UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA Departamento de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales TESIS DOCTORAL Cultura y desarrollo. América Latina : de la década perdida a la globalización MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Pablo Esteban Quezada Soto Director Carlos Caravantes García Madrid, 2016 © Pablo Esteban Quezada Soto, 2016 Universidad Complutense de Madrid Facultad de Ciencias Poĺıticas y Socioloǵıa CULTURA Y DESARROLLO américa latina: de la década perdida a la globalización Tesis presentada por Pablo Esteban Quezada Soto para la obtención del grado de Doctor en Ciencias Poĺıticas y Socioloǵıa Director: Dr. Carlos Caravantes Garćıa 2015 Departamento de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales A Celeste, color de cielo, y a las cuatro estrellas que alumbran mi firmamento. Agradecimientos A través de estas ĺıneas quisiese reconocer y expresar mi enorme deuda y senti- do agradecimiento al Director de esta tesis, el Dr. Carlos Caravantes Garćıa, cuya competencia técnica, trato amistoso, conocimientos espećıficos del área temática y geográfica, conversación edificante, equilibrio, concepto de libertad, facilitaron y en gran medida el tránsito de este esfuerzo. A Celeste, esposa y amiga, compañera en la vida, a nuestros hijos, en orden de llegada: Natalia, Andrés, Rodrigo y Diego, mi familia, por ser quienes son y llegado a ser para mı́. En lo que atañe a este emprendimiento, por la infinita paciencia e ilusión que desplegaron durante todo el trayecto de esta excursión, en tantos mo- mentos abordada por el desaliento. Por el esfuerzo mayúsculo que todos y cada uno hizo, cuando tocó la trompeta y no quedaba otra opción que alistarse u olvidar. Que distinción de palabras, discusiones en torno a tópicos alejados de su formación profe- sional, revisión de borradores y redacción final, aplicación informática, tratamiento de lo gráfico, puesta a punto de la bibliograf́ıa, la formalización de la edición. A mis padres Eunice y Luis, mis mentores sociales y biológicos, cuya ilusión y ánimo he sentido siempre, a mis hermanos Lilian, Samuel, Miriam y Marcos, amigos que me ha regalado la naturaleza. A la familia extensa. A Ema, “Ea”, que vigiló mis primeros pasos. Y a quienes, que por su especial participación, deben darse por aludidos. A los maestros que me condujeron por los laberintos del saber desde la infancia hasta la educación superior en Chile, mi páıs de origen, a quienes asumieron la tercera leva, profesores de la Escuela Diplomática de Madrid y en particular de la Facultad de Ciencias Poĺıticas y Socioloǵıa de la Universidad Complutense, a nivel de doctorado, en España, mi páıs de adopción. 3 4 Agradecimientos Enseña confeccionada por el autor en la última etapa de la redacción de esta tesis. Alude a la cooperación y a la unidad familiar. Resumen Este estudio pretende dilucidar si las fórmulas arbitradas por la élites rectoras lati- noamericanas para resolver las problemáticas anexas a la coyuntura cŕıtica que la región experimentó en los años ochenta, -la “Década Perdida”-, corresponden en lo esencial a réplicas del patrón o imaginario fundante, matriz de śımbolos, es decir al hecho de la colonización original. Es una investigación académica enfocada a la generación de cono- cimientos a partir de la producción teórico-cŕıtica y del análisis institucional en correlato con el desenvolvimiento histórico, emprendimiento que habilita comparaciones culturales cruzadas proclives a facilitar ponderaciones sobre el desarrollo, tema central. Como planteamiento o estrategia metodológica se asume la postura caracterizada por Clifford Geertz, del autor como co-investigador, siendo contraparte, en tanto actores- agentes: académicos, intelectuales, poĺıticos, expertos, cientistas sociales, periodistas. Se hace acopio de información estad́ıstica proveniente de macro-encuestas regionales, públi- cas y privadas, aparte de la facilitada por los organismos internacionales, a través de lo gráfico-relacional. Tras dar cuenta de los efectos de la nueva constelación tecnológica, concomitante con la transnacionalización de la economı́a y la globalización imperante, se analiza, en con- formidad con el estudio histórico-social de las subjetividades subalternas, el surgimiento de sujetos o agentes sociales transformadores, o en camino de serlo, que emergen de la economı́a informal, de la proliferación del culto evangélico, nuevos movimientos sociales, la reivindicación ind́ıgena, los outsiders poĺıticos. Después de constatar que las “reformas estructurales” no desarmaron el raciocinio que está en el origen de los ćırculos viciosos que las justificaron, se concluye que las circuns- tancias requieren un “ajuste estructural de mentalidades”. Palabras clave: América Latina, Globalización, Cultura y Desarrollo, Década Perdida, Imaginarios sociales, Paradigmas, Evangélicos, Economı́a Informal. 5 Abstract The aim of this study is to elucidate whether the formulas implemented by the leading elites in Latin America in order to deal with the complexities derived from the critical state of affairs in the 1980s, -“la Década Perdida” or ‘Lost Decade’- were essentially a repetition of the colonization pattern or collective imagery, namely, an echo of the matrix of symbols. This academic research project focuses both on the knowledge arising from theoretical- critical sources, and on the institutional analysis in relation to its historical development. The latter focus enables cultural cross-comparisons that facilitate sober reflections on the central topic of development. The general methodological framework is that represented by Clifford Geertz. The author is conceived as a fellow researcher, his voice appearing next to (but at the same time directing) the findings of other scholars, intellectuals, politicians, experts, social scientists, and journalists. A considerable array of statistical data from regional (private and public) macro-surveys is analyzed, as well as information provided by international organisms by means of graphical and relational representations. After a due account of the effects of the current technological revolution is given, in conjunction with the transnationalization of world economy and prevailing globalization, the emergence of agents and entities of change (including those that are at an incipient stage) is analyzed in keeping with the socio-historical study of subaltern subjectivities. Among these transforming agents are those emerging from the context of informal economy, the proliferation of evangelical worship, new social movements, the indigenous cause, or political outsiders. Having ascertained that the structural reforms did not demolish the rationale which was at the root of the vicious circles that justified them, it is concluded that the current circumstances require a structural adjustment of mentalities. Keywords: Latin America, Globalization, Culture and Development, Lost Decade, Social Imaginary, Paradigms, Evangelicals, Informal Economy. 6 Índice general Agradecimientos 3 Resumen 5 Abstract 6 Índice de figuras 11 Introducción 15 1. Paradigmas 31 1.1. Grandes Teoŕıas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 1.1.1. Paradigmas impugnados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 1.1.2. Nacimiento, evolución de las disciplinas . . . . . . . . . . . . . 35 1.1.3. Teoŕıas en Relaciones Internacionales . . . . . . . . . . . . . . 37 1.2. Fracaso de la Modernidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 1.2.1. Concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 1.2.2. Cultura y modernización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 1.2.3. Cŕıtica al concepto de Modernidad . . . . . . . . . . . . . . . 48 1.3. Postmodernidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 1.3.1. Anclaje Histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 1.3.2. Caracteŕısticas de la Postmodernidad . . . . . . . . . . . . . . 52 1.3.3. Concepción de Estado en el Postmodernismo . . . . . . . . . . 57 1.3.4. Balance cŕıtico del Postmodernismo . . . . . . . . . . . . . . . 57 1.3.5. Alternativas al Postmodernismo . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 7 8 Índice general 1.4. Fin de la Historia, fin de las ideoloǵıas . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 1.4.1. Justificación del concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 1.4.2. Cŕıticas al concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 1.5. Pensamiento único . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 1.6. Neoliberalismo - Neoestructuralismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 1.6.1. El Neoliberalismo, su historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 1.6.2. Antecedentes ideológicos del Neoliberalismo . . . . . . . . . . 63 1.6.3. Caracteŕısticas del Neoliberalismo . . . . . . . . . . . . . . . . 66 1.6.4. Reformas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 1.6.5. Privatizaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 1.6.6. Cŕıticas al Neoliberalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 1.7. Presupuestos teóricos de esta investigación . . . . . . . . . . . . . . . 72 1.7.1. Enfoques estratégicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 1.7.2. Versiones en antropoloǵıa postmoderna . . . . . . . . . . . . . 74 1.7.3. La Epistemoloǵıa Constructivista . . . . . . . . . . . . . . . . 74 1.7.4. La subjetividad colectiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 1.8. Metodoloǵıa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 2. Imaginario 81 2.1. Religión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 2.1.1. Religión, entre el sentimiento y la evidencia . . . . . . . . . . 81 2.1.2. Cristianismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 2.1.3. Catolicismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 2.2. Cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 2.2.1. En torno al concepto de cultura, aplicaciones . . . . . . . . . . 98 2.2.2. Brecha cultural entre Estados Unidos y América Latina . . . . 112 3. Cambios vertiginosos 129 3.1. Globalización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 3.1.1. Transnacionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 3.1.2. Inserción internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159 3.1.3. EEUU - Latinoamérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160 3.1.4. Europa - América Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167 Índice general 9 3.1.5. España - Latinoamérica. Rebelión y relación . . . . . . . . . . 171 3.1.6. Lengua y comunidad hispánica . . . . . . . . . . . . . . . . . 177 3.1.7. Bloques, acuerdos regionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186 3.1.8. Integración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192 3.1.9. Poĺıtica internacional - Organismos Internacionales . . . . . . 194 3.1.10. Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial . . . . . . 195 3.2. Nueva religiosidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206 3.2.1. Contexto teórico y śımbolo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206 3.2.2. Epistemoloǵıa y sujetos sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . 209 3.2.3. Protestantismo y latinidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211 3.2.4. Presencia evangélica en América Latina . . . . . . . . . . . . . 217 3.2.5. Impacto social y crecimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226 3.2.6. Aporte intelectual y memoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232 3.2.7. Sincretismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236 4. La Década Perdida 239 4.1. Economı́a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 246 4.1.1. Participación de América Latina en el producto global . . . . 246 4.1.2. Importancia de las materias primas . . . . . . . . . . . . . . . 247 4.1.3. Comercio internacional-exportaciones . . . . . . . . . . . . . . 251 4.1.4. Inversión extranjera en América Latina . . . . . . . . . . . . . 257 4.1.5. Deuda Externa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 268 4.1.6. Industria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 272 4.1.7. Trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274 4.1.8. Mala distribución del Ingreso . . . . . . . . . . . . . . . . . . 276 4.1.9. Pobreza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281 4.1.10. Sector informal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289 4.2. Desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293 4.2.1. La hipótesis geográfica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293 4.2.2. La hipótesis de la cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295 4.2.3. La hipótesis de la ignorancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298 4.2.4. Distancia de los grandes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299 4.2.5. Calidad de vida, bienestar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302 10 Índice general 4.2.6. Desarrollo y Proteccionismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303 4.2.7. Identidad, nación y desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305 4.2.8. Modelos de Desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 318 4.2.9. Conocimiento, brecha tecnológica, desarrollo . . . . . . . . . . 331 4.2.10. Competitividad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 342 4.2.11. Ayuda, cooperación para el desarrollo . . . . . . . . . . . . . . 344 4.2.12. Remesas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 350 5. Conclusión 353 5.1. La Revolución de las Revoluciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365 5.2. La cesión de poderes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 372 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? . . . . . . . . . . 374 Bibliograf́ıa 386 Índice de figuras 1. América Latina y el PIB/Deuda externa. Fuente: Vanguardia, 2003 . 28 2. Páıs más admirado en América Latina. Fuente: Latinobarómetro 2002 29 1.1. Privatizaciones (opiniones por páıses). Fuente: Latinobarómetro, 2002 68 1.2. Opinión sobre la economı́a de mercado. Fuente: Latinobarómetro, 2002 72 2.1. Creencia en los milagros religiosos, por páıs. Fuente: Internacional Social Survey Programme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86 2.2. Pertenencia eclesial y tipos de religiosidad. Fuente: Encuesta Nacional PNUD, Chile (2001) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 3.1. Grado de globalización versus esperanza de vida. Fuente: Programa de Desarrollo de Naciones Unidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143 3.2. Globalización: los últimos de la lista. Fuente: Foreing Policy, 2004 . . 147 3.3. Las principales multinacionales no financieras del mundo. Fuente: UN- CTAD, World Investment Report, 2002 . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 3.4. Quién detenta el poder en América Latina. Fuente: El Páıs - 18 de Abril, 1998, p. 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159 3.5. Evolución del comercio Mercosur - UE. Exportaciones del Mercosur por destino en 2001. Flujos de inversión extranjera directa en Mercosur y Chile. Fuente: Comisión Europea. El Páıs, 18 de Mayo de 2002, p. 5 169 3.6. El comercio entre la UE y Mercosur. Fuente: Unión Europea, Econo- mist Intelligence Unit, Banco Central de Chile y de Brasil. Fuente: El Páıs - 18 de abril de 2004, Negocios, p. 18 . . . . . . . . . . . . . . . 172 3.7. Exportaciones españolas. Fuente: Aduanas. El Páıs - 11 de Mayo, 2003. Negocios, p.17 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176 11 12 Índice de figuras 3.8. Principales bloques comerciales americanos (2001). Fuente: El Páıs - 15 de Abril, 2001. Negocios, p. 17 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189 3.9. Bloques en América Latina (2002). Fuente: El Páıs - 18 de mayo de 2002, p. 8 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193 3.10. América Latina: Evaluación de instituciones. Fuente: Latinobaróme- tro, 2002 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196 3.11. Préstamos otorgados por el Banco Mundial (1994-1995). Nota: Lati- noamérica primer beneficiado por el “efecto tequila”. Fuente: Banco Mundial. El Páıs - 25 de Septiembre de 1995, p. 65 . . . . . . . . . . 200 3.12. Los diez que más reciben (1995). Fuente: Banco Mundial. El Páıs - 25 de Septiembre de 1995, p. 65 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202 3.13. Variación de la pertenencia religiosa en Chile (porcentaje). Fuente: Censos de población, Instituto Nacional de Estad́ısticas, Chile . . . . 212 3.14. Posición de ciertas sociedades en dos dimensiones culturales clave: Influencias de la religión. Nota: Las posiciones se basan en las pun- tuaciones medias de los públicos de una nación en cada una de las dos dimensiones. Fuente: Encuesta Mundial de Valores, 1990-93 . . . . . 216 3.15. Posición que ocupan los pueblos de 44 sociedades en las dimensio- nes de la modernización y la posmodernización en 1981 y 1990. Nota: Las posiciones se basan en las puntuaciones medias de los respecti- vos públicos en cada una de las dos dimensiones. Fuente:Encuestas Mundiales de Valores de 1981 y 1990 . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217 3.16. Religiones en números( %): 1956-1986. Fuente: World Almanach 1992 y Almanaque Mundial 1992 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223 4.1. América Latina. Principales indicadores, 1984-1991. Fuente: Cepal . 241 4.2. Japón: Industria manufacturera, relación consumo materias primas/producción industrial, 1965-1987. Fuente: Banco de Japón, Economic Statistical Annual, 1985/ Monthly Statistics of Japan, no 317, noviembre 1987 . 247 4.3. Japón: consumo de insumos industriales (tasas de variación porcen- tual). Fuente: World Resources Institute, 1987 . . . . . . . . . . . . . 248 4.4. Índice de precios de 33 bienes del Sur. Fuente:World Resources Insti- tute, 1987 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248 Índice de figuras 13 4.5. Precios de los alimentos en dólares americanos constantes de 1990. Fuente: Banco Mundial, 1998 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 250 4.6. América Latina: pagos de factores al exterior, 1960-1989. Fuente: Ce- pal, 1992 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257 4.7. Distribución de las exportaciones hacia China en 2003. Cepal. El Páıs - 23 de Mayo de 2004, Negocios, p. 19 . . . . . . . . . . . . . . . . . 258 4.8. Internacionalización de la banca latinoamericana 2000-2001 (porcen- taje de activos que representan los bancos controlados por capital extranjero). Fuente: BBVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 260 4.9. Mejoran las cuentas de América Latina. Fuente: Cepal . . . . . . . . 262 4.10. Radiograf́ıa financiera de una región. Fuente: Cepal. El Páıs - 27 de Enero, 2000, p. 60 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263 4.11. Inversión directa por regiones. Fuente: Institute of International Fi- nance Inc. Febrero, 2004 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 264 4.12. Lo que produce, el reparto y lo que debe. Fuente: Vanguardia, 2003 271 4.13. Porcentaje de obreros sobre la población activa del G-7. Fuente: Ma- nuel Castells, 1996 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274 4.14. Ingreso y desarrollo humano: hay una correlación general, pero dista mucho de ser un v́ınculo automático. Fuente: Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano y Banco Mundial, 1994 . . . . . . . . . . . . . . 279 4.15. Diferencias salariales por nivel de escolaridad. 1990-2001. Cambio por- centual por año adicional de escolaridad. Fuente: BID, El Páıs - 25 de Enero, 2004. Negocios, p.15 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281 4.16. Tendencia a la desigualdad 1950-1998. Fuente: Cepal . . . . . . . . . 282 4.17. América Latina: remuneración de los asalariados. Fuente: Cepal, 1992 283 4.18. Pobreza extrema (en millones de personas). Fuente: Xavier Sala . . . 283 4.19. Porcentaje de la población por debajo del umbral de pobreza, número de personas pobres. Fuente: Weltbank, 1992, p. 39 . . . . . . . . . . . 284 4.20. Posición de los páıses sudamericanos en el ranking mundial de calidad de vida. Fuente: Informe de Naciones Unidas, 1990 . . . . . . . . . 303 4.21. El desarrollo humano vaŕıa entre diferentes regiones. Fuente: Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano, 1996 . . . . . . . . . . . . . . 327 14 Índice de figuras 4.22. Contenido de las exportaciones en conocimientos y especialización la- boral. Fuente: Wood, 1995 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336 4.23. Inventos y solicitudes de patentes. Fuente: Oficina Europea de Paten- tes, 1990 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340 4.24. Publicaciones cient́ıficas en el mundo. Fuente: OST - Comisión Euro- pea, 1997 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341 4.25. Los páıses más competitivos. Índice de competitividad industrial (1985- 1998). Fuente: ONUDI. El Páıs - 14 de Abril, 2002, p. 18 . . . . . . 343 4.26. Las economı́as más competitivas del mundo (2002-2003). Fuente: Foro Económico Mundial. El Páıs - 30 de octubre, 2003, p. 59 . . . . . . 344 4.27. Ayuda al desarrollo (porcentaje de PIB destinado en el año 2000). Fuente: OCDE. El Páıs - 22 de marzo, 2002 . . . . . . . . . . . . . 345 4.28. Las remesas de los trabajadores son superiores a la AOD. Fuente: Informe sobre Desarrollo Humano, 1994 . . . . . . . . . . . . . . . . 352 Introducción Lo teórico En cierta fase de la evolución intelectual, el paradigma teológico y filosófico a él asociado fue impugnado por una nueva concepción metodológica, la cient́ıfica, que resulta concomitante con el proceso de secularización. La postmodernidad, en cambio, rebate las pretensiones totalizantes de la cosmo- visión que le precede, es decir, es particularmente escéptica a la propensión a estimar como exigible la generación de la ley social. El postmodernismo, a su vez, es reseñado por cŕıticos que emergen de su interior, como un intento de superponer niveles interpretativos sin referente normativo. Entre ellos Fredric Jameson, cŕıtico y teórico literario estadounidense, quien aprecia, en reemplazo, modalidades o enfoques historicistas1. En América Latina, en una inflexión del análisis, tales disquisiciones supusieron la percepción de reincidencia en torno a lo que surge desde “dentro”de los centros de producción hegemónica de conocimientos. Desde mediados de los 70 y de los 80, lapso en que la atención en las ciencias sociales en América Latina, estuvo orientada, primero, hacia la teoŕıa de la dependencia (hasta finales de los 70, fundamentalmen- te en la versión de Henŕıquez Cardoso y Enzo Faletto) y, desde finales de los 70 y durante toda la década del 1980, hacia los análisis de la “transición hacia la demo- cracia”(propuestas de Guillermo O’Donnell), la producción teórico-cŕıtica del área andina no estaba presente, no contaba. La posibilidad de un pensamiento ind́ıgena, resulta un “casillero vaćıo” para la intelectualidad criollo-mestiza-inmigrante. Las investigaciones, publicadas y conocidas por aquellas fechas de Rivera Cusicanqui, 1Fredric Jameson. The Ideologies of Theory. Essays 1971-1986. Volume 2. The Syntax of History [1988] 1989; pp. 148-177 15 16 Introducción revierten en parte tal deriva (Mignolo 2002). Modernidad En tal tesitura, las coordenadas anticipadas por la modernidad, resultan claves: a) un nuevo modo de producción de temporalidades y espacialidades, multiplicidad de campos y microterritorialidades; b) el abandono del pensamiento centro-sociedad para repensar ésta desde los individuos, del individualismo como fenómeno social, del primado de la acción individual sobre las condiciones de las estructuras y procesos sociales. La Escuela de Frankfurt aporta “el movimiento de la realidad al movimiento del pensar”, lo cual de paso incide en su continua autodestrucción, en la perspectiva de una comprensión-reducción radical (Sánchez-Parga 1992: 137). El peso de la historia. Irrupción y postergaciones de América Latina La coyuntura cŕıtica del comercio atlántico, en tiempos del descubrimiento de América, supuso un impacto mayor en Inglaterra, pese a las muchas similitudes entre ésta, Francia y España. En Inglaterra los grupos fuertemente opuestos a la monar- qúıa fueron beneficiados preferentes ante las nuevas oportunidades económicas, que en Francia y España estaban sojuzgadas por el monopolio monárquico. Aunque la deriva institucional (las diferencias institucionales existentes entre las propias socie- dades como resultado de los cambios institucionales del pasado) conduzca a pequeñas diferencias, su interacción con las coyunturas cŕıticas (grandes acontecimientos que perturban el equilibrio poĺıtico y económico existente en una o muchas sociedades) produce la divergencia institucional, y ésta crea diferencias institucionales mayores que afectarán a la siguiente coyuntura. Es decir, los procesos históricos, a través de la deriva institucional, crean las diferencias que pueden ser cruciales durante las coyunturas cŕıticas, que son en śı puntos de inflexión históricos. Por descontado, el poder predictivo de una teoŕıa en la que tanto las pequeñas diferencias como la casualidad tienen papeles cruciales, será limitado, pero son parte del curso de la historia (Acemoglu y Robinson 2013: 504, 506). Lo anterior lleva al cuestionamiento: ¿era inevitable que la Revolución Industrial se pusiera en marcha en 17 Inglaterra, extendiéndose por Europa Occidental y las ramificaciones de Europa en Norte América y Australasia? Por descontado, el impacto de las coyunturas cŕıticas depende de las instituciones existentes. Por otro lado, “el descubrimiento de América fue un hecho fortuito determinado por un conjunto de circunstancias convergentes en ese fin del siglo XV y de ninguna manera proyecto civilizador preconcebido (. . . ) Confluyeron subyacencias arquetipa- les y culturales de la Antigüedad y de la Edad Media; el desarrollo de la cartograf́ıa y de técnicas de navegación; (. . . ) el interés comercial por vincular a Europa, al Pa- pado, a las Coronas, a los banqueros, nuevas regiones y sociedades; el humanismo antidogmático renacentista; la afirmación de una nueva monarqúıa fanáticamente católica como los Reyes Fernando de Aragón e Isabel de Castilla; personalidades ambiciosas y tenaces como Cristóbal Colón” (Liscano 1993: 8). Recorriendo, acelerando el paso de la historia y en consonancia con los efectos comparativos de coyunturas cŕıticas, divergencias y derivas institucionales, surgen análisis preocupantes, como: “Cuando irrumpieron los movimientos de independen- cia a comienzos del siglo XIX, ya estaba en pie una cultura para la cual la ley carećıa de verdaderas ráıces.” (A. Vargas Llosa 2004: 10), y remontando el siglo XX y desde una perspectiva mundial, histórica y moral: “El siglo XX no significa ningún adelanto moral de la especie humana. Es más, fue el teatro de exterminaciones sin precedente, de una anemia sobrecogedora de la cultura, de una decadencia del esṕıritu humano. (El siglo anterior sin duda tuvo su gran parte de responsabilidad en el asunto). Enton- ces, ¿por qué esperar que el siglo XXI, dotado de un arsenal militar hipersofisticado y desplegado por doquier, sea mejor para nosotros?” (Solyenitsin 2004: 15). En este contexto y plataforma de actuación, la situación socioeconómica lati- noamericana gravita sobre dos rasgos contradictorios: por una parte, los enormes progresos realizados en los últimos 30 años, y por otro, la heterogeneidad estructural que explica las enormes diferencias entre páıses, sectores y clases sociales. La CEPAL reseña lo ocurrido entre 1950 y 1984, “incorporación y exclusión, integración y desar- ticulación, modernización y heterogeneidad parecen tender a reproducirse casi como condición de funcionamiento de la modalidad”. (Calcagno 1990: 60). ¿Por qué estos páıses han fracasado económicamente en circunstancias que cuentan con los ingre- dientes para superar con creces la desventajas que hoy les agobian?: independientes 18 Introducción desde hace casi 200 años, abundantes recursos naturales, un idioma predominante y muchas oportunidades históricas. Vı́ctor Bulmer-Thomas, profesor británico y ex director del Instituto de Estudios para América Latina de la Universidad de Lon- dres, ha intentado explicar por qué América Latina, que ya era una región en v́ıas de desarrollo antes de la Primera Guerra Mundial, ha entrado al siglo XXI de la misma manera, e incluso con retroceso. Instituciones Una interpretación institucional de la historia (Acemoglu, Robinson) distingue dos niveles: instituciones poĺıticas y económicas extractivas e instituciones poĺıticas y económicas inclusivas e intenta explicar por qué surgieron instituciones inclusivas en algunas partes del mundo y no en otras, en otros términos, de qué forma la historia ha marcado las trayectorias institucionales de los páıses. En resumen, las institu- ciones inclusivas son aquellas que hacen respetar los derechos de propiedad, crean igualdad de oportunidades y fomentan la inversión en habilidades y nuevas tecno- loǵıas. Por su parte, las extractivas, “extraen” recursos de la mayoŕıa para un grupo reducido, no protegen los derechos de propiedad ni incentivan de forma sustentable la actividad económica. Desde un punto de vista sinérgico las instituciones económicas inclusivas respaldan y reciben apoyo de las instituciones poĺıticas inclusivas que, a su vez, reparten el poder poĺıtico ampliamente de manera pluralista, son capaces de cierto grado de centralización poĺıtica para establecer la ley y el orden, derechos de propiedad seguros y una economı́a de mercado inclusiva. Las economı́as extractivas están relacionadas sinérgicamente con instituciones poĺıticas extractivas: concentran el poder en pocas manos, diseñan incentivos para mantener y desarrollar institucio- nes económicas extractivas en beneficio propio y, en ello, consolidar su poder poĺıtico (Acemoglu y Robinson 2013: 501). Lo anterior no implica que instituciones poĺıticas y económicas extractivas sean incompatibles con el crecimiento económico pero, como señalamos, el desarrollo económico sostenido exige innovación y ésta no puede estar desligada de la destruc- ción creativa, que sustituye lo viejo por lo nuevo en el terreno económico y también desestabiliza las relaciones de poder. En tal trance, el poder poĺıtico, genera luchas intestinas que a su vez generan inestabilidad. En consecuencia, crean, no siendo ab- 19 solutos, ćırculos viciosos que tienden a persistir. Para todos los efectos, el impacto de las coyunturas cŕıticas depende de las instituciones existentes. Identidad En este acápite indagamos en dos referentes que a nuestro juicio son clave para la determinación de los hitos sobre los que se construye la identidad latinoamericana: los Estados Unidos de América y la “otredad” ind́ıgena, extremos que, por la comple- jidad y riqueza que portan acreditan un tratamiento monográfico, desenvolvimiento que supera las expectativas de este trabajo. Los Estados Unidos Hace 500 años, la sociedad y estructura económica de lo que hoy es territorio mexicano era ostensiblemente más rica que lo que dispońıan para śı los habitantes del “páıs del norte”, que no superó a México hasta el siglo XIX. A nivel mundial, la mayor parte de las enormes diferencias económicas que hoy se observan surgieron durante los últimos 200 años. Enrique Krauze escritor mexicano, director de la revista Letras Libres, reflexiona: “América nunca será una, en el sentido geopoĺıtico que el término ha adquirido en la Europa de nuestros d́ıas. La disparidad económica entre las dos Américas, su diversidad cultural y el peso acumulado de la historia (con su carga de agravios y desencuentros) vuelven casi imposible una unión formal que, no obstante algunos fugaces episodios panamericanistas, nadie ha buscado ni soñado siquiera”2. Daniel Cośıo Villegas por su parte sentencia, en referencia al mexicano, pero con aplicación a toda la región: “Uno de los hechos desconcertantes del mexicano... es su oĺımpico desdén por Estados Unidos: lo llena de injurias, le achaca todos sus males, le regocijan sus fracasos y anśıa su desaparición de la Tierra; pero, eso śı, jamás ha intentado ni intenta estudiarlo y entenderlo. El mexicano tiene prejuicios, pero no juicios, o sea, opiniones basadas en el estudio y en la reflexión”. La “otredad” ind́ıgena Recurro a dos citas que reflejan y vinculan dos descrédi- tos identitarios recogidos en el ensayo y la ficción latinoamericana, el indio y, por 2 Enrique Krauze. “Un puente para las Américas”. El Páıs - 16 de Enero, 2004. p. 12 20 Introducción extensión, el mestizo: “Los descubrimientos hechos en África i América durante los siglos XV i XVI por los portugueses i españoles, dando lugar a que se cruzaran las razas conquistadoras con las conquistadas, multiplicaron también las generaciones de sangre mezclada, las cuales fueron a su vez v́ıctimas de las preocupaciones que pesaban sobre los pueblos orijinarios de aquellos continentes. Los españoles no pudieron menos de ser consecuentes a su ignorancia i barbarie, respecto de los descendientes mistos de los americanos: el odio y desprecio que por estos abrigaba su corazón, i la costumbre, consagrada por la opinión de aquella época, de considerar a los indios y negros como razas degradadas, que dejeneraban de la humana, destinada al patrimonio de los europeos, porque eran infieles i bárbaros, influyeron sin disputa en la manera de considerar a los mestizos”. (Lastarria 1909). Lo que para Murena es, lamentando el destierro de Europa, la expulsión del paráıso de la civilización y la cultura: “(. . . ) la única respuesta que ese interrogante arranca es un sentimiento, el sentimiento de que América constituye un castigo por una culpa que desconocemos: el sentimiento, en suma, de que nacer o vivir en América significa estar gravado por un segundo pecado original”(Murena 1954: 164). El antropólogo Carlos Caravantes, doctor en Antropoloǵıa de América, da cuen- ta del proceso, reciente, de “toma de la palabra” por parte del mundo ind́ıgena: “Sólo hace treinta y tres años desde que, por primera vez, los propios ideólogos y ĺıderes de los pueblos ind́ıgenas lograron tomar la palabra pública sistemáticamente negada o robada primero por los invasores y colonizadores y, luego, por los secto- res hegemónicos de las naciones-Estado en que viv́ıan (. . . ) que eran intelectuales ind́ıgenas (universitarios la mayoŕıa, profesionales los primeros) quienes ‘recuperan- do’ su identidad étnica formulaban un contundente discurso ‘indianista’, tratando de estimular la conciencia de los agravios recibidos y de revitalizar la dignidad como pueblo, al tiempo que previendo posibles ataques desde el oficialismo” (Caravantes 2003). 21 Cambios que denotan rechazo En orden a los acelerados cambios acaecidos en consonancia al rechazo experi- mentado por las instituciones a propósito del fracaso de revoluciones y pronuncia- mientos violentos, “revolución en libertad” en Chile, reformas estructurales en los años 80, Vargas explica: “Los śıntomas fueron múltiples, desde la economı́a informal que desbordó el aparato legal del Estado, hasta la proliferación de cultos evangéli- cos que carcomı́an las ráıces de la otrora inexpugnable Iglesia católica, y desde la irrupción de movimientos de masas y outsiders poĺıticos que se materializaron de la nada pulverizando a los partidos tradicionales, hasta los fenómenos ‘boca a boca’ que desplazaron, en las barriadas miserables alrededor de las principales ciudades, a los medios de comunicación más avanzados.”(A. Vargas Llosa 2004: 10). El pacto con Dios. Religión y comprensión de “lo otro” Irving Kristol, publicista y escritor norteamericano, sostiene: “Durante siglos, el mundo intelectual se mostró notablemente complaciente al ver que se iba debilitando el enfoque de la religión como una experiencia humana esencial (. . . ) en gran parte, el aura de lo sagrado se trasladó de la religión a las artes (. . . ), se supuso que hab́ıa razón para confiar en la filosof́ıa racionalista, como fuente de un código lo bastante congruente con el religioso, aunque no idéntico a éste, como para que sus efectos morales prácticos fueran los mismos. Esa hab́ıa sido la suposición básica del racionalismo secular desde el filósofo Immanuel Kant hasta su colega John Dewey, y de ella surgió la cuasi religión moderna del humanismo secular. Se créıa que esa empresa filosófica convergeŕıa en lo que Dewey llamaba ‘la fe colectiva’: una fe en la capacidad de la razón para resolver todos los problemas humanos, entre ellos nuestra necesidad de tener una gúıa moral. A pesar de todo, esa fe ha fracasado. El racionalismo secular no fue capaz de crear un código moral convincente y justificable por śı mismo. La filosof́ıa puede hacer un análisis interesante de los códigos morales, pero no es apta para crearlos. Con este fracaso, toda la empresa del humanismo secular -que la idea de que el hombre puede definir su propia humanidad y forjar el futuro, sin más gúıa que la razón y la voluntad- ya ha empezado a perder su legitimidad”. (Kristol 1993: 49). Incidiendo en lo que podŕıa ser la consecuencia de tal pérdida de “fe” en la con- 22 Introducción sistencia y suficiencia del humanismo secular autónomo, el sociólogo Manuel Castell, certifica: “Pero tal vez es la identidad religiosa, fundamentalista o moderada, la que se constituye como el principal principio alternativo de reconstrucción del sentido a escala planetaria. Es el caso del islamismo, del hinduismo nacionalista, del judáısmo ortodoxo, del fundamentalismo cristiano, particularmente influyente en Estados Uni- dos y entre los evangélicos de América Latina (Castells 2006: 23). Michael Walzer, experto en teoŕıa poĺıtica y filosof́ıa moral, profesor en Princeton y Harvard, postula: “prácticamente la totalidad del mundo moderno ha sido léıda en clave calvinista: la poĺıtica liberal y la asociación voluntaria; el capitalismo y la disci- plina social sobre la que se apoya; la burocracia con sus procedimientos sistemáticos y sus funcionarios supuestamente diligentes y dedicados; finalmente, todas la formas habituales de represión, pesimismo, esfuerzo incansable por llegar a una meta”. Di- versos autores han encontrado, en los hermanos puritanos en particular, la primera personificación de los elementos más cruciales de la modernidad3. El calvinismo en sus formas de los siglos XVI y XVII no fue tanto la causa de este o aquel moderno sistema económico, poĺıtico o administrativo como un agente de transformación, una ideoloǵıa del peŕıodo de transición. El calvinismo, sin embargo, no perduró como fuerza integral y creativa (Walzer 2008: 317). Walzer a su vez deja entrever que el sostén ideológico de lo que se dio por llamar la Revolución Gloriosa, es decir el puritanismo inglés, sentó las bases del modelo que jacobinos del siglo XVIII y bolcheviques en el XX intentan emular (ciudadanos, en el decir de Lenin: “ĺıderes, gerentes y controladores”). “Los santos calvinistas fueron la primera de estas bandas de magistrados revolucionarios que buscaron, sobre todo, el control y el autocontrol. En diferentes contextos culturales, en diferentes momentos, la santidad tomará diferentes formas y los santos llevarán a la práctica diferentes revoluciones. Pero la manera de ver el mundo y de responder a él será, casi con certeza ampliamente compartida por todos los radicales, cada vez que haya grupos de hombres que se encuentren súbitamente desvinculados de sus antiguas certidumbres”. (Walzer 2008: 327, 328). 3Véanse, a modo de ejemplo: Charles Borgeaud, The rise of modern democracy in Old and New England ; G.P. Gooch, English democratic ideas in the Seventeenth Century ; A.D. Lindsay, The modern democratic state; Max Weber, The Protestant ethic and the spirit of capitalism; Charles H. y Katherine George, The Protestant mind of the English Reformation 1570-1640 ; C.J. Friedrich, Introduction” a Althosius, Politica Methodice Digesta (Cit. por Walzer 2008. 317) 23 Transformaciones del sistema internacional Tres factores atestiguan la transición. El primero, la transnacionalización de la economı́a mundial, proceso cuya aceleración data de la segunda mitad del decenio de 1960. Un segundo factor, los cambios acaecidos en la concepción misma y la es- tructura de la economı́a internacional. Según Peter F. Drucker, en su art́ıculo: “The Changing World Economy”, Foreign Affairs, primavera de 1986 enumera: la produc- ción industrial se desvinculó de los productos primarios; del empleo, y por último los movimientos de capital superaron al comercio como fuerza rectora de la economı́a internacional. Esto último significa que la producción también ha dejado de depender fundamentalmente del capital financiero, en un mundo en que la economı́a “simbóli- ca” de las finanzas, adquiere un tamaño 25 veces mayor que el de la producción y flujo de bienes y servicios. En tercer lugar, utilizando la idea de Thomas Kuhn, la emergencia de un nuevo paradigma tecnológico. “La incorporación de una nueva constelación tecnológica, y su utilización en la vida diaria, implica necesariamente un nuevo espectro de preferencias y comportamientos sociales. En todo caso, e inde- pendientemente de la actitud que se asigne a este fenómeno, existe consenso en que la tecnoloǵıa, esto es, el conocimiento, constituye el factor de cambio más poderoso de la última mitad de siglo XX” (Tomassini 1992). Temas en discusión en América Latina Una de las temáticas más discutidas de la actualidad latinoamericana tiene que ver con las covarianzas entre las herencias socioculturales, los tipos de modernidad, la identidad colectiva y los proyectos para el futuro4. En el plano del quehacer intelectual, lo indagativo en pos de una comprensión de fenómenos emergentes, estudios de época apuntan a la necesidad de ejercicios 4Por ejemplo: Ańıbal Quijano, Modernidad, identidad y utoṕıa en América Latina, Lima: So- ciedad & Poĺıtica 1988; Federico Ortiz Quesada, Hombre y modernidad, en: MUNDO, vol. 1, N 4, otoño de 1987, pp. 25-32; Ricardo Valero, Poĺıtica, progreso y modernidad en México, en ibid, pp. 33-37; NorbertLechner, Reflexiones sobre estilos de desarrollo y visiones del futuro, en: Enzo Faletto / Gonzalo Martner (comps.), Repensar el futuro. Estilos de desarrollo, Caracas / UNITAR / PROFAL 1986, pp. 25-28; José Joaqúın Brunner, Los debates sobre la modernidad y el futuro de América Latina, en: Gonzalo Martner (comps.), Diseño para el cambio. Modelos socioculturales, Caracas: Nueva Sociedad/UNITAR / PROFAL 1987, pp. 73-115 (Cit. por Mansilla 1992: 229) 24 Introducción de cŕıtica filosófica intercultural, lo cual nos sitúa en el vaivén entre la filosof́ıa y la economı́a, entre la educación y los movimientos ind́ıgenas, entre la ética y el pensamiento cŕıtico, entre la geopoĺıtica del conocimiento y la re-articulación de la diferencia imperial y colonial (Walsh 2003). Se trata de plantear las posibilidades de recorridos entre filosof́ıa, teoŕıa y socioloǵıa poĺıtica para integrarlas en perspectivas densas y multidimensionales de investigación. Lo anterior conduce a la necesidad de elaborar enfoques integrales, multi, inter y transdisciplinarios (Retamozo 2008). Los resultados de la macro-encuesta Latinobarómetro 2003, bajo el eṕıgrafe: “Pro- blemas que preocupan”, señalan: “Los tres principales problemas que señalan los lati- noamericanos son económicos: desempleo, salarios y pobreza.” La corrupción aparece en el cuarto lugar de las preocupaciones, por encima de la delincuencia. La encuesta detectó que existe una percepción de progreso en la lucha contra la corrupción en las instituciones estatales, con un máximo de 57 % en Colombia, seguido por Nicaragua y Chile5. La versión 1998 indicaba: “Los latinoamericanos tienen la sensación de que no salen adelante. Crisis, devaluaciones, efectos tequila: el continente entero continúa sin creer en el milagro del progreso, y sin palpar la abundancia prometida tras la decepción que supuso la década perdida de los ochenta”6. Lo cual contrasta con la percepción internacional, en los albores de la década del 2000, en el sentido de que América Latina por fin despegaba. Economı́a A modo de śıntesis, Francisco R. Sagasti, ingeniero e investigador sobre temas de ciencia y desarrollo, precisa: “En los años cincuenta, el modelo económico de América Latina se sustentaba en el crecimiento hacia afuera. Éste se apoyaba en la exporta- ción de productos primarios, aprovechando el auge de precios que la reconstrucción europea y la guerra de Corea precipitaron. En los años sesenta continuaron esas ex- portaciones y se adoptó la estrategia de la sustitución de importaciones, camino que los páıses más grandes de la región hab́ıan emprendido mucho antes que el resto. Durante los setenta se registró el choque petrolero y el crecimiento apoyado por el endeudamiento externo, y en los ochenta, la crisis, los intentos de estabilización y el 5Manuel Délano. “Los latinoamericanos pierden confianza en los militares, la iglesia y las tele- visiones”. El Páıs - 1 de Noviembre, 2003, p. 8 6El Páıs - 18 de Abril, 1998, p. 4 25 ajuste estructural”. (Sagasti 1992: 991). Desarrollo En los estudios expertos sobre desarrollo, destaca el hecho de que los principales estudios a nivel internacional y regional se publicaron bien avanzada la década de los 80, razón por la cual incorporamos esta materia (caṕıtulo 4.2), como componente distintivo de lo que en América Latina se dio por llamar como “Década Perdida”. Surge, desde alĺı, la necesidad de una teoŕıa que compile, integre y explique desde una posición exenta de sesgo ideológico y de presupuestos monocausales el y los por qué algunos páıses son prósperos a la vez que otros fracasan y repercuten en inercias viciosas, definiendo, en lo pragmático, qué factores crean o retrasan la prosperidad7. Cultura y desarrollo Existen variaciones culturales de naturaleza espećıfica que no son estimadas en los indicadores de desarrollo, la propensión al ahorro, la resistencia a utilizar el tra- bajo familiar, por ejemplo, que podrán surgir de creencias religiosas o de convicciones de deber. “Tales variaciones pueden ser tratadas en términos de sus implicaciones económicas como si contuvieran una significación igual, o como si fueran indiferen- tes, pero en realidad seŕıan mejor explicadas a partir de comparaciones culturales cruzadas para el análisis del desarrollo” (Mintz 1991). Lord Peter Bauer, economista especializado en desarrollo, en su trabajo: “Eco- nomic Analysis and Policy in Under-developed Countries”(1957), apunta: “Existen varios millones de seguidores de las leyes mosaicas en Estados Unidos de América y en otros páıses de Occidente que no comen carne de puerco. Sin embargo, no decimos que la ley de la demanda sea inválida debido a que no incrementan su consumo de carne de puerco cuando cae su precio.” 7Los principales estudios elaborados en años recientes incluyen Nuestro Futuro Común (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1987), Desaf́ıo para el Sur (Comisión del Sur, 1990), Nuestra Propia Agenda (PNUD y Banco Interamericano de Desarrollo, 1990) y Pacto para un Nuevo Mundo (Diálogo del Nuevo Mundo, 1991). Estos dos últimos trabajos se refieren al Continente Americano. Asimismo, expertos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) elaboran anualmente un informe sobre Desarrollo Humano (Cit. por Ferrer 1991: 36) 26 Introducción Pobreza ¿Es posible explicar las amplias diferencias entre la prosperidad y la pobreza a nivel mundial, verificar directrices plausibles sobre el tipo de sociedad que alcanzará el desarrollo económico a medio plazo? (Acemoglu, Robinson 2013: 507). De hecho, es poco probable en páıses que no han logrado prácticamente ningu- na centralización poĺıtica como Afganistán y Somalia, o los que han experimentado el hundimiento del Estado, como Hait́ı. Mejor pronóstico para quienes han logrado cierta centralización, pese a acunar en su interior instituciones de ı́ndole extractivo, en África Subsahariana: Etioṕıa, Burundi, Ruanda, Tanzania. En América Latina: Chile, Brasil y México, con avances constatables en pluralismo y centralización. En teoŕıa es poco probable crecimiento sostenido en Colombia, de igual modo, China, mucha incertidumbre respecto de Birmania, Corea del Norte, Cuba (Acemoglu, Ro- binson 2013: 508). Para estos autores Perú no está condenado a la pobreza debido a su geograf́ıa ni a su cultura, es preciso entender su particular desarrollo institucional. En un análisis comparativo, el punto de inflexión es la forma en la que se colonizó es- ta zona. Los ćırculos virtuosos y viciosos generan mucha persistencia y pereza. Es más probable que se agudice el diferencial de prosperidad entre USA y Europa en detrimento de África Subsahariana, América Central, Oriente Próximo o el Sudeste asiático. Algunos romperán el molde y harán la transición. A nivel de concentración de riqueza, el Informe sobre el Desarrollo Humano 1996, certifica: los bienes que poseen las 358 personas más ricas del mundo equivalen al 45 % del ingreso de toda la población pobre del planeta. El abastecimiento de agua per cápita ha bajado dos tercios desde 1970. El sida hará descender la esperanza de vida en África de los 62 a los 47 años, y páıses como Zambia han perdido por la epidemia el equivalente a 10 años de progreso. “Los Gobiernos que no toman en serio la amenaza del sida o que evitan tomar medidas por motivos culturales o religiosos, pagarán el precio”8. Queda por augurar la revuelta de los excluidos (l2.700 millones de personas viven con ingresos inferiores a dos dólares al d́ıa) y la de “los expulsados”(lo humano, lo social, lo cultural, lo poĺıtico, la solidaridad, la fraternidad...), condiciones expresa- das a lo largo de los años noventa por la sociedad civil con motivo de las grandes 8El Páıs - 17 de Julio, 1996, p. 25 27 conferencias mundiales de Ŕıo de Janeiro en 1992 (Medio Ambiente), Viena en 1993 (Derechos Humanos), El Cairo en 1994 (Demograf́ıa), Copenhague en 1995 (Pobre- za y Desarrollo Social), Peḱın en 1995 (Mujeres), Estambul en 1997 (Crecimiento Urbano)9. Resta por su parte, legitimar los reclamos de grupos aposentados en los márgenes de “la historia” cuyo discurso ha sido interpretado de acuerdo a las macro-narrativas oficiales (Gómez 2002). Lugar, posición relativa de América Latina América Latina, área no prioritaria El vicepresidente del Banco Mundial para Latinoamérica, David de Ferranti, ha- ciendo alusión a la posición relativa de América Latina, suscribió: “El drama es que Latinoamérica desapareció de las pantallas de Estados Unidos, el 12 de septiembre de 2001. Han volado todos los discursos de la Administración norteamericana sobre el comercio libre y el estrechamiento de relaciones con la región. La contracción de las tres economı́as más importantes del mundo (Japón, Estados Unidos y Europa) lo complica todo”10. Fernando Enrique Cardozo, en ocasión de la Cumbre de Madrid 2002 (UE, América Latina y Caribe), en ĺınea con lo anterior, matiza: “Compren- demos las reacciones más que justificadas a las amenazas del terrorismo y del uso de armas de destrucción masiva. Pero no queremos que, movidas por el miedo, las grandes potencias sustituyan la agenda de la esperanza, obsesionándose únicamente con el tema de la seguridad”11. A esto suma: con datos de Mayo 2002, el escaso peso de América Latina en la globalización, con un 4 % del producto interior bruto mundial (PIB) frente al 25 % de Estados Unidos y un porcentaje similar de la Unión Europea12; el hecho que América Latina prácticamente ha desaparecido del escenario geopoĺıtico mundial. “El denomi- nado patio de atrás de EE UU ha sido sustituido en la atención de la superpotencia mundial -y por su influencia, en el resto del mundo- por otras zonas estratégicas: 9Ricardo Petrella.“El rechazo de los excluidos”. El Páıs - 19 de Diciembre, 1999, pp. 17 10El Páıs - 21 de Julio, 2002. Negocios, p. 12 11El Páıs - 18 de Mayo, 2002, p. 1 12El Páıs - 17 de Mayo, 2002, p. 6 28 Introducción Oriente Próximo, China, las antiguas repúblicas asiáticas soviéticas, etcétera. Segu- ramente una de las causas centrales de esa subalternidad de Latinoamérica tiene que ver con un hecho positivo: en su territorio no se tiene al terrorismo como asunto central de la vida pública13. El hecho más elocuente lo constató el presidente de Ecuador, Lucio Gutiérrez, quien tras acudir al Foro de Davos, estimó: “Cuando nos debeŕıa tocar el turno de la atención mundial, los ojos se posan en Asia, en India y en China”14. Crisis y Relaciones Internacionales Señalando un ejemplo que se ha hecho tipo, Andrés Oppenheimer, corresponsal y columnista de The Miami Herald y El Nuevo Herald (2002), advierte: “El colapso económico de Argentina, uno de los principales socios comerciales europeos en la región, ha cáıdo como un balde de agua fŕıa sobre los planes comerciales y de inversión de Europa en Suramérica. A pesar del empeño de España por mejorar los lazos de Europa con América Latina, la Unión Europea va a centrar su atención en los próximos años en los páıses de Europa del Este. La expansión de la UE a Europa del Este afectará sus lazos con América Latina, porque muchos páıses del Este producen los mismos productos agŕıcolas que los principales exportadores de América Latina”. Figura 1: América Latina y el PIB/Deuda externa. Fuente: Vanguardia, 2003 13Joaqúın Estefańıa. “Las nuevas venas abiertas de América Latina”. El Páıs - 25 de Abril, 2004. Domingo, p. 1 14El Páıs: “La ‘desaparición’de América Latina”. 25 de Enero, 2004, p. 4 29 Autopercepción Jorge Edwards, discurriendo en torno al acuerdo de Asociación Poĺıtica y Económi- ca de Chile con la UE destaca lo que es un tópico en lo que a identidad latinoame- ricana recoge, el ensayo y la ficción: “Somos páıses mestizos, complicados, llenos de problemas graves y casi todas nuestras ciudades son más o menos caóticas”15. Globalización Juan Luis Cebrián, consejero delegado del grupo PRISA, soliviantó a los argenti- nos en la capital de uno de los bailes latinoamericanos más internacionalizados: “El 95 % de los tangos que se escuchan en el mundo los produce Japón”16. El páıs más admirado Figura 2: Páıs más admirado en América Latina. Fuente: Latinobarómetro 2002 15Jorge Edwards. ”El Páıs 16. El Páıs - 17 de Mayo, 2002. p.16 16El Páıs - 17 de Mayo, 2002, p. 6 Caṕıtulo 1 Paradigmas 1.1. Grandes Teoŕıas Los enfoques teóricos dominantes en el siglo XX, con presencia e influencia inter- disciplinar, es decir transversal, fueron: las distintas variantes teóricas del estructura- lismo y el funcionalismo, por un lado, y de versiones epistemológicas del positivismo, por otro. Aún repercuten en los análisis apoyos conceptuales tales como racionali- zación (Weber), diferenciación y movilización social (Parson), división del trabajo (Smith), despliegue de fuerzas productivas (Marx) o incremento de fuerzas produc- tivas (List). En materia de teoŕıa sociológica concretamente, en el último cuarto del siglo pa- sado las preferencias segúıan decantándose por la socioloǵıa estructural-funcionalista (Dahrendorf) por la “derecha”, o a la “izquierda” por el marxismo estructuralista de Althusser y la socioloǵıa cŕıtica de Bourdieu o Habermas. Ambas, izquierda y derecha compart́ıan similar concepción del mundo: el determinismo económico. Una vez producida la supuesta muerte de Marx y la consiguiente resurrección de Weber, la economı́a renunció a Keynes volviendo al paradigma neoclásico. Al menos en los ámbitos académicos estadounidenses en la actualidad, las teoŕıas con mayor valor de intercambio son: la teoŕıa postcolonial, el posestructuralismo y el marxismo. Walter Mignolo, semiólogo argentino y profesor de literatura, aventura: “Volando se han ido los estructuralismos, los postmodernismos, los poscolonialismos, los estudios culturales, los debates sobre el canon ¿o no se han ido todav́ıa?”(Gómez 31 32 Caṕıtulo 1. Paradigmas 2002). En América Latina prende, tras décadas de estancamiento asociadas a la indepen- dencia, el Positivismo, hijo de la Ilustración, e inspirado en Charles Darwin, Herbert Spencer, James Mill, una filosof́ıa para la cual el progreso era un fenómeno cient́ıfico. El Estado teńıa un papel rector. Es más, era el motor del progreso. La prosperidad fluiŕıa de la legislación. Su herramienta seŕıa la empresa privada capitalista, pero el Estado seŕıa su ingeniero legislativo y poĺıtico. Śımbolos del positivismo serán: Porfirio Dı́az, en México, el venezolano Juan Vicente Gómez, el uruguayo J. Batle, fundador del primer Estado del Bienestar en América Latina (A. Vargas Llosa 2004: 196). 1.1.1. Paradigmas impugnados Eurocentrismo Para el pensamiento eurocéntrico, la sociedad era un organismo, un orden dado y cerrado. Las clases sociales fueron pensadas como categoŕıas “ya dadas en la so- ciedad”(Quijano 2000). Toda estructura societal es, en esa perspectiva, orgánica o sistémica, mecánica, la opción preferencial del eurocentrismo. Fracaso de las teoŕıas deterministas Lyotard hace referencia al agotamiento de los relatos maestros, al fracaso de las utoṕıas1 vistas como modelos ideales de sociedad erigidos como soluciones totales, de manera que toda solución local queda subordinada a la única solución de fondo o simplemente excluida, anulada, un discurso modélico que condiciona el imaginario colectivo, presiona por una concepción dualista irreductible del mundo, trazando los ĺımites del campo de legitimación y deslegitimación de los saberes. Por su parte, las dificultades de las propuestas estructuralistas y funcionalistas estriban en su incapacidad para dar cuenta de la heterogeneidad histórica de las estructuras societales. Las determinaciones no son unilineales, ni unidireccionales. 1Ernesto Laclau, y Chantal Mouffe, “El fracaso de las utoṕıas poĺıticas”, Cuadernos Marcha 1990: pp. 9-14 1.1. Grandes Teoŕıas 33 Son heterogéneas, discontinuas, conflictivas. El estructuralismo y el funcionalismo no lograron percibir esas necesidades históricas (Quijano 2000). Levi-Strauss subordina la historia a la estructura, da t́ıtulo de suficiencia a lo sincrónico. “La antropoloǵıa levistrosiana nos remite a estructuras formales, a mo- delos abstractos, a una identidad o igualdad basada en los patrones inconscientes más que en las prácticas corrientes”(Vaca Bucheli 1992: 12). América Latina no está al margen del sentimiento de desencanto con los “gran- des relatos”(la Ilustración, el idealismo, el marxismo), con los sistemas cerrados y unitarios de explicación del mundo, y el cansancio con las grandes instituciones (Es- tado, partido, administración pública) y con los grandes designios racionales para modificar (o sólo mejorar) el mundo (Mansilla 1992: 305). Autores contemporáneos achacan este “obstruccionismo epistemológico”al aban- dono del estudio de los sujetos colectivos (Retamozo 2008). Marxismo-comunismo Para el diputado del Partido Socialista Obrero Español, Diego López Garrido: “El comunismo, como ideoloǵıa alternativa al sistema de propiedad privada de los medios de producción, no es reformable ni revisable. Es propia de su tiempo, en parte consecuencia del iluminismo racionalista, pero ha sido sobrepasada en la izquierda por ideoloǵıas reformadoras que arrancan de Kant, de Bernstein y culminan en este fin de siglo en filósofos como Rawls o Habermas”2. La versión del materialismo histórico sobre las clases sociales, hab́ıa convertido una categoŕıa histórica en una estática, desestimando, a la vez, otros ejes de poder que actuaban en ámbitos que no eran los estrictamente económicos, como la raza. En reacción a ello, Quijano, sociólogo y teórico poĺıtico peruano, redefine el concep- to totalidad histórico-social: “es un campo de relaciones sociales estructurado por la articulación heterogénea y discontinua de diversos ámbitos de existencia social, cada uno de ellos a su vez estructurado con elementos históricamente heterogéneos, discontinuos en el tiempo, conflictivos” (Quijano 2000). Esta concepción, en su enten- der, supera la perspectiva orgańıstica o sistemı́stica de las totalidades histo-sociales, 2Diego López Garrido. “El comunismo no es reformable; los PC, śı”. El Páıs - 27 de Junio, 1999, p. 1 34 Caṕıtulo 1. Paradigmas abocadas a desembocar en el totalitarismo, al aplicar un corsé intelectual que tiende a homogeneizar la experiencia real. El profesor Tomás Calvo Buezas da cuenta de lo que al respecto afecta a la realidad latinoamericana: “La cultura europea marxista, con su estructura mental de antagonismo y radicalización totalizante, encuentra fácil resistencia cultural en los campesinos mexicanos y masas latinoamericanas, que tienen otras coordenadas culturales de percibir y resolver los conflictos, rechazando en principio el antagonismo exterminador y la absolutidad fidéısta de las ideoloǵıas omnicomprensivas de los europeos”(Calvo Buezas 1981: 305). Quijano, en el escrito citado apunta: “Desde los años 80, en medio de la crisis mundial del poder capitalista, se hizo más pronunciada la derrota ya tendencialmente visible de los reǵımenes del despotismo burocrático”. Cuestionamientos desde América Latina Carlos Fuentes, escritor, intelectual y diplomático mexicano, comentando la obra “Después del milagro”, del novelista e historiador mexicano Héctor Aguilar Camı́n, señala, “la sucesión de techos que han protegido de un sol demasiado furioso a las sociedades mexicanas. Techo alto y paternalista de los Austria. Techo bajo y sofo- cante de los Borbones. Y, a partir de la Independencia, búsqueda desesperada del nuevo techo protector cuando, para afirmar nuestra libertad, le dimos la espalda a las herencias multiculturales ind́ıgenas, africanas e ibéricas, a fin de ser, cuanto antes, ‘modernos’. Huérfanos de la razón y el progreso, los latinoamericanos, desde el siglo XIX, hemos recorrido ávidamente las rutas de la Ilustración y el Positivismo, del Marxismo y el Neoliberalismo”3. Una figura distinguida del positivismo latinoamericano, Laureano Vallenilla4, de- fendió con pasión la idea del “cesarismo democrático”, como condición del progreso material. Para ellos, la centralización del poder estatal era perfectamente compa- tible con la adaptación de las instituciones poĺıticas a la consecución de intereses particulares, es más, les resultaba condición eficiente de la creación de riqueza. El primer error del positivismo fue concebir el desarrollo como un logro nacio- nal deliberado, no como la consecuencia neutral de la acción humana individual en 3Carlos Fuentes. “Después del neoliberalismo”. El Páıs - 7 de Mayo, 1998, p. 13 4Laureano Vallenilla Sanz, Cesarismo democrático: Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela, Caracas, Tip. Universal, 1929 1.1. Grandes Teoŕıas 35 procura de objetivos independientes. Los dirigentes poĺıticos conceb́ıan el progreso como un acto de ingenieŕıa social ejecutado desde directrices estatales, no desde un ordenamiento institucional que fluyese de la cooperación voluntaria. El énfasis no estuvo en la protección de una sociedad de contratos, sino en una legislación di- señada para acelerar la fuerza “cient́ıfica” del avance material, decisiones asumidas de arriba hacia abajo, no un ordenamiento institucional que fluyese de la cooperación voluntaria (A. Vargas Llosa 2004: 198). El autor incide, “El segundo error, estrecha- mente ligado al primero, fue la idea de que la libertad pod́ıa ser tratada como un conjunto de compartimentos estancos en lugar de un todo. La libertad poĺıtica y la libertad económica fueron separadas”, “tras la dictadura vino la democracia pero no el Estado de Derecho”. El tercer error, dirigir la inversión, al igual que la URSS en su momento, hacia determinados sectores en detrimento de otros, por lo común la agricultura. 1.1.2. Nacimiento, evolución de las disciplinas A menudo los sociólogos refrendan el surgimiento del orden social a partir de su amorfia básica. Para Thomas Hobbes es un medio para disminuir la guerra caótica de todos contra todos que caracteriza al estado natural. En Emile Durkheim la base del orden social es la conciencia colectiva, en tanto que para Max Weber, las regularidades sociales provienen de tradiciones, valores e intereses. La socioloǵıa como disciplina tiene sus ráıces históricas en la Revolución Francesa. No ha sido inmune, al igual que la teoloǵıa, al potencial sugestivo de las teoŕıas f́ısicas, ejemplo de lo cual es el intento por visualizar a la sociedad como un organismo, a pesar que sólo una parte limitada de la realidad social se presta al análisis y modelos de las ciencias naturales (Mayntz 1992: 87). La socioloǵıa funcionalista de posguerra tendió a disolver al actor en su rol social, subordinándolo al papel de mero ejecutor de un conjunto racional de pautas de comportamiento (Tomassini 1992). Hemos sido testigos de una indeterminable sucesión de parálisis: “de la antropo- loǵıa, denegada como discurso de dominación tras el fin del colonialismo, de las ideo- loǵıas en tanto que discursos racionalizadores de la esperanza mesiánica, de los dis- tintos lenguajes del arte y de sus respectivas cŕıticas, desmenuzadas hasta la exaspe- ración por la semioloǵıa, el psicoanálisis, la semántica estructural, la teoŕıa de juegos, 36 Caṕıtulo 1. Paradigmas la neoretórica, entre muchas otras estrategias para-, inter- y trans-textuales(. . . )El paroxismo de esta tendencia es la llamada deconstrucción, Malstrom de la teoŕıa donde se disuelven los géneros y las jerarqúıas tradicionales de la significación, se invierten las diferencias canónicas entre lector y autor, artista y cŕıtico, obra y co- mentario, y se proclama la diseminación del sentido en una intertextualidad gozosa y lúdica que festeja la deriva de la interpretación en la semiosis infinita” (Lynch 1993: 13). En América Latina la modernización fue inducida y la socioloǵıa latinoamericana tuvo una relación en buena medida instrumental con las poĺıticas de desarrollo. Al fracasar tales proyectos, la socioloǵıa cayó en una crisis de la que aún no parece recuperarse. Postmodernidad, consecuencia Cual estallido de metralla, de pequeñas historias sin fin, la posmodernidad sen- tencia la desaparición de los grandes relatos. Reconfiguración de las Ciencias Sociales Georges Balandier, en su libro El desorden: la teoŕıa del caos y las ciencias so- ciales(1989), escribe: “Las ciencias sociales actuales conocen la penitencia. Están condenadas a reformarse sumergidas en la nostalgia de una época todav́ıa cercana en la cual sus ‘grandes teoŕıas’ contaban con un gran público, en la que la filosof́ıa desaparećıa o trataba de mantenerse estableciendo con ellas un entendimiento tácito. Ya no se les atribuye más la capacidad de dar el sentido (en la doble acepción de la palabra) de la historia que se hace; y tampoco de contribuir al gobierno esclarecido de las sociedades y culturas en proceso de metamorfosis múltiples. Se mueven, se alejan de los sistemas de referencia y de los modos explicativos que las han orientado durante varias décadas, cambian de objetos e interrogan ellas también su saber. El conocimiento de sus conocimientos es uno de sus objetivos”. Jean Daniel, director de Le Nouvel Observateur, en el art́ıculo de su pluma: “Occidente ya no existe”, esgrime datos que evidencian la incapacidad prospectiva de las Ciencias Sociales. En él hace referencia al hecho de que ninguna disciplina previó la reunificación de las dos Alemanias el 3 de octubre de 1990, la independencia 1.1. Grandes Teoŕıas 37 de Ucrania y Georgia en 1991, la conversión de Chile a la democracia entre 1981 y 1991, la Guerra del Golfo, el drama yugoslavo, la cáıda del sistema soviético. Ningún vaticinio, ningún cálculo de probabilidades5. En consecuencia, insistir en razones filosófico-cient́ıficas per se no es la ruta. In- sistir en la simple determinación o la búsqueda de una construcción cient́ıfica basada en razones cuantitativas, aboca al fracaso. No es posible descartar lo inconsciente, la semioloǵıa, la representación. Las circunstancias demandan un esfuerzo sistemáti- co en pro de la formación de nuevos conceptos y la búsqueda de interpretaciones alternativas. 1.1.3. Teoŕıas en Relaciones Internacionales Teoŕıas Realismo Liberalismo Idealismo Postulados básicos Los estados que de- fienden sus propios intereses luchan por el poder La extensión de la de- mocracia, el comercio mundial y las orga- nizaciones internacio- nales fortalecerán la paz La poĺıtica exterior está determinada por las ideoloǵıas, los va- lores colectivos, la cultura y las identi- dades sociales Actores clave en las RRII Los Estados, de com- portamiento similar con independencia de su forma de gobierno Estados, organismos internacionales e in- tereses comerciales Promotores de nue- vas ideas, redes, transnacionales y ONGs Principales instrumen- tos Poder militar y diplo- macia Instituciones interna- cionales y comercio Ideas y valores 5Jean Daniel, “Occidente ya no existe”. El Páıs - 12 de Septiembre, 2003, p. 13 38 Caṕıtulo 1. Paradigmas Teoŕıas Realismo Liberalismo Idealismo Puntos débiles de la teoŕıa No explica el progre- so y el cambio en las RRII ni la interpre- tación de que la le- gitimidad puede ser una fuente de poder No entiende que las democracias sólo so- breviven si cuidan poder militar y se- guridad; olvida que las transiciones de- mocráticas son a ve- ces violentas No explica cuáles son las condiciones institucionales y so- ciales en las que arraigan los cambios de valores Qué explica la teoŕıa so- bre el mun- do post 11- S Por qué EEUU res- pondió agresivamen- te a los atentados; la incapacidad de los organismos interna- cionales para frenar la superioridad mili- tar Por qué la exporta- ción de la democra- cia se ha convertido en pilar fundamental de la actual estrate- gia de seguridad de EEUU El creciente papel de los debates so- bre valores; la im- portancia de las re- des poĺıticas trans- nacionales (ya sean terroristas o activis- tas de los DDHH) Fallos de la teoŕıa para explicar el mundo post 11-S El fracaso de las po- tencias más débiles en contrarrestar mi- litarmente a EEUU; la importancia de actores no estata- les (e.g. Al Qaeda); el intenso énfasis de EEUU en la demo- cratización Por qué EEUU ha fracasado en trabajar conjun- tamente con otras democracias a través de los organismos internacionales Por qué continúan las violaciones de los DDHH, a pesar de la intensa actividad en pro de las nor- mas humanitarias y los esfuerzos a favor de la justicia inter- nacional Cuadro 1.1: Vigencia y limitaciones de las teoŕıas de las relaciones internacionales. Fuente: Jack Snyder. Universidad de Columbia. Teoŕıas globales del desarrollo Jorge Méndez Munévar, abogado, economista y catedrático bogotano, en su art́ıculo “Los modelos de desarrollo y el papel del Estado”, propone un esquema- śıntesis: (a) El modelo latinoamericano del siglo XIX y de las tres primeras décadas del siglo XX 1.1. Grandes Teoŕıas 39 Desde la independencia, América Latina en su conjunto adopta el modelo poĺıti- co y económico de la Revolución Francesa, construido sobre la estructura social del sistema colonial, cuyas caracteŕısticas son: a. Plena, o casi plena, libertad de mercados, sobre todo en lo que se refiere al comercio internacional; b. Especia- lización en los productos que portan “ventajas comparativas”, en consonancia con la concepción clásica; c. Dependencia del mercado mundial; d. Economı́a pre- dominantemente agŕıcola, subsumida en un sistema social de latifundios, o de explotaciones agŕıcolas o ganaderas medianas o pequeñas destinadas al mercado interno. Entre el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX, un atisbo de progreso y antecedente de globalización latinoamericana recorrió la región. Un fenómeno en dos fases: 1. La explosión del positivismo. 2. Hacia el final de este periodo se hizo patente la mentalidad de “exportar o morir” hecho efectivo gracias a la bonanza de las exportaciones primarias y el desarrollo de industrias vinculadas a ella. Este peŕıodo, desde el cenit del positivismo de fines del siglo XIX hasta el vendaval exportador de comienzos del siglo XX, constituye el mayor intento de desarrollo capitalista previo al de la década de 1990 (A. Vargas Llosa 2004: 195). (b) El modelo intervencionista, de crecimiento “hacia adentro” El modelo aperturista clásico entró en crisis a causa de la depresión mundial de los años 30 y el consiguiente derrumbe de los precios de los bienes primarios de exportación, lo que llevó a la convicción que: a. Los productos tradicionales de exportación teńıan mercados externos con baja elasticidad de demanda; b. Era necesario cambiar la estructura de producción: mayor industrialización; c. Lo anterior implicaba proteger la producción nacional; d. La economı́a debeŕıa crecer más deprisa que el crecimiento de las exportaciones; e. Era necesario reformar la estructura social, por lo demás deplorable. (c) Abandono del modelo de desarrollo intervencionista Desde fines de los años setenta, se hizo acopio de cŕıticas a lo que peyorativa- mente se llamó “modelo de sustitución de importaciones”: a. Escasa atención a los mercados internacionales; b. El aparato productivo, a falta de competencia 40 Caṕıtulo 1. Paradigmas internacional no hab́ıa asumido mejoras en la calidad, se tiende a imponer pre- cios monopoĺıticos; c. Desperdicio de oportunidades en términos de tecnoloǵıa, diversidad de productos, etc. (Méndez 1993: 41-43). En paralelo, “la crisis de las dos teoŕıas globales del desarrollo surgidas en la posguerra la de la modernización y la de la dependencia, que polarizaron las discu- siones del pasado, ha sumido el estudio de los páıses en desarrollo en la confusión y el desconcierto”6. Joaqúın Estefańıa, pregunta: ¿Se puede atestiguar que con la globa- lización la gama de modelos de desarrollo se ha ido reduciendo con el tiempo, y que los progresos de la internacionalización han estrechado los márgenes de maniobra?7. En ćırculos denominados progresistas se afinó el instrumental conceptual, en con- sonancia con disquisiciones afines de sociólogos y teólogos, particularmente. Sur- gió aśı la Teoŕıa de la Marginalidad, según la cual y, acogidos al esquema “Subdesa- rrollo y cambio social” del sacerdote español, misionero en Bolivia, Gregorio Iriarte: unos, los ricos, constituyen el centro, y otros, los pobres, la periferia. El “centro ur- bano” está integrado por el poder industrial, comercial y financiero, con apoyo del aparato poĺıtico y militar. Los páıses pobres laboran, y hasta se desarrollan, en razón de los intereses del centro. La burgueśıa, al interior de estos páıses, opera en función de sus propios intereses y de los del centro, representados mayoritariamente por las multinacionales, fenómeno conocido como colonialismo interno. Los páıses del centro son páıses integrados, aunque muchos de ellos contengan minoŕıas que no lo están, como ind́ıgenas, negros, obreros, inmigrantes, etc. Los páıses del Tercer Mundo ca- recen de integración interna, y en cuanto tales, son marginados. La mayoŕıa de su población está de hecho marginalizada, realidad que se expresa, ante todo, en la no participación, que será pasiva (carecen de los bienes y servicios justos e indispensa- bles) o activa (no participan en las actividades y decisiones poĺıticas, económicas, educacionales, etc.). Para la Teoŕıa de la Dependencia, por su parte, y a diferencia de la de la Mar- ginalidad, los páıses del Tercer Mundo no están siquiera en la periferia, sino que 6L. Mármora y D. Messner, “Los escombros teóricos de la investigación del desarrollo”, en Nueva Sociedad, núm. 110, 1990 7Joaqúın Estefańıa. “La segunda revolución capitalista”. El Páıs - 5 de Marzo de 2000. Domingo, p. 10 1.1. Grandes Teoŕıas 41 definitivamente debajo de los desarrollados, en clara situación de opresión y depen- dencia, que se expresa en tres áreas: (a) Área Económica: deterioro continuo de los precios de intercambio comercial, particularmente de los de las materias primas. Endeudamiento externo en condi- ciones onerosas. Créditos “atados” y Créditos FAD. Cláusulas Adicionales (por lo común ventajosas para el Primer Mundo). Leyes proteccionistas que afectan a los productos “competitivos”del Tercer Mundo (a la vez que se les impone Acuer- dos de Libre Comercio, que favorece las importaciones). Pago de royalties por uso de tecnoloǵıa procedente de los páıses industrializados. “Fuga de capitales y de cerebros”. Imposiciones del FMI, BM, BID, etc. (b) Área Poĺıtica: injerencia en asuntos internos. Formación y asesoramiento de organismos de represión. Condicionamiento del voto en los organismos interna- cionales. Imposición de programas de control de natalidad, etc. (c) Área cultural: control absoluto de la información a través de las agencias de noticias internacionales. Control del mercado del libro. Programas académicos, etc. Análisis comparativo: Según Iriarte, el principal objetivo de la Teoŕıa Desa- rrollista, es crecer. Interesa, ante todo, el desarrollo industrial (legitima el sistema capitalista). Para la Teoŕıa de la Marginalidad: integrar a los grupos marginados, sean éstos naciones, clases sociales o personas, a fin de crear una sociedad participa- tiva (incentiva profundas reformas). La Teoŕıa de la Dependencia: tomar conciencia de la dependencia y liberarse de ella, partiendo por los aspectos de opresión cultural y nuevas formas de dominio neocolonialista (pugna por lograr cambios estructura- les). Para Iriarte los proyectos predominantes seŕıan, el Monetarista por un lado y el de Transformaciones Estructurales, por otro. 42 Caṕıtulo 1. Paradigmas 1.2. Fracaso de la Modernidad 1.2.1. Concepto Habermas, citando a Hans Robert Jauss aclara que la noción de “ser moderno” no es en absoluto privativa de los “tiempos modernos”; ya se usó la forma latina modernus a finales del siglo V para distinguir el presente, que se hab́ıa convertido oficialmente en cristiano, del pasado pagano. Walter Mignolo reconoce, a su vez, herencias de una primera Modernidad o Renacimiento y de una segunda Modernidad o Ilustración (Gómez 2002). Mart́ın Heidegger ha esbozado en el texto: “La época de la imagen del mundo”8, un panorama comprensivo de la época moderna. Identifica cinco fenómenos sobre los cuales se asienta la era moderna: 1. La constitución de la ciencia como una forma de proceder. 2. La técnica maquinista como transformación sui géneris de la práctica y como dispositivo técnico-cient́ıfico. 3. La experiencia del arte asentada en el “campo visual de la estética”, en el dominio de la vivencia. 4. La concepción y realización del obrar humano como cultura, como cultivo de los valores supremos del hombre. 5. La des divinización; el proceso de “secularización”de la historia como programa expĺıcito de una época que afinca su desarrollo en un nuevo espacio (Montoya Gómez 1993: 23). En perspectiva, anota el articulista citado, estos cinco fenómenos de la época mo- derna permiten identificar un rasgo que los atraviesa y la comprensión de su unidad como época: la idea de Proyecto. Proyectar es posibilidad de diseño a-priori de aque- llo que se quiere construir y, en consecuencia, localización de aquello que es necesario para realizarlo. Proyecto es la forma de proceder por excelencia de la época moder- na, figura de la modernidad. Nos sitúa ante un proceso de desterritorialización y de 8Mart́ın Heidegger. “La época de la imagen del mundo”; Sendas Perdidas. B. Aires: Ed. Losada, 1969 1.2. Fracaso de la Modernidad 43 descodificación de los engramas culturales, “deslocalización y destemporalización”de las marcas o huellas de aquello que denominábamos como “estructuras de hábitos” de la cultura (1993: 27). Progreso continuado El despliegue de la mundialización del capitalismo, seŕıa, en efecto, el nivel más avanzado en la ruta lineal, unidireccional y continua de la especie, concepción que di- ferenciaba a la población mundial en inferiores y superiores, irracionales y racionales, primitivos y civilizados, tradicionales y modernos, único enfoque válido y referencial de conocimiento. “La codificación de las diferencias entre conquistadores y conquis- tados en la idea de raza, es decir, una supuesta diferente estructura biológica que ubicaba a los unos en situación natural de inferioridad respecto de los otros. Esa idea fue asumida por los conquistadores como el principal elemento constitutivo, fundante, de las relaciones de dominación”(Quijano 2000). Remo Bodei, filósofo y ensayista italiano, hace un recuento de disyuntivas y reali- dades confrontadas: “El incumplimiento de las promesas de un progreso continuado y homogéneo, garantizado por la poĺıtica y por la historia; la oscuridad de un futuro amenazado por la pobreza, el desorden y la superpoblación; los cambios excesiva- mente rápidos en la estructura social; la hibridación a escala planetaria de los códi- gos éticos (que impiden el arraigo alcanzado anteriormente por unas reglas morales constituidas a través de un largo proceso de sedimentación, provocando la desorien- tación general en materia de ideas, valores y normas de conducta)”(Bodei 1993: 22). Una colectividad expuesta a semejante stress, aplanada, planificada, horizontaliza- da, “proyecto civilizatorio universal de nuestra cultura”(Paul Ricoeur), no puede más que desenraizar a los sujetos de sus engramas, de sus mitos, de sus costumbres y de sus śımbolos e imágenes sedimentadas. La Revolución Industrial En Europa el impacto del proceso mundial de modernización fue mucho más directo e inmediato, reflexiona Quijano (2000), para quien fue decisivo que el centro hegemónico estuviera localizado en las zonas centro-norte de Europa Occidental. Eso explica, en su convicción, por qué el centro de elaboración intelectual de ese 44 Caṕıtulo 1. Paradigmas proceso se localizará también alĺı, y por qué esa versión fue la que ganó hegemońıa mundial, colonialidad del poder vinculada a la concentración en Europa del capital, del salariado, del mercado del capital y de la sociedad y cultura asociada a esas determinaciones. La revolución industrial supuso una secuela de revoluciones tecnológicas, lo que convierte al siglo XX en el escenario de los cambios más dramáticos y acelerados de la historia. Sin embargo, el cumplimiento de las promesas originarias, contenidas en la idea de “progreso universal”, nos ha devuelto un mundo dividido, de distan- cias abismales entre páıses y hombres, con guerras en que han muerto tantos seres humanos como todos los que hasta entonces hab́ıan poblado la tierra; millones de hambrientos, desnutridos y maltratados. “Ni paz ni igualdad ni confraternidad en el balance de fin de siglo”(Lumbreras 1992: 200). 1.2.2. Cultura y modernización Quijano discute febrilmente la pretensión eurocéntrica de ser la exclusiva pro- ductora y protagonista de la modernidad. Los defensores de la patente europea de la modernidad, alega, suelen apelar a la historia cultural del antiguo mundo heleno- románico y al mundo del Mediterráneo antes de América, para legitimar su recla- mo a la exclusividad de esa patente. Ese argumento, considera el autor, escamotea el hecho de que la parte realmente avanzada de ese mundo del Mediterráneo, era islamo-judaica. Fue dentro de ese mundo que se mantuvo la herencia cultural greco- romana, las ciudades, el comercio, la agricultura comercial, la mineŕıa, la textileŕıa, la filosof́ıa, la historia, en circunstancias que la futura Europa Occidental estaba aún dominada por el feudalismo y su oscurantismo cultural. Por otro lado, la mercan- tilización de la fuerza de trabajo, la relación capital-salario, emergió, precisamente, en esa área y desde alĺı se expandió hacia el norte de la futura Europa. Finalmente, la derrota del Islam correlaciona con el desplazamiento del centro de la actividad cultural a esa nueva región. En el análisis sobre el lugar de América Latina en estas coordenadas, por lo común se interpreta la modernidad como superación de todo particularismo excluyente, una suerte de “occidentalización exhaustiva”de la región, desconociendo el elemento de la modernidad que más se relaciona, en justicia, con la realidad circundante: la 1.2. Fracaso de la Modernidad 45 capacidad para integrar dinámicamente la diversidad cultural en un orden societal compartido (Calderón et al.1994: 201). Para Octavio Paz, intelectual particularmente preocupado por la forma en que es asumida la modernidad en nuestra región, el término modernidad es en śı eqúıvoco por cuanto, a su juicio, hay tantas modernidades como sociedades existen. Estima que lo que identifica a América Latina es el proceso de mestizaje que se produjo entre la cultura ancestral de ráız ind́ıgena y el catolicismo introducido por la evangelización que acompañó a la Conquista. Para el autor, la Independencia tuvo consecuencias modernizadoras, sin más consecuencias que lo que deviene de un artificio, una pseu- domodernidad, incapaz de asumir ese encuentro. Este aserto, Paz lo ve reflejado en la coexistencia de ferrocarriles y latifundios, de Constituciones democráticas y caudillos: en definitiva, en una coexistencia de tiempos históricos distintos, en una coexistencia del principio de la razón con principios no racionales de legitimidad, tales como la tradición y el carisma (Aguilar 1995: 183). Otro autor con similares inquietudes, es el sociólogo Pedro Morandé, para quien lo peculiar de la modernidad latinoamericana lo constituye la configuración del ethos barroco y mestizo, producto de la śıntesis cultural entre la cultura europea hispano-lusitana y las diferentes cul- turas latinoamericanas y que se expresa en el sustrato católico de la cultura popular latinoamericana. Por otro lado, hay quienes asumen valores universalistas de modernización, sub- valorando las identidades culturales espećıficas de la región, al tiempo que emulan sin filtro a las elites de los páıses industrializados. En contraposición, el rechazo a la modernidad se expresa en quienes la perciben como amenaza a la identidad cultu- ral, resisten los cambios y la apertura hacia el intercambio global, refugiándose en ideoloǵıas centradas en śı mismas. ¿Qué carácter asume la modernidad en relación con nuestra identidad cultural? ¿La modernidad en América Latina tiene un carácter sui generis que la distingue de la europea o asiática? Al otro lado del océano la modernidad fue producto de un largo proceso de racionalización y desencantamiento del mundo, en América Latina, introducida desde fuera, ya sea por los propios conquistadores, por los revolucionarios y libertadores influidos por el liberalismo francés o por las elites republicanas. A diferencia de Europa, faltó una reforma religiosa, una revolución industrial, un Estado 46 Caṕıtulo 1. Paradigmas racional, empresarios schumpeterianos, una ética individualista (Aguilar 1995: 183). José Joaqúın Brunner, investigador, consultor y académico chileno, doctor en Lenguajes y Culturas Latinoamericanas entiende la modernidad como una reorgani- zación de la producción cultural; mediante la cual esta función va quedando en manos de profesionales que transforman la comunidad en público consumidor de bienes cul- turales de masas. A medida que la producción cultural comienza a especializarse, se va produciendo una segmentación de los mercados de bienes simbólicos. El desarrollo dependiente de los páıses de la región conllevó la combinación de subdesarrollo con la adopción de patrones culturales externos, particularmente nor- teamericanos. Brunner denomina a este fenómeno “pastiche cultural”, vale decir, la heterogeneidad cultural, no entendida en el sentido de la coexistencia de cultu- ras diversas en la región, sino que en el sentido de la participación segmentada y diferenciada en el mercado de bienes culturales, lo que en definitiva seŕıa el rasgo que caracterizaŕıa a la modernidad latinoamericana, modernidad sui generis, por lo demás. Los procesos de modernización pueden capitalizar los acervos culturales preexis- tentes, al tiempo que confrontarlos. El caso japonés ejemplifica las relaciones dinámi- cas entre acervo cultural y modernización acelerada. Modernización y Conocimiento El eurocentrismo, no es la perspectiva cognitiva de los europeos en exclusividad, afirma Quijano, sino del conjunto de los educados bajo su hegemońıa. La versión eurocéntrica de la modernidad pende de dos principales mitos fundantes: uno, la idea-imagen de la historia de la civilización humana como una trayectoria que parte de un estado de naturaleza y culmina en Europa. En segundo lugar, otorgar sentido a las diferencias entre Europa y no-Europa como diferencias de naturaleza (racial) y no de historia del poder. Ambos mitos pueden ser reconocidos, ineqúıvocamente, en el fundamento del evolucionismo y del dualismo, dos de los elementos nucleares del eurocentrismo (Quijano 2000). Walter Mignolo aporta: “la colonialidad del poder está asentada sobre la colonia- lidad del saber. Fueron, y son, las formas del saber moderno en las que se justificó el colonialismo. Por otro lado, el hecho de que en la colonialidad del saber y del poder 1.2. Fracaso de la Modernidad 47 se fundaron y crearon experiencias y subjetividades. La colonialidad del ser seŕıa una de las consecuencias tanto de la colonialidad del saber como la del poder”(Mignolo 2002). En tono premonitorio trasluce su convicción en cuanto a la reestructuración del capital a la par de una reestructuración total de las formas de conocimiento, anticipando un nuevo medievalismo de múltiples centros. Quijano, por su parte, asume un riesgoso trance al intentar dilucidar los oŕıge- nes y las influencias sobre lo que llamamos “modernidad”, cuando afirma: “No se trata, en consecuencia, de una categoŕıa que implica a toda la historia cognoscitiva en toda Europa, ni en Europa Occidental en particular. En otros términos, no se refiere a todos los modos de conocer de todos los europeos y en todas las épocas, sino a una espećıfica racionalidad o perspectiva de conocimiento que se hace mun- dialmente hegemónica colonizando y sobreponiéndose a todas las demás, previas o diferentes, y a sus respectivos saberes concretos, tanto en Europa como en el resto del mundo”(Quijano 2000). La cuestión parece clave y en definitiva de dimensión estratégica toda vez que recurrimos a la manida interrogante sobre el quiénes somos ¿qué tipo de modernidad arribó a América Latina, en tiempos en que se ergúıa el imaginario nuclear que daŕıa consistencia inicial e inercial -reconocidos encuentros, desencuentros, constituciones y disoluciones- a la identidad latinoamericana? Modernización y Fe El mundo premoderno estaba lleno de sentido, explica Luis Corvalán, cuestión de- rivada, en su entender, de su cosmovisión religiosa, basada en incuestionables absolu- tos. El mundo moderno inició su andadura cuestionando esos absolutos ultra-terrenos y proponiendo utoṕıas terrenales, que derivaron en nuevos absolutos, totalitarios o no. “La segunda mitad del siglo XX asiste al agotamiento de los absolutos de la modernidad y, por tanto, de sus ideoloǵıas correlativas. Se generó aśı un paulatino vaćıo, muchas veces desencantado. Alĺı se fue instalando la posmodernidad, la que finalmente terminó, de una u otra manera, siendo la expresión apologética o cŕıtica, pero desde su interior, de una especie de sutil totalitarismo suave, que terminó por absolutizar el presente (el fin de la historia)”(Corvalán 1993: 199). La modernidad cultural emerge como la separación de la razón sustantiva, ex- presada por la religión y la metaf́ısica, en tres esferas autónomas que son la ciencia, 48 Caṕıtulo 1. Paradigmas la moralidad y el arte, que llegan a diferenciarse porque las visiones de la religión y la metaf́ısica se separan. Esta situación de desgarramiento crea el horizonte de “las muertes”. Hegel habló de “la muerte del arte”, es decir la constatación de que el arte en la sociedad moderna ya no es la máxima expresión del esṕıritu y que su papel se vuelve secundario, en una sociedad que experimenta al mismo tiempo, “la muerte de Dios”, es decir, en una sociedad cuya fundamentación de los valores se ha secularizado (Xibille 1993: 59). Alain Touraine, entiende que Max Weber -por lo demás gran sistematizador de los flujos discursivos que caracterizan el periodo, entre ellos el protestantismo-, “no explica los fundamentos culturales de la modernidad, sino las razones culturales de cierto tipo de modernización, el capitalismo, es decir, la ruptura de todas las ligaduras que uńıan la economı́a a culturas y formas de organización social”9, en este sentido, lo que emerge desde la Reforma hacia la modernidad seŕıa más la clave de un tipo de modernización, que el basamento sustantivo de la misma. Leonardo Boff, afirma: “Las iglesias salidas de la Reforma, en principio, se sitúan dentro de la modernidad porque surgieron en la misma época en que se formuló la modernidad”(Boff 1992: 40). Modernidad y Desarrollo El teólogo Franz J. Hinkelammert caracterizó, de manera certera, la etapa que siguió al fracaso del proyecto de modernización y desarrollo de la Alianza para el Progreso, de las reformas de Frei en Chile que culminaron en la elección de Salvador Allende, al golpe militar posterior y la crisis motivada por la OPEC, como la “tercera guerra mundial”; y a la transferencia del “mal” de la Unión Soviética a los talibanes, como la cuarta (Walsh 2003). 1.2.3. Cŕıtica al concepto de Modernidad El proyecto emancipatorio moderno, no se cumplió, y devino en las sociedades avanzadas, en una especie de sutil totalitarismo suave, luego de experimentar en su 9Alain Touraine. Iguales y diferentes. Informe Mundial sobre la Cultura. Ediciones Unes- co/Cindoc, Acento Editorial, 1999, p. 58 1.2. Fracaso de la Modernidad 49 seno diversas experiencias de totalitarismos más primitivos y violentos. Esta evolu- ción conllevó una negación de la cultura de la modernidad y de sus correspondientes promesas emancipadoras, desechándolas como incongruentes con la nueva realidad que se gestaba, es decir, con los resultados arrojados por la propia modernidad y su producto: la posmodernidad (Corvalán 1993: 183). Sin embargo, las dificultades del monotopismo del pensamiento moderno, el peso de la inercia, la imposibilidad de pensar fuera de las categoŕıas de la modernidad (Walsh 2003), provoca la reproduc- ción circular y sistémica de sus enunciados. Como expresó Thomas Henry Huxley (1825 - 1895), biólogo inglés: “Ciencia es desechar una bonita teoŕıa por un asqueroso hecho”. Se critica a la modernidad -desde la postmodernidad- por integrar una concepción de la historia fundada en una suerte de evolucionismo optimista que vislumbra una tendencia intŕınseca del género humano orientada hacia la elevación indefinida de sus condiciones espirituales y materiales, y de haber vaciado el sentido de la existencia, al destruir el mundo del mito y la creencia religiosa, reemplazándolos por fines terrenales expuestos a postergación indefinida y catapultados hacia un futuro incierto. Pedro Morandé10 asume que la modernidad ha fracasado. A su juicio, en es- ta empresa de modernización coinciden tanto la socioloǵıa norteamericana como el marxismo, con sus propias categoŕıas y diferencias diagnósticas. Su fracaso es el de la ingenieŕıa social y del desarrollismo, cuyos portadores ha sido una “elite cultural- mente alienada de América Latina”. A tal élite Morandé opone “una masa (latinoa- mericana) auténtica en sus tradiciones”, cuyo ethos cultural radica en la “religiosidad popular”(el barroco) y sus “sistemas simbólicos”. Mignolo afirma que es posible es- tablecer alianzas con la cŕıtica interna de la modernidad, es decir, con pensadores tales como Nietzsche, Heidegger, Marx, Freud y Derrida, estima que el marxismo ha sido dependiente de la metaf́ısica hegeliana (Bentancor 2015). En lo material y loǵıstico, la modernidad latinoamericana puede ser calificada en general como de segunda clase. HFC Mansilla, filósofo social, explica su razonamien- to: “En el Nuevo Mundo hay ciudades enormes que poseen todos los inconvenientes y pocas de las ventajas de las grandes urbes del Norte; los servicios públicos urba- nos están próximos al colapso; la extrema corrupción y la ineficiencia concomitante 10Pedro Morandé, Cultura y modernización en América Latina, Cuadernos del Instituto de So- cioloǵıa (Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1984) 50 Caṕıtulo 1. Paradigmas de las administraciones municipales florecen junto a una criminalidad muy alta y a una estética pública desastrosa; la calidad de la vida decae precisamente en aquellos núcleos donde se conjugan los aspectos más sobresalientes de la industrialización”. (Mansilla 1992: 303). Fernando Fajnzylber se refirió a la precariedad de la modernización latinoame- ricana, que de hecho no ha modificado radicalmente el carácter tradicional de las relaciones sociales, sino que ha generado un “espacio de frustración”entre las aspi- raciones cada vez más homogéneas y globalizadas de la gran masa de la población y una realidad caracterizada por un cada vez más heterogéneo acceso a los medios para satisfacer esas aspiraciones (Buitelaar et al 1992: 10). Por sobre las constataciones emṕıricas, Mignolo sintetiza: “América Latina es una consecuencia, un producto de la geopoĺıtica del conocimiento, esto es, del cono- cimiento geopoĺıtico fabricado e impuesto por la modernidad (. . . ) se fue fabricando como algo desplazado de la modernidad, un desplazamiento que asumieron los inte- lectuales y estadistas latinoamericanos (. . . ) como si la modernidad fuera un punto de llegada y no la justificación de la colonialidad del poder”(Walsh 2003). A partir de los años 60, una parte de la intelectualidad latinoamericana enfrenta la disyuntiva de cuestionar dos realidades vinculadas, antaño bandera de lucha de sus ancestros ideológicos: la modernización y el desarrollismo. No surgen “estudios culturales” como en Inglaterra y Estados Unidos, se realiza de frente planteos desco- lonizadores. Sobre tal plataforma contextual inicia su andadura la Nueva Izquierda. Alexander Solyenitsin, en su “Discurso de Liechtenstein”, generaliza: “Sólo de- pende de nosotros dejar de ver el Progreso (que nada ni nadie puede detener) como un caudal de beneficios ilimitados y comenzar a considerarlo como un regalo que nos viene de arriba y que somete nuestro libre albedŕıo a la más dif́ıcil de las pruebas (. . . ) Asimismo se rompieron los lazos horizontales entre los individuos. La aparente efervescencia de la vida poĺıtica y social se traduce por una enajenación y una apat́ıa individual más marcada con respecto a los demás. El ansia de bienes materiales no trae sino una mayor soledad (esto fue, por lo demás, lo que desencadenó el grito del existencialismo)”(Solyenitsin 1993: 14). 1.3. Postmodernidad 51 Alternativas a la Modernidad Dussel propone la categoŕıa de transmodernidad como alternativa a la pretensión de Europa como productora original de la modernidad. Los procesos históricos que se gestan a partir de América generan una nueva intersubjetividad, a medida que todos los pueblos se van integrando en el nuevo patrón de poder mundial. La “emergencia” de América es un cambio histórico de dimensiones dantescas, que no afecta solamente a Europa sino al conjunto de la humanidad. Elemento fundante de la nueva subjetividad: la percepción del cambio histórico, una nueva perspecti- va sobre el tiempo y sobre la historia, lo que lleva a su vez, a la idea del futuro. Siguiendo la urdimbre de Quijano, tal evolución requiere, necesariamente: “la des- sacralización de las jerarqúıas y de las autoridades, tanto en la dimensión material de las relaciones sociales como en su intersubjetividad; la des-sacralización, el cambio y el desmantelamiento de las correspondientes estructuras e instituciones. La indivi- duación de las gentes sólo adquiere su sentido en ese contexto, la necesidad de un foro propio para pensar, para dudar, para decidir; la libertad individual, en suma, contra las adscripciones sociales fijadas y en consecuencia la necesidad de igualdad social entre los individuos (. . . ) La modernidad es, pues, también una cuestión de conflicto de intereses sociales. Uno de ellos es la continuada democratización de la existencia social de las gentes”(Quijano 2000). ¿Cuánto de esto adquirió “cuerpo presente”?, ¿en qué medida los “casilleros vaćıos” -la inequidad rampante-, explican el fracaso de un proyecto que ni la diversidad de sus formas consigue encubrir?, ¿la “irrupción”de América aporta humanismo y esperanza?, ¿Cuál es pues el potencial epistémico de la historia oral, por ejemplo, propuesta alternativa “local” que Rivera Cusicanqui caracterizó como proceso de descolonización intelectual, en ĺınea con aportes como los de Fals Borda o Paulo Freyre? 1.3. Postmodernidad 1.3.1. Anclaje Histórico Como concepto, cristalizó en los años setenta como cuestionamiento a la divi- sión modernista entre experiencia y conocimiento, entre representación y la realidad 52 Caṕıtulo 1. Paradigmas representada, la relevancia de las narrativas totalizadoras y de la autoridad de la tradición intelectual occidental como principio organizador. Adquiere “carta de ciu- dadańıa” con “la entrada de diferentes grupos étnico-culturales al escenario de la poĺıtica mundial; el ascenso del movimiento feminista y otros grupos que cuestionan las ideoloǵıas dominantes; la ampliación de los medios de comunicación; el auge del rock y de otras manifestaciones de la ‘cultura popular’, y la realización por parte del mundo académico de la importancia de estudiar las expresiones de estos gru- pos”(Pérez 1992: 250). 1.3.2. Caracteŕısticas de la Postmodernidad Leonardo Boff, en referencia a los modelos cosmológicos más representativos e influyentes: “En nuestra tradición occidental conocemos tres grandes modelos cos- mológicos. La cosmoloǵıa antigua véıa el mundo como un conjunto unitario, je- rarquizado, sagrado e inmutable (. . . ) Podŕıamos decir también que se trata de una cosmoloǵıa teocéntrica. La cosmoloǵıa moderna elaborada a partir de la f́ısica de Newton de la astronomı́a de Copérnico y Galileo como también del método cient́ıfico de Descartes, es dualista (. . . ) Las ciencias de la naturaleza analizaron el mundo de la materia, dejando para la filosof́ıa y teoloǵıa el mundo del esṕıritu. El hombre en su unicidad de realización y frustración cient́ıficamente no interesa. La metáfora de esta cosmoloǵıa es la máquina. Dios viene representado como el gran Arquitecto que planeó todas las leyes de la máquina. Éstas siguen su curso sin precisar para nada la referencia de su origen. Compete al ser humano conocerlas y ordenarlas para su proyecto. Esta cosmoloǵıa es antropocéntrica. A partir de los años veinte con la teoŕıa de la relatividad de Einstein, con la f́ısica cuántica de Bohr, con el principio de indeterminabilidad de Heisenberg, con las contribuciones de la f́ısica teórica de I. Prigogine y I. Stengers, como también con las conquistas de la psicoloǵıa del profundo (S. Freud y C.G. Jung), de la psi- coloǵıa transpersonal (A. Maslow, P. Weil), de la biogenética, de la cibernética y de la ecoloǵıa profunda surgió una nueva cosmoloǵıa. Se pasa rápidamente de la era industrial a la era de la comunicación y del gestionamiento de la complejidad, de un mundo “materialista”(orientado a la producción de bienes materiales) a un mundo “post-materialista”y espiritual (interesado en la integración de lo cotidiano con lo 1.3. Postmodernidad 53 mı́stico). Frente a esta realidad la śıntesis desempeña una función más primordial que el análisis, la visión hoĺıstica y orgánica debe completar la visión sectorizada de las ciencias” (Boff 1992: 37). En conexión con los fundamentos axiales de occidente, en su art́ıculo: “La nueva edad media”, Gonzalo Soto advierte sobre la inversión temporal de la que somos testigos: “La historia ha perdido incluso sus finalidades y su movimiento; la ciencia y el saber han perdido sus ilusiones emancipadoras. La nueva edad media es en ese sentido una edad post-moderna”11. Desde la perspectiva de la posmodernidad las categoŕıas de lo nuevo y de la superación ya no tienen vigencia: “lo posmoderno no sólo se caracteriza como novedad con respecto a lo moderno, sino también como disolución de la categoŕıa de lo nuevo, como experiencia del fin de la historia, la cual no se representa, por lo tanto, como una etapa superior de la historia misma”12. La sociedad post-tradicional es el final del algo, anota Anthony Giddens, pero también es un principio. Se trata, de una sociedad global, no en el sentido de mundial, sino en el de que abarca un “espacio de extensión indefinida”. Una sociedad que carece de centro en cuestión de autoridades, pero que śı tiene en materia de opciones y oportunidades, puesto que fija su atención en nuevas formas de interdependencia13. Nelly Richard, téorica cultural, cŕıtica, ensayista, académica, autora de numero- sos libros y fundadora de la Revista Cŕıtica Cultural, aporta luz sobre la semántica de lo postmoderno: “La condición postmoderna alude a la multiplicidad dispersa de enunciados parciales que han reemplazado las verdades totales de la racionalidad universal (. . . ) Ah́ı donde el imperativo fundacional de las vanguardias decretaba el futuro a partir de un corte amnésico basado en la supresión de la historia, el post- modernismo exacerba la recuperación del pasado y el juego -citacional y parodiante- de las rememoraciones cŕıticas y de la mezcla de tradiciones; ah́ı donde las vanguar- dias subordinaban la obra a la validez histórica de un referente totalizador (proyecto grupal o revolución social), el postmodernismo rehabilita las fantaśıas individuales y los imaginarios subjetivos en una vuelta -antimonumental y antiheroica- a las mi- croconstelaciones de lo privado; ah́ı donde las vanguardias exiǵıan fe militante y 11Gonzalo Soto Pasada. “La nueva edad media”. Ciencias Humanas- N 18, p. 91 12Carlos Reynoso: El surgimiento de la antropoloǵıa posmoderna, Gedisa, México, 1999 13Anthony Giddens. “La vida en una sociedad post-tradicional”. Revista de Occidente N 150. Noviembre 1993 54 Caṕıtulo 1. Paradigmas obediencia dogmática a sus programas rupturistas, el postmodernismo reclama la gratuidad de las pulsiones y el curso nómada de una sensibilidad a la deriva que se mueve eclécticamente”14. Yúdice formula que el postmodernismo no seŕıa sino el reconocimiento de que es- tamos viviendo y hemos vivido múltiples modernidades y no una modernidad única extinta o en extinción15. De paso, reconocer y reconocerse en lo “postmoderno”puede ir desde negar o rechazar el postmodernismo (cierta izquierda radical) hasta sobre- dimensionarlo a tal punto de volverlo moneda de cambio de cierto pensamiento fun- cional a posiciones neoliberales (por ejemplo ideas del “fin de la historia”, el “fin de las ideoloǵıas”). Afirma G. Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés: “En una palabra clave sobre el tema que nos ocupa, ‘La era del vaćıo’, la originalidad del movimiento postmo- derno está en el predominio de lo individual sobre lo universal, de lo psicológico sobre lo ideológico, de la comunicación sobre la politización, de la diversidad sobre la homogeneidad, de lo permisivo sobre lo coercitivo”. En la siguiente confrontación de valores realizada podrán apreciarse fácilmente las diferencias que marcan y sepa- ran a la postmodernidad de cualquier otro sistema de pensamiento precedente. La postmodernidad propugna y levanta como bandera: 1. Frente a la razón totalizante, el pensamiento débil. 2. Frente a los metarrelatos, los relatos. 3. Frente a los compromisos definitivos, los consensos blandos. 4. Frente a los valores absolutos, el politéısmo de valores. 5. Frente a la Historia unitaria, las historias parciales. 6. Frente a un mejor Futuro colectivo, el esteticismo presentista. 7. Frente a la Universalidad, el fragmento. 8. Frente a Prometeo, Dionisos y Narciso. 9. Frente a la militancia, el microgrupo. 14Nelly Richard. “Modernidad/postmodernidad: un debate en curso”, Estudios Públicos 27 1987: 307-313 15Jorge Yúdice. ¿Puede hablarse de postmodernidad en América Latina?”, Revista de cŕıtica literaria latinoamericana 29 1989: pp. 105-128 1.3. Postmodernidad 55 10. Frente a lo productivo, lo comunicativo. 11. Frente a la uniformidad, la diferencia (Rodŕıguez 1992: 37). El posmodernismo sugiere a Alberto Methol, tres v́ıas de análisis y expresión: La primera, la destrucción del metarrelato de la Ilustración: incredulidad respecto a que la historia sea la historia de la emancipación. Algunos de los considerados pos- modernistas, como Lyotard o Baudrillard, vienen de la frustración del “marxismo libertario”. La segunda pretende salvar a la Ilustración. Su centro está en la tradi- ción de la teoŕıa cŕıtica alemana, de los socialdemócratas, centristas. Su principal representante es Habermas. La tercera es norteamericana. Son los llamados neoconservadores (Daniel Bell, Peter Berger, Kristol, Lipset, Nisbet, Shils, Novak). En su mayor parte, vienen del progresismo liberal. Representan una reacción contra los oleajes de los años sesenta en la sociedad norteamericana. La sociedad de la opulencia. El capitalismo multiplicador del consumismo, estaba ı́ntimamente ligado a la oleada del hedonismo, a la quiebra de la moral puritana, pionera, y del sacrificio de los inmigrantes, que hab́ıan motorizado el desarrollo capitalista norteamericano. Una moral permisiva minaŕıa las bases de toda disciplina económica productiva. Tomó el camino neoconservador; conservando los principios liberales de la Ilustración, se volv́ıa a una fundamentación religiosa de la vida (Methol 1991/4: 64). En cuanto a escuelas de interpretación de la realidad cultural es válida la apor- tación de M. Harris quien atisba tres enfoques estratégicos: idealista, materialista y ecléctico16. La estrategia idealista consiste en tratar de explicar la cultura desde la superestructura ideológica y desde un exclusivo enfoque EMIC. La materialista pretende explicar el origen y los contenidos de la cultura desde los componentes tecno-económicos y tecno-ecológicos del entorno cultural. Su enfoque predominante es ETIC. La estrategia ecléctica pretende compaginar ambos puntos de vista. Carlos Beorlegui sitúa a la Antropoloǵıa posmoderna en el primer bloque, en la ĺınea de la “Etnosemántica” o “Nueva Etnograf́ıa”y de la “Antropoloǵıa simbólica”(Beorlegui 1993: 66). Aplicndolo a la aparición de grupos emergentes: “Se dan todas las condiciones en esta soidisant posmodernidad para la aparición de nuevas formas del viejo mito 16M. Harris. El materialismo cultural, Madrid, Alianza, 1987 56 Caṕıtulo 1. Paradigmas del hombre salvaje”, afirma el antropólogo y doctor en Socioloǵıa por la Sorbona Roger Bartra. “Vamos a ver una renovada explosión de esta mitoloǵıa. El punki, los tatuajes, el piercing apuntan hacia un nuevo salvaje cibernético. También las nuevas formas de lo mı́stico señalan un nuevo modelo de salvaje. Será una interesante demostración de que hay una necesidad moderna de mitoloǵıa”17. A la interrogante de Felipe Ehrenberg sobre los caminos actuales para generar un arte latinoamericano, Nestor Garćıa Canclini18 responde: “Las respuestas pueden ser, simultáneamente: reelaborar con una mirada geométrica, constructiva, expresio- nista, multimedia, paródica, nuestros oŕıgenes y nuestro presente h́ıbrido. Por eso son artistas liminales, que viven en el ĺımite o en la intersección de varias tendencias, artistas de la ubicuidad. Toman imágenes de las bellas artes, de la historia latinoa- mericana, de la artesańıa, de los medios electrónicos, del abigarramiento cromático de la ciudad. No se privan de nada: quieren ser populares, masivos, entrar en el mainstream del arte, estar en el propio páıs y en los otros”(Xibille 1998: 76). Fredric Jameson, en su libro “Postmodernismo y sociedad de consumo”19, explica los alcances omnicomprensivos de la nueva disposición conceptual para el diario vivir: “Nuevos tipos de consumo; desuso planificado de los objetos, (con) un ritmo cada vez más rápido de cambios en las modas y los estilos; la penetración de la publicidad, la televisión y los demás medios de comunicación de masas, en un grado hasta ahora sin paralelo en la sociedad; la sustitución de la antigua tensión entre la ciudad y el campo, el centro y la provincia, por el suburbio y la información universal; el desarrollo de las grandes redes de autopistas y la llegada de la cultura del automóvil”. En el ámbito de lo económico y geopoĺıtico, Thomas L. Friedman, autor del libro El Lexus y el olivo (2000) -el Lexus simboliza los mercados globales y las tecnoloǵıas emergentes; el Olivo, la identidad cultural local-, expone las coordenadas en que se mueve la posmodernidad. Habla de homologación, principio de mercado, fusiones, fisiones, integración; el cambio del enfrentamiento por la borrosa indiferencia, la sustitución del duro muro de Berĺın por la red virtual y de los conceptos pesados por las ideas veloces. 17El Páıs - 12 de Diciembre, 1997, p. 40 18Néstor Garcia Canclini. Culturas h́ıbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. México, Grijalbo, 1990. pp. 123-125 19Fredric Jameson. “Postmodernismo y sociedad de consumo”, en Hal Foster et al.- Postmoder- nidad. Barcelona: Ed. Kairós. 1985. p. 185 1.3. Postmodernidad 57 1.3.3. Concepción de Estado en el Postmodernismo Anibal Quijano (2000) entiende que el poder en el viejo empirismo sólo existe como autoridad, en un sólo ámbito de relaciones sociales, por definición, dispersas. En el postmodernismo, desde sus oŕıgenes post-estructuralistas, el poder sólo existe a la escala de las microrrelaciones sociales y como fenómeno disperso y fluido. En un plano general, el mundo posmoderno supone una fase en la que los Estados dejan atrás el concepto de equilibrio de poderes (balance of power) y se integran, sin desaparecer, en un orden superior, en vez de colapsar en un desorden inferior. Aśı capta Robert Cooper, diplomático y autor del “Estado posmoderno y el orden mundial” el incipiente repliegue y despliegue de la nueva propuesta y arquitectura del poder, postulando que hay regiones y Estados aún modernos donde impera el sistema antiguo del equilibrio de poderes. Estados Unidos, que se resiste a ceder o compartir soberańıa, seŕıa más bien moderno, aunque su composición social resulta más bien posmoderna. Y hay Estados o regiones premodernos, es decir, en formación o ruptura. James Kurth, profesor de Ciencias Poĺıticas en Swarthmore College y en Harvard, avisora o constata el potencial paradigmático de su páıs: “En cuanto a los Estados Unidos, parece que hoy les afectan ventajas del adelanto. Ellos son el prototipo de la sociedad posmoderna, la cultura pos-alfabetismo, las fuerzas militares pos- conscripción y la economı́a posindustrial. Desde la década de 1960, han sido cada d́ıa menos un estado y más un gobierno dividido e inmovilizado, dirigido por una clase poĺıtica cuyos intereses son de ı́ndole tanto internacional como nacional. En su calidad de régimen multicultural, antes que de nación-Estado, es posible que los EE.UU no sólo tengan mucho en común con la monarqúıa Habsburgo premoderna, sino que también le sirvan de modelo a gran parte del mundo en el futuro posmoderno”(Kurth 1993: 12). 1.3.4. Balance cŕıtico del Postmodernismo En Esteven Connor, autor de Cultura postmoderna20, el discurso académico pos- modernista es simultáneamente la expresión del caos y la fragmentación de la vida 20Steven Connor, Cultura Postmoderna, Introducción a las Teoŕıas de la Contemporaneidad, Ed., Akal, Madrid, 1996 58 Caṕıtulo 1. Paradigmas contemporánea y el proveedor del medio retórico para administrar e instrumentalizar tal caos y fragmentación. Esta teoŕıa, argumenta, se legitima por su desidentifica- ción con el centro; no por su contra-identificación. Luz Pérez Prado reseña: “Aunque atráıdos hacia la periferia, no han dado muestras de estar preparados para abandonar su posición ‘al margen de la frontera centro-periferia’. El análisis cultural posmoderno corre el riesgo de hacerse cómplice de las crecientes formas de globalización que bus- can aprovechar, explotar, administrar y por ende, restringir a esa diversidad de voces a las que el posmodernismo le ha dado la bienvenida”(Prado 1992: 253). Desde una posición marxista leninista respecto a la epistemoloǵıa y a la primaćıa social e histórica de las contradicciones de clase, Neil Larsen acusa al postmodernismo de ser una forma, aunque no convencional, de irracionalismo21. El viejo empirismo y el nuevo postmodernismo, en la convicción de Quijano, con- fluyen en una visión atomı́stica: “las relaciones sociales no forman campos complejos de relaciones sociales en los que están articulados todos los ámbitos diferenciables de existencia social y en consecuencia de relaciones sociales. Es decir, algo llamable sociedad, no tiene lugar en la realidad. Por lo tanto, encontrar explicación y sentido de los fenómenos sociales no es posible, ni necesario. La experiencia contingente, la descripción como representación, seŕıan lo único necesario y leǵıtimo”(Quijano 2000). Walter Mignolo, en perspectiva telescópica apunta a la rearticulación circular: “se tendió a pensar que el colonialismo hab́ıa concluido en su mayor parte a principios del siglo XIX, con la excepción de Cuba. Como se consideró que el colonialismo hab́ıa concluido se pensó en la modernidad. Aśı, la reflexión sobre América Latina y la modernidad (periférica) pasó por alto que lo que estaba en juego en la modernidad era, en realidad, nuevas formas de colonialidad. Por esta misma razón es esencial, hoy, pensar de qué manera la post-modernidad, en América Latina, es la cara visible de la post-colonialidad. Esto es, de ‘nuevas formas de colonialidad’. En este sentido la post-colonialidad no es el fin de la colonialidad sino su re-articulación”(Mignolo 2002). 21Neil Larsen. “Posmodernismo e imperialismo: Teoŕıa poĺıtica en Latinoamérica”. Nuevo texto cŕıtico 6 (1990): pp. 77-94 1.4. Fin de la Historia, fin de las ideoloǵıas 59 1.3.5. Alternativas al Postmodernismo En concordancia con el enunciado anterior, Mignolo asume que la postmodernidad revela en última instancia los mecanismos del capitalismo tard́ıo, que las necesarias alternativas a las teoŕıas post-modernas implican discurrir alrededor de la geopoĺıtica del conocimiento, la colonialidad del saber y las nuevas formas de colonialidad global; que las formas post-modernas no nos remiten a alternativas a la modernidad sino, en el mejor de los casos, a modernidades alternativas. 1.4. Fin de la Historia, fin de las ideoloǵıas 1.4.1. Justificación del concepto Vicente Verdú, escritor y periodista español, conspicuo observador de la realidad contemporánea, admite: “Todas las ideoloǵıas de envergadura han desaparecido de una escena que tiende a la despoblación doctrinal, a la transparencia y al despoja- miento del sentido”22. En tono escatológico Francis Fukuyama, acreditado comúnmente como autor in- telectual (contemporáneo) del constructo, anticipa: “El fin de la historia será un momento triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la pro- pia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica a escala mundial que exiǵıa audacia, coraje, imaginación e idealismo, será reemplazada por el cálculo económico, la interminable resolución de problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente, y la satisfacción de las sofisticadas demandas de los consumidores. En el peŕıodo no habrá arte ni filosof́ıa, sólo la perpetua conservación del museo de la historia humana”23. ¿Es en justicia, el momento más triste? Timothy Garton Ash, historiador y pe- riodista británico, comentando el periodo inmediatamente anterior al que nos ocupa, observa: “Entre las actitudes occidentales respecto al nazismo y el comunismo hay, desde hace mucho tiempo, lo que el escritor británico Ferdinand Mount ha llamado acertadamente una ‘asimetŕıa de indulgencia’. Esa asimetŕıa de indulgencia es to- 22Vicente Verdú. “Contra el siglo XXI”. El Páıs - 31 de Diciembre, 2000. Domingo, p. 2 23Francis Fukuyama. “¿El fin de la historia?, Estudios Públicos 37 (1990): pp. 5-31 60 Caṕıtulo 1. Paradigmas dav́ıa más drástica en relación con Mao, durante cuyo régimen murieron -según los cálculos del Libro negro- aproximadamente 65 millones de los 95 millones de v́ıctimas del comunismo en general”24. Fukuyama, matiza: “La forma en que yo utilicé la palabra historia, o, mejor dicho, Historia, se refeŕıa al avance de la humanidad a lo largo de los siglos hacia la moder- nidad, caracterizada por instituciones como la democracia liberal y el capitalismo”. Rememora: “Mi observación, hecha en 1989, en la v́ıspera de la cáıda del comunismo, era que este proceso de evolución parećıa estar llevando a zonas cada vez más amplias de la Tierra hacia la modernidad. Y que si mirábamos más allá de la democracia y los mercados liberales, no hab́ıa nada hacia lo que pod́ıamos aspirar a avanzar; de ah́ı el final de la historia. Aunque hab́ıa zonas retrógradas que se resist́ıan a este proceso, era dif́ıcil encontrar un tipo de civilización alternativa que fuera viable en la que la gente quisiera de verdad vivir, tras haber quedado desacreditados el socialismo, la monarqúıa, el fascismo y otros tipos autoritarios de gobierno’. Este punto de vista ha sido discutido por mucha gente, y quizá el más coherente haya sido Samuel Huntington. Él alegó que, más que avanzar hacia un único sistema global, el mundo permaneceŕıa enfangado en un “choque de civilizaciones”, donde seis o siete grandes grupos culturales coexistiŕıan sin converger y constituiŕıan las nuevas ĺıneas de fractura del conflicto global”25. Michel Foucault, historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés (1926-1984), a modo de conclusión: “No hay que engañarse: lo que tanto se llora no es la desaparición de la historia, sino la de esa forma de historia que estaba referida en secreto, pero por entero, a la actividad sintética del sujeto; lo que se llora es ese devenir que deb́ıa proporcionar a la soberańıa de la conciencia un abrigo más seguro, menos expuesto, que los mitos, los sistemas de parentesco, las lenguas, la sexualidad o el deseo; lo que se llora es la posibilidad de reanimar por el proyecto, el trabajo del sentido o el movimiento de la totalización, el juego de las determinaciones materiales, de las reglas de práctica, de los sistemas inconscientes, de las relaciones rigurosas pero no reflexivas, de las correlaciones que escapan a toda experiencia vivida; lo que llora es ese uso ideológico de la historia por el cual se trata de restituir al hombre todo 24Timothy Garton Ash. “Gulag y nazismo”. El Páıs - 29 de Septiembre, 2002. Domingo, p. 15 25Francis Fukuyama. “Seguimos en el fin de la historia”. El Páıs - 21 de Octubre, 2001, p. 21 1.5. Pensamiento único 61 cuanto, desde hace más de un siglo, no ha cesado de escaparle”26. 1.4.2. Cŕıticas al concepto Carlos Fuentes discute, reduce y ampĺıa: “El fin de la historia proclamado por Francis Fukuyama hace una década, hoy suena a broma. Lejos de terminar, la historia se ha vuelto tan rápida, el espacio tan grande y el tiempo tan breve que todas las formas forjadas durante un milenio -Estado, Nación, Sociedad Civil, Soberańıa- se están disolviendo, en tanto que se han reafirmado tribus, clanes, cotos lingǘısticos y religiosos. La globalidad no ha logrado crear una legalidad que gobierne por igual a los Estados nacionales dañados y a los tribalismos locales resurrectos”27. 1.5. Pensamiento único El Consenso de Washington es una expresión acuñada por el economista norte- americano John Williamson en 1989 para describir un conjunto de fórmulas, a la forma de reformas “estándar” para los páıses en desarrollo azotados por la crisis. En estricto sentido era un “consenso” diseñado para dar satisfacción a las demandas de instituciones tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Trataba de establecer una espe- cie de “buen sentido económico que sea aceptado de forma global”. Ese buen sentido económico se med́ıa en relación con las modas y las ideas dominantes de la época, que eran las del neoliberalismo. Inclúıa objetivos que en muchos casos fueron tra- tados como fines y no como herramientas: disciplina presupuestaria, cambios en las prioridades del gasto público, reformas fiscales con bases impositivas amplias y tipos marginales moderados, liberalización financiera y comercial, privatizaciones genera- lizadas, desregulación, etcétera. Fue tal la fuerza del Consenso de Washington que algunos lo denominaron la “ideoloǵıa del mundo” (Fitoussi), y otros, “pensamiento único”28. Arranca de los fundamentos de la revolución conservadora instrumentada por 26Michel Foucault. Arqueoloǵıa del saber. México: S. XXI Ed. 1970, pp. 23-24 27Carlos Fuentes. “Nueva realidad, nueva legalidad”. El Páıs - 23 de Septiembre, 2001, p. 29 28Joaqúın Estefańıa. “El nuevo consenso de Buenos Aires”. El Páıs - 19 de Octubre, 2003, p. 15 62 Caṕıtulo 1. Paradigmas Margaret Thatcher y Ronald Reagan que, como toda revolución, la dirige una van- guardia. Estefańıa, en otro análisis (“La segunda revolución capitalista”), explica: “Cuando los postulados de esa revolución (el mundo es una mercanćıa; renunciemos a construir nuestro futuro y dejémonos dirigir por el mercado) se hacen hegemónicos en universidades, centros de poder, instituciones multilaterales, servicios de estudios, etcétera, es cuando devienen en una especie de pensamiento único del que ahora, en- tre un siglo y otro, se intenta salir en una elaborada transición, todav́ıa no se sabe bien hacia qué tipo de paradigma”29. Pensamiento Unico, nombre acuñado por Ig- nacio Ramonet, de referencia ampliamente reiterada en las páginas de Le Monde Diplomatique, periódico que dirige. 1.6. Neoliberalismo - Neoestructuralismo 1.6.1. El Neoliberalismo, su historia William Pfaff, columnista del Internacional Herald Tribune, informa y previene: “El padre, y principal intelectual del movimiento, fue Friedrich von Hayek cuyos ar- gumentos sobre el libre mercado incluyen la idea de que la regulación gubernamental en el ámbito económico está conectada de forma ı́ntima con la tirańıa poĺıtica. Lo resume el t́ıtulo de su libro más conocido: Camino de servidumbre”30. Esta teoŕıa tuvo gran eco en el decadente estado de bienestar británico, momento que coincide con la ascensión al poder de Margaret Thatcher (1979), coyuntura además en la que el modelo keynesiano erigido para hacer frente a los problemas de las finanzas internacionales también haćıa aguas. En aras a equilibrar la balanza, desde su doble condición de empresario y econo- mista, Guillermo de la Dehesa hace una defensa del tan denostado “neoliberalismo”, anota: “El nuevo liberalismo se ha ido imponiendo lentamente al nuevo keynesia- nismo desde la primera crisis del petróleo, porque este último no daba respuestas teóricas y prácticas suficientes a los nuevos problemas que se estaban experimen- tando, como el de la ‘estanflación’, y porque hab́ıa creado unos sectores públicos 29Joaqúın Estefańıa. “La segunda revolución capitalista”. El Páıs - 5 de Marzo de 2000. Domingo, p. 10 30William Pfaff. “El fracaso de la globalización”. ABC - 13 de Agosto, 2000, p. 6 1.6. Neoliberalismo - Neoestructuralismo 63 dif́ıcilmente financiables por los contribuyentes. Es decir, el liberalismo no tiene na- da de ‘pensamiento único’, sino de pensamiento más práctico y mejor adaptado, por el momento, a la realidad económica. Los paradigmas, como señalaba Karl Popper, sólo duran lo que tarde en aparecer otro que tenga más fundamento y se adapte mejor a la realidad. Igual terminará pasando con este nuevo paradigma liberal algún d́ıa”31. Con exquisito rigor, reconocida de antemano la rigidez conceptual de tanto analis- ta y poĺıtico en la región, Carlos Fuentes sintetiza: “En un mundo en el cual circulan diariamente 1,3 billones de dólares sin finalidad productiva, la lógica financiera y especulativa tiende a dominar en las economı́as nacionales. El poder público, en con- secuencia, se somete a esta ‘lógica’, aplicada en la América Latina con el fervor antes reservado al Tomismo o al Positivismo, es decir, con más fidelidad que en sus propios páıses de origen, dado que el capitalismo japonés, el europeo y aun el norteameri- cano tienen frenos, equilibrios, sanciones y caṕıtulos sociales más amplios que los del nuevo dogma latinoamericano”32. 1.6.2. Antecedentes ideológicos del Neoliberalismo A contrapunto de convencimientos asentados, el tema de los oŕıgenes doctrinales de teoŕıas sociológicas y poĺıticas vuelve a enquistarse en los laboratorios intelectuales de avanzada. En su obra, La Revolución de los Santos. Estudio sobre los oŕıgenes de la poĺıtica radical, Michael Walzer, uno de los expertos en filosof́ıa poĺıtica más relevantes de los Estados Unidos, profesor en Harvard, de cuyos enunciados haremos proĺıfica mención, sostiene que el liberalismo y el capitalismo sólo aparecen en forma plenamente desarrollada cuando cobran carácter secular, en otras palabras, cuando el puritanismo se ha agotado como fuerza creadora. A su juicio, la comunidad santa no hubiese sido ni liberal ni capitalista. En un sentido, afirma, el ascetismo terrenal precedió a la libertad empresarial tanto como el celo poĺıtico precedió al liberalismo (Walzer 2008: 323). En contraste con el puritanismo, la poĺıtica liberal estaba marcada por una ex- 31Guillermo De La Dehesa. “Entorno a los efectos de la globalización”. El Páıs - 21 de Abril, 2001, p. 11 32Carlos Fuentes. “Después del neoliberalismo”. El Páıs - 7 de Mayo, 1998, p. 13 64 Caṕıtulo 1. Paradigmas traordinaria confianza en la razonabilidad del ser humano, y en el orden como bien asequible. El estado lockeano, en tal trance, no fue una comunidad disciplinaria co- mo la comunidad santa calvinista, se apoyaba en la presunta virtud poĺıtica de los ciudadanos. Este convencimiento les indućıa a prescindir de los controles religiosos e incluso de los ideológicos porque, entend́ıan, ya estaban implantados en los hom- bres. En algún sentido el liberalismo depend́ıa de los santos, personas de cuya buena conducta se pod́ıa fiar. Expone Walzer, la relación entre puritanismo y liberalismo, es quizás, de preparación histórica, no de contribución teórica (Walzer 2008: 320). Walzer sostiene que ni Marx ni Weber han logrado demostrar que los puritanos -que creen en la predestinación- se hayan convertido luego en capitalistas. Diversas fuentes (cartas, diarios, memorias) sugieren que la expresión más significativa de la nueva fe era cultural y poĺıtica antes que económica. La magistratura -que ejerce un papel en la creación y mantenimiento del nuevo orden moral- es la definición más adecuada de la vocación de los santos, superando con creces, en tanto pulsión aspiracional, la ambición capitalista o la libertad bur- guesa. Respecto de la supuesta conexión entre capitalismo y calvinismo, la disciplina moral de los santos puede interpretarse como el condicionamiento histórico del hom- bre capitalista, pero la disciplina no era capitalista en śı misma. Puede sostenerse que el esfuerzo sistemático y el autocontrol fue una preparación admirable para el trabajo sistemático en negocios, oficinas, fábricas. Adiestró a los hombres para que tuviesen la concentración que exige un sistema económico moderno. El autocontrol es la base de relaciones contractuales impersonales. Weber sugiere que el puritanismo favoreció un esṕıritu racionalista, pero no codi- cioso. Herbert Marcuse descubre una “ética protestante” en el marxismo soviético33. Recorriendo el horizonte, Weber sustenta que tanto la codicia sistemática como el ascetismo tienen un origen calvinista. Entiende que la tensión que ejerce sobre el creyente la doctrina de la predestinación le lleva a la búsqueda de éxito en cuanto señal de salvación. La total voluntariedad de un Dios inescrutable, según Weber, produjo voluntariedad en un hombre aprensivo y puso en marcha una mentalidad empresarial, a la par de técnicas de negocios, que redundan en más beneficio. Su ar- gumento se viene abajo, sentencia Welzer. Afirma que: “Si el ansia de beneficios de 33Herbert Marcuse. El marxismo soviético: análisis cŕıtico. Madrid, Alianza, 1975 1.6. Neoliberalismo - Neoestructuralismo 65 los capitalistas tiene, en verdad, caracteŕısticas peculiares e irracionales, sus oŕıgenes no deben buscarse en lo santos. Pues el puritanismo no fue una ideoloǵıa que alentara la acumulación continua y sin ĺımites. Entre los santos predominaba, en cambio, una tendencia a ser limitados y conservadores en sus concepciones económicas; instaban a los hombres a no buscar más riqueza de la necesaria para una vida modesta o, alternativamente, a destinar el superávit a la caridad” (Walzer 2008: 321). Las ideas de los puritanos son semejantes a las de los protojacobinos en la Francia del siglo XVIII, quienes también miraban con ojos poco amigables el desarrollo de la empresa capitalista, soñando con una república espartana donde los banqueros y los gran- des comerciantes no fueran bienvenidos34. Los escritos de los ministros (pastores) están llenos de denuncias sobre cercamientos, prácticas usureras, monopolistas, de comerciantes tramposos. El juicio de los santos sobre la búsqueda de riquezas está documentado a plenitud en la postura del peregrino de Bunyan, soliviantado e incómodo en la ciudad de Vanity, cargado de desdén hacia sus compañeros, los señores Money-love y Save- all35. En América Latina a partir de la segunda mitad del siglo XX, en el recuento de Mignolo, se rearticularon tres v́ıas de análisis engarzadas con propuestas programáti- cas: el liberalismo en su versión neo-liberal-civilización del mercado cuyo axioma: la economı́a de mercado contribuirá a la democracia global; el cristianismo bifurcado en dos vertientes: la de la Iglesia predominante en complicidad con el Estado y el Capital y, por otro, la emergencia de la teoloǵıa de la liberación y de la filosof́ıa de la liberación, que el autor clasifica como proyectos de descolonización espiritual e intelectual. En tercer lugar, la contribución del marxismo como proyecto poĺıtico (e.g. revolución cubana). Mignolo considera que a pesar de la importancia poĺıtica e intelectual de los “proyectos oposicionales”, a la postre reprodujeron el esquema que surgió en Europa después de la revolución industrial (Mignolo 2002). 34J.L. Talmon, Los oŕıgenes de la democracia totalitaria, Madrid, Aguilar, 1956, pp. 58 y ss. 35John Bunyan. El progreso del peregrino, Madrid, Cátedra, 2003, pp. 95 y ss., pp. 107 y ss. 66 Caṕıtulo 1. Paradigmas 1.6.3. Caracteŕısticas del Neoliberalismo El siglo XXI amaneció confrontado a dos vertientes ideacionales: una hegemónica, el liberalismo, otra subalterna de intención contestataria, el materialismo histórico. De acuerdo al modelo neoliberal: los mercados funcionan en razón de lo que desprenda una “conducta económica racional”, que libremente expresada, y dentro de condiciones de competencia perfecta, genera un óptimo, el equilibrio general. El ABC del neoliberalismo, en el esquema de Luis Vallejos Zamudio, economista colombiano, seŕıa: El mercado es el mejor asignador de recursos; oferta y demanda, actuando libremente, serán eficientes en la señalización de los mismos; Se requiere eliminar todo aquello que interfiera la libre formación del precio de un bien o servicio; de ah́ı la necesidad de desmontar el sistema de incentivos, subsidios, aranceles, etc.; El Estado no debe intervenir en la actividad económica, sino, más bien, fomen- tar la seguridad social y dotar al páıs de la infraestructura básica que ayude a elevar la rentabilidad privada; El proteccionismo conduce a la ineficiencia del aparato productivo y a una concentración monopólica y oligopólica de la estructura productiva; de ah́ı que es esencial desmontar la estructura arancelaria y para-arancelaria, potencian- do aśı la apertura del comercio internacional, y, de esta forma, enfrentar la producción nacional con la extranjera contribuyendo, además, a la entrada y salida de capitales sin restricción alguna; La economı́a es oscilante y la actividad productiva cambia continuamente, de- bido al comportamiento del ciclo económico. Por lo anterior, es pertinente que los empleadores puedan reducir o ampliar la planta de personal, sin que la legislación laboral constituya para ello una restricción. A juicio de Milton Friedman, el ideólogo máximo del monetarismo, el monopolio de los sindicatos es el causante de los desequilibrios en el mercado laboral; al igual que otras remuneraciones. El salario debe ser flexible hacia arriba y hacia abajo, ya que es el mecanismo de los precios el que debe permitir el ajuste en la actividad laboral (Vallejo 1995: 38). 1.6. Neoliberalismo - Neoestructuralismo 67 Las poĺıticas monetaristas fueron aplicadas gradualmente pudiendo distinguir algunas fases: a) Liberalización de los mercados. b) Aplicación de poĺıticas de shock, que consiste en la abrupta reducción de la demanda agregada. c) Reducción de costos y expectativas inflacionarias, mediante la manipulación del tipo de cambio y la expansión del crédito privado. Liberalización de las tasas de interés y del precio de los bienes, y control sobre los salarios que a la postre condujeron a drásticas reducciones en el poder adquisitivo de los trabajadores; situación que además se tradujo en el aumento de la tasa de desempleo (Jiménez 1992: 64). 1.6.4. Reformas En ĺınea con lo anterior, sobreentendido el interés de los organismos internacio- nales por aplicar tal paradigma, se postulan reformas, cuyo orden y lógica, tema no resuelto, produjo -por desembocar en desequilibrios insostenibles (desintegró sec- tores protegidos de la empresa pública, estranguló pequeñas y medianas empresas, generó paro estructural)-, conmoción y encono al interior de los páıses objetos de intervención. En ánimo de prevenir tales riesgos, investigaciones realizadas o patro- cinadas por el Banco Mundial durante los años ochenta (Choski y Papagiorgiou, 1986, por ejemplo) propusieron secuencias como ésta: 1. lograr la disciplina fiscal; 2. desregular el mercado de trabajo; 3. liberalizar el comercio de los bienes, incluyendo el internacional; 4. liberalizar el mercado financiero interno, y 5. liberalizar los flujos de capitales con el exterior. 1.6.5. Privatizaciones Maura de Val, en La privatización en América Latina”. ¿Reconquista financiera y económica de España? (2001) sugiere que la marea privatizadora en América La- tina no se explica tan sólo por la aplicación práctica de la ideoloǵıa neoliberal, sino 68 Caṕıtulo 1. Paradigmas también por la inviabilidad de las empresas públicas de la zona, con las excepcio- nes que se quiera, y su incompetencia para atender los servicios de los ciudadanos. Jesús Mota, quien reseña la obra, agrega: “El texto de Maura de Val no rehúye ni uno solo de los tópicos, desde la depredación económica producida por las primeras privatizaciones hasta las menciones a la reconquista, siguiendo en este caso al pie de la letra la etiqueta de conquistadores adjudicada por la prensa económica anglo- sajona a empresas como Telefónica, Endesa o Repsol. El dibujo es sugestivo, por lo sencillo de entender y por lo paródico: la avidez depredadora de las multinacionales, el ventajismo corruptor de los grupos españoles, la omnipresencia del neoliberalismo como poĺıtica económica distorsionadora perturban el crecimiento de la riqueza en la zona y la condenan a la indigencia secular”36. Figura 1.1: Privatizaciones (opiniones por páıses). Fuente: Latinobarómetro, 2002 36El Páıs - 20 de Enero, 2002. Negocios, p. 4 1.6. Neoliberalismo - Neoestructuralismo 69 1.6.6. Cŕıticas al Neoliberalismo Esta teoŕıa que plantea el “bienestar del mercado” en reemplazo del Estado de bienestar, apostilla Edgardo Jiménez Cabrera, “retoma las teoŕıas de la oferta y del desequilibrio. Por lo tanto, el proceso de reorganización económica, poĺıtica y social que propone el neoliberalismo, es reforzado por un cuerpo normativo, por nuevos valores de validez universal (rentabilidad, productividad, competitividad) y por los principios (pragmatismo-realismo) que tienden a afianzar las nuevas relaciones sociales que se constituyen a partir del mercado”(Jiménez 1992: 61). Para los neoestructuralistas, los principales desaciertos de los monetaristas se encuentran en haber prestado escasa atención a las restricciones estructurales del crecimiento y conferido demasiada importancia al mercado y no a la intervención del Estado en el ordenamiento de la economı́a; su principal mérito consistió en postular la estabilidad y los equilibrios macroeconómicos de corto plazo como condición del crecimiento. De estas apreciaciones resultan dos principios que van a encauzar la estrategia de desarrollo de parte de los neoestructuralistas: de una parte, considerar al Estado aśı como al mercado como indispensables para un buen desempeño del sistema productivo; de otra parte, centrar la atención en los limitantes de largo y corto plazo del crecimiento37. En el documento: “Del Desarrollo Hacia Adentro al Desarrollo Desde Dentro” (1991), Oswaldo Sunkel estima que de las diferencias de ambos enfoques, resultan igualmente diferentes apreciaciones en materia de poĺıtica económica. Mientras los neoestructuralistas consideran la necesidad de combinar e integrar las poĺıticas se- culares y de corto plazo, los monetaristas sólo enfatizan en los aspectos fiscales, monetarios y cambiarios que influyen en el equilibrio de las variables macroeconómi- cas. A partir de un interés contextuado en emergencias propias de la época, Ricar- do French-Davis plantea: “Luego del retroceso experimentado bajo el peso del mo- netarismo, a nuestro juicio corresponde retomar la tradición estructuralista, incor- porándole una preocupación sistemática por el diseño de poĺıticas económicas. Los equilibrios macroeconómicos, la coordinación del corto con el largo plazo, la concer- 37Oswaldo Rosales. ”Balance y Renovación en el Paradigma Estructuralista del Desarrollo Lati- noamericano”: Revista de la CEPAL No. 34, abril, Santiago de Chile. 1988 70 Caṕıtulo 1. Paradigmas tación entre sectores públicos y privados, la construcción de estructuras productivas y de gestión que tengan incorporadas en śı una mayor igualdad, y consideraciones respecto de estrategias y poĺıticas que posibiliten una mayor autonomı́a nacional, son aspectos que poseen gran relevancia. Es lo que puede denominarse ‘Neoestruc- turalismo” 38. Desde sectores aśı llamados “progresistas” las objeciones a lo que Gregorio Iriar- te denomina “Teoŕıa Desarrollista”, el neoliberalismo, son múltiples. De partida, las causales básicas de la acumulación original de capital (las, en sus palabras, terribles injusticias que la revolución industrial supuso, lo que a su vez implica relación di- recta entre explotación colonial hacia afuera e injusticia hacia adentro). Por otro, la imposibilidad, al menos actual, de imitar la trayectoria económica de los páıses desa- rrollados, que poseen el control del capital, de la tecnoloǵıa y del mercado. Se trata de condiciones históricas que ya no pueden repetirse: expoliación de las colonias, la explotación del comercio mundial, la incorporación tecnológica. Por otro lado, en consonancia con sus propios intereses, cada clase social busca un tipo de desarrollo diferente. La aplicación, tantas veces acŕıtica de los nuevos postulados, tuvo una contra- parte poĺıtica, significación que se ha perfilado sin estimar el impacto relativo de tal desplazamiento en el largo plazo. Quijano realiza el balance, una anotación en el “debe” de, al menos, la teoŕıa dominante: “En los últimos años en América Latina se formaron varios gobiernos de izquierda o progresistas, o que antes de asumir el poder definieron un programa antineoliberal: Alejandro Toledo se impuso en Perú gracias a la movilización social que desplazó al régimen de Alberto Fujimori; el coronel Lucio Gutiérrez en Ecuador fue llevado al gobierno por un potente movimiento ind́ıgena; Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva se convirtieron en presidentes por la labor de amplios movimientos sociales que debilitaron o hicieron entrar en crisis el modelo neoliberal. La llamada “revolución bolivariana”, encabezada por Hugo Chávez, seŕıa impensable sin la insurrección de 1989 denominada Caracazo o Sacudón”(Quijano 2000). “En Bolivia, el poderoso movimiento social que derribó al gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada se partió en dos cuando Carlos Mesa asumió el poder. 38R. French-Davis, (1985): Neoestructuralismo e Inserción Externa. En: Revista Nueva Sociedad. Noviembre-Diciembre, Caracas, p. 144 1.6. Neoliberalismo - Neoestructuralismo 71 Por un lado, aparecen la Central Obrera Boliviana (COB), los sin tierra y las juntas vecinales de El Alto -epicentro de la insurrección de Octubre de 2003- que mantienen en pie las banderas de la nacionalización del gas. Pero su poder de convocatoria se ha debilitado ante un gobierno que hace concesiones y busca aislarlos. Por el otro lado, están los cocaleros dirigidos por Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS)”(Zibechi 2005). Analizando el impacto de los movimientos sociales de resistencia, Maŕıa Gabriela Armida, apunta: “Un nuevo escenario se abre hacia fines de los 90 y principios del nuevo milenio con la aparición, al decir de algunos la ‘visibilización’, de diferentes acciones colectivas de resistencia y lucha contra lo que en forma genérica se conoce como ‘neoliberalismo’, inscribiéndose éstas en diversos movimientos sociales conteni- dos en un amplio espectro que recorre desde la experiencia del zapatismo, pasando por el MST de Brasil, hasta los casos de Bolivia, Ecuador y Argentina incluyendo también, sin pretender en esta sucinta enumeración agotar las innumerables experien- cias en desarrollo, la particular situación venezolana”. En un horizonte de aparición y contenido: “Si bien el término ‘movimiento social’, en singular, surge en el ámbito de las ciencias sociales durante el s. XIX para referirse exclusivamente al movimiento obrero durante su etapa de consolidación como protagonista principal de las luchas al interior de las sociedades con mayor desarrollo capitalista, es hacia la década de los 60 del siglo XX, como consecuencia de la aparición en la escena poĺıtica de nuevos actores sociales con sus particulares reivindicaciones y formas de organización (que se consolida) principalmente en Europa y Estados Unidos”(Armida 2005). Las grandes movilizaciones sociales en distintos páıses de la región: una versión actual de lo que José Nun llamó “la rebelión del coro”, ha supuesto la remoción de “sillas doradas”, la presencia de actores: “piqueteros”,“ind́ıgenas”, “cocaleros”, orga- nizaciones, protestas variopintas: “cacerolazos”,“marchas por la dignidad”, “cortes de ruta”, signos más que śıntomas de un tiempo de transición que, para la veloci- dad del cambio en uso, plantean desaf́ıos impostergables para una gobernabilidad regional frágil y dependiente. 72 Caṕıtulo 1. Paradigmas Figura 1.2: Opinión sobre la economı́a de mercado. Fuente: Latinobarómetro, 2002 1.7. Presupuestos teóricos de esta investigación Como hipótesis de trabajo, como conjetura plausible, planteamos: Si se hubiese generado en el imaginario fundante de América Latina -que en nuestra convicción emerge, en lo axial, de un presupuesto espiritual asociado a la idea de imperio-, una disposición conceptual y una práctica similar a la conocida en otros escenarios del ámbito continental, la forma de enfrentar la “Década Perdida” hubiese conducido a derroteros sensiblemente menos desafortunados que los que de hecho se verificaron en el periodo. Esta problemática estaŕıa asociada a la incongruencia entre estructura institucional y ethos cultural latente. Para desentrañar los fundamentos teórico-epistemológicos de los imaginarios so- 1.7. Presupuestos teóricos de esta investigación 73 ciales es preciso, en primer lugar, diferenciar el término respecto a otros similares o derivados como imaginación, representación social, etc. El Dr. José Cegarra39, en “Fundamentos Teórico Epistemológicos de los Imaginarios Sociales” tras una revisión cŕıtica de los trabajos más relevantes sobre el tema (Moscovici, Abric, Castoriadis, Durand, Carretero, Baeza, Pintos), concluye: los imaginarios sociales constituyen 1) esquemas interpretativos de la realidad, 2) socialmente legitimados, 3) con manifes- tación material en tanto discursos, śımbolos, actitudes, valoraciones afectivas, cono- cimientos legitimados, 4) históricamente elaborados y modificables, 5) como matrices para la cohesión e identidad social, 6) difundidos fundamentalmente a través de la escuela, medios de comunicación y demás instituciones sociales, y 7) comprometidos con los grupos hegemónicos40. 1.7.1. Enfoques estratégicos Como eslabón previo al paradigma que consideramos más cercano al objeto de estudio de esta investigación -que organizamos en cascada- repasamos someramente antecedentes que nos resultan clave. Cuando caracterizamos la “Postmodernidad”, seguimos el criterio de Carlos Beor- legui quien, apoyándose en Malvin Harris, sitúa a la Antropoloǵıa posmoderna al interior de la estrategia idealista que trata de explicar la cultura desde la superes- tructura ideológica y desde un exclusivo enfoque EMIC, en ĺınea, a su vez, con la “Etnosemántica” o “Nueva Etnograf́ıa” y de la “Antropoloǵıa simbólica”. 39José Cegarra (2012). Fundamentos Teórico Epistemológicos de los Imaginarios Sociales, Cinta moebio 43: 1-13 40Moscovici, S. 1979. El psicoanálisis, su imagen y su público. Buenos Aires: Huemul.Abric, J. 2001. Prácticas sociales y representaciones. México: Coyoacán.Castoriadis, C. 2007. La institución imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Tusquest.Durand, G. 2005. Las estructuras antropológicas del imaginario. México: Fondo de Cultura Económica. Carretero, A. 2001. Imaginarios sociales y cŕıtica ideológica. Una perspectiva para la comprensión de la legitimación del orden social. [Do- cumento en ĺınea]. Disponible: http://cervantesvirtual.com/. Baeza, M. 2004. Ocho argumentos básicos para la construcción de una teoŕıa fenomenológica de los imaginarios sociales. [Documento en ĺınea]. Disponible: http://www.gceis.cl/. Pintos, J.L. 2005. Comunicación, construcción de la realidad e imaginarios sociales. Utoṕıa y Praxis Latinoamericana 10(29): pp. 37-65 74 Caṕıtulo 1. Paradigmas 1.7.2. Versiones en antropoloǵıa postmoderna Carlos Reynoso41 ordena aśı: (a) la corriente más importante está centrada en lo que suele llamarse una interpre- tación “meta-antropológica” o “meta-etnográfica”; (b) un segundo grupo está centrado en la “etnograf́ıa experimental”; (c) y el tercer grupo es el más extremo, con pretensiones de constituir la “vanguar- dia” de toda la corriente postmoderna. “Los autores más importantes de la corriente centrada en la ‘meta-antropoloǵıa’ o ‘meta-etnograf́ıaśon James Clifford, George Marcus, Dick Cushman, Marylin Strat- hern, Robert Thornton, Michael Fischer y el propio Clifford Geertz. El tercer grupo que está liderado por Stephen Tyler y Michael Taussig, quienes pretenden llegar hasta el final de los presupuestos posmodernos, no contentándose ni con una visión ‘meta lingǘıstica’ del quehacer antropológico, sea teórico o práctico, ni con promover un nuevo modo de trabajo de campo etnográfico, sino proclamar la imposibilidad de hacer antropoloǵıa e investigación cient́ıfica. Este grupo, y más en concreto Tyler, ha propuesto una epistemoloǵıa irracionalista que reformula todo el proyecto cient́ıfico desde la ráız, en términos todav́ıa programáticos. A su vez Taussig ha hecho estallar el género y la autoridad etnográfica mediante el uso simbólico del montaje y el collage” (Beorlegui 1993: 75, 81). 1.7.3. La Epistemoloǵıa Constructivista Obviando antecedentes histórico-contextuales, y al interior de una epistemoloǵıa constructivista -para Von Glasersfeld-42, “subjetivo” significa que la situación perso- nal y social del sujeto de la comprensión es más relevante que la configuración teórica y conceptual de la disciplina. “Objetivo” significa lo contrario: el conocimiento y la comprensión es controlado por el aparato conceptual y teórico de la disciplina que reprime la “participación” personal del sujeto de la comprensión (Mignolo 2005). 41Carlos Reynoso (comp.), El surgimiento de la Antropoloǵıa postmoderna, Barcelona, Gedisa, 1991 42Von Glasersfeld, E. (1984). An introduction to radical constructivism. En Watzlawick, P. (Ed.), The invented reality, pp. 17-40. New York: Norton 1.7. Presupuestos teóricos de esta investigación 75 En esta perspectiva, la teoŕıa podŕıa dejar de ser un esquema cerrado escindido que se “aplica” en un caso concreto para ser parte misma de la tarea de la inves- tigación en ciencia social. Premisas como esta llevaron a Enrique de la Garza a proponer el concepto de teoŕıa como configuración43.“Concebir la teoŕıa como una configuración nos habilita para abandonar formas estándares vinculadas a sistemas axiomáticos deductivos ŕıgidos y proponer nuevas articulaciones, incorporando dife- rentes niveles de lenguajes y claridad en los conceptos. Por lo tanto, permite una investigación mucho más plástica que se reconfigure en el mismo proceso (. . . ) Esta visión abre la posibilidad de que el proceso de investigación emṕırica reconfigure as- pectos teóricos, contribuya a replanteos en diferentes niveles (desde ontológicos hasta metodológicos y técnicos). En definitiva de lo que se trata es de poner en cuestión la omnipresencia del sistema axiomático (hipotético-deductivo) que conlleva el diseño de investigación que privilegian lo explicativo por sobre lo comprensivo” (Retamo- zo 2008). La enseña seŕıa avanzar sobre y a pesar del obstruccionismo epistémico imperante. 1.7.4. La subjetividad colectiva ¿Es plausible una teoŕıa de la subjetividad colectiva involucrada en la construc- ción del sujeto social? Colectiva en la medida en que se vincula a la producción de identidades colectivas, demandas sociales, proyectos históricos, formas de acción, etc. De la Garza44 explora en torno a esta idea, la asocia a la atribución de sentido. Es decir, la subjetividad colectiva es concebida como un proceso de dotar de senti- do a situaciones compartidas a partir de movilizar códigos que pueden provenir de diferentes campos (cognitivo, emotivo, ético, estético). Lo anterior conlleva dos preocupaciones factibles de ser estudiadas emṕıricamen- te. “Por un lado, las formas en que se construyen esos sentidos y, por otro, las maneras de conformar sentido (articulación de códigos discursivos) y de operar en el razona- miento cotidiano. El primero se vincula al concepto de cultura como un proceso de acumulación, sedimentación, y disputa por sentidos. Evidentemente esto tiene una 43De la Garza, E. 2001b. La epistemoloǵıa cŕıtica y el concepto de configuración. Revista Mexicana de Socioloǵıa 1: 109-127 44De la Garza, E. 2001a. Subjetividad, cultura y estructura. Revista Iztapalapa 50: pp. 83-104 76 Caṕıtulo 1. Paradigmas referencia en Gramsci45 y su noción de hegemońıa, puesto que desde esa perspectiva es posible estudiar los modos de dominación simbólica e ideológica, al mismo tiempo que las resistencias, en especial al reconstruir procesos históricos para el estudio del presente. En efecto, una noción de cultura que admita sentidos dominantes (pero también la persistencia de estratos semánticos subalternos), conllevará una mejor ubicación para pensar la construcción de discursos y acciones tendientes a poner en cuestión el orden social a partir de un estudio histórico-social de las subjetividades subalternas. El segundo campo a estudiar en la subjetividad involucrada en el movi- miento social está compuesto por las formas de articular los códigos provenientes de la cultura y la producción de razonamientos que pueden tener como conclusión algo propio del silogismo práctico aristotélico: la acción. En este punto es preciso señalar que no necesariamente el procedimiento de razonamiento que habilita la acción debe respetar criterios lógico-formales; antes bien su origen y validación procede de una multiplicidad de mecanismos presentes en el sentido común” (Retamozo 2008). En conexión y volviendo al tema de los imaginarios sociales. La gran transfor- mación que parte de inicios de los ochenta se caracterizó por el derrumbe de los grandes discursos cŕıticos, especialmente del marxismo que da paso a la hegemońıa neoliberal que influyó, aparte de la economı́a, a otras ciencias sociales. Al menos formalmente, la idea de utoṕıa ha desaparecido, y se demanda una teoŕıa diversa a la teoŕıa estándar, es decir algo muy distante del universalismo positivista o de la generalización homogeneizante de las explicaciones inductivas, la larga permanencia emṕırico-racionalista. En suma, una epistemoloǵıa cŕıtica no puede sino ser negativa a la universalidad de las leyes sociales. Habŕıa, en definitiva, un nivel del lenguaje teórico o no observacional, diferenciado del emṕırico u observacional. Maffesoĺı46 hace referencia a la cuestión, de la siguiente manera: “urge que el discurso sobre lo social escuche con más atención al discurso de lo social”. De la Garza47, agrega: “un sistema hipotético deductivo como estructura de la teoŕıa no resuelve estos complejos problemas, porque esta estructura supone relaciones claras entre conceptos en proposiciones y un sistema conceptual con capacidad de predicción 45Gramsci, A. 1977. Antoloǵıa. Madrid: Siglo XXI 46Maffesoĺı, M. 1993. El conocimiento ordinario. Compendio de socioloǵıa. México: Fondo de Cultura Económica 47Enrique de la Garza T. La epistemoloǵıa cŕıtica y el concepto de configuración. Revista Mexi- cana de Socioloǵıa, Nun 1, Vol. 63. Enero-Marzo de 2001 1.8. Metodoloǵıa 77 y explicación. Por ejemplo el uso de analoǵıas, de esquematizaciones (simplificaciones abusivas), de recetas (basadas en la experiencia práctica inmediata), del principio etcétera (im- plicación por inducción) o bien la indexalidad (el significado depende del contexto), la reflexibilidad (interactiva) el método documental de interpretación (basado en ideas nuevas), la utilización del principio de la razón mundana (supuesto de que to- dos tenemos acceso a la misma información), el uso de relatos, la intertextualidad (uso de pastiche de realidades anteriores), y los recursos retóricos como la acredita- ción de categoŕıas, el discurso empirista, el uso de la metáfora de la metonimia y del antropomorfismo”. Un reconocido estudioso del imaginario social, Juan Luis Pintos define los ima- ginarios sociales como “aquellas representaciones colectivas que rigen los sistemas de identificación y de integración social y que hacen visible la invisibilidad social” (1995: 8), es decir, las regulaciones sociales adquieren “materialidad” a través de las actuaciones debidamente sancionadas y reguladas de los comportamientos indi- viduales. En otra aproximación, para Pintos los imaginarios sociales seŕıan “aquellos esquemas, construidos socialmente, que nos permiten percibir algo como real, ex- plicarlo e intervenir operativamente en lo que en cada sistema social se considere como realidad”48. Manuel Antonio Baeza, se refiere a los imaginarios sociales como “múltiples y variadas construcciones mentales (ideaciones) socialmente compartidas de significancia práctica del mundo, en sentido amplio, destinadas al otorgamiento de sentido existencial” (2004: 2, citado). Baeza habla de imaginarios dominantes e imaginarios dominados. Por último, ¿es el imaginario social el nuevo paradigma del conocimiento so- ciológico y de las ciencias humanas en general? 1.8. Metodoloǵıa En nuestro esfuerzo en torno al trabajo de documentación y revisión del estado de la investigación y particularmente a lo que a correspondencia entre el constructo teórico segregado y la aplicación metodológica que un tipo de investigación como ésta 48Pintos, J.L. 1995. Los imaginarios sociales. La nueva construcción de la realidad social. Sala- manca: Fe y Secularidad 78 Caṕıtulo 1. Paradigmas requeŕıa, descubrimos que desde algún tiempo, reciente en relación a los oŕıgenes disciplinarios, se han definido criterios tales como los de “una antropoloǵıa de la antropoloǵıa”, en ĺınea de lo señalado por Geertz y la corriente que representa, en cuanto a que el objeto de estudio ya no va a ser el dato etnográfico en su desnudez y objetividad, sino el escrito etnográfico como género literario”, y como obra de un “autor literario” (el antropólogo en cuanto “autor”), que es justamente lo que hemos intentado, por elevación, recabando información a través de cientos, quizás miles de entradas o fichas, a la forma de “entrevistas” dirigidas a especialistas en áreas adyacentes, a partir de lo reportado desde libros, periódicos, revistas especializadas, seminarios, conferencias , etc. Nuestra labor espećıfica ha sido, aparte de la revisión cŕıtica y de ordenar los ı́tems por grados de generalidad, encauzar el flujo, dar forma -en lo posible sin intervenir el discurso, es decir, “dejando hablar”, desarrollar en plenitud la idea-, destacando semejanzas, matices y diferencias. Se trata de una propuesta que en perspectiva podŕıa reseñarse como de “coinvestigación”, que vincula al investigador-actor con el autor del documento final. Hemos recurrido, a modo de testigo y respaldo, en lo que a dato estad́ıstico se refiere a cuadros, tablas, gráficos provenientes de macro-encuestas a nivel regional y general, provenientes del hacer de organismos internacionales y centros privados de compresión, análisis e interpretación de información49, recursos que por los demás, superan con creces lo que podŕıan ser los frutos de un trabajo en terreno o de campo ejecutado personal y parcialmente. James Clifford, aventura más allá, “define sus tesis en ‘Sobre la autoridad etnográfica’, justificando la no necesidad de realizar trabajo de campo en la medida en que el objetivo del antropólogo tiene que consistir ahora en la interpretación del texto literario, fruto del trabajo etnográfico. El antropólogo, por tanto, debe nutrirse de lo que le aporta literariamente el investigador de campo” (Beorlegui 1993: 76). A nuestro juicio el trabajo en terreno no perderá vigencia, sólo que dependerá, su buen hacer, de la aptitud moral y acreditación de quien lo ejecute. Generalizando, en las opciones cŕıticas de pensamiento social -sobre las que para 49“(. . . )recomiendo no prestar excesiva atención a las estad́ısticas económicas generales y a las cifras consolidadas porque tienden a mirar a la sociedad como a un conjunto en lugar de una suma de individuos, porque incluyen la participación del Estado en la economı́a como parte de la producción total de un páıs cuando la “producción” del Estado es también un costo para la sociedad, y porque no registran las múltiples formas en que un Estado afecta la vida y la propiedad de los ciu-dadanos aun cuando ello no se refleje de inmediato en su rendimiento” (A. Vargas Llosa 2004: 327). 1.8. Metodoloǵıa 79 los efectos transitamos-, la construcción metodológica ha sido frecuentemente des- cuidada, es decir, el diseño del instrumental para trabajo de campo no fue suficien- temente desarrollado. Mart́ın Retamozo (2008), reflexiona a partir del rescate de las preocupaciones del interaccionismo simbólico, “para que un sentido se convierta en ‘social’, debe darse en la interacción y como forma intersubjetiva. De esta condición es necesario construir ‘observables’ en el propio trabajo de campo. Aqúı resaltan co- mo principales tareas la observación sistemática y la interpretación de las situaciones, acciones, interacciones, discursos, formas dialógicas, expresiones corporales, debates, formas de movilización con el objeto de construir indicadores (en tanto signos re- conocibles). Estos signos-indicadores no son necesariamente uńıvocos ni factibles de cuantificar (aunque como tarea de investigación es posible precisarlos y cuantificar- los), pero nos permitirán realizar las interpretaciones (atribuciones de sentido por el investigador a partir de interpretar el signo)”. La tarea de campo, añade, debe sin- tonizarse a los postulados ontológicos de la contingencia y la apertura. Para Geertz, independientemente de la estrategia que se asuma, “los escritos antropológicos son ellos mismos interpretaciones y por añadidura interpretaciones de segundo y tercer orden”. (Por definición, sólo un “nativo” hace interpretaciones de primer orden: se trata de su cultura). De manera que son ficciones; ficciones en el sentido de que son algo “hecho”, algo “formado”, “compuesto” (que es la significación de fictio), no necesariamente falsas o inefectivas o meros experimentos mentales de “como si”. En relación al modelo de captación de datos, observamos, tras hacer un exhaustivo listado sobre los temas centrales asociados a la llamada “Década Perdida”, que los especialistas hab́ıan transitado de las publicaciones tradicionales: libros y revistas temáticas a periódicos, diarios y revistas mensuales. Entend́ıamos que tal hecho se justificaba por la urgencia de articular, en el caso español, el andamiaje conceptual y de contenidos que acompañaŕıan la incursión de las empresas transnacionales. Caso destacado, el del Grupo PRISA y su intermediario comunicacional, “El Páıs”. Esto es congruente con lo expresado por Régis Debray: “La instantaneidad refleja el ascenso de lo inmediato, lo sagrado del instante, el just on time de las sociedades de flujo y no de stock. Lo que se publicaba, hace cincuenta años, en una revista, se publica hoy en el periódico; los semanarios sustituyen a las publicaciones mensuales, y nuestras publicaciones mensuales se convierten en libros (los números especiales). 80 Caṕıtulo 1. Paradigmas Consecuencias: las controversias de ideas que se prolongaban a lo largo de uno o dos años, cuando el libro respond́ıa al libro, han dado lugar a las polémicas de una semana, en la que el art́ıculo responde al art́ıculo”50. Por último, el estudio de sujetos, movimientos sociales, grandes conglomerados, como es el caso, activa la necesidad de poner en práctica lo que Bourdieu llama “vigilancia etnográfica” que podrá prevenirnos contra la “sobreatribución de sentido” a partir de las expectativas que portamos como sujetos-investigadores. Esto recorre aspectos tales como la formulación de teoŕıas, la anaĺıtica del lenguaje, los procesos de validación, las implicancias poĺıticas de las teoŕıas y las epistemoloǵıas. 50Régis Debray.”Muerte de un centenario: el intelectual”. El Páıs - 3 de Junio, 2001, p. 15 Caṕıtulo 2 Imaginario 2.1. Religión 2.1.1. Religión, entre el sentimiento y la evidencia La modernidad sobre la religión La modernidad ha visto la religión como algo pre-moderno, un saber primitivo y fantástico, objeto de sustitución. Al tiempo, como una enfermedad: como opio, alienación y falsa conciencia de quien todav́ıa no se encontró o de quien volvió a perderse (K. Marx) y como la ilusión de la mente neurótica que procura pacificar el deseo de protección y de volver el miedo soportable (S. Freud). Más adelante fue vista como una realidad que, a pesar de su capacidad de transformación de la sociedad, tiende a desaparecer en el proceso de racionalización, secularización y desencantamiento del mundo (M. Weber). La escuela de Viena, a su vez, como algo sin sentido, su discurso no tiene un objeto verificable (Boff 1992: 34). Las identidades religiosas han sido afectadas por el racionalismo, el individualis- mo, el pragmatismo y es altamente probable que los próximos decenios aceleren esta evolución, estima Vicente Verdú. De hecho “todos los sondeos y estad́ısticas confir- man el declive de la Iglesia católica, que continuará perdiendo fieles masivamente (. . . ) este proceso de retracción alrededor de micronúcleos afectará de la misma manera a católicos, protestantes o jud́ıos, pero también a los ateos puros y duros, 81 82 Caṕıtulo 2. Imaginario privados de sus enemigos”, vaticina1. El resumen de no pocos sociólogos de la reli- gión e importantes pensadores postreligiosos respecto de las cinco últimas décadas, incluidos los “teólogos de la muerte de Dios” seŕıa, según Juan José Tamayo: (a) el proceso de secularización se va a extender como una mancha de aceite por todas las sociedades occidentales (b) las religiones no lograrán sobrevivir al siglo XX y se convertirán en un fenómeno residual, sin relevancia sociocultural alguna (c) el anuncio nietzscheano de la “muerte de Dios” está a punto de hacerse realidad2. Efectos negativos de la civilización cient́ıfico-técnica Alexander Solyenitsin, sobreviviente del Gulag, Premio Nobel de Literatura, a partir de una lectura esencial y finalista, contraataca: “La victoria de la civilización cient́ıfica y técnica nos ha inyectado algo parecido a la inseguridad espiritual. Sus dones nos enriquecen pero también nos esclavizan. Todo se ha vuelto intereses, hasta nos obligan a cuidar los propios; todo se ha convertido en una lucha por los bienes materiales. Pero una voz interior nos dice que le hemos sacrificado algo puro, algo superior y frágil. Ya ni siquiera discernimos el sentido, la finalidad de nuestra exis- tencia. Admitámoslo, tan sólo en voz baja y para nosotros mismos: atrapados en este movimiento vertiginoso, ¿para qué vivimos?” (Solyenitsin 1993: 14). Vigencia de la religión El proceso de desinstitucionalización de las creencias y de personalización de la fe conlleva una revalorización de la subjetividad, observa Tamayo en su art́ıculo, y recuerda lo dicho por el escritor y poĺıtico francés A. Malraux en el sentido que el siglo XXI seŕıa espiritual o no seŕıa nada. En Las formas elementales de la vida religiosa, E. Durkheim conclúıa: “Hay en la religión algo eterno que está destinado a sobrevivir en todos los śımbolos particulares en los que el pensamiento religioso se ha desarrollado sucesivamente”. Dalmacio 1Vicente Verdú. El Páıs - 2 de enero de 2000, Domingo, p.10 2Juan José Tamayo. “Qué futuro tiene Dios”. El Páıs - 2 de enero, 2000. Domingo, p. 12 2.1. Religión 83 Negro, profesor, politólogo y filósofo español, resume: “Durkheim, Weber, Dawson y muchos más pensaban y piensan que toda sociedad constituida tiene un origen religioso, quizá porque la religión es la más fuerte e intemporal de las ideas, creencia cuya trama constituye las sociedades”3. Juan Arias, articulista, en: “Aśı nace un superventas”, refiriéndose al pensamiento de Paulo Coelho, por aquel entonces segundo escritor más vendido en el mundo después de John Grisham: “Los que tienen miedo no buscan a Dios, buscan otras cosas, entre ellas enriquecerse por miedo a ser pobres. Para acercarse a Dios hace falta mucho coraje; supone no tener miedo al misterio, aceptar que la vida es más que lo que tocamos con las manos. Supone capacidad de soñar, sensibilidad para apreciar las emociones del esṕıritu. Creo que buscar a Dios supone tanta valent́ıa como negarle”4. Comentando la obra de Boltanski y Chiapello El nuevo capitalismo, José L. Pardo, expresa: “Cuando Max Weber escribió La ética protestante y el esṕıritu del capita- lismo, casi nadie pensaba que el capitalismo tuviese algo que ver con el ‘esṕıritu’. Antes bien, la cŕıtica reaccionaria no dejaba de lamentarse del modo en que el ‘ma- terialismo’de las sociedades industriales pisoteaba los valores espirituales (como aún hace de vez en cuando el Vaticano), y la cŕıtica revolucionaria, habiendo reducido el esṕıritu a la degradada condición de falsa conciencia, lo consideraba a lo sumo como una colección de infames patrañas. En aquella obra, cuya estela está lejos de haberse agotado, Max Weber hizo comprender a unos y a otros que ni los valores espirituales estaban siempre en la oposición al capitalismo (a veces, al contrario, constitúıan una formidable alianza estratégica con él) ni las justificaciones ideológicas se redućıan a una mera excrecencia ideada para engañar a los explotados y lavar la conciencia de los explotadores”5. El desencanto del mundo, aporta Verdú, ha producido también un desencanto de la idea misma de desencanto o, en otros términos, la desmitificación se ha vuelto contra śı misma, reconociendo también como mito el ideal de la liquidación del mito, recoge: “La crisis de la modernidad ha acarreado la disolución de las principales teoŕıas filosóficas que aseguraban haber liquidado la religión, como el cientifismo 3Dalmacio Negro. Religión y valores. La Razón, martes 23 de abril de 2002 4Juan Arias, El Páıs Semanal, 5 de Marzo, 2000, p. 30 5José L. Pardo, El Páıs - 18 de Mayo, 2002. Babelia, p.13 84 Caṕıtulo 2. Imaginario positivista, el historicismo hegeliano y el marxista” y, acota: “no hay razones fuertes para ser ateos o negar la religión”6. Las previsiones liquidacionistas de Dios no han visto la luz del sol. El “sueño” de la “muerte de Dios” terminó a finales de la década de los setenta cuando se conjeturó con la “revancha del Creador” o “sorpresa divina”. Por si fuera poco, apostilla Verdú: “hoy los filósofos, los sociólogos, los semiólogos, los periodistas, hablan cada vez más de Dios o de Jesús, de los ”Angeles o del juicio final, y hasta el ateo Régis Debray publica Dieu, un itinéraire (Dios, un itinerario), alegando que la religión es una fuente de conocimiento indispensable en la condición humana, y Dios, una fuerza de acción formidable. ¿Sustitución de ideales? ¿Decadencia de lo real?”7. Un trabajo de Ron Sellers, publicado por World Future Society de Bethesda (Maryland), recoge una decena de previsiones relacionadas con el mundo de la fe. Una de las principales: “Creciente interrelación actual entre el mundo de la ciencia y de las religiones. Las ciencias sociales han comenzado masivamente a aceptar los eventuales beneficios de la fe. Un estudio canadiense ha mostrado que quienes acuden a la iglesia destinan más tiempo y dinero a ayudar a los demás. Una investigación del National Institute for Health Care, en Maryland, prueba que la reincidencia de los delincuentes decrece en proporción a su estudio de la Biblia mientras estuvieron presos. Los niños, según asegura la Universidad de Columbia, se deprimen menos si recibieron educación religiosa de sus padres”8. En el acápite de reportajes de grandes acontecimientos de principios de siglo, Diego Mazón capta, en un momento “culmine”, el 11S, lo siguiente: “El lunes 10 de Septiembre, en el congreso de los Estados Unidos se discut́ıa una ley con la que se pretend́ıa que no se pronunciara el nombre de ningún dios en las escuelas públicas. El imborrable martes negro por la noche, el presidente George W. Bush inició su discurso a la nación diciendo ‘El Señor es mi pastor, nada me falta’. El lunes se hablaba de no rezar y al d́ıa siguiente, toda la nación oraba”. Citando al presidente Bush: “Dios ha permitido todo esto para sacudir al pueblo americano para que vuelva otra vez a sus ráıces espirituales y para que vuelvan a la sed espiritual. Es hora de que Dios esté en el centro de la sociedad”. Ese mismo d́ıa, se dirigió a la nación 6El Páıs - 2 de enero de 2000, Domingo, p.10 7“El retorno de Dios”. El Páıs - 25 de Noviembre, 2001. Domingo, p. 9 8Vicente Verdú. “Las religiones son protagonistas”. El Páıs - 24 de marzo, 2002. Domingo, p. 11 2.1. Religión 85 para decirles: “El mundo que él ha creado tiene un designio moral. La divinidad, el recuerdo y el amor no tienen ĺımites”. Relata: “Muchos de estos mensajes fueron omitidos por los medios de comunicación que daban parte de las intervenciones del jefe del ejecutivo estadounidense”9. Según un estudio elaborado por el sociólogo Christof Wolf, de la Universidad de Colonia, dentro de Internet proliferan las homiĺıas. En enero de 2000 hab́ıa cuatro millones de páginas en Internet con el término ”Dios”. “Ni el sexo ni la pornograf́ıa”, afirma, “son tan dominantes en Internet”. El servicio de búsqueda Altavista revelaba por esa misma fecha que exist́ıan un total de seis millones de páginas conteniendo la palabra “religión”10. Actualidad de lo religioso Vicente Verdú, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Paŕıs, quizás el más reputado especialista español en asuntos religiosos contemporáneos, realiza este conteo histórico y continental: “En el año 1939, los tres páıses católicos más importantes y con más fieles eran Francia, Italia y Alemania (que hab́ıa anexado a Austria). En la actualidad son Brasil, México y Filipinas. El segundo páıs protestante del mundo (Estados Unidos constituye el primero) es Nigeria, en pie de igualdad con Alemania (que es católica y protestante, casi a partes iguales) e Inglaterra. La mayoŕıa de los anglicanos son hoy negros: de “África, de América, de Oceańıa. La segunda religión del planeta es el islam (suńı, shíı y otras corrientes), con alrededor de 1.300 millones de creyentes. Esta religión es cada vez menos árabe o de Oriente Próximo, siendo ya los cuatro primeros páıses musulmanes del planeta por el número de seguidores los asiáticos Indonesia, Pakistán, Bangladesh e India”11. Orientando la información a nuestro objeto de estudio, América Latina, Juan Aznárez, con datos del 2002, reporta: “Las estad́ısticas disponibles chocan según las fuentes, pero probablemente el páıs con mayor presencia evangélica sea Guatemala, con un 30 %, seguido por Chile, con un 24 %, y Brasil, con un 21 %. El promedio en toda América Latina puede situarse en torno al 17 %, pues la penetración ha sido más lenta en Venezuela, con un 4 %. El porcentaje llegaŕıa al 15 % en Colombia y en 9La Razón- 5 de Diciembre, 2001, p. 33 10El Páıs - 25 de Noviembre, 2001. Domingo, p. 9 11“El retorno de Dios”. El Páıs - 25 de Noviembre, 2001. Domingo, p. 9 86 Caṕıtulo 2. Imaginario Figura 2.1: Creencia en los milagros religiosos, por páıs. Fuente: Internacional Social Survey Programme Ecuador, al 13 %. El desplazamiento del catolicismo no es fácil por su arraigo, pero la región ya no es homogénea, católica romana, entre otras razones porque ha cambiado la interpretación del mensaje cristiano, de la Biblia y de la espiritualidad”12. Lo religioso en América Latina El encuentro y comprensión del Otro se formula en un plano ritual, explica Pedro Morandé: “fue precisamente la organización cúltica de las sociedades amerindias la que permitió dar cuenta de la catástrofe cósmica y social producida por la conquista 12Juan J. Aznárez. “El declive del Vaticano en América Latina”. El Páıs - 1 de Septiembre, 2002. Domingo, p. 15 2.1. Religión 87 en términos tales que no quedaba desprovista de sentido la participación de los ind́ıgenas en el nuevo orden de alĺı surgido”. Agrega Cousiño que esta proposición no sólo sirve para resolver el conflicto de interpretaciones entre ambas culturas, “sino una clave para discernir el sentido de la organización de la vida social durante el peŕıodo colonial”13. El antropólogo Tomás Calvo, coincide y actualiza el enunciado anterior cuando reporta lo sucedido -conocido como la “Huelga de la Uva”- a partir de Septiembre de 1965 entre inmigrantes mexicanos residentes en Estados Unidos: “El aglutina- dor totalizante y cohesionador entre los distintos segmentos y grupos, ha sido el paradigma mı́tico-religioso del impresionismo de imágenes antagónicas, del tipo ri- cos/pobres. Esas imágenes contrastadas, como santos en una procesión o banderas en un combate, fueron agentes mı́sticos del boicot, y creadores de alianzas de gru- po, muy diferenciados socialmente. Dichas imágenes no son sólo mentales, ni sólo emotivas, ni sólo ideológicas, aunque tengan caracteŕısticas de todo ello; son śımbo- los multivocales, polifacéticos y polivalentes, que superan en una unidad abstracta superior las categoŕıas de clase, nación, etnia, ideoloǵıa poĺıtica, haciendo posible la creación de una comunidad militante, agente del cambio social. Estas imágenes, que son a la vez creencias, valores, representaciones colectivas y algo más, captan la adhesión o el rechazo visceralmente; operan más como un pathos, que como un ethos; y más como una ética, que como un eidós” (Calvo 1981: 265). Calvo plantea la hipótesis que “un śındrome básico de la historia y cultura de México es la domi- nancia de la mediación y del mestizaje (. . . ) La expresión máxima de esta mediación es la religiosidad, puente mediador entre todos y el Todo (. . . ) El paradigma mı́tico de toda esta realidad social, creación cultural y sueños fantásticos, es la Virgen de Guadalupe, que en un plano superior simbólico armoniza estructura, sentidos, tiem- pos, planos, antagonismos, frustraciones, deseos, que en la vida social han sido y son opuestos, contrarios, heterogéneos, contradictorios (. . . ) es el śımbolo de la Madre Fecunda Mediadora Universal, donde todos los conflictos encuentran eco y solución simbólica” (1981: 300). El investigador vincula esta argamasa estructural con la supervivencia social y 13Carlos Cousiño: Razón y Ofrenda. Ensayo en torno a los ĺımites y perspectivas de la socioloǵıa en América Latina. Cuadernos del Instituto de Socioloǵıa. Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1990, p. 148 88 Caṕıtulo 2. Imaginario biológica, cuando expresa: “La solución de conflictos por la mediación está basada en la estructura social, porque era imposible socialmente que ninguna parte exterminara biológica, social y culturalmente al enemigo; ni los vencedores, ni los vencidos, pod́ıan pensar en un paradigma de lucha social basado en la eliminación exterminadora del grupo enemigo. La expresión máxima de esta solución mediadora es el mestizaje, hecho económico-social-poĺıtico básico, que comporta un espećıfico modo cultural- simbólico-ideológico. El mestizaje fue la unidad integradora de dos sangres enemigas; La Madre fue la mediación omnipotente en ese proceso de transformación; y la Virgen de Guadalupe -antes Tonantzin, diosa-madre de la fertilidad- fue la simbolización mı́stica de todo este proceso socio-cultural” (1981: 301). Figura 2.2: Pertenencia eclesial y tipos de religiosidad. Fuente: Encuesta Nacional PNUD, Chile (2001) 2.1.2. Cristianismo Expansión del Cristianismo Desde el siglo XVI el cristianismo fue implantado en varios lugares del planeta, sobre todo en las Américas y en Asia, donde los jesuitas llegaron por primera vez en 1582. Con el paso del tiempo, la mixtura entre creencias es un “elemento de 2.1. Religión 89 la causa”. “En un páıs receptivo como Estados Unidos, desde 1820 a 1991, las 10 nacionalidades de mayor inmigración eran cristianas. Ahora, desde 1992, cuatro de los oŕıgenes principales pertenecen a otros credos. En China se cuentan más de 60 millones de cristianos, y esta influencia cunde por toda Asia oriental”14. Cristianismo y opresión Jean Meslier (1664-1729), fue un sacerdote católico y filósofo del iluminismo francés. Se conoce su existencia a partir de la publicación que hizo Voltaire en 1762, bajo el t́ıtulo de Testamento de J. Meslier, parte de él reza: “Es necesario estrangular al último rey con los intestinos del último sacerdote” y cuando Meslier va a hacer la descripción del mundo medieval, literalmente dice lo siguiente: “En lo alto, una muchedumbre de bellacos hipócritas y fastuosos, cubiertos de seda y de piel quitaban a los pueblos un poco por la fuerza y un poco por el engaño, bienes, paz, libertad y vida. El hampa jactanciosa coronada o mitrada encadenaba a las gentes y queŕıa que todos pensasen y hablasen y obrasen según agradaba a su capricho o serv́ıa a su ventaja; se véıa por todos los caminos millares de inocentes atribulados, perseguidos, desmochados, descuartizados por orden de su Majestad el Rey cristianismo. Y los sacerdotes, para percibir el salario de la traición y tener asiento en el banquete y parte en el bot́ın, predicaban a los pobres la renuncia a la riqueza, a los esclavos la virtud de la obediencia, a los débiles la obediencia a los poderosos. Los bisbiseadores de gabán negro no eran menos que los fanfarrones de casaca argentada. El pueblo acobardado padećıa y callaba y el rey entre tanto cubŕıa de oro y de babas a sus amantes, y los prelados aśı mismo teńıan báculo y extend́ıan el saco, un ojo en la sacrist́ıa y otro en el burdel. Detrás del rey veńıa el hacha del verdugo, detrás del sacerdote el tenedor de los diablos, uno y otro oprimı́an con ayuda del terror y se aprovechaban del temor casi universal para quitar a todos lo que Dios a todos les hab́ıa prometido”(Soto 1993: 85). ¿Qué clase de cristianismo, de qué cepa deriva Meslier sus anotaciones? 14Vicente Verdú. “Las religiones son protagonistas”. El Páıs - 24 de marzo, 2002. Domingo, p. 11 90 Caṕıtulo 2. Imaginario Deuda de Occidente al Cristianismo La moderna civilización occidental que -a pesar de que el proceso de secularización ha reducido a los mı́nimos términos la jurisdicción de lo sagrado- debe mucho más de lo que en general se piensa a la tradición cristiana, estima Luciano Pellicani, sociólogo, periodista y docente universitario italiano, a la vez que indaga: “¿Qué es en el fondo la ética kantiana sino un cristianismo sin dogmas? Y qué otra cosa pretend́ıa decir Benedetto Croce cuando escrib́ıa que no podemos dejar de llamarnos cristianos por cuanto el cristianismo es uno de los ingredientes esenciales de nuestra civilización” (Pellicani 1991: 100). Resistencia a la pretensión de universalidad El diálogo, o su apariencia, entre lo universal y lo particular recorrió todo el mundo medieval. John Wycliff (1320-1384) traductor, teólogo y reformador inglés y Jan Hus (1370-1415), teólogo y filósofo checo, rector de la Universidad Carolina de Praga, considerados como precursores de la Reforma protestante, deciden aban- donar el lat́ın, escribir, predicar, enseñar en sus lenguas vernáculas inglés y checo respectivamente. Usan lo vernáculo para cambiar las coordenadas, los estandartes de la pretendida cultura universal de la república cristiana. Hus, a poco de enfrentar el martirio -fue quemado-, escribe a sus amigos: “No me han entendido los cardenales de Roma, pues obviamente no saben checo” (Soto, G. 1993: 93). En la medida en que la expansión de la economı́a capitalista creció, esa expansión fue acompañada en todos los lugares del planeta por el liberalismo y el socialismo (socialismo-marxista a partir de la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, de marxismo-leninismo y de materialismo dialéctico después de la Revolución Rusa). Walter Mignolo, agrega: “En Occidente, estas corrientes ideológicas surgieron de la pérdida de hegemońıa del cristianismo que reguló el orden poĺıtico-económico (tanto en su versión católica como protestante) en la emergente economı́a del Atlántico. El imperio Ruso, que comienza a gestarse hacia finales del siglo XVI es un imperio “al margen de occidente” (Leopoldo Zea)15, en tanto es un imperio al margen del capitalismo occidental y marcado por el cristianismo ortodoxo (Mignolo 2002). 15Leopoldo Zea (1957) América en la Historia. México: F.C.E. 2.1. Religión 91 2.1.3. Catolicismo La conjunción: España, Catolicismo, América Latina Eduardo Subirats profesor de filosof́ıa, arquitectura, literatura y teoŕıa del arte y la cultura en diferentes universidades, entiende que: “la relación de España con las Américas ha estado señalada predominantemente por este principio teológico-poĺıtico de hegemońıa espiritual. Semejante principio teológico no ha sufrido sustanciales modificaciones a lo largo de la historia moderna” (Subirats, E. 1995: 38). El escritor, parlamentario, ministro de Estado y literato chileno, José Victorino Lastarria (1817- 1888)16, en la memoria que corona sus estudios universitarios (1844), que titula: “Investigaciones sobre la influencia de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile” (1844), ofrece un balance ideológico-situacional de su época, que en lo sustancial coincide con lo insinuado en su momento por Boĺıvar; “al subrayar, como aquél, las iniquidades de la conquista, denuncia en ellas una manifestación de la ı́ndole nacional del pueblo conquistador, y es aún más duro en su juicio acerca del despotismo colonial: para Lastarria la transformación del celo religioso acendrado por la reconquista en ‘estúpida intolerancia’ oscurantista hab́ıa sido un recurso poĺıtico inventado por Carlos V para ahogar las libertades castellanas, persuadiendo a sus súbditos de que sólo el absolutismo pod́ıa hacer del poder regio ‘el escollo formidable en que fracasaron los esfuerzos de la reforma religiosa’. Ese mismo recurso iba a ser utilizado en las posesiones ultramarinas para mantenerlas en la impotencia que proviene de la ignorancia” (Halperin, T. 1993: 753). En los albores del siglo XXI, M. A. Bastenier, periodista e historiador hispano- colombiano, esgrime un argumento que en lo medular y pragmático coincide con lo esbozado por Subirats, al explicar: “El gran problema del Vaticano en América La- tina es el avance del protestantismo norteamericano, lo que también es un problema de poĺıtica exterior para España. Y aunque no sea precisamente éste el caso cubano, donde hasta ahora no ha habido cristianismo alguno que medre, el atéısmo militante del régimen ha creado un vaćıo que cuando se produzca la sucesión del castrismo podrá ser más fácilmente llenado por el protestantismo del Norte. Y que no se ha- gan ilusiones nuestros poĺıticos agnósticos, de la izquierda mayormente, pensando 16José Victorino Lastarria, 1909. Obras Completas, t. 7. Santiago de Chile: Ediciones Ercilla 92 Caṕıtulo 2. Imaginario que éste sea un asunto irrelevante, porque una base social católica vincula todav́ıa América Latina a España, igual que un cristianismo, sobre todo de tipo sectario, la aleja”17. En defensa de la Hispanidad La religión es el fundamento de la legislación española, afirma Stoetzer, “y todo el primer tomo de la ‘Recopilación de las Leyes de Indias’18 tiene por objeto el establecimiento de la base religiosa del gobierno, especialmente en su primer art́ıculo (Libro 1, T́ıtulo 1, Ley 1). Al respecto cabe señalar que el idealismo religioso, esto es, el sentido espiritual de la poĺıtica oficial chocó desde un principio con la realidad, lo cual produjo durante el reinado del viudo Fernando el Católico, las famosas ‘Leyes de Burgos’(1512) y su ‘Clarificación’(1513) como también el notable ‘Requerimiento’ por Juan López de Palacios Rubios, con lo cual, en realidad, se revela ya la caducidad de los supuestos ideológicos en que se basaban las Bulas.” (Stoetzer, O. 1992: 38). En el ensayo Defensa de la Hispanidad, de Ramiro de Maeztu -escritor español perteneciente a la Generación del 98-, auspiciado en 1934 por Acción Española, se trazaba la solución que a su juicio “restauraŕıa los valores del universalismo cristiano de la Contrarreforma como punto de partida de la redefinición espiritual de la pa- tria regenerada, es decir, el ideario de la Hispanidad” (Subirats 1995: 38). El libro América Latina, de Jacqueline Covo (1995), postula que el término Latinoamérica se generalizó en Francia, en el entorno de Napoleón III, hacia 1860. Subraya que “se trataba de demostrar un parentesco de las naciones latinas y católicas en el contex- to de una lucha de influencias contra el creciente poder de los Estados Unidos de América, lucha que también deb́ıa provocar la desastrosa intervención francesa en México”. Que después de cinco siglos, reclama el profesor filósofo poĺıtico, historiador de la filosof́ıa e historiador de las ideas poĺıticas, José Villacañas, “estemos repitiendo los lugares comunes de la propaganda católica del siglo XVI es desde luego lamentable. El tomismo y el aristotelismo, omnipotentes en España, no impidieron que éste fuera uno de los páıses más pobres de Europa. Pero también es una cuestión ética. Porque 17M.A. Bastenier. “El papado de Europa”. El Páıs - 28 de Diciembre, 1997, p. 6 18Consejo de la Hispanidad, Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias. Madrid 1943, T. I, 1 Juan Benyto Pérez, Historia de las doctrinas poĺıticas. Madrid1958, p. 219 2.1. Religión 93 si no se identifica lo que significa la revolución calvinista, no se está en condiciones de entender prácticamente nada de lo que es el hombre moderno”19. Catolicismo y heterodoxia La reflexión católica se basa fuertemente en una comprensión singular de la ley natural, expone Leonardo Boff, “La ley natural, según la doctrina Escolástica, asu- mida por la Jerarqúıa, es el reflejo de la ley eterna en el seno de cada criatura y en el corazón del ser humano. Cada persona debe descubrirla por la inteligencia y abrazarla con la voluntad (. . . ) Ocurre que el pecado hizo perder el orden sobrenatu- ral y mutiló el orden natural. Entregado a su propio esfuerzo, prosigue todav́ıa esta comprensión, el ser humano no consigue leer la ley natural. Está oscurecido. Fue en- tonces que Dios, por misericordia, instituyó el Magisterio. Solamente él, sin margen de error sustancial, puede leer e interpretar la ley natural. Por eso, el Magisterio se entiende como detentor absoluto de la verdad ética para todos los seres humanos y no solamente para los bautizados (. . . ) No son pocos los teólogos católicos que cuestionan este concepto de ley natural y la pretensión del monopolio de la verdad ética” (Boff 1992: 40). Por otro lado, la historia de la Iglesia católica es inseparable de la vida de la hete- rodoxia religiosa: protestantismos, milenarismos, espiritismos, masoneŕıa, anticleri- calismo, “verdadera nebulosa de comportamientos, instituciones y valores religiosos portadores de un rechazo a la institución religiosa hegemónica”20. Los heterodoxos crecen. J. J. Aznárez explica el diferencial: “El Vaticano des- cuidó la apologética, la enseñanza de los fundamentos de la fe, según observan las fuentes consultadas, y la población católica de México, con 100 millones de habi- tantes, el 10 % ind́ıgenas y casi el 90 % mestizo, se redujo del 91 % al 87 % en los dos últimos años, de acuerdo con el Instituto de Estad́ıstica, Geograf́ıa e Informática (INEGI). El número de protestantes y evangélicos, pentecostales o neopentecosta- les, aumentó del 4,9 % al 5,1 %: casi cuatro millones y medio de mexicanos (. . . ) El déficit de evangelizadores católicos es evidente y los métodos de su iglesia “pro- fundamente pasivos e impersonales” ya que los fieles son considerados como objetos 19José L. Villacañas B. “Ni mucho ni poco: lo justo”. El Páıs - 27 de Enero, 2000, p. 14 20Jean Pierre Bastian. 1990. “La heterodoxia religiosa en la historiograf́ıa mexicanista de 1968 a 1988”, en Iztapalapa, 21, pp. 175-176 94 Caṕıtulo 2. Imaginario que se limitan a escuchar y obedecer, y esa rigidez abre flancos a los nuevos cul- tos, según Raquel Pastor, especialista en asuntos religiosos del Centro Nacional de Comunicación Social”21. Capacidad de adaptación y conservación hegemónica La Iglesia católica pudo adaptarse a la secularización, por más larga que haya sido la crisis de adaptación, porque conservó su base popular. Jean Meyer, geógrafo e historiador francés, naturalizado mexicano, concluye: “Por eso nunca sacrificó al elitismo, ya fuera intelectual, mı́stico o reformador, su multitudinismo secular”. El proceso de “desencanto del mundo” bregó por privatizar la religión, quitándole su dimensión y sus ráıces sociales,“tal proyecto ha sido especialmente visible en el cam- po poĺıtico y más aún en el asunto de las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Obligada a enfrentarse con esa nueva realidad, la Iglesia católica, a diferencia de las protestantes, favorecidas por lo que era una ‘Reforma’, peleó durante mucho tiempo, digamos 150 años, llevando a la defensiva un combate de retaguardia, aparentemente desesperado. Con todo y sus derrotas poĺıticas, manifestó una asombrosa capacidad para digerir el cambio y engendrar nuevos. El año 1891, con la enćıclica Rerum No- varum del papa León XIII, es una fecha simbólica cómoda dentro de ese proceso de reajuste y de cambio en la permanencia” (Meyer 1993: 712). Catolicismo y sincretismo De cara a sus cŕıticos, el catolicismo, en doctrina y gobierno eclesial es hijo de la mixtura, de una diversidad que se hizo unidad por mor de una dogmática niveladora. Xavier Rubert de Ventós, filósofo, escritor y poĺıtico catalán, entiende que: “Filosof́ıa griega, derecho romano y religión cristiana no ‘encajan’ bien, sino que favorecen curiosas amalgamas orientadas por las más variadas constelaciones. Y es seguramente por ello, no a su pesar, que este conglomerado fue capaz de ir absorbiendo también la diversidad externa: las consuetudines germánicas, la tecnoloǵıa china, los guarismos y el misticismo árabe”22. 21Juan J. Aznárez. “El declive del Vaticano en América Latina”. El Páıs - 1 de Septiembre, 2002. Domingo, p. 15 22Xavier Rubert. “Sobre si Europa es cristiana”. El Páıs - 5 Marzo, 2003, p. 14 2.1. Religión 95 Esta acumulación original de adopciones múltiples y préstamos en curso, la ex- plora Enrique Roldós en su art́ıculo: “Los dioses que cruzaron el mar: religiones afrobrasileñas”, a propósito de una visita papal a Brasil: “Esta adopción de las figu- ras de la Iglesia católica, y la existencia de una expĺıcita falta de competencia con ella en los terrenos de la preceptiva y la moral, llevó al Papa Juan Pablo II a realizar el gesto espectacular de visitar un ‘terreiro’. La mae Meniniha de Gantuá, en Bah́ıa, fue la anfitriona del pont́ıfice, “mensajero de Oxalá”. Roldos advierte: “Mientras los adeptos a la religión católica se dividen en creyen- tes y practicantes, la religión afrobrasileña incorpora otra muy poblada categoŕıa, la de los consultantes. Estos, a pesar de las prevenciones de los curas católicos, se dirigen a los pai en procura de la realización de ‘trabajos’ o solicitando consuelo y consejos. No participan normalmente de los cultos, y no existen a la hora de contar los fieles, pero son un inmenso ejército oscilante entre la Iglesia católica y los cultos derivados del candomblé. ¿Cuál de ambas religiones es más importante en Brasil? Seŕıa dif́ıcil afirmarlo” (Roldós 1993: 16). Catolicismo popular Pedro Carrasco y Gilberto Jiménez23 definen el concepto “catolicismo popular” como: “una forma de expresión religiosa propia de las capas populares marginadas, relativamente desviada de la norma eclesiástico-institucional, y resultante histórica- mente hablando, de la confluencia entre el catolicismo popular español y las religiones ind́ıgenas precolombinas”. Esta expresión religiosa, en la conceptualización de George Foster, es resultado del contacto informal entre españoles y nativos americanos a lo largo del proceso colonial. El formal -o sea el oficial- era impuesto arbitrariamente por los sectores dominantes de entonces (la oligarqúıa, el Estado y la Iglesia). Es decir, se trata de una contestación popular ante la iglesia oficial y los grupos hegemónicos en el poder24. En cuanto a la dinámica cultual propicia, Pedro Morandé asevera: “Personal- mente diŕıa que más que la doctrina y que la transmisión de una teoloǵıa escrita, 23Pedro Carrasco. El Catolicismo Popular de los tarascos. Sepsetentas, México, 1976. Gilberto Jiménez. Cultura Popular y Religión en el Anahuac, Centro de Estudios Ecuménicos, México, 1978 24George M. Foster. Cultura y Conquista. Universidad Veracruzana. México, 1962. Cap. 1 96 Caṕıtulo 2. Imaginario que supońıa la escritura que no conoćıan los pueblos ind́ıgenas, la śıntesis cultural se logra por medio de la participación en la liturgia, en el ritual, en el teatro, en las manifestaciones de la cultura oral, los cuales siguen operando hasta la actualidad”. Reconoce que, en América Latina, “los más grandes lugares de encuentro y de mesti- zaje cultural han sido los santuarios marianos. Más que la identidad ideológica o los intereses derivados de la posición social, los espacios de encuentro han sido religiosos y culturales. Algunos, entre ellos el recordado profesor Mariano Góngora, han llegado a decir que no saben si América Latina es cristiana, pero śı saben que es Mariana” (Morandé 1991: 140). Lo anterior nos deriva a lo conocido como “barroco americano”. Claudio Herrera en sus Reflexiones generales sobre desarrollo, cultura e integración en América Lati- na sintetiza las bases de un movimiento incubado en tiempos de integración fecunda y necesaria, que como apuntamos, para muchos, refiere a la supervivencia biológica, social y cultural: “Junto a la cultura poĺıtico-religiosa y moderna que se impońıa a través del Estado indiano y de las actividades de la Iglesia católica, en América sub- sist́ıan sincréticamente las formas culturales tradicionales de las naciones ind́ıgenas, aśı como las configuraciones religiosas y simbólicas procedentes de las culturas africa- nas. Junto a las lenguas europeas universales -castellano y portugués- coexist́ıan las lenguas americanas de mayor extensión -quechua, azteca, aimará, guarańı- y multi- tud de otras lenguas nacionales, aśı como las formas lingǘısticas oriundas del África negra. En el seno de esta variedad contradictoria y en proceso de śıntesis precaria, el régimen indiano universal y la expansión del catolicismo en el continente permitió el surgimiento de una expresión genuina y admirable de śıntesis cultural, en la que todos los elementos culturales y raciales antes enumerados intervinieron a su modo. El barroco americano, tal vez la primera expresión auténtica del mestizaje cultural latinoamericano y de la nueva modernidad de América, modulación autóctona del barroco español que lo condujo aquende el Atlántico a resultados sorprendentes en el plano de la arquitectura, la literatura, las técnicas y el pensamiento universal, no sólo entronca con éste y con el universalismo del barroco católico, sino con la inmensa variedad de culturas y lenguas americanas, mestizas y negras, sepultadas y desplazadas en el proceso poĺıtico colonial” (Herrera 1990: 9). 2.1. Religión 97 La epistemoloǵıa moderna como amenaza La indicación de H.C.F. Mansilla, en el sentido de la desconexión secular de América Latina de los centros neurálgicos de plasmación de nuevas ideas y dinámi- cas asociadas, incluye el sustrato ideológico-espiritual: “El mundo moderno, basado en el desenvolvimiento impetuoso de la ciencia y la tecnoloǵıa, en la industrialización masiva y en la regulación metódica y exhaustiva de vida cotidiana, no fue prefigurado ni promovido por pensadores ibéricos; al sur de los Pirineos y en el ámbito colonial dependiente de España y Portugal faltó durante siglos una comprensión adecuada de los procesos de modernización iniciados en otros páıses europeos (por ejemplo, de los aspectos socioculturales concomitantes de la Reforma Protestante) y, al mismo tiempo, una voluntad poĺıtica sostenida y eficiente consagrada a liberar a las socie- dades ibéricas de su petrificación que duró un vasto periodo histórico (Mansilla 1992: 302). Dalmacio Negro, agrega: “La cultura católica latina armonizaba la razón y la fe; la protestante germánica, queriendo afirmar la fe primó la razón y el racionalismo sustituyó al realismo escolástico, la ciencia a la metaf́ısica y el mecanicista particu- larismo estatal al organicista universalismo eclesiástico”. Concluye Negro: “Cultura católica y eclesiástica pero griega, más mı́stica, hab́ıa permanecido prácticamente al margen de la dinamicidad fáustica de la otra Europa. Vencida, se somete a la angloamericana. En suma, es esta última la que prevalece en medio de la crisis”25. Postergación y abandono que implica y arrastra al mundo hispánico, en su conjun- to. Eduardo Subirats, lo percibe aśı: “El momento antimetaf́ısico de la epistemoloǵıa cient́ıfica moderna ha sido sentido por la conciencia española más bien como una amenaza a su principio espiritual de dominación por lo menos hasta el pensamien- to de Unamuno. Por otra parte, la perseverancia del tradicionalismo español, desde Ginés de Sepúlveda hasta Ramiro de Maeztu, en aquella visión metaf́ısica y ética del mundo, contra la moderna concepción emṕırico-racionalista ha distinguido histórica- mente el atraso español en un sentido tanto tecno-económico como filosófico y social. Y lo ha distinguido precisamente como una categoŕıa que comprende primero la lla- mada leyenda negra, es decir, el relato protestante y liberal sobre el despotismo y la crueldad de la monarqúıa católica española, y, más tarde, el discurso de la civilización industrial y moderna sobre el subdesarrollo de las culturas hispánicas en general” 25La Razón- 29 de Diciembre, 1998, p. 16 98 Caṕıtulo 2. Imaginario (Subirats 1995: 38). Jean Meyer incide en la capacidad de adaptación del catolicismo ante el cam- bio social y cultural: “Sólo el conocimiento del pasado permite elucidar la paradoja de una Iglesia católica en oposición al mundo moderno para defender su existencia amenazada por la secularización; y de esta misma Iglesia trabajando con este mismo mundo. En efecto, ¿cómo denunciar en la Iglesia romana una iglesia burguesa (ca- pitalista), aliada del orden, y al mismo tiempo reprocharle su antimodernismo, su antiliberalismo fundamental? ¿Cómo puede ser a la vez legitimación de los dominan- tes y consuelo de los oprimidos? (Meyer 1993: 738). HFC Mansilla, anota: “Es un lugar común el señalar que el legado ibero-católico ha sido negativo para América Latina en las esferas poĺıtica, institucional y económica a causa del caudillismo, del centralismo, de las pautas autoritarias de comportamiento y de los hábitos preracio- nales en el trabajo” (Mansilla 1992: 299). En busca de un punto de equilibrio, A. Vargas Llosa, opina: “Es verdad que la tradición ı́bero-católica pesa como un muerto sobre el desarrollo latinoamericano, pero no es menos real que, a diferencia de América Latina, hace buen rato que los páıses que nos legaron esa cultura, España y Portugal, dejaron atrás el subdesarrollo. La herencia ibérica ha jugado un papel evidente en el subdesarrollo de Cuba (que siguió siendo española durante todo el siglo XIX), pero los inmigrantes cubanos se han adaptado con éxito y rapidez a las instituciones de los Estados Unidos (A. Vargas Llosa 2004: 19). 2.2. Cultura 2.2.1. En torno al concepto de cultura, aplicaciones Modernidad centŕıpeta Explicando su libro El salvaje artificial, el antropólogo Roger Bartra señala “la necesidad moderna de mitoloǵıa”, sintetiza: “Contiene un cierto descubrimiento et- nológico de la peculiar mirada del hombre europeo y de sus dificultades para entender a los demás. Esa es una paradoja de la cultura occidental: la extrema dificultad para conocer al Otro junto a la extrema creatividad para inventarlo”. Subraya que la idea 2.2. Cultura 99 del salvaje no es un concepto coyuntural producido por el colonialismo, sino una imagen especular, oscura, que el hombre occidental se ofrece a śı mismo a lo largo de su historia. La necesidad de generación o renovación de mitos, de cara a la emergencia de una cultura mundializada es concomitante a un momento en que una serie de conceptos - difusión cultural, imperialismo cultural, americanización del mundo- ya no consiguen dar cuenta de esta realidad envolvente, afirma Renato Ortiz. “Partir de la idea de una modernidad-mundo es entenderla en tanto un movimiento centŕıpeto, descentrado. Proceso que se articula a una totalidad involucrando a todo el planeta. En este caso, la oposición interno/externo pierde el sentido” (Ortiz 1995: 23). El antropólogo Ulf Hannerz, llega a afirmar que, culturalmente Paŕıs, Londres, Bruselas y Miami “figuran entre las principales ciudades del Tercer Mundo”, arguye que “el sistema mundial, en vez de crear una homogeneidad cultural masiva a escala global, está sustituyendo una diversidad por otra; y la nueva diversidad se basa relativamente más en las interrelaciones y menos en la autonomı́a”26. Tendencias, posturas teóricas El mundo diverso que surge con el Renacimiento, la Reforma y el Descubrimiento de América induce a diferentes proyectos de modernidad y concepciones del hombre y de la sociedad, para Carlos Cousiño: “la cultura de la Ilustración intenta resolver el problema de la integración a partir de la estipulación de un marco consensualmente establecido y coactivamente garantizado, en el cual los individuos persiguen racio- nalmente la maximización de sus intereses. El centro de la integración social es por excelencia el mercado”27. Carl Schmitt llama a esto: “proceso de neutralización de la cultura”28, que pretende negar todo valor superior sea religioso, poĺıtico o histórico, toda verdadera jerarqúıa vital. También en América Latina, adelanta H. Mansilla, “se va difundiendo la concepción tecnicista de que se puede hacer tabula rasa con el pasado, con la heterogeneidad regional y ética, con las peculiaridades históricas y 26Ulf Hannerz The World in Creollisation, África 57 (1987), pp. 549-555 27Carlos Cousiño: Razón y Ofrenda. Ensayo en torno a los ĺımites y perspectivas de la socioloǵıa en América Latina. Cuadernos del Instituto de Socioloǵıa, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1990, pp. 113 28Carl Schmitt. El proceso de neutralización de la cultura. Revista de Occidente, n 70, Madrid 1930, pp. 199 y ss. 100 Caṕıtulo 2. Imaginario culturales y con las tradiciones colectivas; ahora se considera posible y deseable la construcción del progreso social según las pautas de proyectos técnicamente factibles (Mansilla 1992: 315). C. Lévi-Strauss tercia: “Pese a las diferencias culturales existentes entre las diver- sas fracciones de la humanidad, la mente humana es en todas partes una y la misma cosa, con las misma capacidades”. La cultura seŕıa la ráız de tal diversidad: “para que una cultura sea realmente ella misma y esté en condiciones de producir algo ori- ginal, la propia cultura y sus miembros deben estar convencidos de su originalidad, y, en cierta medida, también de su superioridad sobre los otros”29. El campo de la cultura se convirtió en uno de los principales escenarios de la disputa poĺıtica y de la producción de legitimidades, asevera Paula Montero: “Ha- bermas llama también la atención sobre el papel de la cultura en la organización de las sociedades contemporáneas. Para él los conflictos de legitimidad no están enlaza- dos en términos de conflictos económicos, pero śı en el plano de las estructuras que producen identidades colectivas, tales como lengua, etnia, tradición. Una idea seme- jante está presente en el trabajo de Emmanuel Wallenstein, quien señala el papel de los procesos culturales en la integración de los sistemas mundiales (Montero 1991: 44). Esta tensión se traslada al campo disciplinar, tras los intentos de autonomı́a respecto del determinismo socioeconómico, siendo Edgar Morin, su promotor y pro- pagandista. El sociólogo Jeffrey Alexander, con su programa fuerte de socioloǵıa cultural, reclama para el plano cognitivo la consideración de causa última o variable independiente, en ĺınea con el normativismo parsoniano del que es heredero. Alexan- der cabalga una ola mucho más amplia de culturalismo (o culturoloǵıa), que ha hecho de los cultural studies la estrella de los campos anglosajones. Enrique Gil, sobre el particular: “Esta moda empezó con la cŕıtica del posmodernismo emprendida por marxistas como Fredric Jameson o Marshall Berman, pero después se transmutó en apoloǵıa de la postmodernidad, haciendo de los posestructuralistas franceses, Michel Foucault y Jacques Derrida, los grandes profetas del radicalismo estadounidense. Pe- ro no todo es mera moda académica, pues en la nueva teoŕıa de la cultura hay cosas más serias, casi todas procedentes del campo de la antropoloǵıa, con el estadouni- 29C. Lévi Strauss. Mito y significado, 1 reimpresión, Madrid, Alianza, 1990, pp. 35-40 2.2. Cultura 101 dense Clifford Geertz y los británicos Vı́ctor Turner y Mary Douglas en cabeza30. La discusión se extiende a los ámbitos de lo pragmático. James Kurth, respecto de su realidad: “En la dimensión cultural y en las escuelas es donde la nación-estado de los Estados Unidos de América ha sufrido la desconstrucción más radical. Sin embargo es alĺı donde se tendrá que iniciar su reconstrucción, si ésta se llega a pro- ducir. Si los Estados Unidos de América no pueden ser los formadores de ciudadanos educados en la era posmoderna, tampoco podrán ser los forjadores de la historia (Kurth 1993: 13). Para algunas tendencias neoestructuralistas, un orden cultural espećıfico nunca se exhibe totalmente porque no está fijo, ni tiene unidades preestablecidas. “El juego de presencia y ausencia de los elementos que la componen es lo que constituye la estructuralidad (. . . ) La dimensión temporal y relacional se ve contemplada en esta concepción”. Añade Margarita Zires: “las circunstancias nos permiten entrever los desplazamientos de una organización discursiva en donde un conjunto de elementos heterogéneos aparecen, desaparecen, se repiten, se sumergen para permanecer en estado latente y otros reaparecen en diferente interrelación. Los elementos distintivos no se llegan a constituir en elementos esenciales o núcleos inamovibles” (Zires 1996: 124). Carlos Beorlegui, analizando el influjo y derroteros de la post-modernidad en la antropoloǵıa: “El centro de atención se dirige ahora hacia el sujeto de la investigación, y no tanto al objeto de la misma (la cultura), tratando de resaltar la experiencia (siempre curiosa y más o menos traumática) del encuentro del investigador con el objeto de su investigación, con lo que conlleva de salto desde su cultura hacia la investigada. No le interesa ya la cultura en cuanto hecho objetivo (en realidad, ya no sabe qué es eso; o mejor, no cree que tenga sentido preguntarse por la realidad objetiva) sino el texto antropológico, en su dimensión literaria y retórica. Cambio, pues, de la objetividad cient́ıfica a la retórica literaria” (Beorlegui 1993: 71). 30Enrique Gil Calvo.” La Ciencias Sociales se enfrentan a una realidad fragmentada”. El Páıs, 5 de Mayo 2001. Babelia, p. 18 102 Caṕıtulo 2. Imaginario Concepto, estudio de la cultura Las implicaciones prácticas que han tenido las nuevas conceptualizaciones, a sa- ber, aquellas que derivando de la noción antropológica clásica sobre la cultura, la expresan en sus funciones y dimensiones simbólicas, son múltiples, Celso Lara, his- toriador, antropólogo, poeta y músico guatemalteco resume alguna de ellas: (a) Las “culturas” son entes individuales y únicos, están cargadas de calidades sin- gulares que tornan arbitrario y engañoso cualquier esquema de valorización o jerarquización comparativa. (b) Se ha desmitificado el carácter meramente “espiritual” o “super estructural” de la cultura (. . . ) lo cultural no es una dimensión “complementaria” de las realidades económicas y poĺıticas del conjunto de la materialidad social, sino una parte esencial de esas mismas realidades. (c) Se asume la cultura, en términos de Edgar Moŕın31, como flujo vital, una especie de corriente sangúınea del cuerpo social, que metaboliza y asegura los intercam- bios entre los individuos, entre el individuo y la sociedad, y entre la sociedad y el “cosmos” (eso que remite a la relación entre lo real y lo imaginario, lo mı́tico y lo práctico, las creencias y su sustento material). La cultura es el punto de encuentro de las distintas instancias colectivas (Lara 1991: 15). En su Historia de la Cultura (Kulturgeschichte als Kultursoziologie) Alfred We- ber, ratifica lo anterior asumiendo que la cultura es, genéricamente, una concepción del mundo, que percibe e interpreta a éste según cuatro tipoloǵıas distintas: mágica, mı́tica, simbólica e intelectual. Tales concepciones no se presentan en estado puro, sino que se solapan mutuamente32. Desde la década de los setenta y quizá un poco antes, han surgido cuatro gran- des enfoques del estudio de la cultura que están en deuda con campos “ajenos”: el de la fenomenoloǵıa cuyo principal representante es Peter L. Berger, sociólogo norteamericano; la antropoloǵıa cultural de Mary Douglas, antropóloga inglesa; el neoestructuralismo con Michel Foucault, historiador francés al frente y, la teoŕıa cŕıti- ca de Jürgen Habermas, filósofo alemán. Wilbert Pinto González, recurriendo a los 31Edgar Moŕın. De la Culturanalyse a la Politique Culturelle”, en Communications, 1979 32A. Weber, Historia de la Cultura, 11 reimpresión, México, F.C.E., 1980 2.2. Cultura 103 autores de Análisis cultural: Wuthnow, Hunter, Bergesen y Kurzweil (1988), desvela los aportes de los autores mencionados, que en śıntesis seŕıan: “Berger subraya las interpretaciones personales (subjetivas) que ayudan a los individuos en la adaptación a la realidad cotidiana: Douglas, el papel del ritual y las creaciones materiales en la definición de los ĺımites conceptuales: en Foucault adquiere primaćıa el problema del poder -de su refuerzo mediante las categoŕıas del conocimiento-, y en Habermas tienen prioridad las bases epistemológicas de la acción comunicativa a la cultura como un aspecto distinto de la realidad social, cuyas pautas son susceptibles de ob- servación e interpretación teórica. En tal carácter, uno de sus principales propósitos es identificar las regularidades o pautas emṕıricas de esta dimensión de la realidad, y a partir de esas regularidades especificar las reglas, mecanismos y relaciones que deben estar presentes para que cualquier acto simbólico sea significativo. La materia de estudio del análisis cultural es fácilmente observable en los actos, acontecimientos y declaraciones objetivas, y en los objetos de interacción social”. Todos coinciden en el énfasis dado al lenguaje, a la comunicación, a los sistemas de clasificación, a lo simbólico-expresivo y a la cultura. Por último, “cabe mencionar que a la cultura definida como una dimensión simbólica-expresiva de la conducta la entienden desde una perspectiva que reúne relaciones entre la cultura y su entorno social, en tanto que los aspectos de la conducta se influyen rećıprocamente dentro de una misma situación en el marco de una estructura social. Estructura donde la comunicación (considerando el discurso verbal, actitudes, cotidianas y aspectos ritualizados del orden social) es una cualidad expresiva que se manifiesta mediante śımbolos en los que no sólo cuenta su significado, sino también las condiciones, pautas y reglas que los hacen significativos conformando una regulación de la comunicación que juega un papel importante en el control y distribución de los recursos” (Pinto González 1993). En una comprensión semiótica, la cultura seŕıa un sistema comunicativo. Paloma Garćıa en aras de entender a Lotman33, afirma: “El conjunto de las posibilidades utilizadas para construir un modelo cultural del mundo se limitará a los elementos invariables de su sistema semiótico. Los distintos modelos del mundo conviven en agrios conflictos en cada nueva fase de la historia de la cultura. El “trabajo funda- 33J. M. Lotman y la Escuela de Tartu, Semiótica de la cultura, Madrid, Cátedra, 1979, pp. 42-70 104 Caṕıtulo 2. Imaginario mental de la cultura” consiste en organizar estructuralmente el mundo que rodea al hombre: socio-esfera. La cultura tiene en su interior un “componente estereotipi- zador” estructural, cuya función es desempeñada por el lenguaje natural: el mundo abierto de los realia se convierte en el mundo cerrado de los hombres” (Garćıa 1993: 93). En su art́ıculo “El nuevo interés por la cultura como aporte a la solución de tareas del futuro en Alemania”, Udo Bartsch hace acopio de elementos sobre la pertinencia del análisis sobre la cultura, hoy: “Las razones para el ‘nuevo interés por la cultura’ son múltiples y son objeto de controvertidas discusiones. El punto de partida es un contexto complejo, en el que aparecen: la pérdida de seguridad y certeza, en un mundo desgarrado por contradicciones y amenazado en su existencia; el vencer profundas transformaciones sociales y económicas; las exigencias de la Tercera Revolución Industrial a las capacidades subjetivas; y la superación de la crisis de la modernidad, en donde actúa fuertemente la necesidad de orientación y sentido de la vida, de comunicación y participación, de subjetividad y emancipación social. Se afirma que la propagación de la experiencia de pérdida y de carencia espećıfica en la relación individuo y sociedad, ha conducido a rememorar y a rescatar las funciones y efectos socializantes de la cultura y el arte” (Bartsch 1995: 10). Pareciese para ello pertinente, a la vez que objeto de discusión, lo expresado por Garćıa Canclini: “lo distintivo del saber antropológico no es ocuparse de pueblos ‘primitivos’ o de etnias y comunidades tradicionales sino estudiar las diferencias, la alteridad y las relaciones interculturales mediante la generación de informaciones directas” (Garćıa 1991: 22). Definición de cultura En 1952 Kroeber y Kluckhohn realizaron un recuento que arrojó más de 160 definiciones de “cultura”. A. Fordowsi señala: “El empleo indiferenciado de este con- cepto central en los presupuestos esbozados confirma las reservas planteadas por Huntington en el sentido de que el concepto de cultura resulta excesivamente en- marañado, porque es al mismo tiempo simple e insatisfactorio” (Fordowsi 1994: 5, 7, 12). Cornelius Castoriadis, por su parte, desvincula lo funcional de lo poiético: “Contentémonos aqúı con una definición provisional. Denominamos cultura a todo aquello que, perteneciendo al dominio público de una sociedad, excede lo meramente 2.2. Cultura 105 funcional o instrumental y presenta una dimensión invisible, o mejor, imperceptible, positivamente asumida por los individuos de esta sociedad. Dicho de otra manera, lo que en esta sociedad se relaciona con el imaginario stricto sensu, con el imaginario poiético, tal como éste se encarna en unas obras y unos comportamientos que sobre- pasan lo funcional. No hay necesidad de decir que la distinción entre lo funcional y lo poiético no es una distinción material” (Castoriadis 1993). Ampliando el espectro, Paulina Gutiérrez, conecta al concepto en cuestión con los procesos de integración y sistema democrático: “Concebimos la cultura como el orden de significados que existe en la sociedad, orden en continuo movimiento y en cuya producción e interpretaciones participa un conjunto de actores sociales y de instituciones especializadas, aśı como cada individuo en la comunicación que establece con su medio. Siendo la cultura el ámbito donde se da significación a los procesos sociales, es también un espacio clave para los procesos de integración y pluralismo, comunidad y diferenciación que sustentan al sistema democrático” (Gutiérrez 1993). Roćıo Vaca Bucheli relaciona a su vez cultura e ideoloǵıa: “En este juego de estructuras, hábitos y prácticas habrá que remitirse además al discurso que las recubre, las relaciona, las explicita y las diferencia (Weismantel 1989)34, por su parte, la ideoloǵıa que se entenderá como el proceso general de la producción de significados e ideas, en cierto modo se funde con la cultura pues ésta viabiliza a la primera o se podŕıa decir que la encarna. Aśı, asumiendo la cultura como la dimensión de la experiencia social en que se producen los significados y los valores, la cultura va a adquirir un acento puesto sobre la significación como proceso social fundamental” (Vaca Bucheli 1992: 15). Al momento existe un consenso bastante amplio en torno a una definición sociose- miótica de la cultura, coincidencia que asume un carácter interdisciplinar -concurren la lingǘıstica, la semiótica, los estudios de comunicación-, en ĺınea, muchos antropólo- gos (Clifford Geertz, Edmund Leach y Renato Rosaldo), y sociólogos (Raymund Wi- lliams, Stuart Hall), semiólogos como Umberto Eco, cient́ıficos sociales “polivalentes” como Pierre Bourdieu, Howard S. Becker, definen hoy a la cultura como el ámbito de producción, circulación y consumo de significaciones. Néstor Garćıa Canclini ubica ventajas en tal disposición conceptual: “Esta definición sociosemiótica de la cultura 34Mary Weismante: 1988 Food, Gender & Poverty in the Ecuadorian Andes, Philadelphia, Uni- versity of Philadelphia Press 106 Caṕıtulo 2. Imaginario permite aproximar, hasta cierto punto, el trabajo de varias disciplinas y establecer una plataforma común para estudiar problemas que hasta hace poco opońıan a los investigadores. Se reduce la discusión a si la cultura es expresión o reflejo de estruc- turas materiales, ya que es concebida como un nivel espećıfico y necesario de toda práctica humana. No se la disuelve en la totalidad social, ni se la vuelve el equiva- lente idealista del concepto de formación social, según ocurre cuando Ruth Benedict la entiende como la forma de una sociedad unificada por los valores dominantes. La cultura designa, en la actual perspectiva, la dimensión simbólica presente en todas las prácticas del hombre, con lo cual a la vez que se afirma su imbricación en lo económico y social se crea la posibilidad anaĺıtica de distinguirla” (Garćıa 1991: 18). Experiencia y consenso latinoamericano En “Las rupturas estéticas y discusiones en la América Latina de los años 60” Gastón Lillo resalta los años sesenta “como ese momento culminante en que emer- gen o se consolidan una serie de formas culturales que ponen en cuestionamiento la hegemońıa discursiva y la compartimentalización del sistema discursivo global lati- noamericano”. En el contexto de una periodización de la cultura latinoamericana, en estos años, “La conciencia reflexiva y autocŕıtica alcanza un alto nivel de madurez y de śıntesis; asistimos a una generalización sin precedentes de la problemática de la identidad cultural, de la búsqueda de una expresión auténtica y propia, en todos los campos de la producción discursiva” (Lillo 1993: 23). En el desarrollo de las teoŕıas sobre la cultura, en América Latina, en consonan- cia con las apreciaciones del libro Análisis cultural35, intervienen, entiende Wilbert Pinto (1993), al menos tres hechos: a) la acumulación de investigaciones emṕıricas sobre procesos culturales: se distingue una clara definición del objeto de estudio y una metodoloǵıa que, siguiendo el ritmo del desarrollo teórico internacional, se adecúa a las condiciones particulares regionales; b) el que destacados estudiosos de la problemática social de América Latina se hayan dedicado a la investigación de los procesos culturales; y c) que en investigaciones de socioloǵıa poĺıtica y urbana se haya considerado a la problemática cultural como una dimensión clave y espećıfi- 35R. Wuthnow et al. Análisis cultural. La obra de Peter L. Berger, Mary Douglas, MicheI Foucault y Jrgen Habermas. Argentina. Editorial Paidós SAICF; 1988 2.2. Cultura 107 ca36. Garćıa Canclini en : “Los estudios culturales” (1982: 41), estipula: “preferimos reducir el uso del término cultura a la producción de fenómenos que contribuyen, mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructurales materiales, a comprender, reproducir o transformar el sistema social, es decir a todas las prácti- cas e instituciones dedicadas a la administración, renovación y reestructuración del sentido”. Otro elemento central que atraviesa el sustrato cultural de la región es el que Calderón, Hopenhayn y Ottone llaman tejido intercultural, “entendido como la com- penetración intercultural o ‘asimilación activa’ de la cultura de la modernidad desde el acervo histórico-cultural propio”. Este concepto “expresa tanto la idea de per- meabilidad entre culturas como la idea de coexistencia de distintas temporalidades históricas en el presente de nuestra región. América Latina y el Caribe es, en este sentido, una región con un tejido espećıfico porque combina múltiples corrientes cul- turales; porque desde sus oŕıgenes ha incorporado el sincretismo como parte de su dinámica cultural e ‘identitaria’; porque coexiste y se mezcla lo moderno con lo no moderno tanto en su cultura como en su economı́a, y porque la propia conciencia de la mayoŕıa de los latinoamericanos está poblada de cruces linǵısticos o culturales” (Calderón et al 1994: 201). La cultura no es la realidad real, la cultura chilena no es por ende equivalente al páıs o a la nación, es más bien un recorte, afirma Bernardo Subercaseaux, doctor en Lenguas y Literaturas Romances por la Universidad de Harvard, licenciado en Filosof́ıa, “un modo en que la sociedad se expresa y se autorepresenta, una suma y una trama de sentidos e interpretaciones que han tenido una fisonomı́a cambiante. Cambiante en lo que ella efectivamente ha sido a lo largo del tiempo y cambiante también, por la mirada que en cada momento la constituye de una manera distinta. La cartograf́ıa de esa cultura se ha perfilado desde la independencia como una con- 36Cf. Néstor Garćıa Canclini. Los estudios culturales de los 80 a los 90: perspectivas antropológi- cas y sociológicas en América Latina, en: Iztapalapa, Número 24. Extraordinario de 1991. México. Universidad Autónoma Metropolitana. pp. 9-26. Para un desarrollo cŕıtico y detallado sobre la problemática de la cultura en las ciencias sociales, ver, entre lo más reciente en México: las obras citadas de Garćıa Canclini; Giménez Montiel. Salazar Sotelo, Francisco. El concepto de cultura y los cambios culturales, en: Sociológica. Año 6. Número 17, pp. 11-25; Lilian Kart. Feria de subjetivi- dades. Un esbozo para el estudio de la cultura, en: Revista de El Colegio de Sonora, año 1, número 1, 1989, Hermosillo, Son., Méx., pp.125-441. Paula Montero; Reflexiones sobre una antropoloǵıa de las sociedades complejas, en: Iztapalapa, número 24, pp. 27-49 (Cit. por Pinto 1993) 108 Caṕıtulo 2. Imaginario tradanza de ideas y práctica social, en un proceso de inclusiones y exclusiones, de zonas privilegiadas u olvidadas, que responden a determinados nexos y hegemońıas sociales e históricos. Se trata de un escenario que con frecuencia ha estado ocupado por la disputa entre dos tipos de centauros: por la polémica entre hombres montados a caballo en libros y hombres montados a caballo en la realidad. En 1810, apenas unos meses después de la instalación de la Primera Junta de Gobierno, Manuel de Salas haćıa el siguiente diagnóstico de la herencia cultural de la Colonia: “Nos han mantenido en la oscuridad. Los buenos pensamientos que léıamos en los pocos escri- tos útiles que, por descuido, pasaban a nuestras manos, los tachaban de quimeras y cuentos, o los llamaban proyectos sólo buenos para libros. Estoy cansado y podrido de óır decir, a boca llena y arqueando las cejas: “Esto no es adaptable: no lo permiten las circunstancias locales” (Subercaseaux 1991: 125). No hay duda que América Latina es mestiza, interviene Methol Ferré, “de un modo que no lo es Estados Unidos, es decir, con su base ind́ıgena pre-colombina, pero su cultura es en conjunto totalmente occidental, por mediación de su ‘phylum’ hispano lusitano, y tiene la peculiaridad -entre otras- de ser un ‘occidente subdesa- rrollado’ en varios aspectos. De los restos arcaicos de las culturas ind́ıgenas, si bien son relevantes ante todo como cuestión social, carecen de toda viabilidad histórica” (Methol 1994: 21). Cultura y desarrollo A mediados de los años ochenta Dieter Senghaas trató la amplia gama de proble- mas y contradicciones vinculadas con la cultura y el desarrollo analizando los polos de desarrollo del este asiático, concluyendo: “que regiones y páıses enteros perma- necieran en el subdesarrollo o la periferia dependió en Europa -igual que en el este asiático- no en último término de la influencia de la cultura que fomenta u obstacu- liza el desarrollo, sino de las condiciones de crecimiento sociocultural e institucional existentes en las diferentes regiones y sociedades”. El papel de la cultura, expone Fordowsi, “lo reduce el autor en este proceso a lo sumo al de eslabón, que ‘pierde dramatismo mientras más exitoso sea el desarrollo alcanzado’y que ‘se hace más dramático mientras el proceso de desarrollo desem- boque más profundamente en una crisis socioeconómica’. Esta puede convertirse 2.2. Cultura 109 con facilidad en una crisis sociocultural y puede ser utilizada poĺıticamente. Puede esperarse, por tanto una ‘revitalización cultuŕıstica’(del tipo de la reislamización) especialmente en una región que afronta una crisis de desarrollo, en la que la movi- lización social es muy intensa y las divisiones profundas, y -lo que no es posible en todas las regiones- donde emerge con fuerza una visión que enfoca los vestigios de la alta cultura fenecida” (Fordowsi 1994: 12). Por otro lado, las diferencias en el crecimiento económico que se registran en un páıs durante peŕıodos más o menos extensos prueban que “la cultura y la tradición (no explican) por si solas la continuidad o el cambio en una sociedad”, y que las prácticas comerciales, la conducta de las empresas, las condiciones geográficas, las caracteŕısticas sociales e institucionales y la conducta de los gobiernos parecen ser las verdaderamente decisivas para “las ventajas competitivas de las naciones”. La cultura se transforma muy lentamente, pero el crecimiento avanza de modo muy rápido, que es lo que se desprende de lo ocurrido en Corea del Sur que en el periodo que va de 1913 a 1950 registró un mı́nimo incremento del ingreso per cápita, sin embargo entre 1950 y 1989 creció en cuatro por ciento. Otra casúıstica: páıses con similitudes culturales, pero con poĺıticas diferentes muestran tasas de crecimiento también muy diferentes, como por ejemplo, los dos estados coreanos, o Irán, Irak, Argelia y Turqúıa, dentro del mundo islámico. Con seguridad que la poĺıtica es determinada por la cultura. Pero el problema sigue siendo el mismo -en un peŕıodo determinado se registran muchos más cambios en la poĺıtica de lo que seŕıa plausible en la cultura-. Para el caso del desarrollo alcanzado por Japón, Corea y Taiwán, Senghaas sub- raya: “Mire por donde se lo mire, el factor decisivo para el desarrollo del este de Asia a partir de la Segunda Guerra Mundial no fue de tipo cultural, sino sociocultural. Sea cual sea la dimensión de la continuidad o discontinuidad cultural (mucho habla en favor de la tesis de la continuidad), lo que en realidad se destruyó, determinado por la guerra mundial y la civil, fue la dominación tradicional”. En tercer lugar, el exitoso desarrollo del sudeste asiático, los retrocesos de algunos páıses latinoamericanos, por otro lado, muestran que no es la cultura tradicional la que determina las posibilidades de desarrollo de una sociedad, sino las estructuras poĺıticas. Respecto del desarrollo del Japón se barajó hipótesis contradictorias, por 110 Caṕıtulo 2. Imaginario una parte, se interpretó que el estancamiento del páıs se deb́ıa a sus valores y sistemas de normas confucianos, al tiempo que su éxito se atribuye de igual modo a su herencia espiritual confuciana (Fordowsi 1994: 12). Agust́ın Girard en ánimo de jerarquizar, organizar las ideas sobre la relación cultura y desarrollo, sostiene: “el problema de los gobiernos no es el de adaptar el hombre al mundo, sino el de adaptar el mundo al hombre. Esta idea del primado del hombre por sobre lo inanimado, del sujeto por sobre el objeto, del individuo por sobre el dinero, no es un credo ideológico, sino el resultado necesario de la evolución de la sociedad. De esta suerte, en la medida en que significa el desarrollo del hombre, el desarrollo cultural es a la vez el medio y el fin del desarrollo económico”. Tal como lo visualizamos, agrega Girard37, “el desarrollo cultural no está simplemente asociado con el desarrollo económico: él constituye, más bien, una condición esencial, sin la cual la sociedad no puede adaptarse al vertiginoso progreso de la tecnoloǵıa. El hacer al público capaz de entender y de configurar un mundo nuevo, el darles el poder de expresarse a śı mismos y de comunicarse en el seno de grupos sociales a través del uso de los lenguajes de su tiempo, es un prerrequisito de toda educación continua, la que constituye a su vez la principal condición del desarrollo. Los individuos, antes de que puedan hacer frente eficazmente a los cambios en marcha, deben ser capaces de asimilar el cambio como tal. Y esta capacidad sólo pueden adquirirla a través de una serie de procesos -a través de la información, de la asunción de la responsabilidad, del entrenamiento, del aprendizaje de la expresión de śı mismos- que al combinarse rećıprocamente, constituyen lo que se llama desarrollo cultural”. Medhat Makar, al reseñar el trabajo de Thierry G. Verhelst, destaca su experien- cia como alto funcionario de proyectos en la Agencia de Desarrollo belga, Verhelst resume: “El desarrollo es un proceso que incluye todo, pero que, en última instancia, es cultural. Es la idea de cultura lo que da a la vez sentido y dirección a la actividad económica, a las decisiones poĺıticas, a la vida de la comunidad, al conflicto social, a la tecnoloǵıa y a todo lo demás. Es en efecto la cultura que da al desarrollo su razón de ser y sus objetivos” (Makar 1991). Diversas reuniones y encuentros internacionales han señalado la relevancia y el reconocimiento que la dimensión cultural debe asumir dentro del concepto de desa- 37Augustin Girard. Cultural Development: Experiences and Policies, Paris, UNESCO. 1972, pp. 141-142 2.2. Cultura 111 rrollo. A modo de ejemplo: la Conferencia sobre Poĺıticas Culturales convocada por la UNESCO y celebrada en Venecia en 1970, las conferencias regionales realizadas entre 1975 y 1978, la convocatoria del Club de Roma en Argelia en 1976 para deba- tir el Nuevo Orden Internacional, en la región latinoamericana, el establecimiento y funcionamiento del Convenio Andrés Bello. El debate lo retoma A. Vargas Llosa en la primera mitad de la década del 2000, pregunta: “el desarrollo económico, ¿es hijo de las instituciones o de la cultura? Insiste, ¿puede un páıs volverse próspero removiendo las trabas institucionales que entorpecen la acción de sus ciudadanos o debe, antes, transformar su cultura de modo que la reforma institucional se sostenga desde el punto de vista poĺıtico y los miembros de la sociedad puedan responder a las nuevas oportunidades de forma adecuada? Interpreta que “los culturalistas”38 creen que el apogeo de ciertos valores y creencias, en particular los que irradió la Reforma Protestante, llevaron a Occidente a la prosperidad; que las instituciones poĺıticas de la libertad no harán brotar el desarrollo a menos que estén precedidas por una transformación de la mente, y que es la cultura la que determina las opciones que hacen suyas las personas -poĺıticas, económicas u otras- cuando son libres de escoger. Sostienen que, si no se da un cambio de valores, la conducta prevaleciente echará a perder o interrumpirá el progreso que resulte de las reformas institucionales, en el caso improbable de que éstas sean viables” (A. Vargas Llosa 2004: 17). 38La familia “culturalista”, constituida por una amplia gama de puntos de vista diferentes y hasta ideoloǵıas encontradas, registra nombres como los de Max Weber, Albert J. Nock, Edward Banfield, Lucien Pye, Lawrence E.Harrison, Francis Fukuyama y Mariano Grondona, para citar algunos. Véanse The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, por Max Weber, Nueva York, Scribner, 1958; Our Enemy, the State, por Albert J. Nock, NuevaYork, William Morrow & Company, 1935; The Moral Basis of a Backward Society, por Edward C. Banfield, Chicago, Free Press, 1958; Asian Powerand Politics: The Cultural Dimensions of Authority, por Lucian W Pye, Cambridge, Mas., Harvard University Press, 1985; Underdevelopment is a State of Mind: The Latin American Case, por Lawrence E. Harrison, Lanham, Md., Madison Books, 2000; Trust: Social Virtues and the Creation of Prosperity, por Francis Fukuyama, Nueva York, Free Press, 1995, y Las condiciones culturales del desarrollo económico. Hacia una teoŕıa del desarrollo por Mariano Grondona, Buenos Aires, Ariel-Planeta, 1999 (Cit. por A. Vargas Llosa 2004: 17) 112 Caṕıtulo 2. Imaginario 2.2.2. Brecha cultural entre Estados Unidos y América La- tina Vecinos contrastados De inicio, unos apuntes al alero de la reseña de Medhat Makar a la obra de Verhelst. Se necesita, dice “una lúcida y equilibrada combinación de inculturación y de aculturación” y explica: “La aculturación se produce cuando una cultura foránea deja claramente su marca en la cultura nativa, como hizo la inglesa en la India. Inversamente, hay inculturación cuando una cultura local modifica profundamente un interlocutor extranjero hasta el punto de transformarlo, como hizo Grecia con Roma. Los dos procesos generalmente marchan a la par, con el resultado de que, en toda la historia, comunidades culturalmente diferentes han estado expuestas a influencias mutuas de intensidad variable” (Makar 1991). Tras bambalinas, hay riesgos y serios. Verhelst, en un comentario de particular interés para quienes estudian la colonización europea de América del Norte y sus efectos sobre los habitantes originales de ese continente, afirma: “cuando se afectan los aspectos más internalizados de la cultura, hay que esperar lo peor: la pérdida total de la identidad”. Cultura e integración La mayoŕıa de sociólogos e historiadores no creen que la cultura sea el mecanismo central de integración de las sociedades nacionales, ade- lanta Michael Schudson. Cabe la pregunta ¿Tiene la cultura un papel central en la integración social? Schudson opina: “Podŕıa incluso no ser una condición necesaria. Suiza, por ejemplo, con sus cantones tan localistas y su población dividida en cuatro grandes grupos idiomáticos, subsiste a pesar que “los suizos tienen una escasa inver- sión emotiva en la nación”. La integración de Italia se basó en relaciones personales clientelistas entre el gobierno central y los notables locales, a falta de un fuerte mito o una cultura nacional uniforme. Cuando Italia se convirtió en una nación poĺıti- camente unida en 1860, menos del 3 % de su población utilizaba el idioma italiano en su vida cotidiana. El carácter o la calidad del sentimiento nacionalista difiere enormemente en las diversas sociedades”. Edward Shils39 observa que fue la integración económica y poĺıtica, y no las 39Edward Shils “Center and Periphery” en Edward Shils, Center and Periphery: Essays in Ma- crosociology (Chicago: University of Chicago Press, 1975), pág. 7. Primera edición de 1961 2.2. Cultura 113 fuerzas culturales, la causa principal de la integración de las masas en los Estados modernos, añade. Sostiene: “Todas las modalidades de integración se basan en un nivel de entendimiento cultural común y en algún medio colectivo de comunicación, pero el orden poĺıtico recurre en particular a la organización y la fuerza, la coor- dinación social al mercado, el comercio y la interacción personal, y la comunidad sociocultural a las relaciones sociales orientadas hacia prácticas, papeles y śımbolos culturales comunes”. Matiza: “Reconociendo todo esto, no deja de ser cierto que las naciones Estado no pueden entenderse, siquiera definirse, si no consiguen un cierto grado de identidad cultural. Si nos preguntamos no ya qué fuerza integra la sociedad, sino qué es lo que define o identifica los ĺımites de la sociedad en que se integran los individuos, las caracteŕısticas culturales serán un elemento esencial de la respuesta”. “La cultura es, paradójicamente, la fuerza más visible y a la vez más problemática de integración social. Es la más visible porque la nación y estado moderno utiliza conscientemente la poĺıtica idiomática, la educación formal, los ritos colectivos y los medios de comunicación de masas para integrar a los ciudadanos y asegurarse su lealtad” (Schudson 1994: 80, 82). Conciencia colectiva latinoamericana La reformulación de la ciudadańıa en razón de las identidades culturales es uno de los efectos del impacto de la globali- zación sobre las culturas endógenas, fenómeno presente en todas las latitudes. En Estados Unidos y Europa occidental, la incidencia de minoŕıas no sólo en el aspecto demográfico, sino también en sentido sociocultural y, en consecuencia, poĺıtico, es concomitante con el aumento de las migraciones internacionales. La relación de la conciencia colectiva latinoamericana, o de una parte de ella, con los centros hegemónicos, es ambigua. Por un lado, rechazo a toda forma de expansión imperialista e intentos de penetración cultural proveniente del Norte, “lo que significa igualmente rehusar la tradición liberal-democrática de Occidente (y sus instituciones poĺıticas modernas), pero se acepta de modo benévolo y hasta entusiasta todos los logros económico-tecnológicos de aquella misma civilización metropolitana y se los considera como metas normativas de toda evolución histórica (. . . ) Las diatribas contra el mercado mundial y las empresas transnacionales conviven con la aceptación acŕıtica de los parámetros tecnológico-económicos originados en las censuradas naciones metropolitanas y perfeccionados por el trabajo incesante de 114 Caṕıtulo 2. Imaginario las vituperadas organizaciones de Occidente. En el acatamiento a estos standards materiales se dan las muestras más ingenuas de eurocentrismo en el seno de estas doctrinas antiliberales y antimetropolitanas” (Mansilla 1995: 368). Proyectos fundacionales divergentes. Mentalidad y élite. Caracteres rece- sivos Lógica patrimonial En “Consideraciones sociológicas sobre el desarrollismo cepaliano y la reforma del Estado en América Latina” Alejandro Vial apunta a un tema capital, uno de los “peros” del desarrollo latinoamericano, define: “Entendemos por lógica patrimonial de dominación un set amplio de indicadores que estructuran un śındrome complejo, articulado en torno a un concepto de realidad extremadamente simple: la verdad está predeterminada por ĺıneas verticales que indican el arriba y el abajo, lo bueno y lo malo, lo valioso y lo pobre de acuerdo a la costumbre”, sostiene: “el conocimiento de lo real no es resultado de una búsqueda argumentativa que se esfuerza por develar las determinaciones que componen lo concreto pues todo lo que existe bajo la luz del sol tiene ya su dueño y su naturaleza revelada por la tradición. El poder se ejerce de modo autoritario, sin mayores normas que la costumbre -única valla en la práctica al libre arbitrio del señor-, el cual no acepta la conformación de sujetos colectivos entre los dominados porque su único concepto de otro es la subordinación absoluta; de hecho, para su noción de mundo no existe la otredad. Hay tan sólo superiores y subordinados a su servidumbre”. Agrega Vial, es un concepto de dominación, distinto al que existe en los Estados Unidos “donde la cultura tiene un espacio claro para el otro, es un lastre para el desarrollo y explica muchas de las fallas que han tenido los distintos proyectos de desarrollo implementados en el subcontinente (. . . ) lo definitorio de la lógica pa- trimonial es su visión particularista, de patrimonio privado con el que concibe la realidad global; para esa visión, no hay espacio alguno que permita el despliegue de lo público pues lo público supone un concepto de nación que no cabe en el mar- co anaĺıtico patrimonial. El caso paraguayo es un ejemplo notablemente ajustado de (. . . ) patrimonialismo verdaderamente sultanista, para usar la conocida terminoloǵıa de Weber40. 40Max Weber. Economı́a y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, Sexta Reimpresión, 1983, 2.2. Cultura 115 Es importante destacar la extremadamente larga pervivencia del patrimonialis- mo en América Latina, concibe Alejandro Vial “aún en páıses como México, el cual, pese a la temprana conceptualización de Estado a que lo obliga su vecindad con los Estados Unidos por un lado, y al efecto radicaĺısimo que en ese sentido tendrá la Revolución Mexicana por el otro, mantiene sumamente vigente la interacción pa- trimonial hasta nuestros d́ıas. El paternalismo, elemento gravitante también en la interacción patrimonial contribuye no poca cosa a su vez a los negativos resultados para el desarrollo” (Vial 1991: 44). Confianza Al interior de la Europa mediterránea, y en el mundo latino-católico en general, la ausencia de confianza dentro de esas sociedades se relaciona con la Iglesia y con el sistema poĺıtico formado por Felipe II, Carlos V y los Habsburgo. Aśı percibe Francis Fukuyama la realidad del mundo latino-católico: “Todos estos páıses comparten similares caracteŕısticas. Por ejemplo, tienden a tener una insigni- ficante sociedad civil, muy bajos niveles de confianza entre individuos que prefieren organizarse en torno a fuertes familias y amistades. Una de las razones de esta situa- ción es el catolicismo, con una estructura muy jerárquica que inhibe el crecimiento de formas espontáneas de religión como en sociedades protestantes más descentra- lizadas (. . . ) El Estado en estas sociedades latino-católicas también tiene una gran responsabilidad en la falta de confianza social, con su tendencia a ser más jerárquico o autoritario que en otras partes de Europa (. . . ) Es el patrón cultural que se puso en marcha hace cuatro o cinco siglos y que todav́ıa persiste en muchas partes del mundo mediterráneo41. Los efectos de la anotación perviven. La Corporación Latinobarómetro (una ba- teŕıa de empresas demoscópicas que ha recogido las respuestas en 17 páıses entre enero y marzo del 2000), destaca la disminución de la confianza de los ciudadanos de América Latina en sus conciudadanos, que ha descendido desde el 20 % en 1996 al 16 % en el año 2000. Los autores de la encuesta afirman que “una sociedad que no conf́ıa en sus semejantes, dif́ıcilmente podrá confiar en sus ĺıderes y en las institucio- nes que éstos representan”. Eso implica, por ejemplo, mayores gastos en certificación, más formalismos y menor creencia en la palabra, que requieren una modernización México, p. 21 41Francis Fukuyama. ABC - 9 de Abril, 2000, pp. 51 116 Caṕıtulo 2. Imaginario cultural para ser asumidos42. Corrupción En tono humoŕıstico Rafael Barajas El Fisgón, arquitecto y carica- turista mexicano, hace referencia a la corrupción rampante que observa en su medio (tema que desarrollamos en el caṕıtulo: “Década Perdida”): “Un tejido de cacicaz- gos, cuyas ráıces se remontan al universo prehispánico; una cultura de la corrupción que viene de la Colonia y las desigualdades sociales más brutales son algunas de las constantes de la vida del mexicano. A esto hay que agregarle una élite financie- ra delincuencial, 71 años de PRI y, finalmente, un presidente que fue gerente de la Coca-Cola. Ante este panorama hay que preguntarse: ¿por qué se ŕıe el mexicano? La respuesta es sencilla: porque no le queda de otra. No es posible soportar tanta chingadera sin sentido del humor”. Valores anglosajones vs. latinos En el clásico “O espelho de Próspero”, Richard M. Morse compara los proyectos nacionales de las dos Américas a partir de autores europeos y americanos. Aduce que las diferencias se explican por la aplicación, por parte de las elites europeas, de dos conceptos filosóficos diferentes. “En tanto Ingla- terra incorporaba como modelo para el Nuevo Mundo lo que hab́ıa más moderno en la época, representado por el pensamiento liberal de Locke y por el renacimiento ita- liano, incluyendo el pensamiento de Maquiavelo, España y Portugal retroced́ıan a la trinchera medieval, de donde la historia estaba saliendo, adoptando el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, en una postura de resistencia a la modernidad que ya se insinuaba” (Da Silva 1992: 22). El filósofo estadounidense F.S.C. Northrop, exige consideración a la vez que valora lo que pueda decantarse del diálogo entre lo emṕırico-pragmático vs individualista- existencial: “La parte angloamericana del mundo europeo, con su reducción a los valores culturales hacia el peso emṕırico-pragmático de lo racional, o a un análisis lógico de lo consistentemente racional, deben tomar muy en cuenta la verdad y el valor del individualismo existencial español, basado en la imaginación y en la pasión, conservando también aquellas otras filosof́ıas de Panamérica y Europa que fundamenta las instituciones culturales y la conducta moral, tanto en la esencia como en la existencia”. Debe encontrarse una nueva formulación del contenido del 42El Páıs - 14 de Mayo, 2000, p. 5 2.2. Cultura 117 hombre, una nueva filosof́ıa de las esencias que deberá combinarse con la filosof́ıa de la existencia. Esta “filosof́ıa debe enriquecerse (. . . ) con la inclusión del indeterminado y existencial continuo estético, que es el factor común en la civilización ind́ıgena panamericana y en la civilización oriental”43. El individualismo existencial español, basado en la imaginación y en la pasión podŕıa ser el telón de fondo de Alain Touraine cuando percibe que, en lo revolu- cionario latinoamericano, hab́ıa más de mitoloǵıa que de realidad: “La boina negra del Che es la imagen más fuerte que la América Latina ha transmitido al mundo desde el sombrero inmenso de Zapata (. . . ) Pero si la figura del Che vivo o muerto (. . . ) tuvo y sigue teniendo una excepcional fuerza de atracción, ¿no es porque la poĺıtica latinoamericana en su conjunto ha sido siempre tan poco revolucionaria, tan poco radical, tan constantemente orientada hacia la integración y el compromiso, tan dependiente, sobre todo, de los créditos y de las decisiones procedentes del exte- rior?(. . . ) su culto esconde la mala conciencia de un continente que vuelve la espalda a la revolución (. . . )”44. ¿Es que, además, las élites en América Latina viven de es- paldas a la realidad de sus páıses y miran exclusivamente hacia Europa y Estados Unidos? “Por primera vez, Brasil tiene un presidente que mira adentro de su páıs”, dice Viviane Senna, hermana de Ayrton, el mito del automovilismo brasileño que fa- lleció en mayo de 1994 en el Gran Premio de San Marino tras proclamarse tres veces campeón del mundo de Fórmula 1. “Quien contribuyó realmente a colocar a Lula en el Gobierno fue la élite, es decir, el fracaso de esa élite, que después de 500 años no ha logrado acertar en Brasil”. Senna dirige el instituto creado en 1995 en memoria del piloto, cuyo objetivo es poner en marcha proyectos complementarios a la escuela. En nueve años ha atendido a más de 2.5 millones de niños y jóvenes en 24 Estados. “Son proyectos de educación. Brasil necesita un desarrollo humano a gran escala, porque la mayoŕıa no vive en un páıs del Primer Mundo, en la Suiza económica brasileña, sino en el Afganistán social”45. En un ámbito anexo, ¿está el desarrollo económico asociado al ethos cultural de una sociedad? Pareciese ser la tesis de Max Weber. Se observa que, dice Fernando Calderón, los valores acerca de las jerarqúıas sociales y 43F.S.C. Northrop: Los factores genéricos y diferenciales en la Cultura Panamericana, Revista de Filosof́ıa y Letras, Núm. 38, México, 1950 44Alain Touraine: América Latina: Poĺıtica Sociedad. Madrid, 1989, pp. 345-346 45Francesc Relea. “El espejo de Brasil”. El Páıs Semanal, 4 de Enero, 2004, p. 24 118 Caṕıtulo 2. Imaginario la igualdad de oportunidades difieren de una sociedad a otra, aunque éstas puedan llegar a situaciones económicas similares. “En Estados Unidos, la igualdad de opor- tunidades es un valor institucionalizado y la jerarqúıa es resultado de un conjunto de logros adquiridos. En Japón, la institucionalización de las jerarqúıas sociales y la relativa ausencia de valores de equidad de oportunidades han logrado, por el impulso de sus élites, niveles de desarrollo económico semejantes. A diferencia de estos dos casos, en América Latina los valores de jerarqúıa y de igualdad de oportunidades han sido siempre problemáticos e inestables. La igualdad ha estado asociada con la lucha por la ciudadańıa, casi siempre avasallada, y las jerarqúıas son el resultado tanto de adscripciones del pasado como de una capacidad de movilidad social frecuentemente de tipo informal (Calderón 1995: 3). Estructuras mentales y su relación con la historia A modo de conclusión, el historiador Jean-Pierre Bastian formula una śıntesis integradora: “la historiograf́ıa latinoamericana reciente, al subrayar la larga duración y permanencia de ciertas mentalidades y estructuras mentales, permite observar los elementos constantes en las prácticas poĺıticas y sociales latinoamericanas. En particular, el corporativismo que impregna todas las prácticas sociales se considera como fruto de una doble herencia prehispánica y colonial. El concepto aristotélico-tomista del orden social como orden natural, jerárquico, vertical, integral e integrado, fortaleció los valores y prácticas prehispánicas, y produjo una cultura colonial autoritaria del tipo ancien régime46. El orden social “natural” fue, ante todo, un orden racial, para el que la jerarqúıa descendente legitimaba la dominación del español sobre el indio, el negro y las castas. La preeminencia racial del blanco contra los indios se conservó prácticamente intacta después de las independencias poĺıticas de principios del siglo XIX, cuando las élites criollas, blancas, sustituyeron al poder ibérico. Desde entonces, su dilema consistió en modernizar las sociedades latinoamericanas, pero conservando sus privilegios y el control sobre las masas ind́ıgenas y negras. En la lucha contra las fuerzas sociales centŕıfugas, el catolicismo demostró que era el factor esencial de cohesión de las nacionalidades aún débiles. De ah́ı provino el problema fundamental de la primera generación de liberales moderados: ¿cómo reconciliar el catolicismo, cada vez más 46Jaques Lafaye. Quetzalcoatl et Guadalupe. La formation de la conscience nationale au Mexique, Paris, Gallimard, 1974 2.2. Cultura 119 ultramontano, con la modernidad liberal, sin destruir la bóveda que abarcaba las prácticas y las mentalidades corporativas, esto es, la Iglesia católica?” (Bastian 1994: 282). ¿Qué hacer para superar las distancias?, pregunta Enrique Krauze, “Una v́ıa po- sible está en trabajar a favor del conocimiento mutuo, sobre todo del pasado. Un ejemplo: estoy convencido de que la verdadera clave de la rećıproca incomprensión y desconfianza -al menos en la gente de buena fe- está en fuerzas remotas provenientes del pasado anterior a la Ilustración y la Independencia (cuando la oposición a Europa nos acercó). Está, para decirlo en una ĺınea, en los distintos e incluso opuestos pro- yectos históricos que animaron la fundación de las “dos Américas”. No es lo mismo buscar la incorporación poĺıtica y espiritual de vastas poblaciones ind́ıgenas a través de un Estado centralizado y burocrático regido por la Corona Española, derivado de las doctrinas neoescolásticas de Francisco de Vitoria y Francisco Suárez, y dominado por la Iglesia, que colonizar tierras bald́ıas o semibald́ıas (exterminando o excluyendo a las poblaciones ind́ıgenas) a través de compañ́ıas, aldeas y familias inspiradas por la noción del pacto social de Hobbes, el individualismo liberal de Locke, en un clima de tolerancia religiosa, con una obsesión por la educación popular y una inclinación hacia la asociación”47. Tales conflictos son fundamentalmente de carácter religioso, opina Lorenzo Alba- cete, teólogo, “pues la religión nace en la experiencia de dar sentido y significado a la vida. Este sentido religioso es el factor más importante del surgimiento y de la resis- tencia de las culturas; y por más diferencias que existan entre las distintas culturas hispanas, todas tienen un origen común en el encuentro del catolicismo ibérico del siglo XVI y las creencias religiosas de los habitantes autóctonos de este continente. En muchas partes del mundo hispano esta formación cultural también incluye tra- diciones religiosas africanas. La cultura dominante estadounidense, en cambio, tiene sus ráıces en el encuentro de las convicciones religiosas angloprotestantes y de la Ilustración. Estos dos mundos parecen fundamentalmente incompatibles”48. Esta persuasión remite a la secular dicotomı́a planteada entre tradición y moder- nidad. En el pensamiento de J. Mohan Rao, “En las sociedades agrarias estancadas, 47Enrique Krauze. “Un puente para las Américas”. El Páıs - 16 de Enero, 2004, p.12 48Lorenzo Albacete. “El futuro de la influencia hispana en EE.UU.”. El Mundo- 22 de Junio, 2001, p. 4 120 Caṕıtulo 2. Imaginario las creencias culturales se han adaptado para mantener un equilibrio social estable. El estatus social es hereditario y la estabilidad social se asegura rechazando las as- piraciones a la posesión de la tierra. Las reglas de reparto social prevalecen sobre las del ahorro y la acumulación individuales. La Reforma protestante contribuyó a romper el imperio de esta cultura tradicional en Europa occidental que, en los siglos siguientes, progresó más deprisa que la Europa meridional. El ahorro, el voluntarismo y la asiduidad en el trabajo reflejaŕıan los valores de autonomı́a y éxito económico, mientras que la obediencia, la fe religiosa, la tolerancia y el respeto a otros pue- blos reflejaŕıan la conformidad con la tradición. A partir de los datos recogidos en una muestra de páıses respecto a los valores mencionados, Inglehart y sus colabo- radores han establecido un ı́ndice de motivaciones para el éxito, encontrando una fuerte correlación entre dicho ı́ndice y la tasa de crecimiento económico en el peŕıodo 1960-1989. Concluyen que el crecimiento económico viene determinado, no sólo por las instituciones poĺıticas y económicas (en particular, las poĺıticas y las inversiones en materia de educación), sino también por factores culturales, como las actitudes frente al ahorro”49. Lo cual, a mi entender, es congruente con un criterio que correla- ciona factores y recupera sentido de globalidad. ¿Es el marco institucional un anexo autónomo del entramado al interior del cual evoluciona? La idea de Weber de que el protestantismo es la fuente de la democracia moderna está muy extendida entre los especialistas contemporáneos de las ciencias poĺıticas. En un art́ıculo sobre las condiciones de la estabilidad democrática, Lipset dice: “Se ha sostenido, sobre todo por Max Weber, que los factores favorables a la democracia en esta zona (noroes- te de Europa más Norteamérica y Australia) son una concatenación de elementos excepcionales en la historia, una parte del conjunto que engendró también el capita- lismo en esta zona”, ya que “la importancia especial que concede el protestantismo a la responsabilidad individual ha favorecido la aparición de valores democráticos”50. En cuanto al catolicismo, en opinión de Lipset, se ha opuesto a la democracia en la Europa de entreguerras y en América Latina51. El ex embajador de España en EE UU, Jaime de Ojeda, según reportan José M. 49J. Mohan Rao. Cultura y desarrollo económico. Informe Mundial sobre la Cultura. Ediciones Unesco/Cindoc, Acento Editorial, 1999, p. 37 50S.M. Lipset. Some Social Requisites of Democracy: Economic Development and Political Legi- timacy. American Political Science Review, n 53, 1959, p. 165 51Political Man. Garden City, Nueva York, Doubleday, 1960, pp. 72-73 2.2. Cultura 121 Calvo y Javier del Pino, declaró: “Todos los páıses de la América española han estado viviendo un siglo con la misma retórica poĺıtica de libertad, igualdad y fraternidad (. . . ) Por desgracia, en esos páıses no se ha logrado llevar a la práctica el ideario, y cuando la gente llega aqúı, ve de golpe una sociedad que ha estado alabando toda su vida sin vivirla”. La relación entre pluralismo y ciudadańıa explica en parte la diferencia: “Hasta el siglo XIX, la proporción de latinoamericanos que votaba no superaba el 1 o 2 %, mientras que hacia mediados del mismo siglo el ı́ndice de participación en la elección de representantes poĺıticos en los Estados Unidos ya era ocho veces mayor”52. En paralelo, el tradicional crisol estadounidense entra en efervescencia con la in- corporación masiva del elemento “latino” o “hispano”, raza y cultura. Dentro de una generación, según las estad́ısticas recientes, y debido a la alta tasa de matrimonios mixtos, la población hispana absorberá y será absorbida por la no hispana, rubrica Barbara Probst Solomon, periodista y escritora estadounidense. “Aśı, lo que comien- za como la nueva sociedad de pluralidad cultural se transforma rápidamente en el tradicional crisol estadounidense. En el futuro inmediato, un porcentaje sustancial de la clase media estadounidense tendrá alguna herencia española; y el resto de la clase media tendrá la misma familiaridad con la cultura española que la que los es- tadounidenses cultos tuvieron una vez con la cultura francesa”53. ¿El reflejo de tal conformación, en qué medida afectará a las Américas como un todo, qué rasgos se harán predominantes? Conflicto Cultural La cultura occidental, paradigma en cuestión “Europa ya no es el centro del mundo”, titula Ryszard Kapuscinski: “La primera brecha en el monopolio del eurocentrismo, en la dominación de la cultura europea, fue abierta a mediados del siglo XX, en la época de la descolonización. En los siguientes cuatro decenios, por culpa de la guerra fŕıa, el proceso fue frenado y despojado de la dinámica que pudo 52Keeth L. Sokolof, “The Evolution of Suffrage Institutions in the New World”, en Crony Ca- pitalism and Economic Growth in Latin America, editado por Stephen Haber, Stanford, Hoover Institution Press, 2002, pp. 95-98 53Barbara Probst Solomon. “Pluralidad cultural: el nuevo v́ınculo de España con Estados Uni- dos”. El Páıs - 20 de Mayo, 2001, p. 16 122 Caṕıtulo 2. Imaginario tener. Las férreas y duras reglas de la guerra fŕıa impidieron el desarrollo de la cultura. Esa es una experiencia común de todo el mundo que vivió el colonialismo(. . . )En los tiempos modernos la dominación de la cultura europea fue tan aplastante y total que otras culturas se encontraron en un estado de inhibición o hibernación, como era el caso de las culturas árabes y china, o de marginación total o exclusión, como sucedió con la cultura de los bantú o de los pueblos andinos”54. Se entendió y fue convicción absoluta, “que el éxito de la cultura de Occidente en los diversos campos de la existencia pod́ıa hacerse extensivo a cualquier parte del universo, y por tanto a nosotros, optamos por deshacernos de la experiencia acumulada por las sociedades nativas que antes ocupaban el territorio que ahora es nuestro, latinoamericano, apostando por la opción occidental de nuestra existencia”, explica Luis G. Lumbreras, destacado antropólogo, arqueólogo y educador peruano, “De esta manera Occidente se convirtió en el paradigma de nuestros actos y decidimos no invertir tiempo ni recursos para desarrollar o reproducir las opciones de vida que teńıa el mundo ind́ıgena, convertido progresiva y contundentemente en la ant́ıtesis del desarrollo y la modernización” (Lumbreras 1992: 202). En el curso de una de las últimas entrevistas, que Luciano Pellicani recoge bajo el eṕıgrafe de: “La guerra cultural entre occidente y oriente”, Claude Levi Strauss declara: “He empezado a reflexionar en un momento en que nuestra cultura atacaba a otras culturas de las que, por tanto, me he hecho testigo y defensor. Ahora tengo la impresión de que el movimiento se ha invertido y de que nuestra cultura está a la defensiva frente a las amenazas exteriores y en particular frente a la amenaza islámica. De pronto me siento etnológica y firmemente defensor de mi cultura” (Pellicani 1991: 99). Identidades culturales y democracia poĺıtica Comentando la pérdida y so- brevivencia de rasgos culturales, en combinación biuńıvoca con las tendencias más universales, Fernando Calderón, en su recopilación “Una perspectiva cultural de las propuestas de la CEPAL”, explica: “Hoy d́ıa la exposición a ellas alcanza grados inéditos de intensidad. Los procesos de internacionalización, el acceso a la comuni- dad global, los cambios en el perfil educativo de la población, las nuevas relaciones generacionales y de sexo, los nuevos patrones de comportamiento y consumo; todo 54Ryszard Kapuscinski. “Europa ya no es el centro del mundo”. El Páıs - 2 de Febrero, 2003. Domingo, p. 13 2.2. Cultura 123 ello genera una tendencia incontrarrestable de diálogo conflictivo y quizás de rup- tura con la tradición” (Calderón et al. 1994: 197). Alberto Methol Ferré al hilo de lo que aventura Huntington: “Para el entrante siglo XXI, dentro de esa bipolaridad fundamental mundial occidente no occidente, Huntington vislumbra que el conflicto principal, en una perspectiva estratégica, seŕıa la alianza “islámico-confuciana” como desaf́ıo al occidente hegemónico. Y quedaŕıan en una zona intermedia los otros ćırcu- los culturales existentes: India, Japón, el eslavo-ortodoxo (Rusia principalmente) y América Latina. El África negra que podŕıa ser el otro ćırculo emergente, es todav́ıa una incierta y tumultuosa nebulosa” (Methol 1994: 20). El plano de la “intimidad” nacional o regional es afecto al diálogo cŕıtico y con- flictivo. Pedro Morandé invita a meditar en lo que llama choque entre la “cultura del texto” (Constituciones, Códigos, Reglamentos...) y la “cultura de la oralidad” (contenida en tradiciones, costumbres, usos centenarios, los valores propios de los grupos humanos part́ıcipes de una sociedad global, sean éstos pueblos ind́ıgenas, grupos campesinos, pescadores, etc.). La “cultura del texto” parte del supuesto de la asimilación de las minoŕıas cuya vivencia está condicionada a plazos y caducidad. El disfrute del desarrollo se concibe como plena identificación con los objetivos, planes, metas e ideales asumidos por la mayoŕıa. El desarrollo se plantea, planifica y desen- vuelve desde arriba y los parámetros para medirlo, también55. Implicados en todo ello, conceptos tales como: ciudadańıa, pluralismo, inclusión, cultura y desarrollo. Conflicto cultural, ¿hecho inevitable de la causa? La preeminencia de lo cultural en la generación y consolidación de los conflictos preocupa a S. Huntington La poĺıtica mundial está entrando en una nueva fase en la que el origen fundamental del conflicto no será ni ideológico ni económico. La gran división de la humanidad y la fuente principal de los conflictos será cultural56. Aseveración que concuerda con la experiencia que describe el antropólogo Tomás Calvo -dinámica de la que hemos hecho mención-, en la primavera de 1966, momento en que la Asociación Campesina organiza una marcha desde Delano a Sacramento con el fin de dar publicidad a la 55Pedro Morandé, “Identidad Local y Cultura Popular”, en Aproximaciones a la Identidad Local, Seminario Conceptual, Santiago de Chile, Ministerio Secretaŕıa General de Gobierno, Junio 1990, pp. 21-34 56S. Huntington, “The coming clash of civilizations”, Foreign Affairs, (1993), Vol. 72, 3:22-49 124 Caṕıtulo 2. Imaginario Causa, apoyar el boicot declarado contra las uvas cortadas por esquiroles y ganar nuevos militantes campesinos. Calvo reporta: “La marcha se llamó Peregrinación, Revolución y Penitencia, intentando expresamente significar la tradición mexicana de las peregrinaciones, la penitencia cuaresmal de ir andando 430 kilómetros y el cambio revolucionario que se queŕıa conseguir. Y aśı, el 17 de marzo de 1966 se inició desde Delano, corazón de la huelga de la uva, la Peregrinación que duraŕıa veinticinco d́ıas. Tres coordenadas especificaron cultural y socialmente la marcha: el espacio simbolizado, la celebración en cada pueblo de “noches revolucionarias” y la proclamación constante del “Plan Libertador de los hijos campesinos del Estado Californiano”, llamado Plan de Delano (. . . ) Para un militante chicano de la huelga, el caminar por el valle “no fue mero truco publicitario (. . . ) sino un verdadero acto religioso, un rechazo de nuestro pasado en este páıs y un śımbolo de nuestra unidad y de nuestro destino”. Y en ese peregrinar, dando sentido a la marcha procesional, sobresalen los estandartes de la Virgen de Guadalupe. De esta forma, el icono de la Virgen Guadalupe sirvió para el numeroso grupo de campesinos mexicanos de legitimación religiosa en la lucha social, además de śımbolo convocante de comunidad étnica” (Calvo Buezas 1981: 124). Agresión cultural La teoŕıa toynbiana de la agresión cultural formula tres leyes o generalizaciones emṕıricas. La primera es que el poder de penetración de un elemento cultural es proporcional al grado de su futilidad y superficialidad. De esta forma, la sociedad agredida, ante la imposibilidad subjetiva de sustraerse totalmente al influjo de la cultura radiactiva, acabará aceptando los elementos que le parezcan más fáci- les de imitar y menos indeseables, resume Pellicani. “La segunda ley de la agresión cultural: un elemento cultural que ha sido inocuo o efectivamente beneficioso en el cuerpo social en el que vive tiende a producir efectos nuevos y devastadores en un cuerpo social donde ha anidado como un exótico y aislado intruso. La tercera: la caracteŕıstica espećıfica de la radiación-recepción cultural es que una cosa atrae a otra, puesto que una cultura es un sistema cuyos elementos están interrelacionados entre śı. Aśı que los esfuerzos de la sociedad agredida para impedir la penetración de elementos culturales no deseados están abocados al fracaso. Una vez puesto en marcha, el proceso de aculturación es imparable y los intentos de los agredidos de pararlo ya no tendrán más resultado que el de hacer más doloroso el hecho. Cuando 2.2. Cultura 125 se hace evidente que la penetración cultural es imparable y que la misma capacidad de autodeterminación de la sociedad sometida a radiaciones ajenas está en duda, na- ce el “partido herodiano”, es decir, el partido de los que toman una postura opuesta a la de “los zelotes”: en lugar de rechazar obstinadamente la cultura ajena, los he- rodianos se hacen sostenedores de una genérica y programada aculturación (. . . ) De aqúı el inevitable duelo existencial entre los modernizadores y los tradicionalistas. Para los primeros, la salvación se puede encontrar sólo a través de la apertura de la comunidad nacional al influjo ajeno; para los segundos, al contrario, todo lo que pro- cede del exterior es el mal y por consiguiente, la salvación exige el cierre hermético de las fronteras culturales. El ejemplo más transparente de la reacción de los zelotes en contra de la Modernidad lo constituye la revolución irańı. No menos instructivo ha sido el modus operandi de la revolución camboyana. Por tanto, Toynbee hab́ıa acer- tado cuando dećıa que no era posible una aculturación material sin una aculturación espiritual” (Pellicani 1991: 104). Conflicto y superposición de culturas en América Latina En lo que respecta a América Latina, Ángel Rama, escritor uruguayo considerado uno de los principa- les ensayistas y cŕıticos latinoamericanos, en su obra “Transculturación narrativa en América Latina” (1982), dice, al evocar una sucesión iniciada con el conflicto por excelencia: “fue el de la superposición de la cultura hispánica a las americanas ind́ıgenas y cuya versión acriollada y regionalizada se dio con la dominación de la oligarqúıa liberal urbana sobre las comunidades rurales bajo la República; es un con- flicto resuelto de distinta manera, donde no se produce una dominación arrasadora y donde las regiones se expresan y afirman, a pesar del avance unificador. Se puede concluir que hay, en esta novedad, un fortalecimiento de las que podemos llamar culturas interiores del continente, no en la medida en que se atrincheran ŕıgidamente en sus tradiciones, sino en la medida en que se transculturan sin renunciar al alma, como habŕıa hecho Arguedas”. Por extensión, Calderón en Modernización y ética de la otredad. Comportamien- tos colectivos y modernización en América Latina, realiza una enumeración cabal, a la vez que altamente preocupante. Sostiene que el perfil sociocultural latinoamericano se caracteriza por la presencia de clases sociales “casi nunca plenamente estructuradas, élites poĺıticas y sociales permanentes desde el periodo colonial, sociedades regionales 126 Caṕıtulo 2. Imaginario en pugna constante con el poder central, convivencia de ideoloǵıas nacionalistas con ideoloǵıas extranjerizantes, minoŕıas nacionales o culturales escasamente reconocidas en el sistema poĺıtico de toma de decisiones, mayoŕıas étnicas ind́ıgenas y africanas culturalmente discriminadas. La misma noción de individuo es culturalmente ambi- valente y la ciudadańıa no acaba de plasmarse ni como un valor central ni como un sistema institucional leǵıtimo. Es decir, el tejido cultural latinoamericano expresa las caracteŕısticas metamórficas, ambiguas y diversas de las identidades culturales latinoamericanas” (Calderón 1995: 4). La superposición de culturas, es para Raúl Atria Benaprés, abogado y sociólogo chileno, y en ello coincide con Rama, “uno de los rasgos más ńıtidos y propios del proceso de incorporación de América Latina al mundo occidental. Esta superposición se va armando lenta pero inexorablemente a lo largo del peŕıodo colonial y genera cosmovisiones y orientaciones valóricas que, entremezcladas a veces y en oposición otras tantas, conforman el mundo cultural latinoamericano”. Incide Atria en lo que a desestructuración social se refiere: “Estos mundos culturales superpuestos en la es- tructura social de nuestros páıses, sólo ocasionalmente se interrelacionan en proyectos sociales y poĺıticos de cierta significación, capaces de encauzar la movilización social hacia niveles superiores de integración de las sociedades nacionales. En gran medida ello explica que estas sociedades estén traspasadas por signos de ambigüedad y debi- lidad de su integración cultural (. . . ) La realidad de la cultura popular en América Latina, que irrumpe con fuerza en los movimientos poĺıticos de masas de las últimas décadas, rara vez encuentra cabida real en los proyectos sociales de las élites poĺıtica y culturalmente dominantes. Resabio tal vez del carácter oligárquico del orden so- cial imperante en la mayoŕıa de los páıses de la región durante el siglo pasado y, en algunos casos muy significativos, hasta bien entrado el siglo XX” (Atria 1993: 158). La sociedad latinoamericana, reitera categóricamente Leopoldo Zea: “parece estar formada en capas sobrepuestas sin posibilidad alguna de asimilación. Superposición creada y estimulada por el mismo mundo occidental en su expansión, conquista y dominación de otros pueblos y sus hombres. Superposición, inasimilación cultural e histórica que se refleja en Latinoamérica en una, al parecer, permanente inmadu- rez”57. 57Leopoldo Zea. El pensamiento Latino Americano; Editorial Ariel. Barcelona, 1976, p. 451 2.2. Cultura 127 Como rasgo cultural constitutivo en la región, la negación del otro es ambigua en su desarrollo histórico concreto, expresan en consenso, Calderón, Hopenhayn, Otto- ne, lo cual rubricamos en toda su extensión: “Tal ambigüedad está marcada por la transformación del negador y del negado, cuya relación es compleja y ambivalente a lo largo del tiempo; la negación se vincula a rasgos de aceptación y de adopción de las caracteŕısticas del otro como propias. Un ejemplo clásico de esta ambivalen- cia está dado por el rol de la Iglesia católica en la región, que en distintas fases de la historia moderna y contemporánea ha dado bases doctrinarias sea ideoloǵıas poĺıticas antimodernas, elitistas y antiigualitarias, sea a ideoloǵıas modernizadoras, democráticas y tolerantes. Otra ambivalencia la encontramos, durante el siglo pa- sado, en la búsqueda de una institucionalidad juŕıdica fundada en la reiteración de constituciones francesas, inglesas y norteamericanas, al tiempo que las mayoŕıas na- cionales padećıan una exclusión significativa en lo poĺıtico y en lo cultural” (Calderón et al. 1994: 169). Tomás Calvo, en un tema de candente actualidad y, en referencia a los movimien- tos reivindicativos que analiza, expresa: “La transformación del machismo mexicano en una forma no-violenta, como ha sucedido en nuestro drama, ha sido únicamente una transformación de “formas”, que ha dejado intacto -incluso creciente- el raudal del ethos mexicano. Ha habido un cambio de la forma violenta-agresiva a la forma no-violenta defensiva; pero la función es la misma: vencer al enemigo, no permitir ser chingado, no dejarse rajar; y el significado también es el mismo, demostrar que ‘somos más fuertes y valientes’ que el enemigo” (Calvo Buezas 1981: 290). Choque de civilizaciones “Son los mundos que chocaron trágicamente sobre las metrópolis norteamericanas el 11 de Septiembre”, con estas palabras inicia Carlos Fuentes una de la frases, de esas que marcan época, a propósito de un aconteci- miento, paradigma del tema que nos ocupa: “los vicios de la globalización irrestricta dominada por una sola potencia y los vicios de la localización irrestricta dominada por tribalismos intolerantes. En Nueva York y Washington sucedió que la potencia mayor demostró su impotencia y la impotencia mayor demostró su potencia”58. Por su parte Paul Samuelson desde la perspectiva de los efectos que trascienden 58Carlos Fuentes. “Nueva realidad, nueva legalidad”. El Páıs - 23 de Septiembre, 2001, pp. 29 128 Caṕıtulo 2. Imaginario el hecho concreto: “El mayor triunfo de Osama Bin Laden no seŕıa las vidas que contribuyó a sesgar, ni los edificios que ayudó a destruir, sino el lograr provocar un conflicto regional entre las poblaciones islámicas de Oriente Próximo y Asia Central contra los miles de millones de cristianos, jud́ıos o confucianos del resto del mundo. Eso seŕıa una tragedia y un mal presagio para el nuevo milenio”59. En el área de las relaciones internacionales, económicas o poĺıticas, se ejecutan movimientos y prescripciones orientativas como los que destaca Robert Kaplan, es- critor y comentarista poĺıtico en “The New York Times”, “The New Republic” y “The Atlantic Monthly”: “Creo que el libro de Huntington es brillante, como lo de- muestra lo mucho que ha sido atacado. Si mira cómo se ha realizado la ampliación de la OTAN, verá que han sido tres páıses católicos y protestantes los que han ingresado en la Alianza, mientras se han dejado fuera a los aspirantes ortodoxos orientales. El mapa de Europa vuelve a estar dividido entre cristianos occidentales y orientales. Observe, por ejemplo, la hostilidad creciente entre musulmanes y cristianos en todo Oriente Próximo, sobre todo en Siria, Ĺıbano y las zonas árabes de Israel. Considere también las grandes fusiones de compañ́ıas norteamericanas y europeas: no hacen lo mismo las empresas occidentales con las japonesas o las del sureste asiático”. 59Paul Samuelson. “La economı́a internacional se reorganiza”. El Páıs. 2 de Diciembre, 2001. Negocios, p. 15 Caṕıtulo 3 Cambios vertiginosos Velocidad del cambio No tenemos forma de medir el ritmo del cambio, al menos es la percepción de Daniel Bell, sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard. “Un individuo nacido en 1800 que hubiese vivido hasta 1860 habŕıa visto aparecer las fábricas, los ferrocarriles, los barcos a vapor, el paso de la vida rural a la urbana; si hubiese vivido de 1860 a 1930, habŕıa conocido el descubrimiento de la electricidad y del teléfono, y si lo hubiese hecho de 1920 a 1980, le habŕıa tocado asistir a la aparición del automóvil, el avión y la televisión y ser testigo de la reducción del tiempo de trabajo y la transformación del mundo en una aldea global. ¿El shock ante el futuro de estas últimas décadas es mayor del que debieron experimentar las personas que vivieron en épocas anteriores o esa impresión es producto sólo de un espejismo?” (Bell 1993: 8). Para los tiempos que corren, y en una enumeración no exhaustiva: La globalización de las comunicaciones y la velocidad en tiempo real de los flujos de información como consecuencia directa de la revolución informática y telemática; La transnacionalización de la economı́a que está generando un cortocircuito en la interacción entre la economı́a primaria y la industrial, y entre los procesos de producción y el empleo, por causa no sólo de la revolución de la informática sino también por la aparición, entre otras cosas, de la biotecnoloǵıa, de la 129 130 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos ingenieŕıa de los nuevos materiales y las nuevas dinámicas organizacionales y administrativas; La reconfiguración de la praxis poĺıtica, de su organización y de los canales de participación social en función de inéditas demandas vinculadas a los procesos de innovación social y cambio tecnológico; La reconfiguración del orden internacional a través de la organización de blo- ques regionales transfronterizos cuya fisonomı́a es incierta dada la rápida mu- tación de la circulación del poder a través de los nuevos canales de interdepen- dencia; La crisis de escala de los Estados-nación aprisionados por una economı́a fuerte- mente industrializada, compleja, veloz e integrada, y por una fuerte tendencia a la fragmentación interior impulsada por la postergada resolución de los conflic- tos étnicos, religiosos y locales, disimulados por estructuras de gobernabilidad omniabarcadoras y rigidizantes1. Cambios e historia reciente En una conferencia magistral, el célebre historiador inglés Eric J. Hobsbawn (Ciudad Universitaria, México, 1992) desplegó su interpretación de lo acaecido en los últimos setenta años: “Nunca antes en la historia, la ordinaria vida humana y las sociedades en la que ésta tiene lugar han sido tan radicalmente transformadas en un lapso tan breve, no únicamente en una sola vida, sino dentro de una parte de la vida”. A continuación enumera tres cambios radicales: “durante la mayor parte de la historia registrada, la mayoŕıa de los seres humanos ha vivido de la tierra y sus animales; esto segúıa siendo aśı hacia la Segunda Guerra Mundial, aun para los páıses altamente industrializados como Estados Unidos y Alemania, donde un cuarto de la población todav́ıa viv́ıa de la agricultura. Empero, entre 1950 y 1975 esto dejó de ser aśı en una gran parte de la superficie de la Tierra. En Europa, en el continente americano y en el occidente del mundo islámico -de hecho en todas partes, excepto en las áreas continentales del Sur, el este de Asia y África Subsahariana- los agricultores 1A. Petriella et al. “Impacto social, económico y cultural del cambio climático”. Realidad Económica. N 102, p. 83 131 son ahora minoritarios con relación a la población, y esto ocurrió a una velocidad dramática (. . . ) El segundo cambio es la creación sin precedentes de intelectuales como un fenómeno demográfico masivo. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la gente que lograba una educación superior o siquiera secundaria era una fracción tan poco significativa que no aparećıa en las estad́ısticas de la población, incluso en los páıses más desarrollados. Entre los mayores y de mayor nivel educativo -Alemania, Francia y Gran Bretaña-, con una población total de 150 millones de habitantes, contaban en ese entonces con no más de 150 mil estudiantes universitarios. Durante el decenio de 1980, el pequeño Ecuador contaba con más del doble de estudiantes universitarios (. . . ) El tercer cambio es la posición de las mujeres. En 1940 solamente el 14 por ciento de las mujeres casadas en Estados Unidos que viv́ıan con sus esposos trabajaban. En 1980 más de la mitad de todas las mujeres casadas estadounidenses lo haćıan; una vez más, el porcentaje casi se duplicó entre 1950 y 1970 (Hobsbawn 1992: 36). En torno a los sectores o actividad económica, los principales cambios estruc- turales ocurridos en la sociedad norteamericana en los últimos veinte años, seŕıan: “Los Estados Unidos son hoy claramente una economı́a postindustrial. Aunque la participación de las manufacturas industriales en el producto nacional bruto ha per- manecido constante a lo largo de estas décadas (alrededor de un 20 por 100), el empleo en el sector ha pasado de constituir un 27 por 100 de la fuerza de trabajo en 1970 a representar sólo el 18 por 100 en 1990, y bajará hasta aproximadamente el 12 por 100 en el año 2000. Más del 75 por 100 de la fuerza de trabajo corresponde al sector servicios (que incluye desde los servicios personales hasta la salud, la educa- ción y los servicios empresariales). El resto se lo reparten el transporte, la mineŕıa, la construcción y la agricultura (que da empleo a menos del 2 por 100 de la fuerza de trabajo). El movimiento sindical se ha reducido considerablemente, pasando de unos ı́ndices de afiliación de casi el 40 por 100 de la fuerza de trabajo en la postguerra a poco más de un 11 por 100 en la actualidad” (Bell 1993: 13, 14). En América Latina, explica Alain Touraine2, tres han sido los enfoques domi- nantes en el análisis de los cambios sociales, poĺıticos y económicos, que a su vez corresponden a momentos decisivos en la historia del pensamiento social y poĺıtico 2Alain Touraine, “Los problemas de una socioloǵıa propia en América Latina” en Revista Me- xicana de Socioloǵıa, Año LI, No. 3, 1989, pp. 3-22 132 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos de esta región. “El primero se refiere a la tristemente célebre teoŕıa de la moderniza- ción, en la que el modelo de desarrollo económico y social europeo y de los EE.UU. aparece como el modelo que debeŕıan reproducir los páıses latinoamericanos para lograr aśı salir del subdesarrollo y alcanzar las caracteŕısticas de las modernas demo- cracias occidentales. A este enfoque también se le conoce con el nombre de “modelo dualista” y fue identificado con una posición poĺıtica de derecha. El segundo enfo- que es el de la integración nacional y se trata de un análisis que pone énfasis en lo nacional-popular como v́ıa para alcanzar un desarrollo económico. Plantea como tarea prioritaria resolver el grave problema de justicia social que arrastran la mayor parte de las naciones latinoamericanas. A este tipo de análisis se le puede asignar una identidad poĺıtica de centro. Y por último el enfoque de la dependencia, que en cierta fracción de investigadores de Latinoamérica fue el enfoque dominante durante un buen tiempo (Farfán 1992: 81). Es cierto que todo ha cambiado desde el 9 de Noviembre de 1989, es decir, desde la cáıda del muro de Berĺın, acota Jean Daniel, director de Le Nouvel Observateur. ¿Qué hemos aprendido de este 11 de Septiembre de 2001?, pregunta, como introduc- ción a otra de las frases que marcaron época: “Que lo peor, de ser posible, pasa a ser probable cuando podemos preverlo, pero sin disponer de los medios para prevenir- lo”3. Milos Forman, explicando el paso del comunismo totalitario a un capitalismo anárquico en Checoslovaquia: “Salimos del zoológico para entrar a la selva”4. Globalización de los mercados financieros Para un número especial de la revista International Social Sciences Journal pu- blicado por la UNESCO: “La globalización de los mercados financieros ha creado una compleja red de transacciones de todo tipo -de movimientos masivos y rápidos de capital, especulación en múltiples mercados y monedas, inversiones en una des- concertante variedad de instrumentos financieros- que han adquirido vida propia y se han desvinculado de la producción y distribución de bienes y servicios” (Sagasti 1992). Joaqúın Estefańıa, dibuja el nuevo escenario y sus incógnitas: “Cuando se cambian los iconos de las paredes (el de Marx por el de Friedman, el de Che Guevara 3Jean Daniel. “Occidente ya no existe”. El Páıs - 12 de Septiembre, 2003, p. 13 4Carlos Fuentes. “Después del neoliberalismo”. El Páıs - 7 de Mayo, 1998, p. 13 3.1. Globalización 133 por el George Soros, el del Dow Jones por el del Nasdaq, el de Rockefeller por el de Bill Gates, el de Hayek por el de José Bové, el héroe de Seattle, etcétera), es preciso diferenciar la moda de lo que va a instalarse, a permanecer”5. 3.1. Globalización Globalización en suspenso Costo de la Guerra Fŕıa para América Latina América Latina pierde no una sino varias décadas en el curso de la Guerra Fŕıa, sintetiza Humberto Garza Elizondo: “El conflicto Este-Oeste tuvo repercusiones pro- fundas en América Latina, que por su complejidad y sus alcances no siempre se asocian directamente con ese conflicto. Los páıses de la región vieron contenidos sus procesos de desarrollo poĺıtico y económico; esto es, se vieron obstaculizados y li- mitados en el plano interno, lo cual se reflejó en retraso respecto de otras regiones, concretamente, en rezago frente al exterior6. América Latina atraviesa entre grandes dificultades los años de la Guerra Fŕıa (1945-1990), pasa del militarismo con cre- cimiento económico de los años cincuenta al autoritarismo nacionalista y populista con estancamiento de los años sesenta y setenta, y de ah́ı a las democracias en crisis financiera de los años ochenta, periodo al que se refieren los economistas como “la Década Perdida” (Garza 1991: 121). Mea culpa norteamericana El entonces subsecretario de Estado norteamericano, Lawrence Eagleburger, en la Conferencia de Santiago (1991), admitió: “Hace 15 años, la guerra fŕıa estaba en su apogeo, alimentando conflictos regionales y polarizando las relaciones inter- nacionales... No seré yo quien niegue que mi páıs es en parte responsable de haber contemplado nuestras relaciones hemisféricas a través del prisma a veces distorsio- 5Joaqúın Estefańıa. “La segunda revolución capitalista”. El Páıs - 5 de Marzo de 2000. Domingo, p. 10 6Una perspectiva histórica de los costos de la Guerra Fŕıa para América Latina en: F. Parkinson, Lat́ın América, the Cold War and the World Powers, 1945-1973: A Study in Diplomatic History, Beverly Hills, Sage Library of Social Research, 1974 134 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos nante de la guerra fŕıa... La victoria actual de la libertad redime muchos errores. Pero lo cierto es que cometimos muchos errores. El más serio de ellos fue nuestro fracaso en aceptar los términos de la realidad hemisférica y en admitir la validez propia de los problemas latinoamericanos”7. Errores estratégicos En “La inteligencia estratégica”, Osmar de Barros Ribeiro aduce a ejemplos históricos, y en cascada, de derrotas militares, fracasos poĺıticos y desastres económi- cos, consecuencia tanto de la ausencia de Inteligencia Estratégica como de la defi- ciencia en su elaboración. “Entre ellas, la más reciente, fue la derrota sufrida por Irak en la guerra del Golfo Pérsico. Su magnitud tal vez no ha sido comprendida por el gran público, aunque muchas modificaciones profundas estén en curso en aquella región y, también en otras partes del mundo. En términos económicos, luego de Irak, tal vez Brasil fue el más derrotado en aquella confrontación: una equivocada neutra- lidad acabó por separarlo de los promisorios mercados de Arabia Saudita, Kuwait y de otros no tan importantes, además de haber perdido lo que representaba Irak, el cual, cargando el peso de reparaciones de guerra, no está en condiciones de indem- nizar a Brasil por obras ya entregadas” (de Barros Ribeiro 1992: 49). En América Latina, al menos hasta la Guerra del Golfo, no se asocian repercusiones -complejidad y alcances-, con conflictos extra regionales. Globalización y realidades emergentes Definiciones de globalización En su vigésima segunda edición, el Diccionario de la Real Academia Española, incorporó el concepto: “Tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”. Esta de- finición por primar el carácter económico, es estimada como reduccionista. Un diccio- nario privado la describe como: “estado de desarrollo planetario sin barreras, donde todo está próximo, accesible y donde todo comunica y donde, consecuentemente, las solidaridades y las interdependencias se acrecientan”. Calificada como ensoñadora, 7Carlos Fuentes. “La OEA cincuentona”. El Páıs - 11 de Marzo, 1998, p. 13 3.1. Globalización 135 representa lo que debeŕıa ser, no como es. Una visión economicista, la del FMI: “es la interdependencia económica creciente del conjunto de páıses del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, aśı como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de la tecnoloǵıa”. Por adaptarse a la discusión técnica, aleja sus contenidos de la reflexión del ciudadano corriente, refleja, por lo demás, una situación que se ha dado en la historia en muchos momentos. El sociólogo francés Alain Touraine ha distinguido la descripción cient́ıfica de la globalización de una definición ideológica. Touraine matiza en el sentido que, una cosa es concretar el aumento de los intercambios mundiales, el papel de las nuevas tecnoloǵıas y la multipolarización del sistema de producción, y otra afirmar que constituye un siste- ma mundial autorregulado y, por lo tanto, que la economı́a escapa y debe escapar a los controles poĺıticos. Se sustituye una representación exacta por una interpretación errónea. El sociólogo la caracteriza: “como un proceso nefasto mediante el cual los pueblos han cedido el poder sobre sus economı́as y sociedades a fuerzas globales y antidemocráticas, tales como los mercados, las agencias de calificación de la deuda, etcétera”. Estefańıa entiende: “Se llega aśı a un concepto más comprensivo de la globalización, según el cual es un proceso por el que las poĺıticas nacionales tienen cada vez menos importancia y las poĺıticas internacionales, aquellas que se deciden lejos de los ciudadanos, cada vez más. Si fuese aśı, la globalización se vinculaŕıa sobre todo a la esencia del sistema en el que aspiramos a vivir: la democracia, la sociedad de libertades poĺıticas, económicas y sociales”8. Camino a lo operacional, el ı́ndice de la globalización de A.T. Kearney/Foreign Policy clasifica 62 páıses en 14 variables agrupadas en cuatro indicadores: integración poĺıtica, contactos personales, conexión tecnológica y compromiso poĺıtico. Indica- dores: Integración Económica: comercio, inversión directa extranjera (IDE), flujos de inversión de cartera, pagos y rentas de inversión. Contactos Personales: viajes y turismo internacionales, tráfico telefónico inter- nacional, remesas transfronterizas y transferencias personales. 8Joaqúın Estefańıa. “Una unidad de destino en lo universal”. El Páıs - 10 de febrero, 2002. Domingo, p. 17 136 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Conexión tecnológica: usuarios de Internet, portales y servidores seguros para transacciones cifradas. Compromiso Poĺıtico: pertenencia a organizaciones internacionales, contribu- ciones humanas y financieras a las misiones de la ONU, tratados internacionales ratificados9. Internacionalización, precedentes En “Globalización del capital”, Marta Harnecker, respecto de los paralelos idiomáti- cos del término, puntualiza: “El término ‘mundialización’, que enuncia una filiación con la teoŕıa francesa de la internacionalización del capital que corresponde a la substancia del termino anglosajón globalization no se refiere sólo a fenómenos que interesan a toda la sociedad humana, a todo el mundo, sino también a los procesos que se caracterizan por ser ‘globales’ únicamente en la perspectiva estratégica de un ‘agente económicoó de un ‘actor social’. Sólo se puede hablar de globalización en este último sentido, es decir, exclusivamente desde la óptica de un capital altamente centralizado y concentrado. Lo que estamos viviendo es lo que se denomina un proce- so de mundialización del capital”. Frente a la frondosidad existencial del fenómeno, Harnecker, investigando los oŕıgenes descubre delimitaciones: “La internacionaliza- ción actual tiene precedentes; las multinacionales verdaderamente globales son poco numerosas, la mayor parte tiene todav́ıa una fuerte base nacional; la mayor parte de las inversiones directas en el extranjero se concentran en los páıses industriales avan- zados y el Tercer Mundo permanece, salvo escasas excepciones, marginalizado; todo el flujo de capitales se concentra sobre la Tŕıada; las principales potencias económi- cas tienen la posibilidad de ejercer fuertes presiones sobre los mercados financieros y otros mecanismos económicos”10. Gabriel Tortella, economista e historiador español, especialista en historia económi- ca de la Edad Contemporánea comenta éxitos, fallos y persistencia del concepto y movimiento: “El siglo XX termina como empezó: en pleno proceso de globalización. La globalización se inició a mediados del siglo XIX, y quedó bruscamente interrum- pida por la Primera Guerra Mundial, en 1914. Tras la guerra hubo intentos de volver 9“Medir la globalización”. Foreing Policy - Edición española, Abril/Mayo, 2004 10Marta Harnecker. “Globalización del capital”. El Páıs - 12 de diciembre 1999, Domingo, p. 12 3.1. Globalización 137 a la integración económica internacional, pero fracasaron, y lo que se produjo fue la Gran Depresión de los años treinta. Con la Depresión y la Segunda Guerra Mundial prevalecieron el nacionalismo económico y el autarquismo, que alcanzaron sus cotas máximas en la URSS, la Alemania nazi y la España franquista. Tras la guerra se volvió muy gradualmente a la cooperación mundial, pero la división del planeta en tres bloques (capitalista, comunista y no alineados) constitúıa un grave obstáculo. La globalización se ha impuesto en toda regla tras el derrumbe del comunismo europeo y la aceptación por China de la economı́a mixta y el mercado internacional”11. La mundialización de la economı́a, que se ha acelerado después de la cáıda del muro de Berĺın, tiene dos caracteŕısticas que sobresalen por encima de las demás. La primera, la acumulación de crisis financieras cada vez más frecuentes y con más capacidad de propagación: el Sistema Monetario Europeo, en 1992; México, en di- ciembre de 1994; el sureste asiático en 1997; Rusia, en el verano de 1998; y en ese mismo año y en éste, Brasil y América Latina. La segunda caracteŕıstica es que la globalización económica es, sobre todo, una globalización financiera. Aśı caracteriza Joaqúın Estefańıa el fenómeno que nos ocupa. “Se ha producido una financiarización de la economı́a, lo que supone un cambio cualitativo sobre el anterior esṕıritu del ca- pitalismo (. . . ) En esta etapa económica entre dos siglos en la que estamos viviendo, se pueden encontrar también una serie de situaciones que la definen: Privatizaciones: se ha acabado con el sector público empresarial que se ge- neró a partir de la posguerra. Algunas de estas privatizaciones no han servido para aumentar la competencia, pues han devenido en monopolios u oligopolios privados. La mayor parte de las privatizaciones han tenido enormes costes en materia de despidos. Transición inédita del socialismo al capitalismo en el antiguo bloque soviéti- co. Aparición de una oligarqúıa que no ha necesitado hacer la acumulación originaria de capital porque se la han regalado. Una nueva categoŕıa de páıses, los emergentes, salidos de las filas de los páıses en v́ıas de desarrollo. Los nuevos páıses emergentes comparten en parte los beneficios de la globalización financiera (la entrada de capitales) y han iniciado 11Gabriel Tortella. “Maravilloso y terrible”. El Páıs - 31 de Diciembre, 2000. Domingo, p. 15 138 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos una especie de convergencia con los páıses industrializados. Los páıses pobres se descuelgan cada vez más del bienestar. Concentración del capital: oleada de fusiones y adquisiciones como estrategia para ampliar cuota de mercado y reducir costes (fundamentalmente laborales). La mayor parte no están siendo hostiles y se trata de sociedades del mismo sector, no como en la anterior oleada de concentraciones”12. Civilización mundial ¿Funciona el mundo, en lo concretamente práctico, como una unidad operativa única, cual mercado global de capitales? Si damos categóricamente por hecho que existe una civilización mundial, la división entre “Primer” y “Tercer Mundo” se tor- na inadecuada. “En el fondo, tal dicotomı́a presupone la centralidad del concepto de nación. Un páıs pertenece al primer conjunto cuando cumple con determinados crite- rios, su inserción en el ‘tercero’ derivaŕıa de una serie de insuficiencias. La existencia de mundos que se excluyen puede aśı ser medida a través de ı́ndices demográficos, económicos, sociales, ordenando los páıses según una gradación aparentemente con- vincente -desarrollados, en desarrollo, subdesarrollados-. La globalización rompe con los ĺımites nacionales borrando las fronteras entre lo interno y lo externo. En este sentido, la mundialidad es parte del presente de las sociedades que nos habituamos a llamar ‘periféricas’. Una cultura mundializada echa ráıces en ‘todos’ los lugares, cualquiera sea el grado de desarrollo del páıs en cuestión. Su totalidad traspasa los diversos espacios, aunque de manera desigual” (Ortiz 1995: 23). “Reinventar el pa- sado, recordar el futuro consumado por anticipado, es la consigna del pensamiento y del estilo del mundo”, presupone Vicente Verdú, y entre lo filosófico y lo escatológi- co: “Todo se prorroga en la vida un poco más. No para darle una existencia nueva o diferente, no para revolucionar o subvertir lo vivido ni para ensayar un proyecto nuevo, sino sólo por la compulsión para diferir el fin”13. 12Joaqúın Estefańıa. “El nuevo esṕıritu del capitalismo”. El Páıs - 26 Diciembre, 1999, p. 64 13Vicente Verdú. “Contra el siglo XXI”. El Páıs - 31 de Diciembre, 2000. Domingo, p. 2 3.1. Globalización 139 Nueva Economı́a Como aspecto positivo la Nueva Economı́a posee: instantaneidad de transmisión de datos, conexiones en tiempo real y determinadas adquisiciones que fundamental- mente se centran en productos y servicios estandarizados, y de consumo masivo. “Los más significativos son las reservas de viajes, espectáculos, libros, y bienes culturales diversos. En el entorno económico general podemos señalar los productos de ahorro- inversión tales como suscripción de fondos de inversión, compra-venta de valores, apertura de cuentas remuneradas, y en general todo tipo de operaciones de activo y pasivo”14. Datos en ristre, el producto bruto global (1998) se estimó en unos 30 billones de dólares. El valor de mercado de los derivados financieros (basados en opciones de futuro y efectos financieros sintéticos o combinados) era de 360 billones, o sea 12 veces el producto bruto global. Hoy se calcula que el valor de los fondos de pensio- nes e inversión es equivalente al producto bruto global. La capitalización de valores bursátiles en Estados Unidos en 1998 equivaĺıa al 140 % del producto bruto de Esta- dos Unidos, que es más de 10 veces el producto bruto de España, según el recuento de Manuel Castells (2006). Cada d́ıa se cambian en el mundo divisas por valor de unos 1,5 billones (de 12 ceros) de dólares, lo que viene a ser el producto bruto del Reino Unido. Cada d́ıa. En esas condiciones no hay quien controle los movimientos de divisas una vez se disparan por las turbulencias del mercado.Tal dinámica, es- tratosférica y envolvente, al margen de control ciudadano, supone la necesidad de “distinguir la imagen ideológica de la economı́a de mercado, de la imagen real. La principal causa de la amenaza que pesa sobre los ciudadanos de todo el mundo no es tanto la mundialización como la libertad absoluta de los movimientos de capitales que, incontrolados, desregulados, pueden acabar casi instantáneamente con cualquier economı́a nacional o regional, en virtud de cálculos estrictamente financieros y de corto plazo”15. 14Carlos Estévez Caño. “Internet y la nueva Economı́a”. ABC Economı́a- 9 de Abril, 2002, p. 3 15Joaqúın Estefańıa. “La segunda revolución capitalista”. El Páıs - 5 de Marzo de 2000. Domingo, p. 10 140 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Papel de los organismos internacionales ¿Es necesario algún tipo de regulación de los movimientos libres de capitales? ¿Qué régimen de tipo de cambio es más oportuno: un ŕıgido currency board, como en Argentina, o la libre fluctuación de las monedas locales? ¿Cuál debe ser el papel del FMI en la resolución de esas crisis imprevisibles? ¿Y cuál el papel de los inversores privados: deben pagar por sus poĺıticas imprudentes o son los contribuyentes de los páıses donantes de paquetes de ayudas los que deben hacerlo?: el dilema del riesgo moral. Son preguntas fundamentales que, según Estefańıa, corresponde a la comunidad satisfacer16. Globalización y elites Francis Fukuyama amplifica los ámbitos de riesgo para tradición y hegemońıas: “La globalización en forma de inversión extranjera directa por parte de empresas multinacionales no sólo crea empleo, sino que amenaza directamente a esas élites locales al exponerlas a la competencia. La globalización es el soporte de la moderni- zación, que conlleva la exigencia de una mayor transparencia y apertura, educación, técnicas de gestión que siguen las mejores prácticas y el escrutinio de los medios de comunicación de todo el mundo”17. Peligros, desestabilización La globalización del crimen organizado es una de las dimensiones más impor- tantes de la nueva era, advierte Manuel Castells: “Hoy, estos grupos son una gran potencia económica. Estimaciones serias del volumen de lavado de dinero procedente de la actividad criminal de todo tipo sitúan el total entre el billón y billón y me- dio de dólares (billones de 12 ceros), lo cual es más o menos el producto bruto del Reino Unido. Es un capital volátil que contribuye a la especulación y a la desesta- bilización no sólo de los mercados financieros, sino de todo tipo de páıses, incluidos grandes, como Japón o Rusia, o pequeños, como Austria o Panamá. Cualquier co- sa que esté prohibida, desde la inmigración al tráfico de armas, desde los órganos 16Joaqúın Estefańıa. “Ha nacido una estrella: el G-20”. El Páıs - 19 de Diciembre, 1999, p. 60 17Francis Fukuyama. “Un reto para la izquierda”. El Páıs - 19 de Diciembre, 1999, p. 17 3.1. Globalización 141 humanos hasta las personas, genera un mercado que se procesa globalmente”18. Globalización, desarraigo y desintegración El “Tercer Mundo” vive hoy un proceso de desintegración en tanto entidad ho- mogénea, estima Renato Ortiz: “La globalización provoca un tipo de desarraigo de los segmentos económicos y culturales respecto de las sociedades nacionales, integrándo- los a una totalidad que los distancia de los grupos sociales más pobres, marginales al mercado de trabajo y de consumo (. . . ) Eso hace que capas sociales de ciudades co- mo San Pablo, Buenos Aires, México, se aproximen al tipo de vida que encontramos en Nueva York, Paŕıs, Tokio, pero simultáneamente se distancien de la dura reali- dad que prevalece en sus periferias urbanas. Lo que está geográficamente distante, se torna próximo y lo que nos rodea se pierde en nuestra indiferencia socialmente construida. La mundialidad de la cultura penetra aśı los fragmentos heterogéneos de nuestros lugares, separándolos de sus ráıces nacionales” (Ortiz 1995: 21). “El 11-S, una ocasión desperdiciada”, signa Andrés Ortega, citando a Alain Tou- raine, para quien estamos en una situación de “más globalización, pero menos integra- ción”, en un proceso de “desinstitucionalización”. Como efecto colateral del fat́ıdico d́ıa: “Sin embargo, también la globalización ha sufrido varios embates, especialmente con un mayor control de los movimientos de personas (en una tendencia que lleva a que la inmigración se trate más desde el punto de vista policial que social); de capi- tales (con la lucha contra las redes de financiación del terrorismo y otras formas de crimen organizado); de bienes (Estados Unidos va a imponer nuevas normas de tráfi- co maŕıtimo, pues teme que por ah́ı se cuelen amenazas), y de la información (con el control de las comunicaciones, aunque, para Castells, se equivocan los Gobiernos si creen que pueden trasformar o controlar la arquitectura de Internet, pues la Red ha cobrado vida propia)”19. Pese a lo cual, los páıses más integrados globalmente, según Foreing Policy (2004), son Irlanda, Suiza, Austria, Finlandia, Páıses Bajos y Dinamarca, que, además, son los más comprometidos con el sistema internacional. 18Manuel Castells, EP (S), El Páıs, 27 de febrero de 2000 19Andrés Ortega. “El 11-S, una ocasión desperdiciada”. El Páıs - 20 de Enero, 2002. Domingo, p. 6 142 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Globalización y pérdida de poder adquisitivo, desigualdad “Llamémosle como le llamemos, imperialismo, neoliberalismo o fundamentalismo del libre mercado, estamos ante la misma realidad: un mundo injusto y unas relacio- nes injustas”, afirma Juan Somav́ıa, de la Organización Internacional del Trabajo. Según el cálculo de Somav́ıa, desde que comenzó el proceso globalizador, a principios de los noventa, sólo en América Latina hay un 50 % más de parados, un 50 % más de trabajadores en la economı́a informal y el poder adquisitivo de la media del salario mı́nimo se ha reducido un 25 %. “Esto es éticamente inaceptable y poĺıticamente insostenible”, afirma el funcionario chileno20. Moisés Naim coincide, consigna y ma- tiza: Ni mercado ni Estado. Un mundo que después de una década de liberalización económica muestra más pobreza y desigualdad y se percibe más corrupto e inestable ofrece grandes oportunidades para las denuncias contra el mercado. Con base en los discursos se podŕıa suponer que las poĺıticas neoliberales son una reliquia sin vigen- cia. Paradójicamente, a pesar del feroz ataque retórico en contra de la globalización y las reformas de mercado, en muchos páıses, éstas han mostrado una sorprendente permanencia. Aún quienes las denuncian, en Rusia, Venezuela o Malasia, terminan adoptándolas21. A contrapunto, coincidiendo con Somav́ıa, el diagnóstico de Joseph Stiglitz es contundente: “La globalización actual no funciona”. Muchos millones de personas han notado “cómo su situación empeoraba” y “cómo sus empleos eran des- truidos y sus vidas se volv́ıan más inseguras”, “se han sentido cada vez más impoten- tes frente a fuerzas más allá de su control” y “han visto debilitadas sus democracias y erosionadas sus culturas”22. Francis Fukuyama, por su parte, no entiende los recatos sobre el tema de una izquierda que, en teoŕıa y se supone, defiende los intereses de los trabajadores: “Re- sulta irónico que sea la izquierda la que se rebele contra la globalización, dado que la globalización es una de las fuerzas más progresistas del mundo actual. Por cada trabajo de baja especialización que se exporta desde un páıs industrializado como EE UU al Tercer Mundo se crean varios puestos nuevos en lugares como Malasia, India y China, proporcionando a trabajadores de esos páıses la oportunidad de unirse al 20Antonio Caño. “La antiglobalización se enfrenta a la pobreza”. El Páıs - 18 de Enero, 2004, p. 2 21Moisés Naim. “Las ansiedades de la globalización”. El Páıs - 12 de Marzo de 2000, p. 16 22Josep Ramoneda. “Misioneros de la globalización”. El Páıs - 18 de Mayo, 2002, p. 11 3.1. Globalización 143 mundo moderno”23. Figura 3.1: Grado de globalización versus esperanza de vida. Fuente: Programa de Desarrollo de Naciones Unidas Antiglobalización La Alianza -antiglobalización- nació hace tres años en Massachussetts, reporta la periodista Pepa Roma (2000), a ráız de un art́ıculo de Ronnie Dugger en el diario The Nation: “Las multinacionales gobiernan nuestros Gobiernos, nuestros poĺıticos, 23Francis Fukuyama. “Un reto para la izquierda”. El Páıs - 19 de Diciembre, 1999, p. 17 144 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestra salud, nuestra alimentación. Gobiernan a los medios de comunicación para manipular a la opinión pública a favor de sus intereses. La democracia americana ha sido bombardeada desde dentro”24. Por aquel entonces, Joaqúın Estefańıa en su art́ıculo “Gobernar la globalización”, da cuenta de El hombre de Davos, “un concepto que ha acuñado el politólogo Samuel Huntington para definir el arquetipo de la persona que acude una vez al año a la localidad de los Alpes suizos a discutir del capitalismo. Partidario de la globalización sin matices, norteamericano de nacimiento o de vocación, hagiógrafo de la nueva economı́a y de las tecnoloǵıas avanzadas, al hombre de Davos le ha aparecido un contraparadigma en Seattle, que ha vuelto a emerger en Bangkok, la capital tailandesa (donde empezó la última crisis financiera en el verano de 1997), en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad)”25. El llamado “filósofo anarquista”, John Zerzan resume: “Los sociólogos de EE UU se preguntan si Seattle fue la última revuelta en Occidente del Siglo XX, un eco del Mayo del 68 y Berkeley, o la primera manifestación de un malestar de la civilización en el siglo XXI”26. Es interesante el apunte de Vicente Verdú, en cuanto a inercia participativa ge- neracional: “Incluso las mismas protestas ‘antiglobalización’ de Seattle, Washington, Praga o Paŕıs, consideradas novedad, se encuentran todas en manos de agitadores de los años sesenta (Silvia Hart, John Zerzan, Paul Dresdan) y evocan las revueltas anticulturales de los tiempos de Jack Kerouac, Malcolm Lowry o Allen Ginsberg”27. Pepa Roma, a su vez, recuerda que lo de “anarco-primitivistas” una de las insig- nias originales, proviene del t́ıtulo de uno de los libros de Zerzan, Future primitive. “Pero seŕıa más preciso tomar la A de anarquista con la que firman por A de anti- sistema. ‘Antisistema’ que incluye antipropiedad privada, antitecnoloǵıa, antitodo lo que sea manipulación hormonal o genética de alimentos o personas, depredación del medio ambiente. O también por ‘anarco-ecologismo’, la definición que prefiere John Zerzan. Palabras de combate para una aspiración romántica: ‘Vivir en armońıa con la naturaleza, restaurar los lazos dañados del hombre consigo mismo, con su comu- nidad y con su entorno’. En suma, un nuevo humanismo de inspiración roussoniana 24Pepa Roma. “Eugene, capital de la nueva contracultura”. El Páıs - 12 de Marzo de 2000. Domingo, p. 2 25Joaqúın Estefańıa. “Gobernar la globalización”. El Páıs - 20 de Febrero, 2000, p. 61 26Javier Valenzuela. “El apóstol de la contracultura”. El Páıs - 19 de Diciembre, 1999, p. 40 27Vicente Verdú. “Contra el siglo XXI”. El Páıs - 31 de Diciembre, 2000. Domingo, p. 2 3.1. Globalización 145 para el año 2000”28. El hombre de Seattle es muy cŕıtico de la globalización. Estefańıa traza taxo- nomı́as y énfasis asociados: “Es cierto que en su seno conviven espećımenes muy distintos: proteccionistas a ultranza, sindicalistas, globafóbicos, ecologistas y, sobre todo, disidentes de la forma en la que los que la impulsan, entienden la globalización. Los efectos de ésta son múltiples, como la lengua de Esopo: entre los positivos, la expansión del capital, que ha llegado a muchos páıses emergentes y ha aumentado el grado de bienestar de sus ciudadanos, aunque este bienestar no sea tan amplio como en el Primer Mundo. Entre los negativos, que ha distanciado a esas zonas emergen- tes de los páıses en v́ıas de desarrollo, y ha potenciado la marginalidad de los páıses pobres (los que se denominan Páıses Pobres Fuertemente Endeudados), sin remedio a la vista. También entre los efectos negativos está el gigantesco crecimiento de la desigualdad en las rentas y en la riqueza. La época de la globalización se distin- guirá como la era de las desigualdades más profundas. No sólo entre el Norte y el Sur, sino en el seno de las sociedades más ricas”29. Al frente, Davos y su parafernalia firmemente imbricada en los cenáculos deciso- rios: “Es una feria internacional del poder, en la que la principal mercanćıa que se exhibe es la información, los contactos, la capacidad de predicción y de diagnósti- co, a través de las reuniones y contactos privilegiados entre expertos, ejecutivos y comunicadores”30. Lo que estamos viviendo es una forma de globalización, no la única, caracterizada por lo siguiente -a modo enumeración y resumen, que pareciese circular pero que in- serta, en matices, valor añadido-: “libertad absoluta de los movimientos de capitales; libertad relativa de bienes y mercanćıas; limitaciones crecientes al libre movimiento de personas y trabajadores; carencia de una globalización poĺıtica, de los derechos humanos, de los derechos económicos y sociales, de una acción ecológica, y existencia de una brecha digital casi exponencial. La globalización realmente existente benefi- cia a muchos (los páıses ricos y en buena parte los páıses emergentes), pero también tiene sus riesgos (la enorme volatilidad de los mercados) y sus déficit: una menor 28Pepa Roma. “Eugene, capital de la nueva contracultura”. El Páıs - 12 de Marzo de 2000. Domingo, p. 2 29Joaqúın Estefańıa. “Gobernar la globalización”. El Páıs - 20 de Febrero, 2000, p. 61 30El Páıs - 30 de Enero, 2000, p. 52 146 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos calidad de la democracia (las decisiones cada vez las toman menos los representantes elegidos por los ciudadanos); una mutilación de los territorios en donde se aplica (una buena parte del planeta estaŕıa encantada de percibir los beneficios de la glo- balización, pero nadie está interesada en ella) y las desigualdades espectaculares que han estallado entre el Primer y el Tercer Mundo, pero también en el seno de todo tipo de sociedades, en los últimos 20 años31. A este balance más bien cŕıtico, en sentido negativo de la globalización en curso, Guillermo de la Dehesa, datos estad́ısticos en mano, contrapone: “En estos últimos 50 años, que son los que lleva desarrollándose la actual globalización, el crecimiento mundial ha alcanzado una media anual del 4,1 %, la mayor de toda la historia. Incluso excluyendo los felices años sesenta y principios de los setenta hasta que se quebró el boom, con la primera crisis energética (que, por cierto, benefició a algunos páıses en desarrollo a costa del resto), la aceleración de la globalización en estos últimos 20 años ha permitido una media de crecimiento mundial del 3,5 % anual, que supera netamente el de las décadas de no globalización y proteccionismo entre 1914 y 1950, en que sólo se creció a una media del 2,0 % anual. En estos últimos 20 años, el conjunto de los páıses en desarrollo ha crecido a mayor ritmo anual medio que el de los desarrollados, los primeros, al 4,75 %, y los segundos, al 3,3 %. En términos de PIB per cápita, que es mejor indicador de convergencia real, el crecimiento medio anual en estos últimos 50 años ha sido del 2,7 % en los páıses desarrollados y del 2,6 % en los en desarrollo, el mayor de toda la historia”32. El informe de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, creada en el seno de la organización internacional del Trabajo (OIT), concluye: “El debate sobre la globalización se encuentra en punto muerto. Las opiniones se redu- cen a las certezas ideológicas y se fragmentan en distintos intereses espećıficos. La voluntad de lograr un consenso no es firme. Se han estancado las negociaciones in- ternacionales clave y es frecuente que no se respeten los compromisos internacionales en materia de desarrollo”33. 31El Páıs - 22 de Julio, 2001. Domingo, p. 9 32Guillermo De La Dehesa. “En torno a los efectos de la globalización”. El Páıs - 21 de Abril, 2001, p. 11 33Joaqúın Estefańıa. “Globalización: punto muerto en el debate”. El Páıs - 29 de Febrero, 2004. Domingo, p. 13 3.1. Globalización 147 La lista de abajo El horizonte de África expresa, para Estefańıa, la mayor de las contradicciones, dice. “Este continente es la demostración más plástica de que ni siquiera la globa- lización económica es verdadera, sino que se trata de una especie de globalización mutilada. En los últimos 40 años, la importancia del continente en el comercio mun- dial ha descendido del 6 % al 2 % del total, y recibe menos del 1,5 % de la inversión total en el mundo. La globalización ha tenido como efecto positivo la creación de un nuevo grupo de páıses, los emergentes, que se han desprendido del Tercer Mundo y aprovechan las ventajas de la circulación de los capitales para aumentar el bienestar de sus ciudadanos. En sentido contrario, ha dejado a expensas de su miseria a los llamados páıses pobres -la mayoŕıa de los africanos- a los que Occidente ni siquiera ha condonado su deuda externa”34. En el ı́ndice de la globalización de A. T. Kear- ney/Foreign Policy, los últimos diez páıses de la lista (Irán, India, Egipto, Indonesia, Venezuela, China, Bangladesh, Turqúıa, Kenia y Brasil) representaron más del 50 % de la población mundial en 200235. Figura 3.2: Globalización: los últimos de la lista. Fuente: Foreing Policy, 2004 34Joaqúın Estefańıa. “La globalización mutilada”. El Páıs - 9 de Abril, 2000, p. 60 35“Medir la globalización”. Foreing Policy - Edición española, Abril/Mayo, 2004 148 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Cultura inclusión o exclusión El sociólogo Michael Schudson analiza las relaciones cultura-nación-integración: “La cultura, en relación con la nación-Estado, puede imponer una integración o demasiado incluyente, o demasiado poco. En el primero de estos casos, la cultura puede estar al servicio no sólo de las sociedades nacionales sino también de entidades imperiales, mundiales o transnacionales. Los Juegos Oĺımpicos, especialmente si son televisados, evocan la participación en una cultura mundial; la difusión de las ciencias naturales de ráız occidental, del pensamiento de Marx y Engels, y del Corán en los sistemas educativos nacionales, son otras tantas afirmaciones de lealtad que exceden los ĺımites de la sociedad nacional: la moda de los pantalones vaqueros, el fútbol y la música rock en la cultura de consumo contribuye a determinar gustos y aficiones que ponen en entredicho los valores de las sociedades nacionales. Algunas de las revoluciones más recientes en la tecnoloǵıa de los medios de comunicación ofrecen muchas posibilidades de centralizar o descentralizar la cultura. Egipto, en tiempos de Nasser, especialmente, exportó su cultura y su influencia poĺıtica a todos los páıses árabes a través de la radio y el cine” (Schudson 1994: 84). El secretario permanente del Sela, Carlos Juan Moneta, sostiene: “En el campo cultural, podŕıa entenderse la globalización como el pasaje de identidades culturales tradicionales y modernas, de base territorial, a otras modernas y postmodernas de carácter transterritorial” (Moneta 1996: 53). Globalización, ventajas y ĺımites Globalización-internacionalización-mundialización Entre los términos “mundial” e “internacional” hay diferencias sutiles pero sig- nificativas. “Mundial” remite a la idea de fronteras nacionales que trascienden y son trascendidas, por decirlo de otra manera, de un modo cosmopolita. “Internacional” sugiere la pertenencia a una nación que es autónoma, pero que se encuentra relacio- nada geográfica, poĺıtica, económica o culturalmente con otras naciones. El concepto mundial remite a la idea de independencia de la nación-Estado, internacional enfatiza 3.1. Globalización 149 el concepto de nación-Estado, relacionándolo con otras naciones-Estados36. Manuel Castells, acota: “Globalización no es sinónimo de internacionalización. En sentido estricto es el proceso resultante de la capacidad de ciertas actividades de funcionar como unidad en tiempo real a escala planetaria” (Castells 2006: 15). Para Garćıa Canclini la globalización se desenvuelve en medio de la interdependencia asimétrica del sistema mundial que para homogeneizar construye nuevas formas de multicul- turalidad. El mismo proceso globalizador integra a la vez que segrega y estratifica. “Lawrence Grossberg ha escrito que la globalización es una ‘máquina estratificante’ que opera no sólo para borrar las diferencias, sino también para reordenarlas a fin de producir nuevas estratificaciones o divisiones menos ligadas a los territorios que a la distribución de los mercados”37. Mercados financieros La economı́a global incluye, en su núcleo fundamental -Castells, como hemos apuntado-, la globalización de los mercados financieros, cuyo comportamiento deter- mina los movimientos de capital, las moneda, el crédito y por tanto las economı́as en todos los páıses. Los mercados de divisas cambian diariamente 2,3 billones de dólares, haciendo imposible para cualquier gobierno sostener su divisa en contra de turbulencias masivas de los mercados financieros. El valor de mercado de la capi- talización del total de productos financieros derivados en 1998 era equivalente a 12 veces el valor estimado del producto bruto total del planeta (Castells 2006: 16). Globalización y América Latina Cuanto más limitada es la base de acumulación global en un páıs, más se concen- tran los escasos recursos en el sector globalizado, en la elite poĺıtica y sus ćırculos de apoyo, achicándose aśı su base social. Esto propende a una disminución de la legitimi- dad poĺıtica, sustituida por la del mercado, y a incapacidad para redistribuir, lo que conduce a una crisis general de legitimidad. Desde una perspectiva latinoamericana, el proceso de modernización ligado a una globalización capitalista con escaso control 36Catharine R. Stimpson, Homi Bhabha. La creatividad mundial y las artes. Informe Mundial sobre la Cultura. Ediciones Unesco/Cindoc, Acento Editorial, 1999, p. 184 37Néstor Garćıa Canclini. Opciones de poĺıticas culturales en el marco de la globalización. Informe Mundial sobre la Cultura. Ediciones Unesco/Cindoc, Acento Editorial, 1999, p. 169 150 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos social, presenta dos problemas: uno, su débil capacidad productiva y competitiva en una economı́a mundial “en la que la creación de valor depende sustancialmente de la capacidad tecnológica, organizativa y cultural de producir conocimiento y procesar información eficazmente”; dos, la incapacidad de integrar en el desarrollo económico a la mayoŕıa de la población (Castells 2006: 49, 50, 32). Otra globalización El movimiento antiglobalización ya no es anti, sino por otra globalización. Pero en śı no es un actor, ni tiene intereses compartidos. Es un conjunto de actores y de intereses y valores diversos, y es global y local a la vez, esa es su fuerza. Su bandera es el “no a la globalización sin representación”. Propugna un debate sobre los contenidos de la globalización, replantea el control social y poĺıtico de la economı́a y la tecnoloǵıa. Como no es un actor en śı, necesita la mediación poĺıtica. Puede ser principio de relegitimación para aquellos Estados que lo asuman como tal. En cierto modo es el embrión de una sociedad civil global, junto con la densa trama de más de 30.000 ONGs operando internacionalmente (Castells 2006: 53). Globalización y colonialidad Globalización o colonialidad global El dominio colonial de Europa implicó un proceso de re-identificación históri- ca, pues desde Europa fueron atribuidas nuevas identidades geoculturales. Desde América Latina, la más influyente de las tentativas de mostrar la mundialidad del capitalismo, fue la propuesta de Raúl Prebisch y sus asociados quienes caracterizan al capitalismo como un sistema mundial diferenciado en “centro” y “periferia”. Im- manuel Wallerstein reelabora esta concepción, conocida como “sistema-mundo”, una perspectiva en que confluyen la visión marxiana del capitalismo y la braudeliana so- bre la larga duración histórica (Quijano 2000). Para Mignolo, la globalización empe- zaba a tener sentido -inicios de los 90-, como sinónimo de modernidad-colonialidad, percibe que el siglo XVl y el siglo XX eran la misma, aunque transformada, cos- moloǵıa. En Hinkelammert la lógica de los diseños globales, particularmente en su última etapa, la del “mercado total” conlleva, al igual que Mignolo, a una globaliza- 3.1. Globalización 151 ción/colonialidad global. Los procesos de globalización en el plano micro de la acción colectiva -esa que, en tantos lugares, persigue solventar ausencias y despropósitos del designio global-, inciden en su evolución al menos en tres formas: 1: en la medida en que se ampĺıa el ámbito de difusión de la información, se aumentan los repertorios porque hay mayores posibilidades para la imitación y para el contagio de formas de acción y de demandas; 2: se ampĺıa la difusión de las propias reivindicaciones y, por tanto, las posibilidades de lograr expresiones de solidaridad o simpat́ıa, a la vez que se define un espacio de “observación internacional”; 3: como resultado de las dos formas anteriores, pueden aumentar los recursos disponibles para la movilización. Es importante analizar el papel que juegan otros actores colectivos, como pueden ser los grupos poĺıticos (nacionales e internacionales), las iglesias y las ONGs internacionales (Revilla 2005). Diseños globales Los distintos diseños globales que a lo largo de cinco siglos justificaron e imple- mentaron la colonialidad del poder, en el entender de Mignolo, son: la cristianización del mundo, la misión civilizadora, el desarrollo y modernización, entre 1945 y 1950 aproximadamente. Hinkellamert agrega el mercado total (Walsh 2003) Geopoĺıtica del conocimiento La geopoĺıtica del conocimiento, uno de cuyos conceptos fundamentales es la co- lonialidad del poder (y otros de la misma familia, colonialidad del saber y del ser) agregaŕıan, su inclusión, eficiencia a las investigaciones sobre cultura y poder y a la re-estructuración de las ciencias sociales y humanas, en América Latina, en la medida que, según Mignolo, induzcan al convencimiento que las estructuras de do- minación están todav́ıa ancladas en la experiencia colonial y en su re-estructuración actual, la colonialidad global. “La geopoĺıtica del conocimiento continúa el proyecto de descolonización intelectual y epistémica, uno de cuyos fundadores es Frantz Fa- non, después de la Guerra Fŕıa (momento en el que pensó y actuó Frantz Fanon)” (Mignolo 2002). 152 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Globalización e identidad En un mundo en acelerado proceso de globalización uniformizadora, la identidad aparece como contrapunto necesario para la supervivencia como pueblo. La noción de identidad tiene entre sus rasgos principales “un sentimiento de pertenencia a una sociedad y de reconocimiento en una serie de tradiciones, creencias, valores y actitudes, que encuentran su representación en una gama de śımbolos diversos” (M. de Aguilera). Los márgenes, el sujeto local En el contexto de una globalización económica a la par de un capitalismo sin fronteras, se rearticula la epistemoloǵıa moderna en complicidad con el conocimiento local, encuentro entre historias locales y diseños globales, instancia que revierte en una epistemoloǵıa fronteriza que redunda, a su vez, en conocimiento cŕıtico local. Coexisten en la actualidad dos formas de globalización, aquella que está ligada a estados nacionales imperiales, y aquella que trasciende las fronteras nacionales, es decir, la globalización de un capitalismo sin arraigo territorial y nacional, explica Mignolo. Aunque pareciese contradictorio tal duplicidad crea las condiciones para - al decir de Hall- la emergencia de lo local. El sujeto local, de las márgenes, comienza a contar sus propias historias, a construir una memoria que hab́ıa sido, o bien ignorada, o bien contada desde la razón occidental/imperial porque hay otros lenguajes que los lenguajes del amo38. Esto implica incrustar la voz en la espesura hegemónica. La etapa actual de globalización está reconvirtiendo la prioridad que la modernidad puso en una progresión lineal y temporal de la historia universal, en la simultaneidad espacial de las historias locales, en consecuencia, la historia universal no es sólo una que se cuenta desde determinados espacios geográficos y epistemológicos, las historias comienzan a contarse desde abajo hacia arriba. En consonancia, debeŕıa restituirse la producción de conocimiento suprimida por los mecanismos coloniales e imperiales de subalternización (Mignolo 1998). 38Stuart Hall. “The Local and the Global: Globalization and Ethnicity”, en: Anthony King (ed.), Culture, Globalization and the World System, London, MacMillan, 1990a, p. 35 3.1. Globalización 153 Postcolonialidad Postcolonialidad quiere decir nuevas formas de colonialidad, no su fin. Es la co- lonialidad global o “colonialidad at large”. Globalización y cambios en América Latina Concluye Ańıbal Quijano que el proceso en análisis comienza con la emergen- cia de América: “la globalización en curso es, en primer término, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colo- nial/ moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial. Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder es la clasificación social de la población mundial sobre la idea de raza, una construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación colonial pero ha probado ser más duradero y estable que el colonialismo en cuya matriz fue establecido” (Quijano 2000). Las formas que la globalización ha asumido en los últimos 100 años, a fin de diferenciarla de la de los 400 años anteriores, y particularmente a partir de 1990, que corresponde a la consolidación del capital transnacional, ha inducido en América Latina dos tipos de cambios, que a juicio de Mignolo, son fundamentales. En primer lugar la formación de mercados regionales, Mercosur y Nafta; el segundo, lo ocurrido en los páıses andi- nos. Éstos, desde 1970 pero fundamentalmente en los últimos 10 años han padecido, comparativamente, una mayor inestabilidad económica, al tiempo que una resistencia más definida respecto del proceso de globalización, es decir, frente a la hegemońıa de la economı́a neoliberal en tanto diseño económico, financiero y civilizatorio (Walsh 2003). La definitiva derrota del socialismo real, las transformaciones sociales provocadas por el proceso de globalización, han auspiciado, a partir de la última década del s. XX -en la estimación de Maŕıa Gabriela Armida-, la emergencia de nuevos actores en América Latina, que protagonizan procesos de luchas sociales, entre ellos el za- patismo en México, el MST en Brasil, pueblos ind́ıgenas de varios páıses, piqueteros en Argentina. Esta nueva realidad aconseja incorporar nuevas herramientas teóricas. La última década del siglo XX es testigo de la pérdida de centralidad del movimiento obrero “clásico”, del (re)surgimiento de otros actores que con mayor vehemencia cuestionan 154 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos las medidas neoliberales implementadas, provenientes principalmente del interior de sectores campesinos, muchos de ellos ı́ntegramente ind́ıgenas. Resulta importante destacar una de las novedades en la experiencia latinoamericana: el hecho de que los actores sociales que con mayor fuerza y grado de coherencia resisten al neolibe- ralismo no son aquellos surgidos al calor de la “modernidad” (como el movimiento obrero industrial) sino otros que en gran parte pertenecen a un mundo que podŕıa calificarse de “premoderno”, y en este sentido, las formas de resistencia que realizan al capitalismo de fines del siglo XX y principios del siglo XXI se articula en torno una combinación de estrategias, unas rescatadas de la configuración tradicional de las comunidades y otras tomadas de formas de lucha más modernas. Estos sectores, a diferencia del proletariado industrial, no se configuran como tales a partir de la consolidación de los Estados Nación a fines del siglo XIX sino que, por el contrario, en este peŕıodo sufrieron -en realidad continúan sufriendo- los embates del avance de la modernidad, proceso abierto a partir de la colonización. Armida infiere que la globalización y las poĺıticas neo-liberales se construyen so- bre las desigualdades existentes, elevadas a niveles exponenciales, devastación que explica: cifras no conocidas de desocupación, deterioro de las bases salariales, flexi- bilización y precarización laboral y aumento de la pobreza. Este seŕıa el sustrato del levantamiento de Chiapas (1 de Enero de 1994), a partir del cual el zapatismo desem- peña un doble rol: ser, por un lado, la primera expresión organizada de impugnación del orden globalizado y, por el otro, actuar como inspiración e influencia para el mo- vimiento antiglobalización fragüado en los páıses centrales como en organizaciones latinoamericanas. El zapatismo será emblema, entonces, de la posibilidad y viabilidad de construc- ción de la resistencia, punto de inflexión entre la aceptación de la “cultura de la derrota” -abonada por el descenso de las luchas en el seno del movimiento obrero, el fulminante desplome de la URSS y sus satélites y reforzada por el discurso úni- co de los voceros del poder capitalista mundial-, y la puesta en conocimiento de la sobrevivencia de esta otra cultura, la de la resistencia. Lo anterior deriva en el establecimiento de gobiernos que genéricamente se inscri- ben en el marco del “progresismo” (y a los que algunos analistas prefieren denominar “nacionalistas” o de “centro-izquierda”): Kirchner, Lula, Tabaré Vázquez que, al me- 3.1. Globalización 155 nos, cuestionan el discurso y las poĺıticas neoliberales aplicadas en los 90 (Armida 2005). 3.1.1. Transnacionales Transnacionales en comparativa La División de Empresas Transnacionales del Departamento de Desarrollo Económi- co y Social de las Naciones Unidas emitió un informe que ofrece un cuadro de lo sucedido en la materia durante la última década. El informe revela que en 1990 el flujo de inversiones que tuvo lugar en el mundo fue de 225 mil millones de dólares y estima que en el mismo año exist́ıan 35 mil empresas transnacionales en los páıses donde se encuentran sus casas matrices y que alcanzan a 150 mil las filiales con asiento en el extranjero (Bledel 1992: 103). El oficial de Asuntos sobre Empresas Trasnacionales de la Unidad Conjunta CE- PAL /DDES sobre Empresas Transnacionales, Michael Mortimore, explica en detalle el fenómeno: “hacia finales del siglo XX los cambios que tienen lugar giran en torno a las empresas transnacionales. El proceso de transnacionalización (CET)39 se ha- ce evidente en el papel cada vez mayor de las empresas transnacionales ‘globales’ en la mayoŕıa de los aspectos de la economı́a poĺıtica internacional contemporánea. En 1985, no más de 600 empresas transnacionales, cada una de ellas con ventas superiores a 1000 millones de dólares en 1985, generaron la quinta parte del valor agregado total (excluido el bloque socialista) de los sectores industrial y agŕıcola; sus principales actividades comerciales (medidas por las ventas) se centraban en el petróleo (24.6 %), la maquinaria y los equipos (24.5 %), los productos qúımicos (13.5 %) y los veh́ıculos motorizados (12.6 %). Más concretamente, en el año 1986 diez de estas empresas transnacionales controlaban el 66.2 % del mercado mundial de los semiconductores, otras nueve representaban 89 % del mercado mundial de las telecomunicaciones y otras diez participaban en una proporción no especificada, pero mayoritaria, en el mercado mundial de computadoras” (Mortimore 1992: 42). En el año 2000, el periódico El Páıs, reporta: Las cien mayores empresas del 39CET (Centro de las Naciones Unidas sobre las Empresas transnacionales) (1989): Las empresas transnacionales en el desarrollo mundial: Tendencias y perspectivas, caps. II y III. Nueva York, Publicación de las Naciones Unidas. N de venta: S.88.II.A.7 156 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos planeta, “las dueñas del mundo”, como las llama en sus informes la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (Cnuced), copan -según el informe de la entidad sobre la concentración empresarial en el mundo-, el 60 % del importe de las operaciones de fusión y adquisición de empresas. Encabezadas por General Electric, este grupo de grandes compañ́ıas posee ya dos billones de dólares en activos en el extranjero, emplea a más de seis millones de personas fuera de sus fronteras y vende en el exterior más de dos billones de dólares por año. Concluye el organismo de la ONU, sin ambigüedad: “Se está formando un mercado mundial de empresas. Las compras y ventas internacionales de compañ́ıas alcanzan una amplitud sin precedentes”40. El mismo periódico en 2003: “Cierto que hay grandes empresas globales norteamericanas, pero también las hay europeas y asiáticas. De acuerdo con Fortune, de las 500 grandes empresas mundiales, un 40 % son norteamericanas; el 31 % son europeas y el 20 % asiáticas”41. El sociólogo Daniel Bell compara utilidades y pérdidas de grandes compañ́ıas-PIB de varios páıses: “En 1984, IBM, la mayor y más avanzada empresa de tecnoloǵıa en el mundo, tuvo utilidades de casi 7 mil millones de dólares. Ninguna compañ́ıa en el mundo hab́ıa ganado tanto. Ocho años después, en 1992, IBM tuvo pérdidas por 5 mil millones de dólares, más que ninguna otra compañ́ıa en el mundo. Cabe mencionar que ambas cifras son mayores que el Producto Interno Bruto (PIB) de más de diez de los cien primeros páıses del mundo, incluyendo a Bolivia, Irlanda, Ghana, Costa Rica, Zimbabue, Jordania, Panamá, Chipre y Honduras” (Bell 1993: 14). Organización y poder El politólogo y economista italiano Riccardo Petrella, en tono de protesta, en su art́ıculo: “El capital mundial no puede gobernar la humanidad”, expresa: “La novedad de este último cuarto de siglo ha sido la formación de un capital mundial. Compuesto por unas 60.000 empresas multinacionales, está ‘dominado’ por un cen- tenar de megaempresas mundiales de las que más de 50, junto a los Estados, (están) entre las 100 primeras potencias económicas del mundo. El conjunto de estas empre- 40El Páıs - 10 de Diciembre, 2000 Negocios 41El Páıs - 17 de Marzo, 2003, p. 19 3.1. Globalización 157 Figura 3.3: Las principales multinacionales no financieras del mundo. Fuente: UN- CTAD, World Investment Report, 2002 sas representa dos tercios del comercio mundial, un tercio del cual está constituido por el comercio entre las sociedades de una misma empresa multinacional y el otro tercio por el comercio entre las empresas. Recordemos también que el comercio en- tre las tres regiones más ricas del mundo (América del Norte, Europa occidental y el sureste de Asia) representa más del 80 % del comercio mundial, lo que hace que éste se haya convertido sobre todo en un asunto de las empresas de los páıses más desarrollados”42. Jacques Chonchol, ingeniero agrónomo, ex-ministro de Estado chileno, alude al potencial vinculante de las redes: “Estas nuevas empresas están organizadas en re- des que tienen cada una autonomı́a suficiente para establecer relaciones provechosas con otras redes, que reemplazan a las viejas pirámides de empresas de producción masiva. Estas redes se están extendiendo a la totalidad del globo, y debido a esto no habrá ya firma americana, británica, francesa, japonesa o alemana; ni tampo- co producto terminado que pueda calificarse como americano, británico, francés o 42Riccardo Petrella. “El capital mundial no puede gobernar la humanidad”. El Páıs - 28 de Noviembre, 1999, p. 17 158 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos alemán”43. ¿Quién detenta el poder efectivo? Los ciudadanos perciben que sus gobiernos cada vez mandan menos. En 1996, un 60 % de los encuestados en toda América Latina opinaba que el Gobierno era la institución que dispońıa de más poder en su páıs. El año 1997, sólo un 48 % opina aśı, una espectacular cáıda de 12 puntos. Multinacionales y grandes empresas, otro gran poder en el continente desde siempre, son las que más mandan según el 44 % de los encuestados. Esta percepción podŕıa estar ligada al aumento del autoritarismo en la región44. Jean Ziegler, sociólogo y poĺıtico suizo, informa: “Hoy las doscientas sociedades mayores del mundo gobiernan más del 27 % del comercio mundial”45. A la pregunta de Margarita Riviére: ¿Quién tiene el poder?, Susan George, filóso- fa, analista poĺıtica y experta en globalización, presidenta del Observatorio de la Mundialización de Paŕıs, y directora asociada del Instituto Transnacional de Ams- terdam, responde: “¿No ha estado en Davos? Todos están ah́ı. El poder hoy está en los mercados financieros, en los que sólo cuentan 150 personas, y está en los dirigentes de las transnacionales y sus servidores, que se ocupan de la Organización Mundial del Comercio, de la OCDE, de la banca o de la Comisión Europea. Se encuentran entre ellos en instancias como la Mesa de la Industria Europea o el Transatlantic Bussines Dialogue, en comités permanentes de presidentes y directores generales que cada año presentan, por ejemplo, a la Comisión Europea o al Gobierno norteamericano, la lista de lo que se llama deliverable, que viene a ser la lista de lo que les interesa que los Gobiernos les faciliten”46. El verdadero peligro de los movimientos de concentración, según la Cnuced, se cierne sobre la competencia. Los grupos trasnacionales están alcanzando un poder inigualable. Cada vez un menor número de empresas se reparte el control de los principales mercados sectoriales. 43Jacques Chonchol. “Mundialización de la economı́a y marginalidad de la sociedad”. Encuentro- N 67 44El Páıs - 18 de Abril, 1998, p. 4 45El Páıs - 15 de Abril, 2001. Domingo, p. 9 46El Páıs - 25 de Febrero, 2001. Domingo, p. 13 3.1. Globalización 159 Figura 3.4: Quién detenta el poder en América Latina. Fuente: El Páıs - 18 de Abril, 1998, p. 4 3.1.2. Inserción internacional El reordenamiento del sistema capitalista en América Latina es presentado por los teóricos del modelo neoliberal como “la alternativa” para reencauzar la inserción de la región con vistas al futuro milenio (Jiménez 1992: 61). José Antonio Sanahuja, un experto en economı́a de páıses menos desarrollados: “Se dećıa que la inserción en el mercado internacional supońıa crecimiento económico per se, y eso no ha sido aśı. La inserción en el mercado internacional ha tráıdo deuda y programas de ajuste estructural. El diagnóstico no era del todo correcto”. Según él, la inserción en el mercado internacional trajo consecuencias muy negativas para estos páıses: “Se desvió la tierra de su destino, se abandonaron los cultivos capaces de alimentar una población y se centraron en productos exportadores como forma de integrarse en el mercado internacional. Ello ha creado una fuerte y onerosa de- pendencia de insumos con tecnoloǵıa incorporada: pesticidas, semillas, fertilizantes”. “Nicaragua”, pone como ejemplo, “se convirtió en uno de los principales productores de algodón, pero con las exportaciones de ese producto apenas se cubŕıan los gastos de importaciones de insumos agroqúımicos que compraba a Estados Unidos para producir algodón”47. 47Carlos Celaya. “Fuera de ruta”. El Páıs - 26 de Diciembre, 1993. Negocios, p. 3 160 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos 3.1.3. EEUU - Latinoamérica Complejos frente a EEUU Lo que, desde la perspectiva del siglo XVII, hubiera podido parecer la inferiori- dad de los asentamientos de colonos en territorio estadounidense frente a la masiva estructura colonial latinoamericana -sistemas de autogobierno de escala pequeña con gente que húıa de la persecución religiosa-, fue en realidad la semilla del capitalis- mo norteamericano. Sobre esta plataforma conceptual, Álvaro Vargas Llosa explica el resentimiento de mucho latinoamericano respecto a sus vecinos del norte, dice: “Pocas cosas duelen más a una nación subdesarrollada que un vecino próspero sur- gido desde una posición de desventaja que fue alguna vez insignificante”. Relata que Estados Unidos fue colonizado por los europeos más de cien años después que sus vecinos, pero que a comienzos del siglo XXI alcanzó un ingreso per cápita de ocho a nueve veces superior al suyo. Entiende que la causa primordial es el gobierno li- mitado como precepto orientador, la cultura del autogobierno local y otras prácticas descentralizadas. A los primeros colonos el hambre y la lucha por la supervivencia los llevaron a optar por parcelas privadas de propiedad individual o familiar. “Los colonos no llegaron como los conquistadores ibéricos sino en barcos de compañ́ıas mercantes y su concepción del gobierno era ajena a la noción del derecho divino” (A. Vargas Llosa 2004: 144). La formidable acumulación de capital, al hilo de las libertades económicas que imperaron en los Estados Unidos durante buena parte del siglo XIX, transformó a los Estados Unidos en la economı́a más poderosa de mundo. Vargas adelanta: “La ética protestante relacionada con el trabajo, responsable de que una porción grande de los ingresos fueran ahorrados e invertidos en el desarrollo de la producción, influyó en ello”. Por su parte, Lawrence E. Harrison, autor, entre otros de “El Subdesarrollo está en la mente: el caso latinoamericano”, un especialista en temas acerca de la incidencia de los valores culturales en el subdesarrollo latinoamericano, coincide con estos planteamientos48. El autor de Rumbo a la libertad. Por qué la izquierda y el “neoliberalismo” fra- casan en América Latina, compara: “Las instituciones poĺıticas y económicas de 48Lawrence E. Harrison. The Pan-American Dream, Nueva York, Basic Books, 1997 3.1. Globalización 161 América Latina y la correspondiente cultura del lucro rápido por parte de aquellos con acceso a la riqueza en un contexto que sab́ıan inestable nunca permitieron si- milares niveles de formación de capital”. Otra consecuencia decisiva: “el capitalismo liberal estaba tan enraizado en los Estados Unidos, que cuando, en la parte final de siglo XIX y en especial tras la Primera Guerra Mundial, el Estado comenzó a roer los fundamentos de la libertad económica, el daño no fue tan profundo como el que sufrió América Latina cuando el comercio más o menos libre fue sustituido por el nacionalismo económico”. Explica que, al igual que los procesos capitalistas desenvueltos en Europa, se reconocieron los contratos espontáneos de los individuos y se respetó, mediante instituciones poĺıticas, los múltiples acuerdos privados de la sociedad a fin de honrar los derechos económicos de los ciudadanos. No sucedió lo mismo en América Latina, tras la independencia, “las elites institúıan paredes de fuego alrededor de sus derechos exclusivos, bloqueando el acceso de las masas a la propiedad” (A. Vargas Llosa 2004: 147, 149). Importancia de Latinoamérica para EEUU y viceversa A comienzos de siglo, la importancia de Latinoamérica para los Estados Unidos fue tradicionalmente discutida en términos de seguridad militar, solidaridad poĺıtica y ventajas económicas, sostiene Abraham Lowenthal, profesor de relaciones inter- nacionales, presidente emérito del Consejo del Paćıfico sobre Poĺıtica Internacional. Durante la primera mitad de este siglo, Latinoamérica fue muy importante para los Estados Unidos, principalmente en aspectos tales como la inversión privada (en 1950 más del 40 % de la inversión directa norteamericana resid́ıa en Latinoamérica y el Caribe), y el suministro de las materias primas necesarias para el crecimiento de la economı́a de los Estados Unidos, Latinoamérica era la principal fuente de estos recursos para dicho páıs (Puerto 1994: 41, 43). La relación de Albert Fishlow49 arroja lo siguiente: hacia 1929, un 19 % de las exportaciones estadounidenses teńıan como destino América Latina, mientras que el 39 % de las importaciones latinoamericanas proveńıan de los Estados Unidos y el 32 % de sus exportaciones iban al mercado del Norte. A finales de la década 49Albert Fishlow, “The Western Hemisphere Relation: Quo Vadis?”, en The United States and the Americas: A Twenty-First Century View, editado por Albert Fishlow y James Jones, Nueva York, Norton, 1999, p. 21 162 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos de 1970, sesenta años más tarde, el 16 % de las exportaciones estadounidenses se diriǵıan a América latina, 31 % de las importaciones latinoamericanas proveńıan de los Estados Unidos y 35 % de las exportaciones latinoamericanas iban al mercado del Norte. Hacia 1929, una tercera parte de las inversiones estadounidenses en el exterior teńıan asiento en América Latina. Hacia fines de los años 70, América Latina no representaba más del 18 % de las inversiones estadounidenses en el exterior, cáıda relevante, en términos proporcionales. En cuanto a comercio bilateral las cifras de la década de 1980, que abrió las puertas a las reformas estructurales, expresan una depresión aún mayor. Para mayor desmesura , entre los años 50 y 80, Latinoamérica cedió en jerarqúıa desde el punto de vista estratégico, entre otros por la muy baja probabilidad de que la seguridad militar de los Estados Unidos se viera amenazada en este hemisferio, aparte de la actitud cada vez más independiente y en pro de sus propios intereses, de parte de los estados latinoamericanos, y, desde el punto económico, la cáıda vertiginosa en la inversión privada americana en la región, solo el 10 % de la inversión extranjera de las empresas norteamericanas denominadas “empresas Fortune 500” las más grandes del páıs resid́ıa en Latinoamérica. Tal como refiere Abraham F. Lowenthal, el hecho de que más del 70 % del co- mercio exterior mexicano se realiza con los Estados Unidos, induce a este último a adjudicarle una importancia vital, por sobre el resto de América Latina, tal como lo fue en los años 30, no obstante, tal como lo manifestara Peter Drucker en un escrito para el Wall Street Journal en 1991, la única salida clara y segura para la solución del abismal déficit comercial de los Estados Unidos, lo constituye el potencial de compra de los páıses latinoamericanos, por lo demás percibidos como socios naturales de Norteamérica (Puerto 1994: 43). Con cifras recogidas en los primeros años de la década del 2000 por el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), un 45,6 % de las exportaciones y un 55 % de las importaciones tienen como destino u origen EEUU. El SELA señala la tendencia de que el incremento del comercio con EEUU es correlativo con un descenso de los intercambios con Europa. Aśı, las exportaciones de Latinoamérica a Europa occiden- tal bajaron del 27 % en 1990 al 15 % en 2000, periodo en el que las exportaciones a 3.1. Globalización 163 EEUU ascendieron del 46 % al 55 % 50. Entre 1990 y 2000, los intercambios comerciales de EE UU con América Latina se incrementaron un 219 %, frente al 118 % con Asia, el 89 % con la Unión Europea y el 62 % con África51. El periodista Juan J. Aznárez, en su art́ıculo: “Cerca de EEUU, lejos de Europa”, resume: “El anclaje con EE UU es fuerte e imposible de batir por la lejana Europa, que quiere acercarse a América Latina pero deberá atender a los socios del Este (. . . ) Simplificando, EE UU es el socio necesario, y Europa, el idealmente apetecido”52. Informativos Telecinco (canal privado español), captó y emitió una conversación -off the record por cierto- entre el presidente brasileño, Femando Henrique Cardoso, y el mexicano, Vicente Fox: Cardoso: El progreso que hubo aqúı en España ha sido notable. Fox: Śı, han agarrado una fuerza... C: Brutal. Yo conoćı España en el año 1961, los 60. Era entonces un páıs muy pobre. F: Yo recuerdo que teńıamos por aquel tiempo el ingreso per cápita igual México y España. Unos 3.000 dólares o 4.000. México se quedó siempre en los 3.000. C: y ellos paahhh... F: a 14.000 teńıan ahorita C: Bueno, eso con un apoyo europeo muy fuerte ¿no? Aporte neto. F: Śı, śı, śı. Ese fue el gran mecanismo. Hasta Portugal, también. C: También. F: Grecia. C: Para todos ellos, śı C: Sólo EE.UU. podŕıa hacer esto. F: Es el que debiera hacerlo. 50Augusto Zamora R. “Adiós a la América neoliberal”. El Mundo - 27 de Noviembre, 2003, p. 4 51El Páıs - 22 de Abril, 2001, p. 3 52Juan J. Aznárez. “Cerca de EEUU, lejos de Europa”. El Páıs - 24 de Mayo, 2004, p. 13 164 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos C: Debiera hacerlo. F: él deb́ıa de estar al cuidado de América. No lo hace. C: Śı, śı. No lo hace. No tiene esa concepción. F: Śı, porque acá fueron tres páıses, cuatro. Son los que al principio apoyaron al resto. C: De hecho quien pagó fue Alemania. F: Aśı es. Alemania primero de todos. Después Inglaterra, Francia un poco. C: EE.UU. puede hacerlo. No costaŕıa tanto. Para poner algo. F: Claro que puede.53 Con toda razón, el ex presidente chileno Eduardo Frei Montalva (1964-1970) escribió, hace 38 años, que el futuro de América Latina pasa por descubrir la naturaleza de sus relaciones con EE UU. Poĺıtica reactiva y cortoplacista de USA El intervencionismo norteamericano en América Latina benefició a gobiernos tan corruptos y ajenos al Estado de Derecho como los enemigos a los que combat́ıa. Es el caso de caso de Anastasio Somoza en Nicaragua, Fulgencio Batista en Cuba y muchos otros, “prototipos de mercantilismo de Estado endeudado a determinados inverso- res locales y extranjeros. Las intervenciones contra gobiernos latinoamericanos de izquierda percibidos como una amenaza a los intereses estadounidenses sirvió por lo general a los propósitos de dictaduras de derecha, como la del Brasil en la década de 1960 y la de Chile en los años 70, no (a) la consolidación de alternativas democráti- cas”, recuerda A. Vargas Llosa. De lo que se colige que la poĺıtica de Washington ha tendido a ser reactiva y cortoplacista, en lugar de estratégica. “Hubo momentos de diplomacia amigable también. La Poĺıtica del Buen Vecino de F. D. Roosevelt y la Alianza Para el Progreso de J.F. Kennedy”, por ejemplo (A. Vargas Llosa 2004: 105, 106). 53El Mundo - 18 de Mayo, 2002, p. 18 3.1. Globalización 165 Proteccionismo norteamericano La poĺıtica de los gobiernos estadounidenses respecto de América latina fue am- bigua cuando no definitivamente contradictoria. Mientras promocionaban el libre comercio entre los latinoamericanos por medio de La Alianza para el Progreso, por ejemplo, potenciaban en su favor el proteccionismo. F.D. Roosevelt protegió la agri- cultura, D.D. Eisenhower, el petróleo. Sus sucesores por lo general mantuvieron aran- celes y barreras no arancelarias, prácticas que anulaban el derrotero teórico en favor del libre comercio en el subcontinente. América Latina, en todo caso, ha obtenido acceso preferencial para sus produc- tos a través del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), la Iniciativa Para la Cuenca del Caribe (ICC), la Ley de Preferencias Comerciales Andinas y Erradica- ción de la Droga (conocida como ATPADEA por sus siglas en inglés), aparte de otros mecanismos Conflicto comercial o economı́as entrelazadas “Si mira las estad́ısticas, verá que el 90 % de nuestro comercio exterior depende de EE UU y que el 75 % de la inversión extranjera proviene de ese páıs” declaró Francisco Gil D., ministro de Hacienda de México, en 200354. Aunque México se benefició en los primeros años, especialmente por las expor- taciones de las fábricas situadas cerca de la frontera con Estados Unidos, estos be- neficios han menguado, tanto por el debilitamiento de la economı́a norteamericana como por la intensa competencia de China, reporta el Premio Nobel de Economı́a (2001) Joseph Stiglitz: “Entretanto, los pobres agricultores mexicanos se enfrentan a una ardua batalla contra el máız de EEUU, que cuenta con importantes subsidios, al tiempo que los mexicanos acomodados que viven en las ciudades se benefician de los bajos precios de este producto. Y en vista de que todos los bancos mexicanos, salvo uno, han sido vendidos a bancos extranjeros, las pequeñas y medianas empresas locales -particularmente del sector no exportador, como la venta minorista-, están preocupadas por el acceso a créditos”55. 54Nicolás Dromi. “Nuestra economı́a depende en un 99 % de Estados Unidos”. El Páıs - 9 de Noviembre, 2003. p. 57 55Joseph E. Stiglitz. “Promesas incumplidas y libre comercio”. El Mundo - 11 de Enero, 2004 166 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Efectos negativos del NAFTA para México De la entrevista antes citada al ministro de Hacienda de México, se desprende que el fuerte intercambio comercial no ocasiona cambios en la estructura económica. Al menos al corto plazo, persiste la desigualdad y la dependencia: “El páıs latinoameri- cano, cuyo mercado posee un volumen de 550.000 millones de euros, se ha convertido en una plaza atractiva para los inversores que buscan los beneficios de la integra- ción comercial con Estados Unidos y Canadá. Mientras tanto, la mitad de sus 100 millones de habitantes sobrevive en la pobreza, pendiente de una economı́a atada a la salud de EE UU”. En ello coincide Stiglitz, quien afirma que: “El crecimiento de México durante los últimos diez años ha sido de apenas un 1 % en términos per cápi- ta, una cifra superior a la del resto de América Latina, pero bastante inferior a las registradas en épocas anteriores del mismo siglo. De 1948 a 1973, México creció a un ritmo medio del 3,2 % anual per cápita. (En cambio, en los 10 años desde la entrada en vigor del Nafta, el crecimiento medio de Corea en términos per cápita fue del 4,3 %, a pesar de la crisis asiática, y el de China del 7 %). Y aunque se esperaba que el Nafta redujera la disparidad de ingresos entre EEUU y su vecino del sur, lo cierto es que ha aumentado en un 10,6 % en los últimos diez años, entretanto ha habido avances decepcionantes en lo que concierne a la reducción de la pobreza en México, donde los salarios reales han descendido a un ritmo del 0,2 % anual”. El autor del citado: “Promesas incumplidas y libre comercio” enumera lo que a su juicio explica el escaso impacto del macro-acuerdo en términos de crecimiento y sostenibilidad del mismo: “Estos resultados no debeŕıan sorprendernos. Es cierto que el Nafta concede a México una ligera ventaja sobre otros socios comerciales. Sin embargo, debido a su reducida base imponible, a su escasa inversión en educación y en tecnoloǵıa, y a sus grandes desigualdades, a México le resulta muy dif́ıcil competir con la dinámica economı́a de China. El Nafta potenció la capacidad de México de suministrar piezas de bajo costo a empresas de manufactura estadounidenses, pero no ha convertido al páıs en una economı́a independientemente productiva”. Stiglitz concluye con rotundidad, coincidiendo con lo que apuntábamos sobre ambigüedad y contradicción manifiesta de la poĺıtica norteamericana respecto a su “patio trasero”: “La firma de un acuerdo comercial no es un camino fácil y seguro hacia la prosperidad. Estados Unidos no quiere poner sobre el tapete sus ayudas a la 3.1. Globalización 167 agricultura y sus barreras no arancelarias. Sin embargo, pretende que América Lati- na comprometa su soberańıa nacional y acepte protecciones para los inversores. De hecho, EEUU exige que los páıses liberalicen totalmente sus mercados de capitales, aunque el Fondo Monetario Internacional finalmente ha descubierto que ello no fo- menta el crecimiento ni la estabilidad en los páıses en desarrollo. Lamentablemente, es probable que muchos páıses pequeños y débiles se avengan con la esperanza de que su v́ınculo con Estados Unidos les permita participar de la prosperidad americana”. A Denis Macshane le preocupa la deriva e introspección en torno a la seguridad, de la poĺıtica exterior de USA: “La reacción al 11-S ha llevado consigo la suspensión de muchas de las grandes esperanzas en torno a un esquema de relaciones entre América del Norte y del Sur. La preocupación de Washington por la seguridad se ha traducido en un endurecimiento de la poĺıtica de inmigración. Los intereses creados que hay en EEUU -como los del poderoso grupo de presión de los agricultores, que quieren mayores subvenciones y rechazan la apertura de su mercado a los productos de sus vecinos del sur- han influido en el Congreso para promover un programa poĺıtico contrario al libre comercio. Aśı pues, los dirigentes latinoamericanos se han vuelto hacia Europa con la esperanza de formar una nueva relación triangular”56. 3.1.4. Europa - América Latina América Latina, ¿utoṕıa europea? Un clásico en la cuestión planteada: “Antes de tener existencia propia escribe Octavio Paz empezamos por ser una idea europea. No se nos puede entender si se olvida que somos un caṕıtulo de la historia de las utoṕıas europeas (. . . ) En Europa, la realidad precedió al nombre. América, en cambio, empezó por ser una idea (. . . ) El nombre que nos dieron nos condenó a ser un mundo nuevo”57. Jorge Edwards, literato y diplomático chileno, refuerza el convencimiento de Paz: “Esto de la rela- ción de América Latina con Europa, con la cultura europea, es una contradicción permanente, pero es, creo, una contradicción muy creativa. De ah́ı salió la literatura de Alfonso Reyes, de Borges, de Cortázar, la de Machado de Assis y Guimaráes Rosa. 56Denis Mac Shane. “La UE no debe olvidar a Latinoamérica”. El Mundo - 18 de Mayo, 2002, p. 22 57Octavio Paz. Puertas al campo, México, 1967. p. 13 168 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos De ah́ı sale, quizás, toda nuestra literatura”58. Relación comercial Con datos del 2002, la UE resulta ser el segundo socio comercial de Latinoamérica y el primero del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y Chile. Las exportaciones europeas a la región pasaron de 17.000 millones de euros en 1990 a 54.500 millones en el año 2000. Y las importaciones ascendieron de 27.000 millones a 48.800 millones, de los cuales más de un 20 % son productos agŕıcolas. La UE es el primer inversor en la zona (38.000 millones de euros en 2000) y aporta el 60 % de la ayuda mundial en Latinoamérica59. Andrés Oppenheimer acota: “Aunque las inversiones europeas en América Latina son considerables, el comercio birregional es mı́nimo. América Latina representa apenas un 5 % del comercio total de la UE. Para ser más gráficos, la UE comercia más con Suiza, un páıs de siete millones de habitantes, que con toda América Latina y el Caribe, que tienen un total de 484 millones de habitantes”60. Competencia UE - USA en la región En el 2004, Estados Unidos importaba 240.000 millones de dólares anualmente de América Latina y el Caribe, y sus inversiones directas alcanzaron los 207.000 millones de dólares, según datos oficiales. La UE importó 57.000 millones euros en 2003 y se proclama primer inversor en esta región con 206.000 millones de euros en 2002. Washington maneja una tabulación diferente para reclamar el primer lugar. El emparejamiento en los intercambios comerciales es improbable. Desde 1985, las relaciones comerciales de esta región se concentran con EE UU61. El ex-ministro de Asuntos Exteriores británico Douglas Hurd informa y advierte que: “el grado de integración de México con EE UU en el marco del TLC se hab́ıa producido a una velocidad inimaginable para los europeos, hasta provocar la más abrupta de las cáıdas del comercio entre México y la UE”. Los datos confirman la preocupación de Hurd: el 80 % de las exportaciones mexicanas se destina a EE UU. “Si seguimos 58Jorge Edwards. “Los tres Antonios”. El Páıs - 29 de Septiembre, 1995, p. 13 59El Páıs - 16 de Mayo, 2002, p. 8 60Andrés Oppenheimer. “Mal momento para la cumbre”, El Mundo, 18 de mayo de 2002, p. 22 61Juan J. Aznárez. “Cerca de EEUU, lejos de Europa”. El Páıs - 24 de Mayo, 2004, p. 13 3.1. Globalización 169 Figura 3.5: Evolución del comercio Mercosur - UE. Exportaciones del Mercosur por destino en 2001. Flujos de inversión extranjera directa en Mercosur y Chile. Fuente: Comisión Europea. El Páıs, 18 de Mayo de 2002, p. 5 170 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos creando una fortaleza europea, no debeŕıamos sorprendernos de que con otros páıses suceda lo que pasó con México”, añadió Hurd62. En 1998 la inversión europea en América Latina rebasó en unos 7.000 millones de dólares a la estadounidense, agrega Michael Mortimore al juego de cifras, lo que alcanza a las multinacionales: “El segundo dato significativo de la creciente penetra- ción europea son las cifras de venta consolidadas en los seis principales mercados de la región de las 25 empresas extranjeras más importantes. En ese pelotón de cabeza “hay 14 compañ́ıas europeas y 11 de EE UU”63. El británico Chris Patten, en su mo- mento comisario europeo de Relaciones Exteriores, en tono realista: “Algunos desean que la UE trate de competir en América Latina con EE UU. No es nuestra intención. EE UU tiene una relación geopoĺıtica y estratégica que no puede tener ninguna otra región. Hay una continuidad geográfica, una gran interdependencia económica, unos problemas de seguridad comunes y un intercambio de población que no se puede comparar con el que existe entre América Latina y la UE”64. Objetivos estratégicos de la CE La Comisión Europea ha establecido sus objetivos estratégicos -que, guardan- do las distancias, podŕıa ser un modelo a considerar para la nunca lograda unión latinoamericana- para el periodo 2000-2005. El enfoque seguido se basa en dar res- puesta a cuatro interrogantes. El primero se refiere a cómo mejorar las actuales formas de gobierno europeo. El segundo, a cómo dar respuesta al triple desaf́ıo de las perturbaciones geopoĺıticas, de la mundialización y de la poca fortaleza del sis- tema internacional. El tercero, cómo hacer de la Unión Europea (UE) una economı́a competitiva en el plano mundial que se traduzca en una mejora sustancial en el ni- vel de empleo. Por último, el cuarto se refiere a cómo conseguir que los ciudadanos europeos perciban que su pertenencia a la UE contribuye a la mejora de su calidad de vida. Esta nueva agenda económica y social debe contemplar la modernización de la economı́a europea que le permita acceder a la nueva era digital. En lo pragmático, algunos de sus objetivos, son: 62El Páıs - 15 de Abril, 2001. Negocios, p. 17 63El Páıs - 27 de Enero, 2000, p. 60 64El Páıs - 17 de Noviembre, 2002, p. 2 3.1. Globalización 171 Puesta en práctica de la iniciativa e-Europa creando una sociedad de la infor- mación para todos los ciudadanos y empresas europeas. Nuevas mejoras del mercado interior antes de 2004. Plena integración de los mercados financieros antes de 2005. Promoción de Empresa Europa, evaluación comparativa para crear las condi- ciones necesarias para una Europa más emprendedora e innovadora. Creación de un verdadero espacio de integración antes de 2002. Estudio de los instrumentos financieros de la Comunidad antes de finales de año 2000 para asegurar su compatibilidad con las prioridades poĺıticas en ellos establecidos. Prioridades del eje poĺıtico, el modelo social europeo, capital humano: Modernizar los sistemas de protección social y asegurar las pensiones a largo plazo. Restaurar el pleno empleo como el objetivo clave de la poĺıtica económica y social. Aumentar la inversión en educación y formación para la economı́a del cono- cimiento por ejemplo, aspirando a que todas las escuelas estén conectadas a Internet, antes de 2001, y promover la formación a lo largo de toda la vida profesional. Luchar por la inclusión social, no la exclusión, con objetivos espećıficos para reducir la pobreza. Promover un nuevo diálogo social65. 3.1.5. España - Latinoamérica. Rebelión y relación España como rémora Andrés Bello (1781, Caracas - 1865, Santiago de Chile), filósofo, poeta, traduc- tor, filólogo, ensayista, educador, poĺıtico, diplomático, y jurista venezolano, principal 65Miguel Moltó. “Objetivos estratégicos de la Comisión”. El Páıs - 23 de Marzo, 2000, p. 8 172 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Figura 3.6: El comercio entre la UE y Mercosur. Fuente: Unión Europea, Economist Intelligence Unit, Banco Central de Chile y de Brasil. Fuente: El Páıs - 18 de abril de 2004, Negocios, p. 18 impulsor y redactor del Código Civil chileno, escribió: “El despotismo de los empe- radores de Roma fue el tipo del gobierno español en América. La misma benignidad ineficaz de la autoridad suprema, la misma arbitrariedad pretorial, la misma divi- nización de los derechos del trono, la misma indiferencia a la industria, la misma ignorancia de los grandes principios que vivifican y fecundan las asociaciones huma- nas, la misma organización judicial, los mismos privilegios fiscales.” Pero “a vueltas de esas semejanzas odiosas, hay otras de diverso carácter. La misión civilizadora que camina, como el sol, de oriente a occidente, y de que Roma fue el agente más podero- so en el mundo antiguo, la España la ejerció sobre un mundo occidental más distante y más vasto”66. Octavio Paz, desde el siglo XX, rememora: “España es una nación todav́ıa medieval y muchas de las instituciones que erige en la Colonia y muchos de 66Andrés Bello; 1957. Obras Completas, t. 23. Caracas: Ministerio de Educación-Comisión Editora de las Obras Completas de Andrés Bello 3.1. Globalización 173 los hombres que las establecieron son medievales. Al mismo tiempo, el Descubrimien- to y la Conquista de América son una empresa renacentista. Aśı, España participa también en el Renacimiento, a menos que se piense que sus hazañas ultramarinas, consecuencia de la ciencia, la técnica y aun de los sueños y utoṕıas renacentistas, no forman parte de ese movimiento histórico”67. Al otro lado del gran lago, que hace las veces de espejo de aumento, el filósofo Eduardo Subirats, reflexiona: “A los intelectuales cŕıticos con el colonialismo, o los decapitaron o los echaron fuera. Luis Vives es un buen ejemplo. La identidad de lo español se establece en 1492. Es la España que se constituye como unidad inque- brantable bajo el signo de la cruz. Ahora bien, en aquel momento era un páıs con tres religiones en el que se hablaba árabe, hebreo y el lat́ın vulgar que se llamaba castellano. Y teńıa una historia anterior que era más rica que la que vino después. Como se destruyeron bibliotecas, mezquitas y documentos se ha creado la sensación de que esto antes era un desierto. Pero es una visión oscurantista de la historia, que se ha proyectado a América Latina y que aún continúa. Aceptar que no es aśı sig- nifica aceptar que esta unidad nacional, católica y absoluta, la ‘España eterna’ que dećıa Unamuno, no existe. Es una falacia, una construcción”68. Si bien abandonamos a España, no sabemos cuánto de España nos abandonó a nosotros, pareciese decir Bello: “Arrancóse el cetro al monarca, pero no al esṕıritu español: nuestros congresos obedecen sin sentirlo a inspiraciones góticas; la España se ha encastillado en nuestro foro; las ordenanzas administrativas de los Carlos y Felipes son leyes patrias; hasta nuestros guerreros, adheridos a un fuero especial que está en pugna con el principio de igualdad ante la ley, piedra angular de los gobiernos libres, revelan el dominio de las ideas de esa misma España, cuyas banderas hollaron”69. España - Latinoamérica, sentido de nivelación El poeta Alfonso Reyes (1889-1959), lo reseña aśı: “Hace tiempo que entre España y nosotros existe un sentimiento de nivelación y dignidad. Y ahora digo ante el 67Octavio Paz. El laberinto de la soledad, México, 1959. p. 88 68Catalina Serra. “Hay que empezar a hablar de culturas ibéricas”. El Páıs - 16 de Enero, 2004, p. 31 69Andrés Bello; 1957. Obras Completas, t. 23. Caracas: Ministerio de Educación-Comisión Editora de las Obras Completas de Andrés Bello, p. 171 174 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos tribunal de pensadores internacionales que me escucha: reconocednos el derecho a la ciudadańıa universal que ya hemos conquistado. Hemos alcanzado la mayoŕıa de edad. Muy pronto os habituaréis a contar con nosotros”70. Es más, Latinoamérica no rompe el cordón umbilical que le une a España:“Al entrar a España no tengo la impresión de llegar, sino la de volver”, dijo alguna vez un novelista colombiano, y aśı nos pasa a muchos, expresa una carta dirigida al presidente de gobierno español en marzo de 2001, firmada por siete escritores y artistas colombianos de la talla de Gabriel Garćıa Márquez, Fernando Botero y Álvaro Mutis, Premio Cervantes de Literatura71. Inversiones de España en Latinoamérica En el ámbito de lo estrictamente financiero y comercial, el informe: “Inversión extranjera en América Latina y el Caribe, 2000” (Cepal-Banco Mundial), coordina- do por Michael Mortimore, detalla los presupuestos de fondo del interés y acceso de la Comunidad Europea a América Latina, el papel de España: “El dinamismo europeo con relación al sur del continente americano tiene una explicación: España, el páıs europeo que más invierte en la región. Un dato, entre otros, lo ilustra: de las privatizaciones efectuadas en la región en 1998 y 1999, la participación española fue del 8,7 %. Se situó aśı en segundo lugar, justo por detrás de EE UU, que acaparó el 14,8 %. Pero donde los inversores españoles ganan por goleada es en el sector financie- ro. Los bancos españoles representan el 32,5 % de los activos totales de los 20 bancos extranjeros más grandes de América Latina, por delante de los estadounidenses, que no llegan al 30 %. ¿Por qué ese interés español por América Latina? “Las empresas españolas qué se expanden” según Mortimore, “con dificultad dentro de Europa y con más dificultad todav́ıa en el mercado mundial más competitivo”. “Su interés por América Latina es aprovechar sus ventajas competitivas -culturales, lingǘısticas, conocimiento del sistema legal y administrativo- en esa región, en el contexto de la apertura de las economı́as latinoamericanas y la desregulación de servicios”. Una apuesta no exenta de peligros: “Las empresas españolas han apostado su fu- turo en sus inversiones en América Latina”, subraya Mortimore. “Frente a la timidez 70Alfonso Reyes: La ultima Tule, México, 1924 71Juan Manuel Santos. “Para volver a volver”. El Páıs - 22 de Enero, 2014 3.1. Globalización 175 de otros inversionistas, los españoles han hecho voluminosas inversiones en términos absolutos que impresionan más aún cuando se considera el esfuerzo que significa para esa empresas”. Han pagado sobreprecios a veces muy notables en comparación con otros postores. Su exposición en la región representa un gran riesgo, pero “es su manera de enfrentar el reto de la globalización”72. En Marzo del 2004, “uno de cada dos dólares que han entrado a la región en estos tres meses han salido de las arcas de empresas españolas, una muestra de que las compañ́ıas nacionales se han puesto a la cabeza de la entrada de capitales en la región. En la segunda parte de los años noventa ya superaron a Estados Unidos como primer inversor, concentrando cerca del 25 % de todo el dinero entrante”73. El corresponsal diplomático de El Páıs, Perú Egurbide, en su art́ıculo “Tiempos de fŕıos intereses económicos” apunta a un cierre de etapa en las relaciones hispano- transatlánticas: “La retórica de la fe y la sangre es agua pasada en las relaciones de España con América Latina. La realidad actual canta en cifras: más de 50.000 millones de euros de inversión en los últimos cuatro años; 14.300 millones anuales de euros de intercambios comerciales; no menos de 250.000 inmigrantes latinoamericanos instalados en la Peńınsula. Son más que suficientes para hacer bueno el dicho de que cuando América Latina estornuda España se constipa, y viceversa”74. 1993 57.434 1999 27.665.696 1994 1.941.327 2000 21.368.520 1995 258.679 2001 6.142.697 1996 1.527.739 2002 4.297.290 1997 5.240.072 Ene-Jun 2003 -1.182.036 1998 6.233.431 Ene-Mar 2004 8.032.000 Cuadro 3.1: Flujo de inversión neta de España en Latinoamérica (inversiones reales menos desinversiones). Importe en millones de euros. Fuente: BBVA y Telefónica 72El Páıs - 27 de Enero, 2000, p. 60 73El Páıs - 28 de Marzo, 2004. Negocios, p. 16 74Perú Egurbide. “Tiempos de fŕıos intereses económicos”. El Páıs - 12 de Mayo, 2002. Domingo, p. 5 176 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Exportaciones españolas Las veleidades del comercio internacional, pueden más que realidades asentadas: “El adelantamiento de Suramérica por el Magreb es tanto más llamativo cuanto que el PIB de los cinco páıses norteafricanos apenas equivale al de Venezuela, un páıs mediano en la zona”, explica Iñigo Moré, editor del bolet́ın Magreb Negocios75. Realidades tales como: la tradición cultural, los intereses poĺıticos y económicos o la proyección de la población hispana en EEUU que pudiesen arrastrar como un imán las inversiones españolas a Latinoamérica, a pesar de los rencores históricos y las grandes dosis de desequilibrio que aún imperan en el continente. Figura 3.7: Exportaciones españolas. Fuente: Aduanas. El Páıs - 11 de Mayo, 2003. Negocios, p.17 Banca española en América Latina El Páıs Negocios (Junio del 2000) recaba antecedentes y motivaciones de la ex- pansión financiera de España, a la pregunta: ¿Por qué tanto interés por una zona cuya principal y secular caracteŕıstica ha sido la inestabilidad?, responde: “En primer lugar, la propia situación del mercado nacional. España era en esos momentos, hoy más si cabe, lo que los expertos definen como un mercado maduro, con una fort́ısi- ma competencia y con unos márgenes cada vez más estrechos. Lo lógico era centrar 75El Páıs - 11 de Mayo, 2003. Negocios, p. 17 3.1. Globalización 177 la atención en Latinoamérica. En primer lugar, fundamental, el baj́ısimo grado de bancarización de la zona. Mientras en España, el 98 % de la población mayor de 18 años tiene algún tipo de relación con entidades financieras, en Latinoamérica ese porcentaje no alcanza el 40 %. Por otra parte, en los páıses de la región, el volumen de créditos y depósitos en relación con el producto interior bruto (PIB) es muy re- ducido (menos del 25 % en ambos casos, con datos de 1996). En España, esa cifra se elevaba al 70 %. En otra área, como el sureste asiático, esa cantidad se situaba entre el 60 % y el 75 %. A ello hab́ıa que añadir unos márgenes financieros de más del doble que en España y un nivel de eficiencia de la banca que operaba en la zona a años luz de la española. Pero por encima de todo ello, la cultura, la lengua, actuaron como factores decisivos para que la banca española invirtiera de una forma tan agresiva como lo ha hecho. Un segundo aspecto que destacan los analistas a la hora de justificar la entrada de los grandes grupos bancarios españoles en Latinoamérica es el meramente estratégico, pensando en la implantación de la moneda única. Tanto el BSCH como el BBVA pueden presentarse en cualquier negociación con vistas a una fusión transfronteriza o a una gran alianza entre entidades financieras de varios páıses con un as en la manga: son los ĺıderes sin discusión del mercado latinoamericano. La apuesta de la banca española se produce en un momento de retirada de la banca estadounidense, escaldada por las continuas crisis que afectan a la zona76. 3.1.6. Lengua y comunidad hispánica Diversidad lingǘıstica en América Latina En lo idiomático, la peńınsula ibérica fue puente de control y peaje del tránsito intercontinental, al menos de las lenguas romances, que son las lenguas coloniales del sur de Europa (Mignolo). El significado espiritual de esta dependencia colonial se expresaba en el predominio lingǘıstico del castellano sobre las lenguas clásicas de América. “Joseph de Acosta lo formulaba drásticamente en su tratado de propaganda de Procuranda Indorum Salute: las lenguas americanas, en tanto que lenguas gentiles, no eran capaces por śı mismas de expresar las categoŕıas metaf́ısicas de los dogmas 76El Páıs - 25 de Junio, 2000. Negocios, p. 5 178 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos fundamentales de la teoloǵıa cristiana” (Subirats 1995: 36). El Vicedirector de la Real Academia Española, Gregorio Salvador deriva hacia el periodo post-colonial la mortandad lingǘıstica en las tribus americanas. “En 1810 cuando acaba la expansión imperial española, hab́ıa en aquel continente tres millones de hispanohablantes. Fueron los libertadores, impregnados de las ideas de la Revo- lución Francesa quienes pensaron que pod́ıa ser viable una unión si se extend́ıa un idioma común, el español”. Los imperios, prosiguió, no acostumbran a imponer su lengua porque prefieren una población encerrada en su propia incomunicación77. El asunto no es balad́ı, a nivel mundial: de las 6.809 lenguas que se hablan en todo el planeta (2003), 944 se encuentran en peligro de extinción y otras 732 en estado vul- nerable. De las casi mil lenguas en peligro de extinción, 438 están en situación muy grave, y 309 continúan perdiendo hablantes. Australia es el páıs con más lenguajes en decadencia78. ¿Qué español hablaremos dentro de 30, 50 años? No parece que el español de España, el peninsular, tenga mucho futuro. La demograf́ıa y la sensibilidad man- dan, y hoy apenas el 9 % de los hispanohablantes habita aqúı. La tendencia parece un español estándar, dividido en distintos subsistemas. Pasados de moda los mode- los perfectos (el burgalés, el vallisoletano, el toledano), ya no se habla de español correcto, sino de español global, neutro79. Papel del idioma Un idioma no es un medio neutral de comunicación sino un objeto cultural alta- mente condicionante, asevera Michael Schudson. El uso del idioma no sólo permite actos de comunión acerca de objetos determinados, como los objetos sagrados o cen- trales, escribe Edward Shils, sino que es, de por śı, un acto de comunión80. Si bien no existe un paralelismo entre las fronteras nacionales y el empleo de idiomas deter- minados, lo que Benedict Anderson llama el hecho fatal de la diversidad lingǘıstica humana81 ha influido mucho en la creación de las naciones-Estado. En ello coincide 77El Páıs - 28 de Septiembre, 2000, p. 39 78El Mundo - 15 de Mayo, 2003, p. 29 79Miguel Mora. “El español en los tiempos del dinero”. El Páıs - 14 de Octubre, 2001, p. 41 80Edward Shils, “The Integration of Society”, Center and Periphery: Essays in Macrosociology (Chicago: University of Chicago Press, 1975), p. 76 81Benedict Anderson, Imagined Communities (Londres:Verso,1983), p. 46 3.1. Globalización 179 Menéndez Pelayo, quien “estilizaba los valores más o menos quiméricos de la len- gua española como principio de cohesión poĺıtica del vasto territorio ex-colonial, ni más ni menos que en los planes un d́ıa dirigido a Isabel la Católica. Su autoridad, otrora confundida con el poder providencial del Imperio, se sublimaba ahora en los algo más precavidos ‘principios de buen gusto’, en cuyo nombre, sin embargo, el erudito español pretend́ıa nada menos que asentar las jerarqúıas estéticas del mundo americano” (Subirats 1995: 37). El editorial del Diario El Páıs, con t́ıtulo “Globalizar en español”, certifica la extensión y los cambios de tornas en la capitalidad del idioma: “El valor humano del español va de Valladolid a Tierra del Fuego, pasando, pese al abandono institu- cional, por Manila y Malabo, Nueva York y Los Ángeles. Hoy son algo más de 400 millones los hispanohablantes; de ellos sólo la décima parte corresponden a España. En términos demográficos es una lengua mucho más americana que española. Co- mo ha señalado el escritor y académico Mario Vargas Llosa, América fue definitiva para que el español rompiera su moldura inicial. Está realidad, queda reflejada en la nueva edición del Diccionario de la Real Academia Española, que contiene 40.000 novedades que en una gran parte corresponden a revisiones de los americanismos e incorporación de miles de nuevos art́ıculos y acepciones: un trabajo exhaustivo en el que han participado denodada e igualitariamente, las 22 academias agrupadas en la Asociación de Academias de la Lengua Española”82. El escritor chileno, Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, en sus Memorias, celebra la transgresión invasora y su fruto más pertinaz, la palabra: “Todo está en la palabra... Son antiqúısimas y recient́ısimas... Qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos...Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra...Pero a los bárbaros se les cáıan de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aqúı resplandecientes...el idioma. Salimos perdiendo...Salimos ganando...Se llevaron el oro y nos dejaron el oro...Se lo llevaron todo y nos dejaron todo...Nos dejaron las palabras”. Juan Antonio Carbajo en “El mundo hispánico hablará spanglish”, enfatiza esta persistencia tenaz: “El español tiene una capacidad de adaptación menor que el inglés pero, a diferencia de todas las lenguas de los inmigrantes, el español ha sobrevivido 82El Páıs. “Globalizar en español”. 17 de Octubre, 2001. (Editorial), p. 22 180 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos en Estados Unidos 150 años. La mayoŕıa de las lenguas desaparecen después de dos generaciones”. En el mismo art́ıculo, Ilan Stavans, escritor, hispanista y filólogo, reconoce: “Los jóvenes utilizan más el spanglish que los adultos, y lo hacen porque tiene que ver con la identidad y el orgullo. Y, por otro lado, las clases bajas y medias hablan más el spanglish que la alta, aunque la alta está despertando. Al principio era el idioma de los pobres pero ya no lo es. En California hay unas 125 estaciones de radio en español que utilizan el spanglish continuamente, muchas más que toda Centroamérica”83. Lorenzo Albacete, teólogo y ex presidente de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, aventura sobre la presunta incidencia del idioma español en la cultura norteamericana: “A diferencia de los inmigrantes irlandeses, de los italianos o de los procedentes de la Europa del Este, los hispanos entran y salen de Estados Unidos con facilidad a causa de la proximidad de sus páıses de origen. Algunos medios in- formativos como Univisión les permiten mantenerse constantemente en contacto con sus páıses. Esta continuidad cultural se ve reforzada y protegida por la gran impor- tancia que hoy en d́ıa se concede al multiculturalismo y los programas de educación bilingüe, y por el creciente uso del español en el Gobierno y en la industria privada. Lo interesante es determinar si todo esto constituye un hecho suficientemente impor- tante como para llegar a tener una incidencia significativa en la cultura dominante de Estados Unidos” 84. El escritor mexicano, Carlos Fuentes, refiriéndose al spanglish: “Las lenguas se crean y se nutren de la comunicación y del contagio. Elimina del castellano las palabras de origen árabe y te quedas sin alcachofa, sin almohada, sin azotea, sin alberca, sin naranjas, sin limones sin muchas otras cosas que nos gustan. La lengua inglesa es una lengua muy receptiva de las otras lenguas, y por eso es la lengua occidental más rica. La lengua española, que es la segunda lengua occidental más hablada, es una lengua que está admitiendo constantemente impurezas, neolo- gismos, anglicismos, galicismos...Yo lo fomento y lo procuro. No creo en la pureza, ni de las lenguas, ni de las costumbres, ni de nada. Vivimos en un mundo impuro, y eso es digno de celebrarse”85. 83El Páıs - 2 de Enero, 2000, p. 34 84Lorenzo Albacete. “El futuro de la influencia hispana en EE.UU”. El Mundo- 22 de Junio, 2001, p. 4 85El Páıs - 26 de Noviembre, 2000, p. 10 3.1. Globalización 181 El escritor y poĺıtico venezolano, Arturo Uslar Pietri invita a mensurar la actua- lidad y potencialidades del idioma de Cervantes: “La comunidad hispánica tiene que tomar conciencia de sus posibilidades y desaf́ıos con todas sus ventajas ciertas pero hasta ahora poco aprovechadas. La hispánica es la segunda comunidad lingǘıstica del mundo, con posibilidad de llegar a ser la primera en el plazo de una generación. Hoy somos cerca de 300 millones de seres que hablamos español como lengua materna, en una excepcional contigüidad geográfica y en una notable homogeneidad cultural. Ni los chinos ni los rusos, fragmentados en numerosos idiomas, disponen de seme- jante ventaja. La comunidad hispánica abarca todos los climas, todos los recursos naturales, todas las ventajas geográficas. Si llegara a forjar instrumentos prácticos y eficaces para la cooperación efectiva en la investigación cient́ıfica, en el progreso tecnológico, en la presencia cultural, en la integración económica y en el desarrollo social, podŕıa emerger en breve tiempo como uno de los grandes y más coherentes bloques de poder y de prestigio del mundo de hoy y de mañana” (Uslar Pietri 1991: 3). Fernando Lázaro Carreter, director de la Real Academia Española (1992-1998), vincula idiomas con vocación de influencia y poder: “El español es el lat́ın del siglo XX, por cierto. Al ponerse en comunicación unas tierras y otras, el lat́ın fue como el espejo que se fractura. No lo traen los sabios sino los colonos y los soldados. Es un lat́ın vulgar, que ha perdido declinaciones y articulaciones sintácticas. Y de ah́ı salen los distintos dialectos. Es curioso que mientras el castellano tiene hoy una dif́ıcil situación en la periferia, progresa en EE.UU. donde es la segunda lengua, ahora obligatoria en la enseñanza preuniversitaria. Obviamente por la fuerza de la demograf́ıa, pero también por un propósito de dominio, cuyo instrumento principal es el idioma”86. Idioma que más crece El español, que ya es la tercera lengua después del chino y del inglés, es el idioma que más crece a escala mundial, certifica Daniel Moore. “En unas pocas décadas más casi un 10 % de la población mundial tendrá al español como lengua materna. Las razones de este auge hay que buscarlas en causas históricas, demográficas, comerciales 86El Páıs, “El español es el lat́ın del siglo XX - 29 de Noviembre, 1998 182 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos y culturales” (Moore 1995: 178). Otros expertos no menos optimistas respecto al futuro de la lengua, la ubican como la cuarta más hablada del planeta, por detrás del chino, el inglés y el hindi; con más de 400 millones de personas, un 10 % de los cuales reside en Estados Unidos. El anuario 2000 del Instituto Cervantes, destaca que el español es el segundo idioma más hablado en Estados Unidos, donde viven ya, según el censo de 1999, más de 31 millones de hispanos (el 11,5 % de la población). Otros datos que marcan esta expansión son que el 80 % de las escuelas primarias que enseñan segundas lenguas ofrece estudios de español y que es el segundo idioma preferido por los estudiantes de secundaria y universitarios. El estudio da cuenta también del auge del español en Brasil y de su implantación en Asia. En China hay cientos de estudiantes y 200 profesores titulados; en Japón, 60.000 alumnos universitarios, y en Corea del Sur, unos 3.000 estudiantes repartidos entre 29 universidades. Por último, el español es el quinto idioma en Internet, por detrás del inglés, el japonés, el alemán y el chino87. En el Reino Unido los bancos de inversión contratan con liberalidad a jóvenes profesionales españoles que captan clientes. En ese páıs y en Alemania el español es el segundo idioma después del inglés. Impacto de lo hispánico en Norteamérica Los latinos -o hispanos, según complicados matices poĺıtico geográficos- son ya el 12 % de la población de los EEUU, sin contar los indocumentados. Las proyecciones demográficas señalan que podrán llegar a ser 84 millones en el 2050. Para Samuel Huntington estos cambios no se deben sólo a la inmigración, sino también a la na- talidad. En 2002, los ı́ndices de natalidad en EE UU se calculaban en un 1,8 % para los blancos no hispanos, un 2,1 % para los negros y un 3 % para los hispanos (Hun- tington 2004). De hecho la explosión latina ha colocado su edad media en apenas 26 años, ocho menos que la media del páıs. Samuel Huntington, antes citado, advierte de Los Ángeles: “en 2002, más del 70 % de los estudiantes de la ciudad eran hispanos, predominantemente mexicanos, y la proporción segúıa aumentando. Los blancos no hispanos formaban el 10 % del alumnado. En 2003, por primera vez desde la déca- da de 1850, la mayoŕıa de los recién nacidos en California fueron hispanos”, lo que 87El Páıs - 9 de Julio, 2000, p. 5 3.1. Globalización 183 le lleva a titular: “Las escuelas de Los Ángeles se están volviendo mexicanas”. Los datos apabullantes sobre la afición (y necesidad) de los estadounidenses al idioma español están en el anuario 2000 del Instituto Cervantes: el 80 % de los estudiantes de secundaria en Estados Unidos (donde no es obligatorio la enseñanza del español) elige este idioma como segunda lengua. El 90 % de los alumnos de enseñanza básica hace la misma elección. Y en la universidad uno de cada dos estudiantes opta por el español, en un páıs en el que conviven 20 millones de hispanos88. Carlos Fuen- tes añade que alĺı se editan 1.300 publicaciones en la lengua cervantina; existen 240 semanarios en español y 24 diarios que leen al d́ıa un millón de estadounidenses. “Publicaciones que llevan su mensaje no sólo a los consumidores potenciales, sino a portadores de cultura. No separemos, pues, el evento económico de la latinidad, pues sobre la unión de ambos descansa el crecimiento y la comprensión del español”89. En cuanto a las ventas de libros en español en EE UU, los datos del Ministerio de Cultura de 1998 arrojaron una factura de 2.661 millones de pesetas superando las ventas de dos páıses hispanos hablantes, Chile y Venezuela, con 2.200 millones. Ese año la exportación de libros en español en el mundo superó los 74.000 millones de pesetas90. El ex presidente estadounidense Theodore Roosevelt en 1917, declaró: “Debemos tener una sola bandera, y debemos tener una sola lengua. Que debe ser la lengua de la Declaración de Independencia, el discurso de despedida de Washington, la procla- mación de Lincoln en Gettysburg y su segunda toma de posesión”. En junio de 2000, el presidente Bill Clinton aseguró: “Conf́ıo en ser el último presidente de Estados Unidos que no sepa hablar español”. Si la tendencia continúa, afirma Huntington, en “El reto hispano a EEUU”, “la división cultural entre hispanos y anglos puede llegar a sustituir a la división racial entre negros y blancos y convertirse en la escisión más grave de la sociedad estadounidense”. Lo anterior no pasaŕıa de sueños premo- nitorios si no fuese secundado por un peso financiero relevante: “La edad de oro que está viviendo el español en EE UU, donde ha pasado de ser una lengua de esclavos y pobres a un idioma culto y con pedigŕı, acabará de consolidarse cuando aumente su poder para hacer dinero. De momento, los negocios creados por hispanos han crecido 88El Páıs - 17 de Febrero, 2000, p. 46 89El Páıs - 4 de Mayo, 2000, p. 42 90El Páıs - 17 de Febrero, 2000, p. 46 184 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos de 57.000 en 1987 a 210.000 en 1999 y generan 348.000 millones de dólares al año”91. El impulso económico cubano convirtió a Miami en un motor económico inter- nacional y provocó la expansión del comercio y las inversiones internacionales. Hun- tington (2004), aporta datos: “Los cubanos promovieron el turismo internacional, que, en los 90, llegó a sobrepasar al turismo interior e hizo de Miami un centro fun- damental en la industria de los cruceros. En 1993 se movieron en la ciudad unos 25.600 millones de dólares en comercio internacional, sobre todo relacionado con La- tinoamérica”. José M. Calvo y Javier del Pino, reportan: “El boom de la economı́a alcanza de pleno a los latinos. Su capacidad de consumo supera los 350.000 millones de dólares al año -un incremento del 56 % en los últimos nueve años-, con lo que hay cada vez más medios de comunicación en español o con publicidad bilingüe en muchos casos. Y aunque entre los mil ejecutivos más importantes de EE UU, según Fortune, sólo cinco son latinos, hay ya un millón y medio de empresas propiedad de hispanos que tienen unos ingresos brutos anuales de 200.000 millones de dólares. El ingreso familiar medio es de 30.000 dólares anuales, 10.000 menos que la media nacional, pero el ı́ndice de empleo de los hispanos es del 80 %, superior al de los nor- teamericanos blancos”92. Huntington, recupera un dato “capital”: “En Miami, según las conclusiones de un estudio realizado, las familias que sólo hablan español tienen unos ingresos medios de 18.000 dólares; las que sólo hablan inglés tienen ingresos medios de 32.000 dólares, y las familias bilingües ganan más de 50.000 dólares. Por primera vez en la historia de Estados Unidos, cada vez hay más ciudadanos (sobre todo negros) que no pueden conseguir el trabajo o sueldo que seŕıa de esperar porque sólo pueden comunicarse en inglés”. Respecto a Miami, “ciudad hispana”, Huntington se explaya a discreción: “Esa posición tan destacada convirtió Miami en una ciudad hispana y dirigida por cubanos. Éstos, en contra de la tradición, no crearon ningún enclave inmigrante en un barrio concreto. Crearon una ciudad entera, con su propia cultura y su propia economı́a, donde la asimilación a la cultura estadounidense era innecesaria y, hasta cierto punto, indeseada. En 2000, el español no sólo era la lengua hablada en la mayoŕıa de los hogares, sino que además era la lengua fundamental en el comercio, los negocios y la poĺıtica (. . . ) “En Miami no hay presiones para hacerse estadounidense”, observa un 91El Páıs - 4 de Mayo, 2000, p. 42 92El Financiero - 18 de Agosto, 1999 3.1. Globalización 185 sociólogo nacido en Cuba. “La gente puede vivir a la perfección en un enclave que habla español” (. . . ) Irse de Miami; y, entre 1983 y 1993, lo hicieron 140.000 personas, un éxodo que fue reflejado en una pegatina de coche: “El último estadounidense que salga de Miami, por favor, que traiga la bandera”. Huntington por fin alerta sobre la emergencia de un nacionalismo reactivo: “Cuan- do un grupo social, étnico, racial o económico sufre o cree sufrir pérdidas de poder y categoŕıa, casi siempre, se esfuerza para dar la vuelta a la situación. En 1961, la población de Bosnia-Herzegovina era un 43 % serbia y un 26 % musulmana. En 1991, era un 31 % serbia y un 44 % musulmana. Los serbios respondieron con la limpieza étnica”. El nacionalismo blanco es ‘la próxima etapa lógica de la poĺıtica de la iden- tidad en EE UU’, afirma Swain, y eso coloca al páıs ‘en grave peligro de sufrir un conflicto racial a gran escala, sin precedentes en la historia de nuestra nación’ ”. Idioma que se adapta a la “modernidad” El Páıs editorializa: “Cuando finalizaba siglo XIX, buena parte de la intelectua- lidad española estaba convencida de que la postración española era un hecho incon- testable y derivado de la decadencia general de la latinidad. El futuro del progreso se haćıa residir en otra parte, en las razas del norte, las célticas y las germanas”93. Esta “rendición”, tan evidente y pronunciada en los componentes de la Genera- ción del 98, desemboca en vuelco en los albores del nuevo milenio. Jesús Antonio Cid, director académico del Instituto Cervantes, valoriza el idioma en un contexto comparativo: “El español, tiene un peso menor que su peso demográfico, pero es una de ‘las lenguas grandes más homogéneas’, que tiene ‘una fonética muy clara y esta- ble’ y ‘una ortograf́ıa muy parecida a la hablada’. Y en conclusión, no hay peligro de fragmentación sino posibilidades de crecimiento, y de contribuir cada vez más al multilingüismo, al encuentro con otras grandes lenguas”94. En sentido similar, el vicedirector de la Real Academia Española, Gregorio Salvador: “La situación actual del español ‘en la parrilla de salida de la previsible competición idiomática’de este inmediato futuro es óptima. Un horizonte halagüeño incluso en el ámbito de la in- formática. La corporeidad léxica, la nitidez silábica, su sistema fonético simple (cinco 93El Páıs - 31 de Diciembre, 2000. Editorial, p. 12 94El Páıs - 14 de Octubre, 2001, p. 41 186 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos vocales) y una escritura ajustada a la realidad fonológica (prácticamente se escribe como se habla) la hacen, más fiable en las conexiones telefónicas. Si a éstas ventajas se añade la unidad del idioma, con dialectos perfectamente comprensibles, es lógica la creciente implantación e interés por el español”95. Idioma aún sin espacio de legitimidad cognitiva Pese a la plétora de antecedentes, evidencias y optimismo, pensadores contem- poráneos como Walter Mignolo (Gómez 2002) sostienen que, al igual que la inferencia de Ortega -un filósofo, según Mignolo in partibus infidelium (“en tierras de infieles”)-, el español no es una lengua adaptada para lo filosófico, y que, en alguna medida, esta carencia le dejó en los márgenes de la modernidad. Entiende Mignolo que el español no tiene todav́ıa el espacio de legitimidad cognitivo, filosófico, epistémico que tienen lenguas como el francés o el alemán. 3.1.7. Bloques, acuerdos regionales Conferencias panamericanas En el caṕıtulo “Protestantismo, panamericanismo e identidad nacional, 1920- 1950” del libro Cultura e identidad Nacional, Carlos Mondragón incluye la preocupa- ción y hasta activismo pro “visibilización” de América Latina en el contexto mundial por parte de clérigos comprometidos, relata: “En 1933, Samuel Inman, misionero pro- testante y escritor norteamericano, describe cuatro corrientes internacionales, cuatro ‘pan-ismos’, tratando de imponerse en el continente: El panamericanismo, promo- vido por el gobierno y empresarios de Estados Unidos, aśı como por poĺıticos y empresarios latinoamericanos; el panlatinoamericanismo o latinoamericanismo a se- cas, que proclamaba la unión de todas las naciones americanas, con excepción de los Estados Unidos y Canadá, promovido por los sectores progresistas de América Lati- na: el panhispanismo, que se afanaba por vincular las jóvenes naciones de América con las madres patrias, España y Portugal, por medio de lazos culturales e históri- cos, aśı como el panlatinismo, promovido por Francia para romper la exclusividad 95El Páıs - 28 de Septiembre, 2000, p. 39 3.1. Globalización 187 que pretend́ıa España al negar el nombre “América Latina” y sustituirlo por el de “América Hispánica” o “América Ibérica’ ”(Mondragón 1994: 305-342). 1889-1890 Washington. Primera Conferencia Panamericana 1901-1902 México 1906 Ro de Janeiro 1910 Buenos Aires 1923 Santiago de Chile 1928 La Habana 1933 Montevideo 1936 Buenos Aires 1938 Lima 1938 Guatemala. Reunión económica 1940 La Habana. Reunión de secretarios de Relaciones Exte- riores 1945 México. Conferencia Interamericana sobre los problemas de la guerra y de la paz 1948 Bogotá. Se sustituye la Unin Panamericana por la Or- ganización de Estados Americanos (OEA) Cuadro 3.2: Conferencias panamericanas. Fuente: Cuadernos Americanos (Nueva Época), Septiembre - Octubre de 1990, vol. 5, núm. 23, pp. 11-12 Bloques comerciales americanos El área de Libre Comercio de las Américas o ALCA fue el nombre oficial con que se designaba la expansión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (EEUU, México y Canadá), tomó cuerpo en Diciembre de 1994 (Miami). Las ne- gociaciones para tal acuerdo -que sumará 800 millones de personas y 3,4 billones de dólares de intercambio comercial- tardaron en despegar. No alzaron vuelo hasta 2002, momento en que el entusiasmo por el libre comercio hab́ıa menguado en muchos páıses (y muchos temas quedaron fuera de la mesa). En 2003, relata A. Vargas Llosa, “el Brasil pasó a ser gobernado por un partido laborista muy reacio a seguir abriendo sus fronteras económicas ante la persistencia del proteccionismo estadounidense (el 188 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos pretexto) y decidido a contrarrestar la hegemońıa norteamericana (el designio secre- to) con alguna forma de zona de libre comercio sudamericana articulada en torno al binomio Brasil-Argentina; ambos coquetearon con la idea de una unión monetaria, sin descartar la inclusión de otros páıses del Mercosur”. Una dinámica en cascada recorrió el continente. El acuerdo comercial entre Ca- nadá y Chile, por ejemplo, desbordó los parámetros del TLC de América del Norte: fijó en 35 %, en lugar de 60 %, el mı́nimo de contenido local para el sector auto- motriz. El acuerdo comercial con Chile permitió al Canadá un mayor acceso del que teńıa Estados Unidos, que todav́ıa enfrentaba aranceles del 11 %, a ese pequeño mercado austral. El tratado, sirvió de referencia y precedente para otros acuerdos comerciales, por ejemplo entre el Canadá y Costa Rica, y entre México y varias na- ciones latinoamericanas, incluido Chile. Otros acuerdos vieron la luz más tarde, entre páıses latinoamericanos como México y Chile y la Unión Europea. Hubo inclusive un acuerdo comercial entre Chile y Corea del Sur. Algunos páıses, aun cuando no sella- ran acuerdos comerciales formales, adoptaron muchas reglas inspiradas en el TLC de Norteamérica para hacerse más atractivos a los ojos de la comunidad internacional (A. Vargas Llosa 2004: 218, 219). Potencialidades del ALCA En Abril del 2001, el ALCA supońıa la constitución de la mayor zona de libre comercio del mundo, con un producto interior bruto (PIB) aproximado de 2.200 billones de pesetas (22 veces el español), el 40 % del total mundial96. Cuando Wa- shington impulsó la creación del ALCA Latinoamérica vio las puertas de la prospe- ridad económica, afirma Rosa Tonwsend, periodista y analista poĺıtica. “La región estrenaba poĺıticas neoliberales que muchos consideraban la panacea del desarrollo. La realidad, sin embargo, fue aplastando el optimismo original y, tras las crisis de fines de los noventa, hoy lo que predomina es el escepticismo sobre la fórmula esta- dounidense, al menos a nivel popular”97. Convicción que coincide en parte con: “El motor del errático crecimiento mexicano de los últimos años ha sido su integración comercial con Estados Unidos y Canadá, vigente desde enero de 1994, cuya depen- 96El Páıs - 15 de Abril, 2001. Negocios, p. 17 97Rosa Tonwsend. “EE.UU. y Brasil abren un diálogo sobre el libre comercio en América”. El Páıs. 8 de Noviembre, 2003, p. 6 3.1. Globalización 189 Figura 3.8: Principales bloques comerciales americanos (2001). Fuente: El Páıs - 15 de Abril, 2001. Negocios, p. 17 dencia se quiso evitar rubricando otro con la Unión Europea. El comercio trilateral (México, Estados Unidos, Canadá) superó, en el 2002, los 622.000 millones de dóla- res, y diariamente se comercian por las tres fronteras 1.700 millones”98. Hacia fines de la década de 1990, el comercio total entre Estados Unidos, Canadá y México, los tres socios del TLC de América del Norte, alcanzó los 490 mil millones de dólares, la mitad de su intercambio comercial con el mundo. Hacia el 2003, la cifra llegaba a casi 600 mil millones de dólares99. 98El Páıs - 23 de Junio, 2002. Negocios, p. 18 99Gary C. Hufbauer, Jeffrey J. Scott y Barbara R. Kotschwar, “U.S. Interests in Free Trade in the Americas”, en The United States and the Americas: A Twenty-First Century View, editado por Al- 190 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos De los más de veinte acuerdos comerciales bilaterales y regionales firmados con ocasión de las reformas, resume A. Vargas Llosa, “el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (. . . ) No significó un libre comercio propiamente dicho porque las personas fueron excluidas de las libertades conferidas a los bienes y a los capitales, e incluso éstos fueron sometidos a ĺımites y excepciones en un texto, no precisamente cargado de poeśıa, con un preámbulo y 22 caṕıtulos que abarcan miles de páginas” (A. Vargas Llosa 2004: 217). MERCOSUR Se trata de una de las zonas económicamente emergentes del mundo, Mercosur, proyecto de integración regional en el que participan Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay y al que están asociados Chile y Bolivia: más de 200 millones de habitan- tes y el cuarto PIB regional de la tierra (1997). Mercosur avanza hacia un tratado comercial con la Unión Europea (2004), y discute con Estados Unidos por la em- pantanada negociación del área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pero, dice Alejandro Rebossio, es China el páıs con el que más progresan los intercambios. Según un informe elaborado por la Comisión Económica para América Latina y Ca- ribe (CEPAL), la región latinoamericana aumentó el año 2003 sus exportaciones a China hasta los 10.870 millones de dólares, el 72,1 %, frente al incremento del 8,7 % de sus ventas externas totales100. Comunidad Andina Bloque comercial suramericano integrado por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela, acoge un mercado de 119 millones. Es una zona que concentra gran parte de la pobreza latinoamericana, caracterizada además por crisis poĺıticas permanentes. Alĺı, empresas estadounidenses y europeas como Repsol, British Petroleum, Shell o Duke Energy tienen fuertes inversiones, hasta el momento desprotegidas ante la inseguridad poĺıtica, económica y juŕıdica101. bert Fishlow y James Jones, Nueva York, Norton, 1997, p. 70. Interactive Tariff & Trade Data Web, U.S. International Trade Commission, Washington D.C., 2002. Véase http://dataweb.usitc.gov/ 100Alejandro Rebossio “El Dragón Rojo echa una mano”. El Páıs, 23 de Mayo de 2004. Negocios, p. 19 101Fernando Cano. “La carrera por los Andes”. El Páıs. Negocios. 25 de Enero, 2004, p. 17 3.1. Globalización 191 América Latina dejando de ser homogénea América Latina está dejando de ser un continente homogéneo. El Norte (México y Centroamérica) cae poco a poco en la órbita de EE.UU, mientras el Sur (MERCO- SUR y Chile) estrecha lazos con Europa, atestigua el Informe: Inversión extranjera en América Latina y el Caribe, coordinado por Michael Mortimore. El Tratado de Libre Comercio (TLC) vigente desde 1994 entre EE UU, Canadá y México ha acentuado el interés de los inversores norteamericanos por este último páıs, el segundo recep- tor de inversión extranjera en 1998. “Las empresas norteamericanas buscan sobre todo la eficiencia en México y la Cuenca del Caribe”, asegura Michael Mortimore, “creando nuevos activos para ensamblar manufacturas que les permitan competir mejor en su propio mercado frente a las importaciones asiáticas en industrias como la automotriz, la electrónica y la textil”. Los europeos, y especialmente los españoles, se han concentrado en MERCOSUR, el incipiente mercado común del que forman parte Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, y al que está asociado Chile. Las em- presas europeas, explica el coordinador del informe del Banco Mundial y la CEPAL, “buscan más bien acceso a mercados de servicios comprando activos existentes en telecomunicaciones, electricidad, comercio minorista y servicios financieros”102. Julio Sanguinetti, ex-presidente de Uruguay, plantea una serie de cuestiones de ı́ndole geopoĺıtica: “¿Sobrevivir en el mundo globalizado resulta más fácil desde el Es- tado nacional o desde la subregión respectiva? ¿Tiene más lógica asociarse comercial- mente con la superpotencia norteamericana o mantener una relación diversificada? ¿El MERCOSUR debe profundizarse hacia adentro o expandirse por Sudamérica? ¿Qué márgenes de opción puede tener el México de hoy sumergido en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA)?”103. Diferencias Norte-Sur La mayor zona comercial del mundo (ALCA), será tremendamente desigual. “El 76 % de su riqueza procede de EE UU, lo que concede a este páıs un peso gigantesco. El ciudadano de Hait́ı, el páıs más pobre, gana 27 veces menos que el estadounidense. 102El Páıs - 27 de Enero, 2000, p. 60 103Julio Maŕıa Sanguinetti. “Mercosur, Sudamérica, Latinoamérica”. El Páıs - 23 de Noviembre, 2000, p. 18 192 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Los contrastes demográficos son también brutales. Por no hablar de las disparida- des en materia de democracia, derechos humanos, educación, salud e higiene”104. El filósofo, sociólogo y politólogo español José Vidal-Beneyto, critica el planteamien- to posicional de Estados Unidos al interior de la trama de acuerdos que conoció la región: “Estados Unidos, se sirve de él para institucionalizar la dependencia de La- tinoamérica y constituirla definitivamente en su hinterland, primero económico, des- pués cultural y poĺıtico. Pensar que cabe un Mercado Común Panamericano entre páıses cuya renta per cápita oscila entre 30.600 dólares en EE UU y 430 en Nicaragua, o pretender que el intercambio comercial restablecerá por śı solo el equilibrio entre Estados Unidos, Brasil y Canadá, que representan el 87,70 % del PIB de la región, y los otros 32 páıses, que alcanzan justo el 12,30 %, es un interesado desatino”105. 3.1.8. Integración Hasta hace poco el concepto de integración parećıa algo anticuado, previene Mi- chael Schudson, “Era una referencia constante de los teóricos de la modernización de los años cincuenta y sesenta, y parećıa incorporar sus hipótesis generales en el sentido de que podemos hablar de una sola ĺınea de desarrollo por la que pasan todas las naciones, de una única entidad psicológica, social, cultural, económica y poĺıtica llamada modernidad, y dejar de lado la lealtad étnica como un v́ınculo primordial que se superará a medida que se vaya difundiendo un pensamiento más moderno y racional. Estas hipótesis fueron abandonadas totalmente en los 20 últimos años, e incluso se abandonó el lenguaje mismo de la “integración social” (Schudson 1994: 83). Felipe Herrera, chileno, director del FMI y presidente del BID (1960-1970), plan- tea una correlación entre desarrollo, integración y cultura: “A nuestro entender, si efectivamente existe una América Latina, se debe no sólo a que estamos comerciando más, transfiriendo entre nosotros más tecnoloǵıa o porque hayamos sido capaces de institucionalizar, en cierta medida, el proceso de integración, sino porque lo anterior se ha logrado en función de fundamentos culturales comunes. Es aśı interesante des- tacar cómo en cierta forma hemos vuelto a replantear nuestra realidad cultural como la gran fuerza dinámica de nuestra unidad regional”; y más adelante señala: “Hoy, 104El Páıs - 22 de Abril, 2001, p. 3 105El Páıs - 21 de Abril, 2001, p. 2 3.1. Globalización 193 Figura 3.9: Bloques en América Latina (2002). Fuente: El Páıs - 18 de mayo de 2002, p. 8 más que nunca, es nuestro común trasfondo cultural el gran factor dinámico de la integración latinoamericana”106 . Mignolo, en tono pesimista: “creo que América Latina se está desgajando cada vez más (. . . ) América Latina ya no es la América Latina de Boĺıvar, o ‘nuestra América hispana’ de Mart́ı” (Gómez 2002). 106Felipe Herrera. El escenario latinoamericano y el desaf́ıo cultural, 1983, pp. 45 y ss. 194 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos 3.1.9. Poĺıtica internacional - Organismos Internacionales Historia de un fracaso Richard Perle, miembro del consejo poĺıtico asesor del Departamento de Defensa de EE UU y del American Enterprise lnstitute de Washington, enuncia de forma sucesiva y ordenada, lo que a su entender son los fracasos más célebres del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: “¿Es el Consejo de Seguridad la institución más capaz para garantizar el orden y salvarnos de la anarqúıa? La historia indica lo contrario. Naciones Unidas surgió de las cenizas de una guerra que la Liga de Naciones fue incapaz de evitar. La Liga simplemente no pudo enfrentarse a Italia en Abisinia, y mucho menos (si hubiera sobrevivido a esa debacle) a la Alemania nazi. Con la euforia causada por la victoria en la II Guerra Mundial, se depositó en el Consejo de Seguridad la esperanza de poder convertir la seguridad en algo colectivo, con lamentables resultados. Durante la guerra fŕıa, el Consejo de Seguridad se vio desesperadamente paralizado. De hecho, la decisión de defender a Corea del Sur de un ataque en 1950 la tomó el Consejo sólo porque Stalin ordenó a sus diplomáticos que boicoteasen los procedimientos de Naciones Unidas, lo que significó que no hu- biese por alĺı ningún embajador soviético que emitiera su veto. Fue un error que los soviéticos no volveŕıan a cometer. En 1967 y en 1973, ante la inminencia de una gue- rra, la ONU se retiró de Oriente Próximo, dejando que Israel se defendiera solo. El imperio soviético se vino abajo, y Europa del Este fue liberada, no gracias a la ONU, sino a la madre de todas las coaliciones, la OTAN. Ante las múltiples agresiones de Milosevic, la ONU no pudo parar las guerras de los Balcanes, ni siquiera proteger a sus v́ıctimas. Cuando la guerra terminó, la paz se firmó en Dayton, Ohio, no en la ONU”107. José Zarzalejos, director del Diario ABC, vincula el fracaso reseñado por Perle, con el auge del terrorismo: “El fracaso de las Naciones Unidas, que ahora se constata en toda su dimensión, era, pues, un corolario indefectible cuando el terrorismo como privatización de la guerra, según acertada expresión de Joseph S. Nye, sustituyó en la década de los 90 al riesgo de agresión bélica convencional”108. Perle a su vez res- ponsabiliza al naufragio intelectual del concepto liberal de seguridad adscrito a los 107Richard Perle. “La cáıda de Naciones Unidas”. El Páıs, 13 de Abril, 2003, p. 8 108José A. Zarzalejos. “El falso orden internacional”. ABC, 20 de Abril, 2003, p. 4 3.1. Globalización 195 presupuestos del derecho internacional secundados por las instituciones internacio- nales. Zarzalejos ejemplifica con la inclusión de representantes de la Libia de Gadafi en el órgano de la ONU -presidiéndolo-, para la vigilancia de los derechos humanos en el mundo. Esto explica, a su ver, el grado de convencionalismo ineficaz alcanzado por las Naciones Unidas. Alvin Toffler, escritor y futurista estadounidense, conclu- ye: “Naciones Unidas tiene 175 páıses, la mayoŕıa de los cuales son o dictaduras o sistemas corruptos, y ésos son los responsables de las decisiones. No tengo mucha confianza en la ONU: es una organización t́ıpica de la segunda ola, con un enorme exceso de burocracia”109. Nueva estructura de poder mundial Samuel P. Huntington (1927-2008), en su momento presidente de la Academia de Harvard para Estudios Internacionales y autor de Choque de civilizaciones, ad- mite: “Está surgiendo una nueva estructura de poder mundial que probablemente va a establecer los parámetros de la poĺıtica mundial de los próximos 15 años. El primer nivel de dicha estructura lo forma EE UU, la única superpotencia; el se- gundo, diversas grandes potencias regionales, como India, China, Japón, Rusia y la Europa franco-alemana; el tercero, las que podŕıamos llamar potencias regionales ‘se- cundarias’: Pakistán respecto a India, el Reino Unido respecto al eje franco-alemán, Ucrania respecto a Rusia, o Corea, a Japón”110. Evaluación de las instituciones internacionales 3.1.10. Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial FMI como mandatario colonial En el art́ıculo “Las formaciones G”, Joaqúın Estefańıa describe cual epitafio: “El FMI se hab́ıa quedado vaćıo de contenido fundacional al romperse el sistema monetario internacional en 1973. Desde entonces se ha dedicado a paliar, con desigual fortuna, las crisis de liquidez o de solvencia de distintos páıses, la mayor parte de ellos en transición hacia la economı́a de mercado, emergentes o del Tercer Mundo” 109El Páıs - 1 de Marzo, 1994, p. 28 110Samuel P. Huntington. “Los tres niveles del poder mundial”. El Páıs - 7 de Mayo, 2001, p. 9 196 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Figura 3.10: América Latina: Evaluación de instituciones. Fuente: Latinobarómetro, 2002 111. En cuanto a estructura y funcionamiento Joseph Stiglitz, durante el año 2008 el economista más citado en el mundo, subraya: “El FMI, le guste o no, es una institución pública, a pesar de su jerga corporativa. En el mundo del FMI, los páıses miembros son accionistas. Pero las poĺıticas del FMI afectan a las personas y a las economı́as de una manera que ninguna corporación podŕıa afectarlas jamás. Como institución pública debeŕıa ser dirigida a partir de principios democráticos”112. Aunque pertenecientes a la familia de las organizaciones de las Naciones Unidas, tanto al interior del Fondo Monetario Internacional como del Banco Mundial no es válido el principio de “un páıs-un-voto”. El derecho al voto, y con ello las relaciones de poder, se determinan por las cuotas aportadas, por el peso económico de cada páıs, un número fijo de 250 votos en que cada voto adicional tiene un valor de 100.000 DEG (derechos especiales de giro, unidad de cuenta del FMI). El grupo de los diez páıses más industrializados controla alrededor del 55 % de los votos. Los votos de los páıses del Tercer Mundo no alcanzan el 30 %. En octubre del 2010 los páıses desarrollados integrantes del Grupo de los Veinte (G20) acordaron transferir el 5 por ciento de los derechos de voto en el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario a las naciones emergentes, expresa el informe “Los pasos perdidos del FMI” (Cirepi), en respuesta a su creciente importancia en el panorama internacional. Fue una buena señal, pero tan insuficiente como cosmética. Cierto es que desde enero del 2011 111El Páıs - 29 de julio, 2001. Domingo, p. 8 112Joseph Stiglitz. “Cambio de guardia en el FMI”. El Páıs - 17 de Junio, 2001, p. 13 3.1. Globalización 197 economı́as emergentes aumentaron su poder de decisión dentro del FMI, pero nunca en una proporción que ponga peligro al predominio de Estados Unidos y Europa en la composición de su Directorio Ejecutivo expresado en el determinante poder de veto113. En el 2002, los páıses desarrollados acumulaban el 17 % de los votos en Naciones Unidas y el 23 % en la OMC, pero llegan a más del 60 % en el caso de las instituciones de Bretton Woods114. Jeffrey Sachs pone en balanza el desempeño y la dualidad vocacional de las or- ganizaciones financieras internacionales: “Durante los últimos veinte años, el FMl y el Banco Mundial han desempeñado un importante papel en los páıses en v́ıas de desarrollo y en los páıses ex comunistas. Las naciones ricas, y en especial EEUU, han utilizado ambas instituciones como instrumentos de la diplomacia financiera. EE UU y Europa las usaron para hacer llegar dinero a los páıses favorecidos -México, Rusia o el este de Asia- en tiempos de crisis”115. Para el periodista, filósofo y escritor español Joseph Ramoneda, el FMI ha actuado “como un mandatario colonial”. En Asia, la actuación del FMI acabó de hundir a los páıses afectados por la crisis e inició un grav́ısimo contagio en cadena en aras a salvar a los prestamistas occidentales. “La terapia de choque aplicada a la ex-Unión Soviética teńıa motivaciones ideológicas, pero ha sido un desastre económico y poĺıtico: los ritmos son muy importantes en cualquier proceso de cambio. El resultado de la actuación de estas instituciones es que la globalización ha servido para aumentar las desigualdades y para generar un amplio movimiento de rechazo. El precio pagado ha sido superior a los beneficios. Según Stiglitz: “El medio ambiente fue destruido, los procesos poĺıticos corrompidos y el veloz ritmo de los cambios no dejó a los páıses un tiempo suficiente para la adaptación cultural”. Éstas son las ráıces de estos miedos de los que últimamente se habla tanto, que el discurso poĺıtico desv́ıa hacia la inseguridad para evitar el debate sobre las cuestiones de fondo116. 113http://www.cirepi.org/analisis-de-coyuntura-economica/187-los-pasos-perdidos-del-fmi.html 114José Antonio Alonso. “Sin Respuestas de Monterrey”. El Páıs - 22 de Marzo, 2002. p. 14 115Jeffrey D. Sachs. “Bajar los humos”. El Páıs, 9 de Abril, 2000. Negocios, p. 3 116Josep Ramoneda. “Misioneros de la globalización”. El Páıs - 18 de Mayo, 2002, Babelia, p. 11 198 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Pilares del Consenso de Washington Los antecedentes que Stiglitz recaba, su postura cŕıtica, se afianzan en resultados: El FMI y el Banco Mundial se convirtieron “en nuevas instituciones misioneras, a través de las cuales esas ideas fueron impuestas sobre los reticentes páıses pobres que necesitaban con urgencia sus préstamos y sus subvenciones”. La austeridad fiscal, la privatización y la liberalización de los mercados, “los tres pilares del consenso de Washington”, se convirtieron en verdades ideológicas incontestables. De este modo -sostiene Ramoneda en el art́ıculo citado-, el FMI fue abandonando la misión para la que fue fundado: la estabilidad económica global. Y se convirtió en el instrumento que garantiza los intereses del capital financiero internacional. En cuanto a ritmos y tiempos, el articulista acota: “En Rusia, las prisas del FMI, la famosa terapia de choque, han resultado fatales. Se urgió la privatización y la liberalización sin haber creado ni el ámbito juŕıdico necesario -las reglas del juego- ni el marco cultural adecuado. El resultado ha sido la corrupción y el capitalismo mafioso, sostenido además con dinero internacional”. Manejo de las crisis El Fondo Monetario Internacional no nació para cumplir funciones de banco: fue asumiéndolas con el tiempo, tercia A. Vargas Llosa, para a continuación relatar la génesis de los “ajustes estructurales” y de la “Década Perdida”: “En los años 70, otorgó créditos a los páıses latinoamericanos para ayudarlos a resolver las “crisis” de sus “balanzas de pagos”. Hacia 1979, resultó evidente que los gobiernos no estaban generando los recursos para saldar sus deudas. Se puso de moda “reprogramar” los pagos; el FMI se abocó a prestar dinero para que los páıses pudieran seguir sirvien- do la deuda: verdadero carrusel financiero. En los años 80, se pusieron de moda los “programas de ajuste estructural”, mediante los cuales, a cambio del compromiso de ajuste fiscal por parte del páıs deudor, el FMI facilitaba nuevos créditos. Decenas de miles de millones de dólares de financiamiento exterior fueron incapaces de evitar la “Década Perdida” (A. Vargas Llosa 2004: 111). La razón de fondo: ni la Administra- ción norteamericana ni el FMI quieren tener entre manos una suspensión de pagos generalizada en toda la región. Ésta es la principal razón, según los expertos, de la concesión de créditos y de que éstos fuesen significativos. 3.1. Globalización 199 Estefańıa -en la figura de Camdessus, director gerente y presidente del directorio ejecutivo del FMI- grafica los embates de la economı́a internacional: “Camdessus se ha enfrentado a uno de los periodos de mayor inestabilidad financiera de la historia reciente; sus fracasos en Rusia, la polémica sobre la gestión de la crisis en el sureste asiático (que le llevó a discutir abiertamente con la institución hermana, el Banco Mundial), o las tensiones para que EE UU ampliase los fondos disponibles y la legi- timidad del FMI, no deben hacer olvidar que tuvo que bregar, y con más éxito, con la crisis bursátil de octubre de 1987, la explosión de la Unión Soviética, el derrumbe del Sistema Monetario Europeo o el ensayo general de lo que luego ocurrió: la de- valuación mexicana de principios de 1995 y el efecto tequila sobre las economı́as de los páıses emergentes”117. Michel Camdessus, por su parte, defiende su gestión y la credibilidad del organismo que dirige: “Nosotros nunca dijimos que hab́ıa que cortar en salud, educación, sino con menos gasto hacer más. Lo que hemos atacado no es el gasto social, sino el gasto improductivo. En Argentina, por ejemplo, donde hab́ıa un sistema heredado del peronismo, mucho del supuesto gasto social sólo serv́ıa para mantener el clientelismo poĺıtico. Nosotros dijimos a esos páıses que si no cambiaban estas prácticas no iba a servir de nada nuestra ayuda”118. Argentina, adoptada por el FMI desde mucho tiempo atrás, da cuenta Stiglitz, en “Cambio de guardia en el FMI”, citado, “fue elogiada por reducir la inflación y estabilizar su tasa de cambio. En esta nebulosa de alabanzas, el FMI ignoró el hecho de que la tasa de crecimiento de Argentina era nula y que el desempleo se hab́ıa mantenido en cifras de dos d́ıgitos durante media década. Sin crecimiento seŕıa cada vez más dif́ıcil para Argentina pagar los gigantescos préstamos que recibió”. En Agosto, 2002, Fernando Gualdoni informa sobre Brasil y Uruguay: “Los 30.000 millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dado a Brasil es uno de los mayores préstamos que ha hecho el organismo en su historia. El Tesoro de EE UU, a cuenta del FMI, y el propio Fondo otorgaron préstamos a Uruguay (1.500 millones de dólares) y Brasil para atajar una nueva crisis de deuda de la región, que amenaza con reproducir la que se vivió a principios de los ochenta y tras la que cambió toda la orientación de las poĺıticas macroeconómicas latinoamericanas”119. 117Joaqúın Estefańıa. “Internacional socialista y FMI”. El Páıs - 14 de Noviembre, 1999, p. 60 118El Páıs - 23 de abril, 2000. Domingo, p. 8 119El Páıs - 11 de Agosto, 2002, p. 37 200 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Figura 3.11: Préstamos otorgados por el Banco Mundial (1994-1995). Nota: Lati- noamérica primer beneficiado por el “efecto tequila”. Fuente: Banco Mundial. El Páıs - 25 de Septiembre de 1995, p. 65 La estrategia del FMI también es poĺıtica, sentencia Ramoneda en: “Misioneros de la globalización”, “pero es una poĺıtica degradada que pretende uniformar el es- pacio económico y negar la capacidad de decisión soberana a los distintos páıses. Para Stiglitz, los páıses que mejor han superado las crisis han sido aquellos que han preferido seguir sus propias poĺıticas antes que desmantelar sus páıses con las tera- pias del FMI”. Respecto de la Organización Mundial del Comercio, Ralph Nader, el defensor de derechos más conocido de Estados Unidos, afirma: “La OMC es un golpe de Estado a paso lento contra la gobernabilidad democrática en todo el mundo”120. La suspensión de pagos no fue el fin sino el comienzo de la crisis. La siguió una masiva devaluación, y con ella la hiperinflación, evoca A. Vargas Llosa, detallando errores compartidos, ćırculos viciosos, a corto y mediano plazo deprimentes: “Insis- tentemente, los propios organismos multilaterales patrocinaron recetas que, empeo- rando las cosas, arrastraron a los gobiernos hacia un mayor nacionalismo económico. A cambio de dinero fresco, el FMI exiǵıa que los páıses devaluaran sus monedas para hacer crecer, por v́ıa artificial, el rendimiento de sus exportaciones mientras 120Juan Valenzuela. “El apóstol de la contracultura”. El Páıs - 19 de Diciembre, 1999, p. 40 3.1. Globalización 201 correǵıan el desfase entre la inflación y los tipos de cambio; pero, anticipándose a la devaluación, la inflación de todas formas daba otro respingo, desbaratando el efecto pretendido. También se ejerció una presión intensa sobre los gobiernos a fin de que aumentaran los impuestos, reduciendo a la de por śı disminuida elite de contribu- yentes o provocando una mayor evasión fiscal (y marginando aún más a la economı́a negra de la economı́a legal). El FMI toleró, inclusive aplaudió, los aranceles altos como forma de limitar la brecha comercial y de lograr un superávit exportador que permitiese servir la deuda. Es evidente que no se prestaba ninguna atención a Chile, páıs que, a pesar de su propia crisis financiera, iba en dirección opuesta y demostraba, habiendo bajado sus aranceles al 15 %, que los superávit comerciales no eran necesa- rios para servir la deuda mientras se tuviese una moneda estable y de fiar, y suficiente recaudación fiscal. En la práctica, la comunidad financiera internacional acabó por santificar las poĺıticas monetarias y fiscales expansionistas, el proteccionismo y, en suma, la opresión del Estado” (A. Vargas Llosa 2004: 95). Ceguera ideológica e incompetencia Los argumentos de Stiglitz podŕıan resumirse aśı, refiere Ramoneda: la globa- lización alberga un potencial enorme y puede ser benéfica para todos. Si no lo es todav́ıa es porque está pésimamente gobernada. Buena parte de la responsabilidad recae en las organizaciones internacionales: el FMI, el Banco Mundial y la OMC. El FMI lleva la peor parte. Sus poĺıticas tienen una doble ceguera: la ideológica y la de la incompetencia. Las cŕıticas de Stiglitz, en lo medular, seŕıan: “Idealismo de los principios: la imposición de la verdad -la teoŕıa- contra las evidencias que la realidad emite, de modo que si las cosas salen mal nunca es culpa de la doctrina, sino de la incapacidad de los páıses en desarrollo para adaptarse y entender la buena nueva. Elitismo vanguardista: Stiglitz habla de “un enfoque bolchevique de las reformas de mercado” con una élite encabezada por burócratas internacionales forzando cambios rápidos sobre poblaciones renuentes. Redención por el dolor: los páıses en desarrollo tienen que pasar por el sufrimiento para alcanzar el paráıso de las sociedades avan- zadas de mercado. Si las poĺıticas empeoran la situación hay que asumir el tránsito por la miseria y por el conflicto como los dolores de parto de la historia. Miseria del ciudadano: el individuo es insignificante al lado del valor superior que es la sociedad 202 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Figura 3.12: Los diez que más reciben (1995). Fuente: Banco Mundial. El Páıs - 25 de Septiembre de 1995, p. 65 3.1. Globalización 203 del mercado”. Jeffrey Sachs aporta un testimonio en primera persona: “Una comisión del Con- greso estadounidense -en la que yo participé-, la Comisión Meltzer, señaló que el FMI, con una plantilla profesional de unas mil personas, no debeŕıa intentar administrar docenas de páıses. La consecuencia es superficialidad, arbitrariedad, intromisión en la soberańıa y malos resultados. También observó que las funciones de ambas institucio- nes coinciden, con lo que ninguna tiene verdadera responsabilidad”121. José Antonio Alonso, incide: “En pocas regiones se acometieron tantos planes de ajuste estructu- ral como en África; tan simétricos unos a otros que hasta los funcionarios del FMI equivocaron, en alguna ocasión, los páıses de referencia. Pasados veinte años, el PlB per cápita de la región es un 30 % inferior al de 1980, mientras cerca de la mitad de la población vive en condiciones de pobreza extrema”122. Joseph Stiglitz, en “Cambio de guardia en el FMI” (2001) antes citado, agrega: “A los fracasos en Indonesia, Tailandia y Corea en 1997 siguieron los fracasos en Rusia y Brasil un año después: en estos casos, los intentos por mantener tasas de cambio sobrevaluadas volvieron a los contribuyentes de esos páıses miles de millones de dólares más pobres. Preservar las tasas de cambio, sin embargo, les dio a las per- sonas adineradas el tiempo necesario para escapar con términos más favorables. Sólo con la devaluación fue posible restaurar el crecimiento”. Sachs (1998), sobreabunda: “Cuando surgió la crisis, el FMI insistió en que se cerrasen 16 bancos comerciales en Indonesia, 14 mercantiles en Corea y 58 financieras en Tailandia. Esa brusquedad contribuyó a que se produjese el pánico y a que se detuviesen los flujos de créditos a la zona. ¡No resulta sorprendente que un informe muy reciente del Banco Mundial saque la conclusión de que el FMI ha hecho más mal que bien con sus ‘rescates’de las economı́as del este de Asia!”123. Stiglitz considerado el cŕıtico más ácido del FMI, describe: “En teoŕıa, el FMI apoya a las instituciones democráticas de los páıses a los que ayuda. En la práctica, socava el proceso democrático al imponer su poĺıtica. Oficialmente, por supuesto, el FMI no impone nada. Negocia las condiciones para recibir ayuda (. . . ) Los mo- delos matemáticos que emplea el FMI a menudo están llenos de errores o se han 121Jeffrey D. Sachs- El Páıs, 9 de Abril, 2000. Negocios, p. 3 122El Páıs - 14 de Julio, 2002, p. 15 123Jeffrey Sachs. “La ayuda adecuada”. El Páıs - 25 de Octubre, 1998. Negocios, p. 3 204 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos quedado anticuados (. . . ) Se ha dado el caso de equipos asignados a un páıs que ya teńıan redactado el borrador del informe antes de visitarlo. Y me han contado un desgraciado incidente en el que los miembros de un equipo copiaron gran parte del texto de un informe sobre un páıs y lo usaron al por mayor para el informe sobre otro (. . . ) Los expertos del FMI creen que son los más inteligentes y están mejor formados y menos politizados que los economistas de los páıses que visitan (. . . ) Créanme lo que les digo: he enseñado en la Universidad de Oxford, en el Instituto de Tecnoloǵıa de Massachussets, en la Universidad de Stanford, Yale, Princeton, y el FMI casi nunca ha conseguido fichar a ninguno de los mejores alumnos”124. Sti- glitz, que hab́ıa sido presidente del Comité de Asesores Económicos del presidente Clinton, dimitió como vicepresidente del Banco Mundial y volvió a la universidad. Entonces escribió un art́ıculo en The New Republic, titulado: “Lo que aprend́ı en la crisis económica mundial” (2001). Jagdish Bhagwati, catedrático de la Universidad de Columbia e investigador prin- cipal en economı́a internacional del Consejo de Relaciones Internacionales, recrimina la falta de prudencia y consulta itinerarios: “En los últimos años, el Departamento del Tesoro y el FMI, adoptaron una posición extremadamente agresiva, persiguiendo la libertad de movimiento de capitales y la convertibilidad automática de la cuen- ta de capital. A ello se añadió el interés propio de los lobbies de Wall Street, y la falta de prudencia de las instituciones internacionales. Sus responsables olvidaron lo que hab́ıan aprendido en las aulas: la necesidad de ser prudente ante la volatilidad de los mercados. Y también por parte de académicos y economistas ha habido una actitud de complacencia que ahora se está rompiendo. Si uno se fija simplemente en los máximos responsables de esta poĺıtica, se da cuenta de dónde vienen sus intere- ses: el secretario del Tesoro norteamericano, Robert Rubin proviene de Wall Street, al igual que los anteriores secretarios, Roger C. Altman y Nicholas Brady bajo la Administración Bush. Todos ellos están trabajando hoy en sociedades de inversión. Ernest Stern, el antiguo presidente del Banco Mundial, es el director de J. P. Mor- gan, de igual manera que el presidente actual, James Wolfensohn, trabajaba antes en un banco de inversión”125. Julio Sanguinetti, sentencia: “Las instituciones finan- cieras que nacieron en Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional, el Banco 124El Páıs - 15 de Octubre, 2001. Negocios, p. 23 125El Páıs - 11 de Octubre, 1998. Negocios, p. 15 3.1. Globalización 205 Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, son ineficaces hoy”126. En conclusión preliminar: “Ellos han sido los que han otorgado al capital financie- ro un valor normativo que se ha impuesto por encima de la poĺıtica. Stiglitz rechaza la hipótesis conspirativa: no lo han hecho por connivencia, sino por incompetencia profesional, obnubilación ideológica y desconocimiento de la realidad. Urge, por tan- to, la reforma de unas instituciones que considera imprescindibles, para conseguir que los beneficios del proceso de globalización alcancen a todos”127. Joseph Stiglitz, cuestiona: “¿Por qué se dispuso de miles de millones de dólares para salvar a los bancos, pero no se pudo gastar algunos cuantos millones para subsidiar los alimentos y el combustible en favor de los pobres de Indonesia? ¿Cómo es que algunos cuan- tos oligarcas pudieron exprimir miles de millones de dólares de Rusia a través de los activos regalados por el Estado bajo esquemas de privatización promovidos por el FMI, pero no hubo suficiente dinero para pagar las miserables pensiones de los ancianos?”128. En similar tesitura se posiciona A. Vargas Llosa cuando analiza la contribución de los organismos multilaterales de crédito al subdesarrollo latinoamericano. Entiende que los recursos que han destinado a la región han tenido tres efectos: el fortaleci- miento del estatismo, la postergación de las soluciones adecuadas y el desv́ıo de las responsabilidades poĺıticas. “Lo primero es consecuencia de haber financiado progra- mas estatales o proyectos privados respaldados por el Estado que han estimulado el parasitismo, es decir la dependencia respecto de medios ajenos en lugar del propio esfuerzo para sostener una actividad. Aunque tanto el Banco Mundial como el Banco Interamericano de Desarrollo tienen ramas dedicadas a financiar proyectos privados, destinan a ese propósito una fracción pequeña de sus fondos. El resultado de la poĺıti- ca crediticia está expresado en los informes de estos organismos, que reconocen la ineficiencia, y a veces la corrupción, con que los destinatarios han administrado los desembolsos. El segundo efecto de los créditos -la postergación de las soluciones adecuadas- nace del hecho de que los gobiernos y, en no poca medida, las Organizaciones No Gubernamentales que constituyen el destino de estos fondos han preferido concentrar 126El Páıs - 15 de Octubre, 1998, p. 5 127El Páıs - 18 de Mayo, 2002, Babelia, p. 11 128El Páıs - 17 de Junio, 2001, p. 13 206 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos en la exigencia de nuevos desembolsos una enerǵıa que hubiesen debido aplicar a reformar sus páıses. La tercera consecuencia el desv́ıo de las responsabilidades calza con la segunda: los páıses latinoamericanos han recurrido al fácil expediente de culpar a los organismos internacionales de males cuya principal responsabilidad es local. Nada ilustra mejor el fracaso de las poĺıticas crediticias de la llamada “comunidad internacional” que el hecho que en los años 90 buena parte de los organismos multilaterales ayudaran a financiar la privatización de proyectos estatales cuyo origen hab́ıan sido los préstamos otorgados en su d́ıa por ellos mismos” (A. Vargas Llosa 2004: 110). Estefańıa, escudriña escenarios alternativos, una vez superado el cesacionismo de inicio: “Aunque algunos de los economistas más ultraliberales piden lisa y llanamente la disolución de organismos como el FMI o el Banco Mundial, el consenso se ha establecido sobre otras pautas: tipos de cambio flexibles entre las distintas monedas; normas bancarias homologadas; controles más estrictos a los fondos de alto riesgo, un sistema de alerta roja, parecido a un satélite meteorológico que alerte al mundo de los tornados económicos inminentes; mejoras de los sistemas legales para crear una estructura moderna de quiebras; lucha contra la corrupción gubernamental; contratar supervisores bancarios; división del trabajo entre los organismos internacionales, de forma que el Banco Mundial se especializase en las actuaciones contra la pobreza, reformas estructurales y cambios a largo plazo, y el FMI en las intervenciones a corto plazo, en las crisis monetarias y de las balanzas de pagos; fondos regionales para las crisis cambiarias, que complementen al FMI; fortalecimiento de los sistemas financieros, etcétera”129. 3.2. Nueva religiosidad 3.2.1. Contexto teórico y śımbolo Etic-Emic Analizar el hecho cultural como fruto de efectos materiales, infraestructurales, tanto ecológicos como económicos, es propio de los enfoques materialistas, que priman 129Joaqúın Estefańıa. “Mantener, reformar, liquidar”. El Páıs - 27 de Enero, 2002, p. 17 3.2. Nueva religiosidad 207 la visión etic de la cultura. La estrategia, emic, por su parte, prima en la explicación de la cultura el elemento ideológico, superestructural, esto es, la visión “comprensiva” del sujeto cultural, explica Carlos Beorlegui. “La razón de ello es evidente y certera: las obras de los sujetos intencionales no pueden explicarse completamente desde un exclusivo enfoque cient́ıfico-objetivo. Desde un punto de vista epistemológico, la distinción entre los métodos de ‘explicación’ y ‘comprensión’, tiene su traducción, para el ámbito de la Antropoloǵıa cultural, en los enfoques ‘emic’ y ‘etic’. Mientras el ‘etic’ no tiene en cuenta, o lo tiene de modo secundario, el punto de vista del sujeto humano, el enfoque ‘emic’ lo considera fundamental y prioritario” (Beorlegui 1993: 67). Esta disquisición es clave para el fenómeno que analizamos. Valor del śımbolo El llamado profeta de la Antropoloǵıa posmoderna, Clifford Geertz, centró su atención en el elemento simbólico de las culturas, por cuanto, según él (Beorlegui 1993: 72), “lo simbólico posee una densidad y concreción similar o mayor a lo ma- terial. Lo simbólico, para él, son hechos tangibles y no sólo espejismos o realidades elusivas, y la labor del antropólogo consistirá en interpretar su contenido, en la me- dida en que lo simbólico es el elemento que define y constituye sustancialmente lo cultural”. Anomia Una buena parte de los especialistas en movilidad religiosa, asocian tal traslación a situaciones caracterizadas como anómicas. Para la sicoloǵıa y la socio- loǵıa, la anomia es un estado que surge cuando las reglas sociales se han degradado o directamente se han eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una co- munidad. El sociólogo Rafael Bayce, distingue seis caracteŕısticas, que tienen relación con las consecuencias convergentes de los siguientes fenómenos: (a) La pérdida relativa de importancia de las llamadas agencias de socialización primaria, naturales, más originales en la vida de individuos y grupos (familia, religión parental, escuela) y el crecimiento de la importancia de las agencias de socialización secundaria (grupos de pares, medios de comunicación) que crecien- temente tienen más peso en la conformación de valores, creencias, conductas, normas, actitudes. 208 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos (b) Esto hace que pierdan consistencia las orientaciones básicas adquiridas en el comienzo de la vida y que, en el periodo de cuestionamiento y generación de identidades autónomas, el conflicto se haga más agresivo y las formas de iden- tificación nueva ataquen con mayor violencia los śımbolos de la socialización primaria y establecida. (c) El cambio se acelera y, entonces el periodo de identificación nueva y de opo- sición a las identidades adscriptas o naturales adquiere formas de conflicto y enfrentamiento más violentas. (d) La heterogeneidad creciente y la masificación urbana hace que las formas de producción de cultura objetiva macrosocietal se generen con mayor fuerza para imponerse sobre los grupos y que la cultura subjetiva subcultural tenga menos incentivos para desarrollarse, subyugada por la nueva cultura objetiva macroso- cial, lo que hace que las subculturas tengan que pelear muy agresivamente su imposición bajo la forma de externalidades más gritantes que muestren identi- dades alternativas en un medio social homogeneizante y bajo la forma de enfren- tamientos necesarios sólo para marcar identidades y fortalecerlas por la v́ıa del conflicto. (e) En algunos páıses el superior aumento de la carest́ıa de la vivienda sobre otros ı́tems del gasto básico (alimentos, ropa, transporte, educación, diversión) lleva a una convivencia mayor que lo deseable a generaciones que cada vez se distancian más; y en espacios f́ısicamente más reducidos. (f) Todas estas condiciones hacen que la street gang, la barra de la calle, sea una agencia de socialización, un refugio de convivencia de las afines, un espacio de construcción de identidad, un generador de valores y un inspirador de conductas de afirmación grupal, de exhibición de atributos alternativos a los macrosocie- talmente aprobados (y hasta opuestos a ellos), de huida del anonimato urbano sumamente importantes para explicar las nuevas modalidades de violencia hu- mana en la sociedad urbana y las formas de violencia vinculadas a las más graves formas de violencia en el deporte (Bayce 1991: 12). 3.2. Nueva religiosidad 209 C. Castilla del Pino subraya la relación entre anomia y expectativas “La conduc- ta anómica es una pauta de comportamiento relativamente uniforme suscitada con carácter inmediato por una estructura social competitiva (pasajera o permanente) y que conlleva la disociación entre las aspiraciones manifiestas y las aspiraciones la- tentes. En la estructura anómica, las normas del grupo son aceptadas formalmente, pero, en tanto suponen una coartación de las aspiraciones latentes, se está dispuesto a marginarlas solapadamente para aśı conseguir, al fin, el objetivo reservadamen- te propuesto”130. Juliana Ströbele-Gregor, experta en etnohistoria del área andina, respecto a las comunidades de fe emergentes, previene: “También las ofertas a ni- vel social satisfacen necesidades concretas: la comunidad de fe reemplaza relaciones sociales que se han vuelto inestables o inciertas. Aqúı se satisface el deseo de segu- ridad, de calor humano, de asistencia mutua y de control social” (Ströbele-Gregor 1993: 23). 3.2.2. Epistemoloǵıa y sujetos sociales A modo de introducción incorporamos sucintamente, postulados epistemológicos de avanzada, que apuntan a la manera en que el sujeto establece o construye el objeto de conocimiento, a la organización del razonamiento para distinguir entre lo dado y lo potencial lo que, en buena lid, podŕıa redundar en la génesis de una nueva ciencia social Epistemoloǵıa cŕıtica y potencialidades del futuro En, “Esbozos para una epistemoloǵıa de los sujetos y movimientos sociales”. Mart́ın Retamozo (2008), formula, la nueva disposición: “Conlleva una ruptura de la epistemoloǵıa cŕıtica con respecto al positivismo, en especial en lo que refiere al tratamiento del interés y los valores en la praxis de investigación. A diferencia de un interés técnico-instrumental, la epistemoloǵıa cŕıtica introduce una dimensión normativa vinculada a las potencialidades del futuro (. . . ) La epistemoloǵıa cŕıtica abandona el interés por el control y la predicción y lo sitúa en una búsqueda de 130C. Castilla Del Pino. La incomunicación, Ed. Peńınsula, Barcelona 1979, p. 25 210 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos conocimiento emancipatorio (Habermas 1995)131. Por lo tanto, introduce aspectos normativos y valores en lugar de la pretendida neutralidad del cient́ıfico postulada por el positivismo”. Sujetos sociales y su productividad, subjetividad colectiva Retamozo destaca que: “la configuración de la subjetividad colectiva es altamente móvil y puede ser pensada con altos grados de contingencia, además la articulación de códigos provenientes de diferentes campos produce una resemantización del con- junto, a la manera de los elementos del discurso. En otras palabras, los códigos no son cerrados, si no que se modifican al ser movilizados juntos con otros por su carácter indexal. Esto nos lleva a otro de los ejes importantes para el estudio de las subje- tividades: los modos del razonamiento en la vida cotidiana (. . . ) Evidentemente la inclusión de los sujetos sociales y su productividad no puede incorporarse desde un lugar histórico incondicionado (que recaeŕıa en formas del voluntarismo), sino en la factibilidad de indagar en las formas históricas de construcción del presente y las potencialidades del presente para pensar los horizontes futuros”. El autor propone hacer distinción entre subjetividades colectivas y sujetos sociales: “La conformación de un sujeto, si recuperamos la tradición filosófica, sugiere la permanencia dinámica de una entidad. En el caso de los sujetos sociales, podemos referirlos a la persistencia de la movilización de estas subjetividades colectivas, la conformación de una memo- ria histórica y la constitución de una identidad. Con esto podemos avanzar en la detección de campos fértiles para el estudio emṕırico de los sujetos sociales a partir de su historicidad y su universo simbólico. En este punto reconstruir los sentidos colectivos aglutinantes, las miradas de autocomprensión y la elaboración de las alte- ridades son elementos de suma importancia y densidad epistemológica. Aunque todo movimiento social supone uno o varios sujetos sociales, es posible encontrar sujetos sociales sin capacidad de movilización”. Esta “densidad epistemológica” requiere de nociones tales como los de “vigilancia epistemológica” que ha desarrollado Bourdieu, que previene contra la “sobreatribución de sentido” a partir de las expectativas que como sujeto tiene el investigador. 131J. Habermas. La pretensión de universalidad de la hermenéutica. En: J. Habermas La Lógica de las Ciencias Sociales. México: Rei, 1995 3.2. Nueva religiosidad 211 3.2.3. Protestantismo y latinidad Catolicismo e identidad nacional En los años cuarenta, obispos mexicanos declaraban: “Bien saben los protes- tantes que nuestra nacionalidad está entretejida con nuestro catolicismo y que el injerto de una herej́ıa norteamericana, necesariamente forma un ambiente propicio para ulteriores incursiones sociales, mercantiles, etc.”. Las cŕıticas y reacción no era exclusividad de los altos dignatarios eclesiásticos. Escritores radicalizados en Lati- noamérica, como José Carlos Mariátegui, por ejemplo, emplearon similar tono. En 1927, la revista Amauta, dirigida por Mariátegui, refiriéndose al “problema religioso en México” afirmaba: “El credo protestante es para nosotros un culto antinaciona- lista, un instrumento de conquista manejado por una raza extraña”132 . La conciencia nacional de los protestantes mexicanos se reafirmó a partir de su mi- litancia e identificación con la Revolución mexicana, replica Carlos Mondragón: “Este será un aspecto muy importante para entender su discurso en el debate ideológico con quienes los acusaban de “extranjerizantes” por promover la religión y los valores del imperio que queŕıa destruir a la nación mexicana. Su posición ante el panamerica- nismo y la poĺıtica intervencionista de los Estados Unidos se definió también a partir de sus propias convicciones nacionalistas, o de su identificación con los objetivos de la Revolución, como es el caso de algunos misioneros extranjeros” (Mondragón 1994: 309). Ráıces latinas de la identidad protestante La fórmula con que los protestantes mexicanos resolvieron la contradicción pro- puesta entre su fe, cristianismo no católico, y su nacionalismo mexicano, fue redescu- briendo el origen latino del protestantismo. Lo que se estilaba en la época era definir al protestantismo como religión de alma anglosajona, al catolicismo de alma hispana, lo que sugeŕıa que el protestantismo era de oficio extraño al alma hispanoamericana. En una discusión con Luis Alberto Sánchez, Alberto Rembao argumentaba: “Propon- go que el protestantismo no es sajón”. Para Rembao, la tesis de que el protestantismo 132Dora Mayer de Zulen. “El problema de Hispano-América”, en Amauta, Lima. Diciembre de 1927, año II, núm. 10, p. 62 212 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Figura 3.13: Variación de la pertenencia religiosa en Chile (porcentaje). Fuente: Censos de población, Instituto Nacional de Estad́ısticas, Chile era cosa “sajona” y por lo tanto ajena a la idiosincrasia de Indoamérica, proced́ıa de una premisa falsa: creer que el protestantismo “hab́ıa surgido entre gente blonda”. Y exclamaba: “¡Ah, cuando nos demos cuenta de que los mı́sticos españoles y don Juan de Valdés son más responsables de la rebelión luterana que el mismo Mart́ın Lutero!”133. A ráız de la publicación del libro Los protestantes y la América Latina (1932) del jesuita Crivelli, Juan Orts publica un art́ıculo en el que señala que si Crivelli conociera más a fondo los intentos de Reforma en España a comienzos del siglo XVI, aśı como la cantidad de personas cultas que simpatizaron con ella134, careceŕıa de bases para afirmar “que el protestantismo es algo exótico y extranjero para el alma ibérica”. Orts agregaba que los ideales de los mı́sticos españoles estaban en el fondo 133Alberto Rembao. “Protestantismo y religión”. La Nueva Democracia, Abril de 1937, p. 8 134Juan Orts González, “Ecuanimidad y mesura pontificias”, La Nueva Democracia, octubre de 1932, p. 25. Juan Orts González, “La heterodoxia de Luis Vives”, en La Nueva Democracia, junio de 1932. El trabajo más importante y más extenso sobre este tema es también de Juan Orts, El Destino de los pueblos ibéricos, Madrid: Libreŕıa Nacional y Extranjera, 1932, 461 pp. (Cit. por Mondragón 1994) 3.2. Nueva religiosidad 213 más cerca de los principios de la Reforma, que de la Contra-Reforma promovida por los Jesuitas. En este mismo sentido menciona el caso de Luis Vives y Cervantes (Mondragón 1994: 336). La mirada a la historia fue clave en la definición de la identidad de los protes- tantes hispanoamericanos. En lugar de buscar las ráıces en el mundo anglosajón, lo hicieron en la tradición protestante española. La Primera Conferencia Evangélica Latinoamericana (CELA I) celebrada en Buenos Aires en 1949, declaraba: “Como latinoamericanos, no podemos olvidar que somos herederos de la tradición evangélica de la España de tiempos pasados, la de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, que en el siglo XVI nos dieron la versión castellana de la Biblia que aún meditamos en nuestros hogares y templos...”135. En el pensamiento de Rembao, Calvino hab́ıa sido tan o más prominente que Lutero en el conflicto con Roma y en la consolidación de la Reforma. Subrayaba el hecho que Calvino era francés y por lo tanto latino. Decir que el protestantismo es alemán -comenta- “significa magnificar desproporcio- nadamente al enorme procesado de Worms (Lutero)”136. Los protestantes mexicanos entend́ıan que si la Reforma prosperó en los páıses sajones, se debió al hecho de que las hogueras inquisitoriales no llegaron alĺı, no pudieron destruir el movimiento, como lo hicieron en España y Francia. En México y por extensión en el ámbito latinoamericano, a partir de esta pers- pectiva, estos disidentes religiosos desplazarán el problema de la identidad nacional fuera del ámbito de lo religioso, acota Mondragón, de quien somos deudores en esta reflexión: “El credo religioso no será más determinante para definir el compromiso con la “nación”, la herencia cultural y la “patria”. La propia experiencia histórica de México les daba infinidad de ejemplos de que el alto clero que los acusaba de ser antipatriotas por ser enemigos de la “religión nacional”, hab́ıa estado casi per- manentemente del lado de la reacción, oponiéndose a los movimientos sociales que hab́ıan construido la nación mexicana. Es decir, la ‘religión nacionalén contra de los intereses de la nación misma” (Mondragón 1994: 336). 135El cristianismo evangélico en la América Latina. Buenos Aires: La Aurora, 1949. p. 10 136Alberto Rembao. “Protestantismo y religión”, en La Nueva Democracia, abril de 1937, p. 8 214 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Contribución poĺıtica y social, origen protestante de las instituciones poĺıti- cas Para Alberto Rembao más que religión, como se créıa popularmente, el protes- tantismo era un “esṕıritu”. Esṕıritu que “le ha dado al mundo el principio del libre examen, y la libertad insustituible del juicio privado, amén del ı́mpetu intelectual que ha hecho posible la investigación cient́ıfica”137. Lo que existe -dećıa- son iglesias metodista, luterana, presbiteriana, bautista, etc., hermanadas por el mismo esṕıritu protestante que afirmaba la libertad de conciencia y el sacerdocio universal de los creyentes. Esta afirmación de la “libertad de conciencia” era concebida como el fun- damento de toda otra libertad, incluida la poĺıtica. Tanto para Rembao como para Samuel G. Inman, la democracia poĺıtica que no iba acompañada de la democracia económica, no estaba completa. “El derecho de votar no tiene ningún valor, si uno no tiene derecho también de comer”, escrib́ıa lnman. “La libertad es un lujo abstracto que no calma las hambres del estómago” insiste Rembao138. Rembao atribúıa al “esṕıritu del protestantismo” el haber hecho posible la teoŕıa del gobierno democrático republicano de tres poderes. Esto inclúıa a la América La- tina, donde las repúblicas salidas del tronco ibérico no teńıan “instituciones poĺıticas de raigambre escolástica española a la manera de Francisco de Vitoria y de Francisco Suárez”. Según Rembao, “las instituciones poĺıticas de la América Hispánica no eran de origen católico romano, sino...protestante”, ya que las Constituciones republica- nas del siglo XIX se hab́ıan basado en la Constitución de los Estados Unidos. Las ideas poĺıticas de Jefferson -sostiene Rembao- fueron derivadas de John Locke, quien a su vez se inspiró en la ideoloǵıa poĺıtica de Juan Calvino139. Rembao hace referen- cia a un estudio poco conocido publicado en 1947, escrito por el colombiano Alfonso López Michelsen con el t́ıtulo La estirpe calvinista de nuestras instituciones poĺıticas. En él, el jurista documenta la influencia del protestantismo en el surgimiento de la democracia moderna, aśı como de los partidos poĺıticos: “El partido poĺıtico no sólo es una consecuencia de la forma de gobierno impuestas por el calvinismo, sino que 137Alberto Rembao. Pneuma. Los fundamentos teológicos de la cultura, México, Casa Unida de Publicaciones, 1957, p. 141 138Alberto Rembao, “Fatiga contemporánea de la libertad”, La Nueva Democracia, julio de 1947, p. 6 139Alberto Rembao. Pneuma. Los fundamentos teológicos de la cultura, op.cit. 3.2. Nueva religiosidad 215 tiene en la vida poĺıtica la misma configuración de las iglesias calvinistas en la vida religiosa”. Ilustra su afirmación mostrando la forma de gobierno de las iglesias cal- vinistas, que delegaron toda la autoridad a la asamblea congregacional, en oposición al modelo episcopal en el que la autoridad era ejercida únicamente por la jerarqúıa eclesial. A partir de esto agregaba: “antes de que hubiera Estados democráticos en el sentido moderno de la palabra, ya exist́ıa una Iglesia democrática: la de Calvino. Y esto, que parece una paradoja, tiene una explicación histórica”140 . Rembao, en la interpretación de Modragón (1994), hará una distinción entre el protestantismo-iglesias como institución y el “protestantismo-cultura” que llegará a México y América Latina por v́ıas seculares. “El hecho histórico en la América Hispánica del siglo XIX es que cuando llegaron los misioneros protestantes de la América Sajónica ya los veinte pueblos del glorioso tronco ibérico estaban saturados de protestantismo laico, cultural, democrático, amante de la libertad”141. Este “protestantismo laico”, no religioso, amante de la libertad -agrega Rembao-, fue portado en cuanto “esṕıritu” por los liberales. Ellos recibirán con simpat́ıa al nue- vo culto a su llegada y harán causa común en la creación de las condiciones poĺıticas para su establecimiento definitivo. De ah́ı que para Rembao, la causa de los liberales haya sido siempre la causa de los protestantes por establecer la libertad religiosa, el laicismo del poder poĺıtico y de la educación; fundamentos de la democracia y del mundo moderno (Mondragón 1994: 340). El autor siguiendo el curso del raciocinio de Rembao, afirma que los valores e ideas que los protestantes presentan como su aporte a la sociedad mexicana no son sólo religiosos; incluyen también los de carácter poĺıti- co y social. Frente a la religiosidad católica que se agotaba para ellos en la práctica del culto, afirmaban la necesaria relación que debe haber entre la religión y la ética. El cristianismo protestante será concebido no como una religión ritualista sino como una filosof́ıa y estilo de vida que se sintetizaba en el lema “elevarse y elevar a los demás”142. 140Alfonso Lopéz Michelsen. La estirpe calvinista de nuestras instituciones poĺıticas. Bogotá: Edi- ciones Tercer Mundo, 1966 (1 edición, 1947), p. 78 141Alberto Rembao, Discurso a la nación evangélica, Buenos Aires: La Aurora, 1949, p. 81 142Alberto Rembao. Pneuma. Los fundamentos teológicos de la cultura, Op. Cit., p. 146 216 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Figura 3.14: Posición de ciertas sociedades en dos dimensiones culturales clave: In- fluencias de la religión. Nota: Las posiciones se basan en las puntuaciones medias de los públicos de una nación en cada una de las dos dimensiones. Fuente: Encuesta Mundial de Valores, 1990-93 Evangélicos y revolución El misionero estadounidense Samuel Guy Inman en The Christian Work (1919), informaba: “Cuando comenzó la revolución mexicana, las iglesias protestantes se lanzaron a ella casi unánimemente, porque créıan que el programa revolucionario conteńıa lo mismo que ellos hab́ıan estado predicando desde años atrás, y que el triunfo de la revolución significaba el triunfo del evangelio. Hubo congregaciones enteras que, encabezadas por sus pastores, se alistaron voluntariamente en el ejército revolucionario, y, mientras los hombres iban al frente de batalla, las mujeres ayudaban desde sus casas”. 3.2. Nueva religiosidad 217 Modernidad y postmodernidad en contexto Figura 3.15: Posición que ocupan los pueblos de 44 sociedades en las dimensiones de la modernización y la posmodernización en 1981 y 1990. Nota: Las posiciones se basan en las puntuaciones medias de los respectivos públicos en cada una de las dos dimensiones. Fuente:Encuestas Mundiales de Valores de 1981 y 1990 3.2.4. Presencia evangélica en América Latina Organización racional de la sociedad, socavada Rafael Bayce, sociólogo, en su art́ıculo “Uruguay: la explicable explosión de reli- giones y sectas”, da cuenta de los oŕıgenes y la aplicación de los conceptos de anomia y suicidio anómico en su dimensión histórica, tema al que hacemos mención ante- riormente, de manera introductoria: “Durkheim explicaba la aparición de anomia y suicidio anómico en parte por la descomposición del mundo feudal, la pérdida de sentimiento de pertenencia a colectividades simbólicas, el decaimiento de institucio- nes de importancia afectiva como la familia y la realeza. Dećıa que la necesidad de 218 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos pertenecer a algo que trascendiera la mera individualidad era un sentimiento que acompañaba a la singularización e individualización generadas por la pluralidad de influencias y la secularización de la vida. (Simmel). Este proceso se ve reforzado por la urbanización y la sociedad de masas, que intentan generar solidaridades amplias sustituyendo a la realeza y el derecho divinos por el neomito del Estado (Cassirer, Baudrillard), que pierde fuerza material y simbólica con la cáıda del Estado de bienes- tar capitalista y la planificación central soviética, que se derrumban como panaceas alternativas en la década del 80. La organización puramente racional de la sociedad no rend́ıa todos los frutos esperados. El mundo positivista, cient́ıfico, moral de as- cetismo intramundano, de la Ilustración y del Iluminismo, está siendo socavado por su propia desmesura” (Bayce 1992: 6). Como corolario, explica Bayce: “La atención individual y el trato personalizado caracterizan a las pequeñas religiones, que operan dentro de ćırculos reducidos, de base territorial y vecinal, en que el fiel es tocado por la jerarqúıa espiritual, comparte rituales con los otros, llena carencias afectivas que la industrialización, la urbanización y la masificación produjeron. Lo que Schmalem- bach llama, a diferencia de los conceptos de ‘comunidad’ y ‘sociedad’, ‘comunión’, es lo que mejor define los estados de exaltación colectiva de la vida de que hablaba Durkheim explicando el carácter expresivo y reproductor de la cohesión y la creencia del ritual (. . . ) La situación tiene como consecuencia la búsqueda de pequeños gru- pos, equivalentes funcionales de los naturales, primarios y cara-a-cara, que puedan proporcionar el sustento afectivo, el sentimiento de pertenencia espontáneo, la base de socialización cognitiva que esos grupos poséıan en el orden feudal (taller artesa- nal, familia, comunidad feudal) y en el orden capitalista preurbanización masiva. Las sociedades -en el sentido de Tonnies y de Weber- hacen añorar a las comunidades”. Concluye con un apunte que, desde una perspectiva esencial, podŕıa resultar contradictorio: “Las grandes religiones clásicas conformaron su ritual en épocas de racionalización y abundancia de intimidad microgrupal. Ese ritual ya no es más adecuado a la necesidad material y afectiva de nuevas generaciones, en un mun- do de velocidad de videoclip, sensorialidad multimedia, que necesita de comunión multisensorial para llenar necesidades afectivas y estéticas posmodernas, mı́sticas, irracionales, mágicas, de pertenencia a trascendencias tocables” (1992: 6, 8). Seŕıa interesante un análisis contextual de lo que se entiende aqúı por “racionalización” y 3.2. Nueva religiosidad 219 por “intimidad microgrupal”. Ĺıneas del protestantismo norteamericano La mayor parte de las iglesias protestantes centroamericanas en general, y guate- maltecas en particular, tienen sus ráıces en el protestantismo norteamericano, asevera la antropóloga Manuela Cantón, lo cual le induce a describir el desarrollo histórico de estas denominaciones en tanto reflejo de lo que desde alĺı fluye. Esta convicción confunde movimiento misionero -por lo demás internacional- con sistema eclesiástico y doctrinal (“una vid, muchas ramas” como soĺıa afirmar el teólogo español Samuel Vila), que en justicia es de procedencia centro-norte europeo, en cuanto, según los teóricos protestantes, reconstrucción del esquema judeo-cristiano primitivo u origi- nal, es decir, el movimiento reformista del siglo XVI. Cantón describe las cuatro grandes corrientes del protestantismo norteamericano, lo que a nuestro juicio importa un valor ilustrativo143: 1. El Protestantismo Histórico (“Main Stream Protestantism”) con origen en la emigración europea a los Estados Unidos. 2. El protestantismo fundamentalista proveniente de los grandes avivamientos estadounidenses del siglo XIX (aunque no toma la forma de movimiento fun- damentalista hasta la segunda década del siglo XX, a ráız del conflicto con el llamado evangelio social -y el modernismo o racionalismo teológico-, agrego). 3. El Pentecostalismo, que se separa a principios del siglo XX de las iglesias de avivamiento del siglo pasado y se orienta hacia la clase baja. 4. El Neo-pentecostalismo carismático, surgido durante los años 60 y 70 a par- tir de iglesias tanto pentecostales como históricas, y orientado hacia las clases medias y altas. Puntualizo: con arraigo en la conocida como “Teoloǵıa de la 143Virginia Garrand Burnett: A History of Protestantism in Guatemala, New Orleans, Ph. D., 1986; Heinrich Schafer: “Religión dualista causada por antagonismos sociales. Trasfondos sociales del protestantismo en Centroamérica”, Bolet́ın de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, n 45, Amsterdam, 1988, paginas, 69-8; David Martin: Tongues of Fire, The Explosion of Protestantism in Latin America, Oxford, 1991; José Valderrey Falagan: Los nuevos movimientos religiosos en el contexto mundial y latinoamericano, México, 1988. (Cit. por M. Cantón 1995) 220 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Prosperidad”. Las iglesias históricas y fundamentalistas inician su trabajo mi- sionero a finales del siglo XIX y principios del XX; las pentecostales hacia mediados de este siglo y las neo-pentecostales en la década de los 70 (Cantón 1995: 146). Cómo surgen, crecimiento Para el teólogo Jorge Pixley, se trata de: “Grupos cristianos que surgen como por generación espontánea sin tener ni desear ningún aval de las tradicionales jerarqúıas. En su mayoŕıa se denominan a śı mismas ‘evangélicos’ que no significa mucho más que el hecho de que reconocen la Biblia como última autoridad que el pueblo es capaz de manejar sin la ayuda de sacerdotes” (Pixley 1992: 14). En el caso concreto de Guatemala, un gesto institucional permite y facilita la implantación del protestantismo. El 15 de marzo de 1873 Justo Rufino Barrios haćıa estallar el monopolio espiritual que detentaba el catolicismo como religión del Es- tado de Guatemala, relata Manuela Cantón (1995: 146): “Desde este momento en que se decreta la libertad de culto y hasta 1920, año en que fue depuesto su sucesor Manuel Estrada Cabrera, el trabajo de los misioneros norteamericanos corrió para- lelo a la Reforma Liberal instaurada por Barrios. Barrios y sus seguidores otorgaron prioridad a las reformas religiosas, antesala indispensable de todas las demás refor- mas: para los liberales ‘la Iglesia era la enemiga de la democracia, la educación y el progreso económico’144. Para Barrios y sus asesores liberales ‘el protestantismo seŕıa la fuerza que impulsaŕıa a la sociedad guatemalteca de la era teológica primitiva al progreso’(. . . ) En este contexto, las misiones protestantes eran el veh́ıculo ideológico perfecto para el mejoramiento de la nación: no sólo tráıan éstas capital y personal extranjero, sino que también promov́ıan, por su propia cuenta y esfuerzo, las mismas actitudes y valores que hab́ıan cultivado a sus propios pueblos a la vanguardia del desarrollo evolutivo”145. En “Historia de la obra evangélica en Guatemala”, Virgilio Zapata (1982: 174), expresa que hacia 1940 los protestantes no alcanzaban el 2 % de la población guate- 144Robert J. Miller: La iglesia y el Estado en el tiempo de Justo Rufino Barrios, Guatemala, 1976, pagina, 496 145Virginia Garrand Burnett: “Positivismo, liberalismo e impulso misionero: misiones protestantes en Guatemala”, Mesoamérica, no 19, Guatemala, 1990, pp. 16-17 3.2. Nueva religiosidad 221 malteca y el número de misioneros no llegaba a cincuenta: hacia 1920 la población protestante apenas rozaba las dos mil personas. Si en 1968 el crecimiento anual de la población era del 3.1 %, la población evangélica aumentaba a un ritmo del 9 %; si en 1950 hab́ıa en Guatemala 78.200 protestantes, en 1964 ya eran 346.000; en 1979 superaban el millón y en 1982 alcanzaban los dos millones. Según un informe realizado por Procades (Proyecto Centro-americano de Estudios Socio-religiosos), en 1982 casi la cuarta parte de los habitantes del páıs se confesaba miembro de una de- nominación o iglesia pentecostal, habiéndose incrementado el número hasta alcanzar el treinta y cinco por ciento del total de la población en los últimos diez años. El número de denominaciones evangélicas que hay en Guatemala es tres veces superior al de cualquier otro páıs de Centroamérica (Sanchiz 1996:46)146. En “¿América Lati- na se hace protestante?, la antropóloga Manuela Cantón Delgado, con estad́ısticas de 1993, indica: “Guatemala constituye en la actualidad el páıs latinoamericano donde el ritmo de crecimiento del protestantismo es mayor. Las cifras indican que el número de iglesias sobrepasa el de 15.000, y el porcentaje de conversos alcanza el 33 % de la población del páıs” (Cantón 1994: 28). La articulista subraya: “No es tarea fácil conseguir cifras confiables sobre el cre- cimiento protestante en el resto de América Latina, aunque sabemos que un 25 % de bolivianos y un 35 % de mexicanos son protestantes. Además, se sabe que el número de pastores pentecostales supera con creces al de sacerdotes católicos, y que los tem- plos pentecostales en las grandes ciudades son ya notablemente más numerosos que las iglesias católicas. Con respecto a las distintas denominaciones, las iglesias protes- tantes históricas -luteranos, anglicanos, presbiterianos, metodistas o bautistas- son las de más temprana implantación en el continente (primer tercio de este siglo). Pero el espectacular despegue del protestantismo se produce en los últimos veinte años, con el pentecostalismo”. En Brasil, por ejemplo (1992), hay 1.400 emisoras evangélicas (500 sólo en Ŕıo), mientras que las emisoras católicas son apenas 249 en toda América Latina (ninguna 146C. Lalive d'Epinay. Religión, dynamique sociale et dependance. Les mouvements protestants en Argentine et Chili. Mouton, Paris, 1975; D. Stoll.1990. Is Latin America Turning Protes- tant? The Politics of Evangelical Growth. University of California Press. Los Angeles. California; E.Troeltsch.1951. El protestantismo y el mundo moderno. Fondo de Cultura Económica. México. (11 edición, alemán, 1911); A. FC Wallace. 1966 Religión. Random House. Nueva York. (Cit. por Sanchiz 1996) 222 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos en Uruguay). En el Uruguay los Seminarios Bautistas y Pentecostales tienen más seminaristas estudiantes de “Pastor” que la Iglesia católica de “Sacerdotes”. Dice José Comblin: “Estas iglesias están creciendo de manera fulminante (. . . ) supera de lejos el ritmo de las comunidades eclesiales de base (. . . ) están conquistando justa- mente las clases populares (. . . )”. Una fuente católica especializada, en documento interno, advierte “(. . . ) si no tomamos algunas medidas (. . . ) pasaremos a ser para el año 2000 una pequeña iglesia minoritaria en nuestra América Latina” que, a media- dos de los 80, contaba formalmente, según encuestas, con una adhesión del 87,1 %” (Bayce 1992: 4, 5). Jorge Pixley (1992: 14, 15), comentando el desenvolvimiento evangélico en Nica- ragua, exclama: “¡Cepad aqúı en Nicaragua tiene un registro de 2.569 pastores! Es incréıble. Y en sus congregaciones locales ejercen una autoridad que no es menor que la de los curas en sus parroquias. Pero el cura, o el pastor de una iglesia pro- testante, ha tenido que pasar por un proceso de estudios que lo ha incorporado a la institución eclesial y lo ha, consecuentemente, separado de sus ráıces populares. Estos pastores evangélicos se han formado en la práctica de acompañamiento pas- toral y en el estudio de la Biblia, sin haberse jamás distanciado del pueblo del cual son parte integrante. Cepad estima que la población evangélica activa en Nicaragua es de 768.936 personas, o sea, el 19.22 % de la población estimada de 4 millones de habitantes del páıs” (. . . ) En el caso de Nicaragua, se han organizado en redes que son pluralistas y abiertos al movimiento popular. Pero en ningún caso pueden los ĺıderes estar seguros de contar con la masa de la base para las posiciones poĺıticas o sociales que ellos pudieran proponerles. La esencia del movimiento es su autonomı́a. Es una religión auténticamente popular”. Religiones, peso demográfico En el cuadro se observa un crecimiento notable del protestantismo en el mundo, que, en porcentajes absolutos, es igual al crecimiento de las dos mayores religiones hoy: catolicismo e Islam. Ese crecimiento del 2 % es casi un 50 % de crecimiento con respecto a si mismos 30 años antes, mientras que el crecimiento católico es del 5 % sobre śı mismo y el del Islam del 12 %. Al mismo tiempo nuevas religiones abarcan al 2,6 % del total interrogado. 3.2. Nueva religiosidad 223 Figura 3.16: Religiones en números( %): 1956-1986. Fuente: World Almanach 1992 y Almanaque Mundial 1992 Medio rural Hay que reconocer, anota Pixley refiriéndose al caso nicaragüense, que las igle- sias cristianas, católica y protestantes, nunca entraron con profundidad en el campo. “La institución eclesial entre campesinos ind́ıgenas y mestizos fue siempre marginal. También hay que recordar que la pastoral dominante de la Iglesia católica toleró que bajo la sombra amplia de la iglesia vivieran prácticas populares nunca controladas por la institución, más visiblemente las fiestas patronales como Santo Domingo en Managua y San Jerónimo en Masaya. En buena medida los cristianos mestizos hab́ıan dirigido su propia práctica religiosa con la tolerancia o aún la bendición de las auto- ridades eclesiales. Con el surgimiento de un movimiento popular y el acceso popular a la Biblia se dieron las condiciones necesarias para que esta masa cristiana sacara la conclusión de que el clero no solamente era superfluo sino también un estorbo para el ejercicio de su fe” (Pixley 1992: 14). 224 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Evangélicos y pueblos ind́ıgenas El teólogo Héctor Laporta advierte un sesgo “paternalista” de los investigadores frente a la creencia religiosa del ind́ıgena latinoamericano: “Algunas investigaciones han visto al mensaje de las iglesias evangélicas protestantes (en sus diferentes ver- siones) como desestructurador de las culturas ind́ıgenas. Para ello han partido de un análisis de las propuestas y el mensaje de las organizaciones misioneras, dejan- do a un lado cómo los sectores ind́ıgenas recibieron dichos mensajes religiosos, es decir, concibiendo a los ind́ıgenas únicamente como receptores pasivos del discurso evangélico. Por nuestra parte creemos que no puede comprenderse la perpetuación de las creencias si no se analiza el significado que la gente les otorga, como bien señala Comaroff147, al decir que, en lo religioso, existe una historia no escrita sobre la forma en que la gente recibe estas ideas (. . . ) El destacar el carácter avasalla- dor de las ideoloǵıas dominantes sobre la conciencia ind́ıgena y, por otro lado, la capacidad únicamente de resistencia por parte de esta última, conlleva una percep- ción marcadamente paternalista que niega la capacidad creativa de los ind́ıgenas de adaptar y transformar sus propias tradiciones, ensayando respuestas a veces concilia- doras y otras decididamente de oposición, a través de las cuales mantienen, recrean y modifican su identidad (. . . ) La cultura es entonces un proceso singular, el cual se construye en sociedad: las personas participan en la selección de retazos del pasado, entretejiéndolos en un sistema de significados”. Luego, un arpegio teórico, que expli- ca la aprensión: “Si bien compartimos el entendimiento de que toda religión forma parte de una articulación histórica en una estructura social determinada, el abstraer los procesos sociales únicamente a aspectos estructurales no nos permite comprender cómo éstos se dan en la experiencia práctica de los sujetos” (Laporta 1994: 84, 85). Conductas sociales en cuestión Laporta (1994: 85) introduce un tema central, la idea de “huelga social” y en ello coincide con Christian Lalive d'Epinay, autor de El Refugio de las masas. Sostiene: “Si bien en el mundo andino desde la época colonial el consumo de alcohol se usó como un mecanismo de explotación y por ende de control societal, el cuestionamiento moralista de los misioneros (protestantes) hacia el consumo de bebidas alcohólicas, 147J. Comaroff, Body of Power, Spirit of Resistance, University of Chicago Press, Chicago, 1985 3.2. Nueva religiosidad 225 sin proponérselo, puso en cuestión todo un sistema de relaciones de poder armadas en torno al consumo del licor, creando un nuevo referente simbólico desde donde construir contra-hegemońıas”. Cédulas evangélicas y movimiento popular Estamos apenas comenzando a conocer las relaciones que las células evangéli- cas tienen con el movimiento popular organizado que busca ser un agente social activo, asevera Pixley (1992: 14), “Muchas veces funcionan como un refugio para aquellos que tuvieron miedo de la militancia o se cansaron de sufrir los fracasos que la militancia les trajo. Otras veces sirven como sustitutos para los servicios sociales inexistentes en nuestros páıses pobres. Y a veces sirven como centros de movilización popular, especialmente para luchar por la reconciliación y para atender a v́ıctimas de desastres naturales. En cualquiera de sus manifestaciones, la tendencia es casi siempre conservadora en el sentido de cautelosa”. Protestantismo y educación Jean-Pierre Bastian ha documentado cómo, durante los d́ıas de la oligarqúıa li- beral a fines del siglo pasado y principios de este, las escuelas protestantes fueron escuelas para la democracia y desempeñaron un papel significativo en la formación de la sociedad mexicana que emergió de la revolución148 149. Mariano Avila Arteaga, en: “La reforma calvinista y su vigencia para una educación liberadora”, revela los mecanismos de fondo de una educación integradora, abierta al cambio: “En las es- cuelas, la meta consist́ıa en desarrollar un aprendizaje de las prácticas democráticas, transmitir la ideoloǵıa liberal pura y transformar al alumno en portador de una con- 148Jean-Pierre Bastian. Los disidentes: sociedades protestantes y revolución en México 1972-1911. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, pp. 163-164 149Bibliograf́ıa auxiliar: Manuela Cantón Delgado. El Protestantismo en los movimientos socio- religiosos del Occidente de Guatemala: discursos y conductas. Tesis doctoral presentada en el Depar- tamento de Antropoloǵıa Social y Socioloǵıa de la Universidad de Sevilla, junio de 1993; Edelberto Torres-Rivas. “Notas para comprender la crisis poĺıtica Centroamericana”. En Centroamericana. Crisis y poĺıtica internacional. Ed. Siglo XXI. 1985; Westra, Willemier. “La conducta del consu- midor en el mercado brasileño de salvación. La opinión pública relativa al pentecostalismo y las religiones afroamericanas en la ciudad provincial de Alagoinhas, Bah́ıa, Brasil”, en Bou-dewijnse. Bárbara y otros. Algo más que opio. Una lectura antropológica del pentecostalismo latinoamericano y caribeño. Editorial DEI. San José (Costa Rica). 1991. (Cit. por Cantón 1994: 28) 226 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos cepción individualista e igualitaria de las relaciones sociales. Los valores ćıvicos y las prácticas democráticas fueron transmitidos en el plano escolar a través de juegos y mimetismo de formas republicanas de gobierno, conocidas como “república escolar” y “ciudad escolar”. La actividad consist́ıa, según la descripción de un maestro de escuela metodista, en “un plan para inculcar los principios de la verdadera ciuda- dańıa y dar a conocer a los niños las formas de gobierno de su páıs”. La escuela se transformaba en una ciudad en la que todos pod́ıan ser electos para desempeñar “cargos de gobierno, de juez o de polićıa”. Ello se haćıa con la clara conciencia del contexto social y poĺıtico del momento, en el que el pueblo mexicano “desconoćıa su derecho de soberańıa y dejaba todo a cargo de la clase más elevada”. El propósito expĺıcito de tales ejercicios era “conseguir el adelanto del pueblo que se juzga por su vida poĺıtica, la cual consiste en la manera de pensar y de votar de los ciudadanos” (Avila 1993: 227-237). 3.2.5. Impacto social y crecimiento Atingencia de la religión El considerado fundador del neoconservadurismo estadounidense, Irving Kristol, de oŕıgenes ideológicos trotskistas fundamenta la, según él, presencia imprescindible de la religión en la experiencia humana: “Una sociedad necesita algo más que hombres y mujeres sensatos para llegar a prosperar; le hace falta la enerǵıa de la imaginación creativa, tal como se expresa en la religión y en el arte. Para la vida de todos nuestros ciudadanos, y para la de cada uno de los seres humanos de todas las épocas, es vital encontrar un mundo dotado de un significado trascendente, un mundo donde la experiencia humana tenga sentido. Nada es más deshumanizante ni engendra con más certeza una crisis, que sentir nuestra propia vida como un evento sin significado, en un mundo que no tiene sentido” (Kristol 1993: 50). Analizando el éxito de grupos pentecostales en megalópolis de Suramérica, África, Asia y en los páıses avanzados, el sociólogo norteamericano Harvey Cox, publicó, en 1994, El regreso de Dios. Veintiséis años atrás hab́ıa salido de su pluma una obra de gran referencia titulada La ciudad secular 150. Richard Hoocker resumió el esṕıritu 150Harvey Cox, La Ciudad Secular; secularización y urbanización en una perspectiva teológica (The Secular City). Barcelona, Ediciones Peńınsula, 1968. pp. 304 3.2. Nueva religiosidad 227 de ese tiempo: “Concedo que somos capaces, inclinados y dispuestos a abandonar a Dios; pero ¿está Dios igualmente dispuesto a abandonarnos?” Comentando la “traslación espiritual” en América Latina, Juan Aznárez, expo- ne: “Numerosos fieles se suman a las iglesias protestantes surgidas de la Reforma del siglo XVI (anglicanas, calvinista o bautista) y, en mucha mayor medida, a las religio- nes pentecostales de principios del siglo XX. Estas últimas reformaron la Reforma, surgieron en EE UU, vinculan su mensaje a las vicisitudes de la vida y acometen problemas matrimoniales o el machismo. Las mujeres lo agradecen”151. Aterrizando en temas que podrán ser catalogados -falsamente- de domésticos, nos sorprende el reporte de un periódico chileno: “El sicólogo irlandés Patrick Fagan dejó más que sorprendidas a las cerca de mil personas que asistieron a su charla sobre matrimonio y divorcio en el Hotel Hyatt (Santiago de Chile), organizada por la Fundación Familia Unida. ‘Espero que no haya niños y las mujeres se tapen los óıdos’, dijo Fagan en la mitad de su exposición. Su preocupación se deb́ıa a la tesis que planteaŕıa a continuación: que las mujeres protestantes tienen una mejor vida sexual que las católicas porque son más religiosas. Su argumento es que una espiritualidad intensa permite tener una vida más plena, sexo incluido”152. El periodista Juan Aznárez, a su vez, en el art́ıculo citado: “El mexicano Antonio Cárdenas tiene 52 años, era católico y drogadicto, pegaba a su mujer e hijos y al abrazar la Luz del Mundo se sintió en comunión con Cristo, y mejor persona. ‘Mi iglesia me ha ayudado mucho y ahora entrego el salario a mi esposa’ ”. Aznárez destaca además: “La rigidez de la doctrina católica contrasta con las libertades de los disćıpulos protestantes. Luis Alberto Ramos, ex jugador de la selección chilena de fútbol, fue uno de los organizadores de un nuevo equipo profesional llamado ‘Cristo Salva’. Los dorsos de las camisetas destacaban la leyenda del Evangelio según San Juan 14:6. “Es para que la gente pregunte y sepa”, explicó. “Ese verśıculo de la Biblia se refiere a que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, que nadie va al Padre sino por él. No hay santos ni virgencitas, Cristo es el camino”. El periodista Juan Arias de El Páıs, aporta: “Según la antropóloga Regina Novaes, del Instituto Superior de Estudios de Religión (Iser), que realizó un estudio con 300 151Juan J. Aznárez. “El declive del Vaticano en América Latina”. El Páıs - 1 de Septiembre, 2002, Domingo, p. 15 152La Tercera de la Hora. 9 de septiembre, 2001, p. 3 228 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos jóvenes de las favelas más pobres de Rio de Janeiro, está creciendo el número de jóvenes que son fácil carne de cañón de los bandidos de la droga, a quienes les encuentran en esas iglesias un puesto de trabajo (los evangélicos han creado ya en Brasil 600.000 empleos para sus convertidos)”153. Explosión protestante El teólogo luterano brasileño, Walter Altmann, advirtió tiempo atrás que el plu- ralismo y la competencia ya dominan el escenario religioso de América Latina, hecho que corrobora el escritor Mario Vargas Llosa: “Sólo en los pueblos ind́ıgenas y ladi- nos que circundan el gran lago de Guatemala, o en algunas barriadas de la periferia limeña, he visto una proliferación de templos e iglesias protestantes como en La Pin- tana (Chile). La famosa ‘penetración de los evangélicos’, que, según el profesor Peter Berger está revolucionando sociológica y culturalmente a América Latina, es en esta ‘población’ una realidad abrumadora. La religión católica parece haber perdido te- rreno aqúı frente al empuje de estos pastores bautistas, pentecostalistas, cuáqueros, y de decenas de otras iglesias, de celo misionero, que han sembrado el barrio de ‘ta- bernáculos’. No he consultado estad́ıstica alguna, pero tuve la impresión de que por cada capilla católica hab́ıa dos templos protestantes”154. Francisco Sampedro, Director área Eclesial y Comisión de Ecumenismo (Chile), levanta, cual redacción de acta, un informe de la “Cuarta Reunión Plenaria del Cole- gio Cardenalicio” (1991) o “Consistorio Extraordinario” de cardenales: “En la misma reunión del Consistorio afirmó el cardenal Ernesto Corripio de México: ‘Las deno- minaciones no católicas, desde 1960, se han triplicado en la República Dominicana; quintuplicado en El Salvador y Costa Rica; sextuplicado en Honduras; septuplicado en Guatemala.’ ” (L'Osservatore Romano, 12 de Abril de 1991, p. 12). El mayor “indice de crecimiento respecto a la totalidad de la población le corresponde a Gua- temala; el menor a Cuba”. “La población de origen hispano consta de diecisiete millones en los Estados Unidos; doce millones son católicos, sesenta mil, cada año, se pasan a las denominaciones protestantes o sectas”. Por su parte el cardenal Miguel Obando recordó que el CELAM, en un estudio realizado sobre “Repertorio de igle- 153Juan Arias. “La Iglesia Brasileña pierde cada año un millón de fieles sumidos en la miseria” El Páıs - 23 de Agosto, 1998, p. 18 154Mario Vargas Llosa. “El evangelio según La Pintana”. El Páıs - 14 de Enero, 1996, p. 15 3.2. Nueva religiosidad 229 sias y sectas”, al hablarnos de explosión protestante en nuestro continente nos da el siguiente cuadro: en 1900 son 50.000; en 1967 son 4.000.000; en 1974 son 8.000.000; en 1985 son 30.000.000” (Sampedro 1992: 314). Protestantismo y sectas Una de las dificultades para valorar objetiva y cŕıticamente a estos grupos, asume Sampedro en: “Ante las principales sectas o nuevos movimientos religiosos” (1986: 65), estriba en el andamiaje conceptual. La palabra secta tiene un sentido peyorativo. Se ha usado “Nuevos Movimientos” pese a que, en estricto sentido, la mayoŕıa no lo son. Puebla (p. 1102) usó “Movimientos Religiosos Libres”, que no es adecuado por la confusión con las iglesias protestantes libres. Menos apropiado es “sectas protes- tantes”, dado, según Sampedro, que los protestantes son cristianos y las sectas no. “Tampoco debeŕıamos usar estos nombres: ‘Movimientos Autónomos’, ‘Nuevas Reli- giones’, ‘Sectas Cristianas’ ”. Luego recurre a lo etimológico: “Uno de los oŕıgenes de la palabra secta es de secare (cortar) o de secedere (separarse). En efecto, en muchas sectas se da una separación de los fundamentos o núcleo doctrinal de las religiones cristianas o de las no cristianas. Tal es el caso de las sectas de tipo pseudocristianas y orientalistas. Hay sectas que provienen de sequi = seguir. Se trata de seguir a un ĺıder, meśıas que propone una doctrina determinada”. En Protestantismo y modernidad latinoamericana, Jean-Pierre Bastian llama la atención sobre la pervivencia de tics inquisitoriales a través del uso indistinto y consciente de terminoloǵıa discriminatoria: “La amalgama de dos términos: protes- tantismo y sectas, quedó reforzada durante el siglo XIX en el contexto del apogeo del ultramontanismo romano y de la lucha contra la modernidad liberal, cuando las “sectas protestantes” fueron denunciadas por los conservadores y por los católicos intransigentes (. . . ) En este sentido, no sorprende que haya surgido el empleo de esos términos a principios de los años sesenta (y que llegase hasta nuestros d́ıas), en la época en que se produjo la polarización ideológica y poĺıtica violenta de la “guerra fŕıa” (1950-1990). Se trataba nuevamente de la asimilación de los términos “protestantismo” y “secta”, pero esta vez tanto en los ćırculos intelectuales derechis- tas o izquierdistas como entre la joven generación de investigadores latinoamerica- nos, para quienes el dogma marxista sustituyó al dogmatismo inquisitorial. En ese 230 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos clima intelectual, numerosos ensayos se dedicaron a forjar una “teoŕıa de la cons- piración”, (extremo que comenta David Stoll en: “¿Con qué derecho adoctrinan a nuestros ind́ıgenas?”, 1984), que no es sino una repetición de los lugares comunes de la cultura inquisitorial, presentes en el inconsciente colectivo, que denuncian a los protestantismos porque se les supone vanguardia del imperialismo norteamericano, porque se supone que están preparando la anexión de América Latina a Estados Uni- dos, destruyendo la identidad nacional y la unidad de los pueblos latinoamericanos, porque se ve en ellos el principal factor de la aculturación y a los predecesores de la invasión del capital estadounidense, entre otras denuncias” (Bastian 1994: 80). Aśı como en Guatemala, la variable institucional resultó clave para la apertura a la heterodoxia “modernizante”, en México se verifica un lento y al parecer inexora- ble cambio, para el caso de doble horizonte. El Suplemento Domingo del Diario El Páıs atestigua: “Hasta hace muy poco era impensable que un opositor llegara al Go- bierno de Chiapas, un Estado del sur profundo y depauperado de México. Pero más lejano se véıa que un protestante evangélico derrumbara al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Pablo Salazar no oculta a nadie que es evangélico de formación presbiteriana. Su fe, a decir de muchos de miles de ind́ıgenas son como él: protestantes en un ambiente religioso mayoritariamente católico. Un lugar en el que los conflictos poĺıticos y agrarios, disfrazados de religiosos, han causado la expulsión de más de 30.000 personas en las últimas tres décadas”155. En el citado: “La Iglesia Brasileña pierde (. . . )” de Juan Arias (1998), ratifica: “Los evangélicos tienen 30 diputados y hacen adeptos entre narcotraficantes y presos. Brasil es el tercer páıs del mundo con mayor número de miembros -16 millones- de iglesias evangélicas carismáticas que quitan cada año un millón de adeptos a la Iglesia católica”. Porcentajes en América Latina Esta danza de cifras tiene la virtud de ofrecer matices, aparte de la diversidad de fuentes, que no se encontraŕıan en una tabla estad́ıstica tradicional. Se trata de un fenómeno que, como anticipa Peter Berger, está revolucionando sociológica y culturalmente a América Latina. Juliana Ströbele-Gregor adiciona: “Si en los años cincuenta apenas se notaba su presencia, actualmente ya no se puede pasar por alto 155El Páıs - 27 de Agosto, 2000. Domingo, p. 5 3.2. Nueva religiosidad 231 en América Latina. Según estimaciones, el 25 % de los bolivianos (KNA), el 30 % de los guatemaltecos y el 35 % de los mexicanos (Der Spiegel) son protestantes. La Conferencia Episcopal de Brasil calcula que solamente el movimiento pentecostés tiene más de 16 millones de fieles (Folha, 20 de Mayo de 1990)” (Ströbele-Gregor 1993: 2). Pentecostalismo en Brasil y Chile Acota Manuela Cantón (1994: 28) “En Brasil, páıs con larga trayectoria de sincre- tismo religioso y donde conviven creencias de muy distinto signo, el protestantismo pentecostal se abre camino como una de las corrientes socio religiosas de mayor vigor, Willemier Westra afirma que el porcentaje de creyentes pentecostales -los “creyen- tes”, como se les denomina- en este páıs superaba en 1991 el 10 % de la población (. . . ) Los pentecostales representan casi el 80 % del protestantismo chileno. Este páıs es, junto con Brasil -y exceptuando Centroamérica- el que más estudiosos ha atráıdo para analizar la fuerte pujanza de las iglesias protestantes tanto en áreas urbanas co- mo rurales. El fenómeno se extiende también explosivamente en un páıs oficialmente católico, pero de fuerte tradición laica y liberal: Argentina”. Vicente Verdú en El re- torno de Dios, enfrenta dos opciones a las que podrá apelar la agenda postmoderna: “Dos sistemas de validación debeŕıan confirmar las dos tendencias, “blanda”’y “du- ra”, que ahora se perciben en el mundo. Entre las tendencias blandas, una religión que no es del todo una religión es la New Age. La New Age seŕıa la clase de espi- ritualidad flexible acorde con nuestros tiempos portátiles, pero, según los máximos especialistas, el pentecostalismo será, ante todo, la religión del siglo XXI. Se trata de una fast religion, de fácil asimilación y práctica, apta para el Primer o el Tercer Mundo, afectuosa, emocional, sensacionalista, participativa”156. Dadas estas previsiones, ¿qué tipo de pentecostalismo se impondŕıa en Améri- ca Latina?, ¿el pentecostal tradicional, corporativo-continuista, el catolicismo sin sacerdote al que aduce Bastian, con fuerte raigambre en el mundo de la orfandad socio-económica-cultural propio de los arrabales urbanos o de zonas rurales apar- tadas?, ¿el pentecostal-carismático que incorpora la loǵıstica y mentalidad contem- poránea alcanzando a los estratos medios y altos?, ¿el neo-pentecostalismo y su 156Vicente Verdú. “El retorno de Dios”. El Páıs - 25 de Noviembre, 2001. Domingo, p. 9 232 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos bastión teológico, la Teoloǵıa de la Prosperidad, sucedáneo religioso del neolibera- lismo, o su contraparte asociado a la Teoloǵıa de la Liberación?, ¿o un movimiento pentecostal que reformula su visión y misión reconociendo la parte de herencia re- formada -en sentido teológico conservador-, reconstituyendo a su vez la vocación de servicio integral consecuente? Evangélicos en Alemania, visión mundial En “Las religiones son protagonistas”, Vicente Verdú describe la ola de mudan- zas y variabilidad en el campo socio-religioso: “Una investigación de la Christian Research Association de Londres, informa que en el año 2002 casi se igualarán el número de musulmanes y de practicantes anglicanos en Inglaterra. Mezquitas, sina- gogas, templos budistas, se alzan junto a iglesias católicas o protestantes, y el 70 % de los centros evangélicos del mundo se encuentran ya fuera de Occidente, frente a un 30 % en 1962”157. Klaus Weigelt respecto de la distribución confesional en su páıs: “Alemania es un páıs marcado por la Reforma y la Contrarreforma. En lo confesional la población de la vieja República Federal era católica aproximadamente en su mi- tad (predominante en el Oeste y Sur), y en su mitad evangélica (predominante en el Norte y centro). Por la reunificación del 3 de Octubre de 1990 Alemania se ha vuel- to más evangélica y también más agnóstica. De los 16 millones de habitantes de la ex-RDA (República Democrática Alemana), un millón son católicos, unos 5 millones protestantes, y 10 millones sin adscripción confesional. Tras el final del socialismo en la RDA no cabe apreciar por el momento cómo cambiarán estas circunstancias en el futuro. En todo caso Alemania es hoy en d́ıa predominantemente protestante, siendo los católicos el segundo grupo mayor de confesión cristiana” (Weigelt 1991: 43). 3.2.6. Aporte intelectual y memoria Historiadores y “protestantismos” Jean-Pierre Bastian argumenta que pocos historiadores latinoamericanistas han tomado en serio el tema de los “protestantismos”, esta negligencia puede deberse a la dificultad de muchos por aceptar que sociabilidades religiosas, influidas por ideas 157Vicente Verdú. “Las religiones son protagonistas”. El Páıs - 24 de marzo, 2002. Domingo, p. 11 3.2. Nueva religiosidad 233 protestantes exógenas, puedan tener alguna importancia social y poĺıtica (Thom- son 1991)158. Como observa Schmidt, aún cuando los protestantismos hayan sido “una de las fuerzas en ascenso de la civilización latinoamericana, los historiadores latinoamericanistas, configurados por los temas hispanistas tradicionales, tienden a considerarlos como una verdadera rareza”159. Reforma protestante secularizadora En el excelente diagrama posicional de Bastian (1994: 302, 303), del cual somos usufructuarios, incorpora las opiniones de especialistas, cuyos análisis han hecho época, por la amplitud de los horizontes asumidos. Por un lado David Martin, quien considera que la “explosión protestante en América Latina corresponde a un ‘dilu- vio’de la religión evangélica del norte hacia el sur del continente americano”. Por su parte, Stoll (. . . ) pregunta si “América Latina no se halla a punto de volverse pro- testante”, para a continuación rebatir unos de los clichés más extendidos: “Contra quienes han créıdo o querido ver en los movimientos católicos de la Iglesia ‘popular’ y de la teoloǵıa de la liberación un movimiento de reforma religiosa del continente, piensa Stoll que los protestantismos sectarios constituyen, de hecho, la verdadera reforma en expansión. En primer lugar, conviene precisar que ni la Iglesia católica denominada popular ni la teoloǵıa de la liberación corresponden a movimientos de reforma. Jean Meyer (. . . ) las ha situado atinadamente en la continuidad de los mo- vimientos católicos intransigentes, portadores de una esperanza mesiánica y de un reino de Dios en la Tierra, al contrario de cierta reforma protestante secularizadora y portadora de la modernidad liberal. En segundo lugar (anoto, ¿confusión de planos?), los nuevos movimientos reli- giosos -y lo mismo podŕıa decirse de los protestantismos sectarios latinoamericanos- tienen pocos nexos con la tradición teológica de las reformas religiosas protestantes europeas, y menos aún con la de la reforma poĺıtica y social liberal en América La- tina. ¿Son más bien estrategias de adaptación y de resistencia entretejidas por los sectores subalternos de las sociedades latinoamericanas, que refuerzan la autonomı́a 158Guy P. C. Thomson. “Popular aspects of liberalism in Mexico, 1848-1888”, Bulletin of Latin American Research, Oxford, 1991, vol. 10, num. 3, p. 267 159Henry C. Schmidt. “Toward the Innerscape of Mexican Historiology: Liberalism and the History of Ideas”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos, San Diego, 8 (1), invierno de 1992, p. 132 234 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos de la cultura religiosa popular, autoritaria y corporativa?” (. . . ) En palabras de González Pedrero, un tema capital(. . . )“¿No será precisamente la condena que pesa sobre los hombres de nuestro tiempo (. . . ) el tener que ser católicos dentro de una situación que podŕıamos llamar de protestantismo secularizado, la situación efectiva del mundo actual? Aqúı está justamente el planteamiento de lo que le ha ocurrido al hombre latinoamericano nacido a la vida y a la historia desde el catolicismo español -que viene de antes, que se acendra con la Contrarreforma- y que, sin embargo, tiene que comportarse social, poĺıtica, económicamente hablando, dentro de una sociedad, una poĺıtica y una economı́a que le es dada desde un protestantismo secularizado, que no es el de su origen. ¿No se explicará aśı el desgarramiento permanente, la do- ble vida, la hipocreśıa, ese horror que es aparentar, simular que estamos de acuerdo con la lógica de la sociedad industrial, con los valores poĺıticos modernos y con la economı́a neoliberal contemporánea cuando, en realidad, no se corresponden con el mundo en el que hemos nacido y los valores en los que nos hemos formado?”160. Ética que facilita el ascenso social, factor de integración Bastian sospecha que muchos desaciertos respecto al hecho protestante-evangélico- pentecostal, se habŕıan evitado si se hubiese considerado el trabajo pionero de dos sociólogos de la religión Emilio Willems y Christian Lalive d'Epinay: “los cuales señalaron el carácter plural del fenómeno y elaboraron una tipoloǵıa de los pro- testantismos. Ya en los años sesenta, un movimiento religioso popular, de lenguaje protestante, el pentecostalismo, llamó la atención de esos sociólogos. Para Willems (. . . ), el pentecostalismo ofrece a los sectores sociales subalternos de las periferias ur- banas brasileñas, un medio de racionalizar su vida cotidiana y una ética que facilita un relativo ascenso social frente a las sociedades rurales originarias. La organiza- ción religiosa pentecostal constituiŕıa, en esta forma, un factor de integración a la racionalidad urbana. En cambio, según Lalive d'Epinay (. . . ), en el caso de Chile y Argentina los pentecostalismos significan un rompimiento con la sociedad dominante a través de una “huelga” religiosa y de la instauración de una contrasociedad, la con- gregación pentecostal. Esta nueva sociabilidad se construye basándose en el modelo 160Enrique González Pedrero. “Reflexiones barrocas”, Vuelta, México, XIV, Mayo de 1990, núm. 162, p. 23 3.2. Nueva religiosidad 235 de la estructura de la hacienda, de la gran propiedad rural, donde el pastor es el nue- vo patrón que ejerce su poder de acuerdo con las normas tradicionales, autoritarias” (Bastian 1994: 311). Chile. Ideoloǵıa individualista cercana a la ética protestante Por su parte, el sociólogo Manuel Castells coincide con lo expuesto por Enrique González Pedrero, cuando expresa: “Como suele ocurrir, la crisis de 1999 indujo una recomposición de iniciativas poĺıticas y sociales, que revelaron que hab́ıa más reservas de lo que se créıa en la sociedad chilena. En los primeros años del nuevo siglo ma- duraron una serie de procesos de cambio social, cultural e institucional (. . . ) Aśı las encuestas del Centro de Estudios Públicos de 2000-2001 revelan que en la sociedad chilena actual la ideoloǵıa de mercado no es fundamentalmente consumista (. . . ) en la fracción mayoritaria de los encuestados se manifiesta una ideoloǵıa individualis- ta cercana a la ética protestante: esfuerzo propio, trabajo y, sobre todo, educación, como v́ıa de mejora individual y colectiva. Es decir, no es una sociedad de consumo sino de desarrollo individualista” (Castells 2006: 122-124). Vı́nculo entre protestantismo y el movimiento obrero El v́ınculo entre protestantismo y el movimiento obrero aún no se ha estudiado, percibe Bastian (190), como tantos otros, agregamos, que resultan fundamentales para la constitución, hoy por hoy, de la identidad latinoamericana. Por ejemplo, en Chile, “numerosos pastores fueron también dirigentes sindicales (. . . ) el pastor Vı́ctor M. Mora, antiguo trabajador de las minas de carbón de Lota, fundador de la Iglesia Metodista Wesleyana de Chile (1928), fue asimismo uno de los principales fundadores del Partido Socialista Chileno (1912), con Lafertte y Luis Emilio Recabarren (. . . ) Debe también subrayarse que Neftaĺı Reyes (seudónimo: Pablo Neruda) participó en la liga de jóvenes metodistas de Temuco (departamento de Caut́ın) donde su padre era trabajador ferroviario. De adolescente, Pablo Neruda emigró a la capital, donde lo recibió la familia metodista Hinostrosa (. . . ) Por otra parte, Lucila Godoy Alcayaga (seudónimo: Gabriela Mistral), era pariente del pastor metodista Pedro Alcayaga, y, como católica liberal, colaboró en La Nueva Democracia” (revista fundada por el misionero presbiteriano Juan Mackay, gran admirador de Unamuno). 236 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos Pentecostalismo: ¿nuevo despliegue de la “religión popular”? Lo que podŕıa ser una de las tantas incursiones de un estructural-funcionalismo insatisfecho, revivificado, Bastian (pp. 281-282), lo refrenda aśı: “la efervescencia religiosa heterodoxa que estamos presenciando en América Latina no se ubica a manera de continuidad del protestantismo liberal. Más bien constituye un nuevo despliegue de la ‘religión popular’, de los catolicismos rurales sin sacerdote. Por tan- to, en vez de hablar de protestantismo convendŕıa preguntarse si los protestantismos latinoamericanos, presentes desde hace más de un siglo, están viviendo una muta- ción. Ciertamente, esta mutación es la que se observa en el conjunto del campo religioso, estrepitosamente liberado por las transformaciones económicas y sociales latinoamericanas a partir de los años sesenta. Esta mutación es, asimismo, la de los protestantismos latinoamericanos que rompieron con su herencia liberal”. Tras lo cual plantea cuestiones de fondo: “¿se puede seguir hablando de protestantismo al referirse a los fenómenos religiosos pentecostales presentes en el seno del campo reli- gioso latinoamericano? Estos fenómenos, ¿continúan formando parte de una “lógica protestante”, o, por lo contrario, son milenarismos y mesianismos, similares a otras expresiones religiosas subalternas que proliferan en el marco de la destrucción de las sociedades tradicionales? En la misma cuerda: ¿no son los pentecostalismos contem- poráneos más bien fruto de la desestructuración de las sociedades latinoamericanas que expresión de continuidad de un proyecto de reforma protestante en América La- tina?”. Al autor le inquieta la posibilidad que se trate, de una reestructuración del corporativismo, “lo cual explica su éxito y su propagación exponencial”. 3.2.7. Sincretismo Religiones afro-brasileñas venidas en los barcos Enrique Roldós, en “Los dioses que cruzaron el mar: religiones afrobrasileñas”, formula la ecuación que vincula dioses, esclavitud y mestizaje: “Metafóricamente se ha dicho que en las bodegas de los barcos de los traficantes de esclavos, los dioses paganos cambiaron su color y desembarcaron blancos en Brasil. Este cambio no fue, sin embargo, un episodio concreto sino el fruto de una evolución de décadas que tuvo principios de consolidación a inicios del siglo XIX. El tráfico de esclavos reunió en 3.2. Nueva religiosidad 237 Brasil a negros provenientes de aisladas comarcas africanas, cada una de las cuales teńıa sus divinidades y ceremonias. Su destino común los llevó a unificar sus dioses y sus cultos, pero durante las décadas en que se produjo esta śıntesis no dejaron de ser influidos por la religión católica -de la cual tomaron muchas de sus figuras- y, en forma menor, por las religiones ind́ıgenas. Un carácter relevante en el funcionamiento de estas sectas se debe a la influencia del espiritismo de Alan Kardek, cuyo ritual resultó ”tropicalizado”, dotándosele de elementos mucho más vivenciales, y de un carácter público y extrovertido (. . . ) La milenaria representación estatuaria de los personajes del culto cristiano sirvió de molde en Brasil para que los dioses africanos encontraran color, rostro y vestiduras nuevas. La virgen Maŕıa da cuerpo a Oxún, Xangó es San Miguel, Yemanjá toma la forma de una virgen maŕıtima, el San Jorge armado de espada es asimilado a Ogum”. Roldós, estima la potencialidad de una espiritualidad que enlaza con manifes- taciones espiritistas de procedencia europea: “La śıntesis que se produćıa entonces en Brasil no era solamente cultural, sino también racial, porque uno de los hechos diferenciales de las colonias portuguesas, en relación con las españolas en América, es que sus colonizadores eran casi exclusivamente hombres. Esta particularidad dio lugar a un intenso mestizaje entre negros, blancos e indios. Bah́ıa, el principal puerto de entrada de los esclavos a Brasil fue la zona donde se consolidó el candomblé en el siglo pasado. Desde entonces, junto con el mestizaje racial, las distintas corrientes derivadas del candomblé (macumba carioca, kimbanda, umbanda y batuque) impreg- naron vastas capas de la sociedad brasileña. A fines del siglo pasado, esta religión casi exclusivamente negra, apenas con influencias de las tribus tuṕı-guarańıes, define una de sus caracteŕısticas fundamentales: incorpora los elementos espiritistas que distintas sectas kardećıstas, francmasonas y rosacrucistas cultivaban en Europa en aquel tiempo, dando lugar a una śıntesis poderosa” (Roldós 1993: 16, 17). México En la historia de México desde hace más de dos mil años, resume Tomás Calvo (1981), “lo nuevo cultural no destruye totalmente las antiguas formas de vida (dioses, lengua), que siempre perviven, aunque mediatizadas y sincretizadas. Los dioses anti- guos se mezclan con los anteriores o se trasforman por mediaciones significativas; esta 238 Caṕıtulo 3. Cambios vertiginosos espećıfica estructura socio-cultural engendra paradigmas de soluciones mediadoras”. Sincretismo: encrucijada de aculturaciones El Culto de Maŕıa Lionza es una inmensa encrucijada de aculturaciones, reporta Juan Liscano Velutini ensayista, promotor cultural y poeta venezolano, “las unas de origen venezolanas, las otras arropadas por la Santeŕıa cubana, de origen yorubano, el culto a Changó desprendido de aquélla y, rondando por las islas caribeñas de len- gua inglesa, el Vodú haitiano y sus dibujos simbólicos, prácticas fragmentarias de espiritismo, budismo, fakirismo tráıdas por cuĺıes trinitarios o por gurúes itineran- tes, lecturas desordenadas de revistas o manuales de brujeŕıa. La corte original se ha multiplicado. Ese mundo ancestral responde al inconsciente colectivo puesto al descubierto por el genial Carl Gustav Jung y se complementa con las fiestas rituales de procedencia agraria, tal los velorios de la Cruz de Mayo, los toques de tambor de San Juan, las ceremonias de la Navidad particularmente varidadas en los estados andinos, el tradicional entierro de la Sardina, los diablos de Corpus Cristi, las Lo- cainas, los festejos de San Benito negro, el extraordinario Tamunangue en honor de San Antonio de Padua, con sus siete sones, su esgrima de garrotes inicial y su salve final. Estas festividades rituales respond́ıan al trabajo agŕıcola anual y los santos invocados estaban relacionados con los frutos y las fiestas patronales” (Liscano 1993: 9). Caṕıtulo 4 La Década Perdida El término “Década Perdida” se utiliza por primera vez en Gran Bretaña para designar al peŕıodo de la postguerra (1945-1955). Se volvió a usar para describir la depresión económica de América Latina en la década de 1980, y más tarde para designar los diez años que siguieron al colapso económico japonés, en la década de 1990. Cifras comparadas con algunas de décadas anteriores El economista y poĺıtico argentino Aldo Ferrer, uno de los intelectuales más acti- vos en la denuncia de los efectos negativos de los fenómenos globalizadores sobre los páıses periféricos, sistematiza el largo paso (años 30 a los 80) de la historia económi- ca de América Latina: “Los sistemas económicos construidos durante la crisis de los años treinta, la Segunda Guerra Mundial y hasta 1980, no tuvieron capacidad de responder a los dos grandes desaf́ıos que el sistema internacional planteó a partir de 1945. A saber: el cambio en la composición del comercio mundial provocado por los nuevos paradigmas tecnológicos y la tentación del crédito externo fácil ofrecido por la banca privada internacional. De este modo, la participación de la América Latina en el comercio mundial declinó persistentemente desde más del 10 por 100 de las exportaciones mundiales en 1945 al 7,5 por 100 en 1980. Por otro lado, las ten- dencias crónicas al déficit fiscal y del balance de pagos encontraron, particularmente en la década de 1970, una disponibilidad prácticamente ilimitada de crédito privado internacional. 239 240 Caṕıtulo 4. La Década Perdida La poĺıtica de crédito fácil de los bancos privados internacionales desalentó los necesarios procesos de ajuste y contribuyó a generar la gigantesca deuda externa que, a partir de principios de los años ochenta, contribuyó decisivamente a desencadenar la crisis del desarrollo latinoamericano”. Ferrer califica como “los años dorados” del desarrollo de América Latina los que van desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta principios de la década del ochenta. “En ese peŕıodo el producto creció al 5.5 por 100 anual, la industria manu- facturera al 7 por 100, la población urbana pasó del 45 por 100 al 70 por 100 de la total, la acumulación de capital alcanzó al 23 por 100 del producto y aumentó con- siderablemente la capacitación de la fuerza de trabajo. Varios indicadores sociales experimentaron también progresos notables. La mortalidad infantil cayó sustancial- mente, se extendió el promedio de vida, la matŕıcula escolar en todos los niveles aumentó y mejoró la atención sanitaria de la población. El crecimiento económico y el aumento del empleo redujeron el número de habitantes bajo la ĺınea de pobreza. En 1960 era de 110 millones de personas y representaba el 51 por 100 de la población total. En 1980 la proporción hab́ıa cáıdo al 35 por 100” (Ferrer 1991: 41-42). Enrique Iglesias, en “América Latina: un decenio dramático”, relata que: “En los años setenta las economı́as latinoamericanas sufrieron el doble impacto de la recesión internacional y el aumento de los precios del petróleo. Mientras se les volv́ıa muy dif́ıcil continuar exportando a precios normales a unos mercados deprimidos, con la consiguiente cáıda de sus ingresos externos, teńıan que pagar cuatro veces más por su cuenta petrolera (. . . ) En 1982 un nuevo ciclo recesivo externo determinó una brusca alza de interés y una no menos drástica cáıda de los términos de intercambio de esos páıses, que declinaron a un nivel inferior a los de 1930, haciéndoles muy dif́ıcil el pago de la cuantiosa deuda acumulada” (Iglesias 1993: 74). He aqúı el magma desde el cual se gesta una hecatombe económica y social, cuyo largo brazo condiciona la entrada del subcontinente en el siglo XXI. Por su parte, el economista y periodista económico Naúm Minsburg (“Balance y perspectivas de América Latina 1991: de la “década perdida” a la “década de la esperanza”) (1992: 1063-1064), ofrece una comparación ajustada, detallada de los ı́tems básicos: “el análisis de las principales variables nos refleja que el producto interior bruto global de América Latina que durante la década de 1961-1970 creció a 241 una tasa anual promedio del 5,4 por 100; entre 1971-1980, lo hizo a una tasa del 5,9 por 100; en la “Década Perdida” (1981-1990), lo hizo sólo a 0,9 por 100. Medido en dólares del valor de 1988, en 1960 llega a los 284.927 millones de dólares para alcanzar en 1990 un monto de 840.472 millones. Compárese estos datos con los de los páıses industrializados que en 1960 teńıan un PIB (en dólares corrientes) de 906.840 millones, 3,4 veces superior al de América Latina; mientras que en 1990 llegaba a 14,3 billones de dólares, superior en 17 veces al de nuestra región. El PIB por habitante creció a tasas anuales del orden del 2,5 por 100, entre 1961- 1970, y del 3,3 por 100 entre 1971-1980, y decrećıa en -1,2 por 100 entre los años 1981-1990. Ello implica que en dicho lapso el decrecimiento acumulado alcanzó a un -9,6 por 100 per cápita, de acuerdo con las informaciones brindadas por la CEPAL. Si analizamos por el lado de las exportaciones tenemos que en 1960 mientras América Latina realizaba ventas externas por valor de 8.500 millones de dólares, con una participación del 7,13 por 100 en el total mundial, los páıses desarrollados realizaban exportaciones por valor de 85.100 millones de dólares con una participación del 65,9 por 100. En 1991, Latinoamérica exporta por valor de 122.200 millones de dólares, tal como se podrá apreciar en el siguiente cuadro, representando un escaso 3,4 por 100 del total, mientras que los páıses desarrollados exportaron en el mismo año por valor de 2,452 billones de dólares con una participación del 73,5 por 100”. Figura 4.1: América Latina. Principales indicadores, 1984-1991. Fuente: Cepal “En el caso particular de América Latina, conviene destacar que en el año 1960, la deuda total alcanzaba a un importe de 7.200 millones de dólares corrientes, para pasar en 1970, a los 20.800 millones, en 1980 llega a los 230.400 millones, y en 1990 242 Caṕıtulo 4. La Década Perdida salta a 435.388”1. Hacia 1980 uno de cada dos dólares prestados a América Latina se destinaba al servicio de esa sofocante deuda. El pánico provocado por su crecimiento y por la fuga de capitales llevó a los gobiernos -como el de México en 1982 y el Perú en 1987- a estatizar los bancos, hasta entonces objeto de un intenso intervencionismo pero aún en manos privadas (A. Vargas Llosa 2004: 91). El aumento de las tasas de interés de los Estados Unidos en 1979-80 provocó un aumento en el costo del crédito y del servicio de la deuda, empeorando las cosas para América Latina. La situación precedente -del todo explosiva- sugiere, a A. Vargas Llosa, una ba- teŕıa de preguntas: “¿Qué incentivo pod́ıan tener, para ser eficientes y usar nueva tecnoloǵıa, unas compañ́ıas que operaban en mercados altamente protegidos? ¿Cómo pod́ıan sostenerse de manera indefinida los altos precios y costos que resultaban de las barreras comerciales y de las otras garant́ıas gubernamentales que beneficiaban a los industriales? ¿Cómo pod́ıa una economı́a que viv́ıa en una nube, enajenada por los artificios, seguir importando cantidades cada vez mayores de bienes de capital y hasta de materias primas necesarias para alimentar la industrialización? Y, tenien- do en cuenta las divisas que se perd́ıan con estas importaciones, ¿cómo pod́ıan los páıses, sin una oferta exportadora suficiente para generar nuevas divisas en abundan- cia, adquirir tecnoloǵıa de punta a fin de ser competitivos más allá de los reducidos mercados internos? ¿Cómo pod́ıa sobrevivir la agricultura en páıses donde todo es- taba dirigido en favor de la industria, incluyendo los subsidios y controles de precios que privilegiaban a los trabajadores urbanos en perjuicio de la pampa argentina, la tierra brasileña o los ejidos mexicanos? ¿Y cómo pod́ıa, en última instancia, soste- nerse la industrialización sin una sólida base agŕıcola, a menos que se ordenara una masiva importación de alimentos con dinero que ya no hab́ıa? Y dado que el campo estaba despoblándose por efecto del dirigismo favorable a la urbe, ¿cómo iban estas economı́as altamente reglamentadas a absorber a millones de nuevos trabajadores?” (A. Vargas Llosa 2004: 81). Datos generales sobre la Década Perdida En nuestro afán por delinear con la mayor exactitud el fenómeno que nos ocupa, so pena de ser reiterativos en algunos extremos, incorporamos algunos datos extráıdos 1Naúm Minsburg, La deuda externa del Tercer Mundo 243 del discurso pronunciado en la Conferencia de Oportunidades para Canadá y América Latina, Universidad de Calgary (Canadá), 6 de mayo de 1991, por Miguel De La Madrid, quien fuera presidente de México (1982-1988): “Independientemente de los factores internos de esta crisis, el deterioro de los términos de intercambio provocó, entre 1980 y 1989, una disminución de más de 20 % en el ingreso real disponible de la región. Las transferencias de recursos al exterior relacionadas con el servicio de la deuda externa representaron un drenaje de cerca de 4 % del producto global regional anual. La contracción económica estuvo acompañada de una muy fuerte baja en la formación de capitales. El coeficiente medio de inversión descendió a una proporción de 16 % del producto bruto en 1983-1989, frente a una cifra del orden de 14 % en el segundo quinquenio de los setenta. Con la crisis y los procesos de ajuste se agravaron los desequilibrios estructurales y las desigualdades en la distribución del ingreso. En el periodo 1981-1989 la dinámica del ingreso per cápita real fue negativa en 19 de los 25 páıses de América Latina y en la mayoŕıa de ellos tal ingreso volvió a los niveles de 1977. El salario mı́nimo real pasó de un ı́ndice de 100 en 1980 a 75 en 1989. Esta situación determinó que el número de personas incluidas en la categoŕıa de pobres se elevara en 1986 a 164 millones, equivalente a 38 % de los hogares, cuando en 1980 esas cifras eran de 112 millones y 35 % respectivamente” (De La Madrid 1991: 145). Hacia mediados de los 80, el gasto público alcanzó en México y en Venezuela, ricos en petróleo, 61 y 57 % del PBI, respectivamente; el Estado venezolano empleaba a casi un millón y medio de personas, el de México a cuatro millones. Contando todos los niveles, el del Brasil casi duplicaba esa cifra2. En resumen, en la Década Perdida, bajaron los ı́ndices de bienestar de los ciu- dadanos, la región perdió posiciones comparativas con el resto del mundo, campo propicio para ajustes macroeconómicos cual ciruǵıa de hierro (Consenso de Wa- shington); “pero nunca se pusieron en práctica las reformas de segunda generación, las que teńıan que ver con la redistribución de la renta y la riqueza”3. 2Joseph L. Love y Werner Baer, “Introduction”, en Liberalization and its Consequences: A Comparative Perspective on Latin America and Eastern Europe, editado por Werner Baer y Joseph L. Love, Northampton, Mas., Edward Elgar, 2000, p. 3. Jesús Eduardo Rodŕıguez, “Marketing Ideas in Venezuela”, en Fighting the War of Ideas in Latin America, editado por John Goodman y Ramona Morotz-Baden, Dallas, National Center for Policy Analysis, 1990, p. 50 (Cit. por A. V. Llosa 2004) 3Joaqúın Estefańıa. “América Latina: otra media década perdida”. El Páıs - 22 de Diciembre, 2002. Domingo. p. 15 244 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Finales de los años 80 América Latina no pudo romper las amarras del subdesarrollo, resiente V. Llosa. Hacia la década de los 80, el PBI latinoamericano per cápita hab́ıa cáıdo a menos de un tercio del nivel registrado en los páıses que forman el núcleo de la Organiza- ción para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), mientras que en 1950 representaba un 45 % del PBI de estas naciones4. La extensión natural, los años 90 -en los que se verificó otra media Década Perdida-, delatan fracturas profundas, pese a que la región cumplió como pocos las recomendaciones más rigurosas de los organismos internacionales. “Las respuestas de los técnicos son múltiples, aunque la mayor parte se pronuncia por una descom- pensación de las tres D : poco desarrollo (los ciudadanos se han enterado poco en su bienestar de los cambios de las poĺıticas económicas); poca democracia (fallan los or- ganismos reguladores institucionales y aumenta la corrupción) y mucha desigualdad (ha crecido exponencialmente en la última década)”5. Crisis mexicana, 1994 La crónica de Joaqúın Estefańıa (1995) registra la preocupación por el efecto de arrastre de este episodio económico-financiero: “El 20 de diciembre de 1994 el peso se devaluaba, estallaba una formidable crisis financiera y el páıs que hab́ıa sido paradigma de milagro económico iniciaba una honda senda descendente, complicada por su coyuntura poĺıtica, de la que aún no se ha recuperado. El efecto tequila (la repercusión de las dificultades mexicanas en cualquier zona del planeta) sembró el temor en los denominados páıses emergentes. Michel Camdessus, director gerente del FMI, sentenció entonces: se trata de “la primera crisis de un mundo nuevo con mercados financieros globalizados. Es la primera crisis económica del siglo XXI”6. 4Alan M. Taylor, “Latin America and Foreign Capital in the Twentieth Century”, en Political Institutions and Economic Growth in Latin America, editado por Stephen Haber, Stanford, Hoover Institution Press, 2000, pp. 124-125 5El Páıs - 7 de Julio, 2002. p. 17 6El Páıs - 17 de Diciembre, 1995. p. 55 245 Consecuencias de la crisis del sureste asiático, 1997 Los efectos de la crisis del sureste asiático serán moderados y se concentrarán principalmente en Brasil, concreta el periodista Fernando Gualdoni: “Entre unas 50 medidas, el Gobierno de Brasil duplicó las tasas de interés para evitar la fuga de capitales y devaluó la moneda nacional -el real-, y tiene previsto modificar la poĺıtica cambiaria y provocar minidevaluaciones mensuales del real, que, según los expertos, está sobrevalorado en un 30 %. Junto a estas medidas de reajuste presupuestario, que también incluyeron el despido de 33.000 funcionarios públicos, la extinción de 70.000 puestos vacantes y la suspensión de nuevos proyectos de infraestructuras, el Gobierno bajó sus expectativas de crecimiento del 4 % al 1,1 % para 1998. Chile es el segundo páıs más perjudicado por la crisis asiática. El 33 % de las exportaciones chilenas se dirige a Asia -más que las de cualquier otro páıs latinoamericano-, y casi la mitad de ese porcentaje, un 40 %, está compuesto por las ventas de cobre. El precio del cobre ya ha cáıdo por debajo de los 80 centavos de dólar por libra. La Cámara Nacional de Comercio de Chile calcula que la crisis de Asia le costará a la economı́a chilena 2.084 millones de dólares. Esta cantidad equivale a alrededor de un 2 % del PIB chileno en 1997”7. Crisis de Asia y Rusia, 1998 América Latina y el Caribe son de nuevo castigados con la crisis financiera en Asia y Rusia, pese a que hab́ıan “hecho los deberes”, advirtió el secretario permanente del Sistema Económico Latinoamericano (SELA), Carlos Moneta. “Chile dejará de recibir este año 2.000 millones de dólares por ventas frustradas de cobre a Asia, México más de 1.000 millones por textiles, el comercio al Paćıfico de Perú se resiente y Venezuela perdió 7.000 millones de dólares por la incidencia de la crisis mundial en el mercado petrolero” (Mercosur 1998: 27). Región sin futuro, otro sexenio perdido Una visión pesimista comenzó a permear en medios de comunicación y ćırculos de poder: “Desde los años 50, Latinoamérica ha vivido un declive incesante, pasando 7El Páıs - 9 de Noviembre, 1998. p. 64 246 Caṕıtulo 4. La Década Perdida de ser una región de futuro a no avizorar ninguno, con la tan citada excepción de Chile. Su participación en la economı́a mundial pasó del 8 % en 1960 al exiguo 4 % del presente, en tanto la pobreza afecta al 43,4 % de su población, según el último informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Esta comisión informó también que el PIB por habitante se mantendrá estancado en un 2 % por debajo del nivel de 1997, con lo que la región ha completado un (otro) sexenio perdido”8. Denis Macshane, ministro británico de Estado para Europa (2002-2005), en, “La UE no debe olvidar a Latinoamérica”, personifica un sentir extendido: “Se ha dicho que los 80 fueron la década perdida de Latinoamérica. Hoy, el riesgo es otro, porque corre el peligro de convertirse en la parte olvidada del mundo. Una nueva generación de dirigentes latinoamericanos comprometidos con los valores democráticos tiene que hacer frente a intolerables presiones internas y nuevas amenazas externas”9. 4.1. Economı́a 4.1.1. Participación de América Latina en el producto global La participación latinoamericana en el producto global mundial fue de alrededor de 7 % en 1980, si bien la crisis la hizo descender a algo menos de 5 % en 1988, indica De la Madrid, “En lo que se refiere a la participación en el comercio mundial, las exportaciones y las importaciones de América Latina representaron cada una alrededor de 6 % en 1980, aunque, como efecto de la crisis, dicha cifra se redujo a 3.9 % y 3.3 %, respectivamente, en el año 1988. Estos indicadores nos dan una pauta para pensar que la recuperación económica de América Latina tendŕıa una repercusión positiva en la economı́a mundial mientras que, por el contrario, la continuación de la crisis puede volverse costosa para la economı́a internacional en su conjunto” (De La Madrid 1991: 150). 8Augusto Zamora R. “Adiós a la América neoliberal”. El Mundo - 27 de Noviembre, 2003. p. 4 9Denis Macshane. “La UE no debe olvidar a Latinoamérica”. El Mundo - 18 de Mayo, 2002. p. 22 4.1. Economı́a 247 4.1.2. Importancia de las materias primas Desmaterialización creciente de la producción Cada vez se requiere menos materias primas por unidad de productos, es decir, avanzamos hacia una creciente desmaterialización de la producción. El cuadro siguiente evidencia una reducción de un 33 por 100 en el uso de materias primas en relación con el producto en los últimos 20 años en la producción japonesa. Figura 4.2: Japón: Industria manufacturera, relación consumo materias pri- mas/producción industrial, 1965-1987. Fuente: Banco de Japón, Economic Statistical Annual, 1985/ Monthly Statistics of Japan, no 317, noviembre 1987 248 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Es significativo el ritmo acelerado de la desmaterialización, el cual se incre- mentó casi seis veces pasando de -0,6 por 100 anual entre 1965-76 a una reducción del uso de Materia Prima/Producto Industrial superior al -3 por ciento desde 1980 (primer gráfico). El efecto de la desmaterialización se manifiesta en la tendencia a la cáıda de los precios reales de las 33 principales materias primas, la mayoŕıa productos de expor- tación del Tercer Mundo. El deterioro es más pronunciado también en los últimos años (segundo gráfico) (Gorostiaga 1992: 21). Figura 4.3: Japón: consumo de insumos industriales (tasas de variación porcentual). Fuente: World Resources Institute, 1987 Figura 4.4: Índice de precios de 33 bienes del Sur. Fuente:World Resources Institute, 1987 4.1. Economı́a 249 Peso de las materias primas El 70 % de las ventas de las diez principales empresas en América Latina (1991), son de productos derivados de los recursos naturales (Mangeney 1991). La explicación última de la cáıda de precios de los productos primarios va más allá, asevera Francisco Alburquerque, economista, Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Cient́ıficas (CSIC), “Refleja actualmente cambios estructurales importantes que tienen que ver, esencialmente, con alteraciones en las preferencias de los consumidores de los páıses industrializados para determinados productos ali- menticios y bebidas; la sustitución tecnológica de otros productos de exportación tradicional latinoamericana; y el aumento de la competencia como oferentes de de- terminados productos -en condiciones frecuentemente subsidiadas- por parte de los páıses desarrollados (Alburquerque 1992: 219-220). A partir de 1997 el comercio mundial registra su mayor cáıda desde 1982, por primera vez en 50 años, la participación de los productos primarios en el intercambio internacional ha cáıdo por debajo del 20 %. Esto trae notorias secuelas en términos de desequilibrios fiscales y de balanza de pagos, incluso de páıses “con buen compor- tamiento”. “Mientras los páıses más ricos se han beneficiado notablemente de este ‘colapso sin precedentes’ de los commodities, con una ganancia de 60.000 millones de dólares en las importaciones del abaratado petróleo durante 1998, las mejoŕıas logradas por América Latina y el mundo en desarrollo en los años anteriores se han visto súbitamente degradadas”10. Pese a los esfuerzos en términos de ajuste externo durante la década anterior, los 80, con miras a obtener saldos superavitarios en el comercio exterior de mercanćıas, los resultados han sido un incremento importante del volumen de las exportaciones, que no han tenido su equivalente en el crecimiento en valor de las mismas ante la importante cáıda de los precios de los productos primarios, y una sensible reducción de las importaciones, lo que está comprometiendo seriamente al propio crecimiento económico. Alburquerque anota: “La cáıda de los precios de los principales productos de exportación de América Latina y el Caribe tiene carácter generalizado. Sólo tres productos (cobre, bananas y zinc) muestran una variación de precios positiva en la década anterior, habiéndose producido cáıdas de enorme envergadura en un número 10El Páıs - 10 de Octubre, 1999. Negocios, p. 16 250 Caṕıtulo 4. La Década Perdida importante de productos que afectan a la región. A ello hay que añadir que tampoco el comercio intrarregional ha podido atenuar este declive. La escasez de divisas, las frecuentes inestabilidades cambiarias y la disminución de los ingresos reales, explican entre otros aspectos la pérdida de importancia del comercio intrarregional en los últimos años. En 1988 el porcentaje de las exportaciones intrarregionales respecto a las exportaciones totales de América Latina y el Caribe (11,2 por 100) es menor que el que exist́ıa 18 años antes” (Alburquerque 1992: 219-220). Figura 4.5: Precios de los alimentos en dólares americanos constantes de 1990. Fuente: Banco Mundial, 1998 Debilidades de América Latina Desde la perspectiva que ofrece el comienzo del nuevo milenio, Castells enuncia los puntos débiles, inercias y persistencias de América Latina: débil inserción en el modelo de producción informacional; falta de flexibilidad organizativa de las em- presas; baja capacidad tecnológica. Recuerda que la mayor parte de exportaciones en la década de los noventa, menos Brasil, corresponden aún a productos agŕıcolas, materias primas y productos extractivos. La exportación de productos manufactu- rados, en todos los páıses, sigue concentrándose en sectores de menor valor añadido (Castells 2006: 33). 4.1. Economı́a 251 4.1.3. Comercio internacional-exportaciones Cambios en el comercio internacional Las modificaciones del comercio internacional, en la percepción de Francisco Sa- gasti, ingeniero y experto en temas de ciencia y desarrollo: “reemplazo del Atlántico Norte por el Paćıfico Norte como el área comercial más importante del mundo; aumento en las exportaciones e importaciones de servicios (finanzas, transportes, seguros, tecnoloǵıa); disminución de la participación relativa de las materias primas en el comercio internacional; irrupción de unos pocos páıses de reciente industrializa- ción como exportadores de manufacturas; y rápido crecimiento de las transacciones que involucran a productos manufacturados y de alta tecnoloǵıa” (Sagasti 1992: 97- 106). El economista José Juan Ruiz, computa: “En los últimos 45 años, el valor de las exportaciones mundiales se ha multiplicado por 100 hasta suponer alrededor de 5.500 millones de dólares anuales. Este fuerte crecimiento de los flujos comerciales se ha traducido en un aumento de la presión competitiva que, tal y como prometieron Adam Smith y Ricardo, ha mejorado la reasignación planetaria de recursos y se ha constituido en uno de los más poderosos motores del crecimiento mundial” (Ruiz 1999: 17). Carlos Zapata, ajusta el cálculo, previendo cambios consecuentes en términos de integración comercial: “Colosal crecimiento de las relaciones comerciales internacio- nales. Una cifra puede ilustrar lo señalado: mientras que el año 1950 las exportaciones mundiales alcanzaban la cifra de 61.200 millones de dólares (a precios corrientes), el año 1989 alcanzó este indicador la suma de 3.033.000 millones de dólares. Este crecimiento colosal de los flujos comerciales acaecido en los últimos 40 años plantea la cuestión relativa a la integración en el mercado mundial de los páıses en v́ıas de desarrollo en general, y de los latinoamericanos en particular de modo completamen- te distinto” (Zapata 1992: 20). Un informe del Banco Mundial reflejaba que la renta per cápita de los páıses en desarrollo abiertos al comercio internacional creció en la década de los noventa en promedio anual un 5 %, frente al 1,4 % de crecimiento de los páıses en desarrollo no abiertos al comercio11. La evolución asiática, constante y reflejo para América Latina, la expone A. Var- 11El Páıs - 21 de Octubre, 2001. Negocios, p. 15 252 Caṕıtulo 4. La Década Perdida gas Llosa, en base a los análisis de Peter Bauer, “en el medio siglo que separa la restauración de los Meiji de la Primera Guerra Mundial, el Japón se encargó de ‘im- portar’ modos y técnicas occidentales, pudo financiar el esfuerzo con recursos reales y logró un progreso significativo. A pesar de unos ‘términos de intercambio’ no más favorables que los de América Latina, y quizá peores, otros páıses fueron capaces de desarrollar una capacidad exportadora con algo de éxito (inclusive a muchas expor- taciones latinoamericanas no les hab́ıa ido mal). La industria del caucho del sudeste asiático sólo nació alrededor de 1900; hacia la década de 1960, representaba cientos de millones de dólares en exportaciones. En la primera mitad del siglo XIX, Hong- Kong era apenas una roca vaćıa; a fines de siglo era un puerto y centro comercial de polendas, y hacia los años 70 ya era un emporio manufacturero” (A. Vargas Llosa 2004: 89). Al tiempo que aumenta el número de Páıses Menos Adelantados y se incrementa la extrema riqueza Teniendo como trasfondo las conclusiones de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Páıses Menos Adelantados (PMA), efectuada en Bruselas en Mayo de 2001, y el informe sobre extrema riqueza en el mundo elaborado por Merril Lynch, Cap Gemini y Ernst & Young, Joaqúın Estefańıa, desde el desconcierto, indica: “Los datos proporcionados son brutales: en 1971, los PMA eran 25; hoy son 49, de los cuales 34 son africanos. Mientras la renta per cápita de los páıses industrializados se sitúa alrededor de los 25.000 dólares, ninguno de los 49 PMA alcanza los 900 dólares, y cuatro de ellos (Sierra Leona, Etioṕıa, República Democrática del Congo y Burundi) apenas llegan a los 150 dólares. El 80 % de la población del planeta no dispone de protección social. Los PMA reciben tan sólo el 0,5 % de las inversiones directas mundiales. En la conferencia también se recordó que sólo cinco páıses del mundo (Suecia, Luxemburgo, Holanda, Dinamarca y Noruega) destinan a ayuda al desarrollo el 0,2 % del PIB, y los páıses de la OCDE -los más ricos del mundo- han reducido esa ayuda a la mitad en la última década. Paralelamente, se conoćıa el informe sobre la extrema riqueza en el mundo, que desde hace unos años elaboran Merril Lynch, Cap Gemini y Ernst & Young. El in- cremento medio de los grandes patrimonios en el mundo ha sido del 375 % desde 4.1. Economı́a 253 1986; en 2000, las cáıdas bursátiles han provocado que las grandes fortunas crecieran sólo un 6 %, frente al 18 % de un año antes. En el mundo hay 7,2 millones de per- sonas que poseen patrimonios superiores a un millón de dólares en activos ĺıquidos, excluyendo los bienes inmobiliarios, y 57.000 ciudadanos cuyos patrimonios superan los 30 millones de dólares (un 3 % más que un año antes)”12. En el plano comercial: “Los llamados páıses de la tŕıada, Estados Unidos, Japón y la CE, acaparan el 76 % del comercio mundial a principios de los años noventa, contra el 55 % en 1981. Una buena parte de ese comercio es el que realizan las 35.000 compañ́ıas transnacionales que actúan en el planeta”13. Deriva autoritaria y economı́a Frente a los más que evidentes desequilibrios -parte de ellos prevenibles, cuando no evitables, sumado a altos niveles de acceso y manejo de información por par- te de una población progresivamente “empoderada”-, el recurso a sacrificar ciertas prerrogativas ćıvicas en el altar de la seguridad, de la “v́ıa rápida”, corolario de la impotencia, ha sido documentado en reiteradas ocasiones por macro-encuestas re- gionales. A. Vargas Llosa realiza un relato de las consecuencias de tales experiencias en el pasado reciente: “Las dictaduras en el Brasil, en la Argentina, en el Uruguay que pretendieron combinar autoritarismo poĺıtico y mercados libres remit́ıan a una larga tradición de autoengaño: representaban la ĺınea que América Latina ya hab́ıa seguido en los siglos XIX y XX antes del despunte del nacionalismo económico. Los resultados fueron, como siempre, llamativos por afuera, en algunos casos con altas tasas de crecimiento por las inversiones dirigidas y el aumento del comercio, pero por adentro frustrantes, ya que no tuvo lugar una radical modificación de la forma en que estaba organizada la sociedad (. . . ) El ejército brasileño tomó el poder en la década de 1960 (. . . ) El esfuerzo estuvo dirigido hacia la inversión en infraestructura presas, carreteras, plantas hidroeléctricas, y hacia la industria ligera y pesada, con el propósito de reemplazar la oferta internacional del Brasil, compuesta de materias primas tradicionales, por bienes manufacturados. La inversión pública fue utilizada de manera directa para promover a ciertos sectores por ejemplo, los materiales para 12Joaqúın Estefańıa. “La globalización mutilada”. El Páıs - 20 de Mayo, 2001. Domingo, p. 9 13Carlos Celaya. “Fuera de ruta”. El Páıs - 26 de Diciembre, 1993. Negocios, p. 3 254 Caṕıtulo 4. La Década Perdida el transporte y hubo activas alianzas entre las autoridades poĺıticas y ciertos intere- ses empresariales y laborales14. El “milagro” brasileño exhibió muy altas tasas de crecimiento entre mediados de los años 60 y 1980. Hacia mediados de los años 70, los bienes industriales constitúıan casi una tercera parte de todas las exportaciones, lo que no está mal para un páıs conocido, hasta entonces, por su azúcar, su café y sus plátanos. La tendencia continuó en la década de 1980, ya en democracia, de modo que para los primeros años de la década del 90 la industria representaba el 38 % del PBI del Brasil. La Argentina también experimentó las llamadas dictaduras de “libre mercado” entre 1966 y 1973. Fueron eliminadas algunas barreras comerciales, hubo recorte de gastos en el sector público, se puso un techo firme a los salarios y fueron ven- didas algunas empresas públicas, mientras se libraba una guerra sin cuartel contra la insurrección izquierdista. El Uruguay, por su parte, experimentó un autoritaris- mo rampante en la década de 1960, y hacia 1973, abandonando toda pretensión de gobierno civil, los militares tomaron el poder. Se realizó un programa de reformas similar al que tuvo lugar en la Argentina. Una serie de elementos ilustran la debi- lidad de esos “milagros”. Los flujos de capital extranjero fortalecieron las monedas locales, abaratando las importaciones y encareciendo las exportaciones. Una vez que esto ocurrió y que tanto las mayores importaciones como los pagos del servicio de la deuda supusieron una importante salida de divisas, los gobiernos, en lugar de dejar que las monedas se depreciaran de acuerdo con las fuerzas del mercado para que reflejaran y por tanto corrigieran los desequilibrios, mantuvieron tipos de cambio altos. El consumo superó por mucho a la inversión. Sin reformas estructurales, y con impuestos que crećıan para mantener los altos gastos fiscales, las industrias locales tuvieron dificultades para competir con las importaciones” (A. Vargas Llosa 2004: 203). Por su perfil paradigmático incorporo in extenso las reflexiones de Vargas Llosa: “Nada revela mejor la naturaleza ilusoria de la dictadura ‘capitalista’que el hecho de que, aun creyendo en la empresa privada, ella percibiera el progreso como un 14Victor Bulmer-Thomas, “Economic Performance and the State in Latin America its Conse- quences: A Comparative Perspective on Latin America and Eastern Europe, editado por Werner Baer y Joseph L. Love, Northampton, Mas., Edward Edgar, 2000, p. 32. Werner Baer, The Brazilian Economy: Growh and Development, Westport, Ct, Praeger 1995 p. 3 (Cit. por A. V. Llosa 2004) 4.1. Economı́a 255 programa estatal. Múltiples acciones gubernamentales, incluidas las barreras comer- ciales supérstites y las licencias de importación, hab́ıan perpetuado viejos hábitos rentistas. El crecimiento estad́ıstico vieja maldición latinoamericana fue significativo en el caso del Brasil. Pero tres cuartas partes del aumento de los ingresos fueron absorbidos por el diez por ciento más rico de la población brasileña: la realidad que se agazapaba detrás del crecimiento estad́ıstico era la concentración, no la disper- sión, de la riqueza. Hacia comienzos de los años 90, el ingreso per cápita de muchos estados del Nordeste brasileño representaba la mitad del promedio nacional -2.900 dólares-, mientras que en las regiones más avanzadas alcanzaba tres veces ese pro- medio”. Para el caso el autor utiliza el término anglosajón rent-seeking (literalmente “búsqueda de rentas”), “que describe la competencia entre intereses privados por ‘rentas’ originadas en las decisiones del Estado que benefician a algunos a expensas de otros, fue usado por primera vez por Anne Krueger en su ensayo “The Political Economy of Rent-Seeking”15. Como hab́ıa acontecido en la etapa final del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, bajo las botas militares de los años 60 y 70 lo que tuvo lugar no fue el capitalismo liberal. Estirando un poco los conceptos, podŕıa decirse que las reformas pseudoca- pitalistas consolidaron, en lugar de atenuar, el corporativismo, el mercantilismo de Estado, el privilegio, la transferencia de riqueza y la ley poĺıtica. “Cuando las cosas van mal pero parecen ir bien, pueden ser peores que cuando están mal y además lo parecen” (205). Entre la década de 1950 y la de 1980, las dictaduras latinoamericanas elevaron el gasto público un 13 % cada año, dos veces más que las democracias16. Abrupta disminución de los aranceles. Competitividad Salvador Arriola, Secretario permanente del SELA, atestigua uno de los cambios en poĺıtica económica más señalados: “A mediados de los años 80, el promedio de los aranceles de la región frente a terceros era del 50 %. A principios de los 90, en menos de cinco años, el promedio de aranceles hab́ıa sido reducido al 15 %. Las barreras no 15Anne Krueger, “The Political Economy of Rent-Seeking”, The American Economic Review, vol. 64, 1974, pp. 291-300 16Las cifras pueden consultarse en el Monthly Financial Statistics 1954-85, International Mone- tary Fund, Washington D.C. 256 Caṕıtulo 4. La Década Perdida arancelarias cubren hoy menos del 4 % del total de las importaciones de la región, en comparación con el 30 % a mediados de los 80. Por otra parte, las poĺıticas de subsidios fueron ampliamente desmanteladas”. Arriola, a su vez, señala las dificul- tades para sostener la competitividad exigible: “Es dif́ıcil mantener el discurso de la competitividad cuando nuestros exportadores tienen que enfrentar en sus páıses altas tasas de interés, bajos niveles tecnológicos, mano de obra poco calificada e in- fraestructura deficiente, mientras que los competidores de los páıses industrializados se benefician de subsidios y de una supervisión bastante laxa de los organismos in- ternacionales. Se ha dicho que las barreras comerciales de los páıses industrializados “cuestan” 500.000 millones de dólares a los páıses en desarrollo. El costo es también muy alto para las propias economı́as industrializadas: las estimaciones de la OC- DE indican que las subvenciones agŕıcolas representan, en promedio, el 45 % de los precios internos, es decir 170.000 millones de dólares al año (Arriola 1993: 7, 9). Aumento de intercambios y exportaciones Abraham E. Lowenthal17, una autoridad reconocida en lo que a relaciones entre Estados Unidos y América Latina se refiere, director en su momento del Programa Latinoamericano del Woodrow Wilson Center, documenta cómo las poĺıticas de libre comercio galvanizaron finalmente, aśı como el intercambio entre América Latina y Europa, Asia y, particularmente, los Estados Unidos. “Hacia 1997, América Latina era el destino de casi 20 % de las exportaciones estadounidenses y los Estados Unidos exportaban más bienes al Brasil que a la China, más a la Argentina que a Rusia, más a Chile que a la India y dos veces más a América Central y el Caribe que a Europa Oriental. A su turno, las exportaciones latinoamericanas destinadas a los Estados Unidos crecieron más del doble en la década de 1990, mientras que Asia y Europa vieron crecer sus exportaciones al mercado estadounidense no más de un 10 %. Durante los años de las reformas, las exportaciones de las siete mayores economı́as de la región experimentaron un aumento de 80 % y vaya milagro México, la Argentina, Chile, Colombia y los páıses de América Central fueron capaces de aumentar sus cuotas de mercado internacionales (A. Vargas Llosa: 207). 17Abraham E Lowenthal, “United States-Latin American Relations at the Centurys Turn: Ma- naging the Intermestic Agenda”, en The United States and the Americas: A Twenty-First Century View, editado por Albert Fischlow y James Jones, Nueva York, Norton, 1997, p. 115 4.1. Economı́a 257 Figura 4.6: América Latina: pagos de factores al exterior, 1960-1989. Fuente: Cepal, 1992 Exportaciones latinoamericanas a China Desde la “cuenta de resultados” a mediano plazo, la apertura, efecto de las re- formas, integra nuevos actores, “Brasil es el principal exportador latinoamericano a China, con ventas por 4.533 millones de dólares en 2003, un 79,9 % superiores a las de 2002. Le env́ıa no sólo materias primas como soja, hierro, celulosa, o carne av́ıcola sino también manufacturas como coches pequeños y aviones de vuelos domésticos. China se ha convertido en el segundo destino de las exportaciones brasileñas. Por su parte, “China importó el año 2003 de Argentina art́ıculos por valor de 2.659 millones de dólares (143,4 % más que en 2002), de Chile por valor de 1.941 millones (58,5 %), de Perú por 675 millones (13,1 %) y de México por 509 millones (11,7 %). El 85 % de los env́ıos desde Argentina consiste en soja y sus derivados, como las harinas y los aceites. También le ha comprado pieles, lanas y hasta componentes de automoción. En Chile se ha surtido de cobre y pulpa de madera. En Perú, de hierro”18. 4.1.4. Inversión extranjera en América Latina Una revisión histórica preliminar, preámbulo del punto siguiente. A principios del siglo XX, por influjo del positivismo, la inversión extranjera se abalanzó sobre Améri- 18Alejandro Rebossio “El Dragón Rojo hecha una mano”. El Páıs - 23 de Mayo de 2004. Negocios, p. 19 258 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Figura 4.7: Distribución de las exportaciones hacia China en 2003. Cepal. El Páıs - 23 de Mayo de 2004, Negocios, p. 19 ca Latina, ávida de participar en la economı́a exportadora, en la naciente industria del transporte y en la banca, recuerda A. Vargas Llosa, “Luego, el Perú diversificó su base exportadora con el algodón, el azúcar y el cobre, Colombia empezó a expor- tar abundante café y Bolivia vendió estaño al por mayor. Hacia fines de la década de 1920, las exportaciones primarias y los recursos naturales en general confeŕıan a América Latina una participación de casi 10 % en el comercio mundial. Este modelo “abierto”, duró hasta 1930, cuando el nacionalismo económico, que hab́ıa hecho sus primeros avances en los tiempos de la Primera Guerra Mundial, se apoderó del alma latinoamericana. Un examen más atento revela que, durante la era del “libre co- mercio” y la bonanza exportadora, el Estado y la clase dirigente parasitaria jugaron el papel depredador de costumbre. Se decretó una alta dosis de protección contra las importaciones, cuyo resultado equivalió a un lastre impositivo para la economı́a exportadora. Las poĺıticas agraria y laboral confirieron dádivas arbitrarias a sus alle- gados, a expensas de los pobres, y restringieron la movilidad social. Muchas áreas de la economı́a fueron sacrificadas, bajo la mentalidad de la suma cero, para subven- cionar el transporte y la educación. Excepto Colombia, donde florecieron pequeñas y medianas empresas, el poder del Estado se esforzó en desincentivar la difusión de la propiedad y la empresa entre los desposéıdos. Numerosos reglamentos orientados a “administrar” la oferta de productos de exportación para sostener los precios limi- 4.1. Economı́a 259 taron la libertad de los productores. En Cuba, por ejemplo, donde hab́ıa prosperado el azúcar gracias a miles de contratos privados que reflejaban minuciosamente las costumbres y usos de los individuos, y que permit́ıan mı́nimos costos de transacción, el Estado impuso cuotas y restricciones a la producción, lo que a la larga afectó la participación del páıs en los mercados internacionales. La era de la bonanza exportadora demostró que poseer abundantes recursos natu- rales puede suponer una bendición a medias, y a veces una maldición. Las economı́as depend́ıan de los volátiles precios de sus materias primas, pues la tendencia general era la ausencia de diversificación. La llamada “enfermedad holandesa” se abatió sobre las diversas repúblicas: el dinero que ingresaba gracias a las exportaciones elevaba los precios de los bienes locales no transables y provocaba un vuelco del tipo de cambio, lo que perjudicaba a la industria, cuya capacidad de adaptación era pobre debido a sus altos costos, derivados del intervencionismo estatal. Y, lo que es mucho más significativo, la bonanza exportadora inyectó vida a las tradicionales relaciones Estado-individuo” (201). Inversión, transferencias de dinero, flujos financieros Otro de los hitos del reformismo estructural latinoamericano fue la liberalización financiera. Significó reducción del monto de los encajes bancarios y fijación de requi- sitos mı́nimos de capital; fueron eliminadas las restricciones que afectaban las tasas de interés, suprimidos los impedimentos a la inversión extranjera. Por otro lado, lo anterior coincide con otro efecto de la globalización de las finanzas -insuficientemente conocido-: la erosión del papel hegemónico de la banca comercial y de los organis- mos financieros internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial). Ya en el periodo 1989-1992, la banca comercial sólo registraba 14 % de los flujos de inversiones extranjeras en la región, frente a 40 % en manos de otros sectores especu- lativos (Melgar 1995: 50). Carl Dieter Spranger, ministro de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania, manifestó: “Para la mayoŕıa de las naciones en desarrollo el capital privado se ha transformado en los últimos años en la mayor fuente de finan- ciación y ha superado ampliamente al monto de la ayuda que les brindan los páıses ricos en el marco de la cooperación para el desarrollo (ODA). En 1990, estos páıses recibieron del capital privado cerca de 50 mil millones de dólares, una suma igual a la 260 Caṕıtulo 4. La Década Perdida de la ODA. En 1996, el capital privado que afluyó a los mismos páıses llegó a 224 mil millones de dólares, cinco veces más que la suma recibida como ODA” (MERCOSUR 1998: 12). En Chile, la poĺıtica pública tuvo una función reguladora, en particular, mediante el impuesto a la entrada de capitales a corto plazo, para frenar la especulación financiera y el contagio de crisis de los mercados financieros globales. Esta poĺıtica es hoy tomada como modelo por muchos páıses (Castells 2006: 78). Figura 4.8: Internacionalización de la banca latinoamericana 2000-2001 (porcentaje de activos que representan los bancos controlados por capital extranjero). Fuente: BBVA Transferencia de dinero Norte-Sur; Sur-Norte El economista argentino Aldo Ferrer da cuenta de un hecho de la mayor impor- tancia en economı́a internacional: la dirección cambiante de los flujos de dinero y su correlación con el desarrollo de los páıses menos favorecidos y emergentes: “Hasta 1981, la transferencia de dinero del Norte al Sur ascend́ıa a US $ 43 mil millones. En la década de los ochenta la corriente cambió de signo; en 1989 se registró un movimiento del Sur al Norte de entre US$ 50 y 60 mil millones. En América Latina, el drenaje de recursos durante la década de 1980 representó el 4 por 100 del ingreso de toda la región. En 1991, por primera vez en una década, se reinició una transfe- rencia positiva ($ 6.7 mil millones). La inseguridad prevaleciente y la activa poĺıtica 4.1. Economı́a 261 de captación de depósitos de la banca privada internacional agravaron el problema endémico de la fuga de capitales en numerosos páıses en desarrollo. Por otra parte, la Ayuda Oficial al Desarrollo concedida por los páıses industriales sólo alcanza al 0.3 por 100 de su ingreso total. En el caso de los Estados Unidos, la AOD tiene un alto componente de ayuda militar. La transferencia de recursos tiene un comporta- miento inverso al necesario para promover el desarrollo sostenible de la economı́a internacional” (Ferrer 1991: 50). Inversión Extranjera Directa Plano general De lo sucedido en el decenio de 1980 en relación con la inversión extranjera directa resaltan los acontecimientos siguientes: El monto de la inversión extranjera directa en el mundo se triplicó y pasó de 500.000 millones de dólares en 1980 a 1.500.000 millones. La Comunidad Económica Europea se convirtió en la fuente más importante de las corrientes de inversión extranjera directa: 39.000 millones de dólares por año durante el periodo 1985-1989. Estados Unidos se transformó en el páıs que recibió más inversión extranjera: 329 000 millones de dólares en 1988. El Japón sextuplicó su inversión extranjera, que llegó a los 111 000 millones de dólares. Cerca de 80 % de las corrientes mundiales de Inversión extranjera se con- centró en los Estados Unidos, la CEE y el Japón (Mortimore 1992: 57). Referente comparativo: Asia En tiempos de las reformas estructurales, tras ellas y a pesar de ellas, la tasa promedio de inversión en América Latina no superó el 21 % del PIB, mientras que la del Asia oriental fue dos veces superior (desde 2000, la tasa de inversión latinoamericana ha sido mucho más baja: en muchos casos alrededor de 15 %). Por tanto, la acumulación de capital registró durante los años 90 (excepto en Chile y Costa Rica) una tasa de crecimiento menor que entre 1950 y 1980, la era 262 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Figura 4.9: Mejoran las cuentas de América Latina. Fuente: Cepal del nacionalismo económico: el Brasil, México, la Argentina y el Perú no alcanzaron siquiera una tasa anual de 3 %19. En contrapunto y referido a atractivo para la inversión, el Informe Inversión extranjera en América Latina y el Caribe de la CEPAL y del Banco Mundial, arroja las siguientes observaciones: “A diferencia de Asia, cuya crisis provocó una cáıda de la inversión directa, Latinoamérica ha mantenido su atractivo hasta el punto de que en 1998 obtuvo 76.727 millones de dólares, es decir, el 41 % de los flujos destinados a páıses en desarrollo. El porcentaje es similar al destinado a Asia, un continente mucho más poblado. En 1998, la inversión europea en América Latina rebasó, en unos 7.000 millones de dólares a la estadounidense”20. Un ejemplo de las variaciones-turbulencias a la que es afecta América Latina, lo simboliza cambios como estos: “A partir del año 2000 la inversión extranjera ha sufrido una cáıda brusca, y entre enero y agosto de 2003 se contrajo un 31 % respecto del mismo peŕıodo del año anterior, con un total de 837 millones de dólares (652 millones de euros)”. “La inversión extranjera no se ha recuperado en América Latina, a pesar de que hay signos positivos en otras partes del planeta”, explica 19Sebastian Edwards, “The Disturbing Underperformance of the Latin American Economies”, preparado por el Sol M. Linowitz Forum, Décima Sesión Plenaria del Diálogo Interamericano, enero 1997, p. 3. André Hofman, “Economic Growth and Performance in Latin America”, Santiago, Chile, United Nations Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC), 2000. Este documento forma parte del proyecto “Growth, Employment and Equity: Latin America in the 1990s”, financiado por el Estado holandés, p. 21. (Cit. por A. Vargas Llosa 2004) 20“Europa supera a Estados Unidos en inversiones en Latinoamérica”. El Páıs - 27 de Enero, 2000, p. 60 4.1. Economı́a 263 Figura 4.10: Radiograf́ıa financiera de una región. Fuente: Cepal. El Páıs - 27 de Enero, 2000, p. 60 264 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Figura 4.11: Inversión directa por regiones. Fuente: Institute of International Finance Inc. Febrero, 2004 Michael Mortimer, investigador de la Comisión Económica para América Latina y Caribe (CEPAL) y autor de un estudio sobre la inversión española en la región. La exposición “es muy grande y está concentrada en el Cono Sur (Brasil, Argentina, Chile) y México”, agrega Mortimer. “En valores de 2002, cada una de las empresas citadas tiene en América Latina entre el 38 % (Telefónica) y el 23 % (Endesa) de sus ventas totales. Las graves dificultades que algunas de estas compañ́ıas atraviesan en páıses como Argentina, Brasil o Perú están teniendo consecuencias de distinto calibre en las filiales de toda la región”21. Las malas poĺıticas, no la carencia de circulante, impiden una “capitalización” sostenible, aśı lo entiende A. Vargas Llosa, “A pesar de las cataratas de dinero que hicieron caer sobre América Latina los gobiernos y la banca internacionales en los años 70, las tasas de inversión no superaron el 16 % del PBI, mientras que otras zonas subdesarrolladas, como el Asia, cosquilleaban el 25 %22. El problema no era la falta de dinero, que abundaba: más bien, un sistema que haćıa imposible acumular capital de un modo sostenido (la fuga de capital era, a la vez, consecuencia de las malas poĺıticas y causa, entre otras, de la insuficiente acumulación). No sorprende que las asfixiantes distorsiones que abortaban la acumulación de capital desalentaran la inversión y fueran responsables de un crecimiento del ingreso per cápita de apenas 0,5 % durante las décadas de 1970 y de 1980, seis veces menos que el Asia” (A. Vargas Llosa 2004: 88). 21Francesc Relea. “El Rey presenta a España en Chile como puente hacia Europa”. El Páıs - 16 de Enero, 2004, p. 21 22Alan M. Taylor, “Latin America and Foreign Capital in the Twentieth Century”, en Politi- cal Institutions and Economic Growth in Latin America: Essays in Policy, History, and Political Economy, editado por Stephen Haber, Stanford, Hoover Institution Press, 2000, p. 139 4.1. Economı́a 265 Atractivos para la inversión, polos De ida y vuelta. Al igual que en los 70, en los 90 se reprodujo el patrón (particularmente en Argentina, el Brasil, México y el Perú): una lluvia de capitales extranjeros, acompañada por una tasa de cambio sobrevaluada que acarreó abundancia de importaciones baratas, con la consiguiente pérdida de confianza, salida igualmente masiva de capitales, hasta desembocar en una flagrante recesión. “Hacia mediados de los 90, los flujos de capital destinados a América Latina equivaĺıan a 5 % de su PIB, la mitad en inversiones directas y la mitad en carteras de inversión indirectas; en 1996, sólo la inversión extranjera directa neta ascendió a más de 35 mil millones de dólares y hacia 1999 rozó los 80 mil millones de dólares, de los cuales más del 80 % fue a parar a las tres economı́as principales. Entre 1993 y 1996, la inversión directa de las compañ́ıas estadounidenses en América Latina creció 40 %, arrojando un total acumulado de 144 mil millones de dólares, 18 % de toda la inversión estadounidense en el exterior. Más de la mitad de la participación estadounidense en las economı́as latinoamericanas se concentró en las finanzas, y 28 % en la industria, pero en el caso puntual del Brasil, donde la inversión estadounidense creció 55 % entre 1993 y 1996, el porcentaje relacionado con la industria fue bastante mayor. Los inversores no cab́ıan en śı de optimismo por América Latina. A lo largo de los 90, casi 400 mil millones de dólares de capital se precipitaron hacia una región de la cual el dinero, al igual que sus emigrantes, hab́ıa escapado frenéticamente en años anteriores a bordo de cualquier artefacto flotante. En la activa segunda mitad de la década, Brasil, Argentina, México y Chile fueron los principales destinos de la inversión extranjera directa (. . . ) La fiebre de las privatizaciones ayudó a América Latina a captar un flujo masivo y diversificado de inversiones extranjeras. Hacia el final de la década, las corporaciones multinacionales teńıan una participación de 38,7 % en las ventas de las principales 500 empresas de la región. Las más numerosas eran las compañ́ıas estadounidenses, pero muchas corporaciones alemanas (10,6 %), españolas (10 %), francesas (9,2 %), e italianas (5 %) también eran de la partida23. Las inversiones europeas sumaban, en conjunto, más que las estadounidenses, mientras que a comienzos de los años 90 éstas superaban a aquéllas por una diferencia de 8 a 23Maura de Val, La privatización en América Latina, Madrid, Editorial Popular, 2001, p. 45. “La inversión directa europea en América Latina: los créditos de la apertura y privatización”, Sistema Económico Latinoamericano (SELA), Caracas, junio, 2000. (Cit. por A. V. Llosa 2004) 266 Caṕıtulo 4. La Década Perdida 1” (A. Vargas Llosa 2004: 221, 236). Según la UNCTAD, los ı́ndices de entradas efectivas y de potencialidad de atrac- ción, elaborados entre 1998 y 2000, muestran otros páıses a la cabeza de la región. El indicador de entradas efectivas coloca a Bolivia en primer lugar latinoamericano y décimo en el mundo. Este pobŕısimo páıs andino capta tres veces más IED que lo que se supondŕıa por su tamaño. Las inversiones de Repsol YPF y la brasileña Petrobras en los nuevos yacimientos de gas lo hicieron posible. Le siguen Panamá (puesto 14 en el mundo), Chile (17), Guyana (19), Jamaica (26), República Dominicana (31), Ar- gentina (37), Brasil (42), Ecuador (45), Bahamas (48), El Salvador (50) y Venezuela (51), todos con entradas superiores a lo que podŕıa esperarse en función de su PIB. El informe agrega que, en términos absolutos, México fue el páıs latinoamericano que más inversiones foráneas captó en 2001: 24.730 millones, el 35 % del total. Brasil atrajo 22.636 millones de dólares, el 32 % del total regional. EI gigante suramericano sostuvo el ingreso de capitales movidos por el gran mercado interno de 160 millones de habitantes. Argentina, arrastrada por su profunda crisis económica, atrapó solo 3.181 millones, el 4 % menos que Chile (6 %)24. El canadiense Denis Bélisle, director ejecutivo del Centro Internacional de Comer- cio, sugiere la creación de ambientes propicios para la atracción de inversión foránea dirigida a la producción de exportaciones. “Esto abarca adecuados incentivos, un régimen de comercio exterior estable, la posibilidad de repatriar el capital, el acce- so a los mercados y la competitividad internacional”. Pone como ejemplo a Chile, China e India25. De hecho el elemento que ha sustentado dos años de crecimiento sobre el 4 % en Perú ha sido la inversión extranjera directa (IED), que ha pasado de representar 2.390 millones de dólares en 2002 a 4.800 millones en 2004. Esta inversión se basa en las reservas gaśıferas de la zona de Camisea y en el descubrimiento de minas de oro y cobre en el sureste del páıs. De hecho, la inversión comprometida para este año destinará 2.000 millones de dólares al desarrollo de cada uno de estos dos proyectos26. Respecto de polos de atracción, de “opciones preferenciales” para la inversión, el economista Jeffrey Sachs, observa: “Las multinacionales europeas invierten fuer- 24El Páıs - 29 de Septiembre, 2002. Negocios, p. 18 25El Páıs - 14 de Abril, 2002, p. 18 26Fernando Cano. “Perú muestra su nueva cara”. El Páıs - 4 de Abril, 2004. Negocios, p. 17 4.1. Economı́a 267 temente en las cercanas Polonia, Hungŕıa y República Checa, pero no mucho en Rumania, Ucrania o Rusia, que están más alejadas. Invierten en páıses de África del norte, como Túnez y Egipto, pero no mucho en el África subsahariana. En Asia, las inversiones en el exterior realizadas por las empresas de Taiwán fluyen hacia las pro- vincias costeras de China, no hacia el interior pobre. Japón invierte principalmente en los páıses vecinos del este de Asia, más que en la distante India”. Sobre el área americana, el autor, sostiene: “El principal problema de la globalización es que buena parte del mundo en v́ıas de desarrollo no forma parte del proceso. En América, la inversión extranjera directa se concentra fuertemente en México, partes de América Central y el Caribe; es decir páıses cercanos a Estados Unidos”27. Chile, aumento significativo de la inversión El peso de la evidencia, para el caso de Chile, en la convicción del sociólogo Manuel Castells, se sitúa en las condiciones de estabilidad institucional y monetaria que redundan en un aumento significativo de la inversión, que pasó del 19 % del PIB en 1984-89 al 28 % del PIB en 1990-98 y al 27 % en 1999-2001. “La inversión extranjera aumentó también, a un nivel del 5 % del PIB en los 90 y, a diferencia de lo que ocurrió en la década los ochenta, no fue para comprar empresas privatizadas sino para participar en proyectos nuevos en diversos sectores, tanto de tecnoloǵıa, como de mineŕıa, recursos naturales, y servicios, en particular financieros” (Castells 2006: 78). Derechos y deberes de los inversores La denominada Doctrina Calvo que los páıses latinoamericanos tradicionalmente defendieron -toma su nombre de un diplomático argentino del siglo XIX-, según la cual, la soberańıa de los Estados primaba sobre los derechos de los inversores, quienes deb́ıan recibir el mismo trato que los nacionales del páıs receptor de la inversión y aceptar que las controversias con este último fueran resueltas por sus órganos juris- diccionales. En consecuencia el inversor renunciaba a la protección diplomática del Estado de su nacionalidad. De más está decir que no resultaba satisfactoria para los 27El Páıs - 8 de Julio, 2001. Negocios, p. 2 268 Caṕıtulo 4. La Década Perdida inversores extranjeros y fue objeto de múltiples objeciones. La controversia la resol- vieron dos instrumentos juŕıdicos: la Convención de Washington de 1965 que creó el CIADI como foro de resolución de controversias y la firma -a falta de un acuerdo multilateral-, de acuerdos bilaterales para la promoción y protección rećıproca de inversiones (los APPRI) aceptando que, en caso de controversia, el inversor pueda acudir al arbitraje internacional.28 Impacto de las crisis latinoamericanas en los Estados Unidos Quien fuese subsecretario adjunto del Departamento del Tesoro de EEU, recono- ce: “En lugar de fluir capital de los ricos hacia los pobres, fue de los pobres a los ricos, la mayor parte de él a Estados Unidos, cuyo ı́ndice de entrada de capital es ahora el mayor que jamás haya tenido un páıs en ningún momento de la historia. La economı́a estadounidense pasó a ser -y sigue siendo- una gigantesca aspiradora que absorbe to- do el capital de inversión disponible del mundo. En consecuencia, Estados Unidos ha podido invertir mucho más de lo que ahorra”29. Esto justifica las aprensiones de cara a los altibajos de la economı́a latinoamericana, “Varios expertos aseguraron que la cáıda de los mercados bursátiles de América Latina y la desaceleración del creci- miento económico de la región tendrán un impacto negativo sobre Estados Unidos 20 veces superior al de la actual crisis de Rusia. Para empezar, dicen los expertos, los bancos comerciales estadounidenses tienen préstamos en América Latina por unos 15 billones de pesetas frente a los 1,2 billones que tiene Rusia. Añadido a esto, la región absorbe el 50 % de los créditos internacionales de los bancos estadounidenses”30. 4.1.5. Deuda Externa Despuntando la década de los 90, Carlos Celaya hace un escrutinio de lo que significa el peso de la deuda, su descargo, entre los páıses más débiles al interior del sistema internacional: “La marginación del comercio ha creado grandes déficit en las balanzas de pagos. Financiarlos ha implicado para la mayoŕıa de estas naciones 28Eduardo Rodŕıguez Rovira. “La protección de las inversiones españolas en el exterior”. El Páıs - 28 de Septiembre, 2003.Negocios, p. 6 29J. Bradford De Long. “Los más ricos se hacen aún más ricos”. El Páıs - 1 de Febrero, 2004. Negocios, p. 2 30El Páıs - 2 de Septiembre, 1998, p. 45 4.1. Economı́a 269 pasar de una deuda de 14.000 millones de dólares a más de 130.000 millones en el plazo de 15 años. Para todos ellos, el servicio de la deuda les supone abonar cada d́ıa 2.000 millones de pesetas, es decir, el 75 % de lo que producen en esas 24 horas. Bangladesh, con una deuda de 12.000 millones de dólares, es uno de los páıses que más debe en este conjunto. El servicio de la deuda de Guinea supone un 148 % de lo que produce, poco si se compara con Mozambique, ya que este páıs tiene que pagar anualmente, como intereses y capital, más de tres veces y media lo que produce al año”31. José Vidal Beneyto en el art́ıculo “El club de la mentira” (2001), aporta: “En junio de 1996 en Lyon, el G-7 nos anunció que iba a reducir la deuda en el 80 %. En junio de 1999, en su reunión de Colonia, extendió la programada reducción al 90 %. ¿Dónde estamos hoy? Según datos del PNUD, la deuda total de los páıses del Tercer Mundo supera ya los dos billones de dólares, a pesar de que reembolsan cada año más de 200.000 millones de dólares, y de que el costo de ese reembolso para el África Subsahariana es cinco veces superior a sus presupuestos de salud y de educación. Por lo demás, entre 1982 y 1998 los páıses del sur pagaron casi cuatro veces sus deudas para encontrarse al final de ese periodo con un importe deudor casi tres veces superior al que teńıan en 1982”. Jaime Atienza A. por su parte, en: “Condonación y desarrollo” (1999), explica: “El Tercer Mundo ha pagado en 1997 a bancos, Estados e instituciones internacionales cinco veces más de lo recibido en concepto de ayuda (que está muy lejos del prometido 0,7 % del PIB): 250.000 millones de dólares. Mientras, sólo 21.000 millones de dólares anuales seŕıan necesarios para conseguir la enseñanza, la salud y la nutrición de toda la población mundial, de acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano publicado por el PNUD en 1998”. Hace tan sólo una década (1982), comenta Carlos Zapata, “el endeudamiento total de los páıses en v́ıas de desarrollo alcanzaba a 0,53 billones de dólares. En 1990 alcanzó a la cifra de 1,2 billones. La relación de servicio de esa deuda y exportaciones llegaba en este último año a 16 %. En el caso latinoamericano la situación no es menos dramática. Para esos mismos años la deuda pasó de 189 mil millones a 423 mil millones de dólares con una relación de servicio de la deuda a exportaciones de 35 %, es decir, más del doble de la observada para el conjunto de páıses en v́ıas de 31Carlos Celaya. “Fuera de ruta”. El Páıs - 26 de Diciembre, 1993. Negocios, p. 3 270 Caṕıtulo 4. La Década Perdida desarrollo. A ráız de esa situación, América Latina ha transferido por concepto de su deuda externa la suma de 350 mil millones en los años 80, llamada la “década perdida”. Dichas transferencias junto al continuo crecimiento del endeudamiento externo latinoamericano han obligado al subcontinente a poner la orientación externa de la región en el primer rango de la lista de prioridades de la poĺıtica económica” (Zapata 1992: 22). Francisco Alburquerque, hace planear duda sobre entradas de capital a propósito de la “Década Perdida”: “A pesar de la profundidad del ajuste externo, el saldo de la balanza por cuenta corriente en América Latina y el Caribe en estos años ha sido siempre negativo, debido a la elevada magnitud de los pagos netos de intereses y utilidades al exterior, no compensados por las nuevas entradas de capitales. Entre 1983 y 1990 estos pagos sumaron casi 280 mil millones de dólares americanos, esto es, en promedio 35 mil millones por año, mientras que las nuevas entradas de capital a la región en este peŕıodo apenas superaron los 9 mil millones al año en promedio” (Alburquerque 1992: 220). Ricardo Melgar Bao, la correlaciona con las exportaciones: “Durante el dif́ıcil quinquenio 1986-1990, la deuda externa pasó de 382 mil a 423 mil millones de dólares, mientras que el peso relativo de las exportaciones latinoamericanas en el comercio mundial sigue a la baja” (Melgar Bao 1995: 46-63). Casi el 90 % del presupuesto nacional está comprometido por la servidumbre de la deuda externa e interna, refrenda Juan J. Aznárez, en: “La revolución fiscal mexi- cana naufraga”. La deuda total de México asciende a poco más de 139.000 millones de dólares, casi el 25 % del PBI del 200032. Perú desprende una nota optimista, aun- que en endeudamiento relativo supera a México. Según Fernando Cano: “Otro de los logros de la Administración es el control de la deuda pública. Reducirán la amorti- zación de su deuda externa en unos 300 millones de dólares anuales, dentro de un plan de refinanciamiento de sus obligaciones que se suma a la reducción sistemática del déficit público. La deuda externa alcanza los 22.768 millones de dólares (2004), el 37,3 % del PIB, equivalente a unos 60.000 millones de dólares”33. 32Juan J. Aznárez. “La revolución fiscal mexicana naufraga”. El Páıs - 30 de Julio, 2001, p. 6 33Fernando Cano. “Perú muestra su nueva cara”. El Páıs - 4 de Abril, 2004. Negocios, p. 17 4.1. Economı́a 271 Figura 4.12: Lo que produce, el reparto y lo que debe. Fuente: Vanguardia, 2003 El Plan Baker Un conjunto de circunstancias corrió el velo sobre la recóndita debilidad de unos Estados que hab́ıan crecido de manera fenomenal en peso y tamaño, pero que teńıan pies de barro puntualiza A. Vargas Llosa, “En los inicios de la década de los 80, la desaceleración de la economı́a mundial redujo el rendimiento de las exportaciones latinoamericanas, lo que comprometió a unas monedas sobrevaluadas por lo menos desde fines de los años 70, en parte debido a los precios del petróleo y un excesivo endeudamiento. La contracción de 1981 llevó las cosas al borde del precipicio. No sor- prende que en 1982 México llenara de culebras la espalda de la comunidad financiera internacional al suspender el pago de su deuda y que, con pocas excepciones, el resto de la región hiciera lo mismo en los meses y años siguientes. La banca comercial, en especial la estadounidense era dueña de tres cuartas partes de la deuda (más de $1.000 -el equivalente al ingreso per cápita de algunos páıses- por cada hombre, mu- 272 Caṕıtulo 4. La Década Perdida jer y niño)34. De modo que América Latina saltó a las primeras planas del mundo” (A. V. Llosa 2004: 94). Reducción de deuda a cambio de reformas de fondo, “atrapados en la trampa de la deuda y presionados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, quienes patrocinaron los llamados “acuerdos de reestructuración multianual” más conocidos como el Plan Baker, México, Brasil y Argentina renegociaron y redujeron su deuda introduciendo profundas reformas de poĺıtica macroeconómica con una radical liberalización de sus economı́as, restableciendo el flujo de capitales extranjeros a sus fronteras. Pero estos flujos de capitales están llegando a América Latina de una manera muy diferente a como llegaron en los años 70: mientras en dichos años el dinero llegó en forma de préstamos de los bancos comerciales a los gobiernos, en los años 90 los recursos están llegando v́ıa inversión extranjera directa. Por ejemplo, en sólo 1991 México recibió inversión extranjera directa por valor de US$ 4.800 millones, Argentina por US$ 2.400, Venezuela por US$ 1.900 y Brasil por US$ 1.600”35. 4.1.6. Industria Fases de dinamismo industrial De acuerdo al informe del Sela: “Desarrollo industrial y cambio tecnológico. Poĺıti- cas para América Latina y el Caribe en los noventa”, el peŕıodo comprendido entre la década de los cincuenta y el inicio de los años ochenta constituye una fase de importante dinamismo industrial, en la que la participación del sector industrial en el producto total como promedio de toda la región, pasó del 17,5 por 100 en 1950, al 20 por 100 en 1960 y al 24,6 por 100 en 1980, para comenzar a declinar a partir de esa última fecha”36. 34Mario Baeza y Sidney Weintraub, “Economic and Political Constants/ Changes in Latin Ame- rica”, en The United States and the Americas: A Twenty-First Century View, editado por Albert Fishlow y James Jones, Nueva York, Norton, 1997, p. 39 35Luis Eduardo Puerto. “El redescubrimiento de América. USA vuelve a mirar a su patio trasero”. Revista Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario- Vol. 87. N 563. Marzo, 1994 36(SELA): Desarrollo industrial y cambio tecnológico. Poĺıticas para América Latina y el Caribe en los noventa. Ed. Nueva Sociedad, Caracas. 1991 4.1. Economı́a 273 La industria latinoamericana no alcanza a consolidarse A fines de los años setenta mostraba ya claros śıntomas de agotamiento como modelo de crecimiento. Entre los factores limitativos: escasa vinculación entre la agricultura y el sector industrial, mantenimiento de una desigual distribución del in- greso y de los principales activos f́ısicos (como la tierra), el descuido de los niveles de competencia externa y la distorsión provocada por las inversiones extranjeras y las filiales de las empresas transnacionales en la región. Por otro lado, durante esos años, el acceso a una financiación fácil (con tipos de interés reales negativos) retrasó en América Latina el enfrentamiento con los retos de la nueva revolución tecnológica. La banca privada internacional recicló en esos años parte del exceso de eurodólares y petrodólares en páıses latinoamericanos que hab́ıan logrado avances importantes en sus procesos de industrialización, sin asegurar un seguimiento adecuado acerca de la utilización de dichos recursos externos, muchos de los cuales no tuvieron aplica- ciones productivas, desviándose hacia otras aplicaciones especulativas o para gastos militares o de seguridad nacional. El grado de industrialización de América Latina y el Caribe cayó del 25,2 por 100 en 1980 a 23,7 por 100 en 1989, contribuyendo de este modo a agravar la situación económica a lo largo de la década (Alburquerque 1992: 216-217). Paquetes tecnológicos desfasados Los paquetes tecnológicos integrales relativamente desfasados, que traspasaban las empresas transnacionales a los páıses en v́ıas de desarrollo, señala Ricardo Mel- gar Bao, “les garantizaban el control monopólico de las innovaciones tecnológicas de sus casas matrices para operar competitivamente en el mercado de los páıses indus- trializados del Primer y Segundo Mundo. Por su lado, los productos con tecnoloǵıa obsoleta sólo pod́ıan conquistar relativa y horizontalmente ciertos mercados de los páıses en v́ıas de desarrollo. Por esta segunda v́ıa se veńıa arcaizando y vulnerando el comercio y la integración latinoamericana” (Melgar 1995: 49). 274 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Empresas más rentables Según datos de Latin Finance (Septiembre de 1993), de las cien empresas más rentables de la región, el 60 % correspond́ıan a capitales brasileños y mexicanos; dis- tribuyéndose las compañ́ıas restantes en cinco páıses: Chile (16), Argentina (15), Colombia (4), Perú (3) y Venezuela (3). De todas ellas, destacan las empresas comerciales-financieras. Las industriales, salvo las de telecomunicaciones, se siguen ubicando en rubros minero-metalúrgicos o ligados al petróleo y la petroqúımica. 4.1.7. Trabajo El empleo, ¿medio de inserción social? En “Las nuevas venas abiertas de América Latina”, Joaqúın Estefańıa sostiene que el empleo ha perdido calidad y fuerza como medio de inserción social. “Los datos son elocuentes: siete de cada 10 nuevos empleos creados en la región desde 1990 corresponden al sector sumergido; sólo seis de 10 nuevos empleos generados desde esa fecha en el sector legal de la economı́a tienen acceso a algún tipo de cobertura social”37. Figura 4.13: Porcentaje de obreros sobre la población activa del G-7. Fuente: Manuel Castells, 1996 Nueva división de empleos y de estructura productiva Una nueva división de los empleos está trasformando la estructura social y económi- ca, declara Jacques Chonchol, ex-ministro de Estado chileno, “que tiende a distri- buirse en tres categoŕıas: empleos ligados directamente a la producción, servicios de carácter personal, y empleos propios de los manipuladores de śımbolos. Los primeros se refieren a las tareas repetitivas efectuadas tradicionalmente por los trabajadores 37Joaqúın Estefańıa. “Las nuevas venas abiertas de América Latina”. El Páıs - 25 de Abril, 2004. Domingo. p. 1 4.1. Economı́a 275 de la producción masiva capitalista; los servicios de carácter personal son propor- cionados por individuos que trabajan solos o en pequeños equipos (empleados de comercio, servicios de restaurante, cajeras, enfermeras, secretarias, mecánicos, aza- fatas, agentes de seguridad). En estas dos categoŕıas, los salarios están en función del número de horas de trabajo efectuadas. El manejo de śımbolos incluye, por su lado, las tareas de identificación y de resolución de problemas y de intermediación estratégica: investigadores, ingenieros, informáticos, consultores, concebidores de pu- blicidad, directores, consejeros financieros y fiscales, especialistas en organización, publicistas, etc. En Estados Unidos, esta categoŕıa no comprende más del 20 % de los trabajadores activos38. En Chile, por ejemplo, la estructura productiva se ha transformado: cáıda del empleo agŕıcola del 16,1 % (1992) al 10,7 % (2002) del total, al tiempo que se reduce considerablemente la ocupación en la mineŕıa y en la industria, en beneficio del crecimiento del empleo de servicios (Castells 2006: 67). Explotación en red de móviles sobre inmóviles Como tendencia mundial, Luc Boltanski y Éve Chiapello asumen que, “La nueva explotación en red es una explotación de los inmóviles por los móviles. En el mo- delo de Marx, la explotación se basa en el diferencial de propiedad. En los estudios cŕıticos de la burocracia, es el diferencial de poder en la jerarqúıa lo que permite la explotación burocrática. En un mundo en red, la explotación se apoya también en el diferencial de movilidad. El más móvil puede irse en cualquier momento, dejando plantado al menos móvil, que entonces debe pagar para reducir la movilidad del otro y conseguir que adapte su ritmo al suyo”39. Otra tendencia, la externalización laboral. Paul Samuelson, observa: “Alemania y Francia impiden la reducción de pérdidas inevitables en un mundo globalizado y dinámico. Las muchas y ef́ımeras victorias sindicales en estos páıses no han hecho sino acelerar el proceso de tener que trasladar permanentemente la producción a otra 38Jacques Chonchol. “Mundialización de la economı́a y marginalidad de la sociedad”. Encuentro - no 67, p. 52 39Amador Fernández Sabater. “Luc Boltanski y ve Chiapello”. El Páıs - 18 de Mayo, 2002, Babelia, p. 12 276 Caṕıtulo 4. La Década Perdida parte”40. 4.1.8. Mala distribución del Ingreso Paul A. Samuelson escribió en “Cómo la globalización fomenta y mitiga a la vez la desigualdad”: “Hace 50 años, un jefe ejecutivo de una gran empresa estadounidense teńıa un salario medio 40 veces superior al de un empleado de mediana categoŕıa. Ahora esa cifra se ha multiplicado por diez y es casi 400”41. A pesar de las reformas rectificadoras y de algunos años de crecimiento notable, la brecha entre la clase dirigente y el resto se amplió, obstaculizando la movilidad social y la emergencia de una sólida clase media, denuncia A. Vargas Llosa, “América Latina tiene un coeficiente Gini -método internacional que mide la desigualdad en los ingresos- aproximadamente 15 puntos mayor al promedio del resto del mundo. En los años de las reformas, el 20 % más rico de la población recibió, en promedio, 60 % de la renta nacional en cada páıs, 16 veces más que el 20 % más pobre: desproporción entre ricos y pobres dos veces mayor que la de Asia42. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, en Francia, Alemania, el Reino Unido, los Estados Unidos y el Canadá, el 10 % más rico de la población recib́ıa, en promedio, 30 % de la renta nacional, mientras que el 10 % más rico absorbe casi la mitad de la renta brasileña hoy” (A. Vargas Llosa 2004: 280). El caso de Brasil es paradigmático. Hay muchos pobres porque Brasil tiene, pro- bablemente, la peor distribución de renta en el mundo, informa Francesc Relea, “En realidad, según Naciones Unidas, sólo Sierra Leona, el páıs africano desangrado por 10 años de guerra, presenta una situación más desigual. Cifras, que son de una nación con recursos naturales inmensos y que ha sido capaz de desarrollar una industria ae- ronáutica, militar, farmacéutica e informática del mejor nivel”43. El mismo autor en el “El espejo de Brasil” (2004), ejemplifica: “No hay mejor ciudad que Sao Paulo para 40Paul Samuelson. “Cómo preparar el siglo XXI”. El Páıs - 5 de Mayo, 2002. Negocios, p. 17 41Paul A. Samuelson. “Cómo la globalización fomenta y mitiga a la vez la desigualdad”. El Páıs - 22 de Septiembre, 2002. Negocios, p. 21 42Nancy Birdsall, Nora Lustig y Lesley OConnell, “The United States and the Social Challenge in Latin America: The New Agenda Needs New Instruments”, en The United States and the Americas: A Twentieh-First Century View, editado por Albert Fishlow y James Jones, Nueva York, Norton, 1997, p. 83 (Cit. por A. V. Llosa) 43El Páıs - 6 de Octubre, 2002, p. 2 4.1. Economı́a 277 explicar cómo es Brasil. Nada como un recorrido aéreo para comprobar visualmente la enorme disparidad de la distribución de la riqueza de la que hablan las encuestas: el millón y medio más rico acapara la misma renta que la suma de los 85 millones más pobres”. Carlos Ominami, ex-ministro de Hacienda de Chile, hace alusión a uno de los objetivos preteridos de la Concertación por la Democracia. La mala distribución del ingreso que muestra Chile -según la OCDE, una de las peores del mundo- salió t́ımi- damente a flote en la última Enade (Encuentro Nacional de la Empresa), y muchos del oficialismo rasgaron vestiduras y prometieron mejoras, revela el periodista Julio Nahuelhual, en su art́ıculo: “Chile se ha convertido en el paráıso de los ricos”. Omi- nami cree que es la hora de la autocŕıtica: “Es un avance que el tema se plantee. Hace poco la desigualdad era vista como el cuento del resentimiento de la izquierda, pero no como algo con mucho fundamento desde el punto de vista económico; y nuestro balance tiene que ser autocŕıtico, porque no hemos sido capaces de producir una inflexión de significación en materia de distribución del ingreso, salvo en el gobierno del Presidente Aylwin. Otro tema es que los ricos en este páıs son cada d́ıa más ricos y eso es innegable; eso me duele porque esto tiene una significación desde el punto de vista social y económico: Chile se ha convertido en el paráıso de los ricos (. . . ) Conozco el mundo y en cualquier páıs de Europa o en EEUU hay que ser muy rico para vivir en las condiciones en que vive el sector de altos ingresos de este páıs. Los ricos de Chile son muy ricos desde el punto de vista de sus condiciones materiales, del poder poĺıtico y de la inserción que tienen en la sociedad. Este paráıso de los ricos no tiene que ver sólo con la distribución. El problema es que tienen mucho poder en la poĺıtica, en la sociedad. Tanto aśı que ha llevado a gente como (el senador) Gabriel Valdés a decir que una reunión en Casa Piedra puede ser más importante que una decisión del Congreso”. A modo de conclusión: “No sólo no se ha podido mejorar la distribución de los ingresos, sino que además de alguna manera por esta v́ıa de la legitimidad adicional que han adquirido los empresarios, por la debilidad de los otros actores, ellos tienen una sobrerrepresentación en la sociedad que los ha constituido en una especie de cuarto poder que ahora no está sometido a ningún tipo de control o fiscalización, y 278 Caṕıtulo 4. La Década Perdida eso es un problema desde el punto de vista de la democracia”44. Desde una visión no contrapuesta de la realidad chilena, pero que matiza en alguna medida lo anterior, el sociólogo Manuel Castells, expone: “según los datos de la Encuesta Casen (Caracterización Socioeconómica Nacional) de 2003, calculando el aporte que representan los beneficios de los programas de salud, educación y subsidios monetarios, el 20 % de los hogares más pobres aumentó su participación desde un 3,9 % del ingreso a un 6,9 % del ingreso total, mientras que el 20 % de hogares más ricos redujo su participación desde un 56,5 % del ingreso al 52,3 % del ingreso total (Mideplan 2004). De modo que si bien la economı́a tiende a acentuar la desigualdad, la poĺıtica tiende a corregirla” (Castells 2006: 72). René Maugé, diputado de Izquierda Democrática y antiguo candidato presiden- cial de Ecuador, realiza la siguiente comparación: “Un médico u otro profesional gana 125 dólares al mes recién salido de la universidad. Lo máximo que puede obte- ner es entre 300 y 500 dólares, incluso trabajando para una empresa privada. Sólo las multinacionales pueden pagar sueldos de 7.000 dólares, pero son casos excepcio- nales. Como contraste a los salarios de los profesionales, los poĺıticos ganan más: un diputado ingresa 2.500 dólares; un ministro, entre 3.000 y 4.000 dólares; un general, 3.000 dólares, y el presidente de la República gana desde hace poco 8.000 dólares al mes”. Infiere: “En estas condiciones, nuestro capital intelectual emigra”45. Educación y desigualdades El escaso progreso de la educación en Latinoamérica en las últimas décadas ha contribuido decisivamente a profundizar las desigualdades sociales y a lastrar el cre- cimiento económico de la región, según revelan distintos informes del Banco Inter- americano de Desarrollo (BID). Páıses asiáticos que en la década de los sesenta registraban niveles similares de escolarización superan hoy la media de los páıses de América Latina en un 35 % y hasta en un 75 %. La nómina media de un trabajador latinoamericano resulta cinco veces mayor que la que reciben quienes integran el grupo del 10 % más pobre de la sociedad, mientras que en los páıses desarrollados es menos que el doble. El principal motivo 44Julio Nahuelhual. “Chile se ha convertido en el paráıso de los ricos”. Entrevista a Carlos Ominami. La Tercera de la Hora - 6 de Diciembre, 2003, p. 42 45El Páıs - 24 de Noviembre, 2002. Domingo, p. 4 4.1. Economı́a 279 Figura 4.14: Ingreso y desarrollo humano: hay una correlación general, pero dista mucho de ser un v́ınculo automático. Fuente: Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano y Banco Mundial, 1994 de esa brecha tan amplia surge de la desigualdad en la educación, un tema que suele preocupar a las familias latinoamericanas, pero que nunca figura a la cabeza de las agendas de gobiernos ocupados más por la coyuntura económica o poĺıtica, acota el periodista Alejandro Rebossio, quien comenta el estudio Se buscan mejores empleos: el mercado de trabajo de América Latina del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Un universitario gana, por cada año de estudios superiores, un 17,3 % más que un trabajador con escolaridad secundaria, el análisis compara esa cifra con el 13,5 % que se registra en Estados Unidos, uno de los páıses más desiguales del mundo desarrollado. 280 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Un t́ıtulo universitario de cinco años de estudios incrementa el nivel de remune- ración en Latinoamérica el 86,3 %, frente al 67,4 % en Estados Unidos. La diferencia alcanza cifras superiores en Brasil, con un 116,5 %. Chile, pese a haberse convertido en los últimos años en el ejemplo por seguir dentro de la región, registra una brecha del 106,5 %, lo que evidencia el problema de la inequidad. Otros páıses muy por en- cima de la media latinoamericana son Colombia (101,9 %) y El Salvador (107,8 %), una de las economı́as más abiertas de la región. Los menos desiguales, de acuerdo con este parámetro, son Uruguay (12,2 %) y Ecuador (7 %). En los años noventa, en los que el subcontinente emprendió fuertes reformas de mercado, no sólo creció la desigualdad, según ha reconocido uno de sus promotores, el Banco Mundial, sino que también aumentó el salario de los trabajadores con for- mación terciaria respecto de los que tienen sólo educación secundaria. Un trabajador con formación media en Latinoamérica gana, por cada año de estudio, un 9,85 % más que uno con sólo la escuela primaria completa. No es una brecha mucho ma- yor a la que existe en Estados Unidos (9,18 %). La diferencia resulta importante en Brasil (16 %), Chile (14,2 %) y Ecuador (12,5 %). El informe del BID concluye que la principal causa de la desigualdad salarial en la región se funda en los niveles de escolaridad, el creciente rendimiento de la educación superior y los lentos avances que los páıses consiguieron en la formación de sus ciudadanos46. El triángulo caracteŕıstico de América Latina, según Estefańıa, está compues- to por democracia, desigualdad y pobreza. “Todos los páıses de la región son más desiguales que el promedio mundial, y 16 de 18 pueden ser catalogados como suma- mente desiguales; en 15 casos, más del 25 % de la población vive bajo la ĺınea de pobreza, y en siete, la proporción de pobres supera el 50 %. Con excepción de Chile, Costa Rica y Uruguay, los páıses de la zona se caracterizan por presentar una frágil situación de los derechos sociales; los casos más agudos son los de Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Perú (obviamente, el PNUD no ha contemplado en todo el informe el caso de Cuba)”47. 46Alejandro Rebossio. “Calabazas Latinoamericanas”. El Páıs - 25 de Enero, 2004. Negocios, p. 15 47Joaqúın Estefańıa. “Las nuevas venas abiertas de América Latina”. El Páıs - 25 de Abril, 2004. Domingo, p. 1 4.1. Economı́a 281 Figura 4.15: Diferencias salariales por nivel de escolaridad. 1990-2001. Cambio por- centual por año adicional de escolaridad. Fuente: BID, El Páıs - 25 de Enero, 2004. Negocios, p.15 4.1.9. Pobreza Lucha por la sobrevivencia El Informe sobre el Desarrollo Mundial 1990 del Banco Mundial define la pobreza como “la cuestión apremiante de la década”. El fenómeno de los 1000 millones de personas con un per cápita menor de 370 dólares al año no es solamente vergon- zoso, sino insostenible. Una quinta parte de la humanidad viviendo con menos de un dólar diario, aumentando 90 millones cada año, provocará que el 95 por 100 del incremento poblacional se dé en el Sur. La lucha por la sobrevivencia en estas condi- ciones de miseria destruirá más aún la ecoloǵıa, ya devastada por el crecimiento del Norte, hará más dif́ıcil la sobrevivencia y provocará la tan temida invasión del Sur 282 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Figura 4.16: Tendencia a la desigualdad 1950-1998. Fuente: Cepal (Gorostiaga 1992: 29). Mientras muchos páıses cosechaban, en los años 90, los frutos de la nueva eco- nomı́a, el crecimiento y la burbuja bursátil, para una mayoŕıa se trató de una década de desesperación. “Alrededor de 54 páıses son ahora más pobres que en 1990. En 21 páıses se ha incrementado el porcentaje de personas que pasan hambre. Pocas veces se hab́ıan producido semejantes retrocesos en las tasas de supervivencia. A esta situación, llamémosle estructural, se ha unido la crisis económica: no sólo, son más pobres estos páıses, sino que sus tasas de crecimiento son terriblemente bajas. En la década citada, 125 páıses registraron una media de crecimiento de ingresos per cápita inferior al 3 %, y en 54 de ellos los ingresos medios per cápita descendieron. Veinte son subsaharianos, 17 pertenecen a Europa oriental y a la antigua URSS, seis a América Latina y cinco a los Estados árabes”48. El Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000/2001 ajusta aún más las cuentas de la vergüenza: “De una población total de 6.000 millones de habitantes, 2.800 millones viven con menos de dos dólares al d́ıa, y 1.200 millones con menos de un dólar al d́ıa; seis de cada cien niños no llegan a cumplir el primer año, y ocho no llegan a su quinto cumpleaños. Entre los que alcanzan la edad escolar, nueve niños (y 14 niñas) de cada 100 no van a la escuela primaria; en los próximos 25 años se sumarán a la población mundial aproximadamente 2.000 millones de personas, de las cuales un 48Joaqúın Estefańıa. “La cara oculta de la prosperidad”. El Páıs - 27 de Julio, 2003, p. 15 4.1. Economı́a 283 Figura 4.17: América Latina: remuneración de los asalariados. Fuente: Cepal, 1992 97 % lo hará en los páıses en desarrollo”49. El Informe sobre desarrollo humano 2003, del PNUD, admite: Más de 1.000 millones de personas luchan todav́ıa en el planeta por sobrevivir con menos de un dólar al d́ıa. La mayoŕıa de ellas no tiene acceso a los servicios de salud básicos ni al agua potable. La medida de un dólar al d́ıa tiene su origen en el cálculo que hicieron en 1985 Ravallion y Chen: estimaron cuánto costaŕıa sobrevivir, conseguir 2.000 caloŕıas al d́ıa. Entonces era 1,08 dólares al d́ıa. En el 2002 llegaba a casi 1,5 dólares. La CEPAL estima que un 37 % de los hogares (1986) y un 48 % de la población latinoamericana vive en un estado submarginal. Figura 4.18: Pobreza extrema (en millones de personas). Fuente: Xavier Sala 49El Páıs - 29 de Abril, 2001, p. 52 284 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Bajo el umbral, bolsones no alcanzados A nivel global, la pobreza crece más rápidamente en África, pero en números absolutos se concentra en Asia: casi 1.000 millones de personas viven en situación de extrema pobreza en Asia del Sur y del Este. Sobre todo en India, Pakistán, Bangladesh, Indonesia y China, que juntos constituyen en torno a la mitad de la población del planeta50. Un documento de trabajo de la OEA estimaba que 279 millones de personas viv́ıan en condiciones de “pobreza cŕıtica” a principios de 1994, es decir un 62 % del total de la población continental (Melgar 1995: 53). Francesc Relea, con datos del 2002: “Hay en toda la región 209 millones de personas cuyos ingresos se sitúan por debajo del umbral de la pobreza. En 1990, los latinoamericanos pobres eran 190 millones. La desnutrición infantil afecta a más del 5 % de los niños en 16 páıses y el analfabetismo a más del 5 % de la población mayor de 15 años”51. Las experiencias en los años ochenta han demostrado que muchos proyectos de lucha contra la pobreza no alcanzaron al 20 % más pobre de la población52. Figura 4.19: Porcentaje de la población por debajo del umbral de pobreza, número de personas pobres. Fuente: Weltbank, 1992, p. 39 50Manuel Castells. “Tras la siembra de los vientos”. El Páıs - 4 de Junio, 1998. p. 13 51F. Relea. “América Latina se aleja de EE.UU.” El Páıs - 9 de Noviembre, 2003, p. 2 52Gudrun Kochendörfer-Lucius, Der “Informelle Sektor”: Schattenwirtschaft oder Wirtschaft der Zukunft, in: Jahrbuch Dritte Welt, hg. v. Dt. Ubersee-lnstitut, Hamburg, 1991, p. 6 4.1. Economı́a 285 Pobreza urbana El Banco Mundial concluye en su Informe sobre el desarrollo mundial de 1990, “la pobreza urbana será el problema más significativo y poĺıticamente explosivo del próximo siglo”53, y ello requiere enfoques nuevos para una realidad urbana de la cual América Latina, como la región más urbanizada del mundo en desarrollo, es un ejemplo cŕıtico. Referido a Brasil, si bien es cierto que la población rural de los Estados del noreste es la que menos recursos tiene de todo el páıs, reza un reportaje del Diario El Páıs, ha sido en las áreas metropolitanas donde la pobreza ha crecido más en los últimos seis años. Sólo en la región metropolitana de Sao Paulo la proporción de pobres se incrementó del 26,9 % en 1995 al 39 % en 1999, lo que representa un aumento del 45 % en cuatro años54. Brasil no es un páıs pobre, pero es un páıs con muchos pobres. La renta per cápita, de 3.600 dólares en el año 2000, según el Banco Mundial, es 10 veces la de muchos páıses de África y Asia. El 77 % de los habitantes del planeta vive en naciones más pobres que Brasil. Su economı́a ocupó la octava posición en el ránking mundial, aunque ahora ha pasado a la decimoprimera. Sin embargo, 53 millones de brasileños viven por debajo de la ĺınea de pobreza, de los que 23 millones son considerados indigentes. Las dos cifras significan, respectivamente, el 34 % y el 14,5 % de la población total55. Los pobres no tienen acceso a la economı́a de mercado En “Hernando de Soto. Un millonario contra la pobreza”, la periodista Sol Ala- meda condensa el pensamiento del emprendedor y teórico peruano. “Según De Soto, los pobres nunca han tenido acceso al sistema legal que sustenta una economı́a de mercado y por eso no han podido hacer efectivo su capital. En un folleto editado en Perú, el autor lo explica aśı: ‘Imagine un páıs donde nadie puede identificar quién es dueño de qué, las direcciones domiciliarias no pueden ser verificadas, la gente no puede ser obligada a pagar sus deudas, los recursos no son fácilmente convertidos en dinero, la propiedad no puede ser dividida en participaciones (. . . ) Y donde las 53Banco Mundial. Urban Policy and Economic Development. And Agenda for the 1990s. The World Bank, Washington DC, 1991, p. 4 54El Páıs - 5 de Enero, 2003, p. 2 55El Páıs - 6 de Octubre, 2002, p. 2 286 Caṕıtulo 4. La Década Perdida reglas que rigen la propiedad vaŕıan de barrio en barrio. Usted acaba de trasladarse a un páıs en v́ıas de desarrollo, o que acaba de salir del comunismo, donde la vida del 80 % de su gente está tan severamente separada de sus élites occidentalizadas como lo estuvieron los negros de los blancos bajo el apartheid en Sudáfrica’. Pero, y ésa es la cuestión, resulta que ese mayoritario 80 % de pobres no es desesperadamente pobre, dice Soto, porque hasta los que viven en los reǵımenes de mayor desigualdad tienen más de lo que nadie ha sospechado jamás. De Soto comprobó, con el trabajo realizado por su Instituto Libertad y Democracia, de Lima, que los pobres del mun- do han acumulado los activos necesarios para lograr un éxito capitalista. Perú fue el campo de ensayo donde puso en marcha sus teoŕıas en los años noventa. En resumen: si los pobres siguen siendo pobres es porque el capital, para ser útil, primero tiene que ser representado en un documento de propiedad, lo que le permitirá producir un dinero adicional”56. Similar tesitura sostiene Muhammad Yunus, banquero y economista de Ban- gladés, quien desarrolló del concepto de microcrédito: “Los pobres son v́ıctimas de una pobreza creada por las instituciones como los bancos, que no les prestan un ser- vicio. Los pobres son gente activa, con enerǵıa, pero no la pueden canalizar porque no disponen de un mı́nimo material. Los gobiernos piensan en los pobres como en gente que necesita que les den cosas, no como personas capaces de aportar. Además, cuando consiguen salir de la pobreza se convierten en consumidores y la economı́a se pone en marcha”57. Solidaridad entre los pobres El ejercicio de ciertos derechos, por parte de los pobres, puede ser la simiente del desarrollo, sostiene A. Vargas Llosa: “Los barrios marginales de muchos páıses latinoamericanos son en verdad sociedades civiles en gestación. La dimensión moral que anida en estas redes de asociaciones voluntarias y organizaciones ćıvicas es im- portante porque ellas están, por su naturaleza, muy ligadas a la idea de derechos. El ejercicio asociativo y espontáneo de ciertos derechos por parte de los pobres pue- de ser la simiente del desarrollo si las instituciones oficiales dejan de concentrar los 56Sol Alameda. “Hernando de Soto. Un millonario contra la pobreza”. El Páıs Semanal, p. 11 57El Páıs - 24 de Noviembre, 2002, p. 57 4.1. Economı́a 287 derechos oficialmente sancionados en los satélites que giran alrededor del Estado. La compasión y la solidaridad no son en América Latina una dádiva estatal: son esfuerzos privados, y a veces hasta primitivos, por sostener la vida”. Abunda Vargas vinculando red asociativa, iniciativa, proliferación evangélica en barrios pauperiza- dos y burocracia absorvente: “En la mayor parte de los páıses, las asociaciones de padres de familia, que recaudan pequeñas sumas de dinero para comprar libros y lápices para sus hijos, y a veces hasta ladrillos para fortificar las aulas escolares, han tenido muy poca participación en el manejo de la educación. La miŕıada de organi- zaciones religiosas de corte evangélico y protestante en general que han brotado en los barrios pobres de la región en las últimas décadas no han conseguido un pie de igualdad frente a las instituciones católicas: discriminación que atenta contra el culto espiritual de millones de personas, pero también contra las potenciales implicaciones civilizadoras de estos grupos. El desincentivo del mecenazgo privado por la v́ıa de la sobrecarga tributaria y de los óbices burocráticos ha impedido potenciales esfuerzos para enriquecer las asociaciones culturales, en especial las de artesanos, que juegan un papel notable entre los pobres” (A.Vargas Llosa 2004: 294, 298). Geograf́ıa y pobreza El economista Jeffrey Sachs distingue tres grupos de páıses pobres: “los que tie- nen climas tropicales, subtropicales o desérticos; los páıses sin acceso al mar en el centro de regiones pobres y, por consiguiente, aislados del comercio mundial; y los que escapan a la pesadilla del comunismo. Las ventajas de los ricos se deben más a la naturaleza y a la geograf́ıa que a la supuesta superioridad cultural o poĺıtica. Los páıses tropicales tienen graves desventajas como las enfermedades infecciosas, los terrenos pobres, la vulnerabilidad ante los desastres naturales, y una baja producti- vidad agŕıcola por culpa del efecto del calor excesivo en las plantas. Los cient́ıficos sólo están empezando a conocer los misterios de la baja productividad tropical”58. Esta posición es ampliamente rebatida por expertos que anteponen variables insti- tucionales a todo tipo de determinismo, sea este religioso, geográfico o cultural. 58Jeffrey Sachs. “La culpa de la pobreza”. El Páıs - 29 de Noviembre, 1998. Negocios, p. 3 288 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Terrorismo y pobreza Comentando el panorama post atentado de Nueva York (11S), Paul Samuelson perfila los perjuicios a largo plazo: “Los fanáticos que teńıan a Estados Unidos en su punto de mira han hecho daño sobre todo a las regiones más pobres del mundo. Argentina se ha convertido en un caso perdido. Japón, Corea y otras naciones del Paćıfico experimentarán un declive acusado de la tasa de crecimiento de su producto interior bruto (PIB). La ralentización mundial tenderá a reducir el uso de enerǵıa y los ingresos por productos de los páıses de Oriente Próximo que más dependen de sus ingresos petroĺıferos. La economı́a de la Sudáfrica posterior al apartheid y las economı́as ex soviéticas carecen de la fortaleza que tienen las sociedades ricas de Europa occidental y Norteamérica para quitarse de encima la carga impuesta por el nuevo terrorismo y sus nuevos peligros futuros”59. Chile: gobernabilidad y magnitud de la pobreza, jóvenes A diferencia de EE.UU, -en cuyo interior hay manifestaciones, a veces brutales de pobreza pero el sistema social es básicamente estable- en Chile la pobreza es un problema de gobernabilidad, lo cual obliga a plantearse el problema del potencial divorcio entre la coalición societal, que puede proyectarse en un tiempo de mediano plazo, y la persistencia de problemas sociales que el sistema no pueda tolerar en ese mismo horizonte. Un tema asociado es el de la deslegitimación del sistema en la juventud (Atria 1993: 182). Las elites latinoamericanas no fueron capaces de ver la importancia de lo que ocurŕıa, indica A. Vargas Llosa (295), al comentar la cerrazón de éstas al no vis- lumbrar la sociedad emergente, lo cual descubre, secundariamente, la carencia de una élite de la virtud, verdaderos estadistas al mando de naciones expuestas a los vaivenes propios de una identidad no asumida en cuanto contradictoria, “No vieron una sociedad civil en gestación, sino hordas de violadores de la ley, de piel oscura, que no pagaban impuestos, que abrigaban resentimientos contra los ricos e instintos depredadores contra las propiedades de los más afortunados, migrantes sin educación que invad́ıan las ciudades con su h́ıbrida y poco refinada cultura mestiza (también 59Paul Samuelson. “La economı́a internacional se reorganiza”. El Páıs - 2 de Diciembre, 2001. Negocios, p. 15 4.1. Economı́a 289 vieron en ellos una montaña de votos y oportunidades para el clientelismo poĺıtico)”. Castells (2006: 84) respecto de Chile: “Se ha reducido la pobreza, pero más de un 18 % de pobres (2002) en la población es todav́ıa un nivel considerable, porque la ĺınea de definición estad́ıstica de la pobreza se sitúa muy baja en términos de comparación internacional con páıses de mayor desarrollo”. 4.1.10. Sector informal Sector informal y población activa Gudrun Kochendörfer-Lucius, experta internacional en economı́a del desarrollo, sostiene que el “sector informal” es el que mayor cantidad de población activa emplea en los páıses del Sur: del 40 al 80 %. “La integración de la población activa en el mercado de trabajo es uno de los desaf́ıos y problemas mayores del futuro inmediato en los páıses en desarrollo. El Banco Mundial estima que en la economı́a agraria del Sur deben crearse hasta el año 2000 unos 800 millones de puestos de trabajo. Gran importancia recae sobre el “sector informal” en ese sentido. Incluso calculando altas las de crecimiento, tampoco la industria grande y mediana podrá absorber más que una pequeña parte de la mano de obra que se volcará al mercado. Las pequeñas empresas producen con gran intensidad de mano de obra y son por ello capaces de absorber más asalariados. Tienen menores costos de salarios y por ello costos más bajos por cada puesto de trabajo. Generalmente no plantean exigencias de cualificación formal al personal. Las barreras de acceso al sector son relativamente fáciles de superar para la mayoŕıa de las personas”60. Valor mundial del ahorro de los pobres Se calcula que el valor mundial de los ahorros de los pobres es 40 veces superior a toda la ayuda exterior otorgada desde 194561, pero el potencial que anida en la economı́a informal no puede volverse riqueza real mientras la economı́a de la super- vivencia no adquiera derecho ciudadano. Tanto Vargas como De Soto coinciden en la necesidad, para destrabar el crecimiento, en establecer un horizonte cero, desde 60Gudrun Kochendörfer-Lucius. “El sector informal”. D+C- no 3, 1992, p. 26 61Hernando de Soto, The Mystery of Capital: Why Capitalism Triumphs in the West and Fails Everywhere Else, Nueva York, Basic Books, 2000, p. 5 290 Caṕıtulo 4. La Década Perdida el cual conceder y concebir verdaderos derechos de propiedad -un ejemplo seŕıa la colonización hacia el Oeste en los EE.U-, porque, en palabras de A. Vargas Llosa (p. 180): “ no hay decisiones de largo plazo: los empresarios no pueden capitalizar el valor presente de las ganancias que esperan obtener en el futuro (lo que supone descontar las tasas de interés sobre el valor presente de esas ganancias que forman parte de su expectativa). La prosperidad sigue eludiendo a América Latina porque una economı́a en la que la mayor parte de la gente hace negocios ilegales, y con una productividad que representa apenas un tercio de la producida por los negocios formales, está condenada a un bajo crecimiento real, a una brecha creciente entre ricos y pobres, y al resentimiento social”. La economı́a subterránea desplaza a la mediana y gran empresa industrial Debeŕıa llamarse en realidad economı́a “de supervivencia”: se trata de millones de seres humanos que trabajan al margen de la ley, porque hacer empresa legalmente desde obtener una licencia e inscribir una pequeña compañ́ıa hasta acatar los regla- mentos del gobierno local o central es caro, toma mucho tiempo y a veces resulta imposible, resume A. Vargas Llosa (p. 173). “El sistema legal no ofrece garant́ıa a aquellas personas que no están cerca de la maquinaria poĺıtica donde se decide el destino de cualquier tipo de empresa u organización. Se calcula que la economı́a in- formal representa en el mundo unos 5 billones de dólares, casi la mitad del total de la economı́a estadounidense. Aunque todos los páıses tienen mercado negro o economı́a informal, en las naciones ricas ella representa en promedio un 15 % de los bienes y servicios producidos, mientras que en los páıses subdesarrollados representa por lo menos el doble de esa cifra (en el África subsahariana alcanza un 54 %). Aunque al menos un tercio de toda la producción económica proviene de actividades informales, en la mayor parte de los páıses en v́ıas de desarrollo la proporción de trabajadores dedicados a producir bienes y servicios ilegales representa mucho más de un tercio de la población activa. El fenómeno equivale a la supervivencia de los pobres. En el Perú, la construcción, el transporte, la producción de manufacturas, el comercio mi- norista -a través de la venta ambulante, los mercados o los centros comerciales- y el 4.1. Economı́a 291 resto de actividades informales abarcan un 60 % de las horas-hombre trabajadas”62. En el mercado ocupacional latinoamericano, la mediana y la gran empresa indus- trial han sido desplazadas por la economı́a subterránea; para el año 1992 el sector informal concentraba el 54 % del empleo no agŕıcola. Durante el periodo 1980-1992, 80 de cada 100 nuevos empleos correspond́ıan a la economı́a informal, tendencia que no parece que podrá ser revertida a fines de los noventa63. Los informales brasileños suman más que la cifra combinada de empleados públi- cos y empleados de la industria formal64 (en Chile, en cambio, la economı́a informal representa sólo algo menos de la quinta parte del tamaño total de la economı́a). En el Perú, sólo el 2 % de las empresas privadas son legales, y producen un 60 % de la riqueza, mientras que el otro 98 % produce poco. Cada año, asegura Vargas Llosa (2004: 175, 181) los peruanos que buscan dónde afincarse invaden unos mil kilómetros cuadrados de tierra. La abrumadora mayoŕıa de viviendas nuevas son construidas sin la debida licencia municipal. “No sorprende que sólo 5 de los 42 distritos municipales de Lima tengan censos actualizados de la propiedad inmobiliaria. El porcentaje de construcciones no registradas de forma oficial es igualmente impresionante. Según el profesor austŕıaco Friedrich Schneider de la Universidad Johannes Kepler, la eco- nomı́a informal representa, en promedio, un 41 % del tamaño total de las economı́as latinoamericanas”. El fomento económico del “sector informal” tiene también efectos distributivos, observa Kochendörfer-Lucius (1992: 26). El conflicto, según el Informe del Desarrollo Mundial 1990, del Banco Mundial, no es entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, sino entre los intereses de los pobres y los del resto de la población. Ello exige decisiones poĺıticas, por ejemplo el reconocimiento del “sector informal”, la consideración de su potencial y de sus necesidades en programas sectoriales y en 62El profesor austŕıaco Friedrich Schneider, de la Universidad Johannes Kepler de Linz, realizó un estudio acerca del tamaño de la economı́a informal en 110 páıses. La cifra que se cita es la suma del valor (en dólares estadounidenses) de la economı́a informal en los 110 páıses. Véase “Size and Measurement of the Informal Economy in 110 Countries Around the World”, julio 2002, pp. 6, 8, 11, 13, 16, 18; Statecraft: Strategies for a Changing World, por Margaret Thatcher, Nueva York, HarperCollins, 2002, p. 418; Enrique Ghersi, “The Informal Economy in Latin America”, Cato Journal 17 (primavera-verano), Washington D.C., 1997 (Cit. por A:V:Llosa 2004) 63Vı́ctor Tokman. Informalidad y pobreza. Progreso social y modernización productiva, Santiago de Chile, CEPAL, 1993 64Francesco Neves, “Making Do”, Brasil, Los Ángeles, no 160, junio 292 Caṕıtulo 4. La Década Perdida la planificación. Algunos programas de organizaciones de autoayuda del Sur, sobre todo el Gra- meen Bank, han demostrado ejemplarmente que: empresas informales muy pequeñas pueden desarrollar un considerable poten- cial empresarial cuando son fomentadas adecuadamente el fomento efectivo supone su participación en la planificación y en la ejecución de las medidas para que el fomento tenga efectos duraderos son necesarios cambios estructu- rales en los páıses del Sur y en la cooperación para el desarrollo. Una investigación de Soto en Lima (años 80), arrojó los siguientes resultados: si un microempresario desea registrar su “producción de vestimenta”, los trámites necesarios ante las autoridades le significan 289 d́ıas completos de trabajo o US $ 1200 (incluidos los costos y la pérdida de d́ıas de trabajo). Ello corresponde a los ingresos de casi 3 años. Si una familia desea registrar el terreno donde tiene su puesto de venta, debeŕıa realizar gestiones durante 6 años y 11 meses. La legalización le costaŕıa 2156 dólares, mucho más de lo que vale el terreno. En México, cumplir con los requisitos legales para operar un negocio implica 112 d́ıas laborables y exige 15 procedimientos diferentes, a un costo de casi 60 % del PBI per cápita. En Brasil, 67 d́ıas laborables 15 procedimientos, a un costo de casi 70 % del PBI. 4.2. Desarrollo 293 4.2. Desarrollo El Dr. Mir A. Ferdowsi, politólogo, consejero académico en el Instituto “Geschwis- ter Scholl” de la Universidad de Múnich recuerda que fue Harry S. Truman quien tras ser confirmado en su cargo de presidente en 1949, utilizó por primera vez el término “subdesarrollo” en el sentido aceptado actualmente. Lo hizo cuando subrayó en su programa de cuatro puntos la responsabilidad mundial de Estados Unidos en asuntos militares y económicos. Por razones más bien de comodidad, dividió al mundo en “áreas desarrolladas y subdesarrolladas”. 4.2.1. La hipótesis geográfica Oŕıgenes de la pobreza y de la prosperidad Cabe la cuestión si las hipótesis propuestas por sociólogos y expertos en desarrollo sobre los oŕıgenes de la pobreza y de la prosperidad, explican convincentemente los fenómenos concomitantes. Desigualdad intercontinental Una versión de la hipótesis geográfica, la del ecologista y biólogo Jared Diamond, sostiene que “el origen de la desigualdad intercontinental al principio del peŕıodo moderno, hace quinientos años, radicó en las distintas dotaciones históricas de plantas y especies de animales que, posteriormente, influiŕıan en la productividad agŕıcola”, expresan Daron Acemoglu y James A. Robinson (2013: 71). Ubica el Creciente Fértil del moderno Oriente Próximo, como el centro de difusión de técnicas agŕıcolas que facilitaron el nacimiento y auge de una civilización humana primordial. La siguiente etapa y eje explicativo diferencial la marcan el reparto desigual de las tecnoloǵıas. Lugar de Gran Bretaña Gran Bretaña que se constituyó como tal tras la unión de Inglaterra, Gales y Es- cocia después de 1707, fue el primer páıs que experimentó un crecimiento económico sostenido, a partir de la Revolución Industrial, en la segunda mitad del siglo XVIII. La industrialización se extendió por la mayor parte de Europa occidental, Estados 294 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Unidos y los asentamientos de colonos británicos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Desde alĺı se asentó la desigualdad a nivel mundial. Más que sobre las diferencias en el ámbito de lo agŕıcola, este factor diferencial se hizo patente por la desigual distribución de las tecnoloǵıas industriales y sus efectos en la produc- ción manufacturera. Este hecho explica en buena medida el dispar desarrollo de las Américas. Tras cien años, similares posiciones y páıses Si “retrocediéramos cincuenta años, los páıses de la parte superior e inferior no cambiaŕıan mucho. Singapur y Corea del Sur no estaŕıan entre los más ricos, y habŕıa varios cambios entre los treinta últimos, pero la imagen general seŕıa notablemente parecida a la que vemos hoy en d́ıa. Si retrocediéramos cien años, o ciento cincuenta, encontraŕıamos prácticamente los mismos páıses en los mismos grupos” (Acemoglu, Robinson 2013: 64). Cincuenta, cien, ciento cincuenta años, lo mismo en el conjunto americano. A nivel del subcontinente, ¿existe una brecha definitiva y persistente entre los páıses ricos y pobres dentro de América Latina? Concentración geográfica de la prosperidad y la pobreza El filósofo Montesquieu (finales del siglo XVIII), observó esta realidad y buscó una explicación. Llegó a afirmar que los habitantes de climas tropicales tend́ıan a la hol- gazaneŕıa y a ser asépticos a la innovación, tendiendo a ser gobernados por déspotas, es decir, apreció una connivencia entre pobreza y dictadura. El economista Jeffrey Sachs defiende, en lo general, esta postura, enfatizando aspectos tales como los efec- tos sobre la productividad de enfermedades tropicales, como la malaria, o que el suelo tropical no permite desarrollar una agricultura productiva. Esto es contradic- torio con el reciente y rápido avance económico de páıses como Singapur y Malasia, entre otros. ¿Climas, fronteras o las formas en que ciertos páıses fueron colonizados? Para el área americana precolombina, la versión geográfico-climatológica no tiene gran sentido. Las naciones que habitaban en los trópicos eran mucho más ricas que las 4.2. Desarrollo 295 de zonas templadas. Por otro lado la parte de la hipótesis geográfica que arraiga en la escasa productibilidad de la tierra podrá ser pertinente siempre y cuando se haga más preponderante que la perniciosa estructura de propiedad de la tierra, los tipos de incentivos que otorga el gobierno y las instituciones que sustentan el entramado poĺıtico. Los autores de Por qué fracasan los páıses, señalan: “Antes de 1492, fueron las civilizaciones del valle central de México, América Central y los Andes las que teńıan una tecnoloǵıa y un nivel de vida superiores a los de Norteamérica o lugares como Argentina y Chile. A pesar de que la geograf́ıa continuaba siendo la misma, las instituciones impuestas por los colonos europeos crearon un revés de la fortuna. Además, también es poco probable que la geograf́ıa pueda explicar la pobreza de Oriente Próximo por razones similares” (Acemoglu y Robinson 2013: 75). En apoyo de esta tesis los autores indican que, “En el siglo XIX, Inglaterra también era un sitio muy poco saludable, pero el gobierno invirtió gradualmente en agua limpia, alcantarillado y tratamiento de las aguas residuales y, finalmente, en un servicio de salud efectivo. La mejora de la salud y de la esperanza de vida no eran la causa del éxito económico de Inglaterra, sino uno de los frutos de sus cambios poĺıticos y económicos anteriores”. Lo mismo respecto del imperio otomano: “No fue la geograf́ıa de este territorio lo que hizo que la revolución neoĺıtica floreciera en esa parte del mundo (. . . ), y tampoco fue la geograf́ıa la que hizo que fuera pobre. De hecho, fueron la expansión y la consolidación del Imperio otomano y es el legado institucional de este imperio lo que mantiene pobre a Oriente Próximo hoy en d́ıa” (70,76). 4.2.2. La hipótesis de la cultura El papel de la Reforma protestante Otra teoŕıa que goza de la aceptación de muchos es la de la cultura como elemento clave. Esta hipótesis se remonta con visibilidad a partir de los escritos del sociólogo Max Weber quien defend́ıa que la “Reforma protestante y la ética protestante que estimuló tuvieron un papel clave a la hora de facilitar el ascenso de la sociedad in- dustrial moderna en la Europa occidental. La hipótesis de la cultura ya no se basa solamente en la religión, sino que destaca también otros tipos de creencias, valores y ética” (Acemoglu y Robinson 2013: 76). Los autores se resisten a aceptarla tal cual, 296 Caṕıtulo 4. La Década Perdida pese al potencial demostrativo que subyace, aduciendo que “Francia, páıs predomi- nantemente católico, copió rápidamente los resultados económicos de los holandeses y los ingleses en el siglo XIX e Italia es tan próspera como cualquiera de esos páıses hoy en d́ıa” (p. 80). Quedan en el aire temas de difusión, influencia, “envidia”, coyun- turas históricas asociadas a factores bélicos, ¿alguien negaŕıa de plano la impronta occidental-americana sobre los desenvolvimientos contemporáneos de Japón, Corea del Sur, Malasia o Singapur?, de igual manera, ¿es factible separar el legado inglés de la prosperidad de los EEUU, Australia, Canadá, por ejemplo?, ¿cómo funcionan argumentos y contraargumentos en situaciones como las de Sierra Leona y Nigeria, expuestas al mismo “legado inglés”?, ¿religión, “culturas nacionales”, “revés de la fortuna”, “accidentes” históricos, idea imperial, cercańıa de “polos de atracción”? Falta de confianza histórica Probablemente un africano conf́ıa menos en los demás de lo que lo hacen los habitantes de otras regiones del mundo por causa de la casúıstica de muchas insti- tuciones que, históricamente, han minado los derechos humanos y de propiedad. Ser capturado o vendido como esclavo genera memoria. Carencia de incentivos El riesgo de que su producción fuera expropiada y gravada con impuestos por un aparato estatal sofocante, impidió que los congoleños adoptaran una tecnoloǵıa superior. No sólo su propiedad, su propia vida pend́ıa de un hilo. Tampoco el poder poĺıtico teńıa incentivos para que se adoptara el arado a gran escala, la exportación de esclavos era much́ısimo más rentable. Aunque la adopción no es lo mismo que innovación, nada impidió a las sociedades africanas la adopción de prácticas occi- dentales: alfabetización, estilos de vestir, diseños de casas, modelos de producción. ¿Es útil la hipótesis de la cultura para comprender la desigualdad? Los autores en referencia afirman a la vez que niegan, “Śı, en el sentido de que las normas sociales, que están relacionadas con la cultura, importan y pueden ser dif́ıci- les de cambiar y, en ocasiones, apoyan diferencias institucionales (. . . ) Pero, en gran 4.2. Desarrollo 297 medida, no, porque los aspectos de la cultura que se suelen destacar (religión, ética nacional, valores africanos o latinos) no son importantes para comprender cómo lle- gamos aqúı y por qué persisten las desigualdades en el mundo. Otros aspectos, como hasta qué punto la gente conf́ıa en los demás o es capaz de cooperar, son importantes, pero sobre todo son resultados de las instituciones, no una causa independiente” (p. 77). Corresponde consultar si la imposibilidad de seguir el derrotero de una cultura, en aplicación a prosperidad o pobreza, es anexo a la falta de instrumental meto- dológico para su verificación, y si las instituciones son factores independientes del ethos cultural, es más, creadoras y hasta impugnadoras del mismo. La supuesta superioridad de lo europeo El solo planteamiento invita al escepticismo, ¿acaso cosmovisión, ética del traba- jo, legados romano y judeocristiano garantizan preponderancia?, ¿podrán las pobla- ciones argentina y uruguaya, de fuerte componente europeos (“Argentina nació en un barco”) reclamar un sitial entre las más prósperas, fundadas en el hecho -más bien “accidente”- de origen? Cultura hispánica e ind́ıgena Acemoglu y Robinson argumentan en relevo o cascada: “Los factores culturales que hacen hincapié en cómo la cultura hispánica o latina moldeó el imperio español no pueden explicar las diferencias entre los páıses de América Latina, por ejemplo, por qué Argentina y Chile son más prósperos que Perú y Bolivia. Otros tipos de argumentos culturales, como los que destacan la cultura ind́ıgena contemporánea, tampoco funcionan. Argentina y Chile tienen pocos ind́ıgenas en comparación con Perú y Bolivia. A pesar de ello, la cultura ind́ıgena como explicación tampoco fun- ciona. Colombia, Ecuador y Perú tienen niveles de renta similares, pero Colombia tiene muy pocos ind́ıgenas actualmente, mientras que Ecuador y Perú tienen mu- chos” (p. 83). En descargo se podŕıa afirmar que, justamente, los páıses del Cono Sur fueron los más expuestos a la influencia y colonización centro-norte europea y que Colombia perpetúa un hecho tan propio de las culturas precolombinas: las luchas intestinas -indefinidas- por el acceso y conservación del poder, lo que ha llegado a algunos expertos a integrarla, por momentos, en el grupo de estados fracasados o 298 Caṕıtulo 4. La Década Perdida inviables. En perspectiva pareciesen paupérrimas conclusiones como: “Evidentemente, exis- ten diferencias en cuanto a creencias, actitudes culturales y valores entre Estados Unidos y América Latina, pero igual que las que existen entre Nogales (Arizona) y Nogales (Sonora) o entre Corea del Sur y Corea del Norte, estas diferencias son la consecuencia de las distintas instituciones e historias institucionales de los dos lugares” (p. 83). ¿Cómo articular las parcialidades cuando una “institucionalidad” comprometida con una particular forma de percepción de la realidad es aplicada a un contexto del todo foráneo, provocando antinomias irresolubles? Tal es el caso de la estructura poĺıtico-institucional que planea sobre Latinoamérica65. 4.2.3. La hipótesis de la ignorancia No sabemos cómo hacer que un páıs pobre sea rico Seŕıa el emblema de una hipótesis popular, defendida además por buen número de economistas y organismos internacionales. En śıntesis: “los páıses pobres lo son porque tienen muchos fallos de mercado y porque los economistas y los diseñadores de poĺıticas no saben cómo eliminarlos y han hecho caso de consejos equivocados en el pasado. Los páıses ricos son ricos porque han aplicado mejores poĺıticas y han eliminado con éxito esos fallos”. El denominado primer teorema del bienestar, identifica las circunstancias bajo las cuales la asignación de recursos en una economı́a de mercado es socialmente deseable desde el punto de vista económico. Cuando estas circunstancias no están presentes, existe un fallo de mercado. Dichos fallos proporcionan la base para una teoŕıa de la desigualdad del mundo, ya que, cuantos más fallos del mercado dejen de abordarse, más probable es que el páıs se empobrezca (p. 84). Otros ı́tems que considera esta persuasión son: modelos institucionales que gene- ran pobreza -diferencias en los ĺımites institucionales-; poĺıticas de incentivos. La conclusión de Acemoglu y Robinson es lapidaria: “La mayoŕıa de los economis- tas y los encargados de formular poĺıticas se han centrado en hacerlo bien, mientras que lo que se necesita realmente es una explicación de por qué los páıses pobres lo 65Alfonso López Michelsen. La estirpe calvinista de nuestras instituciones poĺıticas. Bogotá: Edi- ciones Tercer Mundo, 1966 (1 edición, 1947) 4.2. Desarrollo 299 hicieron mal. En general, su situación no se debe a su ignorancia ni a su cultura. (. . . ) los páıses pobres lo son porque quienes tienen el poder toman decisiones que crean pobreza. No lo hacen bien, no porque se equivoquen o por su ignorancia, sino a propósito”. En ĺıneas generales, una adecuada comprensión de la poĺıtica resulta esencial para explicar la desigualdad en el mundo. Por lo común, la economı́a ha ignorado la poĺıtica. Abba Lerner hizo notar en los años setenta: “La economı́a ha ganado el t́ıtulo de reina de las ciencias sociales eligiendo como campo los problemas poĺıticos resueltos”. Para explicar la desigualdad mundial, todav́ıa es necesario que la economı́a comprenda que los distintos tipos de Estados y acuerdos sociales afectan a los incentivos y a los comportamientos económicos (p. 89). 4.2.4. Distancia de los grandes La hegemońıa económica, militar del G7 Xavier Gorostiaga, economista y rector de la UCA de Managua, destaca: “El Grupo de los Siete y el capitalismo central con unos 800 millones de habitantes controlan y hegemonizan más poder económico, tecnológico, informático y militar que el resto de los aproximadamente 4.000 millones viviendo en Asia, África, Europa Oriental y América Latina, donde también una exclusiva minoŕıa participa de las relaciones y estándar de vida del Norte” (Gorostiaga 1992: 21). A nivel del cálculo micro-económico y en perspectiva histórica, Alejandro Llano, catedrático de filosof́ıa de la Universidad de Navarra, detalla: “La diferencia entre un rico de un páıs rico y un pobre de un páıs pobre es un abismo que no se hab́ıa registrado nunca hasta nuestro tiempo. En términos generales, según algunos histo- riadores de la economı́a, hace mil años la distancia entre el páıs más rico del planeta (a la sazón China) y los más pobres (entre ellos, la mı́sera Europa) era de 1,2 a 1. Hoy, esa desproporción entre acaudalados y miserables se eleva a la relación de 9 a 1, y sigue creciendo sin interrupción”66. Del lado del consumo, Vicente Verdú (2000), señala: “Las desigualdades mundia- les aumentan: el 20 % de los más ricos del mundo consumen 16 veces más que el 20 % más pobre. Estos últimos se reparten el 1,1 % de la producción mundial actualmente, 66Alejandro Llano. “La otra cara de la globalización”. El Páıs - 27 de Junio, 2001, p. 12 300 Caṕıtulo 4. La Década Perdida cuando este porcentaje era del 2,3 % en 1960. Unos 3.000 millones de habitantes de 60 páıses (los de la OCDE, parte de Asia y parte de América Latina) viven hoy mejor que nunca, pero otros 1.600 millones de ciudadanos, de un centenar de Estados, han sufrido la experiencia contraria. Durante los últimos 15 años, en lugar de un cre- cimiento sostenido han reducido sus ingresos y viven mucho peor. La globalización y las tecnoloǵıas conllevan la competencia sin trabas y el allanamiento de los más débiles a escala internacional y a escala doméstica”67. Diferencial en consumo de enerǵıa Con datos de 1992: el consumo de enerǵıa expresado en kilos de petróleo por cada 100 dólares del PNB, es de 15 en el Japón, de 29 en Alemania, de 38 en los EEUU, de 58 en el Canadá, de 106 en Egipto, y de 161 en China. Esto supone que los páıses desarrollados tienen el disfrute del 85 % del ingreso mundial, consumiendo el 70 % de la enerǵıa mundial, el 75 % de los metales, el 85 % de la madera y el 60 % de los ali- mentos (López de la Osa 1992: 30). Uno de los fundadores del Club de Roma (1968), Alexander King, realiza el siguiente recuento: “Al inicio de la revolución industrial el consumo por persona en los páıses europeos era muy parecido al de los llamados páıses en desarrollo de nivel intermedio de hoy. En la actualidad, el habitante medio de los páıses ricos consume un volumen de enerǵıa y materiales 40 veces superior, aproximadamente, al que consume la persona media de los páıses menos adelantados. En casos extremos la diferencia puede ser de más de 100 a 1. Complementando estos dos factores, podemos calcular que la actividad humana global se ha multiplicado por más de 40 durante nuestro siglo, con un impacto correspondiente en el medio ambiente mundial. Hasta ahora, la mayor parte de este incremento se deb́ıa al creci- miento del consumo en las regiones industrializadas, pero con el rápido crecimiento demográfico de África, Asia y América Latina; el elemento población adquirirá una importancia cada vez mayor” (King 1992: 51). Roy Harrod en su intento por caracterizar los patrones de consumo y el estilo de vida de las naciones industrializadas, acuñó la noción de “bienestar oligárquico”. En Estados Unidos (1992) hay 557 autos particulares por cada mil habitantes; en la India dos por cada mil. Hoy en d́ıa 25 % de la población mundial, la de los páıses 67Vicente Verdú. El Páıs - 2 de enero de 2000, Domingo, p. 10 4.2. Desarrollo 301 industrializados; posee 80 % del parque automotor, consume 85 % del papel, 79 % del acero, 86 % de otros metales y 80 % de la enerǵıa. Esa misma minoŕıa rica es responsable de 77 % de la emisión global de dióxido de carbono (CO2). Es impo- sible extender los niveles de vida y de consumo de las naciones industrializadas de Occidente a la población mundial de hoy (para no hablar de la futura); una democra- tización del “nivel de bienestar oligárquico” es un proyecto sin perspectiva alguna. H. M. Enzensberger en: “Eurozentrismus wider Willen” (1984), augura: “El planeta que habitamos no puede proporcionar 3.000 millones de automóviles, 400 millones de toneladas de carne, 40 millones de gigavatios de fluido eléctrico, 12.000 millones de toneladas anuales de petróleo” (Mármora 1992: 207). Dividir los 190 páıses en tres grupos Paul Kennedy, historiador británico especializado en relaciones internacionales (1999), propone un juego de alta o gran estrategia: “A la hora de pensar sobre el futuro de una globalización caracterizada por estos desajustes, conviene dividir los 190 páıses que existen en la actualidad en tres grupos: el primero está constituido por los páıses prósperos, democráticos y desarrollados, principalmente de Europa, Norteamérica, Japón y Australia, a los que se unen algunos como Israel y Singapur. Suman unos 30 o 40. En el extremo inferior se encuentran unos 50 o 60 páıses con ingresos crónicamente bajos como Ruanda o El Salvador, pertenecen principalmente a África, pero también los hay de Asia y Centroamérica. Son los más pobres entre los pobres. El tercer y último grupo, quizá el más importante para la futura situación del planeta, está formado por los 60 o 70 páıses situados en el medio. Se enfrentan a grandes retos medioambientales, de población y sociales, pero también disponen de recursos educativos y de infraestructura, además de cierto acceso al capital. Entre ellos se encuentran pequeñas islas nación como Jamaica, pero también páıses grandes y poblados como India, Pakistán, México e Indonesia. Si añadimos China, este grupo comprende el 60 % de la población mundial. A donde ellos se dirijan, se dirigirá el futuro de la Tierra”68. Jeffrey Sachs por su parte, y en base a datos aportados por el 68Kennedy, P. “Mercados y sociedades, dos ámbitos inseparables”. El Páıs - 3 de Diciembre, 1999, p. 18 302 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Banco Mundial, “en 1997 hay 26 economı́as de renta alta, con unos ingresos medios por persona (en 1995) de 24.930 dólares, y una población combinada de 902 millones. Al mismo tiempo, hay 107 economı́as de rentas baja y media, con unos ingresos de 1.090 dólares y una población combinada de 4.800 millones, el 84 % de la población mundial. De hecho, la diferencia es menor, porque el precio de los bienes en dólares es más bajo en los páıses pobres, de modo que con cada dólar se compra más que en los páıses ricos. Aun aśı, los páıses ricos tienen una renta siete veces superior a la de los páıses pobres”69. En el art́ıculo citado, Paul Kennedy descubre las interioridades estamentales de un páıs como India: “No es sorprendente que estos páıses estén a menudo sumidos en contradicciones. India, por ejemplo, tiene la mayor clase media del mundo, casi 200 millones de personas, y la región de Bangalore es el segundo mayor productor de soporte lógico informático del mundo; pero esos 200 millones de personas de clase media están rodeados de 750 millones de campesinos empobrecidos y de una tensión medioambiente crónica”. Según lo que desprenden los datos del informe Sobre Desarrollo Humano 1996, si la situación actual del mundo se mantuviera, los páıses con un desarrollo humano de nivel medio tardaŕıan 17 años en equipararse con los ahora punteros; en cuanto a aquéllos que hoy permanecen estancados en un desarrollo humano bajo, necesitaŕıan 200 años para compararse con los actualmente más afortunados70. 4.2.5. Calidad de vida, bienestar Definir y medir el desarrollo humano en términos socio-relativos Para el economista J. Mohan Rao, la experiencia de bienestar puede ser inter- subjetiva, más que individual: los actos de un individuo pueden estar guiados por la emulación o la empat́ıa, y no sólo por móviles egóıstas. “En tal caso, convendŕıa defi- nir y medir el desarrollo humano en términos socio-relativos, a fin de tener en cuenta esta interdependencia: si vaŕıa en el tiempo y en el espacio, entonces el concepto de desarrollo humano no puede aplicarse uniformemente a todas las situaciones. Incluso si tomamos este concepto con referencia al funcionamiento y no a la sensibilidad de 69Jeffrey Sachs. “La culpa de la pobreza”. El Páıs - 29 de Noviembre, 1998. Negocios, p. 3 70El Páıs - 17 de Julio, 1996, p. 25 4.2. Desarrollo 303 los individuos, todo hace suponer que las aptitudes y los modos de funcionamiento individuales están también condicionados socialmente”71. Posición de los páıses sudamericanos Figura 4.20: Posición de los páıses sudamericanos en el ranking mundial de calidad de vida. Fuente: Informe de Naciones Unidas, 1990 4.2.6. Desarrollo y Proteccionismo Mientras unos reducen, otros levantan barreras Los factores que amenazan el orden comercial abierto que se créıa irreversiblemen- te consolidado son reseñados certeramente por José J. Ruiz: “A lo largo de la década de los noventa, la amenaza proteccionista se ha ido fortaleciendo sin cesar. Los casos antidumping iniciados se han multiplicado, muy especialmente en Estados Unidos, un páıs que ha sacrificado a sus variados lobbies su liderazgo intelectual a favor del libre comercio. Por otra parte, el crecimiento del déficit comercial norteamericano, 71J. Mohan Rao. Cultura y desarrollo económico. Informe Mundial sobre la Cultura. Ediciones Unesco/Cindoc, Acento Editorial, 1999, p. 28 304 Caṕıtulo 4. La Década Perdida la tozudez de las subvenciones agŕıcolas de europeos y japoneses y las fricciones co- merciales surgidas tanto en Asia como en Latinoamérica como consecuencia de la reciente volatilidad cambiaria son factores poderosos”72. Nicholas Stern (2001), vice- presidente y economista jefe del Banco Mundial demostró que los páıses de la OCDE gastan 327.000 millones de dólares al año en subsidios agŕıcolas, lo que significa que el dispendio es de casi 1.000 millones de dólares al mes. Esta es la verdadera muralla que enfrentan los páıses de América Latina para salir del subdesarrollo. “Es una situación escandalosa”, planteó el vicepresidente del Banco Mundial. “Los páıses ri- cos están protegiendo intereses domésticos especiales a expensas de los pobres del mundo”73. Ian Golding, director poĺıtico del Banco Mundial, criticó a los páıses industria- lizados, expresó: “El monto de las subvenciones agŕıcolas de los páıses de la OCDE ha sido en los últimos años superior al PIB total de los páıses de áfrica”74. El ex-presidente de México, Miguel De La Madrid, refiriéndose a lo que a Améri- ca Latina concierne: “Resulta paradójico que, mientras los páıses de América Latina reducen sus restricciones al comercio, los páıses industrializados mantengan medi- das de la más diversa ı́ndole: restricciones voluntarias a la exportación, medidas antidumping, derechos compensatorios, restricciones fitosanitarias y subsidios a su aparato productivo. Esto ha dado lugar a que el ritmo de crecimiento del comercio internacional tenga un bajo nivel (3 % de 1980 a 1986 contra 5 % de 1970 a 1979), en especial para los productos agropecuarios, que constituyen parte fundamental de las exportaciones latinoamericanas. Por otro lado, se ha impuesto un costo adicional a la transformación productiva, al aplicar barreras comerciales mayores a los bienes manufacturados de los páıses en desarrollo” (De La Madrid 1991: 147). Barreras comerciales Barreras aduaneras, garant́ıa de precios, subvenciones ligadas a la producción, utilización de la normativa fitosanitaria, etc., son instrumentos utilizados para im- pedir la competencia. El informe “Perspectivas económicas globales y los páıses en desarrollo”, dirigido 72José J. Ruiz. “Libre cambismo entre corchetes”. El Páıs - 28 de Noviembre, 1999, p. 17 73El Páıs - 25 de Noviembre, 2001, p. 12 74El Páıs - 28 de Agosto de 2002 4.2. Desarrollo 305 por el economista jefe del Banco Mundial, Nick Stern, es una dura cŕıtica a los páıses industrializados. A pesar de que EE UU, Canadá, la UE y Japón, tienen unos aranceles de importación medios que van de un mı́nimo del 4,3 % en Japón al 8,3 % en Canadá, sus obstáculos tarifarios y comerciales son mucho más elevados en el caso de muchos productos exportados por los páıses en desarrollo. Las tarifas para productos como la carne, el azúcar, la leche y el chocolate superan con frecuencia el 100 %. Para las frutas y hortalizas, los tipos pueden llegar al 180 % -caso de los plátanos que se importan por encima de la cuota fijada por la UE- e incluso al 550 % y el 132 % -caso del cacahuete pelado en Japón y EE UU, respectivamente-. En los textiles, el vestido y el calzado, las tasas arancelarias también se sitúan con frecuencia entre el 15 % y el 30 %. A estos obstáculos deben sumarse las subvenciones agŕıcolas. Sólo en 1999, los páıses de la OCDE gastaron más de 56 billones de pesetas en ayudas al sector. Según el informe, “este proteccionismo impide que los páıses en desarrollo, con excepción de los que demuestran mayor eficiencia en la producción agŕıcola, penetren en los mercados de los páıses industrializados, al mismo tiempo que permite a los productores más ineficientes de los páıses ricos mantener su cuota de mercado”75. 4.2.7. Identidad, nación y desarrollo Nuevo discurso tecnológico y económico para la colonia americana En “Tres visiones de América-Inca Garcilaso”, Eduardo Subirats hace referencia a un paradigma sustitutivo, básico para la incipiente inserción del subcontinente en la modernidad: “El segundo paradigma de la representación colonial y postcolonial de América no es teológico ni metaf́ısico, sino antiescolástico, empirista, racionalista, progresista y tecno-cient́ıfico. La nueva representación de América ya no era heroica, ni apelaba a un principio teológico o metaf́ısico, era emṕırica y democrática, equipa- raba al continente a cualquier otra invención de las ciencias pragmáticas, y se basaba en un concepto productivo del conocimiento y del poder. La construcción conceptual moderna de este nuevo discurso tecnológico y económico de la colonización americana fue formulada por el filósofo Francis Bacon, en su trabajo Novum Organum de 1620. 75El Páıs - 11 de Diciembre, 2000, p. 80 306 Caṕıtulo 4. La Década Perdida “El método cient́ıfico se convierte en el principio de la nueva universalidad de las em- presas de conquista tecno- cient́ıfica. Una universalidad que, a su vez, reformulaba en sus categoŕıas de progreso de la dominación humana, aquel mismo principio salvacio- nista que hab́ıa distinguido el ideal cristiano de un universo integralmente convertido. Todo ello se coronaba, en el Novum Organum, con un significativo comentario sobre los indios de América. Su naturaleza, una vez más, era definida negativamente. Pero la inferioridad del sujeto colonizado no se desprend́ıa ya de sus pecados nefandos, ni de su gentilidad, a diferencia de la teoloǵıa de Sepúlveda y de Acosta. Lo que los condenaba a la servidumbre era la imperfección de su conocimiento ligado a los “́ıdolos”. Y era, asimismo, el resultado del carácter subsecuentemente “suburbanas” o locales de sus formas de conocimiento, o sea, su carácter no cŕıtico-empirista. Cier- tamente no ha sido este paradigma cient́ıfico e ilustrado el que la España moderna de los Habsburgo, ni de los Borbones esgrimió para hacer prevalecer sus intereses hegemónicos” (Subirats 1995: 38). Hegemońıa espiritual tras el desastre del 98 En el análisis de Subirats, que seguimos, emerge la idea de continuidad en lo esencial: “Parece importante señalar que el derrumbe final del imperio colonial es- pañol, en 1898, supuso, ciertamente, la conciencia de un desastre a la vez poĺıtico y moral, y toda una crisis y hasta un trauma de la identidad imperial española, pero de ningún modo la revisión de aquellas categoŕıas metaf́ısicas, heroicas y trascen- dentes bajo las que se hab́ıa comprendido la realidad americana. Simplemente, en el contexto postcolonial, aquel principio de hegemońıa teológico-poĺıtica abandonó sus significados administrativos, para conservar el sentido de una hegemońıa puramente espiritual”. Este tipo de hegemońıa es la que pretende conservar, del lado americano, parte importante del modernismo literario, frente a la “intromisión” norteamericana real y potencial. En todo caso lo de “puramente espiritual” resulta ser la justificación última de la colonización primigenia. Subirats refleja la reciprocidad del sentimiento: “Bajo las condiciones de la ban- carrota poĺıtica y militar de 1898, y de la crisis de los valores históricos que hab́ıan definido la mı́tica grandeza de la España cristiana, intelectuales como Ganivet, Una- muno, Azoŕın y Maeztu elevaron una unidad nacional capaz de superar el conflicto 4.2. Desarrollo 307 con las excolonias en nombre de una espiritualidad trascendente, de un nihilismo he- roico, del mito quijotista. Bajo su postulado, la perdida grandeza colonial española se reformulaba en términos trágico-existencialista”. La dimensión de la tragedia, el golpe al orgullo identitario produce un cambio de actitud respecto de lo que pervive que, aun cuando siendo ajeno al mainstream hispánico, es lo “nuestro” diferencial. El autor que citamos lo aprecia, en dimensión histórica, aśı: “Existe una tercera mirada de América. Ella es reflexiva. Se basa en una restauración hermenéutica de las lenguas y culturas históricas, destruidas en nombre del universalismo moderno. Mirada singular, sin duda. Y visión marginal también. Es la perspectiva intelectual de un filósofo, descendiente de la aristocracia inca, que conoció tempranamente la obra filosófica de un tratadista hispano-jud́ıo, expulsado a Italia, y a través de ella, la tradición del humanismo latino. Es la obra que traza, a partir de esta tradición critica del humanismo europeo y de la antigua espiritualidad inca, una compleja utoṕıa de diálogo entre culturas y religiones plurales y diversas, bajo el principio pantéısta de la unidad del ‘mundo todo y uno’. Me refiero al Inca Garcilaso” (p. 69). Se trata de Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega, a quien se le considera como el “primer mestizo biológico y espiritual de América”. Su padre fue sobrino del célebre poeta Garcilaso de la Vega, del Siglo de Oro español, su madre de ascendencia inca. “Frente a la irrealidad de la identidad impuesta, Garcilaso propone la restauración hermenéutica de la comunidad destruida a través de la recuperación de los nombres propios y de los nombres de los dioses, y con ellos la reconstrucción de la memoria. La narración garcilasiana cumple esta exigencia a través de una articulación original de lo épico, lo mı́tico, la crónica y la poeśıa en sus Comentarios reales76. Es esta obra, según sus propias palabras “noticia” y “fábula”, y relato de las “historias” de la civilización inca. Su narrador es por ello, al mismo tiempo, un Yo intelectual y la voz colectiva que se configura como memoria histórica a lo largo de la crónica narrativa. Es ésta, a su vez, una memoria del “corazón”y una memoria del “parentesco”, según las propias palabras de Garcilaso. Es la recuperación de una voz remota y profunda. Su significado escapa a la lógica de la dominación formulada bajo el prin- 76Inca Garcilaso de la Vega. “Comentarios reales”. Caracas. 1976. t. l. p. 47 308 Caṕıtulo 4. La Década Perdida cipio teológico de la conversión universal, o bajo el principio emṕırico-inductivo de las ciencias productivas que le sucedió. Fue y es una voz poética. Tiene que ver con el valor evocativo de esta palabra y su relación secreta con una experiencia al mismo tiempo ı́ntima y comunitaria. Como dice Garcilaso, una voz “óıda y guardada en el corazón” (p. 39). La etapa siguiente -de la constitución de la identidad iberoamericana, aún con macroseñas legitimadoras-, la sintetiza con brillantez el historiador Santos Juliá: “Los casos de sacralización de la nación son tan numerosos y se encuentran tan disemina- dos que de ninguna manera se pueden atribuir a un azar ni a una conspiración. La nación, como escribió Gellner, atrae sacralización. Tanto la atrae que los creadores de nación siempre refuerzan su invención secularizando para ella śımbolos sagrados. Algún camino se hab́ıa recorrido ya cuando el triunfo del absolutismo consagró el Derecho Divino de los Reyes, creando aśı una religión secularizada en torno a la Monarqúıa: no hubo más que iniciar el canto al Derecho Divino de los Pueblos pa- ra trasladar toda esa simboloǵıa a la Nación. En España, sin embargo, los intentos de crear una religión secularizada de la Nación fracasaron ante la superior potencia sacralizadora de “la religión católica, apostólica, romana, única verdadera”, procla- mada por la Constitución de Cádiz como “la religión de la Nación española”77 La dominación ¿núcleo de la identidad de los páıses latinoamericanos? La relación de España y Portugal con el mundo ind́ıgena puede ser visualizada como categoŕıa dialéctica amigo-enemigo, explicando el encuentro entre culturas en términos de subordinación o dominación de una cultura sobre la otra, sustenta el sociólogo Pedro Morandé: “Porque el problema de fondo no es si acaso hubo o no dominación de unos por otros, lo cual sabemos que ocurrió, sino que si tal domi- nación constituye o no el núcleo de la identidad de los pueblos latinoamericanos” (Morandé 1991: 138). La fuerza de la inercia, las fórmulas elegidas de mandato, trasciende en mucho la época de su ejecución, “Este legado de premodernidad en la gestión de los pue- blos de la América Ibérica va a originar una historia cargada de pesadillas nunca resueltas, comenzando por la necesaria asimilación del pasado. Aún después de 500 77Santos Juliá. “Nación y religión”. El Páıs - 16 de Enero, 2000, p. 21 4.2. Desarrollo 309 años, el futuro no ha conseguido establecerse como dirección tranquilizante para los pueblos de esta tierra; esto, porque hasta hoy no hemos resuelto nuestro problema de Identidad. ¿Quién soy? ¿Quiénes somos? Este es el problema filosófico que tanto Dussel como Zea tratarán cada uno a su manera” (Da Silva 1992: 22). Jose Joaqúın Brunner, doctor en lenguajes y culturas latinoamericanas aduce a “fallas de identidad”, “por estar ésta, primero, construida sobre la negación - acumulación no resuelta, no superada- de sus pasados. Segundo, y como consecuencia de lo anterior, por estar ella plagada de contradicciones y amputaciones; identidad desgarrada por tanto. Tercero, por no ser ella productiva. Atrapado hasta el incons- ciente en su pasado, el hispanoamericano no lograŕıa realmente cambiar nada. Su historia enmascara su impotencia; su falta de profundidad, su inmadurez” (Brunner 1992: 75). “Nosotros los hispanoamericanos, escribe Zea, tenemos aún en la epider- mis al conquistador y al conquistado, al colonial, al liberal romántico y a todo esto que fue nuestro pasado. Es más, a pesar de que pretendemos haber sido todo eso, aún seguimos sin serlo plenamente. Todas esas actitudes las hemos ido tomando sólo en el campo formal. En realidad tales actitudes no han hecho sino enmascarar, en- cubrir, un hecho, una realidad no asimilada aún, la primera de que fue consciente el hispanoamericano, la colonial. Esto es, la de su realidad como dependencia, la de su conciencia como entidad dependiente de una realidad a la que aún no considera como propia. La de su dependencia con algo que considera ajeno”78. El historiador y teólogo de origen argentino Enrique Dussel rescata la historia de dominación de la conciencia latinoamericana a través de la poeśıa y de la literatura, identificando tres ciclos simbólicos de esta dominación, distribuidos a lo largo de nuestra historia; son ellos, el de la conciencia colonial, de dominación expĺıcita, donde la moral es la del señor de las tierras sobre el pueblo marginado, representado, en este ciclo, por los campesinos, indios y negros; un segundo ciclo es el de la conciencia neocolonial, representado por los procesos de industrialización, donde la moral ahora se sitúa entre la burgueśıa y el obrero; el tercer ciclo es representado por la conciencia revolucionaria, desde Tupac Amaru, hasta los d́ıas de hoy, pasando por Boĺıvar, Mart́ı y tantos otros (Da Silva 1992: 22). 78Leopoldo Zea, (1976). El Pensamiento Latino Americano; Editorial Ariel, Barcelona, p. 53 310 Caṕıtulo 4. La Década Perdida ¿Incidencia tangencial de lo indoamericano en la identidad chilena? El lingüista Adalberto Salas refleja esfuerzos que intentaron explicar una relación, por lo demás dudosa, pero de innegable valor sugestivo: “A fines del siglo pasado, Rodolfo Lenz sostuvo con mucha convicción la tesis de la influencia decisiva del mapuche en la formación de la pronunciación chilena del castellano79. Llegó a concluir que “el desarrollo fonético peculiar del dialecto chileno se halla sometido en casi todos sus rasgos principales a la influencia del araucano”, de manera que en su percepción, el castellano vulgar de Chile no era otra cosa sino “español con sonidos araucanos” (Salas 1992: 16). Salas pone en duda la convicción de Lenz: “ninguna sociedad aborigen actual- mente viviente tuvo oportunidad histórica de incidir en la lengua y la cultura de Chile. Los únicos indoamericanos que estuvieron presentes en el escenario durante el periodo de la Conquista y la Colonia fueron los escasos diaguitas del Norte Chico, extinguidos a fines del siglo XVI, y los mapuches nortinos, los llamados “picunches” en la literatura histórica y antropológica, los que hacia fines del siglo XVIII hab́ıan sido lingǘıstica y culturalmente integrados a la hispanidad. Resumiendo. Los pueblos indoamericanos de presencia antigua -diaguitas y mapuches nortinos- hab́ıan desapa- recido durante el peŕıodo formativo de la nacionalidad mucho antes del advenimiento de la República. Los grupos de incorporación reciente -aymaras, pascuenses, mapu- ches centrales- ingresaron a una sociedad nacional completamente ajena, ya formada sin su participación. Salas incide en los factores que neutralizan: “Muchos y po- derosos factores socioculturales hispanizantes pudieron compensar y neutralizar la influencia del sustrato mapuche: el poder poĺıtico y económico, el prestigio social, la misionalización católica, la escolaridad formal, el surgimiento de centros urba- nos hispánicos que sirvieron de foco de irradiación linǵıstica y cultural, el enorme atractivo de la civilización europeo-occidental, etc. Sea por una razón (predominio poblacional hispano hablante nativo), sea por otra (operación decisiva de factores socioculturales hispanizantes), o por una combinación de ambas, el hecho objetivo es que la lengua mapuche no ha tenido incidencia en la formación de la pronunciación 79La tesis araucanista de Rodolfo Lenz apareció inicialmente en sus “Chilenische Studien (I-IV”) en Wilheln Vı́ctor Phonetische Studien, Marburgo, 1892-1893, V: 272-292, Vl: 18-34, 151-167, 274- 301; y en su versión definitiva en “Beitrage zur Kenntnis des Amerikanospanisch” en Zeitschrift fur Romanische Philologie XVII (1893): pp. 188-214 4.2. Desarrollo 311 chilena del castellano, al menos en el nivel segmental”. Luego una aseveración del todo controversial: “La lengua no apoya a la tan di- fundida y arraigada teoŕıa de la fusión o mestizaje hispano-mapuche como elemento crucial en la formación de la identidad sociocultural chilena. De momento no estoy poniendo en tela de juicio su existencia, ya que afirmarla o negarla es tarea de histo- riadores y antropólogos f́ısicos. Sólo estoy negando que tenga consecuencias visibles en la lengua y en la cultura verbalizada de los chilenos. Esto significa que aunque la investigación en historia y en antropoloǵıa f́ısica demuestre que en el Reino de Chile hubo un mestizaje hispano-mapuche masivo, consistente y prolongado, en la práctica seguiŕıa siendo irrelevante para la dimensión sociocultural (. . . ) Quede claro que los quechuismos léxicos en el castellano del área no tienen mayor significación que la más obvia y trivial: ambas sociedades -hispánica y quechua- estuvieron en contacto durante algún tiempo y se produjeron entre ellas transferencias de objetos culturales de superficie”. Si la lengua o el léxico es uno de los parámetros cruciales y fundantes del entra- mado identitario, entonces -y es posible la extensión conceptual- bastaŕıa dividir al mundo en familias lingǘısticas para descubrir muchos de los enigmas que albergan respuestas a temas centrales, entre ellos los de prosperidad y pobreza. En qué consiste lo genuinamente propio La reivindicación de lo americano tiene lugar como contraposición a lo occidental- metropolitano, un primer nivel de descarte al que apunta HCF Mansilla, para luego revisar lo dicho sobre el particular por algunas cumbres de la intelectualidad lati- noamericana: “José Mart́ı (1853-1895) prefiguró claramente esta posición, que no define claramente en qué podŕıa consistir lo genuinamente propio, pero lo hace de- pender ex-negativo de la visión que se tiene del mundo ya industrializado, acariciando simultáneamente ilusiones sobre un futuro pretendidamente brillante80. Es curioso el recordar que esṕıritus tan preclaros como Pedro Henŕıquez Ureña (1884-1946) y Alfonso Reyes (1889-l959) creyesen que el hombre latinoamericano seŕıa el hombre universal, creador de una cultura superior por su ı́ndole internacionalista y consa- 80José Mart́ı, Nuestra América, Caracas: Biblioteca Ayacucho 1977, p. 26 312 Caṕıtulo 4. La Década Perdida grada a la paz y la justicia81. Según José Vasconcelos (1881-1959), la raza mestiza, la auténticamente latinoamericana, poseeŕıa “todos los elementos de la nueva huma- nidad”, basados en criterios de “universalidad y belleza”82. Anticipando a muchos pensadores posteriores. Vasconcelos celebra las virtudes quasi-mágicas del hombre del Nuevo Mundo, pero no pierde una sola palabra ni en torno a las tradiciones culturales negativas (como la del autoritarismo) ni al esclarecimiento de esa esencia antropológica presuntamente superior. Ya antes Justo Sierra (1848-1912)83, hab́ıa alabado en forma similar las excelencias del hombre mexicano en cuanto perfecta- bilidad, aunque al mismo tiempo hab́ıa hecho una elocuente defensa del gobierno del General Porfirio Diaz, afirmando que no pertenećıa a “las formas clásicas del despotismo”, ya que “es un gobierno personal que ampĺıa, defiende y robustece al gobierno legal” y que representaŕıa “la voluntad nacional de salir definitivamente de la anarqúıa” (Mansilla 1995: 371). La pregunta permea procedencias intelectuales y épocas. Jorge Edwards lo formu- la aśı: “¿Qué somos los de la llamada América Latina: bárbaros ilustrados, europeos de segunda clase, indios momotombos, como le gustaba decir a Rubén Daŕıo? Su- pongo que todo eso junto, y algo menos, y alguna cosa más”84. Daniel J. Da Silva agrega: “Más es con el pensamiento vivo de Leopoldo Zea que vamos adquiriendo una conciencia de nuestra propia falta de identidad y de cómo ella ayuda a explicar este aparente estado general de apat́ıa que encubre el deseo reprimido de verse reco- nocido como pueblo frente a los demás” (Da Silva 1992: 22). A la retórica pregunta ¿cuál es nuestra identidad? Carlos Fuentes es directo: la que tenemos ahora mismo; porque no se trata de una búsqueda del origen, que es ilusorio, ni una apuesta por el futuro, que restaŕıa sustancia al presente. La identidad es procesal pero su contenido es actual (Ortega 1993: 40). Para una corriente de pensamiento, es el Barroco indiano -una forma diferente de modernidad- una de las claves que permitiŕıan descubrir rasgos de una identidad 81Pedro Henriquez Ureña, La utoṕıa de América, Caracas: Biblioteca Ayacucho 1978, p. 9 sgs.; Alfonso Reyes, Notas sobre la inteligencia americana, en: José Luis Mart́ınez (comp.), Antoloǵıa de Alfonso Reyes, México: Costa-Amic 1965, p. 99 82José Vasconcelos, La raza cósmica, en: Leopoldo Zea (comp.), Precursores del pensamiento latinoamericano contemporáneo, México: Sepsetentas 1971, p. 138 83Justo Siérra. Evolución poĺıtica del pueblo mexicano, Caracas: Biblioteca Ayacucho 1977, pp. 298 y ss. 84Jorge Edwards. “Los tres Antonios”. El Páıs - 29 de Septiembre, 1995, p. 13 4.2. Desarrollo 313 latinoamericana propia. El académico chileno Bernardino Bravo Lira, afirma: “es la primera gran manifestación de una cultura propiamente americana. Las anteriores no lo fueron dado su reducido ámbito de vigencia. Esta, en cambio, abarca casi todo el continente, desde México y Florida hasta el Ŕıo de la Plata y Chiloé. Por otra parte, tiene un origen y un carácter genuinamente americanos. Nacido en el continente, se nutre a la vez de elementos europeos e ind́ıgenas. No tiene nada de colonial, ni de imitación o de importación foránea”85. Para otros seŕıa lo intercultural. Fernando Calderón lo expresa aśı: “Las socie- dades latinoamericanas son histórica y culturalmente diversas. Su diversidad -como reiteradas veces ha afirmado Carlos Fuentes- emana de una matriz sociocultural de base indo-afro-europea que, a lo largo del tiempo y en varios ciclos históricos, fue creando un complejo tejido cultural expresado en una variedad de mundos de vida que, conflictiva o integrativamente, se han constituido principalmente en relación con las culturas occidentales, pero también con culturas africanas y orientales. Pre- cisamente en este juego intercultural radica la especificidad cultural latinoamericana que en buena medida trasciende los espacios poĺıticos nacionales, pero que marca sus caracteŕısticas particulares” (Calderón 1995: 3). En una publicación presentada por J. Echevarŕıa, J. Sánchez-Parga, se eleva la discusión al plano filosófico-situacional: “Todos los procesos y fenómenos sociales se encuentran en un campo sobrecargado de fuerzas, y sujetos a la tensión entre diferenciaciones y unificaciones, heterogeneizaciones y homogeneizaciones, entre ne- gentroṕıas y entroṕıas. A nivel de la cultura, por ejemplo, y de las identidades e identificaciones, “lo propio” y “lo otro” se han vuelto permeables, al mismo tiempo que entre ellos se refuerzan nuevos blindajes (xenofobias y racismos). Sobre este mis- mo vector nos parece necesario el replanteamiento de las convencionales dimensiones anaĺıticas de lo macro y lo micro, para pensar las rećıprocas determinaciones de lo uno en lo otro” (Sánchez-Parga 1992: 135). Apelando a una identidad más abarcadora, Renato Ortiz deduce: “Podemos has- ta incluso arriesgar (se trata aqúı de una especulación) que el sueño de una identidad latinoamericana tiene actualmente mejores condiciones para realizarse que en el pa- sado. Antes, en el momento de emergencia de las naciones, un ideal de este tipo 85Bernardino Bravo Lira: Algunas claves de la cultura Hispanoamericana, art́ıculo publicado en el suplemento Artes y Letras del diario El Mercurio, Santiago de Chile, 7 de Octubre de 1990 314 Caṕıtulo 4. La Década Perdida solo pod́ıa existir en tanto utoṕıa. La desterritorialización y la mundialización de las sociedades abren entre tanto una alternativa posible (pero no necesaria) para su actualización. La quiebra de las fronteras nacionales puede tal vez promover una di- mensión identitaria más abarcadora, dando contenido histórico a una idea que exist́ıa apenas en la imaginación de algunos hombres” (Ortiz 1995: 22). La identidad como ficción ideológica En términos psicológicos, “la formación de identidad emplea un proceso simultáneo de reflexión y observación, un proceso que tiene lugar en todos los niveles del fun- cionamiento mental, por medio del cual el individuo se juzga a śı mismo a la luz de lo que percibe es la manera en la cual otros lo juzgan en comparación con ellos y con una tipoloǵıa significativa para ellos; en tanto que él juzga la manera de los otros de juzgarlo a la luz de cómo se percibe a śı mismo en comparación con ellos y con los tipos que han llegado a ser relevantes para él. Este proceso es, afortunada y necesariamente, en la mayor parte, un proceso inconsciente, excepto cuando las condiciones interiores y las circunstancias externas se combinan para agudizar una dolorosa “conciencia de identidad”86. La antropóloga Margarita del Olmo, en: “Una teoŕıa para el análisis de la iden- tidad cultural”, enuncia: “La identidad cultural (. . . ) es el resultado de asumir y compartir una escala de valores, simbólicamente absolutos, que organiza jerárqui- camente las normas de conducta que se derivan de todos los papeles y posiciones sociales posibles en el universo simbólico de una cultura. Mientras que, cada una de las identidades sociales que es posible ejercer en el seno de una cultura, es el resultado de asumir como modelos unas normas de conducta, que son simbólicamente relativas por referencia a la escala de valores de la cultura que se comparte. Y una identidad individual, es aquello que resulta de combinar de una forma espećıfica cada una de las identidades sociales que una misma persona puede llegar a detentar” (Del Olmo 1994: 87). Mario Vargas Llosa reelabora el concepto, reduciendo sus alcances: “El concepto de identidad, cuando no se emplea en una escala exclusivamente individual y aspira a representar a un conglomerado, es reductor y deshumanizador, un pase mágico 86F. H. Erikson. Identity, Youth & Crisis: Faber & Faber, London, 1974, pp. 22-23 4.2. Desarrollo 315 ideológico de signo colectivista que abstrae todo lo que hay de original y creativo en el ser humano, aquello que no le ha sido impuesto por la herencia ni por el medio geográfico, ni por la presión social, sino que resulta de su capacidad para resistir esas influencias y contrarrestarlas con actos libres, de invención personal”. A reglón seguido, en lo que a postura teórica se refiere: “En verdad, la noción de identidad colectiva es una ficción ideológica, cimiento del nacionalismo, que, para muchos etnólogos y antropólogos, ni siquiera entre las comunidades más arcaicas re- presenta una verdad. Pues, por importantes que para la defensa del grupo sean las costumbres y creencias practicadas en común, el margen de iniciativa y de creación entre sus miembros para emanciparse del conjunto es siempre grande y las diferencias individuales prevalecen sobre los rasgos colectivos cuando se examina a los individuos en sus propios términos y no como meros epifenómenos de la colectividad. Precisa- mente, una de las grandes ventajas de la globalización, es que ella extiende de manera radical las posibilidades de que cada ciudadano de este planeta interconectado -la patria de todos- construya su propia identidad cultural, de acuerdo a sus preferencias y motivaciones ı́ntimas y mediante acciones voluntariamente decididas”87. La filósofa y analista poĺıtica Susan George, reflexionando sobre lo que significa Davos, matiza las posiciones anteriormente expuestas, percibiendo otros sentidos: “La poĺıtica de identidad es una gran ventaja para los que gobiernan, por eso, los expertos del grupo de trabajo la recomiendan calurosamente. Ayudando a la gente a preocuparse por quienes son desde el punto de vista histórico, o poĺıtico, o religioso, o racial, o de sexo, se evita que se ocupen de lo que pueden hacer juntos. Se bloquea la solidaridad. Se trata de evitar que la gente comprenda que tienen los mismos intereses y que se unan, ya que si la gente se une y deja el individualismo, el sistema dif́ıcilmente funcionaŕıa. Por esto se procura que se mire hacia otros objetivos y que, por ejemplo, el cristiano vaya contra el jud́ıo o el musulmán y viceversa, o que la mujer vaya contra el hombre, o el negro contra el blanco. Si todo esto se exacerba, nos olvidamos de las transnacionales. Parece claŕısimo que las poĺıticas de identidad son sumamente útiles para entretenernos”88. 87Mario Vargas Llosa. “Las culturas y la globalización”. El Páıs - 16 de Abril, 2000, p. 13 88El Páıs - 25 de Febrero, 2001. Domingo, p. 13 316 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Desde la “identidad” cuestionan la “teoŕıa del desarrollo” Entre las rupturas y discusiones en la América Latina de los años 60, se subsume la “problemática de la identidad (que funda y define la reflexión cŕıtica latinoamericana) que se manifestará, por ejemplo, en las ciencias sociales a través del cuestionamiento de la ”teoŕıa del desarrollo” y de su reemplazo por la “teoŕıa de la dependencia”, y en el plano de la producción art́ıstica por la crisis del realismo como modelo estético dominante. Estas dos manifestaciones de la ruptura discursiva se articulan desde una posición cŕıtica de la modernidad occidental y apuntan hacia la afirmación de la diferencia latinoamericana como diversidad, como heterogeneidad (Lillo 1993: 23). La nación como “sistema de significación cultural” El hispanista suizo Gustav Siebenmann -algunas de sus afirmaciones invitan a la controversia- subraya la importancia funcional de la literatura en el proceso de identificación de los latinoamericanos: “Las flamantes repúblicas criollas no eran, después de 1830, más que un conglomerado de páıses, retóricos y belicosos hacia los vecinos de fuera, explotadores abusivos hacia los vecinos del interior. Lo único que teńıan en común era el idioma, sea el castellano, sea el portugués. Y no es poca la ventaja de tener sólo dos lenguas ‘francas’ en un territorio de más de 20 millones de km2. A pesar de ello, la integración cultural de una región tan extensa e inconexa, con todas sus variedades topográficas y climáticas, habitada por sociedades marcadas por una gran variedad y mezcla de razas, sólo pudo efectuarse hacia el pasado fin de siglo. Ahora bien, el papel decisivo en este proceso unificador de todo el subcontinente le corresponde a la literatura, que con ello llegó a cumplir una primera función esencial, su función identificadora” (Siebenmann 1991: 91). Bhabha, por su parte, concibe a la nación como un “sistema de significación cultural, como la representación de la vida social”89, sustenta Adriana Rodŕıguez Pérsico: “Para salir de la lectura estrecha de la nación como aparato ideológico del poder estatal, la propuesta son los estudios culturales, los nuevos movimientos sociales, las nuevas etnicidades, lo cotidiano, la juventud. Este tipo de trabajo apuesta a construir el campo de los sentidos y los śımbolos asociados con la vida nacional. Entre las teoŕıas más recientes para una poĺıtica de la identidad, Habermas postula 89H. Bhabha, ed., Nation and Narration, London, Routledge, 1990 4.2. Desarrollo 317 un ‘patriotismo de la Constitución’90 que lejos de remitir a una nación y a una conciencia histórica -fundamento de toda identidad nacional-, reconozca por ĺımites los postulados universales de los derechos del hombre y de la universalización de las formas democráticas. Habermas contrapone el nacionalismo a un ‘universalismo moral ’ ”(Rodŕıguez 1993: 24). Un instrumento importante en la integración social es el ritual colectivo, re- cuerda Michael Schudson, la actividad social repetida y sacralizada cuya función fundamental consiste en afirmar simbólicamente los valores fundamentales. “Sin ri- tos y śımbolos”, sostiene el antropólogo David Kertzer, “no hay naciones”91. En la sociedad contemporánea los ritos pueden adoptar diversas formas. Como ocurre con todo medio colectivo, el rito puede ser un factor de integración o de desintegración (Schudson 1994: 93). La ficción poĺıtica de uniculturalismo, Bernardo Subercaseaux la ve reflejada en la realidad lacerante del Perú contemporáneo: “El espesor cultural de una sociedad, aun cuando esté opacado por otras dimensiones, está siempre alĺı, a la expectativa. El caso de Perú es, en este sentido, pertinente. El imperio incaico como realidad poĺıtica terminó hace cinco siglos, sin embargo la cultura ind́ıgena acrisolada por ese imperio sigue de alguna manera viva. Precisamente los grandes problemas poĺıticos del Perú actual derivan en no poca medida de la no integración cultural de ese páıs. Del hecho que, debido a nexos y hegemońıa sociopoĺıticas determinadas, hayan coexistido (sin integrarse) el Perú de la costa y el de la sierra, el Perú blanco y el Perú ind́ıgena, plasmándose una ficción poĺıtica de uniculturalismo en desmedro de una realidad pluricultural. Si convenimos que la cultura es el soporte de los procesos de identidad y autoimagen de una sociedad, se entiende que en ese páıs se esté dando una patoloǵıa que podŕıa calificarse casi como de esquizofrenia social, con fenómenos como el milenarismo ind́ıgena y Sendero Luminoso” (Subercaseaux 1994: 140). Incorporando las ideas de mundialización activa, de reorganización de los escena- rios culturales y cruces constantes de las identidades, cúmulo que para Néstor Garćıa Canclini exige preguntarse de otro modo por los órdenes que sistematizan las relacio- nes materiales y simbólicas entre los grupos. Fenómenos especialmente importantes para varias situaciones seŕıan la desterritorialización de identidades culturales, y la 90J. Habermas. Identidades nacionales y postnacionales, Madrid, Tecnos, 1989 91David Kertzer. Ritual, Politics and Power. New Haven: Yale University Press, 1988, p. 179 318 Caṕıtulo 4. La Década Perdida tendencia a la descentralización de las empresas transnacionales92. En el amplio vértice que ofrecen las relaciones internacionales, Carlos Moneta incluye la “impronta cultural”: Se asiste, dice, “a un creciente conflicto entre las distintas dimensiones de la identidad cultural en sus vertientes tradicional, moderna y postmoderna. Ese conflicto permea las relaciones internacionales en su enfoque tradicional -el del “conflicto de poder” del realismo y el neorrealismo, ĺıneas de pensamiento que no han logrado incorporar adecuadamente la dimensión cultural a sus marcos teóricos- e incursiona, con mayor suerte, en los cauces de las teoŕıas antropológicas, culturales y sociológicas e inclusive, en algunas de ráız económica” (Moneta 1996: 56). 4.2.8. Modelos de Desarrollo Fracaso de occidente como modelo de desarrollo En lo pragmático desarrollarse podrá significar dirigirse hacia determinadas metas generales correspondientes a cierto nivel de progreso del hombre y de la sociedad, en concreto hacia un modelo de lo que se da por llamar como “sociedad moderna”, “sociedad industrial”, “sociedad postindustrial”. Gregorio Iriarte en “Subdesarrollo y cambio”, enumera supuestos: Se supone que los páıses subdesarrollados marcharán hacia esas sociedades cuando eliminen ciertos obstáculos sociales, poĺıticos, culturales e institucio- nales, representados por la “sociedad tradicional”, el “sistema semifeudal”, las “costumbres ancestrales”. Se supone que es necesario movilizar, en la forma más racional posible, los recursos nacionales, ya sean naturales o humanos. A ello se añade la necesidad de coordinar ciertas fuerzas sociales y poĺıticas que apoyen las poĺıticas del desarrollo. El resurgimiento europeo en la posguerra y el crecimiento americano hicieron creer al mundo que occidente representaba un modelo universal de desarrollo, pa- ra toda la sociedad libre, concluye Paula Montero, académica del Departamento de 92Néstor Garćıa Canclini. Culturas h́ıbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, D. F., Editorial Grijalbo, 1990, pp. 288-289 4.2. Desarrollo 319 Antropoloǵıa de la Universidad de São Paulo, apoya su convicción en Hervé Carrier: “El occidente tuvo como nunca antes, la conciencia colectiva y la pretensión de guiar al mundo, de hecho, mas no de derecho, por su savoir faire, sus modelos de gobierno y la potencia de su tecnoloǵıa”. Montero observa: “La creencia en la posibilidad de un progreso permanente de la humanidad tropezó, por un lado, con la evidencia de la extinción paulatina de los recursos naturales, y por otro mediante la constata- ción trágica de que el progreso técnico, además de restringir a ciertas naciones, no tráıa automáticamente el desarrollo de la humanidad. Es evidente que las fuerzas productivas perdieron su inocencia y se transformaron en fuerzas de destrucción. El instrumento técnico de la paz social -la planeación- reveló las dimensiones de su per- sona: pérdida de la autonomı́a de los individuos, proliferación de formas invisibles de opresión, la irracionalidad como forma de la razón. Finalmente, desde el pun- to de vista poĺıtico, se asiste a la crisis del estado social, que se vuelve incapaz de ofrecer perspectivas para una conciliación entre desarrollo capitalista y democracia” (Montero 1991: 41). En la América Latina de los años sesenta la discusión la lideró Darcy Ribeiro, el “antropologador” (como se llamaba a śı mismo), a partir de la publicación de dos libros fundamentales, O processo civilizatório (1968) y Las Américas y la civilización (1968). “Ribeiro buscaba una explicación al ‘desarrollo desigual de los pueblos’, en- marcándolo en el vocabulario que las teoŕıas del desarrollo y la modernización hab́ıan impuesto alrededor de 1960 (. . . ) y la encontró -por su formación antropológica- re- pensando el proceso civilizatorio como una variedad ramificada de procesos locales que se contrapońıa -en silencio- a la visión dominante impuesta por el sociólogo alemán Norbert Eĺıas (1937) en su ‘El proceso civilizatorio”’(Mignolo 1998). En la Introducción a la Parte I del Informe Mundial sobre la Cultura, la cuestión se resume de manera escueta: “La cultura occidental siempre ha dominado la teoŕıa y la práctica, en lo que concierne al desarrollo; esta influencia tiende a acentuarse en los últimos veinte años, por efecto de los mercados mundiales, especialmente los financieros; sin embargo, existen otros modelos de desarrollo, que se apoyan en con- textos culturales, institucionales e históricos diferentes; a pesar de las apariencias, estas variantes se van a multiplicar probablemente en la era de la globalización, que, 320 Caṕıtulo 4. La Década Perdida paradójicamente, podŕıa ser sinónimo de diversidad, más que de uniformidad”93. El economista Paul Samuelson (2002), de la escuela neokeynesiana, avisora el quiebre del modelo cuando observa el caso japonés: “Hace unos doce años, el nuevo modelo de Japón, SA, se habŕıa considerado ejemplo ideal del crecimiento milagroso. Des- graciadamente, desde 1989 la dependencia de Japón en el empleo de por vida en una empresa, la parálisis de su burocracia y la pasividad del Banco de Japón han convertido a su economı́a en la más estancada del mundo”94. El desarrollismo de la CEPAL: ¿avance, utoṕıa o fracaso? Con la articulación teórico-metodológica realizada por CEPAL en los cincuenta es que emerge, propiamente, el desarrollismo, anticipa Alejandro Vial, en: “Consi- deraciones sociológicas sobre el desarrollismo cepaliano y la reforma del Estado en América Latina”, entiende por desarrollismo “el proyecto de cambio racionalizador que impulsó CEPAL sobre la base y liderazgo de Raúl Prebisch y que sostuvo la necesidad de superar el desequilibrio exterior mediante un fuerte proceso industria- lizador”. Luego verifica las carencias y fallos de la sistematización que en aquellos tiempos se procuraba: “Su metodoloǵıa de investigación tuvo poca fortuna a la hora de aportar la información rigurosa que la modernización regional solicitaba, dado el nivel de conflicto existente con el conocimiento cient́ıfico en dos niveles: 1. El excesivo carácter ideológico de su dialéctica argumentativa, y 2. Su extrema dependencia con respecto a un proyecto poĺıtico de sociedad”. Vial repasa el arco de opciones desarrolladas y en desarrollo: “La percepción de proyectos aparentemente tan diversos como, por ejemplo, el desarrollismo en los cincuenta y sesenta, la dependencia y la revolución a continuación, la contrarrevolu- ción de los golpes militares y su temática sobre el Estado para finalmente llegar hoy al tema de la reforma del Estado, conforman un collage un tanto excesivo cuando se observa la historia sociopoĺıtica contemporánea”. El autor conviene que “la mo- dernización desarrollista fue un hito en un camino sumamente largo y complejo; el 93Informe Mundial sobre la Cultura. Introducción a la Parte I. Ediciones Unesco/Cindoc, Acento Editorial, 1999, p. 23 94Paul Samuelson. “Cómo preparar el siglo XXI”. El Páıs - 5 de Mayo, 2002. Negocios, p. 17 4.2. Desarrollo 321 despliegue de la racionalidad moderna en la región. En ese mismo camino se encuen- tra la necesidad de la reforma estatal de acuerdo al nuevo momento histórico de la sociedad, reforma que, hasta ahora, expresa tan sólo una de sus formas posibles, la neoliberal”. Concluye: “Mientras, por un lado, los sujetos sociales oligárquicos véıan en la modernización capitalista cepalina una revolución comunista, los agentes moderni- zadores fueron viendo su proyecto, de manera creciente y al calor de la lucha, como un camino para la construcción de una sociedad nueva. El proceso objetivo de ra- cionalización capitalista fue subsumido por la dinámica de la lucha y sacado de sus fundamentos; la modernización sistémica derivó hacia la utoṕıa” (Vial 1991: 25, 37). A Fernando Henrique Cardoso le acude la convicción, generalizando, que la crisis del desarrollismo latinoamericano es expresión de la crisis de la razón técnica. Esta crisis debeŕıa llevar a desconfiar del progreso y de la capacidad transformadora de las instituciones, en especial del Estado. Según este autor -en resumen de Omar Aguilar-, la superación de la razón técnica pasa por revalorizar lo que él denomina razón sus- tantiva, cuestión que se relaciona directamente con el tema de los valores, la poĺıtica y los actores sociales. Cardoso critica especialmente un aspecto que caracterizaba casi a la totalidad de los diversos marcos teóricos de los sociólogos latinoamericanos: la prefiguración formal de las clases como sujetos del desarrollo. A este respecto, el sociólogo brasileño cree que el tema del sujeto histórico es un tema abierto. Para Cardoso, la crisis de la razón también deberá llevar a revisar los modelos y estilos de desarrollo que se propongan para modernizar nuestras sociedades, de manera tal de no cometer los mismos errores que provocó la hegemońıa de la razón técnica. Para ello, considera útil el debate sobre estilos de desarrollo alternativos, como, por ejem- plo: la discusión sobre el “otro desarrollo”, el desarrollo orientado a las necesidades básicas, el ecodesarrollo, etc., todos los cuales introducen la racionalidad sustantiva como criterio para alcanzar la modernización (Aguilar 1995: 182). Luciano Tomassini, abogado y brillante académico chileno ordenó la información clave para entender las falencias del proceso de desarrollo en América Latina: “se créıa que el crecimiento pod́ıa depender del ahorro y la inversión sin prestar atención a la calidad de los inversionistas, de la aplicación de un sistema de precios correc- tos aunque no existieran las aptitudes empresariales necesarias para utilizarlo, de la 322 Caṕıtulo 4. La Década Perdida realización de reformas estructurales sin grupos de beneficiarios organizados, de la incorporación del progreso técnico sin creatividad tecnológica endógena, o de la aper- tura de la economı́a sin un paralelo incremento de la competitividad internacional de sus productos” (Tomassini 1992: 84-96). La gran tarea del desarrollo no consistirá en la manipulación tecnológica de las tasas de inversión y ahorro, o de la modernización de las empresas productivas o del uso más intensivo de los recursos naturales y humanos, estima, desde otro ángu- lo, Rodolfo Stavenhagen, en “Socioloǵıa y Subdesarrollo” (1977: 40): “Se plantea, nada menos, que la transformación profunda del conjunto de relaciones sociales y económicas en el seno de cada páıs y, sobre todo, un cambio cualitativo en sus rela- ciones externas con los páıses industrializados, es decir, con el mercado mundial en el cual están insertados (. . . ) durante muchos años, los técnicos y los hombres de Esta- do consideraban que el desarrollo económico nada teńıa que ver con las estructuras sociales, con la dependencia externa y con los sistemas poĺıticos”. Aportes de Osvaldo Sunkel Osvaldo Sunkel, economista y escritor chileno, define desarrollo como “un proceso de transformación de la sociedad caracterizado por una expansión de su capacidad productiva, la elevación de los promedios de productividad por trabajador y de in- gresos por persona, cambios en la estructura de clases y grupos y en la organización social, transformaciones culturales y de valores y cambios en las estructuras poĺıticas y de poder, todo lo cual conduce a una elevación de los niveles medios de vida”95. En un escrito posterior, expresó: “Hay que ampliar el tema de los estilos de desa- rrollo... incorporando el marco global internacional. En otros términos, será preciso examinar la forma en que la estructura y la dinámica del estilo ascendente en Améri- ca Latina se articula con ciertos procesos caracteŕısticos de la sociedad capitalista contemporánea, dentro de la cual se inserta plenamente. En śıntesis, un estilo con- creto de desarrollo está condicionado históricamente, tanto en un sentido diacrónico como sincrónico, es decir, por su propio pasado y por sus articulaciones interna- 95Osvaldo Sunkel: “La interacción entre los estilos de desarrollo y el medio ambiente en la América Latina”, en Estilos de desarrollo y medio ambiente en la América Latina, selección de O. Sunkel y N. Gligo. Fondo de Cultura Económica, México, 1980, p. 10 4.2. Desarrollo 323 cionales contemporáneas”96. En sentido análogo, Raúl Prebisch: “los fenómenos del desarrollo no pueden explicarse solamente con una teoŕıa económica: hay que llegar a una teoŕıa global que integre todos los elementos del sistema mundial del capitalis- mo. El capitalismo periférico es parte de este sistema mundial, pero tiene su propia especificidad”97. El “pensamiento de la queja” El pensador socialista argentino José Maŕıa Aricó, lo describió aśı: “Es el pensa- miento de lo que América Latina no puede ser porque alguien nos condena a no ser. Las teoŕıas fueron para argumentar esta especie de sueño, de una Europa que nunca se llegó a alcanzar. La teoŕıa de la dependencia, la teoŕıa del subdesarrollo, veńıan a explicarnos que el centro de nuestros males proveńıan de otra parte. No de nuestra capacidad de gobierno, no de nuestra capacidad de administración, no de nuestro propio desarrollo. No digo que la dependencia no exista, no digo que el subdesarrollo no exista, estoy hablando del uso ideológico y poĺıtico de ese tipo de categorización. Nuestros males estaban colocados afuera”98. Énfasis en la acción del Estado Tomassini estima que lo distintivo para un nuevo ciclo es la incorporación efec- tiva de las mayoŕıas. “Las estrategias de desarrollo de posguerra, con su énfasis en la acción del Estado, la inversión fiscal, las empresas públicas y la promoción de de- terminados sectores (infraestructura, enerǵıa, siderurgia, etc.), pudo apoyarse en los sectores medios y en los obreros industriales, permitiendo la subsistencia de vastos sectores marginales en el campo y en las ciudades. Las estrategias de desarrollo que actualmente se aplican en el mundo, en cambio, particularmente en la frágil situación de los páıses latinoamericanos, sólo podrán tener éxito en la medida en que estén basadas en un grado mucho mayor de participación social que, superando dicotomı́as 96Osvaldo Sunkel: La dimensión ambiental en los estilos de desarrollo de América Latina, Naciones Unidas, CEPAL, Santiago de Chile, 1981 97Raúl Prebisch. Capitalismo periférico: crisis y transformación, México, D.F. Fondo de Cultura Económica. 1981, pp. 30-31 98José Aricó. El dif́ıcil camino de la reforma democrática. Lo popular en América Latina ¿una visión en crisis?, Lima, Desco, 1992, p. 303 324 Caṕıtulo 4. La Década Perdida excluyentes, incorporen al sistema poĺıtico y al proceso productivo el mayor número de agentes sociales y económicos posibles (. . . ) El pensamiento tradicional acerca del desarrollo latinoamericano puso el énfasis en la cuestión de los agentes, pero tendió a reducirlos al Estado, considerando como su promotor natural o su deus ex machina, y contribuyó aśı a opacar la percepción de los restantes agentes económicos y sociales del proceso de desarrollo” (Tomassini 1992: 84-86). El sociólogo Raúl Atria atribuye los fracasos a carencias en el orden institucional: “El modelo de desarrollo que se impuso generalizadamente en la región (populismo poĺıtico, paternalismo social, estructura social marcadamente oligárquica, superposi- ción cultural), genera, sin proponérselo, sino más bien como consecuencia de la reali- dad concreta en que se adopta, una estructura económica en donde la modernidad tecnológica, la intensividad de capital, la sofisticación de patrones de consumo cons- picuo, y los altos ı́ndices de productividad en sectores “de punta” de las economı́as, coexisten con organizaciones básicamente artesanales de una economı́a tradicional, de baja productividad y escasos coeficientes de incorporación de tecnoloǵıa y de capital” (Atria 1993: 158). Desarrollo sustentable El informe Nuestro futuro común de la Comisión Mundial sobre Medio Ambien- te y Desarrollo (CMMAD), conocido como “Informe Bruntland”, en alusión a la presidenta de la Comisión Gro Harlem Bruntland, dado a conocer en 1987, dibu- ja los contornos al que aparece hoy como el paradigma alternativo: el “desarrollo sustentable”, “sostenido”, “sostenible”, o “duradero”, términos utilizados indistinta- mente para referirse al mismo concepto. “Nuestro futuro común además de asociar la cuestión del medio ambiente con la forma particular de industrialización y desa- rrollo imperantes, advierte sobre el fenómeno de la pobreza, la desigualdad social y las asimetŕıas en las relaciones internacionales como causas determinantes de la degradación ambiental, al imponerse una excesiva presión sobre los suelos y recursos naturales con un objetivo de supervivencia en las regiones menos desarrolladas del planeta” (Byk, Repetto 1991: 128). El Informe define el término: “El desarrollo sustentable es el desarrollo que satis- face las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las 4.2. Desarrollo 325 generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. El concepto está to- mado en su origen de la ciencia agŕıcola, que considera a la sustentabilidad como un atributo de los agrosistemas. Es la capacidad de un sistema para mantener su productividad frente a una perturbación mayor (Leal 1991: 22). Herman E. Daly, economista ecológico estadounidense indaga por unos principios operativos del desarrollo sostenible. “Para la gestión de los recursos renovables hay dos principios claros de desarrollo sostenible. En primer lugar, que el nivel de explo- tación sea equivalente al nivel de regeneración (rendimiento sostenido). En segundo lugar, que los niveles de emisión de residuos sean equivalentes a las capacidades de asimilación natural por parte de los ecosistemas receptores de dichos residuos. Las capacidades de regeneración y de asimilación deben considerarse capital natural, y el fracaso en el mantenimiento de dichas capacidades debe considerarse consumo de capital y, por tanto, no sostenible (. . . ) El uso casi sostenible de los recursos no reno- vables requiere que toda inversión en la explotación de un recurso no renovable sea compensada con una inversión en una alternativa renovable (por ejemplo, compensar la extracción de petróleo con la plantación de árboles para obtener alcohol met́ılico)” (Daly 1993: 27-30). El profesor David Pearce, un pilar importante para la concepción y desarrollo de la economı́a ambiental pretende establecer criterios para diferenciar crecimiento sostenible de desarrollo sostenible: Crecimiento económico significa que el PNB real per cápita aumenta con el transcurso del tiempo. Pero la observación de dicha tendencia no significa que dicho crecimiento sea “sostenible”. El crecimiento económico sostenible significa que el PNB real per cápita aumen- ta en el transcurso del tiempo y que dicho incremento no se ve amenazado por la respuesta de los impactos biof́ısicos (contaminación, problemas de recursos) o de impactos sociales (desorden social). El desarrollo sostenible significa que la utilidad o bienestar per cápita aumenta con el transcurso del tiempo. Desarrollo sostenible significa que un conjunto de “indicadores de desarrollo” aumenta con el transcurso del tiempo. En ambas definiciones de desarrollo sostenible 326 Caṕıtulo 4. La Década Perdida se aplican los mismos requisitos de respuesta”. El concepto más amplio de desarrollo sostenible (el segundo de los mencionados) incluye los “requisitos medioambientales” como condición previa para que un desarrollo pueda considerarse sostenible. En un sentido más amplio, sostener el desarrollo implica proporcionar a la si- guiente generación un legado de una cantidad y calidad de riqueza que sea, como mı́nimo, igual a la heredada por la actual generación. Puede verse que ese legado “de capital constante” es coherente con el concepto de igualdad intergeneracional. El desarrollo sostenible, por consiguiente, al menos en parte tiene que ver con igualdad intergeneracional (Pearce et al 1993: 35-45). Objeciones al Informe Brundtland Byk y Repetto las enuncian aśı: “al confiar en la posibilidad de un crecimiento económico sostenible y continuado como remedio contra la pobreza y la desigualdad en las relaciones internacionales, hace gala de cierto “ecologismo tecnocrático”, que descansa fundamentalmente sobre la idea de una adecuada utilización de los recursos y un desarrollo tecnológico creciente, dejando de lado la cuestión de la redistribución, crucial en las sociedades del mundo en desarrollo y en muchas naciones desarrolladas también. De las cŕıticas al Informe Bruntland podŕıamos mencionar las que provienen de la denominada corriente ecosocialista, liderada por James O’Connor, en EUA, Joan Mart́ınez Alier en España y que se expresa, esencialmente, a través de las publicaciones Capitalism Nature Socialism y Ecoloǵıa Poĺıtica” (Byk, Repetto 1991: 129). Coincidiendo en ello, Mir A. Ferdowsi percibe continuidad entre dos de los gran- des documentos sobre el tema, el de la Comisión Brundtland y el informe del Club de Roma: “mantienen un concepto lineal, evolutivo del desarrollo (. . . ), el problema del ‘subdesarrollo’debe resolverse igual que el de la destrucción ecológica, vale decir, por medio de la v́ıa del ‘desarrollo pendiente’, esto es, por medio de la industrializa- ción/modernización que ha de llegar. Si bien aceptan que la globalización del modelo de producción y consumo occidental representaŕıa una catástrofe ecológica para el mundo, no cuestionan sin embargo el paradigma que orienta hacia el crecimiento del sistema industrial” (Ferdowsi 1994: 10). 4.2. Desarrollo 327 Dimensiones del Desarrollo Humano El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) analiza el ı́ndice de Desarrollo Humano, una medida que resume las tres dimensiones del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, recibir educación y tener un nivel de vida digno. Figura 4.21: El desarrollo humano vaŕıa entre diferentes regiones. Fuente: Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano, 1996 328 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Objetivos del desarrollo, entre la postergación y el fracaso El autor de “No life without roots: culture and development”, Thierry G. Ver- helst, reconoce: “Como todos saben, no ha sido alcanzado ninguno de los objetivos principales de las dos últimas “Décadas del Desarrollo” declaradas por las Naciones Unidas. Hoy la pobreza y la desnutrición están aún más extendidas que hace 25 años”99. Desarrollo a Escala Humana, desarrollo como autodependencia A fuerza de reiteración circular, de una tradición intelectual asentada, “en gene- ral puede aseverarse que la conciencia colectiva latinoamericana ha adoptado como obviamente propio un modelo de desarrollo originado y perfeccionado en los páıses altamente industrializados del Norte y, simultáneamente, ha elaborado una gama muy amplia de ideoloǵıas para convencerse a śı misma de que se trata de una evo- lución universal de carácter substancialmente positivo e ineludible que, tarde o tem- prano, tocará en su plenitud a todas las naciones latinoamericanas” (Mansilla 1992: 300). Mignolo suscribiendo lo expuesto por Marini100, “El legado de los antiguos colonialismos justificó la ideoloǵıa del desarrollo y del subdesarrollo, con todas las consecuencias que tuvo en la producción del conocimiento en América Latina: des- de las teoŕıas del desarrollo de la CEPAL hasta la teoŕıa de la dependencia, que se opuso a ella, pasando por un marxismo dogmático que no entendió la teoŕıa de la dependencia debido a la auto-colonización de sus pensadores, que prefirieron conver- tir las observaciones de Marx sobre el siglo XIX en Europa en dogmas para entender América Latina en el XX, en lugar de comenzar a pensar a partir de las historias locales” (Mignolo 1998). Aproximando posiciones para introducir el nuevo paradigma, es justo reconocer, a pesar de las reservas antes citadas, que el Informe Brundtland demanda un nue- vo estilo de desarrollo (el sostenido) que incluya una reorientación en las naciones industrializadas y el reordenamiento de las relaciones Norte-Sur en su conjunto. 99Thierry G. Verhelst. No life without roots: culture and development. Ed. Duculot, Paris Gem- bloux, 1987 100Marini, M / Millán, M. La teoŕıa social latinoamericana, México, El Caballito de Batalla, 1994, 2 tomos 4.2. Desarrollo 329 Siguiendo la apretada śıntesis de José Izquieta (1993), quien a su vez recurre al art́ıculo de Hamrell y Nordbeg (p. 101). Los defensores del modelo de Desarrollo a Escala Humana101 proponen una perspectiva del Desarrollo radicalmente distinta. Parten de una concepción en la que se defiende la heterogeneidad y la pluralidad del desarrollo y asumen una idea del desarrollo como realidad autodependiente. Es decir, como un proceso capaz de fomentar la participación en las decisiones, la creatividad social, la autonomı́a, la justa distribución de la riqueza y la tolerancia frente a la diversidad de identidades. La autodependencia constituye un elemento decisivo en la articulación de los seres humanos con la naturaleza y la tecnoloǵıa, de lo personal con lo social, de lo micro con lo macro, de la autonomı́a con la planificación y de la Sociedad Civil con el Estado (p. 99). Por eso, dentro de esta perspectiva se concede un gran protagonismo a las bases sociales, dado que “una opción por el Desarrollo a Escala Humana requiere estimular el protagonismo de los sujetos para que hagan de la autodependencia su propia opción de desenvolvimiento y tengan capacidad de irradiarla a otros sectores de la sociedad. Lo decisivo para este desarrollo es cómo y qué recursos generar y utilizar para potenciar microespacios y sujetos con voluntad de autodependencia. Se insiste también en la importancia de la llamada “infrahistoria”, de la vida cotidiana, donde las prácticas productivas se entroncan con estrategias colectivas de supervivencia, de la identidad cultural y de la memoria popular. Se trata en suma de un desarrollo orientado a fortalecer espacios locales, micro-organizaciones y la multiplicidad de matrices culturales dispersas en la Sociedad Civil, que comuniquen, socialicen y rescaten las diversas identidades colectivas que conforman el cuerpo social. Por todo ello se asume el desarrollo como un proceso referido a personas y no a objetos” (Izquieta 1993: 140). Surge la cuestión del alcance de tal “autodependencia” en temas colindantes con el proceso nunca acabado de homologación global, d́ıgase “agenda valórica”, mo- delos productivo-alimentarios, documentación identitaria, poĺıticas de inmigración, seguridad estratégica, etc. 101S. Hamrell - O. Nordbeg, Desarrollo a Escala Humana. Una opción para el futuro, Santiago de Chile, CEPAUR, 1986, p. 57 330 Caṕıtulo 4. La Década Perdida De desarrollo humano a desarrollo poĺıtico El filósofo y sociólogo francés de origen sefard́ı Edgar Morin, admite la posibilidad de un desarrollo moral asociado a la connotación más referida, “Una concepción de la poĺıtica multidimensional y no totalitaria, que sirva al desarrollo de los seres humanos, un desarrollo que no sea exclusivamente concebido como algo que puede ser medido a través de la tasa de crecimiento. El desarrollo de los seres humanos es también un fenómeno multidimensional, que incluye la moral; pues es preciso decir que nuestro modelo de desarrollo económico produce también subdesarrollos éticos e intelectuales muy graves”. Por otra parte, Morin rememora el criterio taxonómico tradicional: “Pareceŕıa que creemos que se debe poner en práctica una poĺıtica de desarrollo económico, y que éste dará origen a un desarrollo social, que a su vez provocará un desarrollo humano, que, por su parte, suscitará un desarrollo poĺıtico” (Morin 1993: 6). Desde el horizonte conceptual de fines de los cincuenta, Peter Bauer acertó cuando valoró al desarrollo económico como un medio, una fase transitiva: “La ampliación del abanico de opciones, es decir el aumento de las alternativas reales a disposición de la gente, es para mı́ el objetivo y el criterio principal del desarrollo económico”102. Fernando Fajnzylber, el ćırculo virtuoso El autor de La industrialización trunca de América Latina, el economista chileno Fernando Fajnzylber advierte sobre el abuso de relaciones unidimensionales entre variables. Su análisis destaca la relación causal entre crecimiento, competitividad in- ternacional, progreso técnico y equidad, e introduce conscientemente una argumenta- ción circular: “El crecimiento sostenido exige una sociedad articulada internamente y equitativa, lo que crea las condiciones propicias para un esfuerzo continuo de incor- poración del progreso técnico y de elevación de la productividad y, por consiguiente, del crecimiento”. Dado que, por otra parte, “un sistema industrial competitivo (. . . ) puede favorecer la equidad por efecto de (. . . ) la elevación de la productividad y de las remuneraciones”, tenemos que el desarrollo económico y el progreso social se articulan en un ‘ćırculo virtuoso’ ” (Buitelaar et al 1992). 102Peter T. Bauer, Economic Analysis and Policy in Underdeveloped Countries, Durham, N. C., Duke University Press, 1957, p. 113 4.2. Desarrollo 331 4.2.9. Conocimiento, brecha tecnológica, desarrollo Ciencia: cuatro etapas en la experiencia latinoamericana Los “principios de la epistemoloǵıa moderna”(de Descartes, a Kant, a la Ilustra- ción), podŕıan, en el análisis de Mignolo, enunciarse aśı: “1) El mundo es objetiva- mente conocible y tal conocimiento puede generalizarse. No se aclara, sin embargo, dónde se produce el conocimiento del mundo y hacia dónde y bajo qué condiciones podŕıa generalizarse; 2) El mundo objetivamente conocible genera conocimiento ex- perto (economistas, antropólogos, ingenieros, técnicos en comunicación, agrónomos, psicoanalistas, arquitectos, etc.), producen conocimientos que pueden exportarse o importarse (depende del lugar y de las condiciones bajo las que ocurre el viaje) co- mo mercanćıa y ser aplicado a y en las historias locales y a las regiones (después de todo las regiones se constituyen para poder ser regidas); 3) La gestación del co- nocimiento experto presupone un espacio geo-histórico en el que se construye una localización epistemológica desde donde se puede exportar conocimiento, de Europa a las dos Américas y al resto del mundo (. . . ), el conocimiento experto se asumı́a, como lo nota bien Wallerstein, en cinco páıses y en tres lenguas” (Mignolo 1998). En lo atingente a América Latina y en lo referido particularmente al conocimiento cient́ıfico-técnico, J. J. Salomon103 consideró cuatro etapas: La ciencia aristocrática (anterior a los 50). La era del cientificismo (los 50 a mediados de los 60). El auge de las poĺıticas de la ciencia (mediados del 60 al 70). El desencanto (los 80). En este punto, estima Carlos Mart́ınez Vidal (1993: 65), “América Latina no llegó al desencanto, porque nunca tuvo realmente poĺıticas y un sistema cient́ıfico tecnológico, simplemente, llegó a la frustración. A la situación y crisis internacio- nal se deben sumar las propias del continente (el mencionado problema militar, la recuperación de una democracia débil, la deuda externa, etc.)”. 103Jean Jacques Salomon, “La ciencia no garantiza el desarrollo”. Revista de Comercio Exterior, Mexico DF, 1985, Vol. 35, n 10, pp. 962-973 332 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Sagasti retrocede a la era precolombina -análisis que por su interés rastreamos con fruición- y matiza: “Reconociendo que existen muchas variaciones locales, es posible distinguir cinco grandes periodos en la historia de América Latina: el peŕıodo prehispánico, caracterizado por una ciencia y tecnoloǵıa tradicionales; el peŕıodo de dominación ibérica, en el cual predomina el pensamiento escolástico transmitido por las órdenes religiosas y se superimponen las bases tecnológicas europeas y la técnica latinoamericana; la llegada de la Ilustración y la independencia poĺıtica de las colonias; la incorporación de éstas como naciones a la división internacional del trabajo, al tiempo que tuvo lugar la introducción, el auge y la crisis del positivismo; y, por último, el periodo de industrialización por la sustitución de importaciones, donde echó ráıces y comenzó una expansión de la ciencia industrial moderna en la región”. El autor rastrea la huella de la Contrarreforma en el avance de la ciencia en el subcontinente: “Sin entrar a explorar la condición ibérica en lo referente a la ciencia, tecnoloǵıa y producción, es necesario destacar la involución que sufrió el ambiente intelectual durante la Contrarreforma y la mayor parte del siglo XVII, que afectó negativamente el desarrollo de la ciencia en la América Latina a través del aislamiento que se autoimpuso la potencia colonial. Por otra parte, lo exiguo de los logros tecnológicos de la España de esa época y el carácter esencialmente mercantil y agŕıcola de su economı́a no contribuyeron a crear las condiciones para la aparición de una base cient́ıfica y tecnológica propia en Latinoamérica, ya que estas condiciones no existieron ni en la propia España”. El ı́mpetu de las circunstancias, carencias-pérdidas y oportunidades, impusieron dinámicas de resultados discutibles. “En el orden del pensamiento especulativo se produjo un doble proceso de mestizaje y de superimposición de lo occidental con lo autóctono; en lo tecnológico se perdieron muchas respuestas técnicas locales, se produjo una articulación parcial de los dos tipos de bases tecnológicas y un mestizaje de técnicas en diversos campos. Finalmente, se reorientó las actividades productivas, estableciendo prioridades en función de los intereses de la potencia colonial, subor- dinando la mineŕıa a la exportación de metales preciosos, la agricultura a la mineŕıa y la estructura del comercio hacia las necesidades impuestas por el mercantilismo español. Una constante fue la desarticulación social, que rompió con la organización de las actividades productivas, sobre todo la agricultura, y tuvo como consecuencia 4.2. Desarrollo 333 hambrunas generalizadas y la disminución vertiginosa de la población (ayudada por las enfermedades contagiosas europeas)”. La Ilustración rompe el molde. “Hacia mediados y fines del siglo XVIII, la in- fluencia predominante de la Ilustración correŕıa en paralelo con los primeros intentos de establecer las actividades cient́ıficas modernas en la región. La base técnica y tec- nológica continuó desarrollándose de manera fragmentada y compleja, reduciéndose la variedad de respuestas tecnológicas autóctonas y ampliándose lentamente el com- ponente de las base tecnológica de origen extrarregional”. El positivismo -que repercutió t́ımidamente en la institucionalidad democrática, recuérdese el “cesarismo democrático” de Laureano Vallenilla- se convertiŕıa en el germen de una reconversión: “En la segunda mitad del siglo XIX se produce un re- nacimiento cient́ıfico en toda la América Latina, debido a la creciente influencia del positivismo y al logro de condiciones económicas y poĺıticas más estables. Estas últi- mas fueron reflejo de la integración de las economı́as latinoamericanas al capitalismo en expansión, principalmente como proveedores de materias primas en el marco de la división internacional del trabajo que se estableció bajo el tutelaje inglés. En toda América Latina, el positivismo modificó profundamente la forma de pensar, la reli- gión, la poĺıtica y la filosof́ıa, y tuvo, además, un gran impacto en el desarrollo de las ciencias aplicadas (. . . ) A comienzos del siglo XX, antes del impulso inicial hacia la industrialización, en ninguno de los páıses de América Latina se hab́ıa logrado esta- blecer una actividad cient́ıfica adecuadamente respaldada y capaz de realizar aportes significativos al conocimiento universal. Esto se debió a la falta de una demanda so- cial por la ciencia como resultado del incipiente grado de desarrollo económico en los páıses de la región; a la ausencia de valores y actitudes propicias al desarrollo de las actividades cient́ıficas; y, por último, a la inestabilidad poĺıtica y económica. Cuando la ciencia y la tecnoloǵıa moderna ingresaron a América Latina, las activi- dades cient́ıficas locales no hab́ıan echado ráıces y no fueron capaces de constituirse en una base para la adaptación y el perfeccionamiento de las técnicas industriales introducidas progresivamente durante la primera mitad del siglo XX” (Sagasti 1992: 97-106). Francisco Sagasti, en otro trabajo de su autoŕıa, “La poĺıtica cient́ıfica y tec- nológica en el nuevo entorno de América Latina (ajuste estructural de mentalidad)”, 334 Caṕıtulo 4. La Década Perdida retoma el pulso histórico avanzando desde la segunda mitad del siglo pasado hasta la conocida como “Década Perdida”: “Las concepciones sobre poĺıtica cient́ıfica y tec- nológica evolucionaron en paralelo con los cambios económicos y sociales. En los años cincuenta la idea fue promover la investigación cient́ıfica, pues se supońıa que ello traeŕıa de manera automática el desarrollo tecnológico y el crecimiento económico. En este peŕıodo, el enfoque denominado “oferta de ciencia” condujo al establecimien- to de un número importante de centros de investigación en toda América Latina. En los sesenta se insistió en mayor medida en los temas de la calificación de los recur- sos humanos, la información cient́ıfica y tecnológica y la transferencia de tecnoloǵıa. Diez años después se adoptó el enfoque de sistemas en la poĺıtica cient́ıfica y tec- nológica, se aprendió mucho sobre instrumentos de poĺıtica, se avanzó en el estudio de la innovación y se examinó el papel de la ingenieŕıa de diseño y la consultoŕıa en el desarrollo tecnológico. En el decenio siguiente la atención se desplazó hacia la ges- tión tecnológica de la empresa, las estrategias tecnológicas sectoriales y nacionales, la organización industrial y el cambio técnico, aśı como a la prospectiva cient́ıfica y tecnológica. Además, se volvió al estudio de la universidad y de su papel en el desa- rrollo regional. Sin embargo, gran parte de los esfuerzos durante la llamada “Década Perdida” se dedicaron a manejar los efectos de la crisis económica en la precaria ca- pacidad cient́ıfica y tecnológica adquirida durante los decenios precedentes (Sagasti 1992: 992). Aún, en el amanecer del segundo milenio, ni España ni los hispanoamericanos figuran en la lista de los diez páıses que concentran la mayor cantidad de exporta- ciones con valor agregado. A la cabeza están EE UU (12,8 %), Alemania (11,4 %) y Japón (8,6 %). El porcentaje de producción de alta y media tecnoloǵıa en España subió del 44 % al 49 % del total entre 1985 y 1998, pero ello no impidió que este páıs descendiera del sitio 28 al 29 en la relación mundial. Singapur está al frente, seguido por Japón e Irlanda, que trepó desde el puesto 13. Brasil bajó del 12 al 13; Argenti- na, del 39 al 41; México, del 35 al 43; Costa Rica -donde se instaló la fabricante de microchips Intel- ascendió del 64 al 53,Chile, del 65 al 59104. 104El Páıs - 14 de Abril, 2002, p. 18 4.2. Desarrollo 335 La acumulación de capital depende de la intensidad del conocimiento La concentración del capital corresponde al carácter de la nueva revolución tec- nológica, aserta Xabier Gorostiaga, “el ciclo de acumulación del capital depende cada vez menos de la intensidad de los recursos naturales y del trabajo, e incluso de la intensidad del capital productivo, para concentrarse en una acumulación tecnológica basada en la intensidad del conocimiento” (Gorostiaga 1992: 21). Consistentemente, y generalizando, la diferencia de saberes seŕıa la causa y el efecto del subdesarrollo, o de las diferencias de desarrollo. Una reflexión -fechada en marzo de 2000- “hoĺıstica” y hasta estremecedora del sociólogo Manuel Castells: “Con conocimiento y tecnoloǵıa se pueden hacer, más o menos, bombardeos de precisión y destruir un páıs en dos horas o dos meses sin sufrir una baja, o conseguir que Amazon, la empresa de venta de libros por Internet, valga el doble de todas las empresas rusas que cotizan en Bolsa, o que Yahoo, un portal de Internet, valga lo mismo que Boeing, que produce la mitad de los aviones en los que volamos. O que el valor de la economı́a/Internet en Estados Unidos haya alcanzado la cifra de 500.000 millones de dólares (80 billones de pesetas), o sea, más que la industria del automóvil, la de las telecomunicaciones o todas las compañ́ıas aéreas. Conocimiento, información, tecnoloǵıa, son fuentes directas de poder: ese es el cambio de paradigma del mundo”. En The World Economy: A Millennial Perspective (OCDE), Angus Maddison calcula: “En el año 1000 la renta real per cápita en África superaba a la de Europa por un escaso porcentaje. Eso se deb́ıa a que el producto interior bruto (PIB) de Europa cayó un 10 % entre los años de Roma 0 y 1000 después de Cristo. Hacia el año 1500 Europa empezó a utilizar el conocimiento cient́ıfico para crecer más deprisa que las otras regiones: lo que empezó en la católica Italia pronto fue superado por la Holanda protestante, que fue número uno durante tres siglos, hasta que en 1836 Gran Bretaña se hizo con la primera posición. Hacia 1904, EE UU a su vez superó a Gran Bretaña y continúa en el puesto más alto de la lista”105. Desde una visión liberal, A. Vargas Llosa estima el valor determinante de los mecanismos institucionales, “el flujo de conocimientos, y por tanto de oportunidades 105Paul A. Samuelson. “Cómo la globalización fomenta y mitiga a la vez la desigualdad”. El Páıs - 22 de Septiembre, 2002. Negocios, p. 21 336 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Figura 4.22: Contenido de las exportaciones en conocimientos y especialización la- boral. Fuente: Wood, 1995 de intercambio con el extranjero, es sólo uno de los factores del desarrollo, suponien- do, claro, que las reglas de juego y las actitudes y costumbres que las acompañan garanticen durante un largo peŕıodo un gobierno muy limitado, derechos de propie- dad horizontales y una red de instituciones que fluyan de la sociedad de contratos a la vez que la reflejen, y un ordenamiento poĺıtico respetuoso. Este concepto tras- ciende la rivalidad poĺıtica entre la izquierda y la derecha, ambas responsables del subdesarrollo latinoamericano” (A. Vargas Llosa 2004: 278). Papel de la ciencia en el desarrollo Según el testimonio a largo plazo de la historia económica, expresa Paul Samuel- son, la ciencia más el uso del mecanismo de mercado competitivo parecen haber sido los únicos ejemplos de crecimiento sostenido de la productividad. Desde la “orilla” la- tinoamericana, Claudio Véliz, historiador de la economı́a y sociólogo chileno, aporta: “En los páıses latinoamericanos -aśı como en general en los páıses subdesarrollados- 4.2. Desarrollo 337 estas condiciones se han dado de una manera muy imperfecta, o durante un peŕıodo de tiempo insuficiente, lo que explica la falta de comprensión acerca de la importancia del tema de la ciencia y la tecnoloǵıa para el desarrollo económico de dichos páıses. La ausencia de estas condiciones en el caso latinoamericano se explica, además, a causa de algunas caracteŕısticas históricas de la cultura ćıvica. A diferencia de los páıses europeos, en que junto al Estado se desarrolló una sociedad civil fuerte y di- versificada, en el nuevo mundo las sociedades se organizaron en una atmósfera más estatista, autoritaria o centralizada, con una sociedad civil más débil”106. Transacciones de productos de alta tecnoloǵıa El comercio internacional no es inmune a las grandes modificaciones que se ob- servan en otros ámbitos: reemplazo del Atlántico Norte por el Paćıfico Norte como el área comercial más importante del mundo; aumento en las exportaciones e importa- ciones de servicios (finanzas, transportes, seguros, tecnoloǵıa); disminución de la par- ticipación relativa de las materias primas en el comercio internacional; irrupción de unos pocos páıses de reciente industrialización como exportadores de manufacturas; y rápido crecimiento de las transacciones que involucran a productos manufacturados y de alta tecnoloǵıa (Sagasti 1992). Una parte del legado de Nehru -el desarrollo basado en la ciencia- empezó a dar frutos, observa Jeffrey Sachs. “Durante 40 años, India invirtió fuertes sumas en universidades, sobre todo en los Institutos de Tecnoloǵıa. Hoy, los ingenieros y empresarios indios impulsan Silicon Valley y alimentan un sector de tecnoloǵıa de la información nacional de primera clase. Las exportaciones de este sector y, sobre todo, los programas informáticos de Bangalore, Hyderabad, y Chennai, son las que más rápido crecen. Flamantes edificios de oficinas salpican el paisaje del sur de India, y crean oportunidades económicas estupendas. Se están tendiendo miles de kilómetros de cable de fibra óptica”107. Al menos en el 2002, Latinoamérica lideraba el mundo en desarrollo en manufacturas con valor agregado per cápita y en inversión extranjera directa. “Sin embargo, la estructura tecnológica de su industria y sus exportaciones es débil, en particular si se excluye a México”, dice el estudio de ONUDI108. 106Claudio Véliz. The Centralist Tradition in Latin America, 1980 107Jeffrey Sachs. “India en el centro”. El Páıs - 3 de Septiembre, 2000. Negocios, p. 3 108El Páıs - 14 de Abril, 2002, p. 18 338 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Otra diferencia clave: montos para la invest́ıgación Las grandes diferencias se registran en ı́tems como: el monto de los recursos dedi- cados a actividades de investigación y desarrollo en proporción al PIB, el número de profesionales altamente especializados en disciplinas cient́ıficas, teóricas o aplicadas, el número de publicaciones académicas originadas en ese páıs, el número de descu- brimientos cient́ıficos patentados por sus ciudadanos o el esfuerzo de investigación y desarrollo realizado por sus firmas, indicadores que en los páıses latinoamericanos son muy bajos (Tomassini 1992). Si cerrase una universidad latinoamericana. . . Mignolo pregunta qué es la universidad occidental, para luego: “primeramente la renacentista que se expande y más tarde la universidad kantiana-humboldltiana, que va hacia Asia y África pero (que) también se instala en la construcción nacional en las Américas” (Gómez 2002). Al d́ıa de hoy, ¿ha cambiado el paradigma, qué idea fundante, reactiva y procesual la vincula con el devenir de los páıses en los cuales interviene? Quizás la aseveración de José Leite López sea vestigio de la inercia, una realidad obsoleta: “Si llegara a cerrar una de las grandes universidades de un páıs de América Latina, el sistema económico de ese páıs no sufriŕıa ninguna alteración. La economı́a continuaŕıa, como ha sucedido en el pasado, dependiendo de la técnica externa con que el páıs compra o arrienda, como si fuera una fatalidad histórica”109. Gobiernos e I+D En el marco de la Séptima Conferencia de las Américas, celebrada en Miami, varios expertos y empresarios han denunciado, en un foro organizado por The Miami Herald, que la falta de medidas concretas por parte de los gobiernos, e incluso la persistencia de barreras fiscales, está lastrando el desarrollo de las nuevas tecnoloǵıas en esta parte del mundo. David Hite, director general para América Latina de Intel, opina que el acceso a la alta tecnoloǵıa en América Latina continúa siendo muy caro y que los distintos gobiernos aún no han adoptado unas estrategias claras en el 109José Leite López. Interciencia. Mayo-junio1994, Vol. 19, no 3 4.2. Desarrollo 339 ámbito de las altas tecnoloǵıas110. Inventos y patentes El cómputo de la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos (1999) arroja los siguientes resultados: de las 163.000 patentes concedidas en Esta- dos Unidos en 1998, 90.000 correspondieron a inventores estadounidenses y 72.000 a inventores extranjeros. De éstos, los japoneses recibieron 32.000 patentes, los ale- manes 9.500, y otras 28.000 se repartieron entre 15 páıses, todos ellos pertenecientes al mundo desarrollado. Tres de ellos -Corea, Taiwán e Israel- eran páıses en desa- rrollo hace una década pero consiguieron mantener un desarrollo rápido y sostenido durante muchos años, en buena medida gracias a su capacidad cient́ıfica. Los páıses tropicales -conocemos las opiniones de Sachs- , la mayoŕıa de los cuales son pobres, prácticamente no obtuvieron ninguna patente (Singapur fue la excepción). Sachs agrega: “Los páıses ricos disponen aproximadamente del 99 % de las patentes por nuevos inventos concedidas por Estados Unidos y Europa. En el mundo actual, la prosperidad económica no procede de los recursos naturales ni de la producción de bienes industriales, sino de la producción de nuevas ideas y nuevos productos. La dinámica economı́a de Estados Unidos debe su gran ventaja a una tremenda capa- cidad de innovación, ya sea en tecnoloǵıas de la información, en biotecnoloǵıa o en telecomunicaciones”111. Moncada segundo cient́ıfico más citado “Salvador Moncada, en la élite mundial de la ciencia”, titula Javier Sampedro, un art́ıculo emblemático, que a la vez es un “llamado a la conciencia” de la comunidad cient́ıfica internacional y latinoamericana en particular: “El Premio Nobel de Me- dicina de 1998 fue concedido a los estadounidenses Robert Furchgott, Ferid Murad y Louis Ignarro “por sus descubrimientos sobre el óxido ńıtrico como una molécula señalizadora en el sistema cardiovascular”. Medio minuto después de que la academia sueca anunciara el galardón, varios cient́ıficos conocedores de ese campo se mostra- 110Alejandro Rebossio. “Calabazas Latinoamericanas”. El Páıs - 25 de Enero, 1994. Negocios, p. 15 111Jeffrey D. Sachs. “La Prosperidad”. El Páıs - Octubre, 1999. Negocios, p. 3 340 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Figura 4.23: Inventos y solicitudes de patentes. Fuente: Oficina Europea de Patentes, 1990 ron extrañados. Porque el cient́ıfico que hab́ıa descubierto que el óxido ńıtrico era una molécula señalizadora del sistema cardiovascular no era ninguno de esos tres, sino Salvador Moncada, nacido en Honduras en 1944. El pasado mes de octubre, el olvido de la academia sueca volvió a brillar en todo su esplendor cuando la empresa Thomson ISI, especializada en la evaluación cient́ıfica, concluyó que Moncada era el segundo cient́ıfico más citado del mundo en los últimos 20 años, y precisamente por sus descubrimientos sobre el óxido ńıtrico”112. 112Otras Fuentes: “Moncada dice que demostró la acción del óxido ńıtrico antes que los premiados con el Nobel de Medicina”. http://elpais.com/diario/1998/10/31/sociedad/909788402 850215.html. “Salvador Moncada es el segundo cient́ıfico más influyente del mundo en los últimos 20 años”. http://elpais.com/diario/2003/10/02/sociedad/1065045608 850215.html 4.2. Desarrollo 341 Figura 4.24: Publicaciones cient́ıficas en el mundo. Fuente: OST - Comisión Europea, 1997 Sociedad del conocimiento Esta sociedad abierta y su economı́a flexible atrae a muchos buenos profesionales del mundo, mantiene Castells: “el 50 % de los doctores en ciencia y tecnoloǵıa de las universidades americanas son extranjeros y el 30 % de las empresas de Silicon Valley tienen un presidente chino o indio. En EE UU entendieron antes que nadie que el poder es el conocimiento”. La inversión en tecnoloǵıa de la información (ordenadores, software y equipos de comunicaciones) representa en la actualidad (1998) el 45 % del total de las inversiones de Estados Unidos113. 113El Páıs - 7 de Junio, 1998. Negocios, p. 15 342 Caṕıtulo 4. La Década Perdida 4.2.10. Competitividad Las economı́as más competitivas del mundo La Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, ONUDI elaboró (2002) un ı́ndice de competitividad industrial. México lidera en Latinoaméri- ca y ocupa la posición 23 en el mundo, cinco más arriba que en la anterior medición, Brasil bajó seis escalones, al 33, y Argentina, otros tantos, hasta el 35. Costa Rica escaló al 36, ocho lugares. Chile también mejoró en forma notable: del 53 al 47. El ı́ndice está compuesto por cinco variables: capacitación de la población, inversión privada en investigación y desarrollo (I+D), inversión extranjera directa per cápita, derechos de patentes por habitantes e infraestructura. España está séptima en el ı́ndice de formación industrial de los recursos humanos. Una lista encabezada por Corea del Sur, Finlandia y Australia. Argentina, quinta en 1985, ha cáıdo al puesto 25, inmediatamente detrás de Chile. Perú se sitúa en el tercer lugar latinoamericano y 32 del mundo. México aparece en el sitio 43, y Brasil, 58114. Competitividad y corrupción Uno de los factores que se miden en la clasificación de páıses competitivos que elabora el Foro Económico Mundial, es la calidad de las instituciones públicas, que comprende los contratos, las leyes y las prácticas deshonestas. Argentina, uno de los páıses que recibió mayores flujos de inversión en los noventa, es el que más puestos ha retrocedido en el apartado de las instituciones públicas entre 2001 y 2002, el último año sondeado. Descendió 12 escalones, hasta el sitio 66, después de Chile (19), Uruguay (20), Brasil (45), Costa Rica (46), El Salvador (48), Perú (49), Jamaica (51). Colombia (54), Panamá (55), México (58), República Dominicana (60) y Nicaragua (64). Sólo supera a Bolivia (69), Paraguay (71) y Venezuela (73), entre otros páıses latinoamericanos115. 114El Páıs - 14 de Abril, 2002, p. 18 115Alejandro Rebossio. “Reglas de cartón”. El Páıs - 31 de Agosto, 2003. Negocios, p. 11 4.2. Desarrollo 343 Figura 4.25: Los páıses más competitivos. Índice de competitividad industrial (1985- 1998). Fuente: ONUDI. El Páıs - 14 de Abril, 2002, p. 18 Impacto de la competencia china Como tema anexo. La demanda de China, una bendición para los productores latinoamericanos de materias primas, supone un gran desaf́ıo competitivo para la industria manufacturera, particularmente para la de México y América Central. “El sector manufacturero mexicano retrocedió el 1,7 % en 2003 y fue en gran parte res- ponsable del retroceso del 0,4 % del crecimiento del páıs. Los costes laborales del sector de maquiladoras de México triplican los de China”, según Caja Madrid116. 116Fernando Gualdoni. “El año de la recuperación en el sur”. El Páıs - 25 de Enero, 2004, p. 56 344 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Detallando: “Las maquilas, las cadenas de montaje de capital extranjero, que crea- ron más de un millón de empleos, y constituyen el segundo generador de divisas después del petróleo, pierden competitividad. La razón es simple: los obreros mexi- canos ganan tres dólares y medio a la hora, y los chinos o indios, cuarenta centavos” 117. Figura 4.26: Las economı́as más competitivas del mundo (2002-2003). Fuente: Foro Económico Mundial. El Páıs - 30 de octubre, 2003, p. 59 4.2.11. Ayuda, cooperación para el desarrollo Disminuyen programas de ayuda al desarrollo Pese a la expansión sin precedentes de los mercados de capital en las décadas de los ochenta y noventa, a los páıses menos desarrollados apenas llegó el 0,5 % de la inversión extranjera; para muchos de ellos la ayuda al desarrollo supońıa más del 80 % de los recursos financieros que recib́ıan del exterior, pero la cuant́ıa de la ayuda descendió en un 20 % en términos reales a lo largo de los noventa; “la globalización convalida el papel del comercio como motor del crecimiento, pero los costes que genera el proteccionismo de los páıses ricos en el mundo en desarrollo supera, en 117El Páıs - 23 de Junio, 2002. Negocios, p. 18 4.2. Desarrollo 345 las más modestas estimaciones, entre los 100.000 y los 150.000 millones de dólares (entre el doble y el triple de la ayuda); la inestabilidad cambiaria obliga a una activa poĺıtica de reservas, pero en los páıses en desarrollo ello comporta una salida neta de recursos hacia los mercados industriales”118. Para quien llegó a ser presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso: “(. . . ) nuestro problema actual consiste en trabajar para no caer en el Cuarto Mundo y formar parte de esa lista de páıses que ni siquiera sirven para ser explotados” (Melgar 1995: 55). Figura 4.27: Ayuda al desarrollo (porcentaje de PIB destinado en el año 2000). Fuente: OCDE. El Páıs - 22 de marzo, 2002 Ayuda condicional ligada a intereses comerciales Las instituciones públicas como el Banco Mundial financiaron el desarrollo (de 1960 a 1985), por aquel entonces el fracaso de los mercados y la desconfianza entre gobiernos dificultaban el acceso a créditos privados. A partir de 1985, “el desarrollo seŕıa financiado por créditos privados a páıses que adoptasen poĺıticas favorables al mercado y ajustadas a sus reglas, que se supońıa conduciŕıan a un aumento de los 118José Antonio Alonso. “Sin Respuestas de Monterrey”. El Páıs - 22 de Marzo, 2002, p. 14 346 Caṕıtulo 4. La Década Perdida ingresos y a un crecimiento rápido”119. Carlos Celaya anota: “La ayuda internacional se basa en créditos de organismos públicos con un componente de donación. El resto suele tener interés y, sobre todo, suele estar ligado a la adquisición de bienes y servicios de los donantes. Las tasas de retorno -el dinero que se obtiene en contratos en relación al que se presta- suele variar de unos páıses a otros, pero no suele bajar de 5 dólares por cada uno que se presta”120. De acuerdo a El Páıs: “España es, tras Italia, el páıs que da más ayuda ligada (es decir, condicionada a la adquisición, por parte del receptor, de bienes y servicios del páıs donante). Ah́ı tienen un papel determinante los créditos FAD (Fondos de Ayuda al Desarrollo): dos de los cinco páıses receptores de FAD son Indonesia y Turqúıa, que según el informe de Intermón Oxfam “no sólo no seŕıan elegibles de acuerdo con criterios de pobreza, sino que además responden estrictamente, a oportunidades de negocio de las empresas españolas”121. La Administración de George W. Bush sistematizó la ayuda condicional a partir de las cuentas del Desaf́ıo del Milenio (Millennium Challenge Accounts), según la cual los pagos de ayuda futura dependeŕıan de mejoras cuantitativas en varias dimensiones de desarrollo poĺıtico y económico. La ayuda exterior es ineficaz George Soros, presidente y fundador respectivamente de Soros Fund Management y Quantum Fund, a la par: especulador financiero y filántropo, realiza un exhaustivo análisis, que se sintetiza en: “La ayuda externa, como se administra actualmente, es raras veces efectiva y con frecuencia contraproducente”. La ayuda externa está diseñada para servir a los intereses de los donantes, no de los receptores. Los páıses donantes a menudo ayudan en base a intereses de seguridad nacional y consideraciones geopoĺıticas, y sin prestar atención al nivel de pobreza o al carácter del Gobierno receptor. Los páıses donantes prefieren canalizar la ayuda a través de sus connaciona- 119J. Bradford De Long. “Los más ricos se hacen aún más ricos”. El Páıs - 1 de Febrero, 2004. Negocios, p. 2 120Carlos Celaya. “Fuera de ruta”. El Páıs - 26 de Diciembre, 1993. Negocios, p. 3 121El Páıs - 17 de Octubre, 2001, p. 38 4.2. Desarrollo 347 les, y las instituciones internacionales prefieren enviar expertos extranjeros en lugar de incrementar la capacidad doméstica. A menudo, los receptores no tie- nen capacidad para absorber la ayuda. Como los proyectos de desarrollo son diseñados y realizados por forasteros, cuando éstos se van es poco lo que queda. La ayuda externa es sobre todo intergubernamental y los Gobiernos receptores desv́ıan recursos para satisfacer sus propios propósitos. Los donantes insisten en mantener un control nacional sobre la ayuda, lo que resulta en una falta de coordinación. La asistencia internacional es una empresa de alto riesgo. Hacerlo bien es más dif́ıcil que administrar una empresa, porque no existe una sola medida de be- neficio social. La ayuda es administrada por burócratas que tienen mucho que perder y poco que ganar si asumen riesgos”122. Celaya en “Fuera de ruta”, antes citado, ejemplifica en parte las aprensiones de Soros, “Después del terremoto en 1976 en Guatemala, a mediados de los ochenta, la ayuda alimentaria se volcó al páıs. Al puerto llegaban cientos de miles de paquetes con lo esencial para la dieta humana: hab́ıa leche en polvo, frutas, conservas, aceite. Todo un gesto humano si no fuera porque la verdad es que comida no faltaba. La lógica de la economı́a fue contra la lógica de la limosna: la comida que llegaba en forma de ayuda inundó los hogares, que no vieron la necesidad de comprar arroz, fŕıjoles o leche en el mercado local. Los campesinos se arruinaron, los precios se hundieron. Sin dinero, los agricultores no pudieron comprar fertilizantes, pesticidas, semillas o máquinas para las siguientes cosechas: al año siguiente faltaron alimentos, no hubo terremoto y tampoco ayuda. En otros páıses de América Central, como Nicaragua, el consumo de trigo ha desplazado al de máız, el cultivo de la zona. La ayuda internacional creó el hábito de comer pan de harina de trigo. Los productores de máız se empobrecen y aumentan las importaciones de trigo”. Bo Asplund quien fuese representante especial adjunto de la ONU para Afga- nistán, hablando de la dependencia cotidiana del mundo subdesarrollado de la ayuda de los páıses ricos, escribe: “Pero esa ayuda es exigua en lo que se refiere a alcanzar 122George Soros. “Bienes públicos/globales: el componente ausente”. El Páıs - 17 de Octubre, 2001, p. 23 348 Caṕıtulo 4. La Década Perdida sectores básicos”, matiza, “Sólo un 14 % de esos fondos llegan donde más se necesi- tan”(por ejemplo, sólo un 5 % de los préstamos de bancos multinacionales en créditos rurales llega a las mujeres campesinas). Ello en unos páıses cuya deuda exterior “de- be ser condonada de un modo u otro, porque es imposible que paguen ni siquiera los intereses”. En Nicaragua cada ciudadano debe seis años de ingresos a los bancos extranjeros123. El caso de Afganistán es paradigmático, lo consignan con detalle Acemoglu y Robinson (2013), coinciden con Asplund, “solamente entre el 10 o, como máximo, el 20 % de la ayuda alguna vez llega a su objetivo”, aparte de relatar que hay abiertas decenas de investigaciones por fraude a oficiales locales y de la ONU por desviar dine- ro de las ayudas. Advierten sin embargo que, la mayor parte del dinero desperdiciado de la ayuda exterior no es fraude, sino sola y simplemente incompetencia. El Acuerdo de Bonn firmado en Diciembre de 2001 entre los ĺıderes de los antiguos muyahidines afganos que hab́ıan cooperado con USA y miembros de la diáspora, entre ellos Hamid Karzai, creó un plan para el establecimiento de un régimen democrático. La comunidad internacional pensaba que lo único que necesitaba el páıs era una gran infusión de ayuda exterior. Se repitió el ritual habitual, los trabajadores de la ayuda llegaron en sus jets privados, las ONGs aterrizaron con sus propios planes, producto de conversaciones de “alto nivel”. Millones de dólares para la administración afgana no se utilizaron en infraestructuras, escuelas u otros servicios públicos esenciales. El primer tramo del presupuesto: encargar una ĺınea aérea para transportar al personal de la ONU y otros agentes internacionales, después a choferes e intérpretes para lo cual contrataron algunos burócratas y profesores de escuelas que hablaban inglés, pagándoles cifras que multiplicaban varias veces los sueldos afganos del momento. Es decir, los pocos burócratas cualificados se pusieron al servicio de la comunidad internacional, en vez de a su gobierno, al que se supońıa iban a desarrollar y reforzar. ¿Qué pasó con los millones de dólares prometidos? Para enmarcar, sienta cátedra: “Del dinero prometido, el 20 por ciento fue a parar a los gastos de la oficina central de las Naciones Unidas en Ginebra. El resto fue subcontratado a una ONG, que tomó otro 20 por ciento para gastos de su oficina central en Bruselas, y aśı sucesiva- 123El Páıs - 17 de Julio, 1996, p. 25 4.2. Desarrollo 349 mente. También hab́ıa tres abogados y cada uno se quedó aproximadamente otro 20 por ciento de lo que quedaba. El poco dinero que llegó a Afganistán se utilizó para comprar comida a la parte occidental de Irán, y gran parte de esto fue pagado al cártel de camiones de Ismail Khan para cubrir los precios inflados del transporte”. A lo largo de la últimas cinco décadas gran parte del dinero se ha desperdicia- do en gastos generales y corrupción, y lo que es peor: parte fue a parar a manos de dictadores como Mobutu, que depend́ıan de la ayuda externa de sus patrones occidentales. Por ello, ¿debe cesar la ayuda exterior? Los autores entienden que esto aumentaŕıa el sufrimiento humano. Presuponen, para los efectos, un cambio de paradigma, caso contrario el enorme complejo de or- ganizaciones internacionales y ONGs demandará y movilizará ininterrumpidamente recursos para garantizar la continuidad del status quo. Origen del error: una comprensión incorrecta de las causas de la pobreza Las causas del fracaso anidan, de origen, en la estructura institucional, aśı justi- fican: “A pesar de este historial poco favorecedor de la ayuda al desarrollo, la ayuda exterior es una de las poĺıticas más populares que los gobiernos occidentales, las or- ganizaciones internacionales como la ONU y organizaciones no gubernamentales de distintos tipos recomiendan como forma de combatir la pobreza en el mundo (. . . ) El ciclo de fracaso de la ayuda exterior se repite sin cesar (. . . ) Páıses como Afga- nistán son pobres debido a sus instituciones extractivas (que dan como resultado la inexistencia de derechos de propiedad, ley y orden o buenos sistemas legales y que conducen al dominio asfixiante de la vida poĺıtica y económica ejercido por las élites nacionales e, incluso, locales). Los mismos problemas institucionales significan que la ayuda exterior será inefectiva, ya que será saqueada y es poco probable que llegue a donde se supone que debe llegar. En el peor de los casos, mantendrá a los reǵımenes que están en la misma ráız de los problemas de estas sociedades. Si el crecimiento económico sostenido depende de instituciones inclusivas, dar ayuda a reǵımenes que presiden con instituciones extractivas no puede ser la solución” (527). A esta enumeración agregar, tal como se expone, la desidia de los “traficantes del 350 Caṕıtulo 4. La Década Perdida dolor”, unos sistemas del todo obsoletos, poco transparentes. Para todos los niveles de participación, pasivos y activos, solidarios a distancia y “administradores oficiales de la caridad” ¿Es sólo la carencia de un marco institucional adecuado, o una menta- lidad tradicional anclada en un ćırculo vicioso, del cual emerge una institucionalidad siempre contaminada con los intereses del poder?, “quizá se debeŕıa estructurar la ayuda exterior para que su uso y administración integrara en el proceso de toma de decisiones a los grupos y los ĺıderes que, de otra forma, quedaŕıan excluidos del poder. Además, se debeŕıa otorgar poder a un amplio segmento de la población” (p. 529), a la vez, ciertas instancias ejecutivas reclaman con la mayor de las urgencias la intervención de mayoŕıas hoy ajenas e ignorantes a las entrañas del proceso. 4.2.12. Remesas Cuant́ıa de las remesas Las remesas que los inmigrantes en el mundo rico env́ıan a sus páıses alcanzan (2001), como poco, los 70.000 millones de dólares, mientras que toda la ayuda de la OCDE es de 53.000 millones de dólares. Según Foreing Policy, Abril/Mayo 2004, “los inmigrantes de todo el mundo enviaron cerca de 80.000 millones de dólares a sus páıses de origen: una fuente de renta casi tan importante como los 100.000 millones de dólares que reciben a través de IDE. Filipinas, con cerca de una décima parte de su población en el exterior, se situó como la primera beneficiaria mundial de remesas, que superaron el 8 % de su PIB”. En América Latina, “otra fuente de capital extranjero han sido las remesas de los familiares que viven en los Estados Unidos y otros páıses. Las remesas totales del 2002 llegaron a 32 mil millones de dólares; en años anteriores el monto total ha sido superior a 20 mil millones de dólares”124. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), América Latina y el Caribe ingresaron (2003), 38.000 millones de dólares, el 75 % procedente de EE UU, donde viven 43,5 millones de latinos. Cuatro millones lo hacen desde la UE, la mayoŕıa ilegales, y sus env́ıos sumaron 2.000 millones de dólares. Particularizando, las remesas de los inmigrantes mexicanos alcanzaron los 9.800 124Enrique Iglesias. “Dont Shortchange Latin Americas Largest Aid Program”, San Francisco Chronicle, 1 de mayo, 2003 4.2. Desarrollo 351 millones de dólares en 2002, el doble del valor de sus exportaciones agrarias anuales. Otras estad́ısticas señalan que veinte millones de mexicanos recibieron, el 2003, cerca de 14.000 millones de dólares en remesas de sus compatriotas de Tejas, Florida o lllinois: dos terceras partes de los ingresos petroleros y más que la inversión directa125. Las remesas oxigenan y sustentan Augusto Zamora (2004) describe un panorama que bien podŕıa denominarse co- mo “la redención secular-transitoria de los pobres”: “Las remesas de los emigrantes oxigenan, cuando no sustentan, unas economı́as renqueantes que tienen en ellas su tabla de salvación. Tales remesas representan el 43 % de las divisas de El Salvador, el 35 % de las de Nicaragua y el 21 % en Ecuador. México recibe más de 6.000 millones de dólares de dinero fresco, vital para mantener apaciguado al 75 % de pobres que se hacina en chabolas”. Francesc Relea sobre Ecuador, concretamente: “La ola mi- gratoria, consecuencia de la grave crisis que padece Ecuador, ha provocado diversos cambios en la estructura social del páıs y, lo que es más notable, se ha convertido en uno de los pilares que sostienen la maltrecha economı́a. Las remesas de los emigran- tes superan los 1.500 millones de dólares al año y constituyen ya la segunda fuente de divisas después del petróleo”. Respecto del despoblamiento selectivo: “Hoy, en las provincias del sur de Ecuador de Azuay, Loja y Cañal hay localidades donde sólo quedan mujeres, ancianos y niños. Los hombres emigraron en busca de trabajo y dejaron atrás a miles de familias desintegradas. Se dice que hay más de dos millones de ecuatorianos en el exterior, de una población de casi 13 millones (. . . ) “El último que se vaya, que apague la luz”, puede leerse en una pintada en la ciudad de Cuenca. ¿Por qué huyen los ecuatorianos? Sin duda de la pobreza, en la que se halla inmersa el 80 % de la población, aclara Relea: “Las cifras son elocuentes. El salario mı́nimo es de 140 dólares mensuales, que cubre menos del 50 % de la canasta básica familiar (de cuatro miembros), que es de 330 dólares de promedio. Esta cifra oscila según las ciudades y tiene que ver con la emigración. Concretamente, con el efecto inflacionario de las remesas que env́ıan los ecuatorianos en el exterior. Por ejemplo, Cuenca recibe cerca del 50 % de estos env́ıos, y es la ciudad más cara”126. 125Juan Jesús Aznarez. “Cerca de EEUU, lejos de Europa”, El Páıs - 24 de Mayo, 2004 126Francesc Relea. “El creciente éxodo de ecuatorianos deja el páıs vaćıo”, El Páıs - 24 de No- viembre, 2002 352 Caṕıtulo 4. La Década Perdida Figura 4.28: Las remesas de los trabajadores son superiores a la AOD. Fuente: In- forme sobre Desarrollo Humano, 1994 Caṕıtulo 5 Conclusión A modo de introducción aludimos a la hipótesis de trabajo, la conjetura inicial que organiza esta elaboración. Planteamos: “Si se hubiese generado en el imaginario fundante de América Latina -que en nuestra convicción emerge, en lo axial, de un presupuesto espiritual asociado a la idea de imperio-, una disposición conceptual y una práctica similar a la conocida en otros escenarios del ámbito continental, la forma de enfrentar la ‘Década Perdida’ hubiese conducido a derroteros sensiblemente menos desafortunados que los que de hecho se verificaron en el periodo. Esta problemática estaŕıa asociada a la incongruencia entre estructura institucional y ethos cultural latente”. En una ampliación de la misma conceptualización: “Este estudio pretende dilucidar si las fórmulas arbitradas por las elites rectoras latinoamericanas para resolver las problemáticas anexas a la coyuntura cŕıtica que la región experimentó en los años ochenta, -la ‘Década Perdida’-, corresponden en lo esencial a réplicas del patrón o imaginario fundante, matriz de śımbolos, es decir al hecho de la colonización original”. Luego, la estrategia asumida: “Es una investigación académica enfocada a la generación de conocimientos a partir de la producción teórico-cŕıtica y del análisis institucional en correlato con el desenvolvimiento histórico, emprendimiento que habilita comparaciones culturales cruzadas proclives a facilitar ponderaciones sobre el desarrollo, tema central. Co- mo planteamiento o estrategia metodológica se asume la postura caracterizada por 353 354 Caṕıtulo 5. Conclusión Clifford Geertz, del autor como co-investigador, siendo contraparte, en tanto actores- agentes: académicos, intelectuales, poĺıticos, expertos, cientistas sociales, periodistas. Se hace acopio de información estad́ıstica proveniente de macro-encuestas regiona- les, públicas y privadas, aparte de la facilitada por los organismos internacionales, a través de lo gráfico-relacional”. Para, finalmente, explicitar los sujetos de atención preferente: “Tras dar cuenta de los efectos de la nueva constelación tecnológica, concomitante con la transnacionalización de la economı́a y la globalización imperante, se analiza, en conformidad con el estudio histórico-social de las subjetividades subalternas, el surgimiento de sujetos o agentes sociales transformadores, o en camino de serlo, que emergen de la economı́a informal, de la proliferación del culto evangélico, nuevos movimientos sociales, la reivindicación ind́ıgena, los outsiders poĺıticos”. En lo que a pertinencia y probable originalidad se refiere, afirmamos que esta elaboración multidisciplinar y de conjunto -rasgos que percibimos como ausentes una vez hecha la revisión bibliográfica, y en ello el proceso de filtrado, selección e interpretación de la información- se nutre en origen de la producción intelectual que emerge inmediatamente después de la coyuntura aludida, situación de crisis aguda que postergó temas que buscaban de antiguo lugar y legitimación, como los de identidad ind́ıgena, de género, etc. En segundo lugar, se busca la formalización de un fondo documental -con sen- tido de unidad, consistencia, en un marco organizativo integrado y dinámico-, que pudiese ser funcional a las necesidades de comprensión de quienes se aproximan a este periodo, en los niveles de acontecimientos, de cambios: sociales, de gobernanza cultural (la competencia por la atribución de sentido), poĺıticos (organización y re- laciones de poder entre los actores, la conformación de consensos alternativos a los dominantes, la construcción social de la protesta), tecnológicos, de filiación y perte- nencia, económicos, en el entorno legal y ético, etc., con miras a dar consistencia a la formulación de proposiciones concretas y estratégicas, es decir, la actuación eficaz al interior de los procesos de toma de decisiones en la región (negociación, decisión, liderazgo). Como antecedente adjunto, el autor de este estudio, vivió a plenitud, con to- das las vicisitudes que supuso -a la forma de observador participante-, la década 355 en cuestión, desde los roles de integrante de una familia, estudiante y profesional, recorriendo, en la misma época, las vertientes paćıfica y atlántica del subcontinente, actuando, además, como asesor independiente en dos campañas presidenciales de distinto signo. En este periodo generó documentos internos para ONGs y entidades privadas. Una vez en España, a principio de los 90, laboró en la creación y gestión, como voluntario, en dos proyectos de integración de inmigrantes (Madrid-centro y Sur de la Comunidad Autónoma de Madrid), que húıan justamente de los efectos del deterioro económico y social, secuelas de la etapa en análisis. I Teoŕıa e historia, desenvolvimiento y justificación cual superposición y referencia, son los pivotes sobre los que hemos intentado confluir en esta elaboración. En el plano teórico arribamos a la persuasión de que los “imaginarios sociales”, su valoración, pone en solfa -con carácter aparentemente definitivo-, la tradición intelectual desmitificadora del “cientificismo realista”. Los complejos intersticios de la subjetividad rebasan los dinteles de la ciencia en el viejo sentido. El sentimiento, los valores morales, la estética cotidiana no son reducibles a un solo patrón cognitivo. Intentos como la propuesta leninista de construcción de una conciencia “externa” basada en la ciencia, que sustituye a la “falsa conciencia” de los sujetos, en concreto, el partido como intelectual colectivo, desembocaron en la extirpación programada de incentivos para la investigación, innovación y creatividad. La epistemoloǵıa “tradicional” heredó de las matemáticas la idea de teoŕıa en forma de enunciados lógicamente estructurados y semánticamente interpretados, en un ambiente por lo común auto-referente que censuraba la exportación de conceptos, aunque de hecho, el transporte de los tales y las mediaciones interdisciplinarias, por necesidad, eran práctica frecuente. Tal reduccionismo fue denunciado en distintas discusiones teóricas en momentos de indagar sobre enfoques, métodos y metodoloǵıas sobre la realidad social desde la pertinencia y la complejidad. De partida quedaban afectadas las nociones de expli- cación y predicción. A partir de alĺı, los factores estructurales serán regularidades para determinados niveles de abstracción y expuestos a desactualización a fuego con 356 Caṕıtulo 5. Conclusión las particularidades, que remiten a su vez a interacciones que, cuando no fundantes, muchas se hacen redundantes. Esta nueva aproximación induce a concebir una realidad social que no se atiene a leyes universales. Hay tendencias, por lo tanto, que pueden o no volverse reales en función de los sujetos y sus acciones. Para el análisis el desaf́ıo será definir, en tiempo presente, el espacio de posibilidades para la acción viable. Aparentemente hemos perdido, en tal trance, valores, referencias, ideales, hasta ausencia o crisis de sentido. No se deslizan automáticamente relaciones uńıvocas en- tre cosas y palabras, la identidad (mismidad) como principio ordenador del mundo se ha deslegitimado, perdiendo carga afectiva y simbólica. No cabe duda de la des- aparición de absolutos inamovibles, asentados sobre la exclusión de otros tipos de racionalidad que constituyen la vida con igual propiedad. El reclamo es por la dife- rencia, la diversidad, la potenciación de capacidades perceptivas frente a un mundo expuesto a flujos de información desbordantes. Una persuasión de tal alcance hubiese resultado crucial de cara a las múltiples encrucijadas a que se vio sometida América Latina en el periodo que analizamos. La inflexibilidad conceptual y programática con que se enfrentaron desaf́ıos ineludibles multiplicaron daños, algunos generacionales e irreversibles. En descargo de la “pasada manera de concebir la realidad” se podrá verificar la preocupación de quienes en ella orbitaron por la fundamentación epistemológica para metodoloǵıas y teoŕıas, esfuerzo hoy en declive posiblemente por la fragmentación disciplinaria que ha envuelto a escuelas y academias de pensamiento. El tema o materia de los imaginarios sociales -tras la larga hegemońıa emṕırico- racionalista, que no le adjudicó legitimidad como fuentes de conocimiento plausible-, sólo despegó cuando se hizo revisión del papel de la imaginación, descubriendo los mecanismos de control, regulación, minimización y hasta negación que sobre ella almacenó la civilización occidental. Elemire Zolla llega a decir que, “en el uso antiguo, imaginación y sueño son con frecuencia sinónimos de opinión y de apariencia, es decir, juicio subjetivo”1. En definitiva, la cultura occidental ha intentado, sin éxito, domeñar el simbolismo. La imaginación en concreto, hab́ıa sido reducida a determinados campos del saber, 1Zolla, E. 1968. Historia de la imaginación viciosa. Caracas: Monte Ávila, p. 49 357 como si se tratase de una suerte de adorno que planea sobre relaciones diversas, sean estas sociales, económicas, poĺıticas, una fantaśıa incompatible con el juicio maduro, “señora del error y la falsedad” (Durand 2005: 25, citado). En “nuestra” América tal inclinación acechó con fruición la manifestación “arcaica” de ind́ıgenas, mestizos, nuevos integrantes -“hombres sin amo”-, “pobres de fatalidad”, en aquellos dominios implicados en lo medular de sus circunstancias, sentir e identidad. Tras estos vaivenes, la certidumbre de que es imposible “comprender” la realidad social, medir su totalidad, de lo cual se colige, en el decir de Maffesoli, la exigencia de una “multiplicidad de intervenciones” (económicas, poĺıticas, culturales, adminis- trativas y cotidianas) que constituyen la mayor parte de la “trama social”, lo que en lenguaje técnico remite a pluralidad metodológica y multidisciplinaria, a la incorpo- ración de diferentes parámetros de tiempo y espacio, niveles de abstracción, lo que repercutiŕıa en la posibilidad de evitar el individualismo metodológico, y en la inclu- sión de los microdinamismos. En suma un posicionamiento teórico dispuesto como red, puente y “nodo” entre el nivel teórico y lo observacional tras, en perspectiva, de una “comprensión” del mundo interno inobservable de los sujetos, considerados más allá de su contingencia como entes supraindividuales. En Crisis y sujetos sociales en México, De la Garza (1992) formula: “Si la sub- jetividad puede verse como aparato de dar sentido y de decidir la acción, puede estudiarse a partir de grandes campos no sistémicos o de sistematicidad limitada entre aquellos cognitivos, valorativos, estéticos, sentimentales, con formas de razona- miento cotidianos o bien lógico deductivas”, lo que presupone analizar, en detalle, los fundamentos teórico-epistemológicos de los imaginarios sociales, labor que han asu- mido (citados en este orden por José Cegarra): Durand (cercano a la antropoloǵıa), Castoriadis (al psicoanálisis), Ledrut (a la mitoloǵıa), Balandier (a la socioloǵıa) y Maffesoli (a la filosof́ıa). Habiendo hecho referencia a algunas definiciones al uso de “Imaginarios Sociales” en “Presupuestos Teóricos de esta Investigación”, exponemos sucintamente compo- nentes y caracteŕısticas que hemos recabado en la literatura especializada. De hecho, los imaginarios sociales, su complejidad y polivalencia no pueden ser capturados en términos de un concepto uńıvoco, al modo como lo gestionaŕıa la ciencia social emṕırico-anaĺıtica. 358 Caṕıtulo 5. Conclusión El imaginario, para Castoriadis, emplea lo simbólico para expresarse e incluso para “existir” como cual, otras versiones: “constituye una ‘gramática’, un esquema referencial para interpretar la realidad socialmente legitimada”; “permite percibir al- go como real en el contexto de nuestra experiencia cotidiana”; “proporcionan deter- minadas referencias que nos permiten una ubicación social determinada”; “esquema interpretativo que hace plausible la realidad social”; “universos simbólicos en cuanto constructores de la legitimidad social”; “imaginario individual (que) pasa a ser social por la necesidad humana de establecer relaciones sociales”; “contienen la realidad y regulan a su vez los comportamientos sociales”; “permiten legitimar determinadas valoraciones ideológicas y culturales”. Manuel A. Baeza al aludir a los imaginarios dominantes e imaginarios dominados, los ejemplifica con el concepto de nación. Esta trama insinúa las preguntas que Cegarra formula: ¿qué śımbolos configuran un imaginario de nación?, ¿cuál visión de páıs, patria o pueblo se impuso?, ¿cuáles tradiciones, prácticas, emblemas, músicas, valores y creencias, en fin śımbolos culturales se privilegiaron por encima de otros de igual vaĺıa? Los diversos imaginarios sociales que circulan configuran la idea de nación, henchida de emblemas, narrativas y mitoloǵıas fundacionales; en consonancia con Ernest Renan: la construcción de un pasado (historia), presente (acción) y futuro (utoṕıa). Para el contexto latinoamericano estas cuestiones recorren el horizonte cual cúmulo de deudas no saldadas, manifiestas desde los inicios de la andadura literaria formal, el romanticismo, pasando por el modernismo hasta el “realismo mágico” y la nueva narrativa latinoamericana, que a modo de sumario se expresa en un, ¿quiénes somos? Es de considerar la observación de Fernando Ainsa acerca de la interrelación identidad cultural y narrativa: “muchos rasgos de la llamada ‘identidad’ hispanoamericana tienen un origen en la ficción”. Castoriadis concibe y denomina su aporte bajo el eṕıgrafe conceptual “elucida- ción” interpretada como “el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan”. Plantea que toda “elucidación” es histórico-social, lo cual aplica al marco institucional, una suerte de śımbolo en segundo grado: “Una organización dada de la economı́a, un sistema de derecho, un poder instituido, una re- ligión, existen socialmente como sistemas socialmente sancionados. Consiste en ligar a śımbolos (a significantes) unos significados (representaciones, órdenes, conminacio- 359 nes o incitaciones a hacer o a no hacer, unas consecuencias, unas significaciones, en el sentido lato del término) y en hacerlos valer como tales, es decir, hacer este veh́ıculo más o menos forzado para la sociedad o grupo considerado” (2007: 187, citado). ¿Y si el “veh́ıculo más o menos forzado” adquiere carta de nacionalidad, como pareciese ser el caso en Latinoamérica donde no sólo “se acata pero no se cumple” sino que los extremos no exhiben, en grados, soporte dialógico créıble como para sentar sobre ello las bases de una interrelación virtuosa que destrabe inequidades, diferenciales crónicos aparte de sistémicos? La propuesta teórica que ha integrado elementos de esta discusión, el construc- tivismo, que en socioloǵıa es probablemente el paradigma dominante, y que surge como superación del funcionalismo y los ĺımites de la teoŕıa actual sobre el conflicto, es un modelo teórico de explicación que consiente combinar la perspectiva macro- estructural, con la individual, siendo la teoŕıa del actor-agente, articulados en red, uno de sus principales instrumentos. Esta opción no ignora el conflicto, reconociendo el condicionamiento de unos a otros en distintos niveles. Las cŕıticas que inspira emergen del haber supuesto un rango de acción dema- siado ambicioso, anulando opciones en socioloǵıa y en ello disecado la posibilidad de confabular en su interior los aportes de corrientes tales como la durkheimiana- estructural, weberiana-individual y marxista-conflictiva. Por otro lado se estima, que el énfasis en los actores, podŕıa anular la pertinencia de otras circunstancias y valores concurrentes, por último, el no haber integrado y expuesto un elemento central de la capacidad de agencia, la voluntad. El aspecto volitivo nos conduce a la figura de los sujetos o agentes sociales transformadores, para muchos, el quid de la cuestión en la trama de resoluciones factibles ante dramas enquistados de hecho en fórmulas impuestas de correspondencia entre estratos, a nivel latinoamericano. La subjetividad, considerada como aparato de concesión de sentido, acuna es- pacios sistémicos a la par de discontinuidades, contradicciones, heterogeneidades, ámbitos polisémicos parcialmente coherentes que conviven con estratos fosilizados, expuestos a re-jerarquizaciones, préstamos y asimilaciones que trastocan las formas comunes de comprender, aparte de soportar diversas temporalidades, direcciones, incertidumbre, ambigüedad. En consecuencia, los imaginarios sociales son modifica- bles con resignificaciones permanentes de sentidos lo que prefigura configuraciones 360 Caṕıtulo 5. Conclusión en rearticulación y en ello contradicciones polares junto a aperturas de espacios para la acción viable. En suma, lo complejo en toda su extensión, magma para la consti- tución y actuación de sujetos sociales transformadores que asisten, cual acto teatral, a la articulación dinámica, “actualizada” y potencialmente conflictiva de y entre es- tructuras, subjetividades y acciones. En definitiva, los imaginarios intervienen en los procesos de construcción social en la medida que emanan significación y creación de realidades. Tal aptitud concurre en los distintos proyectos de transformación que corren a la par en Hispanoamérica, desde movimientos sociales de nueva factura, plataformas de legitimación ind́ıgenas, un movimiento evangélico en alza, el empo- deramiento de sectores que emergen desde la informalidad, a pesar y a merced de ella. Para el ámbito de lo histórico asumimos algunas premisas del análisis institu- cional. El profesor Carlos Caravantes (2003), destacado americanista, aplicando la formulación de René Lourau (1970), en: El Análisis Institucional, a la investigación de la identidad étnica, enfatiza en la consideración de que toda relación social es una relación de poder, estimando que tal disquisición supera la concepción funcionalista que conjetura en torno a la relación social como forma de intercambio. Distingue tres “momentos” anaĺıticos, no cronológicos: 1. Aspecto universal, o positivo, reconocido por todos, incluido lo legalmente esta- blecido: manifiesto fundacional, afirmación ideológica, proclamas, propaganda electoral, estatutos, reglamento interno, etc. 2. Aspecto particular, o negación del aspecto anterior, que se verifica al momento en que todos los integrantes de un colectivo desde su pertenencia a grupos, intereses, deseos y posturas individuales, niegan permanentemente, salvo de un modo abstracto, la veracidad de ese aspecto universal o positivo. 3. Aspecto singular, o unidad negativa, resultante concreto de la interacción de los dos aspectos. Plantea la importancia de singularizar lo instituido y lo ins- tituyente, lo que conecta con la teoŕıa de los analizadores, entendiendo como tal la definición de Lapassade que abarca “a todo acontecimiento, a todo dis- positivo susceptible de descomponer una totalidad que, hasta ese momento, se 361 percib́ıa de forma global”2. Esta hipótesis, un revulsivo de finales de los años 60, concentraba en ellos, no en los analistas, la potencialidad desveladora. Un ejemplo de ello es lo que significó para la identidad argentina, la “Guerra de las Malvinas”. A nuestro juicio, lo histórico adquiere pleno sentido si lo analizado gira en torno a la reproducción de componentes, factibles de desagregar a la vez que integrar en patrones, y si éstos, a la vez son receptivos al análisis comparativo. Para el caso que nos ocupa, debatir la “Década Perdida” latinoamericana (Inglaterra y Japón tuvieron la suya tal como acotamos) desagregada del marco internacional, cual isla llana, es un contrasentido. El análisis institucional en paralelo con el correlato histórico deberá conducir a explorar en pautas tales como: trayectorias, diferencias, deriva, desigualdades, lega- dos institucionales; coyunturas cŕıticas; ćırculos viciosos y virtuosos, que es el entorno sobre el cual reflexionan autores como Daron Acemoglu y James A. Robinson (2013), cuyo trabajo, a nuestro entender, es la mejor elaboración, que en śıntesis incorpora- mos, en cuestiones de desarrollo internacional. Una de las carencias en los estudios del desarrollo internacional -en lo socio- económico: prosperidad y pobreza- es la consulta por las ráıces de la desigualdad mundial. Lo t́ıpico es un “presentismo” efectista, la descripción de la “gran tribula- ción” como llama Leonardo Boff, a contrapelo de la colosal diferencia que marca la trayectoria de quienes han arribado a la “orilla del paráıso”, un conglomerado que envuelve a las élites globales, hecho de la causa que subvierte la cartograf́ıa. Las transiciones institucionales en Gran Bretaña y la Revolución Industrial y en lo que a ésta respecta, la difusión de la industrialización, aparte de sus más que evidentes aportes, intensificaron los conflictos. La Revolución Francesa de 1789, en lo que al tema atañe, es un intento “exitoso” por imponer por la fuerza la importación de las instituciones originadas en Inglaterra, allanando la industrialización a los que, de no mediar tal intervención, hubiesen quedado rezagados del progreso material, como fue el caso de la Europa del Este y del Imperio Otomano. Los EEUU, la primera nación que explotaba las nuevas tecnoloǵıas, supera en breve a sus mentores, caso similar, Australia. Ambos páıses hab́ıan implementado 2Lapassade, Georges, 1979 (1971). El analizador y el analista. Barcelona, Gedisa 362 Caṕıtulo 5. Conclusión instituciones inclusivas avanzadas, de mayor calibre y peso relativo que las propias de las naciones originalmente punteras. Sus aparatos institucionales -aun relativamen- te inclusivos- no bloquearon las nuevas tecnoloǵıas, la innovación ni la destrucción creativa. Sus ciudadanos tuvieron que luchar por si mismos para lograr derechos poĺıticos, espacios de legitimidad y tránsito empresarial. No tuvieron igual fortuna sus pares de gran parte de Asia o de Sudamérica, alĺı la colonización europea im- puso instituciones extractivas de antiguo cuño, adueñándose y potenciando las ya existentes. A momentos que se implementa la Revolución Industrial en Inglaterra -finales del siglo XVIII-, la mayor parte de sus pares europeos, como anotamos, segúıan regi- dos por reǵımenes absolutistas, para esta casta adocenada la “destrucción creativa” erosionaba sus beneficios. La industrialización es una rémora a perseguir, toda vez que afecta un peculio ensamblado a impuestos sobre el uso de tierras, privilegios comerciales o barreras a las importaciones. En el “resto del mundo”, el absolutismo llegaba a ser tan resistente como en Europa Oriental. En China, la transición Ming-Qing condujo a un Estado centrado en construir una sociedad agŕıcola estable, hostil al comercio internacional, no aśı Japón que reaccionó al fenómeno “Revolución Industrial” efectuando su propia revolución: derrocaron al sogún y restauraron a la dinast́ıa Meiji, lo cual redundó en reformas institucionales que atrajeron crecimiento económico. Un ejemplo de absolutismo resistente es la, ya en aquellos tiempos, aislada Etioṕıa, y el resto de África, sobre todo la occidental y central. Una institución extractiva por antonomasia, el tráfico de esclavos, destruyó sociedades enteras y hasta favore- ció la creación de estados esclavistas en otros parajes del mundo. En buena medida, lo que aupó a unos (la Revolución Industrial, sus alcances tecnológicos, financieros, loǵısticos), desplomó a otros, que por circunstancias dispares no se embarcaron en los procesos de cambio en curso, eventualidades cuyos sucesos se cotejan durante los últimos trecientos años. Los autores de Por qué fracasan los páıses, señalan: “Las ráıces de la desigualdad mundial que observamos hoy en d́ıa pueden encontrarse en esta divergencia”. En suma, los páıses fracasan, desde el punto de vista económico, debido a las instituciones extractivas. La base de esas instituciones, infieren, es una elite que diseña instituciones económicas para enriquecerse y perpetuar su poder a 363 costa de la vasta mayoŕıa de la población. En Zimbabue, la élite girará en torno a Robert Mugabe y quienes encabezaron la lucha anticolonial en los setenta. En Uz- bekistán, Islam Kaŕımov, familia y cómplices reciclados de la era de la URSS. En Corea del Norte la camarilla es oriunda de un régimen comunista. Colombia, con democracia formal y una larga historia de elecciones, más bien metodoloǵıa para compartir el poder entre los partidos liberal y conservador desde tiempos de la in- dependencia, padece, como resultado, una disminuida centralización poĺıtica, lo que impide al Estado atribuirse el monopolio de la violencia. En esta tesitura, el caso más extremo es Sierra Leona, lo que ha llevado a ironizar: este páıs ha oscilado entre el caos absoluto y algún tipo de desorden. La ley de hierro de la oligarqúıa no es inevitable, a modo de remanente, algunos elementos inclusivos, la presencia de coaliciones amplias, un episodio circunstancial de la historia, pueden romper el ćırculo vicioso que ha envuelto a una sociedad, cuál es el caso de la Revolución Gloriosa inglesa de 1688 que a lo enumerado suma la concurrencia de un parlamento que bregó por hacerse fuerte, la confluencia de in- tereses económicos diversos y diferentes puntos de vista, es decir una visión pluralista de la situación y caminos a sondear. La pregunta consecuente es cómo surgen estas instituciones de suyo dañinas. De plano no son productos del azar, por lo común son el resultante de conflictos entre una élite que resiste el crecimiento económico y el cambio poĺıtico, por perturbar el control y la o las que desean limitar un tipo de do- minio asentado sobre estas caracteŕısticas. Un axioma a considerar: las instituciones inclusivas surgen durante las coyunturas cŕıticas, en confluencia con interacciones en- tre las instituciones existentes, oportunidades y retos, en momentos de debilidad del poder constituido. Unas vez satisfechas las aspiraciones, al menos las procesales, la hipótesis augura la implantación de ćırculos virtuosos, un proceso de retroalimenta- ción positiva que refuerza la persistencia y expansión de tales instituciones, a través de mecanismos que hacen más dif́ıcil la usurpación del poder, eliminan la relacio- nes económicas más agudas o atroces, como la esclavitud y la servidumbre, reducen los monopolios y crean economı́as dinámicas, permitiendo que germinen medios de comunicación libres, en teoŕıa salvaguardia de la transparencia. En contrapartida, los ćırculos viciosos generan fuerzas poderosas enfocadas a per- petuar instituciones extractivas, no irrompibles como observamos, pero resistentes, 364 Caṕıtulo 5. Conclusión por medio de procesos de retroalimentación negativos. Un ejemplo de ello es lo ex- perimentado en Guatemala donde la misma elite que ostentó el poder durante la colonia, lo conserva por más de cuatro siglos. Los beneficios por expropiar -de forma permanente y por largos ciclos- los activos de otros, estableciendo además mono- polios, absorben cuanto germen de aspiración igualitaria pueda surgir. En África Subsahariana tras la descolonización, los nuevos amos explotaron los mismos nichos o conjunto de instituciones extractivas perniciosas, las “juntas de comercialización”, “jefes supremos”, entre otros. No sólo en el “Tercer Mundo”, la guerra civil norteame- ricana no destruyó el poder poĺıtico de la elite de plantadores ni su base económica, el sistema fue reestructurado bajo control poĺıtico local para alcanzar el mismo obje- tivo: abundancia de mano de obra a bajo coste. Más atrás, y aqúı el eṕılogo circular y hasta fatal de este tipo de estructura: las ciudades-Estado mayas, cuyo sistema conteńıa ŕıgidas instituciones extractivas, crean gran riqueza sólo para unos, por lo tanto desigualdades extremas, poder ilimitado, a la vez que una recia competencia entre muchos por hacerse con el control del Estado, originando luchas internas y guerras civiles intempestivas, destruyendo la frágil centralización estatal, con ello la falta de ley, desembocando en el caos poĺıtico, el fracaso del Estado y el derrumbe de toda esperanza de prosperidad económica. De lo anterior se colige que las sociedades deberán elegir, y siempre, los meca- nismos que les conduzcan a la prosperidad. La desnuda realidad es que la mayoŕıa pivota en torno a instituciones extractivas porque el progreso económico es asimila- do como retroceso para el depredador, ya que induce a redistribuir simultáneamente la renta y el poder. Los reǵımenes austro-húngaro y ruso opusieron resistencia a la industrialización, a la mecanización de los procesos, lo que redundó en el estan- camiento y rezago de sus economı́as. No reconocieron a tiempo los efectos de una urbanización rampante, la emergencia de una clase obrera y media con conciencia social. Otros “perdedores”, los artesanos provocaron disturbios, llegando incluso a destruir maquinarias, los luditas, por ejemplo. La “destrucción creativa” un término acuñado por el economista Joseph Schumpeter acompaña al cambio tecnológico y ello al crecimiento económico. El análisis de la trayectoria de las instituciones que sustentan o toleran mecanis- mos que engendran pobreza lleva a concluir que ésta es, en gran medida, impuesta. 5.1. La Revolución de las Revoluciones 365 La rentabilidad de los imperios coloniales se basaba a menudo en la destrucción de estados independientes y de economı́as ind́ıgenas, cuando no en la creación de ins- tituciones extractivas desde cero, como lo experimentado en El Caribe, que tras el ocaso de prácticamente toda la población, los colonizadores importaron esclavos afri- canos, implementando sistemas de plantación. En África muchos Estados trocaron en verdaderas máquinas de guerra con la finalidad de capturar y vender esclavos a los europeos. Muchas ciudades del Sudeste asiático, ante la coacción y codicia desme- dida de compañ́ıas mercantiles europeas, decidieron retirarse del comercio, un caso paradigmático es el de las Islas Banda, en Indonesia. 5.1. La Revolución de las Revoluciones Ante un magma cuyo peso espećıfico alude más bien a desesperanza, y admitido el carácter necesariamente contingente y elusivo de la historia, ¿qué macro-eventualidad remite, en competencia virtual, a grados plausibles de resolución o superación de aquello que impide la plena realización, o al menos el buen desempeño, de páıses, regiones, colectivos e individuos? Nuestra indagación nos delega a momentos de confrontación, más bien transición entre dos cosmovisiones, la tradicional y aquella que pugna por sustituirla, es decir las diversas versiones de una modernidad, para algunos casos proyectos de moderniza- ción, en trance por prorrumpir. Entre ellas distinguimos el proceso que desembocó en la Revolución Inglesa, conocida como “Gloriosa”, como lo adelantamos. Se trata de un intento, en lo poĺıtico, por uncir a la humanidad a la servidumbre de una nueva disciplina impersonal e ideológica, no basada en la lealtad o afecto, tan poco abierta a la espontaneidad como al caos o al delito, como puntualiza Michael Walzer en su obra, La revolución de los santos. Estudio sobre los oŕıgenes de la poĺıtica radical, un compendio que historiza brillantemente el periodo, referente de este análisis. Ante los peligros del desorden social, propios de tiempos de inestabilidad, un grupo internacional, en origen reducido, adoptó los principios y criterios organiza- cionales de la Reforma protestante del siglo XVI, en su interpretación calvinista, enfatizando en el autocontrol, “guerra” espiritual y el gobierno piadoso de la san- tidad. Esta les proporcionaba una manera de salir de la aprensión que generaba el 366 Caṕıtulo 5. Conclusión ambiente en que les tocó vivir. La meta era el orden poĺıtico conseguido mediante los ejercicios de magistratura y revolución. Conocidos como “puritanos” detentaron un papel clave, como fuerza y fe vigorosa y dinámica, entre 1530 y 1660, cruciales en la historia de Inglaterra. La Restauración les conminó a la introspección, el santo fue sustituido por el inconformista, a más que la propuesta liberal lockeana proporcionó, de hecho, un enfoque poĺıtico alternativo. Al interior del proceso de modernización, la función del calvinismo fue aportar una ideoloǵıa a la transición, en respuesta a la experiencia real. Perdió relevancia cuando los hombres dejaron de tener miedo. La sociedad lockeana supuso, aguardó y se benefició de su participación como hombre cauteloso, respetable, de “buena conducta”. Los puritanos vieron frustrados sus in- tentos por convertir a Inglaterra en una comunidad santa, ¿hab́ıa pasado el tiempo del “pueblo de Dios”? La seguridad se vuelve hábito, la meticulosidad, el escrúpulo moral deja de ser un requisito, una exigencia para la vida. Los hombres renuncian al privilegio de ser “instrumentos”. Un poeta de la Revolución bolchevique, reconoce, en 1924, que sus versos ya no son necesarios: “Y el ‘alma rebelde’ volvió a sentirse como un forastero: / me he convertido en un inadaptado / (. . . ) Me siento extranjero en mi propia tierra”. Walzer apostilla “El entusiasmo, la disposición para la batalla, la certeza en la enemistad, la fogosidad en la polémica, la sensación de unidad en- tre los hermanos, el primitivo orgullo del autocontrol -todo ello ya no exist́ıa-”. El santo puritano volvió a ser y sentirse forastero. Hab́ıa colaborado a solidificar una configuración, lo que hoy llamaŕıamos un ethos cultural, adaptado al cambio y la creación de nuevos derroteros. El ex-presidente de Uruguay, José Mujica, en entre- vista reciente, declaró: “Cuando era joven pensaba que cambiando las relaciones de producción y distribución ı́bamos a mejorar la sociedad. Hoy estoy convencido de que si no cambias la cultura no cambias nada”. En cuanto a organización interna, el elemento crucial, fue el triunfo sobre el impulso a la desorganización sacrificando disfrutes “mundanos”. Atacan las artes renacentistas de embellecimiento personal, el baile y las representaciones teatrales, en lucha amarga, además, contra la fornicación. Similar actitud adoptó Robespierre respecto del hedonismo, censurando la moral de la nueva burgueśıa. Lenin, por su parte se entregó con enerǵıa amonestando contra el amor libre, para él rasgo burgués, ı́ndice de decadencia. La poĺıtica radical es atingente a momentos de cambio rápido, 5.1. La Revolución de las Revoluciones 367 cuando el status convencional es puesto en dudas. Antes de intentar crear de un nuevo orden, puritanos, jacobinos o bolcheviques deben formar hombres nuevos. A esta creatividad dupla antecede la represión y la disciplina colectiva junto a la visión de un mundo en desorden, en guerra, con enemigos a conquistar. La primera batalla que libra un soldado, un “santo” se prefigura en su interior. Walzer apostilla: “La revolución es un corolario de la santidad puritana -es decir, del triunfo sobre los vicios satánicos-, como lo es de la virtud jacobina y del “acerado” del carácter bolchevique”. En un art́ıculo reciente de The Guardian3, titulado “¿Un modelo para el resurgi- miento de la izquierda? El cristianismo evangélico”, George Monbiot comienza anali- zando los altibajos de las movilizaciones de izquierda en Gran Bretaña en los últimos años que, según su indagación, siguen un patrón consistente: suben como fuegos arti- ficiales, una furiosa creatividad teñida de esperanza para, a continuación, explosionar y caer a tierra, sin generar un cambio duradero. “Algo falta, algo que, creo yo, otras personas han encontrado, gente a la que muchos de nosotros rechazamos instintiva- mente: los cristianos evangélicos”. Prosigue Monbiot: “No comparto ninguna de las creencias fundamentales de los evangélicos pero reconozco en su trabajo una serie de modelos de organización brillantes. Nos encontramos con movimientos que son muy diversos en términos de etnia y clase. Muchos de sus miembros están dispuestos a dedicar, con alegŕıa aparente y persistencia ilimitada, todas sus horas libres a la cau- sa (el puritanismo -como el socialismo de Oscar Wilde- ocupaba demasiadas tardes, recuerda Walzer). Persisten, año tras año. Capean cualquier humillación y rechazo en sus intentos de llegar a personas hostiles y apáticas, y a veces tienen éxito. En al- gunos lugares -Brasil en particular- han transformado la vida de la nación, a menudo en formas que me parecen desconcertantes”. Informa a continuación que durante los últimos dos años, con la ayuda de otros ha tratado de definir lo que “podemos apren- der de estos movimientos”. Destaca algunas caracteŕısticas: “Los grupos evangélicos se unen en torno a un conjunto de convicciones básicas, manifiestas, codificadas y no negociables”, luego aplica: “Un conjunto de convicciones inmutables podŕıa hacer nuestros movimientos menos caprichosos al tiempo que refuerza el carácter común entre muchas causas de la izquierda”. En segundo lugar: “El evangelicalismo es positivo y propositivo (evangelizar es 3George Monbiot. “The model for a leftwing resurgence? Evangelical Christianity”. The Guar- dian - 15 de Septiembre, 2015 368 Caṕıtulo 5. Conclusión llevar una buena noticia). No se puede lograr un cambio duradero a menos que se lleve la iniciativa, en lugar de responder a la de los oponentes”. Tercero, “Dan la bienvenida a todo el mundo, pero en particular a los no convertidos. En lugar de rechazar la diferencia, la duda y vacilación, explican y normalizan estas respuestas como pasos en un viaje a la creencia”. Cuarto, “Son auto-financiados (a menudo a través del sistema de diezmos), y, a veces crean un Estado de Bienestar paralelo, ayudando a las personas a superar las dificultades financieras. Para sostenernos a nosotros mismos, tenemos que ser algo más que poĺıtica: debemos ofrecer a quienes se unen apoyo emocional, confort moral y, a veces, ayuda material”. Quinto, “Las iglesias evangélicas exitosas tienen ĺıderes carismáticos que utilizan rituales y ceremo- nias, la narrativa y el teatro, para reforzar las convicciones, proyectan una identidad compartida, unen a las personas. Las iglesias crean sus propios canales de comu- nicación y editoriales, incluso sus propios sellos discográficos”. Concluye: “Nuestro primer deber es ser eficaces, debemos aprender de quienes nos pueden ayudar a llegar a serlo”. Nos detenemos en esta presentación de realidades e intenciones, para formular la pregunta: ¿Qué si los laboratorios de pensamiento de la izquierda, a diferencia de sus predecesores doctrinarios, descubriesen el nexo filial “radical” entre Reforma protestante y “progresismo” social, dos v́ıas de entender el mundo antagónicas pero superpuestas? A nuestro juicio, la Reforma no es antecedente teórico de conservadu- rismo, liberalismo ni socialismo, cuales sean sus grados y distinciones, pero śı es, en perspectiva, precedente histórico y sugestivo de la lucha contra la opresión, de toda opresión. En la concepción cristiano b́ıblica, un hombre creado a imagen y semejanza de Dios, no puede ser objeto de esclavitud, cuales fueren las coordenadas de origen y desenvolvimiento. Al menos aśı lo entendió el poĺıtico y filántropo además de cris- tiano evangélico profundo, William Wilberforce, quien lideró, y con éxito, la abolición de la esclavitud en la Gran Bretaña. Un extracto de sus convicciones están reseñadas en la canción “Amazing Grace”, escrita por su amigo John Newton, antiguo trafi- cante de esclavos. Himno compuesto en escala pentatónica cuyos sones entonaron los indios cherokee a propósito de su traslado forzoso hacia el Oeste en 1838, conocido como “El sendero de lágrimas” -en idioma nativo: “Nunna daul Isunyi” (el camino donde nosotros lloramos)-; durante las movilizaciones por los derechos civiles en la 5.1. La Revolución de las Revoluciones 369 década de los sesenta; el d́ıa en que Martin Luther King, Jr. declamó su “I Have a Dream”, en 1963; cuando cayó el Muro de Berĺın, en 1989; en momentos cuando Nelson Mandela fue liberado tras 27 años de prisión, en el 2005; con ocasión del paso de Huracán Katrina. Otra modulación virtuosa podrá provenir de una investigación acuciosa sobre la relación colonialidad del saber y cristianismo histórico, en sentido protestante. Mi- llones de “perdedores” de la modernidad han accedido a las fuentes del cristianismo, mediados por el presupuesto protestante de “libre examen” (¿libre interpretación?) de las Escrituras (las Biblias protestantes, salvo las de estudio, no contienen notas explicativas) -lo que en paralelo explica en parte la atomización del hecho evangélico-, reconociendo oŕıgenes identitarios que se remontan a la fe de Abraham (siglo XVIII a.C.), oriundo de Ur Kásdim, frecuentemente referida como Ur de los Caldeos, geo- localización remota en el Irak actual, apartada, por tanto, en tiempo y espacio de los centros imperantes o hegemónicos de producción y reproducción intelectual. En segundo lugar, reconocen en Cristo al primer perdedor global, que hace su “entrada triunfal” a Jerusalén montado sobre un pollino de asno, no sobre un caballo blanco, śımbolo de nobleza y podeŕıo, conteniendo, en los idiomas vehiculares de la “mun- dialización” vigente: griego, arameo y lat́ın, la causa de su degradación y condena. En el siglo XVI humillación y exaltación inspiraron a muchedumbres, liberadas de las viejas cadenas de opresión a estampar en puertas de ciudades y monedas: “Post tenebras lux”. Sólo mencionamos el principio, rescatado por los reformadores, del sacerdocio universal de todos los creyentes. Habida cuenta que a poco de la muerte de Cristo, tal como relatan los evangelios, el velo del Templo jud́ıo se rasgó -quedando con ello expedito el camino al Lugar Sant́ısimo-, quienes por fe reciben la gracia o don inme- recido, bajo cobertura del acto salv́ıfico sustitucional y único de Cristo en la cruz, son declarados pueblo de sacerdotes, es decir: un sumo sacerdote y mediador-vicario, muchos facilitadores-testigos llamados a orientar al incrédulo hacia el punto de en- cuentro, “la esperanza de gloria” como adjetiva el disćıpulo más cosmopolita, Pablo de Tarso. La única distinción admitida gira en torno a niveles de responsabilidad, en referencia a aquellos que entre las congregaciones de pares o hermanos, administran la palabra de Dios y los sacramentos. La sacerdotalización de la cristiandad deja 370 Caṕıtulo 5. Conclusión obsoletos el clericalismo, la “Gran cadena del Ser” medieval, la distinción por estado y no por función. Ernst Troeltsch llegó a decir que el protestantismo dio lugar a una “religión de laicos”. Tal disquisición es una aportación revolucionaria, trastornó la economı́a del poder al interior de los grupos religiosos al entregar derechos hasta ahora desconocidos a los laicos. El efecto en las relaciones sociales, culturales, poĺıticas y económicas fue atronador. En términos poĺıticos concretamente esto se asimila a “cesión de poderes”, como registramos más adelante; para sociólogos y antropólogos: “empoderamiento”. En resumen, un proyecto de modernización, el protestantismo, por un lado, frente a proyectos que llevaron hasta las últimas consecuencias los alcances de una moder- nidad que, tal como hemos advertido al revisar la literatura, zozobró categórica y estrepitosamente, teoŕıa y praxis. Acotamos, por otra parte que, entre la realidad histórico-social de emergencia de los derivados “seculares” del calvinismo: sistema democrático, Revolución Gloriosa- Revolución Industrial, que provienen a su vez de una lucha sin parangón contra el ab- solutismo y la situación actual -cual simetŕıa geométrica-, perfilada a reestructurarlo, la impronta protestante “radical” en sentido teológico y procesual, podŕıa constituir el “refugio de las masas” fenómeno que advirtió tempranamente en Sudamérica, par- ticularmente en Chile, el sociólogo Christian Lalive d'Epinay. ¿Ha vuelto el tiempo del “pueblo de Dios”? La figura singular de Calvino, otra v́ıa a explorar, ofrece perfiles sugestivos. El economista y teólogo suizo André Biéler (1914-2006), en su libro: “Calvino, profeta de la era industrial. Fundamentos y método de la ética calviniana de la sociedad”, muestra la palpitante actualidad de un Calvino que hoy llamaŕıamos “sociólogo” y “economista”. Ante la pregunta “¿Por qué leer a Calvino en pleno siglo XXI?”, Edward Dommen, quien llegase a ser presidente del Comité Cient́ıfico de la Red Universitaria Internacional de Ginebra (GIAN), responde: “Porque entre los refor- madores del siglo XVI, es quien más reflexionó sobre los problemas económicos y sociales. Partiendo de la premisa de que todo es un don, un regalo de Dios, Calvino tomó el sentido contrario del neoliberalismo, muy de moda actualmente”. El pen- samiento de Calvino no sólo es más simpático que el de los teóricos actuales de la economı́a, sino que mucho más profundo. Para él el don de Dios es abundante, el 5.1. La Revolución de las Revoluciones 371 ser humano es rico antes de nacer. Este posicionamiento dista mucho de la hipótesis neoliberal que hace hincapié en la escasez, fuente de conflictos incesantes y hasta mortales. De hecho, la mayoŕıa de los economistas siguen la afamada definición del economista británico Lionel Robbins, que en 1935 afirmó que “la economı́a es una ciencia que estudia el comportamiento humano como relación entre fines y medios escasos que tienen usos alternativos”. Ahora, si somos ricos desde antes de nacer, no es por méritos propios, acota Calvino. Es por la gracia divina. A cambio de ese don, el individuo y la sociedad adquieren la obligación de contribuir para que esa riqueza sea distribuida equitativamente, particularmente entre los pobres. José Mujica refle- xiona desde su ámbito, su vivencia: “América Latina es un continente muy rico en recursos y es el continente más injusto que hay en la Tierra. Es el que reparte peor. Tenemos una gigantesca deuda social con nuestra gente”. La doctora Marta Garćıa Alonso, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), en “El fundamento b́ıblico de la ética social”, sintetiza la impor- tancia de su labor: “La reforma de Calvino no fue tan sólo una reforma eclesiológica o dogmática, ni mucho menos una revolución económica basada en un dogma con- creto, sino que tuvo en su punto de mira la reconstrucción cristiana de la sociedad en su conjunto. Y cuando nos referimos a sociedad, lo hacemos pensando no sólo en la sociedad civil sino también en sus instituciones mediadoras: el Estado y la Iglesia”. “Los que sólo consideran a Calvino como teólogo -escribió Rousseau en El contrato social- “no conocen bien la extensión de su genio”4, entre otros, porque acertó en convertir en lógica juŕıdica, preceptos morales . Biéler justifica su esfuerzo: “Quisiéramos simplemente mostrar (. . . ), hasta qué pun- to Calvino fue un innovador en el dominio de la ética social, cómo supo discernir los problemas del desarrollo económico de Occidente y cuánto (a causa de esto), su método de interpretación de la Escritura y de elaboración de la ética social continúa adaptado a las nuevas condiciones del mundo industrial moderno”. Para ello el teólo- go ginebrino dejó deliberadamente de lado las construcciones intelectuales fundadas sobre las problemáticas bases de la teoloǵıa natural, de la filosof́ıa especulativa y del derecho natural; fundando su pensamiento sobre un análisis lúcido de la realidad socioeconómica. Es una ética b́ıblica acorde al dinamismo de la historia, un método 4Jean-Jaques Rousseau, El contrato social, en Obras selectas, Buenos Aires, El Ateneo, 1959, Libro II, cap. VII, p. 877 372 Caṕıtulo 5. Conclusión dialéctico para la acción. 5.2. La cesión de poderes La historia es fecunda en relatos sobre movimientos de reforma que claudicaron ante la ley de hierro de la oligarqúıa, sustituyendo en cadena un conjunto de insti- tuciones extractivas por otras todav́ıa más perniciosas. Es el caso de la Revolución bolchevique, lo intentado por Nasser en Egipto que condujo al régimen corrupto de Hosni Mubarak, la experiencia de Zimbabue con Robert Mugabe a la cabeza. Un caso a distinguir es lo ocurrido en Brasil que, a no ser por derivar en lo mismo que originalmente censuraba, seŕıa paradigma de cambio o revolución en libertad. En pleno régimen militar, el 12 de mayo de 1978, los obreros de la fábrica de camiones Scania en la ciudad de São Bernardo en el Estado de São Paulo, iniciaron una huelga, la primera de una oleada puesto que estaban prohibidas desde 1964. Luiz Inácio Lula da Silva, 33 años, presidente de los trabajadores, rechazó las presiones de la empresa, con ello el movimiento obrero logró una victoria que en perspectiva se haŕıa poĺıtica en su más extensa dimensión, por cuanto prefiguró una amplia coalición, derivando en la creación de un nuevo partido, el Partido de los Trabajadores, en 1979. En Porto Alegre, bajo administración del PT se introdujo el “presupuesto participativo”, un revulsivo que entregaba a ciudadanos ordinarios la formulación de las prioridades del gasto, lo cual representó enormes mejoras en los servicios públicos y la calidad de vida. Lula fue elegido presidente en el 2002. El impacto sobre la economı́a no se dejó esperar. A partir de 1990 se registró un crecimiento rápido, el porcentaje de la población en la pobreza, se redujo, pasando del 45 al 30 % en 2006. Lo mismo la de- sigualdad. Se verificó una enorme expansión en educación. A poco Brasil formó parte de los páıses BRIC (Brasil, Rusia, India y China), el primer páıs latinoamericano con peso absoluto en los ćırculos diplomáticos internacionales. Resultado final de la colaboración de segmentos diversos pero unidos que confluyen en la construcción de instituciones inclusivas. El secreto es conferir poder a una parte amplia, significativa de la sociedad. Un poder ampliamente repartido. Un ejemplo es la fórmula escogida en tiempos de la Revolución Gloriosa en Inglaterra, la cesión previa de poderes fue reforzada por 5.2. La cesión de poderes 373 cesiones adicionales de poder, la democracia real arribó tras 200 años. En Brasil el proceso fue favorecido por empoderamientos progresivos a nivel de bases. La puesta en marcha de mecanismos democráticos no garantiza necesariamente el pluralismo. Venezuela hizo una transición a la democracia después de 1958, sin cesión de poderes. Los votantes terminaron apoyando a déspotas en potencia como último recurso para derribar por fin a élites enquistadas desde tiempos remotos. ¿Qué facilita la cesión de poderes? Acemoglu y Robinson, citados, estiman que para tal fin importa un cierto grado de centralización que impida desaf́ıos regresivos en tiempos de vaćıo de poder; la preexistencia de instituciones poĺıticas que intro- duzcan un mı́nimo de pluralismo; la presencia de instituciones de la sociedad civil que puedan coordinar las demandas de la población para que los movimientos de la oposición no puedan ser fácilmente eliminados por las élites imperantes; de medios de comunicación libres o camino a serlo. En Inglaterra los panfletos o corantos enviados por los clérigos puritanos desde el exilio mariano, luego los libros, cien años antes de la Revolución inglesa, fustigaron exitosamente al absolutismo y son el precedente histórico del periodismo contemporáneo. En los EEUU ejercieron un papel clave en la lucha contra los “robber barons” y sus proyectos faraónicos en pro de consolidar mo- nopolios alérgicos a la competencia (Rockefeller, Morgan, Carnegie, Du Pont, etc.). Las tecnoloǵıas de la información y de la comunicación como blogs, chats anónimos, Facebook y Twitter, fueron cruciales para la formación de una oposición créıble en Irán y en el transcurso de la Primavera árabe. En la administración Fujimori, en Perú, que mutó en represiva, los sobornos revelan el valor de los medios de comuni- cación. Un juez del Tribunal Supremo costaba entre 5.000 y 10.000 dólares al mes, por periodistas y medios de comunicación las cantidades llegaron a 9 millones en una ocasión y más de 10 en otra con miras a controlar cadenas de TV. Un comentarista chino, expuso: “Para conservar el liderazgo del Partido en la reforma poĺıtica, se de- ben seguir tres principios: el Partido debe controlar las fuerzas armadas; el Partido debe controlar a los dirigentes, y el Partido debe controlar las noticias”. 374 Caṕıtulo 5. Conclusión 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cul- tural? Una América Latina independiente poĺıticamente pero socialmente colonizada, no garantiza tránsito expedito hacia el desarrollo de Estados-nación modernos, a lo más ı́ndice de una rearticulación de la colonización del poder sobre nuevas bases institucionales. Tras doscientos años consagrados a avanzar hacia la nacionalización de nuestras sociedades, ningún páıs latinoamericano ha logrado constituirse en un genuino Estado-nación, en la convicción de Walter Mignolo (2002). El autor entien- de que la homogeneización de la sociedad no ha incluido su democratización. La estructura del poder sigue orbitando sobre el eje colonial. Por su parte el sociólogo Manuel Castells (2006) infiere que los factores cultu- rales e institucionales son tanto o más importantes que los económicos-sociales en la reconstrucción de la cohesión social. Como indicador de apertura cultural, para el caso de Chile en los últimos años, el autor destaca la explosión de creación li- teraria, cinematográfica y teatral. La edición de nuevos libros, entre otros, pasó de unos mil t́ıtulos en 1992 a 3800 en 2003. Explica que el fundamento del modelo chileno democrático de desarrollo es poĺıtico y cultural más que económico. Augu- ra que la nueva transición chilena deberá modular hacia el modelo informacional, reestructurando y modernizando las actividades económicas existentes a partir de conocimiento, información, organización y tecnoloǵıa, porque en el corazón del pro- ceso de desarrollo informacional se sitúa la capacidad del sistema de innovación de un páıs, en la medida que conectado a redes telemáticas y de transporte con otros centros de innovación a escala global, lo cual requiere la intervención directa e in- directa de actores institucionales. Reitera algo que aplica al nivel de integración: el modelo informacional es más cultural y organizativo que tecnológico. Paralelamente no existe consenso sobre el peso de la variable “cultura” en el pro- ceso de desarrollo. Para algunos la cultura genera a la vez desarrollo y democracia. Esta tesitura, fuertemente culturalista, sustenta, por ejemplo que el protestantismo favorece el desarrollo y la democracia -Lipset, 1994-5 mientras que el catolicismo los 5Lipset, S. M. 1994. The Social Requisites of Democracy Revisited. American Sociological Re- view, no 59, pp. 1-21 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? 375 dificulta -Wiarda, 1981-6. Una débilmente culturalista sostiene que se asienta una cadena causal en tres fases: desarrollo, cultura, democracia y que es necesaria una determinada cultura para que la democracia sea posible. Otro enfoque estima que es necesaria una cultura determinada para que la democracia perdure, esta cultura deriva de las instituciones democráticas (J.S. Mill). La función de las leyes es velar entonces que todas las democracias estables tengan la misma cultura poĺıtica (Mon- tesquieu, Tocqueville). Por último, un punto de vista no culturalista: la democracia aparece y se mantiene independientemente de la cultura. La cultura, por śı misma, no tiene una influencia directa sobre la supervivencia de las instituciones democráticas. En lo que se plasma algún consenso (“Nuestra diversidad creativa” de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo) es que la cultura constituye una parte esencial del desarrollo sostenible. Más del 80 % de los fenómenos que generan riesgos para nuestra supervivencia como especie son antropogénicos. Sabemos que la cooperación en las relaciones humanas constituye un requisito previo para lograr un desarrollo sostenible. Debe adoptarse un nuevo modelo que integre los aspectos humanos y medioambientales, del mismo modo como se entrelazan en la realidad. II Recapitulando. En Hispanoamérica son escasos los estudios del “latinoamerica- nismo”, como indicio, hay más profesores de literatura latinoamericana en Nueva York y California que en toda Latinoamérica y esto, en términos hoĺıstico-estratégi- cos, repercute en el modo de ordenar y definir el objeto de estudio. Lo anterior, unido a la crisis de los metarrelatos, discursos totalizantes y multiabarcadores (Lyotard), razón universal y omnicomprensiva (pensamiento fuerte), más la emersión de un postmodernismo que abomina de esa concepción ambiciosa de la razón, anclándose en el fragmento y el relativismo cultural (pensamiento débil), complican la inicia- tiva proposicional de quienes porf́ıan por una lectura propia y “auténtica” de una realidad de por śı multivocal. Instrumentos conceptuales como postmetaf́ısca, de- construcción, fin de la historia convierten en improbable la opción por hallar una 6Wiarda, H. J. 1981. Corporatism and National Development in Latin America. Boulder, West- view 376 Caṕıtulo 5. Conclusión cosmovisión aglutinadora de una cultura, de cualquier y todas las culturas. Se da por perdida la meta unitaria, resta encaminar hacia nuevos derroteros. En lo que respecta a las ciencias sociales, insistir en razonamientos filosófico- cient́ıficos per se, no es el camino. Una antropoloǵıa fŕıa, formal que descarta la semioloǵıa, lo inconsciente, que impone distancia y orden como condición necesaria del conocimiento, fundado a su vez sobre parámetros estad́ısticos o razones cuanti- tativas, más resta que aporta. El profesor Paul Rabinow, sugiere que la antropoloǵıa debe buscar su sendero por el lado de la hermenéutica, la creación, imaginación, para librarse de ataduras que la fosilizan, porque deconstruir la formalidad es encontrarse con la humanidad, construir la antropologización de occidente, la indigenización de nuestra sociedad. Importa un cambio toda vez que se atisba que la poĺıtica -otra candidata a ciruǵıa mayor- articula en el ámbito de la impaciencia, lo contingente, una lógica instrumental que presume de mapa y razón que cambia realidades, mientras que la cultura es percibida como reducto de la paciencia, tradición, lógica expresiva de la autoimagen, ahora función ideológica como soporte de identidad, cordón umbilical y ancla en que se afinca el lenguaje, las costumbres, valores, la construcción social, etc. Reflexión y acción, pasado (tradición), presente (acción) y futuro (utoṕıa) reclaman puntos de inflexión plausibles. En la coyuntura de incluir la cultura como componente para un desarrollo viable, se tendŕıa que aventurar si su ausencia -tal como ha sido el ejercicio como centro de planificación- limita la visión, desorienta de facto la acción, ¿es resultado de prácticas culturales hostiles al crecimiento económico, el bajo desarrollo económico de buena parte de Oriente Próximo y de Asia Central?, pregunta Jeffrey Sachs, habida cuenta, además de que el ritmo de cambio ha variado entre regiones y subgrupos culturales. El ritmo del mundo árabe, más lento, su retraso ¿es función de falta o malas conexiones con la economı́a mundial? Ciertas prácticas culturales respaldan la modernización económica, otras no, pero las culturas no son estáticas, han tenido que adaptarse al shock del cambio de los últimos doscientos años. Cual placas tectónicas activas, tradición y modernidad desplazan sus masas por las sendas ignotas del quehacer histórico. A la disociación entre economı́a y cultura se atribuye, en lo que al sures- te asiático respecta y concretamente a la transposición literal y mecánica de unos 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? 377 comportamientos económicos a unos contextos culturalmente ajenos, la dramática crisis financiera que asoló la región. Una interpretación sugiere que la dinámica de las reformas que alĺı y en otras partes del mundo se implementaron, no desmontaron el raciocinio que está en el origen de esa cultura, no por una suerte de resistencia cultural al cambio. La dimensión cultural de la globalización no ha sido incorporada expĺıcitamente en los modelos más representativos. Socialismo y capitalismo, en sus acepciones más gruesas, han dado un enfoque básicamente no cultural a los procesos de desarrollo que han pretendido inocular. La dimensión cultural ha asumido un papel menor en las teoŕıas de las relaciones internacionales. En lo que respecta al juego entre identidad y desarrollo en América Latina -tema sobre el que no ha girado secularmente el grueso del cuestionamiento-, admite interés ante la versión que considera que las transformaciones tecnológicas a escala global tornan obsoleta la preocupación por las identidades locales. La identidad latinoa- mericana, de existir, está expuesta a disolución. Otro cuestionamiento proviene de la convicción de que nuestra región se define como carente de identidad -el tema seŕıa cómo ser europeos o norteamericanos cabales-, por último las hipótesis ultra- indianistas e hispanistas a ultranza también excluyentes, que desconocen el tejido intercultural como base de una identidad histórica regional. Lo anterior contrasta con las tesis del sincretismo cultural que ve en la experiencia del cruce intercultural una ventaja comparativa para la inserción de América Latina a un mundo globalizado, modo más auténtico de asumirse frente a la complejidad. La asunción de la identidad como construcción vivencial y conceptual en la movi- lidad permite asimilar los cambios de sensibilidad en el ámbito de lo sagrado, marca hasta ahora legible, asociada a una identidad supuestamente fija, heredada. El creci- miento protestante, una de las señas de los cambios incorporados en la década de los ochenta, perdida en clave macroeconómica y lo que ello supone, ganada para millones que convienen en que la conversión es una opción ventajosa, extremo escasamente apreciado por los analistas externos, dependiendo de la carga ideológica, que tienden a sobrevalorar el peso de los intereses de poĺıtica externa de los EEUU. La conver- sión masiva encierra un elemento de cŕıtica a las condiciones sociales existentes, a planificaciones abstractas que no reparan en las necesidades de los individuos. 378 Caṕıtulo 5. Conclusión El Śınodo de obispos para América, inaugurado por el Papa Juan Pablo II (cele- brado en Roma, del 16 de Noviembre al 12 de Diciembre de 1997), que reunió a 233 obispos, arzobispos y cardenales de todo el Nuevo Continente, se constituyó bajo una premisa fija que el Papa polaco puso sobre la agenda. Sugirió a los participan- tes que analizaran el por qué de la prosperidad del Norte, dominado por la religión protestante, frente al subdesarrollo, cuando no la pobreza del Sur, mayoritariamente católico. La periodista Galán anticipó: “Como pocos continentes, América representa la confrontación entre dos culturas occidentales en cierto modo opuestas: la protes- tante que ha glorificado el trabajo y la acumulación de bienes, y la católica, que ha denostado la riqueza, y se ha ofrecido como consuelo de los pobres, sin alejarse por eso de los poderosos”7. El ingreso en la comunidad de fe alternativa porta ventajas sociales asociadas a las ideas de disciplina, ahorro, lo que repercute sobre el ingreso y lucha contra el paro. Los empresarios aprecian estas virtudes. Medhat Makar opina: “La tragedia del Tercer Mundo es esencialmente cultural y espiritual y no meramente técnica, económica o poĺıtica. Si los fundamentos culturales/espirituales se destruyen sólo queda esperar el desastre, un viaje sin retorno hacia la inercia y el fatalismo”. En nuestra apreciación, la “definición espiritual” inercial o voluntaria tiene re- percusión sobre el modo como el individuo percibe el “todo real”, afecta un ámbito ı́ntimo, intransferible -aún de quienes aquilatan una credulidad invertida-. Heinrich Böll, llevó el argumento a su extremo lógico: “Me aburren los ateos, siempre están hablando de Dios”. Un ind́ıgena, un aislado cultural, social, económicamente pau- perizado, que acude a un templo de la religión semi-oficial colmado de artificios barrocos, un mausoleo ampliado, “glorificado”; que orienta sus pasos hacia un sector constreñido por el uso y la costumbre, un espacio “consagrado”, segregado oficial u oficiosamente para los de su raza, color, apariencia y condición, es decir que percibe nada más ingresar la distancia ritual; que a poco de iniciado el acto litúrgico contem- pla la entrada, precedida de una gesto protocolario asociado a dignidad superpuesta, de un individuo que porta vestimenta “angelical”, que se dice presume ser célibe, es decir un celebrante en apariencia “asexuado”, que, si su “iniciación” coincidió con los años contiguos al Vaticano II, gesticula en un idioma del todo desconocido, incluso 7Lola Galán. “El Śınodo de América analiza la relación entre catolicismo y pobreza”. El Páıs - 17 de Noviembre, 1997 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? 379 para los parroquianos de la bancada vedada; que, tras repetir la excursión descubre que los pobres no se casan, no bautizan a sus hijos ni velan a sus deudos en la iglesia Catedral, apreciará desde este “alĺı” ceremonial que lo que se le insta a aceptar y acatar en los múltiples planos de su devenir, es decir, desigualdad, inseguridad por defecto, obediencia y jerarqúıa, está plena y categóricamente justificado. Un “dios” aśı lo impone. Por ello, no es un secreto que el Estado de Bienestar tenga su origen en los páıses protestantes, entre otros porque las congregaciones de esta pertenencia lo experi- mentaron previa y paralelamente que, como expresa el profesor José Villacañas, el sentido de la democracia haya generado alĺı sociedades sólidas, justas, equilibradas, con división de poderes en todos los sentidos, una vez roto todo v́ınculo con el patri- monialismo. De alĺı la sorpresa de quienes siguen los derroteros filosófico-sociales de la revolución capitalista burguesa que incorporó -más bien adaptó- la antigua tradi- ción moral judeo-cristiana a su perspectiva racionalista, básicamente secular. Irving Kristol opina que el error fue arrancar a esa tradición moral del contexto religioso que la nutŕıa. El novelista George Eliot escribió que aun cuando Dios es “incon- cebible” y la inmortalidad es “incréıble”, el deber es “perentorio”. A contrapunto, Nietzsche llegó a proclamar que el deber es una ilusión alentada por la “moral de esclavos” judeo-cristiana. La vigencia del pensamiento de Nietzsche se hace paten- te tras la segunda guerra mundial, esa contienda que Hitler perdió, pero donde la filosof́ıa alemana fue la vencedora. Lo que precede correlaciona con el hecho de que la búsqueda del desarrollo, “el proyecto” de la modernidad, ha tráıdo contaminación, ha llevado a los páıses en desarrollo -un eufemismo- a un callejón sin salida: no pueden adoptar el estilo de producción y consumo de los “desarrollados”, deficiencia asociada a la ausencia de una identidad cultural con la naturaleza de los ecosistemas ocupados. La historia de los últimos 200 años testimonia la evolución exponencial de una racionalidad técnica huérfana de una racionalidad de valores con igual nivel de desarrollo. Sólo reducir la pobreza extrema en un 50 % para el año 2015, el objetivo del milenio, obligaŕıa a un crecimiento anual del 5,7 %, meta altamente improbable para las economı́as más pobres. Teniendo como punto de referencia el año 2002, en los cinco años que le anteceden, la mitad de los páıses latinoamericanos conoció una contracción de su 380 Caṕıtulo 5. Conclusión producción por habitante y todos los fenómenos de rápido crecimiento económico de la década anterior se detuvieron. Tal panorama, cual “ćırculo vicioso”, requiere por parte de quienes detentan el monopolio de la coacción y creen pueden “diseñar” o forzar prosperidad, una actitud realista y humilde, lo que implica aceptar la impo- tencia, lo que entraña, y es prioritario, superar el śındrome del “casillero vaćıo”, en la reflexión de Fajnzylber, que es la incapacidad de obtener en paralelo crecimien- to con equidad. En otras latitudes es posible constatar un “ćırculo virtuoso” entre crecimiento, competitividad, progreso técnico y equidad. Que la pobreza y la desigualdad no son un fenómeno natural, en mucho fruto de poĺıticas económicas de buena fe pero equivocadas (hipótesis de la ignorancia), o corruptas, es un hecho o efecto de la causa. Lo embarazoso, no por novedad, sino por el consenso que inspira y la responsabilidad que de ello deriva, es la asunción que ésta tiene origen en legalidades defensoras de los intereses de los más poderosos (ley poĺıtica), instrumentadas por los gobiernos nacionales y en muchos casos recomenda- das por instituciones que luego las denuncian, retroalimentación negativa que a nada conduce. Lo anterior no pasaŕıa de una cadena de constataciones más o menos obvias si no fuese porque en el ámbito latinoamericano podŕıa perfilarse un horizonte, tal como advierte el escritor Carlos Fuentes, en el que habiendo obtenido niveles insóli- tos de organización democrática la región revierta a la tradición autoritaria que ha marcado su historia, si la democracia no se traduce en bienestar para las mayoŕıas. El autor citado destaca el hecho, según él, más paradójico de la vida latinoamericana que es el contraste entre el vigor de una cultura ininterrumpida y la debilidad de las instituciones poĺıticas y de las poĺıticas económicas. Las culturas latinoamericanas (el mestizaje indo-afro-iberoamericano) no nutren, en su entender, la vida poĺıtica y económica, aseveración que a su vez, a nuestro juicio, marca el punto débil de su argumentación. Si la “cultura ininterrumpida” no afectó la estructura institucional cuando las circunstancias lo demandaban y perentoriamente -década de los ochenta, por ejemplo-, ¿qué garant́ıa ofrece de cara a los desaf́ıos que supone la integración hasta forzosa de América Latina a una lógica instrumental que esa misma “cultura ininterrumpida” denostó y hasta pugnó por exiliar? Un cambio de todo para que nada cambie no es más que cosmética y proyección. Con un ordenamiento institucional que de hecho contradice lo que dice apreciar 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? 381 en el capitalismo liberal, sin división real de poderes y ante una legislación ambiciosa que pretende abarcar todas las esferas de acción, más que reformas al por mayor, la coyuntura demanda un cambio radical de mentalidad, de cosmovisión. Esto podŕıa comportar, en la búsqueda de las causas del subdesarrollo, el conceder primaćıa a lo intangible: las formas como se organiza el poder, reglas de relacionamiento, el estado de derecho, carencia cognoscitiva que ha llevado a confundir los śıntomas con las causas. En América Latina, discute Álvaro Vargas Llosa, en tiempos de reformas -ocasión propicia para revertir los déficit, al menos conceptuales- se ha impuesto lo conocido como “crony capitalism”, -es decir una fuerte interrelación entre hombres de nego- cios, nuevos socios corporativos del estado, y funcionarios gubernamentales, lo que se traduce, entre otros, en exenciones impositivas u otras formas de intervencionis- mo estatal, en suma, una fórmula de contubernio mercantilista-, lo que preservó los fundamentos del subdesarrollo de la región: el corporativismo, el mercantilismo de Es- tado, el privilegio, la transferencia de riqueza y la ley poĺıtica. No hubo acumulación original de capital sino que utilidades depredadoras, la ley terminó subordinándose al poder poĺıtico, mal endémico del estatismo por excelencia. Tras la retirada, aparente retirada del Estado, el sistema potencia, dota de poderes a ciertos intereses a costa de los menos afortunados, prolongando aśı la larga noche de opresión, de los atentados contra la soberańıa personal a expensas de la naturaleza de unas instituciones que simulan protección. Los efectos de tal inclinación liberticida no se dejan esperar. Con datos recogidos en el 2002, los avances en escolarización, que cubre hasta el 93 % en la primaria y el 70 % en la secundaria son ensombrecidos por una deserción que llega hasta el 37 % entre los adolescentes. En ello la variable economı́a familiar doméstica tiene algo que decir. La clase media, todav́ıa exigua, se ha empobrecido, la justicia distributiva brilla por su ausencia, se verifican 11 millones más de pobres en el último decenio. ¿Qué grado de responsabilidad tienen las buenas, mediocres o definitivamente malas opciones teóricas elegidas? Los páıses que dieron carta de legitimidad al na- cionalismo económico, es decir, aquellos cuyos procesos de industrialización se han orientado exclusivamente hacia el mercado interno, como los latinoamericanos en su momento, padecieron los efectos de los cŕıticos procesos mundiales de reconver- 382 Caṕıtulo 5. Conclusión sión. El neoliberalismo, para muchos, una fase de desorganización del capitalismo, favoreció que en los años ochenta y noventa del siglo XX la región experimentase una deconstrucción, cuyos efectos son objeto de análisis de los historiadores de la economı́a. Lo que es factible de comprobar es el proceso de re-regulación, ese que con- trola, y periódicamente, las desviaciones más salvajes del capitalismo global, ¿teńıan gobernantes, asesores, expertos, funcionarios de los circuitos internacionales de pre- vención de riesgos financieros el fondo documental, de cultura poĺıtica y sociológica como para acometer, de acuerdo al contexto, las transformaciones requeridas? El paso del nacionalismo económico al llamado neoliberalismo en Latinoamérica, fue un cambio en la posesión de activos pero no en el trato dado a los derechos de propiedad, que siguieron siendo de prerrogativa estatal. En vez de dispersión se jus- tificó una rotación del poder alrededor del Estado. La privatización, bajo eṕıgrafe de reforma liberal, dice Vargas Llosa, “puso en evidencia que los monopolios son crea- ciones del Estado, desmintiendo la noción, muy extendida en América Latina, de que se trata de males ‘capitalistas’. Las elites del viejo nacionalismo económico, fueron reemplazadas por nuevas elites, atadas a intereses locales y foráneos vinculados a la economı́a exportadora y ćırculos financieros, en casos fórmulas de reemplazo genera- cional al interior de empresas familiares. El Estado, ‘colaboró’ mediante la concesión de monopolios, la promulgación de reglamentos discriminatorios o el uso de subsi- dios. Tiempo atrás y aduciendo al sistema de creación de riqueza en Hispanoamérica, Stanislav Andreski lo describió como ‘una involución parasitaria del capitalismo’, de- finida como una tendencia a buscar utilidades y alterar las condiciones del mercado por medios poĺıticos”8. Las reformas estructurales, pregunta A. Vargas Llosa: ¿Revirtieron los principios de la opresión que asedian a los latinoamericanos desde los tiempos precolombinos, ese subsuelo que frustró todos los intentos anteriores de edificar repúblicas viables? La respuesta es que, según los antecedentes, las privatizaciones del sector público pa- ra reducir el déficit fiscal y pagar la deuda externa no han tenido el efecto apetecido. El periodista J. Aznárez (citado) explica, “Una corrupción galopante e imbatible y la evasión fiscal, por encima del 35 %, consumen millonadas en una parte del mundo sin apenas dinero disponible para programas sociales y créditos a las pymes. Se suma 8Stanislav Andreski, Parasitism and Subversion: The Case of Latin America, Nueva York, Schoc- ken Books, 1969, p. 77 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? 383 a ello una capacidad de endeudamiento muy mermada. ‘La región está caracterizada por una condición de auges y declives’, declaró Peter Hakirn, director del Diálogo In- teramericano. Los últimos, más frecuentes, determinaron su atraso”. A. Vargas Llosa retoma, esta vez premunido de análisis comparativo: “Ha habido muchas ocasiones en el pasado no tan remoto en que sociedades cuyas economı́as hab́ıan sido devasta- das volvieron a ponerse de pie y a prosperar. Los casos de Europa y el Japón tras la Segunda Guerra Mundial, entre otros, difieren de la experiencia de las reformas lati- noamericanas en que los fundamentos del capitalismo ya estaban en su lugar, aun si la economı́a y la sociedad yaćıan en ruinas. Las instituciones judiciales, inclusive los sistemas financieros, fueron rápidamente restaurados como parte del contexto dentro del cual tuvo lugar la reconstrucción”. III En lo mediato, aguardan tres desaf́ıos. En primer lugar, la profundización del proceso de modernización de los aparatos productivos; el segundo: la reforma social lo que conlleva la incorporación al proceso productivo de los sectores actualmente marginados; el tercero: la reforma del Estado, no sólo lo referido a su tamaño. Un aparato estatal que habilita a los agentes sociales y económicos. A mediano plazo, la plena normalización de las relaciones con Estados Unidos, algo que va más allá de lo formal-institucional o de lo que se desprende del proceso de integración de más de 40 millones de hispanos con presencia a lo largo y ancho del páıs del norte. Previo a cualquier intento, las elites regentes deberán superar actitu- des arraigadas cuando no prejuicios acerados como desatención, desdén, arrogancia, indiferencia, ceguera, resentimiento que genera dependencia, la mańıa autocompla- ciente de pensar que todo el mal proviene del otro presente aunque no admitido a semejanza de una de las “pinturas negras” de Francisco de Goya y Lucientes: “Duelo a garrotazos”. Pareceŕıa pueril, pero la “intervención” de 1898 provocó una decepción -aparte del despecho de los liberales de Iberoamérica-, que duró un siglo, germen de un antiyanquismo furibundo, cuyo fruto natural: Cuba. Según el testimonio direc- to de Robert McNamara, Castro habŕıa sacrificado su páıs durante la “crisis de los misiles” si los soviéticos se lo hubieran permitido. ¿Patria o muerte? Patria y muerte. 384 Caṕıtulo 5. Conclusión En el plano de las relaciones económicas internacionales, Latinoamérica en con- comitancia con otras economı́as regionales en desarrollo deberá ponderar iniciativas que modifiquen el marco internacional. De las reformas de las economı́as no surge espontáneamente el progreso, al menos es la experiencia tras la “Década Perdida” latinoamericana. Las terapias unilaterales no surten los efectos deseados. La Comi- sión Meltzer recomendó que el FMI debeŕıa volver a su misión original: mantener la estabilidad macroeconómica mundial facilitando a los páıses miembros en situa- ción de emergencia préstamos a corto plazo; que el Banco Mundial se centrara en los páıses pobres en los que la necesidad es más apremiante. Asume que los páıses con una renta per capita de más de 4.000 dólares no debeŕıan recibir préstamos del Banco Mundial. En lo interno, por sobre la visión economicista del desarrollo está la deman- da latente por un aumento gradual y consistente de libertades postergadas. Como señalaba poéticamente José Mart́ı, “las heridas que tenemos son las libertades que nos faltan”. Albergamos suficiente información como para asegurar que la privati- zación de la economı́a en América Latina, no fue una transición hacia un mercado libre, lo que conecta con la relación -más bien foso- de la ley escrita y la vida real, el expurgar la legislación de aquello que limita al individuo, entre otros, por medio de iniciativas que apunten hacia la difusión de los activos del Estado a través de la participación de los trabajadores en la propiedad de las empresas en que laboran, experiencia exitosa en los Estados Unidos. La quinta parte de los empleados poseen acciones en las compañ́ıas de las que son asalariados, lo que revierte en un aumento significativo de la productividad9. El peso documental a remolque de la conjetura que ha organizado nuestra refle- xión, subraya la persistencia de ciertos modelos de actuación, ı́ndice de mentalidades, imaginarios, configuraciones que se hacen ćıclicos. Las instituciones extractivas lo son. La problemática social, poĺıtica, económica, cultural de América Latina no contempla cambio significativo en los últimos 35 años. Los problemas de marginación, pobreza y desigualdad, la consiguiente inestabilidad poĺıtica, social y económica espoleada por la inseguridad ciudadana, gérmenes, entre otros, de la pérdida de capital intelectual 9Douglas Kruse, “Research Evidence on Prevalence and Effects of Employee Ownership”, tes- timonio ante el Subcomité de Relaciones Empleador-Empleado, Comité de Educación y Empleo- mańıa, Cámara de Representantes de los Estados Unidos, 13 de febrero, 2002 5.3. ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? 385 -fuga de cerebros- formula una ecuación cuyo resultado es potencialmente funesto. En definitiva América Latina carećıa y carece de fundamentos institucionales para afrontar las crisis porque se hacen sistémicas y en ello los supuestos de origen ejercen un rol que, en gran medida, define los perfiles de las tramas de resolución. Como criterio general, en vez de explotar las coyunturas cŕıticas para dispersar el poder, las élites rectoras lo han hecho rotar alrededor del eje del Estado. Consecuencia de lo cual es posible constatar hoy una destrucción programada de las estructuras de control, campo abierto para la especulación y la vertebración de ćırculos viciosos. Sin embargo, el subdesarrollo no es una condición fatal. El cultivo de hábitos mentales subyugados por la fuerza de la tradición, es un lastre a superar. Las cir- cunstancias demandan una revolución conceptual, un ajuste estructural de mentali- dades. Como dijese Schopenhauer: “Hay épocas de la historia en que el progreso es reaccionario y la reacción es progresista”. 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Tesis Pablo Esteban Quezada Soto Portada Agradecimientos Resumen Abstract �Indice genera Índice de figuras Introducción Paradigmas Grandes Teorías Paradigmas impugnados Nacimiento, evolución de las disciplinas Teorías en Relaciones Internacionales Fracaso de la Modernidad Concepto Cultura y modernización Crítica al concepto de Modernidad Postmodernidad Anclaje Histórico Características de la Postmodernidad Concepción de Estado en el Postmodernismo Balance crítico del Postmodernismo Alternativas al Postmodernismo Fin de la Historia, fin de las ideologías Justificación del concepto Críticas al concepto Pensamiento único Neoliberalismo - Neoestructuralismo El Neoliberalismo, su historia Antecedentes ideológicos del Neoliberalismo Características del Neoliberalismo Reformas Privatizaciones Críticas al Neoliberalismo Presupuestos teóricos de esta investigación Enfoques estratégicos Versiones en antropología postmoderna La Epistemología Constructivista La subjetividad colectiva Metodología Imaginario Religión Religión, entre el sentimiento y la evidencia Cristianismo Catolicismo Cultura En torno al concepto de cultura, aplicaciones Brecha cultural entre Estados Unidos y América Latina Cambios vertiginosos Globalización Transnacionales Inserción internacional EEUU - Latinoamérica Europa - América Latina España - Latinoamérica. Rebelión y relación Lengua y comunidad hispánica Bloques, acuerdos regionales Integración Política internacional - Organismos Internacionales Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial Nueva religiosidad Contexto teórico y símbolo Epistemología y sujetos sociales Protestantismo y latinidad Presencia evangélica en América Latina Impacto social y crecimiento Aporte intelectual y memoria Sincretismo La Década Perdida Economía Participación de América Latina en el producto global Importancia de las materias primas Comercio internacional-exportaciones Inversión extranjera en América Latina Deuda Externa Industria Trabajo Mala distribución del Ingreso Pobreza Sector informal Desarrollo La hipótesis geográfica La hipótesis de la cultura La hipótesis de la ignorancia Distancia de los grandes Calidad de vida, bienestar Desarrollo y Proteccionismo Identidad, nación y desarrollo Modelos de Desarrollo Conocimiento, brecha tecnológica, desarrollo Competitividad Ayuda, cooperación para el desarrollo Remesas Conclusión La Revolución de las Revoluciones La cesión de poderes ¿Qué modelo de desarrollo, qué definición cultural? Bibliografía