2 RESUMEN: La búsqueda activa de la paz, en la que no haya ni violencia directa ni estructural, requiere una estructura social basada en la igualdad, equidad y justicia. Las características atribuidas culturalmente a hombres y mujeres, que se conforman como imperativos subjetivos y sociales, están en la base de las diferencias y desigualdades, tanto en la conflictividad como en el modo de construcción de paz. El papel activo de las mujeres en las reivindicaciones de paz y procesos de reconciliación se muestra tanto en el logro de la aprobación de la Resolución 1325 de la ONU como en el liderazgo que han tenido las mujeres ruandesas en la reconciliación y reconstrucción de Ruanda, tras un genocidio que quebró el tejido social del país. El concepto género está atravesado por el contexto social y las diferencias históricas y culturales. La realidad de las mujeres de África Subsahariana marca las diferencias entre los feminismos occidentales y africanos. El papel de las mujeres africanas siempre ha sido muy activo y fundamental en el desarrollo de sus comunidades, pero no siempre se ha conocido. Este trabajo muestra su agencia en la lucha por la igualdad y la justicia, que contribuye a crear las condiciones para avanzar en la paz. Descriptores: paz, violencia, mujeres africanas, perspectiva de género, feminismos africanos, Ruanda. 3 ÍNDICE: PRESENTACIÓN CAPÍTULO I. CONFLICTIVIDAD Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO 1. Conceptualización p.10 1.1. La paz p.10 1.2. Los conflictos armados p.16 1.3. La resolución de conflictos p.17 1.4. El género p.18 2. Conflictividad y construcción de paz p.21 2.1. Las mujeres como víctimas de los conflictos armados p.22 2.1.1. Violencia sexual p.23 2.1.2. Influencia del género en los conflictos armados p.24 2.2. Las mujeres en la construcción de la paz p.26 2.2.1. Influencia del género y de la identidad femenina p.27 2.2.2. Negociación para la paz- La Resolución 1325 p.31 CAPÍTULO II. GÉNERO Y TERRITORIALIDAD. AFRICA SUBSAHARIANA 1. El concepto de género. Feminismos en Occidente versus Feminismos del Tercer Mundo p.37 2. Contribución de las Mujeres Africanas a la lucha por la Igualdad de Género p.45 2.1. Marco jurídico p.45 2.2. Ámbito académico e investigación p.47 3. Feminismos Africanos. Estudios sobre las mujeres africanas p.50 4 CAPÍTULO III. CONFLICTIVIDAD Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ EN RUANDA 1. Marco social, histórico y político p.59 1.1. Situación geográfica. Población. Religión. Idioma. p.60 1.2. Antes, durante y después del genocidio. p.61 2. Situación actual. La reconstrucción del país. Democratización de Ruanda p.66 3. Las mujeres ruandesas, víctimas de los conflictos y líderes en la reconciliación y reconstrucción del país. p.70 3.1. Violación como arma de guerra. Acciones en contra de la violencia hacia las mujeres p.70 3.2. El papel de las mujeres en la reconciliación y reconstrucción del país p.74 3.2.1. Liderazgo en la reconstrucción social: Las mujeres, la agricultura y la lucha por la igualdad de género p.75 3.2.2. Liderazgo político de las mujeres: La lucha por la igualdad de género p.78 3.2.3. Liderazgo femenino. Poder judicial y ejecutivo p.83 3.2.4. Estrategias femeninas en la construcción de paz p.87 3.3. Entrevistas a E. MUKUNDIYIMANA y D. MUKARUKUNDO p.91 COMENTARIOS FINALES p.98 BIBLIOGRAFÍA- WEBGRAFÍA p.105 5 PRESENTACIÓN El trabajo “Mujeres, Feminismos y Construcción de Paz. Mirada a Ruanda tras el genocidio de 1994” surge de la confluencia de tres intereses: aplicar la formación sobre género del Máster “Igualdad de Género en las Ciencias Sociales”, profundizar en el ámbito de trabajo que he desarrollado en las prácticas de dicho Máster, la paz, y el deseo de conocer el mundo africano, específicamente África Subsahariana y Ruanda, cuando se conmemoran los 20 años del genocidio que tuvo lugar en abril de 1994. El género remite a la construcción cultural a partir de los dos sexos. De forma tradicional, lo femenino se ha asociado a valores tales como la empatía, la sensibilidad, el cuidado y lo doméstico, valores opuestos a la construcción de la masculinidad, entre los que se encuentran la valentía, la agresividad, la toma de decisiones y lo público. Los valores femeninos remiten al mismo imaginario que sustenta la idea de paz. La paz es una ilusión, un ideal de convivencia. Aspiramos, como sociedad, a vivir en paz y con paz. La violencia es un hecho constante en nuestras vidas diarias, tanto a nivel estructural, como directo. Las imágenes de la guerra se suceden en los medios de comunicación, y esto crea una mayor demanda de paz a nivel global. Pero, ¿Qué pedimos cuando reclamamos la paz? ¿Entiende todo el mundo por igual dicho concepto? Poder vivir en paz supone definir el concepto para devolverle una carga realista y realizable. Los contextos de guerra representan espacios de opresión para las mujeres. Si bien este hecho se visibiliza en el relato de los conflictos armados, no es tan frecuente escuchar las aportaciones de las mujeres de culturas no occidentales, en el ámbito de la paz. 6 El movimiento feminista se caracteriza por su pluralidad y su constante evolución debida al encuentro de nuevos puntos de vista, dependientes del contexto socio- político y cultural. Las feministas africanas cuestionan la pertinencia y aplicabilidad del término género en el contexto africano. Si las subjetividades individuales vienen marcadas por las estructuras sociales que les otorgan sentido, ¿cómo construimos el concepto “mujeres africanas”, si no es a partir de su propio entorno, sus experiencias, el significado que ellas otorgan a su vida y a su lucha por la autonomía e igualdad? Construir colectivamente la paz es trabajar por la justicia e igualdad entre las personas. Se necesita estudiar el origen de la subordinación de las mujeres en cada contexto histórico, conocer las interconexiones sociales entre mujeres y hombres en cada comunidad diferenciada, el modo diferente y desigual en que los hechos les afectan, y desde esta realidad conocer las estrategias de construcción, de creación de condiciones sociales de igualdad, de equidad y de justicia, y los modos peculiares de reconciliación, para avanzar en una paz que logre erradicar tanto la violencia directa como la estructural. Este trabajo es un informe. He considerado, de acuerdo con mi tutora, que el informe tiene una estructura más adecuada para poder, a partir de una revisión bibliográfica, exponer los hechos y teorías que conforman la reflexión en toda su complejidad. Es un trabajo que aúna tres objetos de estudio: 1. Entender el concepto de la paz, desde una perspectiva de género. 2. Conocer el posicionamiento de diferentes autora/es de África Subsahariana, en relación al concepto de género, visibilizando las similitudes y diferencias con las teóricas occidentales. Conocer la lucha de las mujeres africanas por la igualdad. 3. Centrar el estudio en un ámbito geográfico concreto, Ruanda, profundizando en la aportación de las mujeres en los diferentes ámbitos de actuación y, principalmente, en el área de construcción de paz. 7 Las hipótesis del estudio son las siguientes: - El concepto de paz no es un concepto simple ni exento de complejidad. Va más allá de la ausencia de guerra y tiene que ver con las ideas de justicia, igualdad y derechos humanos. - El género se construye culturalmente y los feminismos son elaboraciones construidas a partir de las realidades concretas de las mujeres, aunando pensamiento y vida. Las sociedades africanas, al tener sus propias particularidades, determinadas por su trayectoria histórica, construirán el hecho de ser mujer, el concepto de género y la lucha por la igualdad, a partir de dichas particularidades. Por lo tanto, habrá similitudes y diferencias entre las teorías y prácticas de las mujeres feministas africanas y occidentales. Los feminismos africanos representan una aportación diferenciada que enriquece el debate feminista global. - Poder reconstruir un país fracturado por un genocidio exige el esfuerzo de todas las capas de una sociedad, y las mujeres han contribuido y contribuyen de una forma específica a la reconciliación y a la paz, en Ruanda. El método utilizado para poder llevar a cabo este informe es la revisión bibliográfica y la lectura comparada de autores/as occidentales y subsahariano/as, expertos en el tema objeto del estudio. En primer lugar, profundización en textos que versan sobre las diferentes concepciones teóricas sobre la paz, las tipologías de conflictos y la resolución de los mismos. Con especial hincapié en la aportación de la perspectiva de género. Para ello he utilizado las herramientas adquiridas durante mi formación en la entidad: Centro de Educación e Investigación para la Paz-CEIPAZ, en el periodo de prácticas del Máster. Esta entidad trabaja en el ámbito de la paz, desde una perspectiva de género y forma parte de la red internacional Global Action to Prevent War. También he llevado a cabo una lectura comparada entre autoras feministas de 8 Occidente y de África Subsahariana, estableciendo un diálogo entre dichas aportaciones. He recabado información sobre la vida, la realidad social y la lucha por la igualdad de las mujeres subsaharianas. Entendiendo la importancia de conocer el entorno de las mujeres africanas para poder, desde esa realidad, profundizar en el concepto de paz y en las diferentes formas en las que dichas mujeres construyen la paz de forma activa. Esto ha desembocado en una descripción de la realidad social y de las estrategias para lograr avanzar en la igualdad. Para elaborar el apartado específico de Ruanda, he querido visibilizar cómo, las mujeres ruandesas, a través de la lucha por la igualdad y la justicia, están aportando a la reconciliación social en su país. Para ello, he profundizado en las causas, desarrollo y fin del genocidio, cometido en 1994, así como en las tareas específicas llevadas a cabo por las mujeres y relativas a la consolidación de la paz. Para cerrar este informe, he entrevistado a dos mujeres ruandesas que vivieron el genocidio y que, en el momento actual, forman parte del ámbito académico y de la organización civil en Ruanda, considerando fundamental finalizar la reflexión con testimonios reales. Para elaborar este informe, he recurrido a los autores y autoras más relevantes que han estudiado el concepto de la paz y de la violencia, subrayando la presencia y la labor de las teóricas feministas, así como los materiales relativos a la construcción de paz, a los derechos humanos y a la resolución de conflictos adquiridos en mi periodo de prácticas del Máster. Los datos objetivos los he extraído de los estudios de Organizaciones No Gubernamentales, como la Coordinadora de ONG para el Desarrollo- España o la Escola de Cultura de Pau, Informes y Resoluciones oficiales de las Naciones Unidas, de UNIFEM, medios de comunicación y textos de diversos seminarios, fundamentales para entender y profundizar en las temáticas desarrolladas. Para desarrollar las teorías feministas y la construcción de género, he utilizado tanto los materiales estudiados a lo largo de los dos años de Máster, puesto que considero importante aplicar el conocimiento adquirido en el trabajo final, como la recopilación de diversas teóricas feministas cuyos estudios han versado sobre los temas que he tratado, para poder aunar el conocimiento existente y conformar un trabajo completo 9 y riguroso. Las bibliografías de cada estudio que he ido leyendo, me han permitido conocer a más autore/as, relevantes para mi presente trabajo, y que cito en la bibliografía final. Entender las sociedades en su conjunto supone conocer su marco legislativo, por lo tanto, en el apartado específico de Ruanda, he indagado en sus textos legales, para poder contextualizar los avances y límites del desarrollo de su sociedad y de la igualdad entre hombres y mujeres. Para poder elaborar los apartados relativos a África Subsahariana y Ruanda, he recopilado textos originales de académicos y académicas, tanto occidentales especialistas en el estudio de las sociedades africanas como procedentes y/o residentes en África y Ruanda, en particular. He estudiado textos de especialistas tanto en la construcción de género, como en la realidad socio-económica y política de sus sociedades. He explicado el genocidio a partir de las obras de lo/as propio/as académico/as ruandeses. El trabajo consta de tres capítulos, en el primero “Conflictividad y construcción de paz desde una perspectiva de género”, se analizan los conceptos de paz, conflictos armados, resolución de conflictos y género. Se explica también la conflictividad y la construcción de paz, estableciendo la realidad de las mujeres como víctimas de los conflictos armados y la de las mujeres en la construcción de paz. El capítulo “Género y Territorialidad. África Subsahariana” pretende mostrar la significación de género, desde una perspectiva africana, así como ofrecer un panorama general tanto de los feminismos africanos como de los estudios sobre la realidad de las mujeres subsaharianas, y sus aportaciones a los estudios de género. En el tercer capítulo “Conflictividad y construcción de paz en Ruanda”, se parte del marco histórico-político de Ruanda, alrededor del terrible genocidio de 1994, y se estudia la repercusión que tuvo en las mujeres ruandesas. El estudio se centra, finalmente, en el liderazgo femenino en la reconciliación y reconstrucción del país. 10 CAPÍTULO I CONFLICTIVIDAD Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO En este capítulo, analizamos, en primer lugar, los principales aportes teóricos sobre los conceptos que enmarcan el trabajo: paz, conflictos armados, resolución de conflictos y concepto de género. En el segundo apartado, abordamos el papel de las mujeres en los conflictos bélicos y en el trabajo por la paz, con perspectiva de género, la cual profundiza en el papel modulador que tienen los roles sociales y la construcción de la identidad femenina, sobre el tema que nos ocupa. 1. CONCEPTUALIZACIÓN 1.1. La paz La Real Academia de la Lengua1 define la paz como la “Situación y relación mutua de quienes no están en guerra. Pública tranquilidad y quietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia (...) Sosiego y buena correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las disensiones, riñas y pleitos (…)” Es decir, se define la paz en relación a la guerra, a la pelea y a los desencuentros. La paz no es un concepto sencillo, según podemos observar. Es un proceso que requiere de una serie de actitudes, tales como la escucha, la comprensión y la negociación para poder llegar a un fin en común. Desde los diferentes estudios para la Paz y los Conflictos, el concepto de la paz conlleva una doble perspectiva: 1Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Vigésima Segunda Edición. 2001. 11 - La perspectiva negativa, a partir de la cual, se identifica la paz con la ausencia de guerra o conflicto, tanto a nivel colectivo como individual. - La perspectiva positiva, que entiende que el conflicto es inherente al ser humano, y por lo tanto, una oportunidad para el cambio y para la transformación social. Contempla también la vertiente personal, más íntima y subjetiva de la persona. John Paul Lederach (2000) incide en que la forma de aproximarse al concepto de la paz determinará el contenido y la comprensión del concepto. Se puede hacer un uso de la palabra “paz” muy diferente según el contexto o la perspectiva que se le dé. A nivel popular, la paz es un objetivo a alcanzar y existe un consenso absoluto acerca del deseo de paz. A través del término, se expresa un ideal de convivencia y una ilusión humana. En palabras del autor: “Para muchos sinónimo de la felicidad, la tranquilidad y la serenidad. A menudo, esta cualidad de la paz va unida a una tranquilidad interior personal” (Lederach, 2000, p.14). Este concepto de la paz llevado a un extremo implicaría la ausencia de interacción y así desaparecen las posibilidades de conflictos. Según el autor, en la calle, disponemos de un amplio repertorio de imágenes de guerra, nítidas y concretas: niños con metralletas, peleas, sangre, caras y cuerpos marcados por los golpes, etc., sin embargo, las imágenes asociadas a la paz son más escasas: una paloma blanca, interacciones entre la vida humana y la naturaleza o ramos de olivo. Carecemos de imágenes de la paz y las que tenemos son irreales. Esto conlleva que la paz se convierta en un concepto vago y emocional, aunque suscite en nuestro imaginario un ideal de vida. El hecho de que sea un concepto indefinido lo convierte en manipulable. Por ejemplo, el consumismo asocia la paz con la felicidad para poder vender productos, los partidos políticos defienden sus políticas en el nombre de la paz, etc. En términos generales, la paz se sigue visualizando como el estado de convivencia deseable por el que nos debemos esforzar. Lederach (2000) considera que hablar de la antropología de la paz en Occidente supone hablar de la influencia greco-romana, y profundizar de manera etimológica, social, cultural y política en dos conceptos: el griego eirene y la romana pax. 12 - El concepto de eirene (paz) para la ciudadanía griega se refería, al igual que el concepto homonoia (armonía), al “estado o condición repleto de tranquilidad y serenidad. (…) Este estado se asimilaba racionalmente con la ausencia de hostilidad y de conflicto violento y abierto.” (2000, p.16). Este concepto procede de la importancia que la sociedad griega otorgaba a la búsqueda de la perfección y de la unidad: buscar la tranquilidad interior, la armonía mental y espiritual desembocaría irremediablemente en sentimientos tranquilos. La paz eirene se concibe como lo opuesto a la guerra, y se aplicaba tan solo a los grupos griegos, ya fuera dentro de una ciudad o entre ciudades griegas. - La pax romana es un concepto paralelo a eirene, y está “(…) íntimamente relacionado con la idea de mantener y respetar “lo legal”, que marca y define las relaciones e interacciones humanas”. (2000, p.17) Es una concepción conservadora puesto que su objetivo es mantener el orden establecido, resultando la paz de la ley y el orden. Se enfoca desde la perspectiva legal-jurídica, pero adquiría un matiz social, político e internacional a través del contexto en el cual se aplicaba. La pax romana fue básicamente, la ausencia de conflicto o violencia, impuesta y asegurada dentro del imperio romano a través de su aparato militar. Esto significaba que, como sistema de ley, beneficiaba a unos sobre otros, y por lo tanto, no se promulgaba un sentido de justicia e igualdad para todo el mundo. Ambos conceptos, pax y eirene, remiten al orden y a la unidad interior, aunque con diferencias. En palabras de Lederach (2000, p.18) “Mientras que eirene se basaba y se desarrollaba en la estructura socio-política griega y, por tanto, era un concepto más bien de equilibrio de poder entre varios centros de actividad socio-política, la pax romana, por el contrario, era totalmente uni-céntrica. (…) la pax romana como concepción nace, se desarrolla y se aplica en un imperio y, por tanto, dicha concepción tiene un claro matiz imperialista.” Así como se pretende mantener el orden interior y la ley, también hay una preparación exterior bélico-militar para la defensa del Imperio. La pax romana es un tipo de paz que no sirve a todos por igual, sino que contempla los intereses de quienes se benefician del orden interior y de la protección exterior. Ambos términos sostienen una concepción negativa de la paz, en el sentido de que definen la paz como ausencia de conflicto, aunque contengan puntos positivos, 13 como la presencia de tranquilidad personal, de armonía, incluso de estabilidad social. Galtung (1985) considera que esta concepción de la paz equivale a fomentar una unión interior contra lo que se considera una amenaza exterior, y esta tendencia es la que ha marcado el pensamiento sobre la paz en Occidente. ¿Se podría asegurar que la ausencia de guerra implica necesariamente un estado de paz? Hablar de paz implica hablar de violencia, puesto que la paz se considera ausencia de violencia. Galtung (1985, p.30) establece que “la violencia está presente cuando los seres humanos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales, están por debajo de sus realizaciones potenciales”. Es decir, cuando la realización potencial es mayor que la efectiva, cuando existe una gran distancia entre lo que podría haber sido y lo que es, existiendo los recursos necesarios para revertir la situación, se da una situación de violencia. Que una persona enferma muera, por no tener los recursos suficientes para disponer de la medicación adecuada, remite a esta concepción de violencia. Esta es una concepción amplia que define la violencia en sus múltiples dimensiones interconectadas, no solo en la más visible. Limitar el concepto supondría asumir que se puede vivir en un mundo desigual y pacífico. Para volver al ejemplo anterior, limitar la concepción de la violencia supondría considerar que una sociedad, en la que no hay conflicto armado pero en la que una parte muere por no disponer de recursos para curar sus enfermedades, es una sociedad pacífica. Galtung (1985), por lo tanto, introduce el concepto de violencia estructural o indirecta, cuando no hay un sujeto específico que cometa violencia. Cuando sí lo hay, la violencia se vuelve personal o directa. Ambos tipos de violencia están interconectados, la violencia indirecta se construye en torno a la estructura, de ahí que no se perciba fácilmente y que permanezca estable. Al igual que la violencia directa, genera personas muertas o heridas, aunque en la violencia estructural puede no haber una relación de agresión directa entre sujetos. Este tipo de violencia indirecta se manifiesta como un poder desigual que genera opciones de vida distintas, implica un acceso desigual a los recursos, y sobre todo, un desigual 14 reparto del poder de decisión acerca de la distribución de los recursos. Es decir, la violencia estructural se genera y se mantiene porque existe la desigualdad. La violencia directa se ve, se siente directamente, el sujeto que la recibe puede denunciarlo, y por este motivo, la atención va dirigida a este tipo de violencia. Pero pensar la paz, comprender la paz, supone una acción tanto contra la violencia personal como contra la estructural. “Si consideramos ahora la paz como ausencia de violencia, entonces la reflexión acerca de la paz (y por consiguiente la investigación sobre la paz y la acción por la paz) se estructura del mismo modo que la reflexión acerca de la violencia”. (Galtung, 1985, p.42) Pensar la paz como ausencia de violencia personal supone una formulación negativa, pues no conlleva, per se, una condición positiva. Sin embargo, la ausencia de violencia estructural, se formularía desde una perspectiva positiva, pues supondría una situación de justicia social, una situación en la que la distribución del poder y los recursos fuera en condiciones de igualdad. Las aportaciones en el campo de conocimiento de la paz, por lo tanto, para ser efectivas, tienen que contemplar tanto la justicia social como la ausencia de violencia directa. “(…) La teoría de la paz está íntimamente conectada no sólo con la teoría del conflicto sino también con la teoría del desarrollo. Y la investigación sobre la paz, definida como investigación de las condiciones precisas _pasadas, presentes y futuras_ para la realización de la paz, estará también íntimamente conectada con la investigación del conflicto y la investigación del desarrollo; siendo la primera a menudo más relevante para la paz negativa y la segunda más relevante para la paz positiva, pero encabalgándose ambas en gran parte”. (Galtung, 1985, p.65) La paz positiva implica concebir la paz como un fenómeno rico y positivo, desechando las concepciones limitadas y negativas heredadas de la pax romana. El propósito, por lo tanto, sería doble: “por una parte, tenemos que ampliar nuestra comprensión de la paz, considerando los aspectos positivos; por otra, hemos de objetivizarla, concretando los elementos, dinámicas y condiciones que forman parte de una visión multi-dimensional de ella”. (Lederach, 2000, p.26) 15 El hecho de que se haya ido conformando un cuerpo teórico en cuanto a la conceptualización de la paz, remite a que, aún siendo la paz uno de los valores más profundos y elevados, no podrá materializarse si no tiene un contenido real. Por lo tanto, la aproximación científica a este respecto ha pretendido “ayudar a describir claramente un conjunto de circunstancias, condiciones y elementos que representan este valor que es la paz. Lo han hecho en primer lugar desde sus propias disciplinas, hasta lograr (o por lo menos están a punto de hacerlo) una disciplina propia”. (Lederach, 2000, p.30) Adam Curle, al igual que Galtung, (En Lederach, 2000) considera que no puede haber paz positiva si existen relaciones de dominio y de desigualdad, aunque no exista un conflicto manifiesto. Conceptualiza la paz en términos de relaciones, para poder estudiar, de forma objetiva, las interacciones dentro de un contexto concreto. Establece una analogía entre la paz positiva y negativa en términos de relaciones “pacíficas” y “no-pacíficas”, de esta forma, las relaciones forman un determinado orden y, considerando los aspectos de dichas relaciones, se puede medir el nivel de violencia, que permite dicho orden. “Esta definición conlleva analizar y estudiar en cada conflicto o situación “no-pacífica” las dimensiones psicológicas, económicas, políticas, sociales y humanas. En cambio, una relación pacífica es un desarrollo positivo de cooperación entre las partes (individuales o internacionales)”. (Lederach, 2000, p.33) Tica Font Gregori 2 , vicepresidenta de Justícia i Pau (Justicia y Paz), quien desempeñó un papel fundamental en la definición y aprobación de la Ley de Fomento de la Paz en Cataluña, en 2003, asegura que “se construye haciendo”. Es decir, que la paz es un camino y no un estado en sí. Hablar de paz implica hablar de justicia. Alcanzar la paz supone un proceso continuo de construcción de justicia, cuyo fin supone un equilibrio entre una persona consigo misma y con su entorno, social y natural. Esta paz positiva constituye un proceso 2Historia de vida recogida en Mesa Peinado, M. (dir.) y Alonso Cano, L (coord.) (2009): 1325 Mujeres tejiendo la paz. Madrid: Icaria Editorial. Págs. 22-25. 16 continuo a partir del cual, la violencia va disminuyendo para dar paso a una mayor justicia, creando redes cooperativas entre iguales. 1.2. Los conflictos armados Un conflicto armado se define como “todo enfrentamiento protagonizado por grupos armados regulares o irregulares con objetivos percibidos como incompatibles en el que el uso continuado y organizado de la violencia: a) provoca un mínimo de 100 víctimas mortales al año y/o un grave impacto en el territorio (destrucción de infraestructuras o de la naturaleza) y en la seguridad humana (sobre la población y los servicios básicos) b) sus objetivos, diferentes a los de la delincuencia común, están vinculados a: • Demandas de autodeterminación y autogobierno, o aspiraciones identitarias • La oposición al sistema político, económico, social o ideológico de un Estado o a la política interna o internacional de un gobierno, lo que en ambos casos motiva la lucha para acceder o erosionar al poder • O al control de los recursos o del territorio”. (Francesch, Armengol, Amado, Chevalier, Aspa, García et al., 2009, p.19) Small y Singer fueron los pioneros en establecer una base de datos sobre distintos conflictos armados internacionales. Tuvieron varios sucesores, lo que fue generando una amplia bibliografía en materia de conflictos armados. Dichos estudios dividen los conflictos en términos de conflictos armados menores, conflictos intermedios y guerras, en función del criterio numérico fijado por Small y Singer. Los datos que se han extraído a partir de los registros realizados han mostrado que son más numerosas las guerras internas (o civiles) que las internacionales. Otros autores como Gurr y Tilly han analizado nuevas tipologías de violencia colectiva, tales como “… los rituales violentos, eventos de destrucción coordinada, oportunismo y reyertas” (Nasi y Rettberg, 2005, p.66) 17 1.3. La resolución de conflictos En materia de resolución de conflictos, los trabajos de Fisher, Ury y Patton, establecen que, conflictos de muy diversa tipología plantean, sin embargo, retos similares para su resolución. Es decir, que para avanzar por el camino del entendimiento, hay que seguir unas determinadas acciones clave, se trate de un conflicto familiar o internacional, pues las variables psicológicas son elementos fundamentales. Es un enfoque que ha tenido mayor repercusión en el ámbito del Derecho, en las crisis políticas internacionales, en aproximaciones pedagógicas y en las relaciones comerciales multilaterales. “Independientemente de si se trata de conflictos inter-personales, grupales, étnicos, nacionales e internacionales, el repertorio de acciones no varía sustancialmente, pues en todos juegan un papel importante las variables psicológicas referidas a necesidades como no ceder, no sentirse derrotado y no revelar los verdaderos intereses tras las posiciones adoptadas”. (Nasi y Rettberg, 2005, p.70). Numerosos estudios analizan la eficacia e impacto de Naciones Unidas en la consecución y mantenimiento de la paz en distintos conflictos armados. Unos se centran en la justicia transnacional, es decir, cómo las sociedades enfrentan sus crímenes de guerra y otros en cuáles son las condiciones requeridas para que un acuerdo de paz sea exitoso. Esto abre el debate sobre si es necesario revisar los mandatos de la organización internacional. “Por supuesto, siendo Naciones Unidas una mega organización, se han producido estudios sobre algunas de sus agencias especializadas, como es el caso de ACNUR en el tema humanitario. (…) algunos analistas han examinado algunos repertorios específicos de Naciones Unidas, como la aplicación de sanciones a países que atentan contra la seguridad y paz mundial (…) También se ha despertado un interés por organizaciones internacionales regionales que han empezado a desempeñar un papel más protagónico en la resolución de los conflictos armados, como es el caso de la OEA”. (Nasi y Rettberg, 2005, p.71) Barnes (2004, p.4), establece, a partir de los trabajos de los expertos más relevantes en la gestión de conflictos, los tres espacios de actuación requeridos para una efectiva intervención en esta materia: “El primero de ellos es el ámbito político (…) 18 La práctica totalidad de las experiencias en gestión, mediación y transformación de conflictos tienen como protagonistas a gobiernos, partidos políticos y organizaciones armadas. De hecho, para muchos observadores de estos procesos, el ámbito político sería el único ámbito relevante de actuación. El segundo es el ámbito internacional. (…) cada vez más intentos de gestión positiva de conflictos introducen una dimensión internacional que afecta a instituciones internacionales, organizaciones interestatales y medios de comunicación de cobertura mundial. (…) El tercero, y más desconocido, es el ámbito social. Los esfuerzos por la paz necesitan verse apoyados, y en muchos casos promovidos, desde el corazón de la sociedad afectada”. 1.4. El género Los estudios sobre la paz y sobre los conflictos armados deben contemplar la categoría género puesto que los ideales de masculinidad y feminidad culturalmente establecidos modulan la actitud de hombres y mujeres hacia la paz y la guerra, porque la relación entre los sexos se materializa en desigualdad y porque el impacto de los conflictos armados sobre las condiciones sociales, económicas y políticas en hombres y en mujeres, son diferentes. “La importancia del género como una dimensión del estudio sobre la guerra y la paz reside precisamente en su contenido relacional, puesto que refleja una forma de relaciones de poder que subyace a todo tipo de conflicto social. En la medida en que el género como construcción social determina una desigual distribución de conocimiento, propiedad, ingresos, responsabilidades y derechos entre hombres y mujeres, es el elemento que estructura las relaciones de poder asimétricas entre los sexos.” (Mendia, 2009, p.7) La perspectiva feminista cuestiona y permite romper con unas categorías naturalizadas de hombre y mujer; el género es la construcción cultural que se fundamenta en las diferencias objetivas que se dan entre los sexos. El género se conforma junto a variables tales como la clase social, la etnia y la edad. La incorporación de la categoría género al proceso de producción del conocimiento da 19 lugar al cuestionamiento de las dicotomías naturaleza y cultura, reproducción y producción, privado y público, social y político, familia y trabajo, considerándolas construcciones etnocéntricas y androcéntricas que justifican los procesos de desigualdad. ¿Cómo se han construido culturalmente las categorías hombre-mujer, femenino- masculino y qué repercusión tendrán en las aptitudes, deseos, comportamientos y organización social? Estos condicionantes estarán en la base de la causalidad y efecto de la conflictividad social y de la construcción de la paz. Sin duda, la maternidad tiene un peso central en la identidad femenina, es un hecho biológico y una construcción cultural. Frischmuth (n.d.), considera tres categorías de análisis: “1) La maternidad como complicidad con el patriarcado y causa de la subordinación de las mujeres; 2) La maternidad como una experiencia empoderadora y base para una cultura feminista separatista; y 3) La maternidad como evento natural” (n.d., p.46) A partir de la diferencia sexual, en la que destaca la capacidad de las mujeres de engendrar y alumbrar, se ha conformado un imaginario social en el que se instaura un ordenamiento desigual entre mujeres y hombres. En función del sexo, se atribuyen unas determinadas cualidades que crean posiciones de desigualdad. Ser mujer se asociaría, entre otras, a la función maternal: sacrificio en pro de los demás, priorizar las necesidades y el bienestar de la familia, y tener la sensibilidad suficiente para comprender el alma humana. Las mujeres son socializadas en roles comunitarios y de subordinación mientras que los hombres lo están en roles de autosuficiencia, fuerza, dominio y competitividad. La autonomía de las mujeres es opuesta a la socialización de género. Nos conformamos como sujetos a partir de cómo interiorizamos el mundo, y de cómo nos relacionamos con nuestro entorno. Es decir, a través del orden social y simbólico androcéntrico en el que nos desarrollamos como mujeres y hombres, establecemos vínculos que confirman y dan significado a dicho orden. Existe una retroalimentación entre el interior y el exterior, que crea y da sentido al orden simbólico androcéntrico. De esta forma, mujeres y hombres construyen su subjetividad de acuerdo a las atribuciones patriarcales que se interiorizan desde que se empieza a tener conciencia. Y el cuidado representa una incorporación subjetiva de desigual valor en 20 función del sexo. Cuidar es un concepto relacional, que se concreta en la experiencia femenina, ocultando la desigual distribución de tareas y responsabilidades. El núcleo de la identidad femenina refiere, por lo tanto, al deseo de permanecer en relación y de cuidar. (Yago, 2011) El sistema patriarcal organiza la mayor parte de las culturas, e identifica la feminidad con la maternidad. Ser mujer adquiere su máximo significado en el hecho de ser madre, pasando a ser la maternidad el ideal que otorga un sentido vital y un reconocimiento social a la mujer. Pero, paradójicamente, las actividades tradicionales de cuidado encarnadas por la mujer, se devalúan por no ser consideradas actividades productivas, y, por ende, actividades humanas. Frischmuth lo explica de la siguiente manera: “La maternidad lleva a la identificación de la mujer con la naturaleza o “inmanencia” (de Beauvoir 1949), mientras que el hombre inhabita las áreas de la cultura, ciencia y arte que pertenecen a la “trascendencia”, naturalmente superior a la esfera de la mujer. Las funciones biológicas femeninas como la menstruación, el embarazo y el parto, y las actividades típicamente femeninas como el cuidado de los niños y el trabajo doméstico, son vistas en términos muy negativos, reflejando nociones patriarcales misóginas. Sólo el trabajo definido como “productivo” es verdaderamente humano”. (n.d., p.46) A través de estas funciones encarnadas por las mujeres, se da respuesta a unas necesidades sociales básicas. Cristina Carrasco (2001, p.4) establece dos dimensiones en cuanto a las necesidades humanas: “Las necesidades humanas tienen una dimensión más objetiva -que respondería a necesidades biológicas- y otra más subjetiva que incluiría los afectos, el cuidado, la seguridad psicológica, la creación de relaciones y lazos humanos”. Vivir en comunidad implica reconocer la existencia del Otro/a y esto remite a un contexto emocional específico, que nada tiene que ver con el contexto que satisface las demás necesidades del ser humano inscrito en la lógica de la producción de mercado. Las relaciones afectivas crean el tejido social que nos sustenta, y sin embargo, el reconocimiento social es menor. La tradición patriarcal ha pretendido crear un antagonismo entre esferas, público y privado, como si se tratase de entes diferenciados y atravesados por una jerarquía valorativa. “Por una parte, la esfera pública (masculina), centrada en lo social, 21 político y económico-mercantil y regida por criterios de éxito, poder, derechos de libertad y propiedad universales, etc. y relacionada fundamentalmente con la satisfacción del componente más objetivo (el único reconocido) de las necesidades humanas. Por otra parte, la esfera privada o doméstica (femenina) que estaría centrada en el hogar, basada en lazos afectivos y sentimientos, desprovista de cualquier idea de participación social, política o productiva y relacionada directamente con las necesidades subjetivas (siempre olvidadas) de las personas”. (Carrasco, 2001, p.5) Curiosamente, la esfera pública sería la única esfera valorada y reconocida socialmente, mientras que la privada, quedaría invisibilizada aún cuando las actividades desarrolladas en dicho ámbito son precisamente las que aseguran el soporte de la vida humana. Según Carrasco, esto es así por dos razones, por el orden ideológico patriarcal y, por el orden económico. La primera razón tiene que ver con la conformación de las sociedades, es decir, cómo el grupo dominante, que se define en torno a varias cualidades interrelacionadas, impone su visión del mundo, a través de unas determinadas estructuras sociales y la utilización de un determinado lenguaje. Este grupo dominante establece los elementos que configuran el poder y el conocimiento, situando en la sombra todos los demás valores. De ahí que la cultura y la ciencia, como construcciones del hombre, detenten el poder, y las labores relacionadas con el sostenimiento de la vida, asociadas a las mujeres, no sean valoradas en su justa medida. En cuanto a la segunda razón, la esfera doméstica ha permitido la implantación y funcionamiento de un determinado sistema económico. El trabajo de las mujeres en los hogares ha asegurado la oferta de fuerza de trabajo, y a su vez, la subsistencia de la unidad familiar, sin embargo, “la producción capitalista se ha desligado del cuidado de la vida humana, apareciendo como un proceso paralelo y autosuficiente”. (Carrasco, 2001, p.9) 2. CONFLICTIVIDAD Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ Incluir la perspectiva de género en el estudio de la paz, conflictos armados y resolución de conflictos implica preguntarse sobre cómo afectan los conflictos a las mujeres, en qué medida la estructura de roles y relaciones de género, analizados en 22 el apartado anterior, condicionan la posición de hombres y mujeres respecto a los comportamientos bélicos y a las estrategias de paz. Todo ello teniendo en cuenta el contexto histórico, social y cultural, así como las características atribuidas culturalmente a hombres y mujeres, que se conforman como imperativos subjetivos y sociales, y que están en la base de las diferencias y desigualdades, tanto en la conflictividad como en el modo de construcción de paz. 2.1. Las mujeres como víctimas de los conflictos armados Según Francesch et al. (2009, p.149), los conflictos armados reflejan una dimensión de género fundamental: “En primer lugar, mediante el análisis de género se desmonta la tradicional visión de los conflictos armados como realidades neutras y se pone en cuestión el hecho de que la génesis de los conflictos armados sea independiente de las estructuras de poder en términos de género que existen en una determinada sociedad. En segundo lugar, desde esta perspectiva también se plantean serias dudas a las afirmaciones que pretenden homogeneizar las consecuencias de los conflictos sin tener en cuenta la dimensión y las desigualdades de género”. Las mujeres son las principales perjudicadas por las guerras. Según la Coordinadora de ONG para el Desarrollo - España (CONGDE) (2007, p.44): “Los conflictos armados son también determinantes para niñas y mujeres: de los 35 millones de personas refugiadas o internamente desplazadas, el 80% son mujeres y niñas y niños. La guerra desintegra los sistemas educativos y de salud e incrementa la violencia por motivos de género. En los conflictos armados, las situaciones de discriminación de las mujeres se recrudecen y la violencia de género se ve exacerbada: ellas suelen ser utilizadas como moneda de cambio del conflicto y botín de guerra, sufriendo mayor represión, asesinatos, agresiones, violaciones y explotación sexual”. Esto, a su vez, crea significado en el sentido de que enlaza directamente con la construcción del poder y de la subordinación. 23 2.1.1. Violencia sexual La violencia sexual constituye un aspecto específico del efecto de los conflictos sobre las niñas y las mujeres. Relacionar lo masculino con la guerra y lo femenino con la paz, a lo largo de la Historia, se ha convertido en un argumento útil para justificar las actitudes de los hombres y de las mujeres, pero también para legitimar la violencia como un rasgo natural, inherente a la vida humana y por lo tanto, no sujeto a crítica. “Como víctimas, las mujeres sufren los efectos del conflicto armado y la violencia de formas muy diversas. Pese a que, al igual que los hombres, son asesinadas, heridas, torturadas, desaparecidas o desplazadas forzosamente, es hoy una evidencia ampliamente reconocida el hecho de que las mujeres son objeto de una violencia de género específica. En particular, el tipo de persecución más documentado que las mujeres sufren durante los conflictos armados es la violencia sexual. Descrita como una de las formas más extremas y efectivas de control patriarcal, el abuso y la violencia sexual aparecen en prácticamente todas las narraciones de mujeres en situaciones de conflicto armado y de violencia política.” (Mendia, 2009, p.11) La violencia sexual se utiliza como arma de guerra en la casi totalidad de los conflictos armados actuales. Como afirma Claudia Monge3 no solo se destruye a las mujeres sino a toda la comunidad, puesto que se trata de sociedades que suelen rechazar tanto a las mujeres violadas como a los bebés nacidos de la violación, ya que son considerados como hijo/as del enemigo. Con lo cual, el drama adquiere amplias dimensiones y las mujeres deben enfrentar varias problemáticas, además del propio trauma relacionado con la violación. Desde 2008, tras la aprobación de la resolución 1820 del Consejo de Seguridad de la ONU, la violencia sexual pasó a formar parte de la agenda internacional sobre la dimensión de género en los conflictos armados, recogiendo, en 2009, numerosas denuncias contra la utilización de la violencia sexual en contextos de conflictos 3Testimonio extraido de: « République Démocratique du Congo: le viol comme arme de guerre ». Ma Vérité Sur. 2013. En https://www.youtube.com/watch?v=UWtTjLH5c3U https://www.youtube.com/watch?v=UWtTjLH5c3U 24 armados y/o de tensión político-social. La sociedad civil, gubernamental y las Naciones Unidas impulsaron diferentes iniciativas para dar respuesta a la violencia sexual como arma de guerra, entre ellas, la aprobación de la resolución 1888 del Consejo de Seguridad de la ONU. (Francesch et al., 2009) 2.1.2. Influencia del género en los conflictos armados El género ha sido una variable ausente en el estudio de los conflictos: “Esta ausencia es consecuencia de un sesgo deliberado en la investigación sobre la guerra, en la que tradicionalmente se ha considerado como “universal” aquello que, en realidad, era resultado sólo de la experiencia y de las narraciones masculinas”. (Mendia, 2009 p.7). Además, la Historia siempre se ha estudiado desde la óptica de los poderosos: “(…) la historia siempre se escribe desde la perspectiva de los guerreros, los ricos, los reyes y poderosos, o sea, todo lo que no ha sido, ni ha representado el pacifismo y la noviolencia”. (Lederach, 2000, p.96) “Desde la década de los 90, la “deconstrucción” feminista de la realidad social aplicada al análisis de conflictos ha permitido recoger y dar cuenta de los testimonios y las narraciones de guerra de las mujeres y, con ello, reconocer que el género determina el impacto diferente de la guerra sobre hombres y mujeres, así como constatar que los conflictos armados tienden a generar transformaciones en las relaciones de género, que pueden ir desde su desestabilización hasta su redefinición o reajuste”. (Mendia, 2009, p.8) Stasiulis (1999) citado por El Jack (2003) visibiliza las contradicciones que vivían las mujeres durante los conflictos armados. Por un lado, el gobierno alentaba a las mujeres a participar en las luchas nacionalistas, como componentes del colectivo nacional, y, al mismo tiempo, a nivel social, la construcción de género que relaciona a la mujer como “madre” y “guardiana de la cultura”, restringía su participación tanto en los propios conflictos como en la etapa de reconstrucción posterior. Los condicionantes de género generan y perpetúan la discriminación hacia las mujeres. En palabras de Lagarde, (1996, p.53) “Las mujeres y los hombres, así 25 constituidos, son comparados entre sí por su incidencia en el mundo, como si tuvieran las mismas condiciones objetivas y subjetivas y como si fueran iguales, desde una valoración distorsionada, al magnificar los hechos masculinos y desmerecer los femeninos. En el ámbito simbólico la posición jerárquica subordinada de las mujeres y su colocación en el ámbito de la naturaleza frente a los hombres supraordinados y colocados en la sociedad y en la historia, hace que las mujeres tengan como marca social, cultural y de identidad una naturaleza subhumana frente a los hombres, que aparecen así magnificados como los humanos”. Simone de Beauvoir argumentó que las expediciones guerreras eran consideradas sagradas, pues hacían trascender la vida, de ahí que fueran desempeñadas por los hombres “El caso del hombre es radicalmente diferente; no alimenta al grupo como las abejas obreras mediante un simple proceso vital, sino mediante actos que trascienden su condición animal (…) El guerrero, para aumentar el prestigio de la horda, del clan al que pertenece, pone en juego su propia vida. Así demuestra brillantemente que para el hombre la vida no es el valor supremo, que debe servir para fines más importantes que ella misma.” (2011, p.127) Si la vida se asumía como un riesgo, las razones para vivir aparecían como más importantes que el hecho de la “mera vida”. Las mujeres no participaban en las actividades guerreras, de ahí que se quedaran en un plano secundario en la Historia, en el lado de la repetición de la vida, de la “inmanencia”: “La peor maldición que pesa sobre la mujer es estar excluida de estas expediciones guerreras (…) La mujer es originariamente un existente que da la Vida y no arriesga su vida; entre el varón y ella nunca hubo combate (…) los hombres, deseosos de mantener sus prerrogativas masculinas, inventaron esta división; sólo han pretendido crear un territorio femenino –regla de la vida, de la inmanencia- para encerrar en él a la mujer; pero, más allá de su especificación sexual, el existente busca su justificación en el movimiento de su trascendencia: la sumisión misma de las mujeres es la prueba” (2011, p.128). Así, en las sociedades, el reconocimiento siempre lo han tenido los hombres, desde la participación hasta la toma de decisiones sobre la guerra. Y si la ausencia de los hombres favoreció que fueran las mujeres quienes asumieran las decisiones dentro de sus comunidades, nunca fue reconocido. 26 Amorós4 (2011) incide en que “lo que han hecho los varones, lo masculino, ha sido asumir lo genéricamente humano”. De ahí, se pregunta si “¿no será que ese genéricamente humano, en la medida que ha sido usurpado por el varón, tiene el subtexto de una identidad facciosa? ¿De una particularidad facciosa que es lo varonil?” Es decir, si en la vida el aspecto de la trascendencia se encarna en la actividad de la guerra, como actividad prestigiosa de los varones, esta actividad, ¿sería prestigiosa porque encarna lo genéricamente humano?, o al revés, los varones han usurpado lo genéricamente humano y de ahí, que hayan instituido las actividades guerreras en prestigiosas. Es decir, si la actividad guerrera cobra prestigio es porque han sido los hombres quienes tradicionalmente han tenido el poder. Dominique Godineau (2000) encuadra la historia de las relaciones de género, a partir de la forma en la que se le ha dado significado social a la diferencia biológica entre mujeres y hombres, a través de los discursos y de las prácticas que ordenan las ideas. Partiendo de las revoluciones de finales del siglo XVIII, la autora, a través de los casos de Francia y de los Estados Unidos, refleja cómo las relaciones entre los sexos son reflejos de la sociedad, incidiendo en que dicho hecho se integra en la construcción de la ciudad. Las relaciones de género se constituirían, por lo tanto, a través de los sucesos sociales, a la vez, que serían constitutivas de estos. No es posible entender una relación determinada entre sexos sin estudiar las prácticas sociales en su conjunto, y estas mismas prácticas adquieren significado en la propia construcción de las relaciones de género. 2.2. Las mujeres en la construcción de la paz ¿Las mujeres tienen mayor capacidad para resolver los conflictos y construir la paz? ¿En qué medida la construcción cultural que asigna diferentes funciones, intereses, prácticas sociales y deseos a hombres y mujeres, pueden influir y determinar la 4Conferencia Celia Amorós. Celebración del 20 Aniversario del Curso de Teoría Feminista. 2011. En: http://www.youtube.com/watch?v=v_xOnIGkTQ8 http://www.youtube.com/watch?v=v_xOnIGkTQ8 27 posición de las mujeres en el logro social de construir paz, paz en justicia e igualdad entre los seres humanos? 2.2.1. Influencia del género y de la identidad femenina La investigación para la paz se desarrolló como disciplina académica a principios del siglo XX (Vallensteen en Villellas, 2010). Elise M. Boulding 5 , considerada “la matriarca de la Investigación para la Paz”, jugó un papel fundamental para consolidar esta disciplina desde 1950, cuando los estudios, dominados por los hombres, versaban sobre la guerra. Boulding introdujo el enfoque de paz, incidiendo en el activismo pacifista y en el trabajo desempeñado por las Organizaciones No Gubernamentales, y señaló, por primera vez, el potencial de las mujeres en la construcción de la paz: “Mi argumento no es esencialista, en el sentido de que las mujeres estén predispuestas biológicamente para el cuidado y el trabajo por la paz. Es más bien que el conocimiento de las mujeres y sus mundos de experiencia las han equipado para funcionar creativamente como trabajadoras para la paz en formas en que los hombres no han sido capacitados por sus conocimientos y experiencias. Esto, obviamente, puede cambiar. Compartir en mayor medida los mundos de experiencia entre hombres y mujeres será un importante paso en el desarrollo humano”. (Mesa y Alonso, 2009, p.12) Las investigaciones feministas han cuestionado el binomio que asocia la paz con las mujeres y la guerra con los hombres. “Las investigaciones realizadas por feministas en el Norte y el Sur han desafiado la supuesta naturaleza pacífica de las mujeres al examinar su involucramiento en las luchas de liberación nacional, su apoyo directo y/o indirecto a los conflictos armados y sus contribuciones a la guerra y al militarismo en general”. (Babiker, 1999, citado por El Jack, 2003, p.13) Mujeres y organizaciones de mujeres también han buscado de forma activa la paz. Esto se ha empezado a visibilizar en los últimos años. “Hoy día, el papel que las organizaciones de mujeres juegan en la construcción de la paz se ha convertido en 5Historia de vida recogida en Mesa Peinado, M. (dir.) y Alonso Cano, L (coord.) (2009): 1325 Mujeres tejiendo la paz. Madrid: Icaria Editorial. Págs. 10-13. 28 parte del discurso de la mayoría de las agencias internacionales y las organizaciones humanitarias no gubernamentales, en especial tras la aprobación en octubre de 2000 de la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas” (Mendia, 2009, p.5) Sin embargo, el campo de la resolución de conflictos sigue sin considerar, de forma contundente, la introducción sistemática del género como categoría de análisis, más bien, se sitúa en un nivel descriptivo que pretende visibilizar a las mujeres “describir sus actividades, la naturaleza de su experiencia, su contribución a esa realidad y cuál es el significado para ellas de esa situación que activamente contribuyen a crear.” (Mendia, 2009, p.8) De hecho, este esfuerzo de visibilización está dejando constancia de múltiples experiencias femeninas en los ámbitos de guerra, con lo cual, reducir la Historia a que los hombres son los violentos y las mujeres las víctimas, además de no responder a la realidad, estereotipa a los dos sexos, otorgando unas premisas de las que es difícil salir, con lo cual, en el imaginario, a la mujer, por ser considerada una víctima, se le niega la capacidad de agencia, de ser sujeto de acción en conflictos armados. Esto perpetúa la imagen de la mujer como una eterna menor que debe ser protegida: “In helping communities survive conflict, there is still a tendency to categorise and generalize. “Women and children" are still often seen as one unit, for example. Such labels, if they are used to influence policy, can be limiting and even damaging6” (Bennett, Bexley y Warnock, 1995, p.3) Como asegura Mendia (2009, p.11) “es fundamental, por lo tanto, visibilizar y reconocer la experiencia vivida por las mujeres en tanto que víctimas de la violencia, pero también resulta estratégico dimensionar y tener en cuenta su actuación en tanto que agentes capaces de generar y apoyar la violencia así como agentes de construcción de paz.” 6Traducción: “En el marco de ayuda a las comunidades que sobreviven a un conflicto, persiste una tendencia a categorizar y a generalizar. Por ejemplo, “Mujeres y niños” sigue siendo, por lo general, considerado como una única categoría. Este tipo de etiquetas, si se utilizan para promover políticas, puede limitar e incluso, dañar”. 29 La identidad femenina, como hemos dicho anteriormente, se asocia a cualidades relacionadas con la construcción de paz: la negociación, la empatía, la escucha activa, resolución de conflictos, el trabajo por el bien comunitario. Entonces, ¿hay diferencias entre las organizaciones de mujeres y las mixtas o masculinas, en la construcción de paz? ¿Hay diferenciación de género? Según Carmen Magallón, la implicación de las mujeres en la construcción de paz suele ser un trabajo de base perseverante y creativo, en cuanto que instauran prácticas alternativas y contrarias al belicismo, y se extienden a lo largo del mundo. Estas mujeres forman parte de una determinada tradición, de una determinada genealogía. Si bien los objetivos perseguidos varían en función de cada mujer u organización de mujeres, sí que comparten una línea de acción: “el intento de deslegitimar la lógica que pone en juego la vida de los seres humanos, para perseguir intereses materiales, ideológicos, de poder o de soberanía”. (2008, p.4) La autora realiza una clasificación para visibilizar en torno a qué se organizan las mujeres: “a) para oponerse a la guerra o las políticas militaristas y de agresión que llevan a cabo sus gobiernos o sus grupos de pertenencia b) para acercar, a través de la relación y la búsqueda de puntos comunes, a personas de grupos enfrentados, de los que ellas forman parte c) para la búsqueda de soluciones no militares a conflictos estructurales d) contra la impunidad: para que no se repitan los genocidios, las desapariciones y las persecuciones sufridas por determinados grupos humanos e) para apoyar a mujeres que viven en situaciones de guerra o de falta de libertad y derechos humanos, en países distintos al suyo f) para lograr que el trabajo de base de las mujeres cuente en la toma de decisiones”. (Magallón 2008, p.4) Podemos pensar, por lo tanto, que para las mujeres la paz tendrá lugar cuando se respeten los derechos humanos y la justicia de género. Esto supone una revisión de las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres en la sociedad. Con lo 30 cual, la paz es un concepto político que da fuerza al proyecto emancipatorio de la mujer en el feminismo. “La redefinición del término paz en función de criterios de justicia de género es, precisamente, uno de los elementos estratégicos de la acción política de las organizaciones de mujeres por la paz.” (Mendia, 2009, p.18) Así como el feminismo incidió en la distinción entre lo público y lo privado, las organizaciones de las mujeres, en el ámbito de la construcción de paz, hacen una crítica a las nociones de guerra y paz, si bien, los estudios a nivel internacional siguen asociando la paz con la ausencia de guerra, y por lo tanto, se privilegia la intervención en las manifestaciones violentas visibles de los conflictos. La visibilización de las mujeres en los espacios públicos cuestiona la hegemonía del sistema patriarcal en el sentido de que se crean nuevos escenarios que ponen de manifiesto las estructuras desiguales de poder. En palabras de Lagarde, (1996, p. 13) “La perspectiva de género tiene como uno de sus fines contribuir a la construcción subjetiva y social de una nueva configuración a partir de la resignificación de la historia, la sociedad, la cultura y la política desde las mujeres y con las mujeres”. De hecho, el Congreso de la Haya (1948) nació a partir de la Alianza Internacional por el Voto de la Mujer, y, aunque no recibió apoyo suficiente de las organizaciones que la conformaban, a partir de ahí, surgió el Comité Internacional de Mujeres para una Paz permanente. Y, en 1919, en Zurich, se creó la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Women’s International League for Peace and Freedom, WILPF), organización que pretendía aunar el movimiento feminista y el movimiento pacifista. “Creían realmente en la posibilidad de solucionar las disputas de otro modo, a través de un arbitraje internacional, querían influir en la marcha de los acontecimientos y no estaban dispuestas a tener un papel subordinado, aplicándose a las tareas de arreglar los desastres que la guerra causaba” (Magallón, 2008, p.3) Las iniciativas de las mujeres por la paz siguen estando relacionadas con un feminismo internacionalista contrario a la guerra y a la violencia, y, son ellas quienes suelen abrir el diálogo entre las comunidades enfrentadas, para poder avanzar en el camino de la paz. “Paradójicamente, son las mujeres las que mantienen en general una posición más activa frente a las negociaciones, reivindicaciones de paz y la 31 reconciliación. Sus movilizaciones por la paz y contra la violencia llevaron a la aprobación de la Resolución 1325 de la ONU, que estipula el rechazo a cualquier forma de violencia contra las mujeres, la inclusión de sus intereses y sus voces en los procesos de paz y exhorta a las partes en conflictos armados a proteger a las mujeres e integrar la perspectiva de género en las operaciones de mantenimiento de la paz”. (CONGDE, 2007, p.45) 2.2.2. Negociación para la paz- La Resolución 1325 La Resolución 1325, aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, en el mes de octubre del 2000, fue posible por la alianza de varios grupos de mujeres y responsables en las Naciones Unidas. Su pretensión: apoyar la presencia de las mujeres en las negociaciones de paz, porque el inmenso trabajo realizado por las mujeres en la construcción de la paz luego no encuentra un correlato en la toma de decisiones. Las resistencias son fuertes y provienen de diversos puntos: la no consideración de las mujeres como fuerza de paz, las relaciones de poder establecidas, y en ocasiones, la negativa de las mujeres a sentarse con líderes responsables de crímenes. Por este motivo, el apoyo internacional que ofrece dicha Resolución, se vuelve fundamental para escuchar la voz de mujeres. “Las alianzas transversales, que cruzan niveles y naciones, y circulan desde los movimientos de base a las agencias de Naciones Unidas y viceversa, pasando por la implicación personal de mujeres de reconocido prestigio, pasan a ser decisivas.” (Magallón, 2008, p.14) La Resolución reconoce la importancia de incluir la perspectiva de género en los conflictos armados, tanto en calidad de víctimas: “Expresando preocupación por el hecho de que los civiles, y particularmente las mujeres y los niños, constituyen la inmensa mayoría de los que se ven perjudicados por los conflictos armados, incluso en calidad de refugiados y personas desplazadas internamente, y cada vez más sufren los ataques de los combatientes y otros elementos armados, y reconociendo los efectos que ello tiene para la paz y la reconciliación duraderas” (Resolución 1325, p.1) como en calidad de agentes activas de paz: “Reafirmando el importante papel que desempeñan las mujeres en la prevención y solución de los conflictos y en la consolidación de la paz, y subrayando la importancia de que participen en pie de 32 igualdad e intervengan plenamente en todas las iniciativas encaminadas al mantenimiento y el fomento de la paz y la seguridad, y la necesidad de aumentar su participación en los procesos de adopción de decisiones en materia de prevención y solución de conflictos” (Resolución 1325, p.1) Se trata de una Resolución que pretende una mayor participación de las mujeres en los procesos de construcción de paz, en los contextos de conflicto armado: “Insta a los Estados Miembros a velar por que aumente la representación de la mujer en todos los niveles de adopción de decisiones de las instituciones y mecanismos nacionales, regionales e internacionales para la prevención, la gestión y la solución de conflictos”; “Alienta al Secretario General a que ejecute su plan de acción estratégico (A/49/587) en el que se pide un aumento de la participación de la mujer en los niveles de adopción de decisiones en la solución de conflictos y los procesos de paz”; (…) “Insta también al Secretario General a que trate de ampliar el papel y la aportación de las mujeres en las operaciones de las Naciones Unidas sobre el terreno, y especialmente entre los observadores militares, la policía civil y el personal dedicado a los derechos humanos y a tareas humanitarias” (Resolución 1325, p.2) Según Carmen Magallón (2008), las cuatro áreas en las que el Consejo de Seguridad, el Secretario General de Naciones Unidas, los estados miembros y agencias humanitarias, militares y sociedad civil deben intervenir, son:  Fomento de la participación de las mujeres en la toma de decisiones y procesos de paz.  Pensar la paz desde una perspectiva de género.  Protección de mujeres y niñas en conflictos armados y situaciones post- conflicto  La incorporación transversal de la categoría de género en el sistema de información de las Naciones Unidas así como en la puesta en práctica de los programas. De esta forma, el Consejo de Seguridad reconoce que la paz está vinculada a la igualdad entre hombres y mujeres: “Recordando también los compromisos 33 enunciados en la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing (A/52/231), así como los contenidos en el documento final del vigésimo tercer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General titulado “La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI” (A/S–23/10/Rev.1), especialmente los relativos a la mujer y los conflictos armados”; “Teniendo presentes los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y la responsabilidad primordial del Consejo de Seguridad, en virtud de la Carta, de mantener la paz y la seguridad internacionales”; (…) “Reconociendo que la comprensión de los efectos de los conflictos armados en las mujeres y las niñas, unos mecanismos institucionales eficaces para garantizar su protección y la plena participación en el proceso de paz pueden contribuir considerablemente al mantenimiento y el fomento de la paz y la seguridad internacionales.” (Resolución 1325, p.1, 2) Francesch et al. hacen un balance positivo de la aplicación de la Resolución 1325, que se ha complementado con otras tres resoluciones para intentar otorgarle mayor precisión en la implementación: “La resolución 1820 de 2008 está centrada en la lucha contra la violencia sexual como arma de guerra; la resolución 1888 de 2009 desarrolla una serie de medidas concretas para poner fin a esta violencia sexual; y la resolución 1889 también de 2009 hace lo mismo con respecto a la 1325, proponiendo acciones para su mejor aplicación”. (2009, p.164) Que la perspectiva de género en contextos de conflictos armados y de construcción de paz haya conseguido un espacio en la agenda internacional sobre paz y seguridad, representa un logro importante. Las organizaciones de mujeres se han visto fortalecidas, pero a nivel de resultados concretos, los avances no han sido tan significativos como cabría esperar: “Los objetivos planteados por la resolución continúan siendo los principales retos: mayor participación de las mujeres en los procesos de paz, mayor presencia femenina en las operaciones de mantenimiento de la paz y en los puestos de toma de decisiones, y protección de las mujeres y las niñas en los conflictos armados. Además, no se ha estandarizado un sistema de supervisión de la implementación de la resolución, no se han elaborado indicadores para medir el grado de cumplimiento, la dotación de recursos económicos es claramente insuficiente y, por el momento, no existe la figura de representante especial del secretario general para este asunto. Para que los planes nacionales 34 sean más efectivos es necesario un mayor diálogo con representantes de la sociedad civil de aquellos lugares afectados por los conflictos, así como una mejor cooperación entre los diferentes países que ya cuentan con planes de acción”. (Francesch et al., 2009, p.164) La Resolución 1325, por lo tanto, es revolucionaria en el sentido de que aborda la reconstrucción de la paz desde la perspectiva de género y favorece el necesario liderazgo femenino. Pero habrá que estar vigilante para poder analizar si se aplica adecuadamente7, puesto que un buen instrumento solo es eficaz en la medida en la que se desarrolle su buen uso. 7El Gobierno de España aprobó el Plan de Acción para la aplicación de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (2000), sobre las Mujeres, la Paz y la Seguridad Plan de Acción, en el año 2007. 35 CAPÍTULO II GÉNERO Y TERRITORIALIDAD. ÁFRICA SUBSAHARIANA Este capítulo es una aproximación conceptual a la categoría de género, a los estudios sobre las mujeres y a los feminismos en el Continente Africano, concretamente en África Subsahariana (Fig. 1). Se observa la interrelación entre contexto “geográfico” y autonomía y libertad de las mujeres; entre género y territorialidad. En un primer momento, se analiza si el concepto de género, de origen occidental, puede ser extrapolable a la realidad africana, o si tiene límites en su aplicabilidad. A partir de ahí, se analizan las particularidades teóricas de los feminismos del tercer mundo, incidiendo en la construcción de la “mujer del tercer mundo”. Posteriormente, se estudia cuál es la aportación de las mujeres africanas, tanto a nivel jurídico como académico, a la lucha por la igualdad de género, igualdad que es la base en la construcción de la paz. Finalmente, se exponen el surgimiento de los movimientos feministas en África Subsahariana y las principales aportaciones de los estudios sobre las mujeres africanas, en distintos ámbitos. Se señala la importancia de la agencia de las mujeres en las transformaciones políticas, sociales, culturales y económicas del continente. Los logros en igualdad de géneros y justicia social son la base para avanzar en la paz, porque la violencia estructural se genera y se mantiene porque existe la desigualdad y la injusticia. 36 Figura 1. Países del Continente africano. Fuente: http://luisamariaarias.wordpress.com/2012/12/20/mapas-de-africa-fisicos-politicos-y-mudos/ http://luisamariaarias.wordpress.com/2012/12/20/mapas-de-africa-fisicos-politicos-y-mudos/ 37 1. EL CONCEPTO DE GÉNERO. FEMINISMOS EN OCCIDENTE VERSUS FEMINISMOS DEL TERCER MUNDO Bakare-Yusuf expresa su preocupación cuando explica cómo todo discurso formulado sobre África focaliza el análisis de género como fundamental para alcanzar un desarrollo económico y político, pero sin embargo, no se ha cuestionado la pertinencia y aplicabilidad del término “género” en el contexto africano. “El género funciona como un hecho: se toma como un principio de organización intercultural. Recientemente, algunas estudiosas africanas han comenzado a cuestionar el poder explicativo de género en las sociedades africanas. (…) Algunas de las preguntas clave que se han planteado son: ¿puede el género, o de hecho el patriarcado, ser aplicado a las culturas no Occidentales? ¿Podemos asumir que las relaciones sociales en todas las sociedades se organizan en torno a la diferencia sexual biológica? (…)” (2011, p.25) La autora apoya la intencionalidad de las teóricas africanas de cuestionar la universalización de la categoría de género como el principio que organiza las sociedades a lo largo de los tiempos, “Comprometerse una misma con la asunción del género es permanecer indudablemente embebida dentro de una tradición específica Occidental de crítica. Por supuesto, esto no significa que esta tradición está en sí misma fija e inmodificable. El punto es más bien que cuando categorías “extranjeras” son adoptadas acríticamente, pueden distorsionar la dinámica estructural local y el modo de comprensión”. (2011, p.31) El “género” es una categoría de análisis que pretende romper con las percepciones androcentristas en los estudios, es decir, busca analizar cómo determinados hechos afectan a hombres y a mujeres, cuestionando la universalidad de la experiencia del hombre. Los conceptos tienen sentido porque nombran una determinada realidad construida a partir de condicionantes sociales, culturales, políticos y económicos, es decir, una realidad compartida con los otros miembros de una comunidad. Al nombrar, se visibiliza una situación determinada y, por lo tanto, se generan las herramientas adecuadas que posibilitan la transformación social. 38 El género es, por lo tanto, una construcción social y remite a una categoría relacional. Las subjetividades individuales vienen marcadas por las estructuras sociales que le otorgan sentido. Las sociedades se construyen a partir de una herencia cultural, política e ideológica, por lo que, el hecho de ser mujer se explicaría y se entendería al conocer la situación de la mujer en una estructura particular. La teoría feminista advierte de que hay que hablar de mujeres en plural, con lo cual, el concepto de interseccionalidad se vuelve imprescindible para poder situar las distintas formas en las que las distintas cualidades de las personas (raza, religión, estatus social, género, etc.) interactúan, generando la multiplicidad de dimensiones que conforman las experiencias. La identidad se conforma en diferentes espacios, que a su vez, construyen el mundo social. (Crenshaw, 2012) Teresa de Lauretis, (en Alcoff, 2002) explica la conceptualización de la mujer en tanto que sujeto: la mujer en tanto que “construcción ficticia” y las mujeres, como “seres históricos reales”. La relación que se establece entre ambas categorías es cultural y pretende ordenar la realidad. A través de las distintas composiciones que se van creando en torno a esta relación, se establece una subjetividad femenina, que tiene que ver con la forma en la que interiorizamos nuestra interacción con el mundo, y es algo en constante movimiento que nos va transformando. La experiencia nos conforma a nivel subjetivo, y es lo que nos permite sentir en un determinado momento, una conexión con otra(s) mujer(es), por experimentar una misma situación. La subjetividad tiene una dimensión histórica, lo que evita los discursos deterministas, de orden cultural o biológico, de los sexos. Al existir un encuadre histórico, las conclusiones se convierten en revisables evitando las afirmaciones universalistas sobre qué significa la categoría mujer. Somos producto de nuestro contexto, cada contexto socio-político y geográfico conforma unos seres con unas necesidades similares, y estas necesidades y las herramientas para resolverlas también vienen establecidas por el contexto. Alcoff sugiere que el concepto de mujer es relativo, y se determina en un contexto determinado que además se encuentra en constante movimiento, y es a partir de la posición en la que se encuentren las mujeres que se podrá empezar a construir significado, es decir, utilizar una 39 determinada situación para dotar de significado al concepto, en vez de pretender descubrir un significado de la feminidad esencialista. Esto también supone que quienes teorizan también están sujetas por unos mismos condicionantes sociales, reflejados en su obra, según Alcoff: “Más bien, la teoría política deberá basarse en la premisa inicial de que todas las personas, incluyendo a los teóricos, tienen una identidad material, carnal, que informará y dejará su influjo en cualquier propuesta política”. (2002, p.19) El género, por lo tanto, no es un término neutral, sino que remite a un determinado imaginario, y para que dicho concepto sea eficaz, en primer lugar, se debe definir las especificidades que encierran tanto, el nacer mujer en un contexto determinado, como la relación que se establece con el mundo de lo masculino. Son muchas las autoras africanas fundamentales para pensar el género y la construcción de la identidad femenina en diversos países de África Subsahariana, tales como Patricia McFadden, Obioma Nnaemeka y Oyeronke Oyewumi, entre otras. Sin embargo, a continuación, voy a centrarme en las aportaciones de la autora Chandra Mohanty, puesto que son las que me han resultado especialmente clarificadoras para poder construir la reflexión que quiero exponer. La conceptualización de “mujeres de África” sugiere un binomio fundamentado en víctimas y opresores, imposibilitando el estudio de la influencia de los factores históricos, es decir, las mujeres se consideran como sujetos sin poder antes de realizar el análisis de por qué las mujeres se sitúan en una posición de subordinación: “Las “mujeres” son ahora colocadas en el contexto de la familia, el del trabajo, las organizaciones religiosas, casi como si estos sistemas existieran fuera de las relaciones de las mujeres con otras mujeres y de las mujeres con los hombres. El problema con esta estrategia analítica, permítaseme insistir, es que asume que los hombres y las mujeres están ya constituidos como sujetos político- sexuales antes de su entrada al escenario de las relaciones sociales”. (Mohanty, 2008, p.8) La autora pone de relieve que el lugar que ocupa la mujer en una sociedad no está directamente vinculado a lo que hace, sino a la valoración que se le da a lo que 40 hace, dentro de unas relaciones sociales concretas. Es decir, si la mujer aparece principalmente asociada a la maternidad, a la hora de analizar este hecho, se debería determinar qué valor se atribuye a la maternidad en dicha sociedad, en lugar de centrar el análisis de las mujeres en que son madres. “La distinción entre el acto de ser madre y el estatus al que se le asocia es muy importante: es una distinción que debe enunciarse y analizarse de forma contextual”. (Rosaldo 1980, en Mohanty, 2008, p.8) Otro elemento que actúa al hablar de “las mujeres del tercer mundo” es la idea de que todas tienen los mismos intereses y las mismas necesidades, con lo cual, se niega las interconexiones que clase social, etnia y edad, entre otros factores, producen en las mujeres. Esa homogeneización invisibiliza cómo políticas determinadas impactan de forma diferente en las mujeres, según sus condicionantes sociales y económicos, además de crear una categoría ahistórica de las mujeres, determinada por su subordinación: “En vez de demostrar analíticamente la producción de las mujeres como grupos socioeconómicos y políticos dentro de contextos locales particulares, esta jugada analítica limita la definición del sujeto femenino a la identidad de género, ignorando por completo identidades de clase o étnicas. Lo que caracteriza a las mujeres es su género (definido sociológica y no necesariamente biológicamente) por encima de todo lo demás, lo cual indica una noción monolítica de la diferencia sexual. Puesto que las mujeres se constituyen de esta forma como un grupo coherente, la diferencia sexual se convierte en equivalente de subordinación femenina, y el poder se define automáticamente en términos binarios: aquellos que lo tienen (léase hombres), y aquellas que carecen de él (léase mujeres). Los hombres explotan, las mujeres son explotadas. Tales formulaciones simplistas son históricamente reductivas, además de que no son efectivas para diseñar estrategias que combatan la opresión: lo único que logran es reforzar las divisiones binarias entre hombres y mujeres”. (Mohanty, 2008, p.12) De ahí la importancia de fundamentar los estudios de género en los países de África visibilizando cómo se construye el ser mujer en unas estructuras socio-políticas específicas. Es decir, estudiar el origen de la subordinación de las mujeres en África conlleva determinar el contexto histórico, y las interconexiones sociales entre mujeres y entre hombres y mujeres en cada comunidad diferenciada, pues es la 41 única manera de poder entender cómo se interrelacionan los diferentes elementos que generan relaciones de subordinación y las estrategias para combatirlas con políticas adecuadas, además de mostrar la capacidad de agencia de las mujeres, en oposición al imaginario que las categoriza como víctimas obviando su capacidad de resistencia y de lucha en distintos niveles. Si las distintas estructuras que conforman una sociedad, se perciben y analizan desde una óptica eurocéntrica, es decir, si se explican de acuerdo a los estándares occidentales, definiendo dichas estructuras como “subdesarrolladas o en vías de desarrollo” se crea una imagen de la “mujer oprimida del tercer mundo” diferenciada de la “mujer oprimida” general y asumida como occidental. Además de definir el desarrollo en función a la trayectoria que Occidente ha seguido y de obviar las implicaciones que suponen las relaciones primer-tercer mundo, se incorpora en esa diferencia “del tercer mundo” una actitud paternalista hacia las mujeres, misma actitud que las mujeres occidentales denuncian en cuanto a las relaciones que enfrentan con los hombres occidentales en función de sus propias estructuras sociales y político-económicas, resultando una imagen de la “mujer del tercer mundo” específica: “las mujeres del tercer mundo como grupo o categoría se definen automática y necesariamente como religiosas (léase: no progresistas), orientadas hacia la familia (léase “tradicionales”), menores de edad (léase: “aún no están conscientes de sus derechos”), analfabetas (léase: “ignorantes”), domésticas (léase: “primitivas”) y, a veces, revolucionarias (léase: “¡su país está en guerra, tienen que luchar!”) Es así como se produce la “diferencia del tercer mundo”. (Mohanty, 2008, p. 18) La autora explica que conceptos como reproducción, familia, patriarcado, etc. son, en ocasiones, utilizados por feministas occidentales para poder explicar la subordinación de las mujeres sin definir los contextos históricos y culturales, atribuyéndoles una aplicabilidad universal, sin embargo, no se puede hablar de la división sexual del trabajo, tanto en Occidente como en África, si el sistema de trabajo, en ambos lugares es radicalmente distinto, así como el valor que se le asigna a las tareas de acuerdo al sexo también difieren. 42 Los conceptos no son extrapolables porque las realidades sociales difieren, y el lenguaje supone una determinada visión del mundo. Esto no quiere decir que no exista una subordinación de las mujeres africanas en sus comunidades, sino que supone que hablar, visibilizar y denunciar esa subordinación requiere de unas herramientas históricamente específicas, puesto que de otra forma, mediante generalizaciones y reduccionismos culturales, los estudios feministas occidentales estarían contribuyendo a perpetuar una imagen hegemónica de Occidente. Según Chandra Mohanty: “Cualquier discusión sobre la construcción intelectual y política de los “feminismos del tercer mundo” debe tratar dos proyectos simultáneos: la crítica interna de los feminismos hegemónicos de “Occidente”, y la formulación de intereses y estrategias feministas basados en la autonomía, geografía, historia y cultura. El primero es un proyecto de deconstrucción y desmantelamiento; el segundo, de construcción y creación. Estos proyectos —el primero funcionando de forma negativa y el segundo de forma positiva— parecen contradictorios, pero a menos que sus labores respectivas se aborden de forma simultánea, los feminismos del “tercer mundo” corren el riesgo de verse marginados y ghettizados tanto en las tendencias principales (de derecha e izquierda) del discurso feminista como en el discurso feminista de occidente” (2008, p.1) La autora introduce la idea de que los feminismos hegémonicos deben ser revisados, en cuanto a que sus máximas no pueden extrapolarse a todas las sociedades. Si dos sociedades no son iguales, si no tienen una misma herencia o pasado en común, no son sociedades comparables, y por lo tanto, lograr una situación de mayor justicia social para las mujeres africanas, depende de las mujeres africanas. Nadie mejor que ellas sabe cuáles son sus problemáticas específicas, sus necesidades y sus demandas. Para poder hablar de los “feminismos del tercer mundo”, Mohanty explicita a qué se refiere al hablar de “feminismo de Occidente”: “Claramente, el discurso y la práctica política del feminismo occidental no son ni singulares ni homogéneos en sus objetivos, intereses o análisis. Sin embargo, es posible rastrear una coherencia de efectos que resultan del supuesto implícito de “Occidente” —con todas sus complejidades y contradicciones— como referente primario en teoría y praxis. Mi 43 referencia al “feminismo de Occidente” no pretende de ninguna forma sugerir que se trata de un conjunto monolítico. Más bien busco hacer notar los efectos similares de varias estrategias textuales utilizadas por escritoras que codifican al Otro como no occidental y, por tanto, (implícitamente) a sí mismas como “occidentales”. Es en este sentido que utilizo el término feminismo occidental”. (2008, p.1) Al hablar de “mujeres” en vez de “mujer”, inevitablemente tenemos que hablar de feminismos, en plural. Según las necesidades, se definen sujetos para el feminismo, siendo sus objetivos los que marcan las estrategias. El objetivo no es el reconocimiento identitario extensible a todas las mujeres, sino el encontrar las herramientas para construir proyectos comunes desde la diferencia, recuperando los procesos colectivos que producen acciones transformadoras. Pero la autora apunta que cuando alguien crea la imagen de la Otra como no occidental, como diferente, de forma implícita, dicha persona está asumiendo una posición de distancia en función a esa “Otra”, que se vuelve un sujeto homogéneo, por el simple hecho de entender sus particularidades como consecuencia de su “diferencia”. Esto deriva en la dificultad para crear alianzas entre las feministas “blancas” de Occidente y las feministas de clase trabajadora o de diferente color de piel, lo que se evidencia cuando se construyen prioridades en las demandas, siendo algunos temas los considerados fundamentales para que todas las mujeres se organicen a su alrededor, y por lo tanto, algunas demandas son consideradas como universales, y, por ende, desviando a los márgenes a las demás voces que expresen necesidades distintas. Mohanty habla de la “mujer del tercer mundo”, cuando “los feminismos occidentales se apropian y “colonizan” la complejidad constitutiva que caracteriza la vida de las mujeres de estos países. Es en este proceso de homogeneización y sistematización del discurso sobre la opresión de la mujer en el tercer mundo donde se ejerce poder en gran parte del discurso feminista reciente, y este poder requiere ser definido y nombrado” (2008, p.3) La autora aclara que no todos los trabajos procedentes de los feminismos occidentales caen en ese etnocentrismo, pero sí que establece la importancia de 44 recordar las complejidades del sistema económico entre el primer y el tercer mundo y cómo esto afecta a las mujeres, a nivel global, porque no visibilizar estas interconexiones contribuye a asumir ese etnocentrismo como algo universal y neutro, y otorga una determinada posición de hegemonía al feminismo de Occidente en cuanto a que no se autocuestione ni examine cuáles pueden ser sus influencias o intereses por su tradición histórica específica. Esta explicación obvia los diferentes marcos de análisis caracterizados por diferencias en el sistema de trabajo o en las estructuras familiares, por ejemplo. Lo que favorece que un grupo particular se conforme como la norma, mientras que se dibuja una concepción homogénea de lo que supone la opresión de las mujeres, creando dos imágenes bien definidas y contrapuestas: “Esta mujer promedio del tercer mundo lleva una vida esencialmente truncada debido a su género femenino (léase sexualmente constreñida) y su pertenencia al tercer mundo (léase ignorante, pobre, sin educación, limitada por las tradiciones, doméstica, restringida a la familia, víctima, etc.). Esto, sugiero, contrasta con la autorepresentación (implícita) de la mujer occidental como educada, moderna, en control de su cuerpo y su sexualidad y con la libertad de tomar sus propias decisiones” (Mohanty, 2008, p.5) La autora explica que gran parte de los discursos feministas, identifican la categoría de análisis “mujeres” con un grupo homogéneo, construido en base a concepciones procedentes de las ciencias sociales. De esta forma, las mujeres se identificarían como grupo por un denominador común, la opresión por el mero hecho de ser mujeres. A partir de ese nexo, la propia construcción conceptual de “mujeres” se erige como una entidad discursiva distintiva obviando la capacidad de agencia de las mujeres. De esta forma, no se tiene en cuenta las distintas circunstancias vitales que dan significado al hecho de ser mujer en los diferentes contextos, y, al no resaltar este hecho, se posiciona al sujeto mujer como víctima, independientemente de cuál sea su situación social en un contexto determinado, es decir, se eliminan las diferencias que pueden dar cuenta de las múltiples experiencias vitales favoreciendo una visión hegemónica: “En cualquier análisis feminista dado, se caracteriza a las mujeres como grupo singular en base a la opresión común de la que son sujeto. Lo que une a las mujeres es la noción sociológica de la “igualdad” de su opresión. Es aquí que tiene lugar la elisión entre “mujeres” como un grupo construido por el 45 discurso y “mujeres” como sujetos materiales de su propia historia. Así, la consensual homogeneidad discursiva de “mujeres” como grupo se confunde con la realidad material históricamente específica de los grupos de mujeres. Esto da como resultado la presuposición de las mujeres como un grupo ya constituido, un grupo que ha sido denominado “sin poder”, “explotado” , “sexualmente acosado”, etc. por los discursos feministas científicos, económicos, legales y sociológicos (…) Este acercamiento no pretende dedicarse a descubrir las especificidades materiales e ideológicas que constituyen a un grupo particular de mujeres como “sin poder” en un contexto en particular, sino que busca encontrar una variedad de casos de grupos de mujeres “sin poder” para probar de forma general la conclusión de que las mujeres como grupo no tienen poder.” (2008, p.6) La autora advierte del peligro que supone que los discursos feministas occidentales reduzcan las experiencias de las mujeres del tercer mundo, puesto que las identificaría como un grupo homogéneo, sin poder, y víctima de las interconexiones socio-económicas. 2. CONTRIBUCIÓN DE LAS MUJERES AFRICANAS A LA LUCHA POR LA IGUALDAD DE GÉNERO 2.1. Marco Jurídico La Década 2010-2020 de la Mujer Africana (DMA) supone un reconocimiento de las necesidades, de las preocupaciones y de la capacidad de agencia de las mujeres en África. El DMA pretende garantizar la aplicación de los compromisos políticos relativos a la igualdad de género y al acceso a los puestos de decisión de la mujer en África. La declaración de 2010-2020 como Década de la Mujer Africana, representa un logro posibilitado por las luchas organizadas de y por las mujeres en pro de unas condiciones de mayor justicia social (Ighorodje, 2010) Para comprender el contexto global de los derechos humanos de las mujeres y entender el alcance que puede suponer para las mujeres africanas, la autora explica 46 el origen de la Década de la Mujer: “El concepto de la década de la mujer nació en 1975 en la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer de la Ciudad de México dentro de Naciones Unidas. A partir de entonces, las mujeres se han involucrado y han participado en las consultas sobre los derechos de la mujer y la igualdad de género. A nivel mundial, los derechos humanos de las mujeres tienen su origen en la Carta Internacional de Derechos sobre los cuales se articula la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, o Convención de la Mujer). Aparte de la existencia de la Convención de la Mujer, en los albores de un nuevo milenio Naciones Unidas elaboró un plan estratégico de quince años de lucha contra la pobreza, para los Estados miembros, centrado en ocho objetivos, conocidos como Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En estos objetivos se incluyen las preocupaciones para el acceso al poder de la mujer y la igualdad de género.” (2010, p.18) En la Unión Africana8 se aprobó y entró en vigor el Protocolo de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos sobre los Derechos de la Mujer en África, en 2005, que junto a la Convención de la Mujer, constituyen el marco jurídico, a nivel mundial, de los derechos de las mujeres. (Ighorodje, 2010) La Década de la Mujer Africana posibilita que las organizaciones de derechos de las mujeres puedan exigir una mayor voluntad política a sus dirigentes para incorporar las demandas de las mujeres. La DMA representa un apoyo y una estructura que da forma a la maquinaria de género en estos países, es una oportunidad para que las políticas públicas tengan un mayor impacto y alcance en las sociedades, y las mujeres son la clave para conseguirlo. Se observa, por lo tanto, que el género tiene un lugar en el contexto normativo regional, “Desde la Carta Internacional de los Derechos a la “Convención de la Mujer”, la Plataforma de Acción de Beijing, la Declaración de Dakar y las Estrategias 8Unión formada por 54 estados africanos. El único estado africano que no forma parte de la UA es Marruecos. La UA se creó el 26 de mayo de 2001 en Adís Abeba y comenzó a funcionar el 9 de julio de 2002 en Sudáfrica. Las decisiones más importantes de la UA son tomadas por la Asamblea de la Unión Africana, una reunión semianual de jefes de estado y de gobierno de sus estados miembros. El secretariado de la UA, la Comisión de la Unión Africana, está basada en Adís Abeba, Etiopía. La Unión Africana es la heredera de varios intentos previos de unir políticamente el continente. 47 progresistas de Nairobi, las mujeres han participado continuamente en estas plataformas por la demanda de igualdad de género y el derecho a no sufrir discriminación ni violencia. Junto a estos instrumentos están la Solemne Declaración de la UA sobre la Igualdad de Género en África (SDGEA), mientras que el artículo 4 (l) de la Ley Constitutiva recalca la "promoción de la igualdad de género como uno de los principios rectores de la UA”. Los susodichos instrumentos proporcionaron el marco normativo de las mujeres para exigir a sus líderes compromisos como la ratificación, la adaptación y la puesta en práctica, sobre todo a la luz de los objetivos del DMA” (Ighorodje, 2010, p.19) La autora también destaca que la Unión Africana, además, se compone de forma paritaria, cinco mujeres de un total de diez comisario/as, y siete mujeres de los quince directores de la Comisión de la Unión Africana, logrando ser la única organización regional o internacional que ha alcanzado dichas cuotas de participación femenina en los niveles más altos de liderazgo. Pero lo que se consiga lograr está estrechamente vinculado al papel de las organizaciones de la sociedad civil, que deben estar bien informadas sobre lo que significa la Década de la Mujer Africana para poder transmitir y sensibilizar a las poblaciones, puesto que sin la participación popular, no es posible generar una transformación social. Los programas de intervención social también deben organizarse en función a los objetivos de la DMA, y la presión a los políticos africanos que incumplen los compromisos que adquieren relativos a los derechos de las mujeres debe ser continua. Firmar acuerdos internacionales no siempre encuentra un correlato a nivel local, por lo tanto, se vuelve imprescindible crear un marco jurídico para el proceso de aplicación, si no, las leyes contra la discriminación de la mujer no conseguirán concretarse en estrategias de intervención política. (Ighorodje, 2010) 2.2. Ámbito académico e investigación Entre los años 1950-1960, ya existía un activismo de las mujeres africanas, vinculado a las luchas y resistencias nacionalistas por la independencia. El contexto 48 de la colonización repercutió en las demandas de las mujeres africanas, quienes ya desde esa época, advertían del impacto que tenían las relaciones entre género, clase social y etnia. Según lo/as autores Adomako, Beoku-Betts, Ngaruiya y Osirim, los estudios feministas y el activismo comenzaron a hacerse un hueco en los debates sobre el desarrollo, en las décadas de 1970 y 1980. A través del activismo y los estudios universitarios, feministas implicadas en la creación de la Asociación de Mujeres Africanas para la Búsqueda y el Desarrollo (1977) buscaban situar el feminismo en la agenda del continente. En el ámbito académico, desde 1980 se realizan, cada vez más, investigaciones de género en el contexto africano. Esto puede ser debido a varios factores: “el movimiento internacional de mujeres, la influencia de las mujeres [y de la industria de desarrollo], las condiciones [políticas y económicas] nacionales, la crisis de la educación en África y el surgimiento del feminismo de estado" (Mama 1996, en Adomako, Beoku-Betts, Ngaruiya y Osirim, 2012, p.34). Los estudios de género actuales tienen su raíz en el feminismo africano, y se centran en el análisis histórico y la crítica política: “Gran parte de este trabajo ha evolucionado a partir de la participación de la mujer en las luchas para la liberación, la democratización y las reformas económicas neoliberales (…) Las especialistas sobre los estudios de género trabajan con la postmodernidad y otros debates políticos, pero algunas de ellas advierten del exceso de confianza en los discursos postmodernos sobre la diferencia, haciendo hincapié en la necesidad de generar evidencia sistemática alrededor de cuestiones que unifiquen y generen un espacio para el diálogo, en lugar de la confrontación y la diferencia (Nzomo 1998, 13). Estos estudios están estrechamente integrados en luchas políticas y debates públicos más amplios sobre la construcción nacional [posterior a la independencia] y la globalización (Mama 1996; Manuh 2002)” (Adomako et al., 2012, p.35) Los estudios sobre la condición femenina en África han tenido diversas conceptualizaciones, se han denominado “estudios de género” o “estudios sobre las mujeres”; algunas intelectuales se han definido abiertamente como “feministas”, 49 reconociendo la vinculación entre el activismo y la teoría para la mejora de vida de las mujeres y otra/os estudioso/as de las mismas temáticas han rechazado el término. Aunque no exista un consenso claro a la hora de definirse estudioso/as y activistas, los estudios sobre la mujer, como disciplina, siempre han conllevado una conciencia política en el reconocimiento de la subordinación de género. (Adomako et al., 2012) En la actualidad, las principales temáticas en los estudios que versan sobre las mujeres y sus condiciones de vida, son las siguientes: Salud: Se investiga sobre cómo afecta la socialización de género en la salud, tanto física como mental, de las mujeres, así como el impacto de las políticas de estado en el acceso a los servicios de salud. “Las universitarias africanas no sólo han tratado de rebatir la mirada occidental y los conceptos eurocéntricos, sino que también han puesto de relieve las áreas de estudio crítico, como la práctica de la medicina tradicional.” (Adomako et al., 2012, p.38) Violencia de género: La violencia se estudia encuadrada en un contexto, especificando las condiciones históricas, sociales, políticas y económicas, y los temas principales: “la violencia doméstica (por ejemplo, las palizas, las peleas de las co-esposas en matrimonios polígamos, el ataque a hijas, madres y abuelas); la violencia sexual (por ejemplo, la violación, el incesto, el acoso sexual y la mutilación genital femenina, el último de los cuales se percibe, en general, que ha sido popularizado de manera sensacionalista en los estudios occidentales y por parte de los grupos de presión (Lewis 2002); las prácticas tradicionales definidas como violencia (por ejemplo, el matrimonio precoz y la acusación de brujería) y el papel del Estado en relación con la violencia (por ejemplo, situaciones de conflicto, la violencia institucional y la violencia económica)” (Adomako et al., 2012, p.43) Sexualidad: Si bien en la actualidad surgen varios estudios al respecto, la sexualidad de la mujer africana sigue siendo invisibilizada. Las teóricas coinciden en que debe haber mayor profundización en los siguientes temas: “los deseos sexuales, los deseos homoeróticos, las relaciones lésbicas, sexuales y otras transformaciones, 50 incluidas las que pudieron seguir los procesos del colonialismo y la descolonización, así como los impactos de la nueva economía mundial” (Adomako et al., 2012, p.46). En la sociedad africana existe un profundo debate, por una parte, la homosexualidad se niega, incidiendo en que es un hecho “no-africano”, y otros sectores estudian cómo, a partir de la normativa universal de los derechos humanos, se puede respaldar jurídicamente a las personas homosexuales, para que puedan obtener una igualdad de derechos. Son estudios que exploran todas las posibilidades en cuanto a las relaciones entre personas del mismo sexo, sin limitarlo al estudio de las relaciones sexuales del mismo sexo: “Un número de autoras de estudios sobre la mujer también han estudiado la relación entre las prácticas religiosas (y/o tradicionales) y las prácticas sexuales. Estos estudios han cuestionado los puntos de vista fundamentalistas de los religiosos sobre la sexualidad femenina y han criticado los enfoques reduccionistas que tienden a tratar a todas las culturas y las prácticas religiosas como un discurso único e intercambiable”. (Adomako et al., 2012, p.48) Educación: Para las académicas, es de vital importancia visibilizar el impacto de la imposición de los sistemas educativos formales durante el colonialismo, (orientado a preparar a las mujeres como amas de casa y para la agricultura de subsistencia) en oposición a los objetivos que perseguía la educación pre-colonial (adaptación de las mujeres al entorno social y físico). La discriminación de género en la educación es para muchas autoras efecto del “fracaso de los gobiernos africanos que retóricamente apoyan a los convenios internacionales y regionales, pero no implementan estas intenciones a nivel nacional” (Etta, 1994 en Adomako et al., 2012, p.50). 3. FEMINISMOS AFRICANOS. ESTUDIOS SOBRE LAS MUJERES AFRICANAS Según la autora Soledad Vieitez, el interés por el estudio de las mujeres africanas surge a partir de los trabajos de Ester Boserup, a partir de los cuales, se identifica cómo disminuyó el estatus social de las mujeres con el colonialismo, puesto que perdieron puestos de poder institucionalizados, cuando ellas siempre habían ocupado posiciones fundamentales en el sistema productivo y reproductivo africanos: 51 “Una mayoría de estudios muestra la existencia de mayor espectro de roles políticos, económicos, socioculturales o “públicos” para las mujeres africanas antes del colonialismo. Trabajo y producción no eran conjuntos, sino separados, relaciones de género en cuanto a matrimonio u otros formaban parte de otras relaciones sociales y comunitarias, lo que reta significativamente la separación de esferas- privada y doméstica frente a pública, naturaleza y cultura, hogar y mercado, etc.- en los sistemas de género africanos. En definitiva, conyugalidad, autoridad y poder, diferencia(s), identidades femeninas, masculinas u otras, modos de vida, producción o subsistencia y formas políticas han sido históricamente distintas de las comúnmente reseñadas para otros lugares del mundo, al menos, en los datos más frecuentes citados en contextos occidentales (siglos XIX y XX)” (Vieitez, 2007, p.69) El feminismo africano tiene una gran trayectoria, y se ha ido conformando de acuerdo a las necesidades que surgían a partir de las experiencias de las mujeres africanas, ligadas a los procesos de colonización, descolonización y la idea de modernidad asociada a Occidente. Es un feminismo que, desde sus inicios, ha contemplado el imperialismo, las diferencias de clase y geográficas, las etnias, y las consecuencias producidas a partir de sus interconexiones. Por lo tanto, se puede constatar, que es un feminismo con una genealogía e ideario diferenciado de las teorías feministas occidentales, lo que se explica por la diferenciación de contexto y de las particularidades estructurales. “Ante la imposición de los sistemas de dominación coloniales y las consiguientes alteraciones de la organización productiva y reproductiva de sus sociedades, las africanas han desarrollado estrategias y resistencias diversas. En los procesos de descolonización, fuera ésta pacífica o revolucionaria, durante la aplicación de las políticas públicas y/o nacionalistas tras las independencias, así como con la aplicación de los planes de ajuste estructural (y social) de mediados de la década de los ochenta, se forjan intensos y relevantes movimientos sociales africanos, muchos de los cuales son femeninos y feministas”. (Vieitez, 2007, p.63) La modernización tiende a asociarse al camino que siguió Occidente en su devenir, de ahí, que algunas conceptualizaciones sugieran que la colonización de los países africanos aportara una liberación para sus mujeres. Mora y Pereyra recuerdan que las mujeres obtuvieron cierta protección jurídica de forma diferente y en periodos 52 históricos diferenciados, y que ni el pasado colonial ni la descolonización supusieron, per se, una intencionalidad de liberalización de la mujer. “En general, la posición de los grupos gobernantes fue la de asegurar a la mujer en el papel de trabajadora doméstica no remunerada al tiempo que se le negaba el acceso a otros recursos, a la incorporación igualitaria al sistema administrativo estatal y a la toma de decisiones políticas”. (1999, p.30) Replantear la hegemonía masculina solo tuvo aceptación en aquellos países en los que las mujeres habían luchado como combatientes, si bien, los intentos por incorporar a las mujeres en la participación social y política, mediante la promulgación de mayores derechos, fueron dificultados en la práctica. “Durante las independencias tardías de los gobiernos revolucionarios de Guinea Bissau, Mozambique y Angola, los nuevos regímenes ofrecieron un espacio político, aunque de forma limitada y muchas veces más teórica que real, a las organizaciones femeninas en los procesos de reconstrucción que siguieron a las largas y cruentas guerras contra las metrópolis coloniales”. (1999, p.53) Soledad Vieitez también relaciona los feminismos negros con el contexto internacional del desarrollo y la cooperación, pues establece una conexión directa entre dichas políticas implementadas en las comunidades africanas, que produjeron un impacto en las comunidades africanas, y las acciones de resistencia que protagonizaron las mujeres, ante los cambios político-culturales que se han querido instaurar. Por lo tanto, comprender los feminismos negros remite al contexto social y político en el que surgen, esto es, entender las relaciones de explotación establecidas por Europa en el África colonial. Samir Amin señala cuatro tipos de relaciones: “1. África de la economía comercial colonial con explotación de cultivos para los mercados internacionales, por ejemplo, Senegal, Costa de Marfil, Nigeria o Ghana. En estas regiones, los agricultores de subsistencia eran obligados a producir aceite de palma, algodón o cacahuetes. 2. África de las reservas de trabajo, impuesta en Malawi, Burkina Faso o Mozambique, donde trabajadores varones se desplazan a las minas de República Democrática del Congo, partes de Congo, Zambia y República de Sudáfrica o a plantaciones de Kenia, Tanzania y Zimbabwe. 53 3. África de las compañías de concesión, tal es el caso de Gabón, Congo, República Centroafricana y República Democrática del Congo, donde la explotación fue exacerbada y se invirtió lo mínimo en capital material o social. 4. África de las minorías blancas en partes de Kenia, Tanzania (hasta 1918), Zambia y Zimbabwe, lo que significó que poblaciones kikuyu (Kenia), chagga (Tanzania) o shona (Zimbabwe) fueron desplazadas de las tierras más fértiles para que las ocuparan ricos hacendados blancos”. (En Vieitez, 2007, p.66) Entender las demandas actuales de las mujeres africanas requiere conocer cuáles han sido sus necesidades a lo largo de la historia, y cómo se han organizado para exigir derechos políticos. A continuación, me voy a centrar en los estudios de Luis Mª Mora y Verónica Pereyra quienes aportan datos sobre las estrategias y resistencias femeninas, lo que permite ampliar el conocimiento sobre la comprensión de las mujeres africanas, sus roles y relaciones de género en sus sociedades. Mujeres y migraciones: En África, el éxodo rural fue uno proceso de supervivencia, que comenzó en los años 60. Las mujeres fueron protagonistas de estos flujos “(…) Existe una historia de migración femenina espontánea hacia las áreas urbanas motivada en gran parte por un deseo de escapar a las distintas formas de coerción rural, dado que los niveles de autonomía individual se hacen cada vez mayores en las ciudades”. (Mora y Pereyra 1999, p.35) El escenario de la estructura familiar se fue transformando, en conjunción con los cambios globales, “La crisis económica generadora de una emigración masculina masiva y la incapacidad del hombre para satisfacer las necesidades de los matrimonios poligámicos han causado un incremento de los hogares que tienen a mujeres como jefes de familia” (1999, p.31) Estos hechos impactan de diversa manera, las mujeres comienzan a sentirse con más autonomía pero se acrecienta su pauperización, ya que se han visto en la 54 necesidad de tener que trabajar más y aún así han visto disminuir las raciones alimentarias, unido a haber sido discriminadas, entre otros factores, de las subvenciones estatales. Esto es muy significativo, porque estas mujeres proyectaban su proceso migratorio de forma independiente, para asegurar su supervivencia, a sabiendas de que las opciones de insertarse laboralmente en las estructuras formales eran casi nulas, y fomentaban las redes con otras mujeres, creando redes de ayuda y colaboración mutua. “Destaca la emergencia de asociaciones femeninas estructuradas y de redes de solidaridad urbanas que pretenden dar respuesta a las nuevas circunstancias. A diferencia de lo que ocurre en el campo, las ciudades presentan una mayor tendencia por parte de las mujeres a integrarse en estructuras que superan la afinidad étnica o basadas en la edad”. (1999, p.37) Estas redes de mujeres tenían como finalidad lograr una mejor incorporación para todas ellas en la ciudad, fomentando nuevas formas de gestión social. Mujeres no acompañadas de hombres, en algunos casos con descendencia a cargo, encontraban en estas asociaciones un apoyo y una seguridad familiar. A estas asociaciones se les fueron uniendo organizaciones no gubernamentales, con objetivos comunes, dar respuesta a las necesidades de las mujeres en sus localidades. Mujeres y agricultura: En cuanto a la actividad agrícola, las mujeres realizan la mayor parte del trabajo. En la época pre-colonial, las africanas fueron las principales responsables de la mayor parte de producciones, lo que les concedió una importancia económica, “había una cierta igualdad ya que ambos estaban fuera de la producción comercial. El hombre necesitaba del trabajo de la mujer, y a la inversa; y de esta complementariedad resultaba el respeto por la mujer, tanto como procreadora como productora” (Michel, 1981 en Mora y Pereyra, 1999, p.69) 55 Sin embargo, la colonización introdujo transformaciones de vital importancia, apropiándose de la tierra como bien particular, y rompiendo con la idea tradicional de que los territorios no debían formar parte de la propiedad privada, sino que pertenecían a las comunidades rurales y eran repartidas de acuerdo a las necesidades de las familias. “Junto a la apropiación de la tierra, la introducción simultánea de la moneda, los cultivos de renta y el proceso de urbanización reforzaron el dominio masculino sobre las mujeres (…) Las legislaciones coloniales consolidaron aún más la autoridad marital al considerar al jefe de familia como único propietario de bienes que, en realidad, el trabajo femenino valorizaba”. (1999, p.70) Esta lógica colonizadora también aportó una estructura de producción capitalista a través de los cultivos de renta, en las que los trabajadores, fundamentalmente hombres, formaban parte de una cadena productiva, en la que disminuía su autonomía, con lo que se volvía más fácilmente controlable por parte de los patronos, y además, era excluido de los beneficios. La mujer no fue excluida en esta nueva división del trabajo, sino que vio aumentar su trabajo, puesto que tenía que asegurar la subsistencia de la comunidad y ayudar al hombre en los cultivos, sin recibir remuneración económica alguna: “Destaca el caso de Kenia (…) el verdadero registro e individualización de las tierras vino de la mano del Swynnerton plan (1954). Este plan recomendó el abandono de los sistemas tradicionales de repartición y división de la tierra por considerarlos improductivos, lo cual tuvo un gran impacto en la situación de las mujeres: sus derechos económicos se vieron socavados al no comprenderse los derechos de usufructo de los que gozaban en el sistema anterior, y la propiedad privada quedó enteramente en manos de los hombres.” (1999, p.71) La situación de las mujeres fue deteriorándose a medida que se consolidaba la falta de tierras, y una mayor productividad de los cultivos a cargo de los hombres, situación que no mejoró con la llegada de la independencia de los países. Las políticas seguían sin apoyar a las mujeres, con lo que se fue instaurando un retroceso en los cultivos hortícolas y una progresiva pauperización de las campesinas que no conseguían una remuneración comparable a la de los cultivos de los hombres. Para poder escapar a esta situación, las mujeres formaron sus propias cooperativas, en las que se incluía el ahorro y el crédito, el cultivo colectivo y la comercialización de bienes. “(…) el sector agrícola absorbe el 76 % de la mano de obra femenina en el continente y su trabajo resulta fundamental para la producción, 56 procesado y distribución agrícola al tiempo que desempeñan actividades consideradas ligeras y también aquellas más duras. Frente a la participación masculina, las africanas representan entre el 60 y el 80 por ciento de la fuerza de producción agrícola por su implicación en los cultivos hortícolas.” (Mora y Pereyra, 1999, p.72) Este papel fundamental de las mujeres en la economía de sus comunidades no tiene reconocimiento social y tampoco se ve reflejado en las políticas, así pues, en muchos países sigue habiendo trabas para que las mujeres accedan a la posesión de las tierras, pudiendo disfrutar del usufructo a través del matrimonio. Sin embargo, ellas han sabido engendrar estrategias individuales y colectivas para obtener mayor autonomía económica. Mujeres en el comercio: Las mujeres, aparte de las actividades agrícolas, también han participado en la producción y comercialización de bienes, a lo largo de la historia: “De hecho, la presencia de las mujeres en el sector tradicional o informal ha existido desde que las comunidades de cada región empezaron a organizarse y a asignar roles y tareas según sexo y edad”. (Mora y Pereyra, 1999, p.91). Este tipo de actividad, además de suponer una independencia económica, suponía una autonomía puesto que otorgaba a las mujeres la posibilidad de viajar a lugares lejanos, algo reservado a los hombres. Se aprecian diferencias en la actividad mercantil de las mujeres según las zonas geográficas, así como en el África Occidental, había una larga tradición de mujeres comerciantes, en África Oriental, la participación era menor. En este sector, la colonización también supuso un cambio de estrategia. “Así, cuando la economía monetarizada se introdujo en la economía de subsistencia, la mujer se vio obligada a poner en marcha mecanismos y alternativas para mejorar sus oportunidades ante un sistema formal que favorecía a los hombres e imponía una nueva división sexual de las actividades comerciales”. (1999, p.92) 57 Con la llegada de las independencias, las mujeres se implicaron más en las actividades comerciales, expandiéndose a zonas donde no había tradición y desarrollándose más aún, en los lugares de larga tradición comercial. “En Benin, en 1979, las estadísticas mostraban que de los 198.734 comerciantes mayoristas y minoristas, cerca de 186.423 eran mujeres, instaladas preferentemente en los mercados de provincias a la vez que se encargaban de la producción de artículos de primera necesidad (aceite, arroz, maíz, conservas, hortalizas frescas, pescado, ferretería)” (1999, p.93) Esta proliferación de mujeres en el comercio puede explicarse por el limitado acceso de las mujeres a los recursos educativos y tecnológicos, y a la dificultad de acceder en igualdad de condiciones que los hombres, a la inserción laboral en la economía formal. Además de otorgar una mayor flexibilidad para las mujeres que también ejercían como madres y esposas. Los problemas del sector informal es la invisibilidad a la que son sometidas estas comerciantes, que no pueden acceder a ningún tipo de ayuda oficial, y tampoco son consideradas por los gobiernos, quedando al margen de cualquier protección jurídica, y resultando ignoradas en las encuestas oficiales, en las que no son consideradas como fuerza de trabajo urbano, por lo que se omite el impacto que consiguen en términos económicos. Sin embargo, sí que han surgido sistemas alternativos de crédito, fuentes de financiación paralelas, con características particulares por zonas geográficas, y cuyas principales consumidoras son las mujeres. Este sector también ha favorecido las alianzas entre mujeres, con independencia de la pertenencia étnica, y ha orientado las ganancias a consolidar las redes y así garantizar lazos de seguridad ante situaciones de necesidad: “Generalmente, cada asociación puede reunir hasta 40 o 50 miembros y posee una “madre social” que garantiza la cohesión del grupo” (1999, p.96) El distanciamiento entre la intencionalidad y la implementación de políticas, por parte de los puestos políticos, de transformar la realidad social para situar legalmente a la mujer africana en pie de igualdad, ha desembocado en una mayor unión y activismo de las mujeres organizadas: “Las mujeres buscaron diferentes alternativas y las organizaciones nacionales femeninas se comprometieron políticamente con una 58 transformación radical de la sociedad, siendo capaces de superar aquellas barreras étnicas o religiosas a las que se adherían obstinadamente sus pares masculinos” (1999, p.53) Estas mujeres han conseguido hacerse oír, aún desde los márgenes. Están formando a las mujeres en el ejercicio de sus derechos y también realizan una labor de denuncia social ante los medios de comunicación. Esto genera un cambio de percepción social, pues son cada vez más numerosas las mujeres que acceden a los puestos de liderazgo realizando un trabajo de base, y sin pasar por los puestos políticos. 59 CAPÍTULO III CONFLICTIVIDAD Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ EN RUANDA Este capítulo versa sobre Ruanda y las mujeres ruandesas como víctimas de violencia y como agentes de paz. Se analiza el contexto social- político del país, con especial profundización en los hechos relacionados con el genocidio que tuvo lugar en 1994 y el proceso de democratización del país. Se presenta el estudio realizado sobre las condiciones de vida de las mujeres ruandesas, su papel como agentes de reconciliación y su apuesta por la autonomía, igualdad y justicia, sus estrategias de defensa y de reconstrucción de la convivencia. Se termina el capítulo dando la palabra a dos mujeres ruandesas, Denyse Mukarukundo y Epiphanie Mukundiyimana. 1. MARCO SOCIAL, HISTÓRICO Y POLÍTICO África Subsahariana está compuesta por 48 países. En los últimos 15 años, una veintena de ellos ha conocido lo que significa una guerra. Aunque, en cuanto a número de personas refugiadas y desplazadas se sitúen detrás de Asia, con 15 millones, siendo el 80% mujeres y niño/as, las guerras en estos países se cobran un mayor número de víctimas y de niños-soldados. Pero las mujeres no son solo víctimas, sin ellas, la paz nunca llegará a sus países. (Dupont, 2005) 60 1.1. Situación geográfica. Población. Religión. Idioma Situación geográfica9 La República de Ruanda es un pequeño país (superficie: 26 338 km2) situado en la región de los Grandes Lagos, en África Central. Limita con Uganda, Burundi, la República Democrática del Congo y Tanzania, y cuenta con 12.012.598 habitantes censados. Población. Religión. Idioma El territorio ruandés estaba habitado por los pigmeos twa (el 0,5% de la población total, en 1996), que se dedicaban fundamentalmente a la caza. En el siglo XI, llegaron los hutus (aproximadamente el 80% de la población total, en 1996), que se establecieron de forma sedentaria y se dedicaron fundamentalmente a la agricultura, y en el siglo XIV, llegaron los granjeros tutsi (aproximadamente el 19% de la población total, en 1996). La sociedad se componía de estas tres etnias. En Ruanda, la distribución de las creencias religiosas es la siguiente: 65% de católico/as, 25% de animistas, 9% de protestantes, un 1% de musulmanes. El país es oficialmente trilingüe. El kinyarwanda, el inglés y el francés son los idiomas oficiales. El kinyarwanda es el idioma del gobierno y el inglés, el medio educativo primario. 9Datos y porcentajes extraídos de: Monographie du Rwanda. Obtenida el 01 de mayo de 2014, de: http://www.creaa-se.org/IMG/pdf/MONOGRAPHIE_DU_RWANDA.pdf http://www.creaa-se.org/IMG/pdf/MONOGRAPHIE_DU_RWANDA.pdf 61 1.2. Antes, durante y después del genocidio10 Antes del genocidio… En el s.XIV, Rwanda se convierte en monarquía, con la dinastía Nyiginya, siendo el rey (mwami) Ruganzu I Bwimba. El reino funcionará con linajes que se ordenan alrededor del rey. Las responsabilidades de cada linaje se transmiten de generación en generación, y es en este contexto que, de forma progresiva, irán apareciendo las nociones de Tutsi (los responsables del reino y los militares), los Hutu (más pobres, con responsabilidades subalternas) y, en la escala más baja, los Twa, (el 1% de la población, que se dedicaba fundamentalmente a la caza, la recolección y la alfarería). En la Tabla siguiente se presenta la historia reciente de Ruanda, hasta el origen del genocidio. s. XIX Conferencia de Berlín Reparto de África: Ruanda en África Oriental Alemana 1914 Iª Guerra Mundial 1919 Tratado de Versalles Alemania renuncia a su imperio colonial 1926 Sociedad de Naciones (SN) Bélgica obtiene mandato de administración de Ruanda-Burundi. Colonia del Congo Belga. 1934 Censo de población Se instaura carnet de identidad étnico 1946 Disolución de SN Tutela de la ONU 1952 Se introducen los primeros consejos representativos 1957 Manifiesto de los Bahutu que denuncia los privilegios de monarquía tutsi 1959 Creación partido político Parmehutu 1959-61 Revolución social y política, apoyada por la Iglesia 1959 “Todos los Santos ruandés”: decenas de millares de tutsi mueren a manos de hutus. 10Toda la cronología relativa a la historia de Ruanda, extraída de Braeckman, C. (1994): Rwanda, Histoire d’un génocide. Librairie Arthème Fayard. France. 62 Fue a principios de noviembre de 1959, que Ruanda comenzó a tornarse violenta: incendios, masacres, etc. por parte de la población Hutu y sus consiguientes represalias por los Tutsi, y se produjo una espiral de violencia, desconocida en el pasado. En este contexto, se eligió al Coronel Guy Logiest (belga) como residente militar, y se instituía Ruanda como un estado de excepción. Dicho Coronel podía tomar todas las medidas que juzgara necesarias para el restablecimiento del orden público. Sin embargo, su conocimiento de Ruanda era más bien limitado. Sus principales consejeros eran Perraudin, un cura, y Kayibanda, fundador del partido Parmehutu. Entre ambos, le quisieron hacer entender que había que reparar las injusticias que se habían cometido contra los Hutu, por parte de los Tutsi, y que los cambios eran necesarios para la organización del país. Cambió las leyes y las costumbres, para conformar una “Ruanda Hutu”, llegando, a finales de 1959, a que un número considerable de autoridades tutsi fueron destituidas de sus funciones. Los que no eran asesinados, eran detenidos, obligados a alejarse de sus circunscripciones o tenían que refugiarse en países limítrofes. (Shyaka y Pitch, 2003) Cronología de los acontecimientos:  En 1961, los Hutus proclaman la República. Grégoire Kayibanda es elegido primer presidente de la República ruandesa.  De 1959 a 1963, cerca de 200.000 Tutsi huyen hacia Uganda, Zaire y Burundi. En diciembre de 1963, exiliados Tutsi atacan en las fronteras, lo que conlleva represalias masivas.  En 1973, en febrero, nuevas oleadas de persecución anti-Tutsi se desatan. En julio, Juvénal Habyarimana toma el poder mediante un golpe de Estado militar.  En 1975, se firman acuerdos de cooperación militar con Francia. Y, en ese mismo año, se crea el Movimiento Republicano Nacional para el Desarrollo (MRND), que se vuelve partido único.  En 1978, se adopta una nueva Constitución por referéndum.  En 1979, La Rwandese National Union (Ranu) se crea en Kenya. Más tarde, se transformará en el Frente Patriótico Ruandés (FPR).  En 1988, el presidente Habyarimana es reelegido con un 99% de votos. La crisis se amplifica: hambrunas, corrupción, arresto de opositores (1988-89)  En 1990, octubre, el FPR ataca desde la frontera ugandesa. Arresto de 10.000 Tutsi y opositores políticos, en Kigali. Primera masacre de Tutsi a Kibilira. 63 Intervención militar francesa y belga. Salida de los belgas tras la evacuación de los expatriados.  En 1991, junio, el FPR abre un nuevo frente en la región de Byumba, en el Nor-Este. Apertura de la prisión de Ruhengeri. La Constitución se modifica: reconocimiento del multipartidismo y de la libertad de prensa. Aparecen varios partidos de oposición: el Movimiento Democrático Republicano (MDR), el Partido Liberal (PL), el Partido Social-Demócrata (PSD), y el Partido Demócrata-Cristiano (PDC).  En 1992, marzo, la Coalición para la defensa de la República, que reúne a los ultras hutus, aparece en el paisaje político. Masacre de Tutsis en Bugesera. En mayo, se dan oleadas de atentados terroristas, seguidas de manifestaciones violentas de las juventudes MRND, que se organizan en milicias. En julio, los primeros acuerdos de paz se firman en Arusha. Se concluye un alto el fuego. Pero en agosto, octubre y diciembre, Tutsis y opositores Hutus son masacrados en diversas regiones.  En 1993, enero, el protocolo de los acuerdos de Arusha relativo al mantenimiento del Estado de derecho, el fin de las masacres, la constitución de un gobierno de transición, incluyendo al FPR, se firma solemnemente. Las violencias siguen cometiéndose por parte de las milicias pro-gubernamentales interahamwe en Kigali y en el resto del país. En junio, un nuevo gobierno de transición se conforma bajo la dirección de Agathe Uwilingiyimana (MDR). El FPR no participa. En agosto, se firma el conjunto de los acuerdos de Arusha. Comienzan las emisiones incendiarias en la Radio-Televisión Mille Collines (RTML), en las que se difundía propaganda racista y genocida en contra de los Tutsi, se alentaba, de forma diaria, a los Hutu para que toda la población Tutsi, incluidos niños y niñas, fueran asesinados. El gobierno de Habyarimana se encargó de introducir de nuevo las tarjetas de identidad étnica que utilizaron los belgas en los años ’30. Esto facilitó a los paramilitares la elección de sus víctimas. El gobierno, además, creó listas de personas que debían ser asesinadas, entre las cuales, personas partidarias de los derechos humanos, y de la transición política. (Estas listas incluían a la totalidad de la población tutsi y a los Hutu favorables a las reformas). En diciembre, se crea la Misión de las Naciones Unidas para la Asistencia de Ruanda (MINUAR), encargada de velar por la buena aplicación de los Acuerdos de Arusha. 64  En 1994, el presidente Habyarimana presta juramento en Kigali. Bloqueo de los acuerdos de Arusha, por el rechazo de la facción presidencial hutu power a poner en marcha un gobierno de transición incluyendo al FPR. Durante el genocidio… El 6 de abril de 1994, se produce un atentado contra el avión de los presidentes de Ruanda y de Burundi. El 7 de abril, las masacres comienzan en Kigali. Asesinato de la Primer ministro, Agathe Uwilingiyimana, hutu moderada, y de diez Cascos Azules belgas; también se asesina a varios ministros y responsables políticos del Partido Social-demócrata, del Movimiento Democrático Republicano y del Partido Liberal. Situar el contexto histórico y cultural supone, según Semujanga (2010) hablar de una vida política ruandesa marcada por una ideología racista de tres decenios y que culminó con el genocidio de los Tutsi en 1994. Desde su llegada al poder, el 5 de julio de 1973 hasta su muerte, el 6 de abril de 1994, el general Habyarimana estableció un sistema político dictatorial que apuntaba a perpetuar su poder por todos los medios. Esto significaba exterminar a una parte de la población, constituida por población Tutsi, pero también a los opositores políticos del régimen, fueran hutu o tutsi. El Frente Patriótico Ruandés11 (FPR) era descrito como el enemigo de la población Hutu, y el Tutsi como el “enemigo del interior”. Los Hutu liberales que se oponían a la discriminación de los Tutsi, eran “traidores y enemigos” de la República. Dos partidos políticos, el Movimiento Revolucionario Nacional para el Desarrollo (MRND) y la Coalición para la Defensa de la República (CDR) difundían esta ideología basada en el odio. La propaganda antitutsi también contaba con una radiotelevisión privada financiada por los componentes del MRND, la Radiotelevisión Libre de las Mil Colinas (RTLM) y con un periódico, en lengua nacional, el Kangura, que incluso difundió cuáles eran los diez mandamientos antitutsi que debía predicar un buen Hutu. Las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) elaboraron, en 1992, un documento en el que se describió cómo era el entorno del enemigo, la población tutsi, llegando a redactar listados con los nombres de dicha población. Los registros 11FPR: fue fundado en Uganda en 1987. Sus fundadores fueron refugiados ruandeses de la etnia Tutsi. Gobierna Ruanda en la actualidad, dirigido por el Presidente Paul Kagame. 65 del censo municipal favorecieron la identificación de Tutsi y Hutu, con lo cual, se facilitaron las delaciones a la policía y al ejército. De esta forma, campesinos hutu masacraron a sus vecinos tutsi, machete en mano. Algunos acometieron esta atrocidad por miedo y otros participaron con gran entusiasmo, celebrando fiestas después de las matanzas, en las que se bebía abundantemente y se degustaba el botín resultante, vacas o cabras de los ganaderos tutsi. En 1994, el dramático desenlace fue la masacre de más de un 80% (alrededor de 1.200.000 personas) de la población tutsi ruandesa, en poco más de cuatro meses. Acontecimientos relevantes a partir de la masacre, en 1994:  El 21 de abril, en Nueva York, el Consejo de Seguridad reduce de 2.700 a 450 el número de Cascos Azules y de observadores presentes en Ruanda.  El 17 de mayo, el Consejo de Seguridad vota por el despliegue de 5.500 Cascos Azules en Ruanda e impone un embargo sobre las armas.  El 25 de mayo, la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas envía a un portavoz para encuestar sobre las violaciones del derecho humanitario internacional. Mme Michaux-Chevry, ministra francesa de Acción Humanitaria, pronuncia la palabra “genocidio”.  El 22 de junio, propuesto por Francia, el Consejo de Seguridad autoriza una intervención armada humanitaria en Ruanda. La resolución no prevé perseguir a los responsables del genocidio. Un día después, fuerzas francesas penetran en Ruanda.  El 13 de julio, comienza el éxodo masivo de Ruandeses hacia la ciudad de Goma, en Zaire. Después del genocidio… El 15 de julio, los Estados Unidos no otorgan reconocimiento al antiguo gobierno ruandés. Tras haber alcanzado varias ciudades, el 17 de julio, el FPR llega a Gisenyi y declara el fin de la guerra. El 19 de julio, un gobierno de unión nacional se forma en Kigali. El 28 de julio, el secretario general de las Naciones Unidas anuncia la 66 creación de una comisión encargada de identificar a los responsables de los actos de genocidio cometidos en Ruanda. El 31 de julio, un destacamento de la armada americana llega a Kigali. Y el 22 de agosto, en un plazo fijado por un mandato de la ONU, se pone fin a la operación Turquesa12, en Ruanda. Hasta finales de septiembre, unos 500 militares franceses se quedan en Zaire, como apoyo logístico del batallón interafricano. El 8 de noviembre de 1994, la ONU reconoce que ha habido un genocidio, y se crea el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), en Arusha, para que se juzgue a los responsables. Las crisis políticas e identitarias de principios de los años ’90 y el terrible genocidio de 1994 sumergieron a Ruanda en una situación extremadamente complicada en los ámbitos humanitario, social, económico y político. Ruanda estaba sumida en un cuadro agudo de desintegración social. Se requería un gran esfuerzo y compromiso para poder encauzar la espiral de violencia, instaurar la paz y la seguridad, reconstruir las estructuras administrativas, económicas y sociales, e iniciar las reformas que permitieran la construcción de un Estado de derecho y de respeto a los derechos humanos (Shyaka y Pitch, 2003). 2. SITUACIÓN ACTUAL. LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS. DEMOCRATIZACIÓN DE RUANDA. La comunidad ruandesa ha estado dividida a lo largo de su historia. La desestabilización de los países de los Grandes Lagos comenzó en 1959, con la independencia de Ruanda, a partir de la instauración de una ideología etnista de un partido racista parmehutu13. Por lo tanto, Ruanda, se independizó de la colonia belga en un clima de crispación que marcó su propia evolución. 12La operación Turquesa, una intervención avalada por la ONU consistía, en teoría, en el envío de 2.500 soldados franceses que debían formar una zona humanitaria. 13Parmehutu: Partido del Movimiento para la Emancipación Hutu. 67 Poder reconstruir el país supone identificar y denunciar la ideología etnista, puesto que África necesita a toda su población para acometer las labores de reconstrucción. También son necesarias las figuras de liderazgo que sean capaces de trabajar en pro de las aspiraciones más profundas y relativas a todas las capas de la sociedad. La evaluación del itinerario histórico tanto de Ruanda como de otros países africanos confirma que los problemas de fondo son problemas políticos. Y las soluciones políticas son prioritarias: “Celles-ci consistent à mettre en place des structures fondées sur la primauté de l’intérêt général et portées par un accord libre et responsable du corps social14” (Shyaka y Pitch, 2003, p.44) Para reconstruirse es necesario que la ciudadanía renuncie a la violencia entre sí para poder convivir y aspirar al bien común, así como revalorizar el concepto de cultura, como lo que asegura la comunicación entre actores sociales, otorgándoles unas referencias a partir de las cuales puedan inventar, de forma conjunta, sus propios medios para gestionar los conflictos. De esta forma, la población puede “se rencontrer, de prendre conscience d’elle-même, de se reconnaître dans sa complexité et de s’appuyer sur son patrimoine culturel pour donner sens à ce qu’elle fait”15 (Shyaka y Pitch, 2003, p.44) Una justicia saludable que se base en la equidad y combata la impunidad y la ideología etnista, es la única que puede contribuir a una sociedad reconciliada y armoniosa. Y la solución pertenece a Ruanda, puesto que es donde se gestó el mal. Solo cuando el mundo comprenda que el racismo y la desigualdad son crímenes contra los que hay que luchar, y que son las personas justas las que merecen ser apoyadas, los países de los Grandes Lagos encontrarán la paz. La democratización de las sociedades se entiende si esta da lugar a una vida más digna para sus poblaciones, en las que las instituciones sociales deben desempeñar un papel relevante. (Rutazibwa, 1999) 14Traducción: “Estas consisten en instaurar estructuras fundamentadas en la preeminencia del interés general y llevadas a cabo por un acuerdo libre y responsable del cuerpo social” 15Traducción: “reencontrarse, tomar conciencia de sí misma, reconocerse en su complejidad y apoyar su patrimonio cultural para hallar el sentido a lo que hace.” 68 La Comisión de elaboración de la Constitución, emanada del Parlamento, abrió sesiones de diálogo con los principales agentes de la sociedad civil: asociaciones profesionales (educación, sanidad, cultura, etc.), sindicatos, patronales, etc. para poder recoger sus opiniones y transformarlas en el texto de la Constitución. Esta, se adoptó en el Parlamento el 23 de abril de 2003, y fue aprobada por referéndum el 26 de mayo de 2003, por el 93% de las personas votantes. La Constitución prevé la institución de un parlamento bicameral, teniendo el Senado, la función de velar por el respeto de la unidad nacional y del reparto equitativo del poder entre las diversas comunidades que conforman la nación. A partir de dicha Constitución se ofreció a los ruandeses y ruandesas un marco legal, un amparo que servía para resolver pacíficamente sus problemas. “Le pluralisme, le partage équitable du pouvoir et la résolution des problèmes par le dialogue constituent sans doute les principes d’une extrême importance. (…) Ils assurent d’autre part la cohésion de la communauté nationale en associant les éléments qui la composent à la gestion des défis communs16" (Shyaka y Pitch, 2003, p.46). Gracias a la participación de la población en la Constitución de mayo de 2003, se creó una concienciación de las aspiraciones específicas del pueblo ruandés, elemento fundamental en el sentido y coherencia de la democratización. Según los estudios recogidos por Shyaka y Pitch (2003), las fuerzas políticas se comprometieron en un diálogo participativo que pretendía constituir un gobierno de unión nacional y una asamblea nacional, de transición. El periodo de transición, tras el genocidio, se prolongó durante nueve años, siendo cinco los previstos, con el fin de permitir la restitución de una sociedad dividida, y promover el aprendizaje del juego democrático. Esto puso de manifiesto una cohesión social que enlazaba directamente con la democratización de un país. En base a los Acuerdos de Arusha17, 16Traducción: “El pluralismo, el reparto igualitario del poder y la resolución de problemas mediante el diálogo constituyen, sin ninguna duda, los principios de una extremada importancia. (…) Aseguran la cohesión de la comunidad nacional, asociando los elementos que la componen en la gestión de los desafíos comunes” 17Los Acuerdos de Paz de Arusha se firmaron el 04/08/93. Si bien nunca fue implementado, sus principales cláusulas constituyen ahora los principios de la Constitución de la República de Ruanda. 69 se crearon tres grandes comisiones: la Comisión Nacional para la Unidad y la Reconciliación, la Comisión de los Derechos Humanos y la Comisión Jurídica y Constitucional. Si bien hubo un tiempo en el que la democratización significaba adoptar unas prácticas políticas occidentales, el contexto de Ruanda necesitaba de otros referentes, unos referentes propios adecuados a su propia especificidad, por lo que la solución no pasaba por la importación de modelos de reformas democráticas, sino que se tenían que construir las reformas adecuadas a la sociedad ruandesa. La democratización debía responder a una doble aspiración, la creación de condiciones que favorecieran la participación de la ciudadanía en los asuntos de su sociedad, condición de crear una identidad común y de ahí, un refuerzo de la cohesión nacional. También se debía identificar una forma concreta de gobierno que obedeciera las reglas del juego político y que pusiera en valor el diálogo y la búsqueda de un compromiso duradero. Reconstruir una sociedad históricamente dividida implica innovar en múltiples campos, entre los que se encuentra la gestión de conflictos. La justicia de los tribunales presentó unos límites claros a la hora de juzgar a los culpables del genocidio, por la magnitud de los hechos y la propia estructura de la comunidad ruandesa, con lo cual, los consejos de sabios Gacaca constituyeron otro mecanismo de resolución pacífica de los conflictos. Estos consejos fueron creados por las personas de más edad para poder resolver los conflictos en una comunidad determinada, y así poder mantener la cohesión social. Las jurisdicciones Gacaca volvieron a tomarse en consideración para juzgar a los presuntos culpables, en connivencia con otros procesos comunitarios reglados. Si bien se podría prever que este tipo de juicios podían provocar una mayor desestabilización, tanto en los culpables como en las víctimas de las masacres, la percepción social fue favorable, considerando que los conflictos deben resolverse en los entornos en los que se crean. El nuevo modelo económico de Ruanda está permitiendo que el país crezca, poco a poco. Los indicadores económicos y humanos así lo constatan. Según Toovey (2012), Ruanda es un modelo de desarrollo, puesto que un millón de personas ha conseguido salir de la pobreza en los últimos cinco años. Entre 2005 y 2010, el 70 índice de mortalidad en niños y niñas ha descendido en un 50%, y el 92% de la población tiene seguro médico. El crecimiento del PIB ha aumentado en un 8% en los últimos diez años y, la disminución de quienes viven bajo el umbral de la pobreza indica que la riqueza se está extendiendo de una manera más uniforme. El ranking de Transparencia Internacional18 sitúa a Ruanda mejor que a Italia y Grecia, en cuanto a la corrupción. Sin embargo, y pese a los elementos de protección básicos institucionalizados, no se ha acabado con la desigualdad social y económica. Tanto en el campo como en la ciudad, los signos de la pobreza son visibles. 3. LAS MUJERES RUANDESAS, VÍCTIMAS DE LOS CONFLICTOS Y LÍDERES EN LA RECONCILIACIÓN Y RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS 3.1. Violación como arma de guerra. Acciones en contra de la violencia hacia las mujeres. Durante el genocidio, la violación se utilizó como arma contra las mujeres tutsi y las mujeres hutu, casadas con tutsi. A partir de aquí (y de los conflictos en los Balcanes) la violencia sexual se trasladó al debate público y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas creó un Tribunal Penal Internacional, en 1994, para poder juzgar a las personas, presuntamente culpables, de los actos de genocidio y de otras violaciones graves del derecho internacional humanitario, entre ellas la violencia sexual. Existen testimonios de las supervivientes, recogidos por la asociación AVEGA - Agahozo19, que dieron cuenta de cuán extendida estaba la violencia sexual. Según estas encuestas, la franja de edad de las mujeres y de niñas violadas iba desde los dos años a más de 50, y la mayoría de las violaciones se concentraron en las 18Transparencia Internacional es una organización no gubernamental que promueve medidas contra crímenes corporativos y corrupción política en el ámbito internacional. Se fundó en 1993. 19AVEGA - Agahazo es la Asociación de Viudas del Genocidio de Ruanda. Organización sin ánimo de lucro que pretende brindar apoyo a las mujeres viudas, a padres/madres que perdieron a sus hijo/as, a las personas mayores y a personas con discapacidad. 71 jóvenes de 16 a 26 años. Durante el genocidio de 1994, el 39% de las mujeres fueron violadas y el 72% de las mujeres ruandesas señala que conocen, al menos, a una mujer que fue violada en esa época. (UNIFEM, 2008) Como en todo conflicto armado, las mujeres han vivido situaciones de terror, sufriendo todo tipo de violencia, que las han ubicado en una situación de especial vulnerabilidad: contagio del sida, pérdida de maridos y/o de hijo/as, embarazos provocados por sus violadores, quedar en situación de discapacidad, etc. Y en Ruanda, muchos hombres fueron asesinados, muchos genocidas huyeron, y otros tanto fueron encarcelados. Este contexto ha generado un desequilibrio demográfico: “Dans la société où le tissu social est déchiré, les femmes, qui n’avaient droit ni à la scolarisation, ni à l’héritage de leur mari ou de leur famille d’origine, se sont vues responsables de leur vie et de celles de leurs enfants. D’où l’obligation morale de sortir de l’ombre et de réclamer leurs droits. Pour la plupart, elles ont commencé à se regrouper dans des associations, ce qui leur a permis de se faire entendre. Au début, ce sont les veuves qui ont pris l’initiative et petit à petit la sensibilisation à défendre leur cause a touché toutes les femmes20.» (Uwizeyimana, 2009, p.33) Según la Encuesta Demográfica y de Salud, efectuada en Ruanda en 2005, casi un tercio de las mujeres (31%) han sufrido, en algún momento, y desde los 15 años, violencia física. En el 47% de los casos, el autor de estas violencias es el marido o compañero sentimental. Además, los resultados muestran que el 35% de las mujeres se han enfrentado, en algún momento, a actos de violencia conyugal, tanto física, como emocional o sexual. Un 10% de las mujeres declararon haber sufrido violencia estando embarazadas. (UNIFEM, 2008) Frente a estos datos alarmantes, el gobierno de Ruanda promovió leyes para intentar buscar soluciones: 20Traducción: “En una sociedad donde el tejido social se ha roto, las mujeres, que no tenían derecho ni a la escolarización, ni a la herencia por parte de sus maridos o de sus familias de origen, se han visto como las responsables de sus vidas y las de sus hijo/as. De ahí la obligación moral de salir de la sombra y de reclamar sus derechos. La mayoría se han agrupado en asociaciones, lo que les ha permitido hacerse escuchar. En un principio, fueron las viudas quienes tomaron la iniciativa, y poco a poco, la sensibilización para defender su causa ha tocado a todas las mujeres.” 72 1. La Política Nacional de Género que se inscribe en el programa de desarrollo sostenible y equitativo, cuyo objetivo es asegurar que en todos los ámbitos de desarrollo, mujeres y hombres tengan las mismas oportunidades de acceso a los recursos, a los bienes y servicios, así como a su control, y que las necesidades específicas de cada cual sean tomadas en cuenta durante todo el proceso de desarrollo. 2. La Política Nacional en materia de Violencia contra mujeres y niño/as, cuyo objetivo es prevenir y erradicar todas las manifestaciones de violencia contra estos colectivos. 3. La Política Nacional de Salud y de Reproducción y la Política de Salud que incriminan a los autores de la violencia sexual y de la violencia doméstica, incidiendo en que sean castigados por la ley. Estas políticas integran servicios de Violencia de Género en los servicios de salud. 4. La Ley de prevención y de represión de la Violencia Basada en el Género, especifica que dicha violencia será considerada como un crimen y señala las sanciones. 5. La ley 27/2001, cuyo objetivo es acabar con la violencia en la niñez, en general, y destaca la violencia sexual contra niño/as. Otros textos y leyes adoptadas en Ruanda contemplan, de forma indirecta, la violencia contra las mujeres, y el país ha ratificado y se ha adherido a numerosas convenciones y declaraciones internacionales referidas a la lucha contra la violencia hacia las mujeres. (UNIFEM, 2008) Estas iniciativas e implementaciones legislativas que pretenden luchar contra la violencia sexual basada en el género ha sido posible por la existencia, en el Parlamento y el Senado, de un Foro de Mujeres Ruandesas Parlamentarias que tienen entre sus objetivos: - Constituir un grupo de reflexión, de estudio, de presión y de acción política y humanitaria teniendo en cuenta los problemas existentes relacionados con los derechos humanos, en general, y los derechos de las mujeres y de menores, en particular. 73 - Identificar los problemas que experimenta la población, incidiendo en mujeres y niño/as, y aportar soluciones en colaboración con las instancias pertinentes. (UNIFEM, 2008) El papel de la sociedad civil es fundamental en esta lucha contra la violencia ejercida contra las mujeres. Las principales organizaciones nacionales que actúan con esta finalidad, son las siguientes:  HAGURUKA: Organización No Gubernamental por la defensa de los derechos de las mujeres y niño/as.  AVEGA-Agahozo: Asociación de Viudas del Genocidio de Abril de 1994.  PROFEMMES TWESE HAMWE: Colectivo que agrupa a 41 asociaciones de mujeres, y que se presenta como una plataforma, un lugar de intercambio que favorece la participación efectiva y eficaz de las mujeres en el desarrollo nacional.  FACT-Rwanda: Forum de Activistas contra la Tortura. Fundado en 1999, tras el genocidio, pretende luchar contra toda tortura o violencia organizada. Reúne, aproximadamente, a 60 voluntario/as, de diferente trayectoria profesional y que trabajan en dicha organización a tiempo parcial.  RWANDA MEN’S RESOURCE CENTER: pretende movilizar a los hombres ruandeses para que apoyen a las mujeres que quieren acceder a los puestos de decisión en Ruanda, acabar con la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres y promover modelos positivos de masculinidad.  RWANDA WOMEN NETWORK: lucha contra la violencia doméstica y contra las violaciones de niño/as y jóvenes.  ARCT-Ruhuka: Asociación de Consejero/as de Traumas. (UNIFEM, 2008) Estas asociaciones promueven algo fundamental para asegurar una convivencia pacífica, el diálogo entre mujeres. Compartir experiencias, ayudarse, escucharse, alivia las heridas que cada mujer que ha sufrido violencia tiene abiertas en su interior. 74 3.2. El papel de las mujeres en la reconciliación y reconstrucción del país Godelieve Mukasarasi 21 , coordinadora de una organización ruandesa “Sevota”, explica que en Ruanda la pobreza es femenina y que las familias pobres son las formadas por mujeres viudas. “Los hombres y los niños fueron asesinados, quedó entonces una población conformada por mujeres y niñas.” La organización cuenta con mujeres activistas, mujeres que trabajan para que todas las mujeres ruandesas conozcan y puedan ejercer sus derechos: “derecho a ser mujer, derecho a ser madre, derecho a ser activa.” Mukasarasi asegura que no puede haber justicia si no existe una reparación. Para muchas mujeres que asisten a Sevota, hablar es una terapia. Testimoniar los horrores sufridos junto a las compañeras permite, en muchos casos, ir dejando atrás el dolor, soltar todo lo negativo que anida en su interior. Además, se les dan pequeños fondos para poder llevar a cabo actividades generadoras de recursos: “Primero, se tiene que crear un fondo especial que pueda gestionar algunas especificidades del sufrimiento de estas mujeres, entre otras, pagar un psicólogo. También hay mujeres sin casa, pues todavía no ha sido reconstruida. A partir de estos fondos, las mujeres deben poder beneficiarse de actividades que generan salarios. El personal de Gender Monitoring Office (GMO) nos donó fondos para iniciar la Campaña Oveja: las mujeres víctimas de una violación, se hagan responsables de una oveja, que la críen, para tener recursos cuando ya no tengan fuerzas para trabajar”. Estos espacios permiten que las mujeres se reúnan y compartan entre ellas. Algunas, de no ser por Sevota, no tendría ningún tipo de red, como Jose, una usuaria, que fue violada varias veces, quedando finalmente embarazada. Esto hizo que su familia la rechazara. Su paso por Sevota le ha permitido poder reducir su trauma y volver a empezar. “Ahora soy más fuerte y puedo ayudar a mis compañeras a serlo”. Sin embargo, Jose asegura que sus heridas siguen abiertas: “Los criminales fueron liberados y están viviendo en nuestros pueblos, el gobierno les enseñó a pedir 21 Testimonio recogido en: Después de la Paz. Ruanda. Periodismo Humano. 2013. En: http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/06/sevota-mujeres-por-empoderamiento-y- reparacion-genocidio-ruanda/ http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/06/sevota-mujeres-por-empoderamiento-y-reparacion-genocidio-ruanda/ http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/06/sevota-mujeres-por-empoderamiento-y-reparacion-genocidio-ruanda/ 75 perdón y ellos han sido perdonados por el gobierno, pero no por nosotras, las víctimas de sus crímenes. Este es otro tipo de violencia ejercida contra nosotras”. 3.2.1. Liderazgo en la reconstrucción social: Las mujeres, la agricultura y la lucha por la igualdad de género África es un continente profundamente rural, el 80% de las mujeres están directamente implicadas en la agricultura, ya sea en la siembra, recolección o transformación de los alimentos, pero tan solo el 7% posee las tierras (Dupont, 2005). En 2005, el gobierno de Ruanda adoptó una nueva política y una nueva ley cuyo objetivo era formalizar los derechos de la tierra mediante títulos oficiales. Los objetivos generales, el desarrollo racional, económico y social, debían conseguirse a partir de una transformación económica rural, un aumento de la productividad, una comercialización de la agricultura, y una consolidación territorial. (Ansoms y Holvoet, 2007) La agricultura cada vez está más feminizada, de ahí que varios artículos de la Constitución ruandesa contemplen la igualdad de género en lo que respecta a la tierra. El artículo 4 sobre el régimen de propiedad explicita: «Toute forme de discrimination, notamment celle fondée sur le sexe ou l’origine, en matière d’accès à la propriété foncière et à la jouissance des droits fonciers est prohibée. L’homme et la femme ont des droits égaux sur la propriété foncière22 » En 1999, el gobierno ruandés adoptó una ley de sucesión, lo que representó un primer paso en el reconocimiento de los derechos de la mujer en cuanto a la propiedad, otorgándoles, a algunas de ellas, el derecho legal de heredar la propiedad de sus maridos o padres. A partir de esta ley, se acuerdan iguales derechos a hijo/as legítimos para heredar de sus progenitores, (artículo 50, Ley 22/99). Esta ley también autoriza a las mujeres casadas a heredar legalmente de sus maridos (artículo 70, Ley 22/99). 22Traducción: “Toda forma de discriminación, especialmente fundada en el sexo u origen, en materia de acceso a la propiedad territorial y al disfrute de los derechos inmobiliarios está prohibida. Hombres y mujeres tienen derechos iguales en cuanto a la propiedad territorial”. Ley 43/2013, del 16/06/2013 sobre régimen de propiedad. 76 Sin embargo, como señalan Ansoms y Holvoet (2007), aunque la política y las leyes sean fundamentales, a la hora de aplicarlas, pueden entrar en conflicto con otras instituciones. Las políticas específicas crean el marco adecuado para promover la igualdad de género, y para confirmar la legalidad a partir de la cual, las mujeres pueden reivindicar sus derechos, pero los derechos sobre la tierra se regulan por una conjunción de reglas formales e informales, que muchas veces se reinterpretan en función de situaciones específicas. Los actores que intervienen en la aplicación de las normas pueden combinar lógicas institucionales diferentes en función a sus propios intereses y a sus posiciones sociales. Poder analizar estas leyes desde una perspectiva de género implica tener en cuenta estas relaciones de poder. Los acuerdos sobre la tierra en Ruanda se han ido adaptando al entorno físico y social. El valor de la tierra ha ido aumentando progresivamente lo que ha tenido como consecuencia que los derechos de propiedad hayan evolucionado desde una perspectiva de linaje a una lógica más individualizada, esto ha permitido el paso a transferir, alquilar y finalmente, poder vender la tierra. En Ruanda, los mecanismos tradicionales de solidaridad que garantizaban el acceso de la tierra para las mujeres se veía, en numerosas ocasiones, desatendidos, cuando la tierra era necesaria para el linaje masculino, siendo las mujeres vistas como intrusas por sus propios hermanos, padres y familia en general. El genocidio tuvo un impacto en estas prácticas tradicionales, al desintegrarse por completo el tejido social, tanto a nivel comunitario como en las propias familias. Las consecuencias fueron que las proporciones de los considerados sectores vulnerables, viudas y huérfano/as de la sociedad aumentaron, y las relaciones de poder intrafamiliares y los mecanismos de solidaridad tuvieron que renegociarse. (Ansoms y Holvoet, 2007) El contexto actual en cuanto a la propiedad de la tierra viene caracterizado por estos hechos, en los que todavía coexisten los sistemas tradicionales, más inclusivos y una lógica de la propiedad, relativamente novedosa y más restrictiva, resultante de una evolución hacia una mayor individualización y una privatización informal. Es una tendencia que se ha acelerado tras el genocidio, y constituye un reflejo de cómo los 77 sistemas consuetudinarios no se organizan bajo un conjunto de reglas fijas, sino al contrario, los acuerdos en materia de tierras se adaptan a los contextos locales, a las circunstancias específicas y a las estructuras de poder. De ahí la importancia que adquiere la construcción de género, la clase social, la etnia, etc. (Ansoms y Holvoet, 2007) Las estructuras formales que organizan el acceso y control de la tierra conviven con las estructuras informales, lo que genera un amplio debate, que recogen Whitehead y Tshikata (En Ansoms y Holvoet, 2007, p.86): « Les problèmes concernant les mérites respectifs de la coutume et du statutaire restent irrésolus. Alors que certains avancent qu’une loi coutumière réformée et renforcée serait dans l’intérêt des femmes, la majorité des féministes africaines, spécialistes du droit légal, rejettent ceci et militent pour que les droits fonciers et les droits de propriété des femmes soient préservées dans une loi statutaire23. » Las autoras consideran que los acuerdos múltiples en cuestión de tierras están entremezclados. Los esfuerzos para garantizar una mayor igualdad de género en el derecho de propiedad debería garantizar dichos múltiples acuerdos y combinar intervenciones en múltiples niveles, para reforzarse mutuamente, tanto de la cúspide a la base, y de la base a la cúspide. Teniendo en cuenta la feminización de la agricultura, promover el cumplimiento de las leyes que garanticen los derechos de las mujeres en cuanto al acceso y control de la tierra, se vuelve fundamental para poder garantizar el crecimiento económico, el desarrollo humano y la reducción de la pobreza. Las mujeres en Ruanda han desarrollado estrategias asociativas para poder afrontar su situación de vulnerabilidad. Estos grupos intentan garantizar el acceso común a la tierra, alquilándola, con las contribuciones de sus miembros. Son parcelas que cultivan de manera conjunta y los beneficios se comparten cuando las cosechas se 23Traducción: “Los problemas concernientes a los méritos derivados de la costumbre quedan sin resolver. Así como algunas personas manifiestan que una ley consuetudinaria reformada y reforzada favorecería a las mujeres, la mayoría de las feministas africanas, especialistas en derecho legal, lo niegan y militan para que los derechos inmobiliarios y de propiedad de las mujeres estén preservados en una ley estatutaria.” 78 venden. Si bien estas formas de producción colectiva no resuelven todos los problemas a los que se enfrentan las mujeres, sí que minimizan la discriminación que generan las políticas adoptadas. Al no poder, en muchos casos, acceder a créditos, recurren a servicios financieros informales, denominados tontines. (Ansoms y Holvoet, 2007) Sin embargo, algunas mujeres propietarias de pequeñas parcelas, pueden ser obligadas a poner en común la tierra con otros miembros masculinos de su familia, lo que puede acarrear que aumente el trabajo no pagado de las mujeres, perdiendo el control efectivo de sus tierras. Para evitar que estas mujeres terminen siendo marginadas del proceso de producción, se debería poder garantizar que las propietarias pusieran en común sus tierras con otras mujeres en la misma situación, lo que requiere de un apoyo económico, que algunas organizaciones ya están prestando. 3.2.2. Liderazgo político de las mujeres: La lucha por la igualdad de género Los grupos tradicionalmente excluidos suelen ser reconocidos como grupos con capacidad para promover cambios sociales, por su propia condición de excluidos y por permanecer en un lugar que les confiere la capacidad para ver las fallas de un sistema que les discrimina. En palabras de Carmen Magallón (2008, p.6): “A los grupos excluidos o discriminados se les ha atribuido una capacidad especial para promover el cambio social, al estar en situación de ejercer una crítica no asimilada a lo existente. Los grupos excluidos guardan en sí un potencial de cambio porque la situación objetiva, material, en la que se hallan, permite ver los fallos del sistema y despierta la capacidad para proponer alternativas”. Hablar de liderazgo femenino supone deconstruir un determinado statu-quo en el que las mujeres están invisibilizadas, por lo tanto, es una cuestión política. Françoise Nduwimana, especialista en conflictos armados en África y miembro de la Coalición para los derechos de la mujer en situación de conflicto, dice: « Les crimes dont elles sont victimes durant les conflits armés sont des crimes de haine qui reflètent la négation de la femme en tant que sujet politique. La guerre ne fait que dévoiler 79 grossièrement la tyrannie que les femmes vivent dans leurs familles et leurs communautés en temps de paix24 » (En Dupont, 2005, p.140) La ciudadanía es una cuestión de derecho, por lo tanto, el liderazgo femenino rompería con la imagen tradicional de la mujer en tanto que “cuidadora”, cuyas funciones “naturales” tales como ayudar, consolar, alimentar y reparar solo adquieren importancia en el ámbito de lo privado, cuando en realidad, están contribuyendo al desarrollo económico y político de una sociedad. Ideología que se mantiene por el difícil acceso de la mujer a los puestos de poder. “Le jour où cette contribution recevra une reconnaissance politique, on verra les femmes africaines non plus seulement comme des victimes de la guerre, mais aussi comme des partenaires de la paix et de la stabilité25 » (Nduwimana en Dupont, 2005, p.140) El liderazgo femenino implica un cambio de percepción, un determinado reconocimiento que genera nuevos significados en cuanto a las funciones determinadas por el género. El Programa de Beijing 1995 manifiesta « La igualdad en la adopción de decisiones políticas ejerce un poder de intercesión sin el cual es muy poco probable que resulte viable la integración real de la igualdad en la formulación de políticas gubernamentales. A ese respecto, la participación equitativa de la mujer en la vida política desempeña un papel crucial en el proceso general de adelanto de la mujer. La participación igualitaria de la mujer en la adopción de decisiones no sólo es una exigencia básica de justicia o democracia sino que puede considerarse una condición necesaria para que se tengan en cuenta los intereses de la mujer. Sin la participación activa de la mujer y la incorporación del punto de vista de la mujer a 24Traducción: “En los conflictos armados, las mujeres son víctimas de unos crímenes de odio que reflejan la negación de la mujer en tanto que sujeto político. La guerra lo único que hace es revelar, zafiamente, la tiranía que las mujeres experimentan en sus familias y en sus comunidades en tiempos de paz”. 25Traducción: “El día en que esta contribución reciba un reconocimiento político, se percibirá a las mujeres, no solamente como víctimas de la guerra, sino como socias de la paz y de la estabilidad” 80 todos los niveles del proceso de adopción de decisiones no se podrán conseguir los objetivos de igualdad, desarrollo y paz26» (p. 85) Un caso interesante es el ruandés_ cuya Constitución de 2003 recoge en el Artículo 9 (4), un sistema de cuotas, según el cual: « L’édification d’un État de droit et du régime démocratique pluraliste, l’égalité de tous les Rwandais et l’égalité entre les femmes et les hommes reflétée par l’attribution d’au moins trente pour cent des postes aux femmes dans les instances de prise de décision27»_ que se ha convertido en un referente mundial en cuanto a la paridad. Poder comprender este hecho supone revisar su historia: Hasta la época colonial, Ruanda era una monarquía en la que las mujeres jugaban un papel fundamental, existía un sistema de reparto de poder del país entre la reina madre y su hijo. La institución de la reina-madre estaba muy valorada, tenía un poder independiente del rey, y en principio, igualitario. Si bien la sociedad ruandesa era patriarcal, la mujer encarnaba un papel fundamental en todo lo relativo a la toma de decisiones en la gestión y recursos de la vida familiar, y en ciertos asuntos públicos. Ninguna decisión importante podía tomarse sin el consentimiento de la mujer. A finales del s. XVIII, tras el divorcio de un líder de una comunidad, el rey Gahindiro prohibió a los hombres casarse con mujeres que poseyeran bienes personales. Y desde entonces, la mujer, a nivel social, económico y administrativo, se ha situado bajo la tutela del hombre, puesto que los bienes que la mujer recibía de su familia pertenecían automáticamente a su marido tras el matrimonio. Esto favoreció que la mujer no tuviera derecho a la herencia ni en su propia familia, ni en la de su marido, situación que ha permanecido hasta 1999. Este es uno de los factores que ha condicionado la vida de la mujer a partir de la del hombre, quien, por ende, se convirtió en jefe del hogar y de la vida pública. 26Resoluciones aprobadas por la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer. Reunida en Beijing del 4 al 15 de septiembre de 1995. Disponible en: http://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/pdf/BDPfA%20S.pdf 27Traducción: “La edificación de un Estado de derecho y de un régimen democrático pluralista, la igualdad entre todos los Ruandeses y la igualdad entre las mujeres y los hombres reflejada en la adjudicación de, al menos, el 30% de los puestos para las mujeres, en las instancias de toma de decisión” http://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/pdf/BDPfA%20S.pdf 81 La situación de la mujer tampoco fue tomada en cuenta por los colonizadores, los misionarios católicos, los alemanes y los belgas, quienes instituyeron un sistema educativo que profundizó la brecha entre hombres y mujeres. No obstante, en 1956, la condición de la mujer negra se discutió en Asamblea nacional, en presencia de la Reina Elisabeth de Bélgica, y así se crearon las secciones diferentes que se ocuparían de promocionar el estatus de la mujer en Ruanda. Con la administración moderna, las mujeres desaparecieron de la esfera política y perdieron el derecho a la toma de decisiones en todos los niveles de la sociedad. (Uwizeyimana, 2009) Con la independencia, en 1961, la nueva constitución garantizaba a la mujer el derecho a votar y a presentarse como candidata, pero no tuvo mucha repercusión pues las leyes, en general, seguían discriminando a las mujeres. Tras la declaración del Decenio Internacional de la Mujer “1975-85”, de la organización de las Naciones Unidas, en Nairobi, entre la ciudadanía ruandesa, comenzó a haber una mínima participación política de la mujer. Pero ha sido tras el genocidio de 1994 cuando se ha producido una transformación de la sociedad ruandesa, apareciendo una voluntad política real y un cambio de mentalidades sobre la condición de las mujeres. (Uwizeyimana, 2009) En el Parlamento ruandés, la primera mujer fue nombrada en 1981. En la Asamblea Nacional de Transición, había un 25,7% de mujeres parlamentarias. En las elecciones de 2003, primeras elecciones tras el genocidio, las mujeres parlamentarias representaron el 49% (el sistema de cuotas garantizaba el 30%). En septiembre de 2008, la representación femenina en el Parlamento se incrementó hasta llegar al 56% (24 plazas reservadas y 21 mujeres elegidas en las listas generales). Las primeras elecciones, tras el genocidio, posicionaron el país en un lugar importante a nivel mundial, posición que todavía se mantiene en la actualidad, pues en 2008, la media de participación de las mujeres en política era del 18,4%. Con lo cual, se puede constatar un progreso sostenible en el tiempo. (Uwizeyimana, 2009) Mme A. Inyumba fue, tras el genocidio, la lideresa provincial de Kigali-Ngali, además de permanecer al frente de la Comisión para la Unidad y la Reconciliación. Después, asumió el cargo de Ministra de Género y Asuntos Sociales. Kigali-Ngali era la única 82 provincia de Ruanda con una mujer al frente. A nivel socio-político, esta provincia se caracterizó por erigirse como una comunidad comprometida con el trabajo por el desarrollo comunitario, de reconstrucción de la identidad nacional y de la unidad. La mandataria entendió la importancia de reforzar las estructuras de base para poder construir una paz duradera (Shyaka et Pitch, 2003) El desarrollo de una comunidad solo es posible si se reúnen ciertos requisitos que se centran en el desarrollo del componente humano, que, junto al desarrollo económico solo son posibles garantizando la educación. « Les capitaux humain, institutionnel et culturel sont responsables de la propulsion des interactions dont résulte le bien-être des sociétés. Ils déterminent les règles du jeu social, l’organisation de la société, la gouvernance, la participation et la justice 28 » (Shyaka et Pitch, 2003, p.117). La reconciliación social implica una participación de todos los componentes de dicha sociedad, puesto que la participación asegura la unidad. La política de género que lideró Inyumba pretendía asegurar que hubiera, al menos, siete mujeres de los 15 participantes en total, en cada sector. Esta medida permitió visibilizar cómo en algunos distritos, la participación de la mujer rural era menos activa, en cuanto al trabajo de desarrollo comunitario, por sus propias condiciones personales, pues les faltaba la formación adecuada, y tenían mayor dificultad en comprometerse en asuntos políticos debido a su ocupación, a tiempo completo, en las actividades familiares. Los análisis de la realidad política demuestran que la menor participación de la mujer se tradujo en la práctica inexistencia del diseño de proyectos relacionados con el género. Cada miembro en una sociedad considera cuáles son las prioridades, y estas no tienen por qué coincidir. De ahí la importancia de implicar a la población en su conjunto para el desarrollo estratégico. Así como la promoción de los asuntos relacionados con el género son considerados esenciales en algunas comunidades, otras, donde el nivel de participación de la mujer es mínimo, siguen sin ser tenidos en cuenta. (Shyaka et Pitch, 2003) 28 Traducción: “Los capitales humano, institucional y cultural son responsables de la propulsión de las interacciones de las que se deduce el bienestar de las sociedades. Determinan las reglas del juego social, la organización de la sociedad, el gobierno, la participación y la justicia”. 83 En la actualidad, Ruanda se ha convertido en un emblema en cuanto al liderazgo de las mujeres. Es líder mundial en participación de legisladoras, las mujeres ocupan algunos de los ministerios más importantes, con aproximadamente un tercio de todos los puestos de gabinete. Esto se traduce en una mejora en la vida de las mujeres ruandesas. Invertir en las mujeres supone invertir en el desarrollo de las comunidades y del país en su conjunto. De momento, en seis años, un millón de personas ruandesas ha salido de la pobreza, entre ellos, la mayoría, las mujeres29. En cuanto a la paridad en el parlamento, Ruanda, desde 2008, es el único país del mundo en el que las mujeres son mayoría. Ocupan un 64% de los escaños en la cámara baja del Parlamento. En la anterior legislatura, ocupaban el 56,3%, lo que representa un avance, que según Mbatha (2013), puede deberse a que las mujeres de este país han sabido organizarse a través de movimientos y asociaciones. Mme A. Inyumba, que falleció en 2012, fue una de las muchas mujeres que hicieron posible que ahora Ruanda sea un referente mundial en cuanto al liderazgo de las mujeres: “When people talk about changing a country, they’re talking about the beneficiaries. And who are the beneficiaries? The women. We can’t just have peace delivered to us on a plate; we have to be active participants. The message today in our country is this: women have to be agents of peace. Much as we want to benefit from this process, we also want to be a part of it30”. 3.2.3. Liderazgo femenino. Poder judicial y ejecutivo En 1991, una mujer fue nombrada para presidir la Corte Suprema. Era la primera mujer que accedía al poder judicial, desde 1962. El sistema de cuotas asegura un 30% 29Datos extraídos de Woman Change Maker Magazine. En: http://www.womenchangemakers.org/front_en/home 30Traducción: “Cuando la gente habla de cambiar un país, habla de las personas beneficiarias. Y, ¿quiénes son los beneficiarios? Las mujeres. La paz no nos va a venir dada; tenemos que ser participantes activas. Hoy en día, el mensaje en nuestros países es el siguiente: las mujeres tienen que ser agentes de paz. Por mucho que queramos beneficiarnos de este proceso, también queremos formar parte de él”. Declaración extraída de In Memoriam: Aloisea Inyumba. En: http://www.inclusivesecurity.org/in-memoriam-aloisea-inyumba/ http://www.womenchangemakers.org/front_en/home http://www.inclusivesecurity.org/in-memoriam-aloisea-inyumba/ 84 de puestos para las mujeres, y de hecho, las mujeres en el poder judicial van en aumento, en 2005 las cifras llegaban a más de 800. Cabe destacar que los juicios Gacaca también estaban presididos por mujeres. Sin embargo, todavía no son muy numerosas las mujeres que eligen estudiar derecho, así como las mujeres policía también representan una excepción. Desde las instancias del gobierno, se anima a las mujeres a que participen en el cuerpo de Policía al entender que muchas mujeres no denuncian las agresiones por temor, al tener que contárselo a policías varones. Por lo tanto, un mayor porcentaje de mujeres policías puede suponer un paso importante en la lucha contra la violencia machista. (Uwizeyimana, 2009) En cuanto al poder ejecutivo, la primera Ministra en Ruanda fue Ayinkamiye Madeleine, nombrada Ministra de Asuntos Sociales en 1964. Pero su mandato solo fue de un año. Después de 1990, las mujeres volvieron a aparecer en el gobierno. El acceso de las mujeres a los puestos decisivos en la administración pública pasó del 6% al 25%, entre 2005 y 2007. La representación de las mujeres en las instituciones públicas pasó del 17% al 22%, entre 2005 y 2007. A nivel descentralizado, el porcentaje de mujeres en los puestos de secretariado ejecutivo de sector pasó del 8% al 13%, entre 2005 y 2007. En el sector privado, el porcentaje de mujeres era del 12% en 2007, tanto a nivel de empresariado como para los miembros de consejos de administración. (Uwizeyimana, 2009) Las jurisdicciones Gacaca, es decir, los “consejos de sabios”, también estaban compuestos por mujeres juezas. Anastasie Muhawenimana 31 , ex jueza Gacaca, describe así los procesos: “el principal papel de las víctimas del genocidio era dar información sobre los asesinatos de nuestra gente porque todo el mundo permanecía en silencio. Tras los primeros testimonios otra gente empezó a hablar y empezamos a acercarnos a lo que ocurrió de verdad”. La gente era quien elegía a los y las juezas, quienes recibían una formación y documentación para poder tener una buena instrucción en leyes. Sentenciar a alguien solo era posible si existía 31Testimonios recogidos en: Después de la Paz. Ruanda. Periodismo Humano. 2013. En: http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/20/justicia-sobre-la-hierba/ http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/20/justicia-sobre-la-hierba/ 85 referencia a una ley, para poder ejercer una justicia ecuánime. Según Vestime Mukasekuru, ex secretaria Gacaca. “Nos dieron toda la documentación que nos permitió saber quién había asesinado, quién había robado. Entonces, llevábamos las listas de los asesinos a los jueces de sector que los juzgarían, en nuestra célula solo juzgábamos asuntos de bienes”. Ante las críticas recibidas por la opinión internacional, Tharcisse Karugarama, ministro de justicia, respondió: “Por un lado, estaban los supervivientes del genocidio que pedían justicia. Por otro, teníamos muchos presos que también pedían justicia. Algunos porque decían que eran inocentes, pero también los culpables querían conocer su destino. En tercer lugar, estaban los socios internacionales. Todo el mundo pedía justicia, pero, ¿cómo hacerlo? Debido a la situación del país entonces, no había investigadores policiales. No había jueces, ni fiscales. Nos dimos cuenta de que aplicando un modelo de justicia occidental tardaríamos años en resolver el problema. Así que introdujimos el sistema judicial Gacaca: un sistema tradicional de resolución de conflictos, que nuestra gente había usado durante centenares de años para resolver problemas antes de que llegaran los colonizadores”. Se modernizaron las Gacaca, pero siempre bajo los mismos principios con los que se fundaron en su día: “castigas al malhechor, reconcilias al malhechor con la víctima, y les das una oportunidad para que vuelvan a vivir juntos”. Es un modelo de justicia que no tiene nada que ver con el modelo clásico occidental, que se fundamenta en la asistencia y en la representación. Ha tenido sus problemas, no son sistemas perfectos, pero sí que han permitido avanzar en la reparación de la sociedad. Si bien no se puede afirmar que la población se haya reconciliado del todo, sí que se puede decir que ahora conviven en paz, aceptando el pasado y queriendo construir un nuevo y mejor futuro. Para poner cifras, los Gacaca han juzgado casi dos millones de casos, mientras que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) ha juzgado unos 60 casos, en más de 15 años. Mukasekuru concluye: “Estoy muy agradecida a las Gacaca porque nos han vuelto a unir, incluso con los asesinos de nuestras familias. Antes te encontrabas con según quién y huías. Ahora vivimos juntos incluso con aquellos de los que huíamos a 86 diario”. Laurance Mukaremera y Thacien Nkundiye32 son un ejemplo concreto de esta reconciliación. Antes del genocidio, eran buenos vecinos. Sin embargo, Thacien relata: “Muchas radios advertían de que los hutus debíamos matar a los tutsi. Perseguí a los tutsi, y después de matarles, les robaba sus bienes. Les mataba porque si no, sería considerado un colaborador, y me matarían a mí. Después del genocidio, los hutus que asesinaron a las familias tutsi fueron a la cárcel. Fui juzgado por un tribunal Gacaca, que me condenó a ocho años de cárcel. Entonces, se aprobó una ley presidencial que decía que quien reconociera sus crímenes, y pidiera perdón a todos los ruandeses, y en particular a sus víctimas, podría salir de la cárcel”. El perdón es un proceso largo. Conlleva preparar a los reclusos y respetar el tiempo de las víctimas, así como su negativa a perdonar, si ese fuera el caso. Thacien prosigue: “cuando supervivientes y exprisioneros nos sentamos cara a cara, pensamos que se vengarían. Nosotros estábamos muy preocupados, pero también los supervivientes, que pensaban que habíamos vuelto para cometer otro genocidio. Saludar y que te devuelva el saludo una persona a la que le has matado a su familia, es muy complicado”. Laurance no quiso escuchar a Thacien en el primer encuentro. La segunda vez que él fue, ella aceptó recibirle, y al sentarse y hablar, Laurance creyó en la sinceridad de su petición de perdón. Pero, le dijo que no podría perdonarle pues no había sido la única víctima de sus crímenes: “Llamé a mis familiares y les expliqué la situación. Yo sola no podía perdonarlo. Sus crímenes nos afectaban a todos. Nos reunimos todos, él pidió perdón y decidimos perdonarlo. Ahora vivimos en armonía.” Han creado una asociación que cultiva mandioca y judías. Además de haber logrado conseguir convivir en paz, también han conseguido generar ingresos. Como concluye Thacien: “Teniendo en cuenta la gravedad de mis crímenes, si alguien te perdona de corazón y te dice “estás perdonado”, sientes una gran paz. Siento que debo estar a su lado el resto de mi vida. Hemos sustituido el dolor por ingresos”. 32Testimonios recogidos en: Después de la Paz. Ruanda. Periodismo Humano. 2013. En: http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/17/el-buen-vecino/ http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/17/el-buen-vecino/ 87 3.2.4. Estrategias femeninas en la construcción de paz Françoise Nduwimana (En Dupont, 2005, p.140) dice que la paz supone tres grandes desafíos: “La prévention de la guerre, le leadership des femmes africaines et la volonté politique internationale33”. Construir la paz supone prevenir la guerra, y poder prevenir la guerra implica que haya un desarrollo social. Sin las condiciones óptimas necesarias para que la juventud pueda cimentar su propio futuro, es muy probable que se propaguen los sentimientos que llevan a la destrucción. Que las mujeres se sitúen en puestos relevantes no es casualidad. “Ces dix dernières années, les femmes se sont manifestées comme des leaders exemplaires aussi bien au niveau politique que communautaire. Alors que le pays traverse une période de reconstruction (1994-2003), les femmes jouent un rôle actif et déterminant. Non seulement, elles dirigent près du tiers des ménages, mais en outre elles occupent des emplois anciennement réservés aux hommes, notamment dans les secteurs du bâtiment ou de la mécanique et elles adhèrent aux partis politiques, au pouvoir, etc.34 » (Uwizeyimana, 2009, p.37) Una situación de guerra o de genocidio divide a un país, traumatiza a sus habitantes, y el rencor y la ira pueden volverse elementos inherentes al sentir de la población. De ahí que para volver a construir una sociedad unida sea indispensable implicar a todos los agentes vivos de la sociedad. El camino hacia la paz requiere del desarrollo. No puede concebirse una paz sostenible en el tiempo sin desarrollo. Marie-Goretti Nyirarukundo (2008, p.1) asegura que «La première cause de conflit est donc la pauvreté, et le développement n’est pas seulement menacé par les 33Traducción: “La prevención de la guerra, el liderazgo de las mujeres africanas y la voluntad política internacional”. 34Traducción: “Estos últimos diez años, las mujeres han demostrado ser unas lideresas ejemplares, tanto a nivel político como comunitario. Cuando el país atravesaba un periodo de reconstrucción (1994-2003), las mujeres jugaron un papel activo y determinante. No solamente dirigen un tercio de los hogares, pero también ocupan puestos tradicionalmente reservados a los hombres, en sectores como la construcción o la mecánica, y se unen a los partidos políticos, al poder, etc.” 88 guerres, le SIDA, la mondialisation de l’économie sont autant de phénomènes qui inquiètent les Africains et face à cette situation les femmes et les enfants sont plus particulièrement menacés35 » Estando las mujeres directamente concernidas por esta situación, deben formar parte de los procesos de negociación y de construcción de la paz. Las experiencias desarrolladas por las mujeres, descritas más arriba, no suelen ser tenidas en cuenta, pues el foco tiende a centrarse en los niveles políticos. Pero el trabajo que realizan estas mujeres permite regenerar el tejido social. Las mujeres fueron las primeras que comenzaron a contar en voz alta sus terribles experiencias. Hablan entre sí, se escuchan y se ayudan. Es una terapia incluyente, todas las mujeres son bienvenidas, independientemente de su clase social, creencias religiosas o pertenencia al grupo étnico. Se crean redes y se promueve la independencia económica de estas mujeres. Por este motivo, las mujeres africanas tienen un papel muy importante en la reconstrucción de paz y en los procesos de negociación. Representan, en palabras de Nyirarukundo (2008, p.1), «une force positive souvent ignorée36 ». En los países de los Grandes Lagos, las mujeres representan la mayoría de la población. De hecho, tras las guerras, en algunos países, las mujeres se han quedado prácticamente solas. Y son ellas quienes se han encargado de la supervivencia de sus familias. En Ruanda, las mujeres se han movilizado por todo el país, de manera informal u organizadas en asociaciones para poder aliviar el sufrimiento de otras mujeres y de los sectores más vulnerables de la población. Por lo tanto, no se puede construir una paz duradera si no se las tiene en cuenta. El papel de las mujeres ha sido fundamental en la reconstrucción y reconciliación de la población ruandesa. A nivel nacional, la iniciativa de movilización de las mujeres fue promovida por el Foro de Mujeres Ruandesas Parlamentarias, y esto ha desembocado en la creación y organización de consejos nacionales de mujeres (que representa de manera específica a las mujeres en cada nivel de poder). Se han 35Traducción: “Por lo tanto, la primera causa de conflicto es la pobreza, y el desarrollo no está solo amenazado por la guerra, el SIDA, la mundialización de la economía son también fenómenos que preocupan a las personas Africanas, y, en esta situación, las mujeres y lo/as niño/as son los más amenazados”. 36Traducción: “Una fuerza positiva a menudo ignorada”. 89 creado grupos encargados del estudio sobre género y la condición femenina por todo el país, incidiendo en las instituciones de enseñanza superior, como la Universidad Nacional de Ruanda. Las alianzas entre las organizaciones de mujeres han posibilitado la creación del Ministerio de Género y de Promoción de la Familia. (Uwizeyimana, 2009) Las mujeres ruandesas han demostrado, a través de sus acciones, que es posible la convivencia y la construcción de un porvenir en paz. De hecho, han recibido un reconocimiento internacional, por ejemplo, PROFEMMES TWESE HAMWE, colectivo de 58 organizaciones de mujeres, que trabajan por la promoción de la mujer, de la paz y de su desarrollo, obtuvo el premio de la paz de UNESCO. Otra experiencia que nos demuestra cómo se organizan las mujeres que trabajan por el bienestar de todas las mujeres ruandesas es la organización Ingoma Nshya, cuya fundadora Odile Gakire Katese37 explica cómo, debido al genocidio, muchas mujeres ocuparon los espacios que antes les estaban negados, por su condición de mujer. El tambor, por ejemplo, antes solo lo podían tocar hombres que eran cuidadosamente seleccionados por su cercanía al rey. Y, tradicionalmente, el tambor solo se tocaba para el rey. Una percusionista de esta organización, Marthe Nyiranzeyimana declara: “las mujeres no tocaban y por eso, mi familia y vecinos reaccionaban mal al vernos tocar. Ahora les gusta asistir a nuestros espectáculos. Se lo pasan bien viéndonos tocar. Hoy ya no hay ningún problema y disfrutamos tocando. Al principio solo tocábamos por diversión, pero a medida que hemos continuado, hemos visto que Ingoma Nshya está ayudando a las mujeres en su reconstrucción física y moral. Cada vez que nos encontramos, nos enriquecemos entre nosotras”. Este tipo de iniciativas ofrecen herramientas a las mujeres para que puedan atender a su propio desarrollo. Según Katese: “En un país que estaba completamente dividido, la gente necesitaba espacios para compartir. Y las actividades artísticas resuenan más profundamente que cualquier discurso”. 37 Testimonios recogidos en: Después de la Paz. Ruanda. Periodismo Humano. 2013. En: http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/22/ingoma-nshya-tambores-que-curan- mujeres-en-ruanda/ http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/22/ingoma-nshya-tambores-que-curan-mujeres-en-ruanda/ http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/22/ingoma-nshya-tambores-que-curan-mujeres-en-ruanda/ http://despuesdelapaz.periodismohumano.com/2013/03/22/ingoma-nshya-tambores-que-curan-mujeres-en-ruanda/ 90 Entre los objetivos del proyecto, el conocer la historia de cada una de las mujeres. Si bien en un primer momento, las “tamborileras” podían sentir desconfianza por ser de diferentes lugares, pudieron ir abriéndose, y de este modo, comenzaron a ayudarse. Como bien dice Marthe Nyiranzeyimana, “Poco a poco, nos fuimos abriendo, y comenzamos a ayudarnos. Nos hemos reconciliado y unido. Hemos llegado a un entendimiento, a un objetivo común, para construir nosotras mismas un mejor futuro”. Katese recalca que, el escenario, además de ofrecer una oportunidad para escapar de esa sensación de muerte acaecida tras el genocidio, también representa la posibilidad de olvidar los otros retos que supone ser mujer en una sociedad que sigue siendo tradicional y en la que una mujer no puede salir de determinadas premisas de género: “Una mujer no puede viajar tanto como quisiera, ni estudiar tanto como quisiera, ni hacer lo que quiera, además, si no estás casada y no tienes hijos… No tendrás una vida exitosa. Así es como se considera aquí, incluso nosotras mismas lo pensamos”. Para poder ser sostenibles, la organización decidió escoger solo a las 20 mejores tamborileras, pero no querían construir un espacio donde pudieran excluirse a sí mismas también, por lo tanto, decidieron ampliar el proyecto, con “Dulces Sueños”, donde las mujeres que no pudieran ser tamborileras podrían dedicarse a otras actividades. Katese incide en la importancia de reconstruir a la gente: “Se han reconstruido infraestructuras, casas, todo está limpio… pero, ¿hemos limpiado la tristeza, la depresión y la soledad de nuestro interior? Tenemos que luchar contra muchas cosas pero también son necesarios espacios para la felicidad y la alegría para reconstruir al ser humano. Si solo nos comportamos como viudas, como huérfanas, somos débiles. Esa es nuestra parte débil. Pero hay una parte más fuerte en nosotras. ¿Por qué no nos centramos en esta parte? Es esta parte la que permitirá crecer y seguir adelante”. Todas estas experiencias remiten al concepto de sororidad, concepto explicado por Marcela Lagarde (2013, p.17): “La sororidad parte de un esfuerzo por desestructurar la cultura y la ideología de la feminidad que encarna cada una, como un proceso que 91 se inicia en la amistad/enemistad de las mujeres y avanza en la amistad de las amigas, en busca de tiempos nuevos, de nuevas identidades”. Mediante la palabra, las mujeres denuncian, desvelan, analizan, visibilizan sus experiencias, desde el lugar en el que sus cuerpos y subjetividades han sido conformados por el mero hecho de ser mujeres. Este acercamiento genera mucho más que una ausencia de distanciamiento. A través del diálogo entre mujeres, se construye un sujeto político, que crea un conocimiento acerca de la identidad de género y la autoidentidad. Se piensa, se analiza, se evalúa quiénes son y qué quieren las mujeres. Esto promueve una transformación: “eliminar la opresión significa para las mujeres conocerse desde su propia concepción del mundo, transformar su identidad y, así, protagonizar la historia” (Lagarde, 2013, p.5) Las mujeres se convierten en las protagonistas que van a liderar la acción contra el poder hegemónico de un sistema patriarcal que las coloca en una situación de opresión y subordinación. De ahí que los espacios que favorecen la reunión de las mujeres sean en sí mismos espacios revolucionarios, y, por ende, espacios feministas, pues, la alianza de las mujeres otorga nuevas alternativas de vida, algo tan fundamental como la lucha contra las diversas formas de opresión a las que estas se enfrentan. “La sororidad es en esencia trastrocadora: implica la amistad entre quienes han sido creadas por el mundo patriarcal como enemigas”. (Lagarde, 2013, p.18) 3.3. Entrevistas El presente trabajo pretende mostrar la importancia de las mujeres ruandesas en la construcción de una nueva sociedad, en el desarrollo de sus comunidades para lograr el mantenimiento de la paz, tras el genocidio de 1994. Por este motivo, he considerado fundamental acabar con las voces de dos de las múltiples protagonistas de la transformación social de Ruanda. La lejanía física, la falta de confianza y la temática sensible de que se trata, ha dificultado mucho la búsqueda de mujeres que quisieran ser entrevistadas. Finalmente, con apoyo de contactos personales en Ruanda, conseguí obtener las respuestas a las entrevistas. Son dos mujeres que trabajan en dos ámbitos 92 específicos: organización civil y educación, áreas fundamentales en la construcción de una nueva sociedad, y, generosamente, accedieron a contestar a mis preguntas en la forma que ellas creyeron oportuna. Entrevistas en mayor profundidad será el objetivo de un trabajo de campo posterior a este trabajo. En este momento, la intencionalidad es visibilizar la presencia y labor de estas mujeres, a través de sus propias palabras. Las dos entrevistas siguientes se realizaron por mail y en inglés. A continuación, las expongo traducidas al español. Epiphanie MUKUNDIYIMANA Profesora de Trabajo Social en Catholic University of Rwanda, Butare, Ruanda En 1994: Pregunta: ¿Qué edad tenía en el año 1994? Respuesta: Tenía 23 años. P: ¿Dónde vivía en 1994? ¿En Ruanda o en otro país? R: En Ruanda. P: ¿Qué hacía? ¿A qué se dedicaba en aquella época? R: Estudiante en el instituto. P: ¿Se vio afectada por la violencia? R: Sí, algunos de mis familiares y amistades fueron asesinados. Yo fui desplazada internamente. P: ¿Cómo recuerda el transcurso de esos cien días? R: Esos días fueron momentos terribles en los que se mató a gente inocente solo por ser Tutsi. Viví horribles momentos de violencia, abusos de las mujeres, niño/as, gente con discapacidad, etc. 93 Ese periodo fue un reflejo de las malas políticas que se habían diseminado entre la gente ruandesa. Era la primera vez que veía esa terrible tragedia y espero que esto no vuelva a pasar jamás. En el presente: P: ¿Qué papel tuvieron las mujeres en los juicios Gacaca? R: Las mujeres participaron de forma activa en los juicios Gacaca, dando testimonios, algunas mujeres incluso dijeron la verdad acerca de la participación de sus maridos y de sus familiares cercanos en el genocidio. Muchas mujeres participaron en los juicios Gacaca, la presidenta general de Gacaca también era una mujer, Mrs Domitille MUKANTAGANZWA. P: ¿Cómo valora hoy la situación de Rwanda, transcurridos 20 años? R: Estoy muy sorprendida por algunos logros conseguidos en Ruanda, en términos de justica, reconciliación, desarrollo económico, bienestar social y reducción de la pobreza. Otros logros incluyen la integración regional (África del Este, Common Market For Eastern and Southern Africa) y la participación de Ruanda en la construcción de paz en todo el mundo (Darfur, Haiti, Mali, África Central, etc.) Ruanda ha firmado numerosas convenciones internacionales (Derechos Humanos, Cambio Climático, Conservación de la diversidad, etc.) Ruanda ha conseguido mucho en la promoción de la mujer en las instancias de toma de decisión (Gobierno Central y Local) y en la obtención de derechos iguales para mujeres y hombres. P: ¿Qué papel han tenido las mujeres en el cambio que está viviendo Rwanda? R: Las mujeres están activamente implicadas en pequeños negocios (Comercio, artesanía, cooperativas, producción agrícola, que es un sector importante en la economía de Ruanda) Las mujeres también se han involucrado en otros sectores de economía nacional como: la educación, la salud, la política , la administración local, etc. 94 P: ¿Por qué cree que las mujeres han participado en política tras el genocidio? (Ruanda es el único país en el mundo donde las mujeres son mayoría en el parlamento, después de 2008) R: Las mujeres se vieron involucradas en la vida política tras el genocidio porque el gobierno de Ruanda implementó políticas que alentaron a las mujeres a participar en dichas actividades. El gobierno de Ruanda eliminó las barreras que impedían que las mujeres participaran en la vida política (Igual acceso a los recursos, educación, políticas de género, etc.) P: ¿De qué manera han accedido a los puestos de liderazgo? R: Las mujeres han asumido altos puestos de liderazgo como ministerios, presidencia del Parlamento, miembros del Parlamento y del Senado, Ombudsman38, Rwanda Development Board39 (RDB), gobiernos y alcaldías, etc. Para el futuro: P: Desde su perspectiva profesional (académica), ¿cuáles son las políticas públicas que debería fomentar el estado para consolidar los espacios de paz en Rwanda? R: Políticas que generen ingresos. Políticas que distribuyan los ingresos / Acceso a puestos de trabajo. Competitividad en la educación. Trasparencia en los asuntos de empleo- Acceso a créditos para ganaderos rurales. Igualdad de Género. Promoción del Empleo Juvenil P: ¿Cree que la paz es irreversible? R: No. La paz puede ser reversible por eso siempre tenemos que pelear por la paz, trabajar duro para tener paz. Debe de haber buenas políticas que promuevan la paz. P: Desde su ámbito profesional, ¿cuáles son sus perspectivas de futuro? 38Figura de Defensor del Pueblo. 39Reúne a todas las agencias gubernamentales responsables de la experiencia en desarrollo, bajo un mismo techo. 95 R: Espero que haya una paz duradera en Ruanda ya que el Gobierno está comprometido en promover la reconciliación, la justicia, la unidad, la buena gobernanza, la igualdad de género, la transformación económica, y demás. Denyse MUKARUKUNDO Trabajadora Social en la organización Health Product Action, Kigali, Ruanda En 1994: Pregunta: ¿Qué edad tenía en el año 1994? Respuesta: Tenía 12 años. P: ¿Dónde vivía en 1994? ¿En Ruanda o en otro país? R: En Ruanda. P: ¿Qué hacía? ¿A qué se dedicaba en aquella época? R: Era estudiante. P: ¿Se vio afectada por la violencia? R: Sí. P: ¿Cómo recuerda el transcurso de esos cien días? R: Ha sido la peor situación que he vivido y un periodo de mucho dolor. En el presente: P: ¿Qué papel tuvieron las mujeres en los juicios Gacaca? R: Tuvieron un gran papel: algunas fueron testigos, otras ejercieron como abogadas. P: ¿Cómo valora hoy la situación de Rwanda, transcurridos 20 años? R: La situación está mejorando en todos los ámbitos. Por ejemplo, tenemos educación para todo el mundo, seguridad social, Umurenge Sacco (bancos locales que operan cerca de la ciudadanía), trabajamos juntos en cooperativas, está 96 también el Vision 2020 Umurenge Program 40 (VUP). Todos estos programas conducen a la reducción de la pobreza. P: ¿Qué papel han tenido las mujeres en el cambio que está viviendo Rwanda? R: Tenemos varias asociaciones de mujeres, como Haguruka, Duterimbere, que empoderan a las mujeres para que puedan desarrollarse y les proporcionan apoyo en casos de violación. Entre los líderes de opinión, tenemos mujeres que contribuyen a la transformación social, a través de la movilización y sensibilización de la comunidad. P: ¿Por qué cree que las mujeres han participado en política tras el genocidio? R: Las mujeres ruandesas están empoderadas e involucradas en la toma de decisiones. Y los derechos de las mujeres están protegidos. Por lo tanto, Ruanda está promocionando la equidad y la igualdad. P: ¿De qué manera han accedido a los puestos de liderazgo? R: Se comportan como otros líderes. Hacen labores propias del hogar y actividades de liderazgo, por lo tanto, compaginan todas estas actividades. Para el futuro: P: Desde su perspectiva profesional (sociedad civil), ¿cuáles son las políticas públicas que debería fomentar el estado para consolidar los espacios de paz en Ruanda? R: La promoción y el refuerzo de la unidad y la reconciliación. P: ¿Cree que la paz es irreversible? R: La paz es reversible como proceso. Por ejemplo, en el caso de Ruanda, tras el genocidio cometido contra los Tutsi en 1994, no podrías pensar que tutsi y hutu pudieran vivir juntos y compartir una taza de té debido a los traumas de ese periodo doloroso. 40Programa Integrado de Desarrollo Local para acelerar la erradicación de la pobreza, el crecimiento rural y la protección social. Es una iniciativa del Gobierno de Ruanda, en colaboración con miembros asociados para el desarrollo y organizaciones no gubernamentales. 97 P: Desde su ámbito profesional, ¿cuáles son sus perspectivas de futuro? R: Como debes de saber, el cambio de conducta es un proceso. Tengo que enfatizar en la unidad y la reconciliación, se cambian las mentalidades a través de la movilización involucrando a los miembros de la comunidad y movilizándoles para que trabajen duro. Porque cuando se está ocupado, no se pierde el tiempo sin hacer nada y pensando de forma equivocada. 98 COMENTARIOS FINALES Existe un consenso general, de toda la ciudadanía, de que es importante vivir en contextos de paz. No obstante, la sociedad global privilegia las experiencias de guerra. Nos socializamos en contextos en los que prevalecen las imágenes de violencia, aprendiendo a naturalizar un cierto grado de violencia y en las zonas en conflicto se reduce a la población afectada a la categoría de víctimas sin posibilidad de recuperación. Se rechaza la violencia, pero hay cierta indiferencia hacia sus diversas formas de expresión; de hecho, solo cuando la violencia es directa tendemos a adoptar un rol activo contra ella, porque es cuando nos sentimos concernido/as, nosotros/as y nuestra comunidad. El hecho de vivir inmersos en la cultura de la violencia crea significado, ante cada experiencia de terror, surgen, emergen movimientos de resistencia y se establecen redes de apoyo en las comunidades afectadas, pero estos actos que son creación de paz no suelen visualizarse con la misma intensidad y grado de difusión que las acciones o provocaciones bélicas. Es más difícil poder definir qué es vivir en paz, más allá de no sólo vivir sin conflictos armados. Construir la paz significa trabajar por sociedades justas, equilibradas, en las que los seres humanos son iguales, y hay un profundo respeto a los derechos humanos. La concepción positiva de la paz no concibe un contexto de paz si existe una estructura que genera desigualdad entre personas, es decir, que la paz solo es realizable si existe una justicia social y un desarrollo personal de cada miembro de una comunidad, hombres y mujeres. De forma tradicional, los valores de la paz se asocian a la identidad femenina: comprensión, serenidad y cuidado de los otros, mientras que la violencia y ansias de poder se entienden como rasgos inherentes a los hombres. El género es una categoría de análisis que visibiliza cómo, a partir de la diferencia sexual, se asume un ordenamiento desigual entre hombres y mujeres que legitima la 99 violencia. Y, uno de los logros del feminismo, es que se comienza a incluir la perspectiva de género, tanto en los estudios relativos a los conflictos armados, como en la resolución de conflictos, puesto que si bien la Historia siempre se ha contado desde la óptica de los poderosos, sin incluir las voces femeninas, en los contextos de resolución de conflictos, tampoco se ha visibilizado las múltiples acciones llevadas a cabo por las mujeres. En los contextos de guerra, las mujeres siempre han sido representadas como víctimas, y en parte esto es cierto, puesto que los estudios demuestran que las mujeres son las mayores damnificadas y que sufren una violencia específica, pero esto representa una realidad parcial. Las mujeres también han participado en las guerras y han sido agentes de paz. Si no se visibilizan estas dos facetas, las mujeres son consideradas unas víctimas, y además se les niega su capacidad de agencia. En múltiples ocasiones, las mujeres se han organizado porque no han visto cambiar su situación de vulnerabilidad en época de paz, tras un periodo de conflicto armado, o bien, por propia supervivencia, para generar redes de apoyo ante unas leyes y una situación social discriminatoria. Es por este motivo, que dichas organizaciones de mujeres entienden que la paz solo tendrá lugar cuando se respeten los derechos humanos y la igualdad. Son experiencias que, a su vez, generan nuevos espacios de alianzas entre mujeres, con lo que, contribuyen a redefinir su propia situación, a nivel individual y colectivo. Estas mujeres crean transformación social, suelen ser las más activas en las negociaciones de paz, y las que abren las vías de diálogo entre comunidades enfrentadas, son las que han hecho posible que se aprobara la Resolución 1325, una herramienta que pretende, apoya y respalda el rechazo de la violencia contra las mujeres, la incorporación de la perspectiva de género tanto en los conflictos como en la construcción de paz, así como la incorporación de las mujeres en los órganos de decisión en la resolución de conflictos, entre otras. Para poder implementar políticas que tengan en cuenta las necesidades específicas de las mujeres en cada comunidad se requiere cuestionar la universalización del concepto de género como principio que organiza de igual forma las sociedades. 100 Cada situación específica contiene las herramientas necesarias para lograr una transformación, no hay realidades sociales extrapolables, puesto que cada comunidad se conforma a partir de una tradición histórica específica. El concepto género es de origen occidental, pero en su propia enunciación remite a la construcción social, es decir, que comprende que cada contexto tiene sus particularidades, y que los mandatos culturales propios y específicos del contexto se interiorizan, de modo peculiar en cada hombre y mujer, para conformar las identidades y las relaciones de poder-sumisión entre los sexos. Pero, si el término género se asocia a la construcción de identidades procedentes de contextos occidentales, y se aplica o traslada tal cual a todos los demás contextos, obviando las realidades específicas que provengan de tradiciones históricas diferenciadas, el concepto “género” corre el riesgo de adquirir un sentido único, como un modelo impuesto. Se produciría, de ese modo, una perversión del propio reconocimiento de que el género es construcción cultural, es un concepto abierto. Esto puede hacer estallar el diálogo feminista internacional porque muchas mujeres rechazarán el término por no sentirse concernidas. Si no se produce una revisión crítica, una apertura y aceptación de la diversidad, se crearán nuevos lenguajes para hablar de nuevas experiencias, sin posibilidad de modificación e interacción mutua entre las feministas de Occidente, en su diversidad, y las de África Subsahariana, en su propia diversidad. Por lo tanto, el género no es neutral como tampoco lo es el lenguaje. Seguir aludiendo a “Mujeres de África” o “Mujeres del tercer mundo” como una construcción cerrada y monolítica, seguirá remitiendo a un concepto de mujer, en singular, con unas necesidades y problemáticas comunes, en vez de favorecer el estudio de la influencia de los factores históricos para comprender la construcción del sujeto mujer y su posición en las relaciones sociales. No estudiar el origen de la subordinación de las mujeres africanas las categoriza como mujeres sin poder, lo que a su vez, las limita en la construcción de su identidad femenina. Los conceptos “Mujeres”, “Feminismos”, al estar en plural rompen, por sí mismos, las categorías inamovibles, dando paso a la diversidad. Pero si el plural solo se aplica a nivel gramatical, se pierde su esencia y su simbología. 101 La sociedad patriarcal conlleva la naturalización de la desigualdad entre los sexos y las sociedades también naturalizan los valores culturales propios, como si fueran valores universales. Hay una tendencia a categorizar las realidades extrañas, “extranjeras”, con las herramientas con las que describimos lo propio, y esas herramientas, descontextualizadas, dejan de tener sentido. Lo que las feministas occidentales pueden considerar como causa de subordinación no tiene por qué ser igual a las causas que consideran las feministas africanas, y en el momento en que se le quita la palabra a alguien para imponer una visión propia, se está reproduciendo la misma lógica patriarcal. Una perspectiva eurocéntrica diferencia a la mujer oprimida en general, de la mujer oprimida del tercer mundo, entendiendo que la trayectoria seguida por Occidente es la única válida para definir el desarrollo. No entender que no existen demandas universales genera la imposibilidad de crear alianzas entre mujeres iguales y feministas, con lo cual, se puede debilitar la acción feminista global, además de imposibilitar el diálogo entre las teorías de Occidente y de África, por no reunirse el requisito de la equidad y de la cooperación entre iguales, puesto que todo diálogo pasa por el reconocimiento mutuo. Los feminismos buscan romper con las relaciones de poder que se establecen entre hombres y mujeres, y la interseccionalidad refleja cómo se estructuran las distintas interconexiones desde posiciones de poder. Si el feminismo occidental no reconoce la autonomía y capacidad de agencia de los feminismos negros, estará actuando contra su propia esencia puesto que estará imponiendo una visión contraria a la de sus propias protagonistas, erigiéndose como grupo dominante. El feminismo africano cuenta con una gran trayectoria, y se ha ido adaptando a las necesidades que han ido teniendo las mujeres a través del tiempo. Si bien, lo que queda de manifiesto es que las mujeres africanas, de forma tradicional, se han asociado por pura supervivencia, y han trabajado desde los márgenes, desde la sombra, para erradicar desigualdades sociales, de las que ellas eran las principales perjudicadas. Por lo tanto, si la violencia estructural se genera y mantiene porque 102 existe la desigualdad, estas mujeres, al asociarse, al apoyarse y al transformar, están creando las bases para la paz. Este hecho se hace palpable en Ruanda, sociedad que ha sufrido un genocidio, en 1994, acabando con aproximadamente el 80% de la población Tutsi, en apenas cien días. El genocidio, fruto de una historia política racista cuya declaración de intenciones era exterminar a la población Tutsi, podría haber acabado para siempre con la unidad nacional. Y sin embargo, 20 años después, Ruanda es el ejemplo de un país que trabaja por la paz y que entiende que las soluciones políticas son prioritarias para que no se vuelva a repetir la misma trágica historia. Las mujeres quedaron profundamente dañadas por el terror que ejercieron los genocidas, y una vez finalizado el genocidio, entendieron que para poder reparar sus sociedades, primero tenían que reparar sus propias heridas. Las mujeres ruandesas desarrollaron y siguen desarrollando estrategias asociativas que les permiten enfrentarse a su situación de vulnerabilidad. Y, esto ha desembocado en que, ahora, las mujeres son quienes lideran la tarea de reconciliación del país. Son quienes trabajan desde la base para promover la paz y la reconciliación, de ahí que los poderes públicos hayan entendido que la reconstrucción y reconciliación nacional no será posible sin la participación política de las mujeres. El hecho de que las mujeres ruandesas trabajen desde la base implica mucho, porque son quienes se están encargando de suplir las lagunas legales que actúan en contra de que las mujeres obtengan unos mismos derechos sociales y económicos que las permita situarse en una situación equiparable a los hombres. Ese trabajo implica la creación de una nueva sociedad, y por ende, de unos nuevos referentes. Las mujeres están promoviendo una educación de la ciudadanía en valores de igualdad y de solidaridad, rompiendo con las exclusiones tradicionales. Si la paz es un camino, las mujeres ruandesas están cimentando ese camino a través del diálogo, de la cercanía y de la comprensión, entendiendo que para que una sociedad sea libre e igualitaria, todo/as sus miembros han de ser libres y disponer de los recursos que aseguren su propia supervivencia. Y cuando una ciudadanía se construye de forma sólida, los niveles políticos resultan ser el fruto directo de dicha 103 ciudadanía, y las políticas adoptadas, son, por lo tanto, el reflejo de las necesidades, dedicación y consolidación de la sociedad civil organizada. Las mujeres ruandesas están transformando sus realidades sociales, políticas y económicas. Trabajan para promover el desarrollo tanto humano como económico de la sociedad, lo que solo puede ser posible garantizando la educación, pues entienden que de esta forma, las sociedades podrán seguir avanzando por el camino de la paz. De forma tradicional, han sido las mujeres quienes se han encargado de la educación de los hijo/as, esto no es novedoso, sin embargo, la situación de las mujeres ha cambiado y esto también tiene un impacto en las nuevas generaciones, que observan cómo las mujeres están creando una nueva sociedad en la que sus voces y acciones influyen en las decisiones y generan cambios. Las mujeres forman parte del proceso de reconciliación nacional. Se reconcilian entre ellas y ayudan a las demás a reconciliarse entre sí. Alivian sus heridas, y esto las hace más fuertes. El horror que han vivido lo han transformado en una oportunidad para desarrollar la paz en sus comunidades. Son mujeres que entienden que sin desarrollo social y sin unidad, no puede haber paz, por lo tanto, las acciones de estas mujeres remiten a la construcción de una paz positiva, encarnan, a nivel práctico, el cuerpo teórico que busca conceptualizar la paz, están construyendo un concepto concreto de la palabra paz, otorgando un significado, y por lo tanto, convirtiéndolo en algo realizable. Sin embargo, no existe una amplia bibliografía sobre la labor que están realizando, y el escaso material disponible, generalmente no es analizado desde una perspectiva de género, con lo cual, se pierde la información más relevante. Por este motivo, los testimonios de las mujeres ruandesas son en sí mismas fuentes habladas de gran valor. Sin ellas, el camino de la paz se verá frustrado, y sin ellas, la igualdad entre mujeres y hombres, a nivel efectivo, tampoco será posible. Gracias a ellas, Ruanda está avanzando y la población puede cicatrizar sus profundas heridas. 104 Hablar de paz, de justicia social, de igualdad, de valentía y de empoderamiento supone mirar a estas mujeres, conocer sus historias y aplaudir sus logros. Transcurridos 20 años desde el genocidio, las mujeres ruandesas están escribiendo su propia historia y la de su nación. Y, la mejor forma de apoyarlas es escuchando todo lo que tienen que decir, y transmitiendo su mensaje de paz. 105 BIBLIOGRAFÍA-WEBGRAFÍA Adomako, A.; Beoku-Betts, J.; Ngaruiya, W.; Osirim, M. (2012). Los estudios de género en África. Introducción y bibliografía. Africaneando. Revista de actualidad y experiencias, 09, 34-68. Alcoff, L. (2002). 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