UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN TESIS DOCTORAL Periodismo relacional participado por comunidades como alternativa en la empresa informativa: estudio de caso a partir de la crisis de la COVID-19 MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Javier Ortega Santos Directores Fernando Peinado Miguel Dolores Rodríguez Barba Madrid © Javier Ortega Santos, 2022 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN TESIS DOCTORAL PERIODISMO RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES COMO ALTERNATIVA EN LA EMPRESA INFORMATIVA. ESTUDIO DE CASO A PARTIR DE LA CRISIS DE LA COVID-19 MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR D. Javier Ortega Santos DIRECTORES Dr. Fernando Peinado Miguel Dra. Dolores Rodríguez Barba Madrid, 2022 3 «Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina “empatía”. Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás». Ryszard Kapuściński, Los cínicos no sirven para este oficio. 4 ÍNDICE RESUMEN / ABSTRACT . . . . . . . . 11 INTRODUCCIÓN: UN PORQUÉ . . . . . . . 13 I. Acción y reacción . . . . . . . . . 13 II. Quo vadis, prensa . . . . . . . . . 15 III. Una estrategia de diferenciación: periodismo de contexto para tiempos acelerados . . . . . . . . . 17 IV. A la escucha de la comunidad . . . . . . . 19 I.- BASES PARA LA INVESTIGACIÓN: ÁMBITO, OBJETIVOS, ESTRUCTURA Y MÉTODO . . . . 21 1.1.- Objeto de la investigación . . . . . . 21 1.2.- Justificación del tema . . . . . . . 22 1.3.- Marco teórico y estado de la cuestión . . . . 24 1.4.- Objetivos principales de la investigación . . . . 27 1.5.- Hipótesis . . . . . . . . 28 1.6.- Estructura . . . . . . . . 28 1.7.- Metodología. . . . . . . . . 29 1.7.1.- Enfoque metodológico y técnicas de investigación previstas 29 1.7.2.- Corpus de estudio y fuentes . . . . 30 II.- ACCIÓN: UN PERIODISMO EN CRISIS PARA UNA SOCIEDAD EN CAMBIO. LECTURA DE LA REALIDAD DESDE LOS DISTINTOS ACTORES . . 31 2.1.- La sociedad en el nuevo milenio: una realidad mutante . . 31 2.1.1.- Tensión entre representación y participación . . 31 2.1.2.- Infrarrepresentación, individualismo y dinámicas fast en las relaciones y en el consumo . . 33 2.1.3.- Contradicciones en el espectro informativo . . 35 2.2.- Periodismo en el nuevo milenio: una profesión necesaria . . 37 2.2.1.- Crisis de identidad . . . . . . 37 2.2.2.- Crisis de inadaptación tecnológica . . . . 39 2.2.3.- Crisis económica . . . . . . 41 2.2.4.- Crisis de credibilidad . . . . . 44 2.3.- La audiencia: un concepto cambiante . . . . 46 2.3.1.- Audiencia, un significado caduco y limitado . . 46 2.3.2.- Evolución histórica del concepto de audiencia: Del poder del medio al de la persona . . . . 48 2.4.- El periodista: una profesión ante el precipicio . . . 56 2.5.- Ante una tormenta perfecta: ruptura y futuro . . . 58 5 III.- REACCIÓN: PERIODISMO DE CARÁCTER RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES COMO VÍA POSIBLE PARA EL DESARROLLO Y SOSTENIMIENTO DE LA PROFESIÓN . . . 61 3.1.- ¿Por qué? Nuevo pacto social medios-periodistas-sociedad: servicio, escucha y compromiso . . . . . . 64 3.2.- ¿Qué? Engagement: definiciones y límites en el campo del periodismo y a la hora de su asimilación al castellano . . . 68 3.2.1.- Engaged journalism, el compromiso en la base . . 68 3.2.2.- Engagement, más que una palabra de moda . . 68 3.2.3.- Orígenes del término . . . . . 70 3.2.4.- Engaged journalism: Definiciones en el entorno académico y profesional . . . . 71 3.2.5.- Engaged journalism. Asimilación al castellano . . 78 3.2.6.- Periodismo relacional participado por comunidades: propuesta de conceptualización del engaged journalism para el mundo hispanohablante . . . . . 81 3.2.6.1.- Bases para la conceptualización . . . 81 3.2.6.2.- Periodismo participado, no periodismo comprometido, periodismo participativo, periodismo ciudadano, periodismo abierto o periodismo de soluciones . . . . . 83 3.2.6.3.- Periodismo relacional participado por comunidades: definición propia . . . 88 3.3.- ¿Quién? y ¿para quién? Del «tú» y «yo» al «nosotros»: una cuestión de comunidad . . . . . . 89 3.3.1.- El ciudadano . . . . . . . 89 3.3.1.1.- Evolución del rol del lector/espectador: Hacia una audiencia independiente, prosumidora, fuera de la masa . . . . . . 89 3.3.1.2.- Análisis de factores en la implicación del individuo: de la audiencia al socio . . . . . 91 3.3.1.3.- Errores a la hora de conceptualizar el nuevo rol ciudadano en el periodismo participado por comunidades 95 3.3.2.- El periodista . . . . . . . 97 3.3.2.1.- Nuevos roles del periodista a partir de la digitalización, oportunidades y peligros: Cuando en el más por menos la polivalencia afecta a la especialización . . . . . 97 3.3.2.2.- Evolución del rol del profesional de la información en el contexto del periodismo participado: de prescriptor a igual, el periodista orientado al servicio a la comunidad 101 3.3.2.3.- Periodistas accesibles 24 horas al día e insertos en la realidad comunitaria . . . 102 3.3.2.4.- Gestor de la comunidad como rol específico . 104 3.3.2.5.- El periodista como verificador . . . 105 3.3.2.6.- El periodista como formador/facilitador . . 106 3.3.2.7.- El periodista como analista de datos . . 107 6 3.3.2.8.- El periodista como emprendedor . . . 107 3.3.3.- La empresa/organización informativa . . . 111 3.3.3.1.- Ruptura con la concepción tradicional de empresa periodística . . . . . 111 3.3.3.2.- Adaptación de empresas tradicionales a nuevos modelos basados en comunidades de intereses 113 3.3.3.3.- Grado de propensión a la innovación en las redacciones. Panorámica en Europa y España . 117 3.3.3.4.- Barreras a la evolución hacia un modelo de empresa informativa sensible a la relación con su comunidad 123 3.3.3.5.- Problemas de no abordar la desaparición de estas barreras . . . . . . 130 3.3.3.6.- Nuevas realidades de organización: de S.A. o S.L a fundación, asociaciones o cooperativas. 131 3.3.4.- La comunidad . . . . . . 134 3.3.4.1.- Conceptualización del término comunidad . 134 3.3.4.2.- Motivaciones para pasar de audiencia a comunidad 137 3.3.4.3.- Proceso de construcción de una organización al servicio de una comunidad . . . . 139 3.4.- ¿Cómo? . . . . . . . . . 141 3.4.1.- Punto de partida: cambio de paradigma . . . 141 3.4.2.- Primeros pasos formales: establecimiento del plan de acción desde un eje teórico . . . . 145 3.4.3.- Metodologías para el desarrollo de este tipo de periodismo desde una cultura del diálogo . . . . . 150 3.4.3.1.- The Engaged Journalism Accelerator . . 151 3.4.3.2.- The American Press Institute . . . 156 3.4.3.3.- The Community Listening and Engagement Fund 160 3.4.3.4.- The Listening Post Collective . . . 162 3.4.3.5.- News Integrity Initiative - The Year Of Listening 164 3.4.3.6.- Agora Journalism Center y Engagement Lab . 166 3.4.3.7.- JoLT (American University’s GameLab y School of Communication) . . . . 167 3.4.3.8.- Free Press . . . . . . 169 3.4.3.9.- Mary Domahidy (Saint Louis University) . . 169 3.4.4.- En la práctica: Elaboración de una taxonomía y estudio de su aplicación . . . . . . 171 3.4.4.1.- Metodología . . . . . 172 3.4.4.2.- Taxonomía, aplicación y resultados . . 173 3.4.4.2.1.- Colaboración entre organizaciones . 173 3.4.4.2.2.- Crowdsourcing . . . . 175 3.4.4.2.3.- Crowdfunding . . . . 176 3.4.4.2.4.- Voz a minorías, grupos o colectivos que normalmente no tienen representación en los medios 176 3.4.4.2.5.- Canales móviles de comunicación bidireccional con la comunidad . . . 177 3.4.4.2.6.- Encuentros presenciales en los que el público es un participante activo más . . 177 7 3.4.4.2.7.- Talleres formativos relacionados con información, verificación de noticias u otras temáticas relacionadas con periodismo y ciudadanía activa . . . 177 3.4.4.3.- Representación gráfica . . . . 178 3.4.4.4.- Conclusiones extraídas tras la aplicación en los casos estudiados de la taxonomía . . . 182 3.4.5.- Aspecto financiero: Ser rentables, un fin necesario . 184 3.4.5.1.- Independencia financiera como vía para la independencia editorial . . . . 186 3.4.5.2.- Formas de financiación . . . . 187 3.4.5.2.1.- Publicidad . . . . . 187 3.4.5.2.1.1.- Nuevos actores en el reparto de la tarta publicitaria . . 188 3.4.5.2.1.2.- Venta programática . . . 190 3.4.5.2.1.3.- Branded content . . . 190 3.4.5.2.1.4.- ¿Puede mantenerse la comunidad al margen de la publicidad? . . . 191 3.4.5.2.2.- Aportación económica de la comunidad. . 192 3.4.5.2.2.1.- El pago como garantía de calidad . 193 3.4.5.2.2.2.- ¿Cuál es el perfil de quien paga por información? . . . 194 3.4.5.2.2.3.- Micromecenazgo colectivo: pagar desde el convencimiento . . . 195 3.4.5.2.2.4.- El pago por contenidos: de suscriptor a socio . . . . 198 3.4.5.2.3.- Realización de eventos presenciales . . 200 3.4.5.2.4.- Formación . . . . . 202 3.4.5.2.5.- Filantropía . . . . . 202 3.4.5.2.6.- Alianzas . . . . . . 205 3.4.5.2.7.- Otras fuentes de financiación. El desafío de sostener la financiación en el tiempo . 207 3.4.6.- Medición . . . . . . . 209 IV.- CORONAVIRUS Y PERIODISMO RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES: ESTUDIO DE CASO . . . 217 4.1.- Cronología de una pandemia . . . . . . 218 4.2.- El papel de los medios . . . . . . . 220 4.2.1.- Labor divulgativa previa . . . . . 220 4.2.2.- Papel de los medios desde el comienzo de la pandemia . 222 4.3.- Retos para la sociedad y la industria informativa en el marco del nuevo coronavirus y respuestas del periodismo relacional participado por comunidades . . . . . . 224 4.3.1.- El derecho a la información está en peligro . . 225 4.3.1.1.- Infonexión e Infodemia: sobreabundancia en la demanda y en la oferta . . . . 226 4.3.1.2.- Noticias falsas . . . . . 233 8 4.3.1.3.- Agenda preestablecida, infrarrepresentación, opacidad y ataques a la labor informativa . . . 238 4.3.1.3.1.- Dieta informativa oficial e infrarrepresentación . . . . 239 4.3.1.3.2.- Falta de transparencia . . . 240 4.3.1.3.3.- Amenazas a los medios . . . 242 4.3.1.4.- Brecha de conocimiento . . . . 243 4.3.1.5.- Precarización laboral y peligros para la figura del periodista . . . . 244 4.3.2.- Respuestas del periodismo participado por comunidades 246 4.3.2.1.- Fuentes fiables e información útil . . 248 4.3.2.2.- Lucha colaborativa contra el coronabulo . 250 4.3.2.3.- Información más allá de la agenda oficial . 253 4.3.2.3.1.- Voz a los colectivos olvidados . . 253 4.3.2.3.2.- Transparencia . . . . 256 4.3.2.4.- Cierre de la brecha de conocimiento . . 260 4.3.2.5.- Defensa y cuidado del periodista . . . 265 4.3.2.6.- Información de servicio para la comunidad . 268 4.3.3.- El desafío de la financiación del periodismo en un contexto de pandemia y enseñanzas desde el periodismo participado 277 4.3.3.1.- Desbaratamiento de las previsiones . . 278 4.3.3.2.- Caída de ingresos . . . . . 279 4.3.3.3.- Paro y ERTE . . . . . 283 4.3.3.4.- Evolución de los muros de pago . . . 285 4.3.3.5.- Incremento en las suscripciones . . . 289 4.3.3.6.- Filantropía en la era de la COVID-19 . . 289 4.3.3.7.- Respuesta de la comunidad en la corresponsabilidad a la hora de la financiación . 290 4.3.4.- Dinámicas relacionales durante la pandemia, otras formas de colaboración . . . . 295 4.3.4.1.- Organización de equipos . . . . 295 4.3.4.2.- Innovación en formatos y servicios . . 296 4.3.4.3.- La comunidad pone al servicio de todos su conocimiento y sus superpoderes . . . 299 4.3.4.4.- Innovación en las relaciones: el entorno virtual 300 4.3.4.5.- Colaboración con otras organizaciones . . 304 4.3.5.- Verificación de la taxonomía elaborada en esta investigación durante la crisis del nuevo coronavirus . 307 4.3.5.1.- Metodología . . . . . 308 4.3.5.2.- Taxonomía, aplicación y resultados . . 309 4.3.5.2.1.- Colaboración entre organizaciones . 309 4.3.5.2.2.- Crowdsourcing . . . . 309 4.3.5.2.3.- Crowdfunding . . . . 310 4.3.5.2.4.- Voz a minorías, grupos o colectivos que normalmente no tienen representación en los medios 311 4.3.5.2.5.- Canales móviles de comunicación bidireccional con la comunidad . . . 311 9 4.3.5.2.6.- Encuentros presenciales en los que el público es un participante activo más . . 311 4.3.5.2.7.- Talleres formativos relacionados con información, verificación de noticias u otras temáticas relacionadas con periodismo y ciudadanía activa . . . 312 4.3.5.3.- Representación gráfica y comparativa con la primera parte de la investigación . . . 313 4.3.5.4.- Conclusiones extraídas tras la aplicación en los casos estudiados de la taxonomía durante la pandemia 316 V.- CONCLUSIONES . . . . . . . . . 319 BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . 327 ANEXOS . . . . . . . . . . 367 Anexo A: Fuentes primarias consultadas y desarrolladas . . 367 Anexo B: Base de datos de organizaciones que desarrollan su proyecto en torno a la relación con una comunidad en Europa . 368 Anexo C: Instituciones y organismos que investigan y promueven el periodismo relacional . . . . . 368 10 11 RESUMEN La gran crisis global acaecida en la primera década del siglo XXI evidenció toda una serie de problemas que la profesión periodística arrastraba desde hacía décadas. En un contexto de incertidumbre generalizada, la industria afronta ahora una verdadera transformación en el concepto de empresa informativa donde no todas las opciones conocidas podrán pervivir y se abrirán paso otras nuevas. Entre las que se consolidan, llama la atención la evolución de aquellas que, en torno al denominado engaged journalism, buscan consolidar dinámicas que garanticen el beneficio económico (indispensable para garantizar su viabilidad e independencia) y reporten al mismo tiempo un fuerte beneficio social. Hablamos de un periodismo basado en relaciones entre los miembros de una comunidad que, respetando el reparto de roles de cada uno, contribuyen a la realización de cada individuo y, al mismo tiempo, generan dinámicas de mayor alcance en favor de la construcción de una identidad colectiva. ABSTRACT The great global crisis that occurred in the first decade of the 21st century brought to the fore a range of problems that the journalistic profession had been sidestepping for many years. Against a backdrop of widespread uncertainty, the media is now fully immersed in a fundamental transformation that is redefining what we understand as an information company, meaning that not all the current options and formats will survive and new entrants will claim their place in the evolving landscape. In terms of consolidation, the progress being made by those outlets focused on engaged journalism as they seek to reinforce a dynamic that both ensures an economic return (essential to guaranteeing their viability and independence) and delivers a strong social benefit is striking. We are talking about a journalism that is built on the relationships among the members of a community who, while respecting the role played by each one, also contribute to the fulfillment of each other’s objectives, all the time amplifying the dynamics and breadth of scope that favor the construction of a collective identity. 12 13 INTRODUCCIÓN: UN PORQUÉ «Escuchar es querer comprender lo que alguien te está queriendo decir. No se trata de que estés de acuerdo, se trata de que le des la oportunidad de expresar lo que le mueve». Iñaki Gabilondo, Mejor conectados. I. Acción y reacción Tomando como referencia los trabajos previos de Descartes y Galileo, en 1684 Isaac Newton revolucionó por completo con su Principia las bases del pensamiento científico asentadas hasta la fecha. Obsesionado con diseccionar las relaciones que se dan entre las fuerzas y sus consecuencias, el físico y matemático inglés desarrolló tres leyes, entre las que encontramos el conocido como Principio de acción y reacción. La regla en cuestión fija que cuando dos cuerpos establecen relaciones entre sí se generan fuerzas iguales y de sentidos opuestos en cada uno de ellos. Esto es, que cuando un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), el segundo reacciona contra el primero con otra fuerza de igual valor y dirección, pero en el sentido contrario (reacción). ¿Es aplicable este principio de la física a las ciencias sociales? Una lectura rápida de la realidad parece confirmar la dinámica, aunque con variaciones propias, destiladas del complejo universo del ser humano cuando se desarrolla libremente en sociedad. A diferencia de lo que verifica la tercera ley de Newton, en este contexto las reacciones para cada acción raramente son iguales y opuestas. La presente investigación pretende reflejar, en un juego de espejos, el (re)nacimiento de una forma de ejercer el periodismo que (re)surge como reacción a la realidad de un momento histórico en el que se hace imprescindible un (re) planteamiento de todo lo dado como verdad en el campo de las ideas, de la economía, de las relaciones sociales y, también y por ello, del periodismo. El tipo de ejercicio que queremos estudiar bebe en su esencia de ciertas dinámicas del pasado (por eso nos permitimos emplear el prefijo re- a la hora de evocar algunas acciones) pero, sin duda, de acuerdo con sus tiempos, rezuma novedad en las formas y, sobre todo, en la manera de abordar las relaciones entre los distintos actores implicados en los procesos. Muchos en los últimos tiempos han abogado por la muerte de esta actividad profesional. Pero lo cierto es que, andando ya en la tercera década del siglo XXI, sigue existiendo y, en virtud de constantes adaptaciones, se ha ido sobreponiendo a las circunstancias adversas, aunque dejando muchas pérdidas en el camino. La exposición a circunstancias llevadas al límite ha forzado, en algunos casos, la evolución hacia un nuevo modo de entender la profesión (desde el punto de vista de los que la ejercen y los que se relacionan con ellos o se ven afectados por su trabajo), surgido como reacción a una acción global que mezcla en una misma fórmula una serie de condicionantes de lo más dispares y contradictorios pero, de alguna manera, conectados entre sí. Estamos ante la sociedad con acceso a mayor número de fuentes de información y, al mismo tiempo, crecen las cotas de desinformación; ante ciudadanos que tienen mejores medios que sus predecesores para hacerse oír pero cuya voz, en muchos 14 casos, corre el riesgo de perderse entre el griterío global; ante los jóvenes más formados (también en el campo del periodismo, con instrucción en nuevas habilidades técnicas al servicio de la difusión del mensaje) pero expuestos a la mayor precariedad de la historia según las cifras oficiales de empleo… A veces es necesario mirar hacia atrás para proyectar el futuro. Muchos reconocen en Manuel Chaves Nogales (1897-1944) a uno de los primeros periodistas modernos de la Historia de España y al precursor, a comienzos del siglo XX, del nuevo periodismo, ese que, para él, consistía en contar y andar. El periodista sevillano nos recuerda que es preciso «acercarse a la noticia y saber cómo contarla”» (Rodríguez Tous, 2020), como oposición al viejo periodismo del articulista clásico, ese que cada día se asomaba a las páginas de los periódicos de empresa o de partido a prescribir sus recetas ideológicas y verter soflamas sobre política o religión con la única intención de adoctrinar, sin importarle mucho (o nada) los problemas reales de quien iba a recibir su mensaje. En ese acercarse (a los hechos y a las personas), ese andar, ese movimiento, en definitiva, que propugna Chaves Nogales, hubo un ejercicio de renovación y, por qué no decirlo, de revolución para, rompiendo con las reglas establecidas, insuflar un aire nuevo a la profesión, jugando un papel determinante en la defensa de las libertades inherentes a la democracia, ofreciendo a los ciudadanos instrumentos para conformar una conciencia crítica y dando voz a colectivos invisibles hasta entonces (como los jornaleros de la España rural, los exiliados, los comerciantes, las mujeres…). Esa vocación de servicio y esa transparencia en los fines del periodismo ha sido pervertida después muchas veces, conduciendo a la profesión a un debilitamiento y una profunda crisis con múltiples ramificaciones (identidad, credibilidad, modelo…), tal y como veremos a lo largo de este trabajo. Salvando las distancias que el tiempo, las circunstancias sociopolíticas, la tecnología y tantos otros factores determinan, el estado actual del periodismo necesita también de soplos de aire fresco y las circunstancias adversas podrían volver a tornarse en lastre del motor necesario para ese impulso. La historia nos ha enseñado como, cíclicamente, la ciudadanía decide frenar en seco y forzar un cambio en las reglas del juego: de la primavera del 68 al #BlackLivesMatter (originado tras la muerte violenta del afroamericano George Floyd) o, previamente, el movimiento #MeToo, que introdujo un nuevo momento en el papel social y vital de la mujer, encontramos numerosos ejemplos de reacciones a situaciones en las que la cuerda se ha tensado hasta el punto de romperse. Sin entrar a valorar las posibles influencias externas o intereses exógenos ejercidos en el desarrollo de dichos acontecimientos, lo cierto es que, además de dar cuenta de estos, el periodismo, que bebe de la realidad social, se ha enfrentado también a su propio momento límite, siendo sentenciado a muerte por muchos en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo. Pero han sido esas circunstancias extremas las que, paradójicamente, le han dado la oportunidad de redimirse ante posibles fallos del pasado, demostrar su valor en el presente y vislumbrar su lugar en el futuro. La crisis originada por el coronavirus SARS-CoV-2 podría ser un ejemplo. El universo de posibilidades de internet y la tecnología han guiado la acción de muchos de los movimientos sociales nacidos en las últimas décadas para luchar por múltiples causas. Sin embargo, de manera generalizada, la potencialidad del medio ha quedado en un segundo plano al derivar, en ocasiones, en una simplificación del instrumento como un mero foro donde desahogar sin filtro frustraciones o sentimientos de animadversión hacia las instituciones. Así, se ha detectado «una gran limitación para el desarrollo de todas esas posibilidades de 15 organización de los ciudadanos a través de las TIC que tantas expectativas han generado en el ámbito político y académico» (Rodríguez y Badillo, 2015: 46). El elemento que parecía venir a ocupar el lugar de los profesionales de la información se ha manifestado como imperfecto e incompleto. Es aquí donde entra en juego la figura del periodista en esta nueva forma de entender la profesión que proponemos en la presente investigación. Para que se genere de verdad un proceso de reflexión y acción colectiva sobre los asuntos de interés público: los nuevos profesionales del periodismo tienen como reto el fomento de la interacción de los usuarios entre sí. [...] El periodista, como orientador de los usuarios y promotor de la participación de la audiencia, no puede permanecer al margen y obviar la falta de madurez ciudadana en el uso de los medios sociales. (Rodríguez y Badillo, 2015: 45) Por ello «se hace, pues, cada vez más importante conocer cómo el ciberperiodismo puede afrontar y contribuir a superar esta crisis y ayudar a la consolidación de una ciudadanía activa y una democracia deliberativa» (Pérez Tornero, 2007: 14). La libertad de prensa ha sido condición inapelable en toda forma de organización democrática pero igual de inseparable a la libertad de prensa debe serlo la independencia y la profesionalidad del periodista. En los últimos tiempos muchas veces no se ha guardado fidelidad a estos principios, lo que ha puesto en peligro la estabilidad de la profesión y, en relación a esta situación, la calidad de las democracias. II. Quo vadis, prensa La gran crisis acaecida en la primera década del siglo XXI, comparable solo con la Gran Depresión Mundial que se inició tras el crack bursátil de 1929, puso de manifiesto, entre otras cosas, la ausencia de barreras en la era de la globalización. Aunque el fenómeno se inició debido al colapso del sistema financiero de los Estados Unidos, pronto se expandió al resto del mundo, en especial a Europa, afectando no solamente a países industrializados. Sus efectos trascendieron de lo económico a lo social y, en un camino inverso, de lo global a lo local. En el caso del periodismo esta crisis tuvo un recorrido más largo si cabe que en otros sectores al evidenciar toda una serie de problemas que la profesión venía arrastrando desde hacía tiempo y a los que, hasta el momento, no se había plantado cara de manera decidida. Mientras la sociedad se enfrentaba a una gran crisis financiera, el periodismo tuvo que afrontar, al mismo tiempo, otras tantas crisis de legitimidad, de identidad, de modelo, de inadaptación tecnológica, de confianza por parte de la sociedad, etc. Según recogía en su undécima edición el Informe Anual de la Profesión Periodística (APM, 2015), entre 2008 y 2015 (los años más adversos de la crisis) se cerraron en España 375 medios de comunicación y alrededor de 12.200 profesionales perdieron su puesto de trabajo. Sucesivas entregas de este trabajo, editado anualmente por la Asociación de la Prensa de Madrid y en el que se analiza la evolución del ecosistema periodístico, han evidenciado realidades cada vez más alarmantes. En 2018, la cifra de periodistas parados que se habían registrado en las oficinas de empleo ascendía hasta las 7.003 personas (un 50% más que una década atrás). Sin embargo, al tiempo que la mala retribución y la precarización se constituían como principales problemas en la profesión, el número de periodistas seguía creciendo. Ese mismo año se graduaron en España un total de 6.401 estudiantes de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Contando solo los 16 datos desde la primera promoción (en 1975), en 2019 se superaría el listón de los 100.000 titulados en Periodismo en nuestro país (APM, 2019). ¿Podemos encontrar sentido a estas cifras? Pese a que las dificultades para el normal ejercicio de la profesión son evidentes, existe por un lado un fuerte componente vocacional que sigue conduciendo al ingreso de más personas en la facultades de Ciencias de la Información y de la Comunicación; por otro, un sector de la sociedad sigue demandando profesionales que les ayuden a contextualizar los nuevos desafíos a los que se enfrentan en la era de la hiperconectividad: ¿Quién alimentará el espíritu crítico frente a una dinámica de consumo informativo líquido, rápido y homogéneo? ¿Quién se encargará de la información local en un contexto global? ¿Quién garantizará el ejercicio de control de los poderes si los medios, tal y como los entendíamos hasta ahora, desaparecen? ¿Quién velará porque la verdad prevalezca sobre la desinformación intencionada? Ninguna de estas cuestiones es baladí. Para el 91% de los ciudadanos españoles, el de la desinformación es un problema importante o muy importante (APM, 2019), situando su origen en las redes sociales, el mundo de la política y la empresa o los propios medios. Es esta una preocupación que puede extrapolarse a nivel mundial si atendemos a dinámicas como la que se dio durante la campaña electoral a nivel nacional de EE. UU. en 2016, cuando las noticias falsas tuvieron más interacciones en redes que las verdaderas (Silverman, 2016). Pese a todos los esfuerzos para evitar una situación similar, en los comicios de 2020 las redes sociales volvieron a inundarse con bulos principalmente sobre un posible fraude electoral. El asalto al Capitolio, acaecido el 6 de enero de 2021, refleja bien las consecuencias que, de manera tangible, pueden traer consigo estas dinámicas. Si abordamos el aspecto de la transparencia y el control de los poderes públicos encontramos también motivos para la alarma. En otros tiempos sería difícilmente tolerable la guerra abierta contra los periodistas liderada por dirigentes políticos de primer nivel como las que capitanearon el expresidente estadounidense Donald Trump o el brasileño Jair Bolsonaro, que consideran a la prensa en general (por extensión de la percepción que tienen sobre la que critica su gestión) un enemigo peligroso (Galarraga, 2019). Sin embargo, estas y otras transgresiones de la transparencia o la verdad se suceden en la actualidad con una frecuencia que hace que cada vez más sean vistas como algo normal. Más recientemente, la pandemia por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 vino a constituirse en el detonante definitivo de la reivindicación de un periodismo serio y volcado en el servicio de la sociedad, un periodismo que contextualizase y pusiese orden ante una cantidad ingente de información, desordenada en algunos casos, imprecisa o falsa en otros, con efectos en el día a día de toda la humanidad y en el futuro inmediato de los ciudadanos no solo en lo referente a cuestiones de salud, sino también a sus economías, su situación laboral, sus relaciones sociales… Muchos intereses cruzados hicieron que la desinformación volviese a campar a sus anchas, sin importar que en este caso estuvieran en juego vidas humanas. Una parte de la sociedad está respondiendo a estos desafíos movilizándose, ejerciendo un activismo cívico o, sencillamente, esforzándose por cultivar un espíritu más crítico. La movilización social ha terminado por normalizarse en la sociedad contemporánea, hasta el punto de que algunos/as autores/as la denominan «sociedad de movimientos» 17 o «sociedad de comportamiento colectivo» (Javaloy, 2003). Si bien todas las formas de acción y movilización social tienen como finalidad la transformación de la realidad mediante la participación colectiva, cada contexto, cada conflicto y cada situación de partida son diferentes, existiendo una gran diversidad en su configuración y desarrollo. (Rodríguez-Suárez. Morán-Neches, Herrero-Olaizola, 2021:48) Parte de esa sociedad puede ver en el periodismo una herramienta útil para ese fin, aunque para ello sea necesario repensar una nueva forma de relación que supere todas las deficiencias que los medios fueron acumulando durante el siglo XX. Hablamos de ciudadanos que demandan la recuperación de un periodismo de calidad al servicio de la sociedad y los valores democráticos; ciudadanos que pueden llegar a entender que ese tipo de periodismo tiene un precio y estén dispuestos a pagarlo si el resultado cumple sus expectativas. Puede que estos sean malos tiempos para los medios de comunicación, pero no tienen por qué serlo necesariamente para el periodismo. Son muchos los profesionales de la información que se han reinventado y, liberados del lastre de las grandes estructuras de los medios tradicionales, han redescubierto vías para encauzar su vocación gracias, principalmente, a las posibilidades que les ofrecen las nuevas tecnologías y a la creatividad llevada también a nuevas fórmulas en la organización de lo que hasta hace poco conocíamos como empresa informativa. En la presente investigación abordaremos algunas que, con diferentes modelos de negocio, tamaños u objetivos, tienen como denominador común una renovada manera de entender la relación con los que antes eran meros destinatarios de su trabajo y ahora son entendidos como parte fundamental del mismo, socios, aliados... Todas estas prácticas pueden acreditar que, aunque por norma general el periodismo sigue sin ser un territorio en el que recalar para hacerse rico, no hay que renunciar a que sea un espacio donde responder a una vocación, prestar un servicio a la comunidad y poder vivir dignamente. III. Una estrategia de diferenciación: periodismo de contexto para tiempos acelerados En mi trayectoria particular, después de un largo paréntesis en el ejercicio activo del periodismo informativo para dedicarme a la comunicación corporativa, en el año 2015 decidí hacer un paréntesis en mi rutina laboral y atender a una llamada que, entre la nostalgia y la responsabilidad, me urgía a aportar algo de luz a la profesión que tantas satisfacciones me había dado. Fue entonces cuando decidí, por un lado, emprender desde cero un proyecto de periodismo de fondo, cocinado a fuego lento y basado en el género de la entrevista y, por otro, iniciar una reflexión acerca de lo que podría ser una investigación doctoral sobre el futuro de esta industria. Ambas acciones, que nacían de una misma inquietud aunque se orientaban a caminos distintos, convergen de nuevo teniendo como punto de encuentro algunas preguntas compartidas: ¿Qué necesitaba la sociedad? ¿Qué le podía aportar yo con mi oficio aprendido y mis capacidades? ¿Qué tipo de periodismo se podría reclamar por parte de la ciudadanía en el momento de la historia en el que se movía el mayor flujo de información? De esa misma realidad, la de esa sociedad sobreinformada y bombardeada por estímulos, imágenes y noticias, emergió la respuesta. Puede entreverse en la declaración de intenciones formulada como Un porqué de mi proyecto periodístico Dialogados (Dialogados, 2015), cuando escribía: 18 Este proyecto nace para recuperar un tiempo para el diálogo, para la persona, en un momento en el que impera la información de consumo rápido, en el que vivimos a una velocidad vertiginosa. [...] este intento de sumarse al slow journalism es una llamada de atención sobre el momento actual del periodismo. Hoy estamos más entretenidos pero no mejor informados. Conocemos mucho, pero no más. Sabemos sobre los personajes a través de pequeñas píldoras, pero no llegamos a vislumbrar a las personas. Nos perdemos jugando a flashear conciencias vulnerables… En mi propuesta personal, que contó con una gran acogida, había algo de vuelta a los orígenes, de hablar más del oficio de periodista que de la profesión, de sumergirse en la lógica del artesano frente a la de la máquina, de cultivar el diálogo y la escucha, de conocer a la persona que se esconde tras los hechos… Aunque en este proyecto nunca se planteó el objetivo económico como una prioridad, la reflexión de cómo monetizar el contenido sobrevoló frecuentemente. Cuando el público veía el trabajo resultante (el trasfondo del contenido, la calidad de la fotografía y la edición…) muchos se preguntaban por qué no intentar ganar dinero con ello si el producto tenía más calidad que muchas otras propuestas de pago. También, de repente, surgieron llamadas o mensajes de gente que quería colaborar (periodistas, fotógrafos…) porque se sentían no sólo atraídos por la idea sino identificados con sus objetivos. Sin más afán que el investigador, desde los conocimientos asimilados en mis estudios sobre gestión empresarial y finanzas, comencé a cruzar ideas, aterrizando en el ecosistema del periodismo conceptos relacionados con las estrategias competitivas. De ahí surgieron nuevas preguntas: ¿Cómo podría abrirse paso un proyecto periodístico de nuevo cuño en una industria en crisis? Dado que la reducción de costes para ofrecer un precio más bajo que la competencia se dibujaba como una idea con pocos visos de futuro en un mercado en el que el producto muchas veces se ofrece gratis, parecía que la respuesta a esta cuestión pasaba sencillamente por intentar ser mejores que el resto. Pero, ¿el público pagaría por ello? ¿Habría que dirigirse a todos los segmentos del mercado o centrarse en un nicho? Sabemos que grandes medios internacionales como The New York Times fagocitan gran parte del menú informativo pero, ¿son capaces de hablar de cosas que me afectan o, sencillamente, me provocan interés? Si buscamos ejemplos más cercanos, según la web Statista menos de un 4% de jóvenes españoles de entre 20 y 24 años y apenas algo más de un 10% de entre 25 y 34 leyeron periódicos de tirada nacional en 20201. ¿No les interesa su trabajo o no lo conocen? Al final, la suma de todas las preguntas se reducía a una sola de la que emergerían las demás: ¿por qué tipo de periodismo estaría dispuesto a pagar alguien? Probablemente por algo único, útil… El primer objeto de estudio fui yo mismo. Por mi formación y profesión no soy un consumidor prototipo. Estoy suscrito a siete cabeceras o plataformas informativas distintas, lo cual no refleja el comportamiento estándar de un ciudadano con parámetros sociodemográficos similares a los míos; pero, más allá de la necesidad de estar informado (que podría cubrir con mis suscripciones a medios tradicionales), en mi porfolio de aportaciones económicas a la prensa aparecen otros nombres a los que me acerqué buscando algo más que las noticias del día. ¿Qué me lleva a pagar para apoyar el trabajo de gente que invierte tiempo y esfuerzo en el desmentido de bulos o en cruzar bases de datos para conseguir destilar información de una forma transparente allá donde el entramado burocrático y administrativo de nuestras 1 https://es.statista.com/estadisticas/476755/distribucion-de-lectores-de-periodicos-en-espana-por- edad/ https://es.statista.com/estadisticas/476755/distribucion-de-lectores-de-periodicos-en-espana-por-edad/ https://es.statista.com/estadisticas/476755/distribucion-de-lectores-de-periodicos-en-espana-por-edad/ 19 sociedades no lo pone fácil? ¿Puede ser que además de beneficiarme del resultado en un aspecto práctico buscara una satisfacción personal, algo intangible, fruto del sentimiento de pertenencia a una realidad más grande? ¿Puede ser que hubiera encontrado proyectos con los que me identificaba y que apelaban a un lado más emocional que racional de mi persona, ese del que emerge el sentimiento de ciudadanía activa que me ha movido siempre? ¿Puede que el flechazo hubiera venido al sentir que esos proyectos habían pensado empáticamente en mis necesidades (y las de otros miles de ciudadanos)? En un movimiento precipitado por recuperar el tiempo perdido y encontrar antes que los competidores la fórmula secreta para captar la atención de la audiencia la mayoría de medios ha incorporado el análisis de datos a sus procesos. Aunque útil y necesaria, es evidente que esta estrategia no diferencia a unos de otros, sino que convierte la oferta informativa en algo que pretende ser un menú a la carta y acaba siendo un café para todos en base a comportamientos estandarizados a base de algoritmos. Desde los medios se vislumbra con cada vez más frecuencia a las personas como usuarios buscando anticipar cómo se van a comportar mañana, a qué hora se conectarán o si verán los vídeos en sus móviles en vertical o apaisados. Por el contrario, cada vez se presta menos atención a cuál es su papel como ciudadanos y en cómo se relacionan con la sociedad en que viven (Casares, 2017). Un medio modesto, pequeño, de escala casi familiar, podrá hacer sus pinitos en big data pero ni en eso ni en la capacidad de cubrir acontecimientos de alcance nacional o global podrá competir con los grandes grupos mediáticos y tantos otros de tamaño medio que buscan su sitio. Sin embargo, en este contexto, la sencillez de estructura y la cercanía, combinadas en ocasiones con una utilización inteligente de la tecnología pueden suponer el elemento diferenciador clave. La innovación juega también un papel fundamental en esta historia y no están llamados a innovar solo los más grandes o los que tienen más recursos. Hablamos de una capacidad inherente a la persona que puede cocinarse también en una pequeña redacción o equipo siempre que haya, al menos, una persona inquieta que se cuestione lo que le rodea y quiera avanzar. IV. A la escucha de la comunidad En el comienzo de esta investigación vislumbramos un nuevo modelo que creíamos que podría ser válido en el futuro, cuando no ya en un presente inmediato. Sabíamos que no sería el único, intuíamos que no sería quizá el más lucrativo, pero sentíamos que el camino podría ser una pista certera. Los trabajos posteriores nos han ido confirmando en esta tesis que ya es una realidad, aunque aún no ha sido estudiada ni conceptualizada en profundidad de manera uniforme. Esta tipología de periodismo tendrá que enfrentarse a muchos problemas y un buen número de retos: definir su esencia, buscar vías de sostenibilidad, proyectarse en el futuro… No es una fórmula mágica, sino una opción viable si concurren muchas otras variables. Tiene que enfrentarse también al recelo de quienes por desconocimiento pueden asociarlo con el periodismo ciudadano y otras fórmulas legítimas pero no profesionales bien distintas de lo que nos ocupa. 20 En la experiencia de tantos proyectos consultados y en el encuentro con tantos profesionales innovadores se repiten conceptos que llegarán a ser clave: escucha, participación, comunidad… Son estos sustantivos y los verbos asociados a ellos con los que dichos profesionales entienden que mejor responden a la misión democrática a la que se sintieron llamados al querer ser periodistas y a las demandas de una sociedad necesitada de contextos. Ante un escenario cambiante, polarizado y contaminado por la desinformación, se vuelve imperativo que el periodista ejerza su capacidad para intervenir en el debate, no como un simple e indeseado censor, sino como un facilitador, invitando a un análisis profundo y sincero acerca de los verdaderos problemas de la sociedad. Al otro lado (de la pantalla, del papel, de las ondas o, simplemente, de la sala) encontrará a un buen número de ciudadanos con necesidades e inquietudes (diversas pero legítimas) que convergen con las suyas y que no quieren jugar a ser periodistas, sino ejercer una ciudadanía activa, sintiéndose parte de una comunidad en la que desarrollarse vitalmente en la búsqueda de esa aspiración común que es la felicidad o, al menos, en la defensa de aquellos pilares (como la salud, la educación, la cultura o la libertad) que pueden sustentar sus vidas. Navegando por la tercera década del siglo XXI, los periodistas necesitan entender a las personas a las que quieren alcanzar y cómo el producto periodístico encaja en sus vidas (Malthouse & Peck, 2010). Jarvis (2018) considera como auténtica víctima de la red la idea de masa: el periodismo ahora puede mantener con el público nuevas relaciones y servirle como individuos y comunidades. (Alcolea-Díaz, Pérez-Serrano y Sorrentino, 2021: 97). 21 I.- BASES PARA LA INVESTIGACIÓN: ÁMBITO, OBJETIVOS, ESTRUCTURA Y MÉTODO «Hacer una tesis significa divertirse y la tesis es como el cerdo, en ella todo tiene provecho». Umberto Eco, Cómo se hace una tesis. 1.1.- Objeto de la investigación El objeto de la presente investigación es el concepto de periodismo relacional participado por comunidades, entendidas estas en un sentido antropológico amplio, con la categoría de ciudadano como denominador común para todos sus miembros, aunque en cada comunidad estos puedan adoptar denominaciones y roles específicos (socio, accionista, colaborador, cómplice, vecino…) y los lazos de unión entre ellos puedan transitar de lo geográfico a lo ideológico o experiencial. Abordamos aquí una tipología de periodismo en la que, desde un replanteamiento de los roles y relaciones entre sí del periodista, de la audiencia y de la empresa informativa (y el influjo, directo o indirecto, de otros agentes o condicionantes sociales) y mediante una revisión, así mismo, de los procesos de producción, distribución y consumo del producto periodístico, en el actual contexto de digitalización, todas las partes colaboran poniendo en común algunos intereses, aunque sea con distinto grado de implicación y con funciones y responsabilidades claramente diferenciadas, dotando de nuevos sentidos a la misión periodística. A través de formatos tan variados como los que la creatividad humana puede explotar y teniendo como principales límites, además de los impuestos por la tecnología, las reglas de juego consensuadas en las sociedades democráticas a través de las leyes, enfocamos un tipo de periodismo que contempla como protagonista a la persona en sí misma, poniéndose a su servicio a través de la escucha y el diálogo para, con herramientas propias o compartidas, nuevas o preexistentes, contribuir a la configuración y desarrollo de su identidad social (en un sentido abierto, que puede ser étnico, lingüístico, ideológico, cultural, temático…). Esto nos lleva a incluir también dentro del objeto de la investigación una revisión de las funciones más relevantes atribuidas por los investigadores a los medios de comunicación y a los periodistas para actualizar esta taxonomía o matizar algunas de ellas de acuerdo a las características de este tipo de periodismo que, cabe aclarar, no es un modelo de negocio sino una forma de ejercer la profesión que se puede aplicar a diversos modelos y cobra especial importancia en un momento como el actual en el que la profesión aborda cambios cruciales para su futuro. 22 1.2.- Justificación del tema En las últimas décadas la empresa informativa y la profesión periodística se han visto abocadas a un futuro (cuando no presente) incierto, como resultado de la suma de varias y diversas crisis. Estas han sido no solo económicas (como la que asoló a todo el mundo a partir de 2008 pero que hizo estragos mayores en sectores previamente debilitados como el de los medios) sino también de modelo (reducida por algunos, equivocadamente, a un debate sobre la viabilidad del periodismo de papel), de credibilidad (en un contexto marcado por el escepticismo ciudadano) o de inadaptación tecnológica (cuando desde esta profesión se informaba de los cambios en la sociedad pero no se acababa de asumirlos), entre otras. La crisis sanitaria por la aparición del nuevo coronavirus de la COVID-19, que puso al mundo entero patas arriba a comienzos de 2020, supuso un nuevo punto de inflexión también para esta industria, precipitando la toma de algunas decisiones que se venía aplazando y dando pie a profundas reflexiones sobre el valor de una profesión que, en momentos de incertidumbre como aquel, revalidó ante los ojos de muchos su condición de servicio esencial pero, al mismo tiempo, sufrió de nuevo, especialmente en el aspecto económico, las consecuencias de afrontar otro temporal con unas bases mal cimentadas. Desde hace ya mucho tiempo vienen conviviendo voces que vaticinan el cataclismo definitivo del periodismo con otras que ven en cada uno de los peligros que se suceden la mejor de las oportunidades para una reinvención bajo la que abordar nuevos caminos viables, usando la creatividad como principal aliada. Aparentemente, la ausencia de un paradigma comunicacional estable hace todo más difícil. La primera cuestión que nos planteamos al iniciar esta investigación es si sigue siendo necesaria la figura del periodista o su función puede ser asumida por el propio ciudadano o herramientas tecnológicas entrenadas para la función de informar. Del presente análisis se desprende que, en un contexto de abundante desinformación, creciente politización y pérdida de control sobre el uso que se hace de las tecnologías o, al menos, sobre su impacto, la labor del profesional del periodismo es hoy tan importante o más que antaño. Su misión sigue estando vigente y no puede ser abordada con seriedad y rigor desde una perspectiva voluntarista o con técnicas artificiales, más basadas en la mercadotecnia o exclusivamente dedicadas a la generación de negocio sin una base ética. Vislumbramos en las formas de algunos proyectos informativos de nuevo cuño el retorno a la esencia misma del periodismo para ponerse al servicio del ciudadano y las sociedades democráticas; pero observamos, al mismo tiempo, que la manera de alcanzar este fin exige aplicar cambios en el modo de trabajar y pensar la profesión, con mutaciones que afectan a las concepciones clásicas basadas en jerarquías de relaciones e incluso a la propia configuración de las organizaciones periodísticas. Los medios ya no serán tal y como los conocemos y una entidad que se dedique a la información no tendrá ni por qué entenderse como una empresa en sí, ya que se consolida un variado abanico de formas jurídicas posibles. La profesión torna en muchos casos a las raíces del oficio, bebiendo de una lógica del artesano, que nos habla de un trabajo personalizado (no estandarizado en las dinámicas de los grandes medios), que llega a un público concreto (no a una gran masa de lectores a los que hay que satisfacer de manera genérica), con un producto prácticamente a medida (Ortega-Santos, Peinado y Rodríguez-Barba, 2021). Afortunadamente 23 para la profesión, emergen cada vez más los periodistas practicantes de un slow journalism con el que están revitalizando los mejores hábitos periodísticos, ya que incitan a otros profesionales y medios de comunicación a volver a los orígenes y fundamentos del periodismo así como a considerar que los contenidos y reportajes deben ser adecuadamente procesados por las audiencias, con tiempo, deliberación, reflexión y análisis. (Barranquero y Jaurrieta, 2016) Sabemos por la práctica que, en este entorno cambiante con un universo mediático en el que casi han desaparecido las barreras de entrada (al menos en el entorno de la prensa escrita y digital, donde no se requieren concesiones), hay espacio (virtual) para todos, pero ¿hay dinero para todos? ¿Podemos apostar por modelos de rentabilidad asegurada? Y si la respuesta es «sí», quién aporta el dinero cuando la mayoría de los usuarios de entornos digitales reciben ya información global de manera gratuita y la inversión publicitaria dirigida a medios convencionales sigue cayendo mientras la orientada a medios digitales no acaba de despuntar. Si la solución pasa, como parece que cada vez más estudiosos de la causa vaticinan, por que el consumidor sea quien costee la información: ¿por qué tipo de periodismo estaría alguien dispuesto a pagar? ¿Qué factores, más allá de los puramente informativos, entran en juego a la hora de contribuir económicamente? Los motivos que nos llevan a presentar esta investigación son el intento de demostrar, mediante el análisis detallado de casos y metodologías y de la realidad social que nos circunda y otras técnicas de indagación, que aunque no existirá un único modelo de negocio sí podrá haber modos de ejercer la profesión que, basándose en la integración de los públicos y otros actores (organizaciones civiles, administraciones públicas, otras organizaciones informativas vistas no como competencia sino como aliados, etc.), garanticen el cumplimiento de su misión social sin renunciar a su misión económica a la que vez que contribuyan a la generación de una sociedad democrática mejor informada y con más herramientas para ejercer una ciudadanía activa. Asumiendo la constante necesidad de revisión, renovación e innovación, queremos centrarnos, más en concreto, en un modelo de periodismo que, desde la base de la calidad, apuesta por la participación del hasta ahora considerado como simple «espectador» para, respetando el reparto de funciones, ayudar al profesional de la información ante los desafíos que la sociedad digital plantea. Esta idea de participación trasciende a las técnicas clásicas de gestión de las audiencias y a las modernas empleadas por los medios digitales, que aunque comparten cierta visión estratégica, tienen más que ver con registros de interactividad que puedan ser utilizados como moneda de cambio en acuerdos publicitarios o transmitir al lector una falsa sensación de que su voz cuenta y tiene espacio. En este nuevo marco de relaciones, este obtendrá no solo información que verdaderamente le afecta (en un sentido del término de nuevo amplio en cuanto a la consideración de lo que le es de utilidad, le interpela, o le reafirma en su sentimiento de pertenencia a una comunidad) sino también la posibilidad de tomar una actitud activa en el aspecto informativo como en otros en su vida, conformando su dieta informativa de manera más autónoma. Parece claro que en este nuevo ecosistema, como en los anteriores, nada será para siempre, con la diferencia de que ahora un modelo válido puede caducar quizá antes incluso de ser validado. Sin embargo, para contrarrestar la falta de reflexión y análisis y que alimentan muchas 24 veces estas dinámicas tan cortas en el tiempo, consideramos imprescindible estudiar desde el espacio académico estas acciones del presente para poder proyectar desde el aprendizaje los modelos del futuro. 1.3.- Marco teórico y estado de la cuestión El marco teórico en el que se circunscribe la presente investigación se circunscribe en los distintos frentes sobre los que la profesión periodística debate desde finales del siglo pasado en torno al concepto de crisis del periodismo, un peligro que no es en absoluto nuevo, sino más bien está ahí desde siempre (Reig, 2015), aunque pocos sectores empresariales con una influencia tan directa e importante sobre la sociedad han sufrido un proceso de transformación y depreciación –axiológica y económica– como el de los medios de comunicación, especialmente en Europa en las últimas dos décadas. Sus causas son diversas y sus efectos también, pero si intentamos una síntesis de cuál ha sido el resultado de este proceso podríamos afirmar que la pérdida de confianza de la sociedad en los medios de comunicación, y en la función que históricamente se les atribuyó, es la más determinante de todas ellas (Villafañe; Ortiz- de-Guinea-Ayala y Martín-Sáez, 2020: 2). Estudiaremos alternativas a esta crisis una vez constatada que esta no es sino la suma de otras varias crisis particulares (Álvarez, 2014) como son: de reputación, por la pérdida de credibilidad después de tantos años de connivencia con el poder; económica, que ha hecho mella en el sector de la información -como en tantos otros- con despidos, recortes, cierres etc.; tecnológica, al llegar tarde y mal a la transformación digital y la constatación de que la innovación ya no es una opción; de identidad, cuando cabe preguntarse si con los recursos actuales cualquiera puede ser periodista y está por ver si existe un único perfil de profesional del siglo XXI; y, en fin, de modelo y de lenguaje, intentando dilucidar todavía si la información puede seguir siendo comercializada y tasada y en qué formato se le ha de presentar al público. No podemos obviar de ningún modo la visión poliédrica de esta crisis a la hora de pensar en opciones viables que revitalicen la profesión. No habrá buena información si no se ponen los mimbres adecuados para un periodismo de masas crítico, independiente y plural, en el que se ejerza la profesión a conciencia. Y si no tenemos una sociedad informada, alimentada en el espíritu crítico, el ejercicio mismo de la democracia es una utopía (Álvarez, 2014). Los modelos de negocio clásicos basados en la publicidad han ido quedando obsoletos ante «la potente emergencia de las redes digitales y el declive y fragmentación de los medios convencionales, junto a nuevos usos sociales» (Cabezuelo-Lorenzo, 2013: 712). Si abordamos los modelos publicitarios on line, estos se han demostrado en ocasiones también bastante ineficientes al reproducir muchas veces la lógica analógica. Las técnicas invasivas que buscan el clic fácil han propiciado que la gente se sirva de las opciones que le ofrece la tecnología para huir de los anuncios, con recursos como los Block Ads. Evitar la publicidad en el contexto digital «es más relevante si cabe que en otros medios ya que internet es un medio al que se accede con un fin mucho más concreto, por lo que la publicidad suele percibirse como más intrusiva» (Sánchez-Blanco, Sádaba y Sanjurjo-San Martín, 2020: 25 232). Al tiempo, han aparecido en el escenario nuevos actores, como los llamados GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) que, más acostumbrados a dinámicas de innovación y sin el peso heredado de estructuras arcaicas, empiezan a estar omnipresentes (De Bustos, 2016). Todo esto ha repercutido, una vez más, en el problema de la financiación, actuando con efecto dominó en otros aspectos sustanciales como la estabilidad de los profesionales y afectando a la calidad informativa, diluida muchas veces por la ausencia de recursos. Hoy en día es una realidad que la mayoría del público no paga por noticias sobre hechos de actualidad que pueden leer gratis en cualquier otra parte (Goyanes y Vara-Miguel, 2017), incluidas las redes sociales, convertidas en la principal fuente de información para muchos y confundidas en algunos casos, incluso por la propia gente de los medios, con formas de medio en sí mismas, ya que las propiedades del espacio digital dejan abiertas, «no sólo nuevas formas de lectura y escritura de la información, sino la intervención de la sociedad, de una forma inmediata e interactiva, en el proceso de comunicación» (Pantoja, 2011:225). En un primer momento, en plena eclosión de estas plataformas, llegó a observarse una tendencia de medios que querían convertirse en redes sociales sin tener muy claro el cómo ni el por qué. Muchos abrazaron fórmulas como los comentarios en los contenidos –algo ya bastante asentado en los medios on line–, o la creación de plataformas de interconexión e intercambio de contenido multimedia dentro del propio medio (Lara 2008). Entre la sobreabundancia de impactos y mensajes, podemos caer en el engaño de creer, falsamente, que pertenecemos a la sociedad más informada de la historia. Más allá del impacto que ello supone, a nivel individual, en la configuración del espíritu crítico de cada uno, esta realidad afecta también a la dimensión democrática de nuestras sociedades. Estudios como la Encuesta Mundial de Valores (www.worldvaluessurvey.org) revelan datos preocupantes, como que los ciudadanos de las democracias avanzadas de Europa occidental y de Estados Unidos consideran cada vez menos importante habitar en un país gobernado democráticamente, instalándose entre los más jóvenes la creencia de que vivir en una democracia no es algo indispensable. En un análisis superficial observamos, a primera vista, que quien paga por información es, en general, gente que busca un marco de reflexión desde el que afrontar la realidad; o ampliación de la información básica a través de un análisis profundo de la actualidad; o información muy específica que no encuentran en otro lado; o más sobre lo que configura su entorno o alguno de sus rasgos identitarios. Demandan algo diferente o, simplemente, quieren tener la certeza de que la información que reciben es válida en un entorno creciente de noticias falsas (fake news). Unos buscan más calidad y otros más especialización, con un periodismo de nicho (Leiva, 2009) pero en todos los casos quieren dar respuesta a una necesidad. Sobre ello profundizaremos en el presente trabajo. En este marco teórico no hay que olvidar la cuestión de la identidad del profesional del periodismo en el siglo XXI, en un momento en el que muchos se cuestionan si cualquiera que sepa manejar herramientas tecnológicas puede ser periodista y los que niegan lo anterior intentan poner el foco en el cambio en las funciones clásicas del profesional, como la de gatekeeper, que hoy deberían orientarse más hacia una labor de filtrado con criterio, verificando para aportar valor añadido. http://www.worldvaluessurvey.org/wvs.jsp https://www.worldvaluessurvey.org/ 26 En cualquier caso, y al margen de estas concreciones, es un hecho que el profesional de la información del siglo XXI tiene un perfil mucho más amplio y pluridisciplinar que antaño y que en su trabajo está muy presente la dimensión tecnológica y la digitalización de las noticias (Boczkowski, 2004), siendo esta una tendencia que se agudiza en el tercer milenio, en especial desde el auge de la conectividad total, la web social, la comunicación móvil, el «big data», el Internet de las cosas y las tecnologías inmersivas, entre otras. De la imagen del «periodista romántico», con lápiz y blog de notas, solo quedan algunos ejemplos puntuales porque la innovación en las redacciones, tanto de medios tradicionales como de nativos digitales, ha cambiado el perfil y las técnicas de trabajo (Paulussen, 2016; Westlund, 2016), ahora empapadas de herramientas digitales (López-García, Rodríguez-Vázquez y Pereira-Fariña, 2017: 87). Pero, más allá de su relación con las nuevas tecnologías y los nuevos lenguajes, el profesional de la información debe reunir unas características especiales que le configuren como la respuesta a lo que la sociedad demanda de él. Eso no significa renunciar a su tradicional encomienda, sino adecuarla a la nueva realidad. Así, en un contexto sobreabundante de desinformación ante el número incontrolable de emisores de mensajes, esta figura revalida su misión original al servicio de «la verificación de las fuentes y de los hechos, la búsqueda de la verdad, la objetividad, la condición de servicio público, la ética periodística, etc.» (Rosique-Cedillo, 2013: 118) aunque para ello se valga de nuevas herramientas y técnicas e integre más en el proceso al ciudadano. Del mismo modo, el rol del hasta ahora considerado meramente como público, la audiencia, ha evolucionado acompañado por las posibilidades tecnológicas y se abre a nuevos escenarios. Al margen de las ideas sobre la democratización de la información sobrevenida con Internet (Moraes, Ramonet y Serrano, 2013), resulta interesante observar cómo el ciudadano puede volver a depositar su confianza en el periodismo profesional y convertirse ahora en socio, respetando el reparto de roles, pero con un protagonismo nunca antes conocido. El periodismo afronta el desafío de enmendar errores del pasado y volver a recuperar su función social al servicio de las comunidades a las que sirve desde la base del compromiso con ellas. Dada la actual crisis en la confianza y los modelos comerciales para el periodismo, muchas redacciones ahora reconocen la necesidad de una mayor transparencia y conexión con la comunidad (Clark, Donnelly y Polyak, 2019). Hoy en día, «el lector de diarios no se conforma con reaccionar ante la información servida o con debatirla con otros usuarios: quiere ser protagonista y convertirse, por tanto, en emisor de la información que se publica» (Rubio, 2014: 498). Rota la vieja clasificación de prensa local, regional o nacional (o, al menos, con estos sintagmas en crisis) hoy se nos presentan nuevos nichos, mucho más concretos y en los que, en algunos casos, se mezclan conceptos radicalmente opuestos entre sí en el pasado, como la nueva concepción de periodismo híper-local con aspiraciones globales, el periodismo glocal (Izquierdo, 2012:94). 27 Cada vez más se aprecia la validación de nuevos modelos de comunidad no basados ya en torno a una concepción geográfica sino más bien temática. Así, algo híper-local puede llamar la atención de alguien de la otra punta del mundo, lo cual resulta interesante tanto desde el punto de vista de monetización de ciertos contenidos como de las nuevas capacidades que la profesión puede poner al servicio de sociedades cívicamente más activas e informadas y en la conformación de sus identidades. Por todo lo expuesto anteriormente, entre los motivos que nos han llevado a presentar la presente investigación destaca el intento de demostrar, mediante el análisis detallado de casos y metodologías y de la realidad social que nos circunda y otras técnicas de indagación, que aunque no existirá un único modelo de negocio sí podrá haber modos de ejercer la profesión que desde ese nuevo marco relacional con el resto de agentes implicados en el proceso informativo puedan garantizar la sostenibilidad de la profesión sin renunciar a su misión primigenia. Hablamos de una nueva realidad en la que «se coloca al usuario en el centro del periodismo, de una forma inclusiva y con un papel activo, empoderándole a través de la participación desde la etapa inicial del proceso periodístico» (Alcolea-Díaz, Pérez-Serrano y Sorrentino, 2021: 112). En este sentido, hemos observado cómo, aunque en la práctica, si atendemos a su fundamento, este tipo de periodismo se vendría desarrollando desde siempre, ha empezado a estudiarse y catalogarse como tal de manera muy reciente y escasamente aún en España, por lo que en la investigación que nos ocupa la abordamos en un proceso abierto y en construcción de su paradigma. Tal es así que el primer escollo con el que nos hemos encontrado es la dificultad para encontrar un término en castellano con el que traducir el concepto anglosajón de engaged journalism sobre el cada vez se pone más el foco tanto desde el mundo profesional como el académico y que entronca directamente con el objeto de nuestra investigación. Son muchos los periodistas que trabajan con sus comunidades en una variedad de nuevas formas con las que evolucionan la manera de informar y hacer de esta profesión una vocación verdaderamente viable. En un contexto donde no todos los que se lo propongan podrán ocupar un lugar en el mercado de la información, la posibilidad de diferenciarse a través de la calidad y un producto verdaderamente útil para el destinatario y, como fin último, para la sociedad, puede ser una herramienta al servicio de la construcción de un periodismo factible. Si bien «está por determinar la viabilidad de los proyectos que han nacido al calor de la moda y cuáles de ellos serán sostenibles por las audiencias y los ingresos a medio plazo» (Manfredi, Rojas y Herranz de la Casa, 2015: 77), ante esta realidad, cuanto menos convulsa por la rapidez con la que se suceden los cambios, conviene hacer una lectura crítica del presente desde las dinámicas heredadas del pasado para poder proyectar desde ahí un futuro posible. 1.4.- Objetivos principales de la investigación OP1.- Validar bajo un mismo paradigma ciertos modos de ejercer la profesión periodística (sin ser modelos de negocio en sí y pudiendo acogerse a modelos de negocio y monetización distintos) que, basándose en la integración de los públicos y otros actores (organizaciones, otros medios etc.), garanticen el cumplimiento de su misión al servicio de la sociedad sin 28 renunciar a su misión económica, a la que vez que contribuyan a la generación de ciudadanos mejor informados y con más herramientas para un ejercicio activo de su rol social. OP2.- Estudiar y teorizar el nuevo marco de relaciones entre organizaciones informativas y comunidades (geográficas o temáticas) dentro de este paradigma de periodismo. 1.5.- Hipótesis 1) El ciudadano siente más predisposición a vincularse (no necesariamente económicamente, aunque también puede ser de esta forma) con aquellos proyectos periodísticos que conectan con un interés personal y/o responden a una inquietud o necesidad, ofreciendo además algo que no encuentra por otros medios. 2) Un modelo de periodismo que escucha y permite la participación del ciudadano afianza su credibilidad, generando sinergias que redundan en mayor compromiso por ambas partes y ayudan a construir comunidad. 3) Los modelos de periodismo constituidos con el apoyo de una comunidad contribuyen a la construcción de sociedades cívicamente más comprometidas. 4) Al igual que la empresa informativa evoluciona a nuevas formas y figuras jurídicas, el periodismo seguirá evolucionando y sobrevivirá siempre que sea visto como un medio al servicio de la sociedad y no como un fin en sí mismo. Esta adaptación podrá conducirle a adoptar nuevas fisonomías e incluso nuevas denominaciones sin que eso haga que pierda su esencia original. 5) La construcción de comunidad en torno a un proyecto periodístico redunda en beneficios para todas las partes implicadas en el día a día pero, además, en contextos críticos de extrema dificultad social (como la pandemia del nuevo coronavirus) es sostén para la viabilidad económica del medio y garantía de acceso a información esencial para el ciudadano. 1.6.- Estructura La investigación se ha estructurado, fundamentalmente, en una división en torno a tres grandes bloques: - Acción (capítulo II) - Reacción (capítulo III) - Estudio contextual del caso (capítulo IV) A estos los acompañan otros capítulos destinados a la descripción de aspectos formales y estructurantes de la investigación como las bases de la misma, bibliografía consultada, etc. Introducción: Un porqué. En este apartado se describen las causas que han actuado como motivaciones para el planteamiento y desarrollo del presente trabajo de investigación. 29 I.- Bases para la investigación: ámbito, objetivos, estructura y método. Este punto del trabajo construye el armazón que posteriormente seguirá el desarrollo de la investigación, basada en una estructura precisa y lógica, desarrollada ad hoc para este tipo de investigaciones analítico- deductivas. II.- Acción: un periodismo en crisis para una sociedad en cambio. Lectura de la realidad. Bajo el continente ‘Acción’, en los apartados subsiguientes se desgranan los antecedentes históricos recientes relacionados con la profesión periodística y elementos claves para su desarrollo como la audiencia. III.- Reacción: periodismo participado por comunidades. Una respuesta viable a través de un nuevo modelo relacional. En el contexto de la ‘Reacción’ se engloba toda la información relativa a la tipología de periodismo que se somete a estudio. Partiendo de un análisis conceptual de elementos como la comunidad, el compromiso, o el activismo cívico y profesional, se analizan los efectos de su conjunción en la construcción de un nuevo paradigma. IV.- Estudio contextual de caso: Coronavirus, el modelo a examen. La validez de todo lo anterior se somete a análisis en el estudio del caso, aplicando la taxonomía elaborada previamente a la realidad circundante en torno a la acción del periodismo relacional participado por comunidades en el contexto de la crisis sociosanitaria por la irrupción del nuevo coronavirus de la SARS-CoV-2 (enfermedad conocida como COVID-19) a comienzos del año 2020. V.- Conclusiones. Siendo consecuentes con la metodología analítico-deductiva aplicada, el trabajo recoge las conclusiones pertinentes fruto de la investigación. Bibliografía. Apartado en el que se especifica el amplio espectro de referencias consultadas y que se aportan no solo como fundamento de este trabajo sino también como soporte de referencias para futuras investigaciones. Anexos. Para completar la visión global de las fuentes a las que nos acercamos y facilitar futuras investigaciones, se incluyen las referencias de fuentes y bases de datos consultadas, así como un exhaustivo listado de organizaciones relacionadas con el tipo de periodismo estudiado. 1.7.- Metodología 1.7.1.- Enfoque metodológico y técnicas de investigación previstas La metodología empleada en la investigación, dado el importante carácter de observación de la realidad, se circunscribe a un método analítico-deductivo. Este modelo combinado permitirá poder observar la realidad, establecer un posicionamiento crítico y, desde ahí, extraer conclusiones. Las técnicas empleadas en la investigación han sido: - Entrevistas a expertos, periodistas, responsables de medios, académicos… - Encuestas a público/potenciales lectores y usuarios. 30 - Análisis semántico. - Estudios de casos (nuevos medios VS. medios tradicionales) - Documentación e investigación bibliográfica. - Foros de discusión. De entre todas estas técnicas, sobresale quizá la del estudio de casos. A partir de la selección de ejemplos concretos (Maldita, Civio, 5W, elDiario) hemos aplicado este método, entendiéndolo a la manera que lo hacía Walker (1983) como «el examen de un ejemplo de acción. El estudio de unos incidentes y hechos específicos y la recogida selectiva de información de carácter biográfico, de personalidad, intenciones y valores». 1.7.2.- Corpus de estudio y fuentes En el marco temporal, aunque en algunos aspectos ha sido necesario remontarnos a tiempos precedentes para conocer la historia y evolución de ciertos modelos de negocio o formatos y tener así una visión completa de la realidad, esta investigación centra principalmente su estudio a partir de la crisis financiera experimentada a nivel mundial desde el año 2008 y abarca hasta el presente. En cuanto a la delimitación espacial, se trabaja sobre la evolución de la profesión a nivel global, aunque, para hacerlo manejable, el estudio de casos se limitará al análisis y seguimiento de una selección de medios de procedentes de la cultura anglosajona, del norte de Europa, de América latina y de España. Ante el amplio abanico de conceptos de medios informativos existentes nos hemos centrado en medios de comunicación escritos digitales y en algunos casos en papel. Estudiamos así mismo el trabajo de instituciones (académicas o profesionales) que están desarrollando un papel investigador en nuestro campo de estudio en Europa y en Estados Unidos Para la presente investigación se ha partido del estudio de Fuentes primarias FP1.- Entrevistas con especialistas (reseñadas en enfoque metodológico) FP2.- Archivos documentales de medios de comunicación FP3.- Acceso a bases de datos para análisis de la evolución y comparación FP4.- Encuestas de investigación Fuentes bibliográficas FB1.- Referencias bibliográficas y hemerográficas. FB2.- Tesis doctorales relacionadas con el ámbito de estudio. FB3.- Investigaciones relacionadas para establecer el estado del arte. 31 II.- ACCIÓN: UN PERIODISMO EN CRISIS PARA UNA SOCIEDAD EN CAMBIO. LECTURA DE LA REALIDAD DESDE LOS DISTINTOS ACTORES IMPLICADOS «Si alguna cualidad poseo es la de vivir con el oído atento al murmullo social, distrayéndome poco de este trabajo de vigía y escucha». Benito Pérez Galdós, Crónica de Madrid. 2.1.- La sociedad en el nuevo milenio: una realidad mutante Con los distintos avatares acaecidos durante el siglo XX en cada nación y las particularidades que ello implica; superadas guerras de distinta naturaleza en la mayoría de territorios y, en varios de ellos, dictaduras; en medio de una amalgama de corrientes ideológicas que se han ido alternando en el poder en los distintos países, la sociedad civil occidental ha experimentado en los últimos años su transformación más profunda, fruto de la suma de libertades conquistadas por generaciones anteriores y nuevos hábitos de vida posibilitados por los avances tecnológicos y científicos. Aunque pudiera parecer que todas estas novedades han sido sinónimo de mejoras hay quien atisba también en ellas retrocesos hacia modelos que parecían ya superados, como ciertos totalitarismos o formas más uniformes de pensar y actuar y, por ende, menos ricas. La irrupción en todo el mundo a comienzos de 2020 del coronavirus SARS-CoV-2 y sus consecuencias sociales (más allá de las relacionadas con la salud) visibilizó «la frágil ritualización de las relaciones humanas en diversos sectores sociales. La sociedad en general se puso a prueba para reinventar a través de la deconstrucción, nuevas maneras y ángulos de vivir» (García Ramírez y Ruiz Balza, 2020). Estos cambios han afectado también a la propia concepción de la democracia y a la esencia y función en ella de actores sociales como los propios medios de comunicación. 2.1.1.- Tensión entre representación y participación Aunque a comienzos de este siglo proliferaron las tesis que apuntaban a una crisis participativa en occidente, vinculada principalmente al descenso en la implicación electoral y asociativa (Putnam, 1995a; 1995b; 2000), pronto fueron contestadas por quienes pudieron evidenciar que es cierto que la participación a través de algunas formas de acción ha decrecido o se ha mantenido estable en niveles reducidos —especialmente la afiliación a partidos— pero otras formas de acción son cada vez más populares y más empleadas por los ciudadanos. Por otro lado, el asociacionismo parece crecer, aun cuando los ciudadanos (especialmente las cohortes más jóvenes) parecen preferir colaborar con las organizaciones que defienden objetivos menos políticos (Morales, 2005) No estaríamos pues ante un rechazo a la participación por parte de la sociedad, sino a las formas y estructuras tradicionales. Cíclicamente, vemos la reformulación del sentimiento de participación ciudadano emergiendo en movimientos más o menos organizados que alzan su voz de manera efectiva hasta condicionar la agenda pública y mediática en todo el mundo. 32 Desde los indignados, al Black lives matters pasando por el #MeToo o #JeSuisCharlie, nos encontramos ante fenómenos que muchas veces cuestionan al sistema y lo llevan al límite, ejemplificando «las tensiones inevitables entre las dos piezas centrales del régimen democrático: la representación y la participación» (Merino, 2019). Los avances tecnológicos han jugado un papel clave en ese sentido. Así, la generalización del acceso al ciberespacio, la conectividad y el uso cotidiano de las redes sociales ha dado lugar, en los últimos tiempos, a la generalización de una serie de dinámicas de acceso a la información, participación social y política, acción cooperativa y movilización social que se ha hecho presente en las calles y los medios de comunicación habiendo recibido el apelativo de #revoluciones sociales. (Viché, 2015: 86) Todos los ejemplos de movimientos sociales citados anteriormente anteriores tienen en común haber nacido con un origen local pero que trascendió enseguida las fronteras nacionales para amplificarse en multitud de puntos del planeta, lo que nos lleva a pensar en una sociedad global cuyos ciudadanos demandan a los políticos que están al mando que trabajen en favor de la consolidación de la democracia. Las formas de desarrollarse como ser social se transforman también y surgen nuevas opciones enmarcadas en una nueva cultura global donde el individuo cobra protagonismo por sí mismo y en cuanto a miembro de una colectividad superior. Estas nuevas formas de entender y de entenderse conllevan una concepción de la sociedad que trasciende las propias fronteras nacionales. (Salazar, 2019). Sin embargo, en un análisis crítico a muchos de estos movimientos sociales, hay quien no ve en ellos condiciones firmes para ese empoderamiento individual y sí un campo de cultivo propicio para, ante la falta de contexto y reflexión, sumar fácilmente a una causa, con argucias simplistas o populistas, a una gran masa que no quiere o no tiene herramientas para pensar y que se mueve más por impulsos emocionales. Siendo así, cabe preguntarse si las organizaciones informativas están respondiendo al desafío actual y qué papel juegan ante estas dinámicas de cambio. Hoy, desde la perspectiva de nuestra experiencia, las democracias modernas, de carácter representativo y fruto de muchas luchas y avatares a lo largo de los siglos, nos parecen un instrumento más avanzado e ideal que, por ejemplo, concepciones en torno al mismo término de las que nos separan siglos, como la de la sociedad ateniense, donde se defendía una democracia directa pero abiertamente excluyente. Confirmado este supuesto, merece la pena, no obstante, volver los ojos a ideas como la defendida por Aristóteles cuando decía que el voto debía ser libre e informado para fortalecer a la sociedad entera. Si hacemos lectura de ello en nuestro presente, emergen a la vista carencias que nos pueden llevar a replantear el papel de los ciudadanos como individuos pero también como comunidad, con derechos pero también deberes, y el de las instituciones y, en el caso que nos atañe, el de las propias organizaciones informativas a la hora de contribuir a ese fortalecimiento social y democrático. En su ensayo Twilight of Democracy: The seductive Lure of Authoritarianism, la periodista e historiadora estadounidense Anne Applebaum reflexiona sobre cómo los jóvenes de hoy en día 33 en Europa y EE. UU., que han crecido en un mundo sin guerras y sin dictaduras, dan por sentado que la democracia siempre va a existir sin entender que su construcción requiere esfuerzo y tiempo. (Applebaum, 2020). Hoy en día, uno de cada cuatro millenials considera que elegir líderes a través de elecciones libres no es una cuestión importante (Foa y Mounk, 2019). Sin duda, esta desafección de valores, sumada a la citada falta de referencias críticas y contexto, acrecienta el problema. El periodismo, que ha ejercido históricamente control sobre el poder para garantizar la convivencia no puede mirar con indiferencia cómo la «desafección hacia las formas institucionalizadas de canalización de preferencias, ideas, valores y demandas desde la sociedad a la esfera de la decisión política parece hoy poner en tela de juicio incluso a democracias representativas consolidadas» (Heiss, 2020). Más preocupante todavía es la voz de alarma que lanzan algunos investigadores que denuncian cómo algunos ciudadanos de democracias maduras se muestran «notablemente menos satisfechos con su forma de gobierno y sorprendentemente abiertos a alternativas no democráticas. Ha surgido una seria desconexión democrática. Si se amplía aún más, puede comenzar a desafiar la estabilidad de las democracias aparentemente consolidadas» (Foa y Mounk, 2016). En una entrevista a El País Semanal (Zabalbeascoa, 2021), Carlos Moreno, catedrático de Emprendimiento, Territorio e Innovación en la Sorbona de París (amén de ex militante de la guerrilla colombiana) compartía que, durante la pandemia por el nuevo coronavirus iniciada en 2020, se vio claramente cómo un buen número de desafíos demandaban respuestas colectivas y así lo expresaba la sociedad. La respuesta a esta tendencia radicaba según él en los jóvenes que, aunque muchas veces no acuden a las urnas, sí salen a las calles para defender el planeta o los derechos de colectivos antes estigmatizados. Para Moreno, es necesario reinventar la democracia, porque si no hay partidos que puedan mejorar la vida de estos jóvenes se hace imprescindible que sean ellos mismos los que encarnen una alternativa. En esta tensión entre representación y participación juega un papel importante la capacidad de cada individuo de desarrollarse plena y libremente, pero respetando al mismo tiempo la libertad del otro en un escenario de convivencia cada vez más idílico que real. «La democracia y ciudadanía activa necesitan ciudadanos bien informados que puedan comprender los problemas sociales, debatirlos, participar activamente en la vida cívica y contribuir a la toma de decisiones públicas» (Engel, Ridgway y Weber, 2021) y es ahí donde el ejercicio del periodismo puede aportar lo mejor de sí y demostrar que sigue siendo igual o más necesario que en otros tiempos. 2.1.2.- Infrarrepresentación, individualismo y cultura fast en las relaciones y en el consumo Otro punto de preocupación puede venir alentado por una dinámica distinta a la anterior pero también relacionada y, al mismo tiempo, peligrosa. En un contexto de fragmentación del consumo informativo, cognoscitivo y cultural emerge el nuevo individualismo, el debilitamiento de los vínculos humanos (Bauman, 2017), la degradación de los vínculos humanos en un mundo fluido (Bauman, 2002). En este contexto, la individualización de las motivaciones genera la masificación de los gustos mediante la extensión de una amorfia individualista como regla social prevalente en la que se diluyen los lazos normativos de vida comunitaria, a menos que 34 esos lazos figuren como señales de identidad de la propia tribu frente a las extrañas (Nuñez, Vázquez y Núñez, 2020). Este individualismo, visible en múltiples aspectos de la vida, incluso en el del consumo mediático por las posibilidades que ofrece la tecnología, ha incrementado las diferencias sociales también en el campo de la información. Así, además de desiguales oportunidades de consumo informativo en función del propio acceso a las herramientas tecnológicas o al conocimiento adecuado para su uso, se siguen dando ejemplos de infrarrepresentación o imágenes sesgadas en los medios. Por poner solo un ejemplo, una investigación realizada por profesores de la Universidad Internacional de Valencia y la Universidad CEU Cardenal Herrera sobre la representación de las personas mayores en este entorno determinaba cómo, para más de un 90% de periodistas especializados en dicho segmento de la población, este no estaba suficientemente presente en las noticias, o al menos no como debería por su creciente posición económica y peso demográfico (Aznar y Suay-Madrid, 2020). Con sus diversas peculiaridades y visiones podríamos abordar el mismo ejercicio con otras esferas como la inmigración, la religión, la condición sexual, el género, la salud... Con todos los innumerables beneficios que ha aportado, no se puede negar que Internet ha jugado, y sigue haciéndolo, un papel peligroso en estas visiones y que los medios de comunicación también tienen su parte de culpa. No hablamos ya sólo de la difusión de los mensajes, sino también del rol jugado a la hora de facilitar su comprensión o, por el contrario, difuminar el necesario análisis para afrontar la realidad aprovechándose de las circunstancias o, sencillamente, sucumbiendo a ellas. Por ejemplo, de media, la capacidad de atención de los nativos digitales ha quedado reducida a nueve segundos (Patino, 2020). A este peligroso déficit de concentración ha contribuido, por supuesto, la Red de redes y, junto a muchos otros actores de este ecosistema, la propia prensa y nuevas dinámicas emergidas de su digitalización, como la apuesta por impactos fugaces a través imágenes; titulares con poco o nada de sustento detrás; búsqueda del like fácil y otro sin fin de estímulos propios de una dinámica fast que atacan a nuestros sistemas nerviosos en busca de una validación rápida para poder pasar a la siguiente experiencia y generar beneficios a bajo coste. El modelo de negocio que ha imperado en los últimos tiempos en la mayoría de las plataformas, basado entre otros aspectos banales en los clics del usuario, como mercancías para poder ser vendidas a los anunciantes, han convertido el sistema y las redes en depredadoras de nuestro tiempo (Patino, 2020). El debate sobre la manipulación de las emociones a través de las herramientas digitales podría dar para muchas páginas sin que llegásemos a una conclusión firme pero, para centrar el foco en el objeto de nuestra investigación, nos fijamos solo en sus perniciosos efectos, visibilizados en la polarización del debate social, con una esfera colectiva dominada por las emociones y no por las reflexiones. La tradicional disputa ideológica propia de las élites intelectuales se ha democratizado (aparentemente) a través de la Red en una «guerra de representaciones» para imponer una determinada lectura de la realidad o apropiarse del significado de hechos y palabras (Vallespín, 2020). No cabe duda de que vivimos en una de las épocas más polarizadas de la historia y a esa situación también debe dar una respuesta adaptada el periodismo del siglo XXI. 35 2.1.3.- Contradicciones en el espectro informativo Con este panorama, a través de nuevas dinámicas, nuevas técnicas, nuevas formas de organización y de relación con la sociedad, la profesión periodística está llamada a recuperar y confirmar su razón de ser y poner algo de luz en un escenario global marcado por constantes paradojas, donde: - La generación que se cree más y mejor informada por tener acceso inmediato a millones de fuentes se enfrenta en realidad a los efectos de la mayor desinformación jamás experimentada, fruto de la renuncia a un espíritu crítico en el consumo informativo en aras de la hiperconectividad y la inmediatez. - La cantidad de información que se mueve a diario, vista como signo de progreso y libertad, ha degenerado en una infodemia con multitud de peligros asociados. - La sociedad más conectada es, a su vez, la más individualista. Eso hace que pese a conformarse como sociedad global, en lo inmediato se siga poniendo el foco en el entorno más cercano, sin comprender del todo que lo que pasa en otros lugares y afecta a otras personas puede tener repercusión aquí y ahora. - Ese individualismo, también experimentado a la hora de consumir información, es visto por muchos como un ejercicio de libertad individual, pero debilita al mismo tiempo la visión como comunidad y como sociedad y, en consecuencia, el desarrollo o fortalecimiento de derechos colectivos. - Conjugando algunos de los aspectos anteriores, poder acceder a mucha información y entre ella, a la que creo o entiendo que me gusta o me conviene, no hace sino reforzar las propias ideas muchas veces no desde el contraste con las ajenas sino por la búsqueda de la autoafirmación. Este comportamiento individual proyectado de manera colectiva da lugar a una sociedad que, paradójicamente, conjuga la globalización con la polarización y atenta contra la diversidad. - Como una pescadilla que se muerde la cola, el consumo de información sesgada y sin análisis a la vez que alimenta la polarización acrecienta las posibilidades de desinformación y estas a su vez vuelven a sumar división e individualismo, poniendo en peligro incluso a veces derechos y valores asentados en los sistemas democráticos. - La sensación de plena libertad global en el acceso a la tecnología, y a través de ella a la información, contrasta con la realidad de colectivos, cercanos y lejanos, que no disponen de recursos y tampoco (en ocasiones, como causa de esa misma carencia de posibilidades que se amplía al ámbito cultural) de espacio y representatividad en la agenda mediática. Estas brechas vuelven a generar un círculo vicioso, derivando en la conformación de distintos niveles en una misma sociedad de donde beben las diferencias ideológicas, la polarización, la desinformación, la infodemia, el ataque a ciertos derechos... En un momento de sobreabundancia informativa, la respuesta a la hipótesis del necesario contexto puede venir de unos medios que escuchan y dialogan, como respuesta al juego de 36 espejos que conforma esta dinámica de acción y reacción entre la sociedad y el modo de ejercer el periodismo en el siglo XXI. Se necesitan soluciones adaptadas a una nueva generación de consumidores que han crecido entrenando otras habilidades sociales y consolidando dinámicas cotidianas distintas a las de sus padres o abuelos y tremendamente marcadas por la tecnología. Frente a los grandes colosos editoriales con una perspectiva y escala global, ¿puede haber espacio para proyectos de escucha que, por ejemplo, promuevan la deliberación colectiva a nivel micro? En la presente investigación vamos a intentar demostrar que sí. No en vano, este tipo de aspiraciones, «a la vez que favorecen el sentimiento de comunidad, pueden dar pie a una mayor fuerza colectiva compartiendo puntos de vista y objetivos comunes» (Cooke, 2000: 949-950), un elemento que «resulta cada vez más importante si pensamos en la pluralidad y la derivada conflictividad creciente de nuestras sociedades» (Jorba, 2006). Sin ser su única salida ni competencia, ante la realidad descrita, la empresa informativa tiene la oportunidad de recuperar un espacio perdido y, equivocadamente, concedido a las redes sociales como espacios deliberativos y decisorios eficientes para la participación ciudadana ante la tradicional falta de estos en las democracias representativas (Aguirre, 2013). Eso sí, asumir esa responsabilidad implica cambios importantes que empiezan por crear un nuevo marco de relaciones con lo que hasta ahora se entendía como la audiencia, el espectador, el lector, etc., evolucionando estos conceptos hasta otra esfera más acorde con la realidad de hoy en día que, como veremos en el próximo apartado, es totalmente diversa a la del pasado. Dentro de esa nueva conceptualización debemos valorar incluso la necesidad de prescindir de etiquetas para no catalogar de manera contundente a ciudadanos que ven en los antiguos códigos, mayoritariamente cerrados, una limitación a sus aspiraciones. En la misma línea, en esta investigación, veremos también cómo desde esta nueva relación de diálogo las organizaciones informativas pueden contribuir al empoderamiento de sus comunidades, fortaleciendo tanto al individuo como a la colectividad mediante la información, el análisis o el contexto, atendiendo a necesidades verdaderas y específicas y fortaleciendo sus capacidades para la toma de decisiones en sus distintas esferas. El periodismo ha jugado, históricamente, un papel importante a la hora de facilitar la reflexión de la sociedad civil (hay quien piensa que quizá excesivo, en la medida en la que presenta una realidad seleccionada) y varias corrientes de análisis en estudios políticos sitúan a los medios de comunicación como principal vía para la promoción de la deliberación (Page, 1996; Chambers y Costain, 2000). Si la deliberación y la participación directa pueden contribuir al cambio cultural necesario para la consolidación democrática (Gambetta, 2001), ¿por qué no ayudar a ello desde las organizaciones informativas en el momento presente? Creemos que el periodismo participado por comunidades que sometemos a estudio en el presente trabajo, además de ser una forma de actualizar el ejercicio de la profesión, puede regenerar también su misión de servicio a la sociedad desde esta perspectiva. En este sentido, la solución que puede aportar a la situación descrita el periodismo que analizamos no pasa quizá por inventar nada nuevo sino por echar la vista atrás y recuperar y adaptar al momento presente modelos válidos que se perdieron en aras de la modernidad, como «reacción a la acción» (Hirchsman, 1991) del individualismo moldeable de las masas y todas sus derivadas. 37 2.2.- Periodismo en el nuevo milenio: una profesión necesaria Si bien puede haber diferencia de criterios o matices a la hora de establecer una taxonomía de las causas que han conducido a la actual situación de la industria periodística, manifiestamente compleja, sí que existe consenso cuando se trata de afirmar que la gran crisis económica vivida a escala global y en todos los sectores en la primera década del siglo XXI no fue la principal responsable de la debacle del ecosistema mediático, sino más bien la que dio la puntilla y facilitó que se visualizase de una manera más directa todos los problemas acumulados durante años y que se escondían bajo una alfombra que muchos no querían levantar. Hay quienes, todavía hoy, siguen hablando de la crisis del papel o la crisis del periodismo tradicional, obviando una realidad mucho más amplia que se enmarca dentro de una crisis estructural que encuentra su origen en el paso de un modelo anquilosado (pero que ofrecía cierta seguridad a los que participaban de él, tanto produciendo como recibiendo información) a una ausencia de modelo. Lo cierto es que «estamos viviendo la mayor revolución de la comunicación desde Gutenberg» (Rusbridger, 2018). Algunos autores, como Ramonet (2011), hablan abiertamente de «una revolución sistémica». La «mediamorfosis» que Roger Fidler (1997) describiera hace más de dos décadas como la transformación de los medios en virtud de factores culturales y tecnológicos, muchas veces manifestados de forma simultánea, acabó por producirse de una manera incontrolada. Frente a los que han desarrollado teorías catastrofistas sobre el futuro del periodismo a raíz de estos cambios están también los que, viéndolos en clave de oportunidad, piensan que la industria puede salir reforzada si se sabe reinventar. Ramón Reig (2015) señala seis variables como las causas profundas de la crisis de la prensa actual: la propiedad de los medios, la presión política, la dependencia publicitaria, las rutinas de la producción de contenidos, una cierta indolencia por parte del público y la resignación del periodista a ejercer su labor. En el fondo, todo puede resumirse (aunque no simplificarse) en una suma de distintas crisis que han alejado al periodismo de los valores que deberían regir la profesión y le han hecho perder muchos trenes a la hora de acompañar a la sociedad en el viaje de transformación en el que está embarcada. A continuación, enumeramos las que consideramos como más importantes. 2.2.1.- Crisis de identidad Internet llegó a nuestras vidas para quedarse y transformarlas hasta límites impensables. Hoy es ya un elemento cotidiano y lo integramos en la toma de decisiones tan diversas relacionadas con el ocio o la movilidad, como cuándo salir de casa a tomar un autobús o qué cenar esta noche. Pero, si hay un entorno en el que ha introducido transformaciones radicales es en el de la comunicación, hasta el punto de que, como señalan Tuñez, Martinez y Abejón (2010: 79): El modelo de comunicación tradicional ha sido superado. El periodismo, tal y como se concebía hasta ahora, está viendo modificado el papel que desempeñan todos sus actores: el producto informativo, los roles de emisor y receptor, los soportes, las audiencias, la formación académica… 38 Desde los albores de la humanidad, la comunicación ha perseguido siempre el objetivo de transmitir mensajes. Desde el modelo aristotélico, el primero en abordar la comunicación como un proceso (partiendo del reconocimiento del emisor, el mensaje y el receptor a través del orador, el discurso y el auditorio), al descriptivo de Laswell ya en el siglo XX, que aborda el análisis de la comunicación como acto (¿quién dice qué, en qué canal, a quién y con qué efecto?), pasando por tantos otros, se ha intentado teorizar sobre el mensaje en un marco de codificación, transmisión, recepción y decodificación e interpretación del receptor. Pero las reglas del juego han cambiado por completo y, como señalan Arias, Navarro y García (2015), la mediamorfosis del ecosistema mediático (Scolari, 2009), visualizada de manera radical en la eclosión y conquista del espacio mediático por las redes, ha alterado como nunca antes la concepción formal de qué es un periodista. Ahora son muchos los que tienen capacidad de emitir mensajes y quien los recibe toma un rol activo participando en el proceso. La revolución interactiva de dispositivos y plataformas está forzando al profesional de la información a repensar su papel. Esta redefinición de roles (que abordaremos en sucesivos apartados de esta investigación) tanto por parte del periodista como del propio ciudadano, de la empresa informativa y de otros sujetos que tradicionalmente entraban en juego en la ecuación, como los anunciantes, provocó una ruptura con lo anterior sin tener claro qué debería ser lo nuevo. El intentar buscar un modelo sustitutivo fue quizá otra parte más del problema en lugar de una solución, ya que costó entender que, en esta nueva era, no habrá un modelo único, sino múltiples modelos de hacer periodismo, tantos como sean necesarios para dar respuesta a las necesidades de una sociedad que muta en sus costumbres y en su forma de informarse. Uno de ellos es, por ejemplo, el que abordaremos en este trabajo. En la industria de los medios de comunicación, Internet ha posibilitado nuevas fórmulas, erosionando modelos de negocio tradicionalmente asentados y propiciando el surgimiento de otros nuevos, con el consiguiente cambio en las relaciones con el consumidor (Cea, 2016). Así, «se trata de un proceso de transformación que afecta a la industria en su conjunto» (Canals, 2001, p. 62). Ha quedado claro que el modelo tradicional de periodismo asociado a ofrecer información perecedera a cambio de dinero no podrá tener nunca más sentido en sí, ya que el ciudadano puede encontrar de forma rápida, gratuita y casi inmediata esa misma información (Díaz Nosty, 2013). Habrá pues que buscar patrones que, cumpliendo con la misión al servicio de la sociedad, sean compatibles con la rentabilidad económica. En esta configuración de nuevos modelos serán necesarios cambios importantes, como una regeneración de las empresas informativas hacia nuevas estructuras de organización (superando en ocasiones el concepto clásico de medio de comunicación en favor de otras fórmulas como fundaciones, asociaciones, etc.), nuevos canales (apoyándose en los soportes digitales pero haciendo también en ocasiones el camino inverso al papel o recurriendo incluso al encuentro presencial) pero, sobre todo, recuperando algo tan sencillo y a la vez olvidado en los últimos años (o décadas) por las grandes corporaciones como es la escucha y el diálogo, indispensables para entender y dar respuesta a las necesidades de quien está al otro lado de este proceso comunicativo (Ortega-Santos, Peinado y Rodríguez-Barba, 2021) 39 Es necesaria pues también una evolución en la relación entre el periodista y lo que antes conocíamos como la audiencia, superando figuras como la del gatekeeper para promover un diálogo más horizontal, en el que la industria ya no tiene en exclusiva la administración de las relaciones y ha dejado de estar en el centro. Superar esta crisis de identidad exige una amplitud de miras que permita soltar cierto lastre del pasado sin que ello suponga renunciar a todo lo anterior. Así, la toma de decisiones y el contacto entre el equipo y con el resto de la comunidad será más fácil si hablamos de un comportamiento propio de gacelas frente a la estructura ósea de los viejos elefantes mediáticos con consejos de administración, juntas generales y demás estructuras, cuanto menos, poco dinámicas (Ortega-Santos, Peinado y Rodríguez-Barba, 2021), pero ello no implica rechazar planteamientos que siguen siendo útiles hoy en día para alcanzar los fines perseguidos. Antes bien, la clave estaría en abordar ciertas reconquistas profesionales y organizativas que puedan levantar de nuevo a la industria. Por ejemplo: la recuperación en la percepción de valor de la información de calidad y su monetización a través de distintas formas, rescatando el pago por contenidos; la revalorización de las marcas periodísticas, por encima de medios y soportes concretos, como fundamento del éxito de ofertas informativas con un valor único; y la revisión de los modos de organizar y dirigir empresas informativas que realmente apuestan por un periodismo de calidad (Arrese, 2013). 2.2.2.- Crisis de inadaptación tecnológica De acuerdo con las cifras del Marco General de los Medios en España, elaborado cada año por la Asociación Para la Investigación de los Medios de Comunicación (AIMC, 2021), como consecuencia de la pandemia por la COVID-19, los diarios en papel cayeron en 2020 por debajo del 20% en penetración, confirmando y acelerando la tendencia de descenso que se inició en 2008. Algunos expertos, aplicando cierta ironía a su análisis, comparan la prensa analógica con «un señor mayor montado en un trineo cuesta abajo a toda velocidad» (Llop, 2021). Aunque afortunadamente cada vez son menos, todavía existen muchos medios que proceden de la realidad anterior a la transformación tecnológica y que aún hoy no han afrontado todavía de manera clara su transformación digital. Los que sí lo hicieron, por lo general, tardaron bastante tiempo en entender las implicaciones organizacionales que implica el salto a un entorno periodístico en la Red. No en vano, la nueva realidad no implica solamente manejar herramientas inexistentes hace años sino también aplicar con ellas renovados criterios en la clasificación de lo noticiable y sus formatos y una nueva forma de organización que afecta a todas las rutinas e implica cambios en cosas hasta no hace mucho sacralizadas, como la distribución en secciones, los horarios de trabajo o las técnicas de composición del producto informativo. Del mismo modo que el debate sobre si se debía cobrar o no por los contenidos en la red retrasó la introducción de modelos rentables para la monetización de productos periodísticos y propició que el público se acostumbrara al gratis como algo normal y exigible, las dudas sobre si la implementación de herramientas tecnológicas podría desplazar el trabajo de los periodistas ha hecho que la profesión se haya subido también algo tarde a este tren. Mientras unos cuantos 40 medios se lanzaban sin un análisis previo a la implementación de tecnologías o procesos que muchas veces han sido desechados al poco tiempo con la consiguiente pérdida de inversión otros, por el contrario, «se han resistido a muchos de esos cambios, y simplemente se han introducido en la nueva era de una forma cosmética, sin profundizar en serio en los desafíos que plantean los nuevos tiempos» (Arrese, 2013: 213). En este retraso a la hora de abordar los cambios ha pesado también el lastre de los grandes esfuerzos económicos que se destinaron en los años 70 y 80 del siglo pasado con vistas a una profunda reconversión tecnológica de la industria. Las organizaciones que participaron de esa dinámica creyeron que su inversión debería darles oxígeno durante muchas décadas más, pero la llegada de Internet cambió todas las reglas del juego. Además, se ha dado la paradoja de que, aunque el problema aquí ha sido de las organizaciones, muchas veces han influido mucho las propias personas que les dan vida. La adaptabilidad a los cambios es clave para el éxito de todo proceso y, aunque fundamental, llegar al proceso de aceptación de los mismos ha sido a veces complicado (sobre todo para quienes se desarrollaron profesionalmente en etapas anteriores). En un documento interno dirigido a toda su plantilla y centrado en la necesidad de innovar, el New York Times (2014) exponía: Nuestra misión principal sigue siendo producir el mejor periodismo del mundo. Pero con los cambios constantes de la tecnología, de los hábitos del lector y de todo el modelo de negocio, The Times tiene que buscar nuevas estrategias inteligentes para hacer crecer su audiencia. Y la urgencia es cada vez mayor porque el sector de los medios digitales cuenta cada día con más actores, está mejor financiado y es cada vez más innovador. Podríamos decir que, no en pocas ocasiones, el enemigo está en casa. Sucede así cuando los medios se resisten. Pero el cambio de paradigma es imparable. Los desafíos son de gran magnitud. En primer lugar, que la mentalidad y la cultura —no los recursos y la tecnología— son los principales obstáculos en las organizaciones de noticias (Flores Vivar, 2011). Cuando en 2016 el Foro de Davos dedicó su asamblea general a la cuarta revolución industrial su fundador y director general, Klaus Schwab (2016) escribía: «Nos encontramos al borde de una revolución tecnológica que altera fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos unos con otros. Es su escala, alcance y complejidad, la transformación será diferente a todo lo que la humanidad haya experimentado hasta ahora». En el caso del periodismo la presión es mucha y a la capacidad de adaptarse hay que sumarle la de usar esas herramientas en constante cambio para crear nuevos productos y servicios orientados al perfil de un consumidor mediático que también tiende a mutar con facilidad. Solo hay una realidad que permanece: «En todo ese proceso, la tecnología se perfila como eje vertebrador» (Cea, 2016:864). Buscando criterios más objetivos a través de los que medir el éxito en esta carrera de adaptación tecnológica de profesionales y organizaciones informativas, podríamos recurrir a verificar el grado en el que se dan en su actividad las cuatro características inherentes al concepto del periodismo digital: «la hipertextualidad, la multimedialidad, la interactividad y la frecuencia de actualización» (Pérez Blanco, 2016). En cualquier caso, aunque hablemos de parámetros comunes, cada proyecto informativo es un mundo en sí y 41 debe abordar su propia estrategia en función de su comunidad y las mejores técnicas y herramientas para comunicarse con ella y cumplir su misión. Las nuevas organizaciones informativas que nacen ya en el ecosistema digital vienen, en cierto modo, con estos deberes hechos al trazar su plan de acción en este ecosistema desde el momento de su fundación. Más complicado es para las que deben migrar después de mucho tiempo inmersas en otras dinámicas. Durante bastantes años se dio la paradoja de ver medios de comunicación hablando de innovación sin que ellos mismos la practicaran e impartiendo doctrina sobre la capacidad de transformación de internet en nuestras vidas sin ser conscientes de cómo estaba afectando a las suyas. En los pocos casos en los que aún no se ha trazado una estrategia tecnológica es necesario imprimir cierto sentido de urgencia a los cambios, sabiendo ya que esto no es una moda pasajera sino una cuestión de supervivencia. Son muchos los medios, tradicionales y digitales que han incorporado en su estructura organizativa laboratorios de innovación en la última década viendo en estas «unidades de experimentación una oportunidad ilusionante para adaptarse a los cambiantes hábitos de consumo del usuario y presentar la información desde un punto de vista más alternativo» (Donaire, 2016:24). Sin embargo, el resultado de los trabajos en estas unidades no se traduce siempre o no tan directamente como sería deseable, en cambios en las organizaciones. Tabla 1: Primeros ejemplos de laboratorios de innovación en los principales medios españoles entre 2010 y 2015. Fuente: David Donaire Pitarch. Elaboración propia. 2.2.3.- Crisis económica Sin ser, como hemos indicado, el factor más importante en lo que denominamos la gran crisis del periodismo, no podemos obviar los efectos que la crisis económica vivida a escala mundial a raíz de la profunda depresión financiera en la primera década del siglo XXI infringió también a esta industria. Años después, la situación derivada de la pandemia mundial por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 no hizo sino reabrir una herida mal curada. En general, 42 la reducción del poder adquisitivo de los ciudadanos ha hecho que estos miren mucho más dónde gastan su dinero. Y en esa decisión resultan especialmente perjudicados productos culturales como los que ofrecen los medios: entre el pan y el periódico, gana el pan. Al mismo tiempo, el deterioro de todos los sectores económicos ha cerrado el grifo de la inversión publicitaria, redoblando el quebranto en las cuentas de resultados de las empresas periodísticas. (Salaverría, 2012: 13) Fruto de esa necesidad de ahorro y de las nuevas dinámicas de consumo, los primeros que vieron de forma tangible los efectos de la crisis fueron los editores de diarios que empezaron a achicar sus plantillas y a reducir la producción de ejemplares. Cuando el profesor Martínez Albertos anunciaba ya hace años el ocaso de la profesión tal y como la hemos conocido, llegó a pronosticar el fin del periodismo impreso para el 2020 (Gonzalo, 2008). Aunque en la actualidad todavía podemos acercarnos al quiosco y consumir prensa en papel, los editores han ido disminuyendo progresivamente las tiradas a medida que el negocio digital ganaba peso sobre el tradicional (sin acabar de resolver el dilema de cómo rentabilizarlo) y en las grandes ciudades los puntos de venta de prensa habituales ofrecen casi ya de todo menos información, cuando no han sido reconvertidos para otros usos como tiendas de souvenirs (en Madrid), ludotecas (en Cornellà) o espacios de recogida de residuos especiales (en Castelldefels). En el comienzo de la pasada década, y en base a estudios externos de especialistas, en el seno de la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE), se barajó la posibilidad de pedir al Gobierno de España que la prensa fuera considerada un sector en reconversión, al igual que lo fueron en los 80 del siglo anterior la minería o la siderurgia (Toledo, 2010). Aunque al final no se hizo, había entonces patrones justificados para tal demanda. Como ya indicamos en la introducción de este trabajo, en los años más duros de la crisis (del 2008 al 2015) 375 medios echaron el cierre y cerca de 12.200 profesionales pasaron a engrosar las listas del paro. Si a eso le sumamos el citado descenso considerable de las ventas de periódicos y una caída nunca vista antes en la facturación publicitaria, que había sido hasta la fecha la principal y más segura fuente de ingresos, encontramos la tormenta perfecta. A la disminución del número de anunciantes, que vieron en la publicidad una de las partidas presupuestarias más fáciles de recortar en un contexto de recesión, hubo que sumar la aparición de nuevos actores y mediadores en el mercado publicitario, como son las grandes empresas tecnológicas. En lo que se refiere a la migración de lectores desde los medios tradicionales al ecosistema digital debemos introducir también la problemática no resuelta de alcanzar una conversión satisfactoria en suscripciones u otras formas legítimas de monetizar ese tráfico. Los puntos de vista en esta cuestión son diversos. Por ejemplo, la discusión sobre la conveniencia o el perjuicio de los muros de pago se remonta casi a los orígenes de los medios digitales y llega hasta nuestros días. Es significativo ver, de acuerdo a un criterio geográfico por países, en qué momento los líderes en difusión* en cada lugar implementaron una estrategia de este tipo: 2003, Aftonbladet, Suecia; 2010, The Times, Reino Unido; 2011, The New York Times, EE.UU; 2012, Folha de S. Paulo, Brasil; 2012, Helsingin Sanomat, Finlandia; 2013, Aftenposten, Noruega; 2014, Gazeta Wyborcza, Polonia; 43 2014, Le Monde, Francia; 2016, Il Corriere, Italia; 2016: Süddeutsche Zeitung, Alemania; 2017, Clarín, Argentina y en 2020, El País, España. Imagen 1: Calendario en la estrategia de implementación de muros de pago en diarios internacionales (excluidos tabloides líderes en Polonia, Alemania y USA Today en EE. UU.). Fuente: Miguel Carvajal (tuit de 20 febrero 2020, disponible en: https://twitter.com/mcarvajal_/status/1230452317243179015?s=20). Obviando los fracasos del pasado, en muchos países, como España, el 2020 estaba llamado a ser el año del despliegue generalizado de los muros de pago. El Mundo, que adelantó su salida a octubre de 2019, consiguió en apenas una semana 2.000 suscriptores para su modelo freemium. El País iba a lanzar en marzo su propio modelo mixto pero la irrupción de la pandemia por COVID-19 hizo replantearse el escenario, posponiendo esta decisión (como otras cabeceras) para que prevalezca su valor de servicio público. Sin embargo, la profunda crisis económica derivada de la sanitaria que afectó a toda la sociedad y con mucha fuerza a esta industria que, como ya dijimos, traía las heridas de anteriores lances, forzó la toma de nuevas decisiones. Pasadas las primeras semanas, muchos medios (incluido El País, que acabó introduciendo el pago en el mes de mayo de 2020) se dieron cuenta de que la buena voluntad jugaba en contra de su supervivencia. La explicación parecía obvia: «La comida es esencial, pero los supermercados no la regalan. A la policía se le paga durante la crisis. Entonces, ¿por qué estamos haciendo nuestro periodismo gratis?» (Saltz, 2020). En el capítulo dedicado a cómo abordar la misión financiera de las nuevas organizaciones informativas así como en el apartado de la investigación centrado en la crisis y respuestas https://twitter.com/mcarvajal_/status/1230452317243179015?s=20 44 derivadas del nuevo coronavirus ahondaremos con más detalle en estos aspectos así como en las soluciones planteadas para lograr el equilibrio necesario entre los costes y los ingresos para garantizar la sostenibilidad de los proyectos en el tiempo y superar el resultado derivado de la herencia de una gestión de los medios en ocasiones poco profesional. 2.2.4.- Crisis de credibilidad En un mundo cada vez más cambiante y en un ecosistema informativo complejo, en el que se requiere que las personas aborden la información en la que se tienen que basar para tomar decisiones desde un punto de vista crítico, es comprensible que estas tengan la necesidad de verificar lo que les llega e incluso, en algunos casos, se sientan interpeladas por el deber moral de hacerlo; pero la falta de educación mediática y ciudadana hace que una gran mayoría no experimente esa urgencia y en los casos en los que sí se da el caso no se disponga de los medios o el tiempo suficiente para hacerlo y se acabe optando por no participar del sistema y, como norma, desconfiar de todo y de todos. Esto hace que la información, incluso cuando es objetivamente correcta, a menudo se perciba como sesgada (Broersma, 2019). Del deseable cuestionamiento crítico de la información se ha pasado a un escepticismo institucionalizado al que muchas veces ha contribuido la propia industria por sus actitudes y comportamientos en las últimas décadas. Como en un círculo vicioso retroalimentado por varias de las crisis de las que hemos hablado, la económica tuvo una traducción directa en recortes en las plantillas y en la producción con el consecuente empobrecimiento de la oferta informativa. La falta de dinero unida a un aterrizaje forzado y sin planificación en el ecosistema digital, como hemos visto en el anterior apartado, hizo que proliferasen la precarización laboral y la apuesta por técnicas cortoplacistas, como la búsqueda de clic fácil. Se escudriñaba encontrar financiación hasta debajo de las piedras, hubo quien sacrificó el rigor y la independencia en favor del dinero. La falta de motivación o de reconocimiento de los profesionales, primeros perjudicados en esta cadena de desaciertos, fueron ingredientes a añadir en esta tormenta perfecta desde los comienzos de la anterior crisis económica, y se llegó a dar la circunstancia, como relata González Urbaneja (2008: 12) de que a la profesión le preocupa más la precariedad y el paro y los bajos salarios, tal y como reflejan las encuestas, que la buena práctica, que la reputación social y la credibilidad. Y es un error grave de apreciación, de prioridades mal colocadas. [...] Perder credibilidad es lo peor que puede ocurrir. La credibilidad de los medios es el mayor desafío para los periodistas, es el oxígeno necesario para vivir. Un activo que se construye poco a poco y se destruye con velocidad. De los aspectos señalados, el de falta de independencia es en sí un mal que ha acechado a la profesión históricamente. Los periodistas han ido perdiendo cotas de libertad por diversas causas que se remontan antes de la crisis económica. Olvidando la vocación de servicio, los periodistas fueron volviéndose cada vez más dependientes de fuentes institucionales y empresariales convertidas en surtidores de información a costa de asumir una visión unilateral sobre el hecho noticioso (Ortiz de Guinea, 2015). 45 Así, existe un consenso amplio en que no existe confianza en los medios de comunicación por considerar que la información que difunden está manipulada. La existencia de una agenda mediática se valora negativamente por la población informada identificándola con el instrumento de las élites, principalmente económicas, pero también políticas, para primar unos contenidos noticiosos sobre otros en función de sus intereses y para alinear a la opinión pública con dichos intereses (Villafañe, Ortiz de Guinea y Martín Sáez, 2020). El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de febrero 20132 (pregunta 9) situó a los periodistas en el penúltimo lugar en una lista de 12 profesiones en la que solo los jueces fueron peor valorados. La cosa no ha mejorado con el tiempo. El Digital News Report elabora un informe anual, con una visión global de los investigadores de la Universidad de Navarra, en el que muestra en su edición de 2020 un incremento tanto de la desconfianza en los medios como de la preocupación social por la proliferación de bulos situándose en solo un 36% los españoles que decían confiar habitualmente en las noticias siendo los jóvenes, menos ilustrados en consumo mediático, los más desconfiados (Negredo et alt., 2020). Estamos ante una amenaza crítica en un momento decisivo y quien podría ser parte de la solución, la profesión periodística, se percibe erróneamente como otro problema y, asumiendo el error, acaba por convertirse en tal. La paulatina pérdida de confianza en las informaciones de los medios, el aumento de las noticias falsas y la disminución de la credibilidad de las instituciones son uno más de los efectos del proceso, pero que entraña enormes riesgos. Es preocupante el creciente escepticismo de los ciudadanos ante cualquier tipo de información (individual, institucional o de los medios), que con su efecto expansivo genera grandes incertidumbres ante qué es cierto o qué no lo es. El escepticismo, que es un magnífico sistema de defensa crítica ante las informaciones, se puede convertir en un problema cuando se produce sin la suficiente alfabetización mediática y capacidad crítica de la audiencia. Más aún si se encuentra ante una deficiente calidad de la información profesional que hacen que se desista de ver a los medios y sus informaciones como referentes de confianza (Farias-Batlle, Rodríguez-Barba y Nelson, 2020). Paradójicamente, aunque hoy sea quizá el momento de la historia en el que hay más capacidad tecnológica para manipular, también es en el que existen más herramientas con las que escrutar la acción de las empresas informativas y, sin embargo, crece el número de personas que, sin entrar a este análisis, ignoran su trabajo. La credibilidad ha sido objeto de debate desde hace décadas y, cíclicamente, se han dado movimientos airados de denuncia contra la labor no siempre lícita de los medios, principalmente vinculados a grandes acontecimientos históricos, políticos o militares. Aunque la credibilidad sea una característica que se considere inherente al ejercicio informativo, con frecuencia ha distado bastante camino de las funciones teóricas (formar, informar, entretener) a los resultados prácticos. Basta con repasar las distintas teorías de los efectos de los medios para ver cómo emanan de ellas corrientes interpretativas que describen a estos como instrumentos de poder político o como instrumento comercial, considerando su labor «como una función o actividad "manipulativa" por la que la mayoría de la sociedad (sin intereses políticos o comerciales 2 https://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Marginales/2960_2979/2978/Es2978.pdf https://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Marginales/2960_2979/2978/Es2978.pdf 46 organizados) o la "sociedad masa" se somete a la conducta esperada de la élite política y empresarial de la sociedad» (Bretones, 1997: 142). No es nuestra intención en esta investigación abordar la influencia de los medios de comunicación sobre las audiencias sino, por el contrario, el cambio en las relaciones entre ambos grupos formando una misma comunidad de intereses; pero sí es necesario entender que esta nueva forma de concebir el periodismo es reacción y respuesta a esas visiones del pasado de las que emana la actual crisis de confianza. Se han escrito miles de páginas acerca de los modelos teóricos sobre los efectos de los medios de comunicación de masas, cuyo estudio, como señala Álvarez-Gálvez (2012) no representa una tarea fácil. Muchos han sido los estudiosos de la materia en la centuria pasada, y aún hoy se sigue especulando sobre cómo los mass media pueden impactar en el ciudadano hasta modificar su conducta. No podemos dejar de reseñar aquí teorías como las surgidas en el contexto de los felices años 20 y con las que se coronaba con los más altos honores el influjo total de los medios (Lasswel, 1927); las que en sentido contrario nos hablaban de sus efectos limitados (Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, 1944; o las ya más cercanas en el tiempo (y en el imaginario colectivo de los estudiantes de Ciencias de la Información) como la agenda setting (McCombs y Shaw, 1972), la espiral del silencio (Noelle-Neumann, 1974) o el framing (Entman, 1993; Scheufele, 1999; Tankard, 2001) que, equilibrando los pesos de la balanza, admiten el poder mediático pero lo circunscriben a marcos concretos. Como veremos, el modo de ejercer la profesión que presentamos en nuestra investigación quiere recuperar y reafirmar conductas que siempre debieron prevalecer como la de proporcionar al ciudadano la información necesaria para ser libre y capaz de gobernarse a sí mismo (Kovach y Rosentiel, 2003). Se cumple así la premisa de que «el periodismo se legitima en coherencia con su función democrática y de defensa de las libertades cívicas de la sociedad» (Masip et alt., 2015:241). 2.3.- La audiencia: un concepto cambiante 2.3.1.- Audiencia, un significado caduco y limitado Entre las múltiples entradas que recoge el sustantivo audiencia, la Real Academia Española nos habla de: - 5. f. Público que atiende los programas de radio y televisión, o que asiste a un acto o espectáculo. - 7. f. Número de personas que reciben un mensaje a través de cualquier medio de comunicación. De todos es sabido que el proceso de actualización del diccionario académico es forzosamente lento y que muchos de los usos que en él acaban por recogerse se dan en la sociedad mucho antes de quedar reflejados en sus páginas. Como se evidenciará en la presente investigación, estas definiciones propuestas por la RAE resultan obsoletas, al estar ancladas en un modelo superado, como era el basado exclusivamente en la oferta, y en unos medios muy 47 determinados: la radio, la televisión, el cine o las artes escénicas (como el teatro o la música). En ambos casos, se describe a una colectividad (aunque el consumo en la actualidad sea cada vez más individual) que se mueve en un entorno pasivo (si bien distintas teorías a lo largo de la historia han demostrado que el individuo no solo puede ser protagonista de una escucha activa sino que, además, tiene capacidad de decisión sobre el uso que hace de los medios). Desde este prisma que nos propone el Diccionario, la función de la audiencia se limita a atender y recibir mensajes. Sin embargo, el modelo actual está guiado por la demanda en un contexto en el que la movilidad y la interactividad marcan el consumo mediático (Masip et alt., 2015). Todavía a principios de este siglo, al abordar nuevas propuestas metodológicas en torno a la recepción y el control de audiencias, el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ángel Rodríguez Bravo (2003) decía estar de acuerdo con otros autores para los que al enfrentarnos a un estudio de audiencias estamos intentando analizar las relaciones entre a) una sociedad articulada por grandes grupos de posibles consumidores anónimos; b) un sistema de empresas anunciantes que están interesadas en promocionar sus productos en esa sociedad y, c) un sistema de medios de comunicación que distribuyen de forma masiva y heterogénea sus mensajes en el interior de esa sociedad de posibles consumidores anónimos. (Callejo, 2001: 17) Lo cierto es que este planteamiento de lo que es la audiencia se limita a agrupar estadísticamente a la población que consume un producto mediático en función de variables como sexo o edad «pero ignora si ese programa les gusta, por qué les gusta, qué características concretas les agradan, les desagradan, o cuáles les hacen recordar mejor los anuncios insertados en él» (Rodríguez Bravo, 2003: 184). En la búsqueda de medios y anunciantes por satisfacer la necesidad de conocer qué es lo que más beneficio les va a repercutir se ha tendido a clasificar al público sin darle voz. Así, el concepto de AUDIENCIA contempla poblaciones y características de esas poblaciones en función de su exposición a los mass media y el de RECEPCIÓN se plantea los modos y contextos de esas exposiciones a los medios pero, sorprendentemente, ninguna de estas dos grandes perspectivas conceptuales hace interactuar metodológicamente esa población con las características formales y narrativas de los mensajes concretos a los que los receptores se están exponiendo. (Rodríguez Bravo, 2003: 185). ¿Podríamos validar hoy esta visión? Dadas las circunstancias actuales, con un consumo que nos aleja cada vez más del concepto de masa y en el que los quizá mal llamados receptores quieren tener mayor control de sus decisiones, diríamos que no. Dentro del actual proceso de construcción de un nuevo ecosistema informativo, en constante evolución, cabría introducir en este punto el debate sobre la necesidad de adoptar un nuevo vocabulario que supere los límites impuestos por términos como audiencia, público o receptor. Vamos a proceder a un análisis de la evolución histórica del concepto para abordar su actualidad. 48 2.3.2.- Evolución histórica del concepto de audiencia: Del poder del medio al de la persona La rapidez con la que evolucionan las formas de consumo, también las vinculadas a la información, plantea todo un desafío a la hora de estudiar a la audiencia, ya que cualquier aproximación corre el riesgo de quedar enseguida obsoleta. Amparo Huertas (2002) dirá al respecto que «la audiencia es un concepto flexible y cambiante». Con la aceleración de los avances tecnológicos y su adopción por parte de la sociedad, las transformaciones han crecido y, en el actual contexto digital y convergente, la audiencia solo podrá entenderse desde una concepción teórica que asuma su naturaleza ambivalente y, aparentemente, contradictoria (Lunt y Vicente-Mariño, 2015). Sin embargo, aceptando esta premisa, es conveniente hacer un breve repaso por algunas de las teorías que han puesto el foco con anterioridad sobre esta realidad para entender de dónde venimos y el punto en el que nos encontramos actualmente. Si asumimos la tesis de que «el medio de comunicación dominante en cada momento histórico tiene una notable influencia en la concepción general que se tenga de las audiencias» (Callejo, 2001:61), difícilmente podremos asimilar hoy, en el actual contexto digital donde no hay un medio preponderante sino más bien un ecosistema, los criterios aplicados, por ejemplo, a la investigación de las audiencias que recibían mensajes propagandísticos de los medios impresos o radiofónicos de uno u otro bando durante los grandes conflictos bélicos de la primera mitad del siglo XX. Tampoco parece lógico aplicar actualmente, en la era del consumo a la carta y las plataformas privadas, las técnicas usadas durante tantos años para intentar entender los gustos audiovisuales en las audiencias de la radio y la televisión. Autores como McQuail (1997), que sitúa los orígenes de la historia de las audiencias en la cultura grecorromana, asocia la primera aproximación científica a este fenómeno con el nacimiento del cine. Choca de nuevo, desde la óptica del concepto disruptivo de audiencia que se va imponiendo hoy en día, que hiciera falta un medio de difusión masivo, cuyo contenido se consumiera en colectividad, para poder empezar a considerar a las audiencias como tal. Hasta entonces, a los lectores de diarios y libros de los siglos anteriores se les consideraba un público deslocalizado y por eso no se intentó teorizar en profundidad sobre ello antes. Es paradójico que, siglos después, la actual fragmentación tanto en la oferta como en el consumo, que dota cada vez de mayor autonomía a las personas, nos sitúe de nuevo ante un concepto de público cercano al de aquella deslocalización. Para McQuail, la palabra audiencia está familiarmente ligada al término colectivo de receptores, siguiendo el modelo secuencial básico de los medios de comunicación masiva. Esta visión pasiva de la audiencia, que ha sido replicada por distintos teóricos, se puede confrontar con la de otros estudiosos que han reclamado un papel más activo para la misma. Así, son notables los contrastes entre las teorías de la sociedad de masas y aquellas que podríamos llamar pluralistas. Las primeras estuvieron dominadas desde su nacimiento y hasta los años 40 del siglo pasado por el paradigma clásico del elitismo, que presupone públicos inermes y pasivos, mientras, las teorías fundamentadas en el pluralismo consideran que la audiencia la conforman «consumidores o intérpretes soberanos del contenido de los medios» (Sampedro, 1999). En general, en cualquier clasificación de las muchas que podemos tomar como referencia a la hora de abordar los distintos modelos teóricos, veremos siempre esa tensión latente entre el mayor o menor poder de los medios y la actitud más o menos pasiva de los ciudadanos que 49 actúan como audiencia. Así se ha vivido el antagonismo entre las escuelas clásicas que proclaman la omnipotencia del poder mediático y aquellas que defienden los efectos limitados del mismo, con sitio para una vía intermedia que ocupan las que investigan la importancia de los efectos de los medios al tiempo que reconocen que estos se dan siempre en determinados contextos, por lo que no se puede aplicar como fórmula universal. Aunque, como veremos en el marco de la presente investigación, las nuevas dinámicas relacionales entre medios y audiencia requieren de una nueva aproximación teórica e incluso un nuevo lenguaje o una ampliación del contenido semántico de términos como audiencia o público, está claro que las teorías que mejor podrían servirnos hoy como base serían aquellas que huyan de análisis absolutos. Solo desde ese enfoque contextual puede sernos útil cualquier aproximación a las distintas catalogaciones sobre los efectos de los medios de comunicación de masas, entendiendo que esas teorías no pueden ser desvinculadas del contexto del cual emergieron (Álvarez-Gálvez, 2011). No es el objeto de esta investigación, por cuanto ya se ha hecho con profundidad y buen criterio en tantas otras, desgranar todos y cada uno de los modelos; pero no está de más recordar la controversia de las que habitualmente han sido objeto algunos de ellos, sobre todo los que asimilaron la audiencia con un concepto maleable y que hoy estarían en entredicho ante unas empresas informativas que asumen como propia misión conformar en la ciudadanía un espíritu crítico, incluso a la hora de consumir medios. Es el caso del modelo hipodérmico que, con una visión bastante simplista (por lo que tiene de exagerado al conferir a los medios el poder de que cualquier mensaje que emitan sea recibido y aceptado por el receptor) ha sido puesto en duda por muchos al negarle carácter científico. De la misma forma que no podemos analizar a las audiencias de hoy con criterios de ayer, se impone también la necesidad de cambiar nuestro pensamiento sobre los propios medios en cuanto a su relación con aquellas. Varios han sido los autores que han teorizado a lo largo de la historia sobre la audiencia desde la perspectiva de la sociedad de masas. Por ese pasado, todavía en el imaginario de muchos sobre las empresas periodísticas recae la consideración de medios de comunicación masiva o mass media, productores y difusores de contenidos para unos ciudadanos que reciben y pocas veces emiten la información (McQuail, 1997). La irrupción de las redes sociales (canales a las que muchos erróneamente confieren la categoría de medio) ha hecho que cambie la idea sobre la exclusividad en la producción de los mensajes pero se sigue alimentando el concepto de difusión masiva cuando, cada vez más, el ciudadano transita de los mass-media a los a los que algunos han denominado my-media y que tiene que ver con una fragmentación de las audiencias que acceden a información cuando quieren y desde donde quieren, buscando experiencias personalizadas. Aunque pueda haber distintas lecturas todas las voces coinciden en que una tendencia si es evidente, el posicionamiento de los nuevos medios digitales genera más fragmentación entre los lectores. Es decir, que aquellos contenidos que antes interesaban a toda una comunidad ahora interesan cada vez a menos personas. Las audiencias, no solo gracias a Internet sino también a la televisión por cable y a la cantidad de artilugios personalizados como el teléfono móvil y los PDA o agendas personales, están constantemente creando su propio menú́ de noticias, su propia parrilla de producción, en definitiva, su propio diario personal (Salinas y Flores Vivar, 2011). 50 Hace tiempo, desde una perspectiva basada en la psicología social, Livingstone (1997) hablaba de «audiencias cambiantes para medios cambiantes», poniendo más atención en los contextos culturales de la recepción, como el entorno, la familia, etc. Pero la realidad actual supera incluso esos parámetros. Aunque algunas grandes corporaciones sigan dirigiéndose a sus públicos como un ente colectivo, definido por rasgos generales, muchas de las nuevas organizaciones informativas que ejercitan el tipo de periodismo que nos ocupa en la presente investigación, han apostado por la escucha y los contenidos personalizados, yendo un paso más allá de las posibilidades de análisis y segmentación disponibles con la tecnología actual para, sin renunciar a ellas, recuperar el valor de las personas. El proceso, no obstante, ha sido lento. Como veremos cuando nos acerquemos al concepto de engagement, hace ya tiempo algunos autores, como los profesores Abe Peck y Edward C. Malthouse, articulaban la teórica de este fenómeno que gira en torno a la generación del compromiso desde la base de la experiencia. Peck y Malthouse, junto con el también profesor de la Universidad de Northwestern, Bobby Calder, dedicaron cerca de una década a intentar comprender los distintos grados de experiencia que la gente puede tener con el periodismo a través de una serie de estudios financiados por la Newspaper Association of America, el Magazine Publishers of America, la Online Publishers Association y la Knight Foundation. En su investigación, exploraron cómo miles de usuarios percibían el impacto en sus vidas de los medios que consumían. El trabajo evidenció experiencias que en unos casos motivaban y en otros desalentaron a los usuarios a participar y vincularse con los medios. En base a los resultados elaboraron una clasificación de este tipo de experiencias que contextualiza diferentes grados de engagement entre los medios y su público. Así, para muchos los periodistas son expertos en darles cosas de las que hablar. Esta tipología de consumidores de medios responde a los que acceden a un sitio web o leen un periódico o una revista para aprender de cosas sobre las cosas que luego podrán conversar con amigos y familiares. Los expertos hablan de este tipo de experiencia con el medio como cosas sobre las que hablar y compartir. 51 Imagen 2: Experiencia de hablar y compartir. Fuente: Abe Peck y Edward C. Malthouse. Adaptación propia al castellano. 52 Distinta es la percepción de quienes ven a los medios como una entidad preocupada por sus intereses y al servicio de un equilibrio frente al peso de otras instituciones poderosas. Los autores enmarcan esta perspectiva en la experiencia cívica. Imagen 3: Experiencia cívica. Fuente: Abe Peck y Edward C. Malthouse. Adaptación propia al castellano. 53 También están los que encuentran en los medios una experiencia de utilidad, obteniendo de ellos consejos de utilidad y sugerencias. Imagen 4: Experiencia utilitaria. Fuente: Abe Peck y Edward C. Malthouse. Adaptación propia al castellano. 54 Aunque en la investigación de Northwestern se describieron otro tipo de experiencias, el cuerpo principal lo cerraría otra tipología integrada por los que buscan en un medio una experiencia de descanso, la evasión de las preocupaciones cotidianas y un modo de relajarse dentro de una experiencia basada en el tiempo libre. Imagen 5: Experiencia de desconexión. Fuente: Abe Peck y Edward C. Malthouse. Adaptación propia al castellano. 55 Los autores consideran crucial que los periodistas conozcan bien a sus lectores / espectadores / oyentes para que exista una relación con ellos que perdure en el tiempo y poder ofrecerles exactamente lo que buscan. Durante su trabajo, se encontraron cómo al cuestionar a periodistas con años en el oficio por qué creían que el público leía sus periódicos, estos solían enumerar una lista de los contenidos que ofrecían (destacados columnistas, buena información internacional, cobertura de temas locales…) sin llegar en ningún caso a contestar a la pregunta. Ahondando de nuevo en su definición de engagement en el mundo de la empresa informativa, para ellos el diseño de un medio debe venir de las experiencias que pretenda satisfacer. Comprender estas experiencias se vuelve especialmente crucial en un mundo multimedia en el que la información parece estar en todas partes. ¿Por qué? Porque la intensidad de las experiencias se refleja en la lealtad de la audiencia (Peck y Malthouse, 2010). Dentro de este análisis de las experiencias, Peck y Malthouse van un paso más allá al recomendar un enfoque estratégico para desarrollar un periodismo experiencial basado en la elección de un concepto que articule la creación no ya de contenidos sino de puntos de contacto, una denominación más amplia en la que quieren integrar cualquier cosa que influya en la experiencia del espectador con el medio como, por ejemplo, el enfoque editorial. De manera resumida, el proceso partiría de la articulación de un concepto que guíe la creación de esos contactos que, a su vez, generarán experiencias en la audiencia al mismo tiempo que les harán llegar el concepto. Por su parte, las ideas que la audiencia desarrolle en torno al concepto en cuestión darán lugar a expectativas que influyen también en sus experiencias con el medio y afectarán a su manera de actuar con respecto a él o conjuntamente con él, co-creando esas experiencias (a veces, incluso, en forma de contenido) y, en todos los casos, servirán al medio para tomar decisiones sobre su trabajo para adaptarlo mejor a lo que su audiencia quiere. Imagen 6: Proceso para la creación de experiencias. Fuente: Abe Peck y Edward C. Malthouse. Adaptación propia al castellano. Para ver más claro el proceso que dibujan los autores podemos analizar el ejemplo concreto de una marca como ESPN, grupo mediático actualmente propiedad de The Walt Disney Company y Hearst Communications que, con sede en los Estados Unidos, opera y produce canales de televisión por cable, satélite, radio, sitios web, revistas y libros relacionados con el deporte en todo el mundo. ESPN, que tiene un fuerte concepto experiencial, ha fijado su misión como servir a los incondicionales del deporte dondequiera que vean o escuchen deporte; discutan, debatan o lean sobre deporte; y, por supuesto, practiquen deporte. En esta definición la organización ya identifica una audiencia objetiva entre los fanáticos del mundo deportivo y alude a los tipos de experiencias que quiere proporcionarle al mencionar aspectos sociales como el debate y la discusión sobre esta materia. Muchos medios ofrecen contenidos deportivos y muchos más ofrecen los resultados de las distintas competiciones, pero ESPN ha 56 trabajado una relación especial con su audiencia ofreciendo como valor añadido esa experiencia social que referimos, lo cual le confiere una esencia distinta. Articulado el concepto, para Peck y Malthouse el siguiente paso sería configurar esa variedad de contactos que lo puedan comunicar a la audiencia a la vez que les brindan experiencias. Para que ESPN logre ser asociado con esa experiencia social debe generarla a través del modo en que cuenta sus historias. Por eso, por ejemplo, en lugar de tener un solo marcador con resultados y un comentarista hablando sobre él despliega una variedad de recursos tecnológicos y humanos para provocar el análisis y debate que alimenta ese tipo de experiencias en el espectador basadas en cosas sobre las que hablar y compartir ya que, a buen seguro, obtendrá una buena fuente de conocimientos o puntos de vista para comentar al día siguiente con su entorno. Productos multipantalla, equipos diversos o incluso restaurantes temáticos donde se aglutina todo lo anterior son puntos de contacto novedosos en su estrategia. Sin embargo, y tal como veremos cuando nos acerquemos más adelante a la conceptualización del término engagement, al papel en el siglo XXI de lo hasta ahora conocido como audiencia y a la figura de la comunidad como una nueva forma de asociación entre ciudadanos, periodistas y empresas informativas (entre otros agentes), pese a los avances, lo expuesto hasta aquí no deja de ser un avance limitado. Ejemplos como los descritos anteriormente muestran un mayor grado de empatía y conexión entre el medio y su audiencia e incluso nos pueden llevar a hablar de cierto sentimiento de comunidad con el deporte como nexo de unión, pero el enfoque exclusivo en la generación de experiencias dista mucho de generar el ecosistema colaborativo deseado para hablar de un periodismo basado en la constitución de una verdadera comunidad en torno a él. El estado actual en la evolución del rol del ciudadano como audiencia y su integración en una verdadera comunión de intereses con lo que hasta ahora se veía como la otra parte en el proceso informativo será abordado con detalle en el siguiente bloque de esta investigación, cuando nos acerquemos al papel de cada uno de los protagonistas en este nuevo modo de entender el periodismo que abordamos. 2.4.- El periodista: una profesión ante el precipicio Sin haber sido la de periodista, al menos en su historia reciente, una profesión caracterizada por buenas condiciones laborales, la economía personal y el ambiente de trabajo de quienes la ejercen empeoró sustancialmente con la crisis de 2008 ya que los cambios y los recortes impuestos por las empresas en este periodo son los más drásticos de los últimos veinte años y afectan a todos los elementos que intervienen en el funcionamiento del proceso informativo. [...] El aumento de los contratos eventuales, la posibilidad de ERE y la externalización de muchos servicios, los periodistas son más vulnerables porque existe una relación de dependencia y de inestabilidad permanente que condiciona su trabajo (Soengas, Rodríguez y Abuín, 2014: 120). La Federación de Asociaciones de la Prensa de España publicó en 2014 una declaración institucional bajo el lema «Sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo, no hay 57 democracia» en la que se denunciaban los efectos de la grave crisis que atravesaba el sector periodístico, traducida por entonces en la pérdida de alrededor de 11.000 empleos de profesionales en seis años, el cierre de decenas de medios, el aumento del intrusismo, la precariedad laboral generalizada y el acoso de los poderes (FAPE, 2014). Defender gremialmente el oficio resulta imprescindible pero quizá se haya hecho demasiado tarde. Como ha quedado referido en varios puntos de esta investigación, en las últimas décadas hemos asistido a una especie de desmantelamiento de la misión periodística en favor de los intereses comerciales de los propietarios de los medios, transformando la razón de ser de una profesión que antes actuaba de contra-poder o de controlador de los poderes públicos. Una de sus misiones era criticar los posibles excesos, estar ojo avizor ante la posibilidad de desviaciones del poder, ahora existe un periodismo más ligero, son unos medios cuya elaboración resulta más barata, cuyos redactores salen menos a la calle, porque así es menos caro hacer información. (De Pablos, 2018: 306) «El periodismo era un oficio de escritores y narradores que contaban historias. Y ha dejado de narrar para ir en busca de los clics, los likes y los trending topic para complacer a las audiencias y a sus comunidades emocionales» (Rincón, 2017: 21). Es así como, en la actualidad y de manera generalizada, el periodismo se ha banalizado y ya no se busca contextualizar la información, crear grandes reportajes ni investigaciones a fondo sino, más bien, ser un influencer de las noticias, un youtuber de los hechos (Landín, 2020). Los que, pese a las circunstancias adversas, pugnan por seguir ostentando con dignidad el oficio tienen que enfrentarse a todas las presiones anteriormente descritas y gestionar al mismo tiempo su relación con el aspecto tecnológico que, siendo a priori un aliado al facilitar muchas de las labores, ha jugado no pocas veces un papel en contra tanto en lo relacionado con la crisis de inadaptación tecnológica (que además de la industria la han padecido muchos profesionales a título personal) como en la competencia que las nuevas herramientas y tecnologías han supuesto en ocasiones para el trabajo de estos profesionales, cuando se han utilizado con el único fin de rentabilizar al máximo la inversión y sin importar la calidad del servicio. Los periodistas que pelean por sacar adelante productos informativos de calidad tienen además que compartir audiencias con agregadores cuyo negocio consiste en difundir contenido producido por editores de noticias digitales, blogs y «feeds» RSS, que hacen la selección basándose en algoritmos de búsqueda, en los votos de los usuarios o en las preferencias de los lectores. El hecho de que estos sistemas computarizados de distribución de noticias rara vez tienen en cuenta criterios periodísticos sugiere que ese trabajo de selección se está replanteando de tal manera que se va eliminando progresivamente a los periodistas del proceso de decidir lo que tiene interés periodístico. (Edo, Yunquera y Bastos, 2019: 29) Con todo, y como consecuencia de lo anterior, el mencionado manifiesto de la FAPE (2014) nos recuerda que el vaciado de las redacciones como consecuencia de la crisis no sólo ha provocado que se registre con demasiada frecuencia una considerable bajada en la calidad de 58 los contenidos en los medios de comunicación, ahora ausentes de personas experimentadas con memoria de lo ocurrido en sus entornos, sino que ha modificado los sistemas de trabajo y ha obligado a reinventarse a cientos de periodistas despedidos de sus empleos, convertidos ahora en emprendedores y en responsables de sus propias empresas periodísticas. Es en ese proceso de reinvención de periodistas que buscan preservar su vocación y ser fieles a su misión donde ubicamos muchos proyectos que quieren servir a su comunidad. Surgen, cada vez más, iniciativas personales o a pequeña escala que «se rebelan contra la mediocridad de la profesión» (Rodríguez y Albalad, 2012: 306). En el correspondiente apartado abordaremos la evolución de estos profesionales y sus nuevos roles que, adaptándose a las circunstancias, no hacen sino beber de las fuentes del oficio. 2.5.- Ante una tormenta perfecta: ruptura y futuro Como hemos dibujado en las anteriores páginas, la situación es comprometida. El siglo XXI rompió un montón de paradigmas y la sociedad, que siempre se ha valido de la prensa como lugar en que buscar referencias, instrumento de control a los poderes y termómetro de la salud democrática, ha visto cómo, cuando más necesaria era, ha fallado. Aún así, o más incluso por ello, ante estos tiempos tumultuosos, esta época demanda un periodismo fuerte, independiente y de calidad. Una información relevante que nos permita conocer y entender los profundos y dramáticos cambios que suceden a nuestro alrededor. Un periodismo que sirva a la sociedad de forma eficiente y responsable. Por ello, resulta también imprescindible reivindicar la aportación democrática del periodismo que, actualmente, es más necesaria que nunca en el contexto de crisis generalizada. (Marzal-Felici y Casero-Ripollés, 2012: 12) Son muchos los que, afortunadamente, se han dado cuenta de la necesidad de no dejar morir el periodismo, pero el desafío de hacer que siga siendo rentable es grande. En los últimos años se ha repetido como un mantra que nadie va a querer pagar por noticias; que los ciudadanos y las empresas, pueden producir ellos mismos la información; que en Internet está todo… Y otros tantos mensajes similares de carácter apocalíptico sobre el fin del periodismo. Pero, en el otro extremo, muchos periodistas han entendido que si bien el panorama coloca en una situación comprometida la viabilidad de los medios tal y como los hemos conocido hasta la fecha, el momento disruptivo que vivimos ofrece, al mismo tiempo, un terreno abonado para que el periodista se reivindique como más necesario que nunca en el cumplimiento de su misión. Pocos discuten que el modelo clásico de periodismo se ha extinguido. Abordamos el mayor cambio de paradigma mediático desde la invención de la imprenta, si no desde el Acta diurna de Julio César. Pero podemos estar, al mismo tiempo, ante una tormenta perfecta que se convierta en oportunidad para reivindicar un periodismo que recupere su misión primitiva y se dote de sentido actual; para organizaciones informativas que innoven en las formas de relacionarse con la sociedad; para proyectos que hagan un uso inteligente de la tecnología sin perder una perspectiva humanista y entendida como medio y no como fin… Esto es, en parte, en lo que se basa el periodismo de carácter relacional que gira en torno al servicio y la participación de su comunidad y que analizaremos en las siguientes páginas. Desde este estudio intentaremos 59 responder a la pregunta de si esta profesión tiene futuro, para lo cual buscaremos verificar las novedades que se ofrecen y si estas responden realmente a una necesidad y encuentran acogida en una sociedad tan distinta. 60 61 III.- REACCIÓN: PERIODISMO DE CARÁCTER RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES COMO VÍA POSIBLE PARA EL DESARROLLO Y SOSTENIMIENTO DE LA PROFESIÓN «La máxima lealtad del periodista se debe al ciudadano». Javier Darío Restrepo, El zumbido y el moscardón. Las múltiples crisis sobrevenidas al mundo del periodismo han obligado a la industria, y a la sociedad en general, a replantear y cuestionar todo lo que hasta la fecha se había dado por bueno. Poder repensar el rol del periodista y del periodismo hoy, desde distintos ámbitos como el profesional (con las asociaciones de la prensa y colegios de periodistas) o el académico, ha supuesto la oportunidad de poder volver a confirmar su rol fundamental en aspectos clave como lo es el de velar por la salud de las democracias. Sin embargo, no pocas veces se ha pecado de cierto egocentrismo a la hora de mirar el presente y el futuro de esta realidad desde una óptica interesada y poco objetiva. Afortunadamente, cada vez son más los que piensan que en este debate se debe ampliar el espectro de voces invitadas y que el reinventar los medios es tarea que no sólo debe corresponder a los medios como empresas, sino, también, a los profesionales que trabajan en ellos, a los investigadores y docentes que forman a los profesionales; a los centros de I+D+i como entorno de pruebas y desarrollos pilotos, a empresas tecnológicas como las de software factory o internet factory; a las instituciones y a las organizaciones representantes de la sociedad como parte de la audiencia. Todos son actores que, directa o indirectamente, deben configurar el nuevo panorama de los medios y, por ende, de la reconversión y adaptación de la profesión periodística. (Salinas y Flores Vivar, 2011: 21). Comprender que es toda la sociedad la que debe de participar en la construcción de este futuro es un hito que cambia la perspectiva del enfoque clásico donde, con una visión cortoplacista, los problemas se intentaban solventar desde dentro y, en la mayoría de los casos, pivotando cualquier solución en torno al balance financiero y apostando por el recorte de gastos como solución más efectiva. Esa tendencia dejaba al margen otros aspectos fundamentales como la forma de abordar la realidad, el enfoque o la praxis a criterios particulares de cada dirección, quedando fuera de cualquier discurso colegiado sobre qué camino debería seguir la profesión. El tipo de periodismo que abordamos en la presente investigación va un paso más allá y no solo introduce como eje vertebrador la cuestión del diálogo con todos los actores del proceso comunicativo referidos anteriormente (profesionales, investigadores y docentes, etc.) sino que, además, amplía el círculo de esa visión de futuro a toda la sociedad, superando el interés particular de la profesión en beneficio del propio devenir comunitario. Es decir, estos profesionales dejan de mirarse el ombligo para ligar el futuro del periodismo, tal y como lo conciben, al futuro de las sociedades a las que quieren servir. 62 Hemos leído que sin periodismo no habrá democracia, pero sin democracia no habrá tampoco, por supuesto, forma de ejercer el periodismo. Esta forma de pensar que, a primera vista, puede parecer simplista, esconde tras de sí la necesidad de reformular no sólo ideas sino también actitudes y relaciones, creando un nuevo marco de colaboración cargado de sentido, en el que todas las partes salen ganando porque, aunque los beneficios sean distintos para cada perfil y existan objetivos particulares, al final todos persiguen una meta común y general que supera cualquier individualismo. En este bloque, y siguiendo como hilo conductor una adaptación de las clásicas W para la presentación de noticias, intentaremos desgranar la esencia de una forma de ejercer el periodismo que, con algo más de recorrido en el mundo anglosajón, empieza a despuntar en España y América Latina, pero en el que todavía falta ensamblar un marco teórico consistente. Partimos para ello del análisis de conocido como engaged journalism pero no nos queremos poner los límites que supondría estudiar sin más esta forma de periodismo, entendiendo que, aunque pueda darse una adaptación del mismo a nuestra realidad local, la idiosincrasia de nuestras sociedades y el momento específico que viven los medios y la ciudadanía en España o Latinoamérica, pueden dar lugar a un significado más amplio aún por abordar. Buscaremos pues ahondar en una conceptualización más amplia que responda mejor a la realidad de organizaciones informativas concretas de nuestro entorno que, diferenciándose unas de otras (aunque a veces no tanto) en sus modelos de negocio buscan ofrecer al ciudadano acceso a una información veraz y herramientas para empoderarse en su rol social, dando respuesta a una necesidad no cubierta y sin descuidar su misión financiera como ente (con diversidad de figuras), punto imprescindible para la sostenibilidad de cualquier proyecto. 63 PERIODISMO DE CARÁCTER RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES ¿QUÉ? Nueva forma de ejercer el periodismo, que busca consolidarse como una más de las válidas entre otras muchas opciones. Práctica inclusiva en la que los distintos actores involucrados (organización informativa, ciudadanía…), sin renunciar a sus beneficios particulares, dialogan y se escuchan, cooperando desde un reparto claro de roles, para la consecución de un bien común mayor. ¿POR QUÉ? Por agotamiento de los modelos anteriores; por una crisis de modelo, de credibilidad, de identidad… Porque una parte significativa de la sociedad ya no quiere que les digan qué es noticia (función Gatekeeper) sino que les hablen de lo que realmente les interesa y les ayuden a cubrir sus necesidades. ¿PARA QUÉ? Para responder a una necesidad; preservar las libertades y garantizar la pluralidad y la veracidad; para trazar un futuro sostenible para la profesión y para las sociedades democráticas. ¿QUIÉN? Periodistas y ciudadanos, juntos, con un reparto de roles según sus capacidades y el interés de cada uno pero, al mismo tiempo, desde una nueva forma de relación, basada en el diálogo, la escucha y la generación de una comunidad. Con otros actores externos que interactúan con el modelo (los medios clásicos, instituciones, filántropos…). ¿CÓMO? A través de nuevas formas de organización informativa (sociedades pero también fundaciones, asociaciones…); desde nuevas dinámicas de relación, colaboración e intercambio de información; compartiendo, periodistas y ciudadanos, misión e intereses… Con espacio para la innovación (no solo en dinámicas sino también en formatos y lenguajes) y siendo corresponsables (no solo en el sostenimiento económico, también a la hora de aportar conocimiento, tiempo…). ¿DÓNDE? A nivel global, aunque en la América anglosajona y el norte de Europa llevan cierta ventaja en el desarrollo de fórmulas de este tipo. ¿CUÁNDO? Desde hace unos años, aunque la eclosión está aún por llegar. Tabla 2: Aproximación esquemática al periodismo de carácter relacional participado por comunidades. Fuente y elaboración propias. 64 3.1.- ¿Por qué? Nuevo pacto social medios-periodistas-sociedad: servicio, escucha y compromiso En el marco de la presente investigación, en el último trimestre de 2020 participamos en la experiencia ‘Inmersión Clarín’ a través de la cual el histórico diario argentino conectaba a un grupo de usuario con los periodistas del medio en una secuencia temporal en la que se ofrecían video-mensajes, mails, gifs y chats para implicarse en la construcción y narración de las historias. Con esta innovadora forma de relacionarse con el lector, además de acercarse a él mostrando desde dentro procesos hasta ahora entendidos como parte de la intimidad propia de la redacción (como la elección de la portada) y desmitificando las jerarquías e inaccesibilidad de los periodistas, la organización buscaba abrir un debate compartido sobre el presente y el futuro de la profesión, dando por hecho principios inamovibles pero entendiendo que muchos otros deben ser revisados. En su mensaje final a los participantes, desde la dirección del diario se decía: “Hay muchas cosas inmutables en el periodismo como la importancia de la calidad de la información, la interpretación de los hechos y las declaraciones, la ponderación adecuada de las consecuencias de una información, la capacidad de explicar los temas complejos y el apego a la verdad. Pero hay muchas cosas por inventar sobre cómo esa información llega a vos. La forma que tendrán los medios del futuro está en blanco” (Inmersión Clarín, comunicación personal Telegram, 19 de diciembre de 2020). En cualquier momento de la historia, el rol de la prensa y los medios de comunicación ha sido frecuentemente discutido en lo que tiene que ver con sus responsabilidades para con su público y la sociedad en general (Hutchins, 1947; McBride, 1980). Habiendo consenso en que entre sus funciones están las de informar, formar y entretener, la tendencia a convertirse en un mero instrumento comercial ha hecho que muchas veces haya habido dejación de funciones muy especialmente en lo que respecta a informar con imparcialidad y en cuanto al rol de formador social. El panorama no parece muy alentador en una sociedad líquida, donde se habla de varias generaciones de jóvenes desconectados con el futuro porque “nada los ha preparado para los trabajos volátiles y el desempleo persistente, la transitoriedad de las perspectivas y la perdurabilidad de los fracasos. Es un nuevo mundo de proyectos que nacen muertos, de esperanzas frustradas y de oportunidades que, debido a su ausencia, se hacen aún más visibles" (Bauman, 2013: 77). Sin embargo, en esta misma sociedad líquida que, olvidando su propio papel en esta dinámica, interpela a los gobiernos o las instituciones educativas como únicos artífices de posibles alternativas, existen (como en todas las épocas) voces críticas que exigen un debate y un reparto de responsabilidades más colegiado. Es aquí donde las organizaciones informativas (que en esta investigación entendemos con una visión más amplia que la de empresa, aunque muchas lo sean) se ven interpeladas por la demanda social en torno a un concepto que también evoluciona (y al que tampoco hay que poner límites que constriñen su potencial) como es el de Responsabilidad Social (para unos empresarial, para otros corporativa o, en el mejor de los casos, sin apellido porque compete a cualquier realidad grupal). A estas organizaciones se les debe exigir también que se inserten 65 en un mundo de mutuas exigencias con la sociedad y con sus instituciones, con sus ciudadanos y con sus representantes. La empresa ha aumentado considerablemente su poder, su influencia, su capacidad de intervención sobre la sociedad, pero es al mismo tiempo mucho más vulnerable. El aumento de sus impactos la hace mucho más sensible a la sociedad. La crisis financiera global no ha hecho más que consolidar ese proceso necesario. [...] Como consecuencia de ello asumirá una función social inherente a su ser y estar en el mundo. Sin esa visión, difícilmente conseguirá que su negocio sea próspero (Jáuregui, 2012: 20-23). Desde esta óptica, en el siglo XXI las organizaciones informativas son demandadas como empresas mediáticas cuya responsabilidad social radica en dar respuestas en base a su propio ejercicio profesional en una sociedad de garantías democráticas. Esto supone para las empresas mediáticas, el desafío de ir más allá de una función puramente instrumental y de generación de opinión en el ámbito mediático y, a su vez, el compromiso con sus clientes de responsabilidad social en sus actividades. Como empresas mediáticas, los medios de comunicación deben generar e implementar valores comúnmente reconocidos como válidos y necesarios: democracia, imparcialidad, justicia, solidaridad, etc., aspectos que la ciudadanía solicita de forma activa (Arévalo y Cancelo, 2018: 1052). Porque a pesar de esas condiciones inestables, o quizá más aún por ellas, se hace necesario recuperar esos valores primigenios de la profesión para devolverle a la sociedad su papel, entendiendo que para el periodista la búsqueda de la verdad es no solo nuestro trabajo, sino algo imprescindible para que la sociedad recupere el control de su destino. Tal vez a partir de ahí se pueda incluso encontrar la senda de una nueva rentabilidad, menos cuantiosa que en el pasado pero más sólida (Cebeiro, 2020). La crisis por la irrupción del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 evidenció de una manera más obvia, desnuda y muchas veces cruel, innumerables problemas, de todo tipo, presentes en el mundo desde hace décadas pero habitualmente silenciados bajo la capa informativa cotidiana y el devenir programado de nuestra agenda social: deficiencias de los sistemas sanitarios; desigualdades; minorías (más) olvidadas (como las personas dependientes o pacientes de enfermedades raras); desinformación vertida con intereses políticos o ideológicos… La COVID-19 vino a introducir en el guion una especie de componente apocalíptico, pero lo cierto es que ya, desde hace años, distintas voces procedentes de campos como la filosofía, la sociología, la economía o el pensamiento político, debatían abiertamente sobre la necesidad de repensar un nuevo pacto social en sustitución del alcanzado tras la II Guerra Mundial, que sirvió para buscar la convivencia y el progreso social en generaciones pero que parecía extinguido por la acción de distintas revoluciones (Estefanía, 2018), como la tecnológica (con un nuevo orden digital), la demográfica (con una Europa envejecida), la globalización (convertida en el marco de referencia) o el individualismo (que conduce inevitablemente al perjuicio de otro en beneficio del propio). En esta tormenta perfecta en la que nos introdujimos a la par que entrábamos en el siglo XXI, con muchos actores con intereses aparentemente inconexos, encontramos la respuesta al porqué de este nuevo modo de comunicar (o quizá no tan nuevo) que desgranamos en este trabajo. 66 El periodismo, que siempre ha ligado su suerte a la de las sociedades en las que actúa y que, como ya hemos detallado en el primer bloque, venía arrastrando la suma de muchas crisis sobre sus espaldas, no ha sido indiferente a estas controversias novoseculares. Haciendo de la necesidad virtud, además de sufrirlas, algunos profesionales han ido un paso más allá, indagando en nuevas posibilidades para su futuro a partir de nuevos métodos. Desde comienzos de este siglo y hasta el momento presente nos encontramos, confluyendo en un mismo escenario, el ruedo social, a una serie de actores que comparten el arrastrar problemas y necesidades. Ahí, de uno y otro lado (aunque veremos que, al final, resultaron ser el mismo) podemos distinguir, entre otros, a: - periodistas expulsados de la profesión o que la abandonaron motu proprio por un cambio en las normas de juego que no se resignaron a aceptar: condiciones precarias, nuevas tareas más propias de la edición o la gestión informática que de la creación, etc. - Ciudadanos que ven sus problemas infrarrepresentados y no pueden alcanzar por sí mismos una solución. - Grupos de personas que se juntan para encontrar y defender una identidad (territorial, temática, ideológica…) y crecer en ella. - Personas que quieren participar de la vida pública o ejercer de una manera más activa (o proactiva) sus derechos pero que, en sus circunstancias actuales, no se sienten capacitados para ello. Al mismo tiempo que cada uno parece querer defender sus intereses sin conexión aparente con los de los otros, a la mayoría de ellos les une el poseer la iniciativa necesaria para buscar respuestas y superar el estadio de insatisfacción que ya han experimentado. Los periodistas y muchos de estos ciudadanos disponen de habilidades (lo que algunos han convenido llamar superpoderes) que, puestas al servicio de los demás, suman: espíritu emprendedor, conocimientos técnicos, capacidades sociales, tiempo para los demás... Cuando se han dado las circunstancias para que, en cierto punto, los caminos de unos y otros hayan acabado confluyendo, se han establecido sinergias que, en algunos casos, han dado como fruto la concepción de algo nuevo, creado de manera conjunta, un bien mayor. Algunas veces esa novedad ha tomado la forma de medio de comunicación; en otros ha sido transformada en una plataforma, una fundación, un foro… Hablamos de distintas formas de organización, con distintas denominaciones, pero impulsadas siempre por flujos o corrientes de innovación y emprendimiento (personal y colectivo) que mueven a unos y otros actores a encontrarse y construir conjuntamente un marco de relación, constituyéndose en una comunidad. Esta palabra juega un papel clave en la investigación que nos ocupa. No se trata, en ningún caso, de un grupo cerrado. Esto también diferencia nuestro objeto de estudio de otro tipo de experimentos. Como veremos, los flujos relacionales desde y hacia la sociedad suelen ser constantes: en la producción o recepción de mensajes; en la búsqueda de financiación; a la hora de ofrecer el fruto de su trabajo común al servicio de otros ciudadanos… El mecanismo, por sencillo, no siempre resulta fácil. La base será el diálogo entre todas las partes implicadas, de igual a igual (esto supone una ruptura radical con cualquier modelo 67 precedente) pero la fórmula entraña un buen número de peculiaridades que pueden hacer que la ecuación no siempre funcione: el entorno y su ruido; las ayudas o barreras que aparezcan en el camino… Por eso, otro componente indispensable en esa cimentación será el compromiso. El estudio de ese concepto, el engagement anglosajón, aplicado al periodismo, motivó en su origen esta investigación y sirvió como punto de origen para descubrir una realidad que pronto se tornó mucho más amplia y rica en el análisis de nuevas formas de ejercer esta profesión. Ante nosotros se dibuja un horizonte, cuanto menos, esperanzador y digno de ser estudiado. No es ya que como periodistas sirvamos a una comunidad, es que nos sintamos parte de ella y construyamos algo mayor juntos, sorteando problemas y uniendo fuerzas. Al final, la respuesta al porqué viene dada por el propio devenir circunstancial de todos los actores implicados. El esquema inicial, que pronto veremos cómo se complica en virtud de su riqueza, sería algo parecido a este: Imagen 7. Modelo de periodismo relacional participado por comunidades. Fuente y elaboración propia. 68 3.2.- ¿Qué? Engagement: definiciones y límites en el campo del periodismo y a la hora de su asimilación al castellano 3.2.1.- Engaged journalism, el compromiso en la base Dentro del afán de la industria informativa por mejorar la relación con el público y consolidar modelos de ingresos más estables que garanticen su continuidad, cada vez más, encontramos organizaciones que apuestan por un modelo de periodismo centrado en el compromiso con la comunidad a la que se dirige como palanca motora para afrontar estos desafíos. Este concepto de periodismo que tiende a poner al destinatario en el centro para, entendiéndolo, poder atender mejor sus necesidades no es nuevo; ni tan siquiera la dinámica es exclusiva de esta industria (muchas empresas, especialmente las de servicios, han cimentado en estrategias basadas en el foco en el cliente y el crecimiento rentable el camino para superar la crisis económica). Pero sí advertimos que se trata de una tendencia que crece en importancia dentro del mundo del periodismo, con cada vez más investigadores e instituciones a nivel internacional que ponen el acento sobre los distintos beneficios que conlleva su práctica. A nivel global, es cada vez más común oír hablar de engaged journalism. Es este el concepto que tomamos como punto de partida de nuestra investigación para buscar conexiones, similitudes y diferencias con prácticas periodísticas en España y otros países de América Latina que nos ayuden a validar su implantación y a discernir en qué forma evoluciona esta práctica en nuestro entorno. Hablamos de una realidad que se encuentra bastante difundida en Europa y Estados Unidos y se empieza a ver cada vez más en el contexto hispanohablante, aunque quizá en estos escenarios no haya sido conceptualizada con tanta profundidad. Nos referimos a una tipología de periodismo que, aunque en la práctica, si atendemos a su fundamento, se viene desarrollando desde siempre, ha empezado a estudiarse y catalogarse como tal de manera relativamente reciente y está evolucionando hacia nuevas prácticas y formas de organización, por lo que en la investigación que nos ocupa la abordamos en un proceso abierto y en construcción de su paradigma. Tal es así que el primer escollo con el que nos hemos encontrado es la dificultad para encontrar un término en castellano con el que traducir el concepto. Existen algunas ideas cercanas pero con ninguna nos encontrábamos cómodos a la hora de englobar toda la riqueza que nuestro análisis destilaba. Más adelante veremos las distintas alternativas propuestas y los resultados de las consultas realizadas a expertos. 3.2.2.- Engagement, más que una palabra de moda El desarrollo de la mercadotecnia digital (cuyo origen lo hemos de contextualizar en la popularización del uso de Internet) y su estudio como disciplina han propiciado la generación de nuevos códigos. El diseño de herramientas y otras formas de medir el impacto y el retorno de las inversiones en este entorno ha traído consigo, necesariamente, la creación o asunción de una jerga propia para uso de sus profesionales en la que, lejos de ser novedosos, algunos 69 de los términos más habituales han sido heredados de la tradición analógica y, en determinados casos, están respaldados por siglos de historia. Del conjunto de principios y prácticas que constituyen la mercadotecnia digital, una de las líneas de acción más comunes que ha experimentado la necesidad de dotarse de ese lenguaje nuevo es la que contempla el uso de canales sociales de comunicación de naturaleza digital, caracterizados por la conversación y la interacción entre los usuarios. Las estrategias de medios sociales (un concepto más amplio que el de redes sociales que recoge también otras plataformas como blogs, foros, wikis, entornos multimedia del tipo de Youtube etc.) han venido a popularizar, entre otros conceptos, el de engagement, que se presentó como novedoso para la mayoría y que, sin embargo, es tan antiguo casi como la historia del pensamiento occidental. No se trata de un término aplicado exclusivamente en el entorno de la comunicación o la mercadotecnia. Desde hacía algún tiempo el mundo de los Recursos Humanos había recuperado el vocablo para, en el ámbito organizacional, hacer referencia al nivel de compromiso e implicación que tiene un trabajador con su empresa (7Graus, 2015). Compromiso es precisamente la esencia del término si atendemos a las definiciones que del mismo ofrece el diccionario y que, en cualquiera de sus acepciones, tiene que ver con el cumplimiento de un acuerdo, ya sea este en el contexto del matrimonio, la política o la sociedad (Simpson y Weine, 1989), siempre en sintonía con el origen jurídico del vocablo que abordaremos en breve. Sin embargo, en los últimos años, los profesionales de la mercadotecnia y la comunicación corporativa (especialmente los encargados de las estrategias de comunicación en el entorno digital y, principalmente, en las redes sociales) le han dado una nueva vida al vocablo para, haciéndolo suyo, dotarlo de un significado más limitado con el que denominar el grado de implicación emocional que tienen los seguidores de una empresa, marca, producto, ideología o figura pública con ella. En teoría (y hay que remarcar mucho aquí esta apreciación), cuando desde un perfil social se busca incrementar el engagement lo que se persigue es crecer en la relación con quienes lo siguen, orientándose a una conversación más sólida, de la que se desprenda cierto grado de compromiso. Para ello se deberían ofertar contenidos que pudieran aportar valor añadido, cosa que en la mayoría de las veces no es así. De esta manera, los mismos que han puesto de moda el vocablo lo han desprendido de su fuerza original, al reducirlo a un indicador en el que traducir sensaciones o sentimientos intangibles para poder medirlos, compararlos y dotarlos de un valor económico. La traducción del mismo a un algoritmo ha derivado en una guerra dentro del mundo digital por el clic (o el like) fácil. Lamentablemente, los medios de comunicación han sido uno de los principales exponentes de esta batalla que tanto aleja de la citada esencia del término, el compromiso, ya que acceder a un enlace o pulsar en la opción «Me gusta» o «Seguir» de la red social de turno no tiene por qué implicar ningún tipo de adhesión al contenido. En una reciente investigación académica sobre el uso que las bibliotecas pertenecientes a la Red de Bibliotecas Universitarias Españolas (Rebiun) realizan de Twitter (Carrasco-Polaino et alt., 2019), siguiendo algunos trabajos previos en diversos campos, el engagement se determinó como la suma de los favoritos y de los retuits de cada tuit, dividido entre el número 70 de seguidores del autor (Herrera-Torres et al., 2017). En otras incursiones sobre este objeto de estudio se empleó como medida el número de retuits o favoritos de cada una de las publicaciones (Stvilia; Gibradze, 2014). Esto nos informa de la ausencia de un criterio único en este sentido. Dentro de los nuevos entornos profesionales, existen diversas fórmulas para medir el engagement en cuanto a que es considerado como un KPI (key performance indicator por sus siglas en inglés o indicador clave de rendimiento, en castellano). Podemos analizar cualquiera de ellas para evidenciar la distancia que media entre las mismas y el origen del concepto. Amel Fernández (2020), especialista en Social Media, colaborador en medios de comunicación convencionales y editor de webs como Socialmedier.com propone la siguiente como la más acertada: Imagen 8. Fórmula para el cálculo de la tasa de engagement. Fuente y elaboración: Amel Fernández Al fijarse objetivos de crecimiento en la tasa de engagement se necesita forzar siempre las variables de esta fórmula buscando recursos en ocasiones artificiales (como generar expectación o jugar con la imprecisión) con lo cual se desvirtúa el tamiz de lealtad mutua deseable. Aunque, por su uso generalizado, el enfoque de engagement de la mercadotecnia es el que más presente está en la mente de la mayoría de la sociedad, en muchos sectores, incluido el de los medios, esta visión más mercantilista convive con otras aproximaciones al fenómeno desde distintos puntos de vista como el de los estudios culturales, la mediación tecnológica o la perspectiva crítica (Bergillos, 2017). En la presente investigación nos acercamos al término con la vista en la recuperación del mismo que se está haciendo desde cierto sector en el mundo del periodismo para hablar de una nueva forma de entender la profesión, práctica que tiene que ver con el restablecimiento de ciertos valores y entronca muy directamente con el significado primigenio del sustantivo. 3.2.3.- Orígenes del término Sin estar reconocido por la Real Academia Española, se considera al término engagement como procedente del inglés y, por tanto, un anglicismo incorporado al uso cotidiano en castellano. En la lengua de Shakespeare se conoce ya el empleo de este vocablo a principios del siglo XVII, derivado del verbo engage y con el sentido general de una obligación legal o moral (Simpson y Weine, 1989). 71 Lo cierto es que, si rastreamos tanto el origen de la palabra como el del verbo nos encontramos con una importación previa al inglés desde el verbo francés engager, que originalmente significaba «empeñar o prometer algo» y fue evolucionando hacia otros significados como «comprometerse» (en hacer algo), «entrar en un contrato» (mediados del siglo XVI), «involucrarse en una actividad», «entrar en combate» (mediados del siglo XVII) dando lugar a la idea de «involucrar a alguien o algo más» (Simpson y Weine, 1989). Algunos trabajos cercanos en el tiempo ponen el foco en los condicionamientos jurídicos y morales que encierra el concepto de engagement, asociándolo con «obligación contraída» o «palabra dada» y conectándolo inequívocamente con el vocablo «compromiso», que solo se entiende bien si acudimos a las fuentes del derecho romano y siempre en relación con la voz originaria compromissum (Blanch, 2017: 22). Este componente moral asociado al vocablo es, precisamente, al que se ha renunciado desde campos como el de la mercadotecnia pero que sí está presente en el enfoque que se está ofreciendo desde cierta forma de ejercer el periodismo. Puede ser quizá una respuesta a cierta falta de esa ética durante mucho tiempo, aspecto este relacionado con la pérdida de credibilidad y, como vimos en el bloque anterior, uno de los factores de la reciente crisis experimentada por la profesión. 3.2.4.- Engaged journalism: Definiciones en el entorno académico y profesional Como veremos más adelante, desde el punto de vista lingüístico resultará difícil encontrar una denominación en castellano que recoja toda la riqueza del binomio engaged journalism. No es de extrañar si tenemos en cuenta que esa misma complejidad se traslada a la hora de llegar a un acuerdo sobre el trasfondo conceptual del mismo desde el entorno académico o en el profesional en el original en inglés. Llegado el momento de teorizar, el problema radica en la propia definición o, mejor dicho, las definiciones de engagement que, como señala el periodista e investigador Jake Batsell (2015), «son notablemente ambiguas y fluidas». Sus variadas aplicaciones y sus complejas manifestaciones han hecho imposible, hasta la fecha, llegar a consenso tanto en su descripción como en su interpretación (Bergillos, 2017). Se ha teorizado ampliamente en la última década sobre esta cuestión (Macnamara, Sakinofsky y Beattie, 2012; Cvijikj y Michahelles, 2013; Tarín, 2013; Triantafillidou, Lappas y Yannas, 2015; y Sobaci y Hatipoglu, 2017, entre otros muchos), pero tanta variedad de aproximaciones al objeto de estudio ha deparado múltiples definiciones generando un panorama de estudio todavía confuso, en el que es habitual encontrar tanto diferentes términos para designar un mismo proceso, como el empleo de un mismo término para designar procesos distintos, por lo que la definición de engagement, lejos de alcanzar un consenso, se muestra como dúctil y moldeable a los objetivos de cada investigado (Ballesteros-Herencia, 2018). Como vemos, las aproximaciones son diversas. Unos ponen más el foco en la conexión, otros en la experiencia, otros en la relación… Lo que está claro es que el engagement no es un concepto unidimensional y por eso no propicia la unanimidad entre quienes se adentran en su conceptualización. Antes bien, la amplitud del concepto y su utilidad percibida en la industria publicitaria han alimentado el interés por conocer detalladamente en qué consiste, lo cual ha 72 supuesto su descomposición en comportamientos y sentimientos asociados a él (dimensiones) y la consecuente experimentación con procedimientos para cuantificarlos, bajo la premisa de que por esta vía se lograría dar cuenta de cantidades de engagement de los consumidores con los anuncios y los programas (González-Bernal, 2016). Antes de centrar el foco en el aspecto de las ciencias de la información, destacamos el esfuerzo de Carlos Antonio Ballesteros-Herencia (2018) por tratar de vislumbrar cierta unidad entre tantas investigaciones que ofrecen un fiel reflejo de lo poliédrico del término que se multiplica dependiendo de la aproximación, determinando que Se trataría de un proceso interactivo entre dos partes que se produciría como resultado de la existencia de un sujeto involucrado o comprometido con las acciones de una empresa u organización que genera, conscientemente o no, esta implicación. Sustancialmente respondería a un estado cognitivo y emocional que se manifiesta mediante determinados comportamientos por parte de los sujetos comprometidos, ya sea en el mundo real o virtual. Por tanto, debemos señalar que el engagement no es tanto un producto final, ni un estado mental o comportamiento únicamente por parte de un sujeto, sino que se trataría de un proceso interactivo y bidireccional entre unos sujetos (ciudadanos, trabajadores, clientes, usuarios de redes sociales) y unas organizaciones (administración pública, empresa, plataforma digital). Aunque su estudio venía de bastante atrás, el engagement comenzó a acaparar la atención en el entorno de la comunicación alrededor de 2005, cuando la American Association of Advertising Agencies lo propuso como una métrica relevante para las cuentas de la industria publicitaria. Fue esto lo que hizo que anunciantes, agencias, creadores de contenido y quienes velaban por el sostenimiento de las audiencias pusieran interés en él (Napoli, 2010). De nuevo, y aunque ahora hablemos más explícitamente de medios de comunicación (con un peso importante de la televisión), la presencia de la publicidad hace que las fronteras vuelvan a difuminarse. Incluso cuando se aborda el contenido se hace desde la perspectiva del consumo por parte de la audiencia, volviendo a limitar su función a la de receptor. Es cierto que ahora el medio se interesa, pero más por sus gustos que por sus necesidades. Conviene recordar pues que el engagement que mueve al tipo de periodismo que queremos estudiar poco tiene que ver con este otro basado en la producción de mensajes que capten la atención y ante los que el público reaccione y por eso avanzaremos hacia una conceptualización más amplia en la búsqueda de una denominación que case mejor con la realidad. Cierta corriente académica contextualiza en engagement en el entorno informativo desde el factor experiencial, definiendo esta práctica como el conjunto de experiencias que los lectores, espectadores o visitantes [de un sitio web] tienen con un medio (Peck y Malthouse, 2010). Algunas de estas experiencias pueden ser atractivas porque brindan altos niveles de utilidad, proporcionando consejos y sugerencias útiles, mientras que otras pueden ser atractivas porque son intrínsecamente agradables. Las experiencias no son necesariamente excluyentes entre sí y algunos contenidos pueden generar altos niveles de experiencias múltiples. Es fundamental darse cuenta de que hay más de un camino hacia el compromiso y que los diferentes caminos se realizan ofreciendo diferentes experiencias, permitiendo que una marca se diferencie de las demás (Mersey, Malthouse y Calder, 2010). 73 De acuerdo con lo expuesto hasta aquí, esta forma de hacer periodismo basa fundamentalmente su interpretación en torno a la generación de esas experiencias en el espectador por parte del medio. Aunque, ciertamente, en su análisis se entrevé la preocupación de la empresa periodística por conectar de una manera nueva y con un impacto real en la audiencia, a ojos de esta investigación, parece una aproximación muy limitada ya que, aunque como veremos se destaque el valor del compromiso entre ambas partes y el periodista se preocupe más por el espectador o intente adaptar los contenidos a sus necesidades, a este se le sigue viendo con un fuerte componente pasivo como alguien que recibe esas experiencias. En la siguiente figura se ilustra la relación entre la fidelidad de un lector o espectador con un medio a través del uso que hace de él y se visualiza la diversidad de caminos (experiencias) para establecer estas relaciones sin perder el foco en el compromiso, ya que es este el que hace que las personas “hagan uso” de un medio leyéndolo, viéndolo o interactuando con él. Es el compromiso el que causa respuestas afectivas: tener simpatía hacia esa marca, recomendarla a un amigo o sentirse fiel a ella. Finalmente, el compromiso con el contenido editorial también afecta las reacciones a los anuncios y viceversa. Si desea que a la gente le guste y lea su publicación, sintonice su programa de noticias, etc., concéntrese en atraerlos. Una vez más, nuestra definición de compromiso se centra en el concepto de una "experiencia", que es un conjunto de creencias que las personas tienen sobre cómo un medio se adapta a sus vidas. Las experiencias no se refieren al medio en sí mismo, sino a la relación [individual] entre un miembro de la audiencia y esa marca. Las experiencias explican por qué alguien hace uso de los medios. Comprender esta relación es una clave importante para atraer a una audiencia (Peck y Malthouse, 2010). Imagen 9: Engagement, experiencias y sus consecuencias. Fuente y elaboración: Abe Peck y Edward C. Malthouse. Adaptación propia al castellano. Tenemos que remontarnos a los últimos años para vislumbrar ese paso hacia un análisis en el que se acoja bajo un paraguas más amplio a esa práctica en la que, respetando la división de roles entre periodista y público, este último adquiere un mayor protagonismo, integrándose como parte una comunidad que se identifica con el medio más allá de considerarlo sólo un emisor de informaciones. En las múltiples entrevistas sobre el tema realizadas por Jake Batsell para la elaboración de su obra Engaged Journalism. Connecting with Digitally Empowered News Audiences, el autor se 74 ha encontrado con distintos matices a la hora de recibir respuestas de la mano de expertos, aunque realmente en todos los casos aparece como denominador común la presencia de un nuevo escenario en la relación entre el periodista y el destinatario de la información, adquiriendo este segundo un nuevo protagonismo. Así, para Mark Luckie, que trabajó en el pasado como responsable de la sección de periodismo y noticias en Twitter y actualmente desarrolla su labor como especialista en estrategia digital, engagement significa «no solo hablar a la gente sino también escucharla»; para Tracy Record, cofundadora de West Seattle Blog (publicación digital que cuenta con amplio reconocimiento en Estados Unidos) se trataría de una «mezcla entre colaboración y conversación, poniéndose en la mente de la gente» (Batsell, 2015) y poniendo como prioridad escuchar y participar de las conversaciones. Otras instituciones en el campo de la participación y la ciudadanía activa han aportado matices propios al concepto. Así, para Democracy Fund (fundación que se declara independiente y que tiene como objetivo mejorar el proceso democrático en los Estados Unidos): «En un nivel básico, el engaged journalism representa un cambio y un refinamiento con respecto a las formas en que las redacciones interactúan con los miembros de la comunidad» (Das, 2017: 3). Ese refinamiento, como veremos en detalle, tiene que ver con la escucha y el diálogo, generando relaciones en un plano de confianza entre el periodista y su audiencia como hasta el momento no se conocían en el ejercicio de la profesión. Jennifer Brandel, que se autodefine como periodista accidental, es fundadora y máxima ejecutiva de Hearken, una compañía tecnológica que pone al servicio de las redacciones que deciden ser sus clientes una nueva metodología para el periodismo, acercándolas a su comunidad-objetivo, y ayuda al periodista a establecer lazos de colaboración con los miembros de la misma antes de producir un contenido informativo. En Hearken parten de la idea de lo que no es engagement. No lo sería, por ejemplo, pedir comentarios de lectores a los contenidos o tener muchos likes en una publicación de Facebook cuando no hay nadie con capacidad de decisión en la redacción que analice esa actividad y la sepa convertir en una nueva historia. Para ellos, ese engagement se da cuando el público responde a la redacción y la redacción responde a su público. Es un círculo. [...] Si no hay una respuesta significativa, es probable que no haya un compromiso significativo. Las compañías de datos, por supuesto, llaman engagement a un montón de cosas (tiempo de permanencia en una página web, profundidad de la navegación, etc.), pero para nosotros, el compromiso es un logro que va más allá del consumo puro. [...] Es una promesa para el futuro, un tipo de respeto mutuo y apoyo y una asociación a largo plazo. Para nosotros no hay compromiso si el círculo no se cierra. Pero el compromiso puede ser incluso más profundo y mejorar: cuando algo cambia en la toma de decisiones de una sala de redacción (ya sea en las historias asignadas, cómo se desarrolla la actividad del reportero o cómo acaba realizándose otro trabajo a partir a esta información), ahí es donde puede ver la redacción el valor del compromiso. Para demostrar ese valor fuera del medio, los periodistas deben hacer ver a los miembros de su comunidad que sus aportaciones son importantes (Brandel, 2016). Es interesante cómo estos profesionales visualizan la relación entre el público y la organización informativa como un círculo que debe cerrarse para completar ese anillo del engagement: 75 Imagen 10: Anillo de compromiso. Fuente y elaboración: Hearken. Adaptación propia al castellano. Como vemos, son muchos los grupos de profesionales que conceptualizan sobre este fenómeno. En la misma línea, del 1 al 4 de octubre de 2015, 105 periodistas, ciudadanos miembros de comunidades, estudiantes de periodismo, educadores y otros profesionales se reunieron en la Universidad de Oregon para participar en el seminario Experience Engagement, en el que partían de la siguiente pregunta: ¿Qué se puede conseguir cuando público y periodistas participan ayudando a prosperar a una comunidad? Como fruto del intenso trabajo desarrollado en estas jornadas convocadas por Journalism That Matters (organización sin ánimo de lucro que desde 2001 promueve el diálogo entre los distintos actores del proceso informativo para fomentar la colaboración, la innovación y la acción), de allí se extrajo un punto de vista bastante clarificador sobre el engaged journalism. Asumiendo que el binomio periodismo-comunidad es inseparable; que la salud de la información es vital para el bienestar de la comunidad; que el ejercicio del periodismo es vital para la salud de la información comunitaria; que el apoyo comunitario es vital para el periodismo; y que, en última instancia, las comunidades son responsables de sus propias historias y el periodismo es parte de ellas; este grupo de personas reflexionando en torno a este tipo de periodismo determinaron que el compromiso entre comunidad y periodismo es una intersección prometedora a la hora de generar confianza y acciones que ayuden a prosperar tanto al periodismo como a las comunidades (Fancher et al., 2016). Desmarcándose del significado de engagement en el contexto más generalizado de las redes sociales, para ellos se trata de conexiones auténticas, de valorar a las personas y llevar a cabo procesos de intercambio para que emerja tanto lo mejor para las personas como para la comunidad en general. Engagement es reconocer la inteligencia colectiva y la sabiduría de nuestros lectores/nuestra audiencia y darnos cuenta de que como periodistas no somos los dueños de las soluciones sino que estas vienen de las propias comunidades. Engagement 76 implica estar en la plataforma o espacio físico preferido y adaptar nuestro lenguaje al de la comunidad afectada por el tema que cubrimos. Eso permite crear relaciones más significativas entre la comunidad y la redacción (Fancher et al., 2016). En el siguiente esquema, además de reflejar perfectamente cómo conciben esa relación entre el periodismo y sus comunidades, es toda una declaración de intenciones desde su encabezado con ese «Nada sobre nosotros sin nosotros» o las referencias a la escucha y el diálogo como fundamentos. Imagen 11: Ecosistema comunicativo para el crecimiento de una esfera cívica basada en la participación. Fuente: Experience Engagement. Adaptación propia al castellano. Los periodistas que han construido conexiones valiosas con sus comunidades dicen que involucrar a las personas en su periodismo, generar ese engagement, tiene que ver con algo más profundo que simplemente conseguir promoción o respuesta a una campaña de crowdsourcing, se trata de asegurarse de que su trabajo sea importante para su audiencia (Guzmán, 2016). 77 Por su parte, The Impact Architects (red internacional de expertos procedentes de universidades, centros de investigación, fundaciones filantrópicas y agencias que realiza investigación y consultoría estratégica) define este tipo de periodismo como aquel que, desde una práctica inclusiva, prioriza las necesidades y demanda de información de los miembros de las comunidades a las que presta su servicio; crea espacios de colaboración para la audiencia en todos los aspectos del proceso informativo y construye y cuida una relación de confianza entre público y periodistas (Green-Barber y García, 2019). Es importante volver a incidir, como hace The Impact Architects, en la confianza como eje vertebrador de este tipo de periodismo ya que, verificado en él este valor, le reviste de más autoridad a la hora de ser presentado como respuesta a la crisis de credibilidad que ha alimentado la crisis global de la profesión. Desde esta organización indagan en ciertas características vinculadas a la confianza (autenticidad, transparencia…) relacionándolas con prácticas de participación (en algunas de las cuales profundizaremos más adelante en esta investigación, como el crowdsourcing, los eventos presenciales de las organizaciones informativas, las formaciones impartidas por estas, etc.). Como base para un modelo que permita planificar proyectos informativos atendiendo a estos criterios proponen además introducir como tercer elemento el análisis de la audiencia. Así, triangulando las prácticas de participación, las características de confianza que se pueden asociar con esas prácticas y la comunidad destinataria se podría llegar a obtener una imagen aproximada sobre la posibilidad de incrementar esa confianza entre ambas partes y, por tanto, un aval al éxito del proyecto al menos en lo que respecta a este eje relacional. Imagen 12: Correlación entre prácticas en el engaged journalism y factores de confianza. Fuente: The Impact Architects. Adaptación propia al castellano. 78 La de The Impact Architects es quizá una de las definiciones más completas de las recogidas hasta el momento, pero carece de un elemento que sí encontraremos en la que ofrece en su obra el ya mencionado Batsell quien, recogiendo en parte aportaciones de los otros autores, introduce además la dimensión económica, que entendemos como clave para poder hablar de un modelo sostenible de organización informativa y garantizar su futuro. Él define el engaged journalism en relación al «grado en el que una empresa informativa considera a su audiencia e interactúa activamente con ella en cumplimiento de su misión periodística y financiera». Junto a la de Batsell, la definición que mejor guiará nuestro trabajo nos la ofrece The European Journalism Centre a través de The Engaged Journalism Accelerator. Antes de exponer su definición conviene presentar a estas estructuras, ya que juegan un papel importante en nuestra investigación y han colaborado en la misma ofreciendo conocimiento y tiempo por parte de su personal y oportunidades formativas sobre la materia que nos han permitido participar en eventos en los que intercambiar impresiones con profesionales del periodismo de España y otros países del continente europeo. The European Journalism Centre es una organización internacional sin ánimo de lucro que desde 1992 trabaja conectando a los periodistas con nuevas ideas, habilidades y personas. Su misión es construir un ecosistema periodístico sostenible, ético e innovador a través de subvenciones, eventos, capacitación y desarrollo de plataformas como la propia aceleradora de periodismo participado. Esta aceleradora, lanzada en abril de 2018 y de cuyas actividades y recursos hemos participado como parte del presente trabajo, ofrece subvenciones, formación, asesoramiento y recursos a periodistas y organizaciones periodísticas para apoyar este tipo de periodismo basado en el compromiso y el diálogo. Desde The European Journalism Centre definimos el engaged journalism como el periodismo que coloca la participación de la comunidad (geográfica o temática) en el centro de su propiedad, relato, distribución, impacto e ingresos. En otras palabras, redacciones que ven el periodismo como una conversación» (Thomas, 2018). Esta definición, que incluye el elemento económico en su reflexión y viene de una entidad que vela por la sostenibilidad de las organizaciones periodísticas, está también muy cercana a nuestra idea. La experiencia y el análisis exhaustivo de numerosos proyectos en toda Europa ha llevado al equipo de la aceleradora a confirmar una clara conexión entre el compromiso de la comunidad y la sostenibilidad de la organización informativa que apuesta por ella: «El vínculo entre los ingresos y el compromiso de la comunidad era claro. Las organizaciones de noticias que colocaron el compromiso de la comunidad en el centro de su estrategia lograron un progreso significativo» (Thomas, 2018). 3.2.5.- Engaged journalism. Asimilación al castellano Como ya ha quedado referido anteriormente, si no el principal problema sí el más obvio con el que nos hemos encontrado a la hora de abordar la presente investigación es la falta de un término en castellano que englobe todos los matices que en inglés han quedado recogidos bajo el paraguas de engaged journalism. Optar por una traducción literal conlleva necesariamente una renuncia, una limitación y un empobrecimiento del concepto en sí. De manera general, hasta ahora «su traducción al castellano se ha producido bajo diferentes términos desde el más 79 habitual compromiso, a otros como implicación, involucración o vinculación, que tratan de adaptarse de un modo más preciso al punto de vista del investigador» (Ballesteros-Herencia, 2018). Detrás de la ausencia de un adjetivo exacto con el que definir esta práctica periodística subyace quizá una falta de conciencia generalizada en el mundo hispanohablante sobre esta forma de entender la profesión y el negocio. En el análisis pormenorizado de casos veremos, sin embargo, como sí que encontramos ejemplos aunque claramente fragmentados, lo que nos sitúa ante un ecosistema relativamente incipiente. En un primer estadio de este trabajo nos dirigimos a profesionales de la lengua intentando consensuar con ellos un marco terminológico. Al consultar inicialmente a expertos en traducción su respuesta y orientación fue usar en la investigación el término en inglés ya que la construcción más literal, que sería periodismo comprometido, si bien recoge varios matices del original no engloba la riqueza semántica que subyace en aquel y, actualmente, no existe otra acepción en castellano con esa carga significativa. En el siguiente apartado aportamos más razones por las que evitar esta denominación. Siguiendo con nuestras pesquisas en la búsqueda de una adaptación apropiada en castellano para engaged journalism, desde el servicio de consultas lingüísticas de la Fundación del Español Urgente (Fundeu) emitieron el siguiente juicio ante nuestra consulta: «No sabemos de una equivalencia que no sea alguna de las opciones que cita3 y que no sirven. Quizá podría ser periodismo interactivo, pero solo se recogería uno de los aspectos que menciona» (Fundeu, 2018). Imagen 13: Correo electrónico de consultas@fundeu.es 3 Periodismo ciudadano, periodismo comunitario, periodismo participado, periodismo comprometido mailto:consultas@fundeu.es 80 El problema radica, claramente, en la polisemia del original. Ya en respuesta a la consulta de una usuaria a través de su perfil en la red social Twitter, sobre esta misma duda manifestaron: «En el caso de “engagement”, hemos barajado “compromiso”, “identificación”, “vinculación”…, pero ninguno acaba de convencernos». La cuestión es que quizá no sea ninguno de esos significados en concreto y sea todos a la vez. Imagen 14: Tuit de respuesta a una consulta en el perfil @Fundeu En el entorno académico español tampoco parece haber consenso o, cuanto menos, un veredicto definitivo y todo lo más que encontramos es un intercambio de ideas enriquecedor pero poco concreto. Por ejemplo, a raíz de un artículo sobre el engagement de los mensajes publicados en los perfiles de las bibliotecas universitarias españolas con presencia en la red social Twitter (Carrasco-Polaino, Villar-Cirujano y Martín-Cárdaba, 2019), el director de El profesional de la información, Tomàs Baiget (2019), lanzaba en las listas de correo electrónicos ’IWETEL’ y ‘COMUNICACIÓN’ (albergadas en el Servicio de RedIRIS, red académica y de investigación española actualmente auspiciada por los ministerios de Ciencia e Innovación y de Asuntos Económicos y Transformación Digital) una encuesta abierta entre los investigadores y profesionales suscritos a las mismas acerca de la mejor traducción en castellano para el término en cuestión: Hay palabras inglesas que ya tenemos bien incorporadas a nuestro idioma, como ranking o marketing (a pesar de haber equivalentes castellanos más o menos buenos). No somos tan puristas como para cerrarnos a usarlas. Sin embargo esta vez a la Redacción de la revista nos resultaba molesta la palabra engagement en el título, y estuvimos buscando su traducción al castellano para proponer a los autores cambiarla. Al no tenerlo claro, al final lo dejamos así. Quizá la próxima vez si cuaja alguna de las propuestas de este debate... Los resultados de esta encuesta demostraron coincidencias entre los participantes, aunque también mucha variedad de propuestas, y situaron a la cabeza, con un empate el ya 81 mencionado ‘compromiso’ con ‘enganche’. Así quedó la clasificación en cuanto a términos propuestos y número de votos: - Enganche: 13 - Compromiso: 13 - implicación: 12 - Participación: 11 - Interacción: 8 - Vinculación: 8 - Fidelización: 7 - Atracción: 3 - Involucración: 2 - Engarce: 2 - Captación: 2 Otras propuestas e ideas relacionadas fueron: cautivación, identificación, conexión emocional intensa, respuesta, repercusión, relación activa, complicidad, interpelación, adscripción, pertenencia, colaboración, empatía, buen rollo, admiración, encaje, compenetración, interés, flow, penetración intercambio, ligazón… Varias de ellas podrían ser poseedoras de matices del engaged journalism, pero ninguna en concreto recoge su significado completo. Llegados a este punto, y sin ninguna propuesta de denominación que satisficiera nuestro propósito, decidimos conjugar el análisis detallado expuesto anteriormente con el estudio de la realidad para, desde ahí, extraer los elementos que configurarán el término en cuestión que será objeto de nuestra investigación. Esto nos dio pie, al mismo tiempo, a elaborar también nuestra propia definición del mismo, combinando y enriqueciendo las existentes. 3.2.6.- Periodismo relacional participado por comunidades: propuesta de conceptualización del engaged journalism para el mundo hispanohablante Optar por una mera traducción del término engagement para su estudio significa absorber sin más la literalidad del concepto anglosajón, con las limitaciones que eso implica y desdeñando la riqueza semántica del castellano, donde no siempre se da una identificación plena de una traducción con su original. La riqueza semántica de nuestra lengua hace que, con frecuencia, a una sola palabra en inglés le correspondan varias en castellano por ser esta la única manera de recoger todos los matices posibles en la lengua cervantina. Desde esa premisa abordamos un trabajo propio de conceptualización de un término que nos dará lugar a entender una forma determinada de ejercer el periodismo. 3.2.6.1.- Bases para la conceptualización Pese a la diversidad de matices, explorando los análisis que sobre esta nueva práctica periodística hemos compartido, observamos en todas las aproximaciones la repetición de algunos patrones interesantes: 82 - En todos los casos se intuye un cambio en el rol del periodista; o quizá podamos hablar mejor de un replanteamiento de su función que, en el fondo, lo que hace es recuperar su esencia de profesional al servicio de la sociedad. - La audiencia, que hasta ahora venía siendo considerada exclusivamente en su papel de destinataria, adquiere un nuevo sentido para los que practican este periodismo. La información se hace para la persona, no tanto como consumidora de la misma sino como como figura potencialmente interesada o afectada por ella. Conceptos como escucha, conversación o colaboración, son indicadores clave de este nuevo escenario que inaugura un nuevo marco relacional. - Pese a estos nuevos roles de periodista y audiencia, la nueva relación que surge entre ellos se plantea diferenciando claramente el papel de uno y otra, a diferencia de otras prácticas en donde se mezclan hasta difuminar el concepto de periodismo haciéndolo desaparecer. Si atendemos a las prácticas que desencadena este tipo de periodismo diremos que, en general, incluyen: - Escucha activa de las audiencias - Colaboración de y con las audiencias - Conexión con las comunidades - Audiencias que interactúan con y a través de los contenidos Podemos añadir que, en un amplio número de casos, especialmente en aquellos en los que los factores de ubicación geográfica o campo temático están bien delimitados, se percibe una vinculación directa entre la práctica de este tipo de periodismo y el incremento de un compromiso cívico en los agentes que participan del proceso informativo. Para Macnamara (2017), demostrar los beneficios potenciales de una mejor escucha organizacional requiere una mayor investigación, pero en la esfera pública podría decirse que incluyen una representación más equitativa; mayor participación en la política y la sociedad civil; mayor confianza; y mayor equidad social. Estas pistas nos darán pie a investigar sobre la construcción de comunidades en torno a organizaciones periodísticas o el nacimiento de organizaciones periodísticas en torno a comunidades; sobre el nuevo papel de cada una de las partes involucradas en los procesos informativos; o sobre la viabilidad económica y el futuro para un tipo de periodismo con unas características muy concretas en un escenario donde parece que solo unos pocos tendrán sitio. Pero, sobre todo, el análisis previo nos permite desde ya acotar el marco semántico en el que nos moveremos. Con lo expuesto anteriormente, venimos a determinar que la mejor adaptación del concepto de engaged journalism a la lengua castellana se recogería bajo la denominación de periodismo participado, en tanto que distintos actores participan de él mediante una relación de compromiso entre las partes implicadas y asumiendo ciertas normas. No obstante, habrá que 83 dotar a este sintagma de un sentido más amplio del que hasta ahora se le ha dado y que lo diferencie claramente de cualquier matiz que haga pensar erróneamente en el periodismo participativo u otras prácticas similares. El papel fundamental del concepto comunidad en esta práctica (con un significado mucho más amplio que el que es habitual en el imaginario colectivo) hará que nos decantemos por introducirlo en el sintagma, hablando así del periodismo participado por comunidades. 3.2.6.2.- Periodismo participado, no periodismo comprometido, periodismo participativo, periodismo ciudadano, periodismo abierto o periodismo de soluciones En el anterior apartado reseñamos cómo, la propuesta más obvia para dar respuesta a la necesidad de una terminología en castellano para engaged journalism parecía ser periodismo comprometido. Cabría pensar que, en esencia, todo periodismo debe ser comprometido (si bien sabemos que no siempre es así). Pese a que el que estudiaremos en este trabajo sí lo es, preferimos no usar esa denominación como hilo conductor de la investigación ya que en el imaginario colectivo se relaciona principalmente con el campo de la solidaridad, un marco que entra en conflicto con algunos de los planteamientos que postulamos, especialmente los vinculados a la misión económica de las organizaciones informativas. Además, si bien esta práctica del periodismo comprometido pone en el centro de su trabajo a la persona, no necesariamente la vincula al proceso informativo, sino que muchas veces tiende a considerar sólo los beneficios finales que la información le reportará; como añadido a la lista de causas que hicieron que declinásemos esta opción, cuando se habla de esta praxis (o se teoriza sobre ella), en el entorno de las ONG se suele categorizar de manera restrictiva el tipo de personas que serán protagonistas o beneficiarias de la labor del profesional de la información. Por citar un ejemplo, Oxfam Intermon define el periodismo comprometido como un periodismo proactivo y de investigación que sitúa en el centro de la noticia a las personas y colectivos más vulnerables (Assiego, 2014). En el tipo de periodismo que abordaremos en nuestra investigación la vulnerabilidad o su ausencia no serán factores determinantes y se considerará a todo ciudadano, por el mero hecho de serlo, sin importar su nivel o condición social. Tampoco se pone el límite en el tipo de técnicas, como en este caso se hace restringiendo al periodismo de investigación. 84 Imagen 15: Web de la campaña ‘Periodismo comprometido’ de Oxfam Intermón. Centrándonos más en el aspecto participativo que en el del compromiso, ya vimos en la primera parte de esta investigación cómo la participación de las audiencias en los medios ha experimentado una constante evolución a lo largo de la historia, fruto muchas veces de una búsqueda de mayor conexión de los medios con su público para garantizar la supervivencia de un producto. Pese a las posibilidades democratizadoras que la participación ofrecía y a la mejora de la calidad gracias al contacto directo entre periodistas y ciudadanos (Masip y Suau, 2014), fundamentalmente, la generalización de una amplia gama de mecanismos de participación ha obedecido a motivaciones estrictamente económicas (Singer et al., 2011; Rosenstiel y Michell, 2011; Vujnovic et al., 2010; Masip y Micó, 2010; Becker, Clement y Schaedel, 2010). En cierto punto, la tecnología y los canales disponibles en el mercado adelantaron a las incipientes intenciones de apertura a la participación de los medios (limitadas en muchos casos a la posibilidad de comentar o votar un contenido o enviar puntualmente información o materiales audiovisuales). Esta dinámica cristalizó, sobre todo, con la irrupción de las redes sociales, cuando se popularizó definitivamente la idea de la democratización definitiva de la información, surgida ya en los albores de internet y afianzada con la llegada de la web 2.0. En este nuevo escenario de herramientas gratuitas y vidas pegadas a un teléfono móvil, el usuario de la Red adquiere un papel activo en la generación y difusión de contenidos y es visto por muchos como una nueva suerte de periodista hasta el punto de llegar a consolidarse 85 acepciones como la de periodismo ciudadano, que para algunos se daría «cuando las personas antiguamente conocidas como la audiencia utilizan las herramientas periodísticas que tienen a su alcance para informarse unos a otros» (Rosen, 2008). En la misma línea emerge el término periodismo participativo, quizá el que más tentados hemos estado de adoptar como traducción de engaged journalism pero que no encaja con nuestro estudio en la medida en que en su definición se autolimita al comprender prácticas superficiales que distan del compromiso que preside nuestro objeto de estudio. Así, a ojos de los expertos (Alberdi et al. 2012) este periodismo participativo no viene sino a ser aquel en el que se da una mutación en el rol del que actúa como lector, ese que hasta el momento se conformaba con ingerir la dieta informativa que otros habían preestablecido para él y que pasa a querer ser partícipe activo de la historia. Ahora bien, en esto como en todo también habrá grados y la implicación puede ser profunda, (llegando a elaborar materiales escritos o audiovisuales) o extremadamente superficial, (tanto como responder a un formulario o votar una noticia). Sin que tampoco haya unanimidad a la hora de establecer una denominación unitaria para este tipo de prácticas [Castells (2010), por ejemplo, habla de network society para referirse a este fenómeno] sí que se ve como una corriente creciente aquella que, poniendo el acento en la proactividad de la hasta ahora pasiva audiencia, conceptualizan «el acto de un ciudadano o grupo de ciudadanos que juegan un papel activo en el proceso de recolectar, reportar, analizar y diseminar información» (Bowman y Willis, 2003), entendiendo muchas veces que «la intención de esta participación es suministrar la información independiente, confiable, exacta, de amplio rango y relevante que una democracia requiere» (Espiritusanto y Gonzalo, 2011). Pero, ¿quién garantiza que esto vaya a ser así? Son muchos los medios tradicionales que se abren a explorar esta nueva realidad. El mismo The Guardian, por ejemplo, lleva casi una década inoculando su renovada forma de hacer periodismo desde una aproximación más abierta a este protagonismo del ciudadano que hacer que «el periódico vaya más allá de lo que es un periódico» (Rusbridger, 2012). Ellos lo llaman, precisamente, open journalism y lo resumen en la capacidad de integrar de una manera casi natural y muy rápida, con un apoyo fundamental en la tecnología, esas visiones particulares que complementan el trabajo del redactor. Así, el que fuera editor del diario hasta 2015, Alan Rusbridger, afirma que, frente al ejercicio paternalista del periodismo tradicional, el periodismo abierto alienta al lector a la participación desde el principio, e incluso después de que la historia esté terminada. Como tal, representa un cambio fundamental en la percepción de la función de una organización de noticias (Gonzalo, 2012). Sin embargo, esa participación sigue estando muy condicionada tanto por las dinámicas previas de una institución centenaria como por su tamaño y poder económico, circunstancias no extrapolables a otros casos. ¿Qué pasa cuando se prescinde de la figura del verificador? Y, ¿dónde quedan las exigencias éticas de las que se ha dotado la misma profesión? Está claro que el nuevo protagonismo cobrado por el usuario plantea posibilidades inéditas para la Red, pero también dudas sobre la calidad y fiabilidad de la información tratada por agentes no profesionales de la comunicación» (Sánchez, 2008, p.78). Sin apenas barreras a la hora de lanzar mensajes, “cabe preguntarse quién es responsable de la autenticidad, fiabilidad y precisión de la información que aparece en internet y quién es 86 el responsable penal o moral en el caso de que haya errores o difamaciones. [...] Entendemos que si la ciudadanía se apropia de una nomenclatura, como es la de periodista, su práctica también debe responder al conjunto de reglas y principios que dicha nomenclatura implica. (Gayà, 2015: 90) El ejercicio del periodismo se justifica no solo por la vocación, sino también porque es necesario para gestionar la información (Peinado-Miguel, Marta-Lazo & Ortiz-Sobrino, 2015) «y los más adecuados para llevar a cabo esta labor deben ser titulados en Periodismo» (Peinado-Miguel, Rodríguez-Barba, 2020: 492), pues al periodista la sociedad le otorga un relevante papel social como mediador entre la ciudadanía y los poderes públicos y privados en torno al manejo de la información y la toma de decisiones (Salinas y Stange, 2015). Juan Luis Sánchez (2012:32), subdirector de elDiario.es, reduce los requisitos a uno, el de la credibilidad, de manera que “si una persona, sea cual sea su profesión, se atiene a la metodología periodística que hace de una información algo creíble, hace periodismo. [...] Si la información deja de ser un producto para convertirse en una comunidad, ¿por qué entonces la información no va a ser producida, también, por la comunidad? [...] Se abre camino el concepto renovado de “periodismo participado”, donde está más claro que el periodista sí tiene un papel: el de editor, el de comisario (curator es el nuevo neologismo), el de filtro y preceptor de contenidos en la era de la sobreabundancia y el ruido”. Como vemos, aunque otorga gran protagonismo al ciudadano a la hora de producir la información, Sánchez, que utiliza el sintagma periodismo participado y no periodismo participativo, diferencia y concede un valor renovado al papel del periodista, lo cual supone toda una diferenciación con las aproximaciones anteriores y engarza con nuestro objeto de estudio. En su manifiesto post-periodístico, Bernardo Gutiérrez (2012) dice que filtrar contenido será una de las labores del periodista. Cuando analicemos su papel en este nuevo marco de trabajo veremos que no será la única. No es muy común oír hablar en España de periodismo participado como tal (aunque, como indicamos al comienzo de la investigación, hay casos muy significativos y es una práctica en crecimiento). Una de las primeras personas en usar esta terminología fue Merche Negro (2012), fundadora de Vúdeo.org, quien recalca que “nos definimos como Periodismo Participado, no ya ciudadano, que resultaba excluyente y ciertamente ambiguo: ¿un periodista no es ciudadano? ¿Es una tipología nueva que competía con la tradicional? ¿no habría zonas de confluencia? El nuevo concepto es mucho más exacto, ya que el adjetivo ya no distingue creadores, sino que completa el proceso. Participado implica múltiples orígenes y tratamientos, que derivan a un trabajo final único”. Y concede un papel muy importante a las nuevas tecnologías y las redes sociales, entendiendo que la revolución de las herramientas online, la octava maravilla del mundo podríamos decir, ha respondido a la necesidad de las comunidades de entender. A su intención de repreguntar cuando los canales de información no han saciado la demanda de los usuarios. Esta profesional, que cree que las malas noticias con las que nos desayunamos cada día son todavía peores cuando no las comprendemos, asume el nuevo reto, como muchos otros profesionales practicantes de este tipo de periodismo, de ofrecer espacios y crear comunidad para arar los caminos de ida y vuelta en el debate público, que derivan finalmente en crear un 87 conocimiento colectivo que nos arme mejor para, una vez tomado el último sorbo del café, poder salir a la calle con respuestas que provoquen el cambio social en positivo. En la nómina de pioneros de este tipo de periodismo, o aproximaciones conceptuales a él, podemos considerar también a Pau Llop, que ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional a buscar fórmulas, apoyadas principalmente en las nuevas tecnologías, para democratizar la información. De esa inquietud surgieron proyectos como bottup.com, considerado el primer periódico ciudadano en español, o Fixmedia.org, una plataforma en la que los usuarios estaban invitados a mejorar las noticias difundidas por los medios reportando errores o aportando más datos. El, que cree que la clave del periodismo participado «es moral, más que técnica» y se fundamenta «en la empatía del periodista respecto a su audiencia y viceversa» (Sánchez, 2010: 32), entiende el periodismo como un bien común y por eso ve necesaria la participación de todas las partes para su sostenibilidad, tanto en el aspecto formal como en el económico (promoviendo fórmulas como el crowdfunding). De ahí le surge a Llop (2011) el preguntarse: ¿qué es el periodismo? Una profesión, pero algo más. ¿Un servicio público? ¿Un acervo de rutinas profesionales evolucionadas desde el Acta Diurna de Julio César? ¿Nos pertenece? ¿Quizá lo hayamos heredado, lo estemos evolucionando conjuntamente -ahora más que nunca- y debemos dejarlo a los que vengan? Llop comprende un papel diferente para el periodista (que debe gestionar o canalizar la participación de la comunidad) y para el ciudadano (que debe aportar en beneficio de una buena información y del sostenimiento del modelo). Como vemos, este tipo de periodismo tiene entidad propia para diferenciarse del conocido como periodismo participativo, que sigue inmerso en debates sobre si las aportaciones ciudadanas pueden ser entendidas o no como periodismo y siguen centrando la crítica a la labor de los informadores en la caducidad de la posesión única de roles como el de gatekeeper, sin aportar nada a su justa y necesaria evolución. En esta investigación defendemos como una singularidad clave del periodismo que investigamos el concepto de comunidad. Muchas de las aportaciones entendidas como periodismo participativo vienen de actos individuales gestados desde la independencia que ofrece tener un teléfono móvil. En otros casos, habiendo referencia a una comunidad se limita muchas veces a la conformada por usuarios de una red social, que tienen en realidad escasa ligazón entre sí, más allá de compartir una plataforma y ciertos códigos establecidos. Por eso, a la hora de articular nuestra propia definición de periodismo participado incluiremos en el sintagma a explicar el concepto de la comunidad y ahondaremos en esta figura. Veremos así mismo como aunque algunos ejemplos del periodismo que abordamos podrían ser catalogados dentro del también novedoso (conceptualmente hablando) periodismo de soluciones no todas las prácticas de aquél tienen que estar necesariamente en este, por lo que descartamos también el uso de esa denominación que tiene más que ver con el enfoque se da a las informaciones y se centra en una forma de hacer periodismo que se basa en cubrir las respuestas o las soluciones a diversos problemas sociales. Tomando como eje central las preguntas de qué está funcionando mejor y cómo se hace, los periodistas que se adentran en esta forma de hacer periodismo simplemente cambian el enfoque de lo que hacen a diario. El eje central es lo que sí está funcionando y el problema tan solo hace parte del contexto de sus 88 historias. Este enfoque puede aplicarse a cualquier tema y ejecutarse en cualquier plataforma: prensa, radio, televisión o en formatos digitales. El periodismo que analizamos puede abordar también problemas, pero no tendrá que hacerlo necesariamente desde esa perspectiva positiva. Al final, toda gira en torno a cierto equilibrio y una convivencia constructiva entre periodistas y ciudadanos, que tienen mucho que aportar y ayudarán a la construcción de algo más grande. Así, “siempre que ese aporte en forma de comentarios, fotografías y vídeos remitidos, propuestas de temas, crónicas de ambiente, etcétera se interprete como complementario de la labor periodística profesional, y no como su sustituto, los medios digitales aumentarán su proximidad hacia los ciudadanos sin perder un ápice en calidad informativa” (Salaverría, 2010:246). 3.2.6.3.- Periodismo relacional participado por comunidades: definición propia Definimos el Periodismo relacional participado como una práctica inclusiva del periodismo donde la organización informativa (con la figura de medio de comunicación o cualquier otra que se adapte mejor a la realidad de su trabajo periodístico) se pone al servicio de la sociedad y de su audiencia; la escucha y dialoga con ella para entender y atender sus necesidades; y crea condiciones de colaboración activa, propiciando la consolidación de una comunidad en la que sus miembros, al mismo tiempo que se relacionan compartiendo inquietudes/objetivos (por motivos geográficos, ideológicos, de creencias, de gustos etc.) se involucran en distintos aspectos de la misión periodística (no necesariamente en todos) y, en determinados casos (tampoco imprescindiblemente siempre), en la misión financiera de la entidad (a la que en ningún caso se renuncia desde la organización) para garantizar su sostenibilidad, diferenciando siempre los roles propios de cada parte. Incidimos en la importancia del aspecto económico y el cumplimiento de una misión de carácter financiero por parte de la organización en la que se desarrolla este periodismo porque será este elemento, junto con el perfil profesional de quienes lo ejercen, lo que diferenciará este concepto de otras prácticas que se alejan de ser tenidas en cuenta como praxis informativa. Veremos cómo aunque el componente tecnológico juega un papel importante en esta nueva realidad (como prácticamente en todo lo que sucede en nuestros días) no tiene ese rol casi fundante que se le concede desde el periodismo participativo (que tiene su razón de ser en la capacidad que tienen los ciudadanos para hacer uso de las redes como plataforma de difusión de sus mensajes). Aquí será importante pero en absoluto decisivo y convivirá con el factor presencial, muy importante también en muchos casos para cimentar las relaciones de confianza y poder asentar la base del diálogo entre periodistas y ciudadanos. Para entender mejor lo que envuelve esta conceptualización debemos aproximarnos mejor al fenómeno de la comunidad, extrapolando su esencia a esta nueva realidad mediática. Empleando términos de la mercadotecnia moderna estaríamos ante un nuevo tipo de relación que bebe de una dinámica resumida en el esquema win-win, donde por un lado los ciudadanos ayudan al sostenimiento y cumplimento de la misión periodística y, por el otro, crecen en su empoderamiento, en la configuración de su identidad como comunidad (geográfica, de condición, de intereses...) y, en muchos casos, en un ejercicio más pleno y consciente de sus derechos y libertades al recibir información y formación útil para su toma de decisiones (Ortega- Santos y Rodríguez-Barba, 2018). 89 Con frecuencia, la práctica de este tipo de periodismo, cuando se orienta a cuestiones comunitarias delimitadas por una escala geográfica o por temáticas en el entorno de colectivos sociales, contribuye positivamente a fomentar el compromiso cívico entre los que participan en el proceso informativo (Green- Barber y García, 2019). La toma de conciencia de los ciudadanos de su condición de titulares del poder político, conociendo y asumiendo las virtualidades y potencialidades que se derivan de tal condición (García Costa, 2007), y la oportunidad de hacer comunidad con personas de intereses similares es para muchos la transformación más importante que ha originado la convergencia mediática (Jenkins, 2008). 3.3.- ¿Quién? y ¿para quién? Del «tú» y «yo» al «nosotros»: una cuestión de comunidad 3.3.1.- El ciudadano 3.3.1.1.- Evolución del rol del lector/espectador: Hacia una audiencia independiente, prosumidora, fuera de la masa En el bloque anterior desgranamos someramente la evolución del concepto de audiencia hasta el momento actual. Ello nos ha permitido comprender la importancia de este elemento como ingrediente clave dentro de esa tormenta perfecta que ha traído consigo la ausencia de un modelo definido de periodismo para el nuevo siglo y la necesidad de respuestas claras, llegadas desde distintos frentes y sensibilidades. Entre ellas, la del tipo de periodismo que estudiamos en este trabajo. Si algo ha quedado claro desde hace ya tiempo es que el ciudadano ha dejado de ser un simple elemento pasivo en esta fórmula. A continuación, nos aproximamos a este concepto desde esta nueva óptica que le confiere un papel distinto, no opuesto al del productor ni limitado al del consumidor. Aun con la inmediatez que nos brinda el entorno digital, los cambios aquí también se han dado de manera lenta, aunque sí que rápidamente quedan caducos reemplazados por algo nuevo. Cuando el profesor Philip Napoli (2010) desarrollaba su concepto de evolución de la audiencia y su forma de ser percibida quería reflejar cómo la noción que sobre la misma domina entre todos los grupos de interés integrados en el proceso mediático (productores de contenido, distribuidores, anunciantes, compradores, etc.) se transforma como respuesta a los cambios ambientales. Para Napoli estos cambios ambientales implican, principalmente, cambios tecnológicos, que alteran simultáneamente las dinámicas de consumo de medios y de recopilación de información. El autor establece aquí una relación causal con el nacimiento de conceptualizaciones alternativas para estudiar el comportamiento de la audiencia, mucho más fácil de observar en el entorno digital. Para una buena cantidad de autores que se aproximaron a esta realidad en los últimos años del siglo pasado y la primera década del presente quizás el impacto más claro sea la mayor capacidad de interacción dentro del nuevo entorno mediático y cómo se desdibujan los límites tradicionales entre quien ofrece el contenido y quien lo consume. 90 Para Cover (2006), «esta interactividad ha dado lugar a nuevas tensiones en la relación autor- texto-audiencia, principalmente al difuminarse la distinción entre autor y audiencia». Como investigadora de audiencias, Sonia Livingstone (2003) certifica también la transformación de la audiencia que pasa de «observador pasivo a participante activo en un mundo virtual». La autora sugiere que las implicaciones de este proceso evolutivo van más allá, en la medida en que conlleva el final del concepto de audiencia en favor del de usuarios que, potencialmente, recoge mejor la variedad de formas con la que los consumidores se relacionan con los medios en el nuevo entorno. En una línea parecida a la de Livingstone, Roscoe (1999) señala que «la idea de una audiencia presupone una oposición binaria entre productores y consumidores, entre los creadores, proveedores y proveedores de contenido, y la “audiencia” en sí misma, que ve, navega y “consume” el contenido», dando por superada esa vieja concepción entre dos entidades con un reparto de roles activos y pasivos. Con todo, el uso del término usuario o la superación de estos estereotipos clásicos referidos no reflejan, ni de lejos, la realidad actual de lo que entendíamos antes como público y la conexión que se puede llegar a dar hoy en torno a un medio donde se fomenta el compromiso y la lealtad entre todas las partes implicadas en el proceso informativo. Es importante enfatizar que esto no significa que anteriormente nunca se hubieran dado formas más amplias de participación. Muchas investigaciones, también desde el campo de la sociología, ilustran cómo en determinados momentos de la historia de las audiencias se han propiciado oportunidades sustanciales de colaboración, retroalimentación e interacción (así lo refleja por ejemplo en alguna de sus investigaciones el profesor Richard Butsch (2008) en la Universidad de Rider. La cuestión es que estas dinámicas, además de volverse más generalizadas, se están sistematizando y ordenando dentro de un pensamiento formal y no como ideas o experiencias inconexas. Es la nueva realidad de la audiencia hoy que deja de ser tal para ser protagonista de un nuevo periodismo, construyendo una nueva y propia definición con la dificultad que entraña el no tener que estar necesariamente circunscrita a una significación formal que encorsete su comportamiento. Las posibilidades de ser audiencia hoy se han multiplicado exponencialmente y, en el nuevo entorno tecnológico, los conceptos de público y de audiencia de masas derivan hacia el concepto de prosumidor, que fue planteado ya en los años setenta por McLuhan y cuyas dimensiones han ido evolucionando hasta la esfera de las redes sociales, coincidiendo y fortaleciéndose en la convergencia entre los medios tradicionales y los nuevos medios de comunicación, proponiendo que en la actualidad el prosumidor mediático produce y consume información asumiendo un papel protagonista en el nuevo paradigma de la cultura participativa propiciado por la interactividad tecnológica, que lo caracteriza y que requiere también de una educación emocional. (García, Ramírez y Rodríguez, 2014: 16; Benassini, 2014) Sin embargo, la visión de este perfil de ciudadano que no se resigna a recibir un producto de consumo informativo, sino que también lo produce, o la del usuario que utiliza las posibilidades técnicas para comentar, difundir o retroalimentar una noticia, han centrado en ocasiones de manera aislada, y quizá excesiva, el discurso sobre la participación en los medios, desviándolo de otros enfoques en los que estas actividades se pueden llegar a integrar (o no) pero sin ser el elemento sustancial en la relación entre las partes implicadas. En nuestra propuesta de 91 análisis abordaremos una perspectiva menos difundida pero que aporta renovación a esta figura desde nuevas formas basadas más, podríamos decir, en la complicidad. 3.3.1.2.- Análisis de factores en la implicación del individuo: De la audiencia al socio En la era del control social de la información, dentro de un entorno democrático, los ciudadanos tienen, en principio, más libertad para expresarse y más medios que nunca para recibir información y controlar qué dicen los medios. En la otra parte de la balanza, la sobreabundancia informativa hace que no sea tan fácil transformar esas oportunidades en dinámicas fáciles. Lo que sí parece claro es que, en el contexto de esta evolución de los roles de lo que tradicionalmente considerábamos audiencia, existen esas y otras muchas posibilidades y «hemos pasado en muy poco tiempo del periodista que vigilaba al poder al periodista que es vigilado por la gente. Ahora los lectores tienen herramientas para auditarnos y estamos obligados a reivindicar nuestro oficio con el trabajo diario» (Lafuente, 2012). Ya hemos referido que las tecnologías abrieron paso a nuevas formas de estar, de relacionarse, de movilizarse, de informarse, de participar... En este contexto de cambio facilitado por las TIC, puede afirmarse que Es la relación de los individuos con los medios de comunicación e información la que ha experimentado un cambio más significativo, en concreto, con la aparición de medios como Internet. Frente al papel tradicional de la audiencia como sujeto pasivo, como receptor del mensaje representado en el esquema clásico de la comunicación, los medios digitales han permitido que el receptor ocupe con frecuencia el lugar del emisor –capaz de emitir contenidos y compartirlos– sin dejar de desempeñar su lugar como consumidor de medios. Esta situación es la que dio lugar al concepto de «prosumidor» (García-Galera y Valdivia, 2014: 10) Nada tendría de novedoso hablar hoy de esa capacidad del ciudadano de emitir sus propias informaciones desde la perspectiva prosumidora ya señalada unas líneas atrás. La red está llena de podcasters, youtubers y otras familias de influyentes emisores de contenidos que han visto en las posibilidades tecnológicas un altavoz para las reivindicaciones, propias o colectivas, y, en muchos casos, un modo de vida. Pero, en un mundo afectado por el individualismo (cuando no egoísmo), lo revolucionario o novedoso viene a darse cuando, gracias a esas posibilidades que ofrece la tecnología, se conectan los conocimientos o las habilidades y destrezas personales formando una red o comunidad en favor de un beneficio mayor, ya que quizá no haya nada más central en la cultura de participación como la presencia creciente de una inteligencia colectiva. [...] Nadie tiene todo el conocimiento, por lo que la acción colectiva es la única opción para generar más y generar nuevo. Así como para resolver problemas o enfrentar un desafío. La formulación de proyectos va constituyéndose como una de las estrategias más idóneas para estimular la participación en el ecosistema mediático. Este tipo de actividad supone el conectarse unos con otros bajo un propósito determinado, donde cada cual aportará lo que conoce o domina a la consecución colectiva de los objetivos. (Orozco, 2011: 95). 92 En la era del networking, y mientras muchos experimentan una socialización basada en la recopilación de presuntos amigos o seguidores en plataformas como Facebook o Instagram, para otros el constituir redes será un elemento imprescindible para institucionalizar una nueva concepción de la participación (Jenkins, 2009). Se trata de sentirse protagonistas de algo más grande, que no solo beneficia a uno mismo; de ir más allá de la aparente frivolidad a la que nos enfrentamos en el ecosistema digital; de experimentar una sensación positiva al recibir pero, en ocasiones, también al dar. Así, y aunque a veces la relación se limite por circunstancias espaciales al ámbito digital, la concurrencia en redes supone una serie de habilidades y saberes de diverso tipo: sociales, comunicativos, por supuesto, pero también de pensamiento crítico y analítico, prospectivo, y una serie de posiciones y actitudes éticas, de respeto y tolerancia a los otros, pero a la vez de autoestima. Como sucede en la vida real, sucede también en relación a esta inteligencia colectiva y la nueva participación de las audiencias y usuarios. (Orozco, 2011: 95). Como veremos más adelante, sin ser un elemento obligatorio dentro de la fórmula del periodismo participado por una comunidad, el que los miembros de esta pongan a disposición de la sociedad sus habilidades, más allá de verificar el clásico dicho de que la unión hace la fuerza, ha demostrado que el ciudadano puede jugar un papel nuevo, y en ocasiones decisivo, a la hora de revitalizar la misión del periodismo en el siglo XXI. Uno de los casos de mayor éxito en los últimos años dentro del panorama de nuevos medios europeos ha sido el de De Correspondent, que nació con la misión de proporcionar a los miembros de su comunidad un antídoto frente a la rutina diaria de noticias. Como sus promotores dejan claro cada vez que pueden, parte del secreto de haber conseguido el respaldo económico de, en el momento en el que redactamos estas líneas, más de 60.000 personas en su edición original en holandés (el intento de explotar el modelo a escala global en inglés no tuvo tanta suerte), ha radicado en un modelo de redacción que «no quiere suscriptores, sino socios»4. Sobre la filosofía de que «mil doctores saben más que un corresponsal de salud» (Pfauth, 2017) este medio ha desarrollado un modelo en el que los redactores encuentran en sus socios la mejor base de expertos para elaborar informaciones sobre aspectos que a ellos mismos les interesan. Como veremos a continuación, ese mismo modelo que llama a los que componen el ente anteriormente conocido como audiencia a compartir sus habilidades en beneficio de una información de mayor calidad se ha dado repetidamente en nuevos medios surgidos en la última década en España desde la perspectiva del tipo de periodismo que analizamos en este trabajo. Cada vez más, se afianza el sintagma súper-poderes para hacer referencia a esos conocimientos puestos al servicio de los demás. Más allá del evidente cambio de enfoque pasivo-activo propiciado por las circunstancias, si nos adentramos en cuáles son las motivaciones que pueden llevar a un ciudadano a involucrarse en el sostenimiento de un proyecto informativo, y teniendo en cuenta que la económica no es la única de las vías ni siempre es posible, se podría desglosar un arquetipo de estímulos que se aproxima a este: 4 https://edition.cnn.com/videos/media/2018/12/09/this-newsroom-wants-members-not-subscribers-rs.cnn https://www.revistacomunicar.com/verpdf.php?numero=30&articulo=30-2008-02 https://www.revistacomunicar.com/verpdf.php?numero=30&articulo=30-2008-02 https://edition.cnn.com/videos/media/2018/12/09/this-newsroom-wants-members-not-subscribers-rs.cnn 93 Imagen 16: Motivaciones para la participación en proyectos periodísticos. Fuente: The Membership Puzzle Project. Adaptación propia al castellano. Como vemos, en todas las motivaciones reseñadas (no necesariamente las únicas) siempre hay un elemento de satisfacción personal presente, un beneficio propio, pero incluso en esos casos, la mayoría de las veces florece un beneficio mayor del que pueden beneficiarse otros (habilidades personales a compartir) o incluso la sociedad entera (anhelos de transparencia o defensa apasionada de un servicio público) y, en el fondo, también la propia empresa informativa se beneficia en cuanto al proceso de contribución que se da en favor del cumplimiento de su misión. Se dan pues elementos para una asociación beneficiosa y no se nos escapa que para las organizaciones periodísticas, escuchar y actuar sobre estas motivaciones ciudadanas puede generar ingresos y ahorrar dinero (ya que las contribuciones en tiempo, energía y habilidades pueden permitir a las organizaciones destinar sus recursos en otros lugares) (Goligoski et Ho, 2018). Pese a lo anteriormente descrito, no ha sido hasta hace relativamente poco que han empezado a eclosionar dinámicas más cercanas a lo que debería ser un modelo natural de participación de los ciudadanos con sus medios. Esto implica un cambio de mentalidad tanto en las redacciones y los profesionales de la información como en los ciudadanos que ya no quieren ser meros consumidores. Es el (re) nacimiento de una nueva figura, la del socio, vinculada con frecuencia a otros ámbitos sociales como el ocio, la cultura o el deporte, pero no tan intrínsecamente con el periodismo. Esta figura de socio superará además la imagen moderna 94 del término, asociada con alguien que paga una cuota para beneficiarse de un servicio, para beber del significado más primigenio que nos remite a quien se asocia con otro u otros individuos persiguiendo un fin común. Un caso reciente y relevante en España lo encontramos en el crowfunding lanzado por Maldita.es a través de la campaña #FundaMaldita con la que se hacía una llamada a la ciudadanía para aportar dinero a su proyecto y poder constituirse en una Fundación, figura con la que garantizar su vocación de luchar contra la desinformación. El mínimo requerido era de 34.500 euros pero superaron los 77.000. Analizando las motivaciones de quienes donaron a esta causa, a través de un análisis semántico de las personas que dejaron mensajes en el muro de la plataforma de pago (Goteo.org) encontramos que junto con «gracias» uno de los términos más repetidos fue «necesarios». En estas frases muchas veces se ven expresadas con claridad esas motivaciones referidas, como la de formar parte de una comunidad, defender valores que afectan a una colectividad mayor etc. Maldita ha canalizado además a través de su modelo otras inquietudes como los deseos de ser escuchados, habilitando vías de comunicación directa a través de mail, servicio de mensajería etc.; los de mostrar los citados súper-poderes, haciendo una llamada a su comunidad a ofrecer sus conocimientos y plasmando los ofrecimientos en colaboraciones; o formativos, organizando sesiones con gente interesada en profundizar en las técnicas de verificación. Todos estos ejemplos los veremos más detalladamente junto con los de otros medios que podemos considerar ejemplos de periodismo sustentado y participado por comunidades pero, de entrada, vemos que el modelo empieza a tomar forma. Esta nueva manera que están experimentando algunas organizaciones informativas para conectar con los intereses y motivaciones de los que llegan a ellos es, en el fondo, una forma de hacer comunidad dentro de esta nueva etapa en la que se está adentrando la industria. Con la llegada de los digitales los medios de comunicación percibieron la participación como una estrategia válida para generar tráfico, atraer visitantes y, en la medida de lo posible, fidelizarlo. [...] [Pero] a pesar de las esperanzas iniciales, los medios de comunicación no han conseguido hasta la fecha construir verdaderos espacios de debate. (Masip y Suau, 2014: 2). No obstante, parece que algo sí está cambiando. Como en todos los procesos, los plazos son lentos y empiezan por gestos pequeños pero llenos de significado. Así, si analizamos la terminología empleada por los periódicos españoles tradicionales en lo que refiere a la fidelización de sus lectores, todos los principales que mantienen ediciones en papel (El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia, La Razón…) siguen hablando de suscriptores y más allá de la información, la propuesta de valor que les ofrecen a estos se sustenta, principalmente, en descuentos y experiencias a través de distintos formatos de club. Por el contrario, analizando los 50 primeros medios con alcance nacional e información generalista que aparecen en el ranking por reconocimiento de marca del Observatorio de Nuevos Medios5, los cuatro proyectos digitales que ofrecen pago por contenido (elDiario.es, El Español, InfoLibre y Libertad Digital) se refieren a su comunidad de lectores fieles, aquellos que 5 http://www.nuevosmedios.es/ http://www.nuevosmedios.es/ 95 apoyan con aportación económica, como socios (cuando no con denominaciones más cercanas, como leones en el casos de El Español), muchos incluyen la posibilidad de acceder a otras categorías (como mecenas, en elDiario.es) y, aunque en alguna medida casi todos recurren también a la promoción de experiencias sociales o culturales, su valor añadido radica más en la exclusividad de contenidos y el encuentro presencial y en sus discursos apelan al compromiso ciudadano con los valores clásicos del periodismo como garante democrático (Ortega-Santos y Rodríguez-Barba, 2018). Junto con el término socio otro casi más extendido en los nuevos medios es el de comunidad, con ejemplos relevantes como el de la citada Maldita que emplea también una denominación propia y más cercana para referirse a quienes sustentan el proyecto, con sus aportaciones económicas o con sus conocimientos o su tiempo. Así, su comunidad cobra sentido gracias a sus malditos y malditas. 3.3.1.3.- Errores a la hora de conceptualizar el nuevo rol ciudadano en el periodismo participado por comunidades Cuando en el transcurso de esta investigación nos decantamos por una conceptualización propia del tipo de periodismo que queríamos investigar partiendo, como base, del engaged journalism pesó, como indicamos, la realidad de que una traducción cerrada (del término en sí y del concepto en general) nos constreñía en una aproximación limitada, por cuanto lo que vislumbramos detrás de esta práctica va más allá de un modo único de participación o compromiso. Así, en un análisis general de la literatura producida en el mundo anglosajón y en el norte de Europa sobre engaged journalism veremos cómo los profesionales y los académicos que ven esta práctica como una opción de futuro para la profesión la describen en torno a la idea normativa de que los periodistas sirven mejor al público cuando van más allá del papel de árbitros independientes que deciden con autoridad qué es de interés periodístico. En cambio, creen que los periodistas deben trabajar con sus audiencias solicitando ideas, experiencias, preguntas y opiniones a lo largo del proceso de producción de noticias. Como resultado, los defensores de este modelo han planteado una agenda de reformas, que combina elementos de un movimiento periodístico pasado (periodismo público) y capacidades tecnológicas actuales basadas en la interactividad. Así, desde la perspectiva de quienes lo defienden, el engaged journalism descentraliza el poder de los periodistas en favor de las noticias producidas en colaboración con los ciudadanos. (Schmidt, Nelson y Lawrence, 2020: 2) Sin embargo, desde la experiencia propia, y a través de los múltiples casos investigados en estos años, podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que la producción conjunta periodista- ciudadano no es condición sine qua non en nuestro modelo propuesto; es más, aunque a veces se trabaje así, pensarlo como una forma generalizada y habitual puede conducir a errores y a desvirtuar el paradigma confundiéndose (una vez más) con otras prácticas como el periodismo participativo. Además, cuando no se da esta dinámica, (lo cual es normal ya que, no olvidemos, el ciudadano tiene otras obligaciones personales y profesionales propias y es el periodista el profesional de la información que recibe remuneración por su trabajo) algunos críticos se escudan en esa falta 96 de participación del ciudadano en el proceso como un síntoma del fracaso del modelo, algo que refutamos desde la convicción (como expresamos en nuestra definición propia) de que debe darse una distinción de roles y por tanto no se puede exigir ese tipo de implicación en el otrora lector/espectador ni la falta de la misma puede ser usada como una métrica para ponderar el éxito o fracaso de este tipo de periodismo. Para Schmidt, Nelson y Lawrence (2020), si bien en los últimos años hemos presenciado cómo un creciente número de estudios académicos han puesto el foco sobre los esfuerzos del engaged journalism de presentarse como una alternativa de futuro (Ferrer-Conill y Tandoc, 2018; Lawrence et al., 2018; Lawrence et al., 2019; Nelson, 2018; Schmidt y Lawrence, 2020; Wenzel, 2019), la dinámica y los desafíos profesionales de este enfoque del periodismo invitan a un examen más detenido. En la actualidad, dos cuestiones específicas permanecen inexploradas: (1) la medida en que el periodismo comprometido como práctica se alinea con el periodismo comprometido como construcción teórica, y (2) la medida en que las suposiciones sobre las audiencias subyacentes a la búsqueda del periodismo comprometido se alinean con los deseos y expectativas de la audiencia real. En relación con el segundo aspecto, quizá haya que hacer una llamada de atención a la necesidad de ampliar el foco. Hasta la fecha, casi toda la literatura sobre engaged journalism gira en torno al compromiso y la necesidad de participación, pero como hemos visto, las formas de participar pueden ser muchas y no se requiere obligatoriamente que el socio deba tener un papel eminentemente activo. Precisamente, el reparto de roles en la comunidad es fundamental para guardar un equilibrio Hay que entender que el ciudadano se dedica a otras cosas y que el periodista se ha formado para ello. En el polo opuesto a esta visión, pero contaminando igualmente la comprensión del modelo, están los que no acaban de entender ese equilibrio y rechazan cualquier intromisión del ciudadano en el proceso informativo, denostando la dinámica de participación. Son numerosas las investigaciones que certifican esa «renuencia del periodismo a "compartir el camino"» (Singer, 2011; Domingo et al., 2008; Peters y Witschge, 2015; Schmidt, Nelson y Lawrence, 2020) cerrándose no ya al futuro sino al presente en un intento de perpetuar el modelo de la agenda setting. Tanto una óptica como la otra no hacen sino confrontarnos con la necesidad de que la profesión y la sociedad emprendan de verdad un camino juntos y sigan construyendo una verdadera comunidad de intereses y servicios para evitar o corregir errores y huir de concepciones equivocadas, siempre en beneficio de un bien común y mayor a cualquier intento de perpetuar privilegios personales o de la profesión en uno otro caso. 97 3.3.2-. El periodista 3.3.2.1.- Nuevos roles del periodista a partir de la digitalización, oportunidades y peligros: Cuando en el más por menos la polivalencia afecta a la especialización A principios de septiembre de 2015, el mundo se conmocionó con la imagen del pequeño Aylan Kurdi ahogado en la playa abriendo las primeras páginas de todos los periódicos, los portales web y los telediarios. La publicación de una instantánea tan gráfica suscitó polémica y reanimó, una vez más, la controversia en el debate sobre dónde situar los límites de la información. Entonces, volvió a rescatarse por parte de algunos el argumento de que el periodismo está para denunciar y para molestar. Pero el debate duró lo que la noticia tardó en ser destronada por la siguiente y, como relataba Luis Martínez (2015) desde su columna del diario El Mundo, una semana después, de lo que se pasó a hablar, también casi en exclusiva, fue del toro de la Vega [...]. Es brutal, sí, pero, y esto es lo importante, los refugiados seguían ahí. En realidad, nunca se fueron. Estaban antes de que apareciera el cadáver del niño y seguirán después [...]. Y los medios de comunicación existimos para que la realidad desaparezca entre el ruido de lo importante. ¿Es esa realmente la misión de los medios? ¿Para eso trabajan los periodistas? ¿O es a eso a lo que les ha llevado la dinámica sobrevenida en la segunda mitad del siglo XX, los intereses comerciales de los poderosos grupos empresariales o incluso la forma de consumo social, cada vez más orientada a quemar experiencias fugaces? ¿Están cómodos con esta muchos de los periodistas? Entre tantas preguntas podemos introducir una más incisiva y que complementa la visión de quienes cuestionan si el periodismo tiene futuro o está sentenciado a muerte: ¿es necesaria la figura del periodista? La visión sobre el profesional de la información ha estado cargada de tópicos o clichés a lo largo de la historia, pero quizá sea ahora cuando se enfrenta a un juicio que lo sitúa más al límite: el de si es prescindible. La visión del periodista que no respeta la intimidad ajena ni el dolor de los demás, roba documentos y chantajea para conseguir una exclusiva o no tiene reparo en no confirmar lo suficiente una información con tal de adelantarse a los demás (Bezunartea et al., 2010), muchas veces infundada, ha dado paso a un contexto más real pero, a la vez, peligroso donde el amateurismo campa por sus respetos, donde se practica una información de simple corta-y-pega, donde las noticias se han convertido en commodities, donde en caso de error no se rectifica sino que se borra..., no es extraño que emerjan semejantes invectivas y cuestionamientos. Nos lo hemos ganado a pulso (Salaverría, 2010: 241). Sin duda alguna, los condicionantes sociales y tecnológicos hacen que el periodista de hoy difiera bastante en sus aptitudes del de pasado, aunque debiera mantener la esencia y preservar destrezas tradicionales (como redacción, pensamiento crítico o cultura general), algo por lo que sigue velando la Universidad. Pero, «pese a que los líderes de la industria le dan peso a la educación en periodismo al momento de reclutar a nuevos periodistas piensan que la academia está alejada de lo que exigen los medios» (Lugo-Ortiz, 2016: 271). Esas nuevas exigencias nos sitúan ante lo que 98 algunos autores llaman el periodista adaptativo, ese que garantiza la viabilidad de los medios que «depende de profesionales capaces de asumir demandas y necesidades cambiantes y de dar respuesta a las nuevas exigencias del sector» (Palomo y Palau-Sampio, 2016: 189). Esas nuevas exigencias pasan, inapelablemente, por una figura digital, que maneje datos y analíticas y sepa leer los comportamientos de la audiencia: Los perfiles profesionales más demandados en la actualidad por los medios, además de los periodistas multimedia, son los Social Media Managers, que pueden gestionar comunidades, redes sociales y, debido al exceso de información existente, aquellos que dominan el periodismo de datos y la visualización de la información. Los programadores, los periodistas desarrolladores, los expertos en analíticas de audiencias y los portadistas constituyen otras de las nuevas contrataciones (Palomo y Palau-Sampio, 2016: 191). En cualquier estudio o informe de la última década sobre la materia se constata que, efectivamente, el rol al alza más mencionado es el del community manager, entendido en sentido amplio como gestor de comunidades a través de redes sociales y responsable de la actuación del medio en el entorno digital. Junto a este, se destaca al periodista de datos (DaJo o Data Journalist), cada vez más demandado; y al periodista transmedia, es decir, aquel capaz de presentar los hechos de actualidad combinando distintas plataformas tecnológicas y formatos (Gómez-Calderón, Roses y García-Borrego, 2017). Las Facultades de Ciencias de la Información y de la Comunicación se han ocupado de formar a licenciados (Peinado, 2015), ahora graduados en Periodismo. Casi siempre hubo consenso al afirmar que la formación básica del periodista, por la necesidad de apuntar a muchos campos, tenía una visión amplia pero muy general, necesitada de especializaciones posteriores para desempeñar determinadas funciones. Esta especialización se entiende como prioritaria (García-Avilés, Carvajal y Arias, 2018) y su ausencia, en muchos casos, ha ido en detrimento de la calidad y ha contribuido a la ya mencionada crisis de credibilidad o, cuanto menos, de calidad. La demanda de estos nuevos perfiles digitales, enfocada muchas veces desde la dinámica de pedir más cualificación por menos o igual remuneración, no ha contribuido a la resolución del problema y a pesar de ser un fenómeno común en la realidad contemporánea del periodismo, la polivalencia afecta a la especialización del profesional, pues el profesional se ve obligado a desempeñar funciones sobre las cuales no posee un profundo conocimiento: En lugar de hacer tareas de ‘periodista’, se dedica, además, a otras cosas que no tienen tanto que ver con el trabajo puro de buscar noticias o cubrirlas. Como puede ser el de los portadistas o editores (Marques-Hayasaki, Roca-Cuberes y Singla, 2016: 21). En este contexto, hay voces que invitan a ampliar el foco y no aprisionar en una concepción clásica una profesión que está llamada a romper barreras y crecer en muchas direcciones, diversas pero orientadas todas a la consecución de una misma misión. Así, para la editora del departamento de desarrollo y soporte en la redacción de The New York Times, Charo Henríquez (2020) 99 la definición de lo que es un periodista en la sala de redacción ha sido bien limitada hasta ahora. Nosotros solo pensamos en el reportero, el editor, el corresponsal… Pero no necesariamente pensamos en los project managers, los desarrolladores de producto, los que manejan los datos de audiencia, las personas que manejan las comunidades y la interacción directa con el público… Todos ellos hacen un ejercicio periodístico, porque la misión periodística es llevar información a las audiencias y si nosotros cometemos esos actos periodísticos también estamos moviendo el periodismo hacia adelante. Estos serían, con distintas denominaciones, algunos de esos nuevos perfiles digitales más demandados en la última década: NUEVO PERFIL PROFESIONAL NOMENCLATURA SIMILAR FUNCIONES CITADO EN: Periodista polivalente Reportero / Periodista / Redactor multimedia o multitarea. Capacidad de elaborar diferentes lenguajes para diferentes medios. Crucianelli, 2010; Fundación Tecnologías de la Información, 2012; González; Micó, 2012; Micó; Masip; Ballano, 2012; Molina; Badenes, 2012; Palomo; Palau-Sampio, 2016; Perlado, 2013; Rubio; Ayala, 2015; Scolari et al., 2008 Community manager Responsable de la reputación digital / Gestor de comentarios. Gestionar el contacto con la audiencia y crear contenido online para ella. Correyero Ruiz; Baladrón Pazos, 2010; Crucianelli, 2010; Fundación Tecnologías de la Información, 2012; Micó, 2012; Palomo; Palau- Sampio, 2016; Sánchez-Gonzales; Méndez Muros, 2014; Scolari et al., 2008 100 Gestor de contenidos Content curator / Content manager / Content editor / Research editor / Editor de contenido web. Responsable de gestionar toda la información digital de la empresa (redes sociales, website, vídeos, etc.). Correyero Ruiz; Baladrón Pazos, 2010; Fundación Tecnologías de la Información, 2012; Palomo; Palau- Sampio, 2016; Rubio; Ayala, 2015; Sánchez-Gonzales; Méndez Muros, 2014; Scolari et al., 2008. Social media manager Social media strategist / Social media editor. Responsable de coordinar toda la estrategia de redes sociales gestionadas por la empresa. Correyero Ruiz; Baladrón Pazos, 2010; Crucianelli, 2010; Micó, 2012; Palomo; Palau- Sampio, 2016. Search Engine Optimization (SEO) NA Optimización de páginas web hacia un mayor alcance de la audiencia online. Correyero Ruiz; Baladrón Pazos, 2010. Diseñador interactivo Diseñador gráfico / Diseñador web / Arquitecto de la información. Presentar la información de manera más interactiva y sencilla a la audiencia. Fundación Tecnologías de la Información, 2012 Tabla 3: Nuevos perfiles digitales en el campo del periodismo. Fuente y elaboración: Marques-Hayasaki, Roca-Cuberes y Singla. Atendiendo al listado, vemos como ganaron peso las redes sociales y, a través de ellas y de las opciones en el entorno web, la interacción con el público. Está claro que los medios de comunicación se dieron cuenta de la necesidad de escuchar a sus audiencias pero, una vez más, en la propia dinámica de estos puestos se evidencia la deshumanización e impersonalización que sobrevuela cuando esa escucha se plantea desde un punto de vista meramente comercial, solo para llegar a nuevos nichos de mercado y no por prestar un verdadero servicio. Cuando esto sucede, la escucha es artificial y puede incurrir en peligros, como que «la audiencia determine el medio, por ejemplo en función de los títulos con mayor 101 click-through, un riesgo difícilmente compatible con el criterio editorial» (Palomo y Palau- Sampio, 2016: 192). Algunas voces expertas, como la del profesor Carl S. Stepp (2008), llevan mucho tiempo hablando de nuevos perfiles profesionales (como el del periodista multimedia, el de datos o el coordinador de redes sociales) pero pidiendo un enfoque de sus actividades basado en el servicio para su comunidad, sea en el formato que sea. Solo así podrá garantizarse un futuro viable para la profesión manteniendo los estándares más altos. 3.3.2.2.- Evolución del rol del profesional de la información en el contexto del periodismo participado: de prescriptor a igual, el periodista orientado al servicio a la comunidad Como punto de partida para el análisis del rol del periodista en un tipo de periodismo que busca relacionarse de tú a tú con los otros actores que colaboran para hacerlo posible, habrá que preguntarse por la nueva realidad de esta figura. Cabría aplicar la dinámica de cuestionamiento constante con la que el profesor Steve Jeanetta reta a sus alumnos de la Universidad de Missouri y preguntarse si estos periodistas «¿son expertos? ¿Facilitadores imparciales? ¿Defensores? ¿Recursos confiables? ¿O solo miembros de la comunidad?» (Mayer, 2011). Realmente deberían ser todo eso a la vez, constituyéndose en una suerte de observadores y participantes en sus comunidades, para lo cual deben establecer correctamente los límites entre uno u otro rol y ver cuándo será necesario que se difuminen o si eso puede llegar a constituir un peligro. Dentro de los encuentros de trabajo entre investigadores y periodistas practicantes del tipo de periodismo que investigamos que promueve The Engaged Journalism Accelerator, y a los que nos referimos en varias ocasiones en el transcurso de este trabajo, en junio de 2019 se celebró en Berlín la conferencia ‘Engagement Explained Live’, primera de este tipo en la que 140 participantes intercambiaron impresiones sobre la práctica abordada. Entre los aprendizajes extraídos, hubo consenso en que no basta con decir que el periodista debe estar volcado en la escucha porque esa acción, que requiere una actitud proactiva para prestar atención a lo que se oye, no puede improvisarse o, en línea con lo expresado en el punto anterior, llevarse a cabo de manera superficial. Tampoco basta con ponerle intención. Desde su propia experiencia, Oliver Fuchs, redactor jefe de Republik Magazin, confesaba en este foro: «Subestimamos cuántos recursos se necesitan. Pensamos que podríamos sentarnos una vez a la semana y charlar un poco. Pero es mucho más. Detrás hay muchas explicaciones y muchas preguntas» (Volkenand, 2019). Como ha quedado evidenciado anteriormente, la pérdida de confianza en el periodismo por parte de la ciudadanía ha supuesto un grave problema, que no solo ha puesto en una tesitura límite a las formas tradicionales de ejercer la profesión sino que también, en ocasiones, ha lastrado, y sigue haciéndolo, a nuevas aproximaciones al ejercicio informativo. Este tipo de periodismo, que no se entiende sin la confluencia de los distintos actores de una comunidad, no puede sino fundamentarse en la escucha y el diálogo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no todas las comunidades quieren ser escuchadas por los periodistas. Eso no significa que no se pueda intentar la creación de un marco de colaboración pero, antes que nada, hay que conseguir su confianza. Hablar un mismo idioma ayuda y no nos referimos en este caso a una 102 lengua en concreto, sino a la complicidad que da compartir puntos de vista e intereses. Esa premisa la hemos verificado en casi todos los proyectos en los que hemos profundizado a lo largo de nuestro tiempo de investigación. Para llegar a ese punto se requiere, cuanto menos, dedicación, formación y una evolución conceptual sobre la figura del periodista, que se aleja de aquella recreación del imaginario colectivo que le sitúa en un grupo privilegiado de la sociedad, parapetado detrás de una redacción o presente en todos los focos de poder político e interés social. 3.3.2.3.- Periodistas accesibles 24 horas al día e insertos en la realidad comunitaria Profundizando en este aspecto durante nuestra investigación, en la entrevista mantenida con Antonio Pérez, uno de los socios fundadores de Somos Malasaña (proyecto de periodismo hiperlocal basado en este barrio de Madrid desde 2009 y que ha crecido en otros con el nacimiento de nuevas cabeceras como Somos Chamberí), nos hablaba de la importancia de estar insertos en la realidad de la que se informa. Una pieza clave para que su proyecto haya crecido, más allá de la buena intención y el empeño puesto en el mismo, es que hay miembros del equipo que viven en las mismas zonas que marcan el criterio geográfico de sus informaciones. Esto les ha permitido acercarse de primera mano a los protagonistas de las historias, convertirse en referencia para estas personas, acceder in situ a la información y conocer qué afecta a la gente de la comunidad, con la casuística de que, a veces, eso mismo les afecta también a ellos. Para facilitar esas dinámicas de escucha y encuentro, Antonio Pérez nos contaba cómo estudiaron distintas vías, llegando a alquilar un local que sirviera para sede de su medio y, al mismo tiempo, lugar de reunión entre los vecinos, que podían solicitar su uso como espacio colaborativo. Al final, los números hicieron que tuvieran que desistir del proyecto del espacio físico. Los fundadores de Somos achacan la decisión a cierta falta de cultura en estas dinámicas: aunque se solicitaba una colaboración voluntaria por el uso, esta raramente llegaba y, al final, el concepto empezaba a encadenar pérdidas que, a la larga, no eran asumibles. Sin embargo, la idea sigue rondando entre el equipo y podría ser bueno retomarla pero, eso sí, introduciendo cambios desde el aprendizaje adquirido. La ausencia de un local no significa que se haya perdido el encuentro directo, trasladado a las calles, los comercios e incluso las casas de los vecinos cuando las condiciones sanitarias lo han permitido. Muchos son los que en su agenda tienen el teléfono de estos periodistas a los que han acudido para que hicieran de altavoz a sus demandas. Pese a ser un medio pequeño en relación con las métricas con las que estamos acostumbrados a medir dentro de esta industria, muchos otros más grandes han acabado acudiendo a ellos como fuentes de información para levantar temas que partían de una demanda vecinal y, gracias a este altavoz, han acabado siendo abordados por las autoridades municipales. El equipo de Somos es siempre una de las primeras puertas en las que vecinos y comerciantes piensan en llamar ante una necesidad que atañe al barrio. En una muestra de la variedad de nuevos roles que encarnan estos periodistas que comparten tiempo, esfuerzos e inquietudes con una comunidad, podríamos incluir la de gestores culturales o promotores del asociacionismo. 103 Al equipo de Somos hemos podido verlo detrás de iniciativas consolidadas como Pinta Malasaña (festival de arte urbano que apuesta por la creación artística, la cultura accesible de disfrute gratuito y el apoyo al comercio de proximidad y que se desarrolló, de manera adaptada a las circunstancias de la pandemia por el coronavirus, incluso en el 2020); el proyecto vecinal ‘Éramos Malasaña’ (dedicado a recuperar la memoria histórica del barrio de a través de fotografías antiguas, la mayoría procedentes de álbumes particulares), o la ruta del ‘Truco o trato’ (pensada para los más pequeños en el contexto de Halloween y llevada a cabo en colaboración con la Asociación Vive Malasaña y las AMPAS de los centros escolares del barrio). Durante lo más duro de la pandemia por la COVID-19 fueron referente también para trasladar la información de servicio relativa al barrio, poner en común iniciativas vecinales o, incluso, despedir y recordar a quienes fallecieron. Una realidad muy parecida la encontramos en nuestra investigación al entrevistarnos con los responsables de los periódicos Nervión al día y Triana al día, que cubren la información de estos barrios de Sevilla. En uno de los encuentros mantenidos en el contexto de este trabajo, uno de sus socios, Miguel Pérez, nos relataba cómo el ser periodistas 24 horas aquí se materializa en la total accesibilidad a los vecinos, que les tienen como referencia y les contactan en cualquier momento del día y en cualquier día de la semana, en persona o a través de correos, mensajes o menciones en sus perfiles sociales, especialmente la red social Twitter. Al igual que sucede con sus homólogos madrileños, los ciudadanos ven en estos medios un nexo útil con la administración. Basta, por ejemplo, con que se denuncie la suciedad de una acera y el periódico se haga eco de ello para que al poco tiempo los servicios municipales de limpieza aparezcan para poner solución. Además de la escucha directa a través de esos medios citados, el equipo hispalense hace también detallado análisis de las estadísticas de su web, lo que les ayuda a ser proactivos también a la hora de ofrecer contenido en áreas o temáticas de interés para su comunidad, con un modelo abierto en el que lo mismo tienen cabida los sucesos que la actualidad sobre las cofradías de la ciudad, con el único denominador común de «que implique a la calle, al barrio». En otro paralelismo con el caso de Somos en Madrid, en Al día visualizan su futuro «consolidando nuestra comunidad en el espacio off-line. Ideas hay muchas: festivales de música, rutas de tapas, exposiciones fotográficas...». Parece claro que, en el tipo de periodismo que analizamos, las alianzas locales juegan un papel esencial. Podríamos decir que eso, junto a que haya personas en el equipo que sean representativas de las comunidades con las que se desea trabajar (en calidad de vecino, parte de un colectivo o cualquier otra identificación identitaria) son factores que juegan a favor de la consolidación del modelo. Identificamos algo de artesanal en esta manera de hacer periodismo, como si de la confección de un traje a medida se tratara, no por hacer el producto informativo a gusto del consumidor sino por satisfacer sus verdaderas necesidades. Por eso choca ver involucradas a grandes corporaciones en la promoción de estas dinámicas. Es el caso de Facebook que, junto al National Council for the Training of Journalists, lanzó a principios de 2018 en Reino Unido el ‘Community News Project’, un programa de dos años de duración y más de cinco millones de euros para capacitar a periodistas en el servicio a comunidades locales promoviendo 104 informaciones más auténticas y que cubran las necesidades no satisfechas para estos ciudadanos. 3.3.2.4.- Gestor de la comunidad como rol específico El 8 de abril de 2019 Civio, una de las organizaciones informativas que hemos seguido de manera exhaustiva durante el tiempo de esta investigación, publicaba este mensaje: Una de nuestras prioridades es crear un punto de encuentro con la comunidad de Civio e incentivar la participación en nuestros proyectos. Necesitamos escuchar y canalizar mejor las ganas de ayudar de la gente que sigue y apoya nuestra labor. Y, para ello, buscamos a una persona que nos ayude a crear comunidad, gestionarla, fidelizarla y hacerla crecer. Con mucha motivación, extremadamente organizada y que se identifique con los objetivos y la forma de trabajar de nuestro equipo (Civio, 2019). Imagen 18: Anuncio de búsqueda de un nuevo perfil profesional en la web de Civio. Como consecuencia lógica de su evolución y crecimiento, el proyecto alcanzó un punto en el que se hacía necesario incorporar una figura para centrarse, específicamente, en diseñar, ejecutar y evaluar una estrategia de comunidad y participación. Aunque se sobreentiende que todo profesional vinculado a este tipo de periodismo sirve a su comunidad, el crecimiento de este fenómeno en torno a los medios ha propiciado la creación de distintas figuras de este tipo. Hay que aclarar que poco o nada tiene que ver esta figura con la del conocido community manager, vinculada a las redes sociales. También en algunos de los medios tradicionales, especialmente en aquellos que han descubierto que poner atención a su público no es solo saber qué es lo que más leen, sino entender por qué lo hacen, han surgido nuevos roles en relación con la comunidad. Es el caso, en el mercado anglosajón, de los engagement editors, social media editors o analytics editors. Pero hay que analizarlos con matices porque, pese a sus denominaciones, no entrarían dentro de nuestra conceptualización. Primero, hay que observar que cuanto más grande es el medio más difícil es establecer una relación de tú a tú con los que conforman su comunidad de lectores pero, al menos, hay que valorar la actitud de quienes no se quedan en el mero dato. La tecnología ha permitido cuantificar el comportamiento de las audiencias con multitud de datos sobre su comportamiento, prácticamente en tiempo real, pero esa información, en bruto, 105 no dice nada, es necesario procesarla y traducirla, por eso «las organizaciones informativas han comenzado a introducir nuevos cargos en redacción que hablan de lo que parece ser un rol editorial emergente centrado en navegar por los datos de la audiencia y dar sentido a su comportamiento» (Ferrer-Conill y Tandoc, 2018). Aunque muchas veces sigue dándose cierta tensión en el profesional que lucha y no acaba de decidirse entre mantener el control clásico del circuito de la información o abrirse a cierta apertura participativa" (Lewis 2012) parece que el camino a seguir es obvio. Lo que sucede es que, aunque defendemos que el tipo de periodismo que analizamos tiene un fin también productivo, que nos permite circunscribirlo en distintos modelos de negocio (insistimos en que no es periodismo de ONG), sí percibimos en él un enfoque más humanista que el de estos roles descritos en los grandes medios, donde la escucha al ciudadano promovida por las corporaciones no tiene tanto que ver con «fines periodísticos como con maximizar la distribución» (Assmann y Diakopoulos, 2017) y otros beneficios desde concebidos desde la óptica empresarial. 3.3.2.5.- El periodista como verificador Además de propiciar nuevos perfiles vinculados a las herramientas digitales propias de cada momento, la evolución de las necesidades sociales (marcadas muchas veces por el desarrollo de la misma digitalización) ha hecho que surjan nuevas misiones asociadas al periodista y nuevos roles a desarrollar para ejercerlas. En el creciente marco de desinformación y sobreinformación en el que vivimos (y al que hacemos referencia en varios puntos de esta investigación) y dada la velocidad a la que se mueven los mensajes de una punta a otra del planeta sin poder determinar muchas veces su origen, el periodista, que siempre ha estado llamado a poner contexto en lo que sucede alrededor, ha encontrado ahora una forma muy concreta de cumplir ese mandato histórico y responder al mismo tiempo a la necesidad manifiesta de verificar la información que circula por nuestra aldea global. En un año como 2020, marcado por la pandemia del nuevo coronavirus, las restricciones de movilidad en todo el mundo, el aumento del teletrabajo y la formación a distancia hicieron que el crecimiento de usuarios de internet se incrementará un 7,3%, alcanzando los 4.660 millones de personas o, lo que es igual, el 59,5% de la población del planeta Tierra (We Are Social & Hootsuite, 2021). La tecnología se ha manifestado como un arma de doble filo, también en el terreno de la información. El uso de la Red, a la vez que ha permitido lo que muchos han venido en llamar una democratización de la información (Gómez, 2015) —en virtud de estadios más cercanos a un acceso universal a la misma— y el empoderamiento para unos «ciudadanos Internet» (Viché, 2015) ha sido caldo de cultivo para nuevas plagas en el terreno de la desinformación como las fake news. El abaratamiento de costes a la hora de ejercer la labor de emisor ha supuesto también la pérdida de control sobre la cantidad de información distribuida, generando una buena base de basura digital incontrolable que, en el mejor de los casos, solamente hará perder el tiempo al receptor, cuando no le confunda a base de contenidos descontextualizados. 106 Ante este panorama en el que muchos profetizan la desaparición de la figura del periodista por la asunción de sus funciones por parte de la propia sociedad, son cada vez más los periodistas que, en una evolución lógica de su desarrollo profesional y ante el panorama anteriormente descrito, han abandonado su trabajo en medios tradicionales y han creado sus proyectos de verificación de información. Además de cumplir así un servicio a toda la sociedad, este tipo de iniciativas se han manifestado muy propicias para generar en torno a ellas un sentimiento de comunidad al permitir la participación de los ciudadanos y, al mismo tiempo, ofrecerles herramientas para su empoderamiento y un espacio para compartir su necesidad psicológica de servicio al bien común, como si de un tipo de activismo se tratara. Siguiendo el modelo clásico de Maslow podríamos decir que este tipo de necesidades, en lo más alto de la pirámide, en la etapa de la autorrealización, han encontrado en las nuevas formas de periodismo un buen aliado. 3.3.2.6.- El periodista como formador/facilitador Además de una línea de financiación (como queda reflejado en el apartado de esta investigación dedicado a la misión financiera en este tipo de periodismo), una nueva misión para el periodista que quiere circunscribir su trabajo dentro del servicio a la comunidad es la de formar y empoderar a esta, no para que sus miembros le acaben arrebatando algún día sus funciones, sino para que puedan acceder de una manera más plena a sus derechos y cooperar en un bien mayor. El periodista debe prepararse para cumplir esta función formativa (Rodríguez y Vadillo, 2015) ya que cuando pensamos en las capacidades del ciudadano, «efectivamente, no basta con tener un ordenador y una conexión; hace falta alfabetización, instrucción y actualización de los usuarios» (García de Madariaga, 2008: 106). Por eso, en un mundo cada vez más complejo por la velocidad a la que se suceden los cambios, sustentados en la mayoría de las ocasiones en la tecnología, se hace cada vez más necesario un periodismo «que retome el pulso al mandato otorgado por una sociedad que precisa de sus servicios como sistema de intermediación ante una realidad compleja, como una garantía de control del poder. En definitiva, un servicio dirigido a empoderar a la sociedad civil y a estimular el cambio social» (Gertrudis-Casado, Gértrudix-Barrio y Álvarez-García, 2016: 46) Traemos aquí el ejemplo de los talleres de verificación de información impartidos habitualmente por el equipo de Maldita para miembros de su comunidad, para estudiantes escolares y universitarios, o para la sociedad en general a través de foros o distintos espacios en medios de comunicación generalistas. Lo mismo podríamos decir de Civio, que no sólo responde a las necesidades de información y transparencia de los ciudadanos sino que los capacita para ejercer su derecho a saber y lo hace de maneras tan concretas como explicando el procedimiento para solicitar información a un organismo público o descifrando los entresijos del Boletín Oficial del Estado. En la descripción de la taxonomía relacionada con el tipo de periodismo que investigamos ahondamos en este aspecto. 107 3.3.2.7.- El periodista como analista de datos Siempre se ha dicho que la información es poder, pero en un momento como el actual, donde si tuviéramos que cuantificarla nos perderíamos buceando en el infinito, disponer de mecanismos para acceder a ella de manera racional resulta casi imprescindible. Muchas instituciones u organismos públicos se escudan en la generación de datos para camuflar información relevante pero también en este caso hay una parte de la profesión periodística que acude en ayuda del ciudadano. Los propios periodistas o ellos asociados con profesionales del campo de la computación, están desarrollando herramientas de análisis para poner claridad en aspectos habitualmente opacos como los presupuestos públicos, o incluso las distintas legislaciones. Cada vez son más las organizaciones, como Civio o Maldita, que incorporan estos perfiles a sus equipos. Aunque podríamos haber abordado esta faceta en el punto anterior al hablar de la digitalización del perfil del periodista, la participación ciudadana, su implicación con el medio y el impacto en la sociedad en torno a esta dinámica es tan grande que hemos decidido circunscribir esta nueva faceta del profesional de la información en esta taxonomía de nuevos roles del periodista desde el servicio a una comunidad. 3.3.2.8.- El periodista como emprendedor La Asociación de la Prensa de Madrid estima que en nuestro país, desde el inicio de los estudios de Periodismo en el marco universitario, en la década de los 70 del siglo pasado, más de 70.000 estudiantes han pasado por las aulas de las facultades de comunicación, con una media de 3.000 graduados por curso. El mercado, que lleva décadas sin capacidad para encontrar un hueco a todos los demandantes de empleo en el sector, ha visto empeorar la situación especialmente desde la anterior crisis económica. Según datos de la misma APM, entre 2008 y 2013 el paro en el sector se disparó un 132%. A los nuevos profesionales se han unido, en muchos casos, aquellos que se vieron en la calle por el cierre de los medios en los que desempeñaban la labor informativa. Ante una situación tan poco halagüeña, «muchos periodistas, con el inicio del siglo XXI se han visto obligados a reciclarse y, a causa de la crisis económica no han tenido más remedio que emprender creando sus propios medios» (Peinado-Miguel; Rodríguez-Barba, Herrero-Subías y Civil i Serra, 2020: 228) como única salida para intentar canalizar su vocación. El autoempleo y el emprendimiento son dos realidades que hace años estaban destinadas a unos pocos pero que ahora todo egresado de una facultad de ciencias de la información o de la comunicación debe contemplar como opción de inserción laboral (Rodríguez-Barba, Rodríguez-Pallares y Pérez-Serrano, 2015). No se trata de emprender por emprender. Este ejercicio requiere de un análisis riguroso, más si lo que se pretende es cumplir con una vocación de servicio. En ese sentido Todo emprendedor debe estudiar las necesidades actuales de aquellos a los que desee satisfacer mediante su actividad profesional y empresarial, y para ello debe encontrar nuevos modelos de negocio. Lo ideal es que estos nuevos modelos sean innovadores 108 y generen cambios sociales y económicos positivos (Rodríguez-Barba y Peinado- Miguel, 2019: 50). La revolución digital que ha abierto todo un abanico de posibilidades a la hora de consumir noticias ha sido, al mismo tiempo, una buena oportunidad para aquellos periodistas que han sabido ver los cambios disruptivos como un nuevo nicho a abordar (Briggs, 2011). Como veremos con el tipo de periodismo que explicamos en esta investigación, que puede adoptar múltiples formas o modelos de negocio y servirse de las más variadas herramientas, la innovación no tiene que limitarse a un producto o tecnología sino que «puede basarse en una nueva combinación de ideas, procesos o recursos previamente existentes» (Storsul y Krumsvik, 2013: 19). Para Manfredi (2015), las cinco claves del periodismo emprendedor serían la propiedad (cada vez más en manos de los propios periodistas que inician los proyectos), el entorno digital (con las facilidades que aporta), la marca personal (reforzada mediante el tejido de redes de confianza y credibilidad), la propuesta de valor (como puede ser todo el trabajo artesanal que hay en torno a la información y que un algoritmo no puede realizar) y las nuevas narrativas (como medio de conectar de manera directa con una audiencia cambiante). En general, no solo en el caso del periodismo, un emprendedor inicia su propio camino ante la necesidad de labrarse un futuro, es decir, por dinero, o buscando crecer en su carrera. Sin embargo, en ocasiones, las motivaciones que alientan al emprendimiento no son sólo de tipo economicista y de desarrollo profesional (Pfeilstetter, 2011) sino que también pueden obedecer a vocaciones de tipo social o comunitario (Austin, Stevenson et al., 2006; Defourny y Nyssens, 2010). Este emprendimiento social (Nicholls, 2006), que aporta un beneficio al conjunto de la ciudadanía, resulta de especial interés para el ámbito de la empresa periodística, dada su orientación hacia el servicio público (Casero- Ripollés y Cullell­-March, 2013: 683) Más aún, por la carga añadida de compromiso, en este caso con una comunidad, que tiene el tipo de periodismo que estudiamos aquí, diremos que la dinámica emprendedora encaja muy bien con sus motivaciones y ha sido el germen de la mayoría de los proyectos que se han acogido a esta tipología de trabajo informativo. Aun así no es tarea fácil, claro, pero parece que los primeros obstáculos tienen más que ver con el convencimiento propio. Las barreras más habituales para los periodistas jóvenes a la hora de iniciar un camino propio están directamente relacionadas con su situación económica pero también con la confianza en sí mismos y en sus conocimientos y habilidades (López-Meri et al., 2020); todo ello a pesar de que, en los últimos años los nuevos estudiantes están empezando a recibir, cada vez de una manera más reglada y habitual, formación en emprendimiento, algo no muy común hasta hace relativamente poco. En 2018, sólo un 2,82 por ciento de las universidades iberoamericanas que impartían carreras relacionadas con las ciencias de información contemplan asignaturas de periodismo emprendedor en su programación (Contreras, 2019). 109 Superadas las barreras autoimpuestas, el condicionamiento económico pesa, pero, como se ha mencionado anteriormente, si se saben aprovechar las oportunidades generadas por dinámicas disruptivas y se identifican nichos con necesidades pendientes de ser atendidas, siempre hay puertas donde llamar. En cierto modo, con la tecnología como aliada, emprender debería ser hoy más fácil que nunca, aunque aparecen otro tipo de obstáculo. En opinión de John Dyer (2019), las barreras técnicas para lanzar una nueva empresa de medios digitales (un sitio web, un podcast o un boletín informativo, por ejemplo) son más bajas que nunca. Las empresas emergentes tienen múltiples opciones de financiación, incluidas suscripciones, anuncios, ventas en línea, financiación colectiva, subvenciones o capital de riesgo. Los que hoy emprenden en el campo de los medios de comunicación han aprendido lecciones de las innumerables empresas que han tenido éxito y han fracasado desde la llegada de Internet en la década de los 90. Esas experiencias han llevado a la proliferación de incubadoras, laboratorios de innovación, becas y otros programas. A su vez, sin embargo, los emprendedores tienen que enfrentarse a otro tipo de barreras sociales como el sexismo o el racismo. Aunque no existe una fórmula mágica a la hora de emprender, la Universidad como institución sí puede jugar un papel fundamental a la hora de formar a futuros periodistas en estas lides para que puedan afrontar su participación en el mercado laboral con ciertas garantías (Rodríguez-Barba y Peinado-Miguel, 2019) para que tengan la oportunidad de implantar y fomentar ideas para el ejercicio adecuado de la información y les pueda generar beneficios económicos (Peinado, 2015; Pérez-Serrano, Rodríguez-Barba y Rodríguez-Pallares, 2015). Aunque, como decimos, no se haya establecido una fórmula universal de éxito para el periodista emprendedor, quienes han estudiado este proceso dentro del ecosistema informativo sí señalan, al menos, algunas pautas que por lo general han funcionado en proyectos emergentes. No es casual que algunas de ellas tengan que ver con el concepto de comunidad. Es el caso de los patrones analizados por la International Journalists’ Network que a raíz de una exhaustiva investigación de los principales nuevos medios digitales en España y América Latina extrajeron estas cinco claves para el trabajo emprendedor en el ecosistema informativo (Warner e Iastrebner, 2017): - Diversificar las fuentes de ingresos: más allá de que con internet el modelo publicitario nunca vuelva a ser el que fue, nadie fía ya sus beneficios a una única vía. Por eso, entre todas las posibilidades actuales deberían detectarse, al menos, las cinco que mejor se adapten al proyecto en cuestión. En el apartado donde estudiamos la misión financiera de este tipo de periodismo desgranamos varias de ellas. - Crear una comunidad: No hablamos de conseguir solo lectores, sino de consolidar una base de perfiles leales que colaboren con la creación del producto, lo comparta, se conviertan en prescriptores… Es una de las formas más claras no solo de que el producto crezca en calidad sino también en alcance. - Diversificar el equipo: La diversidad (no solo en materia de raza, edad o género, sino también de habilidades) es otra palanca para afianzar el éxito del proyecto. Como 110 hemos visto la figura del periodista combinada con otros roles como programadores, diseñadores o especialistas en datos han generado muchos casos de éxito. Además, a la hora de buscar inversores externos (especialmente si se acude a canales especializados en la financiación, tanto en organismo oficiales como profesionales de la inversión) esta diversidad también juega un punto a favor. - Contar la propia historia: Antes de contar la de los demás compartir con la incipiente comunidad quiénes somos y qué hace a nuestro proyecto diferente puede ayudarnos a captar su atención. - Apostar por contenido original y de calidad: Volviendo a enlazar con el concepto de comunidad, un producto solo funcionará si es distinto a algo. que ya existe y satisface de manera adecuada una necesidad (informativa o hasta emocional). Pero para saber que se va por el buen camino es imprescindible escuchar de manera permanente a la comunidad de lectores, socios o como quiera que se denomine la relación entre el medio y los ciudadanos. Un equilibrio entre estos cinco puntos sería un buen indicativo de que un proyecto está encaminado a ser algo sostenible. Estas pautas pueden observarse en los casos de nuevos medios en España que han sido objeto de análisis durante esta investigación. Si profundizamos en la historia de cada uno (compartida con la comunidad y con la sociedad en general, permitiendo así generar sinergias y empatía de una manera más directa) nos encontramos personas con nombres y apellidos que siguieron su vocación y, habiendo sido expulsados de sus medios o abandonándolos por iniciativa propia al no satisfacer sus necesidades profesionales y no sentirse realizados, hicieron de la necesidad virtud y se embarcaron en sus propias aventuras. Los comienzos nunca son fáciles. Miguel Pérez, socio de Triana al día y Nervión al día nos compartía cómo, de momento, tienen que seguir compaginando su trabajo aquí con otras fuentes de ingresos pero su ideal sería alcanzar, como otros han logrado, la plena independencia. Antonio Pérez, co-fundador de Somos Malasaña cuenta cómo tras años ejerciendo un periodismo de redacción, pegado al teletipo para acabar contando lo mismo que otros, él y sus socios experimentaron una necesidad personal de recuperar el tipo del periodismo del que se enamoraron años atrás y por el que un día decidieron dedicarse a esta profesión, un periodismo de calle, pegado a las personas. Vieron una oportunidad en el cada vez más abandonado pero a la vez demandado periodismo hiperlocal y, aunque los ingresos que genera el modelo no alcanzan cifras desorbitadas, habiendo diversificado las fuentes de ingresos (publicidad, alianzas con medios más grandes, organización de eventos…) ha permitido que el modelo se consolide y crezca con cabeceras hermanas. Otra historia de inconformismo, vocación y oportunidad detectada es la que se esconde detrás del caso de Maldita y sus dos fundadores, Clara Jiménez y Julio Montes, que tras un tiempo compaginando su trabajo en La Sexta con el nacimiento y desarrollo de su propio proyecto decidieron abandonar la seguridad de una gran corporación para emprender en el tipo de periodismo que entendían que estaba demandando una sociedad cada vez más desinformada. Como ya ha quedado descrito con anterioridad, Maldita es uno de los mejores ejemplos de diversidad en la conformación de un equipo y de que, si hay una idea buena, existe demanda y se da el respaldo de la comunidad, la financiación llega. 111 Detrás del equipo fundador de la revista 5W encontramos a ocho periodistas y un experto en web que se reparten a partes iguales su participación en la empresa para preservar el objetivo con el que nació, dar una visión profunda del mundo, huyendo de coberturas genéricas para dar voz a personas reales que ayuden a entender los conflictos y situaciones y haciéndolo de manera independiente, sin depender de la publicidad o de accionistas. Su principal fuente de ingresos son las suscripciones y, concebido como proyecto abierto, cuentan con una red de decenas de colaboradores. En Civio, el germen está en la inquietud de un ingeniero informático y un economista y abogado, ambos con una sensibilidad social y una preocupación por la calidad de la democracia. Sus conocimientos e inquietudes, unidos a los de un buen número de periodistas y desarrolladores fue dando forma a lo que hoy es su fundación, un proyecto emprendedor que, por composición, estructura y funcionamiento, representa muy bien la diversidad de los nuevos modelos de empresa informativa en el siglo XXI que abordaremos a continuación. Todos han demostrado que hay hueco para el emprendimiento. Se enfrentan a gigantes con años de historia pero ellos aportan frescura y flexibilidad en su propuesta, demostrando que la independencia y la supervivencia de un medio de comunicación no tienen por qué estar relacionado con su tamaño. Jill Abramson, exdirectora de The New York Times, la relaciona más directamente con «la calidad de la información. Existen medios pequeños, especializados en un tipo concreto de información, que analizan de manera profunda su parcela, que han conseguido encontrar un modelo de financiación basado en la fidelidad de los lectores y que han encontrado su hueco en un sector tan competitivo» (Medina, 2021). Son varios los autores (Bhargava, 2011; Cabrera, 2020) que piensan que esta nueva ola de periodistas emprendedores, inconformes con lo que había hasta ahora y que se han decidido a crear su propio producto para responder a una necesidad no atendida pueden arrastrar al resto de la industria, incluso a los grandes medios a replantearse su misión y su modelo y generar un efecto dominó que redunde en beneficio de todos después de tanto tiempo sin que la industria haya seguido un ritmo definido. La tendencia existe pero también, siendo honestos, son más los proyectos que mueren. En ese sentido, y hablando de emprendimiento en el contexto periodístico, es importante la diferenciación que hacen algunos autores (Peinado- Miguel; Rodríguez-Barba, Herrero-Subías y Civil i Serra, 2020) entre proyectos con auto- empleados y proyectos con empleados, ya que el planteamiento de origen de la idea es distinto y los que se engloban dentro del primer segmento ven la cuestión como un medio de vida con perspectiva de supervivientes y los segundos suelen tener más visos de prosperar (Callejón y Ortún, 2009). 3.3.3-. La empresa/organización informativa 3.3.3.1.- Ruptura con la concepción tradicional de empresa periodística Como en prácticamente cualquier profesión que cuente con siglos de tradición, en el caso del periodismo el devenir tecnológico y social del siglo XXI ha propiciado «la evolución de las empresas informativas hacia escenarios digitales de comunicación y la desaparición de recursos laborales clásicos» (Peinado-Miguel y Rodríguez-Barba, 2020: 491). 112 Queda claro que ya nada volverá a ser como antes, ni en cuanto a la esencia ni en cuanto a las estructuras y, en relación con este segundo aspecto, «la fragmentación de la industria, la innovación de nuevos medios y recursos periodísticos y la creación de empresas periodísticas más pequeñas son elementos que permiten la demanda de micro-pymes informativas» (Peinado-Miguel y Rodríguez-Barba, 2020: 491). Estos nuevos (y pequeños) medios u organizaciones (sin importarnos en este caso su forma jurídica) están liderando mayoritariamente la transformación del otro punto clave, el de la esencia de la profesión, abanderando dinámicas innovadoras en aspectos que repercuten en ella, como la forma de ser sostenibles o de relacionarse con la sociedad, puntos estos en los que muchos de sus hermanos mayores, que ponen sus ojos en ellos para aprender, van con retraso. Se trata de abordar un necesario proceso de ruptura y renovación y, ante esa tesitura, la historia y las estructuras pesan. En relación con lo anterior y como queda largamente acreditado en el apartado de la investigación dedicado a la financiación del periodismo, el modelo clásico de empresa informativa, sostenida en principalmente por la publicidad y que dejaba a las ventas como soporte secundario no será ya, nunca más, una opción realista para la gran mayoría de jugadores que quieran seguir disputando la partida en el tablero mediático. Las fuentes externas de financiación a modo de endeudamiento o la diversificación del capital entre entramados empresariales con fines dispares no son ya suficiente para justificar el sostenimiento de un producto que, enfocado casi exclusivamente en el soporte digital, no responde por lo general a los estándares de calidad propios ya de épocas anteriores y sí a una peligrosa dinámica de repetición y estandarización a base de propugnar el procedimiento del corta y pega para abaratar los costes. Se necesita una refundación global, aunque no habrá una solución única ni todos tendrán cabida en esta fiesta [Ormaetxea, 2017] en la que precisamente los más grandes pueden ser los que presenten un panorama más incierto: El modelo de empresas periodísticas basadas en la publicidad, que ha estado vigente más o menos 150 años, está roto, no puede recomponerse, no es una crisis coyuntural, hay que reinventarlo de arriba abajo. Hay que resetear el periodismo, la profesión, su enseñanza y a las empresas en su conjunto. [...] No, la transición digital no es un negocio barato ni seguro. Las empresas periodísticas endeudadas no están invitadas al partido. Tampoco las empresas que no tienen la cultura digital en su ADN. Ante este modelo roto son muchos, como hemos visto, los periodistas que han decidido iniciar su propio proyecto, movidos casi siempre por una intuición basada casi principalmente en la identificación de un nicho que cubrir y la posibilidad de responder personalmente a una necesidad detectada. Es menos común, al menos en España, que una reacción de este tipo, de reorientar el rumbo y apostar por un cambio radical en la concepción del negocio, venga de la propia empresa informativa y, ya hemos remarcado también, resulta más complejo cuanto más grande o más trayectoria en el tiempo presenta. Sin embargo, no todas las organizaciones que enfocan la manera de hacer periodismo desde el concepto de comunidad han nacido en el siglo XXI como proyectos de nuevo cuño. 113 Con toda la complejidad que implica, dentro de las opciones de reorientación de estrategia que muchos grupos informativos llevan a cabo, hay también lugar para este territorio. Citaremos el ejemplo en EE. UU. de la emisora St. Louis Public Radio (emisora que emitió por primera vez en junio de 1972). Kelsey Proud (2015), que ostenta el cargo de engagement editor en la corporación, explica cómo en un momento crucial, cuando desde la misma emprendieron un proceso de fusión con una organización de noticias on line, aprovecharon la oportunidad para reexaminar a fondo sus estrategias a la hora de producir noticias. Es ahí cuando fueron conscientes de que La gente pagará por algo que consideren valioso. ¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestro producto valga la pena? Podemos producir con destreza todo el periodismo de fondo y multimedia que queramos. Pero no significa nada si nadie sabe que está ahí, especialmente si las personas que están directamente afectadas o muy interesadas en los temas que cubrimos desconocen nuestra presencia. Es la diferencia entre escribir un diario personal y periodismo. El diario es para el que escribe. El periodismo es para la comunidad. No se trata de nosotros. Fruto de su experiencia, invita a otras empresas informativas a realizar sus propios procesos de reflexión hacia un modelo viable de hacer periodismo, partiendo de preguntas como cuál es la necesidad específica que estamos tratando de satisfacer con nuestro trabajo; para quién es importante y cómo podríamos servirles mejor (pensando en aspectos como la edad, el nivel de educación, la raza, el estado socioeconómico, la geografía, el acceso a la tecnología); y cómo nos relacionamos con esas personas o, según el caso, por qué a pesar de que nuestro trabajo les puede ayudar ni siquiera nos conocen (Proud, 2015): [los periodistas] tenemos que comer, ¿verdad? Bueno, nuestras comunidades también necesitan que les demos buena información. ¿No es buena idea saber quién nos está alimentando y qué es lo que necesita también de nosotros para mejorar? Cuando nos acercamos a esta relación de beneficio mutuo con nuestras comunidades, se vuelve más fácil defender el apoyo financiero y nuestra propia relevancia. Como vemos, pensar en clave de comunidad supone, ante todo, un cambio de mentalidad; aunque tímidamente, esa dinámica empieza a adoptarse en los medios clásicos, aunque como veremos en diferentes grados. 3.3.3.2.- Adaptación de empresas tradicionales a nuevos modelos basados en comunidades de intereses En 2019 el diario El País lanzaba la acción ‘Y tú qué piensas’, apelando a los valores del diario y poniendo al lector en el centro de la conversación. Su por aquel entonces directora, Soledad Gallego-Díaz, recordaba en la presentación de la campaña (El País, 2019) cómo en un mundo lleno de ruido y de griterío, EL PAÍS pregunta a sus lectores; queremos recordarles que el diario está atento a lo que ellos piensan, a lo que sucede, y también que no aceptamos que exista una única solución a todos nuestros problemas y angustias como ciudadanos. [...] Esta campaña muestra un deseo de acercarse y adentrarse en el lector, tanto a los que nos acompañan frecuentemente como a los que 114 lo hacen esporádicamente o incluso aquellos que no nos eligen como primera opción para estar informados. Imagen 19: Web de la campaña ‘Y tú qué piensas’. Fuente: ElPaís.com Inmigración, feminismo, ecología, educación… Por primera vez el diario hacía un ejercicio de este tipo, apelando al sentido crítico de la ciudadanía e invitándoles a pronunciarse sobre temas que habían detectado que eran de su interés. A efectos prácticos, buscando una conversión tangible más allá de las buenas intenciones, el periódico reforzó el espacio dedicado a estas temáticas a través de una nueva sección de Sociedad, creó un microsite específico para ampliar el foco de estos ejes y amplió el espacio de las Cartas a la directora, un formato con una larga trayectoria en la historia del periodismo pero que desde el diario consideraron como válido y fundamental para estar en contacto con las inquietudes, exigencias y sensibilidades de sus lectores del siglo XXI. Además, mientras duró la campaña, el periódico mantuvo un canal de participación en el que los ciudadanos podían enviar sus artículos, publicando periódicamente una selección de los mismos. Después de este impulso no fue hasta el 2020, con ocasión del lanzamiento de su muro de pago (justo unos días antes de que la COVID-19 fuese declarada como pandemia y en España se decretase el Estado de Alarma por crisis sanitaria, cuando El País presentó nuevas campañas apelando directamente al lector, al ciudadano, y confiriéndole un nuevo papel, una nueva importancia, desde una óptica no conocida en el pasado. En esta ocasión asemejaba la suscripción a su producto con la suscripción a los hechos y veía en ello una condición imprescindible para llevar a cabo acciones rotundas como ser testigo de 115 la realidad, actuar, alzar la voz, opinar, o emocionarse (con un componente más activo que pasivo en el fondo de los mensajes). Imagen 20: Campaña ‘Suscríbete a los hechos’ del diario El País. (Código QR para acceso al vídeo en https://www.youtube.com/watch?v=dzCMu88Z4L8) Fue precisamente la necesidad de apelar al soporte económico el mejor revulsivo para activar esa palanca de cambio. Podemos ver ejemplos de este tipo de mensajes en casi todos los periódicos (coincidiendo en el tiempo y en la estrategia) pero, más allá de actuar de manera reactiva, diríamos casi que por necesidad, cabe analizar si se ha producido el necesario cambio cultural en las redacciones o se han abrazado otras dinámicas de trabajo vinculadas a un tipo de periodismo más centrado en el beneficio de una mayoría o, cuanto menos, a la innovación. https://www.youtube.com/watch?v=dzCMu88Z4L8 https://www.youtube.com/watch?v=dzCMu88Z4L8 116 En el caso concreto de El País, como veremos cuando abordemos en el apartado del cómo una taxonomía vinculada a este tipo de periodismo, sí se observan avances significativos en esta línea, que le han hecho merecedor de reconocimientos al respecto, como el Premio Gabo a la mejor cobertura en 2021 por su serie de reportajes bajo el título-paraguas de “Frontera Sur. La frontera desconocida de América”, sobre la frontera sur de México, en la que, además de la sensibilidad necesaria para abordar una temática de este tipo, se aplicó una metodología de trabajo con matices propios de una nueva forma de hacer periodismo. Sin entrar ahora en detalle en esa clasificación de técnicas que veremos más adelante, podemos citar en este caso, por ejemplo, la colaboración con otros medios de comunicación en la búsqueda de un fin común (en este caso con El Faro, de El Salvador) o el dar voz a personas o comunidades habitualmente silenciadas o infrarrepresentadas. En su fallo (Fundación Gabo, 2021), el jurado valoró el ir más allá del tradicional cubrimiento periodístico de carteles o grupos criminales que suele quedarse en las declaraciones y cifras oficiales. [...] Por el contrario, esta serie de seis entregas de largo aliento, realizada por más de 20 periodistas, le pone rostro y corazón a las comunidades que viven y trabajan en una región olvidada. Lo logran con una hábil combinación de reveladores textos, vídeos, fotografías e infografías. Sin embargo, el proceso sigue siendo lento. Aunque casi todos reconocen la necesidad de cambio, la propensión al mismo en las empresas informativas de largo recorrido es menor. Buscando analogías con el medio animal, los tradicionales gigantes podrían ser elefantes que ven entre el temor y la envidia la agilidad con la que las gacelas, proyectos de nuevo cuño que nacen con fragilidad pero sin la mochila cargada de peso a lo largo de los años, les adelantan en su paso. Pero la historia no está escrita. El profesor Iñaki Ortega (2017), que gusta de esta imagen para analizar los procesos de innovación corporativos, explica que los elefantes vienen a corresponderse con compañías bien asentadas, que cuentan con un tamaño que les procura seguridad y capacidad para conseguir ingentes recursos, aunque se ven lastradas por pesados organigramas y procedimientos. Las gacelas, por el contrario, son empresas muy pequeñas, jóvenes y vulnerables, pero gozan de una agilidad a la hora de innovar que les permite dar grandes saltos y alcanzar velocidades impensables para el elefante. Por último, ya en nuestros días, los unicornios se han traído de la mitología al mundo de la inversión para definir las nuevas empresas que tienen una valoración de 1.000 millones de dólares. Esta explicación del profesor Ortega viene habitualmente precedida de una fábula en la que uno de esos elefantes que envidia la agilidad con la que danza una gacela se propone aprender de ella sus movimientos. Un día, para mostrarle sus avances, invita a esta a bailar juntos y, por error, acaba posando una de sus pesadas patas sobre ella hasta lastimarla. Como decimos, no hay un guión definido y los movimientos de viejas y nuevas organizaciones informativas y su interrelación son aristas del prisma a tener en cuenta. Sin embargo, en uno u otro caso un elemento fundamental, si no la base, será la apertura al cambio a través de la innovación. 117 3.3.3.3.- Grado de propensión a la innovación en las redacciones. Panorámica en Europa y España Partimos de la base de que, además de la adopción de nuevas técnicas y rutinas (que abordaremos en apartados sucesivos), la práctica del periodismo participado requiere en primer lugar de un profundo cambio en la mentalidad con la que se deben gestionar las redacciones de cualquier proyecto periodístico que quiera sumarse a esta dinámica. Por ello, lo pertinente es tratar de vislumbrar en qué contextos se mueven los profesionales en nuestros entornos más cercanos. Aunque las realidades sean muy distintas, en todos los casos es necesario innovar, empaparse de una nueva forma de entender la profesión y el servicio que se presta desde ella y cambiar sustancialmente la manera en la que tradicionalmente han sido vistos los distintos protagonistas del proceso informativo. Esto no siempre es fácil en entornos donde la larga trayectoria de un medio, lejos de ser aval de éxito garantizado, se convierte en un lastre a la hora de introducir las modificaciones necesarias para adaptarse a los tiempos y poder seguir cumpliendo su misión. Si bien en el discurso de todos, (por decir de una manera simplificada) nuevos y viejos medios, está presente de manera destacada la innovación, algunos se enfrentan al dilema disruptivo: «No es que estos últimos no sean innovadores –que sí lo son en muchos casos– sino que les cuesta mucho más adaptarse a la innovación disruptiva porque sus estructuras de negocio y valor no son adecuadas para el cambio discontinuo». (Campos-Freire, 2015: 442). Se da la paradoja de que los medios, como agentes que actúan de altavoz de tantas otras novedades, son reacios muchas veces a hacer un ejercicio de introspección y conocer y asumir la necesidad en torno a las suyas propias. Aunque teóricos y organizaciones reconocen el papel prescriptor que ejercen los medios de comunicación y, desde el punto de vista académico, hay consenso en reconocer el valor de los medios de comunicación de masas en la difusión de innovaciones (Jiménez, 2003: 239) no parece que estos dediquen los mismos esfuerzos cuando de innovar en su propio ecosistema se trata. Los medios tradicionales han disfrutado durante años y hasta que sobrevino la crisis global en la primera década del nuevo milenio de una situación de estabilidad sustentada principalmente por el tejido empresarial y de anunciantes, quienes ayudaron, junto con en menor medida el público, a financiar un modelo de periodismo que difícilmente se podría mantener en el tiempo. Pese a que ya habían empezado a experimentar el efecto de la entrada de nuevos actores en el reparto de la tarta publicitaria digital (como Google, Facebook o Amazon), hasta no hace mucho la reacción de las empresas informativas con una trayectoria más dilatada se había orientado, principalmente, a alianzas operativas como las ya mencionadas, sin ser protagonistas de una disrupción que aportará novedad y estabilidad a su negocio desde nuevos modelos de relación con su público (Ortega-Santos y Rodríguez-Barba, 2018). Como veremos más en detalle en el siguiente apartado, en una investigación sobre barreras en las organizaciones informativas a la hora de apostar por un periodismo basado en la participación (encargada por la consultora Hearken a Switchboard, organización que trabaja en el campo de la educación superior para investigar y desarrollar proyectos relacionados con el fortalecimiento de comunidades) se señala la dificultad de introducir la cultura del cambio y de 118 la participación en empresas con cierto bagaje, al prevalecer la idea de que si el modelo actual todavía funciona para alguien no es momento aún de optar por uno nuevo (Branel, 2018). Esa tendencia es visible también aquí en España, donde los llamados medios tradicionales siguen teniendo como principal fuente de financiación la publicidad, a diferencia de aquellos que ya han nacido sabiendo que no hay sitio para que todos los nuevos actores beban de esa fuente. Como para cualquier cambio, la mochila ligera con la que llegan estos nuevos actores facilita la introducción de otro tipo de dinámicas en la redacción, pero la innovación no es patrimonio exclusivo de los proyectos de nuevo cuño, ni tampoco de los que tienen más recursos económicos o humanos. Charo Henríquez, editora del departamento de desarrollo y soporte en la redacción de The New York Times, a quien ya hemos hecho mención anteriormente, puso su caso como ejemplo durante su intervención en la Media Party 2020 (el encuentro de medios digitales más grande de Latino América apoyado por Facebook Journalism Project y Google News Initiative). Crecida y formada periodísticamente en una pequeña redacción de San Juan, Puerto Rico, los responsables del coloso norteamericano vieron en ella y en su trabajo las destrezas que necesitaban para seguir impulsando su proyecto de redacción para el siglo XXI. Henríquez (2020) defiende que no es necesario contratar a más gente para ello. Los que tienen que liderar esas innovaciones ya están en los equipos, solo hay que impulsar su curiosidad, sus deseos de avanzar y su capacidad para escuchar al ciudadano: Para poder seguir moviendo la cultura de la innovación en las redacciones tenemos que dejar de pensar en los roles tradicionales, acercarnos más a las personas que trabajan con datos de audiencias, con el desarrollo de nuestros productos, tender puentes entre la manera en la que trabaja la redacción y algunos procesos más experimentales. A estos procesos hay que ponerles un tiempo y analizar cómo la audiencia está recibiendo la información y cómo está actuando sobre ella. Con este modelo basado en iteraciones y enfocado a analizar las necesidades y comportamientos de la audiencia Henríquez, como tantos otros creadores de innovaciones periodísticas, no está sino reivindicando el uso en este terreno del Design Thinking o pensamiento de diseño, una metodología para generar ideas innovadoras que parte de plantearse cuáles son las necesidades reales del usuario y pensar en soluciones. En el caso del periodismo las necesidades a las que habría que dar respuesta serían no solo las del público sino también las de los propios profesionales de la empresa informativa. Entender los problemas es el punto de partida para provocar una disrupción desde este método que promueve la empatía entre todas las partes involucradas. Desde su fundamentación teórica en la californiana Universidad de Stanford por la década de los 70 se ha aplicado a industrias de lo más diversas. Podría ser pertinente hacerlo también en la que nos ocupa desde la perspectiva del periodismo participado por comunidades ya que contempla pilares básicos como son la escucha de las necesidades, la necesidad de una estrategia viable de negocio y el uso de tecnologías al servicio de estas causas. 119 Imagen 21: Esquema de la aplicación de la metodología Design Thinking al periodismo participado por comunidades Fuente y elaboración propias a partir de www.designthinking.es Aunque la sociología y la antropología llevan intentando comprender desde finales del siglo XIX cómo, por qué y a qué velocidad se mueven las nuevas ideas, seguiremos como pauta de referencia en este punto la Teoría de la difusión de Innovaciones formulada en 1962 por el profesor Everett M. Rogers (1983) en su tesis doctoral y desarrollada después en su obra. En su aproximación en torno al concepto de engaged journalism, The European Journalism Center ha tomado como referencia esta teoría, proyectando sobre su curva cómo se entendería este modo de ejercer la profesión, todo ello a partir de una traducción de los elementos que componen el modelo teórico de Rogers aplicados al contexto y las características propias de los medios. Este plantea la pertenencia a distintos grupos, vinculados a las diversas etapas en las que el individuo o la organización pueden situarse a la hora de adoptar una nueva idea o un nuevo modelo: innovadores, adoptantes tempranos, mayoría temprana, mayoría tardía y rezagados. http://www.designthinking.es/ 120 Imagen 22: Teoría de la difusión de Innovaciones Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Diffusion_of_innovations. Adaptación propia al castellano Según Rogers, a medida que los distintos grupos se vayan sucediendo en la adopción de la nueva idea (como se muestra en la curva azul), su cuota de mercado (en amarillo) alcanzará eventualmente el nivel de saturación. - Innovadores: nos encontramos con el grupo más pequeño de todos. Los que lo conforman se caracterizan por estar abiertos al cambio y tolerar bien la asunción de riesgos. A nivel europeo podemos inscribir dentro de esta categoría al holandés De Correspondent. Considerado entre los más vanguardistas de los nuevos medios en el mundo, uno de sus principios fundacionales reza así: «Colectivamente nuestros lectores saben mucho más que nosotros acerca de la mayoría de las historias que cubrimos. Por eso, De Correspondent no sólo publica información. Cuando cubrimos algo de lo que usted sabe mucho, lo invitamos a contribuir con su especialidad y a compartirnos su experiencia»6. Previo a su nacimiento, en 2013, en apenas unas semanas sus fundadores lograron alcanzar el objetivo de 15.000 suscriptores con una cuota anual de 60 euros en la que ha sido una de las campañas más exitosas de crowdfunding en nuevos medios. En diciembre de 2018 volvieron a hacer historia al conseguir recaudar 2,6 millones de dólares para, The Correspondent, una versión estadounidense del proyecto, aunque meses después tuvieron que disculparse por no abrir oficina en la ciudad de Nueva York y centralizar el proyecto en Ámsterdam, donde nació el proyecto y la versión americana del proyecto acabó cerrando definitivamente en diciembre de 6 https://thecorrespondent.com/principles https://en.wikipedia.org/wiki/Diffusion_of_innovations https://thecorrespondent.com/principles 121 2020. Sus fundadores, que se centraron y continúan con el proyecto original en holandés, adujeron que la plataforma ya no era financieramente viable debido, principalmente, a la mala conversión y retención de socios, (consiguiendo solo el 27% de renovaciones) y la demanda por parte de los lectores de noticias más inmediatas a la luz de la pandemia de la COVID-19, lo cual chocaba con el concepto original del medio de trasladar noticias irrefutables a las que hay que dedicar tiempo para la investigación. Imagen 23: Llamamiento a la suscripción para la versión en inglés de The Correspondent. En España, elDiario.es sería el medio que mejor podríamos encasillar en este apartado, por ser referencia a la hora de acreditar un modelo de ingresos relativamente desarrollado y una nueva manera de entender la relación con su lector, por un lado ofreciendo enfoques informativos distintos a la división clásica de secciones y más orientados a focos de interés con una segmentación pensada en atender las necesidades informativas de colectivos muy diversos; por otro distinguiendo a sus suscriptores como socios y, por tanto, sostenedores principales del proyecto, manteniendo con ellos una estrecha relación por distintos canales entre los que se encuentra también la realización de encuentros presenciales en los tiempos en los que las condiciones sanitarias así lo han permitido. En su rendición anual de cuentas puede observarse esa evolución positiva y sostenida en el número de socios que apoyan financieramente el proyecto, aunque conseguir esas cifras, como ha declarado reiteradas veces su equipo, no es misión sencilla. 122 Imagen 24: Vista de las distintas secciones (focos) en la web de elDiario.es. - Adoptantes tempranos: este grupo algo más grande, va a la zaga del anterior, aprendiendo de sus éxitos y fracasos y tomando decisiones de manera más prudente. En los últimos tiempos en casi todos los países del entorno europeo han surgido organizaciones que entrarían en este nivel, dando muestras de ejercer, al menos en algún aspecto, el tipo de periodismo que aquí definimos, pero en las que, al mismo tiempo, es pronto para garantizar su viabilidad económica a largo plazo. Como elementos diferenciadores para inscribir proyectos dentro de esta categoría se habla de organizaciones que han asumido formas innovadoras de relacionarse con sus públicos o comunidades y que, en general, lo hacen desde recursos limitados, dependiendo mucho del apoyo de donantes. En España podríamos hablar de proyecto interesantes como Maldita.es, Civio o la revista 5W, que ofrecen un acercamiento novedoso al periodismo que hacen; se relacionan no sólo mediante canales telemáticos que ofrecen respuesta directa o plataformas específicas de socios sino también en persona (en los tres casos hemos podido participar en encuentros presenciales durante el transcurso de esta investigación, cuando las condiciones sanitarias así lo han permitido) y en sus respectivas declaraciones de intenciones, manifestadas en su web, destacan la importancia de la colaboración del lector/ciudadano para poder garantizar su sostenibilidad e independencia: «Los bulos y las mentiras nos afectan a todos, y sólo juntos podemos combatirlos» (Maldita.es); «Necesitamos tu apoyo para vigilar a los poderes públicos y acabar con la opacidad» (Civio); «El periodismo cuesta dinero y esfuerzo, hagámoslo posible» (5W). En otros puntos del continente destacaremos Bureau Local (Reino Unido) o Tvoe Mista (Ucrania). Todos ellos han recibido de sus comunidades «lealtad y compromiso comprobados, pero son solo indicadores tempranos para poder hablar de sostenibilidad en el tiempo. En general, tienen opciones muy limitadas de apoyo de donantes y fondos» (Thomas, 2018). 123 - Mayoría temprana: La conformarán la próxima oleada de organizaciones que apuesten por el periodismo participado, ya sean medios, cooperativas, organizaciones sin ánimo de lucro… Algunas todavía no han nacido, otras pueden ser las propias redacciones de medios tradicionales que, con visión de futuro, apuesten por esta modalidad. Es interesante en este sentido seguir la pista de proyectos como ‘Patio de vecinos’ o el ya mencionado ‘¿Y tú qué piensas?’ del diario El País, o The New Arrivals, (trabajo multimedia en el que se cuenta en primera persona la historia de inmigrantes y refugiados que arriban a Europa y ha sido desarrollado conjuntamente por El País, The Guardian, Le Monde y Spiegel Online y financiado por el European Journalism Centre con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates). - Mayoría tardía y rezagados: en este último grupo se circunscriben los más escépticos a la hora de innovar. Muchas redacciones de medios tradicionales se estancan en este nicho, fallando a la hora de repensar su estrategia, pese a haber desarrollado laboratorios de innovación y otras plataformas de análisis. Al tratarse de un criterio de segmentación que atiende más a la omisión que a la acción es complicado poder garantizar la pertenencia de medios concretos a esta categoría aunque se intuye que en ella están actualmente muchos de los que continúan perdidos en debates como el cobro por contenidos, la separación de redacciones on y off line, etc. Los adoptantes tempranos analizados, el grupo más representativo a la hora de verificar la incorporación de innovaciones en torno al trabajo con comunidades, han demostrado con su experiencia que apostar por un método centrado en la colaboración con el ciudadano produce ingresos. Un componente importante en su innovación procede de las prácticas empleadas para obtener financiación, algunas de ellas emergentes y otras consideradas hasta hace poco como tales: membresías, crowdfunding, cooperativas, comercialización de contenidos, asociaciones... Abunda la experimentación y está claro «que no existe un modelo único dominante o exitoso de participación o ingresos. Se está desarrollando una gama de modelos. Hemos visto surgir y establecer varios adoptantes tempranos, pero aún son pocos» (Thomas, 2018). En ciertos casos, como si de un círculo virtuoso se tratara, una palanca innovadora activa otra y la búsqueda de nuevas formas de financiación como el crowdfunding ha dado lugar a nuevas formas de ejercer la profesión periodística, donde el periodista cuenta con el apoyo de los usuarios no solo en el aspecto financiero sino también, y a raíz de aquel, en la propuesta de temas a investigar, en el seguimiento de los casos sobre el terreno o en sugerencias que pueden ir surgiendo a lo largo del trabajo informativo (Palma Lampreia y Ahmad, 2019). 3.3.3.4.- Barreras a la evolución hacia un modelo de empresa informativa sensible a la relación con su comunidad La inmensa mayoría de organizaciones informativas de todo el mundo con algo de historia (aunque esta se limitase a escaso tiempo) han estado inmersas en los últimos años (y muchas lo siguen estando, bien por haber llegado tarde, bien por asumir que este es ya un proceso continuo) en dinámicas de renovación. Lo normal es que estos ejercicios traigan consigo 124 efectos tangibles, como sucede por ejemplo al hablar de la adopción constante de nuevas tecnologías en los procesos y rutinas. Superadas las habituales barreras logísticas y económicas, una vez se ha tomado la decisión de implementar estos cambios, se pueden visualizar de manera casi inmediata sus beneficios. Sin embargo, ante el objeto de estudio que nos ocupa en esta investigación, un tipo de periodismo, una forma de ejercer la profesión en torno al compromiso, la intangibilidad del asunto conlleva que, a menudo, la propensión a los cambios no sea algo tan sencillo de asumir. Es cierto que hoy se advierte una mayor receptividad por parte de la industria a escuchar y reflexionar sobre un concepto que, está claro, no es una simple moda. A los mecanismos habituales para llevar a cabo este diálogo con la audiencia que trajo consigo Internet se les pueden sumar otras herramientas, algunas de ellas específicamente pensadas con este fin. Existe cada vez más tecnología al servicio de las redacciones y crece el número de organizaciones y consultoras tecnológicas centradas en comunicación que ofrecen a los medios no solo el servicio de conceptualización teórica de su modelo sino también desarrollos de software propios para que sus periodistas conecten con el público de una manera más eficiente y auténtica (podemos citar los ejemplos de Hearken, GroundSource o Coral Project). Los resultados de estos productos, como los de muchas otras técnicas que veremos y que sin necesidad de mayor inversión tecnológica se pueden implementar en cualquier redacción, se están midiendo, por lo general, en clave de éxito entre quienes las adoptan. Pero, entonces, ¿por qué no todos lo hacen? La clave es tan sencilla como la realidad de que el compromiso entre periodista y ciudadano, entre el medio y la comunidad, que es la base de esta nueva manera de ejercer la profesión y relacionarse, no es un producto, es un proceso. Las barreras que hay que superar en el contexto en el que nos movemos son mucho más complejas de lo que puede suponer enfrentarse a un nuevo sistema de edición de texto o audio o generar un contenido en diversidad de formatos para adaptarlos a cada plataforma multimedia en una realidad multicanal. Entrar en la práctica del periodismo participado conlleva un cambio de mentalidad y de cultura en la organización y en el periodista y, al mismo tiempo, en el ciudadano que ha recelado en los últimos tiempos de la labor de los medios al tiempo que se está acostumbrando a digerir lo que ya le dan precocinado como producto informativo o buscarlo en lo que considera sus propias fuentes (habitualmente, las redes sociales). La consultora Hearken pone a disposición de las empresas informativas su modelo de periodismo de poder público, basado en la escucha de la audiencia y la introducción de la misma en el proceso de generación de una historia, desde que ésta se pone en marcha hasta su publicación. Mediante su alianza con la ya también mencionada Switchboard (organización que trabaja en el campo de la educación superior y desarrolla proyectos relacionados con el fortalecimiento de comunidades) analizaron el grado de propensión al cambio en las organizaciones cuando este estaba orientado a un acercamiento a lo que tradicionalmente habríamos denominado como su público. 125 El trabajo resultante, basado en entrevistas a profesionales de la información que ya ejercen desde este prisma, arrojó como principal conclusión que, si bien la industria del periodismo es consciente de que, cada vez más, el del compromiso es un territorio necesario en la concepción de esta profesión y su futuro, se interponen increíbles barreras a la hora de intentar fortalecerlo (Brandel, 2018). Poniendo nombre a esas barreras encontramos que: - La limitación de recursos hace que sea difícil o imposible establecer estrategias o implementar procesos de escucha y participación. Para los que están sensibilizados con implementar modelos que conduzcan a este tipo de periodismo participado, la falta de recursos viene a constituirse en el obstáculo número uno a la hora de poner en práctica las dinámicas necesarias. Desde siempre, las fuentes de financiación condicionan a las organizaciones informativas a la hora de decidir en qué poner su atención y su ausencia o limitación acaban ahogando habitualmente las aspiraciones innovativas. Además, (y este es un argumento muy usado en los nuevos medios que buscan financiación) si los fondos proceden de otros sitios distintos a las propias comunidades a las que intentan atender será difícil que estas sean su verdadera prioridad, porque tendrán otros intereses a los que servir (por ejemplo, no le podrá dar el espacio necesario a una buena historia si una página entera del papel o el mejor espacio de la web o del boletín electrónico debe ser ocupada por el anuncio de la marca que paga). Encontrar financiación externa que apueste por un proceso abierto como es la participación es complicado. Es más fácil que alguien pague para apoyar una solución determinada de antemano, por un proyecto que se materialice en algo muy concreto. La adopción de metodologías innovadoras entraña riesgos que no todos, y especialmente las organizaciones informativas más pequeñas, pueden asumir, por lo que muchas acaban optando por modelos de negocio más tradicionales o más popularizados, aunque cada vez sea más evidente que ahí no hay sitio para todos y que sin fidelizar a la audiencia esta puede desaparecer en cualquier momento. En ese sentido, durante el transcurso de esta investigación analizamos cómo 2019 comenzó siendo un año negro en lo que a los medios digitales, al menos los de corte millennial, se refiere. En el mes de enero y en apenas una semana se anunció el cierre de la edición española de BuzzFeed, el ERE para más de la mitad de la plantilla de PlayGround y el fin de Eslang, portal propiedad también de Vocento. En Estados Unidos y en estas mismas fechas conocimos el anuncio de alrededor de 1.000 despidos en empresas periodísticas que nacieron como nativas digitales. Son muchos los que vieron detrás de esta tendencia el resultado de haber apostado por un modelo de negocio basado en el clickbait para poder vender un tráfico tan elevado como inestable y difícil de sostener en el tiempo. La modificación del algoritmo de Facebook, priorizando los contenidos personales frente a las noticias y penalizando de esta manera el alcance orgánico de las publicaciones en las fanpages 126 de los medios, tuvo como consecuencia el hundimiento precipitado de aquellos proyectos fundamentados en productos virales más que en contenidos de calidad y en una relación de compromiso con su audiencia. Parte del modelo BuzzFeed se había validado previamente por muchos expertos: refrescar el estilo, trabajar más las métricas, ofrecer nuevos formatos publicitarios... El problema se dio al viciar esa estrategia con el único fin de engordar el tráfico. Contrasta esta dinámica de fracaso con la trayectoria de otros proyectos que, con un capital más humilde pero un planteamiento más cuidado, no solo sobreviven sino que van consolidándose con la base de una audiencia fidelizada, teniendo siempre en cuenta que no es lo mismo audiencia que tráfico. La diferencia entre unos y otros fue la opción por intentar exprimir la gallina de los huevos de oro en el primer caso o innovar y arriesgar por algo distinto y que les configurase como un facilitador de soluciones no abordadas por otros en el segundo. - Los directivos de las organizaciones informativas no acaban de comprender del todo el valor de escuchar y comprometerse, o se niegan a apoyar esfuerzos en esa línea. La innovación debería ser una prioridad en los consejos de dirección de todas las empresas, pero la realidad es que no es así. En septiembre de 2018 Harvard Business Review publicaba los resultados de una encuesta a más de 5.000 altos ejecutivos de empresas de todo el mundo con unas conclusiones poco alentadoras (Cheng y Groysberg, 2018). Menos de un tercio de los encuestados (30%) consideraba la innovación como uno de los tres principales desafíos estratégicos prioritarios para su organización. En el trabajo también se evidencia la insuficiente capacidad de los equipos directivos para fomentar la innovación y cómo en todo esto pesa la visión cortoplacista (resultados, resultados, resultados) que sobreabunda, algo que entra en conflicto con la propia tarea de innovar, donde con frecuencia antes de lograr un éxito hay que equivocarse varias veces (pero hay que hacerlo rápido para poder levantarse pronto de la caída y seguir buscando soluciones antes de que sea ya imposible). Centrándonos en el campo de la comunicación, la investigación de Switchboard señala cómo en los medios tradicionales es más difícil introducir la cultura del cambio porque suele prevalecer la idea de que si el modelo actual todavía funciona para alguien no es el momento todavía de optar por uno nuevo. Así, por ejemplo, la industria de noticias fue de las primeras en hablar de digitalización y de las últimas en adoptarla, perdida entre tanto en otros debates internos. Así mismo, es obvio que cuanto más tiempo se pasa dentro de un despacho menos se está en la calle y es más complicado desarrollar esa capacidad de empatía y diálogo con la comunidad. En el marco de la presente investigación nos interesamos por un proyecto disruptivo implementado por un referente en los medios tradicionales en su región. El Diario de Navarra, periódico centenario que sigue siendo referente en cuanto a número de lectores en su ámbito de influencia (Diario de Navarra, 2018a) puso en marcha el proyecto DN más cerca, con el enfoque de un periodismo construido junto al ciudadano, que encaja muy bien en la tipología de periodismo que abordamos aquí. La iniciativa surgió con la idea «de acercar la labor periodística a los municipios de la Comunidad foral, pero sobre todo de aproximarse a ellos 127 desde otra perspectiva: la de la creación periodística con y para el vecino» (Diario de Navarra, 2018 b). El resultado fue valorado muy positivamente por la comunidad de San Adrián, la localidad donde se desarrolló y en 2019 la iniciativa recibió una beca de innovación de la Universidad de Oregón (EE. UU.). Imagen 25: Proyecto ‘DN más cerca’ del Diario de Navarra. En total se llevaron a cabo 12 conversaciones interculturales y una visita pública a la mezquita del lugar dentro de un proceso de ideación conjunto en el que participaron los vecinos. Sin embargo, pese al buen sabor de boca, el modelo no ha sido generalizado. Al preguntar a profesionales de la empresa informativa y reconociendo estos el éxito del experimento, hoy por hoy le auguraban al formato más vida fuera que dentro de la cabecera del Diario de Navarra, donde su más de un siglo de historia sigue pesando a la hora de validar ciertas formas nuevas de hacer periodismo. Por eso, hay más esperanzas puestas en las organizaciones jóvenes, al frente de las cuales suele situarse gente con menos experiencia pero también menos prejuicios, aunque eso no significa que no haya empresas informativas con tradición que no estén dispuestas a abordar una transformación de este tipo. - Las organizaciones tienen que afrontar desafíos logísticos asociados con la implementación de flujos de trabajo de escucha y compromiso. Implementar un cambio de este calado en la forma de hacer las cosas supone no sólo una modificación de las rutinas o una revisión de los flujos de trabajo. Hablamos de un ejercicio mucho más profundo, una apuesta de renovación corporativa que pasa por una necesaria actualización de la visión y la misión de la compañía para que estas sigan alineadas con sus valores. 128 En estas dinámicas, que no son exclusivas de la industria de los medios, se enmarcan cambios de denominaciones cada vez más habituales, como la sustitución de los equipos de ‘Recursos Humanos’ por los de ‘Personas’ u ‘Organización’, que dejan entrever un enfoque más personal en el asunto porque, al final, esto va de personas, sean los periodistas o los beneficiarios de su trabajo. La pandemia por la COVID-19 sirvió para acelerar muchos de estos procesos, llevando casi al límite la necesidad de reinventarse. En tiempos de confinamientos y de limitación de movimientos tuvieron que habilitarse mecanismos para tener ojos y oídos en muchos rincones a los que no se podía llegar y se necesitaron expertos que no existían en las redacciones, trasladadas ahora a los hogares. Muchos se dieron cuenta entonces de la importancia de tener bien engrasada la relación con su comunidad para poder hacer uso de manera pertinente de sus súper-poderes (conocimiento o, simplemente, acceso a una información, a una imagen, a un testimonio…) - La cultura asociada al lugar de trabajo supone muchas veces un obstáculo para implementar nuevas ideas y metodologías. Muy en relación con la barrera anterior, aunque a las organizaciones informativas se les presupone vocación de servicio público en la definición de su misión, el diseño clásico de sus estructuras, jerarquizadas, y la relación vista como natural entre los periodistas actuando como expertos activos y el público en un rol de consumidor pasivo que necesita que se le diga lo que necesita (algo que hemos abordado ampliamente) son un lastre difícil de aligerar. Son todavía muchos los que, dentro de la profesión, ven una amenaza en los esfuerzos por dar mayor protagonismo y voz al público. Como muestra, una experiencia personal. Cuando compartí en mi perfil personal de la red social Twitter una noticia sobre la iniciativa de The Washington Post de poner a diario a disposición de sus lectores a periodistas y columnistas para conversar con ellos y dar respuesta a sus dudas no faltaron las reacciones de profesionales en contra. 129 Imagen 26: Hilo de tuits con valoraciones enfrentadas acerca de la decisión de The Washington Post de facilitar el diálogo de los lectores con la redacción. Hay pues mucho trabajo que hacer para romper una inercia tan asentada. Avanzando hacia el primer cuarto del siglo XXI, los esfuerzos que fomentan la inclusión de más voces y perspectivas en el proceso de toma de decisiones son vistos a menudo como una amenaza por aquellas personas que han disfrutado de su posición incontestable de “expertos” dentro de la jerarquía institucionalizada. El caso es que su conocimiento sigue siendo igual de rico, porque esto no va de sustituir sino de sumar. 130 3.3.3.5.- Problemas de no abordar la desaparición de estas barreras Ante este tipo de barreras y su magnitud (muchas veces pueden llegar a coincidir varias o todas en una misma organización informativa) lo aparentemente más fácil es buscar soluciones cosméticas, abordar la cuestión parcialmente intentando incurrir en los mínimos gastos y no generar nuevas fuentes de preocupación esperando reorientar por otras vías el rumbo de la institución. Aunque muy humana, esta decisión se ha confirmado muchas veces no solo como ineficaz sino como peligrosa. El estudio de Hearken y Switchboard constata consecuencias muy negativas como pueden ser: - Pérdida de relevancia y apoyos. Si las organizaciones informativas producen su trabajo con el criterio de que es lo que creen que necesita su público pero sin confirmarlo en diálogo con él, las personas que lo conforman acabarán buscando alternativas que se adapten mejor a ellas en el medio plazo, afectando tanto la retención como las tasas de conversión del negocio. - Pérdida de tiempo y dinero. Sin escucha, es muy probable que al menos parte de los recursos (humanos y técnicos) y el dinero invertidos en construir historias no acabe generando el retorno de la inversión necesaria para ser considerada como una decisión rentable. Si queremos hablar de futuro y de negocio sostenible no podemos obviar esta realidad. De los fallos se aprende, pero si no hay corrección y se vuelve a reincidir en el error el margen de viabilidad se estrecha. - Perjuicio para el resto del ecosistema. Además de influir negativamente en la marcha del propio proyecto, el incidir en que no hay que cambiar las reglas del juego y el modo de relacionarse entre periodistas y ciudadanos afecta al intento de construir una nueva visión desde otros espacios de la profesión. Si esta actitud proviene de instituciones grandes y poderosas se refuerza la narrativa de que la voz del gran público (o de esos otros públicos, que tradicionalmente han contado con menos presencia pero que tienen cabida en un periodismo que no aspira a ser de masas, sino útil) no son importantes y que su participación no es eficaz, lo que puede tener efectos a una escala mayor. 131 Imagen 27: Consecuencias de no eliminar las barreras que dificultan el trato de la organización informativa con la comunidad. Fuente: Hearken. Adaptación propia al castellano. 3.3.3.6.- Nuevas realidades de organización: De S.A. o S.L a fundación, asociaciones o cooperativas Es comúnmente aceptado que las actuales circunstancias de inestabilidad provocadas por la suma de crisis que hemos abordado nos obligan a reconsiderar y a cuestionarnos seriamente las condiciones de permanencia del actual modelo de negocio periodístico. Es necesario buscar nuevas fórmulas empresariales que permitan sostener esta actividad, si realmente deseamos mantener el ejercicio empresarial de la información y de la comunicación (García- Alonso, 2014:733). Siendo el concepto empresa uno de los más ambiguos y difíciles de definir del castellano (García González, 2014), al englobar acepciones tan variadas como compañía, negocio, organización productiva o sociedad, estamos de acuerdo en que «es sin duda su uso como sinónimo de proyecto el que mejor abarca al conjunto de significados» en la medida en que atendiendo a su sentido etimológico nos lleva a pensar en lanzar hacia adelante una idea, algo que suele ser fruto del emprendimiento de una persona que se asocia con otras para conseguir su fin. Proyectos vinculados al periodismo no han faltado en este nuevo siglo, si bien muchos de sus promotores, al plantearse la viabilidad de los mismos, han intentado huir de las fórmulas societarias habituales (S.A.; S.L.; S.C.; etc.) que encorsetan con excesivos requerimientos y se adaptan con dificultad a la dinámica emprendedora que busca validar de manera ágil la fórmula propuesta para poder modificarla rápidamente y sin costes excesivos en caso de no satisfacer las expectativas. Aunque al hablar de fórmulas jurídicas la del autónomo es la más habitual cuando se aborda una idea desde cero, existen otras muchas figuras (empresario individual, Emprendedor de 132 Responsabilidad Limitada, sociedad cooperativa, sociedad colectiva, comunidad de bienes…) y opciones incluso más abiertas. La expulsión de muchos periodistas de las grandes corporaciones por la crisis y el abandono de otros tantos por el desencanto o las condiciones de trabajo hicieron que en las dos primeras décadas del siglo XXI surgieran numerosos intentos de ejercer el periodismo desde fuera de los medios. Hablamos de profesionales en una nueva dimensión de la realidad, con ganas de realizar su misión pero huyendo de tener que ceñirse por obligación a una agenda informativa preestablecida o al traje a medida de una empresa del sector, con productos diseñados de manera rígida en función de secciones u horarios. Han nacido así proyectos que, a simple vista pudieran parecer más vinculados a cierto tipo de activismo (al adoptar figuras clásicas del movimiento participativo como la asociación) o a una visión altruista (en el caso de los que optan por modelos como las fundaciones). Sin embargo, y aunque beban de la esencia de esas dos fuentes en cuanto a la promoción de la participación o el buscar fines de interés general, estamos ante modelos de negocio que buscan retribuir el trabajo profesional de los periodistas en el ejercicio de su misión. Estas son fórmulas que han comenzado a asentarse en España muy recientemente, si bien ya tienen antecedentes firmes en otros lugares como los Estados Unidos y América Latina. Proyectos que no encajan en el periodismo ciudadano –las personas que están detrás de estas entidades son profesionales con una amplia carrera a sus espaldas–, pero tampoco en los tradicionales medios de comunicación (Alcojor, 2016: 65). Las circunstancias propias de la profesión y el devenir de la sociedad, con sus avances tecnológicos y sus dinámicas cambiantes de relación entre los ciudadanos, han hecho que estos periodistas con experiencia e iniciativa hayan encontrado en otros profesionales y en expertos en las materias de su interés el complemento perfecto para convertir en realidad sus ideas. En esa dinámica podemos circunscribir, por ejemplo, el nacimiento de Civio en 2011. Autodefinida hoy como organización independiente y sin ánimo de lucro que vigila a los poderes públicos, informa a todos los ciudadanos y presiona para lograr una transparencia real y eficaz en las instituciones, sus orígenes los encontramos en la asociación entre uno de sus actuales directores, David Cabo (Ingeniero Informático y Licenciado en Psicología) y Jacobo Elosua (con formación y desarrollo profesional en los campos de Derecho, Económicas y Empresariales). Ambos se conocieron participando en proyectos e iniciativas que tocaban el ámbito de la tecnología y la transparencia (vemos ya presente el concepto de comunidad antes de que decidieran dar forma a la suya propia). Con los ojos puestos en proyectos parecidos en Estados Unidos y otros rincones del planeta, al no encontrar respuesta a sus inquietudes en modelos periodísticos en España decidieron dar forma a su propio proyecto y en 2012 registraron su iniciativa como fundación sin ánimo de lucro. Hoy Civio, teniendo que lidiar con algunos de los problemas que enumeramos al describir la categoría de adoptantes tempranos en las dinámicas de innovación, avanza cada día hacia un modelo más y más consolidado. En el año 2020, durante lo peor de la pandemia de la COVID- 19, consiguieron superar la barrera de los 1.000 socios, con un crecimiento anual del 90% y 133 aumentaron en 600% sus lectores únicos. Detrás hay mucho compromiso con su causa y con la profesión periodística y un modelo de organización muy flexible y polivalente, donde además del grueso del equipo conformado por periodistas hay perfiles variados vinculados con la tecnología y la gestión. Pero, además, detrás también hay una comunidad de socios construida desde los parámetros del periodismo participado por los ciudadanos, como veremos más adelante. Con un contexto parecido al de Civio encontramos otras organizaciones informativas que han sabido encontrar su sitio en convivencia con los medios de comunicación tradicionales demostrando que sus modelos, en el enfoque a la hora de hacer periodismo y en la manera de organizarse como realidad institucional, no chocan sino complementan el ecosistema mediático. Dentro de nuestra investigación hemos puesto los ojos también, entre otros, en Maldita. Aunque desde 2018 lo conocemos como un medio nativo digital su verdadero origen estuvo, cuatro años antes en la red social Twitter. La primera estructura se creó bajo la figura asociativa. La constitución de la Asociación Maldita contra la Desinformación, Periodismo, Educación, Investigación y Datos en Nuevos Formatos permitió echar a rodar el proyecto en un marco de flexibilidad tan necesario cuando hablamos de proyectos embrionarios. Esta asociación, formada por periodistas y otros profesionales del ámbito tecnológico no encaja, en absoluto, dentro del modelo de las históricas asociaciones de periodistas fundadas para defender los derechos gremiales. En este caso, el fin y los objetivos no alcanzan a un colectivo específico, sino que pretenden abarcar a toda la sociedad. La consolidación de una comunidad fuerte de socios, muchos de ellos vinculados desde el principio a través de las redes sociales hizo que en 2019 emprendieran el viaje hacia una fórmula que se adapta mejor a la consecución de sus objetivos y, por la transparencia que exige, protegía el modelo frente a posibles intrusiones o desviaciones en el futuro: «Creemos que Maldita.es no debe ser propiedad de nadie: debe ser de todos. Maldita.es podría haber sido una empresa, pero decidió nacer como asociación sin ánimo de lucro y quiere convertirse en una fundación» (Maldita, 2018). Constituir una fundación en España cuesta 30.000 euros, por eso el equipo lanzó una campaña de crowdfunding para que socios, amigos o cualquiera que viera en sus fines una causa justa con la que aliarse pudiera contribuir. Con #FundaMaldita no solo consiguieron su objetivo sino que, con el apoyo de más de 1.600 personas lo superaron, obteniendo el 223% de la meta fijada. El 30 de noviembre de 2020 el Boletín Oficial del Estado publicaba la resolución del Ministerio de Justicia por la que oficialmente se le reconocía bajo esa figura. 134 Imagen 28: Resolución del Ministerio de Justicia publicada el 30 de noviembre de 2020 en el B.O.E. por la que se reconoce oficialmente a la organización Maldita la figura jurídica de Fundación. Además de la asociación o la fundación, la necesidad de afrontar un futuro laboral incierto y el deseo de recuperar la misión de servicio de la prensa (algo que, como vemos, es un elemento muy presente en el nacimiento de nuevos proyectos o, al menos, en los que se conforman alrededor de un modelo comunitario) ha hecho que emerjan otras formas organizaciones como las cooperativas de periodistas. Es el caso, por ejemplo, de la cooperativa SBP-Comunicadores Asociados, constituida en Sevilla pero impulsada por profesionales de distintos rincones de España, como respuesta a la crisis económica y ética a la que se vio abocada el sector en la primera década del siglo XXI. Entre sus objetivos fundacionales, además de reivindicar un periodismo comprometido con la ciudadanía está el fomento de la empleabilidad entre sus asociados. Estas aspiraciones las canalizaron a través de la plataforma SeBuscanPeridistas.com, si bien desde finales de 2020 en el contexto de la pandemia parece que el proyecto quedó estancado. 3.3.4.- La comunidad 3.3.4.1.- Conceptualización del término comunidad A partir del estudio del hombre y sus relaciones, a lo largo de la historia las Ciencias Sociales han trabajado por establecer un marco teórico fundamentado en torno al concepto de comunidad definiéndolo, por lo general y en un principio, en la línea del «espacio en el que un grupo humano desarrolla su vida y las interacciones que en esta intervienen» (Causse, 2009: 12). Hay consenso a la hora de atribuir su conceptualización primera a Ferdinand Tönnies, quien acuñó el nombre Gemeinschaft, aplicado a la típica sociedad campesina europea premoderna que «consistía en una densa red de relaciones personales que descansaba en gran parte sobre el parentesco y el contacto directo, de persona a persona» (Causse, 2009:21). Pese al desconocimiento por parte de muchos tanto de su figura como de su obra, de sus fuentes 135 beberían autores que le fueron contemporáneos como Weber o Durkheim, quienes han pasado a la posteridad con mejor suerte ya que, en el caso de Tönnies, «en efecto, incluso en Alemania es el suyo un nombre poco pronunciado, si se lo compara por ejemplo con el de Max Weber, a quien, como se sabe, la recepción posterior habría de deparar una suerte mucho mayor, hasta entronizarlo en un lugar indiscutible en el panteón de los clásicos» (De Marinis, 2010a: 3). Para McMillan (1976: 9), «el sentido de comunidad es un sentimiento que los miembros tienen de pertenencia, un sentimiento de que los miembros son importantes entre sí y para el grupo y una fe compartida en que las necesidades de los miembros serán atendidas a través de su compromiso de estar juntos». Junto a Chavis y otros autores (1986) definirán cuatro dimensiones en la relación del individuo y la comunidad de la que se siente parte. A saber: la pertenencia, la influencia, la satisfacción de necesidades y la conexión emocional compartida. La identificación comunitaria tiene «una doble naturaleza geográfica y relacional. Se aplica a comunidades locales, como barrios y ciudades, donde la unidad de análisis es delimitada por un espacio geográfico. Pero también se refiere a comunidades relacionales» (Ramos-Vidal y Maya-Jariego, 2014:170). Ambas aproximaciones se identifican perfectamente con el fenómeno periodístico que aquí traemos a estudio y que bien puede darse tanto en comunidades vinculadas por un factor territorial (con buenos ejemplos de periodismo basado en comunidades, evolución del periodismo local o híper-local: Triana al Día, Somos Chamberí...) como en grupos que tienen por nexo un mismo interés (como el del periodismo narrativo y las crónicas de largo recorrido en los lectores de la revista 5W) o incluso un sentimiento (como por ejemplo, el sentimiento cofrade que, junto con cierto gusto por el diseño y el análisis crítico alejado de la ortodoxia, aúna a la nueva comunidad nacida con la revista Nazarenos, un proyecto editorial en torno a la Semana Santa de Sevilla que ha alcanzado a un público muy amplio en toda España y que ha nacido y se consolida en formato papel en un año como el 2021 tan arriesgado para cualquier proyecto, demostrando que, si hay un nicho que cubrir y el proyecto se plantea bien, se puede obtener respuesta y ser rentable). En esas teorías clásicas de autores como Weber, que se fueron asentando en los siglos XIX y XX, a la hora de abordar el concepto de comunidad jugaron siempre un papel fundamental elementos más propios del pasado que de nuestra sociedad actual, como la simbología colectiva. Paradójicamente, aunque vivimos en la era de la globalización y millones de personas nos vemos sometidas a los mismos impactos, el componente líquido de nuestra realidad, al que ya hemos hecho referencia con anterioridad, hace que no siempre sea tan fácil como en el pasado aunar voluntades en torno a esos símbolos colectivos que poseían el potencial de superar y de unificar frecuentemente ideas contradictorias y las concepciones de los individuos en relación al colectivo. Del mismo modo, con la ayuda del simbolismo colectivo es posible armonizar las diferentes afiliaciones culturales, religiosas o étnicas. Los símbolos colectivos poseen una función particularmente integrativa en relación a la constitución y la determinación colectiva de la estructura social, puesto que ellos producen el sentido de la comunidad en los individuos y, en última instancia, aseguran la cohesión del colectivo. (De la Garza y Leyva, 2012:115) 136 Manejamos pues un concepto dinámico, «una entidad social creada en el espacio a través del tiempo» (Harvey, 1989: 204) que puede albergar, a veces de manera no muy obvia, diferencias de significados, ya que cada grupo de ciudadanos conectados entre sí puede tener su propio proceso personal, diferentes unos de otros y con una duración distinta en el tiempo. Dado que «las identidades se construyen, se refuncionalizan, se destruyen y crean otras nuevas; o lo que es lo mismo: que el proceso de conformación de la identidad y sus formas de expresión cotidiana es dinámica e interactivo» (Flores, 2005: 46), cabría preguntarse pues, dónde encontramos hoy esos símbolos colectivos. ¿Existen? Definitivamente sí, tal y como acreditan los casos de éxito mencionados unas líneas atrás. En la era digital el concepto de comunidad se ha ampliado mucho más todavía y factores como el espacio o el tiempo ya no influyen tanto en la construcción de grupos de personas reunidas en torno a un interés común. La clave está quizá en no pensar tanto en este término desde unos orígenes compartidos (aunque a veces sí sea pertinente hacerlo) y enfocarlo hacia un futuro en común. Sin entrar en el universo de las comunidades virtuales, que requerirían un capítulo aparte, confirmamos pues que bajo el paraguas de comunidad podemos incluir hoy en día a colectivos unidos por motivaciones muy diversas y no necesariamente ligadas a un elemento geográfico. Para Pablo de Marinis (2010b: 3) la conciencia acerca de las añejas e intensas implicaciones semánticas del término puede estar en mayor o menor medida presente según los casos, pero invariablemente sobrevuela en todos ellos una connotación positiva, del orden de la “fraternidad”, la “unidad”, la “unión”, la “solidaridad”, la “comunión” y la “cohesión”, de aquello que compartimos y nos distingue de los otros, de lo que nos identifica como lo que somos, de lo que habla de nuestros orígenes y legados culturales, nuestras inclinaciones, gustos, afanes y, probablemente también, nuestros destinos compartidos. En el propio diccionario académico de la R.A.E., donde sigue primando como primera acepción la que hace referencia a la cualidad de común, junto a las definiciones que inciden en condicionamientos geográficos (pueblo, región o nación) convive la que entiende esta realidad como un «conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes» (Real Academia Española, 2014, definición 4ª). De las entradas actuales es esta la que mejor se adapta a nuestro objeto de estudio aunque, sin duda, le auguramos cambios en futuras ediciones, fruto de la evolución que un concepto tan vivo como este está experimentando. Repensar esta figura no es una tarea que sea exclusiva de la sociedad actual. Ya con anterioridad, la tarea de los clásicos no se restringió meramente a un ejercicio de recuperación de la vieja comunidad entendida como pasado, como antecedente histórico de la sociedad moderna, sino que también incluyó un esfuerzo científico-sociológico de comprensión del formato que pueden asumir actualmente (queda claro que se habla de la actualidad de ellos) las relaciones interindividuales y las formas de convivencia humana bajo condiciones de modernidad, donde “comunidad” aparece como una entre esas posibilidades; y, por último, comunidad puede asumir también un carácter programático, utópico y político de primer orden, al mismo tiempo manifestando una crítica del presente así como anunciando una posibilidad y un ferviente deseo de recuperación de dimensiones comunitarias para el porvenir, como una vía de salida del pozo ciego al 137 que, desde su punto de vista, había conducido a la humanidad la racionalización moderna» (De Marinis, 2010 b: 5). La digitalización de nuestro mundo en la mayoría de sus aspectos, también en el de la comunicación, ha abierto un nuevo escenario también en la conceptualización de la comunidad. Podemos empezar a hablar también de comunidades digitales y es menester mencionar el papel que muchos de los denominados como nuevos medios han jugado en su configuración. En estos actores noveles ha pesado en ocasiones el concepto de conectividad que maneja De Kerckhove (1999: 25) cuando dice que esta es un estado humano casi igual que lo es la colectividad o la individualidad. Es esa condición de fugacidad comprendida por un mínimo de dos personas en contacto entre sí, por ejemplo, conversando o colaborando. La Red, el medio conectado por excelencia, es la tecnología que hace explícita y tangible esta condición natural de la interacción humana. Ahora bien, siendo cierto que la realidad digital ha jugado un papel clave no debe ser tomado por absoluto ni contundente o, al menos, reconociendo su valor, como fruto de nuestra investigación consideramos que no debe dejarse fuera de consideración las relaciones de contacto directo, cara a cara, por las que muchos medios de nuevo cuño han apostado y que, con las limitaciones propias que impuso la pandemia por el nuevo coronavirus, han dado frutos en diversos proyectos. Tomando pues esta idea amplia en torno al concepto de comunidad, el siguiente paso será preguntarnos por el grado de adopción de técnicas de periodismo participado en las redacciones para generar este nuevo ecosistema que deriva en la consolidación de comunidades en torno a los medios. 3.3.4.2.- Motivaciones para pasar de audiencia a comunidad Habitualmente, en la literatura existente sobre la relación de los medios con la sociedad, cuando se aborda la cuestión del engagement los términos audiencia y comunidad tienden a intercambiarse indistintamente, lo cual no deja de ser hasta cierto punto un error. Adoptamos aquí la propuesta de diferenciación del American Press Institute (Guzmán, 2016) que distingue entre: - La audiencia como grupo de personas que consumen el contenido del medio. A menudo se menciona la "audiencia" de noticias en singular, pero dentro de la estrategia de una organización informativa pueden distinguirse "audiencias" diferentes con distintas necesidades e intereses. En cualquier caso, la audiencia o audiencias son las personas a las que llega el producto informativo. - La comunidad en torno a una organización informativa como grupo de personas que interactúan entre sí en torno a un interés compartido o unos mismos valores. La mayoría de las "comunidades" ya existen anterior e independientemente de la organización informativa (al menos su germen). 138 Si nos adentramos en cuáles son las motivaciones que pueden llevar a un ciudadano a involucrarse en el sostenimiento de un proyecto informativo, y teniendo en cuenta que la económica no es la única de las vías ni siempre es posible, se podría desglosar un arquetipo de estímulos muy variado. Pese a ello, no ha sido hasta hace relativamente poco que han empezado a eclosionar dinámicas más cercanas a lo que debería ser un modelo de participación de los ciudadanos con sus medios. Un caso relativamente reciente y significativo en España lo encontramos en el crowfunding lanzado por Maldita.es a través de la campaña #FundaMaldita, con la que se hacía una llamada a la ciudadanía para aportar dinero a su proyecto y poder constituirse en una Fundación, figura con la que garantizar su vocación de luchar contra la desinformación. Imagen 29: Nube de palabras extraída de los mensajes de donantes a la acción #FundaMaldita. Fuente: Goteo.org. Elaboración propia. El mínimo requerido era de 34.500 euros pero superaron los 77.000. Analizando las motivaciones de quienes donaron a esta causa, a través de un análisis semántico de las personas que dejaron mensajes en el muro de la plataforma de pago (Goteo.org) vemos que junto con «gracias» uno de los términos más repetidos es «necesarios». En estas frases muchas veces se ven expresadas con claridad esas motivaciones referidas, como la de formar parte de una comunidad, defender valores que afectan a una colectividad mayor etc. Maldita ha canalizado además a través de su modelo otras como los deseos de ser escuchados, habilitando vías de comunicación directa a través de mail, servicio de mensajería etc.; mostrar súper-poderes, haciendo una llamada a su comunidad a ofrecer sus conocimientos y plasmando los ofrecimientos en colaboraciones; o formativas, organizando sesiones con gente interesada en técnicas de verificación. Este es un caso elocuente porque, tras casi todas las motivaciones, encontramos un nexo común, que en la pirámide de Maslow se identificaría en la cúspide de la autorrealización como 139 ciudadanos y tiene que ver con esa necesidad moral de contribuir a ser parte de la salvaguarda del sistema democrático. Y es revelador, además, porque nos puede colocar sobre la pista de cómo el tipo de periodismo que estudiamos responde mejor a esta necesidad que muchos intentos anteriores. Decimos esto porque si bien muchos estudios sobre el impacto de los nuevos medios han puesto el foco, de una manera quizá excesivamente eufórica, en el gran potencial democratizador de los mismos tanto para el periodismo como para la sociedad en su conjunto (Grossman, 1995; Negroponte, 1996; Castells, 2001), en la práctica, un buen número de veces, lo que se ha constatado es una decepción generalizada en varios frentes: «decepción con los medios que ofrecen opciones de participación, pero sin la voluntad de modificar el modelo periodístico existente; decepción por las motivaciones económicas de la mayoría de iniciativas participativas, y decepción por la pasividad de los usuarios» (Masip y Sau, 2014: 2). Por eso, el periodismo que profundiza en el aspecto relacional y se proyecta desde la configuración de una comunidad y la participación de sus miembros está llamado a superar estas limitaciones. 3.3.4.3.- Proceso de construcción de una organización al servicio de una comunidad Como hemos visto, muchos de los nuevos medios nacieron con amplias expectativas pero también una gran cantidad de ellos ha seguido la senda de sus hermanos mayores, los medios tradicionales, a la hora de promover escasamente la participación, la escucha y el diálogo, abordando la cuestión con mecanismos muy ligeros, prácticamente cosméticos. Y eso pese a que responder de verdad a lo que demandan los ciudadanos, además de redundar en un beneficio social, también podría ayudarles a consolidar sus proyectos: «Escuchar y actuar sobre estas motivaciones puede generar ingresos y ahorrar dinero (ya que las contribuciones en tiempo, energía y habilidades pueden permitir a las organizaciones destinar sus recursos en otros lugares)» (Goligoski et Ho, 2018). En 2014, en un trabajo de investigación sobre modelos de participación en los medios de comunicación españoles, los profesores Masip y Sau (Universitat Ramon Llull) identificaron tres modelos de participación distintos según el grado de interactividad que propician: catch all, comunidad de usuarios y redes de colaboración. Para ello, previamente y partiendo del concepto clásico de interactividad desarrollado por autores como Schultz (1999), Massey y Levy (1999) y Jensen (1998), definieron tres niveles de compromiso y nivel de interactividad (Suau y Masip, 2013) que de menor a mayor grado serían: interactividad selectiva (Rost, 2006), con mecanismos que permiten una mínima relación entre la audiencia y la organización; interactividad participativa, que busca una relación más horizontal entre usuario-organización- periodista pero limitada al ser dentro de unos parámetros establecidos previamente por el medio; e interacción productiva, que implica la creación de contenidos por parte del ciudadano, con un esfuerzo creativo por su parte y siendo publicados por el medio. Así pues, en función del tipo o grado de interactividad detectado, Sau y Masip (2014) tipifican estos modelos: 140 - Modelo catch-all: en el que los medios adoptan un amplio abanico de herramientas de participación y mecanismos de interacción, invitando a la participación del usuario de diversas formas pero, en general, sin que ninguna llegue a exigir mucho compromiso o esfuerzo ni para el usuario ni para la propia organización informativa. Se trata, principalmente, de herramientas que propician una interactividad selectiva o de mínima interacción (Rost, 2006), que se traducen en más tráfico y visibilidad pero no en un producto informativo creado a partir del diálogo o la colaboración. - Comunidad de usuarios: La principal característica de este modelo, muy cercano al esquema relacional que estudiamos, sería la introducción de herramientas enfocadas en la creación de comunidad, concebidas para hacer crecer la interacción entre las dos partes, medio y usuario. Sin embargo, aunque se propicia este nuevo trato no se fomenta lo que ha venido a llamarse interactividad productiva. El objetivo es crear comunidad de usuarios en torno a la organización informativa, que sus miembros se relacionen y compartan ideas y opiniones, pero esto tampoco se traduce en un trabajo colaborativo o un producto final en el que se hayan tenido en cuenta sus aportaciones. Se trataría más de opciones como poner comentarios en las noticias y tener la posibilidad de seguir a otros perfiles de usuarios para ver sus mensajes, etc. - Redes de colaboración: Nuestro modelo de periodismo relacional también bebería en parte de esta dinámica de redes pero tampoco podría identificarse plenamente con ella. En este caso se persigue también la creación de un vínculo de comunidad pero a través de la vía de la producción. A diferencia del caso anterior, se busca construir el sentimiento de afinidad entre los ciudadanos y la organización haciendo partícipes a los primeros en el proceso de producción informativa. Esta tabla sintetiza los tres modelos de participación según los niveles de compromiso e interactividad. Tabla 4: Modelos de participación según los niveles de compromiso e interactividad. Fuente: Suau y Masip. Elaboración propia. 141 Partiendo de esta referencia y por las características relacionales que observamos en los proyectos analizados en nuestra investigación diríamos que el periodismo participado por comunidades vendría a ser una fusión entre el modelo de comunidad de usuarios y el modelo de redes de colaboración. Tabla 5: Modelo del periodismo participado por comunidades según los niveles de compromiso e interactividad. Fuente y elaboración propia. 142 3.4.- ¿Cómo? 3.4.1.- Punto de partida: cambio de paradigma En un mundo hiperconectado como en el que vivimos, muchos periodistas han entendido que cumplir con la misión fundamental de proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser libres y tener capacidad de ejercer sus derechos y libertades ya no es suficiente. Además, «los periodistas deben ayudar a las personas a descubrir, crear, compartir y utilizar la información que necesitan y quieren. El periodismo debe convertirse en un proceso participativo y en red, con el compromiso con la comunidad en su núcleo» (Fancher et al., 2016). En el encuentro Experience engagement en el que, en octubre de 2015, Journalism That Matters y el Agora Journalism Center convocaron a periodistas, investigadores, estudiantes, y miembros de la sociedad civil para analizar el fenómeno del periodismo hecho en relación con la comunidad, los allí reunidos identificaron varios valores emergentes que podrían promover el cambio hacia un propósito más participativo para el periodismo y, al tiempo que invitaban a reconsiderar la manera de servir de la profesión, señalaban que, desde los valores emergentes, también debía hacerse una reflexión y posible renovación de sus principios y las prácticas asociadas a estos. PRINCIPIOS DEL PERIODISMO NORMAS TRADICIONALES VALORES EMERGENTES Hablar con la verdad al poder Hablar con la verdad para empoderar Objetividad, imparcialidad Compromiso, empatía, inclusión Independencia Interdependencia, conexión Dar voz a los sin voz Ayudar a la gente a encontrar su propia voz Periodismo para la gente Periodismo con la gente Tabla 6: Comparativa entre normas tradicionales y valores emergentes que podrían promover el cambio hacia un propósito más participativo para el periodismo Fuente: Journalism That Matters. Elaboración propia. 143 Asumir este nuevo escenario significa interiorizar un cambio de mentalidad que se debe tangibilizar en un nuevo marco de relación entre el periodismo y las comunidades a las que este sirve. Esto daría lugar a una renovación del ecosistema comunicativo en el que la relación entre ambas partes se convertiría en una realidad más poderosa. Las reflexiones sobre este nuevo marco de relación no es algo relativamente reciente como cabría pensar si lo relacionamos con el creciente interés que adoptaron los movimientos sociales en la última década. Ya en los inicios de este siglo la cuestión era objeto de discusión para el entorno académico. De hecho, podríamos considerar el diseño de ecosistema informativo anteriormente expuesto como una evolución de los trabajos que 10 años antes, en abril de 2006, desarrolló un grupo de profesionales de los medios de comunicación tradicionales, representantes de nuevos medios (tanto generalistas como independientes) y ciudadanos deseosos de dar su propia aportación al asunto. Convocados también en esta ocasión por Journalism That Matters, se reunieron en la ciudad de San Luis (Misuri, Estados Unidos) bajo el lema La nueva ecología informativa (The New News Ecology) para preguntarse cómo debía ser la próxima generación de redacciones (pensando en el marco temporal en el que ahora vivimos) y cómo se podría construir. El nuevo ecosistema informativo allí dibujado situaba al periodista fuera de la redacción, en contacto directo con el ciudadano al que sirve a través de su información. Sin haberse cumplido al 100% vemos como muchos de los nuevos proyectos que surgen, también en España donde por entonces algo así quedaba lejano, beben de estas fuentes. En la siguiente tabla recogemos de manera esquemática este análisis que, como vemos, aborda aspectos fundamentales como el modo de servir a la comunidad, el rol del periodista, las formas de financiación… Aunque pueda parecer muy idealizado al reforzar la misión del periodismo al servicio a la sociedad, materializado de distintas formas, este siempre ha sido el principal cometido de la profesión y usamos este término, profesión, con las connotaciones que recoge su significado (empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución) para evidenciar que el buen fin que persigue no está reñido con que sea un modo de ganarse la vida y, por lo tanto, requiere ser financiado. Todo esto no hace sino entroncar, como sólido punto de partida, con la necesidad de establecer, como siempre se ha hecho (o así debería haber sido), planes de negocio para afrontar esta nueva forma de hacer periodismo, ya que solo así se podrá garantizar su continuidad. 144 MODELO IMPERANTE VS. NUEVO ECOSISTEMA INFORMATIVO MODELO ACTUAL DE REDACCIÓN NUEVO ECOSISTEMA INFORMATIVO Periodismo como… Mensaje unidireccional Conversación Tolerancia baja a la experimentación Comunidad de innovación Autoridad central Conector comunitario Centrado en el conocimiento Centrado en las relaciones Uno para muchos Muchos para muchos Centrado en beneficios Orientado a cumplir su misión El periodista como… Alguien de fuera (outsider) Miembro de la comunidad Lobo solitario Socio colaborador Árbitro de la verdad Constructor de sentido Enfocado al mundo exterior Enfocado a vida interior y mundo exterior Experto Coordinador, facilitador, organizador Profesional objetivo Profesional y ciudadano Creador de contenidos Creador de contenidos y guía Contenido que… Suscita algo, provoca curiosidad Inspira compromiso Pertenece al editor y es creado desde dentro del medio Pertenece al público, que participa de su creación Dar respuesta al quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo Contextualiza y ofrece claves de por qué a la audiencia debería importarle el asunto (y dar respuesta al quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo) Sirve a los anunciantes Sirve a un bien mayor 145 Sigue el modelo de la pirámide invertida Se edita no pensando en el estilo sino en su comprensibilidad Origen de las historias… Desde dentro de la organización informativa Procedentes de muchas personas y lugares Condicionadas por plazos (cierre de edición) En desarrollo continuo Difusión de las historias… En medios específicos Multiplataforma (por ejemplo, medio impreso, web, podcast, móvil, etcétera) Aspecto financiero Sostenido por anunciantes Fuentes de financiación diversificadas Alto coste de producción y distribución Distribución de bajo coste La mayor parte del coste no lo genera el ejercicio del periodismo Los costes provienen principalmente del ejercicio del periodismo Tabla 7: Comparativa entre el modelo actual imperante en las redacciones y un nuevo ecosistema informativo basado en la relación con la comunidad. Fuente: Journalism That Matters. Elaboración propia. 3.4.2.- Primeros pasos formales: establecimiento del plan de acción desde un eje teórico Conscientes de la importancia de emplear las palabras adecuadas para ir construyendo en torno al tipo de periodismo que exponemos un discurso que pueda consolidarse en el tiempo, proponemos en este punto una adaptación del vocabulario estandarizado hasta ahora el entorno empresarial para poder explicar mejor las ideas y valores que se defienden. Así, e insistiendo en que aunque algunos puedan ver en esta propuesta una supuesta dulcificación del modelo tradicional nunca se renuncia al beneficio económico, planteamos alternativas como: - organización en lugar de empresa (ya que una organización informativa responde mucho mejor a la variedad de nuevas formas, asociaciones, fundaciones, etc. que están viendo la luz en los últimos tiempos) - público por comunidad (rompiendo con la relación jerárquica y la comunicación unidireccional en cualquiera de los dos sentidos) - plan de negocio por plan de acción (manteniendo un planteamiento estratégico necesario para el cumplimiento del objetivo y de la misión —periodística y financiera— pero sin anteponer el interés económico al servicio a la comunidad) 146 No renunciaremos al estudio de otros componentes básicos a la hora de diseñar un modelo que sirva de base a ese posible plan de acción como el análisis de la propuesta de valor, estudio de los canales que nos servirán para acercar esa propuesta a nuestra comunidad, relación con ella o, incluso, los flujos que se generarán. Distintos estudios del mercado de la información y de las empresas informativas (Picard, 2012; Núñez, Peinado y Pérez, 2015; Galán, Aguado, Caro y Manfredi, 2017) confirman que «el sector empresarial informativo está fragmentado y se requiere de formación en la gestión de producto periodístico como habilidad para la ejecución de proyectos periodísticos» (Rodríguez-Barba y Peinado-Miguel, 2019: 46). Sin entrar a la especificidad de los modelos derivados de la empresa informativa y, ante la gran variedad de esquemas propuestos desde los estudios del marketing y la empresa, por nuestra experiencia propia hemos decidido optar como guía por la que ha sido considerada por muchos como una herramienta estrella dentro de estas disciplinas y que nos puede servir (de nuevo con las convenientes adaptaciones) como punto de partida para materializar nuestra idea de proyecto periodístico sostenible al servicio de una comunidad. Hablamos del Business Model Canvas, creado por Alex Osterwalder en 2009 y que nosotros analizaremos desde una interpretación flexible adaptada a las necesidades del tipo de proyectos que analizamos y que nos ayuda observar en un solo golpe de vista las bases sobre las que un proyecto crea valor. En el lienzo en el que se despliegan los elementos claves de este modelo encontramos estos nueve conceptos: - Clientes - Propuesta de valor - Canales de distribución - Relación con el cliente - Fuentes de ingresos - Recursos clave - Actividades clave - Socios clave - Estructura de costes 147 Imagen 30: Business Model Canvas ideado por Alex Osterwalder. Fuente: Business Model Generation. Traducción, adaptación y elaboración: José Hernán Restrepo Montoya. No es baladí que en los costes y los ingresos el soporte financiero esté en la base y, por otro lado, la propuesta de valor al cliente y la relación con este aparezcan en el centro o sus alrededores. Buscando ofrecer una herramienta que permita al periodista emprendedor plantear la viabilidad de su proyecto orientado al servicio a una comunidad, proponemos analizar estos elementos (o una adaptación de los mismos) y plasmarlos en su propio lienzo como parte de los primeros pasos la concepción de una nueva realidad. Ponemos la atención aquí en que este esquema que presentamos y su adaptación no tiene que ver con el modelo relacional o la estructuración de la organización informativa, como veremos en el correspondiente apartado donde analizamos esos flujos. - Comunidad: No nos extenderemos en la explicación de este punto ya que le dedicamos un apartado exclusivo pero sí incidiremos en que, al igual que en toda mentalidad empresarial se tiene claro que los clientes son el centro de un negocio y sin ellos (sean particulares, institucionales, etc.) es imposible sobrevivir ante una idea de periodismo participado por comunidades resulta imposible pensar en convertirla en realidad si falta la mitad de ese sintagma, es decir, las personas que dan vida a la comunidad. Aunque dicha comunidad aún no exista puede ser un futurible, pero habrá que empezar por valorar su viabilidad: ¿A quién serviremos con nuestro trabajo? ¿Alguien nos necesita? ¿Cubriremos una necesidad no satisfecha? ¿Resolveremos un problema? En una mentalidad puramente enfocada al negocio suele ser un error habitual perfilar distintos 148 segmentos de clientes a los que dirigirse cuando, muchas veces, se les está ofreciendo prácticamente lo mismo. En nuestro caso esa tentación debe ser desestimada desde el principio porque el proyecto entrañaba relaciones de fidelidad y relación de lazos que difícilmente pueden mantenerse si se prioriza maximizar los beneficios a costa de despersonalizar la propuesta. Diferente es que de una misma matriz nazcan distintas comunidades (pensamos por ejemplo en Somos Malasaña y Somos Chamberí o Nervión al Día y Triana al Día, que han replicado localmente una misma idea). - Relación con la comunidad: Si al comienzo de cualquier aventura empresarial es necesario analizar detalladamente el tipo de relación que se tendrá con los clientes (sea esta personal, automatizada, call center, basada en la captación o más bien en la fidelización, etc.) en un proyecto periodístico que aspira a ser construido con esa misma comunidad abordar este análisis previo será un paso crucial. Este aspecto queda también ampliamente desarrollado cuando hablamos de la comunidad, de las nuevas formas de organizaciones periodísticas o de los nuevos roles profesionales al servicio de esta colectividad pero sirva este epígrafe para recordar que, como palanca imprescindible, habrá de estar siempre en el centro del plan de acción. Son muchos los expertos que han determinado que pueden ser varias las formas efectivas de seguir practicando un periodismo de calidad y al mismo tiempo, generar un negocio rentable, pero todas ellas pasan por poner al usuario en el centro reforzando la idea del periodismo como servicio (Nafría, 2017). - Canales: En un modelo de negocio convencional hablamos de canales de comunicación y canales de ventas, aquellos que amplifican el mensaje de la empresa y aquellos que convierten en una transacción económica el interés del público en el producto o servicio. En nuestro caso, este será un punto muy importante porque, en muchos casos, contribuirá al éxito o fracaso de la consolidación de la comunidad y, por ende, favorecerá o perjudicará la viabilidad del proyecto. En un modelo de periodismo participado por comunidades el mejor canal no tendrá necesariamente que ser el más rentable sino el más efectivo para generar sinergias y encuentros. Los canales de comunicación son muchos y variados, desde los espacios físicos de reunión que han explorado algunas cabeceras como Ctxt a los de plataformas como Whatsapp o Telegram en organizaciones como Maldita. En el aspecto de conversión económica, los nuevos proyectos vinculados a esta práctica han innovado también en los canales de ventas (aunque es un término poco frecuente en este ecosistema, en el que vemos con más frecuencia otros como colaboración, donación o cuota) recurriendo principalmente a plataformas digitales para estas transacciones (sean el pago como socios o el apoyo a una campaña de crowdfunding) si bien prevalecen en algunos los canales más tradicionales (como la venta en puestos físicos de trabajos como la revista de elDiario.es u otros productos físicos como los libros y revistas de 5W que además de en su web están accesibles en puntos de vista concretos, generalmente librerías que poniendo sus espacios físicos al servicio de esta distribución se posicionan a favor de la causa que defiende el proyecto, siendo otro elemento más en el esquema de relaciones que genera este periodismo). - Propuesta de valor: A lo mejor nuestro producto o servicio no es exclusivo o ya hay otros que hacen algo parecido pero si nuestra propuesta se diferencia en algo, ese pequeño detalle puede hacer que encuentre su propio lugar en esta compleja sociedad. 149 Puede ser sencillamente la manera de presentarlo; el que potencie otros aspectos no explorados; el trato personal; la escucha o el perfil de quienes escuchan… Está claro que en un mercado híper-saturado sólo tendrá cabida lo diferente, siempre eso sí que responda a una necesidad. La sociedad ya no tolera más de lo mismo. Hasta hace muy poco las empresas periodísticas ofertan un producto estandarizado; podría ser incluso diferente a otros pero se presentaba habitualmente de manera cerrada y se iba variando o adaptando a los gustos percibidos en los receptores con vistas a perfeccionar el negocio. Los cambios sociales y la introducción de formas innovadoras han permitido no solo perfeccionar este sistema sino evolucionar el concepto de producto al de servicio (más acorde con los fines originales). Haciendo un guiño a la terminología informática que ha acuñado el SaaS para identificar un software como servicio, muchos de los nuevos proyectos informativos, al construirse juntamente con los ciudadanos, dándoles su espacio mediante el encuentro y la escucha, están construyendo «lo que podríamos llamar JaaS, Journalism as a Service. Vamos, periodismo de servicio público, como siempre debería ser y haber sido» (Llop, 2013). Hay quien va un paso más allá y habla de los Product-Service Systems (PSS) como soluciones integradoras «que combinan los beneficios de vender un producto, ya sea físico o digital, con la prestación de servicios, de forma que se incrementa el valor ofrecido al cliente y se favorece la sostenibilidad de la empresa» (Marín, 2019). - Actividades claves: El modelo de periodismo que aquí se presenta bebe de un dinamismo que hace que sea difícil cerrar un esquema de actividades y mantenerlo en el tiempo. Lo normal en este caso será partir de una propuesta base que se irá enriqueciendo con el tiempo y a partir de la interacción con la comunidad. Sin embargo, no se debe renunciar al ejercicio de pensar y proyectar esas actividades que serán vitales para que la propuesta de valor llegue a nuestra comunidad. Encuentros periódicos, animación de foros, gestión de canales sociales… son solo algunas de las propuestas básicas que muchos comparten. - Recursos claves: Un aspecto crucial y que debe abordarse al plantear sobre el papel cualquier proyecto son los activos sin los que el producto o servicio ideado y la propuesta de valor diseñada no podrán convertirse en realidad, sean estos personas, herramientas de trabajo, desarrollos tecnológicos, espacios de encuentro, canales de distribución… Las dificultades de reunir los recursos no tienen que estribar siempre en el aspecto económico, pero sea cual sea su fuente el proyecto puede fracasar si no dispone de ellos. - Socios clave: la novedad más importante aquí será el contemplar al otrora lector o usuario en esta categoría de socios claves, al mismo nivel que otro tipo de socios institucionales o profesionales con cuya alianza se potenciará la propuesta de valor y se conseguirá alcanzar la meta. En el tipo de periodismo que analizamos, como vemos en el apartado correspondiente, son frecuentes además las alianzas con otros medios (algunas veces más grandes), huyendo del concepto clásico de competencia, y con instituciones y otras figuras de la sociedad civil. - Fuentes de ingresos: en un modelo empresarial tradicional, dentro del estudio de las fuentes de ingreso suele hacerse una prospección partiendo de los distintos segmentos en los que se ha dividido el mercado, estimando cuánto estará dispuesto a pagar cada 150 uno de ellos. En nuestro caso no existirá esa diferenciación aunque, como abordamos en el correspondiente apartado, la diversificación es cada vez más una dinámica creciente para garantizar la sostenibilidad. - Estructura de costes: precisamente porque no se renuncia al fin económico, sino que se considera una misión fundamental dentro de la organización informativa, y aunque sea una labor tediosa que en las organizaciones de pequeño tamaño muchas veces no se puede delegar, es imprescindible conocer y optimizar el flujo de costes, tanto fijos como variables y manejarlos de forma hábil para garantizar la sostenibilidad de la organización. Muchos proyectos mueren antes de convertirse en realidad por fallos en alguno de estos puntos. 3.4.3.- Metodologías para el desarrollo de este tipo de periodismo desde una cultura del diálogo A finales de la década de los 60 del pasado siglo, la singular Joan Didion (2021), considerada entre las adalides del Nuevo Periodismo, glosaba las virtudes de los periódicos alternativos (criticados por los convencionales) desde la óptica de su relación con la ciudadanía: La genialidad de estos periódicos es que hablan directamente con sus lectores. dan por sentado que el lector es un amigo, que hay algo que lo inquieta y que les entenderá mejor si le hablan sin tapujos; este postulado de un lenguaje compartido y de una ética común confiere a sus reportajes un estilo bastante contundente. Aunque sin evolucionar, en aquellas referencias de medios independientes, como el Fifth State o el Free Press, que aportaban a Didion el oxígeno que no encontraba en los clásicos, podemos ver el germen de un tipo de periodismo que escucha y empatiza. Han tenido que pasar muchas décadas para poder encontrar su lugar y, acumulando experiencias, llegar a poder hablar de cierta sistematización. Antes de abordar una taxonomía con prácticas concretas acerca de este tipo de periodismo, reuniremos en este apartado una recopilación de distintas metodologías propuestas por instituciones, foros u organismos, de carácter cívico o académico, todas ellas conducentes a la creación de un ecosistema afín al mismo. En todas veremos cómo en la consolidación de este nuevo escenario jugará un papel fundamental la organización informativa aunque, siempre, en interrelación con la comunidad, ya que será esta dinámica entre ambas partes la que alimentará la nueva realidad. Las distintas propuestas que aquí recogemos son fruto del estudio de la cuestión principalmente en Estados Unidos, donde más consolidada está esta práctica, y en el norte de Europa. Cada una de ellas es independiente de las otras y ninguna podría aplicarse como fórmula universal, siendo necesaria una adaptación a la realidad propia de cada comunidad, pero todas ellas se sustentan bajo un principio común, la necesidad de cimentar una cultura de la escucha y el diálogo, asumiendo que, como defiende Goins (2018), una «cultura de escucha» significa tratar a las audiencias como «constituyentes, no consumidores». Las redacciones que escuchan a sus comunidades buscan activamente las necesidades de información que estas tienen, la retroalimentación y las perspectivas de las personas implicadas en sus áreas de cobertura, 151 particularmente de aquellas que se sienten apartadas o que tradicionalmente han sido marginadas en la cobertura de noticias A través de la práctica de lo que, cada vez más, es conocido como engaged journalism, y que nosotros conceptualizamos como periodismo participado por comunidades, los que se dedican a crear productos o servicios informativos bajo este paraguas están encontrando «nuevas formas de reforzar la confianza y aceptación de la audiencia, consultando con lectores y oyentes a lo largo de todo el proceso periodístico» (Clark, Donnelly y Polyak, 2019). Por supuesto, en esto no bastan las buenas intenciones o meras formulaciones teóricas. Los periodistas deben acreditar ante las personas a las que escuchan (y sirven) que, si son procedentes, incorporarán sus inquietudes, sus conocimientos o su información en el proceso. Pero eso no se hace de un día para otro. Es necesario liderar una estrategia (Goins, 2018) en la que se contemple «cómo las habilidades, los roles y la composición del equipo de la redacción deben cambiar y evolucionar. Tener una variedad de antecedentes y perspectivas representadas ayudará a desarrollar la capacidad de escuchar». Analicemos a continuación estas distintas aproximaciones, metodologías, prácticas o recomendaciones basadas en la experiencia, el análisis o la reflexión de ejercientes y estudiosos de la materia, comenzando por las conclusiones de uno de los grupos de trabajo en los que participamos dentro de esta investigación. 3.4.3.1.- The Engaged Journalism Accelerator En el contexto del presente trabajo, en diciembre de 2018 cerca de 30 investigadores y profesionales en el ejercicio del tipo de periodismo que abordamos aquí participamos en Madrid en un encuentro de trabajo de dos días organizado por The Engaged Journalism Accelerator. Partiendo de la pregunta «¿Cómo sería el periodismo si se generara desde dentro de las comunidades en lugar de para las comunidades?» se promovió el intercambio de ideas y la búsqueda de certezas en torno al impacto positivo de esta práctica en la sociedad con el fin de poder elaborar algunas pautas para una integración natural en la participación de las personas anteriormente conocidas como audiencia en la dinámica de las organizaciones informativas de siglo XXI. Como marco conceptual, antes de entrar a definir prácticas concretas de lo que consideramos periodismo participado por comunidades, compartimos a continuación algunas de esas ideas, recogidas en el documento final, muchas de ellas basadas en la experiencia testada de nuevos medios en toda Europa. Aunque pudiera parecer que algunos de los principios que desgranamos a continuación, como la necesidad de un cambio cultural aplicaría solo a lo que entendemos por empresas informativas tradicionales, lo cierto es que deberían ser interiorizados por todos y cada uno de los actores que entran en juego en el ecosistema informativo actual. Ello implicaría un ejercicio profundo, que no se consigue en días, y para el que sería necesario entre otros aspectos (Ciobanu, Geels y Whitelaw, 2019): 152 a) Contemplar como prioridad la promoción de un cambio cultural. - Es fundamental comenzar por centrarse en establecer y articular los valores de la organización, involucrando siempre a la comunidad tanto en su definición si es posible como, por supuesto, a la hora de cumplirlos. - Debemos pensar en la comunidad no solo como gente que elige consumir productos o servicios sino como un catalizador (entendido en el término en contexto de acelerador de procesos) a la hora de dar forma a los mismos. Eso implica una transición definitiva desde la concepción de la comunidad como "sujeto" (obedecer / recibir) o consumidor (demandar / elegir) a una noción basada en el rol de ciudadano (participar / crear). - Hay que hacer una clara apuesta por la transparencia que se demuestra con hechos desde un ejercicio de responsabilidad. Este periodismo no va de decir a la comunidad que se está creando desde la transparencia sino de mostrárselo dando acceso a una completa trazabilidad en los procesos. - Hay que conseguir que todos en la organización sean corresponsables de la participación de la comunidad ya que no debe ser el rol de una persona en exclusiva (pese a que, como vemos en esta investigación, sí pueda haber profesionales que coordinen o promuevan las acciones y la relación con la comunidad). - Nunca está de más aprender de otras industrias. Es conveniente llevar a cabo desde la organización un mapeo de iniciativas y organizaciones (locales, nacionales o, añadiremos, internacionales) que estén innovando desde el compromiso. No hay que ser tímido a la hora de contactar con ellas y preguntar (la colaboración está en la base de este tipo de periodismo) para ver qué se puede aprender de ellas. No se trata de copiar por copiar, sino de adaptar realidades que sabemos que, al menos en otros contextos, han sido productivas. Como hemos indicado, en esto no existen fórmulas universales y no todo podrá aplicarse a nuestra propia organización o comunidad pero nunca se sabe dónde puede estar la clave del éxito y tendemos a limitar la mirada a otros productos periodísticos. Por poner un ejemplo, durante nuestro encuentro de trabajo salió el caso de BrewDog, una empresa escocesa de cerveza artesanal que ha construido una comunidad en torno a la artesanía cervecera y tiene como principal objetivo claro transmitir la pasión que ellos sienten por este producto. Quizá la cerveza no tenga nada que ver con un medio de comunicación, pero algunas de sus experiencias bien podrían llevarse a muchos de nuestros proyectos, como su transparencia a la hora de compartir la información (sus recetas para la elaboración de sus productos son abiertas); el uso de técnicas de financiación como el crowdfunding; el trabajo de comunicación que hacen para entender cómo se sienten quiénes se relacionan con ellos (involucrados, valorados, parte de la comunidad); o el haber abierto un espacio de encuentro físico para compartir vivencias y seguir creciendo (en este caso un hotel en el que vivir la experiencia cervecera). 153 b) Entender que el cara a cara tiene mucha más fuerza que todas las herramientas on line por sí solas. - Las peticiones y ofertas o las «promesas de compromiso» a la comunidad son más eficaces cuando se plantean a través de eventos cara a cara, especialmente en espacios donde se trabaje el concepto de comunidad. En este sentido, recordamos aquí, por ejemplo, la jornada de puertas abiertas que el equipo de Maldita hizo en un local del centro de Madrid y en el que los asistentes pudimos conocer su historia y a su equipo y profundizar en su trabajo a través de distintos talleres prácticos (como verificar una imagen publicada en internet, como solicitar información a un organismo oficial…). En el transcurso de ese acto se compartió el lanzamiento de la campaña #FundaMaldita para constituirse en Fundación. La mejor llamada a la colaboración fue el acto en sí ya que prácticamente todos los allí presentes salieron con la certeza de que merecía la pena participar en esa aventura. - Es más probable que los miembros de una comunidad participen en una dinámica on line después de haber tenido una primera conexión en persona primero; eso no quita para que sea necesario e importante cultivar y cuidar también (y de manera continua) la relación on line. Las facilidades del ecosistema digital propician estas dinámicas y alimentan el sentimiento de pertenencia a un proyecto aun cuando es imposible el encuentro personal (bien sea por circunstancias geográficas u otras sobrevenidas, como las experimentadas por la pandemia mundial del Coronavirus SARS-CoV-2). - Encontramos muchos ejemplos de herramientas e iniciativas que pueden ser beneficiosas para ayudar a cualquier proyecto informativo a propiciar dinámicas de colaboración de cara a la construcción de una comunidad. En nuestro encuentro en Madrid se reseñaron las siguientes (dejando claro que la lista podría ser mucho más amplia y se construye desde experiencias particulares) ● Online engagement: loomio.org, info.confers.com, citizenlab.co ● Face-to-face engagement: 4sc.io, civilsocietytoolbox.org, sparkcollaboration.com, newcitizenship.org.uk, dhyaandesign.com c) Simplificar el lenguaje y hacer más accesible nuestro trabajo. - Debemos explicar el oficio del periodismo desde la perspectiva de lo que los periodistas pueden y no pueden hacer para que la sociedad y especialmente con quienes queremos conformar una comunidad entiendan nuestro trabajo. Al ciudadano, que vive con pasión los temas que le afectan, le es difícil comprender, en ocasiones, cuestiones de la imparcialidad, el secreto profesional, el tratamiento de la información sobre el comportamiento de personas cuando no se ha emitido un juicio oficial sobre ellas y muchas casuísticas más. Es en la relación y el trato cercano donde es más fácil explicar y matizar los entresijos de la profesión. - Además de poner el foco en el lenguaje que empleamos como periodistas, es interesante observar también el que emplea nuestra comunidad, especialmente al hablar de nosotros. Un estudio de cómo nos describen o lo que opinan sobre nuestro 154 papel puede ser una herramienta para medir nuestro éxito o progreso. Remitimos en este punto al ejemplo ya expuesto del trabajo realizado en el transcurso de esta investigación y que consistió en el análisis semántico de los mensajes puestos por los donantes que participaron en la campaña de Maldita para la constitución de la organización en una fundación. Al extrapolarlo a una nube de palabras con una distribución de términos en un tamaño proporcional a sus apariciones comprobamos cómo junto con «gracias» el término más repetido fue «necesarios». - El lenguaje utilizado en la producción de contenidos y materiales informativos debe denotar también nuestro compromiso con la comunidad y los valores que hemos compartido. Como mejor se ve esto es acudiendo a los casos prácticos. La sensibilidad con la que, por ejemplo, se abordan en 5W las cuestiones migratorias o los dramas sociales que azotan a la población de lugares olvidados difícilmente lo encontraremos en medios generalistas. La clave es que, la mayoría de las veces, el lenguaje nace de la experiencia propia (Hameida, 2020): Decidí ser periodista por la convicción del poder de la palabra y la necesidad de contar historias, incluso aquellas más desterradas. Creía que era la única herramienta para combatir el olvido y el silencio, pero nunca había sido consciente de lo asfixiante que puede ser el silencio hasta ahora. [...] Espero que los lectores de la revista 5W entiendan que este relato solo puedo contarlo en primera persona. Nacer en un campo de refugiados saharauis ha marcado mi vida, pero no lo suficiente como para poder comprender todas las dimensiones de este conflicto, un conflicto que ha decidido muchas cosas por mí y por mi familia. Esa misma sensibilidad a la hora de escoger la palabra adecuada la podríamos extrapolar a las piezas informativas de Triana al Día o Somos Malasaña cuando sus periodistas hablan de los problemas de personas que, en muchas ocasiones, son sus propios vecinos. d) Evitar lanzarse en paracaídas a las comunidades. - Como ha quedado expuesto una y otra vez esto va de diálogo por lo que la antítesis al periodismo que analizamos la encontraríamos en el comportamiento individualizado del periodista que llega a una comunidad buscando una historia que le reporte un éxito profesional puntual y que pasará página en cuanto dé por concluido su trabajo. El periodismo participado por comunidades requiere un conocimiento previo de ambas partes, un acercamiento mutuo y una relación cuidada que dará como fruto un proyecto a largo plazo. Por eso es fundamental integrar el compromiso en la organización a largo plazo. Aunque pueda parecer frívolo esto incluye, incluso, pensar siempre en una estrategia comercial a largo plazo. Como vemos en el apartado dedicado a la misión financiera, esta actitud lejos de poner por encima del servicio el ánimo de lucro refleja interés en que el proyecto y los beneficios que este aporta a la comunidad pervivan. - Para alimentar el corazón de la comunidad, en nuestro encuentro se propusieron estrategias variadas, como vincular las historias locales (o de la temática que une al 155 grupo) con historias nacionales o de otras comunidades que tengan la misma experiencia en otro punto del planeta. ¿Hay otros ciudadanos, en otro lado, que han experimentado las mismas realidades o necesidades? ¿Se podrían establecer vínculos con ellos? La experiencia dice que este tipo de conexiones refuerzan el sentimiento de comunidad. - Volvemos a mencionar en este punto la importancia de tener una estrategia para con nuestra comunidad y el valor de medir para poder corregir errores o confirmar el buen comportamiento de nuestras acciones Cuando determinemos qué impacto pretende lograr nuestra organización habrá que ver cómo medir el progreso hacia ese objetivo. Las relaciones humanas introducen siempre cierto factor de subjetividad pero, como reflejaremos más adelante en el apartado dedicado a la medición, es importante establecer indicadores que nos obliguen a dar lo mejor de nosotros y superarnos, todo ello siempre en el marco de la misión y los valores fijados en el nacimiento del proyecto. Desde nuestro grupo de trabajo en Madrid se valoró los beneficios de hacer una especie de declaración de impacto en nuestra comunidad bajo las siglas de SMART (Specific, Measurable, Achievable, Relevant, Time-bound), es decir, una declaración de impacto de carácter específico, que se pueda medir, que sea alcanzable, relevante y limitada en el tiempo; una declaración a la que poder acudir permanentemente para ver cómo van las cosas. La experiencia derivada del análisis de distintos casos que hemos realizado nos dice que son escasas las organizaciones que se miden desde esta perspectiva (las métricas más comunes suelen ser las más clásicas relacionadas con los aspectos financieros, número de usuarios, etc.); pero creemos que en muchos proyectos especialmente los que atienden a comunidades con un carácter geográfico o en torno a un colectivo vulnerable no solo sería deseable sino muy útil este tipo de ejercicio. Pongamos por ejemplo la aplicación de este tipo de declaración a un hipotético nuevo medio hiperlocal inserto en un contexto conflictivo y que, como objetivo, quiera ayudar a dar voz a los vecinos y transformar el entorno en un ambiente de convivencia más positivo creando un clima más saludable a través de la información y la organización de actividades. Una "declaración de impacto" de tipo SMART sería la mejor rendición de cuentas y el modo más eficaz de saber si ese trabajo está teniendo sentido. - Por último, pero no menos importante y muy relacionado con lo anterior, al hablar de impacto debemos asegurarnos de que este refleje tanto los aspectos internos que tienen que ver con nuestra organización (y que marcarán su crecimiento o sostenibilidad) y externo con y para la comunidad (que determinará el valor y sentido del proyecto). e) Realizar I+D en torno al vínculo entre confianza e ingresos/resiliencia. - La confianza sustenta este tipo de proyectos pero aún queda muchísimo por investigar sobre su papel en el sostenimiento de un tipo de periodismo que, como decimos, trasciende a un modelo de negocio único para constituirse en una suerte de filosofía profesional. En nuestro foro de Madrid determinamos que la industria periodística en su conjunto debería esforzarse más por identificar las conexiones entre un mayor retorno directo de la inversión (ROI) con el peso que juega el compromiso a la hora de desarrollar la misión periodística, es decir, si a mayor grado de confianza esta repercute directamente mayores ingresos y mayor resiliencia para el medio. Acreditar esto y establecerlo como una certeza consensuada significa un impulso definitivo para este 156 tipo de periodismo y sus metodologías. Considerando complicado que la industria apueste de manera conjunta por este tipo de pronunciamientos, al menos cada organización informativa debería emprender sus propias acciones de I+D y fomentar la colaboración entre sí y con sus socios para desarrollar un marco de investigación longitudinal que aborde esta cuestión. 3.4.3.2.- The American Press Institute Dentro de su serie de estudios estratégicos, en un contexto de reducción de recursos e incremento de la competencia, el American Press Institute ofrece pautas para abordar este tipo de periodismo en el que ve una oportunidad para diferenciarse respondiendo a las necesidades de una sociedad cada vez más exigente y hacerlo involucrando a los ciudadanos como «contribuyentes, asesores, defensores, colaboradores y socios» (Guzmán, 2016). Esta institución entiende que el verdadero producto no es la información en sí, sino la propia relación. No se trata ya de una información creada por periodistas y entregada a una audiencia, sino de una conversación pública y abierta. Asumiendo que no existe una fórmula única y que involucrar al público en este tipo de periodismo puede hacerse desde muchas aproximaciones, que van desde pequeñas acciones hasta proyectos de inmersión, ellos proponen cinco pasos. 1) Orientar el alcance La primera pregunta que habría que formularse para escudriñar el rumbo de nuestro proyecto informativo sería: ¿A quién queremos llegar? Una tentación recurrente podría ser dar como respuesta que queremos impactar en todo el mundo y que cuantas más personas reciban nuestros mensajes e informaciones mejor será. Pero, ante tanto ruido como impera en el ecosistema digital, será más efectivo reducir las ambiciones e identificar de manera realista a qué comunidades podemos involucrar de verdad en nuestro trabajo y que temáticas y problemas podemos explorar para aportar soluciones. Establecer el alcance (que dotará de mayor claridad a nuestros objetivos) puede ayudarnos a su vez a plantear otras preguntas como qué esperamos aprender, despertar o construir con nuestra organización informativa. Como hemos dicho anteriormente, el factor humano es impredecible y cuando fiamos un proyecto a la colaboración de las personas no podemos determinar de antemano con certeza cuál será el resultado. Pero trabajar con expectativas, al menos sobre lo que queremos hacer y a quién necesitamos para ello, ayudará sin duda a hacer más fácil la toma de decisiones. Hay que recordar que asumir esta nueva visión implica hacer información con las personas en lugar de para ellas, lo cual supone situarlas en distintos momentos del proceso informativo y, por supuesto, seguir la relación más allá del resultado de una noticia, cobertura o acto. Desde The American Press Institute ponen de relieve el concepto de oportunidades perdidas con la comunidad desarrollado por Meg Pickard, ex engagement editor de The Guardian, que se visualiza bien en este cuadro diseñado por Joy Mayer y que se ha convertido en uno de los recursos más citados para explicar 157 dónde el compromiso generado de la interrelación puede ser más beneficioso dentro del proceso informativo: Imagen 31: Oportunidades perdidas con la comunidad al no ahondar en el compromiso generado por la interrelación. Fuente: Meg Pickard / Joy Mayer / The American Press Institute. Adaptación propia al castellano. Es oportuno recuperar aquí la idea expresada en distintos puntos a lo largo de este trabajo de que este tipo de periodismo respeta un reparto y diferenciación de los roles que han de desarrollar el periodista, el ciudadano y los otros actores que puedan intervenir en el proceso. Hacer información con la comunidad no significa necesariamente que, al abordar un hecho noticiable en concreto, esta deba estar necesariamente involucrada en todos los aspectos. En ese sentido, desde The American Press Institute advierten del potencial peligro de vincularla muy pronto o en un grado muy elevado cuando el objeto de la información es una cuestión complicada o que entraña confidencialidad. Es decir, hay que construir relaciones con la comunidad que nos sirvan como marco de referencia para todo el proyecto y ajustar el día a día a las necesidades del momento. No se trata de un veto o censura, sino de evaluar bien el papel de cada uno. Cuando se traten de temas sencillos pueden existir igualmente problemas en pedir ayuda a la comunidad si se hace solo por sistema y sin haber evaluado previamente qué tipo de ayuda se necesita y por qué esos miembros de la comunidad son los más idóneos. Se trata pues de establecer un método a seguir. Partiendo de cero en la construcción de un proyecto informativo, a la hora de calibrar nuestro potencial alcance debemos considerar también el tiempo y los recursos de los que disponemos. La ilusión inicial no es suficiente para sostener muchas veces la ambición con la que se aborda la experiencia. Por eso es importante, y vuelve a aparecer aquí el concepto de realismo, dedicar tiempo a la reflexión inicial para consolidar los mejores cimientos sobre los que construir la organización. 158 2) Buscar contribuciones valiosas entre nuestra comunidad Una vez se ha pensado a quién se quiere llegar, qué tipo de comunidad se conformará en torno a nuestra organización y en qué momento del proceso informativo se la involucró, llega el momento de promover la participación. Una vez más debemos recordar la necesidad de huir de la idea de que estamos ante un idílico modelo participativo basado en la bonhomía en el que todas las voces serán iguales y cada una de las aportaciones aparecerá reflejada en el producto o servicio final. Optar por ese modelo sería condenar la organización informativa a una dinámica ingobernable y, por ende, al fracaso. Crear condiciones de diálogo es la base para poder extraer de cada miembro de la comunidad lo mejor y con eso lograr un impacto positivo en todos, cuando no en la sociedad. Por eso, aunque en el funcionamiento ideal de una organización que apuesta por el periodismo participado por comunidades siempre debe haber habilitados mecanismos de comunicación y desde la redacción se anime a la colaboración y a compartir cualquier información que pueda dar origen a un desarrollo mayor, a la hora de trabajar en proyectos concretos es importante responder a estas preguntas: ¿Estoy pidiendo algo que después usaré? ¿Estoy facilitando que las personas contribuyan? ¿Estoy recompensando a la participación de la comunidad de alguna manera? ¿Estás siendo claro en lo que pido? Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas fuera «No» sería fácil estar cometiendo un error que puede derivar frustración por parte de los miembros de la comunidad. La clave pues pasa por acordar unas reglas de juego, claras y sencillas, y respetarlas. También es fundamental crear las condiciones adecuadas para este tipo de colaboraciones. En ese sentido, en el análisis práctico de la taxonomía que proponemos en nuestra investigación veremos cómo uno de los puntos más complejos para las organizaciones informativas, especialmente en los comienzos, es acometer el desarrollo tecnológico necesario para facilitar la relación con sus comunidades. Cuando desde The American Press Institute nos invitan a reflexionar sobre si correspondemos con de alguna manera a la participación, mencionando la palabra recompensa, no se refieren a una cuestión económica sino a pequeños gestos que pueden dotarse de mucho valor a la hora de hacer sentir a la comunidad parte del proyecto, como acceso exclusivo a los contenidos o posibilidad de que ellos compartan con otras personas (mediante links exclusivos, por ejemplo) el contenido de informaciones en las que han participado. 3) Cultivar una interacción sólida Después de pedir a los miembros de la comunidad su participación en un proceso informativo lo más fácil sería recopilar sus aportaciones y enriquecer con ellas nuestro trabajo pero, si nos limitásemos a hacer eso, los beneficios que hubieran podido generarse en el proceso se agotarían ahí mismo y la dinámica seguramente fracasaría en el futuro. Es importante promover la interacción y el intercambio de ideas de manera 159 habitual, como un elemento natural en el modelo. The American Press Institute recomienda, además, involucrar de manera especial a los perfiles más influyentes, aquellos que pueden actuar con efecto multiplicador. En cualquier caso, para crear una relación sólida con todos los miembros de la comunidad será importante hablar su mismo lenguaje, en el sentido del tono y el estilo de las comunicaciones. Aunque huimos de buscar semejanza con el engagement de las redes sociales, los distintos tonos empleados en cada una de ellas nos sirven como ejemplo de estrategia de conexión con una comunidad. No es lo mismo así, cómo los jóvenes se relacionan y el código que emplean en Snapchat que el estilo que se usa en Twitter. Promover la participación y el diálogo no significa simplemente poner los medios. El papel de la organización informativa debe ser aquel que permita libertad a la hora de compartir los conocimientos pero actuando siempre como orientador para conducir la convivencia entre los miembros de la comunidad en lo que a la relación con la organización informativa se refiere. No hablamos solo de ejercer como moderadores, un papel necesario, sino también ofrecer contextos e intentar siempre dar respuestas o ayudar a encontrarlas. Agradecer la participación, maximizar el efecto de cada contribución y expandir el conocimiento son comportamientos clave a desarrollar desde la organización informativa. En este documento que estamos analizando (Guzmán, 2016): se advierte que Una forma poderosa en la que los periodistas pueden fortalecer la calidad de la interacción pública es adoptando el papel de moderador de pleno derecho. Esto significa hacer lo que discutimos anteriormente, y más, para hacer que las conversaciones que se generen en torno a su trabajo sean lo más valiosas posible para sus participantes. Este aspecto está estrechamente relacionado con la misión de las organizaciones informativas para empoderar al ciudadano en su rol social, dotándolo de herramientas para ejercer más plenamente sus derechos o libertades en la esfera que sea. 4) Honrar el trabajo comunitario Enlazando con el momento anterior en el que se hablaba de recompensar la participación, en este cuarto paso se pone todavía más el acento en el aspecto de la comunidad como cocreadora del proyecto y en cómo se puede crear conciencia en ellos del valor de su trabajo. De lo que aquí hablamos es de inocular en el alma del proyecto ese espíritu de proyecto colectivo. No se trata de gestos o acciones puntuales, sino de un todo que envuelve la marcha de la organización. En los casos que hemos analizado para esta investigación vemos esa atmósfera en múltiples ejemplos. Por citar, por ejemplo, el caso de Civio, esa manera de ensalzar el trabajo de todos se ve en el cuidado de la comunidad a través de la figura la responsable de participación, en los encuentros periódicos en la sede de la organización o en cualquier bar para crear espacios de diálogo e intercambio, en las comunicaciones previas al lanzamiento de una investigación… Pequeños detalles que suman un todo. 160 Detrás del éxito de cualquier fórmula (ya hemos dicho que no existe una única) hay un trabajo de mucho tiempo, trabajo incluso de educación ya que nadie, tampoco los miembros de la comunidad, llegan aprendidos a estas dinámicas. 5) Analizar y aprender Es la parte quizá menos atractiva pero también de las más útiles. Como en todo proyecto que se precie de proyectar su propio futuro, es necesario seguir la pista a nuestro propio trabajo e intentar medir de alguna manera el impacto generado por el mismo. Desde The American Press Institute nos vienen a advertir de que si fallamos a la hora de establecer nuestras propias métricas otros lo harán por nosotros y se centrarán, seguramente, en las clásicas (páginas vistas, número de seguidores, etc.) que no reflejan aspectos que nos interesan como por ejemplo si progresa el apoyo de nuestra comunidad y su contribución. Los expertos señalan que la clave a la hora de elegir las métricas radica en que estas nos muestren lo que realmente necesitamos saber y no cifras vacías con las que intentar vender al mejor postor un espacio publicitario. Como las métricas tienen su propio espacio en este trabajo no ahondaremos mucho más ahora en este aspecto pero sí señalaremos, tal y como tienen a bien recordarnos desde esta institución, que algunos comportamientos solo pueden medirse cualitativamente. Una vez escogidas las métricas adecuadas, el siguiente paso será interpretarlas correctamente para poder tomar decisiones en función de la información que nos proporcionan. 3.4.3.3.- The Community Listening and Engagement Fund Financiado por el Lenfest Institute for Journalism, la News Integrity Initiative (NII), el Democracy Fund y la Knight Foundation, The Community Listening and Engagement Fund (CLEF) es un fondo constituido para ayudar a las organizaciones informativas a escuchar, participar y producir contenido más relevante y diferenciado para el público al que sirven mediante el uso de modelos, herramientas y consultoría diseñados para este propósito. La mera existencia de esta realidad, un fondo que desde su lanzamiento en 2018 ha apoyado con 650.000 dólares la adopción de herramientas y servicios de participación de la audiencia y transparencia en las redacciones, nos sitúa ante la importancia de este tipo de periodismo y cómo su promoción se encuentra entre las prioridades de importantes instituciones. En la práctica CLEF conecta a los medios con empresas que son proveedoras de herramientas tecnológicas o servicios de consultoría (como Hearken, a la que hemos hecho referencia en esta investigación) y, además de apoyar financieramente los procesos, se implica para garantizar que las dinámicas se integren con éxito en las redacciones desde la convicción de que «la integración de herramientas y servicios orientados a la audiencia conducirá a comunidades más comprometidas, narraciones más informadas y relaciones más profundas y de confianza» (Clark, Donnelly y Polyak, 2019). 161 A comienzos de 2019 el fondo encargó un trabajo de análisis para recabar aprendizajes de su primer año de funcionamiento. Compartimos aquí las principales claves que nos ayudarán a sumar a la construcción de este apartado en el que queremos recopilar el mayor número posible de visiones sobre cómo debe abordarse este tipo de periodismo. 1) Cuando se usan, las herramientas que promueven la participación de la audiencia funcionan Según este estudio, la mayoría de las organizaciones informativas que recibieron ayuda por parte del fondo para implementar herramientas o dinámicas conducentes a una mayor participación de los miembros de su comunidad reportaron un notable incremento en este sentido. Sin embargo, el informe destaca también que ello requirió de un esfuerzo constante (como hemos repetido muchas veces, el factor humano es impredecible y no atiende a respuestas automáticas ni universales) con mayor dificultad cuando se trató de llegar a audiencias que hasta entonces habían estado desatendidas. 2) Como factores claves para el éxito se destacan una cultura receptiva en la redacción, la aceptación del liderazgo y personal dedicado en exclusiva o especialmente a estas tareas En significativo ver cómo en este punto de las pautas ofrecidas por CLEF se resumen varios aspectos recogidos en las experiencias de otras organizaciones y que ya hemos recapitulado anteriormente. Por ejemplo, la promoción de un cambio cultural, promoviendo una cultura propicia en la redacción (algo que conlleva un trabajo intenso y nunca es inmediato) fue el primer aspecto que desgranamos en este bloque. Lejos de ver aquí una reiteración, al tratarse de un fenómeno relativamente incipiente y todavía no documentado extensivamente, debemos apreciarlo como una reafirmación de modelos válidos. La experiencia personal en algunos proyectos habla de reticencias (especialmente en aquellos periodistas que por edad se han desarrollado profesionalmente en otras dinámicas bien distintas). Por eso, aunque el esquema de relaciones de este tipo de periodismo es principalmente horizontal y muy fluido, reconocemos la necesidad de una (o varias) cabezas que lideren el proyecto y velen porque se cumplan entre todos los objetivos. La figura de una persona del equipo dedicada a la relación con la comunidad (como hemos visto, por ejemplo, al hablar de nuevos roles para el periodismo del siglo XXI) se confirma como un factor que ayuda al éxito del proyecto. 3) Involucrar a la comunidad requiere de mucho tiempo y capacidades. La experiencia personal de los medios que recibieron ayudas de CLEF reflejó que incorporar las herramientas necesarias, lidiar con los obstáculos técnicos y diseñar estrategias encaminadas al éxito les llevó mucho más tiempo de lo programado inicialmente. Las rotaciones por cambios de proyectos y la falta de recursos, frecuentes en una industria tan inestable como la de los medios, supusieron desafíos añadidos. 162 3.4.3.4.- The Listening Post Collective Tal y como queda reflejado en la carta de presentación que aparece en su página web (https://www.listeningpostcollective.org/), para The Listening Post Collective la información responsable comienza con la escucha. A partir de ahí, los medios de comunicación y las comunidades «pueden crear noticias que respondan a las necesidades de información de las personas, reflejan sus vidas y les permitan tomar decisiones informadas» (Internews, 2017). Esta organización (filial de Internews y ubicada en la localidad californiana de Arcata, en Washington, en Londres y en París) ofrece una completa guía a todo aquel que quiera empezar desde cero un proyecto basado en el periodismo que sirve a una comunidad y construye su futuro junto a ella. Su metodología está enfocada al servicio a una comunidad local desde la perspectiva geográfica y, por tanto, una comunidad ya existente que puede dar lugar no obstante a una nueva célula dentro de ese grupo en torno al proyecto informativo. Aunque el foco esté, como hemos dicho, orientado a un espacio físico concreto, creemos que varias de sus pautas se podrían llevar a otro tipo de grupos. Resumimos aquí los pasos en los que ellos estructuran el cómo. 1) Elegir una comunidad La primera invitación es a cuestionarse qué comunidades no reciben atención de los medios hasta ahora o en cuáles los periodistas aterrizan sin ningún acercamiento previo, cubren sus informaciones con una profesionalidad quirúrgica y, por lo tanto, fría, y luego desaparecen. Escogido el campo de acción, es importante conocer a fondo la realidad: comercios, escuelas, organizaciones vecinales, colectivos representativos, líderes de opinión entre la población local… El siguiente paso será hablar con estas personas, no solo para explicarles nuestro proyecto sino para confirmar con ellos que nuestro trabajo es realmente necesario y no simplemente una intuición propia. Este recorrido inicial que describen desde The Listening Post Collective es por el que transitaron organizaciones informativas con las que hemos podido intercambiar impresiones en el transcurso de esta investigación, como Somos Malasaña, en el barrio de Madrid que da nombre a su cabecera, donde han conseguido vertebrar en torno a su relación con los vecinos y los comerciantes el alma del proyecto. 2) Visitar y escuchar El resumen de este punto sería una confirmación de la necesidad de patear las calles para estar cerca de los protagonistas de las historias. El mercado, la parroquia, el centro de salud… Todos pueden ser puntos neurálgicos de la actividad de la comunidad. Desde The Listening Post Collective animan a hacer esta labor de campo, reunirse con los vecinos, acudir a sus convocatorias y, sobre todo en los primeros momentos, escuchar, escuchar mucho y generar vínculos verdaderos de confianza. 3) Preguntar y documentar Entre las herramientas que pone a disposición de quien quiera abrazar este tipo de periodismo, The Listening Post Collective ofrece una plantilla basada en preguntas tipo https://www.listeningpostcollective.org/ 163 que pueden ser claves para cubrir las necesidades de información sobre la comunidad7. Se trata de un documento que habrá que adaptar a la realidad de cada comunidad local, pero sirve como buen punto de partida para recopilar una visión general de la realidad en ese grupo de personas y conocer perfiles que puede ser interesante incorporar como colaboradores al proyecto. Las facilidades que ofrecen herramientas como SurveyMonkey, Google Forms o Google Surveys nos pueden servir a la hora de desarrollar este paso y conocer más sobre los gustos y, sobre todo, las necesidades de la comunidad a la que queremos servir con nuestro trabajo. 4) Aplicar la lógica del artesano Aunque en el original de The Listening Post Collective se refieren literalmente a elaborar preguntas de manera artesanal, nos parece enriquecedor expandir la reflexión sobre lo que ello significa. En algún otro punto de nuestra investigación hacemos referencia a esa lógica del artesano que crea algo único e irrepetible en lo que pone toda su dedicación porque para él es importante. En este caso, desde la organización invitan a reservar un tiempo de calidad para concentrarse en lo que realmente se desea conocer de la comunidad en la que se está participando. La clave, muchas veces, pasa por formular cuestiones simples pero con la certeza de que son inclusivas y relevantes para la experiencia de los ciudadanos a los que afectan. El resumen de este punto sería una confirmación de la necesidad de patear las calles para estar cerca de los protagonistas de las historias. El mercado, la parroquia, el centro de salud… Todos pueden ser puntos neurálgicos de la actividad de la comunidad. 5) Comprometerse Como un paso más en el camino de construcción de esta nueva relación entre la organización informativa y una comunidad ya existente, llega el momento de establecer dinámicas que, poco a poco (desde The Listening Post Collective insisten en la paciencia) se conviertan en rutinas comunicativas. Partiendo de la elaboración de un simple fichero y habilitando canales de comunicación o puntos de encuentro, como un simple café, pueden sembrarse las bases de una mayor involucración con los objetivos del proyecto. 6) Crear contenido Después de un cuidadoso proceso de análisis, todo el feedback recibido en nuestra incursión en la comunidad debe servirnos para identificar nuevos temas o nuevos ángulos para cuestiones de actualidad que afecten a estos ciudadanos. El reto de la organización estará en responder a las preocupaciones y preguntas que se han escuchado. Hay que elevar la mirada y ser conscientes de que, en ocasiones, muchos de los ciudadanos con los que hemos entablado diálogo pueden no ser meras fuentes sino también expertos. 7 Information needs assessment survey: http://s3.amazonaws.com/lpcollective/tools/pdfs/000/000/005/original/LP_Resources_InformationNeeds AssesmentSurvey.pdf?1497639548 http://s3.amazonaws.com/lpcollective/tools/pdfs/000/000/005/original/LP_Resources_InformationNeedsAssesmentSurvey.pdf?1497639548 http://s3.amazonaws.com/lpcollective/tools/pdfs/000/000/005/original/LP_Resources_InformationNeedsAssesmentSurvey.pdf?1497639548 164 7) Mantener el proceso El último paso no sería sino una invitación a volver al primero, repetir el proceso convirtiéndolo en un círculo virtuoso que se retroalimenta y crece con el tiempo. Como hemos visto en los aprendizajes de otras organizaciones, es importante que la comunidad vea que su voz ha sido tenida en cuenta y que sus aportaciones han sido valiosas. Por ello es importante dar a estas personas involucradas un feedback especial y estar abiertos a seguir enriqueciendo la tarea. 3.4.3.5.- News Integrity Initiative - The Year Of Listening Cada año, el Nieman Journalism Lab de la Fundación Nieman para el Periodismo de la Universidad de Harvard realiza sus predicciones de futuro para la profesión. Andrew Haeg, fundador y CEO de GroundSource, vaticinó que 2017 sería el año de la escucha, invitando a todas las redacciones a comenzar con esta, «sintonizando con las preocupaciones y las voces de toda la comunidad» (Haeg, 2016). Quizá su previsión fue algo precoz pero ya sí en 2018, un año más tarde, recogiendo el testigo, la News Integrity Initiative (un proyecto de la CUNY Graduate School of Journalism Foundation que aglutina a filántropos, periodistas, tecnólogos, etc.) convocó oficialmente una celebración bajo ese nombre, poniendo un marco temporal en el que dar a conocer ejemplos significativos e inspiradores de redacciones que escucharan e interactuaron con sus comunidades y proyectos de diálogo con la sociedad civil que fomentarán la comprensión y el respeto entre personas de diversos orígenes. Con este fin organizaron diversos eventos y talleres a través de los que promover la reflexión sobre este tipo de periodismo. Partiendo de la base de que para construir un mundo mejor es necesario que los ciudadanos se expresen y contribuyan a la resolución de los problemas (y desde su propia experiencia a través de proyectos en este ámbito como responsable de engagement en Capital Public Radio) Jesikah Maria Ross (2018) comparte un recorrido a través de 10 estrategias para promover una escucha y un diálogo con efectos poderosos. Son estrategias pensadas para el encuentro presencial, pero creemos que bien pueden extrapolarse al entorno digital (y así lo han hecho muchas organizaciones adaptándose a las circunstancias). 1) Invitar a aliados inverosímiles La diversidad es un valor al alza y la confrontación de puntos de vista opuestos, lejos de ser un problema, puede enriquecer el debate. El periodismo basado y participado por comunidades debe aspirar no solo a escuchar todas las sensibilidades sino a darles voz como reflejo de una realidad heterogénea. 2) Crear el espacio Aunque la COVID-19 trastoca el día a día de todas las organizaciones, cada vez eran más, también en España, las que daban importancia al encuentro físico con sus socios. Aunque muchas tuvieron que trasladar la actividad a la dimensión digital, incluso en ese nuevo contexto se han esforzado en crear las condiciones adecuadas para hacer sentir a todos en familia. Cabe mencionar, por ejemplo, el encuentro de la Navidad de Civio 165 en 2020, donde no se prescindió del brindis a través de la web-cam, o las actividades con invitados durante la pandemia de elDiario.es. Cuando se sienten acogidas las personas dan lo mejor de sí y se abren mucho más a la participación. 3) Establecer el tono A modo de pacto previo, es interesante dejar claras las reglas del juego, de modo que todo el mundo se sienta a gusto y sepa que puede expresarse libremente siempre que respete el tono establecido. 4) Ofrecer contexto Al igual que el tono, es importante que la gente que participa en un proyecto periodístico asociado a una comunidad entienda el contexto y la realidad de la organización que lo promueve. 5) Contar historias Aunque el periodismo siempre está al servicio de la información, los proyectos que buscan la empatía de su comunidad la encuentran más fácilmente cuando comunican a través de historias más que de datos. Las historias personales crean conexiones y son, además, la mejor manera de dar voz a todo el mundo. 6) Comunicar los puntos Cuando se propician los encuentros con miembros de la comunidad es importante dejar tiempo a los asistentes para que hablen e incluso fomentar el trabajo en pequeños grupos para que broten más historias personales y se puedan conectar unas con otras y, en el fondo, enriquecer una potencial historia trabajada a través de la organización informativa. 7) Mezclar a los participantes Siempre con esa intención de enriquecer las experiencias y las fuentes, para seguir comunicando los puntos, es interesante que las conversaciones promovidas sean variadas y que los que participan en ellas puedan cambiar de interlocutores. 8) Compartir colectivamente entre el equipo lo recogido durante el encuentro Con las sensaciones frescas es importante poner en común lo vivido y reflexionar sobre la experiencia que se acaba de tener para extraer temas, descubrir historias, identificar patrones, compartir conocimientos y construir una idea clara del tipo de comunidad a la que se quiere servir. 9) Evaluar y compartir los resultados Sin consensuar un método como definitivo, una vez más se insiste en la importancia de las métricas y la trascendencia de ser transparentes y compartir datos para que los 166 socios de la comunidad puedan entender los procesos y ayudar en la consecución de los objetivos. Imagen 32: Proceso de conversación pública. Fuente y elaboración: Capital Public Radio / Jesikah M. Ross. 3.4.3.6.- Agora Journalism Center y Engagement Lab Fruto de la colaboración entre el Agora Journalism Center de la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Oregon y el Engagement Lab del Emerson College en Boston, en 2019 vio la luz una guía práctica (Lawrence et al., 2019), a modo de metodología para que los periodistas y las organizaciones para las que trabajan puedan desarrollar un trabajo de participación relacional con su comunidad, destacando los desafíos y oportunidades únicos que presenta el periodismo participado por estas. En su introducción estas instituciones refrendan que creen «firmemente que el futuro del periodismo dependerá de la forma en que las organizaciones construyan y mantengan relaciones con las comunidades». Con actitud humilde reconocen que las ideas contenidas en su trabajo, así como las herramientas que proporcionan no resuelven de por sí el desafío, pero son una buena base e importantes para fomentar una reflexión en la industria y una llamada a reconocer y abordar este desafío. A través de distintas preguntas invitan a los periodistas a identificar el grado de implementación de cuatro actividades básicas en el trabajo de involucrar a la comunidad en el proyecto: 167 1) Creación de redes Los expertos inciden, una vez más, en la necesidad de fomentar el encuentro (prioritariamente presencial pero sin descartar la posibilidad de que sea on line) entre personas que pueden compartir intereses comunes pero también tener puntos de vista heterogéneos. La importancia radica en propiciar un entorno seguro en el que todos se sientan a gusto para poder expresarse y la participación de unos propicie, como en efecto cadena, la de los otros. De ese intercambio de ideas podrán nacer ideas, proyectos, enfoques informativos… Y será aquí donde se pueda identificar también la masa crítica de la comunidad. 2) Albergar espacios para la discusión Es fundamental mantener el espacio para el intercambio de ideas. La organización informativa que aspira a pivotar su proyecto en torno a una comunidad sólida debe asegurar que haya tiempo y lugar para la discusión y que en esta dinámica se dé cabida a múltiples puntos de vista, siendo tolerantes con la disensión. 3) Distribuir la propiedad Con este punto se quiere poner el foco en la importancia de una relación transparente y honesta entre todas las partes, empezando por que los periodistas diseñen caminos claros hacia la participación, fomentando activamente una dinámica de empoderamiento ciudadano en la que donde las partes interesadas tomen las riendas de su participación y decidan cómo quieren colaborar con el proyecto y en la que los periodistas adopten un espíritu de código abierto en su trabajo, compartiendo conocimientos y fomentando el uso por parte de todos cuando se hace por un bien mayor y la reutilización del trabajo respetando siempre el reconocimiento. 4) Insistir en la participación/aportación La insistencia de la que aquí se habla no tiene nada que ver con una actitud de acoso deliberado. La actitud de la que se quiere dar cuenta es aquella en la que los periodistas no solo preguntan a las personas qué piensan, sino que lo hacen desde una posición de estabilidad, continuidad y confianza en la relación. Hay que persistir en preguntar, en indagar, en compartir. Pero eso solo podrá hacerse lícitamente si se han trabajado relaciones a largo plazo entre los periodistas y la comunidad y, por ende, una red segura que avale la viabilidad del proyecto. Volvemos a mencionar aquí la variabilidad que introduce el factor humano. No todo el mundo estará en disposición de participar siempre o no siempre en el mismo grado. Este no es trabajo de un día. 3.4.3.7.- JoLT (American University’s GameLab y School of Communication) En su búsqueda de fórmulas para hacer que el periodismo sea más interactivo y atractivo, el equipo de JoLT de la American University concluyó que los principios de diseño que se aplican al universo de los videojuegos (el fenómeno gaming) y que hacen que sean tan atractivos (y 168 lucrativos) se puede llevar también a los desafíos a los que enfrenta la industria de la información. En un estudio elaborado desde esta óptica (Farley, 2017), la institución incide en que el conocido como engagement design debería tomarse más en serio por parte de las redacciones, especialmente como forma de atraer y retener a audiencias más jóvenes. En general, el mensaje es que, eliminando sustantivos como juego o periodismo, la esencia está en el compromiso y la participación. En ese sentido, el Engagement design recomienda, a modo de buenas prácticas: 1) Generar confianza al compartir fuentes y datos y permitir que los usuarios interactúen con ellos Este sería un buen antídoto para la situación de tantas organizaciones informativas que afrontan crisis de transparencia y para cambiar la dinámica a la que se han abonado muchas audiencias de las llamadas tradicionales que recurren a tienen a buscar fuentes de nicho en las que reafirmar sus creencias. 2) Recabar información sobre los lectores y su relación con los contenidos. Entender la relación del público con el medio y cómo interactúa la audiencia con los contenidos puede ser de gran ayuda para modular la actividad futura en función a las verdaderas necesidades o gustos que se identifican. 3) Contar de manera más dinámica las historias. Las organizaciones informativas pueden aprender también de la industria de los videojuegos algunas técnicas relacionadas con la interactividad, el grafismo y otros recursos propios de ese mundo y que pueden resultar muy útiles para acercar de una manera más comprensible al gran público, o más atractiva, información compleja relacionada con temas de importancia como la salud, la sostenibilidad o la economía. Los expertos coinciden al afirmar que permitir a los usuarios simular una experiencia puede crear empatía y propicia una mejor comprensión. 4) Implicar a la audiencia como colaboradores Así como en el universo gaming existen verdaderos jugadores profesionales que muchas veces van por delante de los propios desarrolladores y colaboran con ellos a la hora de crear códigos, los periodistas también pueden involucrar a sus comunidades y aprovechar sus capacidades, especialmente en tareas que de otra manera sería imposible abordar o costaría un tiempo o unos recursos imposibles. Un ejemplo claro podría ser el análisis masivo de datos, donde ya ha habido experiencias fructíferas como cuando el británico The Guardian involucró a cerca de 20.000 lectores gracias a los cuales en solo tres días se pudieron analizar 170.000 documentos relacionados con gastos de personalidades políticas. 169 5) Medir para proporcionar evidencias de que este tipo de formato funciona. Las organizaciones que utilizan herramientas o metodologías para conocer el comportamiento de las audiencias (puede ser algo tan sencillo como una encuesta) son más proclives a afirmar que las historias que se originan a través de la participación de la audiencia tienen mejor rendimiento, construyen confianza y repercuten en mayor vinculación (ya sea en forma de suscripciones u otro tipo de colaboraciones). 3.4.3.8.- Free Press «El periodismo es mejor cuando involucra a las comunidades a través de conversaciones significativas y reflexivas» (Rispoli y Morgan, 2016). Fundada en 2003, la organización Free Press, que nació para dar voz a las comunidades a través del periodismo, ha visto muchos cambios en la industria de la información y, la mayoría de las veces, transitando hacia una situación peor. Por eso han decidido apostar por el empoderamiento de los ciudadanos y el asesoramiento a los nuevos proyectos, ofreciendo recursos y consejos para conseguir redacciones que trabajen con y para sus comunidades locales a través de pautas como: 1) Iniciar y mantener conversaciones y dinámicas bidireccionales con los residentes. 2) Invitar a los residentes a visitar la redacción y hacer que los periodistas salgan a la calle y se mezclen con la comunidad. 3) Empoderar a los miembros de la comunidad para que ayuden a dar forma a las prioridades y la agenda de la redacción. 4) Dar voz a colectivos marginados o habitualmente con menos visibilidad y que forman parte de la comunidad: personas de color, parados, inmigrantes, mujeres, jóvenes... 5) Asegurar que las informaciones reflejan la voz de toda la comunidad, incluyendo perspectivas históricamente pasadas por alto y evitando los estereotipos. 6) Forjar colaboraciones entre reporteros y residentes para identificar problemas comunitarios y explorar soluciones. 7) Aprovechar el conocimiento y experiencia de los miembros de la comunidad y ayudarles a desarrollar esas capacidades dentro de la redacción en beneficio de todos. 3.4.3.9.- Mary Domahidy (Saint Louis University) Por su interés, consideramos pertinente introducir aquí la visión de la Mary Domahidy (2003), avalada por la institución a la que representa y lo hacemos además a través del punto de vista y el aprendizaje extraído de ella por otra experta en las dinámicas relacionadas con este tipo de periodismo como es Joy Mayer (2011), que pone el acento en aspectos como los que siguen: 170 1) La elección de las palabras es importante. Aquí se nos invita a reflexionar sobre la diferencia entre community building (construcción de una comunidad), que sugiere la creación desde cero de la misma, y community development (desarrollo de una comunidad), entendiendo que ya existe y nuestro papel como periodistas será integrarnos en ella y ayudar a conseguir los fines compartidos. Estas expertas diferencias entre los periodistas arrogantes que intentan lo primero y los que realmente tienen una vocación de servicio que apuestan por lo segundo. 2) Ha de priorizarse la escucha a la comunidad. No es una idea nueva pero cada vez que es refrendada por otro autor se consolida como principio básico del tipo de periodismo que aspira a ser participado por una comunidad. Para Domahidy (2003), más allá de que los periodistas hablen de conversaciones comunitarias las palabras discurso y discusión, sin embargo, esconden el importante trabajo de escuchar. Escuchar proporciona el espacio en el que identificar cómo las personas enmarcan los problemas, para descubrir dónde se encuentran los intereses comunes, dónde está el miedo y dónde está la esperanza. 3) Las redes con gente común también son importantes En el imaginario colectivo, al hablar de construcción de redes de contactos, el popular networking, relacionamos la calidad de estas con la condición o posición de quienes las forman. Los grandes medios han sido entendidos históricamente desde sus vinculaciones con el poder, lo cual ha afectado no pocas veces a su credibilidad. Cuando se trata de la relación de una organización informativa que sirve a una comunidad y las personas debemos cambiar el prisma. Frente a ese énfasis en la autoridad y la posición, Domahidy invita a cultivar las redes informales, es decir, a que los periodistas dediquen más tiempo a construir relaciones con personas comunes, que si se generan condiciones de confianza serán estupendos colaboradores, y gasten menos esfuerzos en intentar llegar a personas importantes con una estrategia cortoplacista. 4) Primero observar, después actuar. La autora recuerda cómo el periodista suele tener la tentación de abordar el tratamiento informativo de un problema desde la perspectiva del que llega allí a resolver un problema. Si se asume que no existe ninguna superioridad por su parte y que los que mejor conocen de la situación son los que la viven, el informador debe aproximarse a la realidad y, poniendo en práctica las recomendaciones anteriores, escuchar todas las voces, sin juzgar ni etiquetar de quién provienen; comprender la situación; y finalmente dar forma a su trabajo y compartirlo con la comunidad. 171 3.4.4-. En la práctica: Elaboración de una taxonomía y estudio de su aplicación Hoy en día existen muchas iniciativas informativas innovadoras, de gran interés para el ciudadano y que gozan de un alto grado de interactividad entre este y la organización que las generar o entre distintas organizaciones pero que, sin embargo, no contemplan en su dinámica de trabajo herramientas o dinámicas que involucren formalmente en el proceso informativo a estos actores dándoles la oportunidad de participar seriamente y en alguna medida de él. Con los ciudadanos sucede que se anuncian muchas revoluciones en el proceso participativo pero pocas son las que realmente van más allá, por ejemplo, de la posibilidad de compartir una reacción ante un contenido como mero receptor. Un like en una noticia (considerado un KPI válido -del inglés Key Performance Indicator- o indicador clave del rendimiento habitual para medir interacción en marketing) carece de valor en términos de participación si no hay nadie con capacidad de decisión en la redacción que analice la actividad generada y sepa convertirla en una nueva historia o un nuevo producto informativo que resuelva una necesidad. El periodismo que conceptualizamos aquí trata de que el periodista renuncia «al monopolio de la comunicación, en aras de un periodismo que se construye en comunidad y que busca servir a esta, no imponerse» (Rodríguez y Badillo, 2015). Sabedores de que, como ocurre a la hora de definirlo, en el momento de practicar este tipo de periodismo las posibilidades son muy diversas (podríamos decir que con oportunidades casi tan variadas como los límites de la creatividad humana), pero conscientes de la necesidad de establecer un marco que sirva de base para encuadrar esta investigación, más allá de las aproximaciones metodológicas que hemos expuesto anteriormente, proponemos a continuación una taxonomía que, aunque entendemos como no definitiva (ya que debe estar en permanente construcción, revisión y crecimiento en el tiempo), llegado el momento nos ayudará a confrontar en el momento actual los casos seleccionados para su estudio y ver en el futuro cómo evolucionan a partir de nuevos condicionantes sociales. Para su elaboración hemos partido de distintas propuestas de autores como Das (2017) o Batsell (2015), y las hemos cruzado con el conocimiento adquirido durante este trabajo. A partir de un análisis previo de la realidad, mediante la elaboración de esta taxonomía amplia y fijando unos parámetros semánticos y funcionales de consenso −hasta ahora no definidos− buscamos establecer un marco de referencia en el que poder clasificar acciones concretas. En una primera parte de nuestra investigación, dentro de este bloque, analizaremos su adopción y cumplimiento en una selección de nativos digitales, durante circunstancias normales (año 2019). Si bien el planteamiento inicial incluía una comparativa entre esta categoría y la de medios tradicionales, la imposibilidad de recopilar información de este segmento (al no encontrar respuesta a nuestra invitación a aportar información sobre su realidad) hizo que el estudio se acota sólo al espectro de nuevos medios, aunque esta circunstancia y el comportamiento de los grandes medios nos sirvió también para extraer conclusiones al respecto que hemos reflejado. Más adelante, en una evolución de nuestro trabajo de análisis, volveremos a comprobar el comportamiento de esta taxonomía en circunstancias especiales, durante la pandemia por el nuevo coronavirus de la COVID-19 (año 2020). 172 3.4.4.1.- Metodología La metodología llevada a cabo en esta investigación responde a un proceso analítico- comparativo-deductivo. Esta tríada nos ha permitido dividir la investigación en tres momentos claramente diferenciados. En primer lugar, la fase analítica en la que se han ido estudiando cada uno de los medios sobre los cuales hemos trabajado. Este primer momento de la investigación nos ha permitido poder desestimar a aquellos que, por sus características, no encajaban en el muestreo de toma de datos primarios. Buscando criterios que justificasen la selección de las organizaciones informativas objeto de estudio, para el caso de las nativas digitales se optó por acudir a la que consideramos la única base de datos documentada en el marco europeo sobre la práctica comunicativa analizada. Hablamos de la elaborada por The Engaged Journalism Accelerator, aceleradora de este tipo de periodismo promovida por la ya mencionada organización The European Journalism Center, que incluye a más de 100 organizaciones informativas en toda Europa que trabajan desde el (Whitelaw, 2019). Así, el criterio fue su inclusión en este listado, al que han entrado después de un complejo análisis de variables que incluyen su estructura organizativa, su propiedad, la fuente de sus beneficios, un estudio de la remuneración de sus plantillas, análisis de los roles jugados por sus comunidades y el papel de estas en el proceso informativo y otros aspectos en esta línea. En el caso de España, las organizaciones incluidas en el listado en el momento de su consulta eran Civio, elDiario.es, Maldita y la revista 5w. Si bien la idea original era confrontar estas cuatro visiones de nuevos medios con las de otros cuatro medios tradicionales como ABC, El Mundo, El País y La Vanguardia [siendo en este caso el criterio de selección tratarse de los cuatro principales periódicos que con edición en papel a nivel nacional aparecen también entre los 20 primeras fuentes informativas on line en España según el último informe Digital News Report del Reuters Institute (Newman et al., 2019)] la falta de respuesta a nuestro requerimiento de información hizo que este planteamiento no fuera posible. No obstante, esta circunstancia, a priori adversa, nos ayudó a anticipar una de las conclusiones latentes: cuanto más grande es la estructura de una organización más difícil es implementar procesos fluidos de escucha. No podemos decir que estos cuatro medios no quisieran colaborar en esta práctica, pero sí hemos constatado que los mecanismos para atender nuestra petición no estaban suficientemente depurados y nuestros mensajes acabaron perdiéndose en buzones genéricos desatendidos por la redacción; en los de periodistas que no supieron donde redirigirlos dentro del complejo y burocrático organigrama de su empresa; o, en el peor de los casos, devueltos al no existir nunca más un buzón publicitado como forma de contacto en su página web. No obstante, sí que haremos referencias a realidades conocidas de algunos de estos medios y que atañen a los asuntos tratados. Dentro de esta primera fase, a cada uno de los medios seleccionados se les envió una solicitud de participación usando como método de contacto los correos electrónicos habilitados en sus páginas web. Todos contestaron en un plazo inferior a las 24 horas aceptando la invitación o derivándola a algún miembro del equipo. En estos casos el tiempo de respuesta fue inferior también a un día. El siguiente paso consistió en hacerles llegar un cuestionario con 7 preguntas en las que se abordaban aspectos relativos a la adopción de rutinas asociadas al tipo de periodismo que estamos investigando. Resultando complejo seleccionar unas rutinas sobre otras, dado que las oportunidades de aportación en este campo son tantas como los límites de la creatividad 173 humana y nos enfrentamos pues a una taxonomía en construcción, para facilitar este ejercicio acotamos, como ya mencionamos, una taxonomía básica. Partiendo de este modelo, pedimos a cada entidad que se posicionase en una escala de 0 a 10 en la aplicación de cada una de las dinámicas. Además del posicionamiento, que nos permitiría llegar a una percepción gráfica, pedimos un desarrollo de cada respuesta aportando información que diera contexto y permitiera un análisis cualitativo de esa realidad y, en cada caso, mantuvimos un diálogo posterior para seguir recogiendo aspectos que aportasen a lo expuesto hasta el momento. La segunda fase de la metodología correspondió con el proceso comparativo. En ese momento se han ido estableciendo los patrones identificativos de cada uno de los medios analizados, y tras ello se ha realizado una comparativa gráfica a modo de herramienta prospectiva, que a simple vista nos permite poder ir extrayendo datos para el proceso investigador. La comparación que desarrollamos se vertebra en torno al grado de adopción de dinámicas de este nuevo tipo de periodismo en sus rutinas. El tercer momento corresponde con una fase deductiva en la que, tras extraer las características de cada uno de los medios, poder empezar a sentar las bases de los datos primarios de esta investigación. 3.4.4.2.- Taxonomía, aplicación y resultados 3.4.4.2.1.- Colaboración entre organizaciones En el marco de las frecuentes luchas por las exclusivas y la atención de la audiencia, el de los medios de comunicación ha sido siempre un entorno muy competitivo. Hace ya tiempo que las organizaciones informativas entendieron que también en esta industria podría dotarse de sentido al dicho de que la unión hace la fuerza, y no solo para las cuestiones referidas a la concentración empresarial. Los denominados legacy media llevan algunos años explorando esta fórmula. Entre los ejemplos entendidos como casos de éxito está el impacto del consorcio de medios formado en torno a la investigación de los Papeles de Panamá, que integraba a clásicos como Le Monde en Francia o The Guardian en Reino Unido y los nacionales El Confidencial y la Sexta. Podemos citar también la participación de El País en el proyecto The New Arrivals, un trabajo multimedia financiado por el European Journalism Centre con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates, y que fue desarrollado junto a The Guardian, Le Monde y Spiegel Online para contar cómo se estaban asentando los migrantes en Europa). Sin embargo, por encima de las incursiones experimentales de los medios tradicionales en un entorno colaborativo, este es, sin duda, parte del ADN de los nuevos medios, que han visto en este modelo oportunidades tanto en el aspecto económico (al repartir gastos o percibir ingresos al ofrecer su trabajo a un medio más grande, como veremos en el apartado dedicado a la financiación) como de impacto y alcance, pudiendo llegar a distintas comunidades y rentabilizando el esfuerzo con un reparto más o menos equitativo del trabajo. De esta manera amplifican su alcance y refuerzan su objetivo de servicio a la ciudadanía. 174 Si bien entre los medios tradicionales proliferan más las colaboraciones operativas enfocadas a la rentabilidad del negocio, como la alianza que establecieron Prisa y Vocento con Conde de Godó para abaratar costes imprimiendo las ediciones catalanas de El País y ABC en las plantas de este último o la alianza de los mismos tres actores para gestionar y potenciar su publicidad digital, en estos nuevos tiempos para el periodismo alguna de estas empresas informativas con años de historia han empezado a seguir el ejemplo de sus hermanos pequeños digitales a la hora de plantear pactos más cargados de intencionalidad (sin que esto desmerezca su eficacia y, en última instancia, la búsqueda de su sostenibilidad). Esta puede ser una de las líneas que marque el posicionamiento de dichas cabeceras en el grupo de la mayoría temprana dentro de los esquemas de adopción de innovaciones que describimos anteriormente, acogiendo esta dinámica como una oportunidad, o en el de los rezagados, que verán pasar el tren por delante sin cogerlo, arriesgando el futuro de su organización. Tanto El Mundo como El País están asociados a The Trust Project, un consorcio internacional de medios de comunicación que establece estándares de confianza y trabaja con plataformas tecnológicas para reafirmar el compromiso del periodismo con la transparencia, la precisión, la inclusión y la imparcialidad de manera que los lectores puedan tomar decisiones informadas. El País, además, de alió hace ya años con otros seis periódicos europeos de referencia para lanzar la Alianza de Periódicos Líderes en Europa (LENA, por sus siglas en inglés), una plataforma que comparte su apuesta por la excelencia desde sus inicios y produce contenidos de manera conjunta dotando de una identidad paneuropea a los artículos, reportajes y entrevistas publicadas en los medios que la integran: El País, (España y Latinoamérica); Le Figaro (Francia); Le Soir (Bélgica); Die Welt (Alemania), Tribune de Genève y Tages Anzeiger (Suiza); La Repubblica (Italia) y Gazeta Wyborcza (Polonia). Uno de los últimos avances del periódico de Prisa en esta línea ha sido su reciente incorporación a Green Blood, una alianza de 30 medios para informar sobre crímenes medioambientales. Esta casuística, que en el caso de estos medios tradicionales se convierte en noticia, se percibe mucho más naturalizada dentro de los nuevos medios que tienden a asociarse en plataformas que refuerzan su mensaje y ayudan al mismo tiempo a su sostenibilidad, mucho más comprometida en cuanto a que en la mayoría de los casos carecen todavía del recorrido temporal necesario para dar por asentado su modelo. Dentro de los proyectos jóvenes enfocados en una comunidad, en el caso de Maldita, la organización forma parte de International Fact-Checking Network (IFCN), la alianza internacional de verificadores independientes y, entre sus múltiples acuerdos, llegó a una alianza con Facebook para luchar contra la desinformación en su plataforma, como parte de su programa de verificación de datos externo. Además, en los procesos electorales de los últimos años ha buscado ampliar su marco de colaboraciones con iniciativas como la colaboración con elDiario.es y RTVE en la verificación de debates electorales. En su búsqueda de colaboraciones eficaces con organizaciones y consorcios para crear investigaciones periodísticas y proyectos en áreas como la contratación pública, la transparencia fiscal y, en general, la rendición de cuentas de las instituciones, Civio forma parte de redes como Global Investigative Journalism Network (GIJN); consorcios como FANDANGO, Openbudgets, CHEST, ProAcceso; y programas como el Subnational Government Pilot Program de la OGP. Además, tiene firmados convenios específicos con otras siete entidades. 175 La revista 5W es también conocedora, desde sus inicios, de la potencialidad que tienen las sinergias con otras instituciones a la hora de desarrollar su proyecto. Por poner algún ejemplo, podemos citar su colaboración con Oxfam para investigar la lucha de las mujeres por la tierra en América Latina o con el Barcelona Centre for International Affairs, gracias a la cual recibió la beca DevReporter convocada por Lafede.cat y que dio como fruto un proyecto periodístico centrado en la comunidad pakistaní catalana, bajo el nombre de Barcelona-Pakistán-Barcelona: https://www.revista5w.com/barcelona-pakistan-barcelona. En el caso de elDiario.es, en su planteamiento fundacional se indica su vocación de ser, además de un medio informativo, un espacio de encuentro para la sociedad civil y otras publicaciones con las que comparta valores. Desde estos principios se articulan sus alianzas con proyectos como Hoja de Router, Carne Cruda, Alternativas Económicas o Píkara; sus blogs de think tanks, ONG y colectivos sociales; y sus alianzas con medios locales e hiperlocales como el mencionado caso de SomosMalasaña, SomosChamberí, etc., con quienes, según manifiestan en su web, establecen relaciones de cooperación y no puramente jerárquicas. 3.4.4.2.2.- Crowdsourcing Cuando en abril de 2019 se produjo un incendio en la cubierta de la catedral de Notre-Dame, en París, después del apogeo informativo del primer momento, algunos medios, como ABC, pidieron a sus lectores que enviasen fotografías con sus recuerdos para articular un homenaje al icónico monumento. Tras la muerte del humorista gráfico Antonio Fraguas, Forges, acaecida el 22 de febrero de 2018, El País creó en su web la sección #GraciasForges para canalizar el homenaje al dibujante de sus lectores. Llamadas a la acción como estas se suceden habitualmente en los medios tradicionales como nuevos recursos para crecer en la creciente necesidad de interactividad con sus audiencias y generar más tráfico en sus webs, aunque detrás no suele haber una línea de acción basada en la elaboración de información a través de las aportaciones de los lectores, ya que el contenido compartido no es relevante para la misión informativa a diferencia de otras casuística a como desastres naturales o tragedias humanas en las que sí puede ser clave la aportación de datos e imágenes. Por el contrario, en la dinámica de acción de muchos nuevos medios sí se identifica el empleo de esta técnica como parte importante de la estrategia de generación de contenidos. Sin ser el caso de elDiario.es, esta publicación además de desarrollar un blog de socios con artículos de opinión, solicita de manera explícita la colaboración de su comunidad a la hora compartir pistas que puedan llevar a destapar información relevante y participa de Filtrala.org, una plataforma para filtraciones seguras y anónimas en castellano empleada también por Civio, que pide la colaboración de aquellas personas que tengan acceso a información relacionada con las líneas de investigación de la Fundación y que sea considerada de interés público y merezca la pena ser investigada. En el caso de Maldita muchos de los desmentidos de bulos que investigan provienen de alertas recibidas directamente por WhatsApp a través de su comunidad de malditos y, como en los dos casos anteriores también ponen a disposición de la sociedad un buzón seguro que trabaja con la tecnología auditada de GlobaLeaks para filtraciones seguras. En 5w, además de recibir las aportaciones de sus socios, la filosofía es que el proyecto no es propiedad de sus fundadores y colabores habituales y por eso tienen abierta una invitación permanente a todos los reporteros y fotógrafos que deambulan por el mundo y conozcan historias que encajan dentro del criterio editorial de la publicación. https://www.revista5w.com/barcelona-pakistan-barcelona 176 3.4.4.2.3.- Crowdfunding Este es quizá uno de los puntos donde más divergencia se ve entre los modelos clásicos de financiación de los medios tradicionales, sustentados principalmente en la suscripción, y los de los nuevos medios, especialmente aquellos que buscan implicar a su comunidad apelando a su corresponsabilidad a la hora de sustentar el proyecto: «Únete y apóyanos en nuestra batalla contra la mentira» (Maldita), «Ayúdanos a construir una sociedad mejor informada en la que conceptos como libertad, verdad y compromiso recuperen su plena vigencia» (elDiario.es), «Haces posible un medio de información internacional» (5w), «Necesitamos tu apoyo para vigilar a los poderes públicos y acabar con la opacidad. Solo podremos continuar nuestra labor si nos ayudas a seguir siendo independientes» (Civio). Pese a este matiz, en los proyectos analizados elDiario.es no aplica técnicas de crowdfunding. En la información remitida por el propio medio en nuestra investigación indican: «Puede que nuestro modelo de socios se parezca más a un crowdfunding que a una suscripción, pero, aunque han existido proyectos para ello, no se ha desarrollado un crowdfunding específico hasta ahora». Civio sí ha desarrollado campañas de crowdfunding para proyectos concretos, como ¿Quién cobra la obra?, con el que gracias a 250 cofinanciadores se pudo crear una base de datos descargable de contratos de obra pública. En el caso de 5w la revista ya nació mediante un proyecto de crowdfunding y han desarrollado después una línea de trabajo específica en este sentido, denominada ‘La sexta w’, como plataforma en la que socios y lectores han podido votar entre coberturas informativas de diferentes partes del mundo que luego han sido realidad mediante campañas de cofinanciación. De las organizaciones estudiadas, la última que recurrió, y con notable éxito, a esta técnica fue Maldita mediante su acción #FundaMaldita, gracias a la cual recaudó el dinero necesario para constituirse en fundación. Es importante reseñar la labor continua que exige una dinámica de crowdfunding. No basta con lanzar una campaña y dejar que crezca sola. Los posibles financiadores están atentos al comportamiento de la organización y reciben muy positivamente cualquier feedback de ella por lo que no es raro ver cómo las actualizaciones en Twitter u otras redes sociales o canales informativos se convierten en nuevas donaciones (Borst, Moser y Ferguson, 2018). 3.4.4.2.4.- Voz a minorías, grupos o colectivos que normalmente no tienen representación en los medios Prácticamente todos los principales diarios del país emprendieron hace ya tiempo un viaje hacia una mayor humanización de sus contenidos, destacando iniciativas como las ya mencionada The New Arrivals de El País. Sin embargo, el matiz que diferencia estos contenidos de los de nuevos proyectos es que muchos de estos últimos nacieron con este enfoque dentro de su vocación. El caso más paradigmático puede ser 5w, ya que parte de su identidad es, precisamente, poner el foco en colectivos y regiones que habitualmente quedan al margen de la agenda. En elDiario.es además de albergar blogs de ONG, su sección Desalambre se centra específicamente en Derechos Humanos e Inmigración y dan visibilidad a otros colectivos a través de sus focos. Por su parte, Civio, a través de Medicamentalia, dio voz a mujeres de distintos países, algunas en condiciones muy difíciles, con las que abordaron temas tabúes en sus sociedades (como el uso de anticonceptivos, factores culturales que influían en su decisión personal de quedarse embarazadas o no, la presión social ejercidas sobre ellas…). Este fue solo uno de los primeros pasos en una dinámica que ha ido creciendo con el tiempo. Maldita no tenía una línea de acción definida en este sentido en el primer momento de nuestra 177 investigación, aunque ya contribuía a la diversidad dando visibilidad a los superpoderes de su comunidad de malditos (con expertise que habitualmente no está representado mediáticamente) y a través de su vertical Maldita migración desde donde tratan de mitigar discursos únicos en contra de minorías, por eso preferían posicionarse como una dinámica en desarrollo que, veremos después, se consolidó decididamente. 3.4.4.2.5.- Canales móviles de comunicación bidireccional con la comunidad Es este uno de los aspectos menos desarrollados en las organizaciones informativas, sin importar en este caso su antigüedad, pero de los que ocupan un puesto importante en la lista de próximas prioridades, por cuanto facilita la relación con la comunidad. Los motivos para el retraso en su uso suelen estar relacionados con complicaciones a la hora de implementar desarrollos tecnológicos y la necesidad de destinar recursos humanos a su atención. Todos los nuevos medios analizados disponen de canales unidireccionales, también a través de tecnología móvil, pero pocos ponen a disposición de sus usuarios una plataforma en la que poder entablar diálogo bidireccional de forma ágil. La excepción es Maldita que tiene un servicio directo de WhatsApp. Cabría mencionar que, como canal de recepción de mensajes, Radiojaputa, proyecto vinculado a elDiario.es, tiene un número de participación del que han surgido historias que luego fueron noticia en el periódico. 3.4.4.2.6.- Encuentros presenciales en los que el público es un participante activo más Descartando aquí las convocatorias de carácter cultural y social organizadas en ocasiones por los medios tradicionales para sus lectores (como los #EncuentrosElPaís) a los que estos acuden como espectadores, los nuevos proyectos que nacen con vocación de vincular a su comunidad han tenido en esta práctica un recurso habitual cuando las condiciones sanitarias lo han permitido. En elDiario.es, además de presentaciones, habitualmente practican un formato de encuentros más reducidos con socios encaminados al intercambio de opiniones. En 5w son frecuentes los encuentros con un formato abierto en el marco de la presentación de alguno de sus proyectos informativos y en Civio, como mínimo, fuera de las restricciones propias de una pandemia, realizan un encuentro anual de donantes, aunque llevaban tiempo buscando incrementar esta actividad (para lo cual incorporaron, antes de la irrupción del nuevo coronavirus, una figura de responsable de comunidad y participación). Por su parte, a lo largo de un año ‘normal’ en el calendario de Maldita también aparecen diversos encuentros con su comunidad así como con potenciales miembros de la misma a los que invitan a profundizar sobre verificación de información 3.4.4.2.7.- Talleres formativos relacionados con información, verificación de noticias u otras temáticas relacionadas con periodismo y ciudadanía activa Esta práctica, poco habitual en la prensa tradicional, sí empezó a despuntar, antes de la pandemia de la COVID-19, en proyectos de nuevo cuño. Muchos, con la dinámica ya iniciada, consiguieron pasar con éxito a un formato on-line en los tiempos de restricciones sanitarias Guiados por el espíritu de que contra la desinformación el mejor antídoto es la formación, Maldita ha organizado frecuentemente charlas y talleres. 5w oferta también cursos de fotoperiodismo, formación sobre periodismo internacional etc., enfocados siempre desde los valores que promueve la publicación. En el caso de Civio la fundación dispone también de una 178 agenda formativa, con talleres sobre temas como el libre derecho de acceso a la información para activistas o cómo hacer periodismo de datos. En su web tienen un apartado específico de formación. 3.4.4.3.- Representación gráfica Imagen 33: Aplicación de la taxonomía a elDiario.es. Fuente y elaboración propias. 179 Imagen 34: Aplicación de la taxonomía a Maldita. Fuente y elaboración propias. 180 Imagen 35: Aplicación de la taxonomía a Civio. Fuente y elaboración propias. 181 Imagen 36: Aplicación de la taxonomía a 5W. Fuente y elaboración propias. 182 3.4.4.4.- Conclusiones extraídas tras la aplicación en los casos estudiados de la taxonomía La falta de respuesta por parte de los medios tradicionales ha traído a este estudio algunas limitaciones, como la de no poder profundizar en una comparativa que quizá reflejara la existencia de dos modelos de periodismo y de organización informativa prácticamente opuestos en función de la manera de relacionarse entre los distintos actores del proceso informativo (o tres incluso si consideramos un estadio intermedio de transición entre un modelo y otro en el que pueden situarse algunos medios tradicionales). Sin embargo, y a pesar de ello, en nuestro acercamiento a estas nuevas realidades, sí hemos podido dar respuestas a los interrogantes con los que nos aproximamos al fenómeno. 1. Todos los casos estudiados han obtenido el respaldo de sus públicos, que han mostrado su apoyo e interés con una vinculación también económica en la mayoría de los casos. Esto confirma que estamos pues ante un tipo de periodismo que se evidencia como necesario y demandado por la sociedad y que el individuo está dispuesto a contribuir (económicamente o con su pericia o su tiempo) cuando se trata de algo en lo que cree o que le aporta valor. Dentro de los nuevos medios analizados, el único que en el monto total de sus cuentas tiene una cifra de ingresos publicitarios relevante para su sostenibilidad sería elDiario.es. Ellos argumentan que han buscado una amplia diversificación en su porfolio de anunciantes para no tener dependencia de ninguno y que eso pueda afectar a la transparencia a la hora de informar. Al mismo tiempo, ponen el foco en que la partida de ingresos en la que más crecieron en el último ejercicio fue la de aportaciones de socios, con un 53,2% más (Escolar, 2019). Las fuentes de financiación condicionan en qué ponen su atención las organizaciones informativas. Si sus fondos proceden principalmente de otros sitios distintos a las propias comunidades a las que intentan atender será difícil que estas sean su verdadera prioridad porque tendrán otros intereses que servir (por ejemplo, no se le podrá dar el espacio necesario a una buena historia si una página tiene que ser ocupada por el anuncio de la marca que paga o -aunque vaya contra los principios de la ética- si un anunciante es el protagonista de lo narrado y el contexto es negativo). Es motivo para celebrar que, a día de hoy, el sostenimiento de organizaciones informativas recaiga prácticamente de manera exclusiva en la sociedad pero, al mismo tiempo, puede ser indicativo de que no hay articulados mecanismos por parte de las administraciones que lo garanticen. Quizá, a medio plazo, parece conveniente que se inicie un diálogo sobre modelos de aportación a este tipo de periodismo que, asegurando su independencia, contribuyan al mismo tiempo a multiplicar su alcance, complementando los esfuerzos que en esta línea vienen desarrollando en los últimos años organizaciones del tercer sector y universidades en todo el mundo. 2.- En relación al punto anterior y la búsqueda de formas de financiación que aseguren la misión de la organización, y avanzando un paso más, se evidencia como un hecho que el futuro del periodismo, cuando no el presente, pasa por las alianzas entre organizaciones, no exclusivamente con fines logísticos o de rentabilidad sino, principalmente, con intencionalidad periodística e informativa (lo que no es incompatible con que contribuyan también a la sostenibilidad y el desarrollo de los proyectos). No solo absolutamente todos los casos 183 estudiados las desarrollan, sino que además en algunos se destinan específicamente recursos humanos a este fin, como Civio que cuenta con un responsable de Relaciones Institucionales y Alianzas. 3.- Para los que están sensibilizados con implementar modelos que conduzcan a este tipo de periodismo participado, la falta de recursos viene a constituirse en el obstáculo número uno a la hora de poner en práctica ciertas dinámicas o implementar herramientas tecnológicas, como se ve en este análisis en el que, en general, todas las organizaciones, a excepción de Maldita, carecen de sistemas directos de comunicación bidireccional vía móvil por las complicaciones de implementación de un sistema específico o la necesidad de más recursos para una atención permanente a estos canales (si bien son varios los que los están contemplando para una futura incorporación). 4.- Los tres proyectos de menor tamaño abordados en la investigación han hecho frente a la limitación de recursos propia de entidades pequeñas poniendo con más intensidad el foco en el sostenimiento por parte de sus comunidades y privilegiando para ello el contacto con éstas, como se evidencia en nuestro análisis, donde Civio, Maldita y 5w despuntan en estos aspectos. El éxito en las acciones de crowdfunding de las tres no es casual, y se apoya sobre otros vértices de sus gráficas como los encuentros formativos, la petición recurrente de colaboración mediante crowdsourcing o el contacto directo, cara a cara, con sus socios, aunque eso demande a su vez personas cualificadas que se encarguen de ello. 5. Al hilo de lo expuesto hasta aquí, podemos afirmar que este tipo de periodismo demanda nuevas figuras profesionales. Cada vez son más las organizaciones que cuentan con personas dedicadas a atender la relación con sus comunidades. En todo el mundo, medios tanto grandes como pequeños cuentan en sus redacciones con equipos que trabajan la participación de sus audiencias y empiezan a consolidarse en las redacciones los puestos de engagement editor. En nuestro caso, todas las organizaciones estudiadas tienen o están en proceso de búsqueda de una figura especializada y encargada de este campo de acción. Además de apartados específicos para su colectivo de socios en sus plataformas digitales, en elDiario.es cuentan con la figura de una responsable de atención al socio y Civio ha completado recientemente su plantilla con una responsable de comunidad y participación en su equipo. También cobran especial importancia figuras relacionadas con aspectos tecnológicos y periodismo de datos. Así, por ejemplo, Maldita tiene una figura denominada jefe de máquinas, cuya responsabilidad recae actualmente sobre un ingeniero informático, desarrollador de plataformas web y aplicaciones móviles, que une esas vocaciones a la del periodismo. Esta organización contempla en su organigrama, además, la figura del coordinador de formación, visibilizando otro de los pilares en la estrategia de este nuevo tipo de periodismo, como ha quedado patente en esta investigación. 6. En lo que atañe a este último aspecto, las acciones de formación promovidas por organizaciones informativas, además de responder a la vocación propia de este tipo de periodismo y contribuir a la construcción de una sociedad civil más preparada y comprometida (gracias a propuestas como los talleres sobre verificación de información de Maldita o sobre derecho de acceso a la información de Civio) pueden ser un nicho de negocio a explorar como fuente de ingresos complementaria. Tenemos el ejemplo de 5w, que ha desarrollado con éxito un taller de narrativas digitales multimedia o ciclos de conferencias bajo un modelo de pago por inscripción. En lo relacionado a aspectos formativos, se visualiza también que la opción de 184 poder ofertar formación es más fácil o cobra más sentido cuando se trata de organizaciones especializadas en un nicho temático (verificación de información, en Maldita; coberturas informativas en lugares olvidados, 5w; o transparencia en las instituciones; Civio). Encontramos también aquí, en el aspecto formativo, una respuesta a nuestra pregunta inicial de qué herramientas tienen las nuevas organizaciones informativas para conectar con una sociedad tan saturada de distintos estímulos. 7. Con respecto al papel de este nuevo periodismo a la hora de dar voz a colectivos habitualmente infrarrepresentados en los medios es significativo que todos, en mayor o menor medida, contribuyan a ello. Como en el caso de la formación, parece que es más fácil profundizar en la humanización del periodismo desde la especialización y es otra manera de ofrecer algo distintos a una ciudadanía que aparentemente tiene toda la información a su alcance. Así lo ha hecho 5w al apostar por la cobertura informativa de territorios donde los grandes consorcios de medios no quieren destinar recursos. Es interesante también en este aspecto la estrategia de elDiario.es que pese a que, como hemos comentado, responde a un modelo más global o generalista, huye en la configuración de sus áreas de información de una estructura clásica y concede mucha importancia a lo que denominan sus focos, con atención a aspectos como desigualdad y pobreza; fronteras; maltrato animal; diversidad funcional; LGTBI etc. A través de este planteamiento consigue que muchas personas y colectivos puedan recibir información que les afecta directamente y al mismo tiempo se hagan oír, además de personalizar la experiencia informativa de su comunidad. Este mismo medio sigue avanzando en sus alianzas con proyectos de periodismo local e hiperlocal para lograr una variedad en los perfiles representados en sus informaciones muy por encima de la de otros medios generalistas. 8. De los cuatro casos que aquí se estudian, elDiario.es es el medio más grande, el que posee más estructura, el que aborda una cobertura informativa más generalista y, a su vez, el que desarrolla un modelo de ingresos más parecido al de los medios clásicos. Quizá por la suma de todo esto, con distintos grados de importancia, aunque sus aportaciones al tipo de periodismo abordado son muchas, es esta de entre todas las organizaciones la que refleja menor implementación de los supuestos estudiados en esta taxonomía. Eso refrenda también la teoría de que el peso de una estructura grande dificulta y ralentiza la aplicación de innovaciones, a veces por la dualidad de criterios ante un complejo organigrama jerárquico, otras por un mal engranaje en la cadena de toma de decisiones o, en ocasiones, simplemente por no poder abarcar todas las necesidades (que suelen ser más cuanto más grande es la estructura) y por las características propias de una entidad de mayor tamaño que necesita más garantías de viabilidad asegurando, por ejemplo, la base de su financiación (lo que explicaría prescindir de acciones de crowdfunding que, aunque pueden ser efectivas, no garantiza la regularidad de una cuota como la que pagan los más de 34.000 socios de elDiario.es y con la que el año pasado consiguieron 2.083.955 euros). 3.4.5.- Aspecto financiero: Ser rentables, un fin necesario Sin duda, abordar el cómo se desarrolla el periodismo participado por comunidades conlleva también analizar el cómo puede financiarse. El desafío de idear formas de periodismo no solo con presente sino también con futuro no puede disociarse del desafío de financiar un periodismo participado. Ya quedó expresado, a la hora de conceptualizarlo, que este tipo de 185 periodismo no renuncia a ser rentable y la organización en la que se desarrolle no debe renunciar tampoco a cumplir con una misión financiera propia; al contrario, aunque las fórmulas para hacerlo sean variadas y puedan conjugarse con más o menos facilidad, obtener dinero es el salvoconducto que garantizará su supervivencia y lo diferenciará de otras prácticas altruistas y, por lo tanto, no profesionales. En los encuentros mantenidos con fuentes primarias para el desarrollo de esta investigación, Clare Cook, cofundadora de Media Innovation Studio nos relataba que, en este tipo de periodismo, el modelo de negocio sería como un coche conducido por la ética, que es lo que debe inspirar nuestras acciones. Pero nada puede hacer avanzar ese coche si no tiene gasolina a modo de ingresos. Una vez que ha quedado claro que «el modelo de negocio tradicionalmente empleado en los medios informativos, basado en el cobro al lector o consumidor y en los ingresos publicitarios, resulta insuficiente para poder sostener la empresa informativa» (García-Alonso, 2014) y que tampoco es viable sostener en el tiempo «las abundantes inyecciones de dinero público destinado a mantener con vida artificialmente viejos o nuevos medios, con la excusa de garantizar la disposición de un número suficiente de medios plurales al alcance de los ciudadanos» (Colino, 2013), será necesario buscar nuevas fuentes y diversificar los ingresos, más aún para un tipo de periodismo que se sale de los circuitos tradicionales y aunque no compite con los medios que permanecen en ellos en cuanto a los contenidos sí lo hace en la medida de que debe captar la benevolencia de ciudadanos que probablemente elijan un producto u otro pero raramente todos a la vez. Las complicaciones son muchas pero, como sucede a la hora de innovar, juega a favor el que esa desnudez con la que nacen estos nuevos proyectos informativos les hace tener también menos lastre a la hora de probar. Aunque en la mayoría de casos se desarrolle desde entidades privadas, la misión periodística propiamente dicha es la de servicio público y ese sentir debería guiar el corazón y la razón de ser de cada proyecto. Junto a esta misión hay otra, la financiera, cuya búsqueda entendemos también como imprescindible para diferenciar el periodismo profesional de lo que podría ser un ejercicio voluntario del mismo que, aunque estuviera motivado por nobles intenciones, no podría garantizar nunca el derecho fundamental a la información y la libre expresión reconocido en todas las constituciones democráticas; si con frecuencia la sostenibilidad en el tiempo ya es complicada para proyectos que planifican su financiación, una actitud voluntarista tendrá mucho más difícil garantizar la viabilidad del proyecto. La contribución a la sociedad —o a determinados miembros de la misma— es hoy en día prácticamente una exigencia para cualquier organización que quiera tener la aprobación del entorno en el que opera y debería figurar, junto a la prestación de sus servicios o el ofrecimiento de sus productos, en la definición de su misión. Sin embargo, el planteamiento de esta debe ser más amplio. Diversos autores como Pearce (1982: 15-22), que impulsó el concepto de misión vista en relación con la contribución a determinados grupos de interés, establecen que, en una organización, esta está formada normalmente por una variedad de elementos (la filosofía de la compañía, la imagen pública deseada, etc.) e incluyen entre esos aspectos fundamentales los objetivos de supervivencia, crecimiento y rentabilidad. No debe haber, por lo tanto, conflicto entre ejercer una misión al servicio de la sociedad y generar beneficios con ella, ya que solo así se podrá garantizar que esa labor siga desarrollándose en el tiempo. 186 3.4.5.1.- Independencia financiera como vía para la independencia editorial Ya dijo el mismo Joseph Pulitzer (2011: 61) que Cuanto más próspera sea [una organización informativa], más independiente se podrá permitir ser, mejores sueldos podrá pagarles a sus redactores y reporteros, mayor capacidad tendrá para resistir la tentación y mejor podrá afrontar las pérdidas provocadas por seguir sus principios y convicciones. Lo expuesto anteriormente cobra más sentido, si cabe, cuando hablamos de periodismo y constatamos que entre los múltiples factores que han contribuido a la gran debacle estructural de la industria en España se encuentra la crisis de pluralidad que ha azotado a nuestros medios. Por un lado, y a diferencia de otros países como Reino Unido donde, por ejemplo, la radiotelevisión pública se asocia a estándares precisos de calidad, en nuestro entorno se ha potenciado un modelo público asfixiado y desprotegido económica y legislativamente, convertido muchas veces en altavoz de los partidos políticos con el control en la administración competente. El mismo esquema de polarización, que responde a lo que Hallin y Mancini (2010) denominan como el «modelo mediterráneo», ha tenido históricamente su réplica en un sector privado donde unos pocos grupos de comunicación de grandes dimensiones han copado la dieta informativa, reproduciendo esa connivencia con el poder político (en forma, por ejemplo, de acuerdos publicitarios) y con una preocupante integración en el poder económico, hasta el punto de que «hoy lo extraño es no encontrar a grandes capitales financieros representados en cualquier consejo de administración de una empresa periodística» (Álvarez, 2014). Lo anterior hace que se ponga en duda, por lo tanto, la capacidad de estos medios de informar de manera imparcial y crítica sobre quienes tienen el control económico de su destino. Sin embargo, la necesidad de ofrecer nuevas respuestas a viejas demandas sociales renovadas y las posibilidades que ofrece la tecnología actual han hecho que el escenario cambie sustancialmente. Confirmando el halo de oportunidad que hay detrás de cada crisis y conscientes de que «con fuentes de financiación descompensadas se reducen los márgenes de libertad en los medios» (González, 2019), en el nuevo panorama de la información existirán formas muy diversas de financiar el periodismo, algunas de ellas herederas de las dinámicas de los medios tradicionales pero otras muchas surgidas de las nuevas posibilidades tecnológicas o fruto de la creatividad humana en el contexto de un renovado marco de relaciones entre los actores implicados en el proceso informativo. Con la llegada de la digitalización, las fuentes tradicionales de ingresos de los medios (publicidad y venta de productos) se vieron fuertemente afectadas. Esto ha obligado a todos a replantear sus estrategias y apostar por una necesaria diversificación aunque, para expertos en la materia como Pepe Cerezo (2018), «visualizar las diferentes vías de ingreso de forma aislada es repetir los errores del pasado», por lo que habrá que abordarlas con una visión amplia y, a la vez, de conjunto. Además de por necesidad, la mayoría de los nuevos medios han visto en esta diversificación un punto de apoyo para sus principios, defendido la mayoría de ellos la idea de que, para ser realmente libre, el periodismo debe tener capacidad de no depender financieramente de una única fuente o un número reducido de ellas con mucha influencia (como, por ejemplo, las ayudas públicas o los grandes grupos de inversión). Por eso, se han solido priorizar los fondos 187 que proceden de sus lectores, entendiendo a estos dentro de esa categoría más amplia de comunidad. Esta defensa de la independencia editorial queda patente, a menudo, en las declaraciones de intenciones de cada proyecto (ver referencias en este sentido en el apartado ‘El pago por contenidos: de suscriptor a socio’ dentro de este mismo capítulo). Tal y como indicamos a la hora de delimitar nuestro objeto de estudio y aportar nuestra propia definición de periodismo participado, algo característico de esta nueva visión del ejercicio de la profesión es el papel de la comunidad involucrándose en los fines de la organización informativa y, por ende, y aunque no necesariamente siempre de manera directa, en su misión financiera. Habrá quien colabore mediante aportaciones económicas pero, como hemos visto a la hora de analizar las formas de participación de estos nuevos socios, y por poner un ejemplo, también se podrá contribuir a la misma poniendo al servicio de los otros algunos talentos intangibles basados en el conocimiento o el tiempo para desarrollar ciertas labores, lo cual también posee en última instancia valor económico (el del precio de dicho tiempo). En todos los casos, tras este planteamiento, subyace la citada idea de que sin libertad económica no existe la libertad editorial y de acción. Las diversas formas de membresía analizadas como consecuencia de los cambios en el rol de lo que anteriormente se conoció como la audiencia y que pueden verse como evolución de la figura del suscriptor de un diario, serán sin duda, en muchos casos, la fuente más recurrente de ingresos pero, junto a aquellas, convivirán otras formas específicas de obtener ganancias basadas en esta nueva visión periodística que busca responder a necesidades concretas de la comunidad y, al mismo tiempo, participan de esa necesidad de diversificación. Como veremos, también los que practican un periodismo participado, tienen que dotarse de creatividad sin renunciar en ocasiones a las vías tradicionales porque, apuntan Hansen y Goligoski (2018) raramente una organización informativa se financia al 100% a través de los ingresos directos de su audiencia. Las publicaciones nativas digitales se basan en una combinación de ingresos que incluyen publicidad, suscripciones corporativas, financiación de fundaciones, distribución de artículos, realización de eventos, programas de afiliación, merchandising, venta de libros, etc., además de (o en lugar de) los ingresos directos del público. Enumeramos a continuación diversas fórmulas de financiación, muchas de ellas no exclusivas de este modelo de periodismo, aunque sí todas ellas plenamente aplicables a él. 3.4.5.2.- Formas de financiación 3.4.5.2.1.- Publicidad Siendo quizá la opción menos novedosa y, por todo el lastre de dependencia de las marcas, la menos deseable para quienes quieren dotar a su proyecto periodístico de un aire renovado desde la participación de su comunidad, para aquellos que pueden acceder a ella también se mantiene como una vía posible. 188 Aunque crece el número de formas a través de las cuales una marca puede llegar al ciudadano, la publicidad sigue estando entre las más empleadas. El Estudio de la Inversión Publicitaria en España 20198 cifró en 12.835,5 millones de euros el gasto real estimado registrado por el mercado publicitario durante el año 2018, con un crecimiento del 2% sobre los 12.584,6 millones de euros que se alcanzaron en el ejercicio anterior. Este mismo trabajo situaba al ecosistema digital en segunda posición, por detrás de la televisión y por delante de la radio, dentro de lo que considera medios publicitarios convencionales (en oposición a otras fórmulas no convencionales —las que habitualmente aparecen enmarcadas bajo la expresión inglesa below the line— como mailing personalizado, marketing social o advergaming, entre otros). Al igual que los medios encontraron en Internet un filón de nuevos lectores la publicidad ha encontrado en la red un nuevo canal, que permite multiplicar las opciones para transmitir sus mensajes. Estas nuevas oportunidades que se les presentan a usuarios y anunciantes están provocando ya un continuo proceso de adaptación de las empresas periodísticas que se están viendo obligadas no solo a modificar su gestión y su política de recursos humanos sino también a reinventar la forma de gestionar la publicidad que hasta ahora las sustentaba (Maestro, García y Fernández-Beaumont, 2014:174). El incremento de la publicidad digital en el año de estudio (un 12,6%, con un volumen de inversión publicitaria de 1.743,2 millones de euros frente a los 1.548,1 millones de 2017) lleva implícito que este tipo de inversiones suponga el nada desdeñable porcentaje de un 31,6% sobre el total de la inversión en el referido capítulo de medios convencionales. Esto, a priori, podría dibujar un panorama bastante optimista para los medios digitales. Sin embargo, la fotografía no estaría completa si no diseccionamos el reparto de esta tarta publicitaria dentro de este segmento en concreto. 3.4.5.2.1.1.- Nuevos actores en el reparto de la tarta publicitaria De acuerdo con la plataforma global de datos Statista9, de todos los tipos de publicidad digital en España, la de los buscadores es desde hace ya tiempo donde las principales industrias repercuten un mayor gasto publicitario (1.455,5 millones de dólares en 2018), seguida por las redes sociales (856,4 millones de dólares en el mismo ejercicio). De su análisis, que comprende previsiones hasta 2023, se desprende que esta tendencia seguirá en aumento. 8 https://www.infoadex.es/home/estudio-infoadex-de-la-inversion-publicitaria-en-espana-2019/ 9 https://www.statista.com/outlook/216/153/digital-advertising/spain https://www.infoadex.es/home/estudio-infoadex-de-la-inversion-publicitaria-en-espana-2019/ https://www.statista.com/outlook/216/153/digital-advertising/spain 189 PREVISIÓN DE LA EVOLUCIÓN DE GASTO PUBLICITARIO DIGITAL Imagen 37: Previsión de la evolución del gasto publicitario digital hasta 2023. Fuente: Statista. La enorme capacidad de penetración en la sociedad de plataformas como las que constituyen los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), ha alterado por completo el escenario publicitario y, como referimos, ha obligado a introducir la diversificación de los ingresos como un requerimiento imprescindible para garantizar la viabilidad económica. Sin embargo, si tenemos en cuenta que son pocos los que renuncian a explotar esta vía aunque sea para obtener por ella una mínima parte de recursos, habrá que prestar atención a consideraciones como las de Madinaveitia (2010: 44) cuando dice que el sostenimiento del sistema generado en Internet dependerá del hallazgo de fórmulas publicitarias sostenibles que sean capaces de demostrar a los anunciantes la eficacia de ese tipo de comunicación, lo cual obliga a la empresa informativa a estar siempre atenta a la constante evolución en los formatos y a considerar la incorporación de perfiles profesionales que, como hemos visto en el apartado correspondiente, hace años no se tenían en cuenta o ni siquiera existían y hoy son de gran importancia para el desarrollo del negocio. Hablando de publicidad podríamos referir, por ejemplo, los perfiles profesionales relacionados con los datos, un instrumento que puede aportar mucho a la hora de que una organización informativa ofrezca al anunciante algo distinto al resto en modelos como el de la publicidad programática. Lo que parece claro es que, de momento, «periodismo y publicidad están condenados a seguir colaborando. Y así será en los próximos años, a no ser que los publicitarios lleguen a inventarse algún sistema para soslayar a los generadores de información» (López, 2019: 83). 190 3.4.5.2.1.2.- Venta programática Si hay consenso universal a la hora de afirmar que la información es poder, en la era digital es fundamental no solo generar datos, organizarlos y compartirlos (Aguado; Martínez-Martínez; Cañete-Sanz, 2015), sino también convertirlos en información útil para usarlos en beneficio económico (Carrillo-Durán y Rodríguez-Silgado, 2018). En un ecosistema saturado, la publicidad programática, gracias a la segmentación, permite una personalización de los anuncios individuo a individuo (Selva-Ruiz, Caro-Castaño, 2016). En ese sentido, una organización informativa como las que estudiamos en la presente investigación (las que basan su actividad en una relación directa de confianza y escucha con su comunidad y que podrían presumir de conocer mucho mejor que un gran medio a sus interlocutores y llegar de una manera directa a un segmento muy definido) debería ser más atractiva para anunciantes y centrales de medios, siempre que manejen una buena gestión de sus datos. Por eso, casi todos los que contemplan la publicidad como una de sus fuentes de ingreso han entrado en esta dinámica, «comenzaron las cabeceras más grandes y en mercados más maduros, y fueron incorporándose paulatinamente el resto, de tal forma que ya no es una opción sino una obligación» (Cerezo, 2017). Ahora bien, si hablamos de un periodismo participado en el que el ciudadano se considera parte activa en su misión, no deja de resultar paradójico que dicha fórmula pueda contemplar la publicidad siendo esta un mensaje que, a diferencia de la información, la persona no busca de manera voluntaria, sino que, en cierto modo, se le impone. Es cierto que, en última instancia, el control final sobre lo que aparece en nuestras pantallas está en manos del usuario y este puede hacer uso de recursos como bloqueadores de anuncios o configuración de preferencias para evadir la publicidad, pero aun así cabría preguntarse si es lícito que una organización informativa que quiera desarrollar su proyecto de manera colaborativa con su comunidad acabe usándola como moneda de cambio en el mercado publicitario. Un desafío todavía no resuelto de forma satisfactoria para la industria sería el de crear mensajes tan precisos y atractivos que dejen de ser una molestia para el que los recibe e, incluso, que provoquen una respuesta activa por parte del consumidor hasta ser él mismo quien demande o solicite contenidos de este tipo (Del Pino y Galán, 2010: 56). Por otro lado, a la hora de abordar el retorno de la inversión publicitaria, en un mercado con tanta competencia y en el que se exigen resultados, hay cada vez más voces que demandan «nuevas métricas que incluyan, además de los clásicos indicadores de audiencia, otros factores más próximos al engagement, la influencia, la relevancia o la credibilidad» (Lamas, 2010: 100). 3.4.5.2.1.3.- Branded content Teniendo en cuenta que, por la propia esencia del proyecto, habrá veces que sea imposible plantear la palabra publicidad dentro del esquema de financiación de algunos nuevos medios, por las particularidades descritas anteriormente, uno de los formatos publicitarios que mejor podría adaptarse sería el del branded content. Las limitaciones presupuestarias y la escasez de recursos son realidades que se dan de manera habitual en los proyectos informativos emergentes. Por eso, muchos de ellos sopesan otras fórmulas de conseguir ingresos que no desvirtúen sus valores y vocación inicial. 191 Aunque se difumina la línea entre la información y la publicidad, la búsqueda de conexión entre una marca o una institución y los ciudadanos hace que poner este tipo de noticias en manos de periodistas tenga cierto sentido. Estos profesionales tienen, a priori, cierta sensibilidad para indagar qué parte de todo lo que se quiere transmitir es lo que realmente interesará a la audiencia y poseen un conocimiento previo de este público. Por otro lado, pueden ofrecer a los anunciantes llegar a su público objetivo. De entre los medios entrevistados para esta investigación Nervión al Día / Triana al Día manifestaron hacer uso de esta práctica como forma alternativa de financiación. 3.4.5.2.1.4.- ¿Puede mantenerse la comunidad al margen de la publicidad? Al final, todo se puede encauzar desde la misma confianza sobre la que gira el discurso de este tipo de proyectos. Traemos aquí el ejemplo de elDiario.es, uno de los medios que también tiene entre sus fuentes de financiación la publicidad. Esta plataforma acredita usar la publicidad programática y, al mismo tiempo, construye su medio desde la relación cercana con sus socios (de donde proviene otra gran parte de sus ingresos), razón por la cual está incluido dentro de la base de datos de organizaciones informativas europeas impulsadas por sus comunidades que elabora The Engaged Journalim Accelerator (recurso accesible10). En su papel de defensor de la comunidad, José Cervera respondía a las quejas de una de sus lectoras sobre publicidad invasiva con las palabras de su director, Ignacio Escolar, quien aclaraba que necesitamos las dos vías de ingresos, los socios y la publicidad, porque solo con una de ellas no llegaríamos a cubrir los gastos. Para el lector, entiendo que nuestro modelo es el más adecuado. Pueden leer toda nuestra información incluso si no pueden pagar. Y para aquellos que les molesta la publicidad (o que nos quieren apoyar), bastan cinco euros mensuales para evitarla. Creo que es un trato justo (Cervera, 2014). En un ejercicio de transparencia autoimpuesto, dos veces al año (en primavera y otoño) elDiario.es publica información sobre sus cuentas. En 2019 ingresó 6.921.541 euros y gastó 6.618.912 euros, con un resultado bruto de 302.629 euros. De ellos, 4.579.740 euros procedían de la publicidad, 2.147.382 euros de las aportaciones de sus socios, 27.865 euros de la venta de su revista en papel y 166.554 euros de financiación externa (en este caso, del fondo europeo de innovación para medios de Google). Algo que siempre recuerdan sus responsables es que, aunque la publicidad sume más en esta fórmula, ningún anunciante individual, ni siquiera los más grandes, supone una fracción de lo que aportan los lectores en conjunto ya que «La independencia consiste en depender de muchos, cuantos más, mejor. De decenas de miles de lectores, en nuestro caso» (Escolar, 2019a). Aunque lo veremos en la segunda parte de la investigación, es de reseñar en este punto que en el primer semestre del 2020, cuando la pandemia de la COVID-19 azotaba no solo la salud sino la estabilidad empresarial de muchos negocios y también la supervivencia de los medios y la continuidad de sus trabajadores, elDiario.es hizo un llamamiento a sus socios a incrementar su aportación. Los resultados fueron tan espectaculares que ese periodo fue el primero para el medio en el que los ingresos procedentes de su comunidad superaron a los de la publicidad. 10 https://engagedjournalism.com/resources/engaged-journalism-in-europe-database https://engagedjournalism.com/resources/engaged-journalism-in-europe-database 192 3.4.5.2.2.- Aportación económica de la comunidad Aunque en el bloque de la investigación en el que abordamos como caso de estudio la evolución de estos medios durante la pandemia por la COVID-19 ahondaremos más en este aspecto y veremos entonces cuán importante ha llegado a ser, anticipamos ya aquí algo de contexto. Prácticamente desde el nacimiento de las primeras ediciones digitales de los medios de comunicación tradicionales —en España hace ya casi tres décadas— la industria ha venido debatiendo sobre la efectividad de cobrar por sus contenidos. Sin consenso generalizado, «se ha oscilado del gratis total a la clausura total, pasando por el acceso gratuito a ciertas informaciones» (Rubio-Lacoba, 2010: 646). Cuando se ha fracasado a la hora de monetizar los contenidos (como consecuencia, principalmente, de un mercado poco maduro para este cambio y de propuestas de valor con poco valor o diferenciación de la oferta de noticias gratuitas) se ha vuelto con frecuencia al punto de partida y se ha abierto el acceso a los mismos para, al menos, no perder tráfico en el ecosistema digital y poder seguir vendiendo a los anunciantes cifras relevantes de usuarios, visitantes, etc. Como una pescadilla que se muerde la cola, precisamente, la prolongación en el tiempo del gratis total ha sido el principal obstáculo a la hora de querer implantar después otros modelos de pago. Durante mucho tiempo, tanto desde el punto de vista académico como del de la industria periodística, no han sido pocas las voces que, bien basándose en estudios al respecto o bien a través de la propia experiencia, han sentenciado que era imposible garantizar la financiación del periodismo mediante el pago por información en la era de internet. Así, a la hora de abordar su propio trabajo de investigación al respecto, Goyanes y Vara-Miguel (2017: 489) resaltaban que: Diversas investigaciones de mercado han mostrado la escasa probabilidad de pagar por un periódico digital (KPMG, 2010; Newman y Levy, 2014; Newman et al., 2016). Algunos investigadores incluso han señalado que “es imposible cobrar por información general” (Herbert; Thurman, 2007, p. 15), que “la información debe ser gratuita a no ser que sea especializada” (Goyanes, 2013, p. 422) o que “esté firmada por un periodista de prestigio” (Filloux, 2011). Sin embargo, en su análisis, estos mismos autores concluyen que, aunque el pago por noticias digitales es minoritario entre los internautas españoles (10,2%) y abunda el consumo gratuito de información, existen variables ante las que aumenta la probabilidad de desembolsar dinero, como por ejemplo la independencia percibida en el medio en cuestión (Goyanes y Vara-Miguel, 2017: 492). Cabría resaltar que la mayoría de aproximaciones a este fenómeno que se han hecho hasta el momento han centrado el foco en la propensión al pago en función de variables del tipo: edad, ingresos, educación, interés en las noticias, confianza en el medio, percepción de independencia del mismo etc. Sin embargo, en el tipo de periodismo que aquí analizamos tienen más peso el sentimiento de vinculación al proyecto periodístico como parte de una comunidad y, en algunos casos, a una misión compartida. Encontraremos así casos en los que el ciudadano pague sin esperar ni siquiera algo a cambio tangible como puede ser el acceso a un recurso informativo, sino por el mero hecho de sustentar un proyecto periodístico que considera necesario y con el que se identifica. Todavía es pronto para dictaminar si la dinámica de levantar muros de pago que la mayoría de grandes medios españoles implementaron durante 2019 y 2020 será sostenible y de manera definitiva. Lo que sí podemos confirmar es que los proyectos periodísticos basados en el servicio a una comunidad crecieron en esos períodos y lo hizo incluso, y de manera 193 significativa, en lo peor de la pandemia del nuevo coronavirus, cuando cabría pensar que la incertidumbre movería a recortar en gastos por parte de la ciudadanía. Está claro que esa misma incertidumbre y la necesidad de poner algo de luz sobre ella fue la que hizo que los ciudadanos valoraran la importancia de tener información fiable. 3.4.5.2.2.1.- El pago como garantía de calidad Sea como fuere, y aunque al modelo de negocio le esté costando asentarse en nuestro mercado, a nadie se le escapa ya que el futuro de la prensa pasa por esta vía de intermediación económica. Aunque algunos de los diarios generalistas siguen dando vueltas a sus propuestas, como veremos más en detalle, la mayoría empezó a optar ya por muros de pago, una vertiente en la que le llevan la delantera la mayoría de nativos digitales y la prensa local. El notable éxito cosechado por plataformas de contenidos vinculados a la música, como Spotify, o al cine y las series, como Netflix, HBO o Prime Vídeo, supuso un revulsivo más para que la industria periodística se decidiera a intentar dar el valor que se merece a su trabajo. Muchos pusieron los ojos en el fenómeno experimentado por The New York Times que empezó el 2020 superando la barrera de los 5 millones de suscriptores —900.000 en la edición de papel—, lo cerró con 7,5 millones y se ha fijado como objetivo los 10 millones para 2025. Su proyección será difícilmente alcanzable por empresas periodísticas que no tengan una vocación internacional y un público global y unos medios tan definidos como los del gigante norteamericano, pero algunas claves de su éxito, basadas en su forma de concebir su misión y su negocio, sí son extrapolables a otros casos y vuelven a confirmar que es posible cobrar por contenidos. Mark Thompson, su principal ejecutivo, tiene claro que solo se puede vender producto de pago si detrás hay una buena reputación y credibilidad: «La gente no quiere que las cosas sean gratis, quiere que sean fáciles» (Seale, 2020). Con años de ventaja a la hora de transitar este camino, los medios estadounidenses que abrazaron esta dinámica pronto se dieron cuenta que era más apropiado hablar de membresías que de suscripciones porque lo que quieren ofrecer a quienes les brindan su confianza en forma de desembolso económico no es solo contenido, sino experiencias asociadas a beneficios o privilegios en contraprestación a su lealtad (Williams, 2016). Entre las grandes cabeceras españolas que participan de este nuevo intento de asentar el pago por contenidos tomó la delantera El Mundo que, coincidiendo con su 30 aniversario, inauguró en noviembre de 2019 su nuevo sistema de venta de información argumentando que, en la actualidad, «el pago por los contenidos es la mejor garantía del periodismo de calidad» y dirigiéndose a sus «lectores más fieles» (El Mundo, 2019). Con este matiz de fidelidad se dibuja una línea de complicidad y cercanía con quien va a ser su público objetivo y rompe con una tendencia en la que los diarios impresos, esencialmente, han ignorado durante siglos a la audiencia que recibía sus historias (Robinson, 2017). Al final, apostar por la calidad además de un servicio es, en parte, una estrategia empresarial que redunda en beneficio de todos. Así lo han demostrado investigaciones como la llevada a cabo por The Lenfest Institute a partir del estudio de los casos de The Guardian, Slate y Tribune, donde confirmaron que cuando producían «contenido de calidad sobre historias grandes e importantes, el resultado es un aumento en las membresías» (Skibinski y Price, 2019). Pese a todo, hay entre la profesión y los que la investigan una parte que cree que este modelo solo funcionará para unos pocos, insistiendo de nuevo en la atomización del mercado y las 194 grandes inversiones que se necesitan (y que se incrementan proporcionalmente en función del tamaño del medio) para analizar y segmentar a las audiencias. Pese a todo, estas voces más ‘pesimistas’ sí reconocen que los que pueden ser sostenibles cobrando por sus servicios son los que tienen un contenido muy diferenciado o de nicho y aplican una nueva forma de pensar «prestando atención al compromiso y pasando de un punto de vista centrado en el contenido a un punto de vista centrado en el cliente» (Moses, 2018) para poder diseñar contenidos pensados específicamente para él. 3.4.5.2.2.2.- ¿Cuál es el perfil de quien paga por información? El cambio de escenario hacia un periodismo de pago tiene que llevar asociado, necesariamente, una manera distinta de relación con la audiencia que no puede quedarse en métricas relacionadas con páginas vistas o número de visitantes. Ahora, más que nunca, es necesario conocer a la audiencia, saber quiénes pueden llegar a formar parte de mi comunidad y conocer qué esperan o necesitan para dar el paso. En la era actual, «se ha experimentado una transformación fundamental en el entendimiento que los periodistas tienen de sus audiencias» (Anderson, 2011) llegando a una profundidad nunca antes imaginada. En una investigación de The Media Insight Project (Ha, 2017) promovida conjuntamente por The American Press Institute y The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research y fruto de más de 2.000 encuestas a suscriptores de noticias estadounidenses de perfiles muy diversos en relación con su edad, origen, ubicación etc., se llegaron a dibujar hasta nueve motivaciones distintas: Algunas personas buscan cobertura de un tema particular que les apasiona. Otros se han suscrito por un cambio en su estilo de vida. Los hay que buscan promociones. Otros han llegado a suscribirse a publicaciones en papel después de descubrirlas por las redes sociales. Y están quienes quieren apoyar el periodismo en cuanto a lo que representa como institución (Rosenstiel et al., 2018:3). El informe, basado en una metodología conforme al concepto de diseño centrado en las personas (HCD, por sus siglas del inglés Human-Centered Design) ofrece una idea de la variedad de factores, tanto conductuales como emocionales, que influyen a la hora de pagar por información y que van más allá del concepto de noticia. Partiendo de estas distintas experiencias, los investigadores identificaron tres arquetipos de personas que pagan por noticias, cada uno con una mentalidad claramente diferente sobre el por qué hacerlo. - Comprometidos cívicamente (Civically Committed): son los que van más allá del contenido. Se identifican con iniciativas que reflejan sus valores personales y buscan sentirse parte de un proyecto. Es fácil que se comprometan con un número de suscripciones superior al promedio y se les puede involucrar fácilmente a través de eventos presenciales, sinergias con otras organizaciones que persiguen los mismos fines etc. - Ahorradores (Thrifty Transactors): eminentemente prácticos, son muy selectivos a la hora de pagar, les suele interesar un área temática concreta y esperan rentabilizar su inversión. Para atraer a este público, los investigadores recomiendan a las organizaciones informativas que creen niveles de suscripción más económicos 195 centrados en áreas verticales o temáticas específicas para que los suscriptores paguen solo por lo que necesitan. - Evasores de compromiso (Elusive Engagers): es más fácil que respondan a un pago único que a un modelo que les exija pagos periódicos. Saben que existe información gratis por lo que hay que darles algo realmente único. La diferencia entre estos arquetipos hizo concluir al equipo al frente de esta investigación que no hay una sola estrategia de ingresos que pueda aplicarse a toda una audiencia. Además, segmentar a los suscriptores de noticias según su mentalidad en lugar de (o además de) los modos de consumo (como impreso frente a digital) o por aspectos demográficos, obliga a los editores a pensar en formas considerablemente diferentes sobre cómo atraer y monetizar a cada arquetipo. Lo que sí parece claro es que, en cualquiera de los casos, la diferenciación importa más que nunca y todos los que están dispuestos a ofrecer su dinero piensan que lo hacen por algo que es verdaderamente único, valioso y diferente. Destacarse nunca ha sido tan difícil, por lo que es importante dar prioridad a las áreas de cobertura en las que cada proyecto sobresale. De los tres arquetipos descritos, el que más nos interesa en la presente investigación es el primero, ya que son estos ciudadanos comprometidos, aquellos que se mueven por un instinto que tiene que ver con la identificación de unos valores y el deseo de formar parte de algo más grande, los que conformará esas comunidades que sustentarán a un buen número de organizaciones informativas del futuro. 3.4.5.2.2.3.- Micromecenazgo colectivo: pagar desde el convencimiento Las transformaciones de tipo tecnológico y social acaecidas en los últimos tiempos han dado lugar a fórmulas de financiación nuevas en su forma de ejecutarse aunque quizá no en su espíritu. Una de las más populares es la conocida como crowdfunding, nombre que en inglés hace referencia a la participación de un gran número de personas (el crowd, la masa, entre la que podemos identificar a la comunidad) realizando pequeñas aportaciones que, juntas, suman a un objetivo común y pueden alcanzar cifras en muchos casos relevantes. Este modelo, que bien podría entroncar con otros tradicionales de financiación popular, se enmarca «dentro de los movimientos colaborativos, que han adquirido una nueva dimensión gracias a los avances de las nuevas tecnologías» (Cuesta el alt., 2014:1). La filosofía que se esconde detrás de este tipo de participación económica entronca bien con el modelo de periodismo participado que aquí desarrollamos. No en vano, las personas que contribuyen en una convocatoria de este tipo generalmente «comparten algún tipo de interés social o personal. De hecho, una buena parte de ellos parten de grupos que previamente están ya relacionados o forman parte de una comunidad, o de una red social virtual» (Llorca, 2010: 81). Esto nos ayuda a dibujar uno de los escenarios en los que la ciudadanía está dispuesta a pagar por periodismo, ya que nos introduce en una dimensión en la que la recompensa por su acción va más allá del interés económico o el disfrute de un producto o servicio y puede provenir del ámbito de la satisfacción personal, aunque no será el único. Entre estos ciudadanos que optan por ofrecer su dinero mediante esta vía encontramos al grupo de los comprometidos cívicamente (Civically Committed) que dibujamos en la clasificación anterior, personas que ven su apoyo a las organizaciones periodísticas más como un deber moral. Sus decisiones están 196 tomadas desde una esfera más emocional que práctica y priorizan el apoyo a organizaciones cuyos valores o iniciativas coincidan en esencia con los suyos (Ha, 2017). Si bien a lo largo de la historia el concepto de mecenazgo ha sido clave para que artistas, científicos o empresarios llevasen a buen puerto tantos y tantos proyectos de relevancia en distintos órdenes, la introducción de la digitalización ha traído consigo, como en otros campos, lo que podríamos ver como una proceso de democratización, en tanto en cuanto se rompen barreras para el acceso a cierto tipo de ayudas, sin que esto elimine la responsabilidad de presentar un producto o servicio que aporte valor a quien esté dispuesto a contribuir a su desarrollo. La primera referencia a esta dimensión de micromecenazgo a través de las nuevas tecnologías la debemos enmarcar en 1997, cuando el grupo de rock Marillon consiguió a través de Internet financiación para una de sus giras (Ruiz, 2016). Muy común en el campo de la cultura, el fenómeno ha sido también bien acogido en la industria periodística (especialmente tras la última gran crisis económica), donde la fragilidad del ecosistema y la imposibilidad de ofrecer certezas sobre el posible comportamiento de la audiencia ante determinados productos o servicios hacen complicado acceder a otras formas tradicionales de financiación. La relativa novedad del fenómeno hace que también queden muchas incógnitas por resolver en un ecosistema en permanente construcción. Una de ellas tiene que ver con la relación entre los periodistas, la organización informativa y quienes donan dinero para el proyecto. Los nuevos medios nacidos de un espíritu emprendedor e inconformista con la situación de la profesión deben asegurarse de abordar las cuestiones éticas que atañen a esta relación y rendir cuentas de manera transparente (Porlezza y Splendore, 2016). Podemos encontrar distintas definiciones y distintas formas de desarrollar la idea del micromecenazgo asociado nuevos proyectos informativos o culturales, pero en todas ellas «siempre encontraremos puntos comunes como son la independencia de los inversores, la aportación económica colectiva, la utilización de la tecnología apelando a las plataformas Web o Internet o la reducción del riesgo de inversión y costes financieros» (Crespo 2019: 10). Existe más o menos consenso a la hora de estructurar las posibilidades de micromecenazgo en estas categorías: «basado en donaciones, en recompensas, en préstamos o en acciones» (Comisión Europea, 2015: 9). Se puede encontrar una discusión en profundidad del crowdfunding basado en recompensas con ciertas matizaciones en Collins y Pierrakis (2012) y en Hemer (2011). Otros han dividido esta categoría al desgajar de ella acciones como la preventa, justificando esta distinción en que, en comparación con la preventa de bienes o servicios, las recompensas pueden ofrecer mayores márgenes de ganancia para quienes recaudan fondos. Esta distinción la vemos, por ejemplo, en las categorías propuestas por De Buysere, Gajda, Kleverlaan y Marom (2012). Sin embargo, las diferencias son marginales y esas dos categorías de crowdfunding a menudo se agrupan juntas. Más allá de la forma de estructurar el micromecenazgo de acuerdo a distintas ofertas de donación por parte de la organización, algunas investigaciones sí han dejado claro que lo que determina más o menos apoyo externo es el corazón del proyecto y su propio formato. Así, y en relación con la materia que nos ocupa, Zheshi Bao y Taozhen Huang (2017) encontraron una reacción más positiva en las campañas de crowdfunding relacionadas con cine, video y editoriales y llegaron a categorizar diferencias de comportamiento ante obras visuales y obras impresas. 197 Así las cosas, el micromecenazgo basado en donaciones es aquel en el que el que aporta su dinero no recibe nada por su contribución (aunque en la práctica siempre suele ofrecerse un pequeño detalle, si bien de carácter simbólico. Aunque muchas organizaciones se refieren a estos obsequios como recompensas, no entrarían directamente en el arquetipo de esa categoría, que está destinada a quienes contribuyen para la ejecución de un producto o servicio concreto del que luego podrán disfrutar). Los contribuyentes, eso sí, pueden recibir deducciones fiscales por su participación según la naturaleza del proyecto. Por ejemplo, cuando Maldita.es decidió lanza su campaña #FundaMaldita para constituirse en fundación buscaba donantes convencidos con la utilidad de su misión. El trabajo de Maldita ya era y sigue siendo accesible para cualquier ciudadano y el dinero recaudado no se dedicó a la producción de un material concreto, sino al cumplimiento de los requisitos legales para adoptar una nueva forma jurídica y al sostenimiento del proyecto. Eso sí, a cambio de la donación y en función de la cantidad, desde la organización se ofrecieron ciertos detalles: aparecer nombrado como mecenas en la web, un diploma, la impresión del nombre en un mural de la oficina, acceso a herramientas tecnológicas o merchandaising… Solo para cantidades superiores a 200 euros el tipo de recompensas sí podrían ser susceptibles de entrar en dicha categoría al materializarse en cursos en línea, talleres presenciales o participación de reuniones en la redacción. Con la distinción anterior queda mejor definido el crowdfunding basado en recompensas como aquel en el que los contribuyentes a una campaña reciben bienes o servicios en intercambio por sus contribuciones. Para algunos se trata de un sistema comparable a la preventa y ha sido bastante usado a la hora de producir trabajos discográficos o editar publicaciones sin contar con el respaldo de un sello discográfico editorial, apoyándose principalmente en un público que confía en que el trabajo merecerá la pena y espera poder disfrutarlo cuando sea una realidad. Este es el modelo escogido, por ejemplo, por muchos periodistas para desarrollar investigaciones en forma de libro o documentales a los que luego tienen acceso sus mecenas. Un proyecto periodístico de este tipo que se gestaba durante la elaboración de esta investigación es, por ejemplo, el de la obra Uno elevado al cubo, que proponía la recopilación de los artículos de opinión de 128 palabras sobre política internacional, sociedad, cultura y deporte escritos por Julio Rey, ilustrados por Ricardo Martínez y combinados con toques de diseño Rodrigo Sánchez. La campaña se llevó a cabo a través de la plataforma de Libros.com, una editorial que basa por entero su modelo de producción en el crowdfunding. En este caso, todas las recompensas para las donaciones consistían en la recepción del libro, al que se añadían, en función de la cuantía de la contribución, otros incentivos como dedicatorias, láminas con ilustraciones etc. Por su parte, las campañas basadas en préstamos (a cambio de una devolución con intereses) o en acciones (con la consecuente participación legal en el proyecto) entrañan un desarrollo jurídico más complejo y cercano a otros modelos de financiación más tradicionales y propios de la banca. Hasta el momento, no se ha consignado un uso tan significativo de estas fórmulas en el campo del periodismo en España como sí han podido darse en otros sectores más propensos a la innovación como puede ser el tecnológico. 198 3.4.5.2.2.4.- El pago por contenidos: de suscriptor a socio Igual que resulta significativo el uso de las opciones de micromecenazgo expuestas anteriormente como forma de financiación para el tipo de periodismo que abordamos en la presente investigación, lo es también la modalidad de pago por contenidos que, si bien es una vía hacia la que tienden todos los medios (como evolución en el ecosistema digital de lo que en el terreno analógico eran las suscripciones) en el ejercicio de la profesión que aquí presentamos como participado conlleva un paso más allá por la intencionalidad que mueve a las partes implicadas. Tal y como expusimos al estudiar la integración de parte de quienes conformaban una audiencia pasiva en una comunidad que comparte intereses y misión con la organización periodística, el que antes era considerado lector ahora es visto en clave de socio y aliado. Esta nueva relación es la que permite a la empresa informativa dirigirse a él apelando a su corresponsabilidad. Para ilustrar esta dinámica, compartimos a continuación algunos textos extraídos de los sitios web de algunas de las organizaciones periodísticas de nuevo cuño estudiadas que encajan dentro de nuestra clasificación. Sin valorar si, desde el punto de vista técnico, este tipo de mensajes representan ejemplos de falacias argumentativas, sí podemos advertir cómo, con frecuencia, en muchos de ellos, se recurre al argumentum ad passiones para buscar la complicidad del destinatario: - «Sin ti no hay periodismo independiente. Si eres socio, y puedes permitírtelo, quiero pedirte que aumentes tu cuota. elDiario.es no ha subido de precio en siete años, aunque lo que hoy ofrecemos a nuestros lectores cuesta muchísimo más. Te necesitamos para mantener nuestra solvencia económica» (elDiario.es en Escolar, 2019b). - «Solo si muchas personas aportan pequeñas cantidades podremos salvar esta forma de entender el periodismo» (CTXT). - «Nuestra pasión sigue intacta. ¿Y la tuya? Hagamos de 5W un medio que pueda llegar a cualquier lugar del planeta. Renueva tu suscripción, aumenta tu cuota si puedes o haz que corra la voz» (5W). - «Te necesitamos: [...] Colabora también con tu apoyo económico para defender que Maldita.es siga siendo un medio independiente y sin ánimo de lucro...» (Maldita.es). - «Necesitamos tu apoyo para vigilar a los poderes públicos y acabar con la opacidad. Solo podremos continuar nuestra labor si nos ayudas a seguir siendo independientes» (Civio). Algunos de estos proyectos presentan su trabajo en abierto. Pagar no es requisito, por ejemplo, para leer las informaciones de elDiario.es. Quien abona su cuota tiene, eso sí, otra serie de beneficios como poder leer en primicia algunas noticias o participar de eventos de la comunidad a los que otros no tienen acceso. Los medios que, sin embargo, optan por poner un muro en sus páginas, como 5W, argumentan su decisión en una forma de brindar exclusividad a sus socios además de dar valor al trabajo realizado. Es este un punto que comparten con el resto de las publicaciones generalistas. En este contexto, las opciones de recepción de información 199 a cambio del pago de una cantidad de dinero, de entrada, son variadas pero las más comunes, hasta el momento, serían: - Modelo rígido: todo el contenido del sitio está cerrado para quien no paga. Es quizá el menos común de todos los posibles ya que puede ser una invitación en sí mismo a buscar la información en otro lugar. Solo tiene sentido en proyectos que realmente aporten algo único, como 5W que ofrece una cobertura y análisis exclusivos sobre conflictos y zonas del mundo a los que se desplazan. Entre los grandes medios internacionales podemos ver en este bloque al Wall Street Journal, Financial Times o The Times que, en el mejor de los casos, ofrecen solo unas líneas de cada información antes de invitarte a seleccionar una forma de pago. - Modelo suave (freemium): frente al anterior, sería un muro de pago suave, que combina en la misma plataforma el contenido gratuito (free, en inglés) con una oferta más exclusiva (premium) con coste. Suele ser el método habitual, al menos entre los medios generalistas que no tienen la gratuidad total, para obtener beneficios al menos por una parte de su producción digital. Fue el modelo elegido, por ejemplo, por infoLibre o El Independiente. - Modelo dosificado (metered): se trata de una variante del modelo suave que ofrece un número limitado de contenidos gratuitos al mes (controlados, habitualmente, a través de elementos como las cookies que un usuario deja al navegar o un registro). En los nuevos digitales en España, El Español nació con este modelo pero el uso de nuevas tecnologías le ha hecho evolucionar en base a cálculos de rentabilidad, según exponemos en el siguiente modelo. - Límites variables de consumo: Es el modelo al que evolucionó en 2021 su estrategia El Español endureciendo su muro de pago al convertir en variable el techo de lecturas y sumar más contenidos exclusivos para suscriptores- Esto lo hizo en base a la propensión a la suscripción por segmentos de lectores que calcula un algoritmo. Esta misma fórmula, pero aplicada en sentido contrario, la emplea El Mundo (que aunque empezó su última experiencia de pago con un modelo totalmente cerrado ha ido flexibilizando y abriendo las restricciones en función de estos cálculos) o El Confidencial. La combinación entre cierre de contenidos y límites variables de consumo tiene la ventaja de que permite convertir lectores ocasionales y habituales ya que «los primeros pueden estar interesados en piezas que habitualmente no están su alcance si no pagan, mientras que los segundos tienen que hacerlo de cara a mantener el hábito informativo adquirido previamente» (Dircomfidencial, 2021). Sin embargo, en el caso de los medios generalistas que no tienen trato directo con su audiencia, una estrategia de muro de pago implica en sí cierta limitación en el enfoque. Habla más de poner atención en el producto y su monetización que en el usuario, al que no se le ve como socio sino más bien se le sigue abordando como cliente. Una vez más, en esos casos se sigue perdiendo la referencia de la escucha activa. El consultor Pepe Cerezo (2019) insiste en que hay ofrecer al lector no solo calidad, sino también valor, lo cual implica un cambio de mentalidad en las organizaciones informativas y también de estructuras, con nuevos perfiles, nuevas formas de trabajar… En esta línea, algunos proyectos como InfoLibre están investigando opciones de muro no basadas tanto en el contenido como en el propio lector, es lo que se 200 empieza a conocer como muro dinámico o algorítmico, en el que el acceso a los contenidos es distinto para cada usuario. Según su director de Desarrollo de Negocio, José Vicente González: «el compromiso del lector actúa como prueba de su condición de lector y de llave de acceso al contenido» (Martín, 2019). Esto muestra indicios de que, aunque disten mucho en las formas de relacionarse con sus audiencias y detrás allá, eminentemente, un objetivo de competitividad comercial, la preocupación por conocer a la audiencia es un hecho generalizado. 3.4.5.2.3.- Realización de eventos presenciales Mientras, al final de la primera década de este siglo, la industria periodística estaba inmersa en la búsqueda de soluciones a sus problemas económicos y buscaba formas de fidelizar a la audiencia en un panorama de medios cada vez más digitales (Peck y Malthouse, 2011; Napoli, 2011), en Estados Unidos, en este contexto de «disminución de publicidad y suscripciones, cada vez más organizaciones informativas comenzaron a ver los eventos cara a cara como una potencial fuente de ingresos» (Batsell, 2015). La irrupción del nuevo coronavirus de la COVID- 19 en 2020 trastocó todas estas dinámicas, pero los que ya las tenían consolidadas consiguieron, en la mayoría de los casos, mantener viva a su comunidad en el terreno digital con visos de recuperar la normalidad cuando las circunstancias sanitarias lo permitieran. Este tipo de actividades, además de poder tener una conversión económica directa en forma de pago por acceso pueden apuntar a un objetivo mayor, ya que en muchos casos suponen una primera forma de acercamiento a gente que puede llegar a formar parte en el futuro de la comunidad y que no sería atraído desde el ecosistema digital: «La teoría dice que alguien que no abonará 15 dólares por una subscripción digital puede pagar, sin embargo, 20 por vino, queso y un panel de periodistas» (Caplan, 2012). Hay organizaciones que realizan estas actividades directamente sin coste porque las enmarcan dentro de su estrategia de creación de comunidad y no por su estrategia de financiación. El semanario digital CTXT, que en la sección «Quiénes somos» de su web declara buscar el ejercicio del oficio periodístico «en plena libertad, sin servidumbres a intereses políticos, editoriales o empresariales» (Ctxt, 2018), basa desde 2015 su modelo de negocio en las en las suscripciones como fuente principal de ingresos. A los cuatro años de su fundación, en diciembre de 2017, la revista consiguió deshacerse de sus deudas y equilibrar sus cuentas, cerrando el ejercicio de 2018 con 23.214 euros de beneficios. Este proyecto, que podría presentarse como caso de éxito, ejemplifica bien la diversificación en la búsqueda de ingresos. Además de las cuotas de suscriptores y de otras opciones que veremos más adelante y en las que también tiene experiencia, apostó por los encuentros presenciales, invirtiendo en un espacio propio para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí (Madrid) donde se han programado debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos culturales de diversa índole, con 50% en todas las actividades para las personas suscritas a la publicación. El taller de Ctxt, como llaman a este espacio, se puede alquilar también para la realización de eventos. 201 Imagen 38: Sección de eventos en la web de Ctxt. Somos Malasaña también se ha destacado por la organización de eventos y festivales culturales con los que además de responder a sus objetivos para con la comunidad, dinamizando la actividad artística y comercial del barrio (como Pinta Malasaña, Malakids o sus rutas de cócteles) les han servido para obtener ingresos alternativos. La concepción de eventos no tiene que llevar implícito siempre el pago por participar en ellos, sino que también pueden ser una vía para obtener recursos económicos mediante la venta en los mismos de otros trabajos como, por ejemplo, libros o revistas. Este es el formato elegido frecuentemente por 5W para acercarse a su comunidad a la vez que presenta en sociedad novedades (como cuando lanzó su revista o diversos libros en papel) o por elDiario.es cuando su director, Ignacio Escolar, o algún miembro destacado de su redacción presenta un nuevo libro. Estos productos pueden adquirirse habitualmente al final del evento. Imagen 39: Presentación en Madrid de Papel 5w. Fuente: Salvador Fenol, 5W. 202 3.4.5.2.4.- Formación Aunque la formación sea una de las prácticas que entra dentro de la taxonomía en construcción del periodismo basado en el trabajo con una comunidad y la estudiemos en relación con su idiosincrasia, para muchas organizaciones informativas constituye también una parte de su propuesta de valor a la sociedad y, en algunos casos, una vía extra de ingresos. Por eso la analizamos también en este apartado. Frecuentemente, muchos de los nuevos medios ofrecen espacios para la formación y el intercambio de ideas de manera gratuita a través de talleres o seminarios. Pero, con toda legitimidad, ya que el conocimiento tiene su precio, encontramos también propuestas formativas en las que se pide al beneficiario una contribución. Aunque no conozcamos proyectos que utilicen esta vía como principal fuente de financiación (y mucho menos como única) sí que algunas han reproducido el modelo de los grandes medios que crearon sus escuelas de periodismo (muchas veces asociados con universidades u organizaciones académicas de otra índole) con la diferencia de que, en este caso, la relación, llevada al terreno de la comunidad, es mucho más directa y el producto formativo ofertado más artesanal. 5W ha impartido, por ejemplo, cursos sobre periodismo y feminismo; sobre África, Asia y Oriente Medio; o sobre movimientos de población. En estas convocatorias sus socios tienen descuentos sobre la tarifa general. En el balance de cuentas 2019/2020 un 3% de sus ingresos procedían de cursos y talleres. Como destacan en el apartado de su web dedicado a formación, Maldita ha impartido talleres en España, Europa o Sudamérica y ha participado en másteres, seminarios y cursos de diversas universidades. Aunque muchas de estas acciones no repercuten en un coste directo al beneficiario final, en algunos casos las instituciones con las que colaboran sufragan al menos los gastos o estipulan alguna contraprestación. Civio ofrece también un modelo similar de colaboración con quien quiera ayudarles a difundir sus armas para empoderar al ciudadano en la demanda de transparencia a las instituciones, aunque se puede acceder en abierto a la mayoría de sus cursos y formaciones en el rincón ‘escuela' de su web. Ctxt, por su parte, ofrece talleres (en modalidad on-line) que suelen oscilar entre los 100 euros para sus socios y los 120 para el público en general. 3.4.5.2.5.- Filantropía Resulta interesante el papel, cada vez más relevante, de personas e instituciones privadas en las ayudas a la financiación del periodismo a gran escala cuando no media un beneficio directo de por medio. Al margen de posibles críticas al uso de acciones de filantropía, procedentes de ciertos sectores que ven en estos gestos una manera de limpiar conciencias o un esfuerzo relativamente limitado en proporción a las posibilidades de quienes los llevan a cabo, lo cierto es que esta fórmula, muy extendida en la cultura anglosajona, ha supuesto un importante incentivo en muchas organizaciones para poder llevar a cabo su misión. En un contexto de crecientes circuitos de desinformación y propaganda y cuando muchos proyectos han sucumbido al clickbait y al sensacionalismo para buscar (sin encontrarlo en todos los casos) el dinero de la publicidad, «hoy más que nunca, la filantropía y los medios de comunicación no solo necesitan tener una colaboración más eficaz, sino que se necesitan 203 mutuamente para cumplir sus respectivas misiones» (Castro, 2018). Sin embargo, también en este apartado queda mucho por decir y mientras a menudo se alienta a los periodistas a convertirse en emprendedores y desarrollar nuevas formas innovadoras de conectarse con las audiencias, existe una brecha en dólares para la adopción de nuevas herramientas y servicios. Esto puede resultar frustrante para los donantes, que pasan años apoyando sin que las esperadas innovaciones prosperen. Es más, debido a que las fundaciones tienden a apoyar a los medios y organizaciones sin ánimo de lucro, las redacciones y los proveedores de servicios informativos con fines económicos quedan a menudo fuera del rompecabezas. (Clark, Donnelly y Polyak, 2019) Aunque también en España aún queda un largo camino en la implementación de estas fórmulas, ya empiezan a visibilizarse los primeros brotes, fruto de un discurso de años que, poco a poco, va calando en los principales actores involucrados en las dinámicas. El retraso con respecto a otros países tiene mucho que ver con una cuestión cultural. Tanto España como Portugal tienen una larga tradición vinculada a las donaciones pero, a lo largo de la historia, ha prevalecido un enfoque más vinculado con la caridad y la asistencia social. Desde el retorno de la democracia a ambos países, en la década de los 70 del siglo pasado, con la consecuente revitalización del papel de la sociedad civil, algunas fundaciones empezaron a asumir un papel más amplio similar al de otras organizaciones en el norte de Europa o Norteamérica, pero la filantropía mediática sigue siendo escasa. Así lo revelan hechos como que este criterio no aparezca como opción de búsqueda en el directorio en línea de la Asociación Española de Fundaciones (AEF) o que solo una fundación nacional aparezca entre los diez financiadores de medios en España en el informe Media influence matrix: Spain funding journalism, editado en 2020 por el CEU's Center for Media, Data and Society (CMDS) de Budapest sobre la base de datos de Media Impact Funders. Imagen 40: Principales fuentes de financiación filantrópicas de medios en España entre 2009 y 2019. Fuente: Media Impact Funders. Adaptación propia al castellano. 204 La Red Europea de Investigación sobre Filantropía señala que en España esta práctica es «escasa, en su mayoría no sistemática y aún enfrenta ambigüedades conceptuales» (Felgueiras y Rey-García, 2020). Pese a todo, se vislumbra un futuro esperanzador ya que, aunque el país haya llegado tarde a la filantropía, como se entiende, por ejemplo, en el norte de Europa, algunas de sus fundaciones familiares y empresariales más antiguas han financiado la investigación durante décadas y, más recientemente, han comenzado a apoyar una variedad de trabajos de innovación que podrían ser un buen augurio para un nuevo pensamiento en el periodismo (Rey-García y Álvarez-González, 2015). Estas nuevas fórmulas que, poco a poco, se van introduciendo en el discurso contribuyen a reforzar la llamada innovación social en las empresas, un concepto que la Comisión Europea definió así en 2010: “Consiste en encontrar nuevas formas de satisfacer las necesidades sociales, que no están adecuadamente cubiertas por el mercado o el sector público… o en producir los cambios de comportamiento necesarios para resolver los grandes retos de la sociedad, capacitando a la ciudadanía y generando nuevas relaciones sociales y nuevos modelos de colaboración” (Martínez, 2019). Aunque todavía no son muchas las organizaciones españolas en el lado de los donantes, muchas de las nuevas organizaciones periodísticas, aquellas que nacen en el ecosistema digital y con enfoques innovadores, como el periodismo de soluciones, periodismo de datos, etc. sí han visto desde el principio esta como una vía importante en la búsqueda de su sostenibilidad. Así, tanto proyectos más generalistas (como puede ser elDiario.es, aunque suele vincular la petición de fondos a proyectos con un foco concreto) como especializados (Civio o PorCausa en periodismo de datos o Maldita en verificación de información) suelen optar a convocatorias de este tipo para desarrollar su trabajo. Estas ayudas, con una clara vocación de servicio público, suelen estar vinculadas a Fundaciones, ONG o universidades en la mayoría de los casos. Es el caso de la Open Society Foundation, que apoya financieramente proyectos que promuevan la justicia, la educación, la salud pública y los medios independientes. Cuenta con 20 programas temáticos a través de los cuales se realizan acciones en aproximadamente 104 países. En España, Maldita, por ejemplo, recibió ayudas de esta institución en forma de beca para desarrollar las partes técnicas de la organización como entidad de la sociedad civil. Por su parte, elDiario.es recibió ayudas de esta institución para coberturas sobre inmigración y la crisis de los refugiados. En total fueron 50.000 euros durante dos años, lo que supuso apenas un 1,5% de sus ingresos anuales. En palabras de su subdirector, Juan Luis Sánchez, «que hagamos contenido de este tipo, que para nosotros es prioritario, no depende de si tenemos ese patrocinio, pero ha sido una buena ayuda para realizar desplazamientos o poder realizar más contenidos» (Sánchez, 2016). Civio también ha sido beneficiario de sus fondos a través de distintas ayudas, como la que destinaron a mejorar sus capacidades de investigación periodística e incidencia sobre acceso a la salud. Para la reflexión queda como hecho paradójico el que esta organización, que contribuye al desarrollo del activismo social y proyectos independientes, fuera fundada con el dinero del multimillonario George Soros, que construyó gran parte de su fortuna a través de la especulación financiera. En la misma línea, y asentada también en Nueva York como el anterior caso, la Ford Foundation fue creada para financiar programas que promuevan la democracia, la cooperación internacional y el desarrollo humano, con el foco en la reducción de la pobreza. Esta institución desarrolla parte de estos objetivos apoyando iniciativas de periodismo independiente, con un 205 presupuesto de alrededor de 200.000 dólares por bienio. Durante su participación en el 11º Congreso Internacional de Periodismo de Investigación celebrado en Brasil en 2019, al ser preguntada por los criterios a la hora de otorgar financiación la directora de la fundación en este país puso el foco en que valores consagrados como democracia y derechos humanos estuvieran contenidos en los proyectos presentados. Existen muchas necesidades sociales urgentes, además de afrontar la pérdida de confianza y el aumento de la desinformación. En este sentido, las fundaciones tienen un papel importante a la hora de financiar medios que mantengan y profundicen la información sobre causas concretas como el cambio climático, la resiliencia y la urbanización, la salud y la ayuda humanitaria, entre otras muchas. Mención especial merece el Journalism Grants, donde se reúnen fondos de diferentes fundaciones como la Bill and Melinda Gates Foundation. Según sus cifras, entre 2013 y 2020 se destinaron más de 6,5 millones de euros para «ir más allá de los enfoques habituales de información y establecer así una agenda nueva» (Journalism Grants, 2021). Además de los citados, de aquellos medios con los que hemos tenido contacto en el transcurso de esta investigación Somos Malasaña recibió fondos la Digital News Initiative (DNI) de Google, que fueron destinados al desarrollo de una plataforma desde la que los pequeños comercios del barrio gestionaran de manera autónoma los anuncios publicados en su web. Aunque el principal sustento a su actividad es la aportación de los socios, la revista 5W también se ayuda de las convocatorias de este tipo de instituciones para seguir creciendo y cumpliendo su misión (un 3,7% de sus ingresos en el ejercicio 2019/2020 procedía de premios y subvenciones). En general, todos los nuevos medios de comunicación y especialmente los que basan su modelo en la participación de la comunidad están altamente comprometidos con la transparencia y la rendición de cuentas, por lo que es fácil encontrar en sus páginas webs toda la información relativa a ingresos procedentes de cualquier fuente, incluidas estas de carácter filantrópico. El ya mencionado European Journalism Center, la Fundación Gabo, la Knight Foundation, la Ashoka Fellowship, Fandango… El listado de instituciones comprometidas con la financiación de un periodismo de calidad y preocupado por las personas es cada vez más grande, buscando «proyectos que tengan un público específico, una comunidad a la cual servir, a quien escuchar y sobre todo que sepa cuál tipo de cultura es la que se pretende generar» (UNESCO, 2016). 3.4.5.2.6.- Alianzas Al igual que otros aspectos antes descritos, aunque las alianzas las abordamos dentro de la taxonomía en construcción de este tipo de periodismo (en cuanto al espíritu de colaboración frente al de competencia en pos de un bien mayor) tienen también su sitio en el apartado de formas para alcanzar el objetivo financiero asociado a la durabilidad del proyecto. Aunque no todas las alianzas lleven implícito recibir dinero a cambio (algunas se sustentan solo en el servicio a la comunidad o tienen la gratificación en la publicidad y difusión del proyecto que puede hacer un socio más grande) sí que algunas de ellas constituyen, y cada vez más, una parte importante en los presupuestos de estos nuevos proyectos. Por citar algunos ejemplos, en las cuentas de la revista 5w relativas a 2020 se dejaba constancia de que en ese ejercicio habían crecido las colaboraciones con otros medios e 206 instituciones suponiendo el 8,5% de sus ingresos. En el caso de Maldita, aunque representan porcentualmente algo menos en comparación con otras partidas (un 5,36% del total), esta fuente de ingresos es también una vía importante, con muchas colaboraciones reseñadas en radio (Onda Cero, Radio Nacional, Onda Madrid), televisión (TVE) o digitales (elDiario). Imagen 41: Colaboración de Maldita con medios distribuida por porcentajes de ingresos en 2020. Fuente y elaboración: Fundación Maldita. Abordamos pues otra forma de financiación que, aunque implica una relación contractual nos parece interesante dentro de las opciones de colaboración para los nuevos medios que basan su acción en el servicio a una comunidad ya que, además de conseguir ingresos, con ella pueden conseguir multiplicar el alcance de su trabajo, preservando siempre el control de su organización. Traemos en este punto también el caso del grupo Somos. Cuando en 2019, en el marco de nuestra investigación nos reunimos con la ya mencionada plataforma de periódicos on line (Somos Malasaña, Somos Chamberí y Somos Chueca), una de las preguntas que abordamos fue por qué la URL de sus publicaciones estaba vinculada a la dirección web de El Periódico, aunque ni en uno ni en otro medio se encontraba explicación que contextualizara este hecho. Si bien es cierto que la relación comenzó en 2017 dentro de las ayudas de la ya citada Digital News Initiative (DNI) de Google, después de esa fase de, por así decirlo, experimentación tutelada, la relación perduró con un acuerdo por el medio del cual Somos obtenían una fuente de financiación extra y mayor visibilidad y, a cambio, la cabecera del Grupo Zeta absorbía tráfico que sumar a sus métricas a través de contenido de calidad brindado a sus 207 lectores. En el momento de nuestro encuentro, Antonio Pérez, cofundador de Somos, nos anticipó que en breve habría cambios al respecto y estaban a punto de firmar un acuerdo con otro grupo con el que veían que podía haber más y mejores sinergias. En junio de ese mismo año elDiario.es anunciaba que unía sus fuerzas a las de Somos para mejorar la información hiperlocal de Madrid que ya ofrecía a sus socios. Esta nueva alianza reportó a elDiario.es en ese momento un incremento de 300.000 usuarios únicos procedentes de las cabeceras aliadas y consolidó su oferta de contenido vinculado a una comunidad (en este caso las de estos barrios de Madrid que se sumaban a otras comunidades ya atendidas a través de sus focos, como el colectivo LGTBI+ o el colectivo feminista y, en general, a su comunidad de socios). En el caso de Somos, la financiación obtenida le permitió escalar su modelo, de modo que en 2021 nacieron como nuevas cabeceras hermanas Somos Tetuán y Somos Madrid. Imagen 42: Anuncio de la alianza entre Somos y elDiario.es en la web de este último. 3.4.5.2.7.- Otras fuentes de financiación. El desafío de sostener la financiación en el tiempo Para terminar, mencionamos otras fuentes de ingresos que tienen que ver con la venta, aunque esta no sea necesariamente la del producto o servicio informativo principal de la organización sino otros derivados. Podemos hablar aquí, por ejemplo, del espacio ‘Tienda’ en la web de 5W, donde los ciudadanos que no son socios pueden adquirir los números de su revista en papel o libros fruto del trabajo del equipo. También (y aunque con 27.865 euros es quizá la partida de ingresos más pequeña) elDiario.es refleja en sus cuentas los beneficios obtenidos por la venta en kioscos de su revista en papel. Todo suma. En el caso de Ctxt, además de, como ya dijimos, 208 alquilar su espacio-taller para la realización de eventos y vender sus cursos on-line, disponen de una sección de tienda en su web con merchandising de la marca (tazas, bolsas, camisetas…). Como podemos ver, en el nuevo periodismo, gracias en parte a la flexibilidad que lo caracteriza al no traer consigo el lastre de estructuras pasadas, las fórmulas de encontrar financiación pueden ser tan amplias como la propia creatividad de sus promotores. El profesor Carvajal (2016) detalla hasta 32 en el blog del Máster en Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández11. Si difícil es comenzar y abrirse paso no lo es menos crecer y mantenerse. Todos los medios de financiación descritos anteriormente son lícitos y ayudan, pero para las organizaciones informativas que basan su proyecto en torno a una comunidad su escenario ideal suele pasar por priorizar aquellas que más conectan con sus socios y colaboradores y conseguir la independencia gracias al sostenimiento de estos. El problema es que, cuando hablamos de personas tenemos que hacerlo también de unas circunstancias vitales cambiantes. En este modelo afecta no solo una posible evolución del pensamiento o cambio de ideas, sino también detalles cotidianos como un cambio laboral que afecta a los ingresos domésticos o la atención a otras causas. Aunque el aumento de apoyos lleva parejo un incremento del tamaño de la organización, cuanto más crece más susceptible es a estas variaciones: La tasa de renovación de nuestros socios es muy elevada: una media del 90% se queda. Pero ese 10% que cada año se va es, en términos absolutos, un número mayor a medida que nuestra comunidad es más grande. Cuantos más socios tenemos, más altas nuevas tenemos que lograr para simplemente mantenernos. De seguir esta tendencia, este año será el primero en que el número total de socios disminuya ligeramente. Seguimos siendo el primer digital español con más lectores de pago, pero cada vez nos cuesta más crecer. (Escolar, 2019b) A diferencia de lo que sucede a menudo con las grandes corporaciones, los medios que pivotan su viabilidad sobre el apoyo de la comunidad son muy claros y transparentes en el análisis: El ritmo es constante: cada año ganamos unas 500 suscripciones. Pero si queremos despegar, debemos crecer más rápido. En los últimos doce meses (octubre 2018- septiembre 2019) hemos tenido más gastos que ingresos. Más adelante explicamos por qué. Lo que mejor nos ha funcionado, como siempre, son las suscripciones y las ventas: la gente que lee (y ahora también ve) Revista 5W. También hemos conseguido fidelizar a los socios/as que ya empezaron con nosotros. A través de una receta tradicional: más 5W. Hemos radicalizado nuestra apuesta y hemos multiplicado el número de especiales y de temas tratados en profundidad, en lugar de publicar crónicas más aisladas. Nos hemos intentado apartar más aún de lo que hacen otros medios —que cuentan con más recursos— y hemos redoblado esfuerzos para hacer lo que mejor sabemos hacer: crónicas de larga distancia. (5W, 2019) 11 https://mip.umh.es/blog/2016/01/31/vias-ingresos-periodismo-monetizacion/ https://mip.umh.es/blog/2016/01/31/vias-ingresos-periodismo-monetizacion/ 209 La inconsistencia en el compromiso es algo que afecta en todos los órdenes (no solo el del periodismo) y a eso hay que sumarle los límites en la escabilidad. El dibujo en la evolución de estos proyectos suele reseñar unos comienzos tímidos, una explosión en determinado punto y luego un arduo esfuerzo por mantenerse en el pico e ir compensando las bajas de socios con nuevas altas. En el caso de los proyectos que hemos analizado, muchos habían vivido ya su momento dulce en los últimos años debido a condicionantes sociales como los conflictos sociopolíticos latentes, el auge de los populismos y de la desinformación, etc. El coronavirus y toda la necesidad informativa que trajo consigo supuso un segundo revulsivo para algunos de ellos. Pero acontecimientos de este tipo que se vean reflejados directamente en una cantidad masiva de nuevos apoyos no suceden (afortunadamente) tan a menudo, por lo que el reto sigue pasando por conquistar (en menor escala, de poco a poco) a nuevos perfiles inspirados por la calidad y novedad de sus trabajos. Resulta impensable proyectar, ni tan siquiera proporcionalmente, a las escalas que lo hace un medio como The New York Times, pero parte de la fórmula del éxito (Seale, 2020) que declina su CEO, Mark Thomson, sí que es aplicable en otros niveles: Solo podrás vender productos de pago si tienes buena reputación. [...] ¿Consejos para otros editores? El verdadero cambio es cultural. [...] La gente no quiere que las cosas sean gratis, quiere que sean fáciles. No les pongamos obstáculos. [...] Hay que arriesgar para ser innovador. 3.4.6.- Medición Trasladando a las Ciencias Sociales, y más en concreto a nuestro ámbito de investigación en el periodismo, la idea del físico y matemático británico William Thomson Kelvin (1824 – 1907) de que lo que no se define no se puede medir y lo que no se mide, no se puede mejorar, tras haber realizado el correspondiente ejercicio de conceptualización del periodismo asociado a la relación y el trabajo con una comunidad y haber indagado en diferentes técnicas para llevarlo a cabo, llega el momento de buscar fórmulas que puedan ser aplicadas de forma estandarizada a proyectos que, como vemos, pueden ser de muy diversa índole aunque compartan un sustrato común. Se trata de «conocer las emociones y medirlas, en un mercado en el que la ciudadanía se ha convertido en un público consumidor de contenidos y los medios deben asumir el compromiso» (Ortega-Santos, Peinado-Miguel y Rodríguez-Barba, 2020: 852). Las métricas han acompañado prácticamente desde el principio de su historia al periodismo como termómetro de éxito o fracaso, evolucionando con él y sus formatos. Casi siempre han estado muy vinculadas a elementos cuantitativos: número de lectores, oyentes, espectadores… La eclosión del periodismo digital trajo consigo sus propias dinámicas de medición muy vinculadas a variables casi siempre numéricas como el número de visitas, visitantes únicos, tiempo de navegación por el sitio web, etc. Aunque el análisis del impacto del trabajo informativo en el ciudadano debería actuar como catalizador que condujera la acción del medio para mejorar su rumbo y servir mejor a la sociedad, lo cierto es que estos indicadores se emplean principalmente como justificante ante los anunciantes y otros actores que intervienen en acuerdos de tipo comercial. La tecnología ha permitido conocer al minuto el comportamiento de quienes navegan por la red pero, lamentablemente y aunque sea legítimo, lo normal es que los medios exploten esa 210 información exclusivamente en beneficio propio y no aprovechen su potencial con un aprovechamiento multidireccional, tanto para las organizaciones informativas como para el ciudadano y la sociedad en general. En ese sentido, desde el campo de la investigación se presenta esta dinámica (Belair-Gagnon, 2018: 3) como un tira y afloja entre el periodismo, las audiencias, el público y los profesionales del análisis web. [...] Los periodistas valoran y reconocen el peso cada vez mayor de las analíticas y métricas en su trabajo (Anderson, 2011; Tandoc y Vos, 2016), pero con poco efecto en el contenido de las noticias que elaboran (Zamith, 2016). Las métricas se han convertido, muchas veces, en sinónimo de una cultura periodística en bancarrota que exige que los reporteros se conviertan, efectivamente, en vendedores de telemarketing, produciendo historias afiladas que jueguen con los motores de búsqueda y las redes sociales y aprovechen las esperanzas y temores de los lectores para obtener la mayor cantidad de clics (Moran, 2019). Es por ello, y dado que en nuestro caso hablamos de un periodismo sustentado en la fidelidad de una comunidad, que parece claramente necesario replantear las métricas que actualmente avalan el éxito o fracaso de un proyecto. En la línea que avalan otros expertos (Masip, 2016: 326) se precisan más investigaciones que permitan superar las métricas más burdas centradas en el número de visitas y que aporten información relevante para los medios de modo que éstos puedan alinear su línea editorial y su función democrática con los intereses de los lectores. El número de visitas de una noticia no debe ser traducido como el número de lecturas, ni como las noticias que más valoran los lectores, ni de mayor calidad. Las cifras de visitas, comentarios o likes son indicadores de valor de entretenimiento, pero no de periodismo, y mucho menos de buen periodismo (Costera-Meijer, 2013). Una revisión de la producción académica y producida por expertos en el campo de la medición del periodismo revela «una ambición creciente para desarrollar un marco común con el que evaluar este tipo de periodismo pero pocas conclusiones definitivas sobre cómo lograrlo» (Lewis y Niles, 2013: 3). Aunque se percibe un movimiento de cambio en ese sentido, para poder avanzar y mejorar la investigación académica debe superar la fase meramente descriptiva y debe ayudar a la innovación (Salaverría 2015). Tener indicadores de calidad y métodos de investigación para comprender los efectos y el valor del engaged journalism es fundamental para demostrar su valor internamente en las organizaciones y externamente a las audiencias y para generar ingresos basados en algo más allá de su alcance (Green-Barber, 2018). No significa que haya que renunciar a métricas u objetivos numéricos, lo que está claro es que los números que nos interesan no tiene que ver tanto con el peso a modo de mercancía de la audiencia sino con las relaciones de calidad entre los distintos actores que intervienen en el proceso, con el compromiso, la escucha y el diálogo como hoja de ruta. El inconveniente con el que partimos a la hora de abordar este reto, como señala la Columbia Journalism Review, es que el compromiso no deja de ser una métrica difícil de alcanzar (Nelson, 2018b) porque no se ha establecido de manera consensuada una definición operativa de engagement. Así, «la confusión en torno a cómo se debe definir la participación de la audiencia ha ido acompañada 211 de desacuerdos sobre lo que puede lograr» (Nelson, 2018b:531) y cómo medirlo. Pero que sea difícil no significa que el reto sea imposible. En el encuentro convocado por The Engaged Journalism Accelator (European Journalism Center con el título What would journalism look like if it was generated from within communities rather than for communities? (¿Cómo sería el periodismo si se generara desde dentro de las comunidades en lugar de para las comunidades?), al que ya nos hemos referido anteriormente y en el que participamos en el marco de esta investigación en el mes de diciembre de 2018) abordamos ampliamente esta cuestión. En nuestras conversaciones e intercambio de ideas, los investigadores y responsables de proyectos allí congregados pusimos de manifiesto, como quedó reflejado en el informe final, la importancia de «distinguir entre el impacto que una organización desea tener y los KPI correspondientes (valores cuantificables) que establece para medir su progreso o éxito» (Ciobanu, Geels y Whitelaw, 2019: 22). En ese sentido, el impacto deseado se podría dividir en estas categorías: - impacto interno dentro de la organización (por ejemplo, aumentar los ingresos financieros, avanzar en desarrollo de productos o I+D, conseguir un cambio cultural o mejorar el funcionamiento, la productividad o la eficiencia de la redacción). - impacto externo (como mejorar el compromiso a través de la participación y la contribución de la comunidad, influir en el discurso público y la actitud / cohesión de la comunidad, instigar cambios sociales (cambios de políticas, acciones cívicas) que conduce a uno o más resultados Así pues, el impacto vendría definido «por los resultados sociales finales y no simplemente por las habituales métricas familiares (no siempre bien entendidas) como el tráfico web» (Lewis y Niles, 2013: 3). La consultora Hearken, experta en desarrollar herramientas para la aplicación del periodismo relacional sustentado por comunidades, distingue también (Haslanger y Snyder, 2018) entre objetivos e impactos: Los objetivos sería lo que la organización quiere que suceda como fruto de llevar a cabo su trabajo informativo, mientras que los impactos son las cosas que realmente suceden, que pueden estar o no vinculados a los objetivos establecidos. En un ejercicio funcional de simplificación, para Hearken los impactos podrían categorizarse en tres bloques: lealtad de la audiencia, compromiso cívico y cambio institucional (en los medios y las administraciones). 212 Imagen 43: Clasificación de Impactos generados por el periodismo relacional sustentado por comunidades. Fuente y elaboración: Hearken. Adaptación propia al castellano. - Compromiso cívico: Podríamos comprender aquí escenarios como que gracias al trabajo conjunto de la organización informativa y los ciudadanos se consiga revertir una decisión política (por ejemplo, cuando el Supremo dio la razón a Civio para que todas las administraciones tuvieran que dar acceso a información anterior a la entrada en vigor de la llamada Ley de Transparencia) o que se incremente la participación en eventos comunitarios promovidos por el medio (podríamos reseñar el impacto de Somos Malasaña con acciones en las que se han involucrado a vecinos como ‘Pinta Malasaña’ o ‘Éramos Malasaña). Creemos que el impacto del compromiso cívico podría medirse tanto cuantitativamente (por ejemplo, número de ciudadanos participando o número de decisiones administrativas en las que se ha influido para un cambio legislativo o normativo) como cualitativamente (por ejemplo, valoración o sentimiento de pertenencia a la comunidad manifestado por los vecinos después de participar) - Cambio institucional: el impacto puede llegar de forma interna, con la introducción por ejemplo de nuevas dinámicas de colaboración entre periodistas y ciudadanos (algo cada vez más habitual en organizaciones como Maldita, donde ha crecido paulatinamente el número de colaboradores que prestan sus superpoderes en forma de conocimiento o tiempo para colaborar con el equipo de profesionales) o externa en forma de reconocimiento y suma, que se da por ejemplo cuando otras organizaciones, instituciones públicas, etc. se hacen eco de un trabajo y acaban colaborando en el resultado final o la solución de un problema abordado (la colaboración entre organizaciones está incluida en la taxonomía que hemos elaborado, con buenos ejemplos por parte de las organizaciones españolas). Como en el bloque anterior, también contemplaríamos mediciones cuantitativas (nº de colaboradores, nº de trabajos conjuntos entre periodistas y ciudadanos, etc.) y cualitativas (como podría ser la evolución en el estudio de cambio cultural dentro de una organización) siendo estas a las que habría que dar más importancia, aunque está claro que cuanto más crezca la variable numérica se entiende que el alcance será mayor. 213 - Lealtad de la audiencia: se puede manifestar de muchas maneras y aunque los números pueden llegar a tener aquí incluso más peso que en los bloques anteriores (por la importancia por ejemplo de que esa lealtad se convierta en más altas como socios en un proyecto, más donativos en una campaña de crowdfunding, más colaboradores para revisar materiales en una investigación…), medir la calidad de ese compromiso comunitario, y si evoluciona positivamente, se estanca o retrocede, será clave para encarar el futuro de la organización. Podríamos poner como ejemplo de este tipo de impacto el éxito de la campaña de Maldita para constituirse como Fundación (superando claramente el objetivo fijado, lo que nos ayuda a visualizar aún mejor la diferencia establecida entre objetivos e impactos) o, más recientemente, la respuesta de todas las comunidades de los medios estudiados ante las dificultades sobrevenidas por la pandemia de la COVID-19 y la necesidad de reestructurar el trabajo de las redacciones. Hemos mencionado solo algunos posibles ejemplos de métricas dentro de cada tipología de impacto pero la lista, como suele suceder en este tipo de periodismo que bebe mucho de la innovación y la creatividad, puede ser de lo más variable y debe estar en permanente revisión. Eso sí, insistimos, aunque se mantengan aspectos cuantitativos, estos deben ser abordados en un paso más. Por ejemplo, uno de los más simples que se usan para medir en términos generales el engagement en los medios generalistas puede ser el número de comentarios de una publicación, pero en nuestro tipo de periodismo la consecución de un alto impacto llegaría si en un análisis cualitativo de esos mensajes (no consiste solo en dejar que el ciudadano se exprese, sino en que sea escuchado) se detectase una manifestación de convencimiento cívico o, siguiendo con un aspecto numérico, que en cada ejercicio se incrementara el número de proyectos abordados por la organización informativa y con origen en este tipo de mensajes procedentes de un miembro de la comunidad. El análisis semántico y, en general, como expresamos reiteradamente en este trabajo, el uso estudiado del lenguaje para facilitar la comunicación de manera transparente, cobra especial importancia también a la hora de intentar evaluar el trabajo desarrollado en el marco de este tipo de periodismo. Por eso, en nuestro encuentro en Madrid contemplábamos la posibilidad de medir «el éxito o progreso en función de cómo tu comunidad habla de ti: qué lenguaje usan para describirte y cómo se sienten/qué sienten por ti» (Ciobanu, Geels y Whitelaw, 2019: 30). En este mismo marco de trabajo, pensando en ofrecer una herramienta metodológica aplicable a cualquier organización propusimos (como mencionamos también en otro punto de la investigación) la elaboración por parte del medio de una declaración de impacto, entendida bajo las siglas de SMART (Specific, Measurable, Achievable, Relevant, Time-bound; o, lo que es lo mismo, medible, alcanzable, relevante y con un marco temporal limitado) a modo de hoja de ruta a la que poder volver recurrentemente como para contrastar la marcha del proyecto y poder tomar decisiones en uno u otro sentido. Dando la vuelta a la perspectiva tradicional de lo que en el ecosistema empresarial se considera que conlleva éxito para un en negocio, para la Community Listening and Engagement Fund (CLEF) es posible que la justificación comercial del engaged journalism no dependa de la prueba de que ciertos enfoques produzcan ingresos directos, sino también de que ahorren costes, creen nuevas dinámicas de eficiencia o aumenten la autoestima del equipo de redacción (Clark, Donnelly y Polyak, 2019: 30). 214 Esta nueva visión se resume muy bien en la propuesta de valor que hace la consultora GroundSource (especializada en cultivar la fidelidad entre las organizaciones informativas y sus públicos), que entiende que, a diferencia de los modos tradicionales de medir el éxito (Haeg, 2019) La lealtad es un camino de doble sentido. La lealtad no es transaccional, es relacional. Ganarla requiere escuchar: datos, comentarios e historias. Mantenerla requiere cumplir lo prometido, ser coherente, entregar algo de valor y actuar con un espíritu de hospitalidad. Y todo esto se consigue desde la base del diálogo y la escucha. Por eso el periodismo relacional no puede ser medido como un negocio cualquiera y, quizá, la mejor gráfica que represente ese modelo sea una tan desconcertante y perfecta al mismo tiempo como la que representa la sucesión de Fibonacci. Imagen 44: Modelo de periodismo relacional representado por la sucesión de Fibonacci. Fuente y elaboración: GroundSource. Adaptación propia al castellano. Todas las investigaciones consultadas constatan la base cultural en el aspecto relacional de este tipo de periodismo, lo que encuadra la medición de los logros en criterios muy flexibles y cambiantes. En un periodismo basado en el compromiso y la relación entre una organización informativa y una comunidad, el éxito del trabajo realizado se entiende como algo volátil, por lo que es necesario realizar más estudios empíricos y contextuales sobre esta noción (Belair- Gagnon, 2018: 14), asumiendo, en primer lugar, que este será fruto de un proceso de clasificación de similitudes culturales, principalmente entre las audiencias, el público, quienes desarrollan la analítica web y los trabajadores de la organización informativa; y, en segundo lugar, sabiendo que los mecanismos organizativos que fomentan el éxito no pueden estudiarse independientemente de los mecanismos cognitivos y afectivos. 215 Ya a comienzos del nuevo milenio, Robert Picard (2006: 149-150) que, entre otros muchos cargos en el ámbito docente e investigador, ostentó el de director de Investigación en el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo, manifestó que los desafíos del periodismo y las organizaciones informativas en el siglo XXI no son simplemente de crear valor para los consumidores, sino también crear valor para los ciudadanos y la sociedad. Deberán volver a enfatizarse los valores que subyacen al consumo de noticias: la producción de información que ayude a las personas en su vida cotidiana, les informe como ciudadanos y les ayude a participar y comprometerse con la sociedad. Esta declaración de Picard, en la que se hace una llamada a redefinir el valor y la misión del periodismo lleva implícito «el imperativo de desarrollar un nuevo medio por el cual medir el éxito de la industria para enfrentar este desafío» (Lewis y Niles, 2013: 8), siendo insuficientes para ello los indicadores tradicionales ya no sean suficientes dentro de un nuevo marco. Como en todo lo que se construye dentro de este tipo de periodismo, cualquier métrica que se establezca debe ser vista «como una oportunidad para la experimentación, en lugar de un informe de calificaciones que mida el desempeño del periodista. Las organizaciones informativas que celebran el éxito y analizan los fracasos de forma constructiva ayudan a impulsar la curiosidad natural de sus periodistas y a disipar cualquier desconfianza en torno a las métricas [elegidas] (O'Donovan y Kramer, 2019) porque esto va, sobre todo, de relaciones humanas. 216 217 IV.- CORONAVIRUS Y PERIODISMO RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES: ESTUDIO DE CASO La definición de democracia apunta a que todos los afectados por una decisión deben poder participar en ella, a que debe coincidir la comunidad de los afectados con la de quienes deciden. En este sentido, la crisis del coronavirus sería un acontecimiento pandemocrático, como todos los riesgos globales. Se da la paradoja de que un riesgo que nos iguala a todos revela al mismo tiempo lo desiguales que somos, provoca otras desigualdades y pone a prueba nuestras democracias. Daniel Innerarity, Pandemocracia: una filosofía de la crisis del coronavirus. La irrupción de la COVID-19 en la mayoría de los países del mundo situó a la profesión periodística ante un reto nunca antes visto. Los medios de comunicación fueron percibidos desde un primer momento como un servicio esencial. Así lo vieron las autoridades de países como España, donde el decreto por el que el Gobierno declaró el estado de alarma dispuso que los puntos de distribución de prensa permanecieran abiertos junto a otros establecimientos de primera necesidad, entendiendo que, en circunstancias extraordinarias como las que acaecían, la información era un bien fundamental. Así lo comprendieron también muchos ciudadanos que, ante un aluvión sin precedentes de noticias sobre algo tan desconocido como era esta nueva enfermedad, buscaban algo de certidumbre, referencias de utilidad y el filtro necesario para contratar y verificar tanta cantidad de datos, razones e hipótesis como se iba difundiendo a través de todos los canales posibles. A la labor de aportar no solo información sino también contexto se sumó la necesaria cooperación del periodismo con las instituciones públicas a la hora de hacer pedagogía en la lucha contra la pandemia y defender las libertades cuando empezaron a aparecer en el vocabulario cotidiano palabras como censura o control. La profesión periodística, azotada desde hacía tiempo por una montaña de crisis, afrontó esta, de carácter sanitario, reconciliándose con su vocación primigenia de servicio público y ejerciendo desde «un importante compromiso social, para que se haga realidad para todos los ciudadanos el libre y eficaz desarrollo de los derechos fundamentales sobre la libre información y expresión de las ideas»12. Paradójicamente, volver a servir a este derecho a la información que tiene todo sujeto universal en un Estado de Derecho compromete a su vez, la subsistencia de muchos proyectos periodísticos. Este escenario de más conexión entre la ciudadanía y los medios y, en paralelo, mayor incertidumbre acerca de su futuro a la vez que aceleró algunos procesos pendientes (ruptura de viejos esquemas de estructuración de las redacciones, movilidad, teletrabajo, formas de monetización…) puso de manifiesto la viabilidad de modelos que ciertas organizaciones informativas venían construyendo desde hacía tiempo, sustentados en la lealtad de una comunidad que, en tiempos difíciles genera con más intensidad si cabe sinergias de apoyo en todas las direcciones. Hablamos de redes entre profesionales de la información que dan lo mejor de sí para que quien está al otro lado reciba todo lo que necesita y ciudadanos que, entendiendo el valor de lo que se les ofrece y sintiéndose parte de algo superior, quieren 12 Código deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE): http://fape.es/home/codigo-deontologico/ http://fape.es/home/codigo-deontologico/ 218 colaborar en su construcción aportando, de forma tangible o intangible; flujos de cooperación de organizaciones informativas entre sí, con profesionales que, sabiendo que su propio trabajo aporta y se diferencia del del otro, ven a un colega con quien sumar y no un mero competidor; nodos desde el mundo de la filantropía y el de la empresa que convergen en un mismo fin. 4.1.- Cronología de una pandemia El 31 de diciembre de 2019 China daba noticia de una serie de casos de neumonía de origen desconocido con foco en la ciudad de Wuhan aunque no fue hasta el 7 de enero de 2020 cuando se identificaría por primera vez el nuevo coronavirus. Menos de un mes después, el 30 de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba la Emergencia de Salud Pública a nivel internacional por este brote, algo que hasta entonces solo había ocurrido en cinco ocasiones: gripe aviar (2009), polio (2014), zika (2016) y ébola (2014 y 2019). El primer paciente registrado en España con coronavirus Covid-19 se conoció el 31 de enero de 2020. Se trataba de un ciudadano alemán ingresado en la isla canaria de La Gomera. Diagnosticado como un caso leve, se contagió, presuntamente, al contactar en su país de origen con un infectado. Nueve días después se detectó otro caso en Palma de Mallorca. El 24 de febrero fue cuando se constató oficialmente el salto del virus a la península ibérica, detectando los primeros casos en la Comunidad de Madrid, Cataluña y la Comunidad Valenciana. Desde entonces, el número de contagios del coronavirus Covid-19 aumentó progresivamente El 11 de marzo de 2020 la OMS declararía a la COVID-19 como una pandemia mundial. En España el día 13 de ese mismo mes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparecía públicamente para informar sobre la decisión de aplicar el estado de alarma en todo el territorio nacional durante 15 días para contener el avance del coronavirus, ratificando la decisión el Consejo de Ministros del día siguiente y entrando en vigor el día 15 de marzo. Entre otras medidas, este estado trae asociado un confinamiento domiciliario en virtud del cual ningún ciudadano podía circular por las calles a no ser que se tratara de una causa de fuerza mayor. Las cifras oficiales de muertes por esta enfermedad irían en ascenso durante los siguientes meses y empezó a cundir la desinformación sobre aspectos como las formas de prevención o contagio. También se sucedieron noticias contradictorias y polémicas en torno a la adquisición de material sanitario o la eficacia de algunos elementos, como las mascarillas, sobre las que a lo largo de la pandemia se varió frecuentemente el criterio. La crisis sanitaria trajo consigo una crisis económica debido al cese de la mayor parte de la actividad, con una caída histórica del PIB del 11%. Para intentar paliar la situación de los millones de trabajadores afectados se instauraron medidas como los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) pero esta medida también estuvo acompañada de ruido mediático por los problemas de muchos ciudadanos para acceder a las ayudas debido a la complejidad del proceso y las dificultades para entrar en contacto con la administración competente Tras varias prórrogas del Estado de Alarma, el 29 de abril, con un descenso en la progresión de contagios y fallecimientos, el Gobierno de España comunicó un plan de progresiva desescalada del confinamiento por fases, con distintas medidas o restricciones en función de cada una de ellas y con el horizonte en el final del mes de junio, cuando se esperaba que el país entero hubiera alcanzado lo que vino en llamarse nueva normalidad. La entrada desigual 219 de cada uno de los territorios en las distintas fases provocó de nuevo cierta incertidumbre entre la ciudadanía. El 21 de junio, tras casi 100 días de Estado de Alarma, se entendía como inaugurada la nueva fase con la vista puesta en el verano. En el espacio europeo Schengen se reabrieron casi todas las fronteras permitiéndose el libre tránsito de viajeros comunitarios, variando la situación con terceros países. Avanzando la temporada creció el miedo a una segunda oleada de contagios, circunstancia que se confirmó a finales del mes de agosto, cuando España lideró las listas de mayor número de infectados en la Unión Europea. En ese verano se empezó a hablar de la posibilidad de tener en un corto periodo de tiempo vacunas contra esta enfermedad. El 11 de agosto, Rusia aprobó la Sputnik V, siendo la primera, aunque la primicia en la inmunización masiva a la población fue para el Reino Unido que en el mes de diciembre aprobó la vacuna desarrollada por la empresa estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNtech, comenzando a los pocos días su administración. La Unión Europea que gestionó de manera coordinada sus acciones sobre vacunación arrancó este proceso en sus países entre el 27 y el 29 de diciembre. El mismo 27 de diciembre, a las 9:00 horas, Araceli Rosario Hidalgo, una mujer de 96 años residente en el centro para personas mayores de Guadalajara, pasaría a la historia como la primera española en recibir el remedio. En los siguientes meses se sucedieron las aprobaciones de otras fórmulas y, en paralelo, las polémicas por el incumplimiento con los plazos de entrega previstos y las cantidades comprometidas por parte de algunas compañías farmacéuticas, teniendo como consecuencia un retraso en todo el proceso. Además, la desinformación en torno a los posibles efectos secundarios por la administración de algunas de las fórmulas derivó en continuos cambios de criterio y aumentó la desconfianza entre la población. La desinformación, sobreinformación e información falsa intencionada que se ha producido de manera sistemática desde el inicio de la pandemia tuvo también consecuencias negativas en este aspecto. En paralelo al proceso de vacunación, la evolución de la pandemia se constató como un continuo pulso entre la necesidad de no paralizar las relaciones económicas y sociales y las restricciones y limitaciones necesarias para frenar la enfermedad. Las distintas normas aplicadas por las comunidades autónomas y el Estado produjeron realidades dispares en cada territorio en lo relacionado con la apertura de los comercios o los límites a la movilidad. En cualquier caso, entre los elementos que sí se manifestaron de manera común estuvo el de las sucesivas oleadas de contagios (vinculadas principalmente a periodos estivales, como las vacaciones de Navidad o Semana Santa) y que respondieron a una relajación en las precauciones tomadas por los ciudadanos (cuando no directamente a un incumplimiento de las normas) relacionada para muchos expertos con el denominado fenómeno de la fatiga pandémica, que la OMS describió como la «desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas que aparece de forma gradual en el tiempo y que está afectada por diversas emociones, experiencias y percepciones, así como por el contexto social, cultural, estructural y legislativo» (WHO, 2020:4). 220 4.2.- El papel de los medios 4.2.1.- Labor divulgativa previa Desde la proclamación del estado de alerta13 y también después de que el Consejo de ministros del 29 de marzo adoptase las medidas que limitaban la actividad presencial a servicios y sectores esenciales, la de los medios de comunicación siempre fue considerada una industria fundamental. Era necesario que la sociedad dispusiera de información sobre el nuevo coronavirus y sus implicaciones. Pero, si bien en la semana del 9 de marzo de 2020 la agenda informativa empezó a configurarse en torno a un tema único, la COVID-19, lo cierto es que los medios llevaban ya un tiempo hablando de esta nueva enfermedad, con escasa atención por parte de la sociedad hasta que el factor geográfico de la noticia alcanzó mayores niveles de proximidad. Si nos remontamos a las primeras referencias al sustantivo coronavirus, (término común para referirse a cualquier virus de la familia Coronaviridae), las primeras referencias nos remontan al brote del síndrome respiratorio agudo grave, SARS por sus siglas en inglés (Severe Acute Respiratory Syndrome) que, desde noviembre de 2002 hasta junio de 2003. produjo 8.422 casos y 916 defunciones en 29 países de los cinco continentes, siendo denominada la primera pandemia del siglo XXI (Peiris et al., 2003: 2431). El SARS fue primo de otro coronavirus del que los periódicos informaban durante 2012 y 2013. Por entonces, el diario El País hablaba ya de escenarios que hoy suenan familiares, como la preocupación de la OMS por no tener datos certeros sobre el origen animal del mismo o por la rápida propagación de la enfermedad entre humanos y la inexistencia de una vacuna (De Benito, 2013). En 2014, la edición mexicana de la revista Muy Interesante dedicaba un extenso y profundo reportaje a las nuevas enfermedades, con un profundo análisis acudiendo a fuentes científicas. En él ya se exponía que «las últimas pandemias y brotes infecciosos han mostrado la vulnerabilidad de los sistemas de salud del mundo y la incapacidad de predecir o prevenir estos eventos. Quizá un cambio de mentalidad podría ser significativo» (Sifuentes, 2014). 13 https://www.boe.es/eli/es/rd/2020/03/14/463/con https://www.boe.es/eli/es/rd/2020/03/14/463/con 221 Imagen 45: Ejemplos de publicaciones que alertaban de la posibilidad de una nueva pandemia años antes de la irrupción del SARS-CoV-2. Con el título ‘El mundo no está preparado para la próxima pandemia’, en 2017 la revista Time alertaba en sus páginas del aumento en todo el mundo de brotes de enfermedades zoonóticas, desde el ébola en África occidental hasta el zika en América del Sur o el MERS en el Medio Oriente. «El número de nuevas enfermedades por década se ha multiplicado casi por cuatro en los últimos 60 años y desde 1980 el número de brotes por año se ha más que triplicado» (Walsh, 2020), sentenciaba. En esta misma pieza, además de abordar el coste económico que supondría una pandemia, se exponían todas las evidencias conocidas con pronósticos que acabaron por cumplirse y se daba voz a figuras críticas y relevantes, como la por entonces directora de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan, o el propio Bill Gates, implicado en la investigación antes, durante y después de estallar la pandemia (financiando algunas de las líneas de investigación de la vacuna). Todos denunciaban la falta de preparación y el desinterés ante una cuestión de gravedad. Más cercano en el tiempo, en agosto de 2019 el suplemento PAPEL del periódico El Mundo dedicaba sus páginas a los exóticos virus que nos acechaban, mencionando entre ellos los coronavirus y haciendo hincapié en cómo la globalización haría que enfermedades desconocidas hasta ahora en España, muchas de ellas procedentes de los animales, pudieran llegar a nuestro país (Lucio, 2019). 222 4.2.2.- Papel de los medios desde el comienzo de la pandemia Las informaciones específicas sobre la nueva COVID-19 empezaron a aparecer de manera más recurrente en los medios españoles en la última semana de enero, cuando se conoció que la extraña neumonía ya había salido de China, pero lo noticiable por aquel entonces desde la perspectiva nacional era la situación de los españoles que se encontraban allí y sus opciones para ser repatriados. Las noticias sobre la peligrosidad del virus en sí empezaron a incrementarse tras la detección del primer caso en España, confirmando que el grado de cobertura de una pandemia en los medios es siempre directamente proporcional a la realidad local de la misma (Smith et al., 2013), aunque la sociedad española seguía sin prestar excesiva atención o, incluso, ante las informaciones publicadas por los medios se empezaba a hablar de alarmismo, como se pueden ver en numerosas cartas a los directores de los medios publicadas en las secciones de opinión. Imagen 46: Carta a la directora del diario El País en las semanas previas a la declaración de la pandemia en la que se tildaba de alarmista el tratamiento mediático que se daba al nuevo coronavirus. Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/02/08/opinion/1581174702_423458.html Dando razón de ser al refranero español cuando sentencia que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, en esta crisis sanitaria devenida en pandemia los ciudadanos actuaron como en otras ocasiones en el pasado, sin discernir conforme a razón ni aprender de la experiencia. Por citar un ejemplo similar, podemos referir el fantasma de la gripe que recorrió Europa durante el otoño de 1889 y acabó por llegar a España en ese invierno. Ya en noviembre la prensa de la época de Madrid recogía que «Circula el rumor de la aparición en San Petersburgo de una epidemia que se ha propagado de una manera extraordinaria» pero «La epidemia ni es para alarmar en razón a que, según han asegurado distintas autoridades https://elpais.com/elpais/2020/02/08/opinion/1581174702_423458.html 223 profesionales, no produce defunciones, o estas son en proporción mucho menor que la de otras enfermedades» (Abad, 2020). Como aquella vez, en esta, los medios nacionales informaban de un guión que se ejecutó primero en China y después en Italia y que luego se repetiría, prácticamente paso a paso, en España; guión que comprendió capítulos como el del desabastecimiento de productos. Cuando a mediados de febrero las agencias reportaban los problemas a la hora de adquirir papel higiénico en ciudades como Hong Kong (donde se habían llegado incluso a asaltar tiendas para hacerse con grandes cantidades) para muchos españoles la noticia sonaba a chiste y estridencia. Apenas unas semanas después el desabastecimiento acabaría produciéndose en España, ¿Por qué si los medios de comunicación venían informando del virus la falta de conciencia fue algo generalizado en todo el mundo? Para el profesor Jacob L. Nelson (2020) cree que «está claro que la falta de confianza del público en el periodismo en general refleja la falta de confianza del público específicamente en el periodismo sobre el coronavirus», poniendo de manifiesto uno de los grandes problemas que hemos analizado a lo largo de esta investigación y a los que el periodismo relacional participado por comunidades intenta responder. Los medios de comunicación generalistas han intentado cubrir la actualidad de la pandemia adaptándose a las circunstancias y modificando el enfoque en función de la realidad, la evolución de la enfermedad, las novedades en las decisiones políticas y el propio devenir del comportamiento social. En un primer momento la atención a la Covid-19 se centró en el enfoque sanitario y en el diagnóstico actual. También en los encuadres, la pandemia se ha salido de los moldes. La cobertura en décadas pasadas en España se centraba en el diagnóstico de causas y los juicios morales, dejando de lado la propuesta de soluciones. Sin embargo, los encuadres más extendidos del coronavirus fueron precisamente el de la definición del problema y la propuesta de soluciones. El poco conocimiento sobre la pandemia llevó a eludir en gran medida el diagnóstico de causas y, en un primer momento se intentó eludir los juicios para después darles mayor importancia (Cantero de Julián; Sidorenko-Bautista y Herranz de la Casa, 2020: 12). Posteriormente esta distribución de peso en los distintos focos variaría, dando más protagonismo a los juicios y participando no pocas veces de la confrontación política derivada de la gestión de la pandemia. Es indiscutible que los medios de comunicación han jugado un papel importante en la gestión de la información de la pandemia ya que «la información periodística se ha situado como un producto clave dotado de un elevado valor como mecanismo fundamental para conocer el alcance y evolución de la pandemia» (Casero-Ripollés, 2020a: 21). Dentro de todo el ecosistema informativo parece que los datos permiten afirmar el predominio de los medios tradicionales en situaciones altamente críticas, como el Covid-19. Este tipo de medios son los que obtienen porcentajes más altos tanto en el consumo de noticias como en la valoración positiva de la cobertura informativa, vinculada a la credibilidad y confianza hacia los medios. El público, ante un contexto informativo complejo y de riesgo, opta por fuentes informativas establecidas y con una trayectoria larga (Casero-Ripollés, 2020b: 21). 224 Sin embargo, el coronavirus también ha permitido constatar el carácter híbrido del sistema de medios en la actualidad (Chadwick, 2017) porque pese a que los medios tradicionales tienen los porcentajes más elevados de consumo de noticias y de confianza, los medios digitales (webs y redes sociales) experimentan importantes incrementos respecto al período anterior a la crisis sanitaria. Esto pone de manifiesto que está plenamente establecida la convivencia simbiótica de viejos y nuevos medios (Casero-Ripollés, 2020b: 21). Con todo, las limitaciones que han arrastrado siempre estos grandes medios generalistas, que se evidencian más cuando se confrontan con algunos proyectos informativos de nuevo cuño, y la superficialidad y los nuevos vicios adquiridos también en el entorno digital, no han desaparecido con la llegada de la pandemia sino que, en algunos casos, se han acentuado. Por eso, en paralelo a su actividad, desde el primer momento hubo otros proyectos que, siguiendo su visión de responder a esos aspectos que no cubren sus hermanos mayores, hicieron un rápido ejercicio de adaptación a las nuevas circunstancias para detectar las necesidades inherentes al coronavirus en los ciudadanos. Así, mientras los grandes medios transmitían las ruedas de prensa gubernamentales que informaban de los ERTE, otros más pequeños analizaban la legislación para dar asesorar individualmente a los miembros de su comunidad que demandaban información sobre cómo acceder a las ayudas (Civio); cuando las imágenes de los hospitales en las grandes ciudades acaparaban los informativos, hubo quien dio voz a refugiados a miles de kilómetros (5W); en paralelo al volcado sin criterio de anuncios o referencias, muchas veces con titulares sugerentes, sobre temáticas como la vacunación, encontramos organizaciones que redoblaron sus esfuerzos para clarificar y desmentir información, ofreciéndola de manera clara y estructurada (Maldita); y, a la par que cada día las televisiones o los periódicos recorrían con sus corresponsales las principales capitales la labor cercana de otros periodistas permitió a algunos ciudadanos conocer la incidencia en su barrio o llorar la pérdida de algún vecino (Somos Malasaña). La fórmula del periodismo relacional implica corresponsabilidad en todas las partes, por eso veremos cómo gran parte de esta actividad pudo realizarse con la complicidad de esos socios especiales que son los miembros de la comunidad que pivota en torno a la organización informativa quienes, además de recibir los beneficios de la labor periodística, contribuyeron a ella de manera especial durante la pandemia ofreciendo principalmente su apoyo (moral y económico) y sus capacidades con los ojos puesto en un bien común y un alcance mayor para toda la sociedad. 4.3.- Retos para la sociedad y la industria informativa en el marco del nuevo coronavirus y respuestas del periodismo relacional participado por comunidades La pandemia mundial del nuevo coronavirus hizo que la humanidad se enfrentara, de repente, a lo que muchos expertos calificaron como el mayor desafío en décadas. Una crisis sanitaria sin precedentes originó una situación social nunca antes explorada, con nuevas formas de relacionarse, informarse, trabajar, aprender, comprar o hacer política basadas, principalmente, en la tecnología, debido al contexto global de confinamiento. Además de abrir un debate sobre las relaciones internacionales, especialmente en el seno de la Unión Europea, la COVID-19 225 marcó un punto de inflexión en la evolución económica y en la transición digital, acelerando en este último aspecto muchos procesos relacionados con la manera de comunicarse. Esta situación puso de manifiesto la fuerte capacidad y velocidad de adaptación del ser humano, con un alto grado de resiliencia, pero también abrió en seguida un buen número de debates éticos derivados de la asunción de medidas extraordinarias ante esta situación social extrema de estas características. Más allá de los propiamente médicos u otros relacionados con el movimiento o la privacidad, aquí nos centraremos en los referentes a los derechos y las libertades de los ciudadanos en la esfera de la información y a los que afectan a las organizaciones informativas, a sus trabajadores y al desarrollo libre y sostenible de su actividad. En esa especie de nuevo orden emergido a la par que la pandemia, se acentuaron ciertos desequilibrios que, si bien siempre han existido, tienden a ser más evidentes en situaciones límite como la estudiada, pero también quedó patente a ojos de muchos el papel decisivo que podía jugar el periodismo en una situación que reclamaba un diálogo permanente entre ciencia, política y sociedad (Wagner, 2020). A continuación, abordaremos estos retos o amenazas confrontándolos con la respuesta dada desde el ecosistema informativo y, más en concreto, desde el periodismo relacional participado por comunidades que han sido construidas en torno a un proyecto o unos intereses en común. 4.3.1.- El derecho a la información en peligro Partimos del consenso académico en que, cuando interviene el elemento salud, los medios de comunicación y el periodismo se constituyen por lo general en actores de suma importancia en la construcción de la realidad social (Schleifer et al. 2020: 4), puesto que cuentan con una formidable eficacia en la circulación de puntos de vista sobre el mundo social; contribuyen a la formación de “opinión pública” (Castells, 2008), a la valoración de los hechos, sucesos o fenómenos sociales. Las prácticas de consumo informativo de la población y la credibilidad sobre los discursos de esos medios resultan una arista clave para comprender su incidencia en los procesos de prevención de la salud. (Obregón, 2010; Feo Acevedo y Feo Istúriz, 2013) La Constitución española de 1978 reconoció el derecho a la información de todos los ciudadanos, consagrándose como uno de los pilares para la formación de una sociedad libre. El ejercicio de este derecho, que se complementa con el respaldo de otras legislaciones o consensos internacionales, como el artículo 2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, se ha convertido en uno de los principales fundamentos de la realidad democrática, que nos ha permitido consolidar una opinión pública plural y libremente formada, contribuyendo a la consolidación del Estado social y democrático de derecho. La veracidad, se convierte así en el elemento garante de la constitucionalidad de un derecho tan básico como es el de informar. (López de Lerma, 2018: 437) Sin embargo, pese a la importancia de garantizar este derecho (y aunque la actividad periodística fue entendida dentro de las labores profesionales fundamentales en el periodo más 226 duro del confinamiento general decretado por las autoridades) durante la pandemia ha sido puesto en peligro en no pocas ocasiones por circunstancias de todo tipo, en las que han intervenido tanto componentes sociales (a veces intencionados, al entrar en juego factores psicológicos del propio ciudadano), como intereses particulares o políticos. Abordamos a continuación estas amenazas y la respuesta ofrecida desde el periodismo que aquí estudiamos. 4.3.1.1.- Infonexión e Infodemia: sobreabundancia en la demanda y en la oferta El aislamiento social al que tuvieron que someterse la mayoría de los ciudadanos debido a la pandemia, forzados en muchos países al confinamiento en sus domicilios, generó en una gran parte de la población una alteración del bienestar emocional, manifestado en distintos grados dependiendo de la edad, la situación familiar o el entorno. En muchos casos, una de las reacciones más características fue la búsqueda de información a través de cualquier medio, intentando paliar por esta vía cierta sensación de desamparo ante lo desconocido. Desde el centro de investigación psicológica que dirige en Madrid la doctora Julia Vidal, psicóloga sanitaria, señalan cómo la incertidumbre sobre la evolución de las cosas, cuánto durarían las medidas o si se estaban haciendo bien las cosas, llevó a las personas a «tratar de recuperar la percepción de control, motivando la búsqueda de certezas, imaginando escenarios posibles y evaluando los recursos con los que contamos» (Vidal, 2020). En ese sentido, entre otras muchas pautas para el afrontamiento psicológico de la enfermedad, los expertos recomendaron seleccionar con criterio cuándo, cuánto y cómo informarse sobre el coronavirus, dedicando el tiempo justo y accediendo para ello a fuentes fiables. Desafortunadamente, no siempre se cumplieron estos consejos en cuanto a la forma o el tiempo de acceder a la información y, peor aún, en lo relativo al criterio de la fuente. La nueva pandemia hizo que, desde el primer momento y en todas las sociedades, se disparase el consumo de medios, produciendo un importante incremento especialmente, y por razones obvias, en el acceso a los que podían ser disfrutados desde el hogar en su versión digital. En España, el consumo de la televisión creció hasta un 40% en todos los rangos de edad durante el primer mes (marzo del 2020), alcanzando récords históricos y convirtiéndose en una de las fuentes principales de información y, sobre todo, de entretenimiento. Así lo reflejaba el barómetro COVID-19 de Kantar (2020) en su primera oleada (del 14 al 23 de marzo). https://www.areahumana.es/incertidumbre-o-miedo-al-futuro/ 227 Imagen 47: Primera oleada del Barómetro COVID-19 sobre consumo televisivo en el confinamiento en España. Fuente y elaboración: Kantar. Fruto de esta tendencia a un mayor consumo de fuentes informativas, especialmente de las digitales, el nuevo coronavirus propició picos históricos de audiencia y un aumento al mismo tiempo del tiempo de lectura de noticias registrado en páginas webs y aplicaciones de medios. El Comscore MMX Custom Reporting, January – April 2020, un estudio comparativo de la compañía de investigación de marketing Comscore, llevado a cabo en cinco países europeos (Italia, España, Francia, Alemania y Reino Unido) sobre una muestra de más de una docena de webs de medios generalistas, refleja cómo el número de minutos de lectura en páginas de noticias y de visitas, comparado con el mismo período un año antes, experimentó, respectivamente, un incremento del 46% y el 57%. Jaime Agulló (2020), vicepresidente y director general de Comscore para el sur de Europa, Oriente Medio y África, enmarca estos comportamientos dentro de lo que denomina «una nueva vida centrada en lo básico», entendiendo que la información se circunscribe dentro de dicha categoría en situaciones críticas como esta. 228 Imagen 48: Comparativa del índice de visitas a webs generalistas por países en el Comscore MMX Custom Reporting de enero a abril de 2020. Fuente y elaboración: Comscore Pero, en relación con esa creciente demanda de información, también experimentó un notable incremento la búsqueda y el intercambio de la misma en otros canales alternativos como las redes sociales o los servicios de mensajería, con los peligros que ello conlleva en ocasiones, como veremos en otro apartado. 229 Tabla 8: Índice de aumento del consumo de fuentes de información y entretenimiento durante el confinamiento. Fuente y elaboración: Kantar. 230 El informe de Comscore mencionado con anterioridad, que reporta que la COVID-19 hizo que en España se duplicara durante la pandemia el uso de WhatsApp, utiliza el término infonexión para referirse a la necesidad de estar conectados a la información ante una crisis económica y sanitaria como la acaecida. Más allá de valorar el aspecto de la necesidad y centrándonos en los hechos, la comunidad científica fue la primera en detectar un problema relacionado con el nuevo coronavirus y que sobrepasaba al ámbito de la salud aunque afectaba directamente a la lucha contra este nuevo enemigo: la infodemia (también nombrada por algunos como desinfodemia). El 15 de febrero de 2020, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, advertía ya de que además de enfrentarse a lo que por aquel entonces se clasificaba todavía como epidemia, la sociedad se veía amenazada por este otro fenómeno que podría acarrear graves problemas. Ese mismo concepto lo desarrolló unos días después, el 18 de febrero, en una tribuna en el diario El País, cuando el contexto todavía parecía algo ajeno a la población española (Adhanom y Ng, 2020): Esta infodemia está obstaculizando las medidas de contención del brote, propagando pánico y confusión de forma innecesaria y generando división en un momento en el que necesitamos ser solidarios y colaborar para salvar vidas y para poner fin a esta crisis sanitaria. Aunque el término infodemia (bien formado y, por tanto, considerado válido según la Fundación del Español Urgente - Fundéu) se emplea para referirse a la «sobreabundancia de información (alguna rigurosa y otra falsa) sobre un tema» (Fundéu, 2020), la mayoría de expertos han puesto el foco solo en la parte relacionada con la desinformación a través de los bulos, obviando el componente, también negativo, del exceso informativo como efecto de acceder de manera descontrolada a multitud de fuentes, aunque estas sean verificadas. El concepto de desinformación, por lo general, «se utiliza para referirse a intentos deliberados (a menudo orquestados) de confundir o manipular a las personas mediante la entrega de información deshonesta» (Ireton y Posetti, 2020) mientras que se habla de información errónea (misinformation, en inglés) para referirse a «información engañosa creada o diseminada sin intención manipuladora o maliciosa» (Ireton y Posetti, 2020). La infodemia se alimenta de ambas vertientes y añade además esa tercera de un mal uso de información verdadera. Todas, en cualquier caso, son problemáticas para la sociedad y en un contexto como el de la COVID19 pueden llegar a ser mortales. Mientras que la información hace más fuerte a las sociedades, la infodemia «desempodera al poner en peligro vidas y conducir a la confusión y la discordia» (UNESCO, 2020). Así, además de afectar a la preservación de la salud física, en esta pandemia también se puso en riesgo la salud democrática, cuya defensa está en la base de prácticamente todos los proyectos de periodismo basados en comunidades, que buscan fortalecer los derechos y libertades de sus miembros, y de la prensa en general: El exceso de información produce dos terribles consecuencias: muchas de las noticias que circulan son bulos que desorientan entre la verdad y la mentira, y la opinión pública termina por narcotizarse como consecuencia de esta sobreinformación» (Rubido, 2020). Si, en circunstancias normales, la sobreabundancia de impactos a los que sometemos a nuestro cerebro puede derivar en estrés como una respuesta natural y adaptativa de nuestro cuerpo, es más probable que esto suceda ante situaciones nunca antes vividas. En su estudio sobre el impacto psicológico de la cuarentena y cómo reducirlo, basado en una revisión rápida 231 de las primeras evidencias al decretarse la pandemia por el nuevo coronavirus, un grupo de investigadores del departamento de Medicina Psicológica del King’s College de Londres ponía el acento, entre otros aspectos, en la importancia de una información precisa para paliar efectos psicológicos negativos que podrían darse en una parte de la población, incluyendo «estrés postraumático, confusión e ira» (Brooks et al., 2020: 912). Los expertos, tanto en el terreno de las ciencias sociales como de la medicina, están de acuerdo en que en situaciones límite como a las que se enfrenta la población mundial durante esta pandemia la dimensión emocional-afectiva de los procesos de recepción de información se intensifica por sobre la dimensión cognitiva. El riesgo no sólo se expresa en cálculo de probabilidades, sino también en la experiencia de incertidumbre. Está demostrado que la emoción que se moviliza no es siempre temor, sino también enojo, tristeza, depresión y hasta risa (Segura, 2020). Cristóbal Lozano, profesor de Lingüística Inglesa Aplicada, llevó a cabo una investigación (Universidad de Granada, 2020) en la que se analizaron las búsquedas en Google del término ‘coronavirus’ en España, Italia, Alemania y Reino Unido desde el 2 de enero hasta el 30 de marzo. Entre sus conclusiones, está la de que en nuestro país, como en el resto de los observados, los ciudadanos comenzaron a preocuparse y a demandar información sobre el nuevo patógeno antes incluso del reconocimiento oficial de la enfermedad. Imagen 49: Búsquedas en Google del término ‘coronavirus’ en España, Italia, Alemania y Reino Unido desde el 2 de enero hasta el 30 de marzo Fuente y elaboración: Universidad de Granada. Además de en su vertiente de información falsa, que abordaremos más adelante, la infodemia derivó en desinformación por exceso de flujos de mensajes sobre aspectos concretos como las medidas de seguridad y consejos sanitarios a adoptar o las normas decretadas por las distintas administraciones, informaciones que se entremezclaban dando lugar a que, en muchas ocasiones, el ciudadano actuase en un sentido erróneo o no supiera cómo hacerlo. Sucedió, por ejemplo, con los teléfonos de información habilitados para consultar acerca de la enfermedad o reportar casos de contagio. Mientras comunidades autónomas como Extremadura centraron esta atención en el 112 otras, como Madrid, pedían liberar esa línea para las urgencias habituales y habilitaron una (900 102 112) para la COVID-19. Sin embargo, 232 no fue infrecuente la difusión de cadenas con este tipo de información que, con un origen local, acababan llegando a través de correos electrónicos o mensajería telefónica a otra región distinta, contribuyendo a una situación de descontrol. Buscando ayudar, muchos ciudadanos contribuyeron a generar más desconcierto (Ortega Santos, 2020). Cierta sensación de incomprensión se dio también, y sobre todo en las primeras semanas hasta que se aplicaron normas con carácter general a nivel nacional, con las medidas adoptadas por las distintas administraciones, como la prohibición de visitas a residencias de ancianos o la suspensión de clases en los distintos niveles educativos. Más allá de que el término coronavirus registrase en las primeras semanas de la pandemia más de tres millones de búsquedas en Google, en la semana en la que entraba en vigor la conocida como ‘Fase 0’ del desconfinamiento en España, su plataforma de análisis comparativo (Google Trends) señalaba entre las combinaciones más buscadas ese concepto unido al nombre de distintas regiones o ciudades de la geografía nacional o, incluso, el sintagma «coronavirus por comunidades». Imagen 50: Combinaciones en las búsquedas con la palabra ‘coronavirus’ durante la llamada ‘Fase 0’ de la desescalada en España. Fuente: Google Trends (consulta realizada el 5 de mayo de 2020). 233 Aunque supere ya el ámbito de lo informativo, es significativo reseñar también en este punto el problema de infodemia que se dio entre la comunidad investigadora por la avalancha de artículos científicos. Con un volumen de publicaciones inédito, se hizo difícil poner puertas al campo, llegándose a dar situaciones graves de confusión como las que relata el periodista de divulgación científica Javier Salas (2020): A mediados de marzo, por todo el mundo circuló la advertencia de que tomar ibuprofeno podría ser fatal en caso de contraer la COVID. Un artículo especulativo, publicado en una revista especializada, relaciona ambos factores. Tres días después, la Sanidad francesa hacía suya la advertencia. Las autoridades sanitarias de todo el planeta tuvieron que calmar de urgencia a la ciudadanía: no hay ninguna prueba de ese vínculo. El artículo era una simple hipótesis desarrollada en cuatro párrafos y sus autores insistían en que habría que estudiar si esto era así. Querían aportar un granito de arena que se convirtió en una piedra en el zapato de las autoridades sanitarias. Parecido a este fue el caso de un artículo volcado sin revisión previa en un repositorio abierto en el que se hablaba de un sospechoso parecido entre el virus del sida y el nuevo coronavirus. En el escaso periodo de tiempo que estuvo publicado, entre el 31 de enero y el 2 de febrero de 2020 (en que fue retirado por las quejas de otros miembros de la comunidad científica que advertían imprecisiones), obtuvo 200.000 descargas, convirtiéndose en el documento más visto del portal científico en el que se alojaba. Más de 23.000 tuits ayudaron a difundirlo y lo hicieron llegar potencialmente a millones de personas en apenas un fin de semana. Demostrada la peligrosidad de la infodemia por saturación de información sin control, toca ahora abordar un aspecto más peligroso aún si cabe, el de la infoxicación de noticias falsas, o infodemia a través de las conocidas como fake news. 4.3.1.2.- Noticias falsas Aunque, en ocasiones, pudiera parecer simplemente una broma de mal gusto, detrás de cada noticia falsa que se vierte a la esfera pública buscando aparentar ser real existe una intención negativa que, con más o menos alcance en función de las capacidades del emisor, se aprovecha de las creencias de la gente y puede llegar a influir y desestabilizar la sociedad y sus instituciones, generando confusión y ansiedad entre los ciudadanos (Waisbord, 2018). Un escenario inédito, como el de esta pandemia y el primer estado de alarma decretado en España desde el mes de marzo hasta el de junio de 2020, fue un caldo de cultivo idóneo para la difusión de datos sesgados y distorsionados por el impacto, especialmente, de las redes sociales, como suele suceder en los contextos de crisis, desastres y emergencias. (Mayo-Cubero, 2020). Entre las teorías conspirativas más difundidas estuvieron las que situaban el origen de la enfermedad en laboratorios de todo el mundo para ser usado como arma biológica o método de control de la población. Algunos fueron más allá afirmando que el patógeno fue diseñado directamente por China como parte de su estrategia política y económica (Gonçalves-Sá, 2020). Pero el espectro de temáticas que fueron objeto de la desinformación fue amplio: pautas de supuestos sanitarios en contra del uso de las mascarillas, pese a ser un medio de prevención aprobado; formas inverosímiles de contagio, como cantar en los balcones durante el aplauso sanitario; métodos falsos para prevenir el contagio, como el uso de productos de higiene íntima 234 a modo de filtro para respirar; remedios caseros para luchar contra la enfermedad a través de vahos; vídeos e imágenes correspondientes a otros años… (Ortega Santos 2020). Solo durante la última quincena de marzo de 2020, la red social Twitter detectó más de 1,5 millones de cuentas en todo el mundo sospechosas de manipular o difundir mensajes no verificados sobre conversaciones relacionadas con la COVID-19. El gigante tecnológico se vio obligado a ampliar su definición de daño para, mediante análisis a través de herramientas entrenadas con aprendizaje automático (machine learning) abordar contenidos que fueran directamente en contra de los mensajes y recomendaciones de las fuentes autorizadas de información sobre salud pública (Ortega Santos 2020); sus responsables elaboraron también una amplia guía en la que se contemplaban un buen número de supuestos ante los cuales poder proceder a borrar un tuit, con ejemplos muy explícitos como «Descripción de tratamientos nocivos o medidas de protección que se sabe que son ineficaces, no son aplicables a la COVID- 19, o se comparten fuera de contexto para engañar a las personas, incluso si se hacen en broma, como “beber lejía e ingerir plata coloidal cura el COVID-19”» (Gadde y Derella, 2020). Otros estudios independientes dibujaron el mismo panorama negativo. Por ejemplo, desde Italia, uno de los países más afectados en Europa y el primero del continente donde la situación sanitaria se desbordó, los investigadores de la Fundación Bruno Kessler en colaboración con la Universidad de Milán y la de Harvard, analizaron, también con técnicas de aprendizaje automático, hasta 100 millones de mensajes (0,77 TeraBytes de datos) publicados en todo el mundo a través de Twitter entre el 21 de enero y el 9 de marzo de 2020. Determinaron que más del 40% provenían de fuentes poco fiables, principalmente bots. En las semanas que duró la muestra se percibió, a nivel global, un progresivo «incremento de noticias poco fiables en mensajes relacionados con mercados financieros y epidemias, con un sentimiento generalizado negativo» (Domenico y Sacco, 2020) Además de las medidas adoptadas por cada país (en algunos casos, como España, no exentas de polémica por la discusión sobre las líneas entre ciberseguridad y censura) la Unión Europea lideró una estrategia global para combatir la desinformación a través de una estrecha cooperación con las plataformas online, buscando vías para la promoción de fuentes autorizadas y la eliminación inmediata de contenidos verificados como falsos o engañosos y aquellos que pudieran perjudicar la salud de los ciudadanos. Esta línea de acción se aceleró después de que la Comisión Europea detectara campañas de desinformación organizadas desde Rusia y China con el objetivo principal de cuestionar la respuesta que los Gobiernos de la Unión Europea daban a la epidemia del coronavirus. Las principales compañías de la industria tecnológica emitieron una declaración conjunta al respecto (Google Public Policy, 2020). https://www.vozpopuli.com/sanidad/directo-ultima-hora-contagios-muertos-coronavirus-espana_0_1347165329.html 235 Imagen 51: Declaración conjunta de las compañías tecnológicas sobre sus actuaciones ante la COVID- 19. Fuente: Google. La principal línea de acción se centró en la moderación de contenido, eliminando mensajes en los casos que procedía o advirtiendo de un posible caso de desinformación a través de procesos automatizados. 236 Tabla 9: Situación del control de mensajes sospechosos en la primera fase de la pandemia. Fuente: UNESCO. *Basado en información selectiva hecha pública por las compañías, en diferentes momentos durante mayo del 2020. Esta no es una lista completa de todas las acciones emprendidas por estas empresas. Adaptación propia. Pero, pese a todos los esfuerzos, la lucha contra las noticias falsas resultó más complicada de lo habitual porque, además de tener en contra un diseño atractivo y un formato fácil de viralizar, en una ocasión como esta se daba una circunstancia más: el estado anímico de las personas. Los mecanismos psicológicos de autodefensa a los que hicimos referencia al principio de este bloque y que se activan en muchas personas ante la sensación de indefensión por afrontar algo desconocido no solo afectan a la búsqueda descontrolada de información, sino también a la forma de compartirla. Un estudio de la revista Science investigó la diferencia entre la difusión en Twitter, entre los años 2006 y 2017, de noticias verificadas como verdaderas o clasificadas como falsas. Una de sus principales conclusiones fue que las mentiras falsas se difunden «significativamente más lejos, más rápido, con mayor profundidad y mayor amplitud que la verdad en todas las categorías de información» (Vosoughi, Roy y Aral, 2018). Resulta también reseñable en este estudio su comprobación de cómo, contrariamente a la creencia popular, los robots aceleraron prácticamente por igual la propagación de noticias verdaderas y falsas, lo que implica que las noticias falsas se difunden más que la verdad por efecto de los humanos y no de las máquinas. 237 Para Alexandre López-Borrull, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, la sensación de temor es una de las emociones que nos lleva a tomar más decisiones, como reacción casi por necesidad antropológica, y «es más fácil que se tome la decisión de compartir por lo que a menudo, por buena intención nos convertimos en difusores de desinformación» (Bigas, 2020). Su colega y compañero de docencia en la materia, Ferran Lalueza Bosch, confirma que «el miedo constituye un caldo de cultivo inmejorable a la hora de captar nuestra atención, incluso en contextos de saturación informativa. [...] No solo atendemos prioritariamente a aquellos contenidos que conectan con nuestros miedos, sino que también tendemos a divulgarlos con mayor intensidad y celeridad» (Bigas, 2020). Un estudio del Reuters Institute, en el que se analizó una muestra de 225 piezas de información falsa o engañosa sobre la COVID-19 publicadas en inglés entre enero y marzo de 2020 y verificadas por instituciones informativas que trabajan en la lucha contra la desinformación determinó que los bulos que más proliferaron fueron aquellos que partían de algún dato verdadero pero se descontextualizaban o se le añadían otros datos falsos. Imagen 52: Tipología de los bulos más populares sobre la pandemia entre enero y marzo de 2020. Fuente y elaboración: Reuters Institute. Un 29% de los bulos analizados contenían algo de información verdadera, pero perdían validez al reformular los detalles con giros falsos. En un 24% de los casos la mentira venía de imágenes o vídeos etiquetados o descritos como algo diferente de lo que realmente eran. 238 Imagen 53: Imagen tomada en 2017 y que se usó para hablar de desabastecimiento durante la pandemia. En sus conclusiones, los promotores del estudio sugieren que, al igual que para combatir el virus, no habrá una vacuna mágica ni una solución única para la desinformación; por el contrario, apuntan que abordar la propagación de información errónea sobre la COVID-19 requerirá «un esfuerzo sostenido y coordinado de verificadores independientes, organizaciones informativas independientes, plataformas tecnológicas y autoridades públicas para ayudar al ciudadano a comprender y navegar la pandemia» (Brennen et al., 2020) Circunstancias como las expuestas anteriormente pusieron de relieve el papel determinante de los profesionales de la información a la hora de procesar la información emitida desde innumerables fuentes, verificarla, filtrarla y ofrecer al ciudadano aquella realmente útil y verdadera 4.3.1.3.- Agenda preestablecida, infrarrepresentación, opacidad y ataques a la labor informativa Evitando poner el foco en matices ideológicos, que darían de por sí pie a cuestionar la intencionalidad de ciertos formatos informativos, durante la pandemia nos encontramos con el problema (clásico pero agravado en circunstancias extremas como esta) de que el ciudadano pudiera recibir una información sesgada o, al menos, parcial (en la más básica acepción del adjetivo, como una parte de un todo) en la medida en la que él no podría participar en el proceso de decisión de la agenda de temas a abordar. Esto, que de por sí es ya un contratiempo (y del que dimos cuenta en otro bloque de esta investigación) se agrava cuando ya ni siquiera los propios periodistas ejercen esta responsabilidad sino que la pauta viene dictada desde el poder político. Sin entrar a valorar la intencionalidad de cada una de las partes implicadas, la situación de excepcionalidad vivida durante la pandemia ha propiciado una alteración en las dinámicas establecidas, haciendo fundamental el papel de control y contrapeso de los medios, ejercido 239 en este caso muchas veces por ese otro tipo de periodismo de nuevo cuño que trabaja con sus comunidades y se involucra con ellas en esta misión. 4.3.1.3.1.- Dieta informativa oficial e infrarrepresentación Sin detenernos a profundizar en la teoría de la agenda setting y en la función de gatekeeper de los medios, su poder para establecer en qué deben pensar los ciudadanos (McCombs y Shaw, 1972) o qué encuadre de la realidad reciben a través de su mirada (teoría del framing), en este caso, a la barrera que para un periodismo que aspira a ser participado por una comunidad supone la capacidad de los medios de filtrar, estructurar y enfatizar la información que publican (Lang y Lang, 1962) hubo que añadirle el peso de las distintas estrategias de comunicación de organismos y administraciones con competencias en la crisis, preocupados en no perder la batalla del relato para mantener un aparente dominio ante una situación ya de por sí desbocada, al estar protagonizada por un enemigo invisible. Esto derivó en denuncias de falta de transparencia y reiteradas quejas por parte del colectivo de informadores ante evidentes obstáculos presentados por parte del ejecutivo español a la hora de acceder a la información o a sus fuentes. Sorteando con mayor o menor suerte esa barrera, lo cierto es que lo que conocemos como los medios tradicionales configuraron una dieta informativa muy homogénea, al hilo de los anuncios oficiales que acapararon horas y horas de la atención de la prensa. Este menú noticioso evolucionó según las fases de la enfermedad, pasando por distintas etapas con una transición muy marcada desde el aspecto emocional al económico y social: confinamiento, gestión de material sanitario, desescalada, vacunas… Uno de los peligros de caer en esta agenda noticiosa oficial pasa por la infrarrepresentación de algunos colectivos a los que ya de por sí, en circunstancias normales, se les da poca voz. Sucedió, según lo acreditan informes de trabajos de diversas instituciones, con las personas sin hogar, los temporeros del campo, los inmigrantes, los ancianos (de los que solo se habló, principalmente, por sus muertes en residencias), las mujeres o los jóvenes. En relación con este último colectivo el informe The Missing Perspectives of Women in COVID-19 News (Kassova, 2020), elaborado por la Fundación Bill y Melinda Gates, que analizó la presencia femenina en los medios de comunicación de seis países, constató una brecha peligrosa. Con un 69% de los profesionales de la salud del género femenino a nivel mundial (por lo que están más expuestas al virus) su voz siempre estuvo menos presente (19% mujeres frente a un 77% de hombres) y a la hora de recurrir a expertos ellos fueron citados hasta tres veces más en las noticias sobre la COVID 19 en países como Reino Unido, cuatro veces más en Kenia y EE. UU. y cinco en Sudáfrica, Nigeria o la India. Pero más allá de las cifras, encontramos como la pandemia silenció otros dramas ya de por sí olvidados, como el de los matrimonios forzosos en algunos países donde impera esta cultura y que se incrementaron encubiertos por la situación sanitaria (la crisis económica hizo que más familia optaran por tener una boca menos que alimentar y el que los costes de las ceremonias se redujeron al tener que ser actos privados supuso otro aliciente). Casuísticas como estas puede haber miles con distintos trasfondos pero raramente ocuparán la agenda oficial de los medios. Afortunadamente, existe la labor de organizaciones informativas que, con la complicidad de una ciudadanía sensible a valores universales como la justicia, se preocupará por dar voz a estas personas. 240 4.3.1.3.2.- Falta de transparencia Como decíamos al comienzo de este apartado, más peligroso aún que la omisión de algunas partes del periodismo al cumplimiento de su misión sería la obstaculización intencionada a esta misma por parte de quienes ostentan el poder. La censura ejercida por China en el origen de la pandemia ha sido vista por muchos como una de las causas de que el virus se propagara tan rápidamente sin control. El mismo día que el país alertó a la OMS acerca de la nueva enfermedad de origen desconocido su gobierno obligó a la plataforma de mensajería WeChat (versión local del modelo de WhatsApp) a suprimir muchas conversaciones con términos relacionados con la enfermedad. Una investigación de la Universidad de Southampton (Inglaterra), publicada en la misma semana que medio mundo cerraba sus fronteras e impedía la movilidad a sus ciudadanos, defendía que Pekín podría haber reducido en un 86% el número de contagios si no hubiera optado por la opacidad (Lai et al., 2020). La ONG Reporteros Sin Fronteras denunció también que «los medios chinos podrían haber informado mucho antes sobre la gravedad de la epidemia si Pekín garantizara la libertad de prensa» (Blanco, 2020). Si, como refiere Manuel Castells «el poder se basa en el control de la comunicación y la información, ya sea el macropoder del estado y de los grupos de comunicación o el mismo micropoder de todo tipo de organizaciones» (2009: 23), en cualquier gestión de crisis «uno de los puntos fundamentales es la comunicación del organismo con sus puntos objetivos, entre los que se encuentran los medios de masivos de comunicación» (Macedo, 2017). Y este caso no fue una excepción. Intentando abstraernos de nuevo de cuestiones ideológicas, la gestión de la comunicación del Gobierno de España de la crisis por la pandemia de la COVID-19, su relación con los medios y la forma de proporcionar a estos acceso a la información fue ampliamente discutida desde el primer momento por los profesionales del periodismo. Para la OMS, «salud, crisis y comunicación están íntimamente relacionadas. Todas las crisis de salud son también crisis de comunicación» (Charpak, 2004). Si entendemos que las crisis sanitarias son «eventos no planeados, que implican una amenaza real, percibida o posible contra el bienestar de la sociedad (o algún segmento), el ambiente o una agencia de salud afectada» (Churchill, 2000), podemos intuir la dificultad de comunicar en un escenario de incertidumbre. Ahí radica, precisamente, el reto. En este caso, desde el propio ejecutivo, distintos cargos como el ministro de Sanidad en el momento del estallido de la pandemia, Salvador Illa, o el que por entonces fuera vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, esgrimieron el argumento de que «ningún gobierno estaba preparado para esta pandemia» (Alonso, 2020). Lo cierto es que, en la historia reciente, desde la restauración de la democracia en España, no se había experimentado una dificultad nacional de este calibre. Por eso, resulta complicado contrastar la gestión comunicativa del Gobierno con referencias teóricas al respecto. Podemos percibir, eso sí, disonancias con definiciones de lo que debe ser la gestión de la comunicación de crisis como la de González Herrero (1998: 38) que la entiende como la capacidad de una organización de reducir o prever los factores de riesgo e incertidumbre respecto al futuro, de forma que se capacite a la misma para asumir de manera rápida y eficaz las operaciones de comunicación necesarias que contribuyan a reducir o eliminar los efectos negativos que una crisis puede provocar sobre su imagen y reputación. 241 Las críticas en el propio seno del Gobierno al discutido manual de Comunicación de La Moncloa y sus cambios de estrategia con los que, en opinión de miembros del ejecutivo, «lo que se transmite es sensación de caos» (Méndez, 2020) alejan la gestión de esta crisis de la definición de Fink (1986:16) sobre la gestión de crisis, donde veía «el arte de eliminar el riesgo y la incertidumbre de modo que se sea capaz de adquirir un mayor control sobre el propio destino»; o el pensamiento de Gigliotti y Jason (1991: 13) que la definían como la capacidad de una organización de asumir de manera rápida, eficiente y efectiva las operaciones de emergencia necesarias para reducir las amenazas a la salud y seguridad del individuo, la pérdida de propiedad pública o privada, o una consecuencia negativa sobre el desarrollo normal de los negocios. Ciertos errores o actitudes por parte de portavoces oficiales no contribuyeron a crear un clima favorable entre los profesionales. Así, el denominado como lapsus del Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago, cuando declaró durante una rueda de prensa que una de las tareas del Instituto Armado era la de minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno (sic) en las redes sociales propició el debate sobre una posible situación de censura y la opacidad, trascendiendo nuestras fronteras. Imagen 54: La gestión de la comunicación de la crisis por el nuevo coronavirus en España abordada en una conferencia internacional universitaria durante. Fuente: Departamento de Periodismo y Nuevos Medios UCM. En relación con este aspecto, es un hecho que la COVID-19 también ha provocado «efectos perniciosos sobre la función democrática del periodismo. Por un lado, ha reactivado los mecanismos de control político de la información y del trabajo de los periodistas, especialmente mediante las ruedas de prensa con filtro previo. Con ello, la autonomía profesional del periodismo se vio limitada» (Casero-Ripollés, 2020: 22). A comienzos de abril de 2020 cerca 242 de 400 informadores firmaron el manifiesto #LaLibertadDePreguntar, denunciando el formato establecido por la Secretaría de Estado de Comunicación para las ruedas de prensa del presidente del Gobierno y otros portavoces gubernamentales mediante el cual y en virtud del del estado de alarma por la emergencia sanitaria, económica y social del coronavirus se filtraban y elegían previamente las preguntas que se dirigían a los comparecientes poniendo como justificación dificultades técnicas debido a las conexiones telemáticas entre periodistas y comparecientes. Los informadores recordaban en este manifiesto14 que En una situación de crisis el derecho a la información es más importante que nunca. Con España en estado de alarma, el Gobierno disfruta de unos poderes muy superiores a los normales, por lo que es importante que la Prensa realice su labor de control, más aún cuando el Parlamento ha limitado enormemente su actividad. La principal forma de ejercer esta función desde el periodismo es a través de las preguntas -y las repreguntas- a los miembros del Gobierno. Finalmente, la Secretaría de Estado se avino a estudiar otras fórmulas, aunque la total normalidad no se recuperó hasta que se retomaron las ruedas de prensa con la asistencia de periodistas. 4.3.1.3.3.- Amenazas a los medios Sin ser este el punto más significativo de todos los problemas expuestos sí que cabe mencionarlo por el eco que tuvo en marzo de 2021 el informe anual emitido por el Departamento de Estado de los Estados Unidos en el que España adquiere protagonismo por las críticas expresas a la gestión del gobierno español en su relación con los medios de comunicación. Este documento se elabora desde hace ya mucho tiempo en virtud de una legislación de los años 60 pero lo que en esta ocasión hizo que su contenido saltase a la primera plana fue la mención expresa al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el que fuera vicepresidente durante el año analizado; Pablo Iglesias; el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique; y el partido Vox. Sus nombres aparecen en el apartado relativo a la libertad de expresión, donde se indica que el Gobierno español en general respeta ese derecho pero destaca como puntos clave (Doménech, 2021): ● Las denuncias contra la retórica de los líderes del gobierno contra la prensa, mencionando específicamente a Pedro Sánchez, presidente del gobierno; y a Pablo Iglesias, hasta hace poco vicepresidente segundo de la Moncloa. 14 Texto completo del manifiesto en: https://www.ecestaticos.com/file/0e69cf5f473e1dc7f877adf99daa7fdb/1585683681- lalibertaddepreguntar.pdf https://www.ecestaticos.com/file/0e69cf5f473e1dc7f877adf99daa7fdb/1585683681-lalibertaddepreguntar.pdf https://www.ecestaticos.com/file/0e69cf5f473e1dc7f877adf99daa7fdb/1585683681-lalibertaddepreguntar.pdf 243 ○ “El 1 de marzo, el presidente Pedro Sánchez acusó a los medios ‘conservadores’ de ‘espolear a la sociedad'' cada vez que los conservadores pierden unas elecciones”. ○ “Ese mismo día, el Vicepresidente Segundo y Secretario General del partido Podemos Pablo Iglesias aseguró que la prensa crítica con el gobierno había ‘ofendido la dignidad del periodismo’”. ○ “También en marzo, Iglesias amenazó con enviar a un periodista a prisión por publicar información comprometida sobre su partido, especialmente sobre sus finanzas”. ○ El Departamento de Estado también destaca comentarios de Iglesias y de Pablo Echenique, portavoz de Podemos en el Congreso de los Diputados, que provocaron las condenas por parte de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España. ● Las denuncias contra el formato de las conferencias de prensa del gobierno durante el estado de alarma decretado por la pandemia de COVID-19. ○ “Los periodistas alegan que tenían que enviar todas las preguntas por escrito con antelación a una oficina de comunicación gubernamental”. ○ El gobierno se deshizo de esa práctica en abril de 2020. ● Las denuncias contra el partido VOX por sus ataques a la prensa y por “provocar ataques verbales y físicos contra periodistas durante manifestaciones a nivel nacional en oposición a las políticas de COVID-19 del gobierno”. ○ “Reporteros Sin Fronteras también destacó preocupación acerca del acoso de VOX contra periodistas críticos y fact-checkers y condenó a VOX por vetar a algunos medios de sus conferencias de prensa y actos de elecciones”. 4.3.1.4.- Brecha de conocimiento Cuarentena, confinamiento y pandemia fueron las tres palabras más buscadas en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) durante la crisis sanitaria, un recurso este que en el mes de abril de 2020 batió récord de consultas en su versión digital con 100 millones de consultas15. Virus, epidemia, resiliencia, triaje, confinar, velar, contingencia, diezmar, cuidar, concienciar, barbijo, confinado o escalar, fueron otras búsquedas habituales relacionadas con la situación de excepcionalidad que se vivía y que nos pueden dar una idea de que estos términos, aunque 15 https://www.rae.es/noticias/el-diccionario-de-la-lengua-espanola-alcanza-su-record-con-100-millones- de-consultas-en-el https://www.rae.es/noticias/el-diccionario-de-la-lengua-espanola-alcanza-su-record-con-100-millones-de-consultas-en-el https://www.rae.es/noticias/el-diccionario-de-la-lengua-espanola-alcanza-su-record-con-100-millones-de-consultas-en-el 244 aparecieron con frecuencia en los medios de comunicación, no eran familiares para una gran parte de la población de habla castellana. Intuimos que coronavirus sería también un concepto introducido en el buscador de la RAE en numerosas ocasiones aunque, en este caso, sin éxito al no estar incluido aún en el diccionario. Al margen de los tecnicismos, se constató que la falta de acceso a la formación, que siempre ha lastrado el desarrollo social de las personas, en un caso como este podía llegar a poner en peligro sus vidas. Ya antes de esta pandemia, numerosas investigaciones habían puesto en evidencia que las personas con bajos niveles educativos y entre ellas especialmente las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad, las personas inmigrantes y las pertenecientes a minorías culturales sufren más desigualdades en el ámbito de la salud: tienen menos conocimientos sobre su condición médica y tratamiento, reciben menos servicios preventivos, tienen un peor estado de salud y son más propensas a ser hospitalizadas. (Flecha, Ruiz y Vrecer, 2013) En esta ocasión, una vez más, la información esencial sobre la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus no llegó por igual a toda la población y muchas veces las pautas a seguir se compartieron de manera poco clara. Hubo quien incluso quiso lucrarse a costa de la salud de los ciudadanos más vulnerables mediante el engaño, tomando ventaja de su escasa formación. En España, por ejemplo, al comienzo de la pandemia, el médico Gabriel Serrano Sanmiguel llegó a vender a 120 euros el litro de una solución a base de lactoferrina ya que, siempre según él y sin ningún aval científico, era excelente y segura para combatir la infección por COVID-19. La Generalitat Valenciana abrió a su empresa un expediente sancionador por esta causa. También fueron abundantes las noticias de ventas de mascarillas falsas que sin homologación reproducían los sellos oficiales. De la mayoría de estudios detallados sobre los datos de incidencia del nuevo coronavirus, tanto en una comparativa de países a nivel global, de ciudades en España o, incluso, por barrios dentro de una misma localidad, vienen a confirmar que las desigualdades sociales incrementan la vulnerabilidad epidemiológica de la clase social baja ante la COVID-19, favoreciendo el riesgo de infección, aumentando el número de contagios y haciendo que la evolución de la enfermedad sea más grave, empeorando la sintomatología y aumentando el riesgo de mortalidad. (Aguirre, 2021). 4.3.1.5.- Precarización laboral y peligros para la figura del periodista El impacto de la pandemia en todos los sectores profesionales hizo también mella, como cabía esperar, en uno con una inestabilidad laboral cronificada como es el del periodismo. Según los datos recogidos en el Informe de la Profesión Periodística, que elabora anualmente la Asociación de la Prensa de Madrid y al que ya hemos hecho referencia en otros apartados de esta investigación, desde comienzos de 2020 y hasta el mes de septiembre «la cifra de periodistas parados aumentó un 29,1% hasta los 8.636 profesionales, mientras que a comienzos de año se situaba en 6.691 personas, según cifras del SEPE» (Martín, 2020). 245 Imagen 55: Paro registrado de periodistas entre septiembre de 2019 y septiembre de 2020. Fuente y elaboración: Informe de la Profesión Periodística 2020 (APM). En la mayoría de los países donde se han desarrollado investigaciones se ha constatado una profundización de las violaciones a los derechos laborales, que dan cuenta de un modelo empresarial en crisis, que lejos de ver a la pandemia y el aumento del consumo informativo como una posibilidad para ampliar las posibilidades laborales y mejorar las condiciones de contratación, sigue teniendo como principal variable de reducción de costos a los trabajadores, mientras estas mismas empresas son favorecidas por el Estado. (Alonso, 2020) Esta realidad vuelve a contrastar con el reconocimiento por parte de toda la sociedad a la labor fundamental de los profesionales que, arriesgando la salud, mantuvieron su compromiso con la información. Según datos de Press Emblem Campaign (PEC), organismo mundial de derechos de los medios con sede en Suiza, en los dos primeros meses de la pandemia fallecieron a causa de la COVID-19 hasta 55 periodistas en 23 países. A principios del mes de junio de 2020 la cifra aumentaba a 127 periodistas en activo, a sabiendas de que podría haber muchos más de los que no se pudo tener constancia. El peligro físico inherente al ejercicio profesional durante la pandemia y el incremento en la precarización afectó también a la salud mental de estos trabajadores. Una investigación de Reuters (Selva y Feinstein, 2020) reveló la presencia de ansiedad y depresión en una gran mayoría de los periodistas que se habían encargado de la cobertura de la pandemia, con presencia de angustia psicológica en el 70% de participantes. Por otro lado, en la encuesta 246 sobre periodismo y COVID-19 desarrollada por el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ) y el Centro Tow para el Periodismo Digital de la Universidad de Columbia (Posetti, Bell y Brown, 2020), entre más de 1.400 profesionales de 125 países, se reflejaba un 82% de casos de periodistas que habían experimentado una reacción negativa en su salud mental a raíz de la pandemia. Estas cifras ponen de manifiesto la urgente necesidad de que «tanto los gobiernos, los empresarios de los medios de comunicación y los sindicatos de periodistas tomen medidas de apoyo en materia de salud mental para ayudar a aliviar el agotamiento de los periodistas que cubren la pandemia o sufren sus consecuencias socioeconómicas» (IFJ, 2021). Volviendo al peligro físico, además de la propia amenaza que supuso el virus, en determinados rincones del planeta otros problemas latentes, como la mencionada falta de transparencia, supusieron también una amenaza añadida para la profesión. Reporteros Sin Fronteras denunció, desde el comienzo de la pandemia, persecuciones gubernamentales y juicios contra periodistas que informaban sobre el coronavirus en países como China, Iraq, Rusia, Turquía y un largo etcétera. Según datos de esta organización internacional, el número de periodistas que terminaron en la cárcel se triplicó entre el 15 de marzo y el 15 de mayo de 2020, en los momentos más duros de la pandemia, y a finales de noviembre, 40 periodistas habían sido detenidos de manera verificable por sus informes sobre el nuevo coronavirus (RFS-ES, 2020). 4.3.2.- Respuestas del periodismo participado por comunidades En opinión de muchos, la crisis de la COVID-19 sirvió para restablecer las relaciones rotas entre un amplio sector de la sociedad y los medios de comunicación que fueron considerados, tal y como ya se ha referido, un servicio esencial por parte de los gobiernos de muchos países (entre ellos, como indicamos previamente, España) pero también reconocidos por muchas personas que, a título individual, necesitaban clarificar, verificar y poner orden en todos los impactos noticiosos recibidos. Haciendo frente a las múltiples dificultades enumeradas, desde la profesión hubo que encarar diversas modificaciones de las prácticas periodísticas, que los profesionales supieron sortear para seguir construyendo noticias: reorganización de los equipos; vínculo más cercano con la audiencia; flexibilización de los tiempos; incorporación del teletrabajo; cambios en la agenda informativa monopolizada por un único tema; otras maneras de vincularse con las fuentes a través de diferentes plataformas digitales; la necesidad de darse estrategia para chequear con mayor rapidez los datos y así evitar la desinformación. (Alonso, 2020) Con mejor o peor suerte (y con mayor o menor empeño, al tratarse de transformaciones impuestas por las circunstancias y, en muchos casos, postergadas en el pasado por algunas empresas informativas) todos los medios de comunicación abordaron estos cambios; pero, hubo además quienes, en su respuesta, fueron más allá de los mínimos exigibles, realizando un esfuerzo extra para ofrecer a sus comunidades información y recursos que no siempre podrían encontrar en una oferta generalista. Sin que quizá todavía haya tenido el reconocimiento y la consideración merecida por la labor desplegada, en el periodismo de carácter relacional comprometido con los ciudadanos con los que interactúa encontramos https://www.rsf-es.org/author/malena/ 247 algunas de las mejores prácticas desplegadas durante la pandemia. Es el caso de Consultorio de Civio, donde además de analizar y traducir a términos comprensibles toda la legislación que con carácter de urgencia se emitía esos días adoptaron el compromiso de responder una a una todas las preguntas con casuísticas dispares que fueron recibiendo de su comunidad relacionadas con su situación laboral, las restricciones de movimiento o las ayudas públicas. En el verano de 2020, superada la etapa del confinamiento más severo, lanzamos la segunda encuesta a los responsables de las nuevas realidades de periodismo participado por comunidades en las que centramos nuestra investigación16. En sus respuestas, podemos confirmar que, si bien nadie se atreve a vaticinar por dónde discurrirá el devenir de la profesión en un marco general (enfrentándose a las incertidumbres y enemigos ya existentes como precarización, polarización, etc.), todos entienden que el tipo de periodismo que estudiamos es necesario y así ha sido reconocido por la sociedad, y en todos los casos se han revalidado sus motivaciones fundacionales. Tabla 10: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Pronóstico sobre la profesión periodística. 16 Aunque elDiario.es fue invitado a aportar sus respuestas, como hiciera en la primera encuesta, en esta ocasión no obtuvimos contestación. 248 Tabla 11: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Motivaciones reforzadas. 4.3.2.1.- Fuentes fiables e información útil Una Investigación del Reuters Institute sobre el consumo de noticias e información sobre la COVID-19 en los primeros meses, llevada a cabo con encuestas a gente de Alemania, Argentina, Corea del Sur, España, Estados Unidos y el Reino Unido corrobora la idea, tanto en una visión global como en el caso concreto de España, de que los ciudadanos supieron comprender el papel de las organizaciones informativas para ayudarles a «entender y a atravesar la crisis de una manera razonable» (Nielsen et al., 2020). Imagen 56: Sensaciones sobre la cobertura mediática de la pandemia del coronavirus. (Promedio por países). Fuente y elaboración: Reuters Institute. No obstante, y dado que es probable que las opiniones y comportamientos de mucha gente se conformen a partir de la información que reciben de las fuentes en las que confían 249 (Spiegelhalter, 2017) resulta importante afinar el criterio de selección de las mismas. No siempre la percepción por parte del público de una fuente como fiable se traduce en acceso a la información más precisa o actual sobre una materia. (Vélez, Díaz y Wall: 2017) y esa casuística puede afectar también a los propios medios. Otra investigación sobre la cobertura de crisis y emergencias en España llevada a cabo mediante una encuesta de alcance nacional a 30 directores de los medios más relevantes de España en prensa, radio, televisión y plataformas on line reveló que, paradójicamente, en contextos de este tipo en los que, tal y como vimos, es fácil que sobrevengan bulos y noticias falsas, los máximos responsables de estas empresas informativas otorgan «idéntica confianza a las fuentes no oficiales (víctimas y afectados) que a las fuentes oficiales del Gobierno» (Mayo- Cubero, 2020). Esto, que en las dinámicas del periodismo participado que estudiamos en este trabajo podría ser interesante, como indicio de escucha y diálogo con los principales afectados por la realidad, en el caso de los medios tradicionales puede confirmar que «en muchas crisis los medios construyen un relato amarillista y sensacionalista en la búsqueda de una audiencia hiperactivada emocionalmente» (Mayo-Cubero, 2020). Ello pese a que siempre, y más aún si cabe en circunstancias de este calado, sería deseable que el profesional adopte una lógica informativa que huya de la espectacularización, el sensacionalismo y la hiperactivación emocional de la audiencia (Souza-Mayerholz y Martínez-Ravanal (2011). Las organizaciones informativas conformadas en torno al apoyo de ciudadanos realizaron una importante labor didáctica a la hora de poner contexto entre la sobreabundancia informativa. Para ello, además de informar a sus comunidades de las fuentes oficiales en las que acudir mediante nuevos soportes (newsletters, mensajes en foros, etc.), todas las reseñaron de manera visible en sus informaciones como práctica habitual a la hora de verificar o desmentir informaciones. Para esta dinámica, como veremos en el siguiente punto, fue muy importante el trabajo colaborativo de las distintas partes implicadas, ya que muchas veces la pista sobre algún tema surgió de la propia comunidad; luego, los periodistas, con mayor facilidad de acceso a las fuentes, completaron la siguiente parte del trabajo que tendría su continuidad en la difusión conjunta del resultado por parte de todos los miembros de la comunidad, para conseguir así que la información procedente de fuentes verificadas llegase a más personas que cualquier posible información falsa o incompleta. 250 Imagen 57: Referencia a las fuentes verificadas utilizadas por Maldita para desmentir informaciones. También otras instituciones, en algunos casos no relacionadas directamente con el periodismo pero sí sensibles a la labor realizada desde la profesión, apoyaron esta labor con materiales, como la guía para periodistas con consejos para informar sobre la enfermedad elaborada por la Organización Panamericana de la Salud, en la que se incidía en el aspecto de la comunidad a la hora de combatir también al virus con información, ya que «los periodistas tienen el poder de contar historias e inspirar a las personas a actuar de manera colectiva. La solidaridad de todas las personas, comunidades y organizaciones es necesaria para superar esta pandemia» (OPS, 2020). Dentro de la propia profesión son numerosos los esfuerzos hechos por distintos colectivos para garantizar una información útil, veraz y responsable. Podemos citar el ejemplo de the Global Investigative Journalism Network, que centró parte de sus actividad durante los meses más duros de la pandemia en la publicación permanente de recomendaciones para periodistas que cubrían la COVID-19 a través de distintos formatos (guías, post en redes sociales; o el Instituto Poynter de Estudios de Medios (organización de investigación sin ánimo de lucro), que abordó las claves para realizar un trabajo serio, de acuerdo a las necesidades de la población, con consejos concretos como reducir el uso de adjetivos subjetivos (como enfermedad “mortal’) o huir de los titulares morbosos para atraer clics. 4.3.2.2.- Lucha colaborativa contra el coronabulo Dejando de lado esa concepción y abordando la información sobre la pandemia desde la colaboración, algunos proyectos informativos buscaron en los ciudadanos y sus socios a aliados en esta tarea para afrontar juntos el problema, cumpliendo la premisa del reparto de roles para que cada uno actuase según su responsabilidad y sus conocimientos. Para Carr, Cuervo y Daros (2019), enfrentarse a las noticias falsas y la desinformación es un desafío que «requiere trabajo intersectorial entre el estado, las organizaciones no gubernamentales, la 251 sociedad civil, el sistema educativo y los ciudadanos, así como otros sectores». Cuando estalló la pandemia de la COVID-19 el engranaje de esta colaboración no estaba (tampoco a día de hoy) lo suficientemente engrasado. A pesar de los cambios constantes de leyes educativas durante la democracia en España, la introducción en el currículo de competencias clave o básicas (concepto acuñado en la década de los 70 del siglo pasado para expresar habilidades más allá de las propiamente técnicas que faciliten la adaptación del alumno a las circunstancias de una sociedad cambiante) ha representado desde hace años esa voluntad de contribuir, entre otros aspectos, al ejercicio de una ciudadanía activa. Hay interesantes iniciativas en ese sentido desde el campo de la enseñanza, especialmente desde las ciencias sociales, para contribuir a la alfabetización en los medios de comunicación, las redes sociales y los nuevos contextos virtuales pero, en el contexto de la lucha contra la desinformación, más allá de iniciativas particulares, no existe una sensibilización real en el currículo oficial. En relación con el papel del Estado en ese deseado trabajo intersectorial en la lucha contra la mentira, en el caso de España la actuación del ejecutivo en dicho campo fue algo discutida, ya que, en ocasiones, parecía entremezclarse con sus intereses particulares. La polémica estalló, como hemos referido en otro apartado, cuando en una de las ruedas de prensa sobre las actuaciones del Estado en la lucha contra el coronavirus el representante de la Guardia Civil, general José Santiago, explicó cómo combatían la desinformación: Estamos trabajando con nuestros especialistas en dos direcciones. Una, a través de la Jefatura de Información, con el objetivo de evitar el estrés social que producen todas estas series de bulos. Y otra de las líneas de trabajo es también minimizar ese clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno» (Del Olmo, 2020). En medio de todo este caos, una vez más las organizaciones informativas jugaron un papel determinante ejerciendo su labor en la búsqueda de la verdad y asumido en muchos casos la tarea de suplir la carencia en el sistema educativo formal, conformando espacios formativos como ya lo hacían antes para la construcción de una ciudadanía activa pero centrándose ahora en la lucha contra los bulos en la pandemia. Entre las organizaciones periodísticas fundamentadas en la relación con sus comunidades, tiene especial protagonismo en este punto Maldita que se define a sí mismo como un medio de comunicación independiente y sin ánimo de lucro que lucha contra la desinformación apoyándose en su comunidad, la tecnología y la educación. Este tridente comunitario- tecnológico-educativo se reprodujo cuando estalló la crisis sanitaria y empezaron a propagarse bulos y a surgir cientos de dudas que, a su vez, daban pie a generar más desinformación. Maldita concibió un apartado nuevo en su web bajo el epígrafe “Especial Coronavirus” con, entre otras, las siguientes secciones: - Consejos y prevención: un espacio para ofrecer información útil, avalada por expertos, sobre cuestiones cotidianas pero de especial importancia en la nueva realidad a la que se enfrentaba la sociedad como: Qué hacer con la mascarilla cuando estás tomando algo en una terraza y cómo deshacerte de ella cuando has terminado de usarla; recomendaciones y precauciones sobre el uso de guantes para evitar contagios por el 252 coronavirus; o productos para desinfectar objetos y superficies de coronavirus. Se registran decenas de artículos desde que publicaran el primero en esta sección con el título “Guía sobre cómo actuar ante una epidemia de coronavirus” y fechado el 4 de marzo de 2020, antes de que se declarase la alerta sobre el nuevo patógeno. - Preguntas y respuestas: ¿Puede la COVID-19 provocar trombosis? ¿Qué son las áreas básicas de salud? ¿Los autónomos tienen que pagar cuota por los días trabajados del mes de marzo? Estoy trabajando en una provincia distinta a la mía. ¿Podría volver el fin de semana a mi domicilio habitual para el lunes volver a donde trabajo? Durante los primeros meses más de 350 cuestiones como estas fueron enviadas por la comunidad (a través de un sencillo formulario de Google), contestadas (acudiendo a fuentes verificadas) y clasificadas (para poder ser útiles a otras personas) con etiquetas como “desescalada”, “prevención de contagios”, “El virus” o “Medidas laborales y económicas”. - Bulos: No, la pandemia de COVID-19 no está causada por el 5G. No, no hay evidencias de que el MMS o clorito de sodio cure el coronavirus en 24 horas (o nada). No, la primera mujer en Reino Unido que se ofreció a probar la vacuna experimental del coronavirus no ha muerto… Podríamos enumerar así más de mil sentencias, número correspondiente a los bulos y desinformaciones sobre COVID-19 que el equipo de Maldita verificó acudiendo a las fuentes o usando sus herramientas y metodologías (búsqueda inversa de imagen, comprobación de elementos atmosféricos o meteorológicos en vídeos y fotografías; bases de datos relativas a los perfiles sociales de un individuo, etc.). A 11 de abril de 2021 su página web reportaba 1.027 desmentidos. Muchas veces quienes pusieron sobre la pista al equipo fue la propia comunidad de malditos, a través del servicio de WhatsApp o canales sociales. - Fuentes verificadas: En este rincón se ofrecía acceso directo a los perfiles de fuentes oficiales que aportaban información durante la crisis sanitaria como el Ministerio de Sanidad, Organización Mundial de la Salud, Centro Europeo para la Prevención y control de Enfermedades etc. - Envía tus dudas a Maldita.es: Otro acceso, más directo al formulario de consultas. - Datos en tiempo real: un acceso directo al panel de rastreo de la propagación del coronavirus gestionado por el Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas (CSSE por sus siglas en inglés) de la Universidad Johns Hopkins. - Manual contra los bulos del Coronavirus: material didáctico para sensibilizar en la detección de desinformación. - Viñetas de ‘Yo Doctor’: otra forma de material didáctico, en este caso a través del humor gráfico para facilitar la comprensión de mensajes clave presentados en formato de pregunta-respuesta. 253 Imagen 58: Material divulgativo para luchar contra los bulos sobre el coronavirus. Fuente: Maldita.es La misma labor que Maldita desarrolló en España fue llevada a cabo en tantos otros países por organizaciones como Colombiacheck (Colombia) Chequeado (Argentina) o El Surti (Paraguay). 4.3.2.3.- Información más allá de la agenda oficial 4.3.2.3.1.- Voz a los colectivos olvidados Si una de las virtudes éticas del engaged journalism es la de dar voz a los que no la tienen (Fancher, 2019), la pandemia evidenció más si cabe la necesidad de un periodismo alternativo que pueda dedicar tiempo y recursos a informar sobre aspectos y protagonistas que difícilmente tendrían lugar en los medios de comunicación clásicos y mucho menos en una situación crítica a nivel mundial que monopolizó la agenda. Además de ofrecer información de servicio o asesoramiento, el periodismo relacional apoyado por comunidades se significó por seguir cumpliendo esta misión durante el periodo más crítico, visibilizando algunas de las peores consecuencias de la pandemia que no estaban relacionadas directamente con la infección del virus. Así, por ejemplo, y a pesar del ingente trabajo que supuso para Civio decodificar toda la legislación generada a raíz de la crisis sanitaria hasta 254 hacerla comprensible para el ciudadano, la Fundación dedicó también tiempo y recursos a sacar a la luz y denunciar, con datos contrastados, la situación de los usuarios de servicios de psiquiatría afectados gravemente por el confinamiento, dado que la COVID-19 paralizó la asistencia sanitaria en salud mental, que ya era precaria en muchos lugares antes de la pandemia: Imagen 59: Especial sobre la realidad de los enfermos de psiquiatría en Civio. Buscando también cumplir su vocación de ser la voz de colectivos olvidados en los rincones más recónditos del planeta, la revista 5W trabajó por acercar sus historias, en abierto y de manera gratuita, no solo a sus socios sino a todo ciudadano sensible a estas realidades. Así, tras haber informado de cómo el virus no tenía los mismos efectos en todo el mundo, desde la llegada de las primeras vacunas (a finales de 2020) investigaron su uso como nueva herramienta de la política internacional y analizaron las desiguales condiciones de acceso de la población en según qué países del globo. Otro ejemplo de cómo los proyectos periodísticos de este tipo son necesarios para atender a colectivos ciudadanos que, de otra manera, verían silenciados sus problemas, lo vemos en investigaciones como la que la misma publicación hizo durante la fase más dura de la pandemia sobre el limbo legal en el que quedaron las personas transgénero en Panamá, que se vieron afectadas discriminatoriamente por la implantación de una nueva normativa que regulaba salir a la calle en función del sexo indicado en el documento de identidad. Difícilmente esta información hubiera tenido cabida en medios generalistas enfocados a una gran masa. 255 Imagen 60: Acercamiento de 5W a colectivos olvidados en los medios generalistas durante la crisis de coronavirus. 256 Imagen 61: Cobertura informativa sobre la realidad de los migrantes durante la pandemia en la web de 5W. 4.3.2.3.2.- Transparencia La pandemia, que pilló por sorpresa a todo el planeta, hizo que también los periodistas tuvieran que improvisar nuevas dinámicas de trabajo. Con las limitaciones de movimiento derivadas de la situación, la mayoría se vieron forzados a elaborar sus trabajos con la única materia prima emanada de los comunicados oficiales, encontrando frecuentemente dificultades por el desconocimiento de la nueva realidad, cuando no trabas debido a la opacidad administrativa y gubernamental. Así, adaptándose sobre la marcha a la nueva realidad, la mayoría manejaron los materiales informativos suministrados por los gobiernos e instituciones a través de sus portales para convertirlos en información de servicio público. Sin embargo, hay quienes critican cierto inmovilismo en la profesión y piensan que muchos no aprovecharon este desafío como un reto para favorecer una mayor transparencia en sus metodologías y sus fuentes o para fomentar una mayor colaboración y participación ciudadana. (Díez-Garrido y Renedo-Farpón, 2020). Sí lo hicieron los principales proyectos de periodismo relacional basado en comunidades que estudiamos. Ellos, acostumbrados a afrontar dificultades en la búsqueda de información, no vieron es este contexto sino un estímulo más al saber que su labor era, una vez más, 257 importante para muchos ciudadanos. Vemos un claro ejemplo de ello en la investigación llevada a cabo por Civio acerca de los precios de las mascarillas y otros elementos que se constataron como fundamentales en la lucha contra el SARS-CoV-2. La polémica acompañó desde el principio la regulación, venta y uso de estos elementos. Así, en lo referente a la mascarilla, en el primer momento de la pandemia, desde las fuentes oficiales de Sanidad en España se comunicó que la población general sana no necesitaba utilizarla. Dos meses sería declarada de uso obligatorio para la población mayor de 6 años en la vía pública, al aire libre y en cualquier espacio cerrado siempre que no fuera posible mantener una distancia de seguridad de al menos dos metros. Entre ambos anuncios se sucedieron distintos conflictos, como los problemas de acceso a ese material para una gran parte de la población o la oscilación escandalosa en los precios, con un agravio comparativo entre España y la mayoría de países de la Unión Europea en lo referente al tipo impositivo impuesto por los distintos ejecutivos comunitarios. La falta de stock no solo de este elemento sino de cualquiera que formase parte de los conocidos Equipos de Protección Individual (EPI) así como de geles hidroalcohólicos o de test de detección hizo que los precios de todos ellos se dispararan, cometiéndose abusos indiscriminados. Fruto de un ingente trabajo de investigación y un profundo ejercicio de periodismo de datos, Civio destapó cómo la guerra de precios que se saldó con millones de euros de beneficios para los intermediarios en el proceso y evidenció la arbitrariedad que hizo que por un mismo producto se pudiesen pagar desde 25 céntimos a 8 euros. En mitad del oleaje informativo esta realidad podía quedar soterrada, pero el equipo liderado por Eva Belmonte extrajo, limpió y estructuró todos los contratos de emergencia adjudicados durante 2020 y publicados ese año en el Portal de Contratos del Sector Público y desde las plataformas vinculadas de las comunidades autónomas. De todos ellos, hemos sacado los precios unitarios de las subcategorías más habituales. Para eso, hemos usado tres vías: la primera, extraer esa información de su objeto siempre que se podía, porque indicaba el número de unidades que se compraban y podíamos hacer la división sobre el coste total. Además, hemos sacado uno a uno, revisando actas y otros documentos, los precios unitarios en contratos grandes, de más de diez millones de euros. A esa base de datos le hemos añadido dos fuentes que contaban con costes por unidad de producto: el acuerdo marco que firmó INGESA en noviembre y la base de datos de contratos de emergencia que publicó la región de Murcia, por lo que estos dos organismos están suprarrepresentados y las comunidades que aportan menos información en sus contratos, infrarrepresentadas. Al final, nos quedamos con los productos más habituales y que tenían datos suficientes y comparables. No es una recopilación exhaustiva de todos los precios que se pagaron, pero sí lo suficientemente representativa. (Belmonte et al., 2021). 258 Imagen 62: Vista del mapa interactivo de contratos de compra de mascarillas por instituciones públicas. Fuente y elaboración: Civio Es importante apreciar cómo, en el marco de la investigación y sustentándose en la misma transparencia que persigue, Civio expone claramente la metodología empleada y puede seguirse la trazabilidad de cada elemento. Seis personas de la Fundación, con el soporte de otros socios y colaboradores (especialmente en el ámbito de los datos) hicieron posible este ejercicio de periodismo comprometido con la salud, en este caso no la física sino la democrática, de nuestra sociedad. De él, además de poder confrontar los datos relativos a precios pudieron extraerse otras consideraciones importantes, como que cuatro empresas se llevaron uno de cada diez euros adjudicados por procedimiento de emergencia en 2020, usando este mecanismo (que limita al mínimo los controles) en 16.589 contratos por un valor total de 6.445 millones. Como hemos visto, en democracias consolidadas como las occidentales, la opacidad durante la pandemia estuvo a la orden del día. Incluso en España el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, encargado de hacer cumplir la legislación en este campo, dictaminó que el Ministerio de Sanidad estaba dificultando el derecho constitucional de acceder a la información pública al no contestar no sólo ya a los ciudadanos sino a este organismo que forma parte de la propia administración17. La misma dinámica que se dio en las naciones donde al menos hay controles 17 https://elpais.com/sociedad/2020-11-12/transparencia-afea-a-sanidad-su-opacidad-durante-la- pandemia.html https://elpais.com/sociedad/2020-11-12/transparencia-afea-a-sanidad-su-opacidad-durante-la-pandemia.html https://elpais.com/sociedad/2020-11-12/transparencia-afea-a-sanidad-su-opacidad-durante-la-pandemia.html 259 democráticos de control se reproduce exponencialmente en territorios donde el autoritarismo gubernamental campa a sus anchas. Allí, la labor de la ciudadanía comprometida con la defensa de los derechos y las libertades y la de los periodistas ha sido clave para poder conocer la realidad. Es el caso de 5W que en su cobertura de la pandemia en aquellos lugares más silenciados abordó y denunció la situación en Egipto, Irán y Siria, donde sus gobiernos «han aprovechado la situación para ir un paso más allá en la represión de voces discordantes y han seguido practicando la censura en medio de la pandemia» (Nachawati, 2020). La negación acerca de la enfermedad y la falta de datos contribuyeron a una rápida difusión entre una población sin acceso a la información necesaria para preservar su salud. Imagen 63: Cobertura de la pandemia de 5W en regiones donde se daba censura informativa. 260 4.3.2.4.- Cierre de la brecha de conocimiento La nueva pandemia generó en toda la población nuevas necesidades o, más bien, hizo emerger, focalizadas en el nuevo virus, viejas carencias que ya se venían arrastrando históricamente en una gran parte de la población mundial. Hablamos no solo de la necesidad de conocer, sino también entender y saber interpretar, las medidas adoptadas por los gobiernos en los diferentes niveles de la administración pública, que se contaban por centenares cada día. Esta exigencia no estaba al alcance de toda la población por igual, en desiguales condiciones en función de aspectos como su grado de formación o edad. Por eso, fue muy importante la labor de un periodismo comprometido con su función social. En el caso de Maldita, además de su constante trabajo de verificación, a través de sus verticales como Maldita te explica, pudieron trasladar a la comunidad de malditos información práctica de todo tipo, desde cómo afrontar la declaración de la Renta en el caso de las personas sometidas a Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) a cómo obtener en cada comunidad autónoma en certificado COVID Digital de la Unión Europea para los vacunados. Imagen 64: Algunas de las informaciones publicadas en la sección ‘Maldita te explica’ de Maldita.es Mención especial merece el ya mencionado trabajo de la Fundación Civio en torno al análisis y explicación de toda la normativa publicada por las administraciones públicas y, especialmente, en el Boletín Oficial del Estado. Civio llevaba ya años realizando a diario, en su sección El BOE nuestro de cada día’, un trabajo de seguimiento y disección del diario oficial nacional español dedicado a la publicación de leyes, disposiciones y actos de inserción obligatoria por lo que contaba con dilatada experiencia, pero, con la irrupción de la pandemia, su labor cobró más valor si cabe por la necesidad que experimentó la ciudadanía de saber a 261 qué atenerse en cosas tan humanas y a la vez difíciles como qué se podía hacer o no ante la muerte de un familiar o si se podía ir a trabajar al día siguiente, todo en medio de una situación desconcertante y jamás antes vivida. La fundación puso en marcha además otras iniciativas como una guía para consultar las dudas más habituales sobre ayudas, prestaciones o la solicitud del Ingreso Mínimo Vital recibidas de sus lectores. Este recurso gratuito contemplaba las medidas implementadas a nivel estatal, en materia de vivienda, trabajo, autónomos y empresas, para hacer frente a la crisis sanitaria y económica, explicando quiénes podrían beneficiarse de ellas y cómo solicitarlas. La guía se completaba, mediante desarrollo de programación informática, con un asistente virtual de ayudas para ofrecer respuestas rápidas a los casos más claros o sencillos, aunque el mail del equipo siempre estuvo abierto para plantear las casuísticas particulares y a todas las peticiones de información se le dio respuesta. Este servicio contrasta con el prestado por las propias administraciones públicas que, sin estar preparadas para un trabajo 100% digital y en remoto, colapsaron y no tardaron meses en atender a la ciudadanía. En hechos como estos volvió a quedar patente no solo la pertinencia sino más aún la importancia del periodismo relacional y comprometido con sus comunidades. En su consultorio ‘Tú preguntas, Civio Responde’ recibieron cientos de consultas de miembros de su comunidad. Las respuestas se publicaban después de manera abierta, de modo que otras personas con la misma problemática pudieran beneficiarse de la información. Muchas de ellas recibieron miles de visitas con posterioridad. Imagen 65: Consultas más visitadas por la comunidad de Civio sobre ayudas y prestaciones. 262 En la labor de Civio y en la de otros proyectos informativos vemos también cómo, buscando ayudar al cierre de la brecha de conocimiento entre la ciudadanía, tuvo también un especial protagonismo el periodismo de datos y de visualizaciones, que experimentó un incremento exponencial. Para Hassel Fallas (2021), editora y periodista dedicada a la gestión de proyectos digitales basados en periodismo de investigación, análisis de bases de datos y visualización en el The Center for Collaborative Investigative Journalism (CCIJ), la pandemia de la COVID-19 Ha sido fundamental para consolidar la comunicación gráfica y el análisis de datos como una forma efectiva de representar y presentar información para entender el mundo. La COVID-19 demostró, contundentemente, que el análisis de datos nunca ha sido una moda sino una necesidad medular del ejercicio periodístico del siglo XXI. En ese sentido, la pandemia provocó que en el ámbito del periodismo visual y de datos se amplíe más la brecha entre medios. Por un lado: Coronó a los medios y periodistas que consistentemente en la última década han fortalecido esta forma de presentar los hechos. Evidenció, tristemente, a los medios que han subestimado o suprimido en los últimos años a equipos de análisis y visualización de datos. También dejó una gran lección a los periodistas que -hasta antes de marzo 2020- creían irrelevante aprender a analizar datos. Muchos de los grandes medios potenciaron el uso de los datos en su agenda informativa a raíz de la pandemia aunque, en esta relación para algunos incipientes con dicho entorno, la mayoría se centraron en volcar en este tipo de recursos la información relacionada con el número de contagios, la representación de la expansión del virus en los mapas o, posteriormente, la implantación de la vacuna por franjas de edades o lugares. Los pequeños medios especializados en territorios más concretos (conceptuales o geográficos), en la mayoría de los casos con menos recursos, consiguieron muchas veces un impacto mayor, al responder a necesidades más específicas que afectan al día a día de los miembros de sus comunidades. En el caso de Civio, además por supuesto de elaborar desde la redacción contenido informativo, analizando y explicando todas las políticas públicas y novedades relacionadas con el coronavirus, su equipo se volcó también en el análisis y tratamiento de datos en bruto para convertirlos en información útil para la ciudadanía tanto a la hora de entender el contexto que se estaba viviendo como de realizar gestiones concretas. Valga como ejemplo este mapa interactivo en el que se iban actualizando los países desde los que estaba permitido el ingreso a España y, en ese caso, qué requisitos previos debían cumplirse. Solo quienes tuvieron que viajar, especialmente en el primer año de la pandemia pero también cuando se fueron sucediendo las consecutivas olas de contagios que obligaron a retomar restricciones, pueden valorar en su justa medida este trabajo periodístico. 263 Imagen 66: Mapa con normativa de acceso a España por país origen y requisitos a adoptar. Además, a través de su portal de datos (https://civio.es/coronavirus/#datos-civio) la fundación compartió con su comunidad, con una actualización permanente alimentada por las fuentes oficiales, los denominados datasets con cifras relativas a aspectos como: - Número de vacunas contra la COVID-19 administradas por comunidad autónoma. - Número (total y relativo) de pruebas diagnósticas realizadas en cada región. - Personas dedicadas a la medicina y a la enfermería en toda la Unión Europea. - Número de profesionales sanitarios por especialidad vinculada al tratamiento del nuevo coronavirus en España. - Fases de desescalada de cada municipio español. - Número de medicamentos dispensados mediante receta médica interoperable en Castilla y León y Castilla-La Mancha prescritos a ciudadanos en otra comunidad autónoma. Entre las fuentes de información con las que alimentaron su trabajo, encontramos las siguientes: - Organización Mundial de la Salud (español) - Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (inglés) - Ministerio de Sanidad (español) - Guía de información sobre el coronavirus del Instituto de Salud Carlos III (español) - Mapa con los casos globales actualizados del coronavirus de la Universidad John Hopkins (inglés) https://civio.es/coronavirus/#datos-civio 264 - Situación de COVID-19 en España del Instituto de Salud Carlos III (español) - Código del BOE con todas las normas aprobadas en relación al coronavirus (español) Además, dentro de su proyecto Medicamentalia (para el que Civio cuenta con la financiación de Journalism Grants y que ha sido merecedor de premios como los Data Journalism Awards o el Gabriel García Márquez de periodismo), la fundación desarrolló una investigación especial basada en el análisis de toda la data disponible sobre las vacunas para combatir el nuevo coronavirus, poniendo el foco en aspectos en las diferencias en los niveles de inmunización o los precios: https://medicamentalia.org/vacunas/. Imagen 67: Especial sobre vacunas en la web de Civio. En el marco del uso de periodismo de datos por parte del periodismo relacional que presta servicio a sus comunidades, traemos también aquí el ejemplo de Maldita, que extrajo y presentó a través de un buscador toda la información emanada de las distintas administraciones en relación a medidas y prohibiciones que, por la disparidad de criterios en cada región, generaron gran confusión al ser compartidas por los medios generalistas, tales como la aplicación de cierres perimetrales, toques de queda para la población u horarios y usos de espacios en la hostelería. https://medicamentalia.org/vacunas/ 265 Imagen 68: Información sobre la normativa vigente en cada comunidad autónoma en la web de Maldita. 4.3.2.5.- Defensa y cuidado del periodista Con la declaración de la pandemia, y tal y como sucedió con la mayoría de los trabajos que no requerían estrictamente de presencialidad para su desempeño, muchos medios gestionaron en cuestión de días el paso de una redacción física a una virtual, en remoto. Esto no fue posible en todos los casos. Dada la importancia de su labor, pese a las limitaciones de movilidad impuestas para la ciudadanía, fueron muchos los profesionales que siguieron acudiendo a sus redacciones o realizando trabajo de campo en la calle, especialmente en aquellos casos (como el de los canales de televisión) en los que las condiciones propias del formato imponían limitaciones lógicas a la hora de implementar el trabajo a distancia. Tanto en uno como en otro caso, en general, primó la motivación de preservar la salud de los periodistas. Dentro de los casos en los que sí se pudo abordar el trabajo en remoto, la medida fue implementada de manera más ágil si cabe en el periodismo participado por comunidades por su propia esencia, sus estructuras más ágiles y el desarrollo de una metodología de trabajo afianzada previamente. Así lo ratificó Clara Jiménez, cofundadora de Maldita, en el II Encuentro 266 de Periodismo Iberoamericano18 organizado por elDiario.es (en el que en esta ocasión participamos de manera virtual debido a las circunstancias sanitarias): «al final ya trabajábamos en Telegram y teníamos una cultura bastante instaurada en la redacción. Lo más complicado fueron las distintas condiciones personales en el hogar para cada miembro del equipo. Hubo gente que lo tuvo más difícil». El nuevo coronavirus supuso un impulso definitivo para muchos proyectos basados en la interrelación con una comunidad que se visibilizaron como necesarios y eficaces: «La pandemia ha puesto en valor nuestro trabajo. Había una necesidad social, gente con muchas preguntas e incertidumbres a las que Maldita pudo dar respuesta porque trabajamos siempre en constante conexión con la comunidad y podemos saber qué es lo que les inquieta en cada momento». Eso, sin embargo, derivó también, según afirma la periodista, en cierta incapacidad para la desconexión, ya que veían que su labor era fundamental y se acumulaban las informaciones por verificar o desmentir. La misma sensación de desbordamiento se experimentó en la redacción de Civio. En el Encuentro anual 2020 con los socios y socias19 en el que, como en ediciones anteriores, estuvimos presentes (aunque también virtualmente en esta ocasión), la codirectora, Eva Belmonte, compartía cómo lo vivido en ese periodo «ha sido una locura. Hemos acabado completamente agotados y, si soy honesta, ha habido momentos en los que no podía más con la vida, estaba destrozada. Pero hubo también cosas muy bonitas. (...) Pero la sensación de sentirte útil curaba el agobio y el estrés». Se detecta pues, tanto en los casos de los que hemos hecho seguimientos como en aquellos de los que hemos tenido conocimiento indirecto una grave amenaza a la estabilidad personal y a la salud, física y mental, de los profesionales que vieron cómo sus condiciones y carga de trabajo cambiaron radicalmente de la noche a la mañana. Los trastornos mentales, categorizados como tabú por la sociedad en general, han sido relegados también históricamente en la profesión periodística. En la jornada “Trauma y Periodismo”20, organizada por la Fundación Canis Majoris y la Sección Española de Reporteros Sin Fronteras en marzo de 2021, Alfonso Armada, presidente de RSF en España, recordaba que «como testigos del dolor, los periodistas no nos queremos convertir en el objetivo fundamental de la información, pero eso ha provocado que cuestiones que afectan a nuestro corazón, nuestra mente, fueran retiradas, como gajes del oficio», A la hora de cuidar de los que cuidaban de nosotros proporcionando información y contexto, más allá de las medidas preventivas aplicadas por cada equipo, fue muy importante el trabajo colaborativo y el asociacionismo. Las redes profesionales que, como hemos visto, son representativas en el tipo de periodismo que estudiamos, se activaron también ante esta circunstancia y ampliaron su foco para, en algunos casos, velar por la seguridad, no solo física sino también mental, de los periodistas. Una parte de la profesión volvió a dar lo mejor de sí en proyectos como takeanewsbreak.com, una plataforma en la que los informadores pueden compartir sus experiencias de salud mental durante la pandemia o The Self Investigation (https://theselfinvestigation.com/es), espacio que proporciona cursos para aquellos profesionales «que se sienten agotados, desmotivados o incluso sobrepasados por las 18 https://www.eldiario.es/eventos/ii-encuentro-de-periodismo-iberoamericano-los-retos-de-informar-en- pandemia/ 19 https://www.youtube.com/watch?v=kLluAYTFxCw 20 https://canismajoris.es/jornada-trauma-y-periodismo/ https://theselfinvestigation.com/es https://www.eldiario.es/eventos/ii-encuentro-de-periodismo-iberoamericano-los-retos-de-informar-en-pandemia/ https://www.eldiario.es/eventos/ii-encuentro-de-periodismo-iberoamericano-los-retos-de-informar-en-pandemia/ https://www.youtube.com/watch?v=kLluAYTFxCw https://canismajoris.es/jornada-trauma-y-periodismo/ 267 exigencias a las que se enfrentan como consecuencia de las nuevas dinámicas de trabajo en las redacciones que ha traído la pandemia». Imagen 69: En takeanewsbreak.com los profesionales pueden compartir sus historias, estar en contacto con otros profesionales y recibir consejos. La pandemia de la COVID-19 transformó la forma en la que los periodistas y las organizaciones informativas organizaban su trabajo convirtiendo muchos hogares en salas de redacción. Esta transición repentina y no concebida en un marco de diálogo previo planteó nuevas oportunidades pero también, como hemos visto en los testimonios recibidos desde Civio o Maldita, problemas y desafíos que hubo que abordar con urgencia. Además de las propias medidas adoptadas por cada equipo, a nivel asociativo, instituciones como la Federación Internacional de Periodistas (IFJ) promovieron acciones para todo el colectivo, como una guía para asegurar los estabilidad de los profesionales que ejercían el teletrabajo, de manera que se garantizase «la protección de los derechos laborales de los periodistas cuando trabajan desde casa y presionar a los gobiernos nacionales para que desarrollen un marco de trabajo a distancia basado en garantías» (IFJ, 2020). Con la vista en los casos en los que los profesionales tuvieron que realizar la cobertura informativa en el exterior, a pie de calle y enfrentándose directamente a la amenaza del nuevo coronavirus, otras instituciones, como el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) elaboró una documentación minuciosa en la que se ofrecía asesoramiento sobre procedimientos importantes tanto a la hora de viajar en el ejercicio de la labor informativa como, una vez sobre el terreno (materiales de protección, pautas en el trato con otras personas, etc.) y después de haber concluido la labor. Este trabajo se fue actualizando permanentemente con la llegada de las vacunas y ante los sucesivos cambios en las normativas. Los ejemplos de acciones y materiales en este sentido son innumerables (Reuters, Journalist Charity, Dart Center for Journalism and Trauma…) y reflejan bien el sentimiento de solidaridad y, a la vez, corporativismo que emergió sobreponiéndose a la clásica idea de competencia. El compañerismo y la generosidad entre los profesionales fue clave, entendiendo que en esta situación no se actuaba bajo los parámetros habituales sino unidos en una lucha común. Como ya hemos señalado anteriormente, otra de las amenazas que también se cernieron sobre 268 muchos de los profesionales de la información durante la pandemia tuvieron que ver con el libre ejercicio de su trabajo. A las denuncias y posicionamientos en defensa de la libertad de información desde colectivos profesionales, como las asociaciones de la prensa, podemos sumar la visibilización que dieron a este problema medios como 5W, o el trabajo de entidades como Reporteros Sin Fronteras, que lanzó el microsite Tracker 19; «Llamada así no solo en alusión Covid-19, sino también al artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, este proyecto tiene como objetivo evaluar los impactos de la pandemia en el periodismo» (RSF, 2020). 4.3.2.6.- Información de servicio para la comunidad En tiempos de crisis extremas, como la vivida a causa de la primera gran pandemia del siglo XXI, el periodismo de proximidad ha sido, probablemente, el que mejor haya entendido la función social de la profesión, buscando la información esencial, veraz y contrastada que la ciudadanía necesitaba para, más allá de la gran cantidad de interacciones individuales que se pueden establecer en el día a día gracias a las facilidades de la comunicación electrónica, conocer el contexto y así decodificar la realidad. Hablamos, en el fondo, de garantizar el derecho a la información, imprescindible para la realización personal y comunitaria. Durante el coronavirus, esa necesidad se tradujo en aspectos muy concretos y críticos, como la demanda de referencias sobre lo qué estaba pasando en el ámbito más local o la necesidad de acceso a información de servicio básica en esos momentos como saber a qué centro sanitario se podía acudir, dónde poder adquirir ciertos productos de primera necesidad o cómo realizar trámites urgentes con la administración. Muchos medios locales, pero más especialmente aquellos proyectos en los que el concepto de comunidad juega un papel clave, fueron un instrumento de gran utilidad tanto a la hora de proveer información como de canalizar las redes de apoyo vecinal que, espontáneamente, fueron surgiendo por todo el mundo. Un ejemplo claro lo tenemos entre los proyectos a los que hemos hecho seguimiento durante los años que ha durado la presente investigación y, más en concreto, en el caso de Somos. Centrándonos en el caso de su cabecera filial en Malasaña, más allá de ofrecer detallada información actualizada de la incidencia del virus por áreas de salud, su cabecera colaboró como nexo entre asociaciones del barrio y vecinos particulares a la hora de organizar redes de colaboración para dar o recibir ayuda; además, gestionó también la elaboración de un listado con todas las tiendas y negocios que seguían dando servicio a los vecinos en medio de la pandemia, dio cuenta de los locales que no pudieron sobrellevar la crisis, como el Pez Gordo, y anunció las esperadas reaperturas, como la del Sidi; además, recuperó y actualizó el género del obituario para informar del fallecimiento de vecinos populares, como Juan Mantrana, fundador del Café Manuela y promotor de la movida cultural del barrio; Más allá de la utilidad inmediata, otro tipo de acciones, vinculadas al periodismo relacional participado por comunidades, sirvieron para cumplir otras misiones propias, como la de dar voces a los que habitualmente no son noticias. Así, también a través de Somos, conocimos algunas historias personales, como la del viajero que enfermó y quedó confinado en un hostal y que finalmente pudo regresar a casa gracias al apoyo de los vecinos del barrio, la de un concierto improvisado en los balcones para celebrar el cumpleaños de una mujer octogenaria; 269 o la de los farmacéuticos de la zona, que estuvieron en primera línea en los momentos más difíciles. Imagen 70: Información de servicio en la web de Somos Malasaña durante la pandemia. 270 Imagen 71: Llamamiento a la participación solidaria durante la crisis del nuevo coronavirus. 271 Imagen 72: Tratamiento híper-local de la información relativa a la COVID-19. 272 Imagen 73: Historias personales que no tuvieron cobertura en los grandes medios durante la pandemia. 273 Imagen 74: Voz a colectivos y comerciantes del barrio en Somos Malasaña. 274 Imagen 75: Enfoque vecinal en la cobertura informativa. 275 Imagen 76: Otro ejemplo del tratamiento informativo ofrecido desde la web de Somos Malasaña. El periodismo de datos y de visualización, al que ya hemos hecho referencia en anteriores apartados, y la colaboración entre profesionales de la información y administraciones públicas fueron también piezas clave para trasladar a la ciudadanía información de utilidad de manera fiable en un contexto cambiante. Así, en el caso de Madrid, por ejemplo, los medios pudieron difundir el mapa del estado, evolución y distribución de la COVID-19 en el municipio, elaborado a partir de los datos del cuadro de mandos interactivo del consistorio; el mapa de los comercios abiertos o cerrados en función de las normas vigentes en cada momento; o el mapa de las terrazas COVID habilitadas por locales de hostelería en espacios anteriormente destinados al aparcamiento de vehículos. 276 Imagen 77: Mapa con información sobre la incidencia del coronavirus por zonas de Madrid. Fuente y elaboración: Geoportal del Ayuntamiento de Madrid. Imagen 78: Mapa interactivo de comercios en la ciudad de Madrid, con información sobre su apertura o no en cumplimiento de la normativa anti-COVID vigente. Fuente: Geoportal del Ayuntamiento de Madrid. 277 Imagen 79: Mapa: las 6.276 terrazas de Madrid en 2021, con número de mesas autorizadas y horario de cierre. Fuente y elaboración: Geoportal del Ayuntamiento de Madrid. Sin estar exentas de dificultades, muchas de estas iniciativas, que en algunos casos cabrían ser clasificadas, al mismo tiempo, dentro del denominado periodismo de soluciones, confirman el valor que puede tener un proyecto informativo sustentado en un grupo de personas con intereses comunes ya que «el apego a la comunidad local se asocia con un mayor compromiso con las noticias locales» (Schulz, 2021) y así ha quedado reflejado en trabajos de investigación en el pasado (McLeod et al., 1996). 4.3.3.- El desafío de la financiación del periodismo en un contexto de pandemia y enseñanzas desde el periodismo participado. Partiendo de la situación de crisis sectorial descrita en la primera parte de esta investigación, el frágil ecosistema de los medios de comunicación afrontó el imprevisto escenario de una pandemia sumando más incertidumbre aún si cabe a la que ya venía arrastrando. Como en tantos otros sectores, el nuevo coronavirus supuso un varapalo para muchos proyectos y algunos acabaron desapareciendo. Con un efecto en cadena, un buen número de profesionales acabó acogiéndose a medidas como los ERTE o en el paro. 278 Muchos de los proyectos que consiguieron mantenerse a flote en lo más álgido de la crisis sanitaria fueron sucumbiendo después o continúan experimentando el vértigo de transitar permanentemente por una cuerda floja en la que fuerzas de distinto signo se alían para descompensar el equilibrio y hacerlos caer. Centrando su análisis en el periodismo en español, Eduardo Suárez (2020), periodista y director de Comunicación del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford, señalaba en The Washington Post tres amenazas fundamentales. La más inmediata es la amenaza económica, fruto del descenso de las ventas y los ingresos publicitarios. La más recurrente es la amenaza a la libertad de prensa, espoleada por líderes autoritarios y magnates poderosos que están ávidos de servirse de nuestra debilidad. La más preocupante a largo plazo es la amenaza que se cierne sobre el futuro. Maniatados por la pandemia, los medios digitales que han florecido en las últimas dos décadas lo tendrán más difícil para encontrar la audiencia y los recursos para sostener un periodismo valiente e innovador. Pero, haciendo prevalecer la visión de oportunidad en el momento de cada crisis, referente en el tipo de periodismo que estudiamos, la COVID-19 sirvió también para marcar un punto de inflexión con una doble lectura, por un lado obligando a todos los responsables de proyectos y organizaciones informativas a tomar decisiones sin poder dilatar los procesos como ocurriera en el pasado (búsqueda de financiación, innovación en herramientas, relación con sus comunidades…) y, por otro, permitiéndoles demostrar en una situación extrema la importancia para la sociedad del papel desempeñado desde la profesión. 4.3.3.1.- Desbaratamiento de las previsiones Como quedó patente en la primera parte de esta investigación, la industria informativa afrontó el siglo XXI desde la incertidumbre a la que le llevó tener que batallar contra distintas crisis, una de las más determinante la económica. El periodismo tuvo que enfrentarse a la gran debacle financiera de 2008 como tantos otros sectores, pero con el lastre añadido de otras tantas crisis mencionadas como la de la ausencia de modelo. Cuando parecía que, a nivel global, se iban dejando atrás los peores años y en el caso concreto de los medios, después de décadas de debate, 2020 iba a ser, definitivamente, el año en el que apostarían decididamente (y con un criterio prácticamente generalizado) por los muros de pago y las suscripciones como fuente principal de ingresos, sobrevino la pandemia y se llevó por delante cualquier planificación. Para frenar la expansión de la enfermedad, además de la promoción de las normas de higiene y salubridad, los gobiernos de todo el mundo adoptaron medidas que, aunque diferentes en la forma o el grado de intensidad, en la mayoría de los casos se enmarcaron dentro de lo que se llamó distanciamiento social y se tradujeron en restricciones a la movilidad, confinamiento en los domicilios y restricciones de la movilidad de los ciudadanos. Muchos negocios tuvieron que cerrar; otros buscaron una readaptación en fórmulas como el teletrabajo; pero todos se vieron de alguna forma impactados negativamente por la nueva realidad y la incertidumbre de no saber qué depararía el futuro. Se calcula que un tercio de la población mundial se vio afectada por este tipo de restricciones. 279 La aplicación de las políticas de salud tuvo un impacto directo y negativo sobre la actividad económica: planes de regulación de empleo, caída de la productividad, cierre total de algunos sectores… Pasado el shock inicial empezó a crecer el debate social entre el problema de verse afectado por el virus o por el paro, ya que controlar la curva de infecciones implica inexorablemente parar una parte sustancial de la actividad económica y, consecuentemente, provocar un empeoramiento del comportamiento económico en el corto, medio y, posiblemente, largo plazo. En otras palabras, un antagonismo entre la evolución de la curva de infecciones y la curva de crecimiento/recesión económica. Lo contrario supondría aceptar que la capacidad productiva se mantendrá intacta, algo bastante inverosímil, pues hay que asumir que muchas empresas quebrarán o perderán capacidad productiva, lo mismo que muchas familias experimentarán caídas muy significativas en sus ingresos y reducciones rápidas de sus patrimonios (Onrubia, 2020). Como absolutamente todos los demás sectores e industrias, el periodismo se vio fuertemente afectado por la casuística y, una vez más, arrastró el peso de condicionantes previos todavía no resueltos. Es cierto que, como hemos visto, el consumo informativo se incrementó exponencialmente pero, en sentido inverso, cayeron de nuevo las inversiones publicitarias en un momento en el que todavía no estaba resuelto aún la cuestión de las fuentes de ingresos regulares procedentes del consumidor. 4.3.3.2.- Caída de ingresos Estableciendo un paralelismo con el meteorito que acabó con los dinosaurios, el periodista canadiense y editor de la sección de medios de BuzzFeed, vio en el nuevo coronavirus un acontecimiento de extinción para los medios, dándose la paradoja de que «si bien los periodistas pueden estar realizando un negocio esencial, el negocio del periodismo se enfrenta a la amenaza de extinguirse» (Silverman, 2020). La COVID-19 azotó a esta industria de una manera mucho más cruel que la crisis de 2008, cuando los ingresos de las empresas de información cayeron considerablemente. La que seguía siendo en una gran mayoría la principal fuente de financiación de la mayoría, la publicidad, se contrajo de manera brusca. Infoadex, empresa de referencia en el control exhaustivo de la actividad publicitaria en España, registró en el mes de marzo de 2020, el primero del confinamiento, una caída en la inversión del 27,8% pasando 376,6 millones de euros de 2019 a los 271,8 millones de marzo de 2020. Pese a todo, los medios digitales estuvieron entre los que mejor lo sobrellevaron, corriendo peor suerte la prensa escrita. 280 MEDIOS (INCLUYE SOPORTES NO CONTROLADOS) 1T 2019 1T 2020 % EVOL. Cine 7 5 -26 Diarios 95 70 -26 Exterior 96 79 -19 Radio 115 94 -18 Revistas 44 38 -13 Dominicales 5 4 -17 Televisión 498 439 -12 Total digital 515 504 -2 Search 180 170 -5 (Internet (Display + Vídeo) 173 165 -4 Redes Sociales 162 169 4 Total medios 1.373 1.233 -10 Tabla 12: Comparativa de la inversión publicitaria en España en los primeros trimestres de 2019 y 2020. Fuente INFOADEX La pandemia vino a ser, a ojos de muchos expertos, la estocada final a la prensa tradicional en papel. El confinamiento provocó un descenso significativo en las ventas. Como ya referimos al abordar al comienzo de esta investigación las crisis que han rodeado a la profesión, el Marco General de los Medios en España, elaborado cada año por la Asociación Para la Investigación de los Medios de Comunicación (AIMC), arrojó un descenso al 18,4% en el índice penetración para la prensa en papel en el 2020, o lo que es lo mismo, una pérdida de 1,3 millones de 281 lectores con respecto al periodo anterior, consolidando una dinámica negativa desde 2008, cuando los diarios en papel rozaban una penetración del 42% (16 millones de lectores). Imagen 80: Evolución de la penetración de la prensa en España de 2008 a 2020. Fuente AIMC, Elaboración Dircomfidencial. 282 El parón de la economía, que llegó en el momento en el que muchos medios empezaban a lanzar sus modelos de suscripción digital condujo a la mayoría de las asociaciones de medios a urgir a los gobiernos, en sus distintas jurisdicciones, medidas de apoyo específicas para el sector. En España, la Asociación de Medios de Información (AMI) trasladó al Ejecutivo un documento en el que advertía de que: Para evitar que a la salida de la pandemia el deterioro de las empresas de medios se traduzca en una nueva destrucción de puestos de trabajo y en pérdida del pluralismo informativo como sostén de la democracia, urge la adopción por parte del Gobierno de un plan específico que remedie la situación, en tanto persista la casi ausencia de publicidad en un momento de emergencia nacional. (De Querol, 2020) A nivel comunitario el Centro Europeo de Periodismo (EJC) y el Proyecto de Periodismo de Facebook (FJP) dotaron un fondo de 3 millones de euros destinados a medios de comunicación europeos locales y regionales. También, en los primeros meses de la crisis, en España el ejecutivo aprobó una reducción del IVA a los digitales y ayudas a las televisiones privadas (aunque en realidad se trataba de dinero procedente de Bruselas y consignado en agosto del año anterior para sufragar el coste del segundo dividendo digital para las televisiones privadas). Estas medidas no acababan de satisfacer a una industria que, siguiendo una dinámica global, llevaba tiempo reclamando más implicación de la administración. Voces autorizadas en todo mundo demandaban ayudas gubernamentales para el sector de los medios partiendo de la idea de que con el fracaso del mercado, la supervivencia del periodismo requiere opciones públicas. Podemos obtener ideas de nuestra historia y desde todo el mundo sobre la mejor manera de apoyar la infraestructura pública que el periodismo y nuestra democracia necesitan para sobrevivir (Pickard, 2020). Sin embargo, no faltaron desde dentro perfiles críticos con dicha postura, viendo en esta actitud una forma de alargar la agonía de medios destinados a desaparecer por buscar siempre la dependencia de otros. La dinámica que afectó a la prensa en general debido a la paralización en la actividad de quienes actuaban como fuentes de ingresos hizo mella también en las organizaciones informativas involucradas en el servicio a sus comunidades; aunque, como veremos, el apoyo de estas unido a un planteamiento diversificado hizo que en muchos casos resistieran mejor que otros medios más grandes la embestida del coronavirus. En la segunda oleada de la encuesta realizada a los medios que analizamos para la validación de nuestra taxonomía, durante la pandemia, recopilamos de sus responsables estas respuestas que nos dan pistas de su permanente radar emprendedor, siempre abierto a buscar alternativas y su capacidad de reacción frente a las adversidades, fruto de sus orígenes inestables y su pequeña dimensión: 283 Tabla 13: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Dificultades económicas. 4.3.3.3.- Paro y ERTE Las crisis económicas traen aparejadas siempre recortes en todos los órdenes. En el terreno laboral estos tienen una repercusión directa, normalmente, no solo en un descenso en las contrataciones sino también en la destrucción de empleo. La industria informativa, durante tanto tiempo envuelta en un halo de precariedad, conoció ya bien esta realidad en anteriores periodos de inestabilidad. Obviamente, volvió a hacerlo en este caso y a pesar de la importancia que se le ha dado al periodismo tanto para la información como para hacer frente a las noticias faltas y a la reclamación ciudadana de la necesidad de más periodismo científico y local, la desinversión en publicidad de los años 2020-2021 puede provocar datos de desempleo como los de la anterior crisis en la que se superaron los 10.500 desempleados (Rodrigo-Cano y Ruiz-Alba, 2021:33) Los datos del Informe de la Profesión Periodística de la APM (2020) recogen que el paro entre los periodistas aumentó casi un 30% a causa de la COVID-19. Ante una situación de excepcionalidad como la vivida, el Gobierno de España activó, para todos los sectores de la economía que pudieran acogerse a ellos, mecanismos que, si bien ya existían, no habían sido utilizados de una manera tan masiva. Así, 284 las figuras jurídicas de suspensión del empleo y de reducción del tiempo de trabajo son conocidas en Europa, en especial desde la pasada crisis iniciada en 2007. Sin embargo, en España, a pesar de que los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) existían, su uso sólo ha proliferado a partir de abril de 2020, como medida política específica orientada a paliar los efectos socioeconómicos de la pandemia generada por la COVID-19 (Ruesga y Viñas, 2021:87) A los pocos días de que el Gobierno de la nación hiciera públicos estos instrumentos en materia de normativa laboral se conocieron los nombres de los primeros grupos de comunicación que se acogían a ellos y Prensa Ibérica y Grupo Zeta comunicaron a las plantillas de sus distintas empresas editoras la elaboración de un Expediente de Regulación Temporal de Empleo. Sin embargo, en un primer momento sobrevino la duda de si la aplicación de este mecanismo era posible ya que prensa, radio, televisión y revistas se enfrentaban a los mismos problemas que cualquier sector empresarial, pero con la circunstancia de ser considerados un servicio público esencial (Bertrand, 2020). Finalmente, el Ministerio de Trabajo confirmó que los medios de comunicación sí podían pedir los ERTE exprés, bajo los requisitos aprobados por el Ejecutivo. Frente a la dinámica general de los medios tradicionales, los nuevos medios que trabajan con el apoyo de su comunidad no solo no se vieron obligados a aplicar estas medidas sino que, en general, salieron reforzados y llegaron a incorporar más personal a su plantilla para hacer frente a la carga de trabajo extra generada. Tabla 14: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Medidas extraordinarias relacionadas con los trabajadores. 285 4.3.3.4.- Evolución de los muros de pago Olvidados los intentos del pasado y con los ojos puestos ya en la tercera década del siglo XXI, entre los principales diarios generalistas españoles El Mundo fue pionero en seguir la estela de otros medios europeos instaurado en octubre de 2019 un modelo freemium con el que consiguió solo en la primera semana 2.000 suscripciones. Por su parte, durante el mes de febrero de 2020 El País se dedicó a hacer pedagogía de la importancia de un periodismo de pago para lanzar en marzo su propio modelo mixto, con libre acceso a 10 noticias al mes y necesidad de pagar por las sucesivas. Pero la crisis de la COVID-19 desbarató toda su planificación que, entre otros aspectos, contemplaba la posibilidad de abrir su muro de pago ante situaciones excepcionales. No hizo falta hacerlo en este caso porque todavía no se había llegado a cerrar. Incluso, dando un paso más en favor del acceso a la información en un contexto como el acontecido llegó a ofertar de manera gratuita el fichero en formato PDF de su versión impresa sumándose a la iniciativa de revistas como, entre otras, Vogue, GQ, Esquire, Diez Minutos, o Men’s Health, o plataformas como Movistar +. Sin embargo, pasadas las primeras semanas hubo que evaluar si la buena voluntad no jugaba en contra de la propia supervivencia del ecosistema. El Instituto Poynter, especializado en medios, hacía al respecto una analogía muy descriptiva: «La comida es esencial, pero los supermercados no la regalan. A la policía se le paga durante la crisis. Entonces, ¿por qué estamos haciendo nuestro periodismo gratis?» (Saltz, 2020). Al mismo tiempo, ponía el acento en el error histórico de la industria de los periódicos que siempre ha tenido a pensar que el servicio público no puede coexistir con los ingresos. Un error, más grave si cabe al darse en un momento en que la industria asediada por innumerables dificultades no podía permitirse el lujo de cometerlo. El 1 de mayo de 2020, coincidiendo con el 44 aniversario de su fundación y en mitad de la crisis por el nuevo coronavirus, El País levantaba su muro de pago con un modelo de suscripción digital al que acceder desde distintas ofertas, dejando también solo en abierto 10 artículos al mes aunque manifestando su compromiso con la sociedad en ese momento permitiendo el libre acceso a la información de utilidad relacionada con la COVID-19. Es interesante apreciar cómo en la comunicación de este hito se incidía en el concepto de «construir una comunidad crítica y constructiva libre de toxicidad» (El País, 2020). 286 Imagen 81: Página con las diferentes modalidades de suscripción del diario El País en mayo de 2020. El 18 de mayo de 2020, dos décadas después de que viera la luz y motivado, según se leía en su declaración de intenciones, por la responsabilidad de informar, hacía lo propio El Confidencial. Este medio que había nacido como nativo digital pedía ahora la contribución de su comunidad (sí, también emplea este término para hablar de sus lectores registrados) durante la crisis sanitaria, en un «momento crítico en el que se requiere una prensa independiente editorial y económicamente» (Cardero, 2020). Imagen 82: Anuncio de El Confidencial, en mayo de 2020, de la instauración de su muro de pago. 287 El coronavirus retrasó los planes de ABC y otras cabeceras de Vocento que pospusieron sus decisiones de cerrar el acceso libre a los contenidos hasta después del verano, completando el proceso en todo el grupo en diciembre. En general, los medios se dieron cuenta de que no se podía volver a caer en errores del pasado. En 2021, como vemos en la siguiente tabla, una amplia representación de medios en todas las regiones se había acogido ya a este modelo con el que, además, al desplazar en cierto modo la presión de la fuente de financiación del anunciante al consumidor, se ha logrado reducir, en algunos casos, una mala práctica como es la del clickbait. Aunque se sigue dando en muchos medios y sigue siendo habitual al compartir contenidos en las redes sociales, poco a poco se fue imponiendo la convicción de que dichas prácticas eran más perjudiciales que otra cosa y que de lo que se trataba era de lograr un incremento de los ingresos por usuario de esas versiones digitales. A esta convicción contribuyeron otros medios como las televisiones a la carta, que habían conseguido desarrollar una cierta cultura del pago por contenidos en los hogares españoles. Como consecuencia de ello, comenzaron a desarrollarse en los últimos años estrategias basadas en la comercialización, primero de copias digitales de los diarios y después de suscripciones de acceso a la información de los mismos, con el levantamiento de los muros de pago (APM, 2021). 288 Imagen 83: Implantación de los muros de pago en las versiones digitales de los principales medios impresos en España por provincias en 2021. Fuente y elaboración: APM. 289 4.3.3.5.- Incremento en las suscripciones Diversos estudios de alcance global dieron cuenta de un aumento en las suscripciones durante la pandemia. Por ejemplo, en marzo de 2020 hasta 36.000 usuarios decidieron convertirse en nuevos suscriptores de The Atlantic y en abril The Guardian vio incrementada en 50.000 su nómina de lectores de pago, con un ritmo de crecimiento de este tipo de audiencia entre dos y tres veces superior a lo normal (Nafría, 2020). The Financial Times, Bloomberg o The Wall Street Journal fueron otras cabeceras que experimentaron esta dinámica. En España, las suscripciones a diarios tradicionales, nacionales y locales también experimentaron movimientos crecientes. Por ejemplo, en ese mismo mes de marzo La Razón duplicó su número de nuevos suscriptores con respecto al mes anterior; la misma tendencia se observó en formatos más locales como ara.cat que también incrementó un 54% el número de registros y un 44% el de suscriptores. Podría decirse que «si para los medios anglosajones la llegada de Trump y el Brexit supuso el impulso de los modelos de suscripción, parece que la crisis provocada por el COVID-19 tendrá un efecto similar en los medios españoles» (Cerezo, 2020). Esto viene a demostrar que existía demanda de atención y necesidad de información por parte de una ciudadanía dispuesta a pagar por un servicio y que, una vez más, quien llegaba tarde a esta cita era la industria. Los nuevos medios, que nacieron en su mayoría con el foco puesto en la sostenibilidad desde la implicación de sus socios como forma de subsistir y garantizar su independencia, fueron pioneros e innovadores en este punto y afrontan la nueva crisis con los deberes hechos, al menos en este aspecto, aunque eso no les vacunase contra otras muchas dificultades y les obligase a seguir buscando alternativas de financiación. Más adelante, en el apartado en el que analizamos la respuesta de la comunidad en la corresponsabilidad a la hora de la financiación, veremos cómo. 4.3.3.6.- Filantropía en la era de la COVID-19 A raíz de la pandemia por el nuevo coronavirus surgieron multitud de iniciativas para apoyar a distintos sectores. También tuvimos noticia de la creación de diversos fondos destinados al periodismo de todo tipo, especialmente a nivel filantrópico para proyectos más modestos y freelances. En los últimos años, y especialmente durante la pandemia de la COVID-19 ha crecido entre el sector periodístico la percepción de la filantropía como una fuente válida de financiación en un contexto marcado por la disminución de los ingresos publicitarios y los apoyos gubernamentales, algo no tan habitual en países como España donde tradicionalmente se ha asociado esta actividad más en el terreno de la caridad y la asistencia social que y no tanto como vía para el fortalecimiento de herramientas democráticas al servicio de la sociedad (Journalism Founders Forum, 2020). Por su carácter específico para el periodismo basado en comunidades merece especial mención el fondo de más de tres millones de euros que se creó por iniciativa conjunta del European Journalism Centre, clave en la difusión del engaged journalism en Europa, y el Proyecto de Periodismo de Facebook (FJP) (https://europeanjournalism.fund/about). https://europeanjournalism.fund/about 290 Sensibles con la necesidad de tener comunidades informadas y fieles a su misión de proteger a las organizaciones informativas y los periodistas que prestan su servicio con este fin, en una primera fase, lanzada en abril de 2020, destinaron 1.530.000 euros repartidos a 94 organizaciones de noticias y freelances de 28 países de toda Europa. En una 2ª fase ofrecieron subvenciones a otras tantas por valores que oscilaron entre los 5.000 y los 25.000 euros. Además, en Estados Unidos, el mismo Facebook Journalism Project (FJP) ofreció a 400 medios de comunicación locales la ayuda económica de su programa Community Network en apoyo a su trabajo periodístico en torno al coronavirus. También el Fondo de Innovación de la Iniciativa de Noticias Digitales de Google (Fondo DNI), que ya había otorgado varias subvenciones para la innovación periodística en Portugal y España entre 2016 y 2019 ofrecieron subvenciones de emergencia a los medios de comunicación en ambos países durante COVID-19. El mismo modelo se siguió en otras regiones, como centro Europa, donde el proyecto Reporting Democracy, desarrollado por la Balkan Investigative Reporting Network, ofreció también ayudas de entre 500 y 2.500 euros a organizaciones informativas que desarrollasen una cobertura especial en torno a la COVID-19. 4.3.3.7.- Respuesta de la comunidad en la corresponsabilidad a la hora de la financiación Como expusimos en la primera parte de esta investigación, la mayoría de los nuevos medios han defendido desde sus inicios la idea de que un periodismo realmente independiente solo puede serlo si tiene la suficiente libertad económica que da el no depender de una única fuente de financiación, que pudiera usar su poder para imponer sus ideas. En una crisis como esta, la solución fácil habría sido la que demandaron desde muchas asociaciones profesionales: solicitar ayudas públicas. Pero, como reflexiona Jeff Jarvis, aceptar fondos del gobierno, sin importar las supuestas salvaguardas, pondría al profesional de la información en riesgo de un conflicto de intereses mortal. ¿A quién serviría entonces? ¿Es necesario decirlo? (Ingram, 2020). Ya ha quedado reflejado que el haber cimentado su sostenibilidad en la implicación de su comunidad no libró a los proyectos informativos más jóvenes que aquí abordamos de tener que afrontar con miedo la incertidumbre por la nueva situación y enfrentarse a dificultades económicas derivadas de los cambios forzosos de relaciones, trabajo y consumo que padecimos todos como sociedad. Sin embargo, el haber construido durante años una relación de confianza, desde el diálogo y la participación, sí les allanó el terreno para poder volver a ellos pidiendo una renovación de su compromiso como la primera vez para hacer frente juntos a un desafío crucial. Esta nueva tipología de organizaciones que se asemejan a otras entidades de lo que tradicionalmente hemos conocido como tercer sector experimentaron, en sentido positivo, la misma ola de compromiso que muchas ONG. En este sentido, el informe La Realidad del Socio y Donante 2021, elaborado por la Asociación Española de Fundraising (AEFr, 2021) demuestra que la colaboración privada de las personas físicas, a través de sus aportaciones como socios y donantes a las Entidades No Lucrativas (ENL), se consolidó durante los meses más duros de la pandemia, incrementándose de media seis euros con respecto a los registros anteriores. 291 Imagen 84: Análisis de las colaboraciones recurrentes en España de socios y donantes a Entidades No Lucrativas (ENL) durante el primer año de la pandemia. Fuente y elaboración: AEFr Llegada la pandemia. la industria periodística se vio abocada como tantas otras a la incertidumbre, con el problema añadido en el caso de los medios jóvenes y emprendedores de no contar detrás con un músculo sólido para aguantar el envés al estar muchos de ellos todavía en las primeras fases de rodaje. En la siguiente tabla recogemos las respuestas de las organizaciones informativas estudiadas ante la pregunta abierta sobre esta materia formulada en la segunda parte de nuestra investigación. Como vemos, en todos los casos hubo una llamada desde la organización informativa a su comunidad y, en sentido inverso, siempre hubo una respuesta que superó las expectativas. Tabla 15: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Llamamiento a la comunidad para contribución económica. En medio de la pandemia, proyectos como 5W, que nacieron gracias a un crowdfunding, volvieron a confirmar que el periodismo de calidad solo es posible con gente que lo apoye: En plena pandemia, el mundo es más confuso que nunca. Ahora que es más difícil contarlo, también es más urgente saber lo que pasa cerca y lejos. Por eso, y pese a la 292 situación económica incierta, muchas personas se están decidiendo a pagar por periodismo. En 5W, como en otros medios que apuestan por la suscripción, hemos sentido ese calor. Durante el confinamiento hemos triplicado el ritmo habitual de altas mensuales y [en mayo de 2020] estamos a punto de llegar a 3.600 socios y socias. (5W, 2020). Imagen 85: Llamamiento de 5W a sus socios para incrementar sus aportaciones económicas en el comienzo de la pandemia. El mismo sentir percibimos durante nuestra participación en el encuentro (virtual por los condicionamientos de la pandemia) del equipo de Civio (2020) con los socios en su tradicional brindis de final de año. Allí, la codirectora Eva Belmonte reflexionó sobre cómo si para algo nos ha servido 2020 es para saber que el futuro de Civio está en los socios y socias, que compartís nuestra misión y nos apoyáis. Empezamos el año con 552 socios, con el primer estado de alarma estábamos en 610. Todo el trabajo desde entonces nos ha llevado a crecer un 600% en lectores únicos y alcanzar los 1.050 socios” (un 90% de crecimiento desde el mes de enero) Aunque no participasen de la 2ª fase de la investigación, no podemos dejar de referir el caso de elDiario.es que, en la pandemia, volvió a demostrar que el compromiso de su comunidad es su mejor baluarte. Como explicó en la web su director, Ignacio Escolar (2021), a la hora de dar cuenta de los resultados económicos en el ejercicio que coincidió en el tiempo con la pandemia El 2020 pasará a nuestra historia como el año en que nuestros socios y socias nos salvaron de los recortes que han asolado a la inmensa mayoría de la prensa. En el año más difícil, en mitad de una pandemia, elDiario.es ha seguido creciendo, con superávit y sin deuda: y lo ha hecho sin recurrir a los despidos ni a los ERTE. Cuando estalló esta 293 crisis, en marzo de 2020, os pedimos ayuda. Como os explicamos entonces, el parón en la publicidad por el confinamiento nos colocó contra las cuerdas. Pero vuestra respuesta fue tan generosa, tan solidaria y tan masiva que no solo evitó los recortes. También ha servido para consolidar elDiario.es, fortalecer nuestra independencia editorial y garantizar el presente y el futuro de este periódico. Tras nuestra petición de ayuda, el número de socios se disparó: tuvimos más de 20.000 nuevas altas en apenas tres meses. Mención especial merece también el caso de Somos Malasaña que, aunque desde junio de 2019 se vinculó a elDiario.es garantizando cierta estabilidad económica, en noviembre de 2020, tras la experiencia de los meses más duros por el confinamiento con la primera ola de la pandemia, lanzó una campaña de mecenazgo reafirmándose en la necesidad de que sean las aportaciones de su comunidad las que garanticen libre y gratuitamente para todos. Imagen 86: Llamamiento de Civio para la captación de nuevos socios en el contexto de la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus. A nivel global, podemos encontrar múltiples muestras de adhesión a la defensa de un periodismo al servicio de las comunidades pero, especialmente en los medios locales que beben de fuentes de financiación tradicionales, el apoyo del público no ha sido siempre suficiente y aunque la pandemia por el coronavirus demostró el valor de su trabajo respaldado por millones de ciudadanos con un aumento en las suscripciones, al final el colapso de la publicidad resultó abrumador (Doctor, 2020). 294 Imagen 87: Mensajes de apoyo y soporte económico a medios locales de Colorado (EE. UU.) en la red social Twitter. En cualquier caso, lo que diferencia a las organizaciones que han basado su construcción en una relación de confianza con su comunidad es la capacidad de hablar con confianza y entender el momento de sus interlocutores. Por ejemplo, cuando la pandemia estalló en Argentina, Red Acción (https://www.redaccion.com.ar/) organización que se autodenomina promotora del periodismo humano, tenía cerca de 200 suscripciones gratuitas que llegaban a su fin y pasaban a una modalidad de pago. Comprendiendo que no era el mejor momento para pedir un esfuerzo económico a sus lectores decidió extender por dos meses más la gratuidad, lo cual sirvió para cimentar una relación mayor de confianza y gratitud y para prolongar una relación que, de otra forma, se hubiese roto en muchos casos. https://www.redaccion.com.ar/ 295 4.3.4.- Dinámicas relacionales durante la pandemia 4.3.4.1.- Organización de equipos Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el nuevo coronavirus cambió las rutinas de trabajo de prácticamente toda la población mundial en activo. Aunque, como ya hemos referido, la información fue considerada como servicio esencial durante la pandemia y las personas que trabajaban en medios de comunicación y agencias se encontraban dentro del reducido número de colectivos que podían desarrollar su labor sin atender a las restricciones de movilidad a las que estaba sometida la mayoría de la ciudadanía, por motivos obvios, en todos los equipos se introdujeron nuevas realidades para preservar la salud de las personas. Si bien el trabajo en remoto no se impuso en todos los casos o no para todos los perfiles, en la mayoría de las organizaciones informativas sí fue una realidad y en aquellas redacciones donde siguieron acudiendo trabajadores el número se vio considerablemente mermado. Para los llamados nuevos medios la dinámica de adaptación fue quizá más rápida y fácil por el amplio abanico de herramientas digitales que ya venían manejando. Algunas de las más comunes en el entorno de las redacciones periodísticas son, por ejemplo, Zoom, Trello o Slack, sistema de mensajería instantánea que en el momento en el que irrumpió la COVID-19 ya habían implementado, por ejemplo, los equipos de Publico.es o El Español, y que resultó clave para que el devenir de su actividad no se viera especialmente afectado por el nuevo condicionamiento de la distancia física. La misma dinámica que se vivió aquí se dio a nivel global. Por traer ejemplos más cercanos en el aspecto cultural, podemos citar casos de distintos países de Latinoamérica recopilados por el Laboratorio de Periodismo Luca de Tena (Heb, 2020a). En esta región, y con una diferencia de pocos días entre sí, el modelo de trabajo en remoto se fue imponiendo en las jornadas inmediatamente posteriores a que se decretase el confinamiento en España. Así, en La Diaria (Uruguay) ya desde que se confirmó el primer caso se empezó a desplegar la instalación del software en los equipos de los redactores para poder configurar la edición desde sus hogares. En el diario El Mostrador (Chile), 100% digital y el más leído de sus características en el país, todo el equipo marchó a trabajar en remoto y lograron armar en tiempo récord un sistema de coordinación a través de teléfonos y correos electrónicos. Fabrice Le Lous, periodista de La Nación (Costa Rica) relata cómo comenzaron el trabajo desde sus casas desde el 17 de marzo sin encontrar ninguna dificultad para ello y hace referencia a la adaptación también de sus fuentes que en la mayoría de los casos se encontraban también en situación de teletrabajo y respondieron con prontitud, conscientes de la relevancia que jugaba poder transmitir una información veraz en unas jornadas tan confusas. Las organizaciones informativas vinculadas al periodismo participado por comunidades, por entrar la mayoría en esa categoría de jóvenes y contar con equipos reducidos, hicieron también de manera más ágil esta transición forzosa. Así fue en el caso de Maldita, donde nos cuentan cómo, en esencia, la nueva realidad no fue muy distinta a aquella en la que se movían antes y en la que la comunicación por Telegram o Whatsapp era habitual desde hace tiempo. Sí que sustituyeron las reuniones semanales por encuentros en Zoom y experimentaron variaciones en sus turnos de trabajo, pero nada de eso supuso un gran trauma si lo comparamos con el colapso global al que se enfrentaba el planeta. En Civio, ya desde sus orígenes solo 296 determinados perfiles tenían una presencia diaria en la sede, por lo que replegarse durante el confinamiento tampoco fue lo más difícil. Aun así, en el relato posterior, vista en perspectiva, sí que, de un modo u otro, todos acaban relatando puntos oscuros en la experiencia, que no estuvo exenta de dificultades. Más allá de las luchas con la tecnología, que en algún momento se dieron en casi todas las casas, los equipos tuvieron que hacer frente a otros retos, como el de incorporar a nuevos miembros sin poder tener ni un encuentro presencial en origen. Nos encontramos con varios casos en los que los profesionales empezaron a trabajar y a relacionarse con compañeros con los que no habían creado lazos físicos previos y a los que pudieron poner cara en la medida que se lo permitió la calidad de sus webcams. Aunque a partir del verano de 2020 se empezó a hablar de la vuelta presencial a las redacciones las sucesivas olas de contagios fueron retrasando ese momento u obligando a retroceder a los que habían emprendido dicho camino. Al final, se corroboró que un modelo híbrido y flexible era la mejor opción para preservar la salud de los empleados y garantizar el derecho a la información de la ciudadanía. Sin embargo, la investigación llevada a cabo al respecto durante 2021 por el Reuters Institute for the Study of Journalism de la Universidad de Oxford (Cherubini, Newman y Nielsen) corroboró que, aunque deseable, este escenario no se ha podido implantar con la misma facilidad en todas las realidades del ecosistema de los medios, ya que hablamos de un sector condicionado por una desigualdad en las dinámicas de trabajo de sus profesionales, los periodistas, quienes, además, se interrelacionan con otros colectivos (administración, tecnología, comerciales, etc.) cuyas dinámicas y ritmos son bien distintos. Una vez más, los medios más jóvenes, que nacieron en la era de la digitalización y entre los que encontramos a los que son objeto de nuestro estudio, sí tuvieron mayor capacidad de adaptación y reaccionaron de manera más ágil. Por poner un ejemplo, antes de que acabara 2020, el año en el que irrumpió en nuestras vidas el nuevo coronavirus, elDiario.es ya había iniciado obras en su redacción física para adecuarla a la nueva normalidad (concepto, por cierto, acuñado también a raíz de la pandemia e incorporado a la versión electrónica 23.5 del Diccionario de la RAE). La reforma, que se inició a finales del mes de noviembre, trajo consigo una reducción del aforo y limitación de los puestos físicos de carácter permanente, ganando terreno los espacios más diáfanos para reuniones o aquellos destinados a la producción audiovisual o a los encuentros físicos con socios en condiciones de mayor seguridad. 4.3.4.2.- Innovación en formatos y servicios El estado de alarma obligó al periodismo a reinventarse tanto en la manera de recabar información (con ruedas de prensa virtuales, y testimonios y entrevistas por videoconferencias) como en la manera de servirla, lo que dio pie al resurgimiento de ciertos formatos de información especializados como newsletters, podcasts o el comentado fact-checking (García- Avilés, 2020) y a la consolidación de otros como video podcast, gamificaciones o eventos en línea (García-Avilés, 2021). El European Journalism Obervatory analizó, país a país, cómo los medios de casi todo el mundo estaban cubriendo la crisis del coronavirus (EJO, 2020). De su estudio podemos observar claras diferencias entre los países que gozan de libertad de 297 expresión y aquellos en los que no; pero, en general, en todos se experimentó una clara transformación en los contenidos fruto de las circunstancias. Las organizaciones informativas que ejercen un periodismo relacional con sus comunidades vieron alterada también la forma de relacionarse con ellas pero no disminuyó la necesidad de prestarles servicio, solamente mutó y se acrecentó. Por eso pusieron sus conocimientos y recursos (en big data, fact-checking, redes de corresponsales…) al servicio de las nuevas necesidades ofreciendo otros servicios a través de desarrollos en algunas ocasiones novedosos. Imagen 88: Nueva sección ‘Coronavirus’ en la web de Civio. 298 El equipo de Civio supo combinar el esfuerzo humano de sus miembros con sus conocimientos en el tratamiento de datos y, combinando ambos aspectos, ofrecieron toda la información que estaba a su alcance mediante la atención personalizada y el volcado de data a formatos interactivos. Así, en su web pudimos encontrar el desglose de normas vigentes por regiones, mapas interactivos con la aplicación de legislación por territorios, su Consultorio - Civio Responde, guías de ayudas, noticias de información general o data-sets sobre temáticas como el avance de la vacunación o las pruebas diagnósticas. Maldita, especializada en la verificación, reforzó sus canales en plataformas como WhatsApp o Telegram, elaborando en ellos listas de suscripción específicas (como Stop Coronabulos en Telegram) a través de las que distribuir de forma ordenada sus desmentidos y facilitando a los usuarios la difusión en cascada de sus contenidos, consiguiendo una cadena inversa a las de difusión de desinformación. Imagen 89: Llamada a la colaboración de los usuarios desde la web de Maldita para frenar los bulos en torno a la COVID-19. En el caso de 5W, además de reforzar su cobertura en regiones donde de otra manera hubiera sido imposible conocer la realidad durante la pandemia (como Oriente Medio), innovaron también en la difusión de contenidos a través del formato podcast. 299 Imagen 90: Podcast de 5W sobre la crisis de la COVID-19 en India. 4.3.4.3.- La comunidad pone al servicio de todos su conocimiento y sus superpoderes La crisis del coronavirus puso de manifiesto las muchas razones por las cuales el periodismo participado por comunidades podía tener especial sentido en momentos como ese. En el ejercicio de corresponsabilidad inherente a una comunidad en la que sus miembros comparten responsabilidades y funciones, el papel de la otrora llamada audiencia fue también clave durante esta situación. Si las organizaciones informativas y medios que promueven el periodismo participado por los ciudadanos se han caracterizado siempre por hacer llamadas a la colaboración en este sentido, los mensajes se reforzaron en el estallido de la pandemia. Entre los casos estudiados, en Maldita encontramos uno de los mejores ejemplos. Reproducimos a continuación dos mensajes extraídos de su web. En el primero se hacía un llamamiento más genérico y en el segundo uno más específico donde, reconociendo las propias limitaciones, se buscaban especialistas en materias concretas como medicina, virología, biología, farmacología o idiomas: - Únete a nosotros para hacer frente a esta epidemia de bulos sobre el coronavirus. En Maldita.es estamos identificándolos, ofreciendo contexto, datos y fuentes verificadas. Esta es una de las crisis de desinformación más importantes de los últimos tiempos, y te necesitamos a nuestro lado para combatir las mentiras que crean pánico entre los ciudadanos. 300 - En Maldita.es no podemos saber de todo, ¡te necesitamos! Si tienes conocimientos en medicina, virología, biología, farmacología, idiomas… ¡Tienes un Superpoder! ¡Préstanos tu Superpoder para luchar contra la desinformación sobre el coronavirus! En Civio es también habitual recibir con los brazos abiertos las colaboraciones de representantes de la ciudadanía que, de forma desinteresada, aportan sus conocimientos a la traducción de documentación o la interpretación o volcado de datos y 5W ha mantenido también durante esta crisis sanitaria su espíritu de proyecto abierto, dispuesto a valorar y amplificar coberturas de aquellas personas que, deambulando por el mundo, han buscado historias de larga distancia también en torno a la COVID-19. Dinámicas en sentido parecido las pudimos encontrar fuera de nuestras fronteras. Así, por ejemplo, First Draft, organización informativa reconocida a nivel internacional por su papel en la lucha contra la desinformación (principalmente en el marco de procesos electorales), además de recopilar y difundir tutoriales y guías útiles para otros periodistas sobre cómo informar de manera responsable acerca del virus, realizó un llamamiento a todos sus socios para trabajar en la cobertura de la COVID-19. También desde el proyecto Local Voices Network, una red que fomenta las bondades del engagement comunitario conectando a personas para que sus socios amplifiquen las voces menos escuchadas (otra de las características inherentes al periodismo que estudiamos) para poder informarse y comprender mejor la gestión de lo público y poder tomar mejores decisiones (otra más), pusieron en marcha una iniciativa usando la tecnología de la plataforma Zoom para entrar en distintos hogares y conocer sus realidades. En el apartado específico de la web de la World Association of New Publishers (WAN-IFRA) dedicado al coronavirus (https://wan-ifra.org/category/covid-19/) podemos encontrar muchos casos más. 4.3.4.4.- Innovación en las relaciones: el entorno virtual El sentido de pertenencia a un proyecto bebe del sentido de comunidad y experimentar este se ha convertido en una necesidad más profunda si cabe durante el distanciamiento social impuesto (Zirulnik, 2020). El confinamiento forzoso de casi todo el planeta potenció la necesidad de romper las barreras físicas por medio de la tecnología y la imaginación. Esto hizo despertar la creatividad humana hasta límites inimaginables y, normalmente en aquellas situaciones en las que no estaba presente el contexto de la enfermedad, surgieron multitud de iniciativas para compartir experiencias y hacer más llevadero el momento. De esta manera, hubo pues quien supo convertir el encierro forzoso en una apertura, una pausa reflexiva, rescatando el «pensamiento periférico» de Kentridge para incubar desde una nueva idea a un nuevo paradigma de vida (Apolonio, 2021). Las organizaciones informativas que habían basado una buena parte de su esencia en la construcción de relaciones directas con sus socios tuvieron que agudizar también el ingenio para dar respuesta a la nueva realidad. No fue algo fácil pero, como en las situaciones críticas, el reto supuso todo un aprendizaje en el que se fue mejorando con el tiempo. Jakub Górnicki, CEO y cofundador de Outriders (https://outride.rs/, proyecto de periodismo participado con origen en Polonia que quiere trasladar una manera original de contar la realidad innovando en las narrativas) estaba preparando un gran evento anual con su comunidad https://wan-ifra.org/category/covid-19/ https://outride.rs/ 301 cuando irrumpió el nuevo coronavirus. Al final acabó convirtiéndose en un gran evento on line, pero hasta llegar a su realización hubo un arduo trabajo previo. Su principal conclusión, analizando lo vivido a posteriori, fue que no se trataba tanto de obsesionarse con la tecnología (ya que hay muchas opciones asequibles en este sentido) sino de encontrar la forma de unir a la comunidad en el ecosistema digital que mejor case con sus expectativas. En su caso, para conformar el mejor encuentro virtual utilizaron el método ensayo/error y, durante aproximadamente una semana, organizaron pequeños encuentros de dos horas cada noche para dar la voz a oradores voluntarios. A la vez que estas personas compartían sus contenidos se iban probando distintos formatos. Eso fue lo que posibilitó la realización después del gran evento final que, gracias a la participación de invitados de distintas partes de Europa y Asia, superó las expectativas de lo que hubiera sido el encuentro presencial y congregó hasta 40.000 personas. La experiencia y consejos sobre cómo enfrentarse a una situación de este tipo las recogieron en una de las entradas de su sitio web21. Andrew Losowsky, fundador de The Coral Project (https://guides.coralproject.net/), un lugar donde se recopila conocimiento para ayudar a periodistas a mejorar su estrategia, habilidades y comprensión a la hora de lograr una participación comunitaria efectiva presentó al comienzo de la pandemia la guía Cómo gestionar una comunidad durante la pandemia22, un completo manual en el que desgranaba claves para interactuar con distintos perfiles que podrían encontrarse entre los miembros de cada colectivo debido a la situación socio-sanitaria. Losowsky diferenciaba entre los perfiles (Coral, 2020) los siguientes: ● Personas que quieren información. ● Personas que se quieren sentir menos solas. ● Personas que se quieren sentir útiles. ● Personas que quieren procesar, sentir y que quieren que otros sepan cómo sienten. ● Personas que quieren material de apoyo. Losowsky invitaba también a las organizaciones informativas a repensar su propósito y el papel que podían jugar en ese contexto. En el fondo estaba haciendo una invitación para volver a su misión principal. Para ello animaba a los equipos a preguntarse qué es lo que normalmente ofrecían que fuera diferente a otros y cómo se podía adaptar a los tiempos de la COVID-19. Siguiendo un recorrido global, destaca como caso de éxito en Sudáfrica el del diario online Daily Maverick que, desde los comienzos de su programa de membresía había trabajado con los eventos presenciales como uno de los pilares en la construcción de su comunidad. Llegado el confinamiento estudiaron cuál podría ser la mejor forma de no apagar esa conexión latente con sus socios. Con las herramientas que tenían ya a su disposición, como las encuestas on line, lanzaron a sus seguidores preguntas sobre aspectos controvertidos de la nueva situación (las restricciones de movimiento, el impacto de los cierres en el pequeño y mediano comercio, etc.). Con los resultados obtenidos configuraron todo un programa de seminarios web encaminados a compartir información práctica. El producto fue tan exitoso que no solo 21 https://mixer.outride.rs/case-studies/how-outriders-created-an-online-festival-and-attracted-40k- viewers 22 https://guides.coralproject.net/how-to-manage-a-community-during-the-pandemic/ https://guides.coralproject.net/ https://mixer.outride.rs/case-studies/how-outriders-created-an-online-festival-and-attracted-40k-viewers https://mixer.outride.rs/case-studies/how-outriders-created-an-online-festival-and-attracted-40k-viewers https://guides.coralproject.net/how-to-manage-a-community-during-the-pandemic/ 302 consiguieron cumplir con el objetivo de mantener la relación con su comunidad sino que además atrajeron la atención de nuevos anunciantes, interesados en patrocinar estos seminarios, con lo que empujaron también hacia adelante su situación financiera. En Rumanía, The Membership Puzzle Project destaca el caso de DoR (Decat o Revista), una publicación que era conocida por sus ejercicios de periodismo en vivo, que reunían a cientos de personas, y por la organización de encuentros con su comunidad en la redacción. En apenas tres días tuvieron que cambiar el chip y configuraron, de forma virtual, su Pandemic Journal, un producto que, a modo de boletín diario, se marcó cómo objetivo ayudar a la comunidad a darle sentido a lo que está sucediendo. El reconocimiento de sus socios fue el mejor premio al esfuerzo desarrollado. En España también las organizaciones informativas a las que hemos hecho seguimiento durante toda nuestra investigación reaccionaron rápidamente. Todas ellas tuvieron que reaccionar y supieron cómo hacerlo. En el comienzo de nuestra investigación llegamos a participar en eventos presenciales de todas ellas. En el transcurso de la pandemia volvimos a encontrarnos en el ecosistema digital. En el caso de 5W, por ejemplo, el estado de alarma les pilló en pleno lanzamiento de su revista anual, uno de los picos más intensos del año para el equipo y una de las oportunidades grandes para encontrarse en persona con su público a través de las distintas presentaciones en ciudades como Madrid o Barcelona. Odio, título que acompaña a la que fue la quinta revista en papel del proyecto, tuvo que presentarse virtualmente23. Del problema hicieron oportunidad y con esta presentación consiguieron alcanzar a nuevos públicos y hacer presente a sus socios de ciudades donde, de otra manera, no hubieran podido estar presentes en el formato físico. Al moverse como pez en el agua entre grandes distancias, por ser su vocación original, 5W tenía ya experiencia en la organización de encuentro virtuales y con la pandemia no hizo sino potenciar este tipo de eventos a través de herramientas como Facebook Live o directos en Twitter o Youtube para acercar otras voces a su comunidad. Si nos referimos a Civio o Maldita, ya hemos visto, al hablar de la innovación en formatos y servicios, cómo ambos potenciaron canales virtuales como los foros o los grupos de Telegram y el WhatsApp para comunicarse con su comunidad, intentando eso sí, no perder nunca la esencia del trato personal, a través de las contestaciones individuales y personalizadas a cada mensaje. Uno de los eventos presenciales más importantes en la agenda de Civio era, y sigue siendo, el encuentro con los socios al final de año, una ocasión para brindar por las fiestas, hacer balance y poner cara a los socios y los miembros del equipo. En 2020 el brindis se llevó al terreno digital, con la oportunidad de los socios de ir participando con su imagen y su voz en el directo; y en el 2021, cuando la situación lo permitía, se hizo un híbrido, con un encuentro presencial un día con un grupo reducido de socios que previamente habían pedido su plaza para participar y una segunda sesión on line. 23 https://www.youtube.com/watch?v=S0cCZcRNaIg https://www.youtube.com/watch?v=S0cCZcRNaIg https://www.youtube.com/watch?v=S0cCZcRNaIg 303 Imagen 91: Encuentro anual de socios de Civio, realizado por primera vez en formato virtual debido a las medidas sanitarias por el SARS-CoV-2. Acceso al vídeo mediante código QR o en la dirección web: https://youtu.be/kLluAYTFxCw Reproducimos a continuación, información más detallada de cómo cambió la forma de relacionarse y comunicarse con la comunidad de las organizaciones objeto de estudio, así como un ejercicio de reflexión sobre la visión de futuro en este tipo de relaciones. Tabla 16: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Nuevas formas de comunicación con la comunidad. https://youtu.be/kLluAYTFxCw 304 Tabla 17: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Formas de relacionarse con la comunidad en el futuro. 4.3.4.5.- Colaboración con otras organizaciones A raíz de la explosión de la pandemia, en Abierto al público24, un blog promovido por el Banco Interamericano de Desarrollo para difundir la importancia del conocimiento abierto, (aquel al que se accede con facilidad, gratuidad y libertad de uso) se ponía de manifiesto la importancia de construir respuestas basadas en el conocimiento abierto y compartido que facilita la circulación más rápida de investigaciones y una mayor integración de las múltiples fuentes de datos e informaciones para mapear y anticipar la propagación del virus. También se considera de crucial importancia la publicación de recursos abiertos para la comunicación con la ciudadanía y capacitación continua de esta para acceder, de manera sencilla, al conocimiento especializado, para facilitar que la vida siguiese pese a las condiciones impuestas por el confinamiento (IADB, 2020). El sentir del IADB fue expresado por todo tipo de instituciones, especialmente las científicas. Fueron muchas las organizaciones informativas que, sensibles con la situación, mutaron en su imaginario la categoría de competencia hasta convertirla en la de colaboración. Todos fueron conscientes de la importancia de ayudar a difundir de la manera más amplia posible la información de servicio y poder ofrecer incluso en realidades híper locales. Esto solo se podía lograr desde la cooperación y por esta pasaba de manera inequívoca la forma de evitar la duplicación de coberturas, diversificar los puntos de interés, ampliar el trabajo de los demás y amplificar el propio alcance de las organizaciones informativas (Murray, 2020). 24 https://blogs.iadb.org/conocimiento-abierto/es/ https://blogs.iadb.org/conocimiento-abierto/es/ 305 Este tipo de colaboraciones, que ya existían para casos concretos en el tipo de organizaciones que estudiamos, se potenciaron mucho más con la llegada de la COVID-19 en todo el mundo. Por traer ejemplos de la cultura anglosajona, en Estados Unidos, ocho estaciones de radio del Medio Oeste, que ya venían trabajando conjuntamente en Side effects, un proyecto de periodismo y salud, redoblaron sus esfuerzos para llevar a todas sus comunidades información relacionada con la pandemia a través de resúmenes diarios. En Latinoamérica también se potenció este tipo de cooperación. Para la periodista argentina Belén Arce Terceros, directora editorial y de comunicación en Chicas Poderosas (comunidad global que promueve el cambio inspirando y fomentando el desarrollo de mujeres en medios y en la que está también implicado el equipo de Maldita), en una circunstancia tan excepcional como la que trajo consigo el nuevo coronavirus la colaboración en el periodismo se convirtió en más que esencial para poder documentar e informar de un fenómeno global de esta magnitud, máxime cuando se vivió en medio de una maraña de restricciones de movimiento (Heb, 2020b). Mención especial merece, por tener la colaboración en la base de su funcionamiento, el periodismo de verificación de datos. El interés por el mismo no hizo sino crecer durante la pandemia. También lo hizo el número de organizaciones dedicadas a esta causa. El último reportaje publicado por la base de datos de Duke Reporters’ Lab, en octubre de 2020, cuantificaba en 300 las iniciativas existentes países (Stencel y Luther, 2020) frente a las 188 organizaciones y plataformas activas de hace un año (Stencel y Luther, 2019). Muchos de estos proyectos se adhieren a estándares de calidad internacionales, como los promovidos por la International Fact-Checking Network (IFCN) una red de verificadores promovida en 2015 por el Instituto Poynter en Estados Unidos para fomentar modos de actuación comunes, buenas prácticas e intercambios entre plataformas de todo el mundo. (Noain-Sánchez, 2021: 882). En el marco de la pandemia se acrecentó la colaboración de este tipo de entidades entre sí y, al mismo tiempo, con otros medios de comunicación, tradicionales o jóvenes, siempre con el afán de frenar la creciente desinformación de la que hemos dado cuenta ya en otros apartados de esta investigación. Con la excepción de 5W, que por la singularidad de su modelo tampoco había participado de este tipo de relaciones antes de la irrupción del nuevo coronavirus, las otras dos organizaciones estudiadas en nuestra investigación sí abrieron nuevas vías de cooperación en su actividad. 306 Tabla 18: Cuestionario realizado durante la pandemia a organizaciones que practican el periodismo participado por comunidades / Colaboración con otras organizaciones. En el siguiente gráfico presentamos una visión esquemática de los desafíos encarados por la sociedad y el ecosistema informativo durante la crisis por la irrupción del coronavirus SARS- CoV-2 a comienzos de 2020. La imagen recoge también las respuestas ofrecidas desde el periodismo relacional participado por comunidades, que consolidaron algunas dinámicas relaciones en las que se venía trabajando desde hacía tiempo y abrieron otros horizontes hacia nuevas formas de colaboración. 307 Imagen 92. Modelo de periodismo relacional participado por comunidades aplicado a la crisis por el coronavirus SARS-CoV-2 . Fuente y elaboración propia. 4.3.5.- Verificación de la taxonomía elaborada en esta investigación durante la crisis del nuevo coronavirus A partir de esta taxonomía elaborada en la primera parte de la investigación hemos podido comprobar el grado de realización de la misma en las organizaciones de estudio no solo bajo condiciones normales sino también en circunstancias especiales, como fueron las producidas por la irrupción del coronavirus SARS-CoV-2 causante de la COVID-19. Por ello, el presente ejercicio nos permitirá constatar su consolidación o intuir posibles cambios de tendencia. Una alteración significativa a la hora de plantear la investigación de campo con respecto a la primera parte de la misma fue la imposibilidad de realizar la comparativa en el caso de elDiario.es. Si en nuestros trabajos previos nos encontramos con dificultades a la hora de comparar los nuevos medios con otros tradicionales por no encontrar respuesta de estos últimos, contactados siempre a través de los canales de comunicación que podría haber seguido cualquier lector/ciudadano (buzón de correo, redes sociales, teléfono…) para 308 evidenciar también así su capacidad de escucha y propensión al diálogo, en esta ocasión nos encontramos con una casuística similar en el elDiario.es, de todos los medios analizados sin duda el más diferente, por su tamaño y su modelo de relación con su comunidad (suscripción de socios). Sabemos que no obró en ningún caso mala fe o dejadez por su parte (llegó a darse una contestación inicial indicando que buscarían a la persona adecuada para participar en la investigación) pero, mientras en el resto de organizaciones informativas las respuestas llegaron a los pocos días (o, incluso, en horas), la organización que se encontraba por entonces según la encuesta anual del Instituto Reuters entre los cinco medios online más populares de España (Newman et al., 2020), acabó por no atender nuestra demanda después de sucesivos intentos en distintos meses y por las mismas vías antes detalladas. Es conocido que el propio director, Ignacio Escolar, mantiene contacto directo con muchos lectores y se dirige en ocasiones personalmente a ellos para explicarles circunstancias cuando se han mostrado en desacuerdo. También sabemos que disponen de un buzón y un teléfono de atención, aunque en esta ocasión no funcionó. En su intención siempre ha estado cultivar este tipo de relaciones más cercanas, pero es probablemente que los cambios en la dinámica de trabajo por la pandemia (sin presencia física en la redacción) unidos al crecimiento exponencial de su estructura, con unas cifras menos manejables cuando hablamos de trato personal (más de 56.000 socios y un crecimiento del equipo de ocho a 103 periodistas en siete años) puedan estar detrás de ello. Pese a la imposibilidad de la comparativa, la aproximación a este caso como sucediera con los medios tradicionales nos ha dejado también algunos aprendizajes. Este segundo momento de la investigación se realizó en el mes de julio de 2020. El comportamiento en los seis primeros meses del año fue muy significativo para poder validar las tendencias pero estamos seguros de que, en el aspecto cuantitativo, muchas de ellas siguieron incrementándose hasta el final del ejercicio. 4.3.5.1.- Metodología Como en la primera parte de la investigación, la metodología empleada respondió a una triada analítico-comparativo-deductiva. En la primera fase analítica, de aproximación a los medios estudiados, verificamos la disponibilidad de los mismos para su participación en el muestreo y comprobamos que conservaban las características que justificaron su presencia en la primera parte (inclusión en la lista de The Engaged Journalism Accelerator). Como en la vez anterior, se les volvió a enviar la solicitud de participación usando como método de contacto los correos electrónicos habilitados en sus páginas web (a los que tendría acceso cualquier miembro de la comunidad) y posteriormente el cuestionario específico, repitiendo el modelo de posicionamiento en la escala del 0 al 10. En un 2º momento, los materiales de la fase anterior facilitaron el posterior proceso comparativo en torno al grado de adopción de dinámicas de este nuevo tipo de periodismo en sus rutinas, con el estableciendo de patrones identificativos para cada uno de los medios analizados y la consiguiente comparativa gráfica, a modo de herramienta prospectiva, para poder extraer datos para el proceso investigador a un golpe de vista. 309 El tercer momento, de nuevo, correspondió con la fase deductiva en la que sentamos las bases de los datos primarios de esta investigación verificando la consolidación o alteración de comportamientos. Pasamos a abordar a continuación la citada taxonomía, sin repetir en este caso la descripción introductoria de cada uno de sus puntos y limitándonos a aportar la novedad aparejada al cambio de circunstancias por la crisis socioeconómica y sanitaria a raíz del nuevo coronavirus. 4.3.5.2.- Taxonomía, aplicación y resultados 4.3.5.2.1.- Colaboración entre organizaciones Ya quedó reflejado que esta dinámica forma parte del ADN de los nuevos medios y que en las organizaciones informativas analizadas se veía un uso predominante de esta herramienta desde hacía tiempo. Podemos decir que esta tendencia se ha consolidado a raíz de las nuevas circunstancias ante la pandemia por el nuevo coronavirus. La participación, por ejemplo, de Maldita en redes internacionales de verificación de información y lucha contra los bulos se vio intensificada a raíz de la irrupción de la COVID-19 que trajo consigo lo que la Organización Mundial de la Salud catalogó como infodemia. En ese sentido, la organización informativa española se alió con AFP (Francia), CORRECTIV (Alemania), Pagella Politica/Facta (Italia) y Full Fact (Reino Unido) para compartir y comparar contenidos de cara a luchar contra la ola de desinformación que recorrió los cinco países en el punto álgido de la crisis y se unió a LatamChequea, un esfuerzo de 22 medios de comunicación hispanoparlantes en 15 países para luchar contra la desinformación sobre coronavirus en Latinoamérica y España. ¿Qué pasó con los medios más grandes que, ya veíamos en la primera parte de la investigación, iban a la zaga intentando sumarse a la dinámica? En un análisis cruzado de los trabajos en un mismo día de la pandemia de dos grandes medios como The New York Times y The Washington Post el analista de medios Dan Gillmor reconocía la excelencia de ambos, pero vislumbraba una pérdida de valor por su enfoque business-as-usual, centrado en los objetivos de cada una de las organizaciones. «La crisis del coronavirus demanda colaboración entre periodistas, no competencia» (Gillmor, 2020) y sobre esto han dado una buena lección muchas de las nuevas organizaciones como las que analizamos, que han compartido de manera abierta sus trabajos, u otras (como la Fundación Gabo o el Knight Center) que han puesto a disposición de periodistas y ciudadanos de todo el mundo formación (con seminarios sobre la cobertura de la crisis sanitaria) o recursos (como libros electrónicos sobre la materia, acceso a herramientas de monitorización, etc.). 4.3.5.2.2.- Crowdsourcing También observamos una intensificación en las prácticas asociadas a este punto. Así, en la comunidad de Civio, por ejemplo, donde ya había personas que colaboraban con los profesionales de la Fundación solicitando a sus respectivas comunidades autónomas resultados de inspecciones higiénico-sanitarias (lo que les permitió hacer un mapa de la situación en restaurantes o centros educativos) el nuevo coronavirus incrementó estas sinergias entre periodistas y comunidad, claves a la hora de abordar aspectos técnicos en el entorno de la salud o para ayudar a detectar y desmentir los incesantes bulos sobre la 310 enfermedad. Esta técnica puso de manifiesto la fuerza del compromiso, no solo económico sino también intelectual, de las comunidades con sus medios, sintiéndose y siendo verdaderamente partícipes en la construcción de la información al poner al servicio de todos recursos intangibles como conocimientos o tiempo. Un claro ejemplo fue también la participación dentro de la comunidad de Maldita de profesionales del entorno científico-sanitario que ayudaron a la elaboración de informaciones contrastadas y de utilidad en secciones como ‘Maldita ciencia’ y ayudaron en la verificación de información durante la pandemia. 4.3.5.2.3.- Crowdfunding Todos los nuevos medios sometidos a análisis habían validado ya en alguna ocasión esta técnica dentro de su porfolio de prácticas y muchos, como vimos, la emplearon incluso para su nacimiento. a excepción de elDiario.es, aunque al ser consultados sus responsables no niegan que su modelo de suscripción puede parecerse, en parte, a este formato. Y, con la irrupción del nuevo coronavirus, todos ellos volvieron a recurrir a esta práctica, haciendo un llamamiento especial a la comunidad para poder hacer frente a la cobertura informativa en circunstancias tan excepcionales. Absolutamente en todos los casos se reportó una respuesta abrumadora, superando con creces sus expectativas y doblando en casos, como el de Maldita, el número de personas que realizaban aportaciones económicas en un periodo normal. En el caso de Civio, por ejemplo, de las 550 aportaciones económicas que recibían de miembros de su comunidad en enero de 2020 ascendieron a 928 en julio. 5W, por su parte, lanzó un fondo especial para cubrir la pandemia con opciones flexibles de colaboración con notable éxito. Por su parte, elDiario.es hizo también un llamamiento a su comunidad para no tener que recurrir a los ERTE en su plantilla como hicieron otros medios. Como resultado, esta empresa informativa vio el mayor crecimiento en su historia, tanto en números absolutos como porcentualmente, con un crecimiento de socios del 60% desde el comienzo del año hasta mediados. Gracias a ello, el primer semestre de 2020 fue para ellos el primero en el que los ingresos procedentes de su comunidad superaron a los de la publicidad. Este vector, como el anterior, es también especialmente significativo cuando hablamos de un nuevo tipo de periodismo basado en la complicidad de la comunidad y el compromiso. Solo en España, según Infoadex (organización dedicada al control exhaustivo de la actividad publicitaria) los medios de comunicación perdieron 105 millones de euros en publicidad por la COVID-19 durante el primer semestre de 2020. Algunos de los nuevos medios que no participan del reparto de la tarta publicitaria pero sí contemplan como vía de financiación las becas y ayudas filantrópicas de otras entidades se vieron también afectados por la reorientación de prioridades de estas instituciones debido a la crisis económica y sanitaria. Por eso, el que en un momento delicado como este en todos los medios analizados se diera una reacción positiva por parte de la comunidad nos da indicios de una consolidación del modelo (lo cual no significa estabilidad en ningún caso ya que el factor humano hace siempre impredecible el futuro). 311 4.3.5.2.4.- Voz a minorías, grupos o colectivos que normalmente no tienen representación en los medios Si habíamos dicho que prácticamente todos los medios iniciaron el periplo hacia la creación de contenidos más humanos y que muchos de los nuevos medios, como 5W, nacieron ya con esa vocación de dar voz a lo que sucede al margen de la agenda oficial, ¿cómo pudo afectar una situación de confinamiento y masificación informativa sobre un único tema como sucedió con la crisis de la COVID-19? Durante la pandemia estos profesionales no renunciaron a su misión y dieron voz, por ejemplo, a colectivos de migrantes trabajadores del campo en España o refugiados venezolanos que tuvieron que regresar a su país en condiciones peores a las que tenían cuando lo abandonaron debido a los efectos del nuevo patógeno en la economía. En general, recayó sobre estos nuevos medios y su vocación de servicio la responsabilidad de ofrecer otra cara de la realidad al margen de las noticias que copaban las portadas de los periódicos o los principales informativos en la televisión. 4.3.5.2.5.- Canales móviles de comunicación bidireccional con la comunidad Aunque sigue siendo uno de los puntos a mejorar el uso de estos canales se potenció ante la crisis. Siempre con tasas elevadas de uso, durante la pandemia del nuevo coronavirus el servicio directo de WhatsApp de Maldita no dejó de incrementar sus comunicaciones con la comunidad ante la necesidad de combatir la infodemia que amenazaba los entornos sociales de sus malditos. En relación con nuevas vías de comunicación (no ya bidireccional sino interdireccional porque en ocasiones entraba en juego el resto de la comunidad) Civio desarrolló en el espacio de la Comunidad foros para consultas relacionadas con las normativas que iban apareciendo (desplazamientos, ERTE, etc.). 4.3.5.2.6.- Encuentros presenciales en los que el público es un participante activo más Incluimos este vector por estar presente en nuestra taxonomía y análisis previos, aun siendo conscientes de que la realidad derivada del confinamiento global y las medidas de distanciamiento social impuestas a raíz del nuevo coronavirus hicieron imposible una comparación efectiva. Sin embargo, más allá de constatar que la mayoría de las organizaciones mantuvieron con éxito la dinámica de relación con su comunidad, adaptando los formatos a encuentros virtuales en los que se facilita la participación activa de la comunidad, destaca la reflexión de varias de ellas en torno a cómo las nuevas circunstancias no han hecho sino reforzar su nivel de exigencia por dinamizar este tipo de relaciones. Plataformas como Zoom, Youtube, Instagram Live, Meet u otros desarrollos personales, sirvieron para canalizar la relación con la comunidad durante la pandemia. Queda por ver qué deparará el futuro pero, si las circunstancias lo permiten, todos los proyectos abogan por recuperar el contacto cara a cara que ya practicaban antes y que constituye otro elemento diferenciador con los viejos medios. 312 4.3.5.2.7.- Talleres formativos relacionados con información, verificación de noticias u otras temáticas relacionadas con periodismo y ciudadanía activa. Esta práctica, poco habitual también en la prensa tradicional, empezó a despuntar desde hace años en proyectos de nuevo cuño y se consolidó con la llegada de la COVID-19. Con una lógica adaptación al formato on-line, la pandemia puso también de manifiesto la necesidad de este tipo de iniciativas relacionadas con la información, verificación de noticias u otras temáticas en torno al periodismo y la ciudadanía activa. Por ejemplo, 5W (que en consonancia con su vocación de servicio acostumbraba a realizar actividades formativas presenciales como una forma más de comunicación con su comunidad y, además, como vía alternativa de financiación) se enfrentó por primera vez a la necesidad de trasladar al territorio digital sus talleres por el coronavirus. El resultado fue muy positivo, colgando el cartel de ‘completo’ en todas sus convocatorias. 313 4.3.5.3.- Representación gráfica y comparativa con la primera parte de la investigación Imagen 93: Aplicación de la taxonomía a Maldita en el contexto de la crisis sociosanitaria por el coronavirus SARS-CoV-2 durante el verano de 2020 y comparativa con 2019. Fuente y elaboración propias. 314 Imagen 94: Aplicación de la taxonomía a Civio en el contexto de la crisis sociosanitaria por el coronavirus SARS-CoV-2 durante el verano de 2020 y comparativa con 2019. Fuente y elaboración propias. 315 Imagen 95: Aplicación de la taxonomía a 5W en el contexto de la crisis sociosanitaria por el coronavirus SARS-CoV-2 durante el verano de 2020 y comparativa con 2019. Fuente y elaboración propias. 316 4.3.5.4.- Conclusiones extraídas tras la aplicación en los casos estudiados de la taxonomía durante la pandemia. 1.- La pervivencia en el tiempo y el crecimiento (en comunidad y en líneas de trabajo abordadas) de las organizaciones estudiadas confirman la hipótesis de que el ciudadano del siglo XXI seguirá pagando por productos informativos, si bien satisfecha la necesidad de consumo de actualidad por medios y vías más generalistas, busca como añadido en sus nuevas experiencias mediáticas algo novedoso, distinto y que, en la medida de lo posible, dé respuesta a una necesidad. 2.- Las organizaciones informativas que además de un producto o servicio ofrecen una experiencia de comunidad y entablan diálogo con sus miembros, haciéndoles partícipes de sus procesos con dinámicas de diálogo, crean sinergias que derivan en un beneficio colectivo. El ciudadano, además de crecer como tal, empoderado por las herramientas que se ponen a su alcance, fortalece sus vínculos emocionales (sentimiento de pertenencia) y es más proclive a poner sus recursos (económicos o intangibles: tiempo, conocimientos…) al servicio de la organización y, por ende, del resto de la comunidad y, en última instancia, del conjunto de la sociedad que puede acceder al resultado final desde el ecosistema digital. Este tipo de periodismo redunda pues en el bien común, recuperando la vocación primera de la profesión. 3.- Trabajar en la construcción de una comunidad no es trabajo de un día. Las organizaciones informativas objeto de nuestro estudio llevan años dedicados a esta labor. Las hay como Maldita que aunque datan su constitución oficial en una fecha no muy lejana (2018) forjaron desde mucho antes (2014) las relaciones con sus compañeros de viaje a través, principalmente, de las redes sociales. Eso les ha permitido poner a prueba la capacidad de respuesta (por ambas partes) en momentos decisivos. Queda claro que una comunidad no se improvisa. Los encuentros presenciales (paralizados ante la nueva situación sociosanitaria a escala mundial) y otras experiencias implementadas en el pasado por estas entidades sentaron la base para que en un momento crítico pudiese refrendarse el sentimiento de pertenencia de sus socios y el compromiso con el proyecto por parte tanto de periodistas como de ciudadanos. Con el estallido de la pandemia de la COVID- 19 estas organizaciones pidieron un esfuerzo económico y todas manifiestan unánimemente que los resultados sobrepasaron cualquier expectativa. Lo mismo sucedió cuando se pidió colaboración para verificar contenidos o acceder a información científica. La comunidad redobló sus esfuerzos, pero lo hizo proporcionalmente al esfuerzo de periodistas y demás miembros de los equipos de las organizaciones (todos ellos forman parte también de la misma comunidad que no se entiende sin el diálogo de todos sus miembros) que desplegaron todo su potencial para ofrecer nuevos servicios de utilidad ante la nueva situación. Civio, por ejemplo, desmenuzó todos los decretos, leyes y demás normas que se publicaron durante el estado de alarma decretado por el gobierno español ofreciendo, además de una traducción comprensible, un servicio de asesoría para consultas relacionadas con las restricciones de las libertades, asuntos laborales (ERTE, ERE, etc.) o en materia sanitaria. Iniciativas similares las vimos en las otras organizaciones. Podemos concluir, por tanto, que el compromiso de una comunidad bien cimentada se multiplica en todas las direcciones ante situaciones complejas. 317 4.- En otros puntos de la taxonomía presentada, el análisis de la evolución en algunos comportamientos nos sitúa ante una fotografía que, si bien a primera vista podría parecer dispar, guarda total coherencia con la realidad de cada caso y refrenda la consolidación de un modelo. Pese a la necesidad de extraer conclusiones globales, la particularidad es un elemento para tener muy en cuenta en el tipo de proyectos que estudiamos ya que nos adentramos en un periodismo que prácticamente bebe de la lógica del artesano, con todos los elementos diferenciales que ello implica. Por ejemplo, el embarcarse en un tipo u otro de investigaciones y no en otras ha llevado a retroceder a algunas de estas entidades en aspectos como la apuesta por el crowdsourcing o a la hora de destinar recursos y tiempos a la formación, sin que ello suponga que renuncien a ello en el futuro. 5.- La adaptación a las circunstancias se hace más fácil cuando se posee una estructura ligera, tanto en el número de trabajadores remunerados como en la personalidad jurídica del proyecto. Apenas 10 personas conforman el equipo permanente de Civio, que se constituyó como organización independiente y sin ánimo de lucro con la figura de una Fundación. Nueve periodistas constituyen la alineación permanente de Colectivo 5W, una sociedad limitada en manos de sus trabajadores. Por su parte, en la sección “Conoce al equipo” de Maldita.es encontramos 26 rostros que responden a las distintas necesidades de un medio de comunicación sin ánimo de lucro, constituido como asociación en el 27 de septiembre de 2018 bajo el nombre Asociación Maldita contra la desinformación: periodismo, educación, investigación y datos en nuevos formatos y que ya es una fundación. La toma de decisiones y el contacto entre el equipo y con el resto de la comunidad es pues más fácil cuando hablamos del comportamiento de gacelas frente a la estructura ósea de los viejos elefantes mediáticos con consejos de administración, juntas generales y demás estructuras, cuanto menos, poco dinámicas que no se reproducen en estos nuevos medios. Esta flexibilidad en el modelo además de permitir modulaciones entronca con la mencionada lógica del artesano, que nos habla de un trabajo personalizado (no estandarizado en las dinámicas de los grandes medios), que llega a un público concreto (no a una gran masa de lectores a los que hay que satisfacer de manera genérica), con un producto prácticamente a medida (lo que ha permitido a Civio resolver cuestiones tan concretas de su comunidad como si en determinado municipio estaba permitido ir a comprar al pueblo de al lado con la familia con la que se convivía en la fase 1 de la desescalada o a Maldita desmentir los bulos de los chats familiares de sus malditos). 7.- Siguiendo con la imagen del artesano, que nos remite a ese referido retorno a las fuentes de un oficio (más que una profesión) encauzado hacia el servicio al otro desde la vocación, la idea de que un trabajo en estas condiciones no puede estar destinado a un público generalista nos sitúa ante el debate de los límites en el tamaño de una comunidad (concluyendo que tan inviable es construir dentro de este modelo un periodismo participado por apenas unos pocos como por una masa) y nos refrenda en que estamos ante un formato posible pero difícilmente escalable por su singularidad, lo cual marca también unos límites económicos. Las cuentas de estos medios reflejan un balance equilibrado pero en algunos casos los periodistas compaginan su actividad con otra fuente de ingresos, lo cual no es un problema cuando se hace por convicción con el trabajo desarrollado y la retribución entra dentro de lo que entendemos por una remuneración digna. 318 De la misma manera que un médico no puede aspirar a curar a toda la humanidad o un zapatero a acabar con la desnudez en los pies del mundo entero, sino que aplican sus recetas y sus trabajos a personas concretas, este tipo de periodismo exige también un conocimiento de la comunidad. Los problemas que encontramos a la hora de abordar la comparativa en el caso de elDiario.es vienen a confirmar la idea de que usar técnicas de escucha y diálogo no otorga directamente la categoría de periodismo participado por la comunidad (también algunos tradicionales lo intentan) porque una condición irrenunciable es tener capacidad de respuesta. El crecimiento ilimitado rompe esa dinámica de gestión artesanal y el manejo de 56.000 socios y 6,6 millones de euros y 300.000 euros de beneficios después de impuestos en 2019 aproxima más su modelo al de los grandes medios. Lo que le sigue diferenciando, en cualquier caso, es su apuesta por el apoyo de sus socios como fuente principal de financiación para respaldar su independencia y por un periodismo de valores sociales. 8.- Estamos ante un modelo que sigue en crecimiento pero que, después de años de rodaje, empieza a asentar raíces dibujando sus propios límites, lo cual lejos de significar un estrechamiento en la visión de perspectivas debe impulsar a su evolución. 319 V.- CONCLUSIONES «Hemos llegado a esperar que los periódicos reflejen la ética oficial, que cumplan con su “responsabilidad”. Los periodistas más admirados ya no son adversarios políticos sino gente de fiar, partícipes (…). Alicia no está cargada de responsabilidades. Alicia nunca va a ‘Le Club’. Seguramente Alicia no sabe nada de nada de lo que pasa fuera de Ann Arbor. Pero me cuenta todo lo que sabe de allí». Joan Didion, Alicia y la prensa alternativa. Exponemos, a continuación, las principales fruto de esta investigación sobre un periodismo basado en una conducta relacional y participado por comunidades de ciudadanos: 1) Al hablar de Periodismo relacional participado por comunidades como alternativa en la empresa informativa, abordamos un panorama plural y abierto en cuanto a figuras (físicas y jurídicas), acciones y dinámicas que, en el ejercicio de la labor informativa, configuran un arquetipo en construcción de un periodismo con características propias. Al comienzo de nuestra investigación nos fijamos el objetivo de validar bajo un mismo paradigma ciertos modos de ejercer la profesión. Al hacerlo, hemos confirmado que al intentar conceptualizar nuestro objeto de estudio no nos enfrentamos al análisis de un modelo de negocio en sí mismo, sino a un amplio espectro de dinámicas que pueden circunscribirse a diversos modelos y formas de monetización de la actividad. La realidad cambiante, configurada por la sucesión de acontecimientos con mayor o menor grado de impacto global, como por ejemplo la pandemia por la COVID-19, es al mismo tiempo generadora de otras formas de relación y de trabajo, que surgen muchas veces fruto de una necesidad y, con el paso del tiempo, se van consolidando, dotándose de entidad propia. 2) La mutación experimentada en la mayor parte de los comportamientos sociales por la digitalización ha conllevado también una evolución importante en el concepto de medio de comunicación siendo esta una realidad que, si ya encarnaba cierta complejidad, comprende una variedad de perfiles mucho más ricos y variados en el en el paradigma en construcción que estudiamos. Siendo más que evidente el impacto radical que la convergencia digital ha tenido en las últimas décadas en la industria que nos atañe y cómo se ha traducido en una transformación clara en las maneras de producir, difundir y consumir contenido informativo, en esta investigación jugó un papel determinante el análisis de cómo dicha mutación ha conllevado también una evolución importante en el concepto de lo que hasta ahora entendíamos como medio de comunicación. Lo abordamos en la doble naturaleza que el sintagma entraña, tanto en la parte relativa a búsqueda y producción de la información, llevada a cabo por el periodista, como en la forma de 320 transmisión de la misma a través de distintos soportes, aspecto del que, hasta ahora, bajo distintas fisonomías y a través de un variado catálogo de opciones, se ha estado encargando lo que conocíamos como empresa informativa. 3) Resulta pertinente, a la hora de conceptualizar a las entidades que practican el periodismo relacional participado por comunidades sobre el que teorizamos, hablar en términos más amplios de organización informativa. Esta construcción nos permite acoger bajo su paraguas realidades muy diversas pero que, al menos en alguno de los estadios de su proceso informativo, comparten objetivos y metodologías. Si bien hemos observado que es frecuente que el periodismo emprendedor, en el que habitualmente se circunscriben muchos de los proyectos emergentes nacidos en los últimos tiempos, suele ampararse en figuras jurídicas como la Sociedad Limitada (caso del Colectivo 5W, SL, entre los proyectos estudiados), son cada vez más los que o bien ya nacen con vocación de Fundación (como la Fundación Civio) o, en el transcurso de su periplo transitan hacia esa figura desde otros modelos también válidos, como el de Asociación (caso de la ya constituida como Fundación Maldita). 4) Aunque a la hora de constituirse en organización informativa las motivaciones son variadas, al optar por una figura concreta en todas las opciones subyace el deseo de elegir la fórmula que mejor ayude a la consecución de los objetivos marcados a la hora de su constitución. En relación con el tipo de periodismo estudiado, sin ser como decimos la única opción que se ha demostrado pertinente, el carácter fundacional responde muy bien a la necesidad de preservar su independencia y poder ejercer a la vez un control profesional en la gestión del proyecto. Esta circunstancia es más difícil de asegurar en otros modelos como el asociativo en el que, con una regulación más asamblearia, se difumina el reparto de roles al que hemos hecho referencia como punto clave en la conceptualización de este tipo de periodismo, con los consecuentes peligros asociados. 5) Las nuevas organizaciones informativas irán mutando de manera natural en un ejercicio de adaptación a las nuevas realidades y opciones legales, adoptando nuevas fisonomías y, posiblemente, nuevas denominaciones, sin que eso implique necesariamente la pérdida de su esencia original; antes bien, y por el contrario, puede suponer un mecanismo para la mejor consecución de sus objetivos fundacionales. 6) Los perfiles profesionales del periodismo relacional participado por comunidades se abren a la participación de otras categorías profesionales procedentes de ámbitos externos al propio de la comunicación y no necesariamente vinculado siquiera a las ciencias sociales. 321 En el ejercicio de nuestra investigación, verificamos también cómo la evolución natural a la que hemos asistido en las últimas décadas en el perfil del profesional de la información encuentra sus peculiaridades y matices en este tipo de periodismo. Si bien es cierto que no sería novedad contemplar la multiplicidad de competencias y funciones asumidas hoy en día por el periodista, las singularidades del periodismo relacional participado, tanto por su componente cívico (con la consiguiente interconexión con la esfera pública) como por su componente humano (vinculado a la propia comunidad) hace que confirmemos la validez (y necesidad) de ciertos perfiles específicos. Por un lado, uno de ellos sería el de responsable o promotor de la comunidad. Este nada tiene que ver con figuras procedentes de ámbitos como el de las redes sociales (community manager) o con el engagement manager, presente cada vez en más compañías, independientemente del sector, y que en los medios de comunicación ha adoptado más un rol de análisis y gestión de la interacción con los contenidos digitales. En este caso hablamos de una persona dedicada a la construcción de relaciones directas y reales (no, o no exclusivamente, virtuales) ya que, como veremos en otra de nuestras conclusiones, este nuevo ámbito relacional es en sí el corazón de esta tipología de periodismo. En otro ámbito y sin tener carácter imperativo, hemos comprobado también la fuerte vinculación del periodismo relacional con el periodismo de datos, clave muchas veces para desgranar el entramado legislativo y administrativo que afecta a la vida y el desarrollo cívico de la ciudadanía. La vocación (entendida también como necesidad) del periodismo relacional de empoderar a sus comunidades y ofrecerles acceso a informaciones de por sí complejas confirma la pertinencia de otro tipo de perfiles profesionales como los analistas de datos, diseñadores gráficos, ingenieros… Esto confiere un esqueleto más complejo pero realista a esa concepción plural y mutante de organización informativa. 7) En un mercado atomizado, tendrán cabida los proyectos periodísticos que respondan a inquietudes o necesidades personales del ciudadano (acompañando, por supuesto, esta premisa a muchos otros condicionantes estructurales) y cultiven un nuevo orden de relaciones con él. Una de las hipótesis principales que planteábamos al esbozar esta investigación era la relacionada con el futuro del periodismo ligado a una vinculación más profunda, de carácter incluso emocional, con su público. Entroncando de nuevo con la importancia de la construcción de un sentido de comunidad, en el transcurso de este trabajo, a lo largo de los años, hemos visto confirmarse esta suposición tanto en la evolución favorable de algunos de los casos estudiados como en el fracaso de otros proyectos que aparentemente participaron del modelo pero lo hicieron de manera superficial o desvirtuando alguno de sus componentes. El patrón de construcción de comunidad verificado en organizaciones como Maldita, Civio o 5W (a través de un trato personal con los socios, los encuentros presenciales, las actividades formativas, la configuración compartida de la agenda informativa, la resolución de problemas y dudas que afectaban a su vida cotidiana…) ha resultado determinante para garantizar su viabilidad en un momento crítico como el que estamos viviendo en el contexto de la crisis socio- sanitaria por el coronavirus de la SARS-CoV-2, causante de la COVID-19. En un contexto en el que muchas organizaciones informativas, entre ellas algunas pertenecientes a grandes grupos de comunicación, tuvieron que recurrir a expedientes de regulación temporal de empleo 322 o despidos, todas estas entidades pidieron a su comunidad ayuda, económica y de aspectos intangibles (como tiempo y conocimientos) y la recibieron superando sus expectativas. A cambio, ofrecieron lo mejor de sí redoblando sus esfuerzos. 8) La participación de los distintos actores no se plantea suplantando la labor del periodista sino ejerciendo el papel de ciudadano. Por eso, este tipo de periodismo empodera cívicamente y contribuye a la construcción de sociedades más democráticas, redundando en el bien común y recuperando la misión primigenia de la profesión. En el ejercicio abierto inherente a esta metodología, al permitir la participación del público desde su rol de ciudadano, este, además de crecer como tal ayudado por las herramientas y las redes de conexión que se ponen a su alcance, puede ver acrecentado su sentimiento de vinculación emocional con el proyecto, en el que concibe una causa mayor, poniendo a disposición de la colectividad sus recursos económicos e intelectuales. Ha sido así como vimos durante la pandemia a traductores ayudando a difundir contenidos científicos, a científicos desmintiendo bulos, a analistas transformando en código abierto ficheros cargados de información legislativa… Podemos afirmar pues que este tipo de periodismo redunda en el bien común, recuperando la vocación primera de la profesión. 9) Seguirá habiendo un público, crítico y exigente, dispuesto a pagar por productos informativos siempre que estos satisfagan una necesidad Fruto de la experiencia investigadora de estos años y en relación con lo anteriormente expuesto, validamos también la hipótesis de que, pese a que el acceso gratuito a la información sea una realidad incuestionable, siempre habrá ciudadanos decididos a pagar por contenidos que satisfagan alguna de sus necesidades. Tomando como analogía la pirámide de Abraham Maslow, estas pueden transitar desde un beneficio directo o su traslación al terreno de la seguridad (información que afecta a la persona por su carácter legal, administrativo, científico, de servicio…) a un componente más vinculado a la autorrealización. Lo que también ha quedado claro es que el perfil de consumidor de este tipo de periodismo es exigente y tiene sentido crítico. Por eso la experiencia refuta también prácticas que, explotando en su discurso el sentido de compromiso cívico o comunidad, no han profundizado en el mismo y se han manifestado como superficiales al anteponer el beneficio económico (irrenunciable pero que en este tipo de periodismo se modula a una escala limitada) al servicio (en la investigación hemos traído el caso de la versión anglosajona de The Correspondent). 10) Pese a su importancia dentro de la conceptualización del paradigma, la aportación monetaria de la comunidad no debe ser nunca lo que sustente la viabilidad económica de un proyecto. En nuestra propia conceptualización del tipo de periodismo estudiado incidíamos en la importancia del aspecto económico y le conferíamos la categoría de fin irrenunciable como 323 garantía de sostenibilidad. Fruto de la relación con las distintas realidades estudiadas constatamos que, aunque importante en este arquetipo, la contribución de la comunidad no es (ni debe serlo) decisiva, sino solamente un sustento importante. El componente económico es uno de los factores de riesgo reconocidos en este tipo de periodismo. Esto no lo diferencia de muchos otros proyectos informativos emprendedores que nacen con las dinámicas que cualquier startup, generalmente acudiendo en un estadio inicial a la financiación de familiares, amigos y el entorno más cercano para, desde ahí, ir creciendo y conseguir con el paso de los años la ansiada estabilidad. Sin embargo, hemos analizado y validado como componente importante y diferenciador el hecho de que este tipo de periodismo, que defiende en su esencia la independencia (y usa ese recurso continuamente en el llamamiento al apoyo de su comunidad) no renuncia a lo que, a priori, podría verse como peajes a pagar como pueden ser las asociaciones con otros medios, las donaciones filantrópicas o las ayudas procedentes de las administraciones públicas. Habiendo confirmado también como un componente esencial el espíritu de colaboración (dentro de las nuevas sinergias relacionales que propugna el modelo), al tiempo que vemos en el resto de prácticas un campo de oportunidades para desarrollar esta filosofía profesional de un periodismo comprometido con la comunidad, vislumbramos en estas ciertas amenazas relacionadas con la posibilidad de difuminar o perder su esencia, cuando no el peligro de acabar repitiendo modelos que en el pasado condujeron a la pérdida de credibilidad y concatenaron toda una serie de crisis de las que dimos cuenta desde el estado de la cuestión. 11) Dentro de la evolución natural del paradigma, para salvaguardar la transparencia y garantizar el futuro, es necesario abordar una regulación entre los distintos actores que participan del modelo de relaciones de este periodismo: organizaciones informativas, ciudadanos, administraciones públicas, organizaciones privadas, mecenas… Entroncando con lo anterior, y como mejor antídoto para prevenir esas posibles complicaciones futuras, además de ahondar en el valor de la transparencia (que se verifica en todas las organizaciones estudiadas a través de prácticas como la rendición de cuentas y el acceso a la información corporativa), consideramos importante traer a estas conclusiones la importancia constatada de regular de una manera más clara las conexiones entre los distintos actores que participan del esquema relacional. Empezando por la otrora conocida como audiencia, esta además de seguir entendiendo sus límites en el aspecto informativo (importante, como ha quedado expuesto para diferenciar el periodismo participado del participativo) y, como ya hemos hecho referencia, desempeñar un papel importante al poner en juego sus recursos, puede además actuar como verificador y auditor de la realidad del proyecto. Para esto es fundamental que se siga propiciando la construcción de un espíritu crítico y creciendo en el ejercicio de su empoderamiento cívico, elementos importantes para saber establecer los límites de su vinculación emocional con el proyecto. Entendemos pues a la comunidad como una realidad en permanente construcción y un elemento crítico a cuidar especialmente en este arquetipo. De igual modo, se verifica la necesidad de establecer una relación clara y transparente, pero regulada, con los poderes públicos y las administraciones, para integrarlas de manera natural en el proceso del periodismo relacional participado por comunidades como agentes decisivos e influyentes que son a la hora de construir sociedades democráticas. Así pues, se hace 324 ineludible evolucionar el concepto negativo de relación con estos agentes, heredado de prácticas pasadas, hacia un ámbito de entendimiento en el que, compartiendo objetivos, vuelva a quedar clara la diferenciación de roles y no se impongan nunca los objetivos de unos sobre los de los otros. El mismo marco regulatorio debería abordarse en el caso de las entidades filantrópicas. 12) En su propia conceptualización de compromiso y comunidad, el periodismo relacional no puede renunciar al contacto personal y, cuando las circunstancias lo permitan, al encuentro físico. Por eso el crecimiento de un proyecto estará limitado a la escala de relaciones asumibles. Otro de los puntos sobre los que queremos atraer la atención al concluir este trabajo es sobre la concepción y el manejo del entorno virtual en el tipo de periodismo que estudiamos. Si bien es cierto que este ecosistema ha contribuido a su consolidación y facilita muchas de las dinámicas de las que participa, a veces también limita y constriñe. Así, se corre el peligro de deformar la percepción de conceptos claves clave como el de compromiso, confundido en otras prácticas con una sinergia reducida a puras métricas digitales. Por eso reafirmamos como imprescindible no renunciar al contacto personal y, cuando las circunstancias geográficas y sociales lo permiten, al encuentro físico. Solo así ha sido posible, por ejemplo, la construcción de comunidades consolidadas en los proyectos estudiados que, con motivo de la COVID-19, tuvieron que reinventar las formas de comunicación pero obtuvieron la respuesta positiva de sus socios por los lazos cimentados previamente. Para la gestión de la comunidad y el fomento de estas relaciones constatamos también como elemento diferenciador de este periodismo la escala. El fracaso de algunos proyectos o la mutación desde concepciones innovadoras hacia modelos de periodismo más clásicos ha venido determinado muchas veces por este factor. Concluimos pues que, en esencia, el periodismo relacional participado por comunidades solo puede darse en un marco de dimensiones o proporciones limitadas. El límite lo establecerá la capacidad de seguir garantizando las relaciones personales entre la comunidad y los propios miembros del equipo. Llegado un punto, el crecimiento puede ser sinónimo de éxito económico pero, a efectos de validación de esta taxonomía, suponer una evolución dentro de la tipología. Hemos referido en la investigación el caso de elDiario.es, cuyo crecimiento parece encaminarle hacia un futuro prometedor pero que empieza a adoptar más la fisonomía de gran elefante frente a la de gacela con la que nació. Es significativo el hecho de que no pudiésemos contactar con ninguno de sus responsables para la participación en la segunda fase de nuestro estudio. Ha sido mantenerse dentro de un tamaño adecuado lo que ha posibilitado que, pese a todos los esfuerzos y la necesidad de reforzar el equipo, organizaciones como Civio o Maldita hayan podido responder personalmente a las solicitudes de información de socios y ciudadanos durante la pandemia. 325 Como corolario de las 12 conclusiones enumeradas anteriormente, concluimos pues que estamos pues ante un modelo que sigue en permanente construcción y que en España y América Latina (realidades muy de la mano en el desarrollo de esta tipología) recorre la senda trazada anteriormente por el entorno anglosajón y otros países europeos, aunque introduciendo los matices propios de su cultura. Pese a su relativa novedad, cabe hablar ya de una fase de asentamiento (al haber transcurrido años de rodaje en todos los proyectos analizados). Podemos pues constatar que se dan las circunstancias para que las organizaciones y todos los agentes implicados en ellas puedan ir replanteando los ajustes necesarios para actualizar su misión, trabajando siempre desde los parámetros del servicio, la escucha y el diálogo y aplicando creatividad e innovación a sus procesos. El futuro está por escribir… y de eso saben mucho los buenos periodistas. 326 327 BIBLIOGRAFÍA 5W (2019). Las cuentas de 5W en 2018-19. 5W [en línea], 22 de septiembre. Disponible en: https://www.revista5w.com/temas/cultura/las-cuentas-de-5w-en-2018-19-7957 5W (2020). El mundo está cambiando: ayúdanos a contarlo. 5W [en línea], 5 de mayo. Disponible en: https://www.revista5w.com/newsroom/el-mundo-esta-cambiando-ayudanos-a- contarlo-8153 7GRAUS (s.f.). Engagement. En: Significados.com. Recuperado el 24 de octubre de 2018 de https://www.significados.com/engagement/ ABAD, J.M. (1 de mayo, 2020). El ‘trancazo’: la gran pandemia que políticos y prensa menospreciaron. 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Madrid • Ciobanu, Madalina: Project Manager, European Journalism Centre (EJC). Entrevista: 4 de julio de 2018. Bruselas. • Cook, Clare: cofundadora, Media Innovation Studio. 4 de diciembre de 2018. Madrid. • Garcia, Auri: jefe de nuevos formatos, Diari ARA. 3 de diciembre de 2018. Madrid, • Jimenez, Clara: CEO, directora adjunta y cofundadora de Maldita. 11 de noviembre de 2017, 9 de mayo de 2018 y 4 de septiembre de 2020, Madrid. • Jones, Jennifer: directora, Media for Communities. 4 de diciembre de 2018 • Masip, Pere: profesor titular y vicedecano de investigación y posgrado en la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna en la Universidad Ramon Llull e investigador principal del grupo Digilab: Media, Strategy and Regulation. 3 de julio de 2018. Pamplona; 2 de octubre de 2018. Madrid. • Oliden, Ander Iñaki; director adjunto de elDiario.es. 20 de agosto de 2020 • Pérez, Antonio: socio fundador y director Somos Malasaña. 20 de mayo de 2019, 26 de mayo de 2019, Madrid. • Pérez, Miguel: fundador/director de Nervión al día. 11 de agosto de 2019. Sevilla. • Salaverría, Ramón: Catedrático de Periodismo. Universidad de Navarra. 3 de julio de 2018. Pamplona • Tuñas, Olalla: Responsable de Participación y Comunidad Civio 25 de julio de 2019, 15 de octubre de 2019, 21 de octubre de 2019, 30 de abril de 2021. Madrid. • Vega, Javier: Responsable de Comunicación Civio. 15 de octubre de 2019, 17 de diciembre de 2019, 3 de febrero de 2020, 29 de octubre de 2020, 7 de mayo de 2021. Madrid. • Whitelaw, Ben: Engagement Lead, Engaged Journalism Accelerator. 2 de diciembre de 2018, Madrid. 368 Anexo B: Base de datos de organizaciones que desarrollan su proyecto en torno a la relación con una comunidad en Europa Acceso en: https://engagedjournalism.com/resources/engaged-journalism-in-europe-database Anexo C: Instituciones y organismos que investigan y promueven el periodismo relacional • Center for new democratic processes: https://www.cndp.us/exploring-engagement- participation-in-journalism/ • Democracy Fund: https://democracyfund.org/ • Engaged Journalism Accelerator: https://engagedjournalism.com/ • European Journalism Center: https://ejc.net/ • Fundacion Gabo: https://fundaciongabo.org/es • Gather: https://medium.com/lets-gather • Hearken: https://wearehearken.com/ • IJNet: https://ijnet.org/es • Jefferson Center: https://www.jeffcenter.org/ • Journalism that Matters: https://journalismthatmatters.org/ • Laboratorio de Periodismo: https://laboratoriodeperiodismo.org/ • News Voices (Free Press): https://www.freepress.net/issues/future-journalism/local- journalism-news-voices • Nieman Lab: https://www.niemanlab.org/ • Pew Research Center: https://www.pewresearch.org/ • Reynolds Journalism Institute: https://rjionline.org/ • Tendenci@s: https://www.ismaelnafria.com/boletin-tendencias/ • The Engaged Journalism Lab: https://medium.com/the-engaged-journalism-lab • The Impact Architects: https://medium.com/the-impact-architects/towards-a-useful- typology-of-engaged-journalism-790c96c4577e • The Membershio Puzzle Project: https://membershippuzzle.org/ • World Association of New Publishers: https://wan-ifra.org/ https://engagedjournalism.com/resources/engaged-journalism-in-europe-database https://www.cndp.us/exploring-engagement-participation-in-journalism/ https://www.cndp.us/exploring-engagement-participation-in-journalism/ https://democracyfund.org/ https://engagedjournalism.com/ https://ejc.net/ https://fundaciongabo.org/es https://medium.com/lets-gather https://wearehearken.com/ https://ijnet.org/es https://www.jeffcenter.org/ https://journalismthatmatters.org/ https://laboratoriodeperiodismo.org/ https://www.freepress.net/issues/future-journalism/local-journalism-news-voices https://www.freepress.net/issues/future-journalism/local-journalism-news-voices https://www.niemanlab.org/ https://www.pewresearch.org/ https://rjionline.org/ https://www.ismaelnafria.com/boletin-tendencias/ https://medium.com/the-engaged-journalism-lab https://medium.com/the-impact-architects/towards-a-useful-typology-of-engaged-journalism-790c96c4577e https://medium.com/the-impact-architects/towards-a-useful-typology-of-engaged-journalism-790c96c4577e https://membershippuzzle.org/ https://wan-ifra.org/  Tesis Javier Ortega Santos PORTADA ÍNDICE RESUMEN/ABSTRACT INTRODUCCIÓN: UN PORQUÉ I.- BASES PARA LA INVESTIGACIÓN: ÁMBITO, OBJETIVOS, ESTRUCTURA Y MÉTODO II.- ACCIÓN: UN PERIODISMO EN CRISIS PARA UNA SOCIEDAD EN CAMBIO. LECTURA DE LA REALIDAD DESDE LOS DISTINTOS ACTORES IMPLICADOS III.- REACCIÓN: PERIODISMO DE CARÁCTER RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES COMO VÍA POSIBLE PARA EL DESARROLLO Y SOSTENIMIENTO DE LA PROFESIÓN IV.- CORONAVIRUS Y PERIODISMO RELACIONAL PARTICIPADO POR COMUNIDADES: ESTUDIO DE CASO V.- CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA ANEXOS