os de es ta obra parece bastante precisa, tanto física com o psico lógicamente, por eso le co nsideramos el m ás imparcial de los cronistas. Nos lo presenta como de cuerpo grande, con buenas intenciones pero débil y, sobre todo, equivocado al elegir sus personas de confianza y tam bién al tom ar partido contra el rey, su padre, cuando era príncipe ; éstos fueron sus grandes errores y, com o la religión tenía mucho peso en la m entalidad de la época, piensa el cronista que fue Dios quien le castigó en su m adurez por los p ecados com etidos desd e su juventud. No obstante, acepta sin reparos la im potencia, condición f undamental par a jus tificar la ascensión al trono de su hermana d oña Isabel. Esta pos tura favorable le llevará a ser cronista de la nueva reina. 3.1.4. DIEGO DE VALERA. Fue doncel de Juan II y tuvo diversos car gos en los reinados de Enrique IV y de los Reyes Católico s. E scribió tra tados de filosofía y política. Su obra Memorial de diversas hazañas no es propiam ente una crónica, porque no es una narración seguida y completa de los suceso s del re inado de Enrique IV, sino una se lección de los má s destacados. Parte de la obra de Palencia, pero hace rectificacione s que i mplican una mayor veracidad histórica; no halaga al re y pero tam bién reprocha a los nobles su ingratitud; su actitud es inequívocamente favorable a la infanta Isab el. Añade algunas precisiones de gran valor, por ejemplo en la Farsa de Ávila, r elata com o los noble s dijeron: “a tierra, puto” 68, cuando derribaron en tierra su efigie, frase que trasluce el odio de éstos hacia el rey así com o el talante miserable que poseían. Finalm ente, en su relato de la muerte del monarca, de ja claro que la heredera debe ser doña Isabel porque así lo decidió él mismo en los Toros de Guisando: E como alguno de los que allí estaban le preguntase a quien dexava por heredero destos reynos, a su herm ana o a su hija sospechosa, respondió que Alonso Gonçález de Turégano, su capellán, sabía en esto su yntinçión. E como aquel religioso, presçiando al cardenal, le requiriese que abiertamente dixese a qual de las dos princesas dexava por heredera destos reynos, ninguna cosa respondió. Entonzes el devoto religioso le dixo: Señor, gravemente errays a Dios e muc ho ofendedes a vuestros súbditos en no declarar la verdad, que ya, señor, vos sabeys e a todos es notorio que çerca de los Toros de Guisando, en presençia de m uchos de los grandes destos reynos, en público d eclarastes el adulte rio de la reyna doña Ju ana e confesaste q ue doñ a Juana su hija, que antes de entonzes mandastes prinçesa llam ar, no s er hija vuestra, mas engendrada en otro varón […] E ahí, en aquel general ayuntamiento, jurastes e m andates a todos jurar por legítim a subçesora heredera destos reynos e señoríos a la señora prinçesa doña Isabel, vuestra hermana, y por tal en vuestra presençia por todos le fue besada la mano. E por eso, señor, con Dios vos requiero no querays callar la verdad, com o entre todos vuestros pecados este sería el más detestable e más enorme […] 68 VALERA, Diego de: Memorial de diversas hazañas, edición Juan de Mata Carriazo, Madrid: Espasa Calpe , 1941, p.98. 597 Oydas estas cosas por el rey, ninguna cosa respondió, más començó a revolverse en la cama69. 3.1.5. DR. GALÍNDEZ DE CARVAJAL. De alta alcurnia, lice nciado en Le yes en la Universidad de Salam anca, perteneció al Consejo y Cá mara de los Reye s Católicos, los cuales le encarga ron que corrigiese las crónicas de Enrique III, Juan II y Enrique IV. Crónica de Enrique IV70. Se basa en los escritos de los cronist as contemporáneos del rey y reelabora un relato m ás com pleto y objetivo, dado que ti ene m ayor perspectiva para juzgar los acontecimientos. Pero hay un hecho en el que no es imparcial: el tema de la ilegitimidad de doña Juana, que era funda mental para just ificar el acceso de Isabel al trono, a cuyo servicio estuvo. Com ienza la obra con una reco mendación al lector para que valore el buen gobierno que tienen los Reyes Católicos en comparación con la corrupción del de don Enrique. Presenta al rey com o un hom bre muy religioso coincidiendo con Pulgar, y contrario a lo que había postu lado Palencia. Ade más, deja entrever su af ición a la música: Muy am igo de los oficios divinos, y para e l culto de llos tenía en s u capilla muchos y muy ricos ornam entos y gran servicio en oro y plata, y m uchos cantores de dulces boces, gran copia de capellanes generosos y letrados, en tanto grado, que ninguno otro e mperador tuvo jam ás tan sum ptuosa capilla (capítulo 1). En el capítulo segundo relata com o fue proclamado, jurado por rey, a la m anera tradicional de Castilla, sin coronación, tema en el que no hay novedad con respecto a los reinados anteriores, también sigue la tradición de los nueve días de luto en la corte. Más significativo es que no se percibe ningún ti po de oposición que pudiera predecir los problemas que después tuvo: En el mismo día del fallescimiento del rey don Juan, depositado su cuerpo en el monesterio de San Pablo, todos los grandes que en la corte se hallaron le vinieron a besar la m ano por su rey y s oberano señor y le hicieron om enage, según la costumbre […] y sepultado el cu erpo del rey don Juan, el príncipe don Enrique ya obedescido por rey, cavalgó por la villa y con él todos los caballeros ya dichos, llevando delante de sí su pe ndón real, y todos los hombres de armas y trompetas que en la corte avía, uno de los qua les vestía su cota de arm as, en alta voz, de poco en poco, iva diciendo: ¡Castilla, Castilla, por el rey don Enrique!. Y en esta forma anduvo toda la villa. Vuelto a su palacio, se vistió de luto, y todos los cavalleros, com unmente todos los hombres de honor, se vistieron de m arga, lo qual truxeron los nueve días que duraron las obsequias del rey don Juan […] Después vinieron nobles, otros 69 VALERA, Diego de: Ibidem, p. 293. 70 TORRES FONTES , Jua n: Estudio so bre l a C rónica de Enri que IV del Dr. G alíndez de C arvajal, Murcia: CSIC- Universidad, 1946. Todas las citas se tomarán de esta edición. 598 perlados y cavalleros; los quales todos le besaron la mano e le hicieron omenage en la forma acostumbrada. En el capítulo séptimo, pone en boca del rey unas palabras, sobre su decisión de casarse con doña Juana, en una conversac ión con Pacheco y otros allegados. Su principal preocupación es dar heredero al reino, de lo que se colige que él no se consideraba impotente: Ya veis que yo no tengo hijos, y quando en los estados reales falta la subcesión nacen muchas divisiones y grandes escándalos y travajos en los reinos, y porque no sé quando Dios m e querrá llamar, es bien que procure generación y para ello me case y tom e muger, y querría que esta fuese la infanta doña Juana, herm ana del rey de Portugal, con quien m uchos días ha que tengo gran voluntad de casarme, porque he savido que es muy agraciada y hermosa doncella. Por el contrario, en el capítulo cuadragésimo segundo, cuando relata el nacimiento de la infanta doña Juana, bien dice que el rey siendo impotente consintió que la reina “uviese ayuntam iento de otro var ón”, y que fue con don Beltrán de la Cueva. No obstante el nacim iento fue m uy celebra do, com o era tradición, y fue jurada en Cortes como si fuera hija legítima. De sus com entarios en el capítulo quincuagésim o tercero, se desprende que considera al Marqués de Villena e l verdadero causante del descréd ito del rey, porque fue el que preparó la conjuración de los nobles, pues decía que a Enrique “se podía más propiamente llamar enemigo del reino que se ñor, y disipador que rey, m ás tirano que governador”. El capítulo quincuagésimo octavo habla de la reunión de los nobles en 1464 en Burgos, lugar en donde escribieron una carta en la que recogían las quejas contra el rey, de ellas cuatro son m uy graves, aunque ll ama la aten ción que la acusación de m ayor trascendencia, el que tenga por heredera a una hija ilegítima, sea la cuarta, mientras que los favores a su favor ito don Beltrán, a otra s personas, consideradas indignas, las anteponen, lo que es indicativo de que son las funda mentales para los rebeldes. No obstante, la prim era es la que lleg a pr imero al co razón d e la s gen tes: la m otivación religiosa, por eso le tildan de favorecer a los moros, tal y como a Pedro I le acusaron de proteger a los judíos: La prim era, que su alteza, en ofensa de la relix ión cristiana, traía consigo continuamente capitanía de m oros infiel es y enem igos de nuestra sancta fe católica […] Segunda, que los corregim iento y officios de justicia eran dados a personas ináviles y agenas a todo merecimiento […] Tercera, que avía d ado el maestrazgo de Santiago a don Beltrán de la Cueva, conde de Ledesm a, en gran perjuicio del infante don Alonso, su herm ano, a quien por derecho le pertenecía como a hijo del rey don Juan, su padre. Quarta, que en gran perjuicio y ofensa de todos sus reinos y de todos los legítim os subcesores sus herm anos, avía hecho jurar por princesa heredera a doña Juana, hi ja de la reina doña Juana, su m uger, saviendo el rey claramente que aquélla no era su hija […] Por tanto, que le suplicaban, am onestaban y requerían c on Dios, una y m uchas vezes, quisiese remediar tan grandes agravios y rem ediarlos, m ande luego jurar por príncipe heredero al infante don Alonso, su herm ano, y dalle el m aestrazgo de Santiago como a legítimo hijo del rey don Juan. 599 El capítulo quincuagésimo noveno es toda vía más interesante, pues recoge una reflexión del cronista: no concibe la reacción de Enrique IV ante la osadía de los nobles y, después de enumerar sus cualidades, critica su debilidad por no someter a esa nobleza rebelde; creemos que es una de las imágenes verbales más acabadas del monarca: Ni abrá quién sepa dezir por qué un re y tan poderoso, tan rico y prosperado, tan temido de todos desde el día que reinó, siendo persona tan dispuesta, teniendo tan varonil acatamiento para atemorizar a las gentes, puesto en edad de valentía, que no avía quarenta años, donde las fuerças corporales y la ira del coraçón avía de resplandecer y herir y ser bravo. Asimismo nos cuenta la respuesta del rey, cuando los miembros del Consejo real le animaban a dar la batalla: “los que no aveis de pelear ni poner la manos en las armas, siempre hazeis franqueças de las vidas agen as”. Su actitud, tan loable, no hay duda que fue interpretada com o una prueba de debi lidad, ya que poco después tuvo lugar la deposición del rey en Á vila y, en el m ismo lugar, el príncipe don Alfonso fue alzado y homenajeado como rey de Castilla. Del capítulo sexagésimo octavo lo más destacable es el cuadro que pinta el autor de los pueblos de Castilla, que se sentían si n justicia y padecían grandes calamidades y desasosiego. Aquí lo que nos brinda es una imagen clara de la situación del reino. En el capítulo centésim o tercero, el autor critica que don Enrique se arrepintiera del juramento que hizo en Guisando a su herm ana de nombrarla su heredera y, aunque reconoce que el rey públicam ente siem pre defendió a doña Juana como su hija, el “aborrescimiento” que mostraba an te su m ujer por ser tan deshonesta, hizo n acer la sospecha de que no había sido engendrada por él . Esta reflexión es clave en la obra, pues tiene que justificar que la heredera sea Isabel y para eso la hija del rey no podía ser considerada legítima. 3.1.6. CRÓNICA CASTELLANA. Es una crónica anónima, de la que tampoco se conoce la fecha en que fue escrita pues el manuscrito original ha desaparecido, aunque se conservan copias del siglo XV, Sánchez-Parra71 considera que fue redactada entr e 1480- 1486. De su lectura se deduce que el autor no era partidario de Enrique IV sino de Isabel 72, así como que tiene cierta relación con las Décadas de Palencia. La obra se divide en dos partes: la primera abarca hasta la muerte del príncipe don Alfonso en 1468, la segunda llega hasta la m uerte del rey. Cuando narra el nacimiento de doña Juana, la presenta como hija de don Beltrán de la Cueva y de la reina, a la que Enrique IV forzó a que “oviese ayuntam iento ageno”. En consecuencia, el rey mostró gran alegría cuando nació y la reconoció como su hija y heredera. Así que es otra fuente que insiste en la ilegitimidad de doña Juana. Es interesante el relato que hace de la entrada del rey en Sevilla el 19 de agosto de 1468; aunque son mom entos muy delicados para el m onarca por la oposición que tiene de buena parte de la nobleza. En la ciudad le recibieron con la solem nidad acostumbrada: se celeb raron juegos de cañ as y el rey cabalgó por la ciudad. Ta mbién 71 SÁNC HEZ-PARRA, Pilar (ed.): Crónica a nónima de Enrique IV d e Ca stilla, 1454-1474 (Crónica castellana), Madrid: Ediciones de la Torre, 1991, tomo I: Estudio crítico, p. 176. 72 En el relato de la proclamación de Isabel como reina en Segovia, la describe como “serenísima reyna doña Ysabel única legítima suçesora heredera en los reynos de Castilla e de León después de la muerte del rey don Enrique su hermano” (SÁNCHEZ-PARRA, Pilar: Ibidem, p. 480). 600 comenta que don Enrique visitó el convento ca rtujo de Santa María de las Cuevas, lo que se puede interpretar como un ejemplo de su piedad personal. No obstante el autor nos lo p resenta en sus horas f inales como falto de devoción porque ni pidió confesar para arrepentirse de sus pecados, ni recibir los otros sacramentos73. 3.1.7. HECHOS DEL CONDESTABLE DON MIGUEL LUCAS DE IRANZO. En esta crónica anónim a se refieren los hechos de este caballero que, de baja extracción social, logró alcanzar los puestos mas elevados de la monarquía, gracias a su privanza con el rey Enrique IV. En todo m omento dem uestra su adhesión inquebrantable al rey. Al no ser una crónica oficial, nos da detalles hum anos muy interesantes para conocer al m onarca. Al ser un partidario de don Enrique, nos sirve de contrapunto a las otras crónicas, la mayoría contrarias al mismo. Comienza el relato en 145874, cuando Miguel Lucas de Iranzo es investido, en el alcázar de Madrid, Condestable de Castilla por Enrique IV , al que llam a “muy a lto y exçelente prinçipal y muy poderoso rey e señor”. Se trata de una ceremonia feudal y en ella el beneficiado jura fidelidad y lealtad al rey: E luego el dicho señor Condestable, fincad as las rodillas ante la m agestad del dicho señor rey, puso sus m anos entre las suyas e dixo que facía e fizo pleito omenaje al dicho señor rey, como su rey natural e soberano señor. Especial interés reviste la descripción de la estancia del rey en Jaén en 1464. En primer lugar explica como fue recibido por los señores y regidores, quinientos rocines ricamente enjaezado s, m il niños y m il niña s, m uchos hom bres y m ujeres, todos acompañados por el son de trom petas. Otro te stimonio sim ilar se encuentr a en otra visita del rey a Jaén, donde vivía el Condestable, en 1469, en la que se ve el trato familiar que les un ía a a mbos, destaca la sencillez del m onarca para dirigirse hacia su vasallo: Y como llegó el rey nuestro señor, el señor condestable descavalgó del cavallo, contradiciendogelo mucho su alteza, y así llegó a le facer reve rençia y a besalle las manos. Pero él nunca ge las quiso dar, salvo abraço lo con el m ayor amor y alegría del mundo, diciendo: ¡O mi buen Condestable, por vueltra leal tad y grandes serviçios soy yo rey de Castilla! […] Y así por todas las calles, alçaron a grito e clamor fasta el çielo diciendo: ¡Biva, biva, el rey don Enrique, nuestro señor, y el su Condestable de Castilla!. Y como yvan andando, el dicho señor Condestable yva diciendo a la gente: Amigos, vedes aquí el rey nuestro señor, tanto por vosotros e por mi deseado. Y luego dicía al señor rey: Señor, mirad y fablad esta gente, que tan lealmente vos ha servido. Y en esto a su alteza saltaron las lágrimas de los ojos 73 SÁNCHEZ-PARRA, Pilar (edición) Ibidem, tomo II, pp. 117, 268 y 477. Las citas que hemos hecho se corresponden con las pp. De esta crónica. 74 CARRIAZO, Juan de Mata (edición): Hechos del Condestable don Miguel Lucas de IRANZO. Crónica del siglo XV, Madrid: Espasa-Calpe, 1940. Las citas que aparecen a continuación se corresponden con las siguientes páginas: 3, 11-12, 194-5, 396-7. 601 Es un fragmento de gran valor, porque vemos al rey emocionado ante el amor de su pueblo. Tengam os e n cuenta que en esas fechas era un rey c on graves problem as internos y con una poderosa oposición nob iliaria, pero para la m ayoría de los castellanos era el soberano, m iembro de la dinastía legítima y representante de Dios, por lo tanto, una figura incuestionable. 3.2. TRATADISTAS POLÍTICOS. 3.2.1. RODRIGO SÁNCHEZ DE ARÉVALO. Nació en 1404 en Santa María de Niev a, estudió en la Universidad de Salamanca, donde se doctoró en Derecho, actuó com o e mbajador de Juan II y su participación en la vida política durante el r einado de Enrique IV fue intensa pues, incluso llegó a ser m iembro del Consejo Re al. Ocupó diversos cargos eclesiásticos, como Deán de León y Obispo de Oviedo. Mu rió en 1470 en Rom a, donde estaba como embajador. Importante figura de su tiem po que escr ibió obras valiosas por su contenido político, de las que nos interesa destacar la imagen de la monarquía que nos presenta. Es un claro defensor de la autori dad monárquica como también lo es de la pontificia frente a los conciliaristas. En su concepción po lítica no hay ninguna novedad pues repite los principios teóricos de tratad istas anteriores, baste con cita r algunos: el origen divino de la monarquía, presentar a és ta como la única institución apta para gobern ar al pueblo y buscar el bien de éste, la te oría organicista, enumerar las virtudes propias de un rey que no sea un tirano, defender la guerra justa y la lealtad a su re y por parte de los súbditos. Lo que sí s e debe reseñar es el apoyo que dio a Enrique IV com o soberano legítimo, al que consideró merecedor de todo su apoyo, respeto y fidelidad. Suma de la Política75. Escrita hacia 1454, es su prim era obra en castellano y en ella resum e su pensamiento político que consiste en la defe nsa de la concepción autoritaria del poder regio. Está dividida en dos lib ros: el prim ero trata de la fundación y la defensa de la ciudad; el segundo, del regim iento político de la ciudad, es el que más nos interesa. Tiene influencia de Aristóteles y del Policraticus de Salisbury. Defiende que la m onarquía es el mejor régim en para el gobierno de una comunidad política, la cual n ecesita d e cuatro cosas fundam entales: un príncipe virtuoso; co nsejeros bu enos; sab ios y ju stos ju eces; y un pueblo disciplinado y d e buenas costum bres. Por supuesto el funda mento ideológico básico es el considerar la monarquía divina com o arquetipo a im itar por las m onarquías humanas, como hemos visto a lo largo de toda la baja Edad Media: Todo regim iento um ano deve ser confor me a la m onarchía divina, la qual es perfectísima, e ésta es regida por un Dios, rey e príncipe potentíssim o, regidor e 75 BNE, mss. 1221. Manuscrito del siglo XV, sin fecha detallada. En el fol. 6r aparece la de dicatoria: “Al noble varón y muy es tremo cavallero y mucho virtuosos y prudente señor Pedro Dacuña, Señor de las villas de Dueñas e Buendía, guarda mayor y del Consejo del muy prepotente y muy esclarecido prínci pe nuestro s oberano rey e se ñor el rey don Enrique el quarto, reynante g loriosamente en l os su s reyno s de Castilla e de León , prin cipal m onarca de las Esp añas. El doctor Rey Sánchez de Arévalo, deán de la yglesia de León y arcediano de Treviño”. 602 governador de todas las cosas, del qual principado divino todos los otros umanos regimientos deven tomar ensemplo76. Al ser el rey la figura pr incipal de la com unidad políti ca, es el que ejerce el poder soberano, es el que tiene que gobernar porque es com o la cabeza en el cuerpo humano, pero añade una nueva in terpretación a la vieja teor ía organicista: que el rey forma con el reino un cuerpo m ístico de indisoluble unidad. Por es tas razones, Arévalo establece un a serie de deberes que le correspo nden por su cargo, el p rimero es ser humilde y devoto con Dios, otro es la sumisión del rey a la ley para así poder exigir su cumplimiento Además hace una amplia formulación de los deberes del rey con su pueblo, por ejemplo, en el Segundo Libro, en la Tercera Consideración 77 establece doce cosas que tiene que hacer el rey y que le distinguen del tirano, porque éste “trabaja porque los súbditos sean pobres e m íseros”. Destacamos algunas: amar a sus súbditos y m antener la unidad, paz y concordia entre ellos; procur ar el bien común de su reino; ejercer justicia estableciendo leyes justas y juzg ando según ellas; escuchar a los pobres y miserables y castigar a los ladrones; y se r m oderado con los m anjares y los deleites carnales. Recogem os textualm ente una de las recom endaciones po rque nos parece original su argum ento y porque Enrique IV tenía tend encia a escon derse de la vida oficial: Todo rey e príncipe no ha de ser mucho fa miliar a las gentes […] que el rey es assí como el ánima en el cuerpo um ano, a la qual todos los m iembros sirven e con gran lealtad la obedecen, puesto quel ánima esté encerrada, e en lo oculto no cessan de la servir e obedecer aunqu e la no vean ni la acaten ni sepan en donde se esconde […] pues de sta guisa, puesto quel rey o todo príncipe fam iliarmente no sea a sus súbditos, no m enos le debe se rvir e obedecer, ante m uchos más, ca, aunque esté oculto, faze fechos públicos e negocios de todos La XIIIª Considera ción es m uy significa tiva, porque deja bien cla ro la tradicional teoría del origen divino del monarca y de su función como “vicario de Dios”, condición que hace que sus súbdito s le deban obediencia, p orque él que no lo haga así comete un sacrilegio: Pues el rey es una ym agen de Dios en la tierra, toda cr iatura le debe ab axar la cabeça […] De lo qual resulta que todos los çibdadanos e súbditos deven con gran fee e lealtad fazer obediencia a su rey o príncipe. En las Consideraciones XVª y XVIª alude a la obediencia al m onarca, a quien todos los súbditos le deben lealtad, obedien cia y reverencia porque es su “señor rey natural”. Po r lo tan to d efiende la a utoridad del rey com o un valor intrínseco a la monarquía, porque el reino y el rey for man un cuerpo político que es una m isma realidad natural. En las fechas en que esta obra fue escrita, don Enrique todavía no era cuestionado, pero queda clara la im agen de monarquía autor itaria q ue es te e rudito proponía: poderosa, incuestionada, cuyo principal objetivo debía ser buscar incansablemente el bien de su pueblo, al que debía gobernar con justicia. Son buenos 76 BENEYTO PÉREZ, Juan (ed.): Suma de la Política de Rodrigo Sánchez de Arévalo, Madrid: Instituto Francisco de Vitoria , 1944, fol. 58. Libro Segundo, primera consideración , quarta razón 77 BENEYTO PÉREZ, Juan (ed.): Ibidem, fols. 60v y ss. 603 consejos para un rey que acababa de llegar al trono y que, parece ser, trató de seg uir, pero las circunstancias impidieron que en la segunda mitad de su reinado fuera acatado por una parte im portante de la nobleza, que no le prestaron lealtad, obediencia ni reverencia, como Arévalo propone. Vergel de Príncipes78. Importante obra en prosa escrita hacia 1455, está dedicada a Enrique IV. Por su título y contenido recu erda obras de larga tradic ión en la ba ja Edad Me dia, como De regimine principum. El objetivo del autor es demostrar la utilidad de tres deportes para conservar la salud del cuerpo y del alm a y as í prepararse para las ard uas tareas d e gobierno. Podría pensarse que el autor trata de lim itar los excesos del rey 79, que tantos problemas le trajeron en la segunda m itad de su reinado, y de mostrarle una lealtad, que mucho necesitaba, de ahí la deferencia con qu e le trata, casi adulatoria, pero creemos que es una m anera sincera de exaltar la figura del rey. Como en la obra anterior, presenta su opinión sobre la m onarquía, institución a la que defiende por su antigüedad y por la protección divina que tiene. Ve al rey, ante todo, com o jefe m ilitar, por eso tratará de al entar a don En rique a la guerra contra lo s m usulmanes, siguiendo la tradición de sus antepasados. Comienza el prólogo con la dedicatoria, llena de pa labras laudatorias y de pleitesía hacia Enrique IV: Al muy alto e prepotente, muy esclarescido e glorioso rey e señor don Enrique el quarto, por la divinal providencia Rey de Castilla e de León, Príncipe e Monarcha en las Españas. De Vuestra Sacra Real Magestad hum ilde siervo e doméstico servidor e indigno capellán, el doctor Ruy Sánchez de Arévalo, Deán de Sevilla e Arcediano de Treviño inm érito, uno del vuestro alto Consejo, m is baxas rodillas inclinadas en tierra beso las manos de vuestra muy alta Señoría, e a ella, con devida reverencia e natural subjeción hum il e dovota mente me recomiendo. En la primera introducción explica que los deportes son honestos y loables porque fortalecen el cuerpo y el ing enio, tal y como decía Aristóte les. En la s egunda introducción explica que son tres los más principales y necesarios deportes y ejercicios: El prim ero, es el generoso e noble exer cicio de arm as, con que los regnos e tierras non solamente son defendidos mas acrecentados e decorados. El segundo es el noble exercicio d e caça e m onte, as í com o im agen e figura de gu erra, e como aquel que causa muchas virtud es e buenos deseos en lo s coraçones reales. El tercero es el cordial, alegre e artificioso exercicio de melodías e modulacione musicales, las quales alegran e esfuerçan al coraçón humano excitándole a actos de virtud. Podemos decir que Enrique IV siguió bue na par te de l os c onsejos de Arévalo porque era muy aficionado a la caza y a la m úsica, como nos describen los cronis tas oficiales; en cuanto a la guerra, también preparó la guerra contra los granadinos, aunque no pudiera culm inarla con éxito total. Así que en esta obra se presenta una im agen de 78 Las citas tex tuales de esta obra las tomamos de la edición de Mario PENNA: Prosistas castellanos del siglo XV, Madrid: BAE, nº 116, 1959, pp. 311-341. 79 De hecho habla de los “deleites de la carne” como causa de tristeza, dolor y arrepentimiento (p. 315) 604 rey m uy de acuerdo con los deseos de don Enrique, lástim a que él no supiera distanciarse de los que le indujeron a los “d eleites carnales”, personajes que están en el origen de la falta de lealtad de buena parte de la nobleza. Speculum vitae humanae80. Escrita en 1468, por lo tanto al final del reinado, nuevam ente defi ende la monarquía; al rey le presenta com o un padre, porque es el protector del bien com ún, y como juez suprem o y adem ás, considera, que tiene sem ejanza con la majestad divina. Parece com o si con esta obra tratara d e apuntalar la dignida d real con sus m ás ancestrales rasgos distintivos, en unos momentos de debilidad del monarca, cuestionado por una parte del reino; si bien Enrique IV no pudo fortalecer su trono, del que inclus o fue simbólicamente depuesto, la monarquía, finalmente saldrá fortalecida. Compendiosa historia hispánica Escrita hacia 1470 m ientras residía en Ro ma, sigue el ideario de Alonso García de Santa M aría. En esta hist oria de España defiende de manera clara a la m onarquía, porque es la única institución tem poral capaz de preservar a la sociedad de la anarquía y porque tiene origen divino; también defiende la guerra justa contra los musulmanes. 3.3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE ALGUNAS POESÍAS. También los poetas con sus versos ha blan del rey y nos proporcionan una imagen de él, unas veces en térm inos elog iosos, com o el p oema laudatorio de Ped ro Guillén cuando se firmó la paz con Aragón y Navarra; otras negativa, com o las Coplas de Vita Christi de fray Íñigo de Mendoza, que le reprochan la excesiva riqueza del monarca y sus cortesanos; otros simplemente tratan de aconsejarle. Aunque hay poem as positivo s, p redominan los que incluyen repro ches al monarca, índice de su descré dito. Las poesías contienen una sátira p olítica an te el ambiente de decadencia y descom posición de la corte de Enrique IV, y es lo que describen en sus versos; por ejemplo, s on duram ente criticados los personaje s principales, es decir los favoritos del rey, y él mismo es víctima de duros ataques, lo que indica el poco respeto que había hacia el honor de este monarca. Al igual que ocurría con los cronistas, los grandes poetas ta mbién se inclinan por un bando, Santillana parece favorable al rey, Jorge Manrique contrario; m ayor interés tienen las poesías de poetas secundarios, m ás populares porque recoge n el sentir de la mayoría del tercer estamento, y en ellos pr edomina la imagen del mal gobierno y de un rey vicioso. 3.3.1. FERNANDO DEL PULGAR81. Letras. Escritas entre los últimos días del reinado de Enrique IV y 1484 con un estilo 80 LAW, J ohn Richard: El “Esp ejo de la vid a humana” de Ro drigo Sánchez d e Aréva lo (14 04-1470), Michigan: U.M.I., 1989. 81 Fue cronista de los Reyes Católicos, pero como en este apartado no hacemos referencias a su Crónica, sino a sus poesías, aunque tengan un claro contenido político, lo incluimos junto a los poetas. 605 vivaz que se contrapone a las crónicas oficiales, hacen referencia a sucesos contemporáneos. Por ejemplo en la Letra XI, dedicad a a la reina Isabel la Ca tólica, compara los tiempos de su reinado con los de su herm anastro: “ tiempos de tanta in iusticia convertidos por la gracia de Dios en tanta iusticia, tanta inobediencia en tanta obediencia, tanta corrubción en tanto orden” 82. La im agen que nos proporciona del reinado de don Enrique es la de un período de desorden, corrupción e injusticia, en l o que coincide con las poesías populares, lo que indica, que fuera de los círculos cortesanos, prevalece la imagen negativa del rey. Glosa a las Coplas de Mingo Revulgo. Estas coplas atribuidas a fray Íñigo de Mendoza, cons tituyen una sátira de la vida política y social del reinado de Enrique IV. Es un poe ma bucólico, en el que se compara la situación de Castilla con la de un rebaño mal regido; unos pastores discuten sobre las causas de la cris is política del reino; Mingo es la personificación del pueblo y Gil Arribato es el profeta a lo divino; el primero culpa a Candaulo, líder de los pastores, de los desastres que azotan a los anim ales: se convierte en una m etáfora claram ente referida a don Enrique, hacia el que dirige claras alusiones de homosexualidad. En la Glosa83, Pulgar, ordena y explica dich as coplas. La com posición va dirigida a don Pedro Fernández de Velasco, co ndestable de Castilla, y se fecharía entre 1474 y 1485. A continuación vamos a analizar alguna de las coplas y las explicaciones que de ellas hace Pulgar. En la g losa a la copla I dice “en tiempo de división el rey, que es cabeza, no es acatado, y lo de la coro na real está todo di sipado y enagenado”. Es una defensa de la concepción corporativa de la m onarquía, pero que en el reinado de Enrique IV no se cumple, porque la nobleza, que sería uno de lo s miembros de ese cuerpo, no le obedece y le hace perder buena parte del patrimonio real para ganarse su apoyo. En la copla V, se recoge el sentim iento que tiene el pueblo de que el rey es negligente y de que la com pañía que tiene de mozos sin experienci a e s m ala para la Corona, y que se pierde andando tras ellos y estando apartado: ¿Sabes, sabes? El modorro allá donde se anda a grillos burlan de él los mozalvillos que andan con él en el corro: ármanle mil guadramañas, umol pela las pestañas, otrol pela los cabellos, así se pierde tras ellos metido por las cabañas. En la copla VI se dice que los m ozos que trae el rey cerc a de sí debilitan su preeminencia porque le tom an el tesoro y de bilitan la ju sticia. Además nos pa rece interesante la alusión a la “zagaleja de la Nava Lusiteja / lo ha trahido al retortero” que 82 PULGAR, F ernando del : Letras. Glosa a l as C oplas de Mi ngo R evulgo, e dición J. Domínguez Bordona, Madrid: La Lectura, 1929, p.57. 83 PULGAR, Fernando del: Ibidem, todas las citas se refieren a esta edición. 606 bien podría ser la reina pue sto que procede de Portugal (Lusitania), que tam bién le manipula. En la copla VII se critica que el rey gasta los tributos reales en lo que no debe: La soldada que le damos Y aun el pan de los mastines Cómeselo con ruines En la copla XXI se acus a al pueblo, que por sus pr opias c ulpas tien e un m al pastor, es decir un m al rey, pero que Dios le rem ediará y les dará otro bueno. Estos versos podrían ser prem onitorios, y anunciar la caída de Enrique IV para ser sustituido por el buen gobierno de los Reyes Católicos. En conclusión, estas coplas, tienen gran interés porque nos dan una visión popular del rey, la m ayoría de las críticas coinciden con las de los cronistas: mal gobierno, rey m anipulado por gentes sin escrúp ulos, gasto del tesoro real, rey que se aísla en los bosques, mala opinión de la reina. Es una imagen negativa de este monarca, aunque sí se desprende que los culpables s on las personas que le rodean y que él no conoce el alcance del peligro, pero por negligente le vendrá el castigo divino. 3.3. 2. SONETO DEL MARQUÉS DE SANTILLANA. Dedicado al m onarca reinante, en este caso Enrique IV, en el que trata de orientarle en el gobierno para que tenga bue na fama y sea am ado, le recom ienda que escuche a todos y que haga m ercedes. Son c onsejos genéricos que se podrían aplicar a todos los reyes: Porque el largo vivir nos es negado, ínclito rey, tales obras fazed que vuestro nombre sea memorado: amad la fama e aquella tened. Con vulgo alegre, manso e reposado, oyd a todos, librad e proveed: fazed que ayades las gentes en grado; ca ninguno domina sin merçed. Como quiera que sea, comencemos estos dos actos vuestros por derecho, pues que el prinçipio es çierto, e sabemos en todas cosas ser lo más del fecho: e refiriendo graçias, vos amemos; ques de los reyes glorioso pecho84. 3.3.3. COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE DE JORGE MANRIQUE85. En ellas aparecen las figuras políticas más importantes de su época, por ejemplo, Juan II, don Álvaro de Luna, don Juan Pacheco y por supuesto Enrique IV. El poeta estuvo entre los partidarios del infante don Al fonso y de Isabel la Católica, y en los versos que le dedica al rey, en los que resum e su reinado, es crítico pues le considera 84 Cancionero castellano del siglo XV (ed. Foulché Delbosc), Madrid: Bailly-Bailliere, 1912, p. 525. 85 RBME, mss. k-III-7. Cancionero de Fray Íñigo de Mendoza, ff. 215v-225r. Fechado hacia 1485, es el testimonio manuscrito completo más antiguo. 607 blando, dado a los placeres y derrochador de l tesoro real, por el contrario considera excelente la corte de su hermanastro de la que el escritor formó parte: Pues el otro, su heredero, don Enrique, ¡qué poderes alcançava! ¡Quánd blando, quánd alaguero el mundo con sus plazeres se le dava! Mas verás quánd enemigo, quánd contrario, quánd cruel se le mostró, aviéndole seydo amigo, quánd poco duró con él lo que le dio. Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las baxillas tan febridas, los enriques e reales del tesoro, los jaezes, los cavallos de su gente, y atavíos tan sobrados, ¿qué fueron sino rocíos de los prados?. Pues su hermano el inocente, que en su vida sucessor le fizieron, ¡qué corte tan excellente tuvo e quánto grand señor le siguieron!86. 3.3.4. COPLAS DEL PROVINCIAL87. El provincial llega a la corte real y pasa revista a los personajes principales de ella, “ganoso de decir mal”, descubre sus vicios. Empieza por el mismo rey, al que de manera muy sutil llama impotente, al igual que a don Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque, le llama semental: Ah, fray capellán mayor, don Enrique de Castilla, ¿a cómo vale el ardor qué traéis en vuestra silla?: “A fray Herrera y Cabrera y Gonzalo de León, 86 MANRIQUE, Jorge: Cancionero, Madrid: Espasa-Calpe, 1971, coplas XVIII, XIX y XX, pp. 97-8. 87 Poetas cortesanos del siglo XV, edición José Onrubia de Mendoza, Barcelona: Bruguera, 1975, p. 159. Se conse rvan en un m anuscrito de la Bibl ioteca N acional de París, publicado en 1898 por Foulc hé- Delbosc y del que Menéndez Pelayo hizo un extracto para Antología de líricos. 608 y a fray Duque de Alburquerque, que es el mayor garañón”. 3.3.5. EXCLAMACIÓN Y QUERE LLA DE GOBERNACIÓN DE GÓMEZ MANRIQUE. Es un decir en el que el poeta descri be el m al gobierno del rey, aconsejado por personas ineptas: Los mejores valen menos, mirad qué gobernación, ser gobernados los buenos por los que tales no son88. Este escritor que fue caballe ro des tacado en la corte de En rique IV, no parece que fuera de los con trarios al rey pu es en su Cancionero se encuentra un loor en el que alaba a la reina; por lo tanto, podríamos inte rpretar su crítica como una denuncia de los malos consejeros que eligió el rey, y que todos los cronistas denunciaron 3.3.6. CANCIONERO DE GALLARDO. Es un cancionero anónimo del siglo XVI, que fue publicado por Gallardo en el siglo XIX. Hay una coplas tituladas Abre, abre las orejas 89, cuyo encabezamiento dice: “coplas hechas al rey don Enrique, repren diéndole de sus viçios y el m al gobierno d´estos reinos de Castilla”. Buen ejemplo de crítica política, directamente al rey, por su mal gobierno, pero también critica su vida privada; le com para con un pastor que cuida mal a su rebaño, símil de sus súbditos que por eso se quejan: Abre las orejas escucha, escucha pastor que no oyes el clamor que te hazen tus obejas sus vozes suben al çielo quexando su desconsuelo que las tresquilas a engaño tantas vezes en el año que nunca las cubre el pelo […] Has sacado lana tanta que si te dieras la maña ubieras fecho una manta que cubriera a toda España mas commo las as repelado el biento te la ha llevado que no hera tu yntençión dirigida a salvaçión ni al provecho del ganado 88 MARTÍN, José Luis: Enrique IV, Madrid: Nerea, 2003, p. 302. Capítulo: Los poetas hablan de Enrique IV. 89 BNE, mss. 3.993, fol. 35r. 609 3.4. GENEALOGÍA DE LOS REYES DE ALONSO DE CARTAGENA. Esta obra, que ya estudiam os en el capítulo anterior dedicado de Juan II, difundió el ideario político de Alons o de Cartagena que, según Elisa Ruiz 90, se cifra en la importancia de la co ntinuidad y legitim idad dinástica, la prim acía de los m onarcas castellanos y la creencia de un futuro prom etedor de la Corona, pero que adem ás, supo establecer una “imagen” de la realeza basad a en la propaganda. Precisamente, esta obra termina con el reinado de Enrique IV 91, legítimo heredero com o hijo prim ogénito del rey que le precedió, y de él hace una breve biografía. En esta obra no se hace un ju icio de valor ni del m onarca ni de su gobierno, es el representante de la dinastía en su momento y como tal se le trata. En una versión en len gua vernácu la, la de la Real Biblioteca de Palacio 92, encontramos una ilustración gráfica muy original [fig. 3], aunque realizada algunos años después, hacia 1460, como la de los de más reyes. Vamos a recoger la descripción que hace Elías Tormo, de la que considera verdadero retrato93: Embrazando lanza, de punto en blanco, con gonela o sobretúnica, montando a la jineta, silla de altos bor renes, estribos arábigos, sobre corcel que con sus cuatro cascos pisa cuatro cortadas cabezas de moros granadinos. El yelm o, con rama y con cimbreante granada en ella […] Este lisonjero apunte a la plum a, que quiere ofrecernos la im agen de un guerrero, cu ando apenas logra darnos la m etida andanza de un pacífico justador, gran jinete y cazador. En el texto, de su biografía incom pleta, se destaca que hizo la guerra “contra los moros”. Y esta circunstancia que da bien patente en el dibujo, en las cuatro cabezas q ue pisotea el caballo. Además hay otros elementos que individualizan la representación de don Enrique: el que m onte a la jineta, h echo que recogen las crónicas com o vi mos anteriormente, aunque con un m atiz crític o, porque decían que tenía influencia granadina, pero ese aspecto no se recoge a quí puesto que aparece como “m atamoros”. El que en su curioso tocado aparezca la granada como remate, es significativo porque se considera este fruto como e mblema del rey y sustituye al sím bolo del poder real que sería la corona. Podría ser un retrato real, pues tiene parecido con otros que analizaremos más adelante; en cuyo caso sería el primero realista de esta serie, dado que el pintor le pudo conocer no sería de extrañar, además a estas alturas del siglo XV, ya se generalizan los verdaderos retr atos, tanto en pintura com o en escultura. El dibujante ha escogido la figura ecu estre en vez d e la m ayestática, muy adecuada p ara este rey, no solo por la guerra que emprendió contra Gr anada, sino por su afición a la caza y porque la posición de jineta, según los cronistas, era característica suya. En la versión latina de es ta obra, conservada en el AHN 94, hay un dibujo coloreado, muy herm oso, que representa a Enricus Quartus [fig. 4]. Es un retrato ecuestre, el rey lleva escudo, lanza y espada envainada, va a galope en actitud d e lucha; 90 R UIZ, El isa: “Avat ares c odicológicos de l a Genealogía de los Reyes de España”, historia, Instituciones, Documentos, 27 (2000), p. 322. 91 Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, falleció en el año 1456, por lo tanto este es el último rey que conoció. 92 Real Biblioteca de Palacio, mss. II/3009, fol. 205r. 93 TORMO, Elías: Las viej as series icónicas de los Rey es de E spaña, M adrid: Ju nta de i conografía nacional, 1916, pp. 235-6. 94 AHN, Códices 983 B, fol. 45v. En el fol. 46r dice que la obra se terminó el 22 de julio de 1456, reinando Enrique IV. 610 lleva turbante de tipo moro y encim a cor ona dorada. Es una ic onografía curiosa, que puede tener una doble interpretación: la indum entaria mora podría aludir a su iniciativa para reanud ar la guerra de Granada, de acu erdo con la tradición castellana de guerra santa contra el infiel, o a su supuesta af ición a todo lo m usulmán, como decían sus enemigos, y esta es la im agen que quieren tr ansmitir de él; am bas im ágenes son representativas de sendos bandos en lucha y que, en definitiv a, resume lo que fue el reinado de Enrique IV. 3.5. EL MANUSCRITO DE PARÍS DE EL LIBRO DEL CABALLERO ZIFAR95. De esta ob ra hablamos en el reinad o de Fernando IV, pero este m anuscrito se fecha en el reinado de Enrique IV, por eso vamos a comentarlo. Josefina Planas96 cree que este rico ejem plar, profusamente iluminado, obedece a un encargo regio porque, presidiendo el com ienzo de l a obra, aparece el escud o de armas de lo s reyes de Castilla , sujetado por dos ángeles tene ntes, y alrededor de él se disponen varias granadas 97, fruto que, com o sabemos, es el emblem a de don Enrique; además considera que este controvertido re y desempeñó un papel de mecenas artístico, y en este contexto se situaría el encargo de esta obra, que por otra parte no presenta unas miniaturas de gran calidad, sobre todo si las com paramos con las que se hacían en Francia o Italia. Elisa Ruiz98, por el contrario, piensa que es anterior porque la orla del folio inicial es posterior a la m anufacturación del códice. Efectivamente el escudo de armas con las granadas y la orla decorativa del fol. 1r [fig. 5] sí corresponden a este reinado, pero parece un añadido , porque está encajad a entre la caja de escritura, y porque su estilo refinado no se parece en nada al de las otras miniaturas del manuscrito, por estos motivos tendría que ser anterior, además paleográficamente puede fecharse a principios del siglo XV. Ciertamente, en la parte superior del fo lio y enmarcando la miniatura inicial, se aprecia un a bella o rla f loral con a nimalitos y putti enredados en ella, entre los q ue aparece el escudo de Enrique IV. Podríam os interpretar que el rey quiso patrocinar una obra artística im portante, dent ro de la escasa producción castellana. Un reinado tan turbulento no dejó lugar a la producción ar tística, fue una etapa pobre entre la riqueza documental del reinado de su padre y la im portante producción de libros m iniados del reinado de Isabel la Católica. 95 BNF, mss. Esp. 36. 96 El Libro del caballero Zifar, edición Francisco Rico, Barcelona: Moleiro, 1996, pp. 140 y ss. 97 El t ema de la gra nada c omo el emento or namental al rededor del es cudo l o veremos repet ido en numerosas ocasiones en este reinado, pero también aparecerá en los escudos de los Reyes Católicos, por ejemplo, en el impreso en el taller de Juan de Francourt de Valladolid, y en el del taller de Pedro Giraldi y Miguel de Planes también de Valladolid; en éstos todavía no está la granada incorporada en el escudo por lo que no hace relación al reino, si no que es un tema ornamental heredado de Enrique IV. 98 RUIZ, Elisa: Los lib ros d e Isa bel la Ca tólica, Salamanca: Instituto de Histo ria d el Lib ro y d e l a Lectura, 2004, p. 74. 611 3.6. EL LIBRO DE JORGE EINGHEN. El llam ado Códice de Stuttgart 99, co ntiene el relato del v iaje hecho por Jorge Einghen a España en 1457 y está ilustrado con la s miniaturas de los reyes que visitó en sus viajes; cada uno está identificado con sus títulos, dignidades y escudo de arm as y son figuras de cuerpo entero que no están vestidos con los trajes regios sino con los que usaban a diario. No son retratos directam ente del natural sino a partir de los apuntes tomados durante el viaje, por lo que pode mos decir que tienen un cierto carácter de autenticidad. El retrato de Enrique IV [fig. 6] presen ta al rey vestido de negro con capa sobre el traje, lleva un curioso gorro ro jo que recuerda al fez, as imismo lleva espada an cha que pende de una bandolera, las botas de piel son de color claro. Sí parece coincidir con la descripción que de él hace Alonso de Palencia en las Décadas, por ejem plo, la deformación de la nariz, provocada por una caí da de niño, así como cuando dice que en su boda con doña Juana vestía bonete y capuz. Se observa una m irada triste y melancólica que bien podría ser la de este rey que pasó por tantos trances am argos. Lo que no corresponde con lo que ve mos es que sería grande de cuerpo com o dicen los cronistas, pero todos los hist oriadores que lo han estudia do lo consideran realista, circunstancia que en el siglo XV ya es frecuente. En la presentación escrita se enumeran los territorios de su rein o como si fuera la intitulación de un docum ento real, y aparece su escudo de arm as; esta representación fiel de su aspecto físico podría explicarse porque no es un libro español y porque no se realizó en la corte. Es un retrato sorprendente, por lo rar o, no responde al prototipo oficial de los que se hacían los reyes, bien es verdad que va vestido “de diario”, pero sí que parece que ese aspecto desaliñado, si n ningún sím bolo real, podría responder a la im agen de persona solitaria, amante de la caza en los bosques y no de la corte, que los cronistas nos han transmitido de don Enrique. 3.7. FORTALITIUM FIDEI. Obra escrita hacia 1461 por Alonso de Espina 100, en latín, en la que plasm ó sus ideas para acabar con lo s herejes en especial co n los judíos. Tiene gran interés porq ue nos demuestra como era la sociedad en esa época. 99El códice contiene la autobiografía de u n caballero de Suabia, Jörg von Ehingen, que realizó un viaje por varios países de Europa, entre ellos Castilla, donde estuvo para asistir a la campaña contra el reino de granada en 1 457, p or l o t anto vi o al rey Enri que IV, i ncluso nos c uenta com o el pro pio m onarca l e concedió l a Orden de l a Banda: “con su túnica escarlata y una banda dorada” (p. 44). El autor mandó hacer unas miniaturas de los reyes que visitó, siguiendo los perfiles que tomara en el viaje. L os retratos que hoy ilustran el códice fueron pintados a principios del siglo XV. Ha sido estudiado por Antonio Mª FABIÉ: Viajes por España de Jorge Einghen, Madrid: Librería de bibliófilos Fernando Fe,1889. Donde dice que el códice de este libro se encuentra en la Biblioteca real y pública de Stuttgart. Cfr. FOULCHÉ-DELBOSC, R.: Bibliographie d es voy ages en Es pagne et en Port ugal, Am sterdeam: Meridian Pub lishing CO , 1969, p. 15 : “145 7. G eorg von E hingen. M anuscrit de l a B ibliothéque de Stuttgart (Hist. nr. 141)”. La rep roducción del ret rato está t omada de Al fonso de PALENCIA: Gesta hi spaniensia ex an nalibus suorum dierum collecta o Décadas (ed. Brian Tate & Jere my Lawrence), Madrid: Real Acad emia de la Historia, 1998. 100 Monje fra nciscano, que fue confesor de Enrique IV, al que propuso que introdujera la Inquisición en Castilla p ara persegu ir a lo s herejes, en esp ecial a lo s jud eoconversos. Solicitó tam bién el ap oyo del general de l os Jerónimos fray Alonso de Oropesa, pero no lo consiguió pues las propuestas de ést e eran más moderadas. Pero el rey sí autorizó el establecimiento inquisitorial en Castilla, aunque bajo control de los obi spos. E n est a ob ra cl asificó, del imitó y enum eró vei nticinco t ransgresiones de l os con versos, algunas eran hechos comprobados, otras eran fantasías sobre crímenes rituales. 612 Hay un m anuscrito en pergam ino en la catedral de Burgo de Os ma101, que nos interesa por la numerosas y delicadas miniaturas que lo decoran, son dibujos a plum a y sombreados. Como nos dice en la últim a hoja fue encargado por el obispo Montoya de dicha diócesis en 1464. Las ilu straciones son de reyes cristi anos que han vencido a los enemigos de la fe cristiana, lo que es una manera de identificar a la m onarquía con la lucha contra los herejes, objetivo que Alons o de Espina quería que defendiera Enrique IV. Están represen tados a cab allo, con coron a y otros atributos regios com o espada, cetro o poma, de m anera que es una interesante galería por su variedad. En el fol. 147v [Fig. 7]se refiere el texto al rey Alfonso el Magno, que podemos suponer que es el representado de manera muy tosca, pero nos sirve com o modelo de retrato ecuestre que personifica al rey com o campeón de la guerr a santa contra los m usulmanes, que encaja perfectamente con el clim a previo a la gue rra contra Granada que está preparando don Enrique. Una segunda lectura sería la de traspon er la idea de cruzada a la lucha contra los herejes judeoconversos, que en la época del autor em piezan a ser co nsiderados los verdaderos enemigos de la fe. 3.8. PONTIFICAL DE GUILLERMO DURANDO102. Este códice de la Bib lioteca Nacional103 en pergamino, escrit o en latín, para uso de don Luis de Acuña, obispo de Burgos 104, presenta el interés de estar miniado en su s letras capitales con escenas alusivas al conten ido. Por ejemplo en el fol. 110 [fig. 8], e n la letra capital C, se representa la coron ación del rey por el obispo: se le ve arrodillado ante el prelado, quien con sus manos le va a colocar la corona. Ya sabemos que este rito no era propio de Castilla, pero el que un libro ilum inado en este reino 105 contenga escenas con este con tenido quizá indique que el obispo que lo encargó reivindicaba ese papel, que en definitiva era una preeminencia del poder eclesiástico sobre el regio, tema de debate durante toda la Baja Edad Medi a, pero que en la se gunda mitad del siglo XV ya no tenía sentido en Castilla, excepto el protagonism o de un obispo que quisiera destacar su autoridad sobre la de un rey ta n desprestigiado como Enrique IV; además el obispo Acuña jugó un papel importante en la reforma de la Iglesia castellana. 101 Catedral de Burgo de Osma, códice nº 154 ( ROJO ORCAJO, Timoteo: Catálogo descriptivo de los códices que se conservan en la catedral de Burgo de Osma, Madrid: Tip. De Archivos, 1929. 102 Gu illermo Du rando, ob ispo d e Mend e (Fran cia), m urió en 133 4, fu e q uien m odificó el po ntifical, como libro litúrgico y en él se recoge la idea de una sociedad cristiana ordenada jerárquicamente en torno al obispo que es el que tiene el pode r de instituir al clero, de santificar a los laicos y de consa grar a los reyes. Es i mportante p orque pr oporciona un m odelo cer emonial para l a cor onación de rey es frente al pontifical romano que sólo proporcionaba modelos imperiales. 103 BNE, Vit. 18-9. 104 Fue Obispo de Burgos entre 1456 y 1495, famoso por el mecenazgo de libros litúrgicos que han sido estudiados por LÓPEZ MARTÍNEZ, N.: ”La biblioteca de don Luis de Acuña en 1496”, Hispania (1960), pp. 81-110. 105 JA NINI, Jo sé & SERRANO , Jo sé: Manuscritos litú rgicos d e la BN, Madrid: Di rección General de Archivos y Bibliotecas, 1969, p.238. 613 3.9. ARTE DE LAS BATALLAS DE VEGECIO106. La versión que presentamos es una traducción con glosas de fray Alonso de San Cristóbal, y está dedicado a Enrique IV: Muy alto e muy claro prínçipe poderoso don Enrique, por la graçia de D ios Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galisia , de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jaén, del Algarve, de Al gesira e Señor de Viscaya e de Molina, el qual Dios dexe bevir e reynar por muchos tiempos a su serviçio […] Señor por quanto fue la vuestra voluntad de m e mandar romançar el libro en vuestro lenguaje, el libro e la obra que fiso Vegeçio de la cavallería e de la arte de las batallas. El interés por las obras clás icas podría estar en relación con el Humanismo que ha triunfado en Italia y poco a poco va introdu ciéndose en Castilla, y en este sentido el monarca, al interesarse por las obras de la Antigüedad, se comporta como un hombre de su tiempo, similar a los escritores de los que ya hem os hablado. El que el tem a sea la guerra, podría explicarse porque este rey reinició la guerra contra los musul manes de Granada, y sabem os que fue planif icada co mo una guerra de desgaste, por lo tanto necesitó un buen estudio previo, que bien podría haber partido de esta obra romana. 3.10. DE LAS ESTATUAS ANTIGUAS107. Obra manuscrita escrita en 1590 por el es cultor Diego de Villalta en la que se incluyen dibujos a pluma de cuarenta y una figuras de la sala del Alcázar de Segovia. La Sala de los Reyes del Alcázar fue cread a por Alfonso X, y en ella estaban las esculturas de los reyes castellanos leoneses. Enrique IV m andó completar la serie con los diez retratos de los reye s sucesivos hasta él m ismo, lo que no es extraño pues este rey mandó embellecer diversas salas del m encionado alcázar, y fue su empresa artística más importante. Las esculturas eran sedentes y estaban dispuestas a m anera de coro de monasterio, las efigies presentan atributos iconográficos propios de su condición de reyes, y algunos, elementos específicos; los tronos son sencillos y de estilo renacentista. Enrique IV, que es la núm ero 41 [fig. 9] , por ta corona y cetro, y no lleva ningún elemento distintivo, sorprende que tenga barba cana, cuando en los otros retratos que se conservan de él no la tiene, puede deberse a que la llevan todos los reyes y el escultor decidió mantenerla, aunque no la tuviera realmente, lo que nos hace pensar que no es un verdadero retrato, a pesar de que fuese su contemporáneo, y, precisamente por eso, pudo no ponerle ningún sím bolo distintivo, que tendría que ser de signo negativo, ya que fue un reinado lleno de problem as y convulsion es; lo representa como una figura mayestática que podría corresponder a cualquier monarca. Se puede interpretar la decoración de es ta sala, com o un deseo de perpetuar la dinastía castellana y de mostrar la línea de sucesión hasta él mismo, legítimo rey. Según 106 Real Biblioteca de Palacio: mss. II.569. Es un c ódice en que hay tre s obras , además de la que nos ocupa esta Flores de Filosofía y Libro de los caballos. Esta fechado en el siglo XV (LUCÍA MEGÍAS, José Manuel: “Un nuevo testimonio de Flores de Filosofía: El ms. II.569 de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid”, Revista de Literatura medieval, 6 (1994), pp. 212-3. BNE: R. 10445. De re militare de Flavio Vegecio, fol. 140-142. De este ejemplar extraemos las citas. 107 British Library: mss. Add. 17.905. Seguiremos es estudio que ha hecho Fernando COLLAR DE CÁCERES: “En torno al Libro de retratos de los Reyes de Hernando de Ávila”, Boletín del Museo del Prado, 10 (1983), tomo IV, pp. 7-35. 614 Yarza108, es un intento de continuar una serie prestigiosa precisamente en uno de los lugares que el rey favoreció con su presenci a y diversas obras, com o fue la ciudad de Segovia y su alcázar. 3.11. BALANCE. Hemos visto que tanto tratadistas com o poetas, y otros escr itores del momento recogen la doctrina política de l corporativism o, antigua pe ro que sigue vigente como medio de legitimación y de propaganda para un rey, cuyo go bierno fue cuestionado por un sector importante del estam ento privilegiado que le acusaron de tirano y de querer deslegitimar la dinastía. Por una parte tenem os la im agen de la m onarquía, institución defendida por todos, com o cabeza de la sociedad estam ental y caballeresca, pe ro por otra, la de Enrique IV que no es reconocido como esa cabeza que dirige el buen gobierno del reino, aunque muchas de las fuentes insisten en que su gran error fue la elección de personas desleales y ávidas de riquezas como sus consejeros. Las im ágenes predo minantes de este rey son negativas, incluida la del desgobierno del país bajo su m andato, lo que indica que la labor de propaganda para desprestigiarle surtió ef ecto; pero, consideramos que m uchas de las críticas debían de ser m erecidas, cuando son tantas las voces que coinciden en ellas, incluso personas cercanas a él y que trataban de aconsejarle como gobernar, indirectam ente denuncian los defectos de su comportam iento. Ta mbién, hay que tener en cuenta que el ser derrotado en la lucha dinástica, contribuyó a su descrédito, porque las fuentes que han pervivido, en mayor número, son las aliadas de los vencedores. 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS. 4.1. DOCUMENTOS EN PERGAMINO: LOS PRIVILEGIOS RODADOS. 4.1.1.CARACTERÍSTICAS GENERALES. Sigue siendo el diploma m ás solemne de los expedidos por la cancillería real. Mantiene la misma estructura y disposición de l tenor que en la etap a anterior. A través de él, el rey concede gracias a sus súbditos pero siempre teniendo en cuenta el porqué y las consecuencias positivas o negativas que se puedan derivar para la Corona. Se subraya en la intitu lación el papel protagonista del rey mediante la expresión de sus dom inios y d e los miembros direc tos de la f amilia real. En las confirmaciones tenemos a otros m iembros de su f amilia y los altos dignata rios ecles iásticos y nobiliarios. La rueda sigue siendo la m ejor imagen plástica del poder regio. Ade más, en algunos casos, tenem os el retrato del rey, m iniado, en la capital inicial, com o también hay otros elementos decorativos en las orlas que aluden a su persona. Podemos decir que se conservan menor núm ero que en el reinado de Juan II. Respecto a la calidad, los hay que m antienen el alto n ivel alcanzado en ese reinado y están bellam ente m iniados, otros son m enos bellos y lujosos. E n los m otivos decorativos se entremezclan las influencias italianas y las flamencas. 108 YARZA LUACES, Joaquín: “La imagen del rey y la imagen del noble en el sigo XV c astellano”, en Adeline RU CQUOI(coordinadora): Realidad e i mágenes del poder. España a f ines de l a Edad Media, Valladolid: Ámbito, 1988, p. 274. 615 4.1.2. EJEMPLOS DOCUMENTALES *1455, febrero, s.d. Segovia109. Enrique IV aprueba y confirm a los capítu los otorgados para su casam iento con la infanta doña Juana de Portugal, y los desposorios de ésta por poder con don Fernando López de la Orden, en su nombre. Como ve mos es de contenido m uy inte resante. En el preám bulo glosa las conveniencias de las uniones m atrimoniales y m ás adelante se inserta el contrato público y capitulaciones establecidas con don Alfonso de Portugal, herm ano de la infanta, y la carta de procuración a favor de don Fernando López de la Orden, embajador y capellán mayor del monarca castellano. Está exquisitam ente ornam entado. En el fo l. 1r [fig. 10] destac a la orla en el ángulo superior izquierdo, sobr e el fondo blanco del pergam ino, a la m anera flamenca, formada por roleos de hojas carnosas en los que se enredan unos putti y florecillas, lo que nos ind ica una inf luencia italiana; en e l centro del m argen superior aparecen d os figuras tenentes portando el escudo real coronado. La capital in icial tiene una rica decoración vegetal sobre fondo de oro. También hay iniciales secundarías decoradas. En el fol. 4v se encuentra el signo rodado, en cuyo centro ap arecen dos figuras sosteniendo el cuartelado de Castilla en form a de escudo coronado; tanto el anil lo interior com o el exterior como las enjutas del cuadrado alternan el color az ul y el rosa de m anera muy elegante. Es un privilegio extraordinario. El contenido d emuestra que el rey u tiliza es te tipo de diplom a para los asuntos m ás releva ntes y variados. La decoración pone de manifiesto que no se ha perdido la tradición de hacer bellos privilegios que tuvo la corte de Juan II, lo cual indica que se m antiene la tradición de dar una im agen refinada de la monarquía. *1455, diciembre, 21. Ávila110. Enrique IV confir ma un privilegio rodado otorgado por su padre Juan II en Valladolid, el 24 de septiem bre de 1421, por el que acoge bajo real protección al Colegio de San Bartolomé, fundado en la ciudad y estudio de Salamanca por don Diego de Anaya, arzobispo de Sevilla. El contenido tiene gran atractivo, porque demuestra el apoyo regio a las universidades. El m onarca continúa siguiendo las prácticas cancille rescas de confirmar las mercedes concedidas por los predecesores a petición de los beneficiados, que en este caso es la Universidad de Salamanca, institución cultural de primer orden en el reino de Castilla. Se elige el tipo docum ental más so lemne de la cancillería y muy usado por Juan II, como se ha visto, y tam bién por su hijo. Comienza por la notificación donde se presenta como carta de confirmación y privilegio: Sepan quantos esta carta de priville io e confirm açión vieren comm o yo Don Enrique por la graçia de Dios rey de Castilla, de León, de Toledo, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Mu rçia, de Jahén, del A lgarbe, de A lgezira e sennor de 109 AGS, P.R. 49-38. Estudiado en Elisa RUIZ GARCÍA: El documento pintado, Madrid: AFEDA, 2000, pp. 126 y ss. 110 Archivo de la Biblioteca Universitaria de Oviedo, Pergaminos Civiles II, nº 23. 616 Viscaya e de Molina111, vi una carta de previlleio rodado del rey don Iohan, m i padre e mi sennor112 Ya en el texto documental, al hacer el anuncio de la em isión del documento y su validación, deja claro que la c onfirmación del privilegio ante rior lo hace a través de un privilegio rodado, com o queda patente con la ap arición de la rueda, la suscripción real corroborativa y los confirm antes que están a am bos lados de aquella, los cuales son las más altas personalidades del reino y, entre ellos, el rey de Granada como su vasallo: E desto vos m andé dar esta m i carta de previllejo, escripta en pergam ino de cuero, rodado e sellado con m i sello de plomo pendiente en filos de seda de colores […] Yo, el sobredicho rey don Enrique, reynando en uno con la reyna donna Juana, mi muy cara e m uy a mada muge r, e c on los infantes don Alfonso e donna Ysabel, m is m uy caros e m uy a mados herm anos, en Ca stilla, en León, en Toledo, en Gallizia, en Sevilla, en Córdova, en Murçia, en Jahén, en el Algarve, en Algezira, en Badajo z, en Vizcaya, en Molina, oto rgo este p revillegio e confírmolo. Don Cag, rey de Granada, vasallo del rey, confirm a. Don Fadrique, primo del rey, almirante mayor del mar, confirma. Don Johan de Guzmán, primo del rey, duque de Medina Sydonia, conde de Niebla, vasallo del rey, confirm a. Don Alfons o Pi mentel, conde de Benave nte, confirm a. Don Yniego López de Mendoça, marqués de S antillana, conde de l Real de Mançanares, sennor de las Casas de Mendoça e de la Vega, confirma. […] Don Rodrigo de Luna, arçobispo de Santiago, confirm a. Don Alfonso Carrillo, arçobispo de T oledo, prim ado de las Espannas, chançiller m ayor de Castilla, confirma. Don Alfonso de Fonseca, arçobispo de Sevilla, confirma. Es un documento suntuoso que tiene todos los elem entos decorativos propios de este tipo de diplom a. En el final del m ismo se sitú a la ru eda [fig. 11], la cual es un magnífico ejemplar en cuanto a tam año, calidad del colorido y com posición; tanto el cuadrado que lo enmarca como los círculos concéntricos de los anillos están pintados en oro, al igual que las letras de las leyendas, y el e mpleo de tan precioso color quiere hacer honor a la m áxima categoría de su au tor. En el círculo central, sobre fondo azul aparece el escudo real, rem atado con corona floronada, con el cuartelado adornado con hojas de acanto de color rosa, m otivo que también apare ce en las e njutas de l s igno rodado. Hay otros elem entos decorativos co mo la bella cenefa de ro leos vegetales y florales en los que se in sertan putti y animales fantásticos, de clara influencia italia na, que enmarca el cuadrante superior izquierdo, y las iniciales secundarias. Pero sobre todo destaca la inicia l S, encuadrada en una car tela de fondo de oro, en la que aparece el retrato del rey; es una figura m ayestática puesto que está sentado en un gran trono con amplio resp aldo y escabel, tien e u na coron a de oro de ex agerados fl orones, l leva l a espada envainada en oro, cuyo pom o sujeta con su m ano derecha; va vestido a la m oda borgoñona, con ajustada jaqueta verde, manto azul corto y calzas rojas; muestra el pelo 111 En la intitul ación no hay ni nguna novedad c on respecto a su s pre decesores, ya que no hay incorporaciones territoriales. 112 Las citas textuales corres ponden a la t ranscripción que apa rece e n Mº Jose fa SANZ FUE NTES: “Historia, diplomática y art e en un p rivilegio rodado de Enrique IV”, Homenaje a C arlos Cid, Oviedo: Universidad, 1989, pp. 410 y ss. 617 corto y barba raída. Aunque el dibujo no tiene gran calidad, se podr ía decir que es un retrato realista 113, además la vestim enta difere nte a las habituales en otra s representaciones mayestáticas, y la posición separada de las piernas, origina una imagen distinta de la de otros monarcas. Com o sabemos por las descripciones de sus cronistas que era poco ortodoxo en cuestiones de protocol o, se puede pensar que el artista le ha querido pintar lo más fielmente posible. También es significativo que con el dedo índice de su mano izquierda señale hacia el texto, de manera que se identifica como autor del contenido jurídico del diploma, ademán que ya Alfonso X para señalar la autoría de sus obras; no obstante, hemos de m anifestar que la calidad artística del retrato es pobre, resulta m uy prim itivo en el trazo y en el modelado del rostro, en ningún modo comparable a la técn ica depurada q ue hem os visto en el retrato de Frías o a los q ue vimos en el reinado de Juan II. Este p rivilegio tan lujo so es un e jemplo de có mo el rey q uiere solemnizar un acto jurídico relevante mediante su versi ón escrita de m anera que nos proporciona una imagen personal como rey autoritario que otor ga mercedes a sus súbditos en la m anera que él considera adecuada y por su propia decisión, fruto del poder absoluto que el resto de la familia real y de lo s estamentos le reconocen. El colegio de San Bartolomé, como beneficiario, es el p rincipal inte resado en que se haga patente en el docum ento la presencia del rey que es el único que tiene el poder para darles tal merced. *1456, abril, 23. Écija114. Enrique IV otorga la villa de Jumilla a don Juan Pacheco, marqués de Villena. Es un privilegio rodado modélico, de gran tamaño, del que nos interesa comentar las fórm ulas alusivas al concepto del poder monárquico. No hay fórm ulas nue vas respecto a reinados anteriores, pero como se hizo en los primeros años del reinado, antes de que comenzaran los problem as, nos perm ite conocer la conc epción política del propio rey. La invocación explícita es trinitaria y m ariana, también invoca al apóstol Santiago “p atrón e guar da de los reyes de Castilla e de León”, y a todos los santo s; utiliza fórmulas usuales, pero con ello dem uestra que sigue haciendo gala de profundo sentimiento religioso y de que rer hacer una conexión entre p oder espiritual y tem poral. En el largo preám bulo, apoyándose en los santos y en los filósofos, defiende tanto la teoría corporativa como la que considera al re y el vicario de Dios en lo tem poral y, a sí de ambas, extraemos la imagen de un rey c on mucho poder, que es la cabeza que debe gobernar a su pueblo en paz y con justicia por lo que responderá ante Dios, que ha delegado en él el poder temporal: Asý commo los m iembros del cuerpo de l omme, cada uno por sy dividido non faría pro alguno, e todos juntos de nesçesario han menester cabeça que los rija e mande e govierne e de cada uno lo que ha nesçesario, e aún las animalias en cada manera tiene p rincipal e m ayor cabeça que los goviernen e m anden. Asý nuestro Sennor Dios quiso poner en los re gnos e pueblos dellos e en cada regno, uno que fuese cabeça e oviese este nombre de Rey, que es el nombre de Nuestro Sennor Ihesu Christo, que es Rey de t odos los Reyes e Se nnor de todos los Sennores, por el qual los reyes reynan e son sus vicarios en la tierra, porque toviesen sus regnos e los pueblos dello s en pas e en concordia e usasen e 113 SANZ FUENTES, Mª Josefa: Ibidem, p. 408. Explica que esta cabeza es idéntica iconográficamente a la del sello del plomo. 114 AHN, Códices, 1022 B. 618 exerçitasen la justiçia entre sus sú bditos e naturales dando a cada uno sus derechos Esta concepción de la monarquía la venim os viendo de sde Alfonso X, pero en este reinado la idea de unidad que tran smite cobra m ucha importancia, porque hubo muchas divisiones y deslealtades al rey, que pus ieron en tela de juicio su poder, aunque se manifestaron claramente en la segunda pa rte del reinado. P uede ser significativo que Enrique IV reclamara ese papel de cabeza desde un principio. En la exposición de m otivos justifica que el rey debe satisfacer con donaciones a los que le sirven lealmente, y este es el caso de don Juan Pacheco, que le ha hecho “buenos e leales e sennalados serviçios” por los que ha llegado a poner en peligro su persona. Por lo tanto el rey debe obrar con justicia y recompensar con bienes materiales, lo que era una práctica habitual entre los monarcas. El problema vino c uando tuvo que hacer tantas m ercedes para hacer frente a la división de la nobleza, lo cual produ jo la enajenación de m uchas ciudades y villas, por lo que éstas se quejaron com o ya se ha explicado. Finalmente la suscripción del monarca y de los otros m iembros de su familia, el refrendo del secretario real, y la relación exhaustiva de lo s confirmantes, miembros de la nobleza y del alto clero, algunos presentá ndose como vasallos del rey, que emiten en primera persona su adhesión al acto jurídic o, nos dan la im agen de un gran cortejo que rodea al rey , representado por la ru eda, en es te caso con letras doradas que destacan sobre el fondo azul y que realzan el papel casi divino del soberano. *1458, septiembre, 9. Valladolid 115. Enrique IV, rey de Castilla y León, hace donación a Alvar Góm ez de Ciudad Real, secretario real, de su consejo y regidor de la ciudad de Toledo, de los lugares de San Silvestre y Belvis de la Jara. Sobre el contenido no se puede añadir nada a lo ya dic ho al hilo de otros privilegios, pero en cuanto a los elementos decorativos sí es un documento excepcional, porque tiene un colorido vivo y brillante m uy bien conservado lo que nos indica que la técnica del temple está muy bien lograda. Tiene forma de cuadernillo y en el fol 1r [fig. 12], presenta la inic ial E bellam ente ilum inada con m otivos vegetales dentro de un cuadrado dorado, pero lo m ás llamativo es la orla que rodea todo el texto, son m otivos vegetales en los que se entrelazan putti y animales fantásticos, que se recortan sobre el fondo blanco del pergam ino; en la parte infe rior, donde la orla es el doble de ancha , aparecen dos figuras tenentes que sostiene n un escudo que no se ha llegado a pintar y otra que sostiene una filacteria; obse rvamos que se mezclan las influencias flam encas e italianas, lo que es característ ico del arte en la Castilla de la segunda m itad del siglo XV. En el fol. 5v y últim o aparece el si gno rodado del rey, es m uy bello, de gran riqueza crom ática, y en el centro aparece el escudo con el cuartelado sin coronar y decorado con hojas carnosas rojas y azu les que le proporcionan un gran valor decorativo, adem ás se utilizan los dos colores que desde antiguo son sím bolo de la realeza. Es te ejem plar está en la línea de los m ejores de la época de Juan II, lo que indica que su hijo mantuvo en su cancillería la factura lujosa de los privilegios rodados, que convierte a algunos, com o éste, en verdader as obras de arte. Por lo tanto, este rey tan desprestigiado tuvo interés por las bellas artes, y, en este caso, utiliza tal lenguaje como m edio de propaganda para proporcion ar la im agen de un m onarca poderoso y refinado. 115 Fundación Lázaro Galdiano, M 35, 14. Registro 14427. 619 *1463, enero, 29. Almazán116. Enrique IV confirma a Juan Pacheco, marqués de Villena, y a su mujer, María de Portocarrero, la fundación de su mayorazgo. El contenido es de ordinaria adm inistración pues la concesión de m ayorazgo a través de un privilegio rodado viene siendo una práctica usu al desde el siglo XIII, como ya hem os e xplicado, m ás significativa es la personalidad del favorito, don Juan Pacheco, que es el beneficiario, quien recibió grandes mercedes a cambio de una lealtad al rey que no fue tal. Hay en el texto num erosas alusiones a los conflictos que vive el reino que reflejan la falta de autoridad del rey; en el preám bulo hay llam adas a la lealtad, metáforas sobre el papel del rey como cabeza y co razón del cu erpo social del reino, y en el dispositivo se incluye la fórmula usual “su propio motu e çierta sçiençia e poderío real absoluto”, que tr ata de reforzar el poder del rey frente a las Cortes y también frente a la nobleza. Especial interés rev iste la página inic ial. Pre senta en el cuadran te s uperior izquierdo una bonita orla con decoración vegetal y putti, de tipo recargado frente a las anteriores, en la que la influencia italiana es clara. La fór mula de la inv ocación “En el nombre de Dios Padre” pr esenta letras m ayúsculas ad ornadas con lambrequines en tonos degradados sobre fondo dorado. Lo más destacable es la letra inicial E en la que aparece el retrato del rey en el acto de c onceder la m erced [fig. 13], no es un retrato estereotipado sino realista, en cuyo rostro se trasluce la tristeza y la p reocupación, que es la im agen que el m onarca quiere brindar sobre su estado de án imo ante los grav es problemas a los que se tiene que enfrentar en el inter ior de su reino ; ya Juan II tuv o iniciativa en este sentido, a unque no tan clara com o en este y que será el inicio de un retrato rea lista en los docum entos rea les, que refuerza la presencia personal del soberano en la actio y en la conscriptio documental. Este documento es un ejem plo excepcional de có mo tanto el contenido jurídico como los elem entos decorativos nos transmiten la im agen del rey : su p reocupación y amargura ante las d ificultades que le crean sus súbditos desleales, aunque él pretende mantener el poder inherente a una monarquía auto ritaria, y así utiliza las fórmulas y los símbolos emblemáticos característicos para dejar claro cuál es la voluntad real. 4.2. DOCUMENTOS EN PAPEL. Dentro de la docum entación expedida por la cancillería real hem os escogido algunas piezas, a título de ejem plo, en lo que respecta a la tem ática de esta tesis. S on escritos dignos de comentario por su apar ato verbal, heráldico y em blemático que son vehículo de la imagen regia. Analizaremos a continuación algunos ejemplares. *1459, julio, 10. Arévalo117. Provisión real, en la que el rey se dirige a los ju sticias de Soria y de los dem ás lugares del reino, para que se guardara a doña María de Luna, mujer de Juan de Luna, y a sus criadas el perdón que les había concedido. Es un docum ento dispositivo, en el que el rey responde a la petición de doña María y ordena que se cumpla todo lo contenido en el texto documental. Es un ejemplar modélico que presenta la firm a autógraf a del rey [fig. 14], como prueba de su participación en la conscriptio y de que su voluntad es que se cum pla lo que expresa en la disposición. 116 AH N- Nobleza, Frí as, ca rp. 3 4, nº17. Est udiado e n El isa R UIZ GARCÍA: El d ocumento pi ntado, Madrid: AFEDA, 2000, pp. 129 y ss. 117 BNE, RES. 226, nº 8. 620 *1460, noviembre, 15. Medina del Campo118. Carta de confirm ación y priv ilegio, en la que el re y otorga a don Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava, la facu ltad para que pueda hacer m ayorazgo de todos sus bienes y heredades. Es un bello ejemplar [fig. 15] decorado c on una exquisita orla vegetal que rodea el texto en el lateral izquier do y en el m argen superior. E n el centro de esta banda destaca un motivo relevante, tanto por su posición com o por estar enm arcado por una aureola de color m arrón, podrían ser un par de granadas, fruto que es el sím bolo parlante de Enrique IV, aunque el m otivo no se puede identific ar con certeza. La posición en lugar tan destacado fortalece esta h ipótesis. Aparece en la letra inicial, una D, el escudo del beneficiario. Es un documento solemne que lleva la firma autógrafa del rey y sello de plom o pendiente; de m anera que la autoría queda bien clara, como corresponde a la concesión de m ayorazgo, que pertenece en exclusiva al monarca, tal y como venimos viendo en los reinados anteriores. *1462, mayo, 20. Madrid119. Albalá, en el que el rey notifica al c oncejo de Murcia la proclam ación de doña Juana com o princesa heredera, ordenando que la ciudad ratifique el juram ento hec ho por sus procuradores. En él Enrique IV anuncia que su única hija es la legítima sucesora de sus reinos, y que como tal ha sido jurada en Cortes por los representantes de los tres estam entos y especifica, expresamente, que también por su hermano el infante don Alfonso, lo que es de destacar por la reivindicación posterior que éste hizo del trono: Mi muy cara e muy amada fija primogénita, a la qual el ynfante don Alfonso, mi muy caro e muy a mada hermano, e los perl ados e grandes cavalleros que en m i corte estavan, e los procuradores de las çibdades e villas de m is regnos que por mi mandado aquí son venidos en esta villa de Madrid a 9 días deste presente mes de mayo, todos unánimes, pública e solepnemente, reconosçiendo lo susodicho y conformándose con las dichas leyes de mis regnos e fazañas a antigua costumbre dellos, desde agora para después de m is días la tom aron e reçibieron por su reyna e señora natural e subçesora en los dichos mis regnos e señoríos *1464, diciembre, 7. Valladolid120. Provisión real por la que el rey comunica al concejo de Sevilla que, a petición de prelados y ricos hom bres del reino, había designado como heredero suyo a su herm ano el infante don Alfonso, confiándolo a la cu stodia de don Juan Pacheco, m arqués de Villena121. Es un docum ento de c ontenido muy inte resante porque refleja con claridad la situación de sus dominios en la segunda mitad del reinado: un monarca débil, en manos 118 AHN- Nobleza, Osuna, carp. 9, nº 4. 119 A MMu, caj a 1, nº 144 . Incluido en Mar ía MO LINA GRANDE: Colección de d ocumentos pa ra la Historia del Reino de Murcia. Documentos de Enrique IV, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1988, pp. 412-413. 120 Archivo Municipal de Carmona: Provisiones Reales. Siglo XV – II. Incluido en Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ: Catálogo de d ocumentación medi eval de l Archi vo Muni cipal de Carmona, Sev illa: Diputación Provincial, 1976, Tomo I. 121 A don Jua n Pacheco le nom bró también Maestre de Santiago, previa renuncia de don Beltrán de la Cueva. Igualmente le concede la ciudad de Huete y las villas de Sepúlveda, Portillo, Escalona y Maqueda, que le habían sido otorgadas por Juan II en su testamento. 621 de Pacheco, árbitro de la situación, que tiene en el infante don Alfonso una alternativa válida al soberano, que, adem ás, le entrega posesiones en un intento desesperado de ganarse su lealtad, per o, en def initiva, lo ún ico que consiguió, com o sabem os, es debilitar el patrimonio real. *1466, diciembre, 20. Valladolid122. Carta real de m erced por la que el re y prom ete no enajenar la provincia de Guipúzcoa: Por quanto de las villas y l ugares y alcaldías de la muy noble y leal Provincia de Guipúzcoa e los procuradores de la dich a provincia en su nom bre m e envían suplicar que por les hacer m erced e por excusar que caballeros ni personas algunas no me demandase la dicha provincia ni alguna de las villas y lugares de ella m e pluguiese de tener para m i Cor ona Real e para los Reyes que de m i sucediesen en estos m is Reynos la dicha Provincia todas las villas y lugares y tierras de ella que las no diese en pers ona ni personas algunas pues siempre fue de la Corona Real […] Yo por la presente de mi c ierta ciencia e propio motu e poderío real absoluto de que quiero usar e uso en esta parte com o Rey y Señor […] e quiero y es m i merced y m ando que no valan nin han efecto alguno e por esta mi Carta do poder y autoridad e faculta d a la dicha Provin cia e las todas las villas y lugares e tierras de ella e a cada uno de ellas y a los vecinos y m oradores de ellas que agora son o serán de aquí ad elante e a cad a uno de ellos q ue y en caso que yo aia fecho o de quí adelante e a cada uno de ellos que y en caso que yo aia fecho de aquí adelante ficiere la tal m erced o m ercedes o donación o donaciones se puedan resistir e defender a las no cumplir Esta petición nos dem uestra que las m ercedes de dom inios reales debieron ser importantes y las ciudades se quejan porque no quieren pasar a dominio señorial123. Es otro ejemplo de la debilidad del rey ante la nobleza. Aparecen las típicas expresiones de “poderío real absoluto”, propias de un rey au toritario, aunque éste en concreto no fuera respetado como tal por buena parte de sus súbditos. *1472, enero, 16. Segovia124. Carta real de m erced por la que el rey cede al Maestre de Santiago, don Jua n Pacheco, la villa de Sepúlveda, en satisfacción y enmienda de otras villas125. Las donaciones que hace de ciudades a lo s nobles era una práctica m uy habitual en los m onarcas castellanos. Enriq ue IV hi zo muchas, esp ecialmente en la segun da mitad del reinado, por eso había tantas peticiones de ciudades para que no las enajenara, como hemos visto en el caso anterior. Es un documento extenso, de tres folios, que lleva la firm a autógrafa del rey y sello de pape l de placa. En él se ven las fórmulas 122 Archi vo General de Gui púzcoa: Secc. 1ª, Neg. 11 , leg. 16. Incl uido en José Luis Orella Unz úe: Cartulario R eal de E nrique IV a l a provincia de G uipúzcoa ( 1454-74), San Se bastián: Sociedad de Estudios Vascos, 1983, pp. 120-1. 123 En el m ismo sent ido t enemos un al balá a l a ci udad de L orca, c onfirmándole l a promesa hech a anteriormente de no e najenarla de l a c orona real: 146 5, d iciembre, 28. Segovia (Mar ía MO LINA GRANDE: Colección de documentos para l a historia del Reino de Murcia. Documentos de Enri que IV. Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1988, p. 590) 124 BNE, RES. 261, nº 5. 125 Las villas de Magaña y Enzuna que le tomó para darlas a don Pedro González de Mendoza, Obispo de Sigüenza, la de Magaña, y a don Lorenzo de Figueroa, Vizconde de Torija, la de Enzuna. 622 características de ejercicio de poder absoluto por parte del rey, que le avalan para poder hacer tales donaciones: Yo por esta presente carta de m i çien cia çierta e propio m otu e poderío real absoluto de que en esta parte qu iero usar e uso com o rey e soberano señor, vos fago merçed e graçia e donaçión de todo ello 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE SELLOS Y MONEDAS. 5.1. LOS SELLOS Enrique IV rom pió con los patrones icóni cos de sus predecesores y sus sellos toman una dirección nueva, en la que se conjugan la propia pers onalidad del rey, tanto como las nuevas corrien tes artísticas y de pensam iento que penetran en la península a mediados del siglo XV, que tienden a valorar el individualismo. Li gado a ellas es tá el gusto por la recuperación de los rasgos fisonómicos de las personalidades. En los sellos de este rey aparece un busto m ajestuoso que es un retrato m ás o m enos idealizado del monarca, ya no es la efigie simbólica que hemos visto en los reyes anteriores; es un tipo que reproduce los motivos tradicionales de las monedas. *Sello de plomo pendiente (1455, marzo, 25. Segovia)126 [fig. 16]. En el anverso aparece el busto del rey c on la barba raída y el pelo rizad o sobre la nuca, lleva corona de florones, alterna ndo pequeños y grandes, y m anto recamado; la leyenda dice: ENRICUS IIII DEI GRACIA REX CASTELLE E LEGI. En el reverso aparece el tradicion al cuartelado de castillo s y leones, sím bolo parlante del reino, y la misma leyenda. El tipo iconográfico que apar ece en el anverso es del nuevo patrón icónico que acabam os de com entar, y, com o es sim ilar a los retratos reg ios que hemos visto en los manuscritos, incluido el tipo de corona, podemos deducir que es la imagen figurativa que el rey quería dar a sus súbditos. *Sello de placa (1458, marzo, 5. Madrid)127 [fig. 17]. Aparece un escudo con el cu artelado de Ca stilla y León, d e cuya p arte superior central nace una ra ma con dos granadas, que se ven en el espacio que queda entre las gráfilas. La leyenda dice con letra gótica minúscula: S. DOMINI. HENRICI. DEI. GRACIA. REX. CASTELLE. Es m uy interesante porque aparece la granada, fruto que eligió el propio rey como su e mblema y que hemos visto en documentos y manuscritos; por la fecha de este documento, podemos decir que lo usó desde los primeros años de su reinado; además es novedoso que se incluyera un símbolo parlante en este tipo de sellos, de esta m anera queda personalizado, ya que sólo puede ser de Enrique IV, así individualiza sus sello s: en el anterior con su im agen concreta, en éste con su símbolo específico. 126 AHN, Sigilografía, caj. 3, nº 26. Similares a éste son los que c omenta J.F. BL ANCO GARC ÍA: “ Sigilografía real en el M useo Arqueológico Nacional”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 8 (1990), p. 64. 127 AHN, Sigilografía, caj. 17, nº 31. Otro similar y muy bien conservado (1462, 17, marzo. Madrid): AHN, Sigilografía, caj. 17, nº 37 623 5.2. LAS MONEDAS Existe mucha variedad de monedas y algunas contienen elementos iconográficos novedosos. Por ejemplo [fig. 18a], la moneda128 en cuyo anverso aparece el rey sentado en un gran trono, lleva corona y espada dese nvainada y levantada en la m ano derecha, mientras que con la izq uierda sujeta el globo; estos elementos son los característicos de una im agen m ayestática que quiere repres entar el poderío abso luto del rey, pero, además, en sus pies hay un león rugiendo, que se puede interpretar como símbolo de la fortaleza de la monarquía, ya que tal es el significado atribuido a este animal y universal su asociación con la m onarquía. La leyenda dice: ENRICUS QUARTUS DEI GRACI A REX CASTELLE ED LEGIONIS . El reverso tiene muchos elementos decorativos, en el campo de la m oneda ha y una orla de sem icírculos y ángulos adornados con cruces y perlas, en la parte superior se ve el acueduc to de Segovia, lo que puede deberse a que la moneda se emitiera en esta ciudad. Este tipo de moneda que, además es de oro, recuerda los sellos mayestáticos de otros reinados, pe ro está menos solemne y rígida la figura del monarca, ya que cruza sus piernas de m anera más informal. Fue el primer m onarca que utilizó en la leyenda el numeral detrás de su nombre Otro tipo curioso129 [fig. 18b] es una pieza sim ilar a la anterior, también de oro, en el anverso se ve al rey en actitud mayestática, sentado en un trono de silla alta, pero que a sus pies lleva unos ramos de granadas, que ya hemos explicado, que es el símbolo parlante de este rey, lo que es una m anera de identificar la moneda con este monarca al primer golpe de vista, al igual que hemos visto en los sellos. Esta divisa vuelve aparecer en otro tipo, en cuyo anverso aparece el bus to del rey de frente y a ambos lados dos ramas con granadas, Las demás monedas so n similares a las de los otros re inados: busto de frente o de perfil, cuartelado, castillo y león, iniciales EN coronadas, incluso las hay con el escudo de la banda, que tan frecuentes fueron en el reinado de su padre. Analizar la im agen de l rey en las m onedas nos sirve para com probar que aparecen modelos que se repiten en los otros soportes estudiados. 6. LAS IMÁGENES DEL REY Hay menos imágenes que de su padre, bien es verdad que su reinado fue m ás corto, pero podem os pe nsar que m uchos de sus docum entos, m anuscritos, esculturas, etc., pudieron ser destruidos en tiempos de los Reyes Católicos, los cuales quisieron desprestigiar su m emoria en la dura guerr a de propaganda que libraron. Por el m ismo motivo son muchos los cronistas que escribieron sobre este reinado, unos negativamente como Palencia, otros presentando una im agen m ás benévola, com o Enríquez del Castillo. Fue poco am ante de las cerem onias y del protocolo, al contra rio que su padre, por eso no tenem os noticias de que se celebra sen grandes torneos com o ocurrió en el reinado de Juan II. Las fiestas celebrad as con motivo de su segundo m atrimonio y el bautizo y juram ento de su hija, que fueron las más destacables de su reinado, hay que analizarlas en función de la n ecesidad que ten ía de bus car la adhesión de los nob les hacia su pe rsona y su fam ilia, pues parece s er que, desde un principio, exis tieron 128 HEI SS, Al oiss: Descripción gen eral de l as monedas h ispano-cristianas desde la invasión de los árabes, Zaragoza: Luis Marquina, 1962, Tomo I, lámina 13. BNF, Départament des monnais, medailles er antiques, Espagne, 50. 129 MAN, Numismática, nº inv. 1960/29/2. 624 sombras de dudas sobre la legitim idad de es e matrimonio y del fruto de él. Quizás esa falta de ostentación teatral, para exhibirse ante las otras fuerzas políticas, fue una de las causas de su pérdida de poder, pues los nobles la interpretar on com o un signo de debilidad. La postura que él adoptó fue opue sta a la de su padre, el cual, ante circunstancias sim ilares, logró im poner su grandeza con m anifestaciones fastuos as. Incluso una ceremonia tan adecuada para exalta r la memoria de un monarca como es el funeral, en su caso fue sin honores y tan triste, que refleja la patética imagen de lo que fue su reinado en sus últimos años. La granada la hemos visto en todos los soportes, lo que indica que realmente fue una divis a muy utiliz ada por es te m onarca y con el s ignificado qu e se extrae de comparar su sabor agridulce con el m ismo sentimiento que le producía reinar a Enrique IV. Esa im agen de tristeza es la qu e transmite su sem blante en el retrato del libro de Einghen. Tenemos de él varios retrat os que se pueden considerar realistas, ci rcunstancia que se puede relacionar con la influencia del Hum anismo italiano y su penetración en Castilla. Imagen triste de un rey que intentó fort alecer su trono y la institu ción, pero que, en su enfrentamiento con la nobleza, fue derrotado por ella. Este estam ento encontró en sus hermanastros unos aliados pa ra debilitar su posición, pero que, a la larga, ya en el próximo reinado, llegará a ser doblegada. Isabel, a la que los nobles apoyaron, implantará una monarquía autoritaria, que es lo que don Enrique hubiese deseado, como dejó claro en sus primeras Cortes en Córdoba. Ha pasado a la historia con el sobrenom bre de “impotente”, no se puede saber si lo fue o no, pero la consecuencia de ello, que era la ilegitim idad de su hija, es lo que trascendió y es lo que sus opositores políticos lograron im poner. Fue la disculpa para buscar un nuevo here dero entre la prop ia f amilia rea l, que es lo que hicier on aprovechando su debilidad de carácter, y por este medio tener en jaque a la m onarquía. Además a sus herm anastros les había dado ot ra arm a: la desobediencia a su padre, cuando era Príncipe de Asturias, pues llegó a apoyar al bando contra rio a Juan II y al Condestable, por lo que ya tenían un precedente de deslealtad a la autoridad regia para poder actuar de igual modo. Fue un reinado lleno de paradojas. Él m ismo alegó im potencia para poder divorciarse de Blanca de Navarra, pero ésta no se debió sentir tan maltratada puesto que le nombró su heredero. Hizo una guerra de de sgaste contra el reino nazarí de Granada que fracasó, pero fue la táctica con que ve ncieron los Reyes Católicos. Quiso una monarquía autoritaria y fue un rey sin autori dad que llegó a ser depuesto en la Farsa de Ávila, pero sus sucesores sí consiguieron imponer el nuevo tipo de m onarquía. Elevó a los niveles más altos a personas de la baja nobleza que luego le traicionaron. Aunque el balance parezca negativo, lo s cambios políticos propios de una sociedad moderna llegaron en el reinado de los Reyes Católicos, pero se fraguaron en el de Enrique IV, que experim entó las convulsiones propias del siglo XV en la transición de la Edad Media a la Moderna. 625 IILLUUSSTTRRAACCIIOONNEESS EENNRRIIQQUUEE IIVV 626 Fig. 1 Intitulación y firma de la princesa Isabel. 1474, junio, 27. Segovia BNE, Res, 226, nº 42 Fig. 2 Túmulo funerario de Enrique IV en Segovia Diego de COLMENARES: Aparato para la Historia de Segovia, 1643. 627 Fig. 3 Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartagena RB, mss. II/3009, fol. 205r 628 Fig. 4 Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartagena AHN, Códices 983 B, fol. 45v Fig. 5 El caballero Zifar BNF, mss. Esp. 36, fol. 1r 629 Fig. 6 Jorge de EINGHEN: Viaje por España Biblioteca real y pública de Stuttgart, Hª nº 141 630 Fig. 7 Alonso de ESPINA: Fortalitium Fidei Catedral de Burgo de Osma, códice nº 154, fol. 147v 631 Fig. 8 Pontifical de Guillermo Durando BNE, Vit. 18-9, fol. CX Fig. 9 Diego de VILLALTA: Libro e las estatuas antiguas BL, mss. Add. 17.905 632 Fig. 10 Privilegio rodado y detalle del signo rodado AGS, P.R. 49-38, fol. 1r y fol. 4v 633 Fig. 11 Privilegio rodado: letra inicial y signo rodado Archivo Biblioteca Universitaria de Oviedo, Pergaminos Civiles II, nº 23 634 Fig. 12 Privilegio rodado y detalle del signo rodado Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, M. 35, 14, fol. 1r y fol 5v 635 Fig. 13 Privilegio rodado, letra inicial AHN-Nobleza, Frías, carp. 34, doc. 17 Fig. 14 Provisión real BN, Res. Nº 8 636 Fig. 15 Carta de confirmación y privilegio. Detalle AHN-Nobleza, Osuna, carp. 9, doc. 4 637 Fig. 16 Sello. Anverso y reverso AHN, Sigilografía, c. 3/26 Fig. 17 Sello de placa AHN, Sigilografía, c. 17/31 638 Fig. 18 a Moneda de oro. Anverso y reverso BNF, Départament de Monnais, medailles et antiques, Espagne 50 Fig. 18 b Moneda de oro. Anverso y reverso MAN, nº inventario 1960/29/2 639 CCUUAARRTTAA PPAARRTTEE CCOONNCCLLUUSSIIOONNEESS 640 CONCLUSIONES. La extensión del asunto estudiado en esta tesis desde un punto de vista cronológico, espacial y tem ático dificulta la tarea de enunciar con brevedad y precisión las conclusiones obtenidas al térm ino de la presente investigación. Por ello procederemos a recapitular las principales aportaciones sectorialmente. En prim er lugar, quisiéram os de stacar la im portante labor heurís tica desarrollada. A lo largo de varios años hemos conseguido localizar, reproducir y estudiar un elevado número de testimonios, éditos e inéditos, los cuales han constituido la m ateria p rima de esta tesis. La form ación de es te corpus perm itirá disponer en lo sucesivo de un repertorio de fuentes y dato s que serán un referente para la com unidad científica con vistas a ulteri ores investigaciones. El hech o de tratar un cam po muy amplio fue el fruto de una decisión tom ada al com ienzo de este trabajo. Nuestro propósito era analizar en diacronía la evoluc ión de un proceso histórico en virtud del cual se fue configurando el concepto de monarquía en los reinos peninsulares occidentales y, sobre todo, los m edios util izados para plasm ar y dar a conocer los principios ideológicos que su stentaban el ejercicio del pod er en cada época y reinad o. Este intento se fue m anifestando a través de l recurso a diferentes procedim ientos que materializaban concepciones políticas, prin cipios ideológ icos y doctrinas ju rídicas. Todo ello generó lo que podríam os llamar una fenomenología de la acción de gobierno. Las pruebas visibles de este hecho c onstituyen un cúmulo de elem entos dispares, pero que tienen un denom inador com ún, ya que responden a un m ismo objetivo. En definitiva, el nombre genérico de tales manifestaciones es lo que se ha venido en llamar: la simbólica del poder. A continuación pasamos a resumir las principales vertientes en las que es posible detectar la evolución de dicha simbólica. A tal efecto hemos distinguido seis apartados. 1. GENERALIDADES SOBRE LA MONARQUÍA CASTELLANA (1252-1474). En Castilla la m onarquía com o i nstitución, dentro del pensam iento político medieval, es la form a de Estado. Este prin cipio es incuestionable. Baste con leer algunos escritos elaborados por Alfonso X, quien en su Estoria de España le otorga un papel central. El rey que está a la cabeza del Estado, es el “señor natu ral”, siguiendo la doctrina aristotélica, porque su poder es superior e independiente de todos los del reino, es la m áxima autoridad y por eso le corresp onde leg islar, eje rcer jus ticia, dir igir la economía, recaudar los im puestos y defender al reino, y en relación co n esta ú ltima obligación estaba el deber fundam ental de dirigi r la lucha contra el Islam. El rey es la personificación de la Corona, es el soberano y es vicario de Dios, de hecho, m onarcas como Pedro I o Enrique IV, a pesar de se r cuestionados, m urieron siendo reyes y sus sucesores fueron miembros de la propia familia real La monarquía medieval, de carácter feuda l, todavía estaba lim itada por la ley divina, los f ueros y costum bres y derecho positivo, pero creem os que los verdaderos límites se los ponían el estam ento nobiliario, la Iglesia y las Cort es, cuyas actuaciones se han ido subrayando a lo largo de los distintos reinados El origen divino del poder real era in cuestionable. Así lo testim onia la intitulación de los docum entos, donde se incluy e la expresión: “por la gracia de Dios”, cláusula utilizada por distintas monarquías occidentales. 641 Nos parece muy adecuada la d efinición de “Monarquía sacral izada” que utiliza Nieto Soria para explicar cóm o se produce una trasposición de referencias del plano religioso y sagrado al del ejercicio del poder real, porque es una m anera de reforzarse contra sus adversarios al quedar patente que el rey es el vicario de Dios. Ade más, este historiador defiende que con los Trastám ara se produce la e statalización de la Iglesia y la “eclesiástización” de la monarquía, porque con ellos la Iglesia se convertirá en el fundamento básico de la soberanía real. Ef ectivamente, hemos comprobado a través de las fuentes escritas como dicha institución le daba respaldo teór ico a sus decisiones y también ingresos. En contra partida, el rey te nía derecho de pr esentación, era su protector natural, otorgaba cargos políticos a prelados, le hacía im portantes donaciones e im pulsaba la construcción de fundaciones religiosas. En nuest ra opinión, los reyes estudiados tenían una concepción cristian a y rom anista de la monarquía, porque defendían los fundamentos ideológicos de or igen religioso y ecles iástico del poder real y porque les servirá de modelo para la or ganización del Estado Moderno, cuya génesis en Castilla comenzó durante el reinado de Alfonso X. Por estas razones, reconocen q ue la Iglesia es el otro gran poder, en sint onía con las dos espadas gelasianas; tam bién, consideramos que para conf igurar la im agen política de dichos monarcas e s fundamental estudiar las relacione que mantuvieron con ella. Consideramos que el principio de legi timidad hereditaria es funda mental en todo el periodo, por eso se le daba tanta im portancia a la sucesión, que era por línea de primogenitura. Un buen ejemplo de dicha concepción patrimonialista nos la proporciona Alfonso X, quien defiende en las Partidas el derecho de representación, razón por la cual deshereda a su hijo Sancho en favor de sus nietos, lo que orig inó una guerra civil, en la que venció el infante, quien, siguie ndo la ley antigua, al m orir su hermano mayor se había proclamado “fijo mayor heredero”, defendiendo su primogenitura. Otra prueba es la decisión que tomó Juan I de procla mar a su heredero Príncipe de Asturias, novedad en el ord en institucional de la m onarquía castellana y que reguló la cuestió n sucesoria al reforzar la continuidad di nástica. Una obra ta n interesante com o La genealogía de los reyes de Alonso de Cartagena dem uestra que el principio hereditario era un pilar funda mental para la institución monárquica, porque, a través de los árboles genealógicos legitimaba a la dinastía Trastámara. La otra fuente fundamental de la legitimidad era la Iglesia romana, porque desde el IV Concilio de Toledo el soberano es un “Re y ungido del Señor”, adem ás, tanto las ceremonias como los símbolos religiosos so n fundamentales en la im agen pública del mismo. Recordem os dos casos que son los mejores exponentes de este tipo de legitimidad. Por un lado, Sancho IV, quien ne cesitó de la Iglesia por sus dificultades para acceder al trono, por eso se coronó con cuatro obispos en la catedral de Toledo, con el fin de que le legitim aran. Por otro la do, Enrique II, quien obtuvo un valioso soporte ideológico de la Iglesia para legitim ar su rebelión frente al re y tirano, protector de moros y judíos y enem igo del Papado; a ca mbio se presentó como su defensor. Ciertamente la Monarquía y la Iglesia se beneficiaron mutuam ente de los apoyos prestados. El rey tiene una concepción patrimonialista de su reino, es el representante de la dinastía qu e encarna la m onarquía. Consideram os que s on tres los principios que demuestran que así es. El prim ero, que es hereditaria, com o ya hem os explicado anteriormente. El segundo, que el rey es quien elige el regente, como hizo Sancho IV en su testamento, al dejar com o regente de t odos sus reinos a su es posa María de Molina. El tercero es que la m onarquía sintetiza la unidad de los antiguos reinos, por eso se 642 citan todos en la intitulación de los docum entos, y se añaden nuevos territorios reales, tal com o Sa ncho IV añadió “Señor de Molin a” después de heredar dicho señorío en 1293 de la familia de su esposa, o Juan I el Señorío de Vizcaya, que le fue otorgado por su padre Enrique II que lo heredó de su hermano don Tello. El proceso de oposición a los poderes unive rsales representados por el Imperio y el Papado tendrá como consecuencia en Castilla la reafirmación de la autoridad real. En este contexto hay que situar las sublevaciones nobiliarias, que fueron una constante. Por lo general, la nobleza fue desleal con la m onarquía, y egoísta, pensando sólo en s us intereses. También hay que recordar la interferencia de la Iglesia en la vida política. Se puede decir que Alfons o X inicia la secula rización de la teoría del Estado, y en este contexto hay que situar su decisión de escribir el código de L as Partidas, siendo fundamental la Segunda a este respecto. El proceso se irá consolidando, especialm ente en el reinado de Alfonso XI, pero será con los Trastámara cuando se acentúe. Hay historiadores que gustan de distinguir entre el proceso de centralización y el de estatalización o desarrollo del E stado, pe ro creem os que son dos nom bres que se complementan porque el objetivo final es el mismo: el autoritarism o monárquico, que será el modelo propio del Estado Moderno Consideramos que se prefigura el cam ino hacia el absolutismo, pero matizando que, aunque se em plearan fórm ulas de poderí o absoluto, todavía, paralelam ente, se mantienen los valores feudales, por ejem plo, Juan II en su testam ento recom endaba fidelidad, hom enaje y obedienci a al futuro rey, su hijo, por que es el “señor natural”. Está claro que en los siglos XIV y XV se produce un ejercicio de la Plenitudo potestatis por parte del m onarca, es de cir, que ejerce en exclus iva m ayores atribuciones de gobierno y de dominio sobre las otras fuerzas políticas, como la nobleza, la Iglesia y las ciudades, las cuales opusie ron resistencia, y por eso los Trastám ara tuvieron que desarrollar recursos propagandísticos para vencerlos y, en este sentido, hem os dedicado la tercera parte de esta tesis a este periodo, calificado como el del “rey exhibido”. Respecto del proceso del fortalecim iento de la m onarquía se observa lo siguiente. En Castilla lo inic ia Alfonso X , quien es uno de los m ayores exponentes del fortalecimiento teórico de la m onarquía, como dejó bien claro en sus obras, en las que vierte muchas de las ideas de la Política de Aristóteles, y tomó i mportantes decisiones en este sentido. Por ejemplo, reformó la Canc illería, decidió que el castellano fuera la lengua oficial, pero, sobre todo, sus propue stas innovadoras en Derecho suponían la unidad legislativa del E stado en torno al m onarca, por eso fueron contestadas por la nobleza. Todas estas razones hacen que este reinado tenga una im portancia especial y sea el m ás extenso en n uestro trabajo, pero, también, porque se es tablecen unas pautas tópicas que se repiten en los dem ás y, porque son evidentes ya las m anifestaciones del rey exhibido, a través de los escritos políticos y de las extraordinarias miniaturas que nos ha legado en su producción libraria. Con Sancho IV se hace patente el proceso de señorialización de la m onarquía castellana, que culm inará con el advenim iento de los Trastám ara. Tuvo que conceder muchos privilegios a los nobles, para ganarse su lealtad frente a su padre y sobrinos, y también a la Iglesia para que le legitimara. Cuando Fernando IV com enzó su reinado hubo ot ros pretendientes al trono, que aducían que era hijo de un m atrimonio no legítim o. Fue una época tu rbia para Castilla por las m uestras de extrem a debilidad que presentaba la m onarquía, tanto que, en la constante lucha entre monarquía y nobleza, ésta obtuvo por primera vez la victoria. 643 Alfonso XI tuvo una minoría azarosa, sin em bargo, su reinado personal m arcó un hito im portante en el cam ino hacia la m onarquía autoritaria, pues llevó a cabo una política centralizadora basada en una serie de reformas que trajeron como consecuencia el fortalecimiento de la m onarquía, a la que devolvió el pr estigio perdido. El vencedor del Salado dejó claro que era el señor natural de su reino y que el poder señorial se tenía que someter, porque la realeza es el estado o linaje superior El reinado de Pedro I supuso el deterioro del or den del reino. Defendió una monarquía autoritaria como la de su padre, pero no tuvo ni su inteligencia ni su tacto para dominar y satisfacer a los estamentos, que se sintieron marginados y se pasaron al bando del Trastám ara. El rey, ante esta oposición y para hacerse co n el con trol del reino, ejerció una dura represión entre los rebeldes que le llevó al fracaso, por un exceso de personalismo. Enrique II rompe la línea de prim ogenitura. Siendo un bastardo de Alfonso XI, llegó al trono tras el regicidio de Montiel e introdujo una nueva dinastía, la Trastámara, cuya legitim ación, paradójicam ente, le ve ndrá por su m atrimonio con doña Juana Manuel, descendiente directa de Alfonso X. Hizo m uchas mercedes a la nobleza co mo compensación por los servicios prestados durante la Guerra Civil, como dijo en el Fuero de Llanes: “nobleçer e onrar e pr ivillegiar a los sus vasallos que bien e lealm ente lo sirven”. Aunque haya pasado a la Historia co mo “El de las Mercedes”, la im agen que mejor resume su reinado es la política centralizadora que modernizó el Estado. Juan I es un teórico de la institución monárquica, pues, a través de sus discursos y de los O rdenamientos de Cortes, cons truyó los fundam entos para legitim ar su dinastía, que tenía un origen bastardo e ilegít imo. En prim er lugar recurrió a las vieja s teorías tradicionales para defe nder su poder personal, porque él es el “Rey de la tierra” que debe sum isión a Dios, que es el “Rey de Reyes”, com o dijo en las Cortes de Briviesca, pero también defendió el principio contractual, porque necesitaba el apoyo de los nobles y de las ciudades, que se canalizó a través de las Cortes, a las que convocó en numerosas ocasiones. Esta postura demuestra la influencia de la Corona de Aragón y en concreto de Pedro IV, de cuyas Ordenanzas de Casa y Corte m andó hacer copia. Consideramos que sus m edidas refor mistas contribuyeron a reforzar la institución monárquica, incluso, en su Crónica, López de Ayala ya hace alusiones al concepto de soberanía, en el sentido de superioridad del rey y de supremacía de la jurisdicción real. Enrique III en su reinado personal ll evó a cabo un buen gobierno con una eficaz política centralizadora y m antuvo la p az, porque su matrim onio con Catalina de Lancaster supuso la consolidación definiti va de los T rastámara, al acabar con la oposición de los petristas. Reseñamos que en la escritura de fundación de m ayorazgo a favor de Góm ez Suárez de Figueroa aparece la fórmula “de m i absoluto poderío real”, que alude a la jurisdicción civi l y militar que le corresponde y que es significativa de su concepción monárquica, que ev idencia un m odelo au toritario; es ta exp resión en lo s reinados posteriores será frecu ente, y es un ejemplo de la in fluencia romanista, clara a partir del siglo XIV. Juan II fue un m onarca débil, lo que favoreció interm inables intrigas y luchas internas entre bandos por el poder, que desem bocaron en guerras civiles. Paradójicamente el rey se inclinaba al auto ritarismo, como bien se ve en el uso, cada vez m ás frecuente, de fórm ulas di plomáticas inspiradas en otras parecidas de origen latino y utilizadas por la cancillería pontific ia, tales com o “mi poderío real absoluto”, “yo de m i propio m otu e çierta çiencia e poderío real”, etc. El proceso parece contradictorio, pero la realidad apuntaba, co mo en los otros reinos occidentales, hacia un fortalecim iento de la institución m onárquica basado en la alianza con la nobleza cortesana, que mantendría el control económico, social y cultural del reino. 644 Enrique IV , en sus com ienzos ejerció un gobierno que abogaba por una monarquía de tipo autoritario, pero en la se gunda parte de su reinado tuvo la oposición de buena parte de la nobleza, estamento que pretendía ejercer un papel arbitral. A tal fin recurrió a una táctica habitual de división entre la f amilia real desde que encontró en el infante don Alfonso a un candidato idóneo para el trono. La ruptura entre la nobleza y el rey quedó de m anifiesto en la oprobiosa “F arsa de Ávila”, donde le acusaron de no buscar el bien com ún y proclam aron re y al infante don Alf onso, todavía un niño; quedaba claro que los nobles rebeldes le habían perdido el respeto, pero que no cuestionaban la institución m onárquica. Se pu ede decir que este reinad o fue el último asalto del enfrentam iento nobleza-m onarquía y, aunque la autoridad real pareció vencida, no fue así, finalm ente, la nobleza aceptará la superior autoridad real que impondrán los Reyes Católicos. 2. LOS ATRIBUTOS PROPIOS DE LA REALEZA Son signos que se asocian autom áticamente con el poder regio. Sirven para legitimar a quien los lleva y para prom over adhesiones en virtud del prestigio de que gozan. La p rivación de los elem entos de identificación real suponía su derrocam iento, como queda manifiesto en la Farsa de Ávila , en la que Enrique IV , representado por un muñeco vestido de luto sentado en una si lla sobre un cadalso, tr as quitarle todos los símbolos de su condición de rey: corona, cetro y espada, es expulsado del trono de forma teatral. Las funciones fundamentales de los atributos son: - Representar el poder regio. - Sustituir a la persona del monarca - Promover la adhesión de los súbditos a la institución monárquica. Atributos genéricos de la realeza son lo s que representan a la m onarquía. El rey aparece ataviado con ellos en cuanto que es miembro de la estirpe que ostenta el título. Estos objetos son los siguientes: a) La corona es el símbolo inconfundible de la excelencia regia, por un lado indica que el m onarca ostenta la soberanía política, por otro es el sím bolo de la institución que encarna, razones por la que es el más significativo. Sorprende que siendo el más exhibido en la iconograf ía de la m onarquía, no exis ta un m odelo de “corona real”, ni un ceremonial de coronación importante en Castilla. La corona de Sancho IV es la única com o tal que conservam os de la Baja Edad Media. Sabem os que Pedro I en su testamento dejó varias coronas a sus hija s, lo que de muestra que las consideraba su patrimonio personal. Las coronas reproducidas en las m iniaturas normalmente son de oro, color propio de la realeza sagrada, ya que alude a la luz divina y, en concreto, en el capítulo XI de Castigos y documentos de Sancho IV se explica el significado de las piedras preciosas que adornan un objeto áureo de esta naturaleza. Nos atrevemos a decir que es el sím bolo que siem pre porta el rey. En las ocasiones q ue no es así, llev a otro tip o d e tocados, pero que h acen que s ea inconfundible su cargo. Por ejem plo, Alfonso X aparece con un bonete, adornado con el escudo de Castilla-León, en las escenas de caza del Códice Rico de las Cantigas o en el Libro de los juegos, lo que se explica porque son actividades de ocio. b) El escudo de armas del reino es el atributo que le id entifica tanto territorial como genealógicam ente. Aparece en m uchos re tratos ecu estres, en la vestim enta, en 645 otros símbolos como espadas o pomas, también se encuentra en las cenefas decorativas de algunos códices, como en las Cantigas de Florencia, para indicar que son e mpresas regias. c) La espada tiene tres significados principales: el militar, ligado en Castilla a la lucha contra el infiel; el ejercicio de la just icia, porque su filo corta recto; y el sím bolo del poder regio com o se com prueba en las i nvestiduras caballerescas. Sancho IV en su obra Castigos e docum entos, en el capítulo X I, habla de ella com o instrum ento de justicia porque “Así como el espada taja de amas partes, así la justiçia taja egualmente a unos e a otros”. Alfonso XI veía en la espada el símbolo de la lucha contra el infiel, que él m ismo llevó a cabo, por eso la recibió s imbólicamente de la es tatua de l ap óstol Santiago. Un ejemplo significativo de la importancia de la espada es el que nos ofrece el infante don Juan Manuel, que la tiene en su escudo, orgulloso porque su padre el infante don Manuel había recibido “la espada lobera ” junto con la bendición de su padre Fernando III. d) El cetro, según Sancho IV explica en el cap ítulo XI de su obra anteriorm ente citada, simboliza la función de castigar y de premiar, o sea, el ejercicio de la jus ticia principalmente. Com o legislador y juez lo lle va Alfonso X en la s ilustraciones del Fuero Juzg o de Murcia y, tam bién, Alfonso XI en el Ordenamiento de Alcalá 1. Esta vara, que suele aparecer en las repres entaciones mayestáticas, es el símbolo de la virtud regia base del ejercicio del poder soberano. e) El trono , es el lugar destacado donde se sitúa el rey. S irve para marcar su preeminencia y aparece en las representaci ones mayestáticas, por ejem plo, Alfonso X en el códice de Toxos Outos, pero es m ás usual que aparezcan sentados en un escaño, así están en la mayoría de las monedas y de los sellos y en algunas miniaturas. f) El globus o poma es m enos usual que los an teriores. Aparece en las representaciones mayestáticas. A Sancho IV le gustaba este sím bolo por su significado religioso, en Castigos e documentos (capítulo XI) dice que simboliza el reino que el rey debe tener en su m ano y la cruz que lo corona es la fe de Cristo que debe m antener en su reino. g) El pendón real es el sím bolo de la institu ción monárquica, y gozó de m ás importancia en Castilla que en otros reinos europeos, porque se utilizaba para aclamar al nuevo rey en su alzamiento, especialmente con los Trastámara. Así ocurrió con Enrique II, cuando fue proclam ado rey en una tienda en el transcurso de la Guerra Civil; fue su hermano don Tello quien con un pendón real f ue gritando “real, real por el rey don Enrique”, al no ser el rey legítim o era el único sím bolo del que podían hacer u so. También Alvar de Santa María, en su Crónica de Juan II, rela ta como el inf ante don Fernando de Antequera tom ó el pendón en nom bre de su sobrino el rey, y, después de andar por la ciudad de Toledo con él, “m andolo poner en el dicho alcázar de Toledo, ençima de la Torre del Omenaje”. h) El vestid o también puede ser entendido com o un sím bolo de poder porque sirve para marcar la superioridad del rey sobre los de más, tal como vemos a Juan II en las famosas las justas de Valladolid del 18 de mayo de 1428, que relata el Halconero: “salió el señor Rey de Castilla e veynte e quatro cavalleros, todos con sus param ientos verdes, el señor Rey con unos paramientos de argentería dorada, con una cortapisa de armiños m uy rica e un plum ón e diadem as de m ariposas”. Según Teófilo Ruiz, los colores plata y oro y el arm iño están asociados al poder real y las m ariposas en el arte cristiano re presentaban la resurr ección del alm a, y en ese m omento polític o hacían referencia al retorno de don Álvaro de Luna y al renacim iento de la autoridad real . 1 BNE, mss. Res. 9 646 Además sabemos que se usaban los motivos he ráldicos en las ropas reg ias, como está ampliamente testimoniado. 3. IMÁGENES DE FUNCIÓN. La conceptualización de la realeza se sustenta en unos fundamentos ideológicos, los cuales pueden ser distribuidos de acu erdo con una áreas de actuación. En cada una de ellas se configuran unas im ágenes que valoran diversos aspectos de la persona que encarna el poder. Una de las viejas teorías m edievales, común a los reinos europeos, sobre la función del rey se basa en su comparaci ón con el cuerpo hum an. Esta im agen fue desarrollada por Juan de Salisbury en su obra el Policraticus. En Castilla Alfonso X introduce la teoría del cuerpo político en su Segunda Partida , y será im itado por sus sucesores. Adem ás, en el Fuero R eal, su primera obra jurídi ca, en la que contó con expertos en derecho romano para unificar y sintetizar el derecho local, se presenta como cabeza del reino, que es otra m anera de defender la misma idea. Esta imagen sigue viva en el siglo XV, y como prueba de ello recogemos dos testim onios del reinado de Enrique IV, uno de las Cortes de Cór doba de 1455, en cuyas peticiones los procuradores le dicen : “prínçipe e cabeça d e su regno, e ansý commo por la cab eça se rigen e goviernan todos los m yembros corporales, asý el rey debe con gran dilig ençia e pensamyento buscar manera por do sus puebl os sean regidos”; el otro testim onio procede de Sánchez de Arévalo, tratadis ta político partidario del rey, quien en la Suma de la polític a hace una nueva interp retación de la vieja teoría organicista: el rey forma con el reino un cuerpo m ístico de indisolubl e u nidad. En o casiones se presenta co n algunas variaciones, aunque el mensaje sea el mismo, como es el caso de Sancho IV en el capítulo X de sus Castigos e documentos , donde recoge un sím il muy interesante al comparar el reino con un enjambre de abejas que tiene una reina que las dirige. De igual modo, el Marqués de S antillana en su poem a Sobre la quartana del rey don Juan II establece un paralelism o entre la enfermedad del cuerpo de l rey y la del reino, por lo tanto ref leja la m isma teor ía pero de una m anera m uy original y propia de un gran literato. Dentro de las imágenes de función distinguimos tres áreas: 1. Área Teológico-religiosa. Comprende las im ágenes m ás abundantes , ya que el pode r real tiene unas importantes referencias religiosas. En es te sentido, aceptam os la opinión de un medievalista tan destacado como el profesor Nieto Soria, quien afirma que la castellana es una monarquía sacralizada. En efecto, he mos comprobado que existe una plétora de imágenes de este tipo referentes al cargo que ostenta y a la continuidad de la función monárquica. a) El rey como vicario de Dios en su reino. Esta m etáfora tan usada para definir a los reyes, tal y com o hizo don Juan Manuel en el Libro del caballero y el escudero, en el capítulo III: “Vicarios de Dios son los Reyes para mantenerlo [el reino] en justicia e en verdad”. Este tópico se repite en las fuentes de todos los reyes estudiados por nosotros. Tenemos numerosos ejemplos, unos 647 en manuscritos como en Castigos e documentos de Sancho IV, donde en el capítulo IX, dice claramente que los reyes “tienen el lo gar de Dios en la tierra”. Otros los encontramos en distintos docum entos, así Enrique IV en un privilegio rodado dice: “Nuestro Senor Ihesu Christo, que es Rey de todos los Reyes e Señor de todos los Señores, por el qual los reyes reynan e son sus vi carios en la tierra” 2, o Enrique III en su testamento dice: “y por poner y dexar en buen estado la mi ánima y los regnos que Él me encomendó”. A veces aparecen ideas sim ilares, pero el m ensaje es el m ismo. Por ejemplo, EL Libro de los cien capítulos , dentro de la literatura ejem plar que im pulsó Sancho IV, nos deja dos símiles muy claros: “el rey es como árbol de Dios” y “el rey es senescal de Dios”, asim ismo, en el Libro del caballero Zifar, que refleja la épo ca de Fernando IV, se habla del rey como el “caballero de Dios ”. Se pueden ver alguna s variantes muy interesantes, como la de un pr ivilegio rodado de Juan II, donde el rey se presenta como vicario en la tierra de Dios y de toda su corte celestial incluso del apóstol Santiago: “lus e patrón e guiador de las Españas, cuyo alferes yo so”3. b) El rey como defensor de la fe cristiana. Es una de las imágenes más características de la monarquía castellana, porque el ideal religioso genera una m etáfora del poder qu e se atribuye al rey: es el escudo de la Cristiandad, por eso dirige la lucha contra el Islam y se convierte en un rey-caudillo en una ceremonia genuina en la que los reyes cas tellanos son alzados para ser proclamados como tales en vez de s er coronados. La gue rra contra los musul manes peninsulares es una constante en la Edad Media. He mos escogido a los que nos parecen m ás emblemáticos: Sancho IV y Alfonso XI. El primero demostró ser un gran caudillo militar en la lucha con tra lo s benim erines, estando ausente su padre el rey Sabio, además fue quien conquistó la plaza de Tarifa y, es significativo, que la lucha contra el infiel sea el tem a central de La gran conquista de ultramar , que es un relato sobre las cruzadas de Oriente, que se escribió en su época, aunque seguramente se comenzó en el reinado de su padre. Por su parte, Alfonso XI gozó de gran f ama, incluso internacional, por sus campañas militares contra los musulmanes, destacando su victoria del Salado en 1340, de la que se hace eco el propio cardena l Albornoz en la carta que envió al Papa, donde le dice que se lanzaron al combate en el nombre de Dios. c) El rey como piadoso creyente. Todos los reyes castellanos se presentan como fieles creyentes y protectores de la Iglesia, y, en co ncreto, a través del pr ivilegio rodado, el docum ento regio que hem os estudiado con detalle en todos los reinados , em ana esta im agen con claridad: los nombres de los reyes resaltan igual que los de Dios y la Virgen, la rueda presenta un cuartelado con la cruz, y en el inicio del documento aparece, con frecuencia, el crismón o la representación m ayestática del rey c on símbolos que alude n a su condición de soberano cristiano. Hemos escogido ejemplos significativos de algunos de los monarcas estudiados. Alfonso X podem os afirm ar que tuvo una co ncepción rom anista y cristiana de la monarquía; una variante pecu liar es su faceta de Rey- trovador, justificada por la influencia del franciscanismo. De Sancho IV destacamos su devoción al santo de Asís, a la que no puede ser ajeno la figura del franci scano Juan Gil de Zamora, a quien Alfonso X había encomendado su educación , y que le d edicó su obra De Preconiis Hispaniae ; 2 AHN, Códices, 1022 B. 1456, abril, 23. Écija. 3 Biblioteca Francisco de Zabálburu, Colección Miró, 8, D. 116 1434, julio, 20. Segovia 648 además, ordenó ser enterrado con el hábito de esta orden m endicante. Alfonso XI lo demuestra en la oración que dirigió antes de la batalla del Salado en la que pone de manifiesto la fe en Cristo, con cuya ayuda espera obtener la victoria, y en la que , además, muestra arrepentimiento por vivir en pecado. Juan I fue m uy cristiano en su vida privada y m uy piadoso, resum e esta im agen los versos que hizo Álvarez Villasandino para su tu mba en donde llega a af irmar que: “por san to debier a ser canonizado”. A Enrique IV, cuando em prendió la guerra contra Granada, el Papa le reconoció como “campeón de la Cristiandad” en una bula d e 25 de 145 7, lo que le dio gran fam a; adem ás, el m ismo rey en una ca rta al papa Paulo II se definió como “cristianísimo”; estas muestras entran en contradicción con la difícil situación que vivió en la segunda parte de su reinado, época en la que quedó privado del apoyo de la Iglesia castellana. d) El rey como elegido de Dios. Otra im agen particular dentro del es pectro religioso es la del rey que se considera el “elegido de Dios” para dirigir a su reino, normalmente lo son aquellos que tuvieron problemas de legitimidad, como es el caso de Sancho IV, el cual en el pró logo del Lucidario defiende la monarquía teocrática, porque él reina en el nombre de Dios y porque Dios lo ha elegido. Pero el rey que mejor encarna esta im agen es Enrique II, quien tuvo que argum entar su usurpación de l trono, presentándose com o libertador del reino por m andado de Dios, como deja bien claro en su propio testam ento: “conosciendo a Nuestro Señor Dios el bien e la merced que nos fizo en nos dar vitoria contra don Pedro, que se decía rey, nuestro enemigo, que fue vencido y m uerto en la batalla de Montiel por sus pecado s e m erescimientos”. Tam bién, Alfonso XI cu ando decidió com enzar su reinado sin tutores, despertó una esperanza m esiánica de pacificación y fortalecimiento del reino, debilitado tras el mal gobierno de su padre. e) El rey taumaturgo Esta im agen de función gozó de poco predicam ento en tierras de Castilla, a diferencia de lo que sucedió en las cortes francesas o inglesas, com o pone de relieve Schramm. No obstante, hay algunos ejemplos significativos, como el de Alfonso X en las Cantigas, en concreto en el Códice de Florencia, en donde aparece el rey enfermo en Vitoria y es el propio libro compuesto por él el que lo cu ra milagrosamente. De Sancho IV, tenem os el testim onio de Álvaro Pelayo que dice que lo vio curar a un poseso. Enrique III murió el día de Navidad de 1406 cuando iba emprender una guerra contra los musulmanes de Granada, circunstancia que fue interpretada por sus contemporáneos como una señal de haber ganado la salvación eterna, casi rayando la hagiografía. 2. Área jurídica. Comprende tres imágenes que aparecen en todos los reyes que hem os estudiado. Consideramos que son emblemáticas del poder monárquico. a) El rey como juez. Creemos que es una de las imágenes fundamentales, quizás solo comparable a la de ser vicario de Dios, porque se entend ía que la m onarquía tenía com o función constituir el Estado como unidad de paz y ju sticia. El ejercicio de esta virtud cardinal pone de m anifiesto la dignida d del propio rey ya que es una facultad que le viene delegada de Dios. Se repite constantemente y en todos los tipos de representaciones, por eso solo recordaremos algunos casos. 649 Las obras jurídicas de Alfonso X son el m ejor exponente de su interés por la justicia. En sus obras hay num erosas al usiones a esta cuestión, por eso resulta innecesario aportar otros testimonios. Durante el reinado de Fernando IV, una de las quejas m ás reiteradas en los Cuadernos de Cortes por los representantes de las ciudades fue la ausencia de justicia, lo que dem uestra su m al gobierno, que condujo al m omento de m ayor debilidad de la monarquía castellano bajomedieval. De hecho en Libro del caballero Zifar , en el pasaje de los Castigos del rey de Mentón se dice: “mas el rey e la justiçia son dos cosas que la una sin la otra no pueden durar”. Alfonso XI defiende que la justicia es la prim era función de los reyes, y escogemos tres m omentos fundamentales en que así lo m anifiesta: en sus primeras Cortes en Valladolid en 1325, en el Ordenamiento que hizo en Segovia en 1347 y en la Introducción del Ordenamiento de Alcalá. Pedro I en la convocatoria para las Cortes que envió al abad de Sahagún el 15 de abril de 1351dice que una de las obligaciones fundamentales es la de impartir la justicia: "porque los rreyes e los prínçipes biven e regna n por la justiçia en la qual son tenudos de mantener e governar”, y añade que entiende como justicia el castigo de los m alos: “por ende queriendo e cobdiçiando m antener los mis pueblos en derecho e conplir la justiçia commo devo, porque los m alos sean rrefrenados de las sus m aldades e ayan por ellas pena la que m eresçen”, esta m anera de ejercerla le llevó a condenar a m uerte a muchas personas, lo que le costó el trono y el apodo de “Cruel” con que ha pasado a la Historia. Juan I en las Cortes de Burgos de 1379 ponderó la importancia de la justicia. En realidad, al afirm ar: “es la m ás noble e a lta vertud del m undo ca por ella se rigen e mantienen los pueblos en paz e en corcordi a; por Dios a los reyes espeçialm ente la guarda e el m antenimiento e la execuçión de lla fue encom endada”, no hacía o tra cosa que reproducir un tópico repetido en diversos Ordenamientos. b) El rey como legislador. Sobre todos los monarcas destaca Alfonso X, quien llevó a cabo una im portante obra legislativa con el Espéculo, el Setenario y las Partidas, llenas de im portantes novedades, pero que no llegaron a im plantarse durante su reinado, porque fueron contestadas por sus súbditos, y habrá que esperar a Alf onso XI, el otro gran rey legislador, quien con el Ordenamiento de Alcalá decid e implantar el código de las Partidas para dar la un ificación legislativa al reino tenien do com o base el Derecho romano. Legislar es una de las atribuciones fundamentales del rey, como bien puntualizó Gil de Zamora en la obra que dedica a Sancho IV, De preconiis Hispaniae, donde insiste que el rey debe ser el redactor de las leyes, pero con la ayuda de hom bres preparados en Derecho. A la vez es un recu rso que utilizaron para fortalecer e l poder real, com o queda claro en la decis ión de Juan II de hacer el Ordenamiento Real de Medina del Campo de 1433, como respuesta a la petición de dichas Cortes. Menos conocida, pero también importante fue la decisión de Pedro I de recopilar en 1356 los Fueros castellanos en una obra sistemática a la que se añadirían leyes posteriores y todo constituiría el Fuero Viejo de Castilla. c) El rey como poder supremo en lo temporal. La teoría gelasiana defendía la existencia de las dos espadas o los dos poderes: el espiritual y el temporal. Esta doctrina la hemos encontrado en todos los monarcas desde que Alfonso X la defendiera en su Segunda Partida, aunque algunos no la citen com o 650 tal. En el siglo XV ya es ha bitual hablar del rey com o “superior en lo tem poral”, por ejemplo, Juan II en una carta de 10 de agosto de 1444 lo deja bien claro: “Si nos como rey e soberano senyor non reconosciendo superior en lo temporal salvo a nuestro senyor Dios, al qual solo avemos de dar razón desto et non a otro alguno”. En cualquier caso esta im agen tan usual es una prueba más de que estam os ante una m onarquía sacralizada. Una de las represen taciones figurativas más clara de “las dos espadas”, aparece en la miniatura del privilegio rodado de Sa ncho IV en que dispone su enterram iento en la catedral de Toledo. En ella aparecen el rey y el arzobispo, el pr imero es el elegido de Dios y por eso tiene el poder político y la Iglesia le avala, porque los dos poderes se complementan y ayudan, com o queda corroborado, verbalm ente, en sus Castigos e documentos, en el capítulo XVII: “Las dos espadas, spiritual e tenporal […] para usar de cada una dellas bien se debe aguzar e ayudar la una con la otra, ca lo que una non puede conplir cúnplelo la otra”. Juan I vuelve a rescatar esta teoría de los dos poderes en el Ordenamiento que otorga en las Cortes de Gu adalajara de 1390, donde dice “e en lo spiritual, dexó por pastores perlados con t odo el su poderío, prinçipalm ente conplido al apóstol san Pedro e dende a sus subçesores , quales son mostradores de la su fe, e ministros de la su Santa Eglesia, e en lo temporal dexó su poderí o a los reyes e a los príncipes”. 3. Área de cualidades morales. a) El rey como virtuoso. Para explicar qué es un rey y cuáles son sus funciones, tenem os num erosos testimonios a lo largo de todo el periodo estudiado, escogemos uno del Espéculo, obra fundamental para conocer el pensam iento de Alfonso X, donde pone de m anifiesto una serie de facultades privativas del rey: garant e de justicia, “f azedor” de leyes, vicario de Dios, propietario del trono por herencia, no ti ene superior en lo temporal, tiene la autoridad porque es sabio y porque la teoría corporativa del reino implica la sumisión de éste al poder regio. En la m isma línea está Alfonso XI, quien en el Ordenamiento de Alcalá presenta los objetivos fundamentales de su cargo: mantener la paz y la justicia y hacer las leyes. Ya en el siglo XV Juan de Mena resum e muy bien en su Laberinto de Fortuna el ideal político de un rey castellano: tiene que legislar y administrar justicia y liderar la g uerra con tra el Islam porque es una guerra justa. Com o vem os son los mismos valores los que se defienden a lo largo de la Baja Edad Media. Incluimos en este apartado a toda la literatura del género de espejos de príncipes, iniciada por Egidio Colonna y Santo Tomás, que tanto éxito tuvo en el periodo histórico objeto de n uestro estud io. Tenem os num erosos ejem plos desde el siglo XIII has ta e l XV, comenzando por la obra del m aestro de Sancho IV, Gil de Zam ora, De Preconiis Hispaniae, quien quiere darle norm as prácticas para el acertado gobierno de sus reinos . Este m entor afirm a que el pr íncipe debe estar revestido de las virtudes platónicas, es decir, prudencia, fortaleza, tem planza y jus ticia, a las que sum a la sabiduría. Tam bién está el Speculum Regum de Álvaro Pelagio, dedicado a Alfonso XI. El Canciller A yala en su Rimado de Palacio, toma como modelo la obra de Egidio Romano, destacando como virtudes ser justo y honrado, y propone nueve virtudes para el buen m onarca. Diego Valera le dedicó a Juan II su Espejo de la verdadera nobleza; más interesante aún fue la obra del Marqués de Santillana Proverbios o Centiloquio , colección de poema s con finalidad didáctica, realizada por mandato de Juan II para la instrucción del príncipe don Enrique, en la que el escritor va desgranando las virtudes que debería tener el futuro rey, a quien pone com o ejemplos a sus progen itores y a su tío el rey de Aragón “en los 651 quales m irando e acatando, assí commo en un claro espejo”. Tam bién el Vergel de Príncipes, dedicado por Sánchez de Arévalo a Enrique IV, pertenece a este género. Una cualidad controvertid a es la de ser tem ido, por ejemplo, Loaysa en su Crónica, al referirse a Sancho IV dice que es m uy justiciero porque condenó a la última pena a muchos poderosos, por lo tanto para es te escritor era una cualidad positiva el ser temido por los “m alos súbditos”; en el m ismo sentido tenemos un decir de Álvarez de Villasandino dedicado a Juan II, to mado del Cancionero de Baena: “todos devemos temer/ e amar con devoçión/ el Rey que por discreçión/ nos muestra su buen saber”. Enrique III es el m odelo más acabado de rey virtuosísim o por las cualid ades de su persona y de su gobierno, así se deduce de l análisis de las fuentes que han hecho prestigiosos historiadores como Mitre y Suárez Fernández. El Canciller López de Ayala consideraba que Enrique III ten ía las virtudes adecuadas para un gobern ante: “de bu en seso e de gran esfuerzo, e franco e virt uosos e buen rescebidor e honrador de las gentes”. b) El rey como maestro. Aceptamos el concepto político de la cultura que defiende Márquez Villanueva, para quien el rey ejerce la plenitudo potestas, incluso, como maestro de su pueblo. Consideramos que se p uede añad ir una segunda interpretación que es la de maestro del príncipe heredero, a quien debe enseñar a gobernar con acierto. En Alfonso X tenem os am bas i mágenes de m aestro: por un lado, defiende una cultura plural conformada por judíos, m usulmanes y cristianos, com o lo dem uestra la fecunda obra que se plasmó en ricos y variados códices; por otro lado, se puede decir que el Setenario es un m anual de instrucción y de castigos, de stinado al príncipe heredero que tendría que gobernar. Además, en su Estoria de España, en la m iniatura de presentación, da el libro a su heredero, ya que, según Sánchez Ma riana, quiere enseñar a su hijo para que reine bien m ediante el conocim iento de la h istoria. Por últim o, citamos la Segunda Partida, donde incluye su teoría educativa en el Título VII. También Sancho IV m ostró gra ndes dotes pedagógicas en su obra Castigos e documentos, con la que pretende educar al joven príncipe heredero para ser un buen rey, en todos los consejos se dirige a él com o “mío fijo”. Adem ás en su época floreció una importante literatura ejemplar con una clara función didáctica de los fundamentos éticos y políticos de la monarquía. Alfonso XI m andó escribir dos obras rele vantes por el tipo de enseñanzas que transmiten, muy i mportantes para un rey, según su criterio, y que son significativas de su pensam iento a la hora de gobernar. Una es la Crónica troyana , según García Morencos, la mandó escribir para la for mación del príncipe heredero, porque los lances troyanos sirven de m odelo de una conducta caballeresc a. Otra es el Libro de la Montería, en la que defiende la caza com o una activ idad m uy conveniente como adiestramiento para la guerra, incluso él m ismo, com o buen montero, podría haber intervenido en la obra. c) El rey como sabio. Esta im agen está in trínsecamente uni da a Alfonso X, de hecho con es te sobrenombre ha pasado a la historia, ya que, com o bien define Elisa Ruiz, él se consideraba por encim a de todo un rex scribens. Él m ismo en el Espéculo, fechado en 1255, expone su auténtico proyecto político qu e consistía en la creación de un reino feliz gobernando por un rey sabio, pero, en contrapartida, en el Libro de los juegos , en el Epílogo, escrito en 1284 en el final de su reinado, recoge una am arga reflexión: la sabiduría es insuficiente para el éxito, el azar es un factor decisivo. A lo largo de su 652 reinado nos ha dejado num erosas pruebas de su sabiduría, bien com o autor bien com o promotor de obras m uy variadas, y así lo hem os visto repr esentado en las miniaturas que las ilustraban. Adem ás, presenta a Salom ón como un r ey al que quería im itar por ser sabio, as í aparece en el Libro de las cruces . Asimismo, se considera escogido por Dios para tr ansmitir tod o tipo de s aberes, y en este sentido se le considera com o un posible un seguidor del Herm etismo. Un testimonio, que pone de m anifiesto que ya en su época gozó de gran admiración por su sabiduría, es el que nos ha dejado su sobrino el infante don Juan Manuel que en el prólogo del Libro de la caza , reconoce que “se paga mucho de leer en los libros que falla que conpuso el dicho rey”. Su hijo y sucesor no llegó a la talla intelectual de su padre, pero como se crió en su corte, promovió la realización de num erosas obras y apoyó al círculo intelectual que rodeó al arzobispo de T oledo García Gudiel. Si a ello añ adimos la inf luencia d e e sa corriente conocida bajo el nom bre de “m olinismo”, se le podría considerar com o un puente literario entre la obra de Alfonso X y la de Don Juan Manuel. A Alf onso XI le inc luimos entre los rey es cu ltos y con af iciones literar ias. Promovió una obra leg islativa de gran trascendencia como el Ordenamiento de A lcalá; también apoyó diversas em presas culturales, com o los Estudios Universitarios de Salamanca y Valladolid, y a escritores como Álvaro Pelagio. Juan II recibió una esm erada educación, que cuidó directam ente su m adre la reina Catalina de Lancaster, dando especial im portancia a la competencia grafo-lectora, sabía latín, hacia poem as y se sentía atra ído por libros de los tem as m ás variados. Cultivó sus aficiones literarias y podem os d ecir que fue un rey letrado, pues m uchas obras le fueron dedicadas o regaladas, por ejemplo, EL laberinto de Fortuna de Juan de Mena. En esta faceta alcanzó un gran éx ito, lo que no logró co n el eje rcicio d el gobierno. d) El rey como caballero. La caballería tuvo m ucha importancia en Castilla porque era una sociedad en la que se valo raban las v irtudes y va lores militares como consecuencia de la luch a, casi constante, contra el Islam. El rey es la cabeza de la caballería porque es el jefe militar y porque es la cúspide de la pirám ide social y el q ue inviste a los principales caballeros, de los que es el espejo en que se m iran, en este sentido Alejandro Magno se convierte en un m odelo de rey guerrero para los re yes castellanos, según Li da de Malkiel, así aparece en el Poema de Alfonso Onceno (estrofa 1773). Estas razones nos ayudar a explicar el protagonismo que adquiere la espada com o sí mbolo de la m onarquía y, también, la abundancia de im ágenes en las que el m onarca aparece com o guer rero vencedor. Una representación visual que refleja m uy bien la im portancia de la cerem onia de la investidura la encontram os en una m iniatura del m anuscrito de París de El caballero Zifar, obra que describe la época de Ferna ndo IV, en la que aparece el rey de Mentón invistiendo como caballeros a sus dos hijos. Circunstancia que, sabem os por la Crónica, se produjo cuando Alfonso X invistió a su primogénito don Fernando y, también, al futuro Sancho IV, ante la presión de éste. Consideramos a Alfonso XI el rey cas tellano que m ejor encarna los valores caballerescos, porque instituyó la Orden de la Banda en 1330, adem ás, él m ismo para armarse caballero visitó la catedral de Santiago, donde tomó las armas del altar y recibió la pes cozada de la im agen articu lada del após tol, el cua l encarnaba la lucha cristia na contra los musul manes del sur; co n esta ceremonia dejaba bien claro que no había superior a él en su reino. 653 4. LAS FUENTES PRIMARIAS. Nuestra investigación se ha basado en el estud io directo de las fuentes p rimarias de diversa naturaleza que a continuación reseñamos. 1. Manuscritos. Hemos exam inado aquellos en lo s que ap arecen m iniaturas con la figura del monarca. P or supuesto, desta can los de Alfonso X, en los que aparece com o autor - promotor, es decir, como autor intelectual, por ejemplo, en el Lapidario, en el Libro de los juegos, en las Cantigas, en la Primera Partida del British Museum , en la General Estoria de la Biblioteca Vaticana, incluso él m ismo aparece jugando al ajedrez con una dama en el Libro de los juegos, etc. Tam bién hay de su s sucesores, por ejemplo, Alfonso XI aparece en el Libro de la coronación , o Sancho IV en Castigos e documentos, pero, en general, tenemos que reconocer que no hay abundancia de códices ilustrados con la im agen de los m onarcas reinantes, sobre todo, si lo com paramos con países como Italia o Francia. Hay otros, d e tem as variad os, en los q ue sí ap arecen ilustraciones genéricas del rey, que ta mbién hem os aprovechado, como la Crónica troyana. Mención especial m erece La genealogía de los reyes, escrita p or el obispo de Burgos Alonso de Cartagena, destinada a Juan II, porque dota a la monarquía castellana de un basam ento ideológico f undado en la evolución histór ica de las dinastías, de manera que la Trastám ara es heredera directa y legítima de la visigoda, es decir, que la legitima a través de lo s árboles g enealógicos. Particularm ente interesantes son los dibujos que ilustran el códice de la Real Biblioteca de Palacio, porque constituyen un repertorio de todos los soberanos castellanos estudiados, son figuras estereotipadas pero contienen detalles identificativos de la pers onalidad o de las hazañas de los reyes, por ejemplo, Juan II aparece con sus d os esposas y con sus hijos respectivos y con san Vicente Ferrer, figura que se podría explicar por el im portante papel que jugó en el Compromiso de Caspe, donde Fernando de Antequera fue elegido rey de Aragón, y porque realizó un viaje pastoral por Castilla que le llevó a la corte. Más abundantes son los testim onios alusi vos a la m onarquía y a los distintos monarcas que encontramos en los textos de los propios manuscritos. En algunos casos son reflejos indirectos, como en el El Libro del caballero Zifar, novela de caballerías escrit a a principios del siglo X IV, en la que se retrata la época del turbulento reinado de Fernando IV, es un ejem plo de lo que Menéndez Pidal denominó “historicidad latente”, es decir, toques realistas de la corte que se novelan, por ejemplo, hay relatos sobre la obligación de la lealtad al rey aunque sea m enor de edad, y, las heroínas se ven calum niadas y pe rseguidas, al igual que se debía sentir María de Molina. En otros casos son d irectos com o en el Arte de las ba tallas de V egecio, traducido con glosas por fray Alonso de San Cristóbal, quien se lo dedicó al rey Enrique IV con la clásica fórm ula: “muy alto e muy claro prínçipe poderoso don Enrique”, ya que decidió reanudar la guerra contra los musulmanes de Granada. El estudio de los m anuscritos es funda mental para analizar la ideología del Estado, que en esos sig los medievales coincide con la de la realeza, com o bien se ve en los libros del género de “regimiento de príncipes”. 654 El coleccionism o de libros preciosos es otra de las caract erísticas de algunos reyes, y con una doble faceta: la de autor y la de receptor de obras. Se puede trazar una línea de separación definida a partir de la llegada de los Trastámara al trono. Alfonso X es el m ejor exponente de un rey letrado. Tras la conquista del valle del Guadalquivir, al com enzar el reina do, dispuso de m edios económ icos que le permitieron producir m agníficos libros en un scriptorium, de cuya existencia concreta tenemos escasos datos 4, pero creem os que, dada la riqueza y variedad de las obras escritas, tuvo que haber un taller o taller es impulsados por el rey, y que de alguna manera perduraron en el reinado de su sucesor Sancho IV. Destacamos entre todos Las Cantigas, que Mª Victoria Chico considera o bra p redilecta del m onarca, porque fue una tarea constante en su vida y porque la dejó en su test amento para la c atedral de Sevilla donde le enterraron. P odemos concluir que en la producción de m anuscritos es, con gran diferencia, el rey castellano más importante del bajo medioevo. Sancho IV puede ser considerado com o autor, en cierta m edida, pues así se presenta en el prólogo de Castigos e documentos : “con ayuda de çi entíficos sabios ordené e fize este libro para mi fijo”, no obstante los espe cialistas consideran que sería en realidad inspirador y corrector como hacía su padre. Fue la suya una corte literaria, lo que no es raro, pues se formó en la de su padre el rey Sabio. Alfonso XI llevó a cabo una im portante labor com o promotor y favoreció la realización de importantes códices como la Crónica troyana o el Libro de la montería. Asimismo el Libro de la Coronación le fue dedicado, según Sánchez Albornoz, aunque en la suya celebrada en Burgos no siguió el rito propuesto. Es un rico códice, cuyas ilustraciones aparecen enmarcadas por orlas con el cuartelado de Castilla. Se puede decir que Pedro I es el últim o rey promotor de obras realizadas en la corte, una de las últimas es el ejemplar del Ordenamiento de Alcalá5 que se conserva en la Biblioteca Nacional, iluminado y firmado por Nicolás González, va precedido de una carta del rey en la que manda usar y guardar dichas leyes que mandó hacer su padre. Los Trastám ara ya no son coleccionistas de m anuscritos, ni autores ni promotores im portantes, lo que sí son es receptores de obras que les dedican. No obstante, hay excepciones, por ejemplo, Enrique III encargó a López d e Ayala traducir las Décadas de Tito Livio, según el cronista cu enta en el prólogo, pero no pode mos decir que la labor cultural sea primordial pa ra este m onarca, pues de esta obra le interesaba la aplicación práctica del contenido para el empleo de las armas. A Juan I su suegro, Pedro IV el Cerem onioso, le rega ló un códice con el ceremonial de la consagración y coronación de los reyes de Ar agón, que se conserva en la Biblioteca Lázaro Galdiano; algunos historiadores han d icho que podría haber te nido un escritorio regio, pero Sánchez Mariana piensa que el rey hacía en cargos a particulares d e obras importantes sobre temas de su interés, como es el caso de las Partidas, obra que le pudo servir para justificar su legitimidad. Mención especial merece Juan II, porque fue un rey bibliófilo. De su época conservam os m anuscritos muy importantes, obras de distintos géneros, especialmente tratados políticos y obras de grandes escritores que hablan de él o que se las dedican. Enrique IV tuvo un re inado turbulento y sabemos poco de la producción artística, no obstant e hay un códice muy interesant e, el manuscrito de París de El Libro del Caballero Zifar, que al comienzo de la obra tiene el escudo de armas de 4 Elisa Ru iz argumenta, ante la falta d e noticias de los profesionales que realizaban los libros, pues no gozaron del estatuto de oficiales permanentes al serv icio de la Coron a, que tal vez eran con tratados para llevar a cab o t areas co ncretas. (“Haci a una codi cología d e l a pro ducción m anuscrita de l a C orona de Castilla en lengua vernácula”, en I C ongreso I nternacional de C iLengua, di ciembre 20 07, p. 2 1 ( en prensa) 5 En la Biblioteca Nacional hay tres ejemplares, al que nos referimos tiene la signatura: Vit. 15-7. 655 los reyes de Castilla-León rodeado de varias granadas, por lo que se ha considerado que fue un encargo de Enrique IV, pero Elisa Ru iz cree que dicho esc udo es un añadido ya que la obra es anterior. Los Trastámaras sí tuvieron gran interés por la historiografía. Enrique II contó con un cronista de excepción, don Pedro Lópe z de Ayala, quien se pasó a su bando porque era m ás conveniente a su fam ilia y a su estam ento social. E l m ismo autor escribió las Crónica de los sucesores en el trono, Ju an I y Enrique III, en las que da muestras de su talla po lítica al defender la versión oficial de la de rrota de Aljubarrota y al tratar como asunto de estado el m atrimonio del infante don Fernando con la Condesa de Alburquerque. De los dos últim os monarcas estudiados, ta nto Juan I I com o Enrique IV, tenemos noticia a través de varios cronist as, circunstancia que no es ajena a que nos situamos en el sig lo XV, en el qu e determinados valores, como el de la fa ma, ya están en vigor. En los m anuscritos las im ágenes que promueven el “rey exhibido” son abundantes en el caso de Alfonso X. Esta pr áctica apenas se conser va en los sucesores. Elisa Ruiz defiende que la producción m anuscrita atribuible a la Corona se extingu e a mediados del siglo XIV. 2. Documentos. Hemos realizado un análisis crítico del documento para in terpretar la totalidad del mensaje, lo que im plica abordarlos de sde un doble punto de vista: por un lado, sus caracteres externos e internos; y por otro, los aspectos simbólicos. Hemos prestado especial atención a algunos aspectos tales como: - La disposición m aterial del texto, teni endo en cuenta cuando el nom bre del rey aparece destacado, y el uso de colores simbólicos, ligados a la realeza, como el rojo, el azul o el dorado (los dos prim eros son frecuentes en los cartuchos que contienen el nombre del rey en los privilegios rodados, especialmente a partir de Sancho IV. - Las suscrip ciones, en concreto, la firm a au tógrafa, que es rara en los privilegios rodados, pero es significativo que en uno de Enrique II (1369, junio, 25. Toledo) lleve las firmas autógrafas de los monarcas: “Nos el rey. Yo la rreyna”, lo que indica el papel que doña Juana Manuel jugó para legitimar a su marido. - Los elem entos iconográficos, entre los que destacam os la e figie del monarca; la primera que hemos visto es la de Fernando IV en un privilegio real (1295, agosto, 8. Valladolid), lo que es novedoso y un importante precedente de algunos otros que aparecerán en la m isma posición en los pr ivilegios rodados de sus sucesores. Los escudos pintados son m uy interesantes y, también, los elementos decorativos, como las orlas florales y las miniaturas con escenas varias. - Las fór mulas diplom áticas tam bién ayudan a extraer la im agen regia. He mos ido consignando aquellas cláusu las relevantes por su cont enido, sobre todo cuando se apartan del estilo es tereotipado propio de la Ca ncillería. A títu lo de e jemplo véase cómo Enrique II invoca su legitim idad cuando dice: “en tiem po de los rreys onde nos venimos e en tiem po del rrey don Alfons o, nuestro padre”, él m ismo alude a la continuidad de su dinastía: “et después de los nuestros días mandamos al infante don Johan, mío fijo e a los que de nos e dél desçendieren, que los nuestros regnos ayan de aver e de heredar”. Todas estas fórm ulas, con sus variantes, se repiten en todos los reinados, y tratan de reflejar claram ente la naturaleza d el poder qu e osten ta el monarca. 656 El documento fundamental para nuestro tr abajo ha sido el privilegio rodado, el cual es un ejem plo de cóm o la escritura es tá al servicio del poder del rey, quien es exaltado a través del contenido, de la disposic ión gráfica, de la estructura diplom ática, así como de los elem entos figurativos. Su es tructura formal se mantiene uniforme pero con algunos cambios. Con los Trastámara, son más suntuosos, desaparece la invocación monogramática y, a veces, en su lugar aparece la efigie del rey, ade más, con Juan II se generaliza el fascículo en lugar de la hoja de pergamino exenta. Alfonso X jugó un papel m uy i mportante en la evolución de este docum ento, pues en la III Partida (Tít. XVII, L ey II) e stableció la forma en que se debía redactar. Su objetivo era que se m anifestara clar amente la autoridad del rey. Introdujo importantes innovaciones. Así la rueda abandona el arquetipo papal y alcanza un modelo autóctono puesto que se for ma un cuartelado en cruz que trae los sím bolos de Castilla y L eón, de m anera que se convertirá en la expresión visual de su rey con el consiguiente contenido propagandístico de su persona, cuyo nom bre se resalta en color y tam año, equiparado a los de Dios y la Vi rgen, lo que nos deja la im agen de un poderosos soberano, lugartenient e de Dios, y la de una c oncepción teocrática de la monarquía. Ade más, este docum ento nos da información sobre la situación del reino. Por ejemplo los privilegios rodados que he mos estudiado de 1256 tienen gran calidad artística, que contrasta con la de los an teriores, y es el año que le proponen ser emperador. Sancho IV introdujo algunos cambios indicativos de su concepción de la monarquía. En la invocación añade “a todos lo s santos de la cort e celestial”, lo que encaja con su im agen de rey piadoso , por otro lado, enm arcando la rueda aparecen lo s nombres de los confirm antes, ordenados de acuerdo a un plan jerárquico perfectam ente establecido. Alfonso XI creó una No taría especial para emitir los pr ivilegios rodados y para estudiar la legalidad de los documentos que se presentaban para ser confirmados porque contenían importantes m ercedes, por eso en su reinado abundan los privilegios de confirmación. Por el contrario él concedió pocas mercedes ya que era un rey fuerte y con claras intenciones centralizadoras. Tam bién introdujo importantes novedades en el aspecto externo que lo hacen más solemne: la rueda es de mayor tamaño y sin cruz. Con Pedro I el privilegio rodado sigue siendo el docum ento m ás solemne y representativo del poder real, incluso se rea lizan novedades externas com o es que la rueda se inscribe en un cuadrado tangente a la circunferencia, lo que genera enjutas que se decoran, este modelo perdurará hasta los Reyes Católicos. Enrique II lo utiliza como docum ento emblemático, tanto por su contenido, ya que en los primeros años confirma o concede mercedes a la Iglesia y a los nobles que le fueron leales durante la guerra civil, como por su aspecto formal, ya que están ricamente decorados para resaltar a su autor, p or ejemplo, aparece el tetramorfos en las en jutas de la rueda, además cada vez la policro mía es mayor. En concreto hay un ejemplar (1371, diciembre, 15. Burgos) que presenta una nove dad m uy interesante: en el lugar del crismón aparece la representación gráfica del rey, es una figura m ayestática flanqueada por los símbolos parlantes de los reinos; consideram os que tiene un ho ndo significado político porque plasm a gráficamente el pode r del soberano com o máxima autoridad de su Estado, con sus sucesores fue más frecuente , pero éste es el prim ero que nosotros hemos encontrado con esta característica. En la época de Juan I hay innovaciones. En el aspecto form al, por ejemplo, hemos visto un ejem plar (1387, diciem bre, 12. Eglesia Sallena) que es un cuaderno de pergamino de seis hojas, modelo que será bastante frecuente en el siglo XV. Pero lo más llamativo y que lo identifica inequ ívocamente con este m onarca es qu e en bastantes 657 ejemplares la rueda, en su círcu lo central, aparece dividida en dos partes, a la izquierda el cuartelad o de Castilla y León y a la derecha las quin as de Portu gal, aunque este símbolo heráldico después de Aljubarrota fue una expresión de dom inio pero sin fundamento real. Con Enrique III hemos percibido que se usa m enos e l privilegio rodado, seguramente porque hay m ás variedad documental, como ya hemos explicado arriba, y porque con cede m enos m ercedes. Cada vez es m ás frecuente q ue veam os la representación del rey en el lugar del cr ismón, y hemos encontrado uno (1392, febrero, 20. Burgos) en el cual aparece co mo autor, ya que con el dedo índ ice de la mano izquierda parece que está dictando, tal y com o hacía Alfonso X en las miniaturas de sus libros. En el reinado de Juan II el privilegio rodado c onoce su etapa de esplendor, porque hay muchos, muy variados y de gran calidad artística, algunos son considerados piezas excepcionales, p ero hay que tener en cuenta que era el com itente el que corría con los gastos. Presenta novedade s externas importantes: desaparece el crismón y en su lugar apa rece la capita l inic ial E ricam ente decorada, incluso es frecuente ver las representaciones figurativas del rey o del de stinatario de la m erced, por ejem plo el escudo de los Luna. Las orlas cada vez son m ás ricas en m otivos ornamentales incluso de gusto italianizante. El signo rodado pres enta el cuartelado en for ma de escudo. Cada vez es m ás com ún que adopten la for ma de cuaderno, com o por ejem plo, el de la fundación de la Cartuja de Miraflores. En cuanto al contenido se observa que, e n general, son más extensos, incluso dan detalle s de la situación del reino de m anera que tienen un sabor de crónica, como por ejemplo cuando se refieren a la batalla de Olmedo. Con Enrique IV continúa la variedad docum ental. El privilegio rodado sigue siendo el más solem ne e im portante, pero se conserva un m enor número, no obstante algunos son de tanta calidad com o los de la época de su padre y, en cuanto a los elementos decorativos s e entremezclan las in fluencias italianas y flam encas. Los sigue utilizando para conceder m ercedes, en es pecial a su favorito Pacheco, Marqués de Villena, al que, por ejemplo, autorizó la fundación de un mayorazgo6. Es frecuente que aparezca la representación figurativa del rey en la letra cap ital, incluso en uno de ellos 7 llama la atención porque va vestido a la moda borgoñona, por lo que difiere de las representaciones habituales y, adem ás, tiene las piernas separadas. Com o sabemos por los cronistas que era poco ortodoxo en cuesti ones de protocolo, se podría pensar que el artista ha querido retratarlo lo más fielmente posible. 3. Sellos. Nos ofrecen la imagen que cada rey quería dar de sí mismo, porque dentro de los patrones que existían, ellos elegían los que mejor se adecu aban a la id ea que querían transmitir. Como bien dijo Alfons o X: “see llo es senna l que el Rey m anda fazer para firmar sus c artas con él” (III Partid a, Ley I. Tít. XX), o sea, el se llo le representa. De este monarca se conocen im prontas ecuestres, heráldicas y mayestáticas. En cambio de su hijo Sancho IV tenemos tan sólo del tip o que presenta una fi gura mayestática con cetro y pom a en el anverso y una figura ecuestr e en el reverso; está claro que pone el énfasis en que es el rey legítimo y que va defender su reino frente a todos los enemigos, bien sean los m usulmanes o sus sobrinos. Hemos observado el predom inio del tipo 6 AHN- Nobleza, Frías, carp. 34, nº 17. 1463, enero, 29. Almazán 7 Archivo de la Biblioteca Universitaria de Oviedo, Pergaminos Civiles II, nº 23. 1455, diciembre, 21. Ávila. 658 ecuestre entre los dem ás monarcas bajomedievales, unos porque querían trasm itir una imagen de fuerza y autoridad frente a los enemigos de su trono, com o es el caso de Fernando IV, Alfonso XI en su m inoría y Pedr o I, otros, com o Enrique III, porque se presentaba como defensor de la fe de Cristo, y Juan II, quizá s para dar la imagen de rey guerrero que volvió a la lucha contra el Is lam, o por las guerras civiles que tuvo que afrontar. El caso de Enrique II es interesant e porque utiliza el ecues tre y el mayestático en función de su situación pol ítica: durante la guerra civ il, utiliza el ecuestre, pero a partir de 1370 se i mpone el m ayestático, en el que el rey aparece sen tado en un trono formado por dos leones, llevando el globo y la espada desenvainada, es decir, una simbología que pretende demostrar que es el rey legítimo y que ejerce la autoridad y la justicia. Enr ique IV ro mpió con lo s patrones icónicos de sus predecesores, im puso el tipo en que aparece su busto majestuoso coronado, más o menos idealizado, este cambio se puede explicar por su propia personalidad y por la influencia del H umanismo que tiende a valorar al individuo; asim ismo, en algunos casos presentan una ram a de granadas, su divisa personal, junto al cuartelado. 4. Monedas. Las hemos estudiado, fundam entalmente, para comparar la im agen figurativa o simbólica de los reyes que presentan. Hay modelos que se repiten y otros novedosos, en este apartado del balance final haremos hin capié en las últimas, porque son reflejo de las condiciones específicas de cada reinado. Sancho IV em itió una nueva m oneda, el corn ado, en la q ue aparece su busto coronado, lo que de muestra que se sentía in seguro en el trono y por eso buscaba todos los medios para hacerse propaganda com o rey legítimo que había sido coronado en la catedral de Toledo. Fernando IV tiene unas monedas peculiares por que son las únicas anónimas e n toda la serie de las caste llanas, según Heiss, circunstancia que interpretamos com o un hecho indic ativo del de sprestigio y la debilid ad de este re y. Pedro I también presenta modelos significativos de la situación de guerra civil que vivió y que le llevó a perder el trono, por ejem plo, en una m oneda de 1360, por lo tanto en plena guerra contra el conde de Trastámara, en el anverso aparece una o riginal leyenda: DOMINUS MICHI ADIUTOR ET EGO DISP ICIAM INIMICOS MEOS, en la q ue deja claro que es el vicario de Dios y que existen opositores a su m onarquía. Juan II también presenta gran varied ad de modelos y destacam os la dobla de la banda, porque en el anverso presenta el escudo de la Orden de la Banda, lo que corrobora el interés que sentía por los valores caballerescos y por esta orden en concre to, que, según Faustino Menéndez Pidal, dicha divisa fue como su escudo de armas. 5. Obras literarias. Estas creaciones reflejan las ideologías de una época y nos transm iten diversos tipos de im ágenes de la realeza. Baste con citar aquí algunas m uestras. En la época d e Alfonso X la literatura ejemplar refuerza la imagen de rey sabio, que gusta de aprender y enseñar lo que es útil para gobernar. Un caso muy interesante es el de Pedro I el Cruel, del que conservam os poesías partidistas, por un lado la Cantiga contra el amor de Macías, poeta cortesano cuyas composiciones aparecen en el Cancionero de Baena, que se cree lo compuso contra el rey pues hace unos juegos de palabras sobre la crueldad del amor que podría referirse a la del mona rca; por otro lado el rom ance histórico Nunca viera jaboneros tan bien vender su jabón que, según Diego Catalán, era favorable a dicho rey, pero quedó relegado al olvido despué s del triunfo de su herm anastro. En el 659 reinado d e J uan II los juegos liter arios cumplieron la m isma m isión que las fiestas y torneos, es decir, la propa ganda del poder regio; bajo su r einado se e scribieron importantes obras a cargo de gr andes escritores, tanto que se puede hablar de etapa de esplendor de la literatura cortesana e, incl uso, de una corte letrad a, porque destacados nobles v an a form ar grandes b ibliotecas, com o la del Marqués de Santillana en su palacio de Guadalajara, y, adem ás, actuarán como m ecenas. Es precisam ente en este reinado cuando se da la confluencia de importantes literatos, entre los que destacamos a Juan de Mena, que fue secretario de cartas latinas y cronista del rey, cuya principal obra, Laberinto de Fortuna , le dedicó; en ella le prod iga tratamientos elogiosos, tales como “muy prepotente”, “muy excelente y muy gran señor”, “vuestra sacra e real m agestad”. Pero la literatura también puede dar una visión crítica, com o es el caso del po ema satírico Coplas de la panadera, que hace referencia a la batalla de Olmedo, en el que se censura el com portamiento cobarde de la mayoría de los caballeros, al m ismo tiempo que se percibe una actitud negativa hacia el rey. 6. Obras artísticas. Al igual que la literatura, las creaciones artísticas son susceptibles de reflejarnos las ideas dom inantes de una sociedad. Hay nutridos ejemplos, recogem os algunos significativos. A Alfonso X en la s vidrieras de la catedral de León se le identifica por la corona, el cetro y los escudos con castillos y leones y, adem ás, con el águila im perial, por lo tanto el program a iconográfico está relacionado con sus pretensiones al Im perio Germánico, al igual que ocurre en las miniaturas de sus manuscritos. De Enrique II hay una pintura en tabla, La Virgen de Tobed , que m erece toda nuestra atención; en ella aparecen como donantes el rey, la reina y sus hijos los infantes Don Juan y doña Leonor, además en la parte superior están los escudos de armas de Castilla y León y de los Manuel, lo que indica la im portancia de la reina com o garante de la legitim idad dinástica, de igual m odo, el rey y el herede ro lucen la insignia de la Orden la Banda creada por Alfonso XI, lo que abunda en la mism a idea de que los Trastám ara son sus legítimos sucesores. De Juan II tenem os va rias ob ras d e arte interesantes por su significado político, pero la obra más destacada es la escultura yacente de su sepulcro en la Cartuja de Miraflores, donde fue ente rrado por su deseo; el rico programa iconográfico que vemos responde al programa político de su hija Isabel la Católica, que quiere glorificar a su s padres, reyes legítimos, de lo s que ella de sciende; e l lujo decorativo de este sepulcro creem os que materializa la fórmula “S acra Real Majestad”, tan usada en m anuscritos y documentos, y deja patente la im agen de una m onarquía sacralizada. 5. LA IMAGEN REAL Y EL CONCEPTO DE PROPAGANDA. Hemos intentado captar aquellos aspectos de la im agen real que encierran una funcionalidad política puesta al servicio de una causa, que es demostrar que el soberano está investido de una dignidad y un rango superior a los demás. En este sentido, estamos de acuerdo con la definición de J.W. Lapierre, para quien es un conjunto de procesos de comunicación, a través del cual se efectúa la d ifusión de valores, no rmas y creencias que for man las diversas ideol ogías políticas. D e esta m anera, la m onarquía, mediante una serie de m étodos propagandísticos, trata de obtener determ inados efectos ideológicos y psicológicos sobre sus súbditos, para que asuman determinados principios 660 conducentes hacia el autoritarism o, que es el objetivo último de todos los m onarcas estudiados. El m odelo m ás claro se encuentra en la re lación entre c risis de leg itimidad y esfuerzo propagandístico. De los monarcas es tudiados fue Enrique de Trastám ara el maestro en utilizar el arte de la propag anda para legitimar su causa, puesto que no dudó en falsear la realidad para desacred itar a su rival, el r ey legítimo y legitim ar su propia rebelión; su esfuerzo propagandístico sólo es comparable al de Isabel la Católica contra Enrique IV. La imagen del rey puede ser estudiada a través de un tratamiento individualizado de su persona o bien m ediante su actu ación com o protagonista de diversos actos sociales. Estos aspectos son analizados por separado. 1. Imágenes individuales. El análisis d e las f uentes primarias nos ha perm itido averiguar cóm o se ha ido constuyendo el concepto de efigie real y su evolución a través del tiempo. Podemos afirmar que hay una im agen del rey, representa nte de la dinastía, que es singular, única y atem poral, que utiliz a los m ismos sím bolos, los ya com entados en un apartado anterior, a lo largo de los tres siglos estudiados. Hemos constatado que la m onarquía bajo medieval necesitaba de un nuevo lenguaje ritual que le sirviera para visualizar un orden soci al y una ideología acordes al poder que desea ostentar, es decir, para m andar mensajes tanto a la razón com o a los sentimientos de sus súbditos y, tam bién, a los otros re inos y a la Igle sia. Para e llo recurrirá a las rep resentaciones iconográficas, a los actos cerem oniales, a la reflexió n intelectual y a los escritos de la Cancillería, todos ellos son los productores de las imágenes que hemos estudiado. Según Teófilo Ruiz la im agen de la realeza se formó lentamente a través de los siglos, fruto del entrelazamiento de elementos religiosos, seculares y populares. Por eso creemos que el ejercicio del poder produce im ágenes varias de la realeza. Las com unes a todos los reyes son las que ponen de manifiesto los dos principios fundamentales de la monarquía. Uno es el de autoridad, por el que ejerce com o juez sup remo, legislador y jefe militar en la luch a contra e l Islam, caracterizado mediante los s ímbolos regios, las fórmulas cancillerescas alusivas a su poderío y las solemnes ceremonias intrínsecas a su cargo. No obstante, algunos reyes com o Fe rnando IV, Pedro I y Enrique IV tuvieron serios problem as para imponer su autoridad. El principio de legi timidad es el otro principio fundamental, aunque algunos fueron cu estionados por su m anera de llegar al trono, como es el caso de Sancho IV, Enrique II y Juan I. Tales monarcas prodigarán las imágenes que refuercen sus pretendidos derechos. Las imágenes visuales y las tex tuales sus tituyen a lo s r eyes. El núm ero de las primeras es m enor en m anuscritos y docum entos. Hay q ue tener en cuenta qu e la imagen física del rey era desconocida, por es o se utilizaban vehículos em blemáticos, simbólicos y figurativos, que aludían a las ca racterísticas del ca rgo que ostenta y a la dinastía a la que pertenecía. Consideramos que tanto las icón icas como las descriptivas pueden falsear la realidad, porque, por ejem plo, las Crónicas han podi do ser alteradas o bien no ser i mparciales, incluso m uchas afirmaciones son adulatorias com o es el caso 661 del bello códice de Las Décadas de Tito Livio encargado por el II Conde de Benavente, donde se califica a Juan II com o “noble, virt uoso y santo”. En las visuales hay que bucear en el m undo de las im ágenes oficiale s. A veces pu eden ocultar las m iserias y contradicciones del personaje, en este se ntido hem os dedicado especial atención a monedas y sellos, porque los reyes elegían los m odelos, por eso con tienen la im agen que ellos q uerían trans mitir a sus súbditos y nos brindan una buena referencia para comparar con las de los manuscritos y documentos. También hay represen taciones e mblemáticas, que son sustitu tivos de la presencia física del m onarca. El m ás importante es el escudo de arm as del reino, que todos usan profusamente. Las divisas son em blemas propios de cada rey, quizás la m ás famosa fuera la Orden de la Ban da cr eada por Alfonso XI , aunque fueron los Trastámara los que m ás las em plearon, por ejem plo, Juan I creó la Orden del Espíritu Santo y Enrique IV utilizó con frecuencia la granada. No podemos hablar de retratos, ya que es raro encontrar en la Baja Edad Media una fiel reproducción de los rasgos f ísicos. En el siglo XIII todavía no hay un lenguaje formal adecuado para individualizar faccion es, hay que esperar al s iglo XIV para encontrar las primeras representaciones que se podrían considerar como tales, las cuales ya son más frecuentes y más realistas en el XV. Más bien debemos hablar de efigies que nos transmiten formas expresivas en relación con la función que desempeña el monarca. También, hay que tener en cuenta que las fiso nomías de seres pretéritos suelen tener un “estilo de época”. A continuación vam os a e xponer algu nos de los estudiados para comprobar lo explicado. Por ejem plo, en las cantig as narrativa s, donde las imág enes ilu minadas visualizan el texto, Alfonso X aparece norm almente com o rey joven, pero no es un retrato propiamente dicho, es la figura del rey lo que interesa pone r ante el lector, no reconocer su cara. Tampoco es un retrato físico el de Fernando IV en un privilegio real 8 en que vemos la representación de un rey-ni ño que deja constanc ia de su exis tencia; además hay un detalle excepcion al pero clarif icador de lo que fue la regencia: el rey apoya los pies sobre un perro en vez de sobre un escabel que era lo tradicional, y en este símbolo se ha querido ver la fidelidad m utua que quiere m antener con el con cejo de Tordesillas, muy i mportante en un mom ento en que su madre busca apoyos para su trono ante la deslealtad m anifiesta de buena parte de la nobleza. De Juan II conservamos una carta de privilegio 9, en cuya letr a cap ital E el artista hace u na representación m ayestática del m onarca con espada y poma que, según Elisa Ruiz, podría ser un intento de reproducción realista , convirtiéndolo en uno de los prim eros retratos en la galería de efigies reales. Asimismo, de Enrique IV tenemos varios retratos y en algunos se puede decir que ya son realistas, com o el del Códice de Stuttgart de Jorge Einghen, que responde a los apuntes que tom ó durante su viaje a España, parece una rep resentación fiel de su asp ecto fí sico, va vestido con un atavío corriente, desaliñado y sin ningún sím bolo real, lo cual podría responder a la im agen de persona solitaria y am ante de la caza en lo s bosques, que los cro nistas nos h an transm itido, además tiene la m irada triste y m elancólica, propia de quien tuvo tantos problem as familiares y de gobierno como él. 8 AHN- Nobleza, Priego, carp. 15, doc. 16. 1295, agosto, 8. Valladolid. 9 Biblioteca de Francisco Zabálburu, M 11-163. 1447, diciembre, 15. Valladolid. 662 Es importante precisar que, a falta de retrato físico figurativo, nos valemos del que nos proporcionan las fuentes escritas, por ejemplo, de Enrique III, Fernando Pérez del Pulg ar en sus Generaciones y semblanzas describe un retrat o, tanto físico com o psicológico, que se ha convert ido en el estereotipo de es te m onarca, en el que hay virtudes y defectos, porque, com o dice el auto r, no pretende lisonje ar al rey. Se puede decir que es realista desde su óptica personal, lo que s upone una novedad en la época histórica que hemos estudiado: Fue de m ediana es tatura, e asaz de buena disp osición; fue blanco e ru bio, e la nariz un poco alta. Pero quando llegó a los diez e siete años ovo muchas e grandes enferm edades, que le enflaqueciero n el cuerp o e le dañaron la complesión, e por consiguiente se le da ñó e afeó el sem blante, no quedando en él primero parecer, e aún le fueron causa de grandes alteraciones en la condición, ca con el trabajo e aflición de la lue nga enferm edad, hízose m ucho triste y enojoso. Era muy grave e ver e de muy ás pera conversación, ansí que la m ayor parte del tiempo estaba solo e malenconioso A partir de la naturaleza del poder político que ejercieron cada uno de los reyes estudiados nos han dejado algunas imágenes, son las siguientes: Alfonso X es el sabio por antonom asia y como exponente escogemos una miniatura del ejem plar de la General Estoria de la Biblioteca Vaticana, donde aparece dictando, como forma expresiva del Rey-sabio-pedagogo, y en cuyo texto dice que “son los reyes en los sesos más agudos que los otros omnes”. Sancho IV “el Bravo” , verdaderamente fue audaz para hacerse con el trono y para defender su legitimidad y la de su sucesor. El ejemplo más claro lo encontramos en Gil de Z amora, au tor de De Preconiis Hispaniae , dedicada a él, donde le insiste para que “el em puje de su valor pe rsonal lo an ime resueltame nte a accio nes s iempre m ás arriesgadas y más valientes”. Aquí se encarece su bravura, considerada una gran virtud y con cuyo sobrenombre ha pasado a la Historia. Fernando IV fue un rey débil. Su Crónica, que forma parte de la Crónica de los tres reyes, según Gómez Redondo, es un registro puntua l de la tenacidad y paciencia de María de Molina para sacar adelante a su hi jo y al rein o, en realid ad, es el mejor testimonio del pensam iento político y doctrinal de ella, porque el au tor da m uestras de hostilidad hacia don Fernando, débil e inhábil. Alfonso XI , quizás sea el rey del medioevo cast ellano que m ejor representa la imagen del rey vencedor, porque obtuvo gran des éxitos en todas sus em presas. El Salado fue una de las grandes batallas de la lucha contra el Islam. Impuso su concepción centralizadora de la monarquía, así como cosechó grandes éxitos en su obra legislativa y cultural. Adem ás, en su persona queda bi en represen tado el es píritu cab alleresco medieval pues creó la Orden de la Banda de larga pervivencia. Incluso por sus enemigos podemos medir sus éxitos, ya que logró someter a su primo el infante don Juan Manuel. Pedro I “el Cruel” , así ha pasado a la Historia gracias a la propaganda de los Trastámara, quienes necesitaban justificar su ascensión al trono. Se conserva una imagen m uy peculiar, en un m anuscrito fr ancés (BNF, fr. 2813, fol. 447r) en la que aparece siendo decapitado, lo que n o es un hec ho histó rico, pero transm ite la idea de que perdió la guerra justam ente por ser un rey-tirano, y por eso fue condenado por su rival, que preside esa decapitación. Enrique II es conocido por las m ercedes que concedió a sus partidarios en la guerra civil, pero creemos que le define m ejor la condición m esiánica que creía tener. 663 En este sentido destacamos una represent ación m ayestàtica en un privilegio rodado 10 (1371, diciembre, 15. Burgos), en la que ap arece con el globo rem atado por una gran cruz y con la espada, atribut os que aluden a la Divinidad y a la guerra, m edios que le dieron el trono Juan I fue tam bién rey de Portugal, pero, tras su pérdida por la derrota de Aljubarrota, decidió vestir de luto, así aparece en la miniatura que decora el Libro de la divina retribución , con su peculiar escudo qu e a úna el cuartelado y las quinas de Portugal. E n ella hay un árbol genealógico de su descendencia y de él salen sus dos hijos, que fueron reyes de Castilla y de Ar agón, con lo que la dinastía Trastám ara, ya plenamente leg itimada grac ias a su argum entación, se implanta en los do s r einos principales de la Península. Enrique III encarna la figura del “buen rey”. Pacificó el reino y su peró lo s enfrentamientos de la f amilia real, porque su m atrimonio con Catalin a de Lancaster supuso la paz con los petristas. El profesor Mi tre ha insistido en la imagen de su “buena muerte”, que se corresponde con la de su buen gobierno. De Juan II escogem os para iden tificarle su co rte liter aria. De él ya tenem os muchas representaciones visuales en docum entos y manuscritos, porque en el siglo XV es un fenómeno com ún, pero escogemo s la del m agnífico códice de la Biblia de Alba , porque lo s sím bolos que contienen son de ho menaje al rey y reflejan su faceta de bibliófilo, tan querida por él. En una miniatura aparece el monarca con corona, sentado en un gran trono, cuya base es un león, anim al que alude al poder de la m onarquía, él está perfectamente identificado porque lleva una filacteria en su m ano donde se lee “el noble rey don Ioan fijo del nob le rey don Enrique”, y con la otra mano señala al rabino, arrodillado ante él, el cual es el traductor de dicha Biblia encargada por el Gran Maestre de Calatrava. Enrique IV fue objeto de una cam paña de propaganda de signo negativo fomentada por sus propios hermanos. Consideramos que la imagen más definitoria de su reinado es la debilidad, com o quedó bien claro en la oprobio sa ceremonia de la “Farsa de Ávila”, en la que los nobles le despojaron de los símbolos del poder regio. 2. Imágenes colectivas. La figura del rey puede ser glosada elogios amente a trav és de participación en actos colectivos. A continuación enumeramos los principales tipos. La guerra es reivindicada como vehículo de propaganda por el profesor Ladero Quesada. Es clara esta función en la lucha c ontra el i nfiel, que fu e una constante en la Edad Media castellana. La cruzada contra el Islam era popular. Com o prototipo escogemos a Alfonso XI, a quien las victoria s contra el Islam dieron gran fam a y prestigio dentro de Castilla y en el extranje ro, de hecho es conocido como “El vencedor del Salado”, adem ás marcó el final de una época, pues con sus sucesores esta em presa militar cas i se paralizó, aunque hubo intentos d e revitalizarla com o el de Enrique III, Juan II, o incluso Enrique IV quien planeó una nueva guerra contra Granada, de desgaste frente a la de conquista que hubieran preferido los nobles. Las otras guerras, consta ntes en todo el período estudiado, son las que mantuvieron contra la n obleza, auténticas guerras civiles, p ara fortalecer el poder real. El resultado fue desigual, Alfonso X fracasó, estuvo a punto de dividir y perder el reino, muriendo solo y abandonado en Sevilla, a unque nunca fuese cuestionada la institución 10 Archivo Ducal de Medinaceli, Privilegio rodado nº 55. 1371, diciembre, 15. Burgos. 664 ni la propia dinastía. En cam bio, para Juan II, la victoria de Ol medo en 1445 supuso la derrota definitiva de los Infantes de Aragón y de los bandos nobiliarios contrarios a su autoridad. El caso m ás significativo en este as pecto es el de Pedro I, a quien las guerras trajeron grandes desgracias. La propaganda Trastámara presentó el magnicid io co mo una ac to d e jus ticia por los c rímenes cometidos por el tirano. Adem ás, este acontecimiento bélico, considerado com o un ep isodio de la Guerra de los Cien Años, contribuyó a llevar la propaganda fuera de la s fronteras castellanas, porque Francia apoyaba al Trastám ara y necesitaba derrot ar a Inglaterra alia da de Pedro I. Es sintomático que Ayala, al relatar en sus Crónicas un episodio trascendental de esta guerra como fue la batalla de Nájera, insista en que las tropas petristas llevaban la cruz de san Jorge y este era su gr ito de guerra en honor del Pr íncipe Negro, m ientras que Enrique llevaba la Orden de la Banda y su grito era el de Santiago, a su juicio venció con justicia el Trastámara, quien defendía los símbolos castellanos. Juan I tuvo suerte desigual en sus c onflictos bélico s. En la guerra dinástica contra Portugal, al defender la corona de su esposa frente a Juan de Avis, sufrió la derrota de Aljubarrota (1385), que dejó su ejército deshecho y c on las arcas del reino vacías, tanto que en las Cortes de V alladolid de 1385 hizo público arrepentim iento por haber sufrido esa derrota bélica. Pero en la guerra con los petristas, representados por los ingleses al mando del Duque de Lancaster, obtuvo un importante triunfo que trajo la paz interior. Fiestas y ceremonias tratan de mostrar la imagen tangible de la realeza, porque el boato servía para provocar la adhesi ón popular, y la acogida f avorable d e las pretensiones reales. Des tacamos el papel prim ordial que ju ega la Iglesia en ellas. Nos llama la atención que un m onarca com o Enri que IV tan poco am ante de fiestas y de exhibirse públicamente ante las otras fuerzas políticas, perdiera buena parte de su poder ante los nobles rebeldes, los cuales interpretaron como debilidad su falta de ostentación, actitud tan diferente a la que tuvo su padre. Existe una gran variedad de ceremonias políticas, que el profesor Nieto S oria ha clasificado en varios apar tados que vam os a seguir. Dependiendo de los reinados, hemos prestado m ás at ención a unas u otra s. Consideram os que las que tienen una mayor di mensión propagandística, porque los m onarcas se exhiben en todo su esplendor, son las que a continuación exponemos. Ceremonias de acceso al trono: Una de las m ás sole mnes y de exaltación de la m onarquía es el juram ento y reconocimiento por las Cortes del heredero del reino. Hemos prestado mayor atención a las que tuvieron un especial significado para resaltar la legitim idad del futuro rey. Destacamos el de Juan II, a quien en las Co rtes de Vallad olid de 140 5 “fue fecho el pleito e omenaje e juram ento al Príncipe don Juan” com o heredero del reino, siendo jurado por su tío el infante don Fernando, el clero, la nob leza y los procuradores del reino. La coronación no fue fr ecuente en Castil la, peculiaridad que la diferenciaba de los otros reinos occidentales . Aunque la corona com o símbolo del poder regio fue muy importante, no ocurría lo m ismo con el cerem onial de su imposición, de hecho, hem os extraído algunos ejem plos que coinciden con momentos difíciles para el m onarca por 665 problemas de legitimidad. La forma más usada para llevar a cabo la proclamación fue el alzamiento del pendón real11. Sancho IV sí fue coronado en la catedral de Toledo junto con la reina por cuatro obispos. Fue un ritual ex traño para Castilla, pero necesario para leg itimar su ascenso al trono contra el deseo de su padre Alfonso X, y también su matrimonio, realizado sin la dispensa papal. Enrique II, que se había proclamado rey e n Calahorra en 1366 en una tienda, en el transcurso de la guerra civi l, decidió coronarse en Burgos, una vez conquistada la ciudad por sus tropas, en una solem ne cerem onia celebrada en el monasterio de Las Huelgas, en la que es tuvieron presentes los nobles, las com pañías militares y los repres entantes de los concejos, donde todos “besáron le la m ano por su rey e su señor”, acto que tiene m ucho de feudal, pero es que el nuevo monarca tuvo que recurrir a todos los símbolos posibles para fortalecer su im agen de rey y señor, ya que por herencia no le correspondía el trono. Ju an I, el segundo Trastám ara, decidió coronarse también en el mona sterio de las Huelgas (Burgos ) el 25 de julio de 1379, día de Santiago, parece ser que lo hizo por consejo de su familia política, en concreto de su suegro Pedro IV de Aragón, pues era una manera de compensar el origen revolucionario de su dinastía. El caso de Alfonso XI fue una excep ción. En 1332, en Burgos, él m ismo s e impuso la corona y después cor onó a la reina, luego, am bos se arrodillaron ante el altar como homenaje al Santísimo. Fue una ceremonia espectacular, muy solemne con la que quería dem ostrar que era un rey fuerte, que no se som etía a la nobleza ni a las autoridades eclesiásticas. Este acto le sirvió para exaltar a la m onarquía, pues incluyó a la reina, que poco después le aseguraría la sucesión legítim a. En relación con esta ceremonia tenemos el Libro de la C oronación de El Escorial, dedi cado a este monarca, en el que se propone un ritual completo que sigue el “Ordo imperial”. En la tradición castellana, la proclam ación del rey consistía en alzarlo en un acto solemne, donde se pone de m anifiesto el valor que ten ía el componente militar en un reino en continua lucha contra los m usulmanes, así como la idea de no depender de la Iglesia para ser proclamado. Las Crónicas dan cuenta de esta ceremonia, por ejemplo, Alfonso X fue alzado en Sevilla delante de la fosa donde acababa de ser enterrado su padre. Testimonio detallado tenem os de la proclamación de Juan II, quien fue alzado por su tío Fernando de Antequera, según relata la Crónica de Alvar de Santa María: “cabalgó en una m ula, e tom ó el pendón del Rey en la m ano e andubo por la dicha çibdad de T oledo llam ando a grandes bozes él e los otros que iban con él: ¡Castilla, Castilla por el Rey don Juan!”. También fue usual que se mezclara la ceremonia de proclamación, de rito similar al alzamiento, con la de reconocim iento por los representantes del reino, sin ser unas Cortes propiamente dichas. Enrique IV fue proclamado rey el 23 de julio de 1454 en la iglesia de San Pablo de Valladolid, fue una ceremonia solemne en la que los grandes le hicieron el hom enaje y le besaron las manos com o a su rey y soberano. Según la Crónica de Galíndez de Carvajal, “el rey cav algó por la villa y con él todos los caballeros ya dichos, llevando delante de sí su pendón real, y todos los hom bres de armas y trompetas que en la corte vía, uno de los quales vestía su cota de armas, en alta voz, de poco en poco, iva diciendo: ¡Castilla, Castilla, por el rey don Enrique!”. Otra ceremonia era la del reconocim iento de la mayoría de edad, en este caso es el reino el que los legitim a cuando l os procuradores juran y reconocen com o reyes en las Cortes, com o en el caso de Alfonso XI, c uando con 14 años, en las Cortes de 11 Según Jaim e de Salazar, los pueblos germánicos llevaron a cabo la proclamación de sus reyes con e l alzamiento sobre el pa vés, y así serí a, t ambién, ent re l os vi sigodos, au nque no nos co nsta. ( “Proclamación del rey y juramento”, en El Rey. Historia de la Monarquía, Barcelona: Planeta, 2008.) 666 Valladolid de 1325 decidió “que non devía aver tutor, tomé el poderío en m í para usar de los míos regnos assí commo devo” y, de esta manera, comenzó su gobierno personal. Ceremonias “de tránsito vital”: Nacimientos y bautizos son dos eventos, próximos en el tiempo, los cuales en las Crónicas, a veces, se confunden. Por el nacim iento lo habitual era celebrar fiestas y procesiones en las ciudades, incluso tenemos noticia de festejos especiales, por ejemplo, en El Victorial , que es una crónica interesante por que relata sucesos de los que no tenemos otras fuentes, se explic a los actos que preparó Enriq ue III para c onmemorar el nacimiento de su hijo y heredero, Juan II, en Toro en 1405, entre los que destaca el gran torneo de Tordesillas en el que participaron “los mayores cavalleros de Castilla”. La cerem onia propiam ente dicha, llena de significado político y religioso, de exaltación d e la m onarquía, es el bautiz o. Destacam os el de Enrique IV, quien fue cristianizado en Valladolid, donde nació, y fu eron sus padrinos el condestable don Álvaro de Luna y el adelantado don Di ego Góm ez de Sandoval con sus m ujeres. Asistieron los nobles y clérigos m ás importantes, encabezados por el Obispo de Cuenca y el Almirante de Castilla; poco después fue reconocido como heredero en el convento de San Pablo de Valladolid, en una cerem onia con tintes feudales todavía, “donde llegó en brazos del alm irante don Álvaro Enríquez, y ya en el te mplo el rey le puso un cetro de oro en la m ano como a Príncipe de Astu rias y su heredero; el infante don Juan, su primo, le besó la mano y le hizo pleito homenaje”. Allí tomaron la palabra el Obispo de Cuenca, el infante don Juan y los representant es de las ciudades, es decir, los tres estamentos, que avalab an la con tinuidad y legitimidad dinástica. Si analizam os los personajes que intervinieron, a pesar de las tensiones que existían en la corte, se observa que en las apariciones públicas los represen tantes de la monar quía querían dar una imagen de poder basado en la unidad de la s fuerzas políticas en torno al legítimo heredero de la dinastía. Las bodas son ceremonias alegres que servían para exaltar a la institución ante el pueblo y ante los estam entos privilegiados y, en consecuencia, también tienen un importante significado político en función de la persona elegida com o cónyuge. Hemos seleccionado algunas por su trascendencia. Pedro I se casó con Blanca de Borbón en Valladolid. Según la Crónica, se organizaron muchos festejos, justas y torn eos con la asistencia de m uchos nobles. Fue una ceremonia de gran boato. Los vestidos de los novios eran de “paños de oro blancos enforrados de armiños”. Se puede decir que éste fue el momento de mayor esplendor de dicho rey, porque pocos días después aband onó a la reina, lo que trajo im portantes consecuencias políticas, negativas para él. Juan II se casó por primera vez con su prima la infanta doña María de Aragón en Medina del Ca mpo el 27 de octubre de 1418, donde se organizar on magníficas fiestas con corridas de toros, juegos de cañas y solem nes torneos en los que participaron varios miembros de la f amilia real. Además, en la Crónica del Halconero , tenemos noticia de la boda de su prim a la infanta Leonor y el infante don Duarte de Portugal. Con este motivo se celebraron unas fam osas justas en Valladolid, en las qu e el rey sa lió al palenque rodeado de gran lujo, m ostrando su afición a este tipo de torneo caballeresco. Debieron ser tan espectaculares que, incluso, Jorge Manrique se refiere a ellas en s us famosas Coplas.. Enrique IV se casó por segunda vez con doña Juana de Portugal, herm ana del rey luso. La boda se celebró con grandes festejos en Córdoba en mayo de 1456, oficiada por el arzo bispo de Sevilla Alfonso de F onseca. Parece ser que el rey realizó este segundo matrimonio con la finalidad de tener u n heredero y para fo rtalecer la alian za 667 con Portugal y desligarse de Aragón, pero es ta decisión le trajo tan graves problem as que le hicieron tambalearse en el trono. Las ceremonias funerarias constituyen un hito en la continuidad dinástica propia de una monarquía hereditaria. Para nosotros son muy importantes porque proyectan una imagen política m uy clara del rey dif unto, como queda patente en Sancho IV, quien, obsesionado por demostrar la legitimidad de su trono, convirtió su muerte en un acto de propaganda monárquica. Se gún el relato de su Crónica, murió después de recibir los sacramentos, fue enterrado en la catedral de Toledo, donde había sido coronado, en el sepulcro que se mandó hacer próx imo al de l emperador castellano Alfonso VII, donde, asimismo, pretendió crear un panteón para sus sucesores, cosa que no ocurrió. Algunos tuvieron una muerte gloriosa, como Alfonso XI, quien m urió en la epidemia de peste m ientras intentaba la c onquista de Gibraltar. Com o nos relata su Crónica “et fue fecho por el Rey don Alfonso muy grand llanto”. A punto de coronar una gran gesta, fue un digno final para un rey triunfador. Otros, por el contrario, tuvieron un triste final com o Enrique IV, quien murió en un m omento de guerra civil sorda, el 12 de octubre de 1474 en el al cázar de Madrid después de confesarse , abandonado por la mayoría de sus colaboradores y sin recibir los honor es propios de su título. Su cadáver fue tras ladado al m onasterio de San ta María del Paso, donde el cardenal Mendoza celebró el funeral. El prel ado, después de dejar los restos en una sepultura provisional, m archó a Segovia para ponerse al serv icio de Isabel. Finalmente el monarca extinto fue enterrado en el monasterio de Guadalupe, junto a su madre. Merece la p ena citar la cerem onia de Juan I co mo modélica por la info rmación tan completa que tenem os de todos los pasos. F alleció en 1390 com o consecuencia de una lamentable caída de caballo en Alcalá de Henares. El obispo de Toledo, don Pedro Tenorio, ocultó la m uerte en un prim er m omento, para que, antes de que se pudiera producir alguna alteración, el infante Enrique, todavía un niño, fuera proclamado rey. El cuerpo del finado estuvo en la capilla “qu e es en las casas que el Arzobispo de Toledo ha en Alcalá de Henares”, donde se hicieron exequias en presencia de la reina y después “alegrías por el rey don Enrique”, as í deja claro la Crónica que se cumplía el dicho que reza “ a rey muerto, rey pue sto”. Se conservan u nas Adiciones a la Crónica , en las q ue se relata el entie rro del rey, y se en umeran las altas pers onalidades que for maron parte del cortejo, adem ás, se deja en trever que fu e un rey querido y respetado por los que l e rodearon. Ceremonias de “Cooperación”: Una de las m ás destacadas es la celebración de Cortes, en concreto la apertura que realizaba el rey acom pañado de los m iembros m ás destacados de su fa milia. Siempre era solem ne, y se iniciaba con la pronunciación de un di scurso. De ellas ya hemos habl ado en otro apartado. Todos los reyes participaron en ellas buscando la cooperación de los estamentos en el gobierno del reino. La investidura, era una cerem onia muy importante en el m undo medieval y en concreto en Castilla po r el significado que tenía r ecibir la espada com o símbolo de la lucha contra el infiel. L a m ayoría d e los re yes l a re cibieron de sus progenitores. Por ejemplo, Sancho IV, en la cerem onia de in vestidura ya dio pruebas de que no se resignaba a ser un infante segundón, pues logró ser investido por Alfonso X al igual que el prim ogénito don Fernando. Una circunstancia peculiar fue el in terés de los reyes castellanos de que no intervinie ra un representante eclesiás tico, lo que pone de relieve su defensa de la separación de los dos poderes. En este sentido es paradigmático el caso de Alfonso XI, quien, según relata la Crónica, fue investido caballero por una im agen articulada del apóstol Santiago en la catedral del apóstol, como ya se ha reiterado. 668 Cerem onias litúrgicas: Son muchas a las que asisten los reyes. En es te sentido des tacamos algunas de las ceremonias más características de la Igle sia como es la m isa, pero, sobre todo, a las que asisten por un motivo especial. Por ejemplo, Juan II cuando regresó victorioso de la lucha contra los n azaríes, fue recibido so lemnemente en Toledo, dond e se celebró una misa de alabanza a Dios, según nos relata la Crónica del Halconero; fue una ceremonia cargada de sim bolismo político, de la que la Corona y la Igle sia s e benef iciaron mutuamente. Otra m isa cargada de signif icado político f ue la celebra da antes de la batalla del Salado, en la que Alfonso XI pronunció una conmovedora oración. Con estos ejemplos queda clara la im portancia que se daba a la lucha contra el Islam, considerada por la Iglesia com o una cruzad a. E ste ti po de cerem onias relaci onadas con victorias militares contribuían a exaltar la imagen regia. Las peregrinaciones también fueron fr ecuentes, por ejemplo, Sancho IV a Santiago y a la iglesia de Villalcázar de Sirga, así como las procesiones, aunque muchas veces eran preludio de otras ceremonias como las bodas, las coronaciones, etc. Ceremonias de “Recepción”: Las entradas reales pro vocaban gran expectación y respeto entre los súbditos ante la imagen de superioridad que mostraba el rey, como es el caso de Alfonso XI, que con m otivo de su prim er viaje a Sevill a en 1325, fue recibido con una ceremonia solemne de exaltación de la m onarquía, lo que tuvo un gran significado político pues acababa de proclamarse mayor de edad; según el relato de la Crónica, le recibieron con gran alegría, con mucho juegos, incluso luchas de barcos en el Guadalqu ivir, las calles de la ciudad estaban cubierta s de paños de or o y s eda y olían muy bien, pero lo má s llamativo es que los caballeros tom aron un paño de oro y “traxieron le en varas encima del Rey”, lo que implica el reconocimiento del origen divino de la monarquía. También Enrique IV, según la Crónica castellana, anónima, realizó una entr ada en Sevilla el 19 de agosto de 1468, aunque eran m omentos delicados para el m onarca por la oposición de buena parte de la noblez a, en la ciudad lo reci bieron con la solem nidad acostumbrada: se celeb raron juego s de cañas y el rey cabalgó por la ciudad; lo que demuestra que las ciudades le apoyaban, y que la figura real nunca fue cuestionada. Esta revisión panorámica de la imagen del rey nos ha permitido constatar que en todos los reinados hay luces y sombras. En la visión de los reyes se m ezclan las cualidades con los defectos, por ejemplo, En rique II fue un gran propagandista, que no tuvo recelo en falsear la realid ad y desacreditar con saña a su rival con tal de ganar el trono. Pero consideramos que son tres lo s m onarcas, cuya im agen negativa ha prevalecido. Fernando IV ha pasad o a la h istoria con el sobrenom bre de “El Emplazado”, basado en un relato novelesco y con m atiz denigrante para él. En realidad, m urió de causa natural, de tuberculosis, y además está probada la legalidad de la sentencia con tra los que le emplazaron. La trascen dencia concedida a este hecho es un buen ejemplo de la impopularidad del rey, quien se vio superado por sus poderosos enem igos, los nobles y algunos miembros de la propia familia real, siendo una etapa de desgobierno en la que el único pilar sólido fue su madre, quien gozó de gran prestigio y logró mantenerle en el trono, aunque la institución monárquica descendiera en popularidad. Otro caso paradigmático es el de Pedro I, conocido como “el Cruel”, quien como bien dice el historiador Emilio Mitre, se convirtió en “antiespejo de príncipes”. 669 Enrique IV tam bién ha pasado a la Hi storia con una im agen negativa debido a los efectos de la propaganda de sus ve ncedores, los Reyes Ca tólicos, los c uales quisieron desprestigiar su memoria para legitimarse a sí mismos. 6. BALANCE FINAL La investigación que hemos realizado ha puesto de m anifiesto algunas lagunas historiográficas que deben ser colm adas. Faltan estudios profundos y detallados de algunos m onarcas al igual que el realizado por José Luis Martín sobre Enrique IV, porque hay reinados poco estudiados com o los de Fernando IV, Juan I y Enrique III, y otras monografías deben ser act ualizadas como la de Mercedes Gaibrois sobre Sancho IV. En segundo lugar, hem os c omprobado que todav ía carecem os de algu nos instrumentos indispensables en lo q ue se re fiere a una descripción completa de nuestro patrimonio escrito, tanto docum ental co mo m anuscrito, como son catálogos actualizados de los fondos de m uchas instituc iones, en los que se recoja la autoría material y una datación tópica y crónica fiable. En tercer luga r, con statamos que es complicado hacer un estudio interdisciplinar , porque hay que com parar l as di stintas fuentes históricas y no siempre hay buenos estudios monográficos en campos sectoriales de la cultura escrita y artística. En cuarto lugar, queremos subrayar la riqueza de fondos y la abundancia de fuentes inabarcables as í como su dispersión geográfica, lo que dificulta el estudio de un nú mero elevado de ejem plares y la posibilida d de establecer estadísticas significativas. En este cam po las m odernas tecnologías podrán hacer importantes aportacion es en un futuro, pero se n ecesitarán fuertes inv ersiones económicas para subsanar las deficiencias. En definitiva, habida cuenta de estas limitaciones, nuestro estudio aporta nuevos datos sobre los siguientes aspectos: a) Presentamos un corpu s de im ágenes figurativas en m anuscritos y documentos de los reyes estudiados, algunas son bien conocidas por los medievalistas, otras son poco repro ducidas y hay algunas inéditas. Este listado no pretende ser exhaustivo por las razones aducidas. b) Aportamos unos apéndices gráficos de im ágenes de los diez m onarcas bajomedievales sobre diferentes soportes. c) Hemos sistem atizado los docum entos y m anuscritos de cada reinado bajomedieval que contienen imágenes de la realeza, las cuales constituyen un ejemplo de la expresión de su poder y que han permitido elaborar el cuerpo de la tesis. d) Hemos establecido una clasificación de los principales tipos de i mágenes, ofreciendo de cada caso numerosos ejemplos. e) Nuestro estudio pone de relieve la rela ción de los avatares de cada reinado con las im ágenes exis tentes en las distin tas f uentes consultadas. Por e llo hemos hecho una contextualización histórica de cada uno de los diez monarcas estudiados. f) Ponemos de m anifiesto la coincidencia entre las imágenes figurativas y las extraídas del contenido de los textos escritos g) Nuestra inv estigación p one de m anifiesto la interr elación existente e ntre todas las ciencias historiográficas, las cuales son fundamentales para realizar un estudio con rigor histórico. Asim ismo, resulta ev idente la necesidad de 670 llevar a ca bo investig aciones m ultidisciplinares. Ha resu ltado de l mayor interés las aportaciones que vienen del campo de la Historia del Arte. h) Proporcionamos una visión diacrónica de las im ágenes de la realeza a lo largo de dos siglos, donde se v e cómo las m ás genuinas p ermanecen: el rey como vicario de Dios, el rey cristianí simo, el rey cabeza del reino, el rey juez, el rey legislador y el rey m odelo de virtudes, a la vez que se aprecia como la sum a de toda s conform an la im agen global de una m onarquía sacralizada, pero cada vez m ás separa da de la Iglesia por un proceso de laicización que conducirá a la monarquía autoritaria moderna. i) Hemos pue sto de relieve las connotaci ones propagandísticas de m uchas actuaciones de la realeza a lo largo de la época estudiada. j) Hemos subrayado el nacim iento y desarrollo de una sim bólica del poder basada en elementos sígnicos que ha di scurrido paralelamente a los atributos tradicionales. Estos resultados se han obtenido gr acias al estudio de una abundante bibliografía, fruto de la cual es este trabaj o de investigación. Es am plia por referirse a diez reinados y abarcar todos los aspectos: políticos, económ icos, sociales, culturales y de historia de las mentalidades, a la que se añaden todos los libros de interés que se han escrito desde la época objeto de estudio, as í com o numerosos reperto rios de fuentes consultadas. Somos conscientes de que puede faltar análisis en profundidad de cada uno de los reinados, pero nuestro in terés se centraba en la obser vación de un aspecto concreto de la realeza desde una pers pectiva diacrón ica. A tal f in ha sido p recio sacrificar un estudio po rmenorizado en aras d e alcanza r una visión global del asunto prim ordial objeto de esta tesis. A veces es preciso no centrarse en un árbol para poder observar el bosque. 671 672 QQUUIINNTTAA PPAARRTTEE FFUUEENNTTEESS YY BBIIBBLLIIOOGGRRAAFFÍÍAA 673 FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA. 1. FUENTES MANUSCRITAS. 1.1. MANUSCRITOS. ESPAÑA. BURGOS MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE HUELGAS Biblia antigua del Real Monasterio de Las Huelgas, s/s MADRID ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (AHN) CARTAGENA, Alonso de, Genealogía de los Reyes, Códices, 983 B. Códice de Toxos-Outos, Códices, 1002-B. Cuentas del rey Don Sancho, Códices, 985 b. BIBLIOTECA DE LA CASA DUCAL DE ALBA. PALACIO DE LIRIA La Biblia de Alba, Ms. nº 399. BIBLIOTECA DE LA FUNDACIÓN LÁZARO GALDIANO MENA, Juan de, El Laberinto de Fortuna,M 17-16, Inventario 15259, ms. 208. Libro de las Leyes fechas por los Reyes Godos, Registro 14423. BIBLIOTECA DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA (BRAH). Libro Intitulado del Tumbo de Santiago de Compostela, ms. 9/5496. Cancionero de Gallardo, ms. 2 674 BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE. FONDO HISTÓRICO. ALFONSO EL SABIO, Libros del saber de Astronomía, Ms. 156. BIBLIOTECA NACIONAL (BNE) ALARCÓN, fray Juan, Libro del regimiento de los señores, Mss. 9.477. ALFONSO EL SABIO, Fuero Juzgo, Mss. Vit. 17-10 --------, Grande e General Estoria, Mss. 816 / Mss. 10.236. --------, Las Cantigas. El Códice Toledano, Mss. 10.069. --------, El Espéculo, Mss. 10.123 --------, El Libro de las cruces, Mss. 9.294 --------, Primera Crónica General de España, Mss. 10134 ter. --------, Segunda Partida, Mss. 12.794 --------, Las Siete Partidas, vit. 4-6. --------, Primera y Cuarta Partida, Mss. 12.793 Bocados de oro, Mss. 9204. Bula del 19 de agosto de 1436 a favor del Rey de Castilla, Mss. 1091, fols. 86r-88v. Cancionero de Gallardo, Mss. 3993. --------, Notule de Primatu, vit. 15-5. CARTAGENA, Alfonso de, Discurso, Mss. 1091. --------, Genealogía de los Reyes de España, Mss. Vitr. 19-2. Cartas de Juan II, Mss. 18.633, nº 4 y Mss. 19.701, nº 51. Castigos e documentos del rey don Sancho, Mss. 6.559. Colección de testamentos y capitulaciones matrimoniales de los Reyes de Castilla y Aragón y de algunos otros personajes. S. XVIII, Mss. 6.932. Diversos documentos de Sancho IV(copias), Mss. 13.095. 675 El Libro de Alexandre, Mss. vit.5-10. El Libro del consejo e de los consejeros, Mss. 9216. El Libro del Tesoro, Mss. 685. El Libro llamado de los pensamientos variables, Mss. 6642. FERNÁNDEZ HEREDIA, Crónica de Espanya, Mss. 10.134 FLAVIO VEGECIO: De Re Militare, Mss. 10.445. GIL DE ZAMORA, Juan: De preconiis Hispaniae, Mss. 10.172. La Avisación de la Dignidad Real, Mss. 1.159 Lucidario, Mss. 3.369. Notule de Primatu Nobilitate et Dominio Ecclesiae Toletanae, vit. 15-5 Ordenanzas de Juan II para el buen orden de la Contaduría Mayor, U/9451. Ordenanzas de la Cavallería de la Vanda hechas por el rey Alfonso XI en 1330, Mss. 11.534. Ordenamiento de Alcalá, vit.15-7. Ordenamiento de Alcalá, Res. 9 Pontifical de Guillermo Durand o Durango, vitr. 18-9 ROMANO, Egidio, De regime principum, Mss. 9236. SÁNCHEZ DE ARÉVALO, Rodrigo, Compendiosa historia, Mss. 1521. --------, Suma de la Política, Mss. 1221 Suma del virtuoso deseo, Mss. 1518. Testamento del preclarísimo rey Don Juan II de Castilla, Mss. 5.578, fol. 54-76. TITO LIVIO, Décadas, Res. 204. --------, Tercera Década, Mss. 12.722. VALERA, Diego de, Tratado de Armas (o de los vientos o desafíos), Res. 125 VEGECIO, Flavio, De re militare, R. 10445. 676 REAL BIBLIOTECA DE PALACIO (RB) CARTAGENA, Alfonso de, Crónica de Enrique IV, primera parte, Mss. II /1446. --------, Genealogía de los Reyes de España, Mss. II /3009 Corónica de los nobles reyes de Castilla don Pedro, don Enrique e don Juan, Mss. II/ 2970. El Lucidario, Mss. II/793. El Libro de la Montería, Mss. II/2105 LOPEZ DE AYALA, Pedro: Corónica de los nobles reyes de Castilla don Pedro, don Enrique e don Juan, Mss. II /2970. Ordenamiento de las Tafurerías, Mss. II /1963 Ordenamientos, Mss. II/1963. VALERA, Diego de, Espejo de la verdadera nobleza, Cámara de Seguridad II/ 2078. VEGECIO, Flavio, Arte de las batallas, Mss. II/ 569. REAL BIBLIOTECA DEL MONASTERIO DEL ESCORIAL (RBME) ALFONSO EL SABIO, Las Cantigas. El Códice de los Músicos, Mss. b.I.2 --------, Las Cantigas. El Códice Rico, Mss. T.I.1 --------, Fuero Real, Mss. Z.II.8 --------, General Estoria, Mss. Y.I.2 y Mss. X.I.4 --------, El Lapidario, Mss. h.I.15 --------, El Libro de las formas e imágenes que están en los cielos, Mss. h.I.16 --------, El Libro de los juegos: libros de ajedrez, dados y tablas, Mss. T.I. 6 --------, El Setenario, Mss. P.II.20 Cancionero de Fray Íñigo de Mendoza, Mss. k.III.7 CARTAGENA, Alfonso de: Árbol de la genealogía de los reyes de España, Mss. h.II.22. Castigos del rey don Sancho IV, Mss. Z.III.4. 677 Crónica de Alfonso XI, Mss. Y.II.10. Crónica del rey D. Enrique IV, Mss. X.II.16 Doctrinal de los caualleros, Mss. h.III.4. ENRIQUEZ DEL CASTILLO, Diego, Crónica de don Enrique IV, Ms. a.IV. 23 Estoria de España. Segunda Parte Mss. X.I.4. La Crónica Troyana, Mss. h.I.6. Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla y Aragón, Ms. &.III.3. Libro de la Divina Retribución, Mss. Y.III.1 Ordenamiento de Alcalá, Mss. Z.III.9 Ordenamiento real de Medina del Campo de 1433, Mss. Z.III.1 Refundición de la Crónica del Halconero, Mss. X-II-13. TITO LIVIO, Tercera Década, Mss. g.I.2. VORÁGINE, Diego de: Flor de los Santos, Mss. h.II.18. MURCIA ARCHIVO MUNICIPAL (AMMu). El Fuero Juzgo, Mss. nº 539. SANTIAGO DE COMPOSTELA ARCHIVO DE LA CATEDRAL Tumbo A Tumbo B, fol. 216 (carta de Alfonso XI) 678 SEVILLA BIBLIOTECA CAPITULAR Y COLOMBINA El Pontifical Hispalense, Mss. BB-149-3. TOLEDO BIBLIOTECA Y ARCHIVO DE LA CATEDRAL El Setenario, Mss. 43-20. TESORO DE LA CATEDRAL Biblia de San Luis. ALEMANIA. MUNICH BAYERISCHE STAATSBIBLIOTEK Libro del conosçimiento de todos los regnos et tierras et señoríos que son por el Mundo, et de las señales et armas que han. FRANCIA. PARÍS BIBLIOTECA NACIONAL (BNF). Cancionero de Baena, mss. Esp. 37. GIL DE ZAMORA, Juan, De praeconiis Hispaniae, Nouv. acque lat., 175. Grandes Chroniques de France, ms. Fr. 2813 (miniatura de Pedro I decapitado) El Libro del caballero Zifar, mss. Espagnol, 36. FROISSART, J., Crónica, mss. fr. 2643. Libro de la Orden de la Banda, mss. Espagnol, 33. 679 BIBLIOTHÉQUE DE L’ARSENAL Armorial equestre del Toisón de Oro, mss. 4790. ITALIA. FLORENCIA BIBLIOTECA NAZIONALE CENTRALE ALFONSO EL SABIO, Las Cantigas, Mss. B.R. 20 REINO UNIDO. LONDRES BRITISH LIBRARY (BL) De las estatuas antiguas, Mss. Add. 17.905 FROISSART, Jean, Chroniques, Mss. Harley 4379 BRITISH MUSEUM. La Primera Partida, Mss. ADD. 20.787. SUECIA. ESTOCOLMO ROYAL LIBRARY Fuero Juzgo, B. 673 1.2. DOCUMENTOS. ESPAÑA. ÁVILA ARCHIVO DE LA CASA DE ALBA Vitrina nº 15 (provisión real de PedroI) 680 Caja 144, nº 11 (albalá de Enrique II) Caja 2, nº 100 (albalá de Juan II) Caja 3, nº 25 (carta a Enrique IV) BARCELONA ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN (ACA). Cartas Reales, nº 17 y nº 125 (cartas de Alfonso X) Cancillería Real, 1934, fol. 109-123 (carta de Juan II) BURGOS CARTUJA DE MIRAFLORES Privilegio rodado de su fundación de Juan II. GUIPÚZCOA ARCHIVO GENERAL DE GUIPÚZCOA Secc. 1ª, NEG. 11, leg. 16 (carta real de Enrique IV) LOGROÑO ARCHIVO MUNICIPAL DE LOGROÑÓ Signatura, 18 (privilegio rodado de Sancho IV) MADRID ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (AHN). Clero, carpeta 1024, nº 8 (privilegio rodado de Alfonso X) Sigilografía, caja 11, nº 7 (privilegio rodado de Alfonso X) Sigilografía, caja 13, nº 1 (privilegio rodado de Sancho IV) 681 Clero, cp. 3022, nº 5bis (“Testamento” de Sancho IV) Órdenes Militares, Uclés, carpeta 5, doc. 26 (privilegio rodado de Fernando IV) Clero, cp. 185, nº 16 (privilegio rodado de Alfonso XI) Órdenes Militares, carp. 5, nº 42 (privilegio rodado de Alfonso XI) Sigilografía, arm. 2, caja 17, nº 12 (convocatoria a Cortes de Pedro I) Sigilografía, arm. 1, caj. 26, nº 10 (provisión real de Pedro I) Clero, carp. 1359, nº 20 (carta de merced de Pedro I) Clero, carp. 3029, nº 7 (privilegio rodado de Enrique II) Sigilografía, caja 23, nº 7 (privilegio rodado de Juan I) Clero, carpeta 384, nº 1 (privilegio rodado de Juan I) Clero, carpeta 186, nº 5 (privilegio rodado de Juan I) Sigilografía, caja 119, nº 5 (privilegio rodado de Juan I) Órdenes Militares. Uclés, carpeta 5, nº 50 (privilegio rodado de Juan I) Clero, carpeta 398, nº 20 (carta de privilegio de Enrique III) Sigilogafía, armº 8, caja 122, nº 7 (carta de privilegio de Enrique III) Sigilografía, armº 8, caj. 122, nº 4 (privilegio rodado de Enrique III) Códices, 1022 B (privilegio rodado de Enrique IV) BIBLIOTECA DE FRANCISCO ZABÁLBURU Colección Miró, 8, D. 116 (privilegio rodado de Juan II) Caja 6, doc. 8 (privilegio rodado de Juan II) M 11- 163 (carta de privilegio de Juan II) BIBLIOTECA DE LA FUNDACIÓN LÁZARO GALDIANO M 35, 14. Registro 14427 (privilegio rodado de Enrique IV) 682 BIBLIOTECA DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA (BRAH) Colección San Román, caja 2ª, núm. 6 (privilegio rodado de Pedro I) BIBLIOTECA NACIONAL (BNE). Mss. 13.095 (diversos documentos de Sancho IV) Vit. 5-11 (privilegio rodado de Alfonso XI) RES. 261, nº 1 (carta de merced de Pedro I) Mss. Facs. GF/67 (privilegio de Pedro I) Mss. 19.701, nº 51 (carta de Juan II) Mss. 18.633, nº 4 (carta de Juan II) Mss. 5.578, fols. 54-76 (testamento de Juan II) Mss. 1.091, fol. 86r-88v (Bula a favor del rey de Castilla) RES 125, nº 5 (La elevación de don Íñigo López de Mendoza al marquesado) R/ 22852 (cédula del príncipe don Alfonso) RES 226, nº 42 (carta de Enrique IV) RES 226, nº 8 (provisión real de Enrique IV) RES 261, nº 5 (carta real de merced de Enrique IV) RES 226, nº 42 (carta de la princesa Isabel) MURCIA ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE MURCIA (ACMu) Pergaminos, s/s (privilegio rodado de Alfonso X) Pergaminos, nº 34 (privilegio del infante don Sancho) Pergaminos, nº 43 (privilegio rodado de Sancho IV) Pergaminos, nº 100 (privilegio de Enrique II) 683 ARCHIVO MUNICIPAL DE MURCIA (AMMu) Actas Capitulares, años 1379-1380. Fiestas conmemorativas del nacimiento de Enrique III. Actas Capitulares, años 1392-1393. Signatura 47. Libro de Privilegios (privilegio rodado de Alfonso X) Pergaminos, nº 96 (carta de Alfonso XI) C.R. 1348-1354, fol. 88v (provisión real de Pedro I) Actas Capitulares, año 1392, fol. 101 (albalá de Enrique III) Caja 1, nº 118 (albalá de Enrique IV) Caja 1, nº 144 (albalá de Enrique IV) OVIEDO ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE OVIEDO (ACO) Carpeta 9, nº 41 (privilegio rodado de Alfonso X) Serie B, carpeta 7, nº 10 (privilegio rodado de Juan I) ARCHIVO DE LA BIBLIOTECA UNIVERSITARIA DE OVIEDO Pergaminos Civiles II, nº 23 (privilegio rodado de Enrique IV) SANTIAGO DE COMPOSTELA ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO Cart. 8ª, nº 2 (privilegio rodado de Enrique II) Cart. 9ª, nº 10 (privilegio de Enrique III) SEGOVIA ARCHIVO CATEDRALICIO DE SEGOVIA. Signatura 7-5 (privilegio rodado de Alfonso X) 684 Signatura 6-12 (privilegio rodado de Alfonso X) Signatura 9-9bis (privilegio rodado de Sancho IV) Signatura 10-6 (privilegio rodado de Fernando IV) SEVILLA ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA (ACS). Sec. IX, c. 3, nº 12/1 (privilegio rodado de Alfonso X) Sec. IX, c.3, nº 53 (privilegio rodado de Alfonso X) Capilla Real, c. reales, c.4 (privilegio rodado de Sancho IV) Sec. IX, c. 4, nº 28 (privilegio rodado de Enrique II) Sec. IX, c. 38, nº 4 (privilegio rodado de Enrique II) Sec. IX, c. 3, nº 46 (privilegio rodado de Juan I) Sec. IX, c. 116, nº 42 (privilegio rodado de Enrique III) ARCHIVO DEL REAL MONASTERIO DE SAN CLEMENTE DE SEVILLA (AMSC) Sec. I, nº 60 (privilegio rodado de Alfonso X) ARCHIVO MUNICIPAL DE CARMONA Provisiones Reales. Siglo XV- II (provisión real de Enrique IV) ARCHIVO MUNICIPAL DE SEVILLA (AMS). Sec. I, c. 1, nº 18 (privilegio rodado de Alfonso X) Sec. I, c. 1, nº 21 (privilegio rodado de Sancho IV) Sec. I, c. 1, nº 29 (privilegio rodado de Fernando IV) Sec. I, c. 2, nº 45 (privilegio rodado de Alfonso XI) Sec. I, c. 2, nº 49 (privilegio de Pedro I) Sec. I, c. 2, nº 56 (privilegio rodado de Juan II) 685 TOLEDO ARCHIVO GENERAL DE LA FUNDACIÓN CASA DUCAL DE MEDINACELI Privilegio rodado nº 57 (privilegio rodado de Enrique II) Sección Feria, leg. 3, doc. 15R (escritura de fundación de Mayorazgo concedido por Enrique III a favor de Gómez Suárez de Figueroa) Sección Cogolludo, leg. 11, nº 39 (carta de privilegio de Juan II) Sección Feria, leg. 3, doc. 16R (carta de privilegio y confirmación de Juan II) Sección Camarasa, leg. 2, nº 92 (albalá de Juan II) ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL-NOBLEZA Osuna, carpeta 11, nº 4 (privilegio rodado de Alfonso X) Fernán Núñez, cp. 2, d. 63 (privilegio rodado de Alfonso X) Osuna-Béjar, carpeta 10, nº 5 (privilegio rodado de Sancho IV) Priego, caja 1, doc. 1-2 (privilegio rodado de Fernando IV) Frías, carpeta 1/3 (privilegio rodado de Fernando IV) Priego, carpeta 15, doc. 16 (privilegio de Fernando IV) Osuna-Béjar, carp. 10, nº 14 (privilegio rodado de Alfonso XI) Frías, carp. 34, doc. 9 (privilegio rodado de Alfonso XI) Osuna-Béjar, carp. 11, nº 7 (privilegio rodado de Pedro I) Fernán Núñez, carp. 4, doc. 90 (privilegio rodado de Pedro I) Fernán Núñez, carp. 4, doc. 91 (privilegio rodado de Enrique II) Osuna-Béjar, carp. 10, nº 10 (privilegio rodado de Enrique II) Osuna-Benavente, carpeta 12, nº 5 (privilegio rodado de Juan I) Osuna-Béjar, carp. 10, nº 9 (carta de confirmación y privilegio de Enrique III) Frías, catál. 2, carp. 15 (perdón de Juan II) Marqueses de Toca, carpeta 75/1 (privilegio rodado de Juan II) 686 Fernán Núñez, carp. 88, doc. 4 (privilegio rodado de Juan II) Osuna, leg. 1825, nº 5 (concesiones de Juan II al Marqués de Santillana) Osuna, carp. 9, nº 17 (privilegio rodado de Juan II) Frías, cp. 46, d. 11 (privilegio rodado de Juan II) Frías, cp. 34, d. 7 (privilegio rodado de Juan II) Frías, caja 462, doc. 1 (carta de merced de Juan II) Frías, caja 2, nº 1 (albalá de Enrique IV) Frías, carp. 34, nº 17 (privilegio rodado de Enrique IV) Osuna, carp. 9, nº 4 (carta de confirmación y privilegio de Enrique IV) VALLADOLID ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID (ARChVa) Pergaminos, carpeta 0020.0008 (privilegio rodado de Fernando IV) Pergaminos, carpeta 17, nº 4 (carta plomada de Alfonso XI) Pergaminos, caja 0024.0003 (carta de privilegio de Juan II) Pergaminos, caja 0002.0007 (carta de privilegio y confirmación de Juan II) ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS (AGS) Patronato Real, leg. 58, nº 27 (C oncesión al príncipe heredero de las ciudades y villas de Asturias) Patronato Real, 11- 67 (asiento y capitulación jurada entre Enrique III y don Fadrique, Duque de Benavente) Patronato Real, 58-97 (privilegio rodado de Juan II) Diversos de Castilla, leg. 9, nº 64 (carta de Enrique IV) Patronato Real, 7-151 (carta a Enrique IV) Quitaciones de Corte, leg. 2, fol. 335 (carta de Enrique IV) 687 Patronato Real, 49-38 (privilegio rodado de Enrique IV) ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL Y UNIVERSITARIO DE VALLADOLID Sección Universidad, carpeta 5, nº 3 (carta de merced de Enrique III) PORTUGAL. LISBOA BIBLIOTECA NACIONAL Colección Pombalina, códice nº 443 (carta de Enrique IV) 2. FUENTES IMPRESAS. ALARCÓN, fray Juan de, Libro del Regimiento de los Señores, Madrid: BAE nº171, 1964. ALVAR, Carlos & D’AGOSTINO, Alfonso: tratado de Astrología y Magia de Alfonso el Sabio. Estudio histórico-científico, edición facsímile, Valencia: Grial, 2000. AMADOR DE LOS RÍOS, José, Carta de Don Juan II de Castilla a la ciudad de Segovia , Madrid: Langa y Cia., 1956. AQUINO, Santo Tomás de, De Regime Principum . Traducido por D. León Carbonero y Sal, Sevilla: A. Izquierdo, 1861. ARALUCE CUENCA, José R., El Libro de los estados. D. J uan Manuel y la sociedad de su tiempo, Madrid: José Porrúa Tuzanzas, 1976. ARÉVALO, Rodrigo de, Vergel de Príncipes, Madrid: BAE, nº116, 1959. AZAETA, José Mª (ed.), Cancionero de Juan Alfonso de Baena, 3 vols., Madrid: CSIC, 1966. BENEYTO PÉREZ, Juan (ed.), Suma de la Política de Rodrigo Sánchez de Arévalo , Madrid: Instituto Francisco de Vitoria, 1944. 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LA TEORÍA POLÍTICA. 3. LAS IMÁGENES DEL REY EN SUS OBRAS. 4. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS CÓDICES MINIADOS. 5. LA IMAGEN DEL REY EN LA LITERATURA EJEMPLAR. 6. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS: LOS PRIVILEGIOS RODADOS. 7. REPRESENTACIONES DEL REY EN OTROS SOPORTES. 8. ANÁLISIS DE LAS DISTINTAS IMÁGENES DEL REY. ILUSTRACIONES SANCHO IV. LA REALEZA EN LA ÉPOCA DE SANCHO IV (1284-1295) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. CLAVES DE UN REINADO. 2. IMAGEN POLÍTICA 3. IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 4. IMAGEN DEL REY EN LOS DOCUMENTOS: LOS PRIVILEGIOS RODADOS. 5. OTRAS REPRESENTACIONES DEL REY. 6. LAS DIVERSAS IMÁGENES DEL REY BRAVO. ILUSTRACIONES FERNANDO IV. REINADO DE FERNANDO IV (1295-1312) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. LA MONARQUÍA EN JAQUE. 2. IMAGEN DE LA MONARQUÍA EN SU PUNTO MÁS BAJO. 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 4. LA IMAGEN REGIA EN LOS DOCUMENTOS. 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES 6. BALANCE: LA TRISTE IMAGEN DE UN REY. ILUSTRACIONES ALFONSO XI. LA MONARQUÍA DE DON ALFONSO “EL ONÇENO” (1312-1350) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. MARCO HISTÓRICO DEL REINADO. 2. IMAGEN POLÍTICA: EL FORTALECIMIENTO DE LA MONARQUÍA. 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 4. LA IMAGEN EN LOS DOCUMENTOS REALES. 5. LA IMAGEN DEL REY SOBRE OTROS SOPORTES. 6. DON JUAN MANUEL. 7. LA IMAGEN DE UN REY VENCEDOR. ILUSTRACIONES PEDRO I. EL REY PEDRO I: ¿EL CRUEL O EL JUSTICIERO? (1350-1369) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. CLAVES DE UN REINADO CONFLICTIVO. 2. LA IMAGEN ORIGINADA POR SU LABOR DE GOBIERNO. 3. LA IMAGEN DEL REY EN LOS MANUSCRITOS. 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS REALES. 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE OTROS SOPORTES. 6. LA IMAGEN QUE PREVALECE ES LA DE “PEDRO EL CRUEL”. ILUSTRACIONES TOMO II TERCERA PARTE. LOS TRASTÁMARA. EL REY EXHIBIDO ENRIQUE II. ENRIQUE II Y EL INICIO DE LA DINASTÍA TRASTÁMARA (1369-1379) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. CASTILLA EN LA ENCRUCIJADA. 2. UN REINADO CORTO PERO FRUCTÍFERO. 3. LA IMAGEN DEL REY EN LAS CRÓNICAS. 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS REALES. 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE OTROS SOPORTES. 6. JUICIO SOBRE UN REINADO QUE CAMBIÓ EL CURSO DINÁSTICO. ILUSTRACIONES JUAN I. JUAN I DE CASTILLA (1379-1390) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. HISTORIA DEL REINADO. 2. SU IMAGEN POLÍTICA. 3. LA IMAGEN DEL REY EN LOS MANUSCRITOS. 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS. 5. IMÁGENES DEL REY EN OTROS DIFERENTES SOPORTES. 6. BALANCE DE LA IMAGEN TRANSMITIDA POR LAS FUENTES. ILUSTRACIONES ENRIQUE III. REINADO DE ENRIQUE III EL DOLIENTE (1390-1406) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. HISTORIA DE SU REINADO. 2. SU IMAGEN POLÍTICA A TRAVÉS DE LAS RELACIONES CON LA IGLESIA Y LAS CORTES 3. LA IMAGEN QUE DEL REY NOS PROPORCIONAN LAS CRÓNICAS. 4. LA IMAGEN DEL REY EN SUS DOCUMENTOS. 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES. 6. LAS OTRAS IMÁGENES DEL REY DOLIENTE. ILUSTRACIONES JUAN II. JUAN II DE CASTILLA (1406-1454) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. CLAVES DE UN LARGO REINADO. 2. IMAGEN POLÍTICA. 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS Y SUS AUTORES 4. LA IMAGEN DEL REY EN SUS DOCUMENTOS. 5. LA IMAGEN DEL REY EN OTROS SOPORTES. 6. LAS IMÁGENES PROPAGANDÍSTICAS DE UN REY CONTROVERTIDO. ILUSTRACIONES ENRIQUE IV. REINADO DE ENRIQUE IV “EL IMPOTENTE” (1454-1474) ÁRBOL GENEALÓGICO 1. MARCO HISTÓRICO. 2. LA IMAGEN POLÍTICA. 3. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS MANUSCRITOS. 4. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS. 5. LA IMAGEN DEL REY A TRAVÉS DE SELLOS Y MONEDAS. 6. LAS IMÁGENES DEL REY ILUSTRACIONES CUARTA PARTE. CONCLUSIONES QUINTA PARTE. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 1. FUENTES MANUSCRITAS. 2. FUENTES IMPRESAS. 3. BIBLIOGRAFÍA.